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TOMAS GUEVARA Historia de Curicó

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Historia de Curic Toms Guevara

Presentacin Nuestra Editorial se siente muy orgullosa de dar a luz la Segunda Edicin de la Historia de Curic de Toms Guevara, cuya Primera Edicin fue en 1890, o sea hace 107 aos. Esto significa que permaneci durante un siglo constituida en pieza de anticuario, y muy difcil de consultar por los estudiosos del tema. Esta Historia aporta numerosos datos que hoy se han olvidado, y se extiende desde los primeros tiempos de la Conquista hasta la Guerra del Pacfico. El autor analiza cmo se fueron formando las viejas familias curicanas, desde los tiempos en que Curic era colchagina. Por eso es que para completar el estudio de Colchagua, hay que leer esta Historia de Curic. Su lectura es amena y liviana, no obstante, de aportar numerosa cantidad de antecedentes. EL EDITOR.

Captulo I El cacique Tenu.- Los indios Curis.- Los chiquillanes y los pehuenches de la cordillera.- El asiento de Unco.- Los indios de las mrgenes del Mataquito.- Palquibudi.- Huerta y Lora.- Los indios de Lolol.- Los curis en el siglo XVII y XVIII.- Costumbres.- Estado social.- Agricultura.Creencias.- Primera divisin administrativa. Cuando los conquistadores espaoles hubieron sentado su poder en el valle del Mapocho, dominaban las tribus aborgenes que se extendan al sur, dentro del territorio de los promaucaes, entre otros, los caciques Cachapual, Tintililica, Tenu y Gualemo, que legaron sus nombres a los ros y valles donde ejercan su autoridad. Los dominios del cacique Tenu se extendan desde el lugar llamado Comalle hasta la confluencia de los dos ros que forman el Mataquito, comprendiendo ambas riberas del riachuelo Quetequete. La poblacin indgena estaba esparcida en el punto denominado Teno, al norte del ro del mismo nombre, donde el cacique tena su residencia y donde ms tarde estableci Valdivia un tambo o posada; en Rauco, (aguas de greda) vasta ranchera de indios que segua el curso del estero de Tilicura, y, por ltimo, en la isla de Quetequete, que la forman el Teno y su confluente de este nombre, donde residan, aunque diseminados, muchos y quizs la mayora de los vasallos del cacique, a juzgar por la configuracin del terreno, frtil y fcil para la irrigacin, as como por los vestigios indgenas encontrados en las tumbas descubiertas por las avenidas del Teno. Todas estas agrupaciones de naturales y otras que haban un poco ms al sur, en el lugar que hoy se llama Barros Negros, se reconocan con el nombre de curis, palabra que en lengua indgena significa negro y que las tribus limtrofes daban a estos habitantes para designar el color negruzco que el suelo tiene en esta parte de nuestro departamento. Toda la extensin de terreno que abarcaba esta zona se denominaba Curic, palabra cuya significacin es aguas negras, de cur, negro, y co, agua, en alusin al color que tomaban los arroyos y esteros al atravesar el suelo. Por el norte los curis colindaban con los dominios del cacique Tintililica o Tinguiririca y por el sur con los de Gualemo o Lontu, y ms all de estos moraban a orillas del Maule los Cauques. La poblacin del territorio de los curis no debi ser muy insignificante; porque poco antes de la fundacin de Curic, cuando en las tribus aborgenes se haba operado ya un gran

retroceso numrico, existan entre el Teno y el Lontu cuatro mil habitantes, de los cuales la mitad por lo menos sera de indios. Luego, no es aventurado suponer que los curis a la llegada de los conquistadores no bajaran de tres mil. Indudablemente que los curis formaban una reduccin no despreciable por su nmero y por su valor, desde que concurrieron tambin a los ataques contra los conquistadores, en el levantamiento general de los indios. El cacique Tenu entr como otros caudillos de tribus principales, despus de pacificada la comarca de Santiago, a estipular con Valdivia un convenio de sumisin que asegur en el territorio de los promaucaes la dominacin espaola. Por el oriente los curis limitaban con los indios de los valles andinos: los pehuenches y los chiguillanes, que se extendan por la parte del levante de la cordillera los ltimos, y del occidente los primeros. Formaban los chiguillanes una tribu poco numerosa, pero de las ms salvajes entre todas las chilenas. Andaban casi desnudas y usaban un dialecto gutural y propio de ellas nicamente. Se dedicaban a la extraccin de riqusima sal, y en 1772, poca en que conservaban su unidad y sus costumbres, ajustaron con el presidente Morales un tratado de comercio para facilitar el expendio de este artculo; el cacique Cariguante trasmont los Andes con treinta mocetones por el boquete del Planchn y se estipul el tratado delante del Ayuntamiento y de la Audiencia. Mas al poniente de esta tribu residan los pehuenches, moradores de los valles que caan al territorio de los curis. Eran ms laboriosos que los anteriores y ms aptos para el trabajo y la guerra que los habitantes de las llanuras, tanto por ser criados en la rigurosa intemperie de los Andes como por la superioridad de su estatura. Andando el tiempo, cultivaron relaciones comerciales con las diversas poblaciones del partido del Maule, al cual perteneca Curic. Todos los aos bajaban en los primeros meses del verano a vender los artculos que constituan su riqueza y su principal produccin e industria, tales como sal, yeso, alquitrn, lana y pieles de huanaco. En el valle del Teno y sus adyacentes resida una tribu que obedeca a un solo cacique. Los ltimos vstagos de este cacicazgo fueron Domingo Fabio y su hijo Ambrosio Fabio, muerto en 1776, con un apellido castellanizado ya en esta fecha y legado a un paraje de la cordillera, donde stos probablemente residieron. En la regin que est situada al suroeste del estero de Chimbarongo, llamado ms tarde Santa Cruz de Colchagua por haber pertenecido a dicha provincia, exista tambin otro asiento de indgenas cuyas dependencias principales estaban radicadas en Chpica, Chomedage, La Punta, Quinage y Auquinco. El nombre que los naturales daban al lugar que despus se llam Santa Cruz era Unco, que viene de una palabra que significa reparo, situado sobre el riachuelo denominado Guirivilo, compuesto de las palabras guiri, zorra, y vilu, culebra, animal fabuloso que los indios suponan que habitaba en los remansos profundos de los ros. Pero donde la poblacin indgena se haba agrupado en mayor nmero era a orillas del Mataquito y en la costa de Vichuqun. Los indios buscaban con preferencia las mrgenes de los ros para establecer sus habitaciones. Los ros o lebos les proporcionaban buenos terrenos de aluvin, pesca y agua para la irrigacin artificial, introducida en Chile por los peruanos. El Mataquito era de los ros del centro el que tena ms asientos indgenas en ambas riberas. Tres se reputaban los ms importantes, el de Palquibudi, Huerta y Lora, a la derecha del curso de sus aguas. Hubo evidentemente en el primero de estos lugares una poblacin, aunque un tanto diseminada, escasa y de pocos recursos. Las numerosas piedras horadadas que se han encontrado all y sobre todo la de los platillos dan testimonio de ello. La piedra de los platillos es un gran trozo de granito perfectamente labrado que an existe y que en la parte superior tiene varias picaduras en forma de platos y una ms grande en la cabecera con las dimensiones de una fuente. Es de suponer que hubiese sido la mesa que tena para sus reuniones la tribu y que cada plato correspondiera a un jefe de familia y la fuente al cacique principal. Tambin puede suponerse que se utilizara para mesa en el interior de alguna choza y que los platos estuviesen destinados para moler sal, maz y otros granos. En ambas orillas del Mataquito quedan todava peas semejantes a la de Palquibudi. Mas al poniente de esta tribu, haba otra de mayor importancia por la poblacin numerosa que la compona y la feracidad del suelo que ocupaba, donde la mes se produca tan abundosa como en las fertilsimas tierras negras de los curis. Estaba situada en la zona que hoy se denomina Huerta y Orilla de los Navarros. A mediados del siglo XVIII, la gobernaba un cacique llamado Domingo Bris, y a fines del mismo, en 1796, uno de sus descendientes, Alejo Bris, que cedi el derecho de autoridad a un indio residente en Chimbarongo, de nombre Narciso Cayuante, por encontrarse el primero con

poca aptitud para dirigir a sus vasallos y por ser el ltimo un indio originario del lugar y estar cargado de mritos adquiridos en las guerras de Arauco. Esta tribu sufri una rpida despoblacin debida en gran parte a las expoliaciones y al rigor de los hacendados vecinos. En una solicitud que Bris present al capitn general o gobernador del reino, deca a este propsito: Los indios andan los ms dispersos y fugitivos, unos por huir del rigor y persecucin de las justicias, a causa del apremio de los hacendados y vecinos inmediatos, otros por el estricto recinto en que stos los han dejado de tierra para vivir, que no sern ms de nicamente diez a doce cuadras las que se contienen hoy en el dicho pueblo.

En la misma solicitud en que Bris transfiere sus derechos de cacique a Cayuante, se excusa de esta manera para no admitir el cargo: Me hallo inhbil de poder defender aquel derecho que nos compete y tenemos adquirido por razn de abolengo a las dichas tierras del dominio de dicho pueblo, yo ni mis parientes, siendo que el nmero de cuadras anexas al precitado pueblo es dilatado, a proporcin de su cantidad, como constar de su ttulo, las cuales y casi todas ellas se hallan perdidas en poder de los vecinos hacendados, quienes contra derecho y rigor se las han arrebatado.

Concluye esta solicitud con la siguiente peticin: Pedimos igualmente en consorcio de todo el pueblo, as nios como grandes, se nos conceda el darnos por capitn del dicho pueblo al capitn miliciano don Luis Manuel de Barahona.

Acusaban principalmente estos naturales al hacendado de la Huerta don Jacinto Garcs de invadirles sus propiedades y perjudicarles sus sembrados; pero ste a su vez los acusaba a ellos de ladrones y ociosos. El presidente Avils y dems autoridades judiciales juzgaron estas querellas con visible inclinacin a favor de los indgenas. Despus de la muerte del cacique Cayuante, volvi a ejercer la soberana de la tribu la familia Bris hasta el primer tercio del presente siglo, poca en que esta poblacin de indios perdi del todo su organizacin primitiva. Los pueblos de indios se componan de quince o veinte chozas de carrizo o de largas extensiones de territorio ocupadas por habitaciones que estaban a la vista unas de otras. La supersticin del indio, que crea que las enfermedades y la muerte provenan de venenos y maleficios de sus enemigos, impeda las agrupaciones numerosas: su tendencia se encaminaba principalmente al aislamiento para ocultarse a las miradas y a la misteriosa influencia de los dems. Estos grupos estaban situados generalmente, en lugares bajos, y a orillas o no muy distantes de los ros, riachuelos y vertientes, o bien al pie de las montaas, en parajes amenos y pintorescos, donde el agua abundaba y el viento meca bosques seculares. Tal era la situacin de las rancheras de Teno, Comalle, Rauco, Tutuqun y Barros Negros que formaban el territorio de los curis y las de Palquibudi, Huerta, Lora, Lolol y Vichuqun, los asientos ms poblados de la regin de la costa. Gobernaba estas agrupaciones un cacique o ulmn principal, de quien dependan otros caudillos secundarios. Despus de la conquista espaola, durante el perodo colonial y an a principios de la Repblica conservaron su organizacin comunal y cierta independencia, ms que efectiva, nominal, puesto que reconocan la autoridad de un capitn o del subdelegado. De estas residencias de indios, las que contaban con una poblacin ms densa eran sin disputa las de Lora y Vichuqun. La primera conserv hasta hace poco su organizacin indgena, y slo perdi su unidad cuando la codicia de los propietarios vecinos y algunos

leguleyos que tomaron parte en las disensiones domsticas de los indios y en sus particiones, fue concluyendo con esta famosa e histrica reduccin. A mediados del siglo pasado gobernaba este pueblo el cacique Maripangue, cuyo ltimo descendiente, Juan Maripangue, conserv el dominio de la tribu hasta principios del presente, poca en que sus gobernados se revelaron de su autoridad por su mala administracin. El cacicazgo de Lora estaba compuesto adems de esta poblacin, de las reducciones subalternas de Quelme, Naicura, Licantn y Huala. Las poblaban, familias que fueron numerosas y tuvieron los apellidos de Maripangue, Millacura, Llanca, Vilu, Millacollan, Tanamilla, Paillan y Buenuledo. Ocupaban los pequeos valles que desde las serranas de la costa vienen a caer al Mataquito y el espacio de terreno que sigue las ondulaciones de ese ro y va a tocar los cerros del norte, ferocsimo plano inclinado que han ido formando considerables depsitos de aluvin. En estas extensas vegas y hmedas hondonadas era donde los indios cavaban sus siembras de maizales y escasas acequias. En el lugarejo de rancheras de Lora, la poblacin indgena se haba agrupado especialmente por la gran extensin de terreno de que dispona y la facilidad que le presentaba para llenar las necesidades ms apremiantes de su existencia indolente. El potrero ms extenso de esta tribu, donde resida el cacique y la mayor parte de sus vasallos, era un pao de tierra que meda como tres o cuatro mil cuadras de superficie. A principios y mediados de este siglo, los indios vendieron sus lotes y heredades a cualquier precio. El vecino de Curic don Ramn Moreira compr a veinticuatro naturales, ciento setenta cuadras a nfimo precio; don Rafael y don Javier Correa, de Vichuqun, compraron a unos cincuenta y ocho indios como cuatrocientas cuadras. Por pago de honorario obtuvieron asimismo hijuelas el coronel patriota don Pedro Antonio Fuente, don Juan Debernardis y don Jos Santos Nez. Puede calcularse el valor de estas hijuelas sabiendo que en 1818 una comisin evaluadora de fundos rsticos que se nombr para arbitrar fondos para la guerra de la independencia, las traz a dos y tres pesos la cuadra, asignando a toda la reduccin de Lora el exiguo precio total de doce mil pesos. La etimologa de la palabra Lora viene de lov, casero, y rag, greda, es decir, parcialidad abundante en tal materia. Esta abundancia de greda favoreci la industria rudimentaria de alfarera, a que los indios de Lora se dedicaban con especialidad, pues en el arte de fabricar utensilios de barro, como cntaros, ollas y vasos no tenan rival entre las dems tribus de las comarcas que hoy forman la provincia de Curic: los indios tenan un admirable acierto para calificar con exactitud y lgica, los lugares de sus territorios. El asiento de Lora se distingua no solamente por lo poblado que era, por la excelente calidad de su terreno de labranza y por la industria alfarera, sino tambin por el valor de sus indios. El belicoso Lautaro reclut aqu buenos y muchos soldados para acometer a los conquistadores espaoles, y ms tarde en la guerra de la independencia, un alentado clrigo que les serva de cura, don Flix Alvarado, form con ellos una montonera patriota. No tenan la estoica resignacin de las dems tribus para dejarse vejar por los espaoles o sus descendientes, pues varias veces acometieron o saltearon a los hijuelanos de la aldea que intentaban perjudicarlos en sus intereses. Todava se recuerda el asesinato de don Manuel Fuentes, a quien mataron a pualadas y palos y dejaron, como burla cruel de su venganza y de su saa, de pie, afirmado por la espalda en un roble y completamente desnudo. Uno de los asesinos, de apellido Cornejo, que se hizo despus de este crimen bandido de los Cerrillos de Teno, muri en los comienzos del presente siglo de un balazo que le dio el vecino de Curic don Jos Mara Merino una vez que lo sorprendi en un robo de animales en el Romeral. En las montaas de Vichuqun y alrededor de la serie de lagunas que hay en la costa de este departamento, se agrupaba una numerosa poblacin de indios designados con el nombre genrico de costinos, pertenecientes como los curis, los de la Huerta y Lora, a los promaucaes. Desde el punto de vista territorial y econmico, esta tribu era superior a las que hasta aqu llevamos conocidas. Las serranas bajas, montuosas y llenas de vertientes y riachuelos que regaban frtiles hondonadas hacan fciles para los indios las tareas agrcolas, aparte de suministrarles el mar y las lagunas una pesca en extremo abundante: el indio negligente necesitaba de un esfuerzo individual insignificante para satisfacer sus necesidades, reducidas a la expresin ms mnima de las que puede sentir el hombre civilizado de nuestros das. El centro ms poblado de esta comarca y la residencia del cacique principal era el asiento de Vichuqun, palabra que es corrupcin de vuta, grande, y de lauqun, mar y que quiere decir laguna o mar grande, por contraposicin a las de Tilicura, Torca, Agua Dulce, Bolleruca y

Bucalemu, inmediatas a la gran laguna de aquel nombre. Se seguan en importancia Llico, de lli, salida, y co, agua, partculas que significan salida de agua; Tilicura, Lipimvida y otros situados en contorno del lago de Vichuqun. El cacique resida en el casero de este nombre, donde habitaban muchas familias indgenas de cuyos apellidos, castellanizados con el tiempo, slo conservaron su forma primitiva hasta hace pocos aos los de Vilu, Catrileo, Calquin, Carbullanca, Quintral, Nirre, Maripangue y Llanca. Desde tiempos remotos hasta no muchos aos a esta parte, ejercieron el gobierno del territorio de Vichuqun unos caciques de apellido Vilu, que en lengua indgena equivala a culebra. Esta familia que se perpetu en el mando, ha producido no solamente pacficos caudillos de una tribu, sino tambin patriotas ilustres y hasta sacerdotes, como el sotacura Vilo de esta ciudad, que al propio tiempo de elevarse en categora social, ha transformado un tanto la ortografa de su nombre histrico. Este patriota que ilustr su nombre con hazaas dignas de particular mencin, fue el cacique Basilio Vilu, muerto en un encuentro con los derrotados de Maipo que huyeron al sur por el camino de la costa. Vilu haba armado a sus vasallos durante la reconquista espaola y se haba unido a los guerrilleros insurgentes para pelear con los opresores de sus antepasados. El documento que insertamos a continuacin nos dar suficiente luz acerca de su fin glorioso: Don Isidoro de la Pea, sargento mayor de caballera y teniente gobernador del partido de Curic, etc.: Por cuanto por oficio de 23 de mayo ltimo comunica el alcalde de Vichuqun la muerte del benemrito cacique Vilu a causa de ir dicho cacique a reunirse con el capitn don Francisco Eguiluz para la defensa del patrio suelo, y orientndome igualmente el citado oficio corresponder el cacicazgo al indio Alejandro Vilu por sanguinidad, arreglada conducta y ms distinguido patriotismo, he venido en nombrarle de tal cacique de la reduccin de indios del pueblo de Vichuqun, quien desde el momento de la publicacin de este ttulo comenzar a ejercer sus funciones, y ser obedecido en la clase que le corresponda por todos sus subalternos y guardndole igualmente los honores que en razn de cacique le corresponda. Y para que tenga su debido efecto todo lo que corresponde, este documento se har presente al seor alcalde de Vichuqun, quien tendr la bondad de recomendar al nuevo cacique el cuidado del hijo del finado y recomendable cacique Bacilio Vilu. Partido de Curic, 16 de junio de 1818.

Cuando el hijo del cacique patriota lleg a su mayor edad, entabl un juicio sobre mejor derecho de sucesin. En 1826 la autoridad judicial de Curic reconoci la legitimidad de sus ttulos y lo puso en posesin del cacicazgo. Despus de la conquista de los espaoles, los indios de Vichuqun y en general los de toda la comarca del Mataquito, conservaron su organizacin comunal y se convirtieron al catolicismo: en sus potreros sembraban lo que queran sin otro gravamen que una contribucin muy exigua que recoga el cacique para el pago del cura de la doctrina. En 1585 se nombra los dos primeros curas doctrineros que iniciaron a estos indios en las prcticas y dogmas de la religin catlica, que fueron Fray Leoncio de Toro, dominico, para Mataquito, Gonca, Teno y Rauco y Diego Lovera para Guanchillam, en la margen izquierda del Mataquito, Vichuqun y Lora, con setecientos veinte pesos en oro y comida el ltimo y trescientos treinta el primero. Las reducciones de Lora y Vichuqun formaron tambin una encomienda. Los repartimientos o encomiendas consistan en la cesin gratuita de cierto nmero de indios de trabajo destinados para las obras pblicas o particulares como construcciones, apertura de caminos, explotacin de minas, cultivo del campo y pastoreo de rebaos. Los indios concurran a estos trabajos por secciones, y este orden era lo que se llamaba mita. Al cabo de muchas tentativas para concluir con los abusos y el despotismo odioso de los encomenderos, en 1789 suprimi las encomiendas el presidente don Ambrosio OHiggins.

Como los dems asientos de indios, el de Vichuqun pas poco a poco a ser propiedad de los hacendados vecinos y litigantes de mala fe. Las particiones que los naturales hacan de sus vastas y comunes heredades, los honorarios de agrimensores y jueces partidores y los despojos de los arrendatarios y hacendados colindantes, fueron las causas de la completa prdida de sus derechos de propiedad. Hasta el ao 1845, uno de los ltimos caciques Vilu se ocupaba en demandar a diez arrendatarios por usurpacin de terrenos. En el escrito en que denuncia semejante expoliacin hace la siguiente revelacin que da la medida del desprecio con que en todo tiempo se mir el derecho de los indios: El contrato de arrendamiento con los individuos citados ha sido verbal y por el tiempo exclusivo de un ao, y por l se me ha pagado lo que a cada uno corresponda, aunque con bastantes azares y amenazas hasta llegar a ofrecerme de balazos sin ms causa que cobrar el arriendo.

Tendan al acabamiento de las tribus aborgenes no solamente los despojos de los propietarios vecinos a sus tierras, sino tambin el trabajo excesivo, las epidemias y sobre todo la fusin de las dos razas, la espaola y la indgena, que dieron existencia a la raza mestiza. Hubo tambin otras poblaciones indgenas en los pequeos valles de la cadena de montaas de la costa, de las cuales fue la ms importante la agrupacin de Lolol, por haber tenido en ese lugar los soldados del inca del Per y los conquistadores espaoles un lavadero de oro. Los indios curis del norte y sur de Teno conservaron por algn tiempo su organizacin y la propiedad de sus tierras. Uno de sus caciques posey, lo que es ms raro an, una rica mina en los cerros de Huirquilemu al otro lado de Rauco, en direccin a las Palmas. Ese mineral de oro, tapado en el da, ha sido desde tiempo inmemorial hasta hoy, objeto de la codicia y de frecuentes exploraciones de los mineros, al par que fuente inagotable de tradiciones populares. A mediados del siglo XVII existan todava al otro lado del Teno algunas familias indgenas que se apellidaban Chengupai, Galmanti, Catilevi, Inipel, Guechupai, Lidueo, Liu, Losu, y otros nombres vulgares como Machete, Bonito y Terrible; en la regin meridional de este ro se conservaron asimismo algunos apellidos de aborgenes hasta principios del siglo XVIII, tales como Talpen, Guili, Cauango, Paillaquegua, Carilau, Mariqneu, Chiguai y Calligue. Por los aos de la fundacin de Curic muri a este lado del Teno un cacique joven llamado Calleguanque, ltimo vstago tal vez de una familia de caudillos, cuya total desaparicin coincidi con el advenimiento de una nueva raza y de nuevos dominadores. El ltimo seor de los curis, jefe principal o del territorio y no secundario o de tribu como debi ser el anterior, viva todava al mediar del siglo XVII, y se llamaba don Rodrigo Cariguante, descendiente del primer cacique Tenu. Despojado de sus dominios por los espaoles, pues en 1638 el gobernador Laso de la Vega hizo merced de sus tierras y vasallos al capitn don Francisco Canales de la Cerda, vendi en 1659 al capitn don Juan Bautista Maturana la parte que le corresponda en el pueblo de Teno y que an conservaba como postrer resto del antiguo cacicazgo que se extenda desde el estero de Chimbarongo hasta el Lontu y desde la cordillera hasta la formacin del Mataquito. Un siglo cabal haca que los conquistadores haban arrebatado a su primer progenitor conocido la soberana e independencia de su territorio cuando los colonos, hijos de aqullos, lo despojaron de la propiedad de su suelo en nombre del derecho absolutista del rey de Espaa, dueo exclusivo de toda la Amrica. Fueron nombrados corregidores para las poblaciones del Mataquito en 1593 por el gobernador don Martn Oez de Loyola, don Diego de Rojas y para los que estaban comprendidos entre Teno y ms all de los indios Taguataguas, don lvaro de Villagrn. El territorio de Curic perteneci, pues, a esta primera divisin administrativa. Por la afinidad de origen de las tribus que ocupaban el territorio que hoy forma nuestra provincia con todas las dems de Chile, no se diferenciaban los indios de esta zona con los araucanos ni en el idioma ni en las costumbres ni en la estructura corporal. Los caracteres de la fisonoma de los indios del Mataquito y Vichuqun, juzgando por sus descendientes genuinos que hemos alcanzado a conocer, son iguales a los rasgos distintivos de los araucanos, esto es, cabeza grande, cuello corto; nariz aplastada, frente estrecha, estatura pequea. Estos mismos signos exteriores eran comunes a los curis, superiores a los

costinos nicamente en su estatura media. Los indios que habitaban los valles andinos tenan una estatura que sobrepasaba de la comn. El cacique principal o ulmn ejerca la soberana de la tribu como el ms rico y valiente de los indios y tena bajo su jurisdiccin a otros caudillos secundarios, cuyo poder estaba circunscrito al corto radio de unas cuantas chozas. Estos jefes no tenan nocin alguna de gobierno ni de administracin de justicia; los crmenes se vengaban o se pagaban. Las costumbres sociales estaban asimismo en un estado de absoluto atraso. El matrimonio no era el resultado de una recproca inclinacin sino un simple negocio. A la mujer los indios la compraban por objetos de adornos, domsticos o de alimentacin; el que no posea recursos para adquirirla, se la robaba y se haca perdonar enseguida su delito. Las relaciones conyugales carecan de todo vnculo de estrecha unin; su rasgo distintivo era la indiferencia. Un individuo poda comprar tantas mujeres como le permitiera su fortuna. El marido era el amo desptico y voluntarioso de la familia, a cuyos miembros poda hasta matar sin que nadie le pidiera cuenta del asesinato. Al nio se le daba generalmente el nombre de animales, serpientes o aves. En punto a moralidad sexual haba completa libertad. Las leyes y la religin de la raza conquistadora modificaron radicalmente estas costumbres. Entre los curis y dems tribus del norte y poniente del territorio de Curic, la agricultura constitua la parte ms esencial de la alimentacin, y de esta agricultura el maz entraba como elemento principal, introducido a Chile, juntamente con el poroto pallar, por los conquistadores peruanos. Las labores agrcolas estaban encomendadas a la mujer; ella sembraba, cosechaba y haca la chicha de maz por el asqueroso procedimiento de mascarlo y echarlo despus a algn utensilio domstico, donde se produca la fermentacin. Los primitivos aperos de labranza eran tan sencillos que las ms de las veces se reducan a un palo de espino con que se remova superficialmente la tierra y al cual se le ataba en la extremidad superior una piedra horadada. En ambas orillas del Mataquito se han encontrado restos de canales y piedras agujereadas que atestiguan que en aquellas regiones la industria agrcola estuvo planteada en no muy nfima escala. Las piedras horadadas de todas dimensiones que se han hallado cerca de aquellas grandes peas lisas que tienen labrados algunos platos en la cara superior, tenan entre estos indios muy variadas aplicaciones: las ms pequeas servan para hundir las redes en el agua, para las torteras de los huasos, para proyectiles de hondas y la caza de animales; las ms grandes se usaban, como acabamos de ver, para dar peso al palo que serva de arado y para porras que amarraban con cortezas de rboles fibrosos o correas a la extremidad de un garrote. Los indgenas de la costa de Vichuqun adems de ocupar a sus mujeres en las faenas del campo, se dedicaban ellos tambin a la pesca martima de lobos y de toda clase de peces. Estos y todos los indios riberanos del Mataquito usaban embarcaciones de cueros soplados y balsas de maderas y de tallos de cardn, para lo cual les proporcionaban sus bosques en abundancia el material fibroso. Todos los naturales de estas tribus haban sido antes de la conquista incsica eximios cazadores, como que tenan que alimentarse de la caza y de la pesca, y continuaron sindolo a la llegada de los espaoles. La fauna les proporcionaba el zorro y una infinidad de roedores a los de la costa y de la llanura y el huanaco a los que habitaban en la cordillera. La volatera les ofreca igualmente no escaso alimento; cazaban la perdiz, los numerosos papagayos, patos silvestres y cisnes. Completaban su alimentacin de pescado y de maz con races, huevos, frutas y patatas silvestres. Vestan toscos tejidos de lana coloreada con races de rboles, la que haban aprendido a utilizar desde la conquista de los incas. Antes de esta poca andaban desnudos o vestidos con pieles. Se reunan con frecuencia para ayudarse en las construcciones de sus chozas, para entregarse a sus juegos favoritos o tratar de negocios de la guerra. Todas estas reuniones concluan con desenfrenadas borracheras. Las guerras de tribu a tribu y de territorio a territorio se acordaban en reuniones generales que presida el cacique principal; usaban como armas las flechas, picas, mazas o macanas y las piedras arrojadizas. No conocan principio alguno de tctica, pues sus batallas se verificaban en medio del desorden y en pelotones que se atropellaban; pero en cambio estaban dotados de un sentido estratgico de primer orden para aprovecharse de los descuidos del enemigo o de las ventajas que ofreca la topografa del terreno.

El aspecto de los indios era de profunda taciturnidad y desconfianza. Flojos e imprevisores, su actividad individual permaneca siempre nula. Aunque muy supersticiosos, carecan de todo principio religioso bien definido. Crean en un poder superior que produca los truenos, los relmpagos y las erupciones volcnicas, que denominaban pilln, crean igualmente en otro ser incorpreo llamado huecuvu, causa de los accidentes desgraciados, de sus enfermedades y muertes; pero ninguno tena los atributos de un Dios que ha creado el universo. En ninguna de las excavaciones que se han hecho en los departamentos de Curic y Vichuqun se han hallado vestigios que atestigen la existencia de algn culto externo. En el ltimo se ha hallado un dolo, pero es de hechura ms o menos moderna; posterior por cierto a la conquista espaola.

Captulo II Lautaro.- Levantamiento de los indios de Tucapel.- Ataque a Concepcin y la Imperial.- Invade el norte y llega a Peteroa.- Obrad de defensa.- Sale de Santiago Diego Cano a atacarlo.- Su derrota.- Sale Pedro de Villagrn en busca de Lautaro.- Combate de Peteroa.- Lautaro huye al sur.- Lo persigue Godnez.- Su segunda campaa a las mrgenes del Mataquito.- Su campamento.- Francisco Villagrn lo ataca en sus posesiones.- Sorpresa de Chilipirco y muerte de Lautaro.- Plan de este captulo. Los indios de Curic secundaron los planes de Lautaro, el ms memorable de los caudillos indgenas de la conquista, cuando trajo sus huestes desde el corazn de Arauco hasta las mrgenes del Mataquito. Lautaro era un cuidador de caballos de Pedro Valdivia, joven indio como de dieciocho aos de edad, originario de la comarca de Arauco y a quien los espaoles llamaban Alonso. Aunque estuvo por algn tiempo al servicio del conquistador de Chile y por lo tanto en contacto inmediato con los espaoles, no pudo olvidar las costumbres, los defectos y las aspiraciones de su raza, anhelante hasta el frenes por arrojar del suelo de sus antepasados a los dominadores castellanos. Valdivia se hallaba en Concepcin ocupado en sus lavaderos de oro cuando ocurri un levantamiento de indios de Tucapel. El valeroso y altivo capitn sali en persona el 20 de diciembre de 1553 a castigar a los brbaros sublevados. Entre su numerosa servidumbre iba tambin el yanacona Lautaro o Alonso, su mozo de caballos. Los indios estaban preparados a la resistencia; siguiendo su costumbre, celebraron en la vspera de la batalla una junta para tratar de los medios que deban emplearse para resistir. Repentinamente uno de los indios que asistan a la reunin se puso de pie y desarroll un plan de batalla, nuevo para los indgenas y el ms apropiado para fatigar a los espaoles y contrarrestar el empuje de sus caballos. Era Lautaro que haba desertado de los tercios de sus opresores a la noticia del levantamiento de los suyos. Tom el mando del ejrcito araucano y derrot a Valdivia el 1. de enero de 1554 en las laderas de Tucapel, donde pereci trgicamente este clebre conquistador de Chile. En febrero de ese mismo ao sali de Concepcin el general don Francisco Villagrn a castigar a los indios, pero fue vencido en las alturas de Marigeu, por Lautaro. El antiguo caballerizo de Valdivia sigui desde aqu su marcha triunfal hasta la naciente ciudad de Concepcin de donde se encamin, despus de saquearla y destruirla, a la Imperial. Lo que no haba podido hacer el valor de los conquistadores hizo aqu la supersticin de los indios: el ejrcito de Lautaro se dispers por el terror que produjo a los naturales el estrpito del trueno de una tempestad y el relmpago que cruzaba el cielo oscuro y sin horizonte, fraccionada la fuerza del caudillo araucano, los sables espaoles hicieron de ella fcil presa. Sin embargo, repoblada Concepcin en 1555, Lautaro la tom de nuevo al amanecer del 12 de diciembre y la arras hasta los cimientos. Viendo que los espaoles al cabo de algn tiempo no renovaban las hostilidades contra l, los crey desanimados, exhaustos y revueltos, y concibi un proyecto que revela toda la energa de su voluntad y la fuerza de su serena inteligencia: quiso arrojar del pas a los conquistadores, sublevar a los indios sometidos del centro y del norte y caer sobre Santiago. Para ejecutar este plan tan atrevido, se puso sin dilacin en campaa, y en la primavera de 1556 pas el Bo-Bo a la cabeza de seiscientos combatientes resueltos a seguir hasta el ltimo trance a su diligente e indomable jefe. Lautaro arrastraba a las muchedumbres indgenas

por el poder de su iniciativa y por sus cualidades exteriores, con los cuales hera la imaginacin de sus soldados. Era de una figura arrogante, tipo de lo ms distinguido de la raza araucana, voz sonora e imponente. Montaba un hermoso y vivsimo caballo que haba arrebatado a los espaoles y vesta algunas prendas y armas recogidas en los campos de batalla. En su marcha iba levantando las tribus riberanas del Maule y del Itata y hostilizando a los que no se plegaban a su ejrcito invasor. A inmediaciones del Maule atac una encomienda de trabajadores de una mina, se apoder de las herramientas, mat a dos de ellos e inclinndose a las serranas de la costa avanz hasta la margen izquierda del Mataquito en el lugar de Peteroa, centro en aquel entonces de una densa poblacin indgena y ahora conjunto de valiosas y cultivadas propiedades de las familias Muoz, Garcs y Grez. Estableci su campamento en una puntilla de las muchas que avanzan hacia el ro. Su posicin estratgica estaba protegida por el frente y por los flancos por pantanos inaccesibles, y por la espalda por un bosque de pataguas y robles impenetrable. Para obligar a desmontarse a los espaoles e inutilizarles sus caballeras, cuyo empuje violento y rpido tanto tema y tantos estragos causaba en las filas de sus soldados, hizo trabajar en el recinto en que estaba acampado, fosos y hoyos. Concluidos estos trabajos de defensa, se dedic a proveer y disciplinar su ejrcito. En todas estas obras que Lautaro emprendi para la defensa de su campamento y en todas las diligencias que practic para abastecer a sus soldados de bastimentos y estar al corriente de las maniobras de sus enemigos, le sirvieron de poderosos auxiliares los indios de la Huerta, Lora y Vichuqun, los cuales pasaban el Mataquito en balsas y embarcaciones de cuero, para facilitar la comunicacin entre las dos orillas del ro. Entre tanto los pobladores de Santiago haban sabido los planes de emancipar a su raza de Lautaro y su atrevida marcha hacia el norte, para darse la mano con los indios del centro y los del valle de Aconcagua, por los mismos yanaconas a quienes trataba de libertar y por los fugitivos de las mrgenes del Maule. Los altivos castellanos, cuyo nimo inquebrantable no retroceda jams ante el peligro, se prepararon a contener la invasin. El cabildo se reuni el cinco de noviembre para arbitrar fondos y reclutar soldados con que resistir al audaz y obstinado jefe de los araucanos. Entre otros acuerdos, se celebr el de nombrar capitn de una partida de veinte jinetes al valiente caballero Diego Cano, natural de Mlaga y formado en la escuela de la adversidad y de las empresas temerarias de la conquista. Tres o cuatro das despus de nombrado, Cano sali de Santiago con sus veinte jinetes bien armados al encuentro de Lautaro, a cuyo campamento se acerc a los cuatro de marcha aproximadamente. En el paso de una cinaga, los indios lo atacaron de sorpresa, y no pudiendo maniobrar la caballera en aquel terreno, las ventajas del combate estuvieron de parte del caudillo brbaro. Un soldado espaol qued muerto en el campo del combate y muchos salieron heridos y estropeados. Cano tuvo que huir por la orilla del Mataquito, perseguido en un largo trecho por las indiadas sedientas de venganza, las que, no alcanzando a sus enemigos, se volvieron a desollar el cadver del soldado espaol, cuyo cuero llenaron de paja y colgaron de un rbol como trofeo. El animoso Diego Cano lleg a Santiago por dems atribulado e infundiendo con su presencia a los habitantes de esta ciudad la alarma y la consternacin. El gobernador don Francisco Villagrn mand formar sin prdida de tiempo un registro de la gente de arma que se encontraba disponible para entrar en actividad. Logr reunir cincuenta jinetes y doce arcabuceros. l mismo quiso ponerse a la cabeza de esta columna y salir en persona a campaa, pero una grave enfermedad que lo postr en esos das lo oblig a ceder el mando a su primo hermano y capitn de su confianza Pedro de Villagrn, el denodado defensor de la Imperial que persigui y aniquil al ejrcito de Lautaro despus de la tempestad que lo hizo desbandarse. Parti Villagrn en cuanto hubo preparado su tropa en busca de la posicin de Lautaro, resuelto a no dejar sin castigo al osado jefe araucano que tantas veces haba hecho huir los pendones de Castilla. Una tarde fra y nebulosa del mes de julio, Villagrn fij su campamento a una legua de las fortificaciones de Lautaro, en el fondo del valle del Mataquito, perfectamente dominado por las hordas de Arauco y Vichuqun, colocadas en la altura que el antiguo palafrenero de Pedro Valdivia haba elegido como punto estratgico. El capitn espaol pernoct esa noche a la vista de los enemigos, experimentando las inquietudes que deba causarle la cercana de indios astutos para las sorpresas y conocedores de las ventajas y las condiciones de la localidad. La vigilancia se redobl por parte de los castellanos, que velaban con las armas en la mano. De improviso se oye un ruido extrao como el que produce el avance de un ejrcito; los soldados de Villagrn se preparan inmediatamente para el combate; pero luego aparece en el campamento un caballo que a toda

carrera ha sido lanzado por los indios sobre los espaoles, con el propsito manifiesto de atropellarlos para introducir la confusin en sus filas o para indicarles que estaban dispuestos para la pelea. Al amanecer, Villagrn se adelant hacia las posiciones de Lautaro, fortificadas con espinos y troncos de rboles. Como no podan avanzar de a caballo por los fosos y pantanos de que estaba rodeada esta fortificacin, los resueltos jinetes se desmontaron y emprendieron el ataque de a pie. Lautaro los deja marchar; pero cuando llegan cerca de sus parapetos, da a los suyos la seal de embestida, y al instante los indios se abalanzan sobre los espaoles, los rodean y los hieren por los flancos. stos, a su vez pelean con notable herosmo. Todos hicieron prodigios de valor, especialmente un soldado de origen eslavo o lombardo llamado Andrs de Npoles, hombre de fuerzas hercleas, y un capitn don Juan de Len, a quien agraci ms tarde el Rey con una encomienda por sus hazaas. Un soldado u oficial de apellido Lpez de Arriagada que no abandon su cabalgadura, pudo escapar apenas con la vida, ms no con su caballo. Los espaoles se vieron obligados a retirarse del campo de batalla para rehacerse y emprender nuevamente el ataque, no sin haber sido perseguidos de cerca por los indios, cuya audacia lleg hasta el punto de arrancar de la espalda a un soldado llamado Bernardino del Campo, la rodela que llevaba atada. En atencin a la escasa suerte de sus armas y a un copioso aguacero que sobrevino Villagrn no quiso renovar el ataque hasta el da siguiente. En efecto, se acerc a los parapetos de Lautaro, pero estaban abandonados, porque el caudillo indgena se haba escapado en la noche hacia el sur por entre los bosques vrgenes de las montaas de la costa. Villagrn eligi a Juan de Godnez para que con un grupo de tropas ligeras hostilizara a los fugitivos por la retaguardia. Este valiente capitn los atac por la espalda poco antes de llegar al Maule, mat ms de cien indios y a los dems los precipit al ro en confusa y precipitada fuga. Pero, qu causa haba obligado a Lautaro a emprender la retirada al sur? Probablemente la escasez de vveres, o bien la indisciplina y dispersin de sus fuerzas. El jefe indio fue a establecerse a la desembocadura del Itata. Aqu persuadi a los indios comarcanos a que engrosaran otra vez sus huestes y les prometi llevarlos por caminos que l solamente conoca a las escasas y desguarnecidas poblaciones espaolas y obtener una emancipacin completa y general, tanto ms, cuanto obraba de acuerdo con los caciques de los valles del norte que enviaban a llamarlo para que los sacase de la servidumbre de los espaoles. Mensajes anlogos le mandaron los promaucaes del centro, ofrecindose para seguirlo a su campamento. Por esto se agregaron a su columna aguerrida las tribus de Chanco, las quirihuanas, ubles, cauques y perquilauquenes. Emprendi, pues, por segunda vez la marcha hacia Santiago por el mismo camino de la cordillera de la costa, dirigindose de nuevo al valle de Mataquito, pero ahora no acamp en Peteroa sino que atraves el ro y fij su cuartel en la margen boreal. Buscaba Lautaro un lugar que sobre ser abundante en siembras y poblacin, le sirviera de posicin estratgica. Es fuera de duda que su columna se reforz con demasa mediante el ingreso a ella de los naturales que habitaban las dos riberas del Mataquito, desde Palquibudi por la derecha hasta el mar. Es de presumir que hasta los indios curis de Rauco y Tutuqun y los de las cercanas del lago de Vichuqun prestasen su apoyo al libertador araucano. Los recursos para su ejrcito no escasearan tampoco en aquellas agrupaciones ms bien agricultoras y habituadas a la pesca que guerreras. Don Alonso de Ercilla, el inmortal cantor de La Araucana, cuenta en los siguientes versos de su poema el auxilio que prestaron a Lautaro estos indios comarcanos. Piensa juntar ms gentes, y de presto un fuerte asiento que en el valle haba con ingenio y cuidado diligente comienza a reforzarle nuevamente. Con la priesa que dio dentro metido, y ser dispuesto el sitio reparado, fue en breve aquel lugar fortalecido de foso, y fuerte muro rodeado: gente a la fama desto haba acudido codiciosa del robo deseado.

El jefe del ejrcito brbaro pas el Mataquito en el lugar de la Huerta. Este ro, formado por la reunin del Teno con el Lontu, que se efecta un poco al poniente de Curic, describe enfrente de la Huerta una especie de semicrculo dirigido del noroeste al suroeste. Sigue el curso tortuoso de sus aguas un valle trasversal, angosto, pero productivo y pintoresco, encerrado por sus lados por cerros de la cadena de montaas de la costa. Hay entre el ro y los cerros de la margen del norte, en la Huerta, un pequeo llano llamado los Gonzlez, verdadera ensenada terrestre que cierra por el poniente la Puntilla de la Huerta y por el oriente la Punta del Barco, denominada as por la semejanza del cerro que la forma, con un navo. Frente a esta ensenada se eleva el cerro de Chilipirco, palabra cuya etimologa quizs sea chid, halada, y pilco, garganta; es el ms alto de los que tiene a sus inmediaciones. A espaldas de este cerro, es decir, en la direccin del norte, sigue un cordn de lomas onduladas que va a dar al valle de Caune, que corta el ltimo de norte a sur el espeso contrafuerte de la costa. Al pie de Chilipirco y al comienzo de esas cerrilladas estableci Lautaro su campamento. Ese lugar, forma parte en el da de la hacienda de la Huerta, de propiedad de doa Antonia de la Fuente, hija del coronel patriota de este apellido. De manera que el ejrcito del diligente araucano estaba defendido por el lado del Mataquito por los cerros que corren paralelos a este ro, por el mar lo resguardaban el estero y los altos de Caune y por el norte se extenda una serie de montaas cubiertas de bosques impenetrables y atravesadas por una que otra senda conocida de los indios nicamente. En suma, las posiciones de Lautaro eran inexpugnables, sin contar las obras de defensa ejecutadas por la mano de los indgenas, como trincheras de troncos y fosos. El plan que Lautaro haba ideado era atrevido y pona en inminente peligro a las poblaciones espaolas: pretenda atravesar rpidamente por el valle central el espacio comprendido entre el Mataquito y el Tinguiririca y ganar las cinagas de Apalta, en el valle de Nancagua, de donde los espaoles no habran podido desalojarlo con facilidad. Aqu esperara el auxilio de los indios del centro y del norte. Bajo la impresin del temor, los habitantes de Santiago formaron una columna de treinta soldados castellanos y de muchos indios auxiliares. Estas fuerzas se pusieron a las rdenes del capitn Juan de Godnez y salieron de aquella ciudad a mediados de abril de 1557. En esos das el corregidor Francisco de Villagrn volva del sur. Los indios del Maule le comunicaron el lugar en que se encontraba Lautaro, a quien resolvi atacar inmediatamente en sus mismas posiciones. Sabedor de que Godnez haba salido con una pequea fuerza de Santiago, dispuso que lo esperara en Teno para emprender unidos el ataque. Impuesto Lautaro de que Villagrn haba pasado de largo para el norte, crey que los espaoles tenan miedo a su ejrcito o que no se atrevan a poner sitio a su campo fortificado, pues de no haber sido as, se habran desviado de su camino y tomado la margen derecha del Mataquito; esta confianza lo hizo abandonar un tanto la vigilancia y la perspicacia que lo distinguan como caudillo. Se reunieron los dos caciques castellanos, pero la empresa que iban a ejecutar los haca vacilar; para llegar hasta las posiciones de Lautaro tenan que hacer un largo rodeo por entre montaas escabrosas y tupidos bosques, cuyas sendas no conocan. Un indio de servicio conocedor de aquella localidad se ofreci en tales circunstancias para guiar a los espaoles, mediante los ofrecimientos de recompensa que le hizo Villagrn. Parti de Teno la columna expedicionaria y emprendi su marcha por el camino de las Palmas, en la hacienda del mismo nombre que hoy posee don Emilio Undurraga Vicua. Despus de haber atravesado una parte de la montaa por el norte, se desvi hacia el sur y lleg al amanecer del jueves 29 de abril de 1557 al faldeo de Chilipirco, donde Lautaro tena su desprevenido atrincheramiento. La marcha haba sido rpida y dificultosa. Para evitar las confusiones que suele haber en las sorpresas hechas de noche, Villagrn esper la venida del alba para comenzar el ataque. Dispuso su tropa de espaoles y el cuerpo de indios auxiliares que lo acompaaba y cay enseguida de sobresalto en las trincheras de Lautaro al grito de: Santiago, espaoles!. La primera embestida fue desastrosa para los indios, desprevenidos todos, ebrios unos y dormidos los dems. Hubo un desorden indescriptible entre los guerreros del caudillo de Arauco. Aprovechndose de ella, indios aliados y castellanos hicieron una carnicera espantosa. Lautaro intenta organizar su fuerza y disponerla a la resistencia, pero una flecha de los indios auxiliares o la espada de uno de los

soldados espaoles le arrebata la vida. Sus huestes no desmayan; saltan las trincheras de troncos de rboles y los fosos y presentan batalla en campo abierto. Ercilla pinta en su poema la batalla con tanta inspiracin, con tanta luz y acopio de episodios que no es posible dejar de transcribir algunas de sus estrofas. Las armas con tal rabia y fuerza esgrimen, que los ms de los golpes son mortales, y los que no lo son as se imprimen; que dejan para siempre las seales: todos al descargar los brazos gimen; ms salen los efectos desiguales, que los unos topaban duro acero, los otros al desnudo y blando cuero.

Entre los soldados de Villagrn ninguno se distingui ms que el esforzado Andrs de Npoles, quien, sembrando cuchilladas por todas partes, haca un destrozo terrible de indios. Que aquella fuerza y ligereza, a los robustos miembros semejante, el gran cuchillo esgrime de tal suerte, que a todos los que alcanza da la muerte.

En cambio un indio de Lautaro designado por Ercilla con el nombre de Rengo, hace estragos en las filas de los espaoles, a los cuales hiere, derriba y atropella con un furor inaudito. En medio de la turba embravecido esgrime en torno la ferrada maza: a cul deja contrecho, a cul tullido, cul el pescuezo del caballo abraza; quin se tiende en las ancas aturdido quin, forzado, el arzn desembaraza.

Cuando los indios auxiliares gritaron: Aqu, espaoles, que Lautaro es muerto!; los comarcanos de Itata, uble y sus aliados del Mataquito huyeron en todas direcciones; los araucanos solamente quedaron sosteniendo la pelea, pero todos perecieron en la refriega o en la persecucin, con un herosmo digno de una raza ms superior. Por fin, los vencedores gritan: Victoria, victoria, viva Espaa!. Los indios aliados le cortaron la cabeza al cadver de Lautaro para llevarla a Santiago y celebrar con ella, en medio de sus borracheras, el triunfo de Chilipirco; otro tanto hicieron con los de otros caciques, cuyas cabezas enviaron a las provincias como testimonio de su victoria. El historiador Mario de Lovera menciona a los siguientes espaoles que se distinguieron en esta jornada: Fueron capitanes de nuestro pequeo ejrcito: Gabriel de Villagrn, don Cristbal de la Cueva, Alonso de Escobar y Juan

Godnez; y de los soldados que en l se hallaron, hubo muchos de larga experiencia y satisfaccin de sus personas, de cuyo nmero fueron: Juan de Lazarte, Alonso de Miranda, Hernn Prez de Quezada, don Pedro Mario de Lovera, Andrs Salvatierra Narvaja, Hernando de Ibarra y Andrs de Npoles, que era hombre de tantas fuerzas, que tomaba una pipa de vino sobre las rodillas y la levantaba en alto.

De los soldados castellanos slo muri Juan de Villagrn, deudo del jefe de la divisin; pero los heridos fueron muchos, si no la totalidad. Villagrn y su tropa entraron a Santiago en medio del regocijo de sus habitantes; haban salvado la naciente colonia espaola, pero tambin haban contribuido, dando muerte a Lautaro, a que las glorias de Arauco y la epopeya conquistaran un hroe inmortal.

Captulo III Colonizacin.- Abandono de la minera por la agricultura.- Los primeros cultivos.- Las mercedes de tierra.- Concesiones en Quiage y Lolol.- Doa Mara de Crdova.- Caune y la costa.- Las Palmas.- Propietarios posteriores.- La regin del centro.- La estancia de don Fernando Canales de la Cerda.- El inventario de la hacienda.- Las de don Francisco de Iturriaga y don Francisco Canales de la Cerda.- Los capitanes de encomiendas.- Upeo y Chpica.- Los primeros pleitos.La divisin de la propiedad.- Aumento de la agricultura.- El Guaico y otras haciendas.- Los Torrealbas.- Palquibudi y el Peralillo.- Las capellanas. En la primera mitad del siglo XVII comenz la colonizacin de la zona que hoy se denomina Provincia de Curic. La escasa poblacin espaola no haba incrementado en esta parte, como en las dems del pas, ni haba dirigido su accin a otra industria que a la de explotacin de una que otra mina o manto aurfero de la regin de la cordillera o de la cadena de montaas de la costa especialmente, como Caune, Lolol y Vichuqun, en cuyas quebradas o arroyos se crey en aquel entonces que no escaseara el oro en polvo. Los indios, aunque sometidos, vivan todava en estado de completa barbarie, y fuera de los trabajos de lavaderos, no se ocupaban en otros que en los de sus industrias primitivas. De manera que el suelo permaneca virgen y abandonado. Sin embargo, la disminucin de los indios, la pobreza general motivada por el sostenimiento de la guerra araucana y la circunstancia feliz de ser el clima y el terreno de Chile adaptables a los cultivos, obligaron a los espaoles a cambiar la minera por la agricultura. Se propagaron los cereales y se multiplic el ganado: en los pequeos sembrados, el trigo, la cebada, el maz y el camo se daban con asombrosa exuberancia; las vacas, los caballos, las ovejas y las cabras, traspasando los lmites del cortijo, comenzaron a invadir los campos; las hortalizas y las aves domsticas suministraban a las familias de los colonos abundante y regalado sustento. Se establecieron otras industrias complementarias de la agrcola. Los molinos de harina y la elaboracin de vinos principiaron a producir ms de lo que hasta entonces haban producido, aunque no en mucha abundancia, porque no tenan stas y las dems producciones un mercado que creara la exportacin. De todos modos, la agricultura haba nacido como fuente de trabajo y riqueza pblica, y era menester formar la hijuela y constituir la propiedad. De aqu trajeron su origen las mercedes de tierra que hacan los gobernadores contra el derecho de los indios, sus legtimos poseedores, y contra los principios de equidad y justicia. Estas cesiones comenzaron a otorgarse para los que ocuparon la zona de Curic, desde 1610. Las tierras cedidas comprendan ordinariamente comarcas enteras, muy apropiadas para crianzas o labrados, o valles que se demarcaban de ro a ro o de estero a estero, cubiertos de espesos bosques y de innumerables arroyos y vertientes. Estas grandes porciones territoriales se dividan con el tiempo y pasaban a poder de terceros por enajenacin que hacan o por herencia o legados que dejaban sus primeros poseedores. As fue como se radic la propiedad en el antiguo distrito de Curic, lo mismo que en el resto del pas.

La primera de estas concesiones de que nos da noticia un documento antiguo, se hizo a favor del capitn don Luis de Toledo, en 1610, por el gobernador don Alonso Garca Ramn de seiscientas cuadras en Lolol, en un cerro -dice esta pieza- donde solan sacar oro los naturales antiguamente. ste fue el asiento minero de los soldados del inca y despus de los conquistadores espaoles. No distantes de las anteriores concedi el gobernador don Alonso de Rivera en 1614 seiscientas cuadras al capitn Bartolom Jorquera y mil quinientas a Juan Francisco de Toledo. El gobernador don Luis Fernndez de Crdova hizo merced el 14 de diciembre de 1625 a don Juan Ortiz de Espinosa de mil cuadras en Quiage, centro del contrafuerte de la costa. Esta propiedad pas a ser enseguida de la seora Mara de Crdova, esposa del corregidor de Santiago y caballero de la ms elevada alcurnia colonial, don Gaspar de Soto. La seora Crdova posea adems la hacienda de Lolol, de cinco o seis mil cuadras de espacio, que quizs haba obtenido de uno de sus ilustres ascendientes, don Alonso de Crdova el viejo, compaero de Valdivia, don Alonso de Crdova el mozo, corregidor de Santiago y un tercer don Alonso de Crdova y Morales, general. Un hijo de la seora Crdova, don Alonso Soto y Crdova, dio, en la segunda mitad del siglo XVII, a su hija, doa Catalina de Soto y Crdova la estancia de Lolol como regalo de boda. Cas la agraciada con tan regia ddiva con don Jos Frabrique Lisperguer, del ms noble linaje de la colonia: tal era el poco valor de esas estancias y el ningn trabajo que costaba obtenerlas. Primer dueo de la mayor parte de Caune fue don Juan Flix Valderrama, originario del sur y fundador de la familia de este apellido, y todo el terreno comprendido entre la boca de la laguna de Llico y la desembocadura del Mataquito, de norte a sur y entre las montaas de Vichuqun al mar, lo posey don Cayetano Correa, espaol de nacimiento y aborigen de los Correas de Chile. Pero la ms importante de estas estancias de secano de la cadena de la costa, por su dilatada extensin y proximidad al valle central, que hoy se denomina hacienda de las Palmas, le toc a don Juan Rodulfo Lisperguer, clebre personaje del siglo XVII y primo hermano de la Quintrala. En 1637 el gobernador Lazo de la Vega provey favorablemente la siguiente solicitud: Don Francisco Lazo de la Vega, caballero de la Orden de Santiago del Consejo de Su Majestad y de Guerra de los Estados de Flandes, Gobernador y Capitn General de este Reino de Chile y Presidente de la Real Audiencia, etc. Por cuanto ante m se present el memorial siguiente: El capitn don Juan Rodulfo Lisperguer dice: Que es nieto y bisnieto de los conquistadores y pobladores de este reino, y como a V. Seora consta, una de las personas ms benemritas de l y le tiene compradas unas tierras para el sustento de sus ganados en el partido de Colchagua, entre los ros de Chimbarongo y Teno, en las vertientes del estero y Camarico de las Palmas, vertientes al principio del potrero de Juan Abad, junto a las cuales dichas tierras que as compr, hay algunos cerros, lomas, quebradas, vallezuelos y ojos, de agua, desiertos e inhabitables bajos y sin perjuicio que tienen por cabezada las estancias y tierras del teniente Pedro del Ossu y Lzaro Arnguez, que son adonde remontan los valles de Teno y Rauco y corren desde el camino que va del dicho pueblo de Teno al dicho Camarico y estero de las Palmas, con las vertientes al dicho camino, lomas y quebradas hasta topar con la cuesta grande de las Palmas que vierte por la una parte al valle de Caune y por la otra al dicho estero de las Palmas por la una y la otra parte del dicho,

y corriendo dicho estero abajo a topar con el potrero y tierras que fueron de Juan Abad y cumbres a la cordillera que divide y hace la estancia de valle de los herederos de Juan Francisco de Acevedo y por la otra parte vierten a los valles de Quillabude, Ranculgue y Chpica, debajo de los cuales linderos estn las tierras y vertientes que compr. Y porque en ningn tiempo, pretenda alguna persona en su perjuicio, parte de lo comprendido debajo de dichos linderos, A V. S. pide y suplica se sirva de hacerle merced de las dichas tierras, despachndole ttulo en forma de ellas, con todas las lomas, valles, aguadas, montes, portezuelos, ancones, quebradas y vertientes que hacen debajo de los dichos linderos y a los valles dichos de Chpica, Ranculgue y Quillabude y dicho potrero y tierras de Juan Abad que en ello recibir bien y merced de V. S. Don Juan Rodulfo Lisperguer.

En el siglo siguiente en que se hicieron estas extensas divisiones en la regin montaosa del departamento de Vichuqun, la propiedad conservaba su primera forma de extraordinaria dilatacin, si bien haba cambiado de poseedores y experimentado algunas transformaciones, ya segregndose en algunas partes, ya aumentando en otras. Desde entonces hasta el primer tercio de nuestro siglo conservaron en esas condiciones el dominio de las tierras adquiridas o legadas acaudalados propietarios, como los Valderramas en los Coipos y Caune, don Manuel Valenzuela en Paredones y Bolleruca, el presbtero Pedro Castro en Nilahue, doa Felicina Daz del Valle y don Pedro Prula en las orillas del mar, don Ramn Uribe y doa Mara Antonia Barahona en Caune. La regin que ms importancia tiene en este estudio sobre distribuciones de tierra, es, sin duda, la del centro, porque aqu deban fundarse poblaciones y abrirse caminos, y porque aqu estara tambin la fuente natural de nuestra futura riqueza, dada la feracidad y amplia latitud de su suelo. Su aspecto al principiar el siglo XVII era exuberante y salvaje, montuoso, spero y sin ms camino que algunas estrechas sendas que borraban los matorrales en espacios no muy limitados. Cubran la llanura que se extenda desde el estero de Chimbarongo hasta el Lontu, densos montes de espinos seculares, que era el rbol tpico de esta regin, y de romero o piche, planta que dio nombre ms tarde a varias comarcas, como el Romeral al oriente y el Pichigal al poniente. Los parajes hmedos y bajos estaban cubiertos de espesos bosques de peumos, arrayanes, robles y litres. Las vegas, o huaps de los indios, abarcaban trechos considerables de carrizos, que el viento agitaba constante y suavemente como un mar tranquilo. Slo en los llanos y cerrillos de Teno parece que la naturaleza haba desterrado esa vegetacin abundante con exceso: los espinos y romeros eran raquticos, y con los calores del esto, toda la llanura tomaba el aspecto de un inmenso sequedal poblado de langostas. La primera merced de tierras que se hizo en el valle de Teno, en el antiguo asiento de los indios curis, la otorg el gobernador Lope de Ulloa el 1. de agosto de 1618 a favor del capitn don Bernab Montero, de seiscientas cuadras. La ubicacin de esta estancia era de lo ms importante por el poder productivo de sus terrenos, que se extendan desde el lugar denominado Punta del Monte, al norte del Teno, hasta la confluencia del Quetequete con el Lontu, comprendiendo los Guindos, el Maitenal y Tutuqun. De poder de poder del capitn Montero pasaron al de don Nicols Martnez de Medina, quien dio a su hija doa Augustina Martnez de Medina esta valiosa propiedad como caudal aportado al matrimonio que contrajo con don Francisco de Iturriaga. Por su numerosa descendencia, por su calidad de rico hacendado y por la accin directa que ejerci como tal en la colonizacin del territorio y en la fundacin de Curic, Iturriaga es uno de los primeros

poseedores ms dignos de recordarse. Tuvo su casa en Tutuqun, donde edific as mismo la primera capilla que se conoci a este lado del Teno y que sirvi de parroquia hasta que la avenida de 1827 arrastr con ella. Pero antes de ver como las particiones y las ventas dividieron esta estancia y la hicieron pasar de mano en mano, entremos a tratar de la formacin de una estancia que ocup como las tres cuartas partes de la vasta superficie de nuestro departamento: nos referimos a la Hacienda de Teno que posteriormente se llam Huemul, teatro histrico de las hazaas del patriota Francisco Villota. Le haba tocado en estas distribuciones gigantescas a un colono llamado don Fernando Canales de la Cerda toda la comarca comprendida entre Teno y el estero de Chimbarongo, de sur a norte, y la cordillera y el pueblo de indios de Teno, de este a oeste. El gobernador Fernndez de Crdova expidi adems el 4 de diciembre de 1628 ttulo de posesin a favor del mismo, de las tierras vacantes que encerraban el Teno y el Lontu, como consta del documento que copiamos a continuacin: Don Luis Fernndez de Crdova y Arce, seor de la villa de Carpio, veinticuatro de la ciudad de Crdova, del Consejo de su Majestad, su Gobernador y Capitn General de este Reino de Chile y Presidente de la Real Audiencia que en l reside, etc.: Por cuanto ante m se present el memorial siguiente: El capitn don Fernando Canales de la Cerda dice: Que est pobre y con obligacin de mujer e hijos y que tiene necesidad de unas tierras para crianza de sus ganados. A V. Seora pide y suplica sea servido de hacerle merced de todas las tierras que hubiera vacas entre los ros de Tenu y Lontu, desde donde se juntan hasta su nacimiento, con todas las vertientes de la cordillera nevada corriendo del un ro al otro, con todas las islas que cada ro de los dichos hiciere desde el primer brazo que est arrimado al pueblo de Lontu y Ponigue viejo y tierras de Peteroa, que recibiera merced de V. seora, y por mi visto el dicho pedimento en consideracin de lo referido por la presente en nombre de su Majestad y como su Gobernador y Capitn General y en virtud de sus reales poderes, hago merced a vos el dicho capitn don Fernando Canales de la Cerda de todas las tierras que hubieren vacas entre los dichos ros de Tenu y Lontu y conste segn y de manera que las peds y en el dicho memorial incorporado va referido y debajo de los linderos arriba declarados, estando vacas sin perjuicio de tercero que mejor derecho tenga a ellas, de los indios y sus reducciones, con sus entradas y salidas, usos, costumbres, aguas, montes y vertientes de rulos y servidumbres, para vos y vuestros herederos sucesores y para quien de vos u de ellos hubiere ttulo y causa en cualquiera manera y las podis vender y enajenar a quien quisieres como no sea a ninguna de las personas en derecho y costumbre prohibidas, pena de que hacindolo contaris hayis perdido esta merced. Y mandado a todos y cualesquiera justicia de su Majestad de este Reino y a otra cualesquiera persona espaol que sepa leer y escribir, os den posesin real en forma de las dichas tierras y dada, en ella

os amparen y defiendan y no consientan que seis desposedo ni despojado de ellas sin primero ser odo y vencido por fuero y derecho, pena de doscientos pesos de oro para la Cmara de su Majestad y gastos de guerra por mitad; que es fecha en la ciudad de la Concepcin en cuatro das del mes de diciembre de mil seiscientos y veintiocho aos. Don Luis Fernndez de Crdova y Arce. Por mandado de V. Seora.- Francisco de la Carrera. En diecisis das del mes de octubre de mil seiscientos y veintinueve aos. El capitn don Fernando Canales de la Cerda me pidi y requiri a m, don Antonio de Torres Segarra, le d la posesin de las tierras en este pliego contenidas, la merced hecha a dicho capitn don Fernando Canales de la Cerda por el seor Gobernador don Luis Fernndez de Crdova y Arce.- Junto a un sotillo de maitenes donde dijeron haber vivido un indio... en una isla que hace al ro de Lontu, ranchera; y por mi visto y ser informado ser dicho sitio, lo tom por la mano al dicho capitn don Fernando Canales de la Cerda y por ella le met en posesin de las dichas tierras, real, actual, y en seal de posesin se pase por ellas, y como tomaba posesin de ellas quieta y pacficamente sin contradiccin de persona alguna. Lo pidi por testimonio a m el dicho don Antonio, tom la posesin en parte de las dichas tierras en presencia de Pedro de Silva y Pedro Cruz Rojano; de que doy fe. Y confirmamos todos tres de nuestro nombre: Pedro de la Cruz Rojano.- Pedro de Silva.- Don Antonio de Torres Segarra.

Salvo raras concesiones hechas por los gobernadores en algunos lugares que mencionaremos enseguida, casi toda la extensin del departamento actual de Curic perteneca a don Fernando Canales de la Cerda. Tan dilatados eran los dominios de estos primeros feudatarios de la colonia, que Canales de la Cerda ignoraba los lmites de sus propiedades y tal vez hasta su posesin geogrfica, pues en el inventario de sus tierras hallamos la siguiente relacin que confirma nuestro aserto: -Estancia principal, dos mil quinientas cuadras, con casa de adobes, bodega, capilla, molino, via de cuatro mil plantas y arboleda. -Seis ttulos de tierras en diferentes partes, que contienen tres mil novecientas cuadras. -Un ttulo de demasas (sobrantes) que no se sabe la cantidad.

Como se ve, la primera via que se plant y el primer molino que se mont en esta hacienda, fueron tambin los primeros del valle de Teno, es decir, del territorio que hoy comprende nuestro departamento. Escaso era, sin embargo, el ganado que poblaba esta dilatada serie de montaas y de valles y excesivamente reducido el apero de labranza que encerraban las bodegas de la hacienda, escasez fcil de explicarse porque las crianzas principiaron solamente en estas comarcas a principios del siglo XVIII y porque los productos de la industria fabril costaban ms

caros que la misma tierra. Alimentaba la estancia de Canales de la Cerda doscientas cabezas de ganado vacuno, avaluadas a peso cada una; mil quinientas de ovejuno, a real y medio cabeza; mil cabras a cuatro reales; cuarenta yeguas a cuatro reales y tres yuntas de bueyes mansos a diez pesos cada una. Pero ms rica que en animales y tiles era en esclavos la hacienda de Teno y Curic. Contaba con diez negros tasados a quinientos pesos y muchos indios y mestizos. Se llamaban aquellos diez hijos de las clidas estepas del frica, Juan, Manuel, Pedro, Andrs, Francisco, Antonio, Juan Chico, Antonillo y Pedro. Los haba trado del Per de donde Canales pas a Chile a ser primero feudatario acaudalado y despus corregidor de Santiago en 1669. Los aperos se reducan a catorce piezas pequeas de labranza. Al occidente de esta gran propiedad territorial segua la del propio hijo de Canales, don Francisco Canales de la Cerda, cuyos ttulos de posesin otorgados por el gobernador Lazo de la Vega en 1638, comprendan todos los pueblos de Teno y sus indios; es decir, desde la Palma, a inmediaciones de la estacin de Teno, hasta Comalle y Rauco. Juntamente con ser don Francisco Canales de la Cerda dueo de esta valiosa estancia -tal era el nombre que los antiguos daban a las haciendas- ejerca tambin las funciones del poder civil con el ttulo de capitn de encomienda sobre todo el distrito del norte de Teno hasta el estero de Chimbarongo. Igual cargo desempeaba en el distrito del Maule, desde la orilla austral del Teno hasta aquel ro, que daba nombre a esta demarcacin administrativa, don Toms de Aguilera; en Talcaregue, don Agustn Maturana; en Tinguiririca, don Gregorio Guajardo; en Chimbarongo, don Antonio de Vergara; en San Jos de Toro, don Toms Hernndez, y en Nancagua, don Fernando Martnez. Las desmesuradas haciendas de los Canales de la Cerda formaban un conjunto de terrenos tan espaciosos, que slo poda comparrsele el que ms al norte posey el capitn don Alonso de Quezada en el valle de Chimbarongo, desde el Tinguiririca hasta el estero de este nombre por la regin del centro y la cordillera de los Andes por el este. Dentro del espacio que comprenda las estancias de los Canales de la Cerda haba una que otra porcin de tierra de que haban obtenido merced algunos espaoles o criollos interesados en la colonizacin de estas comarcas. As, entre el Guaiquillo y el Chequenlemillo obtuvo don Juan Gonzlez de Medina un ttulo de quinientas cuadras y en la Obra otro de mil quinientas un teniente de caballera nombrado en un documento sobre estas adquisiciones, Prez de Saldaa. Adquiri la posesin del valle de Upeo y del lugar llamado La Mesa, un don Francisco Galdames, concedida por el marqus de Baides don Francisco Lpez de Ziga en 1646 y en virtud de los servicios que prestaron en la conquista los antepasados del peticionario. Se encarg al nico espaol que resida por aquellos lugares para que lo pusiera en posesin de las tierras designadas en sus ttulos, quien lo hizo con las extraas formalidades que recuerda la pieza que insertamos a continuacin: En el asiento de Upegue y tierras a 11 del mes de mayo del ao de 1646, pareci ante m Rafael de Castro, morador de este partido de Maule, Francisco Galdames y me present un ttulo, merced de tierras de atrs concedido por el seor marqus de Baides, conde de Pedroso, gobernador y capitn de este reino de Chile y presidente de la Real Audiencia, y en virtud del dicho ttulo y merced y de la comisin que l da a cualquiera persona que sepa leer y escribir, le meta en la posesin de ellas, y por m visto el dicho ttulo y constndome ser las dichas tierras concedidas tom por la mano al dicho Francisco Galdames y por ellas los pase y le di la real posesin de todas de ellas y que de esta posesin no sea desposedo sin ser odo y tenido en fuero de derecho, y para su posesin se pase por las dichas tierras y arranc unas yerbas y ech mano a la espada como cosa suya y me pidi testimonio dello como est pacficamente sin contradiccin ninguna, el cual le doy en guarda y conservacin de su derecho y justicia, siendo presentes como testigos Francisco Gonzlez de Medina, Juan Gonzlez, Roque Galdames y Pedro lvarez. Pedro de Castro.

Por concesin del gobernador Lope de Ulloa, en el segundo decenio del siglo XVII, adquiri la posesin de una parte de los productivos campos de Chpica uno de los Lisperguer, perteneciente a la ms encumbrada aristocracia colonial. Suceda a veces que los ttulos se otorgaban para lugares ya ocupados o a personas que no pedan la posesin con las formalidades del caso o que no pagaban los derechos respectivos, indiferencia que provena del exiguo valor de la tierra, un peso la cuadra en los mejores suelos y cuatro reales en los de inferior calidad, y que daba lugar a que las ocuparan entonces otros colonos. De aqu nacieron los primeros litigios sobre la propiedad rural. Para no citar muchos de estos pleitos, recordaremos solamente el que sostuvieron los herederos del capitn Galdames de Upeo con don Lorenzo de Labra, poseedor en el siglo XVIII de los terrenos situados entre los ros Teno y Lontu. Antes de este juicio, en el siglo de la colonizacin, los hijos de don Fernando Canales de la Cerda haban disputado las tierras de Curic a don Pedro Ugarte de la Hermosa, gentil hombre, cronista y persona muy bien colocada en el gobierno de la colonia. Los ttulos de ste haban sido otorgados con prioridad a los de aqul por el gobernador don Lope de Ulloa y Lemos en 1618. Con el tiempo los litigios se hicieron numerosos e interminables, no por los ttulos sino por los lmites, siempre indeterminados. En el segundo tercio de este mismo siglo de la colonizacin, comenz la divisin de las primitivas estancias; pero, como en la regin de la costa, este desmembramiento se oper en lotes considerables. Slo en las cercanas de las poblaciones y en las rancheras indgenas la propiedad se subdividi en pequeas porciones de terreno. Fuera de las sucesiones, haba contribuido al fraccionamiento de las grandes haciendas, el incremento de la industria agrcola. Las cecinas, o ms bien el sebo, los cueros y el charque o carne salada al sol tuvieron al fin salida a los mercados del Per. Esto dio origen al propio tiempo a la introduccin del ganado argentino por los boquetes de la cordillera, que los estancieros ejecutaban con sus indios de servicio. La exportacin del trigo comenz igualmente. Pero los productos de la agricultura no pudieron tomar mucho desarrollo por la limitada demanda del Per en primer lugar y luego despus por la falta de otros requisitos de la produccin, a saber: el trabajo, o lo que es lo mismo la escasez de brazos, y el capital, esto es, fbricas, herramientas, mquinas y vehculos, todo lo cual no exista a consecuencia del espritu de restriccin y monopolio del rgimen colonial. La propiedad se dividi, pues, mas no pudo llegar a la subdivisin. Administraba de ordinario la estancia un miembro de la familia que estaba obligado a subvenir a sus necesidades generales. Por muerte de don Fernando Canales de la Cerda, sus dilatados seoros pasaron a poder de sus hijos don Francisco Javier, don Antonio y don Francisco Canales de la Cerda. Donaron stos la porcin que encerraban los ros Teno y Lontu a su sobrina doa Mara Mercedes Alderete, esposa del capitn don Lorenzo de Labra. Haba sido Labra capitn de dragones de Santiago y tena por progenitores a un caballero de su mismo nombre y a doa Luciana Corvaln, procedente esta ltima del corregidor del partido de Maule, residente en Lontu, don Antonio de Corvaln. La estancia de Labra fue la nica que se subdividi en predios de corta extensin, como lo veremos ms adelante al hablar de la fundacin de Curic. De la porcin del norte del Teno, comprendiendo las propiedades de los dos Canales de la Cerda, form el comerciante vizcano don Celedonio Villota en el siglo XVIII una valiosa y productiva hacienda, que se denominaba indistintamente con el nombre del ro que la regaba o con el del Huemul. Constaba de las siguientes hijuelas: trescientas cuadras de riego en Huemul y cuatrocientas de llano, cuatrocientas cuadras de regado en Rauco, quinientas en Comalle y mil sin riego. Se formaron tambin de los dominios de don Fernando Canales y su hijo la hacienda de la Quinta, que fue de don Juan de Vergara; la del Cerrillo, de don Juan Francisco Labb; la de la Puerta, de don Jos Antonio Mardones; la del Huanaco, del convento de San Francisco, y el fundo llamado La Laguna, de 600 cuadras. Pero la hacienda de ms importancia de este lado del ro por su dilatacin enorme, por el adelanto de sus medios de produccin y buena calidad de sus suelos de labranza y engorda, era la del Guaico. La posean el comisario don Diego de Maturana y su esposa doa Josefa Hernndez. Por fallecimiento de Maturana en 1749 y de la seora Hernndez en 1759, se partieron de ella sus herederos. He aqu la divisin en hijuelas, que eran otras tantas haciendas, y su avalo: La Huerta, de mil cuadras, avaluada en mil quinientos pesos y que le toc a don Pedro de Urza, heredero de doa Mara Jos Maturana; estancia de las casas, dos mil trescientas cuadras, avaluadas en cuatro mil seiscientos pesos; mil ciento treinta y cuatro cuadras, desde los molinos hasta Quilvo, mil cuatrocientos pesos; mil setecientas ochenta y

ocho cuadras desde el cerro de Chuu hasta el del Calabazo, mil trescientos treinta y seis pesos. Las hijuelas de cordillera se extendan desde el Teno hasta los Chacayes al sur y llegaban hasta trece. Fueron herederos de estas propiedades el cura don Jos Maturana, don Juan Ignacio Maturana, don Felipe Franco, marido de doa Petronila Maturana, y don Nicols Arriagada, esposo de doa Magdalena. Inmediata a stas estaba radicada la hacienda del Calabazo, de cuya posesin gozaba don Francisco Grez y Pimienta, y ms al sur haba formado otra a fines del siglo XVIII con el nombre de los Niches don Santos Izquierdo, noble espaol y corregidor de la capital. Don Juan Torrealba posey la hacienda de los Culenes en las vegas del estero de Chimbarongo; San Antonio, Taigun, Almendral, Sapal y Posillos en los lugares de Chpica y Auquinco. La familia Torrealba ha pertenecido tambin a la aristocracia territorial de Curic. De estas estancias la de San Antonio perteneci en 1704 a don Mateo Ibez, sobrino del presidente de este apellido, caballero de la orden de Calatrava y marqus de Corpa, la cual se le embarg despus por atribursele planes de conspiracin en favor de los ingleses. Tanto esta propiedad como las dems de la familia Torrealba, se dividieron con el tiempo entre los herederos de su primer poseedor. La feraz y bien situada estancia de don Francisco de Iturriaga se fraccion antes de pasar a manos de la numerosa descendencia de su fundador. Contribuy a ello un fracaso que experiment Iturriaga en el juego, en la ciudad de Santiago. Con todo, ayud a la fundacin de Curic de un modo eficaz y directo, como lo veremos luego. De sus tierras se conserv una porcin importante y extensa con el nombre de estancia de Tutuqun, cuyos dueos fueron don Prudencio Valderrama y su esposa doa Juana Iturriaga. En la margen septentrional del Mataquito, antiguo centro de indios, se formaron dos grandes haciendas: la de Palquibudi, de la familia Corvaln de Lontu, entroncada con la de Correa, y la del Peralillo de la familia Garcs de Marcilla. Esta ltima estaba afecta a una capellana que haba instituido en una propiedad de Santiago don Juan Garcs Marcilla y que se traslad enseguida, como en 1720, al Peralillo, y de la cual usufructuaron sus hijos don Antonio, don Juan, don Nicols y don Jacinto Garcs. Los vnculos o capellanas tenan por objeto inmovilizar la propiedad territorial e impedir su trasmisin, a fin de conservar el esplendor de las familias, poniendo en manos de uno de sus miembros, generalmente el primognito, la posesin perpetua de los bienes a que estaban afectas las vinculaciones. El usufructuario tomaba a sus deudos bajo su proteccin y amparo y mandaba celebrar las misas designadas por los fundadores. Tal es la historia sucinta de la manera cmo se constituy y dividi la propiedad en la provincia de Curic.

Captulo IV Don Jos de Manso.- Fundacin del convento de San Francisco.- San Jos de Toro y San Jos de Curic.- Aldea de Curic.- Fundacin de una villa.- Origen del nombre de Buena Vista.Su mala ubicacin.- Traslacin a su planta actual.- La iglesia parroquial.- Temblor de 1751.Los primeros pobladores de la villa.- Don Juan de Vergara.- Don Bartolom de Muoz.- Los Urzas.- Fermandois Quevedos y Mardones.- Las primeras vias.- Los Pizarros, Donosos y Grez.- El precio del suelo.- Familias extinguidas.- Aspecto de la villa.- Mrquez y Rodena.- Los Prez de Valenzuela y Labb.- Escasa poblacin de la villa.- La emigracin del sur.- Fundacin de aldeas.- Vichuqun y sus pobladores.- Santa Cruz y sus familias. El 18 de octubre de 1737, el rey de Espaa Felipe V expidi una Real cdula por la cual nombraba para el Gobierno de Chile al brigadier don Jos Antonio Manso de Velasco. Este magistrado revel sobresalientes dotes de buen administrador, sobre todo en la empresa de fundar poblaciones, que tanto lustre dio a su gobierno y tan til fue para la administracin pblica. Desde antes de este nombramiento, dominaba en el nimo de altos funcionarios del reino el pensamiento de establecer villas y ciudades para obligar a los habitantes a vivir en poblaciones, lo mismo a los espaoles y criollos que a los indgenas. Hasta exista una junta con tal objeto, pero que nada haba hecho todava. Manso se dedic resueltamente a la solucin de este problema y traz algunas poblaciones donde no haba ms que bosques y pantanos o miserables rancheras; Curic fue una de ellas.

Veamos, pues, cmo naci a la vida civil y social de un pueblo. Muchas de las poblaciones que los espaoles fundaron en Chile ocupaban las cercanas de alguna iglesia establecida de antemano; a lo menos, tal fue lo que aconteci en Curic. Para narrar, pues, la fundacin de un pueblo, es preciso detenerse antes de todo en la ereccin del ms antiguo de sus conventos. Le cupo a los padres franciscanos el honor de prioridad en el establecimiento de una orden religiosa en el territorio de Curic, en 1734. Antes que ellos levantaran la primera iglesia pblica, slo haba tres oratorios particulares en el espacio que hoy ocupa la parte central de nuestro departamento: el que haba hecho edificar don Fernando Canales de la Cerda en su hacienda de la margen derecha del Teno; el de Tutuqun, de don Francisco de Iturriaga, que sirvi de capilla para el curato de Rauco, segregado de San Jos de Toro en 1824, y el de don Diego de Maturana en el Guaico, que desempeaba algunos servicios propios de las parroquias. Fue fundador de la iglesia de los franciscanos el maestre de campo don Manuel Daz Fernndez, caballero espaol, natural de Len, que haba pasado de su pas natal primeramente a Mxico y enseguida al Per. En 1730 resida en Santiago. Manifest este ao a los padres de San Francisco sus deseos de fundar una iglesia bajo la advocacin de la Virgen de la Velilla, imagen que se veneraba en uno de los valles inmediatos a la ciudad de Len, entre dos lugares llamados Gotero y la Mata. La haba encontrado en 1570 entre unas ruinas don Diego de Prado, ascendiente de Daz Fernndez; le erigi un templo suntuoso y un hospicio para los peregrinos y personas que iban a visitar el santuario, porque la circunstancia de su hallazgo y otros hechos posteriores a que dieron carcter de milagros los habitantes de aquellos lugares, la elevaron a la jerarqua de patrona de las montaas de Len. Tal era la virgen cuyo nombre quera honrar Daz Fernndez con una iglesia. Destin para este objeto diez mil pesos, cantidad verdaderamente cuantiosa para aquellos tiempos. En 1734 el provincial de los franciscanos, fray Francisco Beltrn, comision al padre Gaspar de Rellero, deudo de Daz Fernndez, para que de acuerdo con el devoto caballero leons, saliera para el partido del Maule a realizar sus propsitos. El 3 de agosto de aquel ao se puso en marcha hacia el sur el padre Rellero acompaado de una efigie de la Virgen de la Velilla y de un lego, dejando encargado para lo que siguiesen dos padres ms. Llevaba al propio tiempo instrucciones para fijarse en un llano que el jefe de la orden haba visto en un viaje a Concepcin en el lugar de Curic, a inmediaciones de un cerrillo. El padre Rellero se detuvo, pues, en el Carrizal, nombre que entonces se daba a la extensin de terreno que hoy ocupan, al oriente de esta ciudad, las cultivadas chcaras del Pino. A continuacin de Rellero, salieron los padres Juan Alonso y Antonio Montero. Se hospedaron en la estancia de don Francisco de Iturriaga. Informado ste de las intenciones y del paradero de fray Gaspar, sali con sus huspedes y algunos vecinos de la comarca del poniente a impedir amigablemente que se fundase el convento en el Carrizal. Alegando rdenes superiores, se neg el reverendo encargado de la fundacin del convento a satisfacer los deseos de los vecinos del poniente de Curic; pero se traslad a este punto y enseguida a Malloa a consultar el caso al provincial, que practicaba a la sazn una visita a las iglesias de su orden. Al salir le dijo Iturriaga: Vaya vuesa paternidad con Dios que en breve volver, que aqu se ha de hacer el convento. Ello fue que el convento se principi a construir en el Carrizal, inmediato al cerrillo; pero como Daz Fernndez supiese que el lugar elegido era inadecuado por lo hmedo, orden su traslacin al poniente. Don Francisco de Iturriaga dio diez cuadras de terreno para que en ellas se levantara la iglesia, cuyos cimientos se cavaron en el ngulo oeste de los dos que forman el camino de la costa y el que se interna hacia el norte en el lugar denominado Convento Viejo. En abril de 1735 estuvo concluido, y asistieron a su inauguracin los fundadores Daz Fernndez y el padre Rellero. Desde luego, comenz a prestar los servicios de un curato. El territorio de Curic perteneca en lo administrativo al partido de Maule, desde el Teno para el sur y desde este ro para el norte al de Colchagua; en lo eclesistico dependa por entero de la parroquia de San Jos de Toro o de Chimbarongo; de aqu viene el nombre de San Jos de Curic, tomado del que tena el curato a que perteneca. San Jos de Toro se haba segregado en 1660 de la parroquia de Nancagua. Los dilatados lmites de aqulla, que impedan a los curas el correcto desempeo de sus funciones, contribuyeron, pues, directamente a la fundacin del convento de franciscanos. Se llamaba la iglesia recin erigida Convento de recoletos y estaba destinada para residencia de los miembros de la orden que quisieran retirarse a una austera vida de

contemplacin y penitencia. Mas no alcanz a servir para los fines que se instituy, porque un incendio, el primero que alumbr la comarca de Curic, no dej de l sino las murallas de adobe; en 1737, dos nios quemaron una noche unas cortinas y el fuego se comunic a la techumbre del edificio. Reedificada inmediatamente, volvi a incendiarse cuando an estaba inconclusa, en la tarde del da 28 de diciembre de 1739. Esta vez le prendieron fuego los operarios encargados de su fbrica. Pero la munificencia del caballero leons no se hizo esperar en esta ocasin como en las otras y el templo abri en breve sus puertas a los fieles de la comarca. El lugar donde los padres haban edificado su iglesia era el punto ms poblado de los que haba en el territorio comprendido entre el Teno y el Lontu, que contaba como con cuatro mil habitantes1. Exista ah mismo una especie de aldea y la propiedad estaba ms subdividida que en cualquiera otra parte. Esta reducida agrupacin de modestas viviendas acrecent con el establecimiento de la iglesia de recoletos franciscanos y fue el sitio elegido poco ms tarde por Manso para fundar una villa. A su vuelta de un viaje que emprendi a Concepcin para recibir a la escuadra espaola que vena a los mares de Chile, Manso se hosped en el convento de los franciscanos. Como ya tena concebido su plan favorito de poblaciones, se fij en esta aldea para levantar un pueblo que sirviera de punto de reunin a los indios diseminados por el campo e hiciera ms efectiva y expedita la administracin eclesistica de las encomiendas del otro lado del Teno. Los hacendados vecinos ofrecieron su cooperacin. En esta virtud Manso orden en 1743 la fundacin de una villa con el nombre de San Jos de Buena Vista de Curic, en tierras de don Lorenzo de Labra. Se llam de Buena Vista por la hermosa perspectiva que presentaba la planicie baja de Curic mirada desde los altos del camino de Teno. Pero tanto este nombre como el de San Jos, cayeron con el tiempo en desuso; se conserv en las piezas oficiales nicamente. No obstante, de haber edificado sus casas algunos pobladores, llev la villa en sus primeros aos una existencia muy precaria, sirviendo solamente de posada para los viajeros y de posta para los conductores de bestias de carga. La poblacin no aument y la mayora de los solares demarcados quedaron sin ocuparse. Era que la ubicacin de la villa estaba mal elegida. El sitio en que se haba delineado, entre los riachuelos del Pasillo y Quetequete, se hallaba a un nivel inferior a los de stos y, por consiguiente, expuesto a sus derrames y a los de los canales que alimentaban, los primeros que se labraron en la planicie de Curic. En resumen, el lugar era bajo y hmedo. Careciendo, pues, de buenas condiciones higinicas, no poda estar sometida a la ley del progreso. La necesidad de darle nueva planta no poda ser ms real y premiosa 2. El sucesor de Manso, don Domingo Ortiz de Rozas, deba subsanar bien pronto los obstculos que la naturaleza opona al desarrollo de la villa de San Jos de Buena Vista. En noviembre de 1746 pas por Curic en compaa del oidor de la Real Audiencia, don Jos Clemente de Traslavia, en viaje al sur, adonde iba a celebrar un parlamento con los indios araucanos. Desde que conoci la poblacin se convenci de las malas condiciones de su ubicacin y, en la imposibilidad de conseguir su saneamiento, se propuso trasladarla a otro local, a su vuelta del sur. En efecto, a su regreso a Santiago en 1747 se detuvo en Curic para visitar los sitios inmediatos a la villa y elegir el punto ms adecuado para su traslacin. Le agrad al gobernador Ortiz de Rozas y a su compaero de viaje, el magnate Traslavia, un llano cubierto de un monte de espino que haba al sureste de la villa de Manso y que se extenda al suroeste de un cerro aislado y un poco al norte de un riachuelo llamado en aquel entonces Pumaitn (golondrina) y ms tarde Guaiquillo, diminutivo de guai, vuelta, y co, agua. Perteneca ese terreno a un espacio demarcado que don Lorenzo de Labra haba vendido a don Pedro de Barrales y a su esposa doa Ana Mndez. Se vio con stos el presidente Ortiz, que tenan su casa a la orilla del estero en la finca que hoy se llama de los Olivos, y despus de las diligencias de estilo, cedieron la porcin necesaria para delinear la nueva poblacin. Pero el plano de la villa no se traz hasta la primavera siguiente, 10 de octubre de 1747. El oidor Traslavia fue nombrado protector de ella. Tal vez en premio de haber ayudado a la fundacin con sus bienes, Barrales tuvo primero el ttulo de capitn y enseguida el de teniente corregidor y justicia mayor de la poblacin. Parece que Barrales era originario del sur. Tuvo una hija, doa Mara, que cas con un espaol de Granada llamado Jos Fernndez; de esta unin nacieron un hijo varn y tres mujeres que

disfrutaron de la posesin del fundo de Barrales hasta que pas a poder de los Olmedos y de don Jacinto Olate. Qued, pues, situada la poblacin a los 34 59 de latitud y 0 35 de longitud, al poniente de la colina aislada del llano, a una altura de 228 metros sobre el nivel del mar, y a 192 kilmetros de Santiago3. Delineada la villa, era menester edificarla. Con este objeto se reservaron dos solares en la plaza, uno al oriente para crcel y cabildo, y otro al poniente para iglesia. Esta no se comenz hasta el ao 1750 bajo la direccin del cura don Jos de Maturana, el cual celebr con el oidor de la Real Audiencia y protector general de la villa don Jos Clemente Traslavia, un contrato en que se obligaba a construir el primero un edificio para parroquia por la cantidad de dos mil quinientos pesos. La iglesia sera de adobe y medira treinta y cinco varas de largo y nueve de ancho. Este dinero provena del producido de cuatro ttulos de nobleza que el presidente Manso haba mandado vender a Lima y que dieron 120.000 pesos para los gastos de fundacin de las diversas poblaciones que erigi. En 1759 estuvo terminada la obra, pero en tan malas condiciones arquitectnicas, que otro prroco sucesor de Maturana, don Antonio Cornelio de Quezada, dio cuenta poco despus de ello a la autoridad eclesistica. Llamado Maturana a Vichuqun, donde ejerca el cargo de cura, tuvo que responder a un juicio que se le interpuso acerca del particular. El presidente Morales mand refaccionar el templo con obreros trados de Talca por cuenta del tesoro real. En 1793 don Ambrosio OHiggins mand dar al cura don Antonio Csped la cantidad de seiscientos pesos para la reconstruccin de la torre. Se trabaj en el costado norte de la iglesia parroquial, desde el suelo hasta la altura de doce varas, la misma del templo; tena cinco varas dos tercios de ancho por los costados oriente y poniente, y siete por el sur y norte, y se emple en su construccin el ladrillo y el barro. Fue el primer trabajo de ladrillos que se hizo en Curic 4. Tres aos haca que las calles de la villa haban sido trazadas y las casas no aumentaban: la mayor parte de los pobladores del primer pueblo permanecan todava en sus casas y cortijos. Pero una catstrofe espantosa vino a cambiar definitivamente este estado de cosas. El martes 25 de mayo de 1751 a la una y media de la maana se sinti un temblor de tierra, general en todo el pas, que hizo muchos estragos en el pueblo antiguo: la iglesia de San Francisco y casi todos los edificios de derrumbaron. Los sacudimientos que siguieron repitindose en los das siguientes acabaron de arruinar las casas. Aunque menos intensos que el primero, tan seguidos y recios eran, que derribaban del fuero de las cocinas los utensilios del servicio domstico e impedan por esta circunstancia a los aterrados habitantes que hicieran sus comidas habituales. Concluidos los temblores, los vecinos del pueblo antiguo trasladaron al nuevo los materiales de construccin, como maderas y tejas y edificaron sus casas. Sin embargo, el convento de San Francisco no se traslad hasta el ao 1758 a una quinta de cinco cuadras que donaron a la orden don Pedro de Barrales y su esposa doa Ana Mndez, los mismos que cedieron el terreno para la delineacin del pueblo. La antigua villa de Curic y sus contornos se denominaron el Convento Viejo, por las ruinas del templo que durante muchos aos quedaron en pie. Los mercedarios fundaron su iglesia el ao 1755. Aunque don Francisco Javier Canales haba legado catorce cuadras para la fundacin del templo en la villa de Manso y cien ms hacia el sur, que despus fueron del caballero espaol don Manuel Mrquez, para asegurar al convento una fuente segura de entradas, no alcanz a edificarse la iglesia en aquella localidad. Tan luego como la mayora de los pobladores de la villa antigua se hubo decidido por la nueva, muchas familias vinieron de distintos puntos a establecerse en ella y sus contornos. Dentro del pueblo tenan solares a su disposicin, que se daban al que los peda, y en las inmediaciones, pequeos lotes que venda don Lorenzo de Labra, el cual subdividi de este modo y por completo su rica estancia de Curic. Vendi al oriente un pedazo de terreno al cura don Cornelio de Quezada y otro al norte al presbtero don Jos de Maturana. Ambos pasaron despus a poder de don Juan de Vergara, descendiente del capitn encomendero de Chimbarongo don Antonio de Vergara. Fue el primer dueo de la hacienda de la Quinta y esposo de doa Agustina de Toro, de las ms nobles familias de la colonia. Uno de sus hijos, don Nicols, cas con doa Mara del Rosario Franco y pas a ser propietario de una heredad de cordillera que posea su esposa; un paraje de ese fundo conserva an su nombre: la cuesta de Vergara. Posey despus esta propiedad de don Juan de Vergara: la familia Cruzat. Los terrenos situados al sur del camino del Pino, una parte de los de la Polcura y de los que hoy poseen los seores Vidales, los compr el capitn de infantera don Bartolom Muoz,

primer antecesor de una numerosa, inteligente y festiva familia. Era don Bartolom Muoz y Osuna oriundo de Granada; cas en la villa con doa Josefa Urza, hija del maestro de campo don Pedro de Urza, y tuvo por hijos a don Francisco, a don Miguel, don Manuel, don Matas y don Pedro Jos. De don Francisco proviene la familia Muoz Donoso, y don Manuel fue el coronel patriota, amigo inseparable de don Jos Miguel Carrera y miembro de la Junta de Gobierno que ste presidi. La familia Urza ocup tambin una finca en los suburbios del pueblo y la mitad de la cuadra del norte de la plaza. La descendencia de esta familia curicana viene de don Agustn de Urza, a quien arrastr en 1655 al partido del Maule la emigracin de los habitantes del sur, motivada por el levantamiento general de los indios. Contrajo matrimonio con doa Casilda Gaete y fue padre del maestre de campo don Pedro de Urza, dueo de la hacienda de la Huerta. Cas ste con doa Mara de Gracia Baeza, hija del capitn don Pedro de Baeza, de cuya unin nacieron doa Mara Loreto, don Antonio y don Fermn Urza, teniente corregidor y jefe de las milicias del distrito de Curic el ltimo. De una faja de terreno que daba frente al costado poniente de San Francisco y corra en direccin al Guaiquillo, form una quinta don Joaqun de Fermandois, caballero que vino a Santiago a disfrutar a Curic de cierta opulencia y el primero que pase calesa por las calles de la villa. Fund la familia de su apellido y posey el fundo de los Chacayes. Se dedicaba a la crianza de caballos de brazo, que compraba en la costa y venda en Santiago. Fue teniente corregidor y comandante de la fuerza de caballera de Curic. Entre el convento de San Francisco y el fundo de don Pedro de Barrales se estableci la familia Merino. El primero y nico Merino que constituy su domicilio en la naciente villa de San Jos de Buena Vista fue don Jos Mara, natural de la Florida de Concepcin, y hermano del coronel de la independencia don Antonio Merino. Cas aqu con doa Loreto Urza. De este matrimonio provinieron don Valentn, don Dionisio Perfecto, don Jos Mara, don Francisco, don Manuel Antonio y las seoras Dolores y Mercedes Merino, progenitores de todas las familias que en la actualidad llevan este apellido, especialmente el patriota distinguido y respetable vecino don Dionisio Perfecto. Los contornos de la iglesia de franciscanos sirvieron de albergue a los pobladores de ms limpio linaje; fueron las verdaderas casas solariegas de Curic. Adems de los vecinos que llevamos nombrados, debemos mencionar igualmente a don Rafael Quevedo, de una familia de Chilln, que ocup el conjunto de casas que hoy poseen los herederos de don Pedro Mujica y otros propietarios, y a don Antonio Mardones que vino de Colchagua a establecerse a este pueblo. Edific el ltimo su quinta del costado oriental de la plazuela de la iglesia con los corpulentos cipreses de su hacienda de la Puerta, los cuales haca arrojar al Teno para sacarlos a la altura del camino de Curic. Mardones, primer gobernador independiente del departamento, sirvi noblemente a la causa de nuestra independencia y perdi su fortuna y su bienestar en las crceles y tribunales realistas. Los Mardones fueron tambin dueos del cerro de Curic que vendieron ms tarde a Fermandois en ochenta pesos. Las primeras cepas que se plantaron en la nueva poblacin, brotaron tambin en estos fundos sub-urbanos: las vias de don Pedro de Barrales, de los Merinos, de don Juan de Vergara y del capitn don Bartolom Muoz crecan al par que se iban construyendo las casas de estos vecinos, y formaron uno de los principales ramos de la produccin agrcola, que naca en los alrededores de la villa. Al noroeste de la villa labr la familia Pizarro su propiedad de campo. Los Pizarros, de los pobladores ms antiguos e importantes por su clase social, residan en Curic desde mediados del siglo XVIII y reconocan por ascendientes a don Francisco y a don Jacinto Pizarro, alcalde el ltimo de la santa hermandad en 1782, ttulo que equivala al de Jefe de alta polica. El patriota vecino don Pedro Pizarro, hijo de don Ramn Pizarro y de doa Tomasa Guerra, es el progenitor de las numerosas familias curicanas que llevan su apellido por lnea materna. Al nordeste eligi una porcin de terreno cultivable la familia Donoso, la ms distinguida sin disputa por su genealoga nobiliaria y la gran extensin de sus relaciones de parentesco. Minuciosos genealogistas cuentan que su fundador haba sido un seor don Simn Donoso Pajuelo, casado con doa Elvira Manrique de Lara, conquistadores del Per y descendientes de nobles de Espaa. En el siglo XVII vino de Valdivia a establecerse a Colchagua don Francisco Donoso, hijo de un caballero de la Serena del mismo nombre. De aqul provienen los Donoso de Curic, don Flix, don Prudencio y el patriota, comandante de milicias, gobernador y diputado don Diego Donoso. Al suroeste de la poblacin compr tambin la familia Grez un pedazo de terreno para trazar en l su quinta de recreo, agregado indispensable del solar urbano de los habitantes que

en la primera edad de la villa disfrutaban de una condicin social ventajosa. He aqu otros de los primeros pobladores de Curic, que adems fueron de los primitivos hacendados de Peteroa y el Calabozo. Proceden de don Juan de Grez y de doa Francisca Daz Pimienta, padres de don Matas Antonio y de don Francisco Grez y Pimienta. Por lo general, estos lotes vecinos a la poblacin, aunque tenan un valor mucho ms subido que el resto de las tierras del distrito, costaban a los compradores cantidades insignificantes: su precio fluctuaba entre ocho y cuatro pesos cuadra. As, uno de los fundos comprados por el capitn don Bartolom Muoz slo le import cuarenta y dos pesos. A medida que estos terrenos se alejaban de la villa, su valor disminua. En el Pichigal, rincn del Convento Viejo, cerca de la juncin del Guaiquillo con el Lontu, don Lorenzo de Labra vendi a don Juan Llorente de Moya mil cuadras en menos precio de lo que ahora cuesta una sola de esos mismos suelos. Por este nfimo valor de la tierra, don Lorenzo de Labra no pudo pasar por la venta de sus vastos dominios de Curic, de la aristocracia territorial y del apellido a la aristocracia metlica: muri pobre, y en 1783 cuando dej de existir, el cura don Antonio de Csped puso en su partida de fallecimiento este cruel epitafio: No test por pobre. El valor del terreno era ms bajo an en los dems lugares. Mencionaremos el que tenan en algunas localidades, como asimismo el de los animales, que por este tiempo ya poblaban en cantidad excesiva todas las estancias. En el Guaico vala dos pesos la cuadra, en el Romeral un peso cincuenta centavos, en Quilvo y en los Cerrillos un peso, en Chuu nueve reales, en la Obra cincuenta centavos. En la costa disminua en mucho este valor hasta llegar al increble e nfimo precio de un real la cuadra de suelos de secano, pero tiles para crianzas y siembras de trigo. En Paredones se vendieron cuatrocientas cuadras pertenecientes al rey a un real cada una. Los animales costaban: cuatro pesos los caballos, tres pesos las vacas de matanza, dieciocho reales las de tres aos, cuatro pesos los bueyes, cuatro reales las cabras, dos las ovejas, seis pesos las mulas mansas. Las plantas se tasaban a real y medio las de vias, doce reales la higuera, ocho el peral y cuatro el manzano. Los esclavos, que tambin entraban en estos inventarios y tasaciones formando a veces la riqueza ms importante de las haciendas, costaban trescientos pesos los de edad viril, veinticinco los viejos y ciento noventa las mujeres. La villa presentaba en los tres primeros decenios que siguieron a su fundacin un aspecto triste y miserable, a pesar de los edificios construidos por las familias nombradas y otras que fueron de las primeras y que se extinguieron en el curso de los aos, como los Martnez, Cubillos, Olaves, Olmos de Aguilera, Molina, Bustamante, Fernndez, Mndez y Espina. Slo en el estrecho circuito de la plaza se haban agrupado las construcciones bajas, pesadas, hmedas y malsanas de aquel tiempo, tan diferentes del estilo elegante y ligero del da. Lo dems de la poblacin estaba formado de solares escuetos que cerraban cercas de espino en toda la extensin de las calles. Al comenzar el siglo XIX fueron llegando otros ocupantes de solares, entre los cuales debemos contar en primer trmino, por la numerosa descendencia que dejaron, a los espaoles don Jos Rodenas y don Manuel Mrquez, de Cartagena el primero y de Galicia el segundo. Rodenas compr en treinta pesos un solar entero en la calle de San Francisco al cura don Antonio de Csped, que lo haba obtenido por pago de un entierro, y estableci en l su habitacin y un corral para elaborar cecina o ramada de matanza. Mrquez, agricultor y uno de los primeros mercaderes de la villa, pronto se conquist una fortuna. Aunque en papeles muy pasivos, ambos permanecieron fieles a su rey y a su patria en la revolucin de la independencia. Vinieron a avecindarse igualmente al pueblo los Prez de Valenzuela, seores feudales de la costa y de Chpica y descendientes de noble estirpe espaola. Provienen de don Manuel Valenzuela Guzmn, que cas con doa Rosario Torrealba, quienes entre otros hijos tuvieron a don Juan de Dios Valenzuela Torrealba, casado con doa Mariana Castillo Saravia. El capitn don Diego Valenzuela, de Curic, inici un expediente a principios del siglo presente para obtener ttulo de nobleza, pero la revolucin de la independencia contribuy a que salieran fallidas sus pretensiones. Edific tambin su casa en un solar de la alameda o del llano, como se llamaba en aquel tiempo, el coronel insurgente y dueo de la hacienda de los Cerrillos de Teno don Juan Francisco Labb, hijo del fundador de esta familia don Alonso de Labb, agrimensor francs. Don Gaspar Vidal estableci igualmente en la villa su hogar, de donde sali ms tarde distinguida y no escasa descendencia.

Con todo, Curic permaneci en el ltimo tercio del siglo pasado en un lamentable estado de atraso por la escasez de su poblacin. El historiador Carvallo Goyenechea deca por el ao 1788 hablando de Curic las palabras siguientes: Su ubicacin es hermosa, sus edificios nada valen y su poblacin no pasa de cien vecinos, y tiene un convento de Recoletos.

Esta escasez de habitantes dur hasta principios de este siglo, sobre todo hasta el ao 1820, en que las depredaciones de los secuaces de Benavides y la carencia de recursos atrajeron hacia el norte a los pobladores de una y otra margen del Bo-Bo. Era la segunda vez que se estableca del sur hacia los pueblos del centro una corriente inmigratoria; la primera haba sido en el levantamiento de los indgenas en 1655. Fue pues en aquel ao cuando arribaron a esta poblacin las ltimas familias que completaron el cuadro de sus primitivos pobladores, las de Riquelme, Roa y especialmente las de Ruiz y Rodrguez. Hacan de jefes de estas dos ltimas don Luis Rodrguez, de los ngeles, hijo de don Andrs Rodrguez y de doa Antonia Arriagada, y don Jos Ignacio Ruiz, de Nacimiento, que tuvo por padre al bravo sargento mayor y hroe de Tarpellanca don Gaspar Ruiz. La necesidad de formar centros poblados o parroquias que sirviesen de base a futuras aldeas, se vino a notar a fines del siglo pasado y se remedi con la fundacin de algunos curatos en diversos lugares del territorio que hoy forma nuestra provincia. Estas pequeas poblaciones que facilitaban los servicios eclesisticos y de la administracin pblica, se formaron principalmente cuando se cre, en 1793, por acuerdo de la Junta de Real hacienda, el partido de Curic, dependiente de la provincia de Santiago y constituido con porciones segregadas de los del Maule y Colchagua. El casero indgena de Vichuqun comenz a regularizarse desde la segunda mitad del siglo de las fundaciones con el nombre de San Antonio de Vichuqun, de la advocacin de su parroquial. En el orden civil estaba regido por un diputado, que lo era en 1791 don Juan Enrique Garcs, de los ricos feudatarios de casi todo el valle del Mataquito. Este funcionario ejerca tambin sobre las tribus aborgenes una activa super vigilancia y desempeaba las funciones de un subdelegado. Los primeros pobladores de esta aldea y de sus campos circunvecinos fueron los descendientes del capitn don Cayetano de Correa y de doa Fructuosa de Oyarzn. Sus hijos, don Antonio y don Manuel, dejaron una larga sucesin que se relacion con los Garceses, de la Fuente, Corvalanes, Besoanes, Baezas, Oleas, Castros Aranguas; fue fundador de la ltima familia el caballero espaol don Jos Mara Arangua, que sostuvo en esta provincia la causa del rey durante la revolucin de la independencia. Por aquella misma fecha se fund la parroquia y aldea de Santa Cruz de Colchagua, llamada Unco por los naturales, cuna de muchas familias que poblaron ms tarde nuestra provincia y la de aquel nombre. Originarios de ella son las de Marn, Guevara, Vargas, Medina, Briones, Silva, Arratia, Polloni, descendiente del general espaol don Francisco Polloni, corregidor de Talca; las de Ravanal y Mardones. sta proceda de don Fernando Mardones y de doa Isabel Paredes, de quienes era nieto el poeta popular don Toms Mardones, cuyas aventuras e improvisaciones tuvieron gran resonancia en aquellos lugares. A la de Ravanal pertenecieron dos hombres de un temple superior que ejercitaron su actividad en tan opuesto campo de accin: don Santiago, cura famoso por su celo verdaderamente evanglico, que lo arrastraba hasta dejarse caer a los ros invadeables para cumplir con los deberes de su ministerio; y don Matas, infatigable guerrillero que milit en todas las montoneras, desde Villota y Manuel Rodrguez hasta el general Cruz en 1851. Comenzaron a formarse, asimismo, en el ltimo tercio del siglo pasado algunas aldeas o a erigirse curatos en los lugares de Chpica, Lolol, Quiage, Alcntara, Paredones y en el valle del Nilahue, donde tuvo una encomienda de indios don Pedro Jos Villavicencio. Tal fue el modo como se fundaron y poblaron las ciudades y villas de nuestra provincia. He aqu otras alturas de la provincia: Llico, 45 metros; Alcntara, 83; Quiage, 117; Membrillo, 670.8; Quirineo, 839; Quees, 588; Morrillo, 164; Nacimiento del Teno, 2,940; cima del Peteroa, 3,615; lmites de las nieves perpetuas, 2,500 metros. En Curic el da ms largo es de 14 horas y 22 minutos y el ms corto de 9 horas 28 minutos.

Toda la provincia tiene 7,544.66 kilmetros cuadrados de rea, de los que corresponden 3,847.05 a Curic y 3,697.61 a Vichuqun. La parte ocupada por los llanos es slo de 679 kilmetros cuadrados. Los terrenos de la provincia son: valle longitudinal, de acarreo; Cerrillos de Teno y Quilvo, volcnicos; serranas desde el Mataquito hasta Pumanque y poniente del valle de Nilahue, grantico; serranas que se extienden desde la Huerta a Lontu, de Comalle y de las Palmas, cambriano, arcilla amarillenta; valle del Mataquito, de sedimento. Los terrenos de Rauco, Tutuqun y Convento Viejo son de color negro, cuya calefaccin es superior en 7 u 8 grados a la del color blanco.

Captulo V La vida social y domstica de la colonia.- Fanatismo religioso.- Incorreccin de las costumbres.- Los corregidores.- La milicia.- El cabildo.- Composicin social de la colonia: Espaoles. Criollos. Mestizos y negros.- Trajes.- Calma de la sociedad.- Erupcin del Peteroa.Causas de la indolencia del vecindario.- Comercio.- Industria.- Minera.- Agricultura.- La acequia del rey.- Instruccin pblica. Nadie puede poner en duda la utilidad y enseanza que entraa para las generaciones nuevas la historia de la vida social y domstica de nuestros predecesores, que nos pone a la vista las costumbres, las intimidades del hogar, los procedimientos empleados para subvenir a las necesidades de la vida y para utilizar los recursos de la naturaleza. Es, pues, indispensable colocar tambin dentro de las estrechas dimensiones de esta relacin parcial el cuadro de la infancia de nuestra sociedad. Desde la fundacin de Curic hasta los aos de la independencia, domin en las costumbres, como punto ms saliente de la vida colonial, un extravagante y exagerado ascetismo. El excesivo nmero de religiosos y das festivos influan sobremanera para hacer que los individuos vivieran siempre entregados a las prcticas externas del culto, a las novenas, misas, rogativas y aniversarios de santos; a los ejercicios, confesiones y disciplinas. Esta ltima, que se ejecutaba ordinariamente en la cuaresma; consista en el castigo corporal que se hacan los pecadores hasta el derramamiento de sangre. Exista adems en Curic la prctica del rosario: todos los das de fiesta sala el cura de la villa a rezarlo por las calles acompaado de los fieles. Las devociones de la casa absorban por otra parte a los vecinos casi todo su tiempo. Semejante desarrollo del fanatismo religioso convirti a la sociedad en supersticiosa y crdula. Los fenmenos nerviosos, tan vulgarizados hoy por la ciencia mdica y no conocidos entonces, se atribuan a intervencin del demonio y de los santos; este era el origen de los endemoniados y de los milagros. Las fantasas de los alucinados sobre apariciones de nimas, revelacin del porvenir y tentaciones del diablo se reputaban hechos verdicos que nadie se atreva a poner en duda. La inmovilidad absoluta del xtasis se tomaba por santidad. Se crea que los que sufran este accidente nervioso se elevaban del suelo al hacer oracin. Objeto de muchos comentarios e hiptesis fueron para los vecinos dos casos de posedas del demonio, el de una mujer que con sorprendente agilidad se trepaba a la cima de los rboles y les remedaba el canto a las aves, y el de otra que contestaba en latn los exorcismos de los padres de San Francisco. Pero esta intemperancia religiosa no daba a las costumbres la probidad moral que deba de haber producido. Al contrario, se puede asegurar con certeza que en la sociedad colonial hubo ms libertinaje que al presente; y esta afirmacin, que hacemos no por imitar a los historiadores que tal han sostenido, sino por el convencimiento de los hechos, podemos comprobarla con testimonios irrecusables. En 1751 el obispo de Santiago don Juan Gonzlez de Melgarejo, ordenaba al cura de esta villa prohibiese los juegos de chueca y otras reuniones de hombres y mujeres, en que se violaban groseramente las leyes de la moral pblica. Adems, la dilatada extensin de los curatos impeda que las clases inferiores legitimaran la ntima unin de personas de diferentes sexo, verificadas en el seno del hogar domstico. Para conseguir la legalidad de estas relaciones, el cura de la villa sala peridicamente a los campos. Entre los individuos de una condicin superior, estaba ms o menos generalizada la pluralidad de mujeres. Consecuencia natural de esta relajacin de costumbres eran los raptos y los infanticidios, ms frecuentes

quizs en aquel tiempo que ahora. An los mismos miembros del clero y de las rdenes religiosas no permanecan siempre ajenos a esta licencia. Examinando por otro aspecto la sociedad colonial, se puede sostener que casi todos nuestros antepasados eran tahures. Sin derechos polticos ni libertad individual, que tanto agitan al hombre de hoy y tan noble ocupacin dan a su espritu; sin las transacciones comerciales ni la accin continuada del trabajo, que es el rasgo peculiar de la vida moderna, tenan que encontrarse forzosamente en una situacin pasiva, que los arrastraba al ocio, al juego, a las prcticas devotas y al gusto desenfrenado por los ejercicios ecuestres. Las rias de gallos y las carreras de caballos daban ocasin a muchos das de ociosidad y diversin. El padre Olivares dice a este respecto: En el sitio de la carrera que se supone ha de ser una extendida llanura, fabrica la gente unas barracas de ramas cuando basta para morada subitnea. De cuatro o cinco das que all asisten, no faltan como en los ejrcitos vivanderos que negocian en cosas de comer y beber.

Los juegos de bolas, de naipes, tabas y chuecas y las borracheras de las chinganas constituan la diversin ordinaria de pobres y ricos en los campos y pueblos de poca importancia. Los agravios personales se zanjaban a pualadas entre la gente del pueblo y entre la de mejor condicin social, con el sable o la espada, armas que se manejaban en aquella poca con mucha destreza. El historiador citado cuenta al hablar de la educacin fsica de los nios que los ms principales, o que estaban en mejor fortuna, tiraban a la barra o se enseaba a jugar a la espada. Los salteadores infestaban los campos y acechaban a los viajeros en las encrucijadas de los caminos; los cerrillos de Teno gozaban ya de triste celebridad. En resumen, la vida de la colonia fue una mezcla de libertinaje y devocin. Las costumbres tuvieron, pues, menos severidad y correccin que al presente; porque, como se ha dicho con razn, la moral marcha paralelamente con la cultura de los pueblos: el tiempo mejora las leyes, instituye tribunales de represin y crea admirables instituciones preventivas, como los cuerpos de polica. Estos males provenan en gran parte de la mala organizacin de los poderes pblicos. Hasta 1793, Curic estuvo gobernado por un teniente corregidor que dependa del corregidor de Talca. Cuando se elev a la categora de partido, entraron a desempear las funciones de jueces menores los alcaldes del cabildo. Como tenientes corregidores ejercieron conjuntamente la autoridad civil y judicial los funcionarios que pasamos a mencionar. Flix Donoso Ignacio Maturana Alonso de Moreiras Luis de Mena Pedro Barrales, capitn Joaqun Fermandois, comandante del escuadrn de la villa Fermn de Urza, capitn del escuadrn de la villa 1744 1758 1766 1772 1777 1779 1789

Don Alonso de Moreiras, natural de Galicia, fue el tronco de la familia de su apellido; tena su hacienda en Peteroa. Hombre de muchos litigios y dominado por la altivez de los espaoles de nacimiento, encabezaba un bando local contra la familia Donoso. Como corregidores gobernaron el partido de Curic los siguientes vecinos: Francisco Javier Moreiras, maestre de campo Francisco Javier Bustamante 1793 1795

Juan Antonio de Armas, teniente coronel graduado con agregacin al regimiento Farnecio Jos Gregorio Argomedo Juan Fernndez de Leiva Baltazar Ramrez de Arellano, capitn de Dragones del regimiento Sagunto de Rancagua

1800 1801 1808 1810

Don Jos Gregorio Argomedo fue el mismo patriota y tribuno prominente de la revolucin de la independencia, y ms tarde ilustre magistrado de la Repblica. La familia Argomedo residi durante muchos aos en Curic, y uno de sus miembros, don Jos Antonio, dej a la municipalidad de este pueblo, su lugar natal, la cantidad de diez mil pesos para establecer un censo destinado al sostn de la instruccin pblica. El corregidor don Juan Fernndez de Leiva fue casado con doa Mara Argomedo. Se habr notado en lo que hasta aqu llevamos escrito, que los ttulos militares eran los ms usados por las personas acomodadas de la colonia. Veamos, para explicar esta circunstancia, cual era la organizacin militar de aquellos tiempos en la villa de Curic. Desde su fundacin exista una compaa cvica de infantera y un escuadrn de caballera formado con los campesinos de los alrededores. Usaban trajes militares y de cuando en cuando hacan ejercicios o se movilizaban para perseguir las bandas de malhechores de los cerrillos de Teno o para defender el boquete del Planchn e impedir las frecuentes irrupciones de los pehuenches de la cordillera. Los vecinos de ms suposicin de la villa solicitaban el honor de llevar galones, no tanto por servir los intereses generales, cuanto por simple ostentacin, por tener un motivo que los hiciera valer en el concepto pblico. Esos ttulos se anteponan siempre al nombre de los contratos civiles y en la correspondencia privada. Los grados de los milicianos, que conceda el Presidente, estaban distribuidos en esta forma: maestre de campo, comisario, sargento mayor, capitn, teniente y alfrez. La caballera usaba lanzas y la infantera fusiles de chispa. Esta institucin fue, como se ve, la cuna de nuestra guardia nacional, tan reida con las prcticas de la verdadera democracia. Pero ningn ttulo halagaba tanto el amor propio de los vecinos ricos de la villa como el de municipal. Los regidores de los cabildos compraban su vara o puesto vitalicio en pblica subasta y nombraban dos alcaldes encargados de la administracin de justicia y de la polica u orden pblico. Como solamente los vecinos acaudalados podan adquirir ese ttulo, su posesin significaba extraordinario ascendiente en la villa, respeto, opulencia y autoridad; era el gobierno de la aristocracia metlica, en el cual el pueblo no tena ninguna participacin. En 1791 se proveyeron en Curic algunos puestos municipales, pues no a todos los pueblos fundados por Manso se les dot de cabildos; eso dependa de la poblacin que tuvieran. En 1793 se hizo eleccin de alcaldes y el cabildo se constituy con este personal: dos alcaldes, de primera y segunda eleccin; dos regidores, el decano y el subdecano, un depositario y un alguacil mayor. Tambin tenan los cabildos un escribano, pero el de Curic no lo tuvo hasta el ao 1796, en que se nombr al vecino don Fernando Olmedo, fundador de una inteligente familia y servidor en la revolucin de la independencia de la causa insurgente. Antes del nombramiento de este funcionario, desempeaba el cargo de notario de la villa don Antonio Olave. Ms irritante que esto privilegios comprados con el dinero, era la misma composicin social de la colonia. Las clases sociales estaban divididas en jerarquas que las leyes y la costumbre haban establecido. Ocupaban el primer rango de esta divisin los espaoles peninsulares; aunque por lo general eran de origen oscuro, pobres y sin educacin, aventureros que la sed de riquezas arrastraba a Chile, estaban a una indisputable altura de los criollos, por sus hbitos de economa, por su laboriosidad y la mayor suma de conocimientos de la vida prctica que posean. Protegidos por sus compatriotas y por su calidad de espaoles y favorecidos por el gobierno colonial para puestos y honores, pronto se engrandecan y superaban a los criollos, a quienes trataban enseguida con suma altanera y suficiencia; esta rivalidad fue uno de los grmenes de la revolucin de la independencia. Los espaoles de nacimiento que se avecindaron en el partido de Curic se dedicaron al comercio y contrajeron ventajosos enlaces con las ms ricas mujeres criollas; pasando de las operaciones mercantiles a las tareas agrcolas, llegaron a ser de los primeros propietarios territoriales. Se les designaba con el apodo de chapetones.

Seguan en la escala social los criollos, que eran los que descendan de espaoles, sin llevar en su sangre mezcla de indios ni de negros. Aunque rivales de los espaoles europeos, tenan sin embargo todas sus preocupaciones en cuanto a familias. Se enorgullecan de su linaje y manifestaban las ideas ms aristocrticas en los convenios de matrimonio: antes que las prendas de honradez, de inteligencia, buen carcter y laboriosidad, se investigaba minuciosamente el origen de los individuos. Muchos son los expedientes que hemos examinado de personas que, durante la colonia, probaban ante la justicia ordinaria el rango nobiliario de sus abolengos. Ordinariamente estas informaciones se hacan cuando por injuria o negativa de matrimonio se haba dudado de la limpieza de sangre de los ofendidos. No obstante, de haber sido sus progenitores pobres aventureros, soldados o cuando ms conquistadores, se hacan escribir pomposas genealogas, siempre inverosmiles y a veces ridculas, en que resultaban descendientes de la ms alta nobleza de Espaa. Estas mismas preocupaciones les hacan aspirar constantemente a los puestos honorficos de los cabildos y de las milicias. Menos econmicos que los espaoles, no pudieron conservar sus dilatadas estancias, que pasaron a poder de stos. Los encomenderos de la costa y los de la otra margen del Teno, como asimismo los hacendados de esta parte del territorio de Curic, haban enajenado casi todas sus propiedades a fines del otro siglo. Solamente los Garceses haban acrecentado su estancia del Mataquito, que comprenda una gran parte del valle que riega este ro. Ocupaban el ltimo lugar de la jerarqua social los mestizos, descendientes de blanco e indio, y los mulatos, mezcla de blancos y de negros. La ltima escala de la ignominia y de la abyeccin la componan los negros propiamente dicho, escasos en el partido de Curic, porque apenas se contaba una media docena de ellos en cada hacienda de las ms extensas y valiosas. Los mestizos componan la clase ms numerosa, la plebe de la sociedad. Se ocupaban en el campo como peones e inquilinos y en los pueblos como obreros; vivan en ranchos de carrizo y vestan manta, ojotas, sombreros de paja del pas y calzones cortos de tosca lana. Las dos clases privilegiadas gozaban de comodidades muy superiores, pero enteramente deficientes comparadas con las que el gusto moderno ha introducido en nuestros usos domsticos. Las vajillas de plata, los esclavos y los estrados de los salones, parte ms elevada del piso de la pieza, constituan el signo de riqueza y buen tono. Por lo que hace al vestuario de la gente acomodada, una clusula del testamento de don Juan de Vergara nos dar una idea cabal del que usaba la aristocracia colonial de provincia: tem: Declaro por mis bienes la ropa de mi uso, que se compone de una capa de pao de segunda, con vueltas de terciopelo y franja de oro, chupa y calzones de terciopelo. Otra dicha y calzones de pao de primera, usados. Otra de terciopelo, usada, y calzones de tripe, labrado; asimismo siete camisas usadas, dos pares de medias de seda, bien tratadas y dos maltratadas, cuatro dichas de lana, bien tratadas. Lo declaro as para que conste.

Por lo dems, la ociosidad y la monotona formaban el rasgo distintivo de la vida colonial. Solan interrumpir nicamente la calma devota y soolienta de nuestros antepasados los fenmenos fsicos, la venida de algn obispo, el paso de los presidentes para la frontera, las irrupciones de tribus andinas a los llanos del Teno a robar animales y los alborotos de los indios agrupados en caseros, como uno que hubo en Lora en 1739. El ms memorable de los fenmenos fsicos fue la erupcin del volcn Peteroa, el 3 de diciembre de 1763. El abate Molina dice en su Compendio de la Historia del Reino de Chile que el estrpito fue tan horrible que se sinti en una gran parte del reino y que las cenizas y las lavas llenaron todos los valles inmediatos. El derrumbe de las montaas vecinas al crter detuvo por algunos das el curso de las aguas del Teno, las cuales, rompiendo al fin el muro que las atajaba, se precipitaron por el lecho de este ro, que sali de madre y caus terribles estragos. Desde entonces data la formacin de la laguna del Teno, de las corrientes de lava que se extienden hacia el este y el norte del cono volcnico y quizs de las termas del Azufre, descubiertas por unos pastores en el primer tercio de este siglo y dadas a conocer en 1860 por el mdico italiano don Domingo Pertusio. La erupcin del Peteroa se consider por los

habitantes de la villa como la manifestacin de la ira celeste, como un signo precursor de grandes males. Esta indolencia habitual de los moradores del partido y la situacin precaria de la sociedad colonial, provenan del escaso movimiento comercial y del poco incremento de la agricultura y de la industria. Sin mercados para el comercio exterior y con el sistema odioso de la colonia que todo lo oprima y encadenaba, las fuerzas productivas del suelo y la actividad de los individuos tenan que ser nulas. El comercio que se haca en el partido consista, especialmente, en el cambio que efectuaban los campesinos con los indios chiguillanes de las faldas orientales de los Andes, de mercaderas y telas por animales, pieles de guanaco, sal y plumas de avestruz. Los agricultores cambiaban a su vez los productos de la tierra a los comerciantes de Santiago por gneros y otros artculos de uso domstico. La industria estaba reducida a la existencia de algunas curtiduras, molinos de harina, extraccin de metales de algunas minas, de sal de las lagunas de Vichuqun y de una especie de brea de las inmediaciones del volcn Peteroa. La industria minera se implant en el territorio de Curic desde la conquista, como en todos los dems lugares del pas: fueron famosos los minerales y lavaderos de oro de Vichuqun y Lolol. Durante la colonia estuvieron en explotacin una mina de fierro cerca del lago de Vichuqun, en 1625, las del Morrillos, las del cobre en Caune y las de Huirquilemu, que trabajaba en 1778 don Juan Garcs Donoso, el cual haba establecido en el valle de Quilpoco un trapiche para minerales de oro. En 1757 se descubrieron unas minas de plata en los cerros Huemul y otras de cobre en el cajn del Teno. El presidente Amat concibi, respecto de las primeras, ilusiones muy halageas e hizo venir de Potos al coronel de milicias don Juan Jos de Herrera, minero de mucha experiencia, para que arrancara de las rocas del cerro los cuantiosos tesoros que esconda; pero los resultados no correspondieron a las esperanzas de Amat. Aunque hubo otras minas en distintos puntos del partido, su explotacin no ejerci una influencia sensible en la riqueza pblica y privada. La agricultura constitua la principal fuente de riqueza del partido, como hemos dicho anteriormente. Al terminar el siglo pasado, la produccin agrcola adquiri mayor desarrollo con el trazo de algunos canales de regado. El ms importante de stos fue el del pueblo, llamado La Acequia del Rey. Llegaba primitivamente hasta la hacienda del Guaico, despus se prolong hasta la propiedad de los Astorgas, en Villa Alegre, y por ltimo hasta la villa, en 1782. Lo abri para el molino de su hacienda en la primera mitad del siglo pasado, el rico estanciero don Diego de Maturana. Se cuenta que un da le llev de regalo la esposa de uno de los Astorgas, sus colindantes abajinos, unas hermosas frutas producidas por rboles regados a mano. Admirado Maturana de tanta laboriosidad, les concedi la prolongacin del canal de su estancia. De aqu se traz hasta la villa a expensas del tesoro real. La accin benfica del regado transform los llanos del norte y oriente de la poblacin y elev el precio del terreno a la elevada cantidad para aquellos aos de veinte y veinticinco pesos cuadra. Antes de la prolongacin del cauce, esos llanos posean una agricultura muy poco desarrollada; la vegetacin espontnea suministraba a los animales alimentacin para una parte del ao nicamente, lo que imposibilitaba la explotacin de engorda y cereales. Se formaron, pues, bien cultivados fundos y chcaras. A medida que aumentaba la poblacin de la villa, el cabildo ensanchaba el cauce del canal a su costa y habilitaba la bocatoma, destruida y deteriorada por los aluviones del invierno. As adquiri dominio sobre l. Tan pobre como los dems ramos de los servicios locales era el de la instruccin pblica. Durante la colonia no hubo ms colegios que los de primeras letras de los conventos de la Merced y San Francisco, que funcionaban con mucha irregularidad. Fund el ltimo el mismo fundador del convento, don Manuel Daz Fernndez, y fue el primer preceptor un lego de la orden de franciscanos. En los primeros aos de este siglo se abri una escuela pblica llamada del Rey, que regentaba don Nicols Muoz. Pero la revolucin de la independencia vino a desenvolver la enseanza pblica, a mejorar el aspecto moral de la sociedad, a suprimir las castas privilegiadas y desplegar las fuerzas productivas que haban estado comprimidas por tan largos aos.

Captulo VI

La independencia.- Los patriotas y espaoles de Curic.- Los primeros sntomas revolucionarios.- La primera eleccin popular.- Carrera en Curic.- El coronel Mardones y las milicias curicanas.- Retirada a San Fernando.- La divisin de Blanco Encalada.- Derrota de Cancha Rayada.- OHiggins en Quechereguas.- Asesinato de una partida de patriotas de Chequenlemu.- Entrada de Osorio a la villa.- Prisiones y nombramiento de un gobernador. Curic fue durante el perodo de la independencia uno de los pueblos ms patriotas del pas. Si en la historia de aquellos acontecimientos gigantescos no le cabe una parte brillantes, se debe antes que todo a la circunstancia de no haber sido nuestra provincia, por motivos de estrategia y de posicin geogrfica, el teatro en que se realizaron los sucesos ms gloriosos y culminantes de nuestra emancipacin poltica. Pero el antiguo partido de Curic no fue refractario al desenvolvimiento de las ideas que hicieron surgir el gran pensamiento de libertarnos de Espaa, ni indiferente a los trabajos y sacrificios que hubo necesidad de llevar a trmino para lograr el xito de esa empresa temeraria en que la patria jugaba el todo por el todo; justo es por lo tanto que su historia local dedique algunas pginas a la narracin de los hechos en que le cupo la honra de tomar parte. La masa general de la poblacin y las familias ms prestigiosas del partido eran insurgentes. Los principales vecinos desempearon el papel de activos agitadores del territorio que hoy comprende nuestra provincia. En la villa movieron los nimos los coroneles de milicia don Juan Francisco de Labb y don Jos Antonio Mardones; los oficiales don Isidoro de la Pea, don Pedro Pizarro y los vecinos don Fernando Olmedo, escribano, don Mariano Bustamante, don Dionisio Perfecto Merino y don Diego Donoso. Aunque residan en la capital, gozaban de mucha influencia en las decisiones revolucionaria de la villa, los patriotas don Jos Gregorio Argomedo y don Manuel Muoz Urza. Agitaron la regin de la costa el sargento mayor don Pedro Antonio de la Fuente, el presbtero don Juan Flix Alvarado, el cacique de Vichuqun Basilio Vilu y los vecinos don Francisco Eguiluz, don Basilio de la Fuente y don Felipe Moraga. Al norte del Teno formaron atrevidas guerrillas los hacendados Francisco Villota, Joaqun Flix Fermandois y Juan Antonio Iturriaga, y los jvenes Matas Ravanal, Manuel Antonio Labb y Fernando Cotal. En una palabra, en Curic no haba un grupo de espaoles que personificase la resistencia realista y mantuviese una estrecha comunidad de propsitos. Los hacendados peninsulares Lucas de Arriarn, dueo del Guaico, y Santos Izquierdo, de los Niches, residan por temporadas en sus propiedades y servan ms bien en Santiago a la causa de su rey. Los espaoles de la villa, don Manuel Mrquez, don Jos Rodenas y otros de menos valer, eran hombres pacficos. Sin embargo, todos ellos auxiliaban sigilosamente a las fuerzas realistas con los recursos de sus fundos. Haba, no obstante, algunos que no carecan de resolucin y que trabajaban resueltamente en favor de sus ideas, como algunos frailes y don Jos Mara de Arangua, hacendado muy prestigioso y relacionado en la costa de Vichuqun; pero esos trabajos no tenan cohesin alguna. Por eso los primeros sntomas revolucionarios de la capital tuvieron aqu un eco simptico y general. La noticia de la instalacin de la primera junta se recibi con muestras de inequvoca alegra. Hubo fiestas pblicas, como formacin de las milicias, fondas populares, arcos, repiques de campanas y corridas de toros. A causa de esta buena disposicin de los nimos en favor de la revolucin, el vecindario, concurri gustoso a la primera eleccin popular de diputados, a principios de 1811. Despus de una misa solemne oda en la parroquia, los vecinos ms caracterizados y los funcionarios civiles y militares de la villa, presididos por el subdelegado don Baltasar Ramrez de Arellano, se reunieron en el cabildo y eligieron de representante del distrito de Curic a don Martn Calvo Encalada, patriota probado, que figur en el curso de la revolucin como uno de los fundadores de la Repblica. A consecuencia del movimiento revolucionario ejecutado por los Carreras el 4 de septiembre de 1811, que hizo perder su mayora al partido moderado, se renov la eleccin de diputados para Curic en noviembre de este mismo ao; entonces fue cuando apareci por primera vez la planta parsita de la intervencin oficial, que tan funesta ha sido por cerca de un siglo a nuestras prcticas republicanas. El subdelegado Ramrez de Arellano hostiliz en la eleccin al candidato moderado Calvo Encalada, coartando la libertad de algunos electores, entre otros, del cura don Jos Manuel Concha. El Congreso reconoci los derechos polticos del prroco y comision al coronel de milicias y diputado por los ngeles, don Bernardo OHiggins para que presidiera las elecciones de Curic. Fcil es inferir, pues, que al comenzar las primeras campaas contra el ejrcito espaol, nuestro distrito no permanecera en la inaccin. Cuando el general don Jos Miguel Carrera entr a la villa el 4 de abril de 1813, en viaje para el sur, encontr en ella recursos para sus

tropas, buena voluntad en los vecinos y algunos soldados que engrosaron sus filas. Se distingui en esta activa cooperacin don Manuel Muoz Urza, hijo de este pueblo y, ms tarde, miembro de la Junta de Gobierno que presidi Carrera. En Curic se reunieron adems a este general los emigrados del sur y aqu mismo escribi sus primeras comunicaciones para reanimar el patriotismo de las provincias australes, y recibi 35.000 pesos que le entreg el tesorero de Concepcin; con todo lo cual se facilit la campaa que abri enseguida contra el ejrcito de Pareja. Cuando se hizo ms, conocida esta buena disposicin que animaba el espritu pblico de la villa, fue en los incidentes militares que siguieron a la toma de Talca por Elorreaga. Este desgraciado contratiempo para las armas de la patria puso en peligro, de un lado, al ejrcito del sur que mandaba OHiggins, y del otro, a la capital, donde hubo con este motivo un cambio de gobierno que llev accidentalmente a la primera magistratura de la nacin a don Antonio Jos de Irisarri, a principios de marzo de 1814. Tena a la sazn el ttulo de gobernador departamental de Curic el coronel de milicias don Jos Antonio Mardones, caballero de respetabilidad por su fortuna y posicin social, que prest a la revolucin sus servicios personales y su dinero; pero que careca de nervio para formar un ncleo vigoroso de resistencia al espaol triunfante o de cooperacin eficaz al ejrcito insurgente. Sin embargo, mediante las rdenes de Irisarri, se dedic a juntar las milicias del distrito para replegarse a San Fernando, a acuartelarlas en el convento de San Francisco, vecino a su propia casa, y a reunir los caudales que haba en el estanco, el ganado de los alrededores de la poblacin, el archivo y todos los elementos de que poda echar mano el enemigo. En estos aprestos se encontraba ocupado cuando lleg de la guarnicin de Talca el comandante don Juan Rafael Bascun, quien asinti en todo a los propsitos de Mardones y le aconsej emprender la retirada al norte, juntamente con l, que lo hizo el 9 de marzo. Pero el cabildo y el vecindario asumieron entonces una actitud resuelta y enrgica y se negaron a evacuar la villa, prometindose defenderla con las milicias que tena a sus rdenes el coronel Mardones. Tuvo ste que acceder a los deseos del pueblo y permanecer aqu con su tropa acuartelada. Este cuerpo de milicias se compona de 700 hombres mal armados y peor disciplinados, recogidos en las haciendas vecinas y lugares inmediatos a la poblacin. Tanto los oficiales como los individuos de tropa, carecan de la instruccin y del espritu militar, absolutamente indispensables a todo cuerpo que entra en campaa. Ms bien que tropas regulares, los milicianos de Curic formaban grupos de gente bisoa que tena la organizacin y al aspecto de simples montoneras. Los oficiales, aunque eran algunos jvenes animosos, carecan de la preparacin prctica que forma buenos militares. Se agregaba a las anteriores circunstancias la de no ser el jefe apto para el servicio activo de las armas; a pesar de estar animado de entusiasmo y decisin extraordinarios por la causa de la revolucin, Mardones, hombre de hbitos caseros, no tena las cualidades de un organizador, ni siquiera de un instructor, que el caso requera. Con todo, atendi a la seguridad de la poblacin como mejor pudo: hizo apostar una avanzada en el paso del Guaiquillo, en el antiguo camino de la frontera, coloc una parte de su tropa en el cerro y la otra en el camino del oriente, o Callejn del Pino, que entonces conduca al pueblo. Entre tanto, la vanguardia de la guarnicin de Talca ya se dejaba ver en las cercanas de Curic mandada por el guerrillero realista don ngel Calvo. Mardones temi comprometer la accin y se retir a San Fernando. Mientras que en Curic se tomaban las precauciones que hemos referido, el Gobierno haba conseguido reunir una divisin que deba obrar sobre Talca, a las rdenes del comandante don Manuel Blanco Encalada. La componan 600 infantes mandados por el teniente coronel graduado Fernando Mrquez de la Plata, 70 artilleros y algunos milicianos de caballera, todos los cuales formaban, contando las milicias curicanas, como 1.400 hombres. El plan que se haba acordado consista en avanzar en tres secciones hasta el ro Teno, vigilar sus vados y aguardar all al comandante Blanco Encalada, que deba llegar prximamente de Santiago con un refuerzo de tropas. El da 14 de marzo salieron de San Fernando los tres destacamentos con direccin al Teno, pero el primero de ellos, quebrantando la consigna, pas el ro y sigui adelante. A poco andar se encontr con las milicias de Mardones, que, contramarcharon para acompaar a los desobedientes. Tom el mando de esta fuerza el comandante de caballera don Enrique Larenas, que la condujo hasta el mismo

pueblo de Curic y, por consejos de Mardones, la aloj el da 15 en el cerro vecino a la poblacin. Esa misma noche las fuerzas enemigas se acercaron mucho ms a la villa. Bast esto para que los patriotas emprendiesen una fuga hacia el norte, tan precipitada cuanto vergonzosa, en la que tomaron la delantera las milicias de San Fernando y arrastraron tras ellas a las de Curic. Esta soldadesca indisciplinada se desorganiz por completo al pasar el Tinguiririca y penetr a las calles de aquel pueblo disparando sus armas y entregada a una infernal algazara que introdujo el espanto entre sus moradores. Mientras tanto, Calvo se apoderaba de Curic y tomaba contra los vecinos las medidas ms vejatorias. En tan crtica situacin, llega de Santiago con nuevos refuerzos el comandante Blanco, reprende a los jefes que han sido tan poco previsores, amaga al enemigo y lo empuja al otro lado del Lontu, ejercita a sus soldados durante tres das y avanza hasta Curic, adonde entra el da 21 de marzo. El 25 lleg a la margen derecha del Lontu, que atravesaron sus avanzadas para caer sobre las guerrillas de Calvo, derrotarlas y hacerles algunos prisioneros. Un oficial de las milicias de San Fernando, Ramn Gormaz, tuvo la crueldad de cortarles a stos las orejas. Pero, como se internaron esas avanzadas con muy poca previsin por el camino de Quechereguas, las sorprendi el diligente Calvo y mat a un oficial y un soldado. A fin de ganar tiempo, mand a Blanco el jefe espaol un parlamento que llevaba un pliego en que se quejaba de las mutilaciones hechas a los prisioneros, exageraba los triunfos de Ganza en el sur y desafiaba a Blanco para un combate de las dos divisiones a campo abierto. Blanco, sobre tener un espritu idealista y caballeresco, perteneca a la escuela de esos militares pundonorosos que jams evaden el peligro y que prefieren perderlo todo antes que el honor. Acept, pues, sin reticencias ni trminos medios el desafo y sali con su divisin a un llano, al sur de Quechereguas, a esperar hasta la cada de la tarde a Calvo, que se retiraba con toda tranquilidad a Talca. Este lance burlesco le hizo perder no poco en el concepto de sus oficiales y soldados. No obstante, se adelant a poner sitio a Talca, obligado por las instancias de sus oficiales, que no estaban por la medida prudente de esperar a OHiggins. El 29 de marzo tuvo lugar el asalto que se hizo al principio con xito lisonjero, ms no despus, porque Calvo pidi socorros a Elorreaga, que se hallaba en Linares. Vinieron en su auxilio 200 hombres, mandados por los guerrilleros Olate y Lantao. A la vista de este esfuerzo, Blanco orden la retirada para ganar un campo abierto donde poder resistir; Calvo le pic la retaguardia y logr introducir la confusin en las filas de los patriotas. Blanco orden dar frente al enemigo al llegar a la llanura de Cancha Rayada; pero su tropa bisoa y colecticia se desband precipitada y vergonzosamente hacia el norte. La derrota fue completa: algunos oficiales, trescientos prisioneros, la artillera, muchas armas, caballos, municiones y equipajes cayeron en poder de los espaoles. Las milicias de Curic huyeron como las dems y vinieron a ocultarse a los lugares de donde haban salido. Sin embargo, este ensayo, aunque desgraciado, sirvi para foguear a individuos que se enrolaron ms tarde en la montonera de Villota y en el escuadrn Dragones de la patria, cuyo comportamiento brillante habremos de contar enseguida. Pocos das despus, a principios de abril, OHiggins que vena del sur, se interpuso entre la capital y el ejrcito espaol y se atrincher en la hacienda de Quechereguas. Se libr aqu un combate en que las fuerzas realistas tuvieron que retroceder, con detrimento evidente de la gloria que haban conquistado en las llanuras de Cancha Rayada. En estas circunstancias la villa de Curic hizo de proveedora de la divisin patriota, pues le permiti algunos convoyes y vveres, que completaron los que haba en las casas de la hacienda. En estos mismos das aconteci un suceso que produjo una profunda sensacin de disgusto en todo el territorio de Curic. Se organiz en el lugar de Chequenlemu una partida de siete patriotas que se propusieron llevar al ejrcito independiente algunas cargas de provisiones y saludar a algunos amigos y deudos que tenan en l. La componan don Esteban y don Mariano Bustamante, don Pedro Gonzlez y cuatro sirvientes. Ignorando el punto fijo donde el ejrcito patriota se encontraba, se fueron a estrellar, cerca del ro Claro, con un grupo de tropas realistas. Hechos prisioneros, se les arroj a la barranca del ro, envueltos en cueros mojados, gnero de suplicio que los gauchos argentinos llamaban enchalecar. Puede suponerse la muerte horrorosa de las vctimas a medida que el cuero se iba secando. Slo escaparon de la muerte segura que produca este tormento don Esteban Bustamante y su sirviente Francisco Galdames.

Los tmidos se amedrentaron con este suceso y los ms osados juraron ejercer terribles represalias. Habiendo seguido haca el norte la divisin de OHiggins, qued la villa desguarnecida y a merced de los guerrilleros espaoles. Muchas familias emigraron a las provincias septentrionales, temerosas de las vejaciones del ejrcito de Osorio, cuya entrada a la poblacin se verific el 23 de septiembre de 1814. El primero en penetrar por la calle de San Francisco fue el guerrillero don Gregorio del Valle, cura espaol; hombre resuelto, fantico por la causa del rey y muy entregado a la bebida. Se hosped en casa de don Jos Rodenas. Osorio sac algunos elementos de Curic e hizo apresar a los vecinos de la localidad don Fernando Olmedo, escribano, al sargento mayor de milicias don Pedro Pizarro y al coronel don Jos Antonio Mardones, que permaneca oculto en el techo de su casa. En el proceso de los dos primeros mand sobreseer en noviembre del mismo ao, despus de su entrada a Santiago y al ltimo lo hizo poner en la crcel pblica de la capital, de donde sali el 30 de mayo de 1815. Mardones sali de su prisin pobre y escarmentado, porque estuvo muy prximo a verse envuelto en la trama infame que tendieron a los presos los oficiales talaveras Morgado, San Bruno y Villalobos. Osorio confi a don Juan de Dios Macaya el gobierno del Distrito de Curic y le dio el ttulo de comandante militar y gobernador poltico de la villa y su partido. El triunfo de Rancagua consolid definitivamente la dominacin espaola en Curic y apag todo germen de rebelin.

Captulo VII Formacin de montoneras durante la reconquista.- Don Pedro Antonio de la Fuente.- Manuel Rodrguez.- Riesgo que corre en la Huerta.- Don Francisco Villota.- Antecedentes biogrficos.Organiza una montonera en Teno.- Jos Miguel Neira.- Rasgos biogrficos.- Las montoneras de la costa.- Se ponen en accin las diversas montoneras.- Salteos de Neira.- El coronel Quintanilla, jefe del cantn de Colchagua.- El capitn Hornas, jefe militar de Curic.- Villota lo abofetea.- Neira en Cumpeo.- Plan de Villota.- Ataca a la guarnicin de Curic.- Su derrota y persecucin.- Fusilamiento de los prisioneros.- Prisiones de vecinos.- Muerte de Villota.- Se toma su cadver por el de don Manuel Antonio Labb.- Se cuelga en la horca.- Las montoneras de Vichuqun hostilizan a las autoridades espaolas. Durante la reconquista espaola los patriotas ms animosos del partido de Curic no permanecieron en la inaccin; formaron guerrillas que prestaron a la causa de la revolucin tan tiles servicios como las dems que se organizaron en los partidos centrales. Esas montoneras que tenan su esfera de accin en el territorio comprendido entre el Cachapoal y el Maule, prestaron a la revolucin servicios de inestimable vala, por cuanto, distrayendo al enemigo por el sur, segregando sus fuerzas y amedrentando a las autoridades realistas, hicieron ms accesible a la expedicin libertadora el camino de los Andes y facilitaron la comunicacin de San Martn con los patriotas de Chile. La formacin de estas montoneras se debi a la levantada vista de San Martn, que mand a Chile en la primavera de 1815, con diversos pretextos, a varios oficiales y emigrados a preparar la opinin a favor de su ejrcito. Una de estas arriesgadas comisiones la desempe el sargento mayor don Pedro Antonio de la Fuente. Al llegar a Santiago eran a veces reducidos a prisin y procesados por las autoridades espaolas; pero las artificiosas trazas ideadas por la imaginacin traviesa y llena de recursos de San Martn, contribuyeron a dejarlos salvos y en paz. El sargento mayor de la Fuente, natural de Vichuqun, donde tena sus propiedades y parientes, fue, pues, el primer propagador de las aspiraciones del genio militar ms fecundo que produjo la revolucin chileno-argentina. Lo secund en esta obra el coronel don Antonio Merino, que, de paso para Concepcin, se detuvo en Curic e hizo internarse a sus parientes en los planes de San Martn. En pos de stos, lleg tambin a agitar a los campesinos de San Fernando y Curic un hombre animoso, resuelto y temerario, Manuel Rodrguez. Fcil es inferir el prodigioso ascendiente que este agitador insigne lograra tener en breve sobre la voluntad de los patriotas de Colchagua. Aparte de las atrayentes cualidades del caudillo, obraba en su favor otro motivo ms poderoso para arrastrar a los campesinos a cualquiera aventura contra los espaoles, cual era la irritacin producida por las violentas exacciones de los agentes de Marc del Pont.

Despojados a ttulo de prorrata de sus animales, agobiados con impuestos onerosos y privados de sus libertades individuales, pues nadie poda cargar armas y andar seis leguas sin pasaporte concedido por las autoridades locales, los hacendados y campesinos abrigaban naturalmente un odio mal disimulado contra sus opresores. De manera que los agentes enviados de Mendoza venan a trabajar en un terreno preparado; el xito no poda ser dudoso. En efecto, en la primavera de 1816 ya don Pedro Antonio de la Fuente y otros patriotas, sobre todo Manuel Rodrguez, haban aconsejado a sus adeptos la organizacin de montoneras y concluido de recorrer la regin de la costa de Vichuqun y la central de Curic. Rodrguez haba estado en esta empresa temeraria en inminente riego de caer en manos de los espaoles. Sabedor en la Huerta de que un destacamento realista lo persegua, se disfraz de mercachifle; pero habiendo sido denunciado su disfraz, se rode de tropas el lugar en que se encontraba y cuando se crea segura su prisin, se salv arrojndose a nado al Mataquito. De las montoneras que se formaron a influjos de los agentes de Mendoza, debemos mencionar en primer lugar la que organiz en la hacienda de Teno don Francisco Villota. Se dio a conocer Villota desde luego como un patriota entusiasta, decidido y valiente hasta el extremo. Fuera de estas bellas prendas personales, tena ventajas fsicas propias para arrastrar la voluntad del campesino y obtener de l un respeto absoluto y una obediencia ciega: la destreza del jinete y la fuerza de una musculatura excepcional. Hijo del acaudalado comerciante vizcano don Celedonio Villota y de doa Francisca Prez Cotapos, tena sobre las cualidades nombradas, el influjo de una cuantiosa fortuna, que a la sazn gozaba como administrador de la hacienda de Teno, la ms dilatada y rica del partido de Curic. Haba nacido en Santiago y tena 30 aos de edad cuando puso su fortuna y su bienestar al servicio de la patria. Inmediatamente de concebir el pensamiento de formar una montonera, comenz a iniciar en su hacienda a sus ms fieles inquilinos en los secretos de sus planes, a juntar peones a pretexto de emplearlos en las faenas agrcolas, tan numerosas en su propiedad, a ponerse de acuerdo con las temibles y no escasas bandas de malhechores de los cerrillos de Teno y a rogar a sus amigos lo secundaran en su empresa. Concurrieron a su llamado los jvenes ms resueltos de entre sus amigos: don Manuel Antonio Labb, don Joaqun Fermandois, don Matas Ravanal, don Juan Antonio Iturriaga y don Fernando Cotal. La posesin de la estancia que hemos nombrado le serva para disimular los trajines de conspirador, que pasaban a la vista de la generalidad como las naturales y siempre frecuentes diligencias de un hacendado, y lo que era ms til todava, le proporcionaba todos los medios indispensables para el logro de sus designios. Con semejante actividad y tales recursos, bien pronto reuni una guerrilla como de cincuenta hombres regularmente armados. Pero tal vez los trabajos de Villota no habran sido tan eficaces sin la siniestra cooperacin de Jos Miguel Neira, que por aquel entonces era el ms tristemente clebre de los bandidos que merodeaban en los cerrillos de Teno. Neira haba sido en su infancia ovejero de la hacienda de Cumpeo, situada en el departamento de Talca. Cuando lleg a la edad adolescente, le aburri la vida pacfica y casi sedentaria del guardador de animales y se pleg a una partida de bandidos que tena su guarida en las montaas de la hacienda en que era empleado. Desde las primeras excursiones se mostr temerario hasta lo increble, inteligente, previsor y sanguinario, cualidades que le granjearon la admiracin y el respeto de los dems bandidos y lo llevaron al puesto de capitn de una banda. El teatro de accin que los bandidos de aquel tiempo elegan de preferencia eran los famosos cerrillos de Teno. Neira, aunque peridicamente, prefiri tambin ese ancho campo de escapada y de botn para ejercer sus latrocinios y cometer frecuentes asesinatos. El arrojo de Neira se haba hecho proverbial entre los malhechores y la gente del campo; no tena igual en las tradiciones del bandolerismo de Teno. Elegiremos una de las muchas aventuras de que est llena su vida para que se conozca el temple de su ndole feroz. Una vez atac una caravana de comerciantes y arrieros en nmero doble quizs del que formaban sus secuaces. Conociendo los asaltados cul poda ser el jefe de los asaltantes, se arrojaron resueltos sobre l como hasta seis individuos; lo rodearon, lo comprimieron con sus caballos, lo sacaron del campo de la ria y lo acuchillaron furiosamente. Neira, sin perder su serenidad, aguijone su caballo, esgrimi su pual y haciendo un esfuerzo desesperado, rompi el crculo que lo rodeaba, hiri a los que en la escapada se le acercaron y se salv acribillado de heridas. De su gente, una tercera parte, cuatro o cinco, quedaron en el campo, muertos o heridos. Sucedi esto poco antes de sus correras de montonero. Este arrojo, que constitua la cualidad ms sobresaliente de la fisonoma moral del bandido, lo arrastraba a sentir una especie de estimacin respetuosa por todos los que

mostraban un valor excesivo: por eso oy a Rodrguez y se acerc a Villota. El lance que vamos a contar prueba el respeto que tena por los hombres valientes. Viva en Quilvo un campesino apellidado Guajardo, que gozaba de reputacin de intrpido y cuyos antecedentes no abonaban su conducta. Enfadado Neira de la fama de Guajardo y tal vez creyndolo su mulo de profesin, cay una noche sobre su modesta vivienda. Guajardo conoca a fondo las costumbres del terrible bandolero y se prepar a vender cara su existencia. Se arm de un chuzo y esper; el primer bandido que intent traspasar los umbrales de la puerta, cay herido. Irritado con esta inesperada resistencia, Neira se decidi a penetrar l mismo a la casa de Guajardo; mas, al instante un rudo golpe le abri una herida en la cabeza y lo tendi exnime hacia afuera. Mientras que sus compaeros lo atendan, Guajardo y su esposa, nicos moradores de aquella vivienda, escapaban ilesos al interior de unos potreros. Algunos aos haban transcurrido despus de esta escena. Neira, convertido ahora en guerrillero, la haba olvidado por completo y no conservaba de ella otro recuerdo que una cicatriz. Un da encontr a Guajardo en las inmediaciones de Teno. Al instante le orden que se preparase a morir. Lo motej de cobarde el amenazado y le pidi un sable para morir como valiente; accedi Neira y se trab entonces una lucha desesperada. De nuevo Guajardo lo hiri; lo que le vali su perdn y la admiracin de su formidable adversario. ste era el hombre que mediante los consejos de Rodrguez iba a ser el caudillo de una montonera insurgente. Cules seran sus secuaces, fcil es inferirlo conociendo los rasgos principales de su carcter y de su vida nmada y sanguinaria. Tena por sus lugartenientes u oficiales de su partida al bandolero Santos Tapia y a otros dos de apellido Illanes y Contreras; el ltimo era un gaucho tan hbil para tocar la guitarra como para degollar sus vctimas. En la regin de la costa formaron asimismo algunos hacendados montoneras insurgentes que molestaron a las autoridades espaolas de Vichuqun y fatigaron a las guarniciones de Curic y San Fernando. En aquel pueblo organiz una partida don Basilio de la Fuente; en la montaa que da vista al valle del Mataquito reuni don Felipe Moraga un grupo de campesinos; en la zona montaosa del nordeste de Vichuqun logr juntar otro don Francisco Eguiluz y en el valle del Mataquito form tambin una guerrilla con los indgenas de Lora el clrigo don Juan Flix Alvarado. Todos estos grupos estaban compuestos de gente escogida, tanto por su valor y resolucin, cuanto por tener un conocimiento exacto de la topografa de los lugares en que maniobraban; pero carecan casi por completo de armas de fuego. Veamos ahora cmo se pusieron en ejercicio estas diversas guerrillas. La primera que entr en accin fue la de Neira. Rodrguez, al ponerse de acuerdo con ste para utilizarlo como instrumento de hostilidad contra las autoridades espaolas, le haba trazado la regla de conducta que deba observar. Consista en interceptar las comunicaciones, atacar las partidas realistas poco numerosas, merodear por las cercanas de los pueblos y robar nicamente a los espaoles, cuyos bienes crey Neira desde entonces que podra tomar como botn legtimamente adquirido. Desde el mes de mayo de 1816, Neira comenz sus correras en los partidos de San Fernando, Curic y Talca. Bien armada su banda con elementos enviados de Mendoza, se hizo ms atrevida y activa que antes, estimulada por el botn de dinero, caballos, armas y ropa. Neira fue el azote de los propietarios realistas. Un solo hecho bastar para figurarnos la tctica y el arrojo de estos bandoleros. Una noche se dirigi al lugar llamado Peor es nada, situado un poco al norte del estero de Chimbarongo, con el objeto de saltear a un seor Guzmn, tildado de partidario de la causa realista. Diez o doce hombres acompaaban solamente a Neira. Afortunados anduvieron los ladrones en la empresa, porque se escaparon para los cerrillos de Teno con un rico botn en que iba tambin una carga de plata. Al venir el da, Neira estaba a este lado del ro, en direccin a Quilvo, en la pobre vivienda de una mujer que le guisaba una cazuela. Del lugar del salteo haban corrido a dar aviso a San Fernando, de donde sali en su seguimiento una partida de milicianos, avanzada de otra de espaoles que vena ms atrs. Neira lo supona y esperaba, pasendose con inquietud, la llegada de sus perseguidores mientras que su segundo Contreras tocaba la guitarra. Pero en un momento dado fue tan unnime la persuasin de que los perseguan, que la mujer le suplic abandonara su casa, y Contreras se neg a seguir cantando. Orden imperiosamente el bandido que cada cual siguiera en su ocupacin y continu acechando en la puerta del rancho. Pronto aparecieron como quince o veinte hombres con lanzas. Neira dio el grito de alarma y todos saltaron sobre sus caballos y ganaron un bajo. Cuando estuvieron ms cerca, dio el grito de fuego y carg sobre ellos, machete en mano. Los hizo retroceder, los puso en fuga y los precipit al ro como a una manada de tmidas ovejas.

A los que quedaron fuera de combate por los golpes de machete, les dio puados de plata y los despidi dicindoles: Tomen, para que se vayan a curar y nunca vuelvan a meterse con Neira. Volvi enseguida a la cazuela para dirigirse despus a Cumpeo. Asustado el ridculo y medroso presidente Marc del Pont de las incursiones de Neira, nombr el 28 de mayo en comisin especial al capitn de carabineros de la Concordia don Joaqun Magallar para que, con la compaa de su mando, fuese a aniquilar las bandas patriotas del partido de San Fernando y al propio tiempo recorriese los de Curic y Talca. Encarg a los respectivos cabildos que le prestasen los auxilios necesarios. En una de las persecuciones que Magallar emprendi contra la banda de Neira, cay en su poder el bandido Santos Tapia: fusilado en julio por la espada en la ciudad de Santiago, sus restos se trajeron a los cerrillos de Teno y se exhibieron en una jaula de fierro para escarmiento de malhechores y montoneros. Mientras tanto, Villota, ayudado por Neira, haba aumentado su guerrilla, con la que ejecutaba sus primeras escaramuzas en la ribera norte del Teno y se comunicaba con San Martn por el boquete del Planchn y los senderos de Huemul. Le servan ordinariamente de emisarios los jvenes Manuel Antonio Labb y Fernando Cotal, los cuales atravesaban la cordillera an en los meses en que la nieve que se acumula en los Andes no da paso a los viajeros. Para repartir en Santiago las comunicaciones que Villota reciba de Mendoza, se vala de don Matas Ravanal, animoso mancebo de quince aos, que por su corta edad no daba lugar a sospechas. Con todo, en una ocasin se lo denunciaron como espa a San Bruno, quien, ponindole el estoque al pecho lo interrog violentamente por su nombre y su procedencia; mas, los pocos aos de Ravanal, sus juramentos de inocencia y las noticias falsas que ide, desarmaron al temido esbirro de la reconquista. Marco del Pont crey que el capitn Magallar no tena las aptitudes requeridas para desempear la delicada comisin de exterminar las guerrillas y nombr para reemplazarlo el 2 de septiembre al coronel don Antonio Quintanilla, jefe muy bien conceptuado en el ejrcito realista. Se traslad al cantn de Colchagua con el escuadrn de su mando, carabineros de la Concordia. Al principio crey que las montoneras se habran disuelto para no reorganizarse ms, pero en realidad permanecan ocultas acechando el momento oportuno para fatigar a los espaoles. A fin de dar una batida general a las guerrillas insurgentes, Marc mand reforzar la guarnicin de las villas del cantn militar que estaba a las rdenes de Quintanilla. Con fecha 26 de octubre nombr de jefe militar de Curic al capitn don Manuel Hornas. Hornas era un soldadote sin maneras ni nocin de la equidad: altanero, duro con los patriotas, a quienes agobiaba con multas y contribuciones que impona por simple capricho o codicia, con el beneplcito de su colega en el orden poltico. Vejaba a los vecinos por los motivos ms ftiles. Si llegaba a las fondas, haca salir a todos los concurrentes u obligaba a los dueos de esos establecimientos de diversin a cubrirle una mesa de vasos de licor para l y sus camaradas. Villota jur vengar al vecindario en que tena tantos amigos y para cumplir su palabra entr slo una vez al pueblo y fue a esperar a Hornas a una fonda que ste frecuentaba diariamente, situada a la mediana de la cuadra del sur de la plaza de armas, de propiedad de unas mujeres de apellido Salinas. La noche cubra ya las solitarias calles de la villa con la densa oscuridad de aquellos aos en que no haba alumbrado pblico. No tuvo que esperar mucho el guerrillero patriota, pues lleg bien pronto el capitn Hornas. Apenas haba dado algunos pasos en el interior de la fonda cuando Villota cay sobre l de sorpresa y lo derrib a bofetadas; huy enseguida por la calle de Maip, torci por la de San Francisco, lleg a la caada y entr a esconderse a otra fonda que tenan unas mujeres llamadas Mara y Carmen Corvaln en la mitad de la cuadra comprendida entre la del Estado y San Francisco, lado del poniente. Hornas se levanta y en el paroxismo de la clera, desenvaina su espada, pregunta, vocifera, maldice y llama a la guardia de la crcel. Llega un grupo de soldados y se hace un tumultuoso registro en la fonda, en la plaza y sus inmediaciones. Villota huy a Teno, acompaado de algunos amigos que lo esperaban en las afueras del pueblo. Hornas sali en su persecucin; pero el hacendado patriota conoca a palmos el terreno en que maniobraba su guerrilla y se esconda en las quebradas, cerros y bosques de sus fundos. Mientras que el irritado capitn de carabineros persegua tenazmente a Villota, Neira apareca en Cumpeo, donde se haban deslizado sus primeros aos de ovejero, y despus de un reido choque en que perdieron la vida un mayordomo y varios peones, se apoder de las casas de la hacienda y comenz a merodear por los contornos.

Estos sucesos, que llegaron a Santiago en alas del miedo y de la exageracin, fueron parte a perturbar el espritu medroso del capitn general Marc del Pont y a precipitarlo en la adopcin de medidas despticas, tales como las de prohibir andar a caballo, cargar armas, vivir en los campos sin permiso del Gobierno, ausentarse de las ciudades sin pasaporte y poner a precio las cabezas de Rodrguez y Neira. Apremi a Quintanilla para que fuera ms diligente en la persecucin de los montoneros. Este jefe consigui rodear en Cumpeo la banda de Neira y tomar cuatro prisioneros, que se fusilaron inmediatamente y cuyas cabezas se trajeron a Curic para exponerlas en los caminos. Pero este contratiempo estuvo compensado con las ventajas obtenidas por Rodrguez en el asalto a Melipilla y por los patriotas Francisco Salas y Feliciano Silva en el ataque a San Fernando. Exasperado Marc del Pont por los ltimos asaltos de los guerrilleros patriotas, dict otros bandos ms restrictivos y arbitrarios an que los anteriores y orden en los primeros das de enero el siguiente movimiento de tropas: el comandante don Manuel Baraao con su escuadrn de hsares de Abascal para la guarnicin de San Fernando; para el cantn de Curic y Talca al coronel don Antonio Morgado con su escuadrn de dragones y una parte de los carabineros de la Concordia y al coronel Quintanilla con una partida de este ltimo cuerpo para resguardar el boquete del Planchn. Quintanilla levant una fortificacin en el camino de la cordillera, a la orilla derecha del ro Claro, afluente del Teno y en el mismo lugar que desde entonces se llama La Trinchera. Quintanilla mand tambin algunos espas al otro lado de los Andes. Igual cosa haba hecho ya el padre franciscano fray Melchor Martnez, enviado por Marc del Pont a Curic exclusivamente para el servicio de espionaje. Villota ms animado con el xito de sus correras y con la noticia de los asaltos de Melipilla y San Fernando, resolvi sorprender la villa de Curic. Obrando con cautela y suma actividad, aument en la vasta hacienda de Teno su montonera como a cien hombres, compuesta de sus inquilinos, de algunos bandoleros de Teno, de campesinos remunerados por l y de varios jvenes y hacendados amigos suyos que le servan de oficiales. Entre stos, se distinguan por su valor o por su conocida posicin don Juan Antonio Iturriaga, don Joaqun Fermandois, don Manuel Antonio Labb, don Matas Ravanal y don Fernando Cotal. La gente de Villota estaba muy mal armada; apenas tena algunos sables, tercerolas y chuzos, insuficientes para cien hombres. El bizarro capitn de la montonera saba perfectamente por sus espas y amigos de Curic que Morgado tena bajo sus rdenes en la villa ochenta dragones y la compaa de cazadores del batalln Chilln. Por esto el plan que se form fue sorprender las avanzadas espaolas, efectuar una rpida entrada al pueblo y caer inopinadamente sobre la guarnicin, retirarse enseguida a la cordillera y esperar all la llegada de Freire. El fin prctico de este ataque no poda ser otro que alarmar a las autoridades de Santiago y atraer al sur ms fuerzas de las destinadas a resistir al ejrcito libertador. En la noche del 24 de enero Villota movi su montonera hacia Curic; al venir el da lleg por el camino del oriente a las goteras de la villa. Todas las noches recorra los contornos de la poblacin un grupo de caballera que se estacionaba de ordinario en las calles que daban acceso a los caminos pblicos. El cuartel de la dems tropa realista estaba en la plaza de armas, contiguo a la crcel y en el mismo lugar donde est ahora el edificio de la intendencia. En la madrugada del 24 de enero la patrulla que resguardaba la villa durante la noche se haba ido a colocar en los pequeos llanos que entonces haba al oriente, donde hoy est la alameda. Los montoneros de Villota fueron, pues a estrellarse con aquella partida volante, que los recibi con un fuego que puso en alarma a la fuerza de la plaza. Sin embargo, los guerrilleros patriotas dispararon sus armas y los ms valientes cargaron con resolucin; pero lleg un refuerzo de realistas que comenz a hacer fuego desde los edificios inmediatos a la calle del rey, hoy del estado. La disciplina de tropas regulares pudo ms que el arrojo y el espritu de venganza que inflamaban los grupos desordenados de montoneros; al encontrarse con una resistencia seria, la guerrilla insurgente gir en confuso remolino y huy en distintas direcciones. Adems de uno o dos muertos, quedaron en poder de los espaoles cinco prisioneros. Morgado despach inmediatamente en persecucin de los fugitivos al capitn del batalln Chilln don Lorenzo Plaza de los Reyes con cincuenta hombres de este cuerpo y al teniente don Antonio Carrero con treinta dragones. Todo el da siguiente anduvieron estos oficiales tras de Villota y sus montoneros sin resultado alguno. En vano recorrieron la hacienda de Teno, amenazaron, ofrecieron recompensas y hasta hicieron ahorcar en las vigas de las casas de

Villota al mayordomo Jos Mara Leiva para que confesara el lugar en que estaba escondido su patrn; todo fue intil. Entre tanto, Morgado mand ahorcar a los cinco prisioneros patriotas, llamados Isidro Merino, Luis Manuel Pulgar, Brgido Berros, Rosauro Quezada y Juan Morales. Como no hubiese en el pueblo verdugo que supiera aplicar esta clase de pena de muerte, fueron fusilados por la espalda y colgados en otras tantas horcas que se plantaron en la plaza. Al mismo tiempo Morgado mand apresar a varios vecinos, a uno de los cuales, don Dionisio Perfecto Merino, remiti a Santiago, de donde se le mand embarcar en la fragata Sacramento juntamente con muchos otros patriotas a quienes se trasport a los presidios del Callao. Merino recobr su libertad a los dos aos, pero muri de una enfermedad contrada en la prisin. El capitn Plaza de los Reyes no omita medio por su parte para dar con Villota. Por fin, el 27 de enero hall a la montonera patriota en Huemul, el fundo ms oriental de los que componan la hacienda de Teno. Se encontraban descansando inmediatos a un bosque y al camino que por las montaas de Huemul conduce a la Repblica argentina, que era el transitado por los emisarios de Villota y San Martn. En el momento en que el capitn espaol lleg a donde descansaban los patriotas, los caballos estaban desensillados y pacan por las cercanas. Villota intent resistir; mas, sobre ser escasa su fuerza, la tropa realista rompi sin dilacin sus fuegos que ocasionaron la prdida de trece hombres. La fuga se produjo; el valiente capitn de los insurgentes, fiado en la bondad de un brioso caballo blanco que montaba ese da, se apart a un lado para llamar la atencin de sus perseguidores y dar tiempo a los suyos a que escaparan. Desgraciadamente el caballo se atasca en una cinaga; Villota se desmonta y se prepara a morir peleando. Amartilla una pistola para dispararle a un soldado del batalln Chilln, llamado Nicols Pareja, que viene a atacarlo de frente; en el mismo instante el dragn Fermn Snchez llega por atrs y le da un balazo que arroja al suelo mortalmente herido al heroico montonero. A continuacin llegan otros soldados y lo acaban de ultimar a bayonetazos. Ninguno de los espaoles conoca personalmente a Villota; por lo cual no les fue posible identificar su persona en el mismo lugar de este desgraciado suceso. Lo equivocaron con don Manuel Antonio Labb, que, ms afortunado, haba conseguido salvar ileso. Creyendo que el muerto sera ste, llevaron los espaoles el cadver a las casas de la hacienda del Cerrillo, que perteneca a la familia del joven guerrillero, y se lo presentaron a su propia madre doa Margarita Torrealba, muy persuadidos de que iban a presenciar una escena desgarradora para aquella respetable matrona. La seora era animosa y no se amedrent con la presencia de un cadver que reconoci, no por el de su hijo, sino por el de su ntimo amigo don Francisco Villota, cuya suerte lament. Por dems contentos con la revelacin, se dirigieron a Curic llevando atravesado en un caballo el cadver del ms valiente de los patriotas curicanos. Con un lujo cnico de crueldad y con evidente ultraje a la moral pblica, Morgado lo hizo colgar desnudo el da 28 de enero en una horca que se plant en la plaza de la villa, frente a la crcel. Hallaron los espaoles en una bota del infortunado guerrillero una carta del presbtero don Juan Farias, residente en Santiago, en que le comunicaba algunas noticias del enemigo. Semejante complicidad llev a Farias al banco, para ser fusilado, y aunque se le perdon por un acto de compasin del jefe encargado de ejecutarlo, tuvo que ir a la crcel por algn tiempo. Las montoneras de la costa no haban permanecido tampoco en la inaccin. Hostilizaban sin descanso a las autoridades espaolas o jueces territoriales, y a las fuerzas que se mandaban en su persecucin desde las guarniciones de San Fernando y Curic, ya arrebatando los cargamentos de vveres y las caballadas, ya saqueando las propiedades de las personas adictas al partido realista. La insurreccin era general en los primeros das de febrero. El padre Guzmn dice en su Historia que estando preso en el convento de San Pedro de Alcntara, Marc del Pont dio orden para que se le llevase a Valparaso escoltado por veinticinco hombres. Morgado le contest que consideraba intil esa medida, porque seguramente lo quitaran los insurgentes con inevitable muerte de todos ellos, por hallarse la provincia de Alcntara en una insurreccin general y con las armas en la mano. La montonera del presbtero Alvarado deba haber amagado por el poniente la villa de Curic cuando Villota la asaltaba por el oriente, ignoramos por qu no lo hizo. A su vez los destacamentos que se desprendan de la guarnicin de Curic para ir a pacificar la jurisdiccin de Vichuqun ejercan todo gnero de exacciones contra los moradores de aquella comarca. Saqueaban especialmente las propiedades de los patriotas. El guerrillero don Francisco de Eguiluz sufri perjuicios de mucha consideracin en sus intereses.

Mientras tanto, la hora de las represalias haba llegado; San Martn vena en viaje para Chile.

Captulo VIII Freire pasa la cordillera por el Planchn.- Se le juntan los montoneros de Huemul.- Combate de Cumpeo.- Cambio de autoridades en Curic.- Prisiones de realistas despus de Chacabuco.Los fugitivos de Chacabuco y Santiago en la costa de Vichuqun.- Muerte de Neira.- El vecindario auxilia a San Martn.- El gobernador de la Pea.- Los vecinos huyen al norte despus de Cancha Rayada.- Maipo: Los derrotados en Vichuqun.- Muerte del cacique Vilu. Pocos das antes que las divisiones del ejrcito invasor trasmontaron las cumbres de la cordillera por los pasos de Uspallata y los Patos, el comandante Freire haba descendido en los ltimos das del mes de enero a la falda occidental del Planchn al mando de doscientos hombres, de los cuales la mitad apenas alcanzaba a ser de lnea. Para evitar un choque con el destacamento que los espaoles tenan apostado en su fortificacin del antiguo camino del Planchn o con las partidas que recorran los campos y montaas inmediatas, se desvi hacia la izquierda y fue a fijar su campamento cerca de la laguna de Mondaca, en las mismas serranas que servan de refugio a los montoneros insurgentes. Aqu se le reunieron los patriotas de la guerrilla de don Francisco Villota: don Matas Ravanal, don Manuel Antonio Labb, don Joaqun Fermandois y casi todos los individuos que haban escapado de la sorpresa de Huemul. Se le juntaron asimismo muchos auxiliares de todas condiciones, de los cuales los ms conocidos y tiles eran Jos Miguel Neira y el sargento mayor de artillera don Jos Manuel Borgoo, militar de experiencia que gui a Freire en esta campaa. Sin detenerse mucho tiempo en esos lugares, continu bajando las faldas andinas e inclinndose al sur hasta llegar a principios de febrero a las cercanas de la hacienda de Cumpeo. No pas inadvertida esta invasin para el coronel Morgado, jefe del cantn militar de San Fernando, Curic y Talca. Inmediatamente reuni en la segunda de estas villas una fuerte divisin y la despach a la montaa en distintas direcciones, seguro de rodear a los montoneros insurgentes y de exterminarlos para siempre. Una de estas partidas, de cien hombres, se acerc el 3 de febrero a la hacienda de Cumpeo. Al amanecer Freire cay sobre ella de improviso y la derrot completamente. Enseguida se retir a la montaa a esperar el resultado de su triunfo que no fue otro por cierto que el de levantar el espritu pblico de las villas y sus campos, y alarmar a los destacamentos del cantn, que corran verdaderamente desatentados de all para ac, de un lugar para otro. La presencia de nimo de los jefes y autoridades espaolas estaba perdida, y esto slo importaba para Freire una victoria esplndida. La orden recibida por Morgado el 7 de febrero para reconcentrar sus fuerzas en Curic y trasladarse a la capital, dej a Freire expeditos los caminos del cantn militar que guarneca aquel jefe. Por todas partes se levantaron los patriotas triunfantes y gozosos al saber estas incidencias. Las autoridades locales huan aterrorizadas o se ocultaban convencidas de la prdida inevitable del poder espaol. En Curic se reunieron los vecinos el 11 de febrero, depusieron al subdelegado realista don Juan de Dios Macaya, eligieron un cabildo provisorio y encargaron el gobierno administrativo del partido a don Isidoro de la Pea, hacendado de prestigio y antiguo sargento mayor de milicias 5. Dieron cuenta adems a Freire de estos sucesos y le ofrecieron auxilio de vveres y caballos para que terminase con ms ventajas su rpida y feliz campaa, invitndolo al propio tiempo para que ocupara la poblacin. Un cambio anlogo de autoridades se verific en Talca y San Fernando, siendo en esta villa el promotor del movimiento popular el incansable Manuel Rodrguez, que poco antes recorra las costas de Colchagua comunicando a los patriotas su abnegacin sin lmites. La victoria de Chacabuco vino a consolidar el restablecimiento de las autoridades independientes de Curic y a producir el pnico entre los partidarios del rgimen espaol. Luego que el ejrcito vencedor de San Martn entr a Santiago, el gobernador de la villa mand apresar a los vecinos que ms se haban distinguido como cooperadores de los realistas. Se aprehendi a los seores Jos Mara Arangua, que haba ejercido las funciones de alcalde de primera eleccin y gobernador interino, caballero que gozaba de mucho predominio entre las familias de suposicin de la costa; Manuel Mrquez y Melchor Rojas, el primero regidor decano

del cabildo y el ltimo segundo alcalde; Jos Rodenas, espaol que hospedaba en su casa a los jefes de la guarnicin; los padres franciscanos apellidados Rubio y Avila, predicadores de la conquista, y varios otros que haban desempeado un papel ms secundario. Bajo la custodia de una escolta mandada por el teniente don Jos Antonio Vidal, marcharon a la crcel de Santiago; poco tiempo despus interpuso su influencia en favor de estos reos polticos el patriota don Jos Gregorio Argomedo y fueron devueltos a su pueblo, a excepcin de Arangua que sali del pas desterrado. Temerosos los grupos realistas que se retiraban al sur despus de la batalla de Chacabuco de caer prisioneros si atravesaban el valle central, comenzaron a traficar por el camino de la costa, que no les presentaba tantos peligros. Los montoneros de esa regin no vacilaron en salirles al paso, y, aunque inferiores en nmero, disciplina y armamento, durante varios das no desmayaron en su empeo de picar la retaguardia a los fugitivos, de hacerles fuego en emboscada y tomarles algunos rezagados. No siempre la victoria coronaba los esfuerzos de los patriotas; las ms de las veces los fugitivos los hacan huir; pero en uno de estos choques, el vecino don Toribio Fuentes venci a una partida y pas por las armas a los prisioneros en un paraje que desde entonces lleva el nombre de Quebrada de los godos. Despus del triunfo de Chacabuco, los patriotas curicanos se afilaron en el ejrcito vencedor: don Matas Ravanal y don Manuel Antonio Labb, que se distinguieron por sus hazaas posteriores; don Joaqun Fermandois y don Jos Antonio Villota, que se hizo oficial para vengar la muerte de su hermano Francisco. Don Fernando Cotal, joven arrojado que haba sido algo as como sargento primero de la guerrilla de Teno, permaneci nicamente retirado del servicio activo de las armas para entrar algunos aos ms tarde a la guerrilla de malhechores de los Pincheiras. Neira continu en Talca la misma vida de robos y asesinatos que le haban dado tan siniestra celebridad. La disciplina no haba podido modificar su naturaleza selvtica y la gloria de sus hechos recientes no haban alcanzado tampoco a ennoblecer su alma vil y sanguinaria. Intiles fueron los consejos de Freire para inclinarlos a los goces ms delicados de la vida honrada; tuvo que hacerlo fusilar al fin para castigar un escandaloso salteo y violacin que haba perpetrado en el hogar de una honorable familia de aquella ciudad. Medida acertada en verdad fue la que tom el jefe patriota al hacer pasar por las armas a un malhechor cuyos crmenes haban acerado su corazn y acrecentado su fama entre la plebe, que en aquellos tiempos, ms que en los presentes, admiraba a los tipos de la fuerza brutal y los segua para desorganizar la sociedad, fuese cual fuese el sistema de gobierno que rigiera al pas. En los aprestos que el general San Martn haca en enero de 1818 para organizar el ejrcito que deba salir al encuentro del que don Mariano Osorio traa del Per para invadir a Chile, Curic estuvo a la altura de su conducta anterior en los sucesos ya conocidos. Auxili a aquel jefe con dinero, caballos y algunos soldados, elementos que reuni el gobernador don Isidoro de la Pea por suscripciones del cabildo y del vecindario. Este mandatario se distingui en esta ocasin por su actividad y despus de la batalla de Maipo, por su espritu organizador y conducta discreta para ayudar de distintos modos al sostenimiento de la guerra. Expeda largas y altisonantes proclamas para avivar el patriotismo de los habitantes del partido, y a las comisiones que nombraba para arbitrar recursos, les daba minuciosas instrucciones tendentes todas a sacar el mayor beneficio posible de la buena voluntad pblica. En fin, los ejrcitos patriota y espaol se movieron para librar la gran batalla que iba a decidir la suerte de Chile. Al cabo de algunas escaramuzas en que una divisin espaola ocup a Curic para abandonarla en breve a la aproximacin de San Martn, el ejrcito independiente lleg a Cancha Rayada el 19 de marzo de 1817. Los momentos ms solemnes y crticos de la revolucin chilena haban llegado. Sorprendido en la noche del mismo da, tuvo que emprender hacia el norte una precipitada fuga casi completamente deshecho. Las tropas que huan pasaban como a media legua al oriente de Curic, por estar entonces el camino real o de la frontera a esa distancia del pueblo. A pesar de esto, muchos soldados originarios de la villa o que iban muy fatigados de la marcha, penetraron a sus calles, arrojaron sus armas en la plaza y se ocultaron, comunicando antes su terror a los moradores de la poblacin. San Martn que aloj en Curic la noche del 20, aconsej al vecindario que se trasladase a algn punto de ms al norte y le seal la aldea de San Francisco del Monte; ignoramos qu razones tendra para ello; quizs si la de estar separado del radio en que pensaba poner en accin su portentosa estrategia 6. Se form, pues, una caravana muy numerosa de familias de todas condiciones sociales y sali del pueblo bajo la direccin del vecino don Diego Donoso, en ausencia del gobernador que haba huido a la costa. La villa

qued solitaria y silenciosa como una poblacin en ruinas, y a merced de los guerrilleros realistas. El 5 de abril el genio de San Martn obtuvo en los campos de Maipo la victoria ms esplndida y que mayor dao caus al poder de los espaoles en Amrica. Los derrotados, especialmente la columna del coronel Rodil, huyeron a Talcahuano por el camino de la costa. Las montoneras de esa regin se pusieron todas en movimiento y comenzaron a hacer la misma guerra de emboscadas y sorpresas de que se valieron con los fugitivos de Chacabuco. Muchos grupos de soldados espaoles cayeron prisioneros. El guerrillero don Francisco Eguiluz se corri con su gente al camino que frecuentaban los derrotados y los hostilizaba sin descanso. En una de estas embestidas los realistas dieron muerte a varios patriotas, entre los cuales cay peleando como un valiente el cacique de Vichuqun don Basilio Vilu, que haba prestado a la revolucin su concurso y el de los indios de su dependencia 7.

Captulo IX Los capitanejos y la situacin del sur despus de Maipo.- La guerrilla de los Prietos.- Se apoderan de Curic.- Son derrotados en la provincia de Talca.- Organizacin de los Dragones de la patria.- Don Carlos M. OCarrol.- Don Ambrosio Acosta.- Los Oficiales.- Los dragones salen al sur.- Combate con los Pincheiras.- Campaa a la Araucana.- Felicita el Gobierno al escuadrn curicano.- Combate del Pangal.- Muerte de OCarrol.- Combate de las Vegas de Talcahuano.- Batalla de Concepcin.- Disolucin del escuadrn de dragones.- Suerte posterior de los oficiales. La lentitud de los patriotas para perseguir y aniquilar al ejrcito espaol despus de la batalla de Maipo, dio tiempo a ste para rehacerse en el sur y fue parte a que se levantara una serie de siniestros capitanejos que ensangrentaron nuestras provincias australes y pusieron en zozobra ms de una vez las armas de la naciente repblica, de los cuales fueron los ms nombrados Vicente Benavides, que inici la guerra a muerte; el coronel Pico que la continu y Pablo Pincheira, que adquiri en aquella poca por sus latrocinios y sangrientos crmenes, una terrible reputacin de bandido y montonero. Las poblaciones y fuertes de la zona comprendida entre San Carlos y Concepcin, la cordillera y el mar, experimentaron los trastornos, contratiempos y desgracias consiguientes a las invasiones de esas turbas desalmadas; hasta llegar a la misma ribera del Maule se adverta en los pueblos una especie de fermentacin producida por la presencia de estas bandas sin Dios ni ley. Aunque lejos de aquel teatro de sangre, Curic tampoco estuvo exento de ser la presa de una de estas montoneras, que por cierto no tena una fisonoma tan terrible como las del sur. En noviembre de 1818, comenzaron a formar una guerrilla en los montes de Cumpeo tres hermanos, vecinos de Talca, cuyos nombres eran Francisco de Paula, Jos y Juan Francisco Prieto. A pesar de ser personas relacionadas en aquella ciudad y de no carecer de cierto influjo personal, durante la revolucin haban asumido una actitud meramente pasiva. Ahora se armaban en contra del gobierno de OHiggins y de la Constitucin provisional promulgada en octubre de 1818. Crean que el descrdito de la dictadura del vencedor de Chacabuco los llevara a la celebridad que alcanz como guerrillero el inmortal Rodrguez, y les proporcionara tan crecido nmero de adeptos, que pondran al Gobierno en condiciones por dems apuradas: doble error que los haca concebir su falta absoluta de conocimientos militares y la carencia de un discernimiento claro para medir las dificultades y las consecuencias de tan aventurada empresa. Don Francisco de Paula tom el sonoro ttulo de Protector de los pueblos libres de Chile, y como tal se dirigi al general del ejrcito del sur, brigadier argentino don Antonio Gonzlez Balcarce, y al intendente de Concepcin don Ramn Freire, ocupados a la sazn en contener las guerrillas de aquellos lugares, invitndolos a derribar la administracin de OHiggins, proposicin que ambos naturalmente miraron como ridcula y pusieron en conocimiento del Gobierno. La suerte favoreci, no obstante, a los hermanos Prietos en la primera jornada de su guerrilla; porque auxiliados por sesenta desertores del regimiento de granaderos, cayeron de

improviso sobre la villa de Linares y la saquearon. De ah se dirigieron a Curic, pasando por la ciudad de Talca. Gobernaba el partido, como lo hemos dicho ya, don Isidoro de la Pea, quien, en su larga vida de gobernador departamental, se vio ms de una vez en trances tan difciles como el presente. Sabedor de la aproximacin de los Prietos, huy el mandatario, quizs por no tener fuerzas disponibles con que resistir. Entraron los montoneros al pueblo, incorporaron a su banda unos cuantos reos que haba en la crcel, impusieron contribuciones a los vecinos ms pudientes, saquearon el estanco y el escaso comercio de aquellos aos y retrocedieron con direccin a Cumpeo por tener noticias de que vena un destacamento a su encuentro. Eran las primeras partidas de observacin organizadas por el coronel de San Fernando don Jos Mara Palacio. Al saberse en este pueblo el saqueo de Curic, el cabildo se reuni y acord nombrar jefe de una partida al juez territorial o subdelegado de Chimbarongo don Joaqun Fermandois, nieto del corregidor del mismo nombre y aguerrido patriota de las huestes de Villota y San Martn. March Fermandois a Curic escalonando su fuerza en pequeos grupos y a distancia de dos en dos leguas. Desde aqu escribi a Jos Prieto una carta en que se finga descontento de la situacin y le ofreca gente, armas y caballos, con el objeto de hacerlo salir de sus guaridas de Cumpeo. Prieto desconfi, pero luego se present a su campamento como desertor el clebre guerrillero cataln, al servicio de Chile, don Francisco Javier Molina. Entre tanto, algunos destacamentos haban salido en persecucin de los montoneros. Comandante en jefe de esas fuerzas era el coronel Palacio y jefes subalternos don Francisco Martnez y don Santiago Snchez. Confiados los Prieto en Molina, que estaba de acuerdo con uno de los destacamentos que los perseguan, se dejaron sorprender y, aunque desplegaron mucho valor en la sorpresa, fueron derrotados. Entre los prisioneros cay Jos Prieto, que sufri en Talca la pena capital 8. Don Francisco de Paula fue apresado en la ribera del Cachapoal, en viaje para el sur y de regreso de Santiago, adonde haba ido en busca de recursos y correligionarios el 30 de abril de 1819, despus de un breve sumario, se le fusil en aquella ciudad juntamente con un subdelegado de Paine, a quien indujo a tomar parte en sus planes de conspiracin. Mientras tanto, el estado de conflagracin que exista en el sur tomaba de da en da mayor incremento y se haca an ms peligroso con el levantamiento de los indios y la falta de recursos en que se encontraba el mariscal Freire, director de aquella guerra tan heroica como angustiosa para el ejrcito de la patria. Freire no cesaba de pedir amparo al Gobierno, consagrado por entonces a las empresas ms gloriosas y vitales de San Martn y lord Cochrane. Nunca llegaron a su poder los caballos, vveres, municiones y dinero que peda con tanta insistencia. En lo nico que se le accedi fue en el envo de un escuadrn de refuerzo que se denominaba Dragones de la Patria y que en el curso de estas campaas desempe un rol brillante, por sus oportunos servicios y por su herosmo, no conocido en lo presente como debiera ser. Este escuadrn fue curicano; organizado e instruido en Curic. Se mand crear en agosto de 1819, y la tropa se sac del mismo pueblo y de sus inmediaciones. Le sirvi de cuartel el claustro de San Francisco y de campo de ejercicios los muchos llanos que en aquel entonces rodeaban la poblacin y que ahora se han convertido en frtiles propiedades; le sirvi especialmente la alameda y la plaza, anchos y espaciosos locales para las maniobras de la caballera, sin ms obstculos que algunos espinos y romeros. El efectivo de este cuerpo ascenda como a 250 hombres, mandados por el teniente coronel don Carlos Mara OCarrol. Era este jefe de nacionalidad inglesa, irlands, y haba llegado de Buenos Aires a incorporarse al ejrcito patriota un mes despus de la batalla de Maipo. Le preceda una honrosa fama de militar valiente y cumplido caballero, perteneciente a la aristocracia de su pas. Su grado de teniente coronel lo haba conquistado a los veinticuatro aos de edad y a fuerza de servicios relevantes prestados en el ejrcito ingls, en el sur de Francia y en Espaa; con tan importantes servicios haba conquistado del mismo modo las cruces de la flor de lis y de Carlos III. OCarrol vino a poner su espada al servicio de la patria aconsejado por lord Cochrane y atrado por el nombre de tantos extranjeros que al terminar la revolucin francesa llegaron a las playas de Amrica. Tanto por sus recomendables antecedentes cuanto por su carcter de

extranjero el gobierno de OHiggins lo nombr el 30 de marzo de 1819 jefe del escuadrn curicano, cuya direccin tom el 27 de abril del mismo ao. As en Santiago como en Curic, el comandante OCarrol fue recibido por todos con sealada obsequiosidad, porque realzaban su mrito una figura bizarra y una educacin esmerada. Mientras estuvo disciplinado en este pueblo a los dragones, encontr en las familias ms honorables de la localidad cariosa y casi entusiasta hospitalidad. Mandaba como segundo jefe el sargento mayor don Ambrosio Acosta, espaol de nacimiento, que haba abandonado a principios de este ao las filas del ejrcito realista siendo teniente de cazadores, para entrar a militar en las de la patria. Acosta estaba dotado de una vivacidad extremada; decidor amable y sagaz, de talento y de imaginacin, posea mucha facilidad para idear sus planes y ejecutarlos con prontitud, sin dejar por eso de ser un militar reposado y tranquilo cuando las fuerzas de las cosas as lo exigan. Se le llamaba por esto el loco Acosta. Sobre todas estas cualidades, estaba la que ms til deba ser al escuadrn de curicanos; Acosta era el primer tctico de caballera que se conoca en Chile. El sargento mayor es el eje de un cuerpo; segn sus aptitudes y conocimientos, el soldado es diestro o torpe. Por otra parte, y reflexionando en orden a este punto, se puede sostener que el primer jefe es el creador y el sostn del espritu de disciplina y moralidad que debe reinar en toda agrupacin armada: luego el escuadrn Dragones de la patria tena los medios principales para adquirir la ms alta reputacin a que puede llegar un cuerpo de ejrcito. De entre los oficiales, debemos mencionar como a los ms distinguidos al capitn graduado a mayor don Francisco Ibez, valiente militar que en el Membrillar ascendi de soldado a sargento y que en Rancagua conquist la espada de oficial por su valor temerario, que lo llev hasta enlazar con nimo sereno los caones de las trincheras realistas; a los capitanes don Miguel OCarrol, primo hermano de don Carlos, que haba servido como l denodadamente en el ejrcito ingls, y a don Manuel Antonio Labb, el ms meritorio de todos sin disputa. Era don Manuel Antonio un oficial alentado y aguerrido que se haba encontrado en las batallas de Rancagua, Chacabuco y Maipo, en las cuales su valor haba sido objeto de merecidos encomios de parte de sus jefes. Se distingui sobre todo en el periodo de la reconquista espaola, en el que le hemos visto figurar como segundo de Villota. Pas dos veces la cordillera en pleno invierno, llevando las comunicaciones que los patriotas de Curic enviaban a San Martn. Su padre, el coronel de milicias don Juan Francisco Labb, prest tambin al escuadrn de dragones toda la cooperacin del caso, como hacendado y como jefe. Secund con buenos resultados los afanes del gobernador de la Pea, quien, si careca del nervio militar que da bros a un corazn resuelto y entero, posea en cambio una actividad innegable y cierto tino de organizador no muy comn en los mandatarios de media cultura de aquella poca. De los otros oficiales creemos dignos de especial mencin al teniente don Jos Silva y al alfrez don Jos Verdugo, no tanto por ser hijos de Curic, cuanto por su honroso comportamiento en las campaas del escuadrn. El primero, perteneciente a los Silva del Convento Viejo, era un joven resuelto que jams conoci el miedo y a quien llamaban Napolen sus compaeros, por su pequea estatura y airoso porte: despus de colgar la espada del patriota se dedic a la persecucin de los bandidos del departamento; el otro, un veterano de la independencia que haba asistido a las principales batallas como soldado de granaderos, se granje en esta guerra de montoneros, de indios y salteadores, a la vez que la estimacin de superiores, el respeto de compaeros y el temor de enemigos. A la conclusin del ao 1819 el escuadrn sali de Curic a guarnecer a Chilln, donde tuvo bien pronto oportunidad de manifestar el brillante pie de disciplina en que se encontraba. El 4 del mes de enero de 1820 las huestes del famoso bandido Pincheira bajaron de la montaa y atacaron inopinadamente la poblacin de San Carlos, persuadidos de que estaba desamparada, pues ignoraban el arribo de la caballera curicana a la ciudad nombrada. Sabida que fue la noticia por OCarrol, mediante los avisos oportunos y rpidos dados por la autoridad del pueblo atacado, orden a sus granaderos que ensillasen y a todo escape pas el ro uble y logr alcanzar a los montoneros, que se retiraban a la montaa con direccin al boquete de Alico, completamente cargados con un rico botn en que no faltaban algunas seoritas elegidas por la salvaje lascivia del araucano. Hubo un choque violento; los patriotas alcanzaron a los montoneros realistas en el lugar llamado Monte Blanco: el primero que alcanz al enemigo fue el ayudante Molinare con un grupo de soldados que serva de descubierta al grueso del escuadrn y en el cual iba tambin

el alfrez Verdugo. Los indios y montoneros resistieron valientemente y mataron al jefe de esta partida; pero muchos de los guerrilleros quedaron en el campo de batalla. El alfrez Verdugo hizo prodigios de valor; un cabo se defendi de cinco indios detrs de su caballo, y un soldado de apellido Guajardo, de Quilvo, levant con extraordinaria pujanza de una lanzada a un indio y se defendi con admirable bravura de siete ms que lo rodeaban. En estas circunstancias lleg el resto del escuadrn y atac primeramente la mitad del capitn Labb y enseguida las dems, con un ardor irresistible. El resultado final de esta jornada fue la derrota de los soldados de Pincheira y la prdida de su botn. Le toc de ste al alfrez Verdugo una hermosa dama que arrebat a los feroces pehuenches y a quien entreg enseguida su corazn, mas no su mano. A su vuelta a Chilln, recibieron al escuadrn en la ciudad con repiques, luminarias y otras seales de regocijo que atestiguaban la gratitud de sus habitantes. Despus de esta accin de guerra tan distinguida, OCarrol se dirigi a los ngeles, donde mandaba una divisin el mariscal don Pedro Andrs Alczar, ascendiente de la familia del mismo nombre establecida en Curic. La situacin de Alczar era sumamente difcil por los frecuentes sitios a que lo sometan las fuerzas enemigas. Para escarmentarlas y poner en ejecucin un plan de ataque acordado con Freire, se propuso llevar la guerra al centro de la misma Araucana. A principios de 1820, sali de aquel pueblo con una divisin compuesta de los Dragones de la patria, un escuadrn de Cauquenes a las rdenes del coronel don Antonio Merino, de los Merinos de Curic, el batalln Cazadores de Coquimbo y algunos milicianos. La expedicin fue funesta para los patriotas, asediados por numerosos enemigos que picaban sus flancos y retaguardia con inaudito atrevimiento. Hubo que emprender una retirada verdaderamente desastrosa que equivala a una derrota. En esa jornada despleg una moralidad y disciplina a toda prueba el escuadrn curicano, que cubri la retirada con todo orden y valor. Prueba de ello fue el honroso testimonio de aplauso que el supremo gobierno hizo a la conducta de los dragones en el siguiente documento dirigido al jefe de este cuerpo: El Excmo. seor director supremo, vivamente complacido de los ventajosos choques que Ud. se sirve detallar por su recomendable nota de 17 prximo anterior, tributa a Ud. y a los dems jefes, oficiales y tropa del cuerpo de su mando, en su nombre y en el de la patria las gracias ms expresivas. Es digna del ms alto elogio la bravura y disciplina con que pelearon en la marcha y retirada sobre el Bo-Bo todas las clases de ese benemrito escuadrn. Estas gloriosas ocurrencias, que formarn algn da la historia particular de ese cuerpo, sern grabadas con caracteres indelebles para el reconocimiento y estmulo a las edades futuras. Pero como la magnanimidad de S. E. no puede dejar al tiempo la recompensa del ms pequeo sacrificio hecho en obsequio de la libertad de la nacin, puede Ud. asegurar a los individuos todos que han tenido mayor parte en el crdito y buen concepto del cuerpo, que el Gobierno les tiene muy presentes y a la vida para recompensar sus servicios, segn justamente se han hecho acreedores. En contestacin tengo el honor de comunicarlo a Ud. para su satisfaccin y la de los individuos precitados. Dios guarde, etc. Santiago, marzo 20 de 1820. Jos I. Zenteno.

Apenas repuesto de las fatigas de la retirada, el escuadrn sigui ms al norte y se estableci de guarnicin en Tucapel, donde sostuvo algunos choques con fuerzas enemigas y sufri grandes penurias con la escasez de vveres. De este punto se traslad a guarnecer a Rere. Las tropas de los montoneros realistas haban sufrido mientras tanto una radical modificacin en su personal y organizacin, mediante la iniciativa y el talento del comandante espaol don Juan Manuel de Pico, segundo de Benavides, y en realidad de verdad la cabeza y

el brazo que dirigi y sostuvo la sangrienta guerra a muerte. Form este jefe un escuadrn de caballera que tena la disciplina y la dotacin de un cuerpo de tropas regulares y que vino a ser el ncleo de las armas de los espaoles. Con este cuerpo y los dems grupos de Benavides, caballera e infantera, amenaz ste a los diversos destacamentos patriotas y logr vencer al comandante Viel que mandaba una partida de granaderos. Amenazados de este modo, tuvieron que concentrarse las guarniciones patriotas en Yumbel, el 21 de septiembre de 1820, compuestas de los Dragones de la patria, 120 cazadores mandados por el comandante Cruz, cuarenta infantes, dos piezas de artillera y los granaderos de Viel, derrotados en la maana anterior. Una vez reunidos estos cuerpos, una regla vulgar de estrategia les impona el deber de avanzar a los ngeles para auxiliar al mariscal Alczar, engrosar la divisin y no dejarse batir en detalle; pero la susceptibilidad de OCarrol y Viel, aumentada por la malquerencia que entonces reinaba entre ingleses y franceses, contribuy a que perdieran el tiempo y debilitaran la cohesin de sus fuerzas en disputar acerca de quin deba mandar en jefe; un consejo de guerra decidi que le corresponda a OCarrol. Sali, pues, la divisin del comandante de los dragones en persecucin de Pico, que retrocedi a la vista de las fuerzas patriotas, despus de haber estado a punto de ser sorprendido por stas. En su retirada iban aumentando los espaoles el efectivo de sus tropas con otras que se les agregaban a su paso y que concurran al grueso de la divisin al ver la humareda que sala de los bosques, como acordada seal de reunin. Seis horas haca que duraba la persecucin: los soldados patriotas se fastidiaban y sus caballos caan fatigados. OCarrol marchaba silencioso y pensativo; desde la disputa con Viel, su aspecto era meditabundo y reconcentrado. De repente, Pico manda a sus soldados dar frente a retaguardia en un pequeo llano cubierto de la planta acutica llamada pangue y que por esto tena el nombre de Pangal. Extiende su lnea en formacin de guerrilla, la arenga con rpida energa y carga con mpetu a los patriotas, los cuales apenas tienen tiempo de formar y disparar sus carabinas y dos caonazos. Se contuvieron un tanto los espaoles y ambas lneas quedaron a tan corta distancia, que las armas casi se tocaban. El escuadrn curicano estaba en el centro y cada uno de sus soldados, batiendo el sable, herva de furor e impaciencia por caer sobre los enemigos, a quienes gritaban: Peguen godos! Peguen godos! stos no menos furiosos, replicaban: Carguen, hijos de...!. En este mismo instante uno de los tenientes de Pico flanquea la columna patriota y la toma por la retaguardia. La infantera que va a tomar la colocacin de batalla y la artillera, cuyos caones arrastran a lazo algunos milicianos, son las primeras vctimas de esta sorpresa. Los flancos, formados por los veteranos cazadores y granaderos, se dispersan a los lados y el centro es acometido por la espalda y por vanguardia. Aumenta la confusin y el espanto el enredo de los caballos en los lazos con que los milicianos tienen atados los caones. OCarrol se bata entre tanto con el valor y la desesperacin que causa en el militar delicado la idea de la responsabilidad. Sable en mano se mete a la parte en que el torbellino era ms rugiente y amenazador. De sbito un lazo cae sobre su cabeza, le comprime los brazos, lo obliga a soltar la espada y lo arroja al suelo; era que un capitn enemigo lo haba enlazado: desde este momento la derrota es general; unos huyen con direccin a Chilln, otros a Yumbel. Como los ms valientes, los dragones, obtuvieron en esta jornada la peor parte. Al entrar en combate contaba el escuadrn con 197 hombres, y despus de l slo qued la tercera parte. A los ocho meses de haber salido de Curic, quedaba en esqueleto, pero los sobrevivientes iban a vengarse con usura. El alfrez Verdugo tuvo que huir a Yumbel con algunos de sus compaeros y sostener en el camino una pelea con un grupo de indios que lo persegua. Aunque escap de stos, perdi en la jornada de ese da a un hermano llamado Esteban y a su cautiva del Monte Blanco. Conducido OCarrol a presencia de su vencedor, le dijo como galantera de buena educacin que su gente pareca ser de lo mejor del ejrcito realista: Son unos pobres huasos, seor, contest Pico; y lo mand fusilar al or el acento extranjero del jefe de los dragones. As muri a los treinta aos de edad este joven hroe, que estaba destinado a llegar a los primeros honores militares y a formar una distinguida familia en la sociedad de la capital, dado el compromiso que exista entre l y una seorita que se haba apoderado de tan noble corazn. Como trescientos de los patriotas, muertos y heridos, quedaron en el campo de batalla; los soldados que tuvieron la desgracia de caer prisioneros, murieron inhumanamente fusilados.

Al triunfo del Pangal sigui para los realistas el de Tarpellanca y la toma de Concepcin; el general Freire se vio forzado a encerrarse en Talcahuano, donde estuvo sitiado por el ejrcito de Benavides y Pico dos meses, al fin de los cuales rompi heroicamente este cerco, movido por el hambre y la desesperacin que se apodera del militar que se ve obligado a permanecer inactivo al frente del enemigo. En la maana del 25 de noviembre de 1820 sali la caballera por el lado de la vega y se despleg en lnea de batalla frente a la del enemigo. Los dragones quedaron a la derecha, y los mandaba desde la derrota del Pangal, su segundo jefe, el mayor Acosta. Embistieron de los primeros, por una circunstancia muy original. Formaban a su retaguardia cuarenta y dos indios angolinos, a quienes por simple chanza de camarada les dijo el teniente de aquel cuerpo don Jos Silva: Ya, ya, compaeros, pa-cho-j. Bast tan insignificante animacin para que los terribles salvajes arremetieran con precipitado ardor a la caballera espaola; siguieron los dragones y en pos de estos, la lnea entera carg con tan irresistible empuje, que los escuadrones realistas volvieron la espalda y sufrieron los golpes de los sables y lanzas patriotas: la victoria de las Vegas de Talcahuano era el primer desquite de los dragones de Curic. Freire no pudo continuar al da siguiente tras del enemigo para completar su victoria por el mal tiempo que sobrevino de repente, pero en la maana del lunes 27 de noviembre de 1820, sac de Talcahuano su divisin y la coloc frente al enemigo, en doble nmero esta vez como en muchas otras, en los suburbios de Concepcin y al pie del cerro de Chepe. Los soldados patriotas estaban impacientes por entrar cuanto antes en pelea: el deseo de vengar a compaeros sacrificados en los encuentros anteriores y borrar la vergenza de recientes derrotas, los inflamaba hasta el frenes. Los dragones mandados por Acosta tenan que pedir cuenta a los asesinos del bizarro comandante que los sac del hogar natal; los cazadores de Cruz queran borrar con la muerte o el herosmo la mancha del Pangal; los infantes y artilleros tenan el propsito de no dar cuartel, para rescatar o vengar al batalln nmero I de Coquimbo, aniquilado y prisionero en Tarpellanca. Benavides coloc su ejrcito, el ms numeroso y escogido que hasta entonces haba reunido, frente de la divisin de Freire. La artillera patriota rompi primero el fuego de sus caones, sigui la infantera que avanz llamando al batalln Coquimbo y despus carg la caballera, a la voz del general Freire que grit: Carguen los dragones por la derecha y cazadores por la izquierda!. Los espaoles retrocedieron, deshechos por ese empuje tan violento, rpido y general de las armas patriotas hasta las mismas calles de Concepcin, donde se continu la batalla por grupos que se encontraban y se embestan. El batalln Coquimbo, en medio de la refriega, busc sus antiguas banderas y volvi sus bayonetas en contra de los que bien a su pesar lo haban llevado al campo de la refriega; se distingui en este cuerpo el teniente Porras, ms tarde coronel y gobernador de Curic. La victoria fue esplndida y la persecucin horrible: los vencidos perecieron bajo el filo de los sables de la caballera o ahogados en el Biobo, adonde buscaban su salvacin en balsas. Armas, municiones, artillera y doscientos cuarenta prisioneros, fuera del nmero I, quedaron en poder de Freire. El escuadrn de Dragones de la patria correspondi con ms que sobrado xito al rango eminente en que lo haban colocado sus servicios; murieron algunos soldados de sus filas y el alfrez Verdugo sali herido; pero recuper este oficial a su antigua reconocida de Monte Blanco, botn mucho ms valioso que cualquiera otro para este buen militar, que como tal, era aficionado a entregar su corazn a las pasiones misteriosas del amor. sta es la victoria que se conoce con el nombre de La Alameda de Concepcin y que vino a cambiar por completo el aspecto de los acontecimientos. El peligro para el pas haba cesado y el len de Arauco estaba vencido. En la situacin que dejamos narrada se encontraban las cosas en el sur cuando lleg a Chilln una divisin auxiliadora, a las rdenes del coronel don Joaqun Prieto. Con este refuerzo el general en jefe quiso llevar una expedicin al mismo corazn de la Araucana, y con tal objeto eligi la mejor caballera para que el sargento mayor don Francisco Ibez, el teniente Jos Silva y dos oficiales ms se internaran con trescientos hombres a los puntos ms inaccesibles de Arauco. Se fij Freire inmediatamente en los Dragones de la patria para incorporarlos a aquella expedicin; pero los estados que se le pasaron con este motivo dieron un efectivo de cuarenta soldados nicamente, por lo cual, se disolvi el cuerpo y la tropa sobrante entr a formar parte de uno de los de caballera que trajo Prieto en su divisin; se llamaba este escuadrn Dragones de la libertad y al refundirse con el de Curic tom el ttulo de Dragones de la Repblica.

Le cupo la dolorosa honra de ser el ltimo jefe del escuadrn curicano y de entregar por consiguiente sus gloriosas banderas al sargento mayor Acosta; este acto enterneci a los soldados y oficiales hasta el punto de hacerlos derramar lgrimas por el pesar que les causaba separarse de los pendones que tantas veces les sealaron el camino de la victoria y del herosmo. As concluy su carrera el escuadrn cuya gloria deslumbradora hemos seguido paso a paso; su existencia fue rpida, pero fecunda en servicios trascendentales prestados a la nacin en sus primeros aos de vida libre y sobre manera honrosa para el pueblo que represent en aquella guerra tan oscura y gigantesca por el esfuerzo individual de sus hroes. Sus oficiales tuvieron un porvenir tan vario y poco en armona con la magnitud de sus sacrificios, que bien puede asegurarse que la ingratitud del Gobierno y de sus conciudadanos fue unnime e irritante para todos ellos. El capitn Labb se retir a Valdivia a continuar prestando sus aptitudes militares, y de all se le sac de gobernador de Osorno, cuyos destinos rigi por largos aos. Vino a morir en 1854 a Curic, en los Cerrillos, con el mezquino grado de sargento mayor. El teniente don Jos Silva abandon la carrera militar y se avecind de nuevo en su lugar natal, el Convento Viejo, donde fue el azote y el exterminador de bandidos y ladrones. Acosta, Ibez y el capitn OCarrol siguieron en el ejrcito, ste ascendi hasta teniente coronel e Ibez hasta coronel, grado con que presidi ms tarde el consejo de guerra que conden al ltimo suplicio a tres vecinos del antiguo departamento de Curic. El alfrez Verdugo no abandon las filas de los escuadrones de la patria y sigui asistiendo a los principales encuentros que el coronel Prieto tuvo que sostener con los montoneros para lograr la pacificacin de la Araucana. Este valiente oficial ascendi apenas a capitn, y en 1851 se mezcl en los trastornos civiles que agitaron al pas; por lo cual tuvo que emigrar a Lima, donde muri en 1854. El escuadrn curicano fue adems la gloriosa escuela en que formaron muchos oficiales y clases del ejrcito. Cerraremos este captulo con la anotacin de dos fechas que vengan a servirle de eplogo: el 2 de febrero de 1822 Benavides fue tomado prisionero en Topocalma y conducido a Santiago, donde se le ahorc dentro de poco; Pico, el segundo de aqul, su inspirador, el genio de esta guerra y el asesino del comandante de los dragones, recibi la muerte en su propio campamento de Bureo, en la noche del 28 de octubre de 1824, de manos del oficial patriota Lorenzo Coronado, que sali de la guarnicin de Nacimiento con el exclusivo fin de sorprenderlo y cortarle la cabeza9.

Captulo X Estado social en 1822 y aos siguientes.- Elecciones de 1823.- Reforma religiosa.- Los Pincheiras.- Atacan el pueblo.- Toms Godez es derrotado.- Nuevas escaramuzas.Hermosilla.- Sorprende un destacamento en la cordillera.- Provincia de Curic.- La revolucin de 1829.- Don Jos Alejo Calvo.- La partida del alba.- Se apodera de Curic.- Sus correras.En Santiago.- Su disolucin.- El gobernador Vergara y don Lucas Grez.- Combate en una casa del pueblo.- Los derrotados de Lircay en Curic y Santa Cruz.- Avenidas.- Industria, agricultura y comercio. El perodo de 1822 a 1830, de organizacin poltica y social, es uno de los ms difciles por el que haya atravesado Chile, desde la independencia hasta nuestros das: haba conquistado su libertad, pero estaba desorganizado, y nadie ignora que es tan difcil organizar como conquistar. Sin educacin poltica y sin una legislacin completa que rigiera la sociedad, el desquiciamiento era general y los motines de cuartel y las revoluciones haban pasado a la categora de acontecimientos habituales. Los gobiernos se derrocaban y se sucedan con una rapidez asombrosa. La criminalidad haba tomado proporciones tan alarmantes, que los forajidos ya no salteaban en los apartados caminos de los campos solamente, sino tambin dentro de las mismas villas y ciudades, a presencia de las autoridades, impotentes para defender las propiedades y las vidas de los ciudadanos, por falta de polica y dems elementos de represin y defensa. Los campos permanecan sin cultivo por la escasez de brazos que les arrebatan las revueltas civiles y las expediciones a Chilo y al Per, y ms que por estas causas, por la falta

de transacciones comerciales, por la carencia de vas fciles de comunicacin y por el abatimiento absoluto de la industria. En ms precaria situacin se encontraban todava el crdito nacional y la hacienda pblica, pues el Gobierno careca de recursos hasta para pagar sus montepos a las viudas y sus sueldos a los empleados, todos los cuales vivan desesperados y pobres como turbas mendicantes. A estas calamidades tan aflictivas deban agregarse an las depredaciones de los Pincheiras, que, con la tea incendiaria y el machete homicida en la mano, devastaban las provincias meridionales. Curic, as como los dems pueblos de provincia, sufri las terribles consecuencias de esta situacin anormal, agravada con la irritacin poltica que dominaba los nimos en la villa y con la presencia de los Pincheiras en el departamento. Gobernaba en 1823 el coronel de ejrcito don Juan de Dios Puga, partidario decidido del general Freire. A la cada de OHiggins, desconoci la autoridad de la junta que sucedi a ste y consigui que las elecciones de diputados fuesen favorables al partido de Freire con el envo a la Cmara de los seores Diego Donoso, Manuel Castillo, Isidoro de la Pea y Juan Garcs, todos vecinos respetables, a quienes hizo elegir como propietarios a los dos primeros y suplentes a los otros. El hroe de Rancagua tena tambin en el lugar algunos amigos y parientes que sostuvieron su causa y se desagradaron de la conducta interventora del gobernador Puga. Ms que todo esto, vino a alarmar al vecindario la reforma de las rdenes religiosas. El 6 de septiembre de 1824 el gobierno del general Freire expidi un decreto en que se prohiban las profesiones a los menores de veinticinco aos, se ordenaba a los frailes recogerse a la vida comn y se dispona se cerrasen los conventos que tuvieran menos de ocho individuos, cuyos bienes deban ser administrados y vendidos por el estado para dar a cada religioso una renta individual. En virtud de este decreto y de instrucciones especiales, se presentaron a golpear la puerta del convento de franciscanos, una noche como a las once para no llamar la atencin de los vecinos, el gobernador provisorio don Francisco Merino y el administrador del estanco don Francisco Donoso. Tres frailes, llamados Diego Marn, Ramn Garay y Pedro Cceres, concurrieron ante la autoridad a recibir la orden de abandonar el convento; lo que hicieron inmediatamente para refugiarse en algunas casas de la villa, a donde corrieron las seoras al da siguiente a llorar la desgracia de los religiosos y maldecir la impiedad del Gobierno. Otro tanto se hizo con los mercedarios. Se procedi enseguida a levantar un inventario de los bienes y enseres que posean los conventos, en el cual se anot como principal riqueza la abundante plata labrada que con el transcurso de los aos se haba ido acumulando en los cajones de las iglesias. Para penetrarse de la profunda sorpresa que caus a los pacficos habitantes de la villa una disposicin que en realidad de verdad hera la libertad de conciencia y los derechos inviolables de la propiedad, es menester analizar el espritu eminentemente religioso que dominaba en las costumbres de esta poca. En los pueblos apartados de provincias, ms an que en las ciudades pobladas, exista latente ese espritu de exagerado ascetismo que haba constituido el carcter ms peculiar de la colonia. Una procesin, una novena o cualquiera otro acto del servicio religioso que no fuese de los ordinarios, revesta para los vecinos de la villa la importancia de un suceso memorable en la vida de un individuo. Casi aislado de los otros pueblos por las dificultades de la comunicacin, era natural que sus das se deslizasen entre las faenas del campo, las rias de gallos y las prcticas exteriores de la religin. En el seno de las familias no se lean otros libros que tratados msticos, vidas de santos o colecciones de rezos; se gastaba una gran parte del da en oraciones, en las novenas de muchos santos y el rosario que preceda a la cena. Este favor religioso se notaba especialmente en los das de semana santa. El jueves en la noche recorra las iglesias una procesin de penitentes o aspados, individuos que llevaban los brazos abiertos, en cruz y atados a un madero. Otro les azotaba las espaldas y les echaba salmuera en las heridas para hacer ms vivo el dolor. Los disciplinantes se castigaban con tal ensaamiento, que solan caer exnimes en las puertas de los templos. Los ayes de los azotados, los cnticos lgubres de las hermandades y los rezos en alta voz de la muchedumbre, daban a esas noches un aspecto sombro y aterrador, y hacan degenerar las prcticas de la religin en un conjunto de exterioridades: groseras, sanguinarias y repugnantes. Empeo nada difcil sera demostrar el predominio de que gozaban los frailes en esta sociedad: se les dispensaba siempre las mayores atenciones y los bienes de un gran nmero

de donantes y testadores enriquecan sus conventos. Por eso su desgracia se consider como una calamidad pblica y apen profundamente el nimo de los devotos vecinos. Pero no era ste el ltimo contratiempo que tendran que experimentar. No haba transcurrido mucho tiempo cuando, en 1825, una nueva desgracia, mucho ms real que la anterior, amenazaba a los moradores de Curic: nos referimos a las correras de los Pincheiras. Las hordas de feroces pehuenches, se haban dejado ver en el sector de los Andes pertenecientes a Talca y Curic. El Gobierno comprendi el inminente peligro en que se encontraban los pueblos de Talca, Curic y San Fernando, y mand organizar en ellos brigadas de infantera cvica, de dos compaas, con el nombre de Guardias Nacionales, jefe de la de esta villa se nombr al sargento mayor don Jos Daz. Mientras tanto, Pablo y Jos Antonio Pincheira haban instalado su cuartel general en Valle Grande y amenazaban desde aqu a Curic. Bien pronto descendieron por el cajn del Lontu y se encaminaron con direccin a esta plaza. Se desprendi una partida del grueso de las fuerzas de los Pincheira, a las rdenes de uno de los capitanejos ms renombrados, de un soldado aragons llamado Toms Godez, que haba venido a Chile de corneta de los cazadores dragones de la expedicin de Cantabria. Las autoridades por su parte no descansaban tranquilas en presencia del peligro comn: hicieron acuartelar las milicias, fosar la plaza, o el cuadro como se llamaba en aquel tiempo, reunir a las familias dentro de este recinto para defenderlas de la feroz lascivia de las indiadas y prevenir un piquete de cazadores que estaba acuartelado en el claustro de San Francisco. La perturbacin ms general dominaba en el pueblo y en el campo, donde los individuos corran a ocultarse a los bosques, temerosos de caer en manos de aquellas hordas salvajes y sanguinarias. Godez pudo haber sorprendido el pueblo, pero se encontr a su paso por la Obra con la hacienda del Milagro de don Manuel Vela y se puso a saquearla, dando tiempo as a los cazadores para que se desprendieran de la poblacin, acuchillaran su partida y empujasen al grueso de la cuadrilla al centro de la cordillera. Bajo el filo de los sables de la caballera de lnea cayeron muchos de los asaltantes y entre ellos su jefe, el espaol Godez que call herido de muerte. Durante la persecucin, los indios abandonaron algunas mujeres que haban arrebatado en sus excursiones del sur y que conservaban como parte integrante del inmundo y nmade serrallo; de stas fue la principal una seora de Chilln, casada con un oficial del ejrcito y llamada Gertrudis Pinochet. No fue esta la postrera vez que los Pincheira amenazaron la villa de Curic. Aos ms tarde, cuando recorran los valles centrales de los Andes, en 1827, desde Chilln a Maipo y bajaban las faldas sub-andinas que dominaban los pueblos, se detuvieron nuevamente en el Valle Grande. Mandaban ahora como antes la montonera los hermanos Pablo y Jos Antonio, y entre los caudillejos que los seguan, uno sobresala de los dems, porque era el inspirador de los planes de los jefes y el ejecutor ms audaz que ellos tenan entre esa banda de audaces desertores, bandidos y pehuenches. Su nombre era Julin Hermosilla. Haba nacido en Rere y perteneca a una familia de posicin conocida; se alist en 1817 en las filas del batalln insurgente nmero 3 de Chile, del cual se desert para pasarse al lado de los Pincheiras. Activo e irreconciliable, fue el primer machete y la primera inteligencia que dirigieron las incursiones por el centro de la cordillera y los campos de Mendoza. Andaba tambin en esta cuadrilla, como prctico y sargento, don Fernando Cotal, natural de Quilvo y antiguo guerrillero de Villota. Cual aconteca de costumbre, los jefes de la banda nombraron al valiente y experto Hermosilla para que atacara la villa de Curic. Baj, pues, por el angosto valle del Teno y lleg a los Quees, donde encontr a un vecino y agricultor del Romeral llamado Gregorio Pavez, en viaje a la Repblica argentina. Le arrebat aqu el inexorable lugar teniente de los Pincheiras al infortunado campesino una carga de plata y dos hijas que lo acompaaban temeroso de sufrir una derrota en Curic, sigui por la orilla del ro Claro, afluente del Teno, el antiguo camino del Planchn en busca de un destacamento de 20 hombres que haba en el lugar de la Trinchera. Desgraciadamente, esta guarnicin de milicias de caballera estaba prxima a una quebrada por donde se despeaba con estrpito impetuoso; aprovechndose del ruido, Hermosilla se acerc cautelosamente a los confiados milicianos y logr sorprenderlos y pasarlos a cuchillo, juntamente con algunas mujeres que acompaaban a sus maridos. Slo escap al degello despiadado de los indios y bandidos un soldado que desde increble altura se dej caer a la corriente vertiginosa del Claro y lo vade con fortuna en medio de un nutrido fuego que le hacan sus enemigos.

La caballera de lnea que haba en el pueblo, se mova mientras tanto con direccin a los Andes. Pero habindolo notado los montoneros, emprendieron la retirada a Valle Grande, no sin robar antes todos los animales que encontraron en los fundos de cordillera circunvecinos a los lugares de sus correras. Como estuviera ya cercana a ellos la caballera que los persegua, comenzaron a ascender precipitadamente el Planchn y al llegar a la laguna que da nacimiento al Teno, la atravesaron en su parte ms angosta con tan inaudito arrojo, que an recuerdan la hazaa con admiracin los prcticos de la cordillera. Para ejecutar tan arriesgado lance botaron al agua sus caballos y ellos pasaron en balsas de animales que mataron con este exclusivo objeto. Basta este solo rasgo para retratar a esos hombres atrevidos y dar una idea de la ndole de sus empresas. Siguieron sembrando despus el terror y la muerte estas hordas de fieras embravecidas en las provincias meridionales y ocultndose como el len en las rocas ms escarpadas de los Andes, adonde no podan llegar las diversas expediciones que se organizaron para perseguirlos. Tanto auge adquiri la montonera, que en 1829 lleg hasta las puertas de Mendoza donde sus jefes trataron de potencia a potencia con las autoridades de aquella provincia y donde Julin Hermosilla mat personalmente al clebre caudillo Francisco Aldao. Por fin en 1832 una divisin al mando de Hermosilla y Pablo Pincheira fueron fusilados; Jos Antonio que haca de jefe de la montonera, cediendo a la presin de la necesidad, capitul y obtuvo su perdn y el de sus secuaces. Poco antes de este desenlace, en 1831, tal vez en alguna de sus excursiones al travs del boquete del Planchn: Jos Antonio Pincheira mand a Cotal a Curic para que en calidad de emisario presentase al gobernador departamental, que lo era interinamente don Jos Mara Merino, algunas proposiciones de paz. Este mandatario en vez de entrar en un convenio de armisticio que habra contribuido al desarme inmediato de aquella montonera, envi a Cotal a Santiago como presa de mucha vala para que fuese pasado por las armas, conducta que desaprob el presidente Prieto. La presencia del parlamentario de los Pincheiras en la capital, fue parte quizs al exterminio de los montoneros, por las revelaciones que tendr que hacer de los lugares en que acampaban con ms frecuencia y de los elementos y gente de que disponan. Cuando la provincia de Colchagua viva preocupada de los Pincheiras, el Gobierno tom una medida de orden administrativo que, al haberse realizado, habra disminuido con mucho las desgracias que pesaban sobre Curic. Por decreto de 31 de enero de 1826 se dividi el territorio de la repblica en ocho provincias. La cuarta se extenda desde el Chachapoal hasta el Maule. Se le sealaba como capital la villa de Curic. Esta disposicin suprema abra a este pueblo un vasto horizonte, ya sea en el aumento de sus ingresos insuficientes, ya en la mejora de su mezquino estado comercial y en el crecimiento de la poblacin y mayor impulso de la agricultura. Intendente de esta provincia se nombr al coronel don Manuel A. Recabarren. Pero siendo defectuosa esta demarcacin del pas, suscit algunas rivalidades entre los pueblos. Los talquinos no la admitieron de buen grado y su espritu de localidad se sobrepuso sin mucho trabajo a la falta de iniciativa y a la indiferencia habituales de los curicanos: el decreto no se respet y Curic de hecho no fue la capital de la provincia mencionada; los intendentes residan a voluntad en Talca, Curic o San Fernando. Por lo dems, la hora crtica de las luchas intestinas haba llegado. Despus del fracaso del sistema federal y de la promulgacin de la Constitucin de 1828, los partidos pipiolo o liberal y pelucn o conservador se abandonaron a una guerra encarnizada, en que los motines de cuartel y las asonadas tumultuosas eran los medios de que se valan los polticos: el pas entero se encontraba sometido al imperio de una crisis poltica y social. Los nimos estaban tan prevenidos que un accidente cualquiera vendra a servir de pretexto para encender la revolucin. ste se present a los pelucones en una cuestin de escrutinio de la eleccin de presidente y vice-presidente de la Repblica, en 1829. El general Prieto, jefe del ejrcito del sur, apoy el movimiento revolucionario y march a la capital. El general Lastra que mandaba las fuerzas liberales, le sali al encuentro, y los dos ejrcitos se avistaron en los campos de Ochagava, cerca de Santiago, el 14 de diciembre de 1829. Curic era un pueblo de pipiolos, en el que el general Freire tena muchas y decididas relaciones entre los vecinos ms influyentes de la localidad. Don Diego Donoso y don Isidoro de la Pea haban sido gobernadores y diputados afectos a la administracin de Freire; don Lucas Grez, administrador del estanco, y don Francisco Merino, propietario acaudalado, participaban de las opiniones de los anteriores; don Antonio de la Lastra, arrendatario de un fundo del departamento, era hermano del general del mismo apellido; don Pedro Antonio de la

Fuente, militar amigo de Freire, en la Huerta y el patriota presbtero, don Juan Flix Alvarado, en la costa, patrocinaban tambin la causa del vencedor de Benavides y Quintanilla. Pero un solo hombre estaba llamado a contrarrestar, ms an, a anular por completo la accin de este ncleo importante de liberales; era ste don Jos Alejo Calvo, arrendatario del fundo del Trapiche y oriundo del departamento de Caupolicn, del lugar de la Estacada. Calvo era un individuo de aspecto robusto, hablador, sensual e inclinado a los placeres ligeros, incapaz de hacer ningn esfuerzo de inteligencia y desprovisto de esa dignidad personal propia del hombre de su esfera social. He aqu la persona de quien se valieron los pelucones de Santiago para que levantase en Curic una montonera que protegiese en su marcha a la capital a las fuerzas de Prieto. Calvo form con sus inquilinos el cuadro de una montonera que llen enseguida con campesinos y salteadores de Teno, entre los cuales figuraba con el ttulo de sargento un famoso bandido llamado Pascual Espinosa. Consigui asimismo atraerse a unos cuantos jvenes de posicin conocida, como don Manuel Olmedo, el principal de todos por su talento y por ser el director de Calvo en calidad de secretario; don Pablo Polanco, mozo de malos antecedentes, unos jvenes Vargas y varios otros. Esta montonera haba principiado a formarse a mediados de octubre. El da 27 del mismo mes, cuando todava no contaba con muchos individuos, Calvo invadi la plaza de Curic, que no opuso resistencia por estar del todo desguarnecida. Su objetivo era apoderarse de todas las armas que hubiese en el cuartel, situado entonces en la misma plaza de armas, unido a la crcel. Se apoder, pues, de todos los sables, fusiles y municiones que su gente pudo llevar consigo; con este refuerzo de armamento, Calvo equip perfectamente su partida y la aument hasta no menos de trescientos hombres. Al partir de ese da, el jefe de la montonera comenz a recorrer el departamento en todas direcciones y a cometer todo gnero de excesos y expoliaciones, que dieron a esa agrupacin de ladrones, ms bien que defensores de la bandera conservadora, la triste celebridad que el tiempo no ha podido borrar. Los campos, las haciendas, las aldeas y ciudades sufrieron la rapacidad de estos malhechores que robaban a nombre de su partido y para socorrer a la divisin del general Prieto. Las huestes de Calvo saquearon no solamente el valle de Curic, sino que, bajando por las mrgenes del Mataquito, llegaron hasta la apartada aldea de Vichuqun. Se denominaba La montonera de Calvo Partida del alba, porque al venir el da los individuos que la componan se juntaban para ponerse a las rdenes de su comandante. En la noche se diseminaban por los caminos para sorprender a los viajeros y a los pacficos moradores de los campos. A causa de sus innumerables latrocinios, la malicia y el odio popular le daban el nombre de Partida de la escoba. Entre tanto, el ejrcito de Prieto se acercaba a Ochagava. La Partida del alba se coloc a la vanguardia. Los meses de noviembre y diciembre fueron de indecible sobresalto para los habitantes de Santiago y sus cercanas. Todos dorman dentro de la ciudad o pernoctaban en los parajes ms ocultos de los campos para no ser sorprendidos por los vndalos del Teno. El pnico se haba apoderado de todos los corazones a consecuencia de los ltimos asesinatos, saqueos y atropellos cometidos por la Partida del alba en las chcaras de Prado y de don Paulino Makensie y en las personas de don Agustn Olavarrieta, don Vicente Cruchaga y varias otras; la capital de Chile temblaba de espanto a la aproximacin de los salteadores de los cerrillos de Teno. El mismo da que los ejrcitos beligerantes se avistaron en Ochagava, se empe la batalla con marcadas ventajas para los liberales. La caballera revolucionaria fue desbaratada. Muchos grupos dispersos se incorporaron a la Partida del alba, que, abandonando cobardemente el campo de batalla, se encaminaba a Santiago mientras que los generales Lastra y Prieto se disputaban la victoria. Unida la montonera de Calvo en Santiago a una plebe fanatizada y hambrienta que gritaba: Mueran los herejes!; se entreg al pillaje y a la violencia, atacando preferentemente las casas de los extranjeros con motivo de la odiosidad que los conservadores haban conseguido infiltrar en la opinin popular. De este modo se saque el domicilio del cnsul general de Francia, Mr. de la Forest; nada escap que no fuese destruido o robado; el mismo cnsul estuvo a punto de perecer bajo el filo del pual de los bandidos: suceso gravsimo que puso en peligro la paz de la nacin y que comprometi al Gobierno en difciles complicaciones diplomticas con Francia. Sirva de ejemplo a los partidos que no reparan en los medios para obtener el triunfo de sus intereses! Sabidas por el general Lastra estas escenas de salvaje desenfreno, mand al coronel Tuper a reprimirlas con el batalln Pudeto.

Al fin, los pelucones dominaron la situacin, no por el triunfo sino por las cbalas de una poltica tortuosa que desarm a los pipiolos y burl al general Freire, nombrado poco antes como rbitro de ambos partidos. Disuelta la Partida del alba y vueltos los bandidos a sus encrucijadas de Teno, Calvo tuvo la avilantez de presentarse al Congreso de plenipotenciarios, representantes de los pueblos, pidiendo indemnizacin por los perjuicios que haba recibido con la organizacin de su partida y alguna gratificacin por los servicios prestados a la causa de los conservadores. En verdad que ello acusa, no tanto al cinismo de un aventurero que pide que la nacin le pague sus depredaciones vandlicas, sino la falta de honradez poltica del partido triunfante que, para leccin de los tiempos futuros, no lo envi a la crcel. No concluy este mismo ao de 1829 sin que otro suceso ruidoso, jams visto en Curic, viniese a perturbar el orden y el reposo de una villa de suyo tan tranquila. Dos gobernadores hubo este ao, don Jos Mara Bravo y don Jos Agustn Vergara. Durante el corto gobierno del primero, el administrador del estanco don Lucas Grez recibi algunos fusiles para defender el establecimiento de su cargo de cualquier ataque o sorpresa que intentase la partida de Calvo. Cuando el gobernador Bravo abandon su puesto, Vergara, anciano violento y verboso, mand pedir a Grez las armas que tena en su poder por creer que obraba en connivencia con la montonera de Calvo, que merodeaba esos das por Quilvo. Hizo el notificado algunas observaciones a la orden, neg el acuerdo que se le supona con Calvo y suplic que se le dejaran aquellas armas para resguardar los intereses confiados a su vigilancia. Contest el iracundo gobernador con amenazas y plazos perentorios, a los cuales replic a su vez el teniente de ministros con un mensaje tan temerario como irrespetuoso en estos tiempos en que el principio de autoridad era el primero de todos los principios: le mand decir que no le entregaba los fusiles sino las balas que haba dentro de ellos. Fuera de s el atolondrado mandatario, habl de hacer fusilar a Grez y mand tocar generala en el acto para que se reuniera el batalln cvico. Eran las dos de la tarde. A la llamada que se les hizo con tan inusitada premura, concurrieron como cincuenta cvicos que fueron puestos a las rdenes del capitn don Ignacio Vidal. Vergara dispuso que la casa del administrador del estanco se tomase a viva fuerza, se extrajesen los fusiles y se llevase a su presencia al rebelde; pero sucedi que no haba en el cuartel ni balas ni plvora. Apresuradamente se reuni el plomo que se hall a mano y la plvora del comercio para trabajar cartuchos; todo esto sera ridculo si no fuese trgico. Viva don Lucas Grez en la casa-esquina de la plaza de armas que hoy es de don Pedro Pablo Olea. Sabiendo el golpe de autoridad de que iba a ser vctima, se prepar por su parte a repeler la fuerza con la fuerza, resolucin inaudita que demuestra la ms superior energa de carcter. Reuni a sus sirvientes, deudos y amigos que en ese instante haba en el pueblo, reforz la puerta de calle con slidas trancas y distribuy a los suyos en el interior de la casa. Entre los amigos que iban a correr el mismo peligro que l, se encontraban don Francisco Prez de Valenzuela y don Manuel Arriagada, este ltimo clebre ms tarde por su heroica resistencia al autoritarismo de Irisarri. A las cuatro de la tarde llegaron los cvicos a la plaza y se les distribuy por su jefe en los puntos ms adecuados para el ataque: unos se situaron en la calle dando frente a la casa y otros en los tejados, para lo cual se haban venido por los de las casas vecinas. Tan luego como algunos soldados aparecieron en los tejados, Grez rompi sobre ellos el fuego, que contestaron los cvicos. Se trab de esta manera un combate que dur como media hora y que slo termin por la circunstancia de haber sido gravemente herido don Lucas Grez. Al atravesar un corredor, un sargento llamado Antonio Gmez dispar sobre l desde un tejado y lo hiri en una cadera. Alarmada la familia por la prdida de sangre del herido, hizo cesar el fuego y entrar a Grez al interior de la casa. Un concurso numeroso de espectadores rodeaba la plaza presenciando tan singular e inoportuna pelea. Una vez terminado el fuego, el gento se acerc a la casa y los vecinos don Francisco Muoz y don Francisco Merino se aproximaron a la puerta y por los agujeros dejados por las balas le mandaron decir que se rindiera. Huyeron los defensores de la casa por el interior del sitio, hecho lo cual, la puerta de la calle fue abierta. Se precipitaron los soldados adentro, recogieron los fusiles; pero no incomodaron a Grez, que permaneca tendido en el estrado del saln principal, desangrado, plido y exnime. Un cvico sali herido y otros contusos. El gobernador mand instruir un sumario por desacato y rebelin armada contra la autoridad; pero al ao siguiente pas el general Freire por Curic e impuesto de lo sucedido, llam a la casa en que estaba hospedado, la de don Jos Mara Labb, al gobernador de

entonces don Isidoro de la Pea y a Grez, a quien se llev a su presencia en una silla de brazos. Despus de tener una conferencia a solas con ambos, el general orden que se rompiera el proceso. Qu leccin para los ciudadanos que acatan como ley el absolutismo de mandatarios atropelladores! Para medir en toda su extensin la importancia de este incidente y sacar de l algunas consecuencias, es preciso saber cual era el rasgo distintivo del carcter curicano en sus relaciones con los magistrados locales. Por una preocupacin legada por la colonia y por estar educados en un orden de ideas polticas emanadas de un Gobierno centralizador y desptico, los pueblos estaban acostumbrados a la ms absoluta sumisin, y los gobernadores se hacan por esto los rbitros de la libertad, del derecho, del bienestar y en ocasiones hasta de la vida de sus gobernados. Un gobernador poda encarcelar, azotar y vejar a los ciudadanos; conculcar la ley y dar a sus actos la direccin ms caprichosa e inconstitucional con la seguridad de que unos aplaudiran y otros callaran. Es que en nuestras poblaciones pequeas, la vida ociosa, la falta de actividad comercial, la ignorancia, la carencia de aspiraciones y de libertad poltica dividan a las familias en bandos que se hacan una guerra de bajas intrigas, simples explosiones de rencores y venganzas personales. Estos bandos rodeaban a los mandatarios y se disputaban su voluntad y su favor. El que sala triunfante en este juego quedaba obligado a aplaudir por sistema las arbitrariedades; el otro enmudeca, temiendo los atropellos. Por qu no se haban apartado mucho nuestros antepasados de los hbitos coloniales? Por qu causa quedaban impunes los hechos brutales de los mandatarios, la prisin ilegal y la escandalosa infraccin de la ley? Sin tomar en consideracin la lentitud de las evoluciones sociales, debemos sealar como razn primordial la absorcin del poder central y como razones secundarias la dificultad de comunicacin para poner en conocimiento del Gobierno los abusos de sus agentes, y adems la falta de la palanca del progreso moderno, la prensa, implacable debelador de la tirana y eterno confidente del pueblo. Dadas estas circunstancias, el juicio severo de la historia no puede hacer otra cosa sino absolver a Grez y condenar al gobernador Vergara, que deba haber principiado por donde acab, es decir, agotando los medios pacficos y legales, como las comisiones de vecinos y los sumarios. No fue esta la ltima vez que el ruido de las armas vino a interrumpir la tranquilidad del vecindario; los derrotados de Lircay vinieron de nuevo a perturbar su sueo. Vencido el general Freire el 17 de abril, el ejrcito liberal que haba formado para combatir la reaccin conservadora se desorganiz por completo; slo la caballera se retir del campo de batalla hacia el norte, a las rdenes del coronel Viel. El 18 de abril entr este jefe con su tropa a la plaza de armas de Curic, los soldados acamparon dentro del recinto de sta y los oficiales se hospedaron en casa del capitn retirado Jos Mara Tenorio, en el costado norte de la misma plaza. El batalln cvico que se haba reunido al saberse la aproximacin de la caballera de Viel, huy hacia el poniente de la poblacin con su comandante Daz a la cabeza. El gobernador de la Pea, quizs por sus antiguas relaciones con Freire, se ocult para no verse en la precisin de atacar o negar los auxilios necesarios a la caballera derrotada; mas, al concurrir los oficiales a su casa en busca de una orden para proveer de alimentos a sus soldados, la esposa del gobernador, doa Columbina Torrealba, se la dio para que el comerciante espaol don Manuel Mrquez entregara el charqui y dems provisiones que fuesen menester. El mismo da 18, siguieron su retirada por el camino del norte para dirigirse a la costa. Los cvicos salieron tras ellos y ocuparon el cerro para hacerles algunas descargas. Al ver el coronel Viel esta actitud, destac algunos individuos de su tropa y los mand avanzar hacia los cvicos, los cuales se desbandaron precipitadamente a conocer las intenciones de los de caballera. El jefe de la caballera de Freire se encamin a la aldea de Santa Cruz, de nuestro departamento, donde intent cerrarle el paso el subdelegado y comandante del escuadrn de aquel lugar, un seor Formas. Pero los milicianos indisciplinados no pudieron resistir la primera carga de los soldados veteranos y huyeron en todas direcciones. Al cabo de una brillante y rpida retirada, Viel estipul un convenio con las fuerzas del Gobierno en las cercanas de Illapel, en un lugarejo denominado Cuzcuz, el 17 de mayo de 1830. Para que la situacin creada por esta serie de acontecimientos fuese ms aflictiva para Curic, sobrevinieron fenmenos naturales de funestas consecuencias, como las inundaciones de 1827 y 1828 y los terremotos de 1822 y 1835, de los cuales el ltimo derrib muchas casas y las torres de San Francisco y de la parroquia. Mayores perjuicios trajo a los habitantes del territorio de Curic la avenida de 1827. Los ros de Teno, Lontu y Mataquito y todos los esteros corran por sus cauces sin que se les

sacara mucha agua para la irrigacin artificial. Eran, por lo tanto, en aquellos aos impetuosas corrientes que en das de avenidas se convertan en turbiones gigantescos. Sin defensas que los contuvieran, salan de madre y buscaban las inclinaciones naturales del suelo para cubrir espacios dilatados de terreno y arrastrar el numeroso ganado que paca en sus riberas. La avenida de 1827 perjudic sobre todo a los propietarios de las costas, porque los esteros de esa zona aumentaron su caudal de agua de una manera asombrosa. El estero de Nilahue solamente arrastr en sus hondas miles de animales vacunos y lanares. El Mataquito creci tanto que sus aguas esparcidas por el valle que les sirve de lecho produjeron una verdadera catstrofe, destruyendo viviendas y terrenos, arrastrando hombres y ganados. A los indios de Lora, cuya ranchera estaba situada en parte sobre la margen derecha del ro, les arrebat nada menos que un tercio de su histrica reduccin, y contribuy por este motivo a que la anarqua se produjera entre ellos, pues reclamaron ante la justicia ordinaria, representados por Fernando Millacura, de las retenciones indebidas del cacique Juan Maripangue10. La avenida de 1828 y las posteriores de 1845, 1849 y 1856 aumentaron especialmente la rpida corriente del Teno, que arrebataba a los bosques sus rboles seculares y a las haciendas riberanas sus ganados y hasta las chozas de sus inquilinos, quizs con sus moradores. Estas frecuentes y prolongadas inundaciones hacan ms triste y montona la vida de los pueblos, porque los aislaba. Curic, por ejemplo, tena durante los inviernos un aspecto extremadamente sombro: no se oa otro ruido que el del agua que caa de los tejados y del norte que azotaba los pobres edificios; el canal del pueblo, buscando el desnivel del suelo, se vaciaba como un torrente por la alameda, entonces un llano, y por las calles, no empedradas an, del estado, de San Francisco y Villota, lecho esta ltima de las aguas del canal en circunstancias normales. Por lo dems, reinaba una soledad absoluta; sin una puerta abierta, sin una persona visible. Con semejantes obstculos, fcil es comprender lo lenta que sera en general la marcha del adelanto. En efecto, la agricultura no haba experimentado una mejora sensible, y segua ms o menos en el mismo estado del tiempo de la colonia; no se haban introducido nuevos tiles de labranza y todava se usaban palas y arados de espino; como no se haban abierto canales, inmensas extensiones de terreno permanecan incultas; la mayora de los fundos eran de secano. Sin mercado accesible a la exportacin, fuera del Per, y con el subido valor del transporte a lomo de mula, la produccin agrcola y su valor eran insignificantes. Una fanega de trigo vala cincuenta centavos, un buey gordo ocho pesos y una cuadra de tierra veinte pesos, citando para esto nicamente las producciones tpicas de nuestra agricultura y el elemento principal que las produce. La industria fabril permaneca todava en el departamento en estado rudimentario. Las fbricas de vinos y aguardientes, los molinos, las teneras o curtiembres y las salinas de la costa no haban adelantado casi nada, ni en nmero ni en calidad. No se haban establecido otras nuevas industrias que pequeas elaboraciones de jabn y velas de sebo. La alfarera continuaba siendo una miserable industria indgena a pesar de haber hecho algunos adelantos en la fabricacin de grandes tinajas para los licores. Aunque la villa obtuvo el 10 de agosto de 1830 el ttulo de ciudad y capital de Colchagua, que llev hasta 1840, el adelanto material no se impulsaba ni por parte de la iniciativa particular, ni por parte de la autoridad local. La plaza de armas tena el aspecto de un potrerillo, y para que la semejanza fuese ms completa, los asnos de los leadores y los caballos de los vecinos pastaban en ella. No se vea un solo arbusto, excepto uno que otro raqutico espino que la incuria de los gobernantes dejaba crecer. La alameda era un llano pedregoso; por el oriente la limitaba una serie de potreros y por el poniente una que otra casa y muchos solares mal cerrados que se avanzaban hacia el centro dndole una forma irregular, sobre todo en las dos cuadras del norte. No haba muchas casas dentro del rea de la poblacin; en cambio los solares escuetos o cerrados con cerca de espino abundaban. En 1835 existan en Curic 104 casas, y comprendidas en ellas o independientes, 122 piezas redondas o sin comunicacin interior. Los solares abandonados se pedan al cabildo que expeda el correspondiente ttulo de propiedad, a condicin de ser edificados. Para dar una idea del movimiento comercial de esta poca, basta consignar un dato estadstico: haba en la poblacin 28 tiendas y 36 bodegones, que pagaban una contribucin mensual de dos reales las primeras y uno los segundos. Acerca de las rentas de la villa, de sus gastos y servicios pblicos, nos da suficiente luz el presupuesto que sigue: Presupuesto del Gasto Mensual del Departamento de Curic que Francisco Donoso como Teniente de M. Ms. en l forma (de orden del Seor Intendente de esta Provincia de Colchagua) en

unin del Seor Gobernador interino Don Jos Mara Merino y Comandante de Guardias Nacionales de Infantera don Jos Mara Labb, del tenor siguiente: El capitn de infantera de lnea, don Cayetano Figueroa, destinado a la instruccin de guardias nacionales de esta ciudad, con el sueldo ntegro: 48 pesos. Sargento mayor, don Andrs Pavez, como agregado a plaza: 40 pesos. Capitn, don Jos Mara Tenorio: 24 pesos. Sargento de compaa, Mariano Navea: 7 pesos 4 reales. d., Fernando Morales: 7 pesos 4 reales. Dos soldados: 10 pesos. Para el pago mensual de un piquete de veinticinco hombres de Guardias Nacionales que, para la seguridad de este pueblo, su armamento y presidio, est ordenado por el seor Intendente de la Provincia: 105 pesos. Espionaje para los tres caminos, de ultra-cordillera del departamento, que son: Teno, Planchn y Potrero Grande; se regulan dos hombres para cada camino, a 10 pesos cada hombre: 60 pesos. Una arroba de charqui a cada uno de los seis, a 10 reales arroba: 7 pesos, 4 reales. Seis almudes de trigo a cada uno, a seis reales fanega: 2 pesos, 2 reales. Un real diario para el alumbrado de la crcel y el cuartel: 3 pesos, 6 reales. Segn queda demostrado asciende el gasto mensual de este departamento a trescientos once pesos seis reales. Curic, 3 de diciembre de 1831. Jos Mara Merino.- Jos Mara de Labb.- Francisco Donoso.

Desde 1836 se inicia un perodo de mayor desenvolvimiento, debido en primer lugar a la accin misma del tiempo y enseguida a la apertura de canales, mejoras de las vas pblicas y aumento de la poblacin, y por ltimo a la regularidad que en los servicios introdujeron la Constitucin de 1833 y las leyes y disposiciones supremas que le siguieron.

Captulo XI Irisarri.- Sus adelantos locales.- Proceso de don Manuel Arriagada.- Sus antecedentes.- Su absolucin.- Persecucin a los clrigos.- Proceso del clrigo Alvarado.- Las elecciones de 1836.- Prisiones.- Proceso de don Lucas Grez y su esposa.- Don Francisco Javier Moreiras.La recluta de 1837. Bien pronto deba alterarse la paz que haba comenzado a reinar en los hbitos de la villa despus de los estrepitosos acontecimientos de que hemos hablado en el captulo anterior. Un hombre de las ardientes latitudes de los trpicos, arrastrado a nuestra tierra por las esperanzas de lucrativas negociaciones agrcolas, deba interrumpir esa calma social: don Antonio Jos de Irisarri. Dueo de la hacienda de Comalle, mediante una compra muy ventajosa hecha en 1834 a doa Teresa Barahona, madre y curadora de su hijo menor, don Pedro Villota, se le nombr, como vecino de ms influjo, subdelegado de aquel lugar, que corresponda a la 3. seccin rural del departamento de Curic. Comalle est situado como a cuatro leguas de Curic, cerca de Rauco, antiguas rancheras de indgenas, y de la hacienda de Teno, de que ya hemos hablado11. Su carcter acostumbrado a las luchas de la poltica y sus relaciones de Santiago, lo llevaron en breve, marzo de 1835, a ocupar el puesto de gobernador de Curic y poco ms

tarde, a fines de 1836, a la primera categora administrativa de la provincia de Colchagua, a la intendencia. Naci en Santiago de Guatemala y descenda de un acaudalado comerciante que haba dejado en Mxico y el Per crecidas sumas en los comienzos de este siglo, razn por la cual tuvo que trasladarse a Lima en busca de esos crditos y de all a Chile, adonde lleg en 1809 con un rico cargamento de ail. Cas en Santiago con doa Mercedes Trucios y Larran, heredera del mayorazgo de Trucios, fundado en la Paz de Bolivia y cobrado por Irisarri poco antes de venirse a Curic. Poco despus de casado, estall la revolucin de la independencia, en la cual tom una participacin tan activa como principal en favor de su nueva patria. Fue comandante de la guardia nacional, intendente de Santiago y director supremo desde el 7 hasta el 14 de marzo de 1814. En 1817 se le nombr primer ministro de estado y enseguida ministro de Chile en Buenos Aires, Londres y Francia. Llev entre otras comisiones a Europa la de levantar un emprstito de cinco millones de pesos para subvenir a las necesidades de la naciente repblica. No era, pues, una mediocridad el mandatario que vena a regir los destinos del departamento; al contrario, posea una cultura intelectual muy superior a cuantos lo haban precedido en el mando y a cuantos formaban en aquel entonces la porcin ms respetable y adelantada de la sociedad. Con la ilustracin y experiencia de los viajes, con un entendimiento claro y un juicio penetrante y hbil, cmo poda tener iguales en un apartado rincn de provincia donde la vida estaba circunscrita a la engorda, a las prcticas religiosas y a las rencillas lugareas? Este escritor, mercader, diplomtico y periodista distinguido, en otro centro de poblacin ms civilizado, habra sido un magistrado til y laborioso; pero en Curic, sin vallas para el clculo egosta, ni para los caprichos de un espritu fro y aventurero, su autoridad tuvo que degenerar en violento despotismo. Tan pronto como se hizo cargo de la administracin, Irisarri not que los servicios locales ms indispensables no existan en nuestra poblacin y que si haba algunos, distaban mucho de ser tiles a la comunidad por lo defectuoso y deficiente de su organizacin. Se consagr, pues, desde luego a la noble labor del adelanto local. Fuese por calculada previsin para su poltica posterior, fuese simplemente por hacer una mejora que en realidad harto se necesitaba, desde el primer momento emprendi algunos trabajos para ensanchar y dar mayor seguridad a la crcel pblica, en psimas condiciones de aseo y en estado ruinoso desde el terremoto de febrero de ese mismo ao, 1835. Siendo adems de construccin muy antigua y estando mal resguardada, las evasiones en masa se repetan con mucha frecuencia, y a veces suceda que los mismos alcaides tomaban parte en ellas. As, en 1833 se fug Pedro Pablo Polanco, el mismo oficial de la partida de Calvo, con varios reos y el alcaide; en 1834 se escap tambin con el alcaide el famoso bandido de Teno Benito Cornejo. Irisarri puso trmino a este desbarajuste. Su segunda medida, correlativa a la anterior, se encamin al establecimiento de un cuerpo de polica, de que careca por completo la villa. Hasta entonces, la guardia de la crcel haba atendido al orden pblico. Se siguieron a estas otras medidas de no menor importancia, tanto por lo nuevas como por lo tiles, entre las cuales se contaban las primeras gestiones que hizo para rectificar el camino llamado De la frontera; ste pasaba por el oriente del pueblo y no por sus inmediaciones o dentro de l, causando con ello un grave perjuicio al comercio. Trat de establecer la instruccin primaria en el departamento, dict algunas rdenes para asegurar la moralidad en las diversiones populares y decret la unificacin en el sistema de pesos y medidas. En cuanto a este servicio, reinaba un verdadero embrollo, pues se usaba todo gnero de monedas y medidas, desde la plata de cruz, que no tena una forma circular, hasta las balanzas de madera con piedras de distinto peso. Semejante libertad, como se comprender, embarazaba sobre manera las transacciones al pormenor. Reglament el beneficio de animales y prohibi que se hiciera dentro de los lmites urbanos, en grandes cantidades como en matanzas de campo. Antes beneficiaba animales el que deseaba hacerlo, sin someterse a ninguna vigilancia ni pagar contribucin de ninguna clase. Para lo sucesivo se impuso un pequeo impuesto de matadero y mercado a las carnes muertas o dedicadas al consumo diario de la poblacin. Prohibi igualmente que se mataran animales cerca de los corredores de la crcel que servan de plaza de abasto. La caada fue objeto tambin de su primera atencin y ejecut en ella algunos trabajos que sirvieron de base a su posterior y total arreglo. Por primera vez se someti adems a la consideracin del cabildo la idea de trasladar el cementerio a las afueras de la poblacin. Su anhelo por conseguir el ornato del pueblo y mejorar la higiene local en una poca en que el gusto artstico y el saneamiento de las poblaciones eran casi desconocidos, es un ttulo suficiente para colocar a

Irisarri en el rango de los administradores activos y previsores. Como hombre de ilustracin, no descuid tampoco otro servicio que en Curic no se conoca: el archivo de las piezas oficiales12. Pero muy pronto tuvo que interrumpir esta serie brillante de reformas administrativas para dedicarse a procesos polticos. En el primer semestre de 1836, trabajaba todava en asuntos meramente administrativos, como el estudio de un emprstito de seis mil pesos, el buen servicio del canal del Teno, la estadstica comercial y rol de contribuyentes, cuando el 24 de junio fue denunciado por el inspector del primer distrito de Comalle, don Diego Vicua, un agente de pleitos llamado Manuel Arriagada, muy conocido en Curic y en todo el departamento, como promotor de una conspiracin contra el Estado y la persona del gobernador. Desde este momento Irisarri perdi la calma y dando de mano a todo otro negocio, se dedic exclusivamente a la tramitacin de procesos y persecucin de sus enemigos, abriendo de este modo uno de los perodos ms tristes de nuestra Historia local, en que el cohecho se elev a la categora de un trmite usual y corriente; en que la ley se violaba con la mayor impudencia y las iras de un potentado convirtieron en cmplices medrosos a buenos y honrados vecinos: fue un perodo de gran perturbacin social que influy en el fusilamiento de Portales. Acusaba el asustadizo juez de campo a don Manuel Arriagada por denuncios que le haba hecho el mismo yerno del gobernador Irisarri, el ingls don Jorge Smith, quien haba sabido la existencia de la conspiracin por revelaciones de un campesino llamado Jos Pereira, el cual a su vez, haba odo hablar de ella a otro cuyo nombre era Toms Morales. Sin prdida de tiempo orden el gobernador de Curic que se instruyera el sumario correspondiente. Declararon algunos testigos contra Arriagada diciendo que haban sabido los planes del conspirador, de odas nicamente y no porque los hechos les constaran de un modo positivo; otros lo hicieron de una manera vaga e inconsciente. Ms explcitos en sus deposiciones fueron dos cuados de Arriagada, de apellido Iturriaga, y descendientes de don Francisco de Iturriaga que no negaron haberlo odo desarrollar un proyecto de levantamiento que tena pensado. De las exposiciones de los testigos resultaba que el plan revolucionario de Arriagada consista en formar una guerrilla de 200 hombres con 300 pesos que proporcionara al efecto don Lucas Grez; en levantar los cuerpos de caballera cvica del departamento por medio del jefe del escuadrn de Curic, don Jorge Miguel Valenzuela, y los oficiales de su dependencia, y en pedir su cooperacin, segura de antemano, a los pueblos de Talca, San Fernando y Rancagua. Luego que el movimiento hubiese alcanzado esta extensin, entrara a dirigirlo don Ramn Freire, que vena ya en marcha de su destierro hacia el sur de Chile. Don Lucas Grez, que aparece mencionado en las declaraciones de los testigos, llamado a presencia del juez de primera instancia a confesar su participacin en los planes de revuelta, declar que ignoraba cuanto se le preguntaba de tan extraa como descabellada sedicin; con igual sorpresa declararon otras personas llamadas de seguro por rdenes de Irisarri, entre quienes se contaban los seores Andrs Merino, Baltazar y Manuel Olmedo. Arriagada andaba mientras tanto prfugo por la costa de Colchagua. Intiles pesquisas haban hecho los agentes de Irisarri para aprehenderlo. Por fin, el perseguido se present espontneamente a las autoridades de San Fernando, temiendo los desmanes de aquellos y la odiosidad del omnipotente gobernador de Curic, quien haba ordenado llevarlo a su presencia vivo o muerto, frmula con que se mandaba perseguir a los ms grandes criminales. Llamado a prestar su declaracin, dijo que todos los planes sediciosos de que se le crea autor traan su origen de una simple conversacin que haba tenido en casa de Toms Morales con Juan Antonio Iturriaga, viejo montonero patriota, y Toms Paredes acerca de poltica general y a propsito de un impreso que llevaba consigo, titulado Paz Perpetua. Sin salir del tono de buen humor dado a la conversacin, traz un plan poltico y administrativo que distaba mucho de parecerse a las insinuaciones, siempre cautelosas, de un conspirador. Se supona en esas bromas Presidente de la Repblica y con el poder de tal, dictaba algunas leyes tributarias que gravaran a los vecinos ms ricos del departamento; lo que produjeran estas contribuciones sera para servicios pblicos una parte y la otra para don Lucas Grez y los oyentes, que por este medio deban mejorar la fortuna y salir de la pobreza en que se encontraban. Arriagada qued preso en el cuartel del batalln de San Fernando mientras se sustanciaba el proceso, y en octubre de este mismo ao el fiscal evacu su dictamen considerando el asunto muy nimio y pidiendo la absolucin y libertad del reo con relegacin fuera de Curic por el trmino de cuatro aos. El juez absolvi al reo y fij la relegacin fuera

del departamento en ao y medio, en atencin, deca la sentencia, a las circunstancias polticas del pas13. Preciso es conservar con fijeza en la memoria este primer proceso y a su valiente protagonista, porque de ellos arrancan su origen los acontecimientos posteriores que llevaron el luto al seno de numerosas y distinguidas familias y ensangrentaron la plaza de este pueblo con la sangre de tres caballeros del departamento. Arriagada era originario de la costa de Colchagua, de familias de una condicin muy expectable, y estaba relacionado por afinidad con los Iturriagas, antiguos fundadores de Curic. Se ocupaba en la defensa de pleitos que haca en toda la provincia, Curic, Santa Cruz, Vichuqun, San Fernando y Rengo, y que le confiaban con mucha frecuencia sus amigos y sus parientes, stos muy numerosos y honorables en nuestro departamento. Lo adornaban escogidas prendas personales: nimo resuelto y levantado, carcter expansivo, jovial y atrayente; festivo hasta el retozo, nunca dejaba de molestar a sus enemigos con la stira punzante y el dicho intencionado. Fueron sus caractersticas invectivas contra el gobernador extranjero, tanto o ms que sus intenciones de conspirador, las que lo precipitaron al abismo y despertaron en el alma de Irisarri sus pasiones violentas y lo lanzaron a la primera aventura de los procesos polticos, que hicieron en sumo grado odiosa su administracin. Arriagada tena una inteligencia despejada, aunque sin otro cultivo que el escaso que en aquel entonces se reciba en los pueblos de provincia. Su conducta fue siempre correcta, en la intimidad de su hogar, en el desempeo de sus encargos judiciales y en sus relaciones con los dems. Su pasado no estaba desprovisto de servicios prestados a la patria: haba sido uno de los organizadores y uno de los ms bravos soldados de aquellas guerrillas patriotas que se formaron en la costa de San Fernando y Vichuqun para cerrar el paso a las columnas derrotadas en los campos de Maipo. En suma, Arriagada con sus amigos era el hombre ms suave, tratable y decidido y con sus adversarios resuelto e incontrastable. Puesto en libertad, el agente de pleitos volvi de nuevo al ejercicio de su profesin y a su trato ntimo y alegre con los propietarios de la costa, sin sospechar siquiera que su presencia en aquellos lugares iba a ser causa del dolor de muchos corazones y del luto de muchas y respetables familias. Pero antes de ocuparnos de la narracin de esos acontecimientos tan trgicos, veamos en qu se ocupaba Irisarri despus del proceso de Arriagada. Fcil es inferirlo, porque toda pendiente es resbaladiza para los mandatarios que, movidos por la suspicacia y el temor infundado, se entregan a las persecuciones irreflexivas; se ocupaba en levantar otros procesos. Coincidieron con el de Arriagada los procesos que mand instruir al cura del Peralillo, don Juan Ignacio Lpez, a quien acusaba de ebrio, tahr e inmoral, y al presbtero septuagenario don Juan Flix Alvarado, por una conversacin sediciosa. Irisarri que gobernaba en nombre de una administracin conservadora, fue entonces el ms descomedido enemigo de curas y frailes y el que ms rebaj el prestigio de los encargados de moralizar al pueblo, vejndolos y despreciando las prcticas del culto que predicaban. Adems de estos dos, persigui enseguida y redujo a prisin al cura de Nerquige, don Jos Mara Silva, y al de Quiage, don Rafael Quintn Muoz. La orden con que se mand aprehender al primero deca que lo tomasen aunque se halle loco o enfermo, prueba evidente de que Portales quera implantar en las provincias el absolutismo y el gobierno personal y de que los principios no dirigan los actos de los mandatarios locales, sino las circunstancias y el capricho, sobre todo de Irisarri, que tena el egosmo de los grandes caracteres14. El verdadero delito de estos clrigos era no ser adictos a la poltica del Gobierno. Don Juan Flix Alvarado, el clebre guerrillero patriota de 1816, tena particular aprecio por el general Freire. Esta sola circunstancia bastaba para perderlo en el concepto de Irisarri, ya por el aborrecimiento que profesaba al ms glorioso y simptico de los capitanes formados en la guerra de nuestra emancipacin, ya por halagar las pasiones del poderoso Portales, que deba nombrarlo bien pronto ministro plenipotenciario de la expedicin al Per. Ello es que al clrigo Alvarado se le condujo a la crcel por habrsele supuesto una conversacin subversiva contra Portales y el Presidente de la Repblica. Delat al presbtero un agente de pleitos llamado Francisco Bretn, a quien Irisarri haba dado el ttulo de fiscal, instrumento obligado de todas estas causas polticas y la figura ms repulsiva por sus ruines procedimientos de cuantas aparecen con desventaja en estos atentados contra la justicia y la ley. Por mera frmula de trmite forense, hizo Irisarri arrestar al espa en el cuartel cvico, de donde sali en breve, en calidad de reo que tena el pueblo por crcel. Al clrigo se le carg todo el peso de la ley y de los detalles carcelarios de la poca. No obstante, las autoridades judiciales de la cabecera de la provincia lo absolvieron, sin otra pena que someterse antes de

su excarcelacin a las amonestaciones del gobernador. El cura Lpez del Peralillo sincer asimismo su conducta de los cargos desdorosos acumulados contra l. Las elecciones de Presidente de la Repblica verificadas en 1836, vinieron a distraer la actividad y las facultades verdaderamente excepcionales de Irisarri en otro gnero de atenciones. Portales lo llam a Santiago y le dio rdenes para que se hiciera en Curic la reeleccin del general Prieto, siguiendo la poltica represiva y desptica que el omnipotente ministro haba implantado como sistema de gobierno. Irisarri exigi para llegar al logro de los deseos del superior, la separacin de Curic de los vecinos don Pedro Silva y Pizarro, don Manuel Merino y don Jos Ignacio Ruiz, a lo cual contest admirado Portales: Cmo!, es a un don Jos Antonio Irisarri a quien le faltan medios para hacer salir del pueblo a esos individuos?. La sentencia estaba firmada. Estos caballeros pertenecan al cabildo: Ruiz, como alcalde de primer voto; Silva y Pizarro, de segundo; y Merino, regidor decano. De ah provena que el gobernador los temiera, por cuanto no le pertenecan, y quisiera suplantarlos porque en manos de ellos estaba la eleccin. Un pretexto cualquiera, que nunca faltaba a la inventiva fecunda de Irisarri, sera suficiente para anularlos. Luego se present, enteramente a satisfaccin del reconcentrado mandatario. Llevado un da a la crcel un curandero del pueblo por haber maltratado a su mujer, le hicieron algunos jvenes bromistas un escrito en verso que present al juzgado de primera instancia, desempeado accidentalmente por el regidor Merino. Llam ste al detenido y lo reconvino por su falta de respeto al juzgado, proveniente ms que de la malicia, de la supina ignorancia del reo; pero el secretario del juez, don Juan Esteban Muoz, joven retozn y alegre, puso una providencia en verso tambin. Corri el escrito de mano en mano hasta que cay en las de Irisarri. Al punto fueron llevados a la crcel don Jos Ignacio Ruiz y don Manuel Merino y trasladados enseguida a Santiago, al primero por abandono de sus funciones y al otro por faltar a las conveniencias de respetabilidad de que debe estar rodeado el tribunal de la ley. Silva y Pizarro, previendo que poda correr la misma suerte de estos dos funcionarios, pretext una grave enfermedad hasta que las elecciones pasaron. As respetaban las libertades polticas el dictador Portales y sus satlites de provincia15. Concluidas las atenciones de la eleccin, el inexorable magistrado local continu con ahnco en su tarea predilecta de los procesos. Ms que a los procesos que hasta aqu hemos examinado, atenda Irisarri la marcha del que desde los primeros meses de 1836 se le segua por su orden a don Lucas Grez. Era este caballero, como lo hemos visto anteriormente, uno de los vecinos ms honorables de la sociedad; hombre por otra parte de notable firmeza de nimo: altivo, independiente y resuelto hasta ser temerario, no perteneca a esa clase de espritus dbiles, conciencias elsticas, susceptibles de amoldarse a los caprichos y miras, no siempre levantadas y juiciosas, de los malos gobernantes. El influjo que Grez tena en el pueblo, las circunstancias de ser liberal y cierta malquerencia de Irisarri, crearon para ambos una situacin difcil y antagnica, no ocasional y pasajera, si se atiende a la energa de estos dos caracteres extraordinarios, sino permanente y adems amenazadora para el que posea menos medios de hostilidad y defensa. El gobernador principi por destituir a Grez de su puesto de administrador del estanco. Mas, el obstculo no estaba del todo barrido; aqul quera despejar por completo el camino para obtener mejor xito en su intento de predominio poltico y administrativo y lo mand procesar y encarcelar por estos hechos, evidentemente exagerados o inexactos: 1.: Desfalco en la tenencia de ministros; 2.: Proteccin a los bandidos y robo de un caballo; 3.: Intento de salte a don Manuel Mrquez y a don Jos Agustn Vergara; y, 4.: Rebelin armada contra la autoridad legtimamente constituida en 1829 16. Al cabo de una larga prisin, de trmites interminables y vejaciones sin nmero, obtuvo su libertad, y su honra en virtud de una sentencia absolutoria pronunciada por la Corte Suprema el 23 de julio de 1837. A los padecimientos propios, tuvo que agregar don Lucas Grez la terrible amargura que experiment por la prisin de su esposa, la seora Leonor Baeza, decretada en marzo de 1837, cuando la fiebre de las persecuciones y de los procesos, que trastornaba el corazn y el cerebro del mandatario extranjero haba llegado a su mayor altura. Anticipemos este suceso a los acontecimientos que le son coetneos. Hemos visto que Irisarri persigui y vej al anciano clrigo Alvarado por una simple conversacin; la lgica de las cosas deba arrastrarlo ms lejos todava: perseguir a una seora por una sola palabra, que, si bien era vulgar y dura, estaba perfectamente justificada en una esposa que ve ultrajado y preso en un inmundo calabozo al partcipe de su existencia. Un da la seora Baeza calific al odiado mandatario y a su crculo con una spera y libre expresin

vertida en la intimidad de los suyos y en la confianza de la amistad. Lo supo Irisarri; pues, cuando el despotismo y el terror asientan sus reales en un pueblo, nunca faltan ni los espas oficiosos ni las almas apocadas. Desde ese momento la digna y animosa matrona estaba perdida. En diciembre de 1836, Irisarri haba hecho nombrar intendente interino a don Francisco Javier Moreiras. Indistintamente actuaban uno y otro, segn conviniera a los manejos del primero. Quizs por condescendencia ingenua y no por mala fe; por falta de conocimiento del corazn humano y de perspicacia para penetrar los propsitos de Irisarri y no por ruines y pertinaces odiosidades individuales; quizs por obtener el logro de apetecidas distinciones de lugar, antes que por los mviles de lucro, Moreiras acept aquel puesto y se hizo el amigo complaciente del funcionario a quien entr a reemplazar. No ha faltado algn historiador que haya deprimido las condiciones morales de este personaje. Agradable deber es rectificar con mejores datos la verdad histrica. Moreiras no fue un hombre malo; fue un hombre sugestionado por la astucia y las combinaciones maquiavlicas de Irisarri, como muchos otros que figuran en estos dramticos episodios. Le cupo a Moreiras desempear el papel de iniciador del proceso de la seora Baeza, de seguro por consejo del intendente propietario, que en todo caso tena de hecho el mando y la iniciativa. Bretn fue el fiscal, como haba sido en la causa del clrigo Alvarado el delator y en la de don Lucas Grez el ms noticioso testigo, pues para desempear tan mltiples ocupaciones lo haba nombrado y tal vez estipendiado Irisarri. Se coloc a la noble vctima en un calabozo de la crcel en que se guardaban los instrumentos de tortura: la escalera y el ltigo, los grillos y el ensangrentado bando de los ajusticiados. Pero, se veng la seora de tan sangriento ultraje lanzando en ms de una ocasin a la frente de Irisarri, en los comparendos, reproches dursimos, palabras hirientes que lo exasperaron hasta el punto de amenazarla con los grillos del criminal y la mordaza del ebrio. Al fin se le puso en libertad despus de la sentencia del consejo de guerra, en abril de 1837. Lo absurdo de la conducta de Irisarri en este proceso es en extremo evidente. En efecto, cmo poda creer el experto y malicioso intendente propietario que una palabra de una mujer irritada poda trastornar la tranquilidad pblica? A qu fin obedeca? Naturalmente se infiere que al deseo de vengar en la esposa los agravios del marido. A principios de 1837, nombrado ya Irisarri de intendente y en todo el auge de su poder omnmodo; se ocupaba, adems de los procesos, en reunir reclutas y elementos para la expedicin chilena que luego deba salir al Per a derribar la confederacin del mariscal Santa Cruz. El ministro Portales se haba propuesto sacar de la provincia de Colchagua, especialmente de Curic, mil hombres escogidos. Colchagua era la proveedora de los ms bravos y giles soldados de caballera en pocas de guerra, como lo haba probado en las campaas de la independencia. Dada la deferencia de Irisarri por aquel ministro, no es difcil calcular el empeo que pondra en sobrepasar a los deseos de su jefe y protector. Efectivamente, promovi suscripciones en este vecindario y en las subdelegaciones rurales; movi con notas apremiantes la indiferencia de los subdelegados y el celo de los curas y estableci una recluta general en toda la extensin de la provincia. Los campesinos detestaban el servicio de las armas, por temor en primer lugar, y despus por ese amor entraable que nuestra gente de campo tiene al lugar natal y al cortijo donde se ha deslizado su existencia. Tal era la aversin a la carrera militar, que se heran para imposibilitarse, como sucedi aqu en Curic una o dos veces con reclutas que se disparaban tiros en las manos y que Irisarri mand procesar y castigar con toda severidad para evitar el mal ejemplo. El alistamiento voluntario era, pues, casi nulo, por lo que hubo de recurrirse al forzoso, confiado al teniente don Andrs Gazmuri y llevado a trmino con todo el aparato y violencia de una persecucin a bandoleros. Los campesinos de la costa de Curic principalmente, llegaban amarrados y por centenares al campamento de las Tablas, en que se encontraba el ejrcito. Los clculos de Portales quedaron cumplidos con exceso.

Captulo XII Conspiracin de Arriagada.- Se denuncia al mayor Valenzuela.- Sale Irisarri de Comalle en su persecucin.- Vuelta de Irisarri.- Sus relaciones con la sociedad.- La conspiracin de la costa.-

Los delatores.- Las prisiones.- El proceso.- El consejo de guerra.- La sentencia.- Mviles de Irisarri.- En capilla.- Se pide indulto a Portales.- La ejecucin.- Irisarri la presencia desde una esquina de la plaza.- La esposa de Valenzuela.- Muerte de Portales.- Carrera de Irisarri.- La tranquilidad. Durante el tiempo que estuvo preso en San Fernando, don Manuel Arriagada haba contrado algunas relaciones con dos o tres oficiales y el brigada del batalln cvico de aquel pueblo, llamado Jos Antonio Pinto. Esta amistad se estrech ms an cuando el primero obtuvo su libertad. Arriagada era hombre persuasivo, valiente en sumo grado y tenaz en la ejecucin de sus proyectos, y como tal, bien pronto puso de su parte sus proyectos, y como tal, bien pronto puso de su parte a los oficiales y al sargento Pinto, a quienes habl en ms de una ocasin del odiado intendente Irisarri. Fogoso como era, de las maldiciones y protestas pas a la revelacin de sus planes revolucionarios contra Irisarri, aprobados por sus confidentes comprometidos a secundarlo. Consistan esos planes fantsticos y casi pueriles de sedicin, en deponer por las armas al aborrecido mandatario y en asaltar en el camino del sur a un habilitado militar que deba conducir al ejrcito de la frontera algunos caudales. Pinto lo denunci al mayor del cuerpo don Ramn Valenzuela. Mandaba el batalln de San Fernando el distinguido coronel don Pedro Urriola, que ms tarde fue jefe del batalln Colchagua en la expedicin al Per y que en 1851 muri en Santiago en el levantamiento del Valdivia. No se atrevi Valenzuela a poner en su conocimiento la delacin, como era natural y de estricto deber militar, convencido de que el cuerdo y pundonoroso coronel no dara importancia a los sueos de un irritado y pobre preso, ni a los chismes de cuartel de un infeliz brigada. Se dirigi, por consiguiente, a la hacienda de Comalle, donde se encontraba a la sazn el intendente Irisarri. ste, que tema al animoso Arriagada y que andaba, viendo conspiraciones hasta en las palabras de los frailes, crey sin vacilar los cuentos exagerados que por obtener sus favores le llev el mayor del batalln de San Fernando y tom en consecuencia medidas apremiantes para conjurar el peligro que lo amenazaba. Llam al juez de la provincia don Andrs Torres, que se encontraba en Curic, y a su secretario privado don Jernimo de la Rosa, joven argentino a quien confiaba Irisarri sus secretos por creerlo poco interesado en estos asuntos, en atencin a su carcter de extranjero. Arm a sus inquilinos y sirvientes y juntndolos a la tropa veterana que el teniente Gazmuri tena ocupada en la recluta y a los soldados novicios recin recogidos en los campos vecinos para los tercios destinados al Per, sali aparatosamente para San Fernando en la noche del 22 de enero de 1837 en busca del terrible Arriagada y bien convencido de que con su aprehensin iba a descubrir los hilos de una vasta conspiracin, prxima a estallar en toda la provincia de Colchagua y particularmente en Curic, su pueblo cabecera. Arriagada huy a Rengo al saber que un verdadero cuerpo de ejrcito vena a buscarlo, y su perseguidor regres a Curic un tanto tranquilizado con las seguridades que le dio el coronel Urriola, que no vea en tanta alarma sino las fingidas inquietudes de unos cuantos delatores adulones y los fantsticos planes de un hombre perseguido, sin recursos ni conocimientos militares, sin apoyo conocido ni la libertad de accin necesaria para obrar con eficacia. No obstante, trajo a Curic un largo acompaamiento de presos polticos que supona en trato ntimo con el prfugo Arriagada, a quien mand perseguir por otra parte con todo el inters y las precauciones con que pudiera haberse perseguido a un gran traidor o delincuente. En este pueblo encarcel tambin a los que supona de acuerdo con Arriagada y descarg su enojo de preferencia contra don Lucas Grez, al cual retena en la crcel desde tiempo atrs y supona ahora el instigador principal del infatigable y enrgico agente de pleitos. Mas, antes de continuar la narracin de estos acontecimientos y de llegar a su triste desenlace, examinemos el estado de la sociedad con respecto a sus relaciones con el intendente propietario. A Irisarri se le aborreca casi de una manera ostensible. Varias causas haban contribuido a ello, tales como el odio mal disimulado que profesaba a los pipiolos o liberales, las persecuciones de que se vala como medio ordinario de venganza, los vejmenes inferidos a muchos vecinos en las elecciones de Presidente, el sistema de espionaje que estableci en la provincia y ejerci l mismo en persona y sus cualidades de funcionario pblico, que eran tan extraas como las morales. En el trato con sus gobernadores se mostraba terco, iracundo, caprichoso e indiferente hasta el desprecio, pues sola contestar a los que lo hablaban en su despacho sin tomarse la molestia de mirarlos 17. Su aspecto exterior no causaba tampoco una sensacin de simpata: bajo de estatura, sin ser gordo ni delgado; rostro

duro y afeitado, nariz aguilea, mirada viva y escrutadora y cejas tan pobladas que a menudo se las recortaba para hacer menos desagradable su fisonoma 18. Sin embargo a consecuencia de las facciones domsticas que dividan a las familias del pueblo y de ese rasgo peculiar de la sociedad curicana de esos tiempos, que consista en rodear a los mandatarios, en halagarlos y conquistarse su voluntad, Irisarri tena dentro de Curic el ncleo de sus fuerzas y de su apoyo. Estaban afiliados al partido oficial la familia de Muoz, uno de cuyos miembros, don Juan Esteban, serva de secretario de la intendencia; las de Moreira, Riquelme, Labb, Vidal, Figueroa y otras de menos influjo en la localidad; el cura don Jos Hevia y don Luis Labarca, se contaban entre sus amigos de toda confianza, especialmente el ltimo, que a ttulo de hacendado vecino de Irisarri, gozaba de su intimidad. Don Luis Labarca se haba establecido en este pueblo en 1827 para ejercer la profesin de agrimensor. Como no careca de ilustracin e inteligencia, desde luego entr a figurar en los puestos pblicos. Fue secretario de la asamblea provincial de la provincia de Colchagua, institucin creada durante el Gobierno federal de Blanco Encalada y que no lleg a constituirse slidamente porque el pas la rechaz. Ms tarde acrecent Labarca su influencia casndose con Doa Loreto Astaburuaga, duea de un fundo situado en Rauco, y consiguiendo traer al rico curato de este nombre a un hermano clrigo. En cambio de estas adhesiones tena en su contra Irisarri la malquerencia de los Olmedos, de los Merinos, de don Jos Ignacio Ruiz, vecino muy considerado en el pueblo, de don Lucas Grez, el ms franco, influyente y peligroso de sus enemigos, y en pos de stos se contaban sus numerosos deudos y amigos. Pero quienes componan la principal fuerza de oposicin al gobierno dictatorial del intendente propietario eran los hacendados de la costa. Figuraba entre ellos en primera lnea el coronel don Pedro Antonio de la Fuente, que ejerca un noble predominio e influencia entre los habitantes de la costa, por su cuantiosa fortuna radicada en sus estancias de la Huerta y Lora y por sus antecedentes gloriosos de viejo soldado de la independencia, compaero de Rodrguez y amigo de los Carreras y de Freire. Entre las familias que militaban de un modo franco y decidido contra la administracin de Irisarri, deben mencionarse en primer lugar las de Valenzuela, Barros y Garcs, ligadas por parentesco y amistad, y de todas las cuales y de su noble extirpe, hemos hablado en un captulo precedente. Sobresala por su fortuna y por ser la ms numerosa, la de los Prez de Valenzuela, que contaba cuatro hermanos: don Juan de Dios, don Francisco Javier, don Nicols y don Faustino Valenzuela Torrealba, y cuyas haciendas se extendan hacia Colchagua y Vichuqun, con los nombres de Alcntara, Pumanque, Paredones, Bolleruca y San Antonio. La familia de los Barros se compona de cinco hermanos que se llamaban don Manuel, don Francisco, don Juan Fernando, don Eusebio y don Jos Antonio. Sus propiedades estaban situadas al poniente de las serranas de Caune, en el departamento de Vichuqun, y se denominaban las ms importantes Ranguil, Patacn y Catemu. Don Eugenio y don Juan Ramn Garcs, descendientes de los Garceses Marcilla, tenan sus haciendas en el Peralillo, en la Huerta y en Peteroa. Aunque jvenes todava, no carecan de la popularidad que de ordinario adquiere en nuestros campos la aristocracia territorial. En connivencia con las familias nombradas haba otras menos acaudaladas, pero que tambin tenan su partido entre los campesinos de aquellas zonas, tales eran las de Baeza, Montero y Clavel. La disposicin del espritu pblico era, pues, adversa a la poltica y a los procedimientos del intendente Irisarri. En todas partes se deseaba su cada y an se hicieron algunas gestiones ante el ministro Portales para conseguir su retiro de la provincia; pero el orgulloso estadista se neg a or toda queja contra el ms querido de sus agentes, en gran manera agriado con estas representaciones de sus gobernados. Mientras tanto, Arriagada volva a la costa de Curic en busca de asilo y proteccin que no le negaran los hacendados, sus amigos y correligionarios, que estaban animados como l de un odio vehemente contra Irisarri. Vagaba ocultndose en los cerros y en las haciendas, pero concitndole mortales enemigos a donde quiera que fuere. No ocultaba sus planes de revuelta, contrarios nicamente a la primera autoridad de la provincia, mas no al gobierno general ni al sosiego pblico; lo que Arriagada pretenda era deponer a Irisarri y enviarlo a Santiago con una nota en que se diera cuenta de la exoneracin y se pidiese para intendente de la provincia al coronel don Pedro Urriola. Los Valenzuelas, Garceses y Barros no se manifestaban contrarios a los deseos de Arriagada; todos ellos participaban de la opinin de arrojar de la provincia a ese mandatario tan inclinado a las pasiones violentas y a la intriga, en medio de las cuales se haban desarrollado sus facultades. Por eso dejaban obrar libremente al activo conspirador y hasta queran hacer

ms serio y eficaz su proyecto de revuelta, buscndole con este fin cooperadores que pudieran allegar a la empresa un concurso que asegurara el buen xito. Hablaron con tal propsito a don Manuel Merino, de paso por la costa en diligencias particulares. Merino haba sido encarcelado por Irisarri en las elecciones de Presidente y deba guardar por lo tanto algn resentimiento a su gratuito ofensor; ahora desempeaba el puesto de capitn del batalln cvico de Curic y contaba con las simpatas de la tropa: he ah el doble motivo porque los hacendados se dirigan a l. Le proponan el levantamiento del batalln, al que se reuniran ellos con su gente. Merino difiri este movimiento para cuando hubiese estallado la revolucin del ejrcito destinado al Per, que se prevea como un hecho inevitable19. Con todo, Arriagada arm un da una partida de catorce campesinos en la hacienda de Ranguil, de propiedad de don Manuel Barros, y con ella comenz a recorrer las inmediaciones de aquel lugar para aumentarla y arremeter enseguida contra el aborrecido intendente; pero tuvo que disolverla muy en breve sin haber hecho nada provechoso en favor de la causa de los descontentos, ni conseguir otra cosa que llamar la atencin de los indiferentes. En otras ocasiones Arriagada tena frecuentes y sigilosas conversaciones sobre sus planes de revolucin con los Valenzuelas, en las que sola mezclarse don Faustino, una de las vctimas elegidas por Irisarri para el cadalso. Figurndose con esto el iluso cuanto animoso agente de pleitos que la revolucin era un hecho en vsperas de consumarse, mand a Talca al joven don Domingo Baeza con el encargo de traerle algunos elementos de guerra y la nota con que sera remitido Irisarri al Gobierno en calidad de castigado de toda una provincia, cansada ya de su absolutismo insoportable. Viento al fin Arriagada que todas sus quimeras de revolucin haban fracasado y sabiendo que Irisarri pona su empeo en prenderlo, tom la resolucin de emigrar a Mendoza. Con tal objeto se dirigi a la costa de San Fernando para trasladarse en el acto a Santiago y de aqu al trmino de su viaje. Se hosped en la primera de estas ciudades en un fundo suburbano que perteneca a la seora doa Mercedes Riberos, madre de don Lucas Grez. Denunciado su asilo el 9 de marzo de 1837, se rode la casa por la fuerza pblica y, despus de haberse encerrado en el oratorio con sus pistolas para resistir o escapar, se le aprehendi; sin dilacin se le remiti a la crcel de Curic. El mismo da 9 de marzo y quizs a la misma hora en que los agentes del intendente se apoderaban de Arriagada, se iniciaba en la hacienda de Comalle un proceso de delacin. Aquel don Diego Vicua que hemos nombrado como inspector del lugar, y que ahora desempeaba el cargo de subdelegado, ascendido por su celo para servir a Irisarri, era quien haba tomado las primeras declaraciones a los delatores. Eran los denunciantes de la conspiracin de Arriagada y de los hacendados de la costa, tres hermanos, dos hombres llamados Jos Isidoro y Toms Briones, y una mujer, Mercedes Briones; todos ellos gente de mala fama, aqullos sindicados de ladrones consuetudinarios de animales y azotados como tales por uno de los Barros, y sta de encubridora de los robos que hacan sus deudos. Declaraciones y testigos, agregndose a stos otro hermano de nombre Jos Antonio, fueron remitidos al intendente interino don Francisco Javier Moreira por el subdelegado Vicua, aunque en realidad por Irisarri, que desde su hacienda diriga con verdadera fruicin los hilos de esta intriga judicial, con las que lo haban familiarizado tanto su carrera de poltico y diplomtico. Las exposiciones de los deponentes se reducan a lo que sigue: la Briones dijo que su hermano Isidro haba sido convidado por don Francisco Barros para que lo ayudase a juntar gente para una conspiracin que se fraguaba en la hacienda de Ranguil contra el Gobierno y las autoridades locales de Curic. Design como complicados en la conspiracin a todos los Garceses, a don Manuel Barros, don Manuel Arriagada, Don Atanacio Henrquez, el cual, aunque estaba ciego, haba prestado dinero, y a don Pedro Antonio de la Fuente, que se ocupaba en hacer cartuchos a plvora y en escribir con un tesn no acostumbrado hasta entonces. Toms Briones mencion adems como complicados en la sedicin a los seores Jos Baeza, Antonio, Jos y Juan Barros. Asegur que se le haba invitado a tomar vivo o muerto al intendente Irisarri y a barrer con todos los que no fuesen del partido de los revolucionarios y que se le haba propuesto entrar a la conjuracin tentndolo con la idea de que era mejor morir en su tierra en medio del incendio, del saqueo y de la refriega y no en la apartada guerra del Per. El otro de los Briones, Jos Antonio, complet el cuadro trazado por sus hermanos, agregando que en los potreros de Ranguil se formaba una montonera para derrocar a las autoridades provinciales y que a los individuos que en ella se enrolaban se les gratificaba con largueza.

Dijo tambin que los conjurados haban mandado a Concepcin a adquirir noticias del general Freire y delat entre otros a los seores Ventura, Enrique y Pedro Montero como partidarios de los ya mencionados. En vista de los denuncios, el intendente interino don Francisco Javier Moreiras decret algunas prisiones y seal a los reos la ciudad por crcel; pero Irisarri lleg de su hacienda de Comalle y los arrastr a todos a la crcel del pueblo, y orden al propio tiempo la prisin de los que, por estar complicados en la conjuracin, no se haban presentado espontneamente o no haban sido an aprehendidos. De este modo cayeron bien pronto en sus manos los seores Pedro Antonio de la Fuente, conducido preso desde su hacienda de Lora, don Manuel Jos Arriagada, Juan de Dios Valenzuela, Manuel Jos Baeza, Eugenio Garcs, Nicols Prez Valenzuela, Manuel Urza Blanco, Nicols Labb, Jos Ignacio Labb, Jos Ignacio Clavel, Juan Fernando Barros, Jos Antonio Barros, Mateo Guzmn, Javier Valenzuela, Francisco Barros y Rafael Pizarro. Muchos haba ya presos, como don Lucas Grez y su esposa, y muchos se trajeron tambin de San Fernando y Talca. Cuantos estaban en desgracia con Irisarri, sus agentes y turiferarios, tuvieron que ir irremediablemente a la crcel. Este establecimiento lleg a ser estrecho para contener tantos reos, pero Irisarri los reparti en algunas casas de la poblacin, perfectamente resguardadas. Don Manuel Barros y don Faustino Valenzuela se presentaron por su propia y libre voluntad al juez Torres a mediados de marzo. El ltimo haba mandado preguntar a Moreiras, de quien era amigo, si sera prudente entregarse, a lo cual contest el interrogado, que si se crea culpable, no lo hiciera, pero que se pusiera en manos de la autoridad si no haba tenido ingerencia en el movimiento revolucionario de la costa. Fueron estos dos hombres incautos, confiados en la seriedad de los procedimientos judiciales y en las garantas de las leyes, las vctimas que Irisarri mand al patbulo a destrozarles el pecho a balazos. El valiente Arriagada estaba condenado a muerte por Irisarri desde el primer momento que pis las puertas de la crcel de Curic. Por la escena que hubo el da en que se vieron estos protagonistas principales del drama que narramos, se puede colegir. A los dos o tres das despus de aprehendido Arriagada en San Fernando, lleg a la crcel de este pueblo. Irisarri se present a su calabozo y le pregunt contra quin era la revolucin. Contest el interrogado framente: En contra de Ud. solo. Fuera de s el iracundo mandatario, quiso fusilarlo en la misma noche y alcanz a dar rdenes en este sentido, pero lo llam a la calma don Luis Labarca, su ntimo amigo. Entre tanto, los reos haban negado uno a uno su participacin en los planes revolucionarios que motivaban el proceso. nicamente el varonil Arriagada confes sus sueos de revolucin con franqueza y valor tales, que no es posible ver en ellos sino la noble resolucin de salvar a sus amigos y sacrificarse l slo a la venganza de Irisarri. Mas, ste no poda conformarse con que el peso de su poder cayese sobre una sola cabeza. Un auxiliar poderoso vino a servir las miras de persecucin y odio del intendente: el consejo de guerra. Inmediatamente que tuvo en su poder a Arriagada y dems hacendados de la costa, envi al Gobierno una premiosa y exagerada comunicacin de los sucesos polticos de la provincia. En vista de esta abultada amenaza contra el orden pblico, el Congreso de 1837 otorg al Gobierno el 31 marzo facultades extraordinarias y ste decret el 2 de febrero el establecimiento de consejos de guerra permanentes en las cabeceras de provincia. Componan estos tribunales el juez de letras y dos militares nombrados por el ministerio de la guerra. Deban proceder breve y sumariamente en la tramitacin de los procesos, como jurados; en tres das, sin la apelacin que por lo comn es la salvacin en los consejos de guerra y sin consulta de ningn gnero, que opone en todo caso el tiempo a las pasiones del momento. Eran estos tribunales un verdadero sarcasmo de la justicia humana; la inquisicin poltica, que no ofreca ninguna proteccin al oprimido y si favoreca la tirana civil, por ser los jueces irresponsables y estar a las rdenes del poder arbitrario de los intendentes, que elegan a sus instrumentos ms activos y decididos. Componan el de la provincia de Colchagua el juez Torres, el coronel Urriola y el segundo jefe del batalln San Fernando, mayor Valenzuela. Tena su asiento en Curic, capital de la vasta provincia de aquel hombre. Pero ninguno de estos miembros del consejo entr a desempear su cometido. Al coronel Urriola lo rechaz Irisarri, bien convencido de que no habra admitido la complicidad del proceso, como asimismo al mayor Valenzuela, para el cual pretext su parentesco con varios de los reos, pero en realidad temiendo el ascendiente que sobre l tena su jefe inmediato; y hasta el juez Torres se vio obligado a separarse de Curic a causa de una enfermedad de su esposa. Entraron a integrarlo don Manuel Antonio Ramrez como presidente, abogado oscuro de Rancagua, y como vocales el coronel don Francisco

Ibez y el capitn don Jos Sotomayor, instructor de un cuerpo de caballera de San Fernando, intrigante vulgar y desprovisto de todo mrito personal. Ibez se haba distinguido como militar valiente desde la guerra de la independencia, en Rancagua enlazando los caones de la artillera espaola y en las campaas contra Benavides sableando indios; se haba formado en la guerra. Hombre de cuartel, careca de cultura intelectual, mas no de honradez. Sus conocimientos estaban reducidos al sable y a la Ordenanza, cuyas disposiciones draconianas se haban vaciado por entero en su cerebro. Fue tarea fcil para el sutil Irisarri, para el que haba adquirido una superioridad indisputable en la intriga, apoderarse del nimo de este militar anciano y achacoso y hacerlo servir en conformidad a sus deseos. El momento oportuno se aproximaba. En el estado que hasta aqu se ha visto, se encontraba el proceso cuando un hecho inesperado vino a cambiar de lleno el aspecto de las cosas y a poner la situacin en manos de Irisarri. El 31 de marzo don Faustino Valenzuela hizo llamar al vocal Sotomayor y le confes de la manera ms categrica y llana su complicidad en la revolucin de que se le acusaba y seal adems como conjurados a los seores Manuel Barros, Manuel Jos Arriagada, Jos Baeza Toledo y Francisco Grez, hijo de don Lucas. Se dice que Sotomayor arranc por engao su confesin a Valenzuela. Estudiando el carcter de Valenzuela se puede llegar a comprender este aserto. Este caballero resida desde su infancia en el campo, cuyas labores haban absorbido nicamente sus facultades. De un natural sencillo, bondadoso y melanclico, enemigo de pleitos y temeroso de las autoridades, haba vivido en un medio social estrecho, pacfico y montono. La desgracia de haber perdido a su primera esposa, ahogada en el Cachapoal, haba dejado huellas indelebles de tristeza en su alma. Valenzuela era hombre de hogar y nada ms; muy predispuesto a dejarse engaar, tanto por el escaso cultivo de su inteligencia y la bondad de su corazn, cuanto por la circunstancia de verse en una situacin tan aflictiva. As es que a las primeras insinuaciones de libertad que le hizo el vocal Sotomayor, en cambio de una confesin categrica de su delito, declar sin vacilacin en los trminos que dejamos mencionados. La vista del fiscal don Sergio Daz dej de manifiesto la intencin de Irisarri de inmolar el mayor nmero posible de reos. Daz era un joven alfrez de veinte aos de edad, sin experiencia en todo lo concerniente a la vida prctica y mucho menos en los asuntos jurdicos; a su cargo estaba el piquete de granaderos que entonces guarneca esta plaza. Irisarri lo nombr fiscal, a pesar de las excusas del oficial para aceptar el cargo, y le orden que le llevase la vista antes que le diera curso. En vista de esta orden, el alfrez se la present un da, pero como no pidiera sino para tres de los reos la pena capital, Irisarri sumamente disgustado le dijo: Catorce reos, por lo menos, deben ser condenados a muerte 20. Para que le subsanara los inconvenientes que para ello pudiera encontrar, le asoci a Francisco Bretn, el instrumento ms dcil de sus determinaciones, que jams obraba sin previa inspiracin del absorbente mandatario y que siempre copiaba los manuscritos que ste le entregaba para las piezas ms importantes del proceso. Con esta orden y este cooperador, sobradamente fcil es comprender que el alfrez Daz no andara muy parco en imponer a los reos la pena capital: dieciocho fueron condenados a muerte y entre ellos la seora Leonor Baeza, cuyo delito consista en algunas palabras subversivas, como hemos visto en el captulo anterior. Al da siguiente de evacuada la vista del fiscal, se reuni el consejo de guerra, 5 de abril. Sonaban las cinco de la tarde cuando comenz la sesin, presidida por el coronel don Francisco Ibez, en la sala del cabildo, que estaba contigua a la crcel. Todos los reos permanecan de pie, algunos con grillos, mezclados con sus defensores y los testigos que, con las cabezas amarradas con pauelos y las piernas envueltas en cueros, haban sido trados de las serranas de la costa. Los presos estaban plidos y asombrados unos, en estado de visible agitacin y zozobra otros, tranquilos y resueltos los dems, como el indomable Arriagada y la altiva matrona doa Leonor Baeza. Los vigilaban varios guardianes colocados dentro de la sala y en la puerta que caa a la calle. Alrededor de la mesa ocupaban sus asientos de vocales el coronel Ibez, el capitn Sotomayor, el juez de letras don Manuel Jos Ramrez y el fiscal don Sergio Daz. Tras ellos haba un biombo donde estaba oculto Irisarri para dirigir a los miembros del consejo 21. La plida luz de unas cuantas velas de sebo colocadas en la mesa, la presencia de Irisarri, para nadie ignorada, en su escondite y las sigilosas conversaciones de sus adeptos con los testigos, daban a la sala un aspecto lgubre y hacan presentir a los reos un desenlace fatal. A este concilibulo de media noche vinieron a declarar como testigos individuos de mala fe, ladrones conocidos de la costa y gente que no tena conocimiento de los hechos, ni siquiera conciencia de la gravedad del acto que ejecutaba; traan una leccin mal aprendida que decan mal tambin a los jueces del tribunal. Ninguno de los acusados acept el testimonio de esos

hombres sin honradez para tergiversar las cosas o exagerarlas, o sin malicia para dejarse enredar por los comisionados del cauteloso mandatario. La defensa de los reos fue asimismo muy deficiente. La de don Manuel Barros la hizo don Jos Antonio Valdivia, patrocinante de pleitos; la de Arriagada don Joaqun Riquelme, buen vecino, pero inepto para desempear semejante cargo, el que cumpli someramente y en cuanto se refera tan slo a las tachas de un testigo y a la declaracin de don Faustino Valenzuela. Le cupo hacer la de este ltimo a don Luis Labarca, la que se bas en ratificar la confesin de su defendido y en pedir alguna lenidad en la pena que se le iba a imponer. Valenzuela haba dado durante la sesin pruebas inequvocas de perturbacin mental; pues contestaba de un modo inconsciente a las preguntas que se le hacan con estas palabras que manifestaban el terror de que su espritu estaba posedo: Y yo qu les hago? Y yo qu les hago?. Cuando algn vocal vacilaba o cuando algn testigo se confunda en su declaracin, Irisarri llamaba desde su escondite al ayudante del consejo don Manuel Rodrguez, oficial del cuerpo cvico, y con l ordenaba el giro que deba drsele al trmite en duda. A tal grado lleg la falta de respeto que Irisarri manifest por s mismo y por los dems, la falta de compasin a la desgracia y de sujecin a la ley, que a fin de asegurar el castigo y la muerte del mayor nmero posible de reos, hizo suspender la sesin del consejo y sali a un corredor a conferenciar con sus miembros, despus de lo cual, stos se retiraron a sus asientos y l se instal detrs del biombo de muselina blanca22. A las once de la maana siguiente los jueces pronunciaron la sentencia definitiva. Los presos eran treinta; doce fueron condenados a distintas penas y los dems absueltos. Se design para la pena de muerte a los seores Manuel Jos Arriagada, Faustino Valenzuela y Manuel Barros. A la seora Leonor Baeza se le conden a seis meses de relegacin fuera de la provincia y al teniente cvico don Rafael Pizarro, preso por haber escrito a Valenzuela que huyera antes que se entregara, a la prdida de su empleo. En consecuencia, se puso a los reos inmediatamente en capilla, y el coronel Ibez sali al propio tiempo a llorar su complicidad a causa de don Jos Mara Labb. Se manifest Irisarri sin disputa excesivamente severo al aplicar tan terrible castigo a los autores de un simple conato de revolucin. A un mandatario tranquilo que no hubiese estado aturdido como l y que no se hubiese entregado al clculo de mezquinas miras, le habra bastado retener en la crcel a los reos para asegurar el orden pblico, o en ltimo caso, enviarlos a Santiago como presos de estado, cual lo haba hecho poco antes con otros. Qu mviles dirigan esta conducta? Entre las causas fundamentales que obraron en el nimo de Irisarri, debe contarse en primer lugar su miedo cerval. Crea que en toda la provincia exista una vasta conspiracin cuyo estallido haba sofocado a tiempo, pero que no estaba concluida del todo; necesitaba algunas vctimas que sirvieran de advertencia a los dems conspiradores. Hasta en sus actos privados demostraba estar posedo de un gran miedo; pues jams atravesaba los cerrillos de Teno sin una fuerte escolta, ni le faltaba gente armada en su casa, ni escondites para casos de repentina amenaza o peligro. De ordinario se hospedaba en las de sus amigos en previsin de un ataque en las horas avanzadas de la noche. Cuntase que Portales lo invit a que lo acompaara en su viaje a Valparaso con el ejrcito expedicionario y que l se excus temiendo un levantamiento de las tropas 23. Quera, por otra parte, imitar a Portales ejerciendo el principio de autoridad por medio de la supeditacin de la voluntad de sus gobernados y la transgresin de sus derechos y de la ley; persiguiendo a pipiolos o liberales como a enemigos del estado. Quera, por ltimo, hacerse acreedor a la confianza del Gobierno manifestando que su vida haba corrido inminente peligro y que saba ahogar en germen las revoluciones, recomendacin no del todo insignificante en aquella poca de turbulencias. Desde el momento en que los condenados a muerte oyeron de rodillas la sentencia del consejo, permanecan en capilla: Valenzuela arrojaba profundos suspiros y gemidos, entregado a las angustias de una gran desesperacin; Barros, triste y meditabundo, bajo el peso de la afliccin ms dolorosa, no haca ms que permanecer sentado horas enteras con los brazos cruzados y la vista inclinada al suelo; Arriagada, demostraba en su actitud y en sus palabras una intrepidez extraordinaria. Se llam a los sacerdotes necesarios para que les prestaran los servicios religiosos que sus creencias y el caso apremiante exigan. Algunos deudos y amigos entraban a verlos; pero tal abatimiento revelaban sus fisonomas, que la seora Mariana Castillo cay exnime en la puerta del calabozo de su pariente don Faustino Valenzuela en brazos del oficial de guardia don Jos Quevedo, el cual tuvo que retirarla de aquel triste lugar.

En estos momentos supremos mand el defensor de Valenzuela, don Luis Labarca, un propio a Santiago para pedir el indulto de su defendido. Se vali del arbitrio de poner en juego algunos empeos para el poderoso Portales; pero ste se excus diciendo que a nadie poda indultar puesto que no tena a la vista sentencia alguna de condenacin y expres por ltimo estas palabras tan desnaturalizadas como impropias en un ministro de estado: Si mi padre se metiera en revolucin, a mi padre lo fusilaba. El 7 de abril de 1837, a las diez y media de la maana, al da siguiente de la sesin del consejo, se abrieron las puertas de la crcel para dar paso a los reos que iban a ser pasados por las armas. El cadalso se haba colocado al frente de la crcel, en el costado poniente de la plaza de armas e inmediato a una pared que entonces corra desde la iglesia parroquial hacia el sur. Un gento inmenso llenaba por completo el cuadro enteramente despejado de la plaza. Entre esta concurrencia, sobresalan por su mayor nmero los tmidos y no siempre novedosos campesinos, que ahora venan a presenciar la ejecucin de sus patrones; benefactores, amigos o parientes. Un piquete de granaderos a caballo recorra todos los mbitos de la plaza, y sus clases y soldados caan con estrepitosa insolencia y sable en mano sobre los que lloraban la desgracia de los tres infortunados caballeros. Se encontraban tambin formados en lnea de batalla el batalln cvico, el escuadrn de caballera de Curic y alguna fuerza de la misma arma del departamento de San Fernando. Salieron los reos al patbulo. En los calabozos de la crcel se oy en este instante un sordo y prolongado gemido; eran los dems presos que lloraban la prdida de tres amigos o deudos. Tambin haba querido el cruel mandatario que presenciasen la ejecucin de sus compaeros; mas, el jefe del batalln cvico, don Cayetano Figueroa, encargado de llevar a cabo la orden, se excus con que no tena valor para cumplirla, pues vea entre los presos, amigos, primos y hermanos de los mismos sentenciados. Caminaba, en primer lugar, don Manuel Barros, plido y profundamente apenado; lo sostena de un brazo el cura don Jos Hevia. En pos de ellos iba el impertrrito Arriagada, al lado del padre franciscano fray Jos Dolores Ahumada, y a continuacin, en ltimo trmino, llevaban a don Faustino Valenzuela, el padre mercedario, fray Jos Argomedo y un vecino, en un estado muy prximo al desmayo. Viendo Arriagada esta falta de entereza en su compaero de infortunio, se vuelve hacia l y le dirige estas palabras de aliento: Compaero, no hay por qu acobardar! Hemos pasado lo ms difcil del camino y ya estamos en pampa rasa!. Al divisar a un amigo que estaba entre la multitud, le recomend a sus hijos y sigui hasta el banquillo con una efigie de San Antonio, recitando en voz alta las oraciones acostumbradas en tan solemnes momentos. Irisarri, envuelto en la capa, presenciaba desde la esquina sur de la plaza, de unas seoras Silva, el desfile de los reos y los dems pormenores que precedieron a la ejecucin, rasgo de inaudita crueldad que pone de manifiesto las tendencias de su espritu sombro y vengativo24. Cuando el verdugo sent en el banco de los ajusticiados a los reos, los seores Valenzuela y Barros estaban de tal modo aterrados, que ste slo balbuceaba las oraciones que repeta su confesor, y aquel inclinaba la cabeza a un lado, insensible y sin conocimiento. Pero Arriagada se mostraba sereno y digno, cual corresponda al hombre de frrea voluntad que haba desafiado hasta lo ltimo las iras del poderoso potentado local. Pidi permiso para dirigirse al pueblo y dijo un breve discurso encaminado a despedirse de sus amigos y a pedir perdn a sus oyentes por las ofensas que pudiera haberles hecho. Despus de este incidente, una descarga mandada por el alfrez don Sergio Daz puso fin a tres existencias dignas de mejor suerte. En este instante hubo una conmocin violenta en el corazn de los espectadores. Hasta el mismo hijo de Irisarri, don Hermgenes, teniente de la compaa de Comalle, del escuadrn de caballera de Curic, se baj el kep al ojo e inclin la cabeza para no ver aquella escena de sangre; pero su padre profiri en cambio, desde la esquina donde se encontraba, algunas palabras de venganza realizada y de satisfaccin brutal 25. La descarga de los granaderos detuvo al mismo tiempo en las inmediaciones del pueblo a una seora que llegaba del campo con algunos sirvientes: era la esposa de don Faustino Valenzuela, doa Carmen Ars, quien al or la detonacin adivin el fin que haba tenido su marido y se volvi a su casa, temerosa de algn atropello de parte de Irisarri, sin haber podido cumplir con las ltimas atenciones que le imponan su amor y su deber. Tendidos estaban todava debajo del corredor de la parroquia los cadveres de las vctimas, cuando Irisarri escriba a los subdelegados del departamento una circular en que daba cuenta de los fusilamientos en trminos calculados para aterrorizar a los habitantes del campo. Encargaba a los subdelegados en esa pieza oficial que la leyesen durante tres

domingos en todas las parroquias, a la salida de la misa. Conminaba en ella con la pena de muerte al que tomara parte en alguna revuelta y al que no denunciara a sus promotores o afiliados26 La muerte de Portales, acaecida en Quillota el 3 de junio de 1837, afect en extremo a Irisarri, quizs, entre otros motivos, por no ser extraos a la cada de aquel estadista sobresaliente los acontecimientos de Curic; dict con este motivo una circular a los subdelegados, propia ms bien de los csares romanos que de una autoridad chilena, en la que encargaba a dichos funcionarios que si encontraban en sus jurisdicciones a los capitanes ms comprometidos en el asesinato de Portales, Florn y Ramos, los tomasen vivos o muertos, remitiendo en el segundo caso a la intendencia las cabezas de esos malvados. Irisarri dej el mando de la provincia de Colchagua para ocupar el alto puesto de ministro plenipotenciario de la expedicin al Per, mandada por el general Blanco Encalada. Mas la fortuna no le sonri en tan distinguida misin; porque el tratado de Paucarpata sepult para siempre su carrera de poltico y diplomtico y le vali una sentencia condenatoria, dictada por la Corte Suprema, por el delito de traicin a su segunda patria y por retener el producto de la venta de los caballos que se hizo al general Santa Cruz. Del Per se traslad a su pas natal, Guatemala, y de aqu sucesivamente al Ecuador, Colombia, Antillas y Estados Unidos. Se distingui en todas partes como periodista aventajado y eximio literato. En 1855 el Gobierno de su patria lo nombr ministro plenipotenciario en la Repblica del Norte, donde muri en 1868. Le sucedi en la direccin de la provincia don Francisco Javier Moreira, hombre de muy diverso temple del que caracterizaba a su antecesor. Sin la presin moral que Irisarri ejerci sobre l, le fue muy fcil poner en prctica un gobierno de rehabilitacin. Libre Curic de la dominacin dictatorial de don Antonio Jos de Irisarri, recobr su perdida expansin y las familias ausentes volvieron a sus hogares27. En tanto que los poderes pblicos se consagraban a estas ejecuciones polticas, la agricultura mejoraba sus medios de produccin con la apertura de canales de regado. En 1835 don Luis Rodrguez ensanch el cauce de una pequea acequia que los propietarios de heredades de cortas dimensiones haban sacado del Teno y labrado hasta Quilvo con palas de corazn de espino y huesos de animales; as modificaron sus propiedades agrcolas esos terrenos secos y volcnicos, que slo servan de teatro a las depredaciones vandlicas de los salteadores de los cerrillos. En 1837 se abri asimismo el canal de los Mrquez, destinado a fertilizar una vasta extensin de tierras al suroeste de nuestro departamento.

Captulo XIII El gobernador don Jos Mara Labb.- Sus mejoras locales.- La msica.- La banda del batalln cvico.- Los claves y pianos.- Bailes antiguos.- Instruccin pblica.- Rgimen de las escuelas.El preceptorado.- Los primeros libros.- El primer colegio.- Don Mateo Olmedo.- El liceo.Escuelas rurales.- Instruccin de la mujer.- Primeros establecimientos.- Sistema primitivo de cementerios.- Las primeras inhumaciones y sepulturas de familia.- Rivalidad entre la autoridad civil y eclesistica.- Las elecciones de 1849.- El intendente Santa Mara en Curic.Destituciones.- Trabajos previos.- Reuniones en Santiago.- La guardia nacional en pocas electorales.- La votacin. Despus del perodo azaroso del gobierno de Irisarri y del cambio de capital de la provincia, Curic entr en una era de tranquilidad pblica y de progreso local que dur hasta 1849. En este largo espacio de tiempo desempe la gobernacin el vecino don Jos Mara Labb, amigo y protegido del presiente don Manuel Bulnes; de aqu su prolongada administracin, que es excepcional por esta circunstancia en la cronologa de las autoridades del orden administrativo. Por primera vez se prest alguna atencin al ornato del pueblo. Se deline y se plant la alameda; se empedraron algunas de las calles, principiando por la de San Francisco, por ser la del trfico obligado para los viajeros del sur. Se mejor el estado primitivo del alumbrado y de la polica de aseo, de que hablaremos ms adelante. Se obtuvo la posesin del cerro, mediante la transaccin de un juicio que la municipalidad segua con don Andrs Merino, que disputaba su dominio. Se ensanch tambin la crcel pblica. Aunque Irisarri la haba reparado y hecho ms apropiada a sus fines, la municipalidad crey que an era insegura e insuficiente para el nmero de reos que haba aumentado con la poblacin. Tan poco se atenda en los primeros

aos de la Repblica este servicio, que a cada reo se le daba medio real para el sustento diario y que las evasiones, encabezadas por lo mismo alcaides cohechados por msero precio, formaban los acontecimientos ms comunes de los habitantes de la villa. En estos adelantos y otros que mencionaremos enseguida, se seal como activo cooperador el caballero espaol residente en Curic don Manuel Garca y Rodrguez. Garca haba pertenecido a la marina mercante: tuvo un buque fletador de trigo que encall en la barra del Maule, en Constitucin. Por este motivo se avecind en Vichuqun con su esposa y, ms tarde, en Curic. Se dio a conocer desde muy luego como muy prctico en trabajos de ingeniera. En 1840 se organiz igualmente en el pueblo la banda de msicos del batalln cvico, siendo comandante don Cayetano Figueroa. Antes la msica militar haba sido ejecutada con pfanos y cajas de guerra. La municipalidad, despus de una concienzuda vista del fiscal don Gaspar Vidal, acord ayudar al sostn de la banda con la suma, no insignificante para esos tiempos, de seis pesos mensuales, los suficientes para pagar al mejor tocador. Como la pequea banda no tena sino escassimo personal, se contrat un profesor, siendo ste un mediocre tocador de clarinete llamado Pedro Quintanilla. Con todo, a pesar de la insuficiencia del maestro, por ese entonces los odos quedaban satisfechos con los ronds, minus y pasos dobles franceses que se ejecutaban en lugar de los trozos de pera del da. Poco despus la banda lleg a tener ocho msicos, cuyo instrumental regal don Jos Dolores Fermandois. Entonces fue cuando ya se empezaron a or las peras que la fecundidad de Rossini, Donizetti y sobre todo Verdi ha producido en el presente siglo. La msica de saln obtuvo en pocos aos un desarrollo considerable, pero concretado nicamente al piano. El primero de estos instrumentos que lleg a Curic el ao 1836, lo trajo don Jos Ignacio Ruiz, y an se conserva en el monasterio del Buen Pastor. Antes de ese ao no era, pues, conocido el pianoforte sino nicamente un pequeo instrumento de teclas que se conoca con el nombre de clave. De ellos no tenemos noticias de los primeros introductores. Consistan en una caja de madera dentro la cual se extendan cuerdas de bronce, provistas de un teclado. Se colocaba sobre una mesa cualquiera para poder tocarlo. Ms tarde llegaron claves provistos de soportes, pero siempre su tamao no pasaba de ser como el de un bal. Poco tiempo despus de la llegada del piano del seor Ruiz, se compr uno el comerciante don Segundo Fredes. Por ese tiempo no haba ms tocadora de piano que la seora doa Mercedes Ruiz, siendo muy sealadas las que saban alguna ejecucin. La guitarra estuvo, pues, por muchos aos de reina del saln curicano, y se acompaaban con ellas las llamadas canciones. Eran las tales una larga cantinela; una mezcla de msica brbara que pretenda tomar algo de gusto moderno; cantares sin razonable sucesin de sonidos, o sea, faltos de meloda. La danza acostumbrada en el pueblo se reduca a la perdiz, el malambito y el aire. Eran los dos primeros una especie de zapateo, en que los ejecutantes mudaban de lugar con circunspeccin, y el aire era otro zapateo con intermitencias, en que se recitaban algunos versos apropiados a la fiesta y encaminados a decirse galanteos entre los bailarines. El profesor don Narciso Lara, llegado al pueblo por el ao 1853, dio lugar a la entrada en los salones de la contradanza. Ejecutaba el seor Lara bonitas piezas de este gnero y luego las ense a sus discpulos. Los trozos de peras slo vinieron a conocerse en tiempos del profesor don Matas Galecio, con el cual tom algn vuelo el canto con conocimiento del solfeo. Pero cuando la msica entr en todo su auge fue el ao 1860; pues ya haba una docena de excelentes pianos franceses, aptos para producir la msica moderna. Por ese tiempo lleg a Curic un profesor espaol de apellido Ledesma, msico de ejecucin correcta; ganaba bien los doce pesos que en ese tiempo de abundancias importaban al mes dos lecciones semanales. En lo que se vino a conocer que los progresos de la civilizacin comenzaban a penetrar en la aislada villa de Curic fue en materia de instruccin pblica. Durante el perodo de labor positiva, aunque lenta y tranquila, del gobernador Labb, se hicieron las primeras conquistas de los principios y prctica de una enseanza racional. Antes de esta poca el programa de enseanza era por dems restringido; el estudiante aprenda imperfectamente a leer, escribir y contar en las escuelas conventuales o con algn particular. El menaje, tan pobre como los conocimientos que se enseaban, consista en un banco de tosco espino que serva de asiento, en una pieza baja, sin luz y desmantelada, a unos cuantos nios. No haba ms tiles escolares que las plumas de ganso y la lisa tabla para escribir en ella con la descolorida tinta que fabricaba el mismo preceptor.

Un sistema de castigos brbaro y sangriento serva para el rgimen interior de la escuela: el ltigo que hera las carnes desnudas del nio, la palmeta, pequea tabla agujereada en la parte que caa en la mano para que chupara la carne, y la colocacin de rodillas con los brazos en cruz y pesados ladrillos en las manos. Con el advenimiento de la Repblica se logr dar a la instruccin pblica mayor impulso. Entre otros actos tendentes a este fin, el gobierno del general Freire dict un decreto en 1823 en que se mandaban establecer escuelas de primeras letras para la enseanza de varones en todos los conventos. En 1830 se devolvieron a los conventos los bienes que se les haban secuestrado antes, a condicin de hacer efectivo el sostenimiento de una escuela. Estas disposiciones no mejoraron en mucho el estado de postracin en que se encontraba la enseanza. Siguieron imperando los mtodos rutinarios de la antigedad, los estudios hechos de memoria, en textos absurdos, como la Confesin del padre Jan, el Catn cristiano y la Cartilla del padre Zrate, que principiaba por un ridculo deletreo de la palabra Cristo. El preceptorado careca de ilustracin y dems condiciones de moralidad y respeto que requiere el delicado ejercicio de ensear y dirigir a la juventud. Se compona ordinariamente de frailes regaones que a veces asistan a la escuela exclusivamente a dar de azotes a los muchachos, o de legos y sacristanes ignorantes o ebrios. Un hecho slo puede poner de relieve el atraso de la enseanza de aquellos tiempos y la carencia de honorabilidad y aptitud de los preceptores. En 1839 regentaba la escuela de San Francisco un sacristn de esta iglesia que se llamaba Marcos Rojas. Tena este individuo unas hijas que cantaban en las fiestas religiosas del convento y sostenan en su casa todas las noches una tertulia con los mozos alegres del lugar. Tuvo el preceptor que recurrir al robo para subvenir a los gastos que demandaba la vida ligera de su familia. Prevalido de la ancianidad del padre Jos Dolores Ahumada, comenz a extraer paulatinamente de la iglesia las joyas de los santos y de los altares, que reemplazaba por otras de metal y hojalata. Pero habiendo sucedido al anciano guardin otro de menos edad y ms perspicacia, el padre Pizarro, se descubri el fraude y se puso al delincuente en manos de la justicia. Del sumario result que Rojas venda los objetos sustrados, por conducto de una hermana materna de nombre Juana Corvaln, duea de una chingana situada en la alameda. Al cabo de algn tiempo, fueron remitidos a Santiago, ella a la correccin, de donde huy, y l a la crcel, donde muri vctima de una profunda melancola. Tales fueron los primeros que ensearon a una generacin que va desapareciendo; y no se crea que este hecho es excepcional; ms o menos, era la talla de todos los que se dedicaban al preceptorado. La escasez de libros corra junta con el atraso de las escuelas. Desde la fundacin de Curic, slo se haban introducido a los conventos algunos tratados ascticos y para los mandatarios locales uno que otro pergamino de legislacin. Don Diego Donoso fue el primero que introdujo en 1820 una pequea biblioteca que le cost dos mil pesos. Como los libros se vendan a un subido precio, no fueron muchos los volmenes didcticos, de literatura y msticos que obtuvo con aquella cantidad, estando adems una buena parte de ellos en latn y francs. Posteriormente los seores Irisarri y don Luis Labarca trajeron algunos libros de amena lectura. La compra que efectu el seor Donoso de su pequea biblioteca, contribuy en parte al adelanto intelectual de la villa, porque los libros anduvieron de mano en mano por venta o prstamos que haca su dueo. No obstante, el hecho se prest a comentarios maliciosos en el lugar, y se reput como un acto de locura, pues con la cantidad invertida en volmenes, Donoso haba rehusado comprar a don Miguel Arriarn, propietario del Guaico, dos mil fanegas de trigo a cincuenta centavos cada una, negocio que realiz otro con pinges ganancias, a consecuencia de la caresta excepcional en que estuvieron ese ao los artculos de consumo. Por fin, en 1836, durante la administracin de Irisarri, se abri en una pieza en que tuvo ingerencia la autoridad local. Se enseaban las primeras letras, y la municipalidad subvencionaba al preceptor con diez pesos al mes y el convento con seis. Tres aos despus, 1839, se organiz un colegio con el nombre de Establecimiento de educacin, regentado por don Mateo Olmedo, en el que se enseaban las primeras letras, latinidad, geografa, gramtica, aritmtica y escritura. La municipalidad coste los gastos de instalacin, y tanto sta como el vecindario, subvencionaron al director, quien quedaba obligado a recibir en su colegio a los hijos de los suscriptores, a los agraciados con beca por el municipio y a los que en particular pagasen su pensin. Olmedo posea los conocimientos y la idoneidad de un buen maestro. Desterr, desde luego, los estudios mecnicos adoptados en las escuelas conventuales y dio a la enseanza un giro ms conforme con los mtodos modernos, especialmente a la geografa.

En 1842 el prestigio y el nmero de alumnos de este colegio haban aumentado notablemente, y ms crecieron cuando el director llev a Santiago en este mismo ao a dar examen a los estudiantes para que obtuvieran certificados vlidos. En este viaje llev tambin Olmedo la comisin que le confiri el cabildo de comprar mapas para su colegio. A su vuelta, trajo las primeras cartas geogrficas que llegaron a Curic. Ya en 1844 el Establecimiento de educacin haba llegado a su auge y cambiado su nombre por el de Liceo de Curic, ttulo que obtuvo oficialmente en 1853. Los estudios tomaron mayor extensin y los diversos cursos se distribuyeron entre las personas ms competentes del pueblo. Haba una clase de legislacin, desempeada por el rector; cuatro de latn, servidas por los seores Pedro Jos Torres, Juan Francisco Jaramillo, Jos Dolores Moreno y el director; una de aritmtica, que haca don Juan C. Vila; gramtica, don Pedro Jos Torres; caligrafa, don Cndido Muoz, escribano; geografa y moral, el rector Olmedo. Los estudiantes alcanzaban a 56, de los cuales 10 eran internos y 20 agraciados y los dems externos: stos pagaban dos pesos al ao y aquellos treinta. Una comisin municipal vigilaba la marcha del establecimiento y conceda las becas. Al ao siguiente, 1845, se mand crear una escuela fiscal anexa al liceo, cuyo preceptor fue don Melquades del Canto, con un sueldo de trescientos pesos anuales. Sigui as una marcha prspera hasta que los sucesos polticos de 1849 hicieron abandonar a Olmedo el puesto de rector. Cerrado por esta causa ao y medio, se abri de nuevo en 1850, bajo la direccin de don Juan de la Cruz Cisternas, ms tarde juez de letras, y de don Antonio Verdugo. Por decreto de enero de 1853, entr a regentarlo nuevamente Olmedo y con esa misma fecha se acord el plan de estudios ms vasto y metdico que hasta entonces se haba conocido: se abrieron las clases de historia sagrada, fundamentos de la religin, filosofa, moral, aritmtica, lgebra, geometra, trigonometra, con aplicacin a la mensura de terrenos y levantamiento de planos, geografa, dibujo, historia, principalmente de Amrica y de Chile, castellano, latn y francs. Luego tuvo que dejar Olmedo el liceo para desempear el juzgado de Rancagua y enseguida el de Concepcin. Bajo su direccin se formaron muchos jvenes que ilustraron sus nombres y el de su pueblo, como el magistrado curicano don Pedro Matus, a quien le cupo la nica gloria en la judicatura chilena de no ver revocada por las cortes una sola de sus sentencias. Por lo que respecta a la instruccin primaria, haba experimentado tambin adelantos de bastante consideracin, ya sea en el personal del preceptorado, ya en el aumento de las escuelas. En 1845, adems de la anexa al liceo, haba en el pueblo las de San Francisco y la Merced, costeadas con fondos de los conventos. Se crearon asimismo otras en las subdelegaciones ms pobladas: la de Vichuqun, municipal; la de Rauco, la de Paredones y la de Santa Cruz, fiscales. La instruccin de la mujer haba estado desde tiempos remotos completamente descuidada. Por una especie de extravagante austeridad y preocupacin absurda, el cultivo de la inteligencia de la mujer se miraba como peligroso a la moralidad del hogar. Se deca que a una joven no deba ensersele a escribir porque se le pona a su alcance un medio de comunicacin con el hombre. Cuando ms, sola aprender a leer. Aunque tarde, semejantes preocupaciones concluyeron con la apertura de algunos colegios de nias en el ao 1845. Se cre un colegio municipal regentado primero por una profesora extranjera llamada Szoiska Dehon, y despus por la seora Carmen Arias de Molina, esposa del comerciante don Segundo Fredes. Al mismo tiempo se establecieron dos colegios particulares uno de primeras letras y otro de una seora Jess Olmedo, hermana de don Mateo, donde las alumnas aprendan lectura, geografa, aritmtica, gramtica y religin. Durante la administracin de don Jos Mara Labb se pens tambin de un modo formal en la instalacin de un cementerio que estuviese situado fuera de los lmites urbanos. Estaba en uso todava la costumbre de los espaoles de enterrar los muertos en las iglesias, cuando sus deudos cubran los derechos de los prrocos, y en un lugar contiguo a la parroquia, llamado enterratorio o campo santo, destinado para los cadveres de pobres de solemnidad. El campo santo estaba en este pueblo en el costado poniente de la iglesia a pocas varas de la plaza de armas. Serva, como se comprender, de foco inagotable de infeccin para los habitantes de la villa, a la cual daba el aspecto repugnante y lgubre, pues la gente del campo esperaba en la calle durante noches enteras que llegara el da para poder enterrar los cadveres. Impacientes a veces, los dejaban abandonados, sobre todo a los prvulos, para que el cura o la autoridad ordenasen su entierro. Frecuentemente los sepultureros de la iglesia al remover la tierra para dar lugar a otro cadver, se encontraban con mortajas, almohadas, pedazos de atad y horribles despojos humanos que solan votar a la calle. De esta manera la

misma iglesia se converta en un lugar inmundo, que requera como obra de aseo diario, una prolongada ventilacin que arrastrara las pestilencias de la descomposicin cadavrica. Llegaba el abandono del deber de cuidar a los muertos y mejorar las condiciones higinicas de la villa, a tal grado, que los perros solan entrar al campo santo y desenterrar los cadveres. El 10 de marzo de 1848 se encontr en un sitio de la calle del estado la cabeza de una mujer. La noticia se esparci por el pueblo con el colorido de un alevoso asesinato; la polica comenz a pesquisar a los presuntos criminales y el juzgado de primera instancia levant un sumario. Al cabo de muchas diligencias y declaraciones, se lleg a la persuasin de que la cabeza humana haba sido arrebatada del campo santo por los perros, y el juzgado de letras de San Fernando mand sobreseer. La traslacin del cementerio tena, pues, el carcter de una necesidad premiosa para la localidad; as lo comprendi la municipalidad que desde 1839 traa entre manos este problema y que alcanz a delinear un cementerio al oriente de la poblacin, en terrenos de don Manuel Cruzat. Una comisin municipal encontr mejor el local que ocupa actualmente el cementerio. Perteneca ese terreno a don Francisco Donoso que se negaba a venderlo. Por fin, despus de muchas splicas, vendi a ciento cincuenta pesos cuadra, y al comenzar el ao 1848 el cementerio qued instalado y cerrado con cerca de espino. Para darle una organizacin administrativa, el municipio aprob el 9 de junio un reglamento que el intendente de Colchagua don Domingo Santa Mara, futuro fundador de los cementerios comunes, aprob por medio del Decreto que sigue: San Fernando, junio 23 de 1848. En atencin a que es urgente la traslacin del cementerio de Curic, que al presente se encuentra en el seno de la poblacin, en contravencin a lo dispuesto por el supremo Decreto de 31 de julio de 1823, y a que la expresada traslacin no puede verificarse sin dictar previamente un reglamento provisorio que determine el orden que debe guardarse en el cementerio, vengo en aprobar en todas sus partes el anterior reglamento que me ha sido pasado por el gobernador e ilustre municipalidad de aquel departamento, debiendo darse cuenta al supremo gobierno para su superior aprobacin. Devulvase y antese. Domingo Santa Mara.- Agapito Vallejo.

El 15 de junio de este mismo ao se inhum el primer cadver que deba comenzar el paso de tantas generaciones por aquella mansin de la muerte. Le toc esta fnebre prioridad a la prvula Valentina del Carmen Navarro; de los diez cadveres que siguieron a ste, siete fueron de prvulos, dato revelador que nos prueba que en el movimiento de la poblacin es antiguo y persistente el desequilibrio entre los nacimientos y las defunciones en nuestras clases menesterosas. En sus comienzos, el adelanto del establecimiento permaneci estacionario, sin merecer la atencin ni de los vecinos ni de la autoridad, cuya indolencia y falta de respeto por la morada de los muertos lleg hasta el punto de colocar en 1850 dentro de su recinto los toros que deban servir para las lidias del 18 de septiembre. Las primeras sepulturas de familia cavadas en forma de subterrneo con una reja que las rodeaba y una lpida que las cubra, fueron las de don Joaqun Riquelme, don Gaspar Vidal y don Ramn Moreira. En estas construcciones funerarias los mausoleos se introdujeron muy posteriormente, aunque no con el lujo y buen gusto con que el arte moderno eterniza las aflicciones del hogar, con motivo seguramente de la falta de artfices competentes. Juntamente con la instalacin del cementerio, naci la eterna rivalidad entre el poder civil y el eclesistico, mezcla de cuestin teolgica y pecuniaria. Gobernaba la parroquia de Curic el cura don Pedro Jos Muoz, hombre terco, de carcter difcil, intolerante y tildado en los documentos oficiales de la poca de ambicioso y dscolo. Un incidente nos dar a conocer su carcter. Una noche comenz a censurar desde el plpito al padre Jos Argomedo, provincial de la Merced; esta iglesia se haba habilitado provisoriamente como curato, por estar en construccin la parroquial. El padre Argomedo que lo oa, entr a la iglesia y desminti terminantemente sus palabras. Se form con este motivo un grande escndalo, y la autoridad eclesistica mand instruir un sumario; pueblo, gobernador y municipalidad estuvieron de parte

de Argomedo. En 1848 quiso impedir la celebracin del aniversario de septiembre por creerlo contrario a la moralidad pblica; mas sus gestiones fueron del todo desatendidas. Entr, pues, el prroco en competencia con el municipio y el gobernador a propsito de algunos artculos del reglamento, en que se le impeda el cobro de ciertos derechos indebidos. Dirigi desde el plpito por esta causa invectivas contra el gobernador y los cabildantes. El arzobispo Valdivieso apoy sus pretensiones y el intendente de Colchagua entr a terciar en el negocio para darle una solucin equitativa. Con estas mejoras locales termin la parte laboriosa de gobierno de don Jos Mara Labb. Su administracin transcurri hasta 1849 en medio de la paz; pero las elecciones de este ao, una de las ms abusivas que se han verificado en este departamento, en las que la absorcin del poder central y el autoritarismo desmedido de sus agentes locales anularon la voluntad del pueblo, vinieron a colocarlo en una situacin difcil. Labb careca de la firmeza que se requiere para presidir elecciones contrarias a la ley y a los derechos de los electores: prudente, pusilnime ms bien, se dejaba dirigir en sus actos polticos y administrativos por su secretario don Baltasar Olmedo. Tanto ste como su hermano don Mateo Olmedo, director del colegio de hombres y secretario municipal, estaban ligados por amistad y vnculos de correligionarios con don Antonio Varas, que trabajaba por la oposicin y haca frecuentes visitas a Curic, por ser cuado del escribano don Cndido Muoz. Desde muy temprano comenzaron todos estos caballeros a trabajar en favor de sus intereses polticos, perfectamente servidos por los secretarios de la municipalidad y de la gobernacin. Con el prestigio de don Antonio Varas y con la fuerza moral que los Olmedos sacaban de sus puestos, sus trabajos electorales iban tomando la extensin ms apropiada para su triunfo. Los correligionarios aumentaban y muchos vecinos de suposicin se alistaban en las filas opositoras. Pero una noche llega inopinadamente a Curic en un birlocho el intendente de Colchagua don Domingo Santa Mara, cambia por completo el giro de las cosas, y domina en todas direcciones la situacin poltica. El primer paso que dio fue dirigirse a la sala municipal y llamar a los vecinos ms comprometidos contra la poltica gubernativa para amonestarlos por el libre ejercicio que hacan de sus derechos de ciudadanos. Entre stos concurrieron tambin don Mateo Olmedo y don Segundo Fredes, marido de la directora de colegio de nias: al ltimo le mand cerrar el establecimiento que regentaba su esposa y lo oblig a sincerarse para no imponerle mayor castigo y al primero lo calific de corruptor de la juventud, porque le daba el mal ejemplo de ser opositor del Gobierno, lo destituy de la secretaria municipal y de la direccin del colegio de hombres y lo remiti preso a Santiago por conspirador. Tales eran la omnipotencia avasalladora de los intendentes de entonces y las ideas dominantes de tolerancia y libertad, que se juzgaba acto de inmoralidad en un empleado el opinar contra el Gobierno! Tanto afectaron a Olmedo estos atropellos, que por el camino se baj del caballo, se sac el palet y los pantalones y dio otras seales de inequvoca perturbacin mental. Aunque el mismo gobernador interpuso su influencia en su favor, siempre se le remiti a la capital en calidad de reo poltico. Intil es decir que a don Baltasar Olmedo, hermano del anterior, se le arroj de su puesto de secretario de la gobernacin. A un mandatario que con tan pocos miramientos supeditaba el derecho de los electores, la municipalidad le acord sin embargo un voto de aplauso, como protesta a un folleto que se dio a luz con el ttulo de La provincia de Colchagua y su intendente el seor Santa Mara, hecho que demuestra la depresin moral que engendran en los pueblos los malos hbitos polticos, la docilidad y la complacencia inconsciente. Despus de trazar un plan electoral encaminado a arrebatar al pueblo sus derechos y a establecer sin contrapeso el predominio oficial, Santa Mara se dirigi a Santiago a dar cuenta de sus actos al ministro Vial, dejando en Curic a cargo de los negocios polticos a don Luis Labarca. Los adversarios del Gobierno, lejos de amilanarse con los abusos del intendente, hicieron lo posible por contrarrestar la omnipotencia tradicional de las autoridades locales para coartar la libre emisin del sufragio popular, y siguieron trabajando en favor de sus candidatos para diputados, don Antonio Varas, don Waldo Silva y para suplente don Pedro Palazuelo. Es de advertir que el partido montt-varista an no se haba formado y que durante este perodo eleccionario don Manuel Montt vivi alejado de los negocios de la poltica militante. Das antes de las votaciones, los agentes de Santa Mara comenzaron a ejecutar el plan acordado. Se principi por acuartelar el batalln cvico y las milicias de caballera del pueblo y de las subdelegaciones ms inmediatas, las cuales quedaron en los claustros de San Francisco, vigiladas por un piquete de cazadores a caballo que desde el ao anterior resguardaba el boquete del Planchn y tomaba a los revolucionarios argentinos que

trasmontaban los Andes por ese punto. El fin que se persegua con esto era poner en arresto a los oficiales y soldados que tenan opiniones contrarias al Gobierno, asegurar el voto de los dems y prohibir a todos el contacto con los particulares. A la tropa de infantera se le pona en la barra y se le agobiaba con el servicio de las armas para arrebatarle sus boletos de calificacin. Para amedrentar a los tmidos milicianos del campo, se recurri al expediente de amenazarlos con que se les fusilara si no se declaraban partidarios del Gobierno. Para dar uniformidad a los trabajos electorales del departamento de Curic, el intendente de Colchagua y don Luis Labarca mandaban pedir rdenes a Santiago al candidato oficial don Juan de la Cruz Gandarillas, que estaba autorizado por el ministro del interior don Manuel Camilo Vial para dirigir la eleccin. El gobernador Labb obedeca por su parte a las inspiraciones de Labarca. Llegadas las elecciones de diputados y electores de senadores, se rodearon las mesas con fuerza armada y slo quedaron accesibles a los amigos del Gobierno. La tropa acuartelada sala por partidas a las rdenes de los agentes oficiales a emitir su voto. El papel de la guardia nacional se reduca principalmente a ganar las elecciones. No tena el carcter neto de una institucin militar democrtica, ni por la disciplina, ni por la aptitud del todo nula de la tropa, ni por las excepciones odiosas que se hacan con personas de cierta condicin social: un joven que no fuese de la clase obrera o proletaria se crea profundamente humillado si se le enrolaba en las filas de la tropa. Por otra parte, las charreteras del oficial, que creaban un puesto de lujo en la milicia, no se ponan jams en hombros plebeyos. Los jefes y gobernadores vejaban cuando queran a los que, sin impedimento legal, podan pertenecer a la guardia nacional; pero esto se haca o con enemigos personales o adversarios polticos; a los oficiales contrarios a la poltica gubernativa se les mandaba en das de votaciones a cubrir guarnicin a puntos lejanos del departamento y a los soldados se les pona arrestados por faltas imaginarias. En fin, despus de aprisionar vocales de mesas, suplantar firmas, borrar listas y escamotear boletos de calificacin salieron electos por 1058 votos los diputados propietarios don Juan de la Cruz Gandarillas, don Rafael Vial y suplente don Ramn Briceo, y los electores de senadores Luis Labarca, Juan de Dios Labb, Manuel Merino, Mercedes Fuentes, Cayetano Figueroa y Mauricio Merino, jefes los dos ltimos respectivamente del batalln cvico y del escuadrn de caballera. Digna de notarse es la igualdad de votos de los elegidos, circunstancia que sin otra prueba patentizara el fraude innegable de la eleccin. Los candidatos de oposicin para diputados obtuvieron 91 votos e igual nmero de los electores de senadores Mateo Olmedo, Cndido Muoz, Andrs Arriarn, Eusebio Barros, Andrs Rodrguez y Antonio Vidal. El diputado don Antonio Garca Reyes levant su voz elocuente en la cmara para denunciar los abusos cometidos en la provincia de Colchagua; con este motivo el Gobierno mand levantar un sumario, pero sabida es la suerte que corren los sumarios polticos. No terminaremos la narracin de este perodo sin recordar el grande impulso que la agricultura tom en nuestro departamento con el descubrimiento de ricos minerales en California en 1848; las siembras de trigo, la elaboracin de harinas y el beneficio de engordas aumentaron con el incremento de la exportacin.

Captulo XIV Los cerrillos de Teno.- Causas del bandolerismo.- Crueldad de los salteadores.- Los primeros ladrones.- Los negros esclavos.- Los pehuenches.- Los mestizos.- Modo de ejercer sus latrocinios.- Don Graciliano Lazo y los hacendados de los cerrillos.- Los salteadores del principio de la Repblica.- Una partida se apodera de la crcel de Curic.- El hallazgo de los arrieros.- Don Lucas Grez en persecucin de los bandidos.- Ejecucin de Santiago Campos y Pascual Espinosa.- Benito Cornejo.- Por qu persigue Irisarri a los ladrones.- Encuentros con los caminantes.- El bandolerismo decae desde 1840.- El comisionado Valentn Moya.- Fin del ltimo malhechor de los cerrillos. Don Francisco Solano Astaburuaga describe en su Diccionario Geogrfico este tristemente clebre teatro de malhechores del modo siguiente: Poco distante de la banda norte del ro Teno se extiende un tramo o corrida de altibajos o agrupados cmulos, a manera de dunas, que se prolonga casi de este a oeste por no menos de

cincuenta kilmetros con un ancho hasta de doce, conocido con el nombre de Cerrillos de Teno, y son notables por su naturaleza volcnica, que se presume ser una corriente enorme de lavas, a pesar de lo distante y discontinuos que se hallan con los Andes en que ha podido tener origen.

Aun en la parte sur del ro corre en la direccin indicada otra faja de montculos paralelos a los del norte, que mide algunas cuadras de ancho. Toda esta prolongada serie de lomas se asemeja a la superficie de un inmenso mar agitado, cuyas olas descienden aqu para subir ms all y ocultar lo que est tras ellas. Estos cerrillos estn cortados de oriente a poniente por la quebrada del Peumo y varias otras, hondas, extensas y antiguamente cubiertas de tupidos montes. Como una calzada, que se eleva algunos metros sobre la altura de las colinas, est la cuesta del Peral, en el camino que conduce a Chpica y San Antonio: aqullas y sta eran las guaridas donde se ocultaban las gavillas de temibles malhechores para asaltar a los caminantes. Al norte del ro la propiedad estaba dividida en grandes estancias, mientras que a este lado, sobre todo en el lugar denominado Quilvo, pequeos lotes subdividan la tierra entre muchos dueos: all la extensin y la soledad favorecan la fuga del bandolero; ac el temor o la amistad de numerosos cmplices le proporcionaban albergue y medios para burlar las pesquisas de la autoridad. Toda esta zona de montculos fue hasta que recibi el beneficio de la irrigacin en 1835, una superficie estril, triste, sin divisiones y sin otro camino que la huella trazada por el trfico de los viajeros, sbana inmensa que el sol ardiente del verano envolva en una atmsfera abrasadora y que cubran nubes de langostas, especie de pequeo desierto de frica donde no faltaban ni las terribles bandas de beduinos. Se prestaban, pues, perfectamente las sinuosidades del terreno, la soledad del llano y la espesura de los bosques de las quebradas para las sorpresas y asechanzas de los bandidos, que tenan en ltimo caso fcil escondite en las montaas sub-andinas y en las serranas de la costa. Esto y la falta de trabajo, que pes como una terrible necesidad sobre las clases menesterosas en el siglo XVIII y a principios del presente; el atraso intelectual de la generalidad de los habitantes, la indolencia de las autoridades y la dilacin en el procedimiento criminal, atrajeron a los cerrillos de Teno una horda de ladrones que se enseore de esos lugares por el espacio de un siglo. Tales crueldades se contaban de los bandoleros, como la de arrancar a sus vctimas la piel de la cara, que los caminantes se atemorizaban hasta el extremo de hacer testamento antes de atravesar los cerrillos de Teno. Desde el otro siglo exista la costumbre de juntarse los viajeros en grandes caravanas armadas para poder pasarlos sin peligro y oponer as una resistencia eficaz. Los primeros salteadores de los cerrillos fueron los pehuenches de la falda oriental de la cordillera y los esclavos fugados de las haciendas vecinas. Desde la primera mitad del siglo pasado, los esclavos de las haciendas de Teno, Guaico, Cerrillos, Quinta y Tutuqun, que cometan algn crimen, huan a esconderse a los cerrillos de Teno. En otras ocasiones se escapaban para librarse de los severos castigos que sus amos les aplicaban por faltas por torpezas que cometan en el servicio que se les tena encargado. Fueron estos primeros ladrones indios de las encomiendas y negros africanos. Hasta fines del otro siglo los cerrillos servan de punto de reunin a todos los esclavos fugados, que se convertan con facilidad en feroces salteadores. Un solo hecho nos servir de comprobante. Un da atravesaba su estancia de los Cerrillos, en los ltimos aos del siglo citado, el coronel de milicias don Juan Francisco Labb, acompaado de dos sirvientes. Al torcer una senda, cuatro bandoleros lo rodearon, le detuvieron el caballo y le exigieron las armas y el dinero que llevaba consigo; pero antes que Labb y sus sirvientes se repusieran del estupor que les haba causado tan repentino encuentro, uno de los bandidos se puso de parte de los asaltados y blandiendo su arma dijo a sus compaeros que morira peleando en favor de don Juan Francisco Labb si persistan en llevar adelante el salteo. Desistieron, en efecto, los malhechores de su intento. El generoso salteador haba sido esclavo de la hacienda del caballero asaltado y quiso dar a aquel en cuya casa haba aprendido leer y escribir un testimonio de respeto. Su antiguo patrn le dio de buen grado el dinero que intent quitarle a viva fuerza y lo exhort a que modificara sus costumbres y abandonara tan sombra ocupacin. Otra raza que haba dado un paso en la senda del progreso, pero que haba heredado las malas cualidades de sus progenitores los indios, los mestizos, hijos de espaoles e indgenas,

vino a completar los cuadros de aquellas hordas de primeros malhechores que comenzaron a ensangrentar las llanuras de Teno. A mediados del siglo XVIII, todos se haban reunido para formar bandas que ejercan sus depredaciones no slo en Teno, sino en los territorios de una y otra ribera del ro de este nombre. El padre Rosales deca en su Historia civil del Reino de Chile que los pasajes que los ladrones frecuentaban preferentemente pertenecan a los partidos de Colchagua, Maule y Chilln. Al hablar de los dos primeros, se refera a los cerrillos de Teno y a los llanos de Cumpeo. De manera que Curic estaba entre dos guaridas de vndalos, una al norte y otra al sur, aparte de una tercera partida de malhechores que tena su asiento al poniente de la villa, en el lugar llamado el Morrillo, inmediato a la juncin de los ros Teno y Lontu. Se comprender, pues, que el radio de accin de estas bandas perfectamente organizadas, llegaba hasta ms all de los cerrillos y del territorio de Curic. He aqu ahora como ejecutaban sus crmenes y robos. Algunas partidas se apostaban en los caminos para asaltar a los viajeros y otras robaban en las haciendas rebaos enteros que iban a vender a puntos lejanos del lugar del robo. Las autoridades civiles y eclesisticas hacan esfuerzos comunes redoblados para contener el bandolerismo: los corregidores perseguan a los ladrones en sus escondites ms conocidos y los jesuitas y misioneros recorran los campos para moralizar a sus habitantes con fiestas religiosas. Pero el mal provena de causas econmicas, como la pobreza general del pas y la falta de trabajo para las clases inferiores de la sociedad, y lejos de disminuir, tomaba mayores proporciones con la aparicin de los pehuenches en el ltimo tercio del siglo XVIII. Desde que a estos indios se les cerraron algunos boquetes del sur, comenzaron a correrse hacia el norte, y a pasar por los caminos de la cordillera de Chilln, Talca y Curic al lado occidental de los Andes. El paso del Planchn les ofreca un camino fcil y expedito; lo atravesaron repetidas veces para hacer incursiones a las haciendas del Guaico, Teno y Quinta, cuyos ganados arrebataban para internarlos a los valles andinos. Algunos grupos alcanzaban hasta los cerrillos, donde se establecan para saltear a los caminantes sus animales y cargas, que iban a esconder a sus guaridas de la cordillera. Los tenientes corregidores de la villa movilizaban las milicias de caballera para perseguir a los invasores, y considerando el presidente Juregui insuficiente esta medida, orden en 1777 que se retirasen los ganados de los fundos de cordillera. Estas irrupciones de los indios pehuenches tuvieron en constante alarma a las autoridades y vecinos del territorio de Curic durante algunos aos. En 1793 haba llegado a tal punto la audacia de los salteadores de Teno, que todos los hacendados vecinos a los parajes en que ejercan aqullos sus latrocinios, se congregaron para armar una respetable patrulla que protegiera sus vidas y propiedades. El dueo de la hacienda de la Quinta, don Graciliano Lazo de la Vega, se present al Gobierno colonial pidiendo permiso para ponerse al frente de esa partida y perseguir a los malhechores; otorgado que le fue, su hacienda se convirti en el cuartel general de las que se destinaban a la persecucin de los ladrones. En esta empresa de poca gloria y mucho peligro, que dur un largo espacio de tiempo, se distingui el administrador de la hacienda de la Quinta, don Blas Almarza. Al comenzar el siglo que corre, la fama de los cerrillos de Teno oscureca la de todos los otros lugares frecuentados por los bandidos; haban adquirido ya tan triste celebridad, que llegaba a los lmites de lo proverbial. Grupos de ociosos venan de todas partes a engrosar las filas de los salteadores, capitaneados por bandoleros sanguinarios y depravados. Viajero que atravesaba solo la desierta llanura, tena que perder su caballo y su dinero, cuando por casualidad escapaba al pual de los feroces ladrones. Ninguno desempe un papel ms sombro y horroroso en aquella poca, que Jos Miguel Neira, el atrevido montonero de 1816, cuyas escaramuzas y costumbres hemos contado en un captulo anterior. Le sucedieron para continuar su tctica, sus crmenes y su arrojo dos bandidos llamados Juan Juregui y Andrs Gutirrez, que haban servido quizs a sus rdenes y que, capturados en mayo de 1817, fueron pasados por las armas en la plaza de Curic. En los aos que siguieron a la independencia, los ladrones de Teno continuaron dando que hacer a las autoridades y atacando a los pasajeros con su acostumbrada rapacidad e indomable fiereza. El vicioso sistema criminal de esos tiempos, el agotamiento general del pas despus de la revolucin de la independencia, la escasez de alimentos y de trabajo y por ltimo la desercin militar, atrajeron a Teno mayor nmero de malhechores que en pocas anteriores. Los salteos se cometan a la luz del da, porque nadie se atreva a pasar los cerrillos en la noche y arrostrar los peligros de una sorpresa de esas hordas sanguinarias que arrancaban la piel del rostro de sus vctimas para que no fuesen conocidas o las arrojaban aturdidas o

muertas a las aguas del ro. Detalle caracterstico de la horrenda saa de los bandidos: desde el Maule al Maipo, inclusive, en ningn ro se encontraban tantos cadveres como en el Teno. El gobernador don Juan de Dios Puga les declar una guerra sin cuartel y llen la crcel de facinerosos, pero siempre continuaban los cerrillos plagados de bandoleros. Tanto creci la osada de estas bandas de malhechores, que, no contentos con turbar el silencio de las mesetas de Teno con sus persecuciones a los caminantes, llevaron el pnico a la misma poblacin de Curic. El 14 de abril de 1823, a la una de la maana, penetr al pueblo una partida que se apoder de la crcel y dio libertad a once grandes criminales; los salteadores hirieron y pusieron en el cepo al alcaide antes de retirarse. El gobernador o delegado directorial don Diego Donoso, improvis al da siguiente un piquete de veinte hombres armados y sali en busca de los bandidos, que no se atrevieron a presentarle combate. Sabedor el general Freire de estas ocurrencias, dispuso que de tres distintos militares establecidos entre el Maule y el Maipo en marzo de ese ao, se desprendiese un destacamento en auxilio de la villa. Esta fuerza de caballera no contribuy en nada a la extincin del bandolerismo. Cuando se aproximaba a los cerrillos, los ladrones huan a esconderse a la cordillera de los Andes o a la de la costa, ocultando antes sus robos. Con motivo acaso de esas fugas, se encontraron unos arrieros un gran entierro de plata de cruz. Iban del sur para Santiago y se detuvieron, por haberles anochecido, en una cuesta del otro lado del ro; por su oficio y por su catadura, bien poco tenan que temer a los ladrones. Al matar uno de ellos un cordero, not algunas monedas de plata en el suelo; comenz a escarbar y dio con una carga de talegos. En el acto cargaron una mula y se retiraron tan deprisa, que fueron dejando un reguero de monedas en toda la extensin de la cuesta de las cuales se encontraban algunas los pasajeros muchos aos despus de este hecho. Por este motivo la cuesta se conoce desde entonces con el nombre del Platero o de la Plata. Escapando de las comarcas comprendidas entre Teno y la Obra fue en 1825 Marcos Leiva. Aprehendido y encarcelado, se fug con los presos y aterroriz a veces al mismo pueblo con acercarse a sus alrededores. Nuevamente tomado pag en la horca sus crmenes, y sus miembros se fijaron en palos colocados en los caminos de la Obra y de los cerrillos. En las conmociones civiles de 1829, don Jos Alejo Calvo, form en parte su montonera con bandidos de Teno. Tan luego como los trastornos concluyeron, stos volvieron a sus antiguas correras con mejores armas y ms familiarizados con el peligro. Sobresalieron por los latrocinios y asesinatos que cometan, dos salteadores llamados Pascual Espinosa y Santiago Campos. Durante dos largos aos escaparon a las persecuciones de la justicia. Cuando ms, caan algunos de los suyos en poder de los agentes de la autoridad, para ser pasados por las armas. Los miembros de los cadveres, como la cabeza y brazos, se colocaban en los mismos lugares de sus crmenes; pero los dems facinerosos se los arrebataban para sepultarlos. Por fortuna desempeaba las funciones de juez de primera instancia don Lucas Grez, alcalde del municipio. Este hombre de incontrastable virilidad, como lo hemos visto ms atrs, lo primero que hizo una vez en ejercicio de su cargo, fue dirigirse al intendente de Colchagua, el coronel don Pedro Urriola, pidindole autorizacin para perseguir y aniquilar a los bandidos de Teno. Este mandatario le contest con el siguiente oficio: Intendencia de Colchagua. Curic y abril 6 de 1831. El lastimoso estrado a que tienen reducido este departamento los muchos facinerosos que lo infestan, me ponen en el deber de hacer presente a US. que el castigo del azote es el nico que los contiene; que esto se halla en prctica en todos los puntos de la Repblica y que la experiencia me lo ha hecho conocer como el mejor antdoto. Es de la mayor necesidad que US. lo ponga en prctica en este departamento que, por desgracia, es uno de los ms desmoralizados. Dios guarde a US. muchos aos. Pedro Urriola.

Autorizado con tanta amplitud, el alcalde Grez emprendi una excursin formal a los cerrillos e hizo azotar sin compasin a los sospechosos y encubridores: distribuy fuerzas en todas direcciones y recorri hasta los rincones ms apartados de Teno, Huemul, el Calabozo y el Guaico. En esta ltima hacienda haba un cerro denominado Manque, cubierto de un tupido

bosque de piche y espino, que serva de escondite a los ladrones, por estar ms cercano a los altibajos de Teno. Grez conoca a palmos el terreno por ser su familia poseedora de la hacienda del Calabozo. Logr al fin el diligente y altivo funcionario capturar a Santiago Campos y a Pascual Espinosa, jefes de las gavillas de malhechores. Los trajo a ambos a la villa, al ltimo atado a la cincha de su caballo; les sigui un breve proceso, despus del cual fueron condenados a muerte. Sus cabezas se fijaron en postes cerca de la capilla de la hacienda del Guaico, donde la ignorancia y barbarie de los campesinos las hizo objeto de veneracin y respeto. Pero el mal no estaba extinguido del todo, porque inmediatamente se levant un terrible sucesor de los dos bandidos ajusticiados. Se recordar que en otro captulo hemos hablado de un indio de Lora que asesin a don Manuel Fuentes. Se llamaba Benito Cornejo. Huyendo de Lora, vino a los cerrillos a entregarse a la vida del pillaje, en la que adquiri bien pronto una siniestra nombrada. Capturado por los agentes de la justicia, se escap de la crcel de la villa en 1834, para morir poco despus de un balazo que le dio don Jos Mara Merino al sorprenderlo en un robo de animales en el Romeral. Don Antonio Jos de Irisarri, persigui tambin tenazmente a los salteadores de Teno, no tanto como medida de buen gobierno, que habra sido propia de su ilustracin y de la severidad de su carcter, cuanto por ejercer una venganza, porque en una ocasin le persiguieron y demoraron a un propio que haba mandado a Portales en los das de los fusilamientos polticos y porque uno de sus sirvientes, antiguo ladrn, se le haba escapado a los cerrillos y hecho salteador. Su nombre era Pedro Gutirrez, conocido entre sus compaeros con el apodo de Chancha rabona. El iracundo potentado no pudo vengarse de su sirviente, pero en cambio ordenaba a los cazadores largas batidas en que el sable y el azote funcionaban sin someterse a frmulas de ningn gnero Irisarri los persegua y los tema, pues, jams atraves los cerrillos sin llevar una escolta. No siempre los bandidos lograban salir triunfantes en sus emboscadas. Suceda a veces que perdan la vida en la resistencia que les oponan los viajantes, los cuales en otras se apoderaban de ellos y los entregaban amarrados a las autoridades de Curic o San Fernando. Para no recargar el cuadro con muchos hechos parecidos, referiremos dos solamente. Un da atravesaba el teatro de tantos horrores un vecino de Rauco llamado Jacinto Gamboa, sujeto de coraje y de cierta destreza en el manejo de la espada, que muri andando el tiempo en las revueltas de 1859. Al bajar una altura se encontr con varios bandidos de a pie que, con cuchillo en mano, lo rodearon. Sac l su espada y profiriendo una interjeccin que le era familiar, carg sobre los asaltantes; dos cayeron atravesados a estocadas y los dems huyeron. En otra ocasin pasaba por Teno un joven de aspecto decente, casi elegante, enteramente solo y montado en un brioso caballo. Cinco bandidos, de a caballo tambin, le cierran el paso, sacan los puales y lo rodean; l a su vez desenvaina un pesado machete y se resuelve a vender cara su existencia. Su caballo tena la particularidad de no dejar que se le aproximara nadie por detrs; de modo que los ladrones se ven forzados a emprender el ataque de frente, y con tan malos resultados, que del primer machetazo derriba el valiente transente a uno de los malhechores, herido en la cabeza; a los pocos instantes le abre el crneo a otro y luego tiende muerto a un tercero; los dos restantes huyen despavoridos: los persigue, pero sin darles alcance; vuelve entonces al lugar de la refriega, se desmonta, se sienta en uno de los cadveres, con el orgullo del guila que se posa en su vctima, y hace con tranquilidad un cigarro para retirarse enseguida precipitadamente del lugar de tan original escena. Ese hombre extraordinario sentado en el cadver de un bandido, simbolizaba el triunfo de la honradez contra el crimen; de la civilizacin contra la barbarie. El primero de los bandidos que cayeron, llamado Antonio Sandoval, que haba servido en la partida de Calvo en la revolucin de 1892, recibi una herida que no fue mortal y pudo ver por lo tanto lo que pasaba cerca de l; escarmentado con este lance, se hizo hombre honrado y entr de sirviente a un fundo de Santa Cruz. Desde 1840, los gobernadores de Curic, los subdelegados y propietarios declararon a los bandidos de Teno una guerra a muerte. Los estrecharon por todas partes y los persiguieron en sus madrigueras ms ocultas. La accin sostenida y combinada de todos ellos produjo resultados excelentes: el bandolerismo comenz a retroceder por primera vez despus de un siglo de terror y de xito. Los hacendados, a fin de asegurar la estabilidad de este triunfo, pagaban individuos que hacan el servicio de ronda, en que se distingui Valentn Moya, conocido en aquellos aos con el ttulo de comisionado Moya. Creemos que en su juventud no observ una conducta muy escrupulosa. Fue ms tarde empleado de la hacienda de Irisarri y

posadero en un fundo de los cerrillos. Montaba bien a caballo, manejaba perfectamente el sable y como valiente y tirador de fusil, pocos lo aventajaban. Este hombre fue el que contribuy ms directamente a la total conclusin de los salteadores, a quienes buscaba, hera o mataba. Su temerario arrojo lo hizo el blanco del odio y de las asechanzas de los bandidos. Un da va a buscarlo a su misma vivienda un ladrn apellidado Osorio, famoso por sus fechoras, por su denuedo y fuerzas hercleas. Se acerca a la casa de Moya y le grita: Vengo a matarte!; Moya salta sobre su caballo y se traba una lucha desesperada a cuchillo. Luego el malhechor se siente herido, huye y abandona su caballo en un barranco. Limpios los cerrillos de ladrones, Moya se dirigi al sur, donde muri en una campaa del ejrcito contra los indios. No concluiremos esta larga enumeracin del pillaje, de la violacin y del asesinato sin que demos a conocer cmo desapareci el ltimo bandido de aquel escenario de crmenes y de sangre. En 1850 alarmaba los cerrillos y sus alrededores con sus salteos un malhechor de apellido Oyarce. Era este individuo superior quizs en ferocidad, valor y destreza a cuantos bandidos tuvo Teno. Se cuenta de su agilidad de jinete que a todo correr cortaba la cincha de su montura, la arrojaba al suelo y quedaba siempre montado en el caballo. Nunca pudieron sorprenderlo las autoridades. Oyarce entraba clandestinamente al pueblo, a casa de un sastre de apellido Rodrguez, tambin de dudosa conducta. Un da invit al sastre a un cordero asado al otro lado del Teno; aceptada la invitacin, salieron ambos en la noche para ir a amanecer al lugar del festn; pero al venir el da se junt Oyarce con otros ladrones y saltearon al invitado, a la orilla del ro, lo golpearon y lo arrojaron al agua amarrado de pies y manos con una gran piedra al cuello, precaucin que tomaron para no ensangrentarse la ropa. Por una rara casualidad, la amarra no haba sido hecha con firmeza y se desat al reblandecerse con el agua. Logr salir el sastre a la orilla y asilarse en el rancho de una pobre y solitaria anciana. Al da siguiente se vino al pueblo, dio cuenta de lo sucedido a las autoridades e indic el paradero del ladrn. Sali un grupo de polica que, unido a otro de celadores de uno de los jueces ms inmediatos al lugar del hecho, emprendi la persecucin del criminal. No fue difcil dar con l: lo persigui de cerca un celador; no teniendo Oyarce otra salvacin que saltar la escarpada barranca del ro, tap con la manta la vista al caballo y se precipito al abismo; otro tanto hizo el celador; ambos salieron a la margen opuesta y trabaron una lucha cuerpo a cuerpo, en que sali vencido el ladrn. Trado a Curic acribillado de heridas, se le sigui un proceso en que se le probaron varios salteos y asesinatos. Condenado a muerte, se le ejecut en San Fernando, capital de la provincia. La completa desaparicin del bandolerismo de Teno fue el resultado de la civilizacin, fuera de las medidas precautorias y permanentes de hacendados y autoridades: la propiedad se subdividi en los cerrillos y la poblacin aument en esos lugares; la suerte de las clases trabajadoras se mejor con mucho y los medios de trasporte se perfeccionaron e hicieron ms seguros con la introduccin de las diligencias o grandes coches de viajes y muy particularmente con el ferrocarril.

Captulo XV Situacin poltica y social de Curic en 1850.- Las sesiones del cabildo y las rivalidades de familia.- El canal del pueblo.- La poltica general del pas.- Sublevacin de Molina.- Sale de Curic una columna a sofocarla.- El gobernador Fuenzalida.- Organizacin de tropas.- Entran en campaa.- Sublevacin del batalln Curic en Talca.- Se agrega la tropa al Rancagua.- La montonera de don Matas Ravanal.- El gobernador don Timoteo Gonzlez.- Baile al presidente Montt en 1853.- Adelantos locales.- Hospital.- Servicio mdico.- Los empricos.- Aseo pblico.Primera exploracin de la laguna de Vichuqun.- Elecciones de 1858.- Nacimiento de la prensa.- El Curicano.- Los redactores.- El primer jurado.- Otras publicaciones. Veamos en qu situacin poltica y social se encontraba Curic despus de las escandalosas elecciones de 1849, para poder formarnos un criterio exacto e ilustrado de los ruidosos acontecimientos que siguieron a esta poca. Desde antiguo dividan la opinin del pueblo las rivalidades de las familias Vidal y Labb, igualmente acomodadas, numerosas y meritorias por los servicios prestados a la localidad. Reinaba entre ellas una agria y constante enemistad que haba formado en el vecindario dos bandos personales y antagnicos, que trataban de sobreponerse, anularse, destruirse, como aquella organizacin feudal de la sociedad italiana de la edad media: eran las postreras manifestaciones del espritu feudatario

que haba vivido largos aos arraigado a nuestros hbitos sociales. Se reconocan por jefes de estos grupos a don Francisco Javier Muoz y a don Antonio Vidal, ambos de mucho influjo en el lugar por su respetabilidad social, su fortuna y los cargos que haban desempeado; disponan de numerosas adhesiones, no menos por su prestigio personal que por constituir las familias de uno y otro la mayora de las personas expectable de Curic. A la tertulia de Muoz concurran los Riquelmes, sus parientes por afinidad, todos los Labbs, a cuya cabeza estaba don Jos Mara, antiguo gobernador, alcalde, jefe del cuerpo cvico y administrador de estanco; don Isidro Hevia, don Jos Dolores Fermandois y don Lucas Grez. En torno de Vidal se agrupaban los Rodrguez, don Andrs Merino, los Pizarros, don Jos Ignacio Ruiz y don Cayetano Figueroa. El campo que elegan ordinariamente para decidir sus querellas y hacer estallar sus rivalidades era el cabildo. Ah las dos facciones desplegaban sus fuerzas y se acometan sin darse reposo. Fueron, sobre todo, muy borrascosas las sesiones de 1849 y 1850; en el primero de estos aos tocaba a su trmino la administracin de don Jos Agustn Barros Varas y en el otro estuvo gobernando interinamente don Antonio Vidal. Una oposicin vigorosa, inspirada y sostenida por los ediles don Francisco Javier Muoz, don Isidro Hevia y don Juan de Dios Labb, tuvo en continua alarma en la municipalidad al gobernador Barros Varas, quien comunic ms de una vez al supremo gobierno la imposibilidad de poder establecer una administracin sera y laboriosa con una faccin que le era adversa por sistema. Culpaba en esas comunicaciones, de principal instigador a don Jos Mara Labb y peda su separacin del cuerpo cvico por la ineptitud de su edad avanzada. Nombrado gobernador interino el seor Vidal, sigui la oposicin en el cabildo con mayor violencia y tenacidad su obra de obstruccin. Las sesiones de los cabildantes se agrav sobremanera con un asunto que estuvo por mucho tiempo a la orden del da, el canal del pueblo. Acusaban al gobernador de tomar en este negocio una ingerencia muy marcada en favor de sus intereses particulares y en perjuicio de los accionistas y del mismo pueblo, escaso siempre de este elemento indispensable para su vida y salubridad 28. Vidal rechazaba con energa el cargo de tener miras interesadas en el manejo de la cosa pblica, producindose a este respecto choques irritantes que descendan al terreno de las personalidades, siempre escabroso y desmoralizador en deliberaciones de cuerpos colegiados. Fue especialmente borrascosa la sesin del 8 de junio de 1850, a causa de una indicacin injuriosa del municipal don Juan de Dios Labb para que se hiciese retirar al cabildante pretrito don Cayetano Figueroa, llamado para integrar la sala. Un numeroso concurso de espectadores concurra a la barra de la municipalidad, no a presenciar los debates de una corporacin ilustrada, deca el gobernador en una nota al intendente de la provincia, sino como a un anfiteatro, atrada por el espectculo ofrecido por los regidores de oposicin. Estas rias feudatarias entorpecan naturalmente el desenvolvimiento progresista de la localidad, puesto que los cabildantes no podan concretarse al estudio de los importantes problemas que por primera vez se presentaban a la consideracin del poder municipal. Lejos de ser la corporacin una escuela de civismo, encargada de velar por los adelantos que la poblacin exiga en sus servicios locales, se haba convertido en palenque de disensiones personales y de pequeas rivalidades de familia que traan como consecuencia final el gobierno oligrquico, el predominio de castas privilegiadas, por la adquisicin del ttulo de gobernador que obtenan del ejecutivo para alguno de sus miembros o por los medios de que se valan para gobernar a los que gobernaban. Imperando este sistema de gobierno local, era difcil, cuando no imposible, el adelanto material del pueblo y el progreso poltico de las clases menos preparadas para las funciones pblicas: la totalidad de los ciudadanos componan solamente la clientela de los directores de la poltica. Por eso las facciones personales han sido el obstculo ms serio que el adelanto local y la sociabilidad curicana han encontrado en su camino; por suerte, la vida moderna no va siendo favorable a la formacin de oligarquas de provincia. Cuando principiaron a verificarse los sucesos que pasamos a narrar, el bando de la familia Vidal estaba arriba, en todo el auge de su preponderancia, es decir, en el Gobierno; al par que sus adversarios, los Labbs, estaban abajo, esto es, cados y de oposicin. En octubre de 1850 el partido conservador, entonces en el poder, proclam en la capital la candidatura de don Manuel Montt para Presidente de la Repblica, al cabo de algunas vacilaciones ocasionados por las simpatas con que contaba el general de divisin don Santiago Aldunate. Haba tomado aquel partido resolucin para llevar a la primera magistratura de la nacin a un hombre de talento y de energa capaces de contrarrestar y aun de anonadar a una oposicin brillante, resuelta e inteligente, que comenzaba a inquietar a los espritus

tranquilos y a conquistar muchos adeptos. Esa oposicin varonil, que dio al pas con el trascurso de los aos tantos y tan renombrados estadistas, tena su principal centro de propaganda en la Sociedad de la Igualdad, donde se emitieron por primera vez las doctrinas ms avanzadas que hasta ese da haba odo la sociedad recalcitrante y asctica de Santiago. Como candidatura francamente hostil a la oposicin, los grupos liberales la recibieron con ruidosas demostraciones de disgusto que alcanzaron a veces los lmites de la ira desembozada. Por su parte los conservadores gobiernistas persiguieron a sus adversarios, declarando una guerra cruda y sin cuartel a la Sociedad de la Igualdad, o fuese imponiendo a sus miembros multas indebidas, o fuese atacndolos en su mismo recinto de sesiones con la polica disfrazada o disolviendo por ltimo la institucin como subversiva al orden pblico. A esta intensa irritacin de las pasiones polticas, vino a dar pbulo todava una serie de sucesos de suma trascendencia, que precipitaron de lleno al pas en una guerra civil, como el levantamiento de San Felipe, la sublevacin del Valdivia el 20 de abril de 1851, la declaracin de sitio de aquella ciudad y de Santiago y finalmente la proclamacin en el sur de la candidatura del general Cruz para presidente en febrero del mismo ao. La inquietud y la propaganda de los liberales ejercieron tambin su imperio sobre las provincias, que comenzaron a agitarse a imitacin de Santiago, interrumpiendo la tranquilidad pblica y preparando la conciencia popular para la revolucin armada. Tampoco se vio libre Curic de esta alarma unnime que tan revuelto traa al pas. El 21 de abril a las nueve de la maana le lleg al gobernador de este pueblo, don Domingo Fuenzalida, la noticia del pronunciamiento del batalln Valdivia y la orden de acuartelar el de esta ciudad y el escuadrn cvico. El acontecimiento inesperado de all y la aparatosa medida de aqu, llevaron el desaliento a los partidarios de la candidatura de Montt y animaron en cambio a sus adversarios hasta el punto de hacer ostensible su jbilo y de practicar algunas diligencias revolucionarias en favor de la causa que sostenan. Comunic don Joaqun Riquelme desde esta ciudad la noticia del levantamiento de Valdivia al cura de Molina don Domingo Mndez, el mismo 21 de abril. Le puso en Quechereguas una posdata a la carta don Nemesio Antnez en que le encargaba comunicar a San Rafael a don Roberto Souber la nueva de la revolucin acaecida en Santiago para que preparase el escuadrn de Pelarco, del departamento de Talca. Esta carta cay en poder de la autoridad, que mand aprisionar a las cuatro personas nombradas: Riquelme qued retenido bajo fianza en la provincia de Talca; Souper, Antnez y Mndez en la crcel de la misma ciudad. Se ejecutaron en los mismos das en Curic algunas prisiones de opositores de cierta importancia social, entre los cuales estaba en primer lugar don Francisco Javier Muoz. Se remiti a Santiago a los tres caballeros comprometidos con la carta de Riquelme, escoltados por un oficial y algunos soldados. Al pasar la comitiva por Quechereguas, los campesinos de la hacienda salieron al camino a quitar a don Nemecio Antnez; al mismo tiempo Souper sublev a sus guardianes y con todos juntos sorprendi la villa de Molina, depuso al gobernador don Jos Antonio Maturana, lo reemplaz por don Jos Mara Iturriaga y avanz inmediatamente hasta la hacienda nombrada para amagar desde all la poblacin de Curic. El alma de este motn tan original, el ms valiente de los tres amotinados, el nico acaso capaz de correr los peligros de una aventura armada, por su resolucin, por su aptitud y su naturaleza indmita, era don Roberto Souper, el mismo militar de origen ingls que en 1881 cay herido al pie del morro Solar en la batalla de Chorrillos, siendo ya octogenario, por haberse metido a lo ms recio de la pelea al ver retroceder a un cuerpo chileno y al grito de Vean soldados cmo muere un viejo!. En 1851 estaba residiendo en San Rafael entregado a las faenas agrcolas, despus de haber recorrido una gran parte del mundo y de ser actor de mil aventuras novelescas. Sabida mientras tanto la noticia en Curic, abultada enormemente por la exageracin, el gobernador Fuenzalida destac a Quechereguas un piquete del batalln cvico a las rdenes del teniente don Pedro A. Merino. A su vez los sublevados avanzaban hacia el norte dirigidos por el cura Mndez y Souper. Ambas fuerzas se avistaron a inmediaciones de aquel lugar, tuvieron un simulacro de combate y retrocedieron a los puntos de donde haban salido, la curicana a este pueblo y la otra en nmero hasta de cien hombres a la propiedad de Antnez, para disolverse enseguida; slo le quedaron a Souper veinticinco hombres resueltos, con los cuales atraves el Maule y se fue a reunir a Chilln con el general Cruz. No contento el gobernador Fuenzalida con la conducta del oficial cvico mandado al encuentro del cura Mndez, sali l en persona con un piquete ms numeroso que el anterior y entr el da 20 de septiembre a Molina con todo el aparato de un vencedor. Era el gobernador

don Jos Domingo Fuenzalida un sujeto que no descollaba por sus mritos de mandatario y que estaba distante de poseer la inteligencia y el vigor de carcter que las circunstancias difciles requeran; no pasaba de ser una vulgaridad afortunada, de aquellas que no mueven en torno de s las grandes pasiones que agitan el corazn humano, ni la envidia, ni el temor, ni las ardientes simpatas; por lo que no estaba el Gobierno del todo contento con l. Era tmido hasta ser asustadizo. Un solo hecho puede dar a conocer esta faz de su espritu. Pasaba por esos das para el norte, por el camino del sur, un hombre de aspecto decente y evidentemente con sus facultades mentales perturbadas, llamado Juan de Dios Cuevas. Vena caminando de a pie desde los ngeles y se diriga a Rengo, de donde afirmaba ser originario, haciendo tan largo viaje y de tan extraa manera en cumplimiento de una penitencia impuesta por su inexorable confesor. Aunque esto y lo desgreado de su traje acusaban una manifiesta locura, Fuenzalida lo tom por espa, cuando la polica lo llev a su presencia, y lo hizo poner en la crcel. Pocos das despus del motn de la villa de Molina, lleg a Curic el comandante don Jos A. Yez con la comisin de formar un escuadrn de lanceros, secundado por el oficial don Caupolicn de la Plaza. Desde que el escuadrn de Dragones de la patria se hizo tan famoso en las campaas contra Benavides, las caballeras curicanas adquirieron una reputacin, que, no desmintieron jams, desde entonces hasta la guerra del Pacfico. El enganche se estableci en el convento de San Francisco y en poco tiempo se complet y disciplin un lucido escuadrn de lnea de ciento veinte hombres, un jefe y siete oficiales. Fuera del batalln que estaba acuartelado desde el 21 de abril, se haba movilizado tambin el escuadrn de caballera, equipado perfectamente y elevado su efectivo a ciento veintisis plazas, un jefe y tres oficiales. Mandaba el batalln cvico don Andrs Merino. Tales fueron las fuerzas que encontr el general Bulnes a su llegada a este pueblo, el 24 de septiembre, de paso para el sur a someter a los rebeldes que a mano armada sostenan los derechos del candidato Cruz y protestaban de la intervencin oficial. Se recibi en Curic al general en jefe del ejrcito pacificador por una parte del vecindario con sealadas demostraciones de respeto y galantera; se le ofreci un baile a l y sus secretarios don Antonio Garca Reyes y don Manuel Antonio Tocornal. Al general Bulnes le ligaban antiguas relaciones con los opositores y con don Jos Mara Labb y Tocornal tena muchos parientes en la familia Grez. As que uno y otro se aprovecharon de su ligera estada en el pueblo para comprometerlos a sostener la causa del Gobierno. Con esa sola condicin, Muoz qued en libertad. Pero neutralizaba estos compromisos, la influencia del ex-intendente de Colchagua don Domingo Santa Mara, amigo ntimo de muchos opositores y conspirador asiduo en toda la extensin del territorio donde haca poco paseaba su birlocho de potentado. No contaba, pues, el Gobierno con la opinin unnime del pueblo; exista aqu una oposicin que, aunque desalentada, haba trabajado los nimos y minado la disciplina de las milicias movilizadas; con ms accin habra sido poderosa. Aproximndose al fin de los das en que deba abrirse la campaa contra los tercios del general Cruz, el escuadrn Lanceros de Curic, abandon su cuartel de San Francisco el 13 de octubre y al da siguiente se incorpor a la divisin de vanguardia del ejrcito de operaciones, acantonada en Talca. Se port este cuerpo desde que se abri la campaa con indisputable bizarra y disciplina. En el combate del Monte de Urra, que precedi a la batalla de Loncomilla, form a la derecha de la lnea y penetr durante la pelea al centro de las caballeras, que se atacaban con terrible saa. Rodeado por fuerzas de las tres armas, el escuadrn de lanceros tuvo que rendirse; pero aprovechndose de la confusin que introdujo una carga de un escuadrn de cazadores, ordenada por Bulnes, se escap a sus captores, a la voz de mando del comandante Yez. El escuadrn cvico sali tambin a campaa a principios de noviembre y se encontr en la batalla de Loncomilla, pero sin desempear un papel que llamara la atencin, como no la llamaron los dems cuerpos de caballera cvica. Antes al contrario, fueron intiles por lo general y en ms de una ocasin perjudiciales a la moralidad del ejrcito, cual aconteci, por ejemplo, con un escuadrn que sali de San Fernando, mandado por el coronel Porras y que al pasar el Guaiquillo se sublev, se arroj sobre un convoy de municiones que encontr en el camino y se dispers enseguida, no sin dejar antes en poder de la autoridad de Curic a los soldados promotores de este motn, Hiplito Olmedo, Domingo Len, Juan Morales y Juan Bautista Labb, a quienes se mand procesar y detener en la crcel de la poblacin. El batalln cvico se puso igualmente en campaa. Este cuerpo constaba de ciento ochenta y cinco soldados, estaba mandado, como hemos dicho ya, por el vecino don Andrs Merino, y todos sus oficiales eran curicanos, salvo el sargento mayor de lnea don Domingo Solo Saldvar. Haba hecho su aprendizaje en el cantn de San Fernando, y de un modo tan

penoso y precario, que la mayor parte de su estada en aquel pueblo no tuvieron los soldados ms casacas que la propia y sucia camisa, sobre la cual colocaban las fornituras. Slo para llevarlos al teatro de la guerra se les proporcion un modesto traje blanco de lienzo. Este abandono del cuerpo curicano, en contraposicin al cuidado que a otros se prestaba, y la sorda propaganda de los opositores, haban producido cierto estado de irritacin y encono en el nimo de los soldados y clases. El 18 de noviembre march al sur para establecerse en Talca, en el convento de Santo Domingo, y servir de base a la divisin de reserva que organizaba en esta ciudad el coronel don Bernardo Letelier. Pero un suceso grave, ocurrido en la noche del 27 de noviembre, vino a probar su falta de disciplina y a motivar su disolucin. Despus de lista salieron algunas partidas por las calles de la poblacin en busca de los faltos. Una de estas comisiones hall al sargento primero Juan Barra en un establecimiento de diversin donde haba pasado el da jugando a las bolas y en alegre pasatiempo con algunos amigos. Tanto la comisin como la guardia del cuartel no dieron a Barra el tratamiento que corresponda a su grado, por lo que se exasper y llam en su auxilio a los individuos de su compaa, los cuales, rechazados por la guardia, se fueron sobre las puertas de la sala de armas con grande estrpito. Este tumulto creci an con la seal de a las armas que sin orden de nadie toc un cabo de tambores de apellido Sambrano. El comandante Merino interpuso su valimiento con los soldados para impedir por bien que forzaran las puertas; pero antes de conseguirlo, se present el coronel Letelier, de a caballo, con ocho hombres que haba tomado de la guardia de crcel y los oficiales de granaderos Vega y Huidobro. Dio orden de hacer fuego sobre los amotinados con una precipitacin injustificable, y de fusilar al sargento Barra, al cabo Sambrano y un soldado Miranda, que recibieron la muerte hincados en el patio, aun cuando la mujer del segundo de estos desgraciados se colgaba de una pierna del inflexible coronel pidindole la vida de su marido. Esta medida de inaudita e inusitada crueldad impresion dolorosamente al general Gruz y horroriz al pas entero. Poco tiempo despus el coronel Letelier sufri una cada de caballo que lo priv del movimiento de su pierna; la tradicin popular de este lance, supersticiosa como todo lo que produce la imaginacin del pueblo, atribuy este contratiempo casual a un castigo providencial, o bien a cierto maleficio o influencia sobrenatural de la mujer que imploraba el perdn del cabo Zambrano. Al da siguiente del motn, el general en jefe orden que la tropa del Curic se agregase al batalln Rancagua, que marchaba a incorporarse al ejrcito de operaciones. El comandante, los oficiales, las clases y la banda de msicos regresaron a Curic y fueron el blanco de comentarios burlescos y epigramas de los opositores. Tuvo tal vez el general Bulnes la intencin de hacer expiar su falta de subordinacin a los soldados curicanos al incorporarlos al batalln Rancagua; porque era jefe de este cuerpo don Matas Gonzlez, terrible domador de reclutas, que les picaba los pies con la espada cuando no estaban alineados y los haca marcar el paso en los charcos de barro; hombre de carcter difcil y de una irascibilidad verdaderamente insoportable; militar de la escuela antigua, formado en las disposiciones draconianas de la ordenanza, pero al mismo tiempo de un arrojo no muy comn. Quien sabe si la violencia de su temperamento dio origen a la venganza que dirigi la bala aleve y traidora que se supone le arrebat la vida desde las mismas filas de su batalln en la batalla de Loncomilla. Se verific la batalla de Loncomilla el 8 de diciembre de 1851. La tropa sacada de Curic prest en aquella sangrienta jornada servicios muy positivos; los lanceros se distinguieron en la persecucin de los fugitivos, y de los soldados agregados al Rancagua, dice estas palabras un documento que tenemos a la vista, en que se peda al Gobierno una recompensa por los servicios que haban prestado: Una falta cometieron por efecto de embriaguez; pero el cuerpo todo lo expi por los pocos que tuvieron la culpa, conducindose denodadamente en Loncomilla, como lo prueban los muchos heridos, invlidos y muertos.

Pocos das despus de Loncomilla, el 15 de diciembre, penetr por el sur al departamento de Curic una pequea divisin de caballera mandada por el teniente coronel don Jos Vicente Venegas, quien traa por principal encargo destruir la montonera que haba formado el viejo guerrillero don Matas Ravanal en la hacienda de Cumpeo, lugar histrico de sublevados. Desde el principio de la revolucin el general Cruz haba encargado a Ravanal la organizacin de una montonera en el departamento de Curic, de donde era natural. Reuni algunos

hombres y se fue a asilar a las montaas de Cumpeo. Creci aqu su partida de jinetes, con los cuales se apoder de la villa de Molina el 7 de diciembre. El general Cruz y los revolucionarios que le haban prestado auxilio de dinero, caballos, gente y armas, tenan halageas esperanzas en el camarada de Villota y atrevido aventurero de California; ms la edad haba debilitado su cuerpo y apagado los bros de sus aos juveniles. No supo sacar ventaja de su esplndida posicin a retaguardia del ejrcito gobiernista. Al pasar la divisin de Venegas a este lado del Lontu, huy el avezado guerrillero hacia el norte, donde lo tomaron preso para encerrarlo en un calabozo de la penitenciaria de Santiago. Muri como a los veinte aos despus de estos acontecimientos. No encontrando Venegas con quienes combatir, se entreg a excesos dignos de ejemplar castigo y que, sin embargo, quedaron impunes. Cometi varios desacatos contra los gobernadores de Lontu y Curic, cuya autoridad desconoci, y sus soldados saquearon las propiedades de los seores Juan Ramn Moreno y Gregorio Mozo y fusilaron a gente pacfica. Calmada la guerra civil que, como devastadora tempestad, haba recorrido toda la Repblica, el Gobierno inici una era fecunda de organizacin y labor administrativa que se dej sentir en los diversos servicios pblicos y departamentos. Curic no qued fuera de este beneficio comn. Todo el ao de 1852 dirigi los intereses del departamento en calidad de gobernador interino don Antonio Vidal, mas, en julio de 1853, nombr el Gobierno en propiedad al teniente coronel don Timoteo Gonzlez. Vena precedido este militar de una brillante reputacin de valiente y contaba con la aquiescencia y simpatas del presidente Montt, pues en la batalla de Loncomilla haba contribuido poderosamente como mayor de artillera al xito de la jornada, caoneando a la caballera enemiga y recibiendo una herida que lo dej fuera de combate. Se le recibi en el pueblo con visibles muestras de respeto y consideracin. El seor Vidal lo present en pleno cabildo a los representantes del vecindario, hizo encomisticos elogios de sus prendas personales y le entreg el mando con cierta solemnidad no acostumbrada. Contest el aludido este discurso con la enumeracin de un programa de adelantos que prometa realizar, formndose a la vez halagadoras esperanzas de la felicidad personal que deba encontrar en Curic. Si lo primero caba dentro de lo posible, cun equivocado estaba el nuevo mandatario con respecto a lo ltimo. No transcurrira mucho tiempo sin que tocara las espinas que ocultaba este cuadro tan lleno de luz y de ilusiones. Efectivamente, desde los primeros meses de su administracin dio principio el gobernador Gonzlez a la mejora y creacin de los servicios locales. Una circunstancia favoreca los propsitos del mandatario. El presidente Montt que a principios de 1853 haba emprendido un viaje de visita a las provincias del sur, pas a Curic, donde se inform de las necesidades ms urgentes de la poblacin y prometi ayudar en la ejecucin de algunas obras de mucha utilidad para el bienestar de la comunidad. Agradecido el vecindario, ofreci al primer magistrado de la nacin un baile en que la juventud de entonces, extremadamente inclinada a este gnero de pasatiempos, manifest su entusiasmo y adhesin al distinguido husped 29. Gonzlez traa el encargo de cumplir la promesa presidencial. Una de las primeras medidas tomadas por este funcionario fue la fundacin del hospital, a mediados de 1853, en una casa y sitio donados por don Francisco Javier Muoz, en la extremidad suroeste de la poblacin, edificio que ocupa actualmente el hospicio. Este establecimiento de caridad tuvo al principio modesta o ms propiamente dicho, indigente existencia: slo haba local para doce camas incompletas y desaseadas. Servan de veladores para los enfermos unas pequeas tablas incrustadas en la pared. El servicio mdico, la higiene y atencin personal estaban en el estado embrionario que es fcil imaginarse, por la carencia de recursos y el natural atraso del tiempo. En mayo de este ao el Gobierno aprob un reglamento para el hospital, en que se confiaba la direccin de l a una junta compuesta de cinco vecinos y cuatro seoras. Esos vecinos fueron los seores Jos Timoteo Gonzlez, Ignacio Ruiz, Manuel Garca y Rodrguez, Francisco Donoso y Francisco Javier Muoz. En sus primeros aos de existencia se sostuvo con las erogaciones del vecindario y algunos auxilios de la municipalidad. El papel de las seoras que entraban en la direccin del hospital, se reduca a promover erogaciones y cumplir en lo posible con la abnegada misin de las monjas de caridad, cuyos relevantes servicios comenzaron ms tarde, en 1882, durante la administracin del intendente seor Tristn Matta. Al mismo tiempo que se echaban los cimientos de una institucin tan indispensable para el bienestar del menesteroso y para la salubridad general, se completaba este servicio con la creacin de una dispensara servida por un mdico recibido, quien tena a su cargo adems la asistencia del hospital. Para la compra de medicinas de uno y otro servicio, el Gobierno acord

la suma de cuatrocientos pesos, con lo cual se demuestra lo insuficiente que sera la atencin prestada a los enfermos. Pero la munificencia y legados de personas caritativas fueron elevando el hospital a la categora de un establecimiento verdaderamente til para la porcin ms numerosa y doliente de nuestra sociedad, para el pobre. Por fin, en 1864, se edific el de San Juan de Dios con un legado de la seora Carmen Albano, la benefactora ms distinguida hasta hoy de cuantos han engrandecido su nombre dando a los pobres lo meramente superfluo. El antiguo hospital qued convertido desde entonces en lazareto, para cambiarse posteriormente en asilo de los desgraciados que carecen de la luz del sol o de la razn. El establecimiento de un hospital trajo consigo la organizacin del servicio mdico del pueblo, negocio de vital importancia por los beneficios que deba producir. Todo lo concerniente a la salud haba permanecido desde la colonia en un lamentable estado de abandono. Los primeros mdicos que hubo en Curic fueron empricos que no conocan ni rudimentariamente siquiera los conocimientos de la ciencia mdica. No pasaban de ser herbolarios que estaban iniciados en todas las virtudes medicinales de las plantas indgenas, y que tenan cierta pericia para curar las dislocaciones, las apostemas, luxaciones y todas las enfermedades que son una consecuencia de los violentos ejercicios y trabajos de nuestros campesinos. El primero de estos prcticos que ejerci en Curic su profesin, tolerado y hasta protegido por las autoridades, fue don Jos Mara Gutirrez, y en pos de ste fijaron su residencia en el pueblo don Sebastin Amat, espaol, y don Julio Csar Zanelli, italiano, que recibi de la municipalidad una subvencin de cien pesos por curar a los presos de la crcel, dndoles los remedios gratis. En 1855 la municipalidad contrat a un emprico francs llamado Antonio Scharn, primer fundador de una modesta botica pblica, que situ en su casa habitacin, en la ltima cuadra de la alameda, esquina de la calle de Villota. Su falta de conocimientos cientficos lo puso en graves conflictos con los enfermos y sus deudos y lo hizo cortar de un golpe su carrera de mdico. Enferm una seora en el vecino departamento de Lontu de un parto tan laborioso, que hubo necesidad y tiempo de recurrir al mdico de Curic; muri la enferma de la operacin y las autoridades de Talca mandaron procesar y suspender a Scharn del ejercicio de su profesin, el cual, irritado con la justicia chilena, quebr los frascos de su botica, vot las drogas a la calle y se fue a Europa, al condado de Niza. Se hizo cargo del puesto vacante de mdico del vecindario, el doctor Joaqun Zelaya, discpulo de Sazie y el primero que regulariz el servicio mdico segn los principios tcnicos de la ciencia y lo elev a la categora de un importante ramo del saber humano, de simple arte rutinario a que lo haban reducido los empricos que le precedieron. Aunque Zelaya constituy en Curic un hogar entregando su mano a una hija del pueblo, tuvo que ausentarse del lugar para terminar una carrera que lo ha hecho distinguirse ms tarde en dos repblicas, en la nuestra y en la Argentina. Zelaya fue tambin el primer introductor en nuestro departamento de la via francesa, que plant en 1861 en el Romeral. La escasez de titulados, arroj de nuevo a este pueblo a un prctico alemn llamado don Juan Wuipple, hombre de escassima ciencia y de tan cortos alcances que el gobernador departamental lo destituy en marzo de 1859, a pretexto de no saber el idioma patrio, pero en realidad por ser del todo inepto para curar los enfermos de la malsana poblacin. Finalmente lleg por felicidad a pueblo, en 1859, un mdico italiano, don Domingo Pertusio, que haba estudiado en su patria la medicina y traa en consecuencia un caudal de conocimientos tcnicos de la ciencia muy superior al de los extranjeros que lo haban precedido en el ejercicio de su profesin. Para poder contratar a este facultativo fue menester que el vecindario se suscribiera para asegurarle una renta fija al mes y que la municipalidad lo subvencionara por su parte con otra. Luego un buen xito clnico levant la reputacin de Pertusio hasta colocarlo en el concepto de sus clientes como un mdico de talento y un cirujano experto. Pero tampoco estaba llamado a clavar la rueda de la fortuna en Curic, y tuvo que trasladarse a Valparaso y enseguida a Europa. Con la presencia de mdicos titulados en el pueblo se consiguieron otras dos mejoras de incuestionable importancia: el saneamiento de la poblacin y la creacin del servicio de obstetricia. El estado de la salubridad pblica no haba avanzado mucho del que nos leg la colonia. Pueden concebirse las imperfecciones de aseo pensando en que no haba en aquellos aos agua potable, jardines, paseos, fuentes, mercados, ni botica. Por lo que hace al arte obstetricial, reinaban las prcticas ridculas e inhumanas que desde antiguo haban echado races en las costumbres ntimas del hogar. El pueblo chileno era en aquella poca crdulo e ignorante hasta el extremo y supersticioso, hasta ser extravagante. Al operarse la absorcin de la raza indgena por la

espaola, haban pasado a sta todas las tradiciones, las costumbres y las supersticiones de aqulla, desde las borracheras en la muerte de prvulos hasta la curacin de los enfermos por medios extraordinarios y ridculos. Todas las dolencias que entonces afligan a nuestras clases menesterosas se trataban por los curanderos con una farmacopea especial que su mala fe ideaba para engaar la credulidad de su clientela y matarla de ordinario. No haba ningn sntoma patolgico que no fuese tratado por ellos como daos o encantos. Se prestaban especialmente para tan infames supercheras todas aquellas enfermedades que afectan el sistema nervioso, como histerismo, epilepsias y sonambulismo y que tan ancho campo de investigacin han abierto a la ciencia moderna. Verdaderos dramas se verificaban con mucha frecuencia en la humilde e ignorada vivienda del campesino por las malas artes y depravacin de los curanderos; ya era una madre la que reciba en el lecho de la agona la triste noticia de ser su hija la que la victimaba, ya un enfermo quien experimentaba curaciones brutales, o un inocente a quien se sealaba como vctima de la saa y venganza de los deudos de un muerto. Durante la administracin de Gonzlez se iniciaron los trabajos del actual mercado o plaza de abasto, ejecutados por el contratista don Mateo Dorent y concluidos en 1863; se dict la primera ordenanza de polica; se reform el servicio de alumbrado pblico y se abri el camino del norte de la poblacin. Otra circunstancia vino todava a dar mayor acentuacin de progreso al gobierno de Gonzlez, por decreto de 25 de octubre de 1854 se cre en el departamento de Curic un juzgado de letras. Antes los alcaldes tramitaban los juicios hasta dejarlos en estado de sentencia, que pronunciaba el juez de San Fernando 30. Interrumpieron las tareas administrativas del gobernador Gonzlez sus trabajos para asegurar la eleccin de 1858. Desde que quiso imponerse a la voluntad del pueblo, perdi la estimacin del vecindario y se vio rudamente atacado por la prensa; las elecciones son los escollos en que han naufragado casi todos los gobernadores e intendentes de Curic. Siguiendo el rgimen de intervencin tradicional, salieron electos los candidatos para diputados de la exclusiva designacin del Presidente de la Repblica, que fueron los seores Manuel Valenzuela Castillo, Jos Besa, Juan Esteban Rodrguez y Jos Ignacio Errzuriz, propietarios, Jos Eusebio Barros y Jos Domingo Fuenzalida, suplentes. Pero el partido de oposicin tena ya en la prensa un elemento terrible de combate. En octubre de 1857 sali a luz un peridico que llevaba por ttulo El Curicano, primer rgano de publicidad que tuvo existencia en toda la provincia de Colchagua. Antes de seguir adelante en la narracin de los sucesos polticos y civiles que siguieron efectundose en el gobierno de Gonzlez, detengmonos en algunos detalles que den a conocer de que manera y en que condiciones naci en Curic el periodismo, este factor tan importante para el adelanto social y para el desenvolvimiento del espritu moderno. Se form entre algunos vecinos una suscripcin para comprar una imprenta. Encargada a Santiago, se obtuvo una que sirvi para dar a luz el peridico nombrado. Se mont la imprenta por operarios del pueblo en la mitad del mes de septiembre, pero no se hall aqu ni en los pueblos vecinos un cajista que se hiciese cargo de la direccin mecnica de la empresa. Entre tanto, la impaciencia de los accionistas creca hasta el grado de arreglar algunos de ellos unos pocos tipos con esta inscripcin: Viva Chile!; y hacer un grueso tiraje de hojas sueltas que repartieron el da 18 de septiembre a una multitud del pueblo reunida en la pampa. En pocos das ms lleg a Santiago el tipgrafo don Jos Vsquez Iribarren, que deba dirigir tambin la parte econmica de la publicacin. De la redaccin del peridico quedaron encargados los seores Hermgenes Labb, Filidor Olmedo y Antonio Mndez, los dos primeros como redactores de fondo y el ltimo de la seccin noticiosa. Labb y Olmedo eran dos jvenes recin recibidos de abogados y pertenecientes a familias antiguas y distinguidas del lugar. El primero, vivo de carcter, verboso, naturaleza expansiva, espritu idealista, abraz desde luego los principios liberales, a los que sirvi en la prensa, en los comicios y en todas partes con marcada resolucin; el segundo, educado como estudiante de leyes en la escuela de Francisco Bilbao y las famosas sesiones de la Sociedad de la Igualdad, se inclinaba tambin a las ideas liberales, que al correr del tiempo abandon. Excntrico y nervioso, pero ms calculador y prctico que Labb, lo aventajaba sin disputa como abogado y como escritor correcto, acerado y punzante. Hombre fcil para entregarse a la explosin de la venganza y de los rencores personales, sarcstico y hbil para descubrir el lado ridculo de las cosas y de las personas, perteneca a esa categora de caracteres originales y extraordinarios que son formidables como enemigos y poco seguros como amigos. Sin disputa, el que tena mejores dotes de periodista y ms gusto por este gnero literario, era Antonio Mndez. El misterio haba mecido la cuna de este joven que se form al lado del clebre cura Mndez de Molina. El cronista de la primera publicacin de la provincia de

Colchagua, no tena la instruccin de los anteriores, no haba asistido a los colegios para cultivar su inteligencia, pero quizs los aventajaba en talento natural. Posea un temperamento fogoso y una imaginacin fecunda que lo hacan un versificador y un prosista no insignificante, bien que con cierta vituperable libertad de expresin y tendencia a un buen humor constante. Mndez caracterizaba al bohemio de la prensa, al hombre siempre alegre, descuidado en su persona y corriendo tras el placer y la vida fcil, que enervan el espritu y la materia de naturalezas metdicas, pero que para otras, como la de ste, constituyen el medio natural, aunque de corta duracin, en que se sostiene y se desarrolla la existencia. Dado el personal de los escritores el periodismo, curicano iba, pues, a nacer con ese carcter personal, agresivo, minucioso, con la pequeez que lo distingue en sociedades de media cultura y que an conserva en la nuestra. Iba a ser lo que todava es: eco violento de las pasiones de un individuo o de un grupo y no agente civilizador, de elevado criterio filosfico. El 31 de octubre de 1857 sali por fin el primer nmero de El Curicano, peridico semanal, impreso en folio, es decir, en un pliego de papel del que sirve para una publicacin de regular formato. A pesar de los inconvenientes de redaccin que hemos sealado, comenz a ejercer desde luego una marcada influencia en el adelanto de la provincia, ya en sus intereses agrcolas, ya en la buena marcha del rgimen administrativo de las subdelegaciones rurales con especialidad. De todas partes, de Santa Cruz, Vichuqun, Llico, Palmilla, los vecinos mandaban sus comunicaciones denunciando el mal estado de los caminos y las irregularidades de los subdelegados en el desempeo de sus funciones; de este modo tuvo numerosa circulacin. Hasta los mismos vecinos del pueblo formulaban sus quejas en las columnas del peridico sobre las irregularidades de los servicios pblicos, o hacan apreciaciones polticas contrarias a las ideas que el gobernador sustentaba. El Curicano se haba fundado adems para combatir el sistema de gobierno absolutista implantado por el presidente Montt. Por esto Gonzlez miraba con ojeriza al primer rgano de publicidad de la provincia. Aparte de esto iba a nacer un deplorable antagonismo entre la prensa y la autoridad administrativa, porque se supondr que la libertad del pensamiento escrito, estaba al alcance de los mandatarios de esos aos, como lo estaban la libertad poltica, la de asociacin y otras que son en el da hermosas e inviolables realidades, garantidas por la Constitucin y los poderes pblicos, hechos ciertos en la doctrina y en la prctica. Un artculo publicado en enero de 1858 produjo un conflicto entre el gobernador Gonzlez y su autor, el vecino don Pedro Grez, conflicto que lanz al mandatario por el peligroso camino de las persecuciones y dio origen al primer jurado de imprenta que haya presenciado esta ciudad, de suyo tan inclinada a las intemperancias de la prensa. Tal vez por malquerencia al gobernador o acaso por el simple espritu de oposicin, Grez censur en un remitido a aquel funcionario por no haber dado publicidad a las multas, como lo dispona la ley. Envolvan sus cargos una desdorosa imputacin a la probidad de Gonzlez, quien como hombre de inteligencia abierta y perspicaz, de voluntad firme y resuelta, comprendi en el acto la extensin de la injuria, midi el borrn que poda echar sobre su reputacin de jefe del ejrcito y representante del ejecutivo y mand acusar el artculo por el agente fiscal. La ley sobre abusos de la libertad de imprenta de 16 de septiembre de 1846, vigente en aquel entonces, dispona que en todo pueblo donde hubiese establecida una imprenta, habra un tribunal, cuyas funciones duraban un ao, compuesto del juez de primera instancia y de cuarenta jurados que nombraban las municipalidades el 1. de diciembre. De entre estos cuarenta se sorteaban cuatro propietarios y tres suplentes para el que deba fallar en definitiva sobre la acusacin. El primer jurado dio lugar a formacin de causa y el segundo se reuni el 10 de enero de 1858 en la sala del cabildo. Atrado por la novedad del acto, por la calidad de los contendores y la importancia de la materia sobre que versaba la acusacin, concurri a la sesin una asistencia numerosa de espectadores. Sostuvo la acusacin el autor del artculo, seor Grez, apoyndose en la ley que dispona la publicacin de las multas y en la prctica establecida. Se defendi de ella de una manera enrgica y conmovedora el mismo gobernador Gonzlez. Dio el gobernador las explicaciones que justificaban la demora de la publicacin de las multas; se encerr el acusado con pertinacia en las disposiciones de la ley acerca de la materia y logr ser absuelto por el jurado y aplaudido por al reunin. Profundamente irritado qued Gonzlez con el fallo del jurado y con un pueblo que aplauda a su enemigo y haca causa comn con l para menoscabar su autoridad de mandatario y su reputacin individual; desde entonces hubo un abismo entre gobernante y gobernados. As debi comprenderlo el Gobierno, pues que a los pocos meses tuvo que

sacarlo de Curic. Don Timoteo Gonzlez continu sirviendo en diversos puestos pblicos y se distingui en la carrera militar, cuya ms alta jerarqua ocup como general de divisin 31.

Captulo XVI La poltica en 1859.- El gobernador Velasco.- El partido de oposicin.- Don Hermgenes Labb y don Jos Dolores Fermandois comisionados para formar una guerrilla.- Plan de sorprender a don Antonio Varas.- Se renen algunos montoneros en Huemul.- Medidas tomadas en Curic.Primeras escaramuzas de la montonera.- Sorprende a Curic.- El gobernador Velasco la rechaza.- Lance del juez Medina de Talca.- Llega a los cerrillos de Teno don Jos Miguel Carrera.- Combate con un destacamento de lnea.- Muerte del teniente Yvar.- Temores de las autoridades de Curic.- Carrera se dirige al norte.- Combates de Rancagua y Machal.Dispersin de las montoneras.- Se rehace la de Curic en Huemul.- La divisin Garca Videla.Pichiguao.- Consejo de guerra. Muchos haban sido los adelantos materiales, pero un jirn de libertad. Durante la administracin Montt se haba implantado un rgimen desptico, exclusivista y opresivo que no dej establecerse la libertad en ninguna de sus manifestaciones, ni adquirir a la poltica el vuelo que necesita para que sea til a los destinos de la nacin; la ahogaban las enormes facultades del Presidente de la Repblica. Montt haba constituido un Gobierno fuerte, que cerraba las puertas a todas las reformas populares y se impona con el sable. Los municipios fueron slidamente amarrados a la voluntad del poder central con la ley de 1854; ni un portero podan nombrar sin la anuencia del Gobierno. La libertad poltica continuaba siendo como siempre una entidad ilusoria. El pueblo no tena ninguna participacin en el Gobierno y no exista para l esa escuela de espritu pblico que crea el libre ejercicio de sus derechos: crea que su deber consista slo en respetar las leyes y en someterse en absoluto a los caprichos del poder. Los candidatos para la representacin nacional los impona el Gobierno desde Santiago y los de la representacin local, el gobernador o el intendente. Para estos ltimos cargos no se consultaba la capacidad ni la preparacin del elegido, ni se tomaba en cuenta que fuese el representante de cierto orden de principios polticos o de cierto grupo social; cuando ms, los mandatarios daban representacin a las familias numerosas o influyentes por va de halago o de contemporizacin. El medio ms usado para falsear las elecciones era valerse de los cuerpos de la guardia nacional por intermedio de sus jefes, oficiales, instructores y brigadas, ya fuese con amenazas de arresto o movilizacin, ya con promesas de licenciamiento. En los pueblos de provincia regan los gobernadores sus jurisdicciones como strapas que no tienen otra norma para dirigir sus actos que el capricho o las circunstancias. Acostumbrados a un acatamiento servil y exagerado, la omisin ms insignificante de las frmulas sociales, el no cederles la vereda o el no descubrirse a su paso, eran causas bastantes para que los ciudadanos fuesen enviados a la crcel. Este sistema de autoritarismo enrgico e interventor, las omnmodas facultades de que gozaban en provincia los agentes del ejecutivo y la circunstancia de sealarse ya en la opinin pblica a don Antonio Varas como sucesor de Montt y continuador de su poltica, comenzaron a levantar en todos los mbitos de la Repblica el temor y la desconfianza, y a preparar una oposicin no menos vigorosa que la del ao 1851. La disposicin del espritu pblico de Curic se inclinaba tambin de un modo perfectamente tangible contra la poltica oficial, cuando se nombr de gobernador a don Francisco Velasco, a fines del ao 1858. Velasco haba sido elegido, por su energa, por su talento y las violentas tendencias de su carcter, exclusivamente para contener la franca oposicin que contra las miras y la poltica del Gobierno se estaba formando en este departamento. Ciertamente, para un pueblo difcil como Curic, perturbado por eternas divisiones de familias, no poda ser ms acertada la eleccin de un mandatario dotado de sus condiciones y entereza: sta lo pona en camino de poder dominar la situacin poltica y su ilustracin en aptitud de adquirir una envidiable nombrada de buen administrador, pues posea el ttulo de ingeniero y redactaba con facilidad. Para dar a conocer el alcance de su frrea voluntad, no recordaremos sino un solo incidente de su Gobierno. Se perpetr una noche por una partida de malhechores, en el lugar llamado La Isla, un salteo acompaado de una alevosa violacin que horroriz a la sociedad. Aprehendidos los delincuentes, se encerraron en una obstinada negativa que encubra mal su

crimen. El juez don Jos Miguel Gaete, de carcter tranquilo, y acaso pusilnime, se declar impotente para arrancar una confesin a los reos. Velasco le aconsej el azote, pero el tmido magistrado rechaz ese expediente contrario a su ndole y a la ley. Insisti el gobernador varias veces y por ltimo amenaz al juez con que, como nico medio de satisfacer la vindicta pblica, entrara con la fuerza armada a la crcel y aplicara a los criminales la pena que aconsejaba. Cedi Gaete, y al poco tiempo uno de los autores del crimen, apellidado Vallejo, sufra la pena de muerte, aplicada ms que por la participacin que tuvo en l, por haberse inculpado a s mismo, mediante el ofrecimiento de cierta cantidad de dinero que le hizo uno de sus correos. Mientras tanto, el estado de sitio declarado por el Gobierno en el ltimo mes del ao 1858 y los temores de resistencia armada inquietaron sobremanera al Presidente de la Repblica que encareca a las autoridades provinciales al principiar el ao 1859, redoblar la vigilancia y apresar a todo individuo que fuese subversivo a la tranquilidad pblica o adversario peligroso al sistema poltico imperante. El intendente de Colchagua, don Antonio Lavn, dio en consecuencia rdenes terminantes a este respecto a los gobernadores de su dependencia 32. Por su parte los opositores trabajaban tambin con la cautela y la actividad que el caso requera. Compona el partido de oposicin de este pueblo una porcin de respetables vecinos y jvenes resueltos. Figuraban como principales agitadores contra la poltica gubernativa, que no les daba garantas slidas y eficaces que resguardaran sus derechos y su libertad, los seores Anbal Correa, dueo de la hacienda de Huemul, Manuel Lazo, propietario de la Quinta, Domingo Facundo Grez, Jos Dolores Fermandois, Hermgenes Labb y sus hermanos y muchos otros que ejercan menos influencia en la opinin popular. Este partido tena en el peridico El Curicano un rgano de publicidad que defenda sus intereses y atacaba con decisin y persistencia los atropellos y torcidos manejos de la autoridad local. Lo redactaban el joven abogado y escritor don Filidor Olmedo y el periodista don Antonio Mndez, cuyas plumas, contundente y nerviosa la del primero, ligera, libre y traviesa al del segundo, hemos dado a conocer ya en el captulo que precede. A don Hermgenes Labb, el miembro ms prestigioso de una familia numerosa, y a don Jos Dolores Fermandois, caballero que tena mucho predominio entre las clases del batalln cvico, del cual era sargento mayor, los comision la Junta directiva del partido liberal de Santiago para que organizaran en este departamento una montonera que desvelase a los agentes del poder, ejecutando algunas escaramuzas en la provincia de Colchagua. Labb logr con facilidad interesar a los suyos y a sus amigos en favor de la temeraria empresa y Fermandois acept el peligro y la responsabilidad de formar un pequeo cuadro de guerrilleros. A mediados de enero de 1859 estaba convenido entre todos los conjurados dar el mando de esa fuerza a Fermandois y prestarle su concurso para que se uniera enseguida a la que formaba en el Manzanar, departamento de Rancagua, don Jos Miguel Carrera, el ms clebre de los agitadores de las provincias centrales en aquella poca de luchas intestinas. Pero el gobernador Velasco expiaba los menores movimientos de sus adversarios, principalmente los de aquellos a quienes tema por su inteligencia, por sus recursos pecuniarios o por su resolucin y actividad. Antes que a nadie trat de asegurar a don Jos Dolores Fermandois, por denuncios que haba recibido acerca de la comisin que le acababan de encargar sus correligionarios. Un piquete de cazadores a caballo que estaba de guarnicin en este pueblo, a las rdenes del alfrez don Nicomedes Saavedra, se present una noble a la chcara que Fermandois posea en la Avenida OHiggins con el objeto de apresarlo; mas el diligente conspirador pudo escapar por el interior de su quinta en un caballo sin montura hacia el lugar denominado Rincn del Convento Viejo. Entr la fuerza de lnea a su habitacin y no hallndolo, recogi el dinero, las armas y los papeles que haba dejado abandonados en su precipitada fuga. Fermandois estaba dotado de cualidades personales visiblemente dispuestas a las peripecias de las aventuras, al estrpito del torbellino, a la movilidad inaudita de ciertos caracteres activos y a la legtima ambicin de popularidad. No sera un paladn arrojado que iba a prodigar su vida con nimo ligero, sino un buen organizador de montoneras a quien distinguen la actividad y la iniciativa, resortes esenciales de este gnero de empresas. As es que, dadas estas condiciones individuales, no tard mucho en reunir una partida de diecisiete hombres, con los que pens dar sin dilacin un atrevido golpe de mano. La oposicin de Santiago haba concebido el pensamiento de hacer tomar a don Antonio Varas a su regreso de su viaje que haba hecho al sur. Fermandois haba recibido, personalmente algunas instrucciones en este sentido. El objetivo primordial del movimiento revolucionario de Curic obedeca a este propsito, para lo cual se contaba con la adhesin del batalln cvico o una parte de l, que, conjuntamente con algunas partidas de campesinos, se

podra oponer a la escolta que se supona viniera en resguardo de la persona del poderoso candidato. Varas deba quedar secuestrado en la hacienda de Huemul. La previsin de Velasco desbarat tan desatinado proyecto, que habra empeorado la causa de los descontentos y dado motivo para que el tribunal supremo de la historia fallara contra los que pedan garantas y libertades pblicas por una parte y por otra consumaban estriles sacrificios. En un Memorndum que el seor Fermandois nos ha escrito para completar los datos de este captulo, habla de esta intentona en los trminos siguientes: El mismo da de mi fuga en la noche pude reunir diecisiete hombres de a caballo con quienes march hasta la hacienda de Huemul para prepararlos all con el fin de salirle al paso al seor Varas en los cerrillos de Teno, segn aviso que tuve de Talca sobre el da que deba pasar; pero sucedi que el mismo da que llev a cabo mi fuga fue cuanto tuvo lugar la sublevacin que hizo el seor Vallejos en Talca, dos horas despus de haber salido Varas de aquel pueblo, y por consiguiente no pude recibir el aviso que se me deba remitir para salirle al encuentro.

En la histrica hacienda de Huemul, punto de reunin de guerrilleros de dos pocas notables, la independencia y 1859, la montonera se aument hasta cincuenta hombres, aunque mal armados, resueltos, no tanto por amor a los principios que defendan, sobre los cuales acaso no tenan una nocin muy clara, sino por el inters de un rico botn y por la generosidad y decidida resolucin de sus animosos jefes. Aqu se reunieron a la montonera algunos jvenes que haban escapado en Curic a las persecuciones del gobernador Velasco: don Hermgenes Labb, don Antonio Mndez y don Balbino Castro, notario y periodista al presente de Rancagua y en aquel entonces vecino de Curic y sospechoso al gobernador por ciertos desembozados conceptos emitidos contra la poltica del Gobierno. Concurrieron asimismo de diversos lugares varios otros, de los cuales recordamos a don Francisco Prez y a don Jacinto Gamboa, de Rauco. Este primer movimiento sedicioso alarm hasta el espanto a las autoridades de Curic y San Fernando, que desplegaron una energa y actividad desmedidas y arbitrarias para contener los progresos de la revuelta. El gobernador Velasco mand suspender el peridico El Curicano y aprisionar al nico redactor que hall en el pueblo, don Filidor Olmedo, a quien remiti a Rancagua con el secretario del general Garca, don Santiago Prado; deba quedar en aquella poblacin como reo poltico que vigilara su to don Mateo Olmedo, juez de letras y adepto reconocido de la poltica gobiernista. Prohibi adems transitar por el departamento sin llevar un pasaporte de autoridad legalmente constituida. Mand a los subdelegados que movilizaran en sus jurisdicciones pequeas partidas de polica rural. Convirti en crcel para los reos polticos la casa que an existe en la plaza de armas frente al Banco de esta ciudad. En ella se arrest a los vecinos que no merecan la confianza del gobernador y se les puso a varios con centinela de vista dentro de un toldo de carreta colocado en el centro del patio; vctima de tales vejmenes, que acusan el celo pueril, extravagante y ridculo de los agentes del Gobierno, fue entre otros don Domingo Facundo Grez. Acuartel igualmente el batalln cvico, cuyo jefe era el sargento mayor de guardias nacionales don Pedro Antonio Merino y ayudante el teniente de ejrcito don Jos Mara Guzmn, viejo y bravo soldado de la rgida escuela de la independencia. Completaba el cuadro de la guarnicin destinada a la defensa del pueblo una mitad de granaderos a caballo que mandaba el oficial don Jos Francisco Vargas y que haba reemplazado a un destacamento de cazadores recin salido para Talca 33. Por estos mismos das Velasco envi a la hacienda de la Quinta un piquete de granaderos con rdenes seversimas de aprehender o fusilar si se resistan a los seores Manuel Lazo, Francisco Javier Bascun, Jos Pardo y Juan de la Cruz Vargas, a quienes se supona, de consuno con don Anbal Correa de Saa, inspiradores y sostenedores de la montonera de Huemul. Conducidos en coche y a todo escape a este pueblo porque la montonera, que haca sus primeras excursiones a los cerrillos de Teno, les picaba la retaguardia, Velasco los hizo poner en la crcel pblica. Los jefes de la banda revolucionaria, que haba engrosado ms todava sus filas, perfectamente penetrados del papel de las guerrillas, principiaron a merodear por los contornos de Curic, San Fernando, Santa Cruz, Chpica y Chimbarongo. Se saquearon los estancos de varias aldeas, se intercept la correspondencia oficial y se prorratearon los caballos de varias

haciendas. Algunos grupos se acercaban a veces hasta las mismas goteras de la poblacin y retrocedan inmediatamente perseguidos por destacamentos de la guarnicin. En una de esas arremetidas se apoderaron de unos cuantos serenos y de su comandante don Pastor Mardones, a quien abandonaron a la orilla del Guaiquillo, desnudo de su uniforme y maltratado, al verse perseguidos por un piquete de caballera. Por fin, el grueso de la montonera se movi sobre Curic en la noche del 3 de febrero. Parece que las razones que tuvieron sus directores para amenazar la ciudad y faltar a su plan de simple merodeo, fueron en primer lugar introducir la alarma para que el Gobierno no pudiese auxiliar con las fuerzas de la provincia de Colchagua a los que sitiaban a Talca, y secundariamente para sacar de la crcel a los reos polticos, intentar una sublevacin del batalln cvico y tomar las armas que hubiese en el pueblo. Aumentaba la montonera con la defeccin de los cvicos, deba correrse al norte y salirle al encuentro a un convoy de dinero, armas y municiones que haba salido de Santiago para la divisin sitiadora del general Garca, acantonada en Talca. Defendan la ciudad una mitad de granaderos, a las rdenes del teniente don Eugenio Yvar, hospedada en los claustros de San Francisco, y el batalln cvico, que estaba acuartelado en la casa que hoy ocupa la cigarrera de la plaza, esquina opuesta al templo parroquial. Fuera de esta tropa haba una guardia de crcel compuesta de ocho hombres y un oficial. El espritu militar de la guarnicin haba sido vigilado con tesn por el enrgico gobernador; lleg su deseo de introducir en los hbitos del soldado la rigidez de la disciplina hasta el punto de querer modificar en absoluto sus no muy escrupulosas costumbres en cuanto a la bebida de licores; prohibi por bando el expendio de aguardientes y vinos. Pero por un error inexplicable, que prueba la ignorancia del gobernador y dems militares de la plaza de los principios rudimentarios de estrategia, no se colocaban avanzadas en los suburbios de la poblacin para evitar una sorpresa. Apenas la luz tenue del crepsculo alumbraba las calles del pueblo en la maana del 4 de febrero cuando los montoneros, mandados por don Jos Dolores Fermandois y en nmero como de sesenta individuos, se dirigan a la plaza de armas en dos secciones, una que penetr por la calle del Estado y otra por la de la Merced. Llevaba sta, que obedeca a don Antonio Mndez, el encargo de apoderarse del gobernador, cuya casa de habitacin estaba situada en la mediana de la cuadra comprendida entre la plaza y la calle de Arturo Prat, contigua al actual cuartel cvico. Pero fuese por timidez del comisionado o por previsin de Velasco, la captura no se efectu; al contrario, tuvo tiempo para correr al cuartel del batalln, hacer formar la tropa y sacarla a la plaza de armas. A pesar de haber sido todo esto la obra de unos cuantos minutos, Fermandois se apoder de la guardia de la crcel, le quit su armamento y dio libertad a los reos polticos. El gobernador mand hacer fuego sobre la guerrilla y l mismo le dispar algunos pistoletazos. Los sublevados se retiraron precipitadamente; varios resultaron heridos. El peligro y la responsabilidad no oscurecieron pues la lucidez de las ideas de Velasco, mediante cuyo rigor y habilidad para dirigir un cuerpo bisoo, la guerrilla no obtuvo mejor xito en su empresa ni caus perjuicios al vecindario, entregado a la mayor emocin y ansiedad. Cuando se verificaban estos sucesos en la plaza de armas, suceda en el interior de la casa de don Baltasar Olmedo, calle del estado, una escena digna de recordarse. Don Pilar Medina, juez de letras de Talca, haba llegado a Curic el da anterior y vena huyendo del pronunciamiento revolucionario de aquella ciudad, donde estuvo en inminente riesgo de caer en manos de los sublevados; logr escapar al tumultuoso registro de sus enemigos debajo de un cajn. A los primeros disparos de la guerrilla de Fermandois, huy al fondo del sitio y se prepar a escalar las murallas divisorias con escaleras y cajones que apresuradamente haba reunido el dueo de casa para prevenir una sorpresa en aquel lance tan inesperado. Al da siguiente se dirigi a Santiago escoltado por dos soldados de caballera. El juez de letras de Curic, don Jos Miguel Gaete, sobrino de Varas, permaneci tambin escondido hasta mucho despus de la retirada de los guerrilleros; por lo que se crey en el primer momento que lo habran tomado prisionero. Como a la hora de haberse retirado la montonera, lleg a la plaza de armas el piquete de granaderos a caballo, mandado por el teniente don Eugenio Yvar. Al verlos Velasco, les sale al encuentro y apostrofa con violencia y dureza a su comandante. Cuando quiso el oficial exponer las causas de su demora, que haba sido motivada por el tiempo perdido en pillar y ensillar los caballos, le lanza el gobernador este reto sangriento para un militar: Qu, seor teniente!, Ud. ha tenido miedo?. Oleadas de sangre suben al rostro del joven oficial, que, temblando de vergenza y despecho, sale a rondar las vecindades de la ciudad, en cumplimiento a las rdenes de su irritado superior.

La entrada de la montonera a Curic, esparcida por todas partes con la exageracin consiguiente, alarm en tal grado a las autoridades de los departamentos vecinos al nuestro, que creyeron que se trataba de una formidable revolucin militar. El intendente Lavn, de San Fernando, tom diversas medidas para afrontar la situacin y el de Maule, don Antonio Arellano, avanz sin orden previa sobre este pueblo con el escuadrn de Cauquenes. El presidente Montt aprob todas estas precauciones y orden por telegrama al primero de estos funcionarios que procediera con la mayor actividad y energa para desbaratar las primeras intentonas de sedicin armada que aparecan en la provincia de su mando. El gobernador Velasco redobl sus esfuerzos para aumentar las seguridades de la poblacin: hizo atrincherar las esquinas de la plaza y estableci avanzadas en las afueras de la ciudad. La guerrilla, despus de su entrada a la poblacin, se retir apresuradamente a la hacienda de la Puerta por el camino transversal del Guaico y no por el de Teno, que era el acostumbrado en sus marchas y el principal de la red de vas del departamento, medida adoptada sin duda para desorientar a las fuerzas que se supona habran de salir en su persecucin. Haba, pues, desempeado hasta aqu con felicidad el papel de estas agrupaciones colectivas, que se organizan para atraer las fuerzas de los gobiernos a determinados sitios, segregarlas y alarmar las ciudades y los campos de ciertos territorios, y de ningn modo para entrar en combates en campo abierto, sitiar pueblos y penetrar a ellos a viva fuerza, empresas propias ms bien de cuerpos regulares que tienen la cohesin de la disciplina y la prctica de las armas. A la generacin del da le parecer asombroso el ruido que hacan en aquellos aos esas bandas indisciplinadas y el trabajo que imponan para contenerlas y dominarlas a un Gobierno fuerte como el de Montt, que no se distingua por su lenidad. Mas es menester fijarse en el cambio que con las pocas se ha operado en el orden de las cosas: en 1859 la movilidad no tena la prodigiosa rapidez que en la actualidad le dan el ferrocarril y la escuadra; el arte de la guerra ha progresado tambin al presente hasta el extremo de que pocos soldados de lnea basan para contener y dispersar a enormes agrupaciones de ciudadanos armados, sin conocimientos tcnicos en el manejo de las armas. El ejrcito de hoy es ms ilustrado y tiene una nocin ms clara de sus altos deberes e importancia para prestarse a secundar movimientos populares o dejarse atraer por el oro. El buen sentido prctico que domina hoy en la sociedad es contrario por otra parte a las revoluciones, que perjudican sus intereses econmicos haciendo bajar el cambio y paralizando la agricultura, el comercio y la industria: he aqu por qu las revueltas armadas tienen ya en Chile un nombre histrico. Sin estas circunstancias la montonera de Curic no habra podido agitar tan hondamente a toda una provincia. La agitaron sobre todo los acontecimientos que siguieron a la retirada de la guerrilla. Desde el norte vena la montonera organizada en el departamento de Rancagua por don Jos Miguel Carrera tras el convoy que haba salido de Santiago en auxilio de Talca y que Fermandois pens atacar. Deba sorprenderse en los cerrillos; pero la tropa que lo defenda, mandada por el teniente de granaderos don Hilarin Olmedo, atemoriz a los guerrilleros, quienes no amagaron siquiera la retaguardia de sus enemigos y se quedaron en la hacienda de don Javier Muoz. Ignorando Velasco la presencia de la guerrilla de Carrera en aquel lugar, despach el da 15 de febrero a los granaderos y cincuenta hombres del escuadrn cvico para los cerrillos de Teno, con encargo de componer el telgrafo que haban interrumpido los sublevados y explorar los campos inmediatos para saber el punto que ocupaba la guerrilla de Fermandois. A las rdenes de este destacamento iba el teniente Yvar. Como a la una de la tarde lleg Yvar con su tropa a las cercanas de las casas de la hacienda. Se notaba a esta hora el apresurado movimiento de pelotones de infantera que tomaban colocacin detrs de las paredes que haba alrededor de los edificios y grupos de caballera posesionados de los puntos ms aparentes para una sorpresa. Constaba la guerrilla de Carrera como de ciento cincuenta hombres bien armados y dirigidos por algunos ex-oficiales de ejrcito, entre los cuales se contaba en primer trmino don Julin Zilleruelo. Yvar comprendi al instante que estaba al frente de un enemigo superior en nmero y midi con vista certera el peligro que corra su tropa y su prxima derrota; pero llevaba fresca todava la injuria que el da anterior le hizo el gobernador delante de sus soldados y sin miramientos a sus galones: no poda retroceder. Orden, pues, su fuerza para entrar en pelea. Los granaderos que eran ocho, se dispersaron en guerrilla y los milicianos se colocaron a continuacin, en lnea de batalla. La columna avanz. Mientras tanto, la caballera de los montoneros se movi con intenciones de flanquearla y al propio tiempo los infantes rompieron el fuego, escondidos detrs de las paredes. Amedrentados los treinta milicianos, abandonaron el campo. Yvar orden

entonces a sus soldados echar pie a tierra para que presentaran menos blanco y mand romper el fuego en avance; pero a los pocos minutos cay mortalmente herido. En presencia de esta desgracia tan inesperada, los granaderos se prepararon para huir, los montoneros los rodearon al instante y se apoderaron de seis, uno o dos heridos 34. Se llev al infortunado oficial, muerto ya, a las casas de la hacienda y se le acost en un sof. Presenciaron aqu los jefes de la guerrilla una escena conmovedora; Zilleruelo se arroj sobre l dando pruebas de un vivo dolor por haber contribuido directa y fatalmente a la muerte de un antiguo camarada y querido condiscpulo de la escuela militar. Se mand el cadver al cementerio de Rauco, donde permaneci insepulto hasta el 8 de febrero, da en que lo reclamaron sus compaeros de armas. Velasco lo hizo trasladar a esta ciudad con los honores de su rango y dict algunos decretos con este fin, en los que llamaba al que pocos das antes haba vejado en la plaza de Curic, heroico y digno oficial del ejrcito: las ligerezas son perdonables en la edad en que las pasiones son ms impetuosas, y no en aquella en que la moderacin no debe faltar a los que dirigen las sociedades. Yvar, de raza de militares, era un joven valiente, de veintiocho aos de edad, que gozaba de muchas afecciones en su cuerpo y del aprecio del presidente Montt. Era natural de San Bernardo e hijo de don Pedro Yvar y doa Dolores Ruiz. Slo por un accidente fortuito haba quedado en Curic, pues estaba destinado a servir de ayudante al general Garca en el sitio de Talca y al pasar por esta ciudad, enferm y tuvo que hacerse cargo del piquete de granaderos. Al da siguiente de este combate, la guerrilla de Fermandois avanz desde la hacienda de la Puerta a unirse con la de Carrera. Entre ambas formaron un cuerpo de tropas irregulares como de doscientos cincuenta hombres perfectamente montados y con un armamento no del todo insignificante e incompleto; don Jos Miguel Carrera tom el mando superior de la columna. Haba concebido el jefe de los sublevados el plan de acercarse a Santiago para atemorizar al Gobierno y allegar a su montonera todos los recursos que pudieran prestarle los correligionarios de la capital o de los lugares de su trnsito. Para poner en ejecucin sus propsitos, emprendi la marcha por el camino de la costa 35. Temeroso en tanto el gobernador de Curic de que la montonera concentrada en los cerrillos cayera sobre el pueblo, se apresur a reunir todos los elementos de resistencia de que pudo disponer, a fin de impedir una nueva intentona de los amotinados sobre la ciudad. Acuartel una parte del batalln cvico y de la caballera, pidi un refuerzo de milicias a Molina, contrat un emprstito de 8.000 pesos con el vecino don Cristbal Villalobos para gastos de guerra y pidi a Santiago un auxilio de municiones y armas, entre las cuales llegaron dentro de poco cien fusiles franceses o de fulminante remitidos por el Gobierno, los primeros de este sistema que se colgaron en los armarios del cuartel. stos, seguros y no escasos aprestos de resistencia, le parecieron insuficientes al Gobierno y dict otras providencias encaminadas a dar mayores seguridades al pueblo y departamento de Curic. Mand movilizar una compaa de cien hombres del batalln cvico bajo las rdenes del capitn de ejrcito don Waldo Baes y otra del escuadrn, mandada por el capitn don Eliseo Merino y el ayudante don Federico Valenzuela, hoy coronel. La fuerza de Carrera que segua haca el norte, sali al valle central por el camino de la Palmilla y se dirigi a Rancagua a marchas forzadas. Tres oficiales del batalln cvico de ese pueblo salieron al encuentro del jefe de la guerrilla para comunicarle que el cuerpo a que pertenecan simpatizaba con el movimiento popular y que era fcil conseguir que la montonera se atrajese y asimilara a la tropa, si se aproximaba a la ciudad o si penetraba a ella. Carrera resolvi atacar esta plaza sin dilacin, pero horas antes que penetrara a sus calles haba llegado de Santiago una compaa del Buin e improvisndose el atrincheramiento. El ataque se efectu sin embargo con la prdida de un guerrillero muerto y varios heridos. Amenazado por la espalda por una columna de caballera que mandaba el coronel Porras, se vio forzado Carrera a emprender la retirada a la aldea de Machal, situada como a dos leguas al oriente de Rancagua. Porras vena siguiendo a los sublevados desde la hacienda de Colchagua, de don Federico Errzuriz, con la caballera cvica de San Fernando. En las casas de aquella propiedad ambas fuerzas estuvieron a la vista sin acometerse. Ocup Carrera en Machal un edificio muy aparente para la defensa, que estaba resguardado por algunas murallas y presentaba por el frente un campo despejado y ancho donde los asaltantes se veran forzados a pelear a cuerpo descubierto. Atrincher las puertas y ventanas y se apercibi a un combate mortal. Al da siguiente lleg a las casas ocupadas por la montonera del caudillo liberal una divisin compuesta de los milicianos de San Fernando y un piquete de tiradores del Buin, dirigida por el coronel don Francisco Porras, antiguo gobernador de Curic. No bien hubieron formado los de afuera en lnea de batalla y los de adentro tomados sus colocaciones, cuando

de una y otra parte se rompieron los fuegos. Estando la guerrilla resguardada por los edificios, no experimentaba dao alguno y disparaba en cambio sus armas con mejor resultado al travs de las ventanas y desde los tejados. Con todo, la disciplina y el nmero de los sitiadores contribuyeron a sostener la lucha y estrechar el cerco. Hubo un momento en que Carrera se crey irremediablemente perdido y entreg a las llamas las comunicaciones y papeles que llevaba consigo, pero los oficiales de su guerrilla practicaron una abertura por el interior de la casa y por ah huyeron para la Compaa, sin que sus enemigos lo advirtieran en momentos oportunos, por no haber tenido la precaucin de tomar todos los puntos estratgicos del campo de batalla. La fuerza del Gobierno tuvo diez muertos y varios heridos, mientras que en las filas de la montonera hubo dos muertos nicamente, u soldado y el joven don Juan Antonio Suzarte, que haca de oficial de los sublevados, en compaa de su hermano don Manuel Suzarte 36. Informado Carrera a los pocos das de este combate del desenlace adverso que tuvo el levantamiento de San Felipe, disolvi su guerrilla en el Manzanar, donde mismo la haba reunido, sin haber dado cima a empresas de mayor provecho; porque careca del nervio de los agitadores audaces y arbitristas inteligentes, que saben sacar grandes recursos hasta de las situaciones ms aflictivas y que no tienen las irresoluciones ni las impaciencias de las mediocridades. La genealoga nobiliaria de sus ascendientes y el recuerdo de las hazaas de su padre, pudieron servir de ensea gloriosa a una agrupacin armada que se levantaba en defensa de las libertades pblicas, pero no de cerebro y brazo para conducirla a la victoria y al xito. No obstante, la hora de la completa disolucin de la guerrilla de Curic no haba llegado an. Luego que Carrera dispers sus fuerzas en el Manzanar, la fraccin que se haba organizado en este departamento volvi a Huemul a rehacerse. Bien pronto vinieron a engrosarla partidas que acaudillaban algunos revolucionarios del sur, como don Antonio Arce, que haba sostenido la sublevacin de Chilln y Arauco; don Celedonio y don Santiago Correa, que trajeron treinta hombres de la subdelegacin de Curepto, y don Gregorio Letelier, que se present con algunos artilleros que haban servido en el sitio de Talca. El directorio de la montonera y del partido de oposicin de nuestro departamento, alleg igualmente su concurso a la revuelta, que tomaba ahora con los elementos y la gente del sur, un aspecto ms temible y amenazador que la primera. No trascurrieron muchos das sin que las autoridades lo comprendieran as, porque diversas partidas segregadas del grueso de la guerrilla comenzaron a merodear por las inmediaciones de su campamento y hasta se aventuraron algunas a largas distancias. Una de ellas, que mandaba don Celedonio Correa, atac un da en los cerrillos de Teno un convoy de municiones escoltado por un pequeo grupo de granaderos a las rdenes del alfrez Jos Ramn Osorio. Correa dividi su partida en dos porciones, una para entretener a la tropa de caballera y otra para arrebatar el convoy; pero sucedi que Osorio carg resueltamente sobre los montoneros, de los cuales hiri a varios y puso en fuga a los dems, y que los arrieros cortaron las amarras de las cargas para impedir de ese modo su prdida. Slo el equipaje y los instrumentos de ciruga del mdico italiano don Domingo Pertusio, que vena con el convoy, cayeron en poder de los asaltantes. Otra de estas mismas partidas volantes cay una noche sobre el subdelegado de Rauco don Jos Dolores Moreno y lo hizo prisionero. El seor Moreno se haba atrado la malquerencia de los montoneros en atencin al cargo que ejerca y a la circunstancia de ser partidario decidido de la administracin y amigo de toda confianza del gobernador de Curic, don Francisco Velasco. Por ltimo, don Jos Ramn Sanfurgo se apoder con unos cuantos montoneros del estanco y aldea de Santa Cruz. Se alarm nuevamente el Gobierno con estas atrevidas escaramuzas de la guerrilla de nuestro departamento, y el presidente Montt orden por telegrama de 23 de abril al general Garca, del ejrcito del sur, que desprendiese de Talca una divisin de granaderos y del Buin, que unida a la guarnicin de Curic, persiguiese a los montoneros con empeo y celeridad hasta aniquilarlos por completo. Nombr el general Garca, en virtud de estas instrucciones, jefe de esa divisin a su propio hijo don Flix Garca Videla, teniente coronel de guardias nacionales. Al concluir el mes de abril, sali de esta ciudad la divisin, compuesta de una mitad de granaderos a caballo, la compaa movilizada del batalln de Curic y el escuadrn cvico de Cauquenes, a posesionarse de la hacienda de la Quinta para vigilar desde all los movimientos de la guerrilla. Al mismo tiempo se mand reforzar la guarnicin de esta ciudad con una compaa de gendarmes que sali de Santiago bajo las rdenes del sargento mayor don Segundo Silva. Burlando a esta fuerza de observacin, la guerrilla emprendi el 1. de mayo la marcha por el camino del norte hacia el Manzanar de la Compaa, para esperar en ese punto el resultado de la revolucin de la Serena. Garca Videla sali en el mismo da en su seguimiento.

El 2 la montonera acamp al norte de Rengo, en el lugar denominado Pichiguao, haca el oriente del camino real. Avisada la divisin del Gobierno por un explorador de la posicin que ocupaban sus enemigos, Garca Videla orden romper la pared de la derecha del camino, provey de municiones a su tropa y march en busca de la guerrilla. Se haba colocado sta en una abra como de una cuadra y media de ancho que formaban dos cerros de regular altura. Cubra en aquellos aos ese espacio abierto un tupido monte de espinos seculares y se extenda a su entrada una cinaga de no menos de cien metros de largo, terreno como se ve, desigual e inexpugnable, y por lo mismo habra sido muy peligroso su asalto para los que iban a tomarlo si sus defensores se hubieran parapetado detrs del pantano o de los espinos; pero entre los jefes de los revolucionarios no haba ningn militar entendido, ni de esos caudillos afortunados que sin haber seguido la carrera de las armas suelen tener cierta intuicin estratgica. Ocuparon, pues, desacertadamente la falda del cerro ms alto. En el del frente, la divisin del Gobierno tendi su lnea de batalla; la caballera y los artilleros se colocaron al pie de esta altura, y el escuadrn de Cauquenes qued fuera del radio del campo de batalla, por haberse cargado desde la maana en direccin a la cordillera, tras la huella de la guerrilla. La montonera contaba con cuatrocientos hombres de tropas irregulares. Haba en sus filas algunos artilleros que manejaban un can de poco calibre, como cien infantes, desertores del ejrcito o individuos que haban peleado en Talca y Chilln, cerca de ciento cincuenta campesinos mal armados que componan la caballera y un grupo informe de jinetes, agregados como auxiliares. Asumi el mando en jefe de esta fuerza don Antonio Arce y lo secundaban como lugartenientes don Gregorio Letelier, don Jos Dolores Fermandois, los Correas, Antonio Mndez, Balbino Castro, Jacinto Gamboa y Francisco Prez. La divisin del Gobierno la formaban grupos de las tres armas: dos piezas de artillera, que mandaba un oficial Fuenzalida, treinta granaderos a caballo bajo las rdenes del capitn don Fermn Urza y cien infantes de la compaa movilizada del batalln cvico de Curic, que tena como oficiales al capitn Waldo Bez y al teniente don Jos Mara Guzmn, y no menos de doscientos lanceros de Cauquenes. Acompaaban a Garca Videla, el intendente de Colchagua don Antonio Lavn, el de Cauquenes don Antonio Arellano, el gobernador interino de Curic don Cristbal Villalobos, el de Rengo don Manuel Portales, el comandante del batalln de este ltimo pueblo, don Agustn Mrquez, que tom el mando de la infantera, y don Jos Dolores Moreno, fugado haca pocos das del campamento de la montonera. Iba, pues, a librarse el combate ms serio de los que haba sostenido la guerrilla de Curic, por la resistencia que opondra, por el nmero de combatientes y el orden militar que se observara en la refriega. Como a las dos de la tarde se desprendi del piquete de granaderos una descubierta de ocho o diez hombres que salieron a reconocer el campo. Inmediatamente don Antonio Arce y don Gregorio Letelier se pusieron a la cabeza de un grupo de treinta individuos de caballera y descendiendo de carrera la falda, cayeron sobre ellos y los derribaron a casi todos. Cargaron entonces los dems granaderos a la caballera enemiga, que se retiraba cuesta arriba; el choque fue corto pero fatal para la guerrilla, porque muchos de sus soldados perecieron bajo el sable de la exacerbada tropa de lnea: entre los muertos se contaba el capitn de la montonera don Jacinto Gamboa y entre los heridos don Gregorio Letelier, con un balazo en la cara. En este mismo instante la pieza de artillera de la guerrilla, servida por soldados del sitio de Talca, dispar el primer caonazo, que fue a dar en la llanta de una curea de los artilleros gobiernistas, que contestaron con sus dos caones e inutilizaron a aquella en menos de un cuarto de hora. La compaa movilizada del Curic, apenas se principi el combate, se desprendi precipitadamente de la falda dispersa en guerrilla y haciendo fuego. La infantera de los sublevados contest a su vez con un sostenido fogue a pie firme, que se mantuvo con cierto vigor por un intervalo de ms de media hora; algunos combatientes se haban diseminado por el campo del combate, entre los cuales haba uno que otro herido, como el veterano teniente don Jos Mara Guzmn. De repente el escuadrn de Cauquenes apareci por el costado izquierdo de la montonera; los disparos lo haban atrado y hecho trasmontar el cerro, sin saber absolutamente la colocacin de las fuerzas beligerantes. Los jefes de la guerrilla, muy lejos de atribuir aquel movimiento a la casualidad, creyeron que era una acertada maniobra envolvente y perdieron la serenidad; el pnico se apoder de la gente, que huy en diferentes direcciones, especialmente para la montaa. La soldadesca del Gobierno perdi la disciplina con el triunfo y se entreg al despojo y a la matanza de los fugitivos: varios montoneros que se haban escondido arriba de los rboles, fueron fusilados sin compasin. Sin embargo, el intendente de Colchagua y don Jos Dolores Moreno interpusieron su mediacin en favor de los prisioneros 37. La divisin de Garca Videla regres a Curic y los jefes de la sublevacin tuvieron que expatriarse o caer en manos de los

agentes oficiales. Los individuos que haban sido reclutados en este departamento, volvieron a l en partidas armadas que cometan todo gnero de extorsiones y que aparecieron simultneamente en Santa Cruz, Peralillo, Comalle y Calabozo. La del Peralillo y Comalle estuvo capitaneada por el bandido Pablo Tapia, aprehendido y fusilado poco despus en Talca; la del Calabozo se ocult en los cerros de esta hacienda, adonde fue a buscarla don Zacaras Moreno, poseedor de esa propiedad, que sali herido en un corto tiroteo que sostuvo con ella. Para juzgar a los revolucionarios se formaron consejos de guerra que componan oficiales subalternos de lnea o cvicos, presididos por el comandante del escuadrn cvico don Mauricio Merino. Excusado es agregar que cuantos haban tomado alguna participacin en los trastornos civiles fueron condenados a muerte, pena de que los absolvi el consejo de estado, conmutndola en destierro o prisin. Se hizo responsable adems a los montoneros de las especies y dinero que extrajeron de los estancos. Los desterrados no volvieron a sus hogares hasta 1862, ao en que se public la amnista. Velasco pas a ocupar en mayo de este mismo ao, 1859, la gobernacin de Rancagua y entr a reemplazarlo en calidad de propietario don Cristbal Villalobos. Tales fueron los sacrificios y las empresas de los que se armaron en ese ao memorable en nuestra historia nacional para contener las arbitrariedades del poder que maleaba las instituciones e impeda la libre eleccin del pueblo. A pesar de tanta sangre vertida en los campos de batalla, nuestra educacin poltica no estaba consumada an; el viejo sistema seguira su marcha: los abusos electorales incorporados a la ciencia de gobernar, en pie el autoritarismo absorbente, batallador y atrabiliario de los magistrados locales.

Captulo XVII Despus de 1859.- Fundacin de una iglesia.- Creacin de la provincia.- La discusin en el Congreso.- El decreto. El bando.- Primer intendente.- Los nuevos servicios locales.- El teatro.El ferrocarril a Curic.- Guerra de 1865.- Actitud de Curic.- Nombramiento de don Gabriel Vidal para intendente.- Sus trabajos.- La poltica de 1876.- Se nombra en su lugar a don Eusebio Lillo. En los aos 1858 y 1859 las autoridades administrativas no pudieron prestar su atencin al adelanto local, preocupadas como estaban en contrarrestar la oposicin que se form en el primero de estos aos y en destruir las montoneras que les hacan una guerra de recursos bastante aflictiva en el ltimo. nicamente la iniciativa particular se dej sentir en esa poca de trastornos tan hondos y generales. De las obras emprendidas entonces, debemos mencionar la iglesia del Carmen, elegante construccin que principi en 1859, con erogaciones del vecindario, el presbtero don Antonio Poblete. Pero si la poblacin gan en ornato con este edificio, perdi mucho la regularidad de su planta; pues que una de sus mejores calles quedaba para siempre cerrada, obstculo que impedir quien sabe hasta cuando la dilatacin de la ciudad por ese lado38. En cambio de la esterilidad administrativa de los aos de revolucin, con el advenimiento de don Joaqun Prez al poder, el mejor si no el primero de los presidentes que han gobernado bajo el rgimen de la Constitucin de 1833, se inici para la Repblica una era de lenta, pero positiva labor material, de paz inalterable, de libertad y educacin poltica, en conformidad al estado y la preparacin del pas. El programa de esta honrada administracin est resumido en estas palabras de Prez: Gobierno de todos y para todos; sntesis gloriosa de toda verdadera democracia. En el primer perodo de esta administracin fue cuando se realizaron dos trascendentales adelantos que abrieron a los destinos de Curic un horizonte sin lmites, nos referimos a la creacin de nuestra provincia y a la prolongacin del ferrocarril de San Fernando a esta ciudad. En las sesiones de 1862 de la cmara de diputados, present una de sus comisiones, a la que perteneca el representante de Curic don Manuel Valenzuela Castillo, un proyecto de ley sobre elevar a provincia el departamento de este nombre. El 30 de septiembre del ao citado se aprob en general ese proyecto, pero no se entr a discutirlo en particular hasta el mes de agosto del ao siguiente, preferencia que obtuvo mediante las reiteradas indicaciones de los diputados por Curic don Jos Besa y el seor Valenzuela. Con todo, ni uno siquiera de sus artculos pudo aprobarse, por lo defectuoso de la redaccin del proyecto, por lo indeterminado de los lmites y la divisin de opiniones que hubo acerca de la cabecera del nuevo

departamento que se asignaba a la provincia. El ministro don Manuel Tocornal apoyaba la creacin de la provincia como una medida urgente, justa y de buen gobierno; los diputados de San Fernando la rechazaban; el presidente de la cmara don Antonio Varas crea impracticable el pensamiento de hacer cabecera de un departamento al miserable lugar de Llico. Los diputados Besa y Valenzuela Castillo sostuvieron las ventajas de la creacin de la provincia y la perfecta practicabilidad de erigir en departamento a Llico. Renovado el mismo debate un mes despus, todos sus artculos fueron quedando para segunda discusin, a indicacin de los diputados por San Fernando. La legislatura de 1861 a 1864 cumpli su perodo y el proyecto no pudo despacharse. En la legislatura subsiguiente la municipalidad nombr una comisin de su seno para que agitara el proyecto de creacin de la provincia; los diputados por Curic Aniceto Vergara Albano, Marcial Gonzlez y Bernardo Jos de Toro quedaron encargados de gestionar su pronto despacho. En efecto, insistieron repetidas ocasiones sobre la preferencia que se deba dar en la discusin al proyecto que patrocinaban, contra la opinin de los diputados de San Fernando y contra las influencias de este pueblo para hacerlo fracasar en la cmara. Al fin, en la sesin del 10 de julio de 1865, el diputado Vergara Albano, el ms celoso defensor del proyecto, consigui que se pusiera en discusin particular. Pidieron que se aplazara el primer artculo, que era la base del proyecto, los diputados por San Fernando don Francisco Echurren Huidobro y don Jorge Huneeus y el ministro del interior don lvaro Covarrubias. Sostuvieron empeosamente su aprobacin los representantes de Curic y don Juan Esteban Rodrguez, diputado por Linares. En uno de sus discursos, Vergara Albano pronunci las entusiastas palabras que copiamos: Hay algn otro Departamento de la Repblica que se encuentre en la situacin de Curic?. Cul tiene su poblacin, su actividad, su estado de cultura y la circunstancia notable de estar tan distante de la autoridad central? No se diga, seor, que este pueblo que tiene una juventud ilustrada, no ganara nada con esta medida. Cuando un departamento posee grandes intereses agrcolas, industriales y mercantiles, cuanto tiene en germen elementos poderosos de progreso o que esperan slo una mano vigorosa que los impulse para desarrollarse, el ttulo de provincia es una adquisicin de inestimable vala. Una provincia se entiende por medio de su jefe poltico con el Gobierno y consigue que se atiendan con oportunidad sus exigencias y necesidades, esta ventaja estimula a los ciudadanos y fomenta ese espritu de localidad que en Curic se hace particularmente sentir. No olvide la cmara que se trata de un pueblo enrgico, culto y entusiasta por su progreso, del que deca un espiritual escritor: Los curicanos son los franceses de Colchagua. No obstante, el proyecto se pas a comisin para que fuese estudiado en todos sus detalles. Las influencias de San Fernando no se dorman en tanto y tocaban como ltimo recurso un arbitrio que, al no malograrse, habra encadenado para siempre la prosperidad curicana al pesado carro de los destinos de aquel pueblo. Seis diputados presentaron en la sesin del 14 de julio una mocin para crear en lugar de la provincia de Curic dos nuevos departamentos en la de Colchagua, uno con el nombre de Llico y otro con el de Nancagua. Redoblaron su inters y actividad los representantes de Curic, y en la sesin del 24, aprovechando una circunstancia propicia, el diputado Toro pidi preferencia para el proyecto que eriga en provincia nuestro departamento. Aceptada por la cmara, se pas a discutir inmediatamente el artculo primero, que apoy en el fondo, con algunas modificaciones de lmites, el ministro de hacienda don Vicente Reyes. Esta cooperacin oportuna de un miembro del ejecutivo desanim a los impugnadores del proyecto y el artculo primero se aprob con diez votos en contra, en la siguiente forma propuesta por el presidente de la cmara don Manuel Antonio Tocornal: Se crea una nueva provincia con el nombre de Curic, cuyos lmites sern los que tiene en la actualidad el departamento de este nombre.

Se aprobaron igualmente los dems artculos despus de una larga deliberacin en que las opiniones estuvieron divididas sobre si sera Llico o Vichuqun la capital del departamento de la costa; prevaleci la del vice-presidente don Domingo Santa Mara, en favor del segundo de esos lugares. Aprobado el proyecto en la cmara de senadores, donde se renov la misma discusin sobre la capital del departamento de la costa, el Gobierno expidi el decreto que sigue: Santiago, agosto 26 de 1865. Por cuanto el Congreso Nacional ha aprobado el siguiente

Proyecto de Ley: Artculo 1.- Se crea una nueva provincia denominada Curic, cuyos lmites sern los que tiene en la actualidad el departamento de este nombre. Artculo 2.- Se dividir la provincia en dos departamentos, uno oriental y otro occidental. El primero denominado Curic tendr por capital a la ciudad de este nombre, y el segundo llamado Vichuqun tendr por capital a la villa de igual denominacin. Se autoriza al Presidente de la Repblica para que en el trmino de un ao fije los lmites entre los dos departamentos. Artculo 3.- La nueva provincia tendr los empleados que la ley de 3 de octubre de 1855 estableci para la provincia de Colchagua, con igual dotacin de sueldos. El juez de letras que existe en Curic tendr jurisdiccin sobre toda la provincia y gozar del sueldo que asigna la ley de 4 de octubre de 1858 a los que tengan residencia ordinaria en la cabecera de la provincia. Artculo 4.- El gobernador que debe servir el departamento de Vichuqun gozar del sueldo anual de mil pesos. Artculo 5.- Se declaran de utilidad pblica los terrenos que, a juicio del Presidente de la Repblica, fueren necesarios para establecer en el pueblo de Vichuqun calles, plazas y edificios fiscales y municipales. Esta autorizacin durar por el trmino de dos aos. Y por cuanto, odo el Consejo de Estado, he tenido a bien aprobarlo y sancionarlo; por tanto, promlguese y llvese a efecto en todas sus partes como Ley de la Repblica. Jos Joaqun Prez.- lvaro Covarrubias.

El decreto se public por bando en las plazas de la ciudad y atrios de los templos. Lo lea el escribano don Fermn Valenzuela Castillo en medio de una poblada numerossima y escoltado por el batalln cvico y su banda de msicos. Se nombr intendente de la provincia a don Rafael Munita, juez de letras de San Fernando, y gobernador de Vichuqun a don Miguel Irarrzabal. Toc a estos dos funcionarios iniciar los nuevos servicios que creaba la ley e impulsar el adelanto en sus respectivas jurisdicciones. En esta ciudad se dio comienzo a la pavimentacin convexa de las calles y al ornato de los paseos pblicos; se organiz una guardia municipal y se regulariz la marcha del liceo, que, aunque tena el ttulo de tal desde 1853, haba descendido a la condicin de una escuela superior. Nombr el Gobierno como primer rector al abogado don Pedro Pablo Olea, caballero que pas de la poltica militante a la pacfica y honrosa tarea de reorganizar este plantel de educacin, al cual encamin a su futuro progreso con una acertada direccin. Se edific un teatro mediante la iniciativa del juez de letras don Rodulfo Oportus, quien form una sociedad annima para cubrir los gastos de la construccin, contrat a los operarios y al arquitecto que ejecutaron la obra y hasta busc la compaa que estren el teatro. Poco a poco los accionistas fueron cediendo sus derechos a la municipalidad, la que adquiri por entero la propiedad al correr del tiempo39. Muy superior a la medida de la creacin de la provincia fue para el progreso y bienestar de Curic la prolongacin del ferrocarril desde San Fernando hasta esta ciudad. El 19 de enero de 1865 el Gobierno celebr un contrato con el empresario de este trabajo don Toms Bland Garland; en diciembre del mismo ao se le agregaron al contrato primitivo algunos artculos, entre los cuales haba uno que impona al contratista la obligacin de entregar concluido el camino para el 1. de diciembre de 1866, bajo la multa de veinte mil pesos por cada mes de retardo. Desde el momento que la obra maestra de la mecnica moderna, la locomotora, lleg a este pueblo, una grandiosa transformacin se oper en sus destinos; desde entonces la agricultura y el comercio adquirieron con la facilidad del transporte un inmenso desenvolvimiento. Coincidi con estos adelantos la guerra que sostuvo nuestra Repblica con Espaa en 1865, ao memorable por tantos motivos en la historia de Curic. En ese momento de crisis, de dursimas pruebas para la Patria, nuestra provincia supo colocarse a la altura de su honroso

pasado. La municipalidad nombr comisiones de los vecinos ms respetables de las diversas subdelegaciones para que recolectasen fondos de auxilio a los gastos de guerra. Se moviliz tambin el batalln cvico que, mandado por el sargento mayor don Francisco Lavanderos, sali a guarnecer el puerto de Llico. Hasta el juez de letras del departamento, don Rodulfo Oportus, dej su curul de magistrado para ponerse al servicio de la patria; acompa al Per a don Domingo Santa Mara en su misin diplomtica a ese pas y desempe all algunas comisiones delicadas. Por ltimo, la municipalidad creyendo interpretar los sentimientos unnimes de sus representados, manifest al Gobierno, por conducto del diputado don Marcial Martnez, que ofreca la cooperacin seria, entusiasta e incondicional del territorio de su jurisdiccin para conservar inclume el honor nacional. Concluida la guerra, el intendente Munita pudo dedicarse con ms empeo a los adelantos de la localidad, entre los cuales debemos sealar la compra del potrero de la Granja para el servicio municipal y el establecimiento de la caera de agua potable que se sac del estero Guaiquillo. Para llevar a cabo stas y otras mejoras, el municipio contrat un emprstito de dieciocho mil pesos con el Banco Garantizador. Habiendo sido promovido el intendente Munita a un juzgado de Santiago, nombr el Gobierno en su lugar en 1872 a don Gabriel Vidal, caballero hijo del pueblo, que haba consagrado desde muy joven su inteligencia a la poltica y que personificaba las aspiraciones tradicionales de su familia como bando local. sta era una de las ms antiguas y de mayor respetabilidad social de la ciudad. Provena de un don Gaspar Vidal que a mediados del siglo XVII viva en el asiento mineral y reduccin indgena de Lolol. Un descendiente de aqul, don Gaspar Vidal y Silva, se estableci a principios de este siglo en Curic. El gobierno de la provincia pasaba as a manos de una de las facciones que desde antiguo se disputaban el predominio de la opinin pblica, despus de haber estado largos aos en las de la agrupacin que le era rival, cuyo jefe haba sido el ltimo gobernador de Curic don Francisco Javier Muoz. Vidal, hombre de un talento slido, bien que poco brillante por su carcter grave y silencioso, haba ejercido una influencia sin contrapeso durante la administracin de su antecesor, como primer alcalde en dos perodos y como diputado; tena hondas races en la opinin de su pueblo natal por sus relaciones polticas y sociales, era en suma, el rbitro de los intereses pblicos de la provincia. Poda, por consiguiente, recorrer un camino sin tropiezos por lo que tocaba al adelanto material de la poblacin y adquirir una reputacin de excelente administrador. Efectivamente, ningn mandatario haba tenido antes que l una concepcin ms elevada de las necesidades locales que deban atenderse y de las reformas que los servicios pblicos exigan. Se estudiaron o se resolvieron problemas de tan vital importancia como stos: matadero, pavimentacin de calles, ensanche de la caera de agua potable, beneficencia, ornato de la ciudad y creacin del servicio metdico de la polica de aseo: honroso corolario de esta actividad extraordinaria fueron la construccin de la penitenciaria y la transformacin de Curic. Pero su gobierno deba naufragar en los mismos escollos en que se haban estrellado sus predecesores, en la intervencin oficial. En la administracin de Errzuriz, como en las sucesivas, los intendentes estaban obligados a servir el inters y los deseos del Presidente de la Repblica, que poda destituirlos o elevarlos en la carrera administrativa. De ah que los mandatarios locales se entregasen sin temor al maquiavelismo electoral, para restringir al pueblo su libertad de sufragio. En la fisonoma moral del intendente de Curic, las tendencias del poltico superaban a las dotes del administrador; no poda, pues, por esta doble razn sustraerse al sistema general. As es que en las dos elecciones que dirigi, sus parciales y los elementos gubernativos estuvieron al servicio de la intervencin. En las de 1870 vino a este pueblo don Manuel Antonio Matta a vigilar los procedimientos de las autoridades y la recta aplicacin de la ley; llev poco despus a la cmara de diputados algunos cargos contra el seor Vidal y las pruebas de la irregularidad de que adolecieron esas elecciones. Algunos actos de manifiesta hostilidad de parte de la intendencia contra los candidatos don Benjamn Vicua Mackenna, para presidente, y don ngel Custodio Vicua, para diputado, en las elecciones de 1876, hicieron subir las asperezas de la lucha a un alto grado de irritabilidad. El poder puso en juego todos los resortes de la intervencin oficial: polica, guardia nacional y servicio de patrullas en los campos; la oposicin por su parte se abandon en la prensa a una desmoralizadora e inicua prostitucin que descendi a la vida privada de los funcionarios pblicos, valindose para ello de la calumnia y del denuesto inmoral. Dos plagas sociales han afligido a Curic: una antigua, secular, pero por suerte ya extinguida, las oligarquas de familias; otra que lleva de existencia cerca de un cuarto de siglo y

an no ha terminado, la licencia de la prensa. Nunca ha sido lcito que el periodismo poltico vaya ms all de los actos pblicos de los hombres pblicos; el periodismo social tiene la misin redentora de ensear al pueblo. Ahora bien, se han respetado tan naturales demarcaciones? Ninguna publicacin hasta hoy ha tenido constancia para mantenerse en la concepcin serena y til de los problemas complejos de la vida contempornea, de las necesidades de la comunidad que las sostiene y de los medios de satisfacerlas; para juzgar con criterio imparcial el espritu y las doctrinas de los partidos. El carcter de nuestra prensa ha sido y es personal, agresivo y procaz ante todo. Lo mismo que en los dems pueblos de la Repblica, el rgimen absolutista de intervencin hizo escollar aqu la candidatura de Vicua Mackenna, quien acus al seor Vidal en la cmara de diputados y dijo entre otros conceptos lo siguiente: Har presente a la Cmara que esta provincia, digna de mejor suerte, est hoy sometida al yugo de una verdadera oligarqua de familia. Todos los poderes son all hermanos, el juez de letras, el intendente, el administrador de correos, la mitad o los dos tercios de la municipalidad. Casi la totalidad de los empleados estn ligados entre s de tal manera, que ya Curic no es una provincia de la Repblica sino un feudo de familia.

Realmente, el seor Vidal haba formado una numerosa agrupacin personal que tena en sus manos el poder electoral por medio del primer alcalde de la municipalidad don Jernimo Valderrama, caballero que se haba conquistado en Curic una ventajosa posicin poltica, retirada al correr de pocos aos del servicio de la faccin. Con todo, organizado el ministerio de septiembre de 1876, que presidi don Jos Victorino Lastarria, el seor Vidal tuvo que dejar el mando de la provincia. Se nombr en su lugar a don Eusebio Lillo, que renunci su puesto antes de un ao por no acomodarse a la pequeez de las rivalidades, rencillas, odios y emulaciones que entonces dominaban en la vida social de la poblacin.

Captulo XVIII La guerra del Pacfico.- La opinin pblica.- Se movilizan tropas.- Los carabineros de Yungay.Se moviliza el batalln Curic.- Se le traslada a San Bernardo.- El regimiento.- El estandarte.Parte hacia el norte.- Se acuartela la polica.- Guardia de orden.- Se movilizan dos compaas.El Curic en Lurn.- El Manzano.- El comandante Olano.- Chorrillos.- Miraflores.- Durante la ocupacin.- Combates en Caete.- Chicla.- Expedicin del coronel Arriagada.- Expedicin a Arequipa.- La travesa del desierto.- Regreso a la patria.- Recepcin.- Los hijos de Curic en la guerra.- Los soldados hroes.- Cmputo.- El 2. batalln Curic.- El Vichuqun. La guerra del Pacfico vino a despertar el patriotismo jams desmentido de la provincia de Curic. La preocup tan hondamente y con tal universalidad el peligro comn, que se levant como un solo hombre para ofrecer a la patria cuanto tena de ms caro, brazos, fortunas, producciones y talentos. El rico ofreca su dinero y los productos de la tierra; el periodista su entusiasmo y su aliento, fecundo riego del espritu pblico; el pobre su brazo, su sangre y su herosmo annimo, esto es, la fuerza, que es el triunfo en las luchas de las armas como en las del trabajo. Los poderes pblicos estimulaban por su parte el sentimiento popular en pro de la patria y tomaban la iniciativa en las primeras medidas de accin positiva: grandioso y conmovedor espectculo que prueba que el patriotismo es la virtud cvica ms prominente en esta hermosa regin de Chile. Desde que se declar la guerra, se levantaron erogaciones, se celebraron meetings para mantener latente en el pueblo el deber de la defensa nacional, vendieron a bajo precio los campesinos sus caballos para el ejrcito y la prensa no ces de gritar: Al norte! Al norte!. Cuando pasaba de la frontera algn cuerpo a embarcarse a Valparaso, un gento considerable concurra a la estacin con el objeto de vivar a los defensores de la honra y de los derechos de nuestra repblica. El inmortal sacrificio de Prat y la venida de Condell a esta ciudad, acentuaron ms todava este magnfico movimiento de opinin para conservar ilesa la fama del valor chileno, para ir a la guerra. Desde entonces la juventud sinti vivos impulsos de imitar al hroe

de la marina, y el deber de morir por la Patria se impuso a la conciencia del pas, no como un sacrificio, sino como un medio de legar un nombre glorioso a la historia o a la epopeya. En tal estado se hallaba el nimo pblico, cuando el Gobierno mand organizar el batalln cvico, al principiar el ao 1879, cuyas filas sirvieron de escuela a los soldados que andando los meses tuvieron que ir al teatro de la guerra. De stos se movilizaron en junio ciento cincuenta hombres que, con igual nmero del Rancagua, sirvieron de base al batalln Valdivia, cuerpo veterano que hizo la campaa desde Antofagasta a Lima. Por esta misma fecha vinieron a organizar a Curic el segundo escuadrn de carabineros de Yungay el teniente coronel don Emeterio Letelier y el sargento mayor don Francisco Vargas, el sableador de Calama. Se complet el efectivo de este cuerpo con gente sacada de Curic y disciplinada aqu mismo; ingresaron igualmente a sus filas en calidad de clases muchos jvenes de nuestra sociedad, tales como Maximiliano y Manuel Jess Labb, hermanos, el ltimo de los cuales vino a morir a su tierra natal de teniente, despus de largas campaas; Vctor y Moiss Labb, hermanos tambin, que asistieron a todas las jornadas en que se encontr el ejrcito; Aurelio Ruiz, implacable acuchillador de peruanos y muchos otros que hicieron las principales campaas de la guerra. En marzo de 1880 el Gobierno mand movilizar el batalln cvico de Curic, medida que se recibi en la provincia entera con indecible gozo, por verse ya representada en el ejrcito y segura de no quedar atrs de otras que, en generosa emulacin, aspiraban a conquistar los primeros honores de la gloria. Se nombr a los jefes don Joaqun Corts, teniente coronel de ejrcito, y a don Jos Olano, sargento mayor de guardias nacionales, para que se hicieran cargo de la direccin del cuerpo. A fin de completar su instruccin y disciplina se le traslad al cantn de San Bernardo; aqu rivalizaron en el aprendizaje de las armas los jefes, oficiales y soldados, todos los cuales estuvieron bien pronto en aptitud de poder hacer el servicio de campaa y hasta de afrontar los peligros y las dificultades de una batalla con el orden y la precisin que exige el arte militar. Este estado de adelanto se mejor todava con la elevacin a regimiento de su efectivo que el Gobierno decret. En el mismo pueblo se verific el 21 de mayo la bendicin del estandarte, insignia guerrera que simboliza el honor de un cuerpo y que tanta influencia tiene en el comportamiento en el campo de batalla de los individuos que lo componen. Sirvieron de padrinos en este acto los representantes de Curic en el Congreso, sus esposas y una comisin municipal que formaban los seores Francisco Antonio Vidal, Benjamn Vivanco y Jos Francisco Correa. Se llev enseguida el regimiento a Santiago. Como no se le enviara al teatro de la guerra, en conformidad a los deseos vehementes y unnimes de la provincia, la municipalidad elev el 27 de septiembre una representacin al Gobierno en que se le peda pusiese en campaa al regimiento. En atencin acaso a estos sentimientos de patriotismo y muy principalmente al buen pie de disciplina en que se encontraba, el ministerio del ramo orden en octubre de 1880 que marchara al norte a incorporarse al ejrcito de operaciones, en los mismos das cabalmente en que los plenipotenciarios de las naciones beligerantes celebraban sus conferencias en Arica a bordo de una corbeta norteamericana, por cuyo costado, y a presencia de los representantes de las dos potencias aliadas, pas el transporte que conduca al regimiento curicano. Se le fij como campamento el lugar de Calana, al interior de Tacna. Mientras tanto la municipalidad mandaba acuartelar la tropa de la polica para ofrecerla al Gobierno tan pronto como fuere necesario. Para vigilar el orden pblico, se organiz una guardia compuesta por comerciantes y personas decentes. Algunos meses despus se mand movilizar en este pueblo dos compaas de ciento cincuenta hombres cada una que se entregaron a la direccin del comandante Vial Maturana y de oficiales curicanos; la movilizacin de esta fuerza hizo innecesario el abnegado servicio del municipio y de los vecinos. Los solemnes momentos de la gloriosa campaa de Lima llegaron al fin. El bizarro cuerpo que haba llevado al norte la representacin de Curic, form parte de la segunda brigada de la segunda divisin que mandaban respectivamente el coronel don Orozimbo Barbosa y el general don Emilio Sotomayor. El 15 de diciembre de 1880 parti de Arica el ltimo convoy de veinticinco buques y transportes que conduca a la mayor parte del ejrcito expedicionario sobre Lima; el Curic iba embarcado en el vapor Paita. El 22 del mismo mes lleg el convoy a la caleta de Curayaco y se principi el desembarco; el Curic bajo a tierra el 23 en la tarde y en la misma noche march a Lurn. Pero su primera marcha fue tambin su primera y dursima prueba de campaa; extraviado en la oscuridad, tom hacia el interior y al da siguiente se hall en los arenales del desierto; conocido el error, se contramarch al punto de partida, sufriendo el calor de un sol ardiente y la sed delirante que en aquella latitud se apodera del fatigado caminante.

El ejrcito se acamp en el valle de Lurn; el regimiento curicano ocup la derecha de la lnea en el campamento de Pachacamae, hacia las cabeceras de la sierra por el oriente. Desde su instalacin en ese punto, le haba tocado el honor de vigilar y defender el flanco derecho de las posiciones chilenas. En ese puesto avanzado y peligroso, el regimiento no cesaba de trabajar por el adelanto de su disciplina; constaba a la sazn de novecientos ochenta individuos de tropa, treinta y ocho oficiales y tres jefes. Mandaba el cuerpo en este ltimo carcter el teniente coronel don Joaqun Corts, primer jefe, el de igual graduacin don Jos Olano, segundo jefe, y don Rubn Guevara, sargento mayor. Al cargo de las compaas estaban los siguientes capitanes: Anselmo Blanlot Holley, Marco A. Mujica, Jos Mara Barahona, David Polloni, Nicols Mujica, Csar Muoz Font, Daniel Tristn Lpez y Manuel Mara Torres. Capitanes ayudantes eran don Francisco Merino y don Nicanor Molinare. Entre los oficiales subalternos que se distinguan por su decisin y constancia se contaban los tenientes Fidel Leiton, Casimiro Hinostroza, Miguel Luis Semir, Timoteo Cabezas, Daro Botarro y David Len; subtenientes, Miguel Luis Mrquez, Justo Pastor Garrig, Jos Manuel Seplveda, Germn Larran, Manuel Torres, Daniel Salas Errzuriz, Ernesto Salinas, Justiniano Polloni, Jos Agustn Bravo Encalada. Como sargentos formaban en las filas del regimiento una porcin de jvenes entusiastas y alentados: Pedro Len Labb, Luis Cruz, Froiln Rojas, Pedro A. Soto, Eugenio Barra, los hermanos Carrascos, Luis Molina, Montero, Fuentes y muchos otros que sera prolijo enumerar, y que, abandonando las aulas del estudiante, los bancos del industrial o el mostrador del comerciante, haban corrido a tomar un puesto en el cuerpo que llevaba el nombre del pueblo natal. Hemos dicho que el Curic estaba encargado de proteger el flanco derecho de nuestro ejrcito, vigilado con extraordinaria solicitud por el jefe de la brigada, coronel don Orozimbo Barbosa. Se tena noticia en Lurn, por un expreso peruano que fue a dar al campamento de la fuerza chilena, de que vena desde Caete con direccin a Lima un regimiento de caballera llamado Cazadores del Rimac, con un efectivo de 333 plazas. Lo mandaba el viejo coronel don Pedro Jos Sevilla, esperanza del ejrcito peruano y valiente espada de las batallas de Casma e Ingav. Habiendo sabido que el ejrcito chileno le haba cortado las vas ms rectas de la costa, se propuso marchar sigilosamente por entre los montes y matorrales del camino de Pachacamac, al oriente, atravesar el valle de Lurn y escaparse. Pero el diligente coronel Barbosa le haba puesto un dique con las bayonetas del Curic. El experto jefe peruano haba elegido la noche del 27 de diciembre para ejecutar su audaz maniobra de evasin. En la maana de ese da, como en las anteriores, se haba destacado de avanzada una compaa del Curic hacia una quebrada lateral que desemboca en el valle de Lurn y que se conoce con el nombre del Manzano o Pueblo Viejo, distante como unas veinticinco cuadras del campamento del cuerpo. Le toc esta vez su turno a la 3. compaa del primer batalln, mandada por el capitn don Jos Mara Barahona, el teniente don Timoteo Cabezas y el subteniente don Jos Manuel Seplveda. Se distribuyeron las centinelas y la tropa se abandon a reposar a las inmediaciones de sus rifles colocados en pabelln. Como a las cinco y media el guardia ms avanzado dio la alarma de verse el enemigo a corta distancia del campamento de la compaa; se cercioraron los oficiales de la efectividad del aviso al ver brillar las armas de los jinetes con el reflejo del sol que declinaba por el poniente. Hizo formar la tropa el comandante de la avanzada y mand dar parte a su jefe de lo que suceda. Inmediatamente parti en proteccin de la compaa destacada el segundo batalln a las rdenes del segundo jefe don Jos Olano, quien al llegar al punto en que se iba a combatir, coloc sus fuerzas en las posiciones que de antemano haba elegido el jefe de la brigada y se qued con la 2. compaa que mandaba el capitn don Anselmo Blanlot. Desprevenido el coronel Sevilla, tuvo que aceptar el combate, dar orden a su regimiento de romper el fuego y cargar resueltamente sobre las compaas del Curic. Eran como las siete y media p. m. Tanto la compaa del capitn Barahona, como el segundo batalln, hicieron una brillante resistencia a pie firme: contestaron los fuegos y rechazaron al regimiento peruano que intent romper las filas tres veces consecutivas; los soldados curicanos disparaban sus armas al resplandor que producan los disparos de sus enemigos; tan oscura estaba la noche. Entre tanto, los jefes Corts y Guevara haban llegado al trote al campo de la refriega y alcanzado a tomar algunos prisioneros. Como a las dos horas de un fuego interrumpido durante un intervalo como de veinte minutos, el regimiento peruano huy completamente deshecho por las quebradas y cerros vecinos. Al da siguiente, emprendieron la persecucin de los fugitivos, el Curic, dos compaas del 3. de lnea y un destacamento de caballera, con resultados por dems favorables, pues que cayeron en poder de estas fuerzas el coronel Sevilla, nueve oficiales, un cirujano, un practicante, un telegrafista y ciento veinte individuos de tropa. Las

bajas de los dos cuerpos combatientes fueron poco numerosas por la oscuridad de la noche, pero muy lamentadas, porque entre ellas se contaban dos jefes: del Curic haban cado cuatro soldados heridos y muerto el comandante Olano de dos balazos simultneos, uno en la frente y otro en el estmago, que le arrebataron la vida instantneamente; entre los muertos del regimiento Rimac se encontraba el segundo jefe don Baldomero Arstegui, natural de Lima, militar rgido y valiente que pereci en la tarde del 28 a manos de los soldados del Curic, vidos de vengar con sangre la prdida de su comandante Olano. Los oficiales que ms se distinguieron en la jornada, segn el sentir del primer jefe del Curic, seor Corts, fueron los capitanes Blanlot, Molinare y Barahona y los tenientes Cabezas y Semir. En la madrugada del 28 en todos los campamentos de los cuerpos chilenos se saludaba con la diana la noticia del triunfo del Manzano, feliz presagio de otros de mayor gloria y trascendencia. La satisfaccin del deber cumplido, el legtimo orgullo de haber sido til a la Patria y el jbilo que se apodera de los corazones despus de una victoria, no se haban dejado sentir bulliciosamente en el campamento del Curic; todos estos sentimientos estaban como oscurecidos por el dolor que haba causado la muerte de Olano, por el duelo general que se haca al cadver de un jefe tan querido por sus compaeros de armas y subalternos. Con la prdida de Olano se tronch una bella esperanza del ejrcito de Chile, porque sus talentos, su ilustracin y energa moral, a la par de haber sido tiles en el curso de la guerra, lo habran colocado en un puesto ventajoso en el escalafn de los ascensos. Efectivamente, no muchos jefes de nuestro ejrcito en campaa tenan el caudal de conocimientos del comandante del Curic; Olano era militar, mdico, ingeniero y educacionista. Tracemos su biografa a grandes rasgos para probarlo. Olano provena de padres espaoles, llamados Jos Manuel Olano y Mara Arismendi, y haba nacido en Santiago, ms o menos por el ao 1843. Arrastrado su padre por la fama de los ricos lavaderos de oro de California, emigr en 1849 a Mxico, donde el clera, que a la sazn haca estragos en los trpicos, mat en un solo da a la madre y dos hermanos de Olano. Se traslad entonces la familia a la alta California, compuesta ahora del padre y dos hijos de tierna edad, de los cuales el mayor, don Jos, apenas tendra seis aos. Por motivos que ignoramos, abandon el padre a sus hijos, quienes, entregados en aquel mundo cosmopolita, egosta y despiadado a su propia suerte, deban perecer de hambre y miseria. Se vio entonces una accin de sublime y precoz amor fraternal: Olano entr de mozo de mano a una taberna de arrabal para mantener a su hermano menor con su msera paga. A los cinco o seis aos de una situacin tan estrecha, se embarc para Chile, como grumete de un buque mercante. En su pas natal busc la proteccin de un to y entr primero a la escuela y despus a la academia militar, donde hizo sus estudios con xito nada comn. Destinado al regimiento de cazadores a caballo, alcanz hasta el grado de capitn. Por asuntos polticos se retir del ejrcito para estudiar medicina, que dej a los pocos aos para fundar un colegio particular con el ttulo de Liceo Nacional y dedicarse a las matemticas. Cuando se mand organizar el Curic, el comandante Corts que conoca a Olano, le ofreci el segundo puesto del cuerpo40. Tal fue la vida y tal el sacrificio del que cay en el primer encuentro de la campaa de Lima, llevando en su keps de militar el nombre de Curic. Sin embargo, nuestra sociedad no ha sido justiciera con la memoria de este hroe, como con la de muchos otros cuyas hazaas nos pertenecen, con Villota, OCarrol y Labb; caudillos de la independencia; con Luis Cruz, joven campen de la guerra del Pacfico, y los hroes annimos del fusil, los soldados. No diremos un monumento, ni un medalln, ni un cuadro, ni una inscripcin siquiera se ha hecho que eternice su memoria y recuerde sus servicios. Ojal que la generacin de maana haga justicia a los valientes que se han sacrificado llevando el nombre y la representacin de Curic; los actos heroicos, as como las hondas del mar, se agrandan con la distancia. El da 12 de enero el Curic haca sus aprestos para la gran batalla que deba librarse al siguiente. Una animacin extraordinaria se notaba en el campamento; la alegra animaba las fisonomas de soldados y oficiales. Pero no todos tendran la suerte y la gloria de ir a compartir con sus compaeros los peligros y las emociones de la pelea, siempre deseadas por militares pundonorosos. El estado mayor haba ordenado que dos compaas del Curic quedaran resguardando el valle de Lurn; eligi el comandante Corts para esta comisin las compaas de los capitanes Tristn Lpez y Nicols Mujica. Sucedi entonces una escena tierna y hasta hoy ignorada: el teniente don Daro Botarro que perteneca a una de stas, se presento llorando al jefe del regimiento en solicitud de permiso para asistir a la batalla, noble y generosa expansin del patriotismo que el viejo soldado no pudo desatender.

En la noche de ese da sigui el cuerpo, incorporado a la brigada Barbosa, el camino que la segunda divisin tom con direccin a las posiciones enemigas. Como a las seis de la maana, se desplegaron los regimientos de la brigada al frente de la izquierda de la lnea peruana que defenda por este costado un cuerpo de ejrcito mandado por el coronel moqueguano Dvila y formado por batallones escogidos. Separaba a las divisiones enemigas una pampa que el Curic tuvo que recorrer precipitadamente, spera y sembrada de minas y bombas automticas. El coronel Barbosa le orden atacar un cerro artillado, con esta hermosa y espontnea frase que es la poesa de la guerra: Aquel cerro que est vomitando fuego le toca al Curic!. Se lanza al asalto el regimiento con vigoroso ardor y resiste sin desorganizarse un nutrido fuego de fusilera que tiende en tierra a cuarenta y seis individuos de tropa. En la ascensin caen heridos tambin el sereno y bizarro comandante Corts y los oficiales Salas Errzuriz y Bravo Encalada. El cerro es as impetuosamente tomado; muchos de sus defensores quedaron muertos en sus trincheras y los dems huyeron. Se retir el comandante Corts a la ambulancia, en brazos de sus soldados; se atendi a los heridos y se restableci el orden para quedar pronto en aptitud de acometer cualquiera otra empresa; pero era bastante por ese da, pues la victoria haba favorecido a nuestras banderas en toda la lnea de batalla. Cuando en la tarde del 15 de enero los peruanos rompieron el fuego sobre la tercera divisin del coronel Lagos, en Miraflores, la brigada Barbosa march aceleradamente de la retaguardia para ir a cubrir la derecha de la lnea chilena. La marcha fue angustiosa por las inquietudes que despertaba en los corazones un probable fracaso, pesada por el calor de una atmsfera abrasadora y no exento de peligros por hacerse bajo los fuegos de los cerros artillados de la izquierda enemiga. El Curic acamp en un potrero donde sirvi de blanco a los caones de grueso calibre del fuerte San Bartolom hasta que la oscuridad de la noche cubri el campo de batalla. Las compaas que haban quedado de guarnicin en Lurn no permanecieron del todo en la inaccin. El 17 de enero apareci en el valle una montonera como de ochenta a noventa hombres con el propsito ostensible de saquear la ambulancia y sorprender el destacamento curicano. El capitn Lpez la amag con su tropa y la hizo retroceder hasta un bosque, adonde fue a atacarla un piquete de granaderos a caballo, el cual la empuj sobre un morro, le mat trece hombres y le tom cuatro prisioneros. Ocupada la ciudad de Lima por el ejrcito victorioso al Curic se le design para su residencia el cuartel de la caballera peruana conocido con el nombre de Barbones, en los suburbios del sur de la poblacin. A los pocos meses su efectivo se redujo a batalln. Durante el perodo de la ocupacin, el Curic prest servicios no menos valiosos y notorios que los de la campaa de Lima. En esos largos meses de guarnicin, en que el clima enervaba la materia y la nostalgia, terrible enfermedad de la patria, enervaba el espritu; en esas fatigosas campaas del interior, dignas de los legionarios romanos, en que nuestros soldados tenan que combatir con los hombres y con los obstculos de la naturaleza, la constancia, la moralidad y disciplina del Curic se hicieron ejemplares en el ejrcito. A la primera expedicin de 700 hombres de las tres armas que sali de Lima en abril de 1881 bajo las rdenes del teniente coronel don Ambrosio Letelier, se incorporaron dos compaas del Curic, que sumaban una fuerza efectiva de 104 hombres y que mandaban el teniente coronel don Anacleto Lagos, el sargento mayor don Virgilio Mndez y los capitanes Jos Ignacio Lpez y Daniel Len y varios oficiales subalternos. Una de estas compaas ocup el departamento de Junn y la otra la poblacin de Cerro de Pasco, lugares en que haca una activa guerra de recursos el coronel peruano y prefecto Aduvire. En 1882 se form una pequea divisin de las tres armas destinada a la guarnicin del valle de Caete y se puso al mando del teniente coronel don Manuel J. Jarpa. Merodeaban por ese valle numerosas y bien armadas montoneras que hostilizaban sin cesar a las fuerzas chilenas. El Curic dorma con el arma al brazo y tuvo que sostener repetidos combates con los montoneros peruanos, siendo ms importantes los que se libraron en Hervai Bajo, Monte Jate y Luna Huana. La segunda de estas acciones, que se verific en agosto de 1882, fue tal vez la que se ejecut con mayores peligros para los chilenos y con mejor arreglo a los principios estratgicos de la guerra. Tomaron parte en ella la compaa del capitn Leiton, un piquete de carabineros y una batera del segundo regimiento de artillera. Al cabo de algunos meses, se relev al Curic por el Lautaro y se le condujo a Lima para engrosar primero con una parte de su tropa la expedicin Canto y ms tarde la del coronel Arriagada, en su totalidad. Se segreg de la de Canto una pequea columna para la guarnicin de Chicla, trmino del ferrocarril de la Oroya, de la que formaba parte la compaa del capitn Leiton. En aquellos das memorables

del mes de julio de 1882, cuando el general Cceres puso en ejecucin un plan de operaciones militares en toda la lnea de los destacamentos chilenos, una montonera rode a Chicla, plaza que mandaba el sargento mayor don Virgilio Mndez. Destac este jefe una avanzada del Curic a las rdenes del subteniente don Pedro Len Labb, quien, coronando unos altos cerros de las inmediaciones, puso a raya a los amedrentados montoneros. En la expedicin que mand el coronel Arriagada, en esa inmensa peregrinacin de 387 leguas por entre los Andes, la jornada ms larga del ejrcito chileno durante la guerra del Pacfico, el Curic estuvo ms arriba del deber; estuvo a la altura del sacrificio, por su heroica resignacin; disciplina y bravura. El cuerpo lleg hasta Chicla, donde quedaron cuatro compaas que tenan que guarnecer diversos puntos de ese cantn y las cuales mandaba el primer jefe de entonces don Nicols Gonzlez Arteaga; las otras dos, la 1. y 3., bajo las rdenes de los capitanes don Flix Montero y don Timoteo Cabezas, y a las superiores del sargento mayor don Jos Ignacio Lpez, siguieron hasta Huaraz, trmino de esta expedicin que vino a tener su glorioso desenlace en la batalla de Huamachuco. Le cupo tambin a Curic en esta accin de guerra un jirn de gloria por haber sido el jefe de estado mayor en ella un hijo de este pueblo, Francisco Merino. En ninguna campaa dej el Curic tan bien cimentada su reputacin de cuerpo disciplinado como en la expedicin que el coronel Velzquez llev en 1883 a la orgullosa Arequipa, ltimo baluarte de la resistencia peruana. El 9 de octubre dejaba este batalln el pueblo de Chorrillos, donde permaneca, acantonado, para tomar un trasporte que lo condujo a Pacocha, lugar designado para su desembarco. En su plana de oficiales se contaban los siguientes jefes y capitanes: teniente coronel, primer jefe, Ramn Carvallo Orrego, sargentos mayores don Emilio Antonio Marchant y don Csar Muoz Font, capitanes ayudantes don Timoteo Cabezas y don Lorenzo Caminos, capitanes de compaa don Fidel Leighton, don Avelino Valenzuela, don Agustn Bravo Encalada, don Flix Montero Arriagada, don Daro Botarro y don Jos Ramn Cuadra. La fuerza efectiva del Curic ascenda a 800 hombres de tropa. Emprendi la marcha hacia Arequipa por el valle de Ilo, tantas veces recorrido por nuestro ejrcito, y que conduce a Moquegua; de aqu tom el camino del desierto. El viaje fue largo y penoso en sumo grado, hecho por speros senderos y candentes arenales, y no siempre con agua y alimentos. En el medio del desierto se fug el gua, de nacionalidad espaola, y lo dej perdido y expuesto a mayores penalidades. Por ltimo, lleg a Puquina, donde se reuni a los dems cuerpos que deban ocupar la ciudad nombrada; lo que se efectu enseguida sin efusin de sangre por haberse rendido la plaza a discrecin. Cuando el batalln volvi a este pueblo, el comandante general del cuerpo de ejrcito que expedicion sobre Arequipa, envi al intendente de la provincia, como un honroso testimonio del valor y moralidad del Curic, la nota que sigue: Tingo, junio 25 de 1884. Estimando esta Comandancia General de la divisin expedicionaria sobre Arequipa, que ser satisfactorio para US. y la importante provincia de su mando tener conocimiento de los relevantes mritos del batalln movilizado Curic, tengo el honor de transcribir a US. una parte de la nota elevada por esta Comandancia General al seor Ministro de la Guerra, a propsito del regreso a Chile de este batalln. Este cuerpo se incorpor en el mes de octubre del ao prximo pasado a la divisin expedicionaria sobre Arequipa, siendo su conducta, moralidad y disciplina de lo ms recomendable. Su estado de instruccin militar est a la altura de los cuerpos de lnea del ejrcito, debido a la contraccin y competencia de sus distinguidos jefes y oficiales. Dios guarde a Ud. J. Velzquez.

Habiendo llegado el momento de licenciar algunos cuerpos del Ejrcito, el Gobierno orden el regreso del Curic al pueblo de su nombre; el 3 de julio de 1884 entr a la ciudad donde se haba formado, despus de una campaa que dur cerca de cuatro aos y de haber tomado parte en seis expediciones, dos batallas y seis combates. El vecindario lo recibi con

demostraciones de inmenso reconocimiento y jbilo, interpretados en dos das de festividades cvicas y populares41. No solamente el batalln movilizado llev a las estepas del Per la representacin de nuestra provincia, sino tambin una plyade brillante de jvenes guerreros, repartidos en los diversos cuerpos de nuestro ejrcito, y entre los cuales se contaban los cinco hermanos Labbs, Justo, capitn del 2. Atacama, Daro y Vctor, alfrez de caballera, Moiss, sargento de carabineros, y Pedro Len que del Curic pas al 3. de lnea; los hermanos Roberto y Santiago Mrquez, capitn el primero y sargento mayor del Victoria el segundo; Isidoro y Mateo Labra, de zapadores; Cesreo Muoz, sargento mayor del mismo cuerpo; Juan Urrea, capitn ayudante del 4.; Moiss Merino, de la artillera; el doctor Justo P. Merino, de la ambulancia; Vicente Merino, de la armada; Amador Moreira, de Zapadores; el nio inmortal de la Concepcin, Luis Cruz, que pas del Curic al Chacabuco, Manuel J. Labb, de carabineros y el autor de estos captulos, capitn del Valdivia. Larga tarea sera consignar en estas pginas los nombres de los hroes annimos, de los soldados que murieron en defensa de la Patria; nicamente mencionaremos a Miguel Pardo, mancebo de diecisiete aos que muri en la Concepcin al lado de Cruz, y Jos Riquelme, uno de los cincuenta soldados que el coronel Gutirrez llev para base del Valdivia, y a cuyo herosmo el historiador Vicua Mackenna dedic estas palabras: Valentsimo curicano, que solicitado por su capitn para enarbolar la bandera chilena en el Salto del Fraile, a fin de hacer cesar el fuego de los nuestros en la llanura, cay vctima de una abnegacin digna de los que en las termpilas griegas combatieron.

Se organizaron en nuestra provincia adems de las fuerzas ya mencionadas, el batalln movilizado Vichuqun y el sedentario Curic nmero 2. De manera que, contando con las comisiones de enganche y con la tropa que se iba disciplinando en las compaas movilizadas del comandante Vial Maturana y hacindose ingresar a todos los batallones del norte, Curic fue una de las provincias que dio ms gente de guerra para los cuadros de nuestro ejrcito. Tan levantada y patritica actitud en das de tamaa angustia para la nacin puede servir de ejemplo para lo futuro en nuestra provincia. Que como en sta, en todas las circunstancias azarosas de su porvenir, y adems en todas sus aspiraciones de progreso, le sirvan de divisa estos dos versos del coloso de la poesa alemana, Goethe: Ms alto siempre subamos! Ms lejos siempre miremos!

Captulo XIX CRONOLOGA Cronologa de autoridades administrativas, desde la fundacin de Curic hasta 1876

Tenientes corregidores, dependientes del corregimiento del Maule: Flix Donoso 1744

Ignacio Maturana Alonso de Moreira Luis de Mena Pedro Barrales Joaqun Fermandois Fermn de Urza Corregidores: Francisco Javier Moreira Francisco Javier Bustamante Juan Antonio de Armas Jos Gregorio Argomedo Juan Fernndez de Leiva Baltasar Ramrez de Arellano Jos Antonio Mardones Isidoro de la Pea Juan de Dios Puga Diego Donoso Isidoro de la Pea Jos Mara Bravo Jos Agustn Vergara Isidoro de la Pea Jos Mara Merino Miguel Arriarn Antonio Jos de Irisarri, intendente

1758 1766 1772 1777 1779 1789 1793 1795 1800 1801 1808 1810 1814 1817 1822 1823 1826 1829 1829 1830 1831 1833 1835 1837 1841 1849 1850 1851 1852 1853 1858

Francisco Javier Moreira, intendente Jos Mara de Labb Agustn Barros Varas Francisco Porras Jos Domingo Fuenzalida Antonio Vidal Timoteo Gonzlez Francisco Velasco

Cristbal Villalobos Juan Bautista Valenzuela Castillo Ignacio Navarrete Juan Francisco Garcs Francisco Javier Muoz Intendentes: Rafael Munita Gabriel Vidal Eusebio Lillo 1865 1872 1876

1859 1860 1861 1863 1864

Resumen Administrativo En 1700 el territorio de Curic perteneca desde el Teno hacia el norte al partido de Colchagua y desde este ro hacia el sur al del Maule. En 1743 se fund la villa de San Jos de Buena Vista de Curic por don Jos de Manso, en terrenos cedidos por don Lorenzo de Labra. En virtud de un auto expedido por don Domingo Ortiz de Rozas el 10 de octubre de 1747, se traz el plano de la villa en su asiento actual, en terrenos cedidos por don Pedro Barrales y su esposa doa Ana Mndez. Corri con la delineacin de la villa y distribucin de solares el oidor de la Real Audiencia don Jos Clemente de Traslavia, secundado por el vecino don Domingo Martnez Donoso. El 13 de agosto de 1793 se cre el partido o corregimiento de Curic, dependiente de la provincia de Santiago. El 30 de agosto de 1826 Curic pas a ser departamento y capital de la cuarta provincia de Chile, creada con el nombre de Colchagua. El 10 de agosto de 1830 Curic obtuvo el ttulo de ciudad y sirvi de capital de la provincia de Colchagua hasta 1840. El 26 de agosto de 1865 se erigi en provincia el departamento de Curic. NOTAS 1 Clculo hallado en el archivo de San Francisco. 2 No nos ha sido posible consignar ms detalles acerca de la fundacin de esta ciudad por no haberse podido hallar en nuestras oficinas ni en los archivos de Santiago el expediente sobre la materia. Los datos apuntados, los hemos tomado de algunos legajos de la secretara del juzgado de este pueblo. 3 El cerro se halla a 65 metros de altura sobre el plano de la ciudad. 4 Se emplearon en esta torre 32.000 ladrillos, comprados a cinco y seis pesos el mil. 5 Creemos que el cabildo provisorio lo formaron los seores que vamos a nombrar, porque fueron los electos una vez restablecido el orden: Alcalde de 1. eleccin, don Juan Garcs

(hacendado de la Huerta); Francisco de Borja Orihuela, regidor decano (agrimensor); Toms Correa (hacendado de Palquibudi); Francisco Merino y Lucas Grez, regidores. 6 San Martn se hospedaba cuando pasaba por Curic en casa de doa Josefa Valenzuela o en la de don Diego Donoso, ambas a una cuadra de la plaza en la calle del estado, esquinas opuestas. 7 Para coordinar los datos de este captulo y de los anteriores, hemos consultado la Historia General de don Diego Barros Arana, el gua ms seguro y luminoso que hemos tenido para nuestro trabajo. 8 Acusado Fermandois de haberse entendido con los Prietos, tuvo que vindicarse y reunir algunos documentos, que existen en la secretara del juzgado de esta ciudad y nos han servido para reunir estos datos. 9 Para la redaccin de este captulo nos hemos servidos de datos verbales y de la Guerra a muerte de Vicua Mackenna. 10 En la avenida de 1827 cambi de lecho el ro Teno, del valle de Quilpoco, en Ranco, al lugar que actualmente ocupa. 11 En 1858 Villota interpuso demanda sobre nulidad de la venta. 12 Datos que hemos hallado en el archivo municipal. 13 Expediente que existe en el archivo de la secretara del juzgado de letras de esta ciudad. 14 Archivo de la intendencia. 15 Datos suministrados por don Manuel Merino. 16 La acusacin de conato de salteo a don Jos Mara Vergara, consisti en que este gobernador al trasladarse de intendente a San Fernando cambi de camino, temeroso de la venganza de Grez. 17 Datos verbales. 18 Datos verbales. 19 Datos suministrados por el anciano y respetable vecino don Manuel Merino. 20 Informe de don Sergio Daz publicado en 1864. 21

Declaracin de don Manuel Rodrguez, oficial cvico en 1837, publicada en 1864. 22 Declaracin de don Manuel Rodrguez. 23 Datos verbales. 24 Declaraciones de varios vecinos publicadas en 1864 y datos verbales que hemos recogido. 25 Datos suministrados por los seores Santiago Labb, oficial de la compaa de Comalle, Jos Quevedo, del batalln cvico, y otras personas. 26 Archivo de la intendencia. 27 Para redactar este captulo hemos tenido a la vista el proceso de esta conspiracin, dado a luz por el seor Vicua Mackenna, y seguido el criterio filosfico de la historia imparcial, en la que no debe caber acusacin alguna que no est comprobada. 28 Ya que en este captulo tocamos el canal del pueblo, apuntaremos algunos pormenores que indiquen la marcha que ha seguido este servicio local. Los primeros regadores el cabildo los conceda gratis; pero habiendo subido con el tiempo el costo que demandaba el cuidado del canal, comenzaron a venderse a 25 pesos. El producto de esta venta se dio en subasta pblica, teniendo el subastador la obligacin de cuidar el canal. El primer rematante fue don Jos Moreno Cuadra por el trmino de tres aos, desde 1837, y el segundo don Pedro Grez, que tuvo con la municipalidad muchos y largos litigios. En esta fecha, 1840, existan 107 regadores. El primer nombramiento de juez de aguas que el cabildo hizo en 1833, con amplias facultades para juzgar todas las demandas, recay en don Jos Mara Merino. Se cre poco despus una Junta llamada de alta polica para impedir los robos de agua, que la componan cinco accionistas. El primer reglamento se dict en 1839. La avenida de 1837 caus grandes perjuicios en el canal. Los accionistas pagaban medio real al mes y haba un mayordomo que ganaba diez pesos mensuales. Por algn tiempo se entreg su administracin, alternativamente, al comisario de polica o rematantes. El ao 1852, siendo gobernador don Antonio Vidal, se ensanch el cauce en toda su extensin. Aburrido el gobernador Gonzlez en 1856 con los robos de agua y pleitos, entreg la direccin del canal a los mismos accionistas, que en reunin general nombraron una Junta directiva compuesta de don Andrs Merino y don Estanislao Munita, como propietarios, y suplentes don Andrs Rodrguez y don Benjamn Merino. En 1860 don Fernando Lazcano demand a la municipalidad sobre la propiedad del agua; a los seis aos la Corte de Apelaciones declar que el agua deban gozarla por mitad el demandante y el cabildo. 29 Para dar una idea de lo que eran los bailes en aquellos tiempos, vamos a trascribir una pieza que sobre el de 1853 hemos hallado en el archivo municipal, corrigiendo su ortografa: Planilla de los varios gastos que se hicieron en el baile del seor Presidente: Por tres docenas de voladores dobles, a trece reales docena Por libra y media de plvora para camaretas Por la hechura de seis arcos Un cajn de coac y seis botellas rosoli Dos botellas de Oporto y catorce de cerveza 3,7 6 3,3 12,3 11,2 reales. reales.

Dos botellas aceite de lmpara Dos libras y media de pastillas rosadas Aguardiente Pago de un servicial Velas de esperma Entorchados y cuerdas romanas Para pago de la que corri con el servicio Dulces de brillo y de pasta Por siete botes de helados Para los msicos, gratificacin Libra y media de dulces finos de brillo En coac En helados y nieve En tortas de alfajor Tortas y refrescos obsequiados a la comitiva Ascendi el gasto total del baile a:

1 3,6 4 3 3,3 3 4 6 13,4 4,4 1,5 2,2 3 6,2 15 185 pesos.

Completaremos estos datos con otros detalles acerca de las diversiones pblicas. En esta poca los aniversarios del 18 de septiembre se celebraban con el siguiente programa: fondas populares, carreras, corridas de toros, juego de rompe cabezas, palo y chancho ensebados, formacin militar y fuegos artificiales. stos se reducan a piezas fijas, toscas y sin las combinaciones y colorido que les han dado la qumica y la pirotcnica modernas. Los primeros que se quemaron en la plaza de Curic en 1839 para celebrar las victorias del ejrcito chileno, costaron de treinta a cincuenta pesos, segn los trminos del acta de una sesin que con este exclusivo objeto celebr el cabildo. En la colonia y primeros aos de la Repblica, los fuegos de artificio consistan en una pira de romero que se quemaba debajo de un cabro suspendido por un cordel amarrado en dos postes; el calor de la llama haca moverse al animal y tomar diversas posiciones que provocaban la risa del pueblo. Fueron muy celebrados los fuegos que el padre Argomedo haca quemar en la novena de la Merced, porque descenda desde la torre por un alambre un guila de plvora con las alas extendidas. 30 En esta poca se practic tambin una exploracin de la laguna de Vichuqun. Tuvo en ello parte principal el actual presidente don Jos Manuel Balmaceda, nacido en la hacienda de Bucalemu del departamento de Vichuqun. Cuando joven y como vecino, visitaba con frecuencia la laguna, e interesado por algunos propietarios en la exploracin, convenci a su padre, amigo de Montt, de la empresa; habl el primero con el Presidente, quien mand hacer en 1855 al ingeniero don Horacio Bliss los primeros reconocimientos tcnicos que se practicaron con detencin. En 1845 y 48 se haban hecho algunos estudios preliminares. 31 Despus de la aparicin de El Curicano se han dado a luz en esta ciudad las siguientes publicaciones: El Pueblo en 1862 y La Verdad en 1870, redactados por don Jos Vsquez Iribarren; El Demcrata, El Sufragio y otra vez El Curicano; La Primavera, rgano de una sociedad literaria; El Alba, El Ferrocarril del Sur, primer diario fundado el 1. de enero de 1882 por don Antonio Ramrez; El Tbano, pequeo peridico de guerrilla publicado por el mismo; La Revista de Curic, que vivi unos cuantos meses; La Estrella de Curic, publicacin

poltica que sostuvo el cura don Joaqun Daz; La Provincia, diario fundado en 1885 para sostener la candidatura de don Jos Manuel Balmaceda, y La Prensa, diario. 32 Archivo de la intendencia. 33 Archivo de la intendencia. 34 Datos de don Nicols Olmedo, cabo distinguido del piquete de Yvar, y del parte oficial. 35 Memorndum del seor Fermandois. 36 Datos del seor Fermandois. El oficial Suzarte era de Rengo, joven animoso y valiente. Pero antes de morir haba tenido vivos altercados con los jefes de la guerrilla, por existir recprocas desconfianzas. stos lo acusaban de venal y l les censuraba la lentitud en la ejecucin de los planes y el poco valor que saban comunicar a sus soldados. 37 Datos de los seores Balvino Castro, Jos Dolores Fermandois y Jos Dolores Moreno. 38 Por torpeza o desidia de los gobernadores cometi en 1861 igual irregularidad el presbtero don Luis Bisquert, construyendo en el barrio norte la casa de ejercicios, con un legado de los ltimos poseedores de la hacienda de Caune. El presbtero Poblete leg la iglesia del Carmen a los padres de la orden del Corazn de Mara, trados a Chile por don Vctor Eyzaguirre. Esta orden la fund en Barcelona el obispo Claret, confesor de Isabel II. Los primeros padres que llegaron a Curic venan bajo la direccin del superior fray Jos Coms, natural de Vich, pueblo situado al norte de Barcelona. 39 Estren el teatro la compaa Pantoja con el drama de Luis Mariano de Larra titulado Amor de madre. La primera funcin dramtica que se present en Curic, all por el ao 1860, fue El mdico a palos de Moratn. Se improvis un teatro para conmemorar el aniversario del 18 de septiembre en la casa esquina que hoy ocupa en la plaza de armas la cigarrera del seor Rojas. Hicieron de principales actores los jvenes aficionados Federico Muoz, Jacinto Toledo y Juan Nio. 40 Noticias publicadas por el seor Vicua Mackenna. 41 Para hacer ms duradero el recuerdo de las fiestas con que se solemniz el regreso del batalln, se imprimi un folleto titulado: Recepcin al batalln movilizado Curic . http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/historia-de-curico--0/html/

Acceso: octubre: 2012

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