Poesía Tras 75
Poesía Tras 75
Poesía Tras 75
Con la muerte de Franco, en 1975, termina la dictadura y se inicia la transición hacia el régimen
democrático. Tres años más tarde, la Constitución de 1978 convierte a España en una monarquía
parlamentarla. El cambio político se completó con la integración de España en la Comunidad
Europea en 1985.
La desaparición de la censura permitió la difusión de obras literarias que hasta entonces habían
sido prohibidas, especialmente las de autores españoles exiliados (Ramón J. Sender, Rosa
Chacel, Rafael Alberti, Francisco Ayala...) y el establecimiento del régimen autonómico favoreció
el desarrollo y la difusión de las literaturas en lengua catalana, gallega y vasca.
En los años posteriores a la muerte de Franco el grupo poético dominante es el de los novísimos.
Pasados los primeros años de su revelación como grupo, éstos buscan una expresión más
personal, aunque con un fondo común a muchos de los poetas que llegan a la madurez lírica por
esos años, formaran parte o no en un principio de los llamados novísimos. De hecho, es ya
habitual referirse al conjunto completo de todos ellos como Generación del 70. En general,
durante esa década se atenúan en los textos las actitudes provocadoras y polémicas, así como
el culturalismo asfixiante de los venecianos.
No obstante, algunas líneas poéticas anteriores, como la de la metapoesía (poesía cuyo objeto
de reflexión es el lenguaje poético), siguen presentes en las composiciones que, tras un largo
silencio poético, publica Guillermo Carnero con el título de Divisibilidad indefinida (1990). En la
tendencia metapoética pueden inscribirse también algunos Libros de finales de los setenta y
principios de los ochenta de Jenaro Talens.
El culturalismo se fue depurando de la mera decoración externa para entroncar muchos poetas
con la tradición clásica. Esta línea clasicista es una de las más relevantes de la poesía española
de las últimas décadas, con nombres como los de Luis Antonio de Villena, Antonio Colinas o
Antonio Carvajal.
A finales de los años 70 se produce un paulatino abandono del experimentalismo propio de los
poetas novísimos y comienzan a aparecer nuevas tendencias poéticas entre las que destacan la
poesía de la experiencia, la poesía minimalista o poesía del silencio y la poesía de la conciencia.
Heredera también del naufragio de los novísimos es la poesía maldita representada por
Leopoldo María Panero, que, a partir de la locura y desde una lucidez inquietante, escribe versos
que rompen todos los fundamentos de la normalidad social y el equilibrio personal.
Es heredera de la poesía pura y del existencialismo, en su desolada visión del hombre. José Ángel
Valente, desde los 80, la representó como nadie, en títulos como Mandorla, y en ensayos como
Las palabras de la tribu. Esta poesía del silencio se interroga sobre la capacidad o incapacidad
de la palabra de comunicar la esencia de las cosas; los poetas indagan sobre lo trascendente del
ser humano, pero sin acudir a lo religioso; no hay respuestas en Dios, ni en la palabra como
comunicación. Solos, perciben que el lenguaje es insuficiente para expresar el dolor de la
existencia. Así, los versos suelen ser cortos, fragmentados, con espacio para la sugerencia; son
poemas breves, condensados, desnudos; predomina lo abstracto y conceptista, para emocionar
a través de la inteligencia y la sensibilidad; el lector completa el poema, a través de las
sugerencias.
Poetas como Jaime Siles transitan por los caminos de la poesía pura para elaborar una lírica de
carácter intelectual que, por su densidad y concentración expresivas, se ha denominado
minimalista. En esta línea de pureza poética y minimalismo expresivo, se sitúa también la obra
del canario Andrés Sánchez Robayna.
Otros poetas cercanos a esta corriente son: Chantal Maillard (reflexión filosófica), Olvido García
Valdés (mundo de experiencia doméstica y paisaje, tocado de cierto misticismo), Andrés
Sánchez Robayna, Ada Salas. Poetas como Antonio Gamoneda unen la angustia existencialista
de la posguerra con las aportaciones formales de Valente; su obra poética es testimonio de lo
esencial que ha vivido, en un proceso constante de depuración e intensificación.
Poesía de la experiencia
A principios de los años 80 empieza a cobrar fuerza una tendencia poética que reivindica una
vuelta a la expresión de la sentimentalidad, a la temática cotidiana y a la claridad expresiva. El
libro de Luis García Montero El jardín extranjero, publicado en 1983, marca la dirección de esta
nueva estética, a la que pertenecen Felipe Benítez Reyes (Los vanos mundos, 1985); Vicente
Gallego (La luz de otra manera, 1988) o Carlos Marzal (El último de la fiesta, 1987).
Entre las características de la poesía de la experiencia más relevantes podemos destacar las
siguientes:
Concepto de poesía. Los nuevos poetas conciben la poesía como la narración de la experiencia
cotidiana, una narración que revela casi siempre un escepticismo vital, fruto del sentimiento de
incomunicación, desorientación y soledad en el que vive inmerso el hombre actual.
Estilo. En el plano formal, los poetas de la experiencia siguen el modelo de los autores de la
generación de los cincuenta y manifiestan un rechazo del culturalismo y experimentalismo de
los novísimos. Optan por una expresión llana, muy próxima al lenguaje coloquial, que facilita el
encuentro con el lector. Sin embargo, la sencillez expresiva aparente oculta una preocupación
por la construcción formal del poema.
Tienen, por tanto, una marcada preferencia por una estética realista, una temática urbana y
cotidiana e interés por la crítica social, según se aprecia en los textos de los poetas granadinos
a los que suele agruparse con el título de una antología común: La otra sentimentalidad (1983),
asociada al realismo y al marxismo, a Machado y Gil de Biedma y Ángel González. El poeta de la
experiencia cuenta lo que le pasa y describe dónde le pasa. Recupera un tono y una lengua
conversacionales, mientras que rechaza a los novísimos; la poesía es un género de ficción, en el
que se pueden fingir las emociones y experiencias para expresar las comunes a los hombres, con
lo que el poema no es confesión, sino representación; hay un cierto distanciamiento, a través
de la ironía o la evocación de un personaje alejado del poeta, en monólogo dramático, de la
reflexión sobre la vida; la lengua es sencilla, en apariencia, con una mezcla de narratividad y
lirismo, que busca comunicarse con el lector; en cuanto a la métrica, van de los tradicionales
soneto o tercetos encadenados al endecasílabo y el heptasílabo blancos, además del verso libre;
los temas van de lo amoroso urbano hasta la reflexión, la angustia y el sentimiento nihilista por
el paso del tiempo, además del correlato entre naturaleza y sentimientos. Luis García Montero
ha encarnado la fidelidad a un tono preocupado y canalla, de poesía cercana a las aceras pero
también enigmática: Completamente viernes, Vista cansada. Hay afinidad con Jon Juaristi, de
gran maestría formal y violencia íntima: Diario de un poeta recién cansado. También está la
frivolidad elaborada de Luis Alberto de Cuenca o la mezcla ideológica mordaz de Miguel d'Ors.
Marzal (Metales pesados) y Gallego (Santa deriva), que hemos visto que entraron en ese
realismo en los 80, han derivado hacia lo reflexivo e intimista; también aquí está Eloy Sánchez
Rosillo, elegíaco: Las cosas como fueron; o Luis Muñoz, Aurora Luque y Juan Antonio González
Iglesias, con poemas elaborados y referencias clásicas.
Poesía de la conciencia
Algunos autores que empezaron en la poesía de la experiencia intentan ir más lejos acentuando
el tono meditativo y un compromiso social con frecuencia ecologista, como es el caso del
principal representante de esta tendencia, Jorge Riechmann (1962). Desde el anarquismo, el
representante más notorio es el extremeño Antonio Orihuela (1965), con su poesía prosaica y
austera, de honda penetración reflexiva. Los poetas que se sitúan en esta tendencia manifiestan,
desde distintas posiciones estéticas, su disconformidad con los principios sobre los que se
asienta la sociedad actual. Se trata de una poesía inconformista y contestataria que se opone a
la globalización, a los desastres ecológicos y a todos los problemas que se derivan del capitalismo
posmoderno.
Se trata de una poesía muy expresiva, intelectual y con aspectos culturalistas. Abundancia de
antologías cuyos títulos aluden a la poesía hecha por mujeres: Las diosas bancas, Ellas tienen la
palabra y Antología de la Joven poesía española escrita por mujeres. Ana Rosetti, por ejemplo,
trata temas eróticos con nobleza, candor, sensualidad e ironía. Desafía la tradición de la poesía
amorosa petrarquista por media de la radical inversión del tópico. Sí entonces era el hombre el
que suspiraba por la mujer, aquí la mujer suspira por el hombre de una publicidad de vaqueros,
por ejemplo. Otras autoras son Blanca Andréu o Almudena Guzmán.
El siglo XXI
En nuestra realidad, cada vez más centrada en lo breve y fragmentario, la poesía puede tender
el puente que una un mensaje electrónico con toda una tradición literaria. En los nuevos
caminos y los nuevos nombres de los poetas españoles, no existe una bandera común, ni una
tendencia única, ni un nombre generacional para agruparlos, ni siquiera ese innato parricidio
estético al que aspira todo artista. En antologías como La inteligencia y el hacha se refleja una
generación distinta a la de los ochenta pero que de alguna manera entronca con los novísimos.
En el ensayo Mejorando lo presente. Poesía española última: posmodernidad, humanismo y
redes, se afirma que la poesía se ha vuelto "promiscua, disponible y viajera" e invade por ello
"las nuevas geografías virtuales": es decir, el ciberactivismo literario. La manera de recogerse el
pelo. Generación Blogger reúne la obra de 13 mujeres poetas, que el antólogo leyó o descubrió
por primera vez en Internet, en un blog o en una revista digital. Se habla con optimismo de
Internet y de las redes sociales para captar nuevos lectores. Los éxitos de autores como Elvira
Sastre o Marwan no hacen más que reafirmar esa tendencia y esa nueva manera de darse a
conocer por parte de los poetas contemporáneos. Autores muy recientes, además de los
mencionados, serían Juan Antonio González Iglesias, Luna Miguel, Ana Patricia Moya, Alberto
Acerete, Ángela Segovia, Mercedes Cebrián... Además de lo citado, cabe destacar que los
dominios de la poesía en la época que vivimos se expanden a través de la fotografía (poesía
visual, metafórica, de artistas como Chema Madoz), la perfopoesía (o poesía a través de la
actuación, del movimiento, de la música; un ejemplo sería el festival anual de Sevilla) o, qué
duda cabe, la obra de algunos de los músicos actuales (ejemplo más conocido sería Joaquín
Sabina, que, además de recopilar sus letras, ha publicado, de manera más ortodoxa, volúmenes
de poesía como Ciento volando de catorce).