Beiträge Zur Philosophie (Tr. Breno - Onetto - Texto Completo)
Beiträge Zur Philosophie (Tr. Breno - Onetto - Texto Completo)
Beiträge Zur Philosophie (Tr. Breno - Onetto - Texto Completo)
Contribuciones a la filosofía
(Del acontecimiento)
Beiträge zur Philosophie
(Vom Ereignis)
[Gesamtausgabe, III Abteilung, Band 65, editado por Fr.-W. von
Herrmann, Vittorio Klostermann - Frankfurt am Main - 1989]
I. MIRADA PRELIMINAR
II. LA RESONANCIA
III. LA SUGERENCIA
IV. EL SALTO
V. LA FUNDACIÓN
12
NOTA DEL TRADUCTOR
13
Ahora bien, si atendemos a la división interna de las Contribuciones a la Filosofía,
éstas no buscan construir un edificio de pensamientos, sino que, más bien, revelan
uniones o junturas aún disconexas del material bruto del pensar que emerge al ser
pensado; material, que espera ser articulado y transitado en forma intrínseca desde
el objetivo preciso o el nuevo planteamiento del pensar heideggeriano, cual es:
hablar desde el Ser como acontecimiento de su verdad [cf. Epílogo del Editor]. Es
decir, alcanzar en el curso del pensar, el ámbito desde donde se determine y afine el
pensamiento [filosófico] venidero. Siendo esto así, considero el material editado -de
alguna forma también “sistemático”- una obra, ante todo, abierta en su género, un
pensar por armar, a reconstruir -sin mermar el hecho, que en contenido y estructura,
los temas tratados en este libro no son del todo desconocidos, si bien la ordenación
e imbricación suya sí parecieran serlo. Las Contribuciones son un pensamiento en
tránsito por lo ya pensado, se diría: un andamiaje que ensamblar. Y no obstante,
parezca ésta una obra acabada, que contrasta con la verdadera fragmentación de su
primera obra de los años veinte -lo que es avalado además por dos codas que inician
y cierran la fuga del pensamiento nuevo [Mirada preliminar y Ser]- este aspecto de
fuga musical, es y ha de ser pensado en tránsito, esto es, en el cruce de articulaciones
no unidireccionales ni menos funcionales, más bien oyéndolas desde distintos mo-
mentos disconexos de este libro.
La segunda razón unida a esta especie de apertura inicial del texto se refiere a
la manera de entregar esta traducción, la que espero, primeramente, sirva de ma-
terial de estudio, pero cuya lectura obliga a no reemplazar el texto original; esto,
en parte, por una dificultad estilística evidente, pero que creemos haber sorteado
aclarando gran parte de ella, al vertirla en términos bastante más legibles –me-
diante un glosario útil para esto- para una primera y provisoria comprensión. Las
Contribuciones mueven un pensar, que se inaugura y funda en términos también
nuevos, por lo que a veces resulta incluso inevitable la reformulación de un apara-
to técnico no del todo preciso y terminado aún, para ir en camino de la palabra
justa, del pensar.
En lo que se refiere al estilo mismo de la obra –salvo por las codas o capítulos
de cierre del libro, las que parecen estar escritas en una prosa más fluida- la escritura
misma es, a veces, aforística, una marcha a tientas, sin la puntuación expresa, faltan-
do incluso verbos que el lector ha de ir colocando al pasar por ellas; pasos que he
ido dejando, a veces, marcado entre corchetes cuadrados, porque no pertenecen al
texto, y que, no obstante, han tenido también que desaparecer en él, incluyéndose en
el texto de la traducción, por la fuerza inevitable de la interpretación. En esto,
pienso haber respetado y sido más fiel al texto, quizá mucho más que su única otra
versión norteamericana.
Para la siguiente traducción he revisado a modo de apoyo las diversas nomen-
claturas heideggerianas de otros traductores, en especial, la traducción del texto
hecha al inglés por Parvis Emad y Kenneth Maly; se consultó también la publica-
ción periódica de los Heidegger-Studien, con estudios al respecto de la obra y su
recepción todavía primaria para la discusión contemporánea. De gran ayuda ha sido
también el glosario terminológico que Franco Volpi hiciera para la versión italiana
de los dos volúmenes de Nietzsche, de Heidegger, y las últimas traducciones caste-
llanas hechas por Arturo Leyte y Helena Cortés.
14
Quiero agradecer en particular al artista visual, Senaquerib, por la presente
solapa de este libro, y quien tematizando en su obra, la materialidad y los estadios
previos a la obra misma, intuye aquí –así lo creo, al menos– algo de aquel espíritu
abierto por este pensar inicial.
Agradezco a Valentina su primera lectura y revisión, y su constante apoyo.
Y finalmente, expreso, aquí, mi sincero agradecimiento a mi nueva Casa de
Estudios, a la Universidad Austral de Chile, quien en nombre de la Facultad de
Filosofía y Humanidades han hecho posible el último esfuerzo necesario para la
impresión de este material filosófico.
Breno Onetto M.
Profesor de Estética del Instituto de Filosofía y Estudios Educacionales
Universidad Austral de Chile
Isla Teja, Valdivia, 20 de septiembre de 2002
15
16
Aquí, lo retenido en larga vacilación
es asido firmemente e insinuado
como pauta de una configuración.
17
I. MIRADA PRELIMINAR1
1
Cfr. Reflexiones II, IV y V, VI.
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
20
I. MIRADA PRELIMINAR
El título público tiene que sonar ahora necesariamente pálido y ordinario y hueco,
y despertar la impresión de que se trata de “contribuciones” “científicas” al “progre-
so” de la filosofía.
La filosofía no puede ser anunciada públicamente de otra forma, puesto que
todos los títulos esenciales se han vuelto imposibles por el desgaste de todas las
palabras fundamentales y la destrucción de la genuina relación con la palabra.
Pero el título público corresponde también al “asunto”, en la medida que en la
época del tránsito de la metafísica hacia el pensamiento histórico del Ser sólo puede
ser aventurada una tentativa con el pensar que provenga de la más originaria actitud
fundamental en la cuestión de la verdad del Ser. Pero incluso el intento logrado
tiene que quedar lejos –de acuerdo al acontecimiento fundamental de aquello que
está por pensarse– de toda falsa aspiración a una “obra”, en el estilo usual. El pensa-
miento venidero es marcha del pensar [Gedanken-gang], a través de la cual el ámbito
donde se va a desplegar el Ser, oculto hasta ahora, es atravesado y, así, primeramen-
te, despejado y alcanzado en su más propio carácter de acontecimiento.
Ya no se trata más de tratar “sobre” algo y de exponer algo objetual, sino de ser
transferido al acontecimiento que da lo propio [Er-eignis], lo cual equivale a un
cambio de la esencia del hombre desde el “animal racional” (animal rationale) al Da-
sein. El título adecuado reza, por ello, Del acontecimiento. Y esto no quiere decir: que
se informe de esto y sobre aquello, sino que: desde el acontecimiento acontece [y se
confiere] en propiedad [er-eignet] una pertenencia que dice y piensa al Ser, y lo hace
en palabras “del” Ser. [3]
21
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
decir con aquello que está por ser dicho, sino que es el decir mismo como desplie-
gue del Ser.
Este decir recoge y reúne al Ser en una primera resonancia de su despliegue y,
sin embargo, él mismo sólo re-suena desde este despliegue.
En el ejercicio preparatorio, se habla de un preguntar que no es ninguna acción
intencional de un individuo ni el limitado cálculo de una comunidad, sino, antes
que todo esto, es un señalar que sigue y prolonga una seña, que proviene de lo más
problemático y al que sigue estando remitido.
El desprenderse de toda maquinería “personal” sólo puede lograrse a partir de
la intimidad de una pertenencia previa. No se otorgará ninguna fundación que no
esté garantizada por un desprendimiento semejante. [4]
Ya pasó el tiempo de los “sistemas”. La época en donde ha de edificarse la figura
esencial del ente a partir de la verdad del Ser, no ha llegado todavía. Entre tanto, la
filosofía tiene que haber rendido algo esencial en el tránsito hacia el otro inicio: el
proyecto, es decir, la apertura que funda el espacio de juego de tiempo de la verdad
del Ser. ¿Cómo se habrá de cumplir esto único y singular? En este punto nos queda-
mos sin precursores y sin apoyo. Las simples variaciones de lo habido, y aunque
ellas tuviesen buen éxito con la ayuda de la mayor mezcolanza posible de los modos
de pensar historiograficamente conocidos, no nos sacan de la estacada. Y cualquier
tipo de escolástica cosmovisional queda completamente fuera de la filosofía, porque
sólo puede subsistir sobre la base de la negación de la problematicidad del Ser. En el
reconocimiento de la dignidad de esta problematicidad tiene la filosofía su propia
dignidad inderivable e indescartable. A partir del resguardo de esta dignidad y como
resguardos de esa dignidad se toman todas las decisiones de su actuar. Pero en el
ámbito de lo digno de ser preguntado, el actuar sólo puede ser un único preguntar.
Si en alguna de sus ocultas épocas se hubo decidido la filosofía por su esencia desde
la claridad de su saber, esto ha de ser en la época del tránsito hacia el otro inicio.
El otro inicio del pensar es llamado así no porque él sea distinto a la manera de
otras filosofías arbitrarias habidas hasta aquí, sino porque él tiene que ser el único
otro con respecto al primer inicio y al único. Desde esta remisión de uno y otro
inicio, de modo recíproco, se ha determinado ya también el tipo de meditación
pensante en la transición. El pensar transitante realiza el proyecto fundador de la
verdad del Ser como meditación histórica. La historia no es allí el objeto y el recinto
de una consideración, sino aquello que el preguntar pensante primeramente despier-
ta y efectúa como el sitial de sus decisiones. El pensar en tránsito pone en diálogo lo
que primeramente ha sido del Ser de la verdad y lo venidero más extremo de la [5]
verdad del Ser, y trae con ello a palabras el despliegue del Ser no interrogado hasta
ahora. En el saber del pensar transitante el primer inicio permanece decisivamente
como el primero y, sin embargo, ha sido superado ya como inicio. Para este pensar,
la veneración más clara ante el primer inicio, abridora recién de su carácter único y
singular [Einzigkeit], tiene que ir junto con la irreverencia de la aversión [propia] de
un otro preguntar y decir.
El plan de estas “Contribuciones”, diseñado para preparar el tránsito, ha sido
tomado del trazo fundamental, aún indómito, de la misma historicidad del tránsito:
22
I. MIRADA PRELIMINAR
la resonancia
la sugerencia
el salto
la fundación
los venideros
el último Dios
Este plan no nos ofrece ninguna serie de consideraciones diversas sobre objetos
diversos; tampoco es un ascenso introductorio desde un aquí abajo hacia un allá
arriba. Es un trazado previo del espacio de juego de tiempo que la historia del
tránsito crea primeramente como su reino, para, partiendo de su legislación, decidir
sobre los carentes de futuro, es decir, los que siempre son sólo “eternos” y sobre los
venideros, es decir, los que son de una sola vez [die Einmaligen].
La pregunta por el ser es la pregunta por la verdad del Ser. Llevada a cabo y conce-
bida históricamente, deviene ella –frente a la hasta ahora habida pregunta de la
filosofía que indaga por el ente ([o sea] la pregunta rectora: der Leitfrage) en la
pregunta fundamental [Grundfrage].
La pregunta por la verdad del Ser es ciertamente la intromisión en algo que está
resguardado; pues la verdad del Ser –en cuanto que [6] pensada, es el in-sistente
saber de cómo se despliega el Ser– quizá no les incumbe ni siquiera a los dioses,
sino que únicamente pertenece a lo abismático de aquella juntura, a la que se subor-
dinan incluso los dioses.
Y no obstante: si el ente es, el Ser tiene que desplegarse. Pero ¿cómo se desplie-
ga el Ser? ¿Es acaso ente? ¿De dónde más decide aquí el pensar sino desde la verdad
del Ser? De ahí que no pueda éste ser pensado más desde el ente, sino que ha de ser
pensado desde él mismo.
A veces, aquellos fundadores del abismo han de ser consumidos por el fuego de
lo resguardado, para hacer posible el Da-sein del hombre y, de ese modo, rescatar su
consistencia en medio del ente, para que el ente mismo experimente la restitución
en lo abierto de la disputa entre tierra y mundo.
En consecuencia, el ente es empujado a su consistencia cuando se produce el
hundimiento de los fundadores de la verdad del Ser. Semejante hacer es promovido
por el Ser mismo. Este requiere de los que se hunden, [de tal forma que] donde se
vea aparecer un ente, [el Ser] ya se lo ha a-propiado [er-eignet], se lo ha asignado. Este
es el despliegue del Ser mismo, nosotros lo llamamos el acontecimiento. Inconmensu-
rable y rica es la tornadiza relación del Ser con el Da-sein acontecido en él; incalcu-
lable la plenitud del apropiamiento [Ereignung]. Y sólo una ínfima cosa puede ser
dicha en este minuto “del acontecimiento”, en este pensar inicial. Lo que ha de
decirse ha sido preguntado y pensado en la “sugerencia” del primer inicio y del otro
en forma recíproca, partiendo de la “resonancia” del Ser en el apremio del abando-
no del ser, para dar el “salto” en el Ser, con miras a la “fundación” de su verdad en
tanto que preparación de los “venideros” “del último Dios”.
23
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Este decir pensante es mera indicación. Muestra lo libre del modo de cobijarse
[Bergung] de la verdad del Ser en el ente como algo necesario, sin tener que ser un
mandato. Jamás un pensar semejante admitirá ser convertido en una doctrina, pues
se sustrae enteramente a la contingencia del opinar; y sin embargo, es una indica-
ción sólo para unos pocos y su saber, cuando se trata de recuperar a los hombres de
la confusión en lo no-ente [Unseiende] para plegarse con todo [7] a la reservada
creación del sitial, que ha sido destinado al paso del último Dios.
Pero si el acontecimiento constituye el despliegue del Ser, cuán cercano está el
peligro entonces de que se le rehuse el a-propiamiento y haya de rehusársele, porque
el hombre ha devenido incapaz para el Da-sein, puesto que la violencia desatada por
el frenesí de lo gigantesco lo ha sobrepasado bajo el disfraz de la “magnitud”.
Pero si el acontecimiento se convierte en negativa y rehusamiento, ¿es esto sólo la
retirada del Ser y el retiro del ente en lo no-ente, o puede el rehusamiento (lo nádico
del Ser) llegar a ser, en su ser más extremo, la más remota a-propiación, suponiendo
que el hombre comprenda este acontecimiento y el espanto del recato lo reinstale en
el temple fundamental de la reserva, y con esto, ya, le coloque ya, fuera, en el Da-sein?
Saber del despliegue del Ser como acontecimiento significa no sólo conocer el
peligro del rehusamiento, sino estar preparado para su superación. Para esto, lo
primero, ante todo, sólo puede seguir siendo: el poner en cuestión al Ser.
Nadie entiende lo que “yo” voy pensando aquí: permitir que el Da-sein surja desde
la verdad del Ser (y esto significa, desde el despliegue de la verdad), para fundar con
esto el ente en su totalidad y como tal, y sin embargo, en medio suyo, al hombre.
Nadie capta esto, porque todos tratan de explicar “mi” intento sólo a la manera
de la ciencia histórica e invocan lo pretérito, que creen poder comprender, porque
ellos aparentemente ya lo han dejado atrás.
Y aquel que alguna vez lo llegue a captar, no necesitará de “mi” intento; pues él
mismo tendrá que haberse hecho camino hacia allá. Alguien tiene que poder pensar
lo intentado, de tal manera que considere que ello le viene de muy lejos y que es, ante
todo, lo suyo más propio, a lo cual se halla él entregado [übereignet] como alguien
que es requerido y no tiene, por lo tanto, ni ganas ni la ocasión para considerarse a
“sí” mismo.
De un simple impulso del pensar esencial tiene que ser desplazada [versetzt] la
verdad del Ser del [8] primer inicio hacia el otro, para que en la sugerencia resuene
la canción totalmente otra del Ser.
Y es por eso que aquí, y por doquier, es efectivamente la historia, la que se rehusa
a lo historiográfico, ya que ella no deja aparecer lo pretérito, sino que es en todo la
sobrepujanza de lo venidero [der Überschwung in das Künftige] [cfr..118, 470].
3. DEL ACONTECIMIENTO
La resonancia
La sugerencia
El salto
La fundación
Los venideros
El último Dios
24
I. MIRADA PRELIMINAR
4. DEL ACONTECIMIENTO
Aquí se ha puesto todo en la única pregunta por la verdad del Ser: en el preguntar. A
fin de que esta tentativa se convierta en un impulso, ha de experimentarse en el acto
de su ejecución el prodigio del preguntar y hacérsele eficaz para despertar y fortale-
cer la fuerza interrogativa.
El preguntar despierta inmediatamente la sospecha del hueco empecinamiento
en lo inseguro, lo indeciso y lo indecidible. Se presenta como una brusca devolu-
ción del “saber” a la estancada meditación. Tiene el aspecto de lo agobiante e inhibidor,
si es que no acaso de lo denegador.
Y sin embargo: en el preguntar se halla el embate impulsor del Si a lo no-
domeñado, la ampliación hacia lo que no habiendo sido todavía sopesado, ha de ser
ponderado. Prevalece aquí el ir más allá de sí mismo, hacia lo que nos sobrepasa.
Preguntar es la liberación hacia lo que constriñe [u obliga] de una manera oculta.
El preguntar es, así, en su esencia, experimentada rara vez, algo por completo
diferente a lo que nos ofrece el mostrarse de su no-esencia, para así quitarle a menu-
do a los desanimados hasta su último aliento. Pero entonces estos tampoco pertene-
cen al anillo invisible, que encierra a aquellos que en el preguntar les responde la
seña del Ser.
El preguntar por la verdad del Ser no puede ser calculado a partir de lo habido
hasta ahora. Y si debiese preparar el inicio de una otra historia, su ejecución tiene
que ser originaria. Mientras más ineludible permanece la confrontación con el pri-
mer inicio de la historia del pensar, ciertamente, tanto más ha de sopesar el pregun-
tar mismo únicamente su propio apremio y olvidar todo lo que lo rodea.
Sólo en el salto inmediato por sobre lo “historiado” se hace la historia.
La pregunta por el “sentido”, esto es, por la elucidación en “Ser y tiempo”, la
pregunta por la fundación del dominio proyectivo, en breve: por la verdad del Ser,
es y sigue siendo mi pregunta y es mi única pregunta, puesto que vale para lo más
único. [10] En la época de la total falta de cuestionamiento de todo bastaría con plantear
la pregunta de todas las preguntas, al menos una vez.
En la época del requerimiento sin fin, que proviene del oculto apremio de la
falta de apremio, esta pregunta ha de aparecer necesariamente como la más pura e
inútil habladuría, de la que, por lo demás, ya se ha huido a tiempo.
Queda, no obstante, pendiente esta tarea: La restitución del ente a partir de la
verdad del Ser.
La pregunta por el “sentido del Ser” es la pregunta de todas las preguntas. En la
actualización de su despliegue se determina la esencia de aquello que allí se deno-
25
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Para los pocos que de vez en cuando preguntan una vez más, es decir, que someten
a decisión nuevamente el despliegue de la verdad del Ser.
Para los escasos que traen consigo el coraje supremo para la soledad, a fin de
pensar la nobleza del Ser y aducir algo acerca de su índole única [Einzigkeit].
El pensar en el otro inicio es originariamente histórico de un único modo:
[como] la disposición sobre el despliegue del Ser, que se articula a sí misma.
Un proyecto del despliegue esencial del Ser en cuanto que el acontecimiento tiene
que ser aventurado, puesto que no conocemos el cometido de nuestra historia [den
Auftrag unserer Geschichte]. Si tan sólo fuésemos capaces de experimentar desde el
fondo el despliegue de esto desconocido en su ocultarse. [11]
Lo que querríamos, sin embargo, es desplegar este saber, de tal forma que lo
que se nos ha encomendado [das Aufgegebene] y nos es desconocido, deje a la
voluntad en soledad, forzando así la consistencia del Da-sein a la más fuerte reserva
ante lo que se oculta.
La proximidad al último Dios es el silenciamiento. Este ha de ser puesto en obra
y palabras en el estilo de la reserva.
Estar en la proximidad del Dios - y sea esta proximidad la más remota distancia
de lo indecidible sobre la huida o llegada de los dioses -, no es algo que puede ser
contado a título de “dicha” o de una “desgracia”. La consistencia del mismo Ser
lleva en sí su medida, si es que precisara siquiera de una medida.
Pero ¿a quién de nosotros, de hogaño, se le habrá de conferir esta resistencia?
Apenas siquiera nos resulta el aprontamiento para su necesidad, e incluso tan sólo la
indicación de este aprontamiento como comienzo de una otra vía de la historia.
Las recaídas en los estancados modos de pensar de la metafísica y en sus preten-
siones van a estorbar todavía por largo tiempo e impedir la claridad del camino y la
determinación del decir. No obstante, el instante histórico del tránsito tiene que ser
cumplido sabiendo que toda metafísica (fundada en la pregunta conductora: ¿qué es
el ente?) ha quedado inhabilitada para impulsar a los hombres a las relaciones fun-
damentales con el ente. Y, en verdad ¿cómo habría de poder hacerlo? Ya la sola
voluntad para esto no encuentra hoy eco alguno, hasta que la verdad del Ser y su
índole única no se conviertan en un apremio necesario. Pero ¿cómo podría resultarle
al pensador lo que antes le quedara vedado al poeta (Hölderlin)? ¿O es que sólo
hemos de arrancarle al soterramiento su vía y su obra en dirección a la verdad del
Ser? ¿Estaremos equipados para esto?
26
I. MIRADA PRELIMINAR
La verdad del Ser sólo llegará a ser un apremio a través de los que preguntan.
Ellos son los únicos creyentes, porque se mantienen -abriendo la esencia de la verdad-
con la mirada puesta en el fundamento (cfr. La fundación, 237. La fe y la verdad).
Los que preguntan - solitarios y sin la ayuda de ningún encantamiento - sitúan el
rango nuevo y supremo de la insistencia [12] en medio del Ser, en el despliegue
del Ser (el acontecimiento) en tanto que medianía.
Los que preguntan han depuesto toda curiosidad; su búsqueda ama el abismo en
la medida que saben el fundamento más antiguo.
Si otra vez ha de sernos otorgada una historia, el exponerse creador en medio
del ente, a partir de la pertenencia al ser, entonces resulta inevitable la determina-
ción que sigue: preparar el espacio de tiempo de la última decisión –sea cierto o no,
y cómo sea que experimentemos y fundemos esta pertenencia. En la base está: el
fundar en forma pensada el saber del acontecimiento, a través de la fundación de la
esencia de la verdad como Da-sein.
Como quiera que se tome la decisión sobre la historicidad y la falta de historia,
los que preguntan, y a la vez preparan aquella decisión pensando, tienen que existir;
soporte cada uno su soledad en la hora más grande.
¿Qué forma de decir podrá cumplirse con el supremo silenciamiento del pen-
sar? ¿Qué proceder efectúa más tempranamente la meditación acerca del Ser? El
decir de la verdad; pues ella es el Entre, para el despliegue del Ser y la entidad del
ente. Este Entre funda la entidad del ente en el Ser.
Pero el Ser no es “algo temprano” - autosubsistente y en sí consistente -, sino
que el acontecimiento es la simultaneidad espacio-temporal para el Ser y el ente (cfr.
La sugerencia,112. El “a priori ”).
En la filosofía jamás pueden demostrarse proposiciones; y esto no sólo porque
no haya proposiciones supremas de las que otras puedan ser derivadas, sino porque
aquí las “proposiciones” no son en modo alguno lo verdadero, ni tampoco simple-
mente aquello acerca de lo cual ellas son enunciadas. Todo “demostrar” supone que
aquel que comprende permanece, tal como ha llegado ante el contenido proposicional,
él mismo, inalterado, después de haber ejercitado el nexo representacional demos-
trativo. Y recién el resultado del curso de la demostración puede requerir un cambio
del modo de pensar o, más bien, la representación de algo hasta ahora inadvertido
[13].
Por el contrario, en el conocimiento filosófico, con el primer paso se da comien-
zo a una transformación del hombre comprensor, y no en un sentido moral-
“existencial”, sino según el Da-sein. Esto quiere decir que la relación con el Ser, y
de antes y de siempre, con la verdad del Ser, cambia en la forma de un dislocarse
hacia el Da-sein mismo [der Verrückung in das Da-sein selbst]. Puesto que en el
conocimiento filosófico todo - el ser hombre en su estar en la verdad, esta misma y,
por lo tanto, la relación al Ser -, todo a la vez, y en cada caso, se pone en desplaza-
miento [in die Verrückung kommt] y, por lo tanto, jamás es posible la representa-
ción inmediata de algo presente, el pensar de la filosofía resulta siempre extrañante.
Sobre todo en el otro inicio ha de llevarse a cabo, de inmediato -a consecuencia
del preguntar por la verdad del Ser-, el salto al interior del “Entre”. El “Entre” del
Da-sein supera el chorismós, no porque tienda un puente entre el Ser (de la entidad)
y el ente como si fueran -dijéramos- riberas allí dadas, sino porque transforma al Ser
27
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
28
I. MIRADA PRELIMINAR
retiene en el recato- deviene lo más cercano y reúne en sí todas las relaciones del Ser
(cfr. El salto, 115. El temple conductor del salto).
Mas ¿quién será capaz de dar el tono de este temple fundamental de la reserva
espantada y recatada del hombre esencial? Y cuántos aún sabrán ponderar que este
atemperamiento por el Ser no fundamenta ningún hacerse a un lado ante el ente,
sino lo contrario: la apertura a su simplicidad y su grandeza, y la necesidad origina-
riamente reclamada de cobijar en el ente la verdad del Ser, para así volver a dar al
hombre histórico, una vez más, una meta: llegar a ser el fundador y guardián de la
verdad del Ser, ser el Ahí como aquel fundamento que necesita de la esencia misma
del Ser: el cuidado, [mas] no como pequeña tribulación por algo cualquiera y no
como negación del júbilo y la fuerza, sino más originario que todo esto, puesto que
es únicamente “por mor del Ser”, no del Ser del hombre, sino del Ser del ente en su
totalidad.
La indicación hace mucho repetida ya, que “el cuidado” sólo ha de ser pensado
en el ámbito inicial de la pregunta del ser y no como una visión arbitraria, personal-
mente incidental, “antropológica”, “cosmovisional” del hombre, seguirá siendo in-
eficaz también en el futuro, hasta que aquellos que sólo “escriben” una “crítica” de
la pregunta del ser no hagan siquiera ni quieran hacer la experiencia del apremio
del abandono del ser. Pues en la época de un mal y siquiera lo suficientemente
ostentado “optimismo” los vocablos “cuidado” y “abandono del ser” suenan ya de
por sí “pesimistas”. Pero que precisamente ahora los temples indicados por estos
nombres, conjuntamente con su oposición en el campo inicial del preguntar, hayan
llegado a ser, desde su base, imposibles, porque tienen como supuesto el pensamiento
del valor (agathón) y las interpretaciones [16] ya pretéritas del ente y la concepción
corriente del hombre, ¿quién querría meditar todo esto, para permitir, por lo menos,
que llegue a ser una pregunta?
Sobre todo en el pensar inicial han de ser atravesados recintos de la verdad del
Ser, para que después, cuando resplandezca el ente, vuelvan a ingresar nuevamente
a la ocultación. Este andar apartado pertenece de manera esencial a la mediatez de la
“eficacia” de toda filosofía.
En la filosofía, lo esencial, después de irrumpir como de golpe, y casi escondi-
do, ha de reingresar en lo inaccesible (para los más), porque esto esencial es irrebasable,
y por eso tiene que retirarse a la posibilitación del inicio. Pues con el Ser y su verdad
siempre se ha de volver a comenzar otra vez.
Todos los inicios son en sí lo consumado irrebasable. Se sustraen a la historia no
porque sean supratemporales y eternos, sino porque son más grandes que la eterni-
dad: son los pulsos de la época, porque dan espacio a la apertura del ser en su ocultar-
se. La fundación propia de este espacio—tiempo se llama: Da-sein.
En la reserva, la temperada medianía de espanto y recato, el rasgo fundamental
del temple fundamental, se atempera el Da-sein en la queda del paso del último Dios.
Creando en este temple fundamental del Da-sein, se convierte el hombre en el vigi-
lante de esta queda.
De ese modo, la meditación inicial del pensar se convierte necesariamente en
un pensar genuino, lo que quiere decir: en un pensamiento que se pone una meta. Y
no es una meta cualquiera la que es puesta ni la meta sin más, sino la única y, así, la
singular meta de nuestra historia. Esta meta es el buscar mismo, la búsqueda del Ser.
29
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
30
I. MIRADA PRELIMINAR
Cuanto más necesario el decir pensante del Ser, tanto más inevitable se torna el
silenciamiento de la verdad del Ser a lo largo de la marcha del preguntar.
Más fácilmente que otros oculta el poeta la verdad en la imagen, y la entrega, de
ese modo, al resguardo de la mirada.
Pero ¿cómo cobija el pensador la verdad del Ser, si no es en la pesada lentitud
de la marcha de sus pasos indagatorios y de su obligada secuencia? Inaparentemente,
como en el campo solitario bajo el inmenso cielo el sembrador, con pesado tranco,
interrumpido y a cada momento contenido, anda los surcos y mide y configura en el
sembrar de su brazo el oculto espacio de todo crecer y madurar. ¿Quién ha de poder
realizar esto en el pensar, todavía, como lo más inicial de su fuerza y como su más
elevado porvenir? [cfr. “Wie wenn am Feiertage…” NdT.]
Si una pregunta pensante no es tan simple ni tan descollante como para determinar
la voluntad de pensar y el estilo de pensar de centurias, al imponerles la tarea de pensar
lo más elevado, entonces es preferible que permanezca sin preguntar. Pues ella sólo
aumenta – meramente al repetirla- la incesante feria de [19] los variados “problemas”,
de aquellas “objeciones” que no apuntan a nada y por las cuales nadie es afectado.
¿Qué pasa –visto de esta forma- con la pregunta del Ser como pregunta por la
verdad del Ser, la cual cuestiona, a su vez, girando en sí misma, el Ser de la verdad?
¿Cuán largo ha de ser el camino sobre el cual, ante todo, halla de encontrarse la
pregunta por la verdad?
Lo qué sea lícito llamar en lo venidero y en verdad filosofía, tiene que dar
cumplimiento como lo primero y lo único con esto: hallar primeramente el lugar
del preguntar pensante, de la pregunta otra vez inicial, es decir, fundarlo: el Da-sein
(cfr. El salto).
La pregunta que piensa por la verdad del Ser es el instante que soporta y lleva
la transición. Este instante no es nunca realmente definible, menos aún calculable.
Fija en primer término el tiempo del acontecer [de la apropiación]. La única simpli-
cidad de este tránsito no es nunca algo que pueda ser comprendido al modo de la
ciencia histórica, porque la “historia” pública registrada habrá pasado hace mucho a
su lado cuando pueda llegar a serle mediatamente mostrado. Así, le queda reservado
a este instante un largo porvenir, suponiendo que otra vez deba ser roto el abandono
del ser del ente.
En el Da-sein y como Da-sein acontece y se da en propiedad [er-eignet sich] el
Ser la verdad, que él mismo pone de manifiesto como el rehusamiento, como aquel
dominio de las señas y del retiro - de la queda -, en el cual recién se decide la llegada
y la huida del último Dios. A este respecto nada hay que pueda hacer el hombre, y
tanto menos si le está encomendada a él la preparación de la fundación del Da-sein,
de tal modo, en efecto, que esta tarea determine y defina otra vez inicialmente la
esencia del hombre.
6. EL TEMPLE FUNDAMENTAL
31
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
32
I. MIRADA PRELIMINAR
caso sólo puede consistir, según la esencia del temple, en la transitante acción pensadora;
y esta tiene que brotar del saber auténtico (del resguardo de la verdad del Ser).
Pero si el Ser se despliega esencialmente como el rehusamiento y si éste mismo
debe descollar [hereinragen] dentro de su claro y ser conservado como rehusamiento,
entonces el aprontamiento para el rehusamiento sólo puede subsistir como renuncia.
Con todo, la renuncia aquí no es el mero no-querer-tener ni el dejar-de-lado, sino
que acontece como la forma más alta de la posesión, cuya excelencia [22] encuentra
su carácter resolutivo [Entschiedenheit] en la franqueza de la exaltación por el
inimaginado regalo del rehusamiento.
En esta resolutividad [estar-decidido] es resistido y fundado lo abierto del trán-
sito -el medio a medio abismal del Entre en vista del No-más del primer inicio y su
historia y en vista del Aún-no del cumplimiento del otro inicio.
En este decidirse tiene que haber puesto pie toda vigilancia del Da-sein, en la
medida que el hombre, como fundador del Da-sein, tiene que llegar a ser el vigilante
o centinela de la queda del pasar del último Dios (cfr. La fundación).
Pero esta decisión es, en cuanto que presentidora, únicamente la sobriedad de la
fuerza del sufrimiento del creador, aquí, del proyectador de la verdad del Ser, la
cual abre la queda hacia la violencia esencial del ente, desde la cual se hace percep-
tible el Ser (como acontecimiento).
7. DEL ACONTECIMIENTO
¿Cuán lejanamente lejos de nosotros está el Dios, aquél que nos designa como
fundadores y creadores, porque su esencia requiere de estos.
Tan alejado está, que no podemos decidir si él se mueve hacia nosotros o se
aparta de nosotros.
Y pensar plenamente esta lejanía misma en el despliegue de su esencia como el
espacio-tiempo de la decisión suprema, eso es lo que significa preguntar por la
verdad del Ser, por el acontecimiento mismo, del cual surge toda la historia venide-
ra, si aún ha de haber historia.
Lo lejano y distante de esta indecidibilidad de lo más extremo y primero es lo
clareado por el ocultarse, es el despliegue de la verdad misma como verdad del Ser.
Pues lo que se oculta de este claro, la lejanía de la indecidibilidad, no es una
mera vacuidad allí presente e indiferente, sino el despliegue mismo del aconteci-
miento como darse esencial del acontecer [23], del reticente rehusarse, que al
pertenecerse se apropia o hace suyo [sich er-eignet] al Da-sein, la detención del
instante y el sitio de la primera decisión.
En la esencia de la verdad del acontecimiento se decide y se funda al mismo
tiempo todo lo verdadero, el ente deviene ente, lo no-ente deslízase hacia la apa-
riencia del Ser. Esta lejanía es, sobre todo, la más vasta y, para nosotros, primera
cercanía al Dios, pero también el apremio del abandono del ser, encubierta por la
falta de apremio, que se atestigua a través del rehuir ante la meditación. En el
despliegue de la verdad del Ser, en el acontecimiento y en cuanto que aconteci-
miento, se oculta el último Dios.
La prolongada cristianización del Dios y la creciente publicidad de cada rela-
ción determinada con el ente han sepultado, de manera igualmente tenaz y recóndi-
33
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
ta, las condiciones previas, en virtud de las cuales algo está en la lejanía de la
indecidibilidad sobre la huida o la llegada del Dios, cuyo despliegue, no obstante,
toca a la experiencia del modo más íntimo, ciertamente que para un saber que está
puesto en la verdad sólo es creador. Crear - entendido aquí en sentido amplio-
significa todo cobijar de la verdad en el ente.
Si se habla de Dios y de los dioses, pensamos, conforme a un largo hábito del
representar, en la forma que muy tempranamente aún sigue mostrándonos la pala-
bra “trascendencia”, la que por cierto incluso tiene ya múltiples sentidos. Se mienta
algo que sobrepasa a los entes allí presentes y, entre éstos, sobre todo al hombre.
También allí donde se niegan modos particulares de lo trascendente y del trascen-
der, no se deja negar empero este mismo modo de pensar. Según éste, incluso, puede
obtenerse fácilmente un panorama de las “concepciones del mundo” de hoy:
1. Lo trascendente (llamado también, inexactamente, “la trascendencia”) es el
Dios del cristianismo.
2. Esta “trascendencia” es negada y el “pueblo” mismo - bastante indeterminado
en su esencia- es puesto como meta y finalidad de toda historia. Esta “concepción
del mundo” anticristiana es sólo aparentemente no cristiana; pues coincide en lo
esencial [24], sin embargo, con aquel modo de pensar que caracteriza al liberalismo.
3. Lo trascendente es aquí una “idea” o un “valor” o un “sentido”, algo por lo
cual no se puede vivir o morir, pero que debe ser realizado a través de la “cultura”.
4. Cada pareja de estas trascendencias - ideas de pueblo y cristianismo, o ideas
de pueblo y política cultural, o cristianismo y cultura - o también las mismas tres
son mezcladas en grados diversos de determinación. Y este híbrido [Mischgebilde]
es la “concepción del mundo” hoy predominante y medianera, en la cual también
está todo junto implicado y ya nada puede llegar a ser decidido.
Por muy diferentes que sean ahora estas “concepciones del mundo” y por vehe-
mentemente que se combatan abierta u ocultamente - si el intrigante afanarse en lo
indeciso pueda llamarse lucha todavía -, todas ellas coinciden, ante todo, sin saberlo
ni pensarlo, en que el hombre es puesto como aquello que ya se conoce en su
esencia, como el ente con respecto al cual y desde el cual se define toda “trascenden-
cia”, y precisamente como aquello mismo que primeramente debe determinar al
hombre. Pero esto se ha vuelto en el fondo imposible, porque el hombre ya ha sido
establecido firmemente en su determinabilidad, en lugar de determinarlo en vistas
de aquello que tiene que ser dis-locado [ver-rückt], sacado fuera de la forma estable-
cida hasta ahora, para ser, de ese modo, ante todo, atemperado y definido en una
determinabilidad.
Pero ¿cómo ha de ser dislocado el hombre fuera de su estancamiento, al que le
es inherente ante todo el predominio de aquellas “trascendencias” y sus mezcolanzas?
Si tuviera que llevarlo a cabo por sí mismo, ¿no es entonces la pretensión de dar la
medida aún más grande que allí donde él permanecía simplemente asentado como
la medida?
¿O existe la posibilidad de que esta dislocación le sobrevenga al hombre? Abso-
lutamente. Y ese es el apremio del abandono del ser. Este apremio no requiere prime-
ramente de un auxilio, sino que él mismo tiene que convertirse, ante todo, en lo
auxiliador. Pero este apremio [25] tiene que ser, sin embargo, experimentado. ¿Y si el
hombre se halla endurecido para ello, y, si según parece, de manera tan pertinaz a
34
I. MIRADA PRELIMINAR
como nunca antes lo fuera? Entonces tienen que venir los despertadores, los que al
final piensan que han descubierto el apremio, porque saben que padecen este apremio.
Despertar este apremio es la primera dislocación del hombre en aquel Entre, en
el cual asedia por igual la confusión y el Dios permanece en la huida. Pero este
“Entre” no es ninguna “trascendencia” con relación al hombre, sino al contrario
aquello abierto a lo cual pertenece el hombre en cuanto fundador y guardián, con-
forme éste acontece y es apropiado [ist er-eignet] como Da-sein desde el Ser mismo,
que no se despliega de ningún otro modo más que como acontecimiento.
Si el hombre llega a instalarse mediante esta dislocación en el acontecimiento,
y si permanece de modo insistente en la verdad del Ser, entonces estará dispuesto,
en primer término y todavía, tan sólo, a dar el salto en la experiencia decisiva, de si
en el acontecimiento la ausencia o la abrupta incidencia del Dios se decida a favor
de éste o en contra éste.
Sólo cuando midamos cuán únicamente necesario es el ser y cómo [éste], sin
embargo, no se despliega como el Dios mismo; sólo cuando hayamos atemperado
nuestra esencia en estos abismos entre el hombre y el Ser, y el Ser y los dioses, sólo
entonces empezarán a ser efectivos otra vez los “supuestos” para una “historia”. Por
eso es que la meditación concierne, sólo, de manera pensante, al “acontecimiento”
[de apropiación].
Por último y primeramente, el “acontecimiento que da lo propio” sólo puede
ser pensado [er-dacht] (forzado a comparecer ante el pensar inicial), si el Ser mismo
es concebido como el “Entre” para el paso del último Dios y para el Da-sein.
El acontecimiento transfiere el Dios a los hombres, por cuanto le asigna estos al
Dios. Esta asignación que transfiere en propiedad es el Ereignis, el acontecimiento en
el que la verdad del Ser es fundada como Da-sein (el hombre se transforma, es empu-
jado a la decisión del Da-sein y del ser-ido [Da-sein u. Weg-sein]) y la historia toma su
otro inicio desde el Ser. Pero la verdad del Ser como apertura del ocultarse es a su vez
el traslado [Entrückung] [26] que pone en la decisión acerca de la lejanía y cercanía de
los dioses y así la disposición que prepara para el paso del último Dios.
El acontecimiento es el Entre respecto del paso del [último] Dios y la historia
del hombre. Mas no el campo intermedio indiferente, sino que la relación con el
paso es el abrirse de la hendidura necesitada por el Dios (cfr. El salto, 157. y 158. La
hendidura y las “modalidades”), y la relación con el hombre es el permitir que surja
y acontezca propiamente la fundación del Da-sein y, por tanto, la necesidad de
cobijar la verdad del Ser en el ente como una restitución del ente.
El paso [fugaz del dios] no es la historia, y la historia no es acontecimiento, y el
acontecimiento no es [un] paso, y sin embargo los tres juntos (si fuera lícito en princi-
pio rebajarlos a lo numérico) pueden ser experimentados y pensados en sus relaciones,
esto es, desde el mismo acontecimiento [que confiere lo propio] [Er-eignis].
La lejanía de la indecisión no es, por cierto, algo “más allá”, sino lo más cercano
o próximo del aún no fundado Ahí del Da-sein, que deviene insistente en el aprontarse
[o la disposición] para el rehusamiento en tanto que despliegue del Ser.
Esto más cercano está tan cercano, que todo inexorable empeño por manipular
y por el vivenciar han tenido que pasar necesariamente, ya, a su lado; y por eso,
jamás podrán ser retrotraídos inmediatamente a él. El acontecimiento sigue siendo
lo más extraño [das Befremdlichste].
35
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
8. DEL ACONTECIMIENTO2
2
Cfr. Mirada preliminar, 16. Filosofía.
36
I. MIRADA PRELIMINAR
9. MIRADA DE CONJUNTO
37
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Este ente “real” es, concebido a partir de la verdad del Ser, lo no-ente el que es
puesto bajo el dominio de la no-esencia [nuliformidad] de la apariencia, y cuyo
origen permanece, con todo, encubierto. [30]
El Da-sein como fundación de la disputación en la disputa, en lo abierto por ella,
es humanamente esperado y traído por la insistencia, que pertenece al aconteci-
miento, en donde resiste el Ahí.
El pensamiento del Ser como acontecimiento que confiere lo propio es el pen-
sar inicial, que, como confrontación con el primer inicio, prepara el otro.
El primer inicio piensa el Ser como presencia a partir del despliegue presencial
[Anwesung], en donde se manifiesta el primer resplandor de un despliegue esencial del Ser.
1. Acontecimiento: la segura luz del despliegue esencial del Ser en el círculo más
extremo de la visión del más íntimo apremio del hombre histórico.
2.El Dasein: El entre medial y abierto y, de ese modo, ocultante, entre la llegada
y la huida de los dioses y del hombre que está arraigado en ellos.
3.El Dasein tiene su origen en el acontecimiento [que a-propia] y en su giro.
4.Por eso sólo ha de fundárselo como la verdad del Ser y en ella.
5.La fundación - no la creación- es dejar-ser-fundamento de parte del hombre (cfr. los
singulares, los pocos...), que con ello vuelve recién a sí mismo y recupera el ser-sí-mismo.
6.El fundamento fundado es a la vez desfondamiento para la hendidura del Ser
y no-fundamento del ente abandonado por el ser.
7.El temple de ánimo [tono] fundamental de la fundación es la reserva (cfr. allí).
8.La reserva es la relación destacada e instantánea con el acontecimiento, cuan-
do se es llamado en su reclamo [Zuruf]. [31]
9.El Dasein es el acaecer fundamental de la historia venidera. Este aconteci-
miento surge del acontecimiento que confiere lo propio y se convierte en el posible
sitial del instante para la decisión sobre el hombre - su historia o no-historia en
cuanto que tránsito hacia su ocaso.
10.El acontecimiento y el Dasein se encuentran aún en su esencia, es decir, en su
mutua pertenencia como fundamento de la historia, completamente ocultos y son,
desde hace mucho ya, extraños. Faltan los puentes; los saltos no han sido consuma-
dos todavía. Aún falta la profundidad de la experiencia de la verdad y la meditación
que los satisfaga a ellos: la fuerza de la alta decisión (cfr. allí). Por el contrario, son
numerosas las ocasiones y los medios para la mala interpretación, porque falta tam-
bién el saber de aquello que ha de ocurrir en el primer inicio.
La historia, concebida aquí no como un dominio del ente entre otros, sino
únicamente en vista del despliegue del Ser mismo. Así, ya en Ser y tiempo la historicidad
del Dasein ha de ser entendida solamente a partir del propósito ontológico-funda-
mental y no como aporte a la filosofía de la historia vigente.
3
Cfr. La fundación.
38
I. MIRADA PRELIMINAR
13. LA RESERVA4
Ella es el estilo del pensar inicial sólo porque tiene que llegar a ser el estilo del
ser-[del] -hombre venidero, de aquél fundado en el Da-sein, es decir, que atempera
cabalmente y sostiene esta fundación.
La reserva -como estilo- [es] la autocerteza de la fundante donación de medida
y de la enconada persistencia [Grimmbeständnis] del Dasein. Ella determina [y de-
fine] el estilo, porque es el temple fundamental.
El temple (cfr. el curso sobre Hölderlin5) es entendido aquí en el sentido de la
in-sistencia: la unidad que resiste todo rapto [Berückung] y el proyecto y registro de
toda dislocación [Entrückung], y la consistencia y el cumplimiento de la verdad del ser.
Toda otra representación externa y “psicológica” del “temple” ha de ser mantenida
aquí a raya. De allí que el temple no es nunca exclusivamente el cómo, que acompa-
ña e ilumina y ensombrece todo hacer y omitir del hombre que ya estuviese estable-
cido, sino que [33], primeramente por el temple es medida la dimensión de la dislo-
cación del Da-sein y le es atribuida la simplicidad del rapto, en tanto que se trate de
la reserva como el temple de ánimo fundamental [Grund-stimmung].
Ella es el temple fundamental, porque acuerda el examen a fondo [Ergründung:
profundización] que se hace del fundamento del Da-sein, del acontecimiento, y, con
ello, la fundación del Da-sein.
4
Cfr. arriba 5. Para los pocos - para los escasos, p.14 ss.; cfr. abajo: La fundación, 193. El Da-sein
y el hombre.
5
Curso de semestre de invierno 1934/35: “Los himnos de Hölderlin ‘Germania’ y ‘El Rhin’”
(Gesamtausgabe, tomo 39, p. 143).
39
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
La reserva y el cuidado
40
I. MIRADA PRELIMINAR
Reservacomo apertura para la cercanía silenciada del despliegue del Ser, que se
atempera en el lejanísimo retemblar de señas que se acontecen desde la lejanía de lo
indecidible.
Reserva y búsqueda; el hallazgo supremo en el buscar mismo [es] la cercanía de la
decisión. [35]
Reserva: el salto previo, que se atiene a sí mismo, en el giro del acontecimiento
(por eso, ni un evadirse romántico, ni un reposo bonachón).
Quedarse uno sin habla; y esto no como un suceso ocasional, a propósito del
cual se interrumpe un discurso y un enunciado, que podría ser llevado a cabo, en el
cual sólo no se cumple el expresar y repetir de lo ya dicho y decible, sino origina-
riamente. La palabra no llega en absoluto a palabra, aunque precisamente a través
del atascamiento llegue ésta a flor de labios. Lo que se atasca [o deja mudos] [das
Verschlagende] es el acontecimiento que confiere lo propio como seña y [incidental]
asalto del Ser.
El atascamiento es la condición inicial para la posibilidad, que se despliega a sí
misma, de una nominación originaria -poetizadora- del Ser.
El habla y la gran queda, quietud, la simple cercanía de la esencia y la diáfana
lejanía del ente, cuando ante todo vuelve la palabra a ser eficaz. ¿Cuándo ha de
venir ese tiempo? (cfr. el pensar inicial como inconcebible).
La reserva: el resistir creador en lo des-fondado/el ab-ismo (cfr. La fundación,
238.-242. El espacio-tiempo).
41
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
La concepción del mundo tiene que negarse nuevas posibilidades para poder
seguir siendo ella misma.
La filosofía puede permanecer por largo tiempo marginada y en su apariencia
desaparecer.
Ambas tienen sus tiempos diversos y se mantienen, dentro de la historia, en
niveles muy diferentes del Da-sein. La distinción entre “filosofía científica [del sa-
ber]” y “filosofía de la concepción del mundo” es el último retamo de la perplejidad
filosófica del siglo XIX, en cuyo transcurso la “ciencia” alcanzó una significación
cultural técnica peculiar, y, por otra parte, la “concepción del mundo” del individuo
como sustituto del desaparecido suelo, sin fuerzas ya, debía retener aún cohesionados
los “valores” y los “ideales”.
Lo que permanece escondido como último resto genuino en el pensamiento de
la filosofía “del saber” [en sentido hegeliano], (cfr. la concepción más profunda en
Fichte y Hegel) es esto: fundamentar y construir lo que puede ser sabido de una
manera unitariamente sistemática (matemática), sobre la base y como consecuencia
de la idea del saber como certeza (autocerteza). En este propósito de [hacer] una
filosofía “del saber” [o científica] vive aún un impulso de la filosofía misma, cual es
salvar [37] su asunto más propio, frente a la arbitrariedad del opinar que proviene de
una concepción del mundo, que se fuera tornando antojadizo y del modo necesaria-
mente limitante e imperioso de la concepción del mundo en general. Pues incluso
en la concepción del mundo “liberal” se esconde todavía este ergotismo
[Rechthaberische], en el sentido de que ella exige a cada cual dejar de lado su
opinión. Pero lo arbitrario es la esclavitud de lo “azaroso”.
Con todo, el asunto más propio de la filosofía pasa al olvido, siendo tergiversado
por la “teoria del conocimiento”; y donde la ontología es aún comprendida (Lotze),
queda, sin embargo, como una disciplina más entre otras. Que y cómo la antigua
pregunta conductora (tí tò ón;) se haya salvado a lo largo de la filosofía en la época
moderna y, también, modificado, no llega a saberse claramente, porque a la filosofía
le falta ya la necesidad y debe su “cultivo” a su carácter de “patrimonio cultural”.
La “concepción del mundo” es, tal como el predominio de las “imágenes del
mundo”, una excrecencia [Gewächs] de la modernidad, una secuela de la metafísica
occidental. En ello reside también el motivo de que la “concepción del mundo”
trate en lo sucesivo de ponerse por encima de la filosofía. Pues con el emerger de las
“concepciones de mundo” desaparece la posibilidad de una voluntad de hacer filo-
sofía hasta tal punto que la concepción del mundo tiene finalmente que defenderse
de la filosofía. Lo que le resultara tanto más pronto, cuanto más se tuviera que
sumergirse, entre tanto, la filosofía misma, hasta no poder ser otra cosa que mera
erudición. Este peculiar fenómeno de predominio de las “concepciones de mundo”
ha tratado -y por cierto no por casualidad- de poner a su servicio incluso a la última
gran filosofía: la filosofía de Nietzsche. Esto resultó tanto más fácil, por cuanto que
Nietzsche mismo negó la filosofía como “erudición” y, con ello, se puso aparente-
mente del lado de la “concepción del mundo” (como “filósofo-poeta”!).
“Concepción del mundo” es siempre “maquinación” con respecto a lo heredado
por tradición, con vistas a su superación y domesticación con los medios que le son
propios y que ella ha preparado, pero que no han sido llevados a una explicación -
y todo ello transmitido en la “vivencia”. [38]
42
I. MIRADA PRELIMINAR
La filosofía, como fundación del Ser, tiene su origen en ella misma; ella misma
ha de retirarse hacia lo que ella funda, y edificar [er-bauen] únicamente desde allí.
La filosofía y la concepción del mundo son tan incomparables, que no existe
una imagen posible para representarnos esta distinción. Cualquier imagen dejaría a
ambas, una respecto de otra, demasiado cerca.
El oculto, pero fenecido “predominio” de las iglesias, lo corriente y accesible de
las “concepciones de mundo” para las masas (como sustituto del espíritu, del que se
prescinde desde hace tiempo, y de la relación con las “ideas”), la prosecución indi-
ferente del ejercicio de la filosofía como erudición escolar y, a la vez, mediata e
inmediatamente como escolástica eclesial y visión de mundos, todo esto mantendrá
por largo tiempo alejada a la filosofía como co-fundación creadora del Da-sein, del
corriente y variable estar enterado de todo de la opinión pública. Por cierto que,
todo esto no es nada de lo que habría que “lamentarse”, sino tan sólo un indicio que
la filosofía se dirige y se aproxima a la genuina destinación de su ser. Y todo esta
puesto de forma que nosotros no estorbemos este destino, ni siquiera que lo despre-
ciemos mediante una “apologética” a favor de la filosofía, una maquinación que va
a quedar siempre necesariamente por debajo de su rango.
No obstante, es apremiante el meditar en torno a la cercanía de este destino de
la filosofía, el saber acerca de aquello que estorba y desfigura y que quisiera poner
en vigencia una entidad apariencial de la filosofía. Ante todo, este saber se interpre-
taría mal a sí mismo si se dejara seducir a hacer de esa contrariedad objeto de
refutación y de confrontación. El saber de la falsa-entidad ha seguir siendo aquí
siempre un pasar de largo.
La esencia maquinadora-vivencial de la concepción de mundo obliga a que la
conformación de las concepciones del mundo respectivas oscilen de un lado a otro
entre las oposiciones más amplias, y, por eso, a que se consoliden, de vez en cuando,
también en compensaciones. Que la “concepción de mundo” pueda ser, precisamen-
te, el asunto más propio [39] del individuo y de su respectiva experiencia de vida y
de su más peculiar forja de opinión, y que, frente a ello, en su contraparte, la “con-
cepción de mundo” pueda presentarse como total, borrando toda opinión propia,
esto pertenece a la misma esencia de la concepción de mundo en cuanto tal. Tan
ilimitada es aquella en su arbitrariedad, tan rígida ésta en su carácter definitivo. No
obstante, es fácil asir aquí lo opuesto y lo idéntico: lo definitivo no es más que lo
único ampliado a la integridad de la validez general, y la arbitrariedad es la indivi-
duación, posible para cada cual, de algo que es definitivo sólo para él. Falta por
doquier la necesidad de lo crecido, pero, con ello, también, lo abismal de lo creador.
En cada caso son la sospecha y la desconfianza frente a la filosofía tan grandes
como diversas.
Toda actitud que, siendo “total”, demande la determinación y regulación de
cualquier tipo de actuar y pensar, tiene inevitablemente que contabilizar entre lo
hostil e incluso lo despreciable todo lo que, por encima de aquello, pudiese presen-
tarse aún como necesidad. Pues de qué otro modo podría conseguir una concepción
del mundo “total” que algo semejante fuese siquiera posible, por no decir esencial,
lo que ella misma rebaja y, a la vez, enaltece, e incorpora a otras necesidades, que
antes que poder serle anexadas desde fuera, surgen más bien de su oculto fundamen-
to (por ejemplo, desde la esencia del pueblo).
43
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
De ese modo, brota, aquí, una dificultad insuperable, que no puede ser apartada
por ningún tipo de compensación ni con ningún acuerdo. La concepción del mundo
total tiene que cerrarse a la apertura de su fundamento y al sondeo a fondo del reino de su
“crear”; es decir, su crear no puede venir nunca a ser esencial y llegar a ser creado por sobre
sí mismo, porque con ello la concepción del mundo total tendría que ponerse en cuestión a sí
misma. La consecuencia es que: el crear es reemplazado de antemano por el empren-
der, la empresa. Los caminos y los riesgos de la creación de otrora son ordenados y
montados en lo gigantesco de la maquinación, y esto [40] maquinador es la aparien-
cia de vitalidad de lo creador.
A la “concepción del mundo” sólo puede oponérsele el preguntar y la decisión
por la cuestionabilidad. Todo intento de mediación - de cualquier lado que pudiese
venir- debilita las posiciones y deja de lado la posibilidad del dominio para la lucha
genuina.
Pero no debe sorprendernos que la fe política total y la fe cristiana igualmente
total, a pesar de su irreconciliabilidad, admitan un equilibrio y se den a la táctica.
Puesto que son de la misma esencia. Como actitudes totales lo que está a base de
todas ellas es la renuncia a las decisiones esenciales. Su lucha no es una creadora,
sino “propaganda” y “apologética”.
Pero no tiene la filosofía, y ella antes que todas, la pretensión de lo “total”, sobre
todo si la determinamos como el saber del ente como tal en su totalidad? Así es de
hecho, mientras la pensemos en la forma de la filosofía habida hasta ahora (la meta-
física) y tomemos a ésta en su acuñación cristiana (en la sistemática del idealismo
alemán). Pero, aquí, precisamente, la filosofía (moderna) está ya en camino de tor-
narse en “concepción del mundo” (no es nada casual que la palabra se ponga más y
más en vigencia en el círculo de este “pensar”).
Solo que, conforme y tan pronto como la filosofía se reencuentre en su esencia
inicial (en el otro inicio), y la pregunta por la verdad del Ser se torne el medio
fundante, se pondrá al descubierto lo abismático de la filosofía, que ha de retornar a
lo inicial, para traer a lo libre de su meditación, la hendidura y el [querer] ir más allá
de sí, lo extrañante y lo siempre inusual. [41]
44
I. MIRADA PRELIMINAR
16. FILOSOFÍA6
45
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
46
I. MIRADA PRELIMINAR
La que parece ser manifiesta, sobre todo si como poder lo que vale es la fuerza del
efecto y de la imposición inmediata. Pero ¿qué sucede si “poder” significa funda-
ción y afianzamiento [consolidación: Festigung] en la esencia a partir de la “capaci-
dad” para la transformación? También entonces no se ha decidido nada sobre la
impotencia y el poder del pensamiento.
La impotencia del pensar, entendida en sentido habitual, tiene múltiples razones:
1. que a la sazón no se lleve a cabo ni pueda llevarse a cabo en absoluto ningún
pensar esencial.
7
Lección del semestre de invierno 1937/38, “Cuestiones fundamentales de la filosofía. “Problemas”
escogidos de la ‘Lógica’” (Gesamtausgabe tomo 45, pp. 67 ss.)
47
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
19. FILOSOFÍA
(Para acercarse a la cuestión sobre ¿quiénes somos nosotros?)
8
Curso del semestre de verano de 1934 sobre “Lógica como la pregunta por la esencia del
lenguaje” (editado ya por Günter Seubold en la Edición de Obras Completas, Gesamtausgabe, tomo
38, Frankfurt /a.M. 1998).
48
I. MIRADA PRELIMINAR
únicos, sino un pueblo entre otros pueblos. ¿Y por medio de qué se determina la
esencia de un pueblo? Al punto, se hace claro lo siguiente: el modo en que en la
pregunta es puesto aquello a lo cual se pregunta [das Befragte]: “nosotros”, contiene
ya una decisión sobre el quién. Esto [48] quiere decir: no podemos, no [siendo]
tocados por la pregunta por el quién, poner el “nosotros” y el “a nosotros”, por decir
así, como algo dado de antemano, del mismo modo que una cosa ahí presente, a la
que sólo le queda la definición del quién. También en esta pregunta se halla una
reverberación del giro [ein Widerschein der Kehre]. Ella no puede ser derechamente
planteada ni menos respondida. Pero mientras no se conciba la esencia de la filoso-
fía como meditación en la verdad del Ser y, con esto, haya llegado a ser efectiva la
necesidad de la meditación de sí que brota desde aquí, la pregunta permanece, ya,
como pregunta, expuesta a graves sospechas.
1. A pesar del “nosotros” la pregunta está, no obstante, dirigida de vuelta a
nosotros mismos y, por tanto, es “reflejada”, ella exige una actitud que se vuelva
sobre sí, que contravenga la derechura del actuar y efectuar.
2. Pero no sólo a causa de esta actitud reflexiva parece ser la pregunta un extra-
vío, sino como pregunta sin más. Aún cuando no “reflexione”, y sólo se “ocupase
con nosotros”, sería una cavilación “teórica” del hombre, que lo sustrae al actuar y
efectuar y que en cada caso debilita a éstos. Ambas sospechas se cierran en una
única exigencia: debemos ser nosotros mismos actuando y efectuando, y no hacer-
nos preguntas y socavarnos.
3. Así también se ha insinuado que no llega a hacerse visible para qué ha de ser
hecha esta pregunta, con la cual se liga la dificultad de resolver, de dónde hemos de
sacar, en general, una respuesta.
También aquí la solución más comprensible parece residir en la exigencia men-
cionada: debemos -actuando- ser nosotros mismos, y precisamente este ser responde
la pregunta de quiénes somos, antes de haber sido siquiera planteada.
La voluntad de ser-sí-mismo torna vana [hinfällig] la pregunta.
Esta reflexión es evidente, pero sólo porque se afana -casi sin intención- por
permanecer en la superficie.
Pues ¿qué quiere decir aquí el ser-sí-mismo? Es el hombre, somos nosotros única-
mente al dejarle su curso simplemente [49] a aquello que nos está adherido y dentro
de lo cual permanecemos cautivos? En que sentido el hombre es, cómo seamos noso-
tros, es algo de ninguna manera claro. Tampoco basta la referencia a un actuar y un
efectuar. Toda “gestión”, todo andar hurgando pone al hombre en movimiento, y
queda la pregunta de si con esto ya “es”. Por cierto que no se puede negar que él sea
un tipo tal de ente, pero justamente por ello se agudiza allí la pregunta, de si enton-
ces el hombre ya “es” cuando él “es” y aparece sólo así; de si un pueblo “es” el
mismo en cuanto que sólo gestiona el aumento y la disminución de su hacienda.
Obviamente que hay “más” que pertenece al “ser” del pueblo, este “ser” es en sí de
una relacionabilidad propia de determinaciones esenciales, cuya “unidad” queda,
por lo pronto, harto oscura. ¿De dónde tendría que venir, por ejemplo, el esfuerzo
de poner en “forma” al cuerpo presente del pueblo por medio de disposiciones y de
“organización”? Que el hombre “consista” de cuerpo - alma - espíritu, no dice
mucho. Pues la pregunta por el ser de esta unitaria consistencia es eludida con ello,
sin considerar que estas “partes” que la componen y su aplicación como determina-
49
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
50
I. MIRADA PRELIMINAR
51
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
hombre habido hasta ahora pudiera tornarse cuestionable. Esto, a saber, esa seguridad
de sí, es la esencia interna del “liberalismo”, que precisamente por eso puede, en
apariencia, desplegarse libremente y recetarse su progreso por toda la eternidad. De
ahí que “concepción del mundo”, “personalidad”, “genio” y “cultura” sean las partes
ornamentales y los “valores” que han de ser de una u otra manera realizados. [53]
Aquí, de hecho, el preguntar la pregunta: ¿quiénes somos nosotros? es más
peligroso que cualquier otro adversario con el que uno se haya topado alguna vez
en el mismo plano de una certeza sobre el hombre (la forma final del marxismo, que
en esencia no tiene nada que ver con lo judío ni mucho menos con lo ruso; si en
alguna parte dormita aún un espiritualismo no desarrollado, es en el pueblo ruso; el
bolchevismo es originariamente occidental, [una] posibilidad europea: el emerger
de las masas, la industria, la técnica, la extinción del cristianismo; pero en la medida
que el predominio de la razón como equiparación de todos es sólo la consecuencia
del cristianismo y éste, en el fondo de origen judío (cfr. El pensamiento de Nietzsche
sobre la rebelión de los esclavos en la moral), es el bolchevismo de hecho judío;
¡pero entonces también el cristianismo es en el fondo bolchevique! ¿Y qué decisio-
nes se hacen necesarias desde aquí?)
Pero la peligrosidad de la pregunta ¿quiénes somos nosotros? es, a su vez, si con
el peligro se pudiese urgir lo más elevado, el único camino para venir a nosotros
mismos y, con esto, poner en curso la salvación originaria, es decir, la justificación
de occidente a partir de su historia.
La peligrosidad de esta pregunta es tan esencial en sí para nosotros, que pierde
el aspecto de una oposición a la nueva voluntad alemana.
Pero esta pregunta en cuanto que filosófica, tiene que ser preparada con larga
anticipación y no puede pretender, en tanto se comprenda a sí misma de ese modo,
querer reemplazar inmediatamente en el instante el curso necesario de su proceder,
y menos siquiera querer determinarlo.
Cuánto más que, la pregunta: ¿quiénes somos nosotros? ha de permanecer pura
e inserta por completo en la interrogación de la pregunta de fondo [que dice]:
¿cómo se despliega el Ser? [54]
9
Sobre el “inicio” cfr. el curso de semestre de verano de 1932, “El inicio de la filosofía occidental”
(Gesamtausgabe tomo 35); Discurso Rectoral de 1933, “La autoafirmación de la universidad alemana”
(Gesamtausgabe tomo 16); Conferencia de Friburgo, de 1935, “Del origen de la obra de arte”.
52
I. MIRADA PRELIMINAR
El pensar [que se abre a] [Erdenken] [de] la verdad del Ser es esencialmente pro-
yecto. A la esencia de un tal proyecto le corresponde que, en su ejecución y en su
desarrollo, tenga que retenerse en lo abierto por él. Así puede darse la apariencia de
que, donde domina el proyecto, hay arbitrariedad y un pasearse por lo infundado.
Pero el proyecto se trae a sí mismo precisamente al fundamento, y se convierte él
mismo así en primer término en la necesidad, a la cual está él, desde el principio,
referido, aún cuando [esté] todavía oculto ante su realización.
El proyecto de la esencia del Ser es sólo respuesta al llamado [Antwort auf den
Zuruf]. Desplegado, el proyecto pierde todo aspecto de lo autónomo [eigenmächtige],
y sin embargo jamás deviene un perderse a sí mismo ni en capitulación [Hingabe].
Su ser abierto sólo tiene consistencia en la fundación que forma la historia. Lo
proyectado en el proyecto se apodera [übermächtigt] de él mismo y le confiere su
derecho.
El proyecto despliega al proyectante y lo captura asimismo en lo abierto por él.
Esta captura que pertenece al proyecto es el inicio de la fundación de la verdad
conquistada en el proyecto.
Qué y quién “sea” el proyectante se vuelve aprehensible recién a partir de la
verdad del proyecto, pero también, al mismo tiempo, oculto. Pues lo más esencial es
que la apertura como claro haga que acontezca el ocultarse y, de ese modo, el
cobijamiento de la verdad reciba primeramente su fundamento y acicate [cfr. La
fundación, 244. y 245. Verdad y cobijamiento].
[El pensar inicial] es el pensar abierto de la verdad del Ser y, así, el sondeo
[Ergründung] del fundamento. Sólo en el reposo sobre el fundamento se manifiesta
[56] primeramente su fuerza fundante, reuniente y retentiva.
Pero ¿cómo puede el pensar [que se abre] ser un reposo? En tanto que abre lo
digno de ser preguntado, lleva a cabo la dignidad y, con esto, el supremo esclareci-
miento de aquello en lo cual descansa el preguntar, es decir, en lo que no cesa. Pues,
de otro modo éste, el preguntar, no podría reposar en cuanto abriente.
Reposar significa que el preguntar halla su camino en el dominio de oscilación
más extrema, en la pertenencia al acontecer más extremo, cual es el giro en el acon-
53
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
10
Cfr. La fundación
54
I. MIRADA PRELIMINAR
De tal tipo es la exigencia que se deba decir inmediatamente dónde reside la deci-
sión (sin que se haya resistido el apremio); que se deba indicar que es lo que ha de
hacerse, sin que este fundado desde el fondo el lugar histórico para la historia veni-
dera; se debe suministrar una salvación, sin que pueda referírsela a una voluntad de
largo alcance dirigida a una modificadora definición de una meta [Zielsetzung].
El error en la apreciación en la toma de posición respecto del pensar es doble:
1. una sobreestimación, en la medida que se esperan respuestas inmediatas para
55
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
una actitud que quiere ahorrarse el preguntar (la abierta resolución a la meditación y
a la exposición al apremio).
2. una subestimación, según se mida éste por el [modo de] re-presentar habitual
y se desconozca en él la fuerza fundadora de espacio-tiempo, [i.e.] el carácter prepa-
ratorio.
Aquel que quiera ser maestro en el dominio del pensar inicial, tiene que poseer
la reserva de poder renunciar a la “eficacia”, no ha de dejarse engañar jamás por el
aparente éxito del renombre y del comentario. [60]
Pero, el obstáculo más duro lo encuentra el pensar inicial en la inexpresa con-
cepción que de sí tiene el hombre hoy. Prescindiendo totalmente de las interpreta-
ciones y metas particulares, el hombre se toma a sí mismo como un “ejemplar” dado
del género “ser humano”. Esto se transfiere también al ser histórico como un suceso
al interior de un contexto de pertenencia devenida. Donde domina esta interpreta-
ción del ser-hombre (y, por tanto, también, de un ser-pueblo), falta todo punto de
partida y toda apelación a un advenimiento del Dios, no existe siquiera la apelación
a la experiencia de los dioses. Justamente esta experiencia presupone que el ser
humano histórico se sepa arrebatado [sich entrückt weiss] al centro abierto del ente,
que está abandonado de la verdad de su ser.
Esa equivocación de las apelaciones surge del desconocimiento de la esencia de
la verdad como cobijamiento clareante del Ahí, que tiene que ser resistido en la in-
sistencia del preguntar.
Pero todo recogimiento en la pertenencia originaria puede estar preparado para
la experiencia fundamental del Da-sein.
La historicidad, concebida aquí como una verdad, [es un] cobijamiento clareador
del ser como tal. El pensar inicial como pensar histórico, es decir, co-fundador de
historia en la disposición que se articula a sí misma.
El dominio sobre las masas que han devenido libres (esto es, sin suelo y ávidas
de independencia) tiene que ser erigido y mantenido con las cadenas de la “organi-
zación”. ¿Puede lo así “organizado”, sobre esta vía, volver a crecer hacia sus funda-
mentos originarios, y no sólo contener lo masivo, sino transformarlo? Tiene esta
posibilidad siquiera una perspectiva todavía, a la vista [61] de la creciente
“artificialidad” de la vida, que facilita e incluso organiza aquella “libertad” de las
masas, la arbitraria accesibilidad de todo para todos? El salir al encuentro del ince-
sante desarraigo, el poner un alto no ha de ser subestimado, pues es lo primero que
tiene que ocurrir. Pero ¿garantiza esto y, por sobretodo, garantizan los medios re-
queridos para tal acción, a su vez, la transformación del desarraigo en un enraizamiento
[Verwurzelung]?
Aquí se requiere todavía de un otro dominio, recóndito y reservado, largamente
singularizado y silente. Aquí los venideros tienen que prepararse, crear los sitios en
el ser mismo, desde la cual se venga a lo propio y acontezca otra vez una resistencia
en la disputa de tierra y mundo.
Ambas formas dominadoras -fundamentalmente diferentes- tienen que ser que-
rida y a la vez afirmadas por los que saben. Aquí hay, a la vez, una verdad, en la que
56
I. MIRADA PRELIMINAR
“Pensar”, en su sentido habitual, desde hace largo tiempo en uso, es re-presentar algo en
su idéa como lo koinón, la re-presentación de algo en términos universales.
Pero este pensar está referido, en primer término, a lo que está allí meramente
dado, ya presente (una determinada interpretación del ente). Enseguida y, no obstan-
te, es siempre ulterior [nachträglich], en la medida que le proporciona a lo ya inter-
pretado sólo lo más universal que le corresponde. Este pensar predomina de diver-
sos modos en la ciencia. La concepción de lo “universal” es doble, por cuanto la
caracterización de lo pensado como koinón se la ve originariamente desde éste, sino
desde lo “mucho”, desde el “ente” (como mè ón). El enfoque de lo mucho y la
referencia fundamental a éste son decisivos y, por lo pronto, también al interior del
punto de vista de la conciencia, de tal suerte que es lo enfrentado [Gegenüber], sin
estar antes propiamente determinado y fundamentado en su verdad. Esta recién
debe ser procurada por [63] lo “universal”. Y así es como esa concepción del pensar
se acopla luego con la fijación y obtención de “categorías” y la “forma de pensar”
del enunciado es la que da la pauta.
Este pensar todavía fue una vez –en el primer inicio-, en Platón y Aristóteles,
creador. Pero creó precisamente el ámbito en el cual se mantuvo, venideramente, el
57
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
representar del ente como tal, en el cual se desplegó luego el abandono del ser de
manera cada vez más oculta.
El pensar inicial es el cumplimiento originario de resonancia, sugerencia, salto
y fundación en su unidad. Cumplimiento quiere decir aquí que éstos –la resonancia,
la sugerencia, el salto y la fundación en su unidad- sólo son, en cada caso, asumidos
y soportados en términos humanos, que ellos mismos son siempre esencialmente
algo otro y pertenecen al acontecimiento del Da-sein.
La agudeza [Schärfe] del decir en este pensar y la simplicidad de la palabra
acuñadora se miden en una conceptualidad que desecha toda mera ingeniosidad
[Scharfsinn] como vacía impertinencia. Se concibe lo que aquí únicamente y siem-
pre ha de ser concebido, el Ser, cada vez y siempre sólo en la juntura/ajuste de
aquellas articulaciones [ensambles]. El saber dominante de este pensar no se deja
decir jamás en una proposición. Pero tanto menos puede quedar entregado lo que ha
de saberse a un representar indeterminado y vacilante.
Concepto es aquí originariamente “aprehensión integral“ [Inbegriff], y éste, refe-
rido primeramente y siempre a la concurrente aprehensión de conjunto del giro en
el acontecimiento.
Por lo pronto, el carácter de aprehensión integral [Inbegrifflichkeit] puede indi-
carse mediante la relación que tiene cada concepto del ser como concepto, es decir, en
su verdad con el Da-sein y, en ello, con la insistencia del hombre histórico. Pero en
la medida que el Da-sein se funda primeramente como pertenencia al llamado en el
giro del acontecimiento apropiante, lo más íntimo de la aprehensión integral [Inbegriff]
reside en el concebir del giro mismo, en aquel saber que, resistiendo el apremio del
abandono del ser, in-siste en el aprontamiento para el llamado; en aquel saber que
habla en la medida que, antes, calla desde la in-sistencia resistente en el Da-sein. [64]
Aprehensión integral no es aquí jamás el incluir [Ein-begreifen] en el sentido de
la comprehensión [Umfassung] genérica, sino que significa el saber que proviene de
la in-sistencia y eleva la intimidad del giro al cobijamiento clareador.
11
Curso del semestre de invierno de 1935/6, “La pregunta por la cosa. Acerca de la doctrina
kantiana de los principios trascendentales” (Gesamtausgabe, tomo 41)
58
I. MIRADA PRELIMINAR
son obligatorios ante tales pretensiones de certeza. Aquí existe algo obligatorio
únicamente porque la pretensión de verdad se contenta [s. begnügt] con la rectitud
de la derivación y el ajuste en un orden regulado y calculable. Esta suficiencia [es] el
fundamento de lo obligatorio. [65]
59
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
hombre actual como dado, como [algo] que ha de ser alcanzado inmediatamente en
el representar del “yo” y del nosotros y de la situación de ambos. Pues, así, justa-
mente, no se gana la sí-mismidad, sino que se la pierde y desplaza definitivamente
(cfr. La fundación, 197. Da-sein – propiedad – sí-mismidad).
Antes bien, la meditación del pensar inicial es tan originaria que primeramente
pregunta cómo ha de fundarse el sí-mismo, en cuyo dominio “nosotros”, yo y tú,
venimos, en cada caso, a nosotros mismos. Por lo tanto, es cuestionable si nosotros,
por medio de la reflexión sobre “nosotros”, nos encontramos a nosotros mismos, [si
encontramos] nuestro sí-mismo, si, por consiguiente, el proyecto del Da-sein tiene
algo que ver, en general, con el esclarecimiento de la “auto”-conciencia.
Ahora bien: tampoco se ha acordado en absoluto que el sí-mismo sea jamás
determinable por la vía de la representación del yo. Antes bien, cabe reconocer que
la sí-mismidad se origina primeramente a partir de la fundación del Da-sein, y que
ésta se cumple como a-propiación Er-eignung del perteneciente al llamado. Por lo
tanto, la apertura y fundación del sí-mismo se origina desde la verdad del Ser y
como ésta (cfr. La fundación, 197. Da-sein – propiedad – sí-mismidad). No el análisis
[Zergliederung] del ser humano distintamente orientado, [67] no la indicación de
otros modos de ser del hombre, -todo, tomado por sí mismo como antropología
mejorada-, es lo que aquí aporta la meditación del sí-mismo, sino que la pregunta
por la verdad del ser establece el dominio de la sí-mismidad, en el cual primeramen-
te, operando y actuando históricamente, el hombre –nosotros-, configurado como
pueblo, llega a su sí-mismo.
Por cierto, la propiedad [Eigenheit] del Da-sein, en cuanto fundada en el ser-sí-
mismo puede ser indicada, por lo pronto, en el tránsito desde la autoconciencia yoica
pretérita, sólo a partir de ésta misma; el Da-sein como en cada caso mío. A este
propósito cabe considerar que incluso esta autoconciencia yoica alcanzó ya, a través
de Kant y del idealismo alemán, una figura enteramente distinta, en la cual está co-
implicada [mitgesetzt] una referencia al “nosotros” y a lo histórico y lo absoluto.
Con el Da-sein está dada al punto, completamente, la transposición [Versetzung]
hacia lo abierto. Querer encontrar aquí un “subjetivismo” es, con prescindencia de
lo demás, en todo caso superficial.
La meditación del pensar inicial se dirige a nosotros (mismos) y, sin embargo,
no lo hace. No [se dirige] a nosotros, para extraer de allí las determinaciones norma-
tivas, pero sí [se dirige] a nosotros como ente histórico, y esto en el apremio del
abandono del ser (por lo pronto, la caída de la comprensión del ser y el olvido del
ser). [Se dirige] a nosotros, que ya estamos instalados en la exposición en medio del
ente, a nosotros de esa manera, para alcanzar el ser-sí-mismo más allá de nosotros.
El carácter transitivo del pensar inicial trae consigo inevitablemente esta ambi-
güedad de hacer como si se tratara de una meditación antropológica existencial, en
el sentido corriente. Pero, en verdad, cada paso está llevado por la pregunta por la
verdad del Ser.
La mirada dirigida a nosotros se cumple a partir del salto anticipatorio [Vorsprung]
en el Da-sein. Pero para la primera meditación [erste Besinnung] tenía que intentarse, de
una vez, destacar, a propósito de modos de ser extremos del hombre, la distinta
índole [Andersartigkeit] del Dasein por oposición a todo “vivenciar” y a toda con-
ciencia. [68]
60
I. MIRADA PRELIMINAR
32. EL ACONTECIMIENTO
UNA DECISIVA MIRADA DE CONJUNTO TRAS EL CUMPLIMIENTO
DE LA RESONANCIA Y DE LA SUGERENCIA
61
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
señas, el ser mismo, el acontecimiento como tal, se hace por primera vez visible, y
este destello requiere de la fundación de la esencia de la verdad como claro y
ocultamiento, y su cobijamiento por última vez en la figura transformada del ente.
Lo que se ha pensado en lo restante y hasta ahora sobre espacio y tiempo, que se
retrotraen a este origen de la verdad, es, como ya Aristóteles mostrara detallada-
mente por vez primera en la Física, ya una consecuencia de la esencia del ente como
ousía, ya firmemente establecida, y de la verdad como rectitud, y de todo aquello
que desde allí resulta a título de “categorías”. Cuando Kant caracteriza a espacio y
tiempo como “intuiciones”, ello sólo es, al interior de esta historia, un débil intento
por rescatar en general la esencia de propia del espacio y del tiempo. Pero Kant no
tiene [70] ninguna vía hacia la esencia [desplegarse] de espacio y tiempo. El ordena-
miento [Ausrichtung] al “yo” y a la “conciencia” y el re-presentar extravían por lo
demás todo camino y todo paso.
Verdad13
Lo que se indicó a este propósito con ocasión de las conferencias sobre la obra
de arte y que se concibió como “instalación” [Einrichtung] es ya la consecuencia del
cobijamiento, que, en sentido propio, resguarda lo clareado-ocultado. Precisamente
este resguardo deja primeramente ser al ente, y, por cierto, aquel ente que él es y
puede ser en la verdad del ser aún no alzado [ungehobenes Sein] y en el modo en
que esta verdad está desplegada. (Aquello que vale como ente, lo presencial Anwesende,
lo real-efectivo, a lo cual recién se refiere lo necesario y lo posible, el ejemplo
corriente [tomado] de la historia del primer inicio.)
El cobijamiento mismo se lleva a cabo en y como el Da-sein. Y éste acontece, gana
y pierde historia en la o-cupación [Be-sorgung] in-sistente, que ante todo pertenece al
acontecimiento, pero que apenas sabe de él. Ese ocuparse, no concebido desde la
cotidianidad, sino desde la sí-mismidad del Da-sein, se mantiene en modos múltiples,
que se exigen entre sí: elaboración de útiles, organización de la manipulación-maqui-
nación (técnica), creación de obras, acción forjadora del estado, ofrenda pensante. En
todos, y siempre diversamente, [está] la prefiguración y configuración del conoci-
miento y el saber esencial como fundación de la verdad. [La] “ciencia” [es] sólo un
vástago [Ableger] lejano de un determinado abrirse paso [Durchdringung] en la elabo-
ración de útiles, etc.; [no es] nada autónomo y [ni] jamás algo que pueda ponerse en
conexión con el saber esencial que piensa el ser (filosofía).
Pero el cobijamiento no sólo se mantiene en los modos de la producción, sino tam-
bién, originariamente, en el modo de la asunción del encuentro de lo inerte y lo viviente:
piedra, planta, animal, hombre. Aquí acontece la retractación [71] hacia la tierra que se
cierra. Sólo que este acontecer del Da-sein nunca es para sí, sino que pertenece al fervor de
la disputa entre tierra y mundo, a la in-sistencia en el acontecimiento.
Filosofía: encontrar las simples vistas y las figuras íntimas y traerlas a manifesta-
ción, en lo cual el despliegue esencial del Ser es cobijado y elevado en los corazones.
Quien pudiese ambas cosas: la mirada más lejana en el más oculto despliegue del
Ser y el más cercano atinar con la figura destellante del ente cobijador.
13
Cfr. La fundación
62
I. MIRADA PRELIMINAR
63
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
64
I. MIRADA PRELIMINAR
65
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
posición del [hombre] que pregunta sobre un fondo que no puede ser fundado como
tal, ni en absoluto sabido desde la pregunta rectora, pero que es traído a lo abierto
mediante la pregunta del fundamento.
Aún cuando jamás es posible un curso continuo desde la pregunta rectora a la
pregunta fundamental, el desarrollo de la pregunta de fondo suministra simultánea-
mente, sin embargo, a la inversa, el suelo para recuperar el todo de la historia de la
pregunta rectora en una posesión originaria, y no, acaso, para desecharla como algo
pretérito (cfr. La sugerencia, 92. La confrontación del primer inicio y del otro).
35. EL ACONTECIMIENTO
Con el lenguaje habitual, que hoy se desgasta y pulveriza de una manera cada vez
más difundida, la verdad del ser no se deja decir. ¿Es posible acaso decirla, inmedia-
tamente, cuando todo lenguaje es ya lenguaje del ente? ¿O es que ha de ser pensado
un nuevo lenguaje para el Ser? No. Y aunque esto resultase, e incluso sin una confor-
mación artificiosa de palabras, este lenguaje no sería ningún lenguaje decidor. Todo
decir tiene que permitir que surja conjuntamente el poder-oír. Ambos deben ser del
mismo origen. De modo que lo que cuenta es sólo una cosa: manifestar el lenguaje
más noble crecido en su simplicidad y potencia esencial, el lenguaje del ente como
lenguaje del Ser. Esta transformación del lenguaje penetra en dominios que todavía
siguen estando cerrados para nosotros, porque no sabemos de la verdad del Ser. De
tal manera que no se habla de la ”renuncia a persecución”, del “claro del oculta-
miento”, del “acontecimiento-a-propiante”, del “Da-sein”, sonsacando verdades a
partir de palabras, sino que se dice la apertura de la verdad del Ser en semejante
decir modificado (cfr. Mirada preliminar, 38. El silenciamiento).
14
Cfr. Curso de semestre de verano de 1937, “La posición fundamental metafísica de Nietzsche en el
pensar occidental. El eterno retorno de lo igual” (Gesamtausgabe, tomo 44), final y todo sobre el lenguaje.
66
I. MIRADA PRELIMINAR
gunta fundamental a partir del otro inicio. Ella busca la verdad del despliegue del Ser,
y esta verdad es el ocultamiento resonante y que da señas (el misterio) del aconteci-
miento (el reticente rehusamiento). [78]
Jamás podemos decir de modo inmediato el Ser mismo, y justamente cuando es
saltado con el salto. Pues todo decir [Sage] pro-viene del Ser y habla a partir de la
verdad. Toda palabra y, por lo tanto, toda lógica se halla bajo la poderosa tutela del
Ser. De allí que la esencia de la “Lógica” (cfr. SS. 3415) sea la sigética. En ella es
concebida también y primeramente la esencia del lenguaje.
Pero, “Sigética” es sólo un rótulo para aquellos que aún piensan en
“compartimentos” y que sólo entonces creen poseer un saber, cuando lo dicho ha
sido ordenado.
38. EL SILENCIAMIENTO
15
Curso del semestre de verano de 1934, “Acerca de la Lógica como pregunta por el lenguaje”
(Gesamtausgabe, tomo 38)
67
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
39. EL ACONTECIMIENTO
Este es el título esencial para el intento del pensar inicial. El título público empero,
sólo puede decir: Contribuciones a la filosofía. [80]
El proyecto tiene como objeto sólo aquello que puede ser querido en el intento
del pensar inicial, que sabe de sí algo mínimo: ser un ensamble o fuga de este pensar.
Esto significa [que]:
1.En el rigor de la ensambladura en la construcción, ningún cabo queda suelto,
como que si se tratase – y esto vale siempre en la filosofía- de lo imposible: concebir
la verdad del Ser en la plenitud desplegada por entero de su fundamentada esencia.
2.Aquí sólo se permite la disposición de un camino, que un solo individuo pueda
construir, renunciando a toda posibilidad de echar una ojeada a otros caminos, quizá
hasta más esenciales.
3.El intento tiene que poseer la claridad [suficiente] de que ambos, ensambladu-
ra y disposición siguen siendo una juntura [Fügung] del Ser mismo, algo no obliga-
torio [ein Nichterzwingbares].
La articulación/fuga [del pensar inicial], en este triple sentido, tiene que ser
intentada, para que lo más esencial y logrado, que ha de ser dado a los venideros, en
donde haya un salto [Absprung], que se añada e incluya provisoriamente, sea supe-
rado.
Este llegar-a-ser-superado, cuando es uno genuino y necesario, trae por cierto lo
más grande: detiene la tentativa que piensa, por primera vez, en forma histórica, en
su ser-futuro, para afrontar afuera lo porvenir y lo inexorable [Unumgänglichkeit].
La fuga o ensamble [Fuge] es algo esencialmente diferente a un “sistema” (cfr.
WS.35/36 y 193616). Los “sistemas” son sólo posibles, y ante el final hasta necesa-
rios, en el dominio de la historia de la respuesta [dada] a las preguntas rectoras.
Las seis junturas de la fuga son cada una para sí independientes, pero sólo para
hacer más enfática su unidad esencial. En cada una [81] de las seis junturas se prueba
16
Curso de semestre de invierno de 1935/36, “La pregunta por la cosa. Hacia la doctrina de los
principios trascendentales” (Gesamtausgabe, tomo 41) y curso de semestre de verano de 1936, “Schelling:
Sobre la esencia de la libertad humana” (Gesamtausgabe, tomo 42)
68
I. MIRADA PRELIMINAR
decir, sobre lo mismo, respectivamente, cada vez, lo mismo, pero siempre a partir
de un dominio esencial diferente de aquel que nombra el acontecimiento. En lo
externo y visto en forma parcial se pueden hallar luego por doquier fácilmente
“repeticiones”. Pues, el perseverar en lo mismo, cumplir puramente con este testi-
monio en su genuino carácter in-sistente [Inständlichkeit] del pensar inicial, confor-
me a sus junturas, es lo más difícil. Frente a eso, resulta fácil que el curso continuado
del ordenamiento sea siempre un ofrecimiento diverso de “materias”, porque resul-
ta dado desde sí mismo.
Cada juntura es siempre para sí independiente y, no obstante, existe un oculto
oscilar mutuo y un fundar que abre el sitio de la decisión para el tránsito esencial
hacia el cambio todavía posible de la historia occidental.
La resonancia tiene su extensión en lo sido desplegado y venidero y, con ello, su
fuerza incidental en el presente mediante la sugerencia.
La sugerencia toma su necesidad, en primer lugar, a partir de la resonancia del
apremio del abandono del ser.
Resonancia y sugerencia son suelo y campo para el primer descuelgue del pen-
sar inicial para un salto en el despliegue del Ser.
El salto abre previamente las extensiones y ocultamientos no visitados de aque-
llo hacia donde la fundación del Da-sein, vinculada al llamado del acontecimiento,
ha de avanzar.
Todas estas junturas han de consistir en una unidad semejante, a partir de la
insistencia en el Da-sein, que caracteriza el ser de los venideros.
Ellas asumen y resguardan la pertenencia despertada por el llamado en el acon-
tecimiento y su giro y, de esa manera, vienen a pararse delante de las señas del último
Dios.
El ensamble o fuga –[es] la disposición que se acopla con el llamado y, de esa
forma, funda el Da-sein. [82]
La obra pensante en la época del tránsito (cfr. Reflexiones IV, 90) sólo puede, y tiene
que, ser una andadura en dirección a la ambigüedad de esta palabra: un ir un camino
sobre todo, por tanto camino, que se ande por él mismo.
¿Puede configurarse algo semejante en el decir, de tal modo que pueda sacarse a
la luz la simplicidad de esta tarea? ¿Corresponde el ensamble o la fuga a ello “desde
el acontecimiento”? Quien quiere saberlo. Pero tan sólo por eso ya es bueno osarlo.
¿Si acaso un intento así encuentre alguna vez algún intérprete? ¿Aquél que
pueda pronunciarse acerca del camino que prepara apronta y se dirige hacia lo
venidero? Pero no aquél, que sólo calcula en ello lo mucho de lo contemporáneo, y
lo de ese modo lo “explica” todo y lo aniquila.
Todo decir del Ser se mantiene en palabras y denominaciones que son comprensibles
si observamos el opinar cotidiano acerca del ente y se piensan exclusivamente en esta
dirección, pero son mal interpretadas como expresión del Ser. Por tanto, incluso, no se
69
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
requiere, en primer término, de una falta de la pregunta (al interior del dominio de
interpretación pensante del Ser), sino que la palabra misma descubre algo (conocido)
y oculta, con ello, aquello que debe ser traído a lo abierto en el decir pensante.
Esta dificultad no puede ser salvada con nada, puesto que el intento de hacerlo
significa ya el desconocimiento de todo decir [que venga] del Ser. Esta dificultad
tiene que ser asumida y concebida en su pertenencia esencial (al pensar del Ser).
Lo que trae como condición un proceder, que - con cierto margen - ha de salirle
al encuentro siempre y en primer término al opinar cotidiano y recorrer con él un
cierto trecho largo, para exigir luego en el instante adecuado el vuelco en el pensar,
pero con la [84] fuerza de la misma palabra. Por ejemplo, “decisión” puede y debe
ser pensada, si bien, por lo pronto, no en términos morales, sin embargo, sí, respecto
de su cumplimiento, como “acto” del hombre, hasta que de súbito mencione el
despliegue del Ser mismo; lo que no significa ahora que el Ser sea interpretado
“antropológicamente”, sino a la inversa: que el hombre es retrotraído a la esencia de
Ser y arrancado de las cadenas de la “antropología”. Sucede lo mismo con: maqui-
nación –[que es] un tipo de comportamiento del hombre y, de pronto, y en contras-
te, y en sentido propio: significa la esencia (no-esencia) del Ser, en donde recién se
arraiga el fundamento de posibilidad del “ajetreo” [Betriebe].
Pero este “a la inversa” no es un simple truco “formal” del cambio semántico,
en meras palabras, sino la transformación del hombre mismo.
Con todo, el concebir correctamente esta transformación y, ante todo, su espa-
cio de acaecimiento, lo que quiere decir, el fundar del mismo, está muy ligado
internamente con el saber de la verdad del Ser.
La transformación del hombre no quiere decir aquí el tornarse un ser distinto de
su naturaleza, en tanto referido a la interpretación [del hombre] tenida hasta hoy por
válida (animal rationale), ciertamente que oculta y mal interpretada psicológicamen-
te, co-aludiendo también a la relación con el ente, pero fundada y desplegada no
como fundamento esencial. Porque esto encierra tener que preguntar por la verdad
del ser y a la “metafísica”.
En el pensar onto-histórico viene a liberarse en primer término el poder esen-
cial de lo nádico [Nicht-hafte] y de la inversión [Umkehrung].
70
I. MIRADA PRELIMINAR
71
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Utilizados o requeridos por los dioses, destrozados por esta elevación tenemos
que interrogar la esencia del Ser como tal dirigiéndonos a este cobijamiento. Pero no
podemos explicar el Ser luego como lo aparentemente suplementario, sino que
tenemos que concebirlo como el origen que de-cide y a-propia acontecederamente,
en primer término, a dioses y a hombres.
Este indagar [Erfragen] del Ser lleva a cabo la apertura del espacio-de-juego-de-
tiempo de su despliegue: la fundación del Da-sein.
Cuando se habla allí de de-cisión, solemos pensar en una acción del hombre, en
su ejecución, en un proceso. Pero, ni lo humano de un acto ni lo relativo al proceso
son aquí esenciales.
Por cierto, apenas se puede uno acercar a la esencia onto-histórica de la decisión
sin tener que, no obstante, partir del hombre, de nosotros [mismos] y sin pensar con
la “decisión” en la elección, la resolución; en la preferencia de lo uno y el aplaza-
miento de lo otro, y, al final, topar con la libertad como causa y facultad, y empujar
a la pregunta por la decisión en el ámbito de lo “moral-antropológico”, y esto
concebido renovadamente casi incluso con ayuda de la “decisión” en el sentido de
una [decisión] “existencial” [existenziell].
El peligro que se corre de mal interpretar “Ser y Tiempo” en este sentido, de ver
los nexos entre resolución - verdad – Dasein desde la resolución referida en forma
moral, en lugar de a la inversa partir desde el fondo que prevalece en el Da-sein y
concebir la verdad como apertura, y la re-solución [Ent-schlossenheit] como el
espaciamiento del espacio de juego de tiempo del Ser, este [87] peligro está cercano
y es acentuado por aquello que “Ser y Tiempo”, de varios modos, tiene de indomeñado
[das vielfach Unbewältigte]. Pero la mala interpretación se abre paso, en el fondo, si
bien no en la ejecutada superación, cuando la pregunta fundamental por el sentido
del Ser” es mantenida al inicio firmemente como la única pregunta.
Luego, aquello que aquí se llama de-cisión es empujado a la medianía esencial
más interna del Ser mismo [innerse Wesensmitte des Seyns selbst] y, así, ya no tiene
nada en común con aquello que nosotros llamamos ”tener una elección” [das Treffen
einer Wahl] y cosas semejantes, sino que dice: el apartarse mismo, esto separa y
recién en el separar permite a la a-propiación entrar en juego, y a ésta misma,
incluso, en lo abierto de uno y otro como claro para lo que se oculta y aún no está
decidido: la pertenencia del hombre al Ser como el fundador de su verdad y la
remisión del Ser en el tiempo del último Dios.
Actualmente nos disponemos y pensamos desde nosotros [mismos] y topamos,
cuando nos alejamos de nosotros al pensar, siempre únicamente con objetos. Este
72
I. MIRADA PRELIMINAR
habitual camino del re-presentar lo subimos y bajamos con prisa y explicamos todo
en su círculo y nunca sopesamos, el que este camino pudiese admitir un descuelgue
[que salte], mediante el cual saltásemos primeramente en el “espacio” del Ser, que
nos hiciese saltar [er-springen] [tomar de un salto] la de-cisión.
Aun cuando podamos dejar tras de nosotros la mala interpretación “existencial”
de la “decisión”, queda aún ante nosotros el peligro de otra [mala interpretación],
que es arrojada hoy, de todas maneras, junto a la anterior con especial agrado.
Lo decisorio como lo “voluntario” y “adecuado al poder” podría concebirse en
oposición al “sistema”, apelando a la palabra de Nietzsche que dice: “La voluntad
de sistema es una falta de honestidad” (VIII, 64)17 . El esclarecimiento de esta opo-
sición es del todo necesario, porque la decisión aparece en oposición al “sistema”,
pero en un sentido más esencial a como Nietzsche mismo lo hubiera visto. Pues,
para él, “sistema” es, en efecto, siempre objeto de [88] “un vano construir de siste-
mas”, de un ulterior apilar y ordenar. Pero incluso si le concedemos a Nietzsche una
concepción adecuada de la esencia del sistema, hay que decir que él no pudo conce-
bir ni llegar a concebir la esencia, porque él mismo todavía debía afirmar, para sus
preguntas, aquella concepción del “ser” (del ente) sobre cuyo fundamento y como
despliegue suyo brota el “sistema”: El carácter representacional del ente como un
unificar anticipatorio, [un] re-presentar la objetualidad del objeto [Gegenständlichkeit
des Gegenstandes] (el esclarecimiento esencial en la determinación transcendental
en Kant). “Orden” y claridad (no ordo como en el medioevo) son primeramente
secuelas de lo “sistemático, no su esencia. Y al final, a la honestidad le pertenece
precisamente el “sistema”, no sólo como su cumplimiento interno sino como su
presupuesto. De todos modos, Nietzsche mienta con “honestidad” algo del todo
diferente, por cuando él no penetra con el “sistema” el despliegue esencial de la mo-
dernidad. No basta con concebir el sistema sólo como peculiaridad de la moderni-
dad, lo que podría estar correcto y, no obstante, ser la modernidad sólo de primer
plano.
Las palabras que Nietzsche expresara sobre “el sistema” han sido también mal
empleadas, con ganas, como sutiles justificaciones para la impotencia de un pensar
que se escapa fuera de todo límite y es concebido en una oscura marcha. O, al
menos, se ha rechazado el “sistema” como marco configurador en pro de una “siste-
mática” que, sin embargo, expone como filosófica sólo la supuesta forma del pensar
“científico”.
Si se pone la “decisión” frente al “sistema”, ello significará luego el tránsito de
la modernidad hacia el otro inicio. En la medida que el “sistema” contenga la carac-
terística esencial de la entidad moderna del ente (el carácter representacional), la
decisión empero de mentar el ser para el ente y no sólo la entidad a partir del ente,
entonces será la decisión, en cierto modo, más “sistemática” que cualquier sistema,
es decir, una determinación originaria del ente como tal a partir del despliegue del
Ser. Entonces ya no será únicamente sencillo el “vano construir de sistemas”, sino
también el pensar “sistemático”, es decir, fundada en una interpretación asegurada
17
F. Niezsche, Götzen-Dämmerung. In: Nietzsche´s Werke (Grossoktavaausgabe), Bd. VIII. Leipzig
(Kröner) 1919, p. 64. [trad. esp. de A.. Sánchez-Pascual, en: F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos,
Alianza Editorial, Madrid 1973, p.33].
73
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
del ente frente a la tarea del preguntar por la verdad del Ser, del pensar de la
decisión.
Por lo pronto, sin embargo, pensemos la “decisión” como un acaecer al interior
de una alternativa.
Y es aconsejable prepararse para la exégesis onto-histórica originaria de la deci-
sión, a través de una indicación sobre las “decisiones” que brotan a partir de esta
otra de-cisión [Ent-scheidung] como necesidades históricas.
El largo y no solamente moderno aclimatarse a lo de primer plano del hombre
(como animal rationale) en todo el pensar occidental, dificulta poder pronunciar
palabras y conceptos, de contenido al parecer fijado antropológica y psicológica-
mente, a partir de una verdad enteramente otra y para la fundación de éstas, sin
poder escapar a la mala interpretación antropológica y a la cómoda constatación
que incluso todo sea, en efecto, “antropológico”. La justeza de esta objeción es tan
ilimitada que ha que tornarse sospechosa. A la base de ella está el que al hombre, es
decir, al sí mismo, no se le quiera jamás cuestionar, quizá porque secretamente, sin
embargo, la grandiosidad antropológica del hombre no esté del todo asegurada.
74
I. MIRADA PRELIMINAR
Todas estas decisiones, que parecieran ser muchas y diversas, se reducen a una sola
y única: si el Ser se retira definitivamente, o si este retirarse se torne en el rehusamiento
a la verdad más primaria y se vuelva el otro inicio de la historia.
Lo más difícil y más grandioso de la decisión por el Ser se encierra en que sigue
siendo algo invisible y, en caso de [91] de que se exprese, será irremediablemente
mal interpretado y de ese modo, protegido, más bien, ante todo, del manoseo del
populacho -
¿Por qué han de ser tomadas, en absoluto, decisiones? Si es así, entonces, las
necesidades de nuestra época no estarían determinadas sólo como éstas [que ellas
son], sino en principio como decisiones.
¿Qué quiere decir aquí decisión? Ella determina su esencia a partir de la esencia
del tránsito de la modernidad a lo suyo otro. ¿Determina a través de ello su esencia,
o el tránsito es solamente la seña hacia su esencia? ¿Vienen las decisiones, porque
un nuevo inicio ha de ocurrir? ¿Y tiene éste que ser porque la esencia del Ser mismo
es de-cisión y en este despliegue esencial se dona su verdad por única vez en la
historia del hombre?
Se hace necesario, y quizás incluso con todo detalle decir aquí, aquello que no se
mienta con la palabra de la verdad del Ser.
La expresión no significa: la “verdad” “sobre” el Ser, algo así como una secuela
de proposiciones correctas sobre el concepto del Ser o una irrebatible “doctrina” del
Ser. Incluso si algo semejante pudiese ser adecuado siempre al Ser, lo que sería
imposible, habría que suponer no sólo que existe una “verdad” sobre el Ser, sino -
ante todo- de qué tipo de esencia es, en principio, esta verdad, en la que el Ser se ha
puesto en pie. ¿Pero de dónde ha de poder determinarse de otro modo la esencia de
esta verdad y, por tanto, la esencia de la verdad como tal sino desde el Ser mismo?
Y esto no sólo en el sentido de una “derivación” a partir de aquella, sino en el
sentido de un resultado de esta esencia por medio del Ser, de algo tal, de lo cual no
podemos disponer a través de ninguna opinión “correcta” sobre el Ser, lo que perte-
nece, más bien, y en forma única, a los ocultos instantes de la historia del ser.
Pero la expresión tampoco quiere decir: el Ser “verdadero”, algo así como el
poco claro significado que mienta al ente “verdadero”, verídico y real. Porque aquí
ya se ha presupuesto nuevamente un concepto de “realidad” y se ha puesto al ser por
debajo como medida norma, mientras que el Ser no sólo presta [92] al ente lo que es,
sino que de antemano ha desplegado él mismo la verdad conforme a él, a partir de
su [propia] esencia.
Esta verdad del Ser no es nada diferente del Ser, sino su más propia esencia y,
por ello, en la historia del Ser reside el que esta verdad y ella misma, se entregue o
se rehuse, y, así, en primer término, y propiamente, traiga en su historia lo abismal.
La referencia a esto, el que los conceptos corrientes de “verdad” y el corriente no-
distinguir entre “ser” y “ente” conduzcan a una mala interpretación de la verdad del
Ser, y sobre todo que ya siempre la presupongan, bien puede todavía incluso dege-
nerar en una equivocación si ella quisiera admitir la conclusión: de que se trataría,
en ello, únicamente, de expresar los “presupuestos” no-expresados, como si presu-
puestos pudiesen ser aprehendidos sin que lo puesto en cuanto que uno tal estuviese
ya concebido. El retroceder a “presupuestos” y “condiciones” tiene un sentido y un
derecho al interior del ente y de la interpretación del ente en su entidad, en el
75
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
76
I. MIRADA PRELIMINAR
45. LA “DECISIÓN”
77
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
¿Cómo puede prepararse esta decisión? ¿Tienen aquí saber y voluntad un espa-
cio de disponibilidad, o aquello sería sólo una ciega intromisión al interior de ocul-
tas necesidades?
Pero, las necesidades aparecen solamente cuando éstas apremian. Y la prepara-
ción de un apronte para la decisión está por cierto en la urgencia de acelerar, al
final, tan sólo, la arrolladora falta de historia y de endurecer sus condiciones, allí,
donde, no obstante, ella quiere lo otro.
Quien no sepa de este apremio, no sospecha ni un ápice de las decisiones que
tiene puestas por delante.
La decisión cae en la silenciosa queda [fällt im Stillen]. Pero, según este modo,
resulta, en primer término, certera la destrucción de la posibilidad de la decisión,
por la amenazante incontención del desarraigo.
La decisión y su necesidad y, también, la disposición preparatoria, siguen sien-
do tanto más difícilmente perceptibles, cuanto más bullicio requieran los sucesos de
las revoluciones “histórico-mundiales” y cuanto más exclusivamente todo oír y
prestar-oído apelen tan sólo a lo titánico y lo sonoro, y permitan que todo aquello
[97] contrapuesto, incluso la gran queda, se hunda en la nadidad [Nichtigkeit: nuli-
dad].
Los sucesos “histórico-mundiales” no pueden nunca suponer todavía dimensio-
nes [Ausmasse] [ya] vistas, eso habla, por lo pronto, sólo, en pro del aumento del
frenesí en el dominio desatado de la manipulación y del número. Nunca [habla], de
manera inmediata, en pro del aparecer de las decisiones esenciales. Pero, si al inte-
rior de estos sucesos y, en parte, por su estilo, se organizara para esto mismo una
recolección del pueblo, con relación a su consistencia, ¿no podría abrirse allí un
camino en la proximidad a la decisión? En efecto, pero con el sumo peligro, igual-
mente, de la completa falsificación de su dominio.
La decisión tiene que crear aquel espacio de tiempo, el sitial para los instantes
esenciales en el que crezca el más alto rigor de la meditación a una con el más
grande regocijo en la misión por una voluntad de fundar y de construir, la que
tampoco se mantiene alejada de toda confusión. Sólo el Da-sein, jamás una “doctri-
78
I. MIRADA PRELIMINAR
na”, puede traer, desde el fondo, la transformación del ente. Semejante Da-sein como
fundamento de un pueblo requiere de la más prolongada disposición procedente del
pensar inicial; pero esto sigue siendo siempre tan sólo un camino en el reconocimiento
del apremio, que se alza simultáneamente y por diversas vías.
¿Trae la decisión otra vez la fundación del sitial del instante para la fundación
de la verdad del Ser, o se desarrolla todo tan sólo como “lucha” por las nudas
condiciones del continuar viviendo y del agotarse en las dimensiones titánicas, de
modo tal que “concepción del mundo” y “cultura” sean ya tan sólo apoyos y medios
de lucha para esta “lucha”? ¿Qué es lo que se prepara entonces? El tránsito hacia el
animal tecnificado, que comienza a sustituir los instintos [los] que se han tornado ya
débiles y torpes por lo titánico [gigantesco] de la técnica.
Con esta orientación [dada] de la decisión no es significativa la tecnificación
de la “cultura” y la imposición de una “concepción del mundo”, sino que la “cul-
tura” y la “concepción del mundo” se convierten en medios de la técnica de lucha,
para una voluntad que no quiere ninguna [98] meta más; pues la conservación del
pueblo no será jamás una meta posible, sino sólo condición de un ponerse metas
[Zielsetzung]. Pero si la condición llega hasta lo incondicionado, entonces toma el
poder el no-querer de la meta, el cortar toda meditación escogida. Desaparece
luego, por completo, la posibilidad de reconocer que “cultura” y “concepción del
mundo” son ya vástagos de un orden mundial, que presuntamente han de ser
superados. “Cultura” y “concepción del mundo” no pierden por su política puesta
al servicio su carácter, sea que consideren ellos como valores “en sí” o como
valores “para” el pueblo; la meditación se halla, cada vez, cuando se trata, en
principio, de una tal, forzada al no-querer las metas originarias, es decir, de la
verdad del Ser, en la que se decide primeramente sobre posibilidad y necesidad de
“cultura” y “concepción del mundo”.
Sólo la decisión más extrema desde y sobre la verdad del Ser trae todavía una
claridad, de no ser así se mantiene el continuo crepúsculo de renovaciones y disfra-
ces, o bien el completo derrumbamiento.
Todas estas posibilidades tienen presumiblemente aún su larga prehistoria, en la
que todavía permanecen irreconocibles y mal interpretables.
Pero ¿de dónde saca la filosofía su apremio? No ha de despertar ella por sí
misma –en primera línea- este apremio? Este apremio se halla puesto más allá de
tribulaciones y preocupaciones, que se giran siempre sólo en torno a algún ángulo
del ente consolidado y de su “verdad”. Este apremio, por otro lado, no se deja
suprimir ni mucho menos negar mediante el ordenamiento de un presunto distraer-
se en el “milagro” del “ente”.
Este apremio es experimentado, como fundamento de la necesidad de la filoso-
fía, por medio del espanto en el júbilo de la pertenencia al ser, que empuja a lo
abierto como una seña del abandono del ser. [99]
46. LA DECISIÓN
(concepto previo)
79
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
¿Por qué decisión, es decir, a qué se debe esto? ¿Puede ser decidido algo a este
respecto?
¿Qué significa en absoluto decisión? La elección; no, elegir se dirige siempre
sólo a lo dado anteriormente que puedo tomar o rechazar.
De-cisión mienta aquí el fundar y crear, el disponer anticipadamente y por
sobre sí mismo, respectivamente abandonarse y perder.
¿Pero no es esto, por doquier y aquí, una arrogancia y, a la vez, una imposibili-
dad? ¿No viene y va la historia de manera oculta, como ella va? Si y no.
La decisión cae en el más apacible silencio de la queda y tiene la historia más
larga.
¿Quién decide? Cualquiera, también por la no decisión y el no querer saber
acerca de ella, y evitando toda disposición preparatoria.
¿Qué se ha puesto a decisión? ¿Nosotros mismos? ¿Quiénes nosotros? En nues-
tra pertenencia y no-pertenencia al Ser.
La decisión está referida a la verdad del ser, no solamente referida sino que
únicamente determinada por ésta.
[La] decisión, por tanto, se dice en un sentido destacado, de allí también el
hablar de la decisión más extrema, que es a su vez la más interna.
Pero ¿a que se debe la decisión? Porque ya sólo desde los fundamentos más profundos
del Ser mismo [es posible] un rescate del ente; rescate [pensado] como resguardo
justificado de la ley y del cometido de occidente. ¿Tiene que ser así? ¿Hasta dónde tan
sólo así un rescate? Porque el peligro ha crecido hasta lo más extremo, ya que por
doquier [aparece] el desarraigo, y, lo que es aún más fatal, porque el desarraigo ya está
siendo ocultado –el comienzo de la falta de historia ya se ha presentado. [100]
La decisión cae en la queda del silencio, no como un acuerdo, sino como
resolutividad, que ya funda la verdad y esto quiere decir, que reestructura el ente y,
de ese modo, es decisión creadora, respectivamente calmante.
Pero, ¿por qué y cómo [es posible] una preparación para la decisión?
La lucha contra la destrucción y el desarraigo es sólo el primer paso en la
disposición preparatoria, el paso en la cercanía del auténtico espacio de la decisión.
[La esencia de la decisión] sólo puede ser determinada desde su despliegue esencial.
Decisión es decisión en una alternativa. Pero con ello ya se ha anticipado entonces
lo decisorio. ¿De dónde viene la alternativa? ¿De dónde viene eso de que: sólo esto o
sólo esto? ¿De dónde vendrá lo inexorable del así o asá? ¿No sigue siendo lo terce-
ro, la indiferencia? Pero aquí, en lo más extremo, no es posible.
¿Qué es aquí lo más extremo: ser o no-ser, y, por cierto, no el ser de alguno que
otro ente, como el del hombre, sino el despliegue del ser, o no?
¿Por qué se llega aquí a la alternativa?
La indiferencia sería solo el ser de lo no-ente, sólo la nada más alta.
Pues “ser” no mienta aquí algo de por sí ahí delante presente y no-ser tampoco
significa un desaparecer del todo, sino que no-ser en cuanto que modo de ser: es
18
Cfr. El salto, 146. Ser y No-ser
80
I. MIRADA PRELIMINAR
algo que es y, no obstante, no [lo es]; y lo mismo sucede con ser: [que resulta ser]
nádico y, no obstante, efectivamente, entitativo.
Esto que se viene a retirar en el despliegue del ser, exige la visión al interior de
la pertenencia de la nada con el ser y sólo, así, recibe la “alternativa” su agudeza y su
origen.
Porque el ser tiene el carácter nádico, es que requiere para la estabilidad de su
[101] verdad, la existencia del no y, por tanto, a la vez, lo opuesto a todo lo nádico, lo
no-ente [Unseiende].
A partir de la nadidad esencial del ser [giro] resulta que demanda y requiere de
aquello que se muestra desde el Da-sein como “alternativa” de lo uno o de lo otro,
y sólo ella.
El despliegue esencial de la decisión es un salto dirigido a [Zusprung] la deci-
sión o la indiferencia; luego no el retiro ni la destrucción.
La indiferencia como la no-decisión el no-decidir.
La decisión va originariamente más allá, de si es decisión o no-decisión.
Pero, decisión es, enfrentarse al o-bien-esto-o-lo-otro y, con ello, ya se está fren-
te a la decidibilidad [Entschiedenheit], porque aquí ya existe pertenencia al aconteci-
miento.
La decisión sobre la decisión (giro). Ninguna reflexión, sino lo contrario de
aquello: sobre la decisión, es decir, saber ya el acontecimiento.
Decisión y pregunta; preguntar de un modo más originario: poner a decisión la
esencia de la verdad. Pero, [la] verdad misma [es] ya lo a decidir por antonomasia.
La decisión y el apremio como intriga del estar-arrojado del que arroja [Geworfenheit
des Werfer].
La decisión y la disputa.
La decisión y el giro.
Parece como si la decisión: ser y no-ser, ya fuese siempre decidida en pro de ser,
puesto que “vida” es, ya: querer ser. De modo que, aquí, no habría nada que decidir.
[102]
Pero ¿qué significa aquí “vida”, y cuán lejos se ha concebido aquí la “vida”?
Como instinto de autoconservación.
También lo común y lo chato, lo masivo y lo cómodo, y justamente éstos, tienen
el instinto de conservarse. Por tanto, la cuestión por la decisión no podría ser plan-
teada a partir de tales reflexiones.
¿Por qué han de tomarse decisiones? ¿Qué es esto, decisión? La necesaria forma de
realizarse de la libertad. En efecto, de esa forma pensamos “causalmente” y tomamos
la libertad como una facultad.
81
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
¿No es acaso la “decisión” todavía una forma muy refinada del cálculo? ¿O bien
según este parecer no sólo la oposición más extrema, sino lo incomparable?
La decisión como acto humano, vista procesualmente, en su secuencia.
En ella lo necesario [es], “lo que yace” antes del “acto”, lo que se aprehende
saliéndose de él.
[Se trata de] concebir onto-históricamente lo espacio-temporal [Zeit-raum-hafte]
de la decisión como hendidura del Ser mismo, no moral - antropológicamente. luego
un espaciamiento preparado, y por tanto, tampoco una reflexión ulterior, sino a la
inversa.
En general: [se busca] repensar todo el ser humano, tan pronto esté fundado en
el Da-sein, onto-históricamente (pero no “ontológicamente”).
82
II. LA RESONANCIA
II. LA RESONANCIA1
1
Cfr. curso de semestre de verano 1935 “Introducción a la Metafísica” (Gesamtausgabe, tomo 40);
ahora: curso de semestre de invierno 1937/38 “Cuestiones fundamentales de la filosofía. ‘Problemas’
escogidos de la ‘Lógica’” (Gesamtausgabe, tomo 45, p. 151ss.); cfr. también “La fundamentación de la
imagen del mundo moderno por la metafísica” (bajo el título “La época de la imagen del mundo”, en:
Holzwege (Gesamtausgabe, tomo 5; trad. “Caminos del bosque”, Alianza, Madrid 1995, 2a. ed. 1997,
pp. 75-109).
83
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
84
II. LA RESONANCIA
50. RESONANCIA
51. LA RESONANCIA
La resonancia del Ser en cuanto que rehusamiento en el abandono de los entes por
el ser –esto dice ya que, aquí no se va a describir o explicar o poner en orden algo
que estuviera ahí presente. Diferente es en el otro inicio de la filosofía la carga del
pensar: el pensar que se abre a lo que acontece como el acontecimiento mismo, que
lleva el Ser a la verdad de su despliegue. Pero como sea que en el otro inicio el Ser
se vuelva acontecimiento, la resonancia del Ser tendrá que hacerse también historia
[acontecida], y tendrá que atravesar la historia en una esencial conmoción y poder
saber y decir, a la vez, el instante de esta historia. (No nos referimos a una caracte-
rización y descripción al modo de la historia de la filosofía, sino a un saber de la
85
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
86
II. LA RESONANCIA
de todo lo desolador y terrible resuena algo del despliegue esencial del Ser y albo-
rea el abandono del ente (como maquinación y vivencia) desde el Ser. Esta época de
la total falta de cuestionamiento sólo puede ser resistida por una época de la simple
soledad, en la que se prepare la disposición preparatoria para la verdad del Ser mis-
mo.
es más fuerte allí donde éste se oculta en la forma más decidida. Esto acontece allí,
cuando el ente ha llegado a ser y ha tenido que llegar a ser lo más habitual y más
familiar. Esto sucedió primero en el cristianismo y su dogmática, en donde todo ente
en su origen quedó explicado en cuanto que ens creatum, y en la cual el creador es lo
máximamente cierto, y todo ente es el efecto de esta causa entitativísima que más
ser posee. Pero la relación causa-efecto es la más común, la más cruda y más próxi-
ma, a la cual recurre todo cálculo y extravío en los entes, para explicar algo, lo que
significa: para arrimarse a la claridad de lo habitual y familiar. Aquí, donde el ente
ha de ser lo más familiar, es el Ser necesariamente ahora más lo habitual, y lo más
habitual.
Y puesto que en verdad el Ser “es” lo más in-habitual, el Ser aquí se ha retirado
totalmente y ha abandonado a los entes.
Abandono del ser del ente [significa]: que el Ser del ente se retira y el ente se
convierte, de inmediato (cristianamente), en lo hecho por otro ente. El ente supremo
como causa de todos los entes asumió la esencia del Ser. Este ente hecho antaño por
el dios creador se convirtió luego en hechura, el artefacto del hombre, de modo que,
ahora, el ente es sólo tomado y dominado en su objetualidad. La entidad del ente se
desvanece en una “forma lógica”, en lo pensable de un pensar él mismo infundado.
El hombre se halla tan encandilado por lo objetual–maquinador, que el ente ha
comenzado ya a sustraérsele; y cuanto más todavía el Ser y su verdad, en la que ha
de extrañar y surgir nuevamente, en primer término, todo el ente originariamente,
para que con ello la acción creadora reciba sus impulsos, a saber, para la creación.
Abandono del ser [dice]: que el Ser abandona lo ente, deja a éste entregado a sí
mismo, para que de esa forma se convierta en objeto de la maquinación. Todo esto
no es simplemente un “caída”, sino la primera historia del Ser mismo, la historia del
primer inicio y de lo que procede de él y de lo que de esa forma, necesariamente, ha
quedado rezagado. Pero incluso este quedar rezagado no es nada “negativo”, sino
que saca a relucir, en su final, ante todo, el abandono, supuesto que desde el otro
inicio se haga la pregunta por la verdad del Ser, y se inicie así el encuentro con el
primer inicio.
Entonces se ha mostrado: que el ser abandona lo ente, lo que significa: el Ser se
oculta en la patencia del ente. Y el Ser es determinado él mismo esencialmente como
esta sustrayente ocultación.
El Ser abandona ya el ente, en la medida que la alétheia convierta el carácter
retractivo fundamental del ente y así prepare la determinación de la entidad como
idéa. El ente permite que la entidad valga aquí sólo como un suplemento que, por
cierto, tiene que convertirse en próteron y a priori, orientado en el nivel del ente en
cuanto tal.
87
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
La prueba más dura para este despliegue oculto del Ser (para el ocultarse en la
apertura del ente) no es sólo la degradación del Ser a lo más general y más vacío. La
prueba es portada por toda la historia de la metafísica, para la que primeramente la
entidad tiene que devenir lo más conocido, e incluso, lo más cierto del saber abso-
luto, y que finalmente con Nietzsche se convierte en una apariencia necesaria.
¿Seremos capaces de comprender esta gran enseñanza del primer inicio y de su
historia: el despliegue del Ser como el rehusamiento y el supremo rehusamiento en la
más grande publicidad de las maquinaciones y “vivencias”?
¿Oiremos nosotros, venideros, el sonido de la resonancia, que ha de ser llevado
a resonar en la preparación del otro inicio?
El abandono del ser tiene que ser experimentado como el acontecimiento radi-
cal de nuestra historia y ser elevado a un saber –el más configurador y rector.
Y para esto, es necesario:
1. que el abandono del ser sea recordado en su larga historia, oculta y por sí
misma ocultada. No basta con la referencia a lo de hoy.
2. que el abandono del ser sea experimentado igualmente como el apremio, que se
eleva por sobre el tránsito y anima a éste como acceso a lo venidero. También el
tránsito tiene que ser experimentado en su total extensión y sus múltiples ruptu-
ras. (cfr. para ello, Reflexiones IV, 96).
53. EL APREMIO
88
II. LA RESONANCIA
apremio mayor, la falta de apremio en este apremio, irrumpa y haga resonar, por vez
primera, la lejana proximidad de la huida de los dioses.
Pero ¿existirá una prueba más dura del abandono del ser que ésta: que la masa
humana, perdida en la búsqueda de lo gigantesco y de su instalación, no sea capaz
siquiera de hallar con dignidad el trecho más corto para su aniquilación? ¿Quién
iría a sospechar la resonancia de un Dios en semejante renuncio?
¿Qué pasaría, si nos quisiésemos tomar por una vez en serio y nos retiráramos
de todas las áreas de aparente “actividad cultural” para llegar a la confesión de que
aquí no reina ninguna necesidad [113]? ¿No tendría aquí que descubrirse y apoderar-
se de nosotros un apremio, que nos urgiese [nötigte]? Hacia dónde y para qué, es
algo difícil de decir. Pero sería, empero, un apremio y un fundamento de la necesi-
dad. ¿Por qué no tenemos ya el valor para esta retirada, y por qué se nos aparece
asimismo como algo sin valor? Porque hace rato que nos hemos sosegado con la
ilusión del hacer cultural y, sin ganas, hemos renunciado a ello; porque tan pronto
se acoge esto, no sólo la necesidad del actuar, sino la misma acción es la que falta.
Pero quien aún es un creador, tiene que haber ejecutado del todo esa retirada y
haberse topado con aquel apremio, para poder acoger en la experiencia más íntima,
la necesidad del tránsito -de ser un tránsito y un sacrificio- y saber que, aquí no se
trata, en efecto, de ninguna renuncia ni entrega, sino de la fuerza de una clara
decisión como presagio de lo que es esencial.
55. RESONANCIA
89
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
del primer inicio, sino el abandono del ser, y que fuera ocultado y negado, quizás, al
máximo por el cristianismo y sus secularizados descendientes.
Que el ente como tal pueda todavía manifestarse y que, a pesar de todo, éste
ente haya abandonado la verdad del Ser; [para considerar esto] cfr. la depotenciación
de la physis y del ón en cuanto que idéa.
¿Hasta dónde ha de llegar el menoscabo del ente en un manifestarse tal (objeto
y “en sí”) que se olvida del ser? Nótese la obviedad el aplanamiento y lo irrecono-
cible propiamente del Ser, en la comprensión que domina del ser.
¿Qué es lo abandonado y por quién? El ente por el Ser, que pertenece a él y sólo a
él. El ente se muestra de ese modo, entonces, se aparece como objeto, como algo ahí
pres-ente, como si el Ser no se desplegara. El ente es lo indiferente y lo impertinen-
te, a la vez, dentro de la misma indecisión y arbitrariedad.
El abandono del Ser es en el fondo una des-composición [Ver-wesung] del Ser.
La esencia ha sido alterada, perturbada y se pone sólo de tal forma en la verdad, en
cuanto que rectitud o precisión de la re-presentación – voeîn – dianoeîn – idéa. El
ente sigue siendo lo que se presenta, y lo propiamente ente es lo constantemente
presente y, de esa forma, todo lo con-dicionante, lo in-condicionado, lo ab-soluto, ens
entium, Deus, etc. [115]
¿Pero el acontecimiento de qué historia es este abandono? ¿Hay una historia del
Ser? ¿Y cuán rara vez y apenas sí sale ella a la luz, de manera oculta?
El abandono del Ser le acontece al ente y ciertamente al ente en total, y con ello,
también y precisamente, a aquel ente que se ubica como hombre en medio de los
entes y de cuyo Ser, en ello, se olvida.
La resonancia del Ser quiere recuperar el Ser en su pleno despliegue en cuanto
que acontecimiento a través del develamiento del abandono del ser; lo que acontece
sólo cuando el ente es restituido en el Ser abierto por el salto por medio de la
fundación del Da-sein.
56. EL PERDURAR DEL ABANDONO DEL SER EN EL MODO OCULTO DEL OLVIDO DEL SER
Pero este olvido del ser corresponde a la comprensión del ser dominante, es decir,
que se consuma recién como tal y se cubre en sí misma por ésta. En ella es válido
como intocable verdad sobre el Ser:
1. su generalidad (lo “máximamente” general, cfr. idéa – koinón – géne);
2. su familiaridad (incuestionada, puesto que contiene lo más vacío y en nada cues-
tionable).
Con todo, aquí no se experimenta al Ser nunca como tal, sino que siempre es
captado, o asido tan sólo por el campo visual de la pregunta rectora del ente: ón he ón,
y de esa forma, en cierto modo, con todo derecho como lo común para todos (a saber,
entonces, lo ente como lo “real efectivo“ y lo ahí delante presente). La manera como ha
de ser encontrado y asido aquí el Ser, en el campo visual de la pregunta rectora, le es
impartida, al mismo tiempo, como despliegue. Y eso que esto es, aún sólo, una manera
muy cuestionable de aprehensión, mediante un pre-concepto aún más cuestionable.
90
II. LA RESONANCIA
El fundamento más interno del desarraigo histórico es uno bien esencial y muy
fundado en lo que más propio esencialmente al Ser: que el Ser [116] se sustrae al
ente y, en esto, no obstante, le permite aparecer como algo “que es” e incluso “que
es más”.
Y puesto que este decaer de la verdad del Ser se realiza ante todo en la figura
más aprehensible de comunicar la verdad, en el conocimiento y el saber, a la inver-
sa, el saber genuino, a saber, aquí, el saber que procede del Ser mismo, ha de devenir
dominante, si es que el desarraigo ha de ser superado mediate un nuevo arraigo. Y,
por tanto, una vez más, lo primero es: reconocer precisamente desde su fundamento
aquel despliegue esencial del Ser, el abandono del Ser, es decir, de manera inmedia-
ta: inquirir al respecto.
Eso en lo que se anunciaría por sí mismo el abandono del ser:
1. La total insensibilidad frente a lo que es plurívoco respecto de aquello que es tenido
como lo esencial; lo plurívoco trae como efecto la impotencia y la no-voluntad
para una decisión efectiva. Por ejemplo, todo lo que se significa con la palabra
“pueblo”: lo comunitario, lo racial, lo de abajo e inferior, lo nacional, lo restante;
p. ej., todo lo que se dice “divino”.
2. El no-saber más qué es condición, qué lo condicionado y lo condicionante. El
idolatrar hasta lo incondicionado las condiciones del Ser histórico, lo popular, por
ejemplo, en todos sus múltiples sentidos.
3. El permanecer atrapado en el pensamiento y planteamiento de “valores” e “ideas”;
en donde se quiere ver sin la mínima cuestión de seriedad, como en algo inmu-
table, la forma de articulación del Dasein histórico; a lo que también respondería
un pensamiento en “cosmovisiones” (cfr. La sugerencia, p.110. La idéa, el plato-
nismo y el idealismo)
4. A consecuencia de ello, todo se construye como un “operativo” cultural; las
grandes decisiones, el cristianismo [p.ej.], no son expuestas desde su raíz, sino
más bien evadidas.
5. El arte es sometido a una explotación cultural y desconocido en su esencia; la
ceguera ante lo que resulta ser su meollo esencial, el modo de fundar la verdad.
6. Del todo característico es el sobrepasarse en la estimación respecto de lo que es
adverso y negador; se lo deja simplemente a un lado como lo “malo” [117], se lo
mal interpreta y, con ello, se lo reduce y, así, se lo agranda, por cierto, en su
peligro.
7. Con ello se muestra –totalmente desde la distancia– el no-saber nada sobre la
pertenencia del No [Nicht] y del nihilizar [Nichtung] al Ser en sí mismo, la
ausencia de toda sospecha frente a la finitud y la singularidad del Ser.
8. A una con ello va el no-saber nada del despliegue de la verdad; que frente a
todo lo verdadero, la verdad y su fundación tienen que estar ya decididas; la
ciega manía por lo “verdadero” con la apariencia de la seria voluntad (cfr.
Reflexiones IV, 83)
9. De allí el rechazo del auténtico saber y el miedo ante el preguntar; el evitar la
meditación, la huida hacia las cosas ya dadas y hacia las maquinaciones.
10. Todo reposo y reserva se presenta como inactividad, como abandonarse y re-
nuncia, y es quizás el desbordarse más vasto, que permite ser al ser en cuanto
que acontecimiento.
91
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
11. La autocerteza del ya no dejarse llamar más por nada; el anquilosamiento ante
todas las señales; la impotencia del esperar; sólo el calculo.
12. Todas estas cosas son sólo emisiones del intrincado y rígido desplazamiento del
despliegue del Ser, particularmente, de su hendidura: el que singularidad, rare-
za, instantaneidad, coincidencia e incidencia, reserva y libertad, custodia y ne-
cesidad pertenezcan al Ser; que éste no es lo más vacío y universal, sino lo más
rico y supremo y se da [west] sólo en el a-propiamiento acontecido, en virtud
del cual el Da-sein logra la fundación de la verdad del Ser en el cobijamiento
mediante lo ente.
13. La particular explicitación del abandono del ser como derrumbe de occidente;
la huida de los dioses; la muerte del Dios moral cristiano; su reinterpretación
(cfr. las indicaciones de Nietzsche). El encubrimiento de este desarraigo por
medio del infundado auto-encontrarse del hombre (modernidad), pero que sien-
do supuesto es nuevamente iniciado [118]; este encubrimiento refulge y aumen-
ta por el progreso: los descubrimientos, las invenciones, la industria, la máqui-
na; del mismo modo, la masificación, el descuido, la propagación de la miseria,
todo como disolución del fundamento y de los órdenes, des-arraigo, pero con
un hondo encubrimiento del apremio, la falta de fuerza para la meditación; la
impotencia de la verdad, el progresivo pasar hacia lo no-ente como creciente
abandono del Ser.
14. El abandono del ser es el fundamento más interno para el apremio por la falta
de apremio. ¿Cómo ha de realizarse este apremio en tanto que apremio? ¿No
tendría alguien que dejar brillar antes la verdad del Ser – y para qué? ¿Quién de
los faltos de apremio sería capaz de ver? ¿Existirá en semejante apremio, que se
niega constantemente como apremio, siempre, alguna forma de escapatoria? Se
requiere: querer salir. ¿Podría, aquí, el recuerdo de las posibilidades pasadas del
Da-sein conducirnos a la meditación? ¿O acaso este apremio ha de ser impulsa-
do por algo in-usual, y no-perceptible?
15. El abandono del ser, vuelto próximo por medio de una meditación acerca del
oscurecimiento mundial y de la destrucción de la tierra, en el sentido de la
aceleración, del cálculo y de la apelación a lo masivo (cfr. La resonancia, 57. La
historia del Ser y el abandono del ser)
16. El “dominación” simultánea de la falta de poder del mero sentimiento y de la
violencia del establecimiento.
92
II. LA RESONANCIA
58. LO QUE SON LAS TRES OCULTACIONES DEL ABANDONO DEL SER Y
COMO ELLAS SE MUESTRAN
93
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
94
II. LA RESONANCIA
95
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
60. ¿DE DÓNDE LA FALTA DE APREMIO EN CUANTO QUE EL MÁS ALTO APREMIO?
61. MAQUINACIÓN2
96
II. LA RESONANCIA
téchne), dicho, en una sola palabra: la maquinación. Sólo que en el tiempo del
primer inicio, puesto que en él sobreviene el depotenciamiento de la physis, no ha
salido a relucir aún la esencia completa de la maquinación. Permanece oculta en la
presencia constante, cuya determinación en la entelécheia alcanza su zenit máxi-
mo en el interior del pensamiento griego inicial. El concepto medieval de actus
encubre ya la esencia griega inicial de la interpretación de la entidad. A esto se
agrega que, lo maquinador im-presione [vor-drängt] ahora más claramente, y que
a través de la puesta en juego del pensamiento judeo-cristiano de la creación y de
su representación respectiva de dios, el ens se convierta en ens creatum. Aún cuando
nos neguemos a una interpretación grosera de [126] la idea de la creación, el ser-
causado del ente sigue siendo, no obstante, algo esencial. La conexión causa-efec-
to se convierte en algo que lo domina todo (Dios como causa sui). Este es un
distanciamiento esencial de la physis y, a la vez, el tránsito hacia la manifestación
de la maquinación como esencia de la entidad en el pensamiento moderno. La
forma de pensar mecanicista y la biologicista son siempre tan sólo consecuencias
de la oculta interpretación maquinadora del ente.
La maquinación como despliegue de la entidad da una primera señal de la
verdad del Ser mismo. Sabemos bastante poco de ella, no obstante haber dominado
cabalmente a ésta a través de toda la historia del ser de la filosofía pasada occidental
desde Platón hasta Nietzsche.
Parece ser una ley de la maquinación que, cuyo fundamento no se halla aún
fundado el que, mientras más se despliegue ella dando la medida – como lo hiciese
en la Edad Media y en la Modernidad -, tanto más tenaz y maquinadoramente habrá
de ocultarse en cuanto tal; en la Edad Media detrás del ordo y de la analogia entis, y en
la Modernidad detrás de la objetualidad [Gegenständlichkeit] y objetividad
[Objektivität], entendidas ambas como formas fundamentales de la realidad efectiva
y, con ello, de la entidad.
Y junto con esta primera ley de la maquinación se asocia una segunda ley [que
dice]: que cuanto más decisivamente se oculte la maquinación de esa manera, tanto
más empuja [drängt] ella hacia el predominio de aquello que, por su esencia, pare-
ciera ser totalmente contraria a ésta, y que sin embargo constituye su esencia: esto
es la vivencia (cfr. en “La resonancia”, todo respecto de la vivencia)
De esta forma se podría incluirse una tercera ley: cuanto más indeterminado sea
el vivenciar como medida [normativa] de la rectitud y de la verdad (y con ello
“realidad efectiva” y constancia), tanto más inútil será la posibilidad de que se lleve
a cabo a partir de allí un conocimiento de la maquinación en cuanto tal.
Cuanto más inútil sea este develar, tanto más incuestionado [se mantiene] el
ente, tanto más decisiva la aversión ante toda forma de cuestionamiento del Ser.
[127]
La maquinación misma, y puesto que ella es el despliegue del Ser, el Ser mismo
[es el que] se sustrae.
Pero ¿qué pasaría, si de todo aquello que pareciera ser tan sólo perjudicial y
fallido surgiese una mirada totalmente distinta en la esencia del Ser y el Ser mismo
se llegase a develar como el rehusamiento, o sea incluso traído hacia la resonancia?
Si la maquinación y la vivencia han de ser nombradas juntas, esto indica una
pertinencia esencial de ambas, del uno con el otro, oculta empero a su vez una no
97
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
98
II. LA RESONANCIA
64. MAQUINACIÓN
vivencia
la entidad como
m a q u i n a c i ó n y rectitud
despliegue de la entidad
vivencia
falta de apremio
resonancia del despliegue del Ser
en el abandono del ser
maquinación vivencia
rehusamiento consolidación
encantamiento
encantamiento
En la esencia de ambas reside el que no conozcan límite alguno y, ante todo, ningún
tipo de perplejidad/desconcierto y ni mucho menos algún recato. Muy distante de
ellas se encuentra la fuerza del resguardo. En su lugar, entra con ellas la exageración
y transgresión y el mero andar gritando [vociferando], en cuyo gritar se grita uno
mismo y le saca el engaño al vaciamiento del ente. De acuerdo a su falta de límites
y de perplejidad la maquinación y la vivencia se abren a todo y nada les resulta
imposible. Ellas han de ser imaginadas en la totalidad y como algo permanente, y
99
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
por ello nada les es más corriente que lo “eterno”. Todo es “eterno”. Y lo eterno –
esto eterno- ¿cómo no ha de ser entendido también como lo esencial? Pero si esto es
así, ¿qué podría nombrarse todavía como algo que se opone a esto? ¿Pueden la
nihilidad del ente y el abandono del ser resguardarse/preservarse de una forma más
grande y mejor en la máscara de la “verdadera realidad efectiva” a como lo son a
través de la maquinación y de la vivencia?
LA “VIVENCIA”
¿Qué es la vivencia?
Hasta qué punto no se halla radicada en la certeza del yo (delineada en una
interpretación determinada de la entidad y de la verdad).
Cómo [es que] la aparición de la vivencia demanda y consolida el modo de
pensar antropológico.
Hasta que punto el vivenciar es un final (porque confirma de manera absoluta la
“maquinación”).
Maquinación es la dominación del hacer y de lo que es hecho. Solo que, en esto, uno
no hay que pensar en la acción, el emprender humano y lo suyo emprendido, sino al
contrario, en algo tal que sólo es [131] posible en su incondicionalidad y exclusivi-
dad sobre la base de la maquinación. Esta es la denominación de una verdad deter-
minada del ente (de su entidad). Por lo pronto y de ordinario, esta entidad la sole-
mos concebir como la objetualidad [Gegenständlichkeit] (lo ente como objeto del
representar). Pero la maquinación aprende esta entidad más honda –e inicialmente,
por estar referida a la téchne. En la maquinación se halla asimismo la interpretación
cristiano-bíblica del ente como ens creatum, sea que asumamos esto aquí desde la fe o
mundanamente.
La aparición de la esencia maquinadora del ente es históricamente muy difícil
de comprender porque, en el fondo, su repercusión se haya puesta desde el primer
inicio del pensamiento occidental (específicamente desde el colapso de la alétheia).
El paso dado por Descartes es ya una primera y la más decisiva consecuencia, el
resultado de la consecuencia, por el cual la maquinación impone su dominación
como verdad transformada (la exactitud), a saber, como certeza.
La esencia maquinadora en su forma de ens como ens certum es lo primero que
ha de ser mostrado. En la vía de la superación de la metafísica tiene que interpretarse
el certum en lo maquinador y, con ello, determinarlo decididamente.
Otras consecuencias: lo matemático y el sistema y a una con ello la “técnica”
La maquinación (poíesis – téchne – kínesis – noûs) tiene su correspondencia, que
fuera por largo tiempo retenida y que ha aparecido recién al final, en la “vivencia”.
Ambos nombres nombran la historia de la verdad y de la entidad como la
historia del primer inicio.
¿Qué se piensa con maquinación? Eso que se encuentra entregado a sus propias
ataduras ¿Qué ataduras? El esquema de explicabilidad calculadora y general, me-
diante la cual cualquiera cosa se asocia con otra cualquiera, del mismo modo, y se
100
II. LA RESONANCIA
convierte en algo completamente extraño, más bien, en algo totalmente otro, más
que ser extraño. La relación de no-relacionabilidad.
Que hoy la “Antropología” se torne algo central y lo haga una vez más en la discu-
sión escolástica de la cosmovisión de mundo, muestra de una forma mucho más
penetrante que cualquier demostración historiográfica de dependencias, que uno se
dispone a reinstalarse otra vez y totalmente en el suelo cartesiano. Que clase de
peinado se haya puesto ahora la antropología, si acaso uno moralista-ilustrado, o
acaso uno científico-natural-psicológico, si acaso uno personalista y humanista, o
acaso uno cristiana o uno políticamente populista o comunitario, resulta para la
pregunta crucial algo totalmente irrelevante: La pregunta, a saber, si acaso la mo-
dernidad sea concebida como un fin y se pregunte por un otro inicio, o si hemos de
101
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
70. LO GIGANTESCO3
102
II. LA RESONANCIA
103
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
71. LO GIGANTESCO
Según la tradición (cfr. Aristóteles acerca del posón) la esencia del cuantum reside en
la divisibilidad en partes de una misma clase.
¿Qué significa entonces quantitas? ¿Y lo cuantitativo? ¿Y en qué medida lo
gigantesco es lo cuantitativo como algo cualitativo? ¿Podemos concebir esto desde
aquella determinación del quantum?
“Partes de la misma clase” y “división”, división y dis-tribución (calcular-lógos,
diferenciar-reunir)
¿Se-paración en partes y a-juste [Ein-richtung]?
¿A-juste y re-presentación?
Cuantum, según Hegel, es la cualidad superada que ha devenido indiferente, e
incluye la mutabilidad [Veränderlichkeit] del Que, sin que éste sea por ello superado.
Cantidad y cuantum (una magnitud - de tal o cual tamaño)
72. EL NIHILISMO
en sentido nietzscheano significa que todos las metas han desaparecido. Nietzsche
se refiere aquí a las metas que crecen en el hombre y que le transforman (¿en
qué?). El pensar en “metas” (el largamente malentendido télos de los griegos)
presupone la idéa y el “idealismo”. Por eso es que esta interpretación moral e
“idealista” del nihilismo sigue siendo, a pesar de su esencialidad, provisoria.
Pero teniendo en cuenta el otro inicio, el nihilismo ha de ser concebido mucho
más radicalmente como consecuencia esencial del abandono del ser. ¿Pero cómo
puede hacerse consciencia de éste y conducirlo a una [toma de] decisión, si ya
aquello que Nietzsche experimentó y pensó por primera vez como nihilismo,
permanece hasta ahora incomprendido y, ante todo, no fuerza a ninguna re-
flexión? Se suele asumir su “doctrina” del “nihilismo” como una interesante
psicología de la cultura, conducidos en ello por la forma en que Nietzsche mis-
mo nos la ha comunicado, no obstante, haberse persignado previamente ante su
verdad, lo que significa: respecto del cuerpo, mantenerla abierta o subrepticia-
mente como demoníaca. Pues como reza la brillante reflexión: ¿dónde iríamos a
parar si esto fuese y deviniese algo verdadero? Sin sospechar que precisamente
esta consideración respecto de la postura que ella lleva y del comportamiento en
relación con el ente, es el nihilismo más propio: nadie quiere confesarse a sí
mismo la falta de metas. De allí que se “tengan” repentinamente cada vez “me-
tas” y aunque sea sólo una que, de cualquier manera, pueda servir como un medio
para la instauración de un objetivo y de su persecución, elevándole incluso a
meta: el pueblo p. ej. Y por ello es que, precisamente allí donde se cree tener
todavía una meta, donde se puede ser “feliz” otra vez, donde se pasa a hacer
accesible a todo “el pueblo”, por igual, los “bienes culturales” (los cines y viajes
a la playa) hasta ahora cerrados a la “mayoría”; incluso allí, en esa bulliciosa
borrachera de vivencias, existe el más grande nihilismo, un organizado cerrar
los ojos ante la falta de metas humanas, la evasión “preparada de antes” ante
104
II. LA RESONANCIA
cualquier toma de decisión sobre cualquier meta que se haya puesto; la angustia
ante cualquier ámbito de decisiones y de su apertura. La angustia ante el Ser no
había sido nunca tan grande como lo es en la actualidad. Prueba de ello es: la
gigantesca organización para acallar esta angustia. La característica propia del
“nihilismo” no consiste en que se destruyan iglesias y monasterios, y que los
hombres sean allí colgados, que ello pueda subsistir y el cristianismo pueda
seguir su rumbo, sino que lo decisivo es esto: si se sabe y si se quiere saber que,
precisamente, esta tolerancia del cristianismo y éste mismo; que el hablar en
general sobre la “providencia” y el “señor”, no obstante, lo sinceros que puedan
ser en los individuos, son sólo pretextos y perplejidades en ése ámbito que no es
reconocido como ámbito de las decisiones sobre el Ser o del no-Ser y que quiere
permitirse valer como tal. El más funesto nihilismo consiste en dárselas de pro-
tector del cristianismo, e incluso por motivos del rendimiento social pretenda
para sí mismo la cristiandad más fuerte de lo cristiano. Este nihilismo tiene toda
su peligrosidad en que, se oculta totalmente y se degrada fuertemente y con
razón frente a eso que podríamos llamar el crudo nihilismo (por ejemplo, el
bolchevismo). Sólo que la esencia del nihilismo es tan abisal (porque pasa por lo
profundo de la verdad del Ser y la decisión [sobre aquella]), que justamente estas
formas contrapuestas pueden y tienen que pertenecer a él. Y es por ello, que
pareciera ser que el nihilismo, calculado en lo suyo de fondo y en su totalidad,
es insuperable. Si las dos formas contrapuestas más extremas del nihilismo se
combaten lo más duramente posible, y en verdad que necesariamente, entonces
esta lucha habrá de conducir de cualquier modo al triunfo del nihilismo [Sieg des
Nihilismus], es decir, a su renovada consolidación y presuntamente en la figura,
que uno tendría que prohibirse a sí mismo, incluso de mencionar, el que el
nihilismo aún está en obra.
El Ser ha abandonado tan radicalmente al ente y remitido a éste a la maquina-
ción y la “vivencia”, que aquellos aparentes intentos de rescate de la cultura occi-
dental, toda “política cultural” tiene que trasformarse necesariamente en lo más
ilusorio y, con ello, en la figura suprema del nihilismo. Y esto es un proceso que
no se halla relacionado con individuos particulares, a sus acciones y doctrinas,
sino que empuja [hinaustreibt] mucho más la esencia interna del nihilismo. La
meditación a este respecto requiere ya por cierto de un punto de orientación,
desde el cual ni sea posible el decepcionarnos a partir de todo lo “bueno” y “pro-
gresivo” y “gigantesco” que se está realizando, ni menos que surja una pura deses-
peración, que tan sólo no deje de poner atención ante la total falta de sentido. Este
punto de orientación, que se funda primeramente otra vez como espacio y tiempo,
es el Da-sein, sobre cuyo fundamento se hace consciente por vez primera el Ser
como rehusamiento y, con ello, como a-propiamiento [Er-eignis]. En la experiencia
fundamental: que el hombre como fundador del Da-sein es requerido [gebraucht]
por la divinidad del otro dios, se abre paso la preparación para la superación del
nihilismo. Pero lo más ineludible y más duro en esta superación es el saber del
nihilismo.
Este saber no puede permitirse quedarse prendido a la palabra, ni mucho menos
en la primera aclaración de lo aludido por Nietzsche, sino que tiene que reconocer
como despliegue esencial el abandono del ser.
105
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
106
II. LA RESONANCIA
Existen hoy dos caminos y únicamente dos caminos para una meditación sobre “la
ciencia”.
El primero de ellos no concibe a la ciencia como una organización ya presente,
sino como una determinada posibilidad de despliegue y de construcción de un saber,
cuya esencia misma se halla enraizada, en primer término, en una fundamentación
originaria de la verdad. Esta fundamentación se lleva a cabo como confrontación
única con el inicio del pensar occidental y se convierte de manera simultánea en el otro
inicio de la historia occidental. La meditación dirigida de ese modo sobre la ciencia,
retro-cede, asimismo, de manera decisiva, en dirección a algo sido, como recoge a
todo también, en forma audaz, en lo venidero. No se mueve, de ninguna manera,
dentro de una explicación de algo presente y de su puesta en obra [Bewerkstelligung]
inmediata. Calculado desde el punto de vista de lo presente, esta meditación sobre la
ciencia se pierde en lo ineficaz e irreal, lo que para todo cálculo significa, de igual
modo, también, lo imposible (cfr. La autoafirmación de la universidad alemana5 ).
5
Discurso rectoral de 1933 (Gesamtausgabe, tomo N°16)
107
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
108
II. LA RESONANCIA
109
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
110
II. LA RESONANCIA
11. Toda ciencia es rigurosa, pero no toda ciencia es “ciencia exacta”. El concepto
de lo “exacto” es ambiguo. En general, la palabra significa: preciso, medido,
cuidadoso. En este sentido, toda ciencia es, según su exigencia, “exacta”, a saber
con respecto al cuidado en el manejo del método como observancia del rigor
que se halla en la esencia de la ciencia. Mas si “exacto” quiere significar tanto
como que algo está determinado, medido y calculado por números, entonces la
exactitud es el carácter de un método mismo (ya de la entrada misma), no
solamente de un tipo de manejo suyo.
12. Si “exactitud” significa el proceder medido y calculado mismo, entonces es
válida la frase que dice: Una ciencia puede ser exacta, únicamente, porque ella
tiene que ser rigurosa.
13. Pero una ciencia tiene de ser exacta (para seguir siendo rigurosa, esto es, ciencia)
si su materia u objeto de estudio es planteado, de antemano, como un dominio
accesible sólo a través de la medida y el cálculo cuantitativo, y sólo, así, garan-
tice resultados (el concepto moderno de “naturaleza”).
14. Frente a ello, las “ciencias del espíritu” [o ciencias humanas] han de permanecer
necesariamente inexactas para ser rigurosas. Lo que no es ninguna falta, sino una
ventaja suya. Más aún, la ejecución del rigor de las ciencias del espíritu sigue
siendo siempre algo mucho más difícil que la realización de exactitud de las
ciencias “exactas”.
15. Toda ciencia siendo positiva e inividual depende en rigor del saber de su objeto
u sujeto-materia de estudio, de la indagación del mismo en la empeiría y el
experimentum, en el más amplio sentido. Incluso la matemática necesita de la
experientia, tomar simple conocimiento de sus objetos más sencillos y de sus
determinaciones en los axiomas.
16. Toda ciencia es exploración, pero no toda ciencia puede ser “experimental” en
el sentido moderno del concepto de experimento.
17. Frente a ello, la ciencia que mide (exacta) ha de ser experimental. El “experi-
mento” es una consecuencia esencial necesaria de la exactitud y, en ningún
caso, una ciencia es exacta, porque ella sea experimental (cfr. sobre experiri,
experimentum y “experimento” como disposición del ensayo en el sentido mo-
derno, La resonancia, 77.).
18. La figura moderna contraria a la ciencia experimental es la historiografía [His-
torie] creadora que proviene de “fuentes” y su subgénero, la “prehistoria”, don-
de puede llegar a aclararse de modo más enfático la esencia de toda historiografía,
la que no llega nunca a ser historia [Geschichte].
Toda “historiografía” se nutre de la comparación y contribuye a abrir las
posibilidades de la comparación. Aún cuando la comparación haya puesto la
mira aparentemente en las diferencias, de algún modo las diferencias no se han
convertido nunca, para la historiografía, en una diferenciación [Verschiedenheit]
decisiva, y eso significa, en la singularidad de lo único y simple, en vista de lo
cual la historiografía, si pudiese alguna vez ser llevada ante algo semejante,
tendría que reconocerse a sí misma como insuficiente. La incierta sospecha de
la negación amenazante en ella de lo histórico, de su propia esencia, es el moti-
vo más interno por el cual la comparación histórica sólo concibe diferencias,
para ordenarlas en un recinto más vasto e intrincado de la comparabilidad. Toda
111
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
112
II. LA RESONANCIA
113
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
114
II. LA RESONANCIA
7
Lección de semestre de invierno de 1929/30, “Los conceptos fundamentales de la metafísica.
Mundo - finitud - soledad” (Gesamtausgabe, tomo 29/30).
115
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
que ha de venir fundará este instante del paso hacia el inicio de una otra “épo-
ca”, lo quiere decir: de una otra historia del Ser?
Las históricas ciencias humanas devendrán ciencia periodística. Las ciencias natura-
les se convertirán en ciencias mecánicas.
“Periódico” y “máquina” están pensados en un sentido esencial como los modos
precursores de la objetivización última (que empuja a la modernidad a su cumpli-
miento y término), que absorbe en sí todo contenido efectivo de los entes, dejándo-
les a éstos mismos tan sólo como ocasión para la vivencia.
Por medio de esta primacía del procedimiento de ajuste y preparación, los dos
grupos de ciencias concuerdan respecto de lo esencial, es decir, de su carácter opera-
cional.
Este “desarrollo” de la ciencia moderna en su esencia es visible hoy sólo para
unos pocos, y es rechazado por la mayoría como algo todavía no existente. Tampo-
co se puede demostrar mediante hechos, sino tan sólo a partir de un saber compren-
dido desde la historia del ser. Muchos “investigadores” se han de sentir ellos mis-
mos aún como pertenecientes a las tradiciones ya probadas del siglo 19. Igualmente
muchos han de encontrar en relación con sus objetos todavía un enriquecimiento y
satisfacción novedosa, y quizá validarla aún en la enseñanza, pero todo esto no
prueba nada contra el proceso en que se halla irrevocablemente inserto la organiza-
ción conjunta de la “ciencia”. La ciencia no sólo no ha de poder librarse nunca de
eso, sino que ante todo ni tampoco querrá su liberación, y cuanto más progrese
tanto menos habrá de quererla.
Este proceso no es, empero, ante todo tampoco ningún fenómeno de la actual
universidad alemana, sino que atañe, en algún lugar y minuto de tiempo, a todo lo
que haya de participarse en lo futuro todavía como siendo “ciencia”.
Si formas de organización pasadas y pretéritas se han conservado en ello por
largo tiempo todavía, ello solo indica que, en cierto modo, han de dejar en claro, un
día, tanto más decisivamente lo que se ha producido detrás de su aparente protección.
Para poder lograr hoy a una determinación satisfactoria del concepto de experimen-
to científico, en el sentido de la ciencia moderna actual, se requiere de una mirada
que recorra los estadios y modos del “experimentar”, en conexión de lo cual se halla
el “experimento”. La larga historia de la palabra (y esto significa también, del asun-
to), que resuena con el nombre “experimento”, no debe inducirnos hacia allá donde
se presentan el experimentum, el experiri y la experientia, como tampoco al saber del
“experimento” [en su forma actual], o bien a querer hallar sólo los estadios previos
inmediatos de esto. Cuanto más claramente se extraiga lo diferenciable, que se halla
cubierto con la misma palabra, tanto más nítido se habrá de concebir también la
esencia del “experimento” moderno, o al menos se podrán configurar los aspectos,
116
II. LA RESONANCIA
en los que por lo menos se haga visible esta esencia. Ahora estableceremos, como
forma de prepararnos para una delimitación esencial del “experimento”, una gra-
duación temática del “experimentar” y lo “empírico”, sin perseguir
historiográficamente la historia de la palabra.
1. “Experimentar”: es encontrarse, toparse con algo y, en verdad, algo tal, que choca
con uno; tener que aceptar, recibir algo tal, que a uno le atañe y le provoca algo,
que nos “afecta”, que nos sale al encuentro sin nuestro [tener] que hacer.
2. ex-perimentar como dirigirse hacia algo, que no nos “concierne”, de inmediato,
en el sentido nombrado; el mirar a nuestro alrededor y el revisar, el explorar,
averiguar, y, en verdad, sólo con la intención al respecto de saber cómo que
aspecto tiene, y si en principio está ahí presente y es asequible.
3. el dirigirse anterior hacia algo, pero en el modo del probar qué aspecto tiene y si
sigue estando presente, si se le agrega esto o aquello o si se le quita.
En 2. y 3. lo que se experimenta es siempre de alguna forma algo ya buscado,
y empleando para ello cualquier medio de ayuda. El mero mirar alrededor y
fijarse en se torna un observar, que persigue aquello que nos sale al encuentro y,
por cierto, bajo las condiciones del encontrarnos y de su presentarse.
Con ello pudiera pasar que estas condiciones y su intercambio mismo sean
nuevamente encontradas y esperadas. Pero también pueden haber sido, de una u
otra forma, alteradas por una intervención. En el último caso nos procuraríamos
determinadas experiencias por medio de determinadas intervenciones y con la
aplicación de determinadas condiciones para el ver y determinar más preciso.
Lupa y microscopio: agudización del ver y modificación de las condiciones
de la observación.
Los aparatos e instrumentos son por ello mismo, con frecuencia, cosas hechas
de materiales preparados del mismo tipo, en lo esencial, que lo a ser observado.
Aquí se puede hablar ya de un “experimentum”, sin que haya sido dado rastro
alguno de un “experimento” o de sus condiciones. [160]
Y esto cuanto más, entonces, cuando se recogen las observaciones, donde una
vez más se hacen posibles dos casos: una recolección arbitraria de observacio-
nes meramente en razón de su inabarcable multiplicidad y extrañeza; y una
colección con la intención de un orden, cuyo “principio” no es sacado en abso-
luto de los objetos observados.
4. El experimentar entendido como un probador dirigirse-a y un observar ha pues-
to su mirada, de antemano, en la consecución de una regularidad [Herausstellung
einer Regelmässigkeit]. Y esencial resulta ser aquí la concepción previa de lo
que tiene el carácter de regular, y esto quiere decir: lo que retorna constante-
mente bajo las mismas condiciones.
1. encontrarse o toparse con algo, que choca con uno; algo choca con uno, le toca, y se
lo ha de aceptar, asumir[hinnehmen]; el acertar con uno. Lo que acierta, lo
concerniente, lo afectante, la impresión de sensación. Receptividad y sensibili-
dad y los instrumentos de los sentidos.
2. el dirigirse hacia algo, mirar alrededor, revisar, explorar, averiguar, tras-pasar.
117
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
3. el dirigirse hacia como probar [Er-proben], incluso que pregunta: cuando [esto],
entonces [lo otro]; cómo - cuando.
En 2. y 3. existe siempre ya algo buscado, más o menos determinado. En 2. es
indeterminado lo que me toca, lo que toco sin mi que hacer. En 3. hay una
intervención, ataque o una agudización del dirigirse, un separar, aumentarlo
[todo] con ciertos medios de ayuda, aparatos, instrumentos, incluso material-
cósico. Lupa, microscopio, agudización de la mirada, condicionan la observa-
ción. Acumular una pila de observaciones también acerca de “regularidades”,
dentro de un orden totalmente indeterminado, cosas extrañas.
4. [lograr] que el dirigirse y el probar instrumental pongan la mirada en la con-
secución [Herausstellung] de una regla. Por ejemplo, un pre-concepto de regu-
laridad, es: si hay tanto [de esto], entonces hay tanto [de esto otro]. Este “si-
esto-entonces-lo-otro” es entendido como lo que se repite [161] siempre en
forma constante (ón). Probar y hacer la prueba; Aristóteles, Metafísica A1:
empeiría, hypólepsis, siempre lo si-[esto] -entonces. [Pre-búsqueda [Ver-such],
no únicamente “probar”, sino “dejarse tentar” por lo objetual, tenderle una
trampa, llevarlo a una trampa, del que-sea esto y que-no [esto otro]! [dass-dass
nicht!]
5. El dirigirse a y el probar, la intención de regular, de modo tal que, en princi-
pio, lo regulador determine, de antes, y tan sólo esto, lo objetual en su domi-
nio; y que el dominio no pueda ser concebido de ninguna otra manera más
que mediante el mostrarse del regular, y éste sólo por la consecución de su
regulabilidad (probar las posibilidades de la regulación, ensayos con la “natu-
raleza” misma) y por cierto, de tal modo que, la regla sea una semejante a la de
la regulación de la medida y de la medida de lo posible (espacio, tiempo). ¿Qué
significa entender lo fundamental, para lo instrumental, como algo material,
algo natural?
Recién ahora se hace manifiesto la posibilidad, pero también la necesidad del
experimento moderno. Pero ¿por qué es necesario? ¿El experimento “exacto”
(el que mide), el inexacto? Primero, allí donde aparece el pre-concepto acerca
de lo esencial y tan sólo del dominio objetivo determinado y regulado
cuantitativamente, recién ahí es posible el experimento; y, segundo: el pre-
concepto lo determina así en su esencia.
Está en oposición a componere scripta de aliqua re, esto es, al modo de establecerse de
las antiguas opiniones, de las autoridades, y a la discusión puramente lógica de estas
opiniones, para encontrar la más inteligente, ante todo, aquella que concuerde con
la doctrina de la fe, respectivamente, que no se contradiga con ella (argumentum ex
verbo). Compárese la ciencia natural medieval, en donde se parte por completo de la
essentia como lo real.
experiri – [es] de ese modo, en general, contrario a todo, opuesto a lo proclama-
do autoritariamente, e imposible de ser mostrado como de sacarlo a la luz [162],
inaccesible para el lumen naturale (contrario al verbum divinum, a la “revelación”).
Cfr. Descartes, Regula III.
118
II. LA RESONANCIA
Este experiri [es] ya [en su forma] premedieval, la empeiría, [la de] los médicos
- Aristóteles! Cuando-entonces! empeiría, téchne, ya, una hypólepsis del Cuando-
entonces (regla). Pero ahora por la oposición tiene una significación esencial y so-
bretodo si se produce el siguiente cambio esencial en el hombre: de certeza-sagrada
a certeza-del-yo.
No obstante, con ello sólo hemos obtenido, primeramente, el supuesto general
para la posibilidad del “experimento”. Y éste, no dado por sí mismo todavía como
algo que ha de convertirse en un primer trozo integral de conocimiento, y uno
necesario, sino que para ello es menester dar un paso fundamentalmente nuevo.
El único y especial supuesto para aquello es, aunque suene de lo más extraño,
que la ciencia devenga racional-matemática, es decir, en un sentido muy elevado, no
experimental. Inserción de la naturaleza en cuanto tal.
Y puesto que la “ciencia” moderna (Fisica) es matemática (no empírica), por
ello es ella necesariamente experimental, en el sentido del experimento que da medida.
Resulta estúpido y errado decir que, la investigación experimental es [algo]
germano-nórdico y que lo racional, por el contrario, extranjera! Entonces, tendría-
mos que decidirnos ya a contar a Newton y Leibniz entre los “judíos”. Precisamente
el proyecto de la naturaleza en sentido matemático es el supuesto para la necesidad y
posibilidad del “experimento” como aquello que da la medida.
Desde ahora, el experimento no [está] únicamente contra el mero discurrir y la
dialéctica (sermones et scripta, argumentum ex verbo), sino contra lo arbitrario, sólo de
la curiosidad de las pesquisas conseguidas en un dominio representado en forma inde-
terminada (experiri).
Desde ahora, el experimento es como trozo integral necesario de la ciencia exacta
fundada en el proyecto cuantitativo de la naturaleza, que se construye en éste mismo.
Desde ahora, el experimento no está únicamente contra el mero argumentum ex
verbo y contra la “especulación”, sino contra todo mero experiri. [163]
De allí que, el error y la confusión fundamental de las representaciones esencia-
les, para hablar algo al respecto (Cfr. Gerlach8 ), consiste en decir que, la ciencia
moderna comienza ya con la Edad Media, porque Francis Bacon trata del experiri y
del experimentum y hablaba, en esto, también de cantidades.
Si así fuera, entonces regresemos a la fuente de esa ”modernidad” medieval: a
Aristóteles, y la empeiría.
Ahora el experimento contra al experiri.
Cuyo rol en la inserción de la naturaleza como nexo de la “existencia” de las
cosas según leyes, ha co-determinado la harmonia mundi y las representaciones-
jerarquicas, el kósmos, no obstante, hallarse cada vez más en retirada.
Las condiciones básicas de la posibilidad del experimento moderno son:
1. el proyecto matemático de la naturaleza, la objetualidad, la re-presentatividad
[Vor-gestellheit];
2. la transformación de la esencia de la realidad efectiva desde la esencialidad
hacia la individualidad. Sólo bajo este supuesto puede un resultado individual
apelar a la fuerza de la justificación y de la confirmación.
8
Por ejemplo, Walther Gerlach, “Theorie und Experiment in der exakten Wissenschaft”. En: M.
Hartmann und W. Gerlach, Naturwissenschaftliche Erkenntnis und ihre Methoden. Berlin 1937.
119
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Un “experimento” psicológico
No para mostrar que, lo que un experimento es (esto también), sino para mostrar
qué otra orientación y niveles de la objetivización [tienen lugar].
¿Hacia dónde mirar ahora? Hechos
¿Hacia dónde no? y
¿Qué diferencia? leyes
¿Para qué y por qué este “experimento”?
¿En qué nexo de cuestiones se haya colocado?
Experimentar, un toparse con algo, algo le toca o choca contra uno, he hecho mis
[propias] experiencias, “malas”.
En el Medioevo y mucho antes ya, [experiri es] diferente del lógoi, diferente del
sermo (componere scripta de aliqua re), y de lo meramente dicho, o comunicado, si bien,
en realidad, no mostrado, frente a lo proferido autoritariamente y como tal en absoluto
mostrable. Frente a ello el mirar hacia y el dirigirse hacia constituyen en ello siempre
algo buscado y, según qué sea lo que busque, un probar [testear, chequear].
[Experiri tiene lugar] con la ayuda de una dirección, de un arreglo, de un instrumentum,
o sin la misma. Por ejemplo, probar si el agua está caliente o fría, [o] de dónde sopla el
viento.
[Experiri es] un proceder específico para traer algo como algo dado. Pero la pregun-
ta que surge es “qué” y “cómo”, si se puede simplemente algo así o asá, quale, o si
haya de existir alguna relación: [un] si [esto]… , entonces [lo otro]..., “causa-efecto”,
[un] de dónde, [o] por qué? (empleo de la lupa, el microscopio) Y nuevamente, si esta
relación está determinada cuantitativamente: si tanto - entonces tanto.
[Experiri es] Un pre-concepto de lo buscado, es decir, de lo preguntado como tal.
De acuerdo a eso, [ha de establecerse] [la] organización y [el] orden en el proceder
[Vorgehen]. No obstante, todo este experiri no es todavía el “experimento” [en su
forma] moderna. [165]
Lo decisivo en el “experimento” moderno, la prueba [que se hace] como ensayo,
no es el “aparataje” como tal, sino la conjetura [Fragestellung], o sea, el concepto de
naturaleza. El “experimento” en sentido moderno es experientia, en el sentido de la
ciencia exacta. Y porque exacta, de allí experimento.
120
II. LA RESONANCIA
121
III. LA SUGERENCIA1
1
cfr. para esto los ejercicios del verano de 1937 “La posición metafísica fundamental de Nietzsche.
Ser y apariencia” y los ejercicios del semestre de invierno de 1937/38 “Las posiciones metafísicas
fundamentales del pensamiento occidental (Metafísica)” y todos los cursos históricos
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
124
III. LA SUGERENCIA
81. LA SUGERENCIA
82. LA SUGERENCIA
125
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
La metafísica piensa que es posible encontrar al ser en los entes, y esto de tal forma
que, el pensar pasa más allá del ente [hinausgehen].
Cuanto más exclusivamente se dirija el pensar hacia el ente, y busque para sí
mismo un fundamento cada vez más entitativo (cfr. Descartes y la modernidad), tanto
más decididamente se aleja la filosofía de la verdad del Ser.
Pero, ¿cómo es posible la renuncia metafísica al ente, y esto quiere decir, la
renuncia a la metafísica, sin caer presos en la “nada”?
El Da-sein es la fundación de la verdad del Ser.
Cuanto menos entitativo sea el hombre, cuanto menos se aferre a los entes [170]
en los que él mismo se haya inmerso, tanto más cerca llega del Ser (¡Ningún budis-
mo! Todo lo contrario).
84. EL ENTE
126
III. LA SUGERENCIA
127
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
como positivismo- idealista), son justamente re-activos y, por ende, por principio
dependientes de la metafísica y, de esta manera, siguen siendo, también, ellos, meta-
física. Todo los biologismos y naturalismos que ponen a la “naturaleza” y a lo no-
racional como la base sustentadora de lo cual todo proviene, como vida plenaria en
la que todo borbotea, como lo nocturno frente a lo luminoso, etc., siguen estando
siempre en el suelo de la metafísica y la necesitan, aunque sólo sea para [173]
restregarse contra ella a fin de que brote siquiera una chispa de lo que puede ser
sabido y dicho, y para estos “pensadores”, de lo que puede ser escrito.
Muchas señales, por ejemplo, el naciente predominio de la “metafísica” de Richard
Wagner y [Neville]Chamberlain, apuntan a que el fin de la metafísica occidental,
llevado ya a cabo creativamente únicamente por Nietzsche, se vuelve a encubrir, y
que esta “resurrección” de la metafísica la vuelven a hacer provechosa para sus
propósitos las iglesias cristianas.
[consiste en que]:
1. la entidad es presencia
2. el Ser es auto-ocultamiento [Sichverbergen]
3. los entes tienen primacía
4. la entidad es el suplemento, y por lo tanto lo “a priori”.
[La historia del primer inicio] es la historia de la metafísica. No son las tentativas
individuales con la metafísica en cuanto doctrinas las que han de decirnos algo
ahora, al final de toda metafísica, sino “únicamente” la historia de la metafísica.
Pero este “únicamente” no es ninguna limitación, sino la exigencia de algo origina-
rio. (Menos aún nos es lícito mal interpretar las “metafísicas” individuales como
meros juegos con el objetivo de trascender). Más bien, la metafísica ha de ser asumi-
da seriamente de tal manera que ahora, en su final, supere ella esencialmente toda
percepción y transmisión de fragmentos de enseñanzas, toda renovación de puntos
de vista y todo mezclar y equiparar muchas de estas cosas.
128
III. LA SUGERENCIA
129
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
ción instauradora de la verdad del Ser. Y no obstante, el Ser concebido desde antaño
en la figura de la entidad como lo más universal y más corriente, se convierte como
acontecimiento en lo más singular y extrañante.
El tránsito al otro inicio introduce una cesura, que hace mucho que no corre
entre los movimientos de la filosofía (idealismo - realismo, etc) e incluso entre las
posturas de las “cosmovisiones”. El tránsito separa la emergencia del Ser y la funda-
ción de su verdad en el Dasein de cualquier ocurrir y percibir de los entes.
Lo separado está tan decisivamente separado que ya no puede prevalecer nin-
gún sector común de diferenciación.
En esta decisividad de la transición no existe compensación alguna ni ninguna
comprensión, sino más bien largas soledades y los más silenciosos arrobamientos en
la hoguera del Ser, si bien esto se mantiene aún totalmente reprimido por la palidez
y artificiosa apariencia de los “entes” vivenciados maquinadoramente (la “realidad
más apegada a la vida”).
El tránsito al otro inicio se halla decidido y sin embargo, de igual modo no
sabemos hacia dónde vamos, cuándo se convertirá la verdad del Ser en algo verdade-
ro, y desde dónde ha de emprender la historia como historia del Ser su vía más corta
y la más empinada.
Como uno de los que transitan esta transición tenemos que atravesar nosotros
mismos por una meditación esencial acerca de la filosofía, a fin de que ella alcance el
inicio desde el cual, y sin requerir de apoyo alguno, poder ser otra vez plenamente
ella misma. (cfr. Mirada preliminar, 15. La filosofía como “filosofía de un pueblo”).
[177]
Que pocos son los que entienden y cuán escasos de éstos, que comprenden,
logran concebir rara vez la “negación”. Se ve en ella, al mismo tiempo, y únicamen-
te, el rechazo, el apartar, la degradación e incluso la disgregación. Estas figuras de la
denegación no sólo se han extendido, sino que son también las que enfrentamos de
manera más inmediata en la representación corriente del “No”. De modo que: falta
un pensamiento en la posibilidad de que la denegación pudiese ser de una naturale-
za aún más profunda que el simple “Sí”; sobretodo puesto que se toma el Sí también
a su vez en el sentido de cualquier tipo de asentimiento y de un modo tan de primer
plano como el No.
Pero, ¿es el afirmar y rechazar al interior del dominio del representar y del
“valorar” representador la única forma del Sí y del No? ¿Es tal dominio, en absolu-
to, el único y esencial, o no proviene [éste] más bien como toda rectitud de una
verdad más originaria? Y no es acaso al final el Sí y el No, y éste último más
originario aún que aquél, una posesión esencial del Ser mismo?
Y ¿cómo no ha de encontrar entonces el “No” (y el Sí) su forma esencial en el
Da-sein que es usado desde el Ser? El No es el gran salto (Ab-sprung), desde donde
salta y hacia donde es hecho saltar el ahí (in dem das Da- ersprungen wird), en el Da-
sein. Un salto (Ab-sprung) que “afirma” tanto aquello, desde donde él salta o se
descuelga (ab-springt), pero el que también como salto él mismo no es tampoco
ninguna nada. El mismo salto [des-colgado] recoge, primeramente, el impulso del
130
III. LA SUGERENCIA
salto y, de esa forma, sobrepasa el No al Sí. Pero, por lo mismo, este No visto desde
fuera: es el des-plazamiento del otro inicio frente al primero, nunca “denegación”
en el sentido habitual de rechazo, ni mucho menos de degradación. Esta denegación
originaria es, más bien, de aquel tipo de rehusamiento, al que se le niega el poder
seguir adelante, partiendo de un saber y del reconocimiento de la singularidad de
aquello que, en su final, demanda un otro inicio. [178]
Semejante denegación no se contenta ciertamente con el salto, que sólo va de-
jando lo suyo tras de sí, sino que se despliega ella misma, en la medida en que
dejando abierto el primer inicio y su historia inicial, y preserva lo liberado en la
posesión del inicio, en donde lo depone, sobre-pujando con ello ahora y en lo veni-
dero también todo aquello que alguna vez resultara como consecuencia suya y que
se convirtiera en objeto del cálculo histórico. Este elevarse de lo pujante del primer
inicio es el sentido de la “destrucción” en el tránsito hacia el otro inicio.
El primer inicio experimenta e instala la verdad del ente sin preguntar por la verdad en
cuanto tal, porque en ella lo desoculto en ella, el ente en cuanto ente, se superpone
necesariamente a todas las cosas, porque se traga incluso a la nada y la incluye
incorporándola en ella misma o la aniquila totalmente como “No” y oposición.
El otro inicio experimenta la verdad del Ser y pregunta por el Ser de la verdad,
para fundar así primero el despliegue del Ser y dejar que surja el ente como lo
verdadero de aquella verdad originaria.
En lo inicial de estos inicios y, por cierto, cada vez, de un modo totalmente
diferente, todo lo académico parece imposible, siendo lo transitante la verdadera
lucha. Pero siempre existe el peligro de que, allí dónde aparece un comienzo y una
continuidad desde el inicio, se legitimen como algo normativo, que venga de aque-
llo que en el inicio no sólo es despreciado, sino también interpretado.
Desde el primer inicio va comenzando a consolidarse el pensar, primero, de
modo tácito y luego, concebido, propiamente, de tal forma, en la pregunta: ¿qué es
lo ente? (la pregunta rectora de la “metafísica” occidental comenzada a partir de ese
instante). Con todo, sería errónea la opinión que quisiera dar con esta pregunta
rectora [179] en el primer inicio y como inicio. Sólo como una grosera primera
instrucción podría llegar a ser caracterizado el pensar del primer inicio con ayuda
de la “pregunta rectora”.
Por otro lado, lo inicial del inicio, empero, también se pierde, y esto significa,
que se retrotrae en lo infundado del inicio, en la medida que la pregunta rectora se
vuelve algo normativo para el pensar.
Si buscásemos la historia de la filosofía efectivamente en el acontecer del pensar
y su primer inicio y mantuviésemos abierto este pensar en su historicidad mediante
el despliegue de la pregunta rectora, no desarrollada por toda esta historia hasta
Nietzsche, entonces podría llegar a tenerse aferrado firmemente el movimiento in-
terno de este pensamiento, aunque solo fuera en una fórmula, y a través de pasos y
estadios individuales:
2
nota: cfr. El Salto, 130. El “despliegue” del Ser, 132. Ser y ente
131
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Entidad y pensar
Esta prioridad y el carácter pre-conceptual del pensar (lógos – ratio – intellectus) que
no fuera fundado más allá, se consolida, no obstante, en la concepción del hombre
como animal rationale, que surgiera a partir de la experiencia inicial del ente como
tal. Con lo cual se admite en adelante la posibilidad de que aquel carácter de hilo
conductor del pensar, que descubrimos en relación con la interpretación del ente, se
presuma [s. überhebt], ahora, más que nunca, de ser el único lugar para la decisión
acerca de los entes, sobretodo, si de antes y de manera prolongada, la ratio y el
intellectus han sido forzados a una relación de servicio (fe cristiana), a partir de la
cual no surgiera, por cierto, ninguna interpretación nueva del ente, aunque sí el
fortalecimiento importante del hombre como individuo (salvación del alma). Es por
eso que se hizo posible una situación, en la que la ratio podía legitimar lo que para
la fe era razonable, en la medida que todo fuera establecido en función de ésta y
todas las posibilidades se agotaban en ella. [180]
¿Por qué no ha poder pretender la ratio para sí misma también lo mismo y, por lo
pronto, todavía en alianza con la fides, asegurarse a sí misma y establecer esta segu-
ridad como medida de toda consolidación y “fundación” [Be-“gründung”] (ratio
como fundamento]? Así comienza entonces el traslado del peso del pensar hacia el
auto-aseguramiento del pensar [veritas se convierte en certitudo], y que en la fórmula,
por tanto, se tenga que poner ahora el pensar, primero, y, por cierto, en la alterada
demanda de rendimiento. Respectivamente la determinación de la entidad del ente
se transforma en la objetualidad:
132
III. LA SUGERENCIA
En esta historia se mantiene cada vez más y más como obvia y, por ello, como
impensada, la postura frente a las preguntas rectoras en el sentido descrito por la
fórmula: pensamiento y objetualidad.
También allí donde Nietzsche esgrime el devenir contra el “ser” (entidad), suce-
de esto bajo el supuesto que la “lógica” determina a la entidad. La huida hacia el
“devenir” (“vida”) es metafísicamente sólo una salida, la última salida al final de la
metafísica, que carga por doquier con los signos de lo que Nietzsche mismo recono-
ciera ya temprano como su tarea: la inversión del platonismo.
Pero toda inversión es a lo más retorno y enredo en los opuestos (sensible–
suprasensible), aún cuando Nietzsche presienta que también esta oposición ha de
perder su sentido.
Para Nietzsche, el “ente” (lo real-efectivo) sigue siendo el devenir y el “ser”,
precisamente la fijación y la inconstante consistencia [Verbeständigung].
Nietzsche quedó preso en la metafísica: de los entes al ser; y él ha agotado todas
las posibilidades de esta posición fundamental, la cual, entretanto, como lo viera él
mismo, por vez primera, y muy claramente, se ha convertido, en todas las formas
posibles, en una posesión común y en “legado del pensamiento” de las concepciones
de mundo de las masas.
El primer paso para una superación creadora del final de la metafísica tendría
que llevarse a cabo en una dirección dentro de la que sea retenido, en un respecto,
firmemente la postura pensante, pero que, a la vez, en otro respecto, sea llevada, en
principio, más allá de sí misma.
El retener [Festhalten] significa: preguntar por el ser del ente. La superación
empero [consistiría en]: preguntar de antemano por la verdad del Ser, por aquello
que jamás fuera ni pudiese ser preguntado en la metafísica.
Este doble carácter transitivo, que la “metafísica” apresa originariamente y que
de ese modo, a su vez, supera, es de principio a fin la característica de la “ontología
fundamental”, es decir, de “Ser y Tiempo”. [182]
Este título ha sido puesto a partir de una clara comprensión de la tarea: no más
ente y entidad, sino ser; no más “pensar”, sino “tiempo”; no más pensamiento antici-
pado, sino el Ser. “Tiempo” como el nombre para la “verdad” del ser, y todo esto
como tarea, como [un estar] “en camino”; no como “doctrina” y dogmática.
La postura rectora fundamental de la metafísica occidental, entidad y pensa-
miento, el “pensar” [entendido como] ratio, razón, es cuestionado aquí como hilo
conductor y concepto previo de la interpretación de la entidad, pero en ningún caso
sólo de manera que, el pensar sea sustituido por el “tiempo” y todo sea mentado tan
sólo ”más temporalmente” y más existencialmente, y se quede igualmente en lo
antiguo, sino que ahora ha de ser preguntado aquello que en el primer inicio no
pudiera ser preguntado, la verdad misma.
Ahora es y será todo diferente. La metafísica se ha hecho imposible. Pues la
verdad del Ser y el despliegue del Ser es lo primero, no el hacia-dónde haya de
cumplirse la trascendencia.
Pero ahora no se trata tampoco, ni tan sólo, de la inversión de la metafísica
pretérita, sino que, con el despliegue esencial y originario de la verdad del Ser como
acontecimiento, la relación con el ente es una diferente (no más la de la hypóthesis
y de la “condición de posibilidad” –del koinón y el hypokéimenon).
133
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
134
III. LA SUGERENCIA
135
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
[La confrontación del otro inicio] con el primero no puede jamás tener el sentido de
mostrar la historia pretérita de la pregunta rectora y, de esa forma, a la “metafísica”
como un “error”. Con ello se habría desconocido la esencia de la verdad tanto como
el despliegue del Ser, que permanecen como algo inagotable, puesto que son lo más
único y singular de todo saber.
136
III. LA SUGERENCIA
Con todo, la confrontación muestra más bien que, la pasada interpretación del
ente ha ido perdiendo su necesidad, la cual no puede experimentar ni forzar apre-
mio alguno en su “verdad”, e incluso en el modo en que ella deja de preguntar por
la verdad de sí misma. Es desde Platón que no se ha investigado nunca más por la
verdad de la interpretación del “ser”. La rectitud de la representación y su demostra-
ción a través de la intuición fue sólo retransferida desde el representar de los entes
al representar de la “esencia”; la vez más reciente: en la “fenomenología” pre-
hermenéutica.
Ante todo, tiene que ser preservada la latencia de lo inicial. Hay que evitar toda
desfiguración mediante intentos de explicación, ya que todo lo que se explica no
alcanza jamás el inicio, sino que sólo se retira hacia sí mismo.
[Es necesario que se muestre] Que en el primer inicio, es el “tiempo”, el que
como un hacerse presente así como en una constancia (en un doble y enredoso
sentido de “presente”), configura lo abierto, desde lo cual el ente como ente (el
ser) tiene su verdad. A la grandeza [188] del inicio le corresponde que “el tiempo”
mismo, y éste en cuanto que la verdad del ser, no sea hecho digno [gewürdigt] de
cuestionarse ni de ser experimentado. E igualmente, tampoco, se planteó siquiera
la pregunta, ¿por qué es que, para la verdad del ser, tenga que entrar en juego el
tiempo como presente y no también como pasado y futuro? Esto que ha quedado
sin ser preguntado se suele ocultar él mismo como tal, y permite de una forma
única, para el pensamiento del inicio, que lo monstruoso de aquello que surge, el
constante hacerse presente en la abertura (alétheia) del ente mismo, constituyan al
ser en su despliegue. El despliegue que no es concebido como tal, es lo que se hace
presente.
Que el tiempo reluzca como verdad del ser, en forma inmediata, a partir del
primer inicio, para la meditación repetitiva, no dice que la verdad plenamente ori-
ginaria del Ser pueda ser fundada sólo por el tiempo. Por lo pronto, en verdad, ha de
intentarse pensar de manera originaria la esencia del tiempo (en su ser ec-stático),
para que sea concebible como posible verdad para el Ser en cuanto tal. Pero ya este
pensar a fondo el tiempo le lleva a la referencialidad del Ahí del Da-sein con la
espacialidad del Da-sein y, en ello, con el espacio en una relación esencial (cfr. La
fundación). Pero tiempo y espacio aparecen aquí, de acuerdo a la representación
ordinaria que se tiene de ellos, de una forma más originaria y plena de espacio-
tiempo, que no es ningún acoplamiento, sino lo más originario de su co-pertenencia.
Esta, empero, apunta hacia la esencia de la verdad como clareante ocultamiento. La
verdad del Ser no es nada menos que el despliegue de la verdad, concebido y fundado
como clareante ocultamiento, el acontecer del Da-sein, del punto crucial del giro
entendido como aperiente medio [öffnende Mitte].
137
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
más bien lo abandonamos como lo más natural, puesto que, después de todo, el
pensar humano tiene, en primer término, a la “naturaleza” delante suyo.
Ni hablar siquiera, de que aquí no se trata, en absoluto, de la “naturaleza” (ni
como objeto de la ciencia natural, ni como paisaje, ni como sensación), ¿cómo
habremos de concebir de un modo adecuado lo extraño y único de este proyecto?
¿Por qué tuvieron que ser nombrados en lo abierto de la physis, ya muy tempra-
namente, el lógos tanto como el noús, como sitios fundacionales del “ser” y, de
acuerdo a esto, ser organizado todo el saber?
La palabra más antigua transmitida sobre el ente: el dicho de Anaximandro (cfr.
SS.19324 ).
4
Curso del semestre de verano de 1932, “El inicio de la filosofía occidental (Anaximandro y
Parmenides)” (Gesamtausgabe, tomo 35)
138
III. LA SUGERENCIA
Ente es algo que se muestra así, en constancia y presencia. Con este resaltar la
entidad es remitida al oculto dominio del proyecto del tiempo. Como ha de ser
entendido aquí el “tiempo” y con qué rol ha de entenderse adecuadamente el tiem-
po, empero, es algo que sigue siendo, por lo pronto, oscuro.
Con todo, la respuesta a estas dos preguntas reza así: el tiempo aquí es experi-
mentado de una manera velada como temporización [Zeitigung], como un transpor-
tarse [Entrückung] y, por tanto, [191] apertura; y ésta se despliega como tal en la
esencia de la verdad para la entidad.
El tiempo como lo transportador y abridor [entrückende-eröffnende] es en sí
mismo, en ello, asimismo, espaciador, procura “espacio”. Este no es de la misma
esencia que aquél, pero pertenece a él como aquél a éste.
Pero el espacio tiene que ser concebido aquí también como espaciamiento (como
se muestra éste en la espacialidad del Da-sein [cfr. SuZ. pgr. 24], aunque no se deje
concebir del todo originariamente).
Por eso hay que determinar la constancia y la presencia, en su unidad, espacio-
temporalmente, y esto siempre en un doble sentido -si es que han de ser concebidos
en la dirección de la verdad del ser.
Constancia es el persistir en el transportase hacia lo que ha sido y lo porvenir, y
la “duración” como mero perdurar es, primeramente, una consecuencia del persistir.
Presencia es el presente en el sentido de la reunión del persistir y conforme al
modo de retirarse de los raptos [transposiciones], que son disimulados y, por lo
tanto, olvidados. Es así como surge la ilusión de la falta de tiempo de “lo que es”
propiamente.
Constancia es, entendida espacialmente, la completación y plenificación del es-
pacio, no experimentado propiamente en sí mismo, por tanto, un espaciamiento
[Einräumung].
Presencia es espaciamiento en el sentido del dar espacio para el ente que se ha
reinserto en ella y, de ese modo, estabilizado.
La unidad de temporización y espaciamiento y, por cierto, a la manera del
hacerse presente constituye el despliegue de la entidad, la intersección.
Pero ¿de dónde viene ahora esto notable, que al ente le sea encima dado un ser
tal (eternidad) que esté falto de tiempo y de espacio, e incluso [le sea dado] tiempo
y espacio?
Porque tiempo y espacio siguen estando ocultos en su esencia y toda vez que
llegan a ser determinados, acontece esto por aquel camino que conduce a ellos, en la
medida que ellos mismos son asumidos como un cierto ente, y por tanto como “algo
presente determinado”. [192]
5
El origen de la obra de arte (Holzwege (Gesamtausgabe, tomo 5) )
6
cfr. El Salto, 150. El origen de la distinción de qué y del que de un ente.
139
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Pero de ese modo, espacio y tiempo se remiten a lo presente que es más de ser
aprendido, al soma, a lo material y corporal, a los modos de cambio, metabolé, que
siguen a tiempo y espacio, o les anteceden respectivamente.
Y mientras el dominio de la interpretación inicial del ser siga permaneciendo
inquebrantable, subsistirá también esa supresión de espacio y tiempo en el ámbito
de su más cercano encontrarse, y un planteamiento como el mostrado con el título
“Ser y tiempo”, tendrá que seguir siendo necesariamente mal entendido, puesto que
exige una transformación desde el fondo del preguntar.
“Devenir” como venir a suceder y “pasar” como un desaparecer –si bien todo esto
pensado de modo griego y en sí mismo referido a la physis.
Devenir, entonces, pensado sin más como cambio de presencia, lo que se vuelca
[Umschlag], metabolé, el concepto más amplio de kínesis, del movimiento.
Aristóteles concibe, por vez primera, en griego, la esencia del movimiento desde la
constancia y presencia (ousía) y debe tener en cuenta con ello, propiamente, lo
kinóumenon como tal.
Pero, dando por supuesto respecto de ello, ya, la interpretación del ente como
éîdos – idéa y con ello morphé – hýle, es decir, téchne, la cual está esencialmente
referida a la physis.
De donde se sigue el movimiento como complimentación [Vollendetheit], como
esencia del presentarse, como un atenerse a la fabricación y confección [Verfertigung
und Fertigkeit].
El movimiento no ha de ser concebido aquí modernamente como cambio de
lugar en el tiempo, la physis griega también es algo diferente. [193]
Pues, a través de esta determinación el movimiento es planteado desde lo movido
y éste como centro de masa espacio-temporal. Mientras que, de lo que se trata, es de
concebir el movimiento como tal como un modo del ser (ousía). La diferencia esencial
del movimiento concebido metafísica- y físicamente se torna mucho más claro en el
concepto y la esencia del reposo.
Físicamente, el reposo es detención, cese, un haberse ido el movimiento, y esto
pensado numérica- y calculadoramente: reposo como un caso límite del movimien-
to con tendencia a su disminución.
Metafísicamente, empero, reposo es, en sentido propio, la suprema reunión de la
movilidad, reunión sobretodo de las posibilidades en la disposición preparada más
constante y completa.
ens “actu” es precisamente el ente en “reposo”, no en la “acción”, lo reunido en
sí mismo [Insichgesammelte] y, en ese sentido, plenamente presente.
7
cfr. las interpretaciones de la “Física” aristotélica (Ejercicios de Marburgo); cfr. el curso del
semestre de verano de 1935 “Introducción a la Metafísica” (Gesamtausgabe, tomo 40).
140
III. LA SUGERENCIA
141
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Que la verdad del Ser permanezca oculta, por más que la entidad se halle
puesta en ella (el “tiempo”), tiene su fundamento en la esencia del primer inicio.
¿No significará acaso este velamiento del fundamento de la verdad del ser, a la
vez, que la historia de la existencia griega determinada por esta verdad fue puesta
en la vía más corta y que el presente se hubo cumplido en un gran y único instante
de creación?
¿Y que, por contraste, lo que sigue al primer inicio, será ser puesto en una
vacilación y que tiene que resistir una negativa del ser hasta el abandono del ser?
El tránsito hacia el otro inicio ha de preparar el saber en torno a esta determina-
ción histórica. A lo que pertenece también la confrontación con el primer inicio y
su historia. Esta historia se halla bajo la soberanía del platonismo. Y el modo deter-
minado del tratamiento de la pregunta rectora puede ser indicado por medio del
título: Ser y pensar (cfr. curso SS. 19359).
Pero para la comprensión adecuada del título ha de considerarse lo siguiente:
1. Ser mienta aquí entidad y no, como en “Ser y Tiempo”, el ser mismo que ha
sido interrogado originariamente en su verdad; entidad como lo “general” [das
Generelle] para el ente.
2. Pensar [es pensado en el primer inicio] en el sentido del re-presentar de algo
en general, y esto como presentización y, por lo tanto, anticipación del ámbito en
dónde el ente va a ser concebido como presencia constante, sin que el carácter
temporal de esta interpretación sea, cada vez, reconocido. Lo que apenas sí aconte-
ce, ya que incluso aún después que “Ser y Tiempo”, que interpretara la ousía ante
todo como presencia constante, que fue entendida en su carácter temporal
[Zeithaftigkeit], se ha continuado hablando de la falta de tiempo del “presente” y de la
“eternidad” y, ciertamente, debido a que seguimos aferrados al concepto común de
tiempo [196], el cual cuenta sólo como marco para lo mutable y, por ello, en defini-
tiva, no puede hacerle mella alguna a lo presente constante!
El pensar como noeîn, lógos, ideîn, es la razón entendida como el comporta-
miento desde el cual y dentro de la región donde la entidad ha de ser determinada,
de una manera bastante poco fundamentada. En donde hay que distinguir el “pen-
sar” en un sentido muy amplio, y a su vez, en primer término, el sentido por deter-
minar aún del acto del filosofar (cfr. el pensar inicial). A este respecto, toda aprehen-
sión y determinación (concepto) de la entidad y del Ser es [ya] un pensar. Pero la
pregunta decisiva sigue siendo, con todo: ¿en qué dominio de la verdad se mueve el
develamiento de la esencia del ser? En el fondo, también allí donde - como en la
historia por la pregunta rectora - la entidad es concebida desde el noeîn, la verdad de
este pensar no es lo pensado como tal, sino el espacio de tiempo como despliegue de
la verdad, en donde ha de tenerse todo re-presentar.
El ente es inicialmente también determinado siempre como hén, y así, en
Aristóteles, se intercambian luego hén y ón, el ente y lo uno. La unidad constituye a
la entidad. Y unidad quiere decir, aquí: unificación, reunión originaria en la mismidad
de lo que se presenta en con-junto y de lo consistente. Del mismo modo se ubica
luego la determinación característica para el pensar de la entidad (unidad), la unidad
9
cfr. curso semestre de verano de 1935, “Introducción a la Metafísica” (Gesamtausgabe, tomo 40).
142
III. LA SUGERENCIA
Desde temprano y claramente ha de estar puesto bajo una luz segura la gran simpli-
cidad del primer inicio del pensar de la verdad del Ser (lo que significa y lo que
funda el que el eînai sea empujado hacia la alétheia del lógos y del noeîn como
physis).
El sacar a la luz este inicio tiene que haber renunciado previamente a poner en
juego, como medio de interpretación, todo aquello [197] que haya brotado en pri-
mer término desde el no-tener-dominio del inicio y del derrumbe de la alétheia:
noeîn como noûs del ideîn de la idéa, koinón y lógos como apóphansis de las
kategoríai.
Y, no obstante, en la confrontación con el primer inicio lo heredado se convierte,
primeramente, en legado, y los venideros se convierten, primeramente, en herederos.
Algo tal no le ocurre ni le sucede a uno meramente por accidente, llegar a ser uno
de los tardíos.
143
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
144
III. LA SUGERENCIA
1. Idealismo:
a) determinado a través de la interpretación del ón en cuanto que idéa, visibilidad,
re-presentacionalidad, y por cierto re-presentado lo koinón y el aéi; dentro de
otras cosas, [la] anticipación de la interpretación del ente como ob-jeto del re-
presentar.
b) El representar como ego percipio, la representacionalidad como tal para el yo
pienso, el cual él mismo es un yo me pienso, me pongo a mí delante y, de esa
forma, me cercioro de mí mismo.
145
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
146
III. LA SUGERENCIA
Nadie podría ser hoy día tan desmedido y asumir como simple coincidencia, el que
estos tres, cada uno a su manera, y al final, sufrieran hondamente el desarraigo,
hacia el que es impelida la historia occidental, y quienes, a su vez, presintieran más
íntimamente a sus dioses, y tuvieran que desaparecer tempranamente de la claridad
de sus días.
¿Qué era lo que se preparaba?
¿Qué hay en esto, de que el más prematuro de estos tres, Hölderlin, haya sido
quien a su vez más lejos ha poetizado anticipadamente en una época, en que el
pensar trataba de conocer, una vez más, y de modo absoluto, toda la historia preté-
rita? (cfr. Reflexiones IV, 415ss.)
¿Qué forma de historia oculta acontece aquí del muy recurrido siglo 19? ¿Qué
ley del movimiento de lo venidero se preparaba ya allí?
¿No tenemos que pensar allí en recintos y normas y modos de ser totalmente
diferentes, para devenir todavía pertinentes de las urgencias que aquí irrumpen? O
¿ha de seguir siendo inaccesible la historia como fundamento del Dasein para noso-
tros, no porque haya pasado, sino porque aún es demasiado venidera para nosotros?
[204]
147
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Conforme a la interpretación platónica del ente como tal como eîdos – idéa, y ésta
como koinón, el ser del ente se convierte, en definitiva, en koinón. Ser lo “más
general” se convierte en la determinación esencial del ser. La pregunta por el tí éstin
es siempre la pregunta por el koinón y por tanto, pensado en su conjunto, a cabalidad,
se le ha concedido al ente como tal el marco de la especie más alto, la universalidad
suprema y su especificidad. Los ámbitos principales del ente son efectivamente sólo
specialia de la universalidad del ente, es decir del ser. Y así queda reflejado el carác-
ter de la pregunta rectora en la distinción entre metafísica generalis y metafísica specialis.
Donde ya no se preguntará más por la posibilidad de un acoplamiento entre metafí-
sica generalis y metafísica specialis, puesto que fueron acopladas, precisamente, en la
forma más extrema nombrada para el ente y, de un modo adecuado, en primer
término, para el Ser. En la medida [206] que el desconocido fundamento de la
pregunta rectora y la separación entre disciplinas sea mantenida fija desde el co-
mienzo como algo auto-evidente, lo que ha de surgir de aquí no serán más que
meras preguntas aparentes, carentes de fundamento.
La confusión aumenta del todo, si se intenta encontrar también una solución de
la pregunta, con ayuda de la diferencia “ontológica” proveniente de la reflexión de
la ontología fundamental. Porque esta “diferencia” [Differenz] es en efecto sólo un
planteo inicial [Ansatz], no en dirección a la pregunta rectora, sino hacia el salto en
la pregunta fundamental, [y] no para jugar además de un modo impreciso con hitos
10
Curso de semestre de invierno de 1930/31 “La Fenomenología del Espíritu (Gesamtausgabe,
tomo 32).
148
III. LA SUGERENCIA
firmes (ente y ser), sino para retroceder a la pregunta por la verdad del despliegue
del Ser y, por tanto, concebir de un modo diferente la relación de Ser y ente, en
especial el ente en cuanto tal que experimenta también una interpretación modifica-
da (cobijamiento de la verdad del acontecimiento) y no existe ninguna posibilidad
de introducir a modo de contrabando o por descuido entonces “el ente” en cuanto
“objeto representado” o “lo en sí meramente presente” y cosas de esa índole.
109. IDÉA
11
cfr. La fundación
12
cfr. El Salto, 119. El salto en la preparación mediante e preguntar de la pregunta fundamental;
cfr. curso del semestre de invierno 1937/38, “Cuestiones fundamentales de la filosofía. ‘Problemas’
escogidos de la ‘Lógica’” (Gesamtausgabe, tomo 45, p. 60 ss.).
149
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Aunque idéa remita a ideîn (noeîn), la palabra así mienta así, precisamente, lo
re-presentado del representar, sino, por el contrario, el asomarse del aspecto mis-
mo [Aufscheinen des Aussehen selbst], que ofrece el aspecto [Aussicht] para un
mirar atento. La palabra no quiere señalar justamente la referencia al “sujeto”,
pensado modernamente, sino el hacerse presente, el asomarse [208] del aspecto
en el aparecer y, en verdad, como aquello que, al hacerse presente le da, a la vez,
consistencia. El origen de la diferenciación en el tí éstin (essentia, quidditas) y óti
(existentia) se ubica aquí en la temporalidad de idéa (cfr. El salto). El ente es
siendo en la constante presencia, idéa, lo avistado en su visibilidad.
2. La idéa es aquello, hacia donde lo aún mutable y múltiple, es reinstalado; lo uno
unificador y por tanto ón, [lo] que es = que unifica; y como secuela de ello, la idéa
es con relación a lo mucho (hékasta), lo koinón; y extrañamente, esta determi-
nación de la idéa como entidad, lo koinón, se convierte entonces en determina-
ción primera y última de la entidad (del ser), esto significa: lo “más general”!
Pero esto, no es que sea extraño, más bien es necesario, puesto que desde un
comienzo se ha experimentado y pensado el ser como entidad únicamente a
partir del “ente”, e igualmente desde entes, a partir de lo mucho y vuelto sobre él
[ente], y sólo de esa forma.
3. Una vez que se ha planteado la idéa como la entidad del ente y es concebida
como koinón, entonces ha de ser pensada ella otra vez desde el mismo ente
(individual), ser en éste lo que más es [Seiendste], lo óntos ón. La idéa sirve en
primer lugar a la esencia de la entidad, a ella únicamente, y puede desde allí
exigir tener su validez como lo que más es y lo propiamente ente. Lo individual
y mutable se convierte en mé ón, o sea, en lo que no es satisfactorio ni nunca
satisface a la entidad.
4. Cuando se concibe de ese modo el ser (siempre como entidad, koinón), [como]
én, lo que más es y [como] uno – lo más unificador, y si las idéai mismas son
[también] muchas, entonces este mucho sólo puede ser, como lo que más es, en
la forma del koinón, es decir, en la koinonía entre sí. En ésta se reúne el presen-
tarse y estabilizarse en la entidad y eso significa unidad; el géne [los géneros
pensados] como unidades que se unifican y así fuentes o “especies”.
5. La interpretación del ón como ousía y ésta como idéa (koinón, géne) concibe la
entidad del ente y, en ello, lo eînai del ón (el ser, pero no el Ser). En la entidad
[209] (ousía) se sospecha lo eînai, el ser como lo que es de alguna manera
diferente, que no se cumple todavía plenamente en la ousía. De allí que se
intente, siguiendo la pista por el mismo camino, esto es, en el aprehender lo que
se hace presente, pasar más allá de la entidad: epékeina tés ousías (cfr. Las
posiciones fundamentales de la metafísica del pensamiento occidental [Metafísica]. Ejer-
cicios del semestre de invierno 1937/38). Pero debido a que la pregunta se halla
puesta sólo por el ente y su entidad, no puede jamás toparse con el Ser mismo,
ni provenir desde él. Lo epékeina, por tanto, puede ser determinado sólo como
algo que caracteriza a la entidad en cuanto tal a lo más en su relación con el
hombre (eudaimonía), como lo agathón, lo conveniente [Taugliche], que funda
toda conveniencia, así, como condición de la “vida”, de la psyché y, con ello, de
su esencia misma. Con esto se ha dado el paso hacia el “valor”, hacia el “senti-
do”, hacia el “ideal”. La pregunta rectora por el ente como tal ha llegado a sus
150
III. LA SUGERENCIA
151
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
152
III. LA SUGERENCIA
11. idéa como un hacerse presente del Que [Was] y su constancia (pero esto termina
cayendo incomprendido en el olvido y es interpretado malamente como ens
entium en cuanto que aeternum!);
12. el noeîn (lógos), pero no consolidado aún en el “yo”, sino psyché, zoé; [214]
13. con esto queda indicado igualmente: el perceptum, lo re-presentado, lo que se
[puede] trae[r] hacia sí, [lo] presente, de un percipere, lo que es ego percipio como
cogito me cogitare; el co-representar-se [entendido] como eso para él que es re-
presentado, y en cuya vista y semblante a-parece [er-scheint] el aspecto [Aussehen];
14. Representacionalidad como ob-jetalidad [Gegen-ständlichkeit] y “auto”-certe-
za-[del](yo) como fundamento de la objetualidad, es decir, de la entidad (ser y
pensar).
*
13
Cfr. Ejercicios del semestre de verano 1937, “La postura metafísica fundamental de Nietzsche.
Ser y apariencia”, fenómeno – apariencia
153
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
15. Platón jamás fue un “idealista” en el sentido históricamente estricto del concep-
to de “idealismo”, sino un “realista”, pero no que él no negase el mundo exte-
rior en sí [mismo], sino que él enseñaba la idéa como la esencia del ón, como
realitas de la res. Pero el “idealismo” es por cierto, justamente, en cuanto que
moderno, platonismo, en la medida que también para él la entidad ha de ser
concebida a partir del “representar” (noeîn), es decir, acoplándose con los im-
pulsos dados por Aristóteles a partir del lógos como dianoeîsthai, es decir,
desde el pensar que después de Kant es el re-presentar de algo, en general (cate-
gorías y tabla de juicios; categorías y el autosaberse de la razón en Hegel). Para
toda la historia de la filosofía occidental es, absolutamente, una ley -incluyendo
a Nietzsche: ser y pensar. Aunque Nietzsche experimentara el ente como devenir,
con su interpretación como opositor sigue estando él dentro del marco tradicio-
nal, el ente sólo es interpretado de otra manera, pero jamás se plantea la pregun-
ta por el ser en cuanto tal.
16. Si nos ponemos a pensar que, la soberanía del platonismo en sus diferentes
figuras y orientaciones dirige, ahora, también, la concepción de la filosofía pre-
platónica (y, en verdad, precisamente en Nietzsche), se aclarará, así, qué signifi-
cado de la interpretación decisiva del ón como idéa ha de asignársele y, por
tanto, la pregunta: ¿qué es lo que ha pasado aquí propiamente? [215]
17. En estas reflexiones no se trata de una historia del platonismo en el sentido de
una serie de opiniones eruditas sobre las transformaciones de la doctrina platónica,
sino únicamente de la historia del tratamiento de la pregunta rectora bajo la
soberanía esencial del platonismo, con la tarea de hacer la sugerencia del pri-
mer inicio en el otro. Platonismo, según esto, [como] el concepto de aquella
pregunta por el ser, que pregunta por la entidad del ente y que pone el ser así
aprehendido en relación con el re-presentar (pensar). Ser y pensar como el título
para la historia del pensamiento al interior del primer inicio y del otro.
18. Esta historia aumenta esencialmente mediante el establecimiento de la historia de
la alétheia, de su derrumbamiento prematuro, de su transfiguración en homoíosis
y adequatio y de allí en la certeza. Esta historia conduce luego al desconocimiento
correspondiente de la pregunta por la verdad; finalmente en Nietzsche, tan sólo la
pregunta por el valor de la verdad, una pregunta genuinamente platonizante (!).
Todo esto, lo más alejado de la tarea de plantear la esencia de la verdad como tal,
en íntima relación con la verdad del Ser y por tanto con el Ser mismo.
19. Partiendo de la interpretación platónica del ente se desarrolla un modo de re-
presentar que vendrá a dominar en el futuro a través de diversas figuras la
historia de la pregunta rectora y, con ello, en su fundamento, a toda la filosofía
occidental en su totalidad. Con el planteamiento de la idéa como koinón se ha
puesto el chorismós como equivalente con el ente; y este es el origen de la
“trascendencia” en sus diferentes figuras, sobretodo si se concibe epékeina como
consecuencia del planteamiento de la idéa entendida como ousía. Aquí reside
también la raíz para la representación de lo a priori.
20. Con el término “trascendencia” han sido concebidas muchas cosas, las cuales
luego han vuelto, asimismo, a acoplarse, una vez más.
a) la [trascendencia] “óntica”: el otro ente que ha remontado aún por encima el
ente, [dicho] en términos cristianos: lo que crea [216] y se remonta más allá del
154
III. LA SUGERENCIA
155
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
156
III. LA SUGERENCIA
157
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
112. LO “A-PRIORI”
lo a priori [aparece] propia- y primeramente allí, donde existe la idéa y, con ello, se
significa que la entidad (koinón) en cuanto que óntos ón es más ente y, por tanto,
primeramente ente.
Lo a priori piensa siempre venideramente en la metafísica, corresponde al plan-
teamiento en Platón, a la precedencia de la entidad ante el ente. [222]
Lo a priori se transforma con la idéa en perceptio, es decir, lo a priori se
convierte en el ego percipio y con ello remitido al “sujeto”; viene a pre-ceder el
re-presentar.
Lo que en “Ser y Tiempo” se hubo planteado como “comprensión del ser” parece
ser sólo la continuación de este representar precedente y, no obstante, (comprensión
como pro-yecto – Da-sein) es algo totalmente diferente; pero como tránsito, lo retrotrae
a la metafísica. La verdad del Ser y del despliegue del Ser no es ni lo temprano
prematuro ni lo tardío.
El Da-sein es la simultaneidad del espacio de tiempo con lo verdadero en cuan-
to que [siendo] el ente, se despliega como el fundamento fundador, como el “Entre”
y el “centro” [Mitte] del ente mismo.
158
III. LA SUGERENCIA
Se trata de mostrar cómo todas las determinaciones esenciales del ente, han sido
obtenidas desde la determinación fundamental del ente, de la entidad en cuanto que
presencia constante, más bien: con ella como el plano de fondo determinante.
Según esto, lo-que-es es aquella determinación fundamental que es de una
forma simultánea [zugleich], lo que consuma la posibilidad de la Simultáneidad
[Zugleich]. Desde la simultáneidad se determina la contigüidad [Nacheinander], el
antecedente y el consecuente (más tarde: la causa y el efecto); considérese la inter-
pretación kantiana de ser causa.
Para el período que continúa a la metafísica es característico que, por cierto,
la designación temporal sea utilizada para la diferenciación de los entes respectivos,
y que, a pesar de todo, aquí, ya, el tiempo es usado solamente como el número de lo
que es mutable, contabilizable, es decir, una forma ordenada de lo mismo, luego: el
tiempo como marco. En otras palabras, La esencia originaria del tiempo no es expe-
rimentada en absoluto, mucho menos aquella del espacio. La ousía como “sustan-
cia” es planteada, así, igualmente como libre de tiempo, para ser determinada según
sea el caso luego como “eterno” (infinito) o “temporal”, finita. A la metafísica le
resulta imposible ir más allá de este marco [223]. “Ser y tiempo” pareciera ser algo
del todo evidente!
159
IV. EL SALTO1
1
sobre “El Ser” cfr. Reflexiones II, IV, V, VI, VII.
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
162
IV. EL SALTO
El salto, lo más arriesgado en el proceso del pensar inicial, deja y arroja tras de sí
cuanto hay de familiar, sin esperar inmediatamente nada del ente, sino que deja que
surja [erspringt], ante todo, la pertenencia al Ser en su pleno despliegue como Ereignis.
De esa forma, el salto se muestra aparentemente como lo más poco considerado y,
no obstante, se halla atemperado precisamente por aquel recato (cfr. Mirada Prelimi-
nar, 5. Para los pocos - para los escasos, p.14ss.), en el cual la voluntad de la reserva
se excede ella misma hasta la insistencia, soportando la más lejana proximidad del
reticente rehusamiento [Versagung].
El salto es el riesgo de una primera entrada en el ámbito de la historia del ser.
Con el asomarse de la disposición a transitar desde el final del primer inicio al otro
inicio, el hombre no entra tan sólo en un “período” todavía no sido, sino en un
dominio totalmente diferente de la historia. El final del primer inicio se prolongará
aún por largo tiempo, penetrando en la transición, e incluso en el otro inicio.
La transición misma seguirá siendo lo más cuestionable y sobre todo lo me-
nos reconocible, sabiendo con certeza que la historia final seguirá su curso –si se
la mide por sus “acontecimientos”- con mayor “vivacidad” y “más rauda” y enma-
rañada que nunca. Los hombres, esto es: unos pocos, y que no se conocen entre sí,
se prepararán para el espacio de juego del tiempo, que es el Da-sein, y se reunirán
en una cercanía con el Ser, que ha de resultar algo extraña para los que son muy
“apegados a la vida” [Lebensnahe]. La historia del ser, a lo largo de sus períodos
de tiempo, que para ella son meros instantes, conoce muy escasos acontecimien-
tos. Acontecimientos como tales son: la asignación de la verdad del Ser, el de-
rrumbamiento de la verdad [227], la consolidación de la no-esencia (la rectitud), el
abandono que hace el ser de los entes, el ingreso o entrada del Ser en su verdad, el
atizar la hoguera (de la verdad del Ser) como solitario sitial para el paso del
último Dios, el destello de la singularidad única [einmalige Einzigkeit] del Ser.
Mientras la destrucción del mundo habido hasta ahora proclama sus triunfos en el
vacío, el despliegue del Ser se repliega a su vocación suprema: como a-propiamiento,
que asigna y hace suyo propiamente el ámbito que ha de decidir acerca de la
divinidad de los dioses; el fundamento y el espacio de juego del tiempo, es decir,
el Da-sein.
El Ser como a-propiamiento que acontece [Er-eignis] es el triunfo de lo ineludi-
ble en el atestiguamiento de dios. Pero ¿se plegará el ente acaso a la fuga y ensamble
del Ser? ¿le será garantizado al ser humano, en lugar de una desolación de una
continuidad progresiva, la unicidad del ocaso? El ocaso es la reunión de toda gran-
deza en el instante que se apronta para la verdad de la singularidad y unicidad del
Ser. El ocaso es la más íntima cercanía al rehusamiento, en donde se obsequia el
Ereignis al hombre.
La entrada del hombre en la historia del ser es algo incalculable e independiente
de todo progreso o decadencia de la “cultura”, como quiera que la “cultura” signi-
fica la consolidación del abandono del ser de los entes, y apura el creciente enmara-
163
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
117. EL SALTO
118. EL SALTO
[El salto] es el proyecto máximo del despliegue esencial del Ser, de forma tal que
nosotros (mismos) nos instalemos en lo así abierto, nos hacemos insistentes y llega-
mos a ser nosotros mismos recién a través de la apropiación [Ereignung]. ¿Pero
acaso no es menester un ente que siga siendo rector en la determinación esencial
[230] del Ser? ¿Y qué significa ahora rector? Que de un ente dado destaquemos el
ser como aquello suyo más general, eso sería sólo un suplemento en la aprehensión.
La pregunta seguiría siendo, por qué el ente es “lo que es” para nosotros y en qué
164
IV. EL SALTO
sentido. Siempre existe con antelación un proyecto, y la pregunta que resta es, si
acaso el que se proyecta en cuanto que yectante mismo salta adentro [ein-springt] o
no, en la vía que se abre con la yección (cfr. La sugerencia, El primer inicio); si
acaso el proyecto mismo como suceso es experimentado y sostenido a partir del
acontecimiento, o si lo que brilla en el proyecto como aquello que surge (physis –
idéa) es restablecido en el presente que se desprende de él.
Pero ¿de dónde proviene el fundamento de la decisión acerca de la dirección y
del alcance que toma el proyecto? ¿Es arbitraria la determinación del despliegue del
Ser o una suprema necesidad y, por tanto, un apremio? El apremio, empero, [es]
siempre diferente, según la época del ser y su historia; el ocultamiento de la historia
del ser (cfr. La resonancia, 57. La historia del Ser y el abandono del ser).
En el otro inicio se trata de dar un salto en el centro que se hunde en el giro del
acontecimiento, para así preparar de una forma sapiente, inquisidora y tranquila: el
Ahí con respecto a su fundación.
Jamás entenderemos al ente a través de una explicación y deducción a partir de
otro ente. Sólo podemos conocerle o saberlo a partir de su fundación en la verdad
del Ser.
Pero, cuán raro sucede este empeño del hombre en pro de la verdad; cuán fácil
y pronto se las arregla él con los entes y queda así des-apropiado por el ser. Cuán
forzoso luce el estado de privación de la verdad del ser. [231]
2
cfr. La sugerencia
165
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Sin embargo, para que este preguntar, que es uno enteramente diferente, se
disponga, en principio, como consistencia del Da-sein, como una posibilidad decisi-
va, ha de intentarse procurar, por lo pronto, un tránsito, que parta de la pregunta
rectora y mediante el despliegue completo suyo, se consiga saltar en dirección a la
pregunta fundamental; tiene que hacerse visible el que y por qué en la pregunta
rectora sigue estando sin plantearse la pregunta por la verdad (sentido) del Ser. Esta
pregunta no planteada es la pregunta fundamental, vista [233] dentro de la perspec-
tiva del camino de la pregunta rectora, y visto sólo de manera indicadora; el tiempo
como verdad del Ser; y esto experimentado primero, e inicialmente, como el pre-
sentarse de las distintas figuras [del ser del ente].
“Ser y Tiempo” es el tránsito hacia el salto (hacer la pregunta fundamental).
Sólo que, mientras esta tentativa continúe explicada como “filosofía existencial”
quedará todo sin ser comprendido.
El “tiempo” como temporalidad que mienta la unidad originaria del rapto que
se vela y despeja en sí mismo [sich lichtend-verbergenden Entrückung], dona el
166
IV. EL SALTO
120. EL SALTO
167
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
dioses, el Ereignis, no es algo que pueda ser forzado mediante el pensamiento, sino,
al contrario, lo que suministra lo abierto para el pensar y vuelve accesible y consis-
tente en el Da-sein la hendidura del Ser en cuanto que espacio-tiempo (sitial del
instante). Sólo aparentemente es cumplido el acontecimiento por el hombre, en
verdad el ser-hombre acaece como algo histórico por la apropiación [235] promovi-
da por el Da-sein de una u otra forma. La incidencia del Ser [Anfall des Seyns], que
le está destinada al hombre histórico, no se le notifica a éste jamás inmediatamente,
sino en forma oculta en los modos de cobijarse de la verdad. Pero la incidencia del
Ser, en si misma rara y escasa, proviene siempre de la ausencia del Ser [Ausbleib des
Seyns], cuyo ímpetu y durabilidad no es menos importante que el de la incidencia.
El Ser no es, por ello, y en tanto que despliegue del acontecimiento, un mar
vacío e indeterminado de lo que puede ser determinado, en el que saltamos desde
cualquier parte ya “siendo” [seiend], sino que el salto permite que surja recién el
Ahí en tanto que acontecer que pertenece al llamado y en tanto que sitial del instan-
te para cualquier lugar y cuando.
Toda la hendidura del Ser se halla ya co-decidida por tanto en la dirección de su
patencia y encubrimiento inicial. Y podría suceder que también el otro inicio reten-
ga el acontecimiento nuevamente, sólo, en un único resplandor, y lo oculte como
claro, y al igual que en el primer inicio sólo la physis aparezca por un instante y casi
apenas en la reunión (lógos).
Al salto llegan sólo unos pocos, y estos por diferentes senderos. Ocurre que
siempre son los que fundan el Da-sein con sacrificio y creatividad, y en cuyo espa-
cio de tiempo el ente es resguardado como ente y, por tanto, se oculta la verdad del
Ser. Pero esto ocurre siempre en el más extremo ocultamiento, el transportarse a lo
in-calculable y único, al picacho más agudo y alto, que configura el a lo largo en el
ab-ismo de la nada, e incluso el abismo que ella misma funda.
Al claro y al ocultamiento, que constituyen el despliegue de la verdad, no les es
lícito jamás, por ello, ser tomados como un transcurrir vacío y como objeto del “cono-
cimiento”, como una representación. Claro y ocultamiento son en la medida que
transportan-encantando [entrückend-berückend] el acontecimiento mismo.
Y dónde parezca y en la medida que se tenga la impresión de que hay una
apertura ejecutada en sí misma y vacía de accesibilidad inmediata a un ente, allí ha
de hallarse el hombre entonces sólo [236] en la jamás concebida y no más concebida
antesala del abandono, que es admitida y conservada como sobra y de ese modo
como resto desde una huida de los dioses.
El salto más lejano y propio es el del pensar. No como si a partir del pensar
(enunciado) fuese determinable el despliegue del Ser, sino porque aquí, en el saber
acerca del Ereignis, se puede entrar al máximo por la hendidura del Ser y pueden
llegar a ponderarse al máximo las posibilidades de la verdad en los entes.
El pensar, en tanto que inicial, funda el espacio de tiempo en su ensamblaje de
fascinación y rapto, y ir pasando por la hendidura del Ser en la singularidad, liber-
tad, casualidad, necesidad, posibilidad y efectividad de su despliegue.
Pero la fundación del espacio temporal no proyecta ninguna vacía tabla categorial,
sino que es en tanto que pensar inicial, en el fondo, histórico, es decir, determinado
desde el apremio de la falta de apremio, se anticipa en las necesidades de los
cobijamientos esenciales de la verdad y del saber rector en torno a ella.
168
IV. EL SALTO
169
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
122. EL SALTO
(EL PROYECTO YECTADO)
[El salto (el proyecto yectado)] es la ejecución del proyecto de la verdad del Ser en
el sentido de la inserción en lo abierto, de tal manera que el yectante en el proyecto
se experimente como yectado, es decir, acontezca y sea a-propiado por el Ser. La
apertura a través del proyecto es sólo una tal, si acontece como experiencia del ser
yectado y, por lo tanto, de la pertenencia al Ser. Esta es la diferencia básica frente a
todo tipo de conocimiento que sea trascendental únicamente respecto de las condi-
ciones de su posibilidad (cfr. El salto, 134. La relación de Da-sein y Ser).
Pero, de la condición de yectado dan testimonio, sólo, los acontecimientos fun-
damentales de la historia oculta del Ser y, por cierto, para nosotros tanto más en el
apremio del abandono del ser y en la necesidad de la decisión.
En la medida que el yectante proyecta –piensa “desde el acontecimiento”-, se descu-
bre que él mismo: cuanto más proyectante se haga, tanto más yectado es, ya, el yectado.
En la apertura del despliegue del Ser se hace evidente que, el Da-sein no efectúa
nada como no sea retener y captar la reverberación del a-propiamiento, es decir,
incluirse en éste y, así, como primero, en él, llegar a ser esto mismo: el guardián del
yectado proyecto, el fundado fundador del fundamento.
123. EL SER
170
IV. EL SALTO
124. EL SALTO
171
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
puede ser mostrada como algo dado ahí presente, sino que su despliegue ha de ser
esperado como un empuje. Lo primero y duradero al final sigue siendo: poder esperar
en este claro hasta que las señas aparezcan. Pues el pensar no cuenta más con el favor
del “sistema”, sino que es histórico en el único sentido de que, el Ser mismo en cuanto
que acontecimiento que confiere lo propio sustenta [trägt], en primer lugar, toda la
historia y, por tanto, no puede ser nunca calculado. En el lugar de la sistemática y de
la deducción aparece el histórico aprontamiento para la verdad del Ser.
Y esto requiere ante todo que esta misma verdad cree, con todo, ya, y a partir de
su esencia apenas resonante, los rasgos fundamentales de su sitial (el Da-sein), y el
sujeto en el hombre deba transformarse en su constructor y vigía.
En la pregunta por el ser [Seinsfrage] de lo que se trata nada más, es de la
realización de esta preparación de nuestra historia. Todos los “contenidos” y “opi-
niones” y “caminos” –y de manera especial, la primera tentativa hecha desde “Ser y
Tiempo”- son accidentales y pueden desaparecer.
Mas lo que ha de ser mantenido es la extensión en el espacio de juego de tiempo
del Ser. Esta extensión coge a cualquiera que sea lo bastante fuerte como para pensar
a fondo las primeras decisiones, al interior de cuyo dominio terminamos siendo
apropiados [eingeeignet] con la época, y que [co]presenta una sabida seriedad, que
no choca más con lo bueno o lo malo, en la incidencia y el rescate de la tradición, en
la buena voluntad y el atropello, la que sólo ve y aprehende lo que es, [242] para que
partiendo del ente, donde impera la esencia desfigurada como algo esencial, salir en
auxilio del Ser y llevar a la historia a un fundamento crecido en su propio ser.
“Ser y Tiempo” no es por tanto ningún “ideal” ni “programa”, sino el inicio
preparatorio del despliegue del Ser mismo, no lo que nosotros inventamos, sino lo
que nos [piensa o inventa], suponiendo que hayamos madurado lo suficiente y que
estemos forzados por un pensar, que no nos entrega doctrina alguna ni da lugar a
una acción moral, ni nos asegura la “existencia”, sino que funda tan sólo la verdad
como espacio de juego de tiempo, en donde el ente puede llegar a ser nuevamente lo
que es, es decir, resguarda el Ser.
Y puesto que estos resguardos requieren a más de alguno o un ser destacado,
para permitir en general que el ente se pare en sí mismo, el arte ha de ser quien en
su obra ponga la verdad.
Aconteció una vez que la entidad se convirtió en lo más entitativo (óntos ón), y esto
trajo como consecuencia que, el Ser se convirtiera en la esencia del Dios mismo, en
donde Dios fue concebido como la causa culminante [verfertigende Ursache] de
todo ente (la fuente del “ser” y de allí por necesidad, él mismo, el supremo “Ser”, lo
más entitativo).
Esto da la impresión de que es el Ser (al ser desfasado en lo más entitativo) lo
máximamente apreciado y, por tanto, también, lo tocado en su esencia. Y, no obs-
tante, este es el desconocimiento del Ser y la evasión ante la pregunta por él.
El Ser alcanza recién su grandeza, cuando es reconocido como aquello que el
dios de los dioses y todo diosear requieren. Lo “requerido” se contrapone a toda
utilidad. Pues, se trata del acontecimiento de la a-propiación del Da-sein, en donde
172
IV. EL SALTO
127. LA HENDIDURA
Ella es el despliegue mantenido en sí mismo de la intimidad del mismo Ser, con tal
que le “experimentemos” como el rehusamiento y lo que viene a rehusarse
[Umweigerung]. Pero, si se quisiera intentar empero hacer lo imposible y captar la
esencia del Ser con ayuda de las “modalidades” “metafísicas”, entonces hay que
decir que: El rehusamiento (el despliegue del Ser) es la suprema realidad efectiva, lo
supremamente posible en la medida de lo posible y, por lo tanto, la primera necesi-
dad, pero dando por descontando la procedencia de las “modalidades” a partir de la
ousía. Esta “dilucidación” del Ser lo saca fuera de su verdad (el claro del Da-sein) y
lo degrada a algo meramente dado, presente en sí, a la devastación más desoladora
que pudiera caer sobre el ente. Y [qué] si ella no fuera en absoluto transferida al Ser
mismo. Más bien tendríamos que intentar pensar la hendidura a partir de la esencia
fundamental del Ser, en razón de la cual ella es el ámbito de decisión para la lucha
de los dioses. Esta lucha se juega por su venida o huida, por cuya lucha los dioses se
tornan recién dioses [göttern: se divinizan] y [así] ponen el dios a decisión.
El Ser es el estremecimiento de este volverse dioses, el estremecerse como el
ensanchamiento del espacio de juego de tiempo, en el que él mismo como
rehusamiento se da propiamente y acontece [s. er-eignet] en el acontecimiento de
su claro.
La intimidad de este estremecimiento requiere de la hendidura más abismal, y
en ésta se deja inventar presumiblemente la inagotabilidad del Ser. [244]
173
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
nada) Como la excedencia del puro rehusamiento. Cuanto más rica la “nada”, tanto más
simple [se da] el Ser.
De lo primero que se trata, sin embargo, es de fundar la verdad del Ser. Sólo
entonces podremos tomar de la insidiosa palabra “nada” la nulidad y concederle la
fuerza de apuntar hacia lo ab-ismático del Ser.
¿Le adviene sólo al hombre el presentimiento del Ser? ¿De dónde sabemos esto
finalmente? ¿Y es este presentimiento del Ser la primera respuesta esencial a la
pregunta, por lo que sea el hombre? Puesto que la primera respuesta a la pregunta es
la modificación de esta pregunta a la forma: quién sea el hombre.
El hombre presiente el Ser, es el presentidor del Ser [Ahnende des Seyns], por-
que el Ser acontece en propiedad en él y, ciertamente, de tal modo que la a-propiación
necesita, en primer término, un ser que sea propio [Sich-eigenes], un sí-mismo, cuya
mismidad el hombre tiene que sostener en la insistencia, la cual estando puesta
dentro del Da-sein deje ser al hombre aquel ente que solo entonces podrá ser tocado
por la cuestión del quién. [245]
129. LA NADA
174
IV. EL SALTO
Si hemos de dar nombre a este despliegue en pocas palabras, entonces esto podría
conseguirse mediante el giro:
El Ser se despliega como el acontecimiento de la fundación del Ahí, dicho breve-
mente: como Ereignis. Pero, con esto, queda todo aquí atestado de falsas interpreta-
ciones; y aunque éstas fuesen rechazadas, siempre habría que tener presente que,
ninguna fórmula dice lo esencial, porque cada fórmula suele ser pensada y dicha
siempre en un único plano y punto de vista. No obstante, una primera aclaración
podría servir de ayuda, para salvar este carácter-de-fórmula.
El acontecimiento de la fundación del Ahí quiere que se lo piense como un
genetivus objetivus, el Ahí, el despliegue de la verdad es dado propiamente [er-eignet]
en su fundación (lo más originario del Da-sein) y la fundación misma despeja el mismo
ocultarse, el Ereignis. [Esto es:] El giro y la pertenencia de la verdad (el claro del
ocultarse) en el despliegue esencial del Ser. [247]
A partir del despliegue originario de la verdad se determina, en primer término,
lo verdadero y, por tanto, el ente y, por cierto, de forma tal que el ente ya no es, sino
que el Ser salta hacia el “ente”. Por eso es que, en el otro inicio del pensar el Ser es
experimentado como acontecimiento, de manera tal, en verdad, que esta experien-
cia en tanto que salto modifique todas las relaciones con el “ente”. A continuación,
el hombre, es decir, aquel que es esencial y los pocos de su tipo, tiene que construir
su historia a partir del Da-sein y esto significa, antes que nada, producir el “ente”
desde el Ser hacia lo ente. Pero, no solamente, como antes, haciendo que el ser sea
una cosa olvidada, que fuera mencionada de manera inevitable, sino de tal modo
que el Ser, su verdad, porte propiamente toda relación con el ente.
Esto exige la reserva como temple fundamental, que atraviesa y determina aquella
vigilancia en el espacio de tiempo para el paso fugaz del último dios.
Que resulte esta transfiguración [Umwerfung] del hombre pasado, es decir,
previamente, la fundación de la verdad más originaria en el ente de una nueva
historia, no es algo que pueda ser calculado, sino [antes bien] [es] don o retiro
del apropiamiento mismo, incluso allí aún cuando el despliegue del Ser ya ha
sido anticipado en la actual meditación y se lo conoce en sus rasgos fundamen-
tales.
175
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
176
IV. EL SALTO
camino del cual proviene. Pues, aquí se ha hecho prevalecer la entidad como la ousía,
idéa, y, en consecuencia, la objetualidad como condición de posibilidad del objeto. De allí
que, al querer superar el primer planteamiento de la pregunta por el ser, en “Ser y
Tiempo” y sus irradiaciones (“De la esencia del fundamento” y el libro sobre Kant3 ), se
precisó de varias intentos, para tratar de adueñarse de la “diferencia ontológica” y apre-
hender su origen mismo, lo que significa: su genuina unidad. De allí que, fue necesario
hacer el esfuerzo para liberarse de la “condición de posibilidad” entendida como un
mero regreso “matemático” y aprehender la verdad del Ser a partir de su propio desplie-
gue esencial (Eregnis). Y de allí lo desagradable y discrepante de esta diferenciación.
Pues, cuanto más necesaria sea ésta -si se lo piensa desde la tradición- para conseguir en
general una primera perspectiva para la cuestión del Ser, más desastrosa seguirá siendo
esta diferenciación. Porque la diferenciación surge precisamente para un preguntar por
el ente como tal (por la entidad). Pero, por estos caminos, no se alcanzará jamás, de un
modo inmediato, la cuestión del Ser [Seynsfrage]. Dicho en otras palabras, esta diferen-
ciación se torna precisamente en la auténtica barrera que impide [verlegt] hacer la
pregunta por el Ser, en la medida que intenta – al dar por supuesta la diferencia de éste,
seguir preguntando por su unidad. Esta unidad sólo puede seguir siendo siempre el
reflejo de la diferencia y no conduce nunca al origen, desde donde esta diferenciación
pueda ser avistada como una que no es más originaria.
Por lo tanto, no se trata de remontar o sobrepasar el ente (trascendencia), sino de
sortear esta diferencia y, con esto, la trascendencia [250] y preguntar, de modo inicial,
a partir del Ser y de la verdad.
No obstante, en el pensar transitivo hemos que soportar esta discrepancia: la
primera vez, para empezar con esta diferenciación el primer esclarecimiento, y luego
en efecto, precisamente, para saltarse esta diferenciación. Pero, este sortear acontece
mediante el salto en tanto que pro-fundización del fundamento de la verdad del Ser,
mediante un salto dentro del Ereignis del Da-sein.
3
Kant y el Problema de la Metafísica (Gesamtausgabe, tomo 3).
4
cfr. El salto, 166. Despliegue y esencia.
177
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Pero para ello tenemos que deshacernos del hábito de querer poner a salvo este
despliegue del Ser como algo que es, en todo momento, para cualquiera, y de una
manera arbitraria, representable [251].
Más bien, la singularidad de la vibración la hemos de conquistar cada vez sólo
en su puro ocultarse en el salto originario [Einsprung], sabiendo que ahí no conse-
guiremos “lo último”, sino el despliegue esencial de la queda, lo más finito y único
como sitio del instante de la gran decisión sobre la ausencia y llegada de los dioses
y, con ello, primeramente, la queda de la guardia para el paso del último dios.
La singularidad del Ser (como Ereignis), la irrepresentabilidad (ningún objeto), la
suprema extrañeza y el esencial ocultarse [a sí mismo], todas éstas son indicaciones
que hemos de seguir si hemos de prepararnos, primeramente, para presentir lo más
raro frente a lo auto-evidente del Ser, y en cuya apertura estamos parados, aún
cuando nuestro ser hombre practique la mayoría de las veces el estar-ido [Weg-sein].
Aquellas indicaciones nos interpelan, solamente, cuanto más soportamos el apre-
mio del abandono del ser y nos ponemos ante la decisión acerca de la falta y la
llegada de los dioses.
Hasta qué punto las indicaciones tienen como efecto el temple fundamental de
la reserva y en qué medida la reserva se da el tono en la ductilidad frente a aquellas
indicaciones [es algo que ha de quedar abierto].
178
IV. EL SALTO
Pero, tan seguro como que fuera mal interpretada la obra de Kant mediante
semejante exégesis historiográfica, se ha de mal interpretar, de nuevo, aquí, tam-
bién, aquello que debe acercársenos como lo otro, como lo venidero: que no parece
ser nada más que un “kantianismo” “existencial”, o alguno que otro modernizado.
Pero, en la medida que se sostenga -y con razón- que Kant ha sido desdibujado allí
historiográficamente, se tendrá que renunciar, por tanto, también a presentar la
posición fundamental, desde la cual y sobre la cual se ha conseguido la distorsión
como “kantianismo”. En otras palabras, un error semejante comparado
historiográficamente no da cuenta de lo esencial. La ex-posición histórica (cfr. La
sugerencia) es, en efecto, un proceder que reinstala tanto la historia temprana en su
oculta grandeza, y contrapone, a la vez, y sólo así, el otro cuestionar, que viene a
ejecutar no por la comparación, sino como ductilidad frente a aquella grandeza y a
sus necesidades.
Y de ese modo, el “libro sobre Kant es de comienzo a fin, necesariamente,
ambiguo y, sin embargo, no una comunicación casual, ya que Kant [253] sigue
siendo el único que conduce la interpretación de la entidad (ousía), desde los grie-
gos, a una determinada relación con el “tiempo” y, con ello, se hace testigo del
oculto imperar del nexo entre entidad y tiempo.
A pesar de ello, el pensar (lógos – formas del juicio – categorías – razón)
conserva para Kant, como ya en los griegos, la prioridad en el establecimiento del
horizonte de la interpretación del ente en cuanto tal. Además entra a predominar,
a consecuencia del proceder cartesiano, el pensar como “pensar”, y el ente mismo
se convierte, por la misma razón histórica, en perceptum (lo representado), en obje-
to. Por eso es que no puede lograrse una fundación del Da-sein, es decir, que la
pregunta por la verdad del Ser no llega aquí siquiera a plantearse.
[El despliegue del Ser como Ereignis] encierra en sí el a-propiamiento del Da-
sein. Según esto, y en sentido estricto, hablar de una relación de Da-sein y Ser
puede inducirnos a un error, en la medida que nos veamos cercados por la opi-
nión, que el Ser se despliega “para sí” y el Da-sein asume la relación con el Ser.
La relación del Da-sein con el Ser pertenece al despliegue del Ser mismo, lo que
puede expresarse también diciendo: el Ser requiere [braucht] del Da-sein, es más:
[su esencia] no puede desplegarse sin que ocurra este apropiamiento.
Tan extrañante es el Er-eignis, que recién por medio de la relación con lo otro
parece llegar a completarse [er-gänzt], y donde, en el fondo, de otro modo nada otro
se despliega.
Hablar de una relación del Da-sein con el Ser torna al Ser ambiguo, lo hace un
oponente [Gegenüber] que éste no es, puesto que aquello para quien ha de desplegarse
como oponente, debe ser él mismo, primeramente, a-propiado. De allí que esta
relación no sea, en absoluto, tampoco, comparable con la relación sujeto-objeto.
[254]
179
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
136. EL SER5
Ser – la errada como marcada creencia, que el Ser tendría que “ser” siempre y
cuanto más estable y duradero lo sea, tanto “más ente” será.
Pero, no es el caso que el Ser “sea”, sino que se despliega.
Y entonces el Ser es lo más raro, porque es lo más singular y único, y nadie
aprecia los pocos instantes en los que se funda y despliega un sitio.
¿En qué radica el que el hombre se equivoque tanto con el Ser? En que, para
experimentar la verdad del ser, ha de estar expuesto a los entes. En este exponerse es
el ente lo verdadero, lo abierto y esto, porque el Ser se despliega como lo que se
oculta por sí mismo.
Así es como el hombre se detiene en el ente y se sirve de él y recae en el olvido
del Ser y, en verdad, todo esto con la ilusión de estar haciendo lo propio y permane-
ciendo próximo al Ser.
Sólo allí, donde el Ser se retiene como lo que se oculta por sí mismo puede
aparecer el ente y dominar aparentemente todo, y presentarse como único límite
ante la nada. Y, no obstante, todo esto se funda en la verdad del Ser. Mas entonces lo
que queda así como única y más próxima conclusión es dejar al Ser sumido en su
latencia y olvidarlo sin más. Con todo: dejar al Ser sumido en el ocultamiento de la
latencia y hacer la experiencia de lo que se nos oculta son cosas radicalmente dife-
rentes. La experiencia del Ser, sostener su verdad reduce al ente ante todo a sus
límites y le quita la aparente singularidad de su preeminencia. De esa forma, empe-
ro, no se torna menos ente, sino, por e contrario, es más ente, esto es, deviene más
esencial en el despliegue del Ser.
Cuántos (todos) hablan hoy de “ser” y mientan siempre sólo a un ente, y quizá
aquél que les procura la ocasión para evadirse y tranquilizarse. [255]
Si hablamos de la relación del hombre con el Ser y, a la inversa, del Ser al
hombre, entonces esto suena fácilmente, de un modo tal, como si el Ser se desplega-
ra para el hombre como un oponente y un objeto.
Pero, el hombre se acontece y da propiamente como Da-sein, que proviene del
Ser en cuanto que Ereignis y, así pertenece al Ereignis mismo.
El Ser ni “es” en torno al hombre, ni oscila tampoco como algo que existe por
ahí solamente por él. El ser más bien [le pasa o] le acontece al Da-sein y, de ese
modo, se despliega recién como Ereignis.
Por ningún motivo puede aqui el acontecimiento ser re-presentado siquiera
anticipadamente [vor-gestellt] como un “dato” y una “novedad”. Su verdad, es decir,
la verdad misma, se despliega sólo en el cobijamiento como arte, pensar, poetizar,
acto, y exige por lo mismo la insistencia del Da-sein, que se rechace cualquier
aparente inmediatez en la re-presentación.
El ser se despliega como el acontecimiento. Este es el fundamento y abismo de
la disposición del dios sobre los hombres y tornadizamente [kehrig] del hombre
para con el dios. Pero esta disposición sólo es soportada en el Da-sein.
(Si el Ser no puede ser determinado como lo “más general” y “más vacío” y
“más abstracto”, porque sigue siendo inaccesible a cualquier re-presentación, enton-
5
cfr. Reflexiones V, 17s., 34, 51s.
180
IV. EL SALTO
ces tampoco admitirá ser considerado y, en verdad, por idéntica razón, como lo
“más concreto”, y menos aún ser concebido como las interpretaciones en sí insufi-
cientes del acoplamiento de ambos.)
La disposición tornadiza es puesta a tono en el Da-sein mediante el temple
fundamental de la reserva y lo atemperador es el acontecimiento. Pero, si interpre-
tamos el temple de acuerdo a nuestra representación del “sentimiento”, entonces se
nos irá a decir aquí simplemente que el ser ha sido referido, ahora, en lugar de al
“pensar” al “sentimiento”. Pero, cuán superficial y sentimentalmente pensamos allí
los “sentimientos” como “capacidades” y “manifestaciones” de un “alma”; y cuán
lejos nos hallamos de la esencia del temple, lo que significa aquí: del Da-sein. [256]
En caso que aún nos sea lícito caracterizar la inmediata comprensión del Ser a
partir del ente, entonces habría que apelar a la realidad efectiva como lo propiamente
ente. Nuestro conocimiento de la realidad efectiva está dado por lo presente y estable.
Pero en el otro inicio el ente no es nunca la realidad efectiva en el sentido de
esta “presentización” [Gegenwärtigen]. También allí donde este ente sale al encuen-
tro como lo constante es, para el proyecto originario de la verdad del Ser, lo más
huidizo.
Real efectivo, a saber, que es, primeramente, lo recordado y, también, lo prepara-
do [Bereite]. Recuerdo y preparación abren el espacio de juego de tiempo del Ser,
que le ha de denegar la “presentización” al pensar como su primera y única determi-
nación. (Puesto que en esto reside el campo decisional más próximo sobre la verdad
del Ser, por ello tuvo que intentarse el arranque hacia el otro inicio a la manera de
“Ser y Tiempo”.) A pesar de ello, se querría dejar de lado en la habitual concepción
del tiempo (desde Aristóteles – Platón) la primacía del nûn [ahora] y derivar recién
en su cambio el pasado y futuro, sobretodo puesto que el recuerdo sólo puede
recordar desde y en la apelación sobre una cosa presente y que hubo sida presente,
ya que algo venidero tiene tan sólo la determinación de devenir presente.
Aún cuando lo que se ha hecho presente no es nunca lo nulo y participa en la
fundación del recuerdo y la preparación, todo ello se debe, únicamente, a que el
presentizar de lo que siempre está presente es atravesado y sustentado ya por el
recuerdo y la preparación, en cuya intimidad fulgura siempre solamente el presente.
Hacer la experiencia original de este presente, no le es posible hacerla no por lo
huidizo de ésta, sino por su singularidad. Esta última es el contenido esencial y
nuevo de la consistencia y del hacerse presente que se han de determinar a partir del
recuerdo y la preparación. [257]
137. EL SER
En el otro inicio se ha de ser alcanzado como esto inicial el despliegue mismo del
Ser en su total extrañeza frente al ente. Este mismo no es más lo familiar, a partir del
cual el Ser podría ser recogido sólo como una evaporada sobra, como si el Ser fuera
tan sólo la determinación más general del ente ya conocido, que aún no ha sido
aprehendida.
En el otro inicio se realiza la trasposición más extrema venido desde lo “ente”
como aquello que presuntamente da la medida, sin importar cuanto más pueda predo-
minar aún cualquier [forma de] pensar (cfr. el abandono del ser).
181
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
182
IV. EL SALTO
Cuando no se recurre a una aclaración del ser (de la entidad) mediante el recurso de
la primera causa de todos los entes, que es causa de sí misma; y no se diluye el ente
6
cfr. El salto y La fundación
7
[aquí se perdió un trozo de texto, según el editor Fr.-W. von Herrmann; véase Epílogo p. 309; p.
516 del original].
183
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
184
IV. EL SALTO
último dios, para desgarrarla y poder culminar en su singularidad, divina y tan rara,
y la más extraña en cada ente.
El súbito apagarse del gran fuego, que se repliega, que no es ni día ni noche, que
nadie capta y en donde el hombre que ha llegado a su fin aún se da vueltas, sólo para
seguir aturdiéndose con las hechuras de sus maquinaciones, pretendiendo, que lo
hecho es para la eternidad, quizá para aquel etcétera que no es ni día ni noche.
143. EL SER
185
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
10
Curso del semestre de invierno 1933/34, “De la esencia de la verdad” (Gesamtausgabe, tomo
36/37).
186
IV. EL SALTO
Puesto que a la esencia del Ser le pertenece la nada (la maduración como giro en el
acontecimiento; cfr. El último dios), a la nada pertenece el Ser; es decir, lo propia-
mente nulo es lo nádico [Nichthafte] y de ningún modo la mera “nada”, tal como es
representada por la negación representadora de algo, a raíz de lo cual puede decirse:
la nada no “es”. Pero el No-Ser se despliega y el Ser se despliega, el No-ser se despliega
en la no esencia, el Ser se despliega como nádico.
Sólo porque el Ser se despliega nadificando [nichthaft west], tiene al No-ser
como lo otro suyo. Pues esto otro es lo otro de él mismo.
Desplegándose en forma nádica posibilita y fuerza, a su vez, la otredad.
Pero, ¿de dónde proviene, aquí, el delimitarse extremo a lo uno y a lo otro y, de
esta forma, la alternativa [de uno y otro] [Entweder – Oder].
11
cfr. El salto, 144. El Ser y la disputa originaria; cfr. Mirada preliminar, 47. La esencia de la
decisión
187
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
¿Qué significa que: el ser “es” in-finito? La pregunta no puede ser respondida si la
esencia del Ser no se halla incluida con la pregunta.
Y lo mismo es válido de la proposición: el ser es infinito, si in-finitud y finitud
son tomados como conceptos grandes ahí presentes. ¿O acaso se menciona con ello
una cualidad, y ¿cuál?
La pregunta por el despliegue del Ser se halla al final, fuera de la polémica
[Streit] entre aquellas proposiciones; y de la proposición que dice: el Ser es infinito,
y que es mentado sólo como resistencia transitoria al “idealismo” de todo tipo.
Si nos movemos empero en la polémica de aquellas proposiciones, entonces
habría que decir: Si el ser es puesto como uno infinito, luego está precisamente
[268] determinado. Si se lo pone como uno finito, entonces se afirma su carácter ab-
ismático [i.e. infundado]. Pues lo in-finito no puede ser mencionado como lo sin fin
que se escurre, y que sólo transcurre, sino como el círculo cerrado! ¡Frente a esto se
halla el Ereignis en su “giro”! [strittig: litigioso]
148. EL ENTE ES
188
IV. EL SALTO
Esta diferenciación al interior del primer preguntar, por lo tanto, que aparece en la
historia de la pregunta conductora, ha de estar asociada con la interpretación aquí
rectora del ente en cuanto tal.
Llamamos, en cierto modo, de manera arbitraria, el tí estin, la constitución (que-
idad; essentia) y el hóti éstin, el “modo” (Que-es y cómo-es, existentia). Más impor-
tante que los nombres es el asunto y, con ello, la pregunta del cómo surge esta
diferenciación del ente y, por lo tanto, cómo pertenece ella al despliegue del Ser.
La representación inmediata de esta diferencia y de los diferenciados conduce a
un callejón sin salida, en el cual nos encontramos hace largo tiempo habituados. La
“puerta” tiene su Qué [Was-sein], del mismo modo que “el reloj” y el “pájaro” y
tienen ellos cada uno su Que-es y Cómo-es [Dass- und Wie-sein].
¿Se concibe a través de ellos la “realidad efectiva”, o incluso, la posibilidad y
necesidad? ¿Son estas “modalidades”, modalidades de la realidad efectiva? ¿Es ésta
misma siempre una entre otras? Y entonces ¿de dónde modalidades?
¿Bastará con la indicación de la diferencia entre presencia y ausencia, algo así
como lo ahí delante presente y lo a la mano, por lo pronto, en el sentido y el
horizonte de la pregunta conductora?
De todos modos, a partir del “pensamiento” inmediato de esta diferencia no se
muestra nada que lo determine como horizonte y verdad, si seguimos persistiendo
en este pensar como primero y último.
Una discusión meramente formal, es decir, que toma la diferencia como dada
simplemente y caída del cielo –una dilucidación tomada dialécticamente de la rela-
ción entre essentia y existentia sigue siendo hueca escolástica, la cual se caracteriza
justamente porque sigue permaneciendo en un amplio sentido sin un horizonte [270],
ni una meditación de la verdad relativa a los conceptos de la entidad. Luego la
189
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
salida ha de ser entonces el explicación del “ser” a partir de ente supremo en cuanto
que hecho y pensado desde él.
Solo que, sigue quedando el hecho de que el tratamiento de la pregunta conduc-
tora se ha topado ya tempranamente con esta diferenciación en la misma entidad!
¿Cuándo? Por entonces, cuando el ente fue interpretado a la luz de la idéa, de la
ousía. ¿Por qué aquí y por entonces? (cfr. La sugerencia, 110. La idéa, el platonismo
y el idealismo) Formalmente podría decirse que: toda “constitución” tiene su modo
y cada modo es uno de una constitución. De manera que ambos se copertenecen. Y,
con ello [aparece] la indicación acerca de un despliegue oculto esencial enriquece-
dor y unificador de la entidad.
No es que la essentia y la existentia sean lo enriquecedor y el resultado de una cosa
simple sino, al contrario, de un determinado empobrecimiento de un despliegue del Ser
en sí mismo enriquecedor y de su verdad (su espacialidad temporal como el abismo).
El paso siguiente que de ejecutarse en la exposición, es: el pensamiento de la
ousía como representación, noeîn, abrirlo en su horizonte y fundamento, y sacar a la
luz la caracterización de la ousía como presencia constante. Hoy en día se actúa
como si esto se lo hubiese sabido desde siempre. Esto es correcto y sin embargo,
incorrecto; correcto en la medida que constancia y presencia han sido mentadas y
prefiguradas tácitamente; y, sin embargo, incorrecto, en la medida que éstas dos no
han sido incluidas en el saber en cuanto que tales y concebidas como caracteres
“temporales” de un tiempo más originario (del espacio de tiempo) y, lo que es más
esencial, transformarlos, por primera vez, desde allí, en un problema.
12
cfr. La sugerencia, 98. El proyecto de entidad en la presencia constante; 110. La idéa, el
platonismo y el idealismo; cfr. curso de semestre de verano 1927 “Los problemas fundamentales de la
fenomenología” (Gesamtausgabe, tomo 24).
190
IV. EL SALTO
¿De dónde esta serie de grados? Ya a raíz de la idéa y de la cercanía a ella, cfr. p. ej.,
“La República” de Platón; pero se trata aquí de los grados del ente respectivamente,
que van desde lo no-ente hacia lo ente, hacia el óntos ón.
Luego, ante todo, el escalafón neoplatónico!
La teología cristiana – ens creatum y analogía entis. [273]
Por doquier, donde haya un summum ens. En Leibniz: mónadas dormidas
mónada central. Todo esto se hallará en una forma de sistemática neoplatónica nue-
va en el idealismo alemán. ¿Hasta qué punto no se puede retrotraer todo esto a
Platón y es puro platonismo, siempre y solamente grados del ente como diferentes
completaciones de la entidad suprema.
¿Existen, si se pregunta desde la verdad del ser, en general, grados de este tipo e incluso
grados del Ser?
Si nos detenemos a pensar un poco la diferenciación de Ser y ente como apro-
piación del Da-sein y cobijamiento del ente, y consideramos que todo aquí es de un
13
cfr. El salto, 152. Los grados del Ser.
14
cfr. el salto, 132. Ser y ente, 154. “La vida”.
191
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
192
IV. EL SALTO
153. VIDA
[La vida] [es] un “modo” de la entidad (Ser) del ente. La apertura inicial del ente a la
vida, se hace para resguardar [276] la mismidad. El primer oscurecimiento en la
custodia del sí mismo funda el aturdimiento de lo viviente [Benommenheit des
Lebendigen], en donde se lleva a cabo toda excitación e irritabilidad, y los diversos
grados de lo oscuro y de su despliegue.
El oscurecimiento y el despliegue del instinto. La preservación del sí mismo y la
primacía de la “especie”, que no conoce a ningún “individuo” como un ser en sí
mismo [als selbstisches].
El oscurecimiento y la falta de mundo. (¡Anteriormente entendida como pobreza
de mundo! Equívoca. La piedra ni siquiera carece de mundo, porque le falta incluso
oscurecimiento.)
Entumecimiento y recaída de la vida desde la apertura del comienzo. Según
esto, tampoco habría clausura, en la medida que lo viviente no es considerado con
15
cfr. El salto, 152. Los grados del Ser; cfr. Biologismo, en: La sugerencia, 110. La idéa, el
platonismo y el idealismo, p. 221s.
193
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
esto – “tierra” (piedra, planta, animal). Piedra y río no son sin la planta y el animal.
¿Qué pasa con la decisión en relación con la vida y cómo se ha de decidir [o fallar]
en ella? La meditación acerca de lo “biológico”.
La naturaleza, la escogida por la ciencia natural desde lo ente ¿qué le ocurre a ésta
con la técnica? La creciente o mejor dicho: la simple destrucción llevada hasta al
final de la “naturaleza”. ¿Qué fue ésta alguna vez? El sitio para el instante de la
llegada y de la morada de los dioses, cuando reposaba aún como physis, en el
despliegue mismo del Ser.
Desde entonces se convirtió prontamente en un ente y luego incluso en el adver-
sario de la “gracia” y tras esta destitución fue reducida totalmente por la fuerza
plena de la maquinación y economía calculadoras.
Y al final resta aún el “paisaje” y el lugar de recreación, y esto computado ahora
también hasta lo gigantesco y arreglado para las masas. ¿Y luego? ¿Es esto el final?
¿Por que calla la tierra con esta [su] destrucción? Porque a ella no le está permi-
tido la disputa con un mundo, porque no le esta permitida la verdad del Ser [277]. Y
¿por qué no? ¿Quizás porque esa cosa gigantesca que es el hombre, cuanto más
grande es más pequeño se vuelve?
¿Hemos de abandonar la naturaleza y entregarla sin más a la maquinación?
¿Seremos todavía capaces de buscar a la tierra en forma renovada? Y ¿quién ha de
desplegar aquella disputa, en la medida que encuentre su apertura, en la medida que
se clausure y siga siendo la tierra?
156. LA HENDIDURA
194
IV. EL SALTO
atrapar el Ser mediante el análisis [278] de nuestro conocimiento firme que tenemos
ya de sus propiedades.
Este análisis así como asir firmemente una experiencia como experiencia, fue
necesario hacerlo una primera vez, para que Kant pudiese dejar apuntado, recién, por
vez primera, Aquello que es captado por el tipo de conocimiento “trascendental”. E
incluso, para que esta indicación y su configuración como obra pudiese ocurrir en la
obra de Kant se necesitaron los servicios de siglos de preparación.
Que hemos de esperar ahora de nuestros primeros tanteos, cuando se trata de
algo totalmente diferente, en donde Kant ha ser tan sólo un lejano preludio y esto, a
su vez, solamente si se lo ha comprendido a partir de la tarea originaria.
Y ¿Qué significa que al final de la analítica de los principios fundamentales, se
consideren las “modalidades” y, por tanto, todo lo que ha sido determinado con
antelación antes que él [Kant]?
Las “modalidades” son aquellas del ente (de la entidad), y incluso no dicen nada aún
sobre la hendidura del Ser mismo. Por la que se puede preguntar recién, cuando
resplandece la verdad del Ser como acontecimiento, a saber, como aquello que
requiere del dios en la medida que el hombre le pertenece (cfr. El último dios, 256.
El último dios). Las modalidades siguen quedando rezagadas, por esto, detrás de la
hendidura así como la entidad detrás de la verdad del Ser; y la cuestión por las
modalidades seguirá necesariamente estando presa en el marco de la pregunta recto-
ra, frente a lo cual a la pregunta fundamental le compete solo la indagación por la
hendidura.
La hendidura tiene su primera y más amplia medida en el requerimiento del
dios, por una parte, y en la pertinencia (al Ser) del hombre, por la otra. En este punto
se despliegan los derrumbes del dios y el ascenso del hombre como uno que ha sido
fundado en el Dasein. La hendidura es el interno e incalculable [279] precipitado del
a-propiamiento, del despliegue del Ser como aquel medio requerido y garantizador
de pertenencia, y que sigue estando remitido al paso del último dios, y sobretodo a
la historia del hombre.
El acontecimiento que confiere lo propio transfiere el dios a los hombres, en la
medida que les asigna el dios [dem Gott zueignet] a éstos (cfr. Mirada preliminar, 7.
Del acontecimiento, pág. 26s.).
El Da-sein se halla fundado abisalmente en el acontecimiento, y lo mismo lo
estará el hombre, si consigue dar el salto interno en la fundación creadora.
Aquí acontece rehusamiento y falta, incidencia y coincidencia, reserva y trans-
figuración, libertad y coerción. Tal cosa acontece, es decir, pertenece al despliegue
del acontecimiento mismo. Todo forma de regulación, aplazamiento y mezcla de las
“categorías” fracasa aquí, porque las categorías han sido aplicadas al acontecimien-
to partiendo del ente, porque aquellas no nombran ni conocen jamás al Ser mismo.
De igual modo, el paso del dios, el acontecimiento y la historia no han de ser
pensados jamás como tipos de “movimientos”, porque el movimiento (incluso si se lo
pensara como metabolé) queda remitido siempre al óv como ousía, a cuya relación
pertenecen también dynamis y enérgeia y sus sucesores posteriores.
195
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Pero, más allá de aquello que hace al precipitado interno del acontecimiento y
que se mantiene velado o se presenta, cada vez, según el apropiamiento, no se
permite que sea contado ni expuesto jamás en una “pizarra”, mucho menos en la
compartimentación de un sistema, sino que todo decir de la hendidura es una pala-
bra pensada [dirigida] a dios y a los hombres y, por tanto, al Da-sein y de ese modo
a la disputa entre mundo y tierra.
Aquí no se trata de ningún análisis escrutador de “estructuras”, ni mucho menos
de hacer-como-si se balbucearan “signos”, como si se apelara por algo.
El escaparse a las “cifras” es sólo la última secuela de aún no superada “ontolo-
gía” y “lógica”, sino precisamente de la que allí se presupone [280]. [cfr. Karl Jaspers]
El decir del pensar inicial se halla fuera de la diferencia entre concepto y cifra.
159. LA HENDIDURA
16
cfr. curso de semestre de invierno 1935/36, “La pregunta por la cosa. La doctrina kantiana de
los principios fundamentales” (Gesamtausgabe, tomo 41).
196
IV. EL SALTO
En sus formas más ocultas es éste [ser-hacia-la-muerte] el acicate para la más alta
historicidad y el secreto fundamento de la decisión para la vía más corta.
No obstante, ser hacia la muerte, desplegado como determinación esencial de la
verdad del Da-sein, cobija en sí dos determinaciones fundamentales de la hendidura
y cuyo reflejo es frecuentemente desconocido en el Ahí:
Por una parte se nos oculta aquí la pertenencia esencial del No al ser como tal, lo
que aquí, con el Da-sein destacado como fundación de la verdad del ser, sólo apare-
cería en su dureza singular.
Y luego el ser hacia la muerte oculta la insondable y esencial plenitud de la
“necesidad”, una vez más, como la de una hendidura en el ser mismo; ser hacia la
muerte entendido nuevamente de acuerdo al Dasein. [282]
El choque entre necesidad y posibilidad. Sólo en tales regiones se deja presentir
lo que, en verdad, pertenece a eso que la ontología considera como la burda y hueca
mezcolanza de las “modalidades”.
197
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Precisamente los equívocos de esta sección de “Ser y Tiempo” son el signo más
claro para la incapacidad, no del todo prospera aún, de comenzar con el plantea-
miento de la pregunta que allí se preparaba, [283] lo que significa asimismo pensar
más originariamente y saltar creativamente fuera de sí mismo.
Que la muerte sea proyectada, en su esencia ontológica-fundamental, en una
conexión esencial con la futuridad originaria del Dasein significa, por lo pronto, en
el marco de la tarea [propuesta] de “Ser y Tiempo”: que la muerte está puesta en una
relación con el “tiempo”, el que es planteado como ámbito de proyección de la
verdad del Ser mismo. Ya esto es un indicador, lo suficientemente claro para quien
quiera preguntarse también, el que aquí la pregunta por la muerte se halla puesta en
una referencia esencial con la verdad del Ser y únicamente en esta referencia; y que
por lo mismo, la muerte no es aquí ni nunca tomada como la [de]negación del Ser o
incluso que la muerte ser tomada como [una] “nada” para la esencia del Ser, sino
por el contrario: la muerte es la testificación suprema y extrema del Ser [cfr. 230].
Pero este sólo puede saberlo quien sea capaz de experimentar el Da-sein y co-
fundarlo en la autenticidad del ser-sí-mismo, la que no tiene nada de personal ni
moral, sino que se la piensa siempre [como siendo] una y otra vez “ontológica-
fundamental”.
hay que comprenderlo como determinación del Da-sein y únicamente así. Aquí se
cumple la dimensión más extrema de la temporalidad y, con ello, la relación con el
espacio de la verdad del Ser, la indicación del espacio temporal. Pero no para dene-
gar el Ser, sino para fundar el fundamento de la afirmatividad plena de su ser.
Pero que precario y barato resulta esgrimir la palabra “ser hacia la muerte”,
preparando a través de ella una burda “concepción de mundo”, para incluirla luego
en “Ser y Tiempo”. Aparentemente este cálculo resulta de lo más bien, puesto que
en este “libro” se ha hablado también de la “nada”. De modo que, la conclusión
rotunda es: ser hacia la muerte, es decir, ser hacia la nada [284], y ésto como esencia
del Dasein! Lo que no ha de ser entendido como ningún nihilismo.
Pero no se trata con ello empero de disolver el ser-hombre en la muerte y
declarar la pura nihilidad de éste, sino al contrario: insertar la muerte al interior del
Dasein, para vencer al Dasein en su amplitud abismal y, de esa forma, ponderar
plenamente el fundamento de la posibilidad de la verdad del Ser.
Con todo, no todos necesitan llevar a término este ser hacia la muerte y asumir
en esta autenticidad la mismidad del Da-sein, sino que esta ejecución es necesaria
únicamente en el ámbito de la tarea de funda-mentación de la pregunta por el Ser,
una tarea que ante todo no es sólo de la filosofía.
El cumplir el ser hacia la muerte constituye un deber sólo para los pensadores
del otro inicio, sin embargo cada hombre que sea esencial entre los creadores que
han de venir, puede tener conocimiento de aquello.
No podría haberse acertado mejor en su ser por medio de este ser hacia la
muerte, si no hubiera causado entre los eruditos de la filosofía las estúpidas burlas y
entre los escritores de periódico el derecho a saber más y mejor.
198
IV. EL SALTO
[El ser hacia la muerte y ser] ha de ser concebido siempre como determinación del
Da-sein, lo que quiere decir que: el Da-sein mismo no es absorbido en ello sino, al
contrario, que encierra en sí mismo el ser hacia la muerte, y mediante esta inclusión
viene a ser recién un Da-sein ab-ismal y pleno, lo que significa: aquel “Entre” que
ofrece el instante y el sitio para el “acontecimiento”, para poder llegar a pertenecer,
de esa forma, al ser.
“Cosmovisivamente” el ser hacia la muerte se mantiene inaccesible, y si se lo
mal interpreta de este modo, como si debiera enseñarse en ello, en general, el senti-
do del ser y, por tanto, su “nihilidad” en el sentido usual del término, entonces [de
tal forma] sería arrancado todo de su nexo esencial. Lo esencial no se habría cumpli-
do [285], esto es, el pensar integrador del Da-sein, en cuyo claro se devela ocultán-
dose la plenitud del despliegue del Ser.
La muerte viene a ser meditada desde su funda-mento en este dominio, no para
enseñar “cosmovisivamente” una “filosofía de la muerte”, sino para llevar a la pre-
gunta por el ser recién a su fundamento y abrir el Da-sein como el fundamento sin
fondo, empujar al proyecto, es decir, com-prender [ver-stehen] en el sentido de “Ser y
Tiempo” (y no para hacer “comprensible” la muerte a periodistas ni a burgueses).
Si lo que es ente [Seyende] “es”, el ser no puede también ser, pues tendría que ser
puesto ya como algo entitativo [Seiendes] y por tanto como una propiedad y un
suplemento del ente, y la pregunta por éste se habría sumergido con esto detrás del
primer inicio. De esta forma, no se habría interrogado aún al Ser de ninguna forma,
sino negado, si bien, de ese modo, también, ocultado al “ente”.
El ser no es y no podemos de la misma manera equipararlo con la nada. Pero,
por otro lado, tenemos que decidirnos a poner el Ser como la nada, donde esta
“nada” significa lo no-ente. Con todo, el Ser no “es” por sobre esa semejante “nada”
ahora nuevamente “algo” tal, en donde pudiéramos reposar, representándolo como
algo encontrable. Decimos: el Ser se despliega y tomamos en esto, sin embargo, una
vez más, una denominación y el uso, que pertenece al lenguaje del ente (cfr. lo que ha
sido – pres-ente).
Pero aquí, teniendo en cuenta lo extremado de este asunto, la palabra precisa de
potencia, y con el término despliegue esencial no se ha de nombrar algo, que se halle
todavía afuera por encima del Ser, sino más bien aquello que trae a palabras su ser
más interno: el acontecimiento que confiere lo propio, el Er-eignis, aquel reverberar
de Ser y Da-sein [286], en el que ambos no son dos polos ahí presentes, sino la
sacudida pura misma.
La singularidad de esto y lo irre-presentable en el sentido de algo que sólo se hace
presente es la resistencia más dura ante las determinaciones de la entidad como idéa
y génos, determinaciones que son inicialmente necesarias, si es que la irrupción del
Ser ha de ocurrir desde el “ente” en tanto que physis.
17
cfr. El salto, La esencia del Ser.
199
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
18
cfr. “la diferenciación”.
19
cfr. Mirada Preliminar, el pensar inicial.
200
IV. EL SALTO
¿Cómo se podría acabar con este tipo de continuidad del preguntar, en aparien-
cia genuino, (el ente – cuyo ser – y nuevamente el ser del ser, etc.) para retrotraerlo
hacia un genuino preguntar? Mientras se permanezca en la ousía, no parece que
exista razón alguna para poder encontrar una forma de continuidad del preguntar
que no siga la misma huella del preguntar. Sólo queda el desviarse hacia la epékeina.
En la medida que el “ser” no es más lo re-presentable (idéa), y en la medida que
conforme a esto no se lo piense más huyendo del ente y “separado” de él (por la
manía de querer asirlo en lo posible puro y no mezclado); en la medida que el Ser
sea pensado y experimentado como lo que es simultáneo [288] (en un sentido origi-
nario del espacio y del tiempo) con el ente: como fundamento suyo (no como causa,
ni ratio), no habrá en sí mismo ninguna otra ocasión posible para preguntar, ni
tampoco de volver a hacerlo por su propio “Ser”, para alejarlo, así, aún más en la re-
presentación.
Orientados por este tipo de reflexión, podríamos esclarecer, por lo pronto, la
consecuencia histórica de los conceptos de esencia, tal como han aparecido al inte-
rior de la historia de la pregunta conductora en tanto que hilos conductores que
preguntan por la entidad:
1. la ousía como idéa
2. ousía en la explicitación aristotélica en Metafísica Z H O
3. la essentia del Medioevo
4. la possibilitas en Leibniz (cfr. Ejercicios de Leibniz)
5. la “condición de posibilidad” en Kant, el concepto trascendental de la esencia
6. el concepto idealista dialéctico-absoluto de la esencia, en Hegel.
201
V. LA FUNDACION1
FUNDACION
Da-sein
Verdad
Espacio-tiempo
1
cfr. La pregunta por la verdad como pregunta preliminar.
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
204
V. LA FUNDACION
169. DA-SEIN3
170. DA-SEIN
Da-sein no es algo tal, que pudiésemos hallar en un hombre ahí delante presen-
te, sino el fundamento de la verdad del Ser que se ha hecho necesario desde la
experiencia fundamental del Ser como acontecimiento, y por cuyo fundamento (y
para cuya fundación) el hombre es modificado desde su raíz.
Recién ahora viene a ocurrir el derrumbe del animal rationale, en el que nos
aprestamos siempre a recaer de cabeza y reiteradamente, sobre todo allí, donde no
se conoce ni el primer inicio y su fin, ni la necesidad del otro inicio.
2
cfr. Meditación, [GA. 66] 448 ss.
3
cfr. El salto, 121. El Ser y el ente
205
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
El derrumbe del hombre “pretérito” sólo es posible desde una concepción origi-
naria de la verdad del Ser.
171. DA-SEIN4
173. EL DA-SEIN.
El Da-sein es la crisis entre el primero y el otro inicio. Lo que indica que: según su
nombre y su asunto, Da-sein significa en la historia del primer inicio (esto es, en la
historia completa de la metafísica) algo esencialmente diferente que en el otro inicio.
En la metafísica, “Da-sein” es el nombre para el tipo y el modo, como el ente se
torna efectivamente real, y mienta así tanto como estar ahí presente, para interpretarlo
originariamente desde un paso dirigido de un modo determinado: la presencia. Esta
característica del ente puede incluso retrotraerse a su denominación [295] inicial, a
la physis y a su alétheia determinada. De esa forma, la palabra Dasein recibe total-
mente el contenido primicial genuino: desplegándose desoculto (ahí) y surgiendo desde sí
mismo. No obstante, a través de toda la historia de la metafísica se viene acarreando
4
cfr. Reflexiones V, 82 s. “Platón”
5
Del origen de la obra de arte, conferencia de Friburgo, 1935.
206
V. LA FUNDACION
207
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Aquí fracasan todos los dominios y puntos de vista de la metafísica y tienen que
fracasar, si es que el Da-sein ha de ser aprehendido de modo pensante. Puesto que la
“metafísica” pregunta a partir del ente (en la interpretación inicial de la physis, lo
que significa definitivamente) por la entidad y se queda sin preguntar por la verdad
de ésta, lo que quiere decir necesariamente por la verdad del Ser. La alétheia misma
es la primera entidad del ente, e incluso esta misma queda impensada [297].
En el uso pasado y todavía usual del término, Dasein mienta tanto como el estar
presente aquí y allá, ocurrir en un donde y un cuando.
En la otra significación venidera, el “ser” del Da-sein no es el ocurrir, sino la
insistente portatividad [Ertragsamkeit]como fundación del Ahí. Con el Ahí no se
alude a un Aquí y Allá, que es, de algún modo, siempre determinable, sino el claro
del Ser mismo, cuya apertura dispone y ordena, en primer lugar, el espacio para
cualquier Aquí y Allá posible y para el establecimiento del ente en la obra, el acto
y la ofrenda históricas.
El Da-sein es la insistente portatividad del claro, esto es, de lo libre, desampara-
do y pertinente del Ahí, en donde se oculta el Ser.
La insistente portatividad del claro del ocultarse es asumida en la búsqueda,
custodia y guardianía del hombre, quien se apropia del ser y se sabe perteneciente al
acontecimiento suyo en tanto que despliegue del Ser.
La primera indicación hecha del Da-sein como fundación de la verdad del Ser
ha sido cumplida (“Ser y Tiempo”) al pasar a través de la pregunta por el hombre,
en la medida que éste fue concebido como el proyectador del ser y, así, expulsado
de toda forma de “antropología”. Esta indicación podría despertar y reforzar la
errada opinión de que el Da-sein sólo puede ser aprehendido en esta relación con el
hombre, si es que ha de ser concebido en forma plena y esencial.
208
V. LA FUNDACION
Sólo que, ya, la meditación [anterior] acerca del Ahí como el claro para el
ocultarse [el Ser] ha de admitir la sospecha, de cuán decisivo es la relación del Da-
sein con el ente en total, porque el Ahí es quien soporta la verdad del Ser. Siguiendo
[lo dicho] en esta dirección, el Da-sein –al que incluso no se lo puede acomodar en
ninguna parte- se aparta de la relación con el hombre y se devela como el “Entre”,
que es desplegado por el mismo Ser en cuanto que abierto dominio de excelencia
interior [Hereinragungsbereich] para el ente, en cuyo dominio éste se retrotrae so-
bretodo sobre sí mismo. El Ahí es acontecido desde el Ser mismo, y el hombre es,
en tanto que guardián de la verdad del Ser, apropiado a consecuencia [de esto], y, de
ese modo, le pertenece al Da-sein de un modo destacado. En la medida que desde
allí resulte entonces una primera indicación sobre el Da-sein, ha de darse a conse-
cuencia para lo esencial, aquello que se anuncia con esta indicación: que el Da-sein
es acontecido y apropiado por el Ser y que el Ser como acontecer mismo configura
la mitad de todo pensar.
Recién así entra plenamente en juego el Ser como acontecimiento apropiante y,
sin embargo, no se trata en ello como en la metafísica de algo “supremo”, para lo
que se tenga que retroceder sólo inmediatamente [299].
Conforme a esto, el Ahí ha de ser desplegado ahora, también, desde el ente,
en su articulado poder de claro, supuesto que ya haya iniciado su devenir
entitativo. El Da-sein mismo se transforma como a-propiador en algo de sí propio
[er-eignetes sich eigener] y en el fundamento abierto de la mismidad; y ésta
misma le entrega a la guardianía del hombre primeramente precisión, decisividad
e intimidad.
La pregunta de quién sea el hombre ha logrado ahora, en primer término, lo
irrumpido de una vía, que transcurre asimismo en lo descampado y permite, de ese
modo, que venga hacia sí la tormenta del Ser.
176. DA-SEIN
PARA DAR UNA DILUCIDACIÓN DE LA PALABRA
209
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
177. EL SER-IDO
Quiere decir, entonces, haberse-ido [Fort-sein]; en esta significación hay que equipa-
rar simplemente la apousía frente a la parousía, Dasein= estar ahí delante presente.
(comparar, sacar = desaparecer [Wegnehmen=Fortnehmen]).
Por otro lado, conforme se conciba al Da-sein de otro modo esencialmente
distinto, entonces el ser-ido lo es también respecto de él.
El Da-sein [significa]: soportar la apertura del ocultarse. El ser-ido: ejercer la
cerrazón del misterio y del ser, olvido del ser. Y esto acontece en el ser-ido según el
significado que dice: estar trastornado y disparado por algo, perdido en ello.
El ser-ido en este sentido es, ante todo, donde existe Da-sein. Ido: el dejar de lado,
apartar el Ser, aparentemente sólo de lo “ente” para sí. En ello se hace expresa a
contracorriente la relación esencial del Da-sein con el Ser. Estamos de ordinario y
en general todavía en el ser-ido, justamente, en lo “cercano a la vida”. [301]
Está “dilucidación” podría ser propuesta fácilmente como caso típico de cómo
se filosofa aquí sólo a partir de meras “palabras”. Pero se trata de lo contrario: El
ser-ido/haberse-ido se convierte en la denominación de un modo esencial de cómo
el hombre tiene que conducirse y atenerse, por cierto, necesariamente, respecto del
Da-sein y cómo experimenta esto mismo en vistas de una necesaria determinación.
[Lo que fue] Insuficientemente indicado en la inautenticidad, en la medida que
la autenticidad no es lícito entenderla moral- ni existentivamente [existenziell], sino
de un modo ontológico-fundamental como indicador del Da-sein, y en el cual el Ahí
es soportado [bestanden] en cada uno de los modos de cobijar la verdad (pensando,
poetizando, construyendo, conduciendo, sacrificando, sufriendo, celebrando).
¿De qué modo? ¿Qué es el Da-sein y qué quiere decir “existir”? Da-sein es la
consistencia de la verdad del Ser, y esto, y tan sólo esto, “es” en cuanto que ec-
sistentivo y de manera insistente, el exponerse del ente que resiste la si-mismidad.
210
V. LA FUNDACION
“Por mor de sí”, es decir, puramente como guarda y guardanía del ser, si es que,
efectivamente, la comprensión del ser no es sino lo esencialmente fundamental.
179.“EXISTENCIA”
(“SER Y TIEMPO”, P. 42)
A partir del comprender del ser, atenerse a éste, lo que dice, empero, que allí el
comprender [es] proyecto de lo abierto, estar parado en la apertura.
Ser referido a aquello, que en ello se abre (lo que se oculta a sí mismo).
La comprensión del ser no hace del Ser algo “subjetivo”, tampoco algo “objeti-
vo”, no obstante supera sí toda “subjetividad” y empuja al hombre a la apertura del
ser, lo dispone como aquél que se halla expuesto al ente (y antes que esto, a la
verdad del Ser).
Pero el Ser es, contrario a lo que piensa la opinión común, lo más extraño y
oculto de sí mismo y, sin embargo, se despliega por anticipado en todos los entes que
se encuentren instalados en él [hereinstehend], y que por cierto jamás podrá ser
concebido por medio del “a priori” del tiempo pasado.
El “Ser” no es una hechura del “sujeto”, sino que el Da-sein surge como la
superación de toda subjetividad, en el despliegue del Ser.
181. SALTO
211
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
184. LA PREGUNTA POR EL SER COMO PREGUNTA POR LA VERDAD DEL SER
El desplegarse del Ser, no puede ser leído aquí ni a partir de un ente determinado, ni
desde todos los entes conocidos juntos. Una lectura es en principio imposible. Pues-
to que de lo que se trata es de un proyecto y salto originario, que pueda extraer su
necesidad sólo a partir de la historia más profunda del hombre, en la medida que el
hombre sea experimentado y pueda superar su naturaleza como aquel ente, que está
expuesto al ente (y de antes a la verdad del Ser), cuyo exponerse (custodio, guardián,
buscador) constituye el fundamento de su esencia. Incluso plantear la idéa no es
ninguna lectura! Saber esto significa, haberla superado.
La verdad del Ser ¿puede ella acaso ser determinada previamente al Ser, sin con-
siderar antes o después su relación al Ser, o con ninguna de estas, sino a una con el
Ser, porque ella se pertenece a su despliegue?
La vía trascendental (pero de una “trascendencia” distinta) es sólo provisoria, a
fin de preparar el momento del cambio y el salto [Umschwung und Einsprung].
1. La tarea en “Ser y Tiempo”, [esto es] la pregunta por el ser en tanto que pregun-
ta por el sentido de Ser”; cfr. Nota previa a “Ser y Tiempo”.
Ontología fundamental [quiere decir:] lo transitorio. Ella fundamenta y supera
toda ontología, pero ha de partir necesariamente desde lo conocido y corriente,
212
V. LA FUNDACION
186. DA-SEIN
B) EL DA-SEIN6
187. FUNDACIÓN
6
cfr. Notas que circulan de “Ser y Tiempo”; Ejercicios del semestre de verano 1937/38, “Las
posiciones metafisicas fundamentales del pensamiento occidental (Metafísica)”.
213
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
188. FUNDACIÓN7
Ocultación desplazamiento
del Ser
Nulidad descomposición
[Nichtung] [Verwesung]
189. EL DA-SEIN
7
cfr. Mirada Preliminar, 13. La reserva: la reserva como el temple fundamental, reserva y cuidado.
214
V. LA FUNDACION
8
para un esclarecimiento introductorio del concepto, cfr. la confrontación con “Sein und Zeit”
1936; cfr. “Las posiciones metafísicas fundamentales (Metafísica)”. Ejercicios del semestre de invierno
1937/38 [todos estos textos se hallan todavía inéditos y corresponden a la 4ª sección de la Gesamtausgabe;
véase Nota del editor, al final del texto; N.d.T.].
215
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Mundo
Tierra
Desde esta perspectiva es fácil reconocer, ya, qué fuerza proyectiva unificadora
y articulada es la que se precisa, para poder realizar el Salto que se abra como salto
gatillador en el/del Dasein [Erspringung des Da-seins] [310] y preparar de un modo
lo suficientemente cuestionador y sapiente la fundamentación.
Da-sein es el acontecer de la ruptura [Erklüftung] en el punto de inflexión del giro del
Ereignis. Ruptura que es a-propiamiento, sobretodo y en especial, la ruptura, desde la cual
[acaecería/se gesta], siempre, el hombre histórico y el despliegue del ser, [la] proximidad y
[el] alejamiento de los dioses.
Aquí ya no se trata más de un “encuentro”, o de un aparecer para el hombre,
quien está de antemano ya confirmado y luego sólo tiene que fijar lo manifiesto.
La esencia más profunda de la historia reposa en que el apropiamiento fracturador
(fundador de verdad) permite que, con el acontecimiento [apropiante] del giro, sur-
jan primeramente aquellos, que al ser requeridos entre sí se acerquen y se distancien
los unos de los otros.
Esta ruptura de proximidad y distanciamiento, que es siempre, decisiva, entre el aban-
dono y el hacer señas o si se la ve desde aquí, que se encubre por sí misma en la indecisión, es
el origen del espacio-tiempo y del reino de la disputa.
Da-sein es la consistencia del despliegue de la verdad del Ser.
Despliegue de la Ahídad [Daheit] del Ahí en tanto que fundación del Da-sein.
El Ahí se despliega y desplegándose se tiene que asumir en el ser del Da-sein; el
“Entre”.
191. EL DA-SEIN
216
V. LA FUNDACION
192. EL DA-SEIN
La esencia del hombre ha sido determinada desde hace mucho tiempo en virtud de
las partes constitutivas [suyas] como es el cuerpo, el alma y el espíritu; el tipo de
estratificación y permeabilidad, los modos como el uno guarda siempre un primado
sobre los otros, son diversos. Asimismo se transforman [312] los roles que algunas
de estas “partes constitutivas” puedan asumir en tanto que hilo conductor y la direc-
ción tomada en la determinación del resto del ente (p. ej., la conciencia en el ego
cogito o la razón o el espíritu o según la intención, dada en Nietzsche, “el cuerpo” o
“el alma”).
Cfr. el lógos (mas no como sujeto y alma) y el noûs en la filosofía preplatónica,
la psiché en Platón y en Aristóteles (he psichè tà ónta pós estin); todo esto indica
que algo que el mismo hombre es y que, no obstante, lo supera y abarca, entra
siempre en juego para la determinación del ente en cuanto tal en su totalidad.
Y ya que la pregunta por el ente tuvo que ser planteada verdaderamente, en un
modo primicial [erstanfänglich], y siguió planteada, en el futuro, precisamente como
pregunta rectora, a pesar de Descartes, Kant, etc., cosas tales como alma, razón,
espíritu, pensar y representar tuvieron siempre que admitir un hilo conductor y, por
cierto, de tal modo que, debido a la poca claridad en el planteamiento mismo de la
pregunta rectora tuvo que mantenerse también indeterminado el hilo conductor en
su carácter como tal, y sin cuestionar el por qué un hilo conductor tal ha de ser
necesario, si acaso esta necesidad no subyace en la esencia misma y en la verdad del
ser mismo, y de qué forma.
Como se podrá seguir fácilmente a partir de esta indicación, la pregunta por la
verdad del Ser ha de ser establecida efectivamente con antelación como pregunta
fundamental, de modo de diferenciarla esencialmente de la pregunta rectora. Y sa-
car así luego recién a la luz aquello no cuestionado e indómito, que de algún modo,
el hombre, y después de todo tampoco el hombre, pone en juego, de nuevo, por
cierto, siempre en una extensión y en un desplazamiento, con la fundación de la
verdad del Ser. Y efectivamente a esto digno de ser preguntado lo denomino, yo, el
Da-sein.
217
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Con ello queda indicado también el origen de esto digno de ser preguntado:
que no surge a partir de una consideración y determinación del hombre impuesta
arbitrariamente, sea esta filosófica o biológica, o sea ésta en general de una u otra
manera antropológica, sino tan solo y únicamente desde la pregunta por la verdad
del ser [313].
Y con ello se ha alcanzado también un cuestionamiento por el hombre que es
único [einzigartig] y, si el Ser mismo es lo más único y supremo, se ha alcanzado, a
la vez, el más hondo [cuestionamiento].
A la inversa, lo que hoy se necesita meditar y preguntar, en la confrontación
con la historia pasada de la pregunta rectora, es:
1. ¿Por qué y cómo es que precisamente en la interpretación del hombre en rela-
ción con la pregunta del ente entran a prevalecer cosas como psyché, noûs,
animus, spiritus, cogitatio, conciencia, sujeto, yo, espíritu, persona?
2. Que sea aquí necesario, y cómo lo sea, poner en juego aquello que denomina-
mos Da-sein y, por cierto, simultaneamente, de modo oculto.
Para responder a la primera pregunta ha de tenerse en cuenta que, el destacar y
la interpretación de psyché, noûs, etc. están dirigidos por la interpretación del ente
como physis y luego como idéa y enérgeia, ousía; finalmente en Aristóteles psyché
en tanto ousía y entelécheia he próte. Este planteamiento se ha mantenido en sus
diversas modificaciones hasta Hegel y Nietzsche, el giro hacia el “sujeto” no ha
cambiado en lo esencial nada. El “cuerpo” es respectivamente un adorno o una base
y es determinado siempre solamente desde la diferenciación frente a alma o a espí-
ritu o a ambos.
Nunca ha de suceder que, el ser del hombre así interpretado y ciertamente en su
rol de hilo conductor para la verdad del ente sea determinado a partir de éste mismo
e indagado de manera de asir con la mirada la posibilidad que al final el ser-hombre
en vistas del ser asuma la tarea que sale a partir de él – lo tras-pone [es ver-rückt] en
aquello digno de ser preguntado, el Da-sein.
El Da-sein no nos saca fuera del ente ni el ente se evapora en una cosa espiritual
[Geistigkeit], sino al contrario de acuerdo a la singularidad del Ser se abre recién la
desazón del ente, cuya verdad es resistida tan sólo en la reiniciadora lucha de su
cobijamiento en lo logrado a través del hombre histórico [314].
Sólo aquello que nosotros fundemos y creemos insistentemente en el Da-sein y permitamos
que nos salga al encuentro creadoramente como un asalto, sólo aquello puede ser algo verdadero
y manifiesto y, por consiguiente, ser reconocido y sabido. Nuestro saber alcanza solamente tan
lejos como se extienda la insistencia en el Da-sein, lo que significa la fuerza de cobijamiento de
la verdad en el ente ya configurado.
La Crítica de la razón pura de Kant, en la que se ha llevado a cabo de nuevo un
paso esencial desde los griegos, tiene que dar por supuesto este nexo, sin poder
captarlo como tal ni mucho menos poder traerlo a un fundamento (la relación
tornadiza de Dasein y ser). Y puesto que este fundamento no fue fundado, la Crítica
se mantuvo sin fundamento, lo que tuvo que traer consigo el que pronto se pasara
también por encima de ella y, en parte, con sus propios medios (de la problemática
transcendental) siguiendo la dirección del saber absoluto (el idealismo alemán). Y
ya que el espíritu devino aquí saber absoluto, tuvo él que mantener en lo oculto la
destrucción del ente y la absoluta expulsión de la unicidad y extrañeza del Ser y
218
V. LA FUNDACION
219
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
¿Por qué ha de ser el Da-sein fundamento y abismo del hombre histórico? ¿Por qué
no mejor una inmediata alteración del hombre, y por qué ha de seguir siendo pues
el que es? ¿Cómo es que es, entonces? ¿Es esto algo que pueda ser confirmado? ¿Dé
qué manera? ¿Y según qué apreciaciones, y con qué medidas?
El Da-sein es en la historia de la verdad del ser el esencial incidente del Entre
[wesentliche Zwischenfall], es decir, la ocasión [Ein-fall] de aquel Entre, en el que el
hombre tiene que ser dis-locado [ver-rückt] para poder recién llegar a ser sí mismo.
La mismidad como trayecto y reino de la a-propiación y del origen del “hacia”
y del “sí mismo”, [es] el fundamento para la pertenencia al Ser, que incluye en sí
mismo la trans-propiación (insistidora). Trans-propiación [Über-eignung] hay sólo
allí donde previamente y constantemente hay a-propiación [Zu-eignung]; ambos
ocurren empero sólo desde el a-propiamiento del Ereignis.
Con todo, la pertenencia al Ser se despliega únicamente porque el ser en su
singularidad requiere del Da-sein y en ello se funda y es fundado el hombre. De otro
modo no se despliega ninguna verdad.
De otro modo, prevalece sólo la nada en la engañosa forma de la proximidad de
lo “real efectivo” y de lo “viviente”, es decir de lo que no es [ente] [Unseiende].
El Da-sein concebido como ser del hombre es ya un pre-concepto [Vorgriff]. La
pregunta por cuya verdad queda siempre siendo, como el hombre, que deviene cada
vez más ente, en el Da-sein, siendo así fundada y posponiéndose para poder estable-
cerse con esto afuera en la verdad del Ser. [317] Pero este establecer-se y su estabili-
dad [Ständigkeit] se fundan en la apropiación [Ereignung]. De allí que uno deba
preguntar:
¿En qué tipo de historia tiene que pararse el hombre, para poder pertenecer al a-
propiamiento acontecedor?
¿No tendría que ser empujado para ello, anticipadamente, en el Ahí, cuyo acon-
tecer se le hace patente a él como ser-yectado ?
El ser-yectado es experimentado recién a partir de la verdad del Ser. En la
explicación previa y primera de este (“Ser y tiempo”) sigue estando todavía mal
interpretado en el sentido de un aparecer casual del hombre entre todos los demás
entes.
Hasta que potencia han de desplegarse, de aquí en adelante, tierra y cuerpo. El
ser-hombre y la “vida”.
En que otro lugar ha de hallarse el impulso para pensar más allá del Da-sein, si
no es en la esencia del Ser mismo.
¿Quién es el hombre? Aquel que es requerido por el Ser para soportar el despliegue
de la verdad del Ser.
Sólo que como uno así requerido el hombre “es” hombre solamente, en la medi-
da que sea fundado en el Da-sein, es decir, que él mismo devenga creadoramente el
fundador del Da-sein.
220
V. LA FUNDACION
Sólo desde el Da-sein ha de ser concebida la esencia del pueblo y esto significa, a su
vez, saber que el pueblo no puede ser nunca meta u objetivo, y que tal opinión es
sólo una propagación “populista” [völkische Ausweitung] del pensamiento del “yo”
liberal y de la representación economicista de la preservación de la “vida”.
Sin embargo, la esencia del pueblo es su “voz”. Con esta voz no se piensa efecti-
va- e inmediatamente en el “hombre” de cuño común, natural indocumentado y sin
educación. Pues este testigo así convocado está ya muy deformado [verbildet] y no se
mueve hace rato en los lazos originarios con el ente. La voz del pueblo habla rara vez
y sólo a unos pocos, escasos, ¿acaso aún se la pueda hacer resonar?
9
cfr. Los venideros.
10
cfr. Mirada preliminar, 16. Filosofía (meditación como automeditación).
221
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
222
V. LA FUNDACION
El Da-sein no admite jamás ser mostrado o descrito como algo ahí delante presente.
Sólo ser ganado hermenéuticamente, lo que quiere decir, sin embargo, según “Ser y
tiempo”, en el proyecto yectado. Y por tanto no antojadizamente [321]. Da-sein es
algo totalmente in-habitual, destinado de sobra a anticipar cualquier saber humano.
El Ahí [es] el abierto, despejador y ocultante Entre respecto de la tierra y el
mundo, el centro de su disputa y, con ello, el sitio de la pertenencia y sumisión
recíproca [Zu-gehörigkeit] más intima, y así el fundamento del hacia-sí, del sí-mismo
y de la mismidad. El sí-mismo no es jamás un “yo”. El con-sigo del sí-mismo se desplie-
ga como insistencia que a-sume el apropiamiento que acontece [Er-eignung].
Mismidad es pertenencia a la intimidad del conflicto en tanto conquista y disputación
[Erstreitung] del apropiamiento.
Ningún “nosotros” o “vosotros” y ningún “yo” o “tú”, ni ninguna comunidad
alcanza siquiera alguna vez, erigiéndose desde ella misma, el sí-mismo, sino que
sólo lo malogra y permanece excluida de él, salvo que se funde ella misma primero
en el Da-sein.
Con la fundación del Da-sein se ha transformado toda relación con el ente, y se
experimenta antes la verdad del Ser.
200. EL DA-SEIN
11
fondo, fundamento [que] deja ser la esencia; el acontecimiento del fundamento/fondo
12
cfr. La sugerencia, 110. La idéa, el platonismo y el idealismo
223
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Con todo, el ser-ido puede ser pensado, incluso, en otro sentido, y no por ello menos
esencial. Si se experimenta y se conoce de esa forma al Da-sein como fundamento
creador del ser-hombre, que el Da-sein es solamente instante e historia, entonces el
ser del hombre ordinario tiene que ser determinado a partir de aquí como ser-ido.
Se ha “ido” de lo consistente del Ahí y sólo se halla enteramente en el ente en la
medida que se halla puesto en lo ahí dado (olvido del ser). El hombre es lo ido [323].
Ser-ido es el título más originario para la inautenticidad del Da-sein.
El ser-ido [es] este modo de impulsar lo presente dado, visto desde el “Ahí” y
perteneciendo a él.
Pero, además, el ser-del-hombre ha de llegar a ser fundado justamente ya como tal,
lo que nuevamente preserva y despliega al Da-sein, lo pre-para y enfrenta con los
creadores.
202. EL DA-SEIN
(SER-IDO)
El Ahí “es” el hombre solamente como histórico, es decir, como fundador de histo-
ria e insistente en el Ahí, en el modo del cobijamiento de la verdad en el ente.
Al Da-sein hay que enfrentarlo tan sólo insistiendo en la dimensión creadora
suprema de las transposiciones más vastas, lo que significa, a la vez, padecerlas.
Al Ahí le pertenece lo ido como lo más extremo suyo aquella ocultación en su
apertura más propia, lo ido como la constante posibilidad de ser lo-que-se-ha-ido; el
hombre conoce esto a través de las diversas figuras de la muerte. Pero donde sea que
el Da-sein venga a ser captado recién, por primera vez, la muerte tiene que ser
determinada como la posibilidad más extrema del Ahí. Cuando aquí se habla de
“fin” y se delimita de antemano con toda precisión al Da-sein frente a cualquier tipo
de ser meramente ahí presente, entonces el término “fin” no puede aludir jamás al
mero cesar y caducar de una cosa ahí presente. Y si el tiempo entendido precisamen-
te como temporeidad es transposición, entonces “fin” significa aquí un No y algo
otro que esta transposición, un desplazamiento brusco y total del Ahí como tal hacia
lo “ido”.
224
V. LA FUNDACION
13
cfr. Mirada preliminar, El pensar inicial; cfr. Mirada preliminar, 17. La necesidad de la filosofía.
225
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
C) LA ESENCIA DE LA VERDAD14
¿No estaremos preguntado aquí por la verdad de la verdad? y al preguntar así ¿no
habremos comenzado un hueco transitar hacia el vacío?
Fundación esencial es proyecto. Pero lo que cuanta aquí es la yección [Wurf] del
ámbito del proyecto mismo, y con ello la toma originaria del ser-yectado de aquella
necesidad de pertenencia al ente mismo surgida de conjunto por el apremio del
proyecto y esto en el modo del ser-yectado en el En-medio.
Si la verdad quiere decir aquí: el claro del Ser como apertura del En-medio del
ente, entonces no se puede ni siquiera preguntar por la verdad de esta verdad, salvo
que lo mentado sea la rectitud del proyecto, lo que no obstante en varios respectos
no da con lo esencial. Pues, por la “rectitud” de un proyecto no se puede preguntar
ni siquiera una vez, y en forma alguna por la rectitud del proyecto, a través del cual
se funda en principio el claro en cuanto tal. Por otro lado, sin embargo, “rectitud” es
un “tipo” de verdad, que mantiene atrás del despliegue esencial originario como [la]
consecuencia suya, y por ende ya no basta para asir la verdad originaria [327].
¿Consiste el proyecto, entonces, en una pura arbitrariedad? No, más bien en la
suprema necesidad, sólo que no en el sentido de una consecuencia lógica, que se
pudiera llegar a entender claramente a partir de proposiciones.
La necesidad del apremio. ¿De cuál? Del Ser mismo, que tiene que conducir a lo
libre y de ese modo superar su primer inicio a través del otro inicio.
En la perspectiva usual de la “Lógica” y del pensar predominante, el proyecto
de fundación de la verdad permanece siendo una pura arbitrariedad, y ya esto solo
deja libre la vía para un infinito y en apariencia fundamental preguntar de vuelta
por la verdad de la verdad de la verdad, etc. La verdad se la entiende aquí como un
objeto de cálculo y computo y se usa como medida el apelar a la comprensibilidad
última de un entendimiento maquinador de todos los días. Y aquí es cuando entra en
juego, de hecho, lo arbitrario. Porque esta apelación no tiene ninguna necesidad, ya
que carece del apremio, debido a que deduce su legitimidad aparente de la ausencia
de apremio de lo autocomprensible, en caso de que éste sea aún capaz, del todo, de
adentrarse en preguntas legítimas respecto de sí mismas, ya que cosas semejantes se
hallan muy lejos de ser evidentes para todos.
Y ¡qué más obvio que la “Lógica”!
Pero, el proyecto esencial del Ahí es la desprotegida resolución del ser-yectado
por sí mismo, [la] que surge recién en la yección.
14
cfr. Mirada preliminar, 5. Para los pocos – para los escasos, p.13; Mirada preliminar, 9. Mirada
de conjunto; el tratado aparte como cuestión previa; La alétheia. El recuerdo en el primer inicio; El Da-
sein; observaciones corrientes a “Ser y tiempo”, pgr. 44, pp.103—122; De la esencia de la verdad,
conferencia de 1930; De la esencia del fundamento I. (Wegmarken (Gesamtausgabe Band 9) ejemplar
del autor y anotaciones; conferencia de Frankfurt, de 1936, “El origen de la obra de arte” (Holzwege:
Gesamtausgabe Band 5, en especial p. 25ss.); curso de semestre de invierno 1937/38, “Preguntas
fundamentales de la filosofía. ‘Problemas’ escogidos de la ‘Lógica’”, que resulta básico respecto de la
cuestión por la verdad (Gesamtausgabe Band 45, p. 27ss.)
226
V. LA FUNDACION
205. LO ABIERTO15
15
Verdad y Da-sein
16
cfr. la cuestión de la verdad en el curso de semestre de invierno 1937/38, “Preguntas fundamentales
de la filosofía. ‘Problemas’ escogidos de la ‘Lógica’” (Gesamtausgabe Band 45)
227
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
anuncia a la vez el lugar que a través de la apertura del ente mismo que se exige
para ella en tanto despejado En-medio del ente.
Pero, a raíz de ello, la alétheia se ha desprendido de todo ente de forma tan
decidida que la pregunta por su mismo ser, determinado propiamente a través de sí
mismo y a partir de su despliegue, se vuelve ahora inevitable.
Con todo, el despliegue de la verdad originaria sólo se hará experimentable,
cuando este En-medio despejador, fundador de sí mismo y determinador de espacio
y de tiempo haya hecho saltar hacia aquello, desde dónde y para lo cual el claro está
hecho, a saber, para el ocultarse. El ocultarse, empero, es la doctrina esencial del
primer inicio y de su historia (de la metafísica como tal). El ocultarse es un carácter
esencial del Ser y, en efecto, precisamente, en la medida que el Ser requiere de la
verdad y apropia acontecidamente al Da-sein, por tal razón y de ese modo, es en sí
mismo, originariamente, acontecimiento.
Ahora la esencia de la verdad se ha transformado originariamente en el Da-sein,
y por eso tampoco no tiene sentido ahora la pregunta acerca de si pudiera, y cómo,
el “pensar” (que inicial y en forma derivada pertenece solo a la alétheia y la homoíosis)
realizar y asumir el “desocultamiento”. Pues el pensar por sí mismo se ha entregado
ya totalmente en su posibilidad al despejado En-medio.
Pues, el despliegue esencial del Ahí (del claro para el ocultarse) sólo puede ser
determinado a partir de él mismo, y el Da-sein sólo puede llegar a ser fundado desde
la relación despejadora del Ahí en el ocultarse en cuanto que Ser.
Sólo que, si se parte entonces de la base del fundamento –que será aclarado más
tarde- no existe “facultad” alguna del hombre pretérito (animal rationale) que sea
satisfactoria [330]. El Da-sein se funda a sí mismo y se despliega en la afinada
portatividad creadora, deviniendo de esa forma él mismo, primero, fundamento y el
fundador del hombre, que ahora ha de enfrentar de nuevo la pregunta por quién sea
él [Da-sein], y cuya pregunta indaga [erfragt] originariamente al hombre en tanto
que guardián, vigilante de la queda en el pasar del último dios.
208. LA VERDAD
¿Cómo es que la verdad llegó a ser, para nosotros, aquel último resto de verdad, la
forma más extrema de caída de la alétheia platónica (idéa), la validez de las cosas
rectas en sí mismas en cuanto que ideal, esto es, [llegar a ser] la más grande de todas
las indiferencias e impotencias?
Verdad es, en tanto que acontecer de lo verdadero, la hendidura abisal en la que
viene a escindirse el ente y ha emplazarse la disputa.
La verdad no es tampoco para nosotros lo confirmado, aquel sospechoso deri-
varse de validaciones en sí. Mas tampoco es puramente lo contrario, el lato y conti-
nuo flujo de todas las opiniones. Ella es el centro abisal, que se estremece en el pasar
de largo del dios y de esa manera es el resistente fundamento para fundación del Da-
sein creador.
La verdad es la más grande despreciadora de todo lo “verdadero”, pues esto
olvida igualmente a la verdad, al desplegarse seguro de la simplicidad de lo singular
como aquello que es siempre esencial.
228
V. LA FUNDACION
Visto en forma somera, se trata aquí de diversos nombres para una misma cosa y, sin
embargo, detrás de estas denominaciones se oculta una cuestión decisiva.
I. Incluso alétheia y alétheia no son lo mismo. Y con ello ha de preguntarse:
cómo fue experimentada inicialmente la alétheia y cuán lejos llegó su determina-
ción; si acaso recién mediante el zygón platónico alcanzó ella su primera determi-
nación y, [331] con ello, asimismo también su delimitación esencial, con la que se
prefigura (physis) la comprensión del ser, a saber, en definitiva, confirma la delimi-
tación de lo que tiene el carácter de visualizado, y que posteriormente se ha de
convertir en lo ob-jetual para quienes lo perciben.
La alétheia es ella misma forzada al “yugo”, le concierne como “claridad” el
desocultamiento del ente en cuanto tal y el pasaje para la percepción y, de esa forma,
sólo el dominio de los respectivos lados presentables del ente y del alma. Pues ella
determina en primer término el dominio como tal, no permitiendo en verdad tam-
poco ninguna pregunta por su propio Ser y fundamento.
Y puesto que es así como la alétheia se transforma en phôs, y es entendido desde
este último, se pierde también el carácter de la alfa privativa. Nunca será cuestiona-
do el ocultamiento y la ocultación, su origen y fundamento. Porque, igualmente, sólo
lo que es “positivo” del desocultamiento, que es libremente accesible y garantiza el
acceso, es tenido en cuenta, y la alétheia ha perdido también en este respecto su
profundidad y su abisalidad originaria, asumiendo que ella haya sido pensada en
general alguna vez bajo esa línea interpretativa, de lo que nada nos da referencia
alguna, si no tuviésemos que asumir que la amplitud e indeterminación de la alétheia
exigía también en su uso pre-platónico una respectiva e indeterminada profundidad.
Es a través de Platón que la alétheia se convierte en accesibilidad en el doble
sentido del estar separado [Freistehen] del ente en cuanto que tal y ser el pasadizo
para la percepción. Y si la alétheia es vista solamente del “lado” del ente como tal,
entonces esta accesibilidad podría llamarse también la patencia [Offenbarkeit], y el
percibir un hacer evidente o poner de manifiesto [Offenbarmachen].
La alétheia sigue siendo en donde queramos desocultamiento del ente, jamás del
Ser; ya que la alétheia misma en esta interpretación inicial constituye la entidad
(physis, [el] sal-ir), la idéa, la aspectatividad [Gesichtetheit: carácter de aspectado].
¿Qué tiene que haberse perdido de antes en el primer inicio que no permite que
llegue a ser planteada siquiera la cuestión por el ocultamiento y la ocultación en
cuanto que tales? [332]
La alétheia queda determinada por la accesibilidad y patencia (delóumenon), y
aquello que queda allí todavía sin cuestionar, prescindiendo incluso especialmente
de la ocultación, es la apertura en cuanto tal.
Si bien por allí el nombre de alétheia puede ser demandado para otra cosa, sin
embargo, aquí tiene que haberse reflexionado y visto lo otro, a pesar de poseer ese
profundo nexo histórico.
II. La apertura [Offenheit] es:
1.originariamente, lo unificador-múltiple, no sólo aquel Entre para lo percibible
y el percibir (zigón), no sólo muchas cosas y diversas, sino que la apertura ha de ser
indagada como esto unificador.
229
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
211. ALÉTHEIA
LA CRISIS DE SU HISTORIA EN PLATÓN Y ARISTÓTELES, EL ÚLTIMO IRRADIAR Y SU
COMPLETO DERRUMBE
230
V. LA FUNDACION
2. El relucir del ente como tal; si se lo mira desde el ente es el brillar, la claridad,
en la que se despliega el ente. La claridad vista desde el ente, conforme esta sea
entendida como idéa (al mismo tiempo que la “a-“ privativa, lo “contrario”).
3. Y visto el ente desde allí ¿brillando hacia donde? A dónde sino hacia el percibir
y éste por su parte en el contraponerse al ente, cuya per-cepción es sólo posible en
la claridad, pasa a través de ella. Luego es la claridad, es decir, la idéa misma
como lo que constituye su aspecto, el yugo, zigón, aunque esto no haya sido
expresado nunca significativamente.
4. Pero el yugo, a este respecto, la verdad captada como yugo es la forma previa
para la verdad [entendida] como rectitud, en la medida que el yugo sea captado
y profundizado como lo anudante/ligante mismo y no como el fundamento de
la concordancia; esto es, que se pierda en verdad la alétheia. Sólo resta el re-
cuerdo en la imagen de la “luz”, que se precisa para “ver” (cfr. el lumen del
medioevo!).
Platón concibe la alétheia como zigón. Pero desde el zigón no se puede
conquistar la alétheia nunca más; más bien lo inverso es posible. El paso hacia
la homoíosis queda hecho. La interpretación del zigón como alétheia es correc-
ta, pero hay que saber que, con ello, la alétheia misma ha sido interpretada ya en
un cierto respecto y se ha cortado tanto más el propio cuestionarse por ella.
5. Y lo dicho ahora recién (4) es inevitable, porque existe (2), y porque la alétheia
es considerada genuinamente griega sólo vista desde el ente y de su presencia
constante; y de todos modos como el Entre.
Sólo que esto, como lo muestra la historia, no basta. El desocultamiento tiene
que acaecer como apertura del ente en su totalidad y la apertura como tal del
ocultarse (del ser), y este ha de ser profundizado y fundado en tanto que Da-sein
[335].
231
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
232
V. LA FUNDACION
A partir del recuerdo del inicio, así como (la alétheia) a partir de la meditación
sobre la base de la posibilidad de la rectitud (adequatio) nos topamos con lo mismo:
la apertura de lo abierto. Con esto, se ha dado, ciertamente, únicamente, una primera
indicación de la esencia, la que se determina fundamentalmente como claro para el
ocultarse.
Pero la apertura ofrece ya bastante de lo enigmático, sin tener en cuenta en nada
el todo del tipo de su despliegue.
La apertura, ¿no es esto lo más vacuo de lo vacuo? (cfr. Verdad y ab-ismo). Así
es como ella aparece, cuando intentamos comprenderla como una cosa para sí.
Pero lo abierto [Offene], al interior de eso que a su vez se oculta, y [en donde]
cada vez se halla puesto el ente – y, por cierto, no sólo en las cosas más próximas a
la mano [338]- es de hecho algo así como un centro hueco [eine hohle Mitte], como
por ejemplo, el del jarrón. Y no obstante, hemos de reconocer aquí que no es un
vacío antojadizo, el que es encerrado y no se deja llenar por las “cosas”, sino al
revés, el centro hueco es lo que acuña y determina, lo portador en el revestirse de
paredes y de sus bordes. Estos son sólo los destellos de aquello abierto originario,
que permite desplegar su apertura, en la medida que tal revestimiento [Wandung]
(la forma de vasija] precisa de algo en rededor suyo y encima de sí. De esa forma, se
irradia de vuelta en lo encerrado el despliegue esencial de lo abierto.
Conforme a esto hay que entender también el despliegue de la apertura del Ahí
de un modo más esencial y más rico. Su revestimiento que lo cubre de bordes no es
efectivamente nada cósico presente ahí delante y, en general, nada entitativo ni
menos el ente, sino del ser mismo, el estremecerse del acontecimiento en el dar
señas del ocultarse.
En la alétheia, [el] des-ocultamiento, experimentamos: el estar oculto y la supera-
ción y supresión parcial y fallida de la misma. Pero ya esto, que con la supresión (la
eliminación por la alfa privativa) tiene que desplegar lo abierto, en que se halla puesta
cualquier cosa desoculta, no es nada que se persiga o se funde propiamente. ¿O
tenemos que pensar ahora la idea de la luz y de la claridad [Lichte und Helle] en su
referencia al develar en cuanto que un percibir y un “ver”? Por cierto (cfr. interpre-
tación de la alegoría de la caverna17 ). De modo similar, se muestra aquí algo, y
también la indicación anterior del jarrón es, efectivamente, una alegoría. ¿No podre-
17
Curso de semestre de invierno de 1931/32, “De la esencia de la verdad. En torno al símil de la
caverna en Platón y Teetetos” (Gesamtausgabe, tomo 34)
233
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
mos acaso salir nunca de lo alegórico? Sí y no; puesto que, a la inversa, el lenguaje
y la educación más sensible no se entienden jamás solamente de modo sensible, sino
en primer término y no tan sólo como un “además” [dazu].
Pero, cuán poco pudo retenerse la representación rectora de la luminosidad de
aquello abierto y ser retenida en un saber se muestra, justamente, en que el “claro”
y lo [339] [por el] “despejado” no fue captado, sino que la representación se desple-
gó en dirección del brillar y del fuego y del chispear, con lo cual ya tan sólo restaba
la medida de una relación causal con el resplandor, hasta que todo llegase a derivar
finalmente en la indeterminación de la “conciencia” y de la perceptio.
Tan poco como lo abierto y la apertura fueron perseguidos en su esencia (a los
griegos se les hubo encomendado, en general, previamente, algo otro), así mucho
menos se aclaró o remitió hacia la experiencia fundamental del ocultamiento-oculta-
ción. También aquí –si se lo piensa en forma griega- lo oculto se convirtió en algo
ausente, y el acontecimiento del ocultamiento se perdió, y con ello la necesidad de
fundarlo propiamente y de captarlo enteramente en su conexión interna con el des-
pliegue de la apertura, y finalmente y, en primer lugar, fundar esto unívoco como
una esencia prototípica [ureigenes Wesen].
La tentativa para esto es la denominación y despliegue del Da-sein. Esto sólo
puede acontecer desde el “hombre” y según esto, los primeros pasos dados para la
fundación del Da-sein “del” hombre, del Da-sein “en” el hombre, del hombre en el
Da-sein, son ambiguos y torpes, sobretodo si hasta ahora ha faltado toda voluntad de
captar el planteamiento desplegado a partir de sí misma y de su intención funda-
mental por la verdad del Ser, y todo es empleado únicamente para retrotraer y
explicar lo decisivo mediante lo pretérito, y así suprimirlo.
De allí que también el camino de la meditación sea de inmediato menos convin-
cente en la rectitud y el fundamento de su posibilidad (cfr. conferencia sobre la verdad
1930), porque no se puede uno desligar de las representaciones de una cosa humana
(sujeto – persona y cosas de ese estilo) y todo viene a ser explicado tan sólo como
“vivencias” del hombre, y éstas nuevamente como acontecimientos en él.
También esta meditación sólo puede indicar que existe algo, que siendo necesa-
rio, no ha sido aún comprendido, ni captado. Esto mismo, el Da-sein, sólo ha de ser
alcanzado mediante un transponerse del ser-del-hombre [340] en su totalidad, y esto
significa, a partir de la meditación en torno al apremio del ser como tal y de su
verdad.
Una pregunta decisiva: ¿Está fundado el despliegue de la verdad, como claro para el
ocultarse en el Da-sein, o este despliegue de la verdad es él mismo el fundamento
para el Da-sein, o ambos son válidos? ¿Y qué significa aquí “fundamento” cada vez?
Las preguntas son decisivas únicamente si la verdad es comprendida en la anun-
ciada esencia, como verdad del Ser y, por tanto, desde el acontecimiento.
¿Qué significa este estar puesto constantemente ante el ocultarse, el re-husarse, la
reticencia en su abrirse? [Significa:] Reserva y, por ende, el temple de ánimo funda-
mental: espanto, reserva, recato. Algo tal le es “donado” sólo al hombre -así como el
cuándo y el dónde.
234
V. LA FUNDACION
parece ser ahora [algo] totalmente arbitrario, ya que la pregunta por la verdad no ha
sido planteada desde hace mucho como pregunta. Y, no obstante, de esta situación
se concluye lo contrario: que el punto de partida tiene su determinación particular
y única: a saber, en el apremio; el que se haya arraigado tan hondo, que éste para
cualquiera persona no parece ser ninguno: ya que ni siquiera experimentamos ni
comprendemos la pregunta por la verdad de lo verdadero en su necesidad.
El creciente desarraigo impele mucho más, o hacia la burda fuerza de las opi-
niones, o hacia la indiferencia, o al impotente apoyarse en lo de ayer [341].
235
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Si decimos que: la verdad es el claro para el ocultamiento, entonces, con ello sólo se
ha indicado el despliegue, en la medida que se ha nombrado la esencia. Pero a su vez
esta denominación debe indicar, que [343] la interpretación del despliegue de la
verdad se halla ubicada en el recuerdo, en la alétheia, es decir, no en la mera palabra
traducida literalmente, en cuyo ámbito luego volvería a recaer la concepción de la
que proviene, sino en la alétheia en cuanto que el nombre para el primer relucir de
la verdad misma y por cierto, necesariamente y de consuno, con el nombramiento
del ente en cuanto que physis.
Sin embargo, el indicador de la esencia tiene que saber que el claro para el
ocultamiento ha de desplegarse tanto respecto del espacio de tiempo (abismo) como
respecto de la disputa y del cobijamiento.
236
V. LA FUNDACION
Como sea que se articule el ensamble [de la pregunta por la verdad], así habrá de
seguir siendo ésto una disposición de la historia del ser sobre nosotros, en la medida
que tengamos la fuerza aún de afirmarnos en su corriente.
La pregunta por la verdad, en el sentido descrito y únicamente en él, es para
nosotros la pregunta preliminar, por la que primero hemos de atravesar.
Sólo de ese modo se fundará un dominio de decisión para las meditaciones
esenciales. (Cfr. la elaboración separada de la pregunta por la verdad como pregunta
preliminar, en su orientación hacia el espacio-tiempo [infra, 371ss.]).
La pregunta por la verdad es la pregunta por el despliegue de la verdad. La
verdad misma es aquello donde lo verdadero tiene su fundamento.
Fundamento [significa] aquí:
1.aquello, donde se está cobijado, donde se lo retiene;
2.por donde se es instado [ernötigt];
3.desde donde invade [durchragt].
Lo verdadero: [es] lo que se halla puesto en la verdad y de ese modo es, y
respectivamente deviene no ente [unseiend].
Verdad: [es] el claro para el ocultamiento (verdad como la no-verdad),
en sí litigiosa y nádica, e inherencia originaria (cfr. La fundación y
las conferencias de Frankfurt18) y esto es tal, porque
Verdad: [la] verdad del Ser como acontecimiento.
Lo verdadero y ser lo verdadero [deja venir] consigo, a la vez, lo no-verdadero, lo
desplazado o simulado y sus modificaciones [345].
18
El origen de la obra de arte (Holzwege (Gesamtausgabe, tomo 5))
19
Cfr. Mirada preliminar, 9. Mirada de conjunto
237
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
222. VERDAD
238
V. LA FUNDACION
¿Cuán ínfimo resulta ser nuestro conocimiento acerca de los dioses, y cuán esencial
es, sin embargo, su despliegue y descomposición en lo abierto de las ocultaciones
del Ahí, en la verdad?
Pero ¿qué ha de decirnos entonces la experiencia de la esencia de la verdad por sí
misma del acontecimiento?
La verdad es lo primariamente verdadero y, por cierto, despejante y ocultante
del Ser. La esencia de la verdad radica en desplegarse como lo verdadero del Ser y,
de esa forma, en devenir origen para el cobijamiento de lo verdadero en el ente, por
medio de lo cual éste recién se torna entitativo.
La pregunta preliminar por la verdad es, a la vez, la pregunta de fondo por el
Ser; éste en cuanto que acontecimiento se despliega como verdad.
239
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
240
V. LA FUNDACION
Sin embargo, los intentos pasados realizados en “Ser y tiempo” y en los escritos
posteriores, de imponer esta esencia de la verdad frente a la rectitud de la re-presenta-
ción y del enunciado como fundamento del Da-sein mismo, siguieron siendo algo
insuficiente, porque ellos son todavía definidos a partir de una defensa y, con ello, sin
embargo, tienen siempre como punto orientador lo de-fensivo [Ab-gewehrte], y de ese
modo se torna imposible conocer desde su fundamento la esencia de la verdad, desde
aquel fundamento como el cual se despliega esto mismo. Para que esto resultase, sería
necesario no retener por más tiempo el decir acerca de la esencia del Ser; y esto
nuevamente por la razón de que se pudiera [351] allanar empero un camino finalmen-
te, en forma paulatina y desde el pasado hacia la verdad del Ser, a pesar de intuir la
necesidad del anticipador proyecto. Pero esto ha de fracasar siempre.
Y cuanto más fuerte se haga el peligro de que el acontecimiento ahora se trans-
forme a su vez sólo en un nombre y un manido concepto, a partir de donde se
quisiese “deducir” algo diferente, [esto] es lo que sin embargo ha de decirse de él;
sin que empero haya de diluirse en una elucidación “especulativa”, sino en la más
urgente meditación, sujeta por el apremio del abandono del ser.
241
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
1. ¿Existe un despliegue de la verdad, y por qué? Porque sólo así existe despliegue del
Ser. ¿Por qué hay Ser?
2. La esencia de la verdad funda la necesidad del por qué y, con ello, del preguntar.
La pregunta por la verdad acontece debido al Ser, que precisa de la pertenen-
cia de nosotros como los fundadores del Dasein.
3. La primera pregunta (1) es en sí la determinación esencial de la verdad.
4. Cómo ha de plantearse la pregunta por la verdad.
Partiendo de la ambigüedad esencial: la “verdad” se piensa como “lo verdade-
ro”; pero lo verdadero es la verdad como ocultamiento despejador del Ereignis.
Esta luminosidad inicialmente es una claridad, pero sin brillo ni irradiación.
El ocultamiento mismo tanto más claro, cuanto más deja relucir la hondura de
la ocultación.
5. Cómo es que el concepto por largo tiempo trasmitido de la verdad como recti-
tud rige ahora no sólo la pregunta, sino que [353] insinúa también que la res-
puesta a la pregunta tendría que medirse mediante una rectitud y que por tanto,
la esencia de la verdad podría ser leída en algo ya dado, que se re-iteraría
[wieder-gibt].
6. Desplegar primeramente la verdad en su esencia como ocultamiento despejador
(disimulo y velamiento).
7. La verdad como fundamento del espacio de tiempo, pero por esto mismo, a la
vez, determinable esencialmente, primero, a partir de éste.
8. El espacio de tiempo como sitio del instante a partir del giro en el aconteci-
miento.
9. La verdad y la necesidad del cobijamiento.
10. Cobijamiento como lo litigante de la disputa entre mundo y tierra.
11. Las vías históricamente necesarias del cobijamiento.
12. Cómo en el cobijamiento deviene el ente primeramente lo que es (cfr. El salto,
152. Los grados del Ser).
20
Cfr. conferencia de 1930, “De la esencia de la verdad”; observaciones a “Ser y tiempo” parágr. 44.
242
V. LA FUNDACION
243
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
[El Da-sein ha de ser] Dis-locado [o empujado] fuera del lugar en el que nos
encontramos, esto es, fuera del gigantesco vacío y la desolación, en la irreconocible
tradición que ha devenido como tal, y que nos fuerza a la falta de toda medida y,
ante todo, sin la voluntad de indagar por algo como medidas,
21
Cfr. las conferencias de Frankfurt, “El origen de la obra de arte” (Holzwege (Gesamtausgabe,
tomo 5, pp. 36ss., en especial p.40s.)).
244
V. LA FUNDACION
[La] verdad, [la] alétheia, en esto, casi no resuena, en efecto [es] poderosa, pero no
está fundada ni tampoco es propiamente fundadora.
La rectitud trae el primado de la psyché y luego de la relación sujeto-objeto. Y
puesto que el predominio de la rectitud tiene una larga historia ya, es que es difícil
y cuesta ponerse rápidamente ante la mirada su origen y la posibilidad de una
distinta. Con la psyché ya se ha concebido originariamente el lógos como recolec-
ción y luego como discurso y decir.
Que el enunciado se convierta en el lugar para “la” verdad, es junto con ser lo
que más extraña en su historia, para nosotros, sin duda, lo que vale como lo usual.
De allí que justamente sea tanto más difícil seguir buscando y preservando
originariamente por doquier la verdad y lo verdadero, allí donde nosotros ni siquie-
ra lo hemos sospechado, prescindiendo de la concepción del despliegue mismo.
Este desarraigo de la verdad corre paralelo con el velamiento del despliegue del
Ser.
¿Hasta qué punto es la “rectitud”, si la consideramos desde la organización y el
cobijamiento (lenguaje) esencial? [358]
245
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
1. ¿Por qué se hizo histórica esta interpretación? Porque aquí se torna aún visible,
en una detallada meditación, cómo [359] la alétheia porta y conduce, asimismo,
esencialmente todavía el preguntar griego por el ón y cómo ella es conducida,
efectivamente, por este preguntar [del] planteamiento de la idéa, a su colapso.
2. Asimismo se muestra para atrás que: el colapsar no lo es de algo erigido, ni
siquiera de algo fundado. Ni lo uno ni lo otro se consiguieron con el pensamien-
to griego del inicio, no obstante, el principio del polemós-heracliteano y el
poema doctrinario de Parménides. Y, sin embargo, la alétheia es por doquier
esencial en el pensar y el poetizar (Tragedia y Píndaro).
3. Sólo si se ha experimentado esto y hecho evidente, se puede mostrar de qué
modo entonces, y en cierto sentido, necesariamente, ha de conservarse un resto
y el aspecto de la alétheia, puesto que en efecto, también, la verdad en tanto que
rectitud, y precisamente ella, ha de cobijarse en algo ya abierto (cfr. sobre la
rectitud). Abierto ha de estar aquello hacia donde esté dirigido el re-presentar, y
abierto ha de estar aquello para el que la adecuación tenga que dar noticias (cfr.
rectitud y relación sujeto-objeto; Da-sein y re-presentar).
4. Si pasamos por alto la historia de la alétheia a partir del símil de la caverna, [y
esto] tanto hacia delante como hacia atrás, [sabiendo] que tiene una posición
clave, de esa manera puede ponderársela de forma mediata, lo que significa:
establecer la verdad pensándola primero como alétheia, desplegarla y fundarla
esencialmente. Lo que en la metafísica pretérita y en el primer inicio no sólo
tampoco aconteció, sino que no podía acontecer.
5. La fundación esencial de la verdad como desvelamiento del primer comparecer
en la alétheia es entonces no meramente la asunción de la palabra y de su
adecuada traducción como “desocultamiento”, sino que, de lo se trata es de
experimentar la esencia de la verdad como claro para el ocultarse.
22
Curso de semestre de invierno de 1931/32, “De la esencia de la verdad. Acerca del símil de la
caverna en Platón y Teetetos” (Gesamtausgabe, tomo 34).
246
V. LA FUNDACION
El último que preguntó de un modo muy apasionado por la “verdad” fue Nietzsche.
Pues, por un lado, él parte de la base de que ”nosotros no tenemos la verdad” (XI,
159)23 y, por el otro, él pregunta [361], sin embargo, qué es la verdad e incluso, cuál
es el valor de ésta (VII, 471)24.
Y, sin embargo, Nietzsche no pregunta originariamente por la verdad. Porque la
mayor parte de las veces piensa siempre con esta palabra “lo verdadero”, y allí
donde pregunta por la esencia de lo verdadero acontece esto envuelto por la tradi-
ción y no a partir de una meditación originaria de manera tal que ésta sea concebi-
da, a su vez, también, como decisión esencial acerca de “lo verdadero”.
Ante todo, si se pregunta originariamente, esto no garantiza nunca una cierta
respuesta, [sino] al contrario, sólo una altísima cuestionabilidad de la esencia de la
verdad; cuestionabilidad [Frag-würdigkeit] que requerimos, pues sin ella lo verda-
dero seguiría siendo algo indiferente.
Con todo, Nietzsche, en su meditación de la “verdad”, no alcanza a llegar a lo
libre, porque él
1. asocia la verdad con “la vida” (biológica- e idealmente) como un aseguramiento
constitutivo de la misma. “La vida” es planteada simplemente como una reali-
dad efectiva fundamental, a la que se le asigna el carácter universal del devenir.
23
Friedrich Nietzsche, Nachgelassene Werke. Unveröffentlichtes aus der Zeit des Menschlischen,
Allzumenschlichen und der Morgenröthe (1875/76-1880/81). En: Nietzsche´s Werke (Grossoktav-
ausgabe), tomo XI. Leipzig (Kröner) 1919, p. 159.
24
Friedrich Nietzsche, Zur Genealogie der Moral. En: Nietzsche´s Werke (Grossoktavausgabe),
tomo VII. Stuttgart (Kröner) 1921, p. 471.
247
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
248
V. LA FUNDACION
249
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
236. LA VERDAD
¿Por qué existe verdad? ¿Existe algo tal, y cómo? ¿Y si no existiese, dónde residiría
siquiera la posibilidad del por qué? ¿Se confirma ya, a través de la pregunta del por-
qué, la verdad en su consistencia, que de una u otra forma ella tenga que ser?
26
echt: genuino; êhaft – legal, filius legitimus; “Ehe”: matrimonio [entendido éste como auténtica
filiación, legítima, por ley]
250
V. LA FUNDACION
Preguntas [que son] como una búsqueda de un fundamento, a partir del cual y sobre
el cual la verdad ha de ser. Pero, ¿de dónde viene este preguntar? ¿No existe a la
base de éste un irrumpir del hombre en una apertura, que se abre para ocultarse? ¿Y
no es ésta acaso, la despejadora ocultación, la esencia de la verdad? Pero, ¿de dónde
y cómo es que acontece aquel irrumpir del hombre en aquello otro, que él mismo
cree ser, y que se le aparece como ámbito suyo y que, en realidad, él propiamente no
es, y que más bien se le prohibe y le descoloca, y de lo que tan sólo le queda una
apariencia (el Da-sein)?
Pero ¿en qué se funda la determinación de la esencia de la verdad [entendida
ésta] como despejadora ocultación? En una detención en la alétheia. Pero ¿quién
piensa esto cada vez con medida, y de dónde nos viene el derecho para lo que ha
sido transmitido y, no obstante, también, olvidado? ¿Cómo hemos de tomar posi-
ción en la esencia de la verdad, sin que todo lo “verdadero” siga siendo un engaño?
Nada puede ganarse aquí por medio de un huir a una efectiva realidad cercana a la
vida, y de una “vida” que es muy problemática.
Parece mucho más apropiado intentar -si bien no con la pregunta: ¿por qué hay
verdad?-, que se permita el despliegue de la verdad como fundamento del por-qué y,
de esa forma, admita ser determinada en su esencia.
Pero la pregunta parece, de hecho, estar ya confinada en un saber acerca de la
“verdad”, ser lo bastante indeterminada y confusa, así como habitual [367], para
tornar cuestionable, una vez más, si sea sostenible la apelación a un saber y opinar
semejantes.
¿Dónde hemos de tambalearnos, luego, si nos desligamos de la apariencia y de
lo que es común?
¿Qué pasaría si acercándonos a pesar de todo al Ereignis, que a pesar de que
pueda estar oscurecido en su esencia, no obstante, muestra empero aún esto: que
[hay] un Entre [que] se despliega entre nosotros y el Ser, y que este mismo Entre
pertenece al despliegue del Ser.
237. LA FE Y LA VERDAD
251
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
238. EL ESPACIO-TIEMPO
252
V. LA FUNDACION
239. EL ESPACIO-TIEMPO27
(REFLEXIÓN PREPARATORIA)
Espacio y tiempo [Raum und Zeit], representado cada cual para sí y en su vinculo
usual, brotan ellos mismos también a partir del espacio-tiempo [Zeit-Raum], que es
más originario que ellos mismos y su vínculo representado calculadoramente. No
obstante, el espacio de tiempo pertenece a la verdad en el sentido del desplegarse
del ser como acontecimiento apropiante. (De aquí ha de comprenderse, el por qué la
referencia con “Sein und Zeit” resulta ser indicadora en el transitar). Sin embargo la
pregunta dice: cómo y de qué manera se pertenece el espacio-tiempo con la verdad.
Lo que la verdad sea por sí misma, no se deja decir para sí con la suficiente antela-
ción, sino justamente al concebir el espacio-tiempo.
El espacio-tiempo es la fractura [Erklüftung] de las tornadizas trayectorias [vías]
del acontecimiento en el giro [que existe] entre pertenencia y llamado, entre aban-
dono del ser y el hacer señas (el temblor de la vibración del Ser mismo!). Cercanía
y lejanía, vacío y donación, ímpetu y reticencia, todo esto no debería ser concebido
espacio-temporalmente desde las representaciones usuales de espacio y tiempo, sino,
al contrario, en ellos reside la velada esencia del espacio-tiempo.
Pero, ¿cómo ha de ser aproximado esto al representar actual y usual? Aquí han
de ser recorridos diferentes caminos preparatorios. Por cierto que, lo más seguro
parece ser el abandonar simplemente el ámbito de las representaciones pasadas de
espacio y tiempo y de su comprensión conceptual, y empezar de nuevo. Pero esto no
27
cfr. La sugerencia, 108. Las posiciones fundamentales dentro de la historia de la pregunta rectora
y la interpretación que a ellas les es respectivamente pertinente (o sea, de espacio y tiempo); cfr. el curso
de semestre de invierno de 1935/36, “La pregunta por la cosa. La doctrina kantiana de los principios
trascendentales” (Gesamtausgabe, tomo 41, p.14ss.).
253
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
254
V. LA FUNDACION
Pero ¿cuál ha de ser el camino para una primera, pre-cursora y, por cierto,
transitoria meditación acerca del espacio-tiempo? La que proviene desde el sitio del
instante del Da-sein. Y éste, ¿dónde es que somos sustraídos por el Da-sein?
¿Puede intentarse partir de la pregunta de la “unidad” del “espacio temporal”
según la forma usual de representar? (cfr. el curso semestre de invierno 1935/36,
Introducción). ¿De dónde viene y a razón de qué, y cómo es que ambos aparecen
desde antaño juntos? ¿Cuál [fue] la experiencia fundamental, que no ha llegado a ser
domeñada? (el Ahí!) ¿Y lo fuera sólo superficialmente conforme a la entidad recto-
ra? Y ¿cómo es que existe el “y” para ambas? ¿Se preguntó acaso por esto y si ello
es posible?
El “y” es, en verdad, el fundamento de la esencia de ambos, el desplazarse hacia
lo que circunscribe y a la presentación y consistencia de lo que se configura abierto,
pero sin que este mismo sea experimentado o fundamentado. Cfr. el colapso simul-
táneo de la alétheia y la transformación en homoíosis (rectitud).
Pues el proyecto que hace la experiencia no acontece aquí en dirección de la
representación de una esencia general (génos), sino en la entrada histórico-origina-
ria en el sitio del instante del Da-sein. ¿Hasta qué punto no ocurre esto en la trage-
dia griega? [374]
El sitio del instante, singularidad e incidencia del clarísimo desplazamiento en el
ámbito de la seña desde la suave fascinación de lo que se rehusa y es reticente, la
cercanía y lejanía en la decisión, el dónde y cuándo de la historia del ser, que se
despeja y oculta desde el apropiamiento del temple fundamental de la reserva. Esta
[reserva] y la experiencia fundamental del Ahí y, así, del espacio-tiempo.
La retro-referencia [Rückbeziehung] de la representación del espacio y del tiempo
a los temples de ánimo parece ser ahora no sólo una orientación metafísica, sino,
con todo, a su vez, una nueva [forma de] “subjetivización” [Subjektivierung].
A esto habría que decir, que:
Puesto que el Da-sein es esencialmente mismidad (propiedad) y la mismidad es,
por su parte, fundamento del yo y del nosotros, y de toda “subjetividad” la más baja
como la elevada, por ello es que el despliegue del espacio-tiempo, que viene del
sitio del instante, no es ninguna subjetivización sino su superación, si es que no ya la
fundamental y provisoria repulsa [Abstossung].
Este origen del espacio-tiempo corresponde a la singularidad del Ser en tanto
que acontecimiento apropiante.
El [origen] mismo se trae a sí mismo sólo en su apertura, en el acontecer del
cobijamiento de la verdad conforme a la vía respectiva necesaria del cobijamiento.
El espacio de tiempo como despliegue esencial de la verdad (despliegue del fun-
damento abismal) viene a ser conocido recién en la ejecución del otro inicio. Pero
antes sigue estando éste y, en verdad, necesariamente velado en la forma de una
inconcebida aunque corriente denominación conjunta del “espacio” y del “tiempo”.
¿De dónde surge la primacía de lo vacío del espacio y el tiempo, su extensión
re-presentada de un modo inmediato, lo cuantioso y calculable en su carácter?
Todo se retrotrae hasta la experiencia griega fundamental de la ousía. Para que
el espacio y el tiempo sean re-presentados inmediatamente, incluso en cuanto que
aquello que se impone [sich aufdrängt] en la physis como lo que se re-presenta de esta
manera (cfr. con tiempo, según esto, la primacía del nûn) [375]
255
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
El espacio es algo radicalmente distinto del tiempo. Que el espacio sea representado
en un determinado respecto como ordo y como campo de demarcación de lo que se
halla dado en su conjunto, indica que el espacio así representado es re-presentable
en su presentización (temporalidad determinada). Lo que, no obstante, no dice nada
acerca de lo que sea el espacio mismo. No existe ninguna razón para que éste sea
retrotraído al “tiempo”, porque la re-presentación del espacio es una temporización.
Más bien, ambos son no sólo diferentes respecto del número de “dimensiones” que
se mientan de ordinario, sino desde su esencia más propia y de fondo, y sólo en
virtud de esta extrema diferencia, remite ésta el espacio-tiempo a su origen. Cuanto
más puro se preserve la esencia propia y típica de ambas y cuanto más profundo sea
colocado el origen, tanto más exitosa será la comprensión de su esencia como espa-
cio-tiempo, [la cual] que pertenece a la esencia de la verdad como fundamento
despejador para el ocultarse.
1. Tan poco le atañe la representación habitual del “espacio y el tiempo” [Zeitraum]
a aquello que se piensa con el término “espacio-tiempo” [Zeit-Raum], que hasta
podría ser, también, simplemente una salida del camino que lleva a la esencia
de espacio-tiempo,
256
V. LA FUNDACION
Aquí se mienta una determinación del mismo tiempo y sólo del tiempo, y no
como se lo ha de pensar en el término espacio-tiempo [Zeit-Raum], como aquel
despliegue fundamental de la esencia que aúna tiempo y espacio.
Espacio-temporal mienta un lapso de “tiempo”, que va de aquí a un entonces, o
de otrora hasta hoy, entre otras cosas; un “espacio-temporal” de cien años; el tiempo
ha sido representado aquí de manera espaciosa, conforme a lo que éste encierra
como cantidad dadora de medida, un “de aquí… hasta”, una cosa medida. Con ello
no se ha mencionado en la traducción ni siquiera, una sola vez, aquello abierto, que
sale al encuentro en sus desplazamientos [Entrückungen] y que, por cierto, no es
nada “espacial”. En el término de lo “espacio-temporal” [Zeitraum] se ha [quedado]
representado por eso, también, el concepto ordinario del “tiempo”.
Si se partiera de una consideración de la historia de las representaciones de
espacio y de tiempo podría esperarse una esclarecimiento sobre el espacio-tiempo.
Pero todas estas representaciones históricas intentadas de múltiples formas a
partir del siglo 19. son ciegas e inútiles, y no plantean ninguna cuestión filosófica
efectiva - dejando de lado el hecho que ellas [378] extraigan y ordenen los “lugares
citados” sólo a partir de los respectivos nexos de la cuestión.
La historia de estas “representaciones” es la historia de la verdad del Ser y sólo
puede resultar filosóficamente fructífera si es aunada con la historia de la pregunta
257
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
rectora. Cualquier otra cosa resulta hechura erudita, lo que nos induciría cada vez
más a lo superficial de la recolección y comparación de pasajes o citas.
258
V. LA FUNDACION
259
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
260
V. LA FUNDACION
mento” no es más originario que el Ser, sino que el origen es aquello que permite
que éste, el acontecimiento, surja.
Pero la verdad como fundamento funda originariamente en tanto que ab-ismo.
Y este mismo funda como la unidad de temporización y espaciamiento. De ese
modo [ob]tienen ellos su esencia, a partir de aquello desde donde el fundamento es
el fundamento, [a saber] a partir del acontecimiento.
La seña es el reticente rehusarse. El rehusarse no sólo crea el vacío de la priva-
ción y de la espera, sino que conforma con ellos el vacío como un vacío que en sí
mismo es transportador, que traslada a lo venidero y con esto, simultáneamente,
como algo que irruptoramente ha sido desplegado, y que saliendo al encuentro de lo
venidero, constituye y crea el presente como una inserción en el abandono, pero
como un presente que recuerda expectante [383].
Pero este abandono, siendo originariamente uno expectante que recuerda (la
pertenencia al ser y el llamado del Ser), no es ningún mero hundirse ni dejarse
fallecer por un no-tener, sino, al revés, el presente que se orienta y se dispone tan
sólo por la decisión: instante. En éste se hallan insertas todas los desplazamientos y
él mismo se despliega sólo como reunión de los desplazamientos.
El aguardar que recuerda (recordador de una oculta pertenencia con el Ser,
recordador de un llamado del Ser) pone a decisión: si ha de ocurrir o no la inciden-
cia del Ser. Dicho más claramente: la temporización entendida como este ensambla-
dura en el rehusarse (en el reticente) funda de un modo ab-isal el ámbito de la
decisión. Pero con el transportarse [Entrückung] hacia lo que se rehusa por sí mismo
(que es, en efecto, el desplegarse del temporizar) estaría ya todo decidido. Solo que,
lo que se rehusa por sí mismo lo hace de un modo reticente, concediendo de esta
forma la posibilidad de la donación y del apropiamiento. El rehusarse articula el
transportarse del temporizar, es en tanto reticente, al mismo tiempo, el rapto más
originaria. Esta fascinación que atrae y arrebata es el tenerse circundante [Umhalt], en
el que se mantiene el instante y con ello la temporización (pero ¿cómo es posible el
ab-ismo originario? ¿El vacío? Ni éste lo es, ni tampoco su plenitud). Este rapto
admite la posibilidad de la donación como posibilidad desplegada, que le da y
dispone su espacio. El rapto es la disposición espacial [Einräumung] del aconteci-
miento. Por el rapto el abandono se hace algo con-statable, se torna soportable.
El “quedarse-ido” del fundamento, su abisalidad es atemperada por medio del reti-
cente rehusarse, es así rapto que tranporta y atracción que fascina [entrückend u. berückend
zumal]. El disponer que da el espacio [Einraümen] funda y es el sitio del instante. El
espacio-tiempo en cuanto que la unidad de la temporización y del espaciamiento origi-
nario es originariamente él mismo el sitio-del-instante, esta es la espacialidad-temporal
ab-isal y esencial de la apertura de la ocultación, es decir, del Ahí.
¿De dónde vendrá entonces esta partición en temporización y espaciamiento?
Desde el rapto y la fascinación, que se reclaman de manera radicalmente distinta, a
partir de la unidad del reticente rehusamiento. ¿De dónde vendrá [384] la partición de
rapto y fascinación [Entrückung u. Berückung]? Del reticente rehusarse y éste es el
dar señas en cuanto que el despliegue inicial del acontecimiento, que comienza con
el otro inicio? Este desplegarse del Ser es singular y único, de una sola vez y, por
tanto, satisface a la esencia más intima del Ser; también la physis es singular y única
[einzig und einmalig].
261
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
262
V. LA FUNDACION
263
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
proyectarse de esta interpretación está definido de modo tácito desde el saber sobre
el espacio-tiempo como ab-ismo. Pero la interpretación misma tiene que despertar
nuevas experiencias, partiendo desde la cosa. El hecho de tratarse de una descrip-
ción, en sí evidente, no tiene nada de inofensiva, puesto que ese modo de interpretar
quiere establecerse yendo en dirección del espacio-tiempo. El camino que va desde
aquí y el camino que viene desde el ente tienen que intersectarse, encontrarse. Con-
tinuando por el camino del “ente” (si bien ya inserto en lo abierto del conflicto entre
tierra y mundo) se da luego la ocasión de articular la elucidación pasada de espacio
y tiempo con la confrontación inicial (cfr. La sugerencia) [388].
243. El cobijamiento
264
V. LA FUNDACION
28
El origen de la obra de arte (Holzwege (Gesamtausgabe, tomo 5)).
29
cfr. Mirada preliminar, 21. El pensar inicial (proyecto).
30
cfr. Mirada preliminar, 35., 39. El acontecimiento.
265
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
La seleccionada pregunta por “el origen de la obra de arte” (cfr. las conferencias de
Frankfurt y de Freiburg31) es tomada partiendo desde este ámbito y por ello pertene-
ce aquí mismo.
La máquina, su esencia. El manejo que ella demanda, [es] el desarraigo que ella
trae. “Industria” (empresas); los trabajadores industriales, arrancados de su suelo
natal y de su historia, [son] puestos a su servicio.
Educación instructora de máquinas; la maquinación y el negocio. ¿Qué tipo de
transformación del hombre ha comenzado con esto? (¿[en el] mundo? – ¿[y en la]
tierra? Manipulación y negocio. El gran número, lo gigantesco, pura expansión y un
creciente allanamiento y vaciamiento. La necesaria caída en el Kitsch y en lo no
genuino.
31
El origen de la obra de arte (Holzwege (Gesamtausgabe, tomo 5)).
266
VI. LOS VENIDEROS1
1
cfr. Reflexiones V, 44s.; VII, 47s.
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
268
VI. LOS VENIDEROS
[Los venideros son] aquellos extraños de igual corazón, quienes se han decidido, de
igual forma, por la según ellos modesta donación y el rehusamiento. Parámetros
[Stabhalter] de la verdad del Ser, en los que se edifica el ente para la simple domina-
ción esencial de todos los asuntos y alientos. Los testigos más quedos de la tranquila
quietud, en la que un imperceptible impulso hace retroceder a la verdad de su
esencia desde la confusión de todas las calculadoras precisiones: manteniendo ocul-
to lo más oculto, el estremecimiento del paso por la decisión del dios, [y] el desplie-
gue del Ser.
Los venideros: los morosos y por mucho tiempo oyentes fundadores de la esen-
cia de la verdad. Los que resisten ante al empuje del Ser.
Los venideros2 son aquellos que han de venir y sobre quienes habrá de venir de
vuelta en tanto que expectantes, en la sacrificada reserva, la seña y la incidencia de
la lejanía y cercanía del último dios.
De lo que se trata es de preparar a estos venideros. Tal preparación sirve al
pensar inicial como silenciamiento del acontecimiento. Pero el pensar es sólo un
modo, en el que muy pocos son capaces de dar el salto y saltar dentro del Ser.
269
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Ellos están parados en medio del saber predominante como aquél verdadero saber
[wahrhaftes Wissen]. Quien logre alcanzar este saber no permitirá jamás ser calcula-
do ni forzado. Este saber es además inútil y no tiene ningún “valor”; no vale y no
puede, por tanto, ser asumido inmediatamente como condición de la empresa que
transcurre en este preciso instante.
¿Con qué tendría que empezar el saber de los que saben verdaderamente? Con
el conocimiento propiamente histórico; es decir, con el saber acerca de ámbito y del
mantenerse dentro (indagador) en el ámbito desde el cual se decidirá la historia
venidera. Este conocimiento histórico no consistirá jamás en la constatación y ca-
racterización de los estadios y de los sitios actuales de los sucesos, y de sus cultiva-
das metas y pretensiones. Este saber conoce las horas del acontecer, las cuales con-
figuran recién la historia.
Nuestra hora es la época de la decadencia.
La de-cadencia pensada en sentido esencial, es la marcha hacia la silenciosa
preparación de lo venidero, del instante y el sitio donde ha de ser tomada la decisión
acerca de la venida y la ausencia de los dioses. Este declinar es el más arcaico de los
inicios. La esencia deformada [Un-wesen] del declinar sigue empero su propio cami-
no, que diferente, que es irse a fondo, un no poder más, un cesar, que tiene tras suyo
el aspecto de lo gigantesco y masivo, y de la primacía de la instalación que se
anticipa a lo que ha de ser cumplido.
Los de-cadentes [Unter-gehenden] son, en su sentido esencial, aquellos que pasan
por debajo de lo que viene (lo venidero), y se sacrifican por él como por fundamento
invisible y venidero, son los insistentes, los que incesantemente se exponen en el
cuestionar.
La época de la de-cadencia sólo es conocida por los que pertenecen a ella [die
Zugehörigen]. Todos los demás tienen que temer la marcha cadente y, por lo tanto,
negarla y denegarla. Porque para ellos es sólo debilidad y un final.
Los verdaderamente de-cadentes no saben de la turbada “resignación”, que ya
no quiere nada más, porque ya no quiere ninguna cosa venidera, tanto casi como el
ruidoso “optimismo”, que a pesar de todo asegurarse no aspira/quiere aún a nada
verdadero, porque se cierra en esto de querer pasar por sobre sí mismo, para recién
en la transformación ganarse a sí mismo.
Los de-cadentes son los que siempre [están] preguntan[do] [Fragenden]. La in-
quietud del preguntar no es ninguna inseguridad hueca, sino la apertura y cultivo de
aquella paz que, como recogimiento en lo más problemático (el acontecimiento),
aguarda la sencilla intimidad del llamado y consiste en el enojo más extremado por
el abandono del ser.
Preguntar por la esencia de la verdad y por el despliegue del Ser: ¿qué otra cosa
puede ser sino la resolución [397] a la meditación más extrema? Sin embargo, esta
resolución crece a partir de la apertura para lo necesario, que la experiencia del
apremio del abandono del ser torna inevitable. No obstante, la experiencia de este
apremio depende nuevamente de la grandeza del poder del recuerdo, y totalmente
del pre-dominio [Herr-schaftlichkeit] del saber.
270
VI. LOS VENIDEROS
Las contradicciones más simples pero extremas vendrá a implantar este dios en su
pueblo como las vías, en las cuales se ha de peregrinar para encontrar también una
vez más su esencia y agotar el instante de su historia.
Mundo y tierra elevan en su disputa amor y muerte a su ser supremo [in ihr
Höchstes], y en la fidelidad al dios y la persistencia de la confusión se unen juntos en
la múltiple dominación de la verdad del ente.
Los venideros del último dios han ganado el acontecimiento al disputar el conflicto
y en una retrospectiva más lejana recuerdan a los grandes creadores como aquella
única y singular ocasión del ser. Frente a esto, lo masivo abandona toda la intriga en
5
cfr. La fundación, El Da-sein; cfr. Reflexiones V, 35s.
271
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
su furia, y barre con toda inseguridad e insuficiencia, con todo, mediante aquello
que se complace sólo con lo de antaño. ¿Será, así, la edad de los dioses para ser, y se
irán empobreciendo de mundo las esencias debido a su recaída en el mero vivir, para
los que la tierra es tan sólo lo provechoso [Ausnutzbare].
Reserva y silenciamiento han de ser la fiesta más íntima del último dios y el
auténtico modo de fiarse [Zutrauen] [399] de la simplicidad de las cosas, de luchar
para conquistar el auténtico flujo de la intimidad en el fascinante rapto de sus obras,
[en donde] el cobijamiento de la verdad ha de permitir ocultar lo más oculto, para
concederle de ese modo su único presente.
Hoy en día son ya muy pocos estos venideros. Su presentimiento y búsqueda es
apenas reconocible para ellos mismos y su genuino desasosiego [Unruhe]; sin em-
bargo, este desasosiego [es] la quieta consistencia de la hendidura [Zerklüftung].
Ella porta una certeza que está tocada por la más lejana y recatada seña del último
dios y es retenida en la ocurrencia del acontecimiento. Esta seña es custodiada tal
como queda retenida por el silenciamiento y como tal custodia [Bewahrung] está, a
su vez, siempre despidiéndose y llegando, sobretodo en el duelo y en la amistad, en
aquel temple fundamental de los reservados, para quienes se abre y se cierra la
hendidura del Ser. Fruto y azar, incidencia y seña.
Entre los pocos venideros se cuentan los que son esencialmente inaparentes, a
quienes no les corresponde [ni va] ninguna publicidad y los que, no obstante, reco-
gen en su belleza interior el relucir del último dios y se regalan, de nuevo, en el
reflejo de los pocos y escasos. Todos ellos fundan el Da-sein, a través de la cual
pende la consonancia con la proximidad divina, la que no se suprime ni tampoco
sucumbe, sino que ha tomado para sí la firmeza del más intimo recato como espacio
más único de oscilación [de la verdad del Ser]. Da-sein – un vuelco íntegro
[Durchrückung] de todas las relaciones de distanciamiento y cercanía (incidencia)
del último dios.
La desmedida [Unmass] de lo tan sólo ente, de lo no-ente en su totalidad y la
rareza del ser, es la razón por la que se busca a los dioses al interior de lo ente. Si se
busca y no se encuentra y se obligase uno desde allí a forzadas maquinaciones, [no
habría entonces] ninguna libertad en el contenido aguardar y poder esperar de un
encuentro y de una seña. La generosidad de la juntura y la firmeza en el confiarse a
la seña, el acumulado enojo de lo terrible, que el Da-sein fuera el orden más interno,
a partir del cual la disputación recibe recién su ley. La que irradia [400] [überstrahlt]
todo lo que nos sale al encuentro y nos permite, en primer lugar, experimentar lo
simple y sencillo de lo esencial. El orden es lo más simple que se nos muestra por sí
mismo y es visto falsamente con agrado como algo que está “junto a” o “sobre” los
fenómenos, es decir, no se lo ve.
Los venideros, [son] los que insisten fundados en el Da-sein, en el recogerse
anímico de la reserva, a la que ad-viene el ser (salto) como acontecimiento, tan sólo,
[donde] ella acontece y se apodera del cobijamiento de su verdad.
Hölderlin siendo el que más lejos ha llegado es, por lo mismo, el poeta más
venidero. Hölderlin es el más venidero, porque él es quien más lejos ha llegado y
quien, en esta extensión, dimensiona [durchmisst] y transforma lo más grande [401].
272
VII. EL ÚLTIMO DIOS
273
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
274
VII. EL ÚLTIMO DIOS
253. LO ÚLTIMO
254. EL REHUSAMIENTO
275
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Todo esto, en cuanto que algo no-esencial, tiene que tornarse una necesidad más
fuerte que antes, porque lo más extrañante requiere también de esto que es más
corriente, y no es lícito que la hendidura del Ser sea sepultada mediante una ficticia
apariencia de equilibrio, de “logro”, y de un falso acabamiento; pues todo esto es lo
que primero aborrece el último dios.
Pero, el último dios, ¿no es esto una degradación del dios, de hecho, la blasfemia
por antonomasia? ¿Qué pasaría, empero, si el último dios tuviese que denominarse
así, porque al final la decisión sobre los dioses nos ppone por debajo y entre ellos, y
eleva de ese modo la esencia de la singularidad de la naturaleza divina hasta lo
supremo?
El último dios [es algo tal], que si lo pensamos aquí de un modo calculador y
tomamos esto “último” únicamente como un cesar y un finalizar, en lugar de [406]
[hacerlo cual si esto fuese] la decisión más extrema y breve acerca de lo supremo,
entonces, ciertamente que todo saber que provenga desde él se hace imposible. Mas
¿quién habría ponerse a calcular con el pensamiento acerca de la esencia de la
divinidad, en vez de colocarse a meditar en el peligro de algo extraño e incalcula-
ble?
1
Aquí hay que ver el Ereignis respecto del hombre que es determinado a partir de él como Da-sein.
276
VII. EL ÚLTIMO DIOS
De aquí proviene cualquier tipo de lenguaje del Da-sein, que es, por lo mismo,
en esencia, el silencio, el callar (cfr. reserva, acontecimiento, verdad y lenguaje).
El acontecimiento “es” así la suprema dominación como contragiro en el ingre-
so y huida de los dioses sidos. El más remoto de los dioses requiere del Ser.
El llamado es incidencia y ausencia en el misterio de la apropiación.
En el giro entran en juego las señas del último dios como incidencia y ausencia
de la llegada y huida de los dioses, y las de su sitial de dominio.
En este hacer señas es en-señada la ley [das Gesetz wird zu gewunken] del
último dios, la ley del gran aislamiento en el Da-sein, de la soledad en el sacrificio,
y de la singularidad en la elección de la vía más corta y escarpada.
En el despliegue del hacer señas reside el secreto de la unidad de la cercanía
más íntima en el distanciamiento más extremo, la medición del espacio de juego
tiempo más vasto del Ser. Esto que es lo más extremo en el despliegue del Ser,
demanda lo más interno del apremio en el abandono del ser.
Este apremio ha de pertenecer [y ser-inherente] [zugehörig-sein] al llamado de
dominación de aquel hacer señas. Lo que resuena en tal servidumbre y prepara la
amplitud, es capaz de preparar recién el conflicto entre tierra y mundo, [esto es,] la
verdad del Ahí, y a través de éste disponer del sitio del instante para la decisión y,
así, de la disputa, y por tanto, del cobijamiento en el ente.
Ya sea que este llamado, que busca dar señas desde lo más remoto, desde la
apropiación más oculta, acontezca todavía abiertamente, o que el apremio silen-
cie y haga desaparecer toda forma de dominación, y que si ocurriera este llama-
do fuese incluso percibido; ya sea que el salto al interior del Da-sein y, por tanto,
desde su verdad, transforme el giro en historia, en todo ello se decide el porve-
nir del hombre. Él sería capaz de saquear y devastar durante siglos todavía al
planeta, a través de sus maquinaciones [408]; el carácter gigantesco de esta em-
presa podría “ser desplegado” hasta lo inimaginable y tomar la forma de una
rigurosidad aparente, la regulación masiva de lo desolado como tal; la grandeza
del Ser quedaría cerrada, pues ya no se tomarían más decisiones sobre la verdad
y la no-verdad y su esencia. Ya sólo se computaría el cálculo del éxito y fracaso
de las maquinaciones. Este cálculo se esparce en una adecuada “eternidad”, que
no es eternidad alguna, sino sólo la infinita continuidad de lo desoladoramente
huidizo.
Donde no se quiere la verdad del ser, o se la empuja en la voluntad de saber y
del experimento, se sustrae el preguntar al instante de todo espacio-tiempo como el
relampaguear del Ser que proviene de la consistencia del acontecimiento simple y
jamás calculable.
O bien, el instante pertenece ya sólo a las soledades más solitarias, a las que
queda prohibido, sin embargo, una fundadora comprensión de la instauración de
una historia.
Sin embargo, estos instantes y sólo ellos pueden convertirse en los aprontes, en
los que se despliegue y articule el giro del acontecimiento hacia la verdad.
Mas sólo la pura perseverancia en lo no coercitivo de lo sencillo y lo esencial
está madura para la preparación de un apronte semejante, jamás lo huidizo de las
apresuradas y arrolladoras maquinaciones.
277
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
2
cfr. el Salto, 142. El desplegarse o la esencia del Ser; 146. Ser y No-Ser; Mirada preliminar, 45.
La “decisión”.
278
VII. EL ÚLTIMO DIOS
279
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
280
VII. EL ÚLTIMO DIOS
El último dios es el inicio de la más larga historia por su vía más corta [in ihrer
kürzesten Bahn]. Precisa de una larga preparación para el instante más grande de su
paso. Mas para su preparación, pueblos y estados se han quedado chicos, es decir,
arrancados demasiado ya de todo crecimiento y entregados ya únicamente a la
manipulación.
Sólo los individuos ocultos y grandes han de lograr crear la quietud para el paso
fugaz del último dios y sacar, entre ellos [mismos], el silencioso acorde de los [que
están] prestos [Bereiten].
El Ser en cuanto que lo más único y más escaso frente a la nada tendría que
haberse retirado desde lo masivo del ente, y toda historia ha de servir -allí, donde
alcance en ella su propia esencia- tan sólo a este retiro del ser en toda su verdad. Mas
todo lo público ha de entusiasmar y afirmarse en sus derrumbes y logros, para de
esa su manera no presentir nada de aquello de lo que esta ocurriendo. Sólo entre esta
esencia masiva y los propiamente sacrificados han de buscarse y encontrarse los
pocos y sus alianzas, para presentir que algo oculto les ocurre, aquel paso fugaz
junto con el jalar violento [herauszerren] de cualquier “suceso” en lo rápido, al
mismo tiempo que lo del todo asible y lo convertido íntegramente en algo de con-
sumo. La torsión e intercambio de las demandas [414] y de los dominios de exigen-
cia no son más posibles, porque la verdad del Ser mismo en el duro precipitarse
[Ausfälligkeit] de su hendidura ha puesto a decisión las posibilidades esenciales.
Este instante histórico no es ningún “estado ideal”, ya que este se contrapone
siempre a la esencia de la historia, sino que este instante es la apropiación de aquel
giro en el que la verdad del Ser deviene en ser de la verdad, puesto que el dios ha
menester del Ser, y el hombre tiene que haber fundado como Da-sein la pertenencia
con el Ser. De esa forma, por ese instante, se ha equilibrado el Ser en cuanto que
Entre más íntimo con la nada, el dios ostenta su poder por encima [übermächtigt]
del hombre y el hombre se sobrepone [übertrifft] al dios, de un modo igualmente
inmediato y, no obstante, ambos lo hacen sólo en el Ereignis, en cuanto que éste es
la verdad del Ser mismo.
Pero ha de pasar una larga historia, de mucha reincidencia y mucha ocultación,
para poder llegar a este incalculable instante, que tampoco puede llegar a ser nunca
una cosa tan de primer plano como una “meta”. Ya sólo a ciertas horas pueden los
creadores en la reserva del cuidado prepararse a sí mismos para la guardianía en el
espacio-tiempo de aquel paso fugaz. Y la meditación pensante hacerlo para la única
cosa, que: la verdad del Ser sólo puede ser una huella, sobre la cual sea pensado aún
lo imprevisible, es decir, donde se inicie la transformación de la relación del hom-
bre con la verdad del Ser.
Con la cuestión por el Ser, que ha superado ya toda cuestión por el ente y, por
tanto, toda “metafísica”, se ha encendido la antorcha y aventurado ya la primera
partida para la maratónica carrera. ¿Dónde está el corredor, que habrá de coger la
antorcha y pasársela a los que le preceden? Los maratonistas han de serlo todos y
cuanto más tardíos sean, tanto más fuertemente pre-cursores serán y no [serán sólo]
seguidores, que pretendan “mejorar” y rebatir lo que primero se intentara, si saliera
a la discusión. Los pre-cursores han de ser siempre más originarios y más iniciales
que los “pre-“[que van corriendo detrás suyo] cursores iniciales, son lo uno y lo
mismo de lo que ha de preguntarse más simplemente, pensar individualmente en
281
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
forma más rica y absoluta. Lo que ellos asumen, en la medida que cogen la antorcha
[415] no puede ser lo dicho como “doctrina” y “sistema” y semejantes, sino lo
debido, que se abre únicamente a aquellos, que por sí mismos y procedentes del
abismo, pertenecen a quienes son los forzados [Gezwungenes].
Pero lo forzado es sólo lo incalculable y lo no fabricado del acontecimiento, la
verdad del Ser. Bienaventurado el que pueda comprender la no-aventuranza de su
hendidura, para devenir un esclavo en el diálogo de los solitarios, en él que hace
señas el último dios, porque él es [en]señado por él en su pasar.
El último dios no es ningún final, sino la oscilación en sí mismo del inicio y, por
ende, la figura suprema del rehusamiento, puesto que a lo inicial se le sustrae todo
aferrar y se despliega únicamente en el empinarse por encima de todo aquello que
ha sido atrapado como venidero en él y ha sido entregado a su fuerza determinada.
El final se hace presente únicamente allí, donde el ente se ha desprendido
[losgerissen] de la verdad del Ser, donde se niega todo lo digno de ser preguntado,
lo que quiere decir cualquier diferenciación, para conducirse en un tiempo infinito
por las infinitas posibilidades de lo así abandonado. El final es el incesante conti-
nuar, al que se ha retirado desde un principio y hace mucho tiempo lo último como
lo que es más inicial. El final no es capaz nunca de verse a sí mismo, sino que se
tiene a sí mismo como la consumación, de allí que no esté preparado ni tampoco se
prepare, para esperar por lo último ni menos para experimentarlo.
Si se parte desde una posición con el ente, que se halle determinada por la
“Metafísica”, es muy difícil, así como lento, poder saber algo acerca de lo otro, que
no haga manifestarse al dios ni en una “vivencia” “personal”, ni en una “vivencia”
“colectiva”, sino únicamente en el “espacio” abismático del Ser mismo. Todos los
“cultos” e “iglesias” y cosas semejantes habidas hasta ahora no pueden compararse
siquiera con la disposición preparatoria esencial para el choque de dios y el hombre
en el centro del Ser. Pues, primero hay que fundar la verdad del Ser mismo y tomar
luego para este cometido de toda creación un nuevo inicio [416].
Cuán pocos saben de esto: que el dios espera por la fundación de la verdad del
Ser y, por tanto, por el salto dentro del hombre, en el Da-sein. Y en lugar de eso,
pareciera que el hombre tuviese y hubiera de esperar por el dios. Y quizás sea esta
la forma más engañosa de la más profunda falta de religiosidad y el narcótico que ha
impedido sentir el apropiamiento de aquel Entre venidero del Ahí del Ser, que es lo
que le ofrece primeramente un sitio para posarse dentro [Hereinstand] del ente en la
verdad, concediéndole su prerrogativa para pararse con la distancia más amplia
respecto del paso del dios, privilegio, cuya participación acontece únicamente como
historia: en la transformación del ente en la esencialidad de su determinación y en la
liberación del abuso de las maquinaciones, las que, al deformarlo todo, terminan
por agotar el ente en su explotación [417].
282
VII. EL ÚLTIMO DIOS
VIII. El SER
283
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
284
VIII. El SER
257. EL SER
Aquí se hallan los bloques de una cantera, desde la cual ha de ser extraída la piedra
bruta.
El pensamiento.
El opinar respecto del ser.
El ser y la diferenciación con el ente.
El proyecto del Ser.
El pensar del Ser.
El despliegue del Ser.
La historia.
El Da-sein.
El lenguaje y el decir.
Lo “ente”.
La pregunta de la transición (¿Por qué es en principio el ente y no más bien la
nada?).
La historia del Ser (Reflexiones VII [GA 95], 97ss. Hölderlin – Nietzsche). La
perspectiva onto-histórica.
Lo incalculable (Reflexiones VII, [GA 95] 90ss.).
258. LA FILOSOFÍA
La concepción actual y futura del concepto de filosofía (y con esto, también, la pre-
determinación de la conceptualidad de su concepto y de todos sus conceptos) es la
histórica (no una historiográfica). “Histórica” dice aquí: que pertenece al despliegue del
mismo Ser, [que se halla] inserta en el apremio de la verdad del Ser y, así, ligada a la
necesidad de cada decisión que disponga, en general, sobre la esencia de la historia y de
su despliegue. Según esto, la filosofía es ahora, primeramente, preparación para la filo-
sofía, a la manera de construir los próximos antepatios, en cuya configuración espacial
se hará audible la palabra de Hölderlin, que será respondida por el Da-sein y [421], en tal
respuesta, se fundará el lenguaje del hombre venidero. Es de esta forma, como el hom-
bre pasa a entrar recién en el sendero, próximo, pero lento del Ser. La singularidad onto-
histórica de Hölderlin ha de ser fundada previamente dando por superado cualquier
comparación “literaria” e histórico-poética, todo juicio y apreciación estética, como
toda valoración “política”, para que los instantes de los “creadores” puedan recibir su
“momento” (cfr. Reflexiones VI [GA 94], VII [GA 95], VIII [GA 95).
El destino histórico de la filosofía acaba en el reconocimiento de la necesidad
de hacer oír la palabra de Hölderlin. El poder oír corresponde a un ser capaz de
decir, que habla a partir de lo que es cuestionable en el Ser. Pues esto es lo mínimo
que ha de ser realizado para el aprontamiento del espacio de la palabra. (Salvo que
no se desvíe todo hacia lo ”científico” e “histórico-literario”, habría que decir que,
es preciso crear una preparación del pensamiento para llevar a cabo la interpreta-
ción de Hölderlin. “Interpretación” no quiere decir aquí, empero, hacer “compren-
sible”, sino fundar el proyecto [que se abre] con la verdad de su poesía en la medi-
tación y el temple, en los que oscile el Da-sein venidero.) (cfr. Reflexiones VI [GA
94] y VII [GA 95:] Hölderlin)
285
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
286
VIII. El SER
259. LA FILOSOFÍA
La filosofía es el preguntar por el ser. Esta caracterización admite una doble inter-
pretación. Ambas interpretaciones contienen en su unidad la esencia de la filosofía
pretérita y de la venidera y, con ello, la indicación del tránsito de la una hacia la
otra.
El preguntar por el ser es, primeramente, y atravesando la larga historia que va
desde Anaximandro a Nietzsche, sólo la pregunta por el ser del ente. La pregunta
apunta [424] al ente en cuanto que lo interrogado [Befragte] e indaga lo que ello sea.
Lo indagado [Erfragte] es definido como lo común o general a todos los entes. El ser
tiene el carácter de la entidad. La entidad se da al interior del preguntar, el que
partiendo del ente pregunta de vuelta a éste como el suplemento para el ente. Sin
embargo, al interior de lo interrogado e indagado la entidad es en cuanto que lo más
constante de lo presente de todo ente, lo más entitativo y, por lo tanto, lo respectiva-
mente temprano frente a todo ente determinado individualmente. En la medida en
que la entidad sea concebida como objeto del representar y el re-presentar se con-
vierta en un poner-ante-sí con respecto del sujeto, al ser previo se le asignará un
nuevo orden jerárquico y se convertirá en el a priori en el orden de la re-presenta-
ción. Pero, puesto que justamente también esta re-presentación se dirige a la
presentización de lo que está ahí dado como tal, el ser previo no mienta aquí tampo-
co una primacía, por cierto, general-“temporal”, sino antes bien una tempórica [zeithaft]
respecto al hacerse presente [Anwesung]. Sólo que este a priori no es para lo griegos
algo “todavía” “objetivo” y desde Descartes algo “subjetivo”, sino ni lo uno ni lo
otro. Ante todo, él “es” el próteron tei physei, precisamente en el sentido de la
physis, es decir, en el sentido del ser (como lo que surge haciéndose presente),
siendo [por] sí mismo, así como la entidad se mantiene siendo lo más entitativo.
Con todo, desde Descartes el a priori no es “subjetivo”, sino justamente “objeti-
vo”, la objetividad del objeto, la objetualidad del objeto [Gegenständlichkeit des
Gegenstandes] en el re-presentar, para lo re-presentante portador. Recién cuando el
sujeto sea mal interpretado como la cosa-yo ahí presente aislada y el re-presentar, en
lugar de permanecer en su esencia, sea degradado en una propiedad presente, podrá
ser mal interpretado subjetivamente lo “a priori” (la entidad en el sentido de la
objetualidad) como lo “mero” subjetivo. No importa cuán grande pueda ser el paso
dado por Kant o cuán grande pueda quedar otra vez la diferencia del idealismo
absoluto de la filosofía postkantiana con Kant mismo, ni cuán confuso pueda sumir-
se luego todo en lo mediocre y lo desarraigado de la interpretación “lógica” y
“biológica” del a priori [425] y aparecer de ese modo nuevamente en esa figura con
Nietzsche; todas estas diferencias no pueden encubrir la simple cohesión de la histo-
ria entera del preguntar por el ser (por la entidad, en la forma de la pregunta por lo
287
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
que sea el ente). La historia de esta pregunta por el ser es la historia de la metafísica,
del pensar que piensa el ser en cuanto que ser del ente, a partir de éste y por éste. Que
este preguntar ha sido sobrepotenciado [übermachtet] (que es el fundamento del
depotenciamiento de la physis y de la alétheia) y que esta preeminencia del ente a
través de la historia de la metafísica se extiende para ella esencialmente, se muestra
tanto más expresamente allí, donde fuera ejecutada la pregunta de la forma más pura
desde los griegos: en Kant. A una con el descubrimiento de lo trascendental, el
principio de la experiencia se dirige al ámbito del ente como hacia lo únicamente
normativo. La entidad como “condición de posibilidad” del objeto de la experiencia
y ésta misma, está condicionada, por su parte, por la preeminencia del ente en la
entrega de la medida de lo que ha de valer como ser. Lo que sea el ente, en el
preguntar trascendental kantiano, la “naturaleza”, es visto a la luz de la física
newtoniana, pero pensado de un modo metafísico (histórico-metafísicamente) en el
sentido del physei ón y, finalmente, de la physis. Y, no obstante, el idealismo abso-
luto parece superar el primado del ente. Porque la determinación exclusiva del
objeto a partir de la objetualidad (esto es, la eliminación de la “cosa en sí”) no dice
otra cosa que la instauración del primado de la entidad por encima del ente. De allí
que sea, del todo, imposible co-pensar p. ej. precisamente, la “Fenomenología del
Espíritu” de Hegel en su comienzo (“la certeza absoluta”), si previamente no ha sido
pensado ya de forma absoluta la inserción del objeto sensible en la realidad efectiva
del espíritu absoluto. ¿Qué otra cosa podría significar todo esto, sino que el ente ha
perdido su preeminencia ante el ser? Y, no obstante, en esta interpretación está
basada la interpretación por completo mala que se ha hecho del idealismo. También
éste se confirma en el primado del ente por delante de la entidad [426], sólo que él
oculta esta relación dando la impresión de que ocurre lo opuesto. Toda objetualidad,
todo grado al interior de la misma es determinado, en verdad, a partir de la objetualidad
absoluta. Solo que la objetualidad como tal está referida, ya, por su esencia -y de su
proceder onto-histórico mejor ni hablar-, no sólo al objeto, sino que es definido
también a partir del objeto como una determinada interpretación del ente debido a
que sale de éste. Mediante la asunción en el saber absoluto la objetualidad parece
desaparecer, sólo que ella se ha expandido a la de la autoconciencia y la razón. Y
justamente esto, que la entidad se funde en la subjetividad absoluta, dice por tanto
que este ente, el sujeto, decide como centro de la relación [Bezugsmitte] de todo
poner-ante-sí acerca de la entidad, lo que a ella pueda pertenecerle y sobre las
formas esenciales y grados de la representacionalidad. De esa forma, en el idealismo
absoluto se muestra incluso una potenciada posición preeminente del ente frente a
la entidad, a diferencia de los griegos, en cuanto que es determinada y definida
desde el sujeto y esto significa que el Ser lo haga simultáneamente desde el objeto
[Objekt]. Esta determinación es onto-históricamente sólo una modificación de la
presencia constante en lo dispuesto-ante-sí del sujeto. Es por ello que, en el idealis-
mo absoluto, que parece solucionarlo todo volviéndose hacia el ser, se realiza el
completo depotenciamiento del ser a favor de la indiscutida e ilimitada prepotencia
del ente. Sólo por ingenuidad filosófica de la “teoría del conocimiento” y de la
interpretación “teórico-cognitiva” del idealismo podría venir a darse la errada opi-
nión, de que el “idealismo” sea lo más alejado de la realidad y que habría que
ayudarle, para que se produjese el cambio hacia un “realismo”. Pero el “realismo”
288
VIII. El SER
del siglo 19. vive de un extremo al otro del idealismo absoluto. No realiza ningún
cambio, sólo el sumirse en la exégesis no filosófica del idealismo, por la que luego
aparecerá justificado, ante todo, el depotenciamiento [despojamiento] del ser oculto
en él, a partir de la gestión del ente, que ha de ser rescatada allí con el pensamiento
del valor, donde quede todavía algo de reflexión, para reconocer cómo también la
afirmación incondicional de lo real y de la “vida” (del ente entonces) precisa aún de
una huella del No-ente, que por cierto ya no es posible de conocer más en cuanto
que ser. Si se perseverara en “considerar” la historia de la metafísica con los puntos
de vista del “idealismo” y el “realismo”, entonces aparecería el “idealismo” a cada
rato como la postura filosóficamente genuina, en la medida que, en ella, el ser aún
tiene su palabra ante el ente. A pesar de ello, sigue ocurriendo que, en el “idealis-
mo” se realiza el depotenciamiento filosófico del ser (que en el realismo empero
está falto de filosofía). Saber esto es necesario, para no mal interpretar, inmediata-
mente, el tránsito que va de la metafísica hacia el otro modo del preguntar por el ser.
La pregunta por el ser se transforma ahora en la pregunta por la verdad del Ser.
La esencia de la verdad es indagada a partir del despliegue del Ser, concebido como
el claro de lo que se oculta por sí mismo [Sichverbergende] y, por tanto, como
perteneciente a la esencia del Ser mismo. La pregunta por la verdad “del” Ser se
revela como pregunta por el Ser “de” la verdad. (El genitivo es aquí uno muy
propio, y no ha de ser entendido jamás por el antiguo genitivo “gramatical”.) El
preguntar por el ser no piensa más desde el ente, sino que es precisado [ernötigt] por
el Ser mismo como un pensar-en-curso [Er-denken] del Ser. El pensar-en-curso del
Ser hace surgir a este como el Entre, en cuyo despejarse de su despliegue dioses y
hombre se re-conocen, es decir, deciden sobre su pertenencia [en común]. Como
este Entre el Ser no “es” ningún suplemento del ente, sino aquello que se despliega,
[y] en cuya verdad se consigue al (ente) recién en la custodia de un ente. Pero esta
prioridad [Vorrang] del Entre no debe ser mal interpretada de un modo idealista, en
el sentido del “a priori”. El preguntar por el ser a la manera del preguntar por la
verdad del Ser no se pone más en un nivel, en el cual una diferenciación como la
existente entre idealismo [428] y realismo pudiese obtener un fundamento posible.
De todos modos, queda latente la sospecha, de si sería de alguna forma posible
pensar el Ser mismo en su despliegue, sin partir desde el ente; de si todo preguntar
por el ser no ha de seguir siendo innegablemente un retro-preguntar [Zurückfragen],
desde lo ente. Aquí es donde, de hecho, la larga tradición de la metafísica y el hábito
del pensamiento crecido en ella resulta un estorbo, sobretodo cuando incluso la
“lógica” sigue siendo ella misma por su aspecto un vástago del depotenciamiento
inicial del ser y de la verdad, como un tribunal absoluto que se le viene encima al
pensar. Entonces es “lógico”, lo que significa: que esté establecido definitivamente
que el ser ha de conseguirse como lo general del ente, incluso allí, donde se intenta-
se además asegurar el ser como un ente en su consistencia. Pero el Ser, que tiene que
ser pensado en su verdad, no “es” aquello general y vacío, sino que se despliega
como aquello único y abismático, en donde se decide algo de la historia que va a
ocurrir por una sola y única vez (cfr. El Ser, 270. El despliegue esencial del Ser (el
despliegue). En efecto, uno no puede permanecer estático en el suelo de la cuestión
metafísica y desde este punto de vista reclamar un conocimiento, que encierre en su
esencia el abandono de este punto de vista, esto es, exigir la concesión de un espacio
289
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
290
VIII. El SER
291
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
292
VIII. El SER
293
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
prendido de una cantera, de la que se extrae la roca bruta, y donde los rompedores
y las palancas permanecen invisibles. ¿Serán los bloques figuras cerradas o soportes
disconexos de un puente invisible? ¿quién podría saberlo?
La filosofía en el otro inicio pregunta en la forma del cuestionar por la verdad
del Ser. Visto desde el horizonte de la diferenciación, devenida expresa, entre ente y
ser y haciendo una comparación historiográfica con la metafísica y su proceder
calculado a partir del ente, el preguntar en el otro inicio (el pensamiento onto-
histórico) podría parecer una simple inversión y esto significa, aquí, una burda. Pero
precisamente el pensamiento onto-histórico sabe lo que es esencial a la mera inver-
sión, a saber, que en ella prevalece la más dura e insidiosa esclavitud; que ella no
supera nada, sino que con la inversión se adueña de ella lo contrario, logrando la
consolidación suya que le faltaba hasta hoy y la completitud.
El cuestionar onto-histórico del Ser no es inversión de la metafísica, sino de-
cisión [Ent-scheidung] como proyecto de fundamento de aquella diferenciación, en
la que también ha de tenerse aún la inversión. Con semejante proyecto este pregun-
tar se mueve por completo en lo externo de aquella diferenciación entre ente y ser;
y escribe, entretanto, el ser ahora también como “Ser”. Esto ha de indicar que, el ser
ya no ha pensarse aquí más de un modo metafísico [436].
El pensar onto-histórico -sacado de su necesidad, en la interpretación hecha más
arriba- puede convertirse en algo digno de ser cuestionado, de una forma cuádruple:
1. Mirado desde los dioses.
2. Partiendo de los hombres.
3. Mirando retrospectivamente a la historia de la metafísica.
4. Como el pensamiento ”del” Ser.
Estas cuatro perspectivas permiten sólo en apariencias ser perseguidas en su
separación la una respecto de la otra.
Resp.1. Concebir el pensar del Ser desde la perspectiva de los dioses parece
ser, por lo pronto, tanto antojadizo como “fantástico”, según se proceda, de un
lado, directamente desde lo divino [Gott-hafte] como si fuera lo “dado”, como si
cualquiera ya estuviese de acuerdo con quien fuera sobre lo divino; pero aún más
extraño es, en la medida en que procedamos, por otra parte, desde los “dioses” y
se plantee un “politeísmo” como punto de partida de la “filosofía”. Con todo,
hablar de los “dioses” aquí no quiere afirmar decisivamente la presencia ante
nosotros de una multiplicidad frente a uno singular, sino que significa una indica-
ción sobre la indecisión del ser de los dioses, si acaso sean uno o muchos. Esta
indecisión [Unentschiedenheit] capta en sí lo problemático, acerca de si sea lícito
en general que se les asigne algo así como [un] ser a los dioses, sin destruir todo lo
divino. La indecisión, del qué [tipo de dios] y si haya acaso algún dios, para que
tipo de esencia humana y en qué forma haya de ser instaurado otra vez como
máximo apremio, es lo que se nombra con el nombre “los dioses”. Pero esta
indecisión no es re-presentada meramente como posibilidad vacía de decisiones,
sino concebida en adelante como la decisión, a partir de la cual se origina algo
decisivo o la falta total de decisión. El pensamiento previo como tensión en esta
decisión de una indecisión tal no supone algunos dioses como algo presente, sino
que se aventura en una región de aquello que es problemático, cuya respuesta sólo
puede provenir desde esta misma, mas nunca del que pregunta. En la medida que,
294
VIII. El SER
295
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
296
VIII. El SER
260. LO GIGANTESCO
297
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
298
VIII. El SER
categorías)? Porque incluso nos es difícil reconocer lo que precisamos para esto: el
sacudirnos de este “nosotros” del hombre moderno, quien como “sujeto” se ha con-
vertido en el refugio de estos supuestos, de tal modo que el carácter subjetivo del
hombre mismo tiene su origen y el soporte de su inflexible poder en la vigencia
[Vorherrschaft] concedida a estos supuestos (de la comprensión del ser occidental y
moderna ya consolidada). ¿Cómo podría suceder esta sacudida, que por esencia
tendría que ser mucho más que un mero cambio de opinión sobre el concepto del
Ser al interior del “sujeto”, quien a su vez sigue en la acción imperturbable? Miran-
do a través de estos “supuestos” se ve claro que aquel no-ocuparnos del Ser está
siempre en su derecho, y por completo, si –de un modo generoso- deja de ocuparse
de las divisiones conceptuales de la ontología, que ha vuelto a ser académica o, lo
que significa lo mismo, que está de acuerdo con la opinión de que cada “ontología”
es imposible de explicar como “racionalización” del ser. Ya que con esta alternativa
[444] se ha decidido sobre el ser y el opinar del ser, cada vez, y en el suelo de la
ontología, y se lo ha hecho de un modo tan obvio, que allí ya casi no se hallan - y
con justo derecho, necesidades “específicas” de la decisión, se las acepta.
¿Por qué, entonces, le prestamos, en principio, la mínima atención todavía a
este no-ocuparnos con del ser? Ciertamente que no por discutir o incluso cambiar la
opinión y la doctrina respectivas del Ser que se ha expuesto, o por un rechazo a
dilucidar una semejante doctrina, sino para que la meditación atienda que, cualquier
opinión habitual sobre el ser (incluyendo juntas a las ontologías y las antiontologías),
tiene ella misma su origen en la soberanía del ser y su “verdad” determinada histó-
ricamente. (En la antiontología se promueve al máximo la indiferencia frente a la
pregunta por el ser.)
Pero aquí surge la amenaza de otro malentendido: la idea de que ahora debiera
ser “demostrado” el supuesto antropológico de aquel opinar respecto del ser y con
esta indicación, tener por “refutada” aquella opinión. Pero, precisamente, esta idea
es sólo la consecuencia posterior del aquel opinar respecto del ser.
La “antropología” pertenece ella misma empero a aquello que se encuentra bajo
el predominio de aquella interpretación del ser. Por eso, ella no puede ser interpela-
da jamás como prueba contra esta interpretación, ni mencionar siquiera que la prue-
ba de cualquier “supuesto”, en las que se basa una opinión, nada decide aún sobre la
verdad, y que en general los supuestos como tales no constituyen objeción alguna.
Algo distinto es lo que pasa: al reconocer, en el no-ocuparnos del ser, un estado
de necesidad, en el que se oculta una etapa destacada de la historia del ser mismo.
Quizá para oír, desde lo más indiferente de todos los sucesos, en el interior de los
asuntos diarios, la resonancia del acontecimiento decisivo [445].
La meditación tiene que caer en la cuenta que, la indiferencia que se pone ya a
salvo en la total inocencia frente al ser, recibe su “representatión” [Repräsentation]
académica adecuada en la “ontología”, que no es sino el extremado potenciamiento
del poder del cálculo. Lo que se pone en obra, aquí, es la prohibición más ciega e
indiferente de lo incalculable.
Mas esto no lo toma la meditación como una “falta” y un “dispendio”, que sólo
resta censurar, sino como historia cuya “efectividad real” supera a todo lo no que es
sino “efectivo y real” esencialmente; debido a lo cual esta historia es reconocida
sólo por unos pocos y, entre estos, [es] concebida sólo por los más raros en tanto que
299
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
El salto iniciador pensador “en” la verdad del Ser tiene que hacer saltar a su vez la
esencia de la verdad, con-firmarse en la yección de un proyecto y hacerse in-sistente.
[446]
Para experimentar el ente y el cobijamiento de su verdad, el “proyecto” es
solamente lo provisorio, que luego ha de ser transitado en dirección hacia lo que en
el ámbito del proyecto devendrá erigible y custodiable y que como custodia recibe el
sello del Ser.
En el saber pensante el proyecto no es lo provisorio para algo diferente, sino lo
singular y último y, por tanto, lo más raro, lo que se despliega en sí mismo como
verdad fundada del Ser.
El proyecto aquí no es algo que posteriormente pueda ser [dis]puesto “sobre“ el
ente, ninguna “perspectiva”, que sea solamente propuesta a los entes. Pues toda per-
spectiva reclama ya el pasar transitando en el trayecto de su mirada. E incluso esto,
que un rasgo profundo haga explotar, de antes y decidiendo acerca de todo, aquello,
que recién posteriormente se ha de anunciar en lo abierto como un ”ente”, que una
errancia claree y lo desgarre en sí mismo a todo, para la posibilidad de lo verdadero
–esto es, lo que el proyecto pensante del Ser ha cumplir. ¿”Cumplir”? Por supuesto,
pero no un hacer o un inventar, a la manera de un imaginar desatado.
El proyecto del Ser sólo puede ser yectado por el Ser mismo, y para ello ha de
resultarle bien un instante al Da-sein, que permita que se de y haga propio el Ser
como acontecimiento apropiante.
El interrogar pensante se sucede como activo rehusamiento, que se re-tiene a si
mismo y, de esa forma, coge la renuncia desde el interior del claro.
Quien alguna vez desee ponerse bajo la mirada de la historia del Ser e intente
experimentar cómo el Ser se ausenta de su propio espacio esencial y abandona por
largo tiempo esa esfera por una impropia [Unwesen], que impulsa la propagación de
lo “ente” ante sí, en virtud incluso de preservar [bewahren] lo que no es esencial
[Un-wesen], todavía como algo que es propio y a lo que pertenece, [uno semejante]
tiene que haber entendido, primero, que los proyectos son yectados en aquello, que
300
VIII. El SER
por su claridad, se convierte, otra vez, en un ente y que casi sólo tolera el Ser como
un especie de suplemento de él, la que se ha inventado como “abstracción”.
Estos proyectos los pensamos, por un hábito natural nuestro - como formas de
la representación, las que hacen posible el encuentro de los objetos: la condición
trascendental [447] de Kant. Y hacemos bien en ejercitarnos a pensar el ente como
tal desde esta interpretación de la entidad como objetualidad [Gegenständlichkeit].
Del mismo modo, esta interpretación kantiana reposa sobre el “fundamento” del
sujeto y en la esfera de la re-presentación. La caracterización del “proyecto” llega a
ser en el mejor sentido “subjetiva”, esto es, no “yoica”, “subjetivista”, teorético-
gnoseológica, sino metafísica como sujeto [Subjektum], como lo incuestionado y lo
que está a la base de lo que no es digno de ser cuestionado. La interpretación del
pensamiento kantiano puede experimentar desde ahí un esclarecimiento esencial y
conducir incluso a que en esta posición de sujeto, el pensar filosófico no pase de
largo ante los abismos (esquematismo e imaginación transcendental). Con todo,
tenemos que habernos vuelto ya inquisitivos en otros ámbitos, en razón no sólo de
destacar una concepción kantiana semejante como una peculiaridad exagerada, sino
para tomar con seriedad la referencia a lo abismático.
Lo que se consigue, en principio, únicamente, si en el fondo no leemos más a
Kant de un modo “subjetivo”, sino que lo ponemos del lado del Da-sein.
Por la vía histórica, este es un paso que se da para lograr acercarse a aquel
pensar que no entiende más el proyecto como condición de la representación, sino
como Da-sein y como el ser-yectado de un claro, que establece una posición y cuya
primera opción sigue siendo resguardar el ocultamiento y, de ese modo, hacer pa-
tente el rehusamiento.
A pesar de esto, a la gente de hoy le sigue siendo difícil, de cualquier forma,
experimentar el proyecto como acontecimiento venido desde el a-propiamiento como
rehusamiento. Nada se le pide más al hombre que el mantener el Ser alejado de toda
distorsión, y saber que en la esfera de las obras humanas fabricadas este ser más
poderoso deviene lo más frágil, por cuanto que el hombre está acostumbrado a
sopesar la dominación del ser con los pesos para la medición del poder del ente, y
sopesarlo sólo así, y jamás atreverse a entrar en lo digno de hacerse cuestión [Frag-
würdige] [448].
Además nos movemos desde antaño, ya, en un proyecto de Ser, sin que éste
haya podido ser experimentado siquiera como proyecto. (La verdad del Ser no fue
[siquiera] una pregunta posible.)
La ausencia de esta cuestión es el constante empeño [Anstoss] por la historia de
las posiciones metafísicas fundamentales, un empeño que como tal no sólo se man-
tiene oscuro para esta historia, sino que se queda afuera [weg bleibt], por lo que la
metafísica del idealismo absoluto se puede “construir” a sí misma en la historia de
su desarrollo y como consumación de la metafísica.
Que la subjetividad del sujeto se despliegue finalmente en lo absoluto, es sólo el
oscuro signo de cuán estable se despliega el proyecto desde el inicio de la historia
del ser y como se anuncia él mismo como lo no-hecho y no-factible, y que él ha
explicado, empero, finalmente, también, a partir de lo que es incondicionado, que
viene a condicionar directamente también al ser. Con esta “explicación” la filosofía
ha llegado a un final. La revuelta nietzscheana es sólo el reverso de este estado.
301
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
302
VIII. El SER
303
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
304
VIII. El SER
305
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Sin embargo, la comprensión del ser es, por doquier, lo contrario, es más, inclu-
so, esencialmente diferente a este hacer que el Ser se haga dependiente [456] de la
opinión humana. ¿Cómo ha de poder hacerse del ser todavía algo “subjetivo”, ahí
donde lo que cuenta es la demolición del sujeto?
Con esto ha de ser nombrado el modo - y quizás en el tránsito el modo más decisivo
– mediante el cual el futuro hombre occidental ha de asumir la verdad del Ser, y de
ese modo devenir recién históricamente: el pensar[-en-curso] [Er-denken] del Ser.
Devenir históricamente, quiere decir: surgir del despliegue esencial del Ser y de allí
guardarle siempre obediencia; no significa: remitir a lo pasado ni a lo que se puede
confirmar historiográficamente [historisch Festellbare].
No obstante, la meditación histórica en torno a la historia de la metafísica mues-
tra ahora que, la realización de la pregunta rectora a través de toda la historia tiene
como hilo conductor al pensar (entidad y pensar). A partir de esta meditación surge
la idea de que el predominio del pensar (el que ha llegado a ser él mismo el hilo
conductor en la forma de la representación de algo, en general) empujaba más y más
a la interpretación de la entidad del ente en la dirección, a partir de la cual tuvo que
provenir luego finalmente la equiparación del ser con la objetualidad del ente (de la
representatividad, en general). Y esta visión nos permite saber, que el pensar y su
predominio (en el tratamiento de la pregunta rectora y la elección del hilo conduc-
tor) bloquearon finalmente toda vía para abordar la pregunta y, con relación a esto,
apremiar la posible necesidad de la pregunta por la verdad del Ser. ¿Y, ahora, sin
embargo, deberá convertirse el pensar-en-curso [Er-denken] en la vía de paso hacia la
verdad del Ser, si bien no sólo el pensar, sino también el incremento supremo de su
dominio, el pensar-en-curso, en donde queda expresado, de igual modo, la total
dependencia del pensar con el Ser. Así es como parece mostrarse y como tendría
que hacerlo, si partimos de una meditación histórica y nos dirigimos hacia la pre-
gunta rectora y su hilo conductor [456].
Pero sólo parece mostrarse así. Para evitar aquí dar la impresión, de que sólo
para [plantear] la pregunta fundamental se reclamaría con razón el hilo conductor
de la pregunta conductora - lo que según lo precedente vendría a ser un contrasen-
tido, debe de existir al comienzo una diferenciación, cuya omisión confunde siem-
pre a la meditación de la historia de la pregunta rectora con la elección de su hilo
conductor.
Al pensar se lo piensa, por un lado (1), como nombre para la manera de interro-
gar y, por ello, en general, para el tipo de relación [existente] en la relación inquisidora
del hombre con el ser del ente, pensar en el sentido de la postura básica del “pensa-
dor” (del filósofo) (pensar como el preguntar por la cuestión del ser).
Y, no obstante, por otro lado (2), se piensa al pensar [asimismo] como nombre
para el hilo conductor precisado por el pensar, para hacer suya la esfera, dentro de
la cual el ente en cuanto tal ha de ser interpretado respecto de su entidad (pensar
como hilo conductor de aquel preguntar).
1
cfr. Reflexiones VII, 78ss. [GA. 95].
306
VIII. El SER
Sólo que ahora, mediante una interpretación determinada del ser (como idéa), el
noeîn parmenídeo se ha transformado en el voeîn del dialégesthai de Platón. El
lógos de Heráclito se transforma en lógos como enunciado, convirtiéndose en el
hilo conductor de las “categorías” (Platón: “El Sofista”). El acoplamiento de ambos
[deviene] en la ratio, lo que significa que la concepción respectiva de noûs y lógos se
va a preparar ya en Aristóteles. La ratio se torna “matemática” a partir de Descartes;
y esto sólo es posible debido a que esta esencia matemática ha sido instalada desde
Platón y fundada como una posibilidad en la alétheia de la physis. El “pensar” (2) en
el sentido del enunciado se vuelve [así] hilo conductor para el pensamiento (1) de
los pensadores occidentales. Y este pensar (2) entrega entonces, definitivamente, la
indicación para la interpretación del pensar (1) como postura básica de la filosofía.
(A esto ha de agregarse el predominio peculiar del pensamiento acerca del pensar y
de lo suyo pensado en cuanto tal, es decir, del yo y de la conciencia del “sí mismo”
en la filosofía moderna; un predominio que llega a potenciarse hasta su grado más
extremo con la equiparación de la realidad efectiva (del ser) en tanto que realidad
absoluta, con el pensar en cuanto que algo incondicionado; todavía en Nietzsche y,
precisamente [457] en él, predomina aún la relación unívoca del ser en la Lógica del
enunciado.)
Si ahora, preparándonos para el otro inicio, nos mantuviésemos aferrados al
despliegue esencial de la filosofía como pregunta por el ser (en el doble sentido: como
pregunta por el ser del ente y como pregunta por la verdad del Ser), como habría
que hacerlo, ya que justamente el debutante preguntar por el ser ha llegado a su fin
y, por tanto, no a su inicio, tiene que mantenerse también la denominación de
filosofía para el pensar. Mas esto, no decide para nada acerca de si ahora el hilo
conductor del pensar (1) sea también el pensamiento (2), o si se ponga en juego
aquí en general un hilo conductor, al modo como sucede en el tratamiento de la
pregunta rectora. Y ahora, de tránsito hacia el otro inicio, la pregunta por el ser se
transforma así en la pregunta por la verdad del Ser, de forma tal que esta verdad
pertenece, como esencia de la verdad, al despliegue del Ser mismo. La elección
del hilo conductor se torna superficial y, a decir verdad, es desde el principio
imposible. El ser no vale más como la entidad del ente, como el suplemento
representado a partir de éste, que se instala a su vez como el a priori del ente (de lo
presente). El Ser se despliega, ahora, más bien, previamente, en su verdad. Lo que
incluye que el pensar sea determinado ahora también, exclusiva y previamente,
desde la esencia del Ser y no como se ha hecho casi desde Platón, en tanto que
representación purificada del ente a partir de este mismo. La per-cepción [Ver-
nehmen] del ser no se determina concibiendo la entidad en el sentido del koinón
de la idéa, sino desde el despliegue del Ser mismo. Éste ha de ser impulsado
[erspringen] desde el inicio, originariamente, para decidir desde sí mismo, a su vez,
de qué tipo de esencia tiene que “ser” el pensar (1) y el pensador. Este múltiple
“tener” [que ser] da noticias de una arcaica urgencia de un apremio, que sólo
puede pertenecer, él mismo, a la esencia del Ser.
Sin embargo, ya hace mucho que nos hallamos prisioneros de la tradición –y
muy firmemente- como para que, donde quiera que por lo pronto se nombre “el
pensar” [458], no se piense con este nombre a lo menos en una representación de
algo general y, por tanto, en la representación de una unidad de diferentes asuntos
307
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
subordinados de cierta manera. Sobre todo si se concibe al pensar como pensar del
ser: lo que se verifica como lo más general de todo. Cualquier pregunta por el ser se
presenta según ese cariz como la pregunta por lo más general de todo, de la que uno
logra apoderarse solamente a través de la comprensión de sus particularidades y de
sus referencias. Concebir esto más general quiere decir, entonces, sólo, dejarlo en-
tregado a su vacío e indeterminación, poner de manifiesto su indeterminabilidad
como única determinación suya, es decir, representárnosla de forma inmediata.
De tal forma que, nuevamente, se ha decidido ya de antes sobre la esencia del
Ser mediante el concepto habitual del pensar (el “lógico), con lo cual la esencia es
entendida en esto mismo, de antemano, como algo objetual en la representación.
Con todo, también de esto hemos de desligarnos todavía, para dejar liberada en
definitiva al mismo Ser, la fuerza disponedora determinante que caracteriza en esen-
cia al pensar-en-curso (Er-denken). Aquella interpretación griega del òn hé ón como
hén, y aquella hasta hoy oscura prioridad, que considera por doquier lo uno y la
unidad en el pensar del ser, no puede ser derivada en efecto a partir de la Lógica y
del rol de hilo conductor del lógos como enunciado, puesto que esta supone empe-
ro, ya, una interpretación determinada del ón (hypokeímenon). Visto de modo más
profundo, aquella unidad es sólo el primer plano de la presentación como tal, la que
vemos a partir del re-presentar reunidor (légein) y en el que ya se halla reunido
precisamente el ente en su “qué” y su “tener que ser” [Was und Dass]. La presencia
puede ser concebida como reunión y así como unidad, y tiene que serlo también por
la preeminencia del lógos. La unidad misma no es, empero, mirada desde sí misma,
una determinación originaria esencial del ser del ente. Los pensadores del inicio se
topan, sin embargo, necesariamente con ella, ya que a ellos y a su inicio ha de
quedarles oculta la verdad del ser, y porque para concebir el ser lo que cuenta, en
definitiva, es aferrarse, como primera cosa, a la presentación y, acto seguido, a lo
que emerge; de allí [entonces] el én, aunque siempre y simultáneamente [459] en
relación con los muchos como [aquel] los que van entrando, que van apareciendo
(devienen) y se van retirando y desaparecen (presentándose y ausentándose en la
presencia misma: Anaximandro, Heráclito, Parménides). Visto desde el otro inicio,
aquella determinación del ser (unidad), inconmovible y jamás indagada, puede y
tiene que tornarse algo problemático, sin embargo, y, luego, remitir la unidad al
“tiempo” (el tiempo abisal del espacio-tiempo: Zeit-Raum). Así entonces se muestra
también que, con la prioridad de la presencia ([del] presente), donde se halla funda-
da la unidad, algo se ha decidido, a saber, que en aquello que es más evidente se oculta
la más extrañante decisión; que este carácter decisorio pertenece por completo al
despliegue del Ser e indica la respectiva singularidad, como la más originaria
historicidad del Ser mismo.
De aquí podríamos concluir, asimismo, por un saber aproximado de la historia
del Ser, que precisamente el Ser no admite ser dicho nunca de un modo definitivo,
y, por tanto, tampoco sólo “provisoriamente”, como quisiera hacernos creer aquella
interpretación (que hace del Ser lo más vacío y general).
Que el despliegue del Ser no admite ser dicho jamás, de un modo definitivo, no
significa ninguna falencia, al contrario: el saber no definitivo se sujeta justamente
del abismo y, de ese modo, del despliegue esencial del Ser. Este aferrarse al abismo
pertenece a la esencia del Da-sein como fundación de la verdad del Ser.
308
VIII. El SER
309
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
en-curso) obtenga la esencia desde el Ser; en la medida, incluso, que el Da-sein sea
a-propiado y acontezca primera- y únicamente por el Ser -para quien el pensar-en-
curso ha de ser una in-sistencia-, habrá conseguido el pensar, es decir, la filosofía, su
origen más propio y elevado desde sí mismo, desde lo que en ella tiene que ser
pensado. Sólo ahora se hace la filosofía, en definitiva, invulnerable a estimaciones y
valoraciones, las que persiguen meros objetivos y ventajas, es decir, mal entienden a
la filosofía -como suele pasarle al arte, que es entendido como rendimiento cultural
o al final como expresión cultural-, y le colocan exigencias que, en su apariencia,
sobrepasan a la filosofía, pero que en verdad siguen quedando por debajo de su
nivel, arrastrando su ser más propio hacia lo comprensible y, en una distorsión tal,
le desplazan hacia lo que precisamente es aún tolerable y risible.
Visto desde una situación semejante, qué pretencioso sigue siendo hoy para la
filosofía continuar afirmando todavía su origen incondicionado. Es más, incluso,
desde un punto de vista más alto de estimación, cualquiera que fuese el que se
intentara, no alcanzaríamos una mirada esencial en la filosofía que no tuviera que
divisar también lo “titánico”. Esta mirada queda velada en la metafísica y a través
de su historia, y se debilita al final terminando en un mero cruce epistemológico
dudoso. Pero, si en el tránsito por la metafísica, el pensar ha de decidirse por el
pensar-en- curso del Ser, entonces crece el peligro de caer en una inevitable desme-
dida, para lo que ha ser esencial. El saber de este peligro [462] es algo que también
ha de haberse modificado en la medida que, nombrándolo apenas, acalle [verschweigt]
la amenaza esencial. Esta referencia pertenece a la ambigüedad del tránsito, en la
que la meditación ha de topar siempre todavía, aquello que en la ejecución del
tránsito se traslada, muy pronto, más y más, al simple hacer. En filosofía, esta ambi-
güedad es particularmente pertinaz, porque ha de moverse necesariamente dentro
del coto su propio saber como interrogar pensante y, precisamente, cuanto más
absoluto sea su origen, y al serlo, [lo hace,] cada vez, más originariamente.
La singularidad del Ser vendrá a desplegarse en el tránsito que va desde la
metafísica - para la que ésta vale únicamente como lo más general y corriente –
hacia una extrañeza y oscuridad respectivamente únicas. En el pensar transitante,
todo lo que pertenece a la historia del ser tiene ese carácter inhabitual de lo que es
único y que acontece por esa única vez [das Ungewöhnliche des Einmaligen und
Diesmaligen]. El pensar-en-curso del Ser alcanza, por eso, donde y cuando se logra,
un rigor y una agudeza de la historicidad, para la que el decir carece de palabras,
esto es, para poder llegar a oír y nombrar a este Ser, de una forma satisfactoria.
El pensar del Ser no se inventa, ciertamente, ningún concepto, más bien consi-
gue aquella liberación [Befreiung] de lo tan sólo entitativo [Nur-Seienden], que se
torna apropiada para la determinación del pensar, a partir del Ser. El pensar-en-
curso nos instala afuera, en aquella historia, cuyos “sucesos” no son otra cosa sino
las embestidas del apropiamiento mismo acontecido. Esto lo podemos decir solo, en
la medida que afirmamos: que se acontece esto; ¿y en qué consiste este “esto”? En
que Hölderlin ha poetizado al poeta venidero; que él mismo “es” en tanto que el
primero, el que corta la decisión sobre la cercanía y lejanía de los dioses pasados y
venideros (cfr. la posición onto-histórica).
¿Quién podría sorprenderse, si se llegara a considerar totalmente arbitraria e in-
comprensible esta referencia al primer tener-que-ser [dass] de la historia del Ser, en el
310
VIII. El SER
311
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
312
VIII. El SER
313
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
ocurriría que una cosa así pudiera ser exigida (Y ¿qué es sino lo que busca la
“destrucción fenomenológica”?).
Es por esto que la “diferencia ontológica” pende también en lo indeterminado.
Pareciera ser como si ella ya hubiese sido conocida a lo menos desde Platón, donde
habría sido sólo ejecutada, así como utilizada. En Kant se la conoce en el concepto
de los “trascendentales” y, no obstante, no es conocida, porque la entidad se la conci-
be de una vez como objetualidad y porque de ese modo la interpretación de la
entidad suprime justamente toda pregunta por el ser. Pero, nuevamente, pareciera ser
que, la “diferencia ontológica” fuera algo “nuevo” que ella no puede ni quiere ser
[468]. Con esta “diferencia” sólo queda nombrado aquello que porta [trägt] a toda la
historia de la filosofía y como esto portador, no podría jamás ser para ella como
metafísica aquello que ha de ser preguntado y, por tanto, aquello que ha de ser
nombrado. Ella es una cosa transicional [Übergängliches] en el tránsito del final de
la metafísica hacia el otro inicio.
Que esta diferenciación pueda, empero, ser nombrada como la ensambladura del
dominio [Bereichgefüge] de la metafísica occidental y que tenga que serlo de esa forma
indeterminada, tiene su fundamento en la historia inicial del Ser mismo. En la physis se
halla circunscrito: el que para el representar más general (pensar), el ser sea entendido
como lo que se hace constantemente presente, y en cuanto tal, sea, por así decir: el vacío
del presente [Gegenwärtigkeit] mismo. En la medida en que el pensar se halle entregado
a la dominación de la “Lógica”, este presente transformará todo lo que se hace presente (lo
ahí delante dado) en lo más general, y a pesar de la advertencia de Aristóteles, de que no
se trata del génos, será lo “más común”. Si nos ponemos a pensar en este origen histórico
de la diferencia ontológica a partir de la historia del ser mismo, entonces el conocimien-
to de este origen ha de obligarnos a mantener una cercana-lejanía [Vorferne] con la
pertenencia a la verdad del ser, y a experimentar que nosotros somos portados y lleva-
dos por la “diferencia ontológica” en el ser de cada hombre como relación al ente, y a
quedarse según eso expuestos al poder del ser como frente a cualquier relación con
cualquier cosa “real”, que se halle todavía “próxima a la vida”.
Y esta, la disposición anímica cabal [Durchstimmtheit] del hombre a partir del
Ser mismo, ha de ser experimentada a través del nombramiento de la “diferencia
ontológica”; justo, allí, entonces, cuando ha de ser despertada la pregunta por el ser
ella misma como pregunta. Por otra parte, empero, y con respecto a la superación de
la metafísica (la sugerencia histórica del primer inicio y del otro inicio), la “diferen-
cia ontológica” ha de ser elucidada claramente en su pertinencia con el Da-sein;
visto desde este punto, la diferencia ontológica se mueve al modo de una, bueno, de
la “estructura fundamental” del Da-sein mismo [469].
267. EL SER2
(ACONTECIMIENTO)
314
VIII. El SER
Acontecimiento es:
1.-el apropiamiento, que en la urgencia - desde donde los dioses precisan del Ser,
necesita del Da-sein para la fundación de su verdad más propia para él [Ser] y, de ese
modo, permita que se despliegue el Entre, el apropiamiento del Dasein [Er-eignung
des Dasein] a través de los dioses y la asignación [Zueignung] de los dioses para
ellos mismos en el acontecimiento de apropiación [Er-eignis].
2. El acontecimiento de la apropiación [Er-eignung] encierra en sí la de-cisión,
de que la libertad como fundamento abisal permita que surja un apremio, desde el
cual, y a modo de rebalse del fundamento [Überschwung des Grundes] se presenten
los dioses y el hombre en su separatividad [Geschiedenheit].
3. El dejar que acontezca lo propio como de-cisión lleva al con-frontamiento de
los que se hallan separados: a que este “ser-uno-hacia-el-otro” [Zu-einander], en la
más remota como urgente decisión, tenga que mantenerse en la más extrema “opo-
sición”, pues ella es la que tiende el puente en el ab-ismo del requerido Ser.
4. La con-frontación es el origen del conflicto o disputa, que se despliega en la
medida en que deja libre [entsetzt] al ente de su estar perdido en la mera entidad. El
dejar en libertad [Ent-setzung] distingue al Er-eignis, al acontecer de apropiamiento
en su relación con el ente en cuanto tal. El dejar que acontezca lo propio del Da-sein
permite ser insistente al Da-sein en lo inhabitual frente a cada tipo de ente.
5. El dejar en libertar, empero, concebido a partir del claro del Ahí, es a la vez,
el sus-traer, el re-tiro del acontecimiento; que se retira de todo cálculo representador
y se despliega como rehusamiento.
6. Tan ricamente articulado y sin imagen se despliega el Ser y reposa, sin em-
bargo, en sí mismo y en su simplicidad. Pero es posible que el carácter de Entre (en
dioses y hombres) pudiera inducirnos a tomar el Ser como mera relación y como
consecuencia y resultado de la referencia de lo que se halla relacionado. Pero, el
acontecer [del] apropiamiento [Er-eignis] es, sin duda, ya [470] –si es que esta desig-
nación fuera aún posible- este relacionarse, que trae primero a los que están relacio-
nados hacia sí mismos, para colocar en lo abierto de los con-frontados y resueltos
[Ent-gegnenden-Entschiedenen] su urgencia y guardianía, que estos no asumen pri-
meramente como propiedad, sino más bien desde la cual agotan su esencia. El Ser es
el apremio de los dioses y, en cuanto que esta apremiosidad [Nötigung] del Da-sein,
es más abismal que cualquier otra cosa que pueda llamarse ente y que no admita
nunca ser nombrada por el Ser. El Ser es requerido por la necesidad apremiosa
[Notschaft] de los dioses y, sin embargo, no para derivarlos desde ellos mismos, sino
justamente, al revés, para sobrepasarlos en lo ab-ismático de su esencia en tanto que
fundamento. El Ser acontece-apropiándose del Da-sein y, sin embargo, no constitu-
ye su origen. El Entre se despliega inmediatamente como el fundamento de los que
en él se hallan con-frontados en él. Esto define su simplicidad, la que no es ningún
vacío, sino el fundamento de la plenitud, que surge del con-frontamiento en tanto
que disputa.
7. Lo simple del Ser tiene en sí el sello de lo único y singular. No precisa para
nada del distingo ni de las diferencias, ni siquiera la diferencia respecto del ente.
Pues ésta solo es reclamada, si el ser mismo es tildado de un tipo de ente y, por
tanto, no es preservado nunca como lo singular, sino que se lo rebaja a lo que es más
general.
315
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
316
VIII. El SER
317
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
justificada dando la indicación de que, “nosotros” tenemos que entender el ser para
poder hacer la experiencia de un ente como uno tal. Lo que, por cierto, es correcto,
y la indicación para esto puede servir en todo momento como una primera indica-
ción del ser [Anzeige des Seins] y de la diferenciabilidad del ente y el Ser. Pero: lo
que se sigue de ello, lo que aquí ha quedado ya supuesto es que, el pensar metafísico
de la entidad no puede existir como el bosquejo en el que se pueda concebir, según
el Da-sein y onto-históricamente, la esencia del Ser y su verdad, en el despliegue de
su esencia (cfr. El Ser, 271. El Da-sein). Y, no obstante, el tránsito hacia el otro inicio
no admite ser preparado, de otro modo, más que haciendo que en él [474] resalte el
coraje para con lo antiguo (lo primicial) e intente impulsar esto mismo, inmediata-
mente, por sobre sí mismo a su propia constitución: el ente, el ser, el “sentido”
(verdad) del ser (cfr. “Ser y tiempo”). Sin embargo, desde el principio se sabe que
esta repetición originaria demanda una transformación completa del hombre hacia
el Da-sein - y ya lo ha hecho ocurrir, porque la verdad del Ser, que ha de abrirse, no
trae ninguna otra cosa más que el despliegue más originario del Ser mismo. Y esto
significa que: todo se ha transformado y que los senderos, que conducían aún hacia
el Ser, han de ser rotos, porque otro espacio-tiempo ha de ser abierto por el Ser
mismo, quien hace necesaria una nueva edificación y fundación del ente. En ningún
lugar en el ente, sino tan sólo, y por una única vez, en el Ser, es que lo apacible de
lo terrible, en la intimidad de cada ser, se vuelve a encontrar a los hombres y los
dioses, cada vez de un modo distinto, como una tormenta.
En el Ser solamente se despliega como su más honda hendidura lo posible, de
tal modo que el Ser ha de pensarse, en el pensar del otro inicio, primeramente, en la
figura de la posibilidad. (Sólo que, la metafísica hace de lo “real efectivo” en cuanto
que el ente, el punto de partida y meta de la determinación del ser).
Lo posible –e incluso: lo posible, pura y simplemente, se abre solamente en el
intento. El intento ha de ser gobernado totalmente [durchwaltet] desde una voluntad
anticipatoria [vorgreifender Wille]. La voluntad entendida como el ponerse-por-
sobre-sí-mismo, está instalada en un estar-por-sobre-sí-mismo. Esta estancia [Stand]
es el espaciamiento originario del juego de espacio-tiempo, al interior del cual so-
bresale el Ser: el Da-sein. Éste se despliega como riesgo. Y sólo arriesgando el
hombre es capaz de alcanzar el ámbito de la decisión. Y sólo arriesgando le llega la
capacidad de deliberar [wägen: pesar, ponderar].
Que el ser es y que, por tanto, ningún ente deviene se expresa con mayor
precisión diciendo que: el Ser es posibilidad, jamás aquello objetivamente presente
y, no obstante, es siempre lo que perdura y se niega en el rehusamiento mediante el
a-propiamiento.
Recién cuando el pensar se arriesgue a pensar el Ser mismo, sin falsificarlo
como una mera resonancia del ente [475], puede un hombre darse cuenta de que el
ente nunca será suficiente, para permitirse siquiera presentir el Ser.
Si partiendo de allí, entonces, se piensa el Ser como el Entre, en el que se precisa
de los dioses, de manera que se constituya en apremio para los hombres, sólo enton-
ces se podrá asumir a los dioses y al hombre no como “algo ya dado” o “existente”.
En el proyecto de este pensar son asumidos estos -cada uno de diferente modo-
como lo histórico, lo que incluso recién vendrá a desplegarse, a partir del aconteci-
miento del Entre. Pero esto significa: que cada uno vendrá a luchar por su propio
ser, por la consistencia de decidir por una de las posibilidades ocultas.
318
VIII. El SER
“El hombre” y “el dios” quedan siendo cascarillas de palabras sin historia, si en
ellos no viene a palabras la verdad del Ser.
El Ser se despliega como el Entre para el dios y para el hombre, pero de tal
manera que, este espacio intermedio conceda el espacio de la posibilidad esencial
para dios y el hombre, un Entre que se rompe por sobre sus orillas y que desde el
rompimiento deja que surjan recién sus orillas, [un Entre] que perteneciendo siem-
pre a la corriente del acontecimiento-apropiante, que está siempre protegido en la
riqueza de sus posibilidades [de dios y hombre], está siempre en un ir y venir de
inagotables relaciones, en cuyo claro se articulan y hunden mundos, se abren tierras
y se admite la destrucción.
Pero también de uno u otro modo antes que nada, el Ser ha de mantenerse
indecifrado [deutunglos], el riesgo frente a la nada, a la cual debe, primeramente, su
origen.
El peligro más grande del Ser (porque surge siempre desde él mismo), el que le
pertenece como su espacio-tiempo, volverse él mismo algo “entitativo” y dejar que
se lo confirme desde el ente. La historia de la metafísica, la metafísica misma en el
sentido del primado del ente frente al ser, es testimonio de este peligro y la dificul-
tad de superarlo. La ambigüedad en la diferenciación de ente y ser atribuye ser al
ente y, no obstante, simula [vortäuscht] una separación, la cual no se ha fundado a
partir del Ser mismo [476].
Pero, la metafísica hace entitativo al ser, esto es, lo convierte en un ente, porque
ella pone el ser como “idea” como meta del ente y en esta puesta de metas, entonces,
le adosa como quien dice, posteriormente, la “cultura”.
Pero, el Ser es la prohibición de todo tipo de “metas” y el fracaso de toda
explicación.
268. EL SER
(LA DIFERENCIACIÓN)
El Ser se despliega como apropiamiento acontecido de los dioses y del hombre para
[alcanzar] su en-frentamiento. En el claro del ocultamiento del Entre, que surge del
acontecer propio con-frontador y con él, surge el conflicto entre tierra y mundo.
Sólo en el libre juego de espacio-tiempo de este conflicto se presenta la custodia y la
pérdida del apropiamiento y, aquello que llamamos lo ente entra en lo abierto del
claro.
El Ser y el ente no se pueden diferenciar inmediatamente, porque no están
referidos en modo alguno, de modo inmediato, el uno con el otro. Aunque el ente en
cuanto tal oscile únicamente en el a-propiamiento, este Ser se halla distanciado de
un modo abismal de cualquier ente. Los intentos de representar a ambos, ya, según
el tipo de denominación, proceden de la metafísica. En efecto, la metafísica tiene
por doquier su marca característica en que, ya, no importa cuán poco clara o poco
expresada venga a ser ella realizada, esta diferenciación de ser y ente es tomada por
una inmediata. El ser vale como la generalización del ente; respecto al modo de
representar el ser, se lo concibe igual que a un ente, sólo que algo “más abstracto”.
El ser es, una vez más, un ente, sólo que disminuído y, no obstante, no lo es; porque
319
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
ser lo real-efectivo le queda reservado al ente. Por otro lado, a raíz del predominio
del pensar (representación de algo en el koinón y el kathólou), el ser como entidad
se ha arrogado una primado que luego sale a la luz en la determinación respectiva
de la relación de los [que han sido] diferenciados [477].
El ser es condición del ente, el que, con esto, de antemano, ha quedado ya
confirmado como cosa (lo ahí delante dado). El ser cosifica [be-dingt] al ente o
como su causa (summum ens – demiurgós) o como su fundamento de objetualidad de
la cosa en la re-presentación (condición de posibilidad de la experiencia o como se
ve, en general, inmediatamente, lo ”más temprano” en virtud de su alta estabilidad
y presencia, según su generalidad). En este punto – y pensado de un modo platóni-
co-aristotélico, el condicionar responde como carácter del ser, aún más a su esencia
inicial cercana (presencia y consistencia), si bien tampoco puede ser explicado esto
ni un tanto más. De allí que, esto se quede siempre algo imperfecto y destruya [toda]
la originariedad y previsión del pensamiento griego, si uno interpreta el carácter
causal o incluso el condicionar “trascendental”, retrocediendo a la relación de ser y
ente mencionada en el sentido griego. Aunque también los ulteriores modos de co-
sificación del ente en tanto que tal por el ser, se hallan prefigurados y promovidos
ciertamente por la interpretación griega, en la medida que la entidad (idéa) es lo
propiamente producido (poioúmenon) y, por lo tanto, aquello que con-stituye y hace
al ente; por otra parte, según sea y al mismo tiempo que, la idéa sea lo noúmenon,
lo re-presentado en cuanto que tal, es lo de antemano avistado en toda representa-
ción. La metafísica no ha podido salir nunca fuera de este tipo de diferenciación de
ser y ente, ni de la concepción de su relación; pues, lo que hace en su esencia es,
crearse sus escapes a través de la mezcla de estos modos de pensar y oscilar hacia
atrás y hacia adelante entre las posiciones más extremas de la incondicionalidad de
la entidad y la incondicionalidad del ente en cuanto tal; de allí en adelante puede
asignársele a los ambiguos títulos de “idealismo” y de “realismo” una significación
metafísicamente unívoca. Una consecuencia de esta concepción metafísica del ser y
del ente es la división de ambos en ámbitos (regiones) y grados, lo que contiene a la
vez el presupuesto para el desarrollo del pensamiento de sistema en la metafísica
[478].
Frente a eso, el proyecto del Ser como acontecimiento –cuyo proyecto se expe-
rimenta a sí mismo como yectado y se mantiene lejos de cualquier apariencia del
hacer- es incomparable y jamás se podrá captar por conceptos y modos de pensar
metafísicos. Aquí se desvela el Ser en su despliegue, desde el fondo de cuya abisalidad
los contrincantes (dioses y hombres) y litigantes (mundo y tierra) llegan a su esen-
cia, en su historia originaria entre ser y ente, y admiten la denominación común del
ser y del ente sólo como lo más digno de ser preguntado y como lo más separado.
Pero, en la medida que los dioses y el hombre vengan a confrontarse, en el
apremio del Ser, entonces el hombre será arrojado fuera de su pretérita postura
occidental moderna, reinstalado detrás de sí mismo en espacios determinados por
completo distintos, y en los que ni la animalidad tanto como la racionalidad podrían
ocupar un lugar esencial, ni sería lejanamente posible tampoco que la confirmación
de estas propiedades fuesen correctas en el hombre existente (donde siempre queda-
rá por preguntar, quienes son ellos los que encuentran algo correcto e incluso que
construyen sobre tales rectitudes “ciencias” como la biología, la etnología de la raza
320
VIII. El SER
269. EL SER
321
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
322
VIII. El SER
323
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Despliegue significa: el modo como el Ser mismo es, a saber, el Ser. El decir “del“ Ser.
El Ser se despliega como la necesidad apremiante [Notschaft] del dios en la
guardianía del Dasein.
Este desplegarse de la esencia es el apropiamiento-acontecido [Er-eignis] en tanto
que acontecimiento, y en cuyo Entre se disputa el conflicto de mundo y tierra, y
desde el cual el conflicto mismo es traído primeramente a su esencia (¿dónde y
cómo del conflicto?): el Ser, el disputador a-propiamiento en el con-frontarse de los dioses
y del hombre.
El Ser no es nada “en sí”, ni nada “para” un “sujeto”. Como tal “en sí” sólo
puede surgir la entidad en la forma de la depotenciada physis, como idéa, kath´autó,
como algo re-presentado y como objeto. Todos los intentos de hallar previamente al
“ser” y sus “determinaciones” (categorías) como algo ahí dado han terminado en la
adhesión más extrema a lo objetual [Gegenständliche].
Todo hablar desde Ser [vom Seyn] (el decir “del” Ser, cfr. El Ser, 267. El Ser
(acontecimiento), pág. 473s.) debe nombrar el acontecer apropiante [Er-eignis], ese
Entre existente en el entresijo de dios y Dasein, [de] mundo y tierra; y siempre ha de
levantar el fundamento del entre [Zwischengrund] -concebido como ab-ismo- en la
templada obra, y cada vez interpretándolo ambigua- y resueltamente desde el Entre.
Este decir no es nunca unívoco en el sentido de la univocidad de aspecto rectilíneo
del discurso habitual, pero tampoco es sólo un decir plural y ambiguo, puesto que
nombra, en forma singular e insistente, aquel Entre del conflictuante acontecer [484].
El Entre es la simple expansión [Sprengung], que deja que el Ser acontezca en el
ente, que hasta ese entonces mantuviera retenida su propia esencia y que por esto no
debe nombrarse aún. Esta expansión es el claro para lo oculto. No obstante, la
expansión no dispersa, ni el claro es un mero vacío.
El expansivo Entre reúne lo que se mueve en lo abierto de su conflictuante y
rehusante pertinencia, [y esto] conforme al ab-ismo, re-plegándose en sí mismo
desde lo respectivo de cada uno de ellos (el dios, el hombre, el mundo, la tierra),
permitiendo ser, así, al Ser la única resolución del acontecido a-propiamiento. El
Ser de semejante despliegue es él mismo en este desplegarse esencial único. Pues se
despliega como aquel impulso, que quizás ya se ha anunciado como la posibilidad
de decisión más extrema de la historia occidental, la posibilidad de que el Ser
mismo surja de un tal despliegue como la apremiada urgencia del dios, que requiere
de la guardianía del hombre. Esta posibilidad es ella misma el origen “del” Ser. Y
eso que aparece aquí justificado con el nombre de lo más general y suprahistórico –
conforme a la opinión anterior respecto del Ser- es, en definitiva y ante todo, sim-
plemente lo histórico y único.
Pero ¿qué habría de apoyar la conjetura –si considerásemos lo insostenible de
tal preguntar por la verdad del Ser- de que la embestida del Ser habría arrojado ya
una primera sacudida dentro de nuestra historia? Una vez más, tan sólo por una
razón: el que Hölderlin haya tenido que convertirse en aquel decidor, que él es.
3
cfr. El Ser, 267. El Ser (acontecimiento)
324
VIII. El SER
325
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
271. EL DA-SEIN*
326
VIII. El SER
327
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
272. EL HOMBRE5
Quien haya entendido la historia del hombre como historia del despliegue de la
esencia de hombre, para éste, preguntar por quien sea el hombre sólo puede signifi-
car: la necesidad de cuestionar al hombre desde la región de su morada metafísica
anterior, remitir preguntando al interior de una otra esencia que supere con esto la
pregunta misma. Inevitable resulta hallar este preguntar aún bajo el signo de la
“antropología” y corriendo peligro de ser malinterpretada antropológicamente.
1. ¿A qué altura tendríamos que subir para poder divisar al hombre libremente en
su apremio esencial? Que su ser es propiedad suya, y esto dice, que es también,
pérdida, y, por cierto, desde el despliegue del Ser.
2. Se habrá perdido el hombre obstinadamente “sólo” en los entes, o fue empujado
a ello, también, desde el Ser, o simplemente dejado en suspenso por el Ser y
abandonado a la búsqueda maníaca de sí mismo?
(Estas preguntas se mueven dentro de la distinción de ser y ente)
3. El hombre, el animal pensante en tanto fuente ahí dada de padecimientos, de
pulsiones, de puesta de metas y valores, configurado por un carácter, etc. Este
hombre que puede ser corroborado a cada instante, que está seguro del asenti-
miento de todos, especialmente si todos se han puesto de acuerdo para no pre-
guntar nada más y no permitir más que lo que cada uno es:
a) como lo [was] que encontramos siendo el hombre.
b) que [dass] lo encontremos.
4. El hombre [como] el que retorna en la libre yección (en el proyecto [libremen-
te] yectado); hemos de comprender el ser, si es que…
5. El hombre [como] el guardián de la verdad del Ser (fundación del Da-sein)
[491].
6. El hombre ni como “sujeto” ni como “objeto” de la “historia”, sino sólo como
aquel que es insuflado por la historia (el acontecimiento) y desgarrado en el Ser,
el que pertenece al Ser. Llamado a la necesidad, entregado a la guardianía.
5
cfr. El Ser, 276. El Ser y el lenguaje, p. 499s.; Reflexiones VIII [GA 95]
328
VIII. El SER
7. El hombre como el extraño portado por la libre yección [Loswurf], como aquel
que no regresa más del ab-ismo y conserva en esta entrañeza la remota vecindad
con el Ser.
273. HISTORIA
Hasta ahora el hombre no había sido jamás histórico. Pero, por el contrario, “tenía”
y “tiene” una historia. Sólo que este tener-historia delata también el tipo de “histo-
ria”, la que aquí sólo mencionamos de una manera única. La historia se halla deter-
minada por doquier desde lo “historiográfico”, también allí donde se cree captar la
realidad histórica [efectiva] y delimitarla en su esencia; esto pasa en parte
“ontológicamente”: la realidad histórica como realidad que se hace, y en parte
“epistemológicamente”: la historia como lo pasado constatable. Ambas interpreta-
ciones son dependientes de aquello que la “ontología” y la “epistemología” hiciesen
posible, es decir, de la Metafísica. Allí han de ser buscados también los supuestos de
la historiografía.
Pero si el hombre ha de ser histórico y la esencia de la historia ha de ser cono-
cida, entonces la esencia del hombre ha de hacerse sobretodo cuestionable y el ser
algo digno de ser cuestionado hacerlo en primer lugar algo problemático. Sólo en el
despliegue del Ser mismo, y esto quiere decir, a su vez, en su relación con el hom-
bre, que esté a la altura de este lazo, puede ser fundada la historia.
Acaso sea el hombre efectivamente quien alcance la historia y sobrepase su ser
el de los entes, o pueda también ser aniquilada la historiografía; todo ello no es algo
que pueda ser computado [errechnen]: es algo que pone el Ser mismo.
Ya para comenzar el esclarecimiento de estas cuestiones se ha puesto el princi-
pal escollo en el camino, por el hecho de ser apenas capaces de librarnos de la
historiografía [492], sobretodo, pues ya no se puede evitar más pasar por alto cuán
lejos ha llegado la historiografía a ser la soberana propiamente del ser del hombre,
y esto de múltiples y ocultas maneras. La soberanía de la historiografía en la “mo-
dernidad” no es algo casual. Ella se extiende hoy tan vastamente al comienzo del
período decisivo de la modernidad que la historia se ve forzada, por la determinada
concepción histórica que proviene de la historiografía, a enfilar hacia lo sin historia
[Geschichtlose] y que sea allí donde se busque su esencia [ser]. Sangre y raza se
vuelven [hoy] los portadores de la historia. La prehistoria le da a la historia su
carácter ahora válido. El modo cómo el hombre se pulsa a sí mismo y se calcula,
cómo se pone en escena o se compara; el modo cómo se legitima lo pasado como
plano de fondo de su ser-presente [Gegenwärtigkeit], la forma cómo estira éste este
presente hacia una eternidad, todo esto dice como prevalece la historiografía.
Pero ¿qué es lo que mentamos aquí con el término historiografía? El explicar que
confirma lo pasado a partir de la perspectiva de los negocios calculados del presen-
te. El ente es presupuesto en ello, aquí, como lo que se establece, produce y es
constatable-confirmable (idéa).
La con-firmación [Fest-stellen] está al servicio de un retener/conservar, que no
quiere permitir que lo pasado se le escape demasiado, por cuanto lo que quiere, más
bien, es eternizar lo presente como lo ahí meramente dado. La eternización es siempre,
en cuanto que aspiración [Strebnis] la consecuencia de la dominación de la
329
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
330
VIII. El SER
275. EL ENTE
El ente [es] La custodia del Ser (custodia histórico-acontecedora). ¿Por qué? Para
poder llegar a la verdad en el ente, desde ella se hallan determinados los dioses y
encandece el Ser, sin apagarse. Pero, el peligro [existe].
¿El ente “en su totalidad”? Tiene “la totalidad” hoy aún alguna necesidad? No
se habrá deshecho [ya] como último residuo de pensamiento “sistemático”? [495]
¿Qué edad tendrá el hólon en la historia del ser? ¿Tanta como el hén? (El primer
concepto a través del cual la physis se ha reunido en la consistencia de su presenta-
ción.)
El “ente”; ¿por qué entendemos con este nombre siempre de inmediato lo que
se halla aquí y ahora presente? (¿De dónde viene ese primado del presente?) ¿Y si el
camino hacia lo ob-jetual no fuese más un camino hacia el ente?
¿Y si la “naturaleza” - ese enmarañado vástago de la physis que retrocede hasta
su inicio y no alcanza más el ente - tuviese puesto su valor para los actuales tan sólo
en tanto que adecuada disposición y representación de aquella? Como si la “natura-
leza” como objeto de la ciencia natural y como provecho de la técnica tuviese algo
que hacer con el ente o con algo así siquiera, y que para su prolongación pudiese
recurrir a la “filosofía” que ya hace mucho se halla domiciliada sólo en la objetualidad
de estos objetos, obstáculos (epistemológica y ontológicamente, lo que quiere decir,
según la representación).
¿Y si quisiéramos regresar para salvarnos en la visión de la naturaleza que tuvo
Goethe y luego teorizar también acerca de la “tierra” y la “vida”?
¿Y si comenzase el bullir de lo irracional y ahora más que nunca todo se man-
tuviese en lo pasado, y se confirmase esto ahora totalmente y sin delimitación algu-
na? Esto ha de venir todavía, pues sin esto la modernidad no hallará jamás su acaba-
miento [Vollendung].
El Romanticismo no ha terminado aún. El intentaba realizar nuevamente una trans-
figuración del ente, la que sin embargo sólo puede construirse como una re-acción frente
a la explicación corriente y el cálculo de ésta, o que se esfuerza de construirla a su lado.
Para esta transfiguración se ha “invocado” a una renovación de la “cultura” y se ha
impulsado su arraigo en el “pueblo” y se esfuerza en la comunicación para todos.
Esta popularización de la “metafísica” realiza una revitalización de lo pretérito;
lo improductivo es considerado de nuevo y protegido, y llevado hacia adelante para
331
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
6
cfr. El Ser, 267. El Ser (acontecimiento), p. 473s.
332
VIII. El SER
Si además consideramos a fondo que, “el“ lenguaje en general jamás es, sino que
sólo puede serlo en tanto que [lenguaje] no-histórico (“lenguaje” de los así llamados
pueblos naturales) y en tanto que histórico, seremos capaces de ponderar por sobre
esto, cuán obscuro sigue permaneciendo para nosotros la esencia de la historia, a
pesar de la comprensión historiográfica, y parecerá que se confunden entonces igual-
mente todos los intentos por captar el “despliegue esencial” del lenguaje; y toda
colección historiográfica de perspectivas pasadas sobre el lenguaje, sin importar lo
eruditas que ellas puedan ser, jamás será capaz de conducir fuera del consolidado
campo de relaciones metafísicas del lenguaje con el hombre y con el ente. Ésta,
empero, es la primera pregunta efectiva: si acaso con la interpretación histórica e
incluso inicialmente necesaria del lenguaje, a partir del lógos y con la inserción
prefigurada en el campo de las relaciones metafísicas [498], no se halle limitado la
posibilidad de la determinación esencial del lenguaje al espacio de la meditación de
la metafísica. Pero si la misma metafísica y su indagación por la delimitación esen-
cial suya en la pregunta por la entidad es reconocida como tal, y se logra inteligir en
esto que, con este cuestionamiento metafísico por el ente en su totalidad, al mismo
tiempo, no todo y precisamente no lo más esencial, “es” aquello que pueda llegar a
ser indagado, a saber, el Ser mismo y su verdad, entonces, se abriría aquí una pers-
pectiva diferente: El Ser y nada menos que su propio despliegue podría incluso
constituir aquel fundamento del lenguaje, desde el cual éste pudiese extraer el
apropiamiento, [a saber] aquello respecto de lo cual el lenguaje sea explicado meta-
físicamente, incluso primeramente para determinarlo desde sí mismo.
La primera pregunta efectiva, con la que se hace notar toda filosofía del lenguaje
como tal (es decir, como metafísica del lenguaje y acto seguido como psicología del
lenguaje, etc.) es la pregunta por la relación del lenguaje con el Ser, una pregunta
que por cierto no da así en el blanco de lo que pregunta. Esta relación admite ser
aclarada sólo por un método, el que capte a su vez aquel dominio de la mirada, que
en la consideración pretérita sobre el lenguaje fue siempre directriz.
Conforme a la bien entendida destinación del hombre como animal rationale,
que es válida hasta el día de hoy, el lenguaje ha sido entregado con el hombre y esto
de tal forma ciertamente que, también invirtiéndolo puede llegar a decirse que, con
el lenguaje ha sido dado recién el hombre. El lenguaje y el hombre se determinan
recíprocamente. ¿De qué forma es esto posible? ¿Son ambos, en un cierto respecto
lo mismo, y en qué respecto pueden ser ellos esto? En virtud de su pertinencia al
Ser. Y ¿qué significa esto: pertenecer al Ser? El hombre pertenece como un ente a
los entes y se subordina de esa forma a la determinación más general, que dice: que
él es, que es así y asá. Sólo que esto no es lo que destaca al hombre como hombre,
sino que lo equipara únicamente como ente con los demás entes. Con todo, el
hombre [también] puede pertenecer al Ser (no sólo como siendo entre los entes) en
la medida que él extraiga a partir de esta pertenencia [499], y precisamente desde
ella, su esencia originaria: El hombre comprende el Ser (cfr. “Ser y tiempo”); él es el
gobernador del proyecto del Ser [Statthalter des Entwurf des Seyns], la guardianía
de la verdad del Ser la constituye él desde el Ser y únicamente partiendo de esta
esencia [ya] conceptualizada del hombre. El hombre pertenece al Ser como aquel
que es acontecido desde el mismo Ser para la fundación de su verdad. De esa mane-
ra, siendo el apropiado se encuentra entregado al Ser, y una entrega tal remite a la
333
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
334
VIII. El SER
el Ser. Por tercera vez caemos en el abismo de esta relación. Y esta vez, no sabemos
que responder. Pues toda meditación en torno al Ser y al lenguaje es siempre tan
sólo un empeño por querer atinar con nuestra “posición” en el Ser mismo y, por
tanto, con nuestra historia. Pero incluso si queremos captar nuestro lenguaje en su
relación con el Ser, se prende a este indagar la forma corriente de determinación del
lenguaje hecha por la metafísica anterior, de la cual tampoco [501] puede decirse
directamente que no sea enteramente verdadera, sobretodo porque ella, si bien de
manera velada, tiene a la vista precisamente al lenguaje en su relación con el ser (del
ente como tal y del hombre que se representa y piensa el ente). A lo largo del
carácter enunciativo del lenguaje –tomando aquí enunciado en el sentido amplio de
lo que hace mención, representa o da forma representando, o cubre algo (que es), p.
ej. el lenguaje, lo dicho y lo no dicho, etc.- el lenguaje es conocido como la propie-
dad e instrumento del hombre y, al mismo tiempo, como “obra” [suya]. Esta co-
nexión del lenguaje con el hombre empero, se tiene y vale como algo tan inherente
que, incluso las determinaciones fundamentales del mismo hombre (de nuevo como
animal rationale) son elegidas en virtud de la caracterización del lenguaje. La natura-
leza corpórea anímica y espiritual del hombre la reencontramos nuevamente en el
lenguaje: el cuerpo (la palabra) del lenguaje, el alma del lenguaje (temple anímico,
tono sentimental y otros semejantes) y el espíritu del lenguaje (lo que es pensado-
representado) son determinaciones corrientes que se encuentran en cada una de las
filosofías del lenguaje. Esta interpretación del lenguaje, que uno podría llamar
antropológica, culmina cuando llega a ver en el lenguaje mismo un símbolo del ser
del hombre. Si lo cuestionable del pensamiento simbólico (un genuino retoño de la
perplejidad imperante en la metafísica) se retirara, el hombre tendría que ser conce-
bido según eso como aquella naturaleza, que en su propio símbolo posee su esencia
y, a este respecto, se halla en posesión de este símbolo (lógon échon). Abierto ha de
quedar hasta qué punto esta exégesis del hombre pensada hasta el final de forma
metafísica y simbólica puede ser conducida más allá de sí misma en el pensamiento
onto-histórico del Ser, de manera que de ello salga algo fructífero. Es innegable,
además, que lo que da apoyo en el lenguaje para que éste pueda ser concebido como
símbolo del hombre, toca algo que de alguna forma se adecua propiamente al len-
guaje: la palabra en su tono y sonido, el temple de la palabra y el significado de ella,
donde nuevamente empero pensamos en el horizonte de miradas [Gesichtskreis der
Hinsichten] surgidas desde la metafísica, es decir, en la perspectiva de lo sensible,
no sensible, suprasensible, incluso allí cuando “palabra” [502] no aluda a las pala-
bras individuales, sino más bien al decir y el silenciar de lo dicho y de lo no-dicho,
y de este no-decir-mismo. El sonido de la palabra puede ser remitido a la constitu-
ción anatómica-fisiológica del cuerpo humano y ser explicado desde allí (fonética –
acústica). De la misma categoría del temple de la palabra, la melodía de ésta y su
acento afectivo son los objetos de la explicación psicológica; y el significado de
aquella palabra es materia para un análisis lógico-poético-retórico. La dependencia
que esta explicación y el análisis del lenguaje tienen en el modo de concebir al
hombre es obvia.
Y si con la superación de la metafísica cayera ahora también la antropología; si
la esencia del hombre fuese determinada desde el Ser, entonces aquella explicación
antropológica del lenguaje no seguiría siendo más la norma; habría perdido su
335
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
336
VIII. El SER
7
K.F. Schinkel, Aus Schinkels Nachlass. Reisetagebücher, Briefe und Aphorismen. Mitgeteilt con
a. Von Wolzogen. Nachdruck d. Ausg. 1862. Mittenwald 1981, Bd.III, p. 368.
337
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
II. dóxa y idéa, el sentido griego de fama y glorificación [Rühmens]: [el] emer-
ger hacia la manifestación, es decir, pertenecer conjuntamente con el ente efectivo y
codeterminarlo (kléos) y por eso ser destinados/asignados a los dioses. La dóxa:
presentización en el hacerse presente de la esencia desplegada propiamente y la
pertinencia a ésta.
Pero:
III. Alta edad griega (Píndaro y otros más tempranos) y Platón, reverberación,
“fama” devenida ya en reputación.
Y ante todo:
IV. Incluso en la Edad más alta sólo instantes, singularidad, no un estado o una
regla, ni ideal.
VI. La cuestión del origen: “el” origen [es] siempre histórico en el sentido de que
el despliegue mismo de la esencia tiene el carácter aconteciente [que es propio]
históricamente.
El aeí de los griegos no es la duración pensada historialmente [historisch] de
una continuidad progresiva e infinita, sino la consistencia de la presencia del des-
pliegue inagotable de la esencia [507].
338
VIII. El SER
Los griegos no fueron historicos, el historeîn se dirige hacia aquello que existe
en un presente-ahí delante y no a lo pasado en cuanto tal.
Pero los griegos fueron históricos de un modo tan originario que, para ellos la
historia misma les sigue estando oculta, es decir, no llegó a ser fundamento esencial
para la configuración de su “existencia”.
El aeí no es la presencia de lo que continúa, sino la simplificación reunida en el
presente de lo que es siempre esencial (el hén en tanto que ón).
[Los dioses] no desde la “religión”; no como algo existente ahí delante; no como un
medio de ayuda del hombre, sino desde el Ser, como aquella decisión, que viene en
la singularidad unicidad del último.
¿Por qué tiene que aventurarse esta decisión? Porque de esa forma se eleva la
necesidad del Ser a la más alta problematicidad y la libertad del hombre - que él
pueda dejar en lo más hondo de la plenitud de su ser [esencia]-, es empujado hacia
lo abismático, pues de ese modo el ser es traído a la verdad de la intimidad más
simple de su a-propiamiento. ¿Y qué “es” entonces? Sólo entonces esta pregunta se
hace imposible, por un instante, entonces, el acontecimiento [es] acontecer que se
apropia. Este momento es el tiempo del ser.
Pero el Ser es el apremio urgente del dios, en el que éste se encuentra primera-
mente a sí mismo. Pero ¿por qué un dios? ¿De dónde su necesidad? ¿Será porque su
abismo se halla oculto? ¿Porque siendo un sobre-pasarse, por lo tanto también los
oyentes serían a su vez los sobre-pasados? ¿De dónde proviene este sobre-pasamiento,
ab-ismo, fundamento, ser? ¿En qué consiste la divinidad de los dioses? ¿Por qué el
Ser? ¿Por qué hay dioses? ¿Por qué los dioses? ¿Por el Ser?
El a-propiamento y la posibilidad del Por qué! [508] ¿Puede el Por qué ser conver-
tido inclusive en un tribunal, ante el cual deba ser presentado el Ser?
Pero ¿por qué la verdad del Ser? Ella pertenece a su esencia!
¿Por qué algo ente? ¿Porque hay un ente más alto que lo causa, que produce
algo semejante?
No obstante, dejando de lado lo inapropiado de su manufactura, el ente supre-
mo, el summum ens, pertenece con mayor razón al ente. ¿Cómo podría ser respondi-
do desde allí entonces el Por qué? ¿Por qué es algo entitativo? ¿Por qué? ¿Y a suerte
de qué? ¿En qué medida? Fundamentos! Fundamento y origen del Por qué. Cada
vez saliéndonos por encima del ente. ¿Hacia dónde? Porque el Ser se despliega.
¿Por qué Ser? Desde él mismo. Pero, ¿qué es esto mismo? La pro-fundización del
Ser, de su fundamento, es el Entre del Ser como ab-ismo. El saber abisal como Da-
sein. Da-sein como acontecer y apropiae. Sin fundamento; abismado.
La pregunta por el tránsito (¿por qué hay ente y no más bien la nada? cfr. SS.1935)
interroga al ente y hay que desarrollarla, así, de manera exclusiva, desde un comien-
8
cfr. El último dios.
339
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
zo, para colocarse desatendidos ante un paso esencial - el revoloteo del Ser.
Cómo seguir la interrogación metafísica de esta pregunta, cuando se la lleva a
su extremo (diferencia con el medioevo y Leibniz, Schelling), se la coloca en el
“espacio” del Ser, para que prosiga su curso de salto en el Ser.
La figura metafísica de la pregunta: la causa más alta, ens entium! No halla
respuesta, porque la cuestión no ha sido planteada.
¿Y la nada? ¿Su consistencia? ¿Y el Por qué? ¿Su fundamento? ¿Y la pregunta
misma? En tanto que pensar “del” Ser [509].
281. EL LENGUAJE
(SU ORIGEN)
Cuando los dioses llaman a la tierra y en ese llamado resuena un mundo, y de esa
forma el llamado resuena como Da-sein del hombre, entonces el lenguaje se hace
uno histórico, como palabra que funda la historia.
Lenguaje y acontecimiento. Retumbo de la tierra, resonancia del mundo. La dispu-
ta, el cobijamiento originario de la hendidura, porque es la más íntima rendija. El
sitio abierto.
Lenguaje, no importa si hablado o silenciado, es la primera y más vasta
humanización del ente. Así lo parece. Sólo que, ella es en efecto la deshumanidad
más originaria del hombre en tanto que ser viviente ahí presente y “sujeto”, y todas las
cosas pretéritas. Y con ello [ocurre] la fundación del Da-sein y la posibilidad de la
deshumanización del ente.
El lenguaje funda en el silencio. El silencio es el mantener más oculto de la
medida. Mantiene la medida, por cuanto que él pone primero las varas medidoras. Y
de esa manera, el lenguaje es puesta de la medida, en lo más interno y más vasto,
postura de medida como desplegarse del quicio y de su juntura (acontecimiento). Y
en tanto el lenguaje sea fundamento del Da-sein, yace en él la medida y, por cierto,
como el fundamento de la disputa de mundo y tierra.
340
VIII. El SER
A más de cincuenta años después de haber sido escritas aparecen, ahora, por
primera vez, y en el año que celebra el centenario del nacimiento del pensador,
como segunda obra capital de Martin Heidegger: las “Contribuciones a la Filosofía
(Del acontecimiento)”. Con esta edición suya se inicia la publicación de los volúme-
nes correspondientes a la Tercera Sección de la edición de sus Obras Completas
[GA, Frankfurt/a.M. 1975 ss.].
Tras el primer planteamiento ontológico-fundamental hecho de la pregunta del
ser en “Ser y Tiempo”, las “Contribuciones a la Filosofía” son el primer intento
abarcador de un segundo planteamiento y la elaboración onto-histórica, a su vez,
“más originaria”, de la misma pregunta; en donde se pregunta por el sentido como
verdad y por la esencia, es decir, por el despliegue del Ser, pensándolo a éste como
el acontecimiento. A ello se debe el que al “título oficial” del texto, “Contribucio-
nes a la Filosofía”, le corresponda también el adecuado subtítulo, “Del aconteci-
miento”. Pero, aunque podamos entender el pensar que se lleva a cabo en éste como
“un proyecto de despliegue del Ser como acontecimiento”, este pensar “no es capaz
aún de ajustar la libre articulación de la verdad del Ser desde éste mismo”. Para un
ajuste de ese tipo el pensamiento él se haya puesto recién en marcha. Aún así, la
elaboración onto-histórica de la pregunta por el ser logra, en las “Contribuciones
para la Filosofía”, por vez primera, la ensambladura de un “plan”, articulado en seis
partes. De este “plan” se ha dicho que fue sacado “del aún no domeñado plan de la
historicidad del tránsito mismo”, “del tránsito que va de la metafísica al pensamien-
to onto-histórico”. El preguntar onto-histórico se inicia al interior de este “plan”
con ‘la “Resonancia” del Ser por el apremio del abandono del ser’ y se realiza ‘en la
“Sugerencia” del primer inicio en el otro inicio’ mútuamente, como un ‘”Salto”
pensante en el Ser’, como ‘”Fundación” pensante de su verdad’ y como pensante
‘preparación de “Los venideros”, “del último dios”’ [511]. Al “plan” de las “Contri-
buciones” le antecede la “Mirada preliminar” que busca echar una vistazo previo a
la totalidad del “plan”, y a modo de cierre de las “Contribuciones a la Filosofía” y
siguiendo el “plan” en tanto que retrospectivo “intento de concebirlo todo de nue-
vo”, “El Ser”. El pensar del despliegue esencial del Ser como acontecimiento piensa
la “riqueza de la tornadiza relación del Ser con el Da-sein acontecido por él”, y
piensa con esto la esencia del hombre, el Da-sein a partir de la Kehre, la que incluso
por sí misma pertenece al despliegue del Ser en tanto que acontecimiento.
La sentencia rectora de las Obras Completas, que reza: “Caminos, en lugar
de obras”, logra aclararse, a su vez, al comienzo de las “Contribuciones a la Filoso-
fía”. Éstas no conforman “ninguna obra en el estilo usual”, porque el pensar onto-
histórico es marcha del pensar, “el cual es atravesado y así primeramente despejado
por el ámbito aún oculto del despliegue del Ser, siendo alcanzado así en su más
propio carácter acontecedero”.
El lugar privilegiado que ocupan las “Contribuciones a la Filosofía” en el
camino pensante de Heidegger fue señalado por el mismo Heidegger, en una anota-
ción al margen hecha en la “Carta sobre el Humanismo”. Lo dicho en ese texto, así
escribe Heidegger, “no fue pensado, por primera vez, en la época de redacción del
341
manuscrito” [de la carta a Beaufret; NdT.], a saber en 1946, sino que descansa “en la
marcha de un camino, que había comenzado en 1936, en el instante de intentar
simplemente decir la verdad del ser” (Wegmarken, GA. 9, p.313). El camino que
empieza por 1936 es aquel camino que empieza con la versión manuscrita, iniciada
por 1936, de las “Contribuciones a la Filosofía”. En una segunda anotación al mar-
gen de la “Carta sobre el Humanismo” se dice completando lo dicho por la primera
anotación que, “acontecimiento es, desde 1936, la palabra que dirige mi pensar” (loc.
cit., p. 316), lo que significa: desde el comienzo de la elaboración de las “Contribu-
ciones a la Filosofía”.
Que este enorme manuscrito, abridor de impensados caminos, aparezca en
cierta forma no al comienzo, sino recién catorce años después de iniciada la edición
de sus Obras Completas, tiene su razón en una indicación [512] de especial impor-
tancia dada por el mismo Heidegger, para la edición de sus O.C. Según ésta, sólo se
permitirá dar comienzo a la publicación de los escritos proyectados para la Tercera
y la Cuarta Sección una vez que hayan sido editado todos los cursos o lecciones de
la Segunda Sección. Esta decisión la esclarecía él mediante la observación de que, el
conocimiento y el estudio asimilado de los textos de las lecciones serían una condi-
ción necesaria, para la comprensión de los escritos inéditos [en vida], en particular
aquellos de los años treinta y de la primera mitad de los cuarenta. A esta indicación
se ha respondido de tal forma que, en los pasados catorce años desde el comienzo de
la aparición de las O.C., en Noviembre de 1975, hemos visto aparecer hasta aquí la
mayor parte de los volúmenes de las lecciones o de los que habrán de aparecer en el
transcurso del este año de celebración, y que por esto sólo restan algunas de las
lecciones, las que en efecto en el minuto presente aún no se han publicado, pero que
ya fueron encomendadas para su trabajo editorial y aparecerán en un futuro próxi-
mo en la misma.
De las lecciones de los años treinta, cuyo estudio es condición para seguir nece-
sariamente la trayectoria de las “Contribuciones a la Filosofía”, destaca ante todo el
curso sobre las “Preguntas Fundamentales de la Filosofía. Problemas Escogidos de
la ‘Lógica’ “, del semestre de invierno de 1937/38. Porque en la medida que esa
lección desarrolla la pregunta por la verdad como pregunta preliminar para la pre-
gunta fundamental por el Ser, Heidegger nos comunica un rasgo esencial del pensa-
miento de las “Contribuciones a Filosofía”, en el estilo dado por la lección y toman-
do en cuenta también las exigencias de una clase universitaria. El estudio de esta
lección, aparecida en 1984 como el volumen 45, es por ello la preparación más
importante e inmediata para la comprensión de las “Contribuciones a la Filosofía”.
Una comparación hecha especialmente del texto publicado en el anexo del volumen
45, titulado: “Desde el primer proyecto” y la completa articulación de la pregunta a
desarrollar por la verdad, que se antepone a este texto, con las “Contribuciones a la
Filosofía”, [513] muestra cómo estos textos se siguen en este instante de los ya
redactados “Beiträge zur Philosophie”.
342
con excepción de algunas pocas de formato menor, y se halla articulado en 281
secciones, de diferente longitud, llevando cada una de ellas un título propio. En la
primera página de cada una de las secciones se ubica a la izquierda abajo el número
ordinal, y en cada página de una sección de varios lados, a la derecha arriba, la
numeración de páginas interna de esa sección y en cada página del manuscrito, a la
izquierda arriba, la numeración correlativa de las páginas.
En la sucesión de ocho partes del manuscrito y, por consiguiente, en la nume-
ración de las secciones de estas partes, al número ordinal le sigue en la “Mirada
preliminar” como segunda parte “El Ser”. Sin embargo, al final de la copia mecano-
grafiada del “Indice de materias” se halla una nota de Heidegger del 8.5.1939, que
dice: ‘“El Ser” como II. Sección [Parte II] no se encuentra ordenado correctamente;
como el intento de concebirlo todo una vez más, no corresponde ubicarlo en este
lugar”. Siguiendo esta nota, el editor decidió por tanto que la parte denominada “El
Ser” fuese puesta al final, o sea, después de la última parte del “plan”. Que la parte
del manuscrito titulada “El Ser” haya sido dispuesta no del todo falsamente en las
“Contribuciones a la Filosofía”, tiene su origen claramente en la anotación manus-
crita hecha por Heidegger, en la hoja del título para esta parte del manuscrito,
donde se lee: “para las ‘Contribuciones a la Filosofía (Del acontecimiento)’ ”. Me-
diante la transposición de esta parte del manuscrito, según la cual ésta no conforma
más la segunda sino la octava parte del mismo, se ha modificado también el número
ordinal, a partir de la sección número 50. Pues la “Mirada preliminar” cuenta con
49 secciones; con la sección 50 se inicia tanto en el manuscrito como en la copia
mecanografiada [514] “El Ser”, mientras que ahora, después de realizada la transpo-
sición, con la sección 50 de la primera parte del “plan” comienza “La resonancia”.
El título de la hoja manuscrita del conjunto del manuscrito lleva el título de
“Contribuciones a la Filosofía (Del acontecimiento)”. Al título de este manuscrito le
pertenece según esto no sólo el título “público”, sino también el “adecuado”, que
empero, como tal, fue puesto en paréntesis redondo por Heidegger. La hoja del
título ha entregado como fecha probable de elaboración del manuscrito los años
1936/37. Esta fecha se refiere a la “Mirada preliminar” y a las seis partes del “plan”.
La parte del manuscrito titulada “El Ser” fue escrita recién por el año 1938, de modo
que como fecha de procedencia del manuscrito completo de las “Contribuciones a
la Filosofía” resulta el período 1936 – 1938.
La copia mecanografiada que iniciara su hermano Fritz Heidegger, por en-
cargo del mismo Martin Heidegger, inmediatamente después de acabada la confec-
ción del manuscrito, fue concluida a más tardar en Mayo de 1939. El número corre-
lativo de las páginas del manuscrito fue escrito a la derecha arriba, en las páginas de
la copia. Y dado que a menudo una página mecanografiada contenía más texto que
el de una página manuscrita, se encuentran en ella respectivamente a la derecha
arriba, con frecuencia, dos e incluso tres números de páginas continuadas del ma-
nuscrito. Los números ordinales del manuscrito fueron puestos en la copia sobre la
primera página de cada una de las secciones a la izquierda arriba. La copia completa
del manuscrito se encuentra todavía sin una numeración propia correlativa de sus
páginas. En lugar de esto, desde la I. Parte hasta la V. y la VIII. tiene cada una ellas
su propia numeración, la que se inicia siempre desde el comienzo otra vez, mientras
que la VI. (Los venideros) y la VII. Parte (El último dios) tienen su propia numera-
343
ción de páginas, pero seguida, arriba, en el centro de la página mecanografiada. Las
cifras romanas, delante de cada una de las ocho partes, no se encuentran por cierto
en el manuscrito, sino más bien en la copia realizada por Fritz Heidegger y en el
índice de contenidos compuesto por él [515].
La mitad superior de la hoja 656a del manuscrito, en la que Fritz Heidegger
colocase un “papelito”, se hallaba ya rota de costado, por el tiempo en que éste
tuviese hecha la copia a máquina, y donde echa de menos un trozo de texto, en el
lugar donde se anotara un asterisco [*] delante de un notorio “y” en la pág. 260, el
que se halla perdido.
Una anotación manuscrita de Heidegger del 3 de junio de 1939, observa que
la copia a máquina fue “comparada con el [texto] original” [Urschrift]. Esta compa-
ración fue asumida en un trabajo de conjunto con el hermano, de tal forma que Fritz
Heidegger iba leyendo su copia y Martin Heidegger comparaba lo que se leía con el
texto de su manuscrito [Handschrift].
344
interna restituida de cada una de las secciones por párrafos, se corresponde con la
articulación de los párrafos del manuscrito.
Los números ordinales, mediante los que fueran contadas las secciones y los
que se encuentran respectivamente en el manuscrito y que -como ya se ha descrito-
están en la primera página de cada sección, a la izquierda abajo, fueron colocados
siempre previo al título de cada sección, en tanto que en la copia de Fritz Heidegger
ellos se ubican a la izquierda de la página arriba y sólo en el índice de contenidos
están puestos antes del título de cada sección. Pero debido a que muchos de los
títulos se repiten sonoramente más de una vez, los números ordinales han sido
añadidos a los títulos, en orden de poder distinguir claramente las secciones que
fueron intituladas por descuido con el mismo título, pero que son secciones inde-
pendientes, y así poder evitar la confusión.
Todas las notas a pie de página que llevan asterisco contienen referencias
cruzadas que Heidegger hiciera en el manuscrito, y pueden referirse a secciones
dentro de las “Contribuciones a la Filosofía” o a otros escritos y manuscritos suyos.
En el manuscrito estas referencias fueron añadidas a un título o se hallan en el texto.
Para la publicación, el editor completo toda la información abreviada de las referen-
cias cruzadas, que Fritz Heidegger había dejado sin cambios en su copia tipográfica.
Entre ellas se incluyen: completar los títulos de las partes del manuscrito mediante
artículos, acabar de completar la expresividad de la sección - títulos, y la adicción
de los números ordinales. Sólo cuando un título de una sección, dentro de una parte
de un manuscrito, viene a aparecer una y otra vez, y no puede ser confirmado con
seguridad a qué sección se remite este título, no se agrega un número ordinal. En
cuanto a los restantes manuscritos, a los que nos va a ir refiriendo Heidegger, con-
forme aparezcan ya en las O.C., o se hallen al menos ya asignados a alguno de los
tomos aún no publicados, el editor lo hará notar esto indicando entre paréntesis
redondo el número del volumen en que aparecerá.
Las escasas notas a pie de página contienen datos bibliográficos que han sido
añadidos por el editor, a las citas de otros autores hechas por Heidegger en el texto.
Heidegger se ha referido en repetidas ocasiones a dos conferencias dadas en
Friburgo, que tienen que ver con primeras versiones aún inéditas de versiones pos-
teriores ya publicadas. La conferencia de Friburgo, “De la esencia de la verdad”, del
año 1930, es la primera versión del texto revisado al final múltiples veces, y publi-
cado por primera vez bajo idéntico título como escrito solo, el que puede encontrar-
se, a partir de 1967, también, en los “Wegmarken” [Hitos] (GA, vol. 9). De la confe-
rencia de Friburgo, “Del origen de la obra de arte” (1935), proceden las tres confe-
rencias de Frankfurt de 1936, “El origen de la obra de arte”, que apareciese en 1959,
en los Holzwege [Caminos del bosque, Alianza 1995] (GA., vol. 5). Ambas confe-
rencias dadas en Friburgo deben aparecer en el volumen titulado “Conferencias”, de
la Tercera Sección de la Gesamtausgabe, que ha de reunir todas aquellas conferen-
cias que quedaran inéditas, en vida de Heidegger [518].
De los manuscritos restantes mencionados en las “Contribuciones a la Filo-
sofía” irán apareciendo en la Tercera Sección, los que siguen: “La alétheia. El re-
cuerdo del primer inicio”; “El depoteciamiento de la physis (1937); “Meditación”
(1938/39). En la Cuarta Sección se han de publicar: los apuntes del Ejercicio del
semestre de verano de 1937, “La posición metafísica fundamental de Nietzsche. Ser
345
y apariencia”, así como los del Ejercicio de semestre de invierno de 1937/38, “Las
posiciones metafísicas fundamentales del pensar occidental (Metafísica)”; los apun-
tes del círculo de trabajo para docentes, de la Facultad de Medicina y Ciencias
Naturales, “La ciencia moderna” (1937). En fecha más lejana serán editados, en la
Cuarta Sección, los siguientes manuscritos: “Apuntes al paso de ‘Ser y Tiempo’
(1936); Apuntes a “De la esencia del fundamento” (1936); “Una confrontación con
‘Ser y Tiempo’” (1936); “Reflexiones”, cuyas cifras romanas siguen el orden de los
cuadernos. La referencia hecha al “Handexemplar” del escrito, “De la esencia del
fundamento”, se refiere al ejemplar de la 1ª edición de 1929 y a las anotaciones al
margen incluídas allí por el autor, las cuales fueran ya impresas como notas a pie de
página y numeradas con letra minúscula, en los “Wegmarken” (GA, vol.9).
346
todos ellos le debemos una enorme gratitud todos los editores. Sean, por ello, nom-
brados aquí: el Sr. Dr. Joachim W. Storck, la Sra. Ute Doster [520], la Sra. Inge
Schimmer, el Sr. Winfried Feifel, la Sra. Ingrid Grüninger, la Sra. Ursula Fahrländer,
la Sra. Elfriede Ihle y la Sra. Beate Küsters.
Al Sr. Dr. Hartmut Tietjen, editor experto en la lectura y transcripción de
manuscritos de Heidegger, le agradezco muy cordialmente su ayuda y constante
apoyo para ciertas cuestiones de difícil desciframiento. Al Sr. Dr. Hans-Helmuth
Gander le agradezco también cordialmente por el gran cuidado con que revisara las
últimas pruebas para la impresión. A él y al Sr. Dr. Franz-Karl Blust dirijo mi
expreso y más cordial agradecimiento por el sumo cuidado, con el que realizaran su
parte en los trabajos de corrección.
347
348
GLOSARIO DE TÉRMINOS FILOSÓFICOS
Ab-bruch: interrupción
Abfall: desperdicio, caída [173]
Abgrund: abismo, desfondamiento
Ab-grund: el fondo abisal o lo sin fondo
Abheben, Abhebung: sobresalir, distinguir, destacar
Abkehr: aversión, rechazo, desviación [Zubiri]
Ableger: vástago [99, 344]
Ab-setzung: des-plazamiento [178] des-titución [cfr. Nichtung, 483s.], deponer
Absicht: propósito
Abstumpfung: embotamiento
Abweisung: rechazo
Adel: nobleza
ahnen: presentir
Geahnte: lo presentido
Ahnung: presentimiento, sospecha
er-ahnen: sentir
349
Anfang: el inicio; anfängliches Denken: pensar inicial o pensamiento del inicio; el
inicio o primer inicio del pensar occidental, el ser previo que declina en su
verdad a partir del comienzo de la metafísica platónica en adelante; lo que da
inicio se contrapone al comienzo, al comenzar [Beginn, -en], que remite a un
tiempo específico, registrado históricamente. Lo inicial es lo nunca acabado del
todo, respecto del principio histórico; el otro inicio, der andere Anfang, es el que
se pone en juego en alusión directa del primero ya pasado, o mejor: ya sido; es
la posibilidad venidera de un nuevo inicio, de un acontecer instaurador de algo
más originario, que restituya y reitere lo propio de ser y tiempo en la historia
humana.
angeblich: presunta
Angewiesenheit: dependencia [184], consignación [remisión al mundo] [Rivera; ST:184;
479]
350
Anlass: ocasión
Anmassung: pretensión
Ansatz: punto de partida
Ansetzung des Wesens als.. : postulado del despliegue como… [288]
Anschein: apariencia, aspecto
den Anschein geben: dar la impresión
Ansicht: visión
das Aufgegebene: lo que es o ha sido dado como tarea y deber, lo encargado o enco-
mendado [12]; contrapuesto a das Mitgegebene: lo dado en dote; cfr. Carta a
Böhlendorf del 4.12.1801 [F. Hölderlin, Ensayos; 1990; 125ss. y P. Szondi, Estu-
dios sobre Hölderlin, 1992; 127ss.]
351
Riss: rasgo, rajadura, trazo
Ausgriff: extensión [242], reaching out [Emad/Maly]; avance [274], intrusion [193];
prolongación [441], expansión [407, 495]
352
Befremdlichkeit, befremdlich: extrañeza, extraño, extrañante
Begeisterung: entusiasmo, exaltación
Beginn: comienzo; cfr. Anfang
353
bewältigen: domeñar
Nichtbewältigung: no-tener-dominio de [185]
Unbewältigte: no domeñado, indómito
Bezirk: región, ámbito
Dauer, Ausdauer, Andauern: duración, persistir, perdurar [192; cfr. GA.39, 100]
denken: pensar, pensamiento
Andenken: remembranza, rememorar
bedenken: pararse o ponerse a pensar
durchdenken: pensar a fondo [205]
überdenken: recapacitar [173]
vor-denken: pre-meditar
354
Durchgestaltung: configuración cabal [59s.]
echt: genuino
Echtheit: genuinidad
Ehrfurcht: respeto, veneración
ehrlich: sincero
Eigenständigkeit: autonomía
Eigentum: propiedad
355
Einsatz des Seins: ejercicio del ser [50]
einschränken: restringir
Einstürz: colapso, derrumbe [241], hundimiento,
Eintrag: registro
Einzige: lo único;
Einzigste: lo más único, lo del todo único [59]
Einzigkeit, Einzigartigkeit: singularidad, o la índole de único
Entgegenkommen: encuentro
Enthüllung: desvelamiento
entleben; despojar la vida
Entschiedenheit: decisividad, carácter de estar decidido, decidibilidad
umso entschiedener: tanto más decididamente
Entsetzen: espanto; uno de los temples directrices del pensar ontohistórico.
Ent-setzen, Ent-setzung: poner en libertad, liberar; lo que libera
Entzug: retirada, retiro, sustraerse
Erdunkelung: oscurecimiento
erfüllt: imbuido
Erfüllung: plenificación [192], cumplimentación
ergreifen, umgreifen: coger; abarcar, envolver
erharren: aguardar
er-klingen: resonar
Erprobung: probar, testing [Emad/Maly]
er-proben: hacer la prueba, probar; experimentar
errechnen: calcular, descontar
ersehen: avistado [229, 250] revisar [503]
erschrecken: espantar, espanto
erschweigen, Erschweigung: acallar ensilenciar; silenciamiento, callamiento
Erstarrung: entumecimiento
356
erstanfänglich: primigenio [466] primicial [475]
Erste: ser primerizo, primogenitud [237/8]
Ertragsamkeit: portatividad [298, 331]
Erziehung: adiestramiento
Erzittern, Erzitterung: estremecimiento, temblor [4, 21s., 239s., 244, 262, 266, 321,
339, 372, 395]
Existenz: existencia [234]
357
[Rivera] [cfr. Ser yTiempo; parág. 2; trad. p. 28s]
Befragte: lo interpelado [i.e., el ente]; Erfragte: aquello que se pregunta [i.e., el senti-
do del ser]; Gefragte: aquello por lo que se pregunta [i.e., el ser] [Másmela]
das Unerfragte: lo no-cuestionado o incuestionado
Fragestellung: planteamiento
Fraglosigkeit: falta de cuestionamiento
fragwürdig: cuestionable, digno de [hacerse] cuestión
Fragwürdigkeit: cuestionabilidad, problemático
Frag-würdige: lo digno de ser cuestionado o preguntado
358
Gegner: contrincante, oponente
Gegnerschaft: adversario, oposición, antagonismo [183]
gründen: fundar[se]
begründen: fundamentar
ergründen: profundizar, ahondar, examinar a fondo
Er-gründung: pro-fundización [321], ahondamiento
Gründung: la fundación: quinta juntura del ensamble pensante de los Beiträge.
vorausgreifende Sichgründende: que se funda anticipadamente [55]
Grundfrage: pregunta fundamental o de fondo
Grundstellung: posición fundamental
Grundhaltung: postura fundamental
359
Halten, behalten: tener, tener una cosa por lago, conservar, retener
Haltung, Halt, Anhalt: portarse, porte, postura, actitud; sostén; apoyo [438]
Ansichhalten: el retener en sí, el sostenerse; mantener-se en sí [Másmela]
Sichhalten: atenerse a [109, 193, 369], tenerse en [196]
Hineingehaltenheit in das Nichts: [Wegmarken, 2; Heidegger-Studien; vol 15,13]
[ec-sistir=] estar sosteniéndose dentro de la nada [Zubiri]
Umhalt: tenerse circundante [384s. Berückung, def.]
360
Zerklüftung [des Seyns; 235, 278-281] hendidura del Ser; es la „propiedad“ funda-
mental del Ser de los „Beiträge“; def. en 244 [tb. 475, 486]: „La hendidura es el
permanente despliegue de la intimidad del mismo Ser, en la medida que „sea
experimentado“ como el rehusamiento y lo que va [o se dirige] hacia él.“
machen: hacer, producir [el término vierte la poíesis griega para Heidegger]
Gemächte: maquinería, lo que es hecho por el hombre; hechura [303]; artefatto [Volpi]
Machbarkeit, machbar: factibilidad, factible; fattibilità [Volpi]
Machsamkeit, machsam: factualidad, factual; fattività [Volpi] [factividad?]
Machenschaft: maquinación; macchinazione [Volpi]; es un modo del despliegue del ser
del ente [su entidad] [poíesis, téchne] en la época del pensamiento moderno;
pero de modo in-esencial, pues confunde y desfigura tempranamente su esencia,
sin dejar de ser esencial a ella. Maquinación no es el nombre para una „mala“
forma de proceder humano [en su sentido habitual]; si bien, se ve asociada con
la poíesis [GA 65, 126ss; GA 66, 16ss; Nietzsche II, 21ss.], en el modo de
mostrar el ser [entidad], el que capta desde la constante presencia, y por la cual
asegura a los entes en su constituible factibilidad total, a través del cálculo, la
planificación y la disposición absoluta de éstos [certeza].
machenschaftlich: maquinador
mächtig, Mächtigkeit: poderoso, potente; potencia [268]
bemächtigen: apoderarse de
Ermächtigung: autorizar, dar poder
Entmachtung: depotenciamiento [373] despojamiento
Macht, Vormacht: fuerza, poder; preponderancia [Vermal; cfr. Nietzsche, II., 416]
Messen, Messungen: medir; mediciones [276]
Ausmass, Ausmessung: dimensión, ponderación [249] amplitude [Parvis/Emad]
361
durchmessen, Durchmessung: dar dimensión [401], mediación [324]
ermessen: ponderar
zugemessen sein: ser atribuido
Milde: lo apacible [475], la mansedumbre [4, 298]
Nachtrag: suplemento [174, 183, 231, 258, 425, 458], addendum [P/E. 78]
nachträglich: a posteriori
Nähe: proximidad, cercanía
Nahung: proximidad, acercamiento
Nicht, Nein: No, que niega a un verbo; No, que se afirma al negar una frase.
Nichten: anonadar [Zubiri], nadear, desistir [Cortés/Leyte]
Nichthafte, Nichthaftigkeit: nádico, l.q.t.carácter de nada; nuliformidad [Aber das
Nichtseyn west und das Seyn west, das Nichtsein west in Unwesen, das Seyn west als
nichthaft. GA 65; 8, 29, 84, 101, 107, 118, 246, 266s., 410, 480s., 483]
Nichtige: nadería, nulidad [257], nulo [267, 443], il nullo [Volpi]
Nichtigkeit: nihilidad, nulidad [246], nientitá [Volpi]
Nichtigste: lo más nulo [246]
Nichts: la nada, il niente, il nulla [Volpi]
Nichtung, Ver-nichtung: anular [480/3], nihilizar [118, 347], a-nulamiento
362
Offenbarmachen: hacer patente, evidente; poner de manifiesto
Offene: abierto, apertura
Offenheit: patencia, apertura
Offenhalten: mantener abierto [249]
Öffentlichkeit: apertura, publicidad; lo público
Öffnung, Er-öffnung: abertura; apertura
363
MARTIN HEIDEGGER / CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFÍA
Scheu: el recato; es uno de tres temples epocales, que preparan el nuevo inicio del
pensar histórico del Ser [cfr. Entsetzen, Verhaltenheit: el espanto, la reserva]
schlechthin: pura y simplemente [444, 475], lisa y llanamente
Schwingung: oscilación
Erschwingung: sacudida, vibración, resonancia
Gegenschwung: reverberar [29], reverberación [239, 251, 304]
Uberschwung des Grundes: rebalse del fundamento [470]
Umschwung, Schwung: momento de cambio [305]; ímpetu [372]
Ineinander-schwingen, S-bereich: oscilar mutuo [82]; dominio de oscilación [57]
Schwebung des Seyns: revoloteo del Ser [509]
Sein: “ser” como ser de los entes [la entidad; lo que indaga la metafísica]
Seyn: “Ser” como el acontecimiento mismo de su despliegue esencial
seyngeschichtlich: onto-histórico, referido a la historia del Ser
Sendung: misión, envío [GA 39, 135: “Das Dasein ist fremd geworden seinem
geschichtlichen Wesen, der Sendung und dem Auftrag.“]
364
II. LA RESONANCIA
Sichern: asegurar
Sicherung: aseguramiento
Sicherstellung: aseguramiento
Sicherstellen: poner a salvo, a resguardo, en seguro
Sichentziehen Sichverbergen: sustraerse ocultarse [249] l.q.s.oculta a sí mismo
Sichversagen: desdecirse, denegarse, vetarse, prohibirse
365
durchstimmen: dar el tono [248] attune [Emad/Maly; 175]
eingestimmt, Gestimmheit: atemperado; atemperamiento
Grundstimmung: temple o tono fundamental; el radical temple de ánimo [Zubiri]
vorbestimmen, Vor-Stimmung: predisponer; pre-disposición
366
Ungehobenes: no resuelto
unheimisch: desamparado, inhóspito
unüberwindbar: insuperable
unüberholbar: irrebasable
unumgänglich: inexorable – inevitable
Verhaltenheit: la reserva, tipo de contención; tono radical de los Beiträge, que oscila
entre recato y espanto: Scheu y Entsetzen; se las ha con lo inquietante del olvido
del ser, la total falta de apremio por el Ser; temple venidero del Entre.
367
Vermögen: capacidad
Verneinung, Verneinende: denegación; denegador
Verödung: devastación
368
Verzauberung: encantamiento; cfr. Entzauberung
Verzicht: renuncia
Wächterschaft: guardianía o vigilancia [16s., 23, 240, 297ff., 302, 484; en tanto
Einrichten: instauración, establecimiento de la verdad y su cobijamiento]
s. wagen: aventurar, osar, arriesgarse
Wagnis: riesgo
369
Wahrer, Wahrung, Wahrnis: guardián, salvaguarda, guarda [230, 264, 294, 304]
wahren: conservar, preservar
bewahren: conservar; preservar, resguardar, dar custodia;
verwahren, Verwahrung: custodiar [465], resguardo, salvaguarda [Volpi]
währen: perdurar, prolongar, demorar
walten: prevalecer, imperar, reinar, imponer-se
Weg-sein: ser- ido [ ← Fort-sein: haberse ido de…]
370
willkürlich: arbitrario, antojadizo [38]
winken, Winkung, Wink: hacer señas o guiños; dar señas [er-]; la seña
wirken, er-wirken, wirksam: ser eficaz, efectuar; tener el efecto de; eficaz
Wirklichkeit: realidad efectiva, real efectivo
Zergrübelung: devanación
Zerfall, Zerfällung: desintegración [112], desintegrarse; desintegración
Zielsetzung: ponerse metas, puesta de metas
zögern: vacilar, cavilar
zögernd: reticente, vacilante
Züchtung: crianza, educación [148], adiestrar
Zuerwägende: ponderado
Zufälligkeit: contingencia
371
Zurückweisung: rechazo, recusación [206]
zurückwollen: querer volver
Zuruf des Ereignisses: llamado del acontecimiento [233, der Zugehörigkeit, 385]
Zuruf des Seyns: reclamo o llamado del Ser
Zusammenbruch: colapso
Zusammenhang: nexo, conexión
zuspielen: dar un pase, aludir, en el sentido de hacer entrar en el juego una sugeren-
cia o un asunto anterior; der Zuspiel: la sugerencia, la segunda juntura o articu-
lación de los Beiträge, la que debe dar el pase del primer inicio hacia el otro
inicio de la historia de occidente; la que ha de sugerir desde lo sido hacia lo quw
aún esta por venir.
372
373
Impreso en los talleres
digitales de RIL editores ®
Teléfono 2254269
ril@rileditores.com
Santiago de Chile, diciembre de 2002