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PREVALENCIA DE BOCIO ENDMICO Y OTROS TRASTORNOS RELACIONADOS C O N L A D E F I C I E N C I A D E Y O D O E N L A D I E TA EN LA COMARCA DE LA AXARQUA (MLAGA)

Tesis doctoral M del Carmen Milln Ramrez

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M Carmen Milln Ramrez /Prevalencia de Bocio Endmico y otros TDY en la Axarqua

A mi esposo e hijo

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M Carmen Milln Ramrez /Prevalencia de Bocio Endmico y otros TDY en la Axarqua

Todo debe hacerse lo ms simple posible, pero no ms simple. Albert Einstein

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M Carmen Milln Ramrez / Prevalencia de bocio endmico y otros TDY en la comarca de La Axarqua

ndice
Agradecimientos PRIMERA PARTE: REVISIN CONCEPTUAL I. II. III. Introduccin Una mirada al ayer Conocimientos actuales 15. 17. 19. 23. 29. 31. 31. 32. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 37. 38. 38. 40. 43. 43. 46. 46. 46. 47. 48. 48. 49. 50. 51. 53. 54. 56. 57. 59. 61.

1. Anatomo-fisiologa del tiroides. 1.1. Introduccin 1.2. Regulacin de la actividad tiroidea 1.3. Sntesis y secrecin de hormonas tiroideas 1.4. Transporte sanguneo de las hormonas tiroideas 1.5. Metabolismo extratiroideo de las hormonas tiroideas 1.6. Accin de las hormonas tiroideas 1.7. Factores etiolgicos del bocio 2. Importancia, distribucin y disponibilidad del yodo. 2.1. Introduccin 2.2. Fuentes naturales de yodo 2.3. Contenido en yodo de los alimentos 2.4. Disponibilidad del yodo de los alimentos 2.5. Recomendaciones de Ingesta Mnima Diaria (RDA) 2.6. Dimensiones del dficit de yodo en el mundo 3. Adaptacin tiroidea a la deficiencia de yodo. 3.1. Introduccin 3.2. Aumento del estmulo de TSH 3.2.1. Mayor aclaramiento de yodo 3.2.2. Mejor utilizacin del yodo 3.2.3. Secrecin preferencial de T3 3.2.4. Regulacin perifrica 4. El bocio endmico como maladaptacin a la deficiencia de yodo. IV. relacionados con la deficiencia de yodo (TDY). 1. Distintas acepciones para un mismo trmino 2. Consenso internacional 3. El bocio y cretinismo endmico son la punta del iceberg 4. Definicin y clasificacin de bocio 5. Definicin de bocio endmico 6. Etiologa del bocio endmico

Un cambio conceptual: del cretinismo endmico a los trastornos

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6.1. Factores exgenos 6.1.1. Deficiencia de yodo 6.1.2. Otros bocigenos medio ambientales 6.1.3. Contaminacin qumica y bacteriana del agua 6.1.4. Estado nutricional 6.2. Factores endgenos 61. 61. 62. 64. 65. 65. 67. 69. 69. 71. 72. 74. 75. 77. 79. 79. 79. 80. 81. 82. 83. 84. 84. 84. 84. 85. 85. 86. 87. 87. 88. 88. 89. 89. 90. 91. 91.

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V.

Diagnstico de la deficiencia de yodo en la comunidad.

1. Introduccin 2. Inspeccin y palpacin tiroidea 3. Determinacin de la eliminacin de yodo en orina 4. Ecografa tiroidea 5. TSH neonatal 6. Tiroglobulina VI. Consecuencias de la deficiencia de yodo severa. 1. Adultos 1.1. Aumento de la estimulacin tiroidea por TSH 1.1.1. Aumento del atrapamiento de yodo 1.1.2. Modificaciones del metabolismo tiroideo del yodo 1.1.3. Niveles de hormonas circulantes 1.1.4. Cambios morfolgicos 1.1.5. Clnica y diagnstico 2. Edad peditrica 2.1. Desarrollo secuencial de los mecanismos de adaptacin 2.2. Cambios en los mecanismos de regulacin por TSH 2.3. Funcin tiroidea en los primeros aos de vida 2.4. Complicaciones de la deficiencia grave de yodo en la edad peditrica a) Cretinismo Endmico b) Retraso mental endmico c) Enfermedad de Kashin-Beck. El tercer tipo de cretinismo? 2.4.1. Epidemiologa, aspectos clnicos y datos de laboratorio 2.4.2. Etiologa del cretinismo endmico a) Deficiencia de yodo b) Otros bocigenos naturales c) Anticuerpos antitiroideos (autoinmunidad) d) Elementos traza: deficiencia combinada de yodo y selenio 2.4.3. Patognesis del cretinismo endmico a) Hipotiroidismo fetal

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b) Hipotiroidismo materno 2.4.4. Tratamiento del cretinismo endmico 3. Deficiencia de yodo y embarazo. 3.1. Introduccin 3.2. Hormonas tiroideas en la embarazada deficiente en yodo 3.3. Transferencia materno-fetal de hormonas tiroideas VII. Deficiencia de yodo ligera a moderada: situacin en Europa. 1. Epidemiologa 2. TDY en una comunidad europea con deficiencia moderada de yodo VIII.

92. 93. 93. 93. 94. 95. 97. 99. 104. 107.

Consecuencias para la salud pblica de la deficiencia moderada de yodo. 109. 109. 110. 111. 115. 115. 117. 117. 118. 123. 125. 127. 128. 129. 130. 131. 137. 139. 140. 143. 144. 153. 161. 163. 165. 166.

1. Adultos 2. Adolescentes y nios 3. Recin nacidos 4. Embarazo 5. Prematuro 6. Deficiencia de yodo moderada y accidentes nucleares 7. Deficiencia de yodo y cncer de mama 8. Deficiencia de yodo y cidos grasos 9. Deficiencia de yodo y capacidad auditiva IX. El yodo en la evolucin del hombre. 1. Introduccin 2. Reemplazamiento versus continuidad 3. El aislamiento geogrfico de las fuentes costeras de yodo 4. El paso gradual del Neandertal clsico al progresivo 5. Patologa Neandertal 6. El debate Neandertal original X. Deficiencia de yodo en Espaa. 1. Informe de la OMS (1961) 2. 100 aos de literatura sobre bocio endmico en Espaa 3. Deficiencia de yodo y bocio en Espaa a mediados de los 80 4. Situacin en Espaa en los 90 XI. XII. El bocio endmico en Andaluca Tratamiento y profilaxis de la deficiencia de yodo

1. Formas de tratamiento y prevencin 2. Evolucin del control de la deficiencia de yodo en algunos pases europeos 3. Profilaxis del bocio endmico en Espaa

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XIII.

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Efectos del exceso de yodo sobre el tiroides 171. 173. 173. 173. 175. 175. 176. 176. 179. 181. 183. 183. 183. 184. 187. 189. 192.

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1. Mecanismo de autoregulacin tiroidea 2. Efectos del exceso de yodo sobre la sntesis hormonal 2.1. Respuesta al exceso agudo de yodo 2.2. Respuesta al exceso crnico de yodo 3. Efectos del exceso de yodo sobre la liberacin hormonal 4. Efectos sobre la estructura tiroidea 5. Efectos sobre el metabolismo intermediario XIV. Complicaciones de la yodoprofilaxis 1. Hipertiroidismo inducido por yodo 2. Efectos adversos de la ingesta elevada de yodo 2.1. Reacciones alrgicas al yodo de los alimentos 2.2. Ingestas elevadas de yodo y enfermedades tiroideas 2.3. Efectos del exceso de yodo durante el embarazo y lactancia XV. Resoluciones gubernamentales 1. Pronunciamientos Internacionales 2. Pronunciamientos a nivel nacional

Segunda parte: TRASTORNOS POR DEFICIENCIA DE YODO EN LA COMARCA MELAGUEA DE LA AXARQUA: UN ESTUDIO POBLACIONAL. I. JUSTIFICACIN II. DISEO 1. Objetivos del estudio 2. Hiptesis 3. Diseo operacional 3.1. Material y mtodos 3.1.1. Poblacin del estudio 3.1.2. Unidad de anlisis 3.1.3. Criterios de Inclusin y Exclusin 3.1.4. Tipo de muestreo 3.1.5. Clculo del tamao muestral 3.1.6. Marco Geogrfico 3.1.7. Distrito sanitario de La Axarqua 3.1.8. Nmero de municipios y poblacin escolar estudiada 3.1.9. Divisin de los pueblos segn la localizacin geogrfica 3.1.10. Variables incluidas en el estudio 3.2. Consentimiento informado 193. 195. 197. 199. 199. 200. 200. 200. 200. 200. 201. 201. 202. 203. 203. 204. 207. 212.

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3.3. Organizacin del trabajo de campo 3.4. Estudio estadstico 4. Financiacin III. RESULTADOS 1. Descripcin de la muestra 1.1. Tamao muestral definitivo 1.2. Distribucin de la muestra en funcin del sexo y la edad 1.3. Caractersticas antropomtricas 2. Eliminacin urinaria de yodo 2.1. Yoduria en la muestra y en funcin de la localizacin geogrfica 2.2. Yoduria en funcin de la edad y sexo de los nios 2.3. Yoduria en funcin de la superficie corporal 3. Yoduria e ndice yodo/creatinina 3.1. Distribucin de Yoduria y cociente yodo/creatinina 3.2. Relacin entre yoduria e cociente yodo/creatinina 3.3. Correlacin entre yoduria, cociente Y/C y superficie corporal 4. Prevalencia de bocio por palpacin 4.1. Tasa de bocio 4.2. Prevalencia de bocio en funcin del sexo y la edad 4.3. Distribucin del grado de bocio en funcin del sexo y la edad 4.4. Prevalencia de bocio en funcin de la localizacin geogrfica 5. Bocio y yoduria 5.1. Prevalencia de bocio en funcin de la yoduria 5.2. Prevalencia de bocio y yoduria en cada uno de los pueblos estudiados 5.3. Prediccin del riesgo de tener bocio 6. Funcin tiroidea en la poblacin escolar de La Axarqua 6.1. Descripcin de la muestra en la que se realizaron las determinaciones 6.2. Distribucin de TSH, T4, T3 y Tg en funcin de la edad y el sexo 6.3. Presencia de hipotiroidismo 6.4.Parmetros de funcin tiroidea y volumen tiroideo 6.5. Determinaciones analticas en funcin de los intervalos de yoduria 6.6. Prevalencia de anticuerpos antitiroideos 6.7. Anticuerpos antitiroideos en funcin de la prevalencia de bocio 6.8. TSH neonatal en la poblacin estudiada 7. Volumen tiroideo por ecografa 7.1. Descripcin de la submuestra 7.2. Volumen tiroideo en funcin de la edad y sexo

213. 216. 216. 217. 219. 219. 219. 221. 225. 225. 229. 230. 231. 231. 232. 233. 235. 235. 236. 236. 239. 243. 243. 244. 245. 247. 247. 248. 251. 252. 254. 255. 256. 256. 259. 259. 259.

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7.3. Correlacin entre el volumen tiroideo y las variables antropomtricas 7.4. Comparacin de los datos con los propuestos por Delange 7.5. Validacin de la palpacin con la ecografa 7.6. Estudio de concordancia 7.7. Prediccin del volumen tiroideo ecogrfico 261. 264. 267. 268. 268. 271. 271. 271. 276. 280. 283. 283. 287. 293. 295. 297. 298. 298. 300. 300. 301. 301. 303. 303. 303. 304. 305. 307. 308. 308. 309. 309. 309. 311. 312. 312. 315.

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8. Capacidad auditiva en los nios estudiados 8.1. Descripcin de la muestra evaluada audiomtricamente 8.2. Audiograma medio en la muestra estudiada 8.3. Asociacin de la funcin tiroidea y la capacidad auditiva 8.4. Prediccin de riesgo de un (determinado) umbral auditivo 9. Determinantes de la eliminacin de yodo en orina 9.1. Procedencia del agua, consumo de sal yodada y uso de desinfectantes 9.2. Ingesta de alimentos y yoduria IV. DISCUSION 1. Anlisis crtico de la metodologa 2. Reflexin crtica sobre la tica de la investigacin 3. Validacin de los procedimientos 3.1. Estudio de concordancia en la palpacin de bocio 3.2. Cuantificacin de la eliminacin urinaria de yodo a). Distribucin de yoduria b). Distribucin del cociente yodo/creatinina c) Correlacin entre yoduria, cociente Y/C y superficie corporal 4. Prevalencia de bocio en la poblacin escolar de La Axarqua 4.1. Lmites de la representatividad de los resultados 4.2. Prevalencia de bocio en la poblacin escolar de La Axarqua 4.3. Distribucin de la prevalencia de bocio en funcin de la edad y el sexo 4.4. Distribucin del grado de bocio en funcin de la edad y sexo 4.5. Prevalencia de bocio en las distintas localidades estudiadas 5. Eliminacin urinaria de yodo 5.1. Yoduria en toda la muestra 5.2. Yoduria en funcin de la edad y sexo 5.3. Yoduria y localizacin geogrfica 5.4. Relacin entre yoduria y prevalencia de bocio 6. Riesgo de tener bocio en un nio de la comarca de La Axarqua 7. Volumen tiroideo calculado por ecografa 7.1. Exploracin ecogrfica en el diagnstico de bocio 7.2. Valoracin de la ecografa tiroidea como prueba diagnstica

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7.3. Palpacin versus ecografa tiroidea en el diagnstico de bocio 7.4. Correspondencia entre volumen tiroideo y yoduria

317. 319. 320.

7.5. Los nuevos criterios diagnsticos en los estudios poblacionales de bocio endmico 8. Funcin tiroidea 9. Capacidad auditiva y deficiencia de yodo a) Asociacin entre eliminacin/ingesta de yodo y sensibilidad auditiva b) Es la asociacin yoduria-sensibilidad auditiva causal en nios con bocio? 321. 323. 326. 327. 330. 10. Determinantes de la yoduria en la poblacin escolar de la Axarqua 10.1. Procedencia del agua 10.2. Uso de antispticos yodados 10.3. Consumo de sal yodada 10.4. Ingesta de yodo con los alimentos V. EPLOGO 1. Es la Axarqua de Mlaga una comarca con TDY? detectar de manera indirecta los Trastornos por Dficit de yodo 1.b. La tiroglobulina como marcador indirecto de TDY 1.c. Comentarios sobre prevalencia de bocio y excrecin de yodo 2. Qu implican los resultados hallados en este estudio? 3. Consideraciones finales 3.a. Para cundo la erradicacin de los TDY en Espaa? 3.b. Yodacin universal de la sal: un derecho humano de la infancia VI. CONCLUSIONES VII. ANEXOS ANEXO I. Resolucin de la 39 Asamblea Mundial de la Salud (1986) causados por la Deficiencia de yodo (1993) literatura sobre el bocio endmico en Espaa 331. 331. 332. 332. 333. 335. 335. 335. 335. 336. 336. 337. 337. 339. 341. 343. 345. 347. 349.

c) Por qu mecanismo se asocian la menor ingesta de yodo y la disfuncin auditiva?

1.a. El screening de deteccin precoz del hipotiroidismo congnito: una oportunidad para

ANEXO II. Metas y Objetivos del programa para la prevencin y control de los trastornos ANEXO III. Bibliografa citada por Ferreiro Alez y Escobar del Rey en: 100 aos de ANEXO IV. Relacin de comunicaciones a los congresos de la Sociedad Espaola de Endocrinologa y Nutricin, relacionadas con bocio endmico o con deficiencia de Yodo VIII. REFERENCIAS 363. 369.

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Agradecimientos:

La investigacin que ha hecho nacer esta tesis nunca podra haberse llevado a cabo sin la colaboracin de mucha gente. Aunque es casi imposible que logre nombrarlos a todos, intentar no olvidarme de nadie en este pequeo reconocimiento a su colaboracin. En primer lugar gracias a los nios y nias que han participado y han dado vida al estudio, as como a sus padres y profesores. A los mdicos generales, pediatras y responsables de enfermera de asistencia primaria de los pueblos estudiados. Durante el trabajo de campo fue compaera de fatigas la Dra. Isabel Mancha (especialista en Endocrinologa) que me acompa a los distintos pueblos y me ayud a tomar confianza ante el peligro. Su tranquilidad de espritu fue un blsamo para m en muchas ocasiones. En segundo lugar, en el Hospital comarcal de la Axarqua donde he contado con el apoyo de la Direccin Mdica y de la Unidad de Docencia, as como jefes de servicio y especialistas: en el servicio de Medicina Interna, gracias al Dr. Ricardo Gmez-Huelgas codirector de esta tesis - que fue la primera persona que confi en m para llevar a cabo esta empresa, al Dr. Carlos M. San Romn jefe del Servicio que continu con la labor de apoyo que dej el Dr. Gmez Huelgas al trasladarse y al Dr. Jos M. Barcel, a quien he molestado constantemente durante el proyecto. En el servicio de pediatra a la Dra. M Dolores Lpez Moreno, que ha colaborado siempre que requer sus servicios. En el servicio de ORL al Dr. Jos L. Escalante y M Carmen Ruiz Martn (Jefe de servicio y ATS, respectivamente) que me ayudaron en la toma de contacto con las audiometras, inicindome en la tcnica y proporcionndome un primer entrenamiento, adems de revisar los nios con audiometras patolgicas. En el laboratorio del Hospital comarcal, donde he pasado muchas tardes preparando las muestras recogidas, han colaborado en todo momento desde su jefe (Dr. Juan Campos) hasta el personal auxiliar, que en algn momento me ha ayudado a salir de un apuro tcnico. Mencin especial merece su supervisora, mi hermana Lourdes, sin la que jams se hubiera podido realizar el estudio analtico, pues realiz las extracciones de casi la totalidad de los nios (trabajando fuera de su horario laboral desinteresadamente). En el Hospital Carlos Haya tengo que dar las gracias a M Jos Garriga, Jos Davot y Rosa Mellado del laboratorio de Hormonas donde se han realizado las determinaciones hormonales y de yoduria. Tambin debo agradecer al resto del personal del laboratorio de hormonas su cariosa acogida y su inters en mi trabajo.

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En el Hospital Materno-Infantil, tambin perteneciente al complejo hospitalario Carlos Haya han colaborado: Raquel Muoz desde el Servicio de Radiologa, que realiz las exploraciones ecogrficas de todos los nios (a veces en domingo y siempre como trabajo extra), los Drs. M Jos Martnez Aedo y Juan Pedro Lpez Siguero, del servicio de Endocrinologa peditrica que revisaron los nios en segunda evaluacin, aadiendo horas extra a su horario habitual de trabajo. Por ltimo, tengo que dar gracias especialmente a mis tres directores de tesis, representacin de tres etapas del trabajo. En la primera, de planteamiento, el Dr. Miguel Morell fue apoyo indiscutible para poder llevar a cabo la tarea de bsqueda y localizacin de objetivos. En segundo lugar, ya sobre el terreno, la inestimable ayuda del Dr. Ricardo Gmez-Huelgas me ayud a enfocar mis esfuerzos hacia al apasionante tema que he intentado plasmar en esta tesis (el bocio endmico en la Axarqua). l, como clnico del Hospital comarcal de la Axarqua donde vea prcticamente todos los bocios de la comarca, saba que era un problema de salud importante en la zona. Y por fin, el Dr. Federico Soriguer ha sido quien ha tenido que encauzar mi mpetu investigador junto con mi gran inexperiencia en estos temas (diseo del estudio, anlisis estadstico, comentarios...) supervisando que la realizacin del estudio se llevara a cabo con verdadero rigor cientfico y tcnico. No puedo dejar de expresar mi agradecimiento a la Asociacin Maimnides y a la Junta de Andaluca por la financiacin en parte de este proyecto. Un ltimo agradecimiento, que no puedo dejar en el tintero, es para el servicio de Endocrinologa del Hospital Carlos Haya donde todos y cada uno de sus miembros me han acogido como si fuera de la familia y donde realmente me he sentido como en casa. Realizar este trabajo ha supuesto para m un reto profesional y personal, que no habra podido llevar a buen fin sin la ayuda de todas y cada una de las personas que he mencionado y de algunas que, probablemente, y a pesar de mi intencin de no hacerlo, he dejado sin mencionar (y a las que pido perdn por anticipado) pero que estn siempre a mi lado y a las siento en mi corazn como apoyo incuestionable.

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PRIMERA PARTE:

REVISIN CONCEPTUAL

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I. INTRODUCCION

La deficiencia de tres micronutrientes yodo, hierro y vitamina A afecta a ms de la tercera parte de la poblacin mundial. Las graves consecuencias de esta carencia incluyen, entre otros, problemas de aprendizaje, disminucin de la capacidad intelectual y aumento de la mortalidad. Estas consecuencias suponen un coste de hasta el 5% del producto interior bruto (PIB) de algunos pases, mientras el coste de la solucin sera tan bajo como el 0,3% del mismo. En palabras del Banco Mundial en su publicacin Enriquecer la vida: ... Ninguna otra tecnologa ha ofrecido hasta ahora, mayor oportunidad para mejorar la vida... a un coste tan bajo y en tan poco tiempo... (Merx y Lofti, 1996). En 1990, la Organizacin Mundial de la Salud en su 43 Asamblea y la Cumbre Mundial para la Infancia, aprobaron el objetivo de eliminar las deficiencias en micronutrientes en el mundo para el ao 2000. En 1996, los Organismos Internacionales reconocan que la deficiencia de micronutrientes afectaba a casi 4.000 millones de personas en el mundo. El 28,9% de la poblacin mundial (casi 1.600 millones de personas) viva en reas deficientes en yodo (tabla 1), el 12% (655 millones) tena bocio y 43 millones (de los cuales 6 millones eran cretinos) padecan algn tipo de deficiencia mental por esta causa (Merx y Lofti, 1996). La deficiencia de yodo es, probablemente, la primera enfermedad nutricional conocida por el hombre. EL yodo - micronutriente imprescindible para el correcto funcionamiento de la glndula tiroides es hoy un elemento escaso en la superficie terrestre. El bocio o aumento de tamao tiroideo es, sin duda, la consecuencia ms conocida de su escasez. Sin embargo, el bocio es slo un indicador de superficie que, cuando aparece, indica que la deficiencia lleva largo tiempo de evolucin. El trmino Trastornos por Deficiencia de Yodo (TDY), introducido por Hetzel en 1983 para englobar el amplio espectro de alteraciones fsicas y mentales que pueden derivar de este dficit, ha venido a sustituir al de bocio y cretinismo endmicos con el que hasta entonces se identificaba la deficiencia de yodo. Muchas deficiencias pueden comenzar antes del nacimiento. Los TDY incluyen desde la disminucin de la fertilidad y mayor nmero de abortos, mortinatos y alteraciones congnitas, hasta los bajos cocientes intelectuales, aparentemente no relacionados con una patologa tiroidea. Los nios nacidos de madres deficientes en yodo, si sobreviven, pueden ser cretinos, con poca esperanza de vida, retrasados mental y fsicamente, sordos o sordomudos y espsticos, dependiendo de la

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severidad de la deficiencia. En todas las edades aumenta la tasa de bocio y el hipotiroidismo neonatal, tanto transitorio como permanente, es ms frecuente en las regiones con deficiencia de yodo. Los ndulos tiroideos y el cncer de tiroides de alto grado de malignidad, son ms frecuentes tambin en los habitantes de zonas deficientes en yodo.
Tabla 1. Poblacin en riesgo de padecer TDY y afectada por bocio * Poblacin REGIONES frica Amrica Mediterrneo Oriental Europa Sudeste asitico Pacfico Occidental TOTAL (millones) 550 727 406 847 1355 1553 5338 181 168 173 141 486 423 1572 Poblacin en riesgo de TDY Millones % 32,8 23,1 42,6 16,7 35,9 27,2 28,9 86 63 93 96 176 141 655 Poblacin afectada de bocio Millones % 15,6 8,7 22,9 11,4 13,0 9,0 12,0

*Incluye reas donde la tasa total de bocio en escolares es igual o mayor de 5%. (Modificado de Micronutrient Deficiency Information System (WHO, 1993).

Los estudios sobre TDY realizados en el mundo son muy numerosos. Se iniciaron en reclutas (Cerdea 1848; Francia 1864, Estados Unidos 1914) y a partir de los aos 50 se generalizaron, una vez comprendida la enorme dimensin del problema. Los resultados de estos estudios indicaron que hay muy pocas zonas libres de TDY y que la yodoprofilaxis corrige los trastornos por deficiencia de yodo (desde el cretinismo a los trastornos menores). Hay extensas reas, principalmente montaosas, que son deficientes en yodo. Esta situacin se agrava por la deforestacin de las grandes zonas boscosas, que acelera la prdida del yodo de la superficie del suelo. Aunque la situacin es ms dramtica en pases en vas de desarrollo de Asia y frica principalmente, Europa no est libre de este problema y los TDY siguen siendo el tema central de comunicaciones recientes (Delange et al. 1997). Si bien la deficiencia que afecta al continente europeo es moderada en general, tambin se dan casos de cretinismo endmico, especialmente en reas montaosas y aisladas incluyendo a Espaa, donde se comunicaron casos de cretinismo a finales de los ochenta (Escobar del Rey 1987). Pero, con ser la ms grave, el cretinismo no es la nica manifestacin del dficit de yodo

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en nuestro pas y se han documentado tanto la menor capacidad intelectual de los escolares que viven en zonas moderadamente deficientes, como retrasos en el crecimiento y desarrollo somticos (Bleichrodt 1985 y 1994; Tojo et al. 1987, Garca et al. 1987; Morreale y Escobar del Rey 1996). Las medidas para corregir los TDY estn perfectamente avaladas por el xito de las campaas de yodacin, cuando la implementacin y control de las mismas se llevan a cabo en forma correcta (Brgi et al. 1990). En este sentido, la Unidad de Nutricin de la Divisin de Alimentacin y Nutricin de la Organizacin Mundial de la Salud (OMS) en colaboracin con el Consejo Internacional para el Control de los Trastornos por Deficiencia de Yodo (ICCIDD) (International Council for the Control of Iodine Deficiency Disorders) y UNICEF, proponen la yodacin universal de la sal y recomiendan las concentraciones de yodo que deben conseguirse en la misma para obtener los mejores resultados (Dunn 1987 y 1990, WHO/UNICEF/ICCIDD 1992, WHO 1994 y 1996). Los efectos secundarios del tratamiento son mnimos y pasajeros y, de cualquier forma, se controlan fcilmente. Valorados en conjunto, los beneficios de la profilaxis con yodo superan enormemente los posibles efectos secundarios. No es ninguna exageracin decir que el progreso de las naciones depende de un aporte adecuado de yodo que permita el desarrollo de la potencialidad de cada individuo. El anlisis de la situacin en Europa a finales de los aos 80 (Delange y Brgi, 1989) indicaba que slo cinco pases (Austria, Finlandia, Noruega, Suecia y Suiza) estaban libres de TDY, gracias al empleo de sal yodada en la alimentacin tanto humana como animal y en las industrias de abonos y fertilizantes para el suelo. Espaa es un pas con deficiencia de yodo moderada, aunque en zonas concretas segua habiendo deficiencia grave e incluso cretinismo a mediados de los 80 (Las Hurdes, Escobar del Rey 1985). Andaluca, al igual que el resto de Espaa, tiene una endemia leve a moderada. A principios de la dcada de los ochenta, se realiz un estudio sobre prevalencia de bocio en la Comunidad Autnoma andaluza (Rivas et al. 1981) en el que se incluyeron dos pueblos de La Axarqua. El 40% de los nios estudiados en esta comarca tena niveles de yodo en orina inferiores a 25 g/L. Los indicadores de la existencia de TDY aceptados actualmente por las Organizaciones Internacionales (OMS/UNICEF/ICCIDD) incluyen, adems de la prevalencia de bocio por palpacin (%) y niveles de yodo en orina (g/L) ya clsicos, el volumen tiroideo (ml) medido por ecografa (en escolares de 6-14 aos), la eliminacin de yodo en leche materna y en orina de recin nacidos, as como los niveles de

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tiroglobulina en sangre en la poblacin general (ng/ml) y niveles de TSH en sangre del cordn del recin nacido (UI/ml). En las pginas que siguen se revisan con mayor extensin los conceptos aqu enunciados y se presentan los resultados de un estudio sobre TDY realizado en la comarca de La Axarqua.

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II. UNA MIRADA AL AYER

En 1950, la 3 Asamblea Mundial de la Salud reconoci la necesidad de llevar a cabo un estudio para conocer la verdadera dimensin del problema del bocio endmico en el mundo. En 1952, se reuni un grupo de expertos y se realizaron investigaciones en distintas partes del mundo. Los resultados de estas investigaciones se reunieron en la 44 monografa de la OMS (Clements et al., 1961). Esta monografa recoge en su introduccin las palabras de David Marine, uno de los precursores de la profilaxis colectiva del bocio endmico, quin en los aos 20 declaraba: El bocio simple es la enfermedad ms fcil de prevenir de todas las conocidas... tan pronto como la sociedad se decida a hacer el esfuerzo necesario. El documento ofrece aspectos sobre la historia del bocio, su etiologa y fisiopatologa y el bocio experimental, al tiempo que seala las medidas a utilizar en la lucha contra el bocio endmico y los problemas inherentes a tal campaa. El resumen histrico realizado por Langer (1961) deja constancia de la antigedad de la afeccin. Hay constancia escrita de la existencia de bocio desde la Edad Antigua. Segn recoge el autor, las primeras referencias al bocio se atribuyen al legendario emperador chino Shen-Nung (2838-2898 a. de J.C.) quin, en su Tratado de las hierbas y de las races, menciona el alga marina Sargassum como remedio eficaz contra el bocio. En el libro de Shan Hkai Tsing (del periodo 770-220 a. de J.C.) Tratado de las aguas y de las hierbas, se atribuye esta enfermedad a la mala calidad del agua. Referencias posteriores sealan como factores etiolgicos las emociones profundas y determinadas condiciones de vida en las zonas montaosas. Los antiguos chinos, segn recoge Langer (1961), llegaron a utilizar tiroides de animales para el tratamiento del bocio. Parece ser que tambin los Hindes conocan esta enfermedad y se hace referencia a ella en el Atharva-Veda (2000 a. de J.C.), donde aparecen frmulas mgicas contra el bocio. Los antiguos mdicos hindes dieron el nombre de galaganda a los tumores del cuello (Hernndez 1957) y este trmino se utiliza hoy en la India para designar el bocio. En el antiguo Egipto, segn el papiro de Ebers (1500 a. de J.C.), se conocan los tumores del cuello y se trataban quirrgicamente (Langer 1961). En el tratamiento de esos tumores se empleaban tambin aplicaciones locales que, entre otros ingredientes, contenan sal del Bajo Egipto (sal marina?). Segn Greenwald, sin embargo, el bocio era desconocido en frica en este periodo (Greenwald 1945).

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Los escritos hipocrticos (siglo IV a. de J.C.) se refieren al bocio como joiron (Paulo de Egina, siglo VII), botium (Rogerio de Salerno, siglo XII) o gongrona (Ambrosio Par, 1510-1590; Littr, 1840). En el conocido tratado hipocrtico De aires, aguas y lugares, se consideraba al agua como la causa del bocio (Hernndez, 1957). En la antigua Europa Occidental los autores romanos coincidan en sealar la elevada prevalencia de bocio endmico en los Alpes. Y se atribuye a Cesar la observacin de que el engrosamiento del cuello era una caracterstica de los galos (Major 1954). Segn Langer (1961), Juvenal recoge en su Satira XIII el comentario de un arquitecto del siglo I a. C.: Aequiculis in Italia et in Alpibus nationi Medullorum est genus aquae, quam qui bibunt afficiuntur turgidis gutturibus (ciertos tipos de agua que beben los ecuos en Italia y los mdulos en los Alpes, producen inflamacin del cuello). Y Plinio, en el siglo I de la era cristiana, mencionaba el bocio en los siguientes trminos: Guttut homini tantum et suibus intumescit, aquarum quae potantur plerumque vitio (La inflamacin del cuello se da slo en los hombres y los cerdos y la motiva el agua que beben) (Juvenal, Satira XIII). En la Edad Media, las tres grandes escuelas de medicina de la poca describieron operaciones de bocio (Rogerio de Salerno, de la escuela de Salerno; Gilbertus Anglicus, de la escuela de Montpellier y Bruno de Longoburgo, profesor de Padua). Sin embargo, no se abandonaron los tratamientos clsicos y seguan utilizndose tambin las esponjas marinas en el tratamiento del bocio (Major 1954). Haba tambin gran nmero de supersticiones. En Bohemia y Alemania, por ejemplo, se crea que el bocio era provocado por un trabajo agotador o por frecuentes ataques de tos; que apareca en la mujer despus de un parto difcil o que la luna era la causante del bocio. Las teoras mdicas ms avanzadas de la Edad Media fueron las de los rabes. Uno de sus ms destacados cirujanos, Albucasis (siglo X) distingui los bocios congnitos de los adquiridos y slo indicaba la ciruga en estos ltimos (Foote 1954). En el siglo XIII, Marco Polo, en sus viajes a travs de Asia, observ bocio en Yakarta (Langer 1961). Siguiendo el relato de Langer (1961), en el Renacimiento, Paracelso (1593-1541) no slo describi el bocio sino que lo atribuy a la falta de minerales en el agua potable. En esta poca se describieron endemias en los cantones de Valais (Josas Simmler 1530-1576), los Grisones, Utervaz, Zizers e Igis (Suiza) (Johannes Stumpf 1500-1558), en la cuenca del Lena, Rusia (Gmelin 1736), en Polonia (1757), Ginebra e Italia (provincia de Valtellina). En 1610 Johannes Jessenius, mdico de Praga, comenta que la gente consideraba el bocio como una forma de adorno.

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En el siglo XVIII, el naturalista Sausure de Ginebra, hizo una notable descripcin del cretinismo endmico. Algunos mdicos de la poca atribuyeron el cuadro a raquitismo avanzado. El trmino struma apareci por primera vez en un texto de Albrecht von Haller (1708-1777): Strumis longe plerumque thyreoidam glandulam vitiari vulgo notum est (se admite por lo general que el bocio es fundamentalmente una enfermedad de la glndula tiroides) (Langer 1961). En 1796, Foder observ casos de cretinismo en Saboya y en el valle de Aosta (Francia), pero rechaz la etiologa raqutica del proceso (De Quervain y Wegellin, 1936). En la primera mitad del siglo XVIII el bocio endmico se conoca en Inglaterra como el cuello de Derbyshire (Greenwald 1945). La literatura sobre el bocio de mdicos y profanos es muy abundante, por lo que no es posible reflejar todo lo publicado. Es de suponer que deba ser muy frecuente, a pesar de los esfuerzos que hacan los afectados por ocultar su enfermedad (algunos cretinos compartan los establos con los animales) (Langer 1961). Por otra parte, el bocio no es una enfermedad mortal, por lo que los antiguos le prestaron menos atencin que a otros procesos. De la extensin de esta afeccin son muestra las obras de algunos retratos de van Eyck, Lucas van Leyden, Weyden, Durero y Rubens (Rolleston 1936, citado por Langer, 1961). Los conocimientos sobre anatoma y fisiologa del tiroides aumentaron enormemente durante el Renacimiento. Andrs Vesalio (1514-1564) fue probablemente la primera persona que describi el tiroides compuesto por dos glndulas situadas a ambos lados de la raz de la laringe... (Mettler 1947). Eustaquio (1520-1574) descubri el istmo del tiroides y debemos a Wharton (1614-1673) la determinacin del emplazamiento anatmico, el tamao y el peso de la glndula. Schreger (1768-1833) fue el primero que advirti la especial irrigacin sangunea del tiroides. Herbert Luschka (1820-1874) consideraba que el tiroides era una almohadilla que protega la laringe, trquea, vasos sanguneos y nervios del cuello contra la presin muscular directa. Sin embargo, a finales del siglo XVIII, Albrecht von Haller (1708-1778) ya haba clasificado el tiroides, el timo y el bazo como glndulas de secrecin interna, sin conducto excretor. No obstante, su funcin no llegara a comprenderse hasta el ltimo decenio del siglo XIX (Langer 1961). Hacia finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, anatmicos, fisilogos y clnicos contribuyeron al mejor conocimiento del tiroides. Los estudios sobre el cretinismo endmico revelaron que el bocio poda estar en relacin con este proceso, an cuando se desconocan los mecanismos ntimos de tal conexin. En 1835, Robert James Graves

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(1797-1853) public un estudio sobre ciertas afecciones tiroideas de la mujer desconocidas hasta entonces, que cursaban con palpitaciones y, en un caso, con exoftalma. Se dice que el primero que relacion la exoftalma con el bocio fue un mdico persa (Sayyid Ismail Al-Jurjani) alrededor del ao 1136 de la era cristiana (Langer 1961). En 1722, el oftalmlogo Charles Saint-Yves describi tres casos de exoftalma con dolores cardacos y bocio ligero (Mettler 1947). En 1840, Carl von Basedow (1799-1854) dio a conocer un caso de bocio exoftlmico y describi la trada sintomtica: bocio, exoftalmos y taquicardia a la que Charcot, en 1863, aadira el cuarto sntoma: temblor. Los primeros estudios sobre el metabolismo de los enfermos de bocio exoftlmico los realiz Friedrich Mller en 1893. Esta breve resea histrica nos revela que los conocimientos sobre la hiperfuncin tiroidea tienen poco ms de un siglo de antigedad. El conocimiento de la hipofuncin tiroidea o mixedema, es todava ms reciente. Gull en 1873 y Ord en 1878, describieron el mixedema como un estado cretinoide que se manifiesta en la mujer durante la edad adulta. A finales del siglo XIX, los cirujanos J.L. Reverdin (1882) y T. Kocher (1883) reconocieron la caquexia estrumipriva o hipotiroidismo consecutivo a la tiroidectoma, lo que constituira la aportacin definitiva para establecer la importancia del tiroides en la homeostasis interna. En el siglo XIX, los informes sobre el bocio endmico se multiplicaron. En 1845, el rey Carlos Alberto de Cerdea nombr una comisin encargada de estudiar el alcance del bocio endmico en su territorio y de recomendar las medidas necesarias para combatirlo (Sardinia 1848). En 1864, el gobierno francs estableci una comisin anloga que, diez aos despus, present un informe segn el cual haba en Francia 370.403 sujetos con bocio, mayores de 20 aos, y unos 120.000 cretinos e idiotas (la poblacin total de Francia en aquella poca era de 36 millones de habitantes) (Langer 1961). Desde principios del siglo XX se han llevado a cabo centenares de estudios epidemiolgicos sobre el bocio endmico en distintas partes del mundo, lo que ha permitido conocer el carcter mundial del bocio endmico y su importancia para la salud pblica, por lo que la atencin se centr en su etiologa y en los mtodos de profilaxis en masa. Segn recoge Langer (1961), la teora de que el bocio endmico se debe a la deficiencia de yodo la formul por primera vez Jean Louis Prvost junto al italiano A. C. Maffoni, en 1846 (Prvost y Maffoni 1846); si bien la administracin de sal yodada como prevencin del bocio fue propuesta por Boussingault en 1833 (Kelly y Snedden 1961). Entre 1850-1851, el qumico francs Chatin, public una serie de trabajos en los que

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encontraba que la incidencia de bocio era inversamente proporcional a la riqueza de yodo en las aguas del medio (el yodo haba sido descubierto en el ao 1811 por B. Courtois) (Trifonov 1984). Estudios posteriores, sin embargo, no encontraron esta relacin y los trabajos de Chatin cayeron en el olvido. A finales del siglo XIX (1895) Baumann demostr que el tiroides tena una gran cantidad de yodo y aisl una sustancia con un 10% de este elemento, a la que denomin tiroidina. Unos aos ms tarde, ya en el siglo XX, Oswald aislara la tiroglobulina y Kendall la tiroxina cristalina (Kendall 1919), que Harrington sintetiz aos despus (Harrington 1926). Estos descubrimientos contribuyeron a demostrar la importancia del yodo en la funcin del tiroides y a renovar el inters por la teraputica y profilaxis ydicas. Los primeros ensayos de yodoprofilaxis en gran escala se llevaron a cabo en Akron, Ohio, entre 1916 y 1920 (Kimball 1937; Marine y Kimball 1917). Desde entonces el consumo de sal yodada ha aumentado gradualmente en los Estados Unidos. A partir de 1920 se empez a utilizar tambin en Suiza. Poco despus en Canad, Pases Bajos, Nueva Zelanda, Polonia y en ciertas partes de Alemania. A lo largo de este trabajo se comentan algunas de las campaas de yodacin llevadas a cabo en distintos pases y en Espaa. Hasta la fecha, ninguna de las objeciones a la yodoprofilaxis tiene sustentacin. Como se comentar en pginas posteriores, los posibles efectos secundarios son autolimitados y, en todo caso, fciles de controlar. Las ventajas de su uso universal superan los argumentos en contra de esta medida tan barata y eficaz. La causa de que el bocio endmico no sea un problema solucionado a escala mundial, es la falta de medidas eficaces. Hace casi veinte aos que la Organizacin Mundial de la Salud propugn la eliminacin de la deficiencia de yodo en el mundo para el ao 2000 (Resolution WHA 1986). A pesar de los adelantos tcnicos y el auge de los medios de comunicacin, el problema del bocio endmico sigue siendo el tema de preocupacin de unos pocos, si bien sus consecuencias afectan a ms de mil quinientos millones de personas en todo el mundo (Merx y Lofti, 1996).

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III. CONOCIMIENTOS ACTUALES

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1. ANATOMO-FISIOLOGA DEL TIROIDES


1.1. Introduccin La glndula tiroides, situada en la parte anterior del cuello es, despus del rin, el rgano con mayor flujo de sangre en proporcin a su peso. Con dos lbulos unidos por un istmo, tiene forma de mariposa y su peso, de unos 20 gramos en el adulto, hace que sea una de las mayores glndulas endocrinas del organismo. Su rica vascularizacin procedente de las arterias cartida externa y subclavia, asegura el aporte del yodo, imprescindible para la sntesis de hormonas tiroideas. El microscopio revela que est constituida por unidades funcionales o folculos de 15 a 500 de dimetro, con clulas epiteliales en la periferia - de forma cilndrica, cuboidea o aplanada, dependiendo del momento funcional - y una luz central o lumen en la que se almacena el coloide. El tiroides es ya visible en el embrin de tres meses junto al corazn en desarrollo. A las 6-7 semanas de vida pesa entre 1 y 3 g. Su capacidad funcional para concentrar yodo no comienza hasta las 14-15 semanas de la gestacin, coincidiendo con la aparicin en la glndula fetal de espacios que contienen coloide. Su capacidad funcional completa - captacin de yodo, organificacin, sntesis y secrecin de hormonas tiroideas - comienza hacia la mitad del segundo trimestre, como resultado de una brusca secrecin de TSH. El contenido en yodo del tiroides fetal va aumentando con el peso de la glndula y con la edad de la gestacin. En el feto a trmino, la glndula contiene aproximadamente 0,1 mg de yodo. Desde el nacimiento y a lo largo de la juventud, la glndula va formando la reserva de yodo que, en la edad adulta, supone una cantidad de 10-20 mg (Delange et al., 1988). Las clulas foliculares son las nicas del organismo capaces de sintetizar la protena tiroglobulina (Tg), muy rica en el aminocido tirosina. Poseen adems la enzima peroxidasa (TPO) capaz de oxidar el yoduro que le llega en presencia de perxido de hidrgeno, generado en la misma clula. El yodo inorgnico o yoduro atraviesa la membrana de la clula folicular merced a un mecanismo o bomba de yoduros, capaz de concentrar hasta 20 veces el yoduro que llega en sangre. El funcionamiento del tiroides est sometido a una exquisita regulacin dependiente, por un lado, del sistema endocrino hipotlamo-hipofisario (TSH-TRH dependiente) y, por otro, de un mecanismo de autoregulacin dependiente del nivel de yoduros en sangre (Refetoff 1986).

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1.2. Regulacin de la actividad tiroidea El aporte de una cantidad constante de hormonas tiroideas a los tejidos est asegurado por el eje hipotlamo-hipfiso-tiroideo. La secrecin de hormona hipofisaria estimulante del tiroides (TSH) es estimulada por el tripptido hipotalmico TRH. La TSH estimula la actividad de las clulas foliculares y como consecuencia, aumenta el nivel de hormonas tiroideas en el torrente circulatorio. Los niveles hormonales en sangre regulan la accin de la TRH hipotalmica sobre las clulas tirotropas hipofisarias por un mecanismo de retroalimentacin (feed-back) de forma que, niveles altos de hormonas inhiben su liberacin y niveles reducidos potencian la secrecin de TSH estimulada por TRH (Jackson 1982). Aparte de la TRH hipotalmica, ampliamente distribuida por el SNC de todos los vertebrados, se ha hallado TRH extrahipotalmica (en el pncreas endocrino, la retina, la placenta y el tracto gastrointestinal). La TRH extrahipotalmica podra actuar como neurotransmisor o neuromodulador. Tambin se han encontrado altas concentraciones de TRH en seres inferiores (en la piel de ciertos batracios y en las plantas de alfalfa), lo que sugiere que es una molcula muy antigua que ha adquirido nuevas funciones a lo largo de la evolucin (Jackson 1981). Existe tambin un mecanismo de autoregulacin que depende del nivel de yoduros en sangre de forma que, ante un aumento del nivel de yoduros en sangre aumenta su captacin por el tiroides, mientras una disminucin de los mismos conlleva la menor captacin por la glndula (Refetoff 1986). 1.3. Sntesis y secrecin de hormonas tiroideas La sntesis de hormonas tiroideas comienza con la concentracin del yodo plasmtico por el tiroides. El yodo (yoduro) es oxidado por la peroxidasa tiroidea (TPO) e incorporado a los restos tirosil de la molcula de tiroglobulina (Tg), originando las tirosinas (MIT y DIT): la incorporacin de dos tomos de yodo da lugar a la formacin de diyodotirosina (DIT) y la de un tomo de yodo a la monoyodotirosina (MIT). El acoplamiento de las molculas tirosinas da lugar a las tironinas u hormonas tiroideas (T3 y T4): la unin de dos molculas de DIT da lugar a la tetrayodotironina o tiroxina (T4) y la de una molcula de DIT con otra de MIT, a la triyodotironina (T3). En condiciones fisiolgicas, la tiroxina (T4) es la principal hormona secretada por la glndula (DeGroot 1977). La molcula de Tg con sus compuestos yodados (MIT, DIT, T3

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y T4) se acumula en el coloide y es captada por las clulas foliculares por un proceso de pinocitosis. Posteriormente, por la accin de enzimas proteasas celulares, se van a liberar tanto yodotirosinas como yodotironinas. Las yodotirosinas (MIT y DIT) sufren un proceso de desyodacin intracelular y el yodo liberado se reutiliza para nueva sntesis hormonal. Las yodotironinas (T4 y T3) se liberan a la circulacin general, donde van a ejercer su accin. Tanto las clulas tiroideas como el resto de los tejidos contienen enzimas con actividad desyodasa especfica que, actuando en el anillo interno o externo de la molcula de tetrayodotironina (T4) darn lugar a T3 o rT3, dependiendo de diversos factores. La estructura, funcin y regulacin de la sntesis de Tg se conocen mejor gracias a los avances en biologa molecular (Baas et al., 1983). La Tg es una glicoprotena de peso molecular 600.000, que consta de dos partes sintetizadas por un mRNA de 33S. Una distribucin anormal del mRNA intracelular puede conducir a un defecto gentico en la sntesis de Tg. Los estudios de Vanheurerswyn et al., (1984) dieron a conocer que la sntesis de Tg es regulada por la TSH a nivel transcripcional. Se han descrito errores congnitos para cada uno de los pasos de la sntesis de hormonas tiroideas (Lever et al., 1983). La existencia de estos defectos, conocidos desde los aos 60, ha ayudado a conocer el proceso normal de hormonognesis. Los defectos en la sntesis de Tg pueden conducir a un cuadro clnicamente indistinguible de los causados por defectos cualitativos o cuantitativos de la peroxidasa tiroidea (TPO) o en el sistema de generacin de perxido (H2 O2). 1.4. Transporte sanguneo de las hormonas tiroideas Las hormonas liberadas tras el estmulo de TSH son en su mayor parte T4 y en menor cantidad T3, aunque sta es la forma biolgicamente activa. En el torrente sanguneo ambas circulan unidas a protenas transportadoras especficas: globulina fijadora de Tiroxina (TBG), prealbmina fijadora de Tiroxina (TBPA) y albmina. El principal transportador es la TBG, glucoprotena sintetizada en el hgado con una sola cadena polipeptdica, que contiene de seis a diez molculas de cido silico terminales, y con una alta afinidad para T4 y T3 (Gershengorn et al., 1980). La desialinizacin parcial de la molcula de TBG aumenta, en al menos 10 veces, la tasa de aclaramiento de la misma por el hgado. Aunque las anomalas en el transportador pueden alterar la concentracin total de hormonas circulantes no alteran la fisiologa tiroidea, ya que slo la hormona libre (no unida a protenas) penetra en las clulas y pequeas cantidades de

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hormona libre son suficientes para activar el metabolismo. La regulacin de la sntesis de TBG parece depender de un gen localizado en el cromosoma sexual (herencia ligada al cromosoma X) y se han descrito dos variantes genticas de TBG, una con menor afinidad para unirse a las hormonas tiroideas y otra con mayor capacidad de unin a T4 que a T3 (Refetoff et al., 1972). Si bien T4 es el compuesto yodado ms abundante del plasma, la determinacin de T3, rT3 y Tg puede servir de diagnstico en ciertos estados patolgicos. En una situacin de deficiencia de yodo, T3 puede llegar a ser la principal hormona tiroidea y mantener un estado de eutiroidismo. En ocasiones se puede presentar una tirotoxicosis con T4 normal pero T3 elevada, otras veces los niveles de T3 pueden ser bajos en ausencia de signos clnicos de hipotiroidismo. En estas circunstancias, rT3 (o T3 inversa) suele estar elevada. En condiciones normales, podemos encontrar pequeas cantidades de Tg en sangre. Cuando la concentracin de Tg srica es elevada, refleja un aumento de la estimulacin y actividad secretoria del tiroides o bien la existencia de patologa tiroidea (las cifras ms elevadas de Tg se han observado en sujetos con metstasis diferenciadas de carcinoma tiroideo no medular). Niveles bajos de Tg indican escasez de tejido tiroideo o supresin de la actividad glandular. La medicin de Tg en RN hipotiroideos, permite diferenciar aqullos con agenesia tiroidea completa de los hipotiroidismos de otras causas (DeGroot et al., 1984). 1.5. Metabolismo extratiroideo de las hormonas tiroideas Desde mediados de los aos 70 se conocen mejor los procesos bioqumicos implicados en el metabolismo perifrico de las hormonas tiroideas (Gavin et al., 1977). Podemos considerar a la T4 como una prohormona que sufre un proceso de desyodacin dando lugar a compuestos intermedios, hasta que finalmente queda slo tironina. Normalmente, la T4 secretada se convierte a nivel perifrico en T3 (hormona activa) mediante una monodesyodacin del anillo fenlico externo (5-desyodacin). La desyodacin del anillo interno (5-desyodacin) da lugar a rT3 (inactiva). La T4 restante se metaliboliza sin intervencin de desyodasas y se elimina va biliar. Parece ser que la 5-desyodacin es un proceso de activacin, mientras la 5-desyodacin sera un proceso de inactivacin. Todos los tejidos poseen capacidad desyodasa de T4. En condiciones normales el hgado y el rin son, en relacin a su peso, las principales fuentes de T3 extratiroidea. Su desyodasa se denomina 5-desyodasa tipo I

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y se inhibe por el antitiroideo propiltiouracilo (PTU) por un mecanismo no competitivo. Existe otra 5-desyodasa, tambin llamada tipo II, que se encuentra en la hipfisis anterior y el SNC, que no es inhibida por PTU. La actividad de la desyodasa tipo I est reducida en ciertos estados fisiolgicos y patolgicos (incluyendo la vida fetal, la deprivacin de carbohidratos y enfermedades sistmicas graves no tiroideas) y por multitud de medicamentos. El resultado es una reduccin de T3 y un aumento de rT3 a nivel sistmico. Sin embargo, en estas circunstancias no se produce un aumento de TSH gracias a que la actividad de la desyodasa tipo II no disminuye y se mantienen los niveles de T3 a nivel hipofisario. Esta diferente distribucin de las desyodasas constituye, pues, un mecanismo de defensa que evita la deprivacin hormonal cerebral. Cuando hay una enfermedad sistmica severa o una deprivacin calrica, parece razonable que disminuya la hormona biolgicamente activa, con el consiguiente ahorro del gasto energtico. Por otro lado, en caso de hipotiroidismo el cerebro est protegido por generar su propia T3 a partir de la T4 circulante (Lim et al., 1984). 1.6. Accin de las hormonas tiroideas Las hormonas tiroideas juegan un importante papel en el crecimiento, desarrollo y metabolismo de prcticamente todos los tejidos. Los efectos biolgicos parecen ocurrir a nivel intracelular. Si bien existen receptores para la hormona tiroidea a nivel de la membrana, mitocondrias y ncleo de las clulas, slo el receptor nuclear de T3 (NT3 R) del que se han identificado dos tipos ( y ), parece poseer las caractersticas necesarias para ser un inductor especfico de la actividad biolgica (Samuels 1983). stas son: 1) Alta afinidad. 2) Correlacin entre actividad y potencia biolgica. 3) Relacin entre ocupacin del receptor e intensidad de la respuesta biolgica. 4) Saturacin parcial a niveles biolgicos de la hormona. 5) Presencia de receptores en los tejidos efectores, y 6) Modificacin de la respuesta en presencia de alteracin del receptor. La T4 se une a los mismos receptores que T3, aunque con una afinidad 1:10 respecto a sta. Los efectos de la hormona tiroidea dependen de la regulacin de la sntesis de protenas a nivel transcripcional, habindose demostrado un aumento de

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mRNAs especficos en respuesta a la hormona tiroidea. Hay una relacin paralela entre la cantidad de receptores ocupados, la induccin de secuencias especficas de mRNAs y la tasa de produccin de las protenas correspondientes. Incluso la respuesta calorignica a la hormona tiroidea parece estar mediada por la unin al receptor nuclear, aunque puede depender tambin de la unin a los receptores mitocondriales. Otras veces lo que ocurre es una disminucin en la expresin de ciertos genes. Por otra parte, algunos efectos de la hormona tiroidea dependen de la interaccin con otras hormonas. As, la hormona tiroidea y los glucocorticoides actan conjuntamente en la regulacin de la expresin del gen de la hormona de crecimiento. Los receptores de membrana parecen tener relacin con el flujo catinico y de sustratos a este nivel (Samuels 1983). Las hormonas tiroideas han demostrado ser imprescindibles para un perfecto control metablico y energtico y son las principales reguladoras del crecimiento y maduracin de todos los rganos y sistemas del organismo. Una insuficiente secrecin de hormonas tiroideas pone en marcha el sistema de control hipotlamo-hipofisario, con el consiguiente aumento de TSH que provoca hipertrofia e hiperplasia folicular y, en ltimo trmino, glandular, que es lo que conocemos como bocio. 1.7. Factores etiolgicos del bocio Hay mltiples factores etiolgicos para el bocio y, en ocasiones, pueden asociarse: a) Exceso o defecto del aporte ydico y/o aumento del aclaramiento renal de yodo. b) Ingestin de bocigenos. c) Defectos congnitos de la hormonognesis tiroidea y, d) Fenmenos inmunitarios. De todos ellos el ms fcil de controlar es el yodo. Una dieta suficiente en yodo puede evitar la accin de otros agentes externos. Los defectos congnitos en la hormonognesis y los trastornos inmunitarios se escapan del tema de esta revisin, aunque se comentan en algn apartado por su posible influencia en la patognesis del cretinismo. El motivo de este trabajo, no es otro que el de analizar los diferentes trastornos ocasionados por la falta de yodo en la dieta, entre ellos el bocio por falta de yodo o bocio endmico. Pero con ser ste importante, pues conocemos su asociacin con problemas ms graves como el cretinismo endmico, las consecuencias de la deficiencia de yodo van mucho ms all y pueden no ser tan visibles, aunque socavan la salud de los pueblos que la padecen.

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2. IMPORTANCIA DISPONIBILIDAD.
2.1. Introduccin.

DEL

YODO,

DISTRIBUCIN

El yodo es un elemento traza presente en el cuerpo humano en cantidades muy pequeas (15-20 mg). Su nico papel conocido es su participacin en la sntesis de hormonas tiroideas. La deficiencia de yodo, si es lo suficientemente intensa, dar lugar a una alteracin en la hormonognesis tiroidea, lo que estimula la produccin y liberacin de TSH por la hipfisis anterior. La TSH estimula todas las fases del metabolismo tiroideo, al tiempo que condiciona una hipertrofia e hiperplasia de la glndula. Koutras, Matovinovic y Vought, hicieron una extensa revisin de la distribucin del yodo en la naturaleza (Koutras et al., 1980). El yodo, presente en la corteza de la tierra originalmente, ha sido lavado paulatinamente por efecto de las lluvias, y transportado a los ocanos. La evaporacin del agua ocenica hace que se concentre en el agua de lluvia y vuelva a la tierra, reponindose en los suelos (ciclo del yodo en la naturaleza). Se estima que unas 400.000 toneladas de yodo escapan anualmente del ocano por esta va. Las aguas ocenicas contienen unos 5 g/L de yodo. El aire atmosfrico tiene 0,7 g/L, aunque esta cantidad es mucho mayor cerca de la superficie del mar. El agua de lluvia contiene unos 5 g/L. El contenido en yodo del suelo vara mucho de unos lugares a otros. Los terrenos superficiales son enriquecidos por las lluvias, aunque stas tienen tambin un efecto adverso al provocar un lavado del yodo del terreno. El ltimo periodo glacial, hace unos 8.000 a 18.000 aos, fue crucial en este sentido: los terrenos ricos en yodo fueron reemplazados por otros pobres en yodo. Las regiones que sufrieron ms intensamente las glaciaciones son las ms afectadas por el bocio endmico. Los suelos muy antiguos (50.000 aos o ms) son ms ricos en yodo que los ms recientes (Merke, 1984). Tambin existe un ciclo o turnover de yodo dentro del organismo. El yodo orgnico es absorbido a nivel del intestino delgado proximal, sufriendo un proceso de hidrlisis en el tracto gastrointestinal, que es completada posteriormente a nivel del hgado y rin, de forma que la mayor parte del contenido ydico del organismo ("pool" de yodo del lquido extracelular) lo es en forma de yoduro inorgnico. En condiciones de riqueza ydica, el pool de yodo puede llegar a ser de 1-1,5 g/dl. El yoduro sanguneo es captado por el tiroides, rin, glndulas gstricas y salivales (y por la glndula

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mamaria en la mujer lactante). El yoduro captado por las glndulas gstricas y salivales es reabsorbido y pasa a integrar el pool de yoduro. El pool intratiroideo de yodo es, con mucho, el ms importante del organismo. En situaciones de riqueza ydica puede alcanzar los 8.000 g, en su mayor parte en forma de aminocidos yodados. En la prctica, la competencia por el yodo se establece slo entre el rin y el tiroides. El aclaramiento de yoduro por el tiroides es de unos 8 ml/min y vara segn la situacin funcional de la glndula (Bourdoux et al., 1986). El aclaramiento renal de yoduro es de unos 30-40 ml/min y no est relacionado con factores humorales ni con la concentracin de yoduro, por lo que compite con el tiroides independientemente de las necesidades de la glndula. La eliminacin de yodo se efecta fundamentalmente por el rin (una ingesta de 500 g/da dara lugar a una eliminacin de 488 g por orina), siendo despreciable la eliminacin fecal (Koutras et al., 1970). 2.2. Fuentes naturales de yodo El agua de bebida y el aire atmosfrico contribuyen poco a la ingesta de yodo. Aunque existe una relacin inversa entre contenido ydico del agua y prevalencia de bocio, es una relacin indirecta ya que depende del contenido ydico de los alimentos producidos localmente. El aire atmosfrico, excepto cuando hay combustin de aceites fsiles, contiene muy poco yodo. La sal, incluso cuando se obtiene del mar, es pobre en yodo (a menos que se enriquezca en este elemento artificialmente). El yodo entra en el organismo, principalmente, a travs de los alimentos. Pero el contenido en yodo de stos vara ampliamente, no slo de unos alimentos a otros sino en un mismo alimento, dependiendo del lugar y de la estacin del ao. En general, los alimentos de origen animal, especialmente pescado marino, contienen ms yodo que los vegetales (Koutras et al., 1970). 2.3. Contenido en yodo de los alimentos Cuando se examinaron varios alimentos producidos en zonas con y sin deficiencia de yodo, se encontraron diferencias importantes. As, en reas sin deficiencia de yodo de Atenas, los huevos contenan 13,4 g frente a 1,9 g en una zona endmica cercana; la leche de Atenas tena 4,15 d/dl frente a los. 2,5 g/dl de reas endmicas. Los platos elaborados con carne de pollo (cuando se utilizaba harina de pescado en su

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alimentacin y yodforos como desinfectantes del agua que tomaban) contenan mucho ms yodo que los platos a base de pescado. Tambin el pan (cuando se utilizaba yodato como estabilizante) tena alta concentracin de yodo. La eritrosina, colorante utilizado como aditivo en golosinas y en otros alimentos, tiene tambin alto contenido en yodo. En las islas britnicas y en Finlandia, se hall que la leche de vaca contena mucho ms yodo en invierno que en verano, habindose relacionado con la utilizacin de piensos yodados (mayor en invierno que en verano) (Koutras, 1980). En la tabla 2 podemos ver el contenido en yodo de algunos alimentos en EE.UU. y en las tablas 3 y 4 el de algunos alimentos espaoles. Como podemos observar, en EEUU los alimentos precocinados tienen mucho ms yodo que el pescado y la leche tiene prcticamente la misma cantidad que ste (debido al uso de yodforos y la utilizacin de sal yodada en las industrias alimentarias para el ganado) (tabla 2).
Tabla 2. Contenido en yodo de algunos alimentos en Estados Unidos de Amrica (1982-1989) Alimento Cereales (precocinados) Postres lcteos Pescado Leche Productos lcteos en general Huevos Pan Legumbres Carne Tomado de F. Escobar 1996 y Pennington &Young 1990. g I / racin 87 70 57 56 49 27 27 17 16

Entre los alimentos espaoles la leche tiene un nivel de yodo aceptable, el contenido en yodo del pescado es escaso (excepto en los mariscos, salazones y ahumados), es inexistente en la carne y variable en frutas, hortalizas y verduras, siendo en general bajo (Moreiras y col., 1996) (tabla 3). F. Escobar y G. Morreale han analizado el contenido en yodo de distintas marcas de leche consumidas en Espaa (tabla 4). En general, el contenido medio de yodo ha sido ms alto en las marcas de leche desnatada analizadas que en las de leche entera o semidesnatada, siendo superior a 100 g/L en el 60% de las mismas (parte de los resultados de estos anlisis se presentan en las figuras A y B). El 40% de las marcas de leche incluidas en este anlisis contenan entre 100 y

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150 g/L y un 30% tena incluso ms de 150 g/L (figura A). En algunas de las marcas analizadas se hallaron concentraciones superiores a los 250 g/L (figura B).
Tabla 3. Composicin en yodo de alimentos espaoles

Alimento
Cereales y derivados Harina de maz Otros cereales Leche y derivados Leche de vaca (entera o desnatada) Leche concentrada Leche condensada Leche en polvo tras leches, quesos Huevos Verduras y hortalizas tomate Zanahoria Rbano Cebolla, cebolleta, puerro y nabo Judas verdes Acelgas Ajo Leguminosas Habas secas Judas blancas, lentejas Frutas Pia Pltano, cerezas, ciruelas Carnes Pescados Abadejo, bacaladilla Arenque, sardina Angula, anguila Atn, bonito Moluscos y crustceos -Cigalas, langostinos, gambas y camarones -Cangrejos, centollos, ncoras y similares -Mejillones Conservas de pescado Salazones y ahumados Pescados en aceite Pescados en escabeche Mejillones (Moreiras et al. 1996 )

Contenido (g/100g)
80 0-2 90 180 160 240 0 20 7 9 16 20 32 35 94 14 2 30 2 30 16-20 10 8 90 40 35 60-100 8-16 6-10 35

Un estudio riguroso del contenido en yodo de los alimentos es extremadamente difcil, por razones metodolgicas. Los estudios de balance de yodo han demostrado que el adulto est en equilibrio con el yodo de su hbitat y que la eliminacin fecal de yodo es despreciable (5 g/da). Por lo tanto, la mayora de las estimaciones del yodo de la dieta se basan en la medicin de la excrecin urinaria de yodo. El yodo urinario es

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prcticamente equivalente al yodo ingerido, lo que ha hecho que la medicin del yodo eliminado por la orina sea un elemento imprescindible cuando se quiere valorar el estado nutricional en yodo de las poblaciones (Malamos et al., 1967).
Tabla 4. Contenido en yodo de algunas marcas de leche espaolas MARCAS DE LECHE TODAS DESNATADA SEMIDESNATADA ENTERA n 183 73 44 64 MEDIA (g/L) 12652 13355 12454 12046 SEM 3,9 6,5 8,3 5,8

Datos cedidos por G. Morreale y F. Escobar (2000)

%
4 4 3 3 2 2 1 1

F ig u r a A . C o n t e n i d o e n y o d o d e l a le c h e ( E s p a a ) d i s tr ib u c i n d e f r e c u e n c ia s ( in t e r v a l o s )
5 0 5 0 5 0 5 0 5 0

-1

-2

-1

-2

<

F ig u r a B . C o n t e n i d o e n y o d o d e l a s m a r c a s d e l e c h e a n a l iz a d a s
g /L
300 250 200 150 100 50
O O T L A A A

0
N IA A R R U P

>
N IO A R L O S U N

5
V L E ID E

IA

IA

IN

IR

IE

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Diversas drogas contienen tambin yodo, por ejemplo el Clioquinol (utilizado como antidiarreico en pases en vas de desarrollo), Amiodarona (antiarrtmico muy utilizado an) y Benciodarona (uricosrico). El efecto de stas, aunque las tome slo un segmento de la poblacin, puede repercutir en la comunidad ya que su eliminacin por orina hace que se impregnen los suelos y aumente el contenido en yodo de las plantas, as como en los productos de origen animal (sobre todo en los pases que no disponen de buena canalizacin de las aguas residuales) (Koutras, 1980). Hay que destacar tambin que el uso de antispticos yodados (Betadine), muy utilizados durante el parto y en recin nacidos (como desinfectante del cordn umbilical), puede provocar un freno tiroideo agudo y ocasionar cuadros de hipotiroidismo transitorio y/o bocio por yodo, tanto en el nio como en la madre.

2.4. Disponibilidad del yodo de los alimentos


A pesar del contenido en yodo de los alimentos en crudo, la cantidad presente en los platos cocinados va a depender del proceso de preparacin. As, al frer o asar el pescado se pierde hasta un 20% del yodo, mientras al hervirlo se pierde hasta un 58% (Harrison et al., 1965). Adems, no todo el yodo ingerido se absorbe. Los estudios de captacin de yodo radiactivo sugieren que todo el yodo administrado va oral se absorbe total y rpidamente. Sin embargo, no ocurre as cuando coincide con una malnutricin calrico-proteica. Por otro lado, lo que puede aplicarse al yodo inorgnico ingerido en ayunas, no lo es cuando se trata de yodo orgnico ingerido con alimentos (Koutras, 1980). Excepto en pases como Japn, que incluyen en su dieta diaria pescados y algas marinas, o los pases que han implementado la yodoprofilaxis, en la mayor parte del mundo existen zonas con dficit de yodo por falta de aporte diettico (Delange, 1991). De hecho, hace slo cuatro dcadas la deficiencia de yodo afectaba a casi 1.600 millones de personas en todo el mundo (tabla 1).

2.5. Recomendaciones de ingesta mnima diaria de yodo


Las recomendaciones de ingesta mnima diaria de yodo de 1989 (RDA 1989) cambiaron en 1992 (RDA 1993) a expensas, sobre todo, de un incremento en las cantidades recomendadas para nios, que pasaron a ser de 90 g/da desde el

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nacimiento hasta los 6 aos de edad y en embarazadas, que pasaron de 175 a 200 g/da (tabla 5).

Tabla 5. (RDA) Recomendaciones de ingesta mnima diaria de yodo

Grupo
Nios Prematuros 0-5 meses 5-12 meses 1-3 aos 4-6 aos 7-10 aos Adultos Embarazadas Mujeres Lactantes

Hasta 1989* (g/da)


Sin definir 30-40 50 70 90 120 150 175 200

Desde 1992** (g I /da)


90 90 90 90 90 120 150 200 200***

*National Academy of Science, Committee on Nutrition (1989), American Academy of Paediatrics(1974), European Society of Pediatric Gastroenterology and Nutrition (ESPAGN) (1981). **Recommendations of the WHO/ICCIDD Workshop on Iodine Deficiency in Europe: A continuing Concern (1993). ***Actualmente se propone una ingesta de yodo en la madre lactante entre 200 y 300 g/da.

2.6. Dimensin del dficit de yodo en el mundo


Existen extensas reas geogrficas en las que la ingesta diaria de yodo por la poblacin, es inferior a la recomendada (Hetzel, Dunn & Stanbury 1987; Hetzel & Pandav 1994). stas son, generalmente, reas montaosas en las que las glaciaciones del periodo cuaternario cubrieron largamente el suelo. Las reas bociosas ms importantes del mundo estn en las grandes cordilleras del Himalaya y los Andes. No obstante, las tierras bajas y alejadas del mar, como la zona central de frica o, en menor extensin, Europa tambin padecen deficiencia de yodo (Koutras et al., 1980).

Los trastornos ocasionados por la deficiencia de yodo representan un importante problema de salud pblica. En 1996 (Merx & Lofti) se estimaba que 1572 millones de personas (28,9% de la poblacin mundial) en 110 pases, estaban en riesgo de padecer TDY (tabla 1). Datos ms recientes (Dobson, 1998) indican que la situacin no es

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mucho mejor (750 millones de bociosos, 43 millones con discapacidad mental a consecuencia de la deficiencia de yodo y 5,7 millones de cretinos). Podemos decir, por lo tanto, que sta es la causa de retraso intelectual ms prevalente en el mundo en la actualidad. Cuando una poblacin no llega a alcanzar los requerimientos fisiolgicos de yodo, ocurren una serie de alteraciones funcionales y del desarrollo, y hacen su aparicin el bocio y cretinismo endmicos (Stanbury & Hetzel, 1980), pero tambin alteraciones menos conocidas, como el descenso de la fertilidad y el aumento de la mortalidad perinatal e infantil, que constituyen un freno para el desarrollo de la poblacin afectada (McMichael et al., 1980). Prcticamente todos los tejidos del organismo necesitan hormona tiroidea para un correcto funcionamiento pero, de un modo especial, el organismo en formacin y, sobre todo, el cerebro. La carencia de yodo da lugar a una serie de trastornos que dependen de su intensidad y de la edad en la que incide (tabla 6). Aunque los trastornos que derivan de la deficiencia de yodo son fciles de prevenir mediante una adecuada ingesta de yodo, siguen habiendo obstculos (socioeconmicos, culturales y polticos) que impiden que se implementen los programas de yodacin (Thilly & Hetzel, 1980). Las ms graves consecuencias (cretinismo y retraso mental endmico) son

aqullas que se producen durante la vida intrauterina y los dos aos siguientes al nacimiento, cuando an se est completando la mielinizacin del sistema nervioso central. Estas alteraciones son irreversibles al nacimiento y slo se pueden prevenir mediante la correccin de la deficiencia de yodo de las madres, de manera que se enfrenten al embarazo con una cantidad de yodo suficiente en su organismo y se mantenga el aporte durante todo el embarazo y la lactancia. Las dems alteraciones derivadas de la falta de yodo (hipotiroidismo, bocio y sus complicaciones, as como el retraso del desarrollo somtico) se pueden corregir mediante un aporte adecuado de hormonas tiroideas y/o yodo, aunque ste se inicie despus del nacimiento (Morreale, 1993; Morreale y Escobar, 1996). Esta es la razn de que la Organizacin Mundial de la Salud, UNICEF y otros organismos encargados de la Salud Mundial y del Bienestar de la Infancia hayan conminado a todos los gobiernos para que se erradique la deficiencia de yodo antes del ao 2000 (Resolution WHA 1986, Resolution WHA 1990, WHO Features 1990).

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TABLA 6. Espectro de los Trastornos por dficit de yodo (TDY) (Iodine Deficiency Disorders [IDD]) PERIODO EN QUE SE PRODUCE LA DEFICIENCIA Feto Mayor nmero de abortos y mortinatos Mayor nmero de anomalas congnitas Mayor mortalidad infantil Cretinismo neurolgico Deficiencia mental Sordomudez Dipleja y tetrapleja espstica Estrabismo Cretinismo mixedematoso Enanismo Deficiencia mental Retraso mental endmico (poblacin no cretina) Mayor susceptibilidad en caso de accidentes nucleares *. Recin Nacido Defectos del desarrollo neurolgico y mental Bocio neonatal Hipotiroidismo neonatal Mayor susceptibilidad en caso de accidentes nucleares * Nios y adolescentes Bocio Hipotiroidismo juvenil, Deterioro de las facultades mentales Retraso en el desarrollo somtico Mayor susceptibilidad en caso de accidentes nucleares * Adultos Bocio y sus complicaciones Hipotiroidismo Deterioro de las facultades mentales Hipotiroidismo por carencia de yodo Propensin al hipertiroidismo al instaurarse las medidas profilcticas Mayor susceptibilidad en caso de accidentes nucleares * *Se debe a la mayor avidez de la glndula deficiente en yodo para concentrarlo, incluidos los istopos radiactivos del mismo que son liberados en grandes cantidades tras accidentes nucleares.(Tomado de Escobar del Rey 1987). CONSECUENCIAS PRINCIPALES

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3. ADAPTACION TIROIDEA A LA DEFICIENCIA DE YODO


3.1. Introduccin Para diversos elementos como sodio, potasio, calcio y cloro, presentes en clulas y lquido extracelular (L.E.C.), el organismo posee mecanismos hormonales y renales para mantener sus niveles plasmticos relativamente constantes, a pesar de que su ingesta vare. Esto no ocurre con el yodo. Ya que el yodo es til slo en el tiroides, es ms econmico tener un mecanismo homeosttico local, que uno general (Koutras, 1980). La ingesta necesaria para mantener la formacin de hormonas tiroideas depende del momento de la vida y vara entre 90 g/da hasta los 6 aos y 150 g/da en adultos, siendo recomendable una ingesta de 175 y 200 g/da en embarazo y lactancia, respectivamente (WHO/ICCIDD 1993). Una excrecin urinaria menor de 100 g/L implica, segn mltiples estudios, una deficiencia de yodo. Los efectos de la deficiencia de yodo sobre el tiroides han sido estudiados extensamente y consisten en un aumento del estmulo tiroideo por TSH con aumento del aclaramiento tiroideo de yodo, mejor aprovechamiento del yodo por el tiroides, secrecin preferencial de T3 y cambios en la regulacin perifrica. 3.2. Estmulo del tiroides por TSH La formacin de las hormonas tiroideas incorporadas a la molcula de tiroglobulina, permite tener una reserva de hormonas suficiente para algunas semanas aunque cese el aporte de yodo. Pero si ste es insuficiente de forma crnica y se agotan las reservas de la glndula, la consiguiente disminucin en la produccin de hormonas estimula la produccin de TSH (feed-back negativo). El estmulo por TSH aumenta la avidez de la glndula por el yodo y aumenta el tamao y nmero de las clulas foliculares, dando lugar a un aumento del volumen tiroideo o bocio. El bocio es pues, al menos en un primer momento, un mecanismo de adaptacin a la falta de yodo. Si la carencia de yodo es leve, este aumento de tejido tiroideo puede ser suficiente para mantener una produccin de hormonas que cubra las necesidades del organismo. Pero cuando la carencia es mayor, este mecanismo compensatorio es insuficiente y disminuye la cantidad de T4 que el tiroides puede secretar, al tiempo que aumenta la secrecin de T3 en un intento por ahorrar yodo. El trabajo ya clsico de Stanbury en Argentina (Stanbury,

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1954) revel que el tiroides se adapta a la deficiencia severa de yodo por medio de varios mecanismos: 1) 2) 3) 4) Aumentando la tasa de aclaramiento tiroideo de yodo Incrementando la utilizacin del yodo en la sntesis hormonal Aumentando la proporcin de T3 respecto de la T4, y Aumentando la desyodacin perifrica de T4 en T3.

3.2.1. Aumento del aclaramiento tiroideo de yodo El aumento en la tasa de aclaramiento de yodo por el tiroides es el mecanismo clsico de adaptacin a la deficiencia de yodo. Fue el primero en descubrirse y el ms extensamente estudiado (Koutras, 1980). La tasa de aclaramiento de yodo por el tiroides puede calcularse a partir de la siguiente frmula: AIU = PII ThCl, donde: AIU = Absolute Iodine Uptake; PII = Plasma Inorganic Iodine y ThCl = Thyroidal Iodine Clearance rate. Cuando flucta el yodo inorgnico del plasma (PII) la tasa de aclaramiento tiroideo (ThCl) lo hace de forma recproca, de manera que la captacin absoluta de yodo por el tiroides (AIU) se mantiene constante. La menor cantidad de yodo inorgnico en el plasma se refleja en la menor excrecin de yodo por la orina y el mayor aclaramiento por el tiroides, como se demostr por una mayor captacin de radioyodo (131I) en sujetos yododeficientes (Stanbury, 1954). Cuando la deficiencia de yodo es severa, sin embargo, no puede aumentar lo suficiente la tasa de aclaramiento y la captacin absoluta por el tiroides ser inferior a la normal. El aumento en la tasa de aclaramiento de yodo por el tiroides se ha atribuido a un incremento en la estimulacin por TSH. Sin embargo, en la deficiencia de yodo moderada la TSH puede ser normal. En estos casos, puede explicarse la mayor captacin de yodo por dos mecanismos: Primero, el aumento de TSH es necesario para el desarrollo de bocio pero no para su mantenimiento. Una vez alcanzado el equilibrio a expensas de un aumento de la masa tiroidea, son suficientes niveles normales de TSH para mantener alta la ThCl. En la deficiencia severa de yodo el aumento de TSH es persistente, pero en la deficiencia de yodo moderada se produce una compensacin, con lo que la TSH retorna a niveles normales. La presencia de niveles altos de TSH en RN en zonas de

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deficiencia moderada de yodo mientras es normal en adultos, apoya la hiptesis de que la TSH slo acta en un principio. Una explicacin alternativa es que la deficiencia de yodo, per se, puede incrementar el transporte tiroideo de yodo, incluso sin aumento de TSH. En este sentido, Barakat e Ingbar en 1965, sugirieron que esto ocurra en caso de una deplecin aguda de yodo (autoregulacin tiroidea). Es probable que tanto la mayor estimulacin por TSH como la autoregulacin tiroidea, sean responsables del mayor aclaramiento de yodo y la mayor captacin de 131I por el tiroides deficiente en yodo (Koutras, 1980). 3.2.2. Mejor utilizacin del yodo Normalmente, no todo el yodo captado por el tiroides se convierte en hormona. Se piensa que el tiroides se adapta a la deficiencia de yodo aumentando el aclaramiento neto en relacin al aclaramiento unidireccional. Esto es, aumentando la organificacin del yodo captado. Stanbury encontr que, tras la administracin de sal yodada, la captacin absoluta de yodo por el tiroides (AIU) aumentaba ms que los niveles de hormonas en sangre (Stanbury, 1954). Esto demostraba que antes de la administracin de sal yodada, el proceso de sntesis de las hormonas tiroideas se realizaba en una forma ms eficiente. 3.2.3. Secrecin preferencial de T3 Si bien normalmente el tiroides secreta ms cantidad de T4 que de T3, en situacin de deficiencia de yodo la T4 srica est disminuida y la T3 aumentada. No hay duda de que existe una sntesis y secrecin preferencial de T3 por la glndula. La dilucin del yodo en el tiroides agrandado condiciona que la molcula de Tg est escasamente yodada y aumentan los compuestos con menos tomos de yodo (monoyodotirosina MIT y triyodotironina T3) respecto a los ms yodados (diyodotirosina DIT y tetrayodotironina T4), producindose un aumento de los cocientes MIT/DIT y T3/T4 y la secrecin preferencial de T3. No hay duda sobre la finalidad ahorradora de yodo de este mecanismo de sntesis y secrecin preferencial de T3 pues, mientras la T3 contiene un 25% menos de yodo que la T4, es cuatro veces ms potente que sta, en relacin a su peso.

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3.2.4. Regulacin perifrica Sabemos que la T4 se convierte a nivel perifrico, bien en la forma ms activa T3 o en la forma inactiva rT3. La produccin de T3 o rT3 parece ser un proceso adaptativo. Mientras durante el ayuno o enfermedades severas aumenta la produccin de rT3 y disminuye a la de T3 (lo que supone un ahorro de energa), en caso de deficiencia de yodo, la produccin de T3 (en vez de rT3) a partir de la T4 srica podra contribuir a conservar toda la actividad metablica, al tiempo que se ahorra yodo. La importancia de la intensa estimulacin por TSH se ha por demostrado en estudios experimentales, por el aumento de las desyodasas tipo I y II en el tiroides (Ishii et al., 1983). Adems, los cambios en la unin a protenas transportadoras podran jugar tambin un papel adicional. En situaciones de deficiencia de yodo, la concentracin de TBG est aumentada, disminuyendo tras la administracin de aceite yodado (Boukis et al., 1983). En resumen, la adaptacin a la deficiencia de yodo se produce por dos mecanismos bien establecidos: 1. Aumenta el aclaramiento tiroideo de yodo mantenindose la captacin absoluta relativamente normal y 2. Se produce una sntesis y liberacin preferencial de T3. No se puede descartar que ocurran otros mecanismos intra o extratiroideos como, por ejemplo, el aumento de produccin perifrica de T3. La existencia de factores endgenos o exgenos que potencian el efecto de la deficiencia de yodo, no debe ser bice para que se aporte una cantidad de yodo suficiente para todo el mundo. La deficiencia de yodo contina siendo la causa principal del bocio endmico y el efecto de bocigenos exgenos como la mandioca, se revierte aportando suficiente yodo en la dieta. La adaptacin a la deficiencia de yodo puede conseguirse con mnimo o ningn agrandamiento del tiroides. Los grandes bocios coloides hipofuncionantes deben considerarse como un fallo en los mecanismos de adaptacin. Y, ya que no podemos controlar el tipo de respuesta, la solucin prctica es aportar el yodo suficiente que evite el efecto de factores exgenos.

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COMO MALADAPTACIN A LA

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4. BOCIO ENDMICO DEFICIENCIA DE YODO

Durante aos se ha considerado la deficiencia de yodo como la nica causa del bocio endmico. En 1952, Riggs expres este concepto en los siguientes trminos: ... la ingesta continuada de una dieta severamente deficiente en yodo causa inevitablemente el agrandamiento del tiroides... (Stanbury, 1954). Esta aseveracin sigue siendo cierta para la deficiencia grave de yodo. Sin embargo, en reas de deficiencia moderada no todos los residentes son bociosos. Incluso la deficiencia de yodo severa, puede dar lugar a bocios de diferente tamao (Koutras 1974). El hecho de que en una misma zona unos sujetos presenten bocio y otros no, estando sometidos a la misma deficiencia de yodo, no est todava explicado. No parece que el bocio confiera ninguna ventaja y debe considerarse como una mala adaptacin a la deficiencia de yodo. Obviamente, en reas con deficiencia severa de yodo es necesario cierto grado de agrandamiento tiroideo para mantener alta la tasa de aclaramiento tiroideo de yodo, a pesar del descenso ydico del plasma. En estas circunstancias, la aparicin de un pequeo bocio hiperplsico es una adaptacin saludable. Sin embargo, algunas personas con el mismo grado de yododeficiencia, tienen grandes bocios multinodulares. En estas personas, durante un tiempo se produce un acumulo de coloide en los folculos y la histologa es indicativa de hipofuncin, ms que de hiperfuncin. Aparecen diversas alteraciones metablicas, y pueden desarrollarse ndulos. Los ndulos coloideos fros tienen menor capacidad para captar yodo que el tejido perinodular, por lo que contribuyen mucho a aumentar la masa glandular sin contribuir a un aumento proporcional de su capacidad funcional. Deben considerarse, pues, como manifestaciones de maladaptacin. Los ndulos solitarios calientes (hiperfuncionantes) tambin son ms prevalentes en las zonas yododeficientes. La diferente incidencia de bocio en las poblaciones yododeficientes, debe estar determinada por modificaciones de la respuesta de cada persona, debidas a diversos factores (Koutras, PAHO 1974): 1. Factores exgenos: a) bocigenos medio-ambientales; b) malnutricin calricoproteica y c) factores geolgicos. 2. Factores endgenos: a) variaciones genticas; b) factores inmunolgicos; c) factores de crecimiento y d) edad y sexo.

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IV. UN CAMBIO CONCEPTUAL:

DEL CRETINISMO BOCIOSO ENDMICO A LOS TRASTORNOS RELACIONADOS CON LA DEFICIENCIA DE YODO (TDY) (IODINE DEFICIENCY DISORDERS) (IDD).

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1. Distintas acepciones para un mismo trmino


El cretinismo endmico es la manifestacin ms grave de las enfermedades por deficiencia de yodo. El trmino cretino no ha sido utilizado siempre con el mismo sentido, habindose aplicado indistintamente tanto a deficientes mentales con predominio de sntomas neurolgicos procedentes de reas de endemia bociosa, como a mixedematosos o hipotiroideos congnitos con alteraciones del desarrollo somtico y psquico, de zonas libres de endemia. A comienzos de la segunda mitad del s. XVIII, en la enciclopedia de Diderot y DAlemberg (Snchez Franco 1987) se deca de lo cretinos: ils sont sourds, muets, imbecilles... et portent des goetres jusqua la ceinture.... A mediados del siglo pasado, sin embargo, el trmino cretino (reservado hasta entonces para deficientes mentales de zonas con endemia de bocio), era aplicado por Curling (1850) y Faggue (1871) a deficientes mentales hipotiroideos procedentes de reas no bociosas. Algunos aos despus, las observaciones sobre mixedema de autores como Guld (1873) y Ord (1878), y las de Reverding (1882) y Kotcher (1883) sobre las consecuencias mixedematosas de la tiroidectoma, contribuyeron a que se asimilara el trmino cretino con el de hipotiroideo (no necesariamente deficiente en yodo). Fue McCarrison quien recuper el sentido original de cretino (segn Diderot y DAlemberg) a partir de sus trabajos realizados en 1908 entre las poblaciones bociosas de los valles Gilgit y Chitra, en la cordillera del Himalaya (McCarrison, 1908 y 1917). McCarrison distingui dos tipos de cretinos: aqullos con afectacin del sistema nervioso central nervous cretins y los que mostraban sntomas hipotiroideos myxedematous cretins. Sealaba ya, pues, la existencia de cretinos endmicos sin hipotiroidismo ni bocio. En los aos 20 Maran, conocedor de los trabajos de McCarrison y a partir de su propia experiencia en las Hurdes, distingui en sus estudios dos tipos de afecciones: el cretinismo de zonas con bocio endmico, como las Hurdes, y el mixedema de aparicin espordica en zonas libres de la endemia. Defini, as mismo, diferentes grados de endemia: 1) bocio, 2) cretinismo y 3) sordomudez; sealando que ... al hablar de bocio endmico, nos referimos a la totalidad de la endemia, en sus tres grados... (Maran 1928)anexo III. Los estudios de De Quervain y Wegellin en los Alpes suizos (De Quervain & Wegellin, 1936) permitieron confirmar, una vez ms, la existencia de cretinos neurolgicos al lado de otros con predominio de sntomas hipotiroideos y mixedematosos. Sin embargo, persista la idea de que cretinismo era equivalente a

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hipotiroidismo congnito. La segunda guerra mundial impidi que los estudios y publicaciones sobre bocio endmico continuaran y, ya en los aos sesenta, se publicaron varios trabajos referentes a las endemias de Zaire (Dumont et al., 1963), Nueva Guinea (McCullagh 1963; Choufoer et al,. 1965), Brasil (Lobo et al., 1963), la Cordillera Andina (Fierro-Bentez et al., 1969), el Himalaya (Ibbertson et al., 1971) y los Alpes italianos (Costa et al., 1964). En unas zonas se describa la existencia de cretinismo mixedematoso y en otras, fundamentalmente, de cretinismo neurolgico.

2. Consenso internacional
No es hasta 1971 y 1972, durante las conferencias internacionales celebradas en Garoca, Nueva Guinea, y en California, EEUU, cuando el cretinismo endmico queda definido como una entidad asociada al bocio endmico y a la deficiencia grave de yodo. Caracterizado por retraso mental profundo, puede presentarse como dos cuadros clnicos diferentes: uno de predominio neurolgico, consistente en defectos de la audicin y de la emisin de la palabra hasta el grado mximo de la sordomudez, y alteraciones caractersticas de la bipedestacin y de la marcha; y otro con predominio de sntomas hipotiroideos y disminucin manifiesta de la talla. En ambas conferencias se reconoca que en la mayor parte de las endemias graves predominaba uno u otro tipo de cretinismo mientras que en otras coexistan ambos e incluso, en algunos casos, se presentaban ambos en el mismo individuo. Diferentes estudios demostraron que una vez corregida la deficiencia de yodo dejaban de nacer nios cretinos de ambos tipos (Pharoah et al., 1971 y 1972; Thilly et al., 1977; Hetzel et al., 1980; Garca Rubio et al., 1987). Las caractersticas del cretinismo neurolgico y mixedematoso, se resumen en la tabla 7. En 1985 DeLong public los resultados de sus estudios en cretinos procedentes de dos zonas: una representativa del cretinismo neurolgico (Ecuador) y otra del mixedematoso (Zaire). DeLong llam la atencin sobre la preponderancia del cretinismo mixedematoso en Zaire y la atribuy a un factor aadido a la deficiencia de yodo: el consumo de cassava. sta era causante de una atrofia tiroidea en los nios, dando lugar a una clnica hipotiroidea y apariencia mixedematosa. Cuando la deficiencia de yodo estaba presente ya durante el primer trimestre del embarazo, resultaba en dficits neurolgicos (sin hipotiroidismo).

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Tabla 7. Caractersticas del cretinismo mixedematoso y neurolgico A) Cretinismo mixedematoso Evidencia clnica (y bioqumica) de hipotiroidismo. Retraso mental. Alteracin del crecimiento (enanismo) y retraso de la maduracin sea. El tiroides no suele ser palpable. De forma infrecuente se encuentra sordomudez y dipleja espstica. B) Cretinismo Neurolgico Retraso de la maduracin neuromuscular. Sordomudez. Retraso mental. Lesin del tracto corticoespinal (reflejos osteotendinosos exaltados, dipleja espstica). Disartria espstica y movimientos exagerados de la mandbula que indicaran implicacin bulbar. Estrabismo. Bocio frecuente con eutiroidismo o hipotiroidismo subclnico. Estatura casi normal, con maduracin sea cercana a la poblacin general. (Tomado de Snchez Franco et al., 1987).

El trabajo de Ferreiro Alez y Escobar del Rey (1987)anexo III permite apreciar que el problema del bocio en Espaa ha sido tema de preocupacin para muchos mdicos. Rubio y Gali confirm la existencia de cretinismo endmico en Asturias a finales del siglo XIX (1899). En el primer cuarto del siglo XX, las comunicaciones sobre la existencia de la endemia en Catalua (Sau, 1907; Portela, 1921), Madrid (Goyanes, 1918) y Aragn (Garca Guijarro, 1921) indicaban que exista un problema de salud importante. Sin embargo, el ms conocido por la severidad de la afeccin es el caso de las Hurdes (Obermaier, 1921). Maran fue el relevo de autores como Pulido Fernndez (Congreso Nacional de Hurdanfilos, 1908) y sus trabajos describen la extensin de la enfermedad en la comarca extremea (Maran, 1927). Trabajos ms recientes (Snchez Franco et al., 1987) resumen las observaciones hechas durante los aos 1968 al 1970 en Las Hurdes, y confirman la presencia de cretinismo en adultos, e incluso en algn nio, siendo predominantemente del tipo neurolgico.

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3. El bocio y cretinismo endmicos son slo la punta del iceberg


En la actualidad, en la mayor parte de los pases desarrollados ha desaparecido el cretinismo asociado a la deficiencia de yodo. Pero, el amplio conocimiento acumulado sobre esta deficiencia ha permitido conocer mejor las consecuencias de dficit menores de yodo en la alimentacin. Por otra parte, hasta hace poco tiempo resultaba fcil entender fisiopatolgicamente que la deficiencia de yodo se acompaara de bocio e hipotiroidismo, pero era difcil comprender que se asociara con la amplia gama de secuelas que con la que hoy se identifica. El descubrimiento de los receptores nucleares de las hormonas tiroideas, su localizacin ubicua (especialmente en numerosas partes del cerebro) desde fases muy tempranas del desarrollo y sus cambios ontognicos, por una parte; el mejor conocimiento de la importancia de las hormonas tiroideas y de un adecuado aporte de yodo durante el embarazo y de las consecuencias de su dficit, por otra (Morreale de Escobar y Escobar del Rey, 1993) han permitido comprender la fisiopatologa y ampliar la dimensin de los que hoy conocemos como Trastornos por deficiencia de Yodo (TDY) o Iodine Deficiency Disorders (IDD) (Hetzel, 1983). Hoy es bien conocido que muchos de los problemas que la deficiencia de yodo puede ocasionar en el desarrollo del SNC se pueden producir sin la presencia de bocio o de hipotiroidismo. Sabemos que la deficiencia de yodo no es slo un problema de remotos lugares o de aldeas rurales aisladas. Esta falsa creencia puede haberse desarrollado porque, es en los lugares ms apartados donde la endemia se ha desarrollado con ms intensidad y donde se han descrito los grandes bocios y el cretinismo, que durante muchos aos identificaron la endemia. Sin embargo, el bocio y el cretinismo endmicos son slo la punta del iceberg. Las consecuencias de la deficiencia de yodo pueden incluir efectos ms solapados como bajos cocientes de inteligencia (IQ) (Bleichrodt, 1994; Tojo et al., 1987), incremento de la mortalidad neonatal e infantil (Thilly et al. 8th International Thyroid Congress, 1980; Hetzel, 1987; Thilly et al., 1994) o retrasos del crecimiento y defectos congnitos (Pharoah, 1971; DeLong, 1985; Garca et al., 1987; Morreale y Escobar del Rey, 1996). No obstante, pasaremos revista a los principales conceptos que han servido de gua a la hora de identificar las endemias de bocio y cretinismo endmico (PAHO 1986) durante muchos aos y an hoy, a pesar de la introduccin de nuevas tecnologas.

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4. Definicin y clasificacin del bocio.


Se entiende por bocio todo aumento de la glndula tiroides. Prez y colaboradores (1961) definieron el bocio como: una glndula tiroides cuyos lbulos laterales son de mayor tamao que la ltima falange del dedo pulgar de la persona que est siendo examinada (Delange et al., PAHO, 1986). Segn recogen Ferreiro y Escobar en una revisin histrica publicada en 1987 (Anexo III), en los primeros trabajos realizados en Espaa no se precisaba ni el procedimiento de exploracin utilizado, ni el tamao de los bocios hallados. Los autores citan la relevante aportacin de Maran que entenda que a ningn nio debe palprsele el tiroides y su palpacin implica, por tanto, que ste est agrandado. Durante el IV Congreso de la Sociedad Espaola de Endocrinologa, celebrado en Barcelona en 1980, se propuso la realizacin de un protocolo para el estudio del bocio endmico (Escobar del Rey, Mallol y Gmez Pan, 1981Anexo III) en el que se recomendaba la utilizacin de la clasificacin de Prez et al. (tabla 8). Esta iniciativa sirvi sin duda de estmulo para la realizacin de numerosos estudios epidemiolgicos sobre bocio endmico en Espaa, que han sido recogidos en diversos nmeros monogrficos de la revista Endocrinologa (Anexo IV). Fruto de las constantes revisiones sobre el tema, la Organizacin Panamericana de la Salud (PAHO, 1986) propuso una nueva clasificacin con vistas a unificar criterios en los estudios de campo sobre el bocio endmico (si bien, en esencia, es muy similar a la de Prez et al.). La tasa total de bocio es la prevalencia de los estadios I, II y III, y la tasa de bocio visible es la prevalencia de los grados II y III (tabla 9).
Tabla 8. Clasificacin del tamao de bocio (Prez el al. 1961). Grados Descripcin

0A 0B I II III

No se considera bocio: tiroides no palpable o palpable, pero de tamao menor que la falange terminal del pulgar de la persona explorada. Bocio detectable slo por palpacin, no visible ni siquiera con el cuello en extensin mxima. Bocio palpable y visible slo con el cuello en extensin (tambin incluye aqul tiroides en el que aparezcan ndulos, an cuando sea de tamao normal). Bocio visible con el cuello en posicin normal. La palpacin no es necesaria para su diagnstico. Bocio muy grande que se puede reconocer a distancia.

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Tabla 9. Clasificacin del tamao de bocio por inspeccin y palpacin (PAHO 1986)

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Grado 0 Ia Ib II III No se considera bocio. Bocio detectable slo por palpacin, no visible ni siquiera con el cuello en extensin. Bocio palpable y visible con el cuello en extensin; tambin incluye cualquier tiroides con ndulos, an cuando su tamao sea normal. Bocio visible ya con el cuello en posicin normal. No necesita la palpacin para su diagnstico. Bocio muy grande, que se puede reconocer a distancia.

Tanto en la literatura internacional como en los trabajos realizados en Espaa, se pueden encontrar los resultados expresados de una u otra manera. Este hecho no contribuye a clarificar el tema cuando personas no entendidas intentan acercarse a l. A fin de facilitar los estudios de campo en reas remotas donde no se dispone de otros medios, los Organismos Internacionales (OMS/UNICEF/ICCIDD, 1994) han propuesto una nueva clasificacin en tres grados de bocio (tabla 10). A pesar de que la nueva clasificacin intenta facilitar el trabajo de campo en los lugares ms aislados (en los que sera difcil realizar un buen entrenamiento de los investigadores), los resultados no se han hecho esperar. Peterson et al. (2000) han realizado un estudio comparando los nuevos criterios palpatorios y ecogrficos con los de Prez et al., utilizados hasta ahora, y han comprobado la escasa correlacin entre unos y otros, como se comentar ms extensamente (ver discusin).

Tabla 10. Clasificacin del tamao de bocio por inspeccin y palpacin (OMS 1994). Grados 0 1 2 Definicin Bocio no palpable ni visible. Masa en el cuello, compatible con un agrandamiento del tiroides, palpable pero no visible con el cuello en posicin neutral, y que se mueve cuando el individuo traga. Abultamiento en el cuello visible con el cuello en posicin neutral, y compatible con un agrandamiento del tiroides a la palpacin.

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5. Definicin de Bocio Endmico.


En los estudios epidemiolgicos, y de acuerdo con los criterios de la PAHO de 1986, se deca que un rea era endmica respecto al bocio, si ms del 10% de los nios de edades comprendidas entre los 6 y los 12 aos tena bocio. Se escogi la cifra de 10% porque una prevalencia mayor implica, generalmente, la presencia de un factor bocigeno ambiental mientras que una endemia menor es comn, incluso cuando todos los factores medioambientales estn controlados. En 1994, el comit consultor de la OMS/UNICEF/ICCIDD propuso descender el umbral al 5%, al tiempo que estableca los criterios para definir una zona como deficiente en yodo. Estableciendo que el carcter endmico no depende slo de la presencia de bocio sino que se incluyen, adems de los criterios ya clsicos de palpacin y yoduria, criterios de tamao tiroideo ecogrfico (WHO/ICCIDD, 1997) y criterios bioqumicos como la mediana poblacional de Tg (Pezzino et al., 1978; Bourdoux, PAHO 1986; Dunn, 1989 y 1998) y niveles TSH en RN (Bourdoux et al., PAHO 1986; Sullivan et al., 1997), estableciendo tres grados de severidad (tabla 11). Aunque los mecanismos de adaptacin son bsicamente los mismos, la deficiencia grave de yodo complicada con bocio y cretinismo endmicos se ve tpicamente en reas remotas y aisladas de pases no industrializados, mientras la deficiencia ligera a moderada es ms frecuente en Europa. En los tres grados de severidad de la deficiencia hay que hacer especial nfasis en los aspectos peditricos. Los recin nacidos y nios pequeos constituyen la poblacin diana, junto con las embarazadas, de las ms graves complicaciones de esta deficiencia nutricional.
Tabla 11. Clasificacin de la endemia segn la severidad de la deficiencia de yodo. Gravedad del problema de Salud Pblica Indicador % bocio (palpacin) % VT > P-97 (eco) Yodo urinario (mediana g/L) % TSH > 5 mUI/L (sangre) Tg srica (mediana ng/ml) Poblacin diana Leve (grado I) Escolares* Escolares* Escolares* Neonatos Nios y adultos 5,0-19,9 5,0-19,9 50,0-99,9 3,0-19,9 10,0-19,9 Moderada (grado II) 20,0-29,9 20,0-29,9 20,0-49,9 20,0-39,9 20,0-39,9 Grave (grado III) 30 30 < 20 40 40

WHO MDIS Working Paper n 1 1993; WHO/UNICEF/ICCIDD 1993

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En estudios epidemiolgicos el mtodo ms riguroso de evaluar la prevalencia de bocio es examinar a toda la poblacin del rea estudiada. Sin embargo, esto puede ser difcil en ocasiones, por lo que se escoge un grupo representativo, generalmente la poblacin escolar (614 aos) (Delange et al., PAHO, 1986). La prevalencia de bocio est influenciada de manera crtica por el sexo y la edad. En endemias graves la enfermedad puede aparecer en el momento del nacimiento o en nios de corta edad. La incidencia aumenta con la edad, siendo mayor en las nias entre los 12 y 18 aos y en los nios entre los 9 y 13 aos. A los 10 aos la prevalencia suele ser mayor en nias que en nios (PAHO 1986). En ambos sexos se produce un descenso en la edad adulta, si bien ste es menor en la mujer que en el varn favorecido, sobre todo, por el embarazo. El bocio nodular sigue el mismo patrn (Stanbury, 1954; Delange et al., 1986). Desde un punto de vista sanitario, la deficiencia de yodo es un obstculo al desarrollo de las naciones. Sus consecuencias ms importantes, dao cerebral irreversible con retraso mental dependiente del fallo tiroideo durante la vida fetal y primeros aos de la vida, son un alto precio que pagan las naciones por no tener solucionado el problema de la deficiencia de yodo (tabla 6). Aparte de las consecuencias individuales, cuando el dficit de yodo afecta a una persona est indicando que el pas donde vive est sometido a una sobrecarga, no slo desde el punto de vista sanitario, sino tambin econmico. La productividad de una nacin est directamente relacionada con el estado de salud de sus individuos. La mejora en el estado de salud, reduce las tasas de morbilidad y mortalidad. La mejora en la capacidad intelectual aumenta los niveles de educacin, la calidad de vida, la cantidad y calidad de la mano de obra y en resumen la productividad, al tiempo que reduce las necesidades de los servicios de salud (Hershman et al., PAHO, 1986). La tasa de cretinismo, adems de relacionarse directamente con la disminucin de la capacidad de trabajo del afecto, impone una carga extra a la familia ya que el cretino requiere de un cuidador permanente a su lado. El hipotiroidismo infantil afecta al desarrollo fsico e intelectual y el cretinismo juvenil, reduce la productividad de un sector de poblacin en edad laboral, del que depende directamente el porvenir de la nacin. El hipotiroidismo del adulto conlleva la necesidad de recursos sanitarios de diagnstico y tratamiento, prdida de bienestar y de das trabajados y, en definitiva, reduccin del producto interior bruto de la nacin. Pero adems, la mayor frecuencia de complicaciones quirrgicas en los bocios de gran tamao (obstruccin traqueal) y el

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cncer de tiroides, sobre todo el tipo papilar ms maligno, ms frecuente en zonas endmicas, va a aumentar la necesidad de recursos sanitarios. Si bien las consecuencias son mayores en los pases en vas de desarrollo, pues no tienen la infraestructura necesaria para hacer frente a la mayora de las complicaciones, en Europa estamos lejos de alcanzar el nivel de ingesta ydica aceptable, como demuestran los ltimos estudios realizados (Delange et al., 1997).

6. Etiologa del Bocio Endmico


6.1. Factores Exgenos 6.1.1. Deficiencia de yodo. El principal factor determinante de la aparicin del bocio endmico es la deficiencia de yodo en la dieta. Muchos trabajos realizados por estudiosos del tema lo han demostrado en mltiples ocasiones (Stanbury, 1954 y 1980; Beckers, 1980; Matovinovic, 1983; Boyages, 1993; Hetzel, 1983, 1987, 1988, 1989, 1990 y 1994; Delange, 1989 y 1994, por citar slo unos pocos). Cuando se introduce una adecuada suplementacin de yodo en un rea endmica, la incidencia de bocio se reduce de forma marcada (Brgi, 1990). De no ser as, hay que sospechar el papel adicional de un bocigeno natural (Gaitan, PAHO, 1989). Como ya se ha comentado, los alimentos que se producen en una zona deficiente en yodo suelen tener un escaso contenido en este elemento. El mayor contenido en yodo lo tienen los alimentos procedentes del mar (algas, mariscos y mamferos marinos, sobre todo) siendo escaso en leche, huevos y carne. A su vez, el contenido en yodo de vegetales, frutas y hortalizas, as como el del agua de bebida, es bajo (Koutras, 1970; PAHO, 1986). Las necesidades fisiolgicas de yodo se han estimado en un mnimo de 50 g y un mximo de 1000 g/da (estudios de balance y excrecin en periodos de 24 horas) (Koutras, 1970; Bourdoux, 1986). Se acepta, en general, que para un adulto la ingesta diaria debe estar entre 100 y 300 g/da. Podemos obtener datos representativos de la ingesta de yodo en una poblacin si se analizan, al menos, 50 a 100 muestras de orina escogidas aleatoriamente de esa poblacin. En reas no endmicas la excrecin diaria de yodo es de, al menos, 100 g de yodo/da. En reas endmicas, generalmente, la excrecin es mucho menor y vara entre 3 y 45 g/d, (Bourdoux et al., 1986). Una excrecin urinaria de yodo entre 25 y 50 g/L indica deficiencia de yodo moderada y, si es menor de 25 g/L, endemia grave (tabla 14).

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En muchas regiones se superpone el bocio endmico humano con bocio enzotico, como ha sido demostrado en endemias de diversos pases y tambin en Espaa (Ortiz de Landzuri 1949, 1950 y 1954). Pero la deficiencia de yodo no es la nica causa de bocio endmico. Se ha encontrado bocio endmico en regiones sin deficiencia de yodo (Delange, 1976), o incluso con exceso de yodo (Ma Tai, 1982). Por otro lado, hay regiones con una deficiencia de yodo extremadamente intensa donde no se observa la presencia de bocio endmico (WHO, 1991). Estos datos sugieren que, aparte de la deficiencia de yodo hay otros factores en la dieta o en el ambiente que pueden jugar un papel en la etiologa del proceso (tabla 12). 6.1.2. Otros bocigenos medio-ambientales. Diversas sustancias naturales pueden causar tambin bocio actuando, bien directamente sobre la glndula tiroides bien indirectamente, alterando sus mecanismos reguladores o el metabolismo perifrico de las hormonas tiroideas. En 1986 la Organizacin Panamericana de Salud (PAHO) las clasific en tres categoras (Gaitan, 1989): a) Tiocianatos y sustancias afines. b) Tiourea y sustancias afines. c) Otro grupo de sustancias, p.e.: Yodo, litio. a) Los tiocianatos y sustancias afines parecen inhibir el mecanismo de concentracin del yodo. El tiocianato es un potente agente bocigeno que acta inhibiendo el transporte de yodo en el tiroides y que, a altas dosis, compite con el yodo en el proceso de la organificacin. Su accin bocigena se puede evitar dando un mayor aporte de yodo. Los primeros bocigenos naturales se hallaron en vegetales del gnero Brassica (de la familia de las crucferas) (Gmelin, 1960). Podemos incluir aqu tambin la col, coles de bruselas, coliflor, colza, semillas de colza, brcoli, rbano, berro y nabo. Su accin antitiroidea se debe a la presencia de tioglucsidos que, por la digestin, liberan tiocianato e isotiocianato. Los cianoglucsidos que se hallan en ciertos alimentos (mandioca, maz, bamb, batatas, alubias) liberan cianida tras la digestin, que se convierte luego en tiocianato. La mandioca, alimento bsico en zonas tropicales, ha demostrado tener propiedades bocigenas en la rata (Delange, 1982). Su papel en la gnesis de bocio, asociado a la deficiencia de yodo, ha sido demostrado claramente en frica, Malasia y Brasil. El consumo de mandioca poco detoxificada induce en los habitantes de estas reas unas concentraciones de tiocianato en suero que, unido a la deficiencia de yodo,

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dan lugar a una alteracin de la funcin tiroidea caracterizada por hipotiroxinemia, hipertirotropinemia y bocio (Langer, 1977; Delange, 1982; Gaitan, 1986). El factor determinante de la accin bocigena de la mandioca, es el balance entre aporte diettico de yodo y el de tiocianato. Aparece bocio cuando la razn yodo/tiocianato en orina, desciende de un nivel crtico de 3 g de yodo/gramo de tiocianato. Tanto niveles altos de tiocianato y bajos de yodo (TDY) como sobrecarga de tiocianato en ausencia de deficiencia de yodo, pueden llevar a esta situacin (Delange, 1996). El aporte suplementario de yodo, revierte completamente el efecto bocigeno de la mandioca y de los dems bocigenos naturales de este grupo (Ermans, 1996). La mejora en el proceso de detoxificacin de la mandioca, normaliza los niveles de tiocianato. Los isotiocianatos actan sobre el tiroides, principalmente, debido a su rpida conversin en tiocianatos. Sin embargo, tambin pueden reaccionar espontneamente con grupos aminocidos dando lugar a un derivado tiourea que produce una accin antitiroidea similar a sta. Adems, se ha demostrado un efecto aditivo entre el tiocianato, isotiocianato y goitrina (Delange, 1985). b) Los bocigenos del grupo de la tiourea y tionamida interfieren con el proceso de organificacin del yodo y acoplamiento de las yodotirosinas. Su accin no se puede evitar aportando yodo. El tioglucsido goitrina (L-5-vinil-2-tio-oxazolidina) es el principal representante de esta categora. Se halla en ciertas crucferas que crecen en los pastos de Finlandia y Tasmania y su potente efecto antitiroideo es similar al de tionamida. El hombre puede ingerir goitrina a partir de la leche de los animales que pastan en estos lugares. Los bioflavoniodes son estructuras polihidroxiladas que parecen poseer actividad antitiroidea intrnseca (excepto hesperidina, que es un potente inhibidor de la peroxidasa tiroidea, TPO). Tambin el resorcinol acta de ese modo (Gaitan 1986). c) Los agentes de la tercera categora interfieren con el proceso de proteolisis y liberacin de las hormonas tiroideas. El representante de este grupo es el yodo (tambin el litio se incluye en esta categora). Un exceso de yodo en la ingesta (definido arbitrariamente como 2 mg o ms al da) inhibe la sntesis y liberacin de las hormonas tiroideas y puede producir bocio por yodo e hipotiroidismo. Se ha descrito bocio por exceso de yodo en Japn (bocio endmico de las costas). En Trujillo (localidad con alta endemicidad de Venezuela) se encontraron altas concentraciones de litio en el agua (Ceballos, 1982).

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Tabla 12. Bocigenos naturales.

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Localidad Europa Finlandia Inglaterra (Sheffield) Espaa (Navarra) Espaa (vila) ExChecoslovaquia ExYugoslavia Grecia Amrica del Norte Virginia Oeste Kentucky Oriental Amrica del sur Colombia Venezuela Chile Brasil frica Nigeria Zaire Sudan Asia Lbano Japn Malasia China Oceana Tasmania

Fuente pasto, hierbas pastos pastos nueces pasto (Brassica sp) pasto (Brassica sp) Escherichia coli Escherichia coli Bacterias gram-negativas Petrleo, esquisto, carbn Bacterias gram-negativas Diversas rocas Piones Dtiles Mandioca Mandioca Mijo Cebollas, ajo Algas Mandioca Algas Pastos y hierbas

vehculo

Principio activo (goitrina)

Leche L-5-vinil-tiooxazolidina Leche Leche Leche Leche Agua Agua Agua Agua Agua Tiocianato Goitrina Goitrina

Anticuerpos antitiroideos? derivados fenlicos? Resorcinol y derivados ftalatos y disulfitos Litio derivados fenlicos?

Bocigenos similares a la tionamida Cianoglucsidos (linamarn- tiocianato) Flavonoides y tiocianato Yodato y polihidroxifenoles Linamarin-tiocianato Yodato Isotiocianato

En: Delange F., Ermans A.M., 1996

6.1.3. Contaminacin qumica o bacteriana del agua Los pueblos ms afectados por el bocio endmico estn situados sobre terrenos rocosos con considerable erosin, y el agua de bebida procede de fuentes superficiales. Las aguas escasas en yodo contienen tambin escasa cantidad de otros elementos (Ca++, Mg++, K++, y Na++) y frecuentemente estn contaminadas, aunque no se sabe an si esto influye por s mismo o al asociarse a la deficiencia de yodo (Gaitan, 1986). En la

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zona Occidental de Colombia, se achac el papel bocigeno al agua. sta contena sustancias orgnicas con efecto similar a la tionamida, en ausencia de contaminacin industrial. Se estudiaron los terrenos por donde pasaba el agua y los resultados indicaban que las localidades cercanas a terrenos de rocas sedimentarias (basaltos, granito, esquistos, pizarras, lignito y carbn) ricas en materia orgnica, tenan mayor prevalencia de bocio. En Grecia se encontr alta contaminacin del agua de bebida por E. coli y coliformes, en zonas con alta prevalencia de bocio (Malamos, 1967). Existen evidencias de que bacterias gram-negativas (Klebsiella) son capaces de degradar los steres de ftalato y, por lo tanto, eliminaran las sustancias bocigenas (la presencia de K. Pneumoniae en el agua se asocia con una menor prevalencia de bocio) (Keyser, 1976). 6.1.4. Estado nutricional Cuando el estado nutricional es deficiente se asocia con un aumento del riesgo de padecer bocio, sobre todo en los grupos ms susceptibles: RN, nios y mujeres embarazadas. Una dieta pobre en protenas afecta al transporte tiroideo del yodo, disminuye su concentracin en el tiroides y se acompaa de un agrandamiento de la glndula. En estas circunstancias el efecto de los bocigenos es mayor. La administracin de protenas revierte estas alteraciones y disminuye la accin de los agentes bocigenos. Frecuentemente coexisten el bocio endmico y la malnutricin calrico-proteica (PCM) (Gaitan, 1986). La relacin entre PCM y bocio se ha sospechado durante mucho tiempo. Los sujetos peor nutridos son ms susceptibles de desarrollar bocio, como se demostr el valle del Cauca (Medeiros-Neto et al., 1989). 6.2. Factores Endgenos La importancia de los factores endgenos no se discute. Existen diferencias en la edad y sexo de la poblacin afectada: las mujeres y los nios son los ms afectados. Deben influir factores hereditarios puesto que la concordancia entre la tasa de bocio es mayor en gemelos monocigticos que en el resto de la poblacin. Incluso en el reino animal, una dieta deficiente en yodo puede provocar ms bocio en unas especies que en otras. Se han implicado tambin factores inmunolgicos. No cabe duda que factores endgenos, probablemente hereditarios, actan y modifican la respuesta a la deficiencia de yodo, aunque no se sabe qu paso de la sntesis hormonal est afectado..

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V. DIAGNOSTICO DE LA DEFICIENCIA DE YODO EN LA COMUNIDAD

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1. Introduccin
Una vez comprendida la dimensin de los trastornos por deficiencia de yodo, no podemos seguir considerando el bocio como la manifestacin principal del problema. La falta de signos clnicos evidentes en los sujetos con deficiencia de yodo, ha sido la causa de que tanto clnicos como autoridades sanitarias asuman una nutricin adecuada en yodo en muchas de las poblaciones afectadas por el dficit. El trmino propuesto por Hetzel en 1983 Trastornos por Deficiencia de Yodo fue asumido en la 39 Asamblea Mundial de la Salud de 1986 (Resolution WHA 1986), reconocindose as la magnitud del problema. Hoy sabemos que muchos de los efectos de la deficiencia de yodo sobre el desarrollo del sistema nervioso central, pueden producirse en ausencia de bocio o cretinismo (Delange, 1981; DeLong, 1987). Recientemente el ICCIDD evala los mtodos de que disponemos actualmente para seguir de cerca el estado nutricional en yodo de una comunidad (Dunn, 1998). De gran valor es la determinacin de la eliminacin urinaria de yodo (una muestra aleatoria, de al menos 30 sujetos, sera representativa de la poblacin estudiada). La exploracin del tamao tiroideo por palpacin, y sobre todo por ecografa, es un mtodo objetivo de conocer el tamao tiroideo, especialmente en nios pequeos (si bien hay diferencias en los valores aportados por diferentes autores en distintas comunidades). As mismo, los niveles de tiroglobulina en suero (mediana de tiroglobulina en la poblacin estudiada) y los valores de TSH en sangre en el recin nacido (porcentaje de RN con TSH superior a 5 UI/ml) reflejan adecuadamente el estado nutricional en yodo en una zona concreta. Otros parmetros como T4, T3 captacin de yodo radiactivo por el tiroides seran menos especficos para valorar la yododeficiencia.

2. Inspeccin y palpacin tiroidea


La identificacin del tiroides aumentado de tamao por palpacin no ha sido siempre un criterio consensuado, como puso de manifiesto la revisin de Ferreiro Alez y Escobar del Rey (1987). Si bien la palpacin e inspeccin del tiroides es el procedimiento histrico para evaluar la prevalencia de bocio, la falta de criterios uniformes ha motivado la multiplicidad de definiciones y clasificaciones encontradas en la literatura sobre el bocio endmico. Con el paso del tiempo se ha ido siendo cada vez ms exigente en la identificacin del

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aumento de la glndula. Ya no basta con reconocer slo los grandes bocios de la poca del cretinismo. Durante aos se ha seguido la clasificacin de Prez et al. (1961) (que es la utilizada en este trabajo). Si bien, como ya se ha comentado (y volveremos sobre el tema en la discusin), ha sido recientemente modificada por las agencias internacionales (OMS/ICCIDD, 1994) (tabla 10). Tcnica: A) Inspeccin del cuello. Situndose el explorador delante del sujeto explorado, examina el cuello de ste - primero en posicin neutral y luego en extensin mxima solicitando al mismo que degluta para poder apreciar mejor si el tiroides se hace visible (es conveniente tener agua a mano para facilitar la deglucin). As se hace una primera valoracin del tamao (visible o no). B) Palpacin del cuello. Se realiza con las yemas de ambos pulgares si estamos situados frente al sujeto explorado, o con los dedos ndice y medio si lo hacemos desde atrs. Podemos as delimitar los lbulos tiroideos que se movilizan a la deglucin, al tiempo que apreciamos la consistencia de la glndula y la existencia o no de ndulos. Del conjunto de ambas valoraciones, se obtiene el tamao del tiroides (0, Ia, Ib, II o III). Cuando hay duda entre dos evaluadores, se anota siempre el menor tamao. Como ya se ha comentado, la clasificacin de Prez et al. ha sido modificada recientemente a fin de facilitar la evaluacin durante el trabajo de campo, sobre todo en pases menos desarrollados (la tabla 13, recoge las clasificaciones del tamao tiroideo admitidas por la OMS en 1961 y en 1994). Si bien la nueva clasificacin facilita el trabajo de campo, los resultados de su utilizacin no mejoran los obtenidos con la clasificacin anterior, como ha demostrado el trabajo de Peterson (2000) o el de Foo (1999) (ver discusin).
Tabla 13. Evolucin de la clasificacin del tamao del bocio por inspeccin y palpacin. Tamao del tiroides OMS 1961 No palpable Bocio detectable slo a la palpacin. Bocio palpable y visible slo con el cuello en extensin completa. Bocio visible con el cuello en posicin normal. Bocio de gran tamao visible a 10m. 0 1a 1b 2 3 OMS 1994 0 1 1 2 2

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3. Determinacin de la eliminacin urinaria de yodo


La valoracin de la ingesta diaria de yodo es muy difcil de realizar. La yoduria es un buen marcador del yodo de la ingesta, al existir un equilibrio a largo plazo entre la ingesta y la eliminacin urinaria. Por otro lado, el aclaramiento renal de yodo es bastante constante por lo que la yoduria flucta con las concentraciones plasmticas de yodo que dependen, sobre todo, de la ingesta de yodo y de la cantidad absorbida en el intestino (Bourdoux et al., 1986). Estudios recientes han demostrado que en nios muy pequeos, sin embargo, la yoduria no representa la ingesta de yodo (Ares et al., 1994) pues no se ha producido an la estabilizacin del pool corporal del yodo, condicin necesaria para que la yoduria represente a la ingesta. La edad a la que se produce esta estabilizacin o el ritmo con que se adquiere, en funcin de la edad - no est bien establecida. En los estudios de campo medir la yoduria de 24 horas es realmente complicado, cuando no imposible (Bourdoux et al., 1986), por lo que es habitual corregir la yoduria de una muestra aislada por la concentracin de creatinina en esa misma muestra. Esta correccin se ha utilizado durante muchos aos asumiendo que la eliminacin de creatinina es constante, no slo entre distintos individuos sino tambin dentro de un mismo individuo a lo largo del da y en diferentes das. Joln y Escobar (1965) demostraron que la relacin yodo/creatinina en una muestra ocasional de orina, representaba muy bien la relacin yodo/creatinina en orina de 24 horas, al menos en las condiciones por ellos estudiadas (en una poblacin con una situacin nutricional normal) (Joln T., Escobar del Rey F., 1965)anexo III. Estudios posteriores del mismo grupo, sin embargo, han llamado la atencin sobre aquellas situaciones en las que la excrecin de creatinina puede estar baja (p.e., por desnutricin). En estos casos, una baja eliminacin de creatinina en orina puede provocar cocientes yodo/creatinina (Y/C) que sobrerepresenten la eliminacin real de yodo y, por tanto, la ingesta (Escobar et al., 1981). Tambin Bourdoux haba comprobado que la excrecin de creatinina en chicas jvenes de Zaire, era mucho menor que en chicas europeas y que la relacin yodo/creatinina no era un buen estimador de la ingesta de yodo (PAHO, 1986). En estos casos es preferible utilizar slo la yoduria que es, por otro lado, lo habitual en la mayora de los estudios que slo pretenden investigar la ingesta de yodo y hacer una panormica poblacional (siempre que la muestra tenga al menos 50 muestras elegidas aleatoriamente) (Bourdoux 1986). Por otro lado, sabemos que hay una variabilidad an para el mismo individuo en la excrecin de creatinina urinaria a lo largo del da y en das

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diferentes. Los trabajos de otros autores confirman la inconveniencia de la sustitucin de la yoduria por el ndice Y/C, basndose en las propiedades matemticas de la interrelacin entre ambas variables (Greenblatt et al., 1975, Fourne et al., 1993). Los valores admitidos por la OMS en 1989 para clasificar la endemia en funcin de la eliminacin urinaria de yodo se muestran en la tabla 14 (Delange & Brgi, 1989). La incorporacin de la medicin del yodo en una muestra ocasional de orina, supuso una revolucin en el trabajo de campo para la investigacin de los trastornos por deficiencia de yodo (TDY) en estudios poblacionales y, actualmente, la medicin del yodo urinario est encontrando nuevas utilidades en el diagnstico y la investigacin clnica (por ejemplo, como prueba complementaria en los rastreos por cncer de tiroides). En la prctica, se suele tomar una muestra aislada de orina (5-10 ml) en tubos de plstico que se congelan hasta que se realiza la determinacin en el laboratorio de referencia. Existe una gran experiencia en la medicin de la yoduria en poblaciones y ha sido usada a gran escala en muchos estudios (Malamos en Grecia; Delange en frica central; Delange, Gutekunst, Langer y Knig en Europa, Escobar del Rey en Espaa, entre otros). Hay diferentes mtodos para valorar el yodo urinario, pero el ms utilizado por los grupos que estudian la deficiencia de yodo en nuestro pas es el de Zank, modificado por Benotti (Benotti & Benotti, 1963). Se utiliza la mediana y no la media, dado que sta se puede influir ms por los valores extremos que aqulla (tabla 14).
Tabla 14. Clasificacin de la endemia en funcin de los niveles de yodo en orina Grados Yodo urinario medio en adultos Media de yodo urinario (g/da o g/g creatinina) Grado 0 (no endemia) Grado I (endemia ligera) Grado II (endemia moderada) Grado III (endemia severa) >100 51-100 25-50 <25 en RN (g/L) >50 31-50 15-30 <15

Modificado de Delange F. & Brgi H. (1989).

4. Ecografa tiroidea
La ecografa tiroidea ha despertado un gran inters como procedimiento que sustituya a la palpacin del tiroides en la evaluacin poblacional del bocio endmico, debido a que sta es una exploracin con baja sensibilidad que sobrestima la presencia

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de bocio (Lisba et al., 1996). El clculo del volumen tiroideo como una variable continua gracias a la exploracin ecogrfica permite, en teora, una mayor precisin en el diagnstico de bocio. En los ltimos aos diversos estudios han tratado de establecer estndares de normalidad para el volumen tiroideo tanto en nios como en adultos (Hegedus et al., 1984; Gutekunst et al., 1986; Ivarsson et al., 1989; Tajtakova et al., 1990; Ueda, 1990; Takalo et al., 1991; Gutekunst y Martin, 1993; Langer et al., 1994; Vitti et al., 1994; Klima et al., 1986; Delange et al., 1997 y Berghout et al., 1988, entre otros). Sin embargo, podemos observar divergencias en los valores considerados como normales por los diferentes autores. Para el clculo del volumen tiroideo se utilizan los tres dimetros de cada lbulo (antero-posterior, longitudinal y transversal) y un factor de correccin que vara segn el autor (pues depende de la figura geomtrica que cada autor considere que representa mejor el lbulo tiroideo): Brunn (1981) utiliza el factor 0,520; Vitti (1994) utiliza el factor /6 (0,523); Delange (1997) utiliza el factor 0,479. Los datos aportados por Ueda sobre volumen tiroideo (Japn, 1990), un pas en el que la ingesta de yodo es elevada desde hace varias generaciones, son mayores que aqullos propuestos por Gutekunst et al. (1993) en Estocolmo, y por Ivarsson et al. (1989), en Suecia, a pesar de que stas son zonas bien replecionadas nutricionalmente de yodo. Los valores dados por Gutekunst y Martin a partir de un estudio realizado en Europa (1993) han sido cuestionados recientemente por Delange (1997). Lisba et al. (1996) proponen como lmite superior de la normalidad (ULN) el percentil 95 del cociente volumen tiroideo/superficie corporal (Ecobody Index 6,2 ml/m2). Delange et al., han propuesto el percentil 97 de la distribucin de volmenes tiroideos ecogrficos de nios con una ingesta normal de yodo (mediana de yoduria superior a 100 g/L), ajustado por la edad y superficie corporal. Los resultados del estudio poblacional de Delange, que por otro lado han sido aceptados como valores de referencia por la OMS (WHO/ICCIDD, 1997), son similares a los publicados por otros autores en zonas sin deficiencia de yodo (Vitti et al., en Italia; Klima en Austria o Takalo en Finlandia). Los valores de referencia en funcin de la edad y de la superficie corporal, dados por Delange, se muestran en la tabla 15. Hasta la edad de 9 aos los valores de volumen tiroideo ecogrfico no son diferentes entre nias y nios. A partir de esta edad, el volumen tiroideo es mayor en las nias que en los nios (diferencia que desaparece a partir de los 15 aos).

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Tabla 15. Lmite normal superior del volumen tiroideo ecogrfico (ml) en nios y nias europeos sin deficiencia nutricional de yodo, en funcin de la edad y la superficie corporal. Edad (aos) 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 Lmite Superior de Volumen Tiroideo Nios 5,4 5,7 6,1 6,8 7,8 9,0 10,4 12,0 13,9 16,0 Nias 5,0 5,9 6,9 8,0 9,2 10,4 11,7 13,1 14,6 16,1 SC Lmite Superior de Volumen tiroideo (m ) 0,8 0,9 1,0 1,1 1,2 1,3 1,4 1,5 1,6 1,7
2

Nios 4,7 5,3 6,0 7,0 8,0 9,3 10,7 12,2 14,0 15,8

Nias 4,8 5,9 5,9 8,3 9,5 10,7 11,9 13,1 14,3 15,3

Tomado de F. Delange et al., 1997.

5. TSH neonatal
En 1980 Burrow comprob que la determinacin de TSH en el recin nacido era un ndice fiable de la ingesta de yodo en la madre. Cuando la ingesta de yodo materna decrece en suficiente cuanta tambin lo hace la sntesis de hormonas tiroideas, al tiempo que la TSH se eleva en un esfuerzo inicial por estimular la sntesis hormonal. Los niveles de TSH en el recin nacido reflejan, de forma indirecta, la adecuacin de los niveles de hormonas tiroideas para el cerebro fetal (Delange 1989 y 1991). Desde hace algunos aos, se ha generalizado en muchas partes del mundo la determinacin sistemtica de TSH neonatal (test de "screening" del hipotiroidismo congnito) en sangre completa. La utilizacin de tcnicas micromtricas de alta sensibilidad, permite que ste sea un mtodo muy fiable para valorar la funcin tiroidea (Tseng et al., 1985). La alta rentabilidad de estos cribajes en la deteccin y tratamiento precoz del hipotiroidismo congnito, est suficientemente validada y justifica la extensin de su uso en todo el mundo. Al realizarse la determinacin en grandes capas de la poblacin de recin nacidos, nos permite su uso como "screening" poblacional de la ingesta de yodo de la mujer embarazada, y como marcador indirecto de la deficiencia nutricional de yodo en una poblacin. Se ha utilizado en China (Rushworth 1989), en Polonia (Nordenberg 1994) y Eurasia (Sullivan 1997) por mencionar algunos de los ltimos trabajos. La TSH neonatal se modifica inversamente a la deficiencia de yodo (Dunn, 1998). Segn el informe de la PAHO (1986), en reas con un aporte de yodo suficiente el

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hipotiroidismo se da en 1/4000 RN, aumentando los casos de hipotiroidismo neonatal a medida que aumenta la yododeficiencia. Bourdoux hall en Zaire una tasa de hipotiroidismo neonatal del 11% (Bourdoux et al., 1986). Datos ms recientes indican que en poblaciones con una ingesta de yodo suficiente, la proporcin de nios con TSH>5 mUI/L es menor del 3% (Nordenberg et al., 1992; WHO/UNICEF/ICCIDD, 1994). En Mlaga, la tasa de hipotiroidismo neonatal est en 1/3000-3500 RN (Garriga M.J., comunicacin personal). Los criterios para determinar la severidad la deficiencia poblacional de yodo en funcin de los niveles de TSH en RN (en sangre completa), se muestran en la tabla 16.
Tabla 16. Severidad de TDY segn TSH neonatal Severidad de la endemia Leve Moderada Grave Tomado de Gamberg 1996. % TSH > 5mU/L 3-19,9 20-39,9 > 40

6. Tiroglobulina
En el informe de la PAHO de 1986, Bourdoux sealaba que, si bien no se le haba prestado mucha atencin a la Tg en los estudios de deficiencia de yodo, la asociacin entre bocio endmico y niveles elevados de tiroglobulina hallada en Nueva Guinea (Van Herle et al., 1976) y en Sicilia (Pezzino et al., 1978) y confirmada ms tarde en Vietnam por Hersman (1983), aportaba un nuevo dato para investigar la severidad de la endemia. En el mismo informe se aceptaba que los valores de tiroglobulina (Tg) pueden verse modificados en muchas circunstancias en las que hay una disfuncin del tiroides. La deficiencia de yodo va a provocar una elevacin de la cifra de tiroglobulina en sangre debido, sobre todo, a que la hiperestimulacin por TSH condiciona un acmulo de tiroglobulina en los folculos que no puede ser utilizada en el proceso normal de sntesis hormonal (Bourdoux et al., 1986). Los niveles de tiroglobulina en suero varan paralelamente al tamao del tiroides dando, por tanto, un ndice representativo de la deficiencia de yodo en una comunidad (Dunn 1998). De ah que las cifras de Tg se utilicen como criterio de screening para determinar si existe deficiencia de yodo en una

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comunidad y el grado de severidad de la misma (Gamberg 1996). En la tabla 17 se resumen los criterios de los Organismos Internacionales para identificar la deficiencia de yodo a partir de los valores de tiroglobulina (mediana de Tg en ng/ml) en la poblacin que se estudia.

Tabla 17. Severidad de la endemia en funcin de la mediana de Tg (ng/ml) Grado de Severidad de TDY Leve Moderada Severa Tomado de Gamberg (1996). Mediana de Tg (ng/ml) 10-19,9 20-39,9 > 40

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VI. CONSECUENCIAS DE LA DEFICIENCIA DE YODO SEVERA

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1. EN ADULTOS
El bocio endmico es una enfermedad adaptativa que se produce en respuesta a un insuficiente aporte diettico de yodo. Este concepto ya clsico, establecido en 1954 por Stanbury y col., ha sido confirmado por un enorme nmero de observaciones clnicas y experimentales. Cuando la ingesta de yodo es insuficiente, todava es posible conseguir una secrecin adecuada de hormonas tiroideas modificando la actividad de la glndula. Este proceso adaptativo debido en principio a una mayor secrecin de TSH, incluye la estimulacin de todos los pasos del metabolismo del yodo (atrapamiento, oxidacin y organificacin) as como la sntesis y secrecin preferencial de T3, como ya se ha comentado. La consecuencia es un cambio en la morfologa de la glndula y el desarrollo de bocio. Teleolgicamente, sin embargo, no podemos considerar el bocio como un proceso adaptativo, dado que disminuye la capacidad del tiroides para sintetizar hormonas tiroideas (Koutras, 1980). 1.1. Aumento de la estimulacin por TSH Si bien la deficiencia crnica de yodo produce un aumento de los niveles sricos de TSH, independientemente de la presencia o ausencia de bocio, existen muchas variaciones en los niveles de TSH en sujetos adultos que viven en el mismo rea. La falta de correlacin entre los niveles de TSH y la aparicin de bocio sugiere que existen otros factores, adems de la duracin del estmulo por TSH o de la respuesta del tiroides al mismo. Las modificaciones que se producen en respuesta al estmulo del tiroides por TSH recogidas en el informe de la PAHO de 1986, fueron resumidas por Patel et al., en 1973, como sigue: 1.1.1. Aumento del atrapamiento de yodo El mecanismo fundamental por el cual el tiroides se adapta a un aporte insuficiente de yodo, es el aumento del atrapamiento de yoduros. Esto se consigue, tanto por la mayor actividad de la bomba de yoduro, dependiente de TSH, como por un mecanismo de membrana independiente de TSH. Como consecuencia, se produce una acumulacin de gran cantidad de yodo en la glndula procedente: por un lado, del yodo exgeno y por otro, de una ms eficiente reutilizacin del yoduro liberado en la degradacin intratiroidea de hormonas y yodotirosinas (turnover intratiroideo de yodo) (Stanbury, 1954).

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Los marcadores del bocio endmico por deficiencia de yodo son el aumento de atrapamiento de
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I por el tiroides y la reduccin de la excrecin urinaria de yodo. Hay

una relacin inversa entre ambos parmetros como demostr Stanbury en 1954, y se ha confirmado en un gran nmero de endemias. De esta forma, y a pesar de un descenso en las concentraciones de yodo srico, tanto la captacin de yodo por el tiroides como el pool yodo del organismo permanecen normales, en trminos absolutos. Tan pronto como el aporte de yodo desciende por debajo del umbral de los requerimientos fisiolgicos (100 g/da) se produce un incremento del atrapamiento de yoduro por la glndula. Sin embargo, cuando la ingesta de yodo es inferior a 50 g/d, a pesar de posteriores incrementos de la tasa de aclaramiento la captacin absoluta (ThCl) de yodo disminuye y el contenido de yodo tiroideo desciende. Pero a igual aporte de yodo la prevalencia de bocio vara de un rea a otra (Choufoer et al., 1963). Los estudios de Stanbury (1954) demostraron que, en reas endmicas, la captacin de 131I aumentaba, tanto en sujetos bociosos como en no bociosos. E incluso, que la tasa de aclaramiento por unidad de masa era mayor en sujetos no bociosos. stos parecen ser capaces de incrementar su tasa de aclaramiento (ThCl) sin aumentar excesivamente el tamao tiroideo. La falta de correlacin entre niveles de TSH y crecimiento del tiroides, se ha intentado explicar por la presencia de otros factores (Delange & Ermans, 1996), entre otros, la hormona del crecimiento (GH), el factor de crecimiento epidrmico y fibroblstico, la insulina (insulin like factor 1), la guanosina monofosfato cclico (GMPc) y la gonadotropina corinica humana (que a altas concentraciones activa la cascada del AMPc y la proliferacin de las clulas tiroideas). Sin embargo, el papel de estos factores en la patognesis del bocio no est demostrado. Del mismo modo, el posible papel de factores autoinmunes en la patognesis del bocio endmico, permanece sin dilucidar. 1.1.2. Modificaciones del metabolismo intratiroideo del yodo Los estudios realizados por Malamos en Grecia (1967) objetivaron que el test de descarga con perclorato era normal, tanto en bociosos como en no bociosos residentes en reas con deficiencia de yodo. Esto poda significar que tanto en unos como en otros el yodo captado era rpidamente organificado. El test de yodo-perclorato, ms sensible, demostr una mayor descarga de
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I en bociosos que en no bociosos. Los sujetos

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bociosos parecan ser endgenamente propensos al desarrollo del bocio, mientras los no bociosos seran resistentes al bocio (Koutras 1980). En condiciones experimentales la estimulacin por TSH provocada por la deficiencia de yodo, daba lugar a una aceleracin en todos los pasos del metabolismo intratiroideo del yodo. Sin embargo, este patrn no se observaba en todos los sujetos bociosos que vivan en reas endmicas sino slo en un nmero restringido de ellos, generalmente nios y adolescentes (Delange 1985). En la mayora de los sujetos bociosos, por el contrario, pareca como si el metabolismo en estas glndulas hiperestimuladas, estuviera en tasas subnormales. Las principales caractersticas del metabolismo intratiroideo del yodo en el bocio endmico, parecen indicar que el nivel de yodacin de la gran cantidad de tiroglobulina acumulada permanece muy bajo. La estructura anormal de la tiroglobulina resultante parece ser responsable de una reduccin en la eficiencia de la sntesis de yodotironinas. Slo una pequea fraccin de la gran cantidad de yodo almacenado, sigue los caminos normales de la sntesis y secrecin de hormonas. Las glndulas bociosas se caracterizan por la acumulacin de gran cantidad de coloide, posiblemente a causa de un defecto en la proteolisis de la molcula de tiroglobulina no bien conocido. Esto da lugar a diversas alteraciones secundarias (aumento de TSH, disminucin de hormonas en sangre, formacin de ndulos, etc.) (Koutras, 1980). Estudios experimentales realizados en ratas demuestran que la hiperplasia tiroidea inducida por la deficiencia de yodo se asocia a un patrn alterado en la distribucin del trazador, con un incremento de los compuestos pobremente yodados (MIT y T3) y un descenso de los que tienen ms yodo en su molcula (DIT y T4). El incremento de la razn MIT/DIT y T3/T4 est estrechamente relacionado con el grado de deplecin de yodo de la glndula. En las glndulas deplecionadas de ratas deficientes en yodo hay una intensa reduccin de la T4 tiroidea y un marcado aumento de la razn T3/T4 (Lamas y Morreale, 1972; Abrams, 1973). La informacin en humanos es ms limitada pero, en bocios de larga evolucin, la relacin MIT/DIT est aumentada, al igual que la relacin DIT/T4 en el bocio espordico (Ermans 1963 y 1968), lo que sugiere que la deficiencia influye negativamente en el acoplamiento. 1.1.3. Niveles de hormonas circulantes El patrn de las hormonas circulantes en sujetos adultos clnicamente eutiroideos que viven en reas deficientes en yodo, se caracteriza por descenso de T4 o FrT4

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srica, TSH normal o elevada y T3 o FrT3 normal o elevada. El mecanismo responsable de este patrn no est claro, pero podra incluir la secrecin de T4 y T3 en la proporcin en que se encuentran en la glndula (Patel, 1973; Ermans, 1963 y 1968), la secrecin preferencial de T3 un aumento de la conversin perifrica de T4 en T3. El aumento en la secrecin de T3 y en la relacin T3/T4 srica podra jugar un importante papel en la adaptacin a la deficiencia de yodo, ya que la potencia metablica de T3 es unas cuatro veces superior a la de T4 y requiere slo un 75% del yodo para su sntesis (como ya se ha comentado). Slo bajo condiciones de fallo tiroideo extremo, como las que se dan en cretinos endmicos mixedematosos de Nueva Guinea, se produce un descenso tanto de T3 como de T4, mientras la TSH est muy aumentada (Patel, 1973). En reas de bocio endmico severo existe una relacin inversa entre los niveles sricos de T4 y TSH, pero esta relacin no se halla para T3 (la ms activa de las hormonas tiroideas). Este hallazgo se puede explicar en parte por el hecho de que el efecto supresor T4 sobre la secrecin de TSH depende de la conversin de T4 en T3 a nivel hipofisario y la posterior unin de T3 al ncleo de las clulas tirotropas de la hipfisis. En otros tejidos, sin embargo, la T3 intracelular tiene su origen en la T3 circulante lo que permite al individuo un estado de eutiroidismo, a pesar de las bajas concentraciones de T4 en el torrente sanguneo (Silva et al., 1978). En endemias menos severas, los niveles sricos de T3 y T4 se modifican ligeramente o permanecen normales. En estas condiciones tanto la TSH basal como la respuesta de TSH a la estimulacin por TRH estn a menudo exageradas, indicando que hay una reserva de TSH aumentada en la hipfisis, lo que se conoce como hipotiroidismo subclnico (Koutras 1980). La concentracin de TBG es normal en el bocio endmico, a menos que disminuya su sntesis por la presencia concomitante de malnutricin proteica (Ingenbleeck, 1980). La tiroglobulina (Tg) srica est elevada (incluso muy elevada) y se correlaciona con la cifra de TSH (Fenzi et al., 1985) pero no es mayor en sujetos bociosos que en no bociosos. Finalmente, la prevalencia de anticuerpos antimicrosomales (TPOAb) y anti-tiroglobulina es muy baja, aunque puede aumentar despus de la profilaxis ydica (Boukis et al., 1983). 1.1.4. Cambios morfolgicos Los cambios morfolgicos observados en sujetos de reas endmicas son debidos, principalmente, el aumento nodular de la glndula con gran heterogeneidad

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macro y microscpica (Studer et al., 1989). El agrandamiento difuso de la glndula, sin embargo, es raro y slo se observa en las reas de deficiencia severa y en sujetos jvenes. En este estadio de hiperplasia el parnquima es abundante, el epitelio folicular alto y el coloide escaso. Un estadio posterior es la formacin de ndulos de diferente tamao y consistencia, que disecan la anatoma de la glndula. La mayor parte de la glndula, est ocupada por vesculas extremadamente distendidas, llenas de coloide y con epitelio plano (folculos hipofuncionantes), si bien unos pocos folculos pueden mostrar el patrn de hiperestimulacin. 1.1.5. Clnica y Diagnstico Los sntomas fsicos del bocio endmico no difieren de los del bocio espordico no txico. El diagnstico diferencial se establece, principalmente, por criterios epidemiolgicos. Se pueden observar todos los grados de agrandamiento, desde ndulos pequeos solitarios sin hiperplasia apreciable del resto de la glndula a grandes bocios multinodulares. Los datos biolgicos muestran que en sujetos eutiroideos que viven en reas endmicas, las concentraciones de T4 en suero son a menudo bajas mientras las de TSH estn elevadas y la captacin de yodo radiactivo est aumentada (>50% en 24 horas). La gammagrafa muestra gran heterogeneidad y, con frecuencia, ndulos fros o calientes (Koutras, 1980). La presencia de ndulos slidos, duros, puede sugerir el diagnstico de cncer. Las complicaciones son las descritas para el bocio espordico. Las ms comunes son locales: desviacin y compresin de la trquea, distensin venosa y desarrollo de circulacin colateral a nivel del cuello. El hipotiroidismo por secrecin insuficiente de hormona tiroidea, es difcil de demostrar en los estudios de campo. La mortalidad por cncer tiroideo en zonas endmicas est aumentada, tanto por el retraso en el diagnstico como por la mayor frecuencia relativa de cnceres agresivos (folicular, carcinomas anaplsicos y sarcomas) en las zonas con deficiencia de yodo respecto a reas no endmicas (Delange & Ermans, 1996). Adems (como se comentar en otro apartado) la frecuencia de cncer tiroideo aumenta en zonas con deficiencia de yodo expuestas a radiaciones ionizantes (como parece haber ocurrido tras el accidente nuclear de Chernobyl).

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2. EDAD PEDIATRICA.
2.1. Desarrollo secuencial de los mecanismos de adaptacin a la deficiencia de yodo durante el crecimiento. El patrn metablico observado en adultos que viven en zonas con deficiencia grave de yodo, representa el estadio final de un proceso de adaptacin que est influenciado crticamente por la edad. La captacin de yodo radiactivo fue sistemticamente mayor en bociosos que en no bociosos residentes en un rea endmica de Zaire (Delange 1985, Malvaux 1985). Este estudio demostr que la cantidad de radioyodo captada por el tiroides alcanza su valor mximo en los primeros aos de la vida, infancia y adolescencia, para luego descender progresivamente (el pool de yodo hormonal intercambiable en adultos de la misma zona era 4 a 10 veces menor que en adultos de reas no endmicas). 2.2. Cambios en los mecanismos de regulacin de la TSH relacionados con la edad. El estudio de las concentraciones de TSH, T4 y T3 en sujetos clnicamente eutiroideos de reas muy deficientes en yodo de Ubangi, Zaire, indicaba que los valores ms altos de TSH se obtenan en los sujetos ms jvenes, a pesar de que tenan tambin los valores ms elevados de T4. Para un valor dado de T4 el valor de TSH era dos veces mayor en el grupo de individuos de 4 a 15 aos, que en el grupo de 16 a 20 aos (Delange, 1974). Estas variaciones en la relacin TSH/T4 en funcin de la edad podan interpretarse como cambios en el metabolismo glandular, o bien como modificaciones en la sensibilidad del tiroides a la TSH relacionados con la edad (Malvaux, 1985). 2.3. Funcin tiroidea en los primeros aos de vida. Uno de los mayores logros de los ltimos aos es la aplicacin del screening tiroideo sistemtico a los recin nacidos de reas con deficiencia de yodo, para descartar hipotiroidismo congnito. Estos estudios muestran que la alteracin en la funcin tiroidea de los recin nacidos es mucho ms frecuente y grave que en adultos. La situacin ms extrema se ha encontrado en Zaire, donde el fallo tiroideo de los recin nacidos depende de la accin combinada de la deficiencia de yodo y la sobrecarga de tiocianato durante la

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vida fetal (Delange et al., 1976 y 1978; Thilly et al., 1987). El anlisis de la sangre del cordn de los recin nacidos de esta zona revel que el 11% de RN tena tanto niveles de TSH superiores a 100 UI/ml como niveles de T4 inferiores a 40 nmol/L, lo que indicaba hipotiroidismo congnito grave (en los pases occidentales ste se presentaba slo en el 0,025% de RN) (Delange et al., 1980). En nios pequeos del mismo rea la frecuencia de hipotiroidismo era similar, lo que indicaba que el aumento de TSH no se deba a factores inespecficos como el estrs del parto. Los estudios realizados tras la introduccin de medidas profilcticas indicaron que, cuando se corrige la deficiencia de yodo en las madres antes o durante el embarazo se previenen las alteraciones de la funcin tiroidea en el RN (Thilly et al., 1983). 2.4. Complicaciones de la deficiencia grave de yodo en la edad peditrica Adems de las complicaciones mecnicas del bocio y el aumento de la tasa de mortalidad por cncer tiroideo, la principal complicacin de la deficiencia de yodo en la edad peditrica es el dao cerebral producido por la falta de hormonas tiroideas a nivel celular, durante el periodo crtico del desarrollo cerebral (Delange 1989). En zonas con bocio endmico severo un nmero elevado de sujetos tiene alteraciones irreversibles del desarrollo intelectual junto con alteraciones fsicas. Estas alteraciones son extraordinariamente polimorfas, y se agrupan bajo la denominacin de cretinismo endmico. La enfermedad puede llegar a afectar del 5 al 14% de la poblacin de la zona. sta es, con mucho, la complicacin ms grave del bocio endmico y representa una carga, tanto mdica como social, para los pases que la sufren (Pharoah et al. 1980). Adems del cretinismo manifiesto (neurolgico o mixedematoso) los habitantes de zonas con deficiencia grave de yodo presentan un retraso de las facultades intelectuales (retraso mental endmico). En zonas donde hay deficiencia de yodo y selenio combinadas se produce otro cuadro que se ha denominado por algunos autores como el tercer tipo de cretinismo (enfermedad de Kashin-Beck). A continuacin se describen cada uno de ellos. a) Cretinismo Endmico: En 1986 un grupo de estudio de la Organizacin Panamericana de Salud (PAHO), formul las siguientes premisas: Se define el cretinismo endmico en base a tres criterios:

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a) b)

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Epidemiolgico: se asocia con el bocio endmico y con la deficiencia grave de yodo. Clnico: incluye deficiencia mental y uno de los siguientes cuadros: un sndrome predominantemente neurolgico con defectos de la audicin y del habla, as como con trastornos caractersticos de la esttica y de la marcha en diferente grado; o un cuadro predominantemente hipotiroideo con retraso del crecimiento. Aunque puede predominar uno de los dos tipos, en algunas regiones se puede dar una mezcla de ambos.

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c)

Prevencin: En las reas donde se ha corregido la deficiencia de yodo, dejan de nacer cretinos.

La etiopatogenia del cretinismo endmico se entiende slo en parte. El diagnstico es slo descriptivo y basado en estudios epidemiolgicos. Se ha sugerido que el hipotiroidismo congnito permanente de las reas con deficiencia grave de yodo comienza en la poca perinatal y es responsable del cuadro de cretinismo endmico de tipo mixedematoso, mientras el hipotiroidismo transitorio que acaece en el periodo crtico del desarrollo cerebral, es el responsable del retraso mental endmico que se observa con frecuencia en nios clnicamente eutiroideos, de reas con un dficit de yodo severo (Delange, 1985; Ermans, 1996). b) Retraso Mental Endmico: En reas con bocio endmico severo y cretinismo los sujetos no cretinos presentan alteraciones intelectuales y neuromotoras. Estas alteraciones pueden presentarse sin que sea evidente ninguno de los otros signos de cretinismo endmico. Un metanlisis publicado en 1994 por Bleichrodt sobre 21 estudios realizados en diferentes parte del mundo, ha mostrado claramente que hay un descenso medio de 13,5 puntos del IQ en los nios con deficiencia de yodo. Por otro lado, estudios epidemiolgicos y experimentales realizados en nuestro pas por el grupo de F. Escobar del Rey y G. Morreale, sobre todo en las Hurdes, han aportado suficiente informacin sobre la importancia de una adecuada replecin yodada durante el desarrollo (Escobar et al. 1968, 1973, 1981, 1993; Snchez-Franco et al. 1987, Garca et al. 1987, Tojo et al. 1987). Cuando se instaura un cuadro hipotiroideo permanente postnatal se produce el cuadro de cretinismo endmico mixedematoso, mientras que el hipotiroidismo transitorio

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en el periodo crtico del desarrollo cerebral es el responsable del retraso mental endmico que se observa en nios eutiroideos de reas con endemia grave. As pues, el cretinismo endmico constituye slo el extremo del amplio espectro de manifestaciones fsicas e intelectuales y de la capacidad funcional de la glndula, que pueden aparecer en reas con deficiencia de yodo.

c) Enfermedad de Kashin-Beck, El tercer tipo de cretinismo? Histricamente, la literatura mdica no ha hecho una distincin clara entre el cretinismo endmico y el espordico e, incluso, entre el cretinismo y otras enfermedades que causan retraso mental y deformidades fsicas como el mongolismo o la acondroplasia (Benda, 1949). En 1995, Foster divide el cretinismo endmico en tres subtipos. El ms comn, cretinismo neurolgico (tipo 1) se produce cuando la deficiencia de yodo severa afecta al feto, especialmente durante el segundo trimestre. El sujeto puede tener una estatura normal y no mostrar signos obvios de hipotiroidismo. En el cretinismo mixedematoso (tipo 2) concurren deficiencias tanto de T4 como de T3 durante la etapa final de desarrollo fetal y comienzo de la vida postnatal, dando un cuadro hipotiroideo con disminucin de la talla. En la enfermedad de Kashin-Beck (tipo 3) hay una disminucin de T3 srica. Este cuadro se concentra en una zona geogrfica de deficiencia de selenio que atraviesa China desde el noreste al suroeste. Algunas regiones de este cinturn geogrfico son deficientes en yodo, otras no. El cuadro incluye enanismo, retraso mental, necrosis del cartlago articular y distrofia de los msculos esquelticos. La disponibilidad de selenio puede regular la abundancia relativa de T4 y T3 dando lugar a alteraciones fsicas con diversos grados de alteraciones neurolgicas. 2.4.1. Epidemiologa, aspectos clnicos y datos de laboratorio en el cretinismo Las caractersticas clnicas del cretinismo endmico resumidas en la definicin de la PAHO (1986) se corresponden con las descritas por McCarrison en 1908 y reconocidas en mltiples endemias despus de l. El tipo neurolgico es el que describi originariamente DeLong en Ecuador (1985). Conlleva un retraso mental profundo y la mayora de los afectados llevan una existencia vegetativa. Casi todos padecen sordomudez y padecen adems otros defectos neurolgicos: a)Alteraciones del sistema motor voluntario, con paresia o parlisis de origen piramidal, hipertona, clonus y

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reflejo plantar en extensin (Babinsky); b)Signos extrapiramidales por afectacin de los ganglios basales, con marcha espstica o atxica, que puede llegar a imposibilitar la marcha y hasta la esttica, y c)Estrabismo. La prevalencia de bocio en el cretino neurolgico es similar a la de la poblacin no cretina de la misma zona y, clnicamente, son eutiroideos. La funcin tiroidea suele ser normal, pero puede haber un hipotiroidismo subclnico con niveles elevados de TSH o una respuesta exagerada de TSH a la estimulacin por TRH. El cretinismo mixedematoso se describi en la endemia de Zaire (Bastenie, 1962) y en la isla Idjwi (Delange, 1972). Este tipo de cretino presenta menos retardo mental que el cretino neurolgico y, a menudo, es capaz de realizar labores manuales simples. Todos muestran signos de hipotiroidismo de larga evolucin: enanismo, mixedema, piel seca, pelo escaso y uas quebradizas, pubertad retrasada, retraso de la maduracin sea y de la configuracin nasoorbital. La prevalencia de bocio en el cretino mixedematoso es mucho menor que en la poblacin no cretina del mismo rea. En muchos de ellos no se palpa el tiroides, aunque la gammagrafa muestra restos de tejido tiroideo de localizacin normal, lo que descarta una disgenesia tiroidea como causa del hipotiroidismo. El diagnstico de hipotiroidismo se confirma bioqumicamente: tanto T3 como T4 son indetectables mientras los niveles de TSH estn muy elevados. Aunque puede predominar uno u otro, tambin es frecuente hallar un cuadro de cretinismo que es una mezcla de los dos extremos descritos. Ibbertson, estudiando los cretinos del Himalaya encontr que la nica manifestacin del cretinismo puede ser la sordera (Ibbertson, 1971 y 1972). 2.4.2. Etiologa del Cretinismo Endmico.
a) Deficiencia de yodo:

La etiologa fundamental del cretinismo endmico es la deficiencia de yodo. Esta aseveracin se basa en la correlacin entre el grado de deficiencia de yodo y la frecuencia de cretinismo (Pharoah, 1971 y 1980; Delange, 1989), en la accin profilctica del yodo sobre la incidencia de cretinismo (Marine, 1917; Kimball, 1937; Pharoah, 1972 y 1987; Thilly, 1977; Hetzel, 1980 y 1987; Brgi, 1990; Escobar del Rey, 1994) y en el resurgimiento del cuadro en una poblacin tras la supresin de las medidas profilcticas. Finalmente, la deficiencia de yodo durante la gestacin en animales de experimentacin,

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da lugar al nacimiento de cretinos que reproducen las caractersticas del cretinismo mixedematoso. No se ha podido reproducir el cretinismo de tipo neurolgico.
b) Otros bocigenos naturales:

La sobrecarga de tiocianato por el consumo crnico de mandioca poco detoxificada, juega un papel adicional en la etiologa del cretinismo mixedematoso. La accin del tiocianato se debe al agravamiento de la deficiencia de yodo, lo que conduce a hipotiroidismo fetal (Gaitan 1986 y 1994). El tiocianato pasa la placenta y se han hallado concentraciones elevadas en sangre del cordn. En los hijos de las embarazadas gravemente deficientes en yodo con valores altos de tiocianato en orina, se comprueba un aumento de TSH y un descenso de T4 en sangre del cordn del RN (Delange 1994). El tiocianato interfiere en el mecanismo de atrapamiento del yodo por la placenta y por el tiroides del feto. As mismo, la sobrecarga de tiocianato despus del nacimiento (debido a la introduccin de mandioca en la alimentacin del nio precozmente) explica la aparicin de hipotiroidismo y la mayor frecuencia de cretinismo mixedematoso en estas reas (Moreno-Reyes, 1993).

c) Anticuerpos antitiroideos (autoinmunidad)

Algunos estudios experimentales demostraron que la fraccin purificada de la Ig G de pacientes con cretinismo endmico mixedematoso inhiba la sntesis de TSH inducida por DNA, as como el crecimiento tiroideo, en tiroides de cobayas. Por otra parte, las Ig G de sujetos eutiroideos o de cretinos neurolgicos de la misma zona no tenan este efecto bloqueante (Boyages y col., 1989). Los autores llegaron a la conclusin de que esas Ig G identificadas eran responsables de la inhibicin del crecimiento tiroideo en el cretino mixedematoso. Se les llam inmunoglobulinas bloqueantes del crecimiento tiroideo Thyroid Growth Blocking Inmunoglobulins (TGBI) y son similares a las encontradas por los mismos autores en el hipotiroidismo congnito espordico. Sin embargo, otros autores no han encontrado estas inmunoglobulinas en el hipotiroidismo congnito espordico. No se conoce el antgeno que estimula su aparicin, ni el momento en que aparecen (vida fetal o posnatal) (Medeiros-Neto et al., 1989; Brown et al., 1990).

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d) Elementos traza. Deficiencias combinadas de yodo y selenio

El selenio es un elemento presente en el tiroides normal en altas concentraciones (0,72 g/g). Forma parte de la glutatin peroxidasa, de la superxido dismutasa catalizando la degradacin del perxido de hidrgeno (H2O2), y de la 5-desyodasa tipo I o perifrica (Corvilain 1993). En Zaire, se intenta explicar la frecuencia de cretinismo mixedematoso y la rareza del cretinismo neurolgico por la deficiencia conjunta de ambos elementos. La deficiencia de yodo produce una estimulacin del tiroides por TSH con el resultado de una mayor produccin de perxido de hidrgeno dentro de las clulas, que no se puede degradar por la falta de selenio. La deficiencia conjunta de yodo y selenio puede provocar la destruccin celular y, finalmente, la fibrosis y atrofia tiroidea que condiciona el cuadro de cretinismo mixedematoso o hipotiroideo. Por otra parte, la deficiencia de selenio en la embarazada condiciona una menor degradacin de T4 en T3 a nivel perifrico, por una disfuncin de la desyodasa tipo I. El cerebro fetal est protegido ya dispone de T4 y la desyodasa tipo II no est afectada, con lo que la T3 cerebral no disminuye, evitando as el cretinismo neurolgico debido a hipotiroxinemia en los primeros estadios de la gestacin. Como ya se ha comentado, en ciertas regiones de China, Corea y Siberia con deficiencia endmica de selenio, es endmica tambin la enfermedad de Kashin-Beck, una osteoartropata de causa desconocida que deforma las articulaciones y produce una disminucin de la movilidad articular. Las manifestaciones comienzan entre los 5 y 15 aos. En su forma ms severa produce necrosis de los cartlagos articulares y de crecimiento, con disminucin de la estatura (Sokoloff 1989). En un estudio de MorenoReyes et al. (1998) en un rea donde es endmica la enfermedad de Kashin-Beck se comprob que cuando coincidan la deficiencia de yodo y selenio junto a malnutricin calrico-proteica, aumentaba el riesgo de aparicin de la osteoartropata. El hipotiroidismo secundario a la deficiencia de yodo, por un lado, y la baja concentracin de globulina transportadora de tiroxina secundaria a la hipoproteinemia, por otro, condicionan una disminucin de la osificacin encondral, contribuyendo a las manifestaciones clnicas de la enfermedad en los sujetos afectados. Para algunos autores, el retraso mental es menos severo en el cretinismo mixedematoso que en el neurolgico, mientras para otros las diferencias son inexistentes. En zonas geogrficas deficientes tanto en yodo como en selenio, se produce una deficiencia combinada de T3 y T4. Por otro lado, la deficiencia de T3 aislada se asocia

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con reas deficientes en selenio, pero no en yodo. Para aumentar la confusin, el exceso de yodo (y posiblemente de selenio) puede hacer disminuir la secrecin de hormonas tiroideas, dando lugar a una patologa que semeja la deficiencia de yodo y selenio. 2.4.3. Patognesis del Cretinismo Endmico Se ha propuesto que el mecanismo patognico del cretinismo endmico es el hipotiroidismo fetal, el hipotiroidismo materno o una combinacin de ambos.

a) Hipotiroidismo fetal.

Se ha demostrado claramente que el cretinismo endmico de tipo mixedematoso depende de un fallo tiroideo durante la vida fetal o primeros aos de vida posnatal. En regiones con deficiencia severa de yodo y cretinismo mixedematoso de China, existe hipotiroidismo fetal desde el cuarto mes de gestacin (Delange, 1989; DeLong, 1989). Estudios realizados en Zaire (Thilly, 1987), India (Ibbertson, 1971) e incluso en ciertas reas de Europa como Sicilia (Sava, 1984), han evidenciado la existencia de hipotiroidismo neonatal por deficiencia de yodo en zonas con cretinismo endmico. Adems, cerca de un 10% de los nios menores de 12 aos de Ubangi, Zaire, son clnicamente hipotiroideos y casi la mitad tienen retraso en la maduracin sea, lo que se correlaciona directamente con los niveles de TSH en suero, e inversamente con los niveles de T4. Tambin hay una correlacin directa entre el retraso mental y la talla baja o el retraso en la maduracin sea, lo que indica que el hipotiroidismo presente en los primeros aos de vida puede ser el causante de la deficiencia mental y del enanismo (Dumont, 1963). En algunos nios de Ubangi los signos bioqumicos de hipotiroidismo desaparecen espontneamente a las 6 a 10 semanas (Delange, 1974). Se ha sugerido que cuando el fallo tiroideo posnatal permanece se produce el cuadro de cretinismo mixedematoso, mientras que la hipotiroxinemia transitoria durante el periodo crtico del desarrollo cerebral podra explicar, al menos en parte, el retraso mental endmico observado en individuos no cretinos de la misma poblacin (Delange, 1985; Malvaux, 1985). Por el contrario, no hay evidencias de hipotiroidismo fetal en el cretinismo endmico de tipo neurolgico. La correccin de la deficiencia de yodo en las embarazadas, mediante administracin intramuscular de aceite yodado a la mujer (antes del embarazo) da lugar

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a una normalizacin de los niveles de hormonas y de los signos neurolgicos en RN y nios. La accin preventiva de la correccin de la deficiencia de yodo en la madre sobre la incidencia de cretinismo endmico, indica que la funcin tiroidea materna juega un importante papel en la patognesis del cretinismo endmico (Thilly, 1983).
b) Hipotiroidismo materno

La hipotiroxinemia materna (rara en reas no endmicas) puede dar lugar a una alteracin del desarrollo intelectual del nio. Sin embargo, en reas endmicas la hipotiroxinemia materna es extraordinariamente frecuente y se asocia a un aumento de la mortalidad y morbilidad del recin nacido (Pharoah, 1971 y 1976). Estudios experimentales en ratas demuestran que la hipotiroxinemia materna debida a deficiencia de yodo condiciona una falta de hormonas tiroideas en los tejidos fetales durante las primeras fases del embarazo, antes de que comience a funcionar el tiroides fetal y tambin despus, durante el desarrollo fetal tardo. En los embriotrofoblastos (11 das de gestacin) de estas ratas deficientes en yodo, la T4 era indetectable mientras la T3 era normal (Morreale, 1984). En ratas alimentadas con una dieta deficiente en yodo durante la preez, se produce una disminucin de T4 y T3 en suero y tejidos de mayor intensidad que si la dieta aporta una cantidad adecuada de yodo (Escobar de Rey, 1986; Ruiz Oa et al., 1988). Durante el periodo de desarrollo fetal aumenta la actividad de las diferentes isoenzimas de la 5 desyodasa (5D), tanto la tipo I (hgado) como la tipo II (cerebro). En fetos de madres deficientes en yodo la 5D-II aumenta an ms que en fetos de madres normales. A pesar de todo, la T3 cerebral de estos fetos es mucho ms baja ya que falta el sustrato (T4 materna). Esto indica que hay una transferencia de hormona tiroidea de la madre al feto desde el comienzo de la gestacin, que juega un papel esencial en el desarrollo fetal, especialmente del cerebro (Calvo et al. 1990; Morreale, 1986 y 1993; Morreale y Escobar del Rey, 1996). El concepto clsico de que hay slo una transferencia mnima de T4 ha cambiado recientemente por la observacin de que los nios con agenesia tiroidea o con dishormonognesis (que no son capaces de sintetizar hormona tiroidea), tienen niveles detectables de T4 en sangre del cordn que descienden tras el parto (Hetzel, 1990). Por tanto, el cuadro clnico del cretinismo endmico resultara de dos hechos, consecuencia ambos de la deficiencia de yodo: el primero, el hipotiroidismo materno y/o fetal. ste se produce en todos los cretinos y es el responsable de las caractersticas neurolgicas del

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cuadro. El segundo, el hipotiroidismo postnatal que no se produce en todos los cretinos y que depende de la capacidad funcional del tiroides en el recin nacido. El hipotiroidismo posnatal es el responsable del retraso mental, del retraso del crecimiento y del retraso del desarrollo sexual, as como de la apariencia mixedematosa del cretino. Sin embargo, esta hiptesis no puede explicar todos los cuadros posibles. As, por ejemplo, el hipotiroidismo materno y/o fetal es mucho ms severo y frecuente en reas donde predomina el tipo mixedematoso (Zaire) que en reas donde predomina el tipo neurolgico (Delange, 1974). 2.4.4. Tratamiento del Cretinismo Endmico No hay un tratamiento especfico para el cretinismo endmico de tipo neurolgico. Son pacientes que necesitan rehabilitacin, como los pacientes afectos de parlisis cerebral. En los cretinos mixedematosos menores de 4 aos, podemos mejorar la funcin tiroidea con suplementos de yodo. Estos suplementos no sirven en nios mayores, lo que indica que en este tipo de cretinismo el tiroides atrfico pierde progresivamente su capacidad funcional (Boyages, 1990). La terapia sustitutiva con Ltiroxina revierte los efectos del hipotiroidismo, como en el hipotiroidismo congnito espordico, pero no corrige las secuelas neurolgicas. El aceite yodado administrado antes de que comience del embarazo, previene el hipotiroidismo del recin nacido. Este efecto se mantiene hasta los 2-3 aos de vida, segn se comprob en Zaire (Thilly, 1977 y 1983; Hetzel, 1980). El hecho de que el hipotiroidismo comience en algunos nios a partir de esta edad apoya la hiptesis de Cosling y col. (1977) ... los pacientes hipotiroideos de reas con bocio endmico, no tienen por qu tener retraso mental irreversible.... Y con los de Boyages y col. (1988) ... los cretinos con fallo tiroideo pueden tener slo un retraso moderado de la maduracin sea y de la talla, si se tratan precozmente.

3. DEFICIENCIA DE YODO Y EMBARAZO


3.1. Introduccin La importancia de prevenir la deficiencia de yodo en las madres para evitar el dao al feto y recin nacido, ha sido destacada por muchos autores, as como por los Organismos Internacionales. Las ltimas recomendaciones de la OMS sobre cantidades

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mnimas recomendadas (ESPGAN, 1981; RDA, 1993) aconsejan aumentar la ingesta de yodo durante el embarazo y lactancia (tabla 5). No fue hasta los aos 70 cuando se demostr que el cretinismo neurolgico es la consecuencia de la deficiencia de yodo severa en la madre y que la nica manera de prevenirlo era la correccin de la misma al principio de la gestacin o antes de que sta comience. La correccin de la yododeficiencia en el tercer trimestre de embarazo no previene las lesiones neurolgicas, aunque s puede mitigar la aparicin del cretinismo mixedematoso debido a hipotiroidismo congnito (DeLong, 1998). Muchas de las lesiones anatmicas ocurren durante las primeras etapas de la vida intrauterina (DeLong, 1989; Morreale y Escobar del Rey, 1996), cuando el tiroides fetal an no ha entrado en funcionamiento. El desarrollo de estructuras tan importantes como cara, ojos y cuerpo calloso, comienza en el primer mes de gestacin. Estructuras como la cclea o la corteza cerebral se estn desarrollando desde el segundo mes de gestacin. Una yododeficiencia severa en la madre va a condicionar hipotiroxinemia materna y dao cerebral en el feto irreversible al nacimiento. Siguiendo a Gabriela Morreale (1996) ... los nios con hipotiroidismo congnito espordico nacidos de madres sin deficiencia de yodo, tendrn un dficit de hormonas despus del nacimiento, y no sern mentalmente retrasados si podemos darles hormona tiroidea, precozmente.... La Dra. Morreale ha comparado las caractersticas del hipotiroidismo congnito y del cretinismo neurolgico endmico y destaca que la diferencia principal entre uno y otro est en el ambiente hormonal de la madre durante la gestacin (Escobar del Rey y Morreale, 1996) (tabla 18). Actualmente se acepta que las manifestaciones neurolgicas del cretinismo endmico dependen de hipotiroxinemia materna y fetal combinadas y no de la falta de yodo en s misma. 3.2. Hormonas tiroideas en la embarazada deficiente en yodo En el embarazo normal, la T4 circulante aumenta durante la gestacin hasta alcanzar los 14 g/dl en el tercer trimestre. Sin embargo, en reas donde predomina el cretinismo neurolgico (ingesta de yodo < 25 g/da), hasta el 50% de las embarazadas tienen valores de T4 inferiores a los 6 g/dl en el mismo periodo (Chouffoer, 1965; Pharoah, 1976). En estas mujeres no suele haber signos ni sntomas evidentes de hipotiroidismo. Los niveles de T3 en sangre suelen ser normales, aunque la TSH est elevada. Cuando tanto los niveles de T3 como los de T4 en sangre son bajos, es

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frecuente la prdida del feto (Morreale y Escobar del Rey, 1996). Estudios recientes demuestran que durante el embarazo se produce una alteracin de la funcin tiroidea asociada a la deficiencia de yodo consistente, principalmente, en un descenso de T4 y un aumento de TSH (Shi, 1998). Este aumento de TSH no se produce en zonas sin dficit de yodo.
Tabla 18. Comparacin de los hallazgos de cretinos neurolgicos por deficiencia grave de yodo y de hipotiroideos congnitos. Caractersticas Dao SNC Funcin tiroidea fetal Estado hormonal fetal Funcin tiroidea posnatal Cretinismo Neurolgico Irreversible al nacimiento Alterada (falta yodo) T4 baja, TSH alta, T3 baja Normal para la ingesta de yodo. Totalmente adecuada Estado hormonal posnatal normal cuando sta es Hipotiroideo congnito Evitable con T4 al nacimiento Alterada (anomalas bioqumicas o anatmicas) T4 baja, TSH alta, T3 baja Alterada de forma permanente

Eutiroideo (T3 srica normal). Hipotiroideo permanente, a Totalmente normal, cuando la ingesta de menos que se haga tratamiento yodo es adecuada. sustitutivo. Normal Normal Normal Normal Eutiroidea

Funcin tiroidea materna Alterada por falta de yodo T4 Muy baja T3 Normal TSH Alta Clnica (funcin materna) tiroidea Eutiroideo (T3 srica normal)

Tomado de Morreale de Escobar G. y Escobar del Rey F. (1996).

3.3. Transferencia materno-fetal de hormonas tiroideas Diversas observaciones en reas de cretinismo endmico y en animales de experimentacin, ponen de relieve el importante papel de las hormonas maternas en el desarrollo del cerebro fetal. Estudios en ratas han permitido hallar T4 en las cavidades embrionarias desde el primer trimestre y su concentracin depende directamente de los niveles de T4 materna (Contempr, 1993). Los receptores nucleares de T3 se pueden detectar en el embrin antes de que comience la funcin tiroidea fetal (Morreale, 1993, 1994 y 1996; Hetzel, 1988). La presencia de T3 es esencial para la normal diferenciacin de las estructuras cerebrales, pero el feto es incapaz de utilizar la T3 materna: necesita T4 que luego transformar en T3 gracias a la 5D-II. Cuando comienza a funcionar el

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tiroides fetal (mitad del segundo trimestre) no cesa la transferencia materno-fetal de hormonas tiroideas, aunque predominan las de origen fetal. En el hipotiroidismo congnito (sin deficiencia de yodo) el embrin recibe un aporte normal de T4 materna antes de que se produzca el fallo de su tiroides, suficiente para proteger el cerebro fetal hasta el nacimiento (Vulsma, 1989; Morreale y Escobar, 1996; Calvo, 1990).

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VII. DEFICIENCIA DE YODO LIGERA A MODERADA: SITUACION EN EUROPA.

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1. Epidemiologa
En Europa se han venido comunicado casos de bocio endmico, complicados en ocasiones con cretinismo, hasta fechas recientes. La deficiencia severa afectaba, sobre todo, reas remotas y aisladas de la Europa central incluyendo Suiza, Austria, Norte de Italia, Bulgaria, Polonia, antigua Checoslovaquia y Espaa. En 1983, Hetzel comunic que el problema de los trastornos causados por la deficiencia de yodo haba sido erradicado por completo en Suiza, gracias a la implementacin y monitorizacin del programa de yodacin de la sal - lo que ha sido confirmado despus por Brgi - (Brgi, 1990). Debido probablemente al impacto de este programa, el mundo mdico pens que los TDY iban a dejar de considerarse un problema de salud pblica en Europa (Delange, 1994). Sin embargo, a mediados de los 80 se llev a cabo una reevaluacin de la situacin, bajo el auspicio de la Asociacin Europea de Tiroides (Report of the Subcommitee for the study of endemic goiter and iodine deficiency of the European Thyroid Association, 1985). En este trabajo se mencionaba el nacimiento de algn cretino en Espaa, as como la menor capacidad intelectual de escolares residentes en zonas deficientes en yodo (Las Hurdes y Galicia) (Morreale de Escobar y Escobar del Rey, 1985), que fue comprobada poco despus por otros investigadores (SnchezFranco, 1987; Garca, 1987; Tojo, 1987). Un estudio realizado por Delange en 1986, demostr (a partir de la determinacin de la eliminacin urinaria de yodo en nios y adultos, as como del anlisis del contenido en yodo en leche materna), que persista un grado moderado de deficiencia en general, con zonas definidas de deficiencia grave. As, en el sur de la RFA los valores de yodo en leche materna fueron tan bajos como los hallados en Zaire (12 g/L). As mismo, se comprob que el aumento en el aporte de yodo a la poblacin adulta se acompaaba de cambios paralelos en el contenido en yodo de la leche materna y de la orina de recin nacidos. En ese mismo ao la Oficina Europea de la OMS (anexo I) inst a todos los pases europeos a establecer, apoyar y crear un comit nacional con alto nivel de acceso al gobierno, que se encargara del problema de la deficiencia de yodo y en el que hubiera representantes de medicina, nutricin, legislacin, salud pblica, medios de comunicacin, industria de la sal e instituciones de investigacin; poner en marcha la legislacin adecuada para asegurar la disponibilidad de sal yodada y, entre tanto, monitorizar la ingesta de yodo, especialmente en la embarazada, mujeres lactantes y nios pequeos para prevenir el hipotiroidismo neonatal y el consiguiente dao cerebral

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del nio en crecimiento, la consecuencia ms importante de la deficiencia de yodo. En 1989 se llev a cabo un nuevo estudio (Delange & Brgi, 1989) en el que los autores hacan un resumen del estado del bocio endmico y de la deficiencia de yodo en Europa, al tiempo que evaluaban los posibles cambios en el estado nutricional en yodo tras las recomendaciones dadas por la OMS. Se recogieron muestras ocasionales de orina de RN (5 da posnatal) en catorce ciudades de Europa y Toronto (Canad). El yodo urinario fue ms alto en los pases del Norte de Europa, en los que se suplementaba el pienso de las vacas con yodo (Rotterdam, 148 g/L; Helsinki, 162 g/L; Estocolmo, 110 g/L). En las ciudades del centro y sur de Alemania se hallaron los valores ms bajos (todos menores de 50 g/L) (tabla 19). Excepto en la mayora de los pases escandinavos, Austria y Suiza, la mayora de los pases europeos o al menos ciertas reas, especialmente en el sur del continente, estaban todava afectadas (Gutekunst & Scriba, 1989). A principios de los 90, un grupo de investigadores reevaluaron el estado nutricional en yodo de todos los pases europeos, incluyendo los pases del Este (Delange, Dunn and Glinoer, 1992). La deficiencia de yodo estaba bajo control slo en cinco pases: Austria, Finlandia, Noruega, Suecia y Suiza. Haba deficiencia marginal de yodo en Blgica, las Repblicas Checa y Eslovaca, Dinamarca, Francia, Hungra, Irlanda, Portugal y Reino Unido y haba recurrido, despus de una resolucin transitoria, en Croacia, los Pases Bajos y en algunos pases del Este europeo. En 1997 se ha realizado un nuevo estudio incluyendo 12 pases europeos (Pases Bajos, Blgica, Luxemburgo, Francia, Alemania, Austria, Italia, Polonia, Repblicas Checa y Eslovaca, Hungra y Rumania) (Delange et al., 1997). En esta ocasin 11 endocrinlogos, representando a cada uno de los pases estudiados, han revisado la situacin del bocio endmico en Europa. Una unidad mvil equipada con un ecgrafo y el equipo necesario para la recoleccin de las muestras de orina, visit los 12 pases. Atendiendo a las recomendaciones de la OMS/UNICEF/ICCIDD (1994) se estudiaron escolares de edades comprendidas entre los 6 y 15 aos, en los que se determin el volumen tiroideo a partir de una ecografa y la concentracin de yodo en orina. Tanto los estudios ecogrficos como la medicin del yodo urinario fueron realizados por los mismos investigadores. Se realizaron ecografas en 7.599 escolares (7-15 aos) y en 5.709 de ellos se midi la concentracin de yodo en orina.

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Tabla 19. Concentracin de yodo urinario en nios sanos al 5 da de vida en 14 ciudades de Europa y en Toronto (Canad) Ciudad N de nios Concentracin media de yodo en orina (g/L) Toronto Rotterdam Helsinki Estocolmo Catania Zrich Lille Bruselas Roma Toulouse Berln Gttingen Heidelberg Freiburg Jena (Delange et al. 1989) 81 64 39 52 14 62 82 196 114 37 87 81 39 41 54 148 162 112 110 71 62 58 48 47 29 28 15 13 11 8 Determinaciones (%) < 5 g/L 11,9 15,3 12,8 5,9 38,4 34,4 37,2 53,2 53,5 69,4 69,7 91,3 98,8 100,0 100,0

Este estudio representa un intento de aunar criterios al evaluar el estado nutricional en yodo de los pases europeos y utiliza mtodos estandarizados para determinar las dos variables principales que definen el grado de deficiencia de yodo en escolares, esto es, volumen tiroideo medido ecogrficamente y concentracin de yodo en orina. Segn los autores, el estado nutricional en yodo ha mejorado notablemente en muchos pases europeos y actualmente es normal en Holanda, Francia y Repblica Eslovaca. En otros como Blgica, no han habido cambios. Los resultados de este estudio indican que, en los escolares europeos, hay una relacin inversa entre el yodo en orina y el volumen tiroideo. El bocio aparece tan pronto como el yodo urinario baja de un dintel crtico de 100 g/L (en algunas zonas remotas de Europa la prevalencia de bocio es del 10 al 40%) (Delange et al., 1997). Los valores de volumen tiroideo ecogrfico en nios con aporte adecuado de yodo, aportados por Delange en este estudio, son parecidos a los hallados por Vitti en nios prepberes de un rea de Italia con deficiencia ligera de yodo (Vitti et al., 1994). Aunque

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son mucho mayores que los hallados por Gutekunst en Estocolmo (Gutekunst et al., 1986), y por Ivarsson en Malmo, Suecia (Ivarsson et al., 1989), poblaciones con ingesta de yodo adecuada. La explicacin puede ser que la correccin de la deficiencia de yodo en los nios estudiados por Delange es demasiado reciente para haber permitido que se normalice el volumen tiroideo pues, posiblemente, eran moderadamente deficientes en yodo durante su primera infancia y niez, como apuntaban Langer (Langer, 1994) y Tajtakova (Tajtakova, 1990). Sin embargo, los valores hallados por Delange son similares a los aportados por Klima en nios de 7 a 11 aos en Austria (Klima et al., 1986), y por Takalo en nios de 13 aos en Finlandia (Takalo et al., 1991), donde el aporte de yodo ha sido adecuado durante dcadas. Tambin son similares, o incluso ms bajos que los aportados por Ueda en nios de Japn, donde la ingesta de yodo ha sido elevada durante varias generaciones (Ueda, 1990). Ciertamente se necesitan ms estudios sobre el volumen tiroideo ecogrfico normal en otras reas del mundo. Mientras tanto, los valores aportados por Delange apoyan la idea de que la prevalencia de bocio en escolares sin deficiencia de yodo (mediana de yoduria superior a 100 g/L) es menor del 5% y han sido adoptados como valores de referencia por la OMS (WHO/ICCIDD, 1997). No obstante, aunque incluye un importante nmero de pases, el estudio comentado no da una visin de la totalidad del continente europeo al limitarse a unos pocos lugares dentro de cada pas. As, por ejemplo, por los datos aportados en este trabajo, parece que en Alemania hay una ingesta de yodo normal, mientras otros autores (Hampel, 1995) han comunicado una deficiencia moderada de yodo en algunas zonas del pas. En cambio, los datos de los tres lugares examinados en Polonia (pertenecientes a una zona afectada de bocio endmico en el pasado) indican que persiste la deficiencia severa de yodo, si bien un estudio de mbito nacional (Szybinski, 1993) pone en evidencia que existen diferencias entre las distintas partes del pas. Este trabajo muestra que, en 1997, Europa no ha conseguido erradicar todava los TDY. Pases como Blgica siguen teniendo deficiencia de yodo a pesar del esfuerzo continuo de su Comit Nacional de IDD, por no haber unas bases legales de carcter nacional y, en otros pases europeos, a pesar de la existencia de programas nacionales, la deficiencia no ha sido totalmente corregida. En la Tabla 20 se resumen los datos de yoduria de diferentes pases europeos (Delange et al., 1997). Slo en tres (Holanda, Repblica Eslovaca y Alemania) se recogieron valores de yodo en orina superiores a 100 g/L (aunque con las limitaciones comentadas de no representar a todo el territorio).

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Los cambios respecto a la situacin anterior son debidos, probablemente, a la implementacin de programas de yodacin y el consumo de sal yodada. En los pases en los que los programas no se han aplicado, los cambios podran ser secundarios a las mejoras de los hbitos nutricionales o a la utilizacin de yodforos en la industria alimentaria (yodacin silente). Se pone de manifiesto, una vez ms, la dificultad de hablar de prevalencias nacionales a partir del estudio de unas pocas localidades. El estudio de Delange indica, una vez ms, que debe alcanzarse la implementacin de programas profilcticos de cobertura nacional, con la participacin activa de las autoridades (no siempre fcil de conseguir). Mientras tanto, debe hacerse una suplementacin profilctica en yodo, especialmente en los grupos diana, esto es, en embarazadas, mujeres en periodo de lactancia y nios pequeos.

Tabla 20. Rango de la media de yodo en orina en ciudades europeas. PAIS Holanda Eslovaquia Alemania Austria Francia Luxemburgo Repblica Checa Italia Hungra Blgica Rumania Polonia (Delange et al. 1997) N de muestreos 3 4 2 4 15 1 2 2 3 3 7 3 Yoduria g/L (rango de la mediana) 140,1-160,3 130,0-140,3 100,3-130,6 90,8-120,0 80,5-130,1 90,0 80,5-80,7 50,4-80,4 50,2-110,5 50,0-50,8 30,4-140,0 20,0-30,2

Los ltimos cinco aos se han caracterizado por la implementacin masiva de programas de yodacin de sal, no slo en Europa sino tambin en Asia, frica y Sudamrica (UNICEF, 1995). Muchos de estos programas han sido eficaces, pero se necesita un seguimiento clnico y biolgico para garantizar la eliminacin de los TDY sin que aparezcan efectos adversos secundarios.

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2. Trastornos tiroideos en una comunidad europea con deficiencia moderada de yodo.


Al sur de Italia (Pescopagano), en una zona yododeficiente en la que nunca se ha hecho yodoprofilaxis, se ha estudiado una muestra de 1411 individuos (Aghini-Lombardi et al., 1999). La muestra inclua 419 nios de 1 a 14 aos (51,3% nios y 48,7% nias) y 992 adultos (15 aos o ms) (57,8% hombres y 42,2% mujeres). Se analiz la excrecin de yodo en orina (g/L) y el volumen tiroideo ecogrfico; se realizaron pruebas de funcin tiroidea (FT4, T3, TSH, anticuerpos antitiroglobulina y antiperoxidasa) y se realiz un cuestionario para investigar la frecuencia de enfermedades tiroideas, tratamientos antitiroideos, ciruga y el uso de medicamentos con yodo o sal yodada en la poblacin. La yoduria media fue de 55 g/L (deficiencia leve a moderada). La prevalencia de bocio aument con la edad (16% a los 6-8 aos, 17% en el grupo de 9 aos, 37,6% en el de 14 aos y 59,8% en adultos), con una frecuencia similar en hombres y mujeres. La mayor prevalencia en los adultos puede ser debida a una yododeficiencia de larga evolucin, mientras la profilaxis silenciosa (mejoras socioeconmicas) hace que sea menor en los nios. El bocio nodular apenas afectaba al grupo de 15 a 25 aos, detectndose en el 28,5% de los sujetos de 56 a 65 aos. Aunque datos previos de la misma zona hablan de mayor tasa de bocio nodular, puede deberse a cambios en los criterios (en ste estudio slo se valoran los ndulos > 10 mm mientras estudios previos incluan los ndulos de 3 a 10 mm). El volumen tiroideo ecogrfico se consider grande (bocio) cuando era mayor de 18,1 ml en varones y 13 ml en mujeres. El aumento del tamao tiroideo fue moderado en el 62,3%, ( 30 ml), grande en el 30,2% (30-60 ml) y muy grande en el 7,5% ( 60 ml) de los casos. Haba sntomas de compresin en 14,3% de los adultos con bocio. La incidencia de hipertiroidismo fue doble que la comunicada a mediados de los 70 (Tunbridge, 1977). La mayora incida en sujetos con bocios nodulares (a diferencia de lo que ocurre en reas con aporte suficiente de yodo, donde la mayora de los hipertiroidismos se deben a bocio difuso). Los bocios nodulares txicos afectaron sobre todo a ancianos, en su mayora mujeres. La prevalencia de ndulos autnomos (FT4 y T3 normales con TSH baja) aument con la edad (0,7% en nios; 6,4% en adultos y 15,4% en los mayores de 75 aos) y fue mucho mayor que en reas sin yododeficiencia de Reino Unido (Phillips, 1998).

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En el 3,8% de los adultos haba hipotiroidismo subclnico (TSH>3,7 mUI/L) y se hallaron ttulos altos de anticuerpos (TgAb y TPOAb) en el 3,5% (en su mayora mujeres mayores de 45 aos). La mayora estaban clnica y bioqumicamente eutiroideos, aunque casi la mitad tenan aumento del volumen tiroideo. Esta mayor frecuencia de anticuerpos antitiroideos con la edad en mujeres con bocio, se ha hallado tambin en otras zonas con yododeficiencia (Mariotti et al., 1992; Ayala et al. 1999), lo que apoya la idea de que la deficiencia de yodo puede condicionar una mayor exposicin del sistema inmune a los antgenos tiroideos. En este trabajo podemos comprobar que se han sustituido los criterios palpatorios por los ecogrficos, a la hora de hablar de prevalencia de bocio. Los volmenes tiroideos se han obtenido con una frmula ligeramente diferente a la utilizada por Delange en su estudio (factor 0,52 vs. 0,479). Esta falta de consenso en cuanto al tamao tiroideo ecogrfico normal de una comunidad, motiva que sea difcil an comparar datos procedentes de diferentes estudios, como se comentar ms adelante (ver discusin).

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VIII. CONSECUENCIAS PARA LA SALUD PBLICA DE LA DEFICIENCIA MODERADA DE YODO

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1. ADULTOS
La frecuencia de bocio simple es elevada en la mayora de los pases europeos y el coste del tratamiento de los problemas tiroideos dependientes de la deficiencia de yodo, es enorme. As por ejemplo, en Alemania el coste del diagnstico y tratamiento del bocio en 1986 se calcul en 700 millones de dlares, mientras la prevencin con sal yodada hubiera costado slo 2-8 cntimos por persona y ao (Pfannenstiel, 1989). El coste econmico de la deficiencia de yodo ha sido analizado en mltiples ocasiones (PAHO, 1986; Hetzel, 1994; Pandav, 1998). Aparte del coste tangible en gastos hay que considerar un coste por absentismo laboral y algo que no es mensurable: el sufrimiento humano. Las principales complicaciones de la deficiencia de yodo en adultos son las recogidas en la tabla 6.

2. ADOLESCENTES Y NIOS
El bocio puberal eutiroideo es especialmente frecuente en adolescentes europeos pudiendo requerir, en ocasiones, tratamiento con L-tiroxina o con yoduro. Incluso los escolares clnicamente eutiroideos que nacen y viven en reas deficientes en yodo, pueden tener defectos neuro-intelectuales solapados o incluso, evidentes (SnchezFranco, 1977 y 1987; Alonso, 1982; Bleichrodt, 1985AnexoIII; Garca, 1987; Tojo, 1980 y 1987; Vermiglio, 1990). Los tests de inteligencia y la capacidad de aprendizaje de estos nios estn disminuidos respecto a nios de la misma zona, etnia, estado nutricional o socioeconmico, pero no expuestos a deficiencia de yodo. Estos dficits pueden ser el resultado de un fallo tiroideo transitorio durante la vida fetal o primeros aos de vida posnatal, esto es, en la poca crtica del desarrollo cerebral. En Europa es raro encontrar regiones con deficiencia severa de yodo, en las que se presentaran las alteraciones enumeradas en la tabla 6, pero muchas de las consecuencias de la deficiencia de yodo se presentan, incluso, cuando la deficiencia es moderada o ligera. Vitti en 1992 y Chiovato en 1994, encontraron prdida de la capacidad auditiva en nios europeos con deficiencia moderada de yodo (30% de los individuos tenan bocio y una excrecin urinaria de yodo de 81 g/L). Los datos del estudio de Muoz Mrquez en Teruel (1993), son similares a los de Chiovato (como se comenta ms adelante). Estos dficits auditivos podran tener relacin (an por demostrar) con la capacidad intelectual de los nios.

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La experiencia de Chernobyl demuestra que los nios son ms propensos a sufrir los efectos cancergenos del yodo radiactivo, cuando el tiroides est deplecionado en yodo (como se comenta ms extensamente en otro apartado).

3. RECIEN NACIDOS
Las alteraciones de la funcin tiroidea por dficit de yodo en Europa ocurren, con ms frecuencia, en los recin nacidos y nios pequeos (hipotiroidismo transitorio, bajo peso al nacer y mayor tasa de mortalidad y morbilidad, por deficiencia de yodo durante el embarazo). El hipotiroidismo transitorio primario es casi ocho veces ms frecuente en Europa que en Amrica del Norte (Delange et al., 1980; Glinoer et al., 1990). La concentracin de yodo en orina y los niveles de TSH (> 5 mUI/L) al 5 da de vida, se utilizan como un ndice del estado nutricional en yodo, junto al "screening de hipotiroidismo congnito, y se emplean tambin para valorar los efectos de la yodoprofilaxis en una poblacin (Delange y Ermans, 1996). El papel especfico de la deficiencia de yodo en este tipo de hipotiroidismo se demuestra por la desaparicin del fallo tiroideo neonatal en prematuros de Blgica desde que, sistemticamente, se les administran 30 g/da de yoduro potsico. El riesgo de hipotiroidismo transitorio en recin nacidos, aumenta con el grado de prematuridad (De Vries et al., 1986; Lucas et al., 1988). El cuadro dura unas semanas y requiere tratamiento sustitutivo (Fisher y Delange, 1998). Delange y col., revisaron diferentes estudios realizados en Dinamarca sobre la ingesta de yodo en RN y hallaron que sta era menor a la recomendada (20-30 g/Kg/da) (Delange et al., 1988). Nohr y col., hallaron una concordancia entre el yodo urinario en el RN y el contenido ydico en leche materna en Dinamarca (Nohr et al., 1994). La administracin de 200 g/da de yoduro potsico (IK) a las madres, durante el embarazo, disminua el tamao tiroideo y la Tg srica, tanto en la madre como en sangre del cordn del RN. Cuando la ingesta de yodo es menor de esta cantidad y la concentracin de yodo urinario en el RN es inferior a 50 g/L, aumentan los casos de hipotiroidismo. En este entorno, la causa principal del hipotiroidismo transitorio es el uso de desinfectantes yodados durante el parto (Wolff-Chaikoff agudo). El bajo peso al nacer (<2500 g) es ms frecuente tambin en los RN con TSH> 5 mUI/L y se correlaciona con las yodurias bajas en las madres (Sullivan et al., 1997). As mismo, la mortalidad y morbilidad en RN y nios es mayor cuando las madres son deficientes en yodo. Un estudio realizado en Indonesia encuentra que la administracin de aceite

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yodado oral a los nios de 6-10 semanas, se traduce en una disminucin de la mortalidad en RN y lactantes (Cobra et al., 1997). En un libro recientemente publicado por el ICCIDD (Yodo y embarazo) se confirma la importancia del transporte materno-fetal, tanto de tiroxina como de yodo, a lo largo del periodo gestacional (Fisher y Delange, 1998) y se enfatiza la necesidad de asegurar una adecuada ingesta de yodo durante el periodo crtico del desarrollo cerebral (desde la concepcin hasta el tercer ao de vida). Las recomendaciones de la OMS y ICCIDD a este respecto, proponen el enriquecimiento de las frmulas para lactantes de forma que aporten 15 g/Kg/da (100 g/L) en RN a trmino y 30 g/Kg/da (200 g/L) en prematuros. As mismo, se destaca tambin la importancia del tratamiento precoz del hipotiroidismo congnito con tiroxina y la necesidad de un aporte suplementario de yodo en las madres lactantes, que asegure la ingesta adecuada de yodo en el recin nacido. Los resultados de un estudio realizado en Espaa en el que se analizan las determinaciones de TSH en RN de la CC.AA. de Aragn indican, no slo que persiste el dficit de yodo, sino que ste ha aumentado respecto a estudios previos (las cifras de 1997 daban un 11,1% de RN con TSH>5 UI/ml mientras que en 1998 haba un 13,8% de RN en esta situacin) (Mayayo, 1999).

4. EMBARAZO
La funcin tiroidea en adultos europeos varones suele ser normal, mientras est alterada con frecuencia en la mujer embarazada. Durante el embarazo la glndula tiroidea sufre una estimulacin por tres mecanismos: 1) Estmulo directo por Gonadotropina Corinica (HCG) 2) Estimulacin por retroalimentacin debida al incremento de TBG y a la menor concentracin de hormonas libres y 3) Estmulo por la prdida adicional de yodo debida tanto al mayor aclaramiento renal como a la transferencia materno-fetal (Glinoer, 1990, 1993 y 1995).

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4.1. Transferencia materno-fetal de yodo y hormonas tiroideas. Funcin tiroidea fetal en la embarazada con deficiencia moderada de yodo En un estudio sobre 115 mujeres valoradas cada trimestre, se hall un aumento en la excrecin renal de yodo desde el primer trimestre hasta despus del parto. El balance negativo de yodo condiciona una deplecin del pool tiroideo - de hasta el 40% en los 280 das de embarazo (Smyth et al., 1997). La relacin entre ingesta de yodo en la embarazada y funcin tiroidea fetal se comprueba porque, cuando la ingesta de yodo es suficiente en la madre la TSH del recin nacido suele ser < 5 mUI/L mientras que la proporcin de RN con TSH > 5 mUI/L aumenta a medida que desciende la eliminacin de yodo en orina de la embarazada (Shi et al., 1998). Las elevaciones transitorias de TSH en el recin nacido constituyen un ndice fiable de la nutricin en yodo de una comunidad (IDD Newsletter 15 (3): 37, 1999). La ingesta de yodo lmite (situacin en Europa) disminuye los niveles de tiroxina materna e influye negativamente en la maduracin del sistema nervioso central del feto. Pero, adems, el tiroides fetal no va a producir suficiente cantidad de tiroxina - lo que se refleja en un aumento de TSH fcilmente detectable al nacer y que, de no corregirse, conlleva un retraso mental irreversible -. En un estudio realizado en Suiza, se pudo comprobar que, incluso un aumento relativamente pequeo de la ingesta de yodo que cambie el grado de deficiencia de grave a moderada, es suficiente para evitar el nacimiento de cretinos con el ms profundo dao neurolgico (Brgi y Supersaxo, 1990). En 1993, Glinoer et al. realizaron un estudio sobre 2.000 embarazadas de Blgica con una ingesta media de yodo de 50-60 g/da. El 85% de las embarazadas tena yodurias inferiores a 100 g/L. Un tercio de las madres estaban en hipotiroxinemia relativa despus de 10 semanas de gestacin y tenan niveles elevados de TSH al final del embarazo (Glinoer et al., 1993). Este estado de hiperestimulacin por TSH da lugar a un aumento el volumen tiroideo durante el embarazo en un 10% de las embarazadas (y este aumento fue slo parcialmente reversible en el posparto) y a un aumento progresivo de la concentracin de tiroglobulina en suero (Smyth et al., 1994 y 1997). El embarazo en condiciones de ingesta de yodo lmite explica, al menos en parte, la mayor frecuencia de problemas tiroideos en la mujer que en el hombre. Suplementos de 300 g/da de IK en la embarazada se traducen en un aumento de la yoduria en los

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recin nacidos, sin evidencia de hipo o hipertiroidismo en las madres ni en los nios, ni modificacin en los niveles de autoanticuerpos (TPOAb) tras la administracin del yodo. Tambin disminuyeron los niveles de Tg y el volumen tiroideo en el RN (Liesenkotter et al., 1996). Por tanto, no podemos seguir dudando de los beneficios de aumentar la ingesta de yodo en las embarazadas en los casos de deficiencia moderada o ligera como la que afecta a Europa. La ausencia de efectos colaterales est ampliamente documentada y los beneficios son cada vez ms evidentes. Los ltimos datos recogidos en el rea de Madrid (Espaa) sobre deficiencia de yodo y funcin tiroidea en la embarazada indican que la deficiencia de yodo es ms prevalente en el embarazo. La eliminacin de yodo en orina en las embarazadas normales estudiadas, siempre estuvo por debajo de los 100 g/L (cuando debera ser de 160 g/L para una ingesta de 240 g/da como recomienda la OMS) (De Santiago et al., 1999). Las embarazadas en las que se aconsej la toma de un complejo vitamnicomineral (V-M) con 150 g de yodo/tableta dos veces al da, tuvieron yodurias de 200 g/L en el tercer trimestre de embarazo frente a 94 g/L en las que no tomaron el complejo (tabla 21). Los niveles de T4 libre tambin fueron ms bajos (los tres trimestres) en las embarazadas que no tomaron el complejo V-M (C-), lo que puede tener efectos muy negativos sobre el desarrollo del sistema nervioso central del feto. El volumen tiroideo de las embarazadas que no tomaron el complejo V-M (C-) fue mayor que el de aqullas que s lo tomaron (15,16,6 ml vs. 9,61,4 ml). Pero stas no son cifras aisladas. En una reciente comunicacin sobre ingesta de yodo en embarazadas de diversas comunidades de Espaa, se ha hallado que una importante proporcin de embarazadas no ingiere ni la mitad de las cantidades de yodo recomendadas (RDA) para ellas (Escobar del Rey y Morreale de Escobar, comunicacin personal) (tabla 22).
Tabla 21. Niveles de yodo en orina y FT4 en el embarazo. Comparacin entre embarazadas con y sin suplementos de yodo.

Trimestre de Embarazo 1 2 3

Yoduria (g/L) C80 90 94 C+ 111 * 190 * 200 * C16,6 12,9 12,7

FT4 (pmol/L) C+ 19,7 * 15,4 * 15,5 *

*(P<0,001). C- (embarazadas que no tomaron el complejo), C+ (embarazadas que tomaron el complejo vitamnico) (De Santiago et al. 1999).

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Tabla 22. Ingesta de yodo en embarazadas (Espaa). n < 240 g/da n % (RDA)* 72 83 93 80 96 81 90 % < 120 g/da (1/2 RDA)* 32% 28% 59% 49% 42% 47% 53% Mediana yoduria g/da 195 180 96 126 141 148 112

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Elche Zaragoza Granada Alcal de Henares Madrid Las Hurdes Altas C. A. de Madrid

50 47 48 78 45 95 452

*la ingesta diaria se ha calculado a partir de la yoduria, asumiendo una diuresis media de 1,5 L/da. (Datos cedidos por Escobar del Rey y Morreale de Escobar, 1999).

4.2. Deficiencia de yodo y volumen tiroideo en el embarazo Berghout y Wierssinga, miembros del ICCIDD, hacen una revisin de 15 publicaciones sobre cambios del volumen tiroideo en el embarazo, y encuentran una relacin entre el volumen tiroideo ecogrfico y la ingesta de yodo en la embarazada (Berghout y Wierssinga, 1998). Segn sus hallazgos, la deficiencia de yodo conlleva un aumento del tamao tiroideo en la embarazada que no se produce cuando se administra yodo durante el embarazo. El trabajo de Smyth et al., (1997) ya comentado, demostr que el aumento de volumen era mayor en multparas que en primparas. Adems, el volumen tiroideo permaneca aumentado tras el parto en la cuarta parte de las mujeres (tanto en unas como en otras). En nuestro pas De Santiago et al. (ya comentado) encuentran un aumento del volumen tiroideo en embarazadas que ingieren una cantidad de yodo menor a la recomendada (15,16,6 vs. 9,61,4 ml), que no se produce cuando hay un aporte suplementario de yodo (complejo vitamnico-mineral con 150 g de yodo/tableta). Las ms graves consecuencias de la deficiencia de yodo, como se comenta en repetidas ocasiones en este trabajo, las sufre la descendencia. El mayor riesgo de hipotiroidismo (transitorio y permanente), la mayor tasa de mortalidad neonatal e infantil, el aumento de malformaciones y, en fin, los cuadros de cretinismo (tanto neurolgico como mixedematoso) son la consecuencia directa del dficit de yodo cuando ste est presente durante la etapa de desarrollo fetal.

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5. PREMATURO
El tiroides de los nios a trmino contiene unos 100 g de yodo. El papel fisiolgico de la transferencia continua materno-fetal de hormonas tiroideas podra ser el de aportar suficiente T4 para cubrir las necesidades fetales. Tanto la transferencia de yodo como la de hormonas tiroideas, queda interrumpida en el prematuro antes de que pueda cubrir por s mismo sus necesidades. El tiroides fetal del nio pretrmino se encuentra con un aumento de la demanda de hormonas, sin haber podido acumular suficiente cantidad de stas en sus folculos tiroideos (Morreale de Escobar y Escobar del Rey, 1996). Incluso si la ingesta de yodo ha sido adecuada durante el embarazo, el prematuro constituye una poblacin en riesgo de padecer alteraciones del desarrollo por falta de yodo, especialmente si se alimenta con las actuales frmulas infantiles (Ares et al., 1994). Se ha observado que los prematuros que toman una cantidad inferior a la mnima recomendada antes de 1992 (40 g/da) tienen niveles circulantes de T4 y T3 ms bajos y niveles de TSH y tiroglobulina ms elevados, que los prematuros que ingieren la cantidad adecuada de yodo (Morreale de Escobar y Escobar del Rey, 1996). De ah que las recomendaciones actuales (tabla 5) sean de un mnimo de 90 g/da para todos los recin nacidos, incluyendo los prematuros. Las alteraciones de la funcin tiroidea en prematuros (niveles bajos de T4 o T3) se han asociado con una alteracin en la maduracin neural, evidenciable por la menor velocidad de conduccin nerviosa (De Vries, 1986) y por los menores valores alcanzados en las escalas de capacidad mental y motora de Bayley (Lucas et al., 1988).

6. DEFICIENCIA DE YODO Y ACCIDENTES NUCLEARES


Los estudios de funcin tiroidea demuestran que la captacin de yodo radiactivo por el tiroides vara mucho de un pas europeo a otro y est inversamente relacionada con la ingesta de yodo. La avidez del tiroides por el yodo, debida a la deficiencia de yodo, agrava el riesgo de irradiacin tiroidea y la aparicin de cncer tiroideo en caso de accidente nuclear, como se pudo comprobar tras el accidente nuclear de Chernobyl (Kazakov, 1992; Furmanchuck, 1992; Ron, 1995; y Williams 1996). Accidentes nucleares como el de Chernobyl, pueden liberar cantidades enormes de yodo radiactivo, principalmente
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I a la atmsfera. La administracin de yoduro potsico puede bloquear

la captacin tiroidea del yodo radiactivo y prevenir sus efectos sobre el tiroides, como

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demostrara Delange en 1990 (Delange, 1990). La mejor profilaxis de la irradiacin tiroidea en caso de accidente nuclear, es aumentar la ingesta basal de yodo en la poblacin (Delange, 1996). El 26 de Abril de 1986 (1:30 AM de Mosc), el reactor n 4 de la central nuclear de Chernobyl (norte de Ukrania) explot liberando enormes cantidades de radiacin a la atmsfera. La nube radiactiva cubri los cielos de Bielorrusia y la pennsula escandinava, antes de dirigirse al sur, afectando extensas reas de Europa. Se detectaron trazas de radiactividad en una gran extensin (estimadas en 3 x 1018 Becquerels), incluyendo una gran cantidad de yodo radiactivo (131I) (Williams, 1996). Cuatro aos despus del accidente los pediatras de centros situados en Minsk (Bielorrusia) y Kiev (norte de Ukrania), notificaron un incremento en la frecuencia de cncer de tiroides en nios de estas regiones. Las observaciones iniciales fueron acogidas con escepticismo (Kazakov et al., 1992). La comunidad cientfica pens que la mayor incidencia observada se deba a los programas de "screening" y que bien podan ser pequeos carcinomas sin importancia clnica. No obstante, los hallazgos de los patlogos del oeste coincidan con los de sus colegas de Ukrania y Bielorrusia. Los tumores eran casi exclusivamente carcinomas papilares y muchos eran slidos y de estructura folicular. No se hallaron microcarcinomas papilares ocultos, relativamente frecuentes en adultos (Furmanchuk et al., 1992). Al comparar estos datos con los de un estudio realizado en Reino Unido sobre carcinoma tiroideo en nios en un periodo de 30 aos (Harach y Williams, 1995), se observ que en UK. la frecuencia de carcinomas no papilares era del 32% frente al 5% de Ukrania y Bielorrusia. Por el contrario, la proporcin de carcinomas papilares de arquitectura slida/folicular, era mucho mayor en los nios de Ukrania y Bielorrusia y la edad de diagnstico (9 aos) era menor, lo que interpretaron los autores como una mayor susceptibilidad de los nios a los efectos carcinognicos del yodo radiactivo, dependiente de la edad. Aunque no se lleg a probar que se debiera a la exposicin a yodo radiactivo, la falta de comunicaciones sobre el aumento de otros procesos malignos, sugera que un agente tiroides-especfico deba ser el responsable. Si bien se han realizado estudios que parecen demostrar la ausencia de carcinognesis por radioyodo en humanos con enfermedad de Graves (Holm et al., 1980), es bien sabido que el radioyodo es carcinognico tiroideo en animales. La evidencia de Chernobyl, sugiere que tambin lo es para el tiroides de nios. Ron et al., (1995) tras revisar siete estudios, llega a la conclusin de que los nios son ms sensibles a estos efectos que los adultos.

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Los acontecimientos que han seguido al desastre de Chernobyl, deben alertarnos del riesgo de un aumento de cncer tiroideo en nios tras exposicin al escape radiactivo. Cuando el tiroides est vido de yodo, por estar sometido a una deficiencia de yodo previa, este riesgo es mucho mayor. Despus de Chernobyl, se administraron unos 17 millones de dosis de KI a la poblacin (adultos, embarazadas, adolescentes y nios) (Zanzonico y Becker, 1998).

7. DEFICIENCIA DE YODO Y CNCER DE MAMA


En una publicacin aparecida en IDD Newsletter los autores, despus de realizar diversos estudios, tanto en animales como en clnica, parecen haber encontrado una relacin entre la deficiencia de yodo y el cncer de mama (Eskin y Funahashi, 1998). Japn, que hasta ahora ha tenido una ingesta suficiente de yodo, ha visto disminuir la ingesta de este microelemento con la incorporacin de la dieta occidental. Parece ser que en mujeres con menor ingesta de yodo hay un aumento de atipias y cncer de mama. Otro hallazgo de los mismos autores, es que la enfermedad benigna de la mama (atipia precancerosa), se reduce tras el tratamiento con yodo. No cabe duda, de que se abre un nuevo campo de investigacin y un posible nuevo efecto, a los ya numerosos Trastornos por Deficiencia de Yodo.

8. DEFICIENCIA DE YODO Y ACIDOS GRASOS.


La existencia de alteraciones en la composicin de cidos grasos, en poblaciones deficientes en yodo, fue estudiada hace varias dcadas por Soriguer y col. (Las Hurdes, 1975). Estudiando la composicin en cidos grasos del tejido adiposo en habitantes de Las Hurdes, los autores encontraron diferencias con otras comunidades consistentes, fundamentalmente, en un aumento de cido esterico y disminucin de linoleico. La alteracin en los parmetros lipdicos (colesterol, LDL-colesterol, HDL-colesterol y triglicridos) es conocida tambin en otras comunidades con deficiencia de yodo (Ronnefarth et al., 1996). En un estudio sobre la composicin de cidos grasos en nios de una comunidad de Sudfrica en la que la deficiencia de yodo afecta al 90% de la poblacin (yodo urinario<10 g/L) y donde el 26% de los nios tenan bocio palpable, el anlisis cromatogrfico de los cidos grasos del suero en 289 nios y demostr que, los nios con bocio visible tienen una concentracin ms baja en cido palmitoleico (C16:

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17) y oleico (C18: 19), que los nios sin bocio (Tichelaar et al., 1995). Este hecho sugiere una menor actividad de la 9-desaturasa. As mismo, los autores hallaron una menor concentracin en cido araquidnico y mayores cantidades en cido linoleico (C18: 26) y docosatreinoico (C22: 46), lo que sugerira que tambin est afectada la 5-desaturasa. Segn los autores, la inhibicin de la 9-desaturasa podra ser un efecto primario de la deficiencia de yodo sobre el metabolismo de los cidos grasos, mientras la inhibicin de la 5-desaturasa sera un efecto secundario. La deficiencia de yodo, pues, podra afectar indirectamente a la produccin de prostaglandinas en la membrana celular. A partir de estos datos se podra deducir que la deficiencia de yodo aumenta la necesidad de un aporte nutricional de cidos grasos especficos como el cido araquidnico, tan necesario en pocas de crecimiento y en el curso de distintas enfermedades que implican la puesta en marcha de los mecanismos defensivos tisulares (p. e. infeccin-inflamacin).

9. DEFICIENCIA DE YODO Y CAPACIDAD AUDITIVA


9.1. Bocio y sordera En el ao 1896, en la revista Lancet, Pendred escribi: ... la curiosa asociacin entre sordomudez y bocio, ocurrida en dos miembros de una gran familia, es lo que me ha inducido a publicar estos casos. Por que esta asociacin?. Quizs algn lector de Lancet sea capaz de arrojar alguna luz sobre las causas de esa asociacin entre las dos enfermedades. La cuestin planteada por Pendred sigue an vigente. La asociacin de sordera y sordomudez con el cretinismo, se conoce desde hace ms de un siglo. Fue comprobada a principios de siglo por McCarrison (en las zonas con bocio endmico severo del Himalaya) en cretinos con afectacin neurolgica (McCarrison, 1908). Tambin en La India se hall una asociacin entre bocio, sordomudez y retraso mental en individuos no cretinos residentes en reas con deficiencia grave de yodo (Raman et al., 1959). Por otra parte, la presencia de defectos de audicin se ha descrito tanto en el hipotiroidismo congnito (Debruyne et al., 1983; Franois et al., 1994), como en el hipotiroidismo adquirido (Annand, 1989). La prdida auditiva es independiente de la severidad del hipotiroidismo (Bathia et al., 1977).

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Los escasos estudios audiolgicos en zonas deficientes en yodo han sido realizados en zonas endmicas con deficiencia severa, p.e. en Los Apeninos (Donatti et al., 1988). Pero la prdida de audicin bilateral, atribuible a dao neurolgico, tambin se ha encontrado en zonas de Europa con carencia de yodo moderada (Chiovato et al., 1994; Vitti et al., 1992). Wang y Yang, en un estudio publicado en 1985, demostraron que tras tres aos de yodoprofilaxis en una zona afecta de bocio endmico en China, mejoraban notablemente los tests audiomtricos al tiempo que se normalizaba la funcin tiroidea. Estos resultados sugieren una estrecha y reversible asociacin entre el hipotiroidismo asociado a la deficiencia de yodo y los problemas de audicin. En nuestro pas, en un estudio sobre bocio endmico en poblacin escolar de Teruel con una prevalencia de bocio del 30% y en la que el 60% de los nios excretaban menos de 100 g/L de orina, entre el 3,8% y el 5,5% de los nios tenan hipoacusia y necesitaban ms de 40 dB en algunas de las frecuencias. Entre el 25% y el 38% de los nios necesitaban una intensidad mayor de 20 dB para responder a la seal y la proporcin de nios que necesitaron ms de 25 dB a 1000 Hz fue mayor entre aquellos que tenan bocio que en los que no lo tenan (44,9% vs. 25,7%) (Muoz Mrquez, 1993). En un estudio realizado en Francia sobre 1222 nios de 10 meses a 4 aos de edad, se hall que la capacidad auditiva era peor en aquellos nios con una excrecin urinaria de yodo inferior a 10 g/dl (se exploraron las frecuencias de 500, 1000, 2000 y 4000 Hz). Aunque la muestra no era homognea, pues haba nios pertenecientes a 5 comunidades tnicas distintas y algunos eran de corta edad, este estudio es probablemente el primero que demuestra una asociacin entre yoduria y capacidad auditiva, en un pas desarrollado sin endemia bociosa severa (Valeix et al., 1994). 9.2. Bases genticas y moleculares de la asociacin entre bocio y defectos auditivos El mejor conocimiento de los receptores de las hormonas tiroideas, las recientes aportaciones sobre el sndrome de resistencia a las hormonas tiroideas, la vieja leccin revisada del sndrome de Pendred y las ltimas publicaciones sobre contaminantes y funcin tiroidea y auditiva, nos permiten intuir las bases genticas de las interrelaciones entre funcin auditiva y TDY.

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9.2.1. Receptores de hormonas tiroideas en el sistema auditivo

Las hormonas tiroideas son necesarias para la maduracin del sistema auditivo. Aunque los mecanismos estn an lejos de estar aclarados, es necesaria la interaccin Hormona-Receptor (H-R) a nivel nuclear. M.S. Deol (1973) demostr la aparicin de deformidades cocleares en ratas convertidas en hipotiroideas con propiltiouracilo (PTU). Otros estudios en ratas, parecen demostrar que las hormonas tiroideas pueden ser imprescindibles para la maduracin, no slo de la cclea, sino tambin de las zonas centrales de referencia auditiva (Ruiz Marcos et al., 1983). Tambin se ha demostrado experimentalmente que la induccin de hipotiroidismo durante la gestacin provoca en la cra un retraso de la maduracin, o incluso una degeneracin, del epitelio sensitivo del odo interno, una distorsin de la membrana tectorial y la presencia de precipitados acidfilos en el ductus coclear (Kohonen et al., 1971; Ritter, 1976; Meyerhoff, 1979; Uziel, 1981). Estudios de hibridacin en ratas, han demostrado la presencia de los dos tipos de receptores de hormonas tiroideas ( y ) en las clulas auditivas. Se puede hipotetizar que una insuficiente presencia de T3 durante un periodo crtico del desarrollo fetal o neonatal, podra hacer que no se activara el programa transcripcional a nivel de la cclea y, posiblemente, de otras estructuras auditivas. La extrapolacin de los estudios en ratas sugiere que este periodo crtico podra corresponder en el hombre al que va entre el final del primer trimestre del embarazo y el final del primer mes de vida (Morreale de Escobar, 1987; Burrow, 1994).
9.2.2. Sndrome de resistencia a las hormonas tiroideas y audicin.

Se trata de un trastorno gentico conocido desde hace poco tiempo, asociado a un defecto en el gen del receptor de las hormonas tiroideas. Cursa con hormonas tiroideas elevadas en sangre y una clnica heterognea dependiente de una resistencia tisular (hipfisis y rganos perifricos) a la accin de las mismas (Brucker-Davis et al. 1996). Puede presentarse con bocio o sin l y con diferente grado de disfuncin clnica, incluyendo dificultad de aprendizaje y talla baja. No se haba descrito hasta ahora la asociacin con sordera; sin embargo, estudios recientes parecen haber encontrado una prdida de audicin (Bradley et al., 1994). Se ha demostrado que las dos formas del receptor de hormonas tiroideas ( y ) no se distribuyen homogneamente en las estructuras del odo interno. Mientras el receptor queda restringido a la cclea, el

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receptor es ubicuo. Esto sugiere un papel decisivo de los receptores beta y su interaccin con la hormona (H-R) en el desarrollo y diferenciacin coclear. Un estudio de una amplia serie de pacientes con sndrome de resistencia a las hormonas tiroideas, ha demostrado la asociacin del mismo con defectos de la audicin (Bruker-Davis et al.,1996). El 21% de los pacientes presentaron prdida de la capacidad auditiva (necesidad de una intensidad mayor de 20 dB en frecuencias conversacionales). Se constat as mismo, mayor frecuencia de anomalas en la timpanometra y anormalidad de los reflejos acsticos, as como disfuncin coclear, en el 50% de los casos. En un 50-60% de los pacientes la prdida auditiva poda estar producida por una patologa del odo medio, aunque no haba diferencia significativa en la frecuencia de infecciones ticas entre el grupo de afectos y controles (familiares no afectados). Este estudio confirma que los problemas de audicin son frecuentes en los pacientes con sndrome de resistencia a las hormonas tiroideas. Tanto aquellos relacionados con la conduccin (en relacin, probablemente, con infecciones a este nivel) como los debidos a dficit sensitivoneural. Las razones por las que las infecciones ticas son ms frecuentes en estos pacientes no se conocen, si bien podran estar en relacin con anomalas anatmicas o funcionales asociadas al defecto. Por otra parte, en un artculo de N. Fabris (1973) se comenta una relacin entre tiroidectoma y dficits inmunolgicos, en ratas. Los defectos inmunolgicos estaban perfectamente establecidos cuando las ratas eran tiroidectomizadas en el periodo perinatal precoz mientras que, si se realizaba en animales jvenes, haba un periodo de latencia de 45 a 60 das antes de que aparecieran los defectos. Por otro lado, tanto en el hipotiroidismo congnito como en el adquirido, se ha descrito una sordera de conduccin que puede ser reversible tras el tratamiento con T4, al menos en la forma adquirida (Bathia, 1977; Annand, 1989). Adems, en ambos tipos de hipotiroidismo se han encontrado defectos sensitivoneurales como causa de prdida auditiva (Bombill et al., 1994).
9.2.3. Sndrome de Pendred.

Este es sin duda, una de las ms antiguas causas conocidas de bocio y sordera (como se ha comentado) y tambin una de las causas ms frecuentes de sordera hereditaria en nios (herencia recesiva). La sordera de estos sujetos es de tipo sensorial y, en ocasiones, se asocia con malformaciones cocleares. A pesar de acompaarse de

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bocio, las hormonas tiroideas suelen ser normales o casi normales, por lo que la sordera no puede achacarse al hipotiroidismo. La base bioqumica del sndrome reside en un defecto enzimtico que impide la correcta organificacin del yodo en la tiroglobulina, condicionando el acmulo de gran cantidad de yodo en la glndula. Todava no se entiende bien cmo un defecto enzimtico a nivel tiroideo puede ser causa de sordera. Se ha especulado con la posibilidad de un defecto en dos genes distintos, situados en la misma regin del cromosoma 7 (Forrest, 1996).
9.2.4. Contaminantes que interfieren con la funcin auditiva y tiroidea.

Una cuarta y ms reciente aproximacin a las relaciones entre funcin tiroidea y auditiva, es la observacin de que ciertos contaminantes pueden interferir con ambas funciones. Los Bifenoles Policlricos (PCBs) son contaminantes que tienen similitudes estructurales con las hormonas tiroideas y que pueden interferir con el sistema endocrino. Estudios en ratas han demostrado que la exposicin embrionaria y postnatal a PCBs, puede reducir los niveles de hormonas tiroideas y afectar la funcin auditiva (Goldey et al., 1995). La alteracin afecta nicamente a las frecuencias bajas, lo que sugiere que la regin apical de la cclea es ms sensible al dao de los PCBs. Aunque la disminucin auditiva podra ser secundaria al hipotiroidismo, la posibilidad de un efecto directo de los contaminantes sobre las estructuras del odo, no est descartada.

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IX. YODO EN LA EVOLUCION DEL HOMBRE

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1. Introduccin
Un trabajo que ha llegado a mis manos en la bsqueda de informacin sobre el tema que nos ocupa, es un interesante artculo (The Iodine in Health and Evolution) en el que se destaca el papel crucial que pudo jugar el yodo en la evolucin del hombre (Dobson, 1988). Dada la originalidad y lo novedoso de este punto de vista, me he permitido hacer un extenso resumen del mismo. No hay dos razas de hombre moderno que sean tan distintas como las clsicas Neanderthal y Sapiens. Y tenemos la certeza de que las diferencias son mucho ms que superficiales... . Debemos admitir que la diferencia estimada a partir del grado de diferencias morfolgicas entre el Neanderthal y Sapiens son insuficientes (Mayr 1963). Segn Dobson, el yodo parece explicar estas diferencias superficiales. El esqueleto del Neanderthal recuerda al del cretino mucho ms que al del hombre sano moderno. Y a la inversa, el esqueleto del cretino recuerda al del Neanderthal ms que al del hombre sano moderno. Una comparacin entre los esqueletos neandertales y cretinos indica que existen similitudes evidentes. Las proporciones del cuerpo, crneo y algunos huesos individuales (fmur y pelvis) se describen en trminos idnticos (Finkbeiner, 1923). Una caracterstica diferencial del Neanderthal son las cejas, que se describen como fuertes y prominentes y podemos apreciar que las cejas de los cretinos son prominentes en muchas fotografas. El hombre Neanderthal era extremadamente musculoso incluso en la infancia, una condicin que recuerda el KDS o sndrome de los msculos grandes observado en cretinos. El KDS se define como un sndrome muscular difuso... aparente hipertrofia muscular en nios... una apariencia herclea... . Los trastornos asociados pueden incluir retardo en el desarrollo fsico y mental, retraso en la denticin,... cara de aspecto peculiar,... y aumento de la masa muscular (Jablonski, 1991). El KDS afecta tanto a nios como a adultos con cretinismo (Magalini y Scrascia, 1981). El sndrome especfico de cretinismo incluye tambin el infantilismo de Brissaud. El infantilismo de Brissaud se define como deficiencia mental, enanismo con longitud desproporcionada entre el tronco y las piernas y disgenesia sea epifisaria: ...cabeza grande con cierre retardado de fontanelas, nariz ancha con amplias ventanas nasales, boca abierta, cara tosca... abdomen protruyente... retraso en la cada de la primera denticin, mandbulas hipodesarrolladas, sobre todo la inferior, y lengua agrandada, protruyente y provocando maloclusin (Jablonski 1991).

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Los huesos del adulto con cretinismo son extremadamente densos, con epfisis disgenticas en los huesos largos de brazos y piernas, que detienen el crecimiento lineal durante la adolescencia, mientras permiten el crecimiento a lo ancho. A menudo se producen artritis y otras enfermedades de las articulaciones. A pesar de su inusual grosor, los huesos del cretino se han descrito errneamente como raquticos (International Dictionary of Medicine and Biology, 1986), probablemente por su curvatura ms que por su densidad. No obstante, Finkbeiner (1923) sugiri que ambas enfermedades coincidan en algunos individuos ya que, una dieta deficiente en yodo puede ser deficiente tambin en otros muchos nutrientes conduciendo a otras enfermedades (beri-beri, pelagra, escorbuto, queratomalacia y anemia). Ciertos huesos, especialmente la tibia y fmur, son prcticamente idnticos entre cretinos y neandertales (Finkbeiner, 1923). Stringer y Gamble (1993) se refieren a la alta incidencia de enfermedades articulares degenerativas entre los neandertales. Erik Trinkaus, en 1983, encontr enfermedades degenerativas en la cabeza, brazos, piernas y pies de los neandertales en la coleccin Cave; y Marcellin Boule (1909) encontr enfermedades articulares degenerativas en el crneo, mandbula, columna vertebral, cadera y pies del hombre viejo de La Chapelle-aux-Saints, Francia. Anatmicamente, los hombres de Cro-Magnon pueden considerarse hombres modernos. En los yacimientos del paleoltico superior, desde los Pirineos a la Rusia central, hay cientos de estatuillas con forma femenina conocidas como Venus del Cro-Magnon, que datan en su mayora del 27.000 al 22.000 a.C. Se ha credo que representan al prototipo de la Madre Tierra. La mayora son obesas, con mamas pndulas y vientres grandes que indican un estado de preez. Esta combinacin de caractersticas, ha llevado a muchos investigadores a sugerir que servan de smbolos de fertilidad. ... No podemos especificar cmo se usaban las figuras de la Venus, o por qu tallaban siempre mujeres, o incluso por qu algunas de ellas muestran constantemente proporciones enormes (Stringer and Gamble, 1993). Las caractersticas de estas estatuillas, sin embargo, son marcadamente coincidentes con numerosas caractersticas del cretinismo descrito por Benda (Benda, 1949): El tronco es corto, pero relativamente largo comparado con las extremidades. La brevedad del tronco se acenta por la laxitud de la columna, que se curva al ponerse de pie... . Los pechos son pequeos e infantiles hasta la edad de 20 o 30 aos. Algunas mujeres conservan este rasgo infantil pero, la mayora, suelen tener mamas pndulas y abdomen prominente. Los rganos sexuales externos tienen poco vello en el pubis, las extremidades son cortas y gruesas, las manos son gordas, los dedos cortos y en forma

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de cono. Sin duda, los artistas del Cro-Magnon conocan las formas cretinas por convivir con ellas. Tanto el cretinismo endmico como el espordico apareceran en esta poca, como ocurrira en tiempos remotos y en la Europa de comienzos del siglo XX (Zivanovic, 1982; Merk, 1984). Los dientes merecen atencin especial por su papel en la diferenciacin e identificacin de las especies en los primeros homnidos. Los dientes del Neanderthal se describen como incisivos en pala, mientras los dientes del cretino se describen como poco formados. Uno de los cinco crneos con dientes de Galler, presenta incisivos en pala, idnticos a la forma de los incisivos no descendidos (poco formados si los observamos en el contexto de la Europa actual). Por otra parte, la denticin retrasada es comn entre los cretinos y coincide con los hallazgos de Virchow en un Neanderthal de la Repblica Checa (Trinkaus y Shipman, 1993). La deficiencia de yodo puede explicar estos dientes de dos formas. Primero, la falta de yodo provoca una predisposicin a la erosin del esmalte (Nizel, 1960). Segundo, una caracterstica peculiar del cretinismo es una lengua grande cubierta de queratina y seca. La hiperqueratosis de la lengua condicionara una agresin en la superficie exterior de los dientes donde la accin lubrificante de la saliva es menos efectiva... . La lengua de los cretinos est aumentada, no por lquido, sino por un exceso de tejido conectivo que la hace inusualmente resistente. Esto puede llegar a producir abrasin de los dientes como la observada en los neandertales (Benda, 1949).

2. Reemplazamiento versus continuidad


La transicin desde el hombre de Neanderthal hasta el de Cro-Magnon es materia de discusin en la literatura antropolgica. Las opiniones van desde el reemplazamiento hasta la continuidad gentica (Brauer & Smith, 1992). Hallazgos recientes sugieren que los neandertales eran una especie de ancestro del humano moderno que vivi entre 550.000-690.000 a.C., que se extingui. La extraccin y amplificacin del DNA mitocondrial de algunos especmenes de neandertales, aportan hallazgos que parecen apoyar la teora del reemplazamiento sobre la continuidad (Lindahl, 1997). Al mismo tiempo, el nmero y calidad de las similitudes morfolgicas entre cretinos y neandertales, apoya al yodo como factor clave en el control de la morfologa del Neanderthal. La deficiencia de yodo (biolgica o patolgica) podra explicar la aparente facilidad con que el nuevo Cro-Magnon reemplaz a su predecesor Neanderthal. En el caso ms

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extremo, prcticamente todas las diferencias fsicas entre los ltimos neandertales y primeros Cro-Magnon podran deberse a un cretinismo endmico masivo. En cualquier caso, el cretinismo puede explicar la total desaparicin de ciertas caractersticas de los neandertales en poblaciones siguientes. La asimilacin del yodo por los tejidos humanos (a travs de complejas adaptaciones que alteraron la bioqumica de las glndulas tiroides y pituitaria) estimul la hormona tiroidea y del crecimiento, afect los msculos y huesos y, en ltimo trmino, provoc una morfologa humana ms grcil. La adaptacin debe haber tenido lugar en un ambiente rico en yodo, posiblemente un ambiente costero. La nica alteracin gentica debi ser una mejora en la capacidad del tiroides del hombre moderno para extraer y utilizar el yodo. Esta explicacin es relativamente simple, si la comparamos con las numerosas alteraciones genticas necesarias para un reemplazamiento. Y, adems, coincide con lo que ya conocemos sobre los efectos de la deficiencia de yodo en la anatoma humana.

3. El aislamiento geogrfico de las fuentes costeras de yodo


La incidencia de cretinismo puede servir como un indicador del aislamiento geogrfico, asociado con la glaciacin y las fluctuaciones del nivel del mar, durante la era glacial del Pleistoceno. Incluso hoy, los suelos del interior de los continentes son muy deficientes en yodo y los grandes bocios se identifican con las regiones montaosas y/o antiguas regiones de glaciales (Merke, 1984; International Dictionary, 1986). Benda clarifica este aspecto de la influencia de la geografa en el bocio: ... el bocio aumenta en proporcin a la distancia del mar o, ms exactamente, con la distancia vertical al nivel del mar. El plano del terreno que bordea los ocanos tiene poco cretinismo. Dondequiera que emerge una montaa de ms de 1.400 m, cerca o lejos del ocano, aumenta el cretinismo. Donde las montaas estn cerca del mar (en ciertas partes de Italia, Sur de Francia, Chile y California) aparece el cretinismo relativamente cerca del mar... (Benda, 1949). Las sociedades primitivas probablemente no entendan la importancia del yodo. La poblacin costera adquirira un abundante suplemento fortuitamente de fuentes naturales. El aislamiento o interaccin con una regin costera es crucial en la evolucin (Howell, 1951). Si los neandertales eran una especia adaptada a un ambiente pobre en yodo, la evolucin requerira un largo periodo de aislamiento del mar y de otras gentes en contacto con el mar. Si, por el contrario, los neandertales padecan patologas como

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el cretinismo, habra una alta tasa de mortalidad, lo que significa que la poblacin superviviente pudo haberse mantenido slo mediante frecuentes o continuos contactos con reas costeras clidas. Unos pocos asentamientos neandertales se localizan relativamente cerca de las costas Atlnticas, Mediterrneas y del Mar Negro. El de Forbess Quary, en Gibraltar, tiene yacimientos de esqueletos que se han identificado como neandertales. En cualquier caso, las costas actuales, deben haber estado alejadas del mar en el pasado. ...El acceso a las costas y la posibilidad de acceder a las fuentes costeras, no deben haber sido constantes durante la era glacial pleistocnica, la poca Neanderthal (Benda, 1949). La ocupacin Neanderthal se extendi entre el 230.000 y 30.000 a.C. La ocupacin Cro-Magnon de Europa empez, aproximadamente, el 40.000 a.C. Todos los yacimientos de hombres modernos estn cerca del mar. El nico indicio de evolucin en el interior del continente antes del 40.000 a. C. est en Etiopa y data de pocas tan remotas como el 130.000 a. C. (Homo erectus) (Stringer y Gamble, 1993).

4. El paso gradual del Neandertal clsico al progresivo


El territorio Neanderthal puede describirse como cuatro zonas de intensidad decreciente, las tres primeras (Neanderthal clsico) estn en Europa (suroeste de Francia; norte de Alemania, y zona occidental de Hungra). El Neanderthal progresivo, que tiene rasgos intermedios entre el Neanderthal clsico y el Homo sapiens sapiens, se ha encontrado tan al Este como Uzbekistn y tan al sur como Israel. La existencia de gradientes hace dudar sobre el aislamiento geogrfico y gentico de dos especies separadas, a menos que los rasgos diferenciales del Neanderthal clsico se debieran en gran parte a otros factores causales, como la deficiencia de yodo. Stephen Jay Gould, llama al gradiente entre el Neanderthal progresivo y el clsico variabilidad geogrfica, y establece la teora climtica de que el Neanderthal estaba adaptado el fro (Gould, 1994). La misma distribucin geogrfica, sin embargo, soportara una hiptesis alternativa: los emigrantes sanos Homo neanderthalensis, Homo sapiens neanderthalensis u Homo sapiens se convirtieron cada vez ms en cretinos, a medida que eran forzados, generacin tras generacin, a vivir cada vez ms cerca de los frentes glaciales, aislados de las fuentes costeras de yodo. El nmero de asentamientos neandertales crece, de hecho, con la proximidad a los glaciales, pero ninguno est en el mismo frente (Merke, 1984). La ocupacin del Levante por el Neanderthal progresivo y los primeros hombres modernos, va a favor de la hiptesis de la deficiencia de yodo

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(Stringer y Gamble, 1993). La subida del mar provoc, sin duda, una gran presin poblacional en las zonas costeras. Muchos individuos perderan en la competicin por los lugares costeros y estos hombres modernos sanos se haran cretinos en las montaas, al no tener acceso directo al mar.

5. Patologa Neandertal
El DNA mitocondrial no revela nada de la fisiologa o morfologa, pero es posible que el Neanderthal sano fuera muy similar al Cro-Magnon sano y que su salud mejorara con el enriquecimiento de la dieta o con el aumento en la eficacia del tiroides para extraer el yodo. Existen evidencias de que el paso de Neanderthal a Cro-Magnon se produce dentro de una misma especie Homo neanderthalensis, Homo sapiens neanderthalensis u Homo sapiens sapiens y la cuestin no puede resolverse con el mtDNA (Kahn & Gibbons, 1997). Si la secuencia del mtDNA del Cro-Magnon est muy cerca de la del hombre moderno, servira como una ltima confirmacin de que el Neanderthal es una especie distinta. Si la secuencia del mtDNA del Cro-Magnon se parece a la del Neanderthal, apoyara la interpretacin puramente patolgica. La distribucin regional del Cro-Magnon es prcticamente idntica a las tres zonas descritas para el Neanderthal clsico, excepto en los lugares del Paleoltico Superior de Inglaterra y al sur de los Balcanes. La rapidez con que desaparecieron los neandertales y aparecieron los hombres modernos, en las mismas reas, nos hace pensar que la simple evolucin no puede explicar la transicin, porque el cambio fue demasiado rpido. Tanto la distribucin similar como la rpida transicin, apoyan la teora patolgica dentro de la misma especie (Dobson, 1998). Si algunos o todos los rasgos diferenciales del Neanderthal se debieron a cretinismo endmico, se pudo producir un cambio morfolgico de forma rpida. La introduccin del yodo pudo dar lugar a cambios esquelticos, incluso durante la vida de un individuo. La mejora de las facultades mentales ocurrira en la primera generacin de neandertales que ingirieron la suficiente cantidad de yodo. Los cambios culturales ocurriran en pocas generaciones. Una poblacin predominantemente cretina debi ser no autosuficiente durante largos periodos de tiempo. Los cretinos endmicos severos, tendran capacidad para hacer pocas cosas ms que cubrir sus necesidades ms bsicas (el Neanderthal evidentemente, haca tmulos y cazaba o, al menos, pastaban), actividades que no exigan planificacin u organizacin social compleja. Las

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construcciones y enterramientos del Neanderthal debieron haber sido realizados por los que llegaban o por los que tenan sntomas menos severos (Binford, 1989). El hallazgo de dos concentraciones separadas de utensilios y huesos en Francia, sugiere a Binford que un segmento de la poblacin pudo residir en cuevas, usar simples piedras y depender de los recursos locales; mientras el otro, ampliamente distribuido, empleaba utensilios ms sofisticados, e importaba comida y materiales de lugares distantes. l sugiere que el grupo sedentario debi estar constituido por mujeres y el mvil por hombres. La divisin en funcin de la severidad de la deficiencia de yodo, ofrece una explicacin suplementaria, las mujeres estaban mucho ms afectadas que los hombres, en relacin 1:6 (Binford, 1989). Los huesos neandertales recuperados que sobreviven proceden de cuevas o rocas resguardadas y apoyan la teora de un cretinismo severo, ya que seran muy sensibles al fro e incapaces de construir refugios para ellos mismos. La mayora proceden de Europa central, unos pocos de las Montaas de Asia central y un nmero importante de las costas de Israel. Esto est en concordancia con el hecho de que el cretinismo se ira haciendo cada vez ms severo, generacin tras generacin (Stringer y Gamble, 1993). Hace unos 40.000 aos, los emigrantes debieron comenzar a tomar yodo o elementos que lo contenan. El aumento de yodo en la dieta del paleoltico superior debi resultar de la mayor movilidad, o intercambios entre grupos, que conectaban lugares de interior con una o ms regiones costeras (donde el pescado de mar, mariscos y algas abundaban). Tambin es posible que el Cro-Magnon aprendiera a explotar una o ms fuentes de yodo que fueran desconocidas por los neandertales.

6. El Debate Neandertal Original


En el milenio actual, es fcil olvidar un debate fundamental que comenz tras el descubrimiento del primer esqueleto Neanderthal y dur unas dos dcadas. Cuando se presentaron los huesos por primera vez (Conferencia Cientfica de 1857), Johann Karl Fuhlroth y Herman Schaaffhausen proclamaron que representaban una forma primitiva de humano evolucionario (Dobson, 1998). August Franz Mayer argument que las caractersticas diferenciales del esqueleto, especialmente el fmur arqueado, deban ser consecuencia de un exceso de montar a caballo y raquitismo, y que las cejas abultadas seran provocadas por una excesiva tensin de ciertos msculos faciales. Ms tarde, Rudolf Virchow coincidi con el diagnstico de raquitismo dado por Mayer, aunque

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insisti en que las caractersticas del crneo dependan de una deformidad congnita y que ciertas caractersticas diferenciales de las articulaciones se deban a artritis (Trinkaus y Shipman, 1993). Ambos estaban equivocados. La hiptesis de Mayer era fcilmente rechazable y todava es un misterio cmo Virchow pudo equivocarse al diagnosticar que el fmur slo poda ser resultado del raquitismo, habiendo descrito las caractersticas del mismo un ao antes (1856). El raquitismo hace al fmur curvarse, pues los huesos raquticos son porosos y a menudo delgados, precisamente lo opuesto al fmur grueso y pesado del Neanderthal. Slo cuando se combina con la deficiencia de yodo, puede el raquitismo dar lugar a unos huesos gruesos y curvados. Tanto Mayer como Virchow afirmaron errneamente que los restos eran recientes. Cuando en los ltimos aos de las dcadas de los 80 y 90 se hallaron numerosos esqueletos en Apy, Blgica, las tres teoras de Virchow deformidad congnita, raquitismo y artritis - se hicieron insostenibles. Su opinin se cita a menudo como una ancdota en el debate de la evolucin el hombre, con el comentario de que todava es respetado en patologa a pesar de sus errores relativos al Neanderthal. El consenso entre antroplogos es que el fmur arqueado del Neanderthal no pueden explicarse por el raquitismo. Erik Trinkaus y Pat Shipman (1993) contrastan la robustez del hueso del Neanderthal con la debilidad y delgadez de los huesos subdesarrollados, de los raquticos. Cabe preguntarse, cmo no ha surgido antes la evidencia de la deficiencia de yodo en la evolucin del hombre. Hay alguna patologa que pueda explicar las caractersticas fisiolgicas de los neandertales, que pueda haber sido endmica, y que pueda haber existido en la era prehistrica?. La deficiencia de yodo parece ser un candidato lgico. Pero entonces,... Cmo y por qu se ha omitido este diagnstico del debate del Neanderthal?. Actualmente el cretinismo est prcticamente erradicado de la educacin y formacin de los mdicos, incluyendo los patlogos. Los especialistas en la enfermedad escasean, pocos han examinado algn paciente con los sntomas clsicos y muy pocos estn todava involucrados en la investigacin antropolgica de Neanderthals o Cro-Magnons. En la segunda mitad de los 80, sin embargo, la enfermedad era frecuente, y muchos especialistas como Virchow, hacan el papel de anatmico-forenses y antroplogos fsicos, entonces... Por qu no diagnostic el cretinismo en los restos hallados?. Aparentemente, la posibilidad de que el Neanderthal sufriera de cretinismo nunca se le ocurri a Virchow (1856-1858). Cmo pudo escaprsele algo tan obvio?. Para Benda existen algunas explicaciones (Benda 1949):

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En primer lugar, Virchow propuso la teora de que todos los tumores del cuerpo eran provocados por sustancias irritativas; esto es, por la presencia, y no por la ausencia, de una sustancia. Bajo este punto de vista, ni el bocio, por ser algo que creca, ni el cretinismo asociado al bocio, podan ser el resultado de una deficiencia de ningn tipo.

Segundo, en 1904, W. Weygandt reexamin la prueba de Virchow y concluy que el sujeto padeca acondroplasia, errneamente diagnosticada como cretinismo. De ah que la errnea concepcin del cretinismo por Virchow, pudo llevarle a pasar por alto la deficiencia de yodo como candidata para los fsiles neandertales, tambin.

En tercer lugar, pudo ser que los neandertales sufrieran una forma de deficiencia endmica de yodo que los patlogos no reconocieran, incluso en el siglo XVIII cuando el cretinismo era tan frecuente. Peter Pharoah y otros (Pharoah, 1980), han sugerido que el cretinismo endmico era peor en cada generacin. Alcanzando toda su severidad en la cuarta o quinta generacin de persistir la deficiencia.

En cuarto lugar, y ms posiblemente, la variedad de sntomas identificados entonces como cretinismo severo, adems de las deficiencias mentales y deformidades fsicas, pueden haber oscurecido la gama de sntomas especficos que realmente caracterizan el cretinismo endmico severo. Cuando Charles Darwin public su Origen de las especies (1859) y El descenso

del hombre (1871), el esqueleto del Valle Neander era prcticamente el nico espcimen de un homnido extinguido. El Neanderthal se convirti en una causa de lucha. Aqullos que crean en la evolucin del hombre, lo aceptaron como parte del rbol familiar. Los que no crean en la evolucin, naturalmente, renegaban del Neanderthal. El debate estuvo vigente durante tres dcadas, un lapso de tiempo en el que la hiptesis del yodo pudo haber marcado diferencias. Desde 1886 hasta 1890, se descubrieron numerosos neandertales y Eugene Dubois descubre el Pithecanthropus erectus (Homo erectus) en 1891, retornando la teora de la evolucin del hombre. A medida que la teora de Darwin se haca ms popular, hiptesis alternativas como las de Mayer y Virchow, fueron desacreditadas por los ltimos descubrimientos (Dobson, 1998). Sin embargo, Finkbeiner, un mdico en prcticas que escribi un libro sobre cretinismo en 1923, not las similitudes e incluy una extensa discusin de su relacin con el hombre de Neanderthal (1923). Finkbeiner estableci que las caractersticas del Neanderthal estaban ausentes en caso de ausencia del tiroides cretinismo espordico- pero

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presentes en todos los dems casos (cretinismo endmico). Y fue el primer autor, y quizs el nico, en clasificar el cretinismo endmico en masivo y grcil. l compar el hmero, radio, fmur y tibia de los antiguos Neanderthals y Cro-Magnon con los de pigmeos contemporneos, cretinismo endmico masivo, cretinismo endmico leve, y personas que padecen condrodisplasia y raquitismo. Las semejanzas entre neandertales y cretinismo endmico masivo son evidentes y convincentes. La tibia del cretinismo endmico masivo es casi idntica a la del Neanderthal de Spy, incluso el retorcimiento de la meseta tibial que provoc controversia acerca de la postura del Neanderthal (Trinkaus y Shipman, 1993). El autor de este artculo que se comenta llega a las siguientes conclusiones: Las estatuillas de las Venus de Cro-Magnon pueden representar un estado patolgico (cretinismo endmico o espordico) y los Neanderthal pueden haber padecido cretinismo endmico masivo. Muchas de las caractersticas distintivas del esqueleto Neanderthal son idnticas a las caractersticas del esqueleto del cretino. En cualquier caso, la poblacin no cretina pudo aparecer en Europa entre el 40.000 y el 30.000 a. C., porque alguna innovacin, posiblemente el comercio con los asentamientos costeros, introdujo el yodo en las zonas deficientes. La deficiencia de yodo ofrece cinco nuevas alternativas a la teora de la transicin entre el hombre de Neanderthal y Cro-Magnon en Europa: 1. La deficiencia de yodo en los neandertales puede explicar por qu fueron reemplazados tan fcilmente por los Cro-Magnon; 2. La importacin de yodo que comenz hace unos 40.000 aos, puede explicar por qu ciertas caractersticas neandertales no persistieron, mientras persistan los mismos genes en la poblacin europea; 3. Los neandertales debieron adaptarse biolgicamente a un ambiente pobre en yodo de la Europa del Pleistoceno; 4. Por el contrario, los neandertales deben haber sido menos tolerantes al ambiente pobre en yodo que sus sucesores los Cro-Magnon; y 5. Los neandertales pueden haber sido anatmicamente humanos modernos que estaban afectados patolgicamente por un cretinismo extremo de larga evolucin. Para Dobson, el yodo parece haber sido un factor ms importante en la evolucin humana de lo que se ha credo hasta ahora. La dependencia humana del yodo sugiere que la evolucin responsable de las ms importantes diferencias fisiolgicas entre el

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Homo sapiens sapiens y otros primates, debe haber ocurrido en un ambiente rico en yodo, probablemente costero. Por tanto, para el autor, lo ms importante en el tema de la evolucin en el ltimo milln de aos o ms, parece haber sido la asimilacin gradual del yodo. El aumento de T4 y T3 en las estructuras del cuerpo dara lugar a un humano ms grcil e inteligente. La deficiencia de yodo provoca en cada individuo la vuelta, no hacia una rplica de las primitivas formas robustas, pero s hacia una forma cretina que exagera precisamente las caractersticas esquelticas de los huesos que se han convertido en ms grciles en el curso de la evolucin. Morfolgicamente, el Neanderthal puede ser la imagen interior de la evolucin del hombre que estaba teniendo lugar en las costas. El Homo sapiens debe haber existido, al menos, desde que apareci el primer Neanderthal hace unos 230.000 aos, aproximadamente dos veces el tiempo que se estimaba hasta ahora, y casi la mitad de los 500.000 aos que sugiere el mtDNA. En el enigma del origen del hombre moderno, quizs el yodo pueda ser la piedra angular.

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X. DEFICIENCIA DE YODO EN ESPAA.

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1. INFORME DE LA OMS (1961)


En sta poca, el bocio era muy abundante en toda Espaa, especialmente en las zonas montaosas (Kelly y Snedden, 1961). Las fuentes de informacin consultadas para el informe de la OMS (1961) fueron: 1) el informe de la Comisin de Investigaciones sobre el Bocio, establecida en 1921 bajo la direccin de Maran; 2) los trabajos de Caadell (1950) endocrinlogo de Barcelona, en colaboracin con los investigadores suizos Eugster y Dieterle (1952); 3) las investigaciones de Ortiz de Landzuri, de la Facultad de Medicina de Granada (1947-1959) y 4) los trabajos de Rivero Fontn en Sevilla (1954). Las zonas afectadas por la afeccin bociosa, segn recoge la 44 Monografa de la OMS son una franja norte, otra central, otra oriental y otra al sur: Al norte, la franja se extenda desde Catalua a Galicia pasando por los Pirineos, la Cordillera Cantbrica y la provincia de Asturias. En Gerona afectaba sobre todo el noroeste (comarcas de Ribas de Fresser y Camprodn). En Barcelona, el bocio era muy abundante en la regin del Montseny (conocida como la pequea Suiza) y el valle de Llusans. En Lrida afectaba sobre todo el valle de Arn. En Huesca, los valles septentrionales del ro Cinca y sus afluentes. La endemia pasaba por Navarra y Vizcaya, Santander y Asturias, Len y los valles gallegos. En los altos valles de los Pirineos, se observaban frecuentes casos de cretinismo y sordomudez. Tambin en Asturias eran frecuentes los casos de cretinismo. En el centro de Espaa afectaba la sierra de Gredos (entre vila y Madrid), los ros Tormes y Alberche y el valle del Titar. Hacia el oeste, en la sierra de Gata (al norte de la provincia de Cceres) estaba el foco ms importante, las Hurdes. En esta zona abundan los cretinos y son frecuentes los casos de idiocia, sordomudez, infantilismo y enanismo... Ningn hombre de esta comarca es apto para el servicio militar (Maran 1922). Cerca del Mediterrneo eran zonas bociosas la provincia de Castelln de la Plana (especialmente el Alto Maestrazgo) y gran parte de la provincia de Valencia. Al sur destacaban las Alpujarras en Granada, la comarca de Constantina en Sevilla, la Sierra de Algodonales entre Sevilla y Cdiz y la serrana de Ronda entre Cdiz y Mlaga. En 1954 se inici la profilaxis con sal yodada en las Alpujarras Granadinas. Ortiz de Landzuri comunic un descenso del ndice bociosos del 60% al 33%, tras 16 meses de profilaxis con sal yodada en proporcin 1:50000. No hubo ningn problema de tipo administrativo, ni se comunicaron efectos adversos.

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2. 100 AOS DE LITERATURA SOBRE BOCIO ENDMICO EN ESPAA (1885-1985)


Los estudios histricos realizados por autores espaoles sobre bocio endmico en Espaa, han sido escasos. En el ao 1987, la revista espaola Endocrinologa, public un trabajo de Ferreiro Alez y Escobar del Rey, en el que realizan una extensa revisin de la bibliografa espaola sobre bocio endmico, publicada entre 1885 y 1985. Aunque, como los mismos autores reconocen, la revisin no pretende ser exhaustiva, tiene el enorme mrito de ser una revisin crtica que nos aproxima con rigor al panorama nacional sobre el bocio endmico en la ltima centuria. (El listado bibliogrfico se aporta como citas en el anexo III, desde la nmero 1 a la 173). Muchas de estas citas son luego utilizadas a lo largo del texto, para refrendar alguna otra revisin o comentario. Ferreiro y Escobar dividen la bibliografa en antigua (la aparecida entre 1885 y 1921), moderna (desde 1922 hasta 1936) y contempornea (desde 1946 hasta 1985, fecha en que finaliza la revisin). La referencia ms antigua al bocio endmico en Espaa (citada por el historiador norteamericano Greenwald en 1958), se debe a un judo toledano, Isaac Caro, quin en 1497 seal la existencia de la afeccin bociosa en las cercanas de Madrid. En general, sin embargo, la atencin a la endemia fue escasa hasta fechas relativamente recientes. Greenwald, basndose en la falta de referencias al problema, pretende demostrar, que el bocio endmico en Espaa es de aparicin tarda. Sin embargo, todo parece sugerir que lo que realmente ocurra es que el bocio era tan comn, que no se le prestaba atencin como problema de salud. Las publicaciones del periodo antiguo (1885-1921) son, en general, trabajos personales y espordicos, en los que no se define el bocio, ni se explica cmo se exploraba. Se identificaban slo los grandes bocios (catalogados hoy como de grado II o III) y las zonas de endemia muy evidentes, con presencia de cretinismo. Tampoco se define el calificativo endmico en las publicaciones de esta poca. Es de sealar, no obstante, que autores como Rubio y Gali en 1899, o Goyanes en 1918, definen el bocio endmico como una enfermedad social pues la estructura social de la poca no permita corregir la enfermedad, porque los todopoderosos caciques locales, no tenan inters en liberar a los bociosos y cretinos de su triste condicin. Pero los esfuerzos realizados por autores aislados no tuvieron ninguna repercusin en la poltica sanitaria y, como sealan Ferreiro y Escobar - citando a Menndez Pidal y a Maran - en los datos oficiales de

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morbilidad de la poblacin espaola del periodo 1879-1921, ni siquiera aparecen las endemias bociosas que afectaban numerosas partes del pas. La bibliografa moderna (1922-1936), corresponde fundamentalmente a la poca de Maran, cuyos trabajos y los de sus colaboradores ocupan el 50% de los publicados en ese periodo. Maran introduce ya conceptos ms modernos, como el de que el tiroides de un nio no debe palparse, y su palpacin implica hipertrofia de la glndula. Aunque sus estudios siguen siendo fundamentalmente descriptivos, Maran estableci los criterios de gravedad de la endemia en aquellas circunstancias en las que apareca cretinismo, sordera y sordomudez. As mismo, distingui el cretinismo endmico, por sus caractersticas neurolgicas, del espordico. Tiene inters resaltar como comentan Ferreiro y Escobar - que, en una poca en la que ya se conoca el poder profilctico de la sal yodada por trabajos como los de Marine y Kimball en Estados Unidos, Maran pens que el cuadro dantesco observado por l en las Hurdes no se deba exclusivamente a la deficiencia de yodo. Y es posible que, dada la influencia de Maran en la poca, contribuyera a debilitar los esfuerzos profilcticos cuya eficacia fue comprobada en las mismas Hurdes por Vidal Jordana en 1924. En la revisin bibliogrfica de Ferreiro y Escobar, existe una ausencia de documentacin del periodo comprendido desde 1936 a 1946. Sin duda la guerra civil espaola contribuy decisivamente a ello. Es a partir de 1945, cuando comienza lo que los autores llaman el periodo contemporneo. As como el periodo anterior estuvo dominado por la figura de Maran, es ahora Ortiz de Landzuri el que proporciona un nuevo impulso a los estudios sobre bocio endmico, realizados la mayora en las Alpujarras granadinas. Con Ortiz de Landzuri comienza lo que los autores llaman el periodo verdaderamente cientfico del estudio del bocio endmico en al problema del bocio endmico. A partir de 1960, se inician los estudios en otras zonas de endemia bociosa del pas. Destacan en esta poca, los trabajos de Garrido M. en Galicia, Rey Calero en Cdiz, Rivero Fontn en Sevilla, Calero Villarreal y Martn Hoyos en Mlaga, Hernndez Feliciano en Canarias, Muoz Rodrguez en Navarra, Escobar del Rey en las Hurdes y Gonzlez Villarn en Salamanca. El estudio epidemiolgico realizado por Vivanco et al., entre 1968-1969 en 21 provincias espaolas (Vivanco et al., 1971), hablaba de una tasa global de bocio del 13,4% (6,6% en varones y 18,7% en mujeres) sin incluir las Espaa. Se caracteriza esta fase porque hay ya una aproximacin cuantitativa, y no slo descriptiva,

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provincias conocidas histricamente como bociosas. Ferreiro y Escobar concluyen su revisin con los siguientes comentarios: 1. La preocupacin de la comunidad cientfica y mdica por el bocio en Espaa, ha sido notable en el periodo considerado. La literatura sobre bocio endmico en Espaa, en la poca considerada, representa el 5% de la produccin mundial sobre este tema. Este porcentaje es sumamente elevado, si se compara con la contribucin de la ciencia espaola a la produccin cientfica mundial de la poca. 2. La preocupacin real de las autoridades sanitarias sobre la cuestin ha sido escasa, cuando no nula, en la prctica. No es hasta 1981, cuando las autoridades sanitarias facilitan la aparicin de la sal yodada en el mercado espaol y promueven una breve campaa para alentar su consumo. 3. La preocupacin en la comunidad cientfica espaola sigue estando presente, indicando la persistencia del problema. Un ejemplo de esta preocupacin es que, de manera ininterrumpida, en los congresos de la Sociedad Espaola de Endocrinologa y Nutricin (SEEN) y en la revista Endocrinologa, siguen apareciendo comunicaciones sobre el bocio endmico (anexo IV). Si la poca moderna estuvo marcada por la presencia de Maran y la contempornea por Ortiz de Landzuri, la poca actual que, por seguir la cronologa de Ferreiro y Escobar cifraremos desde 1985 hasta nuestros das, est presidida por las figuras de Francisco Escobar del Rey y Gabriela Morreale (tabla 23), matrimonio que ha dedicado gran parte de su vida al problema del bocio y la deficiencia de yodo. Los Drs. Morreale y Escobar del Rey han contribuido de manera decisiva a la creacin de una sistemtica para el estudio del bocio endmico en Espaa, creando una verdadera escuela en la que el dilogo entre epidemilogos, clnicos e investigadores (clnicos y experimentales) ha permitido cerrar el mapa de la distribucin del bocio en Espaa (al tiempo que aumentar el conocimiento sobre la deficiencia de yodo y sus consecuencias). Esta Tesis es deudora de su influencia, como lo es tambin esta revisin de las monografas por ellos dirigidas y publicadas en la revista Endocrinologa, rgano de la SEEN (Anexo IV).

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Tabla 23. Etapas del estudio del Bocio Endmico en Espaa. POCA Antigua Moderna Contempornea Actual Aos Hasta 1921 1922-1936 1946-1987 1987-2000 REPRESENTACIN CIENTIFICA Trabajos espordicos de autores aislados Maran Ortiz de Landzuri Escobar del Rey y Morreale de Escobar

3. DEFICIENCIA DE YODO Y BOCIO EN ESPAA A MEDIADOS DE LOS 80


En julio de 1985 aparece en Lancet un resumen de F. Escobar sobre la situacin de los TDY en Espaa en el que el autor destaca, aparte de la alta prevalencia de bocio hallada en Las Hurdes (con el 86% de los escolares afectados) la endemia de Galicia (con un 79% de bocio en su zona Noroeste y 85% de yodurias inferiores a 25 g/L de orina). La evaluacin psicomotora de escolares de ambas zonas, mostr una afectacin del desarrollo intelectual incluso en nios sin bocio ni otros signos de deficiencia. En esta poca la prevalencia de bocio en Catalua era de 35,8% y la yoduria media de 7944 g/g de creatinina. Asturias tena una prevalencia media del 20% (9% en zonas urbanas y 63% en las rurales) y una yoduria media de 63 g/L de orina. En Guadalajara, cercana a Madrid, se hallaron prevalencias de bocio del 58% y el 46% de los escolares tenan yodurias inferiores a 40 g/L. Los datos referentes a Andaluca daban una prevalencia global de bocio del 29% (oscilando entre el 10% de Mlaga y el 45% de Huelva) con 40% de yodurias inferiores a 40 g/L. Segn estos datos, en los 80 las endemias eran frecuentes en Andaluca, Catalua, Asturias, Guadalajara, Galicia y Extremadura. En general eran endemias de grado I, si bien haba zonas concretas con endemias grado III en Extremadura (Las Hurdes) o Galicia (La Corua). El autor apunta que la causa fundamental de la persistencia de la endemia, como haba sugerido Maran aos antes, resida en la falta de inters de las autoridades sanitarias, por corregirlo. A principios de los ochenta, sin embargo, los organismos oficiales mostraron un renovado inters, conscientes de la extensin y severidad del problema en ciertas reas. Este inters se tradujo en un Real Decreto para la produccin de sal yodada de mesa yodada, con 60 mg de IK/Kg de sal.

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Desgraciadamente, los cambios polticos, con el traspaso de poder a las distintas autonomas, hicieron que la campaa de promocin del uso de sal yodada, fuera insuficiente (o inexistente).

4. SITUACIN EN ESPAA EN LOS 90


En 1992, la revista Endocrinologa recoge un anlisis de la situacin espaola, tras la promulgacin del decreto que aprobaba la reglamentacin para la produccin de sal yodada, en cada una de las 17 comunidades autnomas, realizado por los Drs. Francisco Escobar del Rey y Gabriela Morreale de Escobar (1992) que, dado la magnfica revisin que realiza, se resume a continuacin: I. Navarra. En la zona Noroeste, Goi (1990) estudiando una muestra del 10% de los escolares de 4 a 17 aos, hall una prevalencia de bocio fue del 14% (13% Ia y 0,7% Ib). La yoduria media fue de 90,65 g/L y el cociente yodo/creatinina de 99,39 g/g. La zona se calific como de endemia grado I. Tres aos ms tarde los resultados no se haban modificado mucho: la prevalencia de bocio fue del 13,4% (12,8% Ia y 0,6% Ib), la yoduria media fue de 88,93 g/L, con casi un 20% de yodurias <50 g/L y el cociente yodo/creatinina de 95 g/g. Aunque la zona no cumpla los requisitos del momento para considerarla bociosa (establecidos en 10% en aquella poca), por la escasa mejora en la prevalencia de bocio y las cifras de yoduria, los autores aconsejaron la puesta en marcha de un programa de yodoprofilaxis en la zona (Goi et al., 1993). En la zona de los Pirineos (Navascus) haba 18,4% de bocio grado Ib o mayor y una yoduria media de 45 g/L, calificndose la zona de endemia grado II (Alfaro Iturralde et al., 1990). En las zonas de mayor afectacin la excrecin media de yodo fue de slo 30 g/L o menor y se identificaron algunos cretinos, todos mayores de 30 aos. En 1993 el mismo grupo valor la eficacia de las medidas adoptadas encontrando un incremento en las yodurias (102 g/L), objetivndose as la eficacia de la profilaxis con sal yodada (Alfaro Iturralde, 1993).

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II.

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Aragn. Los resultados de un estudio realizado en Teruel a principios de los 90, daban una

prevalencia de bocio del 30% (27% Ia y 3% Ib) y una yoduria media de 8142 g/L (Muoz et al., 1991). La zona ms afectada, El Maestrazgo, conocida histricamente como bociosa, tena un 56% de yodurias inferiores a 50 g/L. En conjunto pareca haber una endemia grado I, con un grado II en las zonas ms aisladas. No se hall correlacin entre excrecin de yodo y tamao tiroideo, pero algunos parmetros antropomtricos (peso, circunferencia del brazo) fueron menores en los nios con bocio. En este estudio se realizaron tambin audiometras y se hall una menor capacidad auditiva en los nios con bocio con significacin estadstica (P<0,001). Tambin en esta zona se recomendaba la introduccin de sal yodada. III. Catalua.

Tras los estudios realizados por Serra Majem (1984-85) en los que se haba hallado una prevalencia de bocio del 21% (8-52%) y yodurias medias de 88,547,5 g/L, en Catalua se puso en marcha un Programa de Salud que inclua la erradicacin de la deficiencia de yodo para el ao 2000. Entre los objetivos del programa estaba la promocin, no slo del uso de sal yodada sino tambin del consumo de pescado, especialmente en reas donde se haba identificado previamente la presencia de bocio endmico. Como resultado de este programa la proporcin de nios que coman pescado al menos una vez a la semana aument del 39 al 81%, con un aumento paralelo en el consumo de sal yodada. En 1990, L. Vila realiz un estudio epidemiolgico en la comarca de la Cerdea hallando bocio palpable (Ia) en el 28,7% y bocio visible (Ib) en el 7,93% de la poblacin estudiada. El 36% de la muestra consuma sal yodada y el 80,9% ingera pescado una o ms veces por semana. La yoduria media haba aumentado hasta 175,677,3 g/L. El porcentaje de poblacin con yodurias inferiores a 50 g/L fue menor del 2,5%. Estos resultados confirmaron la eficacia de las medidas tomadas. Sin embargo, los autores destacaron que la falta de continuidad de estas medidas conllevara un resurgir del bocio endmico y los problemas asociados al dficit de yodo (Vila, 1993). IV. Valencia (sin informacin).

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V.

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Murcia.

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Un estudio de Serrano Corredor (1993) hall una prevalencia de bocio del 29% (20-55,9%) y yodurias medias de 9457 g/L (con un 24% de yodurias<50 g/L), si bien haba algunas diferencias entre las distintas zonas estudiadas. El Altiplano fue la zona con mayor prevalencia de bocio y el Mar Menor la de menor. Se catalog la zona como de endemia grado I. En este estudio se hall correlacin entre yodurias bajas y presencia de bocio (37 g/L en nios con bocio frente a 96 g/L en nios sin bocio) (P<0,01) y entre bocio palpable y rendimiento escolar (Serrano Corredor, 1993). VI. VII. Andaluca (SE COMENTA EN EL SIGUIENTE APARTADO). Extremadura.

Las Hurdes, en la provincia de Cceres, ha sido quizs la regin espaola en la que se han realizado ms estudios sobre bocio endmico. Desde principios de siglo, con Maran a la cabeza, diferentes estudiosos del tema e incluso profanos, se han referido a esta regin como ejemplo de las mltiples y profundas alteraciones que puede ocasionar la deficiencia de yodo. Desde el primer cuarto de este siglo Maran haba descrito no slo la presencia de bocio, sino tambin de cretinos sordomudos, en las Hurdes. El grupo de Escobar del Rey comenz a realizar encuestas a finales de los 60, despus de que muchos otros hubieran continuado la labor de Maran (Vidal Jordana, 1924 y 1927; Prez Vitoria, 1955; Palacios Mateos, 1964). En 1978 el 86% de los escolares tenan bocio, el 70% tena yodurias <20 g/L, el 36% tena cifras de T4 srica <6 g/dl y haba retraso del desarrollo pondero-estatural e intelectual. La zona se clasific como de endemia grado III (Escobar del Rey, 1981). Tras la introduccin de sal yodada entre 1984 y 1986, se realizaron nuevos trabajos incluyendo Las Hurdes y Badajoz (Escobar del Rey, 1987; Snchez Franco, 1987; Garca, 1987). A finales de 1993 Escobar del Rey y Vzquez comunicaron una reduccin de la prevalencia de bocio a slo un 11% de los escolares, un aumento de la yoduria media a 10661 g/L y una normalizacin de la tiroxinemia a 11,1 g/dl. El peso y talla, as como el desarrollo motor y perceptivo-motor (test de Bender) tambin se haban normalizado (Escobar del Rey,

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1994). Sin embargo, el cociente intelectual de los escolares de Las Hurdes (test de Cattel) fue un 35% menor que en nios de zonas sin deficiencia de yodo. En 1996-97 el grupo de Escobar ha realizado un estudio audiomtrico en escolares de Las Hurdes para investigar la existencia de dficits auditivos que pudieran explicar el menor CI de estos nios. Si bien no se detectaron alteraciones en la va area, si se detectaron trastornos en la transmisin por va sea. Segn comentan los autores, estos resultados apuntan a la existencia de un dficit de yodo durante la gestacin, que puede condicionar un defecto neurosensitivo en los nios. De hecho, y segn los resultados de otros estudio realizados recientemente, mientras la ingesta de yodo est siendo suficiente en nios (slo un 6% de los escolares ingeran menos de la cantidad recomendada, RDA) hasta un 47% de las embarazadas ingeran menos de la mitad de su RDA (como se comenta en otro apartado) (Lavado, 1999). VIII. Castilla-La Mancha.

En la provincia de Guadalajara, con una prevalencia previa del 56% (Escobar del Rey et al., 1984) el estudio de 327 escolares de Atienza, Trillo, Cifuentes y la ciudad de Guadalajara (y 158 nios de Madrid como controles) (Calvo de Haro, 1991) arroj una prevalencia de bocio en Guadalajara del 18% frente al 9% en Madrid, aunque la yoduria media fue muy similar en ambos grupos (11257 vs. 11152 g/L). En Trillo, donde se ubica una planta nuclear, se hall la menor excrecin urinaria de yodo. Esta zona se clasific como endemia grado I. En la provincia de Cuenca se estudiaron 17 grupos escolares en una regin montaosa escasamente poblada. La prevalencia media de bocio fue de 24,6% (ms de la mitad de grado Ib), la yoduria media fue de 72,5 g/L con 42% de los valores inferiores a 50 g/L. Se catalog la zona como de endemia grado II, con un grado III en algunas zonas (Donnay y col., 1990). En zonas rurales de la provincia de Toledo se hall una prevalencia total de bocio del 19% y cifras de yoduria media de 11052 g/L, siendo menor de 50 g/L en el 11%, clasificndose la zona de endemia grado I (Sanabria y col., 1993).

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IX.

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Madrid.

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Los datos existentes no reflejan la situacin en toda la comunidad. En 1984 se realiz un pequeo estudio sobre 180 escolares de Madrid que hall una prevalencia de bocio del 18% en nias de 12 aos y yodurias medias de 102 g/L (Escobar del Rey, 1985). A finales de los 90 se ha realizado un estudio que incluye la medicin de yoduria, volumen tiroideo, hormonas y anticuerpos sricos en embarazadas de la comunidad de Madrid. Se hicieron dos grupos, uno con suplementos de yodo (Calcinatal) y otro sin intervencin (de Santiago y col., 1999). En este estudio se pudo constatar que la yoduria, as como las cifras de T4 libre (P<0,001) era ms baja en el 2 y 3 trimestre de la gestacin en el grupo sin intervencin. De estos datos se desprende, segn sus autores, que la ingesta de yodo en la embarazada no parece cubrir las necesidades mnimas de la gestacin (a juzgar por la escasa eliminacin urinaria de yodo) lo que da lugar a alteraciones, tanto en el volumen tiroideo que aumenta, como en la tiroxina srica que disminuye. Lo que podra dar lugar a defectos en el desarrollo psicomotor de la descendencia (tabla 21). X. Castilla-Len.

En los aos 80 se realizaron varios estudios en la provincia de Len (MuozRodrguez y col., 1980 y 1988). En La Cabrera, conocida histricamente por ser rea de bocio y cretinismo endmicos, encontraron un 68,9% de bocio (35,5% Ia, 24% Ib y 8% de grado II). La yoduria media fue de 12,7 g/L y un 88% de los valores eran inferiores a 30 g/L. En esta pequea rea la endemia segua siendo grave (grado III). En la zona Noroeste de la provincia la prevalencia de bocio fue del 34,7% estimndose, en conjunto, que haba una endemia grado II con pequeas zonas de grado III (Ambasmestas). Los niveles moderadamente altos de cianato (-SCN) hallados en esta zona, podan contribuir a aumentar la deficiencia de yodo. Un ao despus de instaurar la profilaxis con sal yodada se realiz un estudio en escolares de 4 a 15 aos de la comarca de La Cabrera. Los autores comprobaron que el 54% de la poblacin estudiada consuma sal yodada y, aunque el nmero de personas con bocio no haba disminuido s lo haba hecho el bocio visible (Ib) (Muoz y col., 1993).

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XI.

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La Rioja (sin informacin)

Pas Vasco. Entre 1988 y 1992 Arrizabalaga y col. realizaron un estudio de la zona encontrando una tasa total de bocio del 21,4%, con importantes diferencias entre la costa y el interior (8,7% en San Sebastin y Bajo Bidasoa y 37,2% en el interior). La yoduria media fue de 7537 g/L, sin diferencias significativas entre las distintas zonas y el 30% de los escolares tuvieron valores inferiores a 50 g/L, incluso en reas urbanas. Los autores llegaron a la conclusin de que, a pesar de la introduccin de la sal yodada en 1982 y por la falta de promocin de su uso, el Pas Vasco segua siendo una zona con endemia de bocio (Arrizabalaga y col., 1992). XII. XIII. Cantabria (sin informacin) Asturias.

Los estudios realizados en escolares por Daz Cadrniga y col. en 1985-86, hallaron una prevalencia total de bocio del 21% con mayor afectacin de las zonas del interior (63% en la zona occidental y 54% en la oriental) y costa (39,6%) (dnde los valores medios de yoduria fueron 5443 g/L) que en la zona central ms industrializada, en la que la prevalencia fue del 9,5% y la yoduria de 6849 g/L. Tras tres aos de uso obligatorio de sal yodada en las cocinas escolares se realiz un nuevo estudio (Daz Cadrniga, 1992) con la misma distribucin que el anterior. La prevalencia de bocio fue menor en los nios que consuman sal yodada que en los que no la tomaban, aunque no se alcanz la significacin estadstica debido al poco tiempo transcurrido. En 1993 el 100% de los comedores escolares, as como el 65% de las familias, utilizaban sal yodada. En opinin de los autores, la situacin haba mejorado a pesar de que la prevalencia de bocio se haba modificado poco (19,3%), pues la excrecin urinaria media de yodo haba aumentado a 140,6 98,73 g/L (Delgado lvarez, 1997).

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XIV.

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Galicia.

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Un estudio realizado en Pontevedra a mediados de los 80, haba hallado una prevalencia de bocio del 3,6% con algunas diferencias entre las zonas estudiadas que no llegaron a superar el 10%. La excrecin media de yodo fue de 91 g/g creatinina y ms del 80% superaban los 50 g/g. Los autores llegaron a la conclusin de que no haba bocio endmico en esta parte de Galicia (Garca y col., 1986). Entre 1984-1987 se estudiaron varios municipios de la provincia de Lugo (un municipio de costa y dos de interior), antes y despus del uso de sal yodada en los comedores escolares (Vzquez-Fernndez, 1988). En el municipio costero haba un 21% de bocio que desapareci tras la introduccin de sal yodada, llegando a obtenerse una yoduria media de 165 g/L. En los municipios del interior tambin haba aumentado la ingesta de yodo, pero la yoduria media fue slo de 88 g/L y no haba descendido la prevalencia total de bocio. No obstante, el bocio Ib haba disminuido del 10,3% al 5,5%. Los resultados indicaron que el uso de sal yodada en una sola comida poda ser suficiente para corregir una endemia grado I, pero no la de grado III. Estudios realizados previamente en La Corua (Escobar del Rey, 1987) haban identificado varias reas de la provincia como de endemia grado III. Entre 1989-1992, Daz Otero y su grupo observaron que tras el uso obligatorio de sal yodada en el comedor escolar la situacin haba mejorado mucho. Las cifras de bocio visible pasaron de 7,2% a 3,5% entre 1989 y 1992 aunque la yoduria continuaba siendo baja, posiblemente por el escaso uso de la sal yodada en la poblacin (Daz Otero y col., 1993). XV. XVI. Baleares (sin informacin) Islas Canarias.

Entre 1984 y 1985 se realiz un estudio sobre el 9% de los escolares de Santa Cruz de Tenerife. La prevalencia de bocio fue del 11,2% aunque en reas aisladas (La Matanza) fue de 21,3% (no se aportaron datos sobre yoduria). Los autores llegaron a la conclusin de que, excepto en sta ltima rea, no haba bocio endmico en la provincia (Hernndez y col., 1989). En la Isla de Fuerteventura se estudiaron todos de los escolares, hallndose una prevalencia media de bocio del 22,8% y una yoduria media de

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89 g/g creatinina. En zonas ms aisladas (Betancuria) la prevalencia de bocio fue del 53,7% y la yoduria media de 64 g/g creatinina. La endemia en esta isla se clasific de grado I, con zonas de deficiencia de yodo grado II (Marrero Bordn, 1989). En resumen, en los 90 se dibuja una situacin de deficiencia de yodo generalizada en Espaa. En su mayor parte se trataba de una endemia grado I-II de severidad, pero persistan las reas con alteraciones por deficiencia de yodo de grado III. En la mayor parte de los lugares estudiados haba bocio endmico. A pesar de la disponibilidad de sal yodada desde 1982, la falta de una promocin adecuada de su uso haba impedido que la medida fuera efectiva. La produccin de sal yodada en 1992 se haba estabilizado en 16.200 toneladas mtricas/ao, lo que representaba un 12% de la sal utilizada en la alimentacin. En zonas rurales donde se consume sal gorda el consumo de sal yodada es an menor, dado que sta es ms difcil de yodar. El consumo obligatorio de sal yodada en comedores escolares, all donde se ha implantado, no parece ser suficiente para corregir una deficiencia grado II-III. Podemos decir que la situacin, casi dos dcadas despus de la entrada en vigor del R.D. que aprob la reglamentacin referente a la produccin y consumo de sal yodada, no ha mejorado de forma notable. La falta de voluntad poltica (las medidas no pueden ser eficaces sin un esfuerzo de las instituciones con poder ejecutivo) para erradicar los TDY est en el trasfondo de la situacin, no slo de Espaa sino tambin de otros pases que no han solucionado el problema de los TDY. Se hace necesario implementar unas medidas de profilaxis duraderas, tanto a nivel nacional como autonmico. En 1992 slo Catalua haba incluido en su Programa de Salud la meta de erradicacin de la deficiencia de yodo, con medidas concretas para conseguirlo. En 1993, el grupo de trabajo para la Prevencin de los Trastornos por Deficiencia de Yodo (TDY) de la Sociedad Espaola de Endocrinologa y Nutricin (SEEN), elabor una Declaracin (Anexo II) para erradicar los TDY en Espaa. Este documento, elaborado sin duda con la mejor intencin, no parece haber tenido mucho eco entre las autoridades sanitarias ni polticas de las distintas autonomas. Las vas de comunicacin entre la sociedad cientfica y el mdico de cabecera (Atencin Primaria) no deben ser eficaces tampoco. Los esfuerzos por constatar que sigue existiendo deficiencia de yodo siguen siendo aislados, a pesar de los continuos llamamientos de la Organizacin Mundial de la Salud, ICCIDD y UNICEF para identificar y erradicar la deficiencia all donde la haya. La meta de conseguir la erradicacin de la deficiencia de yodo para el ao 2000 habr de buscar

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un nuevo plazo. A pesar de su finalidad preventiva (proteccin y promocin de la salud) la yodacin universal de la sal no parece formar parte de las prioridades Sanitarias de nuestro Sistema de Salud.

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XI. EL BOCIO ENDMICO EN ANDALUCA

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No deja de ser sorprendente que la primera descripcin del bocio endmico en Andaluca no se produzca hasta finales de los aos 40. De hecho, en una revisin de Castillo Ortega (1986) sobre el bocio endmico en Espaa no aparece ninguna referencia al bocio endmico en Andaluca. No fue hasta 1948 cuando el grupo de Ortiz de Landzuri (del que formaban parte los Drs. Francisco Escobar del Rey y Gabriela Morreale) publica los primeros trabajos sobre la endemia de bocio en las Alpujarras granadinas. La serie de publicaciones de aquellas fechas recoge cifras de prevalencia para nuestra comunidad superiores al 50%, as como su relacin con la baja eliminacin (e ingesta) de yodo, establece las bases experimentales de la bociognesis y demuestra la eficacia de la profilaxis con sal yodada. Se puede decir sin exageracin que en Granada, a finales de los aos cuarenta, comienza una nueva poca del estudio del bocio endmico en Espaa (y de la tiroidologa espaola). Con el desplazamiento de Ortiz de Landzuri a la Universidad de Navarra, hacia los aos sesenta, el grupo que haba formado se dispersa y cesan las iniciativas sanitarias para la prevencin del bocio en las Alpujarras, sin que en Andaluca surjan otros grupos que sustituyan el impulso de la escuela de Granada de los aos cincuenta. En 1954 Rivero Fontn, Sielfel Barba y Andreu Urra, comunicaron los resultados del estudio sobre prevalencia de bocio en la provincia de Sevilla, destacando una tasa del 15% en las sierras Norte y Sur. En 1957-58 Calero Villarreal y Martn Hoyos comunican la existencia de zonas de endemia bociosa en la provincia de Mlaga. En 1968 Garrido M. estudia la prevalencia de bocio y eliminacin urinaria de yodo en la Serrana de Ronda (Cdiz-Mlaga) sobre una muestra de 10.000 escolares de la provincia de Cdiz y en 1970, del Rey Calero ampla dicho estudio a 46.482 escolares, encontrando mayor prevalencia en la zona de la sierra que en el litoral gaditano. En 1971 se publican los resultados de una encuesta realizada entre 1968-1969 por Vivanco y col. en 21 provincias espaolas. Para este trabajo estudiaron slo los municipios con menos de 2000 habitantes, procurando que hubiera tanto de litoral como de interior y se catalog como bocio slo el visible-palpable (grado Ib de la clasificacin de Prez et al.). Los resultados de Andaluca oscilaron entre un 7,3% en Jan y un 23,6% en Mlaga. En la dcada de los 80 se realizaron una serie de estudios en Andaluca cuyos resultados daban una prevalencia de bocio en las ocho provincias del 14% al 40% (13,9% en Mlaga; 14% en Crdoba; 17,9% en Jan; 24,5% en Almera; 26% en Sevilla; 32% en Cdiz, 35,5% en Granada y 40% en Huelva), con porcentajes ms altos en las

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zonas de sierra que en las de litoral (Durn Garca y col. 1987). A continuacin se comentan los resultados del estudio de Durn y col. (1987) sobre 4.963 escolares procedentes de reas montaosas de las 8 provincias andaluzas (el bocio endmico en Andaluca oriental se comenta ms extensamente en el siguiente apartado): Andaluca occidental (tabla 24): en Sevilla capital, la prevalencia total de bocio (OB+I+II) fue del 26%, la yoduria media de 85,94 g/L y haba un 17% de nios con yodurias inferiores a 40 g/L. Se catalog la zona de endemia grado I. En las Sierras Norte y Sur de Sevilla, la prevalencia fue mucho mayor (43,2%) y la eliminacin media de yodo en orina menor (8011 g/L), aumentando el porcentaje de nios que eliminaron menos de 40 g/L de orina al 27%. En Cdiz la prevalencia de bocio oscil entre el 40,6% en la zona de presierra y el 44,6% en la zona de sierra. Hasta un 60% de los nios eliminaban menos de 60 g/L. Los autores catalogaron la endemia como de grado I. En la Sierra de Huelva el 49% de los nios presentaron bocio y la yoduria media fue de 51 g/L (el 44% de nios tenan yodurias inferiores a 40 g/L). En la Sierra Norte de Crdoba la prevalencia de bocio fue del 14%, con un 27% de yodurias inferiores a 40 g/L; mientras en la sierra Sur la prevalencia de bocio fue algo mayor (22,1%), aunque la proporcin de nios con yodurias menores de 40 g/L fue menor (8,8%). La yoduria media de ambas zonas fue de 66,0 2,0 g/L. Andaluca Oriental (tabla 25): En Jan la prevalencia de bocio fue del 18% y el 31% de los escolares tuvieron una yoduria menor de 40 g/L. En Granada la prevalencia de bocio fue del 35,5%, presentando yodurias inferiores a 40 g/L el 74,2% los nios. En Almera el 24,5% de los nios presentaron bocio y un 44,7% tena yodurias inferiores a 40 g/L. Finalmente, en Mlaga la tasa de bocio fue de 13,9% y un 8,4% de bocio visible (I+II). Las localidades en las que se detect una mayor prevalencia de bocio fueron: Algatocn (10,5%), Benaojan (19,6%) y Pujera (26,1%). El 45,7% de los escolares tenan yodurias inferiores a 40 g/L. En este estudio se estudiaron slo dos pueblos de la comarca de La Axarqua (Alcaucn y Sedella). En Alcaucn el 36% de los nios estudiados presentaron yodurias inferiores a 20 g/L. En las tablas 26 y 27 se muestran los datos sobre la prevalencia de bocio, yoduria y porcentajes de tiroxinas bajas (<4 g/dl) en la muestra estudiada, tanto en Andaluca Occidental, como Oriental.

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Tabla 24. Municipios estudiados en Andaluca Occidental Sevilla ciudad Sevilla (sierra norte) -Alanis -Constantina Sevilla (sierra sur) -El Algarabejo -Morn -Pruna -Coripe Cdiz (presierra) -Villamartn -Bornos -Arcos de la Frontera -Alcal del Valle -Setenil Cdiz (sierra) -Grazalema -El Gastor -Benaocaz -El Bosque -La Madriguera -La Muela -Benamahoma -Algodonales -Torre Alhaquime -Ubrique -Zahara de la Sierra Huelva (presierra) -Nerva -Riotinto -El Campillo -Zalamea la Real (Durn Garca et al. 1987) Huelva (sierra) -Alajar -Los Marines -Jabugo -Fuenteheridos -Galaroza -Higuera de la Sierra -Puerto Moral -Corteconcepcin -Linares de la Sierra -Cortelazor -Zufre -Cortegana -El Repilado -Aroche -Aracena -Almonaster la Real -Campofro Crdoba (sierra norte) -El Hoyo -Villanueva del Rey -La Cardenchosa -Fuenteovejuna Crdoba (sierra sur) -Carcabuey -Priego -Poblado de Algar -Zagrilla -Esparragal

Este estudio demuestra que, a comienzos de la dcada de los ochenta seguan habiendo zonas de bocio endmico en la mayor parte de las provincias andaluzas (como en los aos cincuenta y sesenta). El estudio de Durn Garca que se comenta, si bien tiene el mrito de haber abordado la prevalencia de bocio de toda la comunidad autnoma andaluza, tiene tambin el problema de la falta de precisin en cada una de

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las comarcas estudiadas. Es sta, precisamente, una de las cuestiones metodolgicas con las que se enfrentan los diseos para el estudio de los problemas relacionados con la deficiencia de yodo, por ser una deficiencia que no se distribuye de manera aleatoria en la comunidad, sino territorializada en funcin de las condiciones locales. Los estudios de seleccin sistemtica en unas ocasiones sobrerepresentan y en otras infravaloran la importancia del problema, en una rea geogrfica determinada.

Tabla 25. Municipios estudiados en Andaluca Oriental Mlaga: -Villanueva del Trabuco -Alcaucn -Sedella -Ronda -Benaojan -Algatocn -Benalaura -Pujera Granada: -Gejar Sierra -Albunuela -Lanjarn -Pitres -Trevelez -Berluches -Valor Almera: Jan: -Huelma -Huesa -Quesada -Cazorla -La Iruela -Segura de la Sierra -Cortijos Nuevos -Orcera -Siles -Bacares -Tijola -Canjayar -Padules -Fondn -Purchena -Mara -Laujar -Sern (Durn Garca et al. 1987)

Posteriormente, en las provincias occidentales (Sevilla, Cdiz y Huelva) Duarte y col. realizaron una experiencia con aceite yodado oral (Lipiodol) y sal yodada y se compararon los resultados con los de otro grupo sin intervencin. Se pudo comprobar que, dejada a su evolucin natural, la deficiencia de yodo empeoraba (en 3 aos se pas de una prevalencia de bocio del 38,8% al 52,5%) (Duarte y col. 1993). Tanto el Lipiodol como la sal yodada, mejoraron la situacin, aunque no erradicaron el bocio (el grupo del Lipiodol pas de una prevalencia del 32,2% al 28,5%; y el grupo con sal yodada del 44,4% al 27,7%). A pesar del poco tiempo transcurrido, la eliminacin urinaria de yodo tras un ao de consumo de sal yodada, se acerc a los 150 g/L deseables.

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Tabla 26. Prevalencia de bocio, eliminacin urinaria de yodo y tiroxina srica en los escolares de Andaluca Occidental. Zona N Bocio (%) (0+I+II) Sevilla ciudad S. Sur Cdiz presierra Sierra Sierra Crdoba norte Sur 200 287 348 521 805 249 249 26,1 43,2** 41,3** 32,0 44,6*** 40,6* 49,5*** 14 22,17 Yodurias % (I+II) <40 g/L 3,0 6,9 5,1 4,6 10,2 7,2 4,7 7,6 14,5 11,7 27,2** 30,0*** 46,0*** 62,0*** 19,6 43,8*** 27 8,85 Y/C %<60 g/g creatinina 30,6 45,6* 23,7 69,0*** 68,0*** 43,6 53,0*** 31,3 36,5 Tiroxina % <4 g/dl 0,0 5,0*** 0,6 0,0 2,92*** 0,0 0,77 0,0 0,0

S. Norte 304

Huelva presierra 218

*p<0,05; **p<0,01; ***p<0,001 respecto a Sevilla ciudad. (Durn et al. 1987)

Tabla 27. Prevalencia de bocio, eliminacin urinaria de yodo y tiroxina srica en los escolares de Andaluca Oriental. N escolares Provincia Prevalencia de bocio (%) (0B+I+II) (I+II) Yodurias % < 40 g/L 45,7 31,0 74,2 44,7 Tiroxina % < 4 g/dl 3,8 0,6 0,39 -

Mlaga Jan Granada Almera

438 511 511 522

13,9 17,9 35,5 24,5

8,4 10,2 17,7 12,7

(Durn et al. 1987)

A modo de inciso, comentamos el caso de la epidemia de bocio txico acaecida en Huelva en 1995. Un mdico de Huelva (especialista en Endocrinologa), basndose en el nmero de bocios que asistan a su consulta, comunic a la opinin pblica la existencia de una epidemia de lo que llam bocio txico, creando una alarma sanitaria importante. Instada a intervenir por la Consejera de Salud, la Sociedad Andaluza de Endocrinologa y Nutricin (SAEN), cre un comit de expertos formado por los Drs. S. Durn, R. Astorga, F. Escobar y F. Soriguer que estudiaron la extensa documentacin elaborada por el mdico onubense. Un estudio, sin duda bien intencionado, que presentaba sesgos de diseo importantes y juicios de valor innecesarios, que invalidaban las alarmantes conclusiones del autor (conclusiones que an circulan en Internet). Como consecuencia de aquel incidente, la Delegacin de Salud de Huelva, a

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instancias del comit de Expertos de la Sociedad Andaluza de Endocrinologa (SAEN), realiz un estudio epidemiolgico sobre 307 nios de Valverde del Camino (en 1995-96), cuyos resultados fueron comunicados por FAX a requerimientos de la SAEN, pero que (hasta donde conocemos) no han sido comunicados ni publicados. La prevalencia de bocio encontrada fue de 8,14%. El 14,3% de los nios eliminaron menos de 825 g de yodo/g de creatinina (suponemos que debi haber un problema de decimales y se referan a 82,5 g/g de creatinina). A pesar de la meritoria intencin de este trabajo, no podemos dejar de comentar algunos puntos: 1. Se pierde una ocasin nica para valorar una zona descrita previamente como endmica (Durn Garca 1987), al limitarse a una zona reducida. 2. El estudio no informa sobre la experiencia de los investigadores en la exploracin del cuello, ni sobre la validacin de la exploracin por otros mtodos. 3. Los valores de yoduria se dan en unidades inusuales, que no se ajustan a las actualmente aceptadas. 4. Las conclusiones a las que llegan indican defectos metodolgicos y conceptuales (p.e.: los autores parecen no conocer asociacin del bocio con la menarquia, la talla o la delgadez - descrita en el monogrfico de la OMS de 1961 - y tampoco parecen conocer la relacin entre yoduria y superficie corporal). Como vemos, pues, en Andaluca el mapa epidemiolgico de los trastornos relacionados con la deficiencia de yodo est an lejos de estar acabado. Los problemas relacionados con la deficiencia de yodo seguan estando presentes en buena parte de la geografa andaluza, en los aos ochenta, y en los aos noventa han sido motivo, incluso, de una alarma social en una provincia concreta.

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XII. TRATAMIENTO Y PROFILAXIS DE LA DEFICIENCIA DE YODO

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1. Formas de tratamiento y prevencin


En la literatura estn descritas numerosas estrategias para la profilaxis y prevencin de los trastornos relacionados con el dficit de yodo. La base de todas ellas es la administracin de yodo, bien a travs de la sal, bien de otros alimentos o el agua. Hay que tener en cuenta que los animales estn igualmente expuestos a los efectos de la deficiencia de yodo, por lo que la yodacin de los piensos o el agua de bebida, es una medida eficaz para combatir el bocio enzotico y evitar otros efectos (infertilidad, prematuridad, abortos, etc.). De todas las medidas propuestas, la yodacin universal de la sal ha demostrado ser la medida ms simple y eficaz para la profilaxis del bocio endmico y los trastornos asociados (OMS, 1994). En 1917 Marine y Kimball comenzaron sus estudios sobre bocio endmico en los nios de Akron (Ohio). La introduccin de sal yodada en la alimentacin permiti que descendiera la tasa de bocio y desapareciera la deficiencia en 20 aos. Aquella poltica se generaliz a la mayor parte de los EEUU y se hizo permanente permitiendo que, la del bocio endmico en EEUU, sea ya una historia del pasado. Las campaas realizadas con posterioridad en Suiza, India, Mjico, Guatemala, Grecia, Argentina, Finlandia y la antigua Checoslovaquia permitieron demostrar la efectividad del mtodo. Su uso se tradujo, no slo una reduccin de la prevalencia del bocio endmico, sino tambin, en la progresiva desaparicin del cretinismo endmico (Stanbury 1980; WHO 1980; Brgi 1990; Boyages 1993; Hetzel 1994; Delange 1996). Las cantidades a aadir a la sal han ido variando a lo largo del tiempo. En los Estados Unidos se aade 1 parte de yoduro potsico (IK) por 10.000 partes de sal (en otros pases la razn es de 1/100.000). Con esta proporcin, si se presume un consumo de sal de 5 g/da, el aporte extra de yodo estar entre 50 y 500 g/da. Actualmente se recomienda la adicin de yoduro en proporcin 1/20.000 a 1/50.000 (Stanbury 1974; De Mayer 1979; Dunn 1990). En Suiza, con una larga historia de bocio, cretinismo y sordomudez, en los aos 20 comenz a utilizarse sal yodada enriquecida con 3,75 ppm, mejorando la ingesta de yodo que lleg a ser de 40 g/da. Con slo esta mejora desapareci el cretinismo, aunque siguieron estando presentes otras manifestaciones de la deficiencia de yodo. En 1962, la sal yodada se enriqueci hasta 7,5 ppm y en 1984, hasta 15 ppm. Con esta medida la prevalencia de bocio descendi desde el 53% hasta el 0,5% de 1988, en que la excrecin urinaria de yodo era de 150 g/da (Brgi, 1990).El yodo se puede aadir a la sal como yoduro potsico, aunque se prefiere el yodato en

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las zonas

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hmedas por su mayor estabilidad. Organismos internacionales

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(OMS/UNICEF/ICCIDD), recomiendan la sal yodada como el mtodo profilctico ideal para evitar la deficiencia de yodo en una regin (tanto la de consumo humano como animal, y la empleada en las industrias alimentarias). En pases en vas de desarrollo con endemias graves, este mtodo no permite erradicar la enfermedad a corto plazo (debido a problemas socioeconmicos, climticos, geogrficos o tcnicos; Thilly & Hetzel, 1980). Aparte de la sal, se han utilizado como vehculo del yodo otros alimentos. En Holanda y Tasmania se suplement slo el pan, aunque ste es un mtodo menos satisfactorio debido a las amplias variaciones en su consumo (Stanbury, 1974). En lugares donde hay un control adecuado del suministro del agua y de la yodacin, puede tener xito la yodacin del agua (Maberly, 1981). En China, por ejemplo, se llev a cabo una experiencia satisfactoria en la que el vehculo era el agua, tanto la utilizada para riego como la destinada al consumo humano y de animales (Cao, 1994). Cuando la introduccin de sal yodada no es posible en breve plazo, se pueden aplicar otros mtodos como el aceite yodado en la poblacin ms expuesta (embarazadas y nios). En estos lugares, la administracin de aceite yodado, va intramuscular, o incluso va oral, ha demostrado su efectividad (Hetzel, 1980; Dunn, 1987). El mtodo es barato y fcil de realizar por los servicios locales de salud y puede aplicarse en comunidades aisladas, alejadas de las rutas comerciales. Las investigaciones realizadas parecen indicar que es necesario aplicarlo a toda la poblacin femenina desde el nacimiento hasta los 45 aos y a los hombres hasta los 20 aos (aunque esta distincin en funcin del sexo no es aplicable por razones psicolgicas). El mtodo es efectivo y seguro a largo plazo, cubriendo las necesidades durante unos 7 aos en adultos y unos 2-3 aos en nios pequeos. En palabras de Stanbury (1998), miembro del ICCIDD: Basados en la evidencia cientfica y prctica de la que actualmente disponemos, la profilaxis con aceite yodado no tendr efectos adversos sobre la salud. Los beneficios potenciales que se derivarn de su uso sobrepasan con creces los riesgos potenciales y se recomienda su utilizacin en las deficiencias de yodo grave o moderada, en las reas en que no se disponga de sal yodada a corto plazo (1-2 aos). La administracin de aceite yodado a la madre, antes o al inicio del embarazo, constituye un mtodo seguro y eficaz de tratamiento y prevencin de la deficiencia de yodo grave. Es importante destacar la falta de efectos txicos, tanto en el recin nacido como en la madre (ICCIDD, 1998). Esta falta de toxicidad, junto con la importancia de su efecto beneficioso, ha sido remarcada en mltiples ocasiones por la

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Organizacin Mundial de la Salud y ICCIDD (Delange, 1996 y 1998; OMS, 1998). Y, de suma importancia para los gobiernos de los pases ms afectados que no disponen de grandes presupuestos, el anlisis econmico revela lo poco que puede costar la prevencin, sobre todo si se enfrenta a los enormes gastos de diagnstico y tratamiento que conlleva la deficiencia de yodo (Pandav, 1998).

2. Evolucin del control de la deficiencia de yodo en algunos pases europeos


Segn un artculo de Meng et al. (1998) en Alemania la existencia de bocio endmico y su relacin con la deficiencia de yodo no fue reconocida hasta 1970, tras una serie de estudios regionales que demostraron que del 30 al 60% de los adolescentes, el 60% de las embarazadas y cerca del 30% de los hombres, tenan bocio. Tambin que hasta el 5% de los RN tenan bocio asociado, en casi un 50% de los casos con hipotiroidismo transitorio (TSH>5IU/ml). La excrecin urinaria de yodo era baja en reclutas (al norte del pas era slo de 31-37 g/g y de 18-29 g/g de creatinina en los provenientes del sur) y en escolares (25 g/g). En recin nacidos se hallaron valores de yoduria de 11-22 g/L y el contenido en yodo de la leche materna era de unos 18-25 g/L. El contenido en yodo del agua de bebida disminua de norte a sur, y se relacionaba inversamente con la prevalencia de bocio. Tambin se hallaron altas concentraciones de nitratos y tiocianato en el agua de bebida. En 1979 se dise una campaa para fomentar el consumo de sal yodada, que se inici en 1983 con 20 mg KI/Kg de sal. En 1985 el 84% de la sal era yodada. En 1986 la comida para el ganado contena 10 mg de yodo/Kg. La campaa comenz a dar sus frutos, disminuyendo la prevalencia de bocio tanto en RN (con normalizacin de la TSH) como en nios, adolescentes y embarazadas, al tiempo que aumentaba la excrecin de yodo en orina. Con la cada del muro de Berln y la reunificacin de Alemania, a finales de 1989, el consumo de sal yodada descendi de manera muy importante (del 84% al 22%) y la excrecin de yodo en orina disminuy de 76 a 47 g/g entre 1989 y 1992. Como consecuencia, a comienzos de los noventa persista una suplementacin deficitaria de yodo y la prevalencia de bocio segua siendo muy alta. Una poltica ms activa, est aumentando de nuevo el consumo de sal yodada y la utilizacin industrial de la misma (el 70% de la sal empaquetada es yodada) con lo que la severidad de la deficiencia ha disminuido (la prevalencia de bocio estimada en un 20% en 1989-92, es ahora de slo

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un 4%). No obstante, Meng et al (1998) advierten de la necesidad de mantener una poltica activa que permita seguir las recomendaciones del ICCIDD, WHO y UNICEF (yoduria mnima de 100g/L para evitar los TDY) y, sobre todo, del riesgo que supone la ausencia de una poltica comn en toda la Unin Europea (UE) que puede diluir las medidas de yodoprofilaxis en aquellos pases donde se han puesto en marcha. El caso de Gran Bretaa es especialmente interesante. El Reino Unido, al igual que otros muchos pases europeos, no estaba libre de bocio endmico (en 1958 la tasa de bocio en chicas jvenes era del 40% en algunas zonas). Las autoridades sanitarias no haban desarrollado una poltica especfica de profilaxis. Sin embargo, estudios recientes (Phillips, 1998) parecen confirmar la reduccin (y desaparicin) de la endemia en aquellos lugares en los que an persista en los aos sesenta. La explicacin parece venir de la alta concentracin de yodo en los alimentos ingleses, especialmente leche y derivados, por el uso de yodforos para combatir la mastitis de las vacas o el empleo de piensos yodados para la alimentacin del ganado, sobre todo en invierno, a lo largo de los ltimos aos. En los aos 80 el consumo de leche lleg a satisfacer por s solo las necesidades diarias de yodo (150 g/da). El yodo contenido en algunas muestras de leche era tan alto que lleg a preocupar la posibilidad de aparicin de efectos txicos. Pero la situacin en Reino Unido puede cambiar muy pronto (si no lo ha hecho ya). El aporte gratuito de un vaso de leche a los escolares se suspendi en los aos 70 (por la poltica de la Sra. Thatcher) y en los 80 se aboli el Milk Marketing Board que haba velado por la produccin lechera y el consumo de leche de origen nacional. Actualmente, el consumo de leche producida localmente ha descendido y se consumen cantidades crecientes de leche de otros pases, principalmente de la Comunidad Europea, con escaso contenido en yodo. Finalmente, la preocupacin por el mal de las vacas locas parece haber contribuido a la reduccin del consumo de leche producida en Reino Unido. El efecto de estos cambios en la poblacin inglesa es desconocido, pero hay que recordar la importancia de una monitorizacin continuada de la ingesta de yodo para prevenir el resurgimiento de la deficiencia de yodo y sus consecuencias (Phillips, 1998).

3. Profilaxis del bocio endmico en Espaa


En nuestro pas los primeros intentos de yodoprofilaxis fueron realizados en las Hurdes en los aos 20. Tras los estudios de Maran, Vidal Jordana (uno de los primeros mdicos de las Hurdes) comenz la administracin de sal yodada en la zona

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con muy buenos resultados. En los aos 50-60 el grupo de Ortiz de Landzuri realiz una experiencia semejante en las Alpujarras granadinas, con ptimos resultados. Sin embargo, tal como recuerdan Ferreiro Alez y Escobar del Rey (1987), desaparecidos ambos se interrumpi la yodacin profilctica y reaparecieron la endemia y el cretinismo, dando razn a Maran quien, ya en los aos veinte, dijo: ...el problema del bocio es algo cuya solucin compete sealar al mdico, pero cuya ejecucin debe realizar el Estado. Desde entonces otras muchas experiencias se han realizado en nuestro pas, de nuevo en las Hurdes, en Asturias, Catalua, Galicia, Pas Vasco, Len, Guadalajara o Andaluca. En Las Hurdes, como ya se ha comentado, Escobar del Rey y numerosos colaboradores han venido realizando encuestas en la poblacin escolar sobre la endemia bociosa. En 1968 el 86% de los escolares (60-100%) de las Hurdes Altas tenan bocio, siendo la causa ms probable la deficiencia nutricional de yodo (casi el 80% de ellos excretaba menos de 20 g de yodo/L de orina). Esta situacin, secundaria a la deficiencia de yodo en las aguas y en los alimentos de la zona, se asociaba tambin a una notable precariedad sanitaria y nutricional (Soriguer 1975, 1976) pues la ingesta calrico-proteica era, en muchos casos, inferior a 1000 caloras/da. Una situacin que explicara los inesperadamente bajos niveles de creatinina en orina encontrados en esta poblacin por Escobar, y su posterior recuperacin cuando aquellos nios eran internados en un centro de acogida infantil (Escobar del Rey, 1973 y 1981). En 1978, la prevalencia de bocio y el porcentaje de yodurias bajas apenas se haban modificado, un 36% de los escolares tena valores de T4 srica inferiores a 6 g/dl y haba un notable retraso del desarrollo estaturo-ponderal y del rendimiento intelectual (Escobar del Rey, 1973)Anexo III. En 1981-82 se instauraron medidas profilcticas mediante la administracin de una sola dosis de aceite yodado (Lipiodol), valorndose los resultados en 1984. Hubo una clara disminucin del bocio del 72% al 48% y la yoduria media fue algo ms alta, si bien segua siendo elevada la proporcin de nios que eliminaban menos de 20 g/L (los dems parmetros apenas se modificaron). A partir de 1984 se promovi el consumo de sal yodada en la zona y se redujo la prevalencia de bocio en los escolares. Los datos de 1993 indicaban una tasa de bocio del 11% y una yoduria media de 10661 g/L, lo que supona la desaparicin de la endemia en la zona espaola en la que era ms conocida la existencia de bocio endmico (Escobar del Rey y Vzquez, 1994). En Asturias, donde el bocio endmico era conocido desde 1899 (Rubio y Gali), los datos de los estudios realizados indicaban una prevalencia de bocio del 21% en 1983.

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Se inici una campaa de yodoprofilaxis (que comenz con la informacin a la poblacin, de los beneficios del consumo de sal yodada), promovida por la Consejera de Sanidad del Principado de Asturias que decret, entre otras cosas, el uso obligatorio de sal yodada en todos los comedores escolares. 3 aos despus la prevalencia de bocio era similar, aunque el 100% de los comedores escolares la utilizaban sistemticamente. La valoracin de la situacin 10 aos despus demostr que la prevalencia de bocio haba bajado algo a expensas, sobre todo, del bocio visible. La yoduria media haba pasado de 63,5 g/L a 140 g/L, siendo mayor de 100 g/L en el 63,7% de la poblacin escolar. Aunque persista an una ligera endemia, la elevacin de la yoduria poblacional demostraba claramente que la campaa estaba siendo eficaz (Delgado lvarez, Daz Cadrniga et al. 1997). La experiencia llevada a cabo en Asturias demuestra los beneficios de una campaa pblica, pero tambin la dificultad de la erradicacin completa si no se persevera en las medidas de yodacin profilctica. En Catalua en 1982, poco despus de recibir las transferencias, la Generalitat (de acuerdo con las recomendaciones de la Oficina Europea de la OMS) dise un plan estratgico de salud que inclua tres objetivos referidos a los TDY (Objetivo 74, 79 y 83): reducir la prevalencia de bocio en la poblacin de reas endmicas a cifras inferiores al 10% para el ao 1993-95, aumentar el aporte de yodo por habitante y da por encima de los 160 g y que el 90% de la poblacin de las zonas con bocio endmico consumiera sal yodada para el ao 1995. Se disearon para ello diferentes campaas informativas en colaboracin con el sistema sanitario, medios de comunicacin y la industria de la sal, con el objetivo de incrementar el consumo de sal yodada. Evaluaciones posteriores en La Cerdea (L. Vila, 1993) parecan confirmar el xito de la campaa, al comprobar una reduccin de la prevalencia total de bocio (desde el 48% al 28%) y, sobre todo, el incremento de la eliminacin urinaria de yodo (desde 78,8 g/L a 175,6 g/L). A principios de los 80 Galicia tena una prevalencia de bocio de hasta un 79,3% en algunas zonas de la provincia de La Corua y Lugo y una excrecin urinaria de yodo inferior al 25 g/L en el 82% de los nios estudiados (Tojo et al, 1981). La Consellera de Sanidad de la Xunta de Galicia elabor un plan para incrementar el uso de la sal yodada, tras el que Daz Otero (1993) hall un descenso en la prevalencia (30,5%) as como un ascenso de la yoduria. Guadalajara es una provincia que se consideraba libre de bocio endmico por los resultados del nico estudio que se haba hecho en la zona (Vivanco et al., 1971) que hall una prevalencia de bocio del 11,6%. Sin embargo, un estudio posterior (Escobar

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del Rey) demostr una prevalencia de bocio de hasta el 56% en algunas comarcas. La inexistencia de sal yodada en Espaa en aquella poca, llev a un programa de profilaxis con 1 ml de Lipiodol i.m. (aceite yodado que contiene 48 g de yodo por 100 ml). Los resultados no fueron muy espectaculares a los 14 meses pero a los 27 meses la prevalencia haba descendido al 37% y los parmetros de peso y talla haban mejorado en el 60% de los nios (Escobar et al. 1984). En Andaluca, en los aos 90, se llev a cabo una campaa de profilaxis con aceite yodado oral en una zona en la que previamente se haba comprobado una alta prevalencia de bocio (S. Durn et al., 1987). Tras la administracin de una dosis nica de 2 ml de Lipiodol por va oral (960 mg de yodo) se observ una drstica reduccin de la prevalencia de bocio (tanto el primer como el tercer ao de seguimiento), as como una mejora de la excrecin de yodo urinario que pas de 58 g/L a 121 g/L a los tres aos.

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XIII. EFECTOS DEL EXCESO DE YODO SOBRE EL TIROIDES

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Los efectos del exceso de yodo sobre el tiroides fueron tratados extensamente por Ingbar en la reunin de la P.A.H.O. (1986). Segn Ingbar, aunque grandes cantidades de yodo pueden producir efectos indeseables en sujetos susceptibles, el mecanismo de autorregulacin tiroidea permite la administracin de cantidades relativamente grandes durante largos periodos, sin efectos secundarios.

1. Mecanismo de autorregulacin tiroidea


Este trmino se refiere a los cambios en la estructura, funcin y metabolismo dentro de la glndula, ms que a los cambios dependientes de la regulacin hipofisaria (TSH). Estudios en animales hipofisectomizados (Braverman, 1963) permitieron conocer el sistema de autorregulacin y los pasos sobre los que acta: 1) Transporte de yodo. 2) Hidrlisis de la molcula de tiroglobulina y liberacin hormonal. 3) Crecimiento del tiroides y 4) Metabolismo intermediario. El sistema de autorregulacin depende directamente del contenido intratiroideo de yodo, de forma que la disminucin del pool intratiroideo de yodo provoca un aumento de la respuesta al estmulo por TSH as como un incremento de la actividad basal en ausencia de TSH; mientras que el aumento del contenido de yodo de la glndula disminuye la actividad basal y la respuesta al estmulo por TSH. Ya que la cantidad de yodo a nivel del tiroides depende directamente de la ingesta, el mecanismo de autorregulacin es fundamental en la respuesta del tiroides a una ingesta excesiva de yodo.

2. Efectos del exceso de yodo sobre la sntesis hormonal.


2.1. Respuesta al exceso agudo de yodo Los efectos de una ingesta excesiva de yodo sobre la sntesis hormonal dependen tanto de la dosis como de la duracin de la misma. Estudios en ratas (Braverman, 1963) demostraron que el yodo administrado es rpidamente incorporado y organificado por el tiroides. Pero a medida que aumenta la cantidad de yodo administrada se sobrepasa la capacidad de organificacin y aumenta la cantidad de yodo inorgnico. Administrando

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dosis sucesivas de yodo se alcanza un punto en que, no slo no aumentan los compuestos de yodo orgnico sino que disminuyen. Esto es, se produce un bloqueo progresivo del mecanismo de organificacin que se conoce como efecto Wolff-Chaikoff agudo (Wolff, 1948). El bloqueo en la organificacin se acompaa de una alteracin en la sntesis de aminocidos yodados con un aumento de yodotirosinas (MIT/DIT) y una disminucin de yodotironinas (T4 y T3), dando lugar a una disminucin en la relacin hormonas/precursores (T4+T3/MIT+DIT). Si sigue aumentando la dosis de yodo administrada, los niveles de T4 y T3 llegan a hacerse indetectables. Los cambios en la hormonognesis debidos al efecto Wolff-Chaikoff agudo, son idnticos a los producidos por agentes antitiroideos como propiltiouracilo y metimazol que inhiben la organificacin y el acoplamiento del yodo por el tiroides. El factor determinante de este efecto es la cantidad de yodo intratiroideo. Sustancias que inhiben el mecanismo de transporte de yoduro, como el tiocianato o la propia autorregulacin, pueden prevenir el efecto WolffChaikoff tras una dosis de yodo. En el tiroides de ratas yododeficientes la respuesta a una dosis excesiva de yoduro vara en algunos aspectos: la primera diferencia reside en que en la glndula yododeficiente la sntesis hormonal es anormal, hay una mayor cantidad de tiroglobulina inmadura (con menor velocidad de sedimentacin) y (al administrar yodo marcado) aumentan los compuestos con menos tomos de yodo, aumentando los cocientes MIT/DIT y T3/T4. Este efecto es TSH-dependiente, en un intento de acomodar la produccin de yodoaminocidos a la escasez de yodo, y se corrige si damos yodo a dosis lo suficientemente bajas para que no aparezca el efecto Wolff-Chaikoff. La segunda diferencia entre el tiroides repleto y el deficiente en yodo, es que ste necesita mucha menos dosis de yoduro para que aparezca el efecto Wolff-Chaikoff. Esto se debe a que el mecanismo de transporte de yoduro es mucho ms efectivo (indicando una hiperestimulacin debida a la escasez de yodo) y pequeas cantidades adicionales de yodo pueden bloquear el mecanismo de concentracin. Ni en animales, ni en humanos, se ha llegado a producir hipotiroidismo por la administracin crnica de grandes cantidades de yodo. De lo que se desprende que la inhibicin de la hormonognesis no es un efecto permanente del exceso de yodo. Braverman (1963) comprob que, tras 48 horas de dar dosis altas de yodo repetidamente, se produce un aumento brusco del yodo orgnico y se normalizan tanto la sntesis como el acoplamiento (lo que se conoce como fenmeno de escape o

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adaptacin). El hecho de que aparezca tambin en ratas hipofisectomizadas demuestra que es un mecanismo de autorregulacin tiroidea, independiente de TSH. 2.2. Respuesta al exceso crnico de yodo En el tiroides adaptado al exceso crnico de yodo disminuye la eficiencia de la acumulacin, debido a una reduccin en el transporte de yoduros que limita la cantidad de yodo acumulado y organificado. No obstante, la adaptacin no es completa ya que la tasa absoluta de yodo acumulado excede de la normal y, aunque la tasa de produccin de T4 permanezca normal, la sntesis de yodotirosinas respecto a la de yodotironinas est aumentada (se ha sugerido que la molcula de tiroglobulina tiene limitado el nmero de lugares donde se produce el acoplamiento de yodotirosinas para dar yodotironinas). Tambin parece haber mayor prdida de yodo inorgnico, procedente posiblemente de la desyodacin intracelular de yodotirosinas y que, a medida que aumenta la desyodacin de yodotirosinas, el mecanismo de reutilizacin del yodo se vuelve menos eficiente.

3. Efectos del exceso de yodo sobre la liberacin hormonal


Un efecto adicional de la administracin continuada de yodo es la disminucin del "turnover" de yodo y de la liberacin hormonal. Esta es, sin duda, la accin ms importante en la glndula repleta de yodo (p.e.: en los enfermos con enfermedad de Graves u otros hipertiroidismos). Aunque es un efecto opuesto al de la TSH es totalmente independiente de sta (ya que, en pacientes con enfermedad de Graves o con ndulos autnomos txicos los niveles de TSH son indetectables). El mecanismo por el cual el yodo inhibe la liberacin de hormonas en el tiroides repleto parece depender del aumento del contenido en yodo de la molcula de Tg, lo que aumenta su resistencia a la hidrlisis por las proteasas lisosomales. La estimulacin de la reaccin de acoplamiento, con el consiguiente aumento de yodoaminocidos, reduce el efecto estimulante de TSH sobre el sistema adenilato-ciclasa. La inhibicin en la liberacin de hormonas representa, pues, una autorregulacin del tiroides al exceso de yodo en la glndula repleta. En el tiroides deficiente en yodo, en cambio, el menor contenido en yodo de la molcula de Tg, el menor grado de acoplamiento y la mayor sensibilidad de la adenilato-ciclasa a la accin de la TSH sirven para facilitar la liberacin de hormonas como evidente mecanismo adaptativo a la situacin de yododeficiencia.

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4. Efectos sobre la estructura tiroidea


Los efectos del yodo sobre la estructura glandular, al igual que los efectos sobre la funcin tiroidea son, en esencia, un mecanismo de autorregulacin. As, en la glndula con enfermedad de Graves o bocio txico difuso hiperplsico, la administracin de yodo produce una involucin que no puede achacarse a cambios en la TSH (baja en ambos casos). En el bocio simple, al menos en principio, el crecimiento del tiroides debe ser TSH-dependiente a juzgar por la capacidad del tratamiento supresor para inhibirlo, pero la naturaleza autorreguladora del mismo explica que no hallemos un aumento de TSH srica paralelo al aumento del tamao del tiroides en el bocio endmico.

5. Efectos sobre el metabolismo intermediario


El yodo influencia muchos aspectos del metabolismo intratiroideo que explican sus efectos sobre la estructura y funcin glandular. La autorregulacin del metabolismo intermediario se ha demostrado en experimentos con ratas hipofisectomizadas (deficientes o repletas en yodo) a las que se les da, o no, dosis estndar de TSH (Braverman, 1963). Cuando las glndulas tiroideas se incuban con glucosa marcada (14C) la produccin de CO2, lpidos, lactato y cido nucleico es mayor en las ratas deficientes en yodo y menor en las repletas en yodo, lo que demuestra tambin un efecto inhibidor del yodo sobre la incorporacin de aminocidos a las protenas en el mRNA tiroideo. Estos efectos son coherentes con la capacidad del yodo para revertir la hiperplasia y disminuir la vascularidad en el bocio txico difuso (o para inhibir el efecto bocigeno de la TSH en las glndulas sin deficiencia de yodo) y, a la inversa, la falta de yodo facilitara la aparicin de bocio en las glndulas deficientes, al hacerlas ms sensibles a la estimulacin por TSH. En resumen, todas las respuestas al exceso de yodo son de naturaleza autorreguladora ya que ocurren sin intervencin de la TSH. La administracin masiva de grandes cantidades de yodo produce una inhibicin absoluta o relativa en la organificacin del yodo y sntesis de yodotironinas (efecto Wolff-Chaikoff agudo) lo que previene de un aumento masivo en la sntesis hormonal. La administracin continuada de dosis bloqueantes, sin embargo, da lugar a un fenmeno de escape que inhibe el transporte tiroideo de yodo y previene la acumulacin de cantidades de yodo que seran

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inhibidoras de las reacciones de organificacin y acoplamiento. En animales o en humanos tratados con dosis altas de yodo de forma crnica, las tasas absolutas de captacin y organificacin del yodo son mayores de lo normal, pero la secrecin de T4 no est aumentada. Este efecto parece depender de una ineficacia en la reutilizacin del yodo, lo que dara lugar a una disminucin del pool de yodo tiroideo. La administracin de grandes cantidades de yodo induce tambin una inhibicin aguda del proceso de hidrlisis de Tg y liberacin de T4 y T3, lo que resulta muy til en el tratamiento del hipertiroidismo grave.

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XIV. COMPLICACIONES DE LA YODOPROFILAXIS

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Escobar del Rey ha resumido este tema con claridad (Escobar el Rey, 1998). Hay que considerar dos supuestos: (1) de un lado, las complicaciones de una ingesta normal de yodo (100-300 g/da) en una poblacin previamente deficitaria en este oligoelemento y (2), de otro, los efectos de tomar cantidades excesivamente altas de yodo (500-3.000 g/da).

1. Hipertiroidismo inducido por yodo (HIY)


La principal complicacin de la yodoprofilaxis es la tirotoxicosis o hipertiroidismo inducido por yodo (Jod-Basedow) (ICCIDD, 1995). Se produce, sobre todo, en los primeros das que siguen a la introduccin del yodo suplementario y es ms evidente en los grupos de ms edad. Este efecto no siempre ocurre y su aparicin se ha atribuido a la presencia de ndulos autnomos (frecuentes en los individuos sometidos a un dficit de yodo de mucho tiempo de evolucin) (Clugston et al. 1996). Al aumentar la ingesta de yodo, estos ndulos pueden producir cantidades excesivas de hormonas con el consiguiente estado de hipertiroidismo o tirotoxicosis. As mismo, la correccin de la deficiencia de yodo lleva consigo una reduccin tanto de ndulos tiroideos como del HIY (Baltisberger, 1995). Las manifestaciones varan de unos individuos a otros pero las ms graves incluyen: taquicardia, nerviosismo, debilidad, intolerancia al calor y prdida de peso. Frecuentemente se trata de un proceso leve y autolimitado, aunque en ocasiones puede ser ms grave y prolongado, requiriendo tratamiento (-bloqueantes, antitiroideos, radioyodo o ciruga). Ocurri, por ejemplo, en Tasmania tras la yodacin del pan en 1966 y en Suiza (Brgi, 1990). Tambin se produjo tras la administracin de aceite yodado en Ecuador, Per y Argentina, pero no en Nueva Guinea ni en Zaire. En todos los casos se trat de una clnica moderada y fcilmente controlable. Surge la pregunta de si la tirotoxicosis es una complicacin de la yodoprofilaxis o una consecuencia inevitable de la normalizacin de la ingesta de yodo. Se ha observado que, incluso en reas donde no hay bocio, al pasar de una ingesta normal-baja de yodo (100 g/da) a una ingesta normal-alta (500 g/da) se puede inducir tirotoxicosis en sujetos eutiroideos con ndulos autnomos. El riesgo de aparicin de hipertiroidismo cuando se establece la yodacin universal de la sal es, precisamente, una de las disfunciones por deficiencia de yodo. En 1996 se reuni un comit de expertos del ICCIDD para examinar los datos de Zimbabwe (Todd, 1995) y Zaire (Bourdoux, 1996) que alarmaban sobre el incremento de tirotoxicosis tras

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la introduccin masiva de sal yodada. Se reconsideraron las recomendaciones previas sobre la concentracin de yodo en la sal y se dieron nuevas directrices en este sentido (recogidas en IDD Newsletter en 1997), concretando algunos aspectos sobre el hipertiroidismo inducido por yodo (HIY): 1. El hipertiroidismo inducido por yodo es uno de los trastornos causados por la carencia de yodo. Puede ocurrir al aumentar la ingesta en una poblacin previamente deficitaria (principalmente en personas mayores), incluso cuando la cantidad total est entre 100-200 g/da. 2. El aumento del hipertiroidismo inducido por yodo en estas poblaciones es un hecho transitorio que termina desapareciendo tras la correccin de la deficiencia de yodo. 3. El HIY afecta a individuos que previamente tenan bocio nodular autnomo y personas con enfermedad de Graves latente. 4. El nmero de individuos expuestos a padecer HIY es directamente proporcional al de sujetos con bocio nodular. 5. La ocurrencia del HIY est relacionada con el aumento relativo en la ingesta de yodo y la rapidez con que se instaura la introduccin de la sal yodada en una poblacin previamente deficitaria en yodo. 6. No existe ninguna cantidad de yodo que, aadida a la sal, garantice que no se vayan a presentar casos de HIY en una poblacin previamente deficiente en yodo. 7. Los beneficios de corregir la deficiencia de yodo sobrepasan, con mucho, los riesgos de HIY. La tirotoxicosis inducida por yodo (HIY) sigue siendo un problema en Europa (Cordido, 1993), ya que hay un grupo de personas de ms de 40 aos de edad que ha padecido deficiencia de yodo desde su nacimiento. Si se erradica la deficiencia de yodo, gracias a la yodacin universal de la sal, el sndrome desaparecer en la prxima generacin y siguientes. El HIY no se considera una contraindicacin de los programas de yodacin, considerando los enormes beneficios que la correccin de la yododeficiencia tiene para toda la poblacin. Estos beneficios incluyen: mejora en la supervivencia y capacidad de aprendizaje de los nios, mejora de la salud de las mujeres, mayor productividad econmica y mejor calidad de vida para toda la poblacin.

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2. Efectos adversos de la ingesta elevada de yodo


2.1. Reacciones alrgicas al yodo de los alimentos. Las reacciones cutneas y el acn, atribuidos ocasionalmente a la sal yodada, son extremadamente raros y es muy improbable que aparezcan por el consumo de sal yodada. Entre 1935 y 1974 se llev a cabo un estudio sobre 20.000 nios norteamericanos que padecan alergia. En estos 40 aos no se describi ni un solo caso atribuible al yodo en la alimentacin. Posteriormente, en Annals of Allergy se public una solicitud para que se comunicaran los casos de alergia atribuibles al yodo, no habindose registrado ninguna respuesta entre 1974 y 1980 (Stanbury & Hetzel, 1980). 2.2. Ingestas elevadas de yodo y enfermedades tiroideas Las personas normales expuestas a un exceso de yodo, permanecen eutiroideas y sin bocio gracias a los mecanismos adaptativos del tiroides. En algunos individuos susceptibles, sin embargo, un exceso de yodo en la dieta (500-3000 g/da) podra contribuir al desarrollo de tiroiditis de Hashimoto, bocio por yodo, bocio coloide y carcinoma de tiroides. No obstante, la incidencia de carcinoma folicular de tiroides (con mucho el tipo ms agresivo) es ms baja en zonas con aporte de yodo suficiente que en reas con deficiencia de yodo. En Japn, un pas donde se considera que la ingesta de yodo es elevada en la dieta diaria, se ha demostrado que: a) Las personas no deficientes en yodo pueden mantener unos estados de funcin tiroidea normal, incluso con ingestas de varios miligramos de yodo al da. b) La incidencia de bocio difuso no txico y de bocio nodular txico disminuye drsticamente cuando el aporte de yodo en la alimentacin es elevado. c) La incidencia de enfermedades de Graves y de Hashimoto no parecen afectarse por ingestas elevadas de yodo en la dieta. Sin embargo, cantidades elevadas de yodo en la dieta pueden inducir hipotiroidismo en personas con enfermedades tiroideas autoinmunes y pueden inhibir el efecto de los antitiroideos (Todd, 1995).

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Tabla 28. Ejemplos de hipotiroidismo inducido por yodo en individuos eutiroideos con enfermedad tiroidea subyacente. Enfermos eutiroideos con enfermedad de Graves, que han sido tratados previamente con tiroidectoma o antitiroideos. Tiroiditis de Hashimoto. Despus de tiroiditis posparto transitoria. Despus de tirotoxicosis inducida por amiodarona. Despus de hemitiroidectoma por ndulos benignos. (Tomado de Escobar del Rey y Morreale de Escobar 1998).
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I,

2.3. Efectos del exceso de yodo durante el embarazo y lactancia Este caso se produce cuando se utilizan contraste yodados durante el embarazo, se emplean desinfectantes yodados durante o despus del parto (o cesrea) se prescriben jarabes yodados para la tos durante el embarazo o lactancia. En los tres supuestos, estamos dando un exceso de yodo tanto a la madre como al feto. El exceso de yodo durante el embarazo puede dar lugar a bocio en el recin nacido que puede, incluso, provocar la muerte por asfixia. La utilizacin de desinfectantes yodados durante el parto (canal del parto) o despus (desinfeccin del cordn) puede provocar un hipotiroidismo transitorio en el recin nacido que requiera tratamiento con tiroxina para evitar el dao cerebral (y que dar lugar a dficits intelectuales en mayor o menor grado si no se trata a tiempo). Estos efectos son consecuencia de una inhibicin en la sntesis de las hormonas tiroideas por el exceso de yodo (efecto Wolff-Chaikoff). En adultos este efecto es pasajero pero en fetos y recin nacidos, que an no han madurado los mecanismos de autorregulacin, el bloqueo de la sntesis puede durar meses. El efecto de freno tiroideo, que puede afectar tanto a la madre como al feto, es el resultado de la llegada al tiroides de cantidades muy altas de yodo (cientos de miligramos o incluso gramos). En cambio, la administracin profilctica de aceite yodado en el embarazo (tema revisado por la OMS en 1996) no provoca efectos nocivos para la madre ni para el feto. La cantidad administrada (300-480 mg/dosis antes o en los primeros meses de la gestacin) corrige la deficiencia de yodo durante un ao al menos. Las cantidades de yodo que llegan al tiroides en este caso, son superiores a las necesidades fisiolgicas. Sin embargo, no se ha demostrado mayor incidencia de efectos negativos (disminucin

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de hormonas tiroideas en sangre, ni aumento de TSH) ni en las madres ni en los recin nacidos o lactantes, mientras se han comprobado en mltiples ocasiones los efectos positivos. Diferentes estudios han demostrado que, cuando se incrementa el aporte diettico de yodo a las embarazadas que viven en ambientes yododeficientes, disminuyen tanto las cifras de mortalidad en recin nacidos y nios pequeos, como el porcentaje de RN con niveles de TSH>5 UI/ml y los casos de hipotiroidismo congnito transitorio, al tiempo que se evita el incremento del volumen tiroideo en la embarazada durante la gestacin (Pharoah 1972, 1987, 1998; Hetzel 1980, 1987; Delange 1980, 1996, 1998; Dunn 1987; Glinoer 1995; Cobra 1997; Stanbury 1998). El estudio de Cobra et al. (1997) en Indonesia, permiti comprobar la menor mortalidad de los nios (68,2% vs. 31%) a los que se administraba 100 mg de aceite yodado oral (coincidiendo con la 1 dosis de vacuna oral) a las 6-10 semanas de vida.

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XV. RESOLUCIONES GUBERNAMENTALES

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1. PRONUNCIAMIENTOS INTERNACIONALES.
Las alusiones al problema del bocio y cretinismo endmico (en definitiva, a la falta de yodo) se suceden en las Asambleas Internacionales de la OMS, UNICEF, PAHO y dems Organismo Internacionales preocupados por la Salud y el bienestar de las Naciones. En 1961, la Organizacin Mundial de la Salud dedic el n 44 de la Serie de Monografas de la OMS al bocio endmico (Clements et al., 1961). En ella se recogen aspectos referentes a la historia del bocio, su prevalencia y distribucin geogrfica, importancia sanitaria, fisiologa, anatoma patolgica, etiologa y bocio endmico experimental. Trata tambin las tcnicas de encuesta y los aspectos relacionados con el tratamiento y profilaxis de la deficiencia de yodo, en especial el uso de sal yodada, as como los problemas de la lucha contra el bocio endmico, con referencias concretas a la legislacin sobre yodoprofilaxis. En 1974 se produce una llamada de atencin por el Consejo Mundial de Alimentos (World Food Council) para la erradicacin de las disfunciones o trastornos por deficiencia de yodo (TDY). Los manifiestos de los Organismos Internacionales sobre este tema se sucedieron entre 1974 y 1983 (la Asamblea General de Naciones Unidas de 1978, el Congreso Internacional de Nutricin de 1978, el Comit de la OMS/UNICEF para el Sureste Asitico en 1981 y 1982, el Congreso de tiroides de Asia y Oceana de 1982, el 4 Congreso Asitico de Nutricin de 1983 y la Organizacin Panamericana de la Salud, 1983). Durante 1979, Ao Internacional de la Infancia, se revis la Declaracin de los Derechos de la Infancia de 1959, a fin de establecer un tratado legal sobre los Derechos de la Infancia, elaborado con el apoyo de la Comisin de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Comprendida la dimensin mundial de los problemas relacionados con la deficiencia de yodo, se aunaron esfuerzos para erradicarlos, junto a otras deficiencias nutricionales como la de Vitamina A y la de hierro. El Comit Permanente sobre Nutricin (SCN) del Comit Administrativo de Coordinacin (ACC) de las Naciones Unidas, encarg la elaboracin de un informe sobre el estado del problema de la deficiencia de yodo y las posibilidades de su prevencin y erradicacin. Informe que fue presentado en Roma en febrero de 1985. Ese mismo ao se estableci un grupo de expertos para ayudar al establecimiento de programas para la erradicacin de las Disfunciones por Deficiencia de Yodo: el ICCIDD (International Council for the Control of Iodine Deficiency Disorders). Como consecuencia de las actividades de este comit, las disfunciones por deficiencia de yodo se han incorporado, junto con programas de inmunizacin infantil,

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terapia oral de rehidratacin para la diarrea y promocin de la lactancia materna, en el programa Child Survival and Development Revolution [CSDR] Revolucin para la Supervivencia y Desarrollo de la Infancia (OMS/UNICEF). En 1986, la 39 Asamblea Mundial de la Salud reunida en Ginebra, emiti un informe (Anexo I) en el que, enterada y preocupada por la elevada prevalencia y extensin de los trastornos causados por la carencia de yodo, instaba a los gobiernos a poner todos los medios a su alcance para luchar contra los trastornos por deficiencia de yodo. En noviembre de 1989 la Asamblea General de Naciones Unidas adopt unnimemente el documento conocido como Convencin sobre los Derechos de la Infancia (Convention on the Rights of the Child [CRC]) que entr en vigor en septiembre de 1992. Este documento es el primer, y hasta ahora nico, tratado internacional que obliga legalmente a los estados que lo han aprobado o ratificado (entre los que se encuentra Espaa). En el documento podemos leer ... se entiende por infancia el periodo de vida del ser humano hasta los 18 aos, incluyendo el periodo fetal... As mismo, hace mencin al ... derecho del nio a una nutricin adecuada y a una calidad de vida que asegure el desarrollo fsico, mental, espiritual y moral.... Se refleja tambin la creciente evidencia de que, a pesar de una cantidad de alimentos aparentemente adecuada puede existir hambre oculta, principalmente por carencia de micronutrientes. Los derechos del nio relacionados con la nutricin, esbozados en la Convencin sobre los Derechos de la Infancia de 1989 (CRC), se plasmaron en definiciones y acciones ms concretas. As, en 1990 se reunieron en Nueva York, a instancias de las Naciones Unidas, 71 jefes de Estado y 88 representantes de Gobierno de alto nivel de otros tantos pases, para celebrar la Cumbre para la Infancia (World Summit for Children [WSC]). En esta Cumbre 159 pases aprobaron por unanimidad la Declaracin Mundial para la Supervivencia, Proteccin y Desarrollo de la Infancia, as como un plan de Accin para la rpida implementacin de medidas que permitieran algunos logros concretos para el ao 2000. En el apartado dedicado a nutricin se identifican claramente 8 objetivos, de los que 3 se refieren a la malnutricin por carencia de micronutrientes: Reduccin de la anemia por deficiencia de hierro en la mujer a un tercio de la de 1990. Eliminacin total de las disfunciones por deficiencia de yodo. Eliminacin total de la deficiencia de vitamina A y de sus consecuencias, incluida la ceguera.

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En palabras del director general del Comit ACC/SCN de las Naciones Unidas, Dr. H. Nakajima: La deficiencia de un micronutriente no produce hambre en el sentido habitual: roe el corazn de la salud, pero no se siente en las entraas. La mayora de sus consecuencias no se perciben fcilmente... Para la mayora de las personas incluso sus efectos ms llamativos, como la ceguera por deficiencia de vitamina A y el cretinismo por deficiencia de yodo, no parecen asociarse con la dieta. Por esto se define como hambre oculta... En 1992, el informe final de la Declaracin Mundial sobre Nutricin, celebrada en Roma bajos los auspicios de la FAO/OMS, incluye en su plan de accin la eliminacin mundial de las carencias de yodo y vitamina A antes del fin del decenio. En lo que respecta al yodo declaraba: ... Ms de la quinta parte de la poblacin mundial vive en zonas donde hay carencia de yodo. Esta es la causa evitable ms frecuente de retraso mental. Otras consecuencias de la carencia de yodo son los problemas reproductivos, el bocio, el aumento de la mortalidad y el estancamiento econmico. Son especialmente vulnerables los nios y las mujeres. Se dispone de medios fciles de correccin, de forma que se abre una interesantsima oportunidad de eliminarla para el ao 2000. La 45 Asamblea Mundial de la Salud, celebrada en Ginebra en 1992, aprob por unanimidad las estrategias para combatir la malnutricin por carencia de micronutrientes aconsejndose, para el caso de las disfunciones por carencia de yodo, las estrategias elaboradas por el ICCIDD. En la actualidad, se considera que una adecuada ingesta de yodo es un derecho humano. Esto ha llevado a promover la yodacin universal de la sal, tanto la de consumo humano y animal como la que se emplea en las industrias relacionadas con la alimentacin. Podemos resumir la cuestin en dos declaraciones: 1. Todo nio tiene el derecho a una cantidad adecuada de yodo en su dieta. 2. Toda madre debe tener una nutricin adecuada en yodo, para evitar que el nio tenga un desarrollo mental atrasado, por una carencia de este micronutriente esencial Lo que Gabriela Mistral expres en otras palabras: El nio no puede esperar, ahora mismo es el momento. Sus huesos se estn formando, su sangre se est haciendo, y sus sentidos se estn desarrollando. A l no podemos responder... maana. Su nombre es HOY.

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2. PRONUNCIAMIENTOS A NIVEL NACIONAL


Como consecuencia de la participacin de Espaa en la Asamblea Mundial de la OMS, en abril de 1983 se public el Real Decreto 1424/1983 (BOE n 130/1983) que aprobaba la reglamentacin tcnico-sanitaria para la obtencin, circulacin y venta de sal y salmueras comestibles, y que defina la sal yodada. Sin embargo, la publicacin de este decreto no llev aparejada una campaa informativa a la poblacin, ni se tradujo en acciones concretas a nivel nacional para la implementacin de las directrices propuestas por la OMS. El Real Decreto autoriz la distribucin al consumidor de sal yodada pero qued excluida la sal gruesa, empleada sobre todo en ambientes rurales tanto para cocinar como para la conservacin de carnes y embutidos. Tampoco se legisl la yodacin de la sal utilizada en las industrias alimentarias ni en alimentacin animal. Por lo que sabemos hasta ahora, la yodacin exclusiva de la sal refinada no es suficiente para erradicar los problemas derivados de la deficiencia de yodo. En los aos 1992 y 1993, la revista Endocrinologa dedic sus editoriales a la revisin del problema de las disfunciones por deficiencia de yodo, con especial referencia a la situacin en Espaa (Escobar del Rey y G. Morreale, 1992; Escobar del Rey, 1993). La Sociedad Espaola de Endocrinologa se hizo eco de los compromisos aprobados por los organismos internacionales, elaborando el Consenso para la Prevencin y Control de los Trastornos causados por la Deficiencia de Yodo en Espaa (1993) (Anexo II). Este documento, basado en las Resoluciones y las Asambleas Mundiales de OMS (1986 y 1990) se public en 1993. En l, la Sociedad Espaola de Endocrinologa secundaba la propuesta de eliminar en todos los pases los trastornos causados por la carencia de yodo para el ao 2000, asumida por la OMS en 1990. Sin embargo, los sucesivos Gobiernos de nuestro pas no han mostrado mayor inters por la erradicacin de los Trastornos por Deficiencia de Yodo. Y desde aqu hemos de recordar de nuevo lo que dijo Maran en 1927: Compete al mdico denunciar el problema, pero la solucin compete al Estado.

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SEGUNDA PARTE:

TRASTORNOS POR DEFICIENCIA DE YODO (TDY) EN LA COMARCA MALAGUEA DE LA AXARQUA: UN ESTUDIO POBLACIONAL.

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I. JUSTIFICACIN

La importancia de los Trastornos ocasionados por la deficiencia de yodo en la dieta, va mucho ms all del simple bocio o de los ms graves cuadros de cretinismo, como ha quedado expuesto en la extensa (aunque incompleta) revisin de los numerosos estudios realizados hasta ahora. Segn los datos del ltimo estudio sobre prevalencia del bocio realizado en Andaluca a principios de la dcada de los ochenta, el dficit de yodo afectaba a la Comarca de la Axarqua(como se desprenda de las cifras de yoduria, inferior a 20 g/L en el 40% de los nios, en los dos pueblos estudiados, Sedella y Alcaucn). Este estudio no aportaba datos sobre la prevalencia de bocio en la zona, pero las bajas yodurias encontradas entonces, y la falta de medidas encaminadas a corregir el dficit despus de aquel estudio, nos inclinaron a pensar que nuestra comarca podra seguir estando en una situacin de dficit nutricional de yodo, y que sus consecuencias no se haban valorado en toda su amplitud. El presente estudio pretende valorar el estado actual de la deficiencia de yodo en la comarca malaguea de La Axarqua. Tomando como base las ltimas recomendaciones de la Organizacin Mundial de la Salud (OMS), UNICEF y el Comit para el Control de los Trastornos Causados por el Dficit de Yodo (ICCIDD), hemos intentado - dentro de nuestras posibilidades estimar los cinco parmetros que definen la severidad de la endemia en una regin: 1. Prevalencia de bocio por palpacin, 2. Eliminacin urinaria de yodo; 3. Volumen tiroideo ecogrfico; 4. Niveles de tiroglobulina srica; y 5. Niveles de TSH en recin nacidos. Al mismo tiempo, hemos puesto a prueba algunas cuestiones complementarias: a)Significado de la ecografa en los estudios epidemiolgicos de bocio endmico b)Determinantes de la yoduria en la poblacin escolar c)Relacin entre la funcin auditiva e ingesta de yodo y d)Revisin del significado biolgico de la creatinina como estandarizador de la yoduria en el cociente yodo/creatinina. Todos ellos son el motivo de la presente investigacin que pasamos a presentar.

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II. DISEO

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1. OBJETIVOS DEL ESTUDIO: 1.1. OBJETIVO PRINCIPAL: Evaluar la prevalencia de los Trastornos por Deficiencia de Yodo (TDY) en la comarca de la Axarqua. Para ello hemos realizado los siguientes pasos: 1. Estimar la prevalencia de bocio en la poblacin escolar de la Axarqua por inspeccin y palpacin (siguiendo los criterios de la PAHO de 1986) y su relacin con el dficit nutricional de yodo, estimada a partir de la excrecin urinaria de este microelemento. 2. Valorar la relacin entre ingesta de yodo y funcin tiroidea en la poblacin escolar de la Axarqua mediante la determinacin de los valores en sangre de hormonas tiroideas (T4, T3), hormona tirotropa (TSH), Tiroglobulina (Tg) y anticuerpos antitiroideos (TPO, TBIAb). 3. Calcular el volumen tiroideo en los escolares a partir del estudio ecogrfico del tiroides de los nios, siguiendo las actuales directrices de las agencias internacionales (OMS 1994). 4. Estimar la deficiencia poblacional de yodo en la comarca a partir de las cifras de TSH neonatal (datos amablemente cedidos por la Dra. Garriga) 1.2. OBJETIVOS SECUNDARIOS: 1. Evaluar el papel de la ecografa tiroidea como medida antropomtrica, y como prueba diagnstica de volumen tiroideo aumentado. 2. Evaluar la funcin auditiva de la poblacin escolar de la Axarqua y las posibles relaciones existentes entre la ingesta de yodo en la dieta y funcin auditiva. 3. Estudiar los determinantes de la yoduria en la poblacin escolar.

2. HIPTESIS:
2.1. HIPTESIS GENERAL: La comarca de la Axarqua es una zona donde persiste la endemia bociosa ya que, segn los datos recogidos previamente en nuestra comunidad (Durn Garca y col., 1987) la eliminacin urinaria de yodo no est dentro de los lmites de seguridad (>100 g/L) para evitar las consecuencias de la deficiencia de yodo, y no se ha realizado ninguna poltica activa de yodoprofilaxis.

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2.2. HIPTESIS ESPECIFICA: La prevalencia de bocio por palpacin, as como los dems criterios clasificatorios de la severidad de la endemia, no deben superar los actualmente aceptados por la OMS para clasificar nuestra comarca como no endmica (tabla 8).

3. DISEO OPERACIONAL
Se trata de un estudio epidemiolgico transversal de tipo descriptivo (estudio multivariante de tipo descriptivo e inferencial), sobre la poblacin escolar de la Axarqua. A este tipo de estudios se les suele llamar tambin estudios de prevalencia, pues permiten conocer la frecuencia de un acontecimiento determinado respecto a la poblacin general que se est investigando (Kleimbaun, 1988). 3.1. MATERIAL Y MTODOS 3.1.1. Poblacin del estudio: a) Poblacin estudiada: poblacin escolar (4-16 aos) de la comarca de la Axarqua. b) Poblacin diana: poblacin escolar de la comarca de la Axarqua. c) Fuente de sujetos: la escuela. 3.1.2. Unidad de anlisis: La unidad de anlisis considerada ha sido la escuela. Dentro de cada escuela se incluyeron en el estudio todos los nios matriculados en los cursos de 1, 5 y 8 de EGB, correspondientes a las edades de 6, 10 y 13-14 aos, respectivamente. Con esto se cubran las tres etapas: inicial, media y final de la edad escolar, dando as una idea de la evolucin de la prevalencia de bocio en funcin de la edad. Seleccionada la escuela de un pueblo (en caso de que hubiera ms de una), se incluyeron en el estudio los nios correspondientes al grupo de edad previsto (614 aos). Aunque, como luego se explicar, hubo que hacer una pequea modificacin en uno de los grupos estudiados en el que se incluyeron todos los nios matriculados en la escuela (4-16 aos). 3.1.3. Criterios de inclusin y exclusin: Se incluyeron pueblos de costa e interior para valorar la influencia de la localizacin geogrfica en la prevalencia de bocio, en funcin de los siguientes criterios:

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1. Haber sido incluido en el estudio de referencia previo (Costa et al. 1993). 2. En la seleccin final deban estar representadas poblaciones de costa y del interior. (Los municipios incluidos al final, se escogieron al azar de entre los posibles, excepto uno de ellos, Canillas de Aceituno, que fue seleccionado directamente por tratarse del pueblo de nacimiento de la investigadora de campo). 3. Se excluyeron de entrada, los tres grandes municipios de la zona: Vlez Mlaga, Torre del Mar y Nerja. 3.1.4. Tipo de muestreo: Se trata de un muestreo por conglomerados en el que se elige la escuela aleatoriamente y, dentro de sta, todos los nios matriculados en los cursos seleccionados. La muestra se estratifica primero, por zonas (Interior o Costa); segundo, por edad y tercero, por sexo. 3.1.5. Clculo del tamao muestral: Para el clculo del tamao muestral se han tenido en cuenta las siguientes consideraciones: 1. Prevalencia estimada a partir de los estudios previos realizados en la zona por Costa et al, en 1980. (Aunque tomado de la publicacin de 1993, este trabajo fue realizado en 1980). 2. Sensibilidad de deteccin o error muestral (P1-P2 = 10%). 3. Proteccin frente a errores tipo I (error = 0,05) y tipo II (error = 0,10) La frmula aplicada ha sido: n = 2 x [(p1 * q1)+ (p2 *q2) / D2 ] x (Z + Z)2 = 185; considerando: prevalencia esperada de bocio = 20%; error = 0,05; error = 0,10; error muestral (D) = 0,10. Para un error muestral de 10% el tamao muestral suficiente hubiera sido de 185 nios. En una situacin terica podramos, con una seguridad del 95%, estimar una prevalencia de bocio del 20% seleccionado 185 sujetos. Naturalmente, en la prctica, las cosas ocurren luego de diferente manera. Los procesos de randomizacin y aleatorizacin se hacen extraordinariamente complejos. Por otro lado, es inevitable trabajar con submuestras de las que se extraen conclusiones a posteriori. Aplicando la frmula de correccin para una poblacin finita (escolares de la Axarqua; n = 17.400) el tamao muestral definitivo sera: n0 (185) n1 = -------------------- = 183 escolares. 1 + n0/ 17.400

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Como veremos ms adelante, el nmero total de nios estudiados ha sido de 756, lo que nos permite minimizar el margen de imprecisin del clculo estadstico, de los errores de decisin estadstica y, sobre todo, de aleatorizacin y randomizacin durante el trabajo de campo. As mismo, nos permite un cierto margen para la estratificacin en el caso de que as se decida (por ejemplo estratificacin por sexos). 3.1.6. Marco Geogrfico: La Axarqua, comarca bien definida situada al este de la provincia de Mlaga, est limitada por los Montes de Mlaga al Oeste, la Comarca de Antequera al Noroeste, la provincia de Granada al Noreste y el Mar Mediterrneo al Sur. La zona septentrional y oriental est formada por altas sierras (Camarolos, el Jobo y Alhama al norte y Tejeda y Almijara en las estribaciones nororientales). Es una comarca llena de contrastes, con cumbres nevadas a 2.000 metros de altitud junto a tranquilas playas. Los pueblos de montaa conservan el sabor morisco, con sus calles empinadas y estrechas, mientras los de costa viven ms cara al turismo y cuentan con modernas infraestructuras. La extensin total de la comarca es de aproximadamente 1020 Km2, siendo VlezMlaga el municipio de mayor extensin con 156,36 Km.2 y rchez el menor con 4,98 Km2. Entre las actividades de sus habitantes encontramos la agricultura, con cultivos de secano (viedos, olivares, almendros) y cereales, que han estado presentes durante siglos, junto a cultivos de plantas tropicales y subtropicales (aguacates) y cultivos de invernadero (fresas y hortalizas), ms recientes. El turismo es una importante fuente de riqueza, sobre todo en los pueblos de costa. Desde el punto de vista geolgico, los terrenos de la Axarqua estn emplazados en las Cordilleras Bticas andaluzas. Dichas cordilleras representan el extremo ms occidental del conjunto de Cadenas Alpinas Europeas, complejo levantado al final de Eoceno medio y gran parte del Mioceno inferior-medio, pero en el que la actividad tectnica ha persistido hasta tiempos geolgicos relativamente recientes (neotectnica cuaternaria). Podemos decir que el marco geolgico de la Axarqua vendra definido por la presencia de las siguientes zonas: A) Zona Externa Subbtica: alineaciones montaosas noroccidentales (Sierras del Jobo, Camarolos y Enmedio, Sierra de Alhama y Boquete de Zafarraya) constituidas por dolomas, arcillas y yesos del trisico; calizas y margocalizas del jursico; y margas y margocalizas del periodo cretceo-mioceno inferior.

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B) Zona Media o Unidad de Colmenar: desde las inmediaciones de Viuela y Alcaucn hasta el corredor de Periana-Colmenar, representada por arcillas, margas, areniscas, calizas y yesos del paleoceno-oligoceno. C) Zonas Internas con dos grandes complejos: Malguide y Alpujrride. El primero, en los relieves centro-occidentales y litoral occidental de la Axarqua, es un zcalo paleozoico con filitas, pizarras, esquistos, calizas y conglomerados con una cobertura sedimentaria de areniscas, dolomas, calizas y margas. El complejo Alpujrride de los relieves montaosos Nororientales de la Axarqua lo forman las sierras Tejeda y Almijara. Se caracteriza por la presencia de materiales paleozoicos, bsicamente esquistos y gneises, sobre los que mrmoles y calcoesquistos del trisico originan los relieves ms prominentes de la comarca. D) La Franja Litoral est formada por terrenos postorognicos de las eras terciaria y cuaternaria, representados por los depsitos del plioceno marino del litoral y cuenca de Vlez-Mlaga con areniscas, margas y arcillas; los aluviales de los ros y depsitos de playas de la edad cuaternaria. 3.1.7. Distrito sanitario de La Axarqua. La poblacin total de la comarca de la Axarqua es de 125.000 habitantes (censo de 1991) perteneciendo unos 85.000 a municipios costeros y 40.000 a los de interior. El municipio ms poblado es el de VlezMlaga, con ms de 50.000 habitantes. Los menos poblados son los de Macharaviaya y Salares que apenas llegan a los 400 habitantes. Aunque geogrficamente la comarca incluye 31 municipios, el distrito sanitario lo forman 23 de ellos. La poblacin del mismo, segn los datos de la Delegacin provincial de Salud (Diciembre de 1994) era de 107.339 habitantes, siendo el 50,4% varones y el 49,7% mujeres (tabla 29). La comarca est dividida sanitariamente en siete Zonas Bsicas de Salud: dos en Vlez-Mlaga (Norte y Sur), Viuela, Benamargosa, Torre del Mar, Torrox y Nerja, completando la dotacin en Servicios Sanitarios de la zona, el Hospital Comarcal de la Axarqua, situado entre Vlez-Mlaga y Torre del Mar. 3.1.8. Nmero de municipios y poblacin escolar estudiada. Segn la misma fuente (Delegacin de Salud/Distrito Sanitario de la Axarqua) en diciembre de 1994 la poblacin escolar (5-14 aos) era de 17.300 nios (lo que representa el 16,10% de la poblacin de la Axarqua) repartidos en 62 colegios pblicos. La muestra estudiada (n=756) supone el 4,35% de la poblacin escolar de la comarca y los 14 colegios

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seleccionados el 22,6% colegios pblicos de la misma. En principio pensamos incluir slo los nios de 6, 10 y 14 aos (4.763 nios), pues as estudibamos las edades iniciales, medias y finales de escolarizacin, aunque posteriormente, durante el trabajo de campo hubo que alterar este planteamiento por razonas ajenas a nuestra voluntad.

Tabla 29. Nmero de habitantes de las siete Zonas Bsicas de Salud del Distrito Sanitario de la Axarqua (DSA). ZONA BASICA Benamargosa Torre del Mar Vlez Norte Vlez Sur Nerja Viuela Torrox TOTAL MUJERES 3740 14091 9588 8227 7992 4571 5174 53383 HOMBRES 3905 14286 9503 8287 7781 4849 5489 54100 TOTAL 7645 28377 19090 16515 15773 9420 10519 107339

(Datos de la Delegacin provincial de Salud, Diciembre 1994).

En la tabla 30 se recogen los pueblos seleccionados as como el nmero de nios estudiados en cada uno de estos pueblos, el porcentaje respecto a la poblacin de dicho pueblo y respecto a la muestra. La muestra estudiada (n=756) representa el 0,6% de la poblacin del Distrito Sanitario de La Axarqua (N=125.000). En cada pueblo la muestra ha representado entre el 2,1% y el 10,4% de la poblacin (2,5% en Alcaucn; 2,9% en Almachar; 7,8% en rchez; 3,5% en Benajarafe; 2,1% en Canillas de Aceituno; 10,4% en Canillas de Albaida; 4,2% en Caleta de Vlez; el 4,08% en Frigiliana; 4,8% en Salares; 8,1% en Sayalonga - incluyendo los nios estudiados en Corumbela, que pertenecen al mismo trmino municipal - y 3,9% en Sedella). 3.1.9. Divisin de los pueblos estudiados segn su localizacin geogrfica. Los pueblos incluidos en el estudio se clasificaron tres zonas (A, B, o C) en funcin de su localizacin geogrfica (tabla 31). Las zonas A y B son pueblos de interior mientras la zona C son pueblos de costa.

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Tabla 30. Pueblos seleccionados y nmero de nios estudiados PUEBLOS Alcaucn Almachar rchez Arenas Benajarafe Caleta de Vlez Canillas de Aceituno Canillas de Albaida Corumbela* El Morche** Frigiliana Salares Sayalonga Sedella TOTAL 2.155 289 1.131 577 21.898 Habitantes N 1.467 2.114 383 1.313 1.622 2.190 2.773 642 37 62 35 30 57 92 60 67 36 99 88 14 56 23 756 (4,08) (4,8) (4,9) (3,9) NIOS ESTUDIADOS % (pueblo) (2,5) (2,9) (7,8) (2,6) (3,5) (4,2) (2,1) (10,4) % (muestra) 4,9 8,2 4,0 4,6 7,5 12,2 7,9 8,9 4,8 13,4 11,6 1,9 7,4 3,0 100,0

*Corumbela es una villa del municipio de Sayalonga. **El Morche es la zona costera del municipio de Torrox (aprox. 10.519 hab.).

Tabla 31. Distribucin por zonas geogrficas de los pueblos estudiados ZONA A (ALMIJARA) rchez Corumbela Canillas de Albaida Sedella Salares Sayalonga ZONA B (INTERIOR) Alcaucn Almachar Arenas Canillas de Aceituno Frigiliana ZONA C (COSTA) Benajarafe Caleta de Vlez El Morche

N = 282

N = 226

N = 248

ZONA A: Llamamos as a los municipios del Grupo Escolar Almijara. Aparte de pertenecer al mismo grupo escolar, les une su ubicacin en las inmediaciones de la Sierra Almijara (vertiente nororiental de la comarca). Incluye las poblaciones de rchez, Canillas de Albaida, Sedella, Salares, Sayalonga y Corumbela (pequea poblacin del trmino municipal de Sayalonga, situado a 7 Km. del municipio). La altitud media de

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estos pueblos es de 530 m. (oscilando entre los 350 m. de Sayalonga y los 689 m. de Sedella). La distancia media de estos municipios a la capital de la provincia es de 55 Km. (44 Km. para Sayalonga y 63 Km. para Salares) y de 25 Km. a Vlez-Mlaga, capital de la Axarqua (17 Km. para Sayalonga y 36 Km. para Salares). Estos pueblos salpican de blanco un paisaje accidentado por el que las carreteras estrechas y serpenteantes, siguen el trayecto de los antiguos caminos y veredas. La falta de infraestructura de esta zona hace que los nios se tengan que desplazar a otros municipios al llegar a los 12 aos, para completar la Enseanza Secundaria Obligatoria (ESO., hasta ahora 7 y 8 de EGB). Esto alteraba el planteamiento inicial, puesto que no podamos incluir a los nios mayores (8 curso) de este grupo. Adems, la exploracin (palpacin tiroidea) durante el estudio de campo, arroj una prevalencia de bocio muy superior a la encontrada hasta entonces en las otras dos zonas estudiadas. Estas circunstancias, junto a la solicitud explcita de las madres para que no se dejaran fuera del estudio a sus hijos, nos inclinaron a incluir en el estudio a toda la poblacin escolar del grupo, incluyendo preescolares. ZONA B: Constituida por municipios de interior no pertenecientes a la zona A, incluye los pueblos de Alcaucn, Almachar, Arenas, Canillas de Aceituno y Frigiliana. Alcaucn y Canillas de Aceituno estn situados al noreste, en la ladera de la Sierra Tejeda. Frigiliana al este, en el lmite con la regin ms meridional de la provincia de Granada, est ubicada en las laderas de la sierra de Enmedio (estribacin meridional de la sierra Almijara) y a 6 Km. de Nerja. Almachar en la zona central, situada en una zona de lomas al oeste de Vlez-Mlaga, se comunica por una carretera interior con la capital (Mlaga). Arenas, el municipio ms cercano a Vlez-Mlaga de los estudiados, se encuentra en una zona de lomas cercana as mismo a la zona que denominamos Almijara. La altitud media de estos municipios es de 450 metros (entre los 250 m de Almachar y los 645 m de Canillas de Aceituno). La distancia media a Mlaga es de 46 Km. (26 Km. Almachar por la carretera de interior - y 56 Km. Frigiliana por la carretera de Costa) y de 20 Km. a Vlez-Mlaga (10 Km. Arenas y 31 Km. Frigiliana). En conjunto, los pueblos de esta zona estn mejor comunicados con Vlez-Mlaga, centro neurlgico de La Axarqua, y referente obligado en el comercio y comunicaciones de la comarca con la capital provincial.

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ZONA C: Formada por municipios costeros situados en las zonas oriental, central y occidental del litoral axarqueo. Incluye: El Morche (zona costera de Torrox) situado al este y distante unos 45 Km. de Mlaga; Caleta de Vlez (situado en la zona central y perteneciente al municipio de Vlez-Mlaga) a unos 35 Km. de Mlaga y Benajarafe, en el extremo occidental (perteneciente a la ZBS de Torre del Mar) y casi en el lmite del D.S.A., a slo 30 Km. de Mlaga. Son, por su situacin geogrfica, los ms privilegiados. Aparte de mirar al mar, estn mejor comunicados, tanto por su cercana a los grandes municipios de la comarca, como por estar junto a la carretera de costa (N-340) lo que les convierte (al menos hasta ahora) en paso obligado entre Mlaga y Almera. 3.1.10. VARIABLES INCLUIDAS EN EL ESTUDIO 3.1.10.1. VARIABLES CUANTITATIVAS: a) CONTINUAS: peso, talla, cintura, cadera, yodo urinario, creatinina urinaria, hormonas en sangre (TSH, T3L, T4L), tiroglobulina (Tg), anticuerpos antitiroideos: antiperoxidasa (TPO) y anti-receptor de TSH (TBIAb), volumen tiroideo ecogrfico (VT). b) DISCRETAS: edad (aos), dintel audiomtrico (frecuencia en Hz e intensidad en dB). Tambin el yodo urinario (cuando se consideran cinco intervalos de yoduria) y el volumen tiroideo (cuando clasificamos el tamao en funcin de los percentiles de VT) se han convertido en variables discretas.

3.1.10.2. VARIABLES CUALITATIVAS: a) b) ORDINALES: GRADOS DE BOCIO (0, Ia, Ib, II, III). NOMINALES: DICOTOMICAS: Sexo (F/M), Bocio (Si/No). POLICOTOMICAS: Localizacin (Zona A, B C).

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Mapa 1. Provincia de Mlaga y comarcas

MAPA 2. COMARCA Y ZONAS BSICAS DE SALUD DE LA AXARQUA

Alcaucn

C. Aceituno Sedella Salares C. Albaida rchez Corumbela Arenas Sayalonga Frigiliana CS. Torrox El Morche CS. Nerja

ZBS Viuela

CS. Benamargosa Almachar CS. Vlez-Norte CS. Vlez-Sur CS. Torre del Mar Benajarafe Caleta

En el distrito Sanitario de la Axarqua hay 7 centros de salud (recuadro blanco). Se seala la situacin aproximada de los pueblos elegidos para el presente estudio. En color amarillo los pueblos de la zona llamada Almijara (A), en verde los de la zona llamada Interior (B) y en azul los de la zona llamada Costa (C).

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3.1.10.3. DESCRIPCIN OPERACIONAL DE LAS VARIABLES: Las distintas variables se fueron recogiendo en las distintas fases del estudio de la siguiente forma: A) Durante la 1 fase de la exploracin de campo (o derivadas de stas) 1. 2. 3. EDAD: identificada a travs de la declaracin de los padres (fecha de nacimiento) y expresada en aos. SEXO: el autopercibido (F = femenino; M = masculino). PESO: Obtenido en el curso de la exploracin de campo (nios vestidos sin ropa de abrigo) mediante una balanza estandarizada, marca Seca, y expresado en kg. 4. 5. TALLA: Obtenida en el curso de la exploracin de campo mediante un tallmetro incorporado a la balanza y expresada en cm. DIMETROS DE CINTURA Y CADERA (cm): Obtenidos con una cinta mtrica convencional y medidos a la altura del ombligo el primero y a nivel del trocnter mayor el segundo. 6. 7. IMC = PESO/TALLA2 (Kg/m2) (variable derivada resultante de dividir el peso en Kg. por el cuadrado de la talla en m.). SUPERFICIE CORPORAL (SC), obtenida mediante la frmula: SC(m2) = Peso0,425 x Talla0,725 x 71,84 x 10-4 (tomando la talla en cm y el peso en Kg.) 8. CLASIFICACIN DEL TAMAO TIROIDEO: El tamao de tiroides fue clasificado segn los criterios PAHO (1986) mediante inspeccin y palpacin (0, Ia, Ib, II y III). 9. CREATININA EN ORINA. Se realiz una determinacin cuantitativa de la excrecin de creatinina en orina (a partir de una muestra de la primera orina de la maana) mediante una modificacin de la reaccin cintica de Jaff (1886) (determinacin colorimtrica tamponada). Los resultados se expresan como gramos de creatinina por litro de orina (g/L). 10. YODO EN ORINA. La yoduria se ha medido por el mtodo de Zank, modificado por Benotti y Benotti (1963). Tcnica colorimtrica que utiliza la capacidad del yodo para decolorar una mezcla de crico-arsenito en presencia de cloruro sdico. Los resultados se expresan como microgramos de yodo por litro de orina (g/L).

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D) Obtenidas en 2 fase: 11. FUNCIN TIROIDEA, (se realiz slo en los nios que pasaron a la 2 fase) incluyendo: TSH: La determinacin cuantitativa de TSH en suero, se realiz por quimioluminiscencia (Chen, 1989) con reactivos Chiron Diagnostics ACS: 180 TSH (Automated Chemiluminiscence System). Los resultados se dan en microunidades internacionales por mililitro (IU/ml). La tcnica es altamente sensible y capaz de medir concentraciones de TSH desde un mnimo de 0,011 UI/ml hasta un mximo de150 UI/ml. Los coeficientes de variacin para valores bajos, medios y altos son: 7,2%, 4,5% y 4,1% (a menor concentracin de TSH mayor coeficiente de variacin). FrT4 (T4 libre): La determinacin cuantitativa de la concentracin de Tiroxina libre en suero se realiz mediante inmunoanlisis competitivo, utilizando una tcnica de quimioluminiscencia directa (Kaplan, 1996) y reactivos Chiron Diagnostics ACS: 180 FrT4 (Automated Chemiluminiscence System). El sistema da los resultados de T4 libre en suero en picomoles/litro (pmol/L) (Sistema Internacional). Mediante esta tcnica, altamente sensible, se pueden medir concentraciones de T4 libre desde 1,3 pmol/L hasta 155 pmol/L. Los coeficientes de variacin para valores altos, medios y bajos (8%, 7,5% y 8%, respectivamente) varan inversamente a la concentracin de T4 en la muestra, tanto intraensayo como interensayo. FrT3: (T3 libre). La determinacin cuantitativa de T3 (triyodotironina) libre en suero, se realiz mediante una tcnica de inmunoanlisis competitivo utilizando quimioluminiscencia directa (Watts, 1982) Chiron Diagnostics ACS: 180 FT3 (Automated Chemiluminiscence System). Los resultados de T3 libre en suero se dan en picomoles por mililitro (Sistema Internacional). La prueba tiene gran sensibilidad y mide concentraciones desde 0,8 hasta 30,8 pmol/L. La precisin de la tcnica es valorada mediante el clculo del coeficiente de variacin intra en interprueba: 10%, 5% y 1,9% para valores bajos, medios y altos respectivamente.

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ANTICUERPOS

ANTIRECEPTOR

DE

TSH

(TBIAb

RRA

BC

1007):

(Radioreceptor Assay for the determination of TSH Receptor Autoantibodies in Human Serum) BIOCODE (Mariotti, 1987). La determinacin cuantitativa de los autoanticuerpos anti-receptor de TSH (TBIAb) (ms conocido como TSI) se realiz mediante una tcnica de radioinmunoanlisis del receptor (RRA) (BIOCODE(R)). Los resultados se dan en %, considerndose positivos valores superiores al 10%. ANTICUERPOS ANTIPEROXIDASA (TPOAb). Se realiz la determinacin cuantitativa de autoanticuerpos anti-peroxidasa tiroidea mediante la tcnica de radioinmunoanlisis (RIA) (Rees Smith, 1988) con reactivos TPOAb RIA (BIOCODE) (R). El mnimo detectable es de 7 UI/ml. El 99% de los sujetos sanos tienen valores inferiores a 20 UI/ml, por lo que se consideran positivos cuando superan esta cifra. TIROGLOBULINA (Tg). La tiroglobulina en suero se valor mediante Anlisis inmunorradiomtrico (determinacin cuantitativa por inmunoanlisis) de alta sensibilidad, con reactivos de la casa BRAHMS(R) (Dunn JT., 1989). La sensibilidad analtica es de 0,05 ng/ml y la sensibilidad funcional de 0,3 ng/ml. 12. VOLUMEN TIROIDEO (VT = ml): Se realiz un estudio ecogrfico del tiroides en 347 nios, con un ecgrafo estandarizado marca Siemens, en la Unidad de Radiodiagnstico del Hospital Materno-Infantil de Mlaga, utilizando transductor lineal de 7,5 Mhz. Todos los estudios han sido efectuados por la misma persona (Raquel Muoz) experta en radiologa. El clculo del volumen tiroideo se ha realizado utilizando tres dimetros, siendo el volumen tiroideo total la suma de los volmenes de los dos lbulos, sin incluir el volumen del istmo, utilizando la frmula de Brunn et al., 1981: VT (ml) = 0.479 x D x W x L (cm); Donde: D = dimetro antero-posterior; W = dimetro transversal y L = dimetro longitudinal. 13. AUDIOMETRIA: (dintel de audicin). El estudio audiomtrico se ha realizado utilizando un audimetro porttil (Amplaid 161). El procedimiento, como es conocido, consiste en enviar un tono puro a

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diferentes frecuencias y detectar el umbral mnimo (dB) necesario para reconocer cada frecuencia. Las frecuencias utilizadas han sido de 125, 250, 500, 1000, 2000, 4000 y 8000 hertzios (Hz) (va area) y 250, 500, 1000, 2000 y 4000 Hz (va sea).

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La prueba se realiz siguiendo un protocolo (Portman, 1975), en cada uno de los colegios visitados (escogiendo para ello la clase menos ruidosa, ya que carecamos de cabina insonorizada). Los nios pasaron de uno en uno y, tras explicarles en qu consista la prueba y colocarles los auriculares, se les enseaba a usar el interruptor, que deban pulsar al or la seal. Se inicia la prueba mandando un tono a intensidad alta en la frecuencia de 1000 Hz (para que el nio reconozca la seal), pasando luego a estimar la intensidad mnima reconocida en cada frecuencia. Se analizaron cada una de las frecuencias de menor a mayor (comenzando a la frecuencia de 125 Hz) primero en el odo derecho y luego en el izquierdo. Cuando el nio dejaba de or el tono se volva a subir la intensidad hasta que lo volva a percibir, asegurando as el umbral mnimo audible que quedaba reflejado en la grfica audiomtrica. A los nios que necesitaron ms de 20 dB, en al menos dos frecuencias, se les explor la va sea. Para la realizacin de sta, se aplic un dispositivo al efecto sobre la apfisis mastoides del odo con peor audicin, enviando tonos en las frecuencias de 250, 500, 1000, 2000 y 4000 Hz en intensidades crecientes y luego decrecientes (de 5 en 5 dB) a partir de la menor intensidad perceptible por va area. La menor intensidad a la que el nio responda se anot como valor umbral para la va sea, en la frecuencia correspondiente. 3.2. CONSENTIMIENTO INFORMADO: Previamente a la realizacin del estudio, se entreg a cada nio una hoja (que deban devolver firmada por los padres) en las que se les informaba por escrito del estudio, y se solicitaba el consentimiento paterno antes de incluir a los nios en el estudio de campo. El estudio ha estado avalado por las Delegaciones de Salud y Educacin de la Junta de Andaluca en Mlaga, mediante un documento/carta de presentacin que era entregado a cada director de centro simultneamente a la justificacin del estudio. As mismo, el estudio ha sido aprobado por el Comit de tica e Investigacin Clnica del Hospital Regional Carlos Haya de Mlaga.

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Tabla 32. Variables incluidas en el estudio, tipo, escala y unidades TIPO DE VARIABLE CUANTITATIVAS CONTINUAS: Peso Talla Cintura Cadera Yodo urinario Creatinina urinaria TSH T3 T4 TG TPO TSI Volumen tiroideo CUANTITATIVAS DISCRETAS: Edad Audiometra CUALITATIVAS ORDINALES Grado de Bocio CUALITATIVAS NOMINALES Sexo Bocio Poblacin F/M S/N A, B, C Dicotmica Dicotmica Policotmica Ia, Ib, II, III Ordinal aos decibelios (dB) Numrica Numrica Kg. cm cm cm g/L g/L UI/ml pmol/L pmol/L ng/ml UI/ml % ml Numrica Numrica Numrica Numrica Numrica Numrica Numrica Numrica Numrica Numrica Numrica Numrica Numrica UNIDADES ESCALA

3.3. ORGANIZACIN DEL TRABAJO DE CAMPO Al existir una escolarizacin plena, el estudio se ha realizado sobre la poblacin escolar en horas de colegio. Previamente se haba concertado el da y la hora (con el Director de centro) en que la investigadora de campo acudira a cada centro, donde dejaba tantas hojas de informacin-autorizacin paterna como nios hubiera matriculados en los cursos previstos de estudiar. Se concertaba nuevo da para recoger las autorizaciones y dar una pequea charla informativa a los padres. 3.3.1. RECOGIDA DE DATOS: A cada nio se le abra una ficha en la que se recogan los datos siguientes:

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3.3.1.1. Identificacin: nombre y apellidos, nmero (asignado por el investigador), fecha (da de la exploracin) y edad (fecha de nacimiento). Lugar de nacimiento y residencias anteriores. 3.3.1.2. Datos antropomtricos: peso, talla, cintura y cadera, recogidos en el momento de la exploracin. 3.3.1.3. Exploracin del cuello y clasificacin en categoras en funcin de la exploracin por inspeccin y palpacin (0, Ia, Ib, II y III; nodular o no). 3.3.1.4. Encuesta diettica. A cada nio se le entreg una encuesta (que deba entregar en das posteriores) en la que se recogan datos de cantidad, frecuencia y tipo de alimentacin habitual. La encuesta fue contestada y analizada en 548 nios (en el apartado de resultados se comentan los datos ms relevantes).

Hoja de consentimiento presentada a cada padre antes de iniciar el estudio Estimados padres: Se est realizando un estudio para conocer la frecuencia de bocio en los nios de nuestra comarca. Para ello es necesario que nos autoricen a efectuar a sus hijos, junto al reconocimiento escolar rutinario, un reconocimiento mdico especfico (palpacin de cuello y recogida de una muestra de orina). Este estudio est avalado por el Servicio de Medicina Interna del Hospital de la Axarqua, el Servicio de Endocrinologa del Hospital Carlos Haya de Mlaga y la ctedra de Bioqumica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Mlaga, y cuenta con la Autorizacin Oficial de las Consejeras de Sanidad y de Educacin. Pensamos que este trabajo es muy importante, puesto que estudios previos, realizados hace aos, demostraron que en nuestra comarca existe una elevada prevalencia de bocio. Dado que la principal causa del bocio es la escasa ingesta de yodo en los alimentos, tambin estamos interesados en conocer qu tipo de alimentos y con qu frecuencia, comen sus hijos. Para ello, le remitimos una encuesta diettica que agradeceramos nos rellenaran. Por supuesto, les mantendremos informados siempre que lo deseen, de los resultados de este estudio, y quedamos a su disposicin para cualquier duda o consulta que deseen efectuar. Fdo.: Dr. Ricardo Gmez Huelgas Jefe del Servicio de Medicina Interna Hospital Comarcal de la Axarqua D/D.............................................................................................................................................(padre/madre) Autorizo que mi hijo/a ......................................................................................................................................... Participe en el estudio para conocer la frecuencia de bocio en la comarca de la Axarqua.

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3.3.2. RECOGIDA DE UNA MUESTRA DE ORINA. A cada nio se le entregaba un frasco para la recogida de una muestra de orina (preferiblemente primera de la maana) que se mantena en una nevera porttil (refrigerada con congeladores) y se transportaba al hospital de la Axarqua, donde se congelaban hasta la valoracin de creatinina (laboratorio del Hospital de la Axarqua) y de yodo (laboratorio de Hormonas del Hospital Regional Carlos Haya). Cuando el nmero de nios era tan alto que no se podan explorara todos en un solo da, este proceso se repeta en das posteriores hasta completarlos. Una vez examinados todos los nios de una clase se les entregaba una hoja con el resultado de la exploracin, en la que se inclua un anexo donde los padres deberan autorizar o no, la realizacin de las siguientes fases: 3.3.3. EXTRACCION DE UNA MUESTRA DE SANGRE. 3.3.4. REALIZACION DE UNA AUDIOMETRIA. 3.3.5. REALIZACION DE UNA ECOGRAFIA.
HOJA DE RECOGIDA DE DATOS Identificacin: APELLIDOS.............................................................. NOMBRE................................ N......................... FECHA......./......./...... POBLACION (Costa/Interior)....................................EXPLORADOR.................. COLEGIO.................................................................................... CURSO.......... F. NTO....../......../........ DOMICILIO............................................................................................................................................... AOS DE RESIDENCIA EN LA LOCALIDAD....................................................................................... LUGAR DE PROCEDENCIA / OTRAS RESIDENCIAS....................................................................... Exploracin: PESO (kg.)....................TALLA (cm.)............... CINTURA (cm.)................... CADERA (cm.)................ TIROIDES: ORINA: YODO (g/L)........................ CREATININA (g/L)....................... Y/C (g/g)............................. AUDICION (autopercibida): Tiene problemas de audicin?.............................. PROCEDENCIA DEL AGUA DE BEBIDA (RED/POZO/FUENTE)...................... COMEDOR ESCOLAR (S/N)................................... SAL YODADA: EN EL COMEDOR ESCOLAR (S/N)............ EN CASA (S/N)................. 0 Ia Ib II III / NODULAR : (S/N)

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3.4. ESTUDIO ESTADSTICO: Los datos recogidos durante el estudio de campo fueron identificados manualmente y posteriormente organizados en una base de datos (DBASEIV). El estudio estadstico se ha realizado mediante el paquete estadstico SAS (SAS institute inc. V.6). Los datos son presentados tabularmente como porcentajes, medias y desviaciones standars. Previamente al anlisis de los datos, cada variable ha sido visualizada individualmente, eliminando los posibles errores de transcripcin, reflexionado sobre los valores extremos y sobre el carcter, paramtrico o no, de su distribucin. El contraste de hiptesis (H0 = H1) (H0 # H1) se ha realizado mediante el test t de Student (variables cuantitativas) o el test de Wilcoxon (variables continuas no paramtricas) y mediante los tests ANOVA y Kruskall-Wallis, para variables con ms de dos niveles (policotmicas), teniendo a su vez en cuenta el ajuste a la normalidad de la distribucin. La tendencia entre variables se ha estudiado mediante el coeficiente de correlacin lineal r de Pearson o Spearman para las variables cuantitativas de tipo continuo (paramtricas o no paramtricas) y el test CHI2 para las cualitativas. La fuerza de la asociacin entre variables se ha medido mediante el clculo del OR (odds ratio) y de los intervalos desconfianza, calculados siguiendo el mtodo de Miettinen (1976). El estudio de las variables de confusin ("confounding") entre una variable dependiente y otra de exposicin, se ha hecho mediante el diseo de diferentes modelos de regresin logstica siguiendo los criterios de Kleimbaun (1988) y, cuando la variable dependiente ha sido continua, mediante el diseo de modelos de regresin mltiple. La concordancia interevaluadores se ha realizado mediante el clculo del test de KAPPA () y sus intervalos de confianza. En todos los casos la decisin estadstica se ha hecho para un nivel de rechazo de H0 = 0,05, para dos colas.

4. FINANCIACIN. El proyecto ha sido financiado en parte por: 1. Ayuda a la Investigacin de la consejera de Salud de la Junta de Andaluca. 2. Beca de la Asociacin Maimnides para el estudio de las enfermedades Endocrinas, Metablicas y Nutricionales.

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III. RESULTADOS:

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1. DESCRIPCIN DE LA MUESTRA
1.1. Tamao muestral definitivo. La poblacin estudiada ha estado constituida por 756 escolares de la comarca de La Axarqua. El 32,8% de los nios (n=248) viva en pueblos de la costa y el 67,2% (n=508) en pueblos de interior. La muestra se estratific en tres grupos en funcin de la localizacin geogrfica dentro de la comarca: zona A (Almijara); zona B (Interior); y zona C (Costa). El nmero de nios estudiados en cada zona ha sido: 226 (29,9%) en la zona A, 282 (37,3%) en la zona B y 248 (32,8%) en la zona C (Figura 1).

Fig. 1. P oblacin estudiada: zonas y nm ero de nios


30%

33%

37%
A L M IJA R A IN T E R IO R C O STA

1.2. Distribucin de la muestra en funcin del sexo y la edad. La distribucin de nios en funcin del sexo no ha sido significativamente diferente al considerar toda la muestra. El 51,9% han sido nias (n=393) y el 48,1% han sido nios (n=363) (tabla 33). Tampoco ha habido diferencias significativas en la proporcin de nios y nias en la zona Almijara (49% nias vs. 51% nios) ni Interior (48% nias vs. 52% nios), en cambio, en la zona denominada Costa, en cambio, haba ms nias que nios (58,9% vs. 41,1%, respectivamente) (p = 0,02) (tabla 33, fig. 2).

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La edad de los nios estuvo comprendida entre los 4 y los 16 aos. La muestra se estratific en cinco grupos en funcin de la edad: (1) menores de 7 aos; (2) de 7 y 8 aos; (3) de 9 y 10 aos; (4) de 11 y 12 aos y (5) mayores de 12 aos.

T a b la 3 3 . D e s c r ip c i n d e la m u e s t r a ( I) :
D is t r ib u c i n e n f u n c i n d e l s e x o y z o n a

Zona A L M IJ A R A IN T E R IO R COSTA

N i a s n % 111 136 146 49 48 59

N i o s n % 115 146 102 51 52 41

p ns ns ns

TODOS N 226 282 248 (n s )

% 30 37 33

( p = 0 ,0 2 ) TODOS 363 52

( p = 0 ,0 2 ) 363 48 (n s )

756

100

F ig .2 . D is trib u ci n d e lo s n i o s e n fu n c i n d e l s e xo
%
60 50 40 30 20 10 0

n i a s n i o s
A L M IJ A R A IN T E R IO R C O S TA TO D O S

Los nios menores de 7 aos (n=190) representaban el 25% de la muestra. Casi la mitad de la muestra (48,5%) estaba formada por nios de 7 a 12 aos de edad (n=367) y los mayores de 12 aos (n=199) representaban el 26,5% (tabla 34). Hasta los 12 aos de edad la distribucin de nios y nias no fue significativa-mente diferente. A partir de los 12 aos haba ms nias que nios (54,7vs. 45,3%) (p = 0,02) (tabla 34, fig. 3). La distribucin de los nios en funcin de la edad fue significativamente diferente (p= 0,001)

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entre las tres zonas, destacando la mayor proporcin de nios menores de 8 aos y la menor de nios mayores de 12 aos en la zona Almijara, respecto de las otras dos zonas (tabla 35, fig. 4).

T a b la 3 4 . D e s c rip c i n d e la m u e s tra (II): D is tr ib u c i n e n fu n c i n d e e d a d y s e x o


Edad (a o s ) <7 7 -8 9 -1 0 1 1 -1 2 >12 T odos N i a s n 93 42 95 54 109 393 N i o s n 97 42 87 47 90 363 P % 5 0 ,2 4 9 ,5 4 8 ,1 4 6 ,5 4 5 ,3 (n s ) 4 8 ,1 (n s ) (n s ) (n s ) (n s ) (n s ) 0 ,0 2 Todos N % 190 85 181 101 199 756 2 5 ,1 1 1 ,2 2 3 ,9 1 3 ,3 2 6 ,3 1 0 0 ,0

% 4 9 ,8 5 0 ,5 5 1 ,9 5 3 ,5 5 4 ,7

(n s ) 5 1 ,9

p = 0 ,0 0 1

F ig . 3 . D is trib u c i n d e lo s n i o s e n fu n c i n d e l se xo y la e d a d
%
60 50 40 30 20 10 0 <7 7 y 8 9 y 10 11 y 12 >12
aos

N i a s N i o s

1.3 Caractersticas antropomtricas Como es lgico, el crecimiento en peso y talla de los nios sigue una tendencia ascendente a lo largo de los aos, sin diferencias significativas en funcin el sexo (tabla 36, fig. 5a). Los parmetros antropomtricos Superficie Corporal (SC.) e ndice de Masa

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Corporal (I.M.C.) aumentaron tambin a medida que lo haca la edad. En cambio, el ndice Cintura Cadera (ICC.) disminuy con la edad (ms en las nias que en los nios) (tabla 37, fig. 5b).

T a b la 3 5 . D e s c rip c i n d e la m u e s tra (III):


D is trib u c i n e n fu n c i n d e la e d a d
Edad (a o s ) <7 7 -8 9 -1 0 1 1 -1 2 >12 Todos A L M IJ A R A n % 70 3 6 ,9 61 62 29 4 226 7 2 ,6 3 4 ,1 2 8 ,7 2 (n s) 2 9 ,9 282 IN T E R IO R n % 72 3 7 ,9 11 66 34 99 1 3 ,1 3 6 ,3 3 3 ,6 3 9 ,7 (n s) 3 7 ,3 248 COSTA n % 48 2 5 ,2 12 54 38 96 1 4 ,2 2 9 ,7 3 7 ,6 4 8 ,3 (n s ) 3 2 ,8 TODOS N % 190 84 182 101 199 p = 0 ,0 0 1 756 1 0 0 ,0 2 5 ,1 1 1 ,1 2 4 ,1 1 3 ,3 2 6 ,3

Fig. 4. Distribucin en funcin de la edad (en cada zona)


%
80 70 60 50 40 30 20 10 0 <7 7 y 8 8 y 9 10 y 11 > 1 2 aos A L M IJ A R A IN T E R IO R
p = 0 ,0 0 1

C O STA

TO D O S

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Tabla 36. Peso y talla en nios y nias de la Axarqua


Edad (n) 4 (17) 5 (25) 6 (138) 7 (46) 8 (31) 9 (25) 10 (156) 11 (89) 12 (10) 13 (93) 14 (62) >14 (18) Peso(Kg) 19,95 23,02 24,9 27,11 34,61 35,63 38,91 44,33 47,00 54,78 56,66 55,69 Peso nias 19,28 21,42 24,7 27,9 35,5 36,1 39,1 45,2 55,5 55,6 56,6 54,16 Peso nios 20,9 23,5 25,03 26,14 33,8 35,15 38,6 43,2 41,3 53,2 56,6 57,6 Talla (m ) 109,9 111,7 120,4 124,3 134,1 135,4 142,2 146,9 149,3 158,7 162,3 162,7 Talla nias 108,9 116,2 119,8 124,9 133,3 135,25 143,1 147,8 149,3 158,4 160,1 158,5 Talla nios 111,5 116,3 121,1 123,7 134,8 135,6 141,3 142,9 148,8 159,05 164,6 167,9

Fig. 5a. Distribucin del peso y la talla en funcin de la edad y el sexo


70 Kg 60 50 40 30 20 10 0
4

cm 180
160 140 120 100 80 60 40

Peso nias Talla nias Lineal (Talla nias)


5 6 7 8 9 10

Peso nios Talla nios Lineal (Talla nios)


11 12 13 14

20 0
> 1 4 aos

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Tabla 37. IMC (ndice de masa corporal), ICC (ndice cintura/cadera) y SC (superficie corporal) en funcin de la edad y sexo
Edad aos <7 7-8 9-10 11-12 >12 IMC nias 16,9 18,4 19,1 20,7 22,1 IMC nios 17,01 17,6 19,2 20,0 20,9 ICC nias 0,82 0,81 0,78 0,77 0,74 ICC nios 0,86 0,84 0,82 0,82 0,79 SC nias 0,87 1,03 1,23 1,36 1,55 SC nios 0,89 1,02 1,21 1,37 1,57

Fig. 5b. IMC (ndice de masa Corporal) ICC (ndice cintura/cadera) y SC (S. Corporal) en funcin de la edad y el sexo
25 20 15 10 5 0 <7 1,8 1,6 1,4 1,2 1 0,8 0,6 0,4
IMC nias ICC nios IMC nios SC nias ICC nias SC nios

0,2 0

7y8

9 y 10

11 y 12

>12 aos

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2. ELIMINACIN URINARIA DE YODO


2.1. Yoduria en toda la muestra y en funcin de la localizacin geogrfica Se determin la yoduria en 733 nios (96,95% de la muestra), sin diferencias significativas en la proporcin de nios procedentes de cada una de las zonas. El 28,9% (n=212) perteneca a la zona Almijara, el 37,5% (n=275) a la zona Interior y el 33,5% (n=246) a la zona Costa. La distribucin de la yoduria no se ajust al modelo gaussiano (test w de Shapiro, p<0,00001) ni al considerar toda la muestra (fig. 6) ni al hacerlo en funcin de la procedencia (costa o interior) (fig. 7). En funcin de los intervalos de yoduria (fig. 6, tabla 38) el 6% (n=44) elimin menos de 25 g/L de orina, el 13,5% (n=99) elimin entre 25 y 50 g/L, el 29% (n=212) entre 51 y 100 g/L, el 20% (n=147) entre 101 y 150 g/L, el 25,8% (n=189) entre 151 y 200 g/L y el 5,6% (n=42) ms de 200 g/L.

Fig. 6. Distribucin de yoduria en intervalos (toda la muestra)


%

30 25 20 15 10 5 0 <25 25-50 6 13,5

29 20,1

25,8

5,6

51-100 101-150 151-200

>200

g/L

Aunque no haba diferencia significa en las cifras de yoduria, en funcin de que los nios residieran en pueblos de costa o de interior (fig. 7), al desglosar la zona de interior en sus componentes (Almijara e Interior) (fig. 8) observamos que el 45% de las yodurias < 25 g/L procedan de Almijara, el 38,5% de Interior y el 16% de Costa.

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Tabla 38. D istrib ucin de los intervalos de yoduria: (n, Fr, Fa) en toda la m uestra
In tervalos de yodu ria ( g/L) <25 25-50 51-100 101-150 151-200 >200 n 44 99 212 147 189 42 F. R elativa % 6 13,5 29 20,1 25,8 5,6 F. A bsoluta % 6 19,5 48,5 68,6 94,4 100,0

F ig . 7 . D is trib u c i n d e y o d u ria (c o s ta e in te rio r)


%
35 30 25 20 15 10 5 0 <25 2 5 -5 0 5 1 -1 0 0 1 0 1 -1 5 0 1 5 1 -2 0 0 >200 2 ,2 7 ,5 5 ,2 1 2 ,3 1 3 ,7 6 ,0 2 C O STA IN T E R IO R 3 1 ,7 2 9 ,7 2 7 ,9 1 9 ,1 27 2 5 ,9

g /L

Fig. 8. Distribucin de los intervalos de yoduria en cada zona


%
50 45 40 35 30 25 20 15 10 5 0 < 25 2 5 -5 0 5 1 -1 0 0 101-150 151-200 > 200

A L M IJA R A

IN T E R IO R

C O S TA

g/L

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En la fig. 9 se representa el porcentaje de yodurias 100 g/L en toda la muestra y en cada una de las zonas. Mientras esta proporcin no fue significativamente diferente del conjunto (45,3%) para las zonas Interior y Costa (45,8% y 47,9% respectivamente), en la zona Almijara la proporcin de yodurias en el lmite (100 g/L) fue significativamente mayor (45,8%) (p = 0,05). En la fig. 9b podemos apreciar el gradiente de yodurias <25 g/L entre las zonas Almijara y Costa. Cuando consideramos la frecuencia acumulada en la distribucin de yodurias observamos que casi la mitad de la muestra (48,5%) elimin una cantidad de yodo en orina igual o menor a 100 g/L y casi el 20% (19,5%) elimin una cantidad 50 g/L (tabla 38, fig. 10).

F ig . 9 a . P re v a le n c ia d e y o d u ria s 1 0 0 g /L e n fu n c i n d e la z o n a
%
54 52 50 48 46 44 42 40 A L M IJA R A IN T E R IO R C O STA TO D O S
4 5 ,3 4 7 ,9 5 3 ,3

p = 0 ,0 5

A L M IJA R A IN T E R IO R C O STA TO D O S
4 5 ,8

Fig. 9b. D istribucin de yodurias bajas ( 100 g/L) en funcin de la zona


%
50 40 30 20 10 0 <25 2 5 -5 0 5 1 -1 0 0
1 5 ,9 4 5 ,5 3 8 ,6 3 4 ,3 3 3 ,3 3 2 ,2 2 7 ,8
AL M IJ AR A IN TE R IO R C O S TA

3 5 ,3

3 6 ,7

g/L

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F ig. 10 . D istribu cin d e yod uria (F . a cu m u la da)


%
120 100 80 60 5 0% 40 20 0 6 < 25 25-50 51-100 101-150 151-200 > 200 g/L 19,5 68,6 48,5 94,4 100

La fig. 11 representa el polgono de frecuencias para la distribucin de yoduria en las tres zonas. Es interesante destacar que aunque son de apariencia similar, los valores de la media y la mediana difieren ligeramente entre las tres zonas (ms bajos en la zona A que en las zonas B y C). En la parte superior derecha de la misma figura se muestran las cifras de yoduria media (media SD) para cada zona y, en el vrtice de los polgonos, la mediana (mientras en la zona A estaba en 100 g/L, en las zonas B y C la mediana fue de 120 g/L) (p = 0,04).

Fig. 11. Distribucin de yoduria


%
60 50 40 30 A lm ijara 20 10 0 Interior C os ta

en las 3 zonas estudiadas ig . 1 1.IST


(mediaSD) YODURIA Yoduria A (110,670,2) 120 B (123,368,6) en las tres zonas estudiadas C (121,070,8)
(Mediana=100)

(p = 0,04)

g/L g/L 0 10 20 25 30 40 50 70 00 20 60 00 20 60 00 20 40 60 00 30 1 1 1 2 2 2 3 3 3 3 5 6

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2.2. Yoduria en funcin de la edad y sexo de los nios La distribucin de yodurias no fue homognea a lo largo de los aos. Los nios mayores tendieron a eliminar menos yodo que los ms pequeos, aunque esta diferencia slo fue estadsticamente significativa en los nios (p = 0,01) y no en las nias. En general, la yoduria fue mayor en los nios que en las nias hasta los 12 aos. En el grupo de mayores de 12 aos, las nias eliminaron ms yodo que los nios (aunque las diferencias no fueron significativas) (tabla 39, fig. 12).

Fig. 12. Yoduria en nios y nias en funcin de la edad


160 140 120 100 80 60 40 20 0 <7 7 Y 8 9 Y 10 11 Y 12 Nias Nios Lineal (Nios) Lineal (Nias) >12
aos g/L

T abla 39 . Y od uria g/L (m edia S D ) en funcin de la ed ad y sexo

E d ad (a o s) <7 7-8 9-1 0 11-1 2 > 12

N i as ( g/L ) 12 5 69,5 10 2,9 6 6,0 4 10 9,9 5 2,6 11 9,3 6 9,5 10 3,5 6 1,4 (ns)

N i o s ( g /L ) p 14 7,9 9 2,6 12 4,1 9 1,2 12 2,4 5 9,3 12 7,0 2 49,6 10 2,9 6 9,9 (p= 0,01 ) 0,07 (ns) (ns) (ns) (ns)

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2.3. Yoduria y superficie corporal Al ajustar la yoduria en funcin de la superficie corporal (percentiles) los nios siguieron eliminando ms yodo que las nias, aunque slo se alcanz la significacin estadstica en el percentil 50 (P-50) de SC. (131,875,3 vs. 104,258,2) (p = 0,01) (tabla 40, fig. 13). Sin embargo, considerando en conjunto toda la muestra (Coeficientes de correlacin r de Pearson), la yoduria no correlacion con la superficie corporal de los nios (r de yoduria vs. S. corporal = -0,10; ns) (tabla 44).

F ig. 13 . Y o du ria en n i os y nia s e n fun cin de la sup e rficie corp ora l


g/L
160 140 120 100 80 60 40 20 0

n i a s

n i o s

L in e a l (n i o s )

L in e a l (n i a s )

<

7 0,

9 7 0, 9-

9 0,

6 9 0, 7-

1 1,

9 2 1, 0-

4 1,

7 4 1, 8-

7 1,

1 7 1, 2-

P e rc e n tile s 3 SC ,9

T ab la 4 0. Y o d uria (m e d ia S D ) e n fun ci n d e la sup erficie co rp ora l y e l s e xo


P ercen til d e S C p-5 (<0,79) p-20 (0,79-0,96) p-50 (0,97-1,19) p-75 (1,20-1,47) p-95 (1,49-1,71) p-100 (1,72-1,93) N i as ( g /L ) 116,1 78,2 133,5 67,9 104,2 58,2 108,6 53,9 111,66 71,8 90,5 43,45 N i o s ( g /L) 124,2 78,7 147,5 98,3 131,9 75,3 116,4 58,5 120,9 76,8 114,7 53,7 p (ns ) (ns ) 0,01 (ns ) (ns ) (ns )

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3. YODURIA E INDICE YODO/CREATININA:


3. 1. Distribucin de yoduria y cociente yodo/creatinina En las primeras 513 muestras de orina se determin, adems del yodo, la creatinina ya que ha sido habitual en los estudios sobre bocio endmico expresar la yoduria tanto en microgramos de yodo por litro de orina (g/L) como en microgramos de yodo por gramos de creatinina (g/g). En nuestro estudio los valores del cociente yodo/creatinina (Y/C) no han sido superponibles a los de yoduria obtenidos en las mismas muestras (fig. 14). Ninguna de las dos distribuciones se ha ajustado a la normalidad (test w de Shapiro, p<0,00001), presentando ambas una desviacin hacia la izquierda y una cola hacia la derecha. El ajuste de la yoduria por la creatinina hace que la distribucin sea aparentemente ms homognea, al hacerla ms platicrtica.

Fig. 14. Distribucin de Frecuencias Yoduria y Yodo/Creatinina


25 20 15 10 5 0

%
Y /C

%
Y o d u ria

TA BLA 41. V A LO R E S D E C E N T R A LIZA C ION Y D IS P ER SIO N (Yoduria e ndice Yodo/C reatinina) (g/g) Y oduria ( g/L ) Y/C Y /C ( g /g) M ediaS D M ediana M oda CV D esviacin Q urto sis Q 3 -Q 1 R ango
M ediaS D

121,5 63 ,4 120 160 33,8 0,98 2,63 90 20-500 (480)

138,298,9

138,2 99 8,9

113,9 39,2 75,1 1,77 4,23 103,4 12-612 (600)

5 2

Yoduria (g I/L) Y/C (g/g); n=513

En la tabla 41 (incluida a la derecha de la figura 14) se recogen los valores de centralizacin y dispersin de ambas distribuciones. Podemos observar que los valores de centralizacin (media, mediana y moda) de la distribucin de Y/C (138,2; 115,9 y 39,2 g/g) estuvieron ms alejados entre s que en la distribucin de yoduria (121,5; 120 y

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160 g/L). Tambin los ndices de dispersin (CV, Desviacin, Qurtosis y Rango) fueron mayores para la distribucin de Y/C (75,1; 1,77; 4,25 y 600) que para la de yoduria (53,8; 0,98; 2,63 y 480). Es curioso sealar que mientras la moda en la distribucin de yoduria fue de 160 g/L, el valor ms repetido en la distribucin Y/C fue de 39,2 g/g. 3. 2. Relacin entre yoduria y cociente yodo/creatinina Cuando calculamos los percentiles de ambas distribuciones observamos que, mientras la relacin era grficamente lineal hasta valores altos de yodo en orina (percentil 95) para valores superiores al P-95 la relacin era discordante: mientras el incremento de yoduria por encima del percentil 95 se acompaa de un incremento del ndice Y/C, el incremento del ste por encima del percentil 95 no se acompaan, necesariamente, de un incremento mayor de la yoduria (fig. 15; tabla 42). Esta falta de correlacin entre los valores altos de ambas distribuciones, nos previene del papel que pueden jugar valores excesivamente bajos de creatinina cuando coinciden con valores tambin bajos de yodo en orina, sobre los valores elevados del cociente Y/C.

Fig. 15. Relacin entre los percentiles de yoduria y cociente yodo/creatinina


Y/C yoduria

300 250 200 150 100 50 0 p-5 Y/C p-25 p-50 yoduria p-75 p-95

180 160 140 120 100 80 60 40 20 0 percentiles >p-95

Valores altos de yoduria (p95) se acompaan de valores altos de Y/C Valores altos de Y/C (>p95) no se acompaan de valores mayores de Y

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T a b la 4 2 . P e rc e n tile s d e y o d u ria y yo d o /c re a tin in a


p e r c e n tile s Y o d o /c r e a tin in a ( g /L ) p -5 3 8 ,7 2 9 ,9 p -2 5 p -5 0 p -7 5 p -9 5 > p -9 5 7 9 ,2 6 6 ,5 1 2 3 ,8 8 4 ,1 1 6 2 ,9 8 4 ,6 1 9 4 ,1 1 1 6 ,1 2 5 8 ,9 1 0 3 ,1 Y o d uria ( g /g ) 3 2 ,2 1 8 ,7 7 1 ,3 3 7 ,9 1 1 3 ,8 4 5 ,1 1 4 0 ,2 4 7 ,1 1 6 9 ,4 7 5 ,1 1 5 9 ,2 7 5 ,3

Para ilustrar la disociacin en los extremos de ambas distribuciones se presentan dos ejemplos (tabla 43). Por un lado, en el 36,2% de las determinaciones (n=187) haba valores bajos tanto de yoduria (100 g/L) como de creatinina en orina (0,5 g/L) (valor ste que corresponde al percentil 25 de la distribucin de creatinina urinaria de toda la muestra). En el 24% de estos nios (n= 45) mientras la yoduria media era baja (58,3 g/L) la media de la relacin Y/C era alta (213,6 g/g). Cuando coincidieron valores de yoduria > 100 g/L y de creatinina > 0,5 g/L no haba diferencias significativas entre yoduria y cociente yodo/creatinina (171,8 g/L vs. 155,3 g/g creatinina). Por otro lado, en 16 nios (3,1% de la submuestra) coincidan valores de yoduria mayores de 150 g/L junto a valores de creatinina urinaria mayores de 2 g/L (correspondiente al percentil 95 de la distribucin de creatininas urinarias de la muestra). En este subgrupo, mientras la yoduria media era alta (182,5 g/L) el valor medio del ndice Y/C era de slo 77,7 g/g. Por el contrario, cuando la yoduria fue inferior a 150 g/L y la creatinina urinaria inferior a 2 g/L, la situacin se invierte obtenindose valores bajos de yoduria frente a valores aceptables del cociente Y/C (78,9 g/L vs. 113,1 g/g). 3.3. Correlacin entre yoduria, cociente Y/C y superficie corporal Como era (algebraicamente) de esperar (tabla 44) la yoduria correlacion positivamente con el cociente yodo/creatinina (r de yoduria vs. Y/C = 0,47) (coeficientes de correlacin r de Pearson) mientras la creatinina lo haca negativamente (r de creatinina vs. Y/C = -0,51) (p<0,0001). La mayor influencia de la creatinina en el cociente

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(0,51 > 0,47) nos indica que las variaciones en los niveles de creatinina han influido ms que las variaciones de la yoduria, en los valores del ndice yodo/creatinina. Adems, los niveles de creatinina urinaria no han sido totalmente independientes de la yoduria (r de yoduria vs. creatinina = 0,20) ni de la superficie corporal de los nios (r de S. corporal vs. creatinina = 0,41) (p<0,0001). El yodo urinario, en cambio, no parece estar influido por la superficie corporal (r de S. corporal vs. yoduria = -0,1) y en el cociente yoduria/Superficie corporal parece influir ms la yoduria (r de yoduria vs. yoduria/S. corporal = 0,88) que la propia Superficie corporal (r de S. corporal vs. yoduria/S. corporal = -0,49).

T a b la 4 3 . D is o c ia c i n e ntre y o d uria y Y /C e n lo s e xtre m o s de la d is trib uc i n


C o n d ic io n e s C r 0 ,5 ( p -2 5 ) & Y 1 0 0 n % n 45 Y o duria ( g /L ) 7 8 ,3 2 6 , 3 Y /C ( g /g )

1 8 6 (3 6 ,2 )

2 1 3 ,6 1 1 8 ,5

C r > 0,5 & Y > 1 00

2 5 5 (4 9 ,7 )

255

1 7 1 ,8 5 7 , 9

1 5 5 ,3 7 1 , 7

C r 2 (p - 9 5 ) & Y 1 5 0

1 6 (3 , 1 )

16

1 8 2 ,5 3 6 , 2

7 7 ,7 2 1 , 2

C r < 2 & Y > 15 0

4 7 8 (9 3 ,1 )

298

7 8 ,9 3 7 , 2

1 1 3 ,0 7 8 0 ,9

C r = c re a t in i n a u r in a ri a (g /L ); Y= y o d u ri a ( g /L ); Y/C = g /g . p -2 5 y p - 9 5 = p e rc e n t il e s d e l a d is tri b u c i n d e c re a tin in a u ri n a r ia .

T a b la 4 4. C o eficie n tes d e co rre la ci n (r. d e P e a rs o n )


Y o d u ria Y o d u ria C re atin in a Y o d u ria /C r. S u p e rfic ie C . Y /S C Y /C = y od u ria/c re a tinin a u rin aria ; S C = su pe rficie corp ora l; Y /S C = y od u ria /su p e rf icie co rp o ral; C r.= cre a tinina u rin aria 1 C re atin in a 0 ,2 0 (n = 5 23 ) 1 Y /C 0 ,5 7 (n = 5 07 ) -0 ,5 1 (n = 5 07 ) 1 SC -0 ,1 (n = 7 10 ) 0 ,4 1 (n = 4 87 ) -0 ,4 8 (n = 4 81 ) 1 Y /S C 0 ,8 8 (n = 7 10 ) -0 ,0 0 2 5 (n = 4 80 ) 0 ,6 4 6 (n = 4 81 ) -0 ,4 9 (n = 7 10 ) 1

234

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4. PREVALENCIA DE BOCIO POR PALPACIN:


4.1. Tasa de bocio La prevalencia de bocio encontrada en la comarca ha sido del 37% (20,8% de grado Ia y 16,2% de grado Ib). No haba diferencias significativas en funcin del sexo ni para la prevalencia total (34,7% en nios vs. 39,2% en nias) ni para la prevalencia de los grados palpable (Ia) (21,4% en nios vs. 20,1% en nias) y visible (Ib), a pesar de que ste fue ms frecuente en nias que en nios (19% vs. 13%) (p = 0,09) (tabla 45, fig. 16).

T a b la 4 5 . P r e v a le n c ia to ta l y g r a d o d e b o c io
N i a s (% ) B o c io G ra d o Ia G ra d o Ib N o b o c io TO DOS 3 9 ,2 2 0 ,1 1 9 ,1 6 0 ,8 52 % N i o s (% ) 3 4 ,7 2 1 ,4 1 3 ,2 6 5 ,3 48 % Todos N 280 157 123 476 756 % 63 2 0 ,8 1 6 ,2 6 3 ,0 1 0 0 ,0 p (ns ) (ns ) 0 ,0 9 (ns ) (N S )

F ig . 1 6 . P r e v a le n c ia to ta l y g r a d o d e b o c io e n fu n c i n d e l s e x o
%
40 35 30 25 20 15 10 5 0 TODOS N I A S N I O S % b o c io % b o c io Ia % b o c io Ib

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Slo dos casos tenan bocio grado II (0,26%) (incluidos en la tabla como Ib). Haba un nio que haba sido intervenido a los pocos meses de nacer por un quiste del conducto tirogloso al que, por la dificultad de palpacin secundaria a la ciruga, se le realizaron tanto el estudio ecogrfico como el audiomtrico y hormonal (para descartar alteraciones).

4.2. Prevalencia de bocio en funcin del sexo y la edad La tasa total de bocio (Ia+Ib+II) fue significativamente diferente en funcin de la edad. La menor prevalencia se observ en los mayores de 12 (29,2%) y menores de 7 aos (30%) y la mayor en el grupo de 7 y 8 aos (50,5%), siendo la prevalencia media de los nios de entre 9 y 12 aos del 43% (tabla 46) (P<0,0001). En general el grado Ia fue ms prevalente que el grado Ib en todas las edades, aunque entre los nios de 7 y 8 aos la prevalencia de Ib fue ligeramente superior que la de Ia (30,5% vs. 20,1%) (tabla 46, fig. 17). En funcin del sexo, y hasta los 12 aos de edad, la prevalencia de bocio no fue significativamente diferente. A partir de esta edad, la prevalencia fue claramente mayor en las nias que en los nios (34,8% vs. 22,2%) (p = 0,05) (tabla 47, fig. 18).

4.3. Distribucin del grado de bocio en funcin del sexo y la edad Aunque, como se acaba de comentar, la prevalencia de bocio no fue significativamente diferente entre nios y nias hasta la edad de 12 aos (tabla 47, fig. 18), la distribucin del grado de bocio fue algo diferente a lo largo de los aos, en funcin del sexo. En general, el bocio Ia fue ligeramente ms prevalente en nios que en nias, hasta los 12 aos. A partir de esta edad, la prevalencia ha sido mayor en las nias que en nios (22,02 vs. 15,5%). El grado Ib, en cambio, ha sido ms prevalente en nias para todos los grupos de edad, excepto en el grupo de 7 y 8 aos en el que la prevalencia fue ligeramente superior en nios que en nias (30,9 vs. 28,6%) (tabla 48, fig. 19).

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T a b la 4 6 . P re v a le n c ia to ta l y g ra d o d e b o c io e n fu n c i n d e la e d a d
E d a d (a o s ) B o c io Ia ( % ) <7 7 -8 9 -1 0 1 1 -1 2 >12 1 7 ,8 2 0 ,0 1 2 3 ,8 2 4 ,8 1 9 ,1 B o c io Ib ( % ) 1 2 ,1 3 0 ,5 1 9 ,8 1 7 ,8 1 0 ,1 % b o c io (Ia + Ib ) 30 5 0 ,5 4 3 ,6 4 2 ,6 2 9 ,2

F ig . 1 7 . P re va le n cia to ta l y g ra d o d e b o cio e n fu n ci n d e la e d a d
60 50 40 30 20 10 0 <7 7 y 8 9 y 10 11 y 12 > 1 2 a os

%
n i a s n i o s Todos

T a b la 4 7 . D is trib u c i n d e la p re va le n c ia d e b o c io e n fu n c i n d e la e d a d y s e xo

Edad (a o s ) <7 7 -8 9 -1 0 1 1 -1 2 >12

N i a s % b o c io 3 4 ,4 4 8 ,8 4 2 ,5 4 2 ,5 3 4 ,8

N i o s % b o c io 2 5 ,7 5 2 ,3 4 4 ,8 4 2 ,5 2 2 ,2 5

Todos % b o c io 30 5 0 ,5 4 3 ,6 4 2 ,6 2 9 ,2

p (n s ) (n s ) (n s ) (n s ) 0 ,0 5

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F ig . 1 8 . P r e v a le n c ia d e b o c io e n fu n c i n d e la e d a d y s e x o
60 50 40 30 20 10 0 <7 7 y 8 9 y 10 11 y 12 >12

n i a s n i o s to d o s

aos

T a b la 4 8 . D is trib u c i n d e l g ra d o d e b o c io e n fu n ci n d e la e d a d y s e x o
Edad (a o s ) <7 7 -8 9 -1 0 1 1 -1 2 >12 N i a s % Ia % Ib 1 7 ,2 1 9 ,0 1 8 ,9 2 4 ,1 2 2 ,0 1 7 ,2 2 8 ,6 2 4 ,2 1 8 ,5 1 2 ,8 N i o s % Ia 1 8 ,5 2 1 ,4 2 8 ,7 2 5 ,5 1 5 ,5 Todos % Ib % Ia 7 ,2 3 0 ,9 1 6 ,1 1 7 ,0 6 ,6 1 7 ,9 2 0 ,2 2 3 ,6 2 4 ,7 1 9 ,1

% Ib 1 2 ,1 2 9 ,7 2 0 ,3 1 7 ,8 1 0 ,0

F ig . 1 9 . D is t r ib u c i n d e l b o c io Ia y Ib e n f u n c i n d e la e d a d y e l s e x o
% Ia 30 nias
25 20 15 10 5 0
<7 7y 8 9 y 10 11 y 12 >12
ao s

% Ib
30
nias

nios

25 20 15 10 5 0
<7 7y8 9 y 10 11 y 12

nios

>12 a o s

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4.4. Prevalencia de bocio en funcin de la localizacin geogrfica La prevalencia total de bocio ha sido significativamente ms alta en los municipios de interior (zonas A+B) (43,9%), que en los de costa (25,4%). Estas diferencias se mantuvieron al ajustar la muestra en funcin del sexo, tanto para las nias (46% en zonas de interior vs. 28% en zonas de costa) como en nios (41% en interior vs. 21,5% en costa) (p<0,0001) (fig. 20). Sin embargo, no todos los municipios de interior se comportaron de la misma manera. Tanto la prevalencia total de bocio como la de bocio Ib fue muy superior en la zona Almijara que en las zonas Interior o Costa: la prevalencia total de bocio en la zona A fue del 59,7% frente al 29,2% en la zona B y el 25,4% en la zona C. Y la prevalencia de bocio Ib en la zona A fue del 31,8% frente al 10,9% en la zona B y el 8,06% en la zona C (p<0,0001) (fig. 21).

F ig . 2 0 . P r e v a le n c ia t o t a l d e b o c io e n fu n c i n d e la z o n a
%
50 40 30 20 10 0 Todos N i a s N i o s
2 5 ,4 2 7 ,9 2 1 ,5 4 3 ,9 4 5 ,9 4 0 ,8

I n t e r io r C o s ta

F ig . 2 1 . P re v a le n c ia to ta l d e b o c io y b o c io Ib e n la s tre s z o n a s
% Ib
35 30 25 20 1 0 ,9 9 5 ,0 6 3 1 ,8

% Ia
70 60 50 40 30 20 10 0
A L M IJ A R A IN T E R IO R

5 9 ,7

15 10 5 0
A L M IJ A R A

2 9 ,1

IN T E R IO R

C O S TA

2 5 ,4

COSTA

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Dentro de la misma zona no haba diferencias significativas en la prevalencia de bocio en funcin del sexo: en la zona A (Almijara) afectaba al 64,8% de las nias y al 54,8% de los nios; en la zona B (Interior) al 30,1% de las nias y al 28,1% de los nios y en la zona C (Costa) al 28,1% de las nias y el 21,5% de los nios (fig. 22). La distribucin del grado de bocio (Ia o Ib) tambin ha sido diferente en funcin de la zona de residencia. Mientras en las zonas Interior y Costa prevaleca el bocio palpable (Ia) frente al bocio visible (Ib) (Interior: 18,1% Ia vs. 10,9% Ib; Costa : 17,3% Ia vs. 8,06% Ib) en la zona Almijara la prevalencia de Ib ha sido algo mayor que la de Ia (31,8% Ia vs. 27,8% Ib) (fig. 23).
F ig . 2 2 . P re va le n c ia to ta l d e b o c io e n fu n c i n d e l s e x o y z o n a
% b o c io
70 60 50 40 30 20 10 0
A L M IJ A R A IN T E R IO R C O S TA 3 0 ,1 2 8 ,1 2 8 ,2 2 1 ,5 6 4 ,8 5 4 ,8 N I A S N I O S

Fig. 23. P revalencia de bocio Ia y Ib en funcin de la zona


%
35 30 25 20 15 10 5 0
A L M IJ A R A IN TE R IO R C O S TA

3 1 ,8 2 7 ,8

B o c io Ia B o c io Ib

1 8 ,1 1 0 ,9

1 7 ,3

8 ,0 6

Al analizar la distribucin del grado de bocio en funcin del sexo y la zona de procedencia tambin se observa tambin una tendencia diferente entre las tres zonas (aunque las diferencias no eran estadsticamente significativas) (tabla 49).

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En cuanto al bocio slo palpable (Ia), mientras en las dos zonas de interior (Interior y Almijara) la prevalencia ha sido algo mayor en nios que en nias, en la zona de costa la prevalencia ha sido ligeramente superior en nias que en nios (fig. 24a). El bocio palpable y visible (Ib) ha sido ms ligeramente ms frecuente en nias que en nios en las tres zonas (58,3% vs. 47,6% en la zona A; 34,1% vs. 15,8% en la zona B y 23,8% vs. 5% en la zona C, respectivamente) (fig. 24b).

%
30 25

Fig. 24a. P revalenciadebocio(Ia) enfuncindel sexoy zonaderesidencia


%
27,02

Nias

40 35 30 25 20 15 10

% %

Fig. 24b. Prevalenciade bocio (Ib) en funcin del sexo y zona de residencia
37,8

(ns)
18,7 16,9 19,2

Nios
17,8 16,6

(ns)
26,1

Nias Nios

20 15 10 5 0 ALMIJARA

13,2 8,9 10,3 5

5 0
INTERIOR COSTA

ALMIJARA

INTERIOR

COSTA

Tabla 49. D istribucin del grado de bocio en funcin de la zona de residencia


B o cio Ia (% ) N i os 28 ,7 19 ,2 16 ,6 21 ,5 B o cio Ib (% ) N i os 26 ,1 8,9 5,1 13 ,2

Z on a A LM IJA R A IN T E R IO R C O S TA A XA R Q U IA

N i as 27 ,02 16 ,9 17 ,8 20 ,1

N i as 37 ,8 13 ,2 19 ,3 19 ,1

241

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5. BOCIO Y YODURIA
5.1. Prevalencia de bocio en funcin de la yoduria La prevalencia de bocio no fue significativamente diferente para los distintos intervalos de yoduria, ni al considerar la prevalencia total (fig. 25) ni al hacerlo en funcin del grado de bocio (Ia o Ib) (fig. 26a). Slo al considerar aisladamente el grado Ib apreciamos una correlacin negativa entre los niveles de yoduria y prevalencia de bocio siendo ste ms frecuentes en los nios que eliminaron 100 g/L de orina frente a los que eliminaban ms de 100 g/L (19% vs. 13%) (p = 0,05) (fig. 26b).

F ig . 2 5 . D is trib u c i n d e la p re v a le n c ia d e b o c io e n fu n c i n d e la yo d u ria
% b o c io
46 45 44 43 42 41 40 39 38 37 <25 2 5 -5 0 5 1 -1 0 0 1 0 1 -1 5 0 1 5 1 -2 0 0 >200

g /L

F ig . 2 6 . D is trib u c i n d e l g ra d o d e b o c io y b o c io Ib e n fu n c i n d e la y o d u ria
% b o cio
35 30 25
% Ia % Ib

% Ib 2 5 (n s ) 2 0 1 5

20 15 10 5

1 0 5 0
g /L

0 <25 2 5 -5 0 5 1 -1 0 0 1 0 1 -1 5 0 1 5 1 -2 0 0

>200

g /L

< 2 5 2 5 -5 0 5 1 -1 0 01 0 1 -1 5 01 5 1 -2 0 0> 2 0 0

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5.2. Prevalencia de bocio y yoduria en cada uno de los pueblos estudiados Aunque la informacin puntual de cada pueblo debe tomarse con precaucin pues la posibilidad de cometer un error en la decisin estadstica es alta para cada pueblo, en 5 de los 15 pueblos estudiados la tasa total de bocio ha sido mayor del 60% y en tres de ellos, la prevalencia de bocio Ib ha oscilado entre el 31% y el 47% (tabla 50). En 4 de estos municipios la mediana de yoduria ha sido 90 g/L y en dos de ellos (Corumbela y Salares) el porcentaje de yodurias <50 g/L superaban el 20% (24,2% y 38,4%, respectivamente) (con 12 y 15 % de yodurias <25 g/L). La mediana de yoduria ha oscilado entre los 80 g/L de Alcaucn y los 160 g/L de Almachar. Debemos sealar que en los dos pueblos con mediana de yoduria 150 g/L (Arenas y Almachar) no se pudo realizar el estudio de campo en la fecha prevista por problemas ajenos a nuestra voluntad (a pesar de estar entregadas las encuestas y concertado el da). Cuando se realiz la palpacin y recogida de orina (varios meses despus) las madres de estos nios dijeron consumir sal yodada desde varios meses antes de realizar el estudio (lo que se refleja en las cifras de yoduria), confirmando la importancia de la informacin a la poblacin en este sentido.

Tabla 50. Municipios estudiados, yoduria y bocio


Municipio (n) zona % bocio Alcaucn (37) rchez (36) Arenas (35) B A B 32,4 38,7 66,6 28,5 10,9 % Ib 18,9 14,5 40,0 2,8 3,6 5,0 31,3 6,5 47,2 10,1 12,5 20,5 26,7 13,0 Yoduria (g/L) (Me) 80 160 90 150 140 140 105 120 90 100 120 90 120 90 Y media (g/L) 94,8 130,1 104,7 127,0 129,6 93,7 122,2 126,8 94,7 110,9 115,7 73,4 130,1 90,0 Yoduria < 50 g/L 12,1 15,8 17,8 9,1 18,2 16,6 15,1 13,04 24,2 12,4 14,7 38,4 6,0 38,9 Yoduria < 25 g/L 9 3 7 6 6 2 12 1 7 15 5 19

Almachar (62) B

Benajarafe (55) C

C. Aceituno (60) B 21,6 C. Albaida (67) A 67,1 Caleta (92) C 32,6 Corumbela (30) A 63,8 El Morche (99) C 25,2 Frigiliana (88) Salares (15) Sedella (23) B 25,1 A A 64,2 58,9 21,7

Sayalonga (56) A

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5.3. Prediccin del riesgo de tener bocio En la tabla 51 se resumen 5 modelos de regresin logstica, tomando como variable dependiente la presencia o no de bocio y como variables independientes la localidad (zona geogrfica), edad, sexo, yoduria y Superficie corporal de los nios. La variable que ms ha influido en la presencia de bocio ha sido la zona donde resida el nio (OR = 2,05; IC al 95% = 1,76-2,15). La edad ha sido la nica variable de confusin que ha merecido la pena retener en el modelo y que, lejos de disminuir la fuerza de la asociacin entre bocio y localidad, la ha aumentado pasando de un OR de 2,05 a un OR de 2,36 (IC = 1,97-2,81). Al incluir la yoduria el OR aument ligeramente (OR = 2,43) pero ni el sexo ni la superficie corporal, incluidos en los restantes modelos, han conseguido mejorar sustancialmente el OR de tener bocio en funcin de la localidad (OR = 2,43; IC = 2,00-2,96).

Tabla 51. Odds Ratio (OR). Variable dependiente: prevalencia de bocio


Variables independientes
Localidad Localidad Edad Localidad Edad Yoduria Localidad Edad Yoduria Sexo Localidad Edad Yoduria Sexo Superficie corporal

OR
2,05 2,36 2,41

IC 95 %
1,76-2,13 1,97-2,81 1,98-2,93

2,43

2,00-2,96

2,43

2,00-2,96

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6. FUNCIN TIROIDEA EN LA POBLACIN ESCOLAR DE LA AXARQUA


6.1. Descripcin de la submuestra en la que se realizaron las determinaciones. Se tomaron muestras de sangre en 383 nios para la determinacin de TSH, T4L, T3L, Tg y anticuerpos antitiroideos. En esta submuestra (tabla 52) no haba diferencias significativas en cuanto a sexo: 202 eran nias (52,7%) y 181 eran nios (47,3%). En funcin de la procedencia, el 39,4% (n=151) procedan de la zona Almijara; el 38,4% (n=147) de la zona Interior; y el 22,2% (n=85) de la zona Costa. En funcin de la palpacin, el 35% (n=134) haba sido catalogados sin bocio (el 49,3% de las nias y el 50,7% de los nios) mientras el 65% (n=249) haba sido catalogados con bocio (54,6% de las nias y 45,4% de los nios). De los nios con bocio el 36% era bocio Ia (52,1% nias y 47,8% nios); y el 28,9% bocio Ib (56,7% nias y 42,3% nios). La distribucin de los nios en funcin de la edad era similar a la muestra de la que se tomaron (22,4% eran menores de 7 aos; 14,4% tenan entre 7 y 11 aos; 27,7% tenan entre 11 y 12 aos; y 20,8% eran mayores de 12 aos). Las tablas 53 a 56 muestran la distribucin de estas determinaciones en funcin de la edad y sexo de los nios.

Tabla 52. Descripcin de la submuestra: Procedencia y prevalencia de bocio

ZONA n

Nias (%) % bocio

Nios (%) % bocio

Todos (%) % bocio

Almijara Interior Costa Todos

79 (42,3) 73 (49,7) 50 (58,8) 202 (52,7)

86,1 49,3 64,1 54,6

72 (47,7) 74 (50,3) 35 (41,3) 181 (47,3)

84,7 43,2 57,1 45,4

151 (39,4) 147 (38,4) 85 (22,2) 383 (100,0)

51,8 27,3 20,8 65,0

247

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6.2. Distribucin de TSH, T4, T3 y Tg en funcin de la edad y el sexo. La TSH media fue de 2,65 IU/ml. El valor de TSH no se modific sustancialmente en funcin de la edad ni el sexo. En la tabla 53 se muestran estos valores y se incluyen los nios con TSH> 5 UI/ml dentro de cada grupo de edad. Los valores medios de T4 (15,19 pmol/L) tendieron a disminuir con la edad, tanto en nios como en nias (p=0,0001), sin diferencias significativas en funcin del sexo salvo en el grupo de 11-12 aos en el que los nios tuvieron valores de T4 ligeramente superiores que las nias (15,022,18 vs. 14,032,17 pmol/L) (p = 0,03) (tabla 54). Los niveles medios de T3 (5,99 pmol/L) al igual que los de T4, tendieron a disminuir con la edad, especialmente a partir de los 12 aos tanto, en nias (p = 0,0001) como en nios (p = 0,01). Slo en los mayores de 12 aos la T3 fue significativamente mayor en los nios que en las nias (p = 0,0003) (tabla 55). La tiroglobulina media fue de 9,6 ng/ml (tabla 56). Las diferencias entre sexos no fueron significativas salvo en el grupo de 11-12 aos en el que los valores fueron ms altos en nios que en nias (12,459,84 vs. 8,87733) (p = 0,03). A lo largo de los aos el comportamiento de las cifras de Tg no fue constante aunque, en general, fue ms baja en los nios mayores (>12 aos) respecto a los ms pequeos (<7 aos) tanto en nios (7,34,24 vs. 10,85,37) (p = 0,02) como en nias (10,3511,31 vs. 12,217,04) (p=0,01). En conjunto, el 62,2% de la muestra ha tenido valores medios inferiores a 10 ng/ml (n=237) mientras el 37,8% superaron esta cifra (n=144): de stos el 31,4% tena valores entre 10 y 19.9 ng/ml (n=120); el 5,2% entre 20 y 39,9 ng/ml (n=20); y el 1,05% ha superado los 40 ng/ml (n=4) (tabla 57) (junto a esta tabla se muestran los criterios de deficiencia en funcin de la mediana poblacional de Tg) (Gamberg, 1996). La tabla 57 recoge los valores de Tg media) y la tabla 58 los valores de mediana de Tg para toda la poblacin estudiada y para cada zona. Aunque los valores de la mediana no han superado los 10 ng/ml ni para el conjunto de la poblacin ni en ninguna de las zonas, han sido valores muy cercanos y (como se ha comentado) casi el 40% de los valores de Tg media han sido superiores a este valor estimado de seguridad. En funcin de la edad, slo los nios menores de 7 aos tuvieron cifras de mediana de Tg que sobrepasaban el valor de 10 ng/ml.

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T a b la 5 3 . F u n c i n tiro id e a (I): T S H ( U I/m l) y p re v a le n c ia d e h ip o tiro id is m o


E d a d (n ) (n i o s /n i a s ) < 7 ( 4 9 /3 8 ) 7 -8 ( 2 6 /2 8 ) 9 -1 0 ( 5 4 /5 2 ) 1 1 -1 2 (2 8 /2 8 ) > 1 2 ( 4 5 /3 5 ) TSH (n i a s ) 2 ,5 2 1 ,0 6 2 ,3 0 0 ,9 4 2 ,6 1 1 ,4 7 2 ,3 0 0 ,8 9 2 ,9 4 4 ,0 6 (n s) TSH (n i o s ) 2 ,8 3 1 ,2 2 2 ,5 6 0 ,9 4 2 ,6 8 1 ,3 1 2 ,6 6 1 ,8 0 2 ,8 2 2 ,8 3 (n s ) TSH>5 (n ) 3 2 7 1 5

P (n s ) (n s ) (n s ) (n s ) (n s )

T a b la 5 4 . F u n c i n tiro id e a (II): T 4 (p m o l/L )

E d a d (n ) (n i a s /n i o s ) < 7 (4 9 /3 8 ) 7 - 8 (2 6 /2 8 ) 9 - 1 0 (5 4 /5 3 ) 1 1 -1 2 (2 8 /2 8 ) > 1 2 (4 5 /3 5 )

T 4 n i a s (m e d ia S D ) 1 6 ,1 5 1 ,9 1 6 ,7 3 1 ,2 1 5 ,1 8 1 ,2 1 4 ,0 3 2 ,1 7 1 3 ,8 0 2 ,0 8 (p = 0 ,0 0 0 1 )

T 4 n i o s (m e d ia S D ) 1 5 ,8 2 ,1 3 1 6 ,0 2 8 ,5 1 5 ,8 0 1 ,8 1 5 ,0 2 2 ,1 8 1 3 ,2 0 2 ,3 2 (p = 0 ,0 0 0 1 )

p (n s ) (n s ) (n s ) 0 ,0 3 (n s )

T a bla 5 5 . F u ncin tiro id e a (III): T 3 (p m ol/L )

E d a d (n ) (n i as /n i o s) < 7 (49 /3 8 ) 7-8 (2 6 /2 8 ) 9-1 0 (5 4/5 2) 1 1 -1 2 (2 8 /2 8 ) > 1 2 (4 5 /3 5 )

T 3 n i a s (m e d ia S D ) 6 ,0 3 0 ,5 5 6 ,5 2 0 ,7 1 6 ,1 4 1 ,0 3 6 ,0 9 0 ,7 0 5 ,0 5 0 ,6 7 (p = 0 ,0 0 01 )

T 3 n i o s (m e d ia S D ) 6 ,1 1 1 ,2 6 ,2 2 0 ,9 9 6 ,1 4 0 ,6 1 6 ,0 9 0 ,7 3 5 ,7 6 0 ,8 7 (p = 0 ,0 1 )

p (n s) (n s) (n s) (n s) 0 ,0 0 03

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T a b la 56 . F u n cin tiro ide a : T g (ng /m l)

E d ad (n ) (n i a s/n io s) < 7 (49/3 8) 7-8 (2 6 /28 ) 9-1 0 (5 4/5 2) 11-1 2 (2 8/2 8) > 12 (4 5/35)

Tg n i as (m ed ia S D ) 1 2,2 1 7 ,0 4 8,9 8 4,75 9,6 7 7,09 8,8 7 7,33 1 0,3 5 1 1,3 (p= 0,0 1)

Tg n i o s (m ed ia S D ) 1 0,8 0 5,3 7 1 2,0 8 17,0 3 1 0,1 7 6,7 8 1 2,4 5 9,8 4 7,3 04,2 4 (p= 0,02)

p (ns) (ns) (ns) 0,03 (ns)

Tabla 57. Distribucin de tiroglobulina en la muestra (n=381)


Tiroglobulina media (ng/ml) (n=381) <10 >10 10,1-19,9 20,0-39,9 >40 (n) %

Criterios de TDY: mediana poblacional de tiroglobulina


Grados de deficiencia Tiroglobulina (ng/ml)

237 144 120 20 4

62,2 37,8 31,7 5,25 1,05

Leve Moderada Alta

10-19,9 20-39,9 40

T a b la 5 8 . P re v a le n c ia d e T D Y e n fu n c i n d e la s c ifra s d e T g
M e d ia n a ( n g /m l) 8 ,9 8 ,1 5 9 ,1 5 9 ,7 1 0 ,3 9 ,4 8 9 ,2 5 8

Todos A lm ija ra In te rio r C o s ta <7 7 -8 > 8 -1 0 > 1 0 -1 2 >12

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6.3. Presencia de hipotiroidismo De los 383, 18 tuvieron valores de TSH superiores a 5 UI/ml. La prevalencia de hipotiroidismo subclnico en nuestro estudio, pues, ha sido del 4,7% (44,4% eran nias y 55,5% nios). Los nios con TSH >5 UI/ml se han distribuido a lo largo de todos los grupos de edad (tabla 53). De ellos slo 4 han necesitado tratamiento con hormonas tiroideas, tras ser valorados por el endocrino pediatra: dos nias de 9 y 14 aos y dos nios de 11 y 13 aos. En estos 18 nios han habido diferencias significativas en cuanto al volumen tiroideo (7,554,8 vs. 5,662,8 ml) y valores de TSH (mayores que en los nios con TSH <5 IU/ml), as como en los valores de T4 (14,142,47 vs. 15,252,3 pmol/L) (p=0,04) y T3 (5,391,26 vs. 6,020,82 pmol/L) (p=0,05) que han sido menores que en el grupo de nios con TSH dentro del rango normal. En cambio, no haba diferencias significativas en las cifras de yoduria (148,3310,4 vs.114,0265 g/L), Tg (17,5223,97 vs. 9,676,6 ng/ml), ni el cociente T3/T4, (0,390,11 vs. 0,400,06) entre los nios con TSH mayor o menor de 5 IU/ml (tabla 59, fig. 27). Los nios con TSH >5 IU/ml han tenido con ms frecuencia anticuerpos anti-peroxidasa (TPO) positivos (33,3% vs. 2,4%) mientras los anticuerpos anti-receptor de TSH han sido menos frecuentes (5,5% vs. 7,3%) que en el resto de los nios.(tabla 59) En la mayora de las estratificaciones hechas a lo largo del estudio - estudio audiomtrico y ecogrfico - estos nios han sido retirados del anlisis. (Ningn nio de los estudiados tuvo la TSH inferior a 0,5 UI/ml).

Tabla 59. TSH, Tg, VT, T4, T3/T4, yoduria y Ac. antitiroideos en funcin de TSH > o < de 5 UI/m l
TSH < 5 UI/m l TSH ( UI/m l) Tg (ng/m l) VT (m l) T4 (pmol/L) T3 (pmol/L) T3/T4 Edad m edia (aos) Yoduria ( g/L) Sexo (F/M ) % TPO> 20 U I/m l TBIAb>10 % 8,095,94 17,5223,97 7,554,8 14,142,47 5,391,26 0,390,11 9,893,10 148,310,4 44,4/55,5 33,3 (n=6) 5,5 (n=1) TSH > 5 UI/m l 2,380,93 9,676,6 5,662,8 12,252,3 6,020,82 0,400,06 9,522,84 114,0165 53,2046,8 2,4 (n=11) 7,6 (n=27) p 0,0000* (ns) 0,05* 0,04* 0,05* (ns) (ns) (ns) (ns)

* Diferencias significativas en TSH, VT, T3 y T4

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Fig. 27. TSH , T4, T3, Tg y cociente T 3/T4 en nios con TSH >5 U I/m l
20

p=0 ,04
15
1 4 ,1 4 1 5 ,2 5

1 7 ,5 2

TSH >5

(n s)

TSH <5

p=0 ,00 00
10
8 ,0 9 9 ,6 7

P =0,0 5
5 ,3 9 6 ,0 1

p=0 ,05
7 ,5 5 5 ,6 6

2 ,3 8

(n s)
0 ,3 9 0 ,4

TS H

T4

Tg

T3

T3/T4

VT

6.4. Parmetros de funcin tiroidea y volumen tiroideo Cuando se valoraron los nios con bocio visible (Ib) frente a los nios sin bocio o con bocio slo palpable (0 + Ia), aunque no haba diferencias en las cifras de TSH, Tg, yoduria o cociente T3/T4 s las haba en las cifras medias de T4 (15,672,3 vs. 152,2 pmol/L) (p=0,01) y T3 (6,280,95 vs. 5,870,8 pmol/L) (p=0,0001), que fueron mayores en los nios con mayor tamao de bocio a la palpacin (tabla 60, fig. 28).

Fig. 28. TSH, T3, T4 y Tg en funcin de la presencia de bocio Ib


18 16 14 12 10 8 6 4 2 0 TSH T4 T3 Tg 2 ,7 6 2 ,6 1 5 ,6 7

p=0,01
15

B o c io Ib 0 + Ia

(ns)
9 ,7 5 1 0 ,1

p=0,0001 (ns)
6 ,2 8 5 ,8 7

Cociente T3/T4 (0,39 vs. 0,40)= ns

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Tabla 60. Edad, TSH, Tg, T4, T3, T3/T4, yoduria y Ac en funcin de la presencia de bocio

(N=383) Edad TSH Tg T4 T3 T3/T4 Yoduria TPO+(17) TBIAb+(28)

Todos m ediaSD 9,55 2,8 2,65 1,9 9,99 8,3 15,2 2,3 5,9 0,85 0,39 0,06 115,7 68,1 4,4 % 7,3 %

Bocio (n=249) 9,49 3,06 2,67 1,3 9,93 5,6 15,39 2,2 6,09 0,71 0,39 0,06 112,5 62,4 6,02% 6,02%

No bocio (n=134) 9,66 3,06 2,60 1,65 10,10 5,6 14,8 2,24 5,81 0,71 0,39 0,06 110,9 62,4 1,49% 9,7%

p (ns) (ns) (ns) (ns) (ns) (ns) (ns)

Bocio Ia (n=138) 9,78 2,8 2,60 1,6 10,08 9,8 15,16 2,3 5,93 0,8 0,39 0,06 108,14 76,9 5,7% 5,7%

Bocio Ib (n=111) 9,06 2,5 2,76 2,8 9,75 9,1 15,67 2,37 6,28 0,95 0,40 0,07 110,6 62,1 6,3% 6,3%

p (ns) (ns) (ns) 0,01 0,0001 (ns) (ns)

Si en vez del criterio palpatorio tomamos el volumen tiroideo ecogrfico, en aquellos nios cuyo volumen tiroideo estuvo por encima del P-95 de la distribucin de volmenes tiroideos la Tg estuvo claramente ms elevada (14,1615,7 vs.9,75,8) (fig. 29).

Fig. 29. TSH, T4, T3, T3/T4 y Tg en funcin del VT ecogrfico

16 14 12 10 8 6 4 2 0

V T > p -9 5 1 4 ,9 1 5 ,1 V T < p -9 5

(ns)

1 4 ,2 p=0,01

9 ,7

(ns) (ns)
2 ,1 1 2 ,3 5 6 ,1 5 ,9

(ns)
0 ,4 1 0 ,4 Tg

TS H

T4

T3

T3 /T4

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6.5. Determinaciones analticas en funcin de los intervalos de yoduria En funcin de los intervalos de yoduria, slo la Tg (pero no TSH, T4L ni T3L) estuvo ms elevada en el grupo con yoduria menor de 50 g/L (fig. 30). Finalmente, tanto T3 como T4 fueron mayores entre los nios de los pueblos de interior (especialmente de la zona Almijara) que en los de Costa (ms T3 que T4, pues el cociente T3/T4 estuvo ms elevado en la zona A que en B o C) (fig. 31).

F ig . 3 0 . T S H , T 3 , T 4 , T 3 /T 4 y T g e n fu n ci n d e la yo d u ria
16 14 12 10 8 6 4 2 0
TS H T3 T4 T3 /T4 Tg
(n s ) (n s )

<50 5 1 -1 0 0 1 0 1 -1 5 0 1 5 1 -2 0 0 >200 (n s )

(n s ) p = 0 ,0 4

Fig. 31. TSH, T3, T4, T3/T4 y Tg en funcin de la zona de procedencia


0 ,5 0 ,4 0 ,4 0 ,3 9

p=0,01
0 ,3 7

18 16 14 12 10 8 6 4 2 0 TSH
15,9

p=0,001
14,6 14,9

0 ,3

(ns) p=0,001 (ns)


2,5 2,7 2,6 6,4 5,7 5,6 9,2

0 ,2

11,5

9,8

0 ,1 0 T 3 /T 4

p=0,01

ALM IJARA INTERIOR COSTA Tg

0,4 0,39 0,37

T4

T3

T3/T4

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6.6. Prevalencia de anticuerpos antitiroideos Los anticuerpos antiperoxidasa fueron positivos (TPO>20 UI/ml) en 17 nios (4,4% de la muestra) (58,8% eran nios y 41,2% nias) (p=0,0001). Los anticuerpos antireceptor de TSH fueron positivos (TBIAb>10) en 28 nios (7,3% de la muestra) (46,4% eran nios y 53,6% nias) (p=0,0001) (tabla 61).

T ab la 61 . T S H , T g, T 4 , T 3, T 3/T 4, ed ad , b ocio y yo du ria en fun cin d e la p rese ncia d e A c an titiroide os


T P O > 20 (n= 17 ) 6,06 7,0 4 13,7 25,4 14,83 2,7 5,39 1,3 9 0,37 0,0 9 10,8 2,6 88,2 121,2 1 10,7 T P O < 20,1 (n= 36 6) 2,49 1,1 4 9,82 6,6 15,21 2,3 6,02 0,8 0,40 0,0 6 9,68 3,0 7 63,9 119,0 5 68,9 T B IA b>10 (n= 28 ) 2,49 1,2 9,91 6,4 15,282,6 5,99 0,5 0,40 0,0 7 9,07 2,8 1 53,6 118,36 3,5 T B IA b<10,1 (n= 35 5) 2,66 2,0 1 10,05 8,5 15,19 2,29 5,98 0,8 0,40 0,0 6 9,71 3,0 7 65,7 119,1 7 0,3

TSH Tg T4 T3 T 3/T 4 E dad B ocio(% ) Y od uria

N o h a ban d iferenc ias sign ific ativa s en n in g un o d e lo s par m etros e xce pto T S H q ue fu e m ay or en los n ios con T P O > 20 U (p=0 ,0 5).

Los nios con TPO positivos tenan una media de edad ligeramente superior que los nios TPO negativos (10,82,6 vs. 9,072,81 aos) as como cifras ms altas de TSH (6,067,04 vs. 2,491,14 IU/ml) (p=0,05). En cambio, no haba diferencias significativas entre Tg o yoduria en funcin de la positividad de los Ac anti-TPO (13,625,4 vs. 9,826,6 ng/ml y 121,1110,7 vs. 119,0568,9 g/L, respectivamente). Aunque los valores de T4 (14,82,7 vs. 15,212,3 pmol/L), T3 (5,31,3 vs. 6,020,8 pmol/L) y el cociente T3/T4 (0,370,09 vs. 0,400,06) fueron ms bajos que en los nios con los anticuerpos correspondientes (TPO) negativos, las diferencias no fueron significativas. La presencia de bocio fue mayor entre los nios con TPO positivos que entre los nios TPO negativos (88,2% vs. 63,9%) (tabla 61). Los nios con anticuerpos anti-receptor de TSH positivos (TBIAb>10) tuvieron cifras de TSH ligeramente inferiores aunque no significativas - que los nios con los correspondientes Ac negativos (2,491,2 vs. 2,662,01 IU/ml). No hubo diferencia en las cifras de Tg, T4, T3, cociente T3/T4 o

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yoduria en funcin de la presencia o ausencia de anti-TBIAb o TPO. La frecuencia de bocio fue menor en los nios con anticuerpos anti-receptor de TSH positivos que en los nios con los correspondientes anticuerpos negativos (53,6% vs. 65,7%) (tabla 61).

6.7. Presencia de anticuerpos antitiroideos en funcin de la presencia de bocio palpable Como ya se ha comentado, el 65% (n=249) de los nios en los que se realizaron determinaciones analticas haba sido diagnosticados de bocio por la palpacin. No haba diferencias significativas de TSH, T4L, T3L, cociente T3/T4 o yoduria respecto a los nios en los que no se palpaba bocio. Sin embargo, la frecuencia de anticuerpos antiperoxidasa (TPO) fue mayor (6% vs. 1,5%) y la frecuencia de anticuerpos antireceptor de TSH (TBIAb) fue menor que en los nios sin bocio palpable (6% vs. 9,7%) (tabla 61).

6.8. TSH neonatal en la poblacin estudiada En la provincia de Mlaga se puso en marcha, hace ya bastantes aos, el programa de deteccin precoz del hipotiroidismo congnito. El programa est coordinado por la Dra. M Jos Garriga del laboratorio de determinaciones hormonales del Hospital Carlos Haya. La Dra. Garriga nos ha cedido la informacin de los valores de TSH en RN de la provincia de Mlaga durante el ao 1998 (valores absolutos de la TSH neonatal). Se han evaluado 7.780 screening correspondientes a RN de la Axarqua, de la comarca limtrofe de Antequera y de Mlaga capital. La prevalencia de TSH>5 UI/ml ha supuesto el 7% de las determinaciones en Mlaga capital (1 y 2) (tabla 62). En las comarcas de Antequera y la Axarqua esta prevalencia ha sido claramente superior (9,8% en Antequera y 9,3% en la Axarqua). Es interesante (y preocupante) destacar que en todas las comarcas se ha superado la cifra del 3% estimada como lmite de seguridad para poder afirmar que una regin est libre de deficiencia de yodo y sin riesgo de trastornos a causa de esta carencia. En conjunto, en Mlaga, la cifra de hipotiroidismo congnito est en torno a 1 de cada 3000 RN (0,0003) (Garriga M.J., comunicacin personal).

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T a b la 6 2 . T S H n e o n a ta l > 5 U I/m l
C o m a rca M la g a (1 ) M la g a (2 ) A n te q u e ra A xa rq u a T o ta l N scre e n ing 5125 777 982 896 7780 TSH >5 (n ) 339 58 88 84

% 6 ,6 7 ,4 9 ,8 9 ,3

S e ve rid a d d e TD Y e n fu n c i n d e TS H n e o n a ta l (G am b e rg , 1 9 9 6 )

S e v e r id a d Leve M o d e ra d a G ra v e

% T S H >5 m U /L 3 -1 9 .9 2 0 -3 9 ,9 >40

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7. VOLUMEN TIROIDEO POR ECOGRAFA:


7.1. Descripcin de la submuestra En una submuestra de 343 nios (45,3% de la muestra): 47,2% nios (n=162) y 52,8% nias (n=181), se midi el volumen tiroideo por ecografa. El 69,4% (n=238) de los mismos haban sido catalogados como con bocio en el estudio de campo: el 108 eran nios (45,4%) y 130 eran nias (54,6%) (tabla 63). Hay que destacar que la exploracin ecogrfica no fue realizada coetneamente a la primera exploracin del cuello (exploracin de campo) sino a la segunda (exploracin peditrica).

Tabla 63. Prevalencia de bocio (palpacin) en los nios estudiados ecogrficam ente
M uestra (n=343) No bocio Bocio Ia Ib Todos Nios n 54 108 62 46 162 % 33,3 66,6 38,3 28,3 47,2 Nias n 51 130 65 65 181 % 28,2 71,8 35,9 35,9 52,8 p (ns) (ns) (ns) (ns) (ns) Todos n 105 238 127 111 343 % 30,6 69,3 37,0 32,3 100,0

7.2. Volumen tiroideo en funcin de la edad y sexo En la tabla 64 se recogen la edad, el nmero de nios explorados, valores medios de volumen tiroideo (mediaSD) y rango (valores mximo y mnimo) para cada grupo de edad considerado. En las dos columnas de la derecha se recoge el nmero de nios que, segn los criterios de la OMS (OMS, 1994; Delange et al., 1997) hubieran tenido un tiroides fuera del lmite normal en funcin de la edad (1) (3,7% =13 casos) y en funcin de la superficie corporal (2) (3,2% =11 casos).

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T a b la 6 4 . V T e n ni o s d e la A xa rq u a . C o m p a ra ci n co n lo s crite rio s d e D e la n g e
E dad 4 5 6 7 8 9 10 1 1 -1 2 13 14 15 (n) (7 ) (9 ) (6 0 ) (2 6 ) (2 3 ) (1 6 ) (7 8 ) (5 0 ) (3 4 ) (3 1 ) (1 0 ) V T (m e dia S D ) 2 ,2 9 0 ,5 2 3 ,0 7 1 ,2 6 3 ,1 8 0 ,9 6 3 ,3 4 1 ,0 4 4 ,1 2 1 ,1 6 3 ,9 5 1 ,2 1 5 ,2 7 2 .0 3 5 ,7 6 1 ,9 7 8 ,1 2 3 ,3 7 8 ,6 2 2 ,6 4 9 ,5 4 6 ,7 4 M n.-m x. 1 ,7 1-3 ,0 7 1 ,5 8-5 ,5 1 1 ,4 4-6 ,0 3 1 ,5 7-5 ,6 8 2 ,8 7-7 ,2 8 1 ,7 6-6 ,4 2 2 ,0 1-1 3 ,2 2 2 ,7 2-1 3 ,2 0 2 ,9 6-1 8 ,4 9 4 ,6 3-1 4 ,5 3 4 ,1 4-3 7 ,6 5 (1 ) 0 1 4 0 1 0 3 1 2 0 1 (2 ) 0 0 2 0 0 0 3 1 3 1 1 1 1 (3 ,2% )

T O D O S (3 43 ) 1 ,7 1-3 7 ,6 5 1 3 (3 ,7% ) V T = v o lu m en tiro id e o (m l); (1 )= s e g n c rite rio e d a d ; (2 )= s e g n c riterio S u p e rfic ie c o rpo ra l

En la fig. 32 se representa el volumen tiroideo en funcin de la edad (bienios) y del sexo de la muestra estudiada (tabla 65). Slo entre los 8 y los 10 aos las nias presentaron un volumen tiroideo algo mayor que los nios (5,432,01 vs. 4,641,87 ml) (p=0,03). (Se detectaron 7 nios con ndulos tiroideos en la exploracin ecogrfica:3 fueron ndulos unilaterales de 0,7 y 0,9 cm y 4 fueron bilaterales. Todos estos nios haban sido identificados como con bocio en la exploracin de campo. La prevalencia de ndulos en la muestra estudiada ha sido del 2% -datos no tabulados-).

T a b la 6 5 . V o lum e n tiro id e o (m e d ia S D ) e n fu nci n d e la e d a d y e l se xo


E d ad V T n i as (m ed ia S D ) (n ) 3,08 1 ,0 2 3,68 1 ,1 6 5,43 2 ,0 1 5,86 1 ,7 3 8,84 4 ,0 9 (44) (23) (48) (25) (42) V T n i o s (m ed ia S D ) (n ) 3,09 0 ,9 7 3,73 1 ,1 7 4,64 1 ,8 7 5,66 2 ,2 2 7,98 3 ,0 8 (32) (26) (46) (25) (33)

p (ns) (ns) 0,0 3 (ns) (ns)

<7 7-8 > 8-1 0 > 10-12 > 12

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F ig. 32. V olum en tiroideo (m l) en funcin de la edad (bienios) y el se xo


ml

10 9 8 7 6 5 4 3 2 1 0

V T n i a s V T N I O S

p = 0,03

<6

> 6 -8

> 8 -1 0

> 1 0 -1 2

>12

edad

7.3. Correlacin entre volumen tiroideo y variables antropomtricas En las tablas 66 y 67 se presentan los coeficientes de correlacin lineal ente el volumen tiroideo medido por ecografa y diferentes variables antropomtricas (adems de la yoduria y el ndice Y/C). En la tabla 66a los datos corresponden a toda la serie (todos; n=344) y son presentados, adems, desagregados por sexos (nias; n=182 y nios; n=162) y por bienios (tabla 66b). En tabla 67 los datos se presentan desagregados por aos naturales, en un intento de obviar la influencia de la edad en las variables antropomtricas. Tanto al considerar toda la muestra en conjunto como al hacerlo en funcin del sexo, el volumen tiroideo parece correlacionar negativamente con el ndice yodo/creatinina y no correlaciona con la yoduria (tabla 66a). Al estratificar la muestra por bienios empiezan a aparecer correlaciones negativas entre yoduria y volumen tiroideo (tabla 66b) y al desagregar la muestra por aos naturales la correlacin negativa entre VT y yoduria es significativa para casi todos los grupos de edad, al tiempo que desaparece la correlacin entre VT y cociente Y/C (tabla 67).

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T a b la 6 6 a . C o e f . c o r r e la c i n lin e a l ( r .P e a r s o n ) : V o l u m e n T ir o id e o - V a r . a n tr o p o m tr ic a s

V . I. V T N =344 n . n i a s 182 n . n i o s 162

E dad 0 ,6 4 * 0 ,6 6 * 0 ,6 3 *

T a l la 0 ,6 9 * 0 ,6 8 * 0 ,7 2 *

P eso 0 ,6 6 * 0 ,8 0 * 0 ,7 4 *

IM C 0 ,4 4 * 0 ,3 9 * 0 ,5 3 *

C in t . 0 ,5 0 * 0 ,4 7 * 0 ,5 7 *

C ad. 0 ,8 2 * 0 ,5 9 * 0 ,8 7 *

IC C -0 ,3 7 * -0 ,3 7 * -0 ,3 4

SC 0 ,8 9 * 0 ,6 5 * 0 ,7 6 *

Y 0 ,0 0 9 -0 ,0 3 0 ,0 0 5

C r. 0 ,2 6 * 0 ,2 3 * 0 ,3 6 *

Y /C -0 ,2 4 * -0 ,2 6 * -0 ,2 8 * *

V . I. = v a r i a b le in d e p e n d ie n t e ; V T = v o lu m e n t ir o id e o ; I M C = n d ic e d e m a s a c o r p o r a l; I C C = n d i c e c in t u r a - c a d e r a ; S C = s u p e r fic ie c o r p o r a l; C r = c r e a t in in a ; Y = y o d u r ia .

T a b la 6 6 b . C o e f . C o r r e la c i n lin e a l ( r .P e a r s o n ) : V o l u m e n T ir o id e o - V a r . a n tr o p o m tr ic a s
V . I. : V T (m l)
4 -6 a . (n= 74 ) 7 -8 a . (n= 49 ) 9 -1 0 a . (n= 94 ) 1 1 -1 2 (n= 50 ) >12 a. (n= 75 )

edad
0 ,2 3

T a lla
0 ,2 4 *

Peso
0 ,4 2 *

IM C
0 ,2 8 *

C in t
0 ,3 9 *

C ad
-0 ,2 0

IC C
-0 ,1 5

SC
0 ,4 5 *

Y .u
-0 ,2 3 * *

C r.u
0 ,0 2

Y /C
0 ,0 2

0 ,3 3 *

0 ,6 3 *

0 ,5 3 *

0 ,2 5

0 ,4 6 *

0 ,4 7 *

-0 ,1 1

0 ,5 8 *

-0 ,2 0 *

0 ,2 7

0 ,2 7

0 ,2 5 * *

0 ,5 6 *

0 ,5 3 *

0 ,3 6 *

0 ,4 3 *

0 ,4 9 *

0 ,0 1 9

0 ,5 8 *

0 ,1 1

0 ,0 5

0 ,0 5

0 ,0 6

0 ,3 0 *

0 ,4 7 *

0 ,4 8 *

0 ,4 0 *

0 ,4 4 *

0 ,0 2

0 ,4 5 *

-0 ,0 9

-0 ,0 2

-0 ,0 2

0 ,0 9

0 ,2 9 *

0 ,1 4

0 ,0 4

0 ,0 1

0 ,1 5

-0 ,1 9

0 ,2 2

0 ,1 4

0 ,0 2

0 ,0 2

I M C = I n d ic e M a s a C o r p o r a l; I C C = I n d ic e c in tu r a c a d e r a ; S C = S u p e r fic ie c o r p o r a l Y u = y o d u r ia ; C r . u . = c r e a t in in a u r in a r ia ; Y / C = y o d o / c r e a t in in a ; C in t = c in tu r a ; C a d = c a d e r a . * p = 0 ,0 0 0 1 ; * * p = 0 , 0 1 - 0 , 0 3 ; * * * p = 0 , 1

T a b la 6 7 . C o e f. C o rre la c i n : V T -a n tro p o m e tra (III)


V .D . (V T ) 4 (7 ) 5 (9 ) 6 (6 0 ) 7 (2 6 ) 8 (2 3 ) 9 (1 6 ) 1 0 (7 8 ) 1 1 -1 2 (3 0 ) 1 3 (3 3 ) 1 4 (3 1 ) 1 5 (1 0 ) T a lla
0 ,6 6 *** 0 ,1 6 0 ,3 8 * 0 ,5 4 * 0 ,5 9 0 ,4 3 *** 0 ,5 4 * -0 ,3 0 0 ,1 9 0 ,2 4 * 0 ,4 3

P eso
0 ,5 8 *** 0 ,1 8 0 ,4 0 ** 0 ,2 9 0 ,5 1 ** 0 ,2 7 0 ,5 3 * 0 ,4 7 * 0 ,2 2 0 ,1 3 -0 ,1 1

IM C
0 ,0 4 0 ,0 8 0 ,3 0 ** -0 ,0 0 8 0 ,2 3 0 ,0 1 0 ,3 9 * 0 ,4 8 * 0 ,2 1 0 ,0 1 -0 ,5 8 ***

SC
0 ,6 3 *** 0 ,2 2 0 ,4 3 * 0 ,4 0 * 0 ,5 6 * 0 ,3 6 *** 0 ,5 8 * 0 ,4 5 * 0 ,2 5 0 ,2 0 -0 ,1 4

C in tu ra
0 ,5 8 *** -0 ,0 7 0 ,3 0 ** 0 ,1 6 0 ,4 9 ** 0 ,1 8 0 ,4 5 * 0 ,4 0 * 0 ,0 6 -0 ,1 6 0 ,1 6

c a d e ra
0 ,7 0 ** 0 ,2 7 0 ,3 5 * 0 ,2 6 0 ,4 4 ** 0 ,1 8 0 ,5 2 * 0 ,4 4 * 0 ,3 2 ** -0 ,1 6 0 ,5 3

Y o d u ria
-0 ,3 7 -0 ,5 8 ** -0 ,2 4 ** -0 ,0 9 -0 ,2 5 *** -0 ,3 6 ** -0 ,4 8 ** -0 ,0 9 -0 ,1 0 -0 ,2 5 -0 ,2 5

Y /C
-0 ,0 7 0 ,1 1 0 ,0 3 0 ,2 3 -0 ,2 2 -0 ,0 5 -0 ,2 9

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La correlacin negativa entre yoduria y volumen tiroideo se aprecia tambin al representar el volumen tiroideo (percentiles) en funcin de la yoduria (fig. 33). Los nios que excretaron menos de 50 g/L de yodo tuvieron un volumen tiroideo por encima de los percentiles 75 y 90 con ms frecuencia que los que eliminaron mayor cantidad de yodo en orina. Si bien esta correlacin slo fue estadsticamente significativa para las nias con VT>P-90 (p = 0,03) y no en el resto (tabla 68).

F ig. 33. V olum en tiroideo (m l) en funcin de la yoduria ( g/L)


% nios con VT en los percentiles del eje de X 35
30 25 20 15 10 5 0
> p -75 > p -90 p -95
p e rc e n tile s d e V T
<50 5 1 -1 0 0 1 5 1 -2 0 0 >200

T a b la 6 8 . Y o d u ria (m e d ia S D ) e n fu n ci n d e l p e rce n til d e V T e co g r fic o


P ercen tiles d e V T V T p -75 V T < p -75 Y o d u ria n i a s ( g /L ) 10 8,2 6 4,5 (n= 4 7) 11 1,9 59 (n= 12 9) (ns) V T > p -90 V T < p -90 83,3 6 6,2 (n= 21 ) 11 4,4 6 2,3 (n= 1 55 ) (p = 0,03) V T > p -95 V T > p -95 95,1 80 (n= 12) 11 8,8 6 2 (n= 1 6 4) (ns) Y o d u ria n i o s ( g /L ) 11 8,4 (n= 4 1) 12 1,6 67(n = 11 6) (ns) 10 5,8 88 (n= 11) 12 7,2 7 6 (n= 14 6) (ns) 16 3,5 1 34 ,5 (n = 10 ) 11 7,8 6 5,5 (n= 1 47 ) (ns)

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7.4. Comparacin de los datos con los propuestos por Delange Los valores propuesto por Delange como limites superiores de la normalidad para el volumen tiroideo en funcin de la edad y/o de la superficie corporal, se representan en la fig. 34. Estos valores representan el P-97 de la distribucin de volmenes tiroideos en nios europeos con una yoduria >100 g/L, estudiados por l y su grupo (Delange et al., 1997). De utilizar estos valores (como ya hemos comentado) slo 13 nios de nuestra muestra (si se utilizan los criterios de edad) y 11 nios (si se utilizan los de superficie corporal), seran catalogados como anormales o con tiroides grande. Es decir, un 3,8% o un 3,2% de la submuestra estudiada ecogrficamente por nosotros (tablas 64 y 69).

F ig . 3 4 a . U p p e r L im it o f N o r m a l t h y r o i d v o lu m e ( m l) m e a s u r e d b y u lt r a s o n o g r a p h y in io d i n e - r e p le t b o y s a n d g ir ls i n E u r o p e , a s a f u n c t io n o f a g e
V T ( m l) 1 8 1 6 1 4 1 2 1 0 8 6 4 2 0 B o ys G i r ls 6 5 ,4 5 7 5 ,7 5 ,9 8 6 ,1 6 ,9 9 6 ,8 8 1 0 7 ,8 9 ,2 1 1 9 1 0 ,4 1 2 1 0 ,4 1 1 ,7 1 3 1 2 1 3 ,1 1 4 1 3 ,9 1 4 ,6 1 5 1 6 1 6 ,1 B o ys G i r ls

E D A D

F ig . 3 4 b . U p p e r L im it o f N o rm a l t h y ro id vo l u m e (m l) m e a s u re d b y u lt r a s o n o g ra p h y in io d i n e -re p le t b o y s a n d g i rls in E u ro p e a s a f u n c t io n o f B S A
18 16 14 12 B o ys G ir ls

m2

10 8 6 4 2 0 B o ys G ir ls 0 ,8 4 ,7 4 ,8 0 ,9 5 ,3 5 ,9 1 ,0 6 7 ,1 1 ,1 7 8 ,3 1 ,2 8 9 ,5 1 ,3 9 ,3 1 0 ,7 1 ,4 1 0 ,7 1 1 ,9 1 ,5 1 2 ,2 1 3 ,1 1 ,6 14 1 4 ,3 BSA 1 ,7 1 5 ,8 1 5 ,6

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La tabla 69 recoge los valores medios de VT ecogrfico (MediaSD) en la muestra (para cada grupo de edad) y los tiroides grandes segn cuatro criterios: (I) utilizando los criterios actualmente aceptados por la OMS (multiplicando los tres dimetros ecogrficos por el factor 0,479) (OMS, 1994; Delange et al., 1997); (II) utilizando el factor 0,52 en vez de 0,479; (III) utilizando los criterios de Vitti et al. (1994); y (IV) utilizando los criterios de Lisba et al. (1996) (Ecobody Index>6,2 ml/m2). Podemos apreciar que no hay unanimidad entre los distintos autores a la hora de catalogar el volumen tiroideo como grande o normal. La aplicacin de los diferentes criterios a nuestra muestra de volmenes tiroideos nos habra dado una prevalencia de tiroides grandes (ecogrficamente) que vara entre el 3,2% (n=11) utilizando los criterios de edad de Delange y el 20,6% (n=71) si aplicamos los criterios de Vitti.

Tabla 69. VT (media SD) y 3 criterios ecogrficos de VT


Aos (n) 4 (7) 5 (9) 6 (60) 7 (26) 8 (23) 9 (16) 10 (79) 11 (40) 12 (15) 13 (34) 14 (31) 15 (10) N=343 mediaSD (I) Delange Edad/SC 2,29 0,52 3,07 1,26 3,18 0,98 3,34 1,04 4,12 1,16 3,95 1,21 5,27 2,03 5,80 2,04 5,85 1,80 8,12 3,37 8,62 2,64 9,54 6,74 0/0 1/0 4/2 0/0 1/0 0/0 3/3 0/0 1/1 2/3 0/1 1/1 13/11(3,7%-3,2%) (II) Delange Edad/SC 0/0 1/1 4/2 1/2 2/0 0/0 5/4 3/2 0/0 3/5 3/2 1/1 3/19 (6,7%/5,5%) (III) Vitti 0 2 5 2 4 2 18 8 3 12 12 3 71 (20,6% (IV) Lisba) 0 0 1 0 0 0 5 3 1 8 6 2 26 (9,0%)

(I): Factor de multiplicacin=0,479; (II): FM=0,52; (III): FM=0,52; (IV):VT/SC>6,2m2

En la fig. 35 se representan los percentiles 75, 90 y 95 del volumen tiroideo de los nios estudiados, en funcin del sexo y la edad. El volumen tiroideo de las nias de edades comprendidas entre los 8 y 10 aos era mayor que en los nios de la misma edad (p = 0,03). En la fig. 36 se representa la evolucin de la relacin volumen tiroideosuperficie corporal de los nios en funcin de la edad (Ecobody-Index). Se aprecia claramente que, mientras hasta los 9 aos la relacin entre el aumento de volumen

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tiroideo y superficie corporal se mantiene constante, a partir de esta edad parece como si el tiroides aumentara en mayor proporcin que la superficie corporal. Esto puede explicar que excepto un caso todos los tiroides que hubieran sido catalogados de grandes siguiendo el criterio de Lisba, correspondieran a nios con una edad superior a los 9 aos.

Fig. 35. Percentiles 75, 90 Y 95 de V T ecogrfico en funcin de la edad y sexo


ml 18
P -7 5 n i o s P -7 5 n i a s P -9 0 n i o s P -9 0 n i a s P -9 5 n i o s P -9 5 n i a s

16 14 12 10 8 6 4 2 0

<=6

> 6 -8

> 8 -1 0

> 1 0 -1 2

> 12

edad .

Fig. 36. Ecobody-index en funcin de la edad (volumen tiroideo / superficie corporal)


7 6 5 4 3 2 1
ao s

0
4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15

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7.5. Validacin de la palpacin con la ecografa Como ha sido comentado en lneas precedentes, en los 13 nios con tiroides aumentado (de acuerdo con los criterios de Delange) el explorador de campo haba palpado bocio (en 10 de ellos de grado Ib). A partir de nuestros propios volmenes tiroideos (percentiles 75, 90 y 95) y de los criterios ecogrficos de Delange, Vitti y Lisba, as como de los resultados de la palpacin (tanto del explorador de campo o 1 explorador, como del endocrinlogo pediatra o 2 explorador) hemos calculado la sensibilidad, especificidad y los valores predictivos positivos y negativos de la palpacin frente a la ecografa (tabla 70). Para el punto de corte P-75 de nuestra propia distribucin muestral de volmenes tiroideos ecogrficos, el explorador de campo y el endocrinlogo pediatra (2 evaluador) tuvieron el mayor valor predictivo positivo, an cuando ste fue bajo (algo menos en el caso del primer evaluador) (27% vs. 40,9%). El valor predictivo positivo fue ms bajo cuando los puntos de corte se establecieron en los percentiles P-90 o P-95 de la distribucin de volmenes tiroideos ecogrficos. Partiendo de la hiptesis nula de que la palpacin y la ecografa en esos percentiles representan realidades idnticas (bocio o aumento de la glndula), en ninguno de los tres supuestos (P-75, P-90, P-95) el coeficiente de concordancia kappa fue superior a 0,18 (datos no tabulados), un coeficiente muy bajo para sostener la hiptesis estadstica de concordancia entre ambos criterios.

T a b la 7 0 . S e n s ib ilid a d , e s p e c ific id a d y v a lo r e s p re d ic tiv o s ( p a lp a c i n v s . e c o g ra fa )


ULN D e la n g e ) S (1 ) S (2 ) E (1 ) E (2 ) V P P (1 ) V P P (2 ) V P N (1 ) V P N (2 ) 100 6 6 ,6 3 1 ,6 6 2 ,7 4 ,8 7 ,2 1 0 0 ,0 9 7 ,7 ULN (V itti) 6 7 ,3 6 9 ,2 3 2 ,1 6 6 ,6 1 3 ,3 2 9 ,5 9 1 ,4 8 7 ,8 P -7 5 72 4 0 ,9 3 2 ,1 6 8 ,4 27 4 0 ,9 7 6 ,6 8 2 ,9 P -9 0 75 70 3 1 .9 6 5 ,1 1 2 ,6 2 2 ,9 9 0 ,6 9 3 ,6 P -9 5 8 1 ,8 5 8 ,3 3 1 ,9 6 2 ,2 7 ,6 1 1 ,4 9 6 ,2 9 4 ,6 Ecobo dyIn d e x 8 4 ,6 7 2 ,2 3 1 ,8 6 6 ,4 9 ,6 8 ,8 96 9 4 ,3

S (1 ) y S (2 )= s e n s ib ilid a d 1 y 2 e x p lo ra d o r; E (1 ) y E (2 )= e s p e c ific id a d 1 y 2 e x p lo ra d o r; V P P y V P N = v a lo re s p re d ic tiv o s p o s itiv o s y n e g a tiv o s

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7.6. Estudio de concordancia En 144 nios (19% de la muestra) hubo una segunda exploracin tiroidea por palpacin realizada por dos pediatras (expertos en Endocrinologa Peditrica) del Hospital Regional. La tabla 71 muestra los resultados del estudio de concordancia entre el investigador de campo y el endocrino pediatra. Hay que resear que la segunda exploracin no fue coetnea con la primera. El 50% de los nios fueron examinados por el 2 explorador en los 6 meses siguientes a la exploracin de campo y un 40% entre 12 y 16 meses despus. Es importante saber que la submuestra reevaluada no fue completamente aleatoria (inclua la mayor parte de los nios a los que se les haba palpado bocio en el estudio de campo ms un nmero similar de nios sin bocio palpable). La concordancia bruta (presencia/ausencia de bocio) fue del 65%. El ndice kappa entre los dos evaluadores fue de 0,38 y el error estndar (EEK) de 0,07 (p<0,01). Aunque la concordancia no haya sido muy alta, es superior a la que hubiera sido de esperar por el azar. Cuando se consider la concordancia entre los dos evaluadores para decidir si se trataba de un bocio Ia o Ib, la concordancia bruta descendi al 53,4% y el ndice kappa a 0,24 con un EEK de 0,06 (p<0,01). Lo que significa que, aunque dbil, la concordancia sigue siendo superior a la que podra ser atribuida al azar. Slo cuando se considera separadamente la concordancia para reconocer el grado Ib frente al resto (0 + Ia), desaparece la significacin estadstica pues, aunque kappa es tambin de 0,24, el EEK es mayor (0,13) (z = 1,84; p>0,05). 7.7. Prediccin del volumen tiroideo ecogrfico En un modelo de Regresin Mltiple, tomando como variable dependiente el volumen tiroideo ecogrfico y como variables independientes la superficie corporal, los valores de tiroglobulina y de yoduria, la variable que ms influy en el volumen tiroideo fue la superficie corporal (r2 = 0,48) (Modelo 1). Cuando se incluye adems la Tg se explica hasta un 54% de la variabilidad del volumen tiroideo (Modelo 2); y si incluimos tambin yoduria y una variable de interaccin yoduria-tiroglobulina, se explica hasta un 60% (Modelo 3) (tabla 72).

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Tabla 71. Estudio de concordancia (n=144): explorador de campo (EC) vs. pediatra endocrino (PE)
1) Criterio: Presencia de bocio (0 vs.Ia+Ib)
Prevalencia:EC (56,9%)//PE (40,0%); ndice Kappa =0,38; EE=0,07; z=4,90;p<0.01. Conclusin: la concordancia (65%) aunque no muy alta, es superior a que podra esperarse por el azar.

2)Criterio: Presencia y grado de bocio (0 vs. Ia vs. Ib)


Prevalencia Ia: EC (38,19%)/PE (27,00%) Prevalencia Ib: EC (18,75%)/PE (13,00%) ndice Capa=0,24; EE=0,06; z=4,00; p<0,01. Conclusin: la concordancia (53,4%) aunque dbil, sigue siendo superior a la que podra ser debida al azar

3) Criterio: Presencia de bocio VIH vs. 0+Ia.


EC (18,75%)/PE (13,00%). ndice Kappa=0,24; EE=0,13; z=1,84; p>0,05. Conclusin: la concordancia es inferior a la que podra ser debida al azar

Tabla 72. Modelos de regresin mltiple. Variable dependiente: VT ecogrfico


Coeficiente Modelo 1: Ordenada en el origen Superficie corporal Modelo 2: Ordenada en el origen Superficie corporal Tiroglobulina Modelo 3: Ordenada en el origen Superficie corporal Yoduria Tiroglobulina Tiroglobulina*yoduria -3,70 7,41 -5,08 7,83 0,08 -6,51 7,69 0,01 0,71 -0,001 EES 0,52 0,42 0,56 0,43 0,01 0,41 0,002 0,02 0,0002 p 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 0,0001 R2 0,48

0,54

0,60

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8. CAPACIDAD AUDITIVA EN LOS NIOS ESTUDIADOS


8.1. Descripcin de la muestra evaluada audiomtricamente A partir del estudio poblacional de prevalencia de bocio, se realiz una prueba audiomtrica, para valoracin de la capacidad auditiva, en 150 nios. Los nios de esta submuestra eran de una edad similar (media de edad 10,62,9; rango = 6-16) a la muestra de la que procedan, excepto por la exclusin de los nios menores de 6 aos de edad (para evitar falsos positivos o negativos en la valoracin auditiva, por la menor colaboracin en funcin de la edad). Tanto la prevalencia de bocio (38,3% vs. 37%), como la proporcin de nios y nias en esta submuestra (44% vs. 56%) era similar a la de la muestra de la que procedan (48% vs. 52%). Tampoco haba diferencias en los valores medios de yoduria (119,667,4 vs. 119,370 g/L) o cociente Y/C (130,083,7 vs. 138,298,8 g/g), ni en los cuartiles (Q1, Q2 y Q3) de ambas distribuciones. La mediana de Tg era similar en ambos grupos (8,9 vs. 8,95 ng/ml). Para la valoracin estadstica de los datos audiomtricos se excluyeron los nios con TSH>5 IU/ml, por lo que la proporcin de nios con Ac antiperoxidasa (TPO) era mayor en la muestra de la que procedan (5,5% vs. 1,4%). El volumen tiroideo, por ltimo, fue mayor en los nios con bocio palpable tanto en la muestra general (7,084,3 vs. 5,392,6 ml) como en la submuestra estudiada (6,954,2 vs. 4,62,03 ml) (tabla 73).

8.2. Audiograma medio de la muestra. En la fig. 37 se representa el audiograma medio de los nios estudiados tanto para la va area (n=150) como para la va sea (n=32). La prevalencia de nios que necesitaron en cualquier frecuencia una intensidad >20 dB fue de 65% (el 38,4% necesit ms de 25 dB y 19,7% ms de 30 dB) (tabla 74). En la fig. 38 se representa el audiograma medio en funcin de los niveles de yoduria. Para todas las frecuencias, los nios que eliminaron menos yodo en orina necesitaron ms decibelios para reconocer la seal (tono) en la audiometra. Si excluimos los valores de yodo urinario >150 g/L, este gradiente entre valores de yoduria y dintel auditivo es estadsticamente significativo para todas las frecuencias y para

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ambos odos (datos no representados). Este gradiente se mantiene tambin tanto para la va area (fig. 38a) como para la va sea (en este caso, se dicotomizan los valores de yoduria en mayor o menor de 100 g/L), aunque en sta la significacin es menor dado el menor nmero de nios explorados (fig. 38b).

Tabla 73. Descripcin de la submuestra (audiometra)


Muestra (n=756)
Edad (media SD) (mn.-mx.) BMI (media SD) (mn.-mx.) Prevalencia de bocio (IC 95%) Sexo (F/M) Yoduria (g/L) (media SD) (mn.-mx.) Yoduria (g/L) (media SD)(Q1-Q2-Q3) Y/C (g/g) (media SD) (mn.-mx.) Y/C (g/g) (Q1-mediana-Q3) T SH>5 UI/ml (%) T iroglobulina (mediana) (ng(ml) T PO>20U. T SI>10u. Volu men tiroideo (ml) no bocio palpable Bocio palpable 9,73,1 (4-16) 10,2 3,5 (13,0-35,6) 37 % (33-39) 363/393 119,3 70,1 (10-500) 60-120-160 138,2 98,8 (12,5-612,9) 70,4-115,9-173,9 4,6% 8,9 5,5% 9,2% 5,39 2,6 7,08 4,3*

Submuestra (n=150)
10,6 2,9 (6-16) 19,8 3,7 (13,3-36,4) 38,3% (31-46) 66/84 119,6 67,4 (20-500) 80-120-160 130,0 83,7 (12,5-592) 74-116,5-170,2 Excluidos 8,95 1,4% 7,1% 4,6 2,03 6,95 4,2* *p<0,0001(bocio vs.no bocio)

F ig . 3 7 . A a ud io m e tra m e d ia (to d o s) (va a re a y va s e a)

25 20
Intensidad m edia (dB)

15 10 5 0 125
O D:va area O I:va area VO D:va sea VO I:Va sea

250

500

1000

2000

F re c u e n cia s (H z)

4000

8000

V a a re a (n = 1 5 0 ); O D = O d o D e re c h o ; O I = O d o Iz q u ie rd o . V a s e a (n = 3 2 ); V O D = V a s e a O d o D e re c h o ; V O I= V a s e a O d o Iz q u ie rd o .

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T a b la 7 4 . P re v a le n c ia d e c u a tro d in te le s a u d itiv o s
(I: to d a s la s fre c u e n c ia s ; II:F re c .c o n v e r s a c io n a le s )

D in te l >15 dB >20 dB >25dB >30 dB

(I)

125; 250; 500; 1000; 2000; 4000; 8000H z 88% 65% 3 8 ,4 % 1 9 ,7 %

(II) 5 0 0 ; 1 0 0 0 ; 2000; 4000 H z 8 1 ,2 % 60 % 2 9 ,1 % 1 5 ,4 %

Sin embargo, el gradiente entre dintel auditivo y yoduria no ha sido totalmente independiente de la presencia de bocio. As, el gradiente yoduria/decibelios (Y/dB) slo se mantiene con significacin estadstica para casi todas las frecuencias en aquellos nios que presentaron bocio a la palpacin, (fig. 39b) pero no en aquellos en los que no se palp bocio en el estudio de campo (fig. 39a). En la fig. 40 se representa el gradiente Y/dB para todas las frecuencias y ambos odos en funcin de que los nios eliminaran ms o menos de 50 g/L, tanto en nios con bocio como sin bocio (a la palpacin). Como se ve (fig. 40b), los nios con bocio que eliminaron menos de 50 g/L tendieron a necesitar ms decibelios (a igual frecuencia) que los nios sin bocio (fig. 40a); y el gradiente entre los dos niveles de yoduria y los decibelios (dB) fue muchos ms evidente (y estadsticamente significativo) en los nios con bocio. Esta misma tendencia se mantiene tambin en los nios en los que se explor la va sea (segn eliminaran ms o menos de 100 g/L) aunque sin alcanzar (seguramente por el escaso tamao muestral) significacin estadstica (fig. 41). Por otro lado, ni la edad, ni el sexo, ni la superficie corporal fueron significativamente diferentes entre los nios que eliminaron menos o ms de 50 g de yodo/L de orina (datos no tabulados). Tampoco parece haber influencia del sexo en la diferente capacidad auditiva, ni para la va sea ni para la area, en ninguna de las frecuencias evaluadas.

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Fig. 38a. Audiometra (va area) en funcin de la yoduria (todos)


30
OD-125 Hz (p=ns) OD-250 Hz (p=ns) OD-5OO Hz (p=0,03) OD-1000 Hz(p=0,03) OD-2000 Hz (p=0,06) OD-4000 Hz (p=0,01) OD-8000 Hz (p=0,1) OI-125 Hz (p=ns) OI-250 Hz (p=ns) OI-500 Hz (p=0,1) OI-1000 Hz (p=0,1) OI-2000 Hz (p=0,09) OI-4000 Hz (p=ns) OI-8000 Hz (p=ns)

Fig. 38b. Audiometra (va sea) en funcin de yoduria >/< de 100 g/L
18 16 14 12
V O D -4000H z V O D -500H z (p=0,03)

25

V O D -2000H z

20 Decibelios

Decibelios

15

10 8 6 4
V O I-4000H z V O I-500H z

10

V O I-2000H z (p=0,03)

0
0) 36) 30) 39 ) (3 ( 0( ( 0 0 < 1 0 -1 5 >1 5 51 101 50 .

2 0

<1 00 (17 )

Fig. 39a. Audiometra (VA) nios sin bocio en funcin de la yoduria


30
OD -125 Hz (p= ns) OD -250 Hz (p= ns) OD -5OO Hz (p= 0,03) OD -1000 Hz (p= 0,03) OD -2000 Hz (p= 0,06) OD - 4000 Hz (p= 0,01) OI-125 Hz (ns) OI-250 Hz (ns) OI-500 Hz (ns) OI-1000 Hz (ns) OI-2000 Hz (ns) OI-4000 Hz (ns) OD -8000 Hz (p= 0.1) OI-8000 Hz (ns)

Fig. 39b. Audiometra (VA) nios con bocio en funcin de la yoduria


35
O D -1 2 5 Hz (p =0 ,1 ) O D -2 5 0 Hz (p =0 .0 4 ) O D -5 O O Hz (p =0 ,0 1 ) O D -1 0 0 0 Hz (p =0 ,0 1 ) O D -2 0 0 0 Hz (p =0 ,0 7 ) O D -4 0 0 0 Hz (p =0 ,0 5 ) O I-1 2 5 Hz (ns ) O I-2 5 0 Hz (ns ) O I-5 0 0 Hz (ns ) O I-2 0 0 0 Hz (p =0 ,0 9 ) O I-4 0 0 0 Hz (ns ) O I-8 0 0 0 Hz (p =0 ,0 4 ) O D -8 0 0 0 Hz (ns ) O I-1 0 0 0 Hz (p =0 ,1 )

25

30

20

25

D ecib elios

D ec ibe lios

20

15

15

10

10

0
(n 00 =3 0) ( 1 5 n= 0 36 > 1 (n ) 50 =3 0) (n =3 9) .

>1 00 (18 )

g/L

g/L

g/L

g I/L

g/L g/L
51

51

274

10

1-

0 -1

<5

(2

0) 5 >1 0

(1

8)

g/L

g/L

-1

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Fig. 40a. Audiometra (nios sin bocio) en funcin de yoduria >/ < de 50 g/L
35
OD-125 Hz (NS) OD-250 Hz (NS) OD-500 Hz (NS) OD-1000 Hz (NS) OD-2000 Hz (NS)

Fig. 40b. Audiometra (nios con bocio) en funcin de yoduria >/ < de 50 g/L
35
OD -125 Hz (p= 0,1) OD -250 Hz (p= 0,03) OD -500 Hz (p= 0,007) OD -1000 Hz (p= 0,008) OD -2000 Hz (p= 0,1) OD -40000 Hz (0,03) OD -8000 Hz (p= 0,1) OI-125 Hz (p= 0,1) OI-250 (p= 0,02) OI-500 (p= 0,03) OI-1000 (0,0008) OI-2000 (p= 0,1) OI-4000 (p= 0,1) OI-8000 Hz (p= 0.1)

30

30

25

25

Decibelios

15

10

OI-125 Hz (NS) OI-250 Hz (NS) OI-500 Hz (NS) OI-1000 Hz (NS) OI-2000 Hz (NS) OI-4000 Hz (NS) OI-8000 Hz (NS)

Dec ibelios

20

OD-4000 Hz (NS) OD-8000 Hz (NS)

20

15

10

0
. . 3) 8) (n =1 (n =3

=1

50

(n

>5

50

<=

Fig. 41a. Audiometra nios sin bocio (VO) en funcin de yoduria >/ < 100 g/L
18
VOD-250 Hz

Fig. 41b. Audiometra (VO) nios con bocio en funcin de yoduria > o < de 100 g/L
20
VOD-250 Hz

16

<=

18
VOD-500 Hz

>5

(n

=5

g/L

g/L

5)

8)

14
VOD-1000 Hz

16 14
VOD-2000 Hz

VOD-500 Hz (p=0,05) VOD-1000 Hz (p=0,05) VOD-2000 Hz

12

decibelios

12
VOD-4000 Hz VOI-250 Hz VOI-500 Hz

decibelios

10

VOD-4000 Hz

10
VOI-250 Hz

8 6

VOI-500 Hz (p=0,05) VOI-1000 Hz VOI-2000 Hz VOI-4000 Hz (p=0,05)

VOI-1000Mh

4
VOI-2000 Hz

4 2
VOI-4000 Hz

(p=ns)
) ) (n (n

=8

g/L

=8

=7

=7

10

10

00

>1

<=

<=

>1

00

g/L

g/L g/L

(n

(n

275

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8.3. Asociaciones entre la funcin tiroidea y la capacidad auditiva Los nios con niveles de tiroglobulina mayores de 10 ng/ml han tenido en todas las frecuencias, y para ambos odos, menor sensibilidad auditiva (con significacin estadstica o cercana a ella) necesitando ms decibelios para reconocer la seal que los que tuvieron cifras de tiroglobulina menores de 10 ng/ml, tanto para la va area como para la va sea (aunque las significaciones estadsticas hayan sido menores en este caso, al ser pocos los casos explorados) (fig. 42). Se ha escogido la cifra de 10 ng/ml por ser el punto o valor de corte en el que se suele sugerir la existencia de una endemia bociosa leve (tabla 11).

Fig. 42a. Audiometra (VA) ambos odos en funcin de los niveles de Tg


30
O D -1 2 5 H z* O D -2 5 0 H z

Fig. 42b. Audiometra (VO) ambos odos en funcin de los niveles de Tg

20 18 16 14 d e c ib e lio s (d B ) 12 10 8 6 4 2 0

V O D -2 5 0 H z (N S ) V O D -5 0 0 H z (N S ) V O D -1 0 0 0 H z (p = 0 ,0 5 ) V O D -2 0 0 0 H z (N S ) V O D -4 0 0 0 H z (p = 0 ,0 5 ) V O I-2 5 0 H z (N S ) V O I-5 0 0 H z (N S ) V O I-1 0 0 0 H z (0 ,0 6 ) V O I-2 0 0 0 H z (N S ) V O I-4 0 0 0 H z (p = 0 ,0 5 )

25

O D -5 O O H z* O D -1 0 0 0 H z

20

O D -2 0 0 0 H z O D -4 0 0 0 H z* O D -8 0 0 0 H z

de c ibe lio s (dB )

15

O I -1 2 5 H z* O I -2 5 0 H z**

10

O I -5 0 0 H z** O I -1 0 0 0 H z**

O I -2 0 0 0 H z* O I -4 0 0 0 H z** O I -8 0 0 0 H z*

13

13

n=

/m

/m

l(

ng

ng

/m

10

ng

<=

Tg

>1

Tg

<1

Ante la posibilidad de que estas asociaciones pudieran estar explicadas por otras variables de confusin, hemos diseado diferentes modelos de regresin mltiple tras haber realizado estratificaciones bivariantes con el objetivo de detectar, en ltima instancia, los posibles sesgos de confusin.

276

>1

ng

/m

l(

n=

*p=0,05 **p=0,03

) .

) .

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En los modelos se han introducido sistemticamente la yoduria y la edad, por aparecer ambos relacionados en el anlisis de correlacin bivariante con la capacidad auditiva, adems de por coherencia biolgica, pues son dos variables de gran significado en el presente estudio. As mismo, la influencia de la presencia de bocio se ha controlado mediante la estratificacin en funcin del resultado de la palpacin, dentro de cada modelo. Los niveles de tiroglobulina, ajustados por la yoduria y la edad, explicaron el 52% de la varianza de los decibelios necesarios para reconocer la seal auditiva a la frecuencia de 2.000 Hz (va area) (tambin en otras frecuencias), pero slo en los nios en los que se haba palpado bocio. En los nios en los que no se haba palpado bocio no se hall esta correlacin (tabla 75). Resultados parecidos se han encontrado al explorar la va sea (a pesar de que el nmero de nios a los que se les ha explorado la va sea es menor) donde la Tg explic hasta el 63% de las diferencias en nios clasificados con bocio mientras en los nios sin bocio la asociacin no fue significativa (tabla 76). Si estratificamos en funcin de la yoduria en vez de utilizar el criterio bocio, tambin la tiroglobulina (ajustada por la yoduria y la edad) ha explicado el 41% de la varianza de la capacidad auditiva a 2000 Hz (va area) en los nios con yoduria 100 g/L. En cambio no existi tal asociacin en aqullos con yodurias mayores de 100 g/L (tabla 77) (con otras frecuencias resultados parecidos). Finalmente, es en el grupo de nios con bocio y yodurias inferiores a 100 g/L en el que la tiroglobulina y la capacidad auditiva han estado ms estrechamente asociadas.

Tabla 75. Modelo de regresin mltiple. Variable dependiente: dB a 2000* Hz (VA)


Parmetro Nios con bocio Ord. Origen Tiroglobulina Yoduria Edad Nios sin bocio Ord. Origen Tiroglobulina Yoduria Edad ES p R2

-148 0,77 -0,0004 0,47 22,2 -0,15 -0,0001 -0,76

4,90 0,09 0,01 0,33 0,75 0,02 0,46

0,76 0,0001 (ns) (ns) (ns) (ns) (ns)

0,52 (p=0,0001)

(ns)

* (con otras frecuencias resultados parecidos)

277

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T abla 76. M o delo de reg resin m ltiple. V ariable D pte dB a 1000* H z (va sea)

P arm etro N io s co n bo cio O rd. O rigen Tiroglobulina Yoduria E dad N io s sin bo cio

ES

R2

746 28 -0,03 -0,54

2,49 0,09 0,03 0,93

2 0,01

0 ,63 (p=0,05) (ns ) (ns ) (ns)

*(C on otras frec uencias resultados parecidos)

Tabla 77. Modelo de regresin mltiple. Variable Dependiente:dB a 2000 Hz* (va area)

Parmetro Yoduria 100 g/L Ord. Origen Tiroglobulina Yoduria Edad Yoduria > 100 g/L Ord. Origen Tiroglobulina Yoduria edad

ES

R2

512 6 -0,09 0,61 10,2 -0,17 0,05 -0,57

5,45 0,11 0,04 0,43 7,17 0,19 0,06 0,33

0,41 35 0,0001 (p=0,0001) 0,03 0,16 0,16 0,38 0,11 0,09 (ns)

*(con otras frecuencias resultados parecidos)

278

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Como se ve en la tabla 78, la tiroglobulina ha explicado el 75% de la varianza de los decibelios necesarios para que estos nios reconocieran la seal a 2000 Hz (con otras frecuencias los resultados han sido parecidos). La ausencia de bocio hizo desaparecer la significacin de la asociacin entre tiroglobulina y sensibilidad auditiva, incluso con yodurias menores de 100 g/L. Por el contrario, la presencia de bocio hace aparecer a la yoduria como variable explicativa de la capacidad auditiva incluso con valores de yoduria mayores de 100 g/L (aunque el modelo del subgrupo con bocio y yodurias mayores de 100 g/L slo roza la significacin estadstica). En las tablas 79 y 80 se resumen varios modelos de prediccin de la variabilidad de los decibelios necesarios para reconocer la seal a las frecuencias de 1000 Hz (va area) y 4000 Hz (va sea). Como se puede ver, en ambos modelos edad, tiroglobulina y yoduria, son variables que interactan y que, cuando se presentan simultneamente, mejoran significativamente el grado de explicacin de la variabilidad de los decibelios necesarios para percibir el tono (hasta el 52% en la va area y hasta el 36% en la va sea). Aunque el nmero de nios en los que se explor la va sea fue menor (n=30), los modelos reproducen los hallazgos de la va area.

Tabla 79. Modelos de regresin mltiple. Variable Dependiente: dB a 1000 Hz (va area/OD)
Parmetro
Modelo 1: Ord. Origen Edad Modelo 2: Ord. Origen Tiroglobulina Modelo 3: Ord. Origen Edad Tiroglobulina Modelo 4: Ord. Origen Edad Tiroglobulina Y/C -4,9 1,837 11.07 0,11 -7.22 1,88 0,12 0,88 1,5 0,11 -0,03

ES
3,8 0,3 2,23 0,007 5,18 0,30 0,06 7,72 0,6 0,1 0,2

p
0,36 0,02 0,0001 0,10 0,17 0,001 0,03 0,89 0,02 0,28 0,16

R2
0,34 (p=0,002) 0,09 (ns) 0,46 (p=0,002)

0,52 (p=0,007)

279

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Tabla 80. Modelo de regresin mltiple. Variable Dependiente: dB a 4000 Hz (VO,OD) (n=30)
Parmetro Modelo 1: Ord. Origen Edad Modelo 2: Ord. Origen Tiroglobulina Modelo 3: Ord. Origen Edad Tiroglobulina Modelo 4: Ord, origen Edad Tiroglobulina Y/C 4,17 1,02 11,6 0,13 0,43 1,22 0,17 -0,8 1,62 0,70 0,008 ES 3,2 0,3 1,96 0,09 3,48 0,36 0,08 7,4 7,4 0,27 0,01 p 0,43 0,08 R2 0,09
(p=0,08)

0,0001 0,07 0,16 (p=0,16) 0,93 0,04 0,03 0,19 0,19 0,01 0,60

0,21
(p=0,049)

0,36
(p=0,01)

8.4. Prediccin de riesgo de un (determinado) umbral auditivo. Hemos estimado el riesgo de que un nio tuviera un dintel mayor de 20 dB en cualquiera de las frecuencias evaluadas mediante un modelo de regresin logstica, considerando como variable dependiente un valor mayor o menor de 20 dB y como variable explicatoria principal la presencia o no de bocio (modelo 1) o el VT medido por ecografa (modelos 2 y 3). Dado que el volumen del tiroides es una variable continua que covara con la edad y el sexo, hemos dicotomizado la variable en funcin de los percentiles 75 y 90 de la distribucin muestral de VT, ajustados en funcin del sexo y la edad. En todos los modelos se ha incluido la tiroglobulina como marcador indirecto de funcin tiroidea. En la tabla 81 se representa el riesgo de necesitar ms de 20 decibelios en cualquier frecuencia (3 modelos): primero, considerando la presencia de bocio por palpacin e incluyendo las variables edad, Tg y yoduria, el riesgo sera de 2 en los nios con bocio (OR = 1,97; IC del 95%=1,34-2,52). En el segundo modelo (nios con VT superior al percentil 75 de la distribucin de VT) e incluyendo adems la Tg y una

280

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variable de interaccin P-75*Tg el riesgo de necesitar ms de 20 dB aumenta a 3,06 (IC = 2,19-3,92). En el tercer modelo se incluyen las variables: VT>P-90, Tg y la variable de interaccin P-90*Tg, con lo que el riesgo de necesitar ms de 20 dB aumenta casi hasta 4 (OR=3,86; IC=2,59-5,10). De los 150 nios valorados, 17 nios fueron reevaluados por el especialista en ORL por sospecha de problemas auditivos. El 52,9% (n=9) necesitaron 20 decibelios o ms en alguna de las frecuencias (esta vez en cabina). No se detect sordera en ninguno de los nios (aunque 2 nias utilizaban audfonos desde pequeas por lo que no se incluyeron en el anlisis estadstico).

Tabla 81. Prediccin de riesgo (dintel auditivo). Varariable Dependiente: dB>20 a cualquier frecuencia
Parmetro
Modelo 1: Intercep Bocio Edad Tiroglobulina Yoduria Modelo 2: Intercep VT>p-75 Tiroglobulina VT>p-75*Tg Modelo 1: Intercep VT>p-90 Tiroglobulina VT>p-90*Tg 0,88 0,88 -0,22 0,14 0,01 0,3 1,12 0,038 0,071 1,14 1,45 0,02 0,08

EE
1,31 0,3 0,1 0,08 0,004 0,44 0,44 0,03 0,03 0,64 0,64 0,03 0,03

Chi2
0,27 4,84 4,3 4,32 3,72 0,47 6,45 2,30 3,7 3,13 4,34 0,63 3,81

p
0,65 0,02 0,03 0,10 0,001 0,49 0,01 0,10 0,04 0,07 0,03 0,42 0,03

OR (IC 95%)
1,97 (1,34-2,52)

3,06 (2,19-3,92)

3,86 (2,59-5,10)

281

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9. DETERMINANTES DE LA ELIMINACION DE YODO EN ORINA (ANLISIS DE LA ENCUESTA ALIMENTARIA)


9.1. Procedencia del agua de consumo, consumo de sal yodada y uso de desinfectantes. Algunos de los resultados de la encuesta alimentaria (n=547) (dado el gran nmero de datos recogidos en la encuesta se analizan slo los que se han relacionado con el nivel de yoduria en los nios) son los siguientes: 1. El 66% de los nios dijeron utilizar agua del grifo para beber y cocinar, un 19% utilizaba agua embotellada (mineral) o alternaba entre distintos tipos (mineral/grifo = varios) y un 15% de toda la muestra an utilizaba agua de pozo (fig. 43). 2. 3. El 26% de las madres dijeron consumir sal yodada, el 19% utilizaba sal marina y el 50% sal comn de mesa (fig. 44). Al menos el 21% de los nios dijeron haber sufrido recientemente alguna herida y haber utilizado algn antisptico local (Betadine) (fig. 45).

Fig. 43. Procedencia del agua de bebida (poblacin escolar de la Axarqua)

14%

5%

15% 66%
G R IF O PO ZO M IN E R AL VAR IO S

283

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F ig . 44 . T ipo de sa l co nsum ida (p ob lacin escolar d e la A xa rq u a)

5% 19%

50% 26%
sal de m esa s a l yo d a d a s a l m a rin a va r io s

F ig. 45. N ios que han utilizado antispticos por alguna herida reciente
7%

21%

72%
Si No No saben

Cuando se representaron estas tres variables (importantes determinantes de la ingesta/eliminacin de yodo) observamos que no se distribuan aleatoriamente en las tres zonas geogrficas consideradas en el estudio. As, mientras en la zona A (Almijara) slo el 2,8% de los nios dijeron utilizar agua de pozo, en la zona C (Costa) dijeron utilizarla el 17,5% de los nios (p=0,008). Y, sorprendentemente, los nios de Costa dijeron haber sufrido heridas que necesitaron desinfeccin con mucha mayor frecuencia

284

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que los nios de Interior o Almijara (p=0,00001). No hubo diferencias en el consumo de sal yodada entre las tres zonas (fig. 46). (Es importante resear aqu que el agua que se consume habitualmente en muchos los pueblos incluidos en la zona interior Almijara e Interior procede de manantiales que se incorporan a las redes de abastecimiento).

Fig. 46. Procedencia del agua, consumo de sal yodada y uso reciente de desinfectantes cada zona
%
35 30 25 20 15 10 5 0 POZO SAL YODADA HERIDAS 2,8
p=0,008

Alm ijara

Interior

Costa
(ns)

31,9 27,7 23,7


p=0,00001

17,5

20,2

14,1

16,4 12,5

Como se ve en la fig. 47, la yoduria de los nios no ha sido diferente en funcin de la procedencia del agua de bebida. Los nios que bebieron agua de pozo o de grifo tendieron a eliminar menos yodo en orina que los que beban agua mineral o alternaban sta con las dems. Si bien no haba diferencias significativas al considerar los cuatro grupos independientemente (p= 0,12) s las haba cuando se compararon conjuntamente las yodurias de los nios que tomaban agua de pozo y agua de grifo, frente a los que tomaban agua mineral o utilizaban diferentes tipos agua en funcin de su procedencia (p= 0,05). Estas diferencias se mantienen cuando se separan los nios en funcin de la zona de procedencia (sobre todo en los pueblos de interior: Almijara e Interior), aunque sin llegar a ser estadsticamente significativas (fig. 48). En contra de lo que cabra esperar, la yoduria de los nios no fue significativamente diferente en funcin del consumo declarado de sal yodada (posiblemente porque no pudimos controlar la duracin el consumo de sal yodada en los nios que contestan afirmativamente) (fig. 50).

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Fig. 47. Yoduria media en funcin del origen del agua de bebida
g/L
160 143 ,3 Grifo+pozo vs. varios (p=0,05) 140 129

Fig. 48. Yoduria media vs. procedencia del agua y lugar de residencia
g/L
130 120 110 125,1

P=0,11 P=0,11
105 104

121,6 122,7

(ns)

P=0,12
117 113

120

100 90 90 80 70

100

80

60
60

40

50 40

Pozo No Pozo
ALM IJARA INT ERIO R CO ST A

20 VAR IO S M IN ER AL G RIFO PO ZO

F ig . 4 9 . Y o d u r ia m ed ia e n fu n c i n d e h e rid as r ec ie n tes
g /L
140

F ig . 5 0 . Y o d u r ia m ed ia e n fu n c in d e l tip o d e s al
g /L
140 120 100 80 60 40

p = 0 ,0 4
120 100 80 60 40 1 1 5 ,9

1 2 8 ,9

1 1 6 ,4

p=ns
1 0 5 ,2

1 2 1 ,3

1 2 3 ,1

20
(8 2 I( 1

Sin embargo, la yoduria de los nios que haban tenido una herida recientemente si fue significativamente mayor que la de aqullos que no la haban tenido (p=0,04) (fig. 49). De especial inters es la observacin de que la prevalencia de bocio Ib en Interior y Costa ha sido significativamente mayor en los nios que consumieron agua de pozo (fig. 51).

286

(3

IN

48

9 I(

IN

9)

(2

(1

20

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F ig . 5 1. P re vale nc ia d e bo cio Ib " y p ro ce de nc ia d el a g ua en fu ncin d e la zo na ge o gr fica


% Ib 40
35 30 25 20 15 10 5 0 0 A lm ija ra (n = 7 1 ) In te rio r(n = 2 2 7 ) C o s ta (n = 2 1 1 ) 8 ,7 6 ,3 3 7 ,6 P o zo N o Po zo

p= 0,08
1 8 ,7 1 6 ,2

p= 0,04

La prevalencia total de bocio no h a sido significativam ente diferente ( n o p o zo = m ineral+ grifo+ otros) ( p o zo A lm ijara = 2,8 % )

9.2. Ingesta de alimentos y yoduria Dada la enorme cantidad de informacin obtenida a partir de la encuesta de frecuencias alimentarias, slo se presentan aquellos alimentos que parecen haber condicionado la eliminacin urinaria de yodo. En la tabla 82 se muestra la distribucin del consumo de productos lcteos. El 24,8% dijo consumir algn producto lcteo al menos tres veces al da mientras slo el 0,7% dijo consumirlos menos de 1 vez por semana. Como se ve, la yoduria fue significativamente diferente entre estos nios (126,176,04 vs. 40,017,3 g/L). La diferencia tambin fue significativa entre los nios que consumieron algn producto lcteo al menos dos veces al da y los que los hicieron menos de dos veces al da (123,668,2 vs. 105,668,3 g/L) (p=0,003), e incluso entre los que consumieron productos lcteos 4-6 veces por semana frente a los que lo hicieron con menor frecuencia (120,765,5 vs. 87,647,2) (p=0,05). En la fig. 52 se representa grficamente la asociacin (tendencia) entre el consumo de productos lcteos y las cifras de yoduria. En la fig. 53 se incluye tambin la tendencia del BMI y la edad media de los nios (dos posible variables confounding de la yoduria) en funcin de la ingesta de lcteos. Como se ve, mientras la pendiente entre yoduria y consumo de lcteos ha sido diferente de cero, al considerar la relacin entre el ndice de masa corporal (BMI) y la edad respecto a la ingesta de lcteos la pendiente se ha mantenido cercana a cero.

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T a b la 8 2 . C o n s u m o d e p ro d u c to s l c te o s
C u a lq u ie r l c te o 3 v /d a < 3 v /d > 2 v /d a < 2 v /d a > 1 v /d a 1 v /d a 4 -6 v /d a < 4 -6 v /d a 2 -3 v /s e m . 1 v /s e m . n 134 407 426 115 529 24 526 15 537 4 % 2 4 ,9 7 5 ,2 7 9 ,5 2 1 ,3 9 5 ,7 4 ,3 9 7 ,2 2 ,8 9 9 ,3 0 ,7 E d ad 1 0 ,5 2 ,9 9 ,8 2 ,9 (p = 0 ,0 1 ) 1 0 ,0 1 2 ,9 1 1 ,5 2 ,9 (p = 0 ,0 0 0 1 ) 1 0 ,2 2 ,9 1 1 ,4 2 ,9 (p = 0 ,0 7 ) 1 0 ,2 2 ,9 1 1 ,6 2 ,9 (p = 0 ,0 8 ) 1 0 ,3 2 ,9 9 ,7 9 ,4 BMI 1 9 ,5 2 ,9 1 9 ,9 3 ,9 p = 0 ,0 0 0 3 1 9 ,0 3 ,8 2 1 ,2 3 ,0 p = 0 ,0 0 0 1 1 9 ,4 3 ,6 2 1 ,1 3 ,6 p = 0 ,0 3 1 9 ,4 3 ,6 2 1 ,2 3 ,3 p = 0 ,0 8 1 9 ,4 3 ,6 2 0 ,2 3 ,2 Y o d u ria 1 2 6 ,1 7 6 ,0 4 1 1 7 ,7 8 7 ,6 ns 1 2 3 ,6 6 9 ,2 1 0 5 ,6 6 9 ,3 p = 0 ,0 0 3 1 2 0 ,4 6 5 ,7 1 0 3 ,5 5 1 ,3 p = 0 ,1 3 1 2 0 ,7 6 5 ,5 9 7 ,6 4 7 ,2 p = 0 ,0 5 1 2 0 ,3 6 5 ,2 4 0 ,0 1 7 ,3

F ig. 5 2. C o n s u m o de le c h e en te ra y yod uria


g /L
140 120 100
E D A D (a o s

F ig. 5 3. C o n s u m o de le c h e en te ra , e d ad y B M I
g /L
14 12 20 10 8 6 4 5 2 0 BMI EDAD 0 15 25

60 40 20 0
) 8) ) ) 32 (2 (9 . (1 (2 m s v/ v/ m d

(2

(9

(3

(1

(1

(9

(2

(9

v/

v/

v/

v/

v/

v/

-6

-6

-3

-3

-3

-3

-3

<

F re cu e ncia d e c o ns um o : v = v ece s; d = da ; s = s e m a n a ; m = m e s

En la tabla 83 se tabulan los OR calculados a partir de diferentes modelos de regresin logstica en los que la variable dependiente ha sido la presencia de yoduria menor o mayor de 100 g/L (codificados como 0/1) y la variable independiente la ingesta de leche entera (codificada como 0/1 en funcin de que los nios la tomaran o no, ms de una vez al da) ajustada por la edad (como variable continua), el sexo (0/1) y la coincidencia de heridas (0/1). Como se ve en la tabla, el OR es de 0,54 para la leche

288

<

nu

v/

nc

v/

v/

v/

(2

BMI
10

80

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entera (p=0,0001). Cuando se incluyen en el modelo la edad, el sexo y la presencia de heridas el OR sube a 0,63 (p=0,03).

Tabla 83. Riesgo (OR) de yoduria >/< de 100 g/L en funcin del nmero de ingestas/da de leche entera,
ajustado por edad, el sexo y heridas recientes
Coeficiente Modelo 1 Intercep Leche Modelo 2 Intercep Edad Sexo Leche Modelo 3 . Intercep Edad Sexo Heridas Leche 0,13 -0,81 -0,32 0,04 0,13 -0,30 -0,83 0,08 0,13 0,22 -0,48 p 0,32 0,0001 0,18 0,23 0,13 0,01 0,02 0,03 0,18 0,07 0,03 OR

0,34

0,80

0,83

En la tabla 84 se recogen los coeficientes (), los OR con sus intervalos de confianza y la significacin estadstica de los riesgos de tener una yoduria menor de 100 g/L, en funcin del nmero de ingestas de leche entera. Como se ve (fig. 54, tabla 84) existe un claro gradiente del riesgo de tener yodurias menores de 100 g/L entre los nios que toman leche ms de tres veces al da (OR=1,29) y los que no la toman casi nunca (OR=3,56). Dada la estrecha asociacin encontrada entre la ingesta de lcteos y yoduria, en las figuras siguientes se representa la frecuencia de ingesta de lcteos en la poblacin estudiada. El 95,2% de los nios consuman algn producto lcteo al menos 1 vez al da (fig. 55). El consumo de lcteos tendi a decrecer con la edad (el 88% de los nios menores de 8 aos tomaban leche 2-3 veces al da frente al 64,8% de los mayores de 12) (fig. 56). La mayor parte del consumo de lcteos se hizo a expensas de la ingesta de leche entera (fig. 57) tomndose en menores cantidades el resto de los productos lcteos (fig. 58 y fig. 59).

289

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Fig. 54. R i e s g o de yoduria > o < de 100 g/l en funcin del nmero de ingestas de leche
OR

4 3
2,69 2,36 1,87 1,29 1,89 2,94

3,5 2,5 2 1,5 1 0,5 0


3v /d 2v /d 1v /d 4-6 v/s 2-3 v/s

3,56

Tabla 84. Riesgo (OR) de yoduria mayor o menor de 100g/L en funcin del nmero de ingestas/d de leche

3 veces/d 2 veces /d 1 vez/d 4-6 v/sem 2-3 v/sem 0,26 0,63 0,64 0,86 0,99 1,08 1,27

OR 1,29 (1,18-1,84) 1,87 (1,20-2,95) 1,89 (1,0-3,59) 2,36 (1,17-4,75) 2,69 (1,28-5,84) 2,94 (1,43-6,04) 3,58 (1,17-10,8)

p 0,22 0,007 0,05 0,01 0,01 0,01 0,005

ca si nu nc a

1v ez /s

1 vez/sem Casi nunca

Frecuencia de tomas de leche entera

F ig . 5 5 . F r e c u e n c ia d e in g e s t a d e p r o d u c t o s l c t e o s e n la p o b la c i n e s c o la r d e la A x a r q u a
%
1 0 0 9 0 8 0 7 0 6 0 5 0 4 0 3 0 2 0 1 0 0 + 3 v /d + 2 v /d + 1 v /d + 4 -6 /s 2 4 ,8 7 8 ,7 9 5 ,2 9 7 ,2

( v = v e c e s ; d = d a ; s = s e m a n a ) E l 9 5 ,2 % d e lo s n i o s in g e r a a lg n p r o d u c to l c te o a l m e n o s 1 v /d

F ig . 5 6 . F r e c u e n c ia d e c o n s u m o d e l c t e o s e n f u n c i n d e l a e d a d d e l o s n i o s
8 8 % 9 0 8 5 8 0 7 5 7 0 6 5 6 0 5 5 5 0 c o n s u m o d e l c te o s 6 4 ,8 8 0 ,9 8 7 ,1 < 8 1 > 8 a o s -1 0 0 -1 2 1 2

(2 -3 v /d v s . m e n o s d e 2 v /d ) (n = 5 0 3 )

290

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F ig . 5 7 . F r e c u e n c ia d e c o n s u m o d e l c t e o s ( 1 )
b a tid o s
58

f la n
49

le c h e s e m id e s n a ta d a

17 10

L e c h e e n tera
9,50 0,60 2,60

1 4 ,9

18 27 5 ,1

95

le c h e d e s n a t a d a

0 ,7 0 ,5 3 ,9

88,30

l. c o n d e n s a d a
91 8 7

casi nunca 1-3 veces/mes 1-4 veces/semana 1-3 veces/da

1 0,9 3,2 3

3 ,7 4 ,7

fig . 5 8 . fre c u e n c ia d e c o n s u m o d e l c te o s (2 )
natillas 47 20 25,5 5,7
h e la d o
2 4 1 4 4 0 2 3 ,3

p e tit
5 4

1 5 2 4 7 ,2

n a ta

78

casi nunca 1-3 veces/mes 1-4 veces/semana 1-3 veces/da

q u e s o b la n c o
1 2 ,4 7 ,5 1 ,7
7 1

c re m a
88

1 3 1 4 2 ,1

6 ,5 4 ,8 1

F ig . 5 9 . F r e c u e n c ia d e c o n s u m o d e l c t e o s ( 3 )
q u e s o s e m ic u r a d o q u e s o c u ra d o

q u e s o lo n c h a s
59
75

26
1 4 ,5
9 ,4 14 2 ,4

17

23 3 ,9

28 4 ,5

q u e s o p o r c io n e s

q u e s o b la n c o

70

71 13 14 2 ,1

casi nunca 1 -3 v e c e s /m e s 1 -4 v e c e s /s e m a n a 1 -3 v e c e s /d a

1 4 ,5 15 2 ,8

291

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La figura 60 muestra las marcas de leche ms frecuentemente consumidas por los escolares de La Axarqua. Las dos marcas ms consumidas supusieron el 30 y 40% del consumo total de leche, respectivamente. Pero, como muestra la figura 61, independientemente del contenido en yodo de las distintas marcas, la yoduria siempre fue mayor en los nios que tomaban leche ms de 2 veces al da que en los que tomaron lcteos con menor frecuencia.

F ig . 6 0 . M a r c a s d e le c h e c o n s u m id a s y fr e c u e n c ia ( p o b la c i n e s c o la r d e la A x a r q u a )
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N O M B R E S C O M E R C IA L E S

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IV. DISCUSIN:

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1. Anlisis crtico de la metodologa


La veracidad de los resultados de una investigacin, sobre todo de una investigacin epidemiolgica depende, por un lado, de la precisin o ausencia de error aleatorio y, de otro, de la exactitud o ausencia de error sistemtico. El error aleatorio o de precisin de los estudios epidemiolgicos se controla por diseo. El clculo del tamao muestral (representatividad de la muestra) as como del error muestral y el control de los errores tipo 1 y tipo 2, son algunos de los procedimientos para evitar el sesgo aleatorio o imprecisin. La exactitud o ausencia de errores sistemticos, slo se puede asegurar mediante una adecuada tcnica de randomizacin e instrumentalizacin previa. Mientras la falta de precisin afecta a la representatividad del muestreo y a la universalizacin de los resultados a toda la poblacin, la falta de exactitud afecta a todas las conclusiones.. En nuestro estudio el tamao muestral utilizado ha sido suficiente para controlar los errores de decisin estadstica con una seguridad del 95% para los errores tipo 1 y del 90% para los errores tipo 2 y el margen del error muestral definitivo ha sido de 3,4 (3,33,5) (IC del 95%). No obstante, cierta imprecisin puede venir de varias fuentes: 1. La incorporacin de nios no previstos en el diseo original en una de las zonas estudiadas (Almijara) - al comprobar el investigador la mayor prevalencia de bocio en la misma , adems de por la demanda familiar - poda aumentar la prevalencia. Pero es sta una falta de precisin sobre el diseo original, que no sobre la propia realidad poblacional, sobre todo cuando la subzona afectada ha sido identificada y tratada como una variable de clasificacin adhoc. Se ha tratado, en todo caso, de una adaptacin necesaria ante la evidencia observacional. La imprecisin tal vez hubiera sido mayor de habernos atenido estrictamente al diseo de gabinete original. No obstante, el hecho de trabajar con un tamao muestral tres veces mayor que el necesario puede amortiguar algunos de los problemas aqu planteados. 2. Pero aunque el nmero de casos haya sido suficiente, en la interpretacin de los resultados parciales se debe ser ms cauto que cuando se refieren al estudio global ya que, cuando se hacen inferencias a partir de submuestras para las que no se ha hecho a priori un clculo del error muestral, las conclusiones hay que tomarlas con mayor margen de error - con menor precisin - que las estimaciones sobre toda la muestra.

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3. Otra falta de precisin a tener en cuenta es que los estudios ecogrficos, audiomtricos y de funcin tiroidea no se han hecho sobre los 756 nios de la muestra, sino sobre una submuestra en la que a la mayora de los nios se les haba detectado bocio a la palpacin en el estudio de campo, tomados discrecionalmente y no aleatoriamente. Han habido razones logsticas (que no conceptuales) y razones ticas (conceptuales) para ello. Tal vez podan haberse evitado, aunque algunas resultaron insalvables. En todo caso, en nombre de la realizacin de todo el estudio, tuvimos que rendirnos a ellas. El hecho de que la segunda exploracin (endocrinlogo peditrico) as como la exploracin ecogrfica no fueran coetneas con la medicin de la yoduria ni con la exploracin de campo, puede haber afectado a la concordancia de la palpacin interexplorador. El bocio infantil es un fenmeno dinmico, como lo demuestra la distinta prevalencia en funcin de la edad y un periodo de 6 meses o 1 ao puede hacer aparecer o desaparecer, si no la realidad misma, s el signo exploratorio. 4. El ltimo sesgo de precisin puede venir del anlisis de los resultados. As, la decisin de excluir casos discordantes (yoduria >600 g/L o TSH >5 IU/ml) debe tomarse, pero tambin advertirse. Mas con ser la precisin importante lo es ms, en nuestra opinin y en la de muchos epidemilogos clnicos, la exactitud. Esto es, la evitacin del error sistemtico. El control del error sistemtico ha sido una obsesin para el equipo investigador. Dado el objetivo del estudio, el mayor error sistemtico poda venir de la errnea identificacin del bocio durante la investigacin de campo. En nios, la palpacin del cuello est sometida a mltiples errores y la experiencia del evaluador es de gran importancia. En nuestro estudio se ha intentado controlar este posible sesgo con los siguientes procedimientos: 1. Todas las exploraciones cervicales han sido realizadas por la misma persona (investigadora de campo). 2. En las 200 primeras exploraciones, aproximadamente, la investigadora de campo estuvo acompaada por una especialista en Endocrinologa con la que consensuaba cada exploracin. 3. Se dise ya desde el principio un estudio de concordancia con otro explorador independiente (endocrinlogo peditrico).

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4. El estudio ecogrfico, que adems serva a otros objetivos, tambin ha sido utilizado como control del posible sesgo sistemtico de la exploracin de campo. 5. Finalmente, a posteriori, la coherencia de los resultados con el resto de los hallazgos, de acuerdo con lo esperado o con lo biolgicamente razonable (ver resultados y discusin), nos ha servido tambin de validacin de la exactitud de algunos de los procedimientos de medicin.

2. Reflexin critica sobre la tica de la investigacin


El trabajo que se presenta es, en esencia, un estudio de prevalencia de un proceso morboso: el bocio endmico. Pero es tambin un estudio que detecta problemas clnicos que ni los nios ni los padres, conocan. Creemos que su realizacin est suficientemente justificada, pues estudios previos (Durn Garca et al, 1987; Costa Mestanza et al., 1993) sugeran la persistencia de TDY en la zona y pensamos que con este estudio se haca una contribucin al mejor conocimiento de la Salud Pblica y, por tanto de la poltica de salud pblica, en la zona estudiada. Pero no es indiferente la forma en que se haga el estudio a la hora de garantizar los intereses (y derechos), a veces aparentemente encontrados, entre los derechos pblicos (de salud) y los individuales (de los pacientes). Para no conculcar ninguno de ellos, el estudio ha contado con las siguientes garantas: 1. El estudio fue autorizado por el Comit de tica e Investigacin Clnica del Hospital Carlos Haya de Mlaga y estuvo avalado por una ayuda de investigacin de la Consejera de Salud de la Junta de Andaluca (conseguida mediante concurso-evaluacin del proyecto). 2. Las delegaciones de Salud y de Educacin de la provincia de Mlaga fueron informadas del proyecto y ambas dieron su consentimiento por escrito, al tiempo que recomendaban a los colegios su colaboracin con los investigadores. 3. A todos los padres se les inform del estudio (mediante charlas previas al mismo) y se les solicit un consentimiento informado por escrito, antes de la inclusin de sus hijos en el mismo. 4. Desde el principio se previ la colaboracin con otros servicios (mdico de familia o de cabecera, pediatras, endocrinlogos y especialista en ORL) a los que remitir aquellos casos que pudieran ser detectados con patologa (tiroidea o de

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otro tipo). Este criterio ha servido tambin como validacin de algunas exploraciones (p.e.: la audiometra de campo).

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5. En el proyecto ha colaborado tambin, desde el principio, el Servicio de Medicina Interna del Hospital Comarcal de La Axarqua a travs de la presencia en el equipo del Dr. Gmez Huelgas como jefe del Servicio, garantizndose de esta manera la prestacin e interconexin asistencial. 6. Por ltimo, este trabajo est dentro de un proyecto nacional liderado por el grupo de trabajo sobre Deficiencia de Yodo (TDY) de la Sociedad Espaola de Endocrinologa y Nutricin (SEEN) y de un proyecto mundial (liderado por la OMS/UNESCO) que se fundamenta - como despus se comentar - en la consideracin de que conseguir un adecuado nivel de yodo en la dieta es un derecho humano de la infancia.

3. Validacin de los procedimientos:


3.1. Estudio de concordancia en la palpacin de bocio Desde el comienzo mismo del estudio se previ ya un procedimiento de control de los sesgos sistemticos (como se ha comentado). Teniendo en cuenta que el principal objetivo de este trabajo era el estudio de prevalencia de bocio, la exploracin del tiroides, su reproducibilidad y la validacin del explorador eran de suma importancia para garantizar la bondad de los resultados. La palpacin del tiroides es una prueba diagnstica ms y, como tal, tiene una tcnica y unas propiedades. Las propiedades de una prueba se miden por la sensibilidad y especificidad (mediante clculos de probabilidad simple y probabilidad condicionada) y por los valores predictivos positivos y negativos (mediante clculos bayesianos). Como es bien sabido, una razonable sensibilidad (probabilidad de que la prueba sea positiva cuando la enfermedad est presente) y especificidad (probabilidad de que la prueba sea negativa cuando la enfermedad est ausente) son condiciones necesarias pero no suficientes, para garantizar la bondad de una prueba diagnstica. sta viene dada, sobre todo, por su capacidad predictiva (valores predictivos positivos y negativos). Esto es, la probabilidad de que la enfermedad est presente o ausente cuando la prueba sea positiva o negativa, respectivamente. Condiciones que, al contrario de la sensibilidad y especificidad, dependen de la prevalencia de la enfermedad que se investiga.

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El clculo de la sensibilidad y especificidad de una prueba diagnstica, exige de la existencia de una prueba previa (gold standard) capaz de definir con propiedad el problema investigado. Debe ser bien entendido que una prueba diagnstica no puede nunca tener ms sensibilidad y especificidad que su gold standard. Sin embargo, en algunas ocasiones este gold standard no existe. Tal es el caso - hasta ahora al menos del diagnstico de bocio mediante la palpacin tiroidea (aunque tal vez la ecografa pueda ocupar este lugar). De alguna manera era imposible decidir en los pequeos bocios, si lo que se palpaba se corresponda con la realidad clnica que queramos definir (bocio). En estos casos, la nica alternativa de validacin de una prueba es la realizacin de un estudio de concordancia. El estudio de concordancia se realiz sobre 144 nios que fueron reexaminados, tanto por la investigadora de campo como por un equipo de pediatras (expertos en endocrinologa), coincidiendo con la evaluacin ecogrfica en el centro hospitalario de referencia (Hospital Materno Infantil del Complejo Hospitalario Carlos Haya). Como se ha comentado en los resultados, la concordancia bruta (presencia o ausencia de bocio por palpacin) ha sido del 65%. El test de Kappa, que cuantifica la intensidad de esta concordancia, ha sido de 0,38. No es realmente una concordancia muy elevada pero s es superior a la que podra esperarse por el azar. Para la adecuada interpretacin de esta concordancia hay que recordar que entre ambas evaluaciones ha habido un lapso de tiempo que, en un tercio de los casos (33,75% de los nios reevaluados), ha sido de ms de 12 meses. De hecho, hay una diferencia de peso y de talla en el estudio de campo (P1, T1) respecto a la segunda exploracin realizada en el Hospital (P2, T2). (T1media=131,64 cm; T2media=145,20cm; P1medio=38,27 Kg.; P2 medio=44,27 Kg.). El porcentaje de concordancia se mantuvo cuando se trataba de clasificar el tiroides segn su tamao (0, Ia y Ib) y descendi algo (hasta rozar la ausencia de significacin estadstica) cuando se evalu slo la concordancia en el diagnstico palpatorio del grado Ib frente al resto (aunque en trminos absolutos la concordancia bruta, en este caso, fuese de hasta el 80%).
[NOTA: En el curso de este estudio hemos podido comprobar cmo el tamao del tiroides aumenta con la
superficie corporal y con la edad, aunque el aumento de tamao con el paso del tiempo no implique su palpacin. De mayor importancia es el cambio de prevalencia (que se observa en todos los estudios sobre bocio endmico) en funcin de los grupos de edad (ver ms adelante) de manera que, a lo largo de un ao puede haber ocurrido un descenso (o un aumento) de la prevalencia de tiroides palpable. Por esto consideramos razonable la concordancia encontrada, y estimamos que podra haber sido incluso mayor de haberse realizado ambas exploraciones coetneamente].

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En resumen: La ausencia de una concordancia del 100% nos advierte de la existencia de falsos positivos y negativos en la identificacin de nios con bocio o sin bocio por palpacin. No obstante, los resultados tambin garantizan que, desde el punto de vista epidemiolgico, pueden representar el estado del bocio infantil de la poblacin estudiada. Por otra parte, la nueva clasificacin de la OMS para decidir cundo un nio tiene bocio a la palpacin, no parece mejorar los resultados en los estudios de campo. Los resultados del estudio de Peterson et al. (2000) en el que los autores comparan los resultados obtenidos en la valoracin del bocio por palpacin utilizando los criterios de 1961 y la nueva clasificacin de 1994, parecen indicar que con la nueva clasificacin disminuira la especificidad (del 76% al 29%) mientras aumentara la sensibilidad (del 56% al 80%). Los autores de este estudio llegan a la conclusin de que la utilizacin de los criterios palpatorios en cuatro grados de bocio y el retorno a los valores de prevalencia aceptable del 10%, estimaran razonablemente la severidad de la endemia en los estudios de campo. 3.2. Cuantificacin de la eliminacin urinaria de yodo:
a) Distribucin de Yoduria.

La distribucin de yodurias, en nuestro estudio, no se ha ajustado a la normalidad (figuras 6 y 14). Reconocer el tipo de distribucin de una variable continua es la primera aproximacin a su estudio, por muchas razones. Primero, para poder establecer intervalos de una manera racional, si as se decidiera, Segundo, para poder utilizar con rigor el tratamiento estadstico de los resultados. Y tercero, porque nos puede ofrecer informacin puntual sobre los casos discordantes (outlayer), lo que nos aumenta la informacin a partir de la muestra. En los casos en los que la distribucin se aparta de la distribucin gaussiana, la aplicacin de los estadsticos diseados para la distribucin normal puede confundir la informacin. Tal es el caso de la utilizacin de la media como medida de centralizacin, o del contraste de hiptesis con test paramtricos. La alternativa en estos casos puede ser, bien intentar una transformacin logartmica de los datos con la esperanza de que entonces se ajusten a la normalidad, bien utilizar estadsticos que no exijan la normalidad (p.e. percentiles, mediana, o moda) o, por ltimo, utilizar test no paramtricos para el contraste de hiptesis. Estas son las alternativas que se han utilizado en este trabajo.

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b) Distribucin del cociente yodo/creatinina.

La correccin de la yoduria por la creatinina urinaria no ha hecho la distribucin de yoduria ms normal y la distribucin yodo/creatinina ha seguido presentando una amplia cola hacia la derecha. Sin embargo, hay que resaltar algunas diferencias entre ambas distribuciones:

1. Por un lado, la curva de la distribucin del cociente Y/C es aparentemente ms homognea que la curva de distribucin de yodurias (si bien es ms platicrtica como demuestran el aumento del CV, de la curtosis y de la desviacin interquartil) (fig. 14). 2. Por otro lado, mientras en la curva de yodurias la media y la mediana estn bastante cercanas, estos dos valores estn muy distanciados en la curva de Y/C (tabla 41). Adems, la moda, medida de centralizacin escasamente utilizada, es ostensiblemente distinta en ambas distribuciones (160 g/L en la distribucin de yodurias vs. 39,2 g/g en la distribucin Y/C).
c) Correlacin entre yoduria, cociente yodo/creatinina y superficie corporal.

El estudio de los coeficientes de correlacin entre yoduria, ndice Y/C y superficie corporal, tambin nos ofrece alguna informacin sugerente (tabla 44): 1. En primer lugar, tanto la yoduria (positivamente) como la creatinina (negativamente) correlacionan con el ndice Y/C; pero el peso es mayor para la creatinina (r = -0,51) que para la yoduria (r = 0,47). 2. En segundo lugar, hay una cierta correlacin biolgica entre yoduria y creatinina (r de yoduria vs. creatinina=0,20). Es decir, no son dos variables totalmente independientes, como podra esperarse (... un estandarizador que correlaciona con lo estandarizado es, sin duda, un mal estandarizador...). 3. Por otro lado, mientras la yoduria no parece estar influenciada por la superficie corporal (r de S. corporal vs. yoduria = -0,1), la creatinina (como era de esperar) si lo est (r de S. corporal vs. creatinina=0,41). Y adems, como podemos observar (tabla 44), el cociente Y/C depende de la superficie corporal casi en la misma medida que la propia creatinina (r = 0,41 r = -0.48).

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Las anteriores reflexiones nos previenen del riesgo de utilizar acrtica e indistintamente la yoduria y/o el ndice Y/C (algo que ya haba sido advertido por Joln y Escobar del Rey en 1965, por Bourdoux en 1986 y por Fourne en 1993, entre otros) para valorar la eliminacin urinaria de yodo. Como se ha expuesto en los resultados (tabla 43) en, aproximadamente, el 36% de los casos coincidan valores de creatinina inferiores a 0,5 g/L (percentil 25 de la distribucin de creatininas en la muestra) con valores de yoduria inferiores a 100 g/L. El 25% de estos nios mostraron una franca disociacin entre los valores medios de yoduria (58,3 g/L, claramente bajos) y de cociente Y/C (216,3 g/g, valores claramente altos o suficientes). De haber elegido el criterio Y/C para estimar la eliminacin urinaria de yodo, se hubiera subestimado la intensidad de la deficiencia de yodo. Por otra parte, en el otro extremo de la distribucin (nios con cifras de creatinina superiores a 2 g/L y yodurias superiores a 150 g/L) se hallaban el 2% de los nios en los se aprecia justo el fenmeno contrario: cifras de yoduria elevadas (182,5 g/L) frente a valores de cociente Y/C insuficientes (77,7 g/g). En resumen: Los valores de yoduria y el ndice Y/C no pueden ser utilizados indistintamente, pues representan aspectos distintos (al menos en los extremos de la distribucin de ambas variables). Adems, hoy sabemos que en nios muy pequeos la yoduria no representa el verdadero balance de la ingesta de yodo. No se conoce bien el ritmo de aumento de la excrecin urinaria de yodo a lo largo de la infancia (Ares et al., 1994). La fuerte dependencia de la eliminacin urinaria de creatinina respecto de la superficie corporal (y por tanto de la edad) puede introducir una correccin excesiva en el balance ingesta/eliminacin de yodo, que no tiene por qu seguir una progresin tan rpida como la superficie corporal. De hecho, las recomendaciones de la WHO/ICCDDD (RDA) (tabla 5) permanecen sin apenas modificaciones desde el nacimiento hasta los 6 aos (90 g/da) y no se ha podido llegar a una estandarizacin en funcin de la superficie corporal. No obstante, al contrario que la ingesta de yodo, el volumen tiroideo s guarda una estrecha relacin con la superficie corporal. En el caso de querer establecer alguna relacin entre volumen del tiroides e ingesta de yodo, tal vez sera procedente la correccin de la yoduria por una variable de fuerte dependencia con la antropometra (en situacin de normalidad calrico-proteica en la dieta) como es la superficie corporal.

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4. Prevalencia de bocio en la poblacin escolar de la Axarqua.


4.1. Lmites de la representatividad de los resultados Los resultados sobre prevalencia de bocio encontrados representan, en primer lugar a los 756 nios estudiados y a los 17.400 escolares sobre los que se ha hecho el muestreo. Representan tambin, con una seguridad del 95%, a los nios de los pueblos incluidos en el estudio. Probablemente pueden representar tambin a los nios de la Axarqua, pero al haber sido excluidos del estudio tres de los grandes ncleos urbanos de la misma (Nerja, Vlez-Mlaga y Torre del Mar) la extrapolacin de los resultados a toda la comarca debe ser hecha con reservas. Es ste uno de los grandes problemas de diseo a la hora de estudiar una patologa que no se distribuye aleatoriamente en la poblacin, sino que lo hace por conglomerados. Por eso es muy difcil (e incluso inconveniente) hablar de prevalencias nacionales de bocio endmico. Un ejemplo que ilustra esta aseveracin es la prevalencia de bocio hallada por Delange en Alemania: si bien, por los datos del estudio que se comenta, podramos creer que Alemania est libre de TDY, otros estudios (Meng et al., 1998) hablan de zonas con franca deficiencia de yodo dentro del pas. Es tambin la razn de las (aparentes) discrepancias entre los resultados de este estudio y aqul de S. Durn y cols. (1987) realizado en la misma rea geogrfica. Por otro lado, la estratificacin que se suele llevar a cabo a posteriori, tras la realizacin del estudio de campo, puede alterar el margen de seguridad (error muestral) que se cometer con cada estratificacin no prevista en el diseo (no tiene por qu ser necesariamente mayor que el total). Por eso, para interpretar los datos de prevalencia es importante conocer la distribucin de las variables de inters (as como sus interrelaciones y covariaciones). Variables de inters que son todas aqullas que luego pueden ser utilizadas como variables de estratificacin. 4.2. Prevalencia de bocio en la poblacin escolar de la Axarqua En 280 nios (37% de la muestra) se ha hallado bocio palpable (20,8% tenan bocio slo palpable Ia y 16,2% bocio palpable y visible Ib+II). Estos resultados son algo inesperados, si tenemos en cuenta que el nico estudio previo realizado en la zona en 1981 (S. Durn y col., 1987) recoga para la provincia de Mlaga una tasa de bocio del 13,9% (en aquel estudio se incluan dos pueblos de la Axarqua: Alcaucn y Sedella,

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estudiados tambin en esta ocasin). Sin embargo (y paradjicamente, como despus comentaremos al hablar de la yoduria), la cuarta parte de los nios estudiados por S. Durn en Sedella y Alcaucn, tuvieron una excrecin de yodo y una relacin Y/C menor de 20 g/L y 20 g/g de creatinina, respectivamente. Cmo podran explicarse las discrepancias entre los resultados de aquel estudio y el actual, en el que el nmero de nios con bocio es ms del doble?: 1. Por un lado, puede ser el resultado de distintos criterios a la hora de la identificacin del bocio por palpacin. Ya hemos comentado que la palpacin del tiroides es una prueba diagnstica cuya sensibilidad y especificidad desconocemos y que stas dependen de la pericia y subjetividad del explorador. Un explorador ms estricto podra subestimar la prevalencia de bocio (y a la inversa). 2. Aunque la distribucin de edad del estudio de referencia (para todos los nios de Andaluca) estuvo entre los 6 y los 16 aos, como en nuestro estudio, los datos de edad para los pueblos estudiados en la Axarqua no vienen referidos en el trabajo de Durn. Una distribucin de edad diferente podra tambin justificar, en parte, la discrepancia. 3. Por otro lado, el estudio de 1981 fue un estudio realizado en todo el mbito de Andaluca y sabemos que a medida que el mbito del estudio es mayor, se corre el riesgo de ir perdiendo sensibilidad en cada una de las subunidades de muestreo (la aleatorizacin local puede no ser tan precisa). 4. Una cuarta posibilidad es que realmente haya aumentado la prevalencia de bocio en la comarca de la Axarqua. Realmente puede haber sido as, pero la baja excrecin de yodo encontrada en el estudio previo (menor que la actual), nos hace dudar que as fuera. 4.3. Distribucin de la prevalencia de bocio en funcin de la edad y el sexo En casi todos los estudios epidemiolgicos consultados se encuentran diferencias en la prevalencia de bocio en funcin del sexo y la edad. Una inadecuada randomizacin en funcin de estas dos variables, puede inducir una inadecuada representacin de la prevalencia total. En nuestro estudio, la distribucin por sexos ha sido aleatoria (45% eran nios y 55% nias) tanto en la muestra total como en cada uno de los grupos de

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edad. Todos los nios han estado incluidos entre los 4 y los 16 aos (periodo escolar) al haber sido la escuela la unidad de anlisis y muestreo. Los nios de 4 a 6 aos (25%), los de 9 y 10 aos (24%) y los de 12 a 16 aos (26%), han representando las tres cuartas partes de la muestra mientras los nios de 7 y 8 aos (11,2%) junto a los de 11 y 12 aos (13,3%) representaban la otra cuarta parte. Conocer esta distribucin de la edad en la muestra es de gran importancia para interpretar adecuadamente los resultados, pues la edad es una de las variables de confusin ms importantes a la hora de analizar algunos de los trastornos asociados a la deficiencia de yodo e, incluso, los cambios en la propia prevalencia de bocio a lo largo de la infancia. Otras posibles variables confounding de gran significado biolgico son las variables antropomtricas (IMC y SC). Ya se ha comentado que existe una correlacin entre el ndice Y/C - y tambin entre el volumen tiroideo - y la superficie corporal. En los nios de nuestro estudio el aumento del IMC con la edad no mostr diferencias apreciables entre nios y nias, al menos hasta la edad de 9 aos (prepberes) si bien despus de esta edad aument algo ms en nias que en nios (fig. 5b). Por el contrario, el cociente cintura/cadera (un marcador de gnero ms especfico que el IMC) descendi con la edad y el descenso fue sistemticamente mayor en las nias, indicando que existe una diferencia de gnero en la distribucin de la grasa corporal, ya desde los primeros aos de la vida (como por otro lado es bien conocido) (fig. 5b). La importancia de la correccin antropomtrica en los estudios poblacionales de bocio ha llevado a Delange a proponer la estandarizacin del tamao del tiroides (VT ecogrfico) en funcin de la superficie corporal, por ser sta una variable que expresa mejor que la edad (y que el IMC), la envergadura real del nio. Por otro lado, como se ve en la figura 5b, las diferencias de SC. entre sexos son mnimas. Las nias son ms bajas pero tienen algo ms de peso (y de IMC), lo que hace que la superficie corporal de nios y nias en la muestra sea muy parecida. Esto nos plantea la importante cuestin de si el volumen tiroideo medido por ecografa se correlaciona mejor con el IMC, con la Talla o con la SC (aspecto ste que comentaremos despus y que no es irrelevante ante la falta de concordancia encontrada en este estudio, entre el volumen tiroideo medido por ecografa y la propia palpacin tiroidea). 4.4. Distribucin del grado de bocio en funcin de la edad y el sexo La tasa de bocio hallada en nuestro estudio ha sido mayor entre los nios de 7 y 8 aos (50,5%). La menor prevalencia se hall entre los mayores de 12 aos (29,2%) y los

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menores de 7 aos (30%). Entre los 9 y 12 aos la prevalencia media fue del 43%. En relacin al tamao del bocio, tambin el grupo de 7 y 8 aos fue el que mostr mayor frecuencia de bocio Ib que de bocio Ia (30,5% frente a 20,1%) y en el que la prevalencia total en nios superaba ligeramente la de las nias (52,3 vs. 47,6%, ns). La mayor prevalencia en la edad peripuberal (9-13 aos) tanto en nios como en nias, ha sido comentada en prcticamente todos los trabajos consultados. Esta es una de las razones por la que los escolares son considerados la poblacin ms idnea para realizar los estudios sobre prevalencia de bocio endmico (otra es la mayor accesibilidad por estar localizados en la escuela). La mayor incidencia hallada (en este estudio) en nios de 7 y 8 aos, debe prevenirnos de la importancia del proceso (puede ser el resultado de una deficiencia de yodo previa), pues sta es una edad fundamental en el devenir intelectual y afectivo de los nios (Piaget, 1973). En la mayor parte de los estudios realizados en Espaa (y en otros pases) la prevalencia de bocio aumenta a lo largo de los aos. Tal es el caso del estudio realizado en Andaluca por S. Durn (1987), en Murcia por Serrano (1993), en Navarra por Goi Goicoechea (1993) o en el pas vasco por Arrizabalaga (1992) (por citar slo algunos). Las discrepancias de nuestros resultados con los de otros estudios realizados en Espaa, se escapan a una explicacin con la informacin de que disponemos, si bien nos permiten algunas reflexiones: 1. La primera podra ser que se est asistiendo a una disminucin de los efectos bocigenos ambientales. Los nios ms jvenes (que se incorporan transversalmente al estudio) tienen menos riesgo de bocio y, por lo tanto, menos prevalencia. Puede no ser un problema relacionado con la edad del nio, sino ms bien con el ambiente ms favorable que al nio le ha tocado vivir. Si esto es as, la mayor prevalencia encontrada en nuestro estudio entre los 7 y 8 aos nos hablara de una poca determinada, en la que esta generacin de nios pudo haber estado sometida a una mayor exposicin bocigena que el grupo de nios menores (<6 aos) o mayores (>12 aos). 2. En los estudios citados, la prevalencia aumenta a partir del periodo peripuberal, sobre todo en las nias. Segn el informe de la PAHO (1986), a los 10 aos la prevalencia es mayor en nias que en nios y a partir de esta edad el bocio va a predominar en el sexo femenino. En nuestro estudio, la mayor prevalencia de bocio en las nias se observa ya a los 6 aos (aunque las diferencias entre sexos

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no son significativas a esta edad) y se mantiene a los 12 aos (p=0,05) y, a diferencia de los estudios citados, la prevalencia media global no aument, sino que fue menor (como ya ha sido comentado) a partir de los 12 aos (tabla 47, fig. 18). 4.5. Prevalencia de bocio entre las distintas localidades estudiadas En todos los estudios revisados para este trabajo la norma es la existencia de diferencias importantes en la prevalencia entre distintas localidades, dentro de la misma zona geogrfica en la que se realiza el estudio. Ya hemos advertido en pginas precedentes, de los riesgos de decisin estadstica cuando se desagrega la muestra fuera de las previsiones del diseo. An con estas reservas, la descripcin del mapa de prevalencias pormenorizado para cada pueblo reproduce tambin la experiencia de otros grandes estudios, habiendo oscilado ente el 10,9% en la zona costera (Benajarafe) y el 67,1% en la zona Almijara (Canillas de Albaida). Empricamente hemos dividido la comarca estudiada en dos zonas (costa e interior) y en la zona de interior, a su vez, hemos desgajado los pueblos de la Sierra Almijara del resto. Haba razones para hacerlo as, pues es comn que la prevalencia de bocio sea mayor en las zonas de sierra que en las de la costa o interior, aunque algunos estudios hayan advertido del riesgo de esta generalizacin (Daz Cadrniga en Asturias, 1992). En nuestro estudio, como habamos sospechado, la prevalencia de bocio fue el doble en la zona de interior (Almijara + Interior) que en la de costa a expensas, sobre todo, de los pueblos de la Sierra Almijara. Una proporcin que llega a triplicarse en el caso del bocio Ib (31,8% en la zona A, frente a 10,9% en B y 8,06% en C) sin que estas diferencias puedan ser explicadas por la discreta mayor proporcin de nias en los pueblos de la costa (ya hemos visto que la prevalencia de bocio entre sexos apenas ha alcanzado significacin estadstica), ni por la marcada diferencia de edad entre las tres zonas (ya justificada al comienzo de esta discusin) - entre otras cosas por que esta diferencia de edad y sexo va en contra de la hiptesis de nulidad de la diferente prevalencia de bocio de las tres zonas, al ser ms frecuente en la Almijara el grupo de nios ms jvenes y al ser ms numeroso el grupo de nias que el de nios en la zona de costa.

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5. Eliminacin urinaria de yodo en la comarca de la Axarqua


5.1. Yoduria en toda la muestra El ttulo de este estudio: Prevalencia de bocio endmico y de otros trastornos relacionados con la deficiencia de yodo en la dieta... deriva del concepto de Hetzel (1983) Iodine Deficiency Disorders. Hoy sabemos que el bocio no es ms que un signo (la parte visible del iceberg) de un problema nutricional que est dentro de lo que suele llamarse hambre oculta (aqulla que no se asocia a desnutricin severa sino a la deficiencia especfica de algn micronutriente). En este contexto, la medicin del yodo en la orina (con las limitaciones arriba comentadas) se convierte en un instrumento imprescindible para el diagnstico y gradacin de los TDY, ya que la excrecin de yodo en cifras inferiores a 100 g/L implica la calificacin de una zona como yododeficiente. En nuestro estudio (fig. 6) el 6% de los nios excretaron menos de 20 g/L, el 20% menos de 50 g/L y casi el 50% menos de 100 g/L de orina. Nuestros resultados son sensiblemente diferentes a los publicados por S. Durn et al., en 1987 (en los que la yoduria media fue de 6765 g/L frente a los 12165,4 g/L obtenidos en esta ocasin y en el que el 41% de los escolares tena una yoduria inferior a 40 g/L frente al 8,6% en nuestro estudio). En los dos municipios axarqueos estudiados por Durn a principios de los ochenta (Alcaucn y Sedella), el 25% de los nios excretaron menos de 20 g/L frente al 19% de yodurias inferiores a 20 g/L en Sedella y el 9% en Alcaucn, hallados en este estudio. A la vista de estos resultados, la ingesta de yodo en la poblacin escolar de la zona estudiada ha mejorado aparentemente, a pesar de que la prevalencia de bocio hallada en estos pueblos haya sido alta (21,7% en Sedella, y 32,4% en Alcaucn). Finalmente, es interesante tambin fijarse en la otra cola de la distribucin de yodurias, expresin de numerosos casos con yodurias poblacionalmente aceptables (30% >150 g/L) o incluso elevadas (5% >200 g/L), con algunos valores de hasta 500 g/L indicando la presencia simultnea de dos poblaciones: una en la que an la ingesta de yodo no parece suficiente y otra en la que s lo parece e incluso, en algunas ocasiones, sugiere la presencia de contaminantes.

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5.2. Yoduria en funcin de la edad y el sexo En general, las diferencias entre sexos fueron escasas y, aunque los nios tendieron a eliminar ms yodo que las nias, slo se acerc a la significacin en el grupo de nios menores de 7 aos (p=0,07). Existi un gradiente de yoduria a lo largo de los aos tendiendo ser menor en los nios mayores (aunque slo alcanzase la significacin en el grupo de nios y no en las nias). Este gradiente de yoduria con la edad se ha hallado tambin en algunos estudios llevados a cabo en Espaa, como por ejemplo, el realizado por Serrano Corredor en Murcia en 1993, que comprob un claro y continuado descenso de la yoduria entre los 4 y los 17 aos (125,8969,53 vs.74,4351,05 g/L). Esta dependencia de la yoduria con la edad es una de las dificultades metodolgicas a la hora de evaluar posibles implicaciones fisiopatolgicas entre la yoduria y otras variables como el bocio, el tamao del tiroides y los dficit auditivos (como se comentar ms adelante). Por otra parte, la estabilizacin del pool corporal de yodo y la falta de concordancia entre ingesta y eliminacin de yodo a edades tempranas (Ares et al., 1994, Ares et al., 1996), dificultan el anlisis de los datos de yoduria en nios pequeos (como ya se ha comentado). 5.3. Yoduria y localizacin geogrfica Como hemos visto en los resultados, la yoduria no se distribuy homogneamente en toda la comarca. Aunque no hubo una clara diferencia entre los nios de costa e interior considerando toda la muestra, si la haba al separar la comarca en 3 zonas (casi el 50 % de los nios que eliminaron menos de 25 g/L procedan de la Almijara). Esta situacin se ha mantenido cuando se ha corregido la yoduria en funcin del sexo, a pesar de que los nios menores de 7 aos (con una media de yoduria superior) eran ms numerosos en esta zona. Estos resultados son consecuentes con el hecho de que haya sido la Almijara la zona donde la prevalencia de bocio se ha encontrado ms alta. 5.4. Relacin entre yoduria y prevalencia de bocio En contra de lo que cabra esperar, no ha existido una correlacin clara entre la prevalencia total de bocio y los niveles de yoduria. Esta falta de correlacin ha sido tambin encontrada en otros estudios (Muoz Mrquez en Teruel, 1993) lo que puede ser explicado por diferentes motivos:

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1. Por un lado, la relacin etiopatognica entre una ingesta deficiente en yodo y la aparicin de bocio se desarrolla con el tiempo, mientras que la yoduria de una muestra aislada est sometida a contingencias cercanas en el mismo. 2. En segundo lugar, una correlacin no es ms que un artificio matemtico que exige covariabilidad entre las variables, pero tambin un cierto grado de varianza dentro de cada una de ellas. No es sorprendente que sea en los estudios ecolgicos, multiculturales o multigeogrficos en los que se pueden alcanzar mayores correlaciones. Estos estudios, al considerar los grupos homogneos para el clculo de la covarianza entre dos variables, introducen un aumento de la varianza de cada una de ellas que potencia la correlacin. Es una versin de lo que en la jerga epidemiolgica se suele llamar paradoja de Simpson y que no suele tenerse en cuenta en ocasiones. No es sorprendente que en estudios como el nuestro (o el de Muoz Mrquez) sobre poblaciones relativamente definidas, estas esperadas e histricas correlaciones entre yoduria y bocio, no aparezcan en un primer anlisis. 3. En tercer lugar, las dos variables de las que se presume covariacin (bocio y yoduria), son el resultado de pruebas diagnsticas que, salvo situaciones extremas (grandes bocio o grandes carencias ydicas) estn sujetas a numerosos falsos positivos o negativos (no conocidos por otro lado con precisin, y de las que este estudio da fe en algunos de sus apartados). 4. Por otro lado, debemos esperar que la situacin mejore a medida que el nivel socioeconmico (de nutricin y de salud) de la poblacin vaya mejorando y que el bocio no ser ya el epifenmeno de la deficiencia de yodo, sino la ancdota. Sin embargo, s se ha hallado una correlacin entre yoduria y grado de bocio.

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Como muestra la fig. 26b, la prevalencia de bocio Ib ha sido ms alta en los nios que excretaron menos de 100 g/L que en los nios que eliminaron ms de 100 g/L (19% vs. 13%) (p=0,05).

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6. Riesgo de tener bocio en un nio de la comarca de la Axarqua


Con la informacin poblacional y clnica recogida en el estudio de campo, hemos diseado un modelo de regresin logstica con el que poder definir el riesgo de tener bocio para un nio que vive dentro de la comarca estudiada. La regresin logstica es un modelo de prediccin de riesgo multivariante, en el que la variable dependiente tiene que estar diseada de manera dicotmica (en nuestro caso presencia o ausencia de bocio) y en el que las variables independientes pueden ser de cualquier tipo y estar en cualquier clase de intervalos (aunque no sea indiferente para su interpretacin la forma en que se presenten). El modelo de regresin logstica permite calcular el riesgo (ODDS RATIO) de que un acontecimiento ocurra a partir de una determinada exposicin (exposicin principal), ajustada por otras exposiciones asociadas (que en los modelos deben ser tratadas como variables asociadas, confounding o variables de interaccin). En el modelo diseado (tabla 51) incluyendo como variables de interaccin la edad, el sexo, la yoduria, la superficie corporal y la localidad de residencia, el riesgo de tener bocio ha sido el doble en un nio que vive en la zona llamada Almijara que en un nio que vive en cualquier otro punto de la comarca (OR=2,05). ste riesgo aumenta algo con la edad del nio (OR=2,41) pero, como se puede ver en la tabla, la yoduria modifica poco el riesgo de bocio en funcin de la zona (OR=2,43) (lo que no representa ms que la escasa correlacin individual encontrada en los estudios bivariantes). Una observacin que nos advierte tambin de los riesgos de los modelos bivariantes, ya que en la simplificacin de los modelos se puede perder mucha informacin relevante para comprender la complejidad global del fenmeno estudiado. En resumen: No existe una relacin uniforme entre la distribucin de bocio y la excrecin de yodo en toda la zona estudiada, pero s el patrn del modelo ecolgico esperado. Los resultados son tambin un ejemplo (repetidamente comentado a lo largo del trabajo) de la falacia de hablar de prevalencias nacionales. Las posibles deficiencias de yodo en la nutricin y sus potenciales secuelas, se siguen presentando en zonas geogrficamente delimitadas, a veces con pocos kilmetros de distancia entre ellas,, como parecen demostrar las observaciones de este estudio sobre los pueblos de la Sierra Almijara y los dems pueblos estudiados (algunos a slo 8 Km. de distancia).

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7. Volumen tiroideo calculado por ecografa


7.1. Exploracin ecogrfica en el diagnstico de bocio El diagnstico de bocio por palpacin nunca ha satisfecho completamente a los investigadores que, desde al menos los aos sesenta, estn empeados en sistematizar la exploracin para evitar la variabilidad inter e intraevaluador. Al servicio de este empeo objetivador, estn los sucesivos protocolos y estandarizaciones propuestos por las agencias nacionales e internacionales (como se comenta en otro apartado). A pesar de todas las limitaciones, la experiencia clnica sobre palpacin del bocio a lo largo del mundo es enorme. La coherencia biolgica entre la exploracin clnica y la eliminacin urinaria de yodo, ha satisfecho razonablemente las necesidades de los investigadores (y tambin las de prevencin) en todos aquellos lugares en los que se ha puesto en marcha la yodoprofilaxis. De hecho, la reduccin del bocio palpable a medida que aumenta la eliminacin urinaria de yodo tras la yodoprofilaxis, se ha convertido en una ley universal y en la prueba del nueve, tanto de la eficacia de la medida tomada como de la exploracin cervical del tiroides en la poblacin escolar. La esperada reduccin de la prevalencia de bocio por palpacin vena a avalar la bondad del procedimiento explorador, al menos desde el punto de vista epidemiolgico. Pero en la actualidad, estamos entrando en una nueva era a este respecto: - Por un lado, afortunadamente, en muchos lugares la endemia bociosa esta remitiendo (bien por la adopcin de medidas activas, bien por cambios nutricionales o culturales), con lo que el bocio como tal empieza a no ser el nico referente de los TDY. Por otra parte, numerosos estudios han demostrado que, aunque el bocio no est presente pueden estarlo otros signos y sntomas de TDY y que stos tienen una especial relevancia para la salud (sobre todo durante el embarazo y la infancia). Por tanto, la exploracin convencional del tiroides por palpacin podra ser insuficiente para apreciar los cambios de volumen tiroideo y su significado. Desde hace ya algn tiempo disponemos de un mtodo incruento, la ecografa tiroidea, que podra convertirse en el gold standard del diagnstico de bocio endmico. Un acontecimiento revolucionario que podra hacernos cambiar algunas de las lecturas habidas hasta ahora sobre la cuestin. Al aumentar la sensibilidad y, sobre todo, la

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exactitud (no en el sentido probabilstico sino mecnico) de la medicin, la nueva tcnica permitira disminuir los sesgos sistemticos (ms importantes en cualquier estudio que la precisin misma) al ser capaz al menos en teora - de cuantificar los falsos positivos o negativos de la prueba diagnstica palpatoria. Es comn la idea de que la palpacin del tiroides en un nio es sinnimo de un aumento de tamao de la glndula. Presumir que la ms precisa deteccin de este aumento (por medio de la ecografa) puede validar e incluso sustituir a la palpacin, es una consecuencia lgica. Pero, realmente es as de sencillo?. Para poder aceptar que la ecografa puede mejorar y sustituir a la palpacin, deben hacerse algunas reflexiones previas: 1. En primer lugar, hemos de tomar conciencia de que las dos exploraciones no tienen por qu tener los mismos significados (al menos a priori), pues: a) Por un lado, el explorador est construyendo una variable digital (presencia ausencia de bocio) a partir de un proceso de carcter analgico. Durante la palpacin se integran multitud de percepciones conscientes e inconscientes (desde la experiencia y habilidad del explorador, pasando por los conocimientos fisiopatolgicos y el inters acadmico y humano) que chocan adems, con la respuesta del observado y su entorno. Algunas escuelas del pensamiento (que no todas) suelen desdear este conjunto de percepciones por su subjetividad e incluso, como poco cientficas. b) Frente a la palpacin, la ecografa significa la capacidad de cuantificacin numrica del volumen tiroideo - inicialmente mucho ms sensible que la apreciacin grosera de la palpacin - y la posibilidad de representarlo como una variable continua. Adems, aporta una precisin tcnica avalada. 2. En segundo lugar, para que la ecografa tiroidea pueda constituirse en gold standard ser imprescindible conocer la distribucin poblacional del volumen tiroideo ecogrfico y de todas las circunstancias que influyen en el mismo. Se han realizado numerosos estudios en nios - la mayora de ellos en zonas con una ingesta de yodo aceptable y otros en zonas deficientes - dirigidos a este fin. Sin embargo, los resultados - hasta ahora al menos - parecen algo desconcertantes pues, como se ha comentado, los patrones de referencia estn lejos de estar establecidos.

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As, por ejemplo, el patrn poblacional realizado sobre una poblacin de nios de 12 pases europeos con una yoduria epidemiolgicamente aceptable (Delange et al., 1997) ofrece valores de referencia mayores que otros estudios realizados en pases del norte de Europa bien nutridos de yodo. Sin embargo, son inferiores a los hallados en Japn, un pas conocido histricamente por su dieta suficiente en este nutriente. En el trabajo de Delange se propone la correccin del volumen tiroideo ecogrfico por el sexo y por la superficie corporal (en vez de por la edad), al ser ambas variables que covaran con el volumen tiroideo. La definicin de patrones antropomtricos que covaran con la edad y el sexo son de una gran dificultad. En nuestro estudio, considerando la submuestra de nios estudiados ecogrficamente (n=344), el volumen tiroideo ha correlacionado con la edad y con las variables antropomtricas (sobre todo la talla, el peso, la superficie corporal y en menor medida con el IMC). Pero, aunque los coeficientes son muy significativos (dado el tamao muestral) distan mucho de satisfacer ciertas exigencias de precisin predictiva. As, por ejemplo, la edad deja sin explicar un 20% de la varianza del volumen tiroideo, la talla o la superficie corporal un 17% de la varianza del mismo y, en el caso del IMC, la varianza del volumen tiroideo sin explicar alcanza el 34%. Aunque la situacin es algo mejor para los nios que para las nias, las diferencias no son sustanciales poblacionalmente hablando (tabla 66a). Como era de esperar, al estratificar en funcin de la edad (bienios) (tabla 66b) y disminuir las varianzas de edad, peso, talla y superficie corporal dentro de un mismo estrato, la contribucin de cada una de ellas a la variabilidad del volumen tiroideo disminuye y ms an cuando se estratifica por aos naturales (tabla 67). As, por ejemplo, la superficie corporal que era la variable ms explicativa en la muestra total deja de explicar el 24% de la varianza del volumen tiroideo entre los 6 y los 10 aos de edad y a partir de los 12 aos, incluso deja de alcanzar significacin estadstica explicando tan slo el 47% de la varianza o, lo que es lo mismo, dejando sin explicar el 53%. Una desagregacin mayor de la edad (anual, semestral, mensual o diaria) ira disminuyendo la contribucin de la antropometra corporal al volumen tiroideo. Naturalmente ste es un desideratum difcil de alcanzar en la prctica, pero el razonamiento nos advierte de la utilizacin acrtica de una nueva tcnica con pretensiones de gold standard, como hemos intentado demostrar al analizar las covariaciones entre el volumen tiroideo y las variables antropomtricas. Desagregando el anlisis por aos naturales disminuye notablemente la potencia estadstica, al reducir el

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tamao de las submuestras y, por otro lado, sabemos que un ao es un gran intervalo de tiempo en la evolucin antropomtrica del nio, por lo que el gradiente de tiempo dentro de los nios de cada grupo sigue presente en los coeficientes de variacin. Sin embargo, estos coeficientes deben estar ms cercanos a la verdadera covariacin entre el volumen tiroideo y variables antropomtricas como la superficie corporal. Una cuestin de gran inters clnico es saber si la palpacin del tiroides de un nio (en los casos en que la palpacin del tiroides fuese normal) depende ms de la talla que de la envergadura total del nio. En nuestro estudio hemos podido comprobar que la superficie corporal correlaciona mejor con la talla que con el IMC. Y que, tanto la superficie corporal como la talla covaran (casi en la misma magnitud) con el volumen tiroideo. Esto podra sugerirnos, indirectamente, que la palpacin del tiroides podra ser ms fcil en los nios ms altos. Sin embargo, el peso (que al igual que la talla o la superficie corporal depende de la edad) explica tambin de manera importante la variabilidad del volumen tiroideo (sobre todo entre los 6 y los 10 aos de edad). Adems, tanto en la muestra en conjunto como al desagregar por bienios o por aos naturales, vemos que el peso corporal covara en muchos subgrupos con la misma intensidad o ms, que la propia talla o superficie corporal (tablas 66 y 67). Por otro lado, ya hemos comentado la escasa contribucin de todas las variables antropomtricas a la variabilidad del volumen tiroideo a partir de los 12 aos (en relacin, sin duda, con el estirn puberal y la redistribucin de los espacios corporales que se produce en este periodo de la vida). Finalmente, es conveniente llamar la atencin sobre la covarianza del volumen tiroideo con otras variables como los dimetros de cintura o cadera que, aunque estrechamente relacionadas con las otras variables antropomtricas, son adems variables de corpulencia. Estos hechos nos sugieren que el tiroides es un rgano ms, cuyo volumen no depende de una sola dimensin corporal sino que forma parte de una estructura integrada y armnica, que es el cuerpo del nio en desarrollo. 7.2. Valoracin de la ecografa tiroidea como prueba diagnstica Para que el volumen tiroideo pueda tener una utilidad diagnstica en la valoracin del bocio - y sobre todo ms utilidad que la palpacin de la glndula - debe demostrar ante todo, su plausibilidad biolgica. Al tratarse de una variable continua que puede ser medida en cualquier punto del intervalo, sera muy conveniente que existiera una correspondencia entre ingesta de yodo y volumen tiroideo (y, de hecho, es razonable

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que as sea). Como ya hemos comentado, la glndula tiroides desde antes del nacimiento y a lo largo de toda la infancia y juventud, va acumulando el pool de yodo hasta tener el de una glndula adulta (10-20 mg de yodo). El aumento de la demanda de hormonas tiroideas con el crecimiento, debido al incremento de la tasa metablica basal, al aumento de los requerimientos perifricos, etc., as como el balance positivo del pool tiroideo de yodo, hace que las necesidades de este elemento vayan aumentando a lo largo de los aos (sobre todo en algunos periodos especialmente sensibles como la infancia, el embarazo y la lactancia). Unos incrementos que hoy son reconocidos, y recomendados, por todos los consensos nacionales e internacionales sobre las necesidades diarias de yodo en la dieta (RDA). No es sorprendente pues que, cuando este incremento no se produce, la glndula tiroides entre en una situacin de dficit relativo de yodo que es reconocido como uno de los ms importante estmulos bociognicos. Por eso es preocupante que en algunos estudios, como el de Serrano Corredor en Murcia (1993) o el nuestro en La Axarqua (Milln et al. 1999), la yoduria vaya descendiendo a lo largo de los aos (salvo que por razones antropomtricas o de otra ndole, este descenso de la yoduria en una muestra ocasional no represente el verdadero gradiente de la yoduria de 24 horas, a lo largo del crecimiento). En el presente trabajo hemos correlacionado el volumen tiroideo con la yoduria (y con el cociente Y/C) de una muestra casual y hemos encontrado que: a) Considerando globalmente la muestra (344 nios a los que se realiz ecografa) no haba relacin entre la yoduria ocasional y el volumen tiroideo (ecogrfico) a lo largo de la infancia. Sin embargo, el volumen tiroideo correlacionaba negativamente con el cociente Y/C. Una correlacin que ha sido claramente dependiente de la cifra de creatinina (y casi de la misma intensidad que la encontrada entre el volumen tiroideo y la creatinina urinaria) (tabla 66). b) Al desagregar la muestra en funcin de la edad (por bienios y por aos naturales) aunque el poder estadstico desciende, comprobamos que aparece una correlacin negativa entre el volumen tiroideo y la yoduria, que es estadsticamente significativa especialmente entre los 4 y los 9 aos de edad, al tiempo que la correlacin negativa ente el volumen tiroideo y el cociente Y/C desaparece en prcticamente todos los estratos considerados (tablas 66 y 67).

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En resumen, a pesar de las limitaciones metodolgicas previamente advertidas, nuestros datos sugieren que parte del incremento del volumen tiroideo a lo largo de la infancia (al menos en la situacin poblacional analizada) puede ser dependiente de la ingesta de yodo en el medio (medido a partir de la excrecin urinaria de yodo en una muestra ocasional). Unas observaciones que validaran tambin el valor epidemiolgico de la medicin del yodo en una muestra aislada de orina y que justificaran la utilizacin de la medicin ecogrfica del tiroides como prueba diagnstica. 7.3. Palpacin versus ecografa tiroidea en el diagnstico de bocio. El paso siguiente que hemos dado en el presente trabajo ha sido intentar validar la ecografa como prueba diagnstica en los TDY, en sustitucin de la palpacin tiroidea. Para nosotros ha sido una sorpresa la utilizacin de los criterios de Delange et al. (WHO/ICCIDD 1997) (ULN Upper Limit Normal) del volumen tiroideo. Con estos criterios la prevalencia de bocio en nuestra serie (submuestra de 334 nios en los que ya se haba producido una concentracin diagnstica al haber una mayora de nios con tiroides palpable en el estudio de campo) hubiera sido de entre 3,2 y 3,8% (segn se utilizara el criterio de edad o el de superficie corporal). Una prevalencia que contrasta radicalmente con la experiencia histrica (de la zona, de Andaluca y del resto del pas), con la experiencia del propio estudio de campo y con el resto de las observaciones que se han ido comentado y, sobre todo, con algunas que comentaremos ms adelante en las que creemos demostrar la existencia de problemas neurolgicos asociados a la deficiencia de yodo y a la presencia de bocio palpable en una zona con TDY leve. Para acercarnos a esta cuestin hemos desarrollado dos estrategias: 1. Planteando una hiptesis de nulidad sobre la concordancia de ambas exploraciones (la ecogrfica y la manual) y tomando como punto de corte tres percentiles de la cola de la derecha (P-75, P-90 y P-95) de nuestra distribucin de volmenes tiroideos. 2. Considerando indistintamente como gold standard el volumen tiroideo medido ecogrficamente o la palpacin del tiroides y calculando a continuacin las propiedades de la prueba (sensibilidad, especificidad y valores predictivos) frente a la opuesta (los datos son calculados a partir de las mismas tablas de 2x2 y han sido comentados en los resultados), considerando a su vez dos escenarios de prevalencia:

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a) el procedente del diagnstico en el estudio de campo (primer evaluador) y b) el obtenido en el hospital de referencia (segundo evaluador). En ste caso (segundo evaluador), por su proximidad en el tiempo a la exploracin ecogrfica y el conocimiento de la concentracin diagnstica submuestral se supona un cambio de prevalencia preprueba (sta, que como es conocido no tiene por qu cambiar la sensibilidad S ni la especificidad E de una prueba, si puede, por razones bayesianas, cambiar sus valores predictivos VPP y VPN).

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Ante nuestra sorpresa, al poner a prueba la primera de las hiptesis, en los seis supuestos (tres puntos de corte en funcin de los percentiles de volumen tiroideo y dos escenarios: prevalencia poblacional o primer evaluador y prevalencia submuestral o segundo evaluador) pudimos observar que la concordancia entre la ecografa y el diagnstico de bocio por palpacin fue muy escasa y nunca superior a la que podra haber sido encontrada por el azar (el valor ms alto para el ndice Kappa fue de 0,38, para los puntos de corte P-75 y P-90 con el segundo evaluador). Al poner a prueba la segunda hiptesis observamos que: a) Cuando consideramos el volumen tiroideo ecogrfico como gold standard los mayores valores predictivos positivos (probabilidad de que cuando el evaluador diagnostique bocio en un nio realmente el volumen tiroideo est por encima del punto de corte ULN del volumen tiroideo ecogrfico) han sido de 32% y 40% (primer y segundo evaluador respectivamente) para el punto de corte P-75 (para los otros percentiles los VPP han sido an mucho ms bajos). b) Cuando se consider a la palpacin tiroidea como gold standard y a la ecografa como la prueba diagnstica evaluada (que no es ms que un cambio de ejes del anterior supuesto y como consecuencia un cambio de la sensibilidad y especificidad de los valores predictivos del mismo), los mayores VPP (probabilidad de que cuando un nio tuviera el volumen tiroideo por encima de alguno de los tres puntos de corte de la distribucin decididos de antemano, el explorador diagnostique bocio a la palpacin) han sido del 72% (P-75), 75% (P90) y 81,8% (P-95).

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La escasa concordancia hallada entre la exploracin ecogrfica y palpatoria, resulta inesperada. La ecografa resulta til para ratificar el diagnstico de bocio sobre todo en situaciones de mayor prevalencia estimada (caso del observador de campo) pero, cuando el clnico define a un nio con bocio no consigue identificarlo como un nio con un tiroides en los lmites ms altos de la distribucin del volumen tiroideo. 7.4. Correspondencia entre volumen tiroideo y yoduria. Ya hemos comentado la existencia de una (dbil) correlacin entre la yoduria y el volumen tiroideo para toda la poblacin estudiada. Como se ve en la fig. 33, los nios que eliminaron menos de 50 g/L de orina tuvieron con ms frecuencia un volumen tiroideo por encima del percentil 75 (P-75) aunque sin alcanzar la significacin estadstica y del P-90 (p<0,05 en las nias y no significativa en nios). Aunque la frecuencia de volumen tiroideo superior al P-95 no fue diferente para los distintos intervalos de yoduria, las nias con un volumen tiroideo superior o igual al P-95 tendieron a eliminar menos yodo de media (95,180 vs. 111,862) (p=ns) (tabla 68). Este hallazgo es coherente tambin con el hecho de que aquellos nios con volumen tiroideo por encima del P-95 hayan tenido niveles ms altos de tiroglobulina (14,215,7 vs. 9,75,8 ng/ml) (p=0,01) como se ha comentado en el apartado de resultados (fig. 29). Los niveles de corte propuestos por la OMS (1994) correspondientes al P-97 de la distribucin de volumen ecogrfico han sido decididos, entre otras cosas, porque parecen corresponder a la prevalencia aceptable de bocio cuando la yoduria media poblacional est por encima de 100 g/L. Sin embargo, Delange (1997) al introducir en su estudio poblaciones multiculturales con diferencias tnicas y ambientales muy importantes, puede estar cometiendo cierta falacia ecolgica cuyas consecuencias al intentar aplicarla ahora a nuestra propia experiencia, las estamos viviendo. La variabilidad del volumen tiroideo, tanto a la palpacin como en la ecografa, se ve influenciada por la edad y el sexo (adems de por las variables antropomtricas, como ya hemos comentado). Otros autores lo han puesto de manifiesto tanto en nios (Vitti et al. 1994, Lisba et al. 1996, Xu F. et al. 1999) como en adultos (Gutekunst et al. 1986, Hegedus et al. 1984, Erdogan et al., 1997).

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7.5. Los nuevos criterios diagnsticos en los estudios poblacionales de bocio endmico La aplicacin de distintos criterios (palpatorios o ecogrficos) para diagnosticar la presencia de bocio, ha demostrado llevar a distintos resultados en cuanto a prevalencia poblacional de bocio se refiere (como ya se ha comentado). Recientemente, Peterson et al. han realizado un estudio en el que comparan los nuevos criterios ecogrficos y palpatorios con los tradicionalmente aceptados de Prez et al. (Peterson et al., 2000). Como ya se ha comentado en pginas precedentes, los autores llegan a la conclusin de que los nuevos criterios podran llevar a un mayor error diagnstico a la hora de identificar un nio con bocio en los estudios poblacionales de bocio endmico (TDY). Foo L.C. et al (1999) han realizado un trabajo en el que comparan los criterios actuales de la OMS con los patrones locales de diagnstico de bocio. La utilizacin de la clasificacin clsica en cuatro grados (Prez et al. 1960, OMS 1961) considerando bocio tiroides cuyos lbulos laterales son de mayor tamao que la ltima falange del pulgar de la persona que est siendo explorada, parece aquilatar mejor al menos en los estudios de campo la prevalencia encontrada con la experiencia histrica de la zona. Por otra parte, la utilizacin de la ecografa tiroidea en adultos permite valorar los cambios que se producen en el volumen tiroideo, bien por circunstancias ambientales o estilos de vida (estacin del ao, tabaquismo, ejercicio...) (Hegedus et al. 1984, Rezznico et al. 1997) bien en ciertas situaciones fisiolgicas como la menstruacin o el embarazo (Rezznico et al. 1997, Smith et al. 1999). Pero, mientras en los estudios poblacionales para investigar la prevalencia de bocio (marcador indiscutible de la existencia de una deficiencia nutricional de yodo) siga utilizndose como poblacin de referencia a los escolares (por otra parte la ms idnea, como se ha venido comprobando desde principios del siglo XX) habr que obtener previamente unos patrones de normalidad del VT ecogrfico en la poblacin escolar estudiada. Posiblemente stos varen para cada pas o, incluso, para distintas regiones dentro de un mismo pas dependiendo tanto de la variabilidad interindividual como de los distintos patrones de crecimiento en distintas edades y sexo (evolucin del peso, la talla y otras variables antropomtricas), que dependen tambin de la latitud, la alimentacin, el ejercicio o la situacin fisiolgica en que se viva (embarazo o crecimiento). Finalmente, tomados todos estos datos conjuntamente nos llevan a considerar que, aunque hay muestras claras de la correspondencia biolgica entre el volumen tiroideo y

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la ingesta de yodo, la utilizacin de la ecografa como prueba diagnostica - en sustitucin del diagnstico de bocio por palpacin - necesita an de una mayor reflexin e investigacin clnica y epidemiolgica, con el fin de poder encontrar los criterios de discriminacin adecuados.

8. Funcin tiroidea
Como se ha comentado en la introduccin y a lo lardo de este trabajo, el cretinismo - como expresin de la deficiencia de yodo y del bocio endmico - ha desaparecido en los pases occidentales aunque perviva an en algunas zonas del mundo abandonadas sanitaria y socialmente. Sin embargo, en la gnesis del bocio endmico (incluso en su forma menor) y en la fisiopatologa de los TDY, est la disfuncin tiroidea secundaria a la deficiencia de yodo. Es por esta razn que el estudio de la funcin tiroidea es un complemento muy conveniente en una aproximacin epidemiolgica al estudio de los trastornos por deficiencia de yodo (TDY). Por otro lado, la deficiencia de yodo no es la nica causa de bocio, por lo que conviene evaluar simultneamente la funcionalidad del tiroides. En nuestro estudio, desde el punto de vista poblacional, los valores de TSH no se modificaron a lo largo de los aos ni hubo diferencias en funcin del sexo (tabla 53). Los valores medios de T4 y T3 fueron algo ms bajos a partir de los 11-12 aos de edad tanto en nios como en nias, con escasas diferencias entre sexos (tablas 54 y 55). El patrn de la tiroglobulina, aunque menos constante, tambin mostr una disminucin en los nios mayores de 12 aos respecto a los ms pequeos (tabla 56). Los nios menores de 7 aos tendieron a tener unos valores medios de Tg ms altos (tabla 58). Esta distribucin muestral de hormonas y protenas tiroideas no se diferencia demasiado, salvo en algunos matices, de lo que cabra esperar de un estudio poblacional de funcin tiroidea. Por otro lado, el estudio de la funcin tiroidea no es tampoco el objetivo de este trabajo. Sin embargo, conocer esta distribucin respecto a la edad y el sexo es de gran importancia para interpretar correctamente algunos de los hallazgos encontrados entre sensibilidad auditiva y TDY, que comentaremos ms adelante. Ningn nio de nuestro estudio tuvo hipertiroidismo - ni clnico, ni subclnico (TSH<0,8 UI/ml) pero 18 nios (4,7% de la muestra) han tenido valores de TSH>5 UI/ml (hipotiroidismo bioqumico). Por otro lado, el 4,4% de los nios tuvieron anticuerpos antiperoxidasa (TPOAb) positivos (que se asociaron con la prevalencia de

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bocio y de hipotiroidismo) y el 7,3% tuvieron anticuerpos anti-receptor de TSH (TBIAb) positivos (tabla 60). La yoduria media de los 18 nios con hipotiroidismo bioqumico, aunque mayor, no fue significativamente diferente de la de los nios con TSH<5 IU/ml (148,310,4 vs. 114,0165 g/L) mientras los niveles de hormonas tiroideas (T4 y T3) fueron significativamente menores (p=0,04 y p=0,05, respectivamente) y el volumen tiroideo fue significativamente mayor (p=0,05) (tabla 59, fig. 27). Un aumento de volumen que puede ser debido al proceso autoinmune asociado, pero que no permite descartar el papel bociognico de la deficiencia de yodo en algunos de los casos (al menos en los menos relevantes clnicamente). En todo caso, el hecho de que en el momento de la evaluacin la yoduria de este grupo de nios hipotiroideos fuese superior a la media del resto de la poblacin estudiada, puede ser interpretado como la consecuencia de un balance negativo de yodo (al no estar siendo ste utilizado por el tiroides). En el estudio ya comentado de S. Durn (realizado en 1981 y publicado en 1987) la prevalencia de hipotiroidismo en nios de la provincia de Mlaga (TSH>7,5 mUI/L) fue del 4,3%. Una proporcin parecida a la de nuestro estudio, incluso teniendo en cuenta que el punto de corte ha sido algo ms bajo. Considerados aisladamente, los nios con bocio visible (Ib) tuvieron unos valores medios de T4 y T3 ligeramente ms altos que los nios sin bocio o con bocio slo palpable (Ia) (tabla 60, fig. 28). El aumento de T4 en nios con bocio se ha documentado en algunos estudios realizados en nuestro pas (Muoz Rodrguez en Len, 1988 y 1991; Calvo de Haro en Guadalajara, 1991; Arrizabalaga en el pas Vasco, 1992; Sanabria en Toledo, 1993 o Go Goicoechea en Navarra, 1993). Otros, en cambio, han hallado una disminucin de T4 a medida que aumentaba el tamao del bocio (Donnay en Cuenca 1990). En nuestro estudio (y tambin en la mayora de los de los estudios citados a lo largo de este trabajo) el aumento de las hormonas tiroideas perifricas ha sido, sobre todo, a expensas del grupo de nios con bocio Ib (visible) y en la mayora de ellos se encontr un gradiente negativo entre niveles de T4 y grado de bocio, en general poco significativo estadsticamente (en la mayora de los estudios citados no se ha medido la T3). Desde el punto de vista de la geografa interna de la comarca, tambin han existido algunas diferencias en la distribucin de las hormonas tiroideas. As, los nios procedentes del interior, especialmente los de la Sierra Almijara (en los que la frecuencia de bocio ha sido ms alta) tenan ms elevados los niveles medios de T4 y T3 as como el cociente T3/T4, lo que indica que se est produciendo una adaptacin tiroidea a la

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deficiencia de yodo (secrecin preferencial de T3 o mayor tasa de conversin perifrica de T4 en T3) de la que el cociente T3/T4 puede ser un indicador (fig. 31). En algunos de los estudios citados en la revisin del tema, pero no en todos, encuentran una correlacin entre niveles de T4 (y en algunas ocasiones de TSH) con los niveles de yoduria. No ha sido ste el caso de nuestro estudio como se ve al estratificar los valores medios de TSH, T4 y T3 por los intervalos de yoduria (fig. 30). Sin embargo (y la observacin nos parece relevante por el papel que la tiroglobulina pueda jugar como marcador de disfuncin tiroidea en situaciones especiales) la tiroglobulina ha estado ms elevada en aquellos nios que eliminaron menos de 50 g/L de orina. El significado que pueda tener este hallazgo ser comentado ms adelante, sobre todo al haber comprobado que la Tg puede ser un marcador poblacional de deficiencia de yodo, pues ha sido el nico parmetro que aparece elevado (como ya se ha comentado) en los nios con volumen tiroideo superior al P-95 (calculado por ecografa) (p= 0,01) (fig. 29).

9. Capacidad auditiva y deficiencia de yodo


Ya hemos comentado en la introduccin, y a lo largo de todo el trabajo, que el bocio no es ms que uno de los signos, ciertamente el ms antiguo y conocido (probablemente por su facilidad exploratoria cuando no por su visibilidad manifiesta en los casos de endemia severa) de la deficiencia de yodo. Tambin hemos comentado el cambio conceptual desde Bocio Endmico a Trastornos por Deficiencia de Yodo a partir del mejor conocimiento de los efectos biolgicos y clnicos de la deficiencia de yodo en la dieta. Ya desde las primeras descripciones sistemticas del cretinismo se identific la existencia de formas de cretinismo mixedematoso (hipotiroideo) y formas de lo que se llam cretinismo neurolgico (sin hipotiroidismo asociado). Una de las formas caractersticas de presentarse ste, es la sordera y la sordomudez (reconocida ya como sntoma mayor del cretinismo endmico grave, desde el siglo pasado). McCarrison (1908) describi hasta un 80% de sordomudez en zonas de endemia severa del Himalaya. Numerosos estudios posteriores han confirmado esta asociacin. Por otro lado, es conocido tambin que el hipotiroidismo adquirido se acompaa de disfuncin de la capacidad auditiva, que puede remitir con el tratamiento hormonal sustitutivo (De Vos, 1963). Los estudios sobre capacidad auditiva de la poblacin escolar de zonas con deficiencia de yodo, han sido escasos. Sin embargo, desde al menos hace un cuarto de siglo, sabemos que la ingesta de yodo influye en la audicin (Meyerhoff,

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1976). En 1985, Wang y Yang, en un estudio prospectivo realizado en China en una zona con bocio endmico (120 nios seguidos en tres ocasiones a lo largo de tres aos) demostraron que la yodoprofilaxis mejoraba la capacidad de audicin (medida por audiometra) al tiempo que disminua la prevalencia de bocio (los resultados son expresados como los valores medios de los decibelios testados a frecuencias de 500, 1000, 2000, 4000 y 8000 Hz). A pesar de este importante precedente de los autores chinos, el primer estudio que se hace en una poblacin sin endemia severa o con endemia moderada es, probablemente, el trabajo de Muoz Mrquez et al. en Teruel (publicado en Endocrinologa en 1993). La difusin de este trabajo (al no estar incluida esta revista en los repertorios internacionales) creemos que ha sido escasa. En 1994 Valeix et al., publican un estudio sobre 1222 nios sanos de la zona de Pars a los que les realizaron una audiometra. En este trabajo se evala el dintel auditivo (dB) a las frecuencias de 250, 500, 1000, 2000 y 4000 Hz expresando los resultados como las medias de decibelios a las distintas frecuencias, siguiendo las sugerencias del trabajo de Wang y Yang en China. Las conclusiones del trabajo de Valeix (menor capacidad auditiva a menor yoduria) estn basadas en la presentacin en bruto de un plot (grfico o nube de puntos) en el que se representa la correlacin entre el dintel auditivo (dB) a la frecuencia de 4000 Hz y las concentraciones de yodo urinario de todos los nios. Aunque, ciertamente la correlacin alcanza la significacin estadstica (p=0,02) el coeficiente de correlacin es muy bajo (r=0,10). Por otro lado, un segundo plot presentado en el mismo trabajo representando la relacin entre los intervalos de yoduria y la media de dB a las frecuencias de 500, 1000 y 2000 Hz, ni siquiera alcanza la significacin estadstica (r = 0,03, p = 0,25). En este estudio, adems, no se tiene en cuenta el papel que la edad y las diferencias culturales (que obligan a utilizar metodologas diferentes en la realizacin de las audiometras), ni la severidad de la deficiencia de yodo (los niveles de ingesta de yodo son tambin muy diferentes entre los distintos grupos tnicos y entre grupos de edad diferente) puedan tener en los resultados. Aunque los resultados del estudio criticado son sugerentes se dira - por la falta absoluta de control de los sesgos y la ausencia de anlisis interno de los datos - que las conclusiones (an siendo coherentes con las esperadas) han sido deducidas y obtenidas por casualidad a partir de los resultados. Nos hemos extendido en estas consideraciones, con la esperanza de que el lector crtico que lea ahora nuestros resultados y sus conclusiones pueda comprender mejor

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las consideraciones metodolgicas que se han hecho en este estudio y/o su validez. Las diferencias que podemos apreciar entre nuestro trabajo y los comentados, son: 1. En primer lugar, frente al trabajo de Valeix et al., nuestro trabajo se ha hecho sobre una poblacin cultural y tnicamente homognea. Esta menor variabilidad de la muestra disminuye la posibilidad de que el azar o ciertos sesgos (la ya comentada Paradoja de Simpson) puedan orientar los datos en el sentido deseado por la previsin biolgica de los resultados. 2. Nuestro estudio se realiza en una muestra de nios no muy numerosa, aunque suficiente para alcanzar un poder estadstico razonable. Una situacin que, an a riesgo de que disminuya la precisin (error muestral), tambin garantiza una menor posibilidad de cometer errores tipo 1 en la decisin estadstica. 3. La mediana de la excrecin de yodo urinario en la muestra (y tambin en la poblacin de la que se ha extrado) est por encima de los 100 g/L, lo que le convierte en el estudio realizado (o publicado hasta ahora) en la situacin ambiental ms favorable para investigar la sensibilidad auditiva en relacin con la ingesta de yodo. 4. Se ha tenido en cuenta la edad de los nios (a diferencia del estudio de Wang y Yang en China, o el de Valeix en Pars). Una cuestin de gran inters, pues es conocido que hay un gradiente en la maduracin auditiva de los nios (Eagles 1967) y probablemente tambin en la capacidad de colaboracin (y de interpretacin) en la realizacin de la audiometra (una prueba en la que la colaboracin del examinado ocupa un lugar muy importante). 5. Hemos aportado informacin de todas las frecuencias y de ambos odos (y se ha realizado la exploracin de la va sea en un subgrupo de nios). Es una experiencia clnica y familiar que los defectos auditivos en los nios (muchas veces transitorios) son muy frecuentes y de una amplia etiologa (la mayora de las veces relacionados con catarros y cuadros virales o inflamatorios de las vas areas superiores). La exploracin de ambos odos y de la va sea, en los casos de aparente trastorno auditivo de la conduccin, nos permiten descartar razonablemente, disminuciones del dintel auditivo debidas a problemas de conduccin coyunturales con el momento de la exploracin.

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6. Por ltimo, hemos incluido marcadores biolgicos de funcin tiroidea y de deficiencia de yodo (tiroglobulina, presencia de bocio palpable y yoduria) y establecido la asociacin entre ellos y la funcin auditiva.
a) Asociacin entre eliminacin-ingesta de yodo y sensibilidad auditiva

En un estudio realizado recientemente en Las Hurdes Altas (zona conocida por su endemia) se ha valorado la capacidad auditiva en escolares de 8 a 12 aos estudiando tanto la va area como la va sea, y comparndola con la de nios de la misma edad del rea de Madrid (sin bocio histrico) (Lavado et al. 1999). La mayor proporcin de problemas auditivos hallada en los nios de Las Hurdes, sobre todo en la va sea, pone en evidencia que, a pesar de la mayor ingesta de yodo de los nios (por las continuas campaas de yodoprofilaxis realizadas en la zona), la deficiencia de yodo en las embarazadas podra estar afectando al desarrollo neurolgico fetal. Estos datos concuerdan con la menor eliminacin de yodo en las embarazadas (47% eliminaban cantidades inferiores a la mitad de las recomendadas por la OMS) (Escobar del Rey et al. comunicacin personal). Nosotros hemos hallado una estrecha relacin entre dintel auditivo e ingesta (eliminacin) de yodo. Como se puede ver en las diferentes grficas en las que se representa el dintel auditivo frente a la yoduria, existe (considerando el conjunto de los nios evaluados) un gradiente entre yoduria y umbral auditivo (decibelios): los nios que eliminaban menos yodo en orina necesitaron ms decibelios para reconocer la seal a las diferentes frecuencias (esta tendencia es clara hasta los 150 g/L) (fig. 38a). Es evidente que si existiera una asociacin entre excrecin urinaria de yodo y defectos auditivos, sta no sera el resultado de una situacin puntual (aunque el trabajo de Wang y Yang sobre la reversin del defecto con la yodoprofilaxis demuestra que tampoco hay por qu remontarse a pocas muy anteriores en la exposicin a la deficiencia). A pesar de esto, parece razonable introducir otro marcador de TDY ms estable, por ejemplo, la presencia o no de bocio palpable. Como se ve con claridad en las imgenes (fig. 39 y 40), en aquellos nios con bocio el gradiente entre sensibilidad auditiva y yoduria se hace mucho ms manifiesto que cuando no hay bocio palpable. Incluso, y a pesar de que el tamao muestral es menor, la tendencia es mucho ms clara al explorar la va sea (fig. 41). Por el contrario, en el subgrupo de nios sin bocio el gradiente dB-yoduria casi desaparece, al menos estadsticamente, aunque permanece una tendencia que recuerda la tendencia general.

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Esta asociacin es ms evidente an cuando se estratifican los nios con bocio en funcin de dos niveles de yoduria (mayor o menor de 50 g/L) (fig. 40) aunque a partir de 150 g/L el gradiente pierde consistencia (una cuestin que ser considerada ms adelante, pues ya hemos visto que los nios con hipotiroidismo subclnico, por ejemplo, tienen yodurias elevadas y no se descarta que puedan estar algunos incluidos en estas categoras).
b) Es la asociacin entre yoduria y sensibilidad auditiva causal en nios con bocio?

Llegados a este nivel de la investigacin parece necesario aclarar si esta asociacin encontrada entre yoduria y capacidad auditiva, podra estar explicada por alguna variable oculta confounding que, por covariar con la yoduria, con la presencia de bocio y con la sensibilidad auditiva, pudiera coexplicar la interaccin. Estas son algunas de las posibles covariables que hemos analizado y, si no descartado, s cuantificado la magnitud de su efecto: 1. Una explicacin (al menos terica) de esta asociacin entre sensibilidad auditiva, yoduria y bocio, podra ser que los nios con baja ingesta de yodo y con bocio palpable tuvieran, por alguna razn, una mayor predisposicin a los catarros o alguna otra causa de afectacin de la va area superior, tan frecuente en los nios. sta es la razn de que en los nios con audiometras sospechosas (curva audiomtrica diferente entre los dos odos) se haya estudiado la va sea (tras realizar una exploracin otoscpica para descartar la existencia de un tapn de cerumen u otra obstruccin en el conducto auditivo externo). Una exploracin normal o un comportamiento similar de la va sea y la va area descartara, en parte, aquella posibilidad. Como se ve en las grficas donde se representa la va sea (Fig. 38b y 41), el gradiente yoduria-dB sigue la misma tendencia que en la va area. En los nios sin bocio, en cambio, el gradiente entre dB y yoduria ha desaparecido mientras en los nios con bocio permanece de manera clara. 2. La segunda covariable que hemos analizado es la edad. A lo largo de todo el estudio hemos visto que la edad es una variable que no se puede soslayar en ningn momento. El volumen tiroideo, la prevalencia de bocio y la excrecin de yodo estn influidos claramente por la edad. A su vez, la propia sensibilidad auditiva y la misma exploracin audiomtrica, van a depender tambin de la edad.

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La influencia de la edad en la asociacin encontrada entre yoduria y dB podra haber sido explicada si los nios ms jvenes hubieran tenido una excrecin de yodo ms alta (como realmente ocurre en nuestra muestra y en muchas de las poblaciones analizadas y comentadas a lo largo del trabajo). Para intentar aclarar sta cuestin, hemos realizado una estratificacin de los datos, incluyendo adems como marcador de funcin los niveles de tiroglobulina (que est ms elevada en aquellos nios con volmenes tiroideos >P-95). Para ello se han diseado diferentes modelos de regresin mltiple considerando la intensidad (dB) como la variable dependiente y la edad como variable explicatoria principal (main variable), ajustndose los modelos en funcin de la presencia o no de bocio, de los niveles de tiroglobulina y de yodo urinario. Previamente hemos realizado un anlisis bivariante y hemos comprobado que un valor poblacional de 10 ng/ml de tiroglobulina es capaz de separar dos subpoblaciones de nios en funcin de su capacidad auditiva, de tal manera que los nios que tienen valores altos de tiroglobulina (> 10 ng/ml) necesitan ms dB para captar la seal, lo que ocurre tanto para la va area como par la va sea. El anlisis pormenorizado de los modelos de regresin mltiple tomando como variable dependiente la intensidad (dB) nos demuestra que: a) La edad es probablemente la variable explicatoria ms importante (en la frecuencia de 1000 Hz la edad explicara hasta el 34% de la varianza en dB) (tabla 79), pero no es la nica. Cuando en el modelo se introduce la tiroglobulina, la variabilidad explicada sube hasta el 46% y al incluir tambin el cociente Y/C, sube hasta el 52%. Al analizar la va sea (4000 Hz, tabla 80) la edad adquiere menos relevancia explicativa (tal vez por la reduccin del tamao muestral, o tal vez porque al analizar la va sea estamos evitando ciertas sorderas o disfunciones auditivas asociadas a catarros, u otras alteraciones de la va area asociadas a la edad). Pero, en todo caso la edad (asociada a la tiroglobulina y al cociente Y/C) consigue explicar hasta el 36% de la varianza de la sensibilidad auditiva de los nios, en este caso medida por la va sea. b) Sin embargo, la importancia de la edad como variable confounding se minimiza cuando el anlisis se estratifica en funcin de la presencia o no de bocio (tabla 75). En los nios con bocio, tomando como variable dependiente los decibelios necesarios para percibir la seal a 2000 Hz (va area) la edad no es una variable explicativa por s sola. En cambio la Tg, ajustada por la yoduria, es capaz de explicar hasta el 52% de la varianza en dB. En los nios sin bocio, en cambio, ni

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la edad, ni la Tg, ni la yoduria modifican la sensibilidad auditiva. Cuando se explora la va sea en los nios con bocio (1000 Hz, tabla 76) la Tg, ajustada por la yoduria y la edad, tiene incluso mayor capacidad predictiva sobre la capacidad auditiva (r2 = 63%) mientras que, al igual que ocurra con la va area, ninguna de las tres variables se asocia con la sensibilidad auditiva en los nios sin bocio. c) Algo parecido ocurre al estratificar por los niveles de yoduria (mayores o menores de 100 g/L) (tabla 77). La edad reduce su papel explicativo mientras la tiroglobulina, ajustada por los niveles de yoduria, contribuye a explicar hasta el 41% de la varianza de dB. d) Finalmente, cuando la estratificacin se hace agrupando a los nios con ms probabilidades de TDY (aqullos con bocio y yoduria 100 g/L) es cuando la tiroglobulina y la yoduria alcanzan a explicar hasta el 75% de la varianza de intensidad en dB (2000 Hz, va area) (tabla 78). Nos hemos detenido a explicar con detalle los modelos, porque los anlisis de regresin mltiple encierran el peligro de matematizar los resultados alejndolos (aparentemente) de la realidad biolgica y/o clnica o (en este caso) epidemiolgica. Por eso deben ser interpretados tras la estratificacin manual (ms o menos bivariante) que permita conocer el paisaje sobre el que se modeliza y comprender su verdadera significacin. Uno de los problemas de los modelos de regresin mltiple es que la modelizacin termina dicindonos ms de la naturaleza matemtica del tipo de variable que se estudia, que de la naturaleza biolgica de la misma. Para obviar este problema de lenguaje hemos trabajado con modelos logsticos que permiten tratar las variables despus de haberlas trasformado, de acuerdo con la experiencia clnica epidemiolgica. Hemos intentado saber si la posibilidad de que un nio tuviera un dintel auditivo superior a 20 dB en la audiometra, podra ser prevista en funcin del tamao tiroideo (adems de por la presencia de un marcador de disfuncin como es la tiroglobulina) diseando tres modelos (tabla 81): Modelo 1: Presencia de bocio a la palpacin; Modelo 2: Volumen tiroideo > P-75; Modelo 3: Volumen tiroideo > P-90. Los resultados de los tres modelos que se presentan, aparte de ofrecer unos riesgos (OR) bastante convincentes por su dimensin y precisin, muestran cierta coherencia clnica al ir aumentando a medida que lo hace el tamao tiroideo (palpacin

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de bocio) y la precisin de la exploracin (VT ecogrfico > P-75 y P-90). Adems, nos confirman lo que los otros modelos nos anunciaban: que los nios con bocio tienen ms riesgo de tener un umbral auditivo alto y que este riesgo puede ser explicado por el tamao y la funcin del tiroides (tamao y funcin que dependen de la deficiencia de yodo, como es bien conocido, aunque no se pueda deducir de este estudio). En resumen: Los resultados del presente estudio aportan informacin que permite ratificar la existencia de una asociacin entre niveles de yodo en la dieta y capacidad auditiva (lo que ha sido sugerido en algunos estudios poblacionales previos y en las numerosas observaciones clnicas y epidemiolgicas de asociacin entre defectos auditivos y deficiencia de yodo en la dieta, sobre todo cuando sta es especialmente grave). Esta consecuencia del dficit nutricional de yodo se produce, incluso, en una situacin como la estudiada en la que la deficiencia de yodo no es severa. Esto nos advierte de la necesidad de reconsiderar conceptualmente la importancia de los TDY para la salud desde la perspectiva de un mejor conocimiento (y capacidad de deteccin) de los signos y sntomas del dficit, a veces no visibles. Debemos puntualizar, no obstante, que aunque hayamos utilizado la idea de una relacin causal entre ingesta de yodo y sensibilidad auditiva, los resultados de nuestro estudio slo permiten hablar de asociacin, habindose descartado otras posibles variables coexplicatorias (aunque no todas). La causalidad, que es la ambicin ltima de cualquier proyecto de investigacin es tambin, casi siempre, un desideratum imposible de conseguir. Por lo general, los investigadores tienen que conformarse con explicaciones de la asociacin como es nuestro caso.
c) Por qu mecanismo se asocian la menor ingesta de yodo y la disfuncin auditiva?

La inclusin en nuestro estudio de la Tg como indicador de funcin tiroidea y la asociacin encontrada entre Tg y capacidad auditiva nos sugiere que la disfuncin auditiva encontrada en los nios que ingieren menos yodo, est mediada por la disfuncin tiroidea. El hallazgo, en el contexto en que se ha realizado, refuerza muchos de los trabajos realizados en este sentido. Ya hemos comentado cmo Wang y Yang consiguieron mejorar la capacidad auditiva y los parmetros de funcin tiroidea de un grupo de nios con TDY severos tras tres aos de yodoprofilaxis (aunque no se estableciera en ese estudio una relacin caso por caso sino slo de grupo, entre la medida y el efecto).

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La induccin experimental de hipotiroidismo en animales (Meyerhoff 1979) produce "hidrops" endolinftico, prdida de clulas auditivas, engrosamiento de la membrana timpnica y mucosas del odo medio, obstruccin de la trompa de Eustaquio y lesiones degenerativas del rgano de Corti. El defecto auditivo podra tener un componente de conduccin asociado a la lesin de las estructuras blandas del odo medio y un componente sensitivo neural, probablemente a nivel de la cclea. Tambin experimentalmente se ha comprobado que hay un defecto de la funcin auditiva asociado al hipotiroidismo (Whiters et al. 1972) como parece confirmarse en la clnica por el estudio de Wang y Yang (repetidamente comentado).

10. Determinantes de la yoduria en la poblacin escolar de la Axarqua


Como ha sido comentado en la primera parte de este trabajo, la medicin de la ingesta de yodo en la dieta, as como la presencia de contaminantes yodados en el medio ambiente, no es fcil de valorar. As pues, la medicin de la yoduria se convierte en un precioso instrumento para valorar de forma indirecta, el contacto de los nios con sustancias yodadas. En nuestro estudio hemos realizado una encuesta, especficamente dirigida a evaluar estos determinantes de la ingesta de yodo (y por tanto de la yoduria) con un doble objetivo: 1. Por un lado, evaluar realmente cules son los nutrientes que estn determinando los niveles de yodo en orina para, de esta forma, poder hacer mejores recomendaciones nutricionales. 2. Por otro, evaluar los contaminantes oportunistas (que pueden contribuir a la yodoprofilaxis silente) para mejor entender, entre otras cosas, las yodurias inusualmente elevadas que se encuentran en los estudios poblacionales. 10.1. Procedencia del agua. Tradicionalmente se ha considerado que el agua y los alimentos son las dos fuentes ms importantes de yodo. En nuestro estudio hemos preguntado sistemticamente la procedencia del agua utilizada por las familias. Sorprendentemente un elevado nmero de familias (15%) utiliza an, casi exclusivamente, aguas de pozo para beber y cocinar (siendo esta frecuencia mayor en las familias que viven en la costa respecto a las que viven en el interior, especialmente en la zona de la Sierra Almijara en

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donde slo el 2,8% utiliza agua de pozo ). La existencia en la zona de una amplia capa fretica en las proximidades del mar, explica el mantenimiento de esta costumbre. Por otro lado, la mayora de los pueblos se abastecen bien de manantiales locales bien de los pantanos que recogen las aguas procedentes de las sierras cercanas. Como hemos visto en resultados, el consumo de agua de pozo o de agua de la red ha condicionado la eliminacin de yodo en orina. Por otro lado, la prevalencia de bocio visible ha estado claramente asociada al tipo de agua ingerida, pues ste ha sido ms frecuente (incluso en la costa) en los nios que ingirieron agua de pozo. 10.2. Uso de antisptico yodados Tambin el contacto con antispticos yodados ha condicionado la yoduria, pues los nios que haban tenido alguna herida reciente que necesit ser desinfectada, presentaron una yoduria mayor. Sin embargo, la dificultad de integrar estos datos en un estudio poblacional como ste, es obvia. As por ejemplo, el hecho de que los nios que viven en la costa hayan comunicado un mayor nmero de heridas recientes podra explicar la mayor excrecin urinaria de yodo y la menor prevalencia de bocio (a pesar de que beben con mayor frecuencia agua de pozo lo que, como hemos visto, se asocia globalmente con una menor yoduria y una mayor prevalencia de bocio Ib). 10.3. Consumo de sal yodada. Slo la cuarta parte de las madres dijeron utilizar, normalmente, sal yodada en la elaboracin de la comida diaria. Curiosamente, el consumo declarado de sal yodada no se reflej con los niveles de yoduria ni en la prevalencia de bocio. No obstante, la impresin durante la investigacin de campo, fue que: 1. Existe cierta dificultad cultural para separar lo que es sal yodada y sal marina. 2. El consumo de sal yodada, cuando se produce, es inconstante pues no obedece a una poltica activa de prevencin y de salud y, sobre todo..., 3. Al haberse realizado la encuesta con posterioridad al estudio clnico y exploratorio, se poda haber producido ya el efecto por la informacin recibida (ms o menos explcita) sobre la conveniencia de usar sal yodada. La informacin sobre el consumo de sal yodada facilitada por las madres podra corresponder al menos en algunos casos - al consumo actual (en muchas ocasiones posterior a la toma de la muestra de orina) y haber sido inducido por el propio estudio

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epidemiolgico (sera un claro ejemplo del efecto Hathworne, tan bien conocido en los estudios epidemiolgicos y de intervencin en salud). 10.4. Ingesta de yodo con los alimentos. El agua y los alimentos han sido (sobre todo en las comunidades aisladas o con escaso desarrollo industrial) las dos fuentes ms importantes de yodo en la poblacin. De entre ellas, el pescado se consideraba una fuente importante. En nuestro estudio el consumo de pescado no ha explicado las yodurias, quizs porque la mayor parte de los nios consuman bastante pescado. De hecho, casi el 90% de los nios consuma algn tipo de pescado al menos una vez por semana, siendo este consumo ms frecuente, como era de esperar, en la costa que en el interior (datos no tabulados). Un alto consumo que, por otro lado, no ha conseguido elevar las yodurias hasta niveles poblacionales compatibles con las recomendaciones de salud actualmente vigentes. De entre todos los nutrientes analizados, slo los productos lcteos han explicado satisfactoriamente las yodurias. Aunque el 95% de las madres dijeron que sus nios tomaban diariamente algn producto lcteo, la distribucin de este consumo ha sido heterognea (especialmente para la leche entera que es el lcteo ms frecuentemente consumido). Esta heterogeneidad en el consumo ha permitido establecer unos claros gradientes de yoduria en funcin del consumo de leche. De hecho, mientras los nios que tomaban leche entera al menos tres veces al da no tenan ningn riesgo de tener yodurias inferiores a 100 g/L (OR = 1,29; p = 0,22), este riesgo se multiplicaba por tres en los nios que tomaban leche menos de una vez por semana o casi nunca (OR = 3,56; p = 0,005) (tabla 84, fig. 54). Pero, lo que es ms importante desde el punto de vista epidemiolgico y desde el punto de vista de la posible asociacin causal entre ingesta de leche y yoduria, ha existido un claro gradiente entre baja ingesta de leche y riesgo de yodurias bajas. Gradiente que, junto a la coherencia biolgica, es una de las condiciones de Hill para el establecimiento de la causalidad entre un factor de exposicin y un efecto, en los estudios epidemiolgicos. Por otra parte, el anlisis del contenido en yodo de distintas marcas de leche consumidas en Espaa, realizado por G. Morreale y F. Escobar (comunicacin personal), nos informa de que un 40% de las mismas tienen un nivel de yodo de 100-150 g/litro y ms de un 30% superan esta cifra (figura A), lo que ayuda a explicar que los nios que dijeron tomar leche ms de dos veces al da, hayan tenido yodurias ms elevadas que los que dijeron tomar menos leche (fig. 61).

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V. EPLOGO

Estamos llegando al final de la redaccin de este trabajo y estamos ahora en condiciones (al menos en mejores condiciones que antes de comenzarlo) de dar cumplida razn del primer objetivo de este proyecto, que era tambin la primera hiptesis de investigacin: 1. Es la Axarqua de Mlaga una comarca con TDY?. Previamente, para una mayor precisin de la respuesta, haremos una rpida reflexin sobre dos aportaciones del estudio an no comentadas y unos comentarios sobre los criterios de TDY, seguidas de una consideraciones finales.
1.a. El screening de deteccin precoz de hipotiroidismo congnito: una oportunidad para detectar de manera indirecta los TDY.

A lo largo de este trabajo ya han sido realizadas algunas consideraciones al respecto. Siguiendo los criterios propuestos por los Organismos Internacionales (WHO/ UNICEF/ICCIDD, 1994) se considera que existe riesgo de TDY en una poblacin cuando la prevalencia de TSH>5 IU/ml en RN es superior al 3%. La comarca de la Axarqua, con un 9,3% de RN en stos niveles de TSH, debera catalogarse como una regin con TDY de severidad moderada. Por otro lado, si comparamos estas cifras con la prevalencia de TSH elevadas en las 2 zonas urbanas de Mlaga capital (tabla 62), es una prevalencia (en trminos relativos) entre 2,1 y 3,3% ms elevada.
1.b. La tiroglobulina como marcador indirecto de TDY

La segunda aproximacin a la presencia de TDY en la Axarqua se ha hecho a travs de la tiroglobulina. El ICCIDD, grupo internacional para el Control de los Trastornos de la Deficiencia de Yodo, considera que la tiroglobulina es un marcador indirecto de TDY (Dunn 1998). Niveles de tiroglobulina poblacional superiores a 10 ng/ml (valores de mediana) indican un riego de TDY en la poblacin valorada. En trminos absolutos, el 32% de los nios estudiados estara dentro de la categora de TDY leve (tabla 57) (una proporcin muy parecida a la encontrada de bocio palpable). Sin

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embargo, la mediana de Tg en la poblacin estudiada, la mediana de cada una de las tres zonas, y la mediana por grupos de edad (excepto para los nios menores de 7 aos) ha sido inferior a 10 ng/ml, aunque ha rozado este valor (tabla 58). Si tenemos en cuenta que las recomendaciones de las Agencias Internacionales estn dirigidas a detectar las grandes deficiencias (y que los intervalos de la recomendacin suelen ser poco exigentes), la proximidad de las medianas de Tg de nuestro estudio con los lmites de TDY propuestos nos advierten del riesgo de TDY en nuestra zona.
1.c. Comentarios sobre prevalencia de bocio y excrecin de yodo.

La prevalencia total de bocio encontrada en la Axarqua (37%) es superior a las recomendaciones internacionales para catalogar una poblacin como libre de TDY (prevalencia <5%). Por otro lado, aunque la mediana de yoduria de 100 g/L se considere el mnimo necesario para que una poblacin pueda comenzar a estar libre de TDY (y por tanto de bocio endmico) en conjunto, y alguna de las zonas estudiadas, ms del 50% de los nios excretaron menos de 100 g/L de orina. Adems, en algunos lugares (Almijara), cerca del 50% de los nios excretaron menos de 25 g/L, que es un valor en el que no hay duda de su condicin de factor de riesgo bocigeno. Finalmente, las observaciones realizadas en esta investigacin demuestran una clara asociacin entre ingesta de yodo, funcin tiroidea y disfuncin auditiva. sta, en su mxima expresin de sordera y sordomudez, forma parte de la historia de las grandes endemias de bocio y cretinismo por lo que su deteccin (aunque sin repercusin clnica) en nuestra comarca, nos advierten de la existencia de TDY en la zona. 2. Qu implican los resultados hallados en este estudio? El objetivo principal de este estudio es realizar un diagnstico de salud de una comunidad. Los autores son conscientes de su responsabilidad y algunos comentarios sobre ello se han hecho al comienzo de la discusin. El estudio ha tenido otros objetivos injertados como validar nuevas pruebas diagnsticas (ecografa) o poner a prueba la hiptesis de asociacin entre disfuncin auditiva e ingesta de yodo. Pero todas ellas son slo instrumentos para el diagnstico de salud de la poblacin. Este trabajo ha nacido inspirado por los grandes estudios sobre TDY realizados en Espaa y en el mundo y bajo el estmulo y las recomendaciones del grupo de trabajo sobre TDY de la SEEN, empeado en el diagnstico y erradicacin de los TDY en

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Espaa. Desde esta experiencia, sabemos los recelos que despierta en las autoridades sanitarias la identificacin de problemas de salud que, por sus consecuencias a corto plazo, pueden ser considerados como no relevantes o no prioritarios en el contexto poltico o sanitario del momento (ya que el bocio endmico no es una causa relevante de muerte), o incluso como no convenientes polticamente por distorsionar la imagen de salud pblica de la poblacin. El diagnstico de bocio endmico tiene tras de s tales connotaciones de indigencia y subdesarrollo que, junto a otras razones, podra justificar las reticencias para reconocerlo en las formas moderadas de endemismo que subsisten en los pases desarrollados (cuyo significado y consecuencias estamos ahora empezando a conocer). Pero las palabras no son neutrales y sta es la razn, entre otras, de que el trmino TDY vaya sustituyendo al de bocio endmico. A partir de todas estas consideraciones, la Axarqua debe ser considerada como una comarca con una ingesta de yodo deficiente cuyas consecuencias se manifiestan en la presencia de bocio y en una disfuncin auditiva en los escolares. Pero el bocio no es ms que un signo como lo es la disfuncin auditiva, de una deficiencia que puede estar causando otras alteraciones (la mayora de las cuales no son tan fcilmente detectables). Mientras el primero nos indica que los nios no toman el yodo suficiente, la segunda puede estar advirtiendo de que padecieron una deficiencia de yodo durante la gestacin. Las consecuencias directas para la calidad de vida de estos nios, sobre su capacidad intelectual (cuya relacin con la funcin tiroidea est bien establecida, sobre todo en los periodos precoces de la vida), y atencin escolar (tan relacionada con la capacidad auditiva) aunque podran deducirse de los resultados, no han sido evaluadas directamente en este estudio y slo pueden ser sugeridas. 3. Consideraciones finales:
3.a. Para cundo la erradicacin de los Trastornos por Deficiencia de Yodo en Espaa?

Hace ms de ochenta aos que Maran dijo que el diagnstico de la deficiencia de yodo corresponda a los cientficos y a los clnicos, pero que la solucin era responsabilidad de los polticos. Hoy la cuestin sigue planteada en los mismos trminos. Por otra parte, las recomendaciones a este respecto de la OMS, UNICEF, y otros organismos internacionales preocupados por la salud y el bienestar de los pueblos, apuntaban la posibilidad de erradicar los trastornos por deficiencia de yodo para el ao

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2000 hace ya algunas dcadas. La fecha del reto ha llegado y siguen habiendo en el mundo ms de 1500 millones de personas en riesgo de presentar las diversas (y a veces graves) manifestaciones de la deficiencia de este micronutriente. Si el diagnstico de salud desarrollado en este trabajo de investigacin es cierto, las autoridades sanitarias deberan tomar medidas de prevencin. En otro apartado se han comentado las ventajas e inconvenientes de la yodoprofilaxis. Baste decir aqu que desde los aos 20 en que comenzaron las primeras campaas en Ohio (Estados Unidos), stas se han venido desarrollando en la mayor parte de Europa a partir de entonces. De todos los pases europeos ha sido quizs Suiza el que ha diseado y conseguido una poltica de yodoprofilaxis ms constante y eficiente. En ciertas regiones de Suiza el 100% de los nios tenan grandes bocios y el 0,5% de los habitantes eran cretinos. Introducida la yodoprofilaxis en 1922, el ltimo nio con cretinismo naci en 1930 y el bocio endmico ha desaparecido como tal en la poblacin escolar (Brgi 1990). En el resto de Europa el xito ha sido desigual pero, en general, se est produciendo un descenso de la endemia bociosa debido, no slo a las campaas oficiales de yodoprofilaxis sino tambin, probablemente, a la profilaxis espontnea (silent prophylaxis) o no controlada, como se ha comentado para el Reino Unido. Sin embargo, algunos pases como Blgica (un pas desarrollado y centro de buena parte de la burocracia comunitaria) no han sido capaces de modificar la prevalencia de bocio endmico, ni consensuar polticamente unas normas de prevencin a nivel nacional. En el caso de Espaa es ya irremediable que entremos en el prximo milenio sin haber resuelto (ni abordado institucionalmente) la prevencin de los TDY. Como se ha comentado a lo largo de esta revisin, en nuestro pas han existido siempre mdicos preocupados por el diagnstico de los TDY y comprometidos en estimular una conciencia de prevencin en los responsables polticos. Durante muchos aos se han realizado campaas de yodoprofilaxis, la mayora de las veces consecuencia del entusiasmo personal de los mdicos comprometidos con el estudio de la endemia. Los casos histricos de Maran en las Hurdes u Ortiz de Landzuri en las Alpujarras, ya han sido comentados. Desde entonces no han cesado las iniciativas. Algunas, como la de las Hurdes en los sesenta-setenta por el grupo del Dr. Escobar, con resultados espectaculares. Adems de en Extremadura, se han realizado campaas tambin en Galicia, Asturias, Pas Vasco, Catalua o Len (como se comenta en otro apartado).

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En Asturias, tras los importantes estudios epidemiolgicos realizados que abarcaron prcticamente a toda la comunidad autnoma, el principado dise una poltica de yodoprofilaxis conducente a que en todos los comedores escolares se consumiera sal yodada, al tiempo que se promova el consumo de sal yodada de la poblacin. En Catalua tres de los 292 objetivos del Plan de Salud de la Generalitat estn dirigidos a la prevencin del bocio endmico. Una medida similar est a punto de ser aprobada en el Pas Vasco. En Andaluca (aparte de la experiencia de Ortiz de Landzuri, ya comentada) la nica medida de yodoprofilaxis fue realizada a comienzos de los aos ochenta por el grupo de S. Durn en la sierra norte de Sevilla, utilizando Lipiodol oral. Aunque se demostr la eficacia de la yodoprofilaxis, la medida tuvo una carcter casi experimental y no ha tenido continuidad. A pesar de todas estas iniciativas, nunca ha existido una poltica nacional sobre prevencin de los TDY. Quizs la medida ms importante haya sido el desarrollo en 1983 de la legislacin pertinente para la yodacin de la sal por Real Decreto 1424/1983 (BOE, N 130 de 1 de Junio de 1983) pues permiti la produccin en Espaa de sal yodada ya que antes de esa fecha, la nica disponible era la de importacin.
3.b. Yodacin Universal de la sal: un derecho humano de la infancia

En Febrero de 1998 se reuni en Mlaga el grupo de trabajo sobre TDY de la SEEN. A la reunin acudieron tambin representantes polticos del Ministerio de Sanidad y de la Consejera de Salud de la Comunidad Autnoma Andaluza. Querramos finalizar este trabajo con la alusin a las palabras del Dr. Escobar, presidente del grupo de trabajo sobre TDY quin aqu, en Mlaga, volvi a recordar que desde que Espaa firmara en 1990 la Declaracin Universal de los derechos de la Infancia est obligada a cumplir con las acciones definidas en la Declaracin Mundial para la Supervivencia, Proteccin y Desarrollo de la Infancia, aprobadas en la Cumbre de la Infancia. En este documento se puede lee, como algo prioritario: ... la erradicacin de las disfunciones por deficiencia de yodo en el ao 2000.... No se trata de erradicarla en pases en vas de desarrollo, sino en Europa (incluida naturalmente Espaa) donde se ha demostrado repetidamente la extensin de la carencia (tal como los resultados de nuestro trabajo demuestran en la Axarqua). Todo nio tiene derecho a una cantidad adecuada de yodo en la dieta. Lo que, a la altura de los conocimientos actuales, supone tambin que toda madre debe tener una ingesta de yodo suficiente para poder evitar los precoces defectos asociados a las

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carencias intragestacionales de yodo. Para conseguir estos objetivos se ha propuesto por la OMS, UNICEF y ICCIDD, la yodacin universal de toda la sal de consumo humano y animal, incluida la sal utilizada en las industrias alimentarias y hacerlo en el mundo entero. Para poder hacer realidad esta declaracin en Espaa (y en Andaluca) sera necesario poner en marcha una serie de medidas que, tomando las recomendaciones de F. Escobar del Rey, enumeramos a continuacin: 1. Una firme voluntad poltica de cumplir con el compromiso, dejando de conculcar uno de los derechos humanos de la infancia. 2. Implementar la yodacin universal de la sal, siguiendo las directrices de la OMS/ UNICEF/ICCIDD, para lo cual tendra que modificarse la legislacin vigente. 3. Procurar la disponibilidad de tabletas que contengan 200 g de yodo (en forma de IK) como suplementos a tomar durante el embarazo y la lactancia. 4. Controlar el contenido real de yodo en la sal yodada, tal como le llega al consumidor, y de todo alimento que deba contener yodo, como las frmulas utilizadas en la alimentacin de prematuros y neonatos, de tal manera que se cumplan las recomendaciones al respecto, aprobadas por la OMS, UNICEF y ICCIDD. 5. Promover en las 17 autonomas la organizacin de mecanismos para la toma peridica de muestras de sal yodada y de orina de escolares, mujeres embarazadas y lactantes, valorar su contenido en yodo, y establecer un laboratorio para su determinacin, y evaluar peridicamente la incidencia (prevalencia) de bocio en alguna poblacin seleccionada al azar. 6. Establecer una comisin nacional para la puesta en marcha del programa de erradicacin, que sirva de nexo de coordinacin de las actividades desarrolladas por las distintas autonomas, la administracin central y las organizaciones internacionales de apoyo, especialmente el ICCIDD.

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VI. CONCLUSIONES

1. En la comarca de La Axarqua, situada al Noreste de la provincia de Mlaga, con 107.400 habitantes de los cuales 17.400 son escolares, persiste una deficiencia nutricional de yodo. 2. Este diagnstico se sustenta, tanto en la elevada prevalencia de bocio palpable como en los valores poblacionales de tiroglobulina y en la existencia de una elevada proporcin de nios con TSH neonatal elevada. 3. Aunque la mediana de yoduria de 120 g/L, es superior al punto de corte estimado para considerar libre de endemia a una poblacin, existe una distribucin muy heterognea de yodurias, conviviendo nios con eliminaciones altas con otros que eliminan una baja cantidad de yodo en orina. 4. La zona ms afectada es la correspondiente a la Sierra de la Almijara. En esta zona se ha encontrado la mayor prevalencia de bocio, especialmente bocio visible (Ib), y la menor eliminacin urinaria de yodo. 5. Las mediciones de volumen tiroideo por ecografa no han satisfecho las expectativas iniciales. Probablemente porque los valores de referencia europeos no son los adecuados para nuestra poblacin escolar. 6. Muestro estudio demuestra que, en una poblacin escolar con una mediana de yoduria de 120 g/L, hay una estrecha asociacin entre exposicin a la deficiencia de yodo y disminucin de la capacidad auditiva. 7. La medicin de la capacidad auditiva en los estudios poblacionales de bocio endmico (p.e., una prevalencia de nios por encima de un determinado dintel auditivo unida a valores bajos de yoduria y/o valores altos de tiroglobulina) podra ser considerada como un mtodo para determinar la existencia de TDY. 8. La ingesta de leche, la exposicin a antispticos yodados y la procedencia del agua han sido, junto al lugar de residencia dentro de la comarca, los determinantes ms importantes de la yoduria en los nios. 9. Nuestro estudio demuestra que el aumento del nivel de vida y la exposicin a sustancias yodadas (yodoprofilaxis silente) no ha sido suficiente para resolver la carencia de yodo y los trastornos asociados (entre otros el bocio o la disfuncin auditiva).

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10. La actitud de las autoridades sanitarias en la prevencin de la deficiencia nutricional de yodo sigue estando ausente. Desde que se inici este estudio en 1997 (y a medida que se iban conociendo) se han ido comunicando a las autoridades sanitarias, tanto los resultados como la opinin de los investigadores sobre la conveniencia de iniciar una poltica de yodoprofilaxis activa (fundamentalmente promoviendo el consumo de sal yodada). Hasta la fecha nada se ha hecho. La prevencin de la deficiencia de yodo no se ha incluido en el Plan Andaluz de Salud, ni en el Plan de Salud de la provincia de Mlaga o del Distrito Sanitario de La Axarqua. Como corolario (y an a sabiendas de que tras las conclusiones no queda nada por decir) los investigadores consideramos que deberan instaurarse medidas que paliasen los efectos de ste dficit, entre otras (aparte de las recomendadas por el Dr. Escobar en la reunin del grupo para el control de la deficiencia de yodo en Espaa de la Sociedad Espaola de Endocrinologa y Nutricin en 1998): 1. Asegurar una adecuada ingesta de yodo en la embarazada, controlando peridicamente la eliminacin urinaria de yodo. 2. Evitar el uso de desinfectantes yodados, tanto durante el parto como en el recin nacido. 3. Realizacin peridica de estudios destinados a valorar la evolucin de la endemia, que incluiran la inspeccin y palpacin tiroidea y el control de la eliminacin urinaria de yodo en escolares, como grupo ms asequible y que refleja satisfactoriamente el estado nutricional de yodo de la poblacin.

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VII. ANEXOS

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ANEXO I. Resolucin de la 39 Asamblea Mundial de la Salud (1986).


39 ASAMBLEA MUNDIAL DE LA SALUD. Punto 29 del orden del da. WHA 39. 31. 16 de mayo de 1986. PREVENCION Y LUCHA CONTRA LOS TRASTORNOS CAUSADOS POR LA CARENCIA DE YODO. La 39 Asamblea Mundial de la Salud, Enterada de la elevada prevalencia de los trastornos causados por la carencia de yodo, que slo en Asia afectan a ms de 400 millones de personas, as como a varios millones en frica y Amrica del Sur; Preocupada por el hecho de que los trastornos causados por la carencia de yodo comprenden no solamente el agrandamiento bocioso de la glndula tiroides, sino tambin la mortinatalidad, los abortos y las anomalas congnitas; el cretinismo endmico caracterizado casi siempre por el retraso mental, la sordomudez y la dipleja espstica, as como grados ms leves de defectos neurolgicos relacionados con la carencia fetal de yodo; y el deterioro de las funciones mentales en nios y adultos con niveles reducidos de tiroxina circulante. Consciente de que para la prevencin y la lucha contra los trastornos causados por la carencia de yodo se dispone de una tecnologa eficaz de bajo coste, y en particular de la utilizacin de la sal yodada y de aceite yodado (por inyeccin o por va oral); Considerando que la prevencin y la erradicacin de los trastornos causados por la carencia de yodo, que permitir mejorar la calidad de vida, la productividad y las posibilidades de formacin de nios y adultos que padecen trastornos causados por la carencia de yodo son perfectamente factibles en el plazo de los prximos 5 a 10 aos; Enterada de que el Subcomit de Nutricin del Comit Administrativo de Coordinacin de las Naciones Unidas ha pedido que los gobiernos y los organismos de las Naciones Unidas adopten una estrategia mundial para prevenir y combatir los trastornos causados por la carencia de yodo; y de que esa recomendacin ha sido aprobada por el Comit Administrativo de Coordinacin para su aplicacin inmediata y altamente prioritaria.

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1. INSTA a todos los Estados Miembros a que atribuyan una elevada prioridad a la prevencin y lucha contra los trastornos causados por la carencia de yodo, dondequiera que existan, mediante programas de nutricin apropiados como parte de la atencin primaria de salud; 2. Pide al Director General: 1. Que preste todo el apoyo posible a los Estados Miembros, siempre y cuando lo soliciten, para evaluar los mtodos ms apropiados, habida cuenta de las circunstancias, las necesidades y los recursos de cada pas, con objeto de prevenir y combatir los trastornos causados por la carencia de yodo; 2. Que colabore con los Estados Miembros en la vigilancia de la incidencia y la prevalencia de los trastornos causados por la carencia de yodo; 3. Que preste materiales adecuados que puedan adaptarse y utilizarse en el plano nacional para el adiestramiento de agentes de salud y de desarrollo en la pronta identificacin y tratamiento de los trastornos causados por la carencia de yodo y en la aplicacin de programas apropiados de salud pblica de carcter preventivo en las zonas donde exista carencia de yodo; 4. Que coordine con otros organismos intergubernamentales y con las organizaciones no gubernamentales apropiadas, el lanzamiento y aplicacin de programas internacionales intensivos y extensivos para combatir los trastornos causados por la carencia de yodo, incluyendo la movilizacin de los recursos financieros y de otra ndole que se necesiten para esos programas; 5. Que informe a la Asamblea Mundial de la salud sobre los progresos realizados en ese sector, y tambin sobre los aspectos financieros de la cuestin.

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ANEXO II: META Y OBJETIVOS DEL PROGRAMA PARA LA PREVENCION Y CONTROL DE LOS TRASTORNOS CAUSADOS POR LA DEFICIENCIA DE YODO (Endocrinologa 40 (8): 305-307, 1993).
1. META La reafirmada por la Resolucin WHA 49.13 sobre Prevencin y Lucha contra los Trastornos causados por la Deficiencia de Yodo de la 49 Asamblea Mundial de la Salud en 1990 (5): eliminar para el ao 2000 el grave problema de salud pblica que representan los Trastornos Causados por la Carencia de Yodo. 2. OBJETIVOS Los recomendados por la Cumbre Mundial de la Infancia, Organizacin Mundial de la Salud (OMS), UNICEF y el Consejo Internacional para el Control de los Trastornos por Deficiencia de Yodo (International Council for Control of Iodine Deficiency Disorders [ICCIDD]), para el ao 2000. 2.1. Objetivos generales de salud:

2.1.1. Erradicar el bocio endmico de los escolares (8-10 aos de edad) - Prevalencia de bocio a la palpacin < 5% - Prevalencia de volumen tiroideo medido por ultrasonografa >percentil 97 <5%. 2.1.2. Prevalencia de niveles de TSH >5 mUI/L en sangre completa de recin nacidos <3%. 2.2. Objetivos generales de reduccin de riesgo: Porcentaje de excreciones urinarias de yodo inferiores a 100 g/L <5%. 2.3. Objetivo operacional: Que ms del 90% de la sal de utilizacin alimentaria sea yodada.

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ANEXO III: Bibliografa citada por Ferreiro Alez y Escobar del Rey en: 100 aos de literatura sobre el bocio endmico en Espaa. Endocrinologa, Vol. 34, supl. 2 : 10-24; 1987. Bibliografa antigua
1. Muoz Prada M. Topografa mdica del Consejo de Mieres, 1885. (Citado por Maran, Anales Acad Med Quir Esp 1928; 15:1-86). 2. Correa A. Ensayo de topografa mdica de la provincia de Lugo 1891. (Citado por Maran, ibid). 3. Rubio y Gali F. Clnica Social: El bocio en Asturias. Rev Iberoamericana de Ciencias Mdicas 1899; 2: 50. (Citado por Maran ibid). 4. Sau J. El bocio en Gerona. Bol Mens Col Md Gerona 1907; 104. (Citado por Maran ibid). 5. Pulido Fernndez A. Crnica del Congreso Nacional de Hurdanfilos 1908. (Citado por Maran, ibid). 6. Pulido Fernndez A. La medicina y la Higiene en las Hurdes. El siglo Mdico 1909; 56. (Citado Por Maran ibid). 7. Ceniga M. Etiologa del bocio en Espaa. Rev Clin Madrid 1914; 2. (Citado por Maran ibid). 8. Maran G. Las glndulas de secrecin interna y enfermedades de la nutricin. Madrid, 1914. 9. Goyanes J. Sobre un foco bocioso y cretinismo endmico en los valles altos del Alberche y del Tormes. El siglo Mdico 1918; 3.343-3.345. 10. Maran G., Hernando T. Endocrinologa. Manual Medicina Interna. 1 ed., Madrid, 1919. (Citado por Vidal Jordana. Arch Esp Endocrinol y Nutr. 1924; 1: 6971). 11. Monge C. Bocio endmico 1920. (Citado por Vidal Jordana ibid). 12. Obermaier H. Die Eiszeitliche Vergletscherung. Petermanns Mittlg. 1921; 67. (Citado por Merke F. History and Iconography of Endemic Goitre and Cretinism, MPT Press, Lancaster 1984).

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13. Garca Guijarro F. Un foco estrumoso del alto Maestrazgo. La Medicina Ibera 1921; 2: 115-117. 14. Portela M. Una comarca catalana estrumosa. Bol Mens Col Med. Lrida 1921; 227. (Citado por Maran. Anales Acad Med Quir Esp 1927; 15: 1-86).

Bibliografa moderna
15. Maran G. Informe sobre el estado de las Hurdes. La Medicina Ibera 1922; 15: 232. 16. Maran G. El problema de las Hurdes, un problema sanitario. Impr. A. Marco, Madrid 1022. 17. Maran G. Problemas Actuales de la doctrina de las secreciones internas. Ed. Ruiz, Madrid 1922. 18. Maran G. El problema de las Hurdes. Vida Mdica 1922; 1: nm. 12. 19. Maran G., Carrasco Cadenas E. Sobre el valor clnico de la determinacin del metabolismo basal. Arch Med Gral y Espec. 1923; 12:117. 20. Bonilla E. Profilaxis y tratamiento del bocio por el yodo. La Medicina Ibera 1923; 17: 137. 21. Vidal Jordana J. La profilaxis del bocio endmico por el yodo y su aplicacin en las Hurdes. Arch Esp Endocrinol y Nutr. 1924; 18: 232-235. 22. Vidal Jordana J. El bocio en las Hurdes. Arch Esp Endocrinol y Nutr. 1924; 1: 235. 23. Maran G. Notas sobre la patologa de las Hurdes. La Medicina Ibera 1924; 18: 232-235. 24. Maran G. Diagnosis y clasificaciones de formas atenuadas de hipotiroidismo. Madrid 1926. 25. Torres E.S. Estudios sobre el bocio en Gijn 1926. (Citado por Maran, Anales Acad Med Quir Esp 1928; 15: 1-86). 26. Vidal Jordana J. El bocio endmico en las Hurdes. Arch Esp Endocrinol y Nutr. 1927; 5: 245-266. 27. Conde Gargollo E. Una estadstica sobre la procedencia de los casos de tiroidopatas en la policlnica. La Medicina Ibera 1927. (Citado por Maran, Anales Acad Med Quir Esp 1928; 15: 1-86). 28. Maran G. El bocio y el cretinismo. Estudio sobre la epidemiologa espaola y la patogenia de esta enfermedad. Ed. Pez, Madrid 1927.

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29. Garrido M. El bocio en la provincia de Salamanca. Rev Ofic Col Md. Salamanca 1927; 7. 30. Draper A., Alfaras J. En bocio en el Montseny, contribucin al estudio del bocio. Rev Med. Barcelona 1927; 11: 512-545. 31. Maran G. Etat Actuelle du probleme du goitre endmique en Espagne. I Conf. Internat. du Goitre, Berne, 1928. 32. Maran G. El bocio en Espaa y sus condiciones patognicas. Anales Acad Med Quir Esp. 1928; 15: 1-86. 33. Maran G. II Conf. Internat. Du Goitre, Berne, 1933. (Citado por E. Ortiz de Landzuri, Rev Iber Endocrinol 1955; 1: 315-361). 34. Carrasco Cadenas E. El bocio y el cretinismo endmico como enfermedad por carencias alimenticias. Su profilaxis ydica. Temas de higiene alimentaria de urgente atencin sanitaria. Public Esc Nac Sanidad, Madrid 1934; 3-92. 35. Carrasco Cadenas E. Estado actual de la actividad del foco asturiano de bocio y cretinismo endmico. I Congreso Nacional de Sanidad, Madrid, 1934. (Citado por Ortiz de Landzuri E, Rev Iber Endocrinol 1954; 1: 317).

Bibliografa contempornea
36. Amaro S. Contribucin al estudio del bocio endmico en la zona del protectorado. La Medicina Colonial 1954; 5: 487. 37. Ortiz de Landzuri E., de la Higuera R.J., Mora Lara R.J. Tratamiento del bocio endmico. Rev Clin Esp 1947; 26: 357-368. 38. Ortiz de Landzuri E., Ortega Bernrdez A., Gald Seco A. Factor hereditario etiolgico del bocio endmico. Rev Clin Esp 1948; 30: 148-154. 39. Monguo Fonts. El bocio y su tratamiento, 1948. (Citado por Hernndez Feliciano M., Rev Clin Esp 1955; 52: 162-174). 40. Ortiz de Landzuri E., Lucena Conde R., Ortega Bernrdez A., Palenzuela J.M. Estudios sobre el bocio. Datos estadsticos de la endemia bociosa en la provincia de Granada. Rev Clin Esp 1948; 28: 304-314. 41. Ortiz de Landzuri E., Ortega Bernrdez A., Lucena Conde R., Palenzuela J.M. Estudios sobre el bocio. Factores etiolgicos. Bocio endmico en la provincia de Granada. Rev Clin Esp 1948; 28:369-374. 42. Ortiz de Landzuri E., Palenzuela J.M. Estudios sobre el bocio. Factores etiolgicos. Rev Clin Esp 1948; 30: 77-82.

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43. Ortiz de Landzuri E., Palenzuela J.M. Estudios sobre el bocio. El peso del tiroides y sus modificaciones por el iodo en el bocio endmico experimental. Rev Clin Esp 1949; 32: 311-318. 44. Ortiz de Landzuri E., de la Higuera R.J., Mora Lara R.J., Palenzuela J.M., Lucena Conde R. Reunin luso-espaola de Endocrinologa y Nutricin 1949; 2 :5. (Citado por Ortiz de Landzuri E. Rev Clin Esp 1950; 39: 107-112). 45. Ortiz de Landzuri E., de la Higuera R.J. El factor hipofisario en la gnesis y evolucin del bocio endmico. Rev Clin Esp 1949; 32: 234-248. 46. Palenzuela J.M., Ortiz de Landzuri E., Mora Lara R.J. Estudios sobre el bocio. Caractersticas estructurales del bocio endmico experimental. Rev Clin Esp 1950; 37: 156-163. 47. Palenzuela J.M., Mora Lara R.J., Ortiz de Landzuri E. Estudios sobre el bocio. Efectos del iodo en el bocio endmico. Rev Clin Esp 1950; 39: 31-32. 48. Ortiz de Landzuri E., Palenzuela J.M., Mora Lara R.J., de la Higuera R.J. Alteraciones en el peso y estructura histolgica del tiroides en el bocio experimental. Trab Inst Nac Cien Md 1950; 13: 179-199. 49. Ruiz Martn M., Gald Seco A., Ortiz de Landzuri E., Mora Lara R.J., Palenzuela J.M., Nuez del Carril J. Un posible patrn experimental para el estudio de la intensidad de la endemia bociosa. Rev Clin Esp 1950; 39: 107-112. 50. Piulach C., Caadell J.M. Enfermedades del tiroides. J. Jans, Barcelona 1950. 51. Ortiz de Landzuri E., Ruiz Martn M., Mora Lara R.J., Nuez del Carril J. Estudios sobre el bocio. Importancia del agua en la gnesis del bocio endmico experimental. Rev Clin Esp 1951; 40: 372-381. 52. Eugster J., Dieterle R. Vergleichende Kropfstudien Spanien Helv Chir Acta 1952; 19 : 527. (Citado por F. Merke en: History and Iconography of Endemic Goiter and Cretinism, 1984. Hans Huber, Berne, pg. 39). 53. Vivanco F., Ramos Duce F., Palacios Mateos J.M. Valor comparativo de la determinacin de la iodo-protena en la sangre de enfermedades tiroideas. Rev Clin Esp 1953; 48, 1: 7-11. 54. Morreale de Castro G., Escobar del Rey F., Mora Lara R.J., Ortiz de Landzuri E. Bases cientficas que aconsejan el empleo de la sal iodada en la profilaxis del bocio endmico. Rev Clin Esp 1953; 50: 285-289. 55. Morreale de Castro G. Sobre la dosificacin de iodo en medios biolgicos. Laboratorio 1953; 10:1.

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56. Rodrguez Moreno F. Modificacin del tiroides en la profilaxis del bocio endmico por sal iodada. Rev Clin Esp 1953; 50: 270-285. 57. Maran G. Caractersticas de la patologa endocrina en Espaa. Rev Iber Endocrinol 1954; 1: 41-65. 58. Rodrguez Moreno F. El bocio endmico y su profilaxis. (Citado por E. Ortiz de Landzuri en Rev Iber Esp 1954; 1: 317-361). 59. Morreale de Castro G., Ortiz de Landzuri E., Mora Lara R.J., Escobar del Rey F., Aranzana A. La iodemia en el bocio endmico. Rev Clin Esp 1954; 52: 247-252. 60. Ortiz de Landzuri E., Morreale de Castro G., Escobar del Rey F., Mora Lara R.J. Observaciones sobre el tiroides de perros procedentes de zonas de endemia bociosa. Rev Clin Esp 1954; 53: 24-28. 61. Ruiz Martn M., Ortiz de Landzuri E., de la Higuera R.J., Mora Lara R.J., Nuez del Carril J., Morata Garca F. Aportaciones al estudio etiopatognico y anatomoclnico en el bocio endmico. Rev Clin Esp 1954; 53: 89. 62. Rivero Fontn J.L., Sielfel Barba E. Informe sobre el bocio en la provincia de Sevilla. Hispalis Med 1954; 11: 94. 63. Ortiz de Landzuri E. Bocio Endmico. Rev Iber Endocrinol 1955; 1: 315-361. 64. De la Higuera Rojas J., Guijarro Oliveras J. Factores extratiroideos en la gnesis del bocio endmico. Rev Iber Endocrinol 1955; 2: 801-807. 65. Andreu Urra J., Rivero Fontn J.L., Sielfel Barba E. El bocio en la provincia de Sevilla. Rev Iber Endocrinol 1955; 2: 747-761. 66. Prez Vitoria C. El problema de las Hurdes. Anal Med 1955; 41 : 104. (Citado por Vivanco. Rev Clin Esp 1971; 123: 426-431. 67. Hernndez Feliciano M. La evolucin hiperfuncional del bocio endmico y fundamentos para su profilaxis (Tesis). Ed. Paz Montalvo, Madrid 1955. 68. Hernndez Feliciano M. El bocio endmico en la isla S. Miguel de la Palma. Rev Clin Esp 1955; 57: 162-174. 69. Rodrguez Moreno F. Aspectos del estado actual del bocio en Espaa y fundamentos para su profilaxis (Tesis). Univ. De Granada 1956. 70. Rodrguez Moreno F., Ibez Gonzlez R., Ortiz de Landzuri E. El tiroides de los escolares como control de la enfermedad bociosa y de la profilaxis. Rev Clin Esp 1956; 60: 154-160.

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71. Ibez Gonzlez R., Guiraun A., Escobar del Rey F., Morata Garca F., Ortiz de Landzuri E. Resultados obtenidos con la profilaxis de sal completa en el bocio endmico. Rev Clin Esp 1956; 61: 285-290. 72. Rafols Rovira J.M. La preparacin de la sal completa (Citado por Ibez Gonzlez et al. , Rev Clin Esp 1956; 60: 285. 73. Calero Villarreal E. El bocio endmico en la provincia de Mlaga. Factores etiolgicos. III Reunin Hispano-lusa Endocrinologa, Valladolid 1957; 264. 74. Martn Lzaro J.M. Estudio de un foco de endemia de bocio (Valle del Titar, vila). Rev Clin Esp 1958; 68: 302-306. 75. Martn Hoyos A. El bocio en la provincia de Mlaga. Bol Inst Patol Med 1958; 13: 131. 76. Maran G., Mallo A. A propsito de un caso de cretinismo endmico con tetania. Rev Iber Endocrinol 1958; 5: 461-468. 77. Greenwald I. Notes on the history of goiter in Spain and among Jews Bull Hist Med 1958; 32: 121-136. 78. Altava Alegre V., Royo Mart M., Gmez Zaragoza E. El bocio endmico en la provincia de Castelln, Publ Inst Estudios Castillo de Pescola, Castelln de la Plana, 1959; 6-34. (Citado por Vivanco F. Rev Clin Esp 1971; 123: 426-431). 79. Royo Mart M, Gmez Zaragoza E. El bocio en mridos del gnero Epimys, Publ Inst Estudios Castillo de Pescola, Castelln de la Plana, 1959; 35-38. 80. Ibez Gonzlez R., Morata Garca F., Rodrguez Moreno F., Ortiz de Landzuri E. Resultados obtenidos en la profilaxis del bocio endmico en la Alpujarra (Granada). Rev San Hig Publ 1959; 33: 157-170. 81. Valls Medina A. Frecuencia y tipos de consanguinidad en algunas provincias espaolas. Actas VI Congr Inter Sci Antropologie et Etnologie, Pars 1960. 82. Kelly F.C., Snedden W.W. Prevalencia y distribucin geogrfica del bocio endmico (incluye apartado sobre Espaa). En: El bocio endmico. Monografa N 44, Organizacin Mundial de la Salud (OMS), Ginebra 1961. 83. Sayans Castaos M., Fragoso del Toro L., mdico de Plasencia. Observaciones sobre el bocio en el siglo XVI. Tesis. Univ. Salamanca, 1961. 84. Esteban Velasco J., Morata Garca F., de la Higuera R.J., Ibez Gonzlez R. Bocio endmico en la Alpujarra (Granada), estudiado en 1131. Rev Clin Esp 1962; 84: 170-179.

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85. Garca Portela M. An Fac Med Santiago de Compostela 1962; 6: 89. (Citado por M. Garrido et al. Rev Clin Esp 1966; 103: 196-199). 86. Altava Alegre V., Melia Tena C. Plan para la profilaxis ydica de la endemia bociosa de la provincia de Castelln de la Plana. Rev Iber Esp 1962; 9: 159-169. 87. Parra Jimnez N., Rodrguez P. Circulating iodothyronines in subjects from an endemic goiter area. J Clin Endocrinol 1962; 22: 754. (Citado por L. Gonzlez Villarn Rev Clin Esp 1975; 136: 303-311). 88. Muro A, Acea A. Estudio sanitario del bocio de la provincia de Teruel. V Jornadas Med Aragonesas. Inst Fernando el Catlico, Zaragoza 1963. 89. Muoz Rodrguez M. Importancia de la alimentacin del ganado vacuno en la bociognesis humana. Rev Med Univ Navarra 1964; 8: 149. (Citado por Vivanco Rev Clin Esp 1971; 123: 426-431). 90. Palacios Mateos J.M. La talla de los nios de las Hurdes. Rev Clin Esp 1964; 93: 168-171. 91. Palacios Mateos J.M. Etiopatogenia del bocio endmico. Rev Clin Esp 1964; 93: 353-360. 92. Joln T., Escobar del Rey F. Evaluacin de las relaciones iodo/creatinina de muestras aleatorias como ndices de excrecin urinaria en estudios de campo. J Clin Endocrinol 1965; 25: 540-543. 93. Palacios Mateos J.M., Ramos Duce F. Contenido en 1-5 vinil- 2 - toxicohidrina (Goitrina) en las hojas de nabiza (Grelos). Rev Clin Esp 1965; 98: 382-384. 94. Vies J.J. Investigacin de los factores alimenticios condicionantes del bocio endmico a travs de encuestas de alimentacin y en relacin con la ingesta de iodo. Rev Med Univ Navarra 1965; 98: 382-384. 95. Garrido M., Damiano A., Lorenzo V. Bocio endmico en Galicia. Rev Clin Esp 1966; 103: 196-198. 96. Garrido M., Damiano A., Lorenzo V. Dieta y bocio endmico. Rev Clin Esp 1966; 103: 199-202. 97. Linazaroso J.M., Snchez Martn J.A., Jimnez Diaz C. Goitrogenic Effect of Walnuts. Lancet 1966; 2: 501. (Citado por F. Vivanco Rev Clin Esp 1971; 123: 426-431). 98. Garrido M., Damiano A. Excrecin urinaria e iodo en el bocio simple endmico. Rev Clin Esp 1967; 404: 297-299.

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99. Garrido M., Damiano A. Iodo proteico del plasma (PBI) en el bocio simple endmico. Rev Clin Esp 1967; 104: 300-303. 100. Garrido M., Damiano A. El bocio endmico en Galicia. Conclusiones. Rev Clin Esp 1967. 101. Moreno de Vega V. Encuesta sobre el bocio endmico en la provincia de Salamanca. 1967. (Citado por Gonzlez Villarn Rev Clin Esp 1975; 136: 227232). 102. Linazaroso J.M., Snchez Martn J.A. Estudios sobre el metabolismo del Iodo. V : Bocios con aclaramiento renal elevado. Rev Clin Esp 1967; 107: 323-325. 103. Marino Aguilar M. Aplicacin de un micromtodo rpido a la determinacin del contenido de iodo en agua potable. Rev San Hig Pbl 1967; 41, 10-12: 343-355. 104. Vies J.J. Criterios de actuacin sanitaria en el bocio endmico. Rev San Hig Pbl 1968; 52: 247-258. 105. Escobar del Rey F., Ferreiro Alez L. El bocio de la regin de las Hurdes. Estudio preliminar. Rev San Hig Pbl 1968; 42: 311-320. 106. Snchez Martn J.A. Metabolismo del iodo en el bocio (Tesis). Univ. Madrid 1968. 107. Garrido M., del Rey Calero J., Lpez Snchez A., Damiano A., Vargas A. Bocio endmico en la Sierra de Ronda (Cdiz). Rev Clin Esp 1968; 109: 231-234. 108. Peral Martn F., Lan Entralgo P. La obra del profesor Maran en la patologa tiroidea (Tesis). Rev Iber Endocrinol 1968; 15: 257. 109. Garrido M., Damiano A., Lpez Snchez A., Del Rey J. Excrecin urinaria de iodo en el bocio endmico de la Serrana de Ronda. Rev Clin Esp 1968; 109: 235-236. 110. Ferreiro Alez L., Escobar del Rey F. Contribucin al estudio de la endemia bociosa en las Hurdes (Tesis). Rev Univ Madrid 1969; 18: 282. 111. Linazaroso J.M. Radioisotope studies of enzymatic changes in the thyroid endemic and sporadic goiter. 9th Rep. IAEA, Vienna 1969; 227. 112. Snchez Martn J.A., Linazaroso J.M. Efecto bocioso de distintas semillas vegetales y su accin sobre la excrecin de la tiroxina. III Reunin Asoc Europ Tiroides, Atenas 1969. 113. Snchez Martn J.A. Neue Untersuchungen ber die Struma in Spanien. Munch. Med. Wochenschr 1969; 25: 1.416.

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114. Snchez Martn J.A. Travaux recents sur le goitre en Espagne. Cahiers Coll. Med. Europa Medica 1969; 10: 1.225. (Citado por Zorrilla Dendarieta J.M., Rev Clin Esp 1972; 124: 237-238). 115. Del Rey Calero J., Garrido M., Lpez Snchez A., Damiano A. Estudio del bocio endmico en la zona de la sierra de la provincia de Cdiz. Rev San Hig Pbl 1969; 43: 65-81. 116. Garrido M., del Rey Calero J., Damiano A., Lpez Snchez A. Importancia del estudio de la excrecin urinaria de iodo en la determinacin del bocio endmico en la Sierra de Cdiz. Rev San Hig Pbl 969; 43: 83-91. 117. Garca Orcoyen J. Aspectos de la sanidad espaola en el ao 1968. Rev San Hig Pbl 1969; 43:10. 118. Jara Albarrn A. El problema del bocio endmico. Rev Clin Esp 1970; 118: 1-14. 119. Del Rey Calero J. El test de Goodenough en escolares de diversas zonas de la provincia de Cdiz. Estudio del cociente intelectual. Rev San Hig Pbl 1970; 44: 1.235-1.251. 120. Del Rey Calero J. Evaluacin del bocio endmico en la provincia de Cdiz en un estudio sobre 46.482 escolares. Rev San Hig Pbl 1970; 44: 1269-1286. 121. Muoz Rodrguez M. Efectos de la leche en la induccin del bocio: I. Estudio del balance de iodo en ratas alimentadas con leche. Rev Clin Fisiol 1970; 26: 189196. 122. Muoz Rodrguez M. Efectos de la leche en la induccin del bocio: II. Contenido de tiocianatos en la leche como posible factor etiolgico en el bocio experimental. Rev Esp Fisiol 1970; 26: 197-202. 123. Linazaroso J.M., Snchez Martn J.A., Jimnez Daz C. Goitrogenic effects of walnut and its action on thyroxine excretion. Endocrinology 1970; 86: 696. (Citado por Vivanco Rev Clin Esp 1971; 123: 426-431). 124. Vivanco F., Palacios Mateos J.M., Ramos Duce F., Busturia M.A., Muro A. El bocio endmico en Espaa. Estudio de la correlacin incidencia del bocio y contenido de iodo en las aguas de bebida. Rev Clin Esp 1971; 123: 426-431. 125. Lpez Snchez A. Bocio endmico en la provincia de Cdiz. Medicamenta 1971; 488: 423. (Citado por Gonzlez Villarn Rev Clin Esp ibid). 126. Palma Rodrguez F. Tiroidopatas del Alto Guadalquivir. Anal Acad Md Quir Esp 1972.

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163. Scriba P.C., Beckers C., Brgi H., Escobar del Rey F., Gembicki M., Koutras D.A., Lamberg B.A., Langer P., Lazarus J.H., Querido A., Thilly C., Vigneri R. Goitre and iodine deficiency in Europe. Lancet 1985; i: 1.289-1.293. 164. Escobar del Rey F. Goitre and iodine deficiency in Spain. Lancet; ii: 149, 1985. 165. Serra Majem L.I., Canela Soler J., Salleras Sanmart L.I., Lloveras Valls G., Oriol Bosch A. Epidemiology of endemic goiter in Catalonia. En: Thyroid Disorders Associated with Iodine Deficiency and Excess. Hall R., Kobberling J. (eds.) Raven Press, New York, 1985. 166. Aranda R.J., Daz Cadrniga F. Bocio endmico en el principado de Asturias. Monografas Univ. Oviedo, 1985. 167. Bleichrodt N., Garca I., Morreale de Escobar G., Escobar el Rey F. Mental and psicomotor development of schoolchildren from an iodine deficiency area from Spain. Iodine Deficiency Disorders Satellite Symposium, IX Internat Thyroid Congr. Sao Paulo, 1985. 168. Hernndez M.M., Martn M.A., Morcillo L., Pereyra-Garca F., Ros V. Estudio epidemiolgico del bocio en el escolar canario (resultados preliminares). Endocrinologa 1986; 33, 1: 15. 169. Vilardell E., Cabrera J., Oriola J., Rodrguez D. Estudio del bocio endmico en escolares de la comarca de Vic. Endocrinologa 1986; 33, 1: 16. 170. Menndez Torre E.L., Aranda Regules J., Daz Cadrniga F., Boix Pallars P., Aller Granda J., Rabal Artal A. Estudio epidemiolgico del bocio endmico en la poblacin infantil asturiana. Endocrinologa 1986; 33, 1: 16. 171. Garca R.V.G., Ros Santome M., Fernndez Garca M., Lago Y. Estudio epidemiolgico del bocio endmico en la poblacin de Pontevedra. Endocrinologa 1986; 33, 1: 16. 172. Duarte B., lvarez J.C., Rivas M., Picamill M.T., Hurtado J.E. Efectos del Lipiodol administrado por va oral sobre la prevalencia de bocio, excrecin urinaria de yodo y tiroxina srica en una poblacin de escolares de Andaluca occidental. Endocrinologa 1986; 33, 1: 16. 173. Gimeno Ortiz A., Blanco Aretio M. Programa contra el bocio endmico en Extremadura. I. Concentracin del iodo en las aguas de abastecimiento pblico. Rev. San. Pub. 1986; 60: 929-937.

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ANEXO IV. Relacin de comunicaciones a los congresos de la Sociedad Espaola de Endocrinologa y Nutricin, relacionadas con bocio endmico o con deficiencia de yodo.

Palma de Mallorca, 1982 Torres A. C-Soriguer F. Prevalencia de bocio e hipotiroidismo en Andaluca Occidental Algunos aspectos menos conocidos de una poblacin con bocio y cretinismo endmico Santiago de Compostela, 1984. Morreale de Escobar G. et al. Posible papel de las hormonas tiroideas en el desarrollo embrionario anterior a la iniciacin de la funcin tiroidea Escobar del Rey F., et al. Serra LL. Rivas M, et al. Evolucin de la endemia bociosa en Atienza (Guadalajara), tras la administracin de Lipiodol. Estudio epidemiolgico del bocio endmico en Catalua. Resultados preliminares. Prevalencia de bocio e hipotiroidismo en Andaluca.

Salamanca, 1986. Morreale de Escobar G., et al. Participacin de hormonas tiroideas maternas en las concentraciones de T4 y T3 en fetos de rata a trmino. Escobar del Rey F., et al. Concentraciones de T3 y T4 en el cerebro de ratas lactantes nacidas de madres a ingesta baja en yodo.

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Estudio epidemiolgico del bocio en el escolar canario (resultados preliminares). Efecto de lipiodol oral sobre la prevalencia de bocio, excrecin urinaria de yodo y tiroxina srica en una poblacin escolar de Andaluca Occidental.

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Hernndez M M., et al. Duarte B., et al.

Vilardell E., et al. Garca R.V.G., et al. E. Menndez et al.

Estudio del bocio endmico en escolares de la provincia de Vic. Estudio epidemiolgico del bocio endmico en la provincia de Pontevedra. Estudio epidemiolgico del bocio endmico en la poblacin infantil asturiana.

Leioa (Vizcaya), 1988. Ferreiro B., et al. Ortiz-Caro J., et al. Cuellar L., et al. Estudio de la ontognesis de ARNm del receptor de T3 en cerebro de rata. Distribucin del receptor de T3 en la cromatina de clulas gliales. Influencia de la duracin del hipotiroidismo sobre el VIP hipotalmico en diferentes etapas de maduracin de la rata. Yusta B., et al. Maroto M, et al. Morreale G., et al. Escobar del Rey F., et al. Pastor R.M. , et al. Ruiz de Oa C., et al. Regulacin del receptor de T3 por agentes que alteran la proliferacin de clulas de origen neuronal. Inhibicin de la unin de T3 a su receptor en cerebro por anticuerpos monoclonales. Hormonas tiroideas en tejidos fetales de rata, despus del comienzo de la funcin tiroidea fetal. Paso placentario de hormonas tiroideas. Efecto de dosis crecientes de T3 y T4. Hormonas tiroideas durante el desarrollo postnatal de la rata. Regulacin de la concentracin de T3 en cerebro fetal y neonatal en ratas alimentadas con dieta pobre en yodo.

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Duarte B., et al.

Valoracin de la profilaxis con aceite yodado o sal yodada en reas concretas de endemia bociosa en Andaluca Occidental.

Menndez E.L., et al.

Bocio endmico, yodo y crecimiento en escolares asturianos.

St Cruz de Tenerife, 1989 Arrizabalaga JJ. Hernndez M M, et al. Pereyra-Garca F., et al. Bocio y dficit de yodo en los escolares de lava. Estudio epidemiolgico del bocio endmico en el escolar canario. Estudio epidemiolgico del bocio endmico en la poblacin escolar de la provincia de Matanzas (Tenerife). Valencia, 1990 Donnay S., et al. Goi F., et al. Prevalencia de bocio y deficiencia de yodo en la sierra de Cuenca. Estudio epidemiolgico del bocio endmico en la poblacin escolar de Navarra. Sevilla, 1993 Escobar H., et al. Vila L., et al. Serrano S., et al. T4 y T3 en tejidos de ratas tiroidectomizadas infundidas con diferentes dosis de T4. Epidemiologa del bocio endmico y disfunciones tiroideas en la Cerdanya (Pirineo cataln). Estudio del bocio endmico en la comunidad de Murcia.

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Toledo, 1994

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Delgado E., et al. Daz Cadrniga F., et al. Garca Puente Y., et al. Escobar del Rey F., et al.

Bocio endmico en la poblacin infantil escolar de Asturias tras 10 aos de profilaxis con sal yodada. Yodo en el agua de bebida de Asturias. Epidemiologa del ndulo tiroideo en Gran Canaria (rea norte). Evolucin de la endemia bociosa y de la deficiencia de yodo en la regin de las Hurdes.

Pamplona, 1995 Escobar H., et al. Las concentraciones plasmticas de T3 y T4 correlacionan mejor que la TSH con la T3 tisular en ratas perfundidas con T4. Escobar del Rey F., et al. Donnay S., et al. Zaragoza, 1997 Daz Cadrniga F.J., et al. Estudio del bocio en la poblacin escolar de los campos de refugiados saharahuis (TindoufArgelia). Mlaga, 1999 Lavado R., et al. De Santiago J., et al. Milln MC., et al. Deficiencia de yodo y agudeza auditiva en escolares. Deficiencia de yodo y funcin tiroidea de la embarazada. Prevalencia de bocio endmico en la Axarqua (Mlaga). Comparacin de diferentes criterios de deficiencia de yodo (TDY). Muoz R., et al. Palpacin de tiroides vs. Ecografa del tiroides. Tienen el mismo significado?. Evolucin del desarrollo psicomotor en la regin de las Hurdes. Contenido real de yodo en la sal yodada.

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Salamanca, 2000 Lavado R., et al Alteracin del proceso de migracin celular en fetos de ratas hipotiroxinmicas por deficiencia de yodo: modelo experimental del cretinismo neurolgico. Luna R., et al. Alta prevalencia de dficit de yodo en las mujeres con diabetes gestacional en el sur de Galicia.

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VIII. REFERENCIAS

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