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' Mare Bloch ' INTRODUCCION A LA HISTORIA ‘ A libro es fruto de una mentalidad consagra- ‘da al estudio de la historia que fue malograda por la guerra. Su autor, Mare Bloch, prisionero de guerra, fue fusilado por la barbarie nazi en 1944 y no pudo ver impresa su obra, escrita en un campo de concentracién. ‘A partir de la interrogante zqué es Ia historia y para qué sirve?, Bloch escribe yna verdadera introduccién a la filosofia de la historia, esencial para la comprensién de esta ciencia que “estu- dia a los hombres en el tiempo”. El autor apro- vech6 su reclusién para reflexionar con Iucidez y agudeza sobre su oficio de historiador y plas. mé sus meditaciones en un estilo bellovy sen- cillo, mas de gran profundidad psicolégica. Su amigo Lucien Febvre rescaté su manuscrito para a Galeties, yuna leccion de'rigor wen too. ‘0a la Historia BLOCH PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLISA DE CHILE SISTEMA DE BIBLIOTECAS FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICOTercera edi Cuarta reimp Se prohibe la repro: a total o parcial de esta incluido el di fico y de por cual fuere el ctrénico 0 mecanico, sin el consentimiento por escrito del editor Titulo original Apologie pour U'Histoire ou Meétier d'historien © 1949, Librairie Armand Colin, Paris DNDO DE CULTURA ECONOMICA DE ©1587 Fonpo De CULTURA E ICA, S. A, DE ( D. R. © 2000, Fonno pz Cutrura Economica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 Mexico, D. F wivw.fce.com.mx 16-6155-9 (cuarta edicién) 16-0067-3 (tercera edicién) ISBN 968 ISBN 9 Impreso en MéxicoA LUCIEN FEBVRE, A MANERA DE DEDICATO! Si este libro ha de publicarse un dia; si, di le anti to al que pido hoy un cierto equilibrio del alma —entr los peores dolores y las peores ansiedades personales y colectivas— viene a ser un verdadero libro, ofrecido para ser leido, otro nombre distinto del de usted, querido ami. 40, ser entonces inscrito en la cubierta, Usted lo sabe, sc necesitaba ese nombre, en ese lugar: tinico recuerdo per mitido a una ternura demasiado profunda y demasiado Sagrada para poder expresarla. gY como me ano verle a usted aparecer también sino al azar de algu- nas referencias? Juntos hemos combatido largamente por lina historia mas amplia y mas humana. Sobre la tarea ‘comtin, ahora cuando escribo, se ciernen muchas amena- zas. No por nuestra culpa. Somos los vencidos provisio- nales de un injusto destino. Ya vendra el tiempo, estoy Seguro, en que nuestra colaboracién podra volver a ser verdaderamente publica, como en el pasado, y, como en el pasado, libre. Mientras tanto continuard por mi parte en estas paginas, llenas de la presencia de usted. Aqui con- servard el ritmo, que fue siempre el suyo, de un acuerdo fundamental, vivificado, en la superficie, por el prove- choso juego de nuestras afectuosas discusiones. Entre las ideas que me propongo sostener, mas de una me llega, sin duda alguna, directamente de usted. Respecto de muchas otras yo no podria decidir, en buena conciencia, si son de usted, mfas o de ambos. Me enorgullece pensar que mu- chas veces me aprobard usted. En ocasiones me critica Y todo ello sera entre nosotros un vinculo mas. Fougeres (Creuse), 10 de mayo de 1941 INTRODUCCION a historia”, pedia a historiador, poder decir no aleanzo a “papé, explicame para qué sirve | un muchachito allegado stip oat e est es mi respuesta. Porque hablar por igual a los doctos y a los escolares. Pero reeonozeo que tal sencillez sdlo es privilegio de unos cuantos elegidos. Por lo menos conservaré aqui con mucho gusto, como epigrafe, esta pregunta de un nifio cuya sed de saber acaso no haya logrado apa- gar de momento. Algunos pensarén, sin duda, que es una formula ingenua; a mi, por el contrario, me parece del todo pertinente.! El problema que plan- tea, con la embarazosa desenvoltura de esta edad implacable, es nada menos que el de la legitimidad de la historia. : Ya tenemos, pues, al historiador obligado a rendir cuentas. Pero no se aventurara a hacerlo sin sentir urrligero temblor interior: qué artesano, enyejeci- do en su oficio, no se ha preguntado alguna vez, con un ligero estremecimiento, si ha empleado juiciosa- mente su vida? Mas el debate sobrepasa en mucho los pequefos escripulos de una moral corporativa, e interesa a toda nuestra civilizacién occidental. Porque contra lo que ocurre con otros tipos de cultura, ha esperado siempre demasiado de su me-_ moria. Todo lo conduefa a ello: la herencia cristiana como la herencia clasica, Los griegos y los latinos —nuestros primeros maestros— eran pueblos his- 9 s10 INTRODL toriégrafos, Bl cristianism riadores. Otros sistemas reli dar sus creencias y sus rito: © menos exterior al tiempo hur grados, tienen los cristianos lik liturgias conmemoran, con los episodio terrestre de un Dios, los f santos. E] cristianismo es ademas historico en sentido, quiza mas profundo: colocado entr da y el Juicio Final, el destino de la humanidad r presenta, a sus ojos, una larga aventura, de la cu cada destino, cada *peregrinacién” individual, of €8, a Su vez, el reflejo; en la duracién y, por lo tant €n la historia, eje central de toda meditacion cri fiana, se desarrolla el gran drama del Pecado y d la Redencidn. Nuestro arte, nuestros monumen literarios, estan llenos de los ecos del pasado; nue tros hombres de accién tienen constantemente « 10s labios sus lecciones, reales o imaginarias. Conyendria, sin duda, sefalar mas de un mati en la psicologia de los grupos, Hace mucho tiemp< que Io observé Cournot; eternamente inclinados reconstruir el mundo sobre las lineas de la raz6n, os franceses en conjunto viven sus recuerdos cole: tivos con mucha menor intensidad que los alema nes, por ejemplo.? Es también indudable que las c vilizaciones pueden cambiar; no se concibe, como hecho en sf, que la nuestra no se aparte un dia de la historia. Los historiadores deberdn reflexionar sobre ello. Porque es posible que si no nos ponemo en guardia, la llamada historia mal entendida aca be por desacreditar a la historia mejor compren dida. Pero si llegaramos a eso alguna vez, seria a costa de una profunda ruptura con nuestras mis constantes tradiciones intelectuales. De mom todavia de la vez que nuestras estrict Man en perpetua crisis de poner dudar de si mismas >reguntarse si han Jo o si lo han in- tenido raz6n al interrogar a su f terrogado bien. Leed lo que se escribia antes de guerra, lo que todavia puede escribirse hoy: entre las inquietudes difusas del tiempo presente oiréis, asi infaliblemente, la vor de esta inquietud mez- clada con las otras. En pleno drama me ha sido da do recoger el eco espontineo de ello. Era en junio de 1940, el mismo dia, si mal no me acuerdo, de la en- trada de los alemanes a Paris, Bn el jardin norman- doen que nuestro Estado Mayor, privado de fuerzas, arrastraba su ocio, remachabamos sobre las causas del desastre: “;Habra que pensar que nos ha enga- fiado la historia?”, murmuré uno de nosotros. Asi la angustia del hombre hecho y derecho se unia, con su acento mas amargo, a la sencilla curiosidad del jovenzuelo. Hay que responder a una y a otra. Sin embargo, conviene saber qué quiere decir esa palabra “servir”. Pero antes de examinarla quiero agregar unas palabras de excusa. Las circunstan- cias de mi vida presente, la imposibilidad en que me encuentro de usar una gran biblioteca, la pér- dida de mis propios libros, me obligan a fiarme de- masiado de mis notas y de mis experiencias. Con demasiada frecuencia me estiin prohibidas las lec turas complementarias, las verificaciones a que me obligan las leyes mismas del oficio del que me pro pongo describir las précticas. gPodré, algun dia, I nar estas lagunas? Temo que nunca del todo. A este respecto, no puedo menos de solicitar indulgenci: del lector y, dirfa, “declararme culpable’, si ello no12 INTRODUCCIC implicara echar sobre mi mas d faltas del destino Es verdad que, incluso si hub la historia incapaz de otros s« lo m podria decirse en su favor que distrae. O, para ser mas ¢: ‘acto —puesto que cada quien busca sus di traeciones donde quiere—, que asf se lo parece a grar numero de personas. Personalmente, hasta don pueden Ilegar mis recuerdos, siempre me ha div tido mucho. En ello no creo diferenciarme de los c mAs historiadores que, si no es por ésta, {por qué raz6n se han dedicado a la historia? Para quien sea un tonto de marca mayor, todas las ciencias sor interesantes. Pero cada sabio sélo encuentra ur cuyo cultivo le divierte. Descubrirla para consagrat S¢ a ella es propiamente lo que se llama voc Por si mismo, por lo demés, este indiscutible atractivo de la historia merece ya que nos deteng: mos a reflexionar. Ante todo, como germen y como aguijén, su paps ha sido y sigue siendo capital. Antes que el deseo de conocimiento, el simple gusto; antes que la obra cientifica plenamente consciente de sus fines, el instinto que conduce a ella: la evolucién de nuestro comportamiento intelectual abunda en filiacione ta clase. Hasta en terrenos como el de la fisica, s pasos deben mucho a las “colecciones gurar a los dee: los prime: de curiosidades”. Hemos visto, incluso, pequefios goces de las antiguallas en la cuna dé mas de una orientacién de estudios, que poco a poco se ha cargado de seriedad. Esa es la génesis de la arqueologia y, mas recientemente, del folclor. Los lectores de Alejandro Dumas no son, quiz4s, si historiadores en potencia, a los que sdlo falta la edu tonces, por el contrario —como pueden i t verdaderos historiadores—, gana toda en vivacidad y en plenitud, nada hay en ello que cierto sentido, no valga para cualquier trabajo del espirilu. La historia, sin embargo, tiene indudable pios placeres estéticos, que no se pa recen a los de ninguna otra disciplina. Ello se debe a que el espectaculo de las actividades humanas, que forma su objeto particular, esta hecho, mas que otro cualquiera, para seducir la imaginacién de los hombre: miento en el tiempo o en el espacio, su despliegue se atavia con las sutiles seducciones de lo extrano. gran Leibniz nos lo ha confesado: cuando pasaba de las abstractas especulaciones de las matemati- , 0 de la teodicea, a descifrar viejas cartas o vie- jas cr6nicas de la Alemania imperial, sentia, como nosotros, esa “voluptuosidad de aprender cosas sin- gulares”, Cuidémonos de quitar a nuestra ciencia su parte de poesia. Cuidémonos, sobre todo, como he descubierto en el sentimiento de algunos, de sonrojarnos por ello. Seria una formidable tonteria pensar que por tan poderoso atractivo sobre la sen- sibilidad, tiene que ser menos capaz también de sa- tisfacer a nuestra inteligencia. ar, € s. Sobre todo cuando, gracias a su aleja- Pero si esa historia a la que nos conduce un atracti- vo que siente todo el universo no tuviera mils que tal atractivo para justificarse; si no fuera, en suma, mas que un amable pasatiempo como el bridge o lapesca con anzuelo, gr tos esfuerzos entiendo y en la medid ccultos, es decir ; André Gide— no n. quiera el de la inteligenci I en 1938. En 1949, aio en que n 1 bir, jel propdsito adquiere un sentido tod. Stave! A buen seguro, en un mundo que acal abordar la quimica del atomo, que comicn. dear apenas el secreto de los nuestro pobre mundo que, justamente orgul Su ciencia, no logra, sin embargo, crearse un poc de felicidad, las largas minucias de la erudicié toriea, harto capaces de devore Tecerfan ser condenadas como un absurdo d de energias casi criminal si no c ondujeran mds que a revestir con un poco de verdad uno de nu sentimientos. O sera preciso desaconsejar el cultivo de la historia a todos los espiritus susceptibles dc emplear mejor su tiempo en otros terrenos, 0 la toria tendra que probar su legitimidad como c« miento, Pero aqui se plantea una nueva cuestidn: ,Qué « justamente lo que legitima un esfuerzo intelectu Imaginé que nadie se atreveria hoy a decir, con los positivistas de estricta observancia, que el valo de una investigacién se mide, en todo y por t segan su aptitud para servir a la accién. La expe ensefiado solamente que es imp a una vida riencia no nos hi lecidir por adelantado si ds desinteresadas no se revelarén nte iitiles a la préetica. Rehu estigar, a calmar especulaciones sible aparentemente m art un dia as a t _ sara la humanidad el derecho a in in limitad: de quedar fucilmente resuelt. Porque la naturaleza de nuestro entend fo inclina mucho menos a querer saber que a querer comprender. De donde resulta que las tinicas c jen. ticas son, segtin su voluntad, las que lo- gran establecer relaciones explicativas entre los fe némenos. Lo demés no es, segiin la expresién de Malebranche, mas que “polimatia’. Ahora bien, la polimatia puede muy bien pasar por distraccién o por manfa. Pero hoy menos que en tiempo de Male. branche podria pasar por una de las buenas obras de la inteligencia. Independientemente incluso de on a la condueta, la historia ho tendra, pues, el derecho de reivindicar su lugar entre los conocimientos verdaderamente dignos de esfuerzo, sino en el caso de que, en vez de una sim- ple enumeracién, sin lazos y casi sin I{mites, nos pro- meta una clasificacién racional y una inteligibili- dad progresiva. Es innegable, sin embargo, que siempre nos pare. cera que una ciencia tiene algo de incompleto sino Ros ayuda, tarde o temprano, a vivir mejor. gY cémo no pensar esto atin més vivamente euando nos ref rimos a la historia que, segiin se cree, esta destina- da a trabajar en provecho del hombre, ya que tiene como tema de estudio al hombre y sus actos? De he- cho, una vieja tendencia a la que se supondra por lo menos un Valor instintivo, nos inclina a pedir a toda eventual aplica16 historia que guie nu. dignarnos contra el me he referido, si p, su impotencia Utilidad de la fido “pragmético” de la palabra titil, fa, ol de su legitimidad, propiamente intele: =, 10 problema, ademas, que no puede plan fino en segundo término. Para obrar razonables te, gno es necesario te todo comprender? Per Pena de no responder mas que a medias a la gestiones mas imperiosas del s problema no puede eludirse Algunos de nuestros consejeros, ¢ nes quisic ran serlo, han respondido ya a estas cuestic Pero s6lo lo han hecho para amarg: ranzas. Los mds indulgentes han dicho: la histe earece de provecho y de solidez. Otros, con una sc veridad nada amiga de medias tintas, han dicho: es perniciosa. “El producto més peligroso elaby Por la quimica del intelecto”, ha dicho uno de « ¥ no de los menos notorios. Estas invectivas tiener peligroso atractivo: justifican por adelantado la ig. norancia. Por fortuna, para lo que subsiste atin en riosidad espiritual, esas censu ar nuestras es; ea nosotros de c carecen quizés de inte Pero si el debate debe ser considerado de nuevc rio que lo planteemos con datos mas s¢ guros Porque hay una pre j6n que los detractore corrientes de la historia no han tenido en cuenta. Su palabra no carece ni de elocuencia ni de esprit. Pero, por lo general, han olvidado informarse con exactitud de lo que hablan. La imagen que tie Je nuestros estudios no I gido del taller. Huele mds a oratoria académica que a gabi nete de trabajo. Sobre todo, ha prescrito. De suerte que incluso pudiera ocurrir que toda esa palabreria e haya gastado en exorcizar a un fantasma. Nues. tro esfuerzo en este dominio debe ser harto distin- to, Trataremos de buscar el grado de certidumbre de los métodos que usa realmente la Investigacion. hasta en el humilde y delicado detalle de sus técni- cas. Nuestros problemas seran los mismos que im- pone cotidianamente al historiador su materia. En una palabra, ante todo quisiéramos explicar cémo j por qué practica su oficio de historiador. Dejamos que el lector decida a continuacién si vale la pena ejercer este oficio. Pongamos atencién, sin embargo. Asi limitada y comprendida, la tarea puede pasar por sencilla sélo en apariencia. Lo seria, quizés, si estuviéramos frente a una de esas artes aplicadas de las que se ha dicho todo cuando se han enumerado, una tras otra, las manipulaciones consagradas. Pero la his toria no es lo mismo que la relojeria o la ebanist. ria. Es un esfuerzo para conocer mejor; por lo tanto, una cosa en movimiento. Limitarse a describir una ciencia tal como se hace serd siempre traicionarla un poco. Es mucho mds importante decir cémo es- pera lograr hacerse progresivamente. Ahora bien, esfuerzo semejante exige de parte del analista, for. vosamente, una dosis bastante amplia de seleccién personal. En efecto, toda ciencia se halla, en cada una de sus etapas, atravesada constantementé por tendencias divergentes, que no es posible separar sin una especie de anticipacién del porvenir. No nos Proponemos retroceder aqui ante esta necesidad.18 INTE En materia intelectu; el horror de | miento muy recomendabi dez nos imponia mismo, las dificultad vitablemente todos, las responsat adverti rian mucho canzado momentanc mente una d Curva, siempre un poco irregular, de s Me imagino que hace cincuenta anos Via reinaba Newton como maestro, era iin facil que hoy construir con el rigor ac quitecténico una exposicin de | historia es todavia u las certidumbres Porque la historia no es solamente una ciencia « marcha. Es también una ciencia que se halla on |, infancia: como todas las que tienen por objeto el es Piritu humano, este recién Hegado al campo del co nocimiento racional. O, por mejor decir, vieja bajo Ja forma embrionaria del relato, mucho tiempo en: vuelta en ficciones, mucho mas tiempo todavia uni da a los sucesos mas inmediatamente captables, ¢ muy joven como empresa razonada de andlisis. Se esfuerza por penetrur en fin por debajo de los he- chos de la superficie; por rechazar, después de las seducciones de la leyenda 0 de la retérica, los nos, hoy mas peligrosos, de la rutina erudita y del empirismo disfrazado de sentido comin. No ha su: perado aiin, en algunos problemas esenciales de su método, los primeros tanteos, Razén por la cual Fustel de Coulanges y, antes que él, Bayle no esta ban, sin duda, totalmente equivocados cuando la Hamaban “la més dificil de todas las ciencias”. la mecdnica. P; ina fase mucho mas favorable vene- ros XX, har XIX ta en los prime vivido como alucinadas por una im: masiado gida, una imayen verdaderamente comtiana de las ciencias del mundo fisico. Extendiendo al conjunto de las adquisiciones del espiritu este sistema presti gioso, consideraban que no puede haber conocimiento auténtico que no pueda desembocar en certidumbres formuladas bajo el aspecto de leyes imperiosamen- te universales por medio de demostr: tabl aplicada a los estudios historicos, dio lugar a dos tendencias opuestas, en razén de los distintos tem- peramentos Unos creyeron posible, en efecto, instituir una ciencia de la evolucién humana conforme con este ideal en cierto modo pan-cientifico, y trabajaron con afan para crearla, sin perjuicio, por lo demas, de optar finalmente por dejar fuera de los efectos de este conocimiento de los hombres muchas realidades muy humanas, pero que les parecian desesperada- mente rebeldes @ un saber racional. Este residuo era lo que Hamaban desdefiosamente el acontec miento; era también una parte de la vida mas inti~ mamente individual. Tal fue, en suma, la posicién de la escuela sociolégica fundada por Durkheim. Por lo menos si no se consideran las sutilezas que con la primera rigidez de los principios trajeron Poco a poco hombres demasiado inteligentes para ciones irrefu- sta era una opinion casi undnime. Pero,no sufrir, inclu, A este gran esfuerzo dei: dios. Nos ha enseiado didad, a enfocar sar, me atrevo a de: ese esfuerzo no habla. 2 to y un agradecimiento infinitos, $1 ), Superado, ése es el precio que » dad, tarde o temprano, todos los m: lectuales Otros investigadores, sin embarg A momento una actitud muy dife nte. No lc a historia en los marcos del legal do insertar | fisico, particularmente preocupados, adema causa de su prime des, las dudas, el frecuente volver a empezar de critica documental, extrajeron de la experien ante todo, una leccién de humildad desengaiad Les parecié que la disciplina a que habian cot grado su inteligencia no podia ofrecer, a fin cuentas, conclusiones muy seguras en el present ni muchas perspectivas de progreso en el futuro. Sc inclinaron a yer en ella, mas que un conocimient verdaderamente cientifico, una especie de ju tico, 0, por lo menos, de ejercicio higiénico favc a la salud del espiritu. A menudo se les b nombre a educacion—, por las difi est rabli a llamado “historiadores historizantes”, sobr injurioso para nuestra corporacién, pues parece cor encia de la historia en la propia nega yo les en. siderar la ¢ cién de sus posibilidades, Por mi parte a de buena gana una rdbrica mas expresiva ol e per en el momento del pensamiento francés al que p el an ‘ estre Bonnard es un en as fechas en que el anacronismo. n el Primer Imperio —Ia g cion de los grandes historiadores romanticos le biera contado entre los suyos—, Kabria con ella los entusiasmos emocionados y fecundo un poco candida en el porvenir de la “filosofia” d la historia. Olvidemos la época a la que se dice que pertenecié y situémosle en la que se escribio su vid imaginaria: merecera figurar como el patron, com: el santo corporativo de todo un grupode historiade res, que fueron mas o menos los contemporanec intelectuales de su biégrafo: trabajadores profunda: mente honestos, pero de aliento un poco corto y de los que se diria a veces que, como esos nifios cayos padres se han divertido mucho, levaban en los hue- sos la fatiga de las grandes orgias historicas dél ro- manticismo, dispuestos a empequenecerse ante sus colegas del laboratorio, mas deseosos, en suma, de aconsejarnos prudencia mas que empuje, ¢Seriu de- masiado malicioso querer buscar su divisa en la sor- prendente frase que se le escapé un dia al hombre de inteligencia tan viva que fue mi querido maestro Charles Seignobos: “Es muy util hacerse pregunt ero muy peligroso responderlas”? No es ése, a buen Seguro, el propdsito de un fanfarrén. Pero si los fisi- cos no hubieran hecho més profesién de intrepidez, édénde estaria a este respecto la fisica? Ahora n, nuestra atmésfera mental no es ya la misma. La teoria cinética del gas, la mecdnica eins: teiniana, la teoria de los quanta, han alterado pro-nacabado, si tiende perpetuamen seduceién qu a del éxito mas e: Al buen labrador —ha dicho, mis o menos, Péguy le gustan las labores y la siembra tanto como la re Conviene que estas palabras introductorias termi nen con una confesién personal. Considerada aisla. lamente, cada ciencia uo representa nunca mas abre. Sak que un fragmento del movimiento universal hacia oa el conoeimiento, Ya se me ha presentado la ocasién — no tendrén , x de dar un ejemplo de ello més arriba: para enten dad ni de a der y apreciar bien estos procedimientos de investi gacidn, aunque se trate de los mas particulares en apariencia, seria indispensable saberlos unir con an trazo perfectamente seguro al conjunto de las ia que entre los historiad re todo, se habituaran a reflex laciones, sobre estos perpetuos “arr oes tage cla tendeneias que se manifiestan en el mismo momen: to en las demas clases de disciplina, Ahora bien, este estudio de los métodos considefados en sf mis lidad cu: ert wes mos constituye, a su manera, una especi24 INTROD} os técnicos se Haman fildse que me esta vedado aspirar. I primera educacién el pre cho, sin duda, en precision plitud de horizonte. No puedo presentarlc lo que es: el memento de un artesano al pre le ha gustado meditar sobre su tarea cotidi el “carnet” de un oficial que ha manejado dur muchos aiios la toesa y el nive matematico. in cre 1, LA ELECCION DEL HISTORIADOH La palabra historia es muy vieja, tan vieja que a ve- do a cansar. Cierto que muy rara vez s ha llegado a querer eliminarla del vocabulario. In cluso los sociélogos de la escuela durkheimiana la admiten. Pero s6lo para relegarla al ultimo rincén de las ciencias del hombre: especie de mazmorras donde arrojan los hechos humanos, considerados a la vez los més superficiales y los mas fortuitos, al tiempo que reservan a la sociologia todo aquello que les parece susceptible de andlisis racional. A esa palabra, por el contrario, le eonservaremos nosotros aqui su més amplia significacién. No nos veda de antemano ningiin género de investigacién, ya se proyecte de preferencia hacia el individuo o es hacia la sociedad, hacia la deseripcién de las crisis momentaneas o hacia la busqueda de los elementos mais durables; no encierra en si misma ningtin er do; no compromete a otra cosa, segin su etimologiadk original, que a la “investigacién”. Sin duda desde , que apareci6, hace mas de dos milenios, en los labios de los hombres, ha cambiado mucho de contenido. lise es el destino, en el lenguaje, de todos los termi nos verdaderamente vivos. Si las ciencias tuvieran que buscarse un nombre nuevo cada vez que hacen una conquista, jcudntos bautismos habria y cudnta pérdida de tiempo en el reino de las academias! s 2526 LAHISTORI Pero por ¢ mente fiel a su glor toria no sera | leto, como la fisic es la de Aristoteles. :Q) No tendria in este libri ntrado « de la investigacién, exponiende 1 bajador definicién, Qué tre €a ante semejantes articulos d precisin no deja solamente eseapar lo mej impulso intelectual: entiéndase bien, lo qu : él de simples veleidades de impulso |: todavia mal determinado, de potencia de ¢ Su peligro mas grave consiste en no definir t dadosamente sino con el tinico fin de delimitar me 0 que sin duda puede reducir —dice el Guar dian del dios Término— es este tema o esta mar de tratarlo. Pero cuidado, joh efebol: eso no es his- toria”. Somos, pues, veedores de los tiempos anti guos para codificar las tareas permitidas a las gen tes del oficio, y, sin duda, una vez cerrada la lista, para reservar el ejercicio de esas tareas a nuestro: maestros patentados?? Los fisicos y los quimicos son mas discretos: que yo sepa jams se les. ha v querellarse sobre los derechos respectivos de la fisi ca, de la quimica, de la quimicafisica 0 —suponien do que este término exista— de la fisicaquimica No es menos cierto que frente a la inmensa y con, fusa realidad, el historindor se ve necesariamet Tigado a senalar el punto particular de aplicacién s en consecuencia, a hacer en-ella una jue, evidentemente, no ser la mis- la del bidlogo: que sera pro indor. Bste es un obl de sus stiles eleccidn, eleccién q por ejemplo, 1 Jeccién de histori ma que piamente una @ pasado”. Me parece una forma impropia de habl. Porque, er-primer Ti ‘@s.absurda la idea de qu », considerado como tal, pueda ser objeto de a ciencia, Porque ¢e6mo puede ser objeto de un cono: cimiento racional, sin una delimitacion previa, un: Serie de-feromenos-que-no tienen otro caracter co r nuestros contemporaneos? {Cabe ante una ciéncia total del Universo en su estado actual? min que el no imaginar en forma senie Sin duda, en los origenes de la historiografia es- tos escripulos no embarazaban apenas a los viejos analistas. Contaban confusamente acontecimientos s6lo unidos entre si por la circunstancia de haberse producido aproximadamente en el mismo momento: los eclipses, las granizadas, la aparicién de sorpren- dentes meteoros, con las batallas, los tratados, la muerte de liéroes y reyes. Pero en esta primera me- moria de Ja humanidad, confusa como una perc’ cién infantil un-esfuerzode analisi id realizado poco a poco la clastfcacion neve cierto que el Tenguaje, por esencia tradiciontlista, conserva voluntariamente el nombre de historia a todo estudio de un cambio en la duracién... La cos- tumbre carece de peligro, porque no engaita a na- die./Bn este sentido hay una historia del sistema solar, ya que los astros que lo componen no han sido siempre como los vemos. Esa historia incumbe a la astronomia, Hay una historia de las erupciones28 LAHISTORIA volednicas qué para la fisica ¢ la historia de | en la medida en qu iempo. i Fae = : ad eee fae ue se alejaba Ia superficie inundada, de adelanta : sda vez mas sus antepuertos: fueron quedando 5 aa ralizado: muelles. Sin duda no fue ésa la unica Bea as mplo' 1sa de su decadencia. ,Acttia alguna vez lo fisico seep compre! lee aaa sbre lo social sin que su accién sea preparada, eee sdada 0 permitida por otros factores que vienen iin )-X de nuestra era habia un I ya del hombre? Pero en el movimiento de las ondas fundo, el Zwin, en la costa flamenca. Dé causales, aquella causa cuenta al menos, sin dud ceg6. {A qué rama del conocimiento cabe asigna mepepeeramcheaces estudio de este fenémeno? Al pronto, todos resp Ahora bien, la obra de una sociedad que modifica ismo de lo segin sus necesidades el suelo en que vive es, como ) todos percibimos por instinto, un hecho eminente- deran que a la geologia. Mec fancion de las corrientes maritima: ne tal vez en el nivel de los océanos. {No ha mente “histérieo”, Asimismo, las vicisitudes de un da y traida al mundo la geologia para que trate d rivo foco de intereambios; por un ejemplo harto ca- todo eso? Sin duda. No obstante, cuando se exam racteristico de la topografia del saber, he ahi, pues na la cuestion més de cerca, descubrimos que | de una parte, un punto de interseccién en que la dis alianza de dos cosas no son tan sercillas pplinas se revela indispensable Se trata ante todo de escrutar los 0 a para toda tentativa de explicacién; de otra parte, anata ? nuestr pI in jgiintfideyeeaviitbj-en que uria vez que ‘se transformacién? He aqui ya bn ; ado a Plan ene cia, Poraue, sin 40 dado cuenta de un fenémeno y que sélo sus efectos, = Bade ite de su incumbencia. Porque, sin duda, pani eeea es eno y que silo sus fet = aoe ¢ fue cuando menos favorecido por Ia con to modo definitivamente por una disciplina a otra yje fue cuando meno ; je canales. n de can ; éQué ha ocurrido, cada vez, que haya parecido pe- le diques, por la desvia dir imperi rues He dir imperiosamente la intervencién de la historia? truceién d le ne anos, nacidos desecaciones: actos humanes, U0 bles merced & Ba gue ha apaeeid lo hum n des colectivas y que solo fuer Bn efecto, hace mucho antes joial determinada i . que nuestros grandes ante- a eatructtite MT ne Je cadena, nuevo problems pasados, un Michelet y un Fustel de Coulange nel otro extreme T&A oca. distancia del fond habian ensefiado a reconocerlo: el objeto de la histo, consecuencis td: Brujas, que se comun Se el hombro.t Mejor dicho: Tos é una Ci ho de rio, Por las aguas do) res. Mas que e} singular, favorable a la abstrac- trecho de30 LA HISTORIA, LOS HC cién, conviene a una cien que es el modo gramatical de |. de los rasgos sensibles del paisaje tas 0 de las maquinas, detras de temente mas frios y de las inst ci mente mas distanciadas de los que Ja historia quiere aprehender a los hombre “no To logre no pasara jamas, en el me de ser un obrero manual de la erudici¢ huele la carne humana, sabe que esta su Del cardcter de la historia, en cuanto conocimic dels hombres, depende su posicién particular fren te al problema de la expresién. {Es la historia ur Giencia o un arte? Hacia 1800 les gustaba a nu tros tatarabuelos discernir gravemente sobre est punto. Mas tarde, por los aftos de 1890, banados ‘una atmosfera de positivismo un tanto rudimenta Tia, se pudo ver cémo se indignaban los especialis tas del método porque en los trabajos histéricos Publico daba importancia, segun ellos excesiva, a lo que se Hamaba la “forma”. ;81 arte contra la cien cia, la forma contra el fondo! {Cudntas querellas que mds vale mandar al archivo de la escolastica! No hay menos belleza en una exacta ecuacién que en una frase precisa. Pero cada ciencia tiene su propio lenguaje estético. Los hechos humanos s« esencialmente fenémenos muy delicados y muchos de ellos escapan ala medida matematica. Para tra- ellos esc di a. Para tra ducirlos bien y, por a comprenderlos bien (cacaso es posi perfectamente rea d ro que trabaja con tarea del violero: los do: pero el primero usa instrumentos mecéinicos de pre tisién y el violero se gufa, sobre todo, por la sensibi idad del oido y de los dedos. No serfa conveniente que uno y otro trataran de imitarse respectivamen: te, Habra quien nic palabras como hay un tacto de la mano? © que hay un tacto de las de los hombres”, hemos dicho: La frase es demasiado vaga todavia. Hay que agregar: “de los hombres en el tiempo”. E] historiador piensa no solo Yo *humano® en que su pensamiento respira naturalmente es la categoria de la dur; Js dificil, sin duda, imaginar que una ciencia, la que fuere, pueda hacer abstraccién del tiempo. Sin embargo, para muchas ciencias que, por con- vencién, dividen el tiempo en fragmentos artificial- mente homogéneos, éste apenas representa algo mas que una medida) Por el contrario el tiempo de la historia, realidad conereta y viva abandonada a su impulso irrevertible, es el plasma mismo en que se bafian los fendmenos y algo asi como el lugar de su inteligibilidad. El numero de segundos, de afios 0 de siglos que exige un cuerpo radiactivo para con- vertirse en otros cuerpos, es un dato fundamental de la atomistica. Pero que esta o aquella de sus me- tamorfosis haya ocurrido hace mil afios, ayer u hoy, © que deba producirse mafana, es una considera cién que interesa sin dudw al gedlogo, porque la én.Kt 32 LAHISTORIA, LOS HOMBRE geologia es a su manera ui mas deja al fisico perfectamente im bio, a ningin historiador le bastard (César necesité ocho aiios para conquist que Lutero necesit6 quince afios para qu cio ortodoxo de Erfurt saliera el reformador temberg. Le interesa mucho mas sefialar « exacto que ocupa la conquista de la G + nologia de las vicisitudes de las sociedades cur peas; y sin negar en modo alguno lo que haya podido contener de eterno una crisis del alma como la del de la investigacion his- alguno, pues, pone en nuestros trabaj diferencias conside- el principal tema de in Y1o més proximo por lo ma menudo nuestros estudios forma mas caracteristi LA HISTORIA, LOS HOMBRES YELTIEMPO 33 avestigacion, Ja explicacién de is lejano ha dominado a % hasta Ta hipnosis, En su ca, este idolo de la tribu de esion de Tos 0 (6s historiadores lene un nombre: Ta obs origenes. En el tesarrotio del pensani Se obsesion ha tenido también su momento de fa- vor particular. Creo que fue Renan quien escribié un dia (cito sélo de memoria y temo que con inexactitud): “En tode las cosas humanas los origenes merecen ser ¢: tadiados antes que nada”. Y antes que é] habia di- cho Sainte-Beuve: “Espio y noto con curiosidad lo que comienza”. Es una idea muy propia de su tiem- po, tan propia como la palabra origenes. A los Ori- genes del cristianismo respondieron poco mas tarde los Origenes de la Francia contempordnea. Sin con- - tar los epigonos. Pero € ino es inquietante, po que es equivoco. 5 a ¢Significa simplemente “los principios”? Eso seria més 0 menos claro. Habra, sin embargo, que hacer una reserva: la nocién misma de este punto inicial aplicado a la mayoria de las realidades hist6ricas si- gue siendo singularmente huidiza. Cuestion de defi- nicién sin duda. De una definicién que con dema- \facilidad se ob i ee ieSe Ne 34 LA HISTORIA, LOS HOMBR: que, en general, no se percibe » el vocabulario corriente los orig: & 20 que explic que Ahj radica la ambigiiedad ahi esta Serfa una interesantisima investi tara de estudiar esta obsesién embric toria en toda una familia de grandes i Como sucede a menudo —nada es ma establecer entre las diversas ramas del conoci tuna simultaneidad exacta—, en este caso las cic cias del hombre quedaron rezagadas de las cienc dela naturaleza; hacia mediados del siglo x1x esta: Giltimas estaban dominadas por el evolucionismo biolégico, que por el contrario supone un distancia miento progresiyo de las formas ancestrales y Plica el fendmeno, en cada etapa, por las condici nes de vida o del medio propias del momento. La filosofia francesa de la historia, desde Cousin hasta ae sto apasionado por los origenes 1 romanticismo aleman{ Ahora bic interés, en sus primeros pasos, habia sido con tempor una fisiologia bastante anterior 2 1 los prerreformistas que, a veces en en el huevo, creian encontrar dase la glori sido familiar al es de la Alema- na, antes de {OMBRES Y EL TIEMPO 35 1A HISTORIA, LOS HOMBR una impor- leza muy n la historia Rrapstante, otro elemento di diferente también ejerci¢ ‘studio de los origenes ad fe un lugar preponderante porque par ; criterio del valor de las religio- res, especialmente de la religion cristiana. Ya lo hoy en dia algunos neocatélicos —entre los cuales, por otra parte, mas de uno no es catélico en absolu- to_- tienen la costumbre de burlarse de las preo- cupaciones de los exegetas. “No comprendo vuestra emocién —confesaba Barrés a un_saterdote que habia perdido la fe—. Qué tienen que ver con mi sensibilidad las discusiones de un pufiado de sabios sobre unas palabras hebreas? Basta la atmésfera de las iglesias.” Y Maurras, a su vez: “{Qué me importan los evangelios de cuatro judios oscuros?” (oscuros” quiere decir, imagino, plebeyos; porque parece dificil no reconocer a Mateo, Marcos, Lucas y Juan cierta notoriedad literaria). Estos bromistas su accion iquirié espon- religiosa, ¢ taneame cia proporcionar un s6lo quieren presumir, y seguramente ni Pascal ni Boskuet hubieran hablado asi. Ns indudable que s¢ puede concebir una experiencia religiosa que no deba nada a la historia. Al deista puro le basta una ifuminacion interior para creer en Dios. No para creer en el Dios de 16s cristianos. Porque el cristia- nismo, como he recordado ya, es esencialmente una religion histériea: entiéndase bien, una religion ” cuyos dogmas primordiales descansan_sobre acon tecimientos. Volved a leer nuestro Ci aR - Jesucristo,.. que fie crucificado, bajo Poncio Pi- latos... y al tercer dia resucité de entre los muertos « Afi los comtenzos dela fe ods funda mentos. a36 LA HISTORIA, LOS HOMBRES y gL 7 Ahora bien, poruncontagio sin dud estas preocupaciones, que en un det lisis religioso podfan tener su razén de dieron a campos de la investigacion timidad era mucho mas discutible puesta al servicio de los valores un trada en los nacimientos. {Qué se proponia ‘I escrutar los origenes de la Francia de su sino denunciar el error de una politica surgida,. gun pensaba, de una falsa filosofia del hom| Se traiara de las invasiones germénicas o de la con quista de Inglaterra por los normandos, el pasadc no fue empleado tan activamente para explicar cl _ presente mas que con el designio de justificarlo m¢ Jor 6 de condenarlo. De tal manera que en muchos €as0s el demonio de los origenes fue quizas sola- = Seam erator de ese otro enemigo satanico de la : historia: la mania de enjuiciar. sin embargo, a los estudios cristianos. Ja coneiencia inquieta que se bus- a regla para fijar su actitud frente , tal y como se define cotidiana- iias, y otra es, para el histo- ho de observacisn, el Sea indispensable, por | justa de los fend- 0 imiento de sus Con objeto ——=V=—————“‘(_iaPea!” LAHISTORIA, LOS HOMBRESYEL TIEMPO 97 ade; la hipétesis de una accidn providencial faa la ciencia. En una palabra, la cuestion ho es saber si Jestis fue crucificado y luego resucito. Lo que se trata de comprender es por qué tantos hombres ereen en la Crueifixin y en la Resurree- cién. Ahora bien, la fidelidad a una creencia no es, evidentemente, mas que uno de los aspectos de la vida general del grupo en que ese cardcter se mani- fiesta, Se sittia como un nudo en el que se mezclan una multitud de rasgos convergentes, sea de estruc- iura social, sea de mentalidad colectiva. En una pa- labra, plantea todo-un problema de clima humano. El roble nace de la bellota. Pero sdlo Hega a ser ro- ble y sigue siendo roble si encuentra condiciones ambientales, las cuales no pertenecen al campo de la embriologia. Hemos citado la historia religiosa sélo a manera de ejemplo. Pero a todo estudio de la actividad hu- mana amenaza el mismo error: confundir una filia- ==": cidn con una exy in a Se trata, en suma, de la ilusién de los viejos eti- mélogos, que pensaban haber agotado el tema cuan- do, frente al sentido actual, ponian el sentido mas antiguo conocido: cuando habian probado, supongo, que la palabra “bureau” designaba primitivamente una tela, o que la palabra “timbre” designaba un tambor. Como si el verdadero problema no consis- tiera en saber eémo y por qué se produjo el desliza- mienio. Como si, sobre todo, cualquier palabra no tuviera su funcidn fijada, en la lengua, por el esta- do contempordneo del vocabulario: la cual se determinada a su vez por las condiciones s0¢i del momento. “Bureaux”, en “bureaux” de ministerio, quiere decir una burocracia, Cuando yo pido “tim- bres” en una oficina de correos, el: med { |38 LAHISTORIA, LOS HOMBRES del término ha exigido, para establ la organizacién lentamente elal cio postal, la transformacion téc la aparicion de los intercambio humano, que sustituy6, en una ép la impresidn de un sello por la aplic feta engomada. Ello sélo ha sido especializadas por oficios, feren del antiguo nombre se han separado ya de ta una de otra, que no hay peligro de que se con él timbre que voy a pegar en mi sobre y, por ej plo, aquel cuya pureza en sus instrumentos me « giara el vendedor de misica. Se-habla de los “origenes del régimen feuded ¢Donde buscarlos? Unos han dicho que “en Roma’ otros que “en Germania”. Las razones de ¢ €spejismos son evidentes. Aqui y alld habia efecti Vamente ciertos usos —relaciones de cliente compaferismo guerrero, posesién del feudo como salario por los servicios— que las generaciones po: teriores, contempordneas, en Buropa, de las llama das épocas feudales, habrian de continuar. No, por lo demas sin modificarlas mucho. En uno y otro lado se empleaban palabras —"beneficio” (bene cium) entre los latinos, “feudo” entre los germa nos—, que iban a seguir siendo empleadas por esas Bineracl ase Poco a poco, sin advertirlo Tabcontenidd case mente nuevo, Porque, para desesperacion de los historiadores, los hombres no tienen el habito “ssambiar de yoeabulario cada vez senruore las éstas son pru: far que agotan el smo europeo, en no fue un tejido LOS HOMBRES Y EL TIEMPO 39 lo nacié de todo un am- en alguna parte: “Creo que Sts revolucionarias del si provisnen te las ideas inglesas del mW, gTrataba con al 5 de decir que h abiendo leido los e sc ritos ingleses jel siglo anterior o que habiendo sufrido indirecta- mente su influencia, los publicistas franceses de la época de las Iuces adoptaron los principios politicos de aquéllos? Podré darsele la razon, suponiendo al menos que nuestros fildsofos no pusieran verdade- mente nada suyo original en las formulas extran- jeras, como sustancia intelectual, 0 como tonalidad de sentimiento. Pero incluso reducida de ese modo, no sin cierta arbitrariedad, al hecho de haberlas tomado prestadas, la historia de este movimiento de las ideas estara muy lejos de haber quedado completamente esclarecida. Porque siempre sub tira el problema de saber por qué ocurrié la tran: misién en la fecha indicada, ni mas pronto ni mas: tarde. Todo contagio supone dos cosas: generacio. nes microbianas, y, en el instante en que prende el mal, un “terreno”, s En una palabra, un fenémeno histérico nunca pue- de ser explicado en su totalidad fuera del estudio de su momento. Esto es cierto de todas las etapas de la evolucién. De Ia etapa en que vivimos como de to- das Tas demas. Ya lo dijo el proverbio arabe antes que nosotros: “Los hombres se parecen mas a su tiempo que a sus padres”. Bl estudio del pasado se ha desacreditado en ocasiones por haber olvidado esta muestra de la sabiduria oriental. Isis-40 LAHISTORIA, LOS HOMBRES Y BL. Py) oe TEMPO 41 LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y haber ana- én, sin ee PP OACIOAL v ve 1 tey tratar de resolverlos, de nada sirv s lizado sus antecedentes. Cogidos ellos ta mbi GS ae cieet, sin embargo, que. po vet enenta exacta de ello, en esta atmésfora mo- todo el presente, es el pasado totalmente | daifeba, geomo no van.a tener Jos historiadores la para explicarlo? Lo curioso es c ; gensacion de que, asimismo en su dominio, no se ey wued Geaplaza con movimiento menos constante la fron- tearse esta cuestié oe a lo reciente de lo antiguo? El régi- En efecto, ha pa tera que separ ee UY poco tiempo ver# dela moneda estable y del patron oro, que ayer Hecia a casi todo el mundo resuelta por ade figuraba en todos los manuales de economia politi- puien quiera atenerse al presente, a lo a ceeome la norma misma de la actualidad, jes para endera lo actual”, escribia Michelet é economista actual todavia presente o historia con- do, @ wa de su hermoso libro siderablemente enmohecida? Tras estos paralogis- 7, leno Sin embargo de las pasiones del mos es facil descubrir, por lo tanto, un haz de ideas 6. Y ya Leibniz incluia entre los beneficios menos inconsistentes y cuya simplicidad, al menos de aparente, ha seducido a ciertos espiritus. 8s descubiertos en las cosas pasadas; a— una realidad no se comprende Créese que es posible poner aparte en el largo de- curso del tiempo una fase de corta extension. Rela- lesde la época de tivamente poco distante de nosotros en su punto de 9 un hecho extraordinario: las partida, esa fase comprende en su ultima etapa los de las técnicas han aumen- dias en que viyimos, En ella, ni los caracteres mas ntervalo psicolégico en- sobresalientes del estado social 0 politico, ni el he- izd, el rramental material, ni la tonalidad general de la civilizacién presentan, al parecer, profundas dife- De buena ga- rencias con el mundo en que tenemos nuestras cos- ha dejado de fectada, en una palabra, en coeficiente muy fuerte ‘el honor, ola tara, de42 LA HISTORIA, LOS HOMB! CEE TEMPO LAHISTORIA, LOS HOMBRES Y BLTIEMPO 48 mo”. Muchos, sin embargo, repetin , Tepetirian gusto, de 19140 1940 ya no hay historia. Y ale” eee bien sobre los motivos de este ostraciee, i . msiderando algunos historiadores a. 1, sao janes Ho 18 vives para no llevar en.s{ misma su propia explica- aeisitvent Vion, fsa es también la actitud instintiva de mu- La historia de los periodos un chos mas cercanos a nosotros s ‘os he poco lejanos no les seduce mas que como un lyjo in- eee tendmieerens cca ee Prensivo del espiritu. Asi, encontramos por.una par- i Sereno, solo desean evitar a ia te un pufiado de anticuarios ocupados por una casta Clio contactos demasiado ardientes. Cre q asi pensaba mi viejo maestro. Pero eso equivale a pensar que apenas tenemos un débil dominio s Jeccién macabra en desfajar a los dioses muertos; y por otra a los soviélogos, a los economistas, a los pu- blicistas: los unicos exploradores de lo viviente... as resonanci mal _y lo inactual 6, COMPRENDER EL PRESENTE POR EL PASADO eee jeder regularse necesariamente 3 Visto de cerca, el privilegio de autointeligibilidad | equivocado el valiente director del reconocido asi al presente se apoya en una serie de 10 que cuando yo hacia mis prime- extrafos postulados. esor, me advertia con gruesa voz ‘Supone en primer lugar que las condiciones huma- : “Aqui el siglo xix no es nas han sufrido en el intervalo de una o dos genera- ciones un cambio no sélo muy répido, sino también total, como si ninguna institucién un poco antigua, ninguna manera tradicional de actuar hubieran po- dido escapar a las revoluciones del laboratorio 0 de ente”. En verdad, quien, ajo, no tiene Ia fuerza erebro a los virus del jar que se filtren sus de Ja Hiada 0 del eea 44 LAHISTORIA, LOS HOMBRES Y BL Tp) - JA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO » gus abuelos, porque las condi- « sobre todo por st! Eat 0 ee trabajo hacen que el padre y la madre do el dia del hogar. Asi vemos {rds en cada nueva formacion lo bros mas ma- mentos con que confundir al agronom de esfuuerzos que implica semejante dicy, molestias que impone a quienes las t.. ciones del innegables,
linidiroesfuerzo de imaginacién para ser restituids | | ae rension del pasado. eS eee dircctamonte vores bE rave error pensar que los historiadores Ble a nuestros sentidos. Yo habia aa percept dében adoptar en sus investigaciones un orden que {es y habia contado a menudo his fees mae v festé modelado por el de los acontecimientos. Aun- ee a ee que acaben restituyendo a la historia su verdadero tee mente en ol ser tido movimiento, muchas veces pueden obtener un gran Be iriercis quatiscocolen cs Io provecho si comienzan a Teerla, como deci Mait- ee land, “al revés". Porque el camino natural de toda Maas de lieben rospirado vo deca ean cae aeaio. esol vee x conoeido-o-de Ta victoria, durante el Serano i Bt See tena de ee done 4 fa lus a nai alent aS a eae stoves voy secu alguna, Ia luz de Tos documentos no siempre se hace piling eee progresivamente mas viva a medida que se descien- : no sera jay de las edades. Estamos comparable- ‘peor informados sobre el siglo x de r ejemplo, que sobre la época de Cé- o. En la mayoria de los casos los cue ojos cerrados que vive con los el pa- nom- rir a lo:50 LA HISTORIA, Los instituciones feudales, di temo, sino una imager mo buseé las primicias dc informado por descripcion¢ cebia bajo colores de t n forma meno ocurre que para hasta el presente. En al fundamentales nuestr lo pu ur 0 paisaje rur aS muy lejanas, como hemos terpretar los raros documen penetrar en brumosa génesis, p: Gorrectamente los problemas, para tener ellos, hubo que cumplir una primera condicisr Seryar, analizar el paisaje de hoy. Porau daba las perspectivas de conjunto de qu dispensable partir. No ciertamente porque lizada de una vez para siempre esa imagen tratarse de imponerla sin mas en cada etapa Pasado, sueésivamente, de abajo arriba. Aqui, c« en todas partes, lo que el historiador quiere captar €s un cambio. Pero en el film que considera, s esta intacta la ultima pelicula. Para reconstruir Ic trozos rotos de las demas ha sido necesario pasar la cinta al reves de como se tomaron las vistas No hay, pues, mas que una ciencia de los hombr¢ en el tiempo, esa ciencia tiene necesidad de unir el estudio de los muertos con el de los vivos. ;Cémo Il marla? Ya he dicho por qué el antiguo nombre de his toria me parece el més completo, el menos el mas cargado también de emocionantes recuerdos de un esfuerzo mucho més que secular y, por tanto, el mejor. Al proponer extenderlo al estudio del pr: Bente, contra ciertos prejuicios, por. lo demas mucho | mundo necialistas, como la edad fa 5 lo tinico que se les puede pedir a unos y a otra ee dtimiten la autarquia. Ninguno de ellos compren- a ate std aislado, ni siquiera a medias. No com- prenders ni su propio campo de estudios. Y la tinica historia verdadera que no se puede hacer sino en oracin es la historia universal e ee cieiae undiblencis Whee deka uiicamenta por su objeto, Sus limites pueden ser fijados tam- bien por la naturaleza propia de sus métodos. Que- da por preguntarse si las técnicas de la investiga cion no son fundamentalmente distintas segtin se aproxime uno o se aleje del momento presente. Esto equivale a plantear el problema de la observacién histérical— =“ & = = — Il. LA OBSERVACION ‘ HISTORI 1. CARACTERES GENERALES DE LA OBSERVACION HISTORICA Para comenzar coloquémonos resucliamente e: del pasado. ae earacteres mas aparentes de la informacisn ta entendida en este sentido limitado y usual han sido descritos muchas veces. ibilidad absoluta de ecién que trata de recons- Aha asistido; en la misma do a quedarse en resultados de sus ellas le informa el en contraste imiento LA OBSERVACION HISTORICA 53 ej relato de ella. El mismo ha concebido el plan de ‘a batalla, Hl la ha dirigido. Gracias a la pequefa extension del terreno (porque decididos a poner to- dos los triunfos en nuestro juego, nos imaginamos un encuentro de los tiempos pasados, concentrado en poco espacio) pudo ver e6mo se desarrollaba ante sus ojos el combate casi completo. Estemos seguros, sin embargo, de que sobre mas de un episodio esen- cial tendr que remitirse al informe de sus tenien- tes, Asi, tendré que conformarse, como narrador, con seguir Ja misma conducta que observé unas ho- ras antes en la accion. {Qué le sera mas util, sus propias experiencias, los recuerdos de lo que vio con su catalejo, o los informes que le llevaron al ga- lope sus correos o ayudantes de campo? Un condue- tor de hombres rara vez considera que su propio testimonio es suficiente. Pero conservando nuestra hipotesis favorable, ¢qué nos queda de esa famosa observacién directa, pretendido privilegio del estu- dio del presente? Y es que este privilegio en realidad no es casi nun- ca mas que un sefiuelo, por lo menos en cuanto se amplia un poco el horizonte del observador. Toda informacion sobre cosas vistas est hecha en buena Pees eitaerer54 LA OBSERVACION HISTORIC siglogo que diseca un conejillo de Indi SuS propios ojos la lesién o la anomalia yo no conozco el estado de alma de mis “hy la calle” sino por medio de un cuadro que cll mos consienten proporcionarme. Porque en el ins 80 tejido delos acontecimientos, de los gestos yd. las palabras de que esta compuesto el destino d grupo humano, el individuo no percibe jamas sin. tin pequeno rincén, estrechamenie limitado por su Sentidos y por su facultad de atencién, Ademas, a qué no sean sus propios estados mentale /conocimiento de la humanidad, sea de la nat 8 Seguro que la observacién del pa- pasado muy remoto, sea siem- restigador ha preocupa- os cos de la historia. na historia de .CION HISTORICA 55 LA OBSERVA\ mento: jornada revolucionaria, combate, entrevista diplor ca. Se ha dicho que el 2 de se oe s 1792 los revolucionarios pasearon la cabeza de la princesa de Lamballe clavada en la punta de una pica bajo las ventanas de la familia real. Es esto cierto? {Bs esto falso? M. Pierre Caron, que ha es- crito un libro de admirable probidad sobre las Mas- sacres, no se ha atrevido a pronunciarse sobre este punto. Pero si hubiera contemplado el horrible Cor tejo desde una de las torres del Temple, habria sabido seguramente a qué atenerse. Y aun en ese caso cabria suponer que en esas circunstancias hu- biera conservado toda su sangre fria de sabio y que, desconfiando de su memoria, hubiera tenido cuida- do de anotar inmediatamente sus observaciones. Sin duda en ese caso el historiador se sentira, fren- te a un buen testimonio de un hecho presente, en’ una posicién un poco humillante. Estara como en la cola de una columna en que los avisos se transmi- ten desde la cabeza, de fila en fila. Y sin duda no seré ése un buen lugar para estar bien informado. Hace mucho tiempo, durante un relevo nocturno, vi pasar asi, a lo largo de la fila, la voz de “jAtencion! Hoyos de obuses a la izquierda”. El ultimo hombre recibié el grito en esta forma: “Izquierda”, dio un ae ee tee56 LA OBSERVACION HISTORI ésta. Para saber a qué creencia ritos nos sera necesario remit del tiempo, si los hay, 0 a proced ayuda de otros testimonios. ;( fe que no compartimos sino pc Hs el caso, repitamoslo, de todos Ic conciencia que nos son extraiios. En cho mismo del sacrificio, nuestra posicis rente. Giertamente no lo aprehendemos nera absolutamente inmediata, como el ge« Ro percibe la amonita en el fosil que descubr €l fisico que no percibe el movimiento mole pesar de descubrir sus efectos en el movimier browniano. Pero el-simple razonamiento que ¢ ¥e toda posibilidad de una explicacién diferent Ml0s permite pasar del objeto verdaderamente cor probado al hecho del que este objeto aporta la ba —este trabajo rudimentario de interpret muy préximo a las operaciones mentales instin Vas, sin las que ninguna sensacién llegaria a scr pereepein— no exige la interposicién de otro ob- Servador. Los especialistas del método han entend do generalmente por conocimiento indirecto el qu no aleanza al espiritu del historiador mas que por el canal de espiritus humanos diferentes. Quiz el término no ha sido bien escogido; se limita a indi car Ja presencia de un intermediario; pero no se vt Por qué la relacion, la cadena, tiene que ser neces ‘Mamente huiasies , Sin embargo, el uso ‘comtin, sin disputar sobre las palabras. En ose sen- tido nuestro conocimiento de las inmolaciones mu- cna ange ito de las inmolaciones m' Pues bien, hay lato y en el orden de lo miento, sin duda habria brian condenado al historiador a una observacion eternamente dependiente. En las tumbas reales de Ur, en Galdea, se han encontrado cuentas de cola res hechos de amazonita. Como los yacimientos més préximos de esta piedra se hallan situados en el co- raz6n de la India o en los alrededores del lago Bai- kal, ha sido necesario concluir que desde el tercer milenio antes de nuestra era las ciudades del Bajo Bufrates mantenian relaciones de intereambio con tierras muy lejanas. La induccién podré parecer bue- na o frdgil. Cualquiera que sea el juicio que nos for- memos de ella, debemos admitir que se trata de una inducci6n de tipo clasico; se funda en la comproba- cién de un hecho y no interviene el testimonio de una persona distinta del investigador. Pero los do- cumentos materiales no son en modo alguno los tni- cos que poseen este privilegio de poder ser captados asi de primera mano. El pedernal tallado por el artesano de la Edad de Piedra, un rasgo del lengua- Je, una regla de derecho incorporada en un texto, un rito fijado por un libro de ceremonias 0 repre- | sentado en una estela, son otras tantas realidades ‘que captamos y que explotamos con un esfuerzo de inteligencia estrictamente personal. Para ello n° necesitamos recurrir a ningtin intérprete, a ningun testigo. Y volviendo a la comparaci6n. soi asiane arriba, cabe decir que no es cierto que el historia nos por el acont sido més cautos y no h
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