Wade (2000) (1997) - Raza y Etnicidad en Latinoamérica
Wade (2000) (1997) - Raza y Etnicidad en Latinoamérica
Wade (2000) (1997) - Raza y Etnicidad en Latinoamérica
Peter Wade
Raza y etnicidad en Latinoamrica Peter Wade 1a. Edicin Ediciones ABYA-YALA 12 de Octubre 14-30 y Wilson Casilla: 17-12-719 Telfono: 562-633 / 506-247 Fax: (593-2) 506-255 E-mail: admin-info@abyayala.org editorial@abyayala.org. Quito-Ecuador Impresin Docutech Quito - Ecuador ISBN: 9978-04- Traducido por Ma. Teresa Jimnez M., Impreso en Quito-Ecuador, 2000
Pluto Press public este libro por primera vez en 1997 345 Archway Road, London N6 5AA y 1436 West Randolph, Chicago, Illinois 60607, USA Derechos de autor Peter Wade 1997 Peter Wade hace valer su derecho de ser identificado como el autor de esta obra de acuerdo con la Ley de 1988 para la propiedad literaria, los diseos y las patentes. La catalogacin de la British Library se encuentra en la informacin sobre la publicacin La British Library dispone de un registro de catlogo de este libro La catalogacin de la Biblioteca del Congreso se encuentra en la informacin sobre la publicacin Wade, Peter, 1957 Raza y etnicidad en Latinoamrica / Peter Wade. p. cm. (Estudios crticos sobre Latinoamrica) Incluye referencias bibliogrficas y un ndice. ISBN 0-7453-0988-7 (hc) 1. Etnicidad-Latinoamrica. 2. Etnologa-Latinoamrica-Historia. 3. Relaciones de raza- Historia. 4. Negros-Latinoamrica-Identidad tnica. 5. Negros-Latinoamrica-Relaciones con los indgenas. 6. Indgenas-identidad tnica. 7. Latinoamrica-relaciones de raza. 8. Latinomrica-Relaciones tnicas. I. Ttulo. II. Serie. GN564.L29W33 1997 305.80098-dc 21 96-51820 CIP
NDICE
Prefacio
...............................................................................................
Introduccin
......................................................................................
1.
El
significado
de
Raza
y
Etnicidad
............................
2.
Los
negros
y
e
indgenas
en
Latinoamrica
..............
..
3. Los primeros enfoques hacia los negros y los indgenas: desde los aos 20 hasta los aos 60 de este siglo ............................................................................. 4. Desigualdad e identidad situacional: los aos 70 ... 5. Los negros y los indgenas en la nacin estado posmoderna ............................................................................ 6. Los movimientos sociales negros e indgenas ......... 7. Estudiar la Raza y la Etnicidad en un mundo posmoderno y reflexivo ..................................................... Notas ..................................................................................................... Bibliografa ........................................................................................ ndice ....................................................................................................
INTRODUCCIN
En
toda
Amrica
Latina,
y
por
supuesto,
alrededor
del
mundo,
las
identidades
raciales
y
tnicas
se
vuelven
progresivamente
ms
significativas
para
las
minoras
y
las
mayoras,
los
gobiernos
y
las
organizaciones
no
gubernamentales.
Los
temas
relacionados
con
la
raza
y
la
etnicidad
adquieren
mayores
dimensiones,
aunque
alguna
vez
fueron
considerados
en
declive
y
destinados
a
la
disolucin
debido
a
la
modernizacin
poltica
y
econmica.
Los
pueblos
nativos
y
los
descendientes
de
los
esclavos
africanos
(que
son
el
centro
de
atencin
de
este
libro)
han
formado
organizaciones
y
movimientos
sociales
que
apelan
a
una
variedad
de
reformas
de
los
derechos
territoriales
y
polticos,
de
la
autonoma
cultural
y,
en
algunos
casos,
simplemente
del
derecho
a
la
vida.
En
algunos
casos,
los
gobiernos
han
adoptado
medidas
polticas,
incluso
reformas
constitucionales,
que
reconocen
la
composicin
multitnica
de
sus
naciones
y
acuerdan
ciertos
derechos
especiales
de
grupo,
con
lo
cual
se
alejan
del
clsico
nacionalismo
basado
en
la
ciudadana
homognea,
segn
la
cual
cada
quien
era
igual
ante
el
Estado.
Estos
derechos,
ya
sea
que
se
den
o
que
se
reclamen,
se
reconocen
generalmente
por
el
legado
histrico
que
estos
grupos
debieran
mantener:
como
los
dueos
originales
de
la
tierra,
como
sujetos
de
esclavizacin
y
como
vctimas
del
racismo.
En
este
libro
se
examinan
las
diferentes
formas
de
entender
estos
temas
a
lo
largo
de
los
aos.
Ms
que
una
simple
descripcin
de
la
actual
situacin
en
sus
muy
diferentes
facetas,
el
objetivo
es
ofrecer
un
repaso
crtico
de
los
debates
sobre
el
significado
de
las
identidades
raciales
y
tnicas
y
cmo
analizarlas.
Para
ello,
he
recurrido
a
un
enfoque
histrico
de
las
perspectivas
tericas
sobre
raza
y
etnicidad
en
Amrica
Latina.
En
un
nivel
prctico,
creo
que
las
perspectivas
actuales
son
mucho
ms
fciles
de
captar
cuando
se
sabe
de
dnde
vienen
y
a
qu
debieran
reemplazar.
En
un
plano
ms
terico,
estoy
muy
convencido
de
que
el
conocimiento
es
un
proceso
que
tiene
su
propio
pasado
(una
arqueologa
o
genealoga),
lo
cual
es
necesario
para
saber
comprender
su
actual
dinmica.
Como
sugiere
la
metfora
arqueolgica
o
genealgica,
los
enfoques
actuales
se
basan,
o
se
originan,
en
los
enfoques
pasados.
Es
un
error
desacreditarlos
por
anacrnicos,
y
ello
por
tres
razones.
En
primer
lugar,
si
bien
los
trabajos
anteriores
sobre
raza
y
etnicidad
a
veces
siguen
una
lnea
que
debe
descartarse,
ofrecen
tambin
elementos
valiosos:
no
podemos
adherirnos
ahora
a
la
visin
abiertamente
racista
que
tenan
de
los
negros
y
los
indgenas
americanos
los
primeros
observadores
del
siglo
veinte,
pero
el
intenso
trabajo
de
campo
etnogrfico
durante
los
aos
treinta
y
cuarenta
allan
el
camino
para
que
se
tomara
en
serio
el
punto
de
vista
aborigen
de
una
manera
no
problemtica
que
posteriores
enfoques
no
se
atreven
a
negar.
Igualmente,
los
anlisis
marxistas
populares
en
los
setenta
han
sido
criticados
ampliamente
pero
su
clara
comprensin
de
las
desigualdades
de
poder
y
de
la
importancia
de
un
anlisis
histrico
no
pueden
soslayarse.
En
segundo
lugar,
las
perspectivas
de
cada
perodo
nos
dicen
mucho
de
la
poca,
de
las
relaciones
entre
los
estudiados
y
los
que
hacen
el
estudio,
de
la
forma
que
se
esperaba
que
tomara
el
conocimiento.
As
es
como
los
estudios
funcionalistas
dominantes
desde
los
treinta
hasta
los
cincuenta
hablaban
de
un
mundo
donde
se
aceptaba
que
las
sociedades
indgenas
fueran
estudiadas
como
objetos
localizados
en
el
campo
es
decir,
en
alguna
rea
conceptualmente
rural,
fuera
del
domino
de
la
sociedad
urbana
del
antroplogo,
en
el
campo
de
su
inters
(o,
raras
veces,
del
inters
de
la
mujer
antroploga)
y
dentro
su
distanciada
mirada
cientfica.
Actualmente
la
comprensin
de
que
estas
sociedades
indgenas
se
localizan
en
y
estn
influidas
(a
menudo
negativamente)
por
un
campo
ms
amplio
de
relaciones
sociales
que
incluye
al
analista
y
su
sociedad
hace
menos
aceptable
esta
posicin
cientifista
y
objetivante.
Pero
nuevas
perspectivas
se
construyen
sobre
una
crtica
de
las
viejas
ideas
y
el
antiguo
orden
social
que
las
albergaba,
de
suerte
que
una
comprensin
de
aquellas
ideas
y
su
orden
social
se
vuelve
necesaria.
Una
perspectiva
poscolonial
no
tiene
mucho
sentido
a
menos
que
sepamos
a
qu
se
parece
una
perspectiva
colonial:
rectificaciones
semejantes
valen
tambin
para
los
enfoques
modernistas
y
posmodernistas.
En
tercer
lugar,
al
intentar
entender
el
presente
con
los
fracasos
de
intentos
anteriores,
corremos
el
riesgo
no
slo
de
reinventar
la
rueda
sino
tambin
de
caer
en
viejas
trampas
ya
superadas
en
el
pasado.
Un
visin
crtica
sobre
la
propia
perspectiva
se
alcanza
en
parte
con
una
apropiada
comprensin
del
alcance
de
perspectivas
posibles,
incluyendo
aquellas
que
empezaron
algn
tiempo
atrs.
Tambin
es
necesario
ubicar
el
estudio
acadmico
de
los
pueblos
indgenas
y
negros
dentro
de
un
marco
ms
amplio
que
explique
cmo
estos
pueblos
han
sido
vistos
y
entendidos
por
observadores,
seores,
gobernantes,
misioneros
y
as
llamados
protectores
sin
mencionar
cmo
se
han
entendido
a
s
mismos.
ste
es
un
campo
de
anlisis
enorme
que
no
podemos
abarcar
aqu,
pero
vale
la
pena
pensar
acerca
de
las
continuidades
entre
las
cavilaciones
teolgicas
sobre
la
naturaleza
del
indgena
americano
en
el
siglo
diecisis
y
los
enfoques
antropolgicos
sobre
el
mismo
tema
quinientos
aos
ms
tarde.
Uno
de
los
argumentos
de
este
libro
es
que
desde
fechas
muy
tempranas,
los
nativos
ocuparon
la
posicin
institucional
del
Otro,
esencialmente
diferente
de
sus
observadores;
mientras
que
los
descendientes
de
los
negros
africanos
han
tenido
una
posicin
mucho
ms
ambigua,
pues
han
estado
tanto
dentro
como
fuera
de
la
sociedad
de
sus
amos
y
observadores.
Este
hilo
conductor
corre
a
lo
largo
de
la
sociedad
colonial,
vuelve
a
aparecer
en
las
naciones
republicanas
de
Amrica
Latina
y
resulta
evidente
en
la
concentracin
antropolgica
sobre
los
nativos
americanos
a
costa
de
un
relativo
descuido
de
los
pueblos
negros.
Esto
revela
que
la
antropologa
social,
y
las
ciencias
sociales
en
general,
no
son
una
empresa
enteramente
nueva
sobre
la
comprensin
de
los
pueblos
(surgida
a
fines
del
siglo
XIX);
son
parte
de
una
empresa
mayor
de
algunos
(particularmente,
de
los
intelectuales
occidentales)
que
comprenden
a
otros
(particularmente,
los
dominados
por
regmenes
coloniales
y
poscoloniales,
y
las
clases
trabajadoras
y
campesinas
de
los
pases
occidentales).
Lo
cual
es
una
razn
ms
para
adoptar
una
visin
histrica
de
los
debates
sobre
raza
y
etnicidad
en
Latinoamrica,
algo
de
la
mayor
importancia
cuando
los
derechos
que
reclaman
los
pueblos
nativos
y
negros
de
Amrica
Latina
(y
que
a
veces
se
les
concede,
de
mejor
o
peor
voluntad)
se
basan
ellos
mismos
en
conceptos
sobre
sus
tradiciones
histricas
y
su
estatus.
La
estructura
del
libro
es
la
siguiente.1
Empiezo
en
el
Captulo
1
estudiando
los
conceptos
de
raza
y
etnicidad,
pues
toda
discusin
debe
estar
precedida
de
un
claro
entendimiento
de
lo
que
significan.
Luego
repaso
ampliamente
el
panorama
de
los
pueblos
nativos
y
negros
en
Amrica
Latina,
desde
la
Conquista,
comparando
y
contrastando
sus
posiciones
en
los
rdenes
sociales
coloniales
y
poscolonial,
y
en
un
estudio
acadmico.
(A
estas
alturas
ya
debera
saberse
que
mi
objetivo
son
los
nativos
americanos
y
los
descendientes
de
los
africanos,
y
no
los
otros
muchos
posibles
grupos
tnicos
latinoamericanos:
los
judos,
polacos,
sirios,
italianos,
alemanes,
etc.
Cualquier
intento
de
incluirlos
habra
acabado
en
fracaso).
En
los
siguientes
dos
captulos
analizo
las
perspectivas
tericas
sobre
raza
y
etnicidad
en
distintos
periodos,
desde
el
temprano
siglo
XX
hasta
los
ms
radicales
enfoques
de
los
aos
70,
pasando
por
los
estudios
de
mediados
del
siglo.
Los
captulos
5
y
6
estudian
en
profundidad
las
ms
recientes
evoluciones
que
sitan
las
identificaciones
raciales
y
tnicas
dentro
de
la
nacin
estado
y
el
contexto
global,
y
a
las
que
el
posmodernismo
influye.
El
ltimo
captulo
es
una
sntesis
que
trata
de
equilibrar
las
diferentes
perspectivas
analizadas,
y
que
refleja
la
forma
que
tomar
la
antropologa
en
un
mundo
a
la
vez
ms
unido
por
las
tecnologas
posibilitadoras
y
ms
dividido
por
las
desigualdades
de
poder.
1.
Me
gustara
agradecer
a
Jenny
Pearce
y
a
Franoise
Barbira-Freedman
por
sus
tiles
comentarios
durante
el
proceso
de
la
escritura
de
este
libro.
1.
Raza y etnicidad no son trminos que tengan referentes fijos. Resulta tentador darle crdito a una visin progresista de las ciencias sociales que lleve desde la ignorancia a la verdad, especialmente en lo que respecta al trmino raza, que en pocas anteriores se utilizaba comnmente de maneras evidentemente racistas, hoy reconocidas como equivocaciones manifiestas. Parece obvio que las acepciones de la posguerra para dicho trmino sean actualmente correctas. Pero opino que cada trmino debe considerarse dentro del contexto de una historia de las ideas, del conocimiento institucionalizado de Occidente (ya sean las ciencias sociales o naturales) y de las prcticas. Raza y etnicidad no son trminos que se refieran de manera neutral a una realidad transparente de la cual las ciencias sociales nos ofrecen una descripcin cada vez ms certera. Ms bien, estn entremezclados en discursos acadmicos, populares y polticos que constituyen ellos mismos parte de las relaciones acadmicas, populares y polticas, y de las prcticas. Lo cual no significa que el contexto social particular determine completamente los conceptos acadmicos (inclusive el cientfico social). Tal posicin, rigurosamente relativista, equivaldra a abandonar la empresa de una indagacin sistemtica dentro de nuestra condicin social. Y asimismo ignorara el hecho de que la dinmica de su propia bsqueda de la verdad dirige hasta cierto punto a una indagacin as: cuando hechos nuevos, o nuevas combinaciones de hechos contrastan cada vez ms con formas establecidas de pensar sobre ciertas series de hechos, se produce una dinmica para el cambio. Hay normas legtimas, de lgica, coherencia y pruebas; y eso significa que no todos los relatos de la realidad son igualmente vlidos; algunos estn claramente equivocados. Yo simplemente apunto que los conceptos acadmicos no son independientes de su contexto social, que la bsqueda de conocimiento no es un proceso firme hacia un objetivo fijo, sino un camino de alguna manera contingente sin un objetivo obligado en absoluto. Este es el caso particular del conocimiento sociolgico o antropolgico, el cual sea cual fuere su grado de sofisticacin metodolgica, nunca puede pretender el rigor de la tcnica experimental con la cual las ciencias naturales alcanzan altos niveles de prediccin y control, garantes de sus reclamos a la verdad. En parte esto se debe a que el conocimiento sobre la sociedad se basa en gente que estudia a la gente ms que en gente que estudia objetos o seres no humanos; y, sean cuales sean los argumentos sobre el nivel de autoconciencia de los animales, esto crea una reflexividad, un proceso circular de causa y efecto por el cual los objetos de estudio pueden cambiar su comportamiento e ideas conforme a las conclusiones que sus observadores tengan sobre esos comportamientos e ideas. As es como los cientistas sociales se enfrentan con un blanco siempre cambiante que ellos mismos impulsan en un proceso sin resultados previsibles.1 En el presente captulo quiero examinar los conceptos de raza y etnicidad en sus contextos histricos, y proponer que ambos se han de considerar como parte de una empresa de conocimiento, la cual se situ (y an se sita) dentro de las relaciones de poder (que el mismo conocimiento ayuda a constituir, tal como apunt reconocidamente Michel Foucault) y donde los pases occidentales tienen la ventaja. Raza Ms que empezar con una definicin de raza (lo que parecera crear una agradable y objetiva rea analtica en comparacin de la cual los enfoques anteriores a ese concepto deberan considerarse ms o menos adecuados) aqu empezaremos considerando la forma en que este trmino ha ido cambiando de significado con el tiempo; as podremos ver lo que ha llegado a significar (quizs sin despojarlo de toda su carga semntica previa), ms que lo que realmente significa2. El trmino raza hasta 1800
Michael Banton (1987) ofrece un esbozo muy til de las cambiantes teoras raciales. La palabra raza ingres en las lenguas europeas a principios del siglo XVI. Su significado principal consista en lo que Banton llama linaje, es decir, una estirpe de descendientes vinculados a un ancestro comn; tal grupo de personas comparta una cierta ascendencia, que les debera otorgar cualidades ms o menos comunes. Este uso predomin hasta cerca de 1800. El contexto general consista en el inters por clasificar a las cosas vivientes en medio de una polmica y desacuerdo sobre por qu eran diferentes entre ellas, cun constantemente lo eran y as por el estilo. En la concepcin de raza como linaje, el papel de la apariencia no era necesariamente fundamental como factor identificador. As por ejemplo, en ingls, un uso del trmino se refera en 1750 a raza y estirpe de Abraham, para significar a todos los descendientes de Abraham. Eso inclua a Moiss, con sus dos sucesivas esposas (una era una midianita, descendiente de Midian, hijo de Abraham; y la otra, una mujer negra de Etiopa). Todos los hijos de Moiss con estas dos mujeres sern parte de su raza, sin importar cul fuera su aspecto exterior (Banton, 1987: 30). En general, la Biblia proporcionaba el marco para la reflexin sobre la diferencia; se aceptaba la teora del monogesmo: que todos los seres humanos tienen una gnesis comn, y son de la progenie de Adn y Eva. Las principales explicaciones sobre la diferencia humana eran de tipo medioambiental, y se crea que eso afectaba tanto a las instituciones sociales y polticas de la sociedad humana como a la diferencia corporal (a menudo, ambas no se vean como algo realmente separado). Por ejemplo, el botnico sueco Linneo (1707-78), cuyo Sistema de la Naturaleza se public en 1735, divida todas las cosas vivientes en especies y gneros, y pona as las bases para las posteriores clasificaciones de las diferencias. Linneo present varios estudios referidos a las subdivisiones internas del gnero Homo. En uno de ellos (Hodgen, 1964: 425), se caracterizaba a los (indgenas) americanos de la siguiente manera: es de color cobrizo, colrico y erecto. Se pinta a s mismo. Acta segn las costumbres. Lo que denominaramos como facetas culturales y fsicas se presentaban juntas, pues no se vean necesariamente como muy diferentes, sino que lo que ahora llamaramos rasgos culturales se vean como naturales. Tales diferencias se naturalizaban sin biologizarse (ver lo que sigue). Banton argumenta que el uso del trmino raza era muy raro durante los siglos XVI al XVIII (el periodo de la Revolucin cientfica y la Ilustracin); y que las ideas sobre la inferioridad de los pueblos no europeos, como los africanos, no estaban muy extendidas, especialmente entre los principales pensadores de la poca. Por eso, considera como una excepcin antes que una norma a Edward Long, citado a menudo, hijo de un colono jamaiquino y cuya Historia de Jamaica (1774) se considera con frecuencia como una muestra tpica de actitudes racistas. De igual forma, Banton argumenta que Thomas Jefferson, bien conocido como defensor de la abolicin de la esclavitud con sus Notas sobre el Estado de Virginia (1787), pudo haber visto la brecha entre negros y blancos en trminos de diferencia de las especies, pero se le criticaba por esas opiniones. El inters de Banton aqu es cuestionar el presentismo, es decir juzgar las ideas de pocas histricas anteriores segn las normas propias del presente. Para Banton, dicha actitud tiende a agrupar indiscriminadamente a toda esa gente distinta bajo la etiqueta de racistas, con lo que se pierden de vista las complejas formas segn las cuales se concibi la diferencia. Todo ello est muy bien, pero Banton nos hace ver una historia de las ideas ms bien divorciada de su contexto social. Audrey Smedley (1993) nos ofrece una descripcin bastante diferente donde el hilo conductor de las ideas sobre la supuesta superioridad de los europeos (o blancos) corre a travs de las complejas y diversas formas de concebir la diferencia humana. La Biblia pudo haber implicado la monognesis, pero asimismo, proporcion un medio para aseverar la inferioridad de los africanos. Diferentes pueblos se consideraron descendientes de los diversos hijos de No, y algunas veces se dijo que los africanos eran los hijos de Ham (a quien Noe maldijo por haberlo visto ebrio y desnudo)3. En la teologa medieval, lo negro se vinculaba a menudo con el demonio y el pecado, y los africanos frecuentemente se tenan por inferiores, incluso tras las primeras etapas de este periodo (Jordan, 1977, Pieterse, 1992). Durante todo este periodo al que Banton se refiere, los europeos se consideraban generalmente como ms civilizados y superiores.
El relato de Smedley (como el de tantos otros) enfatiza las condiciones sociales, econmicas y polticas en las que se sucedieron las reflexiones sobre la diferencia humana: las exploraciones en frica, la conquista del Nuevo Mundo, el colonialismo y la esclavitud. La autora sigue la lnea establecida por el estudio de Horsman sobre las ideas de los anglosajones relacionadas con el cumplimiento de su destino manifiesto de un liderazgo poltico superior basado en la libertad y la democracia (Horsman, 1981); se centra as en los ingleses y propone varios factores que los hicieron particularmente proclives a las ideas exclusivistas sobre ellos mismos como superiores. Esos factores incluan el relativo aislamiento del conocimiento griego y romano en que vivan los pueblos europeos nororientales, al menos hasta el Renacimiento; el auge desde el siglo XVI del capitalismo, el secularismo y el individualismo posesivo (basado en ideas de autonoma personal en la importancia de poseer bienes y la acumulacin de riqueza); la importancia concedida a la jerarqua, a menudo definida en trminos econmicos; y la experiencia inglesa en los siglos XVI y XVII con la colonizacin de los irlandeses, relegados ya a la categora de salvajes (esto es, supuestamente bestiales, sexualmente licenciosos, indisciplinados, etc.). Esa especie de teln de fondo estableci la escena para el brutal encuentro de los ingleses con los africanos y los nativos del Nuevo Mundo, la usurpacin de la tierra como propiedad privada y la conversin de los africanos en enseres. Hall (1992b) argumenta ms en general sobre Europa como un conjunto. Pone el acento en cmo durante ese periodo surgi la idea de Europa como una entidad, a partir de conceptos ms amplios e inclusivos de la Cristiandad (que incluan, por ejemplo, a los etopes negros cristianos vistos como aliados en las guerras santas contra el Islam (Pieterse 1992: Cap.1). Durante el siglo XV, se excluy gradualmente a los cristianos no europeos del campo de la Cristiandad misma, y para el siglo XVI, Europa haba tomado el lugar de Jerusaln como el centro del mundo conocido. Pese a las guerras y luchas internas, el capitalismo mercantil junto con el desarrollo tecnolgico iban integrando Europa (ver tambin Jones, 1981). Asimismo, se haba ido definiendo progresivamente en oposicin a los Otros (los africanos, los nativos americanos). La imagen del hombre salvaje, que supuestamente existi en las regiones perifricas de Europa (Taussig, 1987: 212), y del infiel que haba luchado contra la Cristiandad por Tierra Santa, haba sido gradualmente sustituida y desplazada por la imagen del paganismo y el salvajismo de frica y del Nuevo Mundo (aunque en todos los casos, la ambivalencia iba unida a esas imgenes; por ejemplo, de odio y deseo a la vez). En breve, entonces, las ideas sobre la diferencia humana ciertamente se estructuraban mediante las ideas sobre la superioridad europea, aunque pueden haber contenido un concepto de raza distinto, cuestionado e incluso no muy esencial. Kant (1724-1804), el filsofo que tan determinantemente influy para el pensamiento occidental, puede no haber escrito mucho expresamente sobre la raza, pero s coment lo siguiente: el hombre era muy negro, de la cabeza a los pies, una clara prueba de que lo que deca era estpido; y David Hume (1711-76) tambin lleg a declarar que los negros eran naturalmente inferiores a los blancos (Goldberg, 1993: 31-2). Goldberg (1993) tambin tiene amplios conceptos de las cosas. Ve el concepto de raza como un producto de la modernidad misma (la raza es una de las invenciones conceptuales centrales de la modernidad [1993: 3]), y entrelazada con ideas bsicas sobre la moralidad. Mientras que en pocas anteriores, la moralidad se defina en trminos de virtud y comportamiento correcto, o de prevencin del pecado, en el periodo moderno, y con los descubrimientos, la gente empez a hablar en trminos de estirpes o razas (castas) de los pueblos humanos con cualidades naturales y profundamente arraigadas. La identidad humana y la categora de persona se definieron cada vez ms mediante un discurso de la raza, algunas razas se definieron como no racionales o estticamente inferiores (sin el equilibrio natural de belleza y armona), y se hizo posible que la raza definiera a ciertos pueblos como hechos para la esclavitud. La raza en el siglo XIX
Banton (1987) avanza entonces hacia un concepto de raza como tipo. Este concepto, que se bas en los existentes y acab en distintas y contrastadas formas durante el siglo XIX, se origin en la idea de que las razas eran tipos permanentes y separables de seres humanos con cualidades innatas, que se transmitan de generacin en generacin. Todo ser (o cosa) similar en naturaleza y apariencia deba descender de un ancestro comn. En esta perspectiva, los hijos de Moiss no perteneceran a la estirpe y raza de Abraham: algunos se consideraran como de raza negra, y otros, de raza mixta, semitas o quiz caucsicos. Dentro de esta visin general, las tipologas de la humanidad proliferaron y hubo un encendido debate sobre qu tipos constituan especies separadas o no. A pesar de estar alejado de las enseanzas bblicas, el poligenismo gan terreno (la teora de que los diferentes tipos humanos tuvieron orgenes diversos). Las ideas sobre el cambio evolucionista (en un sentido predarwiniano), presentes en el siglo XVII en los conceptos de la progresin gradual desde las formas primitivas de vida humana (cuyos supuestos ejemplares eran los pueblos inferiores) hacia formas consideradas superiores, se adaptaron a las ideas sobre los tipos raciales como etapas en una escala de evolucin. Los tipos raciales se ordenaron jerrquicamente, como lo haban sido los linajes raciales, pero ahora la base de la jerarqua se conceba en trminos de diferencias innatas de biologa, la expresin propuesta por Lamarck (entre otros) en 1802, para describir el estudio cientfico de los organismos vivos (Mayr, 1982: 108). Las diferencias naturales se vieron cada vez ms como diferencias especficamente biolgicas. Stocking (1982: Cap. 2) compara dos cientistas franceses de principios del siglo XIX, Degrando y Cuvier. En sus escritos, Degrando apenas mencionaba la raza y consideraba la diferencia como medioambiental, aunque s vea a los pueblos primitivos como ejemplos de etapas anteriores en progresin de seres humanos hacia la perfeccin europea. Cuvier, un signo de los tiempos por venir, expone una tradicin esttica no evolucionista de la anatoma comparativa, y pas su tiempo recolectando (ms bien, hurtando) huesos y calaveras para medirlos comparativamente y establecer la diferencia racial. Era un ejemplo tempranero de toda una industria de la medicin anatmica, designada para especificar las tipologas raciales, con una gran dosis de atencin prestada a la calavera, pues el tamao del cerebro se consideraba en correlacin directa con la inteligencia superior. Aunque muchos practicantes de esta ciencia eran mdicos y naturalistas, la antropologa se utilizaba a menudo como etiqueta de sus investigaciones. Era la poca del racismo cientfico cuando hasta para los autoproclamados partidarios de la igualdad, la inferioridad de ciertas razas no poda cuestionarse ms de lo que poda verse como inmoral la ley de la gravedad (Barkan, 1992: 2-3). La centralidad conceptual que Gold Berg declara respecto de la raza tambin se puede constatar en la siguiente afirmacin de Robert Knox, mdico escocs y autor de Las razas de los hombres (1850): Que raza es todo es simplemente un hecho, el ms notable, el ms abarcador que la filosofa haya hecho pblico nunca. La raza es todo: literatura, ciencia, arte; en una palabra, la civilizacin depende de ella (citado por Pieterse, 1992: 49). El contexto para el auge de esta ciencia (y se tena por ciencia, aunque fuera mala ciencia e inmoral segn las pautas actuales) fue la abolicin de la esclavitud y el comercio de esclavos. No existe aqu una correlacin fcil, porque el apogeo del racismo cientfico ocurri a fines del siglo XIX y principios del XX, mientras que para 1863 se haban abolido en gran medida el comercio de esclavos, primero, y la esclavitud misma despus4. Asimismo, algunos tericos de la raza se opusieron a la esclavitud por fundamentos humanitarios, mientras que, por el contrario, algunos propietarios de esclavos en los Estados del Sur de los EE.UU. proclamaron tipologas raciales en base a la religin (Banton, 1987: 9, 45). Pero no es por coincidencia que tan pronto como la opinin abolicionista se impuso en Europa (y convirti, as, la inferioridad institucionalizada de los negros en moralmente insegura), empezaron a surgir teoras que podan justificar el continuo dominio sobre los negros (para no mencionar a los nativos americanos, asiticos y orientales) en trminos de una inferioridad permanente e innata, y entonces, ya con el pleno poder del respaldo cientfico. De cualquier modo, la esclavitud contaba con un rechazo parcial en cuanto a su conveniencia para una sociedad industrial moderna basada en el trabajo con libre salario (Eltis, 1987), antes que por oprimir a la gente negra; por eso, oponerse a la esclavitud no garantizaba una postura positiva sobre la igualdad racial.
El otro contexto social principal fue el auge del Imperialismo, una consecuencia lgica de la primera fase central del Colonialismo de entre 1450 y 1800 y basada en su mayor parte en los asentamientos de los colonos y el capitalismo mercantil; empez en el siglo XIX y se expandi rpidamente a Asia, frica y el Pacfico con una colonizacin menos directa y mayor nfasis en la extraccin y el cultivo de materias primas y en la venta de bienes industriales. Goldberg contina sus anlisis del entrelazado de las ideas de filosofa moral y teora racial en el pensamiento occidental, y argumenta que en el siglo XIX el utilitarismo se volvi central y que, aunque el concepto de raza no debera invocarse directamente, los principios de utilidad y el bien colectivo permitieron el autoritarismo, donde los ms racionales (los colonizadores blancos) decidieron en base a fundamentos racionales lo que era mejor para los menos racionales (los negros colonizados). As fue como John Stuart Mill, el gran exponente del utilitarismo (quien sigui a su padre en el servicio colonial en la India de 6.000 funcionarios controladores de vastas reas de ese subcontinente), pregonaba la necesidad de gobernar a las categoras inferiores menos civilizadas (1993: 35). La raza en el siglo XX El siglo XX contempl un periodo de cambios y contradicciones durante el cual los significados vinculados al trmino raza variaron mucho. Por un lado, el eugenismo surgi como una convergencia de la ciencia y la poltica social y este trmino lo acu a la vuelta del siglo Francis Galton, cientista y primo de Charles Darwin. Se basaba en un racismo cientfico y en la idea de que las capacidades reproductivas de los individuos biolgicamente inadecuados (por ejemplo, los dementes) y, ms en general, de las razas inferiores, deban limitarse, tal como la cra del ganado domstico debera tratar de eliminar los rasgos indeseados. Ese movimiento tuvo una muy fuerte influencia en Europa y en los EE.UU., y tambin afect a Amrica Latina (Stepan, 1991); cuando esa idea tom parte en la poltica nazi durante los aos 30, haba perdido mucha fuerza en los otros pases. Pero por otro lado, este perodo tambin fue testigo del desmantelamiento del racismo cientfico. Esta ltima tendencia tena varias fuentes. Las teoras evolucionistas de Darwin indicaban que ya no se poda pensar en trminos de tipos raciales permanentes: las poblaciones se adaptaban biolgicamente a travs del tiempo. Sin embargo, esas ideas, publicadas en fecha tan temprana como 1871 (La descendencia del hombre) tardaron mucho en hacer impacto y no frustaron el racismo cientfico; ms bien, se adaptaron a l con el desarrollo del evolucionismo social segn el cual, las razas superiores ms apropiadas tenan ms xito en cuanto a su capacidad de dominar a las otras (Stocking, 1982: Cap. 6). El antroplogo Franz Boas tambin jug un importante papel al desafiar las tipologas raciales cientficas (Stocking, 1982: Cap. 8). Boas era un judo con historial en el campo de la fsica, y abandon el antisemitismo de la Alemania de fines del siglo XIX al migrar a los EE.UU., donde llev a cabo investigaciones antropomtricas (medicin de las cabezas), como tantos otros lo hacan en ese tiempo. Descubri que la variacin de las dimensiones del crneo durante una vida o entre generaciones contiguas exceda a la encontrada entre las razas. Las mismas tcnicas del racismo cientfico podan utilizarse para minar sus teoras. Boas pas luego a desafiar las teoras de la diferencia racial innata y la jerarqua, pero sera un error verlo como el hroe sin ayuda que derriba el racismo cientfico. Algunos de sus estudiantes (como Ashley Montagu) tambin fueron muy influyentes. Ms ampliamente, el redescubrimiento en 1900 de la herencia de Mendel despej el camino para el establecimiento de la ciencia de la gentica. Mendel, hasta entonces un monje poco conocido, haba descubierto cuarenta aos antes que los rasgos especficos de los guisantes de olor estaban bajo el control de elementos especficos (esto es, los genes), cuyo paso de una generacin a otra suceda como componentes independientes; esto significa que la idea de tipo, basada en una coleccin de rasgos que pasaba de generacin en generacin como un fardo inalterable era insostenible.
El contexto social de esos cambios era diverso: el imperialismo se introduca rpidamente, la segregacin racial legal se implantaba slidamente en los EE.UU. y ganaba terreno en Sudfrica, y el auge de los movimientos femeninos y la militancia de la clase trabajadora caus temores conservadores de degeneracin social, que alimentaron la campaa de la reforma social del eugenismo. Frente a esto, haba pocas razones entonces para eliminar el racismo cientfico. Pero la ciencia tiene su propia dinmica y los hechos que emergan sobre la herencia y la antropometra simplemente ya no se ajustaban al paradigma de la tipologa racial. La ideologa y las atrocidades racistas del rgimen nazi de Europa y los cataclismos de la Segunda guerra mundial, y luego el movimiento por los derechos civiles de los negros en los EE.UU. (con sus protestas contra la segregacin racial legal) sostuvieron finalmente la campaa poltica por el desmantelamiento del racismo cientfico. Eso se resuma en las declaraciones de posguerra que la UNESCO hizo sobre la raza, una valiente afirmacin de que los humanos son fundamentalmente iguales y que las diferencias de apariencia son simplemente eso y no indican diferencias esenciales del intelecto, por ejemplo. Que pas entonces con el trmino raza en este contexto? Muchos bilogos, genetistas y antroplogos fsicos (aunque no todos) haban llegado a la conclusin de que, biolgicamente hablando, las razas no existen. Existe la variacin gentica, pero es muy difcil tomar un gen dado o un conjunto de genes y marcar una lnea alrededor de su distribucin espacial para definir una raza; ni tampoco puede precisarse genticamente trminos como negro o blanco y lograr que se aproxime a algo claro. Ms an, muchos siclogos concuerdan en que, en promedio, los humanos son iguales en cuanto a sus capacidades mentales; la variacin individual existe, por supuesto, pero no hay variaciones significativas que correspondan con las categoras como negro, amerindio , blanco, africano, europeo, etc. (Lieberman y Reynolds, 1966). Por tanto, muchos cientistas naturales y la gran mayora de los cientistas sociales concuerdan en que las razas son construcciones sociales. La idea de raza es justo eso: una idea. La nocin de que las razas existen con caractersticas fsicas definibles y, an ms, que algunas razas son superiores a otras es el resultado de procesos histricos particulares que, segn podra argumentarse, tienen sus races en la colonizacin de otras reas del mundo por parte de los pueblos europeos. La construccin social de las categoras raciales puede ilustrarse mediante el famoso contraste trazado entre Norteamrica y Latinoamrica. En la primera de estas dos regiones, la categora de negro incluye supuestamente a cualquier persona con una conocida gota de sangre negra; as, a alguien que se sepa que haya tenido una abuela negra se le asignar una identidad negra. En Amrica Latina, si se simplifica en extremo la complejidad de la situacin, hay un continuum de categoras raciales y a menudo, slo se identificar como negra a la gente cuya apariencia es muy africana; las personas de una ascendencia ms mezclada se clasificarn con una variedad de trminos que denotan una posicin entre negra y blanca. Por ejemplo, una puertorriquea, que en su pas no se clasifica como negra, puede encontrarse de pronto con que se la identifica as al trasladarse a los EE.UU.. Las razones de este contraste son complejas, pero son de naturaleza fundamentalmente histrica y se relacionan con el tipo de empresa y conjuntos de relaciones sociales que se establecieron en cada regin durante la poca colonial. El punto es que el trmino negro no tiene un referente nico y simple, ni siquiera en las Amricas: su significado vara segn el contexto5. Ahora bien, la nocin de que las razas sea una construccin social no significa que carece de importancia (como si fueran meramente ideas). Con seguridad, la gente puede comportarse como si las razas s existieran y, como resultado, las razas existen como categoras sociales de gran tenacidad y poder. Si la gente discrimina en base a sus ideas raciales, se trata de una realidad social de enorme importancia. Igualmente, la gente puede proclamar una identidad racial que represente para ellos aspectos esenciales de sus personas; de hecho, en los EE.UU., la identidad racial est tan politizada que nadie escapa por completo a esa clasificacin6.
Las razas son entonces construcciones sociales, pero: de qu clase? La vida social est llena de construcciones sociales (el gnero es la ms comnmente citada, aunque, como veremos, tambin estn la etnicidad, e incluso la clase). Hay acaso algo que nos deje saber si tratamos con una construccin racial? Muchos cientistas sociales argumentan que las razas son construcciones sociales elaboradas sobre la variacin fenotpica; esto es, disparidades de la apariencia fsica (ver Wade, 1993b). El hecho sin ms de la apariencia fsica existe y la gente ha utilizado este hecho para crear categoras sociales jerrquicas que se utilizan para incluir y excluir, y que supuestamente muestran diferencias ms o menos innatas y naturales transmitidas a travs de las generaciones: la identificacin racial contiene un discurso de naturalizacin (Gilroy, 1982; Goldberg, 1993). Aunque en mi opinin, en su mayor parte este enfoque comn es slido, sin embargo s presupone que existe de hecho algo como una variacin fenotpica. Primero reconoce que las razas no existen como entidades biolgicas objetivas, pero luego trata de reconstruir una base objetiva para el reconocimiento de las distinciones raciales al fundamentarlas en el fenotipo. Lo cual encubre el problema de que el mismo hecho aparentemente natural de la variacin fenotpica se construye socialmente: las diferencias fsicas convertidas en algo clave para las distinciones raciales son muy particulares; no simplemente las que muestran alguna continuidad reconocible a lo largo de las generaciones (quiz, la altura, el peso, el color del cabello, etc.), sino las que corresponden a los enfrentamientos geogrficos de los europeos en sus historias coloniales. Lo que se ha convertido en significadores raciales son combinaciones especficas de color de la piel, tipo de pelo y rasgos faciales. As pues, retomando el argumento con el que empec, el concepto de raza se relaciona ms seguramente con la historia europea de pensar sobre la diferencia, en lugar de ser un concepto que describa una realidad objetiva independiente del contexto social. Ver a las razas como construcciones sociales a partir de algn hecho biolgico neutro de variacin fenotpica es afirmar que podemos reconocer una categorizacin racial independiente de la historia, y desarrollar un estudio de la raza sobre bases objetivas. De hecho, slo ciertas variaciones fenotpicas constituyen categoras raciales, y las que cuentan han surgido a travs de la historia. Esto quiere decir que las razas, las categoras raciales y las ideologas raciales no son slo las que elaboran construcciones sociales en base a una variacin fenotpica (o ideas sobre la diferencia innata), sino las que lo hacen mediante los aspectos particulares de la variacin fenotpica convertidos en significadores vitales de diferencia durante los enfrentamientos coloniales de los europeos con otros pueblos (Wade, 1993b)7. Es decir, que el estudio de la raza es parte de esa historia, no algo externo, y as, lo que debe contar como dicho estudio no debe circunscribirse a alguna definicin objetiva sobre la variacin fenotpica, sino que puede cambiar con el tiempo y, en ltima instancia, est indefinido. Esta es la nica manera de incluir en el estudio de la raza el hecho de que un grupo de chicas blancas estadounidenses dieron el impulso inicial a una especie de guerra racial en su colegio donde casi todos eran blancos cuando [en 1994] se vistieron de negro. Eso nada tena que ver con la variacin fenotpica, pero s mucho con la raza.8 Etnicidad
La palabra etnicidad es a la vez ms fcil y ms difcil: tiene menos historia y carga moral, pero tambin se la utiliza ms vagamente (a veces como un trmino menos emotivo que el de raza). La palabra etnicidad comenz en el discurso acadmico y data de la Segunda Guerra Mundial (Glazer y Moynihan, 1975: 1; Eriksen, 1993: 3; Banks, 1996: 4), pero el trmino tnico es ms antiguo. Se basa en la palabra griega ethnos, que significa pueblo o nacin (aunque nacin tiene connotaciones especficas desde el auge del nacionalismo en la era moderna), y en ingls se utiliz para referirse a los brbaros o paganos, hasta el siglo XIX, cuando se utiliz como sinnimo de racial, con el apogeo de las tipologas raciales cientficas (R. Williams, 1988: 119). Con el desmantelamiento del racismo cientfico se empez a utilizar la expresin grupo tnico (por ejemplo, en We Europeans de Julian Huxley [1936]), para referirse a grupos que todava se consideraban agrupaciones biolgicas, sin ser razas biolgicas (Lyons, 1996: 12). De ah en adelante, la palabra se ha empleado para referirse a grupos de gente considerados como minoras dentro de sus naciones estado (por ejemplo, los judos o polacos en Brasil, o los argelinos en Francia). La proliferacin del uso de etnicidad y grupo tnico, tanto en el discurso acadmico como en el popular, se debe en parte a los rpidos procesos de cambio social que han creado nuevas naciones poscoloniales e inmigraciones masivas: los trminos tribu y raza, con los cuales a menudo se sola clasificar las diferencias que en esos contextos parecan importantes, se consideraron inapropiados, degradantes o anticuados (Eriksen, 1993: 8-10). Etnicidad se ha utilizado con frecuencia en lugar de raza, sea porque el uso mismo de ste ltimo trmino se ha visto como propagador del racismo por implicar que las razas biolgicas existen realmente, o simplemente porque al estar viciado por su historia, ola mal. Pero qu quiere decir etnicidad? Banks rene una til serie de comentarios de los antroplogos, y concluye que la etnicidad es una coleccin de afirmaciones ms bien simplistas y obvias sobre las fronteras, la otredad, las metas y los logros, el ser y la identidad, y la descendencia y la clasificacin que han construido tanto el antroplogo como el sujeto (1996:5). La etnicidad es una construccin social para las identificaciones de la diferencia y la igualdad, pero lo mismo podra decirse de la raza, el gnero y la clase; por tanto, dnde est la especificidad de la etnicidad, si acaso existe? Algunos comentaristas continan sin definirse en este punto, pero el consenso general es que la etnicidad se refiere a las diferencias culturales, mientras que la raza se refiere a las diferencias fenotpicas, como vimos. Sin embargo, algunos autores no establecen ninguna distincin real entre la raza y la etnicidad (por ejemplo, Eriksen, 1993: 5). Posteriormente se ilustran en forma breve algunos casos de cmo se ha entendido la etnicidad, en orden a darle alguna consistencia a esta definicin ms bien flexible. Algunos primeros enfoques influyentes nacieron en la escuela de antropologa de Manchester. Por ejemplo, Clyde Mitchell se centr en los pueblos mineros del llamado Cinturn de cobre del norte de Rodesia (actualmente parte de Zambia). Gente de muchas tribus diferentes (como tendan a llamarlos entonces los antroplogos) se congregaban en esos pueblos, y Mitchell observ que las identidades tribales se hacan ms distintivas en un entorno urbano (en lugar de menos), por oposicin con los otros. Las gentes se clasificaban entre s en cuanto al vestido, el habla, las costumbres, la apariencia, etc. La etnicidad (como ms tarde se llamara) era una forma de categorizar las diferencias culturales complejas y redefinir as para los individuos quin era quin y cmo comportarse con los otros. En la danza Kalela, los inmigrantes urbanos expresaban esas diferencias en una forma jovial: danzando en los das de descanso de esos pueblos mineros, los hombres de cada tribu caricaturizaban los rasgos culturales de otros grupos y restablecan as las identidades tnicas (Mitchell, 1956; ver tambin Banks, 1996; y Hannerz, 1980).
Abner Cohen asumi una posicin crtica respecto de estos enfoques de clasificacin social y tom un rumbo que desde entonces se ha caracterizado como un modelo instrumentalista o de movilizacin de recursos (Banks, 1996: 39; Williams, 1989). El argumento bsico consista en que la gente utilizaba algunos aspectos culturales para sealar lmites y crear grupos con un sentido de solidaridad mutua o de intereses comunitarios que trataban de controlar algn tipo de recurso til o de poder poltico. As, los migrantes hausas de la ciudad yoruba de Ibadan, en Nigeria, manipulaban algunos aspectos de su cultura (las costumbres, los valores, los mitos o los smbolos) para crear un grupo solidario o de intereses comunitarios, y tnicamente identificado, que controlaba el comercio a largas distancias del ganado y de las nueces del rbol de cola. Para Cohen, los grupos tnicos eran grupos de intereses informales (Cohen, 1969, 1974). Este enfoque se opona a la llamada perspectiva primordialista, que consideraba la identidad tnica simplemente como una faceta bsica de la estructura sicolgica de la gente, un producto de la forma en que se clasificaba a la gente, por ejemplo. En los EE.UU., Glazer y Moynihan (1975) adoptaron una lnea instrumentalista similar. Esto da una idea de lo que debera significar la etnicidad como discurso de la diferencia cultural, pero sigue sin ser especfico: en Gran Bretaa, a menudo se piensa que las distintas clases tienen facetas culturales particulares, aun si la clase se basa principalmente en las diferencias econmicas; los hombres y las mujeres tambin se diferencian entre s respecto de su habla, de su comportamiento cultural, etc. En este sentido, la etnicidad se vuelve una insatisfactoria categora analtica residual: incluye todas esas formas de categorizacin cultural donde no existe otro discurso primario de diferenciacin, tal como la riqueza, el sexo, la edad, el fenotipo, etc. Mi propia perspectiva de este asunto es que la etnicidad trata por supuesto de la diferenciacin cultural, pero que tiende a utilizar un lenguaje de lugar (ms que de salud, sexo o fenotipo heredado). La diferencia cultural se extiende por el espacio geogrfico debido al hecho de que las relaciones sociales se vuelven concretas mediante una forma espacializada. Esto crea una geografa cultural, o una topografa moral (Taussig, 1987: 253; Wade, 1993a: 51). As, la gente utiliza la localizacin (o ms bien el origen putativo de la gente en ciertos lugares) para hablar sobre diferencia y similitud. Por eso, la pregunta tnica por excelencia es: de dnde es Ud.?. Claro que no todas las diferencias de localizacin objetivas importan en trminos de las percepciones de la gente sobre la geografa cultural: como Barth apunt hace muchos aos (1969), la gente, y no el analista, define qu facetas constituyen la diferencia y la similitud. Este enfoque nos lleva a un conocido aspecto de la etnicidad: el hecho de que las identidades tnicas se encajan unas en otras a la manera de una mueca rusa. Ms que tener una identidad tnica nica e inequvoca, mucha gente tiene mltiples identidades segn con quines interacten y en qu contexto. As, los norteos y los sureos de un pas pueden diferenciarse entre s (en Inglaterra, Italia, EE.UU.), pero se identifican como similares frente a la gente de un pas diferente (los ingleses versus los italianos); e incluso se identifican con esta ltima gente de cara a diferencias mayores (los europeos u occidentales versus los africanos).9
La perspectiva espacial, de lugar, tambin ayuda a explicar por qu la etnicidad parece haberse convertido en un fenmeno ms comn en el mundo moderno. Aunque la gente sin duda siempre ha concebido la diferencia en trminos de lugar, y aunque ha migrado desde los orgenes de la especie humana, es razonable que se argumente que con el despertar de la modernidad y de un mundo global (que, en aras de la exactitud, data de fines del siglo XIV y de la era de los grandes Descubrimientos), la gente de localizaciones diferentes en sus propias geografas culturales ha interactuado con creciente intensidad. El auge del nacionalismo desde fines del siglo XVIII (en los EE.UU., Latinoamrica y Europa), las posteriores fases del Imperialismo (por ejemplo, el reparto colonial de frica) y las migraciones poscoloniales (por ejemplo, desde las primeras colonias a las primeras naciones coloniales) provocaron periodos de una intensa redefinicin de fronteras y colectividades sociales en los que ha adquirido relevancia la cuestin de origen en una geografa cultural como faceta definidora de la diferencia y la similitud. En este sentido, la etnicidad y la categorizacin tnica son parte, como la raza, de una historia particular. Ver a la etnicidad como un lenguaje de geografa cultural no es una definicin objetiva final, sino que refleja la importancia de las cambiantes geografas culturales para la gente del mundo moderno.
Pudiera objetarse que la identificacin racial no puede ser tan flexible como lo da a entender esta clase de enfoque: las categoras sociales que utilizan claves corporales y fsicas para asignar identidades no parecen igualmente abiertas al descentramiento. Hay dos asuntos que tomar en cuenta al respecto. El primero es que las claves corporales pueden usarse para significar varias cosas: por ejemplo, un cierto tono de piel y una cierta textura de pelo en los EE.UU. puede significar negro, mientras que en Latinoamrica puede significar mulato; pues los mismos cuerpos se construyen socialmente. Adems, no son inmutables: la ciruga plstica es el ejemplo ms evidente, aunque el alisamiento del pelo, el aclaramiento de la piel y el bronceado igualmente son formas de alteracin corporal con impacto sobre la identificacin racial. (Y Michael Jackson es tan slo un ejemplo reciente). El otro asunto es que el antiesencialismo no cuestiona necesariamente la aparente fijacin de las identidades raciales: ms bien, el punto es que el hecho de que alguien sea negro o blanco o indgena no dice por tanto todo sobre esa persona. Pues puede ser tambin vieja o joven, mujer u hombre, homosexual o heterosexual, rica o pobre, etc. Existen identificaciones transversales. Por eso, se trata siempre de que las identificaciones raciales parecen ser similares a las tnicas: ambas son parciales, inestables, contextuales y fragmentarias. Mi opinin es que vale la pena mantener una distincin basada en los enfoques sobre la raza y la etnicidad antes propuestos, aunque admito que no puede ser una distincin radical; no debera consistir en que las identificaciones raciales las impone una mayora sobre una minora discriminada, mientras que las tnicas las eligen para s mismos los miembros de grupos de solidaridad o de intereses comunitarios (Banton, 1983: 106). En lugar de ello, opino que negar un papel especfico a las identificaciones raciales (como hace Eriksen [1993]), o a las discriminaciones que se basan en ellas (como hacen Anthias y Yuval- Davis [1992]), es desdibujar la historia particular por la cual dichas identificaciones llegan a tener su fuerza efectiva. Identificarse uno mismo o a otros como servios en Europa Oriental es invocar una historia particular relativamente local; hacerlo como negro en gran parte del mundo Occidental es invocar, a la distancia o en la inmediatez, una larga historia de enfrentamientos coloniales, esclavitud, discriminacin, resistencia, etc. Esto no significa que las historias tnicas no pueden ser largas y conflictivas, pero creo que es necesario enfatizar la historia de la raza al llamarla por su nombre. Este enfoque tampoco significa que las identificaciones raciales o los racismos son lo mismo en todas partes, ni que aunque el racismo parta de la versin biologista del racismo cientfico de fines del siglo XIX, no se lo considere realmente como racismo (lo que est implcito en algunos informes, por ejemplo, el de Smedley [1993] o el de Banton [1987]; que tratan al racismo cientfico como una clase de tipo ideal). Hay diferentes racismos, pero en mi opinin, se vinculan de formas histricamente diversas a la historia de los enfrentamientos coloniales. Los significados que an hoy se atribuyen a negro y blanco en Sudamrica, el Caribe, Sudfrica, Europa, los EE.UU. y tambin en Australia no son independientes entre s, ni tampoco lo son de esa historia. Por ejemplo, hoy en gran parte de Europa, el racismo es diferente de versiones anteriores en cuanto que depende menos de los atributos de inferioridad biolgica (aunque stas tampoco hayan aparecido). Por el contrario, el llamado nuevo racismo o racismo cultural depende de los conceptos sobre la profundamente enraizada diferencia cultural (Barker, 1981; Solomos, 1989; Wetherell y Potter, 1992). Aun as, muchas de la imgenes corrientes de los negros, los blancos, los asiticos, etc., se hacen eco de imgenes precedentes.
Pero las identificaciones raciales y tnicas s se superponen tanto analtica como prcticamente. En un nivel abstracto, tanto la raza como la etnicidad contienen un discurso sobre los orgenes y sobre la transmisin de las esencias a travs de las generaciones. Las identificaciones raciales utilizan aspectos fenotpicos como una clave para la categorizacin, pero se cree que se transmiten dentro de las generaciones (a travs de la sangre); de ah que sea importante el origen ancestral; de igual manera, la etnicidad trata del origen en una geografa cultural en la cual una persona absorbe la cultura de un lugar (casi en la sangre) de las generaciones anteriores. Ms prcticamente, si bien la etnicidad se refiere a la localizacin en una geografa cultural, pudiera darse el caso de que los rasgos fenotpicos que utiliza el discurso racial se distribuyan a lo largo de esa geografa; por ejemplo, en Colombia, los negros se localizan en ciertas partes del pas (Wade, 1993a). Asimismo, es posible construir las identificaciones raciales dentro de una categora racial, y viceversa, de manera que cualquier persona puede tener tanto una identidad racial como una tnica. Una ltima rea terica que necesita mencin es aquella que trata de la relacin entre raza, etnicidad y clase. Aqu me referir principalmente a los debates en torno a la relacin entre raza y clase porque tericamente ste ha sido el principal terreno de disputa y porque los temas debatidos son bsicamente los mismos para el caso de la etnicidad. Har referencia a ciertas obras que no tratan sobre Amrica Latina porque en buena medida el debate ha ocurrido fuera del contexto latinoamericano y porque en los captulos siguientes analizar en detalle la raza la etnicidad y la clase en Amrica Latina. Los parmetros de este debate se han definido a lo largo de las discusiones a favor, en contra y dentro del marxismo (para ms detalles, ver Anthias y Yuval-Davis, 1992, cap. 3; Gilroy, 1982; Omi y Winant, 1986). El problema principal consiste en saber si podemos explicar la raza segn la clase o, en trminos ms generales, a partir de la economa. Un enfoque marxista clsico de la raza sostiene que el factor determinante subyacente a las sociedades capitalistas es la oposicin entre los dueos del capital (burguesa) y los no-dueos (el proletariado); esta divisin, que histricamente no se ha desarrollado por completo, determina en buena parte lo que ocurre en todos los niveles de la sociedad. Las categoras raciales han de estar asociadas con esta divisin y, si existen, es porque la burguesa las ha creado para a) dominar mejor una fraccin especfica de la fuerza de trabajo, que se categoriza como naturalmente inferior o buena solamente para el trabajo manual, y b) dividir a los trabajadores en categoras raciales antagnicas con el fin de gobernarlos de manera ms efectiva. Segn este argumento los orgenes del racismo se encuentran en las relaciones de clases del colonialismo y las funciones bsicas del racismo permanecen esencialmente iguales con el tiempo. sta es una versin simplificada de un argumento marxista clsico pero constituye un extremo del debate.
Quienes critican esta posicin admiten que el dominio de la fuerza de trabajo y la tctica del dividir para gobernar pueden ser partes importantes de un sistema racialmente estratificado. Admiten asimismo los orgenes coloniales del racismo, pero atacan el reduccionismo de clase que adopta de forma tan simplista este enfoque. Para empezar vale decir que las categoras raciales pueden afectar los factores econmicos: como veremos en el siguiente captulo, el hecho de que los africanos se convirtieran en esclavos mientras que los indgenas americanos estaban excluidos de esta categora se deba, entre otras cosas, a las ideas que tenan los europeos sobre estos y aquellos. De manera que las determinaciones van en ambas direcciones. En segundo lugar, la forma como han cambiado las identificaciones raciales, inclusive en un pas capitalista, no pueden explicarse fcilmente a partir de estructuras de clase cambiantes. Por ejemplo, los cambios en las relaciones raciales en los Estados Unidos durante este siglo un ejemplo, la disgregacin si bien pueden estar asociados con las nuevas demandas de los capitalistas que buscan fuerza de trabajo mejor calificada y ms flexible, tambin son el producto de la resistencia negra como negros ms que como trabajadores negros y del desmantelamiento del racismo cientfico. En tercer lugar, el racismo se convierte en un elemento de conciencia falsa, una concepcin equvoca de la realidad: ya sea que la burguesa lo invente y lo imponga a la clase trabajadora, o que sta de alguna manera la invente para s misma. Ninguna opcin capta en realidad el poder y la realidad de las identificaciones raciales en la vida cotidiana. En cuarto lugar, es difcil explicar la diversidad de clases dentro de la categora racial oprimida por ejemplo la posicin de los negros de clase media. Durante aos escritores de orientacin marxista han mudado sus posiciones con el fin de dar una explicacin a estos problemas (Solomos, 1986). En trminos generales, se ha dado ms autonoma a los factores raciales y se ha visto que tienen un impacto en las estructuras econmicas y de clases, sin ser reductibles solamente a determinaciones de clase. A menudo se ve el racismo como una ideologa que paradjicamente, como sealan Anthias y Yuval-Davis (1992: 66-70), determina en realidad la ubicacin de los grupos racializados en la estructura de clase: el punto de partida marxista es ms o menos opuesto porque la ideologa es determinada. Echando mano de un enfoque weberiano muy prximo a posiciones revisionistas del marxismo, John Rex sigue una lnea semejante (Rex, 1986; Hall, 1980: 314). Otros enfoques, no divorciados necesariamente de influencias marxistas, procuran desechar la idea de que la raza es simplemente ideologa que interviene, aunque autnomamente, en las relaciones de clase. Para ellos la raza es un nivel de experiencia y realidad cultural por derecho propio. En este sentido, para Gilroy, la lucha de los negros en Gran Bretaa por los derechos civiles o en contra del hostigamiento policial es parte de la forma en que la clase trabajadora se constituye como fuerza poltica (Gilroy, 1982: 302). Haciendo eco de la difundida frase de Hall de que la raza es la forma en que se vive la clase (Hall, 1980: 340), Gilroy afirma que la crisis poscolonial econmica y social de la sociedad britnica se vive a travs de un sentido de raza (1993b: 22). Omi y Winant se oponen a toda forma de reduccionismo de clase y en su lugar analizan las formaciones raciales y los proyectos raciales como fenmenos sociales sui generis que pueden estar asociados con factores de clase, pero en los cuales la gente tiene sus propios intereses y metas definidas en trminos de identificaciones y significados raciales (Omi y Winant, 1986; Winant, 1993).
En
suma,
entonces,
los
enfoques
ms
recientes
tienden
a
alejarse
del
tratamiento
de
la
raza
y
la
clase
como
dos
series
distintas
de
relaciones,
interconectadas
en
alguna
forma
bsica
e
involucradas
en
algn
tipo
de
determinacin
mutua
(Anthias
y
Yuval-Davis,
1992:
75).
Ms
bien,
y
como
parte
de
un
alejamiento
posmodernista
de
las
grandes
teoras
de
pensamiento
social
(como
el
marxista),
que
tratan
de
abarcar
todos
los
fenmenos
dentro
de
una
explicacin
totalizadora
e
inevitablemente
reduccionista,
el
nfasis
se
pone
en
las
mltiples
formas
en
las
que
la
gente
pudiera
identificar
las
diferencias
y
las
similitudes,
o
luchar,
reaccionar
con
movilizaciones
y
hacer
alianzas
y
enemistades.
La
teora
feminista
ha
sido
una
importante
fuerza
movilizadora
en
esta
direccin,
tanto
en
trminos
de
teora
social
como
de
accin
poltica.
Y
ha
mostrado,
por
ejemplo,
que
las
mujeres
negras
tienen
intereses
distintos
de
los
hombres
negros,
o
que
las
mujeres
asiticas
no
aspiran
a
lo
mismo
que
las
mujeres
blancas
(Anthias
y
Yuval-Davis,
1992:
Cap.
4;
Hooks,
1991;
Knowles
y
Mercer,
1992).
Lo
cual,
particularmente
en
los
EE.UU.
y
Europa,
pero
tambin
cada
vez
ms
en
Latinoamrica,
ha
originado
debates
sobre
la
poltica
cultural
de
la
identidad
y
la
diferencia;
debates
que
segn
algunos
distraen
la
atencin
de
los
asuntos
bsicos
de
la
desigualdad
econmica
(por
ejemplo,
Marable,
1995:
Cap.
16).
En
este
sentido,
el
debate
se
ha
transformado,
ms
que
haber
desaparecido.
Conclusin Los
argumentos
expresados
arriba
sern
importantes
para
examinar
la
raza
y
la
etnicidad
en
Latinoamrica.
Las
diferencias
y
similitudes
entre
las
categoras
negro
e
indgena,
por
ejemplo,
no
pueden
entenderse
sin
una
clara
idea
de
lo
que
implican
las
identificaciones
raciales
y
tnicas.
A
menudo
se
argumenta
que
negro
es
una
identificacin
racial,
mientras
que
indgena
es
una
identificacin
tnica.
Aqu
se
argumentar
que
la
diferencia
no
es
tan
clara.
Tampoco
pueden
percibirse
las
diferencias
y
similitudes
entre
Latinoamrica
y
los
EE.UU.
en
cuanto
a
identidades
raciales
y
racismo
sin
conocer
lo
que
significan
estos
trminos.
Igualmente,
por
lo
comn
se
ha
dicho
que
los
EE.UU.
es
(o
era)
el
hogar
del
racismo
real,
un
racismo
profundo
basado
en
la
gentica,
mientras
que
Latinoamrica
se
caracteriza
por
tener
un
racismo
ms
superficial
de
la
apariencia
o
el
fenotipo.
Pues
bien,
en
este
libro
argumentar
que
tal
oposicin
es
errnea.
Notas 1.
Claro
que
aqu
hay
una
analoga
con
el
efecto
del
observador
de
las
ciencias
naturales,
en
el
cual
el
proceso
de
observacin
altera
lo
que
se
observa.
Pero
en
las
ciencias
sociales,
esto
adquiere
una
dimensin
distinta
y
menos
predecible.
Para
una
exposicin
de
todos
estos
temas,
ver
el
clsico
texto
de
Kuhn
(1970);
y
tambin,
Giddens
(1976).
2.
Hay
muchas
fuentes
sobre
la
historia
del
concepto
de
raza.
Por
ejemplo,
ver
Banton
(1987),
Barkan
(1992),
Reynolds
y
Lieberman
(1996),
Smedley
(1993),
Stepan
(1982).
3.
De
hecho,
Jordan
(1977:
18-19)
dice
que
la
Biblia
misma
no
da
fundamento
para
vincular
a
los
africanos
con
los
hijos
de
Ham;
esos
fundamentos
provinieron
de
las
fuentes
escriturarias
del
Talmud
y
los
Midrash.
4.
Entre
1802
y
1820,
se
aboli
el
comercio
de
esclavos
en
Dinamarca,
Gran
Bretaa,
los
EE.UU.,
Suecia,
Holanda
y
Francia.
Sin
embargo,
continu
el
comercio
ilegal
de
esclavos
por
parte
de
algunos
de
estos
pases.
Aunque
hubo
prohibiciones
sobre
el
comercio
de
esclavos
promulgadas
o
impuestas
en
Espaa
y
Portugal
durante
esta
poca,
Brasil,
Puerto
Rico
y
Cuba
siguieron
importando
esclavos
hasta
los
aos
70
del
siglo
XIX.
La
esclavitud
misma
se
aboli
en
las
ex-colonias
espaolas
entre
1824
y
1854
(salvo
en
Puerto
Rico
y
Cuba,
donde
persisti
hasta
1873
y
1886
respectivamente),
aunque
muchos
pases
haban
promulgado
anteriormente
leyes
de
vientre
libre
que
liberaron
a
los
nios
nacidos
a
partir
de
entonces
de
madres
esclavas.
La
esclavitud
termin
en
Brasil
en
1888,
mientras
que
lo
mismo
pas
entre
1838
y
1863
en
Gran
Bretaa,
Francia,
Dinamarca,
los
EE.UU.
y
por
ltimo,
en
Holanda.
Ver
Curtin
(1969).
5.
En
este
libro
no
siempre
pongo
entre
comillas
simples
el
trmino
negro,
pero
deba
advertirse
que
no
es
ms
que
un
trmino
de
escritura
rpida
para
referirse
a
una
categora
variable.
6.
Frankenberg
(1993)
encuentra
que
muchos
blancos
estadounidenses
no
creen
tener
una
identidad
racial.
Para
ellos,
eso
es
algo
que
slo
tienen
los
otros.
Pero
Nell
Berstein
informa
que
los
adolescentes
anglosajones
de
California
reclaman
activamente
una
identidad
racial
de
minora
(hispanos
o
negros),
en
base
al
estilo
de
su
vestimenta
y
su
msica
(Goingansta,
choosin
cholita,
The
UTNE
Reader,
March-
April
1995,
pp.
87-90)
7. Esto pareciera pasar por alto que las nociones sobre la raza tambin existen en Japn (ntimamente relacionados con su propia historia imperial) y en China. Pero en ambos casos, el impacto de los escritos europeos desde el siglo XIX en adelante influy al afectar la forma en que los pensadores japoneses y chinos se formaban el concepto de la diferencia humana (Weiner, 1995; Diktter, 1991). Aunque no quiere decir que pensar en trminos de la sangre y otras esencias corporales como diferencias definidoras sea algo exclusivamente europeo. El punto es que es principalmente en Europa (y en los EE.UU.) que se elabor mayormente toda la ideologa de la raza. 8. Nell Bernstein informa sobre esto en Goingansta, choosin cholita, The UTNE Reader, March- April 1995 pp.87-90 9. Lo cual plantea el problema de cmo se relacionan las identidades nacionales con las tnicas (ver Eriksen 1993). En breve, una nacin es un grupo tnico que busca la soberana poltica sobre el territorio, del cual reclama una propiedad y un control culturales; una nacin estado existe cuando se alcanza esa soberana. Claro que otros grupos que se ven a s mismos como diferentes, pero que ocupan, o desean, controlar, partes del mismo territorio, pudieran cuestionar un reclamo tal de la propiedad y del control por parte de ese grupo.
2.
En gran medida al estudio de los negros y los indgenas de Latinoamrica se lo ha dividido, por un lado, en estudios de la esclavitud, de asuntos relacionados con sta y de las relaciones raciales; y por otro lado, en estudios sobre los indgenas. La historiografa colonial de algn modo los ha reunido en resmenes sintticos (por ejemplo, Lockhart y Schwartz, 1983), pero en realidad es una divisin inveterada. En este captulo examinar su razn de ser. Mi argumento es que sus races se remontan al siglo XV y se extienden a travs del periodo colonial, del republicano durante el cual tuvo lugar la construccin de la nacin, y del mundo acadmico y poltico del siglo XX. Tambin expondr en este libro que, en ltima instancia, tal divisin no es muy til y que slo oculta interesantes contrastes y similitudes entre los negros y los indgenas de Latinoamrica. Africanos e indgenas en la Amrica Latina colonial Cuando los espaoles y los portugueses llegaron al Nuevo Mundo, ya se conoca bien a los africanos; dicho conocimiento provena en parte de los textos clsicos, de las fuentes religiosas y de las historias de viajeros; pero tambin provena del contacto directo con frica, en virtud de los viajes de exploracin por las costas de frica occidental hacia el sur, emprendidos desde 1430 y que haban ocasionado la entrada de esclavos africanos en Lisboa a partir de 1440. Para 1552, el diez por ciento de la poblacin de Lisboa eran esclavos (Saunders, 1982: 55). Adems, la experiencia bsica que los ibricos (y otros pueblos europeos) tenan de los africanos era con los Moros, tanto durante las Cruzadas a Tierra Santa como por efecto de la ocupacin mora de la pennsula ibrica, de la que fueron expulsados recin en 1492, tras casi 800 aos de continua presencia. En realidad, el cristianismo exista en Etiopa desde el siglo II, y los cristianos africanos haban luchado junto a los europeos en las Guerras santas: en la Europa medieval los cultos se formaron alrededor de algunos personajes etopes (Pieterse, 1992: 25). Parte de los mviles para las exploraciones portuguesas de frica era la bsqueda del legendario reino cristiano de Prester John; y los reinos bakongos de la actual Angola empezaron a convertirse al cristianismo desde 1491. Sin embargo, debido a la presencia musulmana en muchas reas africanas desde haca mucho tiempo (principalmente localizadas en las zonas saharianas y subsaharianas), la regin sola considerase como territorio infiel, y dicho estatus qued reafirmado durante el siglo XV en varias bulas papales (Saunders, 1982: 37-8). Por el contrario, los nativos americanos eran un enigma. Haba una gran cantidad de incertidumbre sobre su estatus, bien por la cuestin de si tenan uso de razn, o de si eran humanos reales, o salvajes brutos o, por el otro lado, porque representaban alguna versin de la existencia humana antes de la Cada (Hulme, 1986; Mason, 1990; Pagden, 1993). Las imgenes del discurso colonial raramente son unilaterales y con respecto a los africanos haba ambivalencia (infiel o pagano versus cristiano, esclavos versus socios comerciales), aunque eso era particularmente evidente respecto de los nativos americanos. La imagen dual del salvaje noble e innoble que florecera en el siglo XVIII (Meek, 1976) ya se entrevea en la constante representacin de los indgenas como canbales (Mason, 1990), junto a la de su imagen como seres inocentes (Padgen, 1982).
En el tema de la esclavitud se hace obvia algo de esa ambivalencia y la diferencia entre los africanos y los nativos americanos. Cuando se produjo el contacto europeo con los africanos y los indgenas, la esclavitud se consideraba una categora normal, si bien generalmente temporal. Tanto en la Biblia como en la filosofa aristotlica se justificaba la esclavizacin de los cautivos de una guerra justa (tal como la que se libraba contra los infieles); los cristianos y los moros se haban esclavizado mutuamente, y los esclavos de los Balcanes y el Mar Negro se destinaban a las plantaciones de azcar de Chipre y Sicilia. Los conquistadores eran expertos en esclavizar a los indgenas del Nuevo Mundo y reciban algn respaldo de las autoridades de la Corona. Los indgenas podan esclavizarse si se clasificaban como canbales o caribes (trmino ste del que se deriva la palabra canbal), lo que en el contexto caribeo se refera simplemente a quienes se resistan a la autoridad de Espaa (Hulme, 1986). Entre los pensadores y telogos espaoles, una reaccin consista en clasificar a los indgenas como esclavos naturales, una categora proveniente del pensamiento aristotlico que designaba a una persona como incapaz de tener autonoma (Padgen, 1982: 29-30). Pero apenas exista acuerdo sobre todo esto, y dentro del clero otros cuestionaban si una guerra poda ser justa cuando se libraba contra quienes nunca conocieron el cristianismo y fueron definidos como vasallos de la Corona en territorio de la Corona. La terrible brutalidad de los conquistadores y el manifiesto declive de la poblacin indgena aadieron fuerza a estos argumentos, tal como ocurri con el contacto con los aztecas y los incas cuyas ciudades y leyes eran signos de racionalidad. En ello consista la substancia de los famosos debates de 1550-51 entre Bartolom de Las Casas y Juan Gins Seplveda, pero ya para 1542 se haba declarado la ilegalidad de la esclavitud de los indgenas en las colonias espaolas. Portugal hizo lo mismo en Brasil en 1570. Esa legislacin no era efectiva para extirpar la esclavitud que continu en muchas reas perifricas y especialmente en Brasil, donde los indgenas esclavos sostuvieron las plantaciones de azcar nororientales (Lockhart y Schwartz, 1983: 71-2; Hemming, 1987). En cambio, para los africanos y sus descendientes haba poco que cuestionar con respecto a la legitimidad de la esclavizacin. Exista una provisin legal para la manumisin (la libertad individual), que se reflejaba en el concepto de la esclavitud como una condicin temporal, y un buen nmero de esclavos se volvan libres por ese medio (la mayor parte mediante su autocompra tras aos de ahorrar para ello Bowser, 1972; Klein, 1986). Pero no fue sino hasta que la esclavitud fue cuestionada como institucin y desmantelada a principios del siglo XIX que se empez a liberar los negros (considerados como una categora de gente) en las Amricas. Durante los primeros tiempos del comercio de esclavos, frica era un territorio infiel y los portugueses tenan autoridad papal para librar una guerra justa all; la esclavitud se legitim como un bien positivo para los infieles africanos; y los mismos africanos participaron en la esclavizacin, lo cual ocultaba la cuestin de su legitimidad. Una vez enrumbado completamente el comercio de esclavos, y con las minas y las plantaciones de las colonias tan dependientes de l, apenas quedaba incentivo para cuestionar una institucin tan central. Los indgenas y los africanos estaban ubicados, entonces, en diferentes posiciones del orden colonial, tanto social como conceptualmente. De manera oficial, se deba proteger a los indgenas tanto como explotarlos; los africanos eran esclavos, y aunque tenan derechos consagrados en la legislacin, era algo poco sistemtico y desigual (a pesar de que los espaoles s elaboraron un cdigo en 1789), y el inters principal estaba en el control, no en la proteccin. Dicha diferencia continu a lo largo del periodo colonial. Idealmente, los espaoles hubieran querido mantener tres categoras separadas: los espaoles, los indgenas y los africanos; es decir, los dirigentes, los tributarios y los esclavos. De hecho, las autoridades hablaban de la repblica de espaoles y de la repblica de indios, sta ltima basada en la comunidad indgena, que la legislacin cre e impuso. Tal ideal qued debilitada desde el principio por la posibilidad de manumitir a los esclavos lo cual cre los comienzos de una clase de negros libres; as como por el hecho de que los descendientes de los espaoles nacidos en Amrica ya no eran simplemente espaoles, sino criollos (creoles). Adems, desde un principio, los indgenas se trasladaron a las reas urbanas y los espaoles usurparon la tierra indgena, mientras que algunos indgenas se volvan directamente dependientes de la creciente hacienda rural; ambos procesos minaron el vnculo de los indgenas con las comunidades que, en gran parte, definan su identidad como indios (Harris, 1955b: 354-9).
Sobretodo, el ideal de separacin se vio debilitado por el mestizaje. El sentido principal de dicho trmino es la mezcla sexual, pero est implcita la mezcla espacial de los pueblos y el intercambio de elementos culturales, cuyo resultado son las formas culturales nuevas y mezcladas. Los espaoles, los criollos, los indgenas, los negros libres y los esclavos se cruzaron entre s: espaoles indigentes con mujeres negras libres, princesas indgenas con espaoles aristcratas, esclavos fugitivos con mujeres indgenas, amos espaoles con mujeres esclavas, negros libres con indgenas y criollas; y su descendencia fue reconocida como gente con mezcla racial de varias clases. La nomenclatura racial era variable y existan docenas de clasificaciones, pero a menudo se utilizaba el trmino mulato para alguien de una mezcla supuestamente negra y blanca, zambo para la mezcla negra e indgena y mestizo para la mezcla indgena y blanca. Aunque no todos los mestizos eran mezclados, pues un indgena o una indgena que rechazara sus orgenes poda intentar pasar a esa categora. Toda la gente con mezcla real o nominal poda a su vez cruzarse con otros. Algunos mulatos eran esclavos, pero la mayora de la gente con mezcla racial era libre y en muchos sitios pronto superaron en nmero a los espaoles, a los criollos, a los indgenas y a los esclavos (Klein, 1986; Mrner, 1967; Rout, 1976). Pese a esta proliferacin de mezclas, los espaoles trataron de mantener distinciones categricas para los blancos, entre los indgenas y el resto de gente. Indio era una categora administrativa especfica: en muchas formas, una categora monetaria, pues el indgena tpico era alguien que viva en una comunidad indgena y pagaba tributo, en trabajo o bienes (Harris, 1995b: 354). Tambin era una categora censal, pues era importante el conteo de los indgenas en cuanto poblacin tributaria y trabajadora. En Brasil se daba menos el fenmeno de una poblacin indgena sedentaria y densa susceptible de explotacin mediante sistemas vigentes de estratificacin poltica, y las autoridades se preocupaban menos de mantener fronteras estrictas, pero los indgenas seguan teniendo un estatus administrativo especfico. En breve, indio se constituy en una identidad institucionalizada. Para los negros no exista nada comparable. Estaba la categora de esclavo, claro, pero definida muy especficamente, y por eso, el esclavo era una categora central para el censo. Pero muchos negros eran libres y se ajustaban a categoras ms vagas que agrupaban a todo el que no fuera blanco, indgena o esclavo. As, en Nueva Granada (la base de la actual Colombia), la categora residual del censo era simplemente la de (persona) libre, que inclua a los mestizos, los zambos, los negros liberados y los mulatos, y a veces los indgenas que haban evadido su identidad indgena formal al abandonar sus comunidades (Wade, 1986). En Brasil, la categora media consista de gente libre que volva a abarcar una amplia mezcla (Alden, 1987; 291). En Cuba (Martinez-Alier, 1989) usualmente se haca referencia a los pardos, y ocasionalmente tambin a los morenos (ms oscuros). En Mxico, mientras que algunos censos locales utilizaban detalladas categoras como mestizo, mulato libre y negro libre, otros censos simplemente clasificaban a toda la poblacin mezclada como casta (Seed, 1982: 577). Este sistema de estratificacin socioracial a menudo se denomina sociedad de castas, segn el trmino castas que se aplic diversamente a los estratos medios o a todo aquel que estuviera bajo los estratos ms altos. Dicho trmino no se usa para el Brasil, y hay evidencias de que all la situacin era ms fluida (Mrner, 1967), pero en lo bsico parece haber sido similar (Russell-Wood, 1982: 67-83). En esta sociedad, los blancos estn arriba, los indgenas y los negros abajo, y las posiciones intermedias se definan por diversos criterios de estatus, entre ellos, el color y la descendencia, muy importantes aunque no definitivos. As pues, en un censo, la ocupacin poda influir en la clasificacin racial; de la misma manera que la posicin del cnyuge (aunque el trmino racial no necesariamente se utilizaba, y su significado se expresaba con otros trminos: en Mxico, por ejemplo, con calidad, Seed, 1982; McCaa, 1984). La gente maniobraba para lograr una posicin y los litigios transatlnticos a veces tenan lugar cada vez que alguien que se senta blanco se consideraba insultado por ser llamado mestizo (Jaramillo Uribe, 1968: 181-6).
Hubo polmica acerca de lo abierto que era ese sistema de las colonias espaolas, y en particular, de lo importante de la raza para definir la posicin dentro de l. Chance (1978) y Mrner (1967) ven una sociedad relativamente abierta en la que la raza tena un decreciente papel que jugar conforme el mestizaje haca ms indeterminadas las identificaciones raciales. Jaramillo Uribe (1968), Carroll (1991) y McCaa (1984) dan mayor importancia a las ideas de la gente sobre el ancestro y la identidad racial. Para el caso de Brasil Russell-Wood (1982: 78) menciona el surgimiento de una meritocracia en el siglo XVIII, pero admite que la gente libre de color tena que luchar para superar ... la discriminacin y el prejuicio; por su parte, Lockhart y Schwartz (1983:403) afirman que durante este periodo la lite del comercio y las plantaciones vea como una amenaza a los estratos medios mezclados, en un orden social en el cual las definiciones de conflicto social se conceban frecuentemente ms respecto al color que a la clase econmica. Podra parecer que no hay una respuesta nica y que mucho dependa de los factores locales, pero parece claro que la ambigedad y el espacio de maniobra eran mayores en los rangos medios: para los del fondo del montn, ya fueran llamados indgenas o negros (o peor an, esclavos), haba menos flexibilidad (Wade, 1993a: 9). El punto es que dentro de este sistema, los indgenas tenan una posicin relativamente institucionalizada, mientras que no pasaba lo mismo con los negros: algunos de stos estaban en la categora de los esclavos, otros en la vaga categora media de castas, pardos o libres. Tambin parece que aunque en la prctica ambos conjuntos de gente sufran duras condiciones, los indgenas se consideraban de alguna manera superiores a los negros. Ello era obvio en las regulaciones matrimoniales, que permitan a los blancos casarse con mujeres indgenas mientras que restringan las uniones de negros y mulatos. En 1778, las autoridades expidieron regulaciones que obligaron a los blancos menores de 25 aos a buscar la aprobacin paterna de su matrimonio, con lo cual se impedan las uniones consideradas no apropiadas. Pero el matrimonio con los indgenas no tena restricciones, pues su origen no es vil como el de otras castas (Mrner, 1967: 39). Al analizar esas regulaciones, la Audiencia de Mxico hizo observaciones sobre el matrimonio entre indgenas y negros o mulatos, y recomend que se ordenara a los curas prrocos advertir a los indgenas y a sus padres sobre el serio dao que tales uniones les causarn a ellos mismos y a sus familias y aldeas, adems de impedir a los descendientes obtener posiciones municipales de honor en las que solamente se permite servir a los indgenas puros (cita de Mrner, 1967: 39). En suma, entonces, los indgenas y los negros tenan diferentes relaciones con las estructuras oficiales de la burocracia. Debido a que la relacin entre la ley y el orden social es visiblemente difcil de establecer, sera arriesgado argumentar que esa diferencia se transpuso directamente a una diferencia idntica de las percepciones coloniales populares sobre los indgenas y los negros, o de las condiciones de bienestar material. En realidad, a menudo se trataba sumamente mal a los indgenas. Pero las mismas leyes, especialmente las del ltimo periodo colonial, reflejaban, en parte, los intereses de la lite blanca; y est claro que, por ejemplo, la categora indio no era simplemente una ficcin legal, sino una realidad cotidiana cuya reconstitucin tena lugar a travs de la prctica diaria. Los negros y los indgenas en las nuevas repblicas
Con la Independencia, las anteriores colonias espaolas empezaron a desmantelar las trampas administrativas del Imperio, aunque Brasil obtuvo la independencia como un Imperio con derecho propio hasta que se convirti en una repblica en 1891, y Puerto Rico y Cuba siguieron siendo colonias de Espaa hasta 1898. Bajo la penetrante influencia del liberalismo europeo, se atac la categora de indio, y ms especialmente, la tierra indgena. Hubo una amplia accin para privar de su estatus a las comunidades indgenas y minar la existencia de una categora separada de gente que tena una posicin legal distinta de la de simple ciudadano. A menudo esas acciones no tenan efecto, y en los Andes haba fuertes intereses locales conferidos para mantener una categora distintiva de los indgenas (Harris, 1995b: 363). Las discriminaciones legales contra los mestizos se eliminaron gradualmente y para 1854 la esclavitud se aboli en las nuevas repblicas; en Brasil persisti hasta 1888, en Puerto Rico hasta 1873 y en Cuba hasta 1886 (Bauer, 1984; Grieshaber, 1979; Halpern Donghi, 1987). Sin embargo, las ideas sobre la raza y sobre las categoras de gente denominada indios, negros o mestizos no desaparecieron en absoluto del panorama nacional. Sigui existiendo una diferencia distintiva entre las imgenes de los negros y los indgenas en los debates sobre la identidad de las nuevas naciones (o del Imperio, en el caso de Brasil). Las ideas sobre la raza eran elementos cruciales en los debates sobre la identidad nacional en un mundo donde ya los nacionalismos europeos y norteamericanos dominaban la escena. Las lites latinoamericanas queran emular la modernidad y el progreso de esas naciones y aceptaban en general los principios del liberalismo que consideraba a la ciencia, la tecnologa, la razn, la educacin y la libertad del individuo como las fuerzas subyacentes de progreso. Pero estas naciones modernas y progresistas o bien no tenan poblaciones negras o indgenas significativas, o bien las mantenan estrictamente segregadas (como en el caso de los EE.UU.). En cambio, muchos pases latinoamericanos tenan gran cantidad de mestizos, negros e indgenas. Y peor an, a fines del siglo XIX, las teoras de la biologa humana que aceptaba el racismo cientfico occidental relegaban a los negros y a los indgenas a un estatus inferior permanente y condenaban a los mestizos como seres degenerados. Las lites latinoamericanas trataron de manejar esa situacin con la adaptacin de las teoras occidentales de la diferencia humana y la herencia. El determinismo racial de las teoras europeas se evitaba con frecuencia, y se pona nfasis, en cambio, en la posibilidad de mejorar la poblacin mediante programas de higiene social, para la salud y las condiciones de vida. Eran populares las teoras de Lamarck sobre el carcter de hereditarios de las caractersticas adquiridas durante un tiempo de vida nico, pues mantenan la esperanza de una perdurable mejora de la raza (Stepan, 1991). Se cuestionaba la idea de la degeneracin del mestizo, y en realidad en naciones como Colombia o Mxico, la mezcla se convirti en un smbolo de identidad latinoamericana, libre de la emulacin servil de los amos europeos o norteamericanos. Por otro lado, el tipo de mezcla al que se haca referencia a menudo estaba sesgada hacia lo blanco: la inmigracin europea se estimulaba con frecuencia, y hasta tena el auspicio estatal; y ms en general, el proceso de la mezcla se poda considerar como un blanqueamiento progresivo de la poblacin. Supuestamente, se esperaba que la mezcla produzca la eliminacin de los negros y de los indgenas y la creacin de una sociedad mezclada cercana al extremo ms distintivamente blanco del espectro. Una visin as resultaba casi mgica, pues cada instancia de la mezcla racial debiera implicar lgicamente tanto un oscurecimiento como un blanqueamiento, pero esa visin se sustentaba, por un lado, en las nociones eugensicas de que la sangre blanca era ms fuerte que otros tipos, y dominara naturalmente en la mezcla; y, por el otro, en las polticas inmigratorias que trataban de restringir la entrada de negros. Esas ideas y procesos eran compartidos en diversas formas por Brasil, Venezuela, Cuba, Argentina y Colombia, entre otros pases (Ver Graham, 1990; Helg, 1995; Skidmore, 1974; Stepan, 1991; Wade, 1993a; Wright, 1990).
En el intento de esbozar una identidad nacional distintiva, se podra hacer referencia (o no podra evitarse hacerla) a las races histricas de la nacin. Desde los aos 20 del presente siglo, los indgenas se convirtieron en un smbolo fundamental de la identidad nacional en pases como Mxico y Per: ambos pases crearon departamentos gubernamentales para asuntos indgenas, y Per reconoci a la comunidad indgena como una entidad legal mientras que Mxico creaba institutos acadmicos dedicados al estudio de los pueblos indgenas. En Brasil se estableci en 1910 una agencia para ocuparse de la proteccin de los indios . Esa era en general la ideologa del indigenismo. Este trmino abarca una variedad de perspectivas, pero la nocin central consista en que los indgenas necesitaban un reconocimiento especial y que se les adjuntaban valores especiales. Muy a menudo, se trataba de un simbolismo extico y romntico, basado ms en la glorificacin del ancestro indgena precolombino de la nacin que en el respeto hacia las poblaciones indgenas contemporneas. As, la realidad era frecuentemente de una continua discriminacin y explotacin. Adems, el futuro generalmente se conceba como de integracin y mestizaje. Por ejemplo, Manuel Gamio (que lleg a ser director del instituto Indgena Interamericano de Mxico) emprendi investigaciones arqueolgicas en Teotihuacn as como estudios de comunidades indgenas contemporneas. Al mismo tiempo, su perspectiva general era integracionista y conforme a las tpicas ideas de construccin nacional basada en la educacin y la incorporacin o inclusin (Brading, 1988; Hewitt de Alcntara, 1984: 10). Para Mxico, el indigenismo posrevolucionario ... representaba todava otra formulacin no indgena del problema indio: era construccin blanca/mestiza ... parte de una larga tradicin que se remontaba hasta la Conquista (Knight, 1990: 77). En Brasil, asimismo, todo proyecto indigenista aspiraba a resolver el problema de transformar a los indgenas de ... la salvajera a la etapa superior de civilizacin (Lima, 1991: 246). Por otro lado, algunos indigenistas tomaron posiciones mucho menos integracionistas. Por ejemplo, los peruanos Jos Carlos Maritegui (1895-1930) y Vctor Ral Haya de la Torre adoptaron una lnea ms radical, casando al socialismo y al indigenismo y modelando la futura nacin sobre los aspectos supuestamente socialistas de la antigua cultura indgena andina (Hale, 1984; Chevalier, 1970). Una visin as responda en parte al hecho de que en los Andes an viva una densa poblacin indgena. Sin embargo, y sea cual sea la variedad, el punto sigue siendo que los indgenas a menudo se consideraban como una categora especial, necesitada de la atencin especfica de los intelectuales, el Estado y la Iglesia. Los negros tenan muchas menos posibilidades de ser simbolizados de esa forma y muy raramente constituyeron la manifestacin simblica de una herencia gloriosa. Slo en Cuba y Brasil, con sus extensas poblaciones negras, hubo una positiva reevaluacin de lo negro en algunos crculos; aunque sta igualmente tenda a ser integracionista en cuanto al tono, y enfatizaba en el surgimiento de una sociedad mixta en la cual se valoraba el componente negro siempre y cuando estuviera bajo control. Y an as, esa tendencia era principalmente literaria, cuyo impacto era apenas discernible sobre la poltica gubernamental. Durante los aos 20 y 30, en Cuba existi en los crculos literarios una tendencia hacia el afrocubanismo, con autores como Alejo Carpentier y Nicols Guilln a la cabeza (Bueno, 1993; McGarrity y Crdenas, 1995: 92; Prescott, 1985). Franco (1967: 103-132) argumenta que esa tendencia se inspir en la visin vanguardista europea del primitivismo como una alternativa a la racionalidad cientfica. La msica afrocubana tambin produca impactos dentro y fuera del pas (Manuel, 1995; Roberts, 1979). Aunque en esas tendencias estaban presentes slidos elementos que revelaban la apropiacin por parte de los blancos de aspectos exticos de la cultura negra (los negros no aparecan con frecuencia en las orquestas de baile que tocaban msica afrocubana, Daz Ayala, 1981: 158), constituan sin embargo, algo distinto a la imagen de los negros como simplemente atrasados e inferiores.
En
Brasil,
el
musiclogo
Mario
de
Andrade
tambin
acept
los
elementos
musicales
africanos
como
una
parte
valiosa
de
la
msica
brasilea
nacional
mestiza
(Reily,
1994),
pero
fue
Gilberto
Freyre
quien
realmente
intent
producir
una
visin
de
Brasil
que
fuera
ms
all
de
los
dilemas
creados
por
el
racismo
cientfico
y
su
calificacin
del
pas
como
racialmente
hbrido
y
por
tanto
inferior
(Skidmore,
1974:
184- 192).
Las
polticas
de
blanqueamiento
mediante
la
inmigracin
an
existan,
pero
para
la
poca
de
Freyre
el
racismo
cientfico
estaba
en
decadencia;
en
todo
caso,
algunos
pensadores
brasileos
trataban
de
evitar
sus
versiones
ms
deterministas.
El
objetivo
de
Freyre
era
redefinir
a
la
nacin
brasilea
como
mestiza,
y
orgullosa
de
serlo.
An
as,
su
visin
era
sumamente
asimilacionista.
Por
ejemplo,
en
su
libro
de
Brazil:
An
Interpretation
(1951),
afirmaba
que:
Brasil
se
considera
hoy
una
comunidad
de
cuya
experiencia
sobre
el
entrecruzamiento
racial
pueden
sacar
provecho
otras
comunidades.
Probablemente,
en
ninguna
otra
comunidad
compleja
moderna
se
resuelven
los
problemas
de
raza
ms
democrtica
o
cristianamente
que
en
la
Amrica
portuguesa.
Y
la
experiencia
brasilea
no
indica
que
ese
entrecruzamiento
lleva
a
la
degeneracin
(pp.
98-99).
Lo cual afirmaba que Brasil se haba beneficiado realmente de la mezcla racial, pues eso haba resuelto los problemas de las relaciones raciales. Tambin deca que los brasileos generalmente sienten que nada que niegue u oculte la influencia de lo amerindgena y lo negro es sincera u verdaderamente brasileo: por tanto, la autntica identidad de Brasil era mestiza (p. 122). Por otra parte, el autor declaraba que: En Brasil, los negros estn ahora desapareciendo rpidamente, al fundirse con la estirpe blanca (p. 96) y aunque Brasil an tiene que enfrentar el problema de asimilar a ciertas tribus amerindgenas as como a esos grupos de negros cuya cultura sigue siendo extensamente africana, eso no era un problema central, pues la tendencia general entre los brasileos de mentalidad amplia [admite que no todos ellos lo son] es mantener una poltica de asimilacin lenta e inteligente hacia los africanos as como hacia los indgenas; con esa poltica, el grupo que se asimila puede incorporar en su cultura ciertos valores de inters general o de importancia artstica (p. 119). Algo de eso (pero no todo) era muy optimista, de hecho, ingenuo, al aplicarse a las realidades estructurales y culturales de la sociedad brasilea; pero se trataba de un intento por redefinir la identidad de Brasil como algo diferente a la copia servil de las naciones euroamericanas, y an as, complejo [y] moderno; en efecto, es una redefinicin de la modernidad alejada de lo blanco y en direccin a lo hbrido, un movimiento que anuncia los debates ms posmodernos, abiertos tambin a la naturaleza hbrida de Latinoamrica (Garca Canclini, 1989; Schwarz, 1992: 1-18). Pero el punto esencial es que el tipo de redefinicin de la identidad nacional que algunos intelectuales y acadmicos cubanos y brasileos trataban de lograr, era poco frecuente dentro del contexto latinoamericano, donde la preocupacin mayor era con los indgenas. Quiz, lo ms importante an consista en que esos intentos estaban a nivel de la imagen, la representacin y las producciones literarias y musicales; raramente involucraban la poltica estatal. Los enfoques indigenistas generalmente s lo hacan, con lo cual continuaban la tradicin de cosificar a los indgenas como objetos de la atencin oficial. Los negros y los indgenas en la poltica y en las ciencias sociales
Los acadmicos no han puesto mucha atencin a la distinta posicin de los negros y los indgenas en el espacio poltico e imaginario de la nacin, pero a m me parece de gran importancia: ha tenido consecuencias polticas y ha afectado la forma en que cada categora ha llegado a ser un objeto de estudio a nivel acadmico. Colombia es un buen ejemplo de esta diferencia y sus consecuencias.
En Colombia, los indgenas han sufrido terribles discriminaciones y abusos; y los sufren an hoy, aunque legal y conceptualmente tengan una posicin especial. La legislacin de 1890 reafirm la existencia de resguardos indgenas (reservaciones) y de consejos indgenas para gobernarlos. En 1941, el Estado cre un instituto de etnologa cuyo propsito principal era estudiar a la sociedad y la historia indgenas. Desde que en los aos 40 comenz la institucionalizacin acadmica del trabajo antropolgico, gran parte de ste se ha enfocado en los indgenas. El Museo del Oro de Bogot se centra exclusivamente en los indgenas precolombinos, a pesar de que existieron importantes tradiciones de artesana en oro en las regiones africanas de donde provino gran parte de la poblacin del pas. La movilizacin indgena para luchar por la tierra y los derechos ha sido una fuerza significativa desde los aos 60, y se han obtenido (al menos sobre el papel) importantes concesiones. Legalmente, los indgenas, que forman aproximadamente el dos por ciento de la poblacin nacional, poseen ahora como reservaciones cerca del veintids por ciento del territorio nacional; aunque el fortalecimiento prctico de esa propiedad sea otro asunto. En la reforma constitucional de 1991, los grupos indgenas ganaron importantes derechos, inclusive el derecho a dos bancas en el Senado de la Nacin (Arocha, 1992; Jackson, 1995; Wade, 1993a: 352-355, 1995a). En cambio, y segn Friedemann (1984), a los negros se los ha hecho invisibles en la nacin: han sido sistemticamente ignorados, marginados y minimizados. Yo opinara que las cosas no son tan tajantes, debido a que por ms de cien aos los comentaristas de la identidad nacional colombiana siempre han reconocido la existencia de los negros, pero es cierto que a menudo ha sido para menospreciarlos o caricaturalizarlos de algn modo. En realidad, es verdad que se los ha estudiado muy poco acadmicamente (porque no representan la otredad cultural que la antropologa buscaba entre los indgenas), y que polticamente, se los ha visto simplemente como ciudadanos comunes, mientras que en la prctica sufren discriminacin racial (Wade, 1993a). La movilizacin poltica negra ha sido mucho menor que la de los indgenas y en la reforma constitucional de 1991, a los grupos negros les fue mucho peor con respecto a la obtencin de concesiones sobre derechos de tierras y reconocimiento cultural, aunque s dieron pasos fundamentales en ambos aspectos, hacia su constitucin como una categora especfica cultural, poltica y conceptual dentro de la nacin (Wade, 1955a; Arocha, 1992; Friedemann y Arocha, 1995). En mi opinin, este contraste tiene sus races en la historia arriba mencionada y el resultado en trminos acadmicos ha sido la separacin general de los estudios sobre los negros y de los estudios sobre los indgenas (con algunas notables excepciones como la de Whitten [1981a] y Taussig [1980, 1987]); y el relativo descuido de los negros, con excepcin principalmente de Brasil, donde incluso, los indgenas han sido considerados desde la perspectiva antropolgica, mientras que generalmente los socilogos han estudiado a los negros. Frente a esto, una tendencia consiste en centrarse en los negros, lamentar la desatencin que reciben en los crculos acadmicos en comparacin con los estudios sobre los indgenas y buscar arreglar esa situacin; lo cual enfatiza las diferencias entre los negros y los indgenas como categoras. Otra tendencia es considerar a los negros y a los indgenas como bastante similares: ambos grupos se ven como minoras en el intento de las naciones estado por construir un futuro de homogeneidad; ambos grupos estn en el fondo de una escalera que representa jerarquas paralelas de riqueza, educacin, civilizacin y raza; ambos grupos son componentes del proceso progresivo y modernizador de blanqueamiento de la nacin (Stutzman, 1981; Whitten, 1985; Wade, 1993a).
Ninguna perspectiva es totalmente correcta o equivocada. El punto es de entender a los negros y a los indgenas dentro del mismo marco terico general, especialmente en el contexto de la nacin latinoamericana, al tiempo de reconocer tambin las diferencias histricas, polticas y conceptuales que s existen entre esas categoras. Tanto los negros y los indgenas han sido caracterizados como los Otros, y localizados en los espacios correspondientes a los marginados de la nacin; pero han sido encajados de diferentes maneras en lo que llamo las estructuras de la alteridad. Por ejemplo, la aparente invisibilidad de la gente negra de Colombia no se ha debido a un simple proceso de discriminacin (los indgenas han sufrido incluso mayores discriminaciones), sino al modo preciso en que su insercin tiene lugar en las estructuras de la alteridad. No se les ha institucionalizado como Otros de igual forma que a los indgenas. Sin embargo, es interesante que los escenarios polticos colombiano, brasileo y nicaragense hayan experimentado una relativamente reciente aparicin de los negros; en estos pases, algunas medidas constitucionales reconocen la categora especial de los negros en general o de grupos particulares de negros (ver el Cap. 6). De algn modo, ello corresponde a una relocalizacin de lo negro en las estructuras de la alteridad para hacerlo parecer cada vez ms como lo indgena. Negros e indgenas, raza y etnicidad Otra forma de introducir en las ciencias sociales la divisin entre negros e indgenas tiene lugar mediante la virtual y unnime presuncin de que el estudio sobre los negros consiste en el estudio del racismo y las relaciones raciales, mientras que el estudio sobre los indgenas aborda la etnicidad y los grupos tnicos. La idea esencial subyacente a ello es que la categora indgena no depende de significantes fenotpicos. Como mencion antes, durante el perodo colonial la identidad india dependa parcialmente de la localizacin en una comunidad indgena; al dejarla (lo que tambin significara dejar de lado la vestimenta tpicamente india y la lengua), se daba un paso en su camino hacia lo mestizo. Los estudios del siglo XX lo han confirmado: indio es una categora definida por significantes culturales (vestido, lengua, lugar de residencia, etc.) y la frontera entre indgena y mestizo se puede traspasar al manipular esos significantes (Bourricaud, 1975; Harris, 1995b; Van den Berghe, 1974a: 15). En cambio, lo negro a menudo se considera como una categora definida por criterios fenotpicos ms fijos que no pueden manipularse de igual manera. Aqu se debe distinguir dos series de problemas. La primera es que no es correcto, en mi opinin, ver a los indgenas simplemente como un grupo tnico o un conjunto de grupos tnicos. La categora indio era una parte integrante de los enfrentamientos coloniales dentro de los cuales surga el discurso sobre la raza; y, por ejemplo, los debates sobre el destino de la nacin que tuvieron lugar en Colombia a fines del siglo XIX y principios del XX, hablaban en trminos similares sobre las supuestas falencias de la sangre india y de la sangre negra. Entonces, desde una perspectiva macrohistrica, indio era una categora racial y conserva slidos elementos de ese pasado1.
La
otra
serie
de
problemas
se
relaciona
con
la
microescala.
No
hay
duda
de
que
a
nivel
individual,
los
indios
pueden
volverse
mestizos;
pero
tambin
es
verdad
que
los
negros
pueden
volverse
mulatos.
Como
expuse
en
el
captulo
anterior,
no
es
correcto
asumir
que
los
significantes
raciales
son
completamente
fijos
slo
por
ser
corporales.
Parte
de
esta
suposicin
viene
del
clsico
caso
estadounidense
en
el
que
la
identificacin
racial
ha
sido
muy
severa
y
se
ha
intentado
crear
categoras
rgidamente
delimitadas
de
negro
y
blanco.
Pero
an
all
ocurre
el
pasar
por,
de
forma
tal
que
una
persona
clasificada
como
negra
pasa
por
ser
blanca
en
otras
circunstancias;
y
asimismo,
los
negros
pueden
aclarar
su
piel
y
alisar
su
cabello.
La
pelcula
de
Spike
Lee,
Jungle
Fever,
juega
sagazmente
con
las
identificaciones
raciales
en
los
EE.UU.,
al
introducir
un
carcter
de
piel
oscura
que
al
principio
parece
ser
un
afro-estadounidense,
pero
que
por
su
habla
resulta
ser
un
talo
americano
(y
rabiosamente
antinegro).
Lo
esencial
es
que
no
es
correcto
hacer
una
extrapolacin
del
caso
estadounidense
para
las
identificaciones
raciales
en
general.
Por
ejemplo,
el
material
latinoamericano
muestra
que
a
la
misma
persona
vestida
pobre
o
elegantemente
se
la
identificar
con
distintas
apelaciones
segn
una
escala
entre
negro
y
blanco.
Esas
identificaciones
no
dependen
slo
del
fenotipo,
pues
el
contexto
de
los
rasgos
somticos
altera
la
clasificacin
que
de
esos
rasgos
hace
la
gente
(e
incluso
quiz
su
percepcin)
(Solan
y
Kronus,
1973).
Tambin
hay
muchos
informes
de
que
los
negros
a
menudo
se
utiliza
como
un
trmino
ms
o
menos
sinnimo
de
los
pobres
(por
ejemplo,
Harris,
1952),
lo
cual
indica
de
nuevo
que
el
estatus
econmico
influye
en
las
clasificaciones
raciales.
Por
eso,
las
identificaciones
de
negro
son
maleables,
tal
como
las
de
indio.
Pero
tambin
vale
la
pena
tener
en
mente
que
esa
maleabilidad
no
es
total.
La
migrante
indgena
de
la
Sierra
de
Per
que
se
convierte
en
una
empleada
domstica
en
Lima
est
en
camino
de
llegar
a
ser
una
mujer
mestiza,
pero
sus
antecedentes
no
se
olvidan;
el
trmino
cholo
se
usa
a
menudo
para
identificar
a
quienes
se
considera
entre
indgenas
y
mestizos
(Radcliffe,
1990).
Igualmente,
la
gente
con
rasgos
somticos
indgenas
o
negros
tpicos
tiene
muchas
dificultades
para
perder
esa
identidad,
aunque
no
se
los
clasifique
pblicamente
como
indgenas
o
negros
(Watanabe,
1995:
31).
En
Latinoamrica,
la
gente
normalmente
es
muy
sensible
a
las
posibilidades
del
ancestro
que
se
pueden
inferir
por
la
apariencia,
as
que
esos
significantes
no
se
pueden
borrar
completamente
cambiando
otras
claves.
Lo
cual
no
defiende
que
las
categoras
de
negro
e
indgena
sean
exactamente
las
mismas
en
cuanto
a
los
procesos
de
identificacin
que
implican.
Cada
categora
tiene
una
historia
distinta
con
diferentes
posibilidades
y
modos
de
construccin
y
de
transformacin,
tambin
dependientes
de
los
contextos
locales.
El
uso
de
la
palabra
raza
para
hablar
de
la
identidad
negra
y
de
etnicidad
para
hablar
de
la
identidad
indgena
es
bastante
justo
en
la
medida
en
que
se
reconozca
que
la
diferencia
entre
estos
trminos
no
es
de
oposicin
entre
las
clasificaciones
raciales
y
tnicas.
Tal
oposicin
separa
el
fenotipo
de
la
cultura,
como
si
el
primero
no
fuera
culturalmente
construido.
Para
m,
tanto
indio
como
negro
son
categoras
con
aspectos
de
categorizacin
racial
y
tnica.
En
suma,
creo
que
es
necesario
que
los
negros
y
los
indgenas
entren
en
el
mismo
marco
terico
de
referencia,
y
que
al
mismo
tiempo
se
reconozcan
las
diferencias
histricas
entre
ellos
y
sus
consecuencias
a
nivel
poltico.
Sin
embargo,
generalmente
se
ha
tratado
por
separado
a
los
negros
y
los
indgenas
(como
lo
demostrarn
los
captulos
siguientes).
Nota 1.
Hendrickson
(1991:
290)
observa
que
en
Guatemala,
las
categoras
indio
y
ladino
(mestizo)
se
refieren
explcitamente
a
etiquetas
de
la
raza,
as
como
del
grupo
tnico.
Muchos
autores
observan
que
los
indgenas
sufren
racismo,
aun
cuando
se
refieren
a
ellos
como
grupos
tnicos
(por
ejemplo,
Harris,
1995b:
371;
Whitten,
1976;
Watanabe,
1995).
3.
LOS PRIMEROS ENFOQUES SOBRE LOS NEGROS Y LOS INDGENAS. DESDE LOS AOS 20 HASTA LOS AOS 60 DE ESTE SIGLO
La integracin y el aislamiento de los indgenas Antes de la Segunda Guerra Mundial hubo bsicamente dos contextos superpuestos, para reflexionar sobre y estudiar a los indgenas de Latinoamrica. Por un lado, estaba el problema de los indgenas en el marco nacional, con el cual se relacionaba el pensamiento indigenista en todas sus variedades. Era un tema de debate para los polticos y los intelectuales, y la poltica siempre era un punto central, pues el problema consista en cmo integrar a los indgenas en la nacin modernizadora (y a veces, incluso se planteaba el hecho de si se deba integrarlos). El otro contexto era el de las ciencias sociales internacionales, conformado por las academias europeas y norteamericanas. Ese contexto nunca estuvo desconectado del primero, y de hecho, se integr a l progresivamente, en cuanto que algunos latinoamericanos interesados en sus pases de la poltica de (no)integracin se daban a s mismos una formacin proveniente de las ciencias sociales euroamericanas. Hay que tomar en cuenta que, en Mxico, tan pronto como en 1909, el americano alemn Franz Boas fund una Escuela de arqueologa y etnografa americana y la poltica no fue irrelevante en este contexto, aunque haba una tendencia a cederle el puesto al estudio cientfico. El funcionalismo fue una perspectiva terica importante desde los aos 30 hasta al menos los aos 60. En antropologa, este enfoque sola centrarse en comunidades particulares (no occidentales), con el objetivo de descubrir sus mecanismos internos de integracin social. El mtodo era intensamente etnogrfico, y basado en la estada en la comunidad por un largo periodo, preferiblemente con el aprendizaje de su lengua local; y los asuntos de cambio social y contexto nacional tendan a ponerse de lado en favor del estudio de los patrones estructurales y culturales al interior de la comunidad. Tambin influa en el contexto acadmico la ecologa cultural norteamericana, que a principios de los aos 40 intent comprender a los patrones culturales y la estructura social como adaptaciones ecolgicas. Por ltimo, muchos antroplogos daban una gran importancia al estructuralismo; en el contexto latinoamericano, Claude Lvi-Strauss fue el pionero, con su trabajo de campo en Brasil durante los aos 30; pero el pleno impacto de este enfoque terico no se sinti sino hasta los aos 60. Geogrficamente, haba tres reas de estudio principales: los Andes, Mesoamrica (especialmente Mxico) y la Amazona. En sta ltima, las cuestiones de la identidad y las relaciones raciales y tnicas no se abordaron en un contexto acadmico hasta muy tarde en el periodo que se analiza, aun cuando el indigenismo era en Brasil un tema de poltica interna desde al menos 1910 (Lima, 1991); y cuando se mencionaban estos temas, el inters central eran los indgenas como vctimas de genocidio. Por eso, inicialmente mi enfoque principal sern las dos primeras reas.
Mallon observa una diferencia entre Mxico (donde las fuerzas y la ideologa del mestizaje tuvieron precedencia, y se defina a los mestizos como lo central y a los indgenas como lo perifrico) y los Andes, donde la poblacin indgena era mucho mayor y las construcciones bipolares basadas en torno a imgenes de las serranas y las mesetas indgenas y de los valles y costas blanco/mestizos eran ms numerosas (Mallon, 1992: 35-8). Sin embargo, en ambas reas haba una divisin conceptual bsica entre lo indgena y lo mestizo. Por eso, en Mxico, los mestizos rurales se consideraban campesinos y la clase constitua la categora analtica central para los historiadores y los antroplogos; en cambio, los indgenas vivan en las regiones perifricas y se podan estudiar en sus propios trminos. Asimismo, en Per, se consideraba a los indgenas como tradicionales, incorporados gradualmente a la economa moderna de mercado (dominio de los mestizos) y por ende, convertidos ellos mismos en mestizos, quiz va la categora intermedia de cholo (Mallon, 1992). En general, entonces, se asociaba la clase con los mestizos y la etnicidad con los indgenas (aunque el trmino no se utilizara necesariamente). Al mismo tiempo, debido a que una perspectiva modernizadora general implicaba que la clase borrara eventualmente a la etnicidad, se supona que los indgenas podan ser estudiados como grupos y comunidades aislados, aunque a los indigenistas les preocupaban los problemas de integracin en la sociedad nacional, o la falta de dicha integracin. Otra faceta comn que une Mesoamrica con los Andes consista en la diferencia entre las llamadas comunidades indgenas corporativas cerradas y las comunidades integradas ms abiertas. Esa distincin rigi inicialmente en Mesoamrica, donde las comunidades cerradas eran las que haban tratado de mantener un cierto aislamiento defensivo (por ejemplo, en Mxico central y sudoriental, incluyendo a Chiapas, y en la sierra guatemalteca: Nash, 1970; Wolf, 1955). El contraste se estableca con respecto a las comunidades ms abiertas, asentadas a menudo en reas ms bajas e histricamente ms integradas, y correspondientemente su identidad india era ms dbil. La misma distincin tuvo lugar ms tarde en el caso de Per, para contrastar las regiones de la Sierra y de la Costa (Grieshaber, 1974a: 120). Los enfoques funcionalistas en Mxico En Mxico, los estudios sobre los indgenas que se hacan en los aos 30 y 40 correspondan principalmente a la modalidad clsica funcionalista. Por un lado, los indigenistas, como Manuel Gamio, se interesaban en investigar la historia indgena precolombina y en estudiar a los indgenas contemporneos con el fin de mejorar lo ms posible su estilo de vida e integrarlos. Los mexicanos y algunos de los primeros antroplogos norteamericanos llevaban a cabo estudios etnogrficos de las formas de vida de los indgenas ms aparentemente tradicionales e intocados. Por otro lado, algunos antroplogos estadounidenses como Robert Redfield empezaron en los aos 20 el estudio funcionalista de las llamadas comunidades folk o populares (no obstante ser indgenas, estaban muy lejos de ser puras, al haber tenido una larga experiencia de interaccin con gente no indgena, experiencia sta que en realidad se haba producido con las comunidades aparentemente ms aisladas) Importantes acadmicos, entre ellos, Ralph Beals, Oscar Lewis y George Foster, lo acompaaron en su camino y siguieron sus pasos. En los aos 50, el proyecto Chiapas de Harvard envi decenas de antroplogos, graduados universitarios y profesionales (incluyendo a Evon Vogt y Francesca y Frank Cancian), a la regin chiapaneca en el sudeste mexicano para efectuar estudios comunitarios, que a menudo eran todava sumamente funcionalistas en su enfoque, pese a las crecientes crticas, debido a sus pretensiones de integracin y armona y su descuido de la historia, el conflicto y el contexto ms amplio. (Para acceder a la polmica de ese periodo, consultar Hewitt de Alcntara, 1984: Cap. 1 y 2.)
Estos antroplogos diferan ampliamente entre s (por ejemplo, Lewis (1951) volvi a emprender el estudio de Tepoztln, tema de un libro anterior de Redfield (1930), y encontr envidia y disentimiento en lugar de armona y cooperacin); pero muchos de esos antroplogos tenan poco que decir respecto de las relaciones tnicas o raciales. Redfield trat el asunto de paso, por medio de su enfoque de la continuidad folk-urbana, que postulaba un polo tradicional ideal y tpico de la casi pura comunidad, en un extremo, y a travs de la comunidad folk y el pueblo local, hasta la ciudad regional en el otro extremo. A lo largo de esa continuidad, los valores y relaciones sociales se volvan gradualmente ms modernos (es decir, individualistas, ms seculares, menos homogneos y ms gobernados por las estructuras de clase y por el mercado). El cambio, a la aculturacin, ocurra mediante el contacto de formas ms tradicionales con otras ms modernas. Aparte de las obvias imperfecciones de una dinmica de este tipo, unilineal y basada ms en el intercambio descontextualizado de las actitudes que en las relaciones polticas y econmicas, hay poco all que nos hable sobre las identificaciones tnicas y raciales. Por el contrario, la implicacin consista en que la diferencia entre lo indio y lo mestizo poda medirse en una escala lineal caracterizada por la presencia o la ausencia de rasgos y actitudes objetivas; y eso apenas capta los complejos procesos de identificacin contextual del yo y del otro que estn en el corazn de la identidad. Sin embargo, en el molde funcionalista existieron tratamientos ms directos de las relaciones tnicas. Sol Tax (1942), Melvin Tumin (1952) y John Gillin (1951) escribieron sobre el tema en relacin con Guatemala, tal como lo hizo el mismo Redfield posteriormente (Redfield, 1956). Gillin y Tumin sostuvieron que los indgenas y los mestizos (o ladinos, como se los llamaba all) tenan relaciones de casta; esto es, dos grupos muy separados se dividan mediante una slida barrera social parecida a la frontera entre los blancos y los negros tal como ocurra en esa poca en los EE.UU.. Y haba mucho que argumentar sobre la conveniencia de ese trmino de casta para abarcar una variedad de contextos locales (Aguirre Beltrn, 1979: Cap. 8). La situacin en Mxico, por ejemplo, a menudo se consideraba ms fluida. A pesar del uso del concepto de casta, el enfoque funcionalista de las relaciones intertnicas tenda a enfatizar la armona e interdependencia ms que el conflicto y la explotacin. Como observa Hewitt de Alcntara (1984: 64-66), los acadmicos como Sol Tax y Manning Nash hicieron uso de los conceptos del pluralismo, provenientes originalmente del trabajo de J. S. Furnivall sobre Burma. El pluralismo trat de dar cuenta de la continua existencia de diferentes grupos culturales en una sola sociedad, en cuanto a su participacin comn en ciertas instituciones, especialmente las econmicas y polticas; y eso era lo que creaba la integracin social subyacente. Aunque posteriores versiones del pluralismo enfatizaron que esa situacin de interaccin poda incluir elementos de opresin, los miembros de la escuela de Tax-Nash planteaban que los indgenas y los no indgenas interactuaban principalmente porque se necesitaban mutuamente y reciban un necesario servicio durante ese intercambio (Hewitt de Alcntara, 1984: 66). Es decir, una benigna y armoniosa interdependencia y complementariedad subyaca en las relaciones tnicas. Los indgenas eran pobres porque estaban aislados y an as, tenan que adquirir el conocimiento, las habilidades y la tecnologa necesarias para una vida ms prspera. El desarrollo econmico debera planificarse de tal modo que lo permitiera, sin imponer una asimilacin cultural total.
Un corolario comn de estos enfoques funcionalistas y pluralistas consista en la idea de que la cultura indgena era tradicional, y por tanto, un freno en el proceso de modernizacin que se crea en marcha, o que al menos, se deseaba. Realmente, la clsica formulacin de esta perspectiva se desarroll ms en relacin con los campesinos que con los indgenas, y se la encuentra en la nocin de George Foster del bien limitado, basado en su trabajo sobre la aldea mestiza de Tzintzuntzan, desde 1948 en adelante (Foster, 1967). Segn Foster, los campesinos pensaban que la suma total del valor disponible para todos ellos era limitada; as, todos los que se hacan ms rico lo hacan a costa de los dems; lo cual daba lugar a envidia, desconfianza y conflicto intensos, y estas disposiciones sicolgicas inhiban la expansin y el crecimiento. Esta visin del mundo era el resultado de siglos de dominacin colonial, pero haba cuajado en una actitud autoperpetuadora. Los crticos de Foster sealaron que su argumento tenda a culpar a los pobres por ser pobres, pero su pobreza dependa mucho ms de circunstancias externas que de sus actitudes sicolgicas y los campesinos tradicionales aprovecharan en una forma apropiada las oportunidades de crecimiento que se les presentaran (Long, 1977: Cap. 3). Leyendo entre lneas este trabajo, se encuentra su premisa subyacente (tpica de un enfoque funcionalista de nivel comunitario) de que los grupos culturales son entidades relativamente fciles de conceptualizar: Hay un grupo, denominado X, que tiene fronteras dadas y una cierta cultura y estructura social dentro de esos lmites. La cuestin de cmo se constituyen y reconstituyen esas fronteras o la idea de que la cultura del grupo debera cambiar mientras la frontera permaneca, realmente no ingresaron en la escena. Las relaciones internicas en Chiapas Un artculo de Ben Colby y Pierre Van den Berghe (1961) ilustra esas tendencias sobre las relaciones tnicas en Chiapas, al sur de Mxico, es un interesante artculo, pues en parte se opone a la tendencia funcionalista y pluralista anterior, mientras que tambin conserva explcitamente algunas de sus ideas y suposiciones ms ocultas. Los autores ofrecen una detallada descripcin de la estructura social de San Cristbal de Las Casas, un pueblo colonial y un centro regional de Chiapas, e incluyen parte del rea rural circundante con sus comunidades indgenas. Los habitantes de San Cristbal, en su gran mayora, se llaman a s mismos ladinos y se ordenan por clases; la gente de la clase ms alta es ms blanca, la gente de la clase ms baja es ms oscura y de apariencia ms indgena. Pero los indgenas como tales no viven en el pueblo (donde se han ladinizado rpidamente), sino en las reas rurales. Socialmente, los ladinos tienen en todos los aspectos un rango ms alto que los indgenas. Los ladinos y los indgenas tambin poseen diferentes culturas, y Colby y Van den Berghe las enumeran en una lista que resume las diferencias en las orientaciones religiosas, las relaciones sociales y las familiares, las actitudes hacia el trabajo, etc. En una postura tpicamente pluralista, esas diferencias son recorridas por fuerzas bsicas integradoras, por instituciones en las que todo el mundo participa: la Iglesia catlica, el gobierno federal y local (aunque las informaciones que dan los autores tienden a minimizar la idea de ste ltimo como una influencia integradora, pues el gobierno local est enteramente en manos de los ladinos, mientras que los programas locales del Instituto Nacional Indigenista dependen de la administracin nacional), y la economa regional, en la cual los ladinos compran bienes indgenas (a precios de explotacin) y los indgenas y los ladinos intercambian servicios (esto es, los primeros trabajan para los segundos a bajas tarifas de pago). Estos intercambios econmicos son uno de los puntos de enfoque que integran a las culturas ladinas e indias (p. 780).
Las relaciones ladino-indgenas se describen como paternalistas, lo que presagia el tratamiento comparativo de las relaciones raciales que Van den Berghe publicara posteriormente (1967), una distincin entre las formas competitivas y paternalistas de las relaciones raciales y tnicas. Lo cual significa que los indgenas actan sumisamente y se les trata con una benigna condescendencia si conocen su lugar; el resultado es un grado de segregacin social, pues los ladinos y los indgenas nunca interactan en trminos equitativos. Sin embargo, en las relaciones de compadrazgo, por ejemplo, se traspasan esas fronteras, ya que los indgenas buscan a los ladinos para que sean padrinos de sus hijos. Los indgenas pueden pasar al grupo de los ladinos si hablan un correcto espaol y se visten y se comportan como los ladinos; entonces an se los llamar indios, pero se los tratar como ladinos (p. 783). Los autores no esclarecen esta ambigedad, aunque es difcil ver cmo ser tratado como un ladino podra incluir ser llamado indio cuando son tan fuertes las implicaciones de tal etiqueta en el estatus. En general, y debido a la flexibilidad de la lnea tnica, prevn un desplazamiento gradual desde este sistema paternalista, heredado del pasado colonial, hacia una sociedad integrada y mestizo hispana (p. 789). En cambio, en algunas reas de Guatemala, la lnea tnica es ms rgida y ello crea una situacin ms competitiva pues algunos indgenas se enriquecen, pero no se les permite traspasar esa lnea. Todo esto aporta una descripcin bastante til de las relaciones tnicas, comparable, en gran parte, a los informes rendidos por Tax, Gillin, Tumin y Redfield en el caso de Guatemala. Pero surge una serie de problemas. Primero, cada grupo se cosifica como una entidad ampliamente homognea con su propia cultura, cuyas caractersticas pueden enumerarse en una lista. Es algo implcito que moverse de un grupo al otro significa un cambio en los rasgos culturales. No se prev la posibilidad de que los indgenas que pasan a la clase ms baja del grupo ladino conserven algunas de sus caractersticas culturales, ni tampoco la idea de que la cultura puede cambiar mientras las fronteras tnicas persisten. Segundo, el grupo ladino se considera altamente estratificado en clases, de manera que refleja para s mismo una divisin ladinoindgena (esto es, los pobres ladinos tienen una apariencia indgena), pero aparentemente ello no tiene un efecto en la forma en que los ladinos de la clase alta tratan a los de clase baja, ni en cmo tratan a los indgenas los ladinos de la clase baja (algunos de los cuales, por ejemplo, deben ser sus parientes). Se nos pide creer que todos los ladinos tratan por igual a todos los indgenas. Tercero, la frontera ladino-indgena se muestra permeable, pero el modo en que persiste contina poco claro. Se presume que esa frontera existe por su propia cuenta, pero tiene que ser que se mantiene debido a las acciones de quienes son responsables de las identificaciones. El comportamiento de los ladinos de la clase baja hacia los indgenas se vuelve entonces crucial, pero como ya se observ, no se lo estudia. Las razones para que esa frontera persista en la forma en que lo hace son, asimismo, poco claras. Si ponemos de lado la afirmacin de que las diferencias en las relaciones tnicas que se observan entre Chiapas y el norte de Guatemala provienen de una diferencia en la flexibilidad de la lnea tnica (p. 787) (lo que parece tautolgico, pues las diferencias en las relaciones tnicas se refieren a la flexibilidad en esa lnea), la nica explicacin slida que se proporciona es que en Mxico ha existido una poltica de asimilacin cultural desde la revolucin de 1910-17, con lo cual el pasar por se convierte en una tctica relativamente aceptable. No se considera la idea de que la frontera (por ms flexible que sea) an puede existir porque para los ladinos es econmicamente ventajoso el explotar a los indgenas. Cuarto, los autores observan que los programas de modernizacin del Instituto Nacional Indigenista han sido ms intensos en las aldeas indgenas cercanas a San Cristbal, pero esas aldeas son precisamente las que han mostrado una resistencia reactiva y han mantenido su calidad distintiva cultural (p. 778). Esta observacin se deja en el aire, pero muestra que la modernizacin no lleva necesariamente a la ladinizacin, tal como podra suponer su anlisis; tambin indica que los elementos culturales pueden cambiar al tiempo de dejar intacta la lnea tnica o hasta fortalecerse; y eso minimiza su optimista prediccin de un desplazamiento hacia una sociedad mestizo hispana integrada, conforme los indgenas asciendan en educacin y riqueza. Finalmente, y aunque se mencionan las actividades de la INI, hay poca conciencia del lugar de los indgenas como una categora incluida en la nacin estado o de cmo reproducen las jerarquas locales a las nacionales.
En suma, entonces, este anlisis an porta una gran cantidad de carga funcionalista. Van den Berghe estaba pronto a cambiar, y tras un periodo de trabajo en Sudfrica, e influido sin duda por las menos benignas visiones de pluralismo que M. G. Smith propone para el Caribe (1965) y Leo Kuper para Sudfrica (Kuper y Smith, 1969), su propio enfoque se alej del funcionalismo, aunque conserv el concepto de pluralismo (ver el prximo captulo). Otros investigadores tambin empezaron a considerar la identidad tnica como ms flexible y cuyo destino no es desaparecer con el desarrollo. El estudio que hace Hinshaw en 1964 en una comunidad de Guatemala, a partir del primer estudio de Tax en 1937, mostr que los Panajacheleos se haban aculturado en esos aspectos [del vestido, la lengua y el empleo], a la vez que seguan siendo indgenas en identidad (Tax y Hinshaw, 1970: 192). Nash (1958) ya haba encontrado patrones similares, pero su argumento de que la tecnologa industrial no significaba desintegracin cultural en una comunidad indgena se diriga ms a probar que los indgenas podan alcanzar la modernizacin (de acuerdo con los lineamientos de la argumentacin de Tax de 1953 de que los indgenas guatemaltecos eran capitalistas de moneda suelta), que a mostrar la naturaleza contextual de la identidad tnica. El anlisis del colonialismo En ese tiempo, tambin haba en Mxico importantes corrientes (las que a fines de los aos 60 y 70 encontraron eco en Per, donde varios antroplogos mexicanos llevaron a cabo investigaciones) que iban en contra del funcionalismo (Hewitt de Alcntara, 1984: Cap. 2). Su hilo conductor era el anlisis del colonialismo emprendido especialmente por Gran Bretaa y Francia en el contexto de la descolonizacin de posguerra, pero que tambin haba sido parte del pensamiento radical de influencia marxista de los peruanos Jos Carlos Maritegui y Vctor Ral Haya de la Torre durante los aos 20 y 30, con alcance en toda la esfera acadmica latinoamericana. Segn Van den Berghe (1974b: 2), los mexicanos Gonzalo Aguirre Beltrn y Julio de la Fuente se contaban entre quienes llegaron a un feliz matrimonio de la teora marxista de clases y la antropologa de Chicago, y ello les permiti enfatizar la desigualdad y la explotacin, a la vez que manejar las identidades tnicas y raciales. Julio de la Fuente (que empez como marxista, sinti atraccin por el funcionalismo y de hecho trabaj con el padre de esa corriente, Malinovski, en un estudio de los mercados mexicanos a principios de los aos 40 [Drucker-Brown, 1982]) investig las relaciones intertnicas en la regin chiapaneca y lleg a la conclusin de que la etiqueta de indio era un instrumento que utilizaban los mestizos para atribuir una categora inferior a quienes perciban como diferentes y legitimar as su explotacin (de la Fuente, 1965; Hewitt de Alcntara, 1984: 46-48). En los aos 50 y los 60, Aguirre Beltrn desarroll el concepto de regiones de refugio. Como de la Fuente, su trabajo tena una fuerte influencia marxista y se centraba en la desiguales relaciones de explotacin entre los habitantes urbanos y los rurales en regiones bastante aisladas. En esas regiones de refugio, los habitantes urbanos utilizaban las atribuciones de la identidad indgena para legitimar la estratificacin social: el conflicto de clases entre la lite y las masas iletradas adquiere los tonos de una batalla intertnica (Aguirre Beltrn, 1979: 93).
En ambos enfoques hay un cuestionamiento implcito a la suposicin de que la frontera entre lo indgena y lo mestizo, y las categoras que separa, estn simplemente all, como hechos objetivos preconstituidos que deben investigarse. Lo que se implica es que ambas categoras se construyen dentro de procesos de explotacin e intercambio desigual, aunque ninguno de los dos investigadores examine realmente con detalle esa implicacin. Con ello se prefigura el enfoque instrumentalista hacia la etnicidad, esbozado en el Cap. 1. Sin embargo, surgen algunos de los mismos problemas que estn presentes en el caso del funcionalismo: no se presta suficiente atencin a la forma en que se construye y se mantiene esa frontera; se supone que todos los mestizos explotan a todos los indgenas de un modo que contradice las realidades del cruce de fronteras. Por eso hay una tendencia (como en otros anlisis de la situacin colonial) a crear dos grupos homogneos estticos, el de los colonizadores y el de los colonizados; como afirm Aguirre Beltrn respecto de la regin de Chiapas: la movilidad social apenas existe (1979: 93), un comentario que no logra captar nada sobre un proceso. Asimismo, y debido en parte a la influencia marxista, existe el problema de la reduccin de esas identificaciones tnicas y raciales a determinantes econmicas, y de la consiguiente negacin de su propia dinmica. La integracin de los negros en una sociedad de clases Como en el caso de los indgenas, una forma de aproximacin al tema de los negros consista en tratarlos como un problema dentro de los procesos de construccin nacional, y tambin en este caso, y especialmente entre los acadmicos latinoamericanos, ello se superpona fuertemente con el estudio de los negros como portadores de formas de vida particulares. Lo cual ocurri primero en pases con poblaciones negras extensas y con una cultura muy distintiva, principalmente Cuba y Brasil, que siguieron comprando esclavos africanos hasta fechas tan tardas como los aos 70 del siglo pasado (Curtin, 1969: 234), y con una esclavitud negra que lleg a las ltimas dcadas de ese siglo. En otros pases, como Colombia y Venezuela, los negros se consideraban dentro de la perspectiva general del futuro nacional y de su constitucin racial, pero slo posteriormente fueron un centro de atencin para el estudio (Wade, 1993a; Wright, 1990). Raimundo Nina Rodrigues, en Brasil, y Fernando Ortiz, en Cuba, estuvieron entre los primeros especialistas sobre los negros. El segundo, por ejemplo, public un importante estudio en 1906. En esa etapa, ambos acadmicos estaban sumergidos en el racismo cientfico del da. Ortiz estaba comprometido en una investigacin a largo plazo sobre la criminalidad y la cultura del hampa afrocubano, a las que pretenda estudiar para eliminarlas como elementos de atraso en el progreso de la nacin. En esa primera etapa de su carrera, Ortiz consideraba claramente como inferiores a los afrocubanos. En ese tiempo, la frenologa (el estudio que vinculaba la forma de la cabeza y los aspectos del carcter) era popular como parte de los mrgenes de la ciencia racial, y el frenlogo italiano Cesare Lombroso escribi el prefacio al primer libro de Ortiz sobre la criminalidad afrocubana (Ortiz, 1973[1906]; tambin, Ortiz, 1984). En Brasil, los primeros estudios del estudiante de medicina Raimundo Nina Rodrigues (l mismo, un mulato) lo convirtieron en el mas prestigioso doctrinario racista brasileo de su tiempo, hasta que muri en 1906 (Skidmore, 1974: 58). Su legado se ensombreci pronto, primero con la obra del mdico Arthur Ramos, sobre la cultura afrobrasilea, y luego en los aos 30, con los escritos de Gilberto Freyre. Como se dijo en un captulo anterior, Freyre se convirti en una figura central de las perspectivas brasileas sobre los negros y la identidad nacional. Pero redefinir lo que significaba ser brasileo no era una empresa puramente introspectiva: Brasil igualmente asuma una representacin en la escena internacional. En ese sentido, Freyre estableca una comparacin entre Brasil y los EE.UU., aspecto que conformaba parte vital de la autoimagen de Brasil, y en dcadas futuras, del discurso acadmico sobre las relaciones raciales comparativas en las Amricas.
Freyre proclamaba que, comparado con los EE.UU., Brasil era una democracia racial. Dicho argumento (tal como lo defenda Freyre, o como se desarroll posteriormente) defenda que la esclavitud haba sido ms benigna en Brasil, que los colonizadores portugueses eran ms tolerantes con la mezcla racial, que la abolicin haba causado menos perturbacin y cuestionamiento, que all no hubo segregacin en sentido estricto, ni linchamientos, y as por el estilo. Lo cual condujo a una sociedad ms tolerante y mezclada que, al tiempo de estar fuertemente dividida por la clase, era con respecto a las relaciones raciales ... probablemente lo ms cercano al paraso que poda encontrarse en el mundo (1959: 9). Frank Tannenbaum aadi peso acadmico a ese argumento en su libro Slave and Citizen (1948), donde defenda que tanto la ley esclavista ibrica (que permita de la manumisin) como la influencia de la iglesia catlica haban ayudado a integrar a los negros en las sociedades esclavistas latinoamericanas de modos contrastantes con la Amrica anglosajona. Ha habido mucha polmica sobre si la esclavitud era, de hecho, ms benigna en Latinoamrica que en los EE.UU. o, digamos, en Jamaica; y el resultado ha sido que era imposible generalizar; demasiadas cosas dependan de los factores locales (Davis, 1969; Graham, 1970; Lombardi, 1974). An as, era innegable que en Amrica Latina normalmente: (i) se liberaba a los negros ms a menudo que en el sudeste de los EE.UU.; (ii) la mezcla racial era ms comn; y (iii) los hijos de esa mezcla se reconocan como socialmente distintos de sus padres. En cambio, en los EE.UU.: (i) la libertad para los negros era limitaba y sumamente controlada; (ii) la mezcla racial estaba reprimida aunque ocurra; y (iii) no se conceda realmente un espacio social propio a la descendencia de las uniones mezcladas: el temprano reconocimiento de una categora mezclada o mulata era parcial y se evapor durante el siglo XIX, de modo que los mulatos se clasificaban bsicamente como negros. Segn Harris (1974), Tannenbaum estaba equivocado acerca de la ley y la Iglesia, pues las razones para esas diferencias eran econmicas y polticas. En Brasil, la falta de una poblacin indgena slida significaba que los africanos constituan la fuerza de trabajo principal, pero haba una brecha del mercado laboral, por as decirlo, entre los amos blancos y los esclavos. Esa brecha se sola llenar con esclavos liberados, quienes por lo general eran mezclados, pues los hijos mulatos de los hombres blancos y las mujeres esclavas eran candidatos evidentes a ser liberados. Entonces, el reconocimiento de la gente mezclada como una categora especfica resultaba una consecuencia natural. En los EE.UU., un copioso suministro de blancos pobres llenaba esa brecha, y las relaciones competitivas establecidas entre los blancos y los negros aseguraban la vigilancia de la categora negra a travs del racismo y las restricciones legales que trataban de hacer esclavos a todos los negros y de negar las categoras raciales intermedias. El argumento de Harris se debilita al considerar la existencia de una categora racial intermedia en las colonias europeas del Caribe, donde no pareca ser econmicamente necesaria, pero que surgi quiz ms como amortiguador poltico entre una diminuta lite blanca y una enorme poblacin esclava (Jordan, 1969). Hoetink (1969) tambin seal la importancia de la existencia de una slida estructura familiar blanca para inhibir la mezcla racial y, sobretodo, el reconocimiento de gente mezclada como socialmente diferente: ambas situaciones tenan ms posibilidades de ocurrir all donde, corrientemente, los colonizadores eran solteros. Fueran las que fueran las razones precisas para el surgimiento del contraste (ver Foner y Genovese, 1969; Wade, 1986), el punto sigue siendo que es difcil argir que en la raz del modelo latinoamericano haba algo de tolerancia generalizada. Es verdad que ese modelo se caracteriza por los complejos procesos de mezcla que han paralizado el surgimiento de fronteras relativamente claras y del tipo estadounidense entre negros y blancos; pero, como veremos en los siguientes captulos, esto no significa que Amrica Latina sea el polo opuesto de los EE.UU., tal como el paraso racial lo es del infierno racial. Ambas sociedades eran esclavistas y se construyeron sobre una estratificacin racialmente ordenada; se desarrollaron en formas diferentes, pero tambin tienen mucho en comn respecto de la jerarquizacin de las identidades raciales. Sin embargo, la idea de Brasil como una democracia racial, que Freyre populariz, ha sido muy influyente y estableci por regla general la agenda para gran parte del estudio sobre los negros en Amrica Latina.
Uno
de
los
resultados
de
las
diferencias
que
analiza
el
captulo
2
entre
el
estatus
de
los
negros
y
el
de
los
indgenas
en
el
panorama
intelectual
(y
especialmente
antropolgico)
fue
que
nunca
surgi
una
tradicin,
funcionalista
o
de
otro
tipo,
de
llevar
a
cabo
etnografas
cuyo
objetivo
fuera
explicar
las
caractersticas
internas
de
comunidades
negras
particulares.
Aunque
se
hicieron
algunos
estudios
con
base
en
la
comunidad,
el
fin
era
poner
en
claro
algo
acerca
de
las
relaciones
raciales
en
Brasil.
No
se
vea
a
los
negros
de
la
misma
manera
que
a
menudo
se
vea
a
los
indgenas,
como
a
Otros
que
estudiar
por
derecho
propio,
como
una
categora
separada;
a
los
negros
se
los
consideraba
en
trminos
de
sus
relaciones
con
los
dems
en
la
nacin,
en
una
forma
que
slo
ocasionalmente
se
aplicaba
con
los
indgenas.
El
libro
de
Donald
Pierson,
Negroes
in
Brasil:
A
Study
of
Race
Contact
at
Baha
(1942),
se
incluye
en
esa
tendencia
y
tambin
en
el
enfoque
de
las
relaciones
raciales
comparativas
implcito
en
el
trabajo
de
Freyre.
La
regin
de
Baha
ha
solido
atraer
la
atencin
acadmica,
en
cuanto
que
es
la
ms
negra
y
de
mayor
apariencia
africana
de
Brasil;
y
Pierson
encontr
en
ella
una
sociedad
de
clases
multiracial
(p.
336).
Para
l:
En
Baha
probablemente
hay
poco
o
ningn
prejuicio
racial
en
el
sentido
en
que
ese
trmino
se
usa
en
los
EE.UU.
No
hay
castas
de
base
racial;
slo
hay
clases.
Lo
cual
no
significa
que
no
haya
nada
que
debera
llamarse
prejuicio
propiamente,
sino
que
ese
prejuicio
que
s
existe
es
de
clase
ms
que
de
casta
(p.
331).
Pierson usaba la palabra casta como se lo haca en los EE.UU., para caracterizar la profundamente arraigada segregacin entre negros y blancos en el sudeste estadounidense, llena de complejas reglas de etiqueta que definan el comportamiento adecuado entre los blancos y los negros, sin importar cual fuera su estatus econmico, como el entre amo y sirviente. En cambio, Pierson encontraba que las relaciones entre las razas brasileas siempre han sido, en gran parte, ntimas y cordiales (p. 335, las itlicas son mas). La supuesta profundidad histrica que se da a esta cordialidad (Srgio Buarque de Holanda ya haba escrito sobre el hombre cordial como una figura central del carcter nacional brasileo; Linger, 1992: 8) implica la idea de una esclavitud brasilea benigna; y, para el futuro, Pierson conceba la gradual aunque persistente reduccin de todas las marcas distintivas raciales y culturales y la fusin biolgica y cultural de los africanos y los europeos en una sola raza y en una cultura comn (p. 337). Los problemas de tal enfoque son mltiples y ms evidentes ahora cuando est claro que las identificaciones raciales y tnicas no desaparecen. Basta decir por ahora que Pierson haba desechado lo principal junto con lo secundario: para l, Baha no era como los EE.UU.; por tanto, la raza casi no tena importancia. El hecho de que, segn sus propias estadsticas, el 98 por ciento de los negros fueran de la clase baja, mientras que el 86 por ciento de los blancos fueran de lo que l llamaba la intelligentsia (o sea, la clase alta), tena que explicarse, dentro de su enfoque, en trminos de las discriminaciones pasadas (por ejemplo, la esclavitud) que haban desplazado a los negros al ltimo lugar, pero que ahora se consideraban (casi mgicamente) simplemente como discriminaciones de clase. El racismo no jugaba otro papel en el mantenimiento de la desigualdad; y eso era obvio para Pierson, pues las relaciones eran cordiales. La posibilidad de que el racismo poda operar en formas distintas de la de EE.UU. no se investig realmente. Cuando, tras los horrores del racismo nazi y como parte del desmantelamiento final del racismo cientfico y de la eugenesia, la UNESCO (encabezada entonces por Arthur Ramos) decidi emprender un estudio de las relaciones raciales en Brasil, cuya visin vital consista en esa visin tradicional de Brasil que proporcionaron Freyre y Pierson (Toplin, 1971). Con ese estudio se pretenda que, dentro de la iniciativa general de la UNESCO para luchar contra el racismo (Barkan, 1996), se mostrara al mundo cmo hacer las cosas bien a ese respecto.
Los estudios de la UNESCO cubrieron reas muy distintas de Brasil, lo cual es importante para valorar los resultados de su investigacin. Un equipo de la UNESCO, encabezado por Charles Wagley y con la participacin de Thales de Azevedo, Luiz Costa Pinto, Harry Hutchinson, Marvin Harris y Ben Zimmerman, se ubic en el centro y el noreste brasileo, inclusive Ro de Janeiro. Otro equipo, con Roger Bastide y Florestan Fernandes a la cabeza, y con Oracy Nogueira, se centr en el sudeste brasileo, especialmente en San Paulo. En esta ltima regin, la presencia negra era ms reciente y haba una amplia poblacin blanca, mucha de la cual tena un origen europeo reciente; se poda argir que all las relaciones raciales eran ms conflictivas que en el noreste donde Pierson tambin haba trabajado. Adems, Fernandes era ms radical en sus opiniones que muchos en el equipo del norte; y luego form parte de la llamada escuela de San Paulo, con Fernando Henrique Cardoso y Octavio Ianni, a quien el gobierno militar expuls de la universidad de San Paulo. Los resultados de los estudios de la UNESCO variaban mucho, pero en general, haba pocas evidencias que sustentasen la idea de una democracia racial. Muchos investigadores informaron sobre prejuicios y discriminaciones raciales (por ejemplo, Azevedo, 1953; Bastide y Fernandes, 1955; Nogueira, 1955; Wagley, 1952). A continuacin ms que intentar resumir todos esos estudios, que han sido revisados en Bastide (1957), Banton (1967), Graham (1970) y Fontaine (1980), se miran en detalle un par de ejemplos significativos. Marvin Harris hizo un estudio antropolgico de la aldea de Minas Velhas en Minas Gerais (Harris, 1952). En ese estudio, detall extensamente los estereotipos negativos y racistas que rodeaban la imagen del negro en esa aldea, pero luego explic que los blancos nunca se comportaban realmente en base a esos estereotipos, porque no haba un papel del estatus para los negros como negros, ni para los blancos como blancos (1952: 63). Es decir, la imagen del negro era un tipo ideal que no corresponda a un individuo real; no haba una categora real de gente a la que se considerase como negros. Este trmino era prcticamente un insulto, y por eso, la palabra preto se utilizaba ms comnmente para la gente de piel oscura. En realidad, el estatus de la gente se determinaba por una serie de criterios (principalmente la riqueza y la ocupacin), de los cuales la identificacin racial slo era uno ms. La comparacin implcita con los EE.UU. resulta clara: se estableca la oposicin entre un sistema en el que el criterio racial s defina todo (el sistema de castas estadounidenses en el cual a un negro PhD se lo segua llamando nigger (negro), como Malcolm X lo expres tan substanciosamente), y otro sistema en el que el criterio racial era simplemente un factor ms entre otros (por ejemplo, el sistema brasileo de clases). Luego Harris entr en ms detalle sobre la estructura social de la aldea y defini tres grupos ordenados en base a la riqueza y la ocupacin. Para l, esos grupos representaban los grupos de estatus reales, pues definan a quines se asociaban con quines en base a trminos sociales equitativos. Harris luego analiz si la raza poda colocar a alguien en un grupo diferente del que le calificaban su riqueza y ocupacin. Encontr que la raza era un diagnstico secundario en cuanto que casi nunca ocurra: slo exista un hombre negro que calificaba econmicamente para un estatus del grupo A, pero a quien se le negaba una plena participacin social en ese grupo debido a que era negro (p. 68). Sin embargo, el autor admita que, ya que los criterios de raza y clase se superponan tanto, eso no nos deca gran cosa. Esto es, cada grupo era ms o menos homogneo con respecto a los criterios tanto econmico como racial: slo el 4% del grupo alto era no blanco, y a la vez, slo el 20% del grupo bajo era blanco (p. 70). As, decir rico era lo mismo que decir branco (blanco), mientras que pobre y preto tambin resultaban prcticamente sinnimos. Harris prosegua diciendo que en el grupo medio era evidente que los criterios raciales creaban una divisin. All, la gente se divida en base a su identificacin bsica, con los blancos ricos contra los negros pobres. Eso era evidente, por ejemplo, en la creacin de la competencia en las celebraciones de carnaval, para los brancos ricos y los pretos pobres, lo que sola dividir al grupo medio. As pues, no haba justificacin para minimizar a la raza como un efecto secundario imaginario de la estructura de clases (p. 77).
El estudio de Harris tena una serie de defectos. Admita que la superposicin entre la raza y la clase minaba seriamente todo el procedimiento para valorar la raza como un diagnstico de la posicin social. Una forma mejor de proceder hubiera sido definir los grupos de estatus independientemente, simplemente en base a quin se asociaba con quin en trminos equitativos, y luego ver qu tan homogneos eran esos grupos respecto de los criterios de raza y clase. Eso tambin habra resultado en el mismo problema, pero habramos sabido ms sobre lo que pas con la significativa minora de blancos en la clase baja: Cmo trataban a los negros y a los mulatos dentro de su clase? Tenan mayores oportunidades de subir en la escala econmica por ser blancos y obtendran un trato favorable de los blancos ms ricos? El anlisis de Harris es demasiado esttico (y de hecho, la economa de la misma aldea estaba demasiado estancada) para responder a esas cuestiones cruciales. Sin embargo, Harris sigui haciendo afirmaciones ms generales sobre la raza en Brasil, por ejemplo, en Patterns of Race in the Americas, que se public por primera vez en 1964. Ah deca que el asunto de la discriminacin racial difcilmente es un asunto vital y que en la medida en que concierne al comportamiento, las razas no existen para los brasileos (1974: 63, 64). Sin embargo, Thales de Azevedo, al trabajar en Baha, haba llegado a la conclusin de que an se considera a la gente de color como parte de una categora social y biolgica caracterizada por rasgos que se ven como inferiores a los de los blancos (1953: 103). Para Harris, la clase era el principal factor para la ordenacin de la posicin social: Es la clase la que determina a quin se admitir en los hoteles, restaurantes y clubes sociales (1974: 61). Pero en 1951, la bailarina negra estadounidense Katherine Dunham se haba quejado de no ser admitida en un hotel de San Paulo y el escndalo posterior haba llevado a la aprobacin de la Ley Afonso Arinos, que prohiba tal discriminacin (Skidmore, 1974: 212). Azevedo tambin haba encontrado que a menudo, los negros no tropiezan con las barreras (raciales) porque, al conocer los prejuicios de los blancos, evitan ciertos sitios (1953: Cap. 7). Harris (1970) tambin defenda que las modalidades brasileas de clasificacin racial llevaron a la maximizacin de la ambigedad: hay muchos trminos que se utilizan comnmente para clasificar a la gente por su apariencia y la misma persona pudiera ser clasificada de diferentes maneras por gente diferente. Eso contrastaba con los EE.UU., donde la terminologa racial era ms simple y alcanzaba un mayor acuerdo. Brasil no poda tener un sistema de minoras, pues el sine qua non de cualquier sistema de minoras viable es un mtodo infalible de separar una poblacin en grupos superiores e inferiores de clase, estatus y posicin social (Harris, 1974: 54). Aqu los problemas surgen, primero, porque aunque en Brasil (y en otras partes de Amrica Latina) muchos trminos se utilizan para clasificar a la gente, otras investigaciones sealan que, en la prctica, la gente opera con categoras prototpicas conceptuales bsicas para ordenar esa variedad que a grosso modo corresponde a los negros, los blancos y los indgenas y a las mezclas de primer nivel entre esas tres categoras (Sanjek, 1971; Whitten, 1985: 42). Segundo, es cierto que no hay un sistema de minoras viable, en Brasil o en otro lugar de Latinoamrica, pero eso difcilmente esclarece el papel que evidentemente juega la raza. Aqu tambin, como en el caso de Pierson, se desecha lo principal junto con lo secundario.
Fernandes (1969) fue ms enftico en afirmar la existencia del racismo en la sociedad de San Paulo; su libro se inspir en la investigacin hecha en los aos 50 y document en detalle cules son los sentimientos de los negros y los blancos hacia el otro grupo y acerca del racismo. Pero el detalle del trabajo (que en todo caso es bastante abstracto, pues hay poca etnografa concreta y muchas ancdotas y entrevistas) se incluye en la comprensin global que tiene Fernandes sobre la raza y el capitalismo. Este autor consider un proceso general segn el cual la esclavitud colocaba a los negros y a los mulatos (el autor no distingua demasiado estas dos categoras) en el fondo de la jerarqua social. La abolicin se produjo bajo las presiones de la expansin capitalista y la demanda del trabajo libre. Pero los negros liberados no se integraban, debido a su falta de educacin y destrezas necesarias para laborar en el mercado capitalista, o en el llamado por Fernandes orden social competitivo. La fuerte inmigracin blanca que ocurri en el sur de Brasil entre 1880 y 1930 simplemente exacerb esa situacin, desplazando a los negros del mercado laboral y originando un escenario de marginalidad en el cual el alcoholismo, el crimen, las familias desintegradas y dems minaban an ms su capacidad para competir. Sin embargo, la inmigracin expandi el orden social competitivo, y conllev modernizacin y, con el tiempo, la gradual integracin de los negros. As pues, Fernandes observ un cambio gradual desde una sociedad tradicional basada en el paternalismo y con los negros conocedores de su lugar, hacia un capitalismo democrtico dentro del cual la discriminacin racial no tendra una funcin; las identidades raciales declinaran frente a la clase. Segn Fernandes, el racismo que tan cuidadosamente document era un anacronismo, un remanente de tiempos anteriores, pero que permanecera a menos que de parte de los blancos hubiera un esfuerzo proactivo; tambin haba que culpar a la indiferencia blanca de la falta de integracin negra. Fernandes denomin sistema de acomodacin (1969: 391) al resultado que encontr en los aos 50: a un pequeo nmero de negros y mulatos se les permita la movilidad individual, mientras que el resto permaneca en los estratos ms bajos, mantenidos all por los estereotipos negativos y la discriminacin racial, por la indiferencia blanca y la falta de un cuestionamiento poltico concertado por parte de los negros y los mulatos. El prejuicio racial generalmente disimulado y muchos negros mismos (especialmente aquellos que aceptaban su lugar en ese sistema) negaban su existencia. Los negros que s lograban ascender tendan a distanciarse de otros negros, y se asociaban y quiz se casaban con gente blanca; lo cual tambin dificultaba la movilizacin poltica negra. La concepcin de Fernandes de que existe un cambio general en marcha desde una sociedad tradicional a una sociedad moderna en la que la identidad racial es irrelevante por definicin, suscita varios problemas. Bastide (1957) era menos optimista y vea una continua predisposicin para el racismo en una sociedad competitiva; y esa misma posicin era la de Van den Berghe (1967: cap. 3). Sin embargo, para m, los detalles del anlisis de esa prctica de acomodacin captan muchos aspectos importantes de las identificaciones raciales en Brasil y otras partes. Para dar un ejemplo, segn Fernandes, la acomodacin sirve para enmascarar las realidades del prejuicio racial. En 1995, el peridico de San Paulo Folha revis a nivel nacional las actitudes sobre la raza. Una de las preguntas que hizo a la gente que se identificaba a s misma como negros y mulatos consista en si alguna vez haban sufrido discriminacin; el 77% respondi que no (aunque para los nicamente negros era el 64%)1. Segn mi experiencia en Colombia, algunos negros negaban que se los discriminara porque para ellos, admitirlo era admitir que eran el tipo de personas a las que debera discriminarse: no solamente eran negros, sino, por asociacin, no confiables, estpidos y as por el estilo; como si fuera su culpa el sufrir de discriminacin (Wade, 1993a: cap. 13). No obstante, en la obra de Fernandes hay una fuerte tendencia a tomar a los negros y a los mulatos como categoras sin problemas. Harris va demasiado lejos al utilizar la ambigedad de esta clasificacin para defender la irrelevancia de las identidades raciales, pero la falta de nitidez de las categoras raciales, su naturaleza contextual y toda la ideologa del blanqueamiento que valora lo blanco y abre la limitada posibilidad de que los negros y los mulatos renegocien su propia identidad racial y la de sus hijos, son aspectos vitales de la situacin brasilea y de otros lugares; aspectos que se sugieren en la obra de Fernandes, pero que no reciben la atencin necesaria.
En
suma,
entonces,
los
estudios
de
la
UNESCO
minimizaron
la
idea
de
una
democracia
racial
en
Brasil,
y
en
algunos
casos,
detallaron
muchos
aspectos
de
cmo
funcionaba
el
racismo
en
un
sistema
no
estadounidense
ni
de
castas.
Pero
persista
una
tendencia
a
negar
la
importancia
de
la
raza
o
de
prever
su
declinacin
con
el
paso
del
tiempo:
Brasil
era
bsicamente
una
sociedad
de
clases.
Creo
que,
en
los
textos
secundarios
sobre
esos
estudios,
no
se
ha
reconocido
suficientemente
que
esas
conclusiones
casi
siempre
se
comparaban
implcitamente
con
los
EE.UU.:
el
sistema
de
castas
de
este
pas
era
el
espacio
de
las
relaciones
raciales
reales
y
del
racismo
con
el
que
se
poda
medir
a
otras
sociedades.
No
se
consideraba
la
idea
de
que
se
poda
pensar
sobre
diferentes
formas
de
racismo
y
de
relaciones
raciales
sin
oponerlas
la
una
a
la
otra
necesariamente.
En
esos
estudios
tambin
haba
una
tendencia
general
a
cosificar
las
categoras
raciales
(Fernandes)
o
a
negarlas
completamente,
en
el
caso
brasileo
(Harris);
la
idea
de
que
las
categoras
raciales
estn
en
un
constante
proceso
de
reconstitucin
a
travs
de
la
prctica
de
la
gente
y
de
que
existen
contextual
e
interactivamente
no
era
corriente,
y
eso
fue
lo
que
caus
algunos
de
los
problemas
al
considerar
el
significado
de
las
identidades
raciales
en
Brasil.
Puesto
que
no
eran
similares
a
las
de
los
EE.UU.
(donde
su
cosificacin
por
parte
de
los
analistas
era
comprensible
dada
su
relativa
solidez
social),
de
alguna
forma
eludan
la
comprensin
analtica
de
los
observadores.
Conclusin Quiero
enfatizar
dos
grandes
tendencias
subyacentes
a
estos
primeros
estudios.
Primero,
la
idea
de
que
las
identidades
raciales
y
tnicas
estaban
destinadas
a
desaparecer:
eso
era
evidente
en
gran
parte
del
pensamiento
intelectual
sobre
la
nacin,
inclusive
el
de
algunos
indigenistas.
En
ese
tiempo,
esa
era
la
tendencia
general,
pero
en
Latinoamrica
especialmente,
la
asociacin
con
el
pasado
que
tenan
los
negros
y
los
indgenas
haba
sido
muy
fuerte:
se
los
haba
asociado
con
el
primitivismo,
la
esclavitud,
los
antiguos
modos
de
produccin,
el
tradicionalismo,
etc.
Hasta
las
tendencias
indigenistas
y
negristas
que
surgieron
en
los
aos
20
y
los
30
(ver
el
captulo
2)
se
basaban
mayormente
en
valorar
esas
caractersticas
ms
que
en
cuestionarlas.
Apenas
era
concebible
la
idea
(que
Gilroy
[1993a]
defendi)
de
que
los
negros
de
la
dispora
del
Atlntico
haban
estado
a
la
vanguardia
de
la
modernidad
(prefigurando
sus
crisis
de
identidad
y
criticando
sus
contradicciones).
La
segunda
tendencia
consiste
en
dar
por
sentadas
las
identidades
raciales
y
tnicas.
Estas
generalmente
se
conceban
como
cosas
concretas
sobre
el
terreno,
que
podan
ponerse
bajo
el
microscopio.
La
gente
podra
pasar
de
una
a
otra
o
podra
argumentarse
que
no
existan
sino
como
meras
ideas
(como
Harris
hizo,
1952);
pero
en
general,
se
haca
un
empobrecido
anlisis
de
la
relacin
entre
las
ideas
y
la
prctica:
los
grupos
existan
y
la
gente
tena
ideas
y
sentimiento
sobre
ellos.
No
se
consideraba
la
relacin
interactiva
y
recursiva
entre
los
grupos
como
colectividades
perpetuamente
reconstituidas
en
la
accin
y
los
grupos
como
comunidades
perpetuamente
reimaginadas
en
el
pensamiento.
Nota 1.
Estos
datos
estn
disponibles
en
las
embratel.net.br/infoserv/agfolha/datafolh/index.html.
pginas
de
internet
de
Folha,
en
http://www.
4.
La dependencia y la etnicidad situacional A mediados de los aos 60, la creciente influencia de las perspectivas radicales de las ciencias sociales era manifiesta. El marxismo haba logrado una presencia constante en las ciencias sociales de Latinoamrica (como lo mostr en el captulo anterior, haba influido a muchos escritores, desde Jos Carlos Maritegui, en el Per de los aos 20, a Aguirre Beltrn en el Mxico de los aos 60), pero para entonces tom nueva fuerza, canalizado a menudo por las ideas sobre la dependencia que podan estar ms o menos alejadas del marxismo clsico. La teora de la dependencia haba surgido tras la guerra y en Latinoamrica contaba con varios ramales. Por un lado, surge el anlisis de las relaciones de intercambio no equitativas, asociado con Ral Prbisch y a la Comisin Econmica para Amrica Latina (CEPAL); esa posicin no era realmente marxista y afirmaba que Latinoamrica se hallaba en desventaja debido al carcter desfavorable de los trminos comerciales con Europa y los EE.UU.; al mismo tiempo la regin necesitaba de una proteccin econmica para permitir un desarrollo industrial independiente. Por otro lado, estaba el anlisis marxista del imperialismo segn la perspectiva de Lenin, Rudolf Hilferding y Rosa Luxemburgo, que relacionaba la expansin imperial directamente a la dinmica interna del modo capitalista de produccin. Era el tipo de enfoque desarrollado por Andr Gunder Frank, quien al concentrarse ms en el intercambio capitalista que en la produccin, entendi la pobreza del Tercer mundo como el resultado de la expropiacin de recursos desde la periferia al centro, y a travs de una cadena de relaciones explotadoras que conectaban las metrpolis a los satlites. No es ste el lugar para entrar en la valoracin de la teora del desarrollo (Kay, 1989), pero el punto es que la desigualdad y los mecanismos de explotacin fueron un foco de atencin cada vez ms importante para quienes haban tenido fija su mirada en las esferas menores de las relaciones intertnicas. As, durante los aos 70 y hasta la dcada siguiente, muchos debates se centraron en los papeles relativos de la clase, la etnicidad o la raza. Al mismo tiempo, algunos antroplogos como Frederic Barth (1969), Abner Cohen (1969, 1974) y Epstein (1978) avanzaron en el anlisis de la etnicidad, lo cual estableci la identidad tnica como una construccin ms flexible y contextual, y combati la tendencia (que haba sido comn) a cosificar los grupos sociales. En la introduccin a la coleccin que public en 1969, Barth defenda que los grupos tnicos se construan socialmente y que el centro de su anlisis deban ser las fronteras del grupo. Criticaba la concepcin corriente de los grupos tnicos como entidades autoperpetuadoras y con un conjunto dado de atributos culturales. Enfatizaba que los grupos tnicos existen en relacin con los dems; la gente establece fronteras en base a los criterios que les parecen importantes, sin importar si un observador exterior puede apreciar esas diferencias. Las fronteras siguen existiendo cuando la gente y la informacin cultural las cruzan y pueden tener un carcter diferente segn qu diferencias se acenten por parte de los actores involucrados. Aunque Barth sugiri ocasionalmente que la identidad tnica era, al final, un aspecto bastante inflexible y permanente de una persona (Banks, 1996: 13-14), l mismo estableci la base para ver como situacional a la identidad tnica: si se establece en relacin con algo ms, variar segn qu es ese algo ms.
En pocas palabras, entonces, ambas tendencias generales se alejaron del nfasis que pone la antropologa funcionalista sobre las comunidades aisladas, y localizaron a los grupos tnicos ms en el contexto de la nacin y en la historia, y ms en trminos de desigualdad econmica y constructividad social. Las identidades tnicas tambin se entendan como fenmenos no necesariamente destinados a desvanecerse con la modernizacin; al ser flexibles y estar conectadas con la desigualdad, no exista un impulso inherente hacia su desaparicin. Etnicidad, dependencia y resistencia en el caso de los indgenas
Algunos de los cambios que ocurrieron en este periodo pueden juzgarse si volvemos a Pierre Van den Berghe. En 1969, Colby y l publicaron Ixil Country: A Plural Society in Highland Guatemala, que segua manteniendo el enfoque pluralista anterior, pero temperado entonces con un mayor nfasis sobre la dominacin poltica y econmica. Las fronteras tnicas no se relacionaban slo con la forma de cooperacin e intercambo de servicios, sino tambin con la forma en que un grupo dominaba al otro. Van den Berghe traslad su rea de investigacin al Per, donde estudi la comunidad de San Jernimo, cerca de Cuzco. En un artculo sobre el tema (1975), inicia con la inequvoca afirmacin de que a lo largo de todo el mundo, el sentido prctico de la etnicidad se vincula con la desigual distribucin de poder y riqueza (p. 71). Pero evita cualquier tendencia que permita asumir que la clase es automticamente ms significativa que la etnicidad. Van den Berghe esboza entonces el enfoque de la sociologa de la dependencia, tal como lo elaboraron investigadores peruanos como Fernando Fuenzalida y Jos Matos Mar, segn el cual, la estructura social peruana se concibe como una multitud de relaciones binarias de dependencia y dominacin, formando cadenas de dependencia que en la cima convergen en lo nacional, y ms all, en la oligarqua internacional gobernante(p. 73; tambin, Long, 1977: cap. 4; Van den Berghe, 1974a: 16). En este esquema, lo indgena se define como el extremo inferior de una cadena de dependencia en casi todas las dimensiones de las relaciones inequitativas (p. 74). Para Van den Berghe, la fuerza de este enfoque radica en que la etnicidad se ancla en relaciones de poder; as, la cultura no define por s misma las fronteras tnicas, pues en Per es imposible separar ntidamente la cultura indgena de la mestiza; ms bien, las diferencias de poder definen esa frontera. Admite que ese enfoque tiende a ocultar demasiado la etnicidad bajo la clase, lo que, por ejemplo, concluye en el intento de entender a los indgenas como campesinos ms que como indgenas (p. 75). Pone nfasis en el hecho de que hay aspectos especficamente culturales en esa situacin; por ejemplo, la diferencia tnica hace al sistema de dominacin an ms difcil de sacudir o eliminar (p. 77); o tambin estn los intermediarios locales de origen indgena, que utilizan su conocimiento de la lengua quechua para manipular mejor a sus anteriores compaeros (p. 77). Segn Van den Berghe, las fronteras tnicas en general deberan definirse tanto objetivamente (respecto a las caractersticas culturales) como subjetivamente (respecto a lo que la gente dice de ellas); en otro texto, Van den Berghe rechaza lo que considera la posicin extremadamente subjetivista de Barth (que realmente es menos subjetivista de lo que cree); dice que esa posicin defiende que un grupo tnico es lo que cualquier persona dice que es (1974b: 5). Pero en Per, las fronteras tnicas en gran medida se definen subjetiva, relativa y situacionalmente (1975: 73). As, la clase alta de San Jernimo podra considerarse mestiza segn las normas locales, pero chola segn la clase alta cuzquea; el trmino cholo no define a un grupo de gente, pero s es relacional y se usa para desaprobar a los individuos que el hablante considera inferiores. Igualmente, hay poco consenso sobre quin es mestizo y quin indgena, y en la aldea, algunos clasifican como mestizos a la mayora de los dems, y otros los etiquetan como indgenas. Pero esto no es lo comn en los Andes, y en muchas otras reas la lnea mestizo-indgena se traza de manera mucho ms tajante (p. 82). De cualquier modo, y aunque las fronteras son flexibles de ese modo, en la aldea se evidencian importantes diferencias de poder y riqueza, que corresponden a diferencias tnicas: el indgena equivale a una categora baja, y el mestizo a una categora ms alta.
Sin
embargo,
Van
den
Berghe
conserva
un
elemento
importante
de
su
anterior
posicin:
el
sistema
peruano
es
relativamente
abierto
y
permite
una
considerable
movilidad
desde
el
grupo
indgena
al
mestizo;
por
tanto,
en
ese
sistema
el
grupo
subordinado
disminuye
constantemente
en
proporcin
(1975:
83,
78).
No
se
toma
en
cuenta
el
hecho
de
que
eso
parece
contradecir
la
idea
de
que
la
frontera
indgena
mestiza
la
mantienen
las
relaciones
de
poder
ms
que
la
diferencia
cultural;
salvo
que
el
(poco
probable)
argumento
consiste
en
que
la
jerarqua
misma
de
esas
relaciones
de
poder
disminuya.
Franois
Bourricaud
fue
menos
positivo
acerca
del
futuro
de
la
sociedad
peruana.
En
un
importante
artculo
(1975),
critica
la
teora
de
la
dependencia
porque
sta
por
s
sola
no
puede
explicar
las
peculiaridades
de
Per,
el
cual
es
una
mezcla
de
elementos
muy
heterogneos
que
extraamente
combina
una
gran
rigidez
con
una
gran
fluidez.
Esta
es
la
razn,
segn
dice,
de
que
el
cholo
surja
como
un
carcter
clave;
es
el
cholo
quien
representa
el
elemento
de
movilidad
en
un
sistema
que
ni
estimula
ni
acenta
la
movilidad
(1975:
357).
Pero
en
definitiva,
Per
no
puede
cristalizarse
como
nacin
ni
alrededor
del
smbolo
del
cholo
(que
es
un
trmino
demasiado
peyorativo),
ni
del
indgena
ni
del
mestizo.
En
Per
no
hay
un
sistema
de
clases
ni
de
castas;
slo
hay
cambio
heterogneo
cuya
direccin
es
incierta
para
Bourricaud
(segn
l
mismo
lo
admite,
1975:
386).
Rodolfo
Stavenhagen
tambin
fue
ms
precavido
en
sus
opiniones
(esta
vez
con
referencia
a
las
tierras
altas
de
Chiapas).
Vea
a
las
relaciones
propias
del
colonialismo
y
de
clase
en
coexistencia
a
travs
de
un
largo
periodo
de
tiempo
como
aspectos
de
relaciones
intertnicas
estratificadas.
Las
relaciones
de
clase
tendan
a
desplazar
a
las
coloniales,
pero
eso
no
significaba
necesariamente
la
eliminacin
de
la
identidad
tnica
indgena.
Mencionaba
la
persistencia
de
una
identidad
cultural
indgena
independiente
de
la
estratificacin
(1975:
206),
que
ocurra
cuando
los
indgenas
ascendan
en
el
sistema
de
clases
sin
perder
identidad.
Adems,
la
prdida
de
identidad
tnica
por
parte
de
los
indgenas
poda
interpretarse
como
un
desplazamiento
negativo,
que
anunciaba
la
proletarizacin
y
hasta
la
marginalizacin
ms
que
la
movilidad
hacia
arriba
(1975:
215).
Judith
Friedlander
trabaj
en
Mxico
y
tom
en
cuenta
la
lgica
del
argumento
de
Van
den
Berghe
sobre
la
cultura,
aunque
en
una
forma
diferente.
En
su
opinin,
la
cultura
indgena
en
Hueyapan
cambiaba
constantemente
al
adquirir
caractersticas
que
las
clases
altas
mexicanas
desechaban
conforme
redefinan
su
identidad
y
adquiran
nuevos
smbolos.
Pero,
pese
al
hecho
de
que
el
contenido
de
la
cultura
de
Hueyapan
siempre
cambia,
la
relacin
estructural
del
indio
con
lo
hispano
sigue
siendo
la
misma.
Los
aldeanos
an
son
indios,
pues
continan
careciendo
de
lo
que
la
lite
contina
adquiriendo.
Al mismo tiempo, los mismos hueyapeos no establecen distinciones entre su cultura, que ha estado cambiando, y su clase, que ha permanecido prcticamente igual; consideran a su cultura bsicamente la misma que durante los tiempos coloniales (1975: 71). Las visiones de Friedlandler y de Van den Berghe sobre la cultura indgena como una construccin flexible y cambiable contrastan as con la imagen de la cultura indgena como esttica, conservadora y tradicional, que era el corolario del concepto de George Foster del bien limitado. Es cierto que algunas personas (incluyendo a los mismos indgenas) pudieran ver a la cultura indgena como esttica y tradicional, pero eso pone al tema en una posicin diferente, al revelar un enfoque ms complejo a los discursos en competencia sobre la cultura indgena (ver el captulo 7).
En los estudios sobre los migrantes urbanos tambin se reflejan las ideas sobre la persistencia de fronteras tnicas a pesar del cambio cultural y la consecuente posibilidad de identidades tnicas que podran permanecer en forma cambiante. Muchos haban supuesto que el proceso de urbanizacin llevaba a la homogenizacin cultural y a la subordinacin de las identidades tnicas tradicionales dentro de la identidad urbana de clases; despus de todo, se crea que la urbanizacin constitua una dinmica central de la modernizacin. Las investigaciones de Roberts (1974), Doughty (1972) e Isbell (1978: cap. 8) indican que ello no era necesariamente as y muestran que los fuertes vnculos entre la ciudad y la aldea existan a menudo, y que los rituales y festivales de la vida pueblerina se adaptaban a los asentamientos urbanos. Ello sealaba continuidades culturales, pero apenas deca algo sobre la identificacin tnica. De hecho, entre los migrantes, se evitaba generalmente, la autoidentificacin como indgenas o quiz como cholos, pues esos trminos se asociaban con el atraso rural que muchos migrantes queran evitar a toda costa. Pero esas etiquetas no desaparecan. Bourricaud (1975: 384) afirmaba que en Lima algunos migrantes utilizaban trminos como indgena y cholo para describir a otros migrantes; y nadie fuera de sus propios crculos reconocera a ninguno de estos migrantes como algo ms que cholos (ver tambin Radcliffe, 1990). Las categorizaciones en base a las diferencias culturales (y sin duda, fsicas) que se perciban eran as parte importante de la vida urbana cotidiana. Colonialismo interno y resistencia El desarrollo de las teoras del colonialismo interno se conectaba directamente con los enfoques propios de la dependencia y el anlisis del colonialismo. Uno de los primeros en utilizar esta idea fue el mexicano Pablo Gonzlez Casanova, quien desarroll la nocin de Aguirre Beltrn sobre la regin de refugio (ver el cap. 3). Se trataba simplemente de que las relaciones de explotacin entre las regiones al interno de un pas eran anlogas a las que haba entre los pases colonizadores y colonizados y se caracterizaban por: la existencia de una distincin territorial; la monopolizacin del comercio y (a veces) el control de la produccin en el territorio colonizado por la lite externa, que era tnica y/o racialmente distinta; el control de las instituciones coloniales por parte de esa lite; y la subordinacin en trminos polticos, econmicos y culturales de la poblacin colonizada a las prioridades de los colonizadores (Gonzlez Casanova, 1971; Hechter, 1975; Van den Berghe, 1974b: 6). La diferencia con la idea de la regin de refugio consiste en que la colonia interna no es una regin atrasada aislada y dominada por una lite local, que poda modernizarse mediante la integracin a la nacin; ms bien, ya estaba integrada en los circuitos nacionales e internacionales de la produccin y el intercambio capitalistas (Hewitt de Alcntara, 1984: 113). Pero la idea de que la explotacin era el hilo conductor detrs de las distinciones tnicas y raciales era muy similar. La teora del colonialismo interno se usaba ampliamente para caracterizar la posicin de las comunidades o regiones indgenas de Latinoamrica. Norman Whitten la utiliz, por ejemplo, en su anlisis de los quichuas de la selva ecuatoriana, entre la Amazona y los Andes (1975, 1976). Este pueblo no era homogneo, pero tena una autoidentificacin clara, que se volva ms clara y no se fusionaba con la cultura mestiza: La etnicidad de los quechuas de las tierras bajas (debe entenderse) como una respuesta racional a las oportunidades expansivas de la economa monetaria bajo la permanencia del colonialismo interno del Ecuador (1975: 47)1.
Whitten (1976) se centra en una comuna indgena (a grosso modo, una reservacin) establecida en 1947, cerca de la creciente aldea de colonos del Puyo. Esa comuna fue establecida por el Estado, en parte para contrarrestar la invasin extranjera: la tierra circundante pas rpidamente a las manos privadas de los mestizos colonos, y como tal, la comuna representa un aspecto especial de la expansin nacional y es cada vez ms una base para la supervivencia indgena (p. 240). Whitten utiliza parcialmente el concepto de colonialismo interno debido al estatus legal especial de la comuna, que crea un territorio separado dentro de la nacin, y debido a la fuerte ideologa racial de la mezcla como la caracterstica esencial de la identidad nacional ecuatoriana, un poderoso mecanismo para la exclusin de los no mestizos (pp. 251, 175); as pues, los mestizos (quienes en el contexto local posiblemente se identifiquen como blancos para diferenciarse ms de los indgenas) son los colonizadores del territorio indgena. La etiquetacin de los indgenas por parte de los mestizos crea una expansiva categora generalizada de indgena con la cual los mestizos se contrastan, especialmente cuando compiten por oportunidades econmicas. Los mestizos usan esa categorizacin para bloquear el acceso a los recursos estratgicos a quienes etiquetan como indgenas y eso, junto al proceso general de etnocidio que afecta al quichua, obliga a que su identidad tnica se intensifique en un consecuente proceso de etnognesis (p. 281). Pero al hacerlo, el quichua queda, progresiva y definitivamente, bajo la gida de la poltica nacional protectora respecto de los indgenas, que de hecho es bastante restrictiva comparada con la poltica estatal que estimula la colonizacin de las regiones subdesarrolladas a travs de la expansin de infraestructura. Aqu vemos entonces al menos tres series de actores que definen la frontera tnica: el Estado con su definicin de la comuna indgena, los colonos y los indgenas. Los indgenas son culturalmente distintos (aunque vistan ropas occidentales, eviten pintarse la cara y usar plumas cuando estn con los mestizos y hablen un quichua que pueden entender los no indgenas [p. 278]), pero eso no es lo que mantiene la frontera tnica: sta es un producto de las relaciones polticas y econmicas. El colonialismo interno no era realmente una faceta vital del argumento de Whitten, y en el texto que public sobre Ecuador (1981a) slo recibi una mencin superficial, aunque muchas de las mismas ideas anteriores caracterizan los captulos de esa obra. En otras partes, la teora del colonialismo interno continu bastante vaga, con tendencia a aplicarse como una metfora a cualquier situacin de explotacin que mostrara dimensiones tnicas o raciales, y con tendencia tambin a sobreenfatizar la homogeneidad interna de los colonizadores y los colonizados y la rigidez de la frontera que los separa (Stone, 1979; Wolpe, 1975). Aunque gozaba de cierta fama precisamente por centrarse en la explotacin econmica junto con la discriminacin tnica y racial, aun si la relacin entre stas continuara muy poco teorizada y fuera en definitiva reduccionista, las identidades tnicas se convirtieron en meros productos de las relaciones econmicas; no se abrazaba realmente la cultura como un valor con derecho propio, a travs del cual la gente decide emprender acciones, definirse a s misma y entrar en conflicto. Con el anlisis del colonialismo lleg el de la resistencia. Whitten lo abord en su libro sobre los Quichua amaznicos del Ecuador (en tanto consideraba a los indgenas que luchan para defender su tierra y sus intereses) y otros autores se hicieron eco de similares preocupaciones. Previamente, tuvo lugar una tendencia a ver la resistencia indgena y campesina como presunta resistencia, tradicional y conservadora, a la modernizacin y a la incorporacin nacional. Luego empez a considerarse como algo positivo, como la de una minora oprimida contra la dominacin poltica y cultural. Billie Jean Isbell (1978) escribe una etnografa de Chuschi, una comunidad corporativa cerrada de los Andes peruanos; e investiga all las defensas estructurales que la poblacin indgena ha construido contra la creciente dominacin del mundo exterior (p. 11). Toma la idea del colonialismo interno como una base terica para su trabajo (p. 19), pero no entra en muchos detalles: el punto simplemente consiste en enfatizar la desigualdad poltica y econmica y localizar la aldea en el contexto nacional, ms que verla como algo aislado a la manera del antiguo funcionalismo.
El conflicto central de la aldea se ubica entre la ideologa de la autosuficiencia de los miembros comunales y las crecientes presiones hacia la incorporacin cultural y econmica en la nacin (p. 11), lo cual se expresa principalmente mediante una divisin entre los comuneros (los indgenas nativos) y los vecinos (los mestizos forasteros residentes en la aldea, entre ellos, los tenderos, los burcratas, los maestros y el cura). La distincin fundamental entre ellos no es el vestido o la lengua o la orientacin exterior hacia la nacin peruana: es aceptar o negar la membresa en la comuna, con todas la obligaciones concomitantes (p. 73); stas abarcan el intercambio recproco de trabajo y participacin en ciertas actividades y rituales, inclusive los que dramatizan la frontera entre el interior y el exterior. Las fronteras tnicas se mantienen por medio de diferentes series de actividades y por un etiquetado bastante rgido: Isbell informa del acuerdo unnime sobre quin pertenece a cada categora (p. 73). Estos mecanismos de diferenciacin constituyen una defensa contra el mundo exterior en el sentido de una barrera ms que de una estrategia positiva. Los migrantes (tanto desde la aldea hacia Lima como a la inversa) emplean tcticas ms directas. En Lima, los inmigrantes rurales forman una sociedad que interviene en la poltica de la aldea, al organizar su junta comunal, al separar de su cargo a un director de escuela mestizo que no satisface, al tratar de convertir tierras de la Iglesia en una cooperativa comunal, y en general, al mediar entre la burocracia nacional y la aldea. All, los migrantes tienen un estatus ambivalente, pues se les ve como de adentro y de afuera, como urbanos y rurales, como beneficiosos para la aldea pero que tambin tratan de controlarla para sus propios fines. Ocupan los puestos burocrticos que una vez tuvieron los vecinos, pero se identifican a s mismos como comuneros o hijos de comuneros (p. 193); aqu debe haber flexibilidad en las identificaciones tnicas que contradicen las ms rgidas descripciones de Isbell sobre la frontera entre el vecino y el comunero. Tanto Isbell como Whitten vean a los indgenas como agentes activos y eso era un importante antdoto que impeda caracterizarlos como vctimas impotentes del cambio que se presentaba, especialmente desde el contexto amaznico. Los estudios sobre las relaciones tnicas en la regin amaznica eran bastante limitados en ese tiempo: bajo la influencia del estructuralismo de Lvi-Strauss y de la ecologa cultural norteamericana, los antroplogos solan analizar la organizacin social indgena, la mitologa y el simbolismo. Cuando se incluan las relaciones tnicas, a menudo (lo cual no sorprende en esas circunstancias) se refieren al etnocidio y del genocidio (Davis, 1977; Jaulin, 1970; pero especialmente Barbira-Freedman, 1980) y los antroplogos abogaban con frecuencia por las causas indgenas. La difcil situacin de los indgenas de la Amazona estimul la formacin en 1969 de la comprometida organizacin Survival International. Por tanto, era importante considerar a los indgenas como agentes histricos, pero algunas de las dificultades de los indgenas en resistencia en cuanto agentes activos tambin se evidenciaban en la obra de Isbell y Whitten. La estrategia de Chuschinos consista en resistir mediante el bloqueo, pero al hacerlo se arriesgaban a convertirse en satlite del mundo de los migrantes urbanos, que era menos inequvocamente indgena, aunque no perda la identidad de manera directa (Isbell, 1978: 217). En cambio, los quichuas amaznicos trataban de comprometerse activamente con nuevas oportunidades econmicas, pero ya que su lucha conllevaba la intensificacin de su identidad tnica, los mestizos colonos los bloqueaban y, como indios, la legislacin estatal para los indgenas los constrea. As pues, en las naciones latinoamericanas, ser indgena y luchar por el progreso parecan empresas contradictorias. Las historias revisionistas de los negros y la cultura negra
En este periodo, los estudios sobre los negros continuaron enfocndose en Brasil, aunque tambin empezaron a aparecer otras regiones de inters, especialmente de Ecuador y Colombia. En muchos casos, se sinti la influencia del marxismo, o ms en general, de la economa poltica. Pero en contraste con los estudios sobre los indgenas, se reconsideraba menos la naturaleza de las identificaciones raciales y continuamente se tenda a dar por sentadas categoras tales como negro o mulato, aunque ya haba quedado claro el carcter contingente de esas identificaciones. Uno de los problemas era que los observadores queran enfatizar cada vez ms que el racismo exista en Brasil y en otros lugares, y que enfatizar la flexibilidad de esas categoras pareca ir en contra de esa tendencia. En mi opinin, el punto radica en buscar un entendimiento de cmo coexisten la flexibilidad y el racismo. La manera de aprehenderlo ya estaba implcita en el material de las relaciones indgena-mestizas, donde las personas se podan mover de una categora a la otra, a condicin de que ese movimiento suyo lo aceptaran otros en cualquier situacin dada, sin que por eso se abolieran ni la categora de indgena, ni el racismo, ni siquiera el etnocidio dirigido contra esa categora. Sin embargo, muchos comentaristas de la raza en Brasil quedaban absortos rspecto a las cuestiones sobre la relacin entre la raza y la clase sin prestar atencin a esa especie de enfoque. Brasil El socilogo Octavio Ianni fue un ejemplo del inters hacia la raza y la clase: desde los aos 60 y en colaboracin con Fernando Henrique Cardoso, escribi sobre la raza y el capitalismo en el sur de Brasil (Cardoso e Ianni, 1960). Su enfoque al respecto fue similar al de Fernandes, en cuanto que su inters predominante concerna a la transicin de la esclavitud al capitalismo; igualmente, su conclusin de que los brasileos blancos adoptaban una ideologa de compromiso entre la flexibilidad de movilidad social para algunos negros, y la represin a la mayora de ellos (Ianni, 1966:51) era similar a la nocin de Fernandes sobre la adaptacin. Pero Ianni sigui una lnea altamente reduccionista, basada en el argumento de que la importancia socioeconmica y poltica de la fuerza de trabajo esclarece y explica las manifestaciones culturales, raciales y de otro tipo, que se han visto oscurecidas ... por los anlisis de algunos socilogos y antroplogos (1972: 239). As, cualquier identificacin y dinmica racial (o tnica o cultural) poda explicarse en trminos de la fuerza de trabajo en una sociedad de clases. En esta perspectiva, la posicin de los indgenas y los inmigrantes polacos es muy parecida a la de los negros, pues ambos grupos sufren de estereotipos negativos que facilitan su explotacin laboral (Ianni, 1966: 54-6). En todo esto hay pocas claves que permitan suponer que lo negro debera ser por s misma una categora digna de investigacin. El historiador Carl Degler realiz una importante contribucin al respecto con su libro Neither Black nor White (1971), una comparacin de las relaciones raciales en Brasil y los Estados Unidos, que cuestionaba la idea de la democracia racial en aquel pas. Otros autores como Toplin (1971) y Skidmore (1972) llevaron a cabo interpretaciones revisionistas similares y Toplin tambin seal que con la desegregacin y la discriminacin positiva en favor de los negros, los mismos EE.UU. haban cambiado, con lo cual la comparacin se volva an ms complicada. Degler examin las diferencias histricas entre Brasil y los EE.UU., rechaz la nocin de una esclavitud benevolente, y se centr en la llamada escotilla de escape del mulato, que conceda un lugar especial a las personas de un ancestro con mezcla racial (1971: 107) y les permita ascender en la escala social. Esa escotilla (que haba surgido por razones histricas relacionadas con la falta de mujeres portuguesas y con el machismo portugus) conformaba la diferencia central entre los EE.UU. y Brasil.
Degler present evidencias de los prejuicios raciales (muchos anecdticos e impresionistas, pero en general, convincentes) y defendi que la escotilla de escape del mulato se adaptaba al poderoso carcter nacional de blanqueamiento que sostena que los negros eran inferiores a los blancos, pero permita una cierta movilidad ascendente para los mulatos individuales que entonces tambin lucharan por proseguir emblanquecindose al asociarse con los no negros y al casarse con personas ms altas en la jerarqua racial si les fuera posible, con lo cual emblanqueceran an ms a sus hijos. Fernandes y otros autores (por ejemplo, Banton en 1967) ya haban observado antes ese fenmeno de blanqueamiento, y Skidmore (1974) elabor un estudio histrico que lo rastreaba como una ideologa que combinaba las ideas de la mezcla racial y de la superioridad blanca, y como parte de la poltica gubernamental para la inmigracin, por ejemplo. Ese fenmeno tambin formaba parte del conocimiento popular en Brasil: el adagio de que el dinero blanquea era bien conocido, cuya significacin consista en que una persona negra rica podra ser clasificada como no negra, y ms en general, que alguien as ascenda en la jerarqua racial en trminos sociales. Degler simplemente enfatiz ese fenmeno y localiz sus races histricas. En mi opinin, la importancia de esto radica en que la bsqueda del carcter racial de lo blanco se ha considerado como una dimensin cultural por derecho propio; que est por supuesto, fuertemente relacionado con los asuntos de clase, pero que no puede reducirse a ellos. Degler tambin argument que la escotilla de escape del mulato creaba cargas internas de color en el sentido de que, al ser posible escapar de lo negro (y los negros exitosos a menudo lo hacan), muchos negros sentan vergenza de ser negros. Ms an, era muy difcil crear el mismo tipo de movimiento de solidaridad negra que los EE.UU. haban presenciado en los aos 50 y 60 que moviliz a los negros como un grupo social definido, y que cuestion las negativas definiciones vigentes sobre lo negro. A la misma conclusin llegaron Toplin (1971) y Skidmore (1972). Sin embargo, debera observarse que los activistas negros ya estaban presentes en Brasil cuando la UNESCO inici sus estudios, y que iban a adquirir cada vez ms importancia (ver el siguiente captulo). Ello resultaba difcil de manejar en esos anlisis, porque, a pesar de que reconocan la existencia de activistas negros, suponan que las divisiones entre los negros y los mulatos (y todas las otras gradaciones que implicaba el sndrome del blanqueamiento) impedan estructuralmente la movilizacin negra. Desde esta perspectiva, el activismo negro nunca podra ser considerado nada ms que algo marginal. Winant acusa a Degler de reduccionismo clasista, al decir que sus anlisis consideraban la movilidad econmica (y con ella, la integracin en una sociedad de clases) como la cuestin clave en la dinmica racial brasilea (1992: 177); pero yo encuentro difcil confirmar esta lectura. Degler predice que el racismo se volver ms significativo, y en todo caso, aboga por una mayor solidaridad negra para combatirlo; ciertamente, no se inclina por confirmar la sabidura tradicional sobre el blanqueamiento como la solucin preferida al problema racial brasileo (Winant, 1992: 177), sino que ms bien lo ve como parte del problema. Pero con Degler tengo el desacuerdo que puede tener un antroplogo con un historiador: no presenta una etnografa detallada que muestre cmo trabajan las identificaciones raciales en situaciones particulares; asume que el blanqueamiento es principalmente un asunto de trato especial para un mulato, que le permite una mayor movilidad social. En este punto, hay que indicar que Degler no se ocupa de examinar los temas de gnero indudablemente involucrados. En todo caso, Degler no presenta evidencias convincentes sobre la existencia del trato especial; y de hecho, pudiera haber otras formas a travs de las cuales el blanqueamiento tuviera lugar, como por ejemplo, que un negro haga dinero y se case con una mujer ms blanca; o que una negra encuentre a un marido o a un amante blanco ms rico (en parte debido a la imagen que se tiene de las negras como sexualmente ms atractivas).
Carlos Hasenbalg ingres en este debate con un argumento reminiscente de un trabajo previo de Bastide (que a menudo se ha incluido junto al de Fernandes, pero que realmente difiere en algunos aspectos significativos). Esa argumentacin form parte de lo que Winant (1992) llama el enfoque estructuralista hacia la raza en Brasil, y busc explicar la perpetuacin de las desigualdades raciales en Brasil (Hasenbalg, 1985: 27; ver tambin Hasenbalg, 1979). Como Bastide, este autor defendi que el racismo no era una resaca anacrnica de la esclavitud, sino una parte activa de la sociedad capitalista, que trabajaba en favor de los blancos en una situacin competitiva; la raza, en cuanto atributo socialmente elaborado pudiera conceptualizarse como relacionada principalmente con el aspecto subordinado de la reproduccin de las clases sociales (1985: 27). He aqu el reduccionismo clasista que Winant dice encontrar en el enfoque de Degler. Sin embargo, al mantener las desigualdades raciales, las prcticas racistas del grupo racialmente dominante incluan no solamente un comportamiento discriminatorio real, sino tambin una organizacin social racista que refrena la motivacin y el nivel de aspiracin de la gente no blanca (1985: 27-8). As pues, eso incorpor un nivel de ideologa cultural al argumento que defenda aspectos de la ideologa y la prctica del blanqueamiento; pero an as, se subordinaba a la reproduccin de una estructura capitalista de clases. Winant aade que tanto Hasenbalg como Anani Dzidzienyo se centraron en la tranquila preservacin de las desigualdades raciales (subttulo de la tesis doctoral de Hasenbalg), o en el hecho de que la ideologa brasilea de la no discriminacin ... obtiene, sin tensin alguna, los mismos resultados que las sociedades abiertamente racistas(Dzidzienyo, 1979: 1) y argumenta que se lleg a esta conclusin cuando el rgimen militar de Brasil haba aniquilado a la mayora de sus opositores (Winant, 1992: 180-2). De hecho, y tal como prosigue argumentando Winant, y como tambin Andrews (1991, 1992) ha mostrado en detalle, la oposicin negra a la desigualdad racial tiene una larga y ardua historia. Pero aunque Hasenbalg y Dzidzienyo exageraban su causa (como lo hicieron en este sentido Toplin y Skidmore), a la vez enfatizaban lo que Fernandes haba llamado la adaptacin, que caracterizaba el orden racial brasileo y calmaba algo de la tensin generada por la desigualdad racial. Hasenbalg acot en su cuestionamiento todava ms al argumento central de Degler sobre la escotilla de escape del mulato. Su principal propsito era proveer informacin irrebatible que mostrase el grado de desigualdad racial en Brasil. Con este objetivo, analiz la informacin nacional general sobre las unidades domsticas y demostr que, por ejemplo, en cuanto al oficio, los negros y mulatos obtenan menos ingresos que los blancos para lo correspondiente a un nivel de educacin determinado (1985: 38); los ndices de movilidad social eran mayores para los blancos que para los no blancos. Eso constitua una evidencia vital, pues la mayor parte de la argumentacin sobre la existencia de discriminacin racial haba tenido que demostrar previamente que los negros estaban en el estrato inferior (lo que sola justificarse hbilmente diciendo que la esclavitud los haba colocado all y que los mecanismos clasistas mantenan su lugar) y con informacin anecdtica sobre la exclusin de los negros en instancias especficas. En ello estaba entonces la evidencia estadstica irrefutable de que a los negros y los mulatos se los discriminaba sistemticamente. Lo interesante era que Hasenbalg encontraba lgico comparar a los no blancos con los blancos; la posicin favorable del mulato pareca irrelevante. Nelson do Valle Silva trabaj en los aos 70 con el mismo sustento de datos y abog por esto an con mayor fuerza: encontr que a los mulatos se los discriminaba ms que a los negros y rechaz especficamente la tesis de Degler (Silva, 1985), lo cual desafiaba la idea de que el blanqueamiento era una faceta central del orden racial brasileo, pero mi opinin es que era inoportuno. Obedeca en alguna medida al deseo poltico de combatir la fuerza del blanqueamiento como una ideologa que divida a los no blancos; implicaba que haba una base objetiva para la solidaridad poltica de negros y mulatos que los activistas negros trataban de conseguir. Pero eso menoscababa la continua importancia de esa ideologa y, lo que era ms importante, sus consecuencias estructurales en la sociedad.
Por ejemplo, tanto Hasenbalg como Silva ignoraron la naturaleza situacional de la categorizacin racial y dieron por establecidas las categoras de blanco (branco), mulato (pardo) y negro (preto), que en el censo aparecan como autoidentificaciones y reflejaban, as, la manera en que las personas se clasifican a s mismas. Pero la discriminacin racial se refiere a cmo clasificar a los otros como personas. Silva demostr que quienes se clasificaban a s mismos como pardos sufran ms discriminacin que quienes lo hacan como pretos. Pero parece muy probable que quienes se clasifican como brancos, y que presumiblemente practican la discriminacin, adscribiran al trmino preto a muchos que se consideran pardos. Solan y Kronus (1973), por ejemplo, haban demostrado la tendencia de los blancos de Colombia a ennegrecer a la poblacin en general al llamar negros a ms personas de las que se llamaban a s mismas de ese modo. Asimismo, es bien sabido que en Brasil ha habido una slida corriente de blanqueamiento de los censos al decrecer la categora de los pretos y aumentar la de los pardos; lo cual pudiera obedecer a cambios reales, aunque muy probablemente se debe a que la gente se reclasifica a s misma (Winant, 1992: 179). En cualquier caso, incluso si se asume que Silva tena razn acerca de la mayor discriminacin de los mulatos, tanto Hasenbalg como Silva mostraron que stos seguan ubicados en una posicin intermedia entre los negros y los blancos; para ellos la diferencia entre el negro y el mulato era lo bastante pequea para justificar su eliminacin analtica, pero el hecho permaneca y necesitaba explicarse. El error consista en asumir que la discriminacin racial es el nico factor que determina la movilidad social. El estatus intermedio de los mulatos no se debe necesariamente a que reciban un tratamiento favorable. En un sistema de adaptacin, algunos negros hacen dinero; si se casan con blancos, sus hijos pudieran clasificarse como mulatos; estos nios se beneficiarn con una buena educacin, y as por el estilo. Pudiera ser que sufran discriminacin y no obtengan tantos rditos por su educacin como un blanco, pero econmicamente ya son intermedios. El punto es la existencia de los vnculos estructurales entre la movilidad vertical y el blanqueamiento, que crean una asociacin general entre ser ms blanco y tener ms dinero, educacin y poder. Colombia y Ecuador Durante este mismo periodo, en otras regiones se desarrollaron algunos enfoques bastante distintos. Norman Whitten haba empezado su investigacin en el pueblo de San Lorenzo, en la costa pacfica de Ecuador, donde las principales identificaciones tnicas y sociales se referan a los negros locales y a los mestizos llegados de la Sierra para explotar los recursos locales, especialmente la madera. Para hacerlo, tenan que hacer uso de la mano de obra local, y algunos negros, en especial los de color ms claro, actuaban como intermediarios en esa situacin. Whitten adopt un enfoque weberiano de la estratificacin, que no contemplaba la primaca de clase. En su lugar, vea el cruce de clase, etnicidad y estatus (definido como la orientacin positiva hacia la comunidad) y el parentesco como principios de diferenciacin social, y conclua que en San Lorenzo, las lneas tnicas y del estatus dividen a las clases; influyen sobre la forma de participacin en el orden econmico y desempean un importante papel en la dinmica de la movilidad social (1965: 89). Aunque los mestizos a menudo despreciaban a los negros, tambin tenan que adaptarse a la escena local y, aunque los blancos y los mestizos estaban en la cima de la estructura de clases, haba una significativa clase media negra y los negros en general tomaban cada vez ms ventaja de las crecientes oportunidades existentes a su alrededor (1965: 202).
El libro posterior de Whitten, Black Frontiersmen (1974), que incorpora cambios desde su primer estudio y abarca el litoral hmedo de la costa pacfica del norte de Ecuador y del sur de Colombia, tuvo un carcter ms definitivo con respecto a la existencia de discriminacin racial. El libro trataba principalmente de la cultura negra en la regin, y examinaba cmo se adaptaban los negros locales a un nicho econmicamente marginal que pasaba por ciclos de auge y decadencia en la explotacin de los recursos naturales; estos ciclos tambin alteraban la demografa social de la zona conforme venan y se iban los forasteros (1986: 4). En trminos de las relaciones tnicas locales, la creciente inmigracin mestiza haba acabado en una erosin del estatus de los negros (al igual como ocurra con lo quichuas de la selva). Se etiquetaba de comunistas a los empresarios e intermediarios negros y mulatos (por su control sobre las redes de mano de obra negra), lo que permita que los inmigrantes tomaran posesin de las mejores posiciones de intermediario y que fueran ms exclusivos en sus relaciones sociales. La Iglesia Catlica restringa la poliginia, una caracterstica crucial en las estrategias del ascenso negro al permitir que ciertas familias acumularan recursos. Las mujeres negras se volvieron nudos familiares ms autnomos y, desde que los blancos y los mestizos las contrataron directamente en la recoleccin de mariscos, tuvieron menor capacidad de participacin en las estrategias de la movilidad ascendente de los hombres negros. Whitten subray la idea, que ms tarde desarrollaran l y otros estudiosos, de que en Ecuador, la ideologa general de la nacin como mestiza serva para excluir a los negros (y a los indgenas). En la prctica, si se bloquea el acceso a los nuevos recursos para quienes se clasifican como negros e indgenas al modernizar a las naciones latinoamericanas, no hay ya razn para negar que los procesos de discriminacin que, de hecho, llevan a la segregacin estn en proceso en el litoral hmedo y en otras partes (1986: 198). Con este punto, Whitten (que haba hecho trabajo de campo en San Lorenzo y entre los quichuas amaznicos) adoptaba una visin amplia de los indgenas y los negros en el contexto de la nacin estado, que constitua un cambio refrescante de la usual separacin acadmica de estas dos categoras. Tambin su enfoque golpe la idea de Harris sobre la maximizacin de la ambigedad en la clasificacin racial: sin importar las diversas permutaciones y combinaciones que ocurran en los clculos raciales ... lo negro es lo opuesto a lo blanco y los conceptos nacionales de mestizo (mezclado) en Colombia y Ecuador se opone a negro, tal y como blanco es lo contrario de negro (1986: 199). Este enfoque estaba inequvoco en cuanto a la existencia del racismo y se adaptaba as a algunas de las declaraciones provenientes de Brasil en esa misma poca. Contrastaba con la visin mucho ms benigna de raza que lanzaron Solan y Kronus (1973) en su estudio sobre Cartagena (Colombia), que sostena que el sndrome de tolerancia a la mezcla racial era una tendencia dominante y eliminara las restantes prcticas discriminatorias. Algunas personas, por lo menos, hacan circular el mito de una democracia racial latinoamericana. Whitten tambin realiz un trabajo en colaboracin con la acadmica colombiana Nina de Friedemann (Whitten y Friedemann, 1974), quien tambin se haba ocupado de los aspectos de la cultura negra en la regin de la costa pacfica colombiana. Aparte de su inters por las estructuras de parentesco entre los negros de esta regin minera aurfera, Friedemann (una figura central en el estudio de los negros en Colombia) se interesaba principalmente por lo que llamaba la invisibilidad de los negros en la historia colombiana (excepto como esclavos), en la antropologa y sociologa colombiana, y en las representaciones de Colombia como pas. Su inters principal era dar a conocer ese racismo y reestablecer a los negros y su herencia africana como una parte legtima de la nacin y de un estudio acadmico (Friedemann, 1984; Friedemenann y Arocha, 1986; ver tambin Arocha, 1992). En el prximo captulo volver a los enfoques generales de Whitten y Friedemann, cuando exponga formas ms recientes de localizar a los indgenas y los negros en la nacin estado.
El trabajo inicial de Michael Taussig se ajust en algunos aspectos a los debates sobre la raza y la clase en cuanto se preocup de los negros como campesinos agricultores presionados por la expansin capitalista. Su enfoque tena una fuerte influencia marxista (Taussig, 1980), pero su inters se centraba en los asuntos de resistencia cultural y la mitologa referente a lo diablico propia de los campesinos negros de la regin colombiana del Valle, segn la cual un obrero de una plantacin azucarera llevara a cabo un pacto con el diablo para aumentar sus ingresos, pero slo se ganara dinero estril que deba despilfarrarse en un consumo de lujo que no podra adquirir un carcter productivo; por otro lado, el cuerpo del obrero se agotara. Taussig interpretaba esto como un juicio, desde la perspectiva de quienes viven en un modo de produccin precapitalista, sobre la naturaleza alienante de las relaciones sociales capitalistas. Taussig conectaba esta particular preocupacin por el diablo con la historia de la religin de los esclavos (aunque sta se relacionaba ms generalmente con la imposicin de la Cristiandad en un rgimen colonial) y los intentos de los negros por construir su propia esfera religiosa, dndoles a los elementos centrales del simbolismo cristiano nuevos significados, tales como el del diablo. La obra de Taussig se ajustaba, entonces, a los temas sobre la resistencia que discut en la seccin previa, pero su perspectiva sobre sta es muy sutil y el tipo de carcter defensivo que Isbell document es menos evidente. La oposicin de los campesinos al capitalismo es ambivalente: el mismo mito del diablo reconoce el deseo por los bienes capitalistas de lujo y difcilmente se puede considerar como una estrategia poltica. Pero Taussig afirma que su visin del mundo, como se expresa en el mito del pacto con el diablo, pudiera hasta estimular la accin poltica necesaria para frustrar o trascender [el proceso de formacin de bienes] (1980: 17). Pero existe el riesgo de que la actitud de Taussig sea en exceso romntica al describir un modo precapitalista de produccin y al proporcionar una visin de que las creencias que documenta podran estimular una accin poltica efectiva contra el capitalismo. Adems permanece sin aclarar hasta qu punto la oposicin de los campesinos al capitalismo se transforma poco a poco en un deseo frustrado de sus bienes. La cultura negra Los trabajos de Whitten, Friedemann y Taussig trajeron a la palestra el tema de la cultura negra, gravemente descuidada en los estudios sobre la raza y la clase, con la excepcin del estudio de Bastide sobre la religin afrobrasilea publicado por primera vez en 1960 (Bastide, 1978). Por supuesto que la cultura indgena haba sido por largo tiempo un legtimo objeto de atencin (an si resultaba no tan diferente de la mestiza), porque los indgenas eran un Otro legtimo para la antropologa. En cambio, los negros tendan a considerarse culturalmente como ciudadanos comunes, aunque de segunda clase, econmica y polticamente. Eso suceda menos en Brasil, donde, por ejemplo, la prctica religiosa afrobrasilea tena una clara influencia africana y por tanto, evidentemente diferente en trminos culturales. Pero en Colombia y otras partes, a los negros raramente se los vea como una cultura sui generis. Esta es en parte la razn por la que, en general, el estudio sobre los negros se institucionaliz como el estudio sobre la raza (con la diferencia que sealan los rasgos fsicos), mientras que el estudio de los indgenas consista en el de la etnicidad (con la diferencia que sealan los rasgos culturales). Asimismo es en parte la razn por la cual los negros solan estudiarse en relacin con otros, mientras que muchas investigaciones sobre los indgenas los examinaban como si fueran culturas aisladas. Sin embargo, es claro que las caractersticas culturales tambin eran importantes al constituir diferencias percibidas como raciales: comnmente los estereotipos de los negros en toda Latinoamrica incluyen ideas sobre su supuesta pereza, actitudes despreocupadas, vida familiar distorsionada, gusto por la msica y la danza, etc. Aun cuando algunos de estos supuestos atributos (sexualidad, musicalidad) se considerasen naturales, resulta claro que las imgenes de los negros involucran toda una forma de vida, no slo un conjunto de rasgos fenotpicos. Por eso es importante incluir el estudio de la cultura negra dentro del de las relaciones raciales.
La cultura negra ha sido estudiada desde hace mucho tiempo (por ejemplo, por Ortiz y Nina Rodrigues), pero sin referencia a sus identidades tnicas o raciales. Melville Herskovits (quien realmente se inici como un estudiante de Franz Boas y a travs de estudios antropomtricos de los negros de los Estados Unidos) empez este tipo de estudio en los aos 30, sin sus adornos racistas. Su principal inters consista en localizar sobrevivencias africanas en el Nuevo Mundo, aunque esto tambin involucraba un trabajo etnogrfico detallado sobre muchos aspectos de la cultura negra de Hait, Brasil y los Estados Unidos (Herskovits, 1966). Las adaptaciones y las sobrevivencias africanas tambin constituan, en alguna medida, un tema de inters en la obra de Bastide (Bastide, 1971), y en general, establecieron la agenda para el estudio de la cultura negra en las Amricas. Sobre la cuestin de las sobrevivencias africanas, un punto de partida til es el adoptado por Mintz y Price (1976), quienes sostuvieron que los africanos llevados al Nuevo Mundo probablemente compartan algunas orientaciones o principios culturales bsicos bajo la gran variedad de lenguas y culturas de las que provenan.2 As, la importancia de la msica y la danza en la actividad ritual eran rasgos comunes para una variedad de africanos que deberan haber afectado la forma de construir nuevas prcticas culturales en un rgimen de esclavos. Pero ello difcilmente resuelve los acalorados debates sobre la familia negra, por ejemplo. Muchos acadmicos han observado patrones flexibles en la organizacin familiar entre los negros de todas las Amricas; aunque a menudo esto se consideraba peyorativamente como desorganizacin, pues, por ejemplo, la cohabitacin era ms frecuente que el matrimonio, lo que resultaba en hijos ilegtimos. Algunas personas vieron en esto la persistencia de algunas caractersticas del matrimonio y el parentesco africanos (por ejemplo, la importancia de las familias extensas y de amplias redes de parentesco); otros lo ven como un rasgo de adaptacin a la esclavitud, o ms en general, a la marginalidad econmica, especialmente porque podran observarse las mismas tendencias entre los no negros que viven en condiciones similares a largo plazo (ver Bastide, 1971; MacDonald y MacDonald, 1978; Whitten y Szwed, 1970: 43). Sin duda, sean cuales fueran los patrones existentes en el siglo XX, eran el resultado de mltiples factores, pero los debates perseguan cuantificar el peso exacto que tenan, una cuestin imposible de resolver. El punto es que el asunto de las sobrevivencias africanas tambin era una cuestin que haca referencia a la construccin de la cultura negra en la Amricas y para nada se reduca a una simple cuestin acadmica; ms bien el tema se relacionaba con las identidades raciales. Era la cultura negra slo una amalgama de culturas europeas y quiz amerindgenas? Era algo que surgi en el Nuevo Mundo a partir de cero? Tena races africanas significativas para dar a los negros su propia identidad cultural? Mientras que en Baha las prcticas religiosas candombl tienen un claro origen africano, sobre este punto no existen respuestas sencillas a un nivel ms general, en parte por su considerable carga emocional y poltica, y en parte porque resultan muy difciles de valorar a partir de la evidencia histrica; lo que parece atribuirse a origen africano puede resultar europeo y viceversa. As, la cultura negra se convirti en algo parecido a un ftbol poltico en todas las Amricas, con un estatus indeciso, aunque importante para la creciente politizacin de las identidades raciales latinoamericanas (que en alguna medida siguen el patrn estadounidense). En algunas regiones, la cultura negra pareca ser simplemente una cultura campesina o de la clase trabajadora; en otras, resultaba claramente particular. Para algunos, la cultura negra no exista realmente; para otros, conformaba la base de la conciencia de ser negros. Conclusin
Los
enfoques
examinados
en
este
captulo
reflejan
un
til
avance
respecto
a
los
de
las
dcadas
precedentes.
En
el
fondo,
muchos
de
ellos
mantuvieron
un
carcter
restringido
por
la
perspectiva
de
la
dependencia
y
los
lmites
de
los
debates
sobre
los
roles
relativos
de
etnicidad
(o
raza)
y
clase,
pese
a
los
esfuerzos
especficos
de
los
antroplogos
y
los
socilogos
por
evitarlo.
La
perspectiva
dependentista
(y
ms
en
general,
el
anlisis
marxista)
fueron
vitales
para
obtener
una
amplia
visin
de
las
desigualdades
econmicas
y
polticas.
Tambin
proporcionaron,
efectivamente,
la
posibilidad
de
identificar
al
cientista
social
como
un
agente
poltico.
En
el
pasado,
los
antroplogos
abogaron
a
veces
por
su
gente,
bien
para
defenderla
contra
los
ataques
de
irracionalidad,
salvajismo
y
atraso,
bien
para
ayudarlos
contra
las
amenazas
especficas
a
su
tierra
y
sustento.
La
perspectiva
de
orientacin
marxista
fundament
esta
defensa
con
una
poderosa
crtica
al
capitalismo
invasor
y
a
la
desigualdad
poltica.
Pero
estos
enfoques
no
podran
dar
cuenta
de
las
particularidades.
Como
dijo
Bourricaud
(1975:
357),
el
simple
hecho
de
la
dependencia
peruana
no
nos
ayudara
a
entender
la
complejidad
de
su
sistema
social
estratificado.
Ese
anlisis
tenda
a
adoptar
una
visin
de
la
etnicidad
demasiado
instrumentalista,
en
la
cual
las
identidades
tnicas
y
raciales
se
volvan
la
expresin
de
los
determinantes
econmicos;
aun
cuando
Van
den
Berghe
(1975)
asegurara
a
sus
lectores
que
no
juzg
a
priori
con
respecto
a
la
primaca
de
la
clase
sobre
la
etnicidad.
Por
supuesto,
las
identidades
raciales
y
tnicas
difcilmente
podan
ser
independientes
de
los
intereses
econmicos,
pero
podan
convertirse
en
fines
y
prioridades
en
s
mismos
al
lado
de
esos
intereses.
La
cuestin
de
tratar
de
decidir
cul
tiene
ms
peso,
clase
o
etnicidad/raza,
se
vuelve
entonces
un
ejercicio
ms
bien
infructuoso,
aprisionado
al
interior
de
una
problemtica
marxista
bsica.
El
surgimiento,
en
el
transcurso
de
los
aos
70,
del
enfoque
de
gnero,
como
rea
de
debate
principal
para
las
ciencias
sociales,
fortalece
esta
crtica;
aunque
por
un
tiempo,
el
gnero
simplemente
se
aadi
a
los
ejercicios
equilibristas
que
dieron
lugar
a
juegos
malabares
de
la
diferencia
tridimensionales
en
lugar
de
bidimensionales.
Pero
al
final,
no
es
realmente
necesario
asignar
un
carcter
de
primaca,
sino
ms
bien
considerar
cmo
la
raza,
la
etnicidad,
la
clase
y
el
gnero
(para
no
mencionar
la
edad)
interactan
en
circunstancias
especficas.
Los
enfoques
que
desarrollaron
acadmicos
como
Whitten
y
Taussig,
al
tiempo
de
inspirarse
en
el
marxismo
e
ideas
provenientes
del
anlisis
del
colonialismo,
fueron
ms
all,
hacia
una
perspectiva
que
situaba
a
los
indgenas
y
los
negros
en
la
nacin
estado,
considerada
sta
como
una
economa
poltica
y
un
espacio
cultural,
en
s
mismo
localizado
en
un
mundo
global.
Notas 1.
Whitten
utiliza
la
escritura
quechua
en
su
texto
de
1975,
y
posteriormente,
la
quichua.
2.
Ver
tambin
Brandon
(1993),
Gilroy
(1993a),
Palmi
(1995),
Price
(1979),
Whitten
y
Szwed
(1970),
para
exposiciones
distintas
de
los
problemas
que
conllevan
las
tradiciones
africanas.
5.
Durante los aos 80 y 90, el contexto general para entender la raza y la etnicidad corresponda al anlisis del posmodernismo. El posmodernismo es muchas cosas diferentes, pero creo que es til distinguir a grandes rasgos entre el posmodernismo como una tendencia filosfica y de la teora social, y la posmodernidad como una tendencia propia de las formaciones sociales (es sabido que los dos se vinculan a travs de formas complejas).1 El posmodernismo es, en parte, el resultado paradjico de una bsqueda racional de la certidumbre. Cuanto ms sistemtica se vuelve esta bsqueda, ms revela que la certidumbre en s misma es imposible de alcanzar. Claro que el relativismo difcilmente se puede considerar una nueva posicin epistemolgica, pero en este periodo ha recibido nuevos mpetus. En el mbito filosfico, los deconstruccionistas como Jacques Derrida defienden que cualquier identidad se construye en relacin con la diferencia. No hay un centro slido o una presencia simple dados con anterioridad; estos existen slo en relacin a algo ms (una posicin que Barth ha defendido para los grupos tnicos); por tanto, el cierre o terminacin de la identificacin se difiere permanentemente por medio de la diferenciacin. No existe la lectura final de un texto; y texto aqu se ha extendido a la referencia al simbolismo en general. La deconstruccin, en el sentido ms amplio, consiste as en descubrir cmo ciertas lecturas dependen de identificaciones ocultas o categoras que, al ser vistas de nuevo, no pueden darse por sentadas. Michel Foucault argument que los discursos (en general, los modos de representacin) construyen realidades sociales. Las formaciones discursivas constituyen (ms que simplemente limitan) las formas que tienen los pueblos de concebir el mundo, a ellos mismos y a otros a su alrededor. Esas formaciones son formas ms o menos coherentes de representacin de un mbito dado de actividad y experiencia. As, por ejemplo, el discurso siquitrico defini ciertas formas posibles de pensar la locura. No se trata de una cuestin de una ideologa externa y posiblemente falsa que influye en el pensamiento y comportamiento de las personas; stas reproducen el discurso como una verdad mediante su propio pensamiento y comportamiento. Es posible salirse de las formaciones discursivas concretas (eso era lo que Foucault haca en sus anlisis histricos sobre ellas), pero hace falta un esfuerzo crtico, y en cualquier caso, es imposible salir del discurso mismo.2 Tanto Derrida como Foucault formaban parte de un llamado giro lingstico en la teora social (Giddens, 1987: cap. 4), que involucraba el centrase en la lengua, y ms en general, en la representacin y el simbolismo. Lyotard critic especficamente las principales metanarrativas del pensamiento occidental, las imponentes narrativas teleolgicas del progreso humano que producen explicaciones totalitarias; esto es, que buscan explicar todo dentro del comps de un esquema abarcante. Cuando la ciencia va en busca de la verdad, necesita legitimar sus propias reglas y lo logra refirindose a las metanarrativas; stas, segn Lyotard, incluyeron la creacin de la riqueza (la modernizacin) y la emancipacin del individuo trabajador (el marxismo) y del sujeto racional. Para este autor, estas metanarrativas eran cuestionables y no podan continuar con la supremaca.
Finalmente, junto con estos desafos al proyecto de la Ilustracin del progreso racional hacia el slido y sistemtico conocimiento basado en la ciencia, tuvo lugar un desafo a la falsa autoridad de la intelligentsia (principalmente occidental y masculina) y la comunidad cientfica que haban llevado adelante este proyecto (al margen de los romnticos y excpticos como Nietzsche). Este desafo provino del feminismo y de los escritores poscoloniales. El primero trajo la posibilidad de ver el proyecto cientfico como un proyecto especficamente masculino (Merchant, 1983), y sugera que el conocimiento no era absoluto sino sexuado. Desde la ptica de la periferia (poscolonizada), los escritores poscoloniales desafiaron a la autoridad del conocimiento producido desde el centro (poscolonial). Por ejemplo, Edward Said (1985) analiz minuciosamente la formacin discursiva del orientalismo, mostrando cmo el Oriente ha sido construido como el Otro en la mente occidental mediante una tradicin de la representacin y cmo esto ha afectado la produccin del conocimiento sobre el Oriente. Las ideas de esta clase han tenido varias consecuencias al pensar sobre la raza y la etnicidad. primero, la ndole construida de la identidad se ha vuelto an ms importante; el feminismo ha sido una influencia crucial aqu. La identidad se ve como algo construido mediante complejos procesos de relacionalidad y representacin; es un proceso, no una cosa, y se renegocia constantemente (aun cuando el resultado de la negociacin es repetidamente la misma para los individuos particulares). Segundo, y como vimos en el Cap. 1, la cosificacin y esencializacin de la identidad se ha cuestionado ms intensamente; ya no es aceptable que una persona o grupo dado tenga una identidad bsica que podra caracterizarse en trminos de una esencia bsica y definidora; los grupos, y en realidad, las personas estn descentrados; no tienen una identidad nica (Hall, 1992a; Landry y MacLean, 1993: cap. 7). Como dice Wilson: la relacionalidad debe estar presente para que exista la identidad, pero el mismo origen de la significacin en la diferencia lleva al cruzamiento de los significadores y a la reduccin de cualquier pretensin de confinamiento (1995b: 6). Tercero, tanto las mltiples identidades como el desafo a las metanarrativas implican que la aparente gran cuestin de la primaca de la raza/etnicidad versus la clase es cada vez de menos inters. Cuarto, la cultura, o ms precisamente, la poltica cultural, se convirti en un enfoque central. Al menos, la cultura siempre ha estado presente para los antroplogos, aunque, como ya vimos, la infraestructura de las relaciones econmicas s fue una preocupacin hasta para ellos durante los aos 70; pero ahora la cultura no era algo que los grupos simplemente tenan, era una construccin discursiva viva, pero tambin abierta a lecturas distintas. Si nos volvemos ahora hacia la posmodernidad como una condicin social de finales del siglo XX, su caracterstica es una creciente globalizacin conforme la infraestructura del capitalismo ha penetrado ms en todas las esferas y se ha contrado la superficie del globo con la tecnologa de las comunicaciones. Tambin involucra la flexibilizacin del capitalismo, con algunos fragmentos globalmente distribuidos de los procesos de produccin rpidamente adaptados a las voltiles demandas del mercado. Cada vez ms mercantilizada, la cultura (bien de un pasado, presente o futuro nostlgico, o de frica, Asia, las Amricas o Europa) se empaqueta y vende en nichos especficos de mercado que definen sus estilos de vida mediante un consumo altamente diferenciado; si es que efectivamente pueden costear un consumo. Polticamente, se han desdibujado las fronteras de clase, la organizacin poltica de la clase obrera se ha disminuido, y ha surgido una movilizacin poltica alrededor de una multitud de temas como la sexualidad y el gnero, la ecologa, los derechos de los animales, la vivienda y otras formas de consumo. Sin embargo, algunos acadmicos marxistas lo interpretan como el producto del capitalismo en su ltima fase (Harvey, 1989; Jameson, 1991).
Esto es crucial en el estudio de la raza y la etnicidad, por la importancia de los movimientos sociales que han surgido cada vez ms en torno a los asuntos tnicos y la identidad racial, en Latinoamrica y en otras partes. Relacionados en parte con la debilitacin de la poltica de la clase obrera, la cual es conectada con la flexibilizacin del capitalismo y la crtica de las metanarrativas, estos movimientos tambin se ajustan a las crticas poscoloniales que han abierto un espacio intelectual para las voces de minoras previamente marginadas. Especialmente en Latinoamrica, las crticas poscoloniales tienen una larga historia (as, la definicin que hace Freyre de Brasil como un pas mezclado, y efectivamente, lo mejor, un desafo al conocimiento sobre la raza y la modernidad producida en Europa y Norteamrica). Pero se trataba principalmente de intelectuales que hablaban en nombre de sus naciones y quiz, de los indgenas y los negros. Recientemente, los negros y los indgenas han hablado cada vez ms por ellos mismos. El surgimiento de una poltica de la cultura, que antes mencionamos, tambin es importante en este punto, pues los grupos minoritarios dan sus propias lecturas de sus culturas y hay conflictos para definir la constitucin de espacios culturales.3 En un mundo globalizado, estos espacios no son slo locales, sino nacionales e internacionales; hoy en da se reconoce que el campo de batalla para la constitucin de la identidad es global, como de hecho lo ha sido por siglos. En lo que queda de este captulo, examinar primero los intentos tericos de situar las culturas negras e indgenas en la nacin estado; y en el captulo siguiente, estudiar los movimientos sociales que han crecido en torno a la raza y la etnicidad. Mi tratamiento de los negros y los indgenas en conjunto, opuesto al separado de los captulos previos, obedece en parte a una incipiente tendencia en algunos estudios recientes de hacerlo as, pero refleja ms mi propia opinin de que una sntesis, o al menos, una yuxtaposicin tal es necesaria. Los negros y los indgenas en la nacin Dentro del contexto general arriba esbozado, ha habido una accin para situar tanto a los negros como a los indgenas ms firmemente dentro de la nacin estado. Lo cual no es un inters nuevo en s mismo. El indigenismo de los aos 20 y el inters hacia el blanqueamiento racial en el mismo periodo se referan a cmo integrar en la nacin modernizadora lo que se vea como poblaciones negras e indgenas problemticas o exticas, pero se trataba de cmo definir a las naciones particulares, ms que de analizar la nacin y el nacionalismo como tales. Las consideraciones de raza y clase en Brasil tambin eran acerca de la integracin de los negros en una sociedad de clases; pero ello daba por sentada a la nacin. Surgi un nuevo punto de vista, que puede resumirse con la ampliamente citada definicin de la nacin de Benedict Anderson como una comunidad imaginada (1983). Esto centr la atencin sobre las dimensiones culturales y simblicas de la nacin y abri el camino para preguntar cmo deberan encajar en la imagen de la nacin los negros y los indgenas como categoras sociales imaginadas por distintos conjuntos de personas. Claro que hay un peligro de que las relaciones sociales concretas se pierdan (lo que nunca fue la intencin de Anderson en su anlisis del nacionalismo), pero este tipo de perspectiva se alej de la preocupacin que en las dcadas anteriores se tuvo por la raza/etnicidad y por la clase, hacia un mayor inters por la nacin y los grupos de negros e indgenas como participantes en un espacio donde estaba en proceso una poltica de conflicto cultural. Mestizaje, blanqueamiento y nacionalismo
Norman Whitten ya haba cambiado su foco de investigacin de los negros de la costa pacfica ecuatoriana a los indgenas de la selva oriental andina. Pero conserv un inters por los negros en sus escritos, y eso obedeca a un intento de aprehender a la nacin ecuatoriana como un conjunto en su estructura tnica. En su trabajo de 1980, defiende que el nacionalismo ecuatoriano se basa en una ideologa de homogenizacin tnica o de mezcla racial; esto es, del mestizaje (1981b: 15; ver tambin Whitten 1985: 39-44, 223-41; Stutzman, 1981). Esta ideologa puede utilizarse para excluir a quienes se consideran no mezclados, mxime porque la ideologa tiene una clusula calificadora tcita que levanta el precio de admisin [a la nacin mezclada] desde la simple mezcla fenotpica al blanqueamiento cultural (en cuanto a volverse ms urbano, cristiano y civilizado, y menos rural, negro e indgena) (1981b: 15). La gente etiquetada como negra o indgena (con toda una variedad terminolgica posible) es ms visible en las reas perifricas donde se localizan los recursos naturales que el Estado y las naciones extranjeras desean. Los ecuatorianos mezclados, que se ven a s mismos como verdaderos nacionales, consideran que el progreso consiste en transformar las periferias de la nacin mediante el desarrollo que cambia tanto la tierra como su gente en formas que se conforman a la ideologa y los proyectos del crecimiento industrial norteamericano (1981b: 14), pero no con la ecologa del bosque tropical y su administracin por parte de los habitantes locales. Los negros e indgenas locales pudieran resistir, bien sea mediante una protesta explcita o un simbolismo y representacin ceremonial (1981b: 15), por ejemplo, haciendo uso de elementos de la mitologa local. El efecto contradictorio es que los negros y los indgenas de estas regiones parecen estar a la vez asimilndose a las formas de vida modernas ecuatorianas, y ... evolucionando hacia un bloque tnico militante (1985: 19). El Ecuador mismo parece estarse nacionalizando y volvindose diverso al mismo tiempo (1981b: 15). Por otro lado, los runas locales (los indgenas) de la selva limtrofe andina y amaznica luchan con la contradiccin entre dos principios aparentemente razonables: son de el Ecuador urbano, y son de la Amazona (1985: 252): buscan una medida de control y autonoma en ambos sistemas. Aqu hay mucho de similar con la obra anterior del mismo autor (Whitten, 1986 [1974], 1976), pero la presencia de la nacin estado como un espacio cultural es ms poderosa ahora. En parte debido a que para 1981, el movimiento indgena haba crecido en Ecuador en la medida en que lo indgena era de inters en los ms altos niveles del Estado, no slo como un problema, sino como un contendiente poltico.
La obra de Whitten me ha inspirado importantemente en mi propio trabajo en Colombia. Las ideas bsicas sobre el mestizaje y el blanqueamiento que este autor y Stutzman (1981) elaboraron son muy parecidas a la situacin colombiana (Wade, 1993a). Sin embargo, me parece que hay ciertos problemas para aplicar las ideas de Whitten directamente a Colombia. En parte, porque aunque hay considerables poblaciones de negros en la remota y subdesarrollada regin costera del Pacfico, tambin hay negros en muchas otras reas de Colombia, incluso en sus ciudades. El enfoque principal de Whitten sobre los negros (y los indgenas) de las reas perifricas lo llev a ver ambas categoras como esterotpicamente opuestas a la nacin; la gente mezclada, y especialmente los desarrollistas, los clasificaron como no nacionales (1985: 42). En Colombia, aunque es verdad que en ciertos crculos planificadores y acadmicos, los negros de la costa Pacfica pueden ser contrastados con la sociedad nacional (con todas las implicaciones de colonialismo interno que ello trae), me parece que la especificidad de la posicin de los negros colombianos (y creo que de otras partes de Latinoamrica), reside en el hecho de que pueden clasificarse como nacionales tanto como no nacionales. En mi opinin, la localizacin de los negros y los indgenas en el espacio cultural de la nacin estado necesita ms anlisis, y ms anlisis histrico, del que Whitten hace. Como argument en el Cap. 2, la identidad negra nunca se ha institucionalizado como la identidad indgena, y los negros se han considerado mucho ms como ciudadanos (de segundo rango), se los ha estudiado tpicamente en relacin con los no negros de una sociedad de clases y a menudo se ha supuesto que no existe una cultura negra. Es en este sentido que se los ve como nacionales (y en Colombia, ellos se consideran enfticamente as). Por otra parte, tambin sufren de exclusin cuando los blancos y mestizos los definen como ms all de los lmites de una legtima nacionalidad, como no nacionales, distantes de los valores bsicos que implica el ser blancos o mestizos (de color claro), urbanos, civilizados y con una educacin formal. El paso sutil entre que los no negros los incluyan (todos somos hermanos, todos somos mestizos) y que los excluyan ( los negros son todos unos animales; el mono vestido de seda, mono se queda) define en la nacin un espacio particular para los negros, donde aparecen y desaparecen. Tambin me he interesado en investigar el blanqueamiento no slo como una ideologa, sino como una prctica social mediante la cual se recrea el orden social jerarquizado de Colombia. El estudio sobre el blanqueamiento que se expuso en los captulos anteriores por boca de acadmicos tales como Degler y Skidmore tiene que complementarse con estudios etnogrficos respecto de cmo funciona en un nivel bsico y cmo se vincula ste con ideologas y prcticas ms amplias. Al observar a los negros y los no negros en un pequeo pueblo fronterizo y en la ciudad de Medelln (Wade, 1993a), argument que hay poderosos vnculos estructurales entre lo no negro y el ascenso socioracial (ver tambin Martinez-Alier, 1989). Los negros que triunfan, aun cuando ese xito se d en niveles muy locales, acaban por ser dependientes de los no negros y/o en asociacin con ellos. A menudo, aun cuando no tengan una razn personal para blanquearse ellos mismos o sus hijos, se absorben en una matriz social no negra, con lo cual reiteran las jerarquas del orden social. Por otro lado, los no negros siguen controlando muchas oportunidades econmicas y los negros sin xito estn marginados y para sobrevivir dependen fuertemente de las redes familiares, y conforman ncleos culturales y fsicos de lo negro, que una vez ms parecen confirmar las jerarquas nacionales al asociar lo negro con la pobreza y con la clase obrera o la cultura negra rural. Por ejemplo, en ese pueblo fronterizo un puado de negros eran relativamente exitosos y la mayora de ellos se relacionaban con los no negros en formas significativas; algunos dejaban el pueblo e iban a estudiar en la capital, Bogot. Como las oportunidades econmicas en la regin las controlaban cada vez ms los no negros, muchos negros emigraban a reas de la regin costera del Pacfico ms claramente negras, y ms pobres tambin. Los vnculos de lo blanco con el xito y de lo negro con la pobreza se recreaban as. En suma, hay un equilibrio entre la exclusin y la inclusin negras, que se empareja con el equilibrio entre la nucleacin y la dispersin negras. Lo cual no deja de relacionarse con la idea de Fernandes de un sistema de la adaptacin, y es vital para entenderlo a nivel del espacio cultural de la nacin, no slo de las relaciones sociales de una sociedad de clases.
Una forma diferente de captar la nocin de adaptacin y que toma en cuenta sus dimensiones culturales, es la idea de la hegemona transformista, elaborada por Brackette Williams en su trabajo fuera de Latinoamrica, pero en un contexto similar en algunos aspectos. En la investigacin que hace esta autora en Guayana, defiende que hay conflictos culturales para definir el valor de las contribuciones histricas y culturales que los africanos, los asiticos, los indgenas y los europeos han hecho a la incipiente nacin; pues los diferentes grupos dan valores distintos a las diferentes contribuciones (1991: 166). Los intentos nacionalistas por crear una unidad cultural trabajan con la diversidad al asimilar elementos de esa heterogeneidad mediante apropiaciones que los devalan o que niegan la fuente de su contribucin. Esto constituye una hegemona transformista (una expresin que proviene de Gramsci), en la cual, la dominacin funciona en parte mediante la apropiacin y la resignificacin. Si los grupos de bajo estatus mantiene su reclamo de ciertas contribuciones culturales en la amalgama de la cultura nacional, stas se devalan y estos grupos se definen como miembros no verdaderos de la nacin ideolgicamente definida. Quienes reclaman la categora de productores reales de los elementos bsicos de la cultura nacional, tiene el poder ideolgico de redefinir el significado de los elementos que se apropian de los grupos marginales (1991: 30-31). Esto es un enfoque til para la etnicidad y la raza en la nacin estado, porque dirige la atencin hacia los procesos de resignificacin por los cuales los elementos culturales particulares se incorporan (adaptan) a las versiones nacionalistas de la cultura nacional siempre y cuando su significacin se defina dentro del complejo de valores central de los grupos dominantes; tal y como los negros individuales pueden ser acomodados a condicin de que se comporten en ciertas maneras aceptables. En general, este enfoque sobre el mestizaje dentro de la nacin ve el blanqueamiento como un mecanismo principal del racismo en Latinoamrica. Se aleja de la clsica oposicin entre los EE.UU. y Brasil, que en cualquier caso ha sido sujeto de una revaloracin (Skidmor, 1993; Toplin, 1981), y ve que en cada regin opera una forma de racismo diferente. Creo que hay una suposicin no declarada sobre la biologa en la clsica oposicin, que adems adquiere forma con ayuda de aquella. El racismo estadounidense se ha visto como profundo; profundamente enraizado en el tejido social y basado en la biologa profunda de la sangre y el genotipo. El contraste se hace entonces con Latinoamrica; all el racismo se considera superficial, subordinado a la clase y basado exclusivamente en el fenotipo, por ello su profundidad es epidrmica. Creo que esto intenta legitimar el constraste en trminos de una biologa errnea; despus de todo, tanto el genotipo como el fenotipo son igualmente biolgicos. La metfora superficie/profundidad es engaosa, tanto para la biologa como para la sociedad. Claro que hay diferencias reales entre el racismo latinoamericano y el de Estados Unidos, pero son histricas y culturales, no biolgicas; tampoco pueden comprenderse cmodamente como superficiales versus profundas (Wade, 1993b). La etnohistoria y la nacin Junto al inters por la nacin estado lleg la preocupacin por la historia. Esta haba sido una parte integral de la investigacin durante la pasada dcada, pues el marxismo y las perspectivas sobre la dependencia eran muy atentas al cambio histrico, pero en la nueva etapa, el nfasis tendi a la historia desde la ptica nativa (por ejemplo, Harris, 1995a; Hill, 1988; Hugh-Jones, 1989). Algo de este trabajo se centr en los Andes (ver Rivera Cusicanqui, 1993) y no todo ha tratado de situar a los indgenas dentro de la incipiente nacin estado.4 Harris (1995b), por ejemplo, estudia la manera en la que, a largo plazo, las identidades indgena y mestiza se han relacionado con la participacin en el mercado; y hoy en da, la identidad indgena se define fundamentalmente por la participacin en las instituciones colectivas (cf. Isbell, 1978), mientras que las actividades del mercado son ms individuales. La nacin estado se mantiene en el segundo plano, pues restringe la operacin del mercado, pero no es un enfoque central.
Tristan Platt (1995) investiga los mercados en el contexto de la construccin nacional. Argumenta que nos equivocamos al considerar a las comunidades indgenas de la Bolivia del siglo XIX (y de hecho, de la actual) como resistentes al mercado nacional, en el cual participan slo a la fuerza. Aunque ello pudiera haber sucedido a veces, el autor replica que la intervencin en el mercado podra constituir una estrategia indgena (1995: 260). As pues, la resistencia no siempre es tan obvia como debiera. Respecto de los debates nacionales sobre los pros y los contras del proteccionismo y del liberalismo econmico, Platt argumenta que los indgenas generalmente estaban del lado del proteccionismo y que luchaban por mantener sistemas tributarios de tipo colonial contra el liberalismo republicano que luchaba por construir una nueva nacin; adems, los movimientos por la revitalizacin de lo inca utilizaban los smbolos del nacionalismo republicano (1995: 287). Esta es una visin mucho ms matizada de la minora tnica incluida en la nacin estado que aquella que la considera simplemente como una minora oprimida y victimizada, o que supone la automtica resistencia de la actividad econmica precapitalista al capitalismo. Platt (1993) argumenta que los indgenas bolivianos del siglo XIX tenan sus propios proyectos nacionales que implicaban un orden social econmicamente justo para ellos y que llegaron a una interpretacin religiosa de las muchas nuevas tradiciones inventadas y desplegadas en las monedas acuadas y en los monumentos pblicos, en la herldica, las banderas y las fiestas cvicas, por los arquitectos criollos de la nueva Patria (1993: 168). Por ejemplo, en su imaginera nacionalista, los criollos representaban a las indgenas como jvenes mujeres salvadas de las garras de los espaoles por hroes liberadores, defensores paternalistas y dueos patriarcales de la nacin y de sus indgenas. Las indgenas reales no eran tan indefensas, y los criollos las vean como atrasadas y recalcitrantes, unas salvajes que tenan que controlarse por la posesin (y la violacin), ya sugerida con la salvacin de la indgena virgen. Para los mismos indgenas, la Virgen Mara se asociaba con la pachamama, la Madre Tierra, mientras que Simn Bolvar, el Libertador, se volvi su hijo, una figura crstica; ambos respaldaban la reproduccin social de la vida y la comunidad indgenas dentro de la nueva repblica. Los indgenas y los criollos tenan entonces diferentes ideas sobre la nueva nacin y el lugar que los indgenas ocuparan en ella; respectivamente, como vrgenes destinadas a ser salvadas y salvajes destinados a ser civilizados, o como habitantes de un espacio sagrado de reproduccin social y de renovacin mesinica. En un estudio analtico, de Joanne Rappaport ampliamente citado, esta autora empieza con la suposicin de que la historia es una cuestin de poder del presente, y no de un reflejo imparcial del pasado (1990: 15). Para los indgenas pez de los Andes colombianos, la conciencia histrica se funda en un vnculo moral con el pasado que se operativiza en el inters de alcanzar metas polticas en el presente (1990: 9). La Corona y el Estado han sido una presencia constante para estos indgenas, contra la cual han luchado para definir su autonoma, con historias tanto orales como escritas, como un vehculo para cambiar el curso de la historia (1990: 180). Las historias toman nuevas formas conforme ocurren los cambios en el contexto poltico en el cual se articulan y en la actualidad trabajan para crear una comunidad textual (1990: 183) que acta como base de definicin de los pez como grupo tnico, basado en parte en el papel central de los lderes indgenas que saben leer y escribir y que pueden operar en ambas direcciones en la interfaz de lo oral y lo escrito, pero que tambin se basa en la historia empotrada en el paisaje que todos pueden leer. Entonces, en el anlisis de Rappaport, la resistencia indgena y la identidad tnica dentro de la nacin estado se construye en torno a la conciencia histrica (ver tambin Rappaport, 1994). Los indgenas y la nacin estado
Considerar
a
los
indgenas
en
el
contexto
de
la
nacin
estado
desde
una
perspectiva
posmodernista
indica
que
ninguno
de
los
trminos
...
Indgenas,
naciones
estado
y
cultura
son
categoras
monolticas
y
estticas
(Urban
y
Sherzer,
1991b:
12).
Los
trabajos
de
su
coleccin
(Urban
y
Sherzer,
1991a)
demuestran
que
las
identidades
tnicas
indgenas
y
las
naciones
estado
son
altamente
interdependientes
y,
en
algn
sentido,
mutuamente
constitutivas.5
En
realidad,
pienso
que
algo
del
cambio
de
los
antroplogos
operado
con
respecto
a
su
visin
de
los
indgenas
dentro
de
la
nacin
estado
se
debe
a
que
stos
se
ven
cada
vez
ms
como
grupos
tnicos
dentro
de
la
nacin,
como
resultado
de
sus
experiencias
histricas
(Turner,
1991;
Jackson,
1991).
Abercrombie
(es
interesante
que
sea
un
historiador)
escribe
lo
siguiente
sobre
los
kulta
de
la
regin
boliviana
de
Oruro
que:
Los
grupos
tnicos
indgenas
de
la
actualidad
y
las
cosmologas
indgenas
son
ininteligibles
separadas
de
su
conflicto
con
el
Estado:
se
fundan
en
su
existencia,
y
se
recrean
slo
en
cuanto
pueden
mantener,
y
moldear
para
sus
propios
propsitos,
un
Estado
dentro
del
Estado
(1991:
111)
En esta visin, los dioses de los opresores... se requieren para la reproduccin de la sociedad kulta (pp. 110-11), en cuanto que, por ejemplo, los rituales que los kulta utilizan para asegurar la reproduccin de su sociedad identifican a los lderes rituales locales con Jesucristo, y los invisten con elementos del poder santo cristiano. En otras palabras, la cosmogona local se ha adaptado a la hegemona cristiana, lo cual es entonces necesario para la sociedad indgena. Por supuesto, se ha reconocido ampliamente que la cultura indgena ha sido durante mucho tiempo un hbrido de diferentes elementos (Friedlander, 1975; Harris, 1995b: 359); pero se trata no de ver la identidad tnica como algo que simplemente persiste pese a ello, sino ms bien como algo que surge en esa interaccin. Abercrombie exagera este caso, porque sugiere que los grupos tnicos indgenas son totalmente dependientes del Estado para su misma existencia. En cambio, Howe demuestra que la identidad indgena kuna se ha formado en la interaccin de largo plazo con el Estado panameo. Para empezar, parte de la identidad de los kuna, que viven en una serie de islas mar adentro frente a las costas caribeas de Panam, consiste en su conjunto indumentario, particularmente el femenino. Sin embargo, esta indumentaria slo apareci en el siglo XIX, pues sus narigueras, las pulseras de cuentas o abalorios y las famosas molas kunas (diseos de encaje cosidos a mano que adosados a las blusas femeninas) se basaban en bienes importados; tambin se desarroll, en parte como respuesta al contacto (Howe, 1991: 25). Beber la chicha fermentada en las fiestas tambin se convirti en un importante smbolo de la identidad kuna, pero tambin parcialmente debido a que el Estado panameo lo desaprob y trat de detener la prctica en los aos 20, durante un programa de aculturacin forzada que tambin tuvo por blanco el uso de pulseras de tobillo para las mujeres. El captulo de Howe tambin muestra que no hay una simple oposicin entre los kuna y el Estado, que en este caso, era la polica: algunos policas tenan compaeras kunas, pese a que los hombres kunas las cuidaban celosamente; algunos kunas tambin se opusieron a las fiestas de la chicha; y algunos policas eran ellos mismos kunas. Ms an, Howe demuestra cmo entraron otros factores en la constitucin interactiva de la identidad. Los kuna atrajeron la atencin en los EE.UU. como posibles indgenas blancos, y hubo una serie de expediciones para estudiarlos. En 1925, los kuna se rebelaron contra el programa de aculturacin al que estaban sometidos, y los EE.UU. los apoyaron, en parte debido a que algunos norteamericanos los vean como indgenas nobles aniquilados por una nacin estado bsicamente negra o mulata. As pues, la identidad se construa en un marco internacional.
El captulo de Jackson (1991) lo reafirma: una identidad tnica para los tukanos de la Amazona colombiana es un fenmeno emergente, en un proceso que en otras partes se ha denominado etnognesis (para una visin reciente, consultar Hill, 1996). En este caso, la identidad surge en una compleja interaccin entre las agencias gubernamentales, las organizaciones indgenas nacionales, los misioneros protestantes, la Iglesia, los antroplogos y las diferentes facciones dentro de los tukanos. El Estado ha adoptado diferentes posiciones en respuesta a la organizacin indgena surgida en Colombia en los aos 60, en la regin andina; respuesta que ha ido desde la represin oficial (por ejemplo, en el mandato del Presidente Turbay, 1978-82) y el reconocimiento oficial (por ejemplo, con la Constitucin de 1991). Las organizaciones indgenas basadas en la experiencia indgena andina tambin estn activas en la regin amaznica y los activistas tukanos han adoptado sus representaciones sobre la sociedad indgena: Los tukanos estn aprendiendo de las imgenes y valores indgenas no tukanos a ser indgenas verdaderos (1991: 147). La imagen de una comunidad indgena con su propia cultura y fronteras es especialmente inapropiada para los tukanos, pues la prctica de la exogamia lingstica (casarse con alguien que habla una lengua distinta) difumina continuamente las fronteras culturales; pero esa es la imagen que suelen tener tanto las organizaciones indgenas de la Sierra como las agencias gubernamentales, y asimismo, es la imagen que despliegan los activistas tukanos. La Iglesia Catlica auspicia la organizacin local indgena porque quiere reafirmar su autoridad en un rea donde actan los misioneros protestantes evanglicos estadounidenses. Los tukanos mismos se dividen acerca del progreso o de la tradicin, y los antroplogos tambin tienen diferentes agendas dependiendo en parte de las divisiones institucionales entre las orientaciones ms acadmicas y ms aplicadas (Wade, 1993a: 33-34). El resultado, en general, consiste en que la cultura tukano se ha convertido en un objeto cosificado, sometido a la representacin, la negociacin y los intentos de preservacin. Por ejemplo, en 1983, el Ministro de Salud estableci una escuela de shamanes para que los mayores ensearan a los jvenes (Jackson, 1995). Si bien la identidad indgena se constituye dentro del contexto de la nacin estado, tambin ocurre lo contrario. Howe argumenta que, [las autoridades panameas], para proyectarse a s mismas como las fuerzas del orden, y al control estatal como el nico orden apropiado, necesitaban que los kuna fueran anrquicos (1991: 34). Para construir su orden y civilizacin, la nacin estado requiere desorden y salvajismo, que pudieran verse como internos ms que externos. Por otro lado, la ideologa del indigenismo usaba a los indgenas para conferir singularidad a las identidades nacionales latinoamericanas en un mundo global (ver el Cap. 2), lo cual, an hoy, es usual. Hendrickson (1991) argumenta que, en Guatemala, las agencias gubernamentales, la informacin turstica y los concursos de belleza utilizan el traje indgena tanto como un smbolo de la singularidad del pas como un smbolo de su supuesta unidad. Al mismo tiempo, el vestido que los indgenas usan en la vida diaria, es la marca de un bajo estatus. Igualmente, Abercrombie defiende que los no indgenas urbanos siguen haciendo de su relacin cultural con la cultura de los indgenas algo fundamental para sus propias identidades (1991: 96), al definirse a s mismos como lo que no es indgena. Por ejemplo, en la ciudad de Oruro, los mestizos contratan a shamanes indgenas en la poca de Carnaval para hacer de un modo indgena las ofrendas a las deidades consideradas indgenas. Esto construye a los indgenas como ritualmente poderosos, pero a la vez, tambin como fundamentalmente diferentes. Todos [los grupos de danza del Carnaval de Oruro] llevan, de algn modo, a un indio dentro, al que se eleva a un rango alto y poderoso tanto en la religin folk (popular), as como en el nacionalismo cargado de una lacerante necesidad de identidad legitimadora y antiimperialista (1991: 119). La nacin requiere de los indgenas para especificar su identidad nica, y los no indgenas necesitan acceder a una identidad que utilice los poderes salvajes aparentemente inalcanzables para ... el pueblo civilizado (1991: 119). El poder de los negros y de los indgenas
Hablar de poderes salvajes pudiera parecer fantasioso y difcilmente un elemento central de las distinciones raciales y tnicas, pero el trabajo de Taussig indica que el caso es muy otro. Si nos centramos en Colombia, donde los indgenas son una diminuta minora, Taussig dice que la enormidad de lo mgico atribuido a esos indgenas es asombrosa (1987: 171); cuanto ms salvajes y lejanos estn los indgenas, ms poderosos se consideran, incluso entre los indgenas mismos. El poder que se dice que controlan se busca para solucionar la clsica triloga de los problemas vitales: amor, salud y dinero. Los curanderos indgenas trabajan en pueblos fronterizos, pero tambin se anuncian en los peridicos nacionales. La bebida alucingena, el yag, que se utiliza en la cura ritual, viene de la regin amaznica, pero tambin se vende en Bogot. Taussig argumenta que esta atribucin de lo mgico es un objet dart (sic) colonial ingeniosamente labrado en cuanto que procede de ideas sobre los hombres salvajes (salvajes, pero poderosos) que existieron antes de la Conquista de las Amricas y se transfirieron a los indgenas; pero tambin es un modernismo tercermundista, una nueva versin neocolonial primitivista (1987: 172) en cuanto que la extensin del capitalismo realmente ha dado ms poder a los indgenas conforme la gente se siente ms distante de la fuente de la fuerza primitiva. Taussig apenas tiene conciencia de los factores econmicos en la construccin de la identidad, pero centrarse exclusivamente en los intereses econmicos conscientes de lo individual es perder de vista la creacin del mito colonial que trabaja a travs del inconsciente poltico (1987: 185). Hay dimensiones poltico-culturales de la identidad que se pierden con el sesgo poltico-econmico de los enfoques instrumentalistas hacia la identidad tnica y racial. A los negros de Colombia tambin se les atribuyen poderes de sanadores y brujos; generalmente, son negros de la regin costera pacfica colombiana. En Brasil, todo tipo de personas adoran a las deidades africanas y afrobrasileas y les piden ayuda en la prctica de las religiones candombl y Umbanda; algunos especialistas del ritual candombl viajan a frica Occidental y vuelven a sus centros religiosos de Brasil con prcticas rituales revitalizadoras (Henfrey, 1981: 95). En lo cual nuevamente hay una larga historia de la atribucin del poder mgico (peligroso y poderoso, maligno y seductor) a los africanos y a sus descendientes (Taussig, 1987: 217; Wade, 1993a: 293). Para los negros de Latinoamrica (y de otras partes), existen imgenes entrelazadas igualmente importantes del poder sexual, musical y de la danza, un elemento subyacente en las tendencias literarias del negrismo surgido en los aos 20 (ver el Cap. 2), as como en el fenmeno del bronceado solar que surgi por esa misma poca. La ambivalente atraccin sexual que los blancos sentan por las negras tambin es un tema constante en los contextos coloniales (Young, 1995). La msica y el sexo a menudo van juntos. Por ejemplo, en Colombia, las definiciones de la msica nacional de las primeras dcadas de este siglo se centraban en estilo guitarrsticos asociados con el interior andino blanco/mestizo. Para fines de los aos 40, los estilos tropicales asociados con la regin caribea del pas y con el Caribe mismo hacan furor, pese a las malhumoradas protestas de algunos conservadores de que la msica extranjera y hasta la africana ahogaba a la msica colombiana autntica. Las razones del auge de esa msica eran complejas, pero uno de los factores era la sexualidad liberada y moderna que, se supona, incorporaba (Wade, 2000). En Colombia, mucha gente todava hoy considera los estilos musicales asociados con los negros, o danzados por ellos, como sexualmente inmorales y/o excitantes (Wade, 1993a: 245-52). Esto en s mismo no es nuevo. El punto es que, dentro del espacio cultural nacional, las imgenes de los poderes racializados (lo mgico indgena, la sexualidad negra o la civilizacin blanca) son smbolos que compiten por su espacio y su legitimidad, al definir lo que la nacin es y puede llegar a ser. El shamanismo se ha visto como una institucin vital, de los grupos indgenas, que los ayuda a perdurar como unidades culturales (por ejemplo, Elsass, 1992; tambin Langdon y Baer, 1992). Pero el shamanismo tambin trabaja activamente en la construccin de la identidad indgena como parte de un espacio cultural mucho mayor, nacional y, por supuesto, internacional. Tambin la msica puede ser importante para comprender la identidad negra en escenarios especficos, pero ello igualmente ocurre dentro de un contexto musical nacional y de hecho, hay toda una dispora negra del Atlntico (Gilroy, 1993a) de msicos que se identifican como ms o menos negros (ver Bhague, 1994).
Lo
cual
da
una
visin
muy
diferente
de
las
identidades
raciales
y
tnicas
en
la
nacin
estado.
Esto
ha
sido
analizado,
y
an
lo
es,
como
una
lucha
por
los
recursos
econmicos
y
el
poder
poltico,
pero
hay
asimismo
importantes
dimensiones
culturales,
simblicas
y
morales.
Desde
esta
perspectiva,
es
an
ms
necesario
ver
a
los
indgenas,
los
negros
y
la
nacin
como
categoras
culturales
mutuamente
constituyentes.
Para
sustentarse
a
s
misma,
la
nacin
se
alimenta
del
poder
de
los
negros
y
los
indgenas,
tal
como
ellos
se
alimentan
del
poder
de
la
nacin
estado.
Notas 1.
Algunas
tiles
introducciones
a
la
posmodernidad
y
el
posmodernismo
son
las
de
Giddens
(1990),
Hall,
Held
y
McGrew
(1992),
Harvey
(1989),
Turner
(1990).
Respecto
a
Latinoamrica,
ver
Beverley,
Oviedo
y
Aronna
(1995).
2.
Tanto
Derrida
como
Foucault
realmente
escribieron
muchas
de
sus
obras
en
los
aos
60.
Muchas
de
ellas
no
se
tradujeron
al
ingls
sino
hasta
los
aos
70
y
80,
pero
su
impacto
en
las
ciencias
sociales
empez
principalmente
en
los
80.
3.
El
uso
de
metforas
espaciales
en
muchos
estudios
recientes
refleja
un
inters
general
de
la
teora
social
hacia
las
dimensiones
espaciales
de
las
relaciones
sociales,
pero
ha
sido
especialmente
atractivo
en
Latinoamrica,
cuyas
minoras
a
menudo
se
comprometen
en
una
lucha
concreta
por
los
derechos
de
la
tierra
como
parte
de
su
espacio
cultural.
4.
Para
un
repaso
del
reciente
trabajo
etnohistrico
en
Mxico,
ver
Kizca
(1995).
5.
Ver
tambin
Smith
(1990)
y
Stavenhagen
(1996).
6.
El contexto nacional se ha vuelto vital para entender las identidades tnicas y raciales, en parte debido al surgimiento de movimientos que buscan revitalizar esas identidades y hacer que los indgenas y los negros asuman un papel en la poltica nacional econmica y cultural. Estos movimientos a menudo se alimentan de los vnculos simblicos y concretos que tienen entre s y con movimientos no latinoamericanos, lo cual hace tambin importante el contexto internacional (Brysk, 1996; Fontaine, 1981). Los movimientos negros e indgenas han existido durante mucho tiempo. Trabajos etnohistricos recientes han enfatizado la importancia de las rebeliones de los esclavos y de los indgenas, de las comunidades de esclavos fugitivos, la contribucin de la resistencia de los esclavos para la abolicin de la esclavitud, etc.1 El Frente Negra Brasileira estaba activo en los aos 30 (Andrews, 1992), ya existan organizaciones negras en Brasil cuando se hicieron los estudios de la UNESCO (Fernandes, 1979: 98) y el Movimiento Negro Unificado se form all en 1978 (Gonzlez, 1985). En Colombia, las organizaciones negras datan de los aos 70 (Wade, 1995a). Organizaciones por los derechos indgenas igualmente florecieron en toda Latinoamrica desde alrededor de los aos 60.2 Pero fue en los aos 80 y los 90 que estos movimientos parecen haber ganado en fuerza y nmero. Los nuevos movimientos sociales La razn de que ltimamente los movimientos sociales negros e indgenas hayan atrado mayor atencin se debe en parte a su proliferacin, pero tambin a que forman parte de un fenmeno ms general, denominado de los nuevos movimientos sociales, aunque hay un debate sobre cun nuevos realmente son. Toman todo desde las asociaciones de colonos, las comunidades cristianas de base y los grupos pro derechos de los animales a las cooperativas obreras, las organizaciones indgenas de derechos de la tierra y los grupos ecolgicos. Se consideran nuevos porque parecen diferenciarse de las clsicas protestas de los obreros sindicalizados de las dcadas anteriores: hay menos nfasis sea en la modernizacin sea en la revolucin como las opciones bsicas, y ms acento en la multiplicidad de los espacios polticos que se pueden abrir en la nacin, y en el mundo; espacios en los cuales la poltica ya no es un nivel aparte, sino que es parte integral de la vida social. Tambin, frecuentemente, enfatizan menos la esfera productiva (trabajo versus capital) y ms la reproduccin (por ejemplo, el medio ambiente, sea urbanizado o rural). Entre los nuevos movimientos sociales, se ha identificado, asimismo, una divisin entre la estrategia y la identidad; en cuya extensin se centra un movimiento con fines estratgicos e instrumentales (por ejemplo, para obtener tierra) o en funcin de afirmar el derecho a un espacio cultural para su identidad (Escobar & Alvarez, 1992; Escobar 1992b; Foweraker, 1995). El punto consiste en que la identidad como un fin en s mismo constituye una nueva tendencia. Hall argumenta que descentrar al sujeto moderno y dislocar los enfoques estables de identificacin mediante la globalizacin ha resultado en una nueva bsqueda de identidades (Hall, 1991, 1992a). Escobar defiende que para la mayora de Latinoamrica, la modernidad misma ha fracasado como proyecto, y que han surgido nuevas formas de accin colectiva populares (Escobar, 1992a). De modo similar, Kearney escribe que en este momento de posdesarrollo [en Amrica Latina] ... las condiciones que promueven la diversidad se profundizan y crean un clima que conduce al resurgimiento de las identidades indgenas (Kearney, 1996: 8).
Todo esto conforma el contexto general que hace posible el surgimiento de esos movimientos. Otros factores intervienen a un nivel ms especfico. Por ejemplo, la organizacin indgena generalmente ha tenido ms xito que la negra, como vimos en el ejemplo colombiano del Cap. 2. Lo cual, en mi opinin, tiene que ver con la institucionalizacin de la identidad indgena que dio a los indgenas una base conceptual, poltica y a menudo territorial (de ah la importancia de las luchas por los derechos de la tierra) sobre la cual organizarse. Esa identidad tambin les ayud a ganar un respaldo internacional. En cambio, los negros no han contado con esa base. Observadores como Toplin (1971), Degler (1971), Skidmore (1972) y Hasenbalg (1979) tambin han argumentado que, bien sea debido especficamente al lugar especial del mulato o ms generalmente a un sistema de adaptacin basado en el blanqueamiento, la movilizacin negra era intrnsecamente difcil de alcanzar. El caso, en cierta medida, permanece igual (Burdick, 1992a; Hanchard, 1994; Wade, 1993a: cap. 17), pero anlisis anteriores que consideraban la movilizacin negra como bloqueada por un obstculo estructural permanente, encontraron difcil dar cuenta de los cambios ocurridos en dicha movilizacin. Pienso que es ms fructfero relacionar la movilizacin poltica negra al contexto poltico general, pues en Brasil floreci con la apertura democrtica, y en Colombia, con la reforma constitucional (Arocha, 1992; Wade, 1995a). A causa de la fragmentacin de la escena poltica, una caracterstica de los movimientos negros e indgenas es el entrelazamiento de los diferentes ejes de identificacin y de accin: la etnicidad, la raza, el gnero, la clase, la orientacin sexual, la religin, la msica, etc. Por ejemplo, en Brasil, un movimiento tan temprano como amorfo, fue el Black soul de los aos 60, que emul algo de la ideologa y los adornos del movimiento por el Poder Negro estadounidense y que tom la msica negra soul como un punto central. Luego, en los aos 70, Winant argumenta que los negros fueron activos en el fortalecimiento de la oposicin poltica democrtica a la autoridad militar, luego prosiguieron en el proceso de organizarse como negros; aqu, las identidades racial y de clase se superponan y cruzaban; y por ejemplo, se cre una Comisin Negra dentro del Partido Trabalhador. Winant tambin menciona los afoxs, o grupos enraizados en la prctica religiosa afrobrasilea, activos en el Carnaval como grupos de danza y msica, pero que tambin actan como asociaciones comunitarias con fines polticos y de autoayuda (Winant, 1992). Dentro de todas estas organizaciones y grupos, hay un gran debate sobre qu peso dar a la clase, la raza, el gnero, etc. como principios movilizadores y organizadores. Deberan los negros buscar participar en las estructuras polticas nacionales de clase, o trabajar contra ellas a travs del socialismo, o centrarse sobre todo en reafirmar la identidad negra? Estas preguntas no tienen fcil respuesta, pero el punto es que indican la creciente importancia de la poltica sobre la identidad, la diferencia y la cultura en los temas raciales y culturales de Latinoamrica. La etnicidad, la raza y la clase
La clase contina provocando un inters vital en el sentido amplio de que la mayora de estos movimientos incluyen una lucha por objetivos materiales, a menudo por la tierra. En Colombia, las organizaciones negras surgieron en los aos 70 bajo la inspiracin del Poder Negro de los EE.UU. y el movimiento por los derechos civiles. Persiste el uso del simbolismo negro estadounidense, aunque hoy toma formas propias de la imaginera ms reconociblemente caribea y latinoamericana del cimarrn (el esclavo fugitivo) y del palenque (la comunidad esclava fugitiva), particularmente mediante la organizacin nacional Cimarrn, que sigue siendo de menores dimensiones en relacin con la organizacin indgena nacional. El inters principal era la identidad negra y el aumento de la conciencia entre los negros urbanos. Durante los aos 80, la Iglesia cre muchas organizaciones campesinas (as como indgenas) en el rea costera pacfica, destinadas, principalmente, a los negros locales. El clero (que en algunos casos eran miembros del grupo Cimarrn) promocion principalmente la tierra, la agricultura y la infraestructura, pero tambin la historia y la identidad negras. A principios de los 90, y con la prosecucin de la reforma constitucional y la apertura de un foro de los negros y los indgenas para escuchar sus intereses, las organizaciones se multiplicaron y tuvo lugar el mismo tipo de debates que en Brasil, lo que dividi a los grupos negros. El movimiento Cimarrn empez a trabajar con las organizaciones campesinas, haciendo de los temas de clase una parte importante de su agenda, aunque an vinculndolos a los asuntos de la identidad negra (Wade, 1995a). La importancia de la tierra relaciona, insistentemente, los asuntos de clase con el tema tnico, tanto para los negros como para los indgenas. A un nivel muy general, gran parte de la reciente historia de muchos pases latinoamericanos ha consistido en el intento de convertir a los indgenas en campesinos, lo que ha conllevado una resistencia expresada, a menudo, en trminos ms o menos tnicos (Mallon, 1992). Sendero Luminoso en Per, aunque es una organizacin maosta, es considerada por algunos con un cierto carcter tnico (Varese, 1996: 65; cf. Poole y Renique, 1991). Schryer muestra cmo en la regin de Huejutla de Mxico central, los campesinos militantes se identificaban con su lucha (por la tierra) en trminos de un conflicto tnico entre los indgenas y los no indgenas (1990: 4). Pero debido a que los conflictos sobre la tierra sobrepasan las fronteras tnicas, hubo disputas que dividan a los indgenas sobre si unirse a las invasiones de tierras y sobre el significado y la funcin de las instituciones culturales indgenas de importancia, como la jerarqua cvico religiosa y la tenencia comunal de tierra. En cambio, el Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional de Chiapas, aunque sigue una lnea patritica mediante declaraciones como: hay en nosotros, como en nuestra Gran Nacin Mexicana, sangre mestiza e indgena, tambin tiene una identidad bsicamente indgena: creemos que si miles de indgenas se levantan en lucha, entonces es posible una insurreccin indgena. Las causas de la rebelin se relacionan con la tierra, la reforma neoliberal, el impacto de la Teologa de la Liberacin, etc., pero tambin con el racismo que los indgenas han experimentado por siglos a manos de los mestizos locales.3 Finalmente, Peter Gose esboza la divisin existente en los Andes peruanos entre los campesinos indgenas, que producen directamente de la tierra mediante la labor colectiva, y los mestizos, que utilizan la mano de obra y la apropiacin privadas (dinero reservado formalmente para un uso especfico). Sin embargo, esta divisin se expresa a travs de las categoras culturales andinas mediante la participacin en el ritual colectivo y la adhesin a una ideologa igualitarista central para la identidad indgena (Gose, 1994).
En la regin amaznica, la superposicin de los asuntos de tierras, y actualmente, la custodia de la biodiversidad (Varese, 1996), con la identidad indgena tambin es muy clara. Por ejemplo, en la Amazonia brasilea y colombiana, los indgenas pueden poseer legalmente reservaciones de tierra, aunque los colonos y de hecho, el Estado, a menudo cometen abusos contra sus derechos (Treecer, 1990; Branford y Glock, 1985). En la regin costera de Colombia, la legislacin de 1993 reconoce el acceso a las tierras comunales por parte de las comunidades negras rurales de ese lugar, de forma que consolida la divisin tnica existente entre los negros locales y los colonos no negros (Wade, 1995a). Pero eso no significa la ausencia de divisiones internas dentro de las comunidades negras o los grupos indgenas; al contrario, hay intensas, y a veces, violentas disputas entre las reservaciones y los grupos indgenas colombianos (Jackson, 1991; Kloosterman, 1996), entre los Miskitos nicaragenses (Vilas, 1989; Scherrer, 1994), o entre los negros de la regin costera del Pacfico colombiano. La manipulacin de la raza/etnicidad y la clase prosigue entonces de una manera muy cotidiana en todas esas regiones, conforme se superponen y entrelazan los intereses por la tierra y la identidad. Los acadmicos que analizan el proceso difieren, y algunos mantienen un enfoque bsicamente marxista contra lo que consideran un abandono de la economa poltica por parte de los posmodernistas, pero incluso otorgan a las dimensiones culturales una buena porcin de autonoma (Kearney, 1996). Aunque ahora, generalmente, el debate sobre la primaca de la raza/etnicidad versus la clase es menor, y es mayor con respecto a las mutuas interacciones (y con otras dimensiones de la diferencia). Adems, el surgimiento de los intereses ecolgicos ha invertido la balanza, desde la propiedad de la tierra (un tema de clase) hacia la reproduccin del medio ambiente, aun cuando estos dos aspectos no puedan disociarse (Blauert y Guidi, 1992; Collinson, 1996). La demanda de tierra por parte de los indgenas, y, por supuesto, la transferencia de tierra a las comunidades indgenas realizada por el Estado, tiene frecuentemente el objetivo explcito de proteger el medio ambiente. Fisher observa que los indgenas kayapos de la Amazonia brasilea difunden una imagen de ellos mismos basada en la resistencia a la amenaza del deterioro ambiental, pues ello est en su naturaleza. Pero en su caso, manipulan esta imagen en su compromiso estratgico con el Estado, sin tener, como tal (segn Fisher) una conciencia medio ambiental (Fisher, 1994: 229-30). Etnicidad, raza y religin Dada la importancia de la religin afrobrasilea en ese pas, no sorprende que tambin haya conformado un centro de identificacin, y no slo para los afoxs. Existe una tremenda variedad de prcticas religiosas segn los diferentes tipos de candombl, que incluye desde la adoracin y posesin del devoto por parte de las deidades africanas (suceptibles de ser comparadas simblicamente con los santos cristianos), pasando por una religin denominada Umbanda, ms reciente y eclctica, que combina elementos de la macumba (parecida al candombl) y del espiritismo europeo, hasta el catolicismo y el pentecostalismo. El debate sobre el carcter poltico de los diversos grupos y la extensin en la cual fortalecen o desafan al estatus quo ha sido amplio. Por ejemplo, Brown (1986) argumenta que los grupos Umbanda generalmente reproducen relaciones de patronazgo y desigualdad, pero Henfrey (1981) muestra cmo, dentro de la clase trabajadora de Baha, diferentes grupos de Umbanda encajan en distintas relaciones de clase: un proletariado a la antigua que funciona con relaciones paternalistas para los amos blancos que fomentan el candombl al estilo africano versus un proletariado de nuevo estilo que funciona en las fbricas cuyas actividades religiosas son ms eclcticas y no controladas por ese patronazgo). Estas orientaciones se reflejan en las sutiles diferencias entre los grupos con respecto a la prctica y el simbolismo religiosos: (por ejemplo, la ortodoxia africana consciente sobre las deidades y el comportamiento serio versus una actitud ms eclctica hacia ellas y un enfoque ms divertido). Por lo tanto, el simbolismo y la prctica religiosos se abren a una amplia variedad de interpretaciones y las conclusiones de Brown pudieran deberse en gran parte al enfocar su estudio en la clase media (ver tambin Ireland, 1992; Rostas y Droogers, 1993).
As pues, aunque el surgimiento del Umbanda hubiera generado el blanqueamiento de la macumba al eliminar ciertos elementos considerados como africanos y salvajes (Brown, 1986), puede asumir un sentimiento mucho ms negro y de clase trabajadora cuando se lo practica en un medio de bajos ingresos de Ro de Janeiro, donde la mayora de la gente es negra y mulata. Igualmente, los afoxs enraizados en la religin afrobrasilea pudieran adoptar una lnea radical sobre la identidad negra en Brasil, pero, como Henfrey defiende, los centros candombl (re)africanizados serios encajan bastante bien en el patronazgo tradicional de la diferencia cultural convertida en extica, considerada encapsuladora de ciertos valores de inters general o de importancia artstica (Freyre 1951: 119). Y de hecho, las clases medias los promueven ampliamente. En suma, la religin se entreteje imprevisiblemente con las identidades tnicas y raciales; lo importante es que en su construccin puede haber un elemento significativo. Burdick (1992b) informa, por ejemplo, que en Ro de Janeiro, una comunidad cristiana de base inspirada en la Teologa de la Liberacin estaba dirigida por personas de piel clara y fracas en el intento por detener el racismo entre sus integrantes. En cambio, la Asamblea Pentecostal de Dios, mediante su discurso de una transformacin radical y el ensalzamiento espiritual de los humildes, logr atraer a muchos negros, algunos de los cuales tenan altos cargos. Por otro lado, la Teologa de la Liberacin ha sido una importante auspiciadora de la identidad indgena en Chiapas (Renard, 1994), mientras que entre los indgenas Qechi de Guatemala, el catolicismo proporcion, y an lo hace, la estructura organizativa y el medio discursivo que rene a las comunidades en su accin poltica (Wilson, 1995a: 307). Etnicidad, raza, gnero y sexualidad Quiz el punto de partida ms importante para la cuestin de la raza/etnicidad y la clase haya sido el que involucra al gnero. Hasta ahora slo lo he mencionado de paso, porque solamente en los aos 80 y 90 se ha convertido en un tema presente en los estudios de la raza y la etnicidad en Latinoamrica. Por ejemplo, en el San Jernimo de los aos 70, Van den Berghe no lleg a preguntarse si ser hombre o mujer constitua una diferencia para la identidad indgena o mestiza, aunque en esa poca, el feminismo floreca en las ciencias sociales. Las mujeres entraron efectivamente en los debates (aunque necesariamente no sucediera lo mismo con la desigualdad de gnero) principalmente mediante los estudios sobre la familia, en especial, la familia negra. Tanto las mujeres como los hombres se vean tambin envueltos en discusiones sobre la mezcla de razas, aunque es sorprendente, por ejemplo, cmo Mrner (1967) maneja una historia de la mezcla racial que ignora el asunto de la desigualdad de gnero. Martinez-Alier (1989 [1974]) trat el problema con mayor detalle, y mostr que los hombres de la clase alta podan tener relaciones secretas (o incluso pblicas pero informales) con mujeres de menor rango racial, sin que ello pusiera en riesgo su estatus (hasta el matrimonio era menos peligroso), pues su posicin de hombre lo permita. En cambio, las mujeres blancas deshonraran a su propia persona y a sus familias, pues su sexualidad se vea como una posesin masculina. As pues, la dominacin se efectuaba, en parte, mediante el control masculino blanco sobre las mujeres blancas, lo quisieran ellas o no. Las mujeres negras y mulatas podan ser las mediadoras de la movilidad social en el sentido de que, tener una relacin sexual con un hombre (ms) blanco (bien por haberla planeado o por imposicin) poda presagiar ventajas econmicas para ellas y la descendencia resultante. Pero la diferencia racial a menudo significaba una unin informal que poda catalogar a la mujer (pero no al hombre) como sexualmente inmoral. Bastide (1961) reconoci muchos de los mismos procesos en el Brasil contemporneo, pero habl acerca de que los hombres blancos defendan el honor de las mujeres blancas, y encubri as la desigualdad de gnero. De hecho, slo hasta que Martinez-Alier escribi el prefacio a la segunda edicin de su libro, se dijo que: En la Cuba del siglo XIX, la reproduccin y el fortalecimiento de la desigualdad de clase [tuvo lugar] a travs de la interaccin de la discriminacin racial y la jerarqua de gnero (1898: xv).
La importancia del gnero para la comprensin de las identidades racial y tnica provino de la insatisfaccin de las feministas negras con las actitudes patriarcales de los hombres negros activistas (Hooks, 1981), por un lado; y por el otro, con el etnocentrismo de las feministas blancas (Carby, 1982; Amos & Parmar, 1984). El feminismo sola utilizar o bien un concepto patriarcal que opona a todos los hombres con todas las mujeres como categoras bastante homogneas que compartan un inters esencial, o bien el enfoque de la economa poltica centrado en la explotacin del trabajo domstico y laboral femenino. Con todo, los enfoques existentes parecan pasar por alto que las mujeres negras podran tener una perspectiva y una posicin particulares (Anthias y Yuval-Davis, 1992: cap. 4). Por ejemplo, el feminismo radical haba apuntado a la violacin como un instrumento masculino para la opresin de la mujer. Pero en los EE.UU., la acusacin de violar a una mujer blanca normalmente incitaba al linchamiento de hombres negros; por eso la violacin tena un sentido diferente para las mujeres negras. O tambin, las explicaciones feministas marxistas sobre los bajos salarios femeninos a menudo apuntaban a la real o la supuesta dependencia de las mujeres con respecto a los hombres. Pero las mujeres negras (afroamericanas y afrocaribeas) en Gran Bretaa y los EE.UU., aunque seguan percibiendo bajos salarios, solan ser menos dependientes que las mujeres blancas de un salario masculino. Por lo tanto, parece que la discriminacin racial crea un problema especfico a las mujeres negras, quienes pueden enfrentarlo en parte mediante la reciprocidad al interior de las redes familiares extendidas, que les permiten continuar trabajando a tiempo completo pese a sus bajos salarios. La respuesta a estos problemas analticos consiste en evitar reducir las diversas situaciones empricas a las determinaciones de uno o dos factores subyacentes (patriarcado, clase), y en vez de ello, fijarse en el cruce de varios factores, valorando sus papeles relativos en los casos especficos. El gnero tambin ha sido un importante eje del anlisis crtico para la comprensin de la nacin y el colonialismo (ambos, importantes contextos para las identidades racial y tnica, como vimos). Segn McClintock, el nacionalismo se constituye desde su mismo principio como un discurso de gnero, y no puede entenderse sin una teora del poder de gnero (McClintock, 1993). Los discursos y las prcticas nacionalistas apelan a las mujeres de varias maneras: como reproductoras de la descendencia biolgica que aumentan la poblacin de la nacin, como productoras de la descendencia cultural que sabr a dnde pertenece, como smbolos de las fronteras y las identidades nacionales, como participantes en las luchas de la nacin y como trabajadoras en el mercado laboral (Anthias & Yuval-Davis, 1992: 115). Cualquiera de estos papeles son positivos, pero como muestra Guy en su estudio sobre la prostitucin en Argentina, las mujeres tambin pudieran ser consideradas como una amenaza que contamina a la nacin con su sexualidad (1991).4 El gnero y la sexualidad no son lo mismo, pero puesto que la diferencia de gnero a menudo se ve en trminos de la diferencia sexual y que la desigualdad de gnero conlleva frecuentemente el control sobre la sexualidad, los dos estn ntimamente relacionados (como ya hemos visto en el trabajo de Martinez-Alier sobre Cuba, y como est implcito en el trabajo de Guy sobre Argentina). Lo cual quiz es ms evidente respecto del colonialismo y la raza. Como Bell Hooks dice: La sexualidad siempre ha proporcionado metforas para la colonizacin (1991: 57). La colonizacin, bien dentro bien ms all de las fronteras nacionales, a menudo se ha visto como la dominacin masculina del espacio feminizado, analizado diversamente como salvaje, sin reglas, seductor, sumiso o amenazado. En los contextos coloniales, las fronteras de la dominacin colonial a menudo han sido tambin fronteras sexuales, con dimensiones materiales y simblicas importantes, sea que se las cruce o no. Y usualmente se las cruzaba, pues Young dice que: El colonialismo ... no era nicamente una mquina de guerra y administracin, tambin era una mquina de deseo (1995: 98); y el objeto de deseo era el poder de la sexualidad negra. De ah que el sexo est en el mismo corazn del racismo (Hyam, 1990: 203).
Todo esto parecera estar muy alejado de los movimientos sociales negros e indgenas, pero existen conexiones cruciales. El punto consiste en que ya que el gnero y la sexualidad son tan integrales para la construccin de las identidades tnicas y raciales, los movimientos que dan forma a estas identidades resultan inevitablemente afectados. Por ejemplo, cuando un hombre activista negro colombiano le dijo a una mujer activista negra colombiana que se vea mal que una mujer en su posicin saliera con un hombre no negro, se evoc toda una enmaraada historia de relaciones de sexo y de raza. La idea de que los hombres blancos explotaron sexualmente a las mujeres negras durante la esclavitud, de que algunas mujeres negras tuvieran relaciones con hombres (ms) blancos (que se vendieron a ellos) para ascender ellas y sus hijos en la escala social, de que los hombres negros no tuvieran el mismo acceso a este canal de movilidad social, todo se invocaba en la carga implcita de que esa mujer negra en concreto traicionaba a su raza y a la solidaridad racial que se esperaba de una mujer en su posicin. Aqu, segn Gilroy, la mismidad racial [se experimentaba] a travs de particulares definiciones de gnero y sexualidad (1993a: 85). En otro ejemplo, el movimiento social negro colombiano, y seguramente de otros pases, tuvo que tratar con el hecho de que las mujeres y los hombres negros se sitan en los mercados de trabajo urbanos de maneras distintas entre s y con respecto a las mujeres y los hombres no negros. Las mujeres negras de la regin de la costa pacfica que inmigran hacia las grandes ciudades de Colombia tienden a concentrarse en el servicio domstico, en mayor medida que las mujeres migrantes no negras. Lo cual, parcialmente, se debe al estereotipo de que las mujeres negras son sirvientas, lo que les dificulta conseguir trabajo de otro tipo. Pueden proseguir siendo domsticas incluso despus de tener hijos, en parte porque los envan a vivir otra vez en las redes familiares extendidas de la regin costera del Pacfico (Wade, 1993a: 186-93). As, el activismo negro de estas ciudades consiste parcialmente en movilizar y defender los derechos laborales particulares de estas mujeres. Los movimientos sociales negros se estructuran a travs de los aspectos de gnero y sexuales de la identidad y la experiencia negras. En cuanto a los movimientos indgenas, el tema de la sexualidad parece ser menos importante, pero el gnero sigue siendo de vital importancia. Se ha observado que las mujeres indgenas parecen ms tradicionales que los hombres y ello debido a que tienen menos contacto con el mundo urbano o exterior. Marisol de la Cadena (1995) indica cmo se crea este fenmeno al cambiar las jerarquas de gnero. En Chitapamba, cerca del Cuzco, los aldeanos se distinguen entre s como indios y mestizos. Aunque a los habitantes del Cuzco todos les parecen indgenas; quienes tienen ms experiencia de los entornos urbanos y sostienen una posicin econmica dominante en la comunidad son mestizos. Muchos indios son mujeres y esto se debe en parte a que ellas tienen poca experiencia del tipo de trabajo urbano que ayuda a definir a un mestizo. Lo cual a su vez, se debe a que, como la terratenencia no en propiedad ha perdido su valor material e ideolgico, las mujeres se encontraron con herencias de parcelas de tierra que antes controlaban hombres ms interesados en el comercio y el trabajo urbano. Las mujeres trabajan estas parcelas para suscribir las aventuras urbanas de los hombres, al proporcionar una red de seguridad rural. De ah que las estrategias domsticas de sobrevivencia confinan a las mujeres a una esfera ideolgica de lo indgena rural (1995: 337). Muchas mujeres empiezan a alejarse de una identidad indgena tradicional de la aldea, al vender productos del campo en el Cuzco o trabajar como empleadas domsticas, pero este trabajo contina vindose como inferior al de los hombres. Aunque ste sea slo un caso, indica que si parte de la inferioridad que se percibe en la indgenanidad se vincula con el ciclo de autoreforzamiento de la inferioridad percibida en lo femenino, la movilizacin activa de esa indgenanidad deber dirigirse tanto a los temas de la desigualdad de gnero como a los de la desigualdad tnica, un reto que los Zapatistas de Chiapas se han tomado en serio a travs de la Ley de los derechos de las mujeres promulgada dentro del EZLN en enero de 1994.5 El multiculturalismo oficial
Cul ha sido el resultado de las movilizaciones negras e indgenas? Algunos Estados han reaccionado a los movimientos sociales negros e indgenas aprobando nuevas leyes (y hasta Constituciones) que reconocen la multiculturalidad o derechos especiales para los grupos tnicos: por ejemplo, Colombia, Bolivia, Brasil y Nicaragua.6 Parece haber una cierta aceptacin oficial de las celebraciones posmodernas de la diversidad; lo que podra llamarse un nacionalismo posmoderno que define a la nacin en trminos de su multiculturalidad, ms que a partir de una cultura idealmente homognea. Sin embargo, y a menudo tales estrategias parecen obedecer a motivos de control poltico, y esto indica que estas nuevas tendencias an estn sujetas al juego del poder y de los recursos que fueron tan importantes para las perspectivas dependentistas y marxistas de las dcadas anteriores. En este sentido, la posmodernidad no constituye una ruptura radical con las relaciones sociales previas: existe una acentuada continuidad con el pasado. En el caso nicaragense, el gobierno sandinista prometi primeramente detener la discriminacin contra los miskitos, contra otros grupos indgenas y los negros criollos, todos ubicados en la regin costera oriental. En la prctica, los miskitos queran algn tipo de control sobre las cuestiones locales, y los sandinistas se resistan a ello. El resultado fue que estos conflictos se enredaron con la guerra estadounidense contrasandinista al punto de que los miskitos y otros grupos indgenas tomaron las armas contra los sandinistas. Hacia 1987, stos haban cedido y aprobado la Ley sobre las regiones autnomas de la costa atlntica, que conceda una buena cantidad de poder local a los diversos grupos de esa regin e institua programas de educacin bilinge y bicultural. Es indudable que ello fue revolucionario en Latinoamrica y representaba un progreso real para la autonoma criolla e indgena de esa regin, pero tambin es cierto que la guerra oblig a los sandinistas a hacer esas concesiones y que la ley expresa[ba] principalmente el enfoque gubernamental y el del FSLN sobre el tema (Vilas, 1989: 177). Scherrer observa que la forma en que se esboz la ley ha significado que en los ltimos cuatro aos ha habido una continua usurpacin del control sobre los recursos de la Nicaragua oriental y los presupuestos de los gobiernos regionales por parte de las autoridades centrales (1994: 121-22). La cada de los sandinistas en 1990 es en gran medida la causa de ello, y Freeland observa que, durante el gobierno de Chamorro, los criollos negros han sido incapaces de avanzar en sus derechos, sea tnicos o regionales y que la responsabilidad de gran parte de este fracaso la tiene Managua (Freeland, 1995: 190). En Colombia, la presencia del Estado ha sido dbil a lo largo de la historia, especialmente en las reas perifricas del pas. La organizacin indgena, que comenz como una lucha campesina por la tierra y se convirti en una lucha indgena autoconsciente, ha sido una espina para el Estado y los terratenientes desde los aos 70. Los indgenas tambin participaron en la insurreccin guerrillera armada como el movimiento Quintn Lame. En diferentes pocas, el Estado intent subyugar y asimilar a los indgenas, y como parte de esta ltima tctica, se hicieron cesiones de tierra, lo que result en que hoy la poblacin indgena (el 2% del total estimado) posea el 22% de la superficie del pas. En 1991 se aprob una nueva Constitucin, en cuyo borrador jugaron un significativo papel las organizaciones indgenas, aunque esa reforma era ms por la desmovilizacin de los grupos guerrilleros (no indgenas) que por la asimilacin de los grupos indgenas. Esa Constitucin dio considerables derechos sobre la tierra y la cultura a los grupos tnicos indgenas y a partir de ella, se delimitaron ms reservaciones indgenas; tambin se esbozaron derechos ms limitados sobre la tierra para las comunidades negras de la regin costera pacfica, y derechos culturales para los negros en general (Findji, 1992; Gros, 1991; Jackson, 1995).
En el caso nicaragense, realmente se ha progresado, pero continan las limitaciones, todava ms severas en un pas donde impera la violencia. Nuevamente, el estado fue obligado, en cierto sentido, a hacer las concesiones. Gros informa del deseo estatal de instrumentalizar una identidad tnica con el objetivo de negociar su articulacin en la sociedad dominante y de un deseo de modernizacin e integracin (1994: 61). Ms en concreto, aparte de todas las concesiones llevadas a cabo sobre el papel, los indgenas marchan ahora por el derecho a la vida, as como por el derecho a la tierra, pues los escuadrones paramilitares de la muerte asesinan a sus dirigentes. Mientras tanto, y a pesar de todo, el desarrollo prosigue en la regin costera del Pacfico mediante proyectos viales y portuarios as como a travs de la colonizacin en trminos ms individuales (Barnes, 1993; Escobar y Pedrosa, 1996). Sin embargo, un aspecto interesante del caso colombiano, que se evidencia tambin en otros lugares, es la participacin de lderes indgenas y negros en la poltica electoral formal. En diciembre de 1992, la reforma constitucional result en la eleccin para el Senado de tres delegados indgenas mediante una circunscripcin indgena especial. Otros dirigentes indgenas tambin han formado partidos polticos; por ejemplo, la ASI (Alianza Social Indgena). Las comunidades negras slo pudieron elegir delegados a la Cmara de Representantes. En 1996, en Ecuador, Luis Macas, presidente de la CONAIE (Confederacin de Nacionalidades Indgenas del Ecuador) obtuvo una curul como Diputado del Congreso Nacional, por la lista de Pachakutik-Nuevo Pas. l lo considera una ruptura histrica con la poltica tradicional, que representa un verdadero cambio democrtico de base popular y que incluye a los trabajadores, las mujeres afroecuatorianas, la juventud, los defensores de los derechos humanos y las comunidades cristianas de base.7 El impacto de esta participacin an no est completamente claro, pero hasta ahora, a juzgar por la experiencia colombiana parece que el entusiasmo de Macas pudiera no estar plenamente justificado. El proceso de asimilacin en la mquinaria de la poltica normal es un poderoso riesgo en tanto los senadores y representantes indgenas quedan absorbidos en el juego de poder que consiste en otorgar favores a cambio de votos. Tambin est presente la amenaza correlacionada de fragmentacin conforme las facciones se dividen sobre el control de los votos y los recursos y sobre las alianzas con los partidos polticos principales. Los dirigentes indgenas colombianos hablaban de que la etnicidad sale fuera de control, cuando diversos grupos indgenas maniobraban por el poder.8 Y lo que es ms importante todava, aunque estos lderes polticos actan como un potente antdoto contra las imgenes comunes de los negros y los indgenas, estn bastante aislados en el gobierno y tienen poco poder efectivo. Sin embargo, el posible surgimiento de los negros y los indgenas como fuerzas electorales reales, que la poltica tradicional de los partidos no canaliza fcilmente, pudiera tener efectos de largo plazo ms radicales si el electorado las viera ampliamente como las representantes de una alternativa real de cambio. Entonces, y de manera breve, es necesario examinar larga y arduamente la adopcin de la multiculturalidad oficial, pues puede ser una maniobra tctica para hacer frente a la protesta. Segn Asad: Para asegurar su unidad (y hacer su propia historia), el poder dominante ha funcionado mejor a travs de las prcticas de diferenciacin y clasificacin (1993: 17).
Conclusin
Este
captulo
y
los
anteriores
han
cubierto
una
amplia
variedad
de
temas
y
me
indican
la
direccin
de
la
investigacin
de
las
identidades
raciales
y
tnicas.
Ya
no
se
trata
slo
de
una
cuestin
de
raza
y
clase,
o
de
etnicidad
y
colonialismo
interno,
aunque
estos
temas
bsicos
no
dejan
en
absoluto
de
estar
presentes.
Las
identidades
raciales
y
tnicas
deben
considerarse
ahora
en
un
contexto
nacional
y
global,
como
construcciones
cambiantes,
descentradas
y
relacionales,
sujetas
a
una
poltica
de
identidad,
cultura
y
diferencia
que
abarca
el
gnero,
la
sexualidad,
la
religin
y
otras
expresiones
culturales.
En
este
mundo
inestable,
es
mi
deseo
hacer
dos
advertencias.
La
primera
tiene
que
ver
con
la
resistencia,
y
la
segunda
con
la
relacionalidad
y
la
continuidad
cultural.
Imaginar la resistencia Con el surgimiento de los movimientos sociales indgenas y negros, la resistencia se ha convertido en un estribillo de la antropologa y los estudios culturales. El inters en la resistencia es lejano y remoto, especialmente relacionado con las perspectivas marxistas sobre la explotacin, pero hoy adquiere un significado ms amplio, al hacer frente a la importancia de investigar la poltica cultural. Ya no se trata de una protesta poltica organizada, ni siquiera de una protesta espontnea pero explcita. Foucault enfatiz la conexin del conocimiento con el poder y la habilidad del poder para construir a la gente como sujetos, antes que slo gobernarlos. En su opinin, el poder estaba en todas partes y no concentrado exclusivamente en las manos de los gobernantes. Por lo tanto, la resistencia se poda encontrar dondequiera que operara el poder. La influencia de este enfoque, combinada con el impacto de los estudios subalternos poscoloniales ha estimulado a los acadmicos a descubrir la resistencia (la resistencia cotidiana) en muchas actividades no asociadas previamente con ella (para una discusin, ver Abu-Lughod, 1990). Cualquier comportamiento que parezca no encajar con las definiciones dominantes de lo que es bueno y apropiado puede denominarse resistencia y adquirir una significancia poltica. El problema de esta visin radica en que la resistencia se vuelve prcticamente independiente de las intenciones no slo de los que resisten, que pudieran no ver las cosas de esa manera, sino tambin de las percepciones de los opresores: si nadie, salvo el analista, puede detectar la resistencia, entonces es difcil ver qu real significancia poltica, o incluso acadmica, pudiera tener. Este es un terreno engaoso, porque exigir una conciencia de la resistencia es ignorar las sutilezas del ejercicio del poder que Foucault precisamente trataba de desvelar. Quiz podamos tomarle la delantera al mismo Foucault, quien sola dar partes de su trabajo sobre la historia de las nociones occidentales de disciplina y castigo a los prisioneros franceses, con el fin de promover la propia resistencia de stos. Lo que yo apunto es que la prueba crucial de la relevancia podra ser la reaccin que tiene la gente estudiada con respecto a la informacin que el observador construye sobre la resistencia de esa gente. Si no hay un reconocimiento, espontneo o naciente, quiz la resistencia slo exista en la imaginacin del acadmico. Lo cual conlleva la difcil cuestin de la relacin poltica entre el observador y el observado, lo cual se tratar en el prximo captulo. Las identidades relacionales He mostrado cmo durante varias dcadas el concepto de identidad se ha vuelto ms fluido y flexible. Pero hay quienes cuestionan si un enfoque completamente relacional sobreenfatiza esta fluidez a expensas de las continuidades histricas reales. No se trata de negar la relacionalidad y de volver al enfoque primordialista prebarthiano sobre la etnicidad; simplemente, es un desafo a la idea de que la etnicidad es slo una frontera que la oposicin constituye y que la materia cultural que contiene es irrelevante. El problema, como Wilson lo expone, consiste en cmo trazar la historia de la dimensin cultural de la etnicidad sin recaer en el esencialismo (1995a: 10). En opinin de este autor, y en la ma, la respuesta la da Comaroff y Comaroff: el objetivo es mostrar cmo se construyen las esencias, cmo se vuelven reales las realidades, como las esencias se hacen reales (1992: 20, citado en Wilson 1995a: 10). Por ejemplo, en la seccin del captulo anterior sobre el poder de los negros e indgenas, est claro que la materia cultural sobre la sexualidad de los negros constituye lo que Gilroy (que se interesa en el mismo problema) llama la mismidad cambiante (cambiar hacia lo igual) (1993: 101), esto es, un complejo cultural que vara en el tiempo, pero que muestra continuidades histricas reales relevantes en la construccin de las identidades relacionales (ver tambin Wade, 1995b; Eriksen, 1991).
Por
supuesto,
una
de
las
facetas
de
los
nuevos
movimientos
sociales
es
que
a
menudo
se
toman
muy
en
serio
su
propia
identidad
y
su
propia
cultura.
De
hecho,
con
frecuencia
tienen
una
visin
muy
esencialista
de
su
propia
cultura,
que,
segn
ellos,
traza
sus
races
continua
e
histricamente
hacia
atrs
y
que
posee
un
ncleo
interior
que
define
sus
identidades.
Ahora
bien,
si
bien
es
cierto
que
quienes
tienen
dudas
acerca
del
enfoque
radicalmente
relacional
sobre
la
identidad
tnica
deberan
simpatizar
con
las
continuidades
histricas,
esto
es
un
tema
de
investigacin,
ms
que
una
pura
elucubracin.
As
pues,
como
observadores,
podemos
encontrarnos
en
desacuerdo
con
quienes
representamos
en
su
historia
y
su
identidad;
porque
ellos
no
estn
necesariamente
interesados
en
mostrar
cmo
su
esencia
se
volvi
esencial,
sino
en
afirmar
su
unidad
en
esa
esencia.
Cuando
un
antroplogo
o
un
historiador
muestra
que
esa
esencia
es
realmente
algo
muy
variable,
o
que
no
tiene
las
caractersticas
que
supuestamente
debe
tener,
la
deconstruye,
y
entonces
se
ver
enfrentado
con
la
gente
para
quien
tal
esencialismo
es
la
base
de
su
identidad.
Lo
cual
vuelve
a
plantear
la
cuestin
de
la
relacin
poltica
entre
el
observador
y
lo
observado,
aspecto
del
que
nos
ocupamos
a
continuacin.
Notas 1.
Sobre
la
resistencia
negra,
ver
Guss
(1996),
Heuman
(1986),
Price
(1979,
1983),
Taussig
(1980),
Whitten
&
Torres
(1992).
Sobre
la
resistencia
indgena,
ver
Stern
(1987),
Rivera
Cusicanqui
(1993),
Mallon
(1992),
Rappaport
(1990,
1994),
Gosner
&
Ouweneel
(1996);
Larson,
Harris
&
Tandeter
(1995)
tambin
se
refieren
al
trabajo
etnohistrico
sobre
la
resistencia
andina.
Ver
tambin
Field
(1994),
Kizca
(1995)
y
Hill
(1996).
2.
Sobre
Latinoamrica
en
general,
ver
Field
(1994),
Mallon
(1992)
y
el
nmero
especial
de
la
revista
Latin
American
Perspectives
Ethnicity
and
Class
in
Latin
America,
vol.
23,
no.
2,
Spring
1996.
Ver
tambin
el
nmero
especial:
Gaining
ground:
the
indigenous
movement
in
Latin
America,
NACLA
Report
on
the
Americas,
29(5),
March
/April,
1996.
Sobre
Colombia,
ver
Findji
(1992),
Gros
(1991),
Jackson
(1995).
Sobre
Guatemala,
ver
Watanabe
(1995),
Wilson
(1995a).
Sobre
Mxico,
ver
Campbell
(1995)
y
Nash
(1995).
Sobre
Ecuador,
ver
Whitten
(1985:
cap.
6),
Zamosc
(1994).
Sobre
la
Amazonia
brasilea,
ver
Brandford
y
Glock
(1985:
cap.
5),
Fisher
(1994)
y
Turner
(1991).
3.
La
primera
cita
es
de
un
comunicado
emitido
por
el
EZLN
en
su
20
aniversario,
noviembre
de
1995,
que
Accin
Zapatista
hizo
circular
en
Internet
(http://www.utexas.edu/ftp/student/nave).
El
segundo
es
de
un
comunicado
de
enero
de
1994,
que
cita
Renard
(1994:
13).
Ver
tambin
Nash
(1995).
4.
Ver
tambin
Stepan
(1991),
Parker
et
al.
(1992)
y
Yuval-Davis
y
Anthias
(1989).
5.
De
una
entrevista
aparecida
en
Turning
the
Tide,
Sept/Oct
1994,
que
Accin
Zapatista
hizo
circular
en
Internet
(http://www.utexas.edu/ftp/student/nave/ep6.html).
6.
Sobre
Colombia,
ver
Wade
(1995a),
Arocha
(1992);
Ethnicity
reconfigured:
indigenous
legislators
and
the
Colombian
constitution
of
1991,
un
nmero
especial
de
la
revista
Journal
of
Latin
American
Anthropology
1(2),
Spring
1996;
sobre
Bolivia
y
Brasil,
Zanotta
Machado
(1994);
sobre
Nicaragua,
Vilas
(1989)
y
Hale
(1994);
sobre
diversos
pases
latinoamericanos,
ver
Assies
y
Hoekema
(1994).
Ver
tambin
el
nmero
especial:
Gaining
ground:
the
indigenous
movement
in
Latin
America,
NACLA
Report
on
the
Americas,
29(5),
March/April
1996.
7.
Ver
la
entrevista
con
Luis
Macas
en
la
revista
del
Centro
para
los
Derechos
de
los
indgenas
sudamericanos
y
mesoamericanos,
Abya
Yala
News
10(2),
verano
1996,
publicado
en
directo
en
http://www.maxwell.syr.edu/native
web/abyayala/orgs/saiic/ayn/index.htmtl.
El
volumen
8(3),
otoo
1994,
de
esta
revista
es
un
nmero
especial
sobre
Los
movimientos
indgenas
y
el
proceso
electoral.
Sobre
la
CONAIE,
ver
Zamosc
(1994).
8.
Leon
Zamosc,
conversacin
personal,
en
base
a
sus
entrevistas
en
1993
con
los
dirigentes
indgenas
de
Colombia.
7.
Lograr el equilibrio Los enfoques posmodernistas han tenido un gran impacto y han conllevado importantes cuestionamientos al reclamo de que se puede llegar a una certidumbre autoritaria, especialmente en nombre de otros (inclusive los negros y los indgenas de Latinoamrica). Tambin han enfatizado las tendencias ya existentes en el sentido de considerar las identidades raciales y tnicas como relacionales y cambiantes, ms que como objetos cosificados. Pero con la insistencia en la relacionalidad y el abandono de las metanarrativas ha tenido lugar una gran dosis de relativismo y, a veces, un nfasis demasiado grande en el proceso por el cual alguien (usualmente el acadmico) representa a otra persona. Lo cual nos ha conducido lejos de la vigorizante atencin a las desigualdades polticas y econmicas, que en los aos 70 eran emblemticas, hacia un anlisis ms fragmentado que, aunque lleno de atencin al poder, tiende a enfocarse en la poltica del discurso (por ejemplo, la poltica de cmo se construyen los textos y la gente por ellos representada), en los constantes cambios de las construcciones e identidades culturales y en la micropoltica de la resistencia que se detecta (a veces algo arbitrariamente) en el comportamiento cotidiano. No puede ignorarse la poltica de la identidad (en parte porque es importante para los negros e indgenas latinoamericanos), pero una concentracin demasiado exclusiva en ella parece llevar a privilegiar demasiado las materias del discurso y la representacin, y a abrumar los temas de economa poltica (esto es, cmo se crea y distribuye el producto social dentro de ella), pese a su desbordante importancia para mucha gente que ocupa una posicin subordinada en la sociedad global y nacional. De mi presentacin en el captulo anterior, deba ser obvio que un reconocimiento de la flexibilidad de las identidades raciales y tnicas, y de la importancia de las diversas dimensiones de la diferencia, no se aleja necesariamente de los intereses centrales por la tierra, el medio ambiente y el poder sobre los recursos: siguen siendo importantes para la mayora de los estudios que cit. Por el contrario, la clave es mantener el nfasis en ambos, y ste ha sido un tema central de este libro. No es una cuestin de combinar la cultura y la economa. No son realmente dos mbitos aparte que deban equilibrarse o combinarse; son inseparables en cuanto a que la economa y la poltica y la vida social en general se viven a travs del vehculo de la cultura. Ms bien es una cuestin de ver la economa, la poltica, la raza y la etnicidad como mutuamente influyentes, y no tanto de privilegiar uno o dos de estos mbitos como determinantes, Los primeros estudios funcionalistas tomaron la vida social seriamente como un todo integrado; la religin era tan importante como la economa para la constitucin de la identidad de las personas en concreto (aunque no se utilizara ese trmino); pero esos estudios asuman que cada sociedad era un todo ntido y no lograron preguntar cmo se constituan relacionalmente las comunidades (y las identidades); slo se trataba tales relaciones en trminos de una progresin imaginada hacia la modernidad. Los estudios de la UNESCO sobre la raza en Brasil y sobre la posterior dependencia, y los estudios de orientacin marxista de los aos 70 recurrieron en gran medida a la economa y la poltica de la desigualdad. Y ya que el capitalismo era un enfoque central as, lo hicieron de una manera que revel vitalmente las dimensiones histricas y globales de la desigualdad. Pero esos estudios subordinaron la raza y la etnicidad a la clase, como si la raza fuera una cultura superestructural, mientras que la clase era una economa infraestructural. El error de subordinar la raza y la etnicidad a la clase result del error de igualar la raza/etnicidad con la cultura y la clase con la economa, como si la raza, la etnicidad y la clase no se vivieran a travs de la cultura. El marxismo no logr entender que la economa capitalista se constituye a travs de la cultura en vez de estar cubierta por ella.
Los enfoques posmodernistas han ayudado en este punto en cuanto a que, por ejemplo, el poder se entiende como algo constituido por el discurso, ms que ser ste una simple representacin del poder; pero esta percepcin esencial a veces se ha sumergido, irnicamente, en un sobrenfasis de la representacin, pues en la prctica, esto se convierte en las imgenes y los textos mediante los cuales los acadmicos estudian el discurso con ms facilidad. Al mismo tiempo, la idea de que los discursos (y por ende, las culturas) pueden inventarse y de que toda la cultura est sujeta a una constante reinvencin, es til para percibir la flexibilidad de la cultura, pero se acerca peligrosamente a la negacin de las continuidades histricas reales (Sahlins, 1993). Se trata entonces de mantener a la vista los intereses bsicos con los que se involucran las identidades raciales y tnicas; los recursos, el poder, el sustento, la autonoma y la interdependencia, el conocimiento de uno mismo y de otros y un sentido del pasado y del futuro. Para ver cmo se constituyen culturalmente estos intereses en un proceso histrico y en relacin con las diferencias del poder. Para dar un ejemplo de mi propio trabajo sobre los negros en Colombia: el estudio en pequea escala (siguiendo el estilo funcionalista) de las comunidades es necesario para comprender cmo operan internamente y para aprehender los modos culturales mediante los cuales viven sus vidas sus habitantes. Pero esto no basta en s mismo. Tambin es fundamental estudiar (siguiendo el estilo de la economa poltica) cmo apoyaron la economa colonial los esclavos negros, cmo hoy en da los negros son mano de obra en las ciudades y el campo, y cmo las regiones que habitan actan de colonias internas; esto nos permite aprehender cmo se localizan en la distribucin del poder y los recursos en el largo plazo (esto es, las dimensiones de la desigualdad racial). Pero ello slo es la mitad del asunto, pues ve a lo negro como algo en suspenso o derivado de esta historia subyacente. Un enfoque ms posmodernista mostrara cmo diferentes conjuntos de personas (por ejemplo, los blancos, los negros, las mujeres, los hombres) han construido lo negro discursivamente y de formas cambiantes y distintas; y cmo el discurso involucra relaciones de poder. Pero el peligro est en sumergirse uno mismo en el solo discurso y en la poltica de las representaciones en competencia. La cultura negra se vuelve sujeta a una constante reinvencin y negociacin y se pierden de vista las continuidades histricas. La meta es entonces ver (y ello slo puede hacerse mediante el trabajo de campo etnogrfico) que la construccin discursiva de lo negro se recrea constantemente en las prcticas sociales de la colonizacin y la migracin urbana, de los planes de desarrollo y los procesos polticos tales como la reforma constitucional, del sexo y el matrimonio, de la msica y el deporte; ver que lo negro, lo blanco y lo mestizo (y lo indgena) son valores en s mismos que conforman objetivos y entran en las interacciones sociales de la gente, que se relacionan, no slo derivan, con los temas de la economa y la poltica; ver que la continuidad histrica se constituye a travs de un cambio constante, tal y como se rehacen las mismas clases de relaciones y expresiones con los recursos culturales siempre cambiantes (Sahlins, 1993). En suma, no se trata de volver a las perspectivas pre-posmodernistas, sino de abarcar las percepciones tiles de las perspectivas posmodernistas mientras se evita una precipitada acometida en las armas de un relativismo total, en las esferas interminablemente cambiantes de un construccionismo cultural que deshace la continuidad histrica, o en los mbitos donde el discurso cesa de ser una prctica social que compromete a la gente en el mundo real. Ser reflexivo La anterior exposicin trata del problema del equilibrio. Uno distinto, que han provocado las crticas posmodernistas, es aquel que se presenta entre la persona que lleva adelante un estudio y quienes ella estudia, y pienso que es necesario prestarle atencin ahora.
Una de las facetas de un mundo posmoderno ha sido la creciente reflexividad de la vida social. Esta es la forma en que la sociedad se retroalimenta para que los cambios producidos en un lugar se extiendan rpidamente de una manera global. Especficamente, incluye la forma en que el conocimiento que los especialistas producen retroalimenta los contextos de los cuales se deriva dicho conocimiento. As, por ejemplo, las teoras sociolgicas sobre el matrimonio o el comportamiento poltico informan, generalmente por los medios de comunicacin masiva, las decisiones de la gente sobre cmo comportarse en esas esferas. Esto significa que los cientistas sociales difcilmente pueden llegar a generalizaciones realmente cientficas sobre el comportamiento humano, pues sus generalizaciones cambian el asunto que generalizan (Giddens, 1990). Significa asimismo que su estudio y teorizacin puede tener importantes efectos polticos. En el estudio de los negros y los indgenas, conlleva el hecho de que la gente estudiada es cada vez ms capaz de acceder, evaluar y recibir influencia (o no) del trabajo que se produce sobre ellos. La radio y la televisin llegan a todas partes y, por ejemplo, los indgenas kayapos de la amazonia brasilea a la vez ven pelculas y las hacen sobre ellos mismos (Turner, 1992). Varios dirigentes negros e indgenas de Latinoamrica han estudiado antropologa y etnolingstica y, por ejemplo, Los intelectuales y profesionales mayas de Guatemala ... han empezado a exigir que los antroplogos [y] ... su propio pas les devuelvan la herencia, la historia y la identidad de su pueblo (Watanabe, 1995). En un mundo que no es slo posmoderno sino tambin poscolonial, la autoridad de los estudios que producen, digamos, los antroplogos sobre otras personas (los nativos) se cuestiona por partida doble: no slo tienen los nativos un creciente acceso a los estudios, sino que la categora del conocimiento en general es menos certera y sus lazos con la localizacin social de la gente que lo produce son ms evidentes. Por lo tanto, la relacin de los acadmicos con sus sujetos de estudio se vuelve mucho ms compleja que la de hace varias dcadas. En los aos 80, los antroplogos se preocupaban de esto con el anlisis de su prctica etnogrfica; el trabajo de campo y sus obras escritas. De hecho, la reflexividad vena a ser que los antroplogos reflexionaran sobre los textos etnogrficos, lo que llevaba a mirarse el ombligo demasiado, lo que distraa la atencin del sentido ms general de la reflexividad; esto es, de la relacin social reflexiva entre el antroplogo y su objeto de estudio. En este ansioso autoexamen, los escritos etnogrficos podan verse cargados de dispositivos retricos (como en el mundo de la ficcin); en este caso, dispositivos de distanciamiento y autorizacin que daban sutilmente una autoridad narrativa al antroplogo. Parte de la respuesta a ello consista entonces en escribir de diferentes formas, particularmente escribir etnografas multivocales en las que la gente estudiada hablara por s misma. Esto tiene algunas ventajas reales al transmitir un sentido de los sujetos de estudio como agentes activos (ver por ejemplo, Whitten, 1985), pero era por supuesto el antroplogo quien decida lo que se inclua o exclua en el texto final (Clifford & Marcus, 1986; Marcus & Fischer, 1986; Watanabe, 1995). Esta desigualdad del control se basa en la dispareja distribucin global del control sobre los medios de produccin del conocimiento (el financiamiento de la investigacin, las universidades, las publicaciones) y por eso no puede desecharse fcilmente. As que el problema sigue siendo el de la relacin poltica entre el observador y lo observado. Un enfoque es comprometerse en la defensa: una tctica antropolgica bien establecida. Lo cual se define limitadamente como hablar en nombre de otros, quienes son por definicin menos capaces de hacerlo por s mismos en contextos particulares (tales como los procedimientos legales o los crculos oficiales). Ms en general, consiste en promover la causa de grupos particulares mediante la publicidad y el hacer campaas. Y an ms , puede incluir la promocin de ciertos principios bsicos (de antiracismo y respeto por la diferencia cultural) a travs de los textos escritos, la enseanza, los videos, etc.
Esta defensa est llena de problemas. Algunos piensan que se enfrenta con la antropologa (o las ciencias sociales) como empresa, pues la antropologa busca aprehender un contexto general, mientras que la defensa busca promover un conjunto particular de intereses. Tambin hay un sinfn de problemas sobre los intereses de quines se representa: una comunidad indgena raramente est unificada al respecto (Hastrup & Elsass, 1990; Paine, 1985). Pero no creo que estos problemas signifiquen que debera abandonarse la defensa. Cualquier compromiso poltico est condenado a ser conflictivo y confuso; hay que tomar decisiones, sobre qu defender y en nombre de quin, lo que bsicamente son juicios de valor, aun cuando se nutran de un conocimiento antropolgico. En la prctica, la defensa en sus diversas formas es muy comn, a travs de grupos como Survival International (Supervivencia Internacional, inspirada en la difcil situacin de los indgenas amaznicos) o International Working Group for Indigenous Affairs (IWGIA por sus siglas en ingls, el Grupo Internacional de Trabajo por los Asuntos Indgenas); o mediante la participacin de antroplogos como asesores/promotores en la reforma constitucional de Colombia o Nicaragua (Arocha, 1992; Scherrer, 1994: 115); o tambin con proyecciones de videos entre los indgenas kayapos (Turner, 1992). Otra serie de problemas surge cuando las representaciones que produce un antroplogo o historiador sobre un grupo particular y su cultura entran en conflicto con las representaciones que produce ese grupo, o ms probablemente, una lite ilustrada del grupo. Un claro ejemplo de eso proviene de fuera del contexto latinoamericano. Un estudioso estadounidense de los maores neozelandeses demostr que la historia cultural de los maores suministrada por intelectuales de ese pueblo dependa de ciertas versiones de esa historia que haban producido acadmicos occidentales en el siglo XIX y que eran erradas en la realidad; la identidad maor dependa as parcialmente de una tradicin inventada, un trmino que Hobsbawm y Rabger (1983) hicieron famoso. La prensa se lanz con avidez sobre su artculo acadmico y sac titulares que decan Un acadmico estadounidense dice que la cultura maor es inventada, con lo que los activistas culturales maores montaron en clera (Hanson, 1989, 1991). En cuanto a los movimientos tnicos mayas de restablecimiento o restauracin, Watanabe observa que En contraste directo con muchos estudios construccionistas recientes de la etnicidad maya, ... muchos panmayanistas investigan las posibilidades de una identidad maya esencialista (1995: 37). Estos ejemplos plantean cuestiones de autenticidad. Autntico significa simplemente verdadero, pero tambin original, bueno e ntegro. Las tradiciones en peligro en casos as no son slo objetivamente correctas o incorrectas, sino que garantizan las identidades de los pueblos; y quiz los reclamos de tierras. Los activistas culturales a menudo representan las identidades en una forma esencialista que pudiera basarse en la historia: El esencialismo es la afirmacin de un estilo, una cualidad y una cultura comunes (la unidad de un pueblo) que revitaliza un sentido de la profundidad histrica (Whitten, 1985: 230). El evidente movimiento por el restablecimiento indgena en Guatemala es un buen ejemplo de las representaciones esencialistas con su visin radical de la etnicidad que estimula la renovacin de aspectos de la religin y la cultura tradicionales, y ... afirma la superioridad de los pueblos indgenas sobre los no indgenas (Wilson, 1995a: 260). Cuando los acadmicos deconstruyen estas tradiciones histricas o ms en general, cuando muestran cmo se vuelven esenciales los esencialismos, pueden debilitar esas identidades y reclamos. Como dice el socilogo negro Paul Gilroy, algunos de nosotros ... slo empezamos a formular nuestras propias grandes narrativas precisamente como narrativas de redencin y emancipacin, y la deconstruccin de la historia y las metanarrativas parecera enfrentarse con esto (citado en Keith y Cross, 1993: 23).
Cmo deban reaccionar entonces los antroplogos y los historiadores en estos casos? Pienso que es necesario mantener alguna nocin de la verdad, o ms bien de la falsedad. En efecto, queremos ser capaces de decir que ciertas ideas sobre la cultura maor son objetivamente incorrectas, segn los cnones normales de la investigacin histrica. Igualmente, quiero ser capaz de impugnar la representacin que invocan las ideologas del cimarronismo sobre los negros latinoamericanos como indomables resistidores; ideologas que sostienen la imagen del esclavo y la comunidad esclava fugitivos como la verdadera esencia de la historia y la identidad negras de Colombia, o Brasil. Hay otro lado de la historia negra en la cual los negros liberados posean esclavos negros y en que los cimarrones trabajaban en las haciendas cercanas y pedan que los visitaran los curas catlicos (Wade, 1993a: 87-88). La respuesta a este dilema, o parte de ella, es precisamente el compromiso en la reflexividad que desvel primeramente todo el problema. Las representaciones esencialistas son afirmaciones polticas, como lo son sus deconstrucciones; as que es posible tener un dilogo mutuo. Probablemente, es intil hablar el lenguaje de la invencin, porque toda la cultura humana se inventa en algn sentido y no hay una distincin efectiva entre la cultura genuina y la esprea (Jackson, 1995). Pero se pueden yuxtaponer y discutir diferentes versiones de los acontecimientos y las identidades y tomar esas versiones como agendas polticas con efectos polticos que pueden debatirse. As pues, representar a los indgenas como los guardianes naturales de la tierra (una imagen que pueden desplegar por igual los indgenas y los no indgenas) pudiera tener el efecto de encerrarlos en la conservacin, cuando muchos de ellos pueden querer el desarrollo.1 Un dilogo de este tipo no es fcil. Los activistas negros colombianos leen algo del material que produzco sobre los negros de ese pas (ya que algunas veces lo he escrito en espaol) y conversamos ocasionalmente al respecto. La cuestin de los africanismos a menudo aparece, pues en Colombia, una corriente del activismo negro y, de hecho, de la antropologa, busca descubrir las races africanas de la cultura negra, no slo como investigacin histrica, sino como un proyecto poltico. Yo adopto una lnea que no sigue tan de cerca a Herskovitz. No niego en absoluto los africanismos, pero sealo que un nfasis indebido en ellos puede resultar excluyente de amplias partes de la cultura negra que evidentemente no tienen un origen africano. En cuanto a Guatemala, Watanabe observa que los mayas ... preguntan a los etngrafos cmo hacer mejor una antropologa sobre ellos mismos y para sus propios fines; quieren consejos sobre cmo estudiarse a s mismos para lograr hacer algn tipo de antropologa maya por parte de mayas y para los mayas; pero eso no es un asunto independiente de los antroplogos no mayas (1995: 40, 39). Turner (1991) observa que el inters de los antroplogos en la cultura kayapo ayud a dirigir la atencin de los mismos kayapos hacia su propia cultura y la posibilidad de representarla y hacerla el objeto de estudio. As que existe algn debate y dilogo. No tiene sentido ser romntico sobre esto y pretender que las relaciones de poder que han distinguido tradicionalmente a los que estudian de los estudiados estn por dar un vuelco. Mi dilogo antropolgico con los negros de Colombia es muy limitado: por la pequea cantidad de intelectuales negros y su restringido acceso a las bibliotecas, por mi propia ubicacin en un entorno acadmico (distante) que no da mucho valor a ese dilogo, y as por el estilo. Hoy en da est de moda rendir homenaje a la reflexividad, pero las reales desigualdades del poder an existentes militan en contra de esa intencin.
Sin
embargo,
el
futuro
del
estudio
de
la
raza
y
la
etnicidad
en
Latinoamrica
forzosamente
ser
de
una
creciente
reflexividad,
en
que
los
negros
e
indgenas
produzcan
sus
propias
versiones
de
su
historia
e
identidad
y
se
involucren
en
debates
sobre
estos
temas
con
los
acadmicos,
as
como
con
los
funcionarios
gubernamentales.
Creo
que
ello
no
es
un
espejismo
sino
un
simple
hecho.
El
proceso
se
har
ms
fcil
con
una
distribucin
ms
igual
de
los
medios
de
produccin
del
conocimiento.
Y
en
este
sentido
Latinoamrica
tiene
una
ventaja
inicial
en
comparacin
con,
digamos,
frica,
porque
cuenta
con
un
cuerpo
acadmico
reconocido
y
bien
establecido.
Lo
cual
no
quiere
decir
en
absoluto
que
los
medios
de
produccin
del
conocimiento
estn
bien
distribuidos
dentro
de
las
naciones
latinoamericanas,
pero
hay
mayor
oportunidad
de
dialogar
entre
los
acadmicos
de
este
subcontinente
y
los
movimientos
sociales
negros
e
indgenas,
tal
y
como
hay
alguna
oportunidad
de
que
los
negros
e
indgenas
(aunque
no
muchos
de
ellos)
entren
en
ese
cuerpo
acadmico
si
lo
quieren
y
pueden
llegar
a
sus
puertas.2
En
un
entorno
en
el
cual
quienes
han
sido
tradicionalmente
los
objetos
de
investigacin
empiezan
a
estudiarse
a
s
mismos
de
un
modo
acadmico,
las
fronteras
entre
las
diferentes
clases
de
conocimiento
pueden
hacerse
menos
claras
y,
de
hecho,
lo
que
se
considera
como
conocimiento
(cientfico
social)
pudiera
cuestionarse.
Whitten
refiere
un
encuentro
entre
Sicuanga,
un
indgena
quichua,
y
un
maestro
de
escuela
local,
que
discutan
sobre
los
conflictos
locales
de
tierras.
En
cierto
momento,
el
primero
de
ellos
empez
a
relatar
historias
mticas,
aparentemente
fuera
de
contexto,
sobre
las
acciones
de
sus
antepasados.
El
maestro
vislumbraba
lo
que
significaba
el
mensaje
de
Sicuanga,
y
saba
que
all
haba
algo
profundo
si
tan
slo
pudiera
comprenderlo
(1985:
251).
Parte
de
ese
mensaje
era
que
debera
haber
otras
maneras
de
enfocar
el
futuro
que
no
fueran
ni
el
desarrollo
ni
la
modernizacin,
ni
poseer
la
tierra
como
propiedad
y
someterla
a
una
productividad
siempre
en
aumento.
En
este
sentido,
estas
otras
clases
de
conocimiento
constituyen
una
crtica
de
la
modernidad
occidental
(Zanotta
Machado,
1994),
incluso
si
la
crtica
no
siempre
se
expresa
en
el
lenguaje
de
la
modernidad.
Parte
de
la
tarea
antropolgica
ha
sido
en
todo
momento
la
conversin
entre
las
culturas,
al
desvelar
el
discurso
mtico
de
Sicuanga
a
los
extranjeros
traducindolo
a
una
terminologa
cientfica
social
y/o
popular.
Esta
tarea
adquirir
dimensiones
ms
complejas
si
algunos
de
los
mismos
antroplogos
empiezan
a
utilizar
el
discurso
mtico,
reclamndolo
como
igualmente
legtimo
que
el
analtico.
Y
en
este
sentido,
no
nos
servir
bien
el
relativismo
posmoderno,
pues
puede
ser
que
la
antropologa
sealara
la
diferencia
cultural,
pero
habr
perdido
su
propsito
si
tambin
cesa
de
ser
la
intermediaria
y
la
traductora
de
esa
diferencia.
Notas 1.
Ver
Ellen
(1986)
sobre
los
mitos
del
primitivismo
ecolgico.
2.
Por
ejemplo,
en
Colombia,
la
Universidad
Nacional
tiene
puestos
financiados
reservados
para
los
estudiantes
de
las
comunidades
indgenas.
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