Maximiliano Figueroa.. Jorge Millas
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Resumen
Este artculo es una descripcin general de las principales temticas y luchas que ocuparon al filsofo chileno Jorge Millas en los ltimos aos de su vida, especficamente entre 1974 y 1982, aos en que Chile vivi la interrupcin violenta de su vida republicana. El texto examina especialmente su compromiso especulativo y prctico con la defensa de los derechos humanos, de la democracia y de la institucin universitaria. Palabras clave: Jorge Millas, filosofa chilena, democracia, derechos humanos, universidad.
Abstract
This article is a general description on the main thematic and struggles that occupied the Chilean philosopher Jorge Millas in the last years of his life, specifically between 1974 and 1982, in which Chile lived the violent interruption of its republican life. The text examines specially his speculative and practical commitment in the defense of human rights, democracy and university institutionalism. Key words: Jorge Millas, Chilean philosophy, democracy, human rights, university.
ART CULO
A Rolando Salinas, maestro en filosofa y humanidad en tiempos oscuros, con persistente gratitud y afecto.
Presentacin
Jorge Millas entendi la praxis reflexiva como una de las ms claras manifestaciones de nuestra condicin espiritual, como un ejercicio consecuente con la demanda de una vida que busca la lucidez y la expansin de la libertad. Su obra invita a elevar la conciencia respecto a los poderes del espritu, a reconocer el espacio que stos debieran ocupar en nuestra autoimagen y en la construccin del destino social. Desde Idea de la Individualidad (1943), Ensayos sobre la historia espiritual de Occidente (1960) y El desafo espiritual de la sociedad de masas (1962), hasta obras como Idea de la filosofa (1970), De la tarea
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intelectual (1974), o Idea y defensa de la Universidad (1981), se puede reconocer la defensa del espritu como uno de los grandes hilos conductores de su pensamiento. Como pocos, Millas entabl desde temprano una lucha contra fuerzas e ideas que empobrecen al hombre, que obstaculizan su condicin y sus capacidades; denunci las elaboraciones ideolgicas que nos exponen a situaciones de dominacin y atropello; sus escritos no cesan de alertarnos frente a las estrategias de rebajamiento que el hombre suele poner al hombre y de desafiarnos a ejercer aquellas facultades que nos hacen responsables de la suerte de los asuntos humanos y de la salvaguarda de la dignidad de las personas. Ser sujetos conscientes, no renunciar al examen del sentido y del valor implicados en cada situacin, ejercer la crtica y la interrogacin como tareas de un espritu en vigilia permanente, fueron, para el pensador chileno, exigencias ineludibles para quien se plantea y asume el desafo de entablar una relacin lcida con la vida: A cada cual, en efecto, una vez puestas estas condiciones, pertenece el determinarse a ser hombre con mayor o menor plenitud, segn el menor o mayor lujo de conciencia agregado a su acto de existir. Puede el hombre, por ejemplo, embotarse en una existencia soporfera, sin tensin ni lucidez: pasa para l el tiempo, pasan los sucesos, como para el animal el ciclo de vida y las regularidades y azares de su medio. Puede tambin despertar a una experiencia de mxima vigilia, tensa y alerta, para la cual el tiempo y la vida no suceden, sino que brotan como actos de vivir, de la propia existencia del sujeto.1 Millas nos previno respecto a las tendencias del ser humano al decaimiento espiritual: sonambulismo, conformismo, fatalismo, son formas de un mismo fenmeno consistente en la dimisin que el hombre hace de su condicin y frente al cual l insiste en recordarnos que toda situacin es para el hombre una tarea [] y que lo espiritual
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irrumpe a partir de una posibilidad de ser que aspira a realizarse y en vista de una situacin concreta que de algn modo la detiene o perturba. Conciencia, libertad, invencin,
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valoracin son, por eso, categoras del mundo espiritual. Pero no se trata de facultades o predisposiciones vacas, ni de conceptos abstractos, ni de entidades supra-empricas, sino de situaciones concretas del hacer humano, de un problema, en cada caso especfico, de obrar libre, creadora y valorativamente frente a tal o cual circunstancia que sale al paso de las posibilidades humanas all puestas en juego La espiritualidad es un atributo de la vida humana, y no depende, por tanto, de las cosas y situaciones con que ella se encuentra, sino de lo que hace el hombre con las cosas y situaciones.2 Las experiencias totalitarias, los fetichismos ideolgicos y su bsqueda de dominio social, el desarrollo de la sociedad tecnificada de masas, el individualismo y la indiferencia como deterioros de la convivencia, el avance de la lgica mercantil como matriz globalizante, fueron algunos de los grandes fenmenos problemticos que dieron marco a la reflexin de Millas y que animaron una bsqueda de lucidez en permanente vinculacin con el entorno social inmediato en que se debata su vida y la de sus conciudadanos. Bergson, Husserl, Ortega y Gasset, el pragmatismo de James y Dewey, iluminan y nutren de manera significativa muchos pasajes de su obra a travs de una asimilacin siempre crtica y original. Las concepciones categoriales que le otorgan identidad a su filosofa y que quedaron expresadas en nociones como pensamiento lmite, idea de la individualidad y espritu concreto, se configuran a lo largo de un proceso de notable coherencia y consistencia, reflejando una hondura filosfica y una vocacin reflexiva que enriquecen nuestra tradicin intelectual. El ensayo de una descripcin general de las principales temticas y luchas que ocuparon a Millas en los ltimos aos de su vida, especficamente entre 1974 y 1982, cuando el pas vivi la interrupcin de su vida republicana, es lo que a continuacin
2
Millas, Jorge, El desafo espiritual de la sociedad de masas, Editorial Universitaria, Santiago, 1962, pp.48-49.
presenta este artculo. El propsito es recordar a un intelectual cuya vida y obra pueden significar en la hora actual un factor de orgullo y estmulo moral, una inspiracin al
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momento de debatir y pensar nuestra realizacin como sociedad. Jorge Millas encarn los valores ms preciados que se puedan vincular a una vida dedicada al pensamiento. Su reflexin, su coherencia y testimonio vital de compromiso con el destino del pas, lo convierten en un hito relevante para la configuracin de nuestra tradicin filosfica y universitaria, tica y ciudadana. Nos mostr, vivindolas, dimensiones que le confieren a la praxis intelectual toda su vitalidad, hondura y dignidad.
Tiempos de oscuridad
Fueron tiempos de oscuridad los que Jorge Millas tuvo que vivir en la ltima etapa de su vida, los mismos que enfrent el pas en su conjunto. Tomo la expresin, tiempos de oscuridad, de la pensadora Hannah Arendt, quien, a su vez, se inspira en un poema de Bertold Brecht para su elaboracin3. La descripcin habla de tiempos de injusticia, de asesinatos, de ultraje y desesperacin, de tiempos propicios para experimentar una ira bien fundada e incluso ese odio legtimo que nos afea. Arendt, que quiso atrapar en la imagen de la oscuridad su propia circunstancia, asever que estos tiempos constituyen una posibilidad que sobrevuela amenazante el devenir de los asuntos humanos. Vivimos en nuestra historia reciente la penosa actualizacin de esa posibilidad, supimos del dao que algunos seres humanos pueden infligir a otros, de cmo ese dao puede provenir de un poder incontrolable y dirigirse cobardemente a quienes han quedado sin ninguna defensa. De un modo coincidente con lo que fue nuestra experiencia, Hannah Arendt sos3
tuvo, refirindose a la propia, que la tragedia de lo acontecido era bastante real porque ocurri en el espacio pblico; no haba nada secreto o misterioso acerca de ello. Y an
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as no era en absoluto visible a todos y adems no era fcil percibirlo; porque hasta el momento mismo en que la catstrofe se ech encima de todo y de todos, permaneci encubierta, no por las realidades, sino por la gran eficiencia del discurso y el lenguaje ambiguo de casi todos los representantes oficiales, quienes continuamente y en muchas variaciones ingeniosas hacan desaparecer con sus explicaciones los hechos desagradables y la legtima preocupacin. Cuando pensamos en tiempos oscuros y en la gente que viva y se mova en ellos, hemos de tener en cuenta tambin ese camuflaje.4 Jorge Millas fue consciente, ms temprano que tarde, de los sombros hechos de su tiempo, experiment la obligacin de intervenir con su testimonio y reflexin en el mezquino espacio pblico que dejaron aquellos que se apoderaron del destino del pas. El ao 1974 publica un volumen con el ttulo De la tarea intelectual. La seleccin de textos, casi todos ellos discursos suyos pronunciados pblicamente en aos anteriores, son una indicacin de su clarividencia respecto a la situacin que viva Chile luego de producida la interrupcin de la vida republicana. Una defensa de la tarea del escritor como promotor del pensamiento crtico y libre, de la dignidad humana y de la democracia como sistema de convivencia moral desarrollado para su resguardo, la advertencia contra los horrores a los que conduce la embriaguez ideolgica y a los que tambin pueden llevar las reacciones contrapuestas a ella, configuran el contenido de esas pginas, dan cuenta de su talante tico y del propsito poltico que explica su reunin. En ms de un pasaje podra reconocerse el intento de Millas de contextualizar la situacin que vive el pas despus del golpe militar de 1973. Pero contextualizar no quiere decir justificar. Su esfuerzo fue claramente un esfuerzo por elevar la conciencia de los actores sociales frente al proceso que viva la sociedad chilena. Advertir que la evitacin de un peligro puede exponernos a otros nuevos, tanto o ms graves que los primeros, es lo que tuvo
4
Ibid., p.10.
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En uno de los discursos recogidos en el libro, especficamente el que pronunciara el 30 de enero de 1974 en el PEN CLUB de Chile, con ocasin de recibir el Premio Ricardo Latcham y que titul El escritor y el deber intelectual, con una lucidez que pocos de sus contemporneos tuvieron en ese momento, Millas seala: Aqu en Chile, de una manera trgica, que a ningn espritu libre puede dejar de anonadar, hemos despertado de un sueo: el sueo de una sociedad que, a pretexto de liberar al hombre de las injusticias materiales impuestas por la sociedad burguesa, lo somete a peores formas de servidumbre, amn de inducirlo a trocar los males ciertos del pasado por dudosos bienes del futuro. Es un ideal en cuya virtud millones de hombres en el mundo, despus de renunciar a la ilusin del ms all teolgico que los anestesiaba frente a los padecimientos reales de sus vidas, se han refugiado en la no menos inspiradora ilusin de un ms all histrico que nunca llega.5 A regln seguido, conecta con la situacin que se vive y tempranamente llama la atencin frente a la posibilidad de que lo vivido se traduzca en el desarrollo de nuevas amenazas y nuevos horrores: El hombre es en lo espiritual un ser de tendencias onricas, que a menudo despierta de un sueo para caer en otro o continuar viviendo sonamblicamente. Y no estamos libres en Chile de inducirnos a otro sueo para librarnos de los desvelos de la necesaria vigilia. Otras ilusiones, otras consignas, otras escatologas pueden adormecernos, ponindonos a soar con smbolos inversos, y engaarnos con el revs de la vieja ficcin. Ya hay sntomas inquietantes de que eso podra ocurrirnos, y de que, habiendo renunciado a embotar nuestra humanidad en nombre de ciertos fines
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Millas, Jorge, El escritor y el deber intelectual, en: De la tarea intelectual, Editorial Universitaria, Santiago, 1974, p.23. Ibid., p.23.
relativos, comenzamos a embotarla con otros nuevos.6 Y reflejando una confianza en el poder de las palabras y la reflexin, que a no pocos puede resultar trgica, aade: Si la mayora del pas tuvo la clarividencia suficiente para reconocer la cada que amenazaba nuestro ideal de vida libre, aunque imperfectamente democrtica, conservmosla para que ese ideal no perezca en medio de sus inevitables contradicciones.7
dem.
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De esta manera, su reflexin sobre la tarea o funcin social del escritor, desemboc en una defensa de la democracia como sistema poltico y forma de convivencia. La democracia sostuvo se acomoda mejor que ningn otro rgimen poltico a la condicin humana, justo porque su esencia es el riesgo, y el riesgo va siempre implicado por la historicidad y la libertad del hombre. Por eso, sera malo nuestro rumbo si, conjurada la crisis antidemocrtica que so capa de redencin igualitaria nos amagaba, le tomramos miedo a la democracia misma en cuanto nos fuerza a vivir azarosamente. Malo sera que el pasado reciente siguiera ululando como fantasma en nuestra morada cvica y nos llenara el alma de terrores.8 Ledas desde nuestra distancia histrica, las palabras de Millas nos parecen, ms que una advertencia oportuna, el presagio de lo que efectivamente ocurri en los aos siguientes. El pasado sigui ululando como fantasma y lleg a utilizarse como fuente de justificacin de nuevos horrores a manos de fuerzas incapaces de ver y estimar el valor moral y poltico de la franqua democrtica que Millas tanto apreci. En las condiciones entonces existentes, slo el coraje y una capacidad de indignacin moral insobornable, junto a un profundo amor a la claridad que aporta la reflexin, pueden explicar que un intelectual dedicado a la academia se animara a reinvindicar los derechos del pensamiento, de la libertad y de la dignidad humana en momentos en que el imperio de la fuerza no les reconoca ningn valor efectivo ni mucho menos incondicional. El escritor Luis Snchez Latorre sostiene que Millas se convirti en hombre de accin contra su voluntad, entregndose a una empresa asumida en compensacin
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Ibid., p.24. Snchez Latorre., Luis, Jorge Millas: una clase magistral, Revista Hoy, n 279, noviembre 24, 1982, p.21.
acaso por el ausentismo de quienes, horrorizados ante la idea del horror, desertaban o se sumaban al triunfo de los hechos.9 De manera similar, Humberto Giannini describe este ingreso al espacio pblico sealando: varn retrado, inexperto por propia confesin, para la vida pblica, fue empujado por los hechos a los primeros planos de la
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vida nacional y en un momento tuvo que levantar la voz a nombre de los miles de seres silenciosos que no nos atrevamos a hablar. Y el ejercicio honesto y mesurado de este derecho le vali, no ya la desconfianza, sino una guerra sistemtica y demoledora.10 Efectivamente, Millas debi padecer el recelo, el hostigamiento y la exclusin en esos tiempos en que la veda intelectual se convirti en rgimen permanente. En momentos de la ndole descrita, se hace especialmente intensa la tentacin de desplazarse del mundo y del espacio pblico a una vida interior. Tentacin que ser conjurada por este pensador que se mantuvo fiel a lo que l mismo haba sealado en su primer libro publicado cuando pasaba recin los veinte aos: Una filosofa que no est animada por una verdadera pasin frente al destino del hombre, no es en propiedad verdadera filosofa.11 Aos despus, en la misma perspectiva, agregar que al imperativo intelectual de mirar las cosas con ojos limpios, se agrega el tico de preocuparnos porque en ningn hombre se frustre el proyecto humano esbozado dentro de su ser.12 Este doble imperativo no represent una simple declaracin retrica, reflej la
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Giannini, Humberto, Jorge Millas, o el difcil ejercicio del pensar, en: Revista Hoy, n 278, noviembre 17, 1982.
conviccin que animara su vida y su pensamiento hasta ltimo momento. El ciudadano y el filsofo se co-implicaron de manera necesaria en su persona, la accin y la contemplacin conformaron una misma empresa de claridad y dignidad; la actitud concreta y el acto testimonial fueron la extensin coherente de lo que Millas defendi en el plano de las ideas; su empeo reflexivo, fue el ejercicio de lucidez crtica que caba anteponer frente a la falsificacin de la realidad y de los valores que desplegaban los rganos oficiales de esos aos. En Millas no hubo ni pura accin ni pura contemplacin, quizs porque, como bien seala Humberto Giannini, en un texto dedicado precisamente a su maestro, en esa encrucijada, la filosofa el pensador no puede menos que asumir una tarea impostergablemente mostrativa, testimonial, si quiere alcanzar la conciencia ajena pero esto no dispensa al filsofo de la aclaracin terica que propiamente de l se espera.13
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Millas, Jorge, Idea de la individualidad, Prensas de la Universidad de Chile, Santiago, 1943, p.10. Millas, Jorge, El desafo espiritual de la sociedad de masas, Ed. Universitaria, Santiago, 1962, p.25.
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13
Giannini, Humberto, Homenaje a Jorge Millas a 20 aos de su muerte. Acerca de la dignidad del hombre, en: La experiencia moral, Ed. Universitaria, Santiago, 1992, pp.133-134.
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Esa imbricacin entre la reflexin y el testimonio, entre el valor de pensar y prolongar de manera prctica las exigencias de lo pensado, es lo que resulta ms admirable en Jorge Millas, y es lo que a continuacin quisiera esbozar al menos en tres concreciones que tuvieron lugar en la ltima etapa de su vida.
Ibez Langlois, J. M., Sobre la violencia, en: El Mercurio, Santiago, 26 de septiembre de 1976, p.3. Hacia el final del texto se puede leer el siguiente balance: He aqu un penetrante ensayo, digno de ser meditado siquiera entre los aspirantes a filsofos, para que nunca se diga que entre nosotros el pensamiento aport su falaz contribucin a lo que nunca debiera darse en el seno de nuestra comunidad pensante. Efectivamente, no sera la pluma de Millas la que aportara en ese sentido.
sobre los medios de comunicacin y mecanismos para la elaboracin y difusin de una verdad oficial que tenda a invisibilizar lo que ocurra o a otorgarle atenuaciones a su verdadera crudeza. Millas, como observador atento y sensible al proceso nacional, como un hombre con vnculos de amistad con destacados lderes polticos, pero tambin como miembro activo de una de las instituciones que fue objeto de intervencin y purga, la universidad, parece haber sido consciente en un grado no menor de lo que ocurra y de la oscura suerte que algunos chilenos estaban padeciendo. El transcurso temporal, el resultado de algunos procesos judiciales, los materiales entregados por investigaciones periodsticas, las distintas comisiones creadas a instancias gubernamentales durante el
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retorno a la democracia, el trabajo incansable de organizaciones de derechos humanos, han dado la evidencia, indesmentible y concreta, de que la violencia ejercida en los primeros aos del rgimen militar fue especialmente intensa y concentr el mayor nmero de casos de violacin a los derechos fundamentales. Millas despliega su reflexin sobre la violencia en una conferencia leda con ocasin de conmemorarse el cuarto de siglo de la Sociedad Chilena de Filosofa. Advierte el carcter incompleto de sus planteamientos indicando que forman parte de una obra mayor; obra que, como sabemos, no lleg a publicar.15 Es importante notar que el pensador le confera a estas reflexiones un sentido de total pertinencia, de urgencia incluso, frente a lo que Chile viva: las considero pertinentes en esta hora del pas y del mundo. En cuanto a Chile, vale la pena que en reunin de cultores de la Filosofa agudicemos
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Se trata de un libro que tena por ttulo El sin fin de la utopa. El trabajo de elaboracin de esta obra aparece referido en la pgina introductoria del libro La filosofa y sus mscaras, que public en Editorial Aconcagua, en Santiago el ao 1978, y en el que se recoge el ensayo aludido, junto a un trabajo del profesor Edison Otero. Millas, J., Las mscaras filosficas de la violencia, Dilemas, Revista de Ideas, Editorial Universitaria, Santiago, diciembre de 1975, nmero 11, p.3. Reparemos que para Millas la preocupacin no es slo que tal maniquesmo y farisesmo puedan darse, sino que lleguen a acentuarse an ms en la hora que se viva.
la inteligencia de un problema tan actual, cuya falta de comprensin puede acentuar el peligroso maniquesmo y farisesmo de la hora.16 Para Millas no haba duda alguna: La filosofa de la violencia ha de partir de las vctimas a que la violencia se dirige, y tener en cuenta que el intento de sta es anularlas mediante el sufrimiento.17 La idea de violencia requiere de esa clarificacin, como toda idea, pero es tambin representacin de una realidad sui generis, de carcter pavoroso, que slo puede ser de verdad comprendida, teniendo a la vista su ndole terrorfica. Hacer otra cosa, y hablar plcida y analticamente de la violencia, haciendo su fenomenologa como quien hace la fenomenologa de una polka, es hacer literatura y de la mala. Justo porque a la fenomenologa le incumbe la descripcin de las cosas en el modo exacto como son objetivadas por la conciencia, no podemos dejar de lado, en una descripcin de la violencia, el hecho de que por su existencia misma hay unos hombres que son vctimas vctimas del temor, del dolor, del crimen.18
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17
dem. dem.
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Cuando la violencia ocupa el espacio de la poltica, que esto es lo que contribuye a mostrar el ensayo de Millas, viene a significar que hay cosas ante las cuales el prjimo desparece; desparece su rostro nico, su humana y concreta condicin personal. Hay algo superior que nubla la atencin, que impide el reconocimiento entre los seres humanos, algo ante lo cual ese reconocimiento no tiene cabida ni importancia. La Patria, la Revolucin, el Estado, el Progreso, la Civilizacin, la Humanidad, son formas, como nos alecciona la historia, que adopta eso superior que atrapa por completo la mirada y hace posible la insensibilidad frente al sufrimiento y la humillacin de las vctimas. Millas denunci en otro texto el deterioro del amor, su desnaturalizacin ms peligrosa cuando ste se asocia a tales ideas: El amor mismo sostuvo puede invocarse como excusa para ser desconsiderados con el hombre. A eso alude mi temor frente a los refinamientos espirituales, origen muchas veces de los deterioros de la benevolencia. Tanta fuerza tiene la evocacin del dios amor, que con su complicidad estamos frecuentemente dispuestos a sacrificar el orden metafsico y moral de las cosas, para desplazar a nuestro prjimo mediante bienes que llamaramos amados. Es el peligro de admitir que sean realmente amor la aficin y valoracin del conocimiento, el gusto y valoracin del arte, el anhelo de justicia, la preocupacin por la patria.19 Los violentos de cualquier ndole, marxistas o antimarxistas, explicita Millas, cuando llegan a ocupar el espacio de la vida poltica, es la sociedad entera la que es se19
Millas, J., Naturaleza y deterioros del amor, en: VVAA, La eficacia del amor, XSemana Social, Instituto Chileno de estudios Humansticos, Santiago, octubre 1981, p.73. dem.
cuestrada, cae, en lo concerniente a su destino colectivo, bajo el poder de quienes, arrogndose su representacin, deciden sobre el bien y el mal actuales y futuros. Tambin en esta perspectiva ms general se hace presente el rasgo de inapelabilidad tan caracterstico de la violencia: ante ella, ni siquiera la Humanidad, en cuyo nombre opera, tiene posibilidad de apelacin.20
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Toda violencia supone el recuento desigual de los seres humanos, afirm el filsofo contemporneo Alain Badiou.21 A ese recuento, nos permite concluir Millas, es al que hay oponerse con todos los recursos de la inteligencia y del espritu. Ms que de represin, ms que de poltica de los gobiernos seal el pensador chileno, se trata de un problema moral, que comienza con la necesidad absoluta de convertir la vida humana, a la persona humana, en algo intocable.22 El 10 de diciembre de 1978 se constituy la Comisin Chilena de Derechos Humanos, Jorge Millas fue parte de los doce firmantes del Acta fundacional. Dadas las duras circunstancias que viva el pas, este acto est revestido de un claro alcance tico y poltico. Al igual que la Vicara de la Solidaridad, creada por la Iglesia Catlica, la Comisin fue una respuesta a la necesidad urgente de intervenir efectivamente en pro de la defensa de la vida e integridad de las personas. En la Academia de Humanismo Cristiano, Millas tambin dict semanalmente un curso sobre El derecho natural y los derechos humanos. De ms est decir lo valioso que sera llegar a conocer esas lecciones de existir un registro de las mismas.
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Badiou, Alain, Abrg de mtapolitique, Le Seuil, Paris, 1998, p.107. Entrevista a Jorge Millas: Para reprimirlo hay que remover los pretextos que lo ennoblecen, en: Las ltimas Noticias, marzo 1, 1981.
Fundamentos de los derechos humanos23, es el ttulo de un texto breve, pero de gran riqueza y hondura, redactado a solicitud de la Academia y que apareci publicado poco despus de la muerte del pensador. En l, Millas postula una cudruple raz para la fundamentacin de los derechos humanos: metafsica, moral, social y prctica. El profesor Humberto Giannini ha realizado un hermoso y penetrante anlisis de lo ah planteado.24 Desde este texto de Millas se podran releer algunas de sus obras anteriores como Idea de la individualidad (1943) y El desafo de la sociedad de masas (1962), tomando como ptica la tematizacin de la dignidad humana. A travs de la diversidad de sus formas especficas, plante Millas, los derechos humanos tienen como ncleo comn ser el regulador moral y jurdico destinado a hacer
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23
Millas, Jorge, Fundamentos de los derechos humanos, en: Revista Anlisis, noviembre 1982, pp.35-37. Giannini, Humberto, Acerca de la dignidad humana, en: La experiencia moral, Universitaria, Santiago, 1992, pp.133-144.
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posible que cada individuo pueda realizar su destino desde aquellas capacidades distintivas como humano. Los derechos tendran, para el pensador chileno, tambin una raz en la experiencia moral tomada en su sentido ms bsico y decisivo, esto es, en la consideracin del prjimo como ente anlogo a nosotros y valioso en el mismo sentido en que lo es nuestro propio ser.25 Las consecuencias que de ah se derivan para el trato mutuo, son las que la institucin de los derechos fundamentales quiere propiciar y proteger. La raz social de los derechos humanos vendra ligada al hecho que la constitucin, preservacin y progreso de la sociedad como asociacin de individuos racionales y ticamente responsables, exigen la validez y vigencia de esas normas que tienden, precisamente, a proteger a ese bien comn que es la personalidad en su efectiva modalidad de humana. Y ello en inters de la sociedad.26 Los planteamientos de Millas tienen el mrito, a mi juicio, de dirigir nuestra consideracin intelectual a la vinculacin y mutua dependencia que existira entre los derechos humanos y la democracia. A travs de tales garantas la sociedad instituye jurdicamente una de las ms importantes condiciones de posibilidad para su propia realizacin poltica, ya que en tanto los derechos humanos se constituyen como resguardo y promocin legal del individuo en sus capacidades especficas como ser humano (ser consciente, pensante y libre), contribuyen directamente a habilitarlo para la realizacin y ejercicio de la ciudadana, algo fundamental toda vez que no hay democracia sin ciudadanos.
La democracia
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Millas, Jorge, Fundamentos de los derechos humanos, en: Revista Anlisis, noviembre 1982, p.36. dem.
El 27 de Agosto de 1980, pocos das antes de realizarse en Chile el plebiscito convocado por el rgimen militar para determinar la aprobacin de un nueva Constitucin Poltica de la Repblica, en circunstancias en que estaban suspendidas todas las garantas civiles,
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polticas y electorales requeridas por un Estado de Derecho, y slo por la existencia de una fuerte presin internacional, se permite un acto que congrega en el Teatro Caupolicn a opositores al texto propuesto. El evento se realiz a puertas cerradas, con asistencia limitada y sin cobertura meditica, a excepcin de una radio. En esa oportunidad, dos fueron los nicos oradores, un poltico y ex Presidente de la Repblica: Eduardo Frei Montalva; y un filsofo: Jorge Millas. El escritor Jorge Edwards rememora as aquel acto: A mediados de ese ao 1980 me encontr un da en el interior del Teatro Caupolicn, en plena calle San Diego, en un recinto rodeado por soldados de la dictadura armados hasta los dientes y donde se supona que los soplones de civil andaban por todos lados. Me acuerdo que mi vecino era Francisco Coloane, el autor de Cabo de Hornos. En otras circunstancias, un militante comunista no habra escuchado con inters a un idealista del estilo de Millas. Pero el ambiente de la dictadura tenda a terminar con esas diferencias intelectuales, por lo menos entre la gente lcida y de buena fe. Pancho Coloane y yo escuchamos en silencio, embargados por la admiracin, un discurso valiente, tajante, dicho con palabras certeras, que parecan golpear como pedradas en los andamiajes de apariencia impresionante, pero en realidad frgiles del adversario [...] Era, lo recuerdo muy bien, un ataque a fondo, admirablemente bien estructurado, macizo, contra la idea, idea con la que gustaba jugar al rgimen militar, de una democracia protegida, autoritaria. Era la defensa, por el contrario, de una democracia sin adjetivos y cuya fuerza, nica y poderosa, provena del correcto ejercicio de la soberana popular [...] en el tono de Millas, en su
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Edwards, Jorge, El improvisador discordante, en: Revista de Ciencias Sociales, En recuerdo de Jorge Millas, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaso, n 49-50, Valparaso, 2004-2005, pp.60-61.
elegante equilbrio, en su precisin verbal, haba un eco del pensamiento griego clsico y del pensamiento ilustrado de la Europa del siglo XVIII [...] su integridad solitaria de aquellos aos le haba permitido llegar a ser una conciencia acusadora, muy difcil de rebatir, frente a los manipulados oscurantismos de la dictadura.27
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A continuacin reproduzco con cierta amplitud, aunque no ntegro, el mensaje de Jorge Millas. El significado histrico del contexto en que fue pronunciado, el valor republicano de su reflexin, el coraje tico y la generosidad humana que lo anima, la identidad poltica que rescata e impulsa, ameritan que el desconocimiento del discurso sea atenuado, aunque slo sea en parte, por esta reproduccin parcial:
Conciudadanos. Con fe, con orgullo, con esperanza, pronuncio esta palabra conciudadanos para
dirigirme a ustedes. El gobierno permite que se la use aqu, en este recinto cerrado, donde puedan escucharla, para inspirarse en ella, slo algunos chilenos. Pero no autoriza que, empleada por nosotros, haciendo valer todo su significado, resuene en otros mbitos del pas. A la mayora de nuestros compatriotas se les reserva el deprimente privilegio de exponer su corazn y su inteligencia nicamente a la voz oficial que acalla la reflexin, que atemoriza, que encubre y hostiliza y que al mismo tiempo disimula todo eso. Que sea as, pues, ya que poniendo la fuerza en lugar de la reflexin, nos privan de contacto efectivo Sin embargo, nosotros nos dirigimos espiritualmente a todos los chilenos, desde este lugar en donde, con el resto de la ciudadana. por primera vez en los ltimos aos, tiene lugar una verdadera experiencia ciudadana, esto es, de hombres libres que quieren llevar la libertad ms all de estos mbitos, cuando decimos todos los chilenos, nos referimos realmente a todos. Incluidos aun a aquellos que estiman necesario hacer de este pas una semi-repblica de ciudadanos a medias: aun a quienes piensan, como se ha dicho en estos das, que la democracia no es el gobierno del pueblo para el pueblo; aun quienes creen que Chile, despus de ciento cincuenta aos de rgimen constitucional, no est preparado para deliberacin ciudadana; aun, en fin, a quienes consideran que la Junta de Gobierno habra podido darnos graciosamente una Constitucin sin consultar a la ciudadana y que sta debiera conformarse, reverente, con la magnificencia de aqulla al invitarnos a este plebiscito, aun que se d en medio de las ms adversas circunstancias a la plena informacin, al libre debate y al espontneo sentir del pueblo convocado. A ellos, especialmente, los invitamos a la reflexin sin prejuicios. No a la reflexin que, con complicadas sutilezas tcnico jurdicas sigue a las pasiones, para justificarlas y darles viso de racionalidad, no a la reflexin que slo se propone servir de puntal al poder ansioso de manifestarse, como si el poder de alguien o de algunos pudiera ser la finalidad de la Repblica.
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Invitamos, en cambio, a una reflexin sencilla, de sentido comn, a esa que parte de hechos de pblico conocimiento; a la reflexin que deja de lado las pasiones y los intereses particulares que las desencadenan; a la reflexin que busca tanto la verdad como los valores de ms alto nivel, para que de all, del poder de la verdad y de los valores, surja la nica respetabilidad que puede reclamar el poder. Porque el poder, el que es capaz de organizar una Repblica y tiene el derecho a exigir obediencia, no es slo el hecho del mando y su mecnica consecuencia de acatamiento. Esto ltimo puede conseguirlo la pura opresin, a la que se acata, pero no se obedece moralmente. La opresin inhibe, pero no expande la vida. Bajo las apariencias de un orden que es pasividad y silencio, deja oculto el desorden de la verdad atropellada, de los derechos conculcados, de los espritus amedrentados o sugestionados, y de la falta de verdadera alegra y esperanzas cvicas. Slo en el orden verdadero, que viene desde dentro de la vida nacional, de la conviccin y decisin de ciudadanos libres que participan en su establecimiento, conduccin y correccin, puede surgir la autntica autoridad de una comunidad poltica. La experiencia y la imaginacin humanas probadas a travs de la historia, no han podido inventar una cosa mejor que la democracia para conseguir aqul orden autntico y esa autoridad que lo hace posible. Sus defectos se corrigen en virtud de su propio dinamismo, porque su esencia est en el anti-dogmatismo, el anti-mesianismo, el anti-personalismo. La democracia puede mejorar siempre, porque se identifica, como la ciencia y las tcnicas, junto a las cuales se ha desarrollado paralelamente, con el libre examen y la bsqueda de lo razonable. Mejorarla as es difcil, pero es lo que pone verdaderamente a prueba la capacidad de una nacin y lo nico por lo cual vale la pena jugarse en estas cosas por entero. No hay gracia alguna en proteger la democracia, desnaturalizndola. El desafo es salvarla desde la democracia misma. Es decir, mediante las instituciones realmente democrticas. En su autenticidad, est su verdadera autoridad. [] La historia de nuestra nacin se resume en la marcha continua hacia el ideal de la vida democrtica. A travs de ms de ciento cincuenta aos aprendimos, no sin tribulaciones ni sobresaltos, a escucharnos y ejercer el derecho a ser escuchados. Nos acostumbramos a la altivez del ciudadano que obedece con la dignidad de quien ve su propia voluntad de convivencia reflejada en el espritu y el orden poltico. Aprendimos a ver en el Presidente de la Repblica a un primero entre iguales, a respetarlo sin temor, a considerarlo como un mandatario, esto es, encargado por nosotros de un cometido nuestro, no como un orculo. Nos familiarizamos con la aspereza de los debates, con la intransigencia de los planteamientos doctrinarios, hasta con el vocero a veces inquietante de la multitud. Pero siempre confiamos en la fuerza
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del orden interior de los espritus y en la profundidad histrica de las instituciones que triunfaban siempre. No sin razn podamos enorgullecernos del buen sentido nacional. Dudbamos de muchas cosas, pero no de nuestro derecho a la duda. Vacilbamos, a veces, sobre el camino a seguir, pero nos animaba la fe de poder encontrarlo, como en el pasado, mediante el esfuerzo comn de todos. Discutamos, pero sin odio y sin temor. No temamos a los abusos de poder, porque los abusos eran pblicos, y pblicamente se juzgaban por una prensa libre. Cuando llegaba el momento del gran rito democrtico de designar mediante nuestros votos al ciudadano a quien se confiaba el mando supremo, pero no soberano, de la nacin, juzgbamos, discutamos, comparbamos a distintas personas y hacamos que nuestro sentir y nuestro pensar de hombres libres nos ayudaran a sortear, sin dogmatismo, la encrucijada prctica entre la incertidumbre y la esperanza. Desconfibamos de los partidos nicos y tambin de los hombres nicos. Y cuando en algn perodo excepcional, de mnima extensin en nuestra larga historia, esta vitalidad cvica comenz a perturbarse y se temi la ruptura del equilibrio creado da a da por nuestros desacuerdos pues eso es la democracia pensamos que haba que reexaminar algunas de nuestras instituciones, no demoler la democracia misma como piensan algunos compatriotas, ni inventar ahora nosotros, de espaldas a la experiencia de las naciones en la Historia, una nueva democracia. El orden democrtico es un ideal sencillo y permanente: es la comunidad de hombres que, desiguales como personas, convierten sus desigualdades naturales en fuentes de dinamismo y, corrigiendo las desigualdades antinaturales, buscan un mnimo de concordia para vivir en comn. Todo intento de innovacin en esto es rechazo a la democracia misma. [] De aprobarse lo que el gobierno quiere, nacer el orden aparente y compulsivo de unas instituciones sin base moral, por haber sido instauradas sin autntico consentimiento ciudadano.Podrn saludarlo las autoridades y sus partidarios con alegra, porque as consolidan su poder e imponen sus doctrinas, incluso las econmicas. Pero no ser una alegra realmente nacional, no expresar la concordia mnima que la Repblica necesita. El problema de la Nueva Constitucin seguir siendo la gran tarea histrica de los chilenos libres.28
Como el lector notar, este discurso, un ejercicio de reflexin republicana como pocos en la historia de nuestro pas, vincula sus planteamientos a una idea fundamental:
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la identidad nacional desarrollada en los aos de vida independiente, puede ser interpretada, en gran medida, como la construccin histrica de un proyecto moral y poltico
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que encontr en la democracia su ms alta expresin y concrecin, y frente al cual las presentes y futuras generaciones quedan reclamadas al compromiso activo y verifican, al mismo tiempo, uno de los ms importantes criterios para evaluar y juzgar el curso que toma su destino. Para la comprensin de las palabras de Jorge Millas es necesario recordar que el articulado permanente, y especialmente el transitorio, que el texto constitucional presentado tena en su versin original, consagraba un rgimen personalista y una democracia vigilada o tutelada, simplemente un pobre simulacro de democracia, con diversos mecanismos para suspender garantas bsicas de un Estado de Derecho y para limitar la soberana popular. Recin en el ao 1988, cuando el rgimen militar estaba ya debilitado por las movilizaciones sociales de oposicin, lograron introducirse algunas modificaciones que, aunque importantes, no fueron suficientes, como lo manifiesta el acuerdo del ao 2005 de todas las fuerzas polticas para introducir cambios que eliminan o modifican sustancialmente las principales creaciones del rgimen autoritario, como la existencia de senadores designados y vitalicios, y el Consejo de Seguridad Nacional. No son pocos quienes piensan que lo que proceda era la elaboracin de una nueva constitucin y no enmiendas que le dieran el carcter democrtico a una carta fundamental que no naci para honrar esa condicin y ese espritu. Los historiadores de las ideas polticas en Chile, han pasado por alto el pensamiento de Millas sobre la democracia. Esto se puede deber a que no escribi un tratado sistemtico ni un artculo en que abordara exclusivamente el asunto. Sin embargo, como hemos mostrado en otra oportunidad29, en ms de un texto es posible encontrar valiosas reflexiones sobre la democracia que ameritan nuestra atencin. Recordemos sintticamente, al menos, su concepto general. Para Millas, la democracia es el nico sistema en que se hace posible un gobierno del hombre por el hombre en funcin de los valores
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humanos. Ello hace que los gobernados pueden exigir respeto y que el gobernante sea
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Figueroa, Maximiliano, Idea y desafo de la democracia. El legado de Jorge Millas, en: Revista Hermenutica Intercultural, Universidad Catlica Silva Henrquez, n 12, Santiago, 2002-2003, pp. 201-217. Figueroa, Maximiliano, La democracia como construccin moral de la sociedad. Ideas polticas de Jorge Millas, en: Revista de Ciencias Sociales, En recuerdo de Jorge Millas, Universidad de Valparaso, n 49-50, 2004-2005, pp. 161-185.
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responsable. Ello hace tambin que la autoridad del mando provenga del asentimiento racional ante su necesidad y eficiencia, y no de la fuerza. Y que la obediencia sea un hecho de plcida conviccin moral y no de temor o embotamiento.30 La democracia, ha de repetirse siempre, es la accin poltica que, con participacin de ciudadanos libres, se corrige a s misma. No puede, por eso, juzgrsela o condenarla a partir de ninguno de sus yerros. Lo que importa es el mbito de los valores humanos dentro del cual los aciertos pueden reemplazar al error, porque el acierto y el error no se confunden con la soberbia de hombre alguno, y el error cometido es siempre susceptible de rectificacin.31 La democracia obtendra su mejor concepto y ms alta vala al ser concebida como una forma de convivencia humana, ningn rgimen de convivencia poltica sostuvo Millas ofrece mejores condiciones para la interaccin de seres racionales y libres, que la democracia, an en sus imperfectas realizaciones histricas.32 Por eso en su pensamiento sta aparece definida como un sistema de aproximacin rectificadora hacia el ideal de un mundo de convivencia integral entre personas. Tal definicin tiene el mrito de obligarnos a reparar en que la democracia es un desideratum, es decir que responde a un anhelo humano, y que, por lo tanto, ha de existir primero afincada en la voluntad humana que la afirma desde un querer prctico como valor a realizar; pero tambin implica visualizar que en ella se reconoce y acepta el riesgo que va aparejado cuando los seres humanos deciden encauzar sus asuntos y convivencia en los marcos de la libertad: Todos los males de la democracia, y an el ms improbable, tienen por compensacin la ndole experimental del sistema, que es la ndole de la vida humana misma siempre azarosa, inventiva, renovadora de s misma a partir del fracaso. Y para ello la democracia cuenta con que sus miembros, si no son personas en el cabal sentido de la palabra, tienen la oportunidad de serlo, porque hay siempre abierto un amplio foro de expresin
Millas, Jorge, Frei entra en la historia, en el libro pstumo Frei, E., Eduardo Frei a los jvenes. Lecciones para el futuro, Editorial Atena. Fundacin Frei, Santiago 1996, p.56. El texto escrito en homenaje a la memoria de Eduardo Frei, es un reflejo de la amistad que existi entre el pensador y el poltico que fuera Presidente de Chile. La oscuridad de los tiempos referidos en este artculo, prolongan su sombra hasta el presente en que este texto termina de escribirse: un juez en visita sentencia a fines del ao 2009 que la muerte de Eduardo Frei el ao 1981 fue producto de un envenenamiento durante su permanencia postoperatoria en la Clnica Santa Mara de Santiago.
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Ibid., p.57. Millas, Jorge, De la tarea intelectual, Editorial Universitaria, Santiago, 1974, p.34.
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poltica y siempre brilla alguna forma de conciencia autntica, que a la par recrimina e insta a lo mejor.33
La Universidad
Millas fue un hombre ligado esencialmente a la Universidad. Se titul de abogado y de Profesor de Estado en Filosofa por la Universidad de Chile, la misma casa en la que lleg a ser Presidente de la Federacin de Estudiantes (FECH) en sus tiempos de juventud como representante del Partido Socialista. Realiz estudios de postgrado en Psicologa y Filosofa en la Universidad Estatal de Iowa, EE.UU. Fue Profesor Visitante en la Universidad de Columbia, en Nueva York; dict cursos en diversos centros latinoamericanos (Per, Puerto Rico, Colombia). En Lima, colabor con la Universidad de San Marcos para implantar los Estudios Generales. Por invitacin del Senado y de la Cmara de Diputados de Puerto Rico, colabor en la formulacin de un proyecto de ley para la reforma de la Universidad en ese pas. Organiz el primer Congreso Internacional de Filosofa realizado en Santiago en 1956. Y hasta 1967 fue Director del Departamento de Filosofa de la Universidad de Chile, impulsando diversas e importantes polticas acadmicas. Su labor docente la prosigui en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, donde organiz los estudios de Filosofa del Derecho y cre un centro de investigacin y de docencia. Luego de publicar
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Millas, Jorge, Frei entra en la historia, en el libro pstumo Frei, E., Eduardo Frei a los jvenes. Lecciones para el futuro, Editorial Atena. Fundacin Frei, Santiago 1996, p.56.
un artculo titulado La Universidad vigilada, debi renunciar a su Ctedra en 1975. Para entonces, el rgimen militar ya haba intervenido todas las universidades del pas, designando autoridades militares en su direccin ms alta, cerrando carreras, expulsando profesores, purgando bibliotecas, instalando la vigilancia y el temor. Junto a connotados
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acadmicos e intelectuales, funda y preside la Academia Andrs Bello cuyo objetivo fue la defensa de las instituciones universitarios y del pensamiento crtico y libre. Finalmente, aceptar el cargo de Decano de la Facultad de Filosofa en la Universidad Austral de Chile (Valdivia), de la que haba sido uno de los fundadores en los aos sesenta. Dos apariciones en el vigilado espacio pblico de la poca desembocan en un conflicto definitivo con la autoridad universitaria designada por el rgimen. Millas denunci en una conferencia la situacin de control, censura y represin que vivan las universidades chilenas y en una entrevista publicada por el peridico El Sur hizo lo mismo con la ausencia de libertad de prensa del momento.34 Fue destituido de todos los cargos que ocupaba, pero se le mantuvieron sus cursos y se le ofreci un ao sabtico. Hubo reacciones de apoyo de connotadas personalidades del mundo acadmico y cultural, muchos docentes se movilizaron en muestras de solidaridad, algunos debieron pagar con sus despidos por ello. En junio de 1981, Millas abandona definitivamente la universidad. En parte de la carta de renuncia, manifiesta lo siguiente: Mi alejamiento a la Universidad despus de haber ayudado (slo ayudado) a pensar su creacin, y despus de haberla servido por ms de 12 aos y en horas a veces aciagas no es voluntario. Si formalmente presento mi renuncia, lo hago contra mis deseos. Est asimismo contra mis deseos alejarme de las universidades de Chile, en general que esto significa tambin mi renuncia.
Sin embargo, las cosas no pueden ser de otra manera. El problema universitario del pas es gravsimo. El trastorno intelectual y moral, originado en una subversin de valores que lleva a confundir el orden
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fsico con el orden espiritual, est causando un deterioro de larga reparacin a nuestra cultura y a nuestra educacin. Mucho de lo que pasa hoy por universitario, es un lamentable remedo de la Universidad verdadera en estas condiciones hallarme fuera de la Universidad es para m y en un sentido personal e intransferible un deber de autenticidad.35
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En un discurso pronunciado das despus, en una manifestacin de despedida ofrecida por la comunidad valdiviana con motivo de su alejamiento de la Universidad Austral, Millas expresa sobre la situacin universitaria: Autoridad y orden parece ser el lema. Pero es un lema espiritualmente estril, que slo puede conseguir los funestos efectos de que da cuenta la actual postracin universitaria. Para la inteligencia y la ciencia, la autoridad no consiste en obtener acatamiento, sino libre reconocimiento de lo que vale en virtud de su fuerza de conviccin racional. Y en cuanto al orden, no es un orden lo que ha obtenido el Gobierno en nuestras universidades, sino inmovilidad y silencio. El orden verdadero es un concepto referido a la actividad, no a las situaciones inertes. Lo inerte no es ordenado, sino ptreo, y, en el mejor de los casos, viscoso.36 Prosigue, hacia el final, despidindose de sus colegas con la delicadeza humana que lo caracteriz siempre, asumiendo con coraje su condicin individual y buscando no producir turbacin en su prjimo: Mi renuncia es, pues, una actitud personalsima, que ni busca emulacin, ni seala ejemplo. Era mi responsabilidad hacerlo, y en esta hora. Pero la hora y la forma del ejercicio de la responsabilidad son personales, porque son diferentes para cada quien. El silencio severo y sereno, pero no disimulado en actos de complicidad ambigua, puede ser tambin, un modo de salvar el espritu, siquiera porque mantiene vivo el fuego de la conciencia, que es siempre el refugio invulnerable de la libertad como potencia. Me alejo de las universidades del pas, aunque no me despido de ellas. En cuanto a despedirme, no quiero hacerlo, porque no he perdido la esperanza. En cuanto a separarme, me lo impide mi destino, definido ya, inexorablemente, por mi
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Reflexiones del profesor Jorge Millas ante su alejamiento, en: El Correo de Valdivia, agosto 9, 1981, p.2.
biografa. En una Universidad chilena me form, varias veces he servido, y le debo mucho de lo que he podido ser y hacer en el pas. De alguna manera, pues, la Universidad chilena est dentro de m, y al desvincularme administrativamente de ella, la llevo espiritualmente conmigo.37
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dem.
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Estas palabras develan lo difcil que result para Millas dejar la Universidad. Fuera de ella, el filsofo arrastr su propio y doloroso desarraigo. Pocos lugares quedaban a Millas seal sensiblemente Humberto Giannini para sentirse en su propio territorio. En cierto sentido, tambin l, expulsado de su tierra nutricia, andaba en exilio con su pensamiento, si no con su enjuta humanidad.38 Fuera de las aulas, en medio de una sociedad insolidaria, torpemente pragmatizada39, transcurri el ltimo tiempo de Millas, dedicado a lo que con triste irona l mismo denominara docencia privada o
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Giannini, Humberto, Jorge Millas, o del difcil ejercicio del pensar, Revista Hoy, n 278, noviembre 17, 1982, p.14. dem. Millas, Jorge, Ortega y la responsabilidad de la inteligencia, Anales de la Universidad de Chile, Santiago, 1956, p.34.
competitiva. Las palabras que escribiera en homenaje de Ortega, operan como una suerte de profeca de lo que sera el derrotero adoptado por su vida en los ltimos aos: No slo el martirio fsico rinde testimonio de nuestra adhesin al bien y la verdad; el martirio moral suele ser mucho ms intolerable todava, pero si el intelectual no puede afrontarlo, no est realmente a la altura de su responsabilidad.40 Con esta renuncia, estamos nuevamente frente a un acto testimonial que prolonga en gesto vital lo que Millas pens y escribi. El libro Idea y defensa de la Universidad contiene gran parte de su reflexin sobre la universidad, y abarca discursos, conferencias y artculos escritos antes y despus del ao 1973. Se trata, sin lugar a dudas, de una obra que debiera recibir la atencin de los estudiosos de la historia de la universidad en Chile. Podra afirmarse que Jorge Millas simboliz entre nosotros, especialmente en la lucha de sus ltimos aos, la resistencia de la Universidad del Espritu a la fuerza usurpadora de la Universidad del Poder.41 Millas vino a recordarnos que lo que la universidad no puede dejar de ser como tal, es una comunidad de maestros y de discpulos destinada a la transmisin y al progreso del saber superior.42 Tal saber, es el que surge como producto de las tcnicas ms elaboradas que el tiempo dispone para la bsqueda, el discernimiento, la integracin y la verificabilidad del conocimiento humano.43 Por lo tanto, seal, puede decirse
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Tomo estas expresiones, vinculadas a la tradicin alemana, del pensador chileno Luis Schertz, uno de los intelectuales que ms y mejor pens la esencia y destino de la universidad en general y de la universidad chilena en particular, y cuyo trabajo Jorge Millas tanto respet. Ver el valioso volumen editado por el profesor Jos Santos: Schertz, Luis, La universidad chilena desde los extramuros, Ediciones de la Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2005. Millas, Jorge, Idea y defensa de la universidad, Editorial del Pacfico, Santiago, 1981, p.27.
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Ibid., p.28.
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que a la universidad le compete la custodia de un tesoro: el mejor saber de su tiempo. Cuando se cree que la universidad tiene el conocimiento como meta, la verdad y la libertad como valores, y los procedimientos de la discusin y el dilogo racionales como tcnica44, resulta inevitable juzgar que cuando tal institucin es apartada de estas coordenadas, se la disminuye directa y gravemente en su ndole ms propia: antes que nada la universidad tiene que ser baluarte del conocimiento inspirado en la verdad y en la libertad y regulado por la discusin crtica.45 Es el ltimo refugio que en nuestra sociedad, corrompida o por el mercantilismo o por las ideologas polticas, puede encontrar el libre discernimiento.46
La responsabilidad de la filosofa
Quisiera recordar una preocupante advertencia que hizo Millas y que nos concierne directamente. Sostuvo que una de las peores secuelas que dejan las dictaduras, es la prolongacin de la indiferencia poltica, vale recuperar sus palabras en este punto: Junto con tornarnos apticos, las dictaduras, convertidas en sistemas, favorecen la esterilidad intelectual y la torpeza tica. La funcin social de promover el perfeccionamiento del hombre como ser intelectual y moral, se ve entorpecida de raz. Puede entonces contemplarse el espectculo de muchedumbres afanosas, que van y vienen del trabajo, como si ste fuera una empresa en comn; que ren y sonren comprando y vendiendo, aunque de hecho estn negociando sus almas; que entran y salen de los sitios de di44
Ibid., p.30.
versin, como si en verdad tuvieran serias preocupaciones que divertir; que pasean por esplndidos parques y jardines, como si en verdad tuvieran una rica vida interior. Sin embargo, en la etapa extrema del proceso, slo se trata de seres incomunicados, ajenos
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al bien colectivo, embotados por el hbito de la indiferencia poltica. Estamos en plena sociedad falsificada.47 Millas pensaba que con tal indiferencia la sociedad se hace menos social y sus componentes menos personas. Por tal camino la sociedad slo genera condiciones para una convivencia fracturada, una que simplemente no se logra o que slo llega a ser tangencial, cargada de modulaciones negativas que conducen a enclaustrar nuestras individualidades. El temor ms reiterado por Millas fue que la sociedad de masas significara el angostamiento de la conciencia y afectividad del hombre, la relajacin de la curiosidad y del asombro, la atrofia de la capacidad crtica y valorante; tema que en el seno de esta sociedad llegara a convertirse en banal precisamente aquello que requiere la mxima conciencia y vigilancia: el hombre mismo y la vida misma.48 Su gran empeo consisti en la promocin de la condicin espiritual del individuo, y por tal entendi la capacidad que posee el ser humano de hacerse cargo de su vida, de la situacin de su mundo y de la calidad de su convivencia con otros, todo esto a travs de la institucin de sentidos que contribuyan a la afirmacin de la dignidad humana. Ser espiritual no sera en el fondo ms que otra forma de decir ser responsable. Del pensamiento de Millas se desprende el reconocimiento de que somos responsables de los bienes, materiales y espirituales, a los que no se accede en soledad, sino a
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Millas, Jorge, Frei entra en la historia, en el libro pstumo Frei, E., Eduardo Frei a los jvenes. Lecciones para el futuro, Editorial Atena. Fundacin Frei, Santiago 1996, p.55. Millas, Jorge, El desafo espiritual de la sociedad de masas, Ed. Universitaria, Santiago, 1962, p.51.
travs de la accin social de los hombres. As, la justicia, la libertad, la verdad, slo son bienes posibles en los espacios, instituciones, costumbres y ordenamientos que los seres humanos nos damos para materializar nuestras expectativas de vida y convivencia. Cada vez que dejamos de implicarnos en una esfera de accin social, algn bien se ve afectado, y cada vez que esto sucede son seres humanos concretos los que quedan expuestos a experimentar heridas o situaciones de menoscabo. En este sentido, la filosofa
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represent para el pensador chileno una experiencia lmite a travs de la cual el hombre se hace mximamente conciente de las demandas que la realidad implica para la propia libertad, porque en su ejercicio logran verse a plena luz la magnitud y el significado del sufrimiento humano. Porque ah no puede ocultarse el propio hombre, con sus terrores y sus mitos, como responsable de muchas formas histricas de ese sufrimiento, incluso de aquellas implantadas para acabar con el sufrimiento.49 La efectiva contribucin del ejercicio del pensar crtico-reflexivo apunta a poner al hombre frente a su propia responsabilidad respecto al prjimo y a su mundo. En un discurso ante egresados universitarios, Millas dibuja as su idea de la responsabilidad: Esa responsabilidad que nos hace solidarios del dolor compartido por los miembros de una comunidad, trtese de la humanidad, la nacin o la familia. Esa responsabilidad que nos mueve ms a pensar en el deber de poner atajo a un mal presente, sea o no consecuencia de nuestros actos, que a buscar el culpable inmediato en el pasado. Esa responsabilidad, en fin, que no se escuda tras la conciencia de no haber hecho algo malo, y que afronta, en cambio, la exigencia de actos positivos de bien. La responsabilidad, en buenas cuentas, que nos convierte en custodios permanentes del bienestar del hombre, con el alma generosamente dispuesta en todo instante a la accin moral creadora.50 En todos los pronunciamientos pblicos del perodo artculos, conferencias, discursos, entrevistas, incluso los que realiz luego de verse obligado a renunciar a la universidad, Millas nunca reflej algo siquiera cercano a la odiosidad o el resentimiento,
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Millas, J., Idea de la filosofa, Editorial Universitaria, Santiago, 1969, p.13. Millas, J., Idea y defensa de la Universidad, Editora del Pacfico, Santiago, 1981, p.17.
sus palabras estuvieron siempre tocadas por la moderacin, por el sentido de un futuro posible de mayor altura tica, por la generosa humanidad, por la esperanza de llegar con la fuerza de la razn al entendimiento ajeno, todo lo cual no afect en un pice la claridad de su denuncia ni la severidad de su crtica. Para el escritor y columnista Guillermo
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Blanco, Jorge Millas fue un hombre de razn en el sentido humanista del trmino: las veces que intervino en poltica lo hizo para analizar, argumentar, ver si consegua persuadir o si era persuadido. El mismo dijo en una oportunidad recuerda Blanco que quera dialogar, abrir debate con reflexin y sin ira [] Habl, razon, inagotablemente. Mientras ms se suman en la fuerza el pas, las universidades, los medios de comunicacin, ms se esforzaba l por sacarlos hacia el aire libre de la razn.51 El escritor ingls George Orwell acu la expresin una clera generosa para describir la literatura de Charles Dickens en lo que sta tuvo de denuncia frente a las situaciones de injusticia social que se vivieron en los primeros tiempos de la Revolucin Industrial. Esta clera generosa puede ser atribuida, pienso, a Jorge Millas: la suya fue siempre una crtica sin malicia, como si supusiera que el fallo que ha causado tanto sufrimiento se debiera ms a la ignorancia o a la irreflexin que a la maldad, y que el mal simplemente tiene que ser advertido para remediarse. Creo que la conciencia de nuestros males sostuvo en una oportunidad el pensador va hacindose ms ancha y ms profunda, y que en algn momento alcanzar an a aquellos que los causan.52 A casi tres dcadas de su muerte, es un deber sealar que las presentes y futuras generaciones encontrarn en Jorge Millas una fuente de inspiracin y estmulo para responder a los anhelos de construir sus vidas con lucidez, libertad y sentido. El testimonio y los escritos que nos deja en herencia, son un verdadero aliento para todos los que
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Blanco, Guillermo, Por la razn, en: Revista Hoy, n 278, noviembre 17, 1982, p.21. Reflexiones del profesor Jorge Millas ante su alejamiento, en: El Correo de Valdivia, agosto 9, 1981, p.2.
creen que la indiferencia, la banalidad y el egosmo, no pueden tener la ltima palabra en la modelacin de nuestra sociedad y de nuestro tiempo, y que es en esa resistencia donde especialmente ilumina el valor de pensar. Para terminar, un recuerdo ms. En una entrevista que Millas concedi poco antes de morir, mantuvo el siguiente dilogo:
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Entrevista reproducida en Anuario de filosofa jurdica y social. Estudios en memoria de Jorge Millas, Sociedad chilena de Filosofa jurdica y social, Valparaso, 1984, p.27.
Qu le ha enseado la filosofa? Creo que fundamentalmente me ha enseado a ser tolerante y a rechazar todo dogmatismo. Tambin me ha llevado a ejercer un control medianamente racional sobre mis instintos y mis frustraciones. Y qu le ha enseado la vida? dad, ms que el saber.53
La vida me ha llevado a la conclusin de que el bien ms preciado que podemos perseguir es la bon-
Referencias Bibliogrficas
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Fundamentos de los derechos humanos, artculo en Revista Anlisis, noviembre 1982, pp.35-37. Naturaleza y deterioros del amor en VVAA, La eficacia del amor, X Semana Social, Instituto Chileno de estudios Humansticos, Santiago, octubre 1981. Frei entra en la historia en el libro pstumo Frei, E., Eduardo Frei a los jvenes. Lecciones para el futuro, Editorial Atena. Fundacin Frei, Santiago 1996. Schertz, L., La universidad chilena desde los extramuros, Ediciones de la Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2005 [edicin a cargo de Jos Santos H.]. Sierra, M., La renuncia de Jorge Millas entrevista y reportaje en Revista Hoy, nmero 204, Santiago, 17 a 23 de junio de 1981.