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En Ravena Sepultaron A Roma - László Passuth

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LSZL PASSUTH

EN RAVENA SEPULTARON A ROMA


Fecha de Edicin - 1963 Edicin electrnica - Buenos Aires 2006

Lszl Passuth naci en Budapest, Hungra, el 15 de Julio de 1900. Pertenece a esa sufrida generacin de europeos que tuvo el dursimo destino de tener que pasar por nada menos que dos guerras mundiales. En su caso personal, a eso todava caben agregar todos los avatares de la ocupacin sovitica, la revolucin hngara de 1956 y las ltimas dcadas del rgimen comunista. Originalmente sigui la carrera de abogado, doctorndose en dicha especialidad en la Universidad de Szeged. Trabaj en el mbito bancario desde 1921 y hasta 1945, ao en que ingres en la Oficina Nacional de Traductores para hacer traducciones al hngaro de al menos ocho idiomas: latn, ingls, francs, alemn, italiano, griego, espaol y portugus. Su carrera de escritor comienza a mediados de 1920 con traducciones para publicaciones culturales. Visit Espaa en 1933 y, desde entonces, sinti siempre una especial simpata y atraccin por todo el mbito de la cultura hispana. En 1937 public su primera novela " Eurasia " y, en el mismo ao, su primer obra histrica sobre el Simposio de Esztergom, con lo que demostr, ya desde sus comienzos, que posea la rara virtud de hacer convivir en su mente al narrador con el historiador. A instancias de otro escritor hngaro, Zsigmond Moricz, escribi la primer obra que le otorgara una merecida fama: " El dios de la lluvia llora sobre Mxico ". El libro, que relata las conquistas y los descubrimientos de Hernn Cortez, se public en 1939 y result ser un inesperado xito tanto en Hungra como en el resto del mundo. Con el correr de los aos, la obra termin formando parte de una triloga hispana con el agregado de Seor Natural (1960), que se refiere a Felipe II y cuyo ttulo en hngaro es Terciopelo negro , y con El mayordomo de Diego Velzquez (1965). Otras obras notables referidas al mbito hispano fueron Explorando el Pasado (1966) e Hispania Eterna (1969).

Escritor increblemente prolfico, en la cumbre de su carrera su produccin es prcticamente la de un libro por ao y, por ms que algunos lo tienen por "novelista" con la velada, o no tan velada, acusacin implcita de superficialidad la mayor virtud de sus narraciones reside justamente en una sorprendente precisin histrica obtenida de un contacto directo con las fuentes. Passuth se movi con igual comodidad tanto en la historiografa como en la arqueologa o en el arte. Con un excepcional conocimiento de la materia unido a una brillante narrativa puso al alcance de cientos de miles de lectores las biografas, los comportamientos y las costumbres de los ms diversos personajes de la Historia. Durante dcadas fue el escritor hngaro ms publicado, ms ledo y ms conocido lo cual, por supuesto, gener no pocas envidias y no pocas chicanas de parte de otros escritores colegas mejor posicionado en la burocracia partidaria. Es probablemente por esto que, an cuando no pudo ser acallado, el rgimen comunista en Hungra tampoco se dign de reconocerlo oficialmente. En 1948 lo expulsaron del Sindicato de Escritores. Hasta la revolucin hngara de 1956 slo pudo publicar bajo seudnimo. Si bien entre 1945 y 1960 fue el secretario general del PEN Club hngaro, entre los aos 1948 y 1957 este cargo no pas de ser meramente simblico. Despus de jubilarse como traductor, adquiri una pequea propiedad en la localidad balnearia de Tihany, a orillas del lago Balaton. Sus ltimas obras surgieron de este retiro que prcticamente se convirti en refugio. El resumen de su filosofa de vida probablemente est encerrado en las palabras que en una oportunidad le dijo, muy en confianza, al crtico Elemr Szeghalmi: " en cada piedra, en cada diminuto pedazo de tierra o producto del ser humano puedes ver y experimentar los verdaderos signos cristianos. Sin esto no hay vida verdadera sobre este mundo. " Falleci en la cercana localidad de Balatonfred, el 19 de Junio de 1979. Algunas obras de Laszlo Passuth disponibles en castellano: Ttulo en hngaro A bborban szletett A harmadik udvarmester (El tercer mayordomo) Ttulo en castellano Nacidos en la prpura Mas perenne que el bronce Ao de edicin 1969 1971

A mantuai herceg muzsikusa Esisten siratja Mexikt Fekete brsonyban (En terciopelo negro) Lagnk (Lagunas) Madrigl Npolyi Johanna (Juana de Npoles) sszegyjttt mvei (Obras completas) Ravennban temettk Rmt (En Ravena sepultaron a Roma) Tallkoztam Esistennel Trt kirlytkr (El espejo roto del rey)

El musico del Duque Mantua El dios de la lluvia llora sobre Mjico Seor Natural Amor y muerte en las lagunas Madrigal La rosa de oro Obras Ravenna fue la tumba de Roma Mi encuentro con el Dios de la Lluvia Pker de Papas

1966 1946 1962 1963 1976 1959 1959

1975

1976 1981

EN RAVENA SEPULTARON A ROMA CRONOLOGA


451 Aecio derrota a Atila en la batalla de los Campos Catalunicos. 453 Muerte de Atila. 453-466 Teodorico II, rey de los visigodos. 454 Aecio es asesinado por el propio emperador Valentiniano III. 455 Saqueo de Roma por los vndalos. 455-? Fundacin en Amrica Central de la ciudad maya de Kopan. 457-474 Len I, emperador de Bizancio. Gobierno del patricio Aspar (hasta 471). 457-481 Childerico, rey de los francos slicos.

465-? Fundacin de un reino huno en el norte de la India (Gandhara). 466-484 Eurico es rey de los visigodos despus de dar muerte a su hermano, Teodorico II. Bajo el gobierno de Eurico alcanza el reino visigodo su mayor extensin. 466-? En la India es inventado el ajedrez como juego real de la guerra. 467-472 Antemio, emperador de Roma. 468 Una flota bizantina de 1.100 barcos se dirige a Cartago, pero es aniquilada en una noche por la flota de Geiserico. 471-526 Teodorico el Grande, rey de los ostrogodos. 472-476 Los ltimos emperadores romanos: Olibrio (472), Glicerio (473-474), Julio Nepote (474-475), Rmulo Augstulo (475-476). 474 Len II, emperador de Bizancio. 474-491 Zenn, emperador de Bizancio despus de destronar a su hijo Len II. 474 Prisco escribe la historia de Bizancio y las expediciones militares de Atila. 476 Fin del imperio romano. Odoacro es proclamado por sus soldados rey de los germanos en Italia. 476-477 Basilisco, con ayuda de la emperatriz viuda Verina, pretende arrebatar el trono a Zenn. 477 Muerte de Geiserico. 480-516 Gundobad, rey de los burgundios. 481 Muerte de Teodorico el Bizco, general ostrogodo al servicio de Bizancio y enemigo temporal de Teodorico el Grande. 481-511 Clodoveo, rey de los francos. 484-507 Alarico II, rey de los visigodos. 485-? Pinturas rupestres en las cuevas de Ajanta (India). 486 Los francos derrotan al ltimo gobernador romano de las Galias, Siagrio, en Soissons.

486-487 Avance de Teodorico hacia Constantinopla. 488 Marcha de Teodorico hacia Italia por encargo del emperador Zenn. 491-518 Anastasio I, emperador de Bizancio. 493 Odoacro capitula en Ravena y es asesinado por Teodorico. Teodorico es nombrado patricio romano y rey de los godos en Italia. Se casa con Audafleda, hija del rey franco Clodoveo. 493-? El papa Gelasio declara el papado de rango ms elevado que el ttulo de emperador. 496 Clodoveo se convierte a la religin catlica. 496-523 Trasamundo, rey de los vndalos. 498 El indio Arjabatta escribe un manual de astronoma y descubre tres aos despus la causa de los eclipses del sol y de la luna. 500 Trasamundo se casa con Amalafreda, hermana de Teodorico. 500-? La Lex Burgundionum, cdigo de los burgundios. 500-? El movimiento social-utpico de Masdak en Irn. 503-? Se instalan campanas en las iglesias cristianas del norte de frica. 504 Construccin de la baslica de san Apollinare Nuovo en Ravena para Teodorico. 506 La Lex romana visigothorum, cdigo de Alarico II. 506 La Iglesia prohbe la matanza de los esclavos. 507 Victoria de Clodoveo sobre los visigodos en Vouill. Cae Alarico II. 507 Arjabatta resuelve problemas sencillos de regla de tres. 508 Clodoveo traslada a Pars la capital del reino franco. 508-? Primer borrador del derecho de los francos slicos. 510-? Construccin de una larga muralla para proteger a Constantinopla.

511 Divisin del reino franco entre los hijos de Clodoveo: Teodorico I (Austria con Reims), Clodomiro II (Aquitania con Orlens), Childeberto I (Neustria con Pars), Clotario I (Francia con Soissons). 512 Cdigo de Teodorico para godos y romanos, el Edictum Theoderici. 516-523 Segismundo, rey de los burgundios. 518-527 Justino I, emperador de Bizancio. Su sobrino Justiniano es nombrado corregente. 519 Historia del mundo de Casiodoro. 520 Mosaico de la Separacin entre ovejas y machos cabros en Ravena. 524 Teodorico encarcela al papa. 524 Boecio escribe en prisin su obra Consolacin de la filosofa. Ejecucin de Boecio y Smaco. 525 Terminacin del mausoleo de Teodorico en Ravena, que tiene dos plantas y una cpula de 11 ms. de dimetro. 525 Primera cronologa a partir del nacimiento de Cristo. 526 Muerte de Teodorico el Grande. 526-534 Atalarico, rey de los ostrogodos. Como es menor de edad, gobierna su madre, Amalasunta, hija de Teodorico el Grande. 527-565 Justiniano I, emperador de Bizancio.

LOS PERSONAJES
Aecio, Flavio . General y estadista romano. Alrededor de 390-454. Venci a Atila en 451 en la batalla de los Campos Catalunicos, y fue asesinado por su emperador Valentiniano III.

Alarico I (395-410) , rey de los visigodos. Ocup Roma el 24 agosto 410 y permiti su saqueo durante tres das. Enterrado en el cauce del Busento. Alarico II (484-507) , rey de los visigodos. Hijo de Eurico, casado con Teudigota, hija de Teodorico el Grande. Amal, Hijos de . Dinasta de los ostrogodos (los Amalungos de las sagas nrdicas). Amalafreda . Hermana de Teodorico el Grande, casada con el rey vndalo Trasamundo. Amalarico (526-531) , rey de los visigodos. Hijo de Alarico IIy Teudigota, nieto de Teodorico el Grande. Amalasunta (526-534) , regente de los ostrogodos durante la minora de su hijo Atalarico. Hija de Teodorico el Grande, casada con el rey visigodo Eutarico. Ambrosio . Obispo de Miln desde 374.Alrededor de 340-397. Canonizado. Anastasio I (491-518) , emperador de Bizancio. Antemio, Procopio (467-472) , emperador de Roma. Antonina . Esposa del general bizantino Belisario. Antonio, Marco . General y estadista romano. 82-30 (a. de C). Ariadna . Hija del emperador Len I, casada con Zenn. Arrio . Presbtero en Alejandra. Muerto en 336. Sus partidarios (los arrianos), que adquirieron influencia sobre todo en Oriente, difundieron la doctrina de que Cristo no era consubstancial con su divino Padre, sino un ser creado de la nada, que Dios reconoci como hijo a causa de su integridad moral. Esta doctrina origin una gran controversia en el siglo IV. Aspar, Flavio Ardabur . General y estadista bizantino. Patricio en 450. Asesinado en 471. Atalarico (526-534) , rey de los ostrogodos, nieto y sucesor de Teodorico el Grande, hijo de Eutarico y Amalasunta, que gobern durante su minora de edad. Atila (433-453) , rey de los hunos.

Audafleda . Hermana del rey franco Clodoveo, casada con Teodorico. Babai . Rey de los srmatas. Baldur . Divinidad de la mitologa nrdica. Basilisco . General bizantino y adversario de Zenn en 476-477. Belisario . General bizantino. Alrededor de 500-565. Aniquil en 533 el reino de los vndalos. Berenice . Amante del emperador romano Tito (79-81). Boecio, Anicio Torcuato Severino . Filsofo y estadista romano (480-524). Acusado de traicin por Teodorico y ejecutado. Tradujo y coment los escritos de Aristteles, Euclides, Arqumedes, Ptolomeo y otros. Escribi en la crcel de Pava De consolatione philosophiae. Calgula (37-41) , emperador romano. Casiodoro, Flavio Magno Aurelio . Estadista y escritor romano. Alrededor de 490-580. Cnsul en 514, escriba confidencial de Teodorico, ms tarde monje. Fund el trabajo cientfico del monasterio, reuni y copi valiosos documentos. Csar, Cayo Julio . General y estadista romano 100-44 a. de C. Cipriano . Magister officiorum en Ravena. Clodoveo (482-511) , rey de los francos, de la dinasta de los merovingios. Fundador de Francia. Constantino el Grande (Flavio Valerio Constantino) , 306-337. Emperador romano. Traslad la residencia imperial de Roma a Bizancio, que en 330 recibi el nombre de Constantinopla. Childerico . Alrededor de 457-481, rey de los francos slicos. Diocleciano (284-305) , emperador romano. Domiciano (81-96) , emperador romano. Enodio, Magno Flix . Obispo de Ticino alrededor de 513. Escritor; autor entre otras cosas de una apologa de Teodorico el Grande. Epfanes . Obispo de Ticino, antecesor de Enodio. Erelieva . Madre de Teodorico.

Eudoquia , Hija del emperador bizantino Valentiniano III, casada con el rey vndalo Hunerico, hijo de Geiserico. Eurico (466-484) , rey de los visigodos. Eutarico . Prncipe visigodo. Muerto en 522. Casado con la hija de Teodorico, Amalasunta. Fava . Rey de los rugienos. Fridericus . Prncipe rugieno, hijo de Fava. Gala Placidia (425-450) . Gobern Italia. Hija del emperador romano Teodosio I, casada con el general Constancio, madre del emperador Valentiniano III. Geiserico (428-477) , rey de los vndalos. Germnico, Cayo Julio Csar . General romano 15 a. de C.-19 d. de C. Hijo adoptivo del emperador Tiberio (14-37). Glicerio (473-474) , emperador romano. Vivi ms tarde como obispo de Salona en Dalmacia. Gundobad (480-516) , rey de los burgundios. Hern de Alejandra . Matemtico, fsico e inventor griego (150100 a. de C). Hipcrates . Medico griego, desde 460 a 377 a. de C. Autor de numerosos trabajos mdicos. Ibba . Caudillo de Teodorico. Juan I (523-526) , papa. Enviado a Constantinopla por Teodorico para negociar la tolerancia del emperador Justino I y de Justiniano hacia los godos arrianos; finalmente encarcelado. Julio Nepote (474-475) , emperador romano, sucesor de Glicerio. Justiniano (527-565) , emperador bizantino, sobrino de Justino I, casado con la bailarina Teodora. Justino (518-527) , emperador bizantino, sucesor de Anastasio. Pero el poder real estaba en manos de su sobrino Justiniano. Laurencio (498-505) , papa al mismo tiempo que Smaco.

Len I (440-461) , papa. En 452 negoci la paz con Atila. Estableci bajo el emperador Valentiniano III la supremaca de Roma sobre todos los dems obispados. Len I (457-474) , emperador bizantino. Len II . Emperador bizantino en 474. Nieto de Len I, hijo de Ariadna y Zenn, jefe de la guardia isauria del emperador. Destronado por su padre. Maniqueo . Seguidor de la religin oriental de Man (alrededor de 215-276), una teosofa basada en el dualismo de la luz (el bien) y la oscuridad (el mal). Monofisitas . Seguidores de la doctrina de la unidad de la naturaleza de Cristo como Dios y hombre a la vez. Mundo . Nieto de Atila, caudillo de las tropas auxiliares hunas en Constantinopla. Nern (54-68) , emperador romano. Octaviano, Cayo Julio Csar . Primer emperador romano. 63 a. de C-14 d. de C. Odn . Uno de los principales dioses de la mitologa nrdica. Odoacro . Caudillo germano. 433-493. Patricio de Roma, nombrado por el ejrcito rey de Italia en 476. Olibrio, Flavio Anicio . Emperador romano en 472. Orestes . Patricio romano, padre del emperador Rmulo Augstulo. Asesinado en 476. Ostrogota . Hija de Teodorico, casada con el rey burgundio Segismundo. Prisco . Historiador griego del siglo V. Procopio . Historiador griego. 490-562. Desde 527, escriba confidencial de Belisario. Pulqueria, Elia Augusta . Hija del emperador bizantino Arcadio. 399-453. Canonizada. Ricimero, Flavio . General y estadista romano. Muerto en 472. Rmulo Augstulo (475-476) , ltimo emperador romano. Hijo del patricio Orestes.

Rusticiana . Esposa de Boecio. Segismundo (516-523) , rey de los burgundios. Casado con Ostrogota, hija de Teodorico. Severino . Obispo de Nrica y Panonia. Muerto en 482. Severo, Lucio Septimio (193-211) , emperador romano. Siagrio . Gobernador romano de la Galia. Sibila de Cumas . Mujer adivina de Cumas, sur de Italia, a la que se atribuye un compendio de profecas, los Libros sibilinos, que se conservan en el templo de Jpiter en el Capitolio. Smaco . Senador romano, suegro de Boecio. Ejecutado por Teodorico en 524. Smaco (498-514) , papa al mismo tiempo que Laurencio (498504). Suetonio . Historiador romano. Alrededor de 75-130. Tarasicodissa . Ver Zenn. Tarquinio el Soberbio . Legendario rey romano, de quien se dice que gobern de 534 a 510 a. de C. Teodomiro . Rey ostrogodo. Muerto en 471. Padre de Teodorico el Grande. Teodorico el Bizco . General ostrogodo al servicio de Bizancio. Muerto en 481. Hijo de Triario. Teodorico el Grande (451-526), rey de los ostrogodos. Hijo del rey Teodomiro, de la tribu de Amal, y de Erelieva. Llevado a Constantinopla como rehn a los 8 aos. A su regreso exigi al emperador una tierra para su pueblo en la Mesia meridional. Nombrado cnsul por Zenn en 484 y enviado por l a Italia en 488 para expulsar a Odoacro. Asesin a Odoacro en 493. Fue patricio de Roma y rey de los godos en Italia. Teodorico II(453-466) , rey de los visigodos. Teodora . Esposa del emperador bizantino Justiniano. Alrededor de 500-548. Hija de un domador de osos del circo de Constantinopla, actriz, danzarina, amante del gobernador de Libia. Teudigota . Hija de Teodorico, casada con el rey visigodo Alarico II.

Tito Flavio Vespasiano (79-81) , emperador romano. Trasamundo (496-523) , rey de los vndalos, casado con Amalafreda, hermana de Teodorico el Grande. Tufa , Caudillo de Teodorico. Tuktin . Caudillo de Teodorico. Ulfilas (Wulfila) (341-383) , obispo de los visigodos, traductor de la Biblia. Valentiniano III (425-455) , emperador romano. Hasta 450 gobern por l su madre Gala Placidia y el general Aecio, a quien asesin en 454. Verina . Esposa del emperador bizantino Len I. Vespasiano (Tito Flavio) (69-79) , emperador romano. Hizo construir el templo de la paz en el Capitolio y el Coliseo. Virgilio (Publio Virgilio Marn) , poeta romano. 70-19 a. de C, Escribi entre otras Buclicas, glogas, Gergicas, La Eneida. Vitrubio . Arquitecto e ingeniero romano. Escribi 10 libros sobre arquitectura. Walamiro . Rey de los ostrogodos. Hermano de Teodomiro. Zenn (474-491) , emperador bizantino. Jefe bajo Len I de la guardia isauria (su nombre isaurio es Tarasicodissa), casado con Ariadna, hija de Len I. Destron a su hijo, Len II, y se nombr a s mismo emperador.

Pareca, mientras bajaban a saltos por la ladera, que la interminable superficie de agua se haba tragado el caaveral. Los peascos se erguan con altivez, la sombra de la montaa proyectaba un celaje sobre el lago, y del este soplaba un viento dbil. En el aire danzaban

multitudes de brillantes y minsculos seres, mecidos por el viento y la espuma. El agua se antoj de tan pavorosa extensin a los muchachos que galopaban cuesta abajo, que involuntariamente frenaron el ritmo de sus pequeos caballos. Cuando alcanzaron la arena de la orilla, donde terminaba el caaveral, descarg la tempestad. Al principio slo aparecieron sobre el lago grises coronas de espuma, como si la superficie del agua se estremeciera, y despus, casi sin transicin, empezaron a elevarse las crestas de las olas. El caaveral imit el ejemplo del viento, iniciando un susurro, y oscilaron de un lado a otro los largos tallos de peludas panculas, como si buscasen, inclinndose, el favor del viento. Rozaban casi el nivel del agua, y su murmullo son de improviso tan lastimero, que los caballos se espantaron. Al borde del horizonte se dibuj una franja de plata, larga y clara. Se aproxim velozmente, parecida a un dique, adquiri ante los ojos de los muchachos las dimensiones de una muralla, y estall con potente fragor al llegar a la orilla. Sigui un silencio opresivo. Era como si una mano gigante hubiese rozado el caaveral de la orilla. Miles de tallos segados flotaban sobre la superficie del agua, o yacan desparramados por las rocas. Los caballos temblaban. Los muchachos contemplaron, atnitos, cmo el lago embravecido creca hasta formar una marea, y cmo, de repente, volvi a reinar la calma. Un aro de bronce cea los largos cabellos de un rubio rojizo del muchacho que cabalgaba en cabeza, y un broche de bronce sostena sobre su pecho la capa de cuero. De un flanco del caballo pendan el arco y la aljaba. El jinete llevaba en el cinto un hacha que le serva de arma, pero tambin para cortar madera y juncos. Casi todos sus compaeros eran rubios y tenan los ojos azules; el sol ardiente haba cubierto sus rostros de pecas. Entre los jinetes se encontraba uno de piel amarillenta y cabellos lacios y negros, que llevaba recogidos en un nudo. Tena ojos oblicuos y pmulos salientes. Los muchachos estaban en camino desde el amanecer, galopando a ratos a la velocidad del viento, y trotando a otros lentamente, bajo un sol abrasador. El muchacho de la hebilla de bronce conduca a los dems. Deba llevar un mensaje al caudillo que se hallaba en el campamento de la orilla opuesta del gran lago. Era ejercicio y juego, lucha y caza una empresa independiente. Si se encontraban con una tribu srmata, se escondan en el caaveral, o se iniciaba una lucha entre hombres y nios. Pero tambin podan topar con un lobo de los juncos, un jabal, un guila cada, o un fantasma de los pantanos, con los que las ancianas asustaban a los nios.

El campamento que abandonaron al alba ya se cerraba para la noche. Cientos de carros bloqueaban las entradas, haba antorchas en los viejos muros derruidos y en las despedazadas columnas; algunas flechas disparadas desde el campamento trazaban reflejos en la noche, los grandes perros rojizos ladraban con furia cuando husmeaban en el viento el olor de gente extraa. El campamento el campamento real de los godos se asentaba en una ruinosa ciudad romana. Los nmadas, despus de recorrer innumerables pases en sus carros de ruedas macizas, a la bsqueda de botn, pastos, agua y caza, se haban aposentado aqu, y cuando en la primavera verdearon los campos... dijeron ya al segundo ao: es la patria. Siempre estaban dispuestos a continuar la marcha. Por la noche se colocaban los carros formando crculo, de modo que ofrecieran proteccin a las mujeres y los viejos en caso de un ataque repentino; aparte de que tambin podan ocultar el botn y los prisioneros. Durante el da se dispersaba el campamento: los hombres salan a cazar y a buscar colonias vecinas; el sol brillaba, las rubias mujeres sacaban a los nios al aire libre, aqu y all sonaban instrumentos, la acosada tribu encontraba la paz. Pareca que desde la muerte de Atila, la inquietud se haba enseoreado de los alrededores del gran lago. Los ancianos profetizaban a la juventud un porvenir afortunado. Cundo habran abandonado la ciudad los romanos? La mayora de columnas yacan despedazadas. Los tejados haban sido pasto de las llamas, las paredes de las casas estaban ennegrecidas por el humo. Pero gran parte de ellas permanecan an en pie, y la casa consistorial segua mostrando las considerables proporciones de su columnata. De vez en cuando se tropezaba con alguna herramienta, y tambin se saba dnde estaba el antiguo cementerio. Los nios cavaban muchas veces en busca de tesoros, y al hacerlo, desenterraban viejas sepulturas. Junto a los huesos haba ornamentos de bronce, y tambin cuchillos de hierro, vasijas de barro, cuero podrido y jirones de ropa. Los guerreros apartaban de all a los nios, pues no deban perturbar la paz eterna de los muertos. Los godos eran cristianos desde haca varias generaciones, pero haban renegado de la fe romana. Vivan de acuerdo con la ley de la estepa: acampaban, luchaban, saqueaban, y no podan comprender el mandamiento No matars. Para qu se es un guerrero, y se posee un arma y un caballo, si es pecado medir las propias fuerzas con quien desea hacernos la guerra?

La comarca haba sido repartida: entre el Drava y el Sava se extenda la tierra de un rey, y al norte, hasta el gran lago, tena su reino la tribu de su hermano. El prncipe Teodomiro haba establecido su reino al norte del gran lago, y sus lmites llegaban hasta las montaas del oeste. Tras la divisin, prometieron y juraron permanecer un solo pueblo, hijos de un solo padre. Con ello honraban la memoria del fundador de su real estirpe, Amal, que haba sido un semidis en su patria original, el pas de las aguas violentas, fundador y prncipe del mundo de las nieblas. Los cantores, los escaldos, enseaban que la estirpe de Amal se remontaba a trece generaciones. El muchacho cuyo nombre era Teodorico, nacido del matrimonio del rey Teodomiro con Erelieva, el ao de la muerte de Atila, perteneca a la mgica catorceava generacin de la estirpe real de Amal. Antes de que la luna mostrase su redondo perfil, los godos se haban repartido en tres campamentos. Fue la ltima vez que los hombres pudieron elegir mujeres de otra tribu. Teodomiro se haba establecido en la ruinosa ciudad romana prxima a las orillas del gran lago, en la que cien aos antes ardieron los tejados de las casas, y los vientos dispersaron los artsticos restos que haban sido respetados por el fuego.

II

El viento amain, en el caaveral se hizo la calma, y enmudeci el inquietante murmullo. Los caballos encontraron el camino de piedras y lo siguieron, trotando alegremente. Todos sacaron las tortas de las alforjas. Algn que otro muchacho incitaba a su caballo a alcanzar a los otros. El mozo de piel amarilla y dientes grandes era el ms inquieto de todos, y llevaba la delantera. El camino, de suave pendiente, conduca al pie de la montaa que dominaba el lago. El vstago de los hunos se detuvo a un tiro de flecha de una zanja que pareca dividir dos colinas y que formaba como una isla en el accidentado terreno que descenda hasta el lago. La zanja tena un extrao aspecto, ninguno de los muchachos saba cundo y por quin haba sido cavada en la dura piedra. Era como si pueblos desconocidos hubiesen erigido un fortn para defenderse de sus atacantes. En torno, extensos bosques cubran las laderas de las

colinas. Los muchachos slo tenan que vigilar el camino de piedras romano, pues nicamente por l podan aparecer guerreros. Ya sostenan todos el arco en la mano, y las puntas de las flechas apuntaban a la zanja. La diestra del caudillo seal hacia delante, y los caballos aceleraron el trote. Rodearon la zanja describiendo un ancho crculo, y siguieron ascendiendo en fila india por la suave pendiente de la ladera. Si en la zanja se ocultaban enemigos, seran visibles desde arriba; los muchachos no caan en una trampa tan fcilmente! Mientras los caballos continuaban subiendo con lentitud, el grupo descubri un nuevo peligro. Ante los jinetes se ergua una fortaleza natural, un crter inmenso y pelado. Quien se acercase por este lado a aquel fuerte construido por la naturaleza, era un blanco fcil para las flechas de los defensores. Pero no haba un alma en ninguna parte. Arriba, en la ladera de la montaa que miraba al lago, vieron columnas rotas, muros destrozados y casas en ruinas; todo pareca cubierto desde haca siglos por las malas hierbas, el musgo y la siempreviva. Haba rastros de fuego por doquier. Tambin aqu se levantaban muros ennegrecidos por el holln. Vieron restos de esqueletos, huellas de hogueras, utensilios de arcilla. En otro lugar se amontonaban los crneos. No lejos de all, los muchachos descubrieron una casa. En un tiempo debi de haber sido muy hermosa. Contemplaban con atencin el suelo cubierto de piedras de colores, que representaban, entre pmpanos, un pjaro azul. El tejado inclinado y hundido a medias haba protegido las piedras de colores e impedido que sarmientos y races las hiciesen saltar. Los muchachos se pusieron a hurgar en los rincones con sus flechas. Tesoros... el sueo eterno, dar con monedas de oro, alhajas, brazaletes romanos! Saban que las vasijas de arcilla y las nforas ocultaban a veces cosas valiosas en su interior. Los tesoros haban sido enterrados casi siempre por gentes que huan, y que nunca ms volvieron. Pero en ninguna parte apareca alguien a quien poder preguntar: Quines vivieron aqu antiguamente? Ante ellos haba un arca de piedra en la cual los habitantes colocaban a sus muertos. Tapaba el ptreo atad una pesada losa de mrmol que llevaba una inscripcin. Los muchachos saban leer los caracteres rnicos, pero slo los sacerdotes conocan las letras de los romanos. De nuevo se levant el viento. Pero aqu arriba soplaba del otro lado, y su silbido sonaba de modo diferente que en el caaveral. Todo estaba

quieto como en el reino de los muertos, y la soledad inspiraba temor. Si les hubiera recibido una lluvia de piedras, o de flechas, habran agarrado el escudo de la grupa del caballo y tensado sus arcos. Pero aqu no haba nadie para pedir al viento que se detuviera, ni para contarles quin haba cavado la zanja, quin edific el castillo. Silencio... silencio... Teodorico iba en cabeza. Con una mano sostena la capa de cuero: as lleg a la cumbre, que en una guerra poda ser decisiva. Quien se hiciera fuerte aqu, sera dueo de los montes y del valle. Tambin en la cumbre haba slo piedras en ruinas... tres columnas de rotos capiteles, un pozo derrumbado y una piedra miliar, que en otro tiempo sealara en etapas el camino hacia Roma. Vieron algunas vigas carbonizadas, que indicaban la anterior existencia de una casa. Y esto era todo cuanto haba al alcance de su vista. La orden deca que rodeasen el lago al que llamaban Pelso, como los romanos. Los viejos que les enviaron haban contado el tiempo: Si parts ahora, llegaris a medioda al campamento del otro lado, sin necesidad de poner los pies en el agua. Pero nadie haba contado con la curiosidad de los muchachos, que les apartara del camino indicado y casi les hara olvidar su misin. Teodorico contempl desde la silla los restos de la casa. Las malas hierbas crecan por doquier. Una sola losa de piedra estaba libre de verdor. Tal vez aqu se encontraba la entrada y la abertura que conduca a la bodega, tapada desde haca mucho tiempo. Carecan de herramientas para cavar, slo el cuchillo y el hacha podan ayudarles. Pocos minutos despus saltaron por el hueco. La vieja escalera de madera estaba deshecha. En un rincn haba una rota tinaja de aceite, en la siguiente deban guardar el vino. Teodorico la sacudi; en el fondo haba un poso gelatinoso. Otra nfora todava contena algo de aceite, de un color marrn verdoso, y un olor que recordaba un poco al sebo. Teodorico inclin el nfora hacia un lado y oy un tintineo. Eran ornamentos de plata: agujas y hebillas romanas, un espejo y un pequeo cuchillo. Se trataba de un raro tesoro. Tambin haba algunas monedas con la imagen de un emperador romano, afeitado y luciendo una corona de laurel; y un collar, del que penda una piedra de mbar amarillo, y una diadema digna de haber embellecido a una mujer. Teodorico sostena esta ltima en la mano. El ms alto de los rubios muchachos se la arrebat y se la coloc en la cabeza. La joya pareca una corona sobre los cabellos del ltimo descendiente de la estirpe de Amal.

En cada aldea vivan otros hombres con lenguajes diferentes. A menudo slo podan entenderse por seas. Eran restos del mundo de Atila, minoras de los numerosos pueblos que las hordas de hunos arrastraron consigo y luego dejaron atrs como un sedimento. Gpidos, srmatas, escitas, rugienos, alanos vivan diseminados por la estepa. En muchos lugares conminaron a los muchachos con gestos amenazadores a alejarse con rapidez, y al grito del viga, que guardaba el camino de la aldea, acudieron hombres armados; en otros, por el contrario como en una aldea de gpidos, los habitantes agitaron ramas verdes y les invitaron a comer... Apenas podan hablar entre s, se comprendieron por medio de alguna palabra romana, goda o huna que haban aprendido. Sealaron el confn del horizonte: all, all... Teodorico llevaba an la diadema en la cabeza, y el caudillo de los gpidos la roz con la mano, sonriendo. Rex, rex, dijeron los otros. Esta palabra tena por doquier el significado de rey. Los gpidos se distinguan de los otros pueblos, aunque se deca que estaban emparentados con los godos. Casi todos eran altos, enjutos y tenan la cabeza alargada, y muchos hombres eran calvos. De piel rosada, se cubran con pieles de animales que cean a la altura de las caderas con un cinto. Las pieles estaban bien curtidas. La aldea entera respiraba dignidad, las cabaas se hallaban dispuestas a lo largo de una sola calle, una frente a la otra. Los gpidos tenan hermosas jarras de vidrio, en las que invitaron a sus jvenes huspedes a beber hidromiel. Los escitas, por el contrario, eran un pueblo salvaje. Todo lo que les rodeaba estaba sucio y abandonado. Su lengua sonaba como un gruido, y consista en pocas palabras. El aspecto de los hombres infunda miedo. Muchos llevaban todava algn trozo de ropa de los legionarios romanos, una tnica o una capa. Tal vez haban servido antiguamente en las legiones, y por esta razn conocan algunas palabras romanas. Los muchachos estaban en camino desde el amanecer, y atardeca ya cuando llegaron sobre sus cansados caballos a su propia colonia, situada en la orilla sur del lago. Estaba en el extremo ms meridional del tercio del reino que gobernaba Teodomiro, cuya situacin avanzada lo converta en campamento militar y castillo a la vez: si un enemigo vena del sur, los vigas vean incluso las seales de humo y de fuego de la orilla opuesta. Dos das atrs, los vigas vieron elevarse el humo de las hogueras en la otra orilla, y leyeron el mensaje: Ningn enemigo, ningn peligro, slo una delegacin que se dirige a la ciudad donde reside Teodomiro. Las seales de humo no dijeron ms. Por ello el consejo de los ancianos haba enviado a los muchachos a esta incursin a la orilla meridional.

Ya faltaba poco. El paisaje se ti del rojo brillante de las bayas: rojos eran el cielo, los arbustos, la orilla, las rocas, y tambin los rayos del sol poniente. Un hechizo de color rojo lo envolva todo cuando, rendidos por el cansancio, a un trote cansino, llegaron al borde exterior del campamento, donde se hallaba la primera hilera de carros, que se extenda hasta la falda de la colina, bloqueando la entrada. Aqu los muchachos pudieron por fin entenderse en su propia lengua; buscaban a sus conocidos. El campamento se asentaba sobre una extensa llanura, protegida al fondo por el lago, que aqu estaba en su mayor parte cubierto de espigas de agua; no haba caaveral, y la arena de la orilla se adentraba en el lago. Los animales beban, los bfalos se revolcaban en el barro de la orilla, los nios se baaban, metidos en el agua hasta la cintura, y baaban a sus perros. Todo era parte de la vida cotidiana. Los guerreros, que acudieron corriendo al or ladrar a los perros, depusieron las armas y saludaron desde lejos a los muchachos. stos se acercaron al paso hasta el borde del campamento, y all slo Teodorico permaneci sobre el caballo. Separ las piernas, apoyado en los estribos; sobre su cabeza, la diadema lanzaba destellos. Los que ya haban estado en la otra orilla, le conocieron: era el hijo del rey. Qu respeto mereca un muchacho que an no era un guerrero, que an no era un hombre, que no haba tomado parte en ninguna batalla y al que la tribu an no haba consagrado como adolescente? Era el hijo del rey, de porte majestuoso, esbelto y rubio. Algo extraa resultaba su mirada, pues los ojos un poco salientes estaban muy distanciados entre s. Los guerreros se inclinaron ante el muchacho descendiente de Amal, aunque su lugar an no haba sido determinado por el consejo de los guerreros. Teodorico fue el primero en hablar. Nos habis llamado con seales de humo. Ven a la casa del consejo. En el rostro del hombre sobresala una cicatriz reciente, desde la sien hasta el mentn, que era recuerdo de un duelo; tena mutilada la mano izquierda y arrastraba una pierna, como si los huesos no se hubieran soldado bien. En el campamento se vea muchos guerreros cubiertos de cicatrices; en la orilla meridional montaban guardia los hombres ms experimentados y ms valerosos, velando por la seguridad de sus hermanos del norte. El muchacho de la diadema se adelant con la cabeza erguida, como corresponda a su rango. El hombre coloc la mano sobre el hombro del muchacho huno y le dijo algunas palabras en lengua huna, a lo que

el muchacho mene la cabeza. No comprenda la lengua de sus antepasados, slo hablaba el godo. De dnde habra llegado hasta aqu, quin era su madre, a qu linaje perteneca? De Oriente ha llegado una delegacin romana. Trae un mensaje del emperador. Viene para deciros que os preparis a recibirle. Quin la encabeza, qu rango tiene el enviado? Ya ha estado en esta comarca. Dice que cuando era joven tom parte en una delegacin que visit a Atila. Ahora l es el jefe. Se llama Prisco, y al parecer ostenta un alto cargo en el palacio imperial. Viajan para ver a tu padre, y no dicen ni una palabra referente a su mensaje. Los muchachos no podan hablar con los enviados; iba contra las reglas del decoro. Pero en el muchacho ardan los mil demonios de la curiosidad. Los romanos, tanto si procedan de Roma como de Bizancio, eran considerados por ellos desde la infancia como seres legendarios. Ante un alojamiento del campamento fortificado haba dos carros de la delegacin. No se trataba en modo alguno de carros pesados, con ruedas macizas, como los utilizados por los godos en su marcha a travs de Europa. Estaban provistos de ruedas de radios, finamente trabajadas, y eran ms pequeos y de aspecto ms elegante. Los carros que haban servido para traer los regalos iban tirados por mulas en lugar de caballos. En cuanto a la delegacin, haba venido a lomos de sus monturas. Traan tambin caballos a mano, y competa al anfitrin llevar los animales al establo y cuidar de ellos del modo acostumbrado. Los romanos deban de estar cansados, pues pidieron que se aplazara hasta el da siguiente el ofrecido festn, y ellos mismos se prepararon una cena rpida, se instalaron en su campamento, cubierto de mullidas pieles, y se acostaron, sin apostar ninguna guardia, cayendo poco despus en un profundo sueo. Los esclavos se quedaron junto a los carros, donde extendieron sus pieles y se tumbaron mirando el cielo estrellado. Aquella noche, pues, los muchachos no vieron ms que los carros de la delegacin bizantina, algunos esclavos, caballos y animales de tiro. No podan acercarse a los carros; hubiera sido una gran vergenza que uno de los godos ya fuese nio o adulto se hubiese entrometido en las cosas de los extranjeros. As pues, solamente pudieron admirar algunos cobertores, los toldos que cubran los carros, las potentes mulas, desconocidas en la comarca, y las armas de los esclavos, que mantenan

a su alcance. Vieron espadas cortas, bellamente trabajadas, en vainas de cuero, hondas y sus piedras pulimentadas, escudos de bronce y lanzas de largo mango, adornado con piel y con la punta de hierro tan cuidadosamente forjada, que era una obra maestra de la herrera. Armas, fundas, cascos, herramientas... todo evocaba un mundo lejano y extrao. En el campamento se decidi que los muchachos pasaran all la noche y saldran al amanecer, para estar en su casa a medioda y anunciar la llegada de la delegacin. Entonces el rey godo tendra un da de tiempo para preparar la bienvenida. La delegacin, con sus pesados caballos y los carros, llegara a su destino ms tarde que los muchachos, todos ellos jinetes de la estepa que rivalizaban con el viento. Los jvenes fueron llamados al crculo de los hombres. Cada uno de ellos recibi una pierna de carnero y una jarra de hidromiel, que un especialista pona a fermentar en todos los campamentos. Despus del yantar era costumbre despedirse del da con un cantar de gesta. Estos cantares sobre las maravillosas aventuras de los antepasados entusiasmaban a los jvenes e implantaban en sus almas el respeto a sus abuelos. El viejo cantor que ahora se acercaba ya no poda ver las bellezas de este mundo. Bebi con avidez de la jarra que le fue ofrecida, y se volvi, pestaeando, hacia la luz, y se sec los ojos ciegos, como si esperase el milagro de poder ver a los hombres en lugar de las eternas tinieblas. Haba que esperar a que la bebida le soltase la lengua y la sangre prestase algo de color a sus plidas mejillas. Sus dedos huesudos ya no podan sostener ningn instrumento. Un joven cogi el instrumento y empez a pulsar las cuerdas suavemente o con fuerza, segn las palabras del anciano fuesen graves o alegres. Era una crnica viva: ocho decenios haban teido de blanco sus largos cabellos, que antes fueran rubios. Mechones rebeldes enmarcaban su rostro, desfigurado por la edad y las cicatrices, que recordaban antiguas luchas. En Roma vivan tantos hombres como estrellas hay en el cielo cuando el rey Alarico contempl por primera vez la ciudad desde un promontorio. Recuerdo que en su lengua los romanos llamaban Pincio al monte sobre el cual el rey godo haba instalado su campamento. Cincuenta y cinco veces han retoado desde entonces los rboles, o tal vez ms... Temamos a Roma? Ninguno de nosotros haba visto nunca tantos hombres juntos... ni una ciudad tan grande, con palacios, iglesias, casas, y grandes plazas llenas a rebosar de gente con las ms variadas ropas. Alarico no pensaba tomar por asalto la ciudad. Ante

cada puerta esperaban nuestros fuertes pelotones, los jinetes rodeaban constantemente las murallas de la ciudad. Ni una sola persona, ni un tronco de caballos, ni un carro de cereales podan entrar en la ciudad sitiada, que los romanos llamaban urbis. Lleg una delegacin con togas de color prpura, enviada por el consejo de ancianos de Roma. Sus palabras lisonjearon y amenazaron al mismo tiempo. Dijeron: "Temblad, godos, por si sois expulsados de aqu! El pueblo de Roma esgrimir las armas, y ninguno de vuestros guerreros ver de nuevo su patria". El rey Alarico era joven, fuerte y de voluntad frrea. "Cuanto ms espesa sea la hierba, mejor ser la siega", dijo, sealando la ciudad. Exigi a los enviados todo el tesoro de Roma y la liberacin de todos los esclavos en el campamento de los godos. Uno de los enviados pregunt a Alarico: "Qu nos dejars, entonces?" El rey cerr los ojos y contest: "Slo la vida!" Nuestros sacerdotes contaron la plata y el oro. Nadie haba visto jams tantos tesoros juntos! Dnde podamos haber visto nosotros, pobres godos, tanta magnificencia? Capas de prpura, pieles finamente curtidas, especias... El rey Alarico quera llevrselo todo. El emperador, desde Ravena, abandon a Roma a su destino. Alarico saba que sus guerreros ansiaban la lucha. Las hogueras ardan sobre las colinas y en la Porta Salaria; a mediados de verano, bajo un calor sofocante, los guerreros de Alarico treparon por las murallas y abrieron las puerta. Alarico dio la orden: "Podis llevaros todo cuanto veis, entrar en todas las casas, os pertenece todo cuanto deseis. Pero en la ciudad viven cristianos: los tesoros no tienen religin, son la recompensa de vuestro largo servicio, pero no matis a los hombres que no levanten la mano contra vosotros. Los godos no se ensucian las manos con la sangre de los cristianos! Humillad a la Urbe, os la regalo durante tres das: Roma pertenece a los guerreros!" El gallo rojo vol sobre los tejados, el viento dirigi las llamas a uno y otro lado. Pero la propia Roma, la ciudad, los palacios, los templos, los prticos no perecieron bajo el fuego. Aqu y all se declar un incendio que convirti en cenizas una hilera de casas, pero nosotros mismos apagbamos el fuego con el agua del Tber, porque las casas incendiadas no ofrecen botn. En nuestras filas luchaban muchos que antes haban servido como esclavos. Saban dnde su amo tena ocultos sus tesoros. Y entonces se enfrentaron: el antiguo esclavo y el antiguo seor. El esclavo tena un arma en la mano, los labios del seor pedan clemencia.

Alarico haba ordenado: "No derramis sangre! No prendis fuego! Castigad a Roma; todo cuanto caiga en vuestras manos es vuestro. Pero no destruyis sin sentido". Durante tres das pertenecieron a los godos las maanas, los mediodas, las tardes y las noches. Conseguimos todo cuanto quisimos, pero, por desgracia, slo disponamos de dos brazos. El rey haba juntado los carros al pie de la colina, un tercio de ellos era suyo, los otros, nuestros. Pero los carros no podan contener las innumerables riquezas. Remolcamos nuestra valiosa carga... y acabamos agotados. Podis creerme, por la maana del tercer da estbamos asqueados de los tesoros, de la temerosa poblacin, de los lamentos de las mujeres y los llantos de los nios. Hasta el amanecer del tercer da saqueamos los palacios. Quedaban las chozas de la otra orilla del Tber. Carboneros de rostro ennegrecido, zapateros, curtidores, picapedreros. Como si hubiramos participado en una comida oppara, ya nada nos apeteca. No queramos nada ms, ni marfil, ni vidrios valiosos, ni telas caras, ni armas, ni espadas romanas, con las que haban luchado por todo el mundo los antepasados. Cuando nuestra carga pesaba demasiado, la tirbamos en medio del camino o al ro, o la pisbamos, mezclndola con el polvo. Pero nadie se desprenda del oro y las piedras preciosas. Columnas... con magnficos relieves. Nada deba quedar intacto en Roma. Atamos cuerdas alrededor de las columnas, y las enganchamos a las mulas. Se caan con una sola sacudida, una tras otra. Cuando se haban cado todas las columnas, se hunda el techo del palacio. Una sola antorcha bastaba para que ardiesen las alfombras, las mesas, las camas. Tambin de todo esto estbamos hartos. Hartos de vino, de los valiosos mantos de prpura, hartos de todo. Slo conservamos el oro, el oro puro y las piedras preciosas, que no hartan a nadie... que no hartan jams. Ni Roma posea el oro suficiente para saciar nuestra sed. Por la tarde del tercer da, el rey Alarico orden: "Basta!" Todos los godos tenan que haber cruzado las puertas antes de que se pusiera el sol. Desde este momento, despus del aviso de las trompetas, ningn guerrero, ningn esclavo podra entrar de nuevo en la ciudad. Quien lo intentase, lo pagara con la vida. "An tenis tres horas hasta el atardecer, guerreros." Ahora ya conocamos la inmensa ciudad, sus prticos, el gran Campo de Marte donde se encontraban los grandes templos y donde en un tiempo los gobernantes haban celebrado sus reuniones. Aqu, en los templos, en las antiguas baslicas paganas, era donde abundaba ms la plata... el marfil... los tesoros, las piedras preciosas, las vasijas. Todo

brillaba! Aqu congreg Alarico a sus guerreros. De nuevo regresamos a los carros. Cada tres o cuatro familias compartan un carro, que ya rebosaba de la ms variada carga. Los ancianos, los enfermos y los nios fueron llevados en brazos. Una ocasin as slo se presenta una vez en la vida de un guerrero. Se aprovech el ms diminuto rincn, se luch por cada palmo de espacio. Apenas nos reconocamos mutuamente: mantos de prpura, cascos dorados, valiosas espadas finamente trabajadas, collares, aderezos, y muchos con una corona en la cabeza. Quin se acordaba ya de los andrajos, de los pies helados, de las duras sandalias de cuero sin curtir? Ahora calzbamos blandos zapatos romanos, muchos guerreros se rociaban, entre carcajadas, con agua perfumada. Regalaron tnicas de colores a las mujeres, y cubrieron de joyas a las doncellas. Alarico convoc a sus guerreros en el Foro Romano. Alrededor, columnas rotas, palacios derruidos, muros ennegrecidos de los templos. El calor era agobiante, la hierba del Foro haba adquirido un tono amarillento. Tenamos sed. En la Urbe ya no quedaba ms vino; se haba acabado en la primera noche. En las vestiduras de Alarico no brillaba ningn broche de oro; llevaba el mismo jubn de cuero que vesta a su llegada a la Urbe. Y de su cinto penda su vieja espada. Levant la diestra como los generales romanos. No nos dijo nada, salt sobre su caballo y abandon la Urbe. Echaron las ltimas ramas secas a la hoguera del campamento. Los guerreros, que ya haban odo la historia de Alarico, ocurrida haca medio siglo, el sitio de Roma, la devastacin de la Urbe, conoca ya las palabras del anciano escaldo, y atizaban el fuego con displicencia. El mundo legendario de Alarico, la fiebre del oro, el sol de Italia... Desde el Danubio soplaba un viento fro, los vigas temblaban por la noche, envueltos en sus capas de piel, mientras miraban, tiritando, hacia la estepa. A medio da de marcha se encontraban algunas pobres aldeas srmatas, y tiendas diseminadas de pueblos hunos, mezclados con otras razas, todos ellos restos del reino de Atila. El ganado no poda alimentarse en la tierra salina; a sus espaldas se extenda, embravecido por la tormenta, el enorme lago. En todo el campamento no haba oro suficiente para comprar un solo esclavo. Cuando pasaban mercaderes, procedentes del mundo meridional, les vendan pieles, y a cambio ellos reciban ornamentos de hierro o pequeos utensilios, y espadas para los hombres. El cantar sobre la devastacin de Roma era deprimente. Inspiraba en los mseros godos la nostalgia de la Italia maravillosa. El muchacho, que ya se haba quitado la diadema romana, se hallaba sentado junto al fuego, vestido con su jubn de cuero. A su lado estaba en cuclillas el

anciano escaldo, que en tales ocasiones reciba una generosa racin de hidromiel y un escogido bocado de carne de carnero. No quedaron godos en Italia? Ni uno solo, Teodorico. Se diseminaron con el tiempo como por obra de un torbellino. Una parte del pueblo sirvi a Atila, la otra, a Aecio. As cayeron los godos, a manos de los godos, en los Campos Catalunicos.

III

Quien ha nacido en la estepa tiene el sueo ligero. Cuando la densa oscuridad se rasga, y el viento descubre franjas grisceas en la lnea del horizonte, se despierta por s solo. En el campamento de los bizantinos reinaba todava la noche cerrada. Bajo las estrellas y junto a los carros dorman los servidores; en la tienda, sobre mullidas pieles, dorman los enviados. Slo un hombre de rostro afeitado velaba y lea a la dbil luz de una lmpara. Sostena con ambas manos un rollo de pergamino, a cierta distancia de sus ojos, y descifraba las lneas. No haba terminado de leer cuando llam su atencin el trote de varios caballos. Intent contarlos... cuntos eran? Sera una inspeccin o una patrulla? Apart del pergamino los ojos enrojecidos y los fij en la lejana, como si pudiera verla a travs de la alta lona untada de brea y sostenida por maderos. Al alba iniciaron al galope el regreso al hogar. El grupo de muchachos rode el lago por el extremo meridional, lo que acortaba el camino, y as llegaron antes al campamento real para comunicar la noticia: haba llegado una delegacin bizantina. Los ms nobles entre los godos formaran una pequea tropa, elegiran los ms hermosos caballos, se adornaran con los ornamentos de oro... y saldran al encuentro de la delegacin, a la cual el rey de los godos quera recibir en su residencia. En el viaje de vuelta, los muchachos tuvieron el viento a su favor; soplaba del este, y lo tenan a la espalda. Pareca que el dios del lago escupa espuma sucia hacia la orilla. El agua que ayer era limpia, se vea hoy enturbiada por plantas trepadoras, fango removido, y millones de seres minsculos, como si no fuesen del mismo lago. Las olas rompan con estruendo en la orilla, y sobre las rocas de tono rojizo

revoloteaban los pjaros que iban en busca de peces. Todo estaba teido de un gris plomizo, el sol se haba ocultado, y a ratos lloviznaba. Las ropas de cuero no dejaban pasar el viento, pero la lluvia se les meta por el cuello y los empap a todos. Teodorico tena la mente puesta en Roma. Tambin la residencia real haba sido una ciudad romana. Los godos se haban aposentado en la gran ciudad muerta porque sus murallas ofrecan proteccin contra el viento, y el fro no era tan intenso cuando el invierno se enseoreaba del campamento. Qu tamao debi de tener Roma? Cien veces mayor que el recuerdo que tenan de ella, tras muchos decenios, los viejos escaldos? Qu tamao deba de tener...? Cmo seran sus palacios, sus columnas de mrmol, sus calles empedradas? Y los pozos, de los que el agua manaba sin interrupcin...? Cmo deba de ser el pueblo que haba amasado los mayores tesoros del mundo, los tesoros que fueron saqueados por los guerreros de Alarico? Los muchachos estaban cansados y de mal humor. En ninguna parte se ofreca ninguna aventura. Teodorico levant la cabeza, el viento le desgre el cabello, la lluvia le moj la cara. Unos pescadores les gritaron algo en una lengua desconocida. An no haban visto una verdadera ciudad...

El viejo cortesano pensaba en Atila. La primera vez que haba pisado estas tierras, era el escribano de la delegacin, y deba tomar nota de todo cuanto suceda. Sus escritos pasaron luego a los pergaminos del palacio imperial. Ahora saba que aquel viaje desde Constantinopla hasta la residencia de Atila haba encerrado mortales peligros. Lo haban emprendido con los dos enviados hunos que se encontraban en Bizancio. Se acordaba incluso de sus nombres. Uno de ellos era un brbaro, que proceda de un pueblo escita: se llamaba Edecn. El otro era un ciudadano romano de Panonia, entrado al servicio de Atila. Se llamaba Orestes, y estaba casado con la hija de un magnate romano cuyo nombre era Rmulo. Al resplandor de la luz bailaban sombras ante sus ojos. Atila... la rotura de una diminuta vena haba derribado en mitad de su vida al Azote de Dios. Los grandes de Bizancio, a quienes Prisco haba servido hasta ahora, haban muerto casi todos de forma violenta. En la Ciudad Santa, el favor imperial era poco ms que un capricho. A menudo se converta en lo contrario: veneno, ceguera, destierro, calabozo. Los ms afortunados salvaban el pellejo; les cubran la cabeza rapada con una

mitra de obispo, y nunca ms podan ejercer un cargo pblico. Pero esto slo poda suceder a los personajes importantes, en favor de los cuales intervena la augusta, la emperatriz, la todopoderosa en Bizancio; todo el mundo saba que Len, el taimado y precavido emperador, acababa siempre haciendo lo que deseaba su esposa Verina. Las sombras danzaban ante los ojos del anciano enviado. Dnde habra muerto Edecn, el prncipe de la estepa, que alardeaba con altivez de su nobleza delante de Orestes? Cuando todo se desmoron despus de la muerte de Atila, adonde huyeron los dos, dnde se detuvieron... qu seor eligieron de todo el ancho mundo? Ambos hablaban huno entre s, pero no era su lengua nativa; uno era un escita, el otro un germano nacido en Panonia y de lengua romana. Y sin embargo, Orestes se haba casado con la hija de un autntico patricio romano... Edecn, Orestes... nombres lejanos. Cul de ellos viva an, cul habra muerto? El poblado se despert al amanecer. A los odos del anciano llegaron reducidos a un suave murmullo las palabras, los gritos, el rodar de los carros, el acarreo de pienso a los caballos, la partida de los jinetes, el ruido de los arneses, la carga de los mulos. Cmo haban temblado, haca ya tantos aos, cuando esperaban a slo unos das de marcha de aqu la decisin del rey de los hunos. Estaban en sus manos. Atila saba que Bizancio haba enviado asesinos para que le eliminasen. Una sola palabra suya hubiera bastado, y las cabezas de los embajadores hubieran sido enviadas a Bizancio: as acaban quienes conspiran contra m! Atila los mand vigilar, sopes cuidadosamente los motivos de sospecha y los signos de inocencia, y finalmente agasaj e incluso colm de regalos a algunos, pero no tuvo clemencia para los asesinos. Cmo haban temblado ante Atila los enviados de la Roma tanto de Oriente como de Occidente! Con un solo gesto hubiese podido enviar a cientos de miles de guerreros hunos a travs de los Apeninos hacia Roma, o a travs de Tracia hasta Bizancio. Edecn, Orestes, nombres llevados por el viento. Roma cay en el duelo a muerte, Bizancio sali victoriosa. Roma era una ciudad triste y sin esperanzas, condenada a la derrota, mientras su emperador esperaba en Ravena, protegido contra los brbaros, y en Classis, el puerto de Ravena, se hallaba siempre dispuesto un rpido velero que en caso de peligro inminente salvara al emperador. Hoy da, el emperador bizantino, el basileo, poda hablar de otro modo con los lejanos prncipes de la estepa, llamarles querido hijo o

concederles el ttulo de rey; en el lenguaje secreto de Bizancio, la palabra slo significaba caudillo de brbaros. nicamente se daba el ttulo de patricio a los ms poderosos y valientes entre ellos. El emperador pareca omnipotente... siempre que la altiva Verina se lo permitiera. Y ahora vena como enviado a la corte del rey de los godos, que desde la decadencia de la raza reinaba sobre una tercera parte de los ostrogodos. Atila haba sido rey de cien pueblos. Si hubiese querido, habra sido emperador de la estepa... emperador del mundo entero. Conoca Atila la palabra augusto? Dese alguna vez un manto de prpura, una diadema imperial guarnecida de piedras preciosas? Prisco, que haba visto a Atila, saba que al rey de los hunos no le importaban los ttulos. Qu mezquinos eran, contemplados de cerca, los poderosos del imperio de Occidente! Los patricios y sus emperadores perseguan todos los placeres, en Roma haba un nuevo augusto en la cumbre casi cada ao, que dependa del favor del pueblo y de las legiones. Y la Urbe exiga cada vez ms juegos, ms pan y ms dinero. Tambin aqul a quien maana se presentara como enviado era slo un rey de la estepa... Haba sido bautizado, su padre vivi ya en la fe de Cristo, pero los godos rechazaron las tesis del Santo Concilio y persistieron en la hereja de Arrio. Deban de haber transcurrido cuatro generaciones desde que Arrio, un obispo desterrado, sufriera un desmayo en las calles de Alejandra y muriera sobre el empedrado de esta ciudad medio pagana y medio cristiana. El Concilio de Nicea refut su hereja, y el emperador Constantino la hizo perseguir. No obstante, el viento propag la doctrina de este telogo hereje, y en la estepa cay en terreno abonado. Los vndalos en frica, los visigodos en Hispania, los burgundios y muchas otras tribus brbaras compartan actualmente esta doctrina, que el propio hereje Arrio no hubiese reconocido. Estaban condenados por el Concilio de Nicea y muchos Santos Snodos, pero vivan y moran en esta hereja, sus obispos ordenaban sacerdotes, y sus hijos crecan con la misma fe. As viva tambin el rey Teodomiro, as vivan sus hijos... as viva el muchacho que deba llevarse a Bizancio. Honorable y eximio seor, ordena, si lo deseas, nuestra partida, y si ello te complace, determina tambin la longitud del camino que hoy hemos de recorrer.

El anciano oy apenas estas frases hechas, que en realidad no significaban nada. Prisco era uno de los dignatarios del palacio imperial. Debido a su edad avanzada, era difcil que ascendiera a rangos ms elevados, pero su sabidura era grande, e incluso el Patricio se diriga a l en busca de consejo cuando tena que hacer alguna recomendacin a su Majestad Imperial a propsito de algn rey de los brbaros. Lo mismo ocurri esta vez. Prisco tuvo el gran honor de ser llamado por el emperador Len: Ponte en camino, hijo mo, como lo hicieron en su da nuestros virtuosos antepasados. Busca a nuestro siervo godo y aparta de nosotros su espada, para que la dirija contra los corazones de sus hermanos. As habl Len, con uncin y con astucia, y Prisco, en su devocin, bes tres veces la orla del manto sagrado, antes de abandonar la sala de audiencias. Ve, hijo mo, hacia Occidente, a visitar al rey Teodomiro, y promtele nuestro favor. Los obsequiosos eunucos del palacio imperial le facilitaron ms pormenores. Estos hombres activos y sin familia escriban de la maana a la noche ante sus pupitres colocados en las inmensas salas, y discutan con sus caractersticas voces estridentes, como si poseyeran toda la sabidura del mundo. Y sin embargo, estos aplicados escribas de dedos siempre manchados de tinta, con sus encerados bajo el brazo, eran los puntales del imperio. Ellos se acordaban siempre de todo, las ltimas noticias, los informes de las delegaciones, la situacin de la cmara del tesoro y la potencia del ejrcito. El emperador dijo solamente: Ve a visitar al rey Teodomiro, y promtele nuestro favor. y fiel consejero le comunic los pormenores... El activo

Prisco se haba criado en el palacio. El viaje que realiz en su juventud y que le condujo a la corte de Atila, prest a su persona un prestigio especial. Su informe fue considerado ejemplar en su gnero, indispensable en la enseanza de los jvenes escribas. Prisco saba que deba aprenderlo todo de memoria; no poda anotar ni una palabra de las indicaciones secretas. El camino era largo, peligroso, el mensaje de un enviado bizantino no poda caer bajo ninguna circunstancia en manos extraas. Visita al rey Teodomiro. Haz promesas... los bizantinos nunca llegan con las manos vacas: las palabras endulzarn como la miel los

sentimientos paternales de su Majestad Imperial. Hay que dejar entrever al rey mendigo un futuro esperanzador. Riquezas, diadema, corona, manto de prpura y la ansiada dignidad de patricio. Y por si fuera poco, tambin tierra. Los brbaros estn sedientos de tierra. Ellos no aran ni siembran como campesinos. La tierra slo les reporta utilidad si la trabaja para ellos un pueblo subyugado. Como ya no tienen siervos, en el crudo invierno se enfrentan a la necesidad; entonces no hay cebada, ni cerveza, ni mijo, slo rebaos enflaquecidos y caballos huesudos y dbiles, leche de yegua y carne dura, y nada de pan ni de vino. La tierra que estos brbaros ansan es la tierra de los romanos, con bonitas granjas, jardines regados, miles de rboles frutales, pozos, casas, praderas umbrosas; una tierra cultivada desde hace cientos de aos por campesinos itlicos, tracios o dlmatas. Dejaron los carros junto a la orilla meridional del lago, cargaron los mulos y rodearon el lago por el camino ms corto, que conduca a la residencia de Teodomiro. Una delegacin como sta era una excelente escuela: con los enviados venan aplicados escribas que ms adelante como ahora Prisco transmitiran sus experiencias a la juventud. De este modo surgan nuevos embajadores, se educaban, y entre sus filas podra elegir despus el palacio imperial. Durante la marcha a travs de la neblina matinal, Prisco tir varias veces de las riendas, seal una piedra miliar romana, una redonda atalaya abandonada o una ruinosa granja: Mirad, aqu vivieron nuestros antepasados, los romanos, rodeados de abundancia. Por las venas de los jvenes ya no corra ni una sola gota de sangre romana, pero escucharon con atencin las palabras del anciano consejero. Prisco lo saba todo, lo haba aprendido todo de memoria. No necesitaba notas que le recordasen las explicaciones recibidas. Mirad, en un tiempo ocurri esto... y esto. El recuerdo de Atila no poda borrarse de esta tierra. Hoy Bizancio enviaba su sonrisa. El palacio imperial dispona de almacenes en los que se guardaban los regalos para los brbaros. Haba talleres donde se tejan telas, se elaboraban alhajas, se pintaban imgenes y se forjaban armas. Todo era agradable a la vista, brillante, aunque un bizantino educado jams lo hubiese adquirido bajo los prticos del gran mercado, si los mercaderes se lo hubieran ofrecido por poco dinero. Estas mercancas seran ofrecidas con palabras dulces como la miel por siervos que conocan el lenguaje de los brbaros. Prepararan los exquisitos regalos y ensearan a los prncipes de la estepa el uso de muchos objetos valiosos. El dinero lo llevaban en pequeos sacos, llenos de slidos bizantinos. Fuera cual fuese la imagen del emperador acuada en ellas, la forma y el valor de las monedas de oro bizantinas no cambiaban. En manos de un caudillo de los brbaros, estas redondas lminas de oro podan significar todos los

goces de este mundo: esclavos, mujeres, joyas y armas. El brbaro es como un nio, se deca en palacio; y era fcil saber cmo contentar a un nio. Ciertamente que Teodomiro se haba educado en una dura escuela, haba estado sometido al pueblo real de Atila, pero su antepasado Amal fue rey en las tierras del norte y un semidis, y durante trece generaciones, sus descendientes haban heredado la corona de padres a hijos. Ahora Teodomiro era dueo de la comarca de Panonia, tan rica en pastos, que se extenda desde el gran lago hasta el Danubio.

IV

El rey, que era el primero entre iguales, tom asiento frente a los enviados bizantinos; tras ellos se encontraban en pie los intrpretes, el griego de los godos y el godo de los griegos. Teodomiro era un hombre robusto en sus mejores aos, alto, huesudo y de cabellos rubios con reflejos rojizos. Durante la poca de fabulosos botines de Atila, fue el rico caudillo de su tribu, y cuando se puso la estrella del huno, el pobre y descontento rey de la estepa. Prisco conoca a los pueblos y a sus prncipes, desde Britania hasta el ufrates. Saba con exactitud qu les preocupaba y qu ambicionaban. Pero para l tampoco era un secreto la debilidad del coloso de pies de barro que era el imperio romano de Oriente, foco de revoluciones palaciegas y guerras intestinas. Si todos los pueblos brbaros se uniesen contra el imperio, podan derribarlo en una semana. El odio mutuo entre las tribus era la ms segura proteccin para Bizancio. Por ello tuvo que emprender Prisco el viaje hacia el gran lago, en la lejana provincia de Panonia. En el palacio imperial el tiempo se haba detenido, el murmullo del reloj de arena slo indicaba el carcter imperecedero del imperio. Todo era pasajero, todos los poderes de la tierra. Solamente el Imperio era nico y eterno. Se sentaron frente a frente. El enviado pens que Teodomiro deba de ser an un joven guerrero cuando l, Prisco, se sent en la mesa de Atila para aquella memorable cena. En algn rincn del extremo de la sala, los hijos del rey esperaban, sumisos, el regalo de algn bocado real. Ahora, el descendiente de Amal llevaba un brazalete de oro, un

aro de oro le adornaba la frente, en los dedos luca sortijas griegas, y su barba ola a perfume. As era como deba recibirse a un enviado de Basilio. La tctica bizantina exiga que el enviado siempre que le fuera posible emplease solamente palabras corteses y agradables, comunicase noticias satisfactorias, sonriese, alegrase el ambiente, alabase a su anfitrin, citase las palabras del emperador, con las cuales el Seor de la Mxima Sabidura quera honrar a su honorable, valiente y eximio aliado. Y el intrprete bizantino adornaba todava ms las palabras de cortesa con expresiones aduladoras. Vers, gran seor, el emperador no esperar a que t le pidas algo... conoce tu orgullo. Sabe muy bien que tus reales labios nunca pronunciarn una palabra que se refiera a tesoros terrenos. El ms Sabio y ms Benigno, nuestro padre Len, puede leer incluso en tu alma, y sorprender el ansia ms secreta de tu corazn. Sabe que t, el mejor de los reyes, deseas la gloria, y que la antepones al bienestar fsico, a los tesoros y a todos los mezquinos goces de este mundo. Pero nuestro seor, su Majestad Imperial, opina que t, Teodomiro, tienes derecho a vivir como un prncipe. En su infinita generosidad, nuestro seor te ofrece mucho oro... es decir, no te lo ofrece... te enva sus regalos con alegra y una bondadosa sonrisa. Por qu...? Me preguntas por qu? Glorioso Teodomiro, nuestro seor ve en ti una garanta de la paz y la felicidad. Mientras tu pueblo habite esta vieja provincia, no existe ningn temor de que esta comarca sea invadida por los brbaros. El emperador sabe que eres su ms fiel aliado, que nunca pides nada, pero que tienes derecho a elevar tu mirada hacia su Majestad Imperial. Por ello mi altsimo seor te enva, Teodomiro, mucho oro... muchsimo oro. El emperador sabe con qu crueldad os han oprimido los hunos a ti y a tu pueblo. T, que vives segn la ley de Cristo, y que por tu fe eres hermano de todos los cristianos, tuviste que inclinar la cabeza ante el hereje rey de los hunos. Pero cuando Atila recibi el castigo que mereca con su muerte prematura, su reino se desmoron rpidamente. Pues bien, quin hubiese credo que los hijos de Atila se atreveran a enviar legados a nuestro seor? Pretendan que sus comerciantes se establecieran en Istria y negociasen tambin con los romanos. Dengesico y Ernaco, ambos de la sangre de Atila, se dirigieron al palacio imperial; sus enviados hablaron a nuestro seor en tono provocativo, por lo que el padre Len les despidi. Con gran desfachatez intentaron de nuevo introducirse en nuestro reino. Y

ahora, nos hemos enterado de que los hijos de Atila, sedientos de sangre, ansan vengarse. Pretenden, como declararon con insolentes palabras, reconquistar la herencia de su malvado padre, y se estn preparando para la guerra, tanto contra vosotros como contra nosotros. Ahora Augusto, nuestro seor, podra aniquilar a la ralea amarilla de un solo sablazo. Pero no es improbable que los hunos eludan a nuestros ejrcitos y se vuelvan contra vosotros, para atacaros por sorpresa. Como vosotros sois fieles aliados de nuestro seor, el emperador no quiere que os suceda nada malo. Os advierte a tiempo del peligro y os recomienda con palabras paternales que no dudis ni un instante en aprovechar la desunin de los hijos de Atila, en lanzaros de improviso contra los amarillos, y en arrebatarles todo el botn que un da el rey de los hunos rob a vuestros abuelos y a otros prncipes que nos eran adictos.

Hemos de partir con todo nuestro pueblo... y unirnos al curso de la gran corriente? El Altsimo es poderoso; es el nico seor de estas frtiles tierras. Puede daros pastos y lozanas praderas, pero tambin puede quitrselos a quienes han sido inconstantes en su fidelidad. Como veis, el hecho de que seis pobres o ricos depende de una sola chispa del humor imperial. Del mismo modo que en el cielo no hay ms que un solo Seor, tambin en la tierra slo existe un seor... Y si hay que luchar? Los aniquilis. Y despus tendremos que volver a esta tierra nuestra, donde el ardor del sol quema la hierba en verano, agota los manantiales y hasta calienta el agua del gran lago? Antes, venced a los hunos. El Altsimo Emperador determinar entonces un nuevo lugar para tu pueblo. Tal vez ms cerca de l, para que sus enviados no tengan que viajar durante semanas para verte. Conoces t el secreto de nuestra ascendencia? Aquileo, del reino de Breas, engendr a tus antepasados. Tu casta real es de origen divino. El rey sonri, como abandonando toda reserva. Pregunt en voz baja:

Qu deseas en nombre de tu seor? Amistad... aunque sea la mitad de la que te ofrece el Augusto. Porque an no te lo he dicho todo... como tampoco se puede, de un solo yantar, poner ante los invitados todos los platos exquisitos. Su Majestad Imperial quiere dar a sus amigos godos mucho ms que oro, gloria y botn... mucho ms que slo tierras de pastoreo. Me preguntas si es posible dar ms que esto. Pues, vers, la bondad de nuestro emperador es inagotable. Sabemos, noble Teodomiro, que el mayor tesoro de tu palacio es tu gallardo hijo, al que cuidas como a la nia de tus ojos. Sabemos incluso su nombre, y en nuestros anuarios hemos anotado el nombre de Teodorico como el catorceavo descendiente de Amal. Se trata del heroico muchacho que en su da ser el rey de los godos. Qu pretendis de mi hijo? Todava es un nio... La benevolencia del emperador, mi rey, es como una red de oro, que presta brillo y resplandor a todo cuanto abarca. A esta red pertenece la ciudad, protegida por los ngeles, y el palacio imperial, construido por la gracia de Dios. El emperador deseara... no s cmo expresarlo con palabras... es una gracia tan inmensa... tener a tu hijo muy cerca de l. Ha dicho: Le educar como si fuese mi amado hijo, en el nombre de Cristo, para que sea el ms magnfico de los prncipes que estn aliados con nosotros. Teodorico vivir como un prncipe sobre la prpura, como un hijo de Verina. Recibir un manto de prpura, aprender la lengua del palacio imperial, y no necesitar ningn intrprete cuando oiga las frases paternales del sagrado emperador. Aprender todo cuanto hace grandes y poderosos a los pueblos y a los prncipes. Sabr incluso lo que tus sacerdotes ignoran, el secreto de nuestras letras sagradas, la sabidura de los ancianos, que solamente puede leerse en las palabras escritas sobre papel. Su mano aprender el arte de la escritura, y su corazn y su espritu se enriquecern sin cesar. Seor... ni el propio emperador puede conceder un favor ms sealado a sus aliados ms fieles. Teodorico... Queris llevarlo con vosotros a Bizancio? Antes he de ver al prncipe, hablar con l. Saber si su mente y su cuerpo han alcanzado el desarrollo necesario, si comprende la magnitud de la gracia que se le otorga, si es digno de comparecer ante el sagrado emperador. Con tu permiso, altsimo seor, mi amo ha conferido a este digno servidor, en su gracia tanto celestial como terrena, el poder de decidir si puedo presentarle a tu primognito, o esperar a que alcance la edad y la madurez deseadas. El emperador quiere a mi hijo como rehn!

Qu palabra tan desagradable! Seguro que el intrprete la ha traducido mal. Su sagrada Majestad ve ms all que el guila de la estepa, y ante su mirada se alza el velo del futuro. Desea amigos en lugar de aliados, y por eso recibe a tu hijo como si fuera el suyo propio. Vivir en palacio como el alumno ms amado, entre prncipes orientales que el emperador ha acogido en su palacio a instancias de sus padres. Pero Teodorico ser siempre el primero... Y podr abandonar Bizancio cuando yo lo desee? Un prisionero lleva grilletes, el joven prncipe ostentar una diadema real. Tal es mi respuesta, seor. Pero, todava es un nio, Prisco! Hace poco que ha aprendido a montar... es un nio... Su madre, Erelieva, le profesa mucho cario. Su mente no ha adquirido el suficiente desarrollo para... Perdona que te interrumpa, altsimo seor. El odo de Bizancio es ms fino que el del lobo de la estepa, y su vista es ms aguda que la vista del azor. Le hubieras encargado, de ser un nio, que mandara la expedicin enviada para saber de qu lejano pas llegaba esta legacin? Es un magnfico jinete... y su palabra es tan certera como la flecha de su arco. Mi elocuencia no puede rivalizar con la tuya. Dime, es la marcha de Teodorico la condicin para que tu emperador me enve oro este ao, y el siguiente, y el siguiente? El precio de la amistad, seor, no puede pesarse en una balanza. El padre Len te abre su corazn al expresar su deseo de tomar a su cuidado a tu hijo, el catorceavo descendiente de Amal. Me juras por tu fe que no te llevas a mi hijo como prisionero? Cristo est entre nosotros. Te lo juro sobre el crucifijo, como t deseas, seor.

El eunuco copi con tinta, mezclada con polvo de plata, sobre el pergamino, las letras escritas apresuradamente en papel de hilo, que el mensajero llev al palacio imperial. La legacin recorra sin prisas el camino de Panonia a Bizancio. A veces haba que buscar pienso para los mulos, otras era preciso cruzar en barcazas la gran corriente. El juez de cada ciudad, el caudillo de cada tribu obsequiaba gustosamente al enviado del emperador. Y el decoro exiga permanecer algunos das en

la tierra de los pueblos aliados, incluso aunque urgiese el deseo de terminar este largo viaje antes de las tormentas otoales. Los mensajeros llegaban con semanas de anticipacin, mientras Prisco, como era su deber, examinaba la tierra de nadie, hallaba nuevos aliados para el imperio, y buscaba el origen de las venganzas y enemistades entre las tribus. Los mensajeros deban partir al amanecer, y la noche anterior escribi Prisco un mensaje secreto, que sera trascrito por los escribas. El viento azotaba las tiendas levantadas en la orilla del ro. A cada momento podan aparecer los nmadas de la estepa, entre los cuales los hunos eran los ms peligrosos. Desde el desmoronamiento del reino de Atila, los guerreros vagaban sin descanso. El eunuco que dictaba las lneas de Prisco, meditaba las expresiones con que deba adornar el informe, con objeto de que el eunuco jefe pudiera presentar el rollo en la audiencia de Aspar, y seguidamente en la del cuado imperial Basilisco, y as fuera posible que tambin Len echase una ojeada a las gestiones de Prisco en las tierras septentrionales de los brbaros.

Se movan como marionetas, con sus capas bordadas en oro, cabezas adornadas y barba y cabellos perfumados. El maestro de ceremonias tena la misin de preparar en la corte del divino emperador las recepciones de los enviados, y las fiestas y los juegos circenses. Pero todo era en vano si entre los asistentes slo haba iniciados. En cuanto se sentaban a la mesa del consejo, las marionetas se convertan en griegos que gesticulaban violentamente: el emperador, el generalsimo, los todopoderosos consejeros se transformaban en hombres preocupados e indecisos que daban vueltas y ms vueltas a la verdad y que procuraban cargar al emperador con toda la responsabilidad de las trascendentes decisiones. Bizancio se preparaba para la mayor campaa que jams emprendiera desde que el emperador Constantino el Grande haba trasladado la capital del reino a la ciudad que bautiz con su nombre. Se trataba de frica, de las ricas provincias que eran el granero del imperio. Ahora el pas languideca bajo el mando de los brbaros, en el reino de los vndalos estaba prohibido incluso pronunciar el nombre del imperio. Los vndalos eran seores altivos y jactanciosos, sus herejes sacerdotes haban robado los templos a los creyentes, y el pueblo tena que trabajar de manera inhumana. Las viejas ciudades, los palacios y los templos estaban en ruinas. All donde existiera el reino de Cartago, ahora mandaban rubios y huesudos germanos.

Basilisco, secundado por su hermana, la emperatriz Verina, exiga mil navos y cien mil guerreros. Era preciso que fueran numerosos si los griegos, despus del desembarco, queran salir victoriosos de la lucha contra los vndalos. En los navos se cargara la artillera de sitio, los caballos, los carros, y an tendra que quedar espacio para cien mil hombres. Aspar dudaba del xito de la empresa. Qu ocurrira si los brbaros del norte caan sobre Bizancio? Bizancio mantena a sus soldados, a las tropas auxiliares, a los mercenarios de las filas de los pueblos aliados. Por ello tena que pagar el pueblo impuestos ms elevados, y no era posible desvalijar cada tres aos a campesinos y artesanos. Aspar se resista, porque tema que Bizancio perdiese su ltimo ejrcito. Cuando Basilisco, a quien su Majestad Imperial pensaba nombrar generalsimo de esta gran campaa, convenci finalmente al envejecido emperador, a Aspar no le qued otra solucin que permanecer entre los muros de su casa y esperar que la ciudad no fuese atacada por los hunos o los godos. Mientras deliberaban y discutan apasionadamente, mientras se inclinaban sobre los informes de los enviados al reino de los vndalos, trajeron la carta de Prisco. Haca ya una semana que Aspar pona obstculos a la gran decisin, da tras da abandonaba Basilisco el palacio con odio en el corazn, sin saber a quin se entregara maana el mando del ejrcito. Por qu el hechizo de Verina no ejerca ms influencia sobre el emperador que las ponderadas palabras y razones de Aspar? Basilisco soaba con un xito militar: reducira a cenizas la Cartago de los vndalos del mismo modo que Roma redujo la Cartago pnica. La carta de Prisco se hallaba ante el consejo. Los escribas haban descifrado las palabras secretas y las claves. El emperador ley: Teodomiro acepta con alegra mal disimulada el oro bizantino. Ratifica su alianza con Bizancio y partir en primavera con sus godos hacia Istria, para derrotar a los ltimos ejrcitos de los hunos. El rey manda de buen grado a su hijo Teodorico a la corte de su Majestad Imperial. Cuando esta carta llegue a su destino, Prisco ya estar en tierra srmata con el tratado de paz godo y la legacin. Entretanto, el Silenciario (Prisco desempeaba este alto cargo en la corte) procurar ensear al indmito prncipe de la estepa las reglas del decoro, a fin de que pueda presentarse ante el Augusto con el debido respeto, en cuanto reciba el ms alto favor de la tierra y le sea permitido rozar con sus labios la orla del manto imperial.

El consejo adopt su decisin bajo la influencia de este comunicado. Puesto que el extremo cinturn de los godos protega a Bizancio, Basilisco, elevado a la dignidad de tribuno, poda emprender tranquilamente la campaa africana. En el palacio imperial todos comprendieron ahora que la comunicacin de Prisco le haba venido a Verina como anillo al dedo.

El gran lago, con sus coronas de espuma y las olas impetuosas rompiendo en la orilla, era de una belleza magnfica. Pareca que quisiera despedirse con esta imagen del muchacho que aqu creciera y pasara los primeros aos de su vida. El otoo era esplndido. El viento rozaba la tierra, y el caaveral se inclinaba con un murmullo. Las panculas secas, de color violceo, de las caas, cubran la playa, y slo all donde acababa el caaveral y empezaban los juncos poda verse la superficie del agua, de tonos que abarcaban desde un verde metlico hasta la gama de grises, en toda su inmensidad. Se despidi del lago, cuya orilla se confunda a lo lejos con el paisaje otoal. Prisco, el gran seor, era un maestro paciente. Domara al pequeo salvaje. El camino era largo. Todos los das le daba una leccin; una palabra griega que se refera a la tierra o al cielo. Una palabra que significaba pan, caballo, hidromiel o silla. Una palabra con cuya ayuda poda decirse: t, nosotros, yo. La cruz que penda del cuello del muchacho tambin era una cruz en la lengua de Bizancio. Todo lo dems... las ropas, las sandalias de cuero, las armas, los cabellos largos, debera ser desechado por el muchacho antes de que las herraduras de su caballo se hubiesen acostumbrado a la arena caliente de la playa del Cuerno de Oro. Ahora el muchacho ya no vea las cosas nicamente con los ojos de la estepa. A medida que iba aprendiendo ms palabras griegas, y comprendiendo poco a poco la conversacin de los miembros de la legacin, su horizonte se ensanchaba de modo considerable. Hasta ahora su vida haba sido el mundo del gran lago y las tiendas del campamento de los godos, levantadas entre las murallas de la ruinosa ciudad de Panonia. El nico cambio lo constituan las ocasionales visitas a los prncipes godos de la vecindad. Pero ahora, las nuevas palabras aprendidas le descubran mil nuevas imgenes y conceptos cuyo significado estaba empezando a comprender. Prisco se inclinaba sobre rollos de pergamino o tablillas enceradas, en las que escriba con un afilado punzn; entonces su siervo lo transcriba todo en un rollo.

Los miembros de la legacin rezaban de modo distinto a los sacerdotes arrianos que hasta ahora haban educado al muchacho. Se persignaban de otra manera, honraban a otros santos. Llevaban otras armas y encendan el fuego de diferente manera. Beban el vino con copas distintas, utilizaban al comer cuchillos ms finos, y se lavaban las manos antes y despus de las comidas. Entre los griegos haba un siervo que todas las maanas afeitaba la barba del rostro de sus amos con un afilado cuchillo. Les cortaba los cabellos de modo que slo cayese un bucle sobre la frente, y les colocaba en la cabeza una rama o un trozo de metal. Se saludaban e inclinaban de distinta manera, y hablaban entre ellos en tono diferente; casi siempre suave, sonriendo, y con palabras amables. Raramente levantaban la voz, y apenas se producan gritos, altercados o disputas, ni siquiera entre los cocheros. Un solo tono ms elevado era suficiente para que Prisco levantase la cabeza e hiciera un movimiento que expresaba hasta qu punto le molestaba tal grosera. Sonrea siempre al hablar con el muchacho. Lentamente, slaba tras slaba, le enseaba la palabra griega que designaba tal o cual objeto, haciendo resaltar la slaba sobre la cual recaa el acento. Haca mucho tiempo que Prisco enseaba en la escuela del palacio a los prncipes retenidos en l como rehenes. Estaba en extremo orgulloso de su mtodo. Hasta el ms inepto de los prncipes brbaros aprenda a hablar con fluidez la lengua del pas en el transcurso de un ao, y poda leer en el ms perfecto griego a los nios que eran confiados a su compaa. Prisco tena la impresin de que Teodorico sera uno de sus alumnos ms aventajados. Era un muchacho alegre, activo, precoz. Montaba a la perfeccin, y jams daba muestras de cansancio. Prisco observ que mientras cabalgaba iba repitiendo las palabras recin aprendidas. Muchas veces se acercaba a uno de los escribas o siervos ms educados, le sealaba un objeto para l desconocido, y preguntaba su nombre. Conoca a cada miembro del squito, y los siervos le profesaban afecto; galopaba con ellos contra el viento y les ayudaba a descargar los mulos. Toda actividad reclamaba su atencin. No tema ni al trueno ni a la tormenta, mientras los dems se acurrucaban en un rincn de la tienda, levantada a toda prisa. Odn ruge!, exclam una vez, y todos los griegos comprendieron que se trataba del recuerdo de una antiqusima supersticin pagana. La legacin del emperador era sagrada para todas las tribus. Los brbaros saban que hubiesen tenido que pagar muy cara la vida de un solo emisario. Aparte de que una legacin ofreca mil oportunidades

para obtener de Bizancio dinero y ttulos. El Silenciario era un gran seor, que todo lo escuchaba y anotaba. El brbaro senta miedo de las letras; contemplaba con gran perplejidad cmo salan diminutas hormigas negras del jugo de las bayas, que aprisionaban el sentido de las palabras. La legacin pas por muchos poblados de tribus godas. Entonces Teodorico ocupaba con principesca dignidad un asiento junto a Prisco, y transmita en el lenguaje de la tribu el saludo del rey Teodomiro. Los hermanos lejanos se inclinaban por doquier ante el hijo de Amal. No comprendan todas las palabras del muchacho, ya que vivan separados desde haca varias generaciones, y la antigua lengua se haba transformado, pero por sus venas corra la misma sangre, y compartan las mismas tradiciones. Prisco observaba la transformacin del muchacho. Teodorico no mostraba la menor timidez, y no tena nada de la docilidad del alumno. Comunic a su mentor las noticias que los hermanos godos residentes en Occidente haban enviado a su padre, y quin gobernaba en Hispania y en las Galias. Tambin su rey se llamaba Teodorico. De este modo fue conociendo el viejo consejero muchas cosas sobre el muchacho. Por la noche, el intrprete deba resumir el contenido de las palabras de Teodorico. El pueblo godo se haba diseminado, pero de este a oeste y de norte a sur, los lazos de la sangre lo mantenan unido. El cristianismo no le haba inculcado mucha humildad, pese a que el obispo Ulfilas haba traducido la Biblia a su lengua. Con la duracin del viaje fue creciendo la amistad entre el anciano legado y el muchacho. Cuanto mayor era el vocabulario griego del prncipe tomado como rehn, tanto mejor se comprendan. Teodorico senta que Prisco vea en l a un hombre; le ayud a vencer la primera timidez, y muchas veces le acariciaba la cabeza. Con ello se exceda en su papel de legado, que consista nicamente en acompaar al hijo de Teodomiro sano y salvo hasta el umbral del palacio imperial, pero a Prisco le gustaba su papel de maestro durante las apacibles horas de campamento. Un da en que, despus de una etapa larga y agotadora, el muchacho se qued dormido, el enviado dijo en voz baja a su joven escriba: De este Teodorico oiris hablar mucho. Al alba les despertaba el sonido de un cuerno; entre los frondosos rboles de los montes de Tracia, el descendiente de Amal ya se lavaba, segn la costumbre griega, las manos y el rostro.

Cuanto ms se aproximaban a Bizancio, ms frecuentes eran las noticias que la legacin reciba de la patria. Incluso aunque no se hubiesen enterado de nuevos acontecimientos en cada alto, en cada ciudad y en cada provincia, a la fuerza habran observado que se preparaba alguna empresa de gran importancia. Prisco intuy por los indicios, los movimientos de tropas y el transporte de efectivos militares, que el consejo bizantino haba resuelto la disputa que duraba desde haca aos: el emperador preparaba la campaa contra el reino de los vndalos en frica. A cada paso la legacin encontraba recaudadores de impuestos, que se multiplicaban para arrancar a la poblacin las ltimas monedas de cobre. Les seguan de cerca los oficiales reclutadores, que, primero con buenas palabras, y despus por la fuerza, se llevaban a los hombres jvenes. Al mismo tiempo se habilitaban los barcos de pesca y se compraban muy caros incluso a los piratas todos los barcos que estuvieran en buen estado. En los sermones dominicales se calificaba a Geiserico, el rey de los vndalos, de Belceb y seor de todas las perversiones. Era hijo natural de un rey y de una esclava, y tena en su poder toda la franja costera de la antigua Cartago. Sus rpidos veleros no dejaban escapar casi nunca a los barcos mercantes romanos o los trirremes bizantinos. En el Mediterrneo no haba costa, puerto o baha que no estuviese amenazado. Los sacerdotes mencionaban asimismo que los vndalos, tras la devastacin de Roma, se haban llevado a frica a miles de prisioneros, entre ellos a una emperatriz viuda con sus dos hijas. Geiserico haba enviado legados a los emperadores de Roma y de Bizancio, y las exigencias de sus altivos mensajes no conocan lmites. Su ltima reclamacin era la herencia del emperador Valentiniano media Italia, porque Geiserico haba obligado a la hija del emperador, Eudoxia, a casarse con su hijo. Los vndalos eran, en su ciego fanatismo, intolerantes arrianos, y sus medidas en el norte de frica recordaban las persecuciones de cristianos en tiempos de Nern y Diocleciano. La poblacin catlica opt por empuar el bastn del viajero, abandon su hogar y busc refugio en el extranjero. Haca pocas semanas que el gran lago era el mundo de Teodorico; su horizonte no iba ms all. Recordaba los crudos inviernos de su infancia, y cmo temblaban entre las casas derruidas de la antigua ciudad romana. Las hogueras al aire libre y las pilas de lea sobre el viejo empedrado mitigaban apenas el fro invernal. Los godos se refugiaban en las sagas de sus antepasados y esperaban la llegada de la primavera, de cualquier primavera en la que se realizara el milagro y

los godos pudiesen marcharse con sus carros. Marcharse hacia las ciudades ricas y las orillas del mar templado. Haca pocas semanas que el lacus Pelso era todo su mundo. Las montaas, la misteriosa pennsula, los interminables bosques que bordeaban la orilla, y tras los cuales tal vez no haba nada ms. Y ahora, mientras se alejaba en compaa de los griegos, tena la sensacin de no ser ms que un diminuto grano de arena en la inmensidad del imperio romano, un grano que sera arrojado por las olas del mar sobre tres continentes. Hablaban de provincias, cada una de las cuales era de mayor tamao que la comarca habitada por los godos entre el lago y el Danubio. Para entrar en el palacio imperial haba que conocer los nombres de estas provincias, y saber de memoria las guerras del pasado y los nombres de los prncipes y generales que ahora dirigan la historia del imperio. Prisco enseaba todo esto al muchacho, y cada vez con mayor entusiasmo a medida que ste iba aprendiendo ms palabras griegas. Ahora casi no hablaban de los brbaros, sino de todo aquello que vean y experimentaban durante su viaje, que cada da les acercaba ms a Bizancio. Por doquier encontraban tropas, y vean nuevos campamentos y concentraciones de artesanos. Era como si el imperio, que muchos consideraban podrido, se renovase repentinamente y se entregase con ardor a una empresa heroica. Los sacerdotes exclamaban desde el pulpito: Que la maldicin caiga sobre Geiserico! Los jefes del distrito y los gobernadores de las provincias sacaban de donde fuera y como podan el dinero, los alimentos y los hombres necesarios con la consigna: Contra Geiserico! Qu es una provincia? pregunt una tarde el muchacho. Hubo un tiempo dijo Prisco en que toda la tierra del mundo conocido y los mares que la rodean estaban en poder de la Urbe, y donde las legiones se detenan, all se establecan para siempre. Estas comarcas fueron divididas, se las llam provincias y se les dio un nombre. Vuestra provincia se llama Panonia. Los guerreros, las armas y las letras protegan al viejo imperio, donde reinaba la paz romana. Quin gobierna esas provincias? Reyes? Mientras en Roma no hubo emperador, hijo mo, gobernaban dos cnsules, que eran elegidos todos los aos. Cuando haba pasado el ao, se iban a alguna provincia como gobernadores. All se llamaban procnsules.

Por qu dices que Panonia es tambin una provincia? Ahora estamos all nosotros... esa tierra slo pertenece a los godos. Vers, Teodorico, sta es la clave de la cuestin. Quin es ms fuerte? Aquella inscripcin que, grabada en placas de metal, anuncia que las legiones de Trajano cruzaron Istria... o la circunstancia de que hoy vive en la antigua comarca romana un pueblo a caballo? Con nuestro permiso... o sin l? Vosotros llamis reyes a vuestros caudillos. Nosotros concertamos un trato con los reyes; y les hacemos regalos. Esta clase de alianza es la que existe entre el imperio y los godos, a los que tu padre gobierna como rey. Qu valor tiene lo escrito? Muchas veces la letra escrita puede derribar una flecha. El emperador de Roma march a Ravena huyendo de Atila, y el Azote de Dios hubiese dirigido tambin una campaa contra Bizancio... de haber permanecido con vida. Pero muri. Entonces, los prncipes de aquellas comarcas, cuya tierra no haba pisado desde haca cien aos un solo guerrero romano, acudieron de nuevo al imperio. Vosotros, los godos, del mismo modo que los hijos de Atila. Porque saban que slo el Augusto est capacitado para establecer los derechos y los deberes de un pueblo y de su rey. El emperador, cuando est descontento de un pueblo o de su caudillo, recobra la provincia, se la da a otro, o vuelve a incorporarla al imperio. Tal cosa est ocurriendo ahora con los vndalos, cuyo rey es Geiserico. Y el motivo, hijo mo, es que el imperio de Atila fue construido sobre arena, pues no tena el don de la escritura, y careca de cdigos. Cuando haya muerto el ltimo vstago de los hunos, nadie se acordar de que Atila existi. Prisco levant la vista hacia las estrellas. Algunos aos antes haba odo una singular leyenda: los hijos de Atila se perseguan por toda la Va Lctea. Su mirada busc de nuevo al muchacho. Todo dependa del principio, del alfa, de la educacin que recibiera Teodorico, de la evolucin de su mente. Quien haba estado una vez como enviado en la corte de Atila, conoca los mitos y los enseaba, pero no crea en ellos. Prisco se preocupaba por el muchacho como si fuera su hijo. Le observaba a hurtadillas mientras intentaba coordinar las palabras griegas. Teodorico no era rebelde y no pareca sentir nostalgia del hogar; pero se mova inquieto en su lecho con aoranza de su madre. Se interesaba por todo, le apasionaba la aventura del lejano viaje. En pocas semanas haba adquirido madurez, era casi un adulto, y su mirada se haba ensanchado. Antes de llegar al palacio imperial, el pequeo salvaje de la estepa se habra convertido en un prncipe, dcil como los otros prisioneros de la jaula de oro.

Prisco quera llegar a la costa a la hora del crepsculo. All podran pasar la noche en un cmodo alojamiento imperial, desde cuyo tejado Teodorico podra contemplar las mil luces de Bizancio: un ocano de luz, miles de estrellas terrestres en la noche sin luna. Prisco dio tambin la orden de cargar los mulos por ltima vez cuando apuntase el da, pues Teodorico entrara en la nueva Roma la vspera de un da festivo, cuando cerraban los talleres, el mercado y las tiendas, y la multitud, ociosa y satisfecha, callejeara tranquilamente hacia los Foros. Esta vez el muchacho daba vueltas en su lecho, como si le fuese imposible conciliar el sueo. Prisco, a cuyos viejos odos no se escapaba ni un murmullo, pregunt: Por qu no duermes, Teodorico? Espero el nuevo da. Maana ver al emperador! Prisco pens en el ceremonial. Quin era Len antes de que ascendiera al trono imperial gracias al favor del alano Aspar? Quin era Verina? Desde qu profundidades se haban encaramado! Y ahora l era el sagrado augusto, y ella la sagrada augusta, ambos en la vertiginosa cumbre de la pirmide, en la divina proximidad del Ser Celestial. Prisco haba conocido a Len antes de que fuese emperador. Tambin haba conocido a Verina. Muchos aspiraban en aquellos tiempos al manto de prpura, la corona y la diadema. El ms tenaz de ellos fue Len. Hoy era el sagrado basileo. Diez aos antes an se arrastraba para conseguir el favor de los poderosos. Cundo recibira a Prisco... y al prncipe de la estepa, trado hasta aqu como garanta de paz?

Hacia el medioda, despus de descansar algo del viaje, Prisco visti el traje de corte, empu el bastn de oro y se dirigi a pie al palacio imperial para enterarse de lo ocurrido durante su ausencia en el sacrosanto mundo de la corte. Le urga saber quin segua vivo, quin perteneca ya al reino de los muertos, quin haba pasado a engrosar las filas de los sin nombre, quin y esto era lo peor haba sido cegado, y quin tonsurado, lo cual significaba que el Altsimo, en un instante de ira, haba condenado a quien cayera en su desgracia a abandonar para siempre el maravilloso mundo del palacio y entrar en una orden religiosa. Quin viva, quin ostentaba el poder, y quin se haba encaramado al crculo de los poderosos? Quin disfrutaba del favor de la Augusta, y quin era el nuevo confidente de Aspar? Cmo seguiran los asuntos de Basilisco? Qu guardia de corps habra sido ascendido?

En todos los labios estaba la extraordinaria noticia de que un capitn de la guardia, procedente de Isauria, un tal Tarasicodissa, gozaba del favor especial de Verina. Como nadie lograba pronunciar su nombre brbaro, l mismo haba solicitado permiso para adoptar el nombre de Zenn. Desde entonces reciba una distincin tras otra, se paseaba hinchado como un pavo real, y en las ltimas carreras le cupo el honor de situarse al fondo del enorme palco imperial, con armadura dorada y magnficas armas. Los asistentes al hipdromo observaron que la hija de la pareja imperial, Ariadna, se volvi y sonri al oficial de la guardia. Todo esto haba sucedido mientras Prisco se hallaba en el lejano pas de los brbaros. La lucha a vida o muerte continuaba latente en la corte. Basilisco, el cuado del emperador, y Aspar, el Patricio, eran, como todo el mundo saba, enemigos acrrimos. Sin embargo, cuando se encontraban de madrugada, intercambiaban el sculo de paz. Aspar haca vigilar al capitn de Isauria. Hasta ahora, la guardia imperial estaba constituida casi exclusivamente por godos, alanos y gpidos: germanos altos, macizos y rubios, armados con impresionantes hachas. ltimamente haba ido aumentando en las filas de la guardia el nmero de isaurios, duros y toscos montaeses que se llamaban a s mismos bizantinos y que pese a su condicin de salvajes eran leales y firmes servidores del imperio. Si la juventud isauria vala tanto como para enfrentarla a miles contra los vndalos, por qu no poda haber lugar para su capitn entre los altos dignatarios del palacio imperial? Mientras Prisco, el Silenciario, recorra las largas calles empuando su bastn de oro, y cambiando sonrisas con los poderosos, sinti que su regreso era bien acogido: El viejo Prisco ha llegado; una vez ms ha resistido tan largo viaje! Prisco no tena enemigos. No ambicionaba una posicin ms elevada, no abrigaba los deseos de muchos otros silenciarios, que tal vez ya soaban con la prpura imperial. Prisco era un viajero silencioso, que caminaba con los ojos abiertos, todo lo vea y todo lo observaba. Muy pocos vivan en este valle de lgrimas que hubiesen visto a Atila con sus propios ojos. Habl del muchacho con el Mayordomo Mayor. No era la costumbre permitir a los pequeos salvajes medio paganos que comparecieran ante la presencia del Altsimo. Primero deban ejercitarse en el lenguaje y el ceremonial, incorporarse como nfima parte a la gran maquinaria, amansar su fiereza y olvidar su propio pueblo. Cierto, cierto convino el viejo Silenciario con expresin preocupada , pero a este muchacho no debemos medirle con el mismo patrn.

Que tal fuese la opinin del anciano Prisco pareci muy interesante a los poderosos. El viejo deba tener algn motivo para desear que el muchacho fuese recibido por su divina Majestad. Quin sino l saba lo que ocurra en el pas de los godos? No sera la primera vez que llegaba de su patria una importante legacin, con el propsito de colocar a la cabeza de su pueblo a un prncipe que viva en la corte en calidad de rehn. Tal vez el Imperio tena oportunidad de ganar, en la persona del muchacho, a un aliado real. Todo el mundo saba que la amistad de los godos significaba de treinta a cuarenta mil jinetes, con cuyo valor era ms seguro contar que con las murallas de un metro de espesor de la ciudad de Bizancio. A la maana siguiente Prisco habl del muchacho con el Praepositus sacri cubiculi. Este alto dignatario tena acceso al basileo a cualquier hora del da. Para l no haba ninguna puerta cerrada, ningn guardia de corps que le vedase el camino. Examin el problema: Sera posible que el Altsimo recibiera a un muchacho que apenas saba hablar la lengua de Bizancio? Prisco era un hombre de confianza en Palacio. Lo recordaba todo con exactitud. Cuando Edecn y Orestes llegaron al palacio imperial como enviados de Atila, trajeron consigo al hijo menor del rey de los hunos, y el entonces divino emperador les dispens incluso de la genuflexin, la proskynesis, pues a ella no accedi el hijo del rey de las grandes llanuras. S, los tiempos cambiaban. Seguramente sera oportuno que el Altsimo concediera una audiencia al joven prncipe brbaro. Tal vez pudiera resultar incluso ventajoso para el imperio. Mientras vestan a Len, el Mayordomo Mayor dej caer algunas palabras sobre lo dicho por Prisco y sus pretensiones. El anciano Silenciario gozaba de prestigio en Palacio, y Len consider lo ms conveniente tener una explicacin directa con l. As ocurri, pues, que Prisco fuese recibido por el emperador, sin hacer antesala y sin ningn ceremonial. El rango y la posicin no constituan aqu ninguna barrera: dos hombres frgiles y ancianos hablaban de los asuntos del mundo. Tengo entendido que los caballos de los godos se han adelgazado y slo son piel y huesos. No han podido llegar hasta aqu, cuando yo necesito sus armas. Prisco conoca a su seor. El basileo le provocaba para que su rplica le permitiese conocer toda la verdad. El Altsimo ech hacia atrs la cabeza y cerr los ojos. Prisco habl de las inmensas llanuras, de la corte de Teodomiro, del gran lago con sus olas de reflejos ya verdes, ya grises, junto al cual viva el pueblo de los godos. El pueblo era sano, estaba siempre en movimiento e iba siempre armado.

El muchacho, gran seor, est impaciente. Jams un rehn ha ansiado tanto desde el primer da ser recibido por su divina Majestad. Cuando yo abandon mi alojamiento, l ya llevaba su traje de corte. Hoy ver al emperador!, me dijo. Majestad, este muchacho, cuando su padre cierre los ojos para siempre... ser el prncipe de cuarenta mil jinetes. Encuentra en el ceremonial la forma correspondiente, y treme al muchacho. Creme, amigo mo, prefiero ver a nios en el trono de los pueblos aliados que a hombres pendencieros. El Mayordomo Mayor decidi que Prisco llevase al muchacho a primeras horas de la maana, antes de la ceremonia matutina, a los aposentos imperiales, como si quisiera presentar a la augusta pareja a alguien muy especial. Se trataba de la nica hora que no estaba incluida en el ceremonial de la corte, que durante todo el da y al comps del reloj de arena ordenaba todos los minutos de los emperadores. Teodorico recibi un bao perfumado, y el barbero de la corte dispuso sus cabellos. Su tnica ya era casi bizantina. Las restantes prendas de su vestuario godo bastaban para indicar su procedencia brbara. Comprendi con dificultad que no deba llevar armas en presencia del Altsimo. Los hombres criados en las grandes llanuras se separaban ms fcilmente de su vida que de su espada, que desde tiempo inmemorial era el smbolo del hombre libre. Prisco le sealo a los primeros dignatarios: Mira, llevan tnicas valiosas y se adornan con alhajas, pero slo los guardias de la puerta tienen un arma en la mano. Incluso los generales del imperio se despojan de su espada cuando se acercan al umbral de los sagrados aposentos. Primero el muchacho se arrodill ante Verina. Un revuelo de sedas y una nube de perfume rodeaban su lnguida belleza rubia. Pareca frgil y pensativa, como si todava luchara con las sombras de la noche, y hablaba con algo de afectacin. Intentaba as, dando a las palabras una entonacin casi potica, disimular su humilde origen, que los aristcratas de Bizancio no le perdonaron jams. Pero detrs de los giros y las entonaciones poticas se ocultaba una lengua viperina. Era del dominio pblico que en el palacio imperial no haba enemigo ms peligroso ni mujer ms astuta que Verina. La corte de la emperatriz, que otras de su rango reducan a un modesto squito de mujeres, pareca una cancillera de estado. Sus silenciarios eran los espritus ms inquietos del imperio; el destino de provincias, el resultado de

campaas se decidan en los aposentos ntimos de aquella mujer hermosa, pero que se iba ajando lentamente. Verina habl en voz baja a Teodorico; le ayud a incorporarse despus de la genuflexin, le sonri y le mir a los ojos. El muchacho no comprenda por qu tena que bajar la mirada ante una mujer, cuando no se senta culpable de nada. Teodorico tena los ojos de un azul profundo, y un poco salientes. Por ello su mirada se pareca a la de un halcn. Sus cabellos de un rubio rojizo estaban peinados en bucles: la moda del palacio era obligatoria para los prncipes que vivan en la corte como rehenes. Espero que te encuentres a gusto en nuestra corte, prncipe dijo Verina, acariciando suavemente la cabeza del muchacho. Obedece a tu maestro, el eximio Prisco; mejor preceptor no hubieras podido hallarlo en toda Bizancio. Tienes algn deseo? El intrprete estaba como una sombra detrs del muchacho, pero Teodorico sonri e indic que haba comprendido las palabras de la Augusta. Me gustara cabalgar con los guerreros. Pero tambin querra aprender a leer y verte con frecuencia. La Augusta levant repentinamente la cabeza. Nadie deba de haber aleccionado al muchacho, pues de otro modo no hubiese expresado en la corte un deseo tan inoportuno. Pregntale si sabe cuntas primaveras han transcurrido desde su nacimiento! Doce! El pueblo de Teodomiro luchara con los hunos que ocupaban Istria. Lo mejor sera que en la lucha se aniquilaran ambos pueblos. Pero si uno de ellos sala vencedor, el ejrcito bizantino, que ya estaba preparado, dara buena cuenta de tan dbil enemigo. Si los godos eran derrotados, de qu servira tener aqu al muchacho? Los muertos no reclaman a los rehenes. Aunque tal vez se le podra convertir en un general, una pequea rueda en la poderosa maquinaria bizantina. Qu se le puede decir a un muchacho que no baja la mirada? Verina pens que haca mucho tiempo que no vea los ojos de los hombres, slo sus cabezas inclinadas. El muchacho era apuesto, y tena un porte majestuoso. Dentro de un ao sera casi un hombre. El basileo adelant su pie derecho, enfundado en prpura, y Prisco se arrodill y lo roz con los labios.

VI

Los maestros de la flota bizantina ultimaban los preparativos. El nmero de navos sobrepasaba el millar, y en los cuarteles esperaban ms de cien mil guerreros. Los hombres eran lo ms barato, y lo ms caro, la brea, el abastecimiento, las jarcias y los pertrechos para el asedio. Los vndalos, segn los informes de los mensajeros, haban reforzado las murallas que los romanos erigieran en la antigua capital pnica. Las noticias que llegaban al palacio de Geiserico en Cartago eran cada vez ms alarmantes. El ataque se produca de modo inesperado. El rey de los vndalos no poda comprender que el emperador le hubiese enviado una delegacin, que casi dio muestras de humildad, cuando la flota bizantina se encontraba ya en el Cuerno de Oro, preparada para zarpar. Cmo poda suponer que Basilisco, Heraclio y el dlmata Marcelino actuaban de acuerdo con un plan militar preconcebido? El ataque imprevisto contra Cerdea slo era una pequea etapa de la gran campaa, cuyo objetivo final era el exterminio de los vndalos. Geiserico se asust. Al amanecer, el rey de los vndalos recorri Cartago a caballo. Haca varias generaciones, desde que los vndalos la conquistaran, que ningn peligro amenazaba a la ciudad. Por ello las puertas no estaban fortificadas, las murallas se hallaban en estado ruinoso, e incluso haban sido derruidas en varios lugares, porque el espacio que delimitaban era demasiado reducido. La poblacin, cada vez ms numerosa, haba construido todo un barrio fuera de las viejas fortificaciones cartaginesas. La vista de estas fortificaciones caus en Geiserico una impresin deprimente: la ciudad era demasiado dbil para ofrecer resistencia a los bizantinos, que estaban magnficamente preparados para un asedio. El caudillo de los vndalos, cuyos guerreros haban sido en un tiempo temidos por el mundo entero, se haba ablandado en las condiciones de vida africanas; no tena enemigos ni rivales, y las anuales expediciones piratas se vean siempre coronadas por el xito. Los vndalos se haban acostumbrado a los botines fciles. Geiserico se sent ante una ventana desde la cual se dominaba el mar, y no abandon su lugar durante todo el da. Los navegantes de vista

ms aguda que observaban el horizonte lejano, se dirigieron a toda prisa a la capital desde la lengua de tierra de Hermaeum para llevar la noticia de la aparicin de los diminutos y siniestros navos. Geiserico se precipit hacia la lengua de tierra y contempl desde all los movimientos de la flota. Al este de Cartago se encontraba una profunda baha. La flota griega pareca querer cruzarla y poner rumbo hacia la capital. Si intentaban desembarcar aqu, Cartago no tena salvacin. El atraque de mil barcos es, incluso con el viento ms favorable, una maniobra difcil, que requiere toda la atencin de cuantos toman parte en ella. Quin iba a fijarse en un nico barco, que enarbolaba el smbolo del rey de los vndalos? De este modo lleg el barco de Geiserico, casi inadvertido, junto al trirreme de Basilisco. Cuando el enviado de los vndalos estuvo ante el generalsimo bizantino y le ley el mensaje de Geiserico, Basilisco apenas pudo ocultar su alegra. El rey de los vndalos lamenta no haber respetado ms a los romanos. Confiesa abiertamente que jams crey a Roma capaz de reunir tan gran ejrcito. Por ello est dispuesto a someterse al emperador Len y vivir en paz con l. El rey de los vndalos reconoce que Roma le ha vencido, pero antes de tratar las condiciones de paz, quiere consultar con su pueblo, a fin de conocer tambin la opinin de los guerreros. Por este motivo solicita del noble Basilisco un alto el fuego de cinco das, tras cuyo plazo comunicar al general romano su decisin definitiva. El enviado del vndalo expres entonces el deseo de hablar con Basilisco a solas, lo cual le fue concedido, para hacerle entrega de los regalos que una antigua costumbre estableca para tales ocasiones. Los servidores cartagineses llevaron unos cofres cerrados al camarote del generalsimo. Cuando el enviado del vndalo los abri, el interior resplandeci de oro. Los cofres estaban llenos hasta el borde de joyas y piedras preciosas. Geiserico desea ante todo la paz. Esto es slo una insignificante prueba de su agradecimiento... un mero anticipo de aquello con que te colmar cuando Bizancio concierte con l la paz. Cinco das no son ms que un grano de polvo en el reloj de arena de la historia explic Basilisco en el consejo de guerra, mientras los avezados capitanes contemplaban con aprensin el cielo cubierto de nubes grises. Iba a cambiar el viento.

Tras las condiciones del alto el fuego, y durante aquellos cinco das, ambos bandos tuvieron que sufrir circunstancias adversas. En los barcos de Basilisco, los oficiales organizaron un festn. Los vveres no seran necesarios, ya que una vez concertada la paz, Basilisco se vera obligado a suministrarles vino, trigo, pescado y carne en adobo. Para qu, entonces, guardar la comida, el pan ya humedecido y el vino agriado? Durante los cinco das, la ciudad de Geiserico se transform en un taller de la guerra, donde se trabajaba febrilmente. Los albailes reforzaban da y noche las murallas derruidas, y apuntalaban las puertas con sacos de arena. De noche se continuaba el trabajo a la luz de diminutas linternas, para no llamar la atencin del enemigo con el resplandor de las antorchas. Y mientras la poblacin se ocupaba de las murallas, los marineros reunieron todos los barcos y armaron a la flota para la lucha. El rey navegaba con un veloz remero en torno a los barcos, a los que dio la orden de dividirse en dos flotas. Los guerreros subieron a bordo de los barcos ms pesados, y en la cubierta de los barcos pirata, muy ligeros, amontonaron material fcilmente inflamable, estopa, astillas, brea, y empaparon velas y tablones de aceite. Los navegantes conocan con exactitud el viento, y el momento determinado en que cambiaba de rumbo. Saban por experiencia que el viento a la cuadra tomaba en esta estacin del ao la direccin opuesta. Por la noche del quinto da el viento amain, y lentamente, como si titubease, cambi de rumbo. Al alba ya soplaba desde Cartago. Fue arreciando a medida que avanzaba la maana. Geiserico dio las ltimas rdenes: en cuanto cayera la noche, las tripulaciones deban estar en sus puestos a bordo de los barcos de guerra. En la segunda flota slo permaneceran los hombres indispensables para levar anclas. En cuanto los barcos piratas navegasen viento en popa, unos botes recogeran a aquellos hombres y los llevaran al barco ms prximo. Pronto anocheci. No haba luna, y el cielo estaba nublado. Era ms de medianoche cuando del barco insignia de los vndalos lleg la orden: Levad anclas! Fue fijado el timn de los barcos incendiarios. Los veleros, sin tripulacin, salieron hacia el mar empujados por el viento,

balancendose suavemente. Cuando se hallaron a una distancia de medio tiro de flecha, desde los barcos de guerra enviaron flechas encendidas a sus cubiertas. Al principio slo eran lenguas de fuego, despus empezaron a despedir chispas, y finalmente ardieron en grandes llamaradas. En pocos momentos, los barcos fantasma invadieron la noche con sus luces de artificio. Detrs de la flota incendiaria se coloc la flota de guerra en forma de enorme semicrculo, con el barco de Geiserico al frente. Cuando los barcos de fuego ya llevaban mucha delantera y sus chispas no podan causar ningn dao, los barcos de guerra navegaron con el viento a favor hacia los bizantinos. Los navos bizantinos anclaban muy juntos uno del otro. Por este motivo no podan maniobrar hasta que llegasen al mar abierto y se colocasen en posicin de combate. Pero cada movimiento estaba calculado de antemano, porque la baha se hallaba cerrada al mar abierto por cientos de barcos que formaban una cortina de llamas y chispas. Si las chispas alcanzaban a un barco bizantino, estaba irremediablemente perdido, pues la gran cantidad de material inflamable prenda con rapidez. Y no haba salvacin, pues al estar los barcos tan juntos, las llamas saltaban de cubierta en cubierta. Y ahora se aproximaba la flota de los vndalos. Sonaron los cuernos de los atacantes, a la lluvia de chispas se unieron flechas encendidas y dardos, y las mquinas de guerra capturadas en un tiempo a Roma, empezaron a vomitar piedras candentes. Basilisco y el resto de su flota huyeron. El hecho de que llegasen a Sicilia lo debieron a su buena suerte: los vientos les fueron favorables. Unas semanas haban bastado para destruir de modo ignominioso el gran sueo de la resurreccin de Roma. Haca das que en Bizancio se murmuraba por los alrededores del circo y en las plazas del mercado que algo malo le haba ocurrido a la flota. Los oradores explicaban la situacin a su auditorio, la poblacin de la gigantesca ciudad era un hervidero de conjeturas expresadas en mltiples lenguas, y la muchedumbre se dirigi hacia el palacio imperial, donde la guardia la detuvo e impidi que irrumpiera en los jardines imperiales y forzase las puertas. Mientras el pueblo se amotinaba y exiga noticias detalladas, un pequeo grupo se desliz dentro de la capital por una de sus puertas. Basilisco corra, disfrazado de campesino, sin armas, y con un bastn en la mano, por las tortuosas calles de la ciudad. Evitando la Mesa, caminaba con apresuramiento y pegado a las paredes de las

casas, porque tema ser reconocido. As lleg a los alrededores de la catedral. Cuando hubo cruzado el umbral de la santa puerta, se encontr bajo la proteccin de la iglesia. Desde all podra enviar mensajes. El que antes fuera el poderoso Basilisco, generalsimo de mil barcos y cien mil guerreros, haba regresado. En la sacrista, el sacerdote se estaba vistiendo para el sacrificio de la Misa. No era nada extraordinario que un hombre cado en desgracia y que tema por su vida llamase a esta puerta. Dijo con voz velada: Soy Basilisco y tengo miedo... miedo de todo el mundo. Me gustara esperar aqu hasta que el cielo me ilumine. El joven sacerdote conoca las veleidades del destino en Bizancio. La rueda giraba muy de prisa, a menudo dependa de la casualidad o de la suerte que alguien llegase a calzar los zapatos de prpura del Csar o fuese un mendigo ciego al que la muchedumbre empujaba. El sacerdote fue a buscar una jarra de vino y coloc algunos cojines sobre el banco, para que el hombre necesitado de proteccin pudiera descansar. Entonces abri una pequea puerta. Aqu podrs dormir dijo, y aadi: Si deseas enviar algn mensaje, dmelo, seor... Temblando, Basilisco escribi a Verina: Aydame! Ayuda contra la ira del pueblo? Incluso aunque hubiera sido inocente como un cordero, seguira siendo la cabeza de turco. Tal vez unas carreras de carrozas o una fiesta importante llamaran la atencin del pueblo y l podra abandonar la iglesia. Escribi a Verina, la hermana siempre dcil: Hermana, aydame!

VII

La rubia Augusta, con los ojos cerrados y rodeada de nubes de perfume, se hallaba sentada en el ala reservada a las mujeres, el gineceo del palacio imperial. Espesos cortinajes matizaban la luz. As protega su piel aterciopelada y luchaba contra las arrugas que empezaban a formarse en torno a sus ojos. Vesta una larga tnica de seda china; las puntas de sus zapatos de prpura eran la nica nota

roja en el ambiente predominantemente blanco. Semejaba un dolo cuyo ltimo pensamiento se hubiese quedado fijo muchos siglos atrs. Las damas de la corte retrocedieron, inclinndose, despus de rozar con los labios los pliegues de su tnica. En la estancia permaneci solamente el gigantesco eunuco de la emperatriz, que era un sordomudo. Llevaba un arma en el cinto para proteger a la Augusta en caso de necesidad. Las damas se retiraron porque la basilisa haba pretextado cansancio. Fuera arda el sol insoportable del medioda, pero en el gineceo el aire era fresco. Reinaba el silencio y un penetrante aroma de flores. Verina hizo una sea al eunuco, y el rostro del etope se anim. Slo su duea era capaz de dirigir sus pensamientos por medio de seas. Haz entrar al muchacho dijo en voz baja. Teodorico era ya casi un bizantino. Cuando entr, no tuvo que atenerse, en su calidad de prncipe extranjero, a todos los ritos del ceremonial, que indicaban el modo de acercarse a los zapatos de prpura y depositar en ellos el sculo prescrito. Era todava un muchacho, pero ya varonil y bien desarrollado; y entre los bizantinos de cabellos negros, una mota de color rubio rojizo. Sus ojos despedan el brillo azul del acero cuando les daba la luz o los diriga hacia el sol. Pronunciaba de modo impecable las palabras bizantinas, pero no consegua el tono suave y meldico que en la lengua de los poetas funda el canto con la prosa, Teodorico hablaba con sonidos guturales, su pronunciacin era ms dura, y la entonacin no siempre correcta. La Augusta tena confianza en Prisco. Envame al muchacho, le haba dicho. Delante del palacio imperial todo era tumulto. As comenzaban las revoluciones palaciegas, que en cuestin de una hora podan derrocar a los poderosos de la tierra: dejar sin vida el cuerpo del basileo y arrojar a sus partidarios a oscuras mazmorras. Todo el mundo saba ya en Bizancio la catstrofe de Cartago. No haba en todo el imperio un nombre ms odiado que el de Basilisco. Aspar haba triunfado. Los labios del brbaro permanecieron cerrados. No dijo: Yo lo haba previsto! Pero una sonrisa iluminaba su rostro. Confiar la jefatura del ejrcito a un romano? Slo nosotros, los fieles puntales del imperio, sabemos conducir una campaa, tanto por tierra como por mar. Muchas veces un grano de arena es suficiente para inclinar hacia un lado la balanza del destino. Basilisco tena que abandonar la iglesia. Su presencia enardeca al pueblo. Mientras encontrase refugio all, no cesaran las intrigas para obligarle a salir con falsas promesas, y cuando l, cegado por el sol, vacilase, la chusma del circo se encargara de l.

La emperatriz estaba del lado de los Verdes; el verde era su color favorito, lo llevaban los conductores de sus carros, y las cintas de adorno eran verdes tanto en los carros como las que lucan sus caballos en las crines durante las carreras. Pero hoy el partido de los Azules era fuerte en Bizancio, esto lo saba todo el mundo, y si los Azules lograban la supremaca, ello podra significar la cada de Verina y tambin del emperador Len. La guardia de corps era impotente contra ms de cien mil insurrectos. Tanto el Hipdromo como los alrededores de la Baslica eran peligrosos focos de sedicin en Bizancio, en los cuales poda inflamarse la ira popular. La muchedumbre era ms fuerte que la guardia de corps. Si los Azules rompan el cerco de los Verdes, en Bizancio estallara la revolucin. Y todo el mal provena de aquella maldita campaa! Por este motivo se haban suspendido los donativos de pan y los juegos, y por este motivo tambin se lamentaban todos de los elevados impuestos. Maldita campaa, maldito Basilisco! El nmero de Azules creca alrededor de la Baslica. La mayora de ellos ocultaba un cuchillo en el cinto o empuaban un bastn de plomo. Los Verdes haban recibido rdenes secretas de congregarse ante la puerta derecha. En ningn caso deban apartarse de all. Teodorico, vas a ser de utilidad a tu seora! Slo como si fueras de paso... totalmente por casualidad. Vstete con ropas de campesino. Consigue un zurrn y unas sandalias usadas. Si te interroga alguien de la guardia, dile que vienes de Tracia y que ests buscando la iglesia de tus padres. Entra por el lado de los Azules y sal tambin por all. El otro lado, el ocupado por los Verdes, est lleno de espas. Dnde encontrar al tribuno? En la sacrista. Mi hermano se parece a m; aunque se oculte, aunque vaya vestido como un sacerdote, aunque peine sus cabellos de otro modo... le reconocers por su parecido conmigo, Teodorico. Toma mi anillo. Y una lnea escrita por m: "Sigue a aquel que trae el anillo". El guardin etope abri el pasadizo secreto. Era un tnel que pasaba por debajo del jardn imperial y las murallas, y desembocaba en una cueva junto al mar. Se trataba de la ltima salvacin para el emperador, que siempre deba contar con la huida. Como un joven campesino, Teodorico, con el zurrn al hombro, caminaba golpeando con el bastn el empedrado de Bizancio. Si su madre Erelieva le viese con este aspecto! Sin armas, con el cabello desgreado y sandalias usadas, caminando lentamente por la Mesa como si se dedicase a la contemplacin de las bellezas de la gran ciudad! Repetidas veces le empujaron a un lado. Andando,

pordiosero, que aqu estorbas... Vio muchas caras, caras extraas que l, un habitante del palacio imperial, nunca tena ocasin de ver. Llevaba el anillo de Verina oculto en un nudo que se hiciera en el bajo de la camisa, y el mensaje, en la suela de su sandalia. A la entrada de la Baslica, los lanceros de la guardia municipal estaban ocupados en separar a los pendencieros grupos de Azules y Verdes. Dispuestos en apretadas filas, los miembros de ambos partidos se insultaban mutuamente; todava no era una lucha encarnizada, slo se trataba de ataques verbales. Sin embargo, el capitn de la guardia, que conoca a la poblacin, ya haba pedido refuerzos. Nadie se fij en el andrajoso campesino que traspasaba la puerta vigilada por los Azules. Aqu se examinaba minuciosamente a todo el mundo, pero el muchacho slo fue empujado por un lancero, en un gesto ms amistoso que spero. Corre a tus rezos, hijo mo; ste no es lugar para ti. Aqu podran herirte con facilidad. Conoca la Baslica. Sola acudir a ella los das de fiesta, cuando la corte segua el ejemplo del Altsimo. En tales ocasiones pareca la pareja imperial, sentada en sus tronos e iluminada por el resplandor dorado de los cirios, algo muy superior a todo lo terreno. De la sacrista, hacia donde ahora se encaminaba, salan los diconos e innumerables sacerdotes con una vela y el breviario en la mano. El ceremonial se prolongaba entonces desde la maana hasta las primeras horas de la tarde. Ahora la sacrista estaba vaca. Mir con atencin a los sacerdotes que fueron entrando en ella. Dnde estara Basilisco? Dnde le ocultaban, si es que an viva? Se encontrara aqu? Entonces Teodorico se fij en un dicono ms joven que los otros, que le inspir confianza. Le pregunt en voz baja: Es ste el asilo? El dicono aguz el odo. Sera un mensajero secreto disfrazado de campesino? Todos se alegraran cuando el inoportuno husped abandonase la iglesia. La ciudad entera vea en l a la cabeza de turco, pero por otra parte, era el cuado del emperador. Poda acarrear dificultades a la casa de Dios. Teodorico le mostr el anillo; su mirada se clav en el clrigo, tratando de adivinar sus intenciones.

Un minuto despus estaba Teodorico ante Basilisco. Era ste el rostro de Verina? El hombre tena las facciones plidas y una barba incipiente, y bajo los ojos, las sombras de muchas noches de insomnio. Los prximos minutos le pareceran, tras las pesadillas nocturnas, un despertar risueo. Cuando dejaran atrs la Baslica, tendran que recorrer algunas calles hasta llegar al mar. All les esperaba un fiel gua de los Verdes con veloces caballos. Pero tenan que llegar hasta all, pens Teodorico. La transformacin dur muy poco. El general derrotado no desde el andrajoso disfraz. El sacerdote le ayud de buen grado, frotndole con incienso el rostro y las manos para que pareciese sucio. Basilisco se quit las joyas y las envolvi en el borde de la camisa; ocult las monedas de oro de Verina en el fondo de su saco, y el pual, en el cinto. La transformacin era completa. Quin eres t? Basilisco saba que si lograba huir, lo debera al muchacho. Verina haba encontrado al ngel que con su mirada pura podra abrirle el camino. Se dirigieron bajo las enormes bvedas hacia la puerta vigilada por los Azules. Aqu era mayor el nmero de enemigos, pero mucho menor el peligro. Sali un campesino con su hijo. El guardin se acordaba del muchacho. He encontrado a mi padre dijo, y el guardin advirti por su pronunciacin que no era bizantino. Podan irse; quin se interesaba en Bizancio por un campesino extranjero? El emperador Septimio Severo hizo construir el Hipdromo ms de un siglo antes de que Constantino el Grande diera su nombre a la nueva capital del reino, la antigua Bizancio. Desde entonces, l fue el verdadero amo de Constantinopla. A ambos extremos se erigieron sendos obeliscos que recordaban Egipto a los luchadores, cuando daban la vuelta al circo en sus troncos. Se deca que ambos partidos, los Azules y los Verdes, se haban fundado en tiempos de la antigua Roma. El propio emperador haba nombrado a los jefes de ambas facciones, siendo despus elegidos los siguientes por sus partidarios de rango inmediato inferior. Estos partidos empleaban a gran nmero de personas; al servicio tanto de Azules como de Verdes haba msicos, domadores de osos, poetas y escribas. Los emperadores llegaban, reinaban y se iban, pero la influencia de los caudillos de ambos partidos segua inalterable. Su poder era mayor que el de los principales dignatarios del palacio imperial.

Al principio, el peligro amenazaba a los emperadores incluso durante los juegos: los espectadores podan rodear el palco de su Majestad Imperial y cortarle la retirada, si lograban romper la cadena de guardias armados, que en tan poco espacio poda ofrecer escasa proteccin contra la muchedumbre. Por ello fue erigida la Catisma al fondo del jardn, adosada al palacio imperial; se introduca en el Hipdromo, pero era parte del palacio. La corte poda acudir al Hipdromo a travs de los jardines imperiales, sin que el gento observase sus idas o venidas. En este jardn haba glorietas de flores donde su Sagrada Majestad poda reposar durante los intervalos de los juegos. Desde que Basilisco consiguiera escapar de Bizancio, una sombra pareca haber cado sobre la ciudad. Los Azules y los Verdes se dejaron mutuamente en paz y dirigieron todo su odio hacia el palacio, en especial contra Verina. Se culpaba a la emperatriz de haber ayudado a huir al enemigo del pueblo. Ahora sta se encontraba en su fortaleza de Tracia, y haca caso omiso de todas las rdenes que llegaban de Bizancio. El pueblo estaba descontento, las protestas se sucedan. Las paredes estaban llenas de libelos, en el Foro de Constantino el Grande aparecieron tablillas con amenazas, y la muchedumbre haca demostraciones frente a la entrada de palacio. Los Verdes participaban exactamente igual que los Azules. La corte estaba inquieta. No saba qu decisiones tomara Aspar, e incluso ignoraba si no era l mismo quien incitaba las revueltas. Los juegos coincidan con la fiesta de uno de los santos de la ciudad, y fueron precedidos de ominosas seales. Por la maana se celebraban servicios religiosos, pero hacia medioda el gento ya empez a dirigirse en tropel hacia el Hipdromo, a fin de llegar a tiempo y ocupar los asientos del lado de la sombra. Muchos miles de espectadores llenaban los grdenos. Se abrieron las cestas, los nios se pusieron a saltar por las gradas, y abajo, en la pista, los Azules y los Verdes se turnaban para entretener al pueblo de Bizancio. Salieron animales amaestrados, y los bufones bromeaban sobre acontecimientos actuales. Era posible que tambin salieran poetas laureados a leer sus rimas, pero muchas veces bajaba antes a la arena un miembro de la multitud, para dirigirse al pueblo bizantino en busca de ayuda en su desgracia. Entonces la pista se converta en tribunal. El gento sentenciaba o absolva, y era precisamente en estas ocasiones delicadas cuando las pasiones se desbordaban y los oficiales de palacio deban ponerse en guardia. Los caudillos de ambos partidos haban recibido de palacio unos das antes la orden de evitar cualquier cosa que pudiese enardecer al pueblo y avivar el rescoldo de su descontento. Apareceran los mejores

conductores de carros, aquellos cuyos nombres cantaban los poetas. Vendran los cantores cuyas voces conseguan apaciguar y serenar a los hombres. Tambin actuaran danzarines y msicos. Se recurrira a todo cuanto pudiese conjurar el peligro. Su Majestad Imperial estaba sentado de modo que su mirada tena enfrente las columnas. La Columna Serpentina haba estado en Delfos, en el templo de Apolo. Haba sido esculpida en mrmol haca mil aos, cuando los atenienses vencieron en Platea al ejrcito persa. El pedestal, adornado con serpentinas, representaba la divina sabidura, y estaba profusamente cubierto de oro. Eran las primeras horas de la tarde. Reinaba un calor sofocante, y los signos no presagiaban nada bueno. Teodorico, como los dems prncipes retenidos en palacio como rehenes, ocupaban un lugar en ltimo trmino de la Catisma. Cuando el Augusto tom asiento en su trono, sonaron los trombones; ahora todos, como prescriba una antiqusima costumbre, tenan que ponerse en pie para saludarle. Por el volumen de la ovacin deducan las personas avisadas cul era el nimo de la multitud. El de hoy era deprimido. Slo los oradores oficiales y los caudillos de los partidos demostraron su inquebrantable fidelidad. Los espectadores del Hipdromo permanecieron tranquilos, como esperando algo que decidiera definitivamente la actitud de la tarde. Al principio slo oyeron el sonido de las trompetas los que ms cerca se encontraban del palco imperial, pues la gran masa de los espectadores haba sido captada por la fiebre de la fiesta y no oa nada. Sin embargo, las trompetas retumbaban como durante un victorioso desfile de las tropas. Esto era poco corriente, pues en las carreras de carros no se efectuaba nunca ningn desfile. Al frente caminaba un soldado de gran estatura. A l le haba sido concedido el gran honor de llevar en la punta de su enorme lanza la cabeza de Dengesico. Dengesico era el hijo del rey de los hunos, Atila. Con esto supo todo el mundo lo que se iba a celebrar; adems, en grandes tiras de lino estaba escrito: Los romanos derrotaron a los ejrcitos de los hunos y los godos en las montaas de la baja Mesia. El hijo de Atila recibi su castigo. Viva el emperador y viva el imperio! El soldado llevaba en su lanza la cabeza de Dengesico. Un ojo no poda verse, porque un potente sablazo haba alcanzado el rostro de la vctima. El otro ojo miraba con fijeza, horrorizado y acusador, en el rostro de color verde amarillento, inmovilizado por el rigor mortis. Ave Csar, saludaban los instrumentos de viento. Cuando los guerreros se acercaban al Hipdromo, la multitud fue presa de la agitacin. Pronto todos se pusieron en pie, y quien saba leer

explicaba a su vecino el significado de la inscripcin: Victoria! Victoria! A quin se le habra ocurrido hacer desfilar a las tropas victoriosas precisamente en los momentos en que una oleada de inquietud recorra la ciudad? Los prisioneros importantes, unidos entre s por cadenas de plata, hicieron su aparicin. All estaban, los temidos prncipes de la estepa, los hunos que crecan sobre la silla: despojados de sus joyas, con las piernas torcidas y las cabezas inclinadas, cubiertos de heridas, sin armas, unidos por los grilletes a los caudillos godos, dos pueblos que eran enemigos irreconciliables. Teodorico reconoci al armero de su to Walamiro y a otros godos distinguidos, que haban sido huspedes en la corte de su padre. Ahora, aquellos nobles, altos y rubios, que vestan prendas de cuero, eran objeto de escarnio, y haban sido conducidos durante das para que llegasen a tiempo a la gran fiesta de la ciudad. Nadie saba qu haba sucedido. Pero en la punta de la lanza, como prueba de la terrible realidad, estaba la cabeza del rey de los hunos. La palabra huno segua siendo en los labios de los bizantinos sinnimo de terror: Si no obedeces, se te llevarn los hunos!, amenazaban a sus hijos las madres griegas. El pueblo huno se haba dividido, pero despus se uni de nuevo, como la arena movediza que el viento arrastra hasta que forma una colina. Crecieron, se multiplicaron, se unieron en otras tribus, otros pueblos nmadas. El rey de los hunos haba comunicado a los nmadas de la estepa: All se ceba la carpa de oro, ahogndose en su propia grasa, sin proteccin: Bizancio. En la primavera nos pondremos en marcha sobre las huellas de Atila! Los godos Teodorico tambin haba odo hablar de ello celebraron una reunin de pueblos, el Thing, junto al gran lago, a la que fueron invitados todos los caudillos importantes. All rechazaron la oferta del rey de los hunos, y solamente una tribu, el pueblo de Walamiro, sigui a los hunos y fue a engrosar con sus guerreros las filas de su antiguo enemigo mortal. Ahora los guerreros de Walamiro se encontraban entre los prisioneros. Los ciegos eran conducidos por los tuertos, los cojos se apoyaban en los mancos. Godos unidos a hunos por cadenas. Poda existir mayor oprobio para un guerrero godo? El pueblo del Hipdromo se levant como un solo hombre. Len, en su trono de oro, ya no era solamente el basileo, era casi un dios. La gracia divina no poda otorgar una victoria tan grande a nadie que no fuese su hijo predilecto. Y entonces reson en el circo la primera aclamacin, que fue emitida por Verina.

VIII

Esto en Mediolnum. La ciudad, situada en un valle, y rodeada de murallas, abrasaba como una caldera. Ningn ro la atravesaba, y los manantiales estaban agotados. Los ricos, los comerciantes y los recaudadores de impuestos, se haban ido a pasar el verano en sus villas junto al mar. Mediolnum se haba convertido en un cuartel, como en tiempos de las antiguas legiones romanas. El emperador deba, como siempre, la soldada. Quin era este Glicerio, al que el prncipe borgoano colocara en la cabeza la diadema de los Csares? Qu clase de emperador era aqul, que no proceda de la Urbe, no tena dinero, y cuyos guerreros languidecan en el campamento del norte de Italia? El cuartel general de Mediolnum se pareca a la Torre de Babel. Haca mucho tiempo que los romanos no se alistaban de buen grado en el ejrcito, todo lo ms un par de hijos de campesinos, fugados de sus casas. Muchos brbaros haban tomado por mujer a una nativa, y sus hijos eran medio extranjeros, medio romanos. Si se quedaban en el pas, olvidaban el lenguaje de los brbaros y a sus antepasados, y aadan al nombre de su padre un nombre latino. En los escritorios del cuartel abundaban los intrpretes, los escribas y los contables, que tenan entrada en todas partes, cambiaban dinero, convertan en dinero el oro y la plata, daban rdenes, y si alguien saba tratarles, podan comprar su favor por poco dinero. El ms influyente de todos ellos era Orestes; de no ser por el corte de su tnica y la estrecha orla de prpura, que proclamaban orgullosamente su origen romano, nadie hubiese credo que no era un brbaro. Orestes hablaba el huno cuando la ocasin lo requera, y tampoco haba olvidado por completo la lengua de sus antepasados germnicos. Se le encontraba por doquier, todos conocan al educado capitn, que haba servido al Azote de Dios como puntal del trono. Ahora se diriga a toda prisa en la penumbra del crepsculo hacia el campamento de las tropas auxiliares brbaras. stas consistan en legionarios de los pueblos brbaros diezmados, hijos de tribus dispersas, de pueblos aniquilados. De esta variada mezcla salan las mejores tropas del ejrcito. No tenan nada que temer de sus lejanos

hermanos, y carecan de reyes a los que pudiesen llegar informes o noticias de ellos. Ante el campamento, un capitn habl a Orestes: T no puedes conocerme, seor, pero yo s que eres Orestes. Se inclin segn la costumbre romana. Orestes vio un rostro severo y expresivo, enmarcado por una escasa barba. Tena ojos azules, una voz fuerte, y hablaba con fluidez la lengua de los guerreros romanos, pero se notaba que no era su lengua materna. Y, cosa rara, pareca que sus ojos azules, de aspecto tan germano, eran algo oblicuos, y su piel algo ms amarilla que la de la mayora de mercenarios de Panonia o de las Galias. De qu me conoces, amigo, que pese a tu juventud eres ya centurin? Preferira contrtelo frente a una jarra de vino, si quieres acompaarme a mi alojamiento. Orestes trat en vano de adivinar el secreto del desconocido. Entr con l en una casa de madera, cuyo sencillo mobiliario denotaba claramente que era el hogar de un soldado. El centurin verti vino en las copas de bronce, y levant la suya en un brindis. Soy el hijo de Edecn. Me llamo Odoacro. Edecn y Orestes haban sido enviados de los hunos, y haban cabalgado por la interminable estepa cuando Atila les envi a ver al emperador de la Roma de Oriente. Los generales hunos haban mirado con recelo a Edecn, el alto dignatario, porque su madre no era huna y su mujer, escita. Conoca la lengua de los germanos y tambin algunas palabras griegas, y no era tan bajo, oscuro de cabellos y amarillo de piel como el pueblo de los hunos. Atila le haba dicho una vez: Aprende la escritura de los romanos. Entonces Edecn se compr un esclavo griego, que deba ensearle el arte de la escritura. Haba aprendido Edecn realmente a leer y escribir? Los dos juntos regresaron de Bizancio. Crisafios, el hombre de confianza del emperador, haba prometido mucho oro a Edecn si asesinaba a Atila. Su hijo poda entrar en el palacio imperial, podra convertirse en guardia de corps, gobernador, dignatario eclesistico, o capitn de la guardia de palacio. Edecn, en el camino de regreso, cuando cruzaban las montaas rocosas de Tracia y nadie poda

escuchar sus palabras, se lo cont todo a Orestes. Tambin le habl de su hijo. Poda ser l este centurin? Este capitn mercenario, de facciones singulares, que le haba reconocido? En Bizancio todo el mundo crea que Orestes y Edecn se odiaban mutuamente, porque Atila distingua con sus favores ya a uno, ya a otro. En realidad, el rumor era un astuto ardid. Un enviado resentido era ms fcil de sobornar, y un intrigante de la talla de Crisafios encontrara la rendija por la que deslizar el veneno de la sospecha. Edecn se lo relat todo a Orestes en la garganta de la montaa. Las conferencias secretas, y cuando el hombre enviado por ellos, Onegesio, traera el dinero. Qu lejano quedaba todo aquello, qu joven era Orestes entonces! Y soltero. Cuando ambos hubieron cumplido con sus deberes de enviados, a l le esperaba una esplndida recompensa, pues el conde Rmulo, un autntico noble romano, estaba dispuesto a entregarle a su hija como esposa. Recuerdo a tu padre con profundo respeto. Mi madre y yo esperamos vuestra llegada. Con vosotros vena una legacin griega que deseaba ver al rey. Alojaron en nuestra casa a un escriba, y an hoy me acuerdo de su nombre; se llamaba Prisco... Era mejor dejar descansar a los muertos. Haca tiempo que Atila, Edecn, el emperador, y seguramente tambin el escriba, haban muerto. Orestes ya no era joven. Viva con su hijo, que le diera la hija del conde Rmulo; ella haba muerto al dar a luz. Desde entonces Orestes llevaba consigo a todas partes a su hijo, el cual ostentaba el nombre de su abuelo y del primer rey romano. Rmulo... el pequeo Rmulo, que creca entre guerreros, en el cuartel, en eterna peregrinacin. Conoc bien a tu padre... me hara muy feliz poder ayudarte... tu nombre es... Odoacro? Lo pronuncio bien? Puedo serte de alguna utilidad? El rostro del centurin se endureci; apart la copa. Nos tratan como a perros! Lo comprendes, Orestes? Este cuartel! Y el otro en Tesino, y un tercero en Ravena. Somos el imperio! T lo sabes, seor; vivimos como lobos vagabundos. No tenemos tierra en la que establecernos. No tenemos hogar, ni mujer. T tampoco, seor, puedes educar a tu hijo en otro lugar que no sea entre guerreros. En cambio, en el sur, en Roma... y tambin en Ravena, viven rodeados de lujo. Siguen teniendo dinero y mujeres en exceso, seor. Por qu

tenemos que soportar aqu este terrible verano por culpa de algunos centenares de patricios? Dices cosas peligrosas, amigo mo. Se nos ocurren muchas cosas, pero tal vez no sea prudente expresarlas en voz alta. T eres precavido. Ya lo dijo mi madre cuando volvisteis de vuestro viaje. Pero, seor, si nos alisemos... t y yo, y todos los que piensan como nosotros, que ya no son brbaros y dominan la lengua de Roma. Cuando los guerreros oigan mi voz, me seguirn. Sabes t, seor, qu son las tropas auxiliares brbaras? Guerreros unidos por la casualidad, que en el curso de los aos han olvidado su lengua materna, pero que nunca aprenden correctamente la lengua de los romanos. Hemos de esperar un poco ms, Odoacro. Sigue de cerca las noticias, y recurdalo bien: guarda tu vino en el frescor de la bodega. Bizancio se ha cansado ya de que la diadema imperial, debida al favor de un prncipe borgoano, siga coronando la cabeza de Glicerio. Pero al emperador le quedan todava suficientes tierras, ejrcitos y oro. Ha enviado a Roma un nuevo emperador; el nuevo Augusto goza del favor de Len, o mejor an, del de Verina. Su nombre suena latino: Julio Nepote. Es duque de Dalmacia. Debemos esperar, amigo mo, y ver qu nos trae el da de maana. Si Nepote llega con las manos vacas, como el infortunado Antemio, la decisin incumbir de nuevo a este cuartel. Espera, amigo mo, y conserva hasta entonces tu buen vino en un lugar fresco. Atardeca. Orestes pens que en tiempos tan agitados no deba dejar solo a su hijo Rmulo. Quin lo hubiera dicho pens. Edecn, de quien ni siquiera supe con qu religin viva, no se qued sin descendencia. Se pareca el hijo a su padre? Ya era centurin, y a un centurin que hablase como ste y tuviera su ardiente mirada, los guerreros le seguiran como un solo hombre. El hijo de Edecn... aqu, en Mediolnum, en el cuartel. Orestes sonri, como siempre, cuando entr en su casa y acarici la cabeza del rubio Rmulo.

IX

Cuando los guardias isaurios quitaron la vida a Aspar, el Patricio, Teodorico no se hallaba en Bizancio. Todo pareci ocurrir segn un

plan minuciosamente preparado, y durante aquellos das fueron alejadas de palacio todas las personas de quienes se sospechaba que se pondran del lado de Aspar en caso de una revolucin palaciega. Len y Verina deban a Aspar la prpura imperial. El favor del omnipotente patricio, seor de las tropas, les haba procurado el trono catorce aos atrs. Estos aos estuvieron llenos de crisis, guerras y expediciones navales. Len se hubiera visto obligado a huir varias veces, de no ser por la mano dura de Aspar, que allanaba todas las dificultades. Cuando Aspar se opuso a la campaa de Basilisco, tena sus motivos. Siempre haba temido renovados ataques de los hunos. Aspar era brbaro de sangre, y su ascendencia goda le una con mil vnculos a sus diseminados parientes. Tambin haba visto un hermano de sangre en Teodorico, el otro, el hijo de Triario. Este Teodorico se elev, pese a su origen humilde, de soldado a caudillo de su pueblo, separado desde haca tiempo de los godos. Y fue precisamente a este Teodorico, al que llamaban el Bizco, a quien enviaron a Tracia para fortificar un paso de montaa. Una piedra lanzada con una honda le priv de un ojo en su juventud, y de ah su apodo. Haca aos que Len acariciaba su plan para deshacerse de Aspar, que tena en sus manos las riendas del imperio, pero que siempre haba sido un extrao. El noble isaurio en el cual Len encontr un digno rival de Aspar, se llamaba Zenn. Fue Verina quien le eligi, cuando tras la fracasada campaa de Basilisco qued descartada la posibilidad de que el cuado imperial pudiese suceder en el trono al enfermizo Len. La eleccin de Verina recay en Zenn, y el guardia isaurio recibi la mano de la hija del emperador, Ariadna. Aspar tena a su cargo el cuidado del imperio, y mientras inspeccionaba la lnea fronteriza del norte, en el palacio imperial se llevaron a cabo los preparativos. Detrs de cada partidario de Aspar se coloc a una sombra. Ya fuera eunuco, oficial de guardia, escriba o dama de la corte, todos tejieron una espesa urdimbre para la cada del omnisapiente Patricio. Ya desde la poca de los pretorianos, la guardia imperial haba jugado un papel decisivo en los cambios de emperadores romanos. Por este motivo fue disminuyendo cada vez ms el nmero de godos en la guardia imperial, y aumentando el de los isaurios. Si algn godo quera volver con su tribu, era esplndidamente recompensado a fin de estimular a los dems a imitarle: con ello renunciaba a las deslumbrantes fiestas y a la buena paga, pero tambin a la vida incmoda y a la falta de libertad de un guardia de corps. Los lugares que dejaban libres los germanos eran ocupados por los fieles montaeses de Isauria.

Por fin pudo llevarse a cabo el asesinato del anciano Aspar, el puntal del reino. Todo se desarroll a la perfeccin. Los eunucos le acecharon en el umbral de su cancillera, cayeron sobre l, le rodearon el cuello con un cordn de seda y le estrangularon. La noticia lleg velozmente a los sagrados aposentos del emperador. Len y Verina dieron muestras de una gran emocin y se dirigieron a la capilla para rezar por el alma de Aspar. Entretanto, cada minuto llegaban nuevas noticias. Los isaurios haban desarmado a los oficiales godos; un oficial que protest con firmeza fue degollado. El cambio total de la guardia se efectu con rapidez, pues poco a poco se haba licenciado a los hombres de confianza de Aspar. Las unidades godas de la guardia fueron reemplazadas por tropas diversas. Las divisiones de caballera haban sido enviadas a la frontera persa. En el camino de vuelta recibi Teodorico la noticia: Aspar ya no era su patrono. No deba nada al Patricio, y no le unan a l vnculos de sangre. En palacio todo el mundo saba que el hijo del lejano prncipe godo era el favorito de Verina. sta senta inclinacin hacia el rubio prncipe, que se destacaba agradablemente en la corte de la Augusta por sus cabellos rubios con reflejos rojizos. Ahora se dio cuenta Teodorico de que todos le hablaban con reserva, o si era posible, le rehuan. Nadie saba si todos los godos seran desterrados, hasta que lleg la noticia de que los godos consideraban al asesinado Aspar como uno de los suyos, aunque ste no hubiera hecho caso de tal vnculo mientras vivi. Teodorico era demasiado joven para ser incluido en los clculos, pero ya se le someta a observacin: con quin hablaba el hijo del rey godo, qu opiniones expresaba, si esperaba noticias de la patria, si enviaba mensajeros o reciba cartas. Los godos eran inquietos por naturaleza, cada primavera poda dar origen a una nueva efervescencia. Cuando se funda la capa de hielo de la gran corriente, y las tierras inundadas volvan a secarse, era el momento de temer que, de alguna parte, desde cualquier direccin, la horda hambrienta y sedienta de botn de los godos se lanzara sobre Bizancio. Un legado de los godos que habitaban la tierra del gran lago lleg a Bizancio. La convenida subvencin anual del emperador no haba llegado, la Cancillera era morosa en su trabajo, y ahora venan los enviados a reclamar el pago. En seguida miraron a su alrededor: Qu pasaba en Bizancio, cmo estaba el hijo de su rey? Una noche, su antiguo armero consigui hablar furtivamente con Teodorico. La fuerza de tu padre disminuye dijo, y tras una pausa, aadi: Vuelve a casa!

Le haban enviado siendo an nio a Bizancio, como garanta del tratado concertado entre el imperio y la tribu goda. Este convenio era conocido por todos, tanto en el Consejo del emperador como en el del caudillo godo; y sin embargo, este ao no se haban pagado los subsidios.

Prisco le haba dado instrucciones: Recuerda que la caravana de mercancas llega ms lejos que la flecha. Sal a la ciudad durante las horas de la noche. No debes temer que alguien te mate a traicin. En la Mesa arden lmparas que todas las maanas se llenan de aceite. En las calles principales hay servicio de vigilancia, que tambin se extiende a las calles estrechas. En cada barrio encontrars los cuarteles. Si en algn punto hay una alteracin del orden, las tropas llegan a l antes de que la arena del reloj haya bajado dos rayas. Cuando ests en palacio, Teodorico, no te intereses solamente por los ejercicios gimnsticos y la equitacin. Sube a los pisos y ve al ala donde los eunucos leen y escriben desde la maana hasta la noche. Ahora Teodorico hablaba tan bien el griego, que era difcil adivinar cul era su lengua materna. Todos los funcionarios se inclinaban ante el alto y bien proporcionado muchacho. Algn da sera el prncipe de un pueblo lejano. Hoy gozaba del favor del Augusto y de su esposa. Mira, Teodorico le dijo el eunuco mayor, apoyando en la mano su rostro grave y arrugado, en esta tablilla anotamos cundo atraca un barco en el puerto. Designamos el barco con un nmero, y aqu indicamos su procedencia y el nombre del que ha comprado sus mercancas. De este modo es posible seguir, aunque pasen aos, el camino de las mercancas. Y mira, en la tablilla siguiente figuran los barcos que han zarpado, y en la tercera estn anotadas las caravanas, que atraviesan los desiertos y muchos pases extranjeros. La paz de Bizancio les ofrece proteccin. Nos pueden traer seda de China, y telas preciosas, teidas con la sangre del caracol de prpura, procedentes de Tiro, que van destinadas en primer lugar al palacio imperial, naturalmente, pero siempre sobran tantas, que incluso podemos regalarlas a los reyes brbaros. Por qu no dejis trabajar a los esclavos en vuestros talleres?

El esclavo slo es dcil en apariencia. Siempre es preferible el trabajo del hombre libre. Vers, el jefe del departamento imperial de Beneficencia, que dirige todos los talleres del reino, acepta encargos de Damasco, Tesalnica, Antioqua o Adrianpolis, para mencionar slo los ms importantes. En un taller se anudan alfombras, en otro se teje el lino, de Alejandra llega el pergamino, de Sidn, el cristal, y de la isla de Samos, las valiosas nforas; en Tesalia se fabrican los mejores muebles, y Biblos... oh, amigo mo!, Biblos es famosa por sus libros. Esclavos, seor? El esclavo carece de entusiasmo, trabaja con desgana, y slo piensa en engaar a su amo, al que pertenecen sus das y sus noches. El propietario ha de mantener capataces, holgazanes a su vez, que hagan trabajar al esclavo. Como vers, todo esto contribuye a encarecer la mano de obra de los esclavos. Y por qu confiarles herramientas valiosas? qu ventaja le reportan si trabajan siempre con lentitud? Adems, si de Bizancio llega la orden: Basta, esta primavera no necesitamos ms telas!... Qu hace entonces con los esclavos? No puedes decirles: vete, amigo mo, busca otro trabajo, y gnate el pan. Cuando el esclavo se va, slo vale el esfuerzo de su trabajo. Entonces el hombre, su mujer y sus hijos tienen que ser alimentados. O puede ser vendido a otro propietario, que ha de ensearle otro oficio. No, mi seor, cuando seas rey, no dejes trabajar a los esclavos. Todo el mundo quiere ser libre. Es una consecuencia de nuestra imperfecta naturaleza humana. Teodorico contempl los apuntes. Sonriendo, el eunuco jefe se frot las manos. Vaya muchacho inteligente, no le dan miedo los nmeros! Un escriba contaba los barcos salidos y entrados durante el mes. Vers, Teodorico, muchas veces se tiene la impresin de que el imperio es dbil. La gente dice que nos humillamos ante los prncipes brbaros. Te digo esto porque t ya eres un poco de los nuestros. Tal vez un buen da consigas una doncella griega... una princesa como esposa. Conviene que lo sepas: en tanto nuestros barcos entren y salgan, en tanto los comerciantes de Bizancio puedan cruzar sin ser molestados innumerables comarcas extranjeras, el imperio ser poderoso. Su Majestad Imperial no puede ocuparse personalmente de los barcos que entran y salen. Es un trabajo para sus modestos funcionarios, una de cuyas misiones es autorizar el atraque. Entonces van los aduaneros y hacen una lista de todas las mercancas. El capitn del barco sera puesto en el potro del tormento si tratase de ocultar algunas especias, a fin de obtener oro con su venta. Vers, Teodorico... esta semana ha llegado cera de Elis. Los talleres imperiales la estn esperando... y si no hubiera venido se habra tenido que suspender el trabajo. Yo tengo que saber siempre de dnde esperamos mercancas... cuando zarpan los barcos. Frigia nos suministra tintes; el mejor vino lo

recibimos de Lesbos y Gaza. Rodas nos suministra higos, pero tambin resina de buena calidad. El queso se prepara con la leche de las cabras dalmticas, y los dtiles de Frigia son los ms sabrosos. Estas mercancas llegan por barco. Las caravanas siguen el curso del Rha hacia el norte. Muchas salen del Quersoneso. Nosotros hemos de vigilar atentamente el camino principal, que empieza en Trapezunt y cruza la comarca de los armenios para dirigirse hacia el sur de Persia. Las mercancas de Taprobane llegan por barco o a lomos de camellos. Las descargan en el golfo Prsico, y de este modo nos llegan a travs de Siria. Desde Taprobane se puede navegar hasta los puertos egipcios, o llegar hasta las clidas regiones del mar Rojo. Debes saber que desde Persia, nueve caminos atraviesan el desierto. En Bujara nos encontramos con los comerciantes chinos, que traen las ms exquisitas mercancas desde su imperio del otro lado de la gran muralla. Taprobane es la llave, Teodorico; all concurren las ms diversas mercancas de todo el Oriente. All nuestros barcos cargan seda, loe, pimienta, madera de sndalo, cobre, joyas y aceites perfumados. El ufrates marca la frontera; en sus orillas tenemos ya estaciones aduaneras. Aqu los comerciantes han de pagar los primeros impuestos por las mercancas que cargarn a bordo de los barcos en Taprobane y despus, a lomos de los camellos, para introducirlas por fin en el imperio. Permteme que te explique, Teodorico, las riquezas que existen en este mundo. T slo conoces las regiones septentrionales, tu propia patria. Qu sabis vosotros de los tesoros que encierra el Oriente! Vosotros vivs como los hombres de la selva, y cuando os una profeca, o alguien insulta a vuestro rey, os ponis en marcha. Los guerreros... los caballos, los carros. No poseis ms tesoro que vuestras propias manos, Teodorico, y el hacha, la flecha y el escudo para protegeros de la espada. Creme, en tiempos de paz el guerrero es ms intil que el ms intil de los esclavos. Est de mal humor y es difcil de dominar. Le atormenta la avidez del saqueo. Cuando no hay labriegos en la vecindad, ni ciudadanos cuyos habitantes trabajen, cuando no hay nada que robar, cuando no existen minas cuyo mineral pueda ser extrado, de qu sirven los guerreros? No conocen ms que el hasto, y esperan siempre, de la primavera al otoo y del otoo a la primavera, un milagro y una aventura. No saben labrar, ni cebar el ganado. Con el tiempo, la tierra en torno suyo ser un erial. Donde han vivido tales pueblos, apenas si queda hierba. Sin guerreros, Bizancio estara perdida!

Teodorico, hoy mismo han trado estos cien nuevos slidos de oro de la Casa de la Moneda. Mira cmo brillan, qu regular es su forma y qu perfecta su acuacin. El retrato de su Majestad Imperial est bien logrado. Si las pones sobre la balanza, ninguna moneda pesar ms que la otra. Nadie comprueba el peso del slido. Por doquier es sabido, en Taprobane como a la orilla del lacus Pelso, que sta es la nica moneda que siempre contiene la misma cantidad de oro. Mira, Teodorico, en esta casilla tambin hay slidos. Pero stos no tienen grabado el retrato de nuestro padre Len... sino el de Teodosio II... y ste, la imagen de la sagrada Pulquera. Lo comprendes? No importa quin sea nuestro emperador. Mientras trabaje un maestro en la Casa de la Moneda, mientras pueda pagarse al grabador y al acuador, para que no se vean precisados a exponer la seguridad de su vida por culpa de una maana llena de deudas... mientras en Bizancio se acuen slidos, habr siempre guerreros que por estas monedas se unirn a nosotros, y habr siempre prncipes que nos proporcionen guerreros. En qu consiste el secreto de Bizancio? Paga puntualmente el sueldo, cada semana, antes de cada fiesta. Cada sbado al medioda: a los guerreros, en plata, a los capitanes, en oro. El eunuco mayor, que no llevaba armas ni tena familia, dirigi sus ojos al cielo. Teodorico pregunt: Para qu vives t, seor? El prncipe de la estepa contempl el plido y extrao rostro del hombre, cuyos pequeos y astutos ojos estaban hundidos entre dobleces de grasa. En el rostro no creca la barba, slo alrededor de las orejas haba un poco de vello; los dedos estaban siempre manchados de tinta, pero la tnica era de una blancura inmaculada. Casi todos los das escribo hasta que llega la noche. Durante el da recibo muchas visitas. Su Majestad Imperial me honra pidiendo mis informes. El trabajo no se interrumpe nunca. Tomar nota de todo, conocer los detalles, saber con qu cuenta el imperio: para eso vivo, seor! Para las tardes en que slo me rodean mis ayudantes de confianza. Sumamos y restamos. A menudo nos sorprende aqu el amanecer. Pero los documentos estn terminados. Entonces slo queda el trabajo de los escribas, que transcriben las actas con tinta de plata o de oro, segn la mesa a que se hayan sentado. Para esto vivo, seor. Por este motivo nos reservan las habitaciones del palacio imperial; porque no hilamos, ni forjamos, ni teimos telas, ni molemos pimienta. Nosotros trabajamos con letras y nmeros. Carecemos de familia, de hijos, y tal vez sea precisamente por esto que guiamos los destinos del imperio con mayor devocin, con voces roncas e infantiles, piel flccida

y grasas prematuras. Somos todos iguales, exactos y valiosos... como las monedas de oro, los slidos. Se ri. El dinero estaba all amontonado, el oro que representaba todas las posesiones y todos los goces: casa, mujeres, armas, servidores, fiestas, barcos... Cuando esparci los slidos sobre la mesa, en sus ojos no brillaba la codicia; para l el oro era una mercanca que enviaba a Sidn, a Sirmio, a Istria, al Quersoneso o a frica. Por doquier se inclinaban ante l los prncipes de la tierra. El eunuco dijo a los slidos: Recorred vuestro camino, para convertiros en mercanca, en trabajo para los remeros, guardias y camellos. Recorred vuestro camino, slidos redondos con la efigie de este o aquel emperador. Bizancio es eterna. Mientras las murallas sigan en pie, los Azules y los Verdes se vigilarn mutuamente. Este incorruptible escriba y el atractivo sonido de las monedas protegen a Bizancio.

El hijo de Triario, Teodorico el Bizco, visit a Teodorico, descendiente del hroe y semidis Amal. El hombre maduro y el joven prncipe en plena adolescencia se encontraron frente a frente en el palacio imperial; en el largo pasillo que conduca a las habitaciones de los prncipes residentes en la corte como rehenes, alumbraban por doquier las lmparas de aceite, y los esclavos esperaban las rdenes de sus jvenes amos. El hijo de Triario no hubiera tenido que decir ni una sola palabra: los surcos y las cicatrices de su rostro, y la cuenca roja del ojo perdido hablaban del duro camino que a travs de los aos hubo de seguir Teodorico el Bizco. Hijo de un capitn mercenario, haba empezado como simple armero, y ascendiendo poco a poco a miembro de la guardia. Ahora era el caudillo de los godos. Una tribu errante, separada de las otras, le haba nombrado su jefe. Cruz con su carro los montes de Macedonia y las estepas de Tracia, buscando su patria. Cuando necesitaba alimentos, saqueaba las ciudades. Si no hallaba una ciudad, atacaba las aldeas; y por donde los godos pasaban ya no volva a crecer la hierba. Pese a ello, Teodorico, el hijo de Triario, no dej de informar acerca de todas sus hazaas a la Cancillera de Bizancio. Aunque era caudillo de una tribu siempre errante, conoca todos los rincones del palacio imperial de Bizancio, daba consejos a los eunucos

y reparta regalos entre los esclavos de palacio. Siempre se acuda a Teodorico el Bizco cuando se trataba de cuestiones godas. Los dos Teodoricos se hablaron en godo. Eligieron la lengua de sus antepasados y ninguno de los dos quiso confesar que hubiera sido ms sencillo conversar en griego. Muchas veces tuvieron que repetir las frases; apenas comprendan su significado, pues ya no era la misma lengua goda que antes hablaran. De vez en cuando tenan que intercalar alguna palabra griega. El Bizco contemplaba al prncipe Teodorico, descendiente de Amal. Qu ocultaba la tnica de corte, la diadema griega, el rostro afeitado, los ojos azules? Era todava un nio o un joven guerrero que ya se preparaba para poner fin, cuando muriera su padre, a las luchas entre las diferentes tribus? Teodorico, hijo de Amal, debemos estar unidos! El emperador es bondadoso, pero el imperio es de tal magnitud, que le es imposible ocuparse de todos nuestros problemas. Me dijo hace pocos das: Buscaos una nueva patria cuando hayis agotado los recursos de la tierra en que vivs. Buscaos una patria donde no haya ciudades ni aldeas, ni vivan hombres trabajadores; en la que abunde la hierba y el grano, y as tengis pan y cerveza. No debis ir en busca de botn ni causar daos en ninguna parte! Vuestros guerreros han de servir al imperio. A una palabra ma debis montar vuestro caballo y esperar mi orden sobre a qu lugar del imperio habis de ir a luchar. El Bizco habl sonriendo. Su rostro inspiraba terror: como un faro del puerto, su nico ojo se apagaba de vez en cuando, y su fulgor repentino deslumbraba. Quin era este Bizco? Un espa del eunuco mayor? Querra Verina ponerle a prueba, a l, el hijo de Amal? Querra saber si el rehn se haba convertido en alumno devoto? Quin era este hijo de Triario? Cmo se atreva a levantar la vista hacia un descendiente de Amal? Acaso un vagabundo que pretenda la amistad de un vstago de los dioses? Tal vez estaba intentando atraerle: nete a tus hermanos de Occidente! Si nos unimos los godos de todo el mundo, podemos derribar a Bizancio desde aqu, desde dentro. Todos los tesoros caeran en nuestras manos, todo el poder pertenecera a los godos! Por qu has venido a verme, seor? Sabes que soy un husped en este palacio. Mi padre vive. Su palabra es ley en el Consejo de los guerreros godos. El emperador es bondadoso y magnnimo con mi pueblo. Mi pueblo habita los verdes pastos que hay entre Istria y el gran lago. La subvencin del emperador llega puntualmente. Nuestros guerreros protegen el imperio y vigilan a las tribus hunas. Por qu tendramos que atacar al imperio, Teodorico?

El hijo de Triario se volvi hacia la ventana. En este momento, en la hora azul, un velo finsimo procedente del mar se extenda sobre Bizancio, y la ciudad protegida por los ngeles era tan hermosa, tan poderosa, que se tena la impresin de que el favor divino jams la abandonara. En el puerto del Cuerno de Oro haba anclados cientos de barcos. Las naves que cruzaban el Helesponto navegaban tan juntas, que parecan una calle trazada de una orilla a otra del estrecho. Conquistar esta ciudad los jinetes godos, que no tienen otra cosa que sus flechas y sus carros? Concertemos por lo menos una alianza, hijo de Amal. Cuando seas rey de tu pueblo, alarga la mano al mo. Reinaremos juntos... y cuando yo muera, t sers tambin rey de mi tribu. Qu quieres ser mientras tanto, Teodorico? El ms poderoso de los godos? A fin de poder vender nuestros guerreros an ms caros a Bizancio? Es eso lo que quieres, Teodorico, hijo de Triario? El muchacho ya era un hombre. Las palabras godas saltaron como chispas, su rostro se enardeci y cerr los puos. Ten cuidado, Teodorico! Es peligroso para un joven caminar rodeado de enemigos y sin la compaa de un solo amigo. En Bizancio sers siempre un brbaro. Los poderosos te observan llenos de suspicacia. Qu te gustara ser, Teodorico? Csar del imperio? Quieres renegar de la fe arriana y prestar juramento por las frmulas de Nicea? Quieres renunciar totalmente a tu lengua materna, la lengua goda, y adoptar un nombre griego? Quieres solicitar la mano de cualquier lejana sobrina isauria de Verina? T, el descendiente de Amal, el prncipe de la estepa? Crees, amigo mo, que algo de ello sera posible? Tu pueblo te repudiara, tu madre te maldecira. Ten cuidado, Teodorico, eres an demasiado joven para caminar solo!

La estepa se encontraba inmensamente lejos de Roma e inmensamente lejos de Bizancio. Ao tras ao rugan las tormentas sobre el gran lago, y el huracn derribaba solitarias columnas romanas. Todos los aos se desmoronaban algunos metros de muralla. Tras los clidos estos no podan alimentarse los rebaos en los pastos resecos, y la poblacin de las aldeas circundantes disminua. Los seores godos no llevaban en la mano otra herramienta que las armas. Entendan de caballos y de caza, y pescaban en el lago con el arpn. Pero, qu seor sembraba en primavera, tomaba el arado o segaba el trigo con la hoz?

Los seores godos estaban inquietos y vagaban por la comarca. Las tribus gpidas se mostraban hostiles; cualquier da, cualquier noche poda esperarse un ataque. Tambin eran hostiles los hunos y los srmatas. La estepa pareca ilimitada, pero era un hervidero en todos los lmites. Por doquier acechaba el peligro! El glido viento que soplaba del Danubio haca temblar al ganado, y los propios godos pasaban hambre entre las ruinas de la ciudad romana. La legacin que regresaba a la residencia del rey godo desde Bizancio, traa noticias de Teodorico. Viva rodeado de lujo; en la proximidad de la augusta pareja se vea al rubio prncipe vistiendo costosos ropajes. Iba y vena con la misma dignidad que los dems residentes del palacio imperial. Tena un lugar al borde de los jardines imperiales cuando en el hipdromo aplaudan cien mil espectadores a los conductores de carros de los Azules y los Verdes. Los enviados oyeron decir que su prncipe hablaba con todos en sus distintas lenguas, pero que entre todas prefera el griego. Sin embargo, cuando habl con los enviados de su patria en la abovedada estancia del palacio, mientras les agasajaba con vino de Chipre, emple la entonacin y los giros de su pueblo. Se acordaba de todos, incluso del nombre de los caballos de los nobles. El gran lago, el caaveral, las tormentas y los pjaros seguan vivos en l. Les entreg regalos para su madre Erelieva y para sus hermanitas, las hijas de su padre. Vuelve a casa, Teodorico le dijeron los enviados, o por lo menos, eso le pareci or. Haba muchas divergencias y disputas entre las tribus; caballos robados, pastos reclamados por ambos bandos, caceras en tierra ajena; rias acerca de dnde tena que estar la balsa, dnde se podan echar las redes, adonde haba que llevar los caballos a pastar. Los departamentos del prncipe se hallaban en el segundo piso del palacio imperial. Mira dijo al legado, a tus pies est la ciudad: el cabo, el gran mar, el estrecho, el Helesponto, el Cuerno de Oro, el mar de Mrmara. Las naves de tres continentes se dan cita aqu para descargar sus mercancas. El legado dijo: Desde aquella colina donde se levantaba cuando eras nio la casa romana, en cuya bodega encontrasteis nforas y plata, desde aquella colina bajaron unos gpidos ladrones de caballos y robaron algunos caballos que pacan algo separados del resto. Desde la ventana se contemplaba Bizancio, que era slo una minscula parte del mundo; sin embargo, el imperio, que profesaba una fe y respetaba a su emperador, era mil veces ms extenso. Caballos robados, rias por una franja de pastos, gpidos... todo ello pareca un

hormiguero, visto desde el segundo piso del palacio. Y no obstante, la imagen, que ya tena diez aos, se ilumin, se abri paso entre los recuerdos y apart a un lado el ocano de casas, el puerto, la flota, el circo y los millones de habitantes. Teodorico viva de nuevo en la estepa, que no tena lmites, solamente piedras miliares romanas que se alzaban cada mil pasos en las antiguas calzadas; nadie haca reparar aquellas calzadas, y pese a ello transitaban por su dura y azulada superficie los carros y los jinetes de los godos, a travs de bosques, lomas y pantanos. Era lo nico del imperio que se conservaba en la estepa: Va significaba entonces, junto con otro nombre, una direccin. De Roma se conservaban en la estepa las murallas que rodeaban la residencia del rey, villas sin tejado y columnas de rotos capiteles. Se acord del viento y de las tiendas de piel, y oli de nuevo el hidromiel fermentado. Vio la suciedad. En Bizancio, en el palacio imperial, el agua caliente sala de tuberas. El agua no dejaba de manar, desapareca en las alcantarillas y volva al ocano. Viento, tiendas de piel. Pero la estepa le perteneca. El legado de los godos conoca a Prisco desde el tiempo en que ste visitara por primera vez la corte de Atila, en la tierra situada entre Istria y Tisia. Adems, el legado haba venido repetidas veces a Bizancio y comprenda un poco el griego. Tambin saba contar el dinero que le entregaban en concepto de subvencin, lo cual haca con mucha atencin, porque a los eunucos de la Tesorera les gustaba escatimar unos cuantos slidos a los brbaros. Ya es tiempo de que regreses a casa, Teodorico. Los hombres estn inquietos. Somos pobres. Qu podemos comprar con el par de bolsas de dinero que nos llevamos de aqu? Los mercaderes van aumentando el precio de sus gneros a medida que se alejan, y al llegar al gran lago todo vale diez veces ms. No tenemos hierro para forjar espadas y lanzas. No tenemos comida cuando la nieve se derrite. Somos incapaces de curtir nuestras pieles para hacer sillas, ropas y tiendas. Somos pobres, seor. Los muchachos han ido creciendo; tus antiguos compaeros ya son jvenes guerreros. Arden de impaciencia. El pan del emperador es amargo. Italia sigue viviendo en la abundancia, y Bizancio es el paraso. En cambio nosotros slo podemos vivir en la estepa, entre el lago y el ro, y no podemos molestar ni saquear a los otros aliados del emperador. Es como en los viejos tiempos, cuando Atila nos echaba un trozo de tierra como si fuera un hueso, para tener contentos a los godos que crean en Cristo. Pronto acabarn las incursiones desenfrenadas. Vers, Mundo, el nieto de Atila vive aqu, en palacio. El da en que recibi el bautismo jur fidelidad al emperador.

T vives aqu, Teodorico, y sabes muchas cosas. Vuelve a casa. Todos preguntan por ti en invierno, junto al fuego, y hablan de ti cuando en otoo caen las estrellas. Da a los pobres godos una nueva patria... Desde el segundo piso vio a la legacin goda cargando sus carros. Tuvieron que apartarse a un lado cuando pasaron otros carros; despus lleg un jefe de los Azules o los Verdes a visitar las caballerizas. Tambin pasaron literas en las que se trasladaban de un lado a otro los eunucos. Aparecieron mercaderes ambulantes. Husmearon el dinero y ofrecieron a los godos vino, caballos, armas y carros. Tal vez el anciano se dej engatusar y compr a buen precio alguna insignificancia con sus slidos. Con qu precaucin se comportaba el legado en la gran ciudad, cuyas leyes desconoca. Estaba nervioso, aqu podran atacarle, y quera traspasar cuanto antes las murallas Teodosianas. Le asustaba la ciudad, sus multitudes y el ruido. Le repugnaba el olor de cien mil lmparas en las que arda aceite de mala calidad. Ahora ya partan hacia la patria. El anciano no perdi de vista ni un solo momento el carro cubierto de pieles, pues su carga de oro era muy valiosa. Vuelve a casa, Teodorico! Estas palabras le sonaron al odo durante mucho rato, las oy por encima del gritero de la calle, y el rumor del Hipdromo las amplific.

XI

El nuevo emperador de la Roma de Occidente, Julio Nepote, confi a Orestes, el mejor conocedor de los asuntos galos, la direccin de las negociaciones. La Galia, nica provincia que permaneca en poder de Roma, se hallaba en gravsimo peligro. Eurico, rey de los visigodos, reivindicaba la provincia. Gran parte de la poblacin era catlica, y hablaba latn como los romanos. Naturalmente, tanto los campesinos como los habitantes de la ciudad teman a los godos arrianos. Eurico haba dado una prueba del sistema brbaro de hacer la guerra. Era cierto que sus jinetes no podan echar abajo las murallas de piedra de las ciudades galas, pero el hambre acababa en pocas semanas o pocos meses con las ciudades pequeas. Eurico venda a sus habitantes, que, reducidos a la categora de animales, tenan que trabajar toda su vida como esclavos de sus seores brbaros.

El emperador esperaba que Orestes encontrara un remedio de tan difcil situacin, porque se haba educado en la escuela de Atila y aprendido all el doble juego de las amenazas y las promesas. Conoca los deseos y ambiciones de las tribus brbaras, y tambin de las dinastas y los pueblos de origen reciente. Eurico pretenda obtener mediante un tratado toda la Galia, gran parte de la cual ya haban conquistado sus ejrcitos. Exiga un documento solemne, una firma imperial y una bendicin eclesistica. Si se los concedan estaba dispuesto a reconocer una lnea fronteriza que asegurara para Roma un tercio de las antiguas Galias, mientras que el resto pertenecera a los godos. Las escasas fuerzas romanas de la Galia estaban bajo el mando del acreditado Ecdicio, a quien dos emperadores haban prometido la dignidad de patricio, sin que todava hubiera sido firmado el decreto de nombramiento. Cuando se difundi la noticia del ignominioso pacto galo, la mirada de los colonizadores romanos se pos en Ecdicio: Si el imperio nos abandona, t eres el nico que puede ayudarnos. La Galia ha de decidir su propio destino; puedes disponer de nuestras vidas y nuestros bienes. Ecdicio no dio muestras de apresuramiento. Primero fingi obedecer las rdenes, reuni a su alrededor a las fuerzas romanas, y entonces se volvi hacia Ravena y les hizo saber su negativa. En Ravena, la Cancillera se hallaba precisamente ocupada en la redaccin del memorable tratado de paz romano-godo cuando lleg la noticia de la desobediencia de Ecdicio. El general deca: El emperador no tiene derecho a renunciar a una antigua tierra romana, ni puede vender la provincia en una hoja de papel. Ciudadanos y campesinos formarn ejrcitos que corten los caminos y construyan murallas en torno a las ciudades ms pequeas. Qu se propona el arbitrario general? Tambin a esto contest: Ecdicio fundara una repblica gala libre, independiente de la incapacidad y la tirana de los emperadores de fugaz reinado. Los consejeros de Ravena fueron presa de repentina excitacin. Habra que mantener a raya al sedicioso Ecdicio, que osaba desobedecer a su emperador. Ante todo era preciso saldar cuentas con los amotinados! En los alrededores de Roma se reuni el ltimo ejrcito disponible. Orestes pas revista a las tropas. Un ejrcito? Slo dbiles legiones... Los guerreros de Julio Nepote, alistados en Bizancio, eran antiguos

partidarios de Glicerio, que hasta ahora se haban dedicado a desvalijar a los viajeros en los montes sabinos. Sera muy difcil convertirlos en un autntico ejrcito romano. Orestes consider la empresa casi desesperada. Informe tras informe sali en direccin a Ravena. Como respuesta lleg un decreto imperial elevando a la categora de patricio al antiguo secretario de Atila. En la Urbe, el nuevo patricio habitaba el ala del palacio del Palatino que an conservaba el tejado. Cuando sala para adiestrar a las tropas, los residentes del barrio solan ver al abuelo Rmulo, encorvado por la edad, paseando con su nieto, rubio y de ojos azules, que se llamaba Rmulo Augstulo. Se detenan en una de las baslicas, el achacoso anciano permita al muchacho encaramarse a una de las viejas tribunas del Foro Romano, y entonces el abuelo peda al nieto que declamase. Orestes ya no era joven, los aos haban cavado surcos en su rostro. Ahora, de pronto, todos los esfuerzos le pesaban. Tena que encargarse de sacar dinero para el abastecimiento y las soldadas. Trataba con proveedores y buscaba el dinero donde y como poda. La orden del emperador era: Tomad las armas! Castigad a Ecdicio, el renegado! Reinstaurad la paz en la Galia! Devolved al rey de los visigodos las provincias romanas que le fueron prometidas. Orestes contaba con Odoacro, el hijo de Edecn. El rango de lancero era demasiado poco para un capitn tan joven y valiente. Le hizo ascender, escaln por escaln. Durante su viaje con Edecn a travs de Tracia, el padre haba hablado de su hijo. Odoacro deba tener entonces los mismos aos que tena ahora Rmulo Augstulo. S, el hijo de Edecn tambin poda aadir a su nombre un nombre romano. Pero qu brbaro sonaba Odoacro en los odos romanos. En aquel tiempo Edecn era ms viejo que l. Sin embargo, se llevaban bien, y slo en apariencia sentan celos el uno del otro. En realidad haba sido Edecn quien recomend a Atila al polglota, astuto y educado Orestes. Las noticias recibidas por Orestes eran contradictorias. A un conocedor de la situacin deban parecer muy dudosos los rumores que llegaban del norte de Italia. Los guerreros no participaban de buen grado en una campaa contra ciudadanos romanos. Entre las legiones cunda el malestar. El general comprenda por innumerables indicios que el horizonte se estaba oscureciendo. La mayora de guerreros eran brbaros, y no obstante, Roma segua siendo para ellos una estrella luminosa, y soaban con poderse llamar

algn da, cuando hubiesen cumplido su servicio, civis romanus. El hechizo de las palabras ciudadano romano an no haba perdido su fuerza. Y aquellos contra quienes pretendan mandarles a luchar eran tambin romanos, cuya nica aspiracin era pertenecer al imperio y no estar sujetos a los godos. Luchar en la Galia? Asesinar al hermano catlico? Al ciudadano que esgrimira su arma bajo el mando de su obispo y por la libertad, la patria y el honor de su hija? Fueron noches muy turbulentas las que pasaron los centuriones en la tienda de sus capitanes. La orden del emperador deca: En cuanto se acerquen los idus de marzo, Orestes debe salir con el grueso del ejrcito y dirigirse hacia la Galia. Todava faltaban algunas semanas para que se secasen las calzadas, hmedas de las lluvias invernales. El objetivo era Aquitania. Ciudad y provincia deban ser entregadas a toda costa, segn estipulaba el tratado, al mandatario de Eurico. Los senadores de Roma haban abandonado al emperador. Julio Nepote resida en Ravena; para ellos esto significaba su negativa a gobernar con el senado. Los patricios miraban con preocupacin hacia la Galia. Era la nica provincia que le quedaba a Roma. Ahora, ese emperador llegado del extranjero la regalaba a un prncipe brbaro! Orestes habl con las tropas auxiliares hunas, as como con los antiguos guerreros toscanos de Glicerio. Los conoca a todos, y ellos se confiaron a l: a quin era necesario vigilar, bajo qu rostro se ocultaba un hombre de Ravena. Por fin lleg la maana del mes de marzo en la cual el ejrcito enfil la Va Appia. Muchos habitantes de la urbe acudieron en tropel para contemplar la marcha del ejrcito, un espectculo que no haban visto haca mucho tiempo. Se restablecieron antiguas costumbres, los portadores de la insignia levantaron en alto el guila de bronce. Pas la caballera pesada bizantina, seguida por la caballera ligera de los brbaros, con arneses de cuero, arcos y flechas; despus march a paso regular la infantera romana, con coraza, escudo y lanza, el orgullo de la ciudad. Las tropas llevaban consigo mquinas para el asedio. Bajo las ruedas de las catapultas y de los onagros retumbaba el empedrado del camino real. Ave, Csar!, quisieron gritar a Orestes algunos senadores, pero la severa mirada del patricio estaba fija en el ejrcito. En qu pensaba Orestes? Recordaba la marcha de la caballera de Atila, en salvaje desorden, desde las orillas del Danubio? Orestes se hallaba ya en la segunda mitad de su vida, pero todava era un hombre fuerte y robusto.

Detrs de l montaba un pequeo caballo su rubio hijo, el dolo de los legionarios: Rmulo Augstulo. Roma se despidi de ellos. Al amanecer, la urbe tuvo ocasin de ver de nuevo a las tropas. Las rdenes eran que todo el ejrcito se concentrase en el Forum Livii. All se dividira en dos partes. La guardia de corps y las mejores unidades deban dirigirse hacia Ravena. Su objetivo era la costa del Adritico, mientras que Orestes seguira su marcha hacia la Galia con el grueso del ejrcito.

Forum Livii. El ejrcito lleg tras una larga marcha al fortificado acuartelamiento. El caprichoso marzo, el mes de los guerreros, haba agotado a las tropas con intervalos de lluvia, nieve, temperaturas bajo cero y un clido sol primaveral. Aqu esperaron a Orestes, a fin de que separase el grueso del ejrcito y enviase a Ravena a los mejores jinetes, la guardia de corps y la mitad de las legiones. Segn las rdenes, la divisin del ejrcito deba hacerse tras un da y medio de descanso, transcurrido el cual el patricio deba emprender inmediatamente la marcha hacia la Galia. Orestes convoc a los oficiales para una conferencia. En ella se decidira quien marchara hacia el norte y quien, hacia Ravena, para servir al emperador en la costa del Adritico. Los legionarios estaban de mal humor. Una marcha como aqulla agotaba incluso a los ms fuertes. Los animales se haban adelgazado durante el largo invierno. Era prudente afrontar en tal estado los pasos de los Alpes? Orestes hizo esperar a los oficiales... deliberadamente. Mientras tanto se sirvieron vino de Orestes. Faltaba muy poco para la medianoche cuando finalmente apareci el patricio. Antes de abandonar su alojamiento, Orestes despert a su hijo. Con infinito amor acarici sus cabellos rubios; el muchacho, algo malhumorado, pero obediente, se frot los ojos. Toma t tambin tu espada dijo el padre. El nio bostezaba, sooliento, mientras pasaban por entre las filas de guerreros y guardias de corps; as llegaron a donde esperaban los oficiales. Llova sin interrupcin. Cbrete la cabeza con la capa, Rmulo recomend el padre, y pens que a esta edad l ya viva sobre la silla y haba tomado parte en las incursiones de los hunos.

El patricio permaneci un minuto en el umbral. La apasionada conversacin se oy desde fuera. Al alba debemos emprender la marcha. De Ravena ha llegado la orden de dividir el ejrcito. Nosotros no iremos a la Galia! No puedes desobedecer la orden del emperador! No existe una ley por la que pueda obligarnos a ahogar en sangre la rebelda de Ecdicio. Qu puedes hacer t para impedirlo? Con esta espada soy ms fuerte que el emperador! Qu clase de emperador es ste, que se oculta en los pantanos de Ravena? A m me debe dos meses de paga. Cuando me haya pagado, decidir lo que voy a hacer. Decidir t? Un gusano, un don nadie? Glicerio fue emperador, y hoy es un obispo con la cabeza rapada. Cruzar los Alpes con este tiempo? Sera tentar a Dios. Quieres vivir eternamente, Lucio? Orestes oy las voces. Denotaban ira, decepcin, nimo rebelde, pero la indignacin an no tena una forma concreta. Cuando l entr, no le saludaron con ningn Ave, pero todos se levantaron de sus asientos. No estaban de acuerdo. De haber seguido bebiendo vino, hubieran acabado peleando. Algunos ya haban perdido su dignidad de oficial, y se adverta en ellos al antiguo mercenario. La orden que el patricio llevaba en la mano haba sido redactada con mucha torpeza por algn miembro de la Cancillera; aun en tiempos de paz, un general obedeca de mala gana una orden como aqulla. Se ruega comuniques qu unidades has enviado al Adritico. Apresura tu marcha, evita cualquier dilacin! Esperamos tu informe, en el que nos digas que ya has cruzado la frontera de Liguria. Cuando Orestes ley la orden, el tono de su voz traicion el desprecio que le inspiraba. Durante un minuto rein el silencio. Reprimiran

an su indignacin? No era todava el momento de dar rienda suelta a las pasiones...? Entonces se produjo la primera negativa! Veinte severos rostros de legionarios, cubiertos de cicatrices, se volvieron hacia el hombre que haba roto el silencio. Su no caus el efecto de un rayo. El muchacho rubio mir, sobresaltado, a su padre. As no le haba visto nunca: en estos momentos decisivos, la excitacin de Orestes se pareca al xtasis. Decide t, Orestes; eres el patricio. T tienes la palabra. As debi erguirse Csar en el Rubicn quinientos aos antes. Ya lo he decidido! No vamos a la Galia! Maana temprano se pondr en marcha todo el ejrcito, directamente hacia Ravena. Ave! Ave! Pero era preciso insistir ms. Legionarios! Quien quiera venir conmigo, que levante la mano. Todos tenis derecho a elegir la otra alternativa. Amigos mos, decidid! Ave! Ave! Dos manos se levantaron en seguida, pero cuando las vieron los que vacilaban, se unieron a ellas. Roma ha hablado! Orestes pens: Es de noche, hablan entre los vapores del vino. Qu ocurrir maana, cuando los oficiales estn sobrios, cuando se haya mitigado su indignacin? Legionarios! Puesto que est decidido, no debemos perder un solo momento. Si ahora partiera un jinete, que con la esperanza de una recompensa llevase la noticia a Ravena, nuestra suerte estara en peligro. Hemos de renunciar al sueo por esta noche, y vencer el cansancio del cuerpo. Las cornetas tocaron la orden de marcha. El muchacho rubio pareca cansado bajo la lluvia. Su padre lo cubri con una pesada capa. La caballera enfil la calzada a un trote ligero. La sigui, en los carros, la infantera. Si todo iba bien, en tres das podran poner cerco a la inadvertida Ravena. Entonces tendr en la palma de mi mano al emperador y al imperio.

Quieres ser emperador, Orestes? pregunt un viejo centurin que serva bajo su mando desde que llegase a Italia tras la cada del reino de los hunos. Por las venas del nio flua sangre romana. En su nombre, por dos veces, estaba representada Roma. El muchacho tiritaba de fro. Dijo de improviso: Tengo hambre. En marcha! Los legionarios se fueron desperezando lentamente. En el campamento reinaba el estrpito y el mal humor. Espitar las tinajas de vino! El maestro contable tiene que recoger los ltimos sestercios de la caja del campamento. A partir de hoy todos recibirn paga doble. No vamos a la Galia. En marcha hacia Ravena! Ravena era inexpugnable como ciudad. Por este motivo la elegan siempre como sede los emperadores que teman a los ejrcitos, los levantamientos y la muerte negra. Una enorme comarca pantanosa rodeaba la ciudad, y hacia el sur se extendan espesos bosques a lo largo de la costa; tampoco por aqu poda avanzar un ejrcito. Classis, el puerto, era muy apropiado como lugar de reunin de la flota, pues estaba protegido y muy cerca de la capital. Desde el mar soplaba siempre una agradable brisa, y no haca el calor agobiante de la Urbe. El viajero bizantino que llegaba a Italia, prefera vivir en Ravena. Aqu no se vean jams las masas de gente que se agolpaban en la Ciudad Eterna para pedir muchas veces con piedras y palos juegos y pan. Ravena era inexpugnable si se mantena la vigilancia y una cadena de centinelas al borde de los pantanos para impedir una invasin. Con fuerzas relativamente escasas, cualquier ejrcito poda ser detenido frente a la ciudad. El ejrcito haba avanzado durante toda la noche. Ahora apenas llova, y entre las nubes se asomaba la luna llena. La noche era fresca, pero un ligero viento que soplaba a sus espaldas prestaba animacin a hombres y caballos. A Orestes le vinieron a la memoria mil estratagemas blicas que aprendiera junto al rey de los hunos. Haban pasado veinte aos desde que al Azote de Dios le sangrara la nariz en su noche de bodas. Las horas de la noche parecan ms largas. El ejrcito haba dejado atrs un tramo considerable de la calzada que conduca hacia el este, cuando Orestes llam al mejor hombre de su guardia. Quera enviar una noticia a Julio Nepote y certificar el mensaje secreto con su anillo.

Comunica al emperador deca el mensaje que la fidelidad de Orestes no ha flaqueado ni un solo minuto, pero que es impotente frente a los soldados que se niegan a obedecer: no quieren ir a la Galia. El patricio Orestes no puede hacer otra cosa que evitar la dispersin del ejrcito, por lo que lo conduce hacia Ravena. Durante el camino har todo cuanto est en su mano para retrasar la llegada. Sin embargo, no recomienda al emperador que aguarde la llegada del ejrcito. Los agitadores se han hecho dueos de la situacin, e inflaman los nimos contra Bizancio. Orestes, el patricio, insta a su seor a que se embarque y abandone Ravena. De este modo evitar a la ciudad un asedio innecesario. Cuando haya pasado la tormenta y los guerreros estn tranquilos, podr regresar. Orestes contaba las horas. La vanguardia avistaba ya los pantanos cuando lleg el mensajero montando otro caballo. Levant el brazo en el saludo romano: Ave! No pudo decir nada ms, pues su mensaje era secreto, pero los legionarios supieron leer en su rostro, que rebosaba satisfaccin. Al principio, Ravena quera luchar y hacerse fuerte tras las murallas. Cuando se hizo recuento, result que cinco mil hombres armados protegan la soberana de Julio Nepote. Podan defender la capital. En marzo, la caballera no encontr en los alrededores suficiente heno, como tampoco suficiente carne y pan. Pero entonces habl Lucio con lanceros y centuriones. La palabra de Orestes era palabra de patricio. Su peso era considerable. Guerreros, no sirvis a ningn griego! Ante las murallas de Ravena anunci el general de la caballera huna que los vados se encontraban en sus manos y que la capital se hallaba estrechamente sitiada, comenzando desde el bosque de pinos. No hubo resistencia en ningn lugar; Ravena semejaba una colmena abandonada. La ciudad no arda en ninguna parte, no hubo saqueo. Lucio haba puesto el anillo en la mano del capitn de las tropas defensoras. Tres naves zarparon, impulsadas por la fresca brisa. Cuando estuvieron lejos de la costa y el timonero vio que el viento soplaba con ms fuerza contra las velas, pregunt al emperador en voz baja, y en su lengua nativa, que era la dlmata: Rumbo adonde dirijo la nave, seor? La prpura ya no era un smbolo ni un distintivo imperial, solamente una tela de grueso tejido con la que protegerse del viento marino. Hacia Salona!

La vieja ciudad, la vieja residencia. Una ciudad pequea y una residencia ms bien pobre, pero que haba sido suya y donde nadie le ofendi. Hasta que llegaron las palabras de Verina. Estas tres naves dlmatas eran las ms veloces, y el maestro velero y la tripulacin, compatriotas suyos. En el mar, Julio Nepote era an el amo. Amaneci un nuevo da. Si todo iba bien, a medioda podan estar en Salona. En los cofres se hallaban los tesoros, los ornamentos de la iglesia, las reliquias. Cien hombres, entre seores, guardias y centinelas, no ms, haban querido seguir a Julio Nepote. Para ellos haba lugar suficiente en las tres naves. Cuando desembarcaron en Salona, se dirigieron a un Tedeum que celebrara el obispo de la ciudad, antiguo emperador, Glicerio. Slo siguieron a Julio Nepote algunas personas del squito y los seores bizantinos y dlmatas. La corte imperial permaneci en Ravena casi en su totalidad, as como los habitantes, acostumbrados ya a los rpidos cambios del destino. Los dedos de una mano no bastaban para contar los emperadores depuestos de los ltimos aos. Orestes hizo su entrada. Algunos funcionarios se apresuraron a anticiparse a los otros con sus Ave, Csar, a fin de conquistar el favor del nuevo soberano. Queran ser los primeros en la coronacin del emperador. Pero Orestes no dio muestra alguna de aspirar a tal dignidad. Bajo la tnica llevaba la armadura de soldado, y en la mano, el bastn de patricio. No permiti que le rodearan los guardias de corps. Cuando alguien se le acercaba, y con palabras dulzonas le haca alusiones respecto a la prxima eleccin de emperador, le rechazaba con gestos casi bruscos. Noble amigo, esto no es ahora lo ms importante. Primero hay que conjurar el peligro de la Galia. Slo cuando hayamos solucionado el problema de Eurico, podremos decidir sobre los asuntos del imperio. Para todos tena el patricio una palabra, y para cada uno en su propia lengua. Resida en el palacio, y solamente abandonaba su mesa de trabajo para cabalgar hacia donde estaban sus tropas. Era un autntico general, se preocupaba por todo, se daba cuenta de todo. Mand llamar a Ravena a los gobernadores de provincia, a los prefectos y a los generales de las unidades del ejrcito. Sus habitaciones parecan un hormiguero. El muchacho se mantena junto a su padre. Rmulo, el abuelo, era ya muy anciano. Se sentaba al sol y lea sus poesas predilectas. Su mirada

se posaba, sonriente, en el nieto, cuando Rmulo Augstulo, rubio y esbelto, vistiendo una tnica orlada de prpura, pasaba junto a su padre. Desde los campamentos militares llegaban al patricio las declaraciones de fidelidad. La carta ms fra fue la del Tesino. Mencionaba condiciones, y que nadie gozaba ms que temporalmente de la confianza del ejrcito. Fuera cual fuese el ttulo conferido por el emperador depuesto, con l se acababa su efectividad. Iba dirigida a Orestes como caudillo de las tropas de Ravena, y no como patricio. Quin ha redactado esta carta? En cada cancillera militar prevalecan costumbres distintas; el general sola dictar el texto, pero el escriba le prestaba su propia redaccin. Era posible que en el Tesino tuviera un enemigo cuyas esperanzas no se hubiesen visto cumplidas. Odoacro es quien manda en el Tesino, seor. Era el hijo de Edecn quien osaba escribirle a l, el patricio, en este tono? El lancero a quien ascendiera al segundo puesto en el acuartelamiento del Tesino? As demuestras tu agradecimiento, Odoacro? El muchacho participaba en las reuniones del consejo. Al principio nadie vio intencin en ello. Orestes era un padre ambicioso, y quera que su hijo, en lugar de perder el tiempo, aprendiese a hablar como los hombres. Un patricio era casi un prncipe; convena que su hijo recibiese la educacin adecuada, ya que en su edad adulta dirigira los asuntos del Estado. Pero el padre preguntaba cada vez ms a menudo a su hijo, y en tono casi reverente: Qu opinas de esto, Rmulo Augusto? Y el muchacho, como un alumno obediente, repeta la frase que su padre seguramente formulara por anticipado. Entonces Orestes miraba con expresin triunfante a todos los presentes y esperaba de cada uno de ellos una sonrisa e incluso una ovacin. Los miembros del consejo matinal, aquellos que conocan los ms ntimos pensamientos de Orestes, llegaron a la conclusin de que el patricio estaba forjando algn plan, y que cuanto antes se adhirieran a l, mejor. El acuartelamiento del ejrcito se reparti por toda la demarcacin de Ravena; durante el clido verano, los soldados retrocedan de buen grado hasta los bosques de pinos y su bienhechora sombra. Cuando el

servicio lo permita, entraban en grandes grupos en la ciudad, para gozar de las delicias de la urbe. As lleg una tarde un grupo de oficiales, junto con una docena de soldados que, totalmente armados, acompaaban a sus superiores. Nadie pregunt sus intenciones; se dirigan directamente hacia el palacio. Los oficiales buscaron al capitn de la guardia. Estaba durmiendo. Intercambiaron miradas; ahora podran sorprender a sus seores sin encontrar la menor resistencia. Corrieron hacia el primer piso. Fuertes puos golpearon la puerta. Buscamos al Csar Rmulo Augusto! Se abrieron muchas ventanas. Un sonido de cornetas despert de su siesta al pueblo de Ravena. La gran plaza se llen de improviso; todos los soldados que se encontraban en la ciudad, de servicio o fuera de l, acudieron a grandes zancadas. Ave, Csar! El muchacho estaba aterrado. Conoca la historia romana lo bastante para saber que no poda vacilar un solo instante. Primum vivere... lo primero era sobrevivir a esta hora difcil en que se vea sacado casi a rastras de su habitacin. Dnde haba una tnica? El nuevo emperador no poda mostrarse a sus soldados vestido como un da cualquiera. Uno de los oficiales cambi algunas palabras con el mayordomo de palacio. ste record que Julio Nepote se haba hecho cortar una capa nueva, tal vez una semana antes de su vergonzosa huida. Los talleres se encontraban en un ala lateral del palacio. El sastre dormitaba; la capa, con las costuras slo parcialmente cosidas, estaba en un rincn. Quin necesitaba ahora una tnica imperial? La capa haba sido cortada para la corpulenta figura de Julio Nepote; la adornaba una valiosa prpura llegada expresamente de Tiro. Ahora bastara la mitad de la capa para envolver a Augstulo de pies a cabeza. En el Foro haba miles de personas. Gran parte de los guerreros eran germanos. Segn una antiqusima costumbre, alzaban a su rey sobre el escudo. Ahora Rmulo Augusto tuvo que colocarse sobre el ancho escudo de bronce, sostenido con mano firme por seis guerreros. Se mantuvo as, rubio, de ojos azules, sonriente, con el rostro algo sonrojado. La capa de prpura pareca alargar su figura, como si se tratase realmente de una aparicin principesca. Un autntico romano! Se asom a la ventana el caballero Rmulo, con el inevitable pergamino en la mano, que utiliz para saludar a su nieto.

Pero, dnde estaba Orestes? Por qu no tomaba parte en el nombramiento que l mismo haba preparado? No saban todos que Orestes quera unir de este modo para decirlo con las palabras del viejo Lucio la dignidad del emperador y del patricio en una sola persona? El patricio estaba angustiado. Ahora que haba llegado el momento cuidadosamente preparado por l durante un ao, las dudas le atormentaban. Tena derecho a incluir a su propio hijo en la lucha por el poder? El nico ser a quien Orestes, el maquinador, amaba realmente? Patricio! Patricio! gritaban a coro los guerreros. Les hizo esperar. Les hizo esperar hasta que fueron a buscarle y casi le obligaron, como si todo sucediera contra su voluntad, a ser testigo primero, y despus, a tomar parte, en el alzamiento del escudo. El muchacho se mantena sobre el escudo. Le haban dado un bastn de mando que encontraron en palacio. No llevaba nada en la frente; deba ser el obispo quien colocase la diadema sobre su cabeza. Sonri y dijo algo, pero el gritero de la multitud y el silbido del viento procedente del mar ahogaron todas sus palabras. Orestes se hallaba al pie del escudo convertido en trono. No dobl la rodilla, como convena a un sbdito. Inclin la cabeza. Su voz se oy por encima de los gritos del gento. Ave, Csar! grit el padre. Por segunda vez haba puesto en movimiento la rueda del destino, al rendir este homenaje a su hijo. Aquella noche el cronista escribi en su libro: El patricio Orestes, como padre, ha elevado a su hijo a la dignidad de emperador.

XII

En los ocho balnearios ms conocidos de la ciudad, en los alrededores del Hipdromo, y ante todo en el atrio de la Baslica se rumoreaba haca das que algo se estaba tramando. Los eunucos no abandonaban

su ala del palacio. Las ventanas palaciegas estaban muy bien iluminadas, y se haba doblado la guardia. El emperador Len, a quien los bizantinos haban dado el irrespetuoso apodo de el Carnicero, ya no era el mismo hombre que un da organizara un bao de sangre, no slo en las filas de sus enemigos, sino tambin entre aquellos de los cuales poda esperar ayuda en caso de un levantamiento popular o una revolucin palaciega. Len, el de las manos ensangrentadas, era hoy un anciano humilde y enfermo, y la tradicin exiga de l que ahora se dedicase a ordenar los asuntos del trono y del imperio. Verina presenta que haba llegado su oportunidad. Todo el poder se hallaba concentrado en sus manos: el Sello, el senado, los sacerdotes y la guardia. La emperatriz tena marido, una hija, un yerno y un nieto. Ariadna, la hija, de gran docilidad y muy aficionada a la poesa, obedeca ciegamente todas las rdenes de su madre. Verina haba elegido el marido de Ariadna. El hombre posea en Isauria extensas propiedades, tena influencia y era prncipe de una tribu guerrera; cuando lleg a Bizancio, todos le honraron poco despus con el nombre de Zenn, y fue nombrado capitn de la guardia. La hija del emperador dio a su marido un hijo, que fue bautizado con el nombre de su abuelo, Len. Ahora, prximo ya un cambio en el trono, Verina decidi hacer coronar emperador a su nieto. As fundara una nueva dinasta. Zenn deba ser ascendido y recibir la dignidad de un Csar, pero sin disponer de un pice ms de poder que hasta ahora. La verdadera regenta sera ella, Verina. Ahora lo nico que quedaba por hacer era preparar el ceremonial: el emperador tena que nombrar sucesor suyo a su nieto, y el Senado y los dignatarios eclesisticos, aceptar la voluntad del Altsimo. Alrededor de medioda, las personas que merodeaban por la plaza del palacio fueron conducidas hasta las calles adyacentes por un grupo de guardias. Aparecieron tres literas custodiadas que ostentaban la insignia del patriarca. La gran puerta de bronce se abri en honor del alto dignatario de la Iglesia. La noticia se difundi por Bizancio con la velocidad del viento. Cul poda ser el motivo de la visita? Seguramente concertaran los detalles de la coronacin, y cundo el primer dignatario eclesistico del imperio colocara la diadema sobre la cabeza del pequeo Len. Muy pocos saban que Len, que hasta haca poco haba dirigido sus destinos con mano de hierro, se negaba a dar su consentimiento. No estaba dispuesto a conceder a su yerno Zenn los imperiales escarpines de prpura. Le corresponda nicamente la dignidad de patricio, que durante largo tiempo ostentara Aspar antes que l.

Poco despus de la visita del Patriarca, el estado del emperador empeor repentinamente. En casos similares siempre surga el rumor de que en el palacio imperial haba hechiceras dispuestas a ayudar con sus suaves decocciones a pasar a un mundo mejor a aquellos cuya vida se estaba extinguiendo. Tras el ceremonial secreto, la agona no poda durar en Bizancio ms de tres das. Nadie supo si haba ocurrido algo o si se haba apagado espontneamente su vida. La noticia del fallecimiento del emperador se propag durante las horas de la tarde, cuando sacerdotes y monjes entraron en los patios interiores y exteriores de palacio en seal de duelo, y empez el ceremonial para la salvacin del alma del difunto. El trono del imperio no poda permanecer vaco. A primera hora de la maana fue convocado el Senado, que en Bizancio era slo una sombra de lo que fuera la asamblea de patricios romanos. Careca de autoridad en los asuntos del imperio, y ni siquiera se le preguntaba su opinin. Se trataba nicamente de un ttulo y una dignidad con los cuales se halagaba la vanidad de viejos estadistas y personas nobles. La nica misin del Senado era asistir a la toma de posesin del nuevo emperador, despus de que su antecesor hubiese recibido sepultura. El Senado, pues, se dispuso a esperar, y mientras sus miembros se observaban mutuamente, empezaron a sopesar las posibilidades. Como piezas de un tablero de ajedrez estaban: Verina, Ariadna, Zenn... y Len, el nio. Quin asumira los cargos de primer ministro y segundo, quin conservara su dignidad de magister officiorum o tribunus militum, quin sera el nuevo Silenciario, administrador de palacio y eunuco mayor de su Majestad Imperial? Qu palabras dirigira al nuevo emperador el orador de la delegacin del Senado, cuando le reconociera como basileo? No podra ensalzar sus mritos de guerra y pronunciar la frase consagrada: T eres el Augusto, el siempre Victorioso, el Divino y el Altsimo. El muchacho acababa de salir de la infancia, y todava se alojaba en el ala de las mujeres como el mimado de Ariadna. Era imposible sin burlarse calificar al nio de siempre victorioso. Era casi medioda, y los senadores reunidos empezaron a sentir hambre. Finalmente lleg la noticia: El emperador ha muerto! Estaban a punto de alejarse para tomar un refrigerio cuando entraron las plaideras, con los crucifijos envueltos en velos negros, a anunciar el duelo: el emperador Len ha ido a reunirse con los suyos, a edad avanzada y sin ninguna violencia, como los dems mortales. El

emperador ha muerto! Venid, bizantinos, a rendir homenaje al nuevo basileo! Los cien miembros del Senado se pusieron en camino; llevaban distintivos de duelo en las tnicas. Muchos de ellos se apoyaban en un bastn, y dos ciegos eran conducidos por sus compaeros. Ave, Csar!, se gritaba tambin en Constantinopla, fieles a la antigua tradicin latina. Sin embargo, todo el mundo hablaba griego. Antes de que llegasen los senadores para saludar al muchacho, en la sala del trono se haban llevado a cabo todos los preparativos. Las dos mujeres enlutadas, Verina y Ariadna, entraron dando la mano al nio. Tras ellas apareci Zenn. La ceremonia de la consagracin se prolong durante muchas horas. El Patriarca la celebr, ayudado por varios altos dignatarios. Las palabras del Senado eran ahora las ms importantes, pues este digno gremio representaba el poder temporal, as como el Patriarca representaba el divino. La gente se postr de hinojos, el Patriarca enton las preces; empezaron a oscilar los incensarios y se cantaron salmos. El muchacho vesta una tnica blanca, y la diadema cea su frente. Era misin del Senado envolverle con la prpura. Los senadores competan entre s para colocar la capa sobre los hombros del muchacho. Nadie pensaba ya en Len, cuyo cuerpo sin vida ya estaba siendo embalsamado. Esto competa a los cirujanos y lavadores de cadveres. La vida perteneca a los vivos. Verina seguira siendo la basilisa, una dignidad que nadie poda arrebatarle. La abuela rindi homenaje al nieto. Ariadna tuvo que doblar la rodilla y saludar a su hijo, el basileo, besndole el pie. Ahora le tocaba el turno a Zenn, el padre. En apariencia, todo se desarroll de acuerdo con el ceremonial de la corte: tambin Zenn se arrodill. Pero repentinamente, el muchacho, que hasta ahora se haba mantenido inmvil, pareci cobrar vida. Se quit la diadema de la cabeza y la coloc sobre la frente de su padre. Ahora vieron todos que la diadema imperial no era de tamao pequeo, y que no haba sido hecha para la cabeza del nio. As pues, la escena estaba preparada: el pequeo Len alarg la mano a su padre y le atrajo hacia el trono. El asiento del trono era ancho y ofreca lugar sobrado para ambos, y ahora el nio abraz a su padre y dijo en voz alta: Reinaremos juntos!

No aadi nada ms, hasta que el Libellarius, primer canciller del palacio imperial, se adelant y ley, primero en latn y despus en griego, con voz estentrea: Len, Csar, Imperator, sempiterno Augusto. La voluntad del Dios todopoderoso y vuestra eleccin me han elevado a emperador para el bien del imperio romano. El muchacho asinti con la cabeza, y los que estaban cerca de l oyeron cmo repeta las palabras rituales. La mayora de los presentes declararon que el pequeo Len era un nio muy despierto, pues haba representado a la perfeccin su papel en el espectculo, alargando la diadema a su padre y ofrecindole un lugar en el trono. Pronunci la frase consagrada sobre el reinado en comn, y abraz a su padre, poniendo as de manifiesto que colocaba al patricio a su misma altura. Este da no abrieron los baos de Bizancio, a fin de que tambin los maestros baistas pudiesen acudir a los Foros. Se deca que en los tiempos antiguos, el nuevo emperador era llevado al Hipdromo y presentado a la poblacin de la ciudad protegida por los ngeles, que entonces le confera la consagracin definitiva. Pero haca mucho tiempo que se haba abandonado tan piadosa costumbre. Si los Verdes hubiesen temido que el muchacho, al llegar a la edad adulta, se inclinara por los Azules, los gritos de jbilo hubieran sido tal vez ms dbiles, o acaso hubiera surgido un tumulto entre los partidarios de uno u otro color. El derramamiento de sangre en el da de la eleccin del nuevo emperador habra constituido un mal presagio. As pues, en los Foros aparecieron los pregoneros del palacio imperial y anunciaron a los cuatro puntos cardinales que Len, el segundo de este nombre, y Zenn, el primero de este nombre, gobernaran juntos a partir de ahora para el bien del imperio romano y de la cristiandad. Ave Csar... La muchedumbre era cada vez ms numerosa en los Foros. Estaba esperando el anuncio de cmo agasajaran a su pueblo los dos nuevos emperadores de este da triste y prometedor a la vez.

XIII

En el campamento de Liguria, los guerreros esperaban un milagro. Se difundi la noticia de que Ecdicio haba depuesto las armas y el rey de los godos se haba apoderado de toda la tierra que quiso en la provincia

de la Galia. Slo un tercio de las propiedades galas, la Narbonense, segua en poder de Roma. Sin embargo, Eurico consenta en que Aquitania fuese gobernada por un prefecto romano. Cada uno haba recibido lo suyo. Las cornejas no se picotean los ojos unas a otras. Ecdicio, Eurico y Orestes gozaban de poder y de gloria. En cambio los guerreros an no haban recibido la paga doble que les corresponda segn la tradicin cuando las legiones proclamaban a un nuevo emperador. El verano era clido, del norte soplaba un fuerte viento. Hasta las estrellas se haban conjurado contra los guerreros. Odoacro recibi el encargo de viajar a su antigua patria y reclutar all nuevos guerreros. Los escitas y los hrulos tenan fama de ser excelentes jinetes, adems de dciles e incansables. Si los reclutaba un miembro de su tribu, prestaban crdito a sus palabras y le seguan hasta el otro lado de los Alpes. Pero en cuanto pisaban tierra romana, sus falsas esperanzas se desvanecan, y poco a poco se iban fundiendo con las tropas auxiliares brbaras. Tambin ellos se convertan en mercenarios aliados del derrotado, pero an existente y sempiterno imperio. Odoacro no volvi sin haber logrado su propsito. Le seguan algunos miles de magnficos jinetes. Pero Odoacro saba adems lo que haca, saba que gozaba bajo cualquier circunstancia de la confianza de Orestes. Al fin y al cabo, era el hijo de Edecn, y Orestes transmita de padre a hijo la amistad surgida a la sombra de Atila. Odoacro disfrutaba de un prestigio cada vez mayor. El gigantesco oficial de caballera, de cabellos castaos y ojos azules, era ya conocido por su elocuencia: incluso en el consejo presidido por capitanes italianos destacaba por su personalidad. Todas las miradas convergan en l cuando apareca en los campamentos. Trataba con camaradera a lanceros, centuriones y comandantes de las unidades. Tal vez lo haba heredado de su padre Edecn, quien a su vez lo deba a la generosidad del Azote de Dios. Se deca que Odoacro hablaba muy a menudo de la tierra a los soldados. Cuando mordis el polvo ocupis menos terreno del que un muerto necesita para descansar! Italia es grande; en Mediolnum, Ticino y Ravena, los terratenientes echan a perder enormes extensiones de tierra. Tambin los campesinos se llenan los bolsillos. A ellos compramos el trigo, el heno, el vino y el aceite. Nos los dan a cambio de dinero, a nosotros, que les protegemos cuidando de que los godos no invadan esta comarca como en tiempos de Aladeo.

Cien mil guerreros no poseen ni un diminuto trozo de tierra. Os veis obligados a contemplar el paso del verano y el invierno, y cmo el tiempo tie con hebras grises los cabellos de vuestros camaradas ms viejos. Con qu gusto acostarais vuestro cuerpo cubierto de cicatrices en un blando lecho, en lugar de tumbaros sobre el duro camastro del guerrero! Y qu me decs de las mujeres? Quin de vosotros no querra una mujer, una familia, hijos? Quin no siente nostalgia por un pequeo huerto, cultivado en tierra propia? Cuando en la guerra hacis un prisionero, tenis que malvenderlo. Qu agradable sera poder llevarlo a vuestra casa y hacerle trabajar para vosotros hasta que se hubiese ganado el rescate! Tambin podrais comprar un esclavo, una ayuda permanente. Tierra! Haba una sonrisa en los rostros de los guerreros. Abran mucho los ojos cuando Odoacro apareca y empezaba a hablarles junto al fuego del campamento. Los pastos eran abundantes en Italia, en los huertos haba colmenas y miles de rboles frutales; canales cruzaban la tierra, y se podan regar los campos cuando llegaba la sequa veraniega. Por doquier reinaba el bienestar, los animales descansaban en los establos, y los pastos eran cada vez ms escasos porque la tierra se araba para convertirla en tierra laborable. El campesino italiano no tena dificultades en pagar el impuesto con el que podra liberar a su hijo del servicio en el ejrcito. Por esta razn apenas haba aqu hijos de campesinos que sintieran deseos de ser guerreros. Los legionarios, que en las tranquilas horas de la paz hablaban de muchachas, juegos de azar y futuros botines, y soaban con ciudades arrasadas, estaban como deslumbrados: tierra, tierra! Cuando se posea tierra, se posea tambin una casa, una mujer, eso s que era vida! Entonces s que serviran de buen grado al emperador! Ah!, todo eran sueos... Ni ellos mismos crean que alguna vez aquello pudiera convertirse en realidad. Era como si las llamas invadieran un bosque seco y lo encendieran todo. En cada atalaya, en cada puesto de guardia, en cada campamento hablaban los guerreros solamente de la tierra. Orestes oy con sorpresa que la inquietud cunda en las legiones. Tierra italiana? Cada trozo de tierra cultivada, cada granja, cada casa y cada palacio tena ya su propietario. El Derecho Romano haba extendido su manto sobre cada propiedad. En Italia, la propiedad de cada uno constaba por escrito. Todos podan mostrar un comprobante de que la haban heredado de su padre o comprado a su anterior dueo; especialmente en Liguria, donde los propietarios gozaban de

considerables rentas gracias a las grandes extensiones de tierra que posean. Qu quera, pues, Odoacro? Qu pretenda de manera tan repentina? Quin le animaba a alborotar a las legiones? Los no italianos deban estar contentos de poder servir al imperio por una buena paga. Si alguno perda un brazo o una pierna, el Estado le indemnizaba, si bien no esplndidamente, por lo menos con una suma considerable por invalidez. Qu significaba esta necedad: tierra... tierra? Para qu serva la tierra a un guerrero? Para dejar a un lado las armas y convertirse en honrado labrador? Si sobre Orestes no hubieran pesado tantas preocupaciones, habra mandado un aviso a su antiguo amigo: Ven a Ravena y rinde cuentas de tu conducta. Pero no tena tiempo para ello. Lo que hizo fue encargar a su hermano Paulo que viajase a Mediolnum para enterarse de cul era exactamente la situacin. El hecho era que en cuanto llegase la primavera volvera a necesitar a los guerreros. Paulo no deba decirlo claramente, sino slo insinuar que tal vez habra que luchar contra los vndalos, o acaso dirigirse a la Galia si Eurico no cumpla lo convenido. Paulo sali de viaje. Cuando regres, estaba muy contrariado. Los guerreros rodeaban a Odoacro como un mar turbulento. Era difcil llegar hasta l, y cuando lo consigui, Odoacro se mostr poco dispuesto a discutir la situacin con Paulo, que haba venido al campamento en calidad de visitante y careca incluso de poderes escritos de su hermano, el patricio. Se rumoreaba que los guerreros hacan presin sobre Odoacro para que en la primavera hubiese una reparticin de tierras, y en Liguria, la primavera llegaba puntualmente.

XIV

La carrera de carros del Hipdromo se organiz en honor de Teodorico. Se hallaba sentado inmediatamente detrs de Zenn, y como ste, llevaba una capa orlada de prpura y un aro de oro en la frente, y sus cabellos rubios lanzaban destellos rojizos a la luz del sol. La muchedumbre le salud con prolongados aplausos. Te saludamos, Teodorico!, se oa exclamar, tanto del lado de los Azules como del de los Verdes.

Nada perturbaba la divina armona de la corte. Todo se desarrollaba segn los cnones establecidos, y no se adverta la menor muestra de inquietud. Slo los iniciados saban que el emperador Zenn no estaba seguro en el trono. Incluso en palacio tena partidarios y enemigos. Basilisco, el hermano de Verina, era la sombra amenazadora. Haba honrado con su amistad a Teodorico el Bizco, ponindole a su servicio con todo su pueblo; ahora el hijo de Triario haba abandonado sus godos y figuraba entre los miembros del squito de Basilisco en Bizancio, con el objeto de privar a Zenn de su trono. Los coros anunciaban la gloria del basileo, esclavos negros movan gigantescos abanicos sobre la cabeza de su Majestad Imperial. Esta tarde, sin embargo, el pueblo de Bizancio no prodigaba sus aplausos. Desde la muerte del hijo y corregente de Zenn, el pequeo Len, por Bizancio corra el maligno rumor de que Zenn haba quitado de en medio a su propio hijo para que nada se interpusiera en su camino. Verina senta que las riendas se le escapaban un poco ms cada da. Pronto hablaran de ella como de una mujer vieja, pese a que an conservaba su hermosura. Envuelta en sus maravillosas tnicas, flotando entre nubes de perfume, Verina segua creyndose la mujer ms hermosa del imperio. Ms hermosa todava que su hija, la dcil Ariadna, que obedeca ciegamente las rdenes de su marido. Cuando Teodorico el Bizco se acercaba a Bizancio a la cabeza del ejrcito godo, quin ms apropiado para detener al hijo de Triario que el otro Teodorico, el hijo de Amal? Haba llegado a Bizancio cuando an era un muchacho, y ahora tena la madurez suficiente para reemplazar a su padre en la jefatura de los godos de Panonia. Era un joven arrogante, al que sentaban a la perfeccin el peinado romano y la tnica orlada de prpura. La multitud bati palmas: Te saludamos, Teodorico! Tras la celebracin, partira hacia la patria. La cancillera imperial haba decidido acceder a la peticin de la legacin goda, que transmita el deseo del rey Teodomiro. ste peda a su Majestad Imperial que enviase a su casa al catorceavo descendiente de Amal. Teodorico deba apresurarse para llegar a la tierra patria tan pronto como le fuese posible. Desde que fuera capitn de la guardia, Zenn haba observado al hijo del rey godo, y recomendado reiteradamente al emperador Len que dedicase a su educacin una atencin especial. Mientras Zenn avanzaba paso a paso hacia el poder y preparaba la cada de Aspar, iba reuniendo a sus partidarios en previsin de su futura soberana. Con previsora astucia, siempre se mostr amable con Teodorico, en un

tiempo en que los dems dignatarios bizantinos le trataban como a un intruso brbaro. Cuando Teodorico volviese ahora a su patria y tomase posesin del ttulo hereditario, el emperador tendra en l a un aliado, con cuya ayuda podra como mnimo aliviar la presin del ejrcito de Teodorico el Bizco. En este juego, una cosa era segura: ambos Teodoricos eran enemigos a muerte. De este modo sera factible el acreditado mtodo bizantino, consistente en enfrentar a los enemigos, en este caso, los ejrcitos de los godos. Verdes y Azules... Cuarenta mil hombres se agolpaban en el Hipdromo; jubilosos vencedores y derrotados que maldecan su suerte. En medio del enorme tumulto fueron apaleados a muerte, como de costumbre, una docena de fanticos de uno y otro bando. La multitud aplauda, entusiasmada: un pequeo bao de sangre perteneca a las emociones de la jornada. Al atardecer se celebr una cena en palacio. Zenn condujo a Teodorico a la estancia contigua, donde estaban exhibidos los regalos que el basileo quera enviar a sus lejanos amigos y aliados, Teodomiro y Erelieva. Si el joven godo no hubiese vivido durante diez aos en Bizancio, los numerosos y esplndidos regalos le habran deslumbrado. Pero ya conoca el trabajo de los talleres de palacio, la asiduidad de los eunucos, las salas donde se almacenaban los regalos, la contabilidad que se llevaba de las mercancas, ms lujosas y exquisitas en apariencia que en realidad; y tambin saba que no era su majestad quien elega los regalos, sino el mayordomo mayor, que escatimaba hasta el ltimo cntimo. Pese a todo, la cantidad y munificencia de los presentes inspiraba admiracin. Los godos de Teodorico los vigilaban durante la noche. Acompaaran a su joven seor y la reata de cargados mulos hasta el gran lago. La ltima noche en Bizancio. Su aposento semejaba una colmena. Los dems rehenes, los prncipes de Persia, Egipto, Capadocia, Bitinia, Tracia, piro, Numidia y el reino de los vndalos, con quienes haba vivido en el ala posterior de palacio, escuchado las palabras del maestro, montado a caballo y competido en el manejo de las armas, haban acudido para despedirse de l: y cada uno de ellos traa consigo un regalo. En sus ojos se reflejaba la nostalgia por la patria lejana. Prncipes retenidos como rehenes: ninguno de ellos tena su hogar en Bizancio, y ninguno de ellos era ya totalmente brbaro, todos sentan nostalgia del hogar, pero tambin se hallaban a gusto en la ciudad de las maravillas. Ahora los prncipes se despedan del viajero y le entregaban sus presentes.

La despedida de Verina fue muy extraa. De los ojos de la Augusta Teodorico lo vio brotaban lgrimas, que secaba con un gesto furtivo. Hubiese podido ser su madre, y sin embargo, era todava una mujer hermosa y vivaz, de cuyos favoritos se murmuraba mucho en palacio. Verina le recibi a ltima hora. Volvers junto a nosotros, Teodorico. No te quedars con los tuyos. Tus palabras me suenan a profticas, Augusta. Tambin a ti, Teodorico, te resultar demasiado estrecha la tierra de los godos, como a Alejandro el Grande el reino macednico de su padre. Tambin t desears uno mayor. Entonces te acordars del sagrado imperio cuyo husped fuiste, que te acogi y te am. Como yo te amo. Le hizo sentar. Fue un momento memorable. La mano de Verina le acariciaba los cabellos como aquel da, diez aos antes, cuando, recin llegado, ya conoca gracias a Prisco algunas palabras de la lengua del pas. Ahora hablaba de manera impecable el griego de palacio. Nada en l traicionaba al hijo de un rey brbaro. Verina sonri. Mira, Teodorico, ste es el anillo que llevo ms a menudo. Cuando alguien acuda a ti con esta alhaja y te transmita un mensaje, sabrs que est hablando en nombre mo. Por qu, Augusta, dices que volver? Temblars de fro all arriba, amado hijo. Por el rostro de Verina pareci pasar una sombra. Teodorico, sabes muy bien que aqu nos amenazan miles de peligros. Por qu muri el pequeo emperador? Un da se quej de dolores abdominales, estaba febril. Al tercer da ya hubo que llamar a las plaideras. Una gota en tu vino significa la muerte. Llegan los eunucos, y en silencio te rodean el cuello con un pauelo o una cuerda. T conoces el palacio, Teodorico, hijo mo. Tengo miedo. Tengo miedo del basileo y miedo de Basilisco, mi propio hermano. La Augusta es la nica a quien no temo. A ti tampoco te temo. Me hars falta cuando ests lejos, Teodorico...

Una larga recua de mulos fue cargada a la luz de las antorchas. En torno se hallaban algunas docenas de guerreros godos, que ya

pertenecan al squito de Teodorico cuando lleg aqu, o que procedan de la guardia y haban entrado a su servicio. Teodorico estaba bajo una arcada. Unos servidores trajeron los caballos y una capa de piel para el paso de las montaas. Qu tiempo hara en el Danubio? Temblars de fro all arriba, amado hijo. El perfume de Verina... una nube de fragancia le envolva. Slo por un momento... Los jinetes godos ya estaban dispuestos; su rudo lenguaje apag la suave entonacin del griego de palacio, recin escuchada en la voz de la emperatriz. Lleg la guardia de corps. Una nutrida divisin de jinetes imperiales, coraceros, acompaara a Teodorico y sus godos por los pasos de Tracia y hasta el Danubio. All seran reemplazados por un squito de su propio pueblo. Maana en la ciudad de despertar tardo. Los funcionarios municipales barran las calles, se llevaban a los animales muertos, transportaban al hospital a los heridos de la ltima noche y apagaban las lmparas de aceite de calles y plazas. Pasaban carros de carga repletos de frutas y verduras para vender en el mercado. Los sacristanes abran las puertas de las iglesias, acudan los fieles a los oficios matutinos, y ya se cruzaban en su camino los pobres que venan a implorar una limosna, ante la entrada de la iglesia. Los guardias entraban en las tabernas, echaban de ellas a los borrachos y perseguan hasta su casa a las pintadas rameras. Por las callejuelas llenas de suciedad correteaban los nios, y pasaban mujeres con tinajas sobre la cabeza, que se dirigan al pozo ms prximo, mientras otras, con una cesta en la mano, se encaminaban hacia el mercado. Los transentes, cada vez ms numerosos, se apartaron cuando apareci en un cruce de calles el primer jinete imperial. Quienquiera que hubiese visto a Teodorico en el Hipdromo, le reconocera. Con voz alta y alegre, le interpelaban: Emprendes un largo viaje, prncipe? Le saludaban con la mano. Amada Bizancio. Durante todo aquel da sinti la proximidad de la capital; por doquier, jardines, villas, campos cuidadosamente cultivados, granjas, casas de veraneo, olivares, palmeras, almendros en flor: una nube blanca y perfumada le acompa hasta Tracia, donde todo se ensombreci y se levant el viento, y ya nada le record la primavera bizantina que llevaba impresa en el corazn. Fue l quien recorri este camino con Prisco diez aos antes? El viejo Silenciario haba abandonado este mundo hacia dos aos. Conserv hasta el fin su sabidura, y casi hasta el ltimo da sirvi en palacio. Nunca haba ambicionado nada ms; se dedic a sus escritos, vivi para las letras, y no dese un cargo ms elevado. Todo el mundo le estimaba, e incluso el Augusto haba dicho algunas palabras sobre l en el Consejo, despus de su muerte.

Muchas veces Teodorico reconoca un tramo del camino. Surgi el contorno de una fortaleza. Qu haba dicho Prisco al llegar aqu, qu le sugeran aquellas piedras? El joven prncipe cabalgaba al frente de su squito. Hasta aqu el viaje haba transcurrido sin novedad, sin que les acechara ninguna clase de peligro. Pero ahora llegaban a las regiones de fronteras mal delimitadas donde habitaban las tribus montaesas; ahora podan aparecer patrullas de vigilancia. A partir de aqu se apostaran vigas a ambos lados de la caravana, que ahora se pareca ms a una incursin guerrera que a un viaje de paz. Senta Teodorico deseos de llegar a su patria al precio de la lucha y la aventura? Dirigi la mirada hacia los mulos. No llegaba con las manos vacas. A travs de l enviaba Bizancio un saludo al prncipe de una provincia muy alejada. Repetidas veces apareci en el horizonte una nube de polvo. Veloces jinetes se lanzaron en su persecucin, y regresaron con la noticia de que en la garganta estaba concentrado un nutrido grupo. Ahora habra que asegurar primero cada una de las cumbres antes de que los jinetes de Teodorico cruzaran un paso. Esta vez no tena al anciano Prisco a su lado para que le abriera los ojos. l mismo debera observar y reconocer el paisaje durante el camino aparentemente interminable. En los alrededores el poder de Bizancio an ejerca su proteccin, haba ricos cultivos, cuidados huertos, extensas granjas y exuberantes pastos. En ninguna parte se advertan rastros de devastacin. Al alba, los campesinos cargaban sus carros y se dirigan al mercado de la capital. Pero ya donde cesaba la proteccin de las grandes murallas comenzaba el asolado reino de pueblos y haciendas arrasados por el fuego. Encontraron en varias ocasiones la cuadrilla de algn recaudador de impuestos, que dispona de sus propios hombres armados y sus propios ejecutores. Cercaban las aldeas como si preparasen una campaa. Las cornejas seguan sus huellas, y despus se quedaban junto a los animales descuartizados y los hombres asesinados. El trabajo de los hombres armados era concienzudo. Pero el recaudador de impuestos se llevaba el ganado al mercado vecino. Ms adelante vieron casas derruidas y ennegrecidas por el humo. Esto ya no era obra de los recaudadores de impuestos, sino de tribus saqueadoras, o de nmadas que bajaban de las montaas de Tracia. Esperaban a que no hubiese ninguna banda por los alrededores, y entonces saqueaban a los indefensos pobladores.

Los campesinos vigilaban ya desde lejos todos los caminos, encaramados a las ramas de los rboles ms altos. Muchas veces se vean seales de humo elevndose desde las cimas de las montaas. Como el emperador no les ofreca ninguna proteccin, tenan que proteger ellos mismos sus vidas del mejor modo posible. Los habitantes de la mayora de aldeas saban a dnde deban dirigirse en caso de peligro: a un bosque cercano o un pantano impracticable. Desde las cumbres o desde las copas de los rboles, la caravana de Teodorico pareca un pequeo ejrcito; pero pronto se haca reconocible el final de la columna, y la larga hilera de mulos cargados probaba que era una legacin o un grupo de comerciantes con sus mercancas. Tales huspedes no significaban ningn peligro. Cuando los miembros del squito levantaban las tiendas para la noche, se acercaban los habitantes de los pueblos, y Teodorico escuchaba sus lamentaciones. Los campesinos slo saben quejarse, solan decir los eunucos del palacio imperial. Calificaban a los campesinos de embusteros, rebeldes e intiles, a los cuales era extremadamente difcil arrancar el impuesto anual. Aqu, al aire libre, junto a la hoguera, o en las casas que servan de posada, las palabras sonaban de otro modo; tenan ms peso que cuando el alcalde de la aldea, en compaa de algunos convecinos, y despus de largos das de espera, elevaba sus quejas en Bizancio. El fantasma ms negro era siempre el recaudador de impuestos. Sin embargo, qu era esta plaga de la langosta comparada con un ataque de los godos del pueblo de Teodorico, el hijo de Triario? Aqullos no eran ni siquiera cristianos, sino arrianos. Pero la lucha cotidiana deban librarla los lugareos con los propietarios de las tierras. El terrateniente, al que pertenecan muchas aldeas, viva en Bizancio. Raramente abandonaba su palacio, hasta el cual llegaba el calor de los rayos irradiados por sus divinas Majestades. Por este motivo, los administradores eran casi pequeos reyes: mientras desangraban al pueblo, se llenaban siempre que podan los propios bolsillos, hasta que vena uno ms fuerte, que ofreca ms al propietario y echaba a su antecesor. Muchos pueblos no eran molestados. Otros estaban arrasados y cubiertos de malas hierbas. Haba granjas fuera del alcance del fantasma negro; los ladrones se haban llevado como esclavos a los inquilinos de otras. Fueron necesarios das de viaje para que la comitiva de Teodorico llegase a las montaas. Aqu ya no se encontraban apenas aldeas, y los pastos interminables, en los que nadie viva, se extendan ante su vista. Muchas veces pastaban rebaos, pero con la llegada del otoo la comarca quedaba desierta, el crudo invierno lo cubra todo, y

transcurra mucho tiempo antes de que la primavera volviese a hacer su aparicin. Lo que ms tema Teodorico era la eventualidad de una lucha fratricida. Los godos de Triario que vagaban por Tracia, y que en invierno estaban hambrientos, merodeaban como lobos y saqueaban donde podan; sin embargo, pareca que existiera un acuerdo secreto y que Teodorico, el hijo de Triario, estuviera siguiendo desde lejos la comitiva del hijo del rey. Solamente las grandes y tenebrosas montaas les contemplaban desde arriba, y durante todo el da no vean otros seres vivientes que los buitres, describiendo crculos en el aire. As alcanz la comitiva el Ister, que constitua la verdadera frontera del imperio. Lo que se hallaba al otro lado del ro eran conceptos geogrficos: Dacia y despus Panonia. Sin embargo, aparte de las legaciones no vena nadie a estas comarcas desde la corte imperial de Bizancio. Nadie quera administrar estas provincias dominadas en un tiempo por Atila. En el lenguaje de las cancilleras seguan perteneciendo al imperio, y los prncipes de la estepa deban solicitar autorizacin para establecerse en ellas. Sin embargo, el Ister era en realidad la frontera; con sus espesos caaverales, comarcas inundadas, escasos vados y extensas tierras de aluvin, poda calificarse de reino de las regiones sin nombre, en las que el tiempo no dejaba huellas. Algunos das ms tarde, la caravana lleg al camino real de Trajano: inscripciones en la roca mencionaban a las legiones. La comitiva se detuvo y Teodorico deletre una inscripcin deteriorada por los vientos y las lluvias de cuatrocientos aos. All, en el camino que bordeaba el ro, Teodorico y su gente se despidieron de los jinetes bizantinos. Cada uno de ellos fue recompensado. Su misin terminaba aqu. Haban acompaado al hijo del rey godo y ahora regresaran a casa por el camino real. Teodorico se protegera como pudiera. Si algo le ocurra en esta comarca, el imperio ya no sera el responsable. Los jinetes godos respiraron con alivio cuando llegaron a la otra orilla, ms rocosa y ms seca. Todos recordaban este paisaje; un buen guerrero no slo recuerda un camino, sino tambin un sendero recorrido diez o veinte aos atrs. Eran hombres de la estepa: sorban el aliento del viento, observaban la hierba, los senderos de los animales, lean las huellas de la tierra, saban hacia dnde se diriga el grupo de jinetes que les preceda, a qu casta de guerreros pertenecan y qu intenciones podan abrigar. Aqu Teodorico reconoci de nuevo a sus godos: vivan en la estepa, donde no haba caminos, y slo el instinto poda sealarles la direccin.

Tres jinetes se adelantaron con sus mulos a campo traviesa, en direccin al ocaso. El gran lago, que desde haca diez aos Teodorico vea slo en sueos, se perfil en la lejana: a unas pocas millas, horas, das de viaje, desde el alba hasta el atardecer. Tres jinetes se adelantaron para prevenir al rey Teodomiro: el catorceavo descendiente de Amal est cerca de la patria. Los godos del Bizco no haban puesto obstculos a la comitiva en los peligrosos pasos de las montaas de Tracia. Pero aqu en la estepa como le advirtieran los escribas bizantinos, deban protegerse de los srmatas. Los srmatas estaban vidos y hambrientos como hienas de botn y de presas. Aunque vivan ms al oeste del Danubio, y la mayora vagaba entre el Drave y el Save, era muy posible que sus hordas apareciesen aqu, en busca de botn fcil y de cuanto pudiesen necesitar en su miseria. Si un grupo de srmatas presenta su llegada, se entablara una lucha con estos buitres de la estepa. Con la esperanza de un botn tan rico como prometa la caravana de mulas de Teodorico, era seguro que pondran en juego todos sus recursos. Por este motivo rodeaban el gran lago con tanto apresuramiento los mensajeros, para advertir de la llegada de Teodorico y pedir refuerzos para el squito, no fuera caso de que ocurriera algo malo a la comitiva en el ltimo tramo del camino. El grupo cabalg todo el da sin descuidar ninguna medida de precaucin: todos estaban atentos a la menor seal, observaban el horizonte y tambin el cielo, por si se elevaba alguna columna de humo o se vean las llamas de algn incendio; o si una nube de polvo se levantaba en torbellinos, inopinadamente. La estepa era ilimitada, no tena fronteras, y el squito de Teodorico no se tropez con ninguna banda, ni encontr huellas de jinetes srmatas, gpidos o hunos. Se haba elegido el tiempo ms propicio para viajar: a principios de la primavera, que aqu apenas apuntaba, los caballos de los nmadas estaban an hambrientos despus del prolongado invierno, y nadie osara emprender una incursin a comarcas lejanas. Los guerreros no saldran hasta que los pastos volvieran a ser verdes y los caballos hubiesen recuperado las fuerzas; entonces al iniciarse el verano, la estepa s que era peligrosa y ocultaba mil peligros. Teodorico haba vivido en Bizancio algo ms de diez aos. Su vista estaba acostumbrada a la gigantesca ciudad, su lengua, al lenguaje del palacio, su paladar, a los manjares exquisitos, su cuerpo, al lecho mullido, su intelecto, a la conversacin de sacerdotes y escribas, su enrgica voluntad, al eterno disimulo y a la eterna adaptacin. El hombre joven que ahora paseaba la mirada por el paisaje desde la cima

de una colina, era nuevamente un espritu libre. Cuando acamparon, escarb la tierra con el pie. Era una buena tierra vegetal, no arena movediza. En ella poda crecer todo... trigo para muchos hombres, avena para muchos caballos. Los pastos comenzaban a verdear; alrededor de Constantinopla, los rboles ya florecan por esta poca, y los grandes seores se preparaban para trasladarse a sus villas de veraneo. Aqu, en las hondonadas brillaba todava la escarcha del invierno, los caballos miraban, intranquilos, a sus jinetes. La hierba an estaba tierna, y tena un gusto ms amargo que la hierba que creca bajo el sol griego. Lo ms inslito para Teodorico era el interminable silencio. Ni una sola aldea en ninguna parte. El camino por el que avanzaban haba servido en un tiempo a los ejrcitos romanos. En tiempos de los romanos hubo aqu alguna que otra colonia de soldados, y tras los legionarios vinieron tambin los campesinos. Pero todo haba desaparecido tras la implantacin del reino de los brbaros, que ocupaba una gran extensin a ambas mrgenes del Danubio. Al dcimo da, el grupo que iba a la vanguardia envi una seal para advertirles de que haban aparecido algunos jinetes. Se hallaban an demasiado lejos para saber de dnde venan y con qu intenciones se aproximaban. La comitiva se prepar para el combate; tal vez tena ante s a una avanzada enemiga, y en tal caso haba que contar con un ataque. Transcurri media hora, durante la cual fueron aumentando de tamao tres puntos negros. Entonces comprendieron que se trataba de una legacin. El ms joven de los mensajeros enviados al gran lago conduca a los jinetes. Media hora ms, y todos se reunieron despus de tantos aos: los godos que ya se haban acostumbrado al mar caliente y a la inmensa ciudad, se encontraron con los godos que slo conocan la estepa y la uniformidad de su horizonte. Los tres jinetes llevaban medio da de ventaja al grupo enviado por el rey de los godos para recibir a su hijo. Cuando lleg la noticia de que Teodorico volva al hogar, Teodomiro visti su mejor tnica y envi a las tribus que vivan entre el Danubio y el gran lago el mensaje de que sus caudillos deban acudir con la luna llena a la recepcin del joven prncipe.

XV

Los mulos estaban cansados, la caravana se haba apartado de la calzada romana, porque no era aconsejable seguir por ella; poda atraer el peligro. Los mulos avanzaban con dificultad por la tierra que la lluvia haba ablandado. Esta vez los godos levantaron el campamento ms temprano que los otros das, y mandaron vigas a los cuatro puntos cardinales. En la estepa no haba un ro ni una montaa que protegiera su retaguardia; podan ser atacados desde todas las direcciones. Ahora, despus de conocer la noticia de que un grupo de godos les sala al encuentro, vivan las ltimas horas de tensin, y queran evitar cualquier peligro desconocido. Cay la noche, el fuego del campamento arda en una hoguera que era visible desde lejos. Fueron pasando las horas... la estepa segua amenazndoles, el destacamento de godos poda tardar todava horas en llegar. Nadie dorma; esperaban con el arma en la mano. El viento barra la estepa, y su creciente fuerza ahog el ruido de los jinetes que se acercaban. El centinela gui a sus hermanos. El rey enviaba a trescientos lanceros, guerreros escogidos, para que acompaasen a su hijo al hogar. Entre los jinetes se encontraba un muchacho. Se mantena erguido sobre su pequeo caballo, y un estrecho aro de oro cea su frente. Deba de tener ms o menos la misma edad que contaba Teodorico cuando se despidi del gran lago. Ceremonial en la estepa: los jinetes saltaron de la silla, dirigieron hacia el suelo las puntas de sus lanzas y alzaron su escudo hacia Teodorico. Los godos del squito del prncipe contestaron al saludo. El muchacho se acerc a su hermano, al que no haba visto nunca. Teodorico saba que en su casa tena un hermano diez aos menor que l. Su padre era el mismo, mas no as su madre. Eres Teodimundo? Se parecan los dos hermanos? Ambos tenan el cabello rubio con reflejos rojizos, la caracterstica de los descendientes de Amal. Los ojos del muchacho eran oscuros, los de Teodorico, azules, y extraordinariamente separados entre s, lo cual haca que su ngulo de visin fuese muy ancho. Se deca que Teodorico vea tambin hacia atrs. sta era una de las leyendas que le rodeaban y sobre las cuales

versaban las canciones que se entonaban junto al fuego de los campamentos. Eres Teodimundo? El muchacho levant los brazos y los cruz sobre la armadura de cuero. Era ya demasiado alto y pesado para que Teodorico pudiese levantarle, as que se limit a inclinarse hacia l y colocarle una mano sobre la cabeza. Involuntariamente, iba a dirigirse a l en griego, como haca siempre en Bizancio. La ley de la estepa exiga que el muchacho callase hasta que su hermano mayor le interpelara. El nio miraba con ojos brillantes a su arrogante hermano, en cuyo rostro haba crecido durante el viaje una barba rubia y aterciopelada. Te agradezco que hayas venido a recibirme. Cmo est nuestro padre? Los jinetes intercambiaron miradas. El rey Teodomiro estaba cansado. Tosa mucho cuando el viento seco soplaba en la orilla del lago, y se levantaban torbellinos de polvo. Babai, rey de los srmatas, era el peor enemigo de los godos. En unin de los gpidos haba atacado ya numerosas colonias, y cuando los godos emprendan una campaa, los srmatas saqueaban los indefensos campamentos de la retaguardia. Por tres veces, despus del saqueo, haban secuestrado a las mujeres y los nios. Teodimundo pas la noche en la tienda de su hermano. Para el muchacho era algo totalmente natural dormir sobre el duro suelo, mientras que Teodorico pensaba en una cama blanda, en el palacio imperial, en los jardines y en los ruidos matutinos de la gran ciudad. Los soldados de la guardia pasaban todas las maanas bajo la ventana de su aposento. Oa el toque de diana, y con slo incorporarse hubiese visto pasar los carros cargados de fruta por la calle principal. Cuando se levantaba, el esclavo le enumeraba las novedades de palacio. Antes de entrar en el pasillo que conduca a la sala de recepciones, vistiendo su tnica de corte, ya saba lo ocurrido en el imperio durante un da y una noche. Fuera silbaba el viento. La tierra bajo su cuerpo era dura, la humedad penetraba incluso a travs de la piel de oso. En una tosca vasija les llevaron leche de yegua recin ordeada, pur fro de cebada y un trozo de tocino, la comida de los guerreros. En Bizancio eran higos cocidos en miel, vino de Chipre y frutas que no tenan nombre en la lengua de los godos. En las ocasiones en que haba comido con sus majestades,

estaban presentes las ms hermosas flautistas del imperio, para alegrar a la augusta pareja. Dnde has combatido hasta ahora, Teodorico? Al nio se le solt la lengua. Busc las cicatrices en el rostro de su hermano. Sac de la vaina de cuero la larga espada bizantina. Era la espada que llevaban los jinetes ms pesados. Las de los godos eran ms cortas, ms anchas, trabajadas ms toscamente. El nio admir el arma para l desconocida, la fina armadura, que se adaptaba como una tnica. Las tibias estaban protegidas tambin por una armadura, tan flexible que no causaba heridas al caballo. La espada resplandeca, en el reguero no haba ninguna mancha de color rojizo. Dnde has combatido, Teodorico? Tal vez debiera responder: Bizancio es grande, el imperio tiene muchos miles de guerreros. Su nica misin es combatir. En cambio, la misin del pueblo del sagrado emperador es gobernar. Su Majestad coloca a este o aquel noble bizantino a la cabeza de una divisin del ejrcito, pero incluso l dirige las operaciones desde una ciudad o un campamento fortificado. La lucha en s es asunto de los mercenarios. Isaurios, hunos, godos, vndalos... para eso estn all, para derramar su sangre por el imperio. El pueblo de Bizancio debe cumplir los artculos de la fe, los maestros edifican iglesias y palacios, y los artesanos atienden a la comodidad de la vida cotidiana. La vida transcurre entre el trabajo y las festividades, al amparo de las fuertes murallas. Dnde has medido tus armas con el enemigo, Teodorico? En el mundo de los godos, el adolescente se convierte en hombre cuando hace gala de su valor en el primer combate, derriba a un jinete enemigo, roba ganado y exhibe en prueba de su valenta una cicatriz en el pecho o en el rostro. Teodorico era un hombre esbelto y musculoso. Su rostro, cuando el esclavo lo hubo afeitado, era liso como el rostro del emperador en los slidos de oro. La voz de la estepa ahogaba todos los dems sonidos. Se fij en las ropas de los hombres elegidos por su padre para acompaarle. Qu tosca era la tnica interior, qu viejas las armaduras de cuero, qu pesados el escudo y las armas de hierro! Sus caballos estaban esculidos, les faltaban los cuidados del caballerizo bizantino. Qu pobre era todo, qu pequeo, qu provinciano! Bizancio... Bizancio! Tuvo miedo de que pudieran leer en su rostro todas aquellas nostalgias incomprensibles. Teodorico, en el umbral de la estepa, ya arda en deseos de volver a la metrpoli.

En la ladera de la colina haba una atalaya. La almena estaba en ruinas, y huellas de fuego revelaban la fuerza de un rayo. Desde aqu se dominaba todo el paisaje. El antiguo arquitecto romano supo comprender desde qu punto tendra el centinela un ngulo de visin ms amplio sobre el horizonte. Teodorico desmont y sigui las huellas de los centinelas. Subi los peldaos de la torre y contempl desde arriba la orilla del lago. All estaba el ltimo lugar seco, desde all la calzada atravesaba el pantano y las tierras de aluvin y desembocaba en la ciudad de los godos. En un tiempo se llam Valcum, pero ahora no se acordaba casi nadie de este nombre. Mir a su alrededor con los ojos de un romano, como le haban enseado sus maestros bizantinos: los maestros de la estrategia se inclinaban sobre el plano y buscaban el punto ms fuerte y el ms dbil del campo de batalla elegido, disponan la batalla futura como si se tratase de un trabajo cientfico en el cual el clculo desempease el papel ms importante. Si un estratega bizantino viniera a esta solitaria atalaya a la orilla del lago... qu vera? Cmo podan defenderse la calzada, el campamento de los godos, situado a unos tiros de flecha del lago, el gran nmero de carros, el ganado y las mujeres? El lago empezaba aqu, o ms exactamente, aqu describa la orilla septentrional un arco, antes de continuar hacia el sur. El agua flua a travs de las tierras de aluvin, no haba en el mundo un solo ejrcito que se atreviera a atacar en estos pantanos. Slo la antigua calzada romana permita el acceso a la ciudad, que en tiempos remotos fuera en este importante cruce del camino real de la antigua Panonia, a la vez lugar de descanso, centro comercial, posta y sede del administrador del distrito. La calzada segua la orilla septentrional del lacus Pelso. La orilla meridional era fangosa, y los mltiples peligros de un terreno pantanoso mantenan alejados a los ejrcitos. Haba muy pocas cabezas de puente de los godos en la orilla meridional; al cabo de pocos aos se fueron convirtiendo en pequeos poblados rodeados de murallas. La calzada pasaba junto a la atalaya. La mirada adiestrada en Bizancio meda la distancia, buscaba fortificaciones, fuertes, barricadas, puertas vigiladas. Los godos entendan tan poco de la guerra de sitio como de la ereccin de fortines. Los guerreros de la estepa y los bosques despreciaban a los romanos, que se ocultaban tras murallas y se defendan protegidos por fortificaciones de piedras y ladrillos. Tendr que ocuparme de todo pens Teodorico mientras su caballo cruzaba la puerta derruida, que ya no ofreca ninguna proteccin. Convertir el campamento en un fuerte.

Era el hijo del rey... pero no un guerrero. Esto lo comprendera cuando se sentara en el consejo de los caudillos. Todos hablaban antes que l, todos eran hirsutos veteranos del ejrcito, que con palabras toscas relataron sus experiencias durante la poca de Atila. El rostro largo y estrecho de Teodomiro estaba congestionado, y sus ojos brillaban. Cuando su hijo lleg, le condujo al palacio, que en un tiempo fuera residencia del prefecto. Se encendieron grandes leos en el stano de la casa, y en seguida el calor se difundi por los tubos de las paredes, calentndolas pese a su grosor. Entonces Teodomiro dej de sentir fro. Bebi su hidromiel, su mirada vag por la tierra, y sonri. Erelieva no poda participar en el consejo de los hombres. Teodimundo era de otra madre. Teodorico tena una hermana, tambin hija de Erelieva, llamada Amalafreda. Erelieva mand recado a su hijo de que le esperara despus de la puesta del sol. El consejo de los hombres no poda durar eternamente. En sus cabellos rubios brillaban hebras de plata. Erelieva slo haba vivido en la estepa; era hija del prncipe de una tribu. Comparta la cama con el rey, le haba dado hijas y un hijo, el primognito. Pero no era su verdadera esposa, y cuando llegaban enviados cristianos, Erelieva no estaba presente en la recepcin. Si traan regalos, reciba su parte en el dormitorio. Nunca poda sentarse junto a su marido con la corona en la cabeza, como haba odo contar que hacan las reinas germanas. Erelieva le recibi vistiendo una tnica larga, sobre la cual llevaba una capa azul. Teodorico haba pensado muy a menudo en su madre durante los primeros aos, pero viva tan lejos que apenas poda recibir noticias de ella. Madre... madre... Cuando se fue haciendo mayor, la imagen de su madre palideci, y cuando alcanz la madurez, desapareci casi totalmente su recuerdo. Amalafreda gui a Teodorico a donde se hallaba su madre. Haba llegado repentinamente el esto a la orilla del lago? Todos los capullos haban reventado, millones de ranas croaban en el caaveral, los pjaros anidaban en las columnas derruidas, con fuerza elemental palpitaba la vida a orillas del lago. Todo pareca encantado, misterioso: la finsima hoz de la luna en el cielo de un azul oscuro, sobre la superficie del agua, la cadena de centinelas en los prados que bordeaban la baha; los botes de los pescadores, hechos toscamente con troncos de rboles, estaban amarrados a la orilla; impulsado por la ligera brisa, que slo rizaba la gris superficie del agua, se deslizaba un barco de vela. Todo era indeciblemente hermoso; ahora se hallaba en la

antesala de la casa de su madre. Y se acord de los palacios de Bizancio, de las casas de los eunucos jefes y los funcionarios. El palacio de Erelieva? Contempl a su hermana: era hija de un rey? El tejido de su tnica era burdo, el corte, medio germano, medio bizantino, y sus sandalias de piel de cabra eran obra de un zapatero local. La fbula que sujetaba su tnica interior era de plata ligera, ya estropeada por el uso. Sobre su pecho colgaba un mbar amarillo; era bello y valioso, pero pulido toscamente. Unos mercaderes del norte lo haban cambiado por pieles de caballo. Todo era peculiar, la vida se mova con lentitud, los hombres salan a la intemperie con la cabeza descubierta y sin capa despus del largo y despiadado invierno. Erelieva contemplaba a su hijo, que ella diera por muerto cuando lo alejaron de su lado. Le haba llorado con una cancin fnebre, ms triste an que las canciones con que se despeda a los hombres que iban a luchar. Teodorico contemplaba el rostro de su madre: era bello todava? Resplandeca an el rubio que veinte aos atrs hechizara a Teodomiro? Cmo era el rostro de Erelieva? De improviso vio unas imgenes ante sus ojos. Las dos emperatrices estaban sentadas en su elevado trono de oro. Verina, con su belleza lnguida, envuelta en nubes de perfume. Era mayor que su madre Erelieva, pero an segua siendo la figura cautivadora de palacio, sobre cuyas aventuras se murmuraba mucho. Y Ariadna, la gentil y obediente Ariadna, siempre a la zaga de su tosco marido isaurio? La tarde perteneca a las mujeres. Erelieva coloc a Teodorico ante el extremo superior de la mesa; le servan las hijas de los capitanes. Las mujeres no se sentaban a la mesa mientras los hombres coman, lo exiga la ley de la estepa. Entr un tocador de lad, y cuando llenaron los cuernos de hidromiel, cuyo borde el platero godo haba adornado con plata, y a los que model una especie de pie para que pudieran posarse sobre la mesa, se sinti transportado por las viejas canciones de su infancia: le invadi el calor y encontr dulces las inquietudes de su madre. Verdad que ahora te quedars siempre junto a nosotros, Teodorico? pregunt Amalafreda. La esbelta muchacha rode los hombros de su hermano. Fue preciso describirles la ciudad. Hablar del mundo del palacio imperial, de las calles, donde ahora, al atardecer, se congregaba la multitud, que abandonaba sus casas calientes y paseaba y conversaba en las calles iluminadas por lmparas de aceite hasta altas horas de la noche. Los vendedores del mercado an tenan su gnero a la venta, las tiendas estaban abiertas, en carros seguan trayendo toda clase de

frutas. Las doncellas se adornaban los cabellos con flores, y mientras duraba la luz del da paseaban por la Mesa, y miles de personas se sentaban a la luz de la luna en las escaleras del Hipdromo. Hablar de la ciudad...? Ordenar que traigan los regalos y los repartir entre vosotras. Los presentes elegidos por Verina estaban dentro de sacos de cuero, que haban venido a lomos de los mulos ms fuertes. Eran presentes destinados a la esposa y la hija del rey. En la Corte bizantina le llamaban rey, cuando de la cancillera sala una carta dirigida a Teodomiro. Era un aliado, y al prncipe de una tribu amiga le corresponda el ttulo de rey. Verina haba elegido ella misma los regalos: sedas, telas, ambrosa, alhajas, valiosas nforas, aceite, perfumes, pinturas para el rostro, lmparas, recado para escribir y zapatos. Mientras las servidoras iban sacando de los sacos uno por uno los presentes, en los rostros de las mujeres godas se reflejaba la confusin, el asombro, la envidia y la admiracin. Todo aquello serie suyo? Erelieva se qued algunas alhajas, una doncella noble se prendi en la tnica una artstica aguja bizantina. Su hermana se colgara al cinto un pual de finsimo trabajo, y la madre se prob con lgrimas en los ojos un par de zapatos de tacn alto, hechos con piel de ante y orlados de prpura. Se ri y exclam: Mirad... son para m, para m... mi hijo me los ha trado... Teodorico hubiese querido destrozarlo todo, romper cada una de aquellas cosas valiosas que reciban con tanta avidez. Para qu necesitaban telas perfumadas las hijas de los godos? De qu serviran los pauelos de seda, los terciopelos, el cuero delgado como un velo, los cubiertos de plata? La corte de Erelieva se alojaba en un almacn romano, provisto de columnata, desde que la tribu goda acaudillada por Teodomiro se estableci tras la particin en la tierra que se extenda entre el Danubio y el gran lago. Todava poda verse donde el prefecto guardaba los sacos de cebada; unas marcas mostraban el lugar en que se amontonaban las diferentes mercancas en la gran sala dividida por columnas. Los muebles se hallaban dispuestos de cualquier modo, algunas piezas las haban dejado los romanos, y otras eran obra del ebanista local. Sobre el suelo estaban extendidas pieles de animales salvajes, a fin de no tropezar con las rotas losas del mosaico. Una de las alfombras proceda del tiempo de Atila, era el botn de una campaa, pero ya tena los bordes deshilachados. Las toscas botas de los hombres rompan los delicados hilos. Bizancio, Bizancio! Por qu habra trado a Erelieva los regalos de Verina?

Haca una semana que asista todas las maanas al consejo. Ahora ya conoca los peligros. Tambin l vea ya un enemigo en Babai, el rey de los srmatas, que acechaba continuamente una ocasin propicia para atacar a los godos. Un brazo adornado con hebillas de bronce golpe con estruendo la maciza mesa de roble en torno a la cual se encontraban los condes godos. Las imprecaciones se mezclaron con las frases fanfarronas, los desafos y las provocaciones. Se dej or la voz temblorosa de un anciano, que se escuchaba con impaciencia pero tambin con respeto. Eran horas decisivas para la tribu. Fuera, la tormenta azotaba los rboles de la orilla, levantaba remolinos de polvo que se extendan sobre el lago. Todo era elemental, el agua, las voces y los hombres. A la maana siguiente, Teodorico envi un mensaje a la juventud. Cuntos eran los jvenes godos que hasta ahora haban vivido veinte primaveras y veinte veranos? Cules de los jvenes guerreros se uniran a l...? Cuntos seran los que reconoceran en el joven descendiente de Amal a su caudillo? En una noche, la estepa floreci. Una maravillosa primavera invadi la tierra. Las abejas zumbaban, embriagadas, en torno a los clices de millones de flores. La tierra floreci mientras se congregaba el ejrcito de Teodorico; seis mil lanzas: las armas de los jvenes guerreros apuntaban hacia el cielo. Su padre conoca el plan slo de manera superficial; los viejos simulaban que tenan los ojos y los odos cerrados. Por los campamentos y cuarteles corra la noticia: Teodorico se est armando... Seis mil lanzas saludan al joven caudillo.
SEGUNDA PARTE

XVI

Una fuerte tormenta se abata sobre la orilla del lago cuando partieron al despuntar la maana. Los jvenes haban despertado de su inactividad a todos los campamentos, granjas y colonias de la tribu. Habra renacido el recuerdo de las antiguas campaas? El sol de un rojo violento apareci entre las nubes y proyect una dbil luz sobre la superficie del lago. Millones de seres minsculos surgieron del agua en un instante, bandadas de pjaros cruzaron el aire, y en la orilla sonaron voces inquietas y asustadas: La muralla gigante se ha puesto en movimiento! Tras aos de inactividad, los jinetes godos cabalgan de nuevo!

Los guerreros no deban saber nada de esta empresa de la juventud. No era una guerra. Ni el emperador haba enviado un mensaje, ni el rey haba dado su aprobacin a esta aventura. Por eso todos les seguan ansiosamente con la mirada mientras los caballos, alegres y descansados, y presintiendo la aventura, salieron al paso sin producir apenas ruido sobre la alfombra de la tierra humedecida durante das enteros por la lluvia. La orilla del lago era tierra de nadie. Jams haban osado llegar hasta aqu las patrullas de otros pueblos. Sin saber que los godos salan para una campaa, nadie poda aventurarse a atacar las colonias de la tribu. Los centinelas mantenan vigilancia en un extenso contorno, y diariamente hacan la ronda patrullas de reconocimiento. En muy pocos minutos se podan hacer seales de humo o encender hogueras por la noche, en seal de peligro. Salieron de la tierra de nadie, y Teodorico, en cuanto dejaron atrs las colinas, observ a sus jvenes guerreros. En Bizancio haba aprendido a contar un ejrcito, y algunos jvenes que all pertenecan a su squito le ayudaron a dividir en grupos al pequeo ejrcito. Contaban en griego y empleaban nombres griegos. A la cabeza de cada grupo coloc Teodorico a un lancero, y cada mil lanzas eran mandadas por un guerrero experimentado. Antes de llegar a tierras srmatas, aquel montn de hombres deba convertirse en un ejrcito. De los hunos haban aprendido a llevar consigo el propio aprovisionamiento, en una bolsa atada detrs de la silla: carne y mijo molidos. En ningn lugar podan contar con ser alimentados por la poblacin. El saqueo era peligroso incluso en las aldeas situadas entre campos cultivados. La noticia se propagaba con demasiada velocidad, los campesinos en fuga alarmaban a las comarcas vecinas. Teodorico pens en lo que aprendiera en la escuela de la corte bizantina junto a los dems rehenes. Expresiones para distintas clases de lucha, mquinas para el asedio y formaciones! Una admirable ciencia sobre la cual haban escrito muchos libros los generales experimentados. La montaa, llena de reflejos rojizos, se inclinaba hacia la orilla del lago. Su tierra era totalmente roja, y cuando los caballos la rascaban con las pezuas, pareca que brotase sangre. Desde un altozano contempl Teodorico la tropa de seis mil jvenes. Marchaban ya con cierto orden, y haban aprendido con rapidez las voces de mando bizantinas. Los jvenes godos no llevaban armadura. El equipo era muy costoso, y slo los viejos guerreros posean camisas de hierro, que tal vez consiguieron como botn sus antepasados durante las batallas

de Atila. Los muchachos llevaban chalecos de cuero y gruesos jubones, que detenan alguna flecha perdida, pero no una lanza dirigida contra el pecho. Contempl su ejrcito desde el altozano: qu jvenes y qu insignificantes eran! Siguieron avanzando, ahora por terreno seco; haca mucho rato que haban dejado atrs el lago, y vigilaban ms que antes la aparicin de un posible enemigo. Al tercer da, ante la insistencia de los jvenes capitanes por conocer su destino, los labios de Teodorico pronunciaron por vez primera la palabra decisiva: Singidnum. Era el viejo nombre latino de un castillo que ostent diversos nombres a lo largo de la historia, una fortaleza junto al Danubio, en la desembocadura del Save. Aqu tena su sede el ambicioso rey de los srmatas, desde aqu enviaba a sus ejrcitos a la otra orilla del Danubio en busca de botn. El ro le ofreca su proteccin; nadie hasta ahora haba osado venir hasta aqu a presentarle batalla en su propio terreno. Por siete veces haba salido y se haba puesto el sol. Teodorico observaba a los jvenes a hurtadillas, al acecho de cualquier seal de cansancio provocado por la cabalgata inusitadamente larga, la alimentacin racionada, el viento continuo, el calor del medioda, llegado de modo prematuro en esta primavera, y los fros nocturnos. Calcul. Un ejrcito bizantino no hubiese recorrido en el mismo espacio de tiempo ni un tercio del camino. Los carros de asalto habran exigido la abertura de senderos a travs de la espesura, y la tala de rboles, a fin de hacer practicables los terrenos pantanosos y las tierras de aluvin. En cambio, los jinetes godos llevaban encima toda su impedimenta, ningn carro obstaculizaba su marcha. No necesitaban ajustar su trote al paso ms lento de la infantera, y la mayora de sus caballos de carga aseguraba su avance ininterrumpido cuando alguna montura se desplomaba bajo su jinete. La avanzadilla anunci: El Save a la vista. Desde las prximas colinas se vislumbraba ya el gran ro, de un tono azul verdoso y caudal incrementado porque era primavera. La mayora de los jvenes no lo haba visto nunca, y se quedaron mirndolo como asustados. Eran cristianos, y ya no pedan ayuda a los antiguos dioses godos de los ros, pero pese a ello contemplaron con emocin el lejano paisaje; el ro se les antoj un obstculo infranqueable. En la orilla opuesta, al este, estaba el legendario Singidnum. Los hombres de la estepa saban ms que los estrategas sobre los accidentes de la naturaleza. En ninguna historia bizantina y en ningn libro sobre la guerra estaba escrito cmo poda la caballera cruzar a

nado un ro caudaloso. Slo se hablaba de la caballera pesada, orgullo del ejrcito bizantino; caballos fuertes y hombres fuertes, de apetito y paga tres veces mayor de lo normal, cubiertos casi totalmente por una coraza. Aventurarse en un ro con tales armaduras hubiera sido tentar a Dios, incluso aunque la corriente fluyese con tanta suavidad como la del Save en esta parte de su curso. Pero los godos eran jinetes ligeros, y sus caballos estaban acostumbrados a vadear el gran lago. En la orilla meridional del lago, donde el agua era menos profunda, los godos solan ejercitarse, y sus caballos no retrocedan ni ante las olas de las inundaciones estivales. Los caballos de la avanzada no se mostraron reacios a entrar en el agua en un punto en que haba poca profundidad y se interrumpan los interminables caaverales de la orilla. Los jinetes dirigieron los caballos hacia el agua, sin temer que se asustaran o les empujara la corriente. Los viejos guerreros eran maestros en esta clase de campaas, y por ello Teodorico haba trado a unos cuantos consigo. Eran cautelosos, la atencin estaba escrita en sus rostros. Interpretaban miles de seales, conocan el agua. Murmuraban algo al odo de su caballo, y a una ligera presin de su rodilla, el animal abandonaba la orilla pedregosa, alcanzaba el extremo del vado y empezaba a nadar con movimientos tranquilos y seguros. El ejrcito se coloc ahora de modo que los caballos y sus jvenes jinetes pudieran ver nadar a la avanzadilla, el ritmo seguro, los movimientos tranquilos de hombres y monturas. Todos deban ver cmo los caballos levantaban la cabeza y alcanzaban la orilla opuesta. Los guerreros enarbolaron sus lanzas y les hicieron seas: Venid! Tierra de nadie. Para vadear el ro eligi Teodorico la hora del medioda, cuando el Save no estaba tan fro como para entumecer a hombres y animales, pero ante todo para que el sol tuviera tiempo de secar las ropas de cuero. Cuando la mitad del ejrcito hubo alcanzado la otra orilla. Teodorico se dispuso a vadear el ro. Desde la cumbre de la colina resultaba extrao ver aparecer de pronto en el agua a centenares de hombres y caballos. Se tena la impresin de que montura y jinete nadaban separados. La grupa del animal se hunda bajo el agua, los jinetes sostenan con fuerza las riendas y nadaban al mismo ritmo; slo sobresalan las lanzas, las flechas atadas al cuello del guerrero, los cascos de cuero y los gorros. Los jvenes godos haban aprendido a nadar en las olas del gran lago, no tenan ningn miedo a la corriente, en cuyo plcido vaivn no les amenazaba ningn peligro, ni siquiera aunque el caballo, espantado de improviso, derribase a su jinete. Pero no ocurri nada parecido, los caballos de carga siguieron a sus compaeros, y el agua no estaba excesivamente fra. El nmero de siluetas marrones en la otra orilla no dejaba de aumentar; hombres y

animales se sacudan el agua. Se quitaron los jubones de cuero y los pusieron a secar. Los guerreros prorrumpieron en carcajadas. Nadie tena fro, porque el sol de medioda calentaba mucho, y adems encendieron grandes hogueras, junto a las cuales sacaron la comida de las bolsas y llenaron los cuencos con la sopa de sangre. La audaz travesa haba alegrado todos los nimos. Hemos ganado la primera batalla dijo Teodorico. Ahora era preciso pensar el modo de atacar el campamento de los srmatas. Babai tena fama de ser un caudillo astuto y muy poderoso. Todos haban odo hablar de l y teman a sus fieros guerreros. Era difcil imaginar un pueblo ms salvaje y cruel que las hordas de los srmatas. Saqueaban todas las colonias de las cuales saban que haban sido abandonadas por los hombres. De ahora en adelante los godos tendran que calcular cada paso que dieran. Un solo ruido imprudente poda bastar para que su empresa fracasara en un bao de sangre. Teodorico no envi ms exploradores, sino pequeos grupos de cien a doscientos lanceros bajo el mando de guerreros experimentados. Si eran sorprendidos, los tomaran por un grupo de godos vagabundos que haban osado vadear el ro. Protegida su retaguardia por el Save, Teodorico envi a sus avanzadillas en tres direcciones. No tardaron en or rumores de lucha procedentes del sur. La seal convenida: penachos de humo se elevaron detrs de los caballos. Todos los jinetes del lado poblado de bosques de la pedregosa orilla saltaron a sus caballos. Como una larga serpiente de color marrn, la hilera de jinetes fue avanzando junto al ro. Las cuerdas de los arcos se haban secado, las puntas de hierro de las lanzas ni siquiera haban tocado el agua. Las espadas recin afiladas estaban dentro de sus fundas de cuero, y al cinto llevaban las temidas hachas de armas godas. El ro describa una curva, los rboles de la orilla ocultaban la vista; entonces los godos se encontraron ante una cadena de colinas, una llanura cubierta de hierba y arbustos, y ms hacia el ro, una enorme extensin de pastos. Teodorico volvi su caballo hacia donde se vean las seales de humo. Como caudillo, no llevaba lanza. Empuaba en su lugar la larga y bien trabajada espada bizantina. Era un regalo del emperador Len a Teodomiro. Su padre se la haba alargado la vspera de su marcha. Puede cortar hasta el hierro le dijo; es mejor que las nuestras.

Las seales de humo se elevaban detrs de las colinas, y llenaban el aire de pavesas; el sol, que se reflejaba en el ro, penetraba a travs del vapor que despeda el pantano. Por la cima de la colina, simulando una huida, galopaba la avanzadilla de los godos en desordenada formacin... los jinetes se abrazaban al cuello de los caballos para ofrecer un blanco mnimo a las flechas de los srmatas. Les segua el enemigo, pisndoles los talones. Cuntos podan ser? Dnde empezaban y dnde terminaban? En qu formacin venan? Desde la cima de la colina, los perseguidores no podan ver el ejrcito godo, oculto a medias, pero cuando bajaron al galope fueron a parar directamente a un bosque de lanzas. En las batallas de la caballera, el primer choque es decisivo. La mitad del ejrcito esperaba en perfecta formacin en la orilla, con las lanzas al frente, mientras la otra mitad disparaba sus flechas cuando ya haba bajado por la colina la propia avanzadilla. Los srmatas galoparon hacia una verdadera lluvia de flechas. No todas las flechas dieron en el blanco, y las cansadas por la larga trayectoria rebotaban contra los jubones de cuero, pero aun as heran a muchos caballos en el pecho y a muchos guerreros en la rodilla o en los pies. En el vrtigo del momento descubri Teodorico a su enemigo. Vio un guerrero con una estrecha barba correr directamente hacia l. Llevaba un yelmo puntiagudo y en la diestra empuaba una lanza; el lado izquierdo de su cuerpo estaba protegido por un escudo sujeto a su brazo, y cubran sus piernas sendas espinilleras, pero su caballo no tena coraza. Se haban escogido mutuamente, la distancia se iba acortando, los caballos sentan la presin del muslo, la fiebre de la lucha. El trote se convirti en galope, y como un osado nadador que salta al ro desde el acantilado, y es cubierto momentneamente por las aguas, as se lanzaron los guerreros a la lucha choques, gritos, el ruido de las armas, los relinchos de los caballos, seales lejanas que ya nadie comprenda; las dos caballeras chocaron y se entremezclaron. El barbudo se diriga a l con su lanza; Teodorico conoca esta embestida consciente, cuidadosamente preparada. El jinete se levanta algo sobre la silla, a fin de centrar todas sus fuerzas en la lanza; al hacerlo, desva el escudo y deja el lado izquierdo del cuerpo al descubierto. De este modo se luchaba tambin en los campos de maniobras bizantinos, donde se preparaba a los principescos rehenes para futuras guerras: maestros de armas griegos e instructores persas enseaban todos los trucos de la lucha cuerpo a cuerpo. Cuando el enemigo salta hacia ti con la lanza, y t tienes una espada en la mano... vulvete un poco hacia el lado y corta el mango de la lanza por el tercio inferior ligeramente hacia arriba, slo lo suficiente para que la punta

del arma pase por encima de tu cabeza, y entonces estars debajo y tu enemigo no podr usar la derecha a causa de la espada que est blandiendo hacia arriba. Ahora debes clavar tu espada, en una fraccin de segundo, a fin de acertar en pleno pecho. La excelente hoja cort con facilidad el recio mango de madera sin partirlo en dos. La larga punta de hierro roz el casco de cuero y ara la frente de Teodorico mientras ste la esquivaba, y al mismo tiempo vea una mancha marrn delante de l, que sera cuero, pao o ante, pero no una armadura. Apretando el mango con fuerza, baj la larga y estrecha espada, haciendo presin con el pulgar; retuvo el caballo con un potente tirn, solt entonces la brida y clav la espada en la mancha marrn: el grueso cuero se abri como una rosa. La aguda punta de acero entr ms profundamente, brot un hilo de sangre y despus un chorro que le salpic el rostro y le nubl la vista; an poda distinguir a su enemigo, su barba... oy entonces entre estertores una maldicin en lengua extranjera, vio los ojos en blanco, la espuma, el caballo que se desplomaba todo en una fraccin de segundo, desde que clavara la espada hasta que la sac de la herida con un rpido movimiento de mueca. Teodorico estaba rodeado por sus godos como por una muralla de guardias de corps. Sus miradas siguieron el combate en el cual, segn la severa ley de los hombres, no podan intervenir, pero le hubiesen vengado en el acto de haberle visto herido mortalmente... El nmero de godos a su alrededor iba creciendo mientras el de los srmatas disminua. Caballos dispersos daban vueltas por el caaveral, sin jinete que los guiara. Nadie se preocupaba ahora de los caballos, cuando los hombres luchaban cuerpo a cuerpo con hachas, lanzas, mazas y espadas atacndose una y otra vez, en un combate que an no estaba decidido. Los godos superaban en nmero a los srmatas, eran superiores a ellos. Quin puede contar al enemigo en momentos como ste? Por la magnitud del bosque de lanzas, por la anchura de la nube de polvo, por la fuerza del fragor, puede imaginarse uno que est en superioridad numrica... Caballos sin jinete, caballos heridos mortalmente, hombres derribados. Los guerreros no pueden vivir para siempre, pero ofrecen un terrible espectculo cuando en pleno combate encarnizado se balancean en la silla, caen del caballo y quedan tendidos en el suelo con los ojos vidriosos, la cabeza partida, la garganta abierta, en el pecho una herida tan honda que asoma por ella el corazn. Era espantoso para aquellos que lo vean por primera vez, para quienes se trataba de la primera batalla y por primera vez probaban sus hojas... con uno... con dos... con tres.

Bizancio haba sido una buena escuela para el joven prncipe. Teodorico pens en el maestro de armas persa, que con su hoja extremadamente flexible se deslizaba entre ellos como un mago. Haban pasado hora tras hora en la sala de esgrima, a fin de como l deca perder el miedo. Piensa en cada pelea que te encuentras aqu, participando en una competicin entre amigos, para ejercitar los msculos y desarrollar la armoniosa belleza de los movimientos y la arrogancia masculina. Uno, dos, tres. Teodorico tard ms en vencer a su segundo contrincante. El hombre era un mal luchador, pero resistente, y el hacha srmata, un arma ms temible que la lanza. Ahora le prest un buen servicio a Teodorico la armadura del pecho, que el hacha no atraves, sobre todo porque amortigu su mpetu con la espada. El cuello del enemigo se estir y sobresali del cuello de la armadura cuando de nuevo el hombre se aprestaba a asestar otro golpe. La punta de la espada pinch sin dificultad el brazo levantado, y entonces, con un rapidsimo movimiento de mueca, Teodorico cort la arteria de la garganta del srmata. El maestro persa le haba enseado en su imperfecto griego este truco oriental del arte de la esgrima. El tercero era joven como el propio Teodorico, casi un muchacho. Tena ojos azules y cabellos rubios. Teodorico apunt a la mueca y cort el tendn; al enemigo se le cay la espada, y mir confuso e indefenso a su vencedor. Teodorico levant la espada para el golpe. Los ojos del muchacho expresaron una angustia mortal; cogi al joven por la manga y lo atrajo hacia s. Sin darse cuenta, habl en griego: Eres mi prisionero. El otro no le comprendi, pero alz las manos como si quisiera decir: Me rindo. Los godos haban bajado la colina y subido por la rocosa ladera como una tromba. A su paso no encontraron ninguna muralla, tumba u obstculo que pudiese interrumpir su carrera. Cuando llegaron a las praderas, Teodorico orden el ejrcito. Pas revista a los guerreros, mand contar los muertos, puso centinelas a los prisioneros y organiz de nuevo las unidades. Los godos cambiaron las armas, pues las espadas de los srmatas eran mejores, y sus arcos gozaban de merecida fama. Teodorico concedi una hora de descanso. En el campamento del enemigo les esperaba la comida fresca, la carne de animales recin muertos. Desde haca ms de una semana no coman otra cosa que carne molida y sangre, y un poco de mijo y smola de cebada que llevaban consigo en la bolsa de cuero atada a la silla. Un rato de descanso para ordenar el ejrcito, comer y saquear a los prisioneros.

Entonces los jinetes se pusieron de nuevo en marcha, describiendo un ancho crculo, para rodear a los srmatas y conducirles hacia el ro. Singidnum era una fortaleza, un antiguo campamento romano que los srmatas, cuando se establecieron en l, repararon tan bien como supieron. Desde aqu salan para sus saqueos. No tenan ningn miedo de que alguien viniera a sorprenderles en su guarida, pues la fortaleza, enclavada sobre una montaa, poda rechazar cualquier ataque. Teodorico conoca la estrategia de la guerra contra una fortaleza: para un ejrcito de jinetes no haba la menor esperanza de tomar por asalto, sin mquinas de guerra, una fortaleza que estaba preparada para resistir un sitio. Su nica arma efectiva tena que ser la rapidez. Finalizaba la primavera. Los godos se alejaban cada vez ms del ro; si tenan suerte y se entablaba una batalla durante el camino, al atardecer podran llegar hasta el pie de la montaa y atacar la fortaleza protegidos por la oscuridad. Babai no logr formar a toda prisa un ejrcito con sus dispersas tropas. Requera cierto tiempo para hacer venir a los guerreros de las colonias vecinas. Lo nico que poda hacer era enviar a la lucha a los hombres que se hallaban en el fuerte o en las proximidades. Eran hordas que se lanzaron contra los godos con furia desenfrenada, exigiendo venganza para los muertos. Se inici una salvaje carnicera. Teodorico saba que los godos hubiesen luchado con el mismo encarnizamiento en caso de ser atacada su aldea. As luchaban todos los pueblos de la estepa: heroicamente, pero sin ningn plan. Haba salido ileso del primer encuentro; slo una lanza le ara la frente. Senta dolor en el brazo. En el calor de la lucha no haba advertido el impacto de una piedra lanzada por una honda. Ahora segua el curso de la lucha desde una colina baja, sin intervenir en ella, y decidiendo desde su puesto elevado hacia dnde deba enviar a sus jinetes. Haba pasado la primera borrachera, su caballo ya se haba acostumbrado al olor de la sangre. Ahora poda observarlo todo desde arriba: cmo cumplan sus rdenes los godos, cmo iba hacindose pequeo el crculo en el que se luchaba cuerpo a cuerpo. Los srmatas sentan que se estaban metiendo en una trampa... al final ya no les quedaba sitio para levantar la lanza o blandir la espada. Era la segunda victoria. Los cuerpos desnudos de los nuevos prisioneros estaban rodeados por el enrejado de lanzas levantadas de los vencedores. Atardeca. De la orilla del ro llegaba una niebla azulada, que se cerna lentamente sobre la tierra... pronto alcanzaron el pie de la montaa, con la desembocadura del ro en el Danubio a sus espaldas.

Dispona Babai de un tercer ejrcito? Un grupo de jinetes sin mquinas para el asedio slo el asalto, el mpetu irresistible del ataque poda darles la victoria. Desmontaron, pues, del caballo, y se esparcieron en pocos minutos como hormigas por la montaa. Ardan fuegos aislados; como en todo asedio, las antorchas llameantes producan una sensacin de misterio y terror. Antorchas incendiarias volaron por el cielo y cayeron sobre los pajares. El fuego se propag a los establos, aumentando la perplejidad y haciendo cundir la desesperacin, mientras los jvenes guerreros godos, en apretadas filas, sedientos de una victoria definitiva, trepaban con el arma en la mano por rocas y senderos.

Los srmatas no tenan otro ejrcito que pudiese defender las murallas de la fortaleza, slo los guardias de Babai intentaron detener la ola de los atacantes. Hicieron rodar por la pendiente piedras enormes, para que arrastrasen con su peso al enemigo; pero faltaba una defensa bien planeada. El propio rey observaba desde una ventana aquella lucha comenzada en tan desiguales condiciones. Cuando el espacio libre de la montaa fue muy reducido, y los atacantes se encontraron cerca de las murallas, Babai tuvo que reconocer que su dbil guardia sera incapaz de detener aquel impetuoso ataque. Los srmatas eran temidos ladrones de hombres. En cada campaa hacan el mayor nmero posible de prisioneros. No slo guerreros, que con sus lazos magistralmente manejados inutilizaban para luchar, sino tambin mujeres y nios, a los que consideraban asimismo un valioso botn. Los srmatas no eran un pueblo muy numeroso. Los nios robados, educados por ellos, constituan una ayuda adicional, y los que no necesitaban eran vendidos a elevado precio a los comerciantes de esclavos. Las doncellas de la estepa significaban cuantiosas monedas. En cambio, los muchachos eran alistados por Babai en un nuevo ejrcito srmata. Los infortunados prisioneros y esclavos, mercanca para el prximo mercado, no se hallaban en la fortaleza, donde apenas hubiera podido alojarse aquella lastimosa muchedumbre, que cambiaba continuamente. Vivan tanto en invierno como ahora, en primavera amontonados como ganado al pie de la montaa. Durante la inspeccin diaria poda orse el restallido del ltigo y los gritos de dolor. A nadie le importaba que murieran unos cuantos ejemplares de una mercanca conseguida tan fcilmente. Ahora haba llegado la primavera, y los guerreros podran llevar a cabo nuevos saqueos para reemplazar a los prisioneros muertos durante el invierno.

Por los exploradores supo Teodorico dnde se encontraba el campamento de prisioneros. Orden que se dirigiera a l una divisin de godos armados con lanzas srmatas, para el caso de que no fueran suficientes las armas de los centinelas, a los que haba que dar muerte. El ejrcito de los godos no tard en verse reforzado por los prisioneros liberados, sedientos de venganza. Los hombres fueron a sumarse a los guerreros godos que trepaban por la montaa; las mujeres se dispersaron. Los centinelas muertos yacan ante las puertas en un charco de sangre. La alta empalizada haba sido asaltada desde dentro, y por las brechas seguan saliendo nuevos prisioneros, cuyo destino fuera el mercado de seres humanos. Teodorico empez el ascenso por el otro lado de la montaa. Con su escudo se protega de piedras y bloques de roca. A su lado iban los cornetas; en las horas de descanso de la campaa haba enseado a su tropa las seales bizantinas con el cuerno. Paso a paso se abran camino hacia arriba los atacantes. Tenan que cubrirse continuamente, para que la lluvia de flechas de los srmatas no les causara heridas graves. Pareca que el valor de los defensores estaba cediendo, como si quisieran abandonar las murallas exteriores y replegarse. Las llamas se propagaban de tabln en tabln y prendan en los maderos exteriores. Si el fuego continuaba extendindose, no se podra apagar, el ro estaba lejos y era imposible subir el agua! Desde el otro lado lleg el grito de los prisioneros liberados. Ahora comprendieron Babai y su gente que haban perdido para siempre su mercanca humana, tan cuidadosamente vigilada. El palacio en s era tan grande como un castillo. Durante siglos, aqu haba tenido su sede el gobernador romano. Quien fuera seor de Singidnum dominaba la tierra junto al Ister, poda proteger las provincias meridionales y asegurar la calzada que conduca a Bizancio. Esto lo aprendi Teodorico en Bizancio cuando los maestros de la estrategia le hablaron de la importancia de las vas fluviales. El botn no cay como un fruto maduro a los pies de los atacantes. Si en lugar del rey srmata hubiera sido Teodorico el defensor del castillo, habra resistido el asedio durante muchos das con la mitad de la gente, pero los srmatas no entendan de defensa. El rey no dominaba a sus tropas, cada hombre luch por su cuenta, cundi el desnimo, rein el pnico... y los guerreros buscaron cualquier agujero, cualquier sendero oculto para escapar con vida de la fortaleza. Teodorico haba dejado un camino abierto. Los indecisos deban tener la posibilidad de huir. Quin poda saber si se trataba de tropas auxiliares, mercenarios gpidos, o tal vez rugienos o escitas, alistados

en las filas del rey srmata por coaccin o en la esperanza de un buen botn. Haba dejado libre el lado oriental: por all podan escapar los sitiados que lo deseasen. Sin embargo, abajo tendran que pasar por la lnea de guerreros que haban liberado a los prisioneros, y rendirse a ellos o pelear de nuevo. Teodorico no poda preocuparse por lo que all sucediera. Lo importante era Singidnum, la antigua fortaleza romana. Las lanzas se elevaron, alcanzaron la corona de la muralla y sirvieron de escaleras; los escudos formaron techos bajo los cuales fueron subiendo los atacantes. La suerte de los srmatas estuvo echada cuando los godos saltaron la muralla. Con la espada en la mano iniciaron la batalla final. El castillo se divida en una serie de espaciosas alas. Al principio muy pocos godos podan mantenerse en ellas, se vean obligados a retroceder hacia la muralla, defendindose como podan. Pero cuando Teodorico hubo forzado la muralla interior, los godos se apoderaron del ala principal, y tomaron posesin de los establos con los caballos del rey. A este tejado de ripias no deba lanzarse ni una sola antorcha encendida. No se destruy nada a excepcin de las puertas, que fueron astilladas mediante gruesos tablones. En el interior del palacio empez la dura e incierta lucha de hombre contra hombre. Dnde estaba Babai? Hacer prisionero al rey hubiera sido la ms hermosa recompensa de la campaa. Llevar al gran lago como prisionero al prncipe de los saqueadores! Cien slidos de oro a quien le agarre! Los jvenes guerreros se lanzaron a la pelea. El suelo de piedra se cubri de sangre. La guardia del rey defendi las escaleras peldao tras peldao. Por doquier, en los escalones, en los inmensos atrios romanos, en la columnata, manaban ros de sangre. sta fue la hora ms terrible del asalto. No haba misericordia, reconocimiento ni piedad para las manos en alto. Hombre contra hombre, y venca el arma mejor, la mano ms gil. En las filas de los godos haba an muchos guerreros inexperimentados, mientras que la guardia de Babai estaba formada por veteranos. Pero grupos de hombres cada vez ms numerosos seguan entrando en el castillo, limpiando de enemigos las alas sur y oeste y tapiando la entrada con maderos, piedras y mquinas de asedio recin conquistadas. Teodorico corra al frente de todos. Se encaram a una mquina de lanzamiento. Desde aqu poda observar la lucha que ruga en el atrio rodeado de columnas. Los guerreros godos ya haban ocupado todas las salidas, y solamente el antiguo castillo segua en manos de los srmatas. Babai... Babai... Y si el castillo tena una salida secreta, un pasadizo subterrneo que condujera al pie de la montaa y por el cual el rey poda haber huido sin ser visto? Babai... Babai...

Si no podan capturarlo, vivo o muerto, nada habra terminado. Si Babai apareca y desafiaba a duelo al caudillo de los sitiadores, Teodorico tendra que luchar en nombre de los godos. Babai... Babai, gritaban ahora cien gargantas, y el castillo devolva el eco. En el palacio se oan estertores de muerte, gritos, pasos de zapatos de hierro, y en torno a las columnas peleaban atacantes y defensores. Dos godos luchaban mientras ascendan por la escalera. Junto a la escalera haba un cortinaje de pared. De repente sali de entre los pliegues una hoja y atraves el cuerpo de un guerrero, que emiti un solo gemido; la herida era mortal, le haba tocado el corazn. El guerrero se desplom y rod por la escalera. Su camarada, con salvaje ferocidad, descarg el hacha contra el cortinaje. Un grito revel que haba herido a alguien. Era Babai quien se ocultaba tras la cortina. La afilada punta del arma le haba herido en el hombro. La espada cay de su mano, un segundo despus, cuando el pual cort la arteria de su garganta; sigui un estertor de muerte. Sobre la rica tnica, empapada de sangre, la espada separ la cabeza del tronco. Al guerrero se le nubl la vista. Al pie de la escalera, apoyada contra la pared, haba una lanza. Un godo levant del suelo la cabeza del rey y la ensart en la lanza. Babai... Babai. La lanza, antiguo smbolo de la guerra y garanta de la victoria, fue sujeta a la almena; en su extremo estaba la cara de barba rojiza, horriblemente desfigurada por el rictus de la muerte. Los supervivientes del castillo de Singidnum depusieron las armas.

Los jvenes guerreros no tenan an experiencia en pasar a cuchillo al enemigo. Se detenan cuando oan proferir gritos de muerte, cuando resbalaban sobre un cieno sanguinolento. Los habitantes de la fortaleza se retiraron a los aposentos ms alejados del palacio: servidores, mujeres, nios. Conocan el destino que llamaba a su puerta. Todo haba sido tan inesperado: haca apenas dos horas que se hablaba de realizar una expedicin sorpresa, y ayer haban vuelto al castillo los restos de las tropas derrotadas. Unas pocas horas fueron suficientes para que los godos penetraran en la fortaleza considerada inexpugnable de los srmatas. Tampoco Teodorico tena experiencia en el derramamiento de sangre. Iba de aposento en aposento. En los pasillos montaban guardia sus mejores lanceros. De vez en cuando se secaba la suciedad y el sudor del rostro. En sus pensamientos se senta trasladado a Bizancio, corriendo a cumplir su deber de cortesano: saludar a un rey brbaro. Si Babai hubiera sido cristiano, su vencedor tendra que haberle hecho sepultar en nombre de Cristo, pero los srmatas no haban adoptado el

cristianismo como los godos. Quemaban a sus muertos segn ritos paganos. Teodorico mir hacia arriba, a una ventana. El saqueo ya haba comenzado. Era imposible frenar a un guerrero brbaro tras una batalla victoriosa. Teodorico no poda limitar a dos horas el libre saqueo por medio de una seal de cuerno, como prescriban las reglas bizantinas para el asalto a un castillo. As pues, slo reforz la guardia, porque Singidnum era tambin famoso por su vino. Envi patrullas que tenan la misin de impedir que los godos se embriagaran con un vino desconocido. La perdicin de Babai haba sido que sus tropas se hallaban dispersas en sus campamentos entre las montaas y el llano, y por este motivo no pudo reunirlas en un da. Teodorico comprendi con claridad la diferencia que exista entre estos guerreros y los romanos, acostumbrados a una disciplina frrea y a la voz de mando de los cuernos, y qu difcil era dirigir a los guerreros godos, que no conocan el concepto de la paga y con los cuales l tena que repartirse el botn como si fuera su igual. Maldita Bizancio, bendita Bizancio! Cunto haba aprendido en el palacio imperial! Siempre tena que acabar recordndolo. Al principio slo vio un par de ojos a travs de la puerta enrejada. Dos puntos luminosos, y el rostro en la oscuridad. La reja de hierro deba de conducir a la cmara del tesoro o al calabozo. Dnde estaba la cerradura? Quin lo saba? Seales de cuerno, gritos, disputas, relinchos llegaban desde los patios. Un par de ojos brillaban en la oscuridad, dos manos blancas se aferraban al enrejado de hierro. Teodorico se acostumbr lentamente a la penumbra. Se hallaba ante un calabozo del palacio, utilizado tal vez para castigar a los servidores. Desdibujada e incierta, reconoci una figura femenina, esbelta y bastante alta. Las manos que agarraban las rejas eran las de una muchacha. No intentaba sacudirlas. No quera huir. Miraba con ojos relampagueantes desde la oscuridad. Transcurri un minuto interminable, durante el cual se miraron a travs de la puerta cerrada. Quin eres? Lo pregunt en godo, y lo repiti en griego. La respuesta fue en latn. Me llamo Nbula. Teodorico haba aprendido latn en Bizancio, los cargos de la corte seguan designndose en latn, en muchos lugares se daban las rdenes a los soldados en dicha lengua, y la contabilidad del imperio an se llevaba en latn. Aunque el emperador no lo hablase, los cortesanos tenan que comprender las cartas y los decretos escritos en la lengua de

Roma. Por esta razn se enseaba el latn en el palacio imperial. Teodorico comprendi que el nombre significaba niebla. El victorioso hijo de un rey y la prisionera continuaron mirndose a travs de la reja del calabozo. Lentamente le vino a la memoria el recuerdo de las palabras latinas. Eres libre! Puedes salir? La voz repuso en voz baja: La cerradura est en la parte de fuera. No arda ninguna antorcha, y en la habitacin reinaba la oscuridad. Tante la puerta con la mano. La muchacha dijo: La cerradura est a tu derecha. Era un cerrojo que se introduca en dos anillos de hierro fijos en la pared. En Bizancio haba visto, cuando les ensearon los calabozos, que encerraban en ellos a los prisioneros que haban sido cegados. En algunos de ellos an pendan restos de la orla de prpura de su capa destrozada. Podan haber sido grandes seores, senadores, gobernantes o generales, y ahora escuchaban, con las cuencas de sus ojos vacas, los pasos del centinela que les traa la msera pitanza. Tal vez... ella se asustara de l... Primero tena que acostumbrar su mano al mecanismo. Se hiri el dedo cuando descorri la barra de hierro con un nico y fuerte movimiento. La puerta de hierro gir tan poco sobre sus goznes a la presin de su hombro, que ella tuvo el espacio justo para salir. La muchacha, que haba estado prisionera y ahora era libre, se tambale. Quin eres? Me raptaron en Iliria. Hace seis meses que espero el dinero del rescate. Si no hubiese llegado este mes, Babai pensaba regalarme a su hijo como esclava. Hablas griego? Un poco... lo aprend. Comprendes, seor, lo que digo? Quin eres t, que dices: Nbula, eres libre? Cmo es que hablas el griego? Vienes de Bizancio, seor? Soy Teodorico, el hijodel rey Teodomiro. Hemos conquistado el castillo. Los godos te devuelven tu libertad. Eres godo, seor? Y hablas la lengua de Bizancio?

He vivido diez aos all. Tambin yo era prisionero, aunque no estaba encerrado. Acrcate, Nbula. No tengas miedo, no te har ningn dao. Los godos son crueles guerreros. Ests bajo mi proteccin. Eres libre. Lo comprendes? Libre? Qu significa ser libre? Dnde estoy? Cmo podr llegar a mi casa? Habr alguien con vida en mi casa? Una noche... llegaron los jinetes. Me llevaron lejos, muy lejos. El viaje dur cinco das y cinco noches. Incluso el viento se cansa antes de llegar a este castillo. Fuera, el ruido era espantoso. Podan orlo porque la puerta estaba abierta. La muchacha tembl. Ruido, noche, jinetes. No tengas ningn temor. No te acerques a la reja, aljate de ella. No tengas miedo... En adelante nadie te har ningn dao. El pasillo se llen de guerreros. Buscaban a su joven seor, temiendo que hubiese cado en una trampa o le hubiese atacado por la espalda algn guerrero de Babai. Pero en el umbral estaba una muchacha, que temblaba. Dentro, en la cmara, haba una mesa, un banco y una litera. Sobre la mesa se hallaban unos rollos de pergamino. Sabes leer? Soy cristiana. Hombres extraos la contemplaban fijamente. La mirada de la muchacha vag por la estancia como una mariposa inquieta, iluminndose de vez en cuando como si despidiera chispas. Los godos hablaban una lengua extraa y salvaje. Llevaban armas y eran igualmente indmitos y temibles aquellos que una noche la haban atacado y raptado. No tengas miedo. Los guerreros godos slo hacen lo que yo les ordeno. Los jvenes se quedaron formando un semicrculo. Su joven caudillo se les antojaba un hechicero. Hablaba en una lengua que ninguno de ellos comprenda, pero saban que en Bizancio y en Roma los sacerdotes rezaban en aquella lengua, y que el lejano emperador la empleaba para dirigirse a todos los habitantes de la tierra. Tales palabras figuraban en las monedas de oro que el insigne seor enviaba anualmente al rey Teodomiro.

La expresin de la muchacha era triste; iba envuelta en una capa que tena varias costuras descosidas. Era una capa romana de tejido muy fuerte, y haba resistido sin romperse la humedad de las gruesas paredes del calabozo. La muchacha miraba en torno suyo con inquietud. Por qu estos brbaros tenan que ser ms buenos con ella que los otros? Slo el guerrero rubio y sin barba hablaba en una lengua comprensible para ella. Hasta saba sonrer; entonces su mirada penetrante y aguda se suavizaba. El rubor cubra el rostro afeitado. Cuando sonrea, pareca un muchacho. Nbula estaba ante l, llena de dudas. Era como una hoja desprendida del rbol, un ser solitario y desgraciado que aqu, en el castillo de Singidnum, no perteneca a nadie. No quiso comer nada. Seguramente no haba pasado hambre, y no la haban maltratado. Llegara el dinero del rescate desde la lejana Iliria? Cmo poda llegar el precio del rescate para una muchacha arrastrada por un torbellino? Recordaba con claridad la noche en que fue secuestrada por los jinetes. Haba incendios alrededor de la ciudad. Se oy un estruendo ensordecedor, chirridos; fueron forzadas las puertas, el gallo rojo vol por los tejados. Y los rostros: barbudos, sudorosos, crueles. Manos que la agarraron y se la llevaron, salvajes sonidos; ella mordi, y un puo le golpe la frente. Era mejor no pensar en ello. No la haban atado a un caballo que alguien guiaba por la brida, primero a un trote muy lento y despus ms de prisa, al galope? Salieron de la ciudad, cruzaron el bosque y siguieron hacia comarcas desconocidas. Muchos das y muchas noches. Y por fin llegaron a Singidnum. No pasaba hambre ni tena fro ni le faltaba nada, pero todo era incertidumbre para ella; no tena ninguna queja. Ante ella estaba el guerrero sonriente de ojos claros y un poco saltones. Ya conoca su nombre: Teodorico. No era un nombre srmata y salvaje como Babai... La numerosa familia de Babai se haba retirado al ala lateral del palacio. Tres de sus mujeres se peleaban por tnicas y alhajas, se lamentaban de su destino y lloraban al muerto. Los nios, aterrados, se acurrucaban en una esquina. Por qu los extranjeros armados se dedicaban a asesinar? Los mataran a todos? La muchacha Nbula entr en el aposento de la reina, y el godo le dijo: No te preocupes, no puede sucederte nada malo. Nosotros cuidaremos de ti. Descansa. Bebe vino, come, cbrete con esta suave piel. Duerme. Cuando despiertes, todo ser ms hermoso, Nbula.

Hombres armados vigilarn tu sueo. Ya no puede ocurrirte nada malo. Lo dijo con palabras griegas y lo repiti, lo mejor que pudo, en latn.

El consejo de los guerreros godos se llamaba Thing. En l decidan los hombres la paz o la guerra, la divisin de la tierra, y tambin las migraciones. Seis mil jvenes guerreros haban empuado la lanza, y ahora Teodorico llam a los capitanes de las centurias para congregarse todos en el Thing. Se reunieron en el saln del castillo, y sesenta hombres no tuvieron lugar donde sentarse. La pregunta era: qu hacer ahora? Instalarse en Singidnum y esperar a que los srmatas dispersos se unieran e intentasen si lo intentaban expulsar del castillo al enemigo? O era mejor abandonar el castillo, procurarse carros y animales de carga, y volver a casa con el botn? De todos modos haban llevado a cabo con xito una ambiciosa campaa, vivido una gran aventura blica y ganado con todos los honores una autntica experiencia de nmadas. Se trataba de un debate entre hombres, en el cual la conversacin se enardeca muchas veces, y poco a poco volva a serenarse, cuando el orador aburra a su auditorio. Una voz estentrea se oy entre las filas. Por qu no expresas tu opinin, Teodorico? T nos has conducido. Es necesario que conozcamos tu opinin. Habla, Teodorico! Teodorico ocupaba la silla de Babai. Ahora se levant, pues los guerreros congregados merecan aquella muestra de respeto. Bizancio, Bizancio! All el emperador se sentaba en su trono con dosel de mosaico, cerraba los ojos, era un hombre sagrado. Sus pensamientos eran transmitidos a la corte y al pueblo a travs del eunuco jefe. El emperador flotaba en medio de un resplandor dorado por encima de todos los mortales, como los dioses del Olimpo. Guerreros, si nos quedamos aqu, en casa faltarn las seis mil mejores lanzas. Es posible que las tribus srmatas dispersas se estn preparando para una campaa de venganza. Y qu hacemos aqu nosotros, en un pas extrao, encerrados en un castillo? Por otra parte, si regresamos todos, nuestra empresa no habr sido ms que una aventura, una campaa en busca de botn. Singidnum domina el Ister. En Bizancio aprend las provincias que atraviesa el ro hasta que desemboca en el mar. Si esta fortaleza se halla en nuestro poder, siempre podremos llegar hasta aqu sin ser molestados. Aqu el pueblo de los godos puede descansar mientras buscamos una patria mejor. Mi

proposicin es que dividamos el ejrcito. Una tercera parte dos mil lanzas es suficiente para defender el castillo contra cualquier ataque, y en caso de asedio, los dems podemos acudir en cuanto recibamos el mensaje: Enviad ayuda! Dos mil guerreros deben quedarse en Singidnum. Los otros recogern el botn, y dentro de tres das saldremos hacia casa. Quin se quedar aqu? Los que voluntariamente se ofrezcan para ello. Nuestro regreso no ser fcil, pues ahora no podemos ir campo traviesa con los carros. Pero aquellos que permanezcan aqu deben estar preparados para un ataque y hacerse fuertes en tierra enemiga. Por consiguiente, es justo que sean ellos los primeros en recibir el botn. Yo, Teodorico, as lo dispongo. Siervos temblorosos trajeron a rastras los tesoros de Babai; las maravillas ocultas en cmaras secretas, adems de centenares de prisioneros. Todo el rico botn de la tribu saqueadora de los srmatas. Mercancas de los comerciantes, muebles de las casas de ciudades romanas, carros de campesinos y numerosos animales. Lo mejor de todo ello lo guardaba Babai en su palacio. Babai, cuya cabeza barbuda, manchada de sangre, estaba ensartada en una lanza junto a la puerta principal, para escarmiento de todos; el viento agitaba su barba. Su nico ojo inspiraba terror... al igual que su rostro desfigurado. Los godos se prepararon para repartirse el botn. Los prisioneros, segn una antiqusima tradicin, quedaban libres. En su lugar ocuparan los calabozos los prisioneros srmatas. Los cocineros de Babai asaban bueyes recin sacrificados, y los hombres, hambrientos, se echaban sobre ellos. Era desde haca meses su primera comida caliente. Los prisioneros estaban libres y los centinelas eran los nuevos prisioneros. Pero los hombres a quienes Teodorico perdonaba la vida, tenan que trabajar. Deban ayudar a cargarlo todo en los carros, todos los tesoros de Babai que pudieran ser hallados y los revelados por los antiguos siervos del rey a cambio de lo cual reciban su libertad. Teodorico era magnnimo. Por cada buena noticia, por cada pieza de valor entregada, otorgaba un favor. Los srmatas, acostumbrados a un seor caprichoso y desptico, no tardaron en enterarse de esta ventaja. El hijo del rey godo se paseaba sin armas entre ellos. Algunos saban algo de griego, y los convirti en sus intrpretes. El intrprete era libre; no le esperaba ninguna servidumbre. El seor era magnnimo.

Se iban cargando los carros. Los guerreros godos vigilaban a los cargadores, y si alguno quera escabullirse, le hacan desistir con el mango de la lanza. Pero se trabajaba bien con el nuevo seor. Godos y prisioneros reciban la misma comida, y los que hacan mritos en su trabajo oan de nuevo la confirmacin de Teodorico: Eres libre, puedes irte a casa! Fueron elegidos los dos mil guerreros. Quin haba odo hablar de los godos en Singidnum? Qu haran tantos guerreros jvenes? Los que saban escribir hicieron una lista con los nombres de los miembros de la guarnicin. En otro pergamino se escribieron los nombres de los cados. A ellos les perteneca una parte triple del botn. La mayora an no tenan mujer. Los padres lloraran segn la tradicin al hijo cado en la batalla. Quera Teodorico fundar un reino en la fortaleza conquistada? Nuevamente bendijo a Bizancio, que le haba enseado a dar forma a las ideas impetuosas y a frenar sus pasiones. Cuando era conveniente, elogiaba, cuando era posible, recompensaba. Un caudillo no debe nunca inspirar temor a su propio pueblo, pero siempre debe recordarles: el futuro est en mis manos. Haba hecho mezclar polvo somnfero en el vino de la doncella, y por ello Nbula slo abra los ojos durante pocos minutos desde haca casi dos das. Entre las mujeres de Babai haba curanderas; seleccion a algunas. Tenan que averiguar los secretos de la muchacha dormida. Cuando hubo pasado revista a todos los carros, eligi para ello un cmodo carro de viaje romano. De dnde lo habran sacado los srmatas? Hizo enganchar a l los mejores caballos, y adems reserv para la muchacha, fiel a la ley goda, una parte del botn. Los vecinos dedujeron, a la vista de tantos preparativos, que la horda de los godos se ira sin dejar a nadie. Se lo llevaron todo consigo, incluso a los prisioneros. A los supervivientes no les quedara nada aparte de la vida, pero en la tierra montaosa y exuberante, los srmatas no tardaran en reponer sus fuerzas. Teodorico reforz la guardia del castillo en el palacio de Babai. Slo quedaba un da para la ltima carga y la ltima consulta. Entonces, a hora muy temprana emprendieron el regreso al hogar, guerreros y carros. Nbula trataba de ver a travs de la niebla que haba ante sus ojos. Las primeras siluetas fueron dibujndose con lentitud. Oa voces, pero su cerebro embotado no lograba captar el sentido de las palabras, que sonaban muy lejanas. La muchacha yaca inmvil, mientras la vida volva poco a poco y venca el terrible agotamiento que la dominaba.

Tal vez le preguntara si quera irse con l o volver al lugar donde la haban raptado. Tal vez habra an casa y habitantes en la ciudad de Iliria que los srmatas saquearon. Seguramente ella se decidira por regresar al hogar. No equivaldra a hacerla de nuevo prisionera si la obligaba a irse con ellos... en un incierto viaje hacia Panonia, a orillas del gran lago? Podra creerle la muchacha si le deca que all no sera una prisionera como lo haba sido en Singidnum? Si vienes conmigo, viajars con comodidad. En cuanto lleguemos a mi casa enviar emisarios a tu padre para informarle de que vives y ests con nosotros. Si tienes algn deseo, dmelo. Tienes que convencerte de que eres libre y no una prisionera. Te creo, pero dime... no est tu hogar an mucho ms lejos que mi patria, seor? Nbula, los caballos de los godos son ms veloces que las nubes. Hemos aprendido de Atila, que llevaba a sus ejrcitos desde un gran mar hasta otro. El camino se acorta con cada da que pasa. Si te dejo aqu, tendr que preocuparme por tu seguridad. No tengo suficientes guerreros para que te acompaen hasta tu casa. Si vienes conmigo... Transcurri otra hora, y entonces los cuernos tocaron para la marcha. Lentamente descendieron los carros por la ladera de la montaa. Junto a la ciudad que se levantaba a orillas del ro se comprob todo una vez ms. Teodorico puso orden en los guerreros, los animales de carga y las hileras de carros. Los godos estaban habituados a ir de un lado para otro. Toda su reducida tierra estaba acostumbrada a subir a los carros en una sola noche. Los carros lo eran todo a la vez, castillo, proteccin y hogar. Eran tambin un techo para enfermos y ancianos, adems de despensa y cmara del tesoro. Cada guerrero godo estaba dispuesto a desmontar y tomar las riendas en la mano. La distribucin de la caravana era lo ms importante: muchas veces poda decidir la suerte de toda una campaa. Tenan que cruzar regiones hostiles, y los carros significaban una prdida de movilidad. Los jinetes deban adaptarse al ritmo ms lento de los mulos y caballos de tiro. En caso de una batalla, gran parte del ejrcito tendra que cubrir la larga hilera de carros. Esta estrategia no la enseaban en Bizancio. Los guerreros nmadas, en cambio, la llevaban en la sangre, y por ello Teodorico requiri el consejo de los viejos y experimentados. Finalmente qued formada la columna. Podan mandar exploradores, y la caravana sera protegida tanto en la vanguardia como en la retaguardia contra un eventual ataque.

Teodorico dio la seal de marcha: un potente sonido de cuerno retumb por toda la llanura; los caballos de la avanzadilla salieron al trote. La muchacha iba en el interior del cmodo carro romano, entre mullidas pieles. En sacos se hallaba el botn que le haba correspondido. Una visigoda que haca tiempo fuera raptada por los srmatas, iba sentada junto al conductor. Ahora sus lejanos hermanos la haban liberado y se la llevaban a su casa. Las dos mujeres apenas podan hablar entre s, y sin embargo, eran hermanas. Cuando Teodorico cabalgaba junto a la hilera de carros, miraba hacia la ventana del carro romano, y haca una seal de saludo a Nbula. La caravana disfrutaba de ms comodidades que a la ida. No tenan que temer ninguna sorpresa, y por ello podan encender muchas hogueras. Naturalmente, una caravana tan larga no poda pasar desapercibida para los jinetes nmadas de la estepa, pero cuatro mil lanzas godas proyectaban una sombra tan densa, que los nmadas perdan los deseos de atacar. Al partir de Singidnum, los godos calcularon ahora ya conocan el camino que el sol se pondra catorce veces antes de que llegaran al gran lago. Tendran que buscar balsas para transportar los carros. Esto requera tiempo; y sus clculos no incluan ninguna escaramuza ni refriega eventual. Eran las primicias del verano, la ms bella estacin del ao. A lo largo del ro, todo estaba en flor. Utilizaban la vieja calzada romana, que no se hunda bajo el peso de las ruedas. La calzada estaba descuidada, llena de agujeros. Pero era un buen camino. Su empedrado de reflejos azulados haba resistido durante quinientos aos el paso de ejrcitos, nmadas y pueblos. Los que viajaban en los carros, bajaron al camino. Slo los heridos y los enfermos permanecieron bajo techo. Los rayos del sol acariciaban el rostro de Nbula. Una sonrisa hizo olvidar la palidez de la reclusin. Quieres un caballo? Momentos despus se hallaba la muchacha sobre la silla, y tras un inquieto trote arriba y abajo de la caravana, Teodorico se uni a ella. De momento, la regin era segura; la avanzadilla no haba anunciado ningn peligro. Nbula saba ya muchas cosas sobre Teodorico. Cuando su padre muriera, l sera rey. Si regresaba a Bizancio, el emperador le confiara un ejrcito y le cubrira con una capa de oro. La muchacha saba qu era un patricio. Dijo en voz baja:

El amigo de mi padre es el seor Orestes, el patricio. Tena que hablarle de Orestes, que haba comido en su casa y recibido all a sus generales y emisarios. Dnde estaba ahora Orestes? Qu saba ella acerca de Orestes? La muchacha tena que consultrselo. Teodorico escuchaba en la tierra de nadie su armonioso latn. Se haca repetir alguna que otra palabra. Incluso como ejercicio era bueno conversar con Nbula en la lengua de los romanos. Si quera, poda llevarla a su propio carro y hacerla su mujer, como tomara en un tiempo su padre a su madre Erelieva. Pero la muchacha llevaba un nombre romano, su padre era una autoridad en una ciudad romana. Por esta razn la haban robado los srmatas y esperado conseguir por ella un elevado rescate. Cabalgaban el uno junto al otro. La muchacha tena dos aos menos que l. En la larga columna de los godos, los jvenes guerreros bajaban las lanzas cuando pasaban a lomos de sus monturas por delante de Nbula.

XVII

Las noticias de la patria junto al gran lago revelaban que en la residencia de Teodomiro reinaba la excitacin. Todos los guerreros haban sido convocados al Thing. En circunstancias normales se hubiera elegido a un hombre de cada cien o mil guerreros para que consultase con los caudillos de las otras centurias. Pero esta vez seran congregados todos los guerreros de la gran llanura que se extenda a los pies de las vias colgantes. Habra una revista general y un consejo. Esto fue lo que relat el mensajero, enviado por Teodomiro con esta noticia. Al regresar tena que dar cuenta del resultado de la empresa acometida por los jvenes guerreros. Al atardecer, el mensajero entr en la tienda de Teodorico. En voz baja le dijo: Tu padre me ha encargado que te diga, seor, que ha llegado una legacin bizantina... para ti. Trae una carta del emperador. Nadie puede romper el sello de la carta, slo t. Momentos antes era todava el caudillo de un ejrcito de jinetes, y ahora era el guardin de un secreto imperial, oculto dentro del

pergamino. Ni siquiera su padre poda abrir la misiva. El enviado esperara la llegada de Teodorico. Se levant un viento fresco, que soplaba a sus espaldas. De pronto todo se aceler, la columna de carros, los jinetes. Los caballos haban comido hasta hartarse, los pastos estaban lozanos. Nbula. Intua la muchacha el poder que ejerca sobre l? Qu singular era el sonido de su voz... hasta en esto era ella la ms fuerte. No se pareca a las mujeres de la tribu, que, fieles a la tradicin, se inclinaban ante la voluntad del hombre. Nbula era romana, conoca la ley que conceda el mismo derecho sobre la vida y la propiedad a la mujer que al hombre. Saba escribir. Sus ojos desentraaban el significado de las letras. Teodorico slo saba leer; los maestros bizantinos no le haban enseado la escritura. Conoca ya el rostro obstinado de la muchacha, y lea en l cuando algo le desagradaba. Debi de haber sido una nia mimada, la predilecta de su padre, quien seguramente satisfaca todos sus caprichos. Profesaba la fe romana. A sus ojos, todos los arrianos eran herejes. Un mundo entero los separaba. Sin embargo, Teodorico ya paseaba a primeras horas de la maana en torno al lugar donde haba pasado la noche el carro romano de Nbula. Los hombres no hubiesen tenido nada que oponer si se hubiese cumplido la ley de la estepa. Al hijo del rey le corresponda el botn ms valioso. Destino de los hombres, destino de las mujeres, destino de la guerra. Vean a Teodorico cabalgando durante horas al lado de la muchacha. El viento llevaba hacia atrs sus palabras extranjeras. Qu segura, desenvuelta y majestuosa pareca la muchacha, y qu diferente era el modo de montar del hijo de Amal... del de los jinetes de la estepa! La escuela bizantina: una compenetracin casi artstica entre montura y jinete. As montaba Teodorico su caballo griego procedente de Constantinopla, mientras trotaba junto a la muchacha. Los godos intercambiaban miradas: Acaso la doncella romana haba hechizado a su joven seor? No les traera algn peligro? La avanzadilla vena muchas veces ensangrentada y en desorden. Una de las veces tuvo que luchar contra una banda gpida, otra, sostuvo una refriega con un grupo de hunos, que todava merodeaban por all. Del mismo modo que el animal de la estepa prueba si el otro es ms fuerte, as les atacaron los hunos, dispararon sus flechas y desaparecieron. O bien se transformaban en confusas imgenes al borde del horizonte: jinetes con la cabeza abajo, ciudades y torres en el calor sofocante del medioda.

Teodorico llam a varios de sus mejores jinetes, y con ellos sali al galope a travs de una llanura interrumpida por una hilera de colinas bajas. El ansia de aventura, la fuerza indomable de la juventud tensaron sus msculos hasta el punto mximo. Al galope por la cuesta de la colina, y con las bridas tirantes cuando bajaban por la otra ladera. En el horizonte apareci una nube de polvo: creca o se divida? Hua de un ejrcito que se aproximaba? Iba tal vez al frente de una manada de caballos salvajes? De un bosquecillo surgi un explorador: desde los arbustos de la colina haba avistado una guardia gpida, que protega un fortn. Los gpidos eran ya enemigos, ya indiferentes. Los srmatas haban sido siempre los chacales de la estepa. Los hunos recordaban los peores tiempos de Atila, cuando atacaron en gran nmero un campamento de los godos. Pero muchas veces eran tambin aliados, sobre todo si se trataba de llevar a cabo una campaa en comn y exista la esperanza de un buen botn. Teodorico orden tocar el cuerno sobre la cima de la colina. Al sonar la seal, los gpidos que se ocultaban tras la muralla de tierra, salieron en tropel. No eran muchos. No tenan intencin de atacar, ms bien estaban asustados, pues la seal del cuerno no era conocida en esta regin, donde las campaas consistan en ataques por sorpresa o salvajes agresiones nocturnas. La avanzadilla de los godos estaba arriba, en la colina. Todos tenan el arma en la mano. De nuevo son el cuerno, con ms impaciencia, en tono conminatorio. A los pocos minutos, unos cuantos gpidos empezaron el ascenso de la colina, y al parecer, con intenciones pacficas. La ley de la estepa determinaba la ceremonia. Haba godos que podan entenderse con los gpidos, y cuando ello ocurra, era un alivio. En vez de tener que luchar, los godos reciban entonces squito y alimentos. Como era costumbre en Bizancio, Teodorico levant la espada y le dio la vuelta con la punta dirigida hacia el suelo, en seal de saludo. El primero que se acerc fue un hombre de edad, un guerrero cubierto de cicatrices, que probablemente era el jefe del fortn. Slo hablaba gpido, pero mezcl en sus frases algunas palabras en griego. Dnde poda haberlo aprendido? Tal vez en el cautiverio, tal vez en el ejrcito del basileo. Las palabras no significaban gran cosa en la estepa. Teodorico dibuj un amplio crculo con su lanza, y seal la direccin de su campamento al otro lado de la colina, en el que abundaban los jinetes y animales de carga, y cuya hilera de carros llegaba hasta el horizonte. Miles de lanzas. El hombre de la estepa lo comprendi rpidamente: un solo

asalto de los godos destruira el fortn. Segn la ley de la estepa, el ms dbil deba obedecer. Todava no se abrazaron, todava siguieron en pie frente a frente. Por qu el joven caudillo daba rdenes con un cuerno, y por qu no atacaba? Le rodeaban muchos jvenes guerreros que en su mayora mostraban cicatrices recientes, pero que tenan facciones de muchacha. Habran abandonado el hogar para ir en busca de una nueva patria? Venimos de Singidnum y volvemos con el botn a casa de nuestros padres. Estamos cruzando vuestras tierras. No queremos destruir nada. Si nos dais algunas reses, os las pagaremos. No tocaremos ni a vuestro pueblo ni a vuestro ganado. Teodorico, nieto de Amal, hijo del rey Teodomiro, te lo promete. El anciano comprendi por el tono de la voz y la expresin del rostro, que de la boca del joven guerrero salan palabras de paz y no de guerra. Paso libre, compensacin por el ganado y escolta a travs de la comarca de los gpidos; muy bien, pero ahora se iniciara el regateo. Contempl los caballos y las armas de los godos. Los gpidos, como todos los pueblos de la estepa, eran pobres. Vestan toscas ropas de cuero, y sus armas eran de spero hierro. Tenan buenos caballos, criados aqu en la estepa, pero montaban sin silla, porque carecan de artesanos. De qu servan a los gpidos los slidos de oro? La caravana de los godos estaba formada por cuatro mil hombres muchos estmagos hambrientos, adems de animales de tiro, caballos y mulos. Los alimentos que llevaban no eran suficientes. Si obtenan de los gpidos las reses necesarias para el camino hasta las primeras colonias godas, no tendran que sacrificar ningn animal de tiro. Teodorico estaba inquieto. La noticia de que le esperaba una legacin de Bizancio prestaba alas a su fantasa. Quin la enviaba, qu contendra el mensaje? Aqu en la estepa, cualquier lucha intil, incluso aunque terminase con una victoria, slo significaba una prdida de tiempo. Moran animales, haba que enterrar a los muertos y cuidar a los heridos. Ahora no necesitaban ms botn, y an menos los mezquinos bienes de los gpidos. Por consiguiente, pag con armas, sillas, alhajas y telas. Los gpidos recibieron tambin vino y especias, y los caudillos, algunos yelmos, corazas, espadas romanas y puntas de flecha. Bueyes y ovejas fueron llevados al campamento. Los gpidos fueron huspedes junto al fuego nocturno. Se prepar una comida; Teodorico franque el abismo que divida a ambos pueblos. Durante tres o cuatro das de marcha, ningn peligro amenazara a la caravana de los godos. Cuando llegasen a la calzada romana que conduca a la orilla del

Danubio, ya no tendran nada que temer, pues ya estaran cerca de la regin goda. Cuatro mil jvenes jinetes entraran entonces en la comarca de la tribu hermana del rey Walamiro. Los gpidos les dieron bueyes y ovejas. Con la esperanza de un negocio provechoso les vendieron todo cuanto les haba sobrado del invierno. Las abundantes lluvias primaverales prometan una buena cosecha. Cmpralo... y dame a cambio una copa de vino, una tela, una fbula, tu cuchillo. De este modo regatearon los gpidos con los godos hasta que clare el da y el ejrcito se puso en marcha. Guerreros gpidos con tnicas nuevas, armas nuevas y una silla sobre el caballo, acompaaron a los godos a travs de su comarca. Los guerreros no necesitaron as empuar la lanza a cada ruido, y los heridos, los enfermos y las mujeres pudieron dormir con tranquilidad en sus carros de mimbre.

Los guardas fronterizos de Walamiro vieron oscilar el horizonte a la otra orilla del ro. La noticia de la gran aventura ya se haba propagado por las regiones de los godos, llegando incluso a difundirse entre los visigodos de la lejana Hispania. A medioda vadearon el Drave los primeros mensajeros. El hermano pudo abrazar a su hermano. Los caballos de los godos no teman el agua. Un jinete intent medir la profundidad del ro con la larga asta de su lanza. En la orilla esperaba la dilatada hilera de carros con el botn, los prisioneros y las mujeres. Dispona el rey Walamiro de una balsa y de barqueros que pudiesen transportar hasta la otra orilla a esta caravana? Entre los tesoros de Babai fueron halladas centenares de hachas de largo mango: con su ayuda cruzaron el ro los guerreros godos, uniendo los mangos de madera hasta formar fuertes balsas. Mientras tanto, un mensajero a caballo galopaba hacia el gran lago. Los jinetes de Walamiro le acompaaron a travs de su regin. Teodorico enviaba, escrita con caracteres rnicos, la noticia de que llegara con la mxima rapidez posible. Hasta entonces deban hospedar a la legacin bizantina. Tambin Erelieva recibi un mensaje: deba preparar alojamiento para una doncella romana que se llamaba Nbula. Los mangos de las hachas, convertidos en balsas, flotaban sobre el agua del Drave. Buscaron en la orilla un lugar de suave pendiente para que los carros pudiesen bajar hasta el agua. Solamente los viejos recordaban una ocasin parecida: fue cuando las tropas de Atila cruzaron el Rin. Entonces, cientos de hombres construyeron las balsas, y sobre su lugar de trabajo fue erigido un techo, porque mientras tanto

continuaba la batalla, y desde la orilla vena una lluvia de flechas. Ahora el trabajo se desarrollaba con tranquilidad, nubes ligeras amortiguaban el calor del sol, los rboles lucan ya su verde follaje, y los guerreros cantaban mientras trabajaban. El Drave estaba fresco, pero no fro, y algn que otro jinete lo vade por juego o por jactancia dos o tres veces. Teodorico cruz con la balsa, despus de esperar a que el carro romano de ligeras ruedas estuviera sobre la improvisada embarcacin. La mirada de Nbula recorra el paisaje extranjero. Cada da se alejaban ms de Iliria. Teodorico ya no era el hroe de una banda nmada y sin nombre. Cuando alcanzasen la otra orilla, entrara en el reino de su to, que era parte de la confederacin de tres reyes. La noticia de la gran aventura le precedi como un reguero de plvora. La conquista de Singidnum era el hecho de armas ms audaz de los godos, desde que se establecieran aqu tras la destruccin del reino de los hunos. Los cantores estaban deseando escuchar la historia del memorable ataque de labios de los hroes. Y la noticia mencionaba tambin el considerable botn: el xito de los seis mil jvenes guerreros hara olvidar las necesidades del invierno. Pero antes Teodorico deba permanecer en la residencia de Walamiro para que ste le agasajara, y escuchar adems los discursos del consejo de los ms ancianos. Todos sus msculos estaban en tensin, y a duras penas poda frenar su impaciencia. Qu clase de mensaje poda traer la legacin bizantina? Qu quera comunicarle el emperador? Walamiro estaba preocupado. Su pueblo ya no quera soportar por ms tiempo la pobreza, el fro del invierno y las inclemencias del tiempo. Haba hecho mucho fro, y los godos tiritaban en sus tiendas de pieles y cabaas de madera. En los alrededores no haba ninguna ciudad romana en cuyas ruinas pudieran establecerse. Teodorico llegaba precisamente en la semana de la decisin: la tribu ms meridional de los godos haba decidido abandonar sus tierras, irse lejos, hacia el sur. Tal vez a Italia? Los pesados carros seguiran el viejo camino real romano, hacia el sur... en direccin a Roma. Todos se hallaban inmersos en los preparativos, y a todos preocupaba el resultado de la empresa. Desde los gloriosos tiempos de Marico haban transcurrido setenta primaveras y veranos. A quin perteneca Roma ahora, qu clase de ejrcitos cerraban el camino a los godos? Incluso aqu sonaba cada vez ms a menudo el nombre de Orestes. Por qu tenan que ocuparse los pensamientos de Teodorico con el imperio de Occidente, cuando Bizancio excitaba su fantasa? De buen

grado hubiese puesto fin al prolongado banquete de la tribu, durante el cual se recitaban los interminables cantares de gesta. Teodorico haba capturado tanto vino, que poda hacer llenar continuamente las copas de los caudillos. Tres das dur el hospedaje, la celebracin de la victoria, y tambin el banquete de conmemoracin: de trescientos jvenes guerreros, entre los seis mil, slo sus lanzas regresaban al hogar. Tres das dur el hospedaje. Entonces descarg una tormenta sobre el paisaje que arranc rboles de cuajo; la oscuridad rein sobre las colinas, y una tromba levant del suelo las chozas y las hizo flotar en el aire como brujas montadas en su escoba, antes de lanzarlas, destrozadas, contra la tierra. Al da siguiente, el cielo se aclar. Los charcos despedan vapor bajo los clidos rayos del sol. La tierra tard un da ms en secarse y ser practicable para los carros, y al otro da pudieron cubrir la parte de camino que an les faltaba hasta llegar a la calzada romana. Ahora les salan al encuentro mensajeros a caballo dos veces por da, que enviaba Teodomiro, incapaz de esperar el regreso de su hijo sin impaciencia. Tambin los mensajeros estaban impacientes. Por fin un jinete se adelant a los otros: Teodorico llegar pasado maana. En el mensaje volva a mencionarse a la doncella romana. Quin es esta Nbula? El jinete mir hacia la lejana. Dijo con voz queda: Nosotros tampoco lo sabemos.

Conversaban en griego; a los pocos minutos advirti Teodorico que recuperaba la fluidez del lenguaje, y que sonrea y extenda los brazos... como los bizantinos. Su Majestad te saluda. Cunto expresaban estas cuatro palabras! Era posible que el Altsimo se acordase de l? Haba sido husped de Bizancio durante un decenio. Vivi all, habl su lengua, se visti a la moda bizantina, conoca la ciudad, se conduca entre el barullo del circo del mismo modo que los nacidos en ella. Qu no expresaban las embriagadoras palabras: ciudad, Bizancio? Lo mismo ejecuciones durante todo el da, que osos bailadores y tocadoras de flauta al resplandor de las antorchas. El

emperador te saluda: Sera una vaca formalidad... o la voz del basileo, que manifestaba su voluntad? Qu haba ocurrido en Bizancio desde que l regresara a su casa? El relato se pareca a los desatinos de un charlatn. Quin hubiera pensado que Zenn, el poderoso, haba tenido que huir el ao anterior... de Basilisco y Teodorico el Bizco? Quin hubiese credo que Basilisco, que tras la catstrofe de Cartago salv la vida por milagro, haba podido reunir entre las montaas y sus ciudades nuevas fuerzas? Consigui dinero y concert una alianza. Y lo ms importante, trab amistad con el Bizco. Entonces fueron suficientes algunas victorias de los Verdes en el Hipdromo, una o dos exenciones de impuestos favorables a los ciudadanos, para que el partido de grandes terratenientes de los Azules firmara una alianza secreta con Basilisco. Al amparo de varios das nublados y sus correspondientes noches sin estrellas, los ejrcitos de Basilisco se aproximaron al Bsforo. En el puerto de palacio haba siempre ancladas algunas naves seguras y veloces. Los tesoros fueron sacados en sacos de cuero. Se salv cuanto mereca ser salvado, y Zenn, su Majestad, y Ariadna huyeron en la oscuridad de la noche. Las palabras de los enviados slo apuntaban los tristes acontecimientos. La desaprobacin total y los ms sombros pronsticos acompaaban como negras sombras el nombre de Basilisco. Qu haba ocurrido? Bizancio cay de la noche a la maana en manos del usurpador. Pero, era Basilisco el usurpador y Zenn el emperador legtimo? Los bizantinos saban que ni las legiones ni el Senado haban dado el poder al emperador. El poder le fue conferido con la corona que el Patriarca coloc sobre la cabeza del elegido, con la capa tejida en oro con que cubri sus hombros, y con los zapatos de prpura que le otorg. A travs de las insignias, su persona se converta en inviolable. Quien alzaba la mano contra el emperador, se rebelaba contra Dios. Basilisco se haba rebelado contra el ungido, y conquistado Bizancio en slo dos das. Hacia dnde habra huido Zenn si no al lado de sus compatriotas isaurios? Los duros montaeses nunca haban soltado las armas y se mantenan unidos, y mientras Zenn estaba a la espera de noticias, los reclutadores isaurios reunieron todo un ejrcito. Qu planes tena Verina, al lado de quin estaba? Verina sostena en sus manos los hilos secretos de palacio. Viva rodeada de sus damas, pero temblaba cada vez que se abra la puerta, por si llegaban los verdugos con pasos silenciosos a rodear su cuello de marfil con un cordn de seda roja. Los godos de Teodorico el

Bizco empezaron a saquear los alrededores de Bizancio, y sin embargo, los soldados y la guardia de la ciudad tenan rdenes de permitirlo sin entrometerse. Cada vez eran ms numerosos los godos que recorran la ciudad, robando en tiendas y casas particulares. En el Hipdromo, los Verdes se colocaron en el lado sombreado del palco imperial como una muralla fiera y amenazadora. Verina no estuvo presente en los juegos, pero al atardecer ya saba la decisin del pueblo de Bizancio. Sus mensajeros se escabulleron entre la lnea de centinelas. Algunos das ms tarde recibi Zenn su carta secreta. Preprate... ponte en marcha maana mismo... s cauteloso... Podra salvar a Basilisco, que al fin y al cabo era hermano suyo? La misiva de Verina a Zenn era una extraa mezcla de defensa y acusacin. El verdadero satans era el Bizco. Teodorico, el hijo de Triario, haba sido quien incitase a Basilisco a la rebelin. Adems, no haba ningn patriarca dispuesto a coronar a Basilisco, puesto que el legtimo basileo an viva. Verina insinuaba con esto: Gurdate de los asesinos a traicin. El hijo de Triario promete cualquier cosa a quien transforme a Zenn de emperador viviente sobre la tierra en una sombra que vague por los infiernos. Los isaurios no hacan nunca un trabajo a medias. Eran montaeses toscos y salvajes, acostumbrados al hielo, la lluvia y las tormentas. Eran mejores soldados que los mercenarios brbaros comprados con oro. Zenn proceda de sus filas; haba vivido bajo su cielo, respirado su aire y comido su pan. Al alba partieron hacia Bizancio. El ejrcito, el poder y el oro de Basilisco se iban fundiendo poco a poco. El Bizco estaba lleno de suspicacias y actuaba con precaucin. Reuni a sus guerreros en Macedonia. Aqu eran los pasos y gargantas sus aliados. No se libr ningn combate. Impetuoso como las aguas del deshielo, Zenn arrastr consigo las guarniciones fieles a Basilisco. Verina intent intervenir como mediadora. Siguieron apasionados debates, protestas... Una insegura pasarela entre las orillas de la vida y de la muerte. Slo de m puedes esperar ayuda, dijo a su hermano la mujer prisionera entre cuatro paredes. Escribi a su augusto yerno que deba perdonar a Basilisco, a quien no le quedaba otra salida que rendirse. Los jinetes isaurios patrullaban desde el amanecer ante las puertas de la ciudad. Antes de calzar los zapatos de prpura, Zenn haba sido el general de estas tropas. Conoca el indeciso estado de nimo de la guardia personal, la posicin de las guarniciones, las tropas apostadas

en las puertas. Como un enorme abanico, el grueso de sus tropas se extendi por toda la costa, cerrando el camino a toda posible huida hasta las horas de la tarde. Zenn no quera matanzas callejeras. Magnnimo, acept el homenaje del Senado. Qu ocurra con Basilisco? Todava continu abierta unas horas la puerta del norte: los jinetes isaurios an no la haban alcanzado. Entonces se cerr el anillo de hierro. Basilisco busc proteccin con su familia en la iglesia del Espritu Santo. El hombre, la mujer y los tres nios. Calzaba todava Basilisco los zapatos de prpura? Qu se haba llevado consigo? Tesoros o pan? Necesitaba ms esto ltimo, pues la sacrista brindaba refugio, pero no alimentos. Los sacerdotes iban y venan entre los dos partidos. Perdona, seor, al enemigo derrotado. Zenn transigi. Basilisco pudo abandonar la sacrista; el emperador no quera derramar sangre. Zenn recorri todo el palacio. Los cortesanos le rendan homenaje, todos se esforzaban por demostrar: Nada ha ocurrido... en estos turbulentos meses nada nuevo ha pasado. Siempre has sido t quien viva y gobernaba. Zenn fue bajando un piso tras otro. Descendi a las bodegas. Examin todos los pasillos subterrneos, todas las puertas secretas. Si algn da se vea obligado a huir... desde aqu poda llegar a las naves del puerto. Sigui bajando, ms, todava ms: esto era ya el infierno, el mundo de las cisternas. Enormes cuevas, llenas de vapor, hmedas por la proximidad de aguas subterrneas. Por qu bajaba hasta aqu el emperador? Qu buscara en este lugar? Zenn miraba atentamente en torno suyo, sin pronunciar una sola palabra. A la entrada de una caverna pareci retardar sus pasos. Consult con algunos de sus fieles isaurios. Mandaron albailes al fondo de la caverna, cuyas paredes golpearon en busca de una posible salida secreta. Junto a la entrada de la cueva haba unos enormes bloques de piedra para taparla. Poco despus lleg el vencido Basilisco. El emperador fue fiel a su juramento: no derram sangre. Ardan las antorchas. Basilisco fue conducido a los pisos subterrneos de palacio, donde jams estuviera. A la entrada de la cueva haba una escalerilla. Por qu aquella cueva? Qu castigo le preparaba Zenn? Los guardianes les empujaron hacia abajo, a la mujer, a los nios y a Basilisco. Le quitaron los escarpines de prpura, les echaron algunos panes y les dieron una jarra de agua. Con el pan cay tambin un crucifijo. Izaron la escalerilla. Los albailes hicieron rodar los grandes bloques de piedra, que unieron unos a otros con argamasa. Momentos despus, la caverna se haba convertido en

eterna sepultura, en la cual, durante unos das, resonaron los lamentos de los sepultados vivos. Zenn volvi a asumir la direccin de los asuntos del imperio. Cuatro das despus, en el mundo subterrneo reinaba el ms absoluto silencio. El emperador no haba derramado ni una gota de sangre.

Zenn saluda al prncipe Teodorico. En Bizancio impera el orden, el pueblo est contento. Al parecer, nadie piensa ya en Basilisco. Los das festivos, Azules y Verdes rivalizan en el Hipdromo para rendir homenaje al emperador. Teodorico conoca las almibaradas palabras del enviado, y esperaba con impaciencia el final de la introduccin y la tragedia de Basilisco, que el enviado relat del mismo modo que los cantores godos recitaban un cantar de gesta. Habra servido el alevoso fin de Basilisco solamente para que Zenn pudiese observar desde lejos la conducta de sus amigos y enemigos? El buitre tambin puede contemplar desde una altura inconmensurable las partculas de polvo que son los seres humanos. Su Majestad ve en la lejana, no pierde de vista a sus amigos. Zenn ya se fij en ti, Teodorico, cuando vivas en palacio de adolescente, y vio cmo manejabas tus armas cada da con mayor destreza, cmo visitabas las salas de los consejeros, para que aguzaran tu inteligencia y te ayudaran a hablar nuestra lengua con fluidez. Hoy Bizancio est tranquilo. En los estrechos se ven centenares de veleros. Las naves traen los tesoros de todas las partes del mundo. Llegan mercaderes, miles de personas extranjeras que pagan sus impuestos y los derechos de aduana. Pero Constantinopla no es el imperio, sino slo su corazn. Y puede suceder que el corazn lata con serenidad, pero aqu y all... en cualquier lugar del cuerpo se oculte la peste. Te das cuenta, Teodorico, descendiente de Amal, de la gran vergenza que significa que las hordas armadas de Teodorico el Bizco se llamen godos como tus admirados guerreros? Su divina Majestad te dice: Ven a Bizancio. All se te apreciar como merece el mejor confederado... En Bizancio se te considera casi como un romano. Por qu no podras... llegar a tribuno, por qu no alcanzar la dignidad de un... cnsul? El divino emperador hace levantar estatuas de bronce en honor de aquellos que han trabajado para incrementar la potencia de Bizancio. Por qu no podras tambin t recibir este honor? Tu pueblo, segn he odo, no se cansa de ensalzar tu triunfo.

Dnde has aprendido, prncipe, el arte de la guerra? Quin te ha enseado a asaltar una fortaleza? Cmo pudiste vadear el ro con tantos guerreros? Quin sino t hubiese sabido llevar a buen trmino esta audaz aventura, y volver a la patria con tan rico botn y tan escasas prdidas? Quin ha hecho posible todo esto, Teodorico? Debo ir yo solo, sin mi pueblo? Nuestros caballos ya han agotado la hierba que crece aqu. Los hombres estn llenos de inquietud. Las entraas de las mujeres no dan fruto. Hace dos aos que el emperador no nos enva ningn dinero. Qu ser de los godos, seor? Si me lo permites, hablar contigo como con mi hijo ms amado. Lo que dices de tu pueblo agobia tambin al rey Teodomiro. Joven seor, las Parcas son inexorables. Es posible que mi vista sea demasiado temerosa... la sombra en el rostro del rey semeja el crepsculo en el reloj de sol. T eres su amado hijo, su primognito... pese a que la alianza de la sagrada fe no uni a tu padre con tu madre. Sin embargo, Teodorico, quin sera tan obcecado en Bizancio que no considerase totalmente legtimo al hijo de la dama Erelieva? Qu a menudo cambiaba la voz, desde el tono de la devocin al de la amenaza! Era una mezcla de miel y veneno bizantinos. Convence a tu padre para la partida. Trae a todo tu pueblo... Marchaos en paz, no molestis a los vecinos o a los aliados de Bizancio, cruzad el ro y buscad una nueva patria ms cerca de Bizancio. El emperador no slo os lo aprueba, sino que os reclama. Por qu...? Porque sabe que mientras t seas el caudillo de tus godos, puede estar tranquilo: tu fidelidad es inquebrantable. Mientras t ests al mando de tus guerreros, Bizancio no ha de temer las intrigas del hijo de Triario. T sers fiel al juramento que prestaste a nuestro seor.

Olas verdosas rompan contra la orilla del gran lago cuando el pueblo de los godos se puso en marcha. Durante largas semanas se trabaj en la puesta a punto de los carros; cada hombre se convirti en carpintero, mientras las mujeres trenzaban los juncos de la orilla para el techo de mimbre de los carros. Eran casas sobre ruedas, pequeos castillos, y miles de estos pequeos castillos formaran segn la costumbre guerrera de la estepa un gran fortn de carros en caso de lucha o de asedio. Cabalgaron jinetes a los poblados, campamentos y puestos de guardia fronterizos. Acudieron enviados a las tribus vecinas, pidiendo paso libre para los godos, hierba para sus caballos y agua para todos.

Ofrecan garantas de paz, como exiga la tradicin de la estepa. La servidumbre de Teodomiro no volvera a enjalbegar el abandonado palacio romano. Era Nbula una princesa, un rehn o una prisionera? Viva en el ala de las mujeres, en casa de Erelieva. Teodorico haba alcanzado de improviso la madurez. El mensaje del emperador bizantino le prest alas. Obtendra una estatua propia en el atrio del Hipdromo? Mandara ejrcitos? Sera preciso medir sus fuerzas con Teodorico, el hijo de Triario, y tendra autoridad para opinar sobre los asuntos de palacio. Aspar... Ricimero... brbaros poderosos que haban ocupado un lugar detrs del trono del imperio tanto oriental como occidental. Pero ninguno de ellos haba nacido hijo de un rey, ninguno de ellos asisti a la escuela del palacio imperial. Durante toda su vida permanecieron sbditos germanos. Durante los preparativos para el gran xodo, apareci la legacin de la ciudad iliria. El padre haba recibido el mensaje de Teodorico en el que le deca que su hija era husped de los godos. Como prefecto y primer ciudadano de la metrpoli, ofreca a Teodorico toda su fortuna. Le rogaba que dejase libre a su hija, y que mientras llegaba el dinero del rescate permaneceran en la tierra de los godos, como rehenes, los mejores ciudadanos de la vieja ciudad romana. Teodomiro miraba, pensativo, hacia el horizonte. Quin era esta Nbula? Para qu haba servido toda esa gran aventura de Singidnum? Para qu los tesoros, si su hijo Teodorico haba elegido, con el impetuoso ardor de la juventud, a la desconocida muchacha romana como esposa legtima? Quin era esta Nbula? Teodorico era el catorceavo descendiente de Amal, el hroe, el dios nrdico. Descenda de reyes, era un prncipe de la estepa. El padre de Nbula slo ostentaba el cargo de prefecto romano de una ciudad de Iliria. Entre los antepasados de la muchacha no haba ni hroes ni dioses. Los godos tenan que partir con objeto de llegar con el otoo a su nueva patria, y tomar posesin de ella. Se aceleraron los trabajos, resonaban los pesados martillos de madera, en la pradera eran examinados los caballos: slo podan llevarse a los animales fuertes que resistieran el largo camino, y de los bueyes, tambin slo a los ms fuertes. Entre tanta actividad, quin poda ocuparse de Nbula? Qu poda esperar la muchacha de un guerrero que la haba liberado para llevrsela consigo? Los enviados de Iliria obtuvieron permiso para hablar con la muchacha. Con lgrimas en los ojos abandonaron los consejeros el palacio de la dama Erelieva.

Ahora Teodorico fue a visitar a la muchacha, y orden a todas las mujeres que salieran. Acaso la haba evitado hasta ahora? Le tena miedo o slo esperaba a que ella le llamara? Tu padre te pide que vuelvas a casa, Nbula. Me ha enviado un mensaje. Son suficientes los tesoros que mi padre te ofrece? Acaso crees que te considero una prisionera? Soy una prisionera, y tambin aqu vivo como tal. A travs de las columnas del palacio puedo ver el lago. Durante todo el da contemplo cmo el viento empuja y azota las olas. Qu ms puede hacer un pjaro al que se han cortado las alas? No est prisionero, Teodorico, pero no puede emprender el vuelo. Deseas volver a tu casa? Si hubiese nacido aqu, mis pensamientos no volaran hacia otro lugar... vivira como viven las mujeres de aqu. Pero, ves t un libro de rezos en las manos de vuestras muchachas? Escriben ellas con el stilus las letras de los sonidos en tablillas? Hablan la lengua del pueblo de Cristo? Teodorico, aqu siempre tengo fro. En mi casa hace calor. All no soplan vientos helados. Adems, no es que yo beba mucho vino, pero el hidromiel y la leche de yegua me repugnan. No lo tomes a mal, Teodorico, si te digo... que echo de menos... que echo de menos a mi padre. Te ofendo con ello, Teodorico? Deseas volver a tu casa, Nbula? La muchacha asinti con lgrimas en los ojos. Amar a Teodorico? Amar el cielo extrao, las montaas extraas, el mar extrao? l sera siempre un extrao para ella. Sus ojos, sus palabras, su sombra, sus temibles pasos. Sus movimientos, enrgicos y amenazadores, las espinilleras de hierro, la coraza y la armadura. Y las armas. Los romanos no llevaban espadas en la ciudad. Slo se provean de un pual cuando emprendan un largo viaje. La mano del ciudadano deba empuar un bastn, no una lanza. Puedes partir maana. Yo mismo elegir los regalos para tu padre. Al atardecer dijo a Erelieva: La muchacha regresa a su casa.

De este modo lo decidi Teodorico; sin la orden y sin la autorizacin de su padre. Nbula era su prisionera. Las muchachas contemplaron, admiradas, al joven dios. Su voluntad era ms fuerte que su pasin. Los tres ciudadanos de Iliria esperaban la respuesta de Teodorico. Slo haban trado regalos. Ante todo tenan que averiguar si la muchacha viva y qu intenciones abrigaba el prncipe brbaro. Y ahora, a la cada de la tarde, el joven prncipe les comunic que deban prepararse para la marcha. Se llevaran con ellos a la muchacha. Mientras cruzasen el territorio godo, dispondran de una escolta de jinetes, como era la costumbre. Teodorico mand preparar un carro para los regalos y una carroza recibida de Bizancio, en la que una duquesa hubiese viajado con comodidad. Nbula llevara tesoros consigo, pues dispona de su parte del botn que Teodorico conquistara en el lejano Singidnum. Los enviados miraban al prncipe, perplejos e indecisos. Qu diran al padre de la doncella? Qu significaba todo aquello? Por qu tanto honor, tan inesperada generosidad? Por qu renunciaban los godos siempre hambrientos al oro del rescate? Por qu? Hablaban en griego, no necesitaban ningn intrprete. La mirada de Teodorico estaba fija en la lejana. Amor! Qu increble sonaba esta palabra en los labios de un godo de la estepa. Mand llamar a la muchacha. Nbula estaba ya entre los suyos, bajo sus brazos protectores. Partieron al alba. Teodorico cabalgaba al lado del cmodo carro bizantino. Hoy su mirada no vigilaba la caravana ni la interminable hilera de animales. Hoy no dictaba cartas a los prncipes de la inmensa estepa en su cancillera organizada a toda prisa. Avanzaban por la orilla septentrional del gran lago: aqu la calzada estaba en buen estado. En el punto donde el lago alcanzaba su anchura mnima, cargaron los carros sobre una balsa, y los jinetes iniciaron la travesa a nado. Teodorico los acompa hasta aqu, desde el alba hasta el crepsculo. Un da entero: Nbula ocupaba el asiento junto al conductor, y no se traslad a la cmoda litera de la parte posterior. Muchas veces intercambi con Teodorico una palabra, que reson en el aire tan pesadamente como una piedra lanzada desde el borde del abismo a una profundidad sin lmites. Cuando aparecieron las estrellas y la luna se reflej en el agua de destellos rojizos, se despidi Teodorico. Dio la vuelta a su caballo y se alej en el ligero viento del atardecer. Expresaba su rostro tristeza o alegra? Nadie pudo verlo.

XVIII

No puedo daros tierra romana dijo Orestes a los enviados de las legiones. En la Galia, en las ms bellas provincias occidentales, los amos son actualmente los burgundios, los visigodos y los francos. Se han apropiado de todo, pues el imperio no les ha dado nada. Si vosotros habis reunido fuerzas para la primavera, organizaremos un ejrcito y cruzaris los pasos para liberar a las Galias. Nada de cuanto se han repartido los brbaros les pertenece por derecho. En cambio, si su divina Majestad estampa su sello en vuestra solicitud de tierras, su decisin ser vlida para toda la eternidad. Cmo podemos arrebatar su tierra a los campesinos? Quin ha de determinar lo que es mo y lo que es tuyo? Se iniciara una guerra de todos contra todos. La sangre inundara las provincias que hoy gozan de la paz. Cada hombre caera sobre otro como un lobo. Los legionarios lucharan entre s, y los campesinos en sus pueblos concebiran hacia ellos un odio salvaje. No puedo daros tierra romana. Pero en el mundo hay tierra suficiente. Si conquistis las provincias enemigas, todo cuanto queris ser vuestro. Pero no en Liguria! Orestes lo deca como romano, y crea en sus palabras. Su hijo ocupaba su silln de oro con el guila de bronce en el respaldo. Orestes era un guerrero avezado. Durante las ltimas semanas haba conseguido importantes xitos diplomticos. En la Galia lleg a un acuerdo con Eurico, rey de los visigodos, segn el cual ste nombrara gobernador a un romano. Y an mayor fue su xito con los vndalos. Pareca inminente la concertacin de una paz; entonces las galeras romanas volveran a navegar seguras por el Mediterrneo. El patricio haba conjurado as dos peligros de decisiva importancia. Y ahora tena que surgir inopinadamente una rebelin entre las propias filas? El nico ejrcito de Roma en el cual el emperador poda confiar, vena con exigencias irrealizables; la inquietud y el malestar se haban convertido en rebelin. Orestes dijo No, y los enviados de las legiones se marcharon. No tenan ningn otro cometido, y no retiraron sus exigencias. Ravena se compona de una cadena de castillos, y slo su guarnicin era considerable. En ella Odoacro no tena la menor influencia. Si Augstulo hubiese tenido unos aos ms, y sido un adolescente ms enrgico y ambicioso, tal vez se habra colocado al frente de la campaa disciplinaria. Pero no era ms que un nio indiferente y aburrido. Qu comprenda de todo aquello? Qu pensaba cuando vio alejarse a los enviados? Al cabo de poco rato estaran en la silla, y en tres das

llegaran a Mediolnum. Pasara una semana ocupada en consultas y preparativos. Hasta dentro de dos semanas no se pondran en marcha las legiones. Era preciso adelantarse a ellas, sujetar bien las riendas. Pronto lo sabran: el Augusto castiga incluso la idea de una rebelin! Ay de ti, Odoacro! Habra que matar a Odoacro. Las noticias eran unnimes. Todos los informes secretos coincidan en que este capitn brbaro estaba al mando de los descontentos; prometa tierra a los guerreros, y cada da aumentaba el nmero de soldados que le juraban fidelidad. La mayora de soldados itlicos se hallaba en Ravena; de sus filas proceda gran parte de la guardia personal. En Liguria, las legiones se componan primordialmente de las tribus de las tropas auxiliares brbaras. Orestes calcul: en diez das poda Odoacro reunir sus efectivos. El patricio conoca los comunicados del campamento, las listas de los contables, el material y los efectivos. Esta horda del norte reclutada por Odoacro era como mosto en fermentacin. En medio ao poda convertirlos en soldados, pero ahora significaban para l ms bien un estorbo que una tropa dispuesta para la lucha: lo asolaban todo, saqueaban y exigan una paga. Era preciso actuar sin tardanza. En Ravena, una sola noche poda resultar muy larga. El consejo de guerra dur una noche y un da. Una ventaja para Ravena era que las unidades de las tropas se hallaban bajo un solo mando, y que haba provisiones suficientes para el caso de un asedio. En las legiones predominaban los itlicos. Era preciso animarlos. Se trataba en su mayora de itlicos del norte, cuyas granjas estaban amenazadas por las hordas brbaras. As pues, el Augusto prometi proteger sus tierras si se oponan a los agitadores. De la noche a la maana Odoacro fue declarado rebelde, y el muchacho estamp sin interrupcin su firma sobre los rollos de pergamino. Llamamientos, prescripciones, proclamaciones. Aquella noche no se conoci el descanso en la cancillera de Orestes. A medioda se celebr un consejo de guerra con los capitanes. Orestes se inclin sobre las listas. Cont los soldados que tena a su disposicin: no llegaban al tercio de las tribus brbaras. Pero al menos esta tercera parte estaba compuesta de itlicos. Durante el desfile de las tropas, la tierra retumb como en un tiempo bajo el paso de las legiones, los soldados marcaban el paso que les dictaba el sonido de los cuernos. Rmulo Augstulo montaba su caballo, protegido por coraza y yelmo. Su cetro de oro resplandeca a la luz del sol. Era un muchacho apuesto, los veteranos le miraban con aprobacin, y posaban despus sus miradas en el rostro atezado del

patricio: Orestes capitaneaba con la cabeza descubierta el desfile de las unidades. Este desfile militar se grab en la memoria de todos como uno de los mejores momentos finales. Todo lo que sigui a continuacin fue una terrible pesadilla: la guerra civil. En el campamento de los rebeldes tambin se conocan los escasos efectivos del ejrcito imperial, su composicin y sus caudillos. Odoacro se haba criado en los cuarteles, y pensaba del mismo modo que los latinos cuando se inclinaba sobre sus planos y esquemas de situacin. Dos soldados medan ahora sus fuerzas. Uno de ellos enarbolaba el guila romana, el otro careca an de ttulo, pues, como lancero, Odoacro no poda mandar las tropas auxiliares. Las tropas imperiales no se encontraban lejos del Ticino cuando Orestes recibi una noticia cuyo sentido no poda comprender. Los guerreros han levantado a Odoacro sobre el escudo y le han conferido el ttulo de rey. Qu clase de rey? Rey de quin? Rey de qu pueblo? No tendra la intencin de usurpar el ttulo de los reyes romanos? Se atrevera a considerarse caudillo de toda Italia? El mensajero repiti obstinadamente: Las tropas brbaras han elegido rey a Odoacro. Odoacro... un rey sin reino. El nuevo rey no posea ninguna tierra... slo un ejrcito. Orestes contra Odoacro. As rezaban las noticias. Ambos procedan con gran cautela. El rey brbaro estaba contento de s mismo: haba conseguido obligar a Orestes a salir de Ravena, la fortaleza cuyo asedio se hubiese prolongado durante aos. La ciudad habra recibido siempre ayuda desde el mar, pues Odoacro no dispona de ninguna flota. Sin embargo, en una guerra de movimientos podra desarrollar el ataque audaz, su superioridad estratgica. Los guerreros de Odoacro saban que esta vez no luchaban por el poder de un Csar. Ante el nuevo general no levantaba el polvo ningn desfile de tropas destinadas a una muerte gloriosa. Si venca Orestes, todos seran rebeldes, lobos acosados, a los que los campesinos ligures daran muerte a palos. Odoacro haba prometido a sus guerreros el mejor y ms rico tercio de su tierra. Los exploradores iban y venan. Mientras el ejrcito estuviera acuartelado, no se sabra qu unidades se pondran en marcha y cules quedaran en reserva, cuntas entraran en liza y cuntas seran consideradas superfluas. Al despuntar el alba recibi Orestes la noticia de que al amparo de la noche haban salido varias unidades reducidas. No slo brbaros, sino tambin itlicos. Un mal presagio. Por orden de Odoacro, las filas empezaron a dispersarse: Quien venga a atacarnos

deca la orden, tendr que cubrir una gran extensin de terreno. No tard en divulgarse el rumor de que el ejrcito de Odoacro era seguido de cerca por topgrafos que medan campos, haciendas y granjas. La llanura en la cual chocaron por vez primera las avanzadas se llamaba Laus Pompeya. Todava no se trataba de una batalla, sino de un tanteo, con xito diverso y escasas prdidas. Pareca que ambos bandos empezaban la lucha sin gran conviccin. Tal vez cambiasen an de opinin y se llegara a un acuerdo con la mediacin de un delegado, y Orestes y el hijo de Edecn terminasen por darse la mano. El patricio se senta demasiado dbil para librar una batalla decisiva en la llanura. Pens en Atila... habra sentido l algo similar antes de los Campos Catalunicos? Orestes se retir ordenadamente con sus tropas a la otra orilla del ro. A sus espaldas estaba Ticino, la poderosa y fortificada ciudad. En ella se propona hacerse fuerte, pero sin encerrarse dentro de sus murallas. Levant su campamento al pie de una cadena de colinas, desde donde su ejrcito poda dominar el valle. Si la batalla se libraba aqu, Orestes tendra todas las ventajas de su parte. Al atardecer se acercaron al campamento de Orestes los capitanes de Odoacro. Les dejaron llegar hasta la posicin ms avanzada; all tendran lugar las negociaciones. Les desafiaron a luchar. Como procedan del campamento de los rebeldes, eran amigos de Odoacro. Hubiera sido un esfuerzo intil tratar de convencerles para que se pasaran a las filas imperiales y ayudasen al derecho legtimo a conseguir la victoria. Orestes, seguido de su estado mayor, cabalgaba por el accidentado terreno. Su mirada escrutaba los rostros de los legionarios, el efectivo de los fortines, el nmero de hogueras. En su interior se encontraban los pensamientos de victoria y derrota. Qu edad tena? Cuntas experiencias haba dejado atrs! Haban transcurrido veintitrs aos desde que Atila, en su noche de bodas, fuese vctima del espesor de su sangre. El caballo trotaba con esfuerzo bajo su pesado cuerpo: el campamento fortificado se extenda a lo largo de varios kilmetros. Cuando lleg a su cuartel general, caa ya la noche. Sombras nocturnas. Alrededor de la medianoche echaron gruesos troncos al fuego. Jinetes ligeros reconocan la tierra de nadie. Odoacro no inici la batalla en la oscuridad: as se haba acordado en las negociaciones. La plane para el da siguiente a medioda, pues no quera atacar durante las primeras horas. Antes, los soldados deban comer hasta hartarse y beber vino. Despus recorreran las tres millas

en menos de dos horas, y entonces les concedera un descanso y una comida ligera. Odoacro no quera empezar la batalla hasta que el sol no diera a sus hombres en los ojos, sino que cegara a los arqueros de Orestes en sus posiciones al pie de las colinas. Esto calcul Odoacro. No poda adivinar que las hogueras del campamento ardan en posiciones abandonadas. El enemigo haba dejado atrs casi todo el equipo: mquinas de asedio, tiendas y todo el bagaje. Los soldados se llevaron a los animales bajo una ligera llovizna, que ahog los pasos de hombres y caballos. Tena miedo Orestes, o slo esquivaba la batalla como un general prudente? Era la infantera reducida a la mitad, que al alba se refugi tras las murallas de Ticino, un ejrcito ya derrotado? Ticino era una ciudad ortodoxa, fiel al emperador. Epfanes, el obispo de la ciudad, esperaba a Orestes en la puerta, al frente de los sacerdotes. El magistrado de la ciudad anunci: Todo el mundo est dispuesto a apoyar a los romanos contra los rebeldes. La ciudad se hallaba apenas a tres millas de distancia del lugar donde el Ticino desemboca en el Padus. En el ro navegaban barcos, y a travs de la ciudad, la calzada romana conduca a Mediolnum, Ravena y Roma. Hacia medioda llegaron a la ciudad los jinetes ligeros, llenos de sangre y muy malparados. Los lanceros escitas de Odoacro les haban seguido hasta la puerta este. A ltimas horas de la maana haban llegado a la lnea de las hogueras: los gruesos troncos continuaban ardiendo con luz fantasmagrica alrededor del abandonado campamento de Orestes. Odoacro recogi el botn, las mquinas lanzadoras, los carros pesados, las tiendas y los mil objetos dejados all por el ejrcito en retirada bajo el amparo de la noche. Odoacro ya tena la respuesta a su desafo. El patricio se haba refugiado tras las murallas de Ticino. Desde el sur, donde el Ticino desemboca en el Padus, era imposible atacar la ciudad. El terreno pantanoso la protega mejor que cualquier ejrcito. Pero desde el norte, el camino estaba expedito. Aqu slo defenda la ciudad un sistema de fortines. Detrs se levantaban las murallas y las atalayas, provistas de catapultas y gigantescas flechas. Pero el hambre ha rendido siempre a cualquier ciudad. Desde Ravena le lleg el informe de que la guarnicin de la ciudad apenas sobrepasaba los cinco mil hombres. Si ahora cercaba a Ticino, evitaba una salida de Orestes y, protegido por la oscuridad nocturna, enviaba a Ravena el grueso de su ejrcito, en el curso de pocos das podra hacer prisioneros a Paulo, al emperador y a todo el gobierno del imperio. Pero su ejrcito no tena la preparacin adecuada. Entre sus

filas se contaban demasiados brbaros, que constituan una horda muy difcil de dominar. Lo primero era poner sitio a Ticino! Su conquista significara apresar al patricio y franquear la puerta que conduca a Ravena. Aquella misma tarde empez el asedio. Las mquinas lanzadoras abandonadas por Orestes onagros y ballestas arrojaban ahora rocas, potentes flechas, maderos ardientes y vasijas llenas de brea contra las murallas y los fortines. Replicaron las catapultas de Orestes, y la lucha en la que ambos bandos medan sus fuerzas se prolong durante media noche. Orestes estaba satisfecho de s mismo. En un combate abierto no hubiese tenido grandes probabilidades de xito. Tras las murallas de Ticino escuchaba los latidos de una ciudad que le era fiel. Conoca el sistema guerrero de los brbaros, sus escasos efectivos, su desagrado por la guerra de sitio, su desnimo cuando no obtenan victorias rpidas, y las epidemias que se declaraban despus de cada temporada lluviosa. Cuarenta das y cuarenta noches dur el memorable sitio de Ticino. El obispo Epfanes inst a la poblacin a rezar y a resistir da y noche pidieron al cielo la victoria de las armas legtimas. Al principio, los habitantes recibieron a los guerreros con amabilidad, ofrecieron incluso su amistad a los mercenarios de habla extranjera, y les invitaron a sus casas. Cuarenta das y cuarenta noches. Entonces se puso de manifiesto que el ejrcito de Orestes no estaba preparado para un largo asedio. Odoacro mantena vigiladas todas las rutas de huida, y su ejrcito no sufri hambre ni epidemias, ni se sublev contra su rey. Los sitiadores se iban acercando paso a paso a los fortines. Cada da caa una parte de los sistemas defensivos de vanguardia. Como en toda ciudad sitiada, los defensores reciban raciones cada vez ms escasas. El aceite, el vino y el pan se estaban agotando. En el campamento de Orestes haba un capitn llamado Enodio. Tomaba notas del memorable sitio, y describa los descarados saqueos de los guerreros de Orestes en Ticino, la ciudad que tan amablemente los acogiera. Una tarde el inexorable asedio de Odoacro duraba ya ms de un mes, los soldados de la ciudad comenzaron a rebelarse. Residan en las casas como ciudadanos, y saban que en cada bodega y en cada despensa haba provisiones de aceite, vino, harina, carne ahumada y pan. Y todas las casas contenan objetos preciosos, bandejas de plata y alhajas de oro. En una mano, la espada, en la otra, la antorcha. Por doquier no vi ms que signos de dolor escribe Enodio, solamente las terribles y agobiantes escenas de la muerte. Los soldados, en grupos de tres o

cuatro, invadieron las casas de sus anfitriones, forzaron las puertas de los dormitorios, sacaron de las bodegas los tesoros ocultos, y torturaron a los aterrados ciudadanos para arrancarles la confesin de dnde tenan enterrados sus bienes. La antorcha cay de la mano del soldado borracho, las llamas se propagaron, prendieron las columnas de madera y alcanzaron los tejados. Cientos de casas incendiadas iluminaron la ciudad de Ticino. Quin poda apagar el fuego con el agua del Ticino? Quin poda atreverse a salir a la calle, donde los soldados borrachos de vino y de sangre, despedazaban y mataban como fieras a quien se les pona delante? Ninguna fuerza humana hubiera sido capaz de detenerles. Fueron finalmente los habitantes de Ticino los que mandaron a buscar a Odoacro? Dnde estaba el patricio? Por qu no reuna a la guardia? Por qu no pona fin al saqueo? Tena miedo? Las antorchas haban incendiado la ciudad, y ningn soldado quera renunciar al desenfrenado saqueo. Todos abandonaron sus puestos en las murallas, los fortines y los bastiones. Quin mand llamar a Odoacro? Cmo se enter de cuanto ocurra en la ciudad? Tema que los rebelados legionarios de Orestes lo destruyeran y asolaran todo? Tema que no quedase ningn botn para sus brbaros? En la noche oscura como boca de lobo, apenas iluminada por el resplandor de la ciudad en llamas, hizo sonar los cuernos. No se produjo ninguna resistencia. El estruendo de los pasos de hierro fue apagado por el ruido de la atribulada Ticino: Odoacro pudo franquear las murallas sin encontrar la menor resistencia. Sus guerreros estaban en ayunas y tiritaban al viento fresco de la noche. Todos aceleraron sus pasos: botn... botn... Los guerreros de Orestes no deban arrebatrselo! Nadie pensaba en otra cosa... la codicia era el nico acicate de todas sus ideas y acciones. Los embriagados saqueadores de la ciudad se vieron de pronto rodeados de un muro amenazador que avanzaba hacia ellos, estrechando cada vez ms el crculo. Guerreros enemigos! Pnico, incendios, caos. Orestes no se hallaba en la ciudad: estaba comprobando las fortificaciones de los alrededores de Ticino, que llegaban hasta el Padus. A su regreso, la ciudad arda como una inmensa antorcha. Qu habra ocurrido? Las llamas no estaban localizadas en la puerta norte, donde los guerreros de Odoacro podan atacar. Ardan por doquier... se elevaban, perdan altura y reaparecan en otro lugar con fuerza renovada.

Cuando Orestes lleg a la ciudad despus de un galope agotador, Ticino viva el final del asedio: estaba sitiada por dentro y por fuera, inundada por una marea de suciedad, destruida por los incendiarios. Cada hombre era un enemigo. Todos empuaban un arma, y de las afueras de la ciudad aflua, irresistible, el ejrcito de Odoacro. Los jinetes brbaros galopaban a travs de las brechas de la muralla, invadan las calles... era el fin. Orestes slo dispona de los pocos jinetes que le acompaaran en su marcha de inspeccin. Cuanto ms se acercaban, tanto ms cerrado era el cerco... un muro de acero en el que ya no se perciba ningn ruido determinado. Dnde estaban sus soldados, dnde, el ejrcito enviado desde Ravena? Se haba fundido, dividido en unidades aisladas, pasado al enemigo con el nico fin de salvar su botn y su vida. Un minuto ms, y se hizo imposible seguir adelante. De todas partes surgan lanzas. Orestes saba que Odoacro haba puesto un elevado precio a su cabeza. La prpura del patricio resplandeca en su capa, y las plumas ondeaban en su yelmo. Era demasiado orgulloso para arrancar sus distintivos y huir a pie con la capa de un simple guerrero. Titube. En aquel instante deba tomar una decisin. Era un hombre anciano. Humill la espada. Dentro de dos das sabran en Ravena el destino de Ticino. El general saba que la guarnicin de la capital era dbil, que Ravena no tena dinero. Orestes llevaba consigo todo el oro, para poder pagar a los guerreros que le haban sido fieles. Todos los grandes hombres dan una vez un paso en falso. Orestes no deba haber abandonado Ravena, la ciudad protegida por la naturaleza. Si Odoacro hubiera estado en su lugar... no habra conducido su ejrcito hasta Ticino. Vae victis! El propio Orestes saba que haba dado un paso en falso. Dejando a sus espaldas la destrozada Ticino, todava en llamas, Odoacro sali inmediatamente hacia Ravena con las legiones itlicas que se haban pasado a sus filas, y se llev consigo al prisionero de la toga de prpura. Paulo no poda conseguir ayuda en cualquier momento. Tras los fortines y fortificaciones de los pantanos de Ravena, diez mil hombres valan ms que los treinta mil de los sitiadores. Con su rpida marcha, Odoacro cortaba una arteria de Ravena: Paulo slo poda recibir refuerzos, alimentos y forraje por dos o tres caminos. Si Odoacro consegua llegar al cabo de dos das a la demarcacin de Ravena, la causa de Orestes estaba definitivamente perdida. Los guerreros se entendieron entre s con facilidad. Si los defensores abran las puertas de Ravena, si se pasaban a las filas de Odoacro,

recibiran media paga y media parte del libre saqueo a que sera sometida la ciudad. La guardia de Odoacro slo protegera el palacio. En l no podra entrar ningn saqueador comn. Perdona a Orestes! Es el ltimo romano! Orestes estaba encadenado. Su vida se desarrollaba ante l como una cinta interminable. Surgan imgenes, Iliria, prncipes brbaros, ciudades, asedios, sangre, travesas por el mar, naves, emperadores. Un basileo suceda a otro. Era preciso decapitar a un emperador o un patricio derrotado? Por qu no poda perdonarle Odoacro, cuyo padre haba sido amigo suyo? Por qu tena Odoacro que decretar su muerte? Por qu no podan llegar ambos a un acuerdo, puesto que daba a los legionarios un tercio... no, menos... una cuarta parte de los campos de Italia? Si Rmulo Augstulo estampaba su sello sobre esta ley, quien tomara posesin de la tierra no sera un usurpador. Seor, piensa en la muerte. As habl el centurin, contemplando, compasivo, la capa sucia, adornada de prpura, que envolva el cuerpo del anciano. Le atormentaba la artritis, y apoyaba las piernas sobre un asta de lanza. Para el carcelero no es agradable vigilar a un prisionero, aunque sea en un palacio. Con voz queda aadi el centurin, como si quisiera animarle: Ya falta poco. Se enter por la guardia de que haba sido conducido a Placencia, una pequea ciudad provinciana con una fuerte guarnicin. La casa donde yaca no era una crcel ni un palacio. La guardia se relevaba en el patio al medioda y al atardecer. Su nica distraccin era contemplar al oficial de la guardia enseando a los brbaros el paso romano y el manejo de las armas. El prisionero vea cmo lanzaban las cortas lanzas al or la orden. Despus, los mercenarios deban saltar un seto con sus largas lanzas, al mismo tiempo que se cubran el cuerpo con un enorme escudo. Seguidamente disparaban sus flechas. El prisionero olvidaba que estaba encarcelado, contemplando los ejercicios de los soldados romanos. Preprate para la muerte, seor dijo el centurin, y esta vez no era un consejo compasivo, sino la comunicacin de una sentencia.

Qu sera de Ravena? Tal fue el ltimo pensamiento que le preocup. Puedo escribir al rey? El centurin mir con piedad al patricio, a quien el asedio, la prdida de la ciudad y el cautiverio haban convertido en un viejo en cuestin de pocas semanas. Qu se poda hacer para ayudar a Orestes a recorrer su ltimo camino? Mezclar opio en su vino, como hacan los discpulos de Esculapio antes de cercenar un miembro destrozado? La orden dictaba que la ejecucin se llevase a cabo en secreto, sin testigos. Si as lo deseaba, Orestes poda escribir, poda hacer testamento, si crea que an haba algo que le perteneciera. En el informe deba hacerse constar si Orestes haba muerto como un patricio romano. En Placencia corra el rumor de que la casa del centurin era la celda de un condenado a muerte. Estaban esperando a que el anciano terminase de escribir; despus sera decapitado. El testamento tena que hacerse correctamente: el derecho de sucesin requera dos testigos. El sacerdote y el centurin estamparon su firma en el largo documento, en el que el patricio Orestes legaba la tierra de Italia. Ests dispuesto, seor? El sacerdote murmur unas palabras de consuelo, que se prolongaron durante una media hora. El sol proyectaba sus rayos sobre la alta y desnuda pared. En Placencia, la guardia hacia su ronda acostumbrada. Murallas, fortines, torreones, caminos, encrucijadas. Tal vez an llegara un mensajero de Odoacro: Perdonad la vida al patricio! Queran esperar hasta el medioda, hasta que se aplacaran los nimos. No todos los das tena Placencia un patricio como invitado, que ayer tena an en sus manos las riendas del imperio. La gran espada cay con tal rapidez, que no le dio tiempo ni para exhalar un grito. El centurin haba elegido al ms fornido guerrero, un brbaro del norte, que por una recompensa considerable, llev a cabo la ejecucin. Tal vez los ojos miraron una vez ms hacia lo alto. Rmulo Augstulo: acaso fuera ste el ltimo pensamiento de su cerebro. La cabeza no fue enviada a ninguna parte, ni tampoco ensartada en una lanza.

Hicieron prisionero a Paulo, el hermano de Orestes. Tambin Rmulo fue apresado. Ravena se rindi casi sin hacer uso de la espada. Solamente lucharon algunos grupos esforzados en la Pentpolis, la

comarca de cinco ciudades de Ravena. Centinelas a los cuales no lleg el mensaje conciliatorio de Odoacro: Todos sois guerreros romanos; espero que sigis sindolo. El rey de las tropas brbaras juzgar a todos segn sus merecimientos. Seor, ordena decapitar a Paulo. Seor, ordena decapitar al muchacho. Cuntos consejeros le rodeaban! Cuntos cancilleres se agolpaban junto a l! Incluso Anicio haba llegado de Roma. Sali hacia Ravena para encontrarse con l, con Odoacro. Salve, le dijo, y se inclin profundamente, como si le reconociera como emperador. Salve, rey Odoacro. Se haba fijado siquiera un ao antes en aquel dorforo brbaro? Odoacro orden que decapitaran a Paulo. Su vida no tena objeto, y Ravena se le haba escapado de las manos casi sin lucha. En la poca de la antigua Roma, un hombre as hubiese acabado haca tiempo con la propia vida. Entonces orden que llevasen al muchacho a su presencia. Rmulo contaba trece aos, era muy alto, casi un adolescente. En su rostro se adverta la sombra de una sonrisa, y sus ojos azules, el cabello rubio y ondulado, y la figura esbelta y bien proporcionada tenan cierto atractivo. Slo su mirada era soolienta. An ignoraba que su padre haba muerto. Anicio hizo un gesto con el pulgar hacia abajo: Recipe ferrum. Esto no poda significar ms que una cosa: cortaran la garganta al muchacho sin ninguna ceremonia, lo meteran en un saco y lo echaran al mar. Su tnica no era vulgar. Calzaba an los zapatos de prpura, pero ya no se cubra con la capa imperial. Saba quin era el hombre a cuya presencia le haban conducido? Le habran maltratado los mercenarios escitas, siempre dispuestos a cualquier rudeza? No se adverta en l ninguna emocin. Odoacro dijo a Anicio: Sal t tambin. Quiero hablar con l a solas. Un rey y un emperador se encontraban frente a frente. Odoacro saba que el abuelo del muchacho, el conde Rmulo, era un autntico patricio romano. Y si ahora el muchacho se postraba de rodillas ante l? Y si le haban recomendado humildad para salvar la vida? Y si se arrastraba con la cobarda de un perro apaleado?

Ahora tienes el poder en tus manos. Me acuerdo de ti. En Mediolnum fuiste husped del patricio. He odo decir que has conquistado la ciudad. Habl serenamente, sin temor. Decapitar, decapitar! Tal haba sido el consejo de Anicio. Los muertos callaban. Rmulo, guarda las tnicas imperiales. No son para ti. Sabes escribir, verdad? Escribirs en un pergamino imperial que no deseas continuar siendo emperador. La vida, hijo mo, es ms hermosa que la prpura. Ya eres un adulto, y comprenders que no podemos gobernar juntos. Yo no te necesito, y t no debes interponerte en mi camino. Qu destino me has designado? Escribirs el pergamino, y anunciaremos tus palabras al imperio. El ltimo que visti la capa de prpura no desea ser emperador. Se retira. Eso es todo. Si no accedes a ello, Rmulo, no te obligar. Pero entonces tendrs que morir. Elige! Ya eres mayor. Comprendes lo que digo, verdad? Qu destino me has preparado? Escucha, Rmulo, incluso entre un emperador muerto y un mendigo enfermo se abre un abismo tan ancho como el mismo ocano. Conservars la vida. Cuidar de ti. Ante Odoacro se extenda la toga de prpura, la diadema, el bastn de mando, la cruz imperial. Anicio dijo: Todo est a tu disposicin, seor. Una palabra tuya y las legiones cambiarn tu ttulo de rey por el de emperador. Cbrete con la capa. De lo dems puedo ocuparme yo. Dentro de una hora, las legiones te aclamarn. Entr un centurin, se inclin. Odoacro no deseaba ver la cabeza de Paulo. Qu deba hacerse con el muchacho? Dijo a Anicio en voz baja: Adonde podemos llevarlo? Conozco una gran casa cerca de Npoles. La llaman la villa de Lculo. No es una crcel, sino una isla rodeada de rocas y murallas. Si t, mi rey, quieres perdonar la vida al muchacho, puedes enviarlo all.

XIX

La ltima vez que Odoacro estuviera en Roma, haca ya cuatro aos, haba llevado noticias del campamento de Liguria. Muchos haban muerto desde entonces. Sin embargo, vivan an tres emperadores, cuya cabeza ciera la corona. Dos de ellos, en Dalmacia: Glicerio y Nepote. Y el muchacho hurfano, Rmulo Augstulo, que ya no era emperador, sino un nio y un prisionero. Roma produca una impresin an ms triste que aquella maana lejana en que haba entrado en la urbe al frente de sus jinetes. El capitn mercenario apenas si prestaba atencin a que los edificios presentasen un aspecto ruinoso, las calles no fuesen barridas, los Foros estuvieran abandonados, los tejados de las baslicas se hundiesen, y las piedras que se hallaban dispersas por el Palatino fuesen acarreadas a otros lugares y empleadas en el remozamiento de otros edificios. Ahora Odoacro haca su entrada como rey al frente de su ejrcito. Era difcil dar a su nombre una forma latina. Odoacro sonaba tan brbaro a los odos romanos como en un tiempo Ricimero. El Senado se congreg para una asamblea. Por recomendacin de Anicio se adopt la decisin de que el Senado solicitase del emperador Zenn la concesin a Odoacro de la dignidad de patricio y su nombramiento como rey, sin aspirar al ttulo de emperador. Rmulo Augstulo, el muchacho, pronunci las palabras que le haban sido dictadas. Los doscientos senadores se hallaban presentes. Conclua el mes de agosto, y en esta poca del ao el sol enviaba sus clidos rayos sobre Roma. Sin embargo, en tiempos como aqullos era ms prudente permanecer en la ciudad, pues el campo pululaba de guerreros saqueadores. La urbe era ms segura: Odoacro vena como protector, y no como conquistador. El muchacho vesta una toga de prpura y luca una guirnalda sobre la cabeza. Ley con una entonacin de colegial que sin embargo no careca de cierta pattica arrogancia. En los siete meses de su reinado haba aprendido algo del arte de los emperadores. La declaracin haba sido redactada por Anicio. Rmulo Augstulo dijo:

En lo sucesivo, Roma no necesitar un emperador. Es suficiente un Imperator que gobierne el oriente y el occidente. Italia desea un hombre que proteja las provincias hereditarias del reino y gobierne en paz y con sabidura. Por consiguiente, Rmulo Augstulo, Imperator de Roma, ha decidido, de acuerdo con sus consejeros, renunciar a la dignidad imperial y delegar en el emperador Zenn de Constantinopla la corona y las insignias de su cargo, que le sern enviadas por medio de una delegacin. Odoacro, en su calidad de patricio, ser designado rey si tal es la voluntad del Senado. Los senadores ocupaban sus puestos. Ninguno de ellos se atrevi a observar el rostro de sus compaeros. Los barbudos miembros del Senado se volvieron hacia la mesa sobre la cual se amontonaban los pergaminos: decisiones senatoriales, listas con los nombres de los aspirantes. Cuntos aos haban transcurrido desde la fundacin de Roma? Un tal Basilisco, propuesto para el cargo de cnsul, dijo en voz baja: Doscientos veintinueve aos! Era penoso volver la vista hacia fecha tan lejana. El rubio Csar Augusto, sentado en su trono de oro, ley el ltimo decreto. Todos los senadores sintieron que en aquel momento tena lugar el fin de algo importante. En los odos de los patres, la voz del muchacho son como un canto fnebre. Rmulo Augstulo no tuvo que desprenderse de ninguna alhaja: todo estaba a la vista sobre la mesa. Le dejaron en posesin de los escarpines de prpura: sentan la necesidad de distinguirle de los dems mortales. Le haban ocultado hasta ahora la muerte de Orestes. Era mejor que no tuviera noticia de ella hasta que se hubiese cerrado tras l la puerta de la villa de Lculo en el cabo Miseno.

XX

Al atardecer se encendan hogueras en las montaas. All donde las colinas se fundan con el horizonte, apareca de vez en cuando un jinete solitario. Los gpidos, vidos de botn, seguan como hienas las huellas de los godos emigrantes. Emigraba un pueblo entero, con todo cuanto posea. Columnas de carros, manadas de caballos, bueyes y ovejas, conductores del ganado a

caballo y muchos miles de lanceros. Cuando uno de los pesados carros se averiaba, lo arrastraban a un lado de la calzada y los conductores de carros intentaban repararlo. Los godos emigraban hacia el sudeste. Panonia entera estaba en movimiento. Mensajeros galopaban hacia los pueblos de las tierras brbaras. Los godos consideraban pobres sus colonias, pero esta pobreza era incluso apetecible en comparacin con el crudo invierno, el viento cortante y el clido verano que padecan los otros pueblos de la estepa. Los exploradores de los gpidos fueron los primeros en difundir la noticia: los guerreros de Teodomiro se haban puesto en marcha y trasladaban su reino sobre ruedas. Ya no volveran ms al gran lago. Realmente no volveran ms? Antes de la marcha, el rey Teodomiro haba enviado mensajeros a los prncipes de la estepa. Cada tribu, cada caudillo, cada colonia deba saber: Ay de aquel que osara establecerse en las posesiones abandonadas de los godos! Nuestra gran emigracin no significa que el pueblo de Amal renuncia a sus colonias, ciudades a la orilla del gran lago, fortificaciones y atalayas. Regresaremos cuando nos convenga. Es posible que dividamos a nuestro pueblo. Tambin es posible que slo la mitad desee continuar la marcha. Recordadlo: esta comarca nos fue concedida por el emperador despus de la muerte de Atila. Y seguir siendo nuestra! Los gpidos eran los ms inquietos de las tribus nmadas. La pobreza, el hambre y la codicia les impulsaban. Qu poda importarles que los poderosos y rubios guerreros volviesen un da y matasen a cuantos encontraran en sus antiguas colonias! La sede, el palacio de Teodomiro y Teodorico a orillas del lago era un sueo anhelado para aquellos cuyas tiendas de tela arrancaba la tormenta y se llevaba el viento. Casas romanas, con sus emparrados. Por doquier se encontraban prisioneros romanos y esclavos cristianos que podran dedicarse a la agricultura. Y se deca que las casas eran calientes en invierno. El emperador te saluda, Teodorico! El padre mir a su alrededor con sus ojos nublados por los aos. Un paisaje desconocido, el otoo era ms largo, las plantas y las avenidas de castaos eran ms abundantes. Teodomiro, en sus aos de joven guerrero, haba visto el mar a menudo. Atila conduca continuamente a sus vasallos de un lugar a otro. Sin embargo, durante mucho tiempo el gran lago fue el mar para Teodomiro, y slo los godos ms ancianos soaban an con el agua azul que no tiene principio ni fin. Teodomiro no volvera a ver el ocano.

As deba morir un rey: en un campamento nuevo, en su propio lecho, cubierto de mullidas pieles. Teodomiro tosa, y muchas veces aparecan gotas de sangre en las comisuras de sus labios. Con voz queda dijo: Seores godos, servid con fidelidad a Teodorico. La muerte a orillas del Ister fue sencilla. Los jefes de tribu se asomaron ya al despuntar el alba en el torren de la antigua Castrum, esperando la seal. En cuanto el espritu hubo abandonado el cuerpo, acudieron los sacerdotes y las plaideras. Todos pensaban en el palacio abandonado a orillas del gran lago, en el que no habran sentido el fro viento del otoo, pues lo hubiesen calentado, sacrificado gordos bueyes, y los campesinos de los alrededores, que pagaban sus impuestos con vino, hubieran hecho ahora la vendimia. Por qu tenan ahora que emigrar? Por qu haban renunciado a la seguridad de su pobreza por una abundancia incierta? En los ltimos decenios se haban acostumbrado a Panonia y encariado con ella. El emperador te saluda! Haban bastado estas palabras a Teodorico para poner en marcha la interminable caravana? Cuntos muertos dejaran por el camino? Cuntos nacimientos malogrados? Vivan siempre con el arma en la mano, en continua vigilancia. En regiones extraas, entre pueblos extraos. Cada vez tenan que pagar su paso por una regin, o luchar por l. Era otoo. Bajo las bvedas del Castrum resonaba el coro de las plaideras. Teodorico no poda llevar hasta el basileo a todo su pueblo. Invernaron en Tracia, donde esperaron a que la primavera trajese su consuelo a hombres y animales. A la vista de los capullos, que aqu se abran en una sola noche, los jvenes guerreros volveran a soar con aventuras y campaas. Llev consigo a cien jinetes escogidos, como corresponda al nuevo rey de los hijos de Amal. Le haba vuelto altanero verse colocado sobre el escudo y elevado a vertiginosa altura? Todos los jefes de tribu quisieron levantar en su escudo al nuevo rey de los godos. No hubo ninguna eleccin. Nadie tena la menor duda de que era Teodorico quien ahora deba ocupar el lugar de Teodomiro, muerto tras su prolongada enfermedad. No haba ningn hermano que pudiese hacer valer la propia legitimidad, ningn aspirante extranjero al trono. Erelieva esperaba en la tienda de las mujeres a su hijo recin nombrado rey. La coronacin se celebr en una vieja iglesia medio derruida. Sacerdotes arrianos le colocaron en la cabeza el aro de oro, y la juventud cant melodas segn los versos del obispo Ulfilas. El invierno se aproximaba. Durante los servicios fnebres y las fiestas de la

coronacin sopl un viento helado, y las tiendas de tela doble estaban cubiertas por un manto de nieve. El equipaje fue cargado a lomos de los caballos de tiro. Los jinetes llevaban vestiduras adornadas, armadura, yelmo y armas, como era costumbre en la corte. Las tnicas de corte que Teodorico se trajera de Bizancio resultaban ya demasiado estrechas para l. Los que haban visitado ltimamente la capital del imperio hablaban de extraas modas nuevas. Los Verdes intentaban provocar a los Azules y sus simpatizantes imitando de manera exagerada el peinado y las vestiduras del enemigo huno. Los jvenes seores del partido de los Verdes se cubran la frente de cabellos cortos, segn la costumbre brbara, y llevaban adems anchas tnicas mucho ms largas que sus capas cortas. Cuando se dirigan al mercado, se exhiban con gran insolencia. Los magistrados de la ciudad no podan oponerse: los padres de estos distinguidos hijos de Bizancio pagaban los ms elevados impuestos. Pero, por qu imitaban precisamente a los hunos? Por qu gozaban los descendientes de Atila de tan repentina popularidad? Porque ya no inspiraban temor a nadie. Los hunos se dispersaron en pequeos grupos o emigraron a las desnudas planicies asiticas de las cuales para terror de la humanidad haban venido hasta aqu. Muchos de ellos se dirigieron a Bizancio. En el ejrcito eran bien vistos y llegaron incluso a ser admitidos en la guardia personal. Eran salvajes, fieles y fciles de contentar. Sus capitanes se hacan bautizar uno tras otro. Teodorico se enter de ello al acercarse a Constantinopla. Los Verdes eran amigos de los hunos, por lo que, naturalmente, l se adhiri a los Azules, a quienes apoyaba el emperador. Los Azules eran los aristcratas, los grandes terratenientes, de cuyas filas procedan los comandantes de la ciudad, los generales de la flota y los del ejrcito. Cuanto ms se acercaba a Bizancio, mayores eran los honores que se le prodigaban. Le ensalzaban como rey, los magistrados salan a su encuentro, le agasajaban por doquier, y los regalos de valor eran cada vez ms numerosos. A los cien jinetes godos les pareca que las herraduras de sus caballos pisaban la alfombra de un mundo soado; ni en sueos haban imaginado el recibimiento que se les dispensaba. El emperador te saluda! A orillas del gran lago, estas palabras podan ser slo una frmula. Todos los enviados empleaban esta frase de introduccin. Pero ellos iban ahora al encuentro de una perfumada primavera: todo floreca, y en los rboles maduraban ya diversos

frutos. Los jinetes godos llegaron a las grandes murallas de la ciudad sin haber usado las armas ni una sola vez. Theodoricus Rex: su nombre no hera los odos bizantinos. Ya le esperaban. Haca semanas que se debata sobre su llegada en los mercados, en el atrio del Hipdromo, en los balnearios. Bizancio necesitaba a todos cuantos dispusieran de armas. Y no obstante, los guerreros llegados a la ciudad significaban grandes impuestos para cada ciudadano. Cuantas ms tropas ocuparan los cuarteles en torno al palacio imperial, tanto mayor era el peligro de que sus caudillos provocasen un da una rebelin. Los aliados eran preferibles: vivan en sus lejanas montaas hasta que llegaba una orden de Bizancio: Estad preparados! El palacio imperial designaba al enemigo peligroso para el emperador. Poneos en marcha! Y ellos obedecan, sin paga y sin doble recompensa. Recostados en los baos, rodeados de un vapor fragante que despedan las piedras calentadas, los hombres de Bizancio sopesaron durante todo el da si el padre Zenn haba hecho un buen negocio llamando a la capital al joven caudillo de los godos. Todos crean saberlo todo acerca de l. No haba vivido diez aos en la ciudad? Dominaba el lenguaje de palacio, no era un brbaro tosco ni un huno de nariz achatada. Le haban nombrado rey de su pueblo. De cuntos caballos, arqueros y lanceros dispona un rey de los ostrogodos? Teodorico conoca an a muchos hombres de palacio, aunque no pocos haban muerto en aquellos tiempos agitados. Los hombres de Zenn haban reemplazado a los confidentes de Len. Los eunucos estaban an ms gruesos, su vida muy raramente corra peligro. Se despertaron viejos recuerdos. Se esperaba a un rey aliado que conoca el ceremonial y las costumbres. Era como un fiel amigo. No, ni siquiera los servidores ms entrados en aos recordaban la visita de un rey brbaro que en su comportamiento fuese ya casi un romano. Su recorrido por los aposentos de personas que desempeaban cargos importantes era slo parte de los preparativos. Se dedicaban largas conversaciones al ceremonial. Se determinaban los textos de las frmulas de salutacin. Era preciso evitar mil pequeas ocasiones de roces o agravios. Cuntas palabras sola decir su Majestad? Qu miembros de la familia imperial estaran presentes? Cmo se dirigira a l el emperador? Quin sera el intrprete, en caso de que Teodorico, que ya era casi bizantino, lo necesitara? Teodorico no estaba casado, lo cual era especialmente ventajoso para Bizancio. Seguramente su Majestad le recomendara una mujer, la hija de un rey aliado o bien si convena que le unieran lazos de parentesco

con la corte, tal vez una sobrina lejana de la emperatriz. Tambin se ofrecieron doncellas de Isauria, emparentadas con Zenn. Alguien conoca ya la existencia de Nbula, la doncella de Iliria. Tres das ms tarde, su divina Majestad ley con una sonrisa los detalles confidenciales. La muchacha no era de sangre real, pero su padre ostentaba el cargo de gobernador de una ciudad romana. Habra que manejar con cuidado a Teodorico. Si se excitaba, era capaz de olvidar rpidamente las costumbres griegas. Entonces sera como los dems brbaros. Ten cuidado, Verina, dijo Zenn a su suegra, por la que no senta mucho afecto. Sin embargo, hubiera sido muy difcil dirigir los asuntos del imperio sin aquella mujer llena de astucia. Ariadna, la emperatriz, era hermosa y fiel. Pero ni siquiera con la edad llegara a ser tan inteligente como su madre Verina.

El emperador te recibir. Cuan a menudo haba asistido como rehn a tales ceremonias. Todas ellas tenan el nico fin de deslumbrar a los prncipes de los pases brbaros. Se exhiba ante ellos todo el esplendor de la gigantesca corte: los mosaicos de la sala de recepcin, con sus grandes imgenes de Cristo, el trono dorado con sus leones tambin dorados, que gracias a un misterioso mecanismo inclinaban la cabeza y rugan, las vestiduras de gala con sus colas largas y resplandecientes, las piedras preciosas, las diademas, los collares y las coronas. Todo brillaba bajo el resplandor de millares de velas. Desde nichos ocultos se entonaban salmos en honor del basileo. Su sagrada Majestad se hallaba rodeado del perfume de la mirra, y su rostro pintado resplandeca en una nube de fragante perfume. Su barba semejaba la barba rizada del rey de reyes persa: derramaban sobre l polvo de oro para que brillase bajo las luces. Una corona cea la frente de Zenn, y la pesada capa entretejida de oro ocultaba su cuerpo a los ojos del mundo. El basileo se haba transformado en una estatua. Durante su prolongada estancia en la corte, Teodorico haba podido observar todos los matices del ceremonial. Estaban presentes dos emperatrices. Verina ocupaba altivamente su trono, que era unos milmetros ms bajo que el de su hija. Verina conservaba su belleza incluso bajo la mscara coloreada del rostro y el peso de las joyas. Todava segua siendo la verdadera basilisa. La hermosura de su hija, la obediente Ariadna, estaba un poco velada por la tristeza. Cuando huyeron de Basilisco dio a luz un nio muerto. Desde entonces cubran su rostro la palidez y la amargura. Sonrean a Teodorico, el antiguo conocido, los dioses mortales del imperio? Numerosos sacerdotes, altos dignatarios, generales, todos

haban aparecido con los distintivos de su cargo. Sonrieron verdaderamente todos cuando hizo su entrada el rey brbaro vistiendo una tnica romana? Cubra su pecho una coraza real de plata, que segn la saga germnica cincelase para Amal un herrero divino; slo poda llevarla el prncipe primognito. Tambin su espada era una espada divina, de color negro, que llevaba un escudero detrs de su seor. Aunque estaba prohibido llevar armas en presencia del basileo, el ceremonial de la corte haca una excepcin con los reyes. Sin embargo, Teodorico no tena ningn rango en la corte. Todava era un muchacho cuando el favor de su Majestad le abriera la puerta de la jaula de oro. Poda llegar a ser un patricio? Incluso la idea era una osada! En Italia slo haba conseguido el ttulo el infortunado Orestes, y ahora la cancillera de la corte, tras prolongada reflexin, haba nombrado a Odoacro patricio de la ciudad de Roma, lo cual entraaba en s muchas contradicciones. Pero Odoacro jams llegara a ser patricio del imperio. ste era el nico ttulo que hasta ahora Bizancio se negaba a conceder. De cuntos hombres armados dispona el rubio rey de los godos? Esto se preguntaban unos a otros los jefes de la guardia, los estrategas y los eunucos. Todo dependa de aquello. Y tal vez de la habilidad del propio joven brbaro, de su arte en tejer los hilos y tensar el arco. Qu prefera, tesoros o ttulos? Estaba dispuesto a poner al servicio de Bizancio por un precio razonable a todos sus guerreros? Con cuntos guerreros contaba Teodorico? Movimientos familiares: entrada, reverencia, genuflexin, beso en el pie. Durante una semana entera haba repasado tenazmente todos los detalles con el primer maestro de ceremonias. De muchacho haba observado qu rango corresponda a los prncipes orientales, qu ttulos ostentaban los prncipes indios y el rey de los persas. Por qu slo tenan derecho a ttulos los descendientes de Alejandro Magno? Amal, en su patria nrdica cubierta de bosques y glaciares, haba sido nada menos que un dios. Movimientos familiares. Sin embargo, ahora era rey. El rostro de Zenn como pudieron comprobar todos los presentes se ruboriz incluso donde las pinturas no cubran su palidez. Sus ojos centellearon. Una sonrisa sincera prest humanidad a las facciones impasibles del despiadado advenedizo. La sonrisa de Verina fue ms expresiva: se volvi hacia l e inclin imperceptiblemente la cabeza, como en un saludo personal... Esto era ms, mil veces ms de lo que un ser mortal poda esperar de una basilisa. Slo Ariadna permaneci sin sonrer, como mandaban los cnones. En voz baja pronunciaron los labios del emperador el saludo de bienvenida. Palabras dictadas por el ceremonial. Y no obstante, todos

cuantos conocan a Zenn advirtieron un tono ms clido, un matiz de sentimiento. T, que has compartido en nuestra mesa el cordero pascual, has regresado a tu segunda patria. Que la alegra acompae todos tus pasos. Para el bien del imperio y de ti mismo. La respuesta sola llegar a su divina Majestad de labios de un intrprete, pero esta vez, Teodorico se irgui despus del beso ritual en el pie, y sus palabras resonaron en el sublime silencio, que cual susurro imperceptible penda sobre todas las cabezas entre nubes de incienso. Las palabras griegas de Teodorico tuvieron una entonacin segura; su pronunciacin adoleca de dureza, los rubios extranjeros nunca llegaban a dominar algn que otro sonido del poco familiar alfabeto. Pero habl con fluidez, sin leer de una tablilla encerada o un pergamino. Haba estudiado sus palabras, y sin embargo los que le escucharon tuvieron la impresin de que las estaba improvisando. T has sido para m un padre, reemplazando a mi padre ahora difunto dijo, y la sonrisa de Zenn se hizo todava ms humana. Entonces mencion el joven husped la muralla de acero de los godos, contra la cual se estrellara el ataque de cualquier enemigo, cualquiera que fuese el punto cardinal de donde procediera. La fe en Cristo nos une a ambos aadi, y tras estas ltimas palabras roz una vez ms con los labios el pie y el manto del emperador. Te hemos estado esperando, rey Teodorico pronunci la voz de Zenn. Y esto tampoco estaba previsto en el ceremonial. Al da siguiente, la juventud vida de placeres de los Azules se mand cortar a toda prisa tnicas godas, y los barberos de la corte les tieron los cabellos de un tono rojizo.

Lluvia de oro. El antiguo rehn gozaba de la mayor consideracin en palacio. Ante l se extenda un maravilloso futuro: senador, general de los ejrcitos! Durante las recepciones de Pascua, los dignatarios se inclinarn ante el nuevo patricio. El otro Teodorico, el hijo de Triario, viva lleno de rencor en Macedonia. Un solo golpe de pluma, un solo decreto imperial le haba arrebatado el subsidio anual y el ttulo de aliado del imperio: Vete a donde quieras! Mientras permanezcas en el imperio sers nuestro enemigo... junto con tu pueblo.

Hasta ahora, el emperador haba mantenido con su subvencin anual a los godos emigrados a Macedonia. La tierra era espantosamente yerma, y el Bizco empeoraba an ms las cosas acaparando vveres y fortificando los pasos de las montaas. Al amanecer ya se ejercitaban los guerreros para la lucha. La noticia lleg hasta Constantinopla. Zenn nunca perdon al hijo de Triario el hecho de que hubiera sido el ms fuerte apoyo de Basilisco. Durante el ao en que el usurpador habit el palacio imperial, el Bizco se comport como el verdadero amo del imperio. Entretanto, Zenn haba visto crecer a Teodorico, el hijo de Amal. El prncipe godo dominaba la lengua de Bizancio. Zenn le contemplaba casi como un padre contempla a su hijo, y advierte cmo crece en altura, fuerza e inteligencia. Amaba, pues, a alguien el Todopoderoso? Poda el basileo sentir inclinacin por alguien? El gran ceremonial para el que Zenn se estaba preparando no era totalmente nuevo en el imperio. Se llamaba adopcin a la sombra de las armas. El emperador Valentiniano III, en circunstancias similares, ya haba proclamado hijo suyo a Aecio, a quien calificaban del ltimo romano. Se trataba del deseo del emperador. En el consejo se adopt la decisin de que Artemidoro, el filsofo, hablase con el rey godo, a fin de valorar su inteligencia y estimar si era digno de convertirse en hijo del emperador. Artemidoro presida una academia en la que se imparta educacin a los jvenes destinados a servir en el palacio imperial. El filsofo conoca los escritos de los antiguos, y conoca asimismo la inconstancia de la juventud. Pas tres das en compaa de Teodorico, tras los cuales inform al palacio imperial: El descendiente de Amal es el brbaro ms inteligente que he conocido. Deba celebrarse un magno desfile en el campo de maniobras de las tropas. Tomaran parte en l las guarniciones de los alrededores de la capital. Se construyeron tribunas para los espectadores distinguidos. En palacio fueron investigadas las crnicas de los ltimos cincuenta aos, para saber con exactitud en qu forma se llevaron a cabo las celebraciones cuando el valeroso Aecio fue nombrado hijo del emperador. Aecio no era enteramente un brbaro, por lo menos, no en su educacin. Su padre mandaba un regimiento de caballera del imperio en las provincias africanas; ostentaba el ttulo de conde. Aecio pasaba por ser el ltimo de los grandes generales romanos que an pudieron salvar el imperio de occidente. Su nombramiento como hijo del emperador fue por tanto una recompensa merecida. Sin embargo, las

viejas crnicas de la corte callaban sobre los ltimos meses de Aecio. Qu haba ocurrido...? Cul fue su fin... dnde muri, un ao despus de la muerte de Atila? Slo una nota secreta mencionaba que haba sido apualado por el propio emperador Valentiniano cuando Aecio le visit para pedir como esposa a la hija del emperador para su hijo, a quien deseaba asegurar el trono por este medio. Teodorico deba ignorar todo esto. Por suerte, no conoca las crnicas secretas. El desfile sera tanto ms deslumbrante y magnfico cuanto ms nfasis se diera al aspecto guerrero. Zenn cabalg al frente de su guardia de honor; el antiguo capitn de la guardia record cuando haba mandado ante Len a los guerreros acorazados. Todo fue un alarde de pompa militar: la marcha de las tropas, el movimiento rtmico de los escudos, el estruendo de la caballera, el paso resonante de las legiones. El desfile se desarroll como estaba previsto. Entonces Zenn subi a la tribuna. Slo Teodorico estaba a su lado. Tal como lo exiga el ceremonial, el emperador ci al talle de Teodorico un cinto adornado con hojas de laurel, y colg de l sus armas. Entonces le abraz y grit tres veces con voz estentrea: ste es mi hijo! Teodorico se arrodill, bes la mano del emperador y dijo: ste es mi padre! Padre e hijo deban colocar la diestra sobre las Sagradas Escrituras. Juraron no abandonarse nunca y ayudarse siempre el uno al otro. Las palabras del juramento resonaron en el aire, y de las jaulas remontaron el vuelo cientos de palomas. Volaron hacia el norte. Esto era un buen presagio, pues en esta direccin deban partir los ejrcitos. De nuevo desfil ante la tribuna la caballera y la infantera: saludaron del mismo modo al padre y al hijo, ste luciendo sus armas. Teodorico vesta como un guerrero romano, con yelmo y escudo. Un joven y apuesto guerrero. Un duro y rubio germano. Su rostro era el de un extranjero.

El consejo de guerra elabor el plan con todos sus pormenores. Teodorico deba reunirse con su pueblo dentro de pocos das. Le quedaban algunas semanas para preparar a sus mejores godos para la

lucha. En las laderas de los Balcanes apretaran lentamente el cerco, a fin de ir estrechando cada vez ms el reino montaoso del Bizco. Los estrategas pensaban en trminos de unidades de ejrcito de diez mil hombres. Fueron concretadas las rdenes: las tropas asiticas deban enviar al campo de batalla a un tercio o la mitad de sus efectivos. Se determinaron los puntos de reunin y las fechas en que los godos deban entrar en contacto con los treinta mil hombres del ejrcito bizantino. Haba que empujar hacia una trampa al Bizco y a sus hordas. Entonces tendra lugar el ataque decisivo. En un plazo de tres meses desaparecera aquel estigma del imperio: dentro de sus lmites no caba la existencia de un estado godo hostil. Teodorico se dirigi hacia el norte, hacia su propio pueblo. De nuevo le invada la congoja ante la inseguridad de la aventura. Qu encontrara entre los suyos? Se habra puesto otra vez en movimiento su tribu que viva sobre ruedas? Era seguro que el ganado ya haba agotado la hierba; la tierra estaba sin cultivar, pues los campesinos haban huido al conocer la noticia de la llegada de los godos. Encontr a su pueblo malhumorado y descontento. Ya no viva Teodomiro para suavizar los nimos con palabras lentas y cansadas. En el consejo de los ancianos se adverta la amargura. Godos contra godos? No poda negarse que el hijo de Triario haba asestado un rudo golpe contra la prosperidad de sus hermanos de raza. Pero hablaban la misma lengua, y cada guerrero era consciente de su ascendencia comn. Desde la conquista de Singidnum, los godos vivan en una paz peligrosa. Insignificantes campaas, saqueos de mseras aldeas y emigraciones constituan la historia de los ltimos aos. A su alrededor nacan pases, se formaban reinos. Los godos continuaban viviendo pobremente en sus yermos campamentos. La disciplina exigida por el emperador era como una mano de hierro. No podan luchar contra nadie. Vivan en la escasez de los pastos insuficientes, y slo reciban la visita de los mercaderes cuando se divulgaba la noticia de que haba llegado de Bizancio la tan deseada subvencin anual. Los viejos estaban agobiados. Hermano contra hermano? Un godo debera ser esclavo de otro godo, un godo de la misma sangre, si era hecho prisionero? Pero Teodorico no consenta ninguna protesta. Se trataba de la causa del imperio. Los godos tenan que darse cuenta de que los diriga el hijo del emperador. Pareca que la plaga de la langosta hubiese pasado por las tierras que recorran los ejrcitos. Slo Teodorico mantena el orden. Obedeca las prescripciones romanas, segn las cuales los generales deban dejar

intactos los poblados. Los campesinos estaban indefensos, no tenan armas en la mano, y no haba murallas ni torreones tras los que pudieran defenderse. Era preciso que no abandonaran sus campos, porque si huan, no habra pan para nadie. Dentro de una semana deba tener lugar el encuentro con los romanos al borde de las grandes altiplanicies. Entonces, inexorablemente, tendran que luchar contra el pueblo del Bizco. Sin embargo, tambin ellos eran godos, y seguramente no se dejaran vencer con facilidad. Tal vez haran uso del buen sentido y entregaran a su caudillo al descendiente de Amal. Hacia ya diez das que esperaban en las gargantas de las montaas. Columnas mviles galopaban en todas direcciones. Un puado de plata al primero que entrase en contacto con el aliado ejrcito romano. Fueron enviados mensajeros a todos los gobernadores vecinos con instrucciones de Teodorico, el hijo de Zenn, respecto al lugar adonde deban enviar vveres, piensos y dems provisiones. Un inquietante silencio reinaba al pie de las montaas; slo se oa el silbido del viento. Ni con el alba ni con el crepsculo lleg un jinete con la buena nueva. Ningn carro romano se aproximaba. Los campamentos del Bizco se abran como un abanico, describiendo un semicrculo en torno a las montaas, que pronto dejaran encerradas a las tropas bizantinas. Hoy an podan moverse libremente dentro del crculo. Empleaban el mismo lenguaje que los guerreros mandados por el hijo del emperador. Sus rostros eran parecidos, llevaban las mismas barbas y empuaban las mismas armas. Quin poda advertir si se sentaba un guerrero ms junto a la hoguera? Cuando se le preguntaba: De dnde vienes?, la mano sealaba la lejana. Los ms jvenes ya no recordaban el nombre de los campamentos, los montes y las bahas del gran lago. As pas el tercero... el cuarto... el dcimo da: el descontento aument, y en las laderas de las montaas aparecan grupos de guerreros enemigos. No llegaba ninguna noticia de dnde se encontraban las legiones del ejrcito aliado, las tropas asiticas, la avezada caballera que haba derrotado a los jinetes acorazados del rey de Persia. Dnde estarn... por qu se demoran? Los ancianos meneaban la cabeza. Ninguno de ellos osaba decir al rey: Ests persiguiendo un sueo. Corres a la zaga de unas sombras. Haban transcurrido diez das desde la fecha de la concertada reunin, y todava no se encontraba ni el rastro de las tropas romanas. Lleg una delegacin de la patria del campamento donde haban quedado

las mujeres. Vino un grupo de ancianos, antiguos compaeros de armas de Teodomiro y Walamiro: En casa somos de la opinin, Teodorico, de que los godos no debemos derramar sangre goda. Teodorico call, y sigui esperando. Inexorablemente, el viento azotaba la tienda del hijo de Zenn.

XXI

Se difundi el rumor de que Zenn haba enviado en secreto una legacin al Bizco para ofrecerle su antigua dignidad si acceda a concertar una alianza contra Teodorico, el hijo de Amal. Nadie haba visto a esta legacin, acaso se tratara de una visin concebida por espritus inquietos durante aquellas semanas de privaciones. En torno a los godos se extendan tierras misrrimas, que apenas podan alimentar a hombres y monturas. Al otro lado de la cadena de colinas estaba el reino montaoso del hijo de Triario. Teodorico ocupaba la llanura. Se destacaban exploradores, y entre las lneas de centinelas hubo algunas escaramuzas. Pero los dos ejrcitos godos no se enfrentaron en ninguna batalla. Una maana vieron aparecer al Bizco al borde del recortado precipicio, apenas a un tiro de flecha del campamento enemigo. El descendiente de Amal envi su tercera carta a Bizancio: Era deseo del emperador que pereciese, puesto que no le mandaba guerreros ni alimento? Qu intenciones persegua Zenn? Precisamente entonces apareci la gigantesca y huesuda silueta del Bizco, rodeada del resplandor del sol naciente. Amenazaba con el puo al campamento que tena delante. Pero antes de que enviasen a buscar a Teodorico, desapareci tras las rocas, no sin antes gritar como despedida: Volver maana a esta misma hora. Con el alba cay una abundante aguanieve, que brillaba en las cumbres con su manto blanco. El torrente que se precipitaba entre las rocas constitua la lnea fronteriza entre la llanura y las montaas. Entre la niebla espesa apareci de nuevo Teodorico el Bizco. Todos los

guerreros de ambos ejrcitos retrocedieron, a la espera de la decisin de ambos caudillos. La voz del Bizco reson con fuerza, atravesando el torrente y la garganta. Ninguno de los dos poda acercarse demasiado al otro, y si uno de ellos hubiese levantado el arco y la flecha, miles de flechas habran cruzado el aire desde ambos lados a la vez. Pero slo lucharon con la voz. Las palabras del de ms edad dominaron el bramido del agua. Has perdido la razn, Teodorico! No comprendes an que los griegos slo persiguen un objetivo: destruir a los godos por mano de los godos, sin ningn esfuerzo y sin ningn peligro? De los restos de nuestro pueblo se desharn entonces con facilidad, y se jactarn de ser los vencedores. Quien salga victorioso de nosotros dos, entregar a su hermano al enemigo. Juzga por ti mismo la verdad de mis palabras: cul ha sido su comportamiento contigo? Cuntas semanas hace que deban haber llegado las tropas prometidas? Has visto por aqu algn ejrcito romano? Dnde estn los generales bizantinos? Cuentas con un solo guerrero griego? Te han lanzado contra m, pero slo con el fin de que yo te mate con mi propia mano. Tal sera el merecido castigo de tu credulidad! La voz lleg hasta la lnea de centinelas del hijo de Amal; la formacin se deshizo instantneamente, y los guerreros se acercaron al ro en filas cada vez ms apretadas, para or las palabras del Bizco, que hablaba su misma lengua y gesticulaba con fiereza. Antes de que Teodorico pudiese contestar, vieron de nuevo el amenazador gesto de despedida y oyeron la voz: Volver maana a esta misma hora. Habra cado el campamento de los godos entre dos piedras molares? Incluso los caudillos estaban inquietos. Ya no haba nadie en el campamento de Teodorico que creyera todava en la inminente llegada de las tropas griegas. Todos daban la razn al Bizco, y el hechizo que rodeaba al joven rey pareci disiparse. Hasta ahora pasaba por el amigo de los poderosos e hijo del emperador: Teodorico lo consigue todo. Pero ahora se hallaban en el umbral de una guerra fratricida, hambrientos y sin esperanzas. La noche es mala consejera. Al alba se congreg junto a la garganta un gran nmero de guerreros; queran ser testigos o tal vez jueces entre los dos Teodoricos. Las races de la duda eran profundas. Nuevamente apareci el robusto hijo de Triario, que haba sobrevivido a muchas tormentas. Habl como estaba acostumbrado a hablar, con palabras duras, sin adornos,

del mismo modo en que daba rdenes a sus guerreros. Tuvieron la impresin de que era el Bizco el caudillo de todos los godos, tanto de este como del otro lado. Una voz que disip la penumbra cernida sobre el ro. Por qu quieres en tu ceguera, Teodorico, acarrear la perdicin de los que son hermanos tanto tuyos como mos? Por qu han de quedarse viudas tantas mujeres? Sabes muy bien que los hombres slo te han seguido a esta infortunada campaa para conservar su dignidad de guerreros. Cuando partisteis, cada uno de tus guerreros posea tres caballos. El hambre os ha obligado a comer hasta las mejores monturas, y t sabes muy bien que tus hombres ahora van a pie, y as habran de luchar. Te han seguido a la tierra de Tracia como esclavos, y no como guerreros libres. Les has prometido oro y trigo despus de la cosecha. Pero yo te pregunto: Qu has podido ofrecerles hasta ahora? Te pregunto: Qu piensas hacer con ellos? Contstame, Teodorico! Mujeres y nios invadieron la ladera de la montaa. Quin les haba permitido llegar hasta aqu? Se habran confabulado todos para organizar esta inslita legacin? Cuando Teodorico se retir a su tienda sin haber contestado al Bizco, se oy en torno el grito de mujeres y ancianos: Concierta la paz con el Bizco! Por la maana del da siguiente tuvo lugar la tercera entrevista. El hijo de Triario acudi a pie. Tambin el hijo de Amal camin hasta el borde ms saliente, de modo que slo el profundo cauce del ro les separaba. Hoy la voz del Bizco no era amenazadora, sino que habl como un hermano mayor. Ensalz el herosmo de Teodorico, su sabidura, tan poco en consonancia con su juventud. Todo cuanto dijo fue sobrio y natural. Permitiremos que se cumpla la decisin de los eunucos de palacio, de que todo redunde en perjuicio de los godos? Concertemos la paz! Aliados, seremos fuertes. No es preciso que os comis los ltimos caballos, enviad carros para que los llenemos de vveres. Concertemos la paz! La discusin an era acalorada, pero ya no la inspiraba el odio; no tardaron en hablar de las condiciones. Por qu los godos tenan que destruir a los godos? Si los caudillos concertaban hoy la paz, maana volveran a ser un solo pueblo.

Cada vez se acercaban ms personas a ambos bordes del acantilado. De este modo todos participaron en el inslito trato. Cada argumento introducido por una u otra parte desencadenaba un violento murmullo de aprobacin o de protesta. La juventud se mezcl tambin en el debate de los caudillos. Tena derecho a ello, puesto que todos eran libres. Todos tuvieron la impresin de que ambos caudillos iban camino de un entendimiento. El hijo de Triario deseaba que Teodorico, como hijo del emperador, le garantizara la subvencin anual. Finalmente llegaron al acuerdo de que ambos, independientemente el uno del otro, enviaran legaciones a Zenn, que le explicaran lo siguiente: Los godos han concertado la paz con los godos. Teodorico deba solicitar de su augusto padre el cumplimiento del deseo del hijo de Triario. Si el Bizco recuperaba su antigua dignidad, y si reciba de nuevo la subvencin, el hijo de Triario se comprometera con un solemne juramento a no luchar contra el emperador ni oponerse a su divina voluntad. El basileo no obtendra ms que ventajas de la paz entre ambos ejrcitos godos. De este modo podra disponer, no de uno, sino de dos ejrcitos. La carta que Teodorico, el hijo de Amal, adjunt para Artemidoro, su ms sabio consejero, expona sus opiniones con mayor claridad. Han jugado conmigo escriba, predisponindome primero y atrayndome despus hacia una trampa. Han abusado vilmente de los sentimientos de mi alma, que ya era romana. Ha sido la alevosa del emperador la que me ha obligado a hacer un trato con el hijo de Triario. La conducta del emperador me ha liberado de todas las obligaciones que haba contrado. Soy libre, ya no le debo nada. Escucha mis exigencias: el basileo tiene que determinar nuevas regiones donde mi pueblo pueda establecerse. Los pastos macedonios son mseros, los campesinos los han abandonado. Nadie siembra trigo. Exijo adems que el emperador me pague los gastos de armamento de mi ejrcito. Y como tengo la intencin de quedarme en calidad de garanta con los impuestos de las tierras ocupadas por m, solicito en tercer lugar de su Majestad que me enve sin dilacin a sus mejores recaudadores de impuestos, a fin de solucionar este asunto en paz y en el plazo ms breve posible. Tambin debe saber el emperador que en caso de que no cumpla alguna de mis condiciones, estallar por su culpa una guerra entre l y yo. Ahora ya no podr utilizar al hijo de Triario contra m. Los godos han concertado una alianza con los godos. Ya no lucharemos entre nosotros. La carta fue enviada por Artemidoro a su Majestad a travs de los canales secretos de la cancillera. Los delegados de ambos Teodoricos esperaban ya ser recibidos en audiencia.

Zenn se disgust. No haba sido su intencin perder a su hijo adoptado a la sombra de las armas. Pero no consigui hacer salir de Asia Menor a las legiones all acuarteladas. Los consejeros le convencieron de que el ejrcito de Teodorico bastaba para vencer al Bizco, y que a lo sumo le apoyaran con dinero y abastecimiento. En realidad, tampoco esto se llev a cabo; la cuestin qued sin resolver en el laberinto de la administracin. Pese a todo, Zenn encontr la carta impertinente e irrespetuosa. Le trataba de igual a igual! Muy bien, se comprobara quines eran los culpables. Una comisin se encargara de esclarecerlo y de presentar una compensacin. Su Majestad en persona dict la respuesta al mensaje de Teodorico. La carta empleaba un tono ms benvolo que las palabras pronunciadas por su Majestad ante los enviados de Teodorico. Vuestro seor es, de hecho, un hombre falso: no ha cumplido en absoluto su palabra, y ahora me culpa de lo que slo a l puede imputrsele. Cul ha sido en realidad su conducta para conmigo? Primero se ofrece para ajustar las cuentas al Bizco l solo. Tras mi consentimiento, solicita mi ayuda. Tambin a esto acced, y poco despus me dispuse a enviarle tropas auxiliares. Y qu hace l entonces? Pacta en secreto con mi enemigo y concierta una alianza con el Bizco. Este inoportuno pacto es perjudicial para el imperio. Y cuando mis gobernadores de Tracia y los generales se enteraron de ello, y procuraron enmendar la perfidia de vuestro seor contra nuestro pueblo, fueron tachados por l de culpables. Dice que yo le he tendido una trampa, que tena la intencin de perder a Teodorico? Sabe acaso vuestro seor la recompensa que le esperaba si hubiera vencido esta guerra? Pese a todo, an estoy dispuesto a perdonarle si vuelve a esgrimir las armas para gloria del imperio. Exijo que Teodorico me libre del Bizco y de su pueblo. Si lo hace, recibir de mis manos mil libras de oro, diez mil libras de plata, y adems una subvencin anual de diez mil monedas de oro. Y finalmente, estoy dispuesto a darle como esposa a mi pupila, la hija del emperador Olibrio. Para Zenn no era ningn secreto que las opiniones de la corte estaban divididas, y que los senadores no saban a qu Teodorico deban apoyar. El Bizco tena an muchos partidarios de los viejos tiempos. Su valor, sus ansias de lucha y su modestia eran bien conocidos. Por el contrario, el joven rey godo codiciaba el poder. Querra convertirse en un nuevo Aspar o incluso en emperador? Sin embargo, los generales no se fiaban del Bizco. En el gran consejo de guerra, presidido por Zenn, se decidi que el hijo de Triario deba ser considerado enemigo del imperio, y haba que liquidar de la manera ms expedita a todos los sospechosos de apoyar al rebelde, que residieran en la capital.

Era necesario, pues, emprender una campaa contra el hijo de Triario. Segn los informes recibidos, el Bizco se haba reunido con su pueblo, como si el emperador y toda la poltica bizantina le tuvieran sin cuidado. Ahora el Bizco quera poner las cosas en claro. Cuando se enter de que el ejrcito imperial ya estaba en marcha, exigi al hijo de Amal que se uniera a l con sus guerreros, cumpliendo as el compromiso de la alianza goda. Una campaa de todos... contra todos. El ejrcito de Teodorico estaba cruzando Macedonia, en direccin al mar Egeo. Por dondequiera que pasaban los godos, dejaban a sus espaldas aldeas y ciudades asoladas. Sangre, fuego y saqueos. El Bizco mand llamar a los mensajeros bizantinos que, a escondidas del hijo de Amal, se encontraban en su campamento. Os percatis de la conducta del hijo del emperador? Los sufridos habitantes del pas son los que pagan por todo. En Constantinopla reinaba la agitacin. Una noche fue derribada la estatua del emperador. En Asia Menor, el hijo de Antemio, antiguo emperador de Roma, se hizo proclamar basileo. Los caudillos del ejrcito estaban divididos. Quin era amigo, quin era enemigo? Los mensajeros enviados al campamento del hijo de Triario volvieron con una comunicacin del Bizco. Al da siguiente ya fueron llamados a presencia de Zenn. El nuevo pacto estipulaba que Teodorico, el hijo de Triario, volvera a gozar del favor del emperador. Al mismo tiempo, y a causa de su infidelidad, Teodorico, el hijo de Amal, sera despojado de todos sus ttulos, los cuales pasaran a poder del Bizco. La noticia del pacto lleg al hijo de Amal en su campamento de Macedonia. As que ya no soy un romano? No soy hijo del emperador? Ni senador, ni patricio, ni general? No recibir ya ninguna subvencin como el mejor aliado de su Majestad? Renaci el recuerdo de Alarico, del brbaro que asolara Grecia y destruyera Roma y Atenas. El ejrcito de Teodorico abandon la rocosa y escasamente poblada Macedonia y cruz la frontera de Tesalia: ciudades ricas, tierra densamente habitada, sol meridional y exuberantes pastos se extendan ante los godos.

Grecia entera fue poseda por la fiebre. La tierra se puso en movimiento. Se aproximaba el terrible enemigo, el mismo con cuyos estragos las madres griegas espantaban a sus nios desde haca aos. En la capital de la provincia, en Tesalnica, hubo sangrientos disturbios cuando los primeros jinetes godos aparecieron en el horizonte. Acaso el cobarde emperador quiere ofrecernos como botn? De qu otro modo puede explicarse su conducta? No es su deber domesticar a su hijo? La ciudad se prepar para el asedio y envi al mismo tiempo una legacin a Teodorico. El obispo le llev regalos y suplic al rey que no resucitase los tiempos de Alarico. Teodorico no posea mquinas de asedio, y los godos l era el ms indicado para saberlo no se prestaban para esta clase de guerra. Por lo tanto, puso precio a Tesalnica. En cuanto recibi el dinero, se retir de nuevo a Macedonia, pero los guerreros estaban descontentos. El pueblo, las mujeres, los nios y los ancianos sufran en las tenebrosas montaas tanto como el ganado. El sueo de todos los brbaros del norte eran el mar meridional y el resplandeciente cielo azul. Las noticias de los que haban dejado en Macedonia eran cada vez ms apremiantes: Conforta nuestros sufrimientos! T eres el rey! Nuevamente hubo trabajo para los constructores de carros. stos fueron mejorados, y recogidos los cereales. Ahora los godos se dedicaron a saquear la tierra donde haban vivido durante aos, pero que nunca consideraron la patria. Corrieron rumores alarmantes. El nuevo objetivo se llamaba piro, una provincia rica que jams haba sufrido el paso de un ejrcito brbaro. En ella se viva en paz sobre suelo griego. Cuando la oleada de terror invadi toda Grecia, en el palacio imperial se lleg a la conclusin de que deba hacerse algo. Se acordaron de Artemidoro, el filsofo. Todos saban que Teodorico senta afecto por el estoico, que no ansiaba ningn ttulo y que slo acuda a palacio cuando se solicitaba su presencia. Artemidoro deba ir a palacio, y seguidamente, viajar hasta donde se hallaba Teodorico. Tendra que intentar lo imposible: hacer desistir al hijo de Amal de sus terribles propsitos, y sonsacarle sus intenciones. Artemidoro acept la misin de mala gana. Slo el viaje en s era penoso para l, debido a su edad avanzada y su frgil salud. Pero segn las palabras de Zenn, l era el nico capaz de conjurar el peligro godo que amenazaba al imperio. Cuando la legacin se aproximaba a su destino, el anciano pudo ver de lejos el poderoso campamento de los godos. Haba cientos de carros,

enormes rebaos, miles de caballos y guerreros. Los ojos del hombre bizantino apreciaron que los brbaros eran duros y fuertes. Quin era este Teodorico, a cuya presencia fue introducido Artemidoro? Amigo mo dijo el filsofo, quiero comunicarte las palabras de mi emperador. Zenn te ha recibido como a un pariente. Has recibido de l las ms grandes distinciones del imperio. Te ha colmado de ms favores que a ningn otro. Segn las crnicas, nadie recibi jams tantas atenciones. Ha puesto ejrcitos a tu disposicin, y te ha nombrado general. Pero Zenn te ha dado mucho ms todava. Te ha prodigado su confianza, como si nunca hubieras sido un extranjero. S, amigo mo, esta confianza ilimitada supera todas las distinciones. Y t, Teodorico, qu has hecho? Seguramente nuestros enemigos han nublado tu vista. Si consultas a tu corazn, no podrs con sinceridad culpar al emperador de aquello de que le acusas. Pon fin a tu traicin, no ataques nuestras ciudades. Enva a alguien con nosotros que disfrute de tu confianza. Zenn escuchar tus peticiones con benignidad. De qu vivir mientras tanto mi pueblo? Si eliges el nico camino que es digno de ti, podr ayudarte. Si eliges la paz en lugar de la destruccin, los gobernadores macedonios te mandarn suficiente dinero y alimentos hasta que se llegue al acuerdo definitivo. Artemidoro, t crees a Zenn? Fuiste mi amigo, y... tal vez, si me permites decirlo, mi discpulo, Teodorico. Nunca he hablado de las vanidades de este mundo, pues no me interesan. Pero quiz recuerdes que hemos hablado a menudo de la paz del alma. Me preguntas si creo a Zenn? Puedo, entonces, creerte a ti? Los poderosos o, al menos, as debera ser poseen una gran inteligencia, para poder penetrar los secretos del mundo que les rodea. Sin embargo, con frecuencia triunfan sobre ellas las fuentes que alimentan su alma. El alma del emperador no puede parecerse a la de un hombre a quien no conciernen los asuntos de este mundo. Yo slo s una cosa: Zenn te ama. Tiene alianzas con otros prncipes brbaros. Pero t fuiste el nico con derecho a llamar padre a Zenn. Si le envas un legado, lo recibir con amistad. Solamente existe una condicin: No derrames sangre! No destruyas! S un romano... Teodorico!

Artemidoro habl en voz baja, con las palabras de Platn, con una sonrisa estoica y serena, mientras apoyaba la mano en el hombro de Teodorico. T, hijo mo, queras asolar Grecia? Eran jinetes inquietos. El campamento semejaba un gigantesco arco, tensado hasta el punto mximo, a punto de disparar la flecha de la destruccin. Las mujeres ofrecieron la alimentacin insuficiente, y los hambrientos se congregaron junto a los carros. A pocas millas de aqu se extendan los campos ricos de piro, que nunca haba sido atacado. Qu deba ser, romano o godo? Artemidoro contaba las horas. Esta noche Teodorico adoptara su decisin. Enva mensajes a los gobernadores y las ciudades. Si dentro de siete das llegan los vveres, y dentro de diez das, el dinero del rescate, los guerreros godos no atacarn ni ciudades ni aldeas, ni hombres ni animales. Ven, Artemidoro, recorre conmigo el campamento en mi carro. Cuando llegues a Bizancio, dile a Zenn: con diques dbiles no se puede contener la inundacin. Los godos tienen hambre. Siempre tienen hambre los godos, Teodorico? Y por qu? Carecen de patria. Y jams podrn las subvenciones y los regalos saciar su hambre, mientras no hayan encontrado una patria. Artemidoro intent con suaves palabras bizantinas inspirar la paz al inquieto conquistador. Mientras seguan las negociaciones, el anciano general bizantino Adamancio se preparaba en secreto para un ataque. Su ejrcito se compona de veteranos magnficamente adiestrados para la guerra en las montaas. Los habitantes de aquellos territorios odiaban a los brbaros, que lo destruan todo; y as cada hombre serva de gua a los guerreros de Adamancio por senderos ocultos entre las montaas, conocidos slo por los nativos. Gracias a sus excelentes exploradores, poda seguir continuamente el campamento de los godos; pero evit todo encuentro, toda confrontacin armada. Teodorico deba creer que no haba ningn ejrcito griego que se atreviera a luchar contra l. Al atardecer recibi el general bizantino la noticia de que gran parte del campamento godo se haba puesto en marcha. La mayora de carros, el botn, y lo ms valioso de todo, la madre de Teodorico y su hermana Amalafreda, formaban parte de la caravana. Esta parte del ejrcito estaba bajo el mando del hermano del rey godo, Teodimundo. Adamancio no solt unasola palabra sobre sus intenciones; era imposible saber quines de los que le rodeaban estaban al servicio del

rey godo. Cuandoel campamento se hubo detenido, mont su caballo y alcanz antes del alba a su ejrcito, al que mand colocarse en orden de batalla. La infantera ocup los empinados senderos de las gargantas, la caballera, describiendo un amplio semicrculo, asegur ambos lados del camino real, para que el enemigo no pudiese escapar. Al alba, cuando los primeros rayos del sol iluminaron las tinieblas, las avanzadas griegas apostadas en los montes divisaron el campamento de carros godo, que se aprestaba ya a iniciar la marcha del da. Los brbaros se pusieron en camino sin sospechar nada. La caravana estaba apenas cubierta, el ganado dificultaba la marcha. Los jinetes cabalgaban a la retaguardia, la infantera avanzaba sin orden militar entre los carros, cada uno junto a su familia, cerca de sus parientes prximos. Los guerreros llevaban pocas armas; la armadura y el escudo eran pesados. Los haban dejado en los carros y ascendan sin carga por el camino de la montaa. Teodimundo, el joven hermanastro del rey, fue el primero en avistar el peligro. Los godos, cantando y despreocupados, sin cuidarse en absoluto de guardar ningn orden, advirtieron de improviso que haban cado en una trampa, y que la nica esperanza era abrirse paso con las armas. El experimentado Teodimundo estim rpidamente la fuerza del enemigo. Los romanos no eran muy numerosos. Pasaron unos minutos antes de que bajaran la cuesta y se colocaran en orden de batalla. La pendiente menos pronunciada del valle se hallaba dividida por un profundo arroyo de montaa cruzado por un ancho puente de madera. Cuando los godos hubieron llegado al puente y cruzado el arroyo con sus carros, no tardaron en alcanzar el prximo fortn de rocas, que, como haban informado los exploradores de Teodimundo, ahora estaba vaco. Los soldados de las tropas imperiales bajaron, desplegados, la montaa. De estos escasos minutos se aprovech el prncipe godo. Orden a Erelieva y Amalafreda que abandonasen el carro, y las envolvi con capas de guerreros. Todos empezaron a correr hacia el puente. Los romanos les enviaron una lluvia de flechas, pero los godos se cubrieron con sus escudos. Cuando hubieron llegado al puente, la mayor parte de los guerreros godos se volvi contra el enemigo y cubri la huida de las mujeres, para que al menos ellas alcanzasen la seguridad de la otra orilla. La lucha era encarnizada y por momentos ms difcil para los godos. Los romanos les superaban en nmero, y eran los que atacaban. Teodimundo dio orden de retroceder al otro lado del puente, pues ya no podan defender su posicin; comprendi

que la batalla estaba perdida, y l mismo tena heridas por todo el cuerpo. Los godos empuaban las hachas como si toda la fuerza residiera en sus brazos. Consiguieron cortar la viga maestra y destrozar los tablones, y, perseguidos por los romanos, se encontraron inmovilizados al borde del barranco. Teodimundo se qued en la orilla enemiga. Haba cumplido su misin y salvado a las dos personas que le confiara Teodorico, Erelieva y Amalafreda, que ya haban alcanzado la otra orilla. Sin carros, sin impedimenta, sin nada, acompaado solamente por un puado de hombres armados. Los tablones crujieron y se partieron en dos, por un instante las vigas quedaron suspendidas en el aire. En medio de un estruendo ensordecedor, perseguidores y perseguidos se precipitaron al vaco. Erelieva y su hija tenan la espada en la mano. Cubiertas por la capa de los guerreros, tambin ellas haban luchado en los momentos crticos. Ahora, agotadas por el horror y el esfuerzo de la lucha, permanecan como petrificadas. Algunos caballos que pudieron cruzar a la otra orilla sirvieron de ayuda: al menos las mujeres podran montarlos. Dnde estaba Teodimundo? Nadie lo saba con seguridad. Le haban visto luchando en la otra orilla y odo su voz. Pero despus, el tremendo fragor del puente en su cada y los gritos de los que cayeron al torrente haban ahogado todos los dems ruidos. Era preciso subir hasta la cumbre, hasta el fortn, cuyas ventanas vacas miraban hacia el valle! Cuando hubieron trepado por la rocosa ladera, se ofreci a su vista la verdadera imagen de la batalla. Hasta ahora slo haba atacado a los godos la infantera romana, pues la caballera no result necesaria. Ahora contemplaron la caballera enemiga, que, dividida en dos, estaba completando el cerco: los godos no tenan ningn camino de huida. Ahora el nico remedio era dar rienda suelta al instinto, y abandonar los carros y a los heridos y los dbiles. Cada uno tena que huir cuesta abajo, como pudiera, hacia donde la caballera romana no le persiguiese. Cuando el sol brill con toda su fuerza sobre Epidamno, la derrota del ejrcito godo estaba sellada. Aunque no haban cado muchos guerreros, por lo menos dos mil, con tesoros, vveres y todos los carros que transportaban los bienes de un pueblo entero se hallaban en manos de los vencedores. Desde tiempos inmemoriales, ningn ejrcito romano haba conseguido una victoria tan sealada sobre los brbaros. Los refugiados en el fortn tuvieron que contemplar con desesperacin cmo los vencedores se repartan el botn, todo cuanto posean los

godos, los tesoros cargados en los carros y que llevaban consigo desde que abandonaran el gran lago. La sentencia fue dura. Cada uno de los habitantes de piro y Tesalia que se encontraban en el campamento del caudillo romano Sabiniano, conoci a los godos que haban incendiado su casa, robado y saqueado. En media hora cayeron las cabezas de doscientos guerreros. Los habitantes de los alrededores, que llevaban vveres por orden del general romano, recibieron por ellos una recompensa doble. Los mejores carros fueron colocados a un lado, y un godo encadenado fue designado a cada uno de ellos para dirigirlo. Pero an quedaban muchos carros pesados, que obstaculizaban el camino y estorbaban a los soldados. Los vaciaron, pues, de su carga, y la trasladaron a los carros mejores. Entonces amontonaron el resto y les echaron encima antorchas encendidas. Erelieva, desde el fortn de la cumbre, contempl con lgrimas en los ojos la destruccin de todos los tesoros de los godos.

Teodorico se prepar para una lucha a vida o muerte. Haban perdido la mayor parte de los carros, pero quedaba el ejrcito: Teodimundo haba mandado la retaguardia, mientras la vanguardia del ejrcito godo se hallaba ya casi en tierra griega. El prestigio del rey sufri un grave descalabro con la derrota de Epidamno. Las ciudades griegas que haban seguido con terror el avance de Teodorico, saban ahora que no estaban solas. El emperador haba enviado un ejrcito para protegerlas, y Sabiniano lo mandaba con mano dura. En esta situacin difcil, Teodorico elaboraba planes desesperados, enviando adems a sus ms fieles guerreros como legados en primer lugar, a Artemidoro. Qu infamia me ha tocado sufrir! Mientras t adormecas mis sospechas con las almibaradas palabras de Zenn, ste lanzaba alevosamente a Sabiniano contra m, para que sumiese en un bao de sangre a la pacfica caravana goda, compuesta de mujeres, ancianos y nios. Pese a ello, yo an estara dispuesto a ofrecer ayuda armada al emperador, si ordena al ejrcito de Sabiniano que d media vuelta y se apreste a atacar al Bizco. En este caso, diez mil guerreros godos escogidos acudiran en ayuda de los romanos. Otro mensaje deca: Si su sagrada Majestad quiere acabar con el gobierno del brbaro Odoacro en Italia, Teodorico est dispuesto a cruzar los Alpes con todo su ejrcito, y a instaurar de nuevo en el trono a Nepote, el vasallo de su Majestad.

Pero tres muertes desbarataron estos planes. Primero lleg a Bizancio la noticia del asesinato de Nepote. Al parecer el instigador haba sido Odoacro. Una cabeza de corona menos... de las que ambicionaban Italia. Un da la muerte sorprendi tambin a Sabiniano, como si prefiriera a los hombres pletricos de vida. Estaba dando rdenes y preparndose para poner sitio a una ciudad, cuando se llev una mano al corazn. Una hora despus geman las plaideras en el campamento del general. Teodorico, el hijo de Triario, era un hombre anciano, enjuto y resistente. Animaba a sus guerreros con el ejemplo de prepararse para la guerra. Tenan que ejercitarse con las armas, domar caballos salvajes o simular batallas. Por la maana recorra el campamento, pasaba revista a las tropas y daba indicaciones y rdenes con el aire de un enrgico prncipe y general. El Bizco tena la impresin de que la suerte volva a sonrerle. Zenn le daba crecientes muestras de su favor. Cuanto mayor era la destruccin que el hijo de Amal dejaba tras de s, cuantas ms maldiciones se acumulaban contra l en tierras de Tracia, piro, Macedonia y Grecia, tanto ms halagadoras eran las palabras de Zenn. Era cuestin de esperar el momento propicio en que pudiera regresar, poderoso y lleno de gloria, a la ciudad de Bizancio. El escudero le llev un da un potro salvaje. Sus godos le rodeaban. A diario saltaba a la silla su anciano caudillo sin ninguna clase de ayuda. Entre jinete y caballo se inici una lucha salvaje. Mientras el Bizco intentaba dominar a su montura, que se encabritaba, el viejo se mantena firme en la silla. Pero en aquel momento, el potro dobl las patas delanteras y levant al mismo tiempo, inesperadamente, las traseras, de modo que el jinete sali disparado por encima del cuello del caballo, y con tan mala fortuna, que fue a caer sobre una pica adornada con un gallardete que se hallaba ante la entrada de su tienda. La punta de la lanza penetr en el costado del Bizco. Llevaron a la celda al ensangrentado caudillo, y los mejores mdicos de la tribu se inclinaron sobre l. Para una herida como aqulla no exista ningn remedio. Las hierbas no producan efecto, el cuchillo no poda curarle. La punta de la lanza haba agujereado el estmago y los intestinos. No pudieron detener la hemorragia. Al tercer da, Teodorico, el hijo de Triario, estaba muerto.

XXII

Zenn, el cauteloso jugador, estaba inclinado sobre el tablero de ajedrez del destino. Nepote muerto, Sabiniano tambin muerto. El caso ms inesperado fue el del Bizco, que tena fama de ser inmortal... para desgracia del imperio. Tambin l haba muerto. La voluntad del destino era que los godos tuvieran un solo seor: y ste sera el hijo adoptivo del emperador, que era ms listo que todos los dems. Y si le hablara de nuevo de la hija de Olibrio, el antiguo emperador? Zenn estudi minuciosamente la situacin: la madre y la hermana de Teodorico haban escapado al cautiverio, pero la mayor parte de los tesoros, carros y animales godos se encontraba en manos de los romanos. La batalla en la comarca fronteriza de piro result para ambos lados feroz y desesperada. El pueblo fue en realidad quien acab pagando por todo. Por qu no haba de elegir el rey brbaro a la hija de Olibrio...? Segn la tradicin de la corte, todos los hijos o hijas se consideraban nacidos en la prpura si en el momento de su nacimiento el padre era emperador. Tales vstagos gozaban de mayor rango que los hermanos nacidos antes de que su padre alcanzara el poder. As la hermosa Anicia era porfirognita, nacida en la prpura, pues haba venido al mundo durante los turbulentos meses del gobierno de Anicio Olibrio. Olibrio haba sido reconocido por Bizancio. Tras su muerte, sus partidarios se dispersaron, pero la viuda huy hacia Bizancio con su hija y los pocos tesoros que an le quedaban. Zenn, el isaurio nacido en la regin de las tribus guerreras medio salvajes, encumbrado al trono, se enorgulleca de tener como pupila a la nica hurfana del emperador de Roma, Anicio. Escribe a Teodorico, seora! Todos los hilos convergan en la mano de Artemidoro: era el primero en ser informado de todos los pasos, todas las palabras del rey godo, y era l quien aconsejaba al emperador. Anicia se hallaba junto a la ventana. Tena quince aos y era la nica en palacio que haba nacido en la prpura. Verina haba dado la vida a Ariadna cuando su marido ni siquiera soaba con la dignidad de emperador. Te lo explicar se ofreci el filsofo. La muchacha haba crecido aqu, en palacio. Con su madre hablaba en latn, con todos los dems, en griego. Quin era ese Teodorico a quien tena que escribir? Por qu la elegan precisamente a ella para sellar la insegura alianza entre el basileo y el rey de los godos?

Por qu no? Dmelo, te lo ruego. Artemidoro haba visto al hijo de Amal en el palacio, vistiendo una tnica de corte y luciendo un estrecho aro de oro sobre sus cabellos peinados a la moda romana. Le haba visto tambin con coraza y una piel de animal salvaje sobre los hombros, azotado por un cortante viento, y contemplando la ejecucin de sus guerreros. Saba que el hijo de Amal, al igual que sus capitanes, no conoca el arte de la escritura. Erelieva era hija de un noble godo, pero nunca fue esposa legtima de Teodomiro. Artemidoro haba odo decir misa a los sacerdotes arrianos y escuchado sus sermones. Era preciso convencer a Anicia. En manos de la muchacha estaba el destino de provincias enteras, el destino de muchos hombres, la paz de muchos pueblos. Poda evitar guerras. Los ojos azules de Anicia estaban fijos en el rostro del filsofo. Las alas veloces del destino haban hecho madurar pronto a la muchacha. Acaso Teodorico sabe escribir? No era ningn secreto en el palacio imperial que el hijo de Amal no haba aprendido a escribir en Bizancio. No saba aadir unas letras a otras sobre papel o pergamino, ni grabar palabras en una tablilla con un agudo punzn. Pero saba leer. El objetivo era ensear al prncipe que viva como rehn en el palacio slo aquello que fuera conveniente para el imperio: tena que sentir un piadoso temor por su sagrada estructura. Se lo ensearon todo, con palabras sabias y ponderadas. Teodorico haba aprendido a leer. Artemidoro le haba visto descifrando por s solo los mensajes llegados al campamento. Los lea en voz alta y despus traduca al godo las letras escritas en griego. S, Anicia, el rey Teodorico sabr leer lo que t le escribas. Anicia, la hija del difunto Olibrio, escuchaba al filsofo. Teodorico es un hombre bien parecido. Es alto y fuerte. Sus cabellos resplandecen como el oro cuando el sol los ilumina. Su mirada abarca todo el mundo. Es afectuoso con las mujeres de su casa. Adora a su madre y a su hermana. Hasta ahora todo su cario ha sido para ellas. T tendrs que compartirlo con ellas, Anicia. La muchacha mir hacia el mar. No poda acordarse de su padre. Era an muy pequea cuando Olibrio muri de la peste. Qu le deca Artemidoro? Qu deba escribir al rey de los godos? Anicia suplicando a un brbaro? Deseaba Anicia ser elegida como esposa por Teodorico? La muchacha segua contemplando el mar.

Dime, Artemidoro, entre qu clase de mujeres ha crecido este brbaro? Ha hablado alguna vez con una doncella romana? Dime, qu os proponis hacer conmigo? Artemidoro haba odo hablar de Nbula. Relat a Anicia la historia de la doncella de Iliria. La carta de Zenn a Teodorico era una autntica carta autgrafa imperial, un evocatorium, en el que el Augusto ordenaba a su aliado predilecto que se presentara ante l. Interrumpe todos los dems negocios y aparece sin dilacin en Nuestra Residencia. Por la prontitud con que acudas a Nuestro lado mediremos la alegra que te produce Nuestra invitacin. El enviado que entreg la carta en propia mano, no era Artemidoro. Ya no haba necesidad de conjurar ninguna tormenta amenazadora para Bizancio. El enviado llevaba muy buenas noticias: Su divina Majestad se apiada de los infortunados godos, y est dispuesto a ceder al pueblo godo unido de Teodorico de ambos Teodoricos la regin ms rica de la Dacia meridional, situada en la margen sur del Ister. T, seor, no puedes imaginar ni en tus sueos ms osados todos los honores que te esperan en el palacio imperial... Apresrate... Los godos unidos escucharon sus palabras. Incluso aunque la invitacin de Zenn resultase ser una trampa, ya no podra aprovecharse de una desavenencia entre las tribus godas, pues los godos que antes acaudillase el hijo de Triario haban reconocido como su rey a Teodorico, hijo de Amal. La tierra que ahora les era ofrecida proporcionara alimento suficiente para todos; no tenan que luchar por esta causa. Actualmente era tierra de nadie, por la que merodeaban tribus errantes de los hunos. Teodorico deba adoptar una decisin: o buscaba l mismo una nueva regin donde su pueblo pudiese establecerse, u obedeca al emperador y se diriga al frente de sus jinetes hacia Bizancio, cuyo sitio haba vivido tantas veces en su interior. El dulce y dorado alimento de Constantinopla llenaba su alma. Lo ansiaba como un romano desterrado. En cada etapa le esperaban nuevos honores. Recibi el ttulo de duque de Tracia, lo cual significaba los derechos de un gobernador. Una nueva legacin trajo la noticia de que poda aparecer ante el basileo como un magister militum; Teodorico tendra ahora en su mano todas las fuerzas armadas del imperio.

Los jinetes godos crean estar en el paraso. Haca slo unos meses eran como locos acosados, brbaros replegados en los montes y amenazados de muerte. Y Bizancio haba puesto precio a la cabeza de su caudillo. Ahora volva a ser hijo del emperador, magister militum, gobernador de Tracia... qu ms poda esperar? A la llegada al palacio imperial, entr solemnemente con su squito en el Senado. El consejo de ancianos de Bizancio, aquellos hombres condescendientes, aquella asamblea vestida con orgullosas tnicas, solicit de Teodorico que aceptase para el ao siguiente la dignidad de cnsul. Un extranjero haba sido ya nombrado patricio, pero hasta ahora ningn brbaro haba llegado a cnsul. Al atardecer, durante el banquete, Zenn dijo: Es apropiado que un padre, en su alegra, lo conceda todo cuando se trate de honrar a su hijo. La tesorera imperial se har cargo de todos los asuntos del consulado. El consulado ya no significaba en aquella poca del imperio ninguna autoridad. Era un ttulo honorfico. Y sin embargo, los aos eran designados con los nombres de los cnsules. Precedan al cnsul los lictores llevando las fasces. Su palacio tena la categora de refugio sagrado. A una sola sea suya podan ser conmutadas las penas de muerte. Pero el consulado era al mismo tiempo una pesada carga: los ciudadanos esperaban de ao en ao la celebracin de los tan admirados juegos. Los combates en el circo, las luchas de las fieras, los deslumbrantes desfiles, ricos obsequios para los habitantes de Bizancio, pagas elevadas para los legionarios... todo ello constitua una prueba de la generosidad de un cnsul. As pues, no era de extraar que durante largos aos ningn ambicioso pretendiera el ttulo honorfico pero costoso de cnsul de Bizancio. Ahora Teodorico, hijo del emperador, prestara un nuevo brillo al consulado. Artemidoro se convirti en primer consejero del hijo del emperador, cnsul y dueo de muchos otros ttulos... El filsofo pregunt: Tienes algn otro deseo? Querra que mi madre y mi hermana estuvieran presentes en mi presentacin como cnsul. Era una situacin delicada. La madre del hijo del emperador slo poda ocupar un puesto junto a la basilisa. Pero Erelieva no era ni la esposa

legtima de Teodomiro, ni ortodoxa. Aunque en Bizancio se saba que Teodorico era hereje, no perdonaran el mismo defecto en su madre, de la cual ni siquiera estaban seguros que hubiese sido bautizada. Erelieva pensaba en su hijo. Inclin la cabeza. Cuando entr en el palacio imperial, ya haba renunciado a su nombre, que aqu sonaba de modo muy peculiar. En la corte de la emperatriz se llamaba Eusebia. Tambin haba llegado al campamento de los godos la carta de Anicia, junto con otra de Artemidoro. El anciano amigo pintaba a Teodorico un futuro optimista. Escchame: con la mano de Anicia se abrir para ti todo lo inalcanzable. Slo con que renuncies a la hereja arriana, podrs ser totalmente romano. Los nios que d a luz esta doncella nacida en la prpura, sern dignos de vestir el manto del basileo. Y t, Teodorico, sers el pilar eterno de nuestro grande y maravilloso imperio! Teodorico llam a su tienda a los ancianos ms sabios, a los generales godos, que eran de su misma sangre. Segismundo, hijo de Amal, el pariente de sangre real, expres la opinin de los ancianos. Si te casas segn la fe de los romanos con esta doncella, cuyo padre fue Augusto de Roma, dejars de ser un godo. T has de elegir, Teodorico. Si prefieres a Anicia y la toga de prpura, renuncia a tu pueblo. Reniega de Amal. Di a tus guerreros: Ahora Bizancio ha logrado su grande y nica victoria sobre los godos. Decdete, Teodorico! 0 tu pueblo o la hija de un emperador romano al servicio de Bizancio. La doncella romana careca de rostro para Teodorico, careca de ojos, de voz, de sonrisa. Su padre haba sido, aunque slo por unos meses, un emperador. Pero en Teodorico vean todos la estrella naciente en el cielo bizantino. Por este motivo se decidi en palacio la boda de Anicia y el rey godo. Las palabras del anciano Segismundo seguan sonndole en los odos cuando se qued solo con Artemidoro. Segn la ley goda, solamente una doncella que lleve la sangre de nuestros hroes puede ser reina del pueblo de Amal. El filsofo le mir sonriendo y replic con voz queda: Cuando vives entre los godos, sientes nostalgia por Bizancio. Cuando resides en el palacio imperial, piensas en la estepa, y las murallas de la ciudad te oprimen. No crees que eres t quien debe decidir, Teodorico? La larga vida errante que has recorrido pese a tu juventud,

tiene su causa en el hecho de que t mismo no sabes si eres un hombre de la estepa... o un romano. Ha habido, pues, entre aquellos que vivieron antes que yo, casos similares al mo? Ha habido brbaros que llegaron a ser emperadores romanos. Hubo patricios, como Ricimero y Aspar, que apoyaron y coronaron a emperadores. Pero su nombre y su recuerdo palidecieron en cuanto se los llev la muerte. Odoacro es hoy el amo de Italia. Pero slo es el rey de tropas auxiliares brbaras. Sus guerreros hablan muchas lenguas, y sus filas se deshacen cuando se acerca un nuevo ejrcito. Adems, puedes descubrir en Odoacro algo romano...? Cuando alargues tu mano a Anicia... No! He decidido someterme a la ley de Amal... Se dice, Teodorico, que tienes la mirada puesta en una estrella muy lejana. La mano de Teodorico descansaba sobre el puo del arma. Le cost un gran esfuerzo dominar su pasin. Artemidoro se dio cuenta de su lucha interior; se acerc al joven godo y le abraz. Sabes que te tengo afecto. Quiz soy el nico en este palacio que te ama de verdad. No te enojes conmigo si te hablo con franqueza. Tanto amas a la doncella de la lejana Iliria? La tensin se suaviz; Teodorico recobr la serenidad. Artemidoro comunic al emperador y a Verina que la mano de Anicia estaba libre. Podan buscar otro rey para ella, tal vez en Persia o en el reino vndalo.

Amalafreda en el grupo de las princesas, Erelieva-Eusebia a la derecha de las emperatrices. Teodorico tena todo el aspecto de un romano cuando hizo su entrada en Bizancio como cnsul. Haca semanas que el maestro de ceremonias trabajaba en los planes para las festividades. Todo se desarroll como si Teodorico no se hubiese rebelado nunca contra Bizancio, ni amenazado al emperador, como si a una sola palabra de Teodorico, la avalancha de cien mil guerreros godos no fuese capaz de lanzarse contra la nueva Roma, y como si el imperio no necesitase tanto de la paz, por insegura que fuese, que garantizaba el

hijo de Amal. Todo se desarroll tal como prescriba el ceremonial del reino. Todo fue cristiano, ortodoxo, romano. La serie interminable de reverencias, las inscripciones romanas, cuyo texto slo era comprendido en palacio por los escribas. Qu sentira Amalafreda al ver a su hermano ataviado como un cnsul romano, con la toga orlada de prpura, un aro de oro sobre la frente, la cabeza descubierta, sin armas, y el tradicional bastn en la diestra, en pie sobre el carro de combate que avanzaba con lentitud? A ambos lados del carro caminaban los lictores con las fasces en la mano. Seguan al carro los prisioneros nobles, vestidos con tnicas nuevas, con cadenas de oro en los brazos. La comitiva avanzaba en direccin al Hipdromo. En los palcos esperaba el emperador, el patriarca y la corte. Tambin asistan los prncipes aliados y tributarios o sus delegados, todos ellos huspedes de Bizancio. Abarrotaba el gran circo la poblacin de la ciudad. La guardia imperial serva de barrera entre los Azules y los Verdes. Era preciso evitar en una fiesta tan sealada un choque entre los dos partidos enemigos, que se limitaban a provocarse mutuamente con palabras y gestos. En la arena, actores, osos bailadores y pantomimas distraan a la multitud. Los espectadores debieron asegurarse un puesto con horas de anticipacin, si no queran perderse el magno espectculo. El nuevo cnsul era hijo del emperador, y el fisco cubra todos los gastos de las festividades. Qu ofrecera el propio Teodorico?, se preguntaban las gentes de Bizancio. Acuaban tambin los godos monedas de oro? Un magnfico espectculo, una imagen terrena del cielo, en la que se reflejaba una divina armona. En la catedral resplandecan los dorados mosaicos de las paredes. Ondeaban las tnicas de fiesta en la larga comitiva. El cnsul personificaba una dignidad que se remontaba a los tiempos ms remotos, y a la cual pertenecan tambin los lictores con su toga y las fasces en la mano, y el Senado. Ahora el brbaro, en pie sobre el carro, era el nuevo cnsul, y a su llegada al Hipdromo le recibi el grito de jbilo del pueblo congregado en el gran circo. Una imagen sublime, pese a que los hombres de la calle, los directores de los balnearios, los artesanos, los comerciantes y sobre todo los actores y domadores de osos que participaban en las fiestas ciudadanas, saban mucho ms de cuanto suceda entre bastidores de lo que decan los decretos o traicionaban los silenciosos eunucos. Cuando pas la interminable comitiva entre gritos de aleluya y canciones populares, todos los ojos enfocaron el palco del emperador, para ver quin haba venido, qu lugar ocupaba, qu asiento le haba

asignado el maestro de ceremonias. En el palco se hallaban los futuros agradecidos por el favor celestial. El Augusto tom la palabra: Vive de manera romana, establece tu residencia en Constantinopla. Participa en el gobierno del imperio. Detrs del basileo se sentaba un hombre que se cubra la cabeza con una especie de turbante, tapndose con l la oreja izquierda. Su nombre era Ilo, y proceda como el emperador de Isauria. Se le haba colmado de favores, posea numerosos ttulos, que a su vez recibiera Teodorico, pero no haba sido nombrado cnsul ni era hijo adoptivo de Zenn. Durante una revolucin palaciega, un miembro de la guardia le haba hecho un corte en la cabeza. Ilo esquiv el golpe a medias, pero no pudo salvar la oreja izquierda. Como castigo, los amotinados alanos fueron diezmados. Ilo no quera presentarse en pblico con una oreja de menos, y as el lenguaje popular le puso el mote de hombre del turbante. Todos le odiaban. En Bizancio se saban muchas cosas. Se rumoreaba que una semana antes del nombramiento de Teodorico, la basilisa haba pedido una audiencia al basileo. Segn el ceremonial, que el emperador impona a todos los mortales, esto era totalmente posible, aunque, en general, los esposos solan encontrarse en el ala de mujeres, en el gineceo. Por qu, entonces, este paso inslito, este acto de estado? Y a qu decisin quera prestar nfasis la dulce y obediente Ariadna? Zenn vio sollozar a su mujer, que incluso en las peores crisis se haba mantenido fielmente a su lado. O se retira Ilo, o yo me voy a un convento y sus palabras sonaron duras como una piedra. Ariadna no haba pronunciado jams una frase tan trascendente, Ilo o Ariadna? Ciertamente Zenn estaba tambin harto de su pariente isaurio. Era ambicioso, y nada le pareca suficiente. A menudo ignoraba el ceremonial de la corte y traspasaba la red de oro con una actuacin insolente. Resultara incluso til al emperador aquella declaracin de guerra de Ariadna? La aprovechara para deshacerse del patricio? Los directores de los balnearios saban que Zenn haba decidido no permitir que Ariadna se retirase a un convento. Pero primero era preciso esperar a que terminasen las festividades. Haba que encontrar una frmula para obligar a Ilo a solicitar l mismo autorizacin para despedirse. El nuevo nombramiento de Teodorico era la ocasin

apropiada! Ascenda a un ritmo vertiginoso, y ya tena un rango superior al de Ilo. Era cnsul. Slo le faltaba un paso, un escaln, para formar parte de la verdadera familia del emperador. Un escaln para poder convertirse en emperador y poder calzar los escarpines de prpura. Nada se lo hubiese impedido de no haber decidido el rey de los godos seguir fiel a la hereja de sus antepasados. Pero poda ser nombrado cnsul. Durante aos haban ostentado en Roma el consulado nobles paganos. El patricio isaurio segua el desarrollo de las festividades con expresin tenebrosa. Teodorico era el hroe del da. Los juegos, los regalos, el reparto de dinero, las luchas de animales y las carreras de carros tenan un esplendor que superaba a sus equivalentes desde tiempos inmemoriales. Ilo hubiese elegido muy mal momento, de haber emprendido ahora cualquier accin contra los brbaros. Teodorico estaba en la flor de la vida, con un ocano de guerreros godos detrs de l. Ilo era un hombre feo, de piel oscura. Tambin esto pesaba en el nimo de los bizantinos, que podan admirar en las muchas estatuas del Foro imperial el ideal de belleza masculina transmitido por la tradicin. La belleza fsica de Teodorico entusiasmaba a la poblacin de la capital. Sus palabras eran francas, no le inspiraba ningn temor recorrer las calles ms frecuentadas. En las plazas, se detena. Era cierto que en su pronunciacin se adverta al extranjero, pero aun as hablaba el griego mucho mejor que los isaurios, incluyendo al emperador. Zenn fue an ms lejos. Para glorificar a su hijo adoptivo, dio un paso que no tena parangn desde la poca de Constantino el Grande. El escultor de la corte recibi el encargo de modelar una estatua ecuestre de Teodorico y de fundirla en bronce. Sera colocada en el Foro de Constantino el Grande. Segn el comunicado oficial, Ilo marchaba a inspeccionar los acuartelamientos orientales. Los iniciados saban que se desterraba voluntariamente. Los directores de las cancilleras hicieron alusiones ante su divina Majestad: no era conveniente dejar marchar a alguien con amargura en el corazn. Un hombre muerto... callaba para siempre. Pero Ilo estaba prevenido, y se haca acompaar da y noche por su guardia de isaurios. l mismo preparaba sus comidas. Haca semanas, desde que decidi su ruptura con Zenn, que tena sellada su cuba de vino. Ilo desapareci de la vida de Bizancio, y el olvidadizo pueblo sigui festejando al hroe del da, Teodorico, el nuevo cnsul. El ttulo de cnsul, honorfico bajo los sagrados emperadores, serva para sacar dinero a los funcionarios acomodados en beneficio del pueblo. Ahora ya haba sido elegido el lugar del foro donde se levantara la

estatua ecuestre de Teodorico en cuanto el escultor la hubiese fundido en bronce.

Al cabo de cierto tiempo comunic el escultor que ya tena el trabajo preparado, pero ahora la estatua ecuestre no interesaba a nadie. Era como si una tormenta inesperada se cerniese sobre el imperio: cada hora llegaban galopando mensajeros a la capital. En todas las bocas estaba la misma noticia aterradora: un nuevo y temible pueblo asitico se dispona a atacar las provincias. Habra resucitado Atila? Millares y millares de jinetes de la estepa, ante los cuales no se ergua ningn obstculo! Asesinaban y lo destruan todo. El juicio final! Llegan los blgaros! De dnde... de qu punto cardinal? De la orilla del Borstenes? En las cancilleras se buscaban los informes de las antiguas legaciones. En cul de ellos se mencionaba a los blgaros? Quines eran sus prncipes? A qu tribu perteneca el pueblo? En qu dioses crea? Quin era su caudillo? El imperio se senta impotente, indefenso. El nmero de tropas de confianza era escaso. De occidente no podan esperar ninguna ayuda. Odoacro no haba sido reconocido por Bizancio, y adems, los mercenarios de sus tropas auxiliares no hubieran estado dispuestos a abandonar la cmoda Italia para oponerse a aquella temible horda. Posean tierras y no queran perderlas. La nica esperanza era Teodorico. Seguira obedeciendo su pueblo al cnsul? No circulaban rumores de que un godo ya no tena acceso a su propio rey? Estaran sus odos sordos al clamor de su pueblo? Las noticias se sucedan ininterrumpidamente. Los pueblos aliados ya haban sido invadidos; la muralla exterior del imperio se tambaleaba, arrasada por la incontenible horda. Si nadie se opona a ellos, los blgaros amenazaran dentro de pocas semanas a la propia Bizancio. El pueblo intuy el desastre. Las iglesias rebosaban de gente, y su grito se hizo audible: Aydanos, Teodorico! Aydanos, Teodorico!, suplicaban en el consejo. Aydanos!, le peda al atardecer Artemidoro. Los blgaros evitaron los campamentos de los godos. Avanzaban hacia el norte y hacia el oeste, y la direccin indicaba que se dirigan a tierra griega y, como ltimo objetivo, a la esplendorosa Bizancio. Teodorico saba que enviados blgaros haban hablado ya con los godos para ofrecerles una alianza contra el imperio. Aydanos, Teodorico! Sin embargo, la vida en palacio no haba cambiado. Audiencias, banquetes, ceremonias. Se prestaba atencin a

cada palabra, se sopesaba todo: orden, tono de voz, sonrisa. La cancillera de Teodorico se vio inundada de peticiones. En numerosos debates se acuda ahora al cnsul como en pocas pasadas, cuando su palabra inclinaba el platillo de la bandeja: Aydanos! Slo poda ayudar de una manera: abandonando l mismo el palacio de oro. Su guardia goda recibi la orden de prepararse para la marcha en el plazo mximo de un da. Teodorico necesitaba este da para efectuar visitas de despedida, vistiendo la toga romana, luciendo el aro de oro en sus cabellos peinados a la moda romana, y ostentando los distintivos de su cargo. El cnsul Teodorico, hijo del emperador, el patricio, a cuya estatua el maestro slo tena que dar los ltimos toques. Al amanecer del siguiente da mont su cabalgadura. La transformacin era completa. La gente de la calle vio al hijo del emperador a lomos de su caballo, dirigindose hacia el norte, con reluciente coraza y el yelmo de plumas germano en la cabeza. Era como si el viento arrastrase consigo a los hombres del squito de Teodorico, que slo ayer se haban paseado en su mayora con tnicas de corte. Los habitantes de Bizancio se lanzaron en masa a las calles para seguirles con sus gritos de alegra hasta los mismos lmites de la ciudad. Te acuerdas de Singidnum? Muchos de aquellos que le acompaaron en la aventura de las seis mil lanzas, formaban ahora parte de su squito. Eran sus amigos entraables, sus compaeros de lucha, que a su lado contemplaran por primera vez el Ister, la fortaleza... y Nbula. Los campamentos godos de Mesia reciban ya la alarma por boca de los mensajeros. All reinaba la situacin de siempre, el pueblo estaba inquieto e insatisfecho. Faltaban vveres, no se haba llevado a cabo ninguna campaa y la pobreza era acuciante. El hambriento pueblo de Triario comparta ahora el pan de los godos. Antes de llegar al suelo griego o latino, donde crecan por s solos el vino, el aceite y el trigo, todo era hambre, miseria y privaciones. Teodorico se haba convertido en cnsul; se deca que iban a erigirle una estatua. Entre los ms ancianos de la tribu haba algunos que ya cavilaban: Nosotros le hemos dado el ttulo de rey, pero tambin podemos arrebatrselo. Los godos contaban en millas romanas, pero la medida antigua y verdadera segua siendo el trayecto recorrido en un da por un jinete ligero. Era como si las noticias fuesen llevadas por el viento: en la margen inferior del Ister se saba siempre lo que ocurra dentro de los lmites de las tribus hermanas: campaas, cambios de prncipes,

emigraciones. Los ancianos estaban enterados de todo. Lean las noticias en los horrorizados semblantes de los jinetes, en las runas esculpidas con flechas, en los pergaminos romanos. La invasin blgara no molestaba a los godos, pues los jinetes de la lejana estepa buscaban un botn ms fcil y vctimas ms dbiles. Como en cada primavera, la inquietud se adue de los godos. Al llegar el equinoccio celebraban su tradicional fiesta germnica, que congregaba sin necesidad de invitacin a los guerreros de los dispersos campamentos. Sus reuniones se distinguan siempre por una inusitada excitacin. Teodorico tambin conoca el viejo calendario, que las estrellas escriban en el cielo. Tena la intencin de llegar con tres das de anticipacin a la gran asamblea, el Thing, que se celebrara en el campamento de los caudillos de Novae. Desde cada una de las etapas enviaba a sus mensajeros: Preparaos! El rey llega! En el horizonte aparecieron extensos caaverales. Entre interminables y resplandecientes superficies de agua, que inundaban la comarca, los guerreros buscaban los vados que les conduciran a los fortines rodeados de tablones. Con el crepsculo parti el ltimo jinete. Antes de que las estrellas aparecieran en el cielo, Teodorico llegara al campamento. Su mirada escrutaba los brotes de hierba, la resistencia de los tablones, fortines y trincheras. Tom nota de los caballos y el nmero de bueyes, y aminor el paso de su montura para ver la disposicin de los caballos ante los carros. Lo que ya le preocupaba era que este mismo da el Augusto celebraba una reunin secreta con sus consejeros. Tal vez ya no pensara en Bizancio cuando apareci el grupo de los caudillos ante el vado de la comarca inundada del Ister. Armas, yelmos y trofeos exhiban el esplendor guerrero de los godos. Detrs de los caudillos estaban los guerreros formando miles de columnas. Cuando el caballo cubri la distancia entre caudillos y tropa, Teodorico tuvo la visin, envuelta en niebla, de su entrada como cnsul, cuando en pie sobre el carro de combate romano y con la diestra levantada, salud como exiga la tradicin a las multitudes de Bizancio. Ahora vea ante s rostros de barbas rubias bajo adornados yelmos. Ave Csar? Pasado maana se reunira el Thing para decidir sobre la vida y la muerte, sobre la guerra y la paz e incluso sobre el rey. Seran necesarios dos das para que el cnsul Teodorico, ceida su cabeza por la corona de laurel, volviera a transformarse en el rey de los godos.

Conoca la atmsfera del Thing. No lo dirigan jurisconsultos ni senadores experimentados. Como el viento a la estepa, as inflamaba la pasin a los guerreros. Si Teodorico no haca uso de toda su cautela, las palabras de la desesperacin ahogaran a las de la sensatez. Entonces slo se oiran reproches, apasionados e incontenibles. Pero por otra parte, una sola chispa bastara para encender la llama de la exaltacin. Entonces cada uno empuara su espada, pues todos acudiran con sus mejores armas a la asamblea de los hombres. Teodorico tena que cuidar de no introducir inconscientemente en su alocucin goda palabras griegas y giros bizantinos, no decir nada que no fuese comprensible para todos. Los hombres en la estepa, en su lucha constante con el tiempo, con los elementos y con las dificultades de su existencia, obedecan a otros sentimientos y emociones que los habitantes de la ciudad. Si empezaba diciendo que el emperador haba encomendado a los godos la misin de frenar el avance de los blgaros, podan contestarle que el peligro blgaro amenazaba a occidente. Su rey les haba enviado un mensaje de paz. Qu les importaba que la invasin llegara hasta Bizancio? No, si comenzaba as no despertara ningn entusiasmo. Creis que es posible detener el peligro? Sabis que en Italia una pequea horda se ha adueado del poder de los Csares, y Odoacro se imagina que no hay ningn prncipe en occidente capaz de medir sus fuerzas con l. Cuando los blgaros hayan llegado a Bizancio, creis que su prncipe seguir envindonos mensajes de paz como ahora? Nuestros ancianos recuerdan todava cmo los hijos de Amal tuvieron que inclinarse ante el Azote de Dios. Los hombres libres no tenan entonces ms que una alternativa: la servidumbre o la muerte. Ahora an podemos conjurar el peligro. Su nmero no aventaja al de nuestros guerreros. Y el botn de los blgaros bien merece la lucha. Decidos! Se hallaban en el claro de un bosque de encinas, donde era tradicin celebrar sus asambleas. Los ancianos saban por sus padres que con tal motivo se ofrecan sacrificios a los antiguos dioses. Ahora los sacerdotes arrianos pronunciaron la bendicin. Los hijos de Triario se haban fundido ya con el pueblo de la tribu real. En las primeras filas estaban los ms jvenes, aquellos que por primera vez tomaban parte en la asamblea. Teodorico advirti en sus rostros la exaltacin, que al igual que una chispa prenda en los nimos de los indecisos e indiferentes. Porque la exaltacin no era unnime, de eso estaba seguro. Ningn peligro estimulaba el ardor de los hombres. Dos o tres aos antes, cuando el hijo de Triario an viva, su pueblo se hubiera unido de buen grado con los blgaros contra Bizancio.

De no ser por los guerreros jvenes, que haban escuchado de boca de los cantores los versos conmemorativos del triunfo de las seis mil lanzas en Singidnum, hubiera resultado imposible conducir a los godos a la lucha. Teodorico les comunic el mensaje del emperador. Veladas y lejanas imgenes hablaban de exuberantes praderas, frtiles campos y obedientes campesinos. Haba adems la promesa de un doble subsidio anual, el ingreso de cinco mil jvenes godos en la guardia del emperador, y una recompensa para todos aquellos que se alzaran en armas contra los blgaros. La juventud dio crdito a las prometedoras palabras, a todas las halageas proposiciones de Bizancio. E incluso aunque no las hubiesen credo, la inquietud de la primavera se haba apoderado de ellos. Queran emigrar, atacar, luchar. Ansiaban una mujer, y con ella, ser dueos de una granja. El botn, el dulce botn... por l vala la pena batirse. Teodorico saba que Zenn se hallaba ante un doble peligro. Por un lado, los blgaros amenazaban el imperio, y por otro, todo el oriente era un hervidero. Ilo haba llegado a Isauria, reclutado gran nmero de guerreros y ocupado con ellos la inexpugnable fortaleza de Papyra, apropindose de los tesoros, producto de los impuestos de la provincia, que guardaban aqu los emperadores Len y Zenn. Se trataba de las reservas secretas cuya existencia slo conoca el emperador y sus confidentes ms ntimos. Ahora los tesoros estaban en manos del rebelde, que con ellos dispona de lo suficiente para reunir un ejrcito y hacerse fuerte en Papyra. Teodorico recibi en el campamento de los godos una carta de Bizancio, que le descubra algunos secretos. Haca varios meses que Verina se hallaba prisionera en la fortaleza de Papyra. Las intrigas de la corte haban favorecido a los enemigos de Verina, la cual se vio obligada a desaparecer del palacio imperial. La remota fortaleza de Papyra pasaba por ser un refugio seguro. Y ahora Ilo, antiguo enemigo a muerte de Verina, se haba convertido inesperadamente en dueo de la fortaleza. Los iniciados contaban con que Ilo dara muerte ya el primer da a la emperatriz viuda. Todos esperaban la noticia de su desaparicin y una explicacin plausible del final repentino de aquella despiadada mujer. La ansiada noticia lleg en forma distinta: Ilo y Verina hicieron las paces en la lejana Isauria y llegaron a un acuerdo. Verina pudo abandonar el aposento que le serva de calabozo, y tanto Ilo como su squito le rindieron los honores debidos a una basilisa. Verina declar que Zenn, a quien ella nombrase emperador, era indigno de llevar la corona del basileo. Ella, Verina, esposa de Len, era la nica que poda elegir a un nuevo emperador y relegar a Zenn a su antigua insignificancia.

Cartas de Bizancio. Teodorico estaba en el claro del bosque de encinas, en la asamblea de los hombres que deban decidir la campaa con su voto. Las imgenes se confundan. Ilo, cubierta su cabeza con un turbante, la eterna y siempre rubia Augusta, y el perpetuo intrigante: el propio emperador. Ahora Zenn lo prometa todo: el mando supremo, dinero, un ejrcito romano. Esta vez Teodorico no dudaba de que todas las tropas de Asia Menor se aprestaban para la lucha: Bizancio se encontraba en peligro de muerte. Podan renunciar a las legiones? A los jinetes pesados tenidos por invencibles, cuyos caballos acorazados hacan retemblar la tierra? En el nico lugar donde no servan para nada era en las comarcas inundadas, entre rocas y en las montaas; en tales terrenos la estrategia bizantina prohiba incluso su empleo. Los guerreros godos saban luchar tanto contra los jinetes de la estepa como contra los romanos. Si era necesario, se arrastraban por el borde de los acantilados y cruzaban con sus monturas ros y arroyos de montaa. Eran igualmente idneos para la batalla en campo abierto como en los bosques. No servan para el asedio, pero los blgaros carecan de fortalezas. Tambin los ejrcitos romanos deban prepararse para proteger al imperio. Teodorico conoca la lentitud de tales preparativos. Hasta que las provincias orientales enviasen los hombres disponibles, hasta que las ciudades reunieran el dinero necesario, hasta que los soldados recibieran su paga, pasara mucho tiempo... En cambio los blgaros recorran con velocidad cada da mayor la distancia que separaba su patria del Borstenes. Solamente los godos podan oponerse a este pueblo salvaje. Y los godos se decidieron por la guerra. Las mujeres y los nios quedaran atrs. Si el ejrcito godo pereca, siempre habra una considerable fuerza para protegerles. El ejrcito se puso en marcha y no tard en llegar a terreno accidentado. La rapidez era su mejor aliado. Los guerreros conducan a los caballos por el ronzal en los pasos de montaa. Las tormentas invernales cubran los yelmos con escarcha. Una vez cruzados los pasos, siguieron avanzando. Todos los caminos fueron previamente reconocidos, para que el enemigo no pudiera introducirse en algn punto de la retaguardia. Pero slo oyeron el lejano aullido de los lobos, y el ruido de los truenos contestando al clamor de las cascadas que se precipitaban en el vaco. Helados y hambrientos llegaron los godos a la llanura. All se encontraron con

unidades romanas, una cadena de puestos fronterizos y torres de vigilancia. Su misin era observar al enemigo, seguirle e inquietarle, pero no entrar en lucha abierta con l. Los blgaros podan ser numerosos como la arena del mar, como la hierba de la estepa. Nunca haban odo la palabra estrategia, ni hojeado libros sobre el arte de la guerra como los que sus maestros de Bizancio ensearan a Teodorico. El rey godo no era solamente general de sus propias tropas, sino que como Magister militum le deban obediencia las unidades romanas. Los bizantinos le haban nombrado generalsimo, pero, quin poda adivinar qu rdenes secretas tenan los estrategas de rango inferior para frenar el poder de los brbaros? Las tropas bizantinas estaban ante todo adiestradas para el ataque y la defensa de fortalezas. Manejaban con igual destreza el azadn y la lanza. Ahora tenan que cavar, asegurar la retaguardia, elevar las estacadas. Si interceptaban los pasos, los blgaros slo podran utilizar el nico camino real romano, que conduca a la frtil llanura a travs de las montaas. De este modo pudo Teodorico determinar el lugar de la batalla, que a juzgar por los informes de los exploradores tendra lugar dentro de tres das. Bizancio haba enviado esplndidos abastecimientos. Durante tres das descansaron hombres y caballos. Pero tambin se realizaron preparativos. El ejrcito godo se parti en dos divisiones. Examinar el terreno, la espesura de los bosques, comprobar hasta dnde podra llegar la caballera y qu camino sera el mejor para la infantera, fue como un juego. Las unidades imperiales levantaron obstculos en los lugares peligrosos y edificaron fortines. Al atardecer del segundo da aparecieron los primeros exploradores blgaros. Los blgaros eran paganos. Los godos, aunque herejes, luchaban en nombre de Cristo. En toda batalla esto lo saban incluso los que no eran estrategas poda producirse cualquier cambio inesperado. El equilibrio de fuerzas puede alterarse, los aliados pueden abandonar al ejrcito principal; puede descargar una tormenta que levante nubes de polvo y nuble la vista de los atacantes. El enemigo puede contar con un general de excepcin. De pronto puede cundir el pnico. Durante la noche, la caballera baj a la llanura. El general divis desde una colina la irregular cadena de hogueras en el horizonte. Los informes de los exploradores eran unnimes: se enfrentaban a un gigantesco ejrcito de jinetes. Los blgaros no tenan infantera. Haca tres das que avanzaban sin interrupcin. No formaban unidades

regulares, los jinetes de la estepa cabalgaban ya en grupos sueltos, ya en columnas cerradas. Los godos no conocan con exactitud el nombre del rey o prncipe de los blgaros. Le haban odo llamar Libertem, pero nadie saba si se trataba de un nombre o de un ttulo. Sera conveniente librar la batalla en cuanto amaneciera? El sol, en esta primavera temprana, era asombrosamente clido, pero ahora an era dbil, la neblina lo cubra, y la hierba estaba hmeda de roco. Los caballos haban bebido y pastaban. El rojizo disco del sol brillaba a travs de las delgadas nubes. Entre los godos, el general no hablaba antes de la batalla, como solan hacerlo los generales de las legiones romanas. Estaba atento a las seales, y todos pensaban en los antiguos dioses heroicos. Odn... Los guerreros de ms edad todava le invocaban antes de la batalla. Empez con ligeras escaramuzas entre los jinetes, que iban acudiendo en nmero cada vez mayor. Los jvenes esperaban que llegase a su unidad la orden de ataque de Teodorico. Al principio pareci que la tctica de los godos tena xito. Formaba el grueso del orden de batalla una fuerza no muy considerable que atacaba frontalmente al enemigo, mientras los dems avanzaban por ambos lados. Pero los blgaros se lanzaron con mpetu hacia el centro, constituido por los veteranos godos de rostros marcados por las cicatrices de muchas batallas. El furor del primer encuentro fue temible. Sin embargo, los hombres de la estepa se enfrentaban a un enemigo experimentado: los godos formaban en filas, en parte segn la antigua tradicin de los nmadas, y en parte de acuerdo con las reglas romanas. Eran lo bastante movibles para abrir sus filas sin dejar una brecha, para lanzarse entonces contra los apretados jinetes enemigos, que debido al reducido espacio no podan utilizar sus largas lanzas. Pero el mpetu fue demasiado fuerte: el centro del ejrcito godo fue penetrado, y el primer ataque ya consigui romper el orden de batalla de Teodorico. Qu diferencia entre este combate y las pequeas campaas, la toma de Singidnum, las insignificantes refriegas con los godos del Bizco! Esta vez se trataba de una lucha decisiva entre muchos miles de hombres. Eran casi unos Campos Catalunicos... como un relmpago pas por la mente de Teodorico todo cuanto oyera decir a su padre sobre la lucha de los pueblos. Tu hora ha llegado, Teodorico! El general se hallaba sobre una colina, desde la cual poda contemplar el campo de batalla. La horda de los blgaros se acercaba cada vez ms. Heridos y ensangrentados, los godos se defendan en el centro. Ahora tendran que ser enviados exploradores hacia las alas, para que las tropas cambiaran de tctica y

fuesen a reforzar el derrotado centro de los godos. Pero no hubo tiempo para dar ninguna orden. Con el adversario luchaba su general, Libertem, cuyo nombre pronunci en voz baja Teodorico. Un general distingue al otro por el yelmo dorado, la capa real, las armas resplandecientes y los guerreros que se apian a su alrededor. Estis a mi lado, las seis mil lanzas? Todava segua amndolos ms que a los otros, pese a que ya no se contaban entre los guerreros ms jvenes. Estis aqu? Pensad en Singidnum! Su espada seal al frente. Bajaron en tropel por la ladera de la colina, lo escarpado del terreno aceleraba el galope de los caballos. El estruendo de miles de herraduras atron en el campo de batalla. Los godos se aproximaron al enemigo en una falange cerrada, no como una horda salvaje. Se distinguan claramente de los blgaros, que llevaban otras ropas, hablaban otra lengua y empuaban otras armas. Era imposible confundirlos. Las trincheras de ambos lados hacan impracticable un cerco. En la retaguardia, el espeso bosque marcaba una frontera. Pareca que la naturaleza haba designado como campo de batalla esta suave ladera, seca ya de las aguas del deshielo. Quien contemplara la escena desde lo alto de la colina, vea las columnas formadas, el orden de combate, la batalla en s; pero los que se encontraban en el centro de la sangrienta lucha slo vivan el ardor del momento y no vean nada ms que el rostro que tenan delante, la lanza que atacaba por el costado, un escudo que se interpona ante sus ojos, un caballo que se desplomaba y se converta en un obstculo ensangrentado; dientes apretados por el dolor, ojos desorbitados, espuma en la boca, rostros desencajados; un semblante muy prximo, viejo, cubierto de heridas y cicatrices. Un solo salto del caballo y desaparece en la nada, ya no existe, se ha vuelto hacia otro enemigo, hacia otro hombre, hacia otro muerto. En el mismo instante en que se desvaneci la imagen, Teodorico se dio cuenta de que el siguiente rostro no era una ilusin, y de que una espada penda sobre su cabeza. Pronto caera la pesada arma. Pero el alumno de esgrima del palacio imperial saba esquivar con un solo movimiento un golpe semejante. El giro, la inclinacin... los realiz con maestra, pero debi calcular un milmetro de ms o de menos, o tal vez el caballo se torci demasiado hacia un lado, porque sinti un lacerante dolor en el hombro, cada vez ms profundo. El brazo izquierdo cay, inanimado. La espada de Odn? Una saga germnica! Empuaba una espada bizantina, una hoja de Asia Menor, templada por lo menos veinte veces. No era negra, sino que lanzaba reflejos plateados, atravesaba el cuero, y slo la coraza se le resista. Penetraba

incluso la armadura de cuero que protega el corazn. La lucha entre las filas enemigas era ya dbil, ya encarnizada. Acaso poda hablarse de filas? Se luchaba cuerpo a cuerpo. Sabran tal vez los caballos quin era godo y quin blgaro? Los caballos se arqueaban heridos, resistiendo a la muerte. La vida de un hombre dependa de un solo movimiento de su montura; sta decida su existencia o su perdicin. Teodorico blandi su espada hacia delante, describiendo un caprichoso crculo. Asest el golpe. La hoja cort el penacho del yelmo, cercen la nariz y su punta qued clavada en la garganta. Bast una insignificante, casi imperceptible rotacin del brazo para que la hoja encontrase el nico lugar no protegido por la coraza. Un pinchazo ligero y grcil, que tan a menudo practicaran, y despus repitieran con espadas romanas, redondeadas; un juego entonces, pero ahora la sangre brot a borbotones cuando recuper la espada. El caballo retrocedi, porque el chorro caliente le empap la cabeza, y cuando le moj los ollares, y oli a sangre, se encabrit, por fortuna para Teodorico, pues en aquel momento una lanza silb por entre las patas del caballo, que de otro modo se le habra clavado en el vientre. Libertem? De repente se form un crculo de duelo. Se oy un ligero lamento. Habra matado a un rey la espada de un rey? Como en los cantos de Homero, que tan a menudo oyera de labios de los taedores de lad griegos? El escudo de Libertem, una gran placa de cuero claveteada con plata, cay sobre el caudillo, cubriendo su rostro y ocultando el campo de batalla al moribundo. El escudo sirvi de mortaja al rey, que muri como los reyes de la Ilada: luchando y a manos de un rey. La sangre empapaba el hombro de Teodorico; su tnica estaba rota, la armadura y la ropa, en desorden. La espada debi resbalar sobre la coraza, pues de otro modo le hubiese cercenado el brazo. Otra vez a la ladera, para recobrar el aliento. Pero, dnde estaba la colina, adonde le haba conducido la fiebre de la lucha, el furor, el asalto, el olor de la sangre? De dnde proceda la sangre que tena en la boca? Habra herido su rostro una flecha perdida, o no habra resistido su yelmo de metal el golpe de un hacha de combate? Senta el sabor de la sangre en la boca, y su caballo vomitaba espuma sanguinolenta. En toda batalla es decisiva la cada del general. De ello tuvieron constancia tanto los godos que luchaban en las alas como las dos columnas de jinetes que rodeaban al enemigo, pero que, agotados por

el esfuerzo, dudaban en caer sobre los blgaros, que eran superiores en nmero. Teodorico haba retirado de ambas alas a las mejores unidades para cubrir la brecha abierta al comenzar la batalla, que podra haber significado la derrota. La noticia lleg a las dos columnas de caballera: Teodorico haba matado a Libertem. Ahora todo empezara de nuevo. Las fuerzas restantes cobraron nimos. Todos crean tener ya la victoria al alcance de la mano. La dispersin de grupos de jinetes, la desbandada de un ejrcito nmada era algo diferente de cuando la adversidad diezmaba a las legiones. stas se organizaban en cohortes. Colocaban a los heridos en el centro, y el len mutilado poda pensar incluso en un ataque detrs del muro de metal de su escudo. Los jinetes bizantinos de pesadas armaduras podan retirarse a un lado a una simple seal de cuerno que incluso los caballos comprendan, pero los jinetes blgaros se dispersaron en grupos aislados, como una gavilla que se desmorona. Aqu y all luchaban todava algunas docenas de blgaros, pero no haba mandos, ni orden de combate, ni una retirada organizada. Las tropas dispersas se fueron alejando hacia el borde de la llanura. Por esta causa los nmadas nunca perdan tantos hombres como los ejrcitos romanos, que seguan luchando incluso en las situaciones ms desesperadas. Los derrotados ponan ahora todas sus esperanzas en su botn. Cuando hua, el guerrero se desprenda de su bolsa y la dejaba caer, con la esperanza de que su perseguidor se detuviera a la vista de los tesoros y los recogiera conforme a la ley de la guerra. Mientras tanto, l poda huir... pues tal vez era aquello otra ley de la estepa, que el vencedor renunciaba entonces a la persecucin. Ya no haba un ejrcito, slo quedaban hombres. Y en cada uno de ellos, el vencedor slo vea a un ser humano, y no a un guerrero. As fue tocando lentamente a su fin la batalla de la caballera. Con los muertos, la tarea era muy fcil; esperaban pacientemente el saqueo y la fosa comn. Los heridos continuaban gimiendo de dolor. Algunos an intentaban seguir luchando, hasta que alguien les daba el golpe de gracia. Otros suplicaban con palabras incomprensibles, muchos mostraban a las sombras que se inclinaban sobre ellos alguna pieza de valor: Toma, permteme vivir. Haba otros que se fingan muertos, por si an lograban escapar cuando cayera la noche. El guerrero ileso y su caballo eran el mejor tesoro. Sus armas y su caballo pertenecan al godo victorioso. l sera un esclavo mientras su lejano pueblo no pagara su rescate. Un prisionero ileso era un trabajo limpio, una seal de victoria, un trofeo para llevar consigo al campamento. Y los capitanes, a los que se puso un cerco tan estrecho que apenas podan moverse, y que no tuvieron el valor suficiente para

degollarse con su propio pual, eran el botn del rey. Esperaban su destino envueltos en valiosas capas, junto a los ms hermosos caballos de la estepa. Anocheca. Se haba luchado durante un da entero, sin comer nada, bebiendo slo algn trago de agua. Anocheca. Ocurrira an un milagro que cambiase el rumbo de la suerte y la desgracia? Antes de que cayera la noche, los prisioneros, desarmados, suplicaron un pedazo de pan al vencedor. Poco a poco se fueron vendando todas las heridas. Quien haba resistido hasta ahora, sobrevivira, siempre que no apareciera la gangrena en la herida causada por una hoja herrumbrosa. Pero nada importaban las heridas y el dolor frente al gozo de que Teodorico hubiese ganado la batalla contra los blgaros.

XXIII

El escultor tom un puado del blando barro que se hallaba en una caja a sus pies. Cuidadosamente lo aplic a la cabeza ya formada, lo extendi con mano ligera y segura por los huecos de la cara y reserv un poco para las cuencas de los ojos. Ahora el globo del ojo sobresali algo ms, prestando a la cabeza de barro una mirada aguda y penetrante. El rey estaba sentado ante el escultor. Aqu la impaciencia era inoportuna, no deba interrumpir los movimientos breves y secretos del artista. Mientras modelase, se impona la obediencia. Muchas veces el maestro volva a Teodorico hacia un lado, otras el propio escultor se colocaba a la izquierda, para estudiar la lnea del perfil, la curva del mentn, la redondez de la frente. Un prncipe posaba para un escultor griego. Zenn cumpli su promesa. La estatua de Teodorico se alzara en el atrio del Hipdromo, entre los grandes, cerca del monumento de bronce de Constantino. Proclamara la gloria de la nueva Roma, la continuidad del imperio. Si en Hispania poda nacer un emperador, si Dalmacia o los montes de Iliria podan dar un gobernante al imperio... por qu no poda estar entre los defensores de Bizancio un prncipe godo?

Teodorico contemplaba al escultor, que ya haba modelado a numerosos dignatarios, pero que esta vez cumpla el encargo con cierto temor. No se impacientara el modelo, no exigira su imagen al cabo de una hora, no sentira tedio durante los silenciosos minutos en que el artista luchaba con la forma, borraba una y otra vez una arruga, y volva a modelarla, buscando una expresin que diera vida a la inerte materia? Teodorico, sentado frente al maestro, no poda ver lo que formaban sus manos. Slo vea la forma an incompleta de la cabeza sobre el pedestal, con el rostro vuelto hacia el artista. ste haba elegido el estilo tradicional. Teodorico figurara en la galera de hroes y emperadores coronado de laurel como todos ellos. El escultor no era locuaz, ni se preocupaba demasiado por su modelo. Sin embargo, le hubiera gustado prestar ms vida a los ojos y borrar la indiferencia que expresaban las facciones de Teodorico tras un cuarto de hora de silencio. El maestro estaba bien enterado de la vida palaciega. Tambin l habitaba el mundo de los interminables pasillos y las grandes salas y antesalas de palacio. Tena que despertar de algn modo el inters de su modelo. Se dice, amable y respetado seor, que Roma sigue siendo Roma. No permite que la superen. En los baos tambin se rumorea que est preparando una campaa contra los brbaros. Teodorico llevaba un manto romano, y en la cabeza, la corona de los hroes. Sus cabellos estaban peinados como exiga la moda en la corte de Bizancio. Por un momento, el propio escultor se asust de la palabra brbaro. No poda saber si su modelo se sentira ofendido. No iba dirigida esta nueva campaa contra sus parientes lejanos... parientes que en las remotas provincias saqueaban y asesinaban? La dignidad prohiba contestar al maestro con palabras graves. Pero el comentario sorprendi a Teodorico. La noticia de una desgracia se propagaba con rapidez, y en cambio la gente se resista a creer una buena noticia. Antes de que se hicieran pblicos los anuncios oficiales de una victoria o una derrota, sus efectos ya casi se haban extinguido. Cuando se producan sucesos tan sensacionales como la decisiva derrota del ejrcito blgaro, se celebraban con un Tedeum. Pero la noticia mencionada por el escultor era inesperada. Cierto que una carta, la comunicacin de un enviado, llegada a bordo de un barco, haba revelado que en Italia se llevaban a cabo preparativos blicos, pero hasta ahora no se saba nada con seguridad. Y sin embargo, los ociosos ya charlaban en los baos de una campaa inminente.

Cuando el rey entr en la cancillera para asuntos itlicos, hall a los secretarios y al Silenciario en un animado debate. Asustados, todos miraron al raro visitante, que a travs del prisma de los acontecimientos era considerado ya el hijo adoptivo del emperador, ya el rey brbaro ms peligroso para el imperio. Hasta qu punto poda enterarse de los secretos de Estado? Quin le enviaba? Saba su sagrada Majestad que Teodorico deseaba conocer las comunicaciones secretas? El Silenciario dijo en voz baja: Sublime seor, todo esto ha ocurrido despus de la muerte del Padre Severino en Panonia y Nrica. La imagen que pint con doctas palabras era verdaderamente desalentadora para un odo romano. Mientras el Padre Severino estaba con vida, el orden rein en su obispado. Las ciudades romanas y las colonias brbaras convivan en paz. El Padre Severino ahuyent a las tribus invasoras, implant la seguridad y gobern su reino, que nadie le envidiaba. Los prncipes de la estepa sentan temor ante el anciano, que con una sola palabra era capaz de domar al guerrero ms salvaje. La muerte de Severino formaba ya parte de la leyenda, y estaba perpetuada en un libro de oro. Poco despus de su muerte, los rgidos se prepararon para atacar las ciudades romanas. Su prncipe, llamado Fridericus, se distingua especialmente por su ferocidad. Los hombres de la estepa saban que la paz de Severino haba proporcionado bienestar y que las ciudades romanas volvan a ser ricas. Roma estaba infinitamente lejos, pero la tierra de Severino junto al Danubio siempre haba disfrutado de buenas relaciones con la Urbe. Cuando ya no poda dudarse de los preparativos blicos de los rgidos, fueron enviadas legaciones en nombre del difunto Severino a la sede de Odoacro. En Ravena, los panonios cayeron de hinojos ante el reypatricio. Odoacro presinti una temible perspectiva: vio el peligro que representaba esta pequea provincia romana. En Italia reinaba la paz. Los romanos, privados de un tercio de sus posesiones, se haban conformado con lo inevitable. Los veteranos de sus tropas brbaras empezaban a aficionarse a los rboles, a la siembra y a las flores de la primavera. Aparte del diminuto reino de Severino, Italia ya no tena ninguna provincia. No haba necesidad de enviar legiones a las Galias o a Hispania. La invasin brbara se haba tragado las antiguas posesiones romanas.

Haca ya dos semanas que el rey sostena conversaciones con los enviados romanos de Nrica y Panonia, cuando lleg de Roma Anicio, acompaado de su hijo. El patricio romano haba acudido a toda prisa a Ravena, invitado por Odoacro. Como era viudo, trajo consigo a su hijo Boecio, de ocho aos. El nio se retir a un rincn mientras su padre lea las fatdicas noticias de Nrica. Y entonces el consejero romano recomend a Odoacro que acudiera en ayuda de Nrica y Panonia. De repente, el imperio occidental pareci despertar a una nueva vida. Por el nico camino real de la ciudad rodeada de pantanos, partan da tras da mensajeros a caballo, enviados a las legiones, los pueblos aliados, los proveedores de material blico y los guerreros establecidos en pueblos y granjas. Eran portadores de la orden del rey de concentrarse y ejercitarse en las armas. El antiguo centurin no haba olvidado la disciplina. Saba cmo organizar un ejrcito capaz de atravesar los Alpes. En Italia, despertada poco a poco de su letargo, se llevaban a cabo preparativos cuyo equivalente no se conoca desde la empresa de Aecio. Las guilas romanas se elevaron, y de nuevo volvi a ser un honor llamarse legionario romano. Con qu efectivos contaba el ejrcito itlico? De cuntas unidades se compona? En esto no coincidan los comunicados de los enviados bizantinos. El grueso estaba formado por guerreros de distintos pueblos, y se deca que entre ellos haba pocos romanos. Tambin se hablaba de regimientos rgidos. Se atrevera Odoacro a obligarles a tomar parte en una campaa contra su propio pueblo? Tambin era incierto quin mandara el ejrcito. El rey-patricio pareca demasiado viejo para dirigir una campaa tan arriesgada. Tales fueron las principales noticias que Teodorico pudo obtener del Silenciario, a cuyas manos iban a parar las noticias de Occidente.

XXIV

Cuando Odoacro se acercaba al Danubio, dej de usar la tnica y la lengua romanas. Liberado de los escribas y los pergaminos de Ravena, pareci recuperar la juventud bajo el viento tibio de la primavera.

Rompi con el placentero mundo romano y desech la mscara del gobernador sabio y pacfico. Mont su caballo; una coraza cubra su pecho. Slo por el penacho de su yelmo reconocieron los veteranos al antiguo Odoacro, los hombres que antes tuteaban sencillamente a su actual seor. Con cada milla que avanzaban hacia el norte se senta ms seguro como general. Calculaba con antelacin cada movimiento, y envi mensajeros a caballo a las ciudades romanas: No temis, Odoacro ya est cerca. Anicio estaba con l, y comparta su tienda. Ahora tenan la palabra las armas, y Anicio saba que no podra hacer desistir a su seor de esta campaa. Haca largas marchas a pie, cruzaba los peligrosos pasos de montaa y afrontaba mltiples peligros en las balsas. Estaba viendo con sus propios ojos que la pobre Italia ya no tena fuerza ni riqueza suficientes para comenzar de nuevo la organizacin de las legiones. Ya no era posible enviar ejrcitos a las provincias lejanas, y mucho menos, mantenerlos en ellas. Los ciudadanos romanos de Nrica pretendan de Odoacro una vana ilusin: haca mucho tiempo que haba pasado la poca en que el legionario apareca en el horizonte y anunciaba: Nosotros, los romanos, estamos aqu y aqu nos quedaremos para siempre. Sin embargo, nadie poda quitar al rey la alegra viril a su avanzada edad. A caballo, bajo el viento y la lluvia, se senta rejuvenecido y emprenda prolongadas campaas. Era como si quisiera desafiar a los aos, como si su corazn ya no conociese la piedad. En las piedras miliares de la vieja calzada, barbudas cabezas ensartadas en lanzas contemplaban el paso de los romanos. Sangre, sangre. Cruz con el ejrcito los lugares de su juventud. Se acordaba de todo: de viejos capitanes, de amigos y enemigos. l era el capitn ms viejo, y a su alrededor se congregaban los veteranos. Atravesaron la antigua provincia de Severino. Las ciudades romanas vivieron el inslito milagro de presenciar el regreso de las guilas romanas y la victoria de las nuevas legiones sobre los brbaros. Los habitantes ya no tenan nada que temer de los rugienos. Panonia y Nrica se reintegraron al imperio occidental. Primero luchar y despus filosofar, dijo Anicio, volviendo del revs, malhumorado, el antiguo proverbio. La campaa adquiri su forma ms cruel: entre pantanos, en espesos bosques, con ataques nocturnos y botn inesperado. Fava, el rey de los rugienos, y su esposa Ghisa, que luchaba a su lado, resultaron ser peligrosos adversarios. Estaban emparentados con Odoacro, y pese a ello, ste ltimo demostr tanta crueldad contra la propia estirpe, como si jams hubiese bebido la misma leche materna. Aqu en el Danubio, Odoacro se comportaba

como un general del imperio romano: aniquilaba inexorablemente a los enemigos de Roma. En Nrica se derram mucha sangre. Las ciudades romanas proporcionaron vveres y alojamiento. En sus alrededores levant Odoacro su campamento, y a l fluan los comunicados. Las reglas de mil aos de antigedad del arte blico romano demostraron su efectividad: los brbaros que luchaban de acuerdo con las reglas romanas vencieron a los ignorantes brbaros de la estepa. El ejrcito romano, compuesto de guerreros de tan diversas tribus y de campesinos itlicos, obedeca a Odoacro, que obtuvo victoria tras victoria: miles de prisioneros, botn, provincias recobradas; colonias arrasadas, carros, miles de caballos, capitanes, hechos prisioneros con tretas o durante la lucha, marcaban el paso del ejrcito de Odoacro. Tampoco el despiadado Fava pudo escapar a su destino. Al borde de los grandes bosques renunci a la tctica de la tierra calcinada y present batalla a los romanos. Los dos enemigos se distinguan nicamente por las armas y las palabras de mando. Los rugienos del campamento real vieron inflamarse el penacho del yelmo de Odoacro; se produjo un combate desesperado con cambios sorprendentes, en los cuales la suerte sonrea ya a un bando ya al otro. Finalmente, la tctica romana fue la ms fuerte. Los jinetes de las tropas auxiliares brbaras cercaron el campamento real de Fava, y antes de anochecer, el rey y la reina eran prisioneros de los romanos. En la primavera del ao 487, las guilas romanas estaban en ambas riberas del Danubio, all donde cien aos antes palideciera el recuerdo de las legiones. Ahora pareca ya conjurado el peligro de invasiones posteriores de jinetes brbaros. Las legiones, provistas de escudos, eran precedidas por las guilas, y a la insignia de Roma seguan carros con el botn e interminables hileras de prisioneros. Anicio, el circunspecto ministro, visit los arrasados campamentos rugienos. Cabalg hasta la cumbre de una montaa y contempl aquella desolacin sin lmites. En la margen izquierda del Danubio se extendan las tierras inexploradas de los brbaros. En Panonia y Nrica vivan ciudadanos cautelosos y atemorizados. Los magistrados llevaban los anuarios y las listas de impuestos en lengua latina; y sin embargo, quin hubiera podido sealar con el dedo, entre aquella mezcla de pueblos, a los verdaderos romanos? Al atardecer, Anicio se dirigi a Odoacro: Seor, ya no podemos conservar esta tierra.

Tena los ojos hmedos. Haba nacido en Roma, los escribas de su casa relataban la historia de su admirable estirpe, la de los Anicios, que se remontaba a los dioses olmpicos, y pese a ello, el romano pronunci esta tarde la fatdica frase: Ya no puedes conservar estas provincias. Somos demasiado pobres para instaurar de nuevo, despus de haberlo perdido, el imperio de occidente. Qu ser, entonces, de la poblacin, de los habitantes de las ciudades? Tienes que dar una orden terrible. Pero al mismo tiempo has de evitar el pnico. Yo me declaro dispuesto a preservar el orden entre los colonizadores. Has vencido, preclaro seor. Esto te facilita las cosas. Nos llevaremos los restos mortales de Severino. Su mano incorrupta ser el smbolo de la gracia, y lo que nos mostrar el camino. Estas ciudades ya no pueden ser mantenidas. Sin embargo, hasta ahora han sobrevivido. Durante todos estos aos han permanecido intactas. Has vencido a los pueblos de la estepa, y has hecho prisionero al rey Fava. Pero Fridericus ha huido a los bosques, junto con el resto de su pueblo. An siguen con vida suficientes miembros de la tribu de los rugienos. Los pueblos brbaros se unirn contra ti! T mismo sabes que se te considera traidor de tu propio pueblo. Todos los reyes de la estepa y de los bosques pronuncian tu nombre con odio. Se aliarn contra ti, y cmo sabes que la invasin se detendr en los Alpes? Cuando hayan roto la lnea de centinelas romana del Danubio, ya no podrs defender el Adritico. Debo evacuar para siempre Panonia y Nrica? Has de organizar en Roma una entrada triunfal como hacan los antiguos emperadores cuando regresaban victoriosos a la Urbe. Todos los labios te ensalzarn; todos temern tu ira. No puedes evacuar las provincias mientras no ests en la cima de tu poder. Sers lo bastante fuerte y poderoso como para dar una nueva patria al sur de los Alpes a aquellos que deban empuar el bastn de peregrino. El difunto Severino te ayudar. Las disposiciones de Anicio despertaron a Roma de su modorra. Los senadores pestaeaban al sol. El praefectus urbis contaba los alguaciles que poda vestir con tnica de gala, y reflexionaba sobre cul de ellos era ms indicado para llevar las fasces romanas. Un desfile

triunfal en Roma? Una fiesta en el Capitolio, durante la cual se asaban bueyes en el Foro Romano y se espitaban cubas de vino? La Va Appia volvera a retemblar bajo los pies de las legiones? Era posible que un brbaro que no llevaba la prpura real y que se contentaba con el ttulo de patricio, hubiese vencido una vez ms para Roma? Anicio se encerr en el Tabularium, y se desempolvaron antiguos pergaminos. Qu ocurri la ltima vez que un general hizo su entrada triunfal en la Urbe? A qu costumbres haba que atenerse? Era preciso buscar una loba y llevarla al pie del Capitolio. Tambin haba que procurarse gansos que graznasen alrededor de las murallas, como hacan cuando protegan a Roma. Era necesario resucitar todas las costumbres que no estuviesen en contradiccin con el rito cristiano. Era primavera, aniversario del nacimiento de Roma. Temprano por la maana, la poblacin de la Urbe sali a la calle con sus remendadas tnicas de fiesta. La orden del Praefectus urbis deca que todos los hombres, mujeres y nios de miembros sanos tenan que estar en la calle para celebrar el inesperado nuevo triunfo de Roma. Los miembros del Senado y sus familias seguan a Odoacro desde el Capitolio. La Va Appia era demasiado estrecha para que en ella pudiera desplegarse el desfile triunfal. Los guerreros marchaban a pie, en hileras de cuatro, y les seguan los jinetes, y no fue posible organizar la marcha hasta que llegaron a la calle de la Victoria, esta calle ancha, aunque un poco deteriorada. Desde aqu se dirigieron hacia el Capitolio, donde Odoacro recibi las felicitaciones del Senado. El pueblo de Roma se agolpaba a lo largo de la calle de la Victoria. Nadie conoca sus almas, nadie saba leer sus pensamientos. Seran ms baratos el pan o el aceite? Organizara el patricio juegos gratuitos? Habra importantes donativos pblicos? Seran inseguras las calles durante las horas de la noche, a causa de la presencia de las tropas brbaras? Qu pensaban los ciudadanos romanos mientras esperaban con su esposa e hijos a ambos lados de la gran avenida la llegada del ejrcito? Anicio haba hecho un trabajo concienzudo, resucitando todas las tradiciones: las guilas de bronce flotaban al frente, al mismo tiempo se pusieron en libertad buitres y guilas que haban sido capturados y que se elevaron describiendo crculos en el aire. Las voces de mando eran en latn. Dorforas y centuriones gritaban con orgullo las palabras romanas. Cada guerrero poda sentirse ahora un hroe del renacido imperio. Odoacro estaba en pie sobre el carro de gala en el que un da festejara Constantino el Grande su memorable triunfo. Tambin esto era obra de Anicio, que en un ala del Capitolio haba hecho restaurar el ruinoso

carro en cuestin de pocos das; las placas de oro puro haban sido pulidas, y repuestas las que faltaban, y ahora el carro resplandeca bajo la luz del sol. En torno al carro de gala flotaban al viento las insignias de las cohortes: guilas en pleno vuelo, dragones, colas de caballo teidas de plata. En Panonia no haba leones ni tigres ni antlopes. En su lugar desfilaron osos encadenados, que reemplazaban a los animales salvajes de las tierras del sur. Por dondequiera que pasase el carro, sonaba el tradicional grito de jbilo. Anicio se lo haba recordado a los romanos, y ahora la multitud enardecida lo entonaba sin cesar. Seguan al carro de gala, atados con cadenas, los prisioneros de categora: el rey Fava y su esposa Ghisa, ataviados con valiosas capas de oro, como el pueblo romano se imaginaba que vestan los reyes de un pueblo brbaro. Llevaban diademas, y las cadenas que ataban sus manos eran de oro. Tras ellos marchaban los guerreros de las legiones que haban sido elegidos para llevar los tesoros de la tienda real de Fava. En qu pensara Fava mientras era conducido por la avenida de la Victoria el da del aniversario de Roma, como un oso salvaje? Pensara tal vez que haba llegado a la ltima estacin? El cliz de la amargura deba ser vaciado hasta la ltima gota. Muchas veces empujaron al rey de los rugienos. Su rostro era barbudo y estaba lleno de cicatrices. Mientras lo vestan para la marcha triunfal, el barbero de la corte le haba peinado de manera que su aspecto pareca an ms temible. Qu pensara Fava cuando vio el cadalso en las gradas del Capitolio? Porque tambin aquello perteneca al gran espectculo. El rey rugieno era mil veces culpable de la matanza de otros tantos ciudadanos romanos. La ley tradicional dictaba que el Senado poda pronunciar una sentencia y llevarla a cabo inmediatamente. La ejecucin se realiz en presencia del Senado y del pueblo, y tambin Odoacro estuvo presente. El verdugo utiliz el hacha de combate del rey Fava, que tena mango de oro. Con ella fue decapitado el rey rugieno al pie del Capitolio. El populus romanus ya no estaba acostumbrado a tales espectculos. Desde la poca de Constantino, los juegos eran cada vez ms escasos, y slo se conservaba la fiesta primaveral de las Lupercales. As pues, la ejecucin de Fava fue una experiencia doblemente hermosa. Ghisa tambin haba sido condenada a muerte, pero Anicio dijo: Al pueblo de Roma no le gusta que el verdugo alce la mano contra una mujer. Le recuerda a las mujeres mrtires.

Antes de que cayera el hacha, Anicio orden quese llevaran de la terraza de los espectadores a su hijo Boecio. Gran parte de los senadores era de edad avanzada y detestaba un espectculo semejante. Pero todos saban que la ejecucin de Fava deba compensar al pueblo de la falta de gladiadores en el Circus maximus y de las luchas entre prisioneros y fieras salvajes que solan animar las anteriores fiestas y juegos. Mientras se llevaban el cuerpo decapitado, Ghisa fue conducida a un calabozo romano cuyas puertas no volveran a abrirse para la reina del pueblo rugieno.

Uno de los jinetes fugitivos lleg a Novae. Era Fridericus, hijo del rey rugieno, de quien los Colonizadores romanos de Panonia contaban que aventajaba en crueldad a Fava y todos los dems miembros de su salvaje tribu. Ahora era un fugitivo aptrida, que merodeaba por la regin de los grandes bosques y cambiaba sus ltimos objetos de valor por... caballos. Caballos para l y sus escasos seguidores, a fin de poder abandonar aquella tierra que despus de tantos aos haban reconquistado de manera tan inesperada las guilas romanas. El fugitivo lleg a Novae despus de una larga cabalgata a lo largo del ro, y all encontr a Teodorico, que visitaba las colonias de su pueblo para suavizar diferencias entre las tribus, anunciar decretos y hablar de justicia. El rey, llegado de Bizancio haca ya una semana, se alojaba en la residencia de los ostrogodos. Una hora despus de que los fugitivos hubiesen cruzado las empalizadas exteriores, Teodorico saba ya que recibira noticias fidedignas de la regin del Danubio y tambin de la comarca que sus godos abandonaran haca ya diez aos. Fridericus era un pariente lejano... cuya ascendencia se remontaba a los albores de la historia germnica. La ley de la estepa exiga que recibiera al fugitivo sin patria como a un hermano. Por otra parte, la estirpe de Fava era enemiga del imperio, devastadora de ciudades romanas. Tambin saban esto en la cancillera bizantina. Si el basileo hubiese enviado a Teodorico a su antigua patria con una orden concreta, el rey godo hubiera degollado al rugieno del mismo modo que lo hiciese Odoacro. Al atardecer recibi Teodorico a Fridericus en el palacio de madera. El fugitivo ya haba sido obsequiado con una tnica principesca, alojamiento y un escriba. Por la cordialidad del recibimiento comprendi que se le rendan los honores debidos a un prncipe de sangre real.

No fue fcil hallar un intrprete que hablase la lengua de los rugienos; el latn de Fridericus era demasiado deficiente para entablar una conversacin en dicho idioma. Teodorico abraz al fugitivo. Bebieron hidromiel en cuernos decorados con motivos de oro, tras lo cual degustaron los exquisitos platos de la cocina bizantina. El husped haba recorrido miles de millas y pasado semanas enteras en los bosques, perseguido por enemigos a caballo. Qu novedades ocurran en Occidente? Y en Oriente? Dnde empezaba y dnde terminaba el imperio? Qu aconteca en Roma? Fridericus no saba casi nada de todo aquello. Pero conoca a Odoacro, y el crculo en que se movan las palabras de ambos germanos se fue haciendo ms estrecho. Un odio exacerbado se adverta en las respuestas, que las preguntas mesuradas procuraban serenar. Teodorico quera conocer a aquel hombre, que, igual que l, era rey y patricio. La noticia de su marcha triunfal haba llegado a Bizancio antes de su partida. El comunicado llegado unos diez das despus informaba de la decapitacin de Fava y todos los sucesos posteriores. Qu se propona el ilegtimo rey de las tropas auxiliares brbaras, aquel prncipe sin pueblo? El prncipe rugieno se fue calmando poco a poco. La fama y el nombre de Teodorico eran conocidos en todas las tierras brbaras. No exista un solo prncipe que no conociera la historia del hijo de Amal, iniciada con la campaa de las seis mil lanzas y que terminaba con el duelo en el cual venciera al rey de los blgaros, Libertem. Era hijo del emperador y cnsul de Bizancio. Tambin se saba que en el atrio del Hipdromo, su estatua de bronce se levantaba junto a las estatuas de los emperadores. Miles de informes y relatos le vinieron a la memoria. Fridericus se volvi hacia Teodorico, que tena su misma edad y le habl como a un gran rey. Por qu consientes que este arrivista, este don nadie acapare toda la gloria del imperio? Por qu permites que Odoacro se inmiscuya como un emperador en los asuntos del mundo? Sabes qu botn se han llevado sus guerreros? Todo cuanto los rugienos heredaban de padres a hijos ha cado en manos de Odoacro. Ha dejado atrs a sus legiones o las ha enviado a sus casas? Las noticias son contradictorias. En ambas riberas del Danubio sigue habiendo legiones. Pero ha llegado a mis odos que los habitantes de las ciudades romanas han recibido instrucciones de prepararse para la marcha. Cuando vuelvan las tropas, se llevarn a los colonizadores.

Teodorico pens: Esto es lo peor, pues con ello se incrementa el nmero de guerreros de Odoacro en Italia, de los satisfechos veteranos que obedecen a ciegas al rey-patricio. Pero si Odoacro deja a sus tropas en Panonia, ser imposible atacarle. Cmo se puede declarar la guerra a un romano que defiende al imperio? Por otra parte, si Odoacro abandona las antiguas provincias romanas, demostrar que es indigno de llamarse emperador. En Italia sera de ahora en adelante slo un usurpador: Entre dos reyes brbaros, ambos adversarios, la palabra del emperador actuara de fiel en la balanza. A Tercera Parte

XXV

Cuando Teodorico lleg a Novae procedente de Bizancio, se encontr en pleno foco de inquietud. Haca meses que los campamentos de los godos eran un hervidero, en el que las privaciones y el hambre actuaban de agitadores. Durante los ocho aos vividos en la comarca del Ister, el pueblo, poco aficionado a la agricultura, haba acabado con todos los recursos de las inmensas llanuras. La desesperacin impregnaba las palabras de los insatisfechos. Por qu el hijo de Amal viva a tan larga distancia, entre los lujos del consulado, cuando su primer deber era preocuparse por su pueblo y liberar de la miseria a sus godos? Cuanto ms cerca de Novae se encontraba Teodorico, tanto ms engaosa se le apareca la imagen bizantina. Despus de las ricas provincias griegas, cabalg muchas millas a travs de comarcas sumidas en la pobreza. Campos improductivos, granjas muy apartadas unas de otras, animales flacos, un par de jinetes en el horizonte. Campaas, hordas de ladrones, puestos de vigilancia. Teodorico viajaba hacia su pueblo acompaado de numerosa tropa. Nadie le importun en su camino. Sin embargo, todos los indicios indicaban claramente que su pueblo ya no poda esperar ms, que deba ser liberado de su miseria. Mientras recorra el pas, ninguna de las imgenes que vean sus ojos le atorment tanto como las que conjuraba su mente. Cuntos reproches y acusaciones, francos o velados! Has vendido a tu pueblo para regalarte con el lujo de Bizancio, vestido de prpura! A diario llegaban a Novae enviados de los prncipes brbaros. Qu har el noble pueblo godo para vengar el ultraje cometido contra los

rugienos? Quin puede cruzarse de brazos al ver reclamada de nuevo la tierra de nadie, despus de cien aos, y las guilas romanas campeando otra vez, impunemente? Teodorico saba que su regreso poda hacer milagros. No necesitaba ms que una sola declaracin: El rey, el hijo de Amal, ha tomado nuevamente en sus manos el destino de su pueblo! Al alba acudan en tropel ante su casa los guerreros jvenes. No podan comprender por qu los guardas bizantinos formaban una lnea de centinelas. l era su rey, llevaba su misma sangre. Sus padres haban elegido rey a Teodorico. Por qu no podan hablar con el hijo de Amal? Venan rebosantes de entusiasmo, pero sus palabras eran speras: Los godos estaban dispuestos a luchar incluso contra los infiernos, pero no a soportar por ms tiempo su pobreza. Teodorico pensaba en la historia de las seis mil lanzas. Y en Nbula, que ya se haba convertido en una niebla, en un resplandor lejano entre las nubes del firmamento. Salieron jinetes hacia los cuatro puntos cardinales. Como en otros tiempos, muy remotos ya, el mensaje a los guerreros dispersos era el mismo: Unos al pueblo de Teodorico, incrementad su ejrcito. Y los viejos tambin conocan el significado de la orden: Reparad los carros! Lleg al campamento un reducido grupo de los rugienos vencidos, del pueblo de Fridericus. Eran cien veces ms pobres que los godos, y semejaban salvajes acosados. Soaban con asesinar e incendiar. Los godos ancianos intercambiaban miradas secretas: Los rugienos hubiesen preferido tenerlos como enemigos que como aliados. Finalmente lleg un mensaje de Bizancio. Su Majestad deseaba consultar con Teodorico; al fin y al cabo, el rey era general de todas las fuerzas armadas bizantinas. Una campaa contra Persia, una expedicin de castigo contra los vndalos, y la supresin de la hereja en Egipto eran los asuntos ms urgentes, y por si ello fuera poco, aliados de los godos arrasaban las aldeas. En Bizancio, Teodorico haba aprendido a guardar el solemne ritmo de los das. Quien entonces asista a la escuela del palacio imperial, elaboraba un plan diario para todo. Los capitanes godos miraban con recelo las hojas de pergamino sobre las cuales gracias a los signos escritos de los cristianos se podan imprimir los pensamientos. Sin escriba que anotase sus rdenes, el rey no poda dar ms instrucciones. Por doquier se encontraba un griego o un brbaro convertido en bizantino, que supiese escribir.

De modo paulatino volvi a organizar un nuevo ejrcito godo. Pero tambin esta vez eligi Teodorico para su squito los mismos guerreros que merecan su confianza desde que realizara la campaa de las seis mil lanzas. Entretanto, los nios nacidos el ao de la conquista de Singidnum ya haban alcanzado la adolescencia. Los capitanes que servan en la guardia goda de Bizancio se ocupaban de la disciplina, y se esforzaban por mantener formadas las unidades de caballera, que marchaban bajo las insignias de todas las tribus y se desperdigaban con facilidad. Enviados del emperador haban acompaado hasta Novae a Teodorico, en seal de respeto, pero tambin para vigilar todos sus pasos. Los escribas esperaban con impaciencia el momento en que Teodorico pronunciara la palabra decisiva. Contra quin se preparaba, por qu se armaba? El rostro de Teodorico no traicionaba nada; nadie conoca sus planes. Hacia dnde se diriga la avanzada, que haba recibido rdenes concretas, hasta qu punto del Ister llegara y dnde esperara el grueso del ejrcito? La hierba creca por doquier, y los caballos recobraron las fuerzas. Teodorico haba trado de Bizancio monedas de oro, a cambio de las cuales los pueblos de la estepa les daran alimentos, y de este modo podran atravesar las regiones ms pobres. La tierra de nadie, escasamente poblada, no mostraba apenas signos de que tambin era una provincia del imperio romano. El camino conduca a travs de pantanos, y cuando llegaron a los buenos pastos, se detuvieron durante unos das. No tenan prisa: ningn enemigo les persegua. As lleg el ejrcito godo a la frontera de Tracia: ante l se extenda el imperio... ciudades ricas, huertos de rboles frutales, vias, olivos, campos de cereales. Los ojos de los godos se iluminaron, las manos tocaron el hacha. Coger cerezas desde la silla, entonces sacudir el tronco, y llenar los carros con los frutos maduros! Con un solo movimiento, Teodorico puso fin al saqueo. Los magistrados de las ciudades les salan al encuentro con el pan y la sal. Se dirigan a l con los ttulos de cnsul, magister militum y patricio. Aqu ya se notaba el aliento del palacio imperial. Las ceremonias resultaban incomprensibles para los godos. Teodorico tena la impresin de que por su culpa, su propio pueblo le miraba con recelo. Por qu no permita el saqueo, y no dejaba que sus jinetes se quedaran con los tesoros de las ciudades? No podan comprenderle. Teodorico montaba su caballo o viajaba en el carro. Adonde les diriga el rey? Adonde llevaba a su pueblo el patricio? Las noticias que

llegaban al palacio imperial eran tanto ms inquietantes cuanto ms cerca se hallaba el rey. Mientras estaba en Novae, nadie se haba preocupado de l. Se trataba de una comarca remota, donde reinaban el hombre y los lobos y soplaban los vientos de Breas. En el palacio imperial se sucedan las consultas: qu deba hacerse? Concentrar tropas para la proteccin de la capital? Enfrentarse a los godos y cerrarles el paso en Tracia? Enviar rdenes a las ciudades de que no dieran ms trigo a los godos y guardasen cuidadosamente las puertas? 0 bien... ganarlos con palabras aduladoras y enviarles legaciones con regalos, alimentos y dinero? Zenn sigue confiando en su hijo decan los Silenciarios. El emperador no quera enviar a sus tropas contra los godos. Aprob el plan de concentrar el ejrcito, pero dio orden a las ciudades de Tracia de ayudar a Teodorico y hacer todo lo posible por la tranquilidad y la paz. Ante todo deban convencer al rey con palabras amistosas de que aplacara a su ejrcito, siempre tan vido de botn. Antes de que estas rdenes llegasen a las provincias, su sentido ya se haba transformado. Cada municipio estaba convencido de que deba cuidar de su propio destino: emisarios conciliadores, carros repletos, sacerdotes y bolsas llenas de oro... el rey entendera este lenguaje. Si las ciudades le reciban bien, le abran las puertas, alimentaban a su ejrcito, los godos seguan su camino sin saqueos ni devastaciones. Pero all donde encontraran resistencia o el magistrado resultaba tacao, los desmanes no se hacan esperar. Los godos provocaban incendios, el fuego les procuraba placer, y obligaban a los desgraciados habitantes a contemplar su obra. Pero esto era slo una pequea prueba de lo que esperaba a Tracia si se opona a Teodorico, y de lo que ocurrira a Bizancio si el emperador no reciba a su hijo con los brazos abiertos. Campos arrasados o intactos, ciudades incendiadas o indemnes, segn le concedieran o no el paso libre! Qu planes tena Teodorico? Se diriga contra Bizancio? Quera convertirse en emperador de los godos? Ser basileo en lugar de patricio? En palacio se acumulaban las malas noticias, los habitantes de la ciudad emigraban cada vez en mayor nmero hasta Asia, al otro lado del estrecho. El pnico pareca aduearse de Bizancio. Los centinelas de los torreones anunciaron la aparicin de unos puntos negros en el horizonte. Las noticias llegadas a Bizancio decan que los godos avanzaban formando un ancho abanico. Como nadie les opuso

resistencia, no se haba librado ningn combate. Todava no arrasaban nada, pero su orden de batalla haca suponer que estaban dispuestos en todo momento a medir sus fuerzas con el ejrcito griego. Un Silenciario llev a Teodorico, el hijo, las palabras amistosas e invitadoras de su imperial padre: Por qu no corres a mi lado, Teodorico? Por qu no deseas ver a tu padre, que te espera lleno de amor? El cortesano bizantino ley en el rostro del prncipe brbaro las emociones encontradas que le embargaban. Teodorico haba recibido a solas a los enviados de Zenn; los centinelas no permitieron la entrada ni a los condes godos. El Silenciario haba venido preparado para una dura confrontacin, pero saba dominarse. Intercambiaron palabras anodinas en el acostumbrado lenguaje de la corte, con pequeas alusiones y la retrica usual. Quien comprenda este lenguaje saba que detrs de cada palabra se ocultaba un dardo. El patricio se puso en pie. Su rostro tena la dureza de los momentos en que tomaba grandes decisiones. Las venas se hincharon, y los ojos casi se salan de sus rbitas. Suplico a su Majestad, mi padre, que determine el da y la hora en que puede recibirme. Los enviados contemplaban la llanura desde la ventana de la estancia situada en el primer piso del cuartel general de Teodorico. Era medioda. En las calderas herva la carne de los bueyes de Tracia. Ensartados en asadores giraban sobre el fuego los corderos de los montes tracios. Era terrible pensar que esta horda salvaje e incontenible poda precipitarse sobre Bizancio. El sacerdote asperj al rey con agua bendita. El enviado dibuj sobre su frente el emblema de la paz. Intercambiaron regalos, y en la cancillera goda se redact la acostumbrada solicitud, en la que Teodorico se diriga al basileo. Se haban suavizado sus facciones? Era realmente la personalidad romana de Teodorico ms fuerte que la del brbaro de la estepa? El Silenciario contempl con el pensamiento la villa que esperaba recibir del emperador como recompensa por la misin cumplida... situada, eso s, al otro lado del Helesponto.

Zenn recibi a Teodorico en audiencia ultrasecreta; solamente el historiador de la corte se hallaba sentado en un rincn, a fin de tomar

nota de cuanto se dijera. El rey godo se present vistiendo la tnica de corte de los Grandes del imperio, y nada indicaba que era el rey del ejrcito brbaro y que ste se encontraba acampado ante las murallas de la ciudad, dispuesto a atacar a la urbe protegida por los ngeles a una sola sea de su seor. En estos momentos cruciales, el emperador slo poda tener un propsito: evitar el peligro inminente. Si todos sus esfuerzos en favor de la paz resultaban intiles, su misin era aplazar la ruptura definitiva hasta que llegase a la ciudad el ejrcito auxiliar de Asia Menor. Durante la reunin del consejo hubo algunos que aludieron al conocido mtodo de rodear el cuello del patricio con un cordel de seda, o bien a su llegada o cuando abandonase la sala de audiencias. Pero, quin osara portarse de manera tan bizantina con el visitante del emperador, cuando ante las murallas esperaban al menos cincuenta mil guerreros godos, con el arma en la mano y sedientos de sangre? Quin poda saber cuntos miembros de la guardia imperial eran fieles al patricio? Habra un bao de sangre si alguien se atreva a tocar un solo dedo del rey de los godos. Teodorico se arrodill como prescriba el ceremonial, y como si no existiera ninguna diferencia entre l y el emperador y ninguna brecha entre el pasado y el presente. Y cuando el emperador le otorg el permiso para hablar, las palabras de Teodorico brotaron como un torrente incontenible: La nica alegra del hombre digno es estar al servicio de Vuestra Majestad. Qu me ha faltado a m en este palacio? A quin ha tratado Vuestra Majestad con ms benignidad que a m? Por qu podra desear yo provocar el ceo en la frente de Vuestra Majestad? Cuando me asomo a la ventana, Teodorico, veo arder la ciudad de Melantea. Quin le ha prendido fuego? A una distancia de apenas cinco millas de las murallas exteriores... Sus habitantes hostiles y desobedientes han recibido una pequea leccin. Sin embargo, mis guerreros me han seguido hasta aqu porque esperan que mis palabras ablandarn el corazn de Vuestra Majestad. Hemos dado una provincia a tus godos. Pastos ubrrimos, agua. Qu queris ahora? Una verdadera patria. En suelo griego no hay lugar para tu pueblo.

No pienso en las provincias griegas. Suplico tu benevolente autorizacin. Te escucho, hijo mo! Al usurpador deben haberle inquietado los malos sueos, pues ha abandonado su campamento de Ravena y atacado sin permiso a los fieles aliados de Vuestra Majestad. Panonia y Nrica estn muy lejos. Pero con viento favorable, Italia est slo a un da y una noche de distancia de Dirraquio. Djanos marchar, Majestad, para que derrotemos al usurpador y pongamos de nuevo a las provincias itlicas bajo las alas del imperio. Cul es tu verdadero objetivo? Majestad, mi pueblo y yo estamos ante una encrucijada. Ni los guerreros ni las mujeres pueden soportar ms la miseria que han sufrido en Mesia. Tenemos que hacer algo. Si Vuestra Majestad nos diera provincias griegas, las aceptaramos con el corazn agradecido, pero las obtendramos sin lucha. Vuestra Majestad est preocupado por vuestro pueblo, y nosotros nos inclinamos ante vuestra voluntad. Vos mismo lo comprendis: slo nos queda un camino... y es el de Italia. Con cuntos guerreros atacaras a Odoacro? Con todo mi pueblo. An no he decidido si lo conducir a travs de los pasos de los Alpes o a bordo de barcos que nos llevaran al sur de la pennsula. Este ltimo sera el camino ms rpido, pero, dnde conseguir los barcos suficientes para transportar a todo el pueblo y adems los caballos, el ganado y los carros? Por esta razn me ver obligado a elegir el camino ms trabajoso de las montaas. Si te vas a Italia, no volver a verte; no podrs seguir a mi lado. Vuestros sentimientos paternales me llenan de la ms profunda alegra. Qu deseas de m para la conquista de Italia? Un nico pergamino con vuestra imperial firma y el sello del Senado! Un edicto!

Qu ventaja reportar ello al imperio? Si nuestra empresa tiene xito y conquistamos Italia, Vuestra Majestad habr ganado la campaa que dar a Bizancio su herencia legtima. Si fracaso, Vos no habris perdido nada. El imperio no sufrir por nuestra desaparicin. Zenn contempl al hombre que tena ante s, cuyo rostro era tal vez en este momento un autntico reflejo de sus pensamientos. Qu garanta me das? Cumplir mi juramento y considerar siempre a Vuestra Majestad como mi padre. Mi pueblo... hombres, mujeres y nios hambrientos, representan un peligro constante. Puedes creerme, seor, tampoco es fcil para m mantener a raya a mis guerreros. No es fcil detenerlos ante las murallas de esta ciudad. Qu pueden perder...? Si quieren conquistar Bizancio, que tiene poderosas murallas pero... un corazn dbil... Me ests amenazando, Teodorico? Por qu habra de hacerlo? Tengo que asegurarme el favor de Vuestra Majestad. Si mi pueblo se pone en marcha, no os amenazar ningn peligro. Hablo como servidor del imperio, y no como rey de mi pueblo. El nico camino practicable es el que nos conduce a Italia! Pero de este modo te perder, Teodorico. Ya no podrs estar a mi lado... Italia ser sobrada compensacin! Os lo ruego, dadme vuestra bendicin y dejadme marchar, magnnimo seor!

El viaje por mar, con tiempo encalmado, hubiera sido ms corto y tambin ms cmodo que cruzar los Alpes en pleno invierno con todo su pueblo. Pero no tenan barcos. Los godos no estaban familiarizados con el mar, y entre sus aliados tampoco haba pueblos marineros. Tambin carecan del dinero suficiente para comprar barcos. Incluso el emperador tena pocas galeras para un pueblo tan numeroso y sus carros y animales. Llegaron emisarios del otro lado del mar. Los sacerdotes informaron a la corte imperial del profundo descontento que reinaba entre los cristianos ortodoxos, porque el patricio-rey favoreca en todo a los

arrianos. El Senado romano careca de poder, no era ms que una asamblea de viejos decrpitos. La fuerza de Odoacro descansaba principalmente en los viejos guerreros, en los veteranos. Pero stos se haban ido acostumbrando con los aos a los goces de una vida pacfica. Haban fundado familias, labrado la tierra y participado en la existencia comunitaria de las aldeas. Slo volveran a empuar las armas contra su voluntad; opinaban que ya haban luchado lo suficiente. Y los guerreros nuevos, reclutados por Odoacro entre las tribus del norte, no eran de confianza. Por qu haban de olvidar los guerreros rugienos el trato que diera Odoacro a sus parientes de Nrica? Los emisarios que llegaron al campamento godo relataron que los restos mortales incorruptos de Severino haban sido trasladados al sur, porque no se consider prudente dejar tan sagradas reliquias en el turbulento norte. La iglesia donde seran veneradas se hallaba en una lengua de tierra de la costa napolitana, cerca de la villa de Lculo, donde viva el antiguo emperador de Roma, Rmulo Augstulo. Las noticias se contradecan. Despus de ser cuidadosamente sopesadas en la cancillera goda, la imagen que result fue la siguiente: En Italia ya no exista el caos, ya no era una tierra de nadie como bajo los ltimos emperadores. Al principio, Odoacro haba derramado mucha sangre, pero a medida que fueron disminuyendo los antagonismos y los terratenientes y campesinos se hicieron a la idea de que los guerreros de las tropas auxiliares brbaras se apropiaran del mejor tercio de sus posesiones, y decreci el malestar reinante en el campo, la crueldad del rey se suaviz, y empez a imperar un determinado orden. La campaa de Odoacro del ao anterior no haba soliviantado mucho los nimos. Exigi mucho dinero, pero el botn super con mucho los gastos de armamento del ejrcito. La noticia del triunfo de Roma se haba difundido al norte de los Alpes, y la derrota de los rugienos constituy un ejemplo del hecho fehaciente de que el imperio estaba en condiciones de reconquistar las provincias siempre que quisiera. Cuando se propag el rumor de que el victorioso Odoacro evacuaba las provincias conquistadas y se llevaba a los habitantes de las ciudades, cundi el desconcierto. Los brbaros conocan con exactitud el dicho de las legiones cuando ponan los pies en tierras remotas: Hic remanebimus optime. Con ello queran decir: Aqu permaneceremos mientras nos plazca. Por qu, entonces, el general victorioso evacuaba voluntariamente la tierra conquistada?

Si los godos hubieran dispuesto de barcos, habran bajado a tierra en Brndisi. Con el viento de otoo a su favor, un ejrcito ms reducido poda hacer la travesa en dos das. Cabalgando a lo largo de la costa, Teodorico contemplaba las velas de los navos que zarpaban. La flota se marchaba de maniobras. Glicinio y Nepote haban sido transportados en barcos, junto con sus tropas. Teodorico, cabalgando a lo largo de la costa, solitaria y barrida por el viento, sinti que estaba rodeado de enemigos. No tena ningn amigo verdadero, dispuesto a ayudarle. Bizancio slo ansiaba librarse de la agobiante proximidad del peligro godo. Pero careca de barcos, de ayuda y de oro. En realidad, en parte alguna se atenda tan admirablemente a las ceremonias como en Bizancio. El edicto imperial, el documento del solemne tratado con Teodorico, haba sido redactado en griego y en latn segn la ms antigua tradicin. Recibi el nombre de Pragmatica Sanctio. Su texto fue discutido en el consejo imperial y seguidamente, sometido al Senado. El contenido se ajustaba a lo acordado verbalmente por Teodorico y Zenn. El imperio autorizaba a Teodorico y a su pueblo la conquista de Italia. El patricio, por su parte, reconoca la soberana del imperio y del basileo. El texto era muy breve, sin concretar ningn punto determinado, por lo que muchas veces, tal vez intencionadamente, se prestaba a distintas interpretaciones. Si el emperador adjudicaba Italia, como su propia tierra, estaba en su derecho: todo el poder segua en sus manos; lo que daba, poda quitarlo de nuevo. En el edicto se mencionaba a Italia como parte del imperio, cuya poblacin obedeca las rdenes de su sagrada Majestad. No haba la menor indicacin de que el pueblo de los godos estaba a punto de comenzar la empresa ms dudosa de su historia. Se abri la gran puerta del palacio imperial. Los jefes de los Azules y los Verdes entraron en representacin del pueblo, cuya presencia era exigida por el ceremonial desde tiempos inmemoriales. En la parte sombreada del inmenso patio de gala se acomod la corte; la guardia personal acuartelada en Bizancio simbolizaba al ejrcito. El eunuco jefe trajo el documento en un estuche adornado con piedras preciosas. El consejo imperial tom asiento ante una enorme mesa. Sus sagradas Majestades llegaron en literas desde sus aposentos. El rito del imperio exiga que nada interrumpiese la armona general. A la ceremonia slo pudieron asistir los principales caudillos godos. El ejrcito tuvo que permanecer lejos de Bizancio, con rdenes de no abandonar su campamento, por lo que se vio obligado a contentarse con los generosos vveres suministrados por el gobierno imperial.

Teodorico se transform en romano una vez ms. Era el patricio; los dems ttulos quedaron relegados a la sombra, incluso el de hijo adoptivo del emperador. Una corona de laurel adornaba la frente del dignatario romano. Una cinta de prpura en su toga blanca indicaba su ttulo, mientras que la capa tejida en oro que cubra sus hombros simbolizaba a Bizancio. Zenn pareca flotar en las alturas. Los ancianos del Senado tomaron asiento en el gran palco del patio. Al patricio le corresponda un trono propio. En las arcadas, medio ocultos, coros masculinos entonaron el aleluya. Era una gran fiesta, una ceremonia inolvidable para la ciudad: Zenn, el emperador, despeda a Teodorico. En aquel mismo instante sonaron los trombones, y el coro que cantaba bajo las arcadas increment el volumen de su voz. Zenn habl. El emperador no era un orador nato, ni conoca los clsicos romanos. En las sesiones del consejo y durante las conversaciones con sus confidentes, sus palabras sonaban ms seguras que aqu, en el enorme patio de gala del palacio, donde todos le escuchaban atentamente. Si cumples tu misin, patricio, tendrs en tus manos con nuestra aprobacin la mitad occidental del imperio. No olvides, Teodorico, que cuantos all viven son nuestros hermanos romanos. Todos procedemos del mismo tronco. Somos hermanos. Manifiesta respeto al Senado romano, que promulga sus leyes en Nuestro nombre. Recuerda todos los das que nosotros te hemos enviado para tomar posesin de nuestra legtima herencia. Cuando llegues a Italia, tus palabras sern las palabras del imperio. Que Cristo te acompae, Teodorico, hijo mo!

Soplaba un viento cortante; gruesos nubarrones recorran el cielo. Entre el polvo gris que levantaban las herraduras del caballo, Teodorico revivi de nuevo la ceremonia. Trombones, un exceso de oro y de prpura. La bendicin del patriarca, las palabras fraternales de los caudillos del ejrcito. Ahora estaba reconociendo la costa con dos griegos y una docena de godos. En ninguna parte encontraba una mano amiga! La gran ceremonia de estado con que el imperio le haba despedido se le antojaba un servicio de accin de gracias: Por fin Teodorico se aleja con sus hordas! En lo sucesivo ya no amenazarn sus godos la ciudad y el palacio imperial! T propagars nuestra palabra, haba dicho el emperador, y nadie mencion a Odoacro, el duro y poderoso brbaro que no necesit a ningn basileo para conquistar Italia. Como si quisiera proclamar ante

el mundo su desprecio por las insignias imperiales, las haba enviado a Bizancio, despus de que Rmulo Augstulo las depusiera ante el Senado romano. Por qu aquel lujo anticuado? Quin necesitaba un emperador occidental, una marioneta superflua que slo serva para tragar dinero? Ahora, el ltimo emperador poda contemplar el mundo desde los muros de la villa de Lculo, poda acercarse a la orilla del mar y admirar el ritmo de las olas. Sin embargo, Bizancio jams reconoci a este emperador! Pero Odoacro segua viviendo y gobernando. Los guerreros de Teodorico estaban an acampados en las cercanas de Bizancio, y el pueblo continuaba en la comarca del Ister, cuando el rey de los godos propag la noticia: Preparaos! Estamos ante la gran emigracin, que tanto hemos ansiado durante dcadas! Saldremos en direccin al mar clido y el maravilloso mundo del sur. Nos iremos todos... Italia tiene que ser vuestra. El cielo y el mar se confundan bajo las nubes grises. Era temprano por la maana. Antes de ponerse en marcha con todo su pueblo, una capa de nieve cubrira las cimas de las montaas. Cmo cruzara los Alpes? De qu medios dispondran los emigrantes cuando abandonasen la calzada romana y se aventurasen en terreno montaoso? Sin embargo, no podan esperar hasta la primavera siguiente, hasta que las tierras inundadas estuvieran secas. Maana Odoacro ya estara enterado de sus preparativos. Durante el invierno, en Italia se formara un nuevo ejrcito. Por esta razn, el rey de los godos tena que ponerse en marcha en otoo si quera salir victorioso.

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El prisionero contaba los aos mientras lanzaba piedras a la tranquila superficie del mar. Ya haba cumplido veinticinco aos, y ste era su doceavo otoo que pasaba en la costa napolitana. Rmulo Augstulo lleg siendo an un nio a esta lengua de tierra rodeada de acantilados y barrida por las olas, y ahora que ya era un hombre, los aos de su vida transcurran como sombras annimas.

Era un prisionero como otros lo fueron antes que l, pasando sus das entre los muros de esta villa ya un poco ruinosa, construyendo aqu y all un ala nueva, plantando rboles frutales, y haciendo instalar un estanque para peces, que ahora se haba convertido en un simple charco. Ningn confidente le haca compaa; no tena amigos ni enemigos, slo centinelas indiferentes. As lo haba querido Odoacro y as lo decret el Senado. El propio Rmulo deposit la corona y el manto de prpura sobre la mesa de roble, despus de inclinarse ante la asamblea de ancianos; le haban perdonado la vida, aunque no falt quien, como Anicio, exclam: Qu ocurrir cuando el muchacho crezca y pretenda ser emperador? Muchas veces permitan la entrada en la villa a actores, comerciantes y bufones, si poda pagarlos la reducida bolsa de Rmulo Augstulo. El actor haba recitado a Plauto. Tambin interpret, cambiando cada vez el tono de voz, a diferentes personajes. Imit a un guerrero, a un ciudadano, e incluso a una mujer. Era costumbre invitar a comer a un actor de su categora. Si el anfitrin lo deseaba, tambin recitaba versos en la mesa... esta vez fueron de Horacio. Rmulo Augstulo tena los ojos cerrados; los hombres que le rodeaban comprendan apenas las palabras del viejo poeta. La oda era larga; a quin interesaba todava conocer los juegos de los nios en la Roma pagana? El antiguo emperador no tard en quedarse solo con el actor, que de vez en cuando sorba vino de una copa de plata. Entonces, de manera inopinada, pareci fallarle la memoria, y mientras finga esforzarse por recordar el siguiente verso, pronunci con voz queda: Teodorico, el rey godo, se acerca por las grandes montaas. Expulsar de Italia a Odoacro. T sers libre, seor. Rmulo pregunt en un murmullo: Traes alguna noticia? Para m? El capitn de la guardia entr. Qu buscaba aqu este extranjero, a quien nunca haba visto por estos lugares? Los versos volvieron a fluir. En la lengua latina falta la palabra s. Por eso el actor repuso en voz baja, cuando se inclin al terminar su recitacin: Ita est. As es, excelso seor. Llegaban hoy ms lejos que nunca las piedras que Rmulo Augstulo lanzaba contra la superficie del mar? Nadie le regateaba este placer al antiguo emperador. No era necesario ocuparse de l mientras paseaba durante la bajamar entre las secas y malolientes rocas, peces muertos,

algas, musgo, y a veces incluso restos de un naufragio, que el viento arrastraba hasta la playa. Restos de un barco naufragado haca mucho tiempo o recientemente... o acaso restos de un imperio en ruinas? El emperador Csar Augusto mir hacia el mar; an tena en la mano un puado de piedras. Cuando llegase a la roca rojiza, que el sol vete repentinamente de oro, aparecera Teodorico, del cual slo conoca su nombre medio brbaro y medio griego. Quin era ese Teodorico? Por qu vena a Italia? Cuntos aos necesitara para llegar a las antiguas cuevas de las sibilas de Cumas? Hasta que divisara Npoles y de all se dirigiera a la villa de Lculo? La guardia se acercara a rendirle honores, las puertas se abriran y el rey brbaro, surgido de la niebla, dira: Te he trado de Bizancio la diadema y la toga de prpura. Cbrete con ella, el invierno est al llegar. El ao prximo te pertenece, Csar! Y caminara de la mano del extranjero Teodorico hasta que l, Rmulo Augstulo, entrase de nuevo en Roma.

Con los picos en las manos, practicaban un camino sobre el hielo para ellos y todos cuantos les seguan por los gigantescos montes. Se haban puesto en marcha con manadas de bueyes y miles de caballos, que eran el tesoro de los godos, la nica posesin con que llegaran a la tierra cantada por las leyendas, la tierra donde el sol nunca deja de brillar. La avanzada tena la misin de abrir el camino entre las montaas. Pero ste era el trabajo ms fcil. Algunos de los hombres ms fuertes se hundan en el hielo hasta las caderas, y con la azada construan un camino para los carros... aquellos vehculos pesados, de ruedas hechas toscamente, que transportaban a su familia, sus bienes, su futuro. La mayora vesta una camisa de lino y sobre ella, un corto abrigo de lana. Estas prendas se helaban en las montaas cubiertas de nieve, los copos se introducan en los pliegues y el cuerpo temblaba de fro. Para que un ejrcito, o mejor dicho, todo un pueblo recorriese un camino tan difcil, era preciso mantener viva su esperanza. Italia estaba lejos. El pueblo, eternamente hambriento, mataba muchos de los bueyes, y otros resbalaban y caan por las gargantas. Muchas veces un animal patinaba por encima de una hendidura cubierta de nieve. El eco de sus bramidos acompaaba durante mucho rato a la caravana. As iban avanzando, en terrible lucha contra los elementos, pero acercndose lentamente a la otra vertiente, que era ms suave y transitable, y donde el ro descenda por un cauce de escaso desnivel, mientras que en este lado todo eran rocas y barrancos. Cuando la

avanzada alcanz el ro, destac a algunos jinetes que montaban caballos todava fuertes, para que reconociesen el terreno. Una hora despus supo Teodorico la mala noticia: en la orilla opuesta haba centinelas gpidos. Cuando los godos llegaron al ro, y en seal de paz agitaron ramas verdes, les recibi una lluvia de flechas y se vieron obligados a retroceder. Una legacin se dirigi hacia el rey desconocido que de improviso obstaculizaba aqu el camino de los godos. Los pueblos nmadas conocan las insignias que llevaban los legados. Enviaron una balsa a recogerlos, y los acompaaron a presencia del prncipe de los gpidos. guilas romanas y slidos de oro bizantinos, el ttulo de patricio y lanzas godas: tales eran los triunfos que deban jugar los enviados. Pero el prncipe gpido recelaba que se tratase nicamente de un ejrcito nmada, al que Bizancio hubiese retirado su proteccin. Tal vez los godos daban un rodeo para regresar al Danubio, a la comarca del gran lago, donde ahora pastaban los ganados de los gpidos. Los emisarios del rey Transtila haban informado de que el pueblo de Teodorico estaba dbil y hambriento, que muchos caminaban con los pies helados, que sus caballos carecan de fuerza y los innumerables carros entorpecan la marcha del ejrcito. Por todo esto, la respuesta de Traustila fue fra y burlona, y su aliento presagiaba una muerte ignominiosa para los godos. Un pueblo derrotado, un ejrcito condenado al fracaso! Entre los hijos de Amal, la respuesta del rey gpido se propag con la velocidad del viento. Teodorico se vio a s mismo por un instante en el palacio imperial, como cnsul bizantino. Ropas de seda, un bao diario, manjares exquisitos, consejeros inteligentes, mujeres perfumadas. En cambio aqu, su tienda se levantaba a la orilla del ro, y estaba rodeado por un pueblo aptico que no saba si maana el campamento no se convertira en un gigantesco cementerio. Las tropas de reconocimiento volvieron ensangrentadas y diezmadas. Las balsas haban sido hundidas por una lluvia de pesadas piedras, y los caballos pudieron trepar a duras penas por la escarpada orilla, mientras a su alrededor caa una cortina de flechas. Mi rey, no podremos cruzar el ro! Record los jvenes guerreros de las seis mil lanzas, que ahora ya haban sobrepasado la primera mitad de su vida. Con guerreros jvenes tal vez intentara de nuevo la hazaa. Tambin esta vez con seis mil lanzas; sera acaso un nmero de la suerte...? Oy el grito de guerra de los gpidos, mientras el viento azotaba elcaudal hinchado del ro. Se enderez el estandarte real, y a su derecha e izquierda fue colocada un

guila de bronce romana. El rey hizo saber que para este ataque necesitara nicamente a los ms audaces. Tal como exiga la tradicin, el escudero alarg a Teodorico una gran copa de madera llena de vino. Con las ltimas gotas salpic la arena de la orilla. Todo cuanto aprendiera de los estrategas deba ser cumplido al pie de la letra. Las balsas que construyeron durante la noche formaban, unidas, un puente, y los gigantescos escudos una muralla movible contra la que rebotaban las piedras y se clavaban las flechas. Los gpidos carecan de catapultas y de arcos. En cambio, los venablos de los godos amenazaban a quienquiera que se aproximase demasiado a la orilla opuesta. El nmero de atacantes no era grande, pero constituan un grupo elegido y organizado, y la presencia de Teodorico en el momento de mayor peligro centuplicaba el valor de los jvenes guerreros. Los gpidos eran ladrones inveterados. En las historias sobre las grandes emigraciones de la estepa, no constaba en ningn lugar que un ejrcito gpido hubiese vencido alguna vez en lucha abierta. Los godos lo saban, y Teodorico se lo record con detalle mientras cruzaban, luchando, el ro, y buscaban un lugar en la orilla que no fuese demasiado escarpado. Como si cruzase un paso entre montaas, as pas el ejrcito la garganta. Tras la cadena de colinas, las hileras de gpidos eran ms cerradas, y esta vez no estaban colocados en la estepa, sino dispuestos para la lucha abierta. Teodorico tena la ventaja de saber ms del arte de la guerra que el caudillo de los gpidos. Un general calculador encauzaba la temeridad de sus guerreros, y ahora les sirvieron de mucho los largos y fatigosos ejercicios a los que Teodorico les sometiera antes de la gran emigracin, exactamente segn las reglas del arte romano de la guerra. Penetraron la primera lnea y llegaron a la cima de una cordillera. Desde all vieron el bosque de tiendas de los gpidos, ganados enteros y cientos de caballos. Qu hermoso botn se extenda ante los ojos de los hambrientos godos! Se inici una lucha sin cuartel. Los gpidos, que haban contado con una victoria fcil, luchaban ahora por su vida, cuerpo a cuerpo. La espada de dos filos de los gpidos result considerablemente ms fuerte que la corta espada de los godos. Pero el estandarte de Teodorico segua en alto, y junto a l, las dos guilas romanas. Siguieron avanzando, durante unos momentos se quedaron estancados, pero el estandarte no tard en volver a ondear al viento... todos los ojos podan seguir su trayectoria. La lucha era siempre ms encarnizada en el punto donde apareca el rey montado sobre su caballo de batalla. La masa de los gpidos le volva la espalda, pero entonces se enfrentaba al muro formado por la guardia goda.

Del campamento de los gpidos sali un grupo de jinetes. El penacho del yelmo lo indicaba y la seal del cuerno lo proclam: el rey sala al encuentro del otro rey. Dos colinas los separaban. Por orden de Teodorico hincaron una rodilla en tierra los mejores arqueros; los veteranos instruidos en Bizancio esperaban la seal, dispuestos a lanzar sus catapultas. La espada de Teodorico se alz en el aire, y a travs de la espesa lluvia de flechas salieron disparados tres largos venablos. El blanco de los tres era Traustila. Los gpidos no contaban con ningn peligro a distancia tan considerable. Seguan cabalgando con los escudos junto a los flancos del caballo, para adquirir mayor velocidad. No tenan intencin de levantar los escudos hasta el momento en que las flechas pudieran alcanzarles. El primer venablo lanzado por catapulta se clav en el caballo de Transtila, el segundo le pas rozando, y el tercero, apuntando con ms exactitud, atraves la garganta del prncipe gpido. Teodorico pensaba en Roma y en Bizancio cuando dio la seal para el ltimo ataque. Sigui una persecucin salvaje que no hubiese merecido la aprobacin de los estrategas del palacio imperial. Se impuso una furia ciega que ningn general hubiera sido capaz de frenar. Ya era imposible pretender un movimiento de tropas organizado. El frenes era un arma de los brbaros que no podan aceptar los hombres que haban hecho una ciencia del movimiento de los ejrcitos. Sin embargo, la muerte del rey era una seal divina. Los godos alcanzaron el campamento gpido. Esto poda ser peligroso, porque la avidez de los guerreros, la vista del botn, la ansiada recompensa de la lucha, disminua el poder del general sobre su ejrcito. Precisamente cuando el enemigo contraatacaba con sus reservas, el guerrero entregado al saqueo era un contrincante indefenso. El estandarte del rey onde al frente de los atacantes. Teodorico gui a sus guerreros de manera que apenas rozaron el campamento de los gpidos. Mir hacia atrs: slo unos pocos se haban separado de la tropa, y eran hrulos. Los godos seguan a su rey. El ejrcito de Teodorico persigui a los grupos gpidos que an luchaban, ya en su mayor parte dispersos. Ahora no tenan posibilidad de vencer, y su rey estaba muerto. Ni siquiera los ms valientes desdearon la huida. No tard en caer la noche. Aqu y all luchaban todava con tesn algunos pequeos grupos. Los fugitivos desaparecieron en el horizonte. Nadie se dedic a perseguirles; tanto hombres como animales estaban extenuados.

Los guerreros godos entraron en el campamento de los gpidos. Slo encontraron a algunos atemorizados ancianos, que por carecer de caballo no haban podido huir. Ninguno de ellos protega ya los abundantes vveres: tinajas de aceite, cereales, carne curada al sol. Se apostaron centinelas en las cumbres que dominaban el campamento para escudriar el horizonte. Ellos fueron los primeros en recibir su parte del valioso y tan ansiado botn. Hoy el ejrcito de los godos comera hasta hartarse. Sigui una de las horas ms crticas de la magna aventura. El pueblo que an permaneca en la otra orilla, y el resto de los animales con los carros tenan que cruzar el ro. Encendieron enormes fogatas, y cada guerrero llevaba una antorcha en la mano. Si en estos momentos hubiesen vuelto los gpidos, su ataque podra haber sido decisivo. Lentamente fueron trasladados los carros desde la orilla a las balsas, y transportados hasta la orilla opuesta, en direccin al soado mundo del sur. El mdico vend las heridas de Teodorico. El griego puso blsamo en el lienzo con el que cubri el hombro, el brazo, la rodilla y la frente del rey. Haba que vendar a todos los heridos; en esto Teodorico segua el ejemplo romano. Le era imposible acostarse, las heridas le dolan demasiado. Arriba, sobre la colina, hizo colocar almohadones bajo sus dolientes miembros, y as esper la maana y el ataque. Pero todo permaneci tranquilo.

Poco a poco fueron quedando atrs los srmatas errantes, los ladrones de cadveres del ejrcito. El pueblo emigrante cruz los pasos de los Alpes con toda su impedimenta, y antes de que la primavera tocase a su fin, Italia se extenda ante los godos. Hasta el Soncino, que tras abandonar su cauce de rocas serpenteaba caprichosamente por la comarca que inundaba todos los aos, se hallaba la tierra de nadie: una regin salvaje, arrasada por los ejrcitos, donde tras prolongadas inundaciones verdeaban exuberantes prados. Los godos, agotados por la larga marcha, tomaron posesin de aquella tierra junto con sus debilitados animales y la consideraron el paraso. Un sol meridional enviaba sus rayos, y la jugosa hierba de la primavera convirti en cuestin de pocas semanas a los enflaquecidos caballos godos, que apenas podan sostenerse en pie, en caballos robustos, nuevamente aptos para la lucha. El Soncino formaba la frontera entre ambos patricios. Los emisarios haban informado a Odoacro de todas las fases del notable espectculo

con que Teodorico fue inducido a alejarse de Bizancio: la forzada autorizacin imperial, la fastuosa entrega de poderes, la alegra general ante la marcha de los godos; por fin se vean libres del insistente peligro representado por aquel hombre inconsciente que por su educacin se haba transformado de brbaro en griego a medias. El seor de Italia haba seguido el avance del hijo de Amal a travs de los montes, las estepas, los pasos y los ros. Tal vez los gpidos fueron sus centinelas avanzados, tal vez los jinetes srmatas estaban a sueldo de Odoacro. ste tena mucha prctica en convencer a los veleidosos prncipes de la estepa. El patricio de Ravena gobernaba Italia con seguridad y sin rivales desde haca quince aos. Los conceptos rey de las tropas auxiliares brbaras y emperador se haban fundido mucho tiempo atrs. Odoacro haba recibido ya a muchas legaciones en calidad de Augusto. El antiguo centurin consegua continuamente reforzar su campamento con nuevas tropas brbaras y prncipes aliados. Segn las palabras de los historiadores contemporneos, en el ejrcito del patricio haba casi tantos reyes como guerreros. Ahora, dos reyes y dos patricios estaban frente a frente. Los rugienos que haban podido salvarse pasaron a reforzar las filas de los godos. Fridericus proclamaba a los cuatro vientos que vengara la ejecucin de su padre Fava y el ignominioso cautiverio de su madre Ghisa. Muerte a Odoacro, el tirano!, era su diario grito de guerra, con el cual pretenda animar al ataque a Teodorico. Los dos frentes a uno y otro lado del Soncino empezaron a dibujarse. La tradicional tctica blica romana meda sus fuerzas con la moderna estrategia griega. El ejrcito romano estaba constituido en parte por guerreros itlicos, una infantera disciplinada, formada de acuerdo con la antigua tradicin. Formaban ambas alas los brbaros aliados: jinetes ligeros, despreciados por los itlicos, ansiosos de robo y de botn. Frente a todos ellos estaban los godos, que lentamente haban ido recuperando sus fuerzas: un solo pueblo, entre el cual no tenan gran importancia los aliados de la talla de Fridericus. Ambos bandos luchaban bajo las guilas romanas, como si dos autnticos emperadores quisieran medir sus fuerzas por la posesin de un imperio mundial; Bizancio haba reconocido a Odoacro como patricio de Roma. El hijo adoptivo de Zenn haba partido con el solemne edicto hacia la reconquista de la tradicional herencia del emperador. Por consiguiente, ambos bandos tenan un derecho legtimo a enarbolar las guilas romanas.

Una cadena de campamentos, fortificaciones y avanzadas se levantaba frente a Teodorico. Su fuerza resida en la acorazada caballera goda, en su potente y penetrante mpetu, y en los conocimientos adquiridos por sus caudillos de la tctica bizantina. Los godos eran dbiles en el asedio, su fuerza desapareca en la guerra de trincheras; tal era, por contrario, el fuerte de las antiguas legiones romanas, y las tropas itlicas estaban adiestradas segn su modelo. Profecas, informes de la gente de confianza, proclamaciones. Los emisarios de Teodorico se introdujeron por toda Italia, y la poblacin de las ciudades no tard en enterarse de que Zenn, el emperador, el nico emperador reinante, haba declarado usurpador a Odoacro y puesto el destino de Italia en manos de su hijo adoptado a la sombra de las armas. Sin embargo, por qu tena que esperar de otro prncipe brbaro algo mejor que del rey de las tropas auxiliares brbaras, quien era cierto que arrancaba el dinero a los ciudadanos itlicos con todos los pretextos imaginables, pero del cual poda decirse que durante quince aos no haba arrasado una ciudad romana? Por qu deban tener confianza en Teodorico? No se haban recibido noticias en la pennsula apenina que denunciaban la devastacin por parte de los godos de Macedonia, Tesalia y Tracia? Por qu las sufridas provincias itlicas tenan que confiar ms en un brbaro que en otro? Es que acaso podan decidir las ciudades itlicas quin deba gobernarlas, y por qu leyes deban regirse? El poder de Odoacro era lo bastante fuerte como para exigir los impuestos y el producto de los campos, y reclutar soldados. Cmo podan decidir las ciudades itlicas a qu prncipe brbaro corresponda la herencia de la repblica? En esta tensa situacin, el Senado romano, del que todos se burlaban calificndolo de un montn de obedientes vejestorios, tom repentinamente una decisin. En una reunin secreta se acord no tomar partido por ninguno de los dos reyes brbaros. No reconoceran ni a uno ni a otro mientras durase la confrontacin. Como haba corrido el rumor de que Odoacro, en caso de una derrota, pensaba librar la batalla decisiva ante las murallas de Roma, los ancianos decidieron que mientras los dos ejrcitos estuvieran en guerra, Roma permanecera neutral. Esta decisin era ms que un piadoso deseo. Los senadores saban, porque haban crecido en tiempos difciles, que ahora sera muy peligroso esperar con los brazos cruzados. Roma segua estando rodeada por una muralla. Durante la larga paz bajo el gobierno de Odoacro, haba surgido una nueva generacin que no conoca el hambre ni las epidemias, ni la devastacin de sus ciudades a manos de

hordas de guerreros brbaros. Ciertamente Roma haba perdido gran parte de su prestigio y poder, pero las antiguas tradiciones se mantenan vivas. Aunque las malas hierbas infestaran el Foro romano, aunque ya nadie hablase desde las viejas tribunas de los oradores, aunque los palacios imperiales del Palatino fuesen colosos en ruinas y deshabitados, aunque las viejas murallas de la ciudad empobrecida la rodeasen como un manto desproporcionado para el cuerpo flccido que cubre, Roma segua siendo Roma. An se construan edificios, se moldeaban estatuas y se pintaban cuadros. El comercio era floreciente, y en la Urbe residan an hoy ms hombres cultos que en las otras ciudades itlicas. El Senado hizo comprender a los habitantes de la ciudad la peligrosa situacin de Roma. Era preciso reparar las ruinosas murallas, edificar catapultas y apostar centinelas que ahuyentasen a todos los posibles atacantes. Patricios y plebeyos, sacerdotes y artesanos empezaron a profundizar las trincheras y a reforzar las murallas con torreones y campos de tiro; instalaron bastiones adelantados, y despus de tantos decenios, terraplenes, tejares, carros llenos de piedras y maderos anunciaron que la Urbe estaba una vez ms amenazada por el peligro. Sin embargo, de momento no acechaba ninguna desgracia a la Ciudad Eterna: Teodorico y Odoacro estaban en el Norte, muy lejos de ella. Y jams el rey de los godos hizo gala de mayor precaucin que ahora; saba que con una sola derrota poda empujar a su pueblo a la perdicin, pues para los godos, una nica batalla perdida significara el fin. No tenan ningn camino de regreso ni escapatoria posible: la ciudad compuesta de miles de carros, con sus hombres, animales y enseres, sera el botn de Odoacro si el ejrcito godo no poda protegerla. De este modo, entre exploraciones del terreno y pequeas refriegas, pas medio verano. Odoacro reforz su lnea de fortificaciones, Teodorico ensanch el frente de los godos. Sus ojos adiestrados en la estrategia bizantina descubrieron las debilidades del ejrcito enemigo: las fuerzas de Odoacro estaban concentradas en un espacio demasiado reducido. Desde esta orilla del Soncino podan reconocerse los campamentos contiguos de los diversos prncipes: ondeaban al viento las insignias reales de los escitas, turquilingos y alanos. Eran grupos dispersos de pueblos que, de acuerdo con la ley de la estepa, no se llevaban bien entre s, que comprendan tan mal la lengua de la otra tribu como las rdenes dadas en lengua latina.

Odoacro haba cometido el error de ponerse a la defensiva por anticipado, y en su posicin, que consideraba segura, esperaba el ataque de Teodorico, para lograr as la victoria con un mnimo de prdidas. No atac, ni siquiera intent cruzar el ro e instalar cabezas de puente en la orilla norte. Esper. As el rey godo pudo determinar el da de la batalla y asegurarse las mejores posiciones de partida. Ya en las primeras horas de la tarde apareci en la orilla del ro su caballera ligera, que al amparo de la oscuridad procedi a desplegarse hacia el curso superior e inferior del Soncino; cruz el ro en puntos tan distantes, que no tropez en ningn lugar con centinelas romanos. El Soncino era profundo, pero no experimentaba ninguna crecida, por lo que la corriente no tena mucha fuerza. Los caballos de los godos estaban acostumbrados a cruzar ros con sus jinetes. La infantera fue transportada en balsas a la orilla opuesta, en lugares donde no era de temer una fuerte resistencia. La noticia de que los godos haban cruzado el ro lleg al cuartel general de los itlicos, y Odoacro tom las medidas pertinentes. Pero antes de que sus tropas ocuparan sus posiciones frente a los godos, la mayor parte del ejrcito de Teodorico ya haba alcanzado la orilla sur. Ahora, la debilidad de su ejrcito fue decisiva para los itlicos. El grueso tom posiciones segn el modelo de las legiones. El poderoso erizo de hierro se antojaba invencible, pero era muy lento de movimientos frente a la caballera goda, que cambiaba de posicin con inslita rapidez. Y los jinetes que Odoacro envi a la lucha slo pensaban en cruzar el Soncino y atacar el campamento de carros de los godos, para saciar en l su avidez de botn y de sangre. La batalla les importaba poco. Al rey de las tropas auxiliares brbaras se le escap el mando de la mano. El momento crtico se produjo cuando Odoacro crey evitar una funesta derrota abandonando ahora el campo de batalla. A sus espaldas estaba el bien guarnecido campamento y la fortificada ciudad de Verona. Si no consegua vencer al enemigo, quera salvar al menos al grueso de su ejrcito. As pues, orden la retirada cuando las caballeras an luchaban encarnizadamente. La infantera sigui con orden ejemplar al rey, que se retiraba con tan digna actitud, que la impresin general fue de que se trataba de un cambio de posicin premeditado, de un ardid de guerra para conducir a una trampa al adversario. Teodorico haba cruzado el Soncino. Ahora ya no interceptaba su camino ningn otro ro de nacimiento tempestuoso entre montaas y de curso tortuoso a lo ancho de comarcas inundadas, sino algunas ciudades fortificadas, las primeras de las cuales eran Verona, Ticino y Mediolnum... y finalmente, Ravena. Teodorico tena que contar con

guarniciones fuertes, grandes unidades de tropas y un sistema avanzado de defensa. Pero haba ganado la primera batalla... y el abandonado campamento de Odoacro fue el primer importante botn de guerra en Italia, que sirvi de compensacin de muchas penalidades.

XXVII

La batalla junto al Soncino fue slo una primera prueba de fuerzas entre los dos potentes adversarios. Teodorico saba bien que Odoacro dispona de fuentes seguras para aumentar sus efectivos: el rey de las tropas auxiliares brbaras poda exigir la ayuda de tribus lejanas, y como patricio, reclutar a toda Italia. En cambio, Teodorico slo poda contar con sus propios godos. La concentracin de fuerzas requiri semanas. Por precaucin, Teodorico no ocup las comarcas situadas al sur del Soncino. Odoacro diriga las operaciones desde Verona. Transcurrieron las primeras semanas de septiembre antes de que Teodorico diese la orden de marcha. El ejrcito godo utilizaba la calzada romana, por la que avanzaban con mayor seguridad y rapidez carros y jinetes. Pasaron Tarvisium y Vicetia, y a poca distancia de Verona tropez su vanguardia con unas patrullas montadas del ejrcito de Odoacro. Odoacro haba elegido el lugar que le pareci ms idneo para la batalla. El anciano general dispuso de tiempo suficiente para los preparativos, y asegur incluso con empalizadas el campamento de su ejrcito. Esta vez tom l mismo el mando. El cordn de fortificaciones, el campamento cerrado, el terreno visible y delimitado geomtricamente... todo ello formaba parte del arte romano de la guerra. El grueso del ejrcito de Teodorico lleg en los ltimos das de septiembre ante el fortificado campamento romano. El sol se pona temprano. En el lado itlico prendan con fuerza las hogueras del campamento, pues desde los Alpes soplaba ya un viento cortante. Teodorico pensaba en el consejo de un viejo capitn bizantino: Si quieres saber de cuntas fuerzas dispone el enemigo, cabalga hasta una colina que domine su campamento y cuenta desde all sus hogueras. Si

se trata de un ejrcito que lucha conforme al orden de batalla romano, se pueden calcular como mximo veinte guerreros por hoguera. Llevando consigo a un escriba, cabalg a lo largo de todo el frente. El escriba contaba mejor que el rey. Al final llegaron a la conclusin de que el enemigo dispona de casi el doble de hombres que ellos. No era una superioridad aplastante; en cualquier batalla poda ser compensada por el espritu combativo. Teodorico regres a su tienda y mand llamar a los caudillos de los godos. Los ancianos nobles y los capitanes de la misma edad de Teodorico recibieron la orden de ataque: Concluid esta noche los preparativos, atacaremos con el alba!. Tena que ser una sorpresa, pues el ejrcito de Odoacro no contara con que los godos, despus de una marcha de veinticuatro horas, no se tomasen ni un da ni una noche de descanso, y ni siquiera esperasen a que saliera el sol. Todo signo de fatiga pareci disiparse... el campamento de los godos pas la noche a la expectativa. Todos tenan la certeza de que nuevamente se encontraban ante la encrucijada de la vida o la muerte. Aunque Odoacro haba evitado librar la batalla decisiva a orillas del Soncino, aqu, en las mrgenes del Atesis, deba decidirse a qu rey brbaro pertenecera Italia. Las seales de cuerno de Teodorico se anticiparon a los gallos de Verona. An recorran el cielo perezosas nubes oscuras cuando el rey empez a vestirse. La coraza necesitaba la mano experta del maestro de armas. Mientras los hombres se hallaban ocupados con los preparativos de la batalla, la tienda se llen de improviso de voces femeninas. Erelieva y Amalafreda llegaron para entregar el regalo de la madre y la hermana a la hora de la lucha: el manto de prpura del general, que deba llevar encima de la coraza. Teodorico oy las seales de cuerno godas, que despertaron asimismo a cuantos incluso aquella noche no haban podido resistirse al sueo. Pero la madre y la hermana impidieron al rey montar inmediatamente su caballo ya dispuesto y lanzarse al frente de su squito con el primer embate de la lucha. Erelieva y Amalafreda saban del mismo modo que las dems mujeres del pueblo emigrante, que la muerte o un indigno cautiverio esperaba a todas las godas, si Teodorico caa, si perda la batalla. Teodorico no presenci el comienzo de la lucha. El primer ataque se inici sin l, y ya estaba en pleno furor cuando el rey salt sobre la silla. Un ataque a caballo puede realizarse en cuestin de minutos, pero la marcha de la infantera, la colocacin de los arqueros y los lanceros

acorazados, la formacin de unidades militares, es un trabajo de horas. Cunto deba haber durado la conversacin de Erelieva y Teodorico? Cunto tiempo transcurri antesde que la hermana cubriera sus hombros con el manto y ajustara la hebilla? Minutos... minutos fatales. Mientras t tardabas, entregado a tus emociones, el enemigo acosaba furiosamente a tus tropas, escribi el historiador Enodio. Y de hecho, la duracin de la batalla demuestra que Teodorico no alcanz a sus tropas hasta que stas ya retrocedan ante la superioridad numrica. Las filas del ejrcito godo fueron atacadas en su centro. Cuando el rey se diriga al lugar de la batalla, le salieron al encuentro guerreros godos, huyendo con salvaje desesperacin. Teodorico quiso detenerles con palabras de aliento, con amenazas, pero los fugitivos casi le arrastraron en su huida. De repente se acord del ms famoso hecho de armas de su vida. Con el recuerdo de las seis mil lanzas, se precipit hacia delante rodeado del pequeo pero elegido grupo de sus mejores jinetes, y trat de detener el ataque de Odoacro. Fue como si el valor del rey obrase un milagro, prestando fuerzas sobrehumanas a sus guerreros. Dondequiera que ondease el penacho de su yelmo, la lucha se haca ms encarnizada. La infantera itlica no haba contado con un asalto tan audaz de la caballera pesada goda. Crean tener ya la victoria en sus manos, y ya se disponan a saquear a los muertos y el campamento. Cuando Teodorico se hubo introducido en el centro, no persigui a los fugitivos, sino que atac con sus jinetes, a los que ya se haban unido los que se creyeron derrotados en los primeros momentos, el ala derecha del ejrcito romano, que se encontraba en la orilla del Atesis. Las tropas de Odoacro no tuvieron otra alternativa que hacer frente a los godos: a sus espaldas ruga el profundo y turbulento ro, y hacia ellos se abalanzaban los jinetes godos, ebrios de triunfo. Aqu era ms reducido el nmero de itlicos, el grueso consista en tropas auxiliares hrulas y escitas: su disciplina no poda compararse con la de los guerreros itlicos de Odoacro. Las tropas adiestradas segn la tradicin de las legiones romanas resistieron largo tiempo el ataque de los godos. La muralla de escudos vacilaba, se abra, y volva a cerrarse. Ante los godos, que no conocan la piedad, yacan en su sangre anchas hileras de guerreros. La lucha prosegua cada vez con furia renovada. La presencia de Teodorico multiplicaba el valor de sus guerreros, mientras l pona en prctica diversos artificios de la tctica bizantina. El pnico se apoder primero de los hrulos. Con coraza, yelmo y armas se arrojaban al ro, con la vana esperanza de poder cruzarlo.

Pero el Atesis era en este lugar muy profundo y tumultuoso. En el agua se vean manos que an se agitaban sobre la superficie, caballos ahogados, que arrastraba la corriente, y armas destrozadas, y hubo muy pocos que consiguieron alcanzar la seguridad de la otra orilla. La carnicera que ahora se inici era un signo de la victoria. Filas enteras de hombres fueron segadas de un tajo; y sin embargo, el enemigo acorralado entre los godos y el Atesis no entreg su vida sin lucha. Muchos godos cayeron tambin en el campo de batalla, pero la palma de la victoria esto era indiscutible perteneca a Teodorico. Odoacro huy a Verona, mientras la mayor parte de su ejrcito pereci en el campo de batalla. Verona era una antigua ciudad romana y al mismo tiempo, un enorme campamento militar, un bastin del sistema de fortificaciones del norte de Italia. Odoacro reuni sus tesoros y huy con el resto de su ejrcito por la puerta oriental de la ciudad. Una hora ms tarde entr Teodorico por la puerta norte en la primera gran ciudad romana. Heridas y armas. El magistrado le sali al encuentro; as debieron de recibir a Atila los antiguos gobernadores, dispuestos a morir. Teodorico entr malparado, ensangrentado, con el manto de prpura hecho jirones. De dnde sacar el tiempo para cambiarse de ropa, lavar la sangre y el sudor de su rostro, descansar un rato y detener con el sueo el interminable desfile de horrendas imgenes que flotaban ante sus ojos? Una hoja suspendida en el aire, una lanza dirigida contra su pecho, una flecha que llegaba silbando y que rebot contra su coraza, un venablo que se clav en el escudo del rey, mientras luchaba con dos enemigos a la vez. Volvi a verse a s mismo blandiendo la larga espada. El semblante horrorizado, la herida por la que brotaba la sangre a borbotones, permanecan, obstinadamente, ante su vista. Un viejo guerrero, que levant ambas manos con desesperacin, despus de que Teodorico le arrebatase la lanza: Perdname la vida! Los brazos, los ojos, la mente y el cuerpo vivan independientemente unos de otros. Apiadarse o hundir el arma... de qu dependa? En un instante se decida una vida humana. Tambin dependa del caballo, de si resoplaba, se encabritaba o morda. Teodorico tena la impresin de que ahora, su caballo, acostumbrado a las penalidades, el hambre y la lucha, no se senta atormentado por ningn recuerdo; trotaba tranquilamente hasta que su dueo le detuvo ante la puerta de la ciudad conquistada. Salve, Teodoricus Rex. Salve, justo y misericordioso seor. Nosotros, los modestos ciudadanos, no nos mezclamos en la lucha de los

poderosos. Somos ciudadanos pacficos, dedicados a nuestro trabajo. Perdnanos la vida! Teodorico comprendi el saludo latino, pero contest en griego. sta es la primera ciudad de Italia que abre sus puertas, obedeciendo as el mandato del emperador. Qu podra sucederos, habitantes de Verona? Si segus sus consejos y los de su gobernador, podris vivir en paz. El ejrcito se quedar fuera de las murallas. Vosotros mandis comida a los guerreros, y nosotros nos alojaremos por algunos das en el palacio del gobernador. La paz sea con vosotros, ciudadanos de Verona! Nadie hubiese podido frenar a los guerreros de las tropas auxiliares de Odoacro, si se hubieran abierto ante ellos las puertas de una ciudad rica. Pero los godos obedecan las rdenes de Teodorico. Los ancianos corroboraron el hecho de que en la primera ciudad impidi todo acto de devastacin. Este rumor se extendi por todo el pas, facilitando el futuro avance del rey, y poniendo fin al terrible silencio con que se recibiera aqu al hijo del emperador, cuando entr a la cabeza de sus tropas. Los godos obtuvieron el botn abandonado en el campamento enemigo. Se quedaron a las puertas de la ciudad, dispuestos a defender a su seor en el caso de que sufriera un ataque inesperado. En el antiguo hipdromo romano celebr un solemne desfile militar, siguiendo la costumbre bizantina, e invit a presenciarlo a la poblacin de la ciudad. Haca mucho tiempo que Verona no contemplaba un desfile tan impresionante. Participaron en l las mejores tropas godas. Retumbaron las seales de cuerno. Las insignias de los brbaros y las guilas romanas ondearon unas junto a otras. Teodorico se hallaba en pie en el palco de honor del hipdromo, vistiendo una tnica de gala griega y con una corona de laurel sobre la frente. Extenda el brazo derecho... como un emperador.

Enodio, el poeta, rindi tributo al vencedor, con un rollo de pergamino en la mano. Como orador oficial de la ciudad, pronunci las palabras de salutacin: Salve, Atesis, el ms magnfico de todos los ros: Sin perder la pureza de tus aguas, en este da memorable has sabido lavar la suciedad ignominiosa de nuestra patria, y has unido de nuevo a Italia con el ancho mundo. Salve, llanura de Verona, blanca con los huesos de los muertos, que proclaman la glora de nuestro rey. Pese al recuerdo de antiguos sufrimientos, su contemplacin nos infunde confianza...

Abundante es en verdad la comida que Teodorico ha preparado para los buitres... Ojal la Urbe no estuviera tan alejada. Oh, si nuestra madre Roma, vacilante ya bajo el peso de los siglos, pudiera experimentar lo mismo que nosotros! La alegra le devolvera la juventud. Reina del mundo, por qu te encierras en tus iglesias? Todo cuanto ocurre aqu, a orillas del Atesis, significa ms para ti que los hechos gloriosos de los cnsules y de sus sucesores... Desde las gradas del hipdromo poda contemplarse la llanura. Un terrible espectculo: Teodorico haba ordenado, como venganza, que no se enterrase a los cados del ejrcito de Odoacro, y que fuesen abandonados en el campo de batalla para servir de botn a lobos y buitres, lluvias y tormentas. El viento de septiembre traa el hedor de los cadveres, pero cualquiera que hubiese osado enterrarlos, habra pagado su acto con la vida. Por la noche, el aullido de los animales carnvoros rompa el silencio. Las cornejas describan crculos sobre el campo de batalla. Los godos muertos haban sido enterrados en fosas comunes. Las exequias se efectuaron segn la tradicin imperante entre los guerreros nrdicos. Los huesos de los guerreros muertos de las tropas auxiliares brbaras brillaban bajo el sol meridional.

Odoacro reclutaba un tercer ejrcito. Ravena era la ciudad ms fcil de defender, porque junto con sus alrededores constitua una gigantesca fortaleza. Estaba protegida por pantanos, bosques impenetrables, por la flota y las fortificaciones que desde haca tres siglos emperadores y generales construan sin cesar. Abandonar Verona y poner sitio a Ravena sin haber cubierto antes la retaguardia, hubiera sido un imperdonable error por parte de Teodorico. Mediolnum y Ticino disponan de fuertes campamentos militares, y los jefes eran capitanes de probada fidelidad hacia Odoacro. El Senado romano guardaba silencio. No envi ningn mensaje a Odoacro. Tampoco hizo saber a Teodorico si le consideraba el nico patricio. En Verona desplegaba gran actividad la cancillera de los godos, que se pareca a una caldera en ebullicin. Seores itlicos, sacerdotes y ciudadanos, que aspiraban a un futuro mejor, pedan audiencia al rey godo. Se pusieron en camino legaciones con destino a Roma. Teodorico envi una parte del botn a los influyentes ancianos del Senado, para congraciarse con ellos. Quin era el legtimo dueo de Italia? Hoy sera discutida en los foros de las ciudades la proclama de Teodorico. Al da siguiente record un orador de Odoacro que su seor era aquel a quien la ciudad y sus habitantes deban los ltimos quince aos de paz. Aquel recin llegado que pretenda alterar la paz romana, era un brbaro del Norte, vido de

sangre, un hereje, que viva de carne cruda y cuya crueldad superaba a la de Alarico. El rey de los godos concedi un descanso a su pueblo, reclut tropas auxiliares y se procur carros, vveres y dinero. Deba contar con un prolongado asedio de Ravena, y saba que sus nobles de los bosques no tenan gran experiencia en el asedio de ciudades. Odoacro senta amenazada su hasta ahora indiscutida posesin de Italia. Contaba con la fidelidad de sus sbditos, y esperaba que toda la pennsula se pondra de su lado en cuanto estuviera convencida de su fuerza. Pero si permaneca indefinidamente en Ravena, ello poda ser interpretado como un signo de debilidad. Por esta razn parti hacia el Sur con el resto de su antiguo ejrcito y las tropas recin reclutadas, con objeto de unirse a los ejrcitos acuartelados en el centro de Italia, reforzar su posicin en la Ciudad Eterna con ayuda del Senado, y librar la batalla definitiva contra Teodorico en un lugar cualquiera de la Campagna. Odoacro envi un mensaje al Senado: Vosotros abolisteis la dignidad imperial en el reino de Occidente y me concedisteis el ttulo de patricio para que os protegiera. Ahora nos ha invadido el general ms cruel de los tiranos orientales, que ya ha empapado el suelo griego con la sangre de sus pacficos habitantes. Todos luchamos por una causa comn: contra el invasor. Es el momento de que tanto el Senado como el pueblo se mantenga a mi lado!. El Senado se reuni, como siempre, desde haca mil aos, cuando amenazaba algn peligro. La milicia estaba armada, las puertas atrancadas, los vveres almacenados y se haban abierto nuevos pozos. La Ciudad Eterna pareca haber despertado de un largo sueo, y cada uno de sus habitantes se hallaba dispuesto a defender una vez ms con las armas sus murallas, su casa y su familia. Una representacin del Senado salud a Odoacro, pero nadie abri las puertas para dar paso a su ejrcito. En nombre de los senadores se dijo al patricio que no intentase siquiera conquistar la ciudad, pues ello costara mucha sangre y slo servira para facilitar las cosas a Teodorico. El Senado tena la intencin de seguir a su modo fiel a Odoacro, cuyos mritos no haba olvidado. Sin embargo, el Senado consideraba que protega mejor los intereses de Roma observando la ms estricta neutralidad en la lucha de los dos reyes. Roma no poda ser juguete de los ejrcitos. Nadie deba destruir sus templos, y en torno a la tumba de san Pedro no podan amontonarse los cadveres. Los senadores deseaban deliberar pacficamente en el Capitolio, y rezar por la paz del mundo. El patricio-rey tena que comprenderlo: la Urbe

no haca ms que defender sus tradiciones al cerrar sus puertas a cualquier ejrcito. Dondequiera que mirase Odoacro, vea hombres armados haciendo guardia en las murallas. Artesanos de la ciudad, convertidos en mercenarios, mquinas de guerra, esclusas; esclusas que slo era necesario abrir para convertir la Campagna en un pantano. Si pona sitio a Roma, precisara semanas. Entretanto, Teodorico le alcanzara, y l, Odoacro, se encontrara entre dos fuegos. Y con un Senado hostil a sus espaldas, tendra la batalla perdida por anticipado. Con furor en el corazn y maldiciones en los labios, el anciano patricio retrocedi sin haber logrado sus propsitos. Ahora ya no mostrara piedad por nada ni por nadie. Fue como si el estado de nimo de Odoacro se transmitiera a sus decepcionados guerreros, que arrasaron las aldeas de los alrededores de Roma. La Campagna ardi. Los ciudadanos de la Urbe tuvieron que ser testigos de la destruccin de sus posesiones romanas. Odoacro no tuvo otra alternativa que retirarse de nuevo a Ravena, la nica ciudad segura, que poda ser defendida durante aos. Mientras tanto podan ocurrir muchas cosas. Teodorico tena que conquistar primero Mediolnum si quera acercarse a Ravena sin el temor de dejar enemigos en la retaguardia. El ejrcito acuartelado all consista en tropas hrulas, y su magister militum, Tufa, hrulo a su vez, era un viejo camarada de Odoacro, y el general que ste consideraba ms fiel a su persona. En la llanura al norte de Mediolnum hubieran tenido que enfrentarse los dos ejrcitos, pero Tufa haba conducido das antes a sus tropas hasta la orilla del Po; de este modo, Teodorico pudo entrar en Mediolnum sin blandir una sola vez la espada; el obispo de la ciudad le dio la bienvenida. Todo se desarroll pacficamente; la acomodada poblacin agitaba ramas verdes cuando el rey godo, vistiendo una tnica griega, apareci en la carretera romana. Se haba dado otro paso en direccin a Ravena. El siguiente conduca a Ticino. Teodorico deba ser prudente, no exponerse a riesgos innecesarios. Una sola batalla perdida poda ser fatal para los godos. Entonces los vigas anunciaron: Desde el Po se aproxima un gran ejrcito. Los defensores de Mediolnum fueron llamados a las armas, y se orden a las tropas del trmino de la ciudad que se mantuvieran en estado de alerta. Sin embargo, cuando el ejrcito enemigo estuvo cerca, los defensores fueron testigos oculares de un notable fenmeno. El

ejrcito avanzaba en correcta formacin y totalmente armado, pero agitaba ramas verdes en seal de paz. De dnde vendra? Quines eran? La aguda vista de los guerreros no tard en adivinar por sus ropas y armas que se trataba de un ejrcito hrulo. Tufa entr en el palacio con sus generales, luciendo todos los atributos de un magister militum; en el palacio haba residido en un tiempo san Ambrosio como gobernador. Fue una ocasin memorable cuando Tufa deposit su espada a los pies de Teodorico y esper la respuesta con los brazos extendidos! El general de Odoacro haba venido al campamento de los godos! La primera buena noticia en Italia para Teodorico. El avezado ejrcito de los hrulos fue la primera golondrina, cuyo ejemplo seguiran otras. Aquella excelente tropa, adiestrada al modo romano, sera un refuerzo de la caballera; los hrulos pidieron en seguida que se les permitiera tomar parte en la lucha cuanto antes, pues queran medir sus fuerzas con los itlicos. Algunos das despus lleg el obispo Epfanes de Ticino: era portador de la sumisin de la ciudad. Teodorico recibi a Epfanes con regia pompa, rodeado de su corte. Las palabras del obispo pasaban por ser las de ms peso en el imperio de Occidente. Cuando se ocupaba de asuntos mundanos, mezclaba los conocimientos jurdicos de los pretores con los pensamientos de los filsofos y la severidad de un sacerdote. Teodorico se dirigi a su corte cuando Epfanes hizo su entrada. Mirad bien a este hombre: en todo Oriente no encontraris otro que le iguale. El hecho de que podamos verle aqu, nos llena de alegra. Y mientras viva entre nosotros, podremos sentirnos seguros. La poblacin de la ciudad se tranquiliz cuando los dos obispos, Laurencio y Epfanes, se abrazaron y anunciaron la paz de Mediolnum. Mientras tanto, en el palacio del gobernador y en presencia de Tufa, se reuni el consejo de guerra de los godos. Segn palabras del general hrulo, el ejrcito de Odoacro era ya tan dbil, que Teodorico poda cruzar el Po con toda tranquilidad. La margen sur del ro era a los ojos de los brbaros del Norte algo parecido al jardn del Edn. La nostalgia poda resultar ms fuerte que la reflexin. Teodorico puso sus tropas godas bajo el mando de Tufa. Hrulos y godos marcharon hacia Bononia, dejaron a la ciudad a sus espaldas y siguieron avanzando hacia Ravena, hasta que la vanguardia de las tropas de Odoacro apareci ante ellos.

Teodorico se qued en Mediolnum a la espera de noticias. Si el ataque de Tufa tena xito, saldra inmediatamente con el resto del ejrcito, pues entonces Ravena sera un botn fcil. Pero el mensajero lleg con ropas de duelo. La noticia slo poda orla el rey en persona. Tufa, el traidor, haba conducido a los godos a una trampa. Cuando los cuernos llamaron a combate, los hrulos se volvieron contra sus nuevos aliados, dejaron pasar por las empalizadas a los guerreros de Odoacro, y obligaron as a los godos, que se encontraban entre dos fuegos, a rendirse. Nueve caudillos godos fueron encadenados, y Odoacro mand decapitar a la sombra de las murallas a cien guerreros. Los habitantes de la ciudad deban contemplar el destino que esperaba a los brbaros invasores. Los verdugos fueron los propios hrulos. Cuando la noticia se difundi fuera del palacio, entre los godos cundi la ms salvaje indignacin. Si encontraban a un hrulo caminando solo, o a pequeas unidades de tropas hrulas, los asesinaban sin una sola excepcin. Con ello ejecutaron la venganza de su rey. Fue un da aciago, uno de los ms sombros desde que los godos abandonaran el Ister. A la maana siguiente, los godos encontraron abandonados los cuarteles de los rugienos. Fridericus, que se llamaba a s mismo rey del pueblo rugieno, se haba escabullido al amparo de la oscuridad con gran parte de su tribu, y dirigido hacia Ravena. Nadie saba desde cundo estaba en contacto secreto con el mismo Odoacro que dos aos antes decapitase en las gradas del Capitolio a su padre Fava y condenase a prisin perpetua a su madre Ghisa. La huida de Fridericus fue un nuevo golpe, pues el caudillo de los rugienos conoca los efectivos de Teodorico, los problemas y los planes del hijo de Amal para la conquista de Italia. Teodorico ya no poda seguir confiando en aliados dbiles y traidores, y se dirigi en busca de ayuda a las tribus hermanas. Envi una delegacin al rey de los visigodos, el joven Alarico. Eran ambos descendientes de la misma tribu, y Teodorico peda a Alarico que enviase tropas a Italia con la mayor rapidez posible. Los godos estaban en aquellos momentos luchando en dos frentes. Burgundios y francos eran sus enemigos, y en cuanto se divulg la noticia de que Alarico estaba reuniendo un ejrcito para apoyar a Teodorico, Gundobad, prncipe de los burgundios, march con su ejrcito en ayuda de Odoacro. As fue como Liguria se convirti en pocas semanas en campo de batalla de los brbaros. Teodorico se retir de nuevo de Mediolnum, donde ya no poda sentirse seguro, y busc proteccin

junto con su pueblo, el ejrcito y el botn tras las fuertes murallas de Ticino. Slo se pueden hacer conjeturas respecto al nmero de los godos, incluyendo a las mujeres y los nios. Se ha calculado que llegaban a los doscientos mil. Todo el pueblo se refugi con sus carros en la ciudad. La poblacin tuvo que compartir su casa, su aposento, su mesa e incluso su lecho con el numeroso y sufrido pueblo del Norte. Ticino adquiri de repente un gran parecido con un atestado hormiguero; por doquier pululaban hombres y mujeres. Los imperiosos guerreros proclamaban sus exigencias en su incomprensible lenguaje. Los habitantes de la ciudad estaban llenos de odio y no podan conciliar el sueo. Odoacro hizo cuanto pudo para empeorar la delicada situacin de los godos. Empezaron los paseos militares. Mediolnum volvi a manos de Odoacro. El nuevo seor pidi cuentas exactas, y todos los que se haban sometido a Teodorico, tuvieron que pagar por ello. Laurencio, el obispo de Mediolnum, esperaba, encadenado, el martirio. Incluso la baslica de San Ambrosio de Mediolnum fue destruida por los guerreros. Gundobad se haba pasado ciertamente al bando de Odoacro, pero no mostraba ninguna prisa por luchar a su lado. Las ciudades abrieron sus puertas a las tropas burgundias, que haban pedido asilo en su calidad de aliados de Odoacro. Y entonces se repitieron por doquier las atrocidades: los burgundios cogieron prisioneros a los habitantes, principalmente a las mujeres y las doncellas, los sacaron de la ciudad durante la noche, y se los llevaron al cautiverio. El botn fue considerable: durante muchos aos, los burgundios arrancaron a los familiares grandes cantidades de dinero como precio del rescate. Enodio, que ms tarde sucedi al obispo Epfanes, describi del modo siguiente en su crnica estos terribles sucesos: Aquellos a quienes perdon la hoja de la espada, cayeron vctimas del hambre. Los ricos podan considerarse afortunados, pues el oro les abra el camino de la huida hacia las altas montaas o tras las murallas de las ciudades. Pero el tormento del hambre es peor que la herida abierta por una espada: la caresta de vveres acosaba a los desgraciados que se refugiaban en sus fortalezas tenidas por inexpugnables, de tal modo que al final su destino era igual al de los pobres. En primavera llegaron los visigodos de Alarico. El encuentro de las dos tribus godas inici en el norte de Italia la fase decisiva de la campaa. De pronto Ticino result demasiado pequeo para Teodorico. Durante las semanas de tranquilidad, los godos haban

reunido nuevas fuerzas, y ahora se pusieron en marcha hacia Mediolnum. Odoacro, que se senta demasiado dbil tras las murallas de la ciudad, la abandon para juntarse con las dems tropas de su ejrcito. Dos generales poderosos y experimentados se hallaban frente a frente, y nadie en Italia poda saber cul de los dos se adjudicara la victoria. En agosto del ao 490 tuvo lugar la tercera batalla entre Odoacro y Teodorico... a orillas del Adda. La lucha demostr una vez ms que Teodorico era muy superior en las batallas campales, que saba dominar mejor a sus godos y que su caballera pesada era un factor ms decisivo en el combate que el ejrcito y tambin la caballera de Odoacro, formados segn el ejemplo romano, pero consistentes en una variada mezcla de aliados que se odiaban entre s. Rugienos luchaban contra rugienos, visigodos y ostrogodos degollaban a sus hermanos germnicos. La Infantera itlica se defenda con sus escudos mientras abrigaba alguna esperanza de victoria; cuando la perdi, se fue retirando paulatinamente. Piero, el ms fiel general romano de Odoacro, cay con otros muchos en el campo de batalla. Quienes pudieron salvarse tras la derrota del odio salvaje de las tropas de Teodorico, tomaron el camino de Ravena. Hombres heridos, que apenas podan arrastrarse, carros pesados a su velocidad mxima, y jinetes ligeros aparecieron inesperadamente ante Ravena. La ciudad, que en la poca de las inundaciones se converta en una isla, ya slo poda esperar ayuda desde el mar. A Ticino, con escaso squito, acompaado nicamente por algunos esclavos, lleg un carruaje. En l vivan, confiadas a los cuidados de Epfanes, Erelieva y Amalafreda, que diariamente rogaban por un maana mejor y temblaban ante la incertidumbre del futuro. El bizantino que haba llegado en su carruaje, descans por primera vez despus de su largo viaje. Se trataba de Artemidoro, autorizado por Zenn a reunirse con Teodorico. De este modo tendra posibilidad de servir a los dos, al padre y al hijo. Haba desembarcado en Brndisi, ponindose inmediatamente en camino hacia Liguria para encontrar all, en alguna ciudad o en algn campamento, a aquel a quien l gustaba de llamar su seor y su soberano. Artemidoro lleg al campamento de Teodorico tres das despus de la batalla del Adda; el rey ya le esperaba, pues el filsofo haba hecho anunciar su llegada. Teodorico recibi al anciano con los honores propios de un prncipe. Consideraba su llegada un excelente presagio. "El astuto Artemidoro sabe hacia dnde vuelan las guilas de la victoria", pensaba.

La presencia del filsofo ofreca una serie de nuevas posibilidades. La cancillera del rey godo se vea honrada con la direccin de un cortesano de experiencia que no regateaba sus consejos. Era portador de las primeras noticias fidedignas de Bizancio recibidas por Teodorico desde su marcha. Seor, en la corte no se concede gran importancia a tu edicto. El documento tiene muchas deficiencias. El tratamiento no est en orden, y su Majestad no emple la redaccin apropiada. Por ejemplo, falta la alusin de que ests justificado para llevar el manto de prpura, pese a ser ste el primer signo visible de la dignidad que te ha sido conferida. Qu me recomiendas que haga? Enva una legacin al emperador. Exige un nuevo edicto, ms completo, y el derecho de llamarte no slo patricio, sino tambin rey de Italia... o de Roma. Te encargaras t de esta misin? Por mucho que me honre, no lo considero correcto. Mis palabras son consideradas las chocheces de un viejo que canta las alabanzas de su joven seor. El nico nombre que an suena bien en el palacio es el del Senado romano. Todos saben en la Cancillera que los senadores han cerrado las puertas a Odoacro. No toman partido ni por un bando ni por otro. Hablan en nombre del emperador Zenn y actan segn su propio criterio. Ests enterado de quin los dirige? Fausto Nger es el prefecto de la ciudad. Segn la tradicin, ocupa el silln elevado cuando el Senado se rene. Fausto ha rechazado mis slidos de oro... Promtele ms! Los romanos son pobres, y en Roma todo puede comprarse, exactamente igual que hace quinientos aos. Escribe a Fausto Nger. Dile que vaya a visitar al emperador en calidad de legado, como si quisiera escuchar de labios del Augusto cul de los dos patricios es el legtimo. Y cuando Zenn haya pronunciado la palabra decisiva, confa al prefecto la redaccin del documento. No regresar sin el nuevo edicto. Las palabras de Artemidoro fueron como un blsamo. En el campamento sonaban los cuernos, jinetes iban y venan, sonaban, estentreos, los gritos de mando. El filsofo se tap los odos con las manos. Odiaba el ruido, la vida de campamento, las rdenes.

Viaja a Roma, Artemidoro! Habla con Fausto! Entre vosotros os entenderis mejor. No le faltar nada, ni oro ni un navo.

La regin de Emilia, comarca de paso de los ejrcitos, estaba arrasada. Los generales de Odoacro dieron rienda suelta a su furor incendiando todas las ciudades abandonadas por los godos, y la poblacin, convertida en fcil botn, sala con pendones y reliquias y suplicaba misericordia. El frente fue inmovilizndose poco a poco. Ravena se hallaba ahora rodeada de un gigantesco semicrculo que inclua el pantanoso borde de la costa y los bosques de pinos una segunda fortaleza situada frente a las murallas. Los sitiadores tenan que luchar ms contra los elementos que contra los guerreros de Odoacro. Los pantanos, bajo el sol abrasador, despedan venenosos vapores. Las fiebres tercianas atormentaban a los guerreros. Muchos murieron, y los que sobrevivieron a la enfermedad, estaban plidos, como arrancados a la muerte. Adems, los vveres de los sitiadores escaseaban. Los campos que rodeaban a Ravena estaban yermos. Los escasos pastos no eran suficientes, y los caballos adelgazaban. Pero tambin dentro de la ciudad sufra la poblacin un hambre cada vez mayor. Salidas, escaramuzas, duelos entre la vanguardia y los defensores. Una noche Odoacro utiliz un ardid de guerra. En la impenetrable oscuridad, que la niebla haca an ms densa, cruz el puente de Candidia. Sus tropas consistan en hrulos que desde haca dos aos soaban con vengar a sus hermanos hrulos asesinados con ocasin de la trampa tendida por Tufa. La sorpresa es media victoria! Odoacro y su general Levila avanzaron con facilidad y llegaron a las proximidades del campamento de Teodorico. Pero el ruido de la lucha nocturna despert a tiempo al campamento, y en la oscuridad, iluminada aqu y all por el resplandor de una antorcha, se libr un combate encarnizado. El vapor hmedo impeda a los godos encender hogueras. Slo algunos estrechos senderos recorran la cinaga, y a ambos lados del gran puente se extenda la tierra pantanosa. Quin poda saber dnde estaba el hermano y dnde el enemigo? Palabras brbaras se ahogaban entre estertores; los pjaros, asustados, emprendan el vuelo. Al final, las vctimas del asalto imprevisto resultaron ser los ms fuertes. Los hrulos fueron empujados hacia el puente. Levila cubri con su cuerpo al rey, que consigui pasar el puente de Candidia. En cuanto al general el magister militum, se desplom a pocos pasos de l. Cay al pantano, cubrindose el rostro con la capa.

XXVIII

El hambre conquista hasta la fortaleza mejor defendida: sin ningn ataque, sin ninguna prdida, va minando las posiciones enemigas. Ravena se aprovisionaba por mar desde haca mucho tiempo. Teodorico recibi de los vndalos naves y maestros carpinteros. Ahora el bloqueo se haca notar cada vez ms: desde Rmini, todo el Adritico estaba en manos del rey de los godos. Teodorico diriga el asedio slo ocasionalmente. Pasaba la mayor parte del tiempo en Verona, la ciudad de su primera victoria en Italia. Haba elegido como residencia el ruinoso palacio imperial. Para su reconstruccin encontr una efectiva ayuda en Epfanes, el obispo de la ciudad. Ininterrumpidamente se traa mrmol de las montaas, y poco a poco se fue reconstruyendo lo que haba sido devastado por la guerra. Ahora Teodorico ya poda recibir a los legados de las tierras brbaras en un autntico palacio romano. La familia viva de nuevo bajo el mismo techo. Erelieva segua siendo la figura central del crculo familiar. Era ya una matrona de cabellos blancos, pero en su porte majestuoso no se adverta el paso de los aos. La anciana madre del rey godo se hallaba cada vez ms bajo el influjo de Epfanes. Mientras Teodorico preparaba su campaa y realizaba una red de contactos con sus aliados, la madre y su hija, Amalafreda, vivan encerradas en el ambiente romano de Verona. Amalafreda era uno de los eslabones de la extensa confederacin germnica, cuya responsabilidad recaa en el rey. Su pretendiente de futuro ms prometedor era el primognito del rey vndalo, el cartagins Trasamundo. Enviados de los brbaros contaban al regresar a su pas que en la corte real de Verona vivan adems otras dos jvenes doncellas. Su madre era una goda cuya unin con Teodorico no fue nunca legtima, y que yaca enterrada bajo una tumba annima en los pantanos de Mesia. Sobrevivieron dos hijas, Teodigota y Ostrogota, que fueron criadas por su abuela. Para la mayor, el consejo de familia pensaba en el joven rey visigodo Alarico, el fiel aliado en la lucha contra Odoacro. Ostrogota, cuando alcanzase la madurez, se casara con un prncipe burgundio o turingio.

En Ravena, las emanaciones del pantano provocaron la fiebre amarilla. En Verona luca el sol y se haca vida de corte; en la cancillera reinaba la actividad y los ciudadanos romanos vivan libremente. Pero Teodorico no se permita ningn descanso. Desde los torreones de las ciudades itlicas se continuaba vigilando tanto a Bizancio como a Ravena.

El legado del Senado romano, Fausto Nger, se preparaba para su viaje a Bizancio. Estaba dispuesto a ser el intercesor de Teodorico. En la cancillera de Verona, donde se forjaban muchos planes a largo plazo, el trabajo aumentaba de da en da. Slo Ravena segua resistindose, y en ella el hombre que destronase al ltimo emperador de Occidente, convirtiese al Senado en un manso cordero y gobernase sin rivales durante quince aos. El obispo de Ravena se llamaba Juan. Saba que los defensores estaban sacrificando los ltimos caballos y que la poblacin pasaba hambre desde haca meses. Pronto llegara el invierno. Ravena no podra resistir otro invierno y otra primavera. Esto lo saba tambin Odoacro, que ahora ya no recibira ms ayudas. Los burgundios haban sido unos aliados muy poco dignos de confianza. Los hrulos y los rugienos se transformaron en lobos hambrientos: en la ciudad organizaban crueles batidas para apoderarse de los ltimos vveres. Ravena estaba protegida por el mar, los pantanos y los bosques de pinos. Una nica y estrecha calzada la comunicaba con la tierra firme propiamente dicha, que en la poca de la crecida era el nico camino transitable. Odoacro tena an los guerreros suficientes para defender este camino en cualquier momento. Desde cualquier otro sitio, Ravena era inexpugnable. En Classis, el puerto militar, estaban anclados los barcos suficientes para impedir un desembarco. Dos gigantes que se amenazaban mutuamente, eran vctimas del hambre. El asedio haba entrado en su tercer ao, y de haber contado Odoacro con vveres abundantes, el fin an no hubiera podido preverse. El obispo Juan visti sus galas sacerdotales. Iba acompaado de los sacerdotes de su obispado. A instancias de Odoacro, Liberio se uni tambin a la legacin. Desde la muerte del conde Piero, Liberio era el mejor ministro romano del patricio. El obispo actu como si no fuese el enviado de Odoacro, sino de un invisible tercer poder. Con las palabras de Cristo en los labios, habl de Roma, del antiguo Imperio, de Italia, del amor que los cristianos deban a su prjimo.

Contad las tumbas dijo, si ello es posible. Su mirada se detuvo en los caudillos godos. Estaban cubiertos de cicatrices, pero eran robustos gigantes de cabellos rubios o rojizos y ojos azules. Hoy es mi da de ayuno dijo el obispo cuando quisieron agasajarle. Al conocer la noticia de que haba llegado un parlamentario de Ravena, Teodorico y Alarico salieron precipitadamente de Verona. Haba que sopesar todas las posibilidades. Qu ocurrira si Teodorico acababa optando por un asalto? Tendra que sacrificar por lo menos a un tercio de sus guerreros, y an as no sera seguro un xito inmediato. Qu ocurrira si apretaba an ms el cerco? Era posible que entonces los sitiados abrieran las puertas de la ciudad, pero l entrara en una ciudad muerta, que a causa de la peste sera inhabitable durante mucho tiempo. Odoacro posea an suficientes barcos y tesoros para organizar su huida. Y si entonces se hacia fuerte en otra ciudad de Italia... para comenzar de nuevo la lucha? En su primer encuentro, el obispo catlico y el rey arriano conversaron en el lenguaje de las cancilleras. Juan era un adversario de modales suaves; segn dijo, en todas las cosas terrenas poda estar de acuerdo con el rey, pero el caso era que no vena solamente como embajador de un seor temporal, sino tambin del Seor de los cielos. Cuando no se le ocurriera la respuesta adecuada, orara para ser iluminado. El invierno se aproximaba. Espesas nubes y densas nieblas se cernan sobre las lagunas de Ravena. Quin podra resistir otro largo invierno? La frmula de la paz era obra del obispo Juan, y ahora procedi a exponerla a Teodorico. Seor, en un tiempo esta tierra fue feliz, cuando Roma era gobernada no por uno, sino por dos cnsules. Has odo decir alguna vez que los cnsules se declarasen la guerra el uno al otro? Compartieron el poder, se ayudaron mutuamente, y Roma fue ms poderosa y feliz que en cualquier otra poca. Tanto si preparaban una guerra, como si disfrutaban de la bendicin de la paz, siempre estaban de acuerdo, y los ciudadanos de la repblica llamaron a los aos con sus nombres. Por qu no podis tambin vosotros gobernar juntos... dos patricios, dos reyes? Ambos habis recibido vuestro rango por mritos de vuestro herosmo y la fuerza de las armas. Ambos sois patricios por la gracia del emperador. Por qu tenis que aniquilaros mutuamente, para desgracia de todos, preclaro seor? Cmo podra haber lugar en Italia para dos amos?

T gobernaras las provincias del norte, y Odoacro la mitad sur de la pennsula. Roma no pertenecera a ninguno de los dos... seguira gobernada por el Senado, que prestara su apoyo a ambos. Creme, seor, entonces disfrutaramos de la verdadera paz romana. Y qu sera de los guerreros? Un tercio del suelo itlico os pertenece, seor. Liberio, que comparte conmigo la gran responsabilidad de esta proposicin, es un maestro en el asunto de conceder tierras a los guerreros sin perjudicar con ello los derechos de los humildes campesinos del pas. Tambin mis godos recibirn tierra, Liberio? Seor, donde hay aldeas, no. Pero existen innumerables posesiones que se encuentran en manos de arrendatarios, los cuales explotan ms a los pobres de lo que podra hacerlo el enemigo. He hecho una lista de estas posesiones. Se trata de repartir la tierra pacficamente, sin incendiar casas ni asesinar a los habitantes. Hay lugar suficiente, seor, incluso para tus godos... Italia es grande.

Mientras en Ravena los habitantes estaban a punto de morir de inanicin, y esperaban el resultado de las negociaciones del obispo, en el campamento de Teodorico iba tomando forma el extraordinario convenio: dos reyes, dos patricios, una Italia repartida. Si la pennsula era atacada por el enemigo, Odoacro y Teodorico empuaran juntos las armas. En lo sucesivo, sus guerreros ya no deban considerarse enemigos. Como la situacin de Teodorico poda calificarse de ms ventajosa, l ostentara la primaca entre los dos reyes. Odoacro no tena nada que oponer a ello; slo deseaba que el ms fuerte, pero ms joven, tuviera en cuenta su avanzada edad y le tratase como corresponda a un hombre anciano. Teodorico firm este importante tratado en el invierno en que cumpla cuarenta aos. Solamente su madre le una an a la poca de su niez; poco a poco iba disminuyendo el nmero de godos que fueran sus consejeros durante tantos aos. A orillas del gran lago, el palacio de Teodomiro estaba tal vez vaco, aunque haba tribus errantes que pasaban los inviernos dentro de sus muros desnudos y fros. El lago se helaba, y se acumulaba el hielo entre el caaveral doblegado por el viento. Imgenes fugaces del maravilloso lago, de la inolvidable infancia. Amn, amn. El obispo Juan regres con la firma de Odoacro. Haba nacido la paz; maana se abriran las puertas de Ravena, y los godos llevaran a la ciudad carros de cereales y una manada de bueyes.

Se acondicionaran las caeras del agua, los habitantes saldran de nuevo al bosque de pinos para recoger lea. Todo resultaba sencillo cuando las palabras oficiales se traducan al lenguaje popular para aliviar las necesidades de los hombres. Por fin habra comidas calientes, pan recin cocido, tinajas de vino y de aceite. Deo gratias, diran el domingo los sacerdotes a sus fieles bien alimentados. Se abrieron, efectivamente, las puertas de Ravena. Las mquinas de asedio colocadas en el dique estaban abandonadas; una tropa elegida de Teodorico se puso en marcha con la vanguardia. Se dieron cuenta de lo fuerte que segua siendo Odoacro: todava habra podido resistir algunos ataques. Y la ciudad? Se concedi a los habitantes un da y una noche para enterrar a sus muertos, que, reducidos a la piel y los huesos, haban cado a la entrada de sus casas. En la ciudad no se vean seales de asedio, porque las lneas de la defensa se hallaban muy lejos, ms all de las lagunas. No haba rastros de incendios ni destruccin. Slo la lnea divisoria entre la vida y la muerte se haba borrado hasta hacerse irreconocible. Cadveres vivientes estaban sentados ante la puerta de sus casas; sus ojos vidriosos eran apenas capaces de pestaear. Nios con cabezas enormes y ojos muy abiertos, como grotescos gnomos, fijaban su mirada en el vaco. La mirada cansada de las mujeres, los talleres abandonados fueron lo primero que llam la atencin de las tropas escogidas que entraron en la ciudad. Las calles, con sus casas y palacios de varios pisos, las iglesias, construidas segn el modelo de las baslicas bizantinas, estaban intactas y resplandecan al sol. Ravena no haba sido jams conquistada por un pueblo extrao. Quien llegaba aqu, renda ante todo homenaje a las guilas del palacio. Como un dios de la guerra germnico, Teodorico, recin cumplidos los cuarenta aos, entr en Ravena; a lomos de su caballo marrn, con el manto de prpura de Erelieva sobre los hombros, y cubiertos por el yelmo los espesos cabellos rubios, que ya tenan algunas hebras de plata. El da en que las herraduras de los caballos godos resonaron sobre el empedrado de Ravena, fue uno de los ms importantes de su vida. Se encontrara con Odoacro frente a frente? Cuando depositara la espada a sus pies, l podra hacerle encadenar, como Odoacro haba hecho con Fava, el rey de los rugienos. El hijo de ste, Fridericus, no esper la entrada de los godos, sino que huy por mar durante la noche, por miedo a la venganza de Teodorico. Vera el rey godo a Odoacro? Tras la firma del tratado de paz, la mitad de la ciudad perteneca a Odoacro, la otra, a Teodorico. Entre las dos

mitades se extenda una calle neutral, vigilada por los sacerdotes del obispo Juan. Teodorico no se dirigi al palacio imperial, para invitar a Odoacro a visitarle. Mientras no se ultimaran todos los detalles del acuerdo, el anciano rey permanecera en lo que fuera su antigua sede. Primero slo estaran en contacto los ministros. En la ciudad reinaba una quietud inslita. El mecanismo an no se haba puesto en movimiento; todos cubran con blsamo las viejas heridas, cuidaban a los enfermos y enterraban a los muertos. Los guerreros de Odoacro no podan entrar en la parte de la ciudad que corresponda a Teodorico, y gran parte de los godos seguan en el campamento de las afueras de Ravena. Con la velocidad del viento se propagaban las noticias de un campamento a otro. Cundo se encontraran los dos reyes, cundo estaran el uno frente al otro? Cundo se iniciaran las negociaciones definitivas, que decidiran sobre el destino de Italia y de todo el imperio? Los iniciados esperaban, los legados llevaban mensajes y volvan corriendo con la respuesta. La situacin, que no tena precedente en los mil aos de anales romanos, era an demasiado nueva. Al quinto da de su llegada, Teodorico envi a Odoacro un mensaje en el que le propona que los dos reyes, en inters de sus buenas relaciones como vecinos, se reunieran y en el marco de un banquete celebrasen el tratado de paz, como era costumbre entre generales germnicos. Una hora despus lleg la respuesta. El patricio aceptaba la invitacin de Teodorico. El rey godo deba fijar la hora y el lugar de la celebracin. Teodorico propuso instalar la mesa en el jardn del palacio. En Ravena haca mucho calor, y en el jardn disfrutaran de un frescor agradable. La enorme mesa estaba cubierta de prpura; un honor que slo se conceda a los emperadores cuando eran huspedes de un sbdito suyo u honraban con su presencia a un alto dignatario. Sobre el mantel de prpura se hallaba dispuesta la vajilla de plata del rey godo, que obtuviera como botn en Singidnum, en el palacio de Babai. El consejo decisorio deba tener lugar antes del banquete. Odoacro era veinte aos mayor que Teodorico. El antiguo centurin era un hombre alto y corpulento, una corona de cabellos grises rodeaba su crneo calvo, en su corta barba abundaban las hebras grises, y slo tena negras las pobladas cejas, bajo las cuales sus ojos verdosos lanzaban temibles destellos. Su tnica recordaba tanto a la de un general como a la de un patricio. No llevaba coraza sobre el pecho. De un costado penda la corta y pesada espada a la que se haba acostumbrado en sus tiempos de centurin. Una fina corona de oro le cea la frente. Slo de

vez en cuando sorba un trago del cuerno de vino, como si no deseara entregarse a la embriaguez, como suceda a menudo en tales celebraciones. Los esclavos sirvieron platos bizantinos segn el orden bizantino. Detrs de cada rey haba un senescal, y el maestro de ceremonias cuidaba de que ambos recibiesen los platos en el mismo momento. Fuera estaban reunidos los dos squitos; era la primera ocasin que tenan de establecer contacto. Tocaba ya a su fin el banquete cuando se oy la seal, un ligero batir de palmas? Tal vez fue entre dos platos; en el silencio, cuando todas las miradas convergan en el mantel de prpura, y la mano experimentada de los servidores retiraba un plato y lo reemplazaba por otro. Haba terminado la comida cuando se oyeron las palmas? En el mismo instante se oy un salvaje grito de guerra en la entrada posterior del patio de los laureles. El orden de la mesa se disolvi, los capitanes de Odoacro llevaron la mano al arma, pero era ya demasiado tarde, dos espadas godas se elevaron simultneamente sobre la cabeza calva del rey, al que ya no poda proteger la corona de oro. El antiguo centurin, con un rpido movimiento, desenvain la espada, pero sta slo tembl en su mano, mientras su cuerpo vacilaba y se hubiera desplomado sobre la mesa, de no haber agarrado frenticamente su mano izquierda el mantel de prpura, que arrastr con fuerza, derribando al suelo la vajilla de plata. Odoacro an estaba con vida: sus ojos miraban fijamente en torno suyo. Trat de incorporarse, se apoy contra la pared, se tambale... dio un traspis... An sostena la espada en la mano, pero ya era incapaz de detener el terrible golpe de Teodorico, cuya espada bizantina abri el pecho del general. Odoacro se derrumb sobre la mesa, y la sangre empap el mantel de prpura. Un instante de perplejidad... un largo y espantoso instante! Un cortesano de Odoacro se derrumb... seguidamente se desplom otro... un tercero vacil, cubierto de sangre, atravesado por una lanza. Algunos haban saltado a tiempo de su asiento, lanzando una antorcha al rostro de los servidores godos, cruzado el jardn y huido hacia la oscuridad de las lagunas. Pero fuera, los jinetes acorazados ya estaban sobre la silla, habiendo recibido seguramente mucho antes la orden secreta, y ahora galopaban sin un minuto de vacilacin hacia el campamento de Odoacro, con objeto de alcanzar a los fugitivos que huan a pie. Tras cinco das de alto el fuego, en Ravena se desataron repentinamente todas las furias del infierno: un terrible bao de sangre tuvo lugar en la ciudad. El crepsculo no tard en envolverlo todo con

su penumbra. Una noche sin luna se extendi sobre el paisaje gris, mojado por la llovizna. Clamor, gritos, estertores de muerte, relinchos. Las casas fueron cerradas por dentro, mientras desde fuera se golpeaban las puertas. Aqu y all luca alguna antorcha, y en algn tejado empez a arder el fuego. Tanto en un bando como en otro luchaban brbaros. Muchas veces se oy el mismo grito de guerra, muchas veces son el mismo estertor de muerte. La ciudad fue respetada. Los romanos no sufrieron ningn dao. Al amanecer, ambas partes de la ciudad estaban en manos de Teodorico. Durante la noche se llevaron a los muertos y los echaron al mar. Teodorico pas toda la noche en su alojamiento, rodeado de su guardia personal, a la espera de las ltimas noticias. Los caudillos de las unidades de caballera rodearon el bosque de pinos para capturar a los fugitivos. Seguramente muchos intentaran llegar a la costa protegidos por la espesura, y all encontrar algn bote de pescador que les llevase a los barcos del puerto. El hombre sin huesos! debi exclamar Teodorico al ver a Odoacro desplomado sobre la mesa, con el pecho abierto por el terrible golpe de su espada. Cuntos enemigos muertos! El rey de los srmatas, el rey de los blgaros, el Bizco. Sombras al acecho. Sus voces fantasmales deban orse esta noche en los pantanos, llamando a Odoacro. Una larga noche; por la maana se reunieron los ejrcitos godos de dentro y de fuera de las murallas. Los cornetas llevaron la noticia al campamento de las tropas auxiliares brbaras de Odoacro, que se haban atrincherado y se preparaban para una lucha a vida o muerte: Pasaos a nuestras filas! Tenis tres horas de tiempo! Al cabo de una hora llegaron los enviados. Si el nuevo patricio aceptaba sus servicios, le serviran con fidelidad. Luchaban por una paga, y se les prometi que al final de su servicio tambin ellos recibiran tierras. Al amanecer, las tropas godas se colocaron a ambos lados de la calzada romana. Una orden hizo acudir a los capitanes al palacio de Ravena. Cuando el sol plido y a ratos oculto alcanz su cnit, los cuernos sonaron. El hijo de Amal apareci con sus galas principescas, y la corona sobre la frente, seguido de su armero; Alarico, el joven rey de los visigodos, estaba a su derecha. El magistrado de la ciudad se adelant: traa sobre una bandeja de plata las llaves de Ravena. En el prximo instante se decidira todo. Sonara el Ave, Csar?

Adoptara el brbaro godo el ttulo de emperador? El primer grito sali de labios de Liberio, el ltimo ministro de Odoacro: Vivat rex Theodoricus! Las voces de la multitud repitieron el Rex; muchos gritaban rey de Italia, otros, rey de Roma. Las insignias imperiales, que en este lugar luciera diecisis aos antes un muchacho rubio, no fueron sacadas del palacio.

In laureato se llamaba en el palacio de Ravena el patio de laureles que por la maana an segua hmedo de sangre: la tierra no quera absorberla. El destrozado cadver de Odoacro yaca insepulto en un cementerio cercano. Fridericus y Tufa no pudieron encontrarse ni entre los cadveres ni entre los prisioneros. El hijo de Odoacro era botn de Alarico. La mujer del usurpador haba sido encarcelada, y el jefe de la prisin no le llevaba alimentos. El hermano menor de Odoacro haba llegado con retraso al banquete, justo cuando empez la lucha. Una espada goda le haba separado la cabeza del tronco. Qu ocurra en la ciudad? Qu ocurra en Italia? En la corte de Odoacro residan tres senadores romanos que en un tiempo desempearan el cargo de cnsules. No tomaron parte en el banquete. Ninguno de los tres sufri ningn dao; Teodorico escuch sus palabras con indulgencia. Cuando habl ante los tres senadores, hizo su primera alocucin. Los romanos se haban resignado a morir; no eran ningn secreto para ellos los terribles sucesos de aquella noche. La voz del rey record en un principio los poemas de los escaldos nrdicos. ramos seis mil lanzas cuando partimos hacia Singidnum desde mi vieja patria. Jams un hijo de Amal haba mandado un ejrcito ms fornido que el de los guerreros que empuaban seis mil lanzas. La mitad de ellos cay en los montes de Tracia, en las llanuras de piro. La otra mitad lleg hasta aqu conmigo. Eran mis hermanos. Tambin ellos han sido felices de conocer Italia. Pero, dnde estn ahora? Sus sombras vagan entre las murallas de Ravena. Cuando Tufa se convirti en traidor y rompi su palabra... Odoacro mand asesinar a los mejores de ellos. Dnde estabas t, Liberio, cuando los asesinaron? Dnde estabas t, Anicio? Ante los muros de Ravena fueron colocados en fila, con las manos atadas a su espalda, y los verdugos hrulos de Odoacro cortaron

la cabeza a los prisioneros. Han sido enterrados? Quin or en nombre de Cristo por su descanso eterno? Oraron los cuervos antes de arrancar los ojos de los hroes godos? Dnde estabais entonces, nobles romanos? Seguramente detestis la sangre, puesto que no llevis armas. Sin embargo, quin de vosotros intent alguna vez detener la mano de Odoacro? Seor dijo Liberio, todo eso sucedi durante el combate. Cuando nos enteramos, comprendimos que no pasara el ao sin que se produjera la venganza. Ay de los vencidos! Habis servido con fidelidad a Odoacro. Hasta el ltimo minuto. Confiabais en l? Servamos a Italia. Y confiis en m? Ahora te servimos a ti, seor. Servimos a los cnsules, al Senado, al emperador de Bizancio. Servimos a quien nos trae la paz y reparte pan entre los necesitados, y hace venir cereales de Sicilia y no perjudica a nuestros campesinos. Sabes, Liberio, que los godos tambin necesitan tierra? T repartiste tierras entre los guerreros de Odoacro. En un tiempo, seor, cuando vivan nuestros antepasados, en Italia haba una poblacin mucho ms numerosa que ahora. En torno a las ciudades proliferaban las aldeas. Ahora puedes caminar durante das enteros y slo vers campos llenos de malas hierbas o resecados por el sol. Dicen que conoces todas las posesiones de Italia, que sabes cmo se reparan los canales para volver a regar los campos. Dicen que nadie conoce Italia tan bien como t, Liberio. Ya no soy joven. Los guerreros son impacientes. Manejan mal la azada. No conocen el arado. Creen que los campesinos itlicos sern sus esclavos. No es fcil ensear a los guerreros con qu mano han de empuar las herramientas de trabajo, y con cul, las armas. Tu misin ser proporcionarles tierras. En nombre de quin, seor? La tierra es una posesin perpetua. Quin puede decirme en nombre de quin vas a regalrsela, seor?

Mi padre Zenn me ha reconocido como gobernador de Italia. Las naves trajeron noticias... las ltimas naves que pudieron atracar en Classis antes de que bloquearas el puerto. Las noticias decan que Zenn est moribundo. Tal vez ya se ha reunido con sus antepasados. En nombre de quin actas, seor, si Zenn ya no es el Augusto? Qu es ms sagrado para vosotros, el arma o las letras? La ley, seor. No existe una ley que ordene poner en tus manos la tierra itlica. As pues, puedes regalar posesiones, pero no a ttulo de propiedad. La sabidura de nuestros antepasados romanos formul la diferencia entre ambos conceptos. Eres un hombre valiente, Liberio! Seor, cualquiera que viva en el mundo de los libros, es miedoso y cobarde. Ama la comodidad, el silencio, la quietud de su aposento. En l concentra sus ideas y se siente seguro. Le gusta vivir en el jardn de su casa, disfrutar de su sombra, y ver a su familia en torno a la mesa. Y ahora, seor, para m ha llegado el momento de elegir. Estoy en tus manos. Por qu he de esperar que mi suerte sea mejor que la de Odoacro, a quien he servido hasta el ltimo momento? Por qu has de perdonarme? Creo (y te lo digo a la cara, acaso en los ltimos minutos de mi vida) que no tienes ningn derecho sobre Italia. Quin eres? El rey de los godos? Un patricio de Bizancio? En qu basas tus pretensiones? El edicto imperial no sirve de mucho. Est lleno de vaguedades, como en general todos los textos de Bizancio. Yo soy romano, seor. Llega un momento en que incluso el hombre cobarde se cubre el rostro con la toga y, como en un tiempo sus antepasados, espera la muerte misericordiosa. Estaban los dos solos frente a frente. Liberio hablaba en griego con Teodorico. En qu lenguaje hablas, Liberio? En el de Platn. Si Teodorico levantaba un solo dedo, entraran algunos gigantes rubios. La vida de Liberio dependa de un solo movimiento del rey. Teodorico mir hacia el foro de la ciudad. Ve a tu trabajo, Liberio. Pero, quin puede ayudarte?

Has vivido en el palacio imperial. Sabes que un documento ha de pasar por muchas manos hasta que las letras adquieren vida. Los escribas me sirven con la misma fidelidad que yo a ti, seor... mientras nos asegures la paz y el pan da cada da. Dispones de escribas? El escriba, seor, se abraza a su plpito-escritorio como el nufrago al borde de su bote. Espera y confa en que su mente conocedora del logos vuelva a ser utilizada. Qu inslita suena en nuestros odos esta palabra! Logos: puede significar la palabra, el pensamiento, e incluso el sentido de la vida. Todo cuanto an nos queda a nosotros, pobres romanos.

Los dos condes godos llevaban cuernos de toro en los yelmos, su mano empuaba una pesada espada de hierro y penda de su cuello una gruesa cadena de oro. Pero, de qu servan en este momento los dos condes? No comprendan una sola palabra de lo que su rey hablaba con el romano. Los dos consejeros ignoraban que en este instante, el senador romano que vesta una toga ya era ms que ellos; dependeran de l, porque ahora llegara el ao de las recompensas, durante el cual Liberio repartira el suelo itlico. l determinara la tierra que recibiran los seores godos. De l dependera que fuese una buena tierra laborable o una tierra pantanosa, que en ella se hubiese construido o no un canal, que tuviera olivares y viedos o que fuese un terreno arenoso entre rocas salinas; que en sus alrededores se encontrase una aldea, una aldea romana, cuyos habitantes pudieran ensear al conde a empuar el arado. Est bien dijo el rey; puedes empezar maana mismo. De repente, volva a ser bizantino. Se encerr con unos cuantos escribas en el despacho de la cancillera, y los jurisconsultos empezaron a confeccionar largas listas. El rey godo anunci que con la luna llena se reunira el Thing. Mensajeros a caballo se dispersaron en todas direcciones, hacia remotas colonias godas, donde vivan guerreros de tribus hermanas: todos los guerreros libres deban estar presentes. Se celebrara all, al borde del gigantesco bosque de pinos, junto a sus frescos manantiales, que durante el difcil ao del asedio haba sido la patria de los guerreros godos.

Al aparecer la luna llena, se reuni el Thing. Se dispuso un nico asiento que ocupara Teodorico, y que fue colocado sobre una especie de podio construido con perfumada madera de pino y adornado con alfombras del palacio. Ante el rey se levantaban los escudos, smbolos de la estirpe de Amal. En el Thing no participaba ni un solo romano. Dnde estaba el poder de Odoacro? Su cuerpo yaca al pie de una muralla. Tras su esposa se haba cerrado para siempre la puerta del calabozo. Los hombres de su squito y sus partidarios haban compartido su suerte o eran fugitivos. Sus guerreros estaban al lado de Teodorico. Hrulos, rugienos, alanos, suevos, turquilingos haban cambiado de amo. Al servicio de Odoacro figuraban tambin quinientos arqueros hunos. Eran los ms fieles. Hasta el ltimo instante lucharon por quien los pagaba. Los hunos esperaban ahora que se decidiera su destino. El Thing estaba ya congregado cuando apareci la luna llena. Cada hombre tena un arma en la mano. El que deseaba hablar, levantaba la lanza, daba unos pasos hacia delante, y los dems le escuchaban. Teodorico contestaba, con claridad y con mucha paciencia, pues los guerreros hablaban en voz alta y profusamente, siendo incapaces de expresarse con brevedad. Muchas veces expresaron exigencias, otras, lamentaciones mezquinas. Hubo quienes pretendan una nueva campaa. Algunos hubieran preferido reducir a Ravena a cenizas y aniquilar a los romanos. El Thing eligi rey al hijo de Teodomiro. No slo del pequeo pueblo de los descendientes de Amal, como aquel lejano da, en el campamento de carros, despus de la muerte de su padre. Esta vez hablaron las lanzas. En la llanura se encontraban tal vez ochenta mil guerreros, en filas apretadas, y todos levantaron las armas. El nmero de los que haban seguido al hijo de Amal desde el gran lago, ya no era muy grande. Las tres batallas la del Soncino, la del Atesis y la del Adda haban diezmado sus filas. Dnde estaban las seis mil lanzas que presenciaron el momento en que Teodorico tom de la mano de su padre la espada de sus antepasados? Dnde estaban las inseparables seis mil lanzas? Los sacerdotes leyeron el texto; antes de dirigirse al Thing, Teodorico haba deliberado con los seores romanos. Liberio y los otros le aconsejaron que no aceptase ser elegido rey de Roma. Este ttulo ofendera al emperador. Slo l, el basileo, poda dar a un mortal la corona de la Urbe. Cul deba ser, pues, el nuevo ttulo? Durante das enteros debatieron a este respecto. Por fin se encontr la solucin. El Thing deba nombrar a Teodorico rey de todos los godos en Italia.

Todos los guerreros comprenderan este ttulo. Incluso halagaba su vanidad el hecho de que Teodorico siguiese siendo rey de los godos y no quisiera ser rey de Roma. Las hogueras ardan pacficamente en la gran llanura. Ensartados en los asadores giraban bueyes cebados que haban sido transportados desde Liguria. Casi cien mil hombres estaban acuartelados en la llanura de Ravena. Si Teodorico se pona en marcha con ellos al da siguiente, poda conquistar Bizancio y el imperio del rey de Persia. Ensartados en los asadores, daban vueltas y ms vueltas los bueyes cebados de Liguria. Aquella misma noche, Teodorico dict otro mensaje para Fausto Nger, su primer legado. Un mensajero a caballo saldra al galope hacia Roma en cuanto apuntara el nuevo da. El prefecto deba llegar al palacio imperial de Bizancio a finales de la semana prxima. El nuevo emperador Anastasio no era seor ni protector del rey de todos los godos en Italia, que ahora esperaba de l un nuevo edicto.

XXIX

Ariadna, con ropas blancas de luto, presida el consejo de la corona. Ministros y tesoreros escuchaban el panegrico que haca del difunto el poeta de la corte. Todos los rostros expresaban el dolor que la corte exiga a cuantos residan en ella. Un Silenciario espiaba el semblante marmreo del otro. En este panegrico, Zenn flotaba en la niebla dorada de los dioses del Olimpo. Se glorificaba a aquel hombre receloso y vulgar a quien la gracia imprevisible de Dios haba permitido ocupar el trono de los emperadores por ms tiempo del acostumbrado en Bizancio. Ariadna, la bella emperatriz, escuchaba el panegrico como una estatua viviente del dolor. Slo el fino valo de su rostro se distingua entre los velos. Se haba cubierto de velos como si fuera la viuda desconsolada, que nicamente permaneca en este valle de lgrimas porque el inters del imperio as lo exiga. Los ojos de Ariadna sondeaban a los consejeros. Eran los callados ministros del imperio, los depositarios de los secretos de Estado. Su lenguaje era calculado, sus declaraciones, transparentes como el cristal. Durante noches enteras se inclinaban sobre un rollo de pergamino

hasta que la ley, el decreto, las instrucciones al enviado o la orden a los jueces estaba impecablemente formulada. Zenn se haba apoyado considerablemente en su esposa durante los ltimos das de su vida, aunque saba que ella no le amaba. Zenn lo dej todo a Ariadna: el sello imperial, el cetro y el crculo de consejeros. Mientras no fuese coronado un nuevo emperador, los intereses del imperio estaban en manos de Ariadna. Durante el panegrico, que dur tres horas, la emperatriz estuvo comparando a sus consejeros. La avidez de poder, contenida durante tanto tiempo, hizo ahora presa en ella. Haba vivido en palacio desde su nacimiento, como hija del emperador y como esposa del emperador. Su existencia y el imperio, su vida y el palacio, y la fe en la inmortalidad de Bizancio estaban en Ariadna indisolublemente unidos. Pero al mismo tiempo saba que una mujer no poda gobernar sola. El ceremonial exiga un hombre, como tambin los guerreros y los gobernadores de las provincias. Ahora se hallaba libre de las ataduras que durante tantos aos la encadenaran a Zenn. Ahora poda elegir. Un marido y un emperador. Lo que esperaba ante todo de su imperial esposo era que la eximiese de las pequeas preocupaciones del gobierno, que asumiera la vigilancia de las tropas, y que le autorizase a participar siempre que quisiera en los asuntos de religin y de tierras e imperios lejanos. No deba ser de procedencia modesta; ningn isaurio, ilirio o tracio, que hasta el fin de su vida no supiese hablar correctamente el griego. Tena que ser bizantino, cuya estirpe se remontase a Roma o a los reyes griegos, y por supuesto, obediente y que dejase a la emperatriz plena libertad de accin. El rostro de mrmol era impasible, slo su mirada iba de un consejero a otro. Se trataba en su mayor parte de padres de familia, pero tambin haba eunucos entre ellos. Todos procuraban superar en inteligencia a los dems. Al final se fij en el Silenciario, Anastasio. Seguan sonando las palabras de alabanza, que ya nadie escuchaba. Ariadna sorprendi la expresin cansada de los ojos, que no conocen el disimulo; todos estaban hartos de Zenn y de su gloria. S, Anastasio era preferible a los dems. Tena cuarenta aos y era viudo. Esto facilitaba mucho las cosas. Proceda de una familia distinguida, y desde su juventud, lo que ms le entusiasmaba era la lectura. Ocupaba un elevado puesto en la cancillera, aunque no poda decirse que fuese ms listo o ms tonto que los otros, no se haba

mezclado nunca en herticas discusiones sobre religin. Era un hombre de estatura mediana y calva incipiente. Tena los dientes blancos, y cuando sonrea, su rostro no resultaba desagradable. No llevaba barba, y su perfil no recordaba el de un brbaro. Anastasio? Qu poco saba Ariadna de los miembros del consejo! Tal como exiga el ceremonial, tras el panegrico pidi Anastasio una audiencia a la Augusta. Despus de rozar con sus labios los escarpines de prpura y la orla de su manto, ya poda levantarse, y como no se trataba de asuntos personales, sino de cosas relativas al imperio, el Silenciario ya maduro tena permiso para tomar asiento. Se trataba de un gran favor, que haca ms fcil la conversacin. Fausto Nger, el prefecto romano, esperaba desde haca semanas en el palacio imperial. Traa un mensaje de Teodorico, aunque tambin vena oficialmente como legado del Senado romano. El dinero del viaje se le haba terminado, pues no poda calcular que debera esperar tanto tiempo. La enfermedad del emperador, el empeoramiento de su estado y su fallecimiento fueron las causas de la demora. Por este motivo Fausto le haba visitado el da anterior para comunicarle que si no era recibido en el plazo de algunos das, tendra que regresar a Roma. Teodorico es el hijo adoptivo del bienaventurado emperador. El nuevo Augusto no estar atado por este vnculo familiar. De todos modos, el legado romano lleg cuando el emperador an no haba ido a descansar en brazos del Seor. Lo esencial, Anastasio. Teodorico se ha librado del usurpador. La mayor parte del ejrcito romano se ha pasado a los godos. Italia est en sus manos. El Senado se inclina ante l. Cul es la situacin legal? El edicto que an hoy sigue regulando su gobierno de Italia fue, con permiso de Vuestra Majestad, formulado por m. Lo redact de manera que pudiese interpretarse segn las conveniencias. Tambin puede ser rescindido en cualquier momento. Nos permite, adems, estrechar o ensanchar la esfera de su influencia. Podemos nombrarle rey o hacer que siga siendo gobernador por un tiempo indeterminado. Qu propondras t, Anastasio? Teodorico es demasiado fuerte para que sea aconsejable llevarle la contraria. Augusta, seguramente contina fresco en tu memoria el gozo

que sentimos el da en que el ejrcito brbaro abandon los lmites de Bizancio. Odoacro no era un servidor obediente. Teodorico, en cambio, ha vivido aqu, y sabe lo que hace grande a Bizancio. Si me permits un consejo, yo recomendara a Vuestra Majestad que recibis a Fausto Nger. Como prncipe del Senado romano, tiene adems la categora de patricio. Mientras tanto, yo, si las sabias palabras de Vuestra Majestad quieren iluminar mi intelecto, comenzar a redactar el segundo edicto. ste podra dar al godo ms atribuciones... tal vez nombrarle, si Teodorico tiene derecho a ello, rey de todos los godos en Italia. Las expresiones de Anastasio denotaban inteligencia. Su porte era agradable, pese a haber superado ya la mitad de su vida. Tienes un hijo, Anastasio? La pregunta era inesperada, pues en los aposentos imperiales no solan mencionarse estas cosas entre gobernante y sbdito. Anastasio no poda formular ninguna pregunta a la Augusta. Inclin la cabeza. Mi hijo cay en la guerra contra Persia. Desde cundo eres viudo, Anastasio? Hace ya tres aos, Augusta, que muri mi esposa. No se deben mencionar asuntos personales cuando el emperador habla con un sbdito. Sabes muy bien que conozco el lenguaje de palacio y que nunca he infringido sus reglas. Ahora tampoco las infrinjo al hacerte estas preguntas, Anastasio. Majestad, la penumbra nubla mi mente. Si no confiase en la salud de mis sentidos, creera que soy vctima de un sueo imposible. Anastasio, su Majestad es diferente. Bizancio est en mis manos. Pero una mujer slo puede ser basilisa. Todos esperamos la sabia decisin de Vuestra Majestad. Bizancio se inclinar ante aquel a quien elija la Augusta. Has pensado alguna vez, Anastasio, en cmo gobernaras si fueses emperador? Muchos consejeros, en sus horas febriles, pueden haber tenido pensamientos tan herejes. Os ruego, Majestad, que me creis si os digo que jams ca en esta tentacin.

Te gustara convertirte en emperador, Anastasio? El hombre se puso en pie. Haca demasiado tiempo que viva en Bizancio y resida en palacio. Con la diestra dibuj repentinamente una cruz sobre su pecho, que en presencia de la muerte era un signo de total y profundo arrepentimiento. Alguien deba haberle acusado, alguien pretenda quitarle la vida. Seguramente haba hombres armados tras la puerta, y su destino ya estaba decidido cuando entr en esta habitacin. Augusta, no he faltado en mi fidelidad. No he abrigado codicia alguna. Soy vuestro esclavo, haced conmigo lo que os parezca, si ello es en inters del imperio. La mujer vio caer la diestra despus de hacer la seal de la cruz. Cuan fcilmente los hombres renuncian a la vida, pens la emperatriz. El alma de este hombre era un libro abierto. Poda leer sus emociones en su rostro. No temas, Anastasio; nadie te har ningn dao. He estudiado a los Silenciarios, y los he desechado a todos menos a ti. Si no te ata ningn voto a la viudedad, te ofrezco mi mano y el trono de Bizancio. Mis palabras son inesperadas para ti. Vuelve durante las horas de la siesta. La recepcin de Fausto Nger es lo bastante importante como para justificar una segunda visita tuya. Te espero cuando los granos de arena del reloj hayan cado dos veces. Anastasio era bizantino. Cuando estaba preocupado, cuando algo le sala mal, cuando no encontraba la palabra justa mientras reflexionaba o escriba... se diriga a las termas. El agua tibia, el vapor, la penumbra, la conversacin en voz baja, las sombras sin rostro eran un alivio para el cuerpo y a menudo, aclaraba las ideas. En las grandes termas todos eran iguales, como los muertos o los an por nacer. Todos hablaban con todos, si ello les procuraba distraccin. Nadie saba quin era el hombre a quien confiaba sus secretos. Entre los vapores del agua caliente, los recuerdos se mezclaban. En las termas se dice era una expresin corriente de los bizantinos, y significaba que nadie poda decir de dnde proceda el rumor. El hombre que yaca a su lado era alto y corpulento. Poda ser un comerciante del mercado; o tal vez zapatero o un funcionario insignificante. Quienquiera que pagase las tres monedas de cobre poda entrar aqu. Tendremos un nuevo emperador, amigo? pregunt la voz que se hallaba junto a Anastasio.

Quin crees que ser? Si la Augusta no adopta pronto una decisin, en la ciudad habr disturbios, te lo digo yo. Pasado maana se celebran los juegos. Esto alegra a todo el mundo, y ms ahora que fueron aplazados a causa del duelo. Se dice que los Azules y los Verdes quieren presentar su candidato a emperador. Yo, puedes creerlo, soy Verde. No tengo nada en comn con los seores de las filas Azules, que slo quieren aumentar sus posesiones. Nosotros, los Verdes, llevamos por si acaso un cuchillo en el cinto. Podemos necesitarlo. Vers, vecino, no puedo dejar de imaginarme la cantidad de hombres que hoy comen o charlan en Bizancio y que pasado maana caern muertos sobre la arena, mirando al vaco. Yo no soy aficionado a las peleas. Pero, amigo, lo que tendr lugar en el circo ser parecido a una guerra. El caso es que en tiempos como stos, no se debe confiar el imperio a una mujer. Ni siquiera la guardia est segura bajo su mando. Cuentan que las cohortes hunas se han rebelado, y que los jinetes alanos exigen doble paga. Afirman que tienen derecho a pedirla cuando un emperador cierra los ojos para siempre. Anastasio se estremeci. Te has enfriado? Tienes fiebre? Esto no me gusta; quin sabe la enfermedad que te aqueja. Podras contagirmela Ests enfermo? Estoy vivo. Tengo que adoptar una decisin. Para elegir una nueva profesin, eres demasiado viejo. Tal vez lo seas tambin para elegir nueva esposa. Adoptar una decisin? Quiz te haya cansado la vida mundana y quieras ir al desierto en calidad de monje... o a un monasterio. Acierto? No lo hagas, amigo! Mi cuado, el pobre... ha vuelto a escaparse. Rompi el ayuno con una cebolla, y su superior le castig con cien latigazos! Qu tienes que decidir? Un nuevo destino. Tal vez seas un hombre distinguido; hablas muy bien. Pero tus palabras no tienen sentido. Eres realmente un hombre de alcurnia? Podra llegar a serlo. Tonteras. A tu edad, el que no lo es, difcilmente puede encumbrarse. Y si ests maquinando algo malo... cosa que dudo, pues pareces un hombre decente, te aconsejo que no lo hagas: a tus aos no puede uno convertirse en asesino, ni siquiera por una pequea

herencia. Piensa en tu familia... Que Dios te proteja, amigo. Me voy a mi taller. Los vapores fatigan el corazn, pero agudizan el espritu. Cuando Anastasio regres a palacio y visti una tnica ms lujosa, sobre la cual se puso el manto de los humildes, vio los escalones, los eunucos y los guardas con otros ojos.

Ariadna despidi al escriba y a sus dos damas antes de recibir al Silenciario. Esta conducta slo estaba justificada por decisiones de gran trascendencia, pero todo el mundo saba que se preparaba la respuesta para Fausto Nger, y que dicha respuesta era un secreto de estado. Aceptas mi ofrecimiento, Anastasio? Lo acepto, Augusta. Cules son tus condiciones? De no haberse decidido, no hubiera podido hacer ninguna pregunta. As pues, era ya casi el novio. Gobernaremos como Augusto y Augusta. T te ocupars de m y me cuidars cuando est enferma. Yo te cuidar cuando ests enfermo. Nos guardaremos fidelidad mutua. No fingirs que me amas, y yo tampoco dir que te amo, Anastasio. Tendrs que vigilar a los guerreros, pues no obedeceran a una mujer. En mi juventud serv entre los catafractas; s montar a caballo y conozco las voces de mando. Tienes deudas? Poseo una casa en Bizancio y viedos fuera de las murallas. Tambin tengo una villa en la isla de los prncipes. Y algunas monedas de oro... Has planeado algo, Anastasio? Vuestra Majestad convocar para esta tarde el consejo de Estado. Hasta entonces, yo redactar un borrador del decreto que suele promulgar el emperador cuando elige a su prometida. En nuestro caso, el decreto estar firmado por la Augusta. Vuestra Majestad invitar al Patriarca; su bendicin nos asegurar la aprobacin de los poderes celestiales. Al mismo tiempo, Vuestra Majestad invitar al oficial ms digno de confianza de la guardia... yo os recomendara a Justino, el

capitn ilirio. Habla mal nuestra lengua y no sabe leer. Pero tengo entendido que es fiel hasta la ltima gota de su sangre. Sus guerreros deben colocarse a la entrada de la sala del consejo, despus de que la sesin haya comenzado. Sera conveniente ordenar al prefecto que doble los puestos de guardia de la ciudad, ya que durante la noche se difundir la noticia en Bizancio. Pasado maana comienzan los juegos. Vuestra Majestad hablar al pueblo desde su palco, y le anunciar su decisin. En las puertas habr que colocar arqueros hunos. Es probable que para entonces, los Azules ya hayan sobornado a la guardia; quieren elegir como emperador a un sobrino del antiguo emperador Len. Has pensado en todo, Anastasio? En todo cuanto me ha inspirado el Todopoderoso. Que su gracia sea contigo. Abrir la sesin del consejo en las ltimas horas de la tarde. Todos supondrn que hablaremos de Teodorico. Entonces anunciar mi decisin. Por si acaso, ponte una coraza bajo la tnica. Si no tienes ninguna, pdesela a Justino. Cuando seas emperador... lo s por experiencia, se convertir en una prenda indispensable de tu vestuario. Retrate, Anastasio, y no olvides que ya eres el basileo... mi marido. Hizo sonar la campanilla. Entraron las damas de corte y el escriba. Anastasio bes los escarpines de prpura y la orla de su manto. Se inclin profundamente y camin de espaldas hasta la puerta que utilizaban los dignatarios de poca importancia.

Fausto Nger se postr ante el nuevo emperador. Anastasio haba dirigido las negociaciones con el enviado de Teodorico y del Senado. Las pruebas de una exactitud minuciosa, los debates, parecidos a discusiones filosficas, las comparaciones con la poca de mayor gloria, todo tena el nico propsito de averiguar el punto de vista del interlocutor. Anastasio, como ministro de Zenn, haba procedido conforme a las reglas de las cancilleras bizantinas. Pero ahora, el antiguo Silenciario se haba convertido en emperador. La tradicin exiga que todas las conversaciones y todos los detalles de las negociaciones fuesen repetidos desde el principio. Qu pensaba la cabeza visible del Senado romano mientras rozaba con los labios los nuevos escarpines de prpura y ejecutaba la triple genuflexin impuesta por el ceremonial? El rostro de Anastasio era tan impasible como el del emperador representado en los mosaicos de oro. Su voz sonaba reposada y solemne; aqu, lo nico que haba cambiado

era el deficiente griego de Zenn y sus peculiares frases latinas, que en Anastasio se convertan en las matizadas expresiones de un hombre que domina ambas lenguas a la perfeccin. Fausto estaba impaciente por volver la espalda a Bizancio y regresar a Roma. De la Urbe haban llegado noticias poco tranquilizadoras: los das del Santo Padre estaban contados. Pronto habra elecciones papales. Teodorico tambin daba muestras de impaciencia. En el ltimo mensaje peda con palabras tan enrgicas el nuevo edicto, como si nunca hubiese vivido en el palacio imperial. El emperador tena que actuar como si no supiera nada, como si la prpura que le convirtiera en sagrado emperador hubiese borrado su antigua existencia de funcionario. Cul es, resumida en pocas palabras, tu pretensin, leal amigo nuestro? Fausto Nger sinti deseos de estallar en carcajadas ante el Augusto! Con cunta frecuencia haban hablado del asunto, tratando de eliminar las dudas; cuan a menudo haban cenado juntos! Y como era costumbre en Bizancio, tambin haba intentado sobornarle. Algunos hermosos anillos, pesadas cadenas de oro, copas de plata... fueron slo pequeos regalos para corresponder a las invitaciones de Anastasio. Y cuando el Silenciario hubiese redactado el nuevo edicto a satisfaccin de Teodorico, y enviado a Italia las insignias imperiales que Odoacro remitiera a Bizancio tras la deposicin de Rmulo Augstulo, el consejero Anastasio hubiese recibido una bonita suma, lo suficiente para comprarse una nueva finca en los alrededores de la capital. Y ahora, inesperadamente, el consejero a quien Fausto Nger casi creyera tener en el bolsillo, se haba convertido en su Sagrada Majestad, que con una palabra poda destruir el resultado de semanas enteras de negociaciones. Cul es tu pretensin?, pregunt la voz, y Fausto no pudo estallar en carcajadas. Pese a todo, era una suerte que slo le hubiese dado un anticipo en forma de joyas, aunque Anastasio le insinuara que debera compartir el dinero del soborno con los dems funcionarios. Ahora no exista an ninguna cancillera con la que Fausto pudiera comenzar el regateo. Anastasio conoca perfectamente el asunto, cuya tramitacin haba competido a su cancillera. Su memoria era considerable. Este canalla pens Fausto, el senador romano se acuerda de todo. Resumi, con palabras corteses y veladas, todos los deseos de Teodorico. Del texto seco y convencional surga de vez en cuando un giro sobre el que

ya se haban puesto de acuerdo. La mirada del emperador estaba fija en los pjaros dorados de la franja de mosaico. Nuestro fiel patricio Teodorico, segn nos hemos enterado, ya se ha hecho proclamar rey en la ciudad de Ravena. Ha mencionado en su ttulo la palabra Italia, sin esperar nuestra aprobacin. Hemos de reconocer... que esta noticia ha entristecido nuestro corazn paternal. Pero en nuestra respuesta tendremos en cuenta el bien del Imperio. Nosotros, que gobernamos por la gracia de Dios, no podemos dejarnos llevar por nuestros sentimientos. Escucha, pues, nuestras palabras, leal Fausto Nger. Redactaremos el nuevo edicto con mayor exactitud, puesto que el patricio Teodorico considera poco claro el anterior. Las insignias imperiales llegaron a su tiempo en estado defectuoso al palacio imperial. El usurpador... cul era su nombre...? Ah, s!, Odoacro... no tuvo cuidado con ellas; el manto sagrado est deshilachado, y en la corona faltan algunas piedras preciosas... Nosotros tenemos la intencin de hacer reparar las insignias imperiales. Pero esto, como sabes bien, requiere su tiempo. La perfeccin del trabajo es lo importante... y no la rapidez. Es posible que podamos enviarlas a tu seor dentro de dos... o tal vez tres aos... si para entonces es todava digno de ellas. No tenemos ninguna objecin a que utilice el ttulo de rey de todos los godos en Italia. Esto no consta en el edicto. Pero en nuestro nuevo documento, que le enviaremos como respuesta, nos dirigiremos a l con este ttulo. Y esperamos que el patricio Teodorico pagar al palacio imperial cincuenta mil monedas de oro como compensacin mnima de los quince aos durante los cuales las provincias itlicas no han pagado ningn impuesto.

XXX

En Roma, un ejrcito de obreros baj despus de muchos aos al mundo de los canales subterrneos, para limpiar aquella notable obra de los tiempos antiguos, la Cloaca mxima, que en un tiempo conservase limpia la ciudad y evitase que la basura diaria del milln de habitantes infectase el aire de Roma. Los viejos todava recordaban que las aberturas se limpiaban con regularidad, y la guardia castigaba severamente a cualquiera que tirase desperdicios por las calles. Los viejos lo recordaban, pero los jvenes slo conocan una Roma sucia y maloliente, cuyas calles estrechas despedan un hedor casi

insoportable. Todas las noches salan miles de perros y gatos a escarbar en los montones de basura. Por orden de Teodorico, dijo el jefe de los pelotones de trabajo, mientras se introducan botes por las aberturas de los canales, que ahora volveran a recorrer el sistema subterrneo de la cloaca. Mientras los hombres vestidos de cuero descendan al reino de las oscuras aguas, que durante los ltimos decenios slo sirvieran de ruta de huida para los ms peligrosos ladrones, en los alrededores de Roma se iniciaron otros trabajos de distinta ndole. Gran parte de las conducciones de agua romanas an subsista, pero donde el rayo haba destrozado un solo arco del acueducto, o las plantas haban practicado finas hendiduras en la piedra, se desperdiciaba el agua que los antepasados condujeran hasta Roma desde los montes Sabinos. Charcos y pantanos hicieron su aparicin en las cercanas de la ciudad. La poblacin de la Urbe se vea obligada a cavar pozos y beber el agua impura de su fondo. Ahora el prefecto recibi la orden de enviar albailes que reparasen las conducciones de agua. El rey escriba que hara frente a todos los gastos, por elevados que fuesen. El secretario del Senado reconoci el estilo de Casiodoro. Este joven escriba era actualmente uno de los hombres ms influyentes del palacio de Ravena. Su sabidura casi igualaba la de los antiguos pretores romanos, y su elocuencia recordaba la poca ms gloriosa de la repblica. Los decretos aparecan en forma de cartas reales y llevaban el sello de Teodorico: legi lo he ledo. Todo el mundo saba que el rey tena una placa de oro en la que estaban grabadas estas cuatro letras. Teodorico saba leer, pero no escribir, se deca en las cancilleras. Con un punzn imitaba las letras grabadas. De este modo apareca el sello de Teodorico en las tablillas o los pergaminos. El secretario romano saba que Casiodoro haba formulado en latn la voluntad de Teodorico. Los senadores se inclinaron sobre el documento; les pareci que volvan a or el rumor de los pozos de Roma. El rey ordenaba tambin al prefecto que hiciese reparar los antiguos almacenes municipales donde en tiempos de la repblica y durante la poca de los emperadores se almacenaban las reservas de cereales. Cuando venan tiempos de escasez o no llegaban puntualmente de frica los barcos cargados de trigo, siempre se poda contar con aquellas reservas, gracias a las cuales, la alimentacin de los habitantes estaba asegurada. La orden de Teodorico mencionaba que el pueblo no deba olvidar nunca que podan presentarse tiempos de escasez, especialmente si los

campos no estaban bien cuidados. El rey saba que la poblacin de la Urbe contaba con las reservas de cereales. Sin embargo, ahora slo seran repartidos entre aquellos que hubiesen participado durante la poca de abundancia en los trabajos de la ciudad. En primer lugar seran recompensados los voluntarios que estuviesen dispuestos a reparar los daos causados por los incendios y la devastacin. A ellos les corresponderan raciones dobles y triples, y seran los primeros en recibirlas. Qu quedara para los dems? El rey era de la opinin de que el Senado no tena obligacin de alimentar a los intiles y ociosos. Llegaron las lluvias otoales. Las gentes del prefecto limpiaron los arroyos de las calles, y el agua de la lluvia no encontr obstculos en su camino hacia los canales subterrneos. Los obreros municipales se llevaron en carros la suciedad amontonada junto a las aberturas de los canales, y las calles volvieron a estar limpias. Tres das antes de Navidad empezaron a manar los manantiales y los caos de las termas, secos desde haca medio siglo. El pueblo corri a los pozos pblicos, que estaban rodeados de malas hierbas. El agua volva a manar en potentes chorros... tan fresca y limpia como naca en los montes Sabinos. Despus de Navidad, los albailes y constructores volvieron de los montes. Un comit especial del Senado design las casas, palacios y baslicas que el curso del tiempo haba deteriorado, y en primer lugar aqullas que los habitantes del barrio haban saqueado, pese a todas las prohibiciones, atrados por sus excelentes materiales de construccin. A quin importaba, en una ciudad tan gigantesca como Roma, que el pico destruyera estatuas de mrmol, frescos y relieves? Hombres armados acompaaban a los picapedreros, y cuando al atardecer los habitantes de la ciudad salan de paseo, se dirigan al pie del Palatino para ver de nuevo provistos de tejado un antiguo palacio o un edificio pblico, durante muchos aos juguetes de la lluvia y el viento. Cuando se iniciaban en alguna parte trabajos de reconstruccin, el escriba del magistrado anunciaba por tres veces: Por orden del rey y patricio Teodorico. Casiodoro, el culto ministro del rey, amaba apasionadamente a Roma y deseaba para ella su antigua gloria. Transformaba las secas y concisas palabras del soberano en frases llenas de belleza. Poco a poco fueron conociendo en el Senado, en la corte e incluso en el palacio imperial aquellos documentos tan cuidadosamente redactados. Ya casi haba sido olvidado el hecho de que en el transcurso de cinco aos se sucedieron nueve emperadores, que los brbaros conquistaron la ciudad, y que la Urbe y el imperio vivieron horas de autntica miseria.

Casiodoro escriba como si todo aquello no hubiese ocurrido. Roma segua en su lugar, viva y resplandeca, como tambin la tierra de Italia. Las viejas leyes eran observadas, los ancianos del Senado, honrados. Los ladrones reciban su castigo y se persegua a los criminales. El rey Teodorico atenda a todo, lo vigilaba todo. El rey vigilaba sin cesar. A menudo, los ojos de sus consejeros se cerraban por el cansancio mientras l discuta una y otra vez sobre un asunto determinado. Este hombre de cuarenta aos volva siempre fresco de su cabalgata matinal; se pona una ligera tnica romana y ocupaba su lugar en el consejo. Cuando no vea claro algn problema, interrogaba uno por uno a sus consejeros. Era el mismo Teodorico que partiera en dos el cuerpo de Odoacro y ordenase matar a sus adversarios brbaros al final de aquella cena? Era el mismo Teodorico que viviera como prncipe brbaro de los godos en el campamento de carros? Cuando alcanz la frontera de Italia, hablaba con mucha imperfeccin la lengua de los romanos. Ahora ya no era necesario que un intrprete godo o griego tradujese sus palabras. Sus frases latinas eran todava algo toscas, pero todo el mundo comprenda lo que quera el rey. Era ste el mismo Teodorico que una vez devastara Tracia con sus guerreros? Casiodoro hablaba, durante las tranquilas horas del atardecer, de sus amigos. El noble Smaco y su yerno y pupilo, Boecio, de la estirpe de Anicio, eran el orgullo de la Urbe. Su intelecto resplandeca, eran los favoritos de las musas. A instancias de Smaco se dio nuevo impulso a la Academia, y los jvenes acudieron en masa a sus aulas. Su mejor alumno, que no tard en superar al propio maestro, fue Boecio. El muchacho qued hurfano a muy tierna edad, y fue acogido en casa de su pariente Smaco. El ministro deseaba atraer a Roma a Teodorico, hacerle abandonar la fortificada Ravena, y obligarle a olvidar Verona, que el hijo de Amal (en recuerdo de su primera gran victoria) haba convertido en la ciudad ms bella de Italia. La gloria y el esplendor de la Urbe le atraeran; tal vez Roma consiguiera deshacer el vnculo que una a Teodorico con la fe arriana, pues esto constitua uno de los principales obstculos para que el rey llegase a ser un autntico romano. Roma te reclama, mi rey. Este ruego de los enviados sonaba cada vez ms insistente; y cada da era ms apremiante la pregunta de por qu el rey no iba a la Urbe. Por qu no haca su entrada en la ciudad, como exiga la tradicin? Quien proporciona agua y cereales, instaura el orden y aleja a los enemigos, es prncipe de Roma, sea cual sea el ttulo

que le otorgue el pergamino de Bizancio. Ponte en marcha hacia Roma, rey Teodorico!

XXXI

Sera posible restablecer todo el imperio occidental por medio de alianzas con los reyes brbaros? En frica septentrional, en la regin de la antigua Cartago, se extenda el reino de los vndalos. En Hispania y el sur de las Galias reinaban los visigodos. El reino de los francos se extenda al norte de las Galias y limitaba con el pas de los burgundios. Al Este se hallaba la regin de las tribus errantes, que no delimitaba ninguna frontera. Mientras en el palacio imperial de Bizancio se haca ao tras ao una rendicin de cuentas sobre provincias que en realidad no existan desde haca tiempo el imperio no poda renunciar a una sola de sus provincias, el rey godo preparaba en su corte de Ravena una alianza germnica que se apoyara en la ascendencia comn y en la fe arriana. Con estas dos cosas como base crea poder fundar un imperio occidental ms fuerte que el anterior. Haca aos que su hermana Amalafreda viva con el rey de los vndalos. Una de sus hijas era esposa del rey burgundio, la otra, del rey visigodo. Su sobrina Amalaberga concedera su mano al rey de los turingios. Como una sombra inquietante se alzaba el rey de los francos, Clodoveo, considerablemente ms joven que Teodorico, que haba heredado de su padre una estrecha franja de tierra y un montn de guerreros hambrientos y sin hogar. Clodoveo contaba quince aos cuando los guerreros le levantaron sobre el escudo, segn la antigua tradicin, pues an adoraban a los dioses paganos Odn y Baldur, y cieron con una corona la frente del muchacho. Este joven rey convoc a sus guerreros al segundo da de su reinado. Somos pobres, no tenemos oro, ni trigo, ni vino. Nosotros tendremos que conquistarlo con nuestro esfuerzo. Quin sigue a mi lado? El reino de Clodoveo creca de ao en ao. Venci al gobernador de la ltima provincia romana, y en sus

manos cay Durocortrum y un gigantesco botn. Someti a prncipes de su familia, y tambin los reyes merovingios reconocieron su superioridad. Este prncipe pagano resolvi despus apoderarse de todas las Galias; no se senta ligado por ningn vnculo con los arrianos germnicos. Se deca que el obispo catlico de Durocortrum era un husped frecuente en el palacio del joven rey. Teodorico vea en el rey de los francos, que ahora tendra unos treinta aos, a su nico enemigo verdadero. Hasta la fecha haba conseguido siempre evitar refriegas en las zonas fronterizas, con las que incluso intercambiaba anualmente mensajes de amistad. Pero a la cancillera de Ravena llegaban con alarmante frecuencia noticias de las Galias; todos los aos caan en poder de Clodoveo nuevas provincias, nuevos ros y nuevas tierras de regado. Y tambin nuevas ciudades... En estos siglos, la ciudad significaba sabidura, casas y oro. Clodoveo y su hermana Audafleda haban perdido a sus padres siendo muy nios. Crecieron entre el ruido de una guerra perpetua, en el umbral entre la vida y la muerte. La nia comparta la existencia de su hermano, cabalgaba a su lado durante las primeras campaas, y estuvo presente en el mercado de Augusta Suessionum, cuando los francos se repartieron el botn. Un guerrero eligi para s una copa de vino que el joven rey haba pensado regalar al obispo Remigio. Pero al guerrero franco le tena sin cuidado el deseo de su rey, y se neg a entregar el cliz. Entonces Clodoveo desenvain la espada, y el guerrero se enter al precio de su vida de que no era aconsejable para un igual oponerse al rey. Se trataba de la famosa copa de Augusta Suessionum, que hizo nacer entre los guerreros el respeto y el temor hacia su joven rey. Audafleda presenci la escena, y cuando se hallaba junto a su hermano ya no tema los gritos salvajes de los caudillos francos. Clodoveo, a quien el paganismo no convenca, estaba ante una encrucijada. Seguira la fe arriana o la catlica? Todos los pases germnicos haban adoptado la doctrina de Arrio, y todos los romanos se haban acogido a la iglesia ortodoxa. En las tierras del rey vndalo, los catlicos eran vctimas de persecuciones sanguinarias que superaban incluso a las de los antiguos emperadores romanos. Clodoveo permaneci indeciso mucho tiempo. Dnde conseguiran mayores ventajas? Cul sera la recompensa de una conversin? Qu poda ofrecer el cristianismo romano, y qu, los arrianos? Si se dejaba bautizar por el obispo catlico, todos los reinos germnicos estaran contra l, pero en cambio contara con la alianza del lejano emperador y con el apoyo de todos los obispos que vivan en las distintas

provincias; estara seguro en cualquier parte donde se profesara la fe romana. Audafleda an no haba sido bautizada cuando lleg la legacin de Teodorico. Los condes godos no venan de manera inesperada. El noviazgo fue precedido de prolongadas negociaciones en las que se discuti la dote, el regalo de provincias y de enormes sumas de dinero, y tambin el tema de la fe. Cuando ante la frontera de las Galias apareci el primer mensajero con destino a la corte de los francos, el rey Clodoveo supo que tendra que separarse de su hermana. Ambos eran fruto de una unin por amor. Su padre, el rey Childerico, haba huido en calidad de desterrado a la corte turingia, donde naci un amor incontenible entre l y Basina, la esposa del rey. Childerico rapt a la esposa de su anfitrin, y con ello se granje no slo el odio de Turingia, sino el de todo el mundo germnico. Los dos amantes lucharon contra el destino y contra sus enemigos, pero esta lucha desigual les priv de todos sus bienes y finalmente, de la vida. Quedaron sus dos hermosos hijos. Al cabo de dos decenios nadie hablaba ya del memorable rapto. Audafleda creci entre cambios constantes. Batallas, asedios de ciudades, tranquilos inviernos en una fortaleza romana conquistada, campaas, continuas deliberaciones de los hombres. Audafleda, hurfana desde nia, no era cristiana, pero tampoco era pagana. Los nombres de Odn y Baldur ya no significaban nada para ella; a los sacrificios del bosque acudan cada vez menos guerreros. La hija del rey haba aprendido el alfabeto de los cristianos. Cuando la visitaba el obispo Remigio de Durocotrum, saba cmo deba recibirse a un sacerdote de su categora, y qu honores deban rendrsele. Audafleda vio entrar a los enviados godos en Augusta Suessionum. Se tomaron unos das de descanso para estar frescos y reposados el da de la audiencia. Se adverta que los seores godos se haban refinado desde que vivan en Italia. Llevaban capas de pieles bien curtidas y yelmos adornados con cuernos; pero su coraza, sus armas, sus sandalias y los arneses de sus caballos ya eran romanos. Los rostros afeitados de los secretarios, su nariz recta y su cabello oscuro traicionaban su sangre itlica. Los caballos tiraban de carros cuyas ruedas eran ligeras. Cuando los legados se cansaban, podan reposar en los carros. Les seguan los carromatos con los regalos y el equipaje. Un grupo de jinetes godos cerraba la comitiva. Cuntos meses faltaban para el final del verano, para que Audafleda viajase a Ravena desde Durocortrum? Cuntas semanas pasaran antes de que estuviese reunida la dote de la novia, y se hubiese

obtenido de los campesinos la ltima joya, la ltima moneda de plata, la dote real sin la que Audafleda no poda pisar terreno itlico? Por fin lleg el momento en que la hija del rey franco pudo emprender el viaje a Italia, al reino de los godos. Hablas latn?, pregunt Casiodoro, el ltimo en llegar a Durocortrum para la peticin de mano. Este scisne latine son como una exigencia a la cual ella apenas respondi. Su futuro marido no se pareca a los burgundios ni a los turingios, esos prncipes barbudos y habladores que en la mesa se tiraban los huesos unos a otros cuando el vino de Durocortrum se les suba a la cabeza. Hablas latn?, pregunt el enviado. Y este enviado hablaba en voz baja, era un hombre distinguido, pero no un sacerdote. Sin embargo, no llevaba armas, y cea su frente una corona de laurel. Su ttulo era: magister officiorum. A l confiaba su Majestad los asuntos de palacio y de la casa real. Qu edad tena Teodorico? Haba quien todava recordaba la campaa de las seis mil lanzas... y contaba los aos a partir de entonces. Poda doblarle la edad a Audafleda, que contaba veintids primaveras. Ha tenido el rey una esposa legtima? Casiodoro haba odo hablar de una doncella de Iliria, hija de un magistrado de la ciudad. Se rumoreaba que Teodorico no la haba olvidado jams, y que estaba arrepentido de haberla dejado marchar. Cuando cruzaban Mesia, vivi con la hija de un noble godo de la misma manera que Erelieva cohabitara con el rey Teodomiro. Esta mujer, que estaba enterrada a orillas del lejano Ister, haba dado dos hijas a Teodorico. Una de ellas era ahora reina de los burgundios, la otra, de los visigodos. Casiodoro ignoraba incluso el nombre de esta mujer goda. Teodorico no ha tenido nunca una esposa con la cual estuviera unido en nombre de Cristo! Qu... qu clase de hombre es? Casiodoro era uno de los miembros ms poderosos de la cancillera de Ravena, un cortesano culto y reflexivo que hablaba con su futura soberana. En la pregunta se ocultaba la congoja, la curiosidad, y tal vez una chispa de recelo. Posee dos almas, Audafleda. Una romana y una goda, una buena y una cruel. Es sabio, pero irascible. Posee la sabidura del mundo, pero no tiene una gran opinin de los filsofos. Qu son los filsofos?

Hombres que edifican un mundo imaginario con la fuerza de sus ideas. Y sin embargo, este mundo es ms fuerte que todo lo dems... pero no puede ser comprendido por nadie que no conozca la fuerza de la razn. Hblame de Ravena, seor! Yo soy romano. Nada puede compararse con la Urbe, que fue erigida sobre siete maravillosas colinas. Pero Roma ha sido reducida a cenizas muchas veces. En la actualidad, los pantanos emanan venenosos vapores, que flotan sobre la ciudad. En cambio Ravena disfruta ahora de su perodo lgido. Es la ciudad de Teodorico. Sabes qu es un mosaico? Con miles y miles de diminutas piedras de colores se forman murales resplandecientes que representan el rostro de Jesucristo, a sus ngeles, y muchas otras cosas. Todo brilla en las iglesias. Todo resplandece en el palacio del rey. Cien mensajeros a caballo estn dispuestos a difundir sus rdenes. Cmo es el rey? Lo preguntas por segunda vez, y esto es inteligente por tu parte. A esta pregunta siempre obtendrs de m una respuesta diferente, y sin embargo, todas sern ciertas. Ya no es muy joven, de las batallas regres con heridas, y las cicatrices se advierten en su rostro. Le falta un dedo en la mano izquierda. Cuando se aproxima el invierno, le duele la pierna, que en Soncino fue atravesada por una flecha. En el hombro debe tener una gran cicatriz, pues un hacha de combate le hiri, y tuvo mucha suerte de que la hoja no penetrase ms adentro. En la frente tiene una cicatriz, pero el rostro es liso y agraciado. Cuando se inclina sobre un pergamino para leerlo, podra ser tomado por un sacerdote. Sus cabellos rubios ya tienen hebras de plata. Cuando se pone en pie, es un hombre alto y corpulento. Monta a caballo todas las maanas, antes de iniciar el trabajo con los asuntos de estado. Sobre la silla tiene la prestancia y la seguridad de sus veinte aos. Cuando el da toca a su fin y habla para resumir los acontecimientos, su voz es tranquila. Yo escribo en un libro lo ms importante. Cuando t vivas a su lado... tambin sabrs todas estas cosas. Hblame de la dama Erelieva... Le dio la vida. Le vesta para las batallas. Le ha seguido a travs de muchos pases. A caballo, en carro, a pie. Comparti con l las penalidades que sufrieron al cruzar los Alpes. Cuando su hijo se preparaba para la decisiva batalla a orillas del Soncino, le cubri con el manto de prpura. Slo en una cosa ha desobedecido a su hijo: Erelieva ha adoptado nuestra fe. Se ha convertido al catolicismo. El

obispo de Verona la admiti en el rebao de sus fieles mientras Teodorico pona sitio a Ravena. A m me bautizar el obispo Remigio antes de que emprenda el viaje. Ya ves, seor, lo peculiar que es todo esto. Dos mujeres de fe romana vivirn juntas, como si fueran madre e hija. Erelieva y yo. Y los dos hombres de mi vida, mi hermano, que derrama las primeras gotas de vino de su cuerno en honor de Odn, y Teodorico, que profesa la fe de Arrio. Ya ves cuan difcil es... cuan difcil es comprender todo esto.

XXXII

Todo es pasajero, slo Roma es eterna. Casiodoro crea ser el nico que luchaba en nombre de un rey brbaro contra el carcter efmero de una ciudad. Durante las horas de la noche, su punzn recorra incansablemente el papel. Cada una de sus palabras era un suspiro de nostalgia por la antigua gloria. Canales, conducciones de agua, circos, templos, palacios, todos eran deseos predilectos de su imaginacin. Si el Senado no prestaba ayuda, recurrira con sus cartas al Papa: el rey no deba ver ruinas cuando visitara Roma. Haca aos que duraba la lucha entre Ravena y Roma: Teodorico construa una nueva ciudad cristiana. En la ciudad protegida por pantanos no haba circo, ni baslicas, ni foros. Ahora se levantaban templos de estilo bizantino, pero que eran ms ligeros y claros que los de Constantinopla. La vida de Ravena, que giraba en torno a la corte del rey, era una cosa, y otra era la vida en Roma, donde las palabras del rey llegaban como una orden lejana. Aqu el Senado decida en todos los asuntos mundanos, pero tambin pesaba la palabra del Papa. Y en ltima instancia era el nombre del emperador Anastasio el que sancionaba todas las leyes. El Senado mandaba al palacio imperial los documentos importantes con las naves que se hacan a la mar en primavera; y en Bizancio segn era tradicin dichos documentos eran registrados y archivados. Vendra a Roma Teodorico? Haca aos que se responda a los capataces y albailes: El patricio vendr; recibiris vuestra recompensa. Teodorico viene. La noticia se difundi por la ciudad. Haba llegado una carta de Casiodoro para su amigo Smaco, el senador, y Boecio, su joven alma gemela. Los senadores se reunieron aquel mismo da. La

noticia no llegaba realmente en el momento ms propicio. La tesorera de la ciudad volva a estar vaca, porque haban tenido que ser reparados nuevos tramos de las conducciones de agua, y las inundaciones de primavera haban causado grandes daos en los campos. Seguramente el rey no vendra con las manos vacas, y Roma podra ser embellecida gracias a su generosidad! Pero antes era preciso prepararle una recepcin. Tendra que aumentarse el nmero de hombres armados, para ofrecer un squito de honor digno de tan alto personaje. Haba miles de cosas que hacer, y nadie saba de dnde sacar el dinero. El pueblo tiene que sufragar los gastos de embellecimiento de la ciudad dijo Smaco, que era el senador de ms prestigio, pero nosotros los patricios tambin hemos de contribuir. Al fin y al cabo es con nosotros con quien el rey pasar gran parte de su tiempo. Haca ms de diez aos que Roma no reciba ninguna visita principesca. Cunto tiempo haba pasado desde la entrada triunfal de Odoacro, cuando hizo ejecutar al pie del Capitolio, entre los gritos de jbilo del pueblo, al rey rugieno Fava, que se haba rebelado contra Roma! Cuntas cosas haban ocurrido desde entonces!... Smaco record el aspecto de la Urbe en aquella poca. Era un nido de peste y suciedad, y los desperdicios cubran el Foro romano. El Tber se desbordaba todos los aos, arrastrando consigo a las ruinosas barracas. En la marcha triunfal haban desfilado los guerreros de las tropas brbaras de Odoacro... y todos los habitantes de Roma rezaban para que no se desmandasen aquellas bestias ocultas bajo una envoltura humana. Dos aos ms tarde, este mismo Odoacro llam en vano a las puertas de Roma. Los arqueros del Senado se apostaron en los torreones, y los soldados tensaron las cuerdas de las ballestas. Desde entonces, Roma no gozaba de buena reputacin entre los prncipes. Los cnsules cambiaban todos los aos, y el pueblo slo se acordaba de los que haban organizado los juegos ms costosos. La casa de Smaco, en la ladera del Palatino, albergaba a varias familias; a nadie molestaba el hecho de que el ruinoso tejado no impidiese la entrada de la lluvia en el sotabanco. El propio jardn presentaba la salvaje belleza de una espesura de laureles. La gran mansin, una de las propiedades de la familia de Anicio, tena ya varios centenares de aos. Los jvenes, que slo conocan de odas las pocas calamitosas, hubiesen emprendido de buena gana el trabajo de reparar la deteriorada techumbre.

El aposento de Boecio se hallaba junto al jardn. La hija de Smaco, Rusticiana, era la esposa del joven erudito, cuya fama haba traspasado las fronteras de Roma. Su mente investigaba las profundidades de la filosofa, amaba la msica, pero tambin estudiaba el curso de las estrellas y la geometra. En su taller se construan misteriosos aparatos, autnticas maravillas de la mecnica. No ignoraba ninguno de los descubrimientos de los antiguos, ya fueran griegos o latinos. En su aposento se amontonaban los rollos de pergamino, cuya copia le haba costado grandes sumas de dinero. Era el nico derroche del que se poda acusar a Boecio. Los libros eran caros, y haca tiempo que haba pasado la poca en que los talleres de los copistas abundaban como setas en los foros. Actualmente, slo los sacerdotes y los monjes se dedicaban a la copia de libros. Era un trabajo fatigoso, que requera mucho tiempo. Los amantes de los libros recordaban con un suspiro los tiempos en que podan encargar manuscritos en el gran taller de los hermanos Sosius o de otro que tena su taberna en las proximidades del templo de Vertumnus, y obtenerlos al cabo de pocos das. Cuando Boecio lea a los poetas antiguos, pensaba con nostalgia en los viejos tiempos de la Urbe. Hoy todo era mezquino y pobre, y los hombres se haban convertido en enanos. Los patricios vendan a la mayor parte de sus esclavos: cmo mantenerlos en una poca de tanta penuria! Fue un gran da en casa de Smaco y Boecio aqul en que lleg Casiodoro para preparar el recibimiento del rey Teodorico. El magister officiorum pensaba alojarse en casa de sus amigos, y era preciso decidir dnde vivira Teodorico como husped de la capital. Rusticiana era una mujer singular. El trabajo de la cocina y de la casa no la absorba. Viva con su marido en el mundo de la antigedad, lea libros griegos y le gustaba copiar sus textos preferidos. Muchas veces visitaban la casa jvenes filsofos, y Rusticiana tomaba parte en sus debates. Algunos de estos jvenes estaban al servicio del Senado o del prefecto de Roma, otros estudiaban en la Academia, que haba podido abrir de nuevo sus puertas gracias a la inspiracin de Smaco y a la generosidad de Teodorico. Casiodoro lleg hacia el atardecer. Se ape de un ligero carruaje, y sus rollos de manuscritos fueron llevados a su aposento. Estaban destinados a servir de lectura, pero al mismo tiempo como regalos: en Ravena eran ms baratos los manuscritos griegos. Rusticiana susurr a su marido: Nuestro husped ha trado consigo los regalos ms valiosos. Casiodoro se sacudi el polvo de las ropas, recorri la casa y comprob con alegra que por doquier, en el jardn, en el atrio, en el bao,

manaba la costosa agua romana. Pens en su infancia, cuando en la ciudad fueron cavados los pozos. Casiodoro no pidi una copa, sino que prob el agua recogida en su mano. Qu fresca, qu sabrosa, qu romana! Record que haba sido tres aos antes, durante una conversacin con Teodorico, cuando le anim a emitir un decreto sobre la reparacin de las conducciones romanas. El rey renunci a los impuestos durante todo un ao, para que los romanos pudiesen emplear el dinero en poner de nuevo en funcionamiento el acueducto y la Cloaca mxima. Cuando Casiodoro redact entonces la orden real, pens: Todo esto es slo una hermosa ilusin. Vio la urbe sucia y abandonada de su niez, record los ardientes veranos, el agua pantanosa del Tber... y cerca, en la Campagna, al pie de los montes Sabinos, los acueductos en ruinas, cuyas aguas se derramaban intilmente al cabo de unas millas. Y qu delicioso se antojaba ahora en el jardn de Boecio el chorro de agua que brotaba de las fauces de un len con todos los colores del arco iris! Los arbustos medio agotados haban reverdecido, renaciendo el arte de la jardinera, elogiado por Horacio. Las malas hierbas haban desaparecido, y al borde del csped florecan los parterres. En los rboles anidaban los pjaros, y dos pequeos corzos correteaban por el jardn de Smaco. Se acercaron al husped desconocido, y se detuvieron a unos pasos de distancia, como si quisieran pedirle algo... o solamente inspirarle sorpresa. Su lecho no era duro; esto fue una novedad agradable. Segn la regla de oro de la hospitalidad tradicional, un amigo que llegaba de un largo viaje no poda ser importunado hasta que hubiera descansado la primera noche y se hubiese habituado a su nueva vivienda. El dueo de la casa no sostendra con l una larga conversacin hasta la hora del desayuno. Casiodoro orden sus manuscritos cuando apenas amaneca. Ser husped en Roma le causaba una grata impresin. Baj al jardn. La noche anterior haba visto los surtidores. Ahora se detuvo ante ellos como ante el milagro de la resurreccin. En el lado izquierdo de la casa vio escaleras y herramientas, y no le parecieron muy usadas. As pues, en casa de Smaco el trabajo deba de haber comenzado haca poco tiempo. Las ventanas estaban abiertas. Alguien dictaba. Conoca a Boecio desde nio, pero haca muchos aos que slo saba de l a travs de informes o cartas. Ahora, el latn clsico le convenci de que quien dictaba slo poda ser su joven anfitrin. Cuando Casiodoro tom asiento en un pequeo banco, junto al cual manaba un chorro de agua de una cabeza de Cupido, oy la voz que

dictaba citando a Platn: Feliz la ciudad cuyos gobernantes son filsofos, o que, por lo menos, estudian filosofa! Es feliz esta ciudad...? Pens en Teodorico. El propio Casiodoro no haba visto el cuerpo mutilado de Odoacro, pero nadie en Ravena olvid jams aquel suceso. Quin poda llamar filsofo al rey de los godos? Su espritu inquieto no segua nunca el intrincado orden de ideas de los filsofos antiguos. Ni siquiera el logos, el juego intelectual digno de los filsofos, interesaba al hijo de Amal. Tampoco le interesaba el mundo de las ideas de Platn. Cuando Casiodoro le hubo explicado cmo el filsofo ateniense hubiese organizado el Estado, se limit a sonrer: Este hombre no hubiera sido jams capaz de gobernar. Haba un abismo de contradicciones entre Teodorico y Boecio. Rusticiana, a quien Boecio haba estado dictando, ley ahora el texto en voz alta. Dnde est la verdad?, se interrog Casiodoro mientras se desprenda de las sandalias y dejaba correr el agua fresca sobre sus pies. Qu instante tan hermoso y feliz! Estaba solo... an dispona de una hora para s mismo. Los pozos de Roma, las palabras de los filsofos, las sombras de los arbustos; si levantaba la vista, contemplaba el Palatino y el palacio de los Csares iluminados por el resplandor del disco rojo del sol. Se dispuso la mesa del desayuno en el jardn. Rusticiana era una mujer joven y hermosa. Se mova en la casa del patricio con la misma libertad y desenvoltura de los hombres. Sobre una mesa de tres patas coloc algunos pergaminos que haba elegido con su marido. No venan ms invitados, la propia mujer ofreca los manjares y serva un vino seco y claro como el cristal. La maana transcurri entre los goces de la amistad incipiente. Cuando fuese retirada la mesa, podra empezar la conversacin. Rusticiana ofreci frutas mojadas en miel y trajo despus el agua perfumada para que todos se lavaran las manos. Todo era hermoso e imperecederamente romano. Casiodoro ya poda empezar su coloquio con los romanos.

Pareca haber transcurrido muchsimo tiempo desde la memorable visita de Odoacro. En el Senado solamente algunos ancianos recordaban cmo deba recibirse a un dignatario que no fuese

emperador ni cnsul ni tribuno, sino rey o patricio. Su poder equivala al nmero de guerreros que le apoyaban y a la cantidad de oro de su tesorera. Teodorico, en todo caso, posea el documento del nuevo emperador Anastasio. Segn las palabras del basileo, era gobernador de Italia. Un ttulo insuficiente... y una magna tarea. Casiodoro quera prestar nuevo brillo a las viejas tradiciones. La ruinosa sala del Senado deba estar reconstruida dentro de pocos das; era preciso que desaparecieran las manchas de humedad del techo y el descascarillado de las paredes. Haba que dorar de nuevo la rama de palmera que adornaba el silln del prefecto. Algunas estatuas deban decorar la entrada del Capitolio, y alfombras de prpura cubriran los trozos defectuosos de las escalinatas de mrmol, de los que a menudo se quejaban los viejos senadores, ya no muy seguros sobre sus pies. Acompaado de Smaco y Boecio, Casiodoro subi al Palatino. Los viejos muros y las enormes vallas haban desaparecido, y sus piedras haban sido utilizadas en la construccin de casas o establos. Vistos desde el Foro, los gigantescos palacios daban todava la impresin de estar habitados por los emperadores, pero en su interior todo era ruina y suciedad. Haba en toda la Urbe hombres suficientes para transformar dentro de un plazo de dos semanas aquel ruinoso palacio en un hogar para el rey? Faltaban dos marcos en las ventanas, las puertas no encajaban, los tubos de la calefaccin estaban rotos y gran parte del plomo haba sido destinado a otros menesteres. Pero la orden que traa Casiodoro deca claramente: Teodorico desea alojarse en el Palatino, en el lugar donde los emperadores romanos vivan y gobernaban. Odoacro no se haba atrevido a pernoctar en Roma, volviendo al atardecer a su campamento fuera de las murallas de la ciudad. En la ciudad escaseaban los constructores, y los pocos que quedaban no eran mucho ms que simples albailes. Pero Boecio posea mil facetas en su arte: entenda de aritmtica, hizo unos bocetos, reparti el trabajo. Casiodoro afloj el cordn de la bolsa del dinero. Despus de tantos aos de penuria volva a ofrecerse a los artesanos paga doble y una esplndida recompensa. Roma se convirti en un enorme taller; era como si todos los maestros hubiesen decidido hacer su agosto. Carpinteros, albailes, ebanistas, tejedores y montadores de calefaccin tuvieron que improvisar sus materiales, como quien dice, de la nada. Los miembros del Senado se declararon dispuestos a amueblar el palacio del Palatino. No haba tiempo para construir muebles nuevos, y de todas maneras, el mobiliario les sera devuelto en cuanto pasaran las semanas de la memorable visita. Cunto tiempo se quedara el rey? Con inquietud formularon esta pregunta a Casiodoro,

inquietud no exenta de cierto temor. Roma acoga amistosamente al generoso patricio; su suelo seco y sediento ansiaba la lluvia de oro. Pero tener a un rey godo como residente perpetuo en la Urbe... esto no hubiera sido del agrado de nadie.

XXXIII

Audafleda oa msica por primera vez. Mientras cantaba el coro tuvo la sensacin de estar deslizndose sobre las olas del mar; se sinti transportada por las voces. Todo adquiri vida propia y llen la baslica, los rostros de piedra de los mosaicos parecieron suavizarse, y los enormes ojos de Cristo se perdieron en el infinito. En su casa, en Durocortrum o en Augusta Suessionum, los sacerdotes cantaban a veces en el templo. Durante un banquete, los guerreros entonaron cantares de gesta, pero sus voces eran broncas, y su canto, unido a las carcajadas provocadas por el vino, semejaba un coro de aullidos. En cuanto hubo pisado suelo itlico, la msica se desdobl como una alfombra a los pies de la hija del rey. Oy notas de rgano y mil sonidos diferentes, e incluso la llamada del cuerno se le antoj ms melodiosa que en su pas. Audafleda se propuso pedir a Teodorico que enviase msicos a su patria, a fin de que tambin en la corte franca conociesen lo que aqu le procuraba a ella tanto placer. Los novios se vieron por primera vez en la demarcacin de Verona. Teodorico se mantena al frente de sus jinetes, rodeado del fausto propio de la ocasin, cuando aparecieron tras una colina los lanceros del squito real de los francos. Las salutaciones mutuas requirieron media hora, y mientras tanto los carruajes del squito de la novia llegaron a las murallas de la ciudad. Teodorico era un hombre fornido y apuesto, de cabellos abundantes, rostro afeitado y ojos azules. Sonrea, mientras bajaba la colina a trote ligero al frente de su guardia. Abajo esperaba, esplndidamente enjaezado, el caballo de la hija delrey franco, que ahora Audafleda se apresur a montar. Tras ella saltaron tambin a la silla de sus monturas las damas de su corte, formando un entero ejrcito de amazonas. El engalanado grupo de lanceros cerraba el squito nupcial.

Francos y godos no podan comprenderse en sus respectivas lenguas, pero Audafleda, para agradar a su futuro esposo, haba aprendido algunas frases godas. Y adems, quedaba el latn. El lenguaje de los romanos una a aquellas dos personas que haban crecido a muchos centenares de millas de distancia y a las cuales separaba la religin, la educacin y la diferencia de edad. Teodorico haba decidido esperar la llegada de Audafleda y visitar despus en su compaa la Ciudad Eterna. Cmo sera la doncella con la cual compartira en lo sucesivo su hogar, sus problemas y sus alegras? Esperaba que ella prestase un renovado esplendor a la corte de Ravena, pues Erelieva tena ya muchos aos. Habitaba una villa situada en el bosque de pinos, y su hijo la visitaba diariamente durante su cabalgata matutina. El palacio de Ravena era un campamento de hombres, que slo imitaba el palacio bizantino en el lujo de sus fachadas exteriores. Audafleda era esbelta y montaba bien. Posea dignidad, aunque era evidente que su tnica no haba sido confeccionada en Italia. Su cadena de oro pesaba demasiado; aqu se preferan las joyas de orfebrera ms fina. Las primeras frases fueron las ms fciles, pues la doncella las haba preparado durante el largo viaje: palabras de salutacin, mensajes amistosos, agradecimiento por la esplendidez de los obsequios. Teodorico se esforz en salvar la distancia existente entre l y su futura esposa. Qu es lo que ms te ha gustado hasta ahora, Audafleda? He escuchado msica... mucha msica, seor. La frase era inslita en labios de una doncella. La pronunci con sinceridad y calor, aunque no le resultara fcil expresarse en latn. Pero despidi al intrprete con un movimiento de la mano; no lo necesitaba. S, la msica... la msica que la haba acompaado por doquier desde que pisara suelo itlico. En el squito del rey godo no se encontraba ningn msico, slo tres cornetas que daban los toques de mando. Sabran tocar otras cosas, algo ms bello? Teodorico hizo una sea, y en la ladera de la colina sonaron los cuernos. Audafleda los escuch con agrado. Ahora Teodorico ya saba cmo contentar de algn modo a la doncella desconocida.

Cuando llegaron a Verona, la ciudad predilecta de Teodorico se haba vestido de fiesta. Flores... flores itlicas. Una alfombra de flores bajo las herraduras de los caballos, flores en las ventanas y en las puertas de las casas, como si todos quisieran participar en la felicidad de Teodorico. La accin de gracias son muy ceremoniosa, y muy solemne la pltica de labios del obispo. Al tercer da comunic Teodorico a Audafleda que deseaba viajar con ella a Roma. Un viaje por el pas en la primavera ms esplendorosa que disfrutaba Italia desde haca aos. Audafleda, cuando se hallaba junto a las ventanas del palacio, se volva a menudo hacia el noroeste. Enviaba mensajes con las nubes a Durocortrum. Casiodoro le lea en voz alta a los poetas latinos, para que aprendiese la ms bella de todas las lenguas, la lengua de Roma. Audafleda se enter de que en la Urbe viva un joven erudito llamado Boecio, que entenda de msica ms que nadie. Una sonrisa iluminaba el rostro de la doncella cuando pensaba en Roma.

En el Senado se reanimaron los antiguos debates. Desde que fuera depuesto el ltimo rey, Tarquinio el Soberbio, haca ms de mil aos, en Roma se odiaba el ttulo de rey. Desde entonces nadie haba vuelto a ostentar la dignidad de rey de Roma. Cmo deban agasajar a un rey que no era Csar ni Augusto? Para los godos era un rey, ante los ojos de los romanos, slo un patricio. Sin embargo, el Senado tena que decidir con qu honores recibira al brbaro cuyo caballo pisara con sus herraduras el empedrado de la Urbe. Los que atendan con rigidez a las viejas tradiciones, declaraban que aquel rey brbaro no era digno de presentarse ante el Senado. No honramos a ningn rey, decan los exaltados, que durante los decenios de paz ya haban olvidado los sufrimientos de Roma a manos de ejrcitos saqueadores. Ya no os acordis de los godos! Ataban a una docena de caballos y a latigazos se servan de ellos para arrancar las columnas, cuya cada provocaba el hundimiento de tejados, fachadas, casas y baslicas. Honrad al hombre que os ha devuelto la Pax romana... La estirpe de Anicio recibe a Teodorico con respeto y no le rechaza por el simple hecho de que ostente el ttulo de rey.

Es un brbaro. Sus manos estn manchadas de sangre. Apenas sabe leer. Los legados se lamentan de que es casi imposible comprender su deficiente latn. Se impone adoptar una decisin! Saba Teodorico que los senadores romanos le haban sometido a votacin, como hicieran en los aos de la repblica? Quin era este Teodorico, qu clase de festejos podan organizarse en su honor? Cunto costara todo aquello a la Urbe? Qu recibira a cambio? Se deca que Teodorico lo pagara todo. Prohibira el saqueo a sus tropas, y castigara severamente a quienquiera que importunase a los habitantes de la ciudad. Cuanto ms se aproximaba el da de la visita real, tanto mayor era el trabajo que pesaba sobre el ministro de Teodorico. Todo un equipo laboraba bajo su direccin en casa de Smaco. Todas las maanas esperaban mensajeros a caballo para transmitir las rdenes. La familia de Anicio, que se haba colocado de parte del rey, ayudaba monetariamente a la Urbe. Los artesanos trabajaban tanto de da como de noche. Los pintores, picapedreros y peritos en mosaicos no se haban visto nunca tan solicitados como en aquellas semanas. Quin se acordaba an de Odoacro? Deseaban los ciudadanos revivir los das de los antiguos Csares? Vendra el rey por el puente de Milvio? En tal caso sera preciso reparar el ruinoso puente, para que no se hundiera bajo las herraduras de miles de caballos y el peso de los carros. En las tierras que inundaba el Tber haba millones de mosquitos. Casiodoro saba que Teodorico haba hecho secar los pantanos que circundaban Ravena. El rey detestaba aquellos pequeos y molestos insectos. Cuando le perseguan los mosquitos daba rienda suelta a su mal humor. Pero, haba en Roma el ejrcito suficiente para secar en tan breve plazo todos los terrenos pantanosos? La noticia ms reciente era que Audafleda acompaara en la visita a su marido. Con esto no haban contado los romanos. Teodorico poda ostentar con pleno derecho el ttulo de patricio; los partidos del Senado se haban puesto finalmente de acuerdo sobre la manera de recibirle. Pero su esposa tena que ser saludada como corresponda a una reina, y ningn senador romano quera pronunciar la palabra regina. Estudiaron los libros antiguos. Alguien cay en la cuenta de que en las cortes de Vespasiano y de Tito haba vivido una tal Berenice. Se produjeron toda clase de protestas por su causa, hasta que su antiguo amante, el emperador Tito, la oblig a abandonar Roma. Pero no hallaron ninguna indicacin de que el Senado romano hubiese recibido alguna vez a una mujer que ostentase el ttulo de reina.

Cada noticia traa consigo nuevas preocupaciones. Cuntos condes habra en el squito del rey? Vendra tambin un enviado de la corte bizantina? Tal vez en Ravena se sumara un Silenciario al cortejo de Teodorico. Se rumoreaba que Teodorico haba enviado mensajeros a las cortes brbaras, a fin de que figurasen legaciones de todas ellas en el cortejo que le acompaara a la Ciudad Eterna. Habra que hospedar a todas estas legaciones, y la Urbe se convertira en lugar de reunin de los hambrientos brbaros. Se hara caso omiso de la tradicin, y los guerreros saquearan donde pudieran. Era el momento de aclarar todo aquello. Casiodoro! Casiodoro! El rey sali de Ravena despus de la luna llena. Cada una de las ciudades por las que pasara la comitiva real saba ya cundo llegara y cunto tiempo se detendra en ella. Se trataba de un arte de los romanos: pensar en nmeros y millas, anotarlo todo y comunicar por escrito las rdenes correspondientes. Los escribas de la cancillera de Ravena trabajaban desde el alba hasta el anochecer: por fin se ocupaban de una tarea digna de una cancillera importante. En Ravena se confeccionaron listas de todos los miembros del squito; junto a cada nombre figuraba el rango y el nmero de servidores. Hasta que se dio fin a esta tarea, Casiodoro tuvo que hacer llenar las lmparas de aceite. Al amanecer se concluy el trabajo. Los patricios romanos tendran que dar cabida en sus villas a los nobles godos. La renovada ala de Nern, en el Palatino, ya estaba dispuesta para alojar a la pareja real.

Pacfica Italia. Los nios no conocan el miedo, los gritos de terror de las ciudades atacadas. Tampoco las granjas y aldeas conocan el fragor salvaje de los jinetes vagabundos, que incendiaban los campos cultivados y todo se transformaba en un mar de llamas que ahogaba los estertores de muerte. La juventud acuda como antes a la escuela y aprenda un oficio. Los campos de los godos estaban por doquier claramente delimitados de las aldeas romanas. Ambos mundos se hallaban separados uno de otro por amplias franjas de csped. Era necesario evitar cualquier feudo fronterizo, cualquier muerte debida a que alguien hubiera traspasado el linde de la propiedad ajena. El viaje por la campia no era simplemente un paseo principesco. Dos pueblos vivan el uno junto al otro, y no tenan entre s nada en comn. La orden de Teodorico era severa: deban convivir, sin el menor roce, dos lenguas, dos religiones, dos clases de legislacin. Estaban prohibidos los matrimonios mixtos entre godos y romanos. Cuando se trataba de un pleito, entre los godos fallaba la sentencia el conde, entre

los romanos, el magistrado cada uno segn sus propias leyes. Si los contrincantes eran un godo y un romano, el caso deba ser sometido a la corte de Ravena, y era el propio Teodorico quien decida. Muchas veces eran citadas ambas partes, lo cual sola implicar un largo viaje. De este modo procuraban evitar meterse en pleitos con excesiva frecuencia. Dos mundos vivan el uno junto al otro. Los godos no necesitaban el alfabeto, los romanos no necesitaban corceles ni armas. Los campos de los godos eran cultivados por mozos de labranza. Los hombres del norte podan contratar trabajadores, pero nadie en Italia deba mantener esclavos. Los guerreros eran todos libres; les gobernaban los condes, que ellos mismos elegan y a quienes el rey ratificaba en su cargo. La tradicin exiga que el primognito fuese heredero del padre. As se formaban las familias condales godas, de cuyo crculo procedan los consejeros ms ntimos de Teodorico. Cuando se preparaban para una empresa importante, cuando mora el rey o se producan disturbios entre los godos, se convocaba el Thing, la asamblea de los guerreros, que decida sobre los asuntos vitales de los godos. Lo cierto es que desde haca mucho tiempo, este pueblo vido y apasionado, el lobo entre los numerosos pueblos, no conoca una vida tan pacfica y satisfactoria como la actual. Campesinos romanos cuidaban sus campos, sus rboles rebosaban de toda clase de frutas, y en las laderas se extendan los viedos. Los godos contemplaban con satisfaccin este mundo de la abundancia, y procuraban imitar en todo a la poblacin itlica. El destino comn acercaba a ambos pueblos, y de no ser por la severa prohibicin de Teodorico, se hubieran mezclado entre s. Por dondequiera que pasaban, Teodorico haca llamar a los guerreros. El rey tena ojos de halcn, lo vea todo. Desde su juventud, desde los aos del gran lago, conoca a los guerreros, recordaba los nombres de muchos ancianos; ahora los viejos guerreros le presentaban a sus hijos mayores, y l los saludaba amistosamente. En el da determinado de antemano se congregaron todos los godos de la comarca, y celebraron un torneo, al que fueron invitados los habitantes de las vecinas ciudades y aldeas romanas. Les gustara ver el arma temible que empuaba la mano del rey. En el plazo de un solo da hubiera podido formarse todo un ejrcito godo con el nmero siempre creciente de terratenientes godos... una sola palabra de Teodorico hubiese bastado para sofocar cualquier intento de rebelin. La comitiva real se acercaba a Roma. Los montes etruscos, con sus ciudades en las laderas, habitadas por hombres de rubios cabellos y de ojos azules, fueron quedndose atrs.

Audafleda segua atentamente el curso de las deliberaciones. Admiraba a su marido, para quien no representaba ninguna dificultad hablar en tres lenguas a la vez: la goda, la griega y la latina. Siempre que era posible, optaba por la griega: dominaba como si fuera su lengua materna aquel florido lenguaje de corte que distingua entre todos los dems a los poderosos del palacio. Las ciudades etruscas quedaron atrs. La ltima etapa del viaje real era la Campagna. Aqu descansaron durante tres das. Cada hora llegaban mensajeros a caballo, que no tardaban en ponerse de nuevo en camino con ms instrucciones. Aparecieron los primeros emisarios de la Urbe, que anunciaron la llegada de la delegacin del Senado. Los que se llamaban amigos de los godos se inclinaron profundamente ante el patricio-rey, que ya se hallaba en la demarcacin de Roma!

Los senadores ms ancianos an recordaban el recibimiento que dispensaran a Odoacro. ste subi, con sus burdas pero brillantes galas de guerrero, las gradas del Capitolio, donde se encontraba la delegacin. Quin poda recordar ya el nombre del que pronunci las palabras de salutacin? Acaso fue Liberio? Al pie de las gradas que conducan al Capitolio se elevaba el cadalso, que tambin haba sido cubierto con un manto de prpura. Fava, el indmito rey de los rugienos, se haba derrumbado durante su cautiverio. Conservaba la mirada fija en el vaco, sin preocuparse de los gritos de los curiosos. No comprenda una sola palabra del lenguaje de los romanos. Haca semanas que se trabajaba en el embellecimiento de la sala donde tendra lugar el recibimiento de Teodorico. Una fraccin del Senado propuso dar al rey godo, de acuerdo con antiguos y gloriosos antecedentes, el ttulo de pater patriae, padre de la patria. Pero el recuerdo de Cicern les infundi temor, y la mayora no se atrevi a apoyar esta halagadora proposicin. El busto de Cicern se hallaba a la entrada de la galera. Su rostro afeitado, que respiraba una misteriosa serenidad, recordaba desde haca quinientos aos a los senadores que las palabras aqu pronunciadas tenan un peso inusitado. As pues, Teodorico no fue padre de la patria, slo el bondadoso benefactor, el magnnimo patricio, la mano derecha del Augusto. Poda serlo todo... todo menos rey de Roma. A la derecha de Casiodoro se hallaba Smaco, a su izquierda, Boecio. La delegacin del Senado formaba un semicrculo; con ellos entrara el patricio en la asamblea de los ancianos. Casiodoro lo haba calculado todo, sin dejar nada a la casualidad, nicamente un estrecho aro de oro

recordaba su dignidad real; aparte de esto, Teodorico llevaba una toga orlada de prpura, sus cabellos rubios veteados de plata estaban peinados a la moda romana, y las sandalias de prpura, adornadas de piedras preciosas, indicaban que era hijo del emperador. Se haba hecho levantar una tribuna para el squito godo. Audafleda ocupaba un asiento en la primera fila. Una mujer no tena ningn derecho en la asamblea de los patres. Doscientos cincuenta senadores llenaban la sala. Slo a los ojos de los iniciados eran visibles los lugares desconchados o recin pintados ocultos tras los adornos, los bustos y las coronas de laurel. Los patres no eran ningn ejrcito. Cuando Teodorico entr, se levantaron en silencio de sus asientos, y no en la actitud de quien va a presenciar un desfile militar. Aqu estaban en su casa. Una tradicin milenaria velaba por ellos en este instante; tal vez llegaron incluso a olvidar que gobernaban una ciudad pobre, por no decir msera. De nuevo podan soar los ancianos con continentes y una corona de provincias. Smaco pronunci la alocucin de bienvenida. Habl como si honrase a un general que hubiese aniquilado a los enemigos de la repblica. S... un general que entraba victorioso en la Urbe, y cuya cabeza era digna de la corona de laurel... que haba puesto fin a los sufrimientos de la guerra civil, aquel azote de Italia desde haca tantos aos. Era portador de la paz. La expresin Roma felix, Roma feliz, era un canto de alabanza para Teodorico. Bendito t que nos has trado la paz, las alegras de la serenidad cotidiana. Gracias te sean dadas porque has mandado reparar los acueductos que encauzan hasta la ciudad el agua de los montes Sabinos; porque has hecho reedificar las murallas y ordenado que sean cocidos anualmente treinta mil ladrillos para la conservacin de las murallas de la Urbe. Gracias te sean dadas, Teodorico, que ahora puedes ver con tus propios ojos cmo se cicatrizan lentamente las heridas de Roma. Los lictores, llevando las fasces, rodearon al patricio por los cuatro lados mientras se diriga a la tribuna con pasos mesurados. Cuntas cosas deban pasar por su cabeza en este instante! El primer Thing a orillas del gran lago, en el cual pudo participar tras la campaa de las seis mil lanzas. Sesiones del consejo de la corona de Bizancio, la reunin a la sombra de las armas, cuando Zenn le adopt como hijo, la solemne entrada en Bizancio como cnsul del imperio. El consejo de guerra en Mesia rodeado de un ocano de juncos y de nubes de mosquitos, en el que se decidi la marcha hacia Italia. Entonces, Ravena! El homenaje de Liberio, la sumisin de la estirpe de los

Anicios. Su lento avance hacia la tribuna entre los cuatro lictores pareca una escena teatral. Haba dictado a Casiodoro la salutacin que quera dirigir al Senado, pidindole que la formulara con palabras sencillas. Las frases ampulosas no convenan a la alocucin del seor de Italia. Y entonces habl el seor de Italia; su latn son duro en los odos de los senadores. Sin embargo, cuntas palabras extraas haban escuchado ya sus antepasados en esta misma sala! Las palabras de los enviados de pueblos extranjeros el latn de prncipes sometidos, de aliados, griegos, brbaros, orientales, britnicos, galos, hispanos, nmidas, egipcios, sirios, judos y persas, pronunciado por reyes y por intrpretes, por hombres cuyo destino se decida aqu... entre la glorificacin y el hacha del verdugo. Su latn no tena belleza, pero lo hablaba con fluidez y sin titubeos. Emple frases cortas y claras, en las que se adverta una voluntad frrea que no conceda ningn valor a la ostentacin de los giros. Roma felix, habis dicho. Las palabras ms hermosas con que es posible elogiar a un gobernante son las que afirman que la ciudad es feliz. He recorrido un largo camino, respetables patres. Cuando inclino la cabeza ante vosotros, lo hago ante todos los habitantes de Roma. Cuando digo que quiero edificar de nuevo la Urbe, significa que deseo asegurar a cada hombre, ya sea patricio o plebeyo, un futuro feliz. Ayudadme, para que yo os ayude. Vuestros poetas hablan de la edad de oro del Augusto, con la cual acaso vosotros comparis la poca presente. Esta Roma felix no podr competir nunca con la Roma del primer emperador. Pero tal vez sus habitantes puedan vivir hoy con ms paz y tranquilidad. Entre vosotros, itlicos, vive un gran pueblo. Este pueblo vela con el arma en la mano, a fin de que nadie ataque a Italia, a fin de que no os amenacen los ejrcitos de los hunos ni de los vndalos. Que el Seor que todos honramos por igual nos conceda fuerza y ayuda! Jams un brbaro habl desde esta tribuna de manera tan digna. En el profundo silencio resonaron las palabras que slo eran poco refinadas en su entonacin; los senadores se pusieron en pie, y nicamente los ms ancianos permanecieron sentados. Ahora Teodorico cambi de lenguaje. Y su griego, que comprenda la mayor parte de los senadores, elev al patricio hasta las altas regiones de la ley. Romanos, os hablo en la lengua de Grecia para transmitiros las palabras de vuestro emperador Anastasio. Me ha autorizado para que os salude en calidad de gobernador y os asegure que su mirada

paternal reposa en la venerable Roma. Su corazn rebosa de alegra cuando recibe buenas nuevas, cuando lee en vuestros informes palabras de paz. En nombre del sagrado Augusto declaro abierta, patres et conscripti, nuestra reunin de hoy. Fue una fiesta para Roma. Los ancianos de canosas barbas se secaban los ojos con la orla de sus blancas togas. Smaco rode con su brazo el hombro de Casiodoro. Cuntos das y noches, cuntos miles de palabras, preocupaciones y esfuerzos haba costado hacer realidad este da! Roma felix la frase fue convertida en ley: tal fue el nico punto tratado en esta sesin del Senado romano. Fue un senatus consultum en la forma tradicional. Los senadores pudieron hacerse la ilusin de ser nuevamente los legisladores del ancho mundo, que gobernaban a pnicos, persas, nmidas, britnicos, celtas y galos. En la mano de los lictores, vestidos de gala, temblaban las fasces a las que el hacha prestaba un peso adicional. Una tormenta repentina descarg sobre la Urbe. El aire haba sido agobiante como si hubiera vuelto el clido verano. Ahora cay de improviso un fuerte aguacero sobre calles y plazas. El csped reverdeci, y miles de amapolas abrieron sus rojos capullos bajo los arcos del Foro romano. La lluvia barri el polvo y la suciedad, y mientras el Senado reconoca legalmente los mritos de Teodorico, la poblacin de la ciudad coma con mayor rapidez de la acostumbrada. Hoy todo el mundo renunci a la siesta. Todos se dirigieron apresuradamente al circo Mximo o al anfiteatro de Tito, pues en ambos lugares se celebraran festejos, y a los dos acudira el hombre que tal vez ostentaba ms ttulos que cualquier otro mortal, pero que en Roma slo en Roma no poda llamarse rey.

Orden realmente Nern el incendio de Roma o solamente se divirti viendo cmo las llamas se propagaban por la Urbe? Los emperadores que le sucedieron difamaron su memoria, y cuando Trajano mando edificar de nuevo el circo Mximo, los oradores y poetas recibieron instrucciones de mencionar a Nern como culpable de la destruccin de la ciudad. Constantino hizo levantar a la entrada del circo un grandioso obelisco egipcio que meda cuarenta palmos ms de altura que las columnas de Augusto. El gigantesco valo tena cabida para doscientos mil espectadores. Tal fue el nmero de hombres que en la Roma de los emperadores presenciaban el espectculo de las fieras devorando a los cristianos. Durante semanas enteras, Casiodoro dirigi a los maestros albailes en los trabajos de reconstruccin del circo, en la reparacin de los

mrmoles del palco imperial y la eliminacin de los cascotes y la suciedad; tambin intent mejorar el aspecto de los numerosos tenderetes que rodeaban el anfiteatro. Doscientos mil espectadores...? El circo daba la impresin de un gigantesco manto sobre los hombros de un enano, pues la Roma actual apenas contaba con cien mil habitantes. La imagen ms lastimosa la ofrecan las hileras de estatuas. Estas estatuas, levantadas por orden del emperador Septimio Severo, que adornaban los pequeos nichos de la fachada, haban sido robadas o destruidas por los vndalos, con el fin de que no recordasen la gloria de la antigedad. Pero todava existan las doce puertas, seguan en pie los dos enormes obeliscos, an estaban intactas las siete piedras miliares, y el estrecho foso que circundaba la arena poda ser limpiado. Los artesanos de Boecio dejaron terminados para el gran da todos los trabajos emprendidos. El circo Mximo, pese a sus desperfectos, se hallaba dispuesto para servir de escenario de los tan ansiados juegos organizados por Teodorico. Se decidi calmar la excitacin del pblico con comedias, escenas bufas e interludios durante las primeras horas de la tarde. Mientras se desarrollaban los acostumbrados juegos de palabras, todo el mundo ira ocupando sus puestos. El ardor del sol se mitigara poco a poco, y los bancos de los Azules y los Verdes disfrutaran por igual de la bienhechora sombra: En los intervalos se oiran los aullidos de las fieras, lo cual excitaba la curiosidad y mantena distrada a la muchedumbre. Los habitantes de Roma eran como nios ansiosos de juegos. De Egipto y Numidia haban llegado fieras para esta ocasin, y desde el invierno eran alimentados los lobos en la Campania, que haban sido apresados con cepos. El rey de los vndalos tambin contribuy a que esta fiesta del circo fuese ms brillante que todas las anteriores, enviando al puerto de Ostia un barco lleno de animales salvajes de frica. Los luchadores de la arena, que luchaban contra las fieras salvajes, se colocaron como hacan en otros tiempos los gladiadores ante los Csares. Slo faltaba el coro de los condenados a muerte: una concesin a las autoridades cristianas. Las armas, que brillaban al sol, las enormes lanzas, los escudos y los cuchillos parecan convertir en invencibles a los hombres que venan a jugarse la vida en el espectculo, y que estaban acostumbrados a luchar con toros bravos, y en el peor de los casos, lobos. Esta vez tendran que luchar con panteras, leones y rinocerontes. Teodorico detestaba este intil derramamiento de sangre, y senta aversin por la lucha salvaje que tanto extasiaba a los romanos. Al

principio no quera asistir ms que a las carreras de carros, que conoca bien, despus de tantos aos en Bizancio. Los veloces carros de variados colores, el excitado galope de los caballos de raza inflamaban su fantasa. Pero la lucha de un hombre con una fiera en la arena del circo no era de su gusto. Fue preciso que Casiodoro le convenciese de que era deseo del pueblo romano su asistencia a los combates de los luchadores. Primero lucharon fiera contra fiera en parejas que parecan decididas por el azar. Una empalizada de tablones parta la arena en dos, y una barrera impeda que algn animal pudiera lanzarse sobre los espectadores. Un toro luch contra un lobo, y un dogo contra un uro. Entonces soltaron un oso contra el toro que result vencedor en su lucha con el lobo; el oso iba envuelto en un trapo de color rojo vivo, para excitar an ms al ensangrentado y potente animal. Los hombres an no hacan su aparicin; slo los guardas, con sus largos y afilados palos, vigilaban un posible intento de evasin de los animales. Cuando el toro result muerto, y el cuerpo marrn del oso se abalanz con furia sobre el cadver, los cuernos resonaron, y exactamente segn la antigua tradicin apareci en su palco el casi divino Teodorico. Solitaria y al acecho, la pantera se desliz junto a la pared de la arena, confundindose con ella su cuerpo manchado mientras buscaba proteccin del olor de su adversario humano. Lentamente, con los msculos en tensin, fue acercndose al gran charco de sangre. Mir con cautela a derecha e izquierda, husme la arena hmeda y toc el suelo con el hocico. El animal tena un aspecto magnfico mientras buscaba botn y proteccin al mismo tiempo... rodeado de tantos seres extraos que intentaban excitarlo con sus estentreos gritos. Primero fueron soltados dos antlopes, y despus, tres cebras, procedentes del barco enviado por los vndalos. Desde que vivan enjauladas en Roma, parecan haber olvidado el largo viaje. La pantera no se alej del charco de sangre, contemplando slo de vez en cuando sus presas con ojos centelleantes. Pero no pudo resistirse a su intento. Haca dos das que no coma nada, y estaba hambrienta. En la arena romana se inici repentinamente la lucha a muerte. Los antlopes comprendieron con rapidez que deban correr en crculo para escapar de los saltos de la pantera: la fiera intentaba saltar de lado sobre su vctima. Las cebras no son tan veloces, y el tercer salto logr hacerlas caer. Los espectadores lanzaron gritos de jbilo. Sangre, sangre! Esto era distinto, ms hermoso y ms sangriento que la lucha del oso con el toro; esto era frica, el continente desconocido! En

lugar del pesado y torpe animal, los graciosos movimientos de la vctima, la ley de la selva en el valo de la arena. Ahora sala ya de la jaula el vencedor de la lucha anterior, el oso, seguido de su pareja. Ambas fieras titubearon al sentirse cegadas por la blancura de la arena. La pantera dej de preocuparse por la cebra o por los antlopes. En frica no haba visto nunca un oso; all no poda medir sus fuerzas con semejante adversario. El viento llev hasta el hocico del oso el olor de la pantera. sta tena ante s a un enemigo grande y a otro de menor tamao: si elega a este ltimo, el oso macho le atacara durante el combate. Los dos osos se aproximaron, muy juntos. Un palo de afilada punta fue proyectado hacia la arena y pinch al oso en el flanco. La bestia dio un alarido y ech a correr; su pareja la imit. Los gritos de entusiasmo de la multitud enmudecieron. Todo el mundo presenta que ahora se iniciaba la tragedia. La pantera retrocedi. Era evidente su tremenda fuerza y potencia. Saltara sobre la masa marrn, cuyas armas desconoca? El oso alarg sus terribles zarpas y atac, hundiendo las uas en el cuerpo manchado de la pantera, que se retorci de dolor y se abalanz sobre el oso hembra, al que mordi con ferocidad en el muslo. Pero en seguida husme la amenazadora proximidad del macho. Slo aquellos que se encontraban enfrente de la pareja de fieras pudieron ver con exactitud lo que ocurri seguidamente. En realidad se trataba de una lucha entre tres, pues el oso hembra, del cual ya se alejaba la pantera, acudi en ayuda de su pareja y cay sobre el enemigo por la espalda. La pantera africana no haba luchado hasta ahora ms que con sus iguales. Obedeciendo a la ley de la selva, len y pantera se rehuan mutuamente, tanto en los bosques como en la estepa. Ahora las tres fieras formaban un ovillo, y su lucha era una lucha a muerte. Lo mejor de todo sera, pensaban los espectadores, que los adversarios se devorasen unos a otros, pero que el combate durase mucho rato... y fuese implacable y sangriento... lo ms sangriento posible. Teodorico estaba sentado de modo que vea el combate de lado. No se poda decir a las fieras cmo deban luchar. Miles de espectadores vieron a la pantera, ensangrentada y vencida, deslizarse hasta la parte sombreada de la arena, donde haba un foso lleno de agua fresca. Introdujo en ella sus heridas garras y resopl; la sangre flua de las narices y el hocico. Los dos osos se colocaron en actitud de defensa, con el lomo apoyado contra la valla. El oso macho lama las heridas de su pareja, sin preocuparse de que la mitad de su propia cabeza era una terrible y sanguinolenta masa.

El combate qued sin decidir. Alguien deba intervenir: el hombre! A una seal de flecha se abri una reja lateral de hierro y salieron tres luchadores, con brazos y piernas desnudos. Llevaban una coraza en el pecho, un yelmo y un escudo de cuero, una lanza, y un cuchillo al cinto. Los guardas decidieron que los osos volvieran a su jaula y recobrasen fuerzas para una segunda lucha. Dos de los luchadores los empujaron con las lanzas; los animales grueron, irritados, pero acabaron obedeciendo. El tercer luchador, un hombre alto y ya no muy joven, camin hacia la pantera. Los espectadores exigan que ante la muerte se moviera con la gracia y ligereza de un bailarn, con los brazos abiertos, como si se sintiera feliz de ofrecer su vida por el placer del populus romanus. Mientras se aproximaba a la pantera, la crueldad de los directores del espectculo se hizo patente: soltaron a otra pantera. Ahora el luchador tendra que enfrentarse a dos fieras... slo unos momentos... por lo menos hasta que sus compaeros acudieran en su ayuda... aunque tambin ellos movindose con gracia y haciendo reverencias. La pantera salt en el aire como una pelota moteada y se lanz contra el borde del escudo del luchador, evitando as la punta de su lanza, dirigida hacia ella en previsin del ataque. Al principio pareci que la otra pantera no tena intencin de participar en la lucha. Sin embargo, por qu iba a despreciar una presa? Imit el salto de la otra pantera y se abalanz sobre el luchador por el lado en que ste careca de proteccin. La sombra de dos lanzas se perfil como una franja doble sobre la arena amarillenta. Hubo espectadores que slo vieron esto, porque les cegaba el sol cada vez ms ardiente. Alcanzaran las dos franjas el charco de sangre?... Mientras... mientras el hombre se mantuviera en pie y se prolongara el salto de la fiera... pero el luchador cay al suelo, y la otra pantera se estrell con potente golpe contra el escudo. En el mismo instante, el luchador cado clav el cuchillo en el flanco del animal, y ambas panteras fueron heridas por sendas lanzas. Tres hombres contra dos fieras salvajes. Pero, viva an el primer luchador? Gimiendo y jadeando, intentaba liberarse de las zarpas que no queran abandonar su presa. Todo se ti de sangre. El pecho del hombre no poda soportar tanto peso, y sus compaeros, al darse cuenta de ello, trataron de llamar hacia s la atencin del animal, mientras luchaban simultneamente con la otra pantera, valindose del escudo, de la lanza y de profusas maldiciones. Rugidos de fieras, rugidos humanos, sangre humana, sangre de animal. Poda haber algo ms hermoso?

Una lanzada derrib a la pantera herida, y otros dos golpes acabaron con ella. Mientras uno de los luchadores se esforzaba por atraer hacia s la atencin de la segunda fiera, el otro alarg el asta de su arma al compaero que se retorca en el polvo. Pero el hombre estaba sangrando y ya no era capaz de levantarse. Levant el brazo, como si con este gesto tradicional quisiera pedir que le fuese perdonada la vida. Los luchadores, en estos momentos, eran compaeros, amigos, aliados, y sin embargo, no podan inclinarse para prestarle ayuda ni llevarle al borde de la arena, pues ahora tenan que luchar por su propia vida. Mientras fueran dos contra un animal, todo sera ms fcil. Las lanzas seguan intactas, la pantera no haba logrado romper la resistente asta de madera. Dos escudos formaban casi una muralla, tras la cual asomaban las lanzas, pero no poda proteger contra un atacante que saltara desde arriba. Entonces los escudos no servan de mucho. Una lanza hiri a la pantera en el cuello, pero sin clavarse. Brot un chorro de sangre, pese a lo cual la pantera tuvo la fuerza suficiente para introducir la zarpa por el borde del escudo y clavar las garras en el brazo del luchador. En este instante el asta de la lanza se quebr bajo el peso. Ahora slo le quedaba el cuchillo, y si consegua alcanzarla el arma del luchador cado. Pero para lograrlo tena que agacharse, y entonces quedaran al descubierto tanto l como su compaero. Momentos emocionantes en este sangriento espectculo. Era una lucha que deba terminar con la muerte. La multitud vociferaba. Dos contra uno? Quera significar que bastaba un luchador para llevar a cabo este juego de vida o de muerte? Un minuto despus, el director del circo grit algo a la arena. El luchador que se encontraba ms cerca de su compaero herido, salt hacia l y trat de levantarle. La pantera derribada segua debatindose en la agona, pero, quin poda darle el golpe de gracia? Morda la tierra, su zarpa cavaba un surco en la arena. Qu deba hacer el luchador? Levantar al herido... o abandonarle en el suelo? Qu esperaba... qu peda la multitud? El segundo luchador combata con la lanza intacta contra la fiera herida en el cuello. Era una lucha terrible en la cual pareca que las fuerzas de ambas partes iban declinando. El hombre jadeaba ostensiblemente, y la pantera no pareca dispuesta a repetir el peligroso salto. Retrocedi, dando muestras de fatiga. Pero la muchedumbre estaba sedienta de sangre. Animaba al hombre que combata con la lanza, exigindole un ltimo ataque. El luchador mir, indeciso, en torno suyo, y baj el arma. El director le hizo una sea desde el otro lado de la valla. No haba tiempo de tomar aliento, adelante! El hombre levant la lanza; la pantera comprendi que no poda evitar la

lucha. Sangre... sangre... prepararse para el salto, pero no con seguridad, porque la vctima le esperaba. Todo dependa de que las piernas del hombre se mantuvieran firmes, de que la lanza no se rompiese, de que el escudo le protegiera. No sera mejor tirar la lanza, empuar el cuchillo y medir as sus fuerzas con la pantera? La muchedumbre grit con entusiasmo cuando el luchador se decidi a ello. As tena ms movilidad, poda mover mejor el escudo, que ahora era su mejor arma. La lanza ya no intervena en la lucha, hombre y fiera rodaron como un nico ovillo ensangrentado. El que se levantara sera el vencedor. Ninguno de los dos se levant. El cuchillo haba atravesado el corazn del animal, pero antes la pantera dio un zarpazo a la arteria del cuello del luchador, y la sangre man a borbotones sobre la arena. Fue un zarpazo dbil, pero mortal, y el hombre, que hasta entonces haba salido casi indemne, se desangr en poco rato. Un muerto y un moribundo. Un vencedor. Dos panteras muertas. Poda desear el pueblo algo ms emocionante? Una lucha entre fuerzas iguales, una autntica competicin. Teodorico, el seor de la Roma felix, no haba decepcionado a los romanos. Despus tuvieron lugar las carreras de carros. Haca tiempo que aqu no eran tan emocionantes como en Bizancio, donde significaban un da de fiesta o de duelo para la ciudad segn vencieran los Azules o los Verdes, y donde tras el anuncio del vencedor sola desencadenarse una carnicera. Un da en el Hipdromo que los espectadores no podran olvidar: doce muertos, veinte muertos, cincuenta muertos. Era algo digno de verse! Y as fue la primera carrera de carros presidida por Teodorico en Roma: Agit el pauelo, dando as la seal de comenzar. Primero demostraron sus habilidades los artistas ecuestres. Esto no era corriente en el Hipdromo de Bizancio, pues tan pacfico arte resultaba una pobre distraccin para los nimos enardecidos. Pero aqu en Roma contaba con muchos aficionados. Cuando los jinetes hubieron terminado su actuacin y agradecido los aplausos con la diestra levantada, los rbitros indicaron sus lugares respectivos a los carros, que ya se encontraban dispuestos. Esta vez fue el princeps quien dio a los conductores la seal de comenzar. Bizancio y Roma. Por qu la poblacin de la Urbe daba la impresin de transformarse cuando le recordaban las viejas tradiciones? Todo era solemne, incluso la muerte en la arena. Ave, Csar... el grito de los ceremoniosos romanos sonaba diferente del de los inquietos griegos de cabellos negros.

Junto al rey se sentaba Casiodoro. No advirti que Teodorico le observaba, porque mantena muy erguida la cabeza ceida por la corona de laurel, y en su rostro afeitado no se reflejaba ninguna emocin, pese a que lo tea el rubor del entusiasmo. En Bizancio se enardecan incluso los espectadores del palacio imperial. Tal vez era el nico cuarto de hora en que la persona del santificado emperador significaba menos que los carros de los Azules y los Verdes. El ministro del rey no poda demostrar preferencias por ninguno de los partidos. Qu sentimientos se ocultaran en realidad tras la mscara romana de Casiodoro? Cuando fue proclamado el vencedor, Teodorico se puso en pie. Todos los espectadores siguieron su ejemplo. Se volvieron hacia l para el saludo tradicional. Del mismo modo en que antiguamente se saludaba a los cnsules, as se levantaron muchos miles de manos en direccin al rey de los godos.

Los ocupantes del hospital de san Pedro fueron los primeros en recibir el donativo de vveres. En otros tiempos figuraba entre los altos funcionarios de la Urbe un praefectus annonae, que se ocupaba de la entrega de alimentos a los necesitados. Ahora fue Casiodoro quien se hizo designar por el Senado para este cargo, demostrando con ello el inters del patricio en aliviar las necesidades de la poblacin romana. Todos saban que ya se encontraban en Ostia los barcos cargados de vveres, y que Teodorico haba enviado al puerto un regimiento de caballera para evitar que los piratas se apoderasen del cargamento o que fuese saqueado por la hambrienta poblacin de los alrededores. El nuevo prefecto se person en el puerto y supervis la descarga del trigo. All mismo fue molido un poco de grano, y Casiodoro parti la torta recin cocida. Carne y aceite fueron un regalo inesperado. Hasta ahora los cnsules nunca los haban repartido. Teodorico hizo venir una manada de bueyes de la Campania, y de la rica cosecha de aceite del ao anterior, la cantidad suficiente para cubrir, segn estimaron Casiodoro y Boecio, las necesidades de la poblacin durante un mes. Ni en los tiempos de los dadivosos emperadores se haban repartido alimentos con ms esplendidez, pese a que entonces, desde Siria a Britania, todo el mundo conocido perteneca a los romanos. Por un slido se podan comprar treinta grandes jarras de vino de los alrededores de Roma, o dos fanegas de trigo. Esto corresponda al precio de los tiempos de penuria, y los generosos donativos iban

asimismo destinados a aquellos que no tenan derecho a la beneficencia. Los precios del pan, la carne y el aceite bajaron con rapidez. Slo salieron perdiendo los comerciantes que anualmente compraban gran parte de la cosecha para venderla a precios elevados durante las semanas de la primavera. Los juegos fueron pronto olvidados. La reparticin de vveres hall un eco mucho ms prolongado entre la poblacin. En la ladera del Aventino haba el mercado de cerdos: inesperadamente llegaron de los alrededores grandes manadas, y cada animal estaba marcado con el sello del rey. El gento invadi de improviso todas las calles adyacentes a la Va Lata, preguntndose: De dnde y para qu enviaban aqu a los cerdos...? Qu intenciones tendra Teodorico? Por doquier haba hombres armados, y fueron vistos tambin los secretarios de Teodorico. Casiodoro recorri en una litera todo el trayecto desde el Aventino hasta el barrio al otro lado del Tber, para convencerse de que el suministro se haca por igual en todos los mercados. Pero la reparticin an no haba comenzado. Desde el da de los juegos se deliberaba sobre el modo de distribuir los vveres entre el censo, a quin deba socorrerse y cmo se podran evitar los posibles disturbios. Casiodoro recomend que se procediera por orden alfabtico. Los ciudadanos tenan que presentarse en compaa de otros dos ciudadanos ante el magistrado del distrito, y declarar de cuntos miembros se compona su familia. All les sera entregada una tabla de arcilla en la que constaba el nmero de personas que tenan derecho a los donativos, y de acuerdo con ello el ciudadano reciba su parte de carne, cereales y aceite. Si se unan varias familias, les resultaba ms fcil llevarse los vveres, incluso un cerdo vivo, y podan alquilar un carro que transportase el grano a su casa. Los que vivan cerca del Tber podan utilizar un bote. La inesperada reparticin alter la imagen de Roma. Ante las oficinas de los magistrados de los diferentes distritos esperaban pacientemente grupos de personas que se preguntaban cuntos alimentos recibiran gracias a la generosidad de Teodorico. Los vveres llegaban a la Urbe precisamente en la poca de mayor escasez, lo cual los haca doblemente oportunos. El viento llevaba hasta el Palatino las palabras de agradecimiento de la muchedumbre. Teodorico recibi una carta de la villa de Lculo. El prisionero se daba a s mismo el ttulo de semper Augustus, como si no hubiera ocurrido nada en todos aquellos aos, como si l mismo no hubiese devuelto en su infancia las insignias al Senado y no fuera un prisionero, sino todava el emperador.

El propio Rmulo Augusto escriba desde el cabo Miseno. Su nombre haba perdido la slaba del diminutivo durante el ltimo decenio. Me complacera verte, mi rey deca la carta, que era corts, pero no humilde. Mi casa es suficiente para ofrecerte alojamiento. De la niebla del pasado parecan surgir fantasmas. Era un deber visitar al ltimo emperador de Roma. Roma viva en la borrachera de la reparticin de vveres. Pero Teodorico no deseaba tomar parte en ms festejos. Durante los juegos haba admirado a la poblacin de la Urbe; ahora la despreciaba. Eran parsitos, seres vidos de limosnas, que no se preocupaban del maana. Los godos se haban procurado alimentos con las armas, pero desde que les adjudicara tierras, se alimentaban mediante su trabajo. Segn la ley de la tribu, un hombre sano que confiara en el socorro ajeno dejaba de ser considerado un hombre libre. Teodorico no se prest a los homenajes. No cabalg hasta la otra orilla del Tber para visitar a los pobres que vivan en chozas de barro junto a la muralla aureliana. Que fundieran, si queran, la placa de bronce con el texto redactado por Casiodoro: Regn. d. n. Theodorico Flix Roma. Que para toda la eternidad quedase constancia de que la Urbe, durante el reinado de su seor Teodorico, fue feliz. Al da siguiente de la reparticin de vveres abandon la ciudad, y acompaado por su guardia goda, se alej a caballo por la calzada que conduca a Npoles. Qu hermoso era el sur de Italia! Qu magnfica era aquella tierra que el destino le haba confiado! Los campos, las montaas, las flores, los rboles, el cielo y los ros. Eran hermosas hasta las ruinas en las cuales se ofrecan antiguamente sacrificios a los dioses griegos, como le cont su acompaante romano. Una esplndida columnata bordeaba el camino real, sobreviviendo al tiempo y a los hombres. Teodorico prosigui su camino hacia el cabo Miseno.

XXXIV

En Npoles, Teodorico orden la reparacin de las instalaciones defensivas del puerto. Haba que construir torreones que intimidasen a los piratas. A medioda tom parte en la sesin del magistrado de la ciudad, y respir con alivio al constatar que la mayora de los consejeros hablaban griego. En el consejo oy una serie de quejas. Los

cargamentos de cereales de frica y Sicilia no llegaban a su debido tiempo. El pueblo estaba descontento; no tena costumbre de almacenar provisiones. El mar suministraba tantos peces, que siempre alcanzaban para dos das en momentos de escasez. El nmero de artesanos era demasiado elevado. Teodorico se hizo llevar en litera por las estrechas calles de los alfareros, caldereros, tejedores y zapateros. El pueblo viva al aire libre en tortuosas callejuelas y pequeas plazas practicadas en las rocas. Al parecer, aqu siempre haca calor; los ricos no hacan instalar en sus casas tubos de calefaccin. Palmeras. Teodorico pens: Soy el primer godo que llega hasta el mar caliente. Sombras de los antepasados, sagas germnicas. Odn. El magistrado expuso sus deseos a Teodorico. Reduccin de impuestos, obras pblicas, pan gratuito. Cosas similares le haban solicitado en Roma. Pero aqu exista la preocupacin adicional de asegurarse proteccin en el mar. El mar no era para los godos un elemento vital, no entendan nada de construccin de barcos. Pero si compraba trirremes a los vndalos, no traicionara con ello su punto dbil? Teodorico baj a caballo hasta el muelle. La templada agua del mar salpicaba las herraduras de su montura, que levant la cabeza como si quisiera preguntar a su amo: Hasta dnde? Al da siguiente parti hacia Miseno. En un tiempo Miseno fue un excelente puerto de guerra, refugio de la mejor flota del imperio romano; hoy estaba vaco y abandonado, a merced de los elementos. La marea baja descubra la blancura de una columnata de piedras, construida para que sirviera de rompeolas. Era una magnfica baha, en la que podan anclar muchos barcos de guerra, protegidos de las olas y eventuales ataques. Ahora slo se balanceaban en ella algunos botes de pesca. En la lejana brillaban al sol las velas amarillas y azules de unas cuantas barcas. Ah est la villa. El gua seal hacia delante. Entre el exuberante verde de un jardn abandonado se alzaban unos edificios grises. Los centinelas estaban enterados de la llegada del ilustre husped; la carta de Casiodoro haba llegado unos das antes. El prisionero pidi a los patres de Npoles que le enviasen su renta trimestral por anticipado, a fin de poder recibir dignamente a su husped, el rey de los godos. Rmulo no poda darle el ttulo de patricio, porque no se lo haba otorgado l mismo.

La guardia no estaba subordinada al prisionero... ste slo poda pedirles que permaneciesen en su cuarto, a lo cual ellos accedan por una jarra de vino. Durante los siete meses de su reinado, Rmulo haba aprendido bien el ceremonial de la corte. Su padre Orestes le ense tambin el griego. El emperador latino salud al rey godo en la lengua de Grecia. Salve, Teodorico, rey de todos los godos en Italia! Salve, Romulus semper Augustus! Debes estar cansado del viaje. Ya es hora de que reposes. Te ruego que perdones las incomodidades. Estoy solo... con muy pocos esclavos. Para qu quiero ms? Rmulo estaba en plena juventud. Bajo sus ojos haba sombras profundas, y la palidez cubra su rostro. El rey contempl al hombre que fuese emperador y que era el nico de los antiguos emperadores que an continuaba con vida. He venido para preguntarte cules son tus deseos, Rmulo Augusto. Verte. T mataste al hombre que asesin a mi padre y al hermano de mi padre. A m me perdon la vida. Por qu? No hubiera sido ms sencillo...? Slo le hubiese costado un pequeo ademn... Ya no eres un nio. Qu sabas entonces? Slo algunas cosas... No saba que Orestes estaba muerto, no saba que Pablo estaba muerto. Ignoraba que haban muerto todos los que... Te gustara volver a ser emperador? Teodorico, el discpulo de Esculapio dice que la fiebre que mina mis fuerzas procede de los pantanos circundantes. Cuando me miro al espejo, veo que mi rostro est plido. Gobernar? Para qu? Mi padre Orestes detestaba la sangre. Es mejor destronar a un emperador... a dos emperadores... que matarlos. Glicerio, el obispo de Dalmacia, ha muerto. Yo soy el nico emperador romano de Occidente. Para qu habra de desear un imperio? Hoy vuelve a acosarme la fiebre. Te ruego que no lo tomes a mal si tiemblo a menudo. Te he estado esperando. Quera verte, pero no crea que vinieras. Dime, por qu no quieres ser t mismo emperador? A m me quedan an algunas cosas... oh, no!, ninguna joya... slo ropas, una corona de laurel... una espada. Es la

nica arma que Odoacro olvid arrebatarme. Uno de los flavios la ha hecho templar... Te la regalo. Mi espada es la espada de Odn. Era un dios germnico. Ya no creemos en l como dios... pero su espada, Rmulo Augusto, sigue siendo la espada de Odn. Amas Italia? Y el mar? Nac junto a un lago de Panonia. Es tan grande como un mar, y sin embargo, no es un mar. Desde entonces amo el agua. El agua de aqu es la ms caliente que he tocado desde que abandon el pas de mi lago. Vers, a medida que pasan los aos, pienso cada vez ms a menudo en el lacus Pelso. Tambin all, donde por primera vez vi la luz del da..., donde mi padre era rey, haban vivido los romanos. Del mismo modo que t vives en la villa de Mario, de los Sila, de Lculo... del mismo modo que temes t la sombra de Tiberio... as vivimos nosotros. Entre arcadas y columnas romanas, en el atrio. En invierno encendamos hogueras. Cmo podra serte de utilidad? Eres libre. Puedes ir a donde gustes, Rmulo Augusto. Puedes ir a Npoles, si lo deseas, y tambin a la Urbe. No deseo nada. Estoy enfermo. El aliento de los pantanos es venenoso. Pero vencers a la enfermedad; no es mortal. Tal vez en otra parte, donde el aire sea ms sano... No soy tu enemigo, Rmulo Augusto. Cuando los legionarios me levantaron sobre el escudo y me proclamaron emperador, me llamaban Augstulo. Todava me siguen llamando as... No he alcanzado la madurez. Dicen que amas los libros. Consumen gran parte de las seis mil monedas de oro que debo a tu generosidad. Leo mucho. Si supiera escribir mejor, rey Teodorico, tal vez relatara... como eplogo de la excelente y amena obra de Suetonio, la historia de los doce ltimos emperadores. Sombras, Teodorico. Por qu habra de desear ser otra vez emperador? Bajo su reinado, la Urbe era desgraciada. Ahora, segn he odo, se acua dinero con tu nombre y se proclama, con letras fundidas en bronce, que has hecho feliz a Roma. Puedo darte las gracias por ello? Vive feliz, semper Augustus. Vers, fui educado en Bizancio, y all aprend que aquel cuya cabeza ha ceido la diadema sagrada, sigue siendo emperador mientras vive. Es posible que el Senado sea ms

poderoso que t... es posible que Odoacro te humillara cuando eras nio. Pero para m eres el emperador, y te deseo una vida feliz. Mientras vivas, y mientras yo viva, no te faltar tu asignacin anual. Nadie podr hacerte dao. Si tienes algn deseo, siempre lo satisfar. Roma felix... o Romulus felix? Qu es ms acertado... emperador Augusto? Estaban sentados el uno frente al otro. Rmulo llam a su criado. Entr un viejo mayordomo que ya haba servido a Orestes y permaneci junto al muchacho con autorizacin de Odoacro. Alrededor de la mesa haba bancos de delicada forma. Habra comido realmente Tiberio, sentado sobre uno de ellos? Vinos generosos. Rmulo comi poco. Se limit a cortar los manjares con el cuchillo, como si quisiera ver qu se ocultaba en el interior del pavo relleno. La cena se pareca a un gape romano; un rey y un emperador se hallaban solos a la mesa. Entre una mesa vecina tomaron asiento los miembros del squito, un viejo mayordomo, un magistrado napolitano, Casiodoro y los condes godos. En la ruinosa villa se observ aquella noche por ltima vez la etiqueta del imperio de Occidente. Y si muriera en aquella villa como Tiberio, que lleg en barco desde su palacio de Capri y despus parti precipitadamente hacia Roma...? Por qu tena Tiberio tanta prisa? Adonde iba? l mismo, Teodorico, se haba puesto en marcha desde el gran lago. Era seor de los godos y prncipe de los prncipes germnicos. El lecho de huspedes del cabo Miseno era duro. Se levant con el alba. Haba empezado a llover. A travs del deteriorado tejado de la villa imperial, las gotas de lluvia caan interminablemente sobre el suelo de mosaico.

XXXV

Su nombre completo era Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio; y cada una de las partes de su nombre tena races profundas en la historia de la Urbe y del imperio, y entre ellas Severino era ya una expresin de la romana tradicin de mansedumbre cristiana. Boecio contaba poco ms de veinte primaveras, pero ya le conoca todo el mundo, no solamente en la Urbe, sino tambin en Ravena e incluso

en Bizancio. Al principio se ocup de que as fuera su padre adoptivo Smaco; los senadores ms ponderados encontraban excesivo el celo con que Smaco casi divinizaba, pese a su juventud, al marido de su hija, y el hecho de que le hiciese incluir en la lista de los aspirantes al consulado. Todos sus esfuerzos iban encaminados al nico fin de dar a conocer el extraordinario intelecto de Boecio. Su cabeza, que recordaba las de sus antepasados romanos, se asentaba sobre un cuerpo de perfectas proporciones. Boecio tena los cabellos de un castao claro, delicadas facciones, labios estrechos y nariz recta. Sus ojos de destellos verdes llamaron en seguida la atencin del rey a su llegada a Roma, cuando fue saludado en casa de Smaco por los discpulos de las musas. Boecio naci en la Roma cuya tradicin cristiana se remontaba ya a cuatrocientos aos. Muy pocos se acordaban todava de las catacumbas. Sus entradas haban sido tapiadas en muchos lugares, para que no sirvieran de refugio a fugitivos y vagabundos. Por qu los cristianos tenan que ocultarse bajo tierra cuando existan en la Urbe docenas de templos? En asuntos religiosos, el obispo de Roma tena la ltima palabra; este obispo era el primero entre todos los obispos del mundo, y su ciudad, que odiaba toda hereja, era el guardin de la verdadera fe. Aqu, la religin arriana de los germanos era considerada tan impura como la hereja procedente de Bizancio de los monofisitas, que, segn se rumoreaba, ganaba cada vez ms adeptos en la corte imperial. Boecio crea en la religin de Roma, pero ya no en el contexto de las palabras virgilianas. Era el portavoz de una nueva generacin, que funda el nuevo credo con las ideas universales. Soaba con un poderoso imperio que, partiendo de las ideas de Platn, lograra hacer realidad con la fuerza de la fe los antiguos conceptos del imperio. Del mismo modo que la msica, las matemticas y la geometra se fundaban en reglas eternas, as los pases, los pueblos y los poderosos deban regirse por leyes que slo los filsofos comprendan. Por consiguiente, la tarea de los filsofos sera ensear a los prncipes. Teodorico conoci a travs de Casiodoro la existencia del nio prodigio romano, como llamaban a Boecio en la cancillera. El primer da que le vio slo intercambiaron algunas palabras; a Teodorico le llam la atencin el griego de Boecio, que prestaba nueva vida a la lengua de los filsofos antiguos. Los transentes de gora o los clientes de las termas de Bizancio apenas si podran comprenderlo, y era seguro que sirvindose de l no conseguiran alquilar una litera ni averiguar la situacin del Hipdromo. Pero en cuanto surgan temas

referentes al espritu o a la moral, el rostro del joven se iluminaba. Teodorico haba aprendido a observar los semblantes y a leer en ellos los ms recnditos pensamientos. Ahora, durante los pocos minutos que pas con Boecio, a quien aventajaba en aos un cuarto de siglo, tuvo la impresin de que su compaa era un regalo inusitado. Se conocieron en casa de Smaco. El hechizo del jardn, la tranquila intimidad del patio de laureles, la biblioteca, con sus rollos de pergamino, le revelaron que se hallaba en el seno del mundo modesto, pero eximio, de la sabidura. Cambi algunas palabras con Boecio; Teodorico intuy el tacto que adornaba al joven y que estaba tan de acuerdo con la tradicin romana. La tarde pasada en casa de Smaco no fue una recepcin habitual. El senador haba invitado solamente a los ms destacados intelectuales. La mayora eran parientes suyos, pero tambin se contaban entre los huspedes algunos filsofos, sacerdotes, arquitectos, escultores y pintores. El anfitrin salud al rey godo como a un igual para el que eran desconocidos los tesoros de la inteligencia humana, concentrados para siempre en la Ciudad Eterna. Smaco saba que con este simposio vinculara ms a Roma al brbaro afincado en Italia que con cualquier fiesta organizada en su honor, como las que solan celebrarse en los palacios de los prncipes orientales. Teodorico se encontrara a gusto entre filsofos y artistas, que armonizaban pacficamente el espritu de Platn con el de san Pablo. Has pensado alguna vez, Boecio, si te gustara trasladarte a Ravena, y qu tareas desempearas con mayor placer si estuvieras a nuestro servicio? Debis tener en cuenta mi juventud, patricio. Vistame en el Palatino a una hora tranquila. Almuerza en mi compaa. Rusticiana cumpla con sus deberes de ama de casa. Las romanas tomaban parte en las conversaciones, citaban a filsofos, santos y poetas... como los hombres. Casiodoro era feliz: el xito de la velada le daba la razn. Teodorico era brbaro slo a medias. Tal vez fuera posible en el ambiente de la Urbe conquistar por completo al hombre ms poderoso de Italia, cautivarle, como hicieran en su da los poetas que rodeaban al Augusto.

Rusticiana fue la primera en mencionar el nombre de Augusto mientras esperaban al rey godo. Smaco estaba lleno de dudas. Cmo olvidar las comarcas asoladas de tica, la cruel muerte de Odoacro, los millares de prisioneros de guerra pasados a cuchillo? La religin arriana, el salvajismo de los condes godos, que se haban apropiado por la fuerza de los campos itlicos? Todo esto se le antojaba un obstculo: la arbitrariedad de los guerreros colonizadores, las noticias de Ravena, segn las cuales las intrigas imperaban como en Bizancio e incluso en la corte del rey se practicaba el favoritismo. Sin embargo, aqu Teodorico no ocupaba un trono, sino una sencilla y cmoda silla. Rusticiana coloc rosas sobre su mesa y una jarra de vino, cuyo color dorado centelleaba a travs del delicado cristal. Haca siglos que nadie daba forma al cristal. Una jarra como sta era un tesoro ms valioso que una jarra de plata. Tambin ella se convirti en un signo: Puedes servirte vino de una jarra de los tiempos de Augusto! Teodorico poda contemplar desde aqu la urbe medio derruida, las columnas destrozadas, las derribadas estatuas de bronce, las baslicas que servan de cantera. Las murallas, que una vez resultaran demasiado estrechas, formaban hoy un crculo demasiado ancho: a media milla de las murallas no haba ms que casuchas o ruinas. Y sin embargo, aunque invisible a los ojos de los brbaros, pareca que la imagen de la antigua Urbe flotaba sobre la ciudad. Cada palabra que conduca al pasado recordaba a los propios antecesores. Teodorico cort el pan segn el rito bizantino, pero traz sobre l la cruz de Arrio. Mientras sonaban las melodas de msicos romanos, se sirvi hidromiel antes de la cena. Teodorico habl del ltimo emperador, a quien visitara en la villa de Lculo. Si fuera un filsofo, seor, no podra imaginarse una vida ms hermosa. Pasar trece aos alejado de cualquier tentacin de las glorias terrenas... y poder continuar as. Te atraera esa clase de vida, Boecio? Yo creo, seor, que tal vez es mejor luchar contra el destino. Ya lo dijo Horacio: La obra debe encumbrarse... El tiempo no deja rastro en el cabo Miseno. Rmulo Augstulo es un rbol prematuramente envejecido, un fantasma de s mismo. Cmo te imaginas a Roma, Boecio? Una Roma gobernada por una sola idea, una sola moral y una sola fuerza.

Casiodoro trabaja demasiado. Deberas ayudarle. El destino de Italia est en tus manos, seor. Sabes, Boecio, por qu Bizancio es poderosa pese a sus debilidades? Porque divide la fuerza de sus enemigos. Enfrenta a pueblo contra pueblo, religin contra religin, prncipe contra prncipe. Gobierna con ayuda de este equilibrio. Nuestra Roma carece de enemigos. Es demasiado pequea para tenerlos. Es pequea... pero eterna. En el palacio imperial, los ministros an dirigen sus miradas hacia la Urbe. Temen que algn da pueda rebelarse. Los asuntos de Italia estn en tus manos, seor. Hablas como debe hablar un romano, Boecio. Pero si Roma supiera gobernarse a s misma y siguiera las indicaciones de su emperador, para qu necesitara a un Teodorico? Si no existieran diferencias entre catlicos y bizantinos, a quienes vosotros consideris herejes? Ha habido numerosos emperadores por cuyas venas no flua sangre romana. El imperio ha prosperado bajo su gobierno. No debes olvidar, Boecio, que soy el rey de todos los godos que viven en Italia. Debo proteger vuestro reino con guerreros godos. El silencio dur varios minutos, mientras los servidores traan las bandejas con pasos mesurados. Rusticiana pregunt por la reina, qu le haba gustado ms de Roma, si deseaba ver algo ms y si ella poda serle de alguna utilidad. Se habl de una excursin a la Campania, de villas, viedos, recuerdos de emperadores y emperatrices. A partir de maana trabajars en mi cancillera, Boecio!

Podras ser emperador de todos los germanos, seor dijo un da Casiodoro despus de terminar la sptima carta. Los prncipes turingios, los burgundios, vndalos, visigodos y alemanes conocan ya las cartas reales de Ravena; el estilo, las advertencias ocultas tras las frases corteses, los sabios consejos y a menudo tambin, las amenazas, recordaban la tradicin del imperio. La pluma de

Casiodoro obraba milagros. Enseaba a los brbaros el sutil arte de gobernar. Podras ser emperador, seor! Todo pareca divulgar este mensaje la residencia de Verona, el palacio de Ravena, el Senado de Roma con su homenaje bajo la palma de oro. En los festejos pblicos, los oradores hablaban de una nueva edad de oro. Las primeras nubes tormentosas no aparecieron sobre el cielo de Italia sino sobre el mundo de los brbaros. La gran unidad arrianogermnica, que Teodorico intentaba forjar, se estrell contra el nuevo reino catlico de Clodoveo. El hermano de la reina Audafleda haca muy poco caso de los vnculos familiares. Era el nico que osaba dar consejos a Teodorico. Clodoveo soaba con una Galia unida, pese a que en las provincias del sur, la antigua Galia romana, estaban asentados los visigodos. La lucha pareca inevitable; pero Teodorico logr unir una vez ms a sus dos parientes. En la tierra de nadie, en una pequea isla del ro Liger, se encontraron el visigodo Alarico y el franco Clodoveo. Se abrazaron, se celebraron banquetes reales, magnficos torneos y partidas de caza, pero ambas Majestades evitaron mencionar la raz de su desacuerdo dejaron aquel espinoso asunto para los cancilleres, reunidos en el cercano pabelln de caza. stos vieron desde el principio que no existan posibilidades de llegar a un convenio. Clodoveo lo quera todo: el rey de los francos slicos, que haba abandonado su pequeo y dbil pas, exiga para s todas las Galias, en calidad de conquistador catlico. Haca aos que ambos bandos se preparaban. Clodoveo pidi la adhesin de Teodorico a su campaa. Los enviados de Alarico eran cada vez ms numerosos en Ravena: los godos esperaban ayuda de sus hermanos godos. A la cancillera del rey y patricio llegaban noticias de todos los pases, en especial de Bizancio. Informes fidedignos decan que en torno al emperador Anastasio se haba incrementado el odio contra los arrianos. En cambio, los hilos que unan al catlico Clodoveo con el imperio de Oriente aumentaban cada da. El emperador ortodoxo y Clodoveo, que recientemente haba abrazado la fe catlica, concertaron una alianza secreta contra Teodorico. Era cierto que el rey de los godos contaba con doscientas mil lanzas, pero ni siquiera l estaba a salvo de sorpresa en suelo itlico. Por ms que Teodorico se esforzara en mantener la neutralidad entre itlicos y godos, los roces eran inevitables, sobre todo en el campo, donde las quejas por la violacin de fronteras entre las tierras estaban siempre en la orden del da. La ley no permita el matrimonio entre godos e itlicos; los romanos no podan llevar ninguna clase de armas, pero

la palabra escrita era su privilegio. Las herraduras de los caballos godos no sonaban de modo agradable en los odos de los itlicos, y los latinos que vivan segn el rito romano detestaban las misas dichas en lengua goda. Clodoveo ensanch su crculo: dio a conocer su alianza secreta con Gundobad, el jefe de los burgundios, que en un tiempo apoyara a Odoacro. El burgundio protega su retaguardia, y el ejrcito franco pudo ponerse en marcha hacia Genbum. En Cesarodnum, los sacerdotes acogieron con gritos de aleluya a los conquistadores catlicos. Se produjeron milagros: un salmo proftico, un cometa de cola roja en el cielo, la aparicin de un ciervo blanco: todos ellos seales de que el cielo favoreca a los prncipes supersticiosos. El ciervo blanco les mostr el lugar donde resultaba ms fcil cruzar el Vigena. El ejrcito se encontraba en las cercanas de Limnum, y al anochecer, por orden del rey franco, empez a vadear el ro. Cuando amaneci vieron al ejrcito visigodo acampado tranquilamente detrs de las colinas. La sorpresa fue la mejor arma de Clodoveo. La caballera franca cay sobre los godos, que an estaban adormilados; adems, las tiendas y los numerosos carros dificultaron sus movimientos. La estrategia brbara desconoca el arte militar romano de los ordenados movimientos de tropas. Unidades de caballera chocaron entre s, soldados de infantera se enfrentaron en una lucha cuerpo a cuerpo en la que nadie poda intervenir. Estos duelos tenan lugar en toda la lnea de batalla. De improviso, Clodoveo y Alarico se encontraron frente a frente. Alrededor de los dos reyes, que luchaban a pie, pues ambos haban saltado de la silla para decidir la batalla con su duelo, se form un crculo. Pensaran an en su abrazo amistoso en la isla de Liger mientras ambos tiraban a un lado sus lanzas y empuaban las espadas reales, celebradas por sendas leyendas? Con la mano izquierda sostenan el escudo, la coraza protega su pecho y espalda, el yelmo, la cabeza, pero la garganta, los brazos y el rostro estaban al descubierto, y las espadas podan alcanzarlos. El duelo se prolong durante mucho rato: Clodoveo era ms joven y ms fuerte, pero Alarico haba aprendido a manejar la espada en la corte de Teodorico, dirigido por los maestros de esgrima griegos. Clodoveo trataba de cansar a su adversario, empujndole paso a paso hacia el borde de la pantanosa orilla. Aqu se detuvieron, y las armas volvieron a chocar entre s. A su alrededor prosegua la lucha, de modo que solamente los guerreros ms prximos y los escuderos podan observar el curso del duelo. De pronto, Alarico fue herido en la rodilla,

se tambale, y el peso de la espada se le hizo insoportable. Levant el brazo, y en aquel instante le penetr en la axila la punta de la espada de Clodoveo. La sangre brot a borbotones, y el golpe de gracia le abri la garganta. Los francos haban ganado la batalla de Vouill. Hacia el medioda, ningn obstculo se opona a Clodoveo. Los restos del vencido ejrcito godo atravesaron los Pirineos; el enemigo abandon su persecucin al pie de las altas montaas. Clodoveo pensaba ahora en la Galia. La provincia de Aquitania ya era suya, y entr en Burdigala. Con la Galia en poder de los francos, los visigodos tendran que contentarse con la antigua Hispania. Una legacin parti hacia Bizancio para comunicar a Anastasio la noticia de la victoria de Clodoveo, y otra se dirigi a la corte de la reina viuda con la noticia de la temprana muerte de Alarico y el fin de la soberana goda en la Galia. Teodorico fue el primero en enterarse del fatdico duelo: Clodoveo, su cuado, haba dado muerte a Alarico, su yerno. El pas de los francos catlicos se convirti en reino, mientras que el pas de los godos se hallaba ahora en las dbiles manos de una mujer. Lo nico que poda hacer el palacio imperial de Bizancio era preparar una leccin a Teodorico, a quien evidentemente se le haba subido la gloria a la cabeza. Tras esta batalla, la corte bizantina vio su ms poderoso baluarte en los francos. As pues, Clodoveo recibi el ttulo de cnsul. Esto fue una inesperada jugada de ajedrez de la cancillera bizantina, pues un cnsul era ms que un patricio. Por consiguiente, si alguien poda contar con el apoyo de la catlica poblacin de la pennsula latina, ste era sin lugar a dudas el catlico y piadoso rey de los francos. La noticia de la concesin del ttulo de cnsul se difundi por toda Italia, donde las viejas tradiciones se perpetuaban de padres a hijos. En la catedral de Cesarodnum, la legacin bizantina entreg a Clodoveo la toga de cnsul y los smbolos del poder. Le acompaaron tambin lictores con las fasces, y los coros entonaron los salmos latinos de Ambrosio. Clodoveo, cristiano desde hacia pocos aos, pudo aparecer ante su pueblo vistiendo el manto de prpura y ciendo la diadema romana, y llevando en la mano el cetro de cnsul del reino romano de Occidente. Teodorico recibi la noticia de que la flota bizantina haba zarpado del puerto del Cuerno de Oro. Su objetivo secreto era seguro: desembarcar en Italia y saquear las comarcas del litoral, especialmente aquellas donde se encontraban las propiedades de los godos. Durante estos meses, casi cada da brindaba su amargo fruto. Casiodoro y Boecio eran los ms ntimos colaboradores del rey; Smaco, en Roma, le mantena en contacto con el Senado. Los

ministros no saban a qu atenerse: sera el rey demasiado viejo o estara cansado? Por qu se mantena inactivo despus de conocer la victoria de los francos, la sumisin de las Galias, y cuando, a excepcin de la provincia narbonesa y de la costa meridional, todo el suelo galo cay en manos de los francos y slo la ciudad de Arlate se resista al ejrcito franco, que contaba con treinta mil hombres? Por qu no se vengaba de Bizancio? Tena doscientas mil lanzas a su disposicin! El ejrcito godo, el ejrcito de Teodorico, segua siendo el ms fuerte del imperio. Teodorico sali a caballo al amanecer, como era su costumbre. Se dirigi hacia el bosque de pinos, acompaado por dos caudillos, Ibba y Tuluin. Nadie saba qu intenciones abrigaban; el viento se llevaba las palabras godas. En todas las cancilleras se sostena la opinin de que Teodorico no quera poner en juego a ningn precio su soberana en Italia; mientras la considerase segura, no le preocupara que se disolviera la alianza de los germanos-arrianos. Los tres jinetes volvieron a la cancillera; en el mismo momento fueron enviadas rdenes a Ticino, Verona y Mediolnum: Godos, empuad las armas! Teodorico permaneci en Italia, pero sus generales se pusieron en marcha con sus ejrcitos hacia la Galia meridional. Italia se estremeci ante la noticia, como si se anunciaran grandes cambios. Por qu no haba ayudado el hijo de Amal a su hermano godo cuando Alarico envi una legacin tras otra en demanda de tropas auxiliares? Por qu haba permitido que fuese conquistada la Galia gobernada por los visigodos, y presenciado la humillacin de los godos y arrianos? Ahora, un poderoso ejrcito de jinetes godos cruz la frontera de Italia y penetr en Provenza, mientras el ejrcito de Clodoveo se encontraba al pie de los Pirineos y se introduca en el norte de Hispania. Inesperadamente, los planes del victorioso rey franco eran desbaratados por la llegada desde Italia del ejrcito godo. La ciudad de Arlate sufra el asedio desde haca meses. El ejrcito franco haba perdido muchos miles de hombres, y la excelente maquinaria blica de la ciudad y sus animosos ciudadanos haban conseguido mantener a raya a sus atacantes ante las murallas. Pero los vveres disminuan; los defensores comprendan que las semanas de resistencia estaban contadas. Ahora el rey de los burgundios abandon la lucha y disolvi su alianza con los francos, eliminando as el nico obstculo que impeda a los godos liberar a Arlate. Se inici una batalla encarnizada. Por primera

vez medan los ostrogodos sus fuerzas con los francos, que no haban contado con esta batalla. Clodoveo apenas poda creer las palabras de los francos que huan. Se trataba en realidad de los ejrcitos de Teodorico o era un ejrcito fantasma el que haba liberado Arlate? Era Teodorico demasiado viejo? Estaba cansado? Inusitadamente apareci en la Galia meridional una nueva potencia los generales de la caballera goda conquistaron la provincia para el reino de los ostrogodos. Pareca que Teodorico haba esperado al final de la gran campaa para ajustarle las cuentas al vencedor. La victoria de los godos en Arlate fue inesperada para Bizancio y caus una gran consternacin. Haca poco que el palacio imperial haba decidido apoyar totalmente al rey franco, pues vea en l al aliado del maana y ya no contaba con Teodorico, envejecido y absorbido por los asuntos itlicos. El emperador Anastasio atravesaba una crisis como hombre y como emperador. Estaba dominado por los sacerdotes y monofisitas y se inclinaba hacia la hereja que amenazaba a la iglesia oriental. El sermn de Pascua del Patriarca bizantino le asust hasta el punto de hacerle olvidar sus cavilaciones en torno a las cuestiones religiosas. El Patriarca acus al sagrado emperador de haber abandonado la fe verdadera y abrazado la hereja. Anastasio tendra que definirse si quera evitar la divisin de la Iglesia, lo cual slo hara que favorecer a Roma. El emperador haba envejecido, y su nico inters se limitaba al dogma. Por este motivo, en el palacio imperial adquira cada vez ms influencia en los asuntos del imperio el comandante de la guardia, Justino. Con un emperador de edad tan avanzada era lgico pensar que en cualquier momento poda ocurrirle algo, y las miradas se dirigan involuntariamente hacia su sucesor. Pero esto deba hacerse con mucha cautela, porque Anastasio an tomaba parte en las sesiones del consejo, y para el antiguo Silenciario la escritura no era un secreto como para Justino, que ni siquiera saba escribir su nombre. Reconciliaos con Teodorico, hijos mos! La frase reson en la sala del consejo. Todos experimentaron un gran alivio. Una orden dispuso el regreso de la flota que haba sido enviada a saquear Italia. Se redact una carta para Teodorico, cuyo comienzo contena palabras de reproche, pero al final equivala a un apretn de manos.

Cmo podran convertir de nuevo al patricio en un cordero obediente? Seguramente le molestaba la dignidad de cnsul conferida por el emperador a su rival Clodoveo. Cmo podran reconciliarse con el resentido Teodorico? Ni Teodorico ni Clodoveo tenan la intencin de lanzarse a una guerra homicida en la que slo podan perder los dos bandos. Teodorico no necesitaba las Galias, pero haban costado a los romanos mucho oro, lgrimas y sangre. Lo nico lamentable era que el reino de los visigodos en la pennsula de los Pirineos estaba en manos de un nio y de su madre viuda y que en l reinaba la intranquilidad. Pretendientes al trono levantaban la cabeza, y entre los condes godos estall una guerra civil, en un momento en que los ejrcitos del rey franco podan atravesar los Pirineos. Por ello la viuda de Alarico envi a Ravena una legacin: con el derecho de un pueblo hermano, el ms poderoso de todos los godos, Teodorico, deba tomar tambin las riendas del pueblo visigodo.

La oscilacin del pndulo fue muy potente. Abarc desde Persia hasta la Cartago dominada por los vndalos, y desde las tribus germnicas del norte hasta la Hispania del sur. En los innumerables documentos de las cancilleras se hablaba de emperadores, reyes, prncipes, apstatas, gobernadores, generales y altos dignatarios de la Iglesia. Pero, cmo viva el pueblo? Cmo vivan los habitantes de las ciudades, preocupados por su destino incierto, y los campesinos desprovistos de proteccin? La decisin de los poderosos se compraba a menudo con promesas o con oro, la espada de un general pesaba ms que el juramento de un rey. Los prncipes eran supersticiosos: cuando apareca una seal en el cielo, cuando se haca una profeca, se inclinaban. Los poderosos se aniquilaban entre s. Odoacro haba encontrado la muerte a manos de Teodorico. La espada de Clodoveo haba puesto fin a la vida de Alarico, y el rey franco decapit con sus propias manos a dos prncipes que se imponan en su camino. Cmo vivan los campesinos en Italia, en las turbulentas Galias o en Hispania, donde la tormenta de la guerra haba diezmado a pueblos y desolado provincias enteras? Los poetas cantaban la edad de oro de Teodorico, sacerdotes y cancilleres proclamaban que su gobierno era un Edn y que a los aos de inseguridad haban seguido numerosos aos de bienestar. En cada ciudad velaban los godos por la paz y el orden; en las calzadas, una vez ms en buen estado de conservacin, centinelas a caballo garantizaban la seguridad a viajeros y comerciantes. Las conducciones de agua llevaban en sus venas de

hierro el lquido vital a todas las ciudades. En Roma, el Senado haba abierto escuelas, plidos ejemplos de la Academia platnica, en las cuales se educaba a la juventud segn los principios de los filsofos griegos. Aurea actos, se deca: ha llegado la nueva edad de oro. El hombre nacido a orillas del gran lago, en la ya inexistente Panonia, aprenda cosas nuevas cada da. Tena que saberlo todo acerca de las tierras vecinas y sus gobernantes, incluso acerca de los reinos y provincias remotos situados al otro lado del mar. Cuando el emperador de Oriente estaba en guerra contra los persas, la cancillera bizantina era ms condescendiente con Teodorico. ste deba conocer todas las disensiones existentes entre las familias reales. Sobre todo, tena que mantener el orden entre los visigodos. El pequeo rey Amalarico era nieto suyo, hijo de Teudigota. Una parte de los seores godos protestaba porque los gobernaba una mujer, y quera sentar en el trono al bastardo del rey difunto. Los negros nubarrones de la lucha de partidos se cernan sobre la tierra de los Pirineos. Teodorico recibi una peticin de ayuda en nombre de Amalarico. Deba ser tutor del muchacho hasta que ste alcanzara la mayora de edad. Esto significaba en el lenguaje del poder que Teodorico poda anexionar el reino de los visigodos a sus casi inconmensurables posesiones. Desde el Danubio hasta el ocano, desde Sicilia hasta las columnas de Hrcules, todo le perteneca. Un gobernador ostrogodo se instal en Toledo, su palabra se convirti en ley, sancionada por Teudigota en nombre del nio. El pndulo oscilaba. El emperador Anastasio, a medida que envejeca, se entregaba cada vez con mayor pasin a la lucha de credos. Su propio patriarca, que l mismo colocara en la cima de la ortodoxia, se volvi ahora contra l. El emperador se convirti en un viejo solitario, pero, como antiguo consejero, conoca todos los posibles cambios en la poltica. Por qu no apoyarse en Teodorico? Siempre haba existido entre los dos el deseo de evitar una lucha abierta. Nadie arrebat al rey godo la dignidad de patricio que le fuera concedida por sus antecesores. Qu dignidad todava ms elevada poda conferirse al godo? Qu ms poda darle? Una legacin bizantina llev a Ravena un magnfico diploma. El emperador conceda al patricio del imperio la administracin de las provincias de la Galia meridional y de Hispania. Cuando la legacin lleg a la residencia de Teodorico, fue recibida con todos los honores. Nadie saba an por qu venan despus de tantos aos a la corte de Teodorico los altos dignatarios de la delegacin. Un jinete haba llegado al galope a palacio para informar a la corte de un acontecimiento inesperado: un trirreme, adornado con el estandarte

del emperador, acababa de arribar al puerto de Classis. Teodorico llegaba en aquellos momentos de Verona, donde haba visitado la guarnicin goda y presenciado la marcha de las tropas hacia Hispania. El Silenciario que presida la legacin se expresara en el lenguaje de la corte, bien conocido por Teodorico desde su infancia. El rey captara el verdadero significado oculto tras sus palabras, las advertencias, los halagos, las amenazas o las diversas formas de peticin de ayuda que disfrazaran los giros y expresiones corteses. Qu poda querer de l el emperador... despus de tantos aos? La recepcin de los legados fue pospuesta durante una semana; en el intervalo, Casiodoro tena que averiguar sus verdaderos propsitos. Sin embargo, la legacin se encerr en un silencio impenetrable, y el Silenciario insinu solamente que el patricio se alegrara. Esto poda ser un subterfugio para ocultar el autntico motivo, pero tambin poda contener algo de verdad. El domingo, tras el servicio religioso, tuvo lugar la solemne recepcin, y despus el dignatario griego fue husped de Teodorico. Segn la costumbre griega, en el banquete slo podan tomar parte los hombres. Pero al trmino de la audiencia, el Silenciario visit a Audafleda y le entreg los obsequios de Ariadna, la sagrada emperatriz. La reina goda habl con los legados en imperfecto latn, pero stos tampoco dominaban la lengua de Roma. Slo Amalasunta, la hija de Teodorico y Audafleda, dio las gracias en impecable griego por el juguete adornado con piedras preciosas que los legados le trajeran del palacio de Bizancio. Todas las miradas recayeron en la nia. Era alta, esbelta, tena el cabello castao oscuro y los ojos vivaces, y su voz era armoniosa y clara al expresarse en la lengua de Platn. Al parecer la educaban en el palacio de Ravena los mejores maestros, y como la visita de los bizantinos haba sido inesperada, el enviado encontr doblemente agradable que la hija de Teodorico recibiese una educacin digna de Bizancio. Las facciones del Silenciario perdieron su severidad. Sus labios pronunciaron la palabra princesa, lo cual era ms de lo que corresponda a la hija de Teodorico segn el ceremonial de la corte bizantina. De este modo la pequea Amalasunta se convirti en herona del da; el rey se enter por Boecio del xito de su hija. Un momento hermoso... despus de tantas tormentas, muertes y crisis; un momento de quietud en el palacio de Ravena.

A Cuarta Parte

XXXVI En Roma se produjo un cisma. Una parte eligi Papa a Smaco, la otra, a Laurencio. La dividida poblacin de la Urbe se vio envuelta en este hmedo da de noviembre en sangrientas rias, actos de salvajismo e incendios. Al igual que la poblacin de la ciudad, el Senado se dividi en dos facciones. A los pocos das, Roma volva a ser irreconocible: se levantaron barricadas, los partidarios de Smaco se hicieron fuertes en el Palatino, y el bando de Laurencio se prepar para atacar. Entonces el cielo abri repentinamente sus esclusas, y el chaparrn enfri incluso a los romanos ms fogosos. Los muertos fueron enterrados, la lluvia apag los incendios. Empezaron a ir y venir los mediadores, especialmente entre los dos bandos del Senado. Finalmente se adopt la decisin de pedir a Teodorico que interviniera; el arriano sera rbitro entre dos Papas romanos. La corte de Ravena se encontr de nuevo ante una difcil tarea. Teodorico no poda negarse a intervenir, porque a diario llegaban de la Urbe las ms terribles noticias: el populus romanus, que hasta ahora slo peda pan y festejos, era de pronto vctima del demonio de la lucha fratricida. Los partidarios de Smaco y de Laurencio queran poner a prueba sus aptitudes para la lucha. Tambin los dos Papas enviaron sendos legados. En las deliberaciones fueron admitidos hombres entendidos en cuestiones religiosas. Teodorico tuvo ocasin de conocer la estructura de la Iglesia en todos sus pormenores. Tambin escuch a los senadores. Primero Boecio tendra que desplazarse a Roma para asesorarse sobre el terreno, y despus ira Casiodoro. Finalmente concibi Teodorico su notable decisin. Como Smaco haba conseguido ms votos que Laurencio, el rey godo declar que el primero era el Papa legtimo, y orden a Laurencio que se sometiese a la voluntad de Smaco. Al mismo tiempo hizo prometer a ste que tratara a su rival, a quien una parte del pueblo romano consideraba el Papa legtimo, como corresponda a la dignidad de su cargo. Teodorico, pese a sus mltiples preocupaciones, se vea obligado a intervenir continuamente en el cisma de la Iglesia romana. l, el arriano, tena que encontrar la solucin milagrosa que salvara a la Iglesia ortodoxa. Vacil durante largo tiempo. La disensin entre los dos Papas favoreca a los pueblos arrianos. En las provincias y nuevas tierras se dividan los catlicos, a pesar de que Smaco tena fuera de Italia una abrumadora mayora. Sin embargo... el cisma era un buen motivo para que el emperador desistiera de una intervencin directa.

Era de dominio pblico que Bizancio apoyaba a Laurencio, pero Anastasio no poda ponerse abiertamente a su favor. Teodorico, por su parte, defenda la libertad de los romanos al apoyar a Smaco, que era el candidato de la mayora. Diariamente llegaban noticias contradictorias, informes y quejas, y una legacin segua a la anterior. La Urbe, cuyas heridas ya haban empezado a cicatrizarse, se convirti de nuevo en lugar de reunin de los lobos. Muertos por las calles, iglesias destruidas, destrozos en el empedrado, barricadas. Los hombres que ganaban su pan con el trabajo, abandonaban Roma en cantidades alarmantes. Nadie poda estar tranquilo. La juventud era causa principal de los disturbios, pero en el circo incluso los viejos llegaban a las manos. Los nombres de los aspirantes al consulado se hallaban sobre la mesa de Teodorico. El Senado los haba enviado, pero los dos bandos presentaron su propia lista. El papel de los cnsules en una ciudad que tanta gente haba abandonado y en la cual se impona cada vez ms el poder del Papa, dependa de qu clase de hombres eran los que prestaban juramento en la forma tradicional y, acompaados por los lictores, se dirigan al Capitolio el da de la fundacin de Roma. En general se trataba de un ttulo hueco, de un homenaje a la fidelidad de familias patricias. Pero a pesar de todo, el ao segua recibiendo el nombre de los cnsules en ejercicio. El cnsul era un smbolo para los romanos, tradicin, recuerdo y el hechizo de pocas pasadas. Casiodoro, he decidido que sea ocupada la silla de cnsul, vaca desde hace tres aos. El Senado lo est deseando. Dime los nombres de los elegidos. Estaban solos en la sala de trabajo, cuyo silencio rompa el estruendo de los caballos al galope. He de renunciar a tu ayuda, Casiodoro, hasta que est restablecido el orden en la Urbe. Si te enviara como magister officiorum, Roma se indignara... conozco la inquietud de su gente. Te diran a la cara que slo eres el esclavo del rey. En cambio, si eres el cnsul legtimo, nadie podr decir una sola palabra. Todo el mundo sabe que disfrutas de mi confianza. Gobernars en Roma durante un ao, tal como hacan los antiguos cnsules. Tienes un ao a tu disposicin, Casiodoro. En la primavera del ao prximo debe haber cesado el estruendo de la Urbe. Quin ser el segundo cnsul?

El senador Smaco. Vivimos en unos tiempos en que la eleccin es ms difcil que nunca. Ya vers, Casiodoro: tu persona calmar la tempestad. Recuerda las gloriosas pocas pasadas cuando tomes posesin de tu cargo. Quin vendr a Ravena para ocupar mi puesto? Incluso desde Roma podrs asistirme con tus consejos. En la Urbe se saben muchas ms cosas que aqu, entre los pantanos de Ravena. Durante un ao dejars de ser magister officiorum; he decidido que te reemplace Boecio. Su pluma ser mi pluma hasta que t hayas cumplido tu misin.

El nuevo cnsul se hallaba en el aposento del Papa. Smaco an no era viejo, pero las disputas de los ltimos aos haban dejado su huella en el rostro del antiguo dicono. Se haba visto obligado a presenciar cmo la Urbe se converta en un campo de batalla a causa de su eleccin. El Senado ratific el nombramiento de Casiodoro y le recibi como corresponda a un ministro de Teodorico. Casiodoro poda dar rdenes a las tropas godas acampadas en la Campania y servirse de los impuestos debidos al rey. Poda solicitar consejo y ayuda a Teodorico... siempre que as lo deseara. Pero en su calidad de cnsul representaba el poder de Roma, y poda escribir al Senado de Bizancio y dirigirse a los reyes de todo el mundo. La dignidad de cnsul no haba perdido del todo su esplendor durante los siglos de decadencia. Qu recomiendas, Aurelio Casiodoro, para restablecer el orden? Lo ves todo con los ojos de Teodorico, y tus palabras son muchas veces las suyas. Conseguir la unidad de la fe, eliminar la hereja en Oriente y Occidente es asunto mo. Pero, qu puedo hacer con esta Roma dividida? Puedes t ayudarme de algn modo? Casiodoro proceda del sur de Italia, donde su padre haba sido funcionario de la provincia. Desde su infancia observ las tradiciones del imperio. Cuando se convirti en escriba del poderoso Teodorico, procur dominar sus pasiones y ocultar sus amenazas en misivas corteses. Era un hombre de media edad, y estaba en el mejor momento de sus facultades intelectuales. Ahora se encontraba solo como cnsul, al igual que desde haca siete siglos, los elegidos que ocuparan su mismo cargo. Los cnsules tienen el deber de evitar que ocurra algo malo al imperio. El adaptable, pero en modo alguno valiente Casiodoro, el ministro real de dorada pluma, se hallaba ahora en una

cumbre que jams soara. Ocupaba una situacin ms elevada que el rey empujado hasta Italia por el viento que azotaba las tierras brbaras, incluso ms elevada que la del propio emperador bizantino. El Senado le haba colocado en la silla de los cnsules: era el nico representante legtimo del poder mundano. Poda iniciar su tarea; tena en sus manos el derecho de fallar sentencia. Santo Padre, haz que se construya! Los smbolos, las palabras de la Sagrada Escritura son ms familiares. Explcame, Casiodoro, lo que t entiendes por esta frase. Contempla la Roma que te rodea... Me ha sido difcil reconocerla. No haba estado aqu desde la visita de Teodorico. Al amanecer se congrega al pie del Capitolio un vociferante gento. Desde que desempeo mi cargo he tenido que aumentar el nmero de lictores, para alejar a los intrusos que pretendan invadir mi alojamiento. Pero, de qu sirve esto, Santo Padre? Tienen hambre. No piden los juegos que yo les debo como cnsul, sino pan. Cmo vas a drselo? He aprendido de Teodorico que no se debe dar limosna a los hombres que trabajan o manejan las armas. Haz que se construya, he dicho. Te lo ruego, pasea por la Urbe, contempla tus iglesias. Comprueba en qu estado se encuentra la catedral de san Pedro. La puerta est entornada, y en su torno se amontonan los escombros, y en el umbral se acumulan los desperdicios; la pequea puerta lateral est tapiada por los restos de dos pilastras. Y cuando entres en la baslica, Santo Padre, vers manchas de sangre por doquier. Es el principal templo de Roma. Cmo crees que estn los dems? O contempla tu propia casa! Es acaso adecuado que el primer obispo del mundo resida en una casa de cuyo tejado se caen los ladrillos? El servidor de los servidores de Dios es pobre. Si ya no necesitas a tus hombres armados, les puedes decir: En lugar de soldada recibiris un salario. En Ravena hemos aprendido que no hay nada imposible. All... y tambin en Verona, se construyen innumerables templos y muchos palacios, casas, villas, jardines... Los albailes romanos pueden ponerse a trabajar maana mismo. Boecio, el nuevo magister officiorum, an no se encontraba cmodo en Ravena. Classis, el puerto de los barcos de guerra, era la parte ms antigua de Ravena, y la ciudad haba sido construida a sus espaldas. Los primeros arquitectos slo pensaron en hacer inexpugnable aquella tierra rodeada de pantanos. Cuando la ciudad se convirti en residencia imperial, se construyeron palacios a toda prisa, pero slo en la modesta medida que convena al decadente mundo romano.

Lo primero que hizo Boecio fue pagar un tributo de veneracin a la capilla del panten de Gala Placidia. Todo el mausoleo brillaba en esta resplandeciente maana con el azul del mosaico; corderos dorados pastaban en las eternas praderas. La emperatriz, que tuvo una vida singular, debi haber credo que el imperio era eterno. Ahora reposaba en un enorme sarcfago, entre los fretros de dos emperadores. Un mundo lleno de reflejos azules y dorados. Boecio se reclin contra uno de los sarcfagos. La paz le invadi. Lejos de palacio haba descubierto un rincn del antiguo mundo romano. Los brbaros no captaban la belleza de la msica. Boecio, por el contrario, la consideraba el mejor regalo de las musas. Enva msicos a Lutecia Parisirum le haba dicho Teodorico unos das atrs, con el mismo tono como si deseara regalar a su cuado caballos de raza o valiosas tnicas de seda. As aprender Clodoveo en qu consiste lo que nosotros llamamos la vida de corte. Hacer comprender a Clodoveo la divina armona, al hombre que decapitara a los dos prncipes maniatados, sus parientes, con su propia espada? Ensear la msica a los duques francos? En Cesarodnum, en Durocortrum, en Augusta Suessinum? Dnde encontrara msicos dispuestos a viajar a la corte de Clodoveo, a or tranquilamente los gritos de los brbaros, y a soportar que durante la cena les lanzasen huesos rodos? Sin embargo, mandar msicos a la Galia era uno de los problemas menores con que el filsofo deba enfrentarse da tras da. Los brbaros Boecio lo haba aprendido a fondo eran taimados y suspicaces. Nadie poda dirigirse a ellos como si fueran nios incultos. Tras sus palabras ampulosas e interminables se ocultaban mltiples motivos: avidez de poder, ansia de botn, de tesoros o de tierra. La venganza y el botn dominaban sus pensamientos. Cada prncipe germnico quera ser ms poderoso que su vecino. Cuando los sacerdotes intentaban suavizarles con una alianza matrimonial, el padre de la novia no pagaba la dote convenida para su hija, o bien el recin casado obtena dicha dote con ayuda de hombres armados. En la puerta apareci una nia. El panten se hallaba en el centro del jardn que lindaba con el palacio. Aqu estaban los aposentos de Teodorico, y tambin una parte de las cancilleras. Las otras haban sido distribuidas por la ciudad, que nadie llamaba Urbe. La nia permaneci en el umbral. Pasaba por aqu, Boecio. Me gusta hablar contigo.

A hora tan temprana, Amalasunta? Los hombres partieron al alba. Los otros... duermen hasta tarde cuando la vspera se ha celebrado un banquete. Tambin mi padre se retir tarde a descansar. Entonces, como t ya sabes, no puede conciliar el sueo. Por la noche oigo los pasos de sus sandalias. Mi padre est inquieto. Dime, por qu los poderosos del mundo no encuentran la paz? Vers, hace poco que vino una legacin de Bizancio. Uno de sus miembros, que anotaba todo cuanto vea, habl conmigo. No saba quin era yo, y se alegr de orme hablar el griego. Me cont que el anciano emperador no se atreve a probar nunca las comidas que le ofrecen. l mismo se hierve unos huevos, y despus se los come. Dime, por qu tienen miedo los poderosos de este mundo? No hace mucho tiempo que muri Rmulo Augstulo. An no era viejo. Cuando cieron su frente con la corona de los emperadores romanos, no deba de ser mucho mayor que t. No pas siquiera un ao antes de que perdieran la vida todos los que le rodeaban. Sin embargo, l salv la suya. Era el nico entre todos los poderosos de la tierra que ya no ansiaba nada. Lo haba tenido todo, ya de nio. Pero Rmulo no era un filsofo. Viva en el cabo Miseno, en la villa de Lculo. Lanzaba guijarros al mar. Lea... viva. Pero no tena miedo... esto lo s por los que estaban con l. No cocinaba sus propias comidas. Dicen que todo cuanto se le ofreca le pareca poco. Todo le pareca poco. Siempre estaba descontento. Era el nico, poda ser el nico entre los que fueran poderosos un da, que no necesitaba tener miedo. Es mi padre un hombre bueno, Boecio? Entre los poderosos... es bueno. Pero, qu significa ser bueno? Todos lo interpretan de manera distinta, Amalasunta. Cuando seas mayor... cuando... Cuando gobierne? Cuando lleve una corona sobre la cabeza? No tienes ningn hermano, ni mayor ni menor que t. Pero segn vuestras leyes, el trono no puede ser heredado por una doncella. La palabra de mi padre es ley. l me ha dicho que ser reina. Si hasta entonces... Por qu callas de pronto, Amalasunta? Me dijo que en caso de que l muriera antes de que yo me case y tenga un hijo. Si tengo un hijo, reinar l. Pero, dime... verdad que mi padre ser rey durante mucho tiempo?

Al amanecer ha salido a pasar revista a las tropas, y ayer estuvo hasta bien entrada la noche con los legados turingios. Un hombre as est muy lejos de la muerte. Tu padre puede llegar a cumplir ochenta aos, como el emperador Anastasio. Guard silencio, y prosigui a los pocos momentos: Sabes t, Amalasunta, cuntos son ochenta aos?... Hace ochenta aos viva an la emperatriz Gala Placidia... y sostena el imperio en sus manos. Cmo ser yo cuando me siente en el trono? Una doncella...? Ya no puedo preguntar a Gala Placidia cmo debe gobernar una mujer. Lea a menudo a los filsofos antiguos. Tambin tu mente se ha desarrollado, pese a tus escasos aos. Debes aspirar a la felicidad. Puedo, entonces, llamar feliz a la tierra de mi padre? Hay algo que le sea ms desconocido que la filosofa? Ms desconocido que un filsofo, tal como t te lo imaginas, Boecio, y tal como habla de l mi maestro? Viejo, con una larga barba, a quien el mundo ya no puede preocuparle. Mi padre ha dicho a menudo que Italia debe ser feliz. Cree lo que dice. T tambin? Esta pregunta es peligrosa. Ya sabes que los pensamientos de un romano y de un godo no pueden ser los mismos. Considero a Teodorico el ms grande de los reyes que hoy viven. Y sin embargo, no es el ms grande de todos los hombres vivos. Tambin l puede equivocarse. Qu hubiera ocurrido si los godos no hubiesen venido a Italia? Qu hubiera ocurrido si los persas no hubiesen sido derrotados en Salamina? Si Antonio y no Octaviano hubiese vencido? Si tu padre no hubiese venido a Italia, tal vez el destino hubiera sido tan duro para nosotros los romanos... que nos habra obligado a seguir siendo hombres. Llevaramos armas, como en los tiempos de la repblica. Tal vez no sabramos escribir... y habramos olvidado el logos. Pero lucharamos. Y entonces Italia... slo os pertenecera a vosotros? Esta es una pregunta peligrosa. Yo no quiero a mis parientes godos. Os quiero a vosotros, porque sois diferentes. Y, sabes?, mi padre no podr darme nunca a un romano como esposa. Su propia ley lo prohbe. No quiero a los godos... os quiero a vosotros, Boecio. Tu padre encontrar tambin para ti el camino que has de recorrer.

Ahora has hablado como canciller, verdad? Si yo fuera reina, querra gobernar con un hombre sabio como t. Te ocuparas de los asuntos de palacio, y por la tarde vendran los filsofos. Yo no hara nada ms que leer. Es posible que llegues a ser mi ministro? La fuerza de tu padre est intacta. Reza para que el rey Teodorico siga estando sano y viva mucho tiempo. T le amas? Le respeto. Ha ayudado mucho a Italia. Antes me has preguntado qu hubiese ocurrido si los godos no hubieran venido a Italia. Seguramente se habra derramado mucha sangre, los ejrcitos habran recorrido el pas, e Italia no habra sido ms feliz. Pero tal vez los itlicos hubieran podido conservarla. No crees que romanos y godos... puedan ser algn da un solo pueblo? Cuando seas reina, t hars las leyes. Con tu propia mano. Podras derogar la ley que separa a godos y romanos... Qu diferencias hay entre ellos? La religin y la lengua... y acaso mucho ms. Donde es necesaria la palabra de un intrprete para que dos hombres se comprendan, la mitad de las buenas intenciones se pierden. Todos los godos deberan hablar nuestra lengua como t la hablas, Amalasunta. No deberan hacer dao a los campesinos romanos. Cuando vuestros seores se irritan, matan a cuantos no consideran nobles. Despus intentan, de acuerdo con su propia ley, desagraviar a la viuda con una cabeza de ganado. Nosotros decimos: Ningn hombre tiene derecho a matar a otro hombre. Rusticiana ha prometido invitarme cuando t tocas el lad y ella te acompaa cantando. Tendr deseos de llorar cuando os oiga... Me invitas t tambin, Boecio? Cmo puede el sbdito alzar la vista hacia la hija del rey...? Tus ojos estn anegados en lgrimas... no llores. Pedir a tu padre que maana por la tarde te permita venir a visitarnos.

XXXVII

Por fin muri en Bizancio el emperador Anastasio, que haba sobrevivido a casi todos. Como Silenciario trabaj activamente para el imperio, pero desde que recibiera corona y prpura por voluntad de Ariadna, estuvo preocupado casi exclusivamente por las cuestiones dogmticas, dejando los asuntos del imperio en manos del destino. Su sucesor, Justino, el tosco hombre de las montaas, era soldado en cuerpo y alma. Fue ascendiendo paso a paso en la guardia de corps, y como no saba leer ni escribir, el laberinto de la teologa le importaba igual que a cualquier bizantino de la calle. Mientras Anastasio se indispona con la religin oficial, Justino y su esposa, la piadosa Eufemia, besaron con respeto la tnica del Patriarca de Bizancio. Ahora ya nadie deca que en el palacio imperial se apoyaba a los monofisitas. Justino haba aspirado a ser emperador. Tena a la guardia en un puo y a su lado, a su sobrino Justiniano, que desde haca tiempo se esforzaba por allanar el camino de su to. Con la muerte de Anastasio se cerr por fin la larga poca durante la cual predomin el espritu de Verina. La poca de Len, Zenn y Anastasio haba pasado definitivamente, as como la de las damas de la corte, las favoritas y los intrigantes eunucos. Los habitantes de las montaas pasaron a primer plano. Con Justino, y despus con Justiniano, por el palacio circul un aire ms sano. Justino ya no era joven cuando se sent en el trono. Conoca el ceremonial, y tampoco podan negrsele ciertas facultades intelectuales. Entenda de cuestiones militares, pero no poda leer los escritos de los grandes estrategas, lo cual no le hubiese impedido ser un excelente general en el campo de batalla, pero que en el palacio imperial, y a los ojos del Estado Mayor General, le converta en un hombre ignorante. El nico hombre de quien el emperador no desdeaba recibir lecciones era su sobrino Justiniano. ste se haba entregado a los libros, y estudiaba con ardor todo cuanto no aprendiera en su juventud. Justiniano se encontraba en palacio a cualquier hora del da. Se hizo colocar un lecho en su cuarto de trabajo, y orden que todos acudieran a l en cualquier momento y con cualquier motivo, incluso aunque durmiera o estuviera en plena comida. Jams haca la siesta,

costumbre que para todos los bizantinos se haba convertido casi en deber. Justiniano conoca las limitaciones intelectuales de su to, encumbrado de soldado a emperador, pero tambin conoca sus cualidades. Justino no era sanguinario, y aunque haba elegido la carrera de las armas, nadie poda decir de l que fuese un hombre violento. Como l mismo no era bizantino de nacimiento, no vacilaba en confiar a extranjeros el desempeo de cargos elevados. Uno de sus mejores capitanes era Mundo, un nieto de Atila, que despus de abrirse camino en su patria lleg a Bizancio y se convirti en comandante de las tropas auxiliares hunas, las unidades ms fieles de la guardia de corps. Los bizantinos no simpatizaban con los hunos de piel amarillenta y ojos oblicuos, pero Mundo mantena una rgida disciplina entre los hijos de la estepa, y los hunos, que ahora reciban puntualmente su soldada, estaban dispuestos a luchar por su emperador contra cualquier enemigo. Se deca de Justiniano que no viva, que slo trabajaba. Su espritu libre se aficion a la jurisprudencia. En los archivos romanos y bizantinos se conservaban las leyes promulgadas durante mil aos: la probada sabidura de muchas generaciones. Decisiones del Senado, leyes que tenan su aplicacin prctica en los fallos de los pretores, jueces supremos de las provincias romanas. Habra que recopilar todo esto pensaba Justiniano, y en ambas capitales a la vez, para que fueran uniformes en todo el imperio el derecho y la ley. No estaba el imperio en decadencia? No se haban independizado las provincias? No haban fundado nuevos reinos los soberanos brbaros? No pronunciaban los obispos sentencias en procesos seglares, cuando los magistrados de Roma haban dispuesto otra cosa? Los habitantes del antiguo imperio slo se inclinaran ante la temida fuerza del derecho y la ley. El emperador y su sobrino decidieron dar un nuevo rumbo a la poltica. Los consejeros del reino no ignoraban que el cisma romano costaba ingentes sumas a Bizancio. Un torrente de oro flua sin interrupcin para mantener el papado de Laurencio y dividir a la Iglesia romana. Justiniano decidi no gastar ms dinero para el cisma. Asimismo tena que plantearse de nuevo la cuestin de Teodorico. El rey godo, el honorable patricio en el lenguaje de las cancilleras, se haba apropiado de una parte considerable del antiguo imperio. Lo ms doloroso era que los godos haban echado races en Italia y lo infestaban todo con su hereja arriana. Anastasio y su gobierno haban intentado repetidas veces provocar al rey brbaro. Pero no ocurri nada que debilitara realmente el poder de Teodorico.

Ante todo era importante asegurarse de que el orden en Italia no se viera perturbado tras la muerte del rey godo, pues su restablecimiento costara mucho dinero. El emperador Justino no vea ms all del campanario de la Baslica, y no se preocupaba de modo especial por los acontecimientos de Italia. Pero su sobrino no pensaba igual. Quera seguir una poltica itlica que devolviera a Roma y a las provincias itlicas al seno del imperio en cuanto Teodorico cerrase los ojos. Qu hemos de hacer pregunt Justiniano al consejo para que el gobierno de Teodorico llegue a su trmino pacficamente? Lo primero que debemos intentar es acercarnos a sus consejeros, en particular a sus ministros de procedencia itlica. Aunque resulte costoso atraernos a los consejeros de Ravena, siempre ser ms barato que estos roces continuos. Es preciso averiguar la autntica mentalidad de los consejeros romanos de Teodorico, y despertar en ellos la fe en su condicin de romanos. Tenemos que obrar de manera que tras la muerte del patricio, todas las provincias regresen sin lucha y sin dificultades al seno del imperio. As se decidi la campaa que, a travs de los secretos canales de las cancilleras, no se olvid de un solo consejero romano de Teodorico. Saba Teodorico algo al respecto? Intua que se trataba de algo ms que de las ltimas chispas de una antigua tradicin, arraigada todava en todas las almas romanas? Adivinaba que Bizancio estaba resuelta a utilizar todas las ocasiones propicias para atraerse a los romanos, a unos con halagos, y a otros con promesas, dinero o esperanzas para el futuro? El principal argumento era que Teodorico haba ya sobrepasado el punto culminante de su vida, y lo apropiado era preocuparse por su sucesin. Cuando cerrase los ojos para siempre, su reino caera en manos de una doncella. Quin lo protegera? Es viejo ya Teodorico?, se preguntaba a los enviados que regresaban de Ravena. El rostro afeitado y los cabellos rojizos veteados de plata no le daban el aspecto de un anciano. Su mirada abarcaba todo el horizonte, su cuerpo conservaba la antigua fuerza. Era cierto que en el palacio de Ravena se oa a menudo la queja de que su soberano se volva caprichoso y muchas veces daba rienda suelta a su mal humor. En tales ocasiones no respetaba ni a sus ms ntimos colaboradores, como si se considerase un dios. Las cartas de los enviados y los informes de los emisarios que visitaban Ravena se amontonaban en la cancillera de Justiniano, que a la vista de estos documentos trataba de imaginarse a su adversario y de adivinar la tctica que ms le convena utilizar en sus relaciones con l.

Justiniano entenda poco de cuestiones blicas, y para asesorarse tuvo que consultar con los generales. La defensa del imperio absorba la mayor parte de las rentas pblicas. Mientras durase la guerra contra los persas, era preciso evitar toda disensin en Occidente. No se poda ni pensar en repetir la antigua tentativa de Basilisco para conquistar el reino de los vndalos. Tambin pareca imposible reconquistar Panonia; y sobre todo, Italia, donde cualquier intromisin significara una guerra encarnizada contra los godos. En la campaa persa haba descollado un joven capitn llamado Belisario por sus dotes y herosmo. En los informes secretos se elogiaba su prudencia, su valenta y sus recursos. Justiniano, al leer estos informes, lleg a la conviccin de que ste era el hombre en quien deba confiar para todas sus empresas militares. Belisario sufra a menudo de dolores de cabeza que le atormentaban desde el amanecer. Eran los nicos enemigos verdaderos a los cuales no poda vencer. Haca das que no poda salir a respirar el aire puro. Viva junto al mar, en una pequea casa con jardn que perteneca a Antonina. En Bizancio se hablaba mucho de esta mujer. Haba sido bailarina y actriz de teatro. A Belisario le fue muy difcil obtener la autorizacin imperial para casarse con ella. La ley, de quinientos aos de antigedad, la lex Julia, prohiba a un hombre con el rango de un senador casarse con una actriz o una doncella de profesin similar. Justiniano decidi ir a visitar a Belisario en su casa. De este modo podra ver al mismo tiempo a la mujer por la cual el general del imperio haba luchado tanto. Belisario escribi una carta dando las gracias por la proyectada visita y aadiendo que en su casa se alojaba por una temporada Teodora, recin llegada de Alejandra, que anteriormente tambin haba practicado el arte de Antonina. Ambas trabajaban en el mismo teatro. En caso de que el eximio visitante tuviese algo que oponer a la presencia de Teodora, le rogaba que se lo hiciese saber. Teodora era conocida por todos los bizantinos, e incluso un hombre tan ocupado como Justiniano haba odo hablar de ella. Todos elogiaban su belleza y su inteligencia. Los teatros rebosaban de pblico cuando Teodora protagonizaba la representacin. De improviso, la actriz haba desaparecido de la capital y partido hacia Egipto en compaa del gobernador. Desde entonces no se haba odo nada ms de ella. Y ahora la famosa actriz se hallaba de nuevo en Bizancio. Sera indudablemente interesante escuchar sus relatos sobre la nica provincia africana que segua perteneciendo al imperio. Aunque aquella mujer fuese una persona insignificante a los ojos de las cancilleras, tal vez habra

observado las cosas con mayor atencin que los comisarios enviados por el imperio para controlar la situacin. El mensajero volvi: el excelentsimo seor no tena nada que oponer a la presencia de Teodora. Cada una de estas misivas llevaba el sello del secreto, y en el palacio imperial todo el mundo ignoraba la orden recibida por los cuatro portadores de litera cuando abandonaron el palacio por la pequea puerta que daba al mar. Adonde iba Justiniano? Qu buscaba en las proximidades del Cuerno de Oro? Se trataba de un enigma, y al da siguiente ya se murmuraba en las termas bizantinas acerca de la inusitada excursin. Belisario esperaba a Su Excelencia a la puerta de su casa. Justiniano slo era senador y patricio, por lo que no llevaba escarpines de prpura, reservados para los Csares. Justino haba ofrecido este ttulo a su sobrino, pero ste, que contaba ya cuarenta aos, rehus con ejemplar modestia el segundo ttulo del imperio. Entr en la casa, cuya fresca penumbra resultaba muy agradable tras el calor reinante en el Cuerno de Oro, ocup un asiento y sorbi el vino fro al que el ama de casa aadiera perfumadas especias para hacerlo ms apetecible. Cundo, en tu opinin, terminar la guerra persa, noble Belisario? Los dos hombres hablaron confidencialmente. Discutieron sobre todos los secretos del palacio imperial, el insatisfactorio curso de la guerra, la constante escasez de dinero, la deficiente formacin de las tropas, las intrigas de los generales, las luchas de los partidos, todo lo cual se reflejaba en el mando del ejrcito. Belisario hablaba en pie, vistiendo una sencilla tnica, con la jarra en la mano. Todo el mundo saba que su talento de estratega decida sobre la situacin militar, que las fortificaciones a lo largo de la lnea fronteriza haban sido construidas segn sus instrucciones, y que sus dotes diplomticas superaban a las de los consejeros ms experimentados. Belisario no quiso tomar asiento; se lo prohiba el decoro que le fuera inculcado ya en su adolescencia, cuando ingres en el ejrcito. Justiniano, si no en ttulo, era el segundo en poder despus de su Majestad Imperial. Teodorico est envejeciendo. Hemos de procurar que no se altere el orden cuando le sobrevenga la muerte. Es su palabra lo nico que impide a los brbaros saquear Italia. Los godos son valientes, y Teodorico sabe dominarlos. Una orden suya bastara para que se

pusieran en marcha ciento cincuenta o doscientos mil hombres. Pero la vida humana tiene un lmite. T tienes que pensar, Belisario, lo que har el ejrcito cuando la guerra persa haya terminado. Antonina abri la puerta y anunci que la cena estaba dispuesta. Excelencia, ninguna esclava debe estorbar vuestra conversacin. Todo se subordina a tu voluntad. Teodora y yo te serviremos la comida. La mujer que entr con una bandeja de plata no era muy alta, pero haba armona en sus movimientos. Fueron los ojos que atrajeron la atencin de Justiniano. Bajo las enarcadas cejas centelleaban de modo casi cegador unos ojos de reflejos azules y verdes. Teodora llevaba una tnica azul, y azules eran tambin su sortija y la joya que le penda del cuello. Segn veo, ests de parte de los Azules. Teodora prolong su reverencia hasta que el egregio invitado se dirigi directamente a ella. A Justiniano le agrad aquella armoniosa muestra de sumisin. Cmo puedo osar aburrirte contndote por qu tu humilde sierva lleva el color de los Azules? Habla! Yo contaba doce aos cuando muri mi padre. En el Hipdromo tenamos dos osos en el bando de los Verdes. Mi padre, Acacio, era en aquel tiempo el ms famoso domador de osos. Cuando muri, los Verdes expulsaron a mi madre, a mi hermana y a m y nos quitaron los osos. Los animales me queran, porque yo tocaba la flauta mientras bailaban. Todo ocurri durante los juegos... los hombres ya estaban reunidos. Entonces yo, una joven doncella, empec a hablar. Relat lo que nos haba sucedido. Mi madre, inmvil entre las filas de los Azules, levant sus manos temblorosas. Pueden los labios de una doncella ignorante conmover los corazones de tanta gente? Lo ignoro, gran seor. De pronto se alzaron muchas manos hacia m, la multitud se puso a gritar, excitada. Traed a los osos de Acacio... Dos guardas trajeron a los osos encadenados. Alguien me ech la flauta a los pies. Yo habl a los osos como sola hacerlo cuando viva mi padre. Los osos conocan el sonido de mi flauta; aquella tarde me salvaron. Empezaron a bailar, yo tocaba la flauta, y al final me puse a bailar con ellos. Segu tocando hasta que se cansaron. Fue como si aquel da quisieran bailar

slo para m. Por esta razn, gran seor, llevo una tnica azul y joyas azules. Teodora volvi a representar el gran papel de su vida. De nuevo se hallaba en el centro del gran circo, nadie miraba ya a su madre, nadie se preocupaba por los osos... los animales estaban cansados, y slo la doncella bailaba, vestida con su breve quitn... bailaba incansablemente, hasta que sonaron los cuernos desde el palco imperial. Justiniano se levant. Vio los ojos verdeazules anegados en lgrimas. Justiniano, el hombre de cuarenta aos, crey en aquel instante haber encontrado el sentido de su vida. Eufemia, educada en el campo, se haba convertido en emperatriz. Al igual que Justino, no saba leer ni escribir. Pero en su casa, en su mundo, tena fama de ser una mujer inteligente, y disfrutaba del cario de todos. En el palacio imperial tampoco la criticaba nadie. No poda esperarse ms de la esposa de un oficial de la guardia. El marido serva al emperador, y la mujer se ocupaba de que su tnica y sus armas estuvieran siempre impecables; adems, era muy piadosa. Marido y mujer vivan en el ala del palacio imperial segn prescriba la ley tcita que en ella imperaba. As fueron envejeciendo Eufemia y Justino, que no tenan hijos. Haban educado al sobrino de Justino como si lo fuera; la palabra del emperador coincida cada vez ms con la de su consejero. Sin Justiniano, el emperador no hubiese sabido qu hacer. Y ahora se produjo de modo imprevisto una disensin entre Justino y Eufemia. Justiniano, orgullo del palacio y Silenciario ejemplar, igualmente rgido consigo mismo que con los dems, declar repentinamente a su to y emperador que deseaba contraer matrimonio. Quera tomar como esposa a Teodora, de cuyas aventuras hablaba todo Bizancio. An no se haban olvidado las fiestas que organizara haca aos. Procopio, el cronista para quien nada pasaba desapercibido, inform al emperador de todo su historial, y este ltimo repiti algunos pormenores a su esposa. Y hoy todos los residentes en el palacio imperial saban que Justiniano, la primera autoridad despus del emperador, quera casarse con esta mujer. Eufemia conoca la antigua ley que se remontaba a los tiempos del primer emperador, segn la cual le quedaba vedado a un patricio contraer matrimonio con una mujer que tuviese una profesin indigna de su rango. Esta ley no poda ser derogada. Por su causa se haban derramado muchas lgrimas y mucha sangre, y numerosos hombres sufrieron la muerte o el destierro. Desde haca quinientos aos, la lex Julia, de maritandis ordinibus, mandaba sobre el amor. Eufemia era

una mujer temerosa de Dios y respetada por todos a causa de su impecable moralidad. Cuando Justino mencion los deseos de su sobrino, Eufemia dijo dura y tajantemente: No! Ni siquiera el emperador poda eximir a su sobrino del cumplimiento de la antigua ley. As continuaron las cosas durante semanas enteras. El sobrino imperial vagaba por el palacio con expresin acongojada. Procopio, el cronista de la corte, inform de que la pluma de Justiniano se haba secado en el tintero, y sus hojas de papel estaban en blanco. Pasaba todas las tardes en casa de Antonina, donde entregaba a Teodora regalos nupciales. Desolado, le deca: Eufemia no cede. Justiniano no poda trabajar. Por orden suya se revisaron las sentencias de los antiguos pretores, en busca de un caso en que no se hubiera aplicado la lex Julia. Pero como nadie pudo encontrarlo, se encerr en un obstinado silencio. Un da comunic a su to que si no reciba autorizacin para celebrar la boda, renunciara a todos los ttulos y cargos y se marchara a Atenas, donde estudiara como annimo erudito los libros de Aristteles. No exista ninguna ley que prohibiese el matrimonio de un escriba annimo con una tocadora de flauta. Justino le escuch lleno de temor. Qu ocurrira si Justiniano se marchaba? Qu le importaba a un anciano que no saba leer ni escribir el hecho de que un emperador muerto haca tantos aos hubiese promulgado una ley para proteger la moral o tal vez a su propia familia? Pero la emperatriz no quera ceder! Haca semanas que duraba la disputa. Justiniano evitaba a Eufemia. Un da murmuraron las esclavas de palacio que la Augusta se haba llevado una mano al pecho mientras se vesta y haba cado desmayada de la silla. La llevaron a la cama, muy plida y cubierta de sudor. Los mdicos y sacerdotes la visitaron continuamente. Transcurri otra semana. Eufemia estaba moribunda. El pueblo de Bizancio se mostraba taciturno. Empez a difundirse un rumor que tuvo su origen en las termas. Se propag especialmente por los lugares frecuentados por los Verdes, que odiaban a Teodora y tampoco sentan simpata por Justiniano. Los bizantinos preguntaban: Por qu ha de morir nuestra bondadosa madre Eufemia, esta mujer sencilla y virtuosa? A causa de una antigua tocadora de flauta? Han envenenado a Eufemia o es vctima de una maldicin? Van a matarla por medio de la magia negra? Se aseguraba que haban hecho una

imagen de cera de la emperatriz y clavado en ella muchas agujas, mientras un grupo de hechiceras pronunciaban hechizos mgicos. Por la noche, en el barrio de los Azules fueron muertas a palos una docena de curanderas, y otras tantas, arrojadas al calabozo. La ciudad estaba conmocionada. Qu le ocurra a Eufemia? El pueblo se mantena ante el palacio imperial en espera de noticias hasta bien entrada la noche. Eufemia no sali de su inconsciencia. En la puerta del palacio onde el crespn de luto. El milln de habitantes de Bizancio llor por Eufemia, que hasta el fin de su vida no logr aprender correctamente el griego. Una hora antes de la coronacin tuvo lugar la celebracin del matrimonio, porque Justino teniendo en cuenta su precaria salud haba decidido nombrar corregente a Justiniano y coronar al mismo tiempo a su esposa, la honorable Teodora. Los que tuvieron la suerte de poder entrar en la Baslica presenciaron todo el esplendor y el ceremonial que Bizancio ofreca en tales ocasiones. Quin pensaba todava en la bondadosa madre Eufemia, que hasta la muerte se haba opuesto al encumbramiento de Teodora? En realidad slo se trataba de Teodora. Haca aos que Justiniano se hallaba a la misma altura que el trono, y todo el mundo saba que el hombre nacido entre los montes de Iliria y que en su juventud ostentaba el nombre de Uprauda, representaba el mximo poder del imperio en Bizancio, una ciudad que ya estaba acostumbrada a ver acceder al trono de los antiguos emperadores a brbaros isaurios o ilirios. Ahora se trataba de Teodora. La poblacin la haba visto bailar en el Hipdromo, y haba abarrotado los teatros donde Teodora representaba sus papeles mudos. Y ahora esta misma Teodora se elevaba a una altura divina en el trono de oro, acompaada de un coro de serafines, bendecida por los sacerdotes y honrada por el Senado, los consejeros y los altos dignatarios. Tambin el pueblo tena que unirse al coro en la coronacin de Teodora: Salve, Teodora, nuestra bondadosa y sagrada madre! La propia hija del domador de osos organiz los festejos populares del gran circo que siguieron a la coronacin. Los conductores de carros de la nueva basilisa iban vestidos de azul, y azules eran tambin los adornos de los carros y los arneses de los caballos. Los ms precavidos de entre los Verdes no acudieron al Hipdromo. Los Azules les superaban en nmero; hubiera sido una lucha con desventaja. La vspera del da fijado para los juegos, Teodora visit el circo al atardecer, acompaada por un pequeo squito. Haba descansado hasta el medioda, y dormitado un poco despus del bao, perfumado

con fragantes aceites. Haca calor, as que se visti con una ligera tnica de seda y ocup la litera en compaa de sus damas preferidas. La seguan los dems dignatarios de la corte. No tard en llegar a la entrada del atrio de esculturas. Las estatuas en bronce de los grandes del imperio, emperadores y generales, bordeaban el atrio. De nia haba vivido aqu, tocado la flauta, bailado, vendido flores y refrescos. Teodora se detuvo ante una estatua. Era un guerrero de rostro extico a lomos de su cabalgadura. No llevaba una corona imperial, sino slo un estrecho aro que indicaba su condicin real. Tena los ojos algo salientes, y sus cabellos eran ms largos que los de los romanos. Su rostro estaba afeitado tal vez como concesin a los emperadores anteriores. Theodoricus, rezaba la inscripcin; debajo, fundida en bronce, se lea la orden del emperador Zenn y la decisin del Senado de levantar un monumento al hroe que haba protegido de los invasores blgaros a la ciudad amparada por los ngeles. Cunto tiempo ha de continuar aqu? Estas palabras salieron quedamente de los labios de la eximia dama, como si slo lo pensara, como si algo la preocupase o como si no fuera de su gusto la obra del artista. Sus acompaantes advirtieron que se volva hacia Occidente con gesto casi amenazador. Teodora amenazaba a Teodorico. Si haba que dar crdito a la magia negra, no poda atravesarse tambin el corazn de las grandes estatuas de bronce, adems del de las pequeas figuras de cera? Sera cierto que la basilisa conoca las ciencias ocultas? Al da siguiente, todo Bizancio se preguntaba si al anochecer apareceran los arquitectos de palacio para llevarse al caballo y a su jinete y arrancar el pedestal. Teodora baj las escaleras que conducan al stano abovedado del Hipdromo. No necesitaba ningn gua; conoca cada rincn de los tortuosos pasillos flanqueados por las jaulas, las celdas, los cuartos de la guardia, las bodegas y las salidas secretas. Not el olor de los osos... En el gran circo se ultimaban los preparativos para la lucha de osos del da siguiente. En jaulas aisladas estaban los manchados leopardos, los hipoptamos y los tigres. Se detuvo ante una jaula enrejada. Fue como si hubiese creado un crculo mgico entre ella y su squito, pues de pronto se encontr sola ante los peludos y gruones osos. Les habl con la voz suave con que sola dirigirse a ellos... con las palabras bizantinas del barrio pobre, con el lenguaje de aquellos cuyo espritu no conoca a Platn. Era el lenguaje que se usaba en la familia de Acacio... y tambin en el trato de los osos. Los llam, y los animales se acercaron a Teodora, miraron con ojos llenos de tedio a la mujer de la tnica de seda, que conjuraba en su recuerdo los das transcurridos en

compaa de las fieras. Les habl en voz baja, como si quisiera cantar, y de haber tenido una flauta en la mano, ahora se la hubiese llevado a los labios. As permaneci, con los brazos extendidos, como si quisiera obligar a los animales a erguirse sobre sus patas traseras, girar sobre sus corpulentos cuerpos y saltar ya sobre una pata ya sobre la otra. Podran repetir el famoso baile de los osos al que debiera su reputacin Acacio, su padre. Los oyes, padre? Teodora permaneca ante la jaula de los osos. Nadie vio si tena lgrimas en los ojos o si su rostro estaba seco cuando lo apoy contra los barrotes de hierro; en la semioscuridad slo brillaban sus maravillosos ojos verdeazulados.

XXXVIII

Puede haber mayor felicidad para un padre que ver a sus dos hijos vistiendo togas de color prpura y dirigindose al Capitolio entre los lictores en calidad de cnsules? Puede haber mayor felicidad para un abuelo que ver a sus nietos convertidos en cnsules del nuevo ao romano? Smaco y Boecio, el abuelo y el padre, se hallaban entre los miembros del Senado. Los dos hijos de la hija de Smaco y de Boecio adolescentes todava caminaban de lado, adornados con la corona de laurel y con una expresin de perfecta felicidad en el rostro. Smaco y Boecio eran los verdaderos hroes del da. Teodorico les colmaba de favores, pues fue suya la decisin de nombrar cnsules del ao, tras el trmino del consulado de Casiodoro, a los hijos de su ms fiel consejero. As pues, el ao tuvo en Roma un feliz comienzo, pero no ocurri lo mismo en Ravena. Eutarico, el noble y virtuoso prncipe godo, marido de Amalasunta, haba muerto repentinamente. Su hijo Atalarico qued hurfano en el umbral de la niez. Ahora la familia de Teodorico se reduca a una joven viuda y a un nio de pecho. Setenta aos haban teido de plata la cabeza del rey, en sus miembros acechaba el reuma, las heridas de lejanas batallas le dolan de forma intermitente: los lugares donde se clavara una flecha o la punta de un arma afortunadamente desviada por el yelmo, y la fractura de la pierna. Las sagas creadas en su torno y que los escaldos cantaban en verso, decan tambin que una flecha se le haba clavado en la frente. Desde entonces Teodorico viva con la punta de la flecha sobre sus ojos; morira

instantneamente si se la arrancaba. As pues, su vida sera eterna. Lejanos poetas le cantaban como a un semidis nrdico, y sin embargo, el hombre decrpito que habitaba su palacio entre los pantanos de Ravena senta el peso de sus setenta aos. Conoca las sagas, vea cmo la primera mirada de los enviados de las tierras nrdicas se diriga hacia su frente. En realidad, en la frente de Teodorico slo haba una cicatriz. De no ser por ella, los aos transcurridos apenas habran dejado huella en su frente despejada y protuberante. Pero los enviados buscaban la flecha truncada. Parecan dudar de que fuera realmente el hroe de las leyendas nrdicas aquel hombre que les reciba en medio de sus cortesanos romanos y godos. Durante el tiempo que Boecio pas en Roma para asistir a la jura del cargo de los dos jvenes cnsules, en el palacio de Ravena desempeaba las tareas propias del magister officiorum su representante Cipriano. Las llaves de todos los armarios estaban en sus manos, y Cipriano, que durante muchos aos haba trabajado en la cancillera al lado de Casiodoro y despus de Boecio, conoca todos los asuntos de estado que le haban sido confiados. Todo el mundo saba que las cuestiones religiosas de Roma y Bizancio haban pasado por momentos de gran tensin mientras el emperador Anastasio estuvo en el poder. Anastasio se inclin ante la hereja de los monofisitas, y la Iglesia romana vio en l a un hereje que siempre vivi en pugna con el patriarca bizantino. Esta circunstancia hizo imposible un entendimiento entre Bizancio y Roma en asuntos de religin. Pero cuando Justino ascendi al trono, la situacin cambi. Al emperador soldado no le interesaban los artculos de fe sobre la consubstancialidad. Cmo poda su inteligencia, que no era capaz de comprender los secretos de la escritura, penetrar en la profundidad de las apasionadas disputas sobre los dogmas? Aceptaba todas las enseanzas de la Iglesia, y por esta causa en Bizancio al menos en lo referente al emperador y a palacio volvi a reinar la paz en las cuestiones de la fe. El Patriarca ya poda comenzar la gran campaa contra los partidarios del arrianismo. Ellos eran los verdaderos enemigos que perseguan y atormentaban a los cristianos ortodoxos! La culpa de todo la tenan los reyes vndalos! La Biblia de Ulfilas, a los ojos de la Iglesia romana, era ms perjudicial que un libro del demonio o las profecas de las sibilas de Cumas. Por consiguiente, el imperio de Bizancio inici una campaa contra los campamentos dirigidos por los godos, y se llevaron a cabo, con el pretexto de la fe, amplias acciones para coartar las prerrogativas de los brbaros. El da en que lograsen procesar a una comunidad religiosa arriana, o expulsar a un obispo hereje, el da en que una tribu goda aislada de las dems renegase de su

fe arriana, se habra conseguido un xito poltico y dado un paso ms hacia la disminucin del poder de Teodorico. Los incidentes se multiplicaron, y el anciano de Ravena no tuvo ms remedio que enterarse de cuanto ocurra en el mundo, y en especial, en Italia. Mientras todo estuvo en manos de Boecio, ste redactaba los informes de manera que no provocasen en el rey uno de sus cada vez ms frecuentes ataques de ira. Cipriano, que desempeaba por primera vez un cargo tan elevado, crea su deber alterar esta benvola costumbre. Boecio estara ausente durante meses. El engranaje de la cancillera funcionaba sin interrupciones en manos de Cipriano. No haba informes ni noticias ominosas relegadas al archivo. Cipriano pasaba da y noche en la cancillera. Era un hombre diligente a quien no atraan las vanidades del mundo. No haca mal su trabajo, y no descansaba por las noches para servir mejor a su rey. Teodorico advirti con sorpresa que las comunicaciones, informes y cartas de los emisarios acumulados sobre su mesa eran ms detallados y rigurosos que las informaciones que Boecio a menudo un poco indiferente le facilitaba sobre los cambios diarios de la poltica mundial. Poda ser que Boecio, por conviccin propia, no considerase del mismo rango a aquellos por cuyas venas no flua sangre romana, ya fuesen condes godos o prncipes brbaros. Por el contrario, Cipriano hablaba con admiracin de los gobernantes germnicos y francos, y no tena muy buena opinin del inculto soldado ilirio a quien ahora llamaban el excelso Justino. Una tarde, Cipriano termin su trabajo ms temprano que de costumbre. Tuvo tiempo de pasear entre los documentos de la desierta cancillera. Qu podan contener los escritos que Boecio mantena en secreto? Cmo lograra l penetrar en el cerrado crculo que aos enteros de trabajo en comn haban formado en torno al rey y su ministro? Los rollos de pergamino se amontonaban unos sobre otros. La cancillera de Ravena era slo una modesta rplica de su equivalente bizantino en el palacio imperial, pero funcionaba sobre la misma base. Archivar todo lo escrito, aadir un breve resumen a todo documento importante, anotar los nombres de las personas relacionadas con el hecho, y dejar constancia de las opiniones hechas a su respecto por el amo supremo del imperio. Orden en los documentos equivala a orden

en los asuntos de estado tal era la regla de oro por la que se regan los escribas bizantinos de generacin en generacin. Cipriano se quedo pensativo ante la montaa de documentos. Aqu estaban los escritos relativos a los asuntos burgundios despus de la muerte de Gundobad. Su sucesor, Sigismundo, haba roto con los arrianos y abrazado la fe catlica. Las luchas por el trono burgundio tocaron a su fin, y todos estos documentos ya no interesaban a nadie. Sera necesario hacer sitio en las arcas para otros pergaminos. Cipriano apart a un lado los rollos y su mano, que durante el trabajo de decenios haba adquirido un tacto especial, not que tras los rollos se ocultaba algo. Sus dedos largos y estrechos tantearon el fondo del montn y extrajeron un rollo cuyo papel era ms fino que el utilizado en Ravena. Encendi unas velas y trat de deshacer los nudos del cordel de modo que pudiera atarlos de nuevo sin dejar huellas de su acto. Salve al honorable senador Albino, el mejor de la Urbe. Se acerc ms a la luz: un instante despus reconoci las expresiones y la caligrafa del palacio imperial. La carta proceda de la cancillera romana de Bizancio: se adverta en la ampulosa redaccin del texto latino que su autor pensaba en griego. Veamos, qu hacan las cartas del senador Albino en Bizancio, y por qu el palacio imperial le contestaba por indicacin del basileo? Quin era este Albino? En Roma saban todos los nios que era uno de los hombres ms ricos de la Urbe, y de familia antigua y noble. Portavoz del Senado. Actualmente era prefecto de la ciudad. Fueron construidos palacios para su uso particular, y haba heredado terrenos en las cercanas del Capitolio. Ahora voy a atraparte, Albino! Cipriano no tema en absoluto al senador. No viva en la Urbe, donde los esbirros de Albino podan constituir un peligro. Tampoco le interesaba el oro de Albino. Su nico inters era servir a Teodorico. Cipriano resida siempre en Ravena. Una noche era demasiado corta para captar el sentido secreto de la correspondencia. Qu significara aquello que acababa de descubrir por casualidad? Una conspiracin contra Teodorico? Una rebelin? Una campaa para aniquilar a los godos? Querran acaso poner a Italia en manos de los bizantinos? Se tratara de restaurar la fe romana en todo el imperio? Nada de todo esto se deca explcitamente, con palabras concretas. Eran insinuaciones, alusiones veladas, de modo que una persona no iniciada apenas poda comprender el contenido esencial. Pero Cipriano descifrara el verdadero significado de las alusiones. Aqu se trataba nada menos que de fijar un da determinado en el cual todos los itlicos empuaran las armas, que

hasta este momento mantenan ocultas o que se pretenda enviar desde Bizancio por un camino secreto! Deba trazarse un crculo alrededor de los campamentos militares de los godos. Durante los veinticinco aos de paz de Teodorico, el nmero de habitantes romanos se haba multiplicado. Los ciudadanos disfrutaban de prosperidad, y millones de campesinos trabajaban sin ser molestados. Buenas carreteras, un eficiente servicio de correos, numerosas obras pblicas, agua y comercio caracterizaban la vida en Italia. Gavis sum romanas de nuevo volva a ser un orgullo poder llamarse ciudadano romano. Albino no se haba preocupado mucho hasta ahora de la antigua grandeza de la Urbe. Sin embargo, ahora se refera a ella en sus cartas. Su modo de dirigirse al emperador daba la impresin de que odiaba a muerte a los godos. Y el plural que usaba Albino en sus cartas pona claramente de manifiesto que el emperador no pactaba con un hombre o con un grupo aislado, sino con la mayora de los senadores, tal vez con todo el Senado. En las cartas de Albino, o dicho con ms exactitud, en las copias de sus cartas, ya que los originales haban sido enviados a Bizancio, se hablaba de dinero, de armas, de intereses, de religin, de barcos, cereales y festejos populares. Quin haba expedido estas cartas y cundo...? Las fechas no dejaban lugar a dudas: la correspondencia duraba ya ms de tres aos. El emperador recomendaba cautela. No convena apresurarse, era preciso calcularlo todo cuidadosamente... para mayor gloria del emperador y del imperio. Los emperadores haban heredado el imperio; ya era hora de hacerlo para recuperar esta herencia perdida. Muchas frases estaban redactadas con gran circunspeccin. Cipriano no poda descifrarlas todas. Qu acciones insina esta o aquella locucin? Quin apoyaba en Roma a los bizantinos? Con qu fuerzas poda contar el palacio imperial? Era posible que en Italia se produjese un levantamiento contra los godos si en cualquier punto de la costa anclaban los trirremes bizantinos y la caballera pesada bizantina desembarcaba, reforzada por tropas de infantera, adiestradas ante todo para el asedio de fortalezas? Cmo haban llegado hasta aqu estos rollos de pergamino? Por qu? Quin poda haberlos ledo? Quin apoyaba aqu, en Ravena, los planes bizantinos? Consternado, Cipriano fue hacia la puerta. En los pasillos haba lanceros godos, en los bastiones, centinelas godos. Nada haca suponer que algn peligro amenazaba la edad de oro de Teodorico, que haba durado casi treinta aos. Quin poda estar detrs de todo aquello aqu en Ravena?

Cipriano pens en Boecio. Qu sabra de ello el filsofo? Era probable que fuese l quien ocultara las cartas. Albino estaba emparentado con Smaco y Boecio. Por consiguiente, no caba duda de que el magister officiorum era el miembro ms importante del gran plan, que con ayuda del levantamiento de Roma expulsaran a las hordas salvajes como se deca en una de las cartas bizantinas. Pronto amanecera. Se acercaba el momento de vestir su tnica de corte, perfumarse los cabellos, y recibir los escritos de manos de dos siervos, para que seguidamente dos escribas copiaran las decisiones adoptadas por el rey. Qu deba hacer Cipriano, que haba crecido aqu y a quien animaba un nico e inextinguible anhelo: el del poder? Cipriano admiraba al rey. Desde la poca de Augusto hasta la actual no haba existido otra edad de oro que pudiera ser cantada por los poetas como en un tiempo lo hiciese Horacio. Pero no los poetas como Boecio, que jugaban con la idea de una conspiracin. Cmo, si no, podan haber llegado hasta aqu estos documentos, quin poda haberlos ocultado en el arca cuya llave slo posea Boecio?

Sobre la colina, el anciano fren el paso de su cabalgadura. El caballo escarb en la tierra, inquieto. En el aire flotaba el olor de los pantanos. Una estrecha calzada conduca a las murallas de la fortaleza. Si aqu se construa un fortn, Ravena tampoco podra ser atacada por este lado. Era uno de los puntos desde los que se comprenda por qu la capital del rey era inexpugnable. Teodorico esperaba una seal. Unos pjaros describan crculos en el aire: las guilas chivatas perseguan a las palomas. Era una de las formas tradicionales de interpretacin del futuro, segn la creencia romana. A los godos les gustaba estar rodeados de bosques; en el susurro del follaje crean or palabras que ellos consideraban profticas. Los sacerdotes romanos miraban el cielo. Teodorico buscaba el lugar de la tierra donde deban descansar sus restos mortales. No quera confiar su sepelio a Amalasunta. Tampoco deseaba ser enterrado en una baslica romana. Su panten no deba parecerse al de Gala Placidia. No quera que un artista romano convirtiese su sepultura en un prado de mosaico con ovejas doradas. Entre los godos, las palabras de Teodorico traducidas al latn estaban tan difundidas como entre los romanos: Desgraciado el godo que

imita a los romanos, y desgraciado el romano que imita a los godos. Este romanus miser imitatur gothum era una frase clebre en la pennsula. Y pese a ello, los godos jvenes aprendan gustosamente de los maestros municipales; les gustaban las instalaciones de calefaccin, las termas, las conducciones de agua, los carruajes ligeros, los exquisitos manjares, el arte de poner piedra sobre piedra y construir un palacio de la nada. La mano del rey seal una colina en el centro de la pantanosa depresin. Con palabras godas, exclam: Constryelo aqu! Detrs del lugar se levantaban las murallas de la ciudad y la cadena de fortificaciones, pero se hallaba a suficiente distancia del ruido ciudadano. Ningn carro pasaba por aqu, la calzada estaba a un tiro de flecha, y en la lejana se divisaba el borde de los bosques de pinos. Un silencio matutino reinaba sobre la campia. El arquitecto godo que haba aprendido de los romanos, quera construir el panten de modo que durase eternamente. No sera de ladrillos, que tras algunas generaciones se desmoronaban, ni de mrmol, que como demostraba el ejemplo de Roma manos criminales arrancaban para llevrselo como botn. Tena que ser un panten construido con una sola piedra. Un nico bloque de piedra contendra la cmara mortuoria donde descansaran los restos mortales de Teodorico. Era preciso que una vez cerrados los muros, el sarcfago de prfido no pudiera ser movido de aquel lugar. El rey deseaba que el panten tuviese dos plantas, y que el sarcfago se colocase en la planta superior. El rey detuvo su caballo en la cumbre de la colina. Junto a l esperaba el joven arquitecto godo que haba aceptado el encargo. Una ligera niebla penda en el aire, los colores eran otoales, e incluso el bosque de pinos pareca gris y sombro. Otoo opaco, niebla matinal. Lagunas, el bosque y el puerto protegan a Ravena, pero ninguna montaa... El paseo matinal a caballo refresc al rey, reconcilindole con la fugacidad de la vida terrena. Dira a Amalasunta que haba adoptado una decisin. Dondequiera que le sorprendiese el fin, deban enterrar su cuerpo aqu, en la demarcacin de Ravena. Cipriano, el representante del magister officiorum, era el canciller ms puntual que Teodorico conociera jams. La orden expresada en pocas palabras era redactada por l en la forma correspondiente en veinticuatro horas. El rey comenzaba todos los das con el informe preparado por Cipriano.

Segua una misa arriana, durante la cual el sacerdote de Teodorico lea el texto sagrado en lengua goda. Cipriano esperaba el regreso de los dignatarios de la corte despus de la ceremonia. Entonces se servan al rey manjares ligeros y un vaso de vino, tras lo cual empezaba el trabajo, que se prolongaba hasta las primeras horas de la tarde. Seguidamente tena lugar el almuerzo. Frente a la mesa del rey haba un pedestal de mrmol sobre el que se asentaba un mecanismo de relojera. Era la pieza ms hermosa del taller de Boecio: el agua mova el engranaje, y cada hora caa una bola de plata en una concha tambin de plata, indicando as el paso del tiempo, a la vez que un pequeo corneta tocaba su instrumento. Las figuras se movan, un jinete giraba sobre la silla. El reloj era un regalo del magister officiorum en la onomstica de Teodorico. Haba trabajado en l durante meses, guindose por los descubrimientos ya lejanos de Hern y Vitruvio. A Teodorico le gust tanto el mecanismo, que desech el reloj de arena que utilizaba hasta entonces y slo meda el tiempo con ayuda de la bola de plata. El rey esper a que el mecanismo diera la seal y el pequeo trompeta tocara para el relevo de la guardia. Conoca muchos mecanismos similares de Bizancio, en cuyo palacio imperial eran formalmente objeto de un culto. Leones que rugan y movan la cabeza, pavos que daban volteretas, misteriosos chorros de agua y artsticas campanadas deban llenar de asombro a los legados y mostrarles la superioridad de Bizancio. El rey godo tambin organizaba sus audiencias de modo que los visitantes de pases remotos pudiesen ver y or de qu eran capaces los artistas de Teodorico. Cuando Boecio terminaba su trabajo del da, se encerraba gustosamente en su taller para estudiar las maravillas de la naturaleza y tomar nota de sus experimentos. Mientras sus manos limaban, golpeaban con el martillo o calentaban el metal, en su cabeza surgan nuevas ideas de sorprendente inspiracin. El reloj de plata era la pieza ms bella creada por la mano del canciller y filsofo. Cipriano fue admitido cuando cay en la concha la novena bola. Un silencioso escriba le segua con los rollos de documentos. Teodorico prescinda ahora de todo protocolo. En Ravena, su palabra era ley; se content con una ligera inclinacin e indic a Cipriano que tomara asiento ante la espaciosa mesa. Las ominosas sombras de la noche tomaron forma de pronto. Seor, despide a tu indigno servidor si obro mal provocando a sabiendas tu ira. Exprsate con brevedad, Cipriano.

Lo que ahora voy a revelarte, seor, no puede decirse en unas pocas frases. La ansiedad de mis noches, mis cavilaciones, mi vida, y tal vez la vida de muchos estn en tus manos. El rey contempl a Cipriano. Cuando el magister empezaba con tan largo prembulo, cuando su mano temblaba sobre el rollo atado con un cordel rojo, deba existir algn motivo especial. El rey saba leer en los semblantes. Los ojos ardientes y la voz excitada de Cipriano traicionaban una tormenta interior. Seor, no slo se conspira contra tu vida y tu poder, sino que tambin se pretende entregar a toda Italia a los bizantinos. Quin? Muchos... Todava ignoro quines son, seor. Una cosa es segura: el que escribi las cartas al palacio imperial es Albino. En las cartas no se dice claramente quin est de su parte en el Senado, pero no hablan de un solo hombre. Albino escribe siempre: nosotros. Lemelas. Cipriano ya estaba preparado para ello. Con el buril de plomo haba subrayado las frases ms insidiosas, que demostraban la culpa con la mxima claridad, a fin de no tener que aburrir al excitable rey con expresiones insignificantes y ampulosas. El texto subrayado sonaba como si descargaran martillazos sobre el yunque de la paz. Cada palabra acusaba, todo poda tener un doble sentido. Quiz era todo una ilusin, pero igualmente poda tratarse de una conspiracin en toda regla. Probablemente el trmino arriano se refera a los godos: todos los godos seran juzgados cuando la poblacin del pas se rebelara y desembarcasen los ejrcitos bizantinos. Pas una hora. De nuevo cay en la concha una bola de plata y el mecanismo gir: la nueva figura que apareci era un verdugo cortando la cabeza de su vctima. La mirada de Cipriano se pos fijamente en ella. El sudor le cubri la frente, y traz la seal de la cruz sobre su pecho. Teodorico era rey. Nada le importaban las emociones de Cipriano! Contina, dijo, y el ministro vio cmo se hinchaban las venas en las sienes del rey. En su frente, sobre la cual contaban las sagas nrdicas que tena clavada una flecha ms fuerte que el hierro, se acentuaron las arrugas. Contina!

Cipriano temblaba de miedo, de remordimiento y de una sensacin de triunfo. En estos momentos todava ignoraba adnde ira a parar la piedra. Ley los informes recibidos de los administradores del distrito: todos hablaban de una inquietud creciente. Los roces entre los godos y romanos iban en aumento. Las declaraciones de los obispos catlicos eran ms atrevidas: cada vez ms a menudo mencionaban en sus sermones la lucha contra los herejes. Quin poda creer ahora que slo se referan a los artculos de fe? En las costas solitarias anclaban barcos que descargaban en los botes armas bizantinas. Desde que el pueblo de Roma no sufra ninguna penuria, pagaba ms impuestos, y el dinero de estos impuestos, que el rey regalaba a la ciudad, era utilizado por el Senado romano para mantener un ejrcito regular. Nombres! El prefecto Albino, antiguo cnsul, tiene indudablemente las riendas en la mano. Dispone de una enorme fortuna, desconocida desde la poca de los emperadores. Justino eligi bien cuando se decidi por Albino. Se menciona a Boecio? Habla! Slo hablan de l alusiones veladas. Una sola noche no fue suficiente, seor, para desentraar el sentido de cada palabra. Boecio? Todo el mundo sabe que Albino es uno de sus ntimos amigos. Se intercambian regalos en las fiestas familiares. Cmo pueden haber llegado hasta aqu las cartas? El aposento donde estaban guardadas es el cuarto de trabajo del magister. No he encontrado nada escrito con su caligrafa, y me imagino que Albino le ha puesto al corriente de todo y l archiv cuidadosamente las cartas, tanto las copias de las cartas imperiales como las escritas por Albino. Los documentos han tenido que ser ordenados por alguien que conozca bien los asuntos de la cancillera. Quin sin su conocimiento pudo guardarlos en las arcas del magister? Podramos interrogar a sus escribas... Esto sera un error. La noticia se filtrara, y en tres das viajara desde Ravena a Roma. Los implicados se asustaran y en cualquier momento encontraran en Ostia un barco que por buen dinero llevase a los conspiradores a suelo bizantino. Espero tus rdenes, seor.

Escribe a Roma. Espera... escribe que, a causa de los mltiples asuntos de Estado, no puedo viajar a la Urbe como sera mi deseo. Sin embargo, me gustara hablar de vez en cuando acerca de los asuntos del reino con los senadores. Todo el mundo debe contar con que tarde o temprano su vida se extinguir, de acuerdo con la voluntad del Seor. Por ello deseo que en un da determinado se presente en mi residencia un buen nmero de senadores, para que el Senado recoja mi mensaje. Lo comprendes, Cipriano? Nadie ha de concebir sospechas. Si yo menciono mi edad, no se imaginarn que me propongo hablar con ellos como juez. Cuando no sienten el suelo de la Urbe bajo sus pies, los senadores estn como desplazados. En Roma yo no estoy a gusto. Cuando ellos se sientan bajo la palma de oro, creen que el mundo entero sigue todava en las manos de los intrigantes ancianos. Invtales con la acostumbrada solemnidad... A Albino, Smaco y, naturalmente, a Boecio, les escribes cartas personales. Mi deseo es que venga el mayor nmero posible de senadores. En Ravena hay alojamiento para todos. Escribe a Roma, Cipriano. No te faltar una recompensa!

XXXIX

Escribe a Roma! Cuando las invitaciones del rey empezaron a llegar, el Senado pareca una colmena de abejas. Los senadores eran en su mayora hombres de edad avanzada que no emprendan casi nunca un viaje tan largo; y, por si fuera poco, a Ravena! Todos tenan miedo de los vapores emanados por los pantanos; los habitantes de la ciudad de las lagunas estaban acostumbrados a ellos, pero los romanos los soportaban con dificultad. Adems, el viaje de un senador, con su correspondiente squito y servidumbre, resultaba costoso, y no todos eran tan ricos como Albino. Estaban muy lejos los tiempos en que un senador poseyera una fortuna de un milln de sestercios para adquirir un sitial sub palmam auream. As pues, muchos de los patres vivan de su adhesin como secuaces de Albino o de algunos de sus acaudalados amigos. Pero Albino dijo ahora: No tenemos otro remedio! Si Teodorico nos invita a visitarle, sera una locura oponerse a su deseo, y todos tuvieron que prepararse para el viaje. La curiosa comitiva parti hacia el norte a principios de octubre, cuando el paisaje se tea ya de tonos rojizos y dorados y los

campesinos de los alrededores de la Roma feliz ya haban recogido la cosecha de la aceituna, pero el mosto an no fermentaba en las bodegas. Quin poda recordar alguna ocasin en que el Senado romano abandonase la ciudad en poca de paz, cuando no la amenazaba ningn peligro, y se pusiera en camino a caballo o a lomos de un mulo, cada uno segn sus posibilidades, y los ancianos en literas o en carros? Por dondequiera que pasaban, se abran ante ellos las puertas de las ciudades. Todo el mundo lo saba: los patres et conscripti as se les llamaba antiguamente, estos ancianos barbudos y frgiles con su heterognea servidumbre, representaban a la antigua Roma. La paz sea con vosotros!, les saludaban con reverencia los viejos. Ellos daban un paseo por la ciudad y aceptaban los obsequios. Los centinelas godos permanecan fuera de las murallas de la ciudad. A nadie se le ocurra pensar que los observadores secretos de Teodorico lo escuchaban todo, cada palabra, cada frase de salutacin, cada respuesta e incluso cada murmullo recogido por los siervos durante los gapes, en los cuales era necesario servir mucho vino para soltar la lengua de los ancianos senadores. Haca mucho tiempo que la mayora de ellos no haba estado en Ravena, si es que alguna vez pusieron los pies en la fortificada ciudad. Pernoctaron en Ariminum, y en el mar se reflejaba ya la maana cuando reemprendieron el viaje para llegar temprano a la demarcacin de Ravena. Los bosques de pinos les acompaaban, y cada rbol era como el guerrero verde de un mundo desconocido. Miles de rboles de largo tronco y exticas copas se mecan al viento suave como un ocano verde junto al mar azul. La comitiva romana se detuvo ante el cinturn de fortificaciones. Los jinetes del batalln de caballera dejaban aqu a los senadores: a partir de ahora seran acompaados por una guardia goda. Los romanos vieron por primera vez en muchos aos unidades hunas. El rey Teodorico haba puesto a su servicio a los grupos de Atila. Arqueros de tez amarillenta y ojos oblicuos cabalgaban describiendo crculos en la llanura sobre sus rechonchos y pequeos caballos, veloces como si tuvieran alas. En Ravena, Boecio asumi la direccin. Acogi gustosamente en su espaciosa casa a Smaco y sus ms ntimos amigos, entre los cuales se contaba, naturalmente, el prefecto Albino. Todos trataron de encontrar alojamiento fuera del palacio, aunque Teodorico les haba invitado efusivamente. Pero el ceremonial de palacio coartara su libertad de movimientos, aparte de que nadie quera adquirir la reputacin de ser

excesivamente fiel al rey. Nadie poda adivinar el giro de los acontecimientos... y no quera ser tachado de amigo de los godos, si es que algn da resultaba peligroso. Teodorico se encerr en sus aposentos y no recibi a nadie. Se deca que estaba haciendo acopio de fuerzas para no dar muestras de cansancio cuando llegase el da de la recepcin. Todos los senadores romanos pensaban que deseaba despedirse de ellos, agradecerles sus esfuerzos y confiar a su tutela a Amalasunta y al pequeo Atalarico. Esperaban una recepcin solemne, mucha ostentacin, el desfile de los dignatarios de la corte y una pomposa reverencia del reino godo ante los patres de Roma. Pero la ceremonia fue sencilla en extremo. Funcionarios de la corte acompaaron a los senadores a la gran sala del consejo del rey, en cuyos mosaicos Cristo y los santos ostentaban smbolos arrianos. Esto desagrad a los ancianos. En Roma presida las sesiones el praefectus urbis. Aqu se levantaba un trono, y a ambos lados haba una silla ms pequea y una mesa. La habitacin se pareca a una sala de audiencia. Faltaban las palmeras y los arbustos de laurel que en Roma bajo la palma dorada comunicaban un ambiente solemne, pero ntimo. Tambin faltaban los lictores con las fasces, presentes siempre en las sesiones del Senado. Los condes godos, con sus brazaletes, armas y pobladas barbas, contrastaban fuertemente con los romanos, de inferior estatura y rostros afeitados. Por qu no se sentaba Boecio al lado del rey, como corresponda a su cargo? Por qu se apresur a reemplazarle Cipriano a quien slo conocan de nombre? Por qu desdoblaba los rollos de pergamino? Dnde estaba Casiodoro? Por qu se mantena junto al patricio, en lugar de acudir a saludar a sus compaeros del Senado? Por qu sonaron con tanta fuerza las trompetas al anunciar que el rey haba abandonado sus aposentos y se acercaba por los pasillos a la sala del consejo? Era oportuno poner de relieve su condicin real all donde no era rey, sino solamente patricio? Por qu no era acompaado Albino, el prefecto de la ciudad, hasta la silla dorada, como corresponda al presidente del Senado? Por qu fue el propio Teodorico quien avanz para ocupar el podio? Era realmente un viejo decrpito que caminaba hacia la tumba? Las arrugas de su rostro afeitado no se ocultaban tras una barba, pero su cuerpo segua mantenindose erguido. No le faltaba ningn diente, el rostro era redondo, el pecho, abultado y la espalda, apenas curvada. Su mano descansaba sobre la empuadura de la legendaria espada de la estirpe de Amal. Su tnica se antojaba ms goda que romana, un aro de

oro cea su frente como smbolo de su dignidad real; en su visita a la Urbe todos lo recordaban, llevaba una corona de laurel. En el semblante del rey no apareci ninguna sonrisa; agradeci con una ligera inclinacin los aplausos dispensados, pero no apart la mano del arma ni levant el brazo en seal de saludo. Las dos sillas que haba junto al trono permanecieron vacas. El rey se sent. En Roma se mantuvo en pie cuando se encontr en presencia del Senado... haca ya un cuarto de siglo. Entonces la Urbe se hallaba todava medio en ruinas; la miseria, la inquietud y el hambre reinaban por doquier. Ahora vivan ciudadanos satisfechos dentro de las murallas. Teodorico no se preocup de que las palabras latinas fluyeran de sus labios con tanta soltura como otras veces. Habl como un prncipe que debe conocer la lengua de cada uno de sus pueblos. Para l los romanos eran igualmente sbditos suyos como los godos, gpidos, hunos o hrulos. Senadores de Roma: os he convocado hoy aqu para aclarar con vosotros diversos asuntos del reino. Mi corazn est lleno de amargura: no habis correspondido al bien con el bien. Habis roto la alianza que concert con vosotros cuando os habl en vuestro palacio del Capitolio. Por esta razn os he convocado: para que rindis cuentas de todo cuanto habis hecho. Yo os escuchar, pues un juez imparcial no juzga al acusado hasta que ha odo su declaracin. Slo entonces pronunciar la sentencia, senadores de Roma. Escuchad al noble Cipriano, que expondr detalladamente todo cuanto oprime mi corazn. Despus de orle podris hablar en vuestra defensa. En la sala rein un asombrado silencio. Cada uno trat de leer en la expresin de los otros si saban algo del asunto, si tal vez a costa de sus compaeros se proponan disculparse, o si quizs estaban envueltos en alguna oscura maquinacin. Cada uno pens ante todo en su propio destino: en los corredores, en el palacio, en todas las ciudades de Italia, en todo el reino haba godos armados hasta los dientes. Quin habra osado soar con la repblica, cuando a una sola seal de Teodorico podan saltar a la silla doscientos mil jinetes? Si el patricio as lo deseaba, poda ahogar en sangre a Roma y todas las ciudades itlicas. Los senadores romanos adquirieron conciencia en un instante de su tremendo poder. Cipriano habl como un canciller fiel que estaba cumpliendo su deber. En la orla de su tnica blanca faltaban las franjas de color prpura de los senadores, aunque Teodorico le haba nombrado miembro de tan noble corporacin. Quera Cipriano dar a entender con ello que en

esta hora en que todos los senadores eran acusados, se separaba de ellos? Cipriano haba dedicado varias semanas a preparar cuidadosamente las acusaciones. Durante estos das ley a menudo y concienzudamente a Cicern, y averigu cmo el padre de la patria haba tejido la red para atrapar con ella a su enemigo... No senta hacia l una enemistad personal, en realidad era casi su amigo el hombre a quien su triste deber le obligaba a acusar. Ante el bien comn, la salus rei publicae, deba olvidar cualquier inters personal, cualquier sentimiento amistoso. Debes olvidar, Cipriano, que llegaste al palacio de Ravena como un escriba sin experiencia y que has sido objeto de la benevolencia de todos, y que Boecio te acogi bien y te inici en los asuntos ms secretos. Cipriano nombr a sus protectores, expres su agradecimiento y seguidamente les clav el pual en el pecho. Todava no mencion ningn nombre. El tiempo le apremiaba. Teodorico, silencioso como una estatua, tena los ojos entrecerrados para seguir mejor los numerosos giros ciceronianos de la alocucin. Los senadores, que conocan la retrica del celebrrimo antiguo abogado, escuchaban con nerviosa atencin y temblaban por anticipado: Quin sera el blanco del golpe mortal? Albino. La mano alisaba los rollos de pergamino. Temblaba el praefectus urbis, se adverta ya el rigor mortis, la rigidez de la muerte, en su semblante? Saba el ms rico de los consejeros que la decisin haba sido tomada? Estaba en una trampa, y l, el calculador y precavido Albino, se hallaba entre las fauces del len, en lugar de haber huido a Egipto o a Bizancio, donde ya tena a buen recaudo un tercio de su fortuna. Algunos dirigieron sus miradas a Boecio: No estarla secretamente aliado con el rey y Cipriano? No habra sido enviado a Roma slo para averiguar cul de ellos era el culpable? Pero una intensa palidez cubra el rostro de Boecio, palidez que despus se convirti en violento rubor. Involuntariamente levant el brazo; fue el nico que lanz a Cipriano un gesto de repulsa. Pero tal vez el propio Boecio era un enemigo, pues este desgraciado acusador se jactaba de haber encontrado en las arcas de Boecio, cuidadosamente oculto, el rollo de cartas. Ahora Cipriano dirigi una mirada amenazadora a Boecio y repiti con voz lenta y mesurada la acusacin contra los culpables de haber concertado una alianza con Bizancio para preparar un levantamiento contra los godos en Italia. El Senado romano haba pronunciado durante su milenaria historia muchas acusaciones y sentencias. Todos los que hoy estaban congregados, no bajo la palma de oro, sino en la sala del consejo del

palacio arriano de Ravena, se dieron cuenta de que en este da tocaba a su fin la edad de oro de Teodorico. Cipriano haca uso de las mismas expresiones y conoca a los mismos autores antiguos que ellos. Pero conoca tambin a la perfeccin los designios del rey, y esto le permita encauzar los argumentos y urdir la red a su capricho. A una sola seal podan alzarse las espadas de los godos, y habra llegado el fin del Senado romano. Qu se propona Cipriano? Cuntas cabezas caeran? Quin sera condenado? Qu clase de castigo les esperaba? Pretenda acaso encarcelar a los senadores como rehenes mientras los godos volvan a arrasar Roma? Se ocultaba ya la sentencia en las palabras de Cipriano? Quin poda ayudarles, negociar? Quin disfrutaba an del favor de Teodorico? A quin hara caso? Casiodoro no se encontraba en la sala. Boecio estaba plido, y a todo responda: No. Toda alocucin, por larga que sea, tiene un final. Cipriano era un orador hbil: no pronunci los cargos con palabras exaltadas, sino que termin con las pruebas escuetas y aadi que ahora haba descargado su conciencia y que el derecho de juzgar estaba solamente en manos del rey. Todos se estremecieron en el momento en que el acusador termin sus inexorables frases. Se hizo el silencio, ninguna voz lo rompi, ninguna mano dispens un aplauso. Boecio se dirigi al podio como si fuera su derecho natural hablar al lado de Teodorico. Un hombre en plena juventud. Vestido con la tnica orlada de prpura, atraves la sala, con la mirada fija en el rey. No llevaba ningn pergamino en la mano ni consult ningn apunte como hiciera Cipriano. Boecio deba improvisar su defensa en este mismo momento contra una acusacin en la que su nombre no haba sido pronunciado, pero que dio a todos la impresin de que iba dirigida a l. Una mano ha escrito las cartas. Pero, quin puede decir qu mano ha sido? La historia, oh, rey y honorables padres!, conoce innumerables casos de cartas depositadas sobre la mesa del rey con intencin aviesa, firmadas con nombres de personas que jams las escribieron. Yo afirmo que el senador Albino no ha escrito estas cartas. Son falsificaciones hechas por alguien a quien interesa sembrar la discordia. E incluso aunque estos documentos descubiertos por Cipriano fuesen autnticos, lo cual lo impugno, no habra nada condenable en ello. Porque, qu expresan estas cartas? Fidelidad

hacia el emperador, nuestro soberano natural de todos los tiempos, y ni una palabra ms. Afirmo que no hay en ellas ningn acuerdo de rebelin. Vosotros mismos debis decidir, padres, si alguien puede ser acusado de algo que no ha cometido. Dnde estn los testigos? Quin ha trado estas cartas? Ha confesado un esclavo o un escriba haberlas recibido de manos de Albino o que un senador se las ha dictado? Yo pregunto: dnde estn los testigos? Existe una sola prueba de que el noble senador haya atentado de algn modo contra la persona del rey? Dnde est el orden lgico de la presentacin de pruebas, Cipriano, exigido por el derecho y la tradicin? Todos callaron. En este momento se decida sobre la vida y la muerte, y el rostro de Teodorico pareca de piedra. No era intil cuanto Boecio pudiera decir? Pero era un poeta y un maestro de la retrica, y sigui hablando: Ahora me dirijo a ti, seor, a quien sirvo fielmente y a quien respeto porque has regalado a nuestra infortunada Italia la rama de olivo de la paz. Pese a tu sangre extranjera, t has sido quien ha conservado el espritu de Roma. Eres un hombre, seor, y sabes que todo hombre no slo se siente ligado a su familia, sus parientes ms prximos, sino tambin a una comunidad ms amplia, ya se llame tribu, reino o imperio. Nosotros la llamamos simplemente Roma, y cuando hablamos de la Urbe, en la que hemos nacido, pensamos en ella como en nuestra madre. Debo decirte, rey, que en todo momento has sido un seor comprensivo, que Albino no ha cometido ningn crimen. Albino, uno de nosotros, a quien, como cnsul, precedieron los lictores con las fasces, ha aliviado con sus sabias disposiciones como prefecto de la Urbe la penuria que en ella imperaba. Yo digo para terminar: Si Albino es culpable, tambin es culpable cada uno de los miembros del Senado. En tal caso, condname a m junto con ellos, seor! Teodorico se levant cuando Boecio guard silencio, e indic con un ademn que haba dicho todo cuanto quera decir. El caso estaba fallado. Si Albino es culpable, tambin es culpable cada uno de los miembros del Senado. La palidez cubra el semblante de los ancianos, sudorosos por el terror. Muchos se cubrieron la cabeza con la orla de su toga como hiciera una vez Csar al ver centellear los puales. Teodorico no dijo una sola palabra. Como si caminase entre esclavos o cadveres, se alej con la cabeza erguida y el rostro de mrmol. Cipriano no se atrevi a quedarse solo entre los dems, sin la presencia de Teodorico, y se desliz detrs del rey. Nadie puso fin a la asamblea.

El rey sali por la primera puerta. Por la otra puerta entr la guardia. Su capitn era itlico, por lo que emple la lengua de Roma cuando se acerc a Boecio y le dijo: En nombre del rey, sgueme! Entonces fue hacia Albino: En nombre del rey, sgueme! Dud un instante, mientras miraba a su alrededor. Quin de vosotros es Smaco? Ese anciano? El senador de barba canosa segua sentado en el banco. Los aos haban teido de blanco sus cabellos. Rusticiana esperara en su casa al marido y al padre. Ninguno de los dos volvera. El capitn dijo: El rey quiere hablarte. No le puso una mano en el hombro, como hiciera con los otros dos. Se trataba de la frmula tradicional: si el hombre armado tocaba a un hombre, ste ya no era libre, sino un prisionero. En Ravena se haba iniciado algo con lo que nadie contaba. Algo nuevo y terrible despus de un cuarto de siglo de paz romana, de la edad de oro de Teodorico.

El reloj cuyo delicado mecanismo era movido por agua y que fuera montado por Boecio en su taller durante las largas horas de la noche, segua indicando la hora cuando Smaco fue recibido por Teodorico tras una prolongada espera. El anciano senador haba llegado a edad muy avanzada. Era realmente un milagro que alguien hubiese podido sobrevivir en Roma a tantos cambios y tribulaciones. Haba visto los actos de numerosos y fugaces emperadores, los ejrcitos ante las murallas de la Urbe, la invasin de los brbaros y sus caballos en la plaza del Capitolio. Haba credo que llegara a entregarse al descanso eterno en una Italia pacfica. Los hijos de Rusticiana llevaban ya en su extrema juventud las insignias de cnsul, el rbol de la estirpe de Anicio tena ramas nuevas. Qu le quedaba ya por hacer a un patricio, sino ordenar sus asuntos con el Seor y con la ciudad, y retirarse al seno de su familia? Smaco estaba sentado en la antesala. Esper mucho rato, pues no poda marcharse: el rey le haba llamado. Por qu tena que apresurarse Teodorico, por qu tena que contemplar el mecanismo del reloj, que mostraba ya una serpiente, ya una diosa de los ros, ya un verdugo, ya una paloma, alternando los smbolos buenos y los malos? Ninguno poda adelantarse al otro, ninguno poda retrasar el tiempo implacable. Smaco esper durante horas enteras, sin comida ni bebida. No haba nadie con quien hablar. Dnde estaran los otros senadores? Los que, perplejos, levantaban las manos hacia el cielo, y los que, tras las solemnes palabras de Boecio, se ocultaron el rostro?

Si Albino es culpable, todos los miembros del Senado son culpables. Poda Boecio acusar a todos los dems para defender a su amigo? Cipriano no estaba en el aposento del rey cuando le llevaron a su presencia, pero reconoci a Gaudencio, el delator conocido por todos, que, incluso sobre su pupitre, diriga su mirada hacia el rey. Quin era este hombre al que slo mencionaban entre ellos con la antigua designacin griega de sicofante, o traidor a sueldo? Por qu se encontraba aqu? Contra quin tramara nuevas acusaciones? Detrs de Teodorico, inmviles como estatuas, estaba la guardia, dos godos con lanza y yelmo. Todos estis condenados a muerte. As pues, quin prepar el levantamiento? Quin se ha aliado con los bizantinos? Quin quera aniquilar a los godos? Quin quera pagarme con ello los numerosos favores que os he prodigado? Teodorico habl en griego. Ahora no estaban frente a frente como brbaro y no brbaro. Smaco tendra que luchar por su vida en una lengua que no era la suya. Tu casa fue el foco de la rebelin. El palacio de Albino fue el segundo. Si hubiesen llegado los barcos bizantinos, hubieran atacado inmediatamente los campamentos godos. No es cierto? Seor, mi hijo Boecio ya lo ha dicho: las cartas firmadas por Albino son falsas. Pueden ser obra de un criminal que teje sus intrigas a tu alrededor. No es cierta ni una sola palabra de las acusaciones de Cipriano. El mundo entero elogia tu sabidura. Cmo es posible que despus de tantos aos no confes en nosotros, seor? Yo fui quien te recibi como husped de la Urbe, hace ya veinticinco aos. Por qu tendramos que rebelarnos? Por qu empleas la palabra rebelin, seor? No comprendes que ofende a los romanos? T eres nuestro patricio... Por desgracia de un emperador difunto a quien vosotros considerabais un hereje. Tambin a nosotros preferais vernos en la hoguera; por lo menos es esto lo que recomendasteis que hiciera Clodoveo en el reino de los francos. Seor, me has mandado llamar para que ayude a aclarar las inculpaciones de Cipriano. Retrctate, seor, de lo que ordenaste en un momento de ira. Deja en libertad a Albino y Boecio. Si me permites un ruego, castgame a m, que ya soy anciano. Todos estamos igualmente indefensos contra la acusacin. Slo podemos repetir: ni una sola palabra es cierta.

Ni una sola palabra, Smaco? Eres sabio; durante tu vida lo has demostrado en innumerables ocasiones. T lo sabes mejor que nadie: el espritu es flexible. No existe un s absoluto ni un no absoluto. La mente humana trata de encontrar el equilibrio entre los polos. Cuando los padres se renen en el Senado y sopesan las noticias del mundo que llegan a Roma, tambin piensan en lo que ocurrir maana. Qu ocurrir cuando t no ests, seor? Quin no ha odo decir que despus de un rey sabio las riendas caen en manos de un regente dbil? Era un crimen, seor, que hablsemos de estas cosas? No es el deber de todos cuantos rigen la Urbe preocuparse de los hechos futuros? Nuestros ojos deben investigar el porvenir. Nosotros no creemos que se puedan hacer profecas contemplando los intestinos de una gallina, aunque todava se practique el ceremonial. El hombre sabio se rige por los signos del tiempo, no por las estrellas. Buscamos, segn las reglas de la aritmtica, lo desconocido con ayuda de lo conocido... Habladuras! Para que lo sepas, Albino ver cumplido su destino dentro de pocas horas. En estos momentos est dictando su testamento; ha apelado al jus testandi. Yo he accedido a que deje a su familia la mitad de su fortuna. El pueblo de Ravena ver cmo se castiga a un traidor. Y Boecio... mi hijo...? l mismo ha pronunciado su sentencia de muerte! El anciano se tambale. Al fin y al cabo, todo el mundo saba que a Albino le gustaba pescar en ro revuelto: todos los medios le parecan justificados para incrementar su poder y su fortuna. Por qu Albino no poda dirigir su codicia a Bizancio? Cmo saber qu haba de cierto en las cartas que Boecio calificara de falsificaciones? Pero un mundo separaba al filsofo puro, a su magnfica inteligencia, del senador Albino, el patricio que haba amasado una gran riqueza en estos tiempos difciles. Boecio slo poda llamar suyo a lo que haba heredado. Quin osaba acusar al primer ministro del rey de despilfarro y ansia de poder? Boecio... Boecio... El anciano dirigi hacia Teodorico su hmeda mirada. Piedad... ten piedad, seor, mientras no sea demasiado tarde... Si levanto un solo dedo, todos los romanos que estn pagarn por su traicin.

No puedes hacer eso, seor. Nuestros aos han transcurrido a la luz de tu sabidura y tu inteligencia. No puede ser que el mismo prncipe sea a la vez sabio y cruel. Hemos aprendido la historia de Nern y Calgula. Sabemos por qu en Bizancio se llam carnicero a un emperador. El epteto que une tu nombre con la eternidad es ms sencillo. Slo es: el Grande. No te queda tiempo para halagos. No deseo ver a mi infiel ministro. Te he llamado a ti para que vayas a visitarle. El destino de Albino est sellado. Boecio an tiene que revelar la verdad que me oculta. T puedes ayudarle convencindole para que haga una confesin. Una muerte rpida es el mayor favor para quien arriesga la cabeza. Acaso Smaco record a Gastn frente a un rey brbaro, cuando los nmidas conquistaron la Urbe. Boecio es el intelectual ms grande que tenemos. Si ordenas su muerte escribirs tu nombre en la negra columna de los tiranos. Ten cuidado, Teodorico. No te conviertas en dspota en tu vejez. No ensucies tu nombre! Teodorico hizo un ademn de indiferencia. Di todo cuanto quieras, como quien habla por ltima vez! Boecio es la mayor inteligencia de nuestro tiempo, que tan prximo est a la decadencia. No lo comprendes? Es el ltimo romano! Un filsofo, tal como consideramos filsofo a Aristteles, que embellece la filosofa con el rayo del amor. Comprendes lo que te digo en la lengua de Platn, Teodorico? Comprendes qu es el logos y qu es el temor de Dios, y has odo alguna vez la palabra amor? Has amado alguna vez a alguien? Pretendes saberlo todo, Teodorico? T mismo lo dijiste: Desgraciado el romano que imita a los godos! Pero mustranos a uno solo de estos romanos al que no hayas pagado como ese sinvergenza de Gaudencio... o tu indigno esclavo Cipriano que desee parecerse a vosotros. Han pasado ya mil aos desde que la sibila de Cumas escribi sus pensamientos en libros. Lo hizo cuando vosotros an os llenabais el vientre con la carne cruda de las fieras del bosque. Sigue hablando... Boecio ha contado que recibi un encargo maravilloso cuando se vio libre de los abrumadores asuntos de Estado; confiesa que le visit su fiel amiga, la filsofa, tras semanas de intenso trabajo. Sombras tenebrosas opriman su alma, y necesitaba un consuelo. Este trabajo suyo, que ya ha empezado y cuyas primeras pginas me ha ledo en voz

alta, sera admirado y apreciado ahora y en todos los tiempos por todos aquellos que aman la lectura. Seor, permite que Boecio termine su trabajo. Te lo pido en nombre de mi hija y de mis nietos. Concedido. La autorizacin fue dada en latn. Pareca que el severo semblante expresaba cierta emocin, suavizando la absoluta impasibilidad de antes. Ve a su celda. Dselo t mismo, con esas palabras que nosotros, los brbaros, no comprendemos, y que slo vosotros conocis. Hblale del logos... Hasta que haya terminado su libro, que t llamas el consuelo de la filosofa, respetar su vida. Pero no esperes el perdn ni un solo minuto. Est decidido. Y t, viejo, preprate tambin para la muerte. Nosotros los cristianos consideramos el peor de los pecados quitarse la propia vida. No puedo, como hizo Nern, enviarte a un centurin con una carta acusadora: preprate para morir! Como vers, Smaco, yo, el brbaro, tambin conozco la historia de Roma. Vete! Habis pagado el bien con el mal. Tal vez Alarico tuvo razn...hace cien aos, cuando asol Roma.

Smaco bajaba los peldaos que conducan a los calabozos de Ravena. No vea bien en la semioscuridad, y se apoyaba en el brazo de un hombre armado. Era un joven godo que haba nacido en Italia. Scisne latine?, le pregunt Smaco, el eterno pedagogo. En el rostro del joven guerrero apareci una sonrisa. Sigui prestando apoyo al anciano mientras recorran los pasillos subterrneos donde nunca brillaba el sol. Unos pocos das haban bastado para transformar al prisionero. En su rostro afeitado creca una barba incipiente, la toga blanca estaba manchada de polvo y humedad. La alimentacin consista en los restos de palacio. Muchas veces le daban agua, otras, vino, vino aguado. A travs de la ventana baja de la mazmorra se filtraba desde arriba un dbil resplandor. El guarda godo se qued fuera. No haba nadie que escuchase la conversacin de los dos hombres: un favor especial que a veces conceden los poderosos a los condenados a muerte. Una conversacin semejante cuesta iniciarse, porque el prisionero piensa con temor en el momento en que se llevarn de nuevo al inesperado visitante. Cuida de Rusticiana. Vigila a los muchachos.

Todos los prisioneros expresan lo que les ha atormentado durante los das y las noches de soledad. Eres libre? El anciano estaba en el cuadriltero iluminado. A mi edad, hijo mo, esto no importa. Ahora saba Boecio que tambin Smaco sera un prisionero, si no hoy, maana. Qu le ha ocurrido a Albino? El anciano baj la cabeza. Un gigante godo haba cortado con un hacha la cabeza del ms acaudalado romano. La poblacin de la ciudad se congreg en la plaza donde se cumpli la sentencia. Las ejecuciones eran raras en Ravena desde que gobernaba Teodorico. Cuando un hombre de tal alcurnia era decapitado en la plaza, la ocasin casi se converta en una fiesta ciudadana, un recuerdo para toda la vida. Albino dijo el anciano muri con dignidad. Tuvo tiempo de prepararse para la muerte. ste es el mayor obsequio que un juez puede hacer a un condenado. A Albino no le flaquearon las piernas, y no permiti que le vendaran los ojos. Dispuso que las cosas de valor de su equipaje fuesen repartidas entre los pobres de Ravena. Vers dijo Smaco a Boecio, cada momento hace del hombre un hroe o un cobarde. Es posible que Albino, un da antes, se hubiera postrado a los pies de Teodorico e incluso pedido clemencia al sicofante. Tal vez hubiese prometido cualquier cosa, su fortuna entera, si le perdonaba la vida... Pero en el ltimo momento se port como un verdadero romano. Ni mejor ni peor. Camin por su propio pie, con las manos juntas. Hizo una seal de despedida al arrodillarse. Escucha, Boecio prosigui el anciano, todo ha cambiado. Si te llevan a una mazmorra mejor, donde brille el sol y haya una mesa con papel y tiles de escritura... slo esto significar la felicidad. Es lo que te traigo, hijo mo: el consuelo, la consolatio de la filosofa. Podrs expresar y dar forma a cuanto ya vive en tu interior; podrs plasmar en el papel lo que un antiguo filsofo llam la primera madre del alma. Slo puedo traerte esto como regalo, hijo mo. Es la recompensa del rey por tus fieles servicios. El anciano se apoy contra la hmeda pared del calabozo, donde diminutos insectos tambin buscaban el sol. Las facciones del prisionero, pese a la suciedad y el vello, seguan siendo puros. No le

haban sometido a tormento ni atentado contra su dignidad de hombre. Estaba encarcelado, en una celda ms clara o ms oscura, esperando la muerte o la libertad.

XL

Albino estaba muerto. Muchos languidecan en prisin. Eran das llenos de violencia. Tras los largos aos de paz haba descargado de pronto una tormenta. El palacio de Ravena estaba acordonado, y nadie a excepcin de los guerreros godos poda entrar en el barrio de la catedral arriana y el mausoleo de la emperatriz Gala Placidia. Smaco haba sido autorizado para volver a Roma, aunque deba estar preparado por si se le necesitaba durante la investigacin del caso. En la crcel, un anciano contrae rpidamente una enfermedad mortal; nadie desea precipitar la muerte de un hombre tan entrado en aos... a condicin de que mantuviese la boca cerrada. As pues, Smaco regres al da siguiente a Roma, en unos momentos en que todo el mundo sospechaba de su prjimo y los patres de la Urbe temblaban de miedo. Algunos senadores no haban sobrevivido al viaje, por lo que se haba reducido el nmero de personas sospechosas. Porque, cmo saber quin optaba por convertirse en delator y recordaba repentinamente una palabra pronunciada al azar, una frase desdeosa o una observacin insignificante? Quin poda estar seguro de que algn simpatizante de los godos, que siempre tenan la espada a punto, no les fuera con el cuento? El papa que haca poco ocupaba la silla de san Pedro, se llamaba Juan y era etrusco. Haba llegado a la ciudad en la poca del cisma, y servido con fidelidad al papa Smaco. Cuando fue elegido el Santo Padre y entronizado en la Baslica, todo transcurri pacficamente. Los bizantinos se dedicaban por aquel entonces a ajustar las cuentas a los monofisitas. Ahora slo se predicaba contra una nica hereja peligrosa: el arrianismo. La lucha contra los partidarios de Arrio haba empezado en tres continentes, y como eran los godos los principales seguidores de su doctrina, esta persistente campaa fue dirigida primordialmente contra ellos. Aquello no constaba en ninguna bula, pero los cancilleres interpretaron los textos a su modo.

El papa Juan recibi una carta del rey diciendo que deba visitar a Theodoricus Rex para sostener un coloquio sobre los asuntos itlicos. La carta, redactada en el impecable estilo de las cancilleras, llevaba adems del Legi del rey el sello autgrafo de Cipriano. El papa Juan tuvo que ponerse en camino como en un tiempo su antecesor Len, que fue al campamento de Atila en la Campagna montado sobre un mulo. Se organiz el squito, y el Santo Padre tom sus medidas para el caso en que le esperara el mismo destino de Boecio. Si el rey godo dispona su muerte, sera elegido un nuevo papa segn el reciente canon. En Ravena, el papa Juan no pudo visitar a Boecio, pues el ex magister officiorum haba sido trasladado a Ticino unos das antes, bajo una fuerte guardia. Al parecer, exclusivamente para que el papa no pudiese verle. El papa Juan era ms joven que el rey, pero ya haba sobrepasado sus mejores aos. En el ceremonial de los papas no se encontraba ninguna indicacin sobre la forma de una entrevista entre el Santo Padre y un gobernante hereje. Cmo deba dirigirse el Santo Padre a un soberano que no acuda a la silla de san Pedro, sino que le invitaba sencillamente a visitarle? Casiodoro ofreci su ayuda. El encuentro, as como la salutacin inicial y las palabras para responder a ellas, fueron discutidos punto por punto. Pero cuando el papa quiso aclarar las cosas y pregunt la causa de que fuese convocado a un lugar tan remoto contra viento y marea, el ministro baj la cabeza. De esto no me est permitido hablar dijo con una sonrisa cansada y compasiva. Casiodoro no deseaba acelerar el final de su vida. Su nombre no haba sido pronunciado ni por la comisin investigadora ni en la cmara de los tormentos. Incluso Cipriano implor su ayuda. Sin ti le dijo no puedo seguir desempeando el cargo de magister officiorum; no me niegues tu colaboracin. Casiodoro era ahora la pluma del rey, ms escriba que ministro. Cipriano no tena la menor intencin de luchar contra l. Slo quera conservar su cargo de magister officiorum. Lleg una tarde en que Cipriano se sincer ante una jarra de vino.

Amigo mo, en toda Italia se murmura; me llenan de improperios en todas partes. Me acusan de haber causado la perdicin de Albino y de haber falsificado las cartas. Me califican de brbaro, hereje e incluso judo, porque no permit la destruccin de la sinagoga de Ravena, cuando lo cierto es que obr por indicacin expresa del rey. Ante tantas acusaciones no puedo permanecer callado. Te ruego, amigo mo, que utilices tu experimentada pluma en mi defensa. Cmo crees que he de hacerlo, Cipriano? Escribe palabras halagadoras a mi respecto, mientras las creas justas y merecidas. Podras enviar una carta al rey, expresando tu alegra por mi nombramiento. Adorna esta carta con tu magnfico arte, de modo que para todos resulte un placer tener ocasin de leerla. Como magister officiorum puedo serte de gran utilidad. Creme, amigo mo, te compensar ampliamente si me tomas bajo tu proteccin al principio de mi mandato. Qu ser de Boecio? La vida humana es transitoria, amigo. Las hojas de los rboles caen todos los aos. As que est consumado? Por qu usas palabras de la Biblia? Boecio particip en la conspiracin contra el rey. Se le ha concedido una gracia especial: puede escribir su ltima obra. No se acostumbra dar a un condenado ms que el tiempo para redactar su ltima voluntad. Casiodoro saba que si no obedeca, le esperaba una muerte prematura. Inclin la cabeza. Cipriano, somos romanos los dos. Tenemos que ayudarnos mutuamente. Reflexionar sobre las palabras de la carta. Cundo estar escrita? Procurar, noble amigo, terminarla cuanto antes... Te enviar noticias. Si haca preparar un carruaje ligero, llegara al mar en pocas horas. Tena fcil acceso al sello del rey, la placa dorada con la inscripcin Legi. Antes de que Cipriano se diese cuenta, l poda estar a bordo de un rpido velero, con rumbo a Dirraquio y a la orilla opuesta, que ya era tierra segura: Bizancio. Le quedaba una hora para decidir.

Indudablemente le observaran, le seguiran como una sombra. Pero tambin tena buenos amigos en la corte. An poda huir... pero ello significaba dejar atrs su casa, sus libros, todos los amigos conocidos durante su trabajo como ministro. Adems, ya no era joven. Empezar de nuevo, y en Bizancio... emprender un viaje tan largo ahora, y con el mar embravecido? Se dirigi a su aposento. Atardeca. A esta hora, el texto que flua de su pluma sola ser ms rico en imgenes que a cualquier hora del da. Cmo deba empezar las alabanzas para combinarlas con una retrica convincente? De qu autor romano de la antigedad deba tomar ejemplo para su panegrico? Qu era mejor: escribir ahora, durante la noche, o meter algunas monedas de oro en la mochila, al amparo de los bosques de pinos, emprender viaje hacia Ariminum? Los ojos de Casiodoro se llenaron de lgrimas. Pens en Boecio. Pobre amigo mo, ya no puedo ayudarte.

El rey hereje y el papa romano estaban sentados frente a frente, ante el mirador, desde el cual se dominaba un amplio panorama hacia el Oriente. Santo Padre, hasta ahora nadie ha podido decir una sola palabra sobre el motivo de que te haya llamado a Ravena. Sabes muy bien los peligros que acechan a la paz de Italia. Uno de los focos de inquietud es el Senado. Seguramente sabes que preparaba una insurreccin. Hubiese podido realizarse sin el apoyo de Bizancio? Yo conozco el palacio imperial mejor que cualquier otro. El emperador puede haber renunciado a todas las dems provincias, pero su mirada no se aparta nunca de Italia. Santo Padre, t eres el nico a quien puedo mandar como legado a presencia de Justino. Como legado... al papa? S que esta misin es indigna de tu cargo. Y sin embargo, papa Juan, deberas aceptarla. Cuando el prncipe se ha convertido al catolicismo, persigue y acusa a los arrianos con ensaamiento. T sabes muy bien que de mi residencia no ha salido ninguna orden dirigida contra vosotros. Yo slo he declarado que los romanos deben vivir segn su religin, y los godos, de acuerdo con nuestra doctrina. Nadie puede acusar a la otra Iglesia ni mezclarse en las elecciones de obispos ni molestar a los partidarios de la otra religin. T lo sabes mejor que nadie, Santo Padre. Por esta razn te envo como legado al emperador bizantino. Yo no puedo ir, y por eso quiero enviar al hombre ms santo de entre nosotros. Te lo ruego, papa Juan; ve y acta de mediador entre

dos reinos, dos religiones y dos actitudes. Recibirs plenos poderes. Del mismo modo que dispones y sentencias en nombre de Pedro, as debes disponer y sentenciar en nombre de Teodorico, si quieres cumplir la misin que te confo. No puedo hacerlo. Pinsalo, padre. No se trata de cuestiones de fe. No tienes que renunciar a ningn principio. Cristo, al que ambos veneramos, es el prncipe de la paz. T eres su servidor cuando levantas en alto su rama de olivo, cuando exclamas: La paz sea con vosotros! No tienes que hacer concesiones en asuntos de religin, solamente actuar de mediador... entre dos prncipes de este mundo. Qu deseas del emperador? Que deje en paz a los arrianos. Que les permita, all donde el prncipe sea catlico, practicar su religin, tal como yo lo permito a los ortodoxos. Y cuando el emperador deje de perseguir a mis hermanos de religin, tal vez no se produzcan en lo sucesivo ataques contra mi persona. El hilo de la vida humana est en manos de Dios; nadie sabe cuntos aos le tocar vivir en este mundo. Yo quiero cerrar para siempre los ojos en la seguridad de que a mis descendientes no les amenaza ningn peligro. A quin sino a ti, papa Juan, puedo enviar a Bizancio? Y si yo me negara? Te lo pido en inters de todos: acepta las dificultades de este viaje. Viajars con la mejor tripulacin en el ms cmodo de mis navos, tendrs mi sello y todos tus deseos sern atendidos. Te lo ruego una vez ms: acepta mi encargo. Y si me niego? Sabes entonces, papa Juan, que la puerta de este aposento conduce al puerto o a la crcel. Toda la Urbe comparte la culpa por la que Albino fue decapitado y por la que se procesa a Boecio. T tambin te consideras romano. Me has comprendido bien, papa Juan? El papa saba leer en los rostros. Convertirse en mrtir? Tal vez el rey brbaro tena razn, y el primer papa que visitaba Bizancio poda volver con la rama de olivo en la mano como el hombre que consiguiese la paz entre los dos poderosos del mundo. Quiz an tena dos alternativas. Sin embargo, ninguna de las dos le conduca de regreso a la Urbe. El papa sinti un intenso dolor en el corazn, y se llev

involuntariamente la mano al pecho. Sus ojos eran grises y azules como el mar. Su mirada resbal por las olas sin principio ni fin.

XLI

Justino senta desde su juventud una preferencia por los Verdes. Su partido le haba apoyado cuando era oficial de la guardia, y siempre se sentaba en sus bancos durante los juegos del circo. A Justiniano, por el contrario, no le atraan los festejos del Hipdromo. En palacio se deca que ni siquiera le entusiasmaban las carreras de carros. Teodora odiaba a los Verdes desde el fondo de su corazn. A medida que se debilitaba la fuerza del anciano emperador y su influencia sobre los asuntos de Estado, los Verdes perdan prestigio. La sabidura y avidez de poder de Justiniano se preocuparon de que en Bizancio no fuese de esperar una revolucin palaciega ni una lucha sangrienta por el trono cuando muriera el primer emperador y el corregente tomara el cetro en su mano. Ni este ltimo ni Teodora tenan que ser coronados de nuevo. Pero, qu sera de los Verdes si esta joven criada en el circo, esta peregrina a Egipto de dudosa reputacin, influenciaba a su marido, que no entenda nada de juegos? Ay de los Verdes, en tal caso! En Bizancio por lo menos en los crculos ms prominentes se habalogrado acabar con las disensiones acerca de la consubstancialidad. Pero simultneamente se inici entre el pueblo y los gobernantes un debate sobre cmo mantener tras la muerte de Justino el equilibrio entre Azules y Verdes. Porque de l dependa el orden de la ciudad y del imperio; la lucha de ambos partidos haca que las pasiones se desfogaran en el Hipdromo. Aqu los exaltados se llenaban de improperios, y el lunes por la maana volva a reinar la paz en los barrios artesanos y barqueros, donde solan tener su origen todos los disturbios. Por mucho que Teodora odiase a los Verdes, ninguno de los dos partidos deba ser aniquilado del todo en inters del orden de Bizancio. En medio de esta palpitante situacin lleg a Bizancio la noticia de que el papa Juan haba desembarcado en Dirraquio y se encontraba camino de la capital. Al principio nadie quera prestar crdito a la noticia. Desde que el emperador Constantino diese su nombre a la ciudad de Bizancio, no se

haba producido ningn caso en que el obispo de Roma visitase la Roma de Oriente. El jefe de la Iglesia bizantina se senta tan digno de ser llamado prncipe como aquel que ostentaba el ttulo de servus servorum Dei. Y ahora decan que el papa romano haba abandonado la Urbe y viajado a bordo de un navo para visitar Bizancio? Con qu objeto? Qu fin persegua con su visita? Precisamente ahora, cuando Justino haba acabado con los monofisitas y comenzado la campaa contra los arrianos. Por qu vena el papa Juan? En los primeros momentos todos consideraron imposible la noticia. Pero entonces lleg de la costa dlmata un emisario del imperio, y el informe del gobernador era el siguiente: El barco del Santo Padre ha entrado en el puerto, empujado por vientos favorables. En el trirreme ondea el pabelln del papa. Viene con un numeroso squito que incluye a cinco obispos y una docena de sacerdotes. El papa Juan se dirige a la capital. Justino, que no saba mucho del mundo, al menos de aquellos pases cuyas fronteras no lindaban con las del imperio, recibi la noticia con mucho recelo. Le hubiera gustado rechazar la idea de que un da el obispo romano pondra los pies en el palacio imperial. Semejante entrevista slo poda acarrear trastornos y perturbacin. Justiniano vea ms all. El papa dijo en el consejo de Estado ser una personalidad importante e influyente en el momento en que empeore la salud del rey godo. Quedarn una mujer y un nio; segn es costumbre entre los brbaros, la sucesin del trono dar lugar a sangrientas disputas. Si Bizancio y Roma tienden un puente con la unidad de su fe, resultar fcil a las legiones pasar de una orilla del mar a otra. Propuso que el emperador recibiera al Santo Padre como sucesor de san Pedro. Era preciso olvidar las viejas rencillas y el cisma entre Smaco y Laurencio. El patriarca deba comportarse como si fuera un devoto hijo de la Iglesia romana. Una alianza entre Roma y Bizancio era de inapreciable valor. El papa, que se vea acosado por los partidos del Senado, tena que recibir la impresin en la ciudad de Constantino de que haba regresado al hogar. Sumido en la desesperacin, el papa Juan embarc en Classis y rez durante la travesa para que el Seor hiciese breve la humillacin de la Iglesia, que pareca inevitable con esta misin del papa. Y ahora tena la sensacin de haber llegado a un mundo maravilloso. Desde que desembarcara en tierra bizantina, advirti la diferencia con Roma. No poda adivinar que el palacio imperial haba enviado a docenas de funcionarios para que rindieran homenaje al Santo Padre en cada una de las etapas. El pueblo recibi la orden de acudir a recibirle y

agasajarle con esplendidez. Los obispos deban cuidar de que no se produjera ningn incidente religioso que pudiese molestar al papa. El etrusco deba recorrer el camino de Bizancio en olor de multitudes, y creer que Roma y Bizancio eran hermanas en el Seor; el pontifex maximus pisaba el suelo de su propia tierra y era recibido por todos con amor filial y el respeto debido a la cabeza de familia. Desde que desembarcara en Dirraquio tuvo la impresin de que el mundo se haba transformado. Nadie le pregunt: Por qu has venido? Quin te enva? Vienes como legado? Traes un mensaje? Quin eres en realidad, papa Juan? Todos se inclinaban ante l y le aclamaban; por doquier sonaba el kirieleisn. Se le acercaban obispos para rendirle homenaje: Tu fiel servidor en Cristo se alegra de tu visita con lgrimas en los ojos. Tres altos dignatarios del palacio imperial le salieron al encuentro y se postraron a sus pies. No se movieron hasta que l les ayud a levantarse, les abraz y les dio el sculo de la paz. Qu haba pasado en Bizancio? Cuando aos atrs viajara a Tierra Santa con Smaco, ambos constataron que el palacio imperial no conceda ninguna importancia al obispo de Roma. Por qu le rendan homenaje ahora? Qu poda traerles que les causara alegra? As lleg el papa Juan a las puertas de Bizancio. Descans durante un da en un cmodo alojamiento fuera de las murallas. Era conveniente que hiciese su entrada en la ciudad en domingo, con toda pompa y solemnidad, como corresponda al pontifex maximus. El domingo, la poblacin de la ciudad paseaba por las calles, y para esta ocasin fueron abiertos incluso los jardines de palacio. Gentes ataviadas con sus mejores ropas acudieron a recibir al papa en grupos tan numerosos, que el etrusco apenas poda creer lo que vea. Todos agitaban palmas, y en cada esquina haba coros entonando cnticos. El Santo Padre fue colocado a lomos de un mulo blanco como la nieve, cuyos arreos estaban adornados con oro. Entr en la ciudad como un autntico prncipe, bajo un palio de prpura. Nadie pregunt ni siquiera con una palabra: Qu te trae aqu, papa Juan? Ante la baslica de la Sagrada Sabidura esperaba el patriarca, una figura canosa envuelta en una amplia dalmtica entretejida de oro y tocada con un gorro puntiagudo; sostena en las manos el milagroso evangelio de tapas de marfil, que ambos rozaron con los labios antes de intercambiar el sculo de paz. La clereca esperaba a Juan a la entrada de la iglesia, y el patriarca le acompa hasta la sacrista. El coro empez a cantar mientras los obispos vestan al papa, el cual se dirigi al altar vistiendo la ms valiosa casulla de la Iglesia oriental. Comenz

un grande y nico espectculo en la historia de Bizancio: el papa romano celebr la misa... en latn. Las antfonas se cantaron en griego, y las respuestas tambin fueron entonadas en lengua griega. Pero la voz del papa reson entre el incienso y proclam victoriosamente la romana unidad de la fe cristiana.

En la sala principal de palacio haba cuatro tronos. Dignatarios revestidos de oro ayudaban a Juan, sostenindole por ambos brazos, a subir los diez escalones, para que pudiera contemplar desde arriba la asamblea de los afortunados de este mundo. Los coros cantaban desde nichos ocultos en la pared. El papa mir a su alrededor y vio al emperador Justino, el viejo guerrero; los cirios iluminaban los rojas cicatrices de su rostro, que databan de sus tiempos de mercenario ilirio. Justiniano estaba delgado, y su piel era transparente. Le brillaban los ojos, y su rostro expresaba una atencin concentrada. Su mujer, Teodora, era la que ms habladuras proporcionaba a Roma. Se adverta que su trono haba sido elevado para que estuviese a la misma altura que el emperador y su marido. La corona que cea su cabeza sostena un velo tras el cual se ocultaba a medias su correcto perfil, las espesas cejas y el resplandor de sus ojos de cambiantes destellos. La figura cubierta por el pesado manto de oro no se mova, slo estaba al descubierto una mano, como una magnfica flor oriental. Dedos finos, joyas bizantinas: medios de expresin de la actriz y smbolo majestuoso de la emperatriz. Mientras el papa Juan se hallaba sentado en las alturas celestiales y la corte desfilaba ante l para rendirle su homenaje, pensaba en Letrn y en los das llenos de preocupaciones y las silenciosas fiestas. Una hora ms... y el ceremonial toc a su fin. Ahora comenzaran las deliberaciones, que dirigira el primer ministro de Su Majestad. Durante algunas horas, Juan se despojara de la dignidad del pontifex maximus y no tendra ms remedio que transmitir el mensaje del rey de los godos.

XLII

Como mansos corderos se congregaron los senadores en el Capitolio. Haban pasado mil aos desde que se atrevieran a soar con una

Roma libre, con la desaparicin de la soberana goda, quiz incluso con la restauracin de la repblica? Cipriano presida, en lugar del decapitado Albino. Ya no era el prefecto de la ciudad quien diriga la asamblea de los patres, sino el canciller de Teodorico. En el orden del da figuraba como nico tema la presentacin de pruebas contra Boecio y Smaco. Puesto que ambos eran senadores, la ley prohiba que los patres pronunciaran la sentencia. Cipriano era un fiscal experimentado. Su voz no denotaba pasin alguna. Como arquitecto de la virtud, construy con pequeas piedras el palacio de la culpa. Mencion pormenores de la poltica bizantina que slo podan conocer los que ao tras ao archivaban el material secreto de las cancilleras. Haca dos horas que hablaba o lea apuntes, ya en latn ya en griego. Los senadores eran viejos y estaban cansados. Por cunto tiempo pensaban, por cunto tiempo seguirs abusando de nuestra paciencia, Cipriano? Las palabras caan como martillazos. Ninguno de ellos haba pensado que los jvenes se convertiran en hombres de edad madura. Los senadores que durante los ltimos aos se haban ocupado de algn asunto de Ravena, recordaban al joven canciller Cipriano, siempre tan obsequioso con ellos. Vuelve a intentarlo, hijo mo, le haban dicho, y cuando Cipriano consegua despachar la causa, le recompensaban con una modesta suma. As vivi, a la sombra de Boecio. Nadie osaba importunar al filsofo de los pequeos problemas cotidianos. Si el fiscal del rey les hubiera interrogado uno por uno, seguramente algunos de entre ellos se habran pronunciado contra la pena de muerte. Muchos se hubieran acariciado la barba canosa, cerrado los ojos y murmurado: No puedo. Pero juntos, eran sumisos. Ninguno de ellos pronunci el non possumus. Ninguno de los patres dijo, siguiendo el ejemplo de Boecio: Si l es culpable, entonces todos los que estamos aqu somos culpables. Ni uno solo se atrevi a oponerse a Teodorico, cuya edad de oro haban disfrutado durante un cuarto de siglo. Hace rato que ha pasado el medioda y t an no has terminado con tu discurso. Por qu tienes que agotarnos? De todos modos hemos de votar por la pena de muerte de Boecio. Quin se hubiese atrevido a pedir, segn la antigua costumbre, bolas negras y bolas blancas para fallar el caso por una votacin secreta? Los que deseaban tener el valor de votar por la inocencia del acusado, sentan sobre s la mirada fra de Cipriano. De hecho, este hombre serva fielmente a Teodorico. No posea un jardn en Roma, no tena

intencin de vivir en la Urbe, nadie saba de qu ciudad de Liguria haba salido para encaminarse hacia Ravena como un til y siempre obediente escriba. Era trabajo vano citarle a Catn, Cicern o Graco. Para l, el rey de los godos era el padre de la patria, aunque este ttulo le fuese negado a Teodorico cuando, por nica vez en su vida, estuviera en Roma. Culpable, fue la decisin del Senado. Como un da, cuando en la Campania se juntaron los ejrcitos de rebeldes y renegados, cuando en la lucha se decida el destino de continentes, y tal vez Antonio hubiese disgregado la parte oriental del imperio si Octaviano no hubiera sido el general ms fuerte. Temblando de fro en un desapacible da de noviembre, doscientos ancianos condenaron a Boecio a una muerte misericordiosa.

El arquitecto godo haba terminado el dibujo de la cpula del mausoleo. Era una empresa extremadamente difcil transportar desde Istria el gigantesco bloque de piedra que coronara el monumento y servira de techo al sarcfago de prfido de Teodorico, en el cual descansara despus de su muerte el ms grande de los reyes. El arquitecto haba mencionado cantidades mgicas para su obra: la cpula medira treinta y tres pies de dimetro y trece de altura. Toda una tropa de picapedreros trabajaba para pulir, redondear y dar forma al bloque destinado a coronar el mausoleo. Pero, cmo levantaran la cpula? Qu mecanismo podan utilizar para conseguirlo? No era lgico que aqu surgiera el nombre de Boecio? El antiguo magister officiorum era ciertamente conocido por su sabidura, pero muchos le consideraban a causa de su taller un servidor del diablo. Del taller de Boecio haban salido muchas obras de arte del estilo de los relojes de agua, pero acerca de sus tablillas repletas de incomprensibles frmulas corran mltiples rumores. Si Boecio no hubiera estado encerrado en la prisin de Ticino, hubiese ideado sin duda alguna el mecanismo apropiado para levantar la cpula sobre el mausoleo. No obstante, era imposible pedir ayuda a un prisionero cuyo destino como saba todo el mundo ya estaba sellado. Haca poco tiempo que haba llegado a la corte un sacerdote visigodo. Tena fama de ser muy entendido en la ciencia de la materia. Recabaron su ayuda, y se inici la construccin del mecanismo elevador. Con troncos y tablones se levant un potente andamiaje hasta la altura de los muros, y los bfalos ms fuertes fueron utilizados para

poner en movimiento el mecanismo que levantara con mucha lentitud la cpula ya tallada. Era ya inminente la colocacin del ltimo segmento, y Teodorico dijo al amanecer: Maana visitar el lugar. Prometa ser un gran da, pues el rey sala con muy poca frecuencia de palacio; cabalgar le cansaba, y no era de su agrado sentarse en una litera. Su caballo haba envejecido con l, y le acept con evidente alegra sobre sus lomos cuando se form la comitiva bajo el sol ya templado de la incipiente maana. Se abri la Porta Serrata, y lanceros godos bloquearon el camino para que la poblacin de la ciudad no saliera en tropel detrs del rey. En su squito slo haba godos, ni un solo romano poda acompaarle. La inauguracin del mausoleo sera una solemnidad germnica, un ceremonial arriano en el que los latinos no deban participar. El redondo borde superior de la gigantesca cpula de piedra apareci por encima del andamiaje, los bfalos movan con impresionante esfuerzo el engranaje que elevaba sobre ruedas dentadas el coloso de piedra. Todos los ojos miraron hacia arriba. Los cimientos del mausoleo se asentaban profundamente en la tierra pantanosa; un canal subterrneo haba sido construido para desviar el agua de las inundaciones primaverales. El sarcfago de prfido esperaba al rey en la planta superior. La nica entrada se hallaba arriba, en la galera circular, a la que slo poda ascenderse por una escalera adosada al muro exterior. Cuando esta escalera tal como estaba previsto fuese derruida tras la muerte del rey, nadie podra llegar a la cmara mortuoria, que era cruciforme y ocupaba el espacio bajo la cpula. El caballo del rey se detuvo sobre un promontorio artificial levantado con la tierra excavada. A medio tiro de flecha de distancia, unos hombres guiaban a los animales con latigazos y maldiciones ahogadas que silbaban en el aire. Todo esto tena lugar ante los ojos del rey. Cuando el bloque de piedra asom por encima del gigantesco andamiaje, se oy repentinamente un estruendo ensordecedor. Desde el promontorio se vean hombres diminutos corriendo en todas direcciones. Cuerdas rotas saltaron por el aire, los animales rugieron; todo se derrumb con el fragor del trueno, arrastrando tras de s andamios, cuerdas y piedras. La cpula, consistente en un solo bloque, se precipit hacia el fondo como una taza invertida. Momentos espantosos hasta que enmudecieron los bramidos de los animales sepultados. Atados al mecanismo, no haban podido huir como los hombres, de los cuales slo unos pocos quedaron atrapados bajo la masa de piedra. Ningn romano haba participado en la construccin, ningn latino haba transmitido voces de mando. Era

una obra de germanos, erigida por el pueblo godo en honor de un Odn terrestre, para su eterna memoria. Y ahora todo era un ingente montn de escombros, alrededor del cual reinaba un ominoso silencio. El rostro de Teodorico estaba mortalmente plido, pero no profiri ninguna reclamacin ni se entreg a uno de sus frecuentes ataques de ira. Acarici la cabeza del caballo, y el animal fue hacia donde lo dirigan las rodillas de su jinete. Cuando Teodorico baj del promontorio, los hombres ya haban acudido al lugar del hundimiento, y apartaban los tablones, vigas, peldaos y maderos. Qu haba ocurrido con el bloque de piedra? Cmo haba quedado la cpula? Estara rota bajo la parte del muro que arrastrara en su cada? Una cpula partida en dos sera un mal presagio. El tenebroso aliento de la supersticin flotaba sobre el semiderruido mausoleo. Teodorico fue el primero que vio el gran bloque de piedra. Una gran grieta lo cruzaba desde el borde hasta casi el centro; la cpula segua entera. La grieta no significaba una maldicin, era slo una advertencia: Estad sobre aviso! En Bizancio, la ereccin de un templo era algo que concerna a todos; tambin all haban empezado a coronar con cpulas las nuevas baslicas. Teodorico lo record: tampoco en Bizancio resultaba fcil, y muchas veces tenan que realizarse vanos intentos, aunque se deca que los arquitectos griegos eran los mejores artistas en la construccin con piedras y mrmol. No, la cmara mortuoria de Teodorico no deba derrumbarse por segunda vez. La cpula mostraba una enorme grieta, pero no estaba rota. No tiene importancia, dijo Teodorico. Toc la grieta como si fuese un mdico que pudiera curar con dos dedos la herida de la piedra. No tiene importancia, dijo. Estaba acostumbrado a que todos dependieran de su palabra. El sacerdote visigodo levant la cruz. Improvis una plegaria como introduccin a un inesperado oficio divino; todos se arrodillaron en el lugar donde se encontraban, y slo los animales, espantados, mugan instintivamente. No tiene importancia, se oa por doquier, y todas las miradas se posaban con alivio en Teodorico. En toda construccin ocurren grandes o pequeos incidentes. Acaso el plan era demasiado atrevido? 0 tal vez el andamiaje demasiado dbil y el nmero de bfalos, escasos? Todo tendra que ser reforzado. La cpula tendra que resistir las tormentas, y era evidente que haba resistido bien el primer embate. Bravo por los picapedreros! A trote lento regres Teodorico a la ciudad.

La comitiva entr en el patio del palacio. No hubo gritos de jbilo, pero tampoco ninguna seal de duelo. Los latinos, que ya estaban enterados del incidente de la cpula, buscaron en vano signos de desnimo en los semblantes de los godos. El rey recibi solamente a su ministro; no concedi ninguna audiencia. Entra, Cipriano dijo el centinela. El magister officiorum, cargado de rollos de pergamino, entr en la sala de audiencias tras la cual se hallaban los aposentos de Teodorico. Cuando Cipriano cruzaba el umbral, el conde godo Triguilla le detuvo. Ha fracasado la colocacin de la cpula? La mirada de Cipriano se elev hacia el techo, y extendi los brazos como si quisiera expresar una queja contra la crueldad de los cielos. Entonces el sicofante se hall ante la sombra presencia del rey. Hoy Teodorico no le ofreci ningn asiento. El magister alis una hoja de papel y le dijo con voz velada: El primer informe, seor, sobre la llegada del papa Juan. El emisario a caballo, que ha venido en un velero rpido, le dej en las puertas de Bizancio. Este hombre ha desembarcado en Classis al amanecer. Todo va bien. El papa Juan ha sido recibido como vuestro legado.

XLIII

Las mazmorras eran malas en Ravena. Quienes haban atrado hacia s la ira del rey, eran encerrados en un hmedo agujero en los stanos de palacio. No estaba destinado a prisioneros sometidos a un largo proceso, sino a albergar por una noche a los condenados a muerte. Las mazmorras de un palacio no eran casi nunca seguras. Haba demasiados servidores infieles que por unas monedas de oro emborrachaban al carcelero, le arrebataban las llaves, conseguan caballos y hacan posible la fuga. En Ticino era diferente. Aqu se encerraba en un enorme campamento militar a los condenados o a aquellos que esperaban su sentencia. En el centro se encontraba una

larga hilera de celdas, y a travs de las mirillas de las puertas los centinelas siempre podan vigilar a los prisioneros. El centinela vea al prisionero sentarse a la mesa en cuanto amaneca; mesa, tinta y papel eran una muestra de clemencia. En el campamento militar no abundaban los guerreros de esta clase. En su mayora eran guerreros que haban cometido faltas de disciplina, desertado o practicado el pillaje; se les encerraba aqu hasta que se decida su suerte. La guardia consista en veteranos de lenguaje rudo, que ni siquiera demostraban mucha compasin hacia los condenados que acompaaban al lugar de la ejecucin. Era el destino de los guerreros; por qu no haban sabido comportarse mejor? El veterano reciba un trozo de tierra, el rebelde, una soga. Pero este prisionero era de otra categora. Empleaba un lenguaje que el centinela slo comprenda tras grandes esfuerzos: palabras del complicado latn que se hablaba en palacio. Nadie haba odo nunca que un prisionero tuviese autorizacin para pasarse todo el da escribiendo, y adems, por indicacin expresa del comandante del fuerte. Siempre deba tener a punto una lmpara de aceite, tinta, plumas y pergamino. Por otra parte, el tal Boecio, que haba sido un hombre de prestigio, se comportaba con mucho decoro. Nunca expresaba ningn deseo. Con frecuencia se levantaba, daba unos pasos arriba y abajo de la celda, o se estiraba sobre el catre. No reciba ninguna visita ni haba que llevarle ante el juez. El rey ya haba pronunciado la sentencia; se murmuraba que su ejecucin tendra lugar en Roma. A un hombre tan amable difcilmente poda condenrsele a muerte por segunda vez. Una sera suficiente para l cuando llegase el momento. Pero, cundo? Boecio saludaba a la maana en cuanto sus dbiles rayos penetraban en su celda; le gustaba el agua que le refrescaba cuando el aire del medioda se tornaba sofocante. Ya de buena maana se alegraba de poder sentarse a la mesa, una vez ms libre del laberinto de las pesadillas nocturnas, y continuar su trabajo sobre la Consolacin de la filosofa. Al principio todos los prisioneros dicen que han sido objeto de una injusticia, que sus enemigos han engaado a los jueces. Todo el mundo tiene derecho a proclamar su inocencia ante el foro de su propia conciencia, y Boecio tambin hizo uso de este derecho hasta que fue reclamado por esferas ms elevadas. Las palabras del hombre ofendido eran ms fuertes que las delfilsofo. ...Cun a menudo me interpuse en el camino de Konigast, para impedir sus abusos contra la propiedad de los dbiles! Cun a menudo

evit que Trigualla, el mayordomo real, diera el ltimo paso cuando quera atentar contra la justicia! Cun a menudo hice uso de mi autoridad para salvar a los pobres de los innumerables excesos, nunca frenados por el castigo, de la codicia brbara! Jams confund de ninguna manera lo justo con lo injusto. La expropiacin de la propiedad de las gentes, tanto si se trataba de un robo personal como de la extorsin de impuestos por parte del Estado, no me ha conmovido menos que las vctimas de esta injusticia... Mis esfuerzos por evitar que el cnsul Albino fuese castigado por una acusacin preparada de antemano, me valieron el odio del sicofante Cipriano... Pero t querrs saber, filosofa, de qu crimen he sido acusado. Dicen que he querido proteger al Senado. Me preguntas por qu tendra que hacerlo. Se me acusa de haber ocultado un material clandestino por cuya causa el Senado hubiese incurrido en un crimen de lesa majestad. Qu piensas ahora, maestra ma? Deba yo inhibirme de este crimen para no acarrearme ningn perjuicio? Lo cierto es que he querido cometer este "crimen" si puede llamarse tal y volvera a cometerlo mil veces... De qu sirve malgastar ms palabras sobre las cartas falsificadas, en las cuales, segn la acusacin, yo expreso el deseo de que Roma pueda alcanzar su libertad? La mentira resultara evidente si yo tuviera la posibilidad de argumentar sobre el testimonio del fiscal, lo cual es de la mayor importancia en todas las confrontaciones legales. Dnde puede haber una sola chispa de esperanza de esta libertad? Ojal hubiese alguna! En tal caso yo hubiera citado a Canio, que, acusado por Cayo Csar, el hijo de Germnico, de complicidad en una conspiracin, dijo: "Si yo lo hubiese sabido, t no lo habras sabido". Puede llegar a comprenderse que la criminal jaura sedienta de la sangre de todos los hombres buenos y del Senado entero, quiera acabar tambin conmigo por mi participacin; pero, he merecido semejante trato por parte del Senado? Sabes muy bien, porque t, filosofa, has estado siempre a mi lado y has guiado todas mis palabras y actos, sabes muy bien, digo, que yo intervine en favor de la inocencia de todo el Senado, con gran peligro para m mismo, cuando el rey... decidido a perderles a todos, quera inculpar a todo el Senado del crimen de lesa majestad imputado a Albino. T sabes que sta es la verdad y que jams he hecho nada para mi gloria personal... Sin embargo, ahora me amenaza la sentencia de muerte y la proscripcin a una distancia de casi quinientas millas, a m, que no puedo pronunciar una sola palabra en mi defensa, cuando mi nico crimen fue intervenir con demasiado celo en favor del Senado!... Los rumores difundidos entre el pueblo con respecto a m, lo que todos piensan sobre m de la manera ms

contradictoria, no me interesa en absoluto y no quiero ocuparme de ello. Slo dir una cosa: el colmo de la desgracia que puede sobrevenir a un hombre, es que se diga que ha merecido los reproches acumulados contra l. Yo tengo que aceptar el despojo de mis bienes y ttulos, el desprestigio y finalmente, la muerte, por haber cometido un acto noble!... An estaba hmeda la tinta de las ltimas frases, an segua resonando en su cabeza el sentido de las ltimas palabras, cuando la mano del carcelero abri el cerrojo; intranquila, la mirada del prisionero se pos en el hombre armado. Ven, Boecio! Muerte, perdn, tormento? Habra cambiado de opinin el inflexible rey? En la habitacin del comandante de la guardia le recibieron unos rostros desconocidos. Ligures: el sonido de su lenguaje era tosco. El ms viejo miraba unos documentos. Has adelantado tu trabajo, Boecio? Cunto has escrito? La filosofa no tiene fin, amigo mo. Si me dices lo que quieres saber, te contestar con mayor exactitud. El Senado ha ratificado tu sentencia. El rey ya no puede cambiarla. Te ha permitido terminar tu trabajo, pero su paciencia tiene un lmite. Su pregunta es: Hasta dnde ha llegado Boecio? Un nuevo canciller en palacio? No le conoca. Dnde trabajas, amigo mo? Qu sabes del arte de escribir? Sabes acaso que la inspiracin viene y se va? Dentro de una hora regresar a Ravena. Espero tu respuesta... O debo ya dar la orden, pues tengo autorizacin para ello? Boecio vio la lucha del joven para dominar su sentimiento de inferioridad, para dar a sus palabras la mayor dureza posible. An eres joven, amigo mo. Yo no te hubiera confiado una misin tan difcil. Di a tu rey que el poder de las palabras es tan ilimitado como imposible es contar las frases que en un minuto ocupan el pensamiento humano. El libro... est en sus comienzos. Si as lo deseas, ven a mi mazmorra y hojea las pginas. Mientras me permitan escribir, la

filosofa me consolar. Cuando me digis: Basta!, me acompaar hasta el lugar de ejecucin... Vete, amigo. Di a tu seor que Boecio est dispuesto. Pero que hasta que llegue la ltima orden... trabajar. T mismo has de darla. Yo mismo he de darla? Creme, amigo, se lo comunicar al centinela: esta maana Boecio ha puesto el ltimo punto. Est consumado. As es ms hermoso... ms humano. Puedo esperar tanto de Teodorico el Grande? Su Majestad el rey me ha ordenado decirte que ahora no puede hacer nada. El Senado ha pronunciado tu sentencia de muerte. Pax tibi. Regresa, amigo. Di que has visto a Boecio. Seguramente sers el ltimo que hable con l como hombre. Di a Rusticiana que me has visto y que estoy bien. T sabrs... adornar mi mensaje con palabras corteses, para que lo comprenda Cipriano, y Triguilla y tambin Casiodoro. Teodorico debe comprenderlo... todos deben comprenderlo, y esto es lo ms difcil. Yo dira, si con ello puedo ayudarte: He hablado con Boecio; la desgracia no ha ofuscado su mente. Segn sus palabras, dentro de algunas semanas terminar la Consolatio. No tiene ningn deseo. No desea seguir viviendo. No odia a nadie, ni acusa a quienes le han acusado. No encomienda a nadie a la gracia del rey, slo a nuestra pobre Italia, que ahora va vestida de luto. Ve... ni siquiera te pregunto tu nombre, noble amigo. Qu importa un nombre a un prisionero? Slo otro nombre que conservar en su recuerdo? Te espera un largo camino, tardars varios das en llegar a Ravena. Pax tibi. Siento no disponer de algunas monedas para recompensarte por el viaje.

XLIV

El papa Juan esperaba una audiencia. Haban pasado cinco semanas y an no haba visto al divino emperador. En cuanto a homenajes, no se poda quejar. Los festejos, carreras, conmemoraciones, aniversarios, se sucedan sin interrupcin, dando a la corte un pretexto para aplazar las conversaciones. Hasta ahora, todo haba sido una toma de contacto. Pero no se congreg ninguna reunin en la cual el papa Juan pudiera exponer lo deseable que sera la paz entre Teodorico y el basileo.

De pronto el papa recibi la noticia de que Teodora deseaba visitar al Santo Padre despus de la siesta. Vendra con su squito ms inmediato, y peda al papa que por su parte tampoco permitiera la asistencia a ms de tres personas. Deseaba ofrecerle sus respetos, aunque tambin podran hablar de los asuntos del imperio. El poder de Belisario iba en aumento. Esto desagradaba a Juan de Capadocia, que sostena la opinin de que la misin de los guerreros era luchar y no dar consejos sobre poltica. Teodora era enemiga del canciller y amiga de Antonina, la mujer de Belisario. Su amistad databa del tiempo en que ambas cosechaban xitos en los escenarios de Bizancio. El hecho de que la corregente quisiera visitar al papa Juan indicaba que tena motivos ms trascendentes que rendir su homenaje al jefe de la cristiandad. Teodora habl de Severo, el piadoso obispo de Alejandra. Era la introduccin. Entonces sigui la primera pregunta. Te enva Roma? Me enva el rey de los godos. Qu clase de hombre es Teodorico? Slo le he visto una vez, cuando an era una nia; reinaba el emperador Len, y yo me encontraba en el Hipdromo. Recuerdo que tena los cabellos rojizos. Cea su frente un aro de oro. No comprend su significado: hijo adoptivo del emperador. Mi padre an viva. Entonces estbamos al servicio de los Verdes. Alguien dijo que nuestros nombres eran muy semejantes: Teodorico y Teodora. Me lo dijo un guarda, frente a la jaula de los osos. Qu clase de hombre es el rey? Cuando yo era un joven clrigo, Augusta, la Urbe era una arena de lobos. Yo haba venido de Etruria y quera regresar a las ciudades milenarias sin pasar por Roma, donde el estruendo de la guerra no se interrumpa nunca. Hoy, seora, puedes cruzar solo la Campania, cargado de tesoros, y nadie te asaltar por el camino. Si pagas lo que reclaman los recaudadores de impuestos, puedes cultivar tus campos. Nadie te molesta, nadie te arrebata lo que es tuyo. Los mercaderes pueden viajar a salvo por el pas; ningn godo armado puede acercarse a sus carros. Puedes alabar al Seor segn la verdadera fe, si consigues olvidar que en otros templos se predica impunemente la hereja de Arrio. La paz de Teodorico?

T, Augusta, has revelado el camino de tu conversin. Todos lo conocen. Sin embargo, qu camino ha sido ms difcil? El tuyo? T has nacido en Bizancio y tal vez tus antepasados ya profesaban la fe de Cristo hace quinientos aos. Has vivido en la ciudad, has sabido siempre que al orden celestial debe seguir un orden terreno. En cambio, sabes de dnde procede Teodorico? Sus antepasados crecieron entre los animales salvajes del bosque. Para ellos significaba ms el murmullo de los robles que la palabra de Dios. Su ley eran dos espadas cruzadas. Dnde estaba su tierra...? Los godos errantes slo tenan sus carros. Y de este pueblo errante procede el hijo de Amal, como se llama a s mismo. Y sin embargo, Augusta, slo l ha conseguido lo que una sabia palabra antigua denomina el equilibrio. Los romanos estn en un platillo de la balanza, los godos, en el otro. Y godos y romanos viven en paz y no derraman sangre. Este hombre ha logrado que nuestros ciudadanos nazcan, vivan y mueran en paz. Roma felix... cuan a menudo lo he odo. Toda alocucin oficial comienza con esta frase cuando se quiere ensalzar la gloria de Teodorico. Roma felix? Puede ser feliz la ciudad que en un tiempo fue el centro del mundo? Puede ser feliz cuando el nmero de los que no frecuentan nuestros templos es tan grande como el de mis fieles? Augusta, es posible que nunca haya existido un enviado ms especial que yo. Mi adversario me hizo llamar y me dijo: "Ve a Bizancio, Juan, y di al nico emperador del mundo que ante l, como emperador, inclino la cabeza. Pero yo soy rey de un pueblo, y si quiero, doscientos mil hombres saltan a su caballo en un solo da. Y estos hombres ya no son brbaros, no son las hordas que un da asolaron el imperio. Ya no son hombres hambrientos a los que slo impulsa el ansia del saqueo. T mismo lo ves, papa Juan, cmo godos y romanos viven en paz unos con otros. Pero si alguna vez surge entre ellos alguna disputa, yo soy su juez. Y yo juzgo de acuerdo con la justicia, y no de acuerdo con mi sangre. No, papa Juan, esta armona no ser perturbada aqu, en suelo itlico. Es Bizancio la que provoca... de all vienen las consignas y las armas, las rdenes y el oro. Por qu no nos dejan vivir en paz? Por qu se inmiscuye en nuestros asuntos el palacio imperial? Por qu nos envan agentes provocadores? Por qu corrompen a mis mejores ministros? Cmo es que tras tantos aos de paz ha surgido de pronto una conspiracin? Contra quin? Contra quin, papa Juan? Qu sera de vosotros si doscientas mil lanzas godas y una muralla de aliados al otro lado de los Alpes y a todo lo largo del mar de los vndalos no protegieran a Italia? Cuntos nuevos Odoacros irrumpiran desde las montaas? Existira an Italia, de no ser por nosotros? Ve, papa Juan, y di al basileo que no rompa nuestra alianza hasta que l tambin est en situacin de proteger a Italia. Es justo enviar dinero y esperar a que el pueblo se rebele, a que la antigua

provincia del imperio se transforme en un campo de batalla una vez ms?" Como ves, Augusta, Teodorico no desea nada imposible. Yo, el indigno sucesor de Pedro, digo que no desea nada imposible... Pero t mismo debes comprender, Santo Padre, que cumplir el deseo de Teodorico equivaldra a renunciar a nuestra misin de luchar contra la hereja y propagar la verdadera fe. Esta lucha significa la guerra, Augusta. El pueblo est cansado, ansia la paz. Es muy pobre. Esto dices t, el sucesor de Pedro, que has prestado juramento sobre el Credo de Nicea? Yo resida ya en la Urbe cuando en tres aos tres emperadores empobrecieron y asolaron la ciudad. Ya viva en la Urbe cuando dos reyes brbaros entablaron entre s una guerra sin cuartel. Ya viva en la Urbe cuando los partidarios de Smaco y Laurencio disparaban unos contra otros tras las barricadas. T no has vivido en la Urbe, Augusta. No puedes imaginarte lo que sucede en Roma cuando hay una guerra. Incendios, destruccin, hambre y pestilencia. Todo el mundo se convierte en un lobo. En el Capitolio luchan entre s perros que han vuelto a su estado primitivo, en el Foro romano se amontonan los esqueletos, y el polvo trado por el viento es su sepultura, y trozos de mrmol roto, su mortaja. Eres elocuente, Santo Padre. Dime, qu es lo mnimo que puedes llevar a casa como respuesta? El legado si puedo darme a m mismo este nombre transmite el mensaje. Su misin no es juzgar si regresa con palabras de paz o de disensin. Boecio est en la crcel y espera su sentencia. Smaco est en la crcel y espera su sentencia. Albino est muerto. En las mazmorras languidecen por lo menos cien prisioneros. No es as, Santo Padre? Y el Senado es una asamblea de viejos cobardes. Boecio est en la crcel y espera su sentencia. Lo que t calificas de posible es imposible. Anicio Manlio Boecio era el primer consejero del rey. Y qu le ha sucedido? Romanos y brbaros ya no pueden seguir viviendo en paz. T mismo debes comprenderlo.

En mi viaje desde Roma a Ravena vi la paz por doquier. Mi corazn y mi mente se rebelan ante la idea de que otro ejrcito pueda volver a arrasarlo todo. Comprendes, Augusta? Ha transcurrido un cuarto de siglo desde que los brbaros y las legiones cometieron sus crmenes por ltima vez. Las heridas se han cicatrizado. Llevamos una vida digna de un ser humano. Vivimos en paz, tenemos leyes. No ha sido la ley la que ha juzgado a Boecio? He odo decir, Augusta, que Justiniano ha hecho un compendio de las leyes del imperio. Al principio de su libro hay una frase sobre la cual discuten en Italia los jurisconsultos: La voluntad del prncipe tiene la fuerza de la ley. El palacio imperial tambin oculta mazmorras. Con quin estoy tratando, Augusta, cuando hablo contigo? Yo soy una servidora del imperio. Me has preguntado qu es lo mnimo que puedo llevar a Italia como respuesta. Prometed que no usaris las armas contra los arrianos, que no se derramar sangre all donde haya triunfado la verdadera fe y los reyes brbaros hayan inclinado la cabeza ante el servus servorum Dei. Y que los templos de los arrianos no sern conquistados ni destruidos. Esto significara atarnos con nuestra promesa. Italia, Santo Padre, es una provincia del imperio, igual que las Galias, Hispania, Panonia o Cartago. Han transcurrido cientos de aos desde que las legiones abandonaron estos pases. Pero pueden volver cualquier da! Es sta tu ltima palabra, Augusta? La ltima palabra de Bizancio? Teodora le dirigi una mirada peculiar. El emperador te recibir pasado maana. Ser una audiencia solemne, pues ya ha pasado la Cuaresma. El primer aleluya de Pascua deber venir de tus labios. Pero la privilegiada inteligencia de Justino apenas cambiar la respuesta a tu mensaje. De modo que habr de volver a Italia con las manos vacas. La cancillera formular la respuesta de manera que Ravena pueda buscar el sentido oculto de las palabras.

Qu pensis hacer, Augusta? De momento... nada. Tambin nosotros somos dbiles. Las guerras persas han costado al imperio todo el contenido de la Tesorera e innumerables hombres. Pero la guerra ha servido para probar la habilidad de nuestros generales. Desde que el emperador Constantino fund aqu su capital, Bizancio no haba dispuesto de un ejrcito semejante. Cuando hayamos reunido el oro suficiente, cuando en la costa y en los puertos estn preparados los barcos necesarios para transportar a un ejrcito, atacaremos. Entonces Belisario llamar a las puertas de la Urbe como un cristiano ortodoxo y no como un hereje arriano. sta es mi ltima palabra, Santo Padre Juan.

XLV

El prisionero caminaba de un extremo a otro de la celda; asustado, el centinela se acerc a la mirilla. No era raro que los prisioneros perdieran el juicio ante la inminencia de su ejecucin. Haba algunos que se volvan locos a la primera tortura. Pero Boecio hablaba con admirable claridad. Su voz resonaba en la penumbra: discuta. Esto ocurra siempre al atardecer, cuando la celda era invadida por las tinieblas y el prisionero ya no poda seguir escribiendo. Con quin hablaba Boecio en la mazmorra de Ticino? Los centinelas lo discutan por las noches, ante un vaso de vino agrio. Si su mente se oscureca, les daran la culpa a ellos. Tenan la orden de mantener al magister sano de cuerpo y alma hasta el da en que terminara sus escritos, hasta el da de su ejecucin. Existen tambin aquellos deca a su invisible dama que al precio de una muerte gloriosa han comprado la gloria imperecedera de su nombre. Algunos no se dejaron quebrantar por el tormento, dando as al mundo el ejemplo de que el mal no puede vencer a la virtud... Ocurre que las mismas causas acarrean a los malvados cosas a veces desagradables y otras agradables. De las desagradables nadie se extraa, pues es el convencimiento general que las han merecido. De hecho su castigo produce un efecto de escarmiento sobre otros malhechores, a la vez que es susceptible de mejorar a los malhechores castigados; adems, lo desagradable que les acontece es una clara

indicacin para los buenos de que no es aconsejable aspirar a la fugaz fortuna que a veces sonre a los malhechores... El centinela tom del brazo a su compaero, y de puntillas se acercaron ambos a la celda. Ahora no caba duda de que el prisionero discuta con alguien. Tu advertencia, oh, filosofa!, est justificada y es enteramente digna de tu prestigio; pero lo que has dicho sobre la Providencia, que presenta un problema al cual estn vinculadas muchas otras cuestiones, ya me lo ha demostrado la realidad. Me veo obligado a preguntarme si habrs querido decir que no existe la casualidad, y qu significa exactamente en tu opinin. Ahora pareci que la voz sufra una transformacin. Las palabras del prisionero perdieron su impaciencia. Eran las frases de la filosofa, y sonaban con acento ms sereno y armonioso. Me apresuro a cumplir mi promesa para alumbrarte el camino de regreso a tu patria. Sin embargo, por muy til que sea el conocimiento de estas cosas, existe el peligro de que nos aparte del camino que ya hemos recorrido; entonces podras fatigarte y no ser ya capaz de seguir el camino verdadero. No hay ningn peligro replic l, pues el conocimiento de aquello que me proporcionaba la mayor alegra, ser para m precisamente un descanso. Como, adems, cada detalle de tu explicacin se asienta sobre una absoluta autenticidad, ni la exploracin ms concienzuda puede descubrir algo confuso. La respuesta fue nuevamente de ella: Sea como t quieres! Si alguien definiera la casualidad como un suceso de trayectoria vaga y no como resultado de una combinacin de causas, entonces debo afirmar que no existe la casualidad, y que se trata de una palabra totalmente vaca de contenido, a menos que designe algo hipottico. Gritos prolongados de los centinelas al pie de la fortaleza, transmitindose el santo y sea; alguien poda acercarse al amparo del crepsculo. Cada ruido que resonaba en la torre era un cambio, un acontecimiento. En la mazmorra enmudeci repentinamente el dilogo. La consoladora filosofa se desvaneci entre las sombras del muro. La cadena de centinelas, entrechocar de lanzas, de nuevo estentreas voces de mando. Pasos, ms pasos. Conoca los pasos de cada uno de

los centinelas. Saba cundo le llevaran el agua y el pan, cundo entraba un nuevo prisionero y cundo sala uno de los condenados. Basilio y Opilio se detuvieron en el umbral, entre dos antorchas. Basilio era un escriba de Bizancio establecido en Italia, que haba trabajado largo tiempo en la cancillera a las rdenes de Casiodoro. Opilio era uno de los jvenes godos que haban aprendido la lengua de los romanos. Vaya, Basilio y Opilio juntos! Un griego y un godo! Esta visita inesperada no presagiaba nada bueno. Segn las rayas que grababa a diario en la pared, haca cuarenta y siete das que no hablaba con nadie, a excepcin de los centinelas. Y la filosofa? Era fantasa o realidad aquella diosa consoladora que se le apareca bajo mil formas distintas cuando reclamaba su presencia? Nuestro misericordioso seor desea saber cundo terminars el libro. Ya no puedes abusar por ms tiempo de su benignidad y su paciencia. Cundo escribirs la ltima pgina? Desde las sombras de la pared, la filosofa escuchaba todas sus palabras. Era por vanidad que tena la impresin de que el giboso escriba de tmida sonrisa absorba cada una de sus palabras, quiz con la secreta esperanza de que el rey... perdonase a Boecio? A Opilio no se le ocurri esta idea. El rey haba pronunciado la sentencia de muerte. Amigo, sabes muy bien que escribo sobre la filosofa. Ayer comenc el quinto libro. Vers, acabo de escribir acerca del papel de la casualidad, a la que vosotros los jvenes apenas dejis lugar en la vida. Noble Opilio, creme si te digo con franqueza que estoy al final... casi al final del libro. En tres o cuatro das terminar la Consolatio philosophiae. No tengo otro deseo que poner el punto tras la ltima frase. Me habis trado noticias de Rusticiana? Me envan mis hijos algn mensaje? Mira, Opilio, tienes que perdonarme esta debilidad. Te concedo diez das. Yo podra preguntar: cmo puede saber un prisionero cuntos das son diez? Ha de contarlos con los dedos? Debe dibujar rayas en la pared con su cuchara? Me traes noticias de Rusticiana? Dime solamente esto. No puedo decir nada. Te concedo diez das, ni uno ms.

XLVI

Quienquiera que supiese leer en los rostros de los hombres adverta a la primera mirada que las ojeras del rey estaban hinchadas y amarillentas, y el blanco de los ojos, empaado. Las arrugas de la frente eran ms profundas, y el surco que descenda de las sienes al mentn era casi tan hondo como una fosa. Juan y Teodorico estaban sentados frente a frente. La mirada del papa se posaba en el semblante del rey. Mientras el Santo Padre se hallaba en Bizancio, el dueo de Italia haba envejecido. La expresin de un enviado revela siempre la clase de respuesta de que es portador. En las tragedias antiguas, el mensaje doloroso era simbolizado por tnicas oscuras y destrozadas, gestos de desesperacin y un bastn en alto. Entonces todos los espectadores saban lo que deba esperarse. Ominosos presagios y malas noticias iban siempre de la mano. Cuando stas eran anunciadas, seguan las largas lamentaciones de los hroes. Ahora el enviado era el papa. No poda traicionar con las primeras palabras que su misin haba sido infructuosa. Pero tampoco poda engaar al rey como hacan los enviados hipcritas, disfrazando la amarga realidad con palabras aduladoras. Mientras no terminase el ceremonial, mientras durase la recepcin, la misa y el oficio de accin de gracias, podan ocurrir muchas cosas. Pero cuando la puerta se hubo cerrado a sus espaldas, Juan comprendi que su destino estaba sellado. Tengo que pasar por esto lo ms rpidamente posible, ya que no hay otro remedio. Seor, seguramente ya ests arrepentido de haberme enviado a m, el obispo de Roma, como mediador en los asuntos de los poderosos. T me obligaste a ello, y yo acept porque esperaba que en ambas riberas del mar hubiese un entendimiento fraterno. Acept... No has obtenido ningn xito? Traigo una carta. Que te la lea otro, seor; yo no quiero hacerlo. T conoces mejor a los bizantinos, y sabes que les gusta mezclar la miel con la hiel. Yo nunca he trabajado en una cancillera de asuntos temporales, y me es imposible leer entre lneas y distinguir lo autntico

de lo engaoso. Sus intenciones, en el caso de que las haya comprendido bien, no son malas. El emperador quiere trabajar para mayor gloria del Seor. Sin embargo, la fe ofrece amplias posibilidades de contribuir a esta gloria de diversas maneras. Exprsate con ms claridad! En lo que concierne a la verdadera fe, los bizantinos han dicho la ltima palabra. Justiniano, que es quien realmente ostenta el poder, declar que siente admiracin por el rey Teodorico porque ha logrado pacificar a la turbulenta Italia. Alab la sabidura del gobierno bizantino al enviarte aqu para mejorar la situacin itlica. El corazn del basileo se alegra de recibir buenas noticias de la vieja provincia. Suspendern la persecucin de los arrianos? Slo reconocen una fe verdadera, seor. No habr ninguna persecucin en el reino de los francos ni contra los vndalos que han apostatado de la fe arriana? No est dispuesto el emperador a prohibir las crueldades contra mis hermanos que viven en el imperio? Les he conjurado a que empleen las suaves palabras de la persuasin y no la espada. Pero las palabras, cuando no se les presta atencin, son tan ineficaces como si se escribieran sobre el agua. Abrevia. No dan ninguna seguridad. Son bizantinos, y prefieren sacrificar cien mil monedas de oro o diez mil guerreros a comprometerse a algo por escrito. Lo escrito permanece. En esto son inflexibles. Con palabras? Justiniano ha prometido mantenerse alejado de Italia hasta que los asuntos persas estn definitivamente solucionados. No se inmiscuirn en los asuntos de tu gobierno! Es eso todo? Que no se inmiscuirn? Estn sentados en su palacio; ningn peligro les amenaza. No hay nadie que les advierta: No est bien lo que hacis. No conocis la situacin en Italia. Se lo has advertido t? La palabra del obispo romano es demasiado dbil. Los coros pueden ahogarla.

Me asiste el derecho. Est el edicto. En Italia todo me pertenece. El nuevo cdigo de Bizancio comienza con la frase: La voluntad del prncipe constituye la fuerza de la ley. Por qu aceptaste la misin, Juan? Podra decir, que porque t me enviaste... Sabes muy bien de qu forma me enviaste, seor. Podra decir que abrigaba la esperanza de que tal vez la palabra de un hombre dbil sera capaz de borrar las divergencias del mundo cristiano. Podra decir que quera ver Bizancio con mis propios ojos, hablar con el emperador y apelar a su buena voluntad. Por qu la acept? Era voluntad del Seor que fuese all y regresara. Has visto a Belisario? Slo he odo hablar de l. Durante estos meses viajaba por la frontera persa. Se dice por doquier que vendr a atacar Italia. Nadie ha dicho semejante cosa en palacio. Pero, qu noticias traan los que conocen mejor las intenciones de los poderosos? De qu informaban los emisarios? Se construyen grandes navos que puedan transportar a cientos de hombres? Me mandaste como legado, seor, no como espa. Qu edad deba tener Juan el etrusco, cuyos cabellos rubios estaban veteados de plata y cuyos ojos azules recordaban al mar? Su plido semblante se confunda con la tnica blanca. Sus manos eran manos de sacerdote. Nunca haban empuado un arma. As eran todas las manos en Italia. De acuerdo con la ley de Teodorico, un romano slo poda llevar un cuchillo corto para trocear sus manjares. Si era una pulgada ms largo de lo permitido, se contaba como arma, y llevar un arma era castigado con la muerte. Un latino no poda poseer ningn arma en Italia. Por qu, pues, se atormentaba Teodorico? Por qu tema una insurreccin? Con doscientos mil jinetes armados hasta los dientes, poda mantener el orden, llamado por los sacerdotes arrianos la paz de Teodorico. Por qu... por qu estaba plido su semblante y empaado el blanco de sus ojos? Por qu eran sus movimientos tan bruscos? Estara enfermo el rey?

Teodorico se puso en pie. Sobre la mesa estaba la carta manuscrita de Bizancio. Le era muy familiar... oh, qu bien conoca los colores! Conoca el significado del prpura, el de la tinta mezclada con polvo de oro o de plata, el de los sellos ms grandes o ms pequeos. Incluso las iniciales y los santos que dibujaban en ellas tenan su significado. Y los regalos que enviaban a cada uno, las reliquias... De todo ello podan sacarse conclusiones; en Bizancio, cada detalle insignificante tena su importancia. Toma nota de todo cuanto puedas recordar. Tendrs tiempo suficiente, porque no volvers a Roma. Juan se levant. El rey no se inclin ante l; le mir pasar como si fuera su siervo. Haba tomado una decisin. Por la segunda puerta entr Opilio. Su rostro era de mrmol. Boecio tena esposa, padre, hijos. Juan estaba solo. Slo deba preocuparse de la Iglesia y de la salvacin de su propia alma. Tales fueron los pensamientos del papa antes de comprender la mirada del hermtico funcionario de la corte, que no le toc con un solo dedo ni le puso la mano en el hombro como sola hacerse con los prisioneros. Opilio sali primero y el papa le sigui. A Ticino... stas fueron las ltimas palabras que oy el obispo de Roma cuando estuvo reunido el squito y las puertas de Ravena se abrieron ante el carruaje.

Rusticiana solicit una entrevista con Amalasunta. Durante semanas slo consigui chocar contra muros, muros duros como el granito; duros como la cpula del mausoleo que la cada haba agrietado pero no partido en dos. Muros tras los cuales se encontraba tal vez el perdn, o al menos una palabra que abriese las puertas de la esperanza. Oh, aquellas noticias, aquellas espantosas noticias de todas las noches! Quin poda saber qu haba de verdad en ellas? Nadie tena autorizacin para ir a Ticino. Ante su casa estaba apostado un centinela, y en el cuarto de huspedes se alojaban capitanes godos. Rusticiana no estaba prisionera, sus hijos tampoco, pero no poda sacar de la casa ni un solo rollo de pergamino sin que antes fuera examinado por Basilio o por Opilio. En un instante desaparecieron las esclavas. Al siguiente se abri la puerta, y Opilio y Basilio abandonaron a su vez la sala de audiencias. Un sacerdote de rostro impasible se qued inmvil en el umbral, junto

al reclinatorio: pareca una pantomima o la figura de madera toscamente tallada de un apstol de los godos. No puedo hacer nada, Rusticiana dijo Amalasunta. Era el tono de siempre. Las dos se miraron, y el ceremonial se desvaneci en una niebla a travs de la cual cada una de ellas vio brillar lgrimas en los ojos de la otra. Haba esperado algo ms Rusticiana? Algo... ms humano? Qu esperaba, por qu se humillaba? Por qu haba repartido regalos, tnicas, oro, para lograr esta entrevista con Amalasunta? Es inocente... Yo no soy el rey, Rusticiana. Slo puedo suplicar. Mi padre dijo: En el caso de Boecio ya he tomado mi decisin. Sabes que no puede retractarse. Lo nico que estoy en situacin de prometerte es que me ocupar de ti y de tus hijos. No os ocurrir nada malo. Boecio no es slo un hombre... no es slo un... Cuando lo haya terminado... el libro, ser uno de tantos. Rusticiana... creme, me he negado a recibirte durante todo este tiempo con gran dolor de mi corazn. El motivo es que siempre esperaba que llegase alguna noticia, una buena noticia. Esperaba el regreso del papa Juan. Tal vez ocurra un milagro, pensaba, y el emperador alargue la mano a travs del mar y diga: Dmonos la mano en nombre de Cristo. No nos molestaremos el uno al otro mientras haya pueblos a nuestro alrededor que no conozcan el nombre del Seor. Pero Juan ha vuelto con las manos vacas. Nada aplaca la ira de mi padre. Pero t no has venido a hablar conmigo de los asuntos entre romanos y godos. Sin embargo, sabes muy bien que los romanos no siempre habis devuelto bien por bien... Siempre Roma... slo Roma... Roma es una ciudad eterna, pero mi marido slo vivir una vez. Hoy vive todava. Hoy an puedes ayudarle, an puede abrirse la puerta de la crcel. An puede salvarse. Basilio, que conoce mejor a los latinos, me ha dicho: Aunque abriramos la puerta a Boecio... no saldra. Est dispuesto. Una humillacin tan grande solamente se borra con la muerte... Por primera vez son la palabra inevitable: muerte. Amalasunta no la pronunci por casualidad. Era su ltima palabra. Como una despedida. Ahora se levant de su trono. Acrcate, Rusticiana, te lo permito.

Se miraron. Volvieron a la vida viejos recuerdos: el jardn, Hortus conclusus, Boecio leyendo versos de Horacio. La paz sea contigo dijo Amalasunta, dndole un beso en la frente. No puedo hacer nada por Boecio, pero me ocupar de vosotros. Rusticiana pens: Si tuviera un cuchillo que midiese una pulgada ms de lo permitido por Teodorico a los romanos, yo, la hija de Smaco, la esposa de Boecio, la madre de dos cnsules, lo clavara sin vacilar en el corazn de este despiadado rey brbaro. La paz sea contigo, la paz sea contigo murmur el sacerdote arriano cuando le abri la puerta de la sala de audiencias.

XLVII

Cmo golpea un prisionero en la pared cuando quiere hablar con sus compaeros de crcel? Utiliza el alfabeto griego o el latino? Los muros de la torre propagaban el sonido de los golpes, y cuando el centinela haca la ronda acostumbrada, el prisionero intentaba comunicar con un ser humano que compartiese con l las horas de soledad y ahuyentase el temor. Soy Boecio, antiguo magister officiorum. Soy Juan, el papa actual. El prisionero se asust al reconstruir las letras latinas. Un loco? Un compaero cado en la demencia? Quin poda ser el que se llamaba a s mismo papa en su desvaro? Dame una prueba! Estaba en casa de tu padre cuando el papa Smaco visit al senador Smaco. Boecio record aquella tarde. Quin haba venido con el Santo Padre...? Sera aquel dicono rubio que hablaba el latn con el acento

de un extranjero del norte? Surgieron los recuerdos... De dnde procedes, amigo?, le haba preguntado entonces. De Tarquinia... De dnde procedes, amigo? Ms golpes. El nuevo prisionero tena que ejercitarse. Qu nmero del alfabeto latino corresponda a la T y a la Q? De Tarquinia. Su vecino era el papa, no un demente. Qu poda haber sucedido en el mundo...? El obispo de Roma prisionero en Ticino? El godo me envi a Bizancio. Paz con los arrianos. Ningn ejrcito a Italia. Fracas. Soy prisionero del rey. Estoy enfermo. Ests enfermo? Me duele el corazn. Qu ocurrir contigo? He de morir dentro de ocho das. Ped al emperador que te ayudase. Qu ser de ti, papa Juan? Soy digno del martirio. Eres feliz, papa Juan? El Seor puede llamarme a su seno de un momento a otro. Boecio dispona an de ocho largos das para recuperar fuerzas. Todo deba suceder dentro de estos ocho das. Yo escribo. Una solicitud? No, un libro. Golpes: No comprendo. Lo repiti:

Un libro. Librum. Qu clase de libro? Su ttulo es De consolatione philosophiae. El martes lo habr terminado. Ests triste, Boecio? La filosofa me consuela, Santo Padre. Por primera vez haba deletreado el ttulo de Juan. Silencio. Me duele el corazn. Voy a echarme. Envame al carcelero con papel y pluma...

Elpidio, el mdico griego del rey, pidi una audiencia a Amalasunta. Seora, el pulso del rey late con lentitud y de repente, con rapidez. Le has visto el blanco de los ojos? Es amarillo. Esto ocurre cuando el hgado y la vescula biliar no funcionan bien. Hipcrates, en semejantes casos... Qu recomiendas t...? Confieso, seora, que yo tambin le tengo miedo al rey. Es como si la mano maligna de la naturaleza le hubiese cambiado repentinamente. De da hace acopio de fuerzas. Recibe audiencias. Cipriano y Casiodoro acuden a diario para conocer sus rdenes. Pero de noche, seora... yo duermo en el umbral de su aposento. Todos los ruidos me despiertan. Sus sueos deben de ser espantosos. Grita con frecuencia... Est enfermo. Qu debe hacerse? Yo soy mdico del cuerpo, pero creo que antes sera preciso curar su alma. Habla con franqueza, Elpidio. Hace once aos que sirvo a Teodorico. Has tenido algo que reprocharme durante este tiempo, seora? Si hubiera algo que reprochar, ya no le serviras. No serviras a nadie.

Qu es el alma? Debes prestar crdito a Hipcrates cuando dice... no, no, no quiero cansarte con esto. El rey ha cambiado. Confunde el bien con el mal. Parece que se arrepiente de lo que ha hecho. Ped a Casiodoro que me dijera, a m, como mdico, si las cartas del rey reflejan el cambio operado en su espritu. Casiodoro te habla abiertamente? Siempre tiene miedo. Lo anota todo, lo archiva todo, pero tiene miedo. Me contest con mucha cautela. Slo me dijo que no se trata del espritu. Es el hgado y la vescula biliar? Me mir como si yo supiera dnde se ocultan las races del mal. Me ense algunas rdenes. Son diametralmente opuestas a todo cuanto el rey ha hecho hasta ahora. A medida que va perdiendo fuerzas, ms ansioso est de mostrarse fuerte. Toda una lista de sentencias de muerte! Ayer pregunt: Cuntos das le quedan a Boecio? Y, seora... esto es un gran secreto... pero tambin debes saberlo... Qu debo saber? Se est redactando un decreto real... Sabes bien que comparto vuestra fe. Respeto la doctrina de Arrio. Cmo, sino, me hubiese otorgado tu padre su confianza? Pero tengo miedo... Casiodoro sali plido como la muerte de su aposento. Incluso Opilio estaba plido. Un edicto del rey abolir la religin catlica en Italia. En un da determinado, todos los templos debern ser entregados a los arrianos, y donde no haya una comunidad arriana, los templos sern demolidos. Nadie que no sea arriano podr conservar su empleo, su cargo, su sueldo y tal vez incluso su casa. El plazo? Tres meses. Hasta entonces se harn los preparativos. Ha sido ya anunciado? Todava no. Nadie se atreve a contradecir al rey. Todos tienen miedo. Casiodoro no quiere ir a parar a la torre de Ticino. Tengo la impresin de que ni siquiera Opilio lo aprueba... Todos tienen miedo. Seora, no puedo decir cuntos se han dirigido a m con la pretensin de ser los primeros en saber cundo estarn contados los das de vida del rey. Contados? Calculan mal. T conoces a tu padre. Es un gigante entre los seres mortales de este mundo. Hoy se queja, su corazn late demasiado de

prisa... y maana funciona con normalidad. Cuando es sobrio, come poca carne y bebe agua y no hidromiel, desaparece el velo amarillento de sus ojos. Cuntos aos tiene Teodorico? Una vez se lo pregunt, y me dijo que naci un ao despus de la muerte de Atila. Pero esto no es seguro... hace poco me confi que haba cumplido setenta y dos primaveras. Una edad tan avanzada es un raro regalo de la madre naturaleza. An puede vivir... pero ya no es el mismo Teodorico. Por cunto tiempo puede vivir? Esto nunca debes preguntrselo al mdico. Y sin embargo, he de contestarte para que ests preparada, Amalasunta. Otro verano, otro otoo... otro invierno. Pero no es fcil que vea otra primavera. Los que esperan una muerte inminente, sufrirn un desengao. Su naturaleza es fuerte. Ha vivido con sobriedad, y los rganos an son resistentes para sus aos. Incluso monta todava a caballo, aunque pronto le fatiga. Le he pedido que vaya en carruaje a pasar revista a las tropas. Puede vivir un ao... pero no ms. sta, Elpidio, es la maldicin de la corona. Si yo fuese una mujer sencilla, mirara a mi padre como he hecho siempre, como si tuviera que vivir eternamente. Incluso rechazara toda idea de la muerte. Pero he de pensar en mi hijo, en que no se produzca ningn cambio cuando Teodorico cierre los ojos. Dices que el edicto ser promulgado dentro de tres meses? Que en Italia todo el mundo deber abrazar nuestra religin? Esto es una declaracin de guerra contra el emperador. Significa la guerra en Italia y el xodo masivo de los romanos. Sicilia, Egipto... el rey de los vndalos ya es catlico, y los burgundios tambin han reconocido la religin romana. Por qu hace esto mi padre...? Es la respuesta al mensaje de Justino. El papa ha sido hecho prisionero... Qu puedo hacer yo? Tal vez nada... o as lo parece. Si t me honrases con tu confianza... y comprende que para el mdico del rey no es fcil vivir con la confianza que me otorgues... Mi corazn se siente oprimido cuando pienso que la memoria de un hombre tan grande... ser ultrajada dentro de pocos meses... Frena, seora, el curso de los acontecimientos. Deja caer una palabra de vez en cuando... ayuda a aplazar el decreto... No puedo salvar a Boecio. Todos pensamos en l.

Mi padre quiere su muerte. Parece como si con ello deseara castigarse a s mismo. Le ha amado, tal vez le ame todava. Una vez me dijo: No me ha traicionado, pero se ha enfrentado a m. Entre el rey y un sbdito suyo no es posible el duelo. Si menciono a Boecio, no hago sino empeorar su estado. Su rostro arrugado se vuelve amarillo. La vescula... Seora, quiz an no lo sabes todo... Es que hay ms? Ha llegado la tercera carta dirigida al rey del senador romano Smaco. Muy a menudo la vejez despoja a los hombres de su sabidura. La carta de Smaco ha enfurecido al rey, quien se ha empeado en leerla l mismo, sin contentarse con el resumen que se le haba preparado. Y realmente, seora, parece que se ha esfumado la proverbial sabidura del anciano senador. Con palabras duras, abiertamente, acusa al rey. Le da el ttulo de patricio, y enumera los que fueron castigados por transgredir una ley... Y de qu leyes habla! Antiguas decisiones del Senado, Catn, Cicern, los Gracos. Es una locura sacar a relucir en nuestros tiempos la ley de las Doce Tablas. El viejo ya no sabe lo que hace... Est solo en Roma, en una casa vigilada por centinelas. El pergamino es muy paciente. Qu ha hecho mi padre? Conozco su rostro. En ocasiones semejantes, inspira terror. Solamente ha dicho: Traedme a Smaco a Ravena! Cumplirn la orden? Qu remedio! Opilio no contradice al rey. Y quin siente piedad por el viejo?

Sptimo da. Y puesto que es as, slo les queda a los hombres el invulnerable libre albedro, y es justo y equitativo que las leyes fijen recompensas y castigos, ya que los impulsos de la voluntad no estn ligados a ninguna coaccin... As pues, cuando abdica el pecado, surge la virtud... Si dais a la verdad el honor que le corresponde, os obligar la importante necesidad de ser buenos, pues al fin y al cabo vuestra vida transcurre bajo la mirada de un Juez para quien nada pasa desapercibido.

Sptimo da. El finis ya estaba escrito al trmino del quinto libro. Si el plazo no sufra ningn cambio, an le quedaban tres das para revisar su obra. Pero, cmo deba el prisionero interpretar el fin de este plazo? Diez das. Qu ocurrira al dcimo da? Le mantenan tal vez en la incertidumbre slo para observar cmo se estremeca al menor ruido, cmo esperaba... a quin o qu? Boecio se permiti media hora de descanso. Si despus la guardia pasaba para espiarle, an le vera inclinado sobre su trabajo. Dira al comandante, como si se tratara de magia negra: El prisionero an est escribiendo. A los ojos de los centinelas, escribir era algo maldito. Un secreto que un hombre sencillo no poda compartir significaba ya la perdicin. El prisionero golpe el muro: Estoy dispuesto, papa Juan. Qu deseas ahora? La absolucin. Vendrn a buscarme en cualquier momento. He terminado la Consolatio. Silencio. A los pocos minutos se reanudaron los golpes: Ego te absolvo. Silencio. Gracias. Has podido dormir esta noche, papa Juan? Mi corazn est dbil. He dejado la mitad del pan. Cuando me sustituya otro prisionero, ensale este medio de comunicacin. Te lo agradezco, Boecio. Quin sabe cunto viviremos. Ests triste? Agradezco que me hayas hecho compaa. Gracias. El dilogo a travs del muro era fatigoso. Haca calor, y a esta hora haba poco peligro de que alguien les oyera. El centinela dormitaba. Te absuelvo, haba dicho el papa. Le duele el corazn y no ha comido su racin de pan. Aqu, en la crcel de Ticino, esto tena la mxima importancia. A Boecio no le quedaba tiempo para estar ocioso. An dispona de tres das. Tena que resumir muchos prrafos, liberar los substantivos de un exceso de atributos, pulir un poco los versos... cambiar alguna palabra. Hoje el tercer libro.

El centinela, taciturno, con la mirada baja, puso un trozo de pan blanco sobre su mesa. Qu significaba ahora aquel pan? Boecio lo parti, y en su interior apareci una tira de papel, cubierto con la caligrafa de Rusticiana: Ningn peligro amenaza a nuestros hijos. Ten esperanza. Golpe la pared. Papa Juan, he recibido una carta. A mis hijos no les amenaza ningn peligro. Ya ti? Mi corazn siente alivio. Estar contigo cuando te llegue la hora. Boecio pens: En prisin, nadie es un hombre corriente. Se es ms y se es menos. Uno puede elevarse hasta el cielo y hundirse en la ms abyecta suciedad. Se es capaz de todo, aunque incapaz muchas veces de abandonar el catre de madera sobre el que se ha desplomado. Tres pasos a lo ancho, tres pasos a lo largo. Jams el logos haba sido tan claro en l como ahora. Cantar, cantar! Haba ledo muchas veces a los poetas antiguos. En su juventud, cuando le enviaron a Atenas, aprendi de memoria gran parte de los monlogos de las tragedias griegas. Cantaba en el coro... Desde que empezara a dedicarse a la filosofa, su canto no haba perdido la armona. Pocos das antes, dos centinelas se haban parado a escucharle ante la celda. Queran disfrutar de los melodiosos versos, o teman qu el prisionero hubiese perdido el juicio? Ocurra con relativa frecuencia, y entonces era preciso informar de ello al comandante. Los prisioneros hacan a menudo cosas extraas. Cmo poda distinguir un viejo y sencillo centinela la frontera entre la demencia y el sano juicio? Con el curso de los aos, el centinela se haba acostumbrado paulatinamente a la vida de cautiverio. Como hombre no era bueno ni malo, sino casi l mismo un prisionero. Los domingos no se senta a gusto en compaa de su familia. No era bueno ni malo. Ni prisionero ni verdugo, slo un centinela. Por este motivo haba entregado el pan. No de balde, naturalmente, sino por dinero. Calcul lo que podra conseguir por las ropas. El prisionero cambiaba su tnica cada dos das. No estaba prohibido, tena autorizacin para ello. Dos tnicas... empez a contar. Cuando todo hubiese terminado... cunto poda pedir por una toga de Boecio? Contaba en slidos de oro: uno tena que vivir!

El rey haba cenado una vez en la casa romana de Smaco. Si, conforme a la costumbre romana, se daba al ao el nombre del cnsul, quin era cnsul entonces? Segn la nueva cronologa, era el ao quinientos. Pero ni siquiera en esto estaban de acuerdo los sacerdotes romanos y arrianos. Han trado a Smaco anunci Opilio. Su tercera carta era un crimen patente de lesa majestad. Una vez ms Teodorico le dara oportunidad de retractarse. Y se trataba de un favor especial que el propio rey quisiera actuar de juez. Aquella tarde haba ido a casa de Smaco, y Boecio cant y toc el rgano. Fue una hermosa velada la noche vivida haca ya un cuarto de siglo. Cuando se tienen setenta aos, un viaje tan largo requiere un gran esfuerzo. La barba de Smaco era canosa, sus manos, huesudas, su espalda, encorvada. Solamente los ojos... brillaban todava cuando se posaron en el rey. Smaco vesta una humilde tnica; no exhiba ante el rey las franjas prpuras de senador. Pero no se arrodill. Puedes hablar, Smaco! Soy romano, seor. Me expreso sucintamente. Exijo que pongas en libertad a Boecio. No tienes ningn derecho a retenerle en prisin, ni segn la ley terrena ni segn la divina. Si le haces ejecutar, manchars tu nombre para siempre. Dixi. Morirs, pues, como romano! Y como eres senador, sers decapitado. Est decidido. Graciaspor tan hermosa muerte, seor. Qu es lo que convierte en hroe a un anciano decrpito? Ya no poda ni empuar un cuchillo. Las ideas se confundan en su cabeza durante las noches de insomnio. Y ahora se encontraba aqu, vistiendo una tnica blanca y con las manos libres. An dispona de una frase que demostrara su superioridad. Opilio le puso una mano en el hombro. Soy romano, amigo; ya podemos irnos. Dio media vuelta y sali, como si no acabara de ser juzgado por un rey sentado en su trono. El propio Opilio estaba desconcertado. Esperara

veinticuatro horas. Haba tiempo para la ejecucin hasta maana a medioda.

El centinela inform: Desde hace dos das, el prisionero ya no escribe. El comandante de la guardia mand llamar al escriba. El famoso Boecio era un prisionero distinguido, y todo deba hacerse segn el reglamento. Si ha terminado su libro, ser ejecutado en la celda. Era realmente un acto de clemencia no arrastrar al prisionero hasta el mercado de la ciudad cuando no se le preparaba una muerte en el potro del tormento. Se le ejecutaba privadamente en su celda. Siempre haba muchachos en el campamento militar que se ofrecan como ayudantes del verdugo. Opilio haba hablado de diez das, y de acuerdo con aquella fecha se realizaron los preparativos. El comandante de la fortaleza mand borrar el nombre del prisionero de la lista de vveres. Pero, y si el mensajero a caballo que an podan enviar con el indulto desde Ravena o Verona, se vea obligado a detenerse en su camino a causa de las fuertes lluvias propias de la estacin? No faltaban casos en que el comandante de la guardia haba sido castigado, en lugar de recompensado, por un exceso de celo. Ergo, los diez das de Opilio deban ser respetados. El comandante se hizo leer el informe tres veces. As pues, el prisionero ya saba que en el da de hoy expiraba su plazo. Preprate, Boecio, le comunic pese a ello a travs del centinela. A los guerreros que montaban guardia a la entrada del campamento, les dio la siguiente orden: Si llega una noticia, cualquiera que sea su procedencia y la hora, incluso en plena noche, comunicdmela inmediatamente. Indic al puesto de mando que a la maana siguiente enviaran a un verdugo y dos hombres corpulentos. Todo estaba dispuesto, pero el comandante senta cierta inquietud. El prisionero era un hombre importante. Esto era distinto de cuando hacan girar sobre el cuerpo de un desertor la rueda erizada de clavos.

Entraron. Mejor dicho, se quedaron en el umbral, porque la celda era demasiado reducida para que cupieran en ella el comandante, el verdugo y sus dos ayudantes. Todo dependa de que el condenado estuviera tranquilo, pues entonces todo era ms fcil. En ltimo

trmino se hallaba un sacerdote arriano. De acuerdo con la antigua tradicin, haban trado tambin un reloj de arena. Le dieron la vuelta y lo colocaron sobre la mesa de la celda. La puerta qued abierta. El comandante no haba visto nunca a un prisionero que continuase sentado a la mesa, con la pluma en la mano, y completamente sereno. Todo semejaba una alegora: el centurin, el verdugo, el reloj de arena, la frase inacabada del testamento. Termino la frase, amigos. Puedo hacerlo? Pero no la termin. Slo estamp su firma. Puedes firmar dijo, dirigindose al sacerdote; y quin ms de vosotros? Tu nombre...? El comandante de la guardia slo escribi una cruz en el documento. El sacerdote arriano observ que esta hoja era el testamento de Anicio Torcuato Severino Boecio. Inexorablemente caan los granos de arena en el recipiente inferior del reloj; en el superior slo haba medio dedo de arena. El verdugo del campamento militar de Ticino estaba acostumbrado a hombres ms salvajes. Midi al prisionero con una mirada, mientras preparaba el lazo, casi subrepticiamente. No te doler murmur en tono compasivo. Este hombre no posea nada que pudiera regalarle. Quedaba la tnica... Tal vez podra partrsela con el centinela. El centinela no entr. Boecio me era simptico dijo al da siguiente a su compaero, antes de llevar la sopa a los dems presos. Cuntos das haba vivido aqu Boecio? ste, el ltimo, lleg rumoroso y veloz, hasta el momento en que el lazo se cerr y las venas de su frente se hincharon. Unas visiones bailaron ante sus ojos, y entonces esto ya no lo sinti dos guerreros del campamento de Ticino le destrozaron el crneo con barras de hierro para acortar su sufrimiento. Quedaban las tnicas. La de hoy y la de ayer. El verdugo mir a sus ayudantes. Por qu aquellos golpes? Cuando l cerraba hbilmente el lazo sobre el cuello de una vctima, todo lo dems era innecesario. El gesto de estos toscos guerreros era una burla de su arte. El sacerdote arriano cogi las pginas del libro, el testamento y las hojas en blanco. Se llevaron el cadver. Media hora despus sera

enterrado y una cruz colocada sobre la tumba. Haba sido un cientfico... un antiguo canciller del rey. Mientras el sacerdote ordenaba las hojas, le pareci or ruidos procedentes de la pared. Eran golpes... unos golpes muy singulares, seguidos, rtmicos... cada vez ms fuertes... ojal conociera su significado! El centinela, al entrar para recoger lo que Boecio pudiera haber dejado en la celda, dijo en un murmullo: Siempre hablaban entre s de este modo. Mientras estuvieron all los dos, los golpes siguieron resonando en el muro, desesperada e insistentemente.

XLVIII

Empez as: Cumpliendo uno de sus deberes, Elpidio, el mdico, estaba presente durante la cena del rey. La cena era siempre ms solemne que el almuerzo, comida que Teodorico tomaba generalmente solo o con sus consejeros ntimos, y en la que ingera muy pocos alimentos. En cambio, a la cena asistan muchos cortesanos. Se hablaba de los sucesos del da y se tomaban decisiones. El hidromiel del norte y el vino de Italia soltaban las lenguas, aunque todos saban que se arriesgaban a perder el favor del rey si las bebidas ofuscaban su mente. El cocinero quiso dar una alegra al rey: aquel da los pescadores haban sacado del mar un enorme pez, y la cocina real pag por l mejor precio que cualquier otra de Ravena. En los ltimos tiempos Teodorico tena escaso apetito, coma poco y apartaba de s los ms exquisitos manjares. El cocinero saba que desde nio senta predileccin por el pescado. Deca a menudo, casi con reproche, que aqu en Ravena no haba peces plateados, de carne blanca y maravilloso sabor como los que se pescaban en el gran lago. A medida que envejeca, este recuerdo le asaltaba cada vez ms a menudo. Tal vez... pens el cocinero, tal vez al gran seor le gustar este magnfico pescado. Lo coloc en una gigantesca bandeja de plata y le dio una forma natural. El enorme pez miraba hacia la nada con sus grandes ojos perlados.

Un banquete festivo, parecido al ceremonial de Bizancio: el cocinero mayor y sus ayudantes aparecieron en el umbral. All el mayordomo real se hizo cargo de la bandeja. Los pajes la colocaron en el centro de la mesa, ricamente adornada. Ahora le tocaba el turno al mdico, que examin el manjar, cort un pequeo trozo con un cuchillo de plata, lo prob, esper un minuto y pronunci la acostumbrada frase: Su Majestad puede comerlo. Elpidio esper, el cuchillo tembl en su mano... vio a Teodorico mirando fijamente el pescado, y en seguida, con horror, llevndose las manos al rostro y gritando: La cabeza de Smaco... la cabeza de Smaco... Un pez no se parece a ningn ser humano. Pero, de hecho, algo haba en el anciano senador cuando apareci aqu al finalde su fatigoso viaje que recordaba a un pez... quiz eran los ojos... Pero nadie tuvo tiempo de mirar el pescado. Ya el rey temblaba con todo su cuerpo. El poderoso seor, el cruel guerrero, el gran hombre se hallaba en pie y se cubra los ojos con las manos como si viese fantasmas. Llevoslo... es la venganza de Boecio... ha conjurado aqu a Smaco... Los malditos... los malditos! Se vengan! Teodorico temblaba, tena hinchadas las venas del rostro, ya no era dueo de su cuerpo y de su mente. Ahora el mdico deba ser ms inteligente que los ministros. A una sea suya sali corriendo el ayuda de cmara a preparar el lecho del rey. Amalasunta fue advertida para que acudiera sin prdida de tiempo al aposento de su padre. Calentaron piedras y las rociaron con agua perfumada, pues la respiracin era ms fcil en el aire hmedo. El rey respiraba con dificultad, y emita un silbido. No poda dominar sus movimientos. Nadie saba si caera en la inconsciencia o se recuperara. Sera slo un pasajero ataque cardaco? En la cama tuvo escalofros. Su gran cuerpo tiritaba, la frente se cubri de un sudor fro que el mdico secaba continuamente. Los dientes castaeteaban, y el amarillento blanco de los ojos pareca resaltar an ms la palidez del semblante. En tales casos todos piensan en un envenenamiento, y desgraciado del mdico si el rey muere. A menudo l es la primera vctima. Teodorico no haba comido nada desde el medioda. Cuando se sent a la mesa, nadie advirti en l nada anormal. Naturalmente, retiraron en seguida

el pescado. Los hombres eran supersticiosos: nadie se atreva a tocarlo. Tiradlo a las lagunas! Qu terrible noche en el dormitorio de Teodorico! Elpidio vigilaba el pulso del rey. Era fuerte, pero irregular. De pronto se aceleraba, se detena, volva con ms potencia y se debilitaba de repente, como si fuerzas buenas y malas lucharan por la vida del enfermo. Elpidio haba visto morir a muchos hombres. Hipcrates escribe pens que la muerte va grabando despacio sus signos en el rostro. En los rasgos de Teodorico, estos signos aparecieron en una sola hora. El cuerpo luchaba con los recurrentes ataques. Durante una hora se tranquiliz: seran efectivas las decocciones de Elpidio? Entonces, en el nebuloso horizonte de la conciencia aparecieron sombras de tiempos pasados. Casi todo el rato, el enfermo se imaginaba en Bizancio. Se diriga al gran circo; el pueblo esperaba con impaciencia los juegos desde el amanecer. Haba llegado haca poco el informe de un legado: Justiniano ofreca al pueblo veinte leones y veinte panteras, slo para asegurarse el trono a la muerte del anciano Justino. Justino era viejo, viejo como l, Teodorico. En el umbral del palacio imperial bajaba la guardia sus lanzas doradas. Teodorico, el hijo del emperador, tena entrada libre... un pez de terribles ojos saltones, el rostro de Smaco le estaba observando... El enfermo volvi a inquietarse. Un sudor de muerte cubra todo su cuerpo. Ms tarde se calm. Lleg el tercer da. Los continuos ataques haban debilitado su cuerpo. Nadie se acercaba a su lecho con documentos o edictos. Junto a la cama segua estando la placa de oro, pero su mano era ya demasiado dbil para trazar el Legi. De improviso revivi su infancia. Pas mucho rato a la orilla del gran lago. Deba tener veinticuatro aos cuando vio por ltima vez el lacus Pelso. Fue un da a principios de verano... El sol apareci como un disco rojo. En pocos minutos, una luz rojiza lo ilumin todo. El pueblo, los habitantes primitivos, se iban a los campos. Ellos sembraban y recolectaban, mientras los godos criaban ganado y construan carros. El cielo pareca dentado cuando las brumas matutinas se dispersaban y los bancos de niebla flotaban sobre el lago. El interminable caaveral comenzaba su murmullo; juncos verdes y amarillentos se columpiaban con la brisa. De modo paulatino fue conquistando el antiguo terrateniente romano el pequeo promontorio de la ladera. Arriba estaba la villa... abajo, la caseta de bao, tubos de canalizacin,

columnas, surtidores, mosaicos multicolores. Una villa romana en medio del campo, y cada tormenta derribaba un trozo de muro... Veinte leones y veinte panteras. Cuando l mand organizar juegos en Roma, los senadores desfilaron ante l. Quin de ellos vivira an? Roma felix. En cada columna, en cada palacio se lean estas dos palabras. Se pareca realmente la cabeza del pez gigante a la cabeza cortada de Smaco? Por qu tena que morir Boecio? Porque Justiniano quera establecer la unidad de la fe y Bizancio, despus de tantos aos de separacin, rezaba ahora del mismo modo que Roma segn los puntos del Concilio de Nicea? Con el fin de preparar, unidas, la cada de los arrianos. Mientras las dos ciudades estuvieron en pugna, Teodorico haba podido gobernar en paz. Elpidio, ya es bastante. No ves cmo tiemblo? Tengo cosas que hacer. He de ir a la cancillera, todas las maanas, todas las tardes; de lo contrario, los rollos de pergamino me sepultarn. Legi, legi, legi, legi! rdenes, sentencias, decretos... leyes... cartas! Legi, legi! Su diestra agarrotada se mova como si escribiera, pero ya no hubiese podido sostener el punzn. Sera posible que el rey de los francos tuviera razn? Fundi a los francos y los galos, y junto con su pueblo recibi el bautismo de manos de los sacerdotes latinos. La Galia se haba convertido en reino. Era lo nico que surgi de la nada, de la gran nada a la que se precipitaron los reyes de los visigodos, burgundios, alemanes y los prncipes turingios. Slo este brbaro, el hijo del rey franco, haba logrado hacer un reino de la Galia. En Italia, godos y romanos eran ms que nunca como fuego y agua. Los sacerdotes latinos hablaban llenos de odio de la prohibicin de celebrarse matrimonios entre godos y romanos. No deban convertirse en un solo pueblo, por sus venas no poda correr la misma sangre. Desgraciado el godo... Roma felix? Un godo no poda amar a una romana. Un romano no poda desposar a una goda. Nbula. De la nada surgi un rostro, impreciso. El hijo del rey godo no poda amar a una doncella romana de Iliria. Mujeres. As, en la penumbra, ninguna posea un rostro. La mano de Nbula se despeda desde una distancia de medio siglo. Y si entonces no hubiese dejado marchar a Nbula? Ahora volvan aquellos terribles escalofros. Lograra el sufrimiento apartar las tentaciones del alma? El Senado, respetables padres, dos cnsules cada ao, provincias, aceite gratis, juegos, Anicio Manlio Boecio. Por qu haba hecho estrangular al ltimo romano?

Cuando muriera, el palacio de la Roma felix se derrumbara. Lo haba sostenido durante cinco... diez... veinte... treinta aos. Doscientos mil godos armados cuidaban de que los latinos no despertasen de su cuento de hadas. Deban ser felices, pero no poderosos. Boecio estaba despierto. Por eso tuvo que morir. El ltimo romano. Y los otros, que poblaban el horizonte? Mezquinos vividores, desalmados natos. Roma se haba convertido de repente en un nido de escorpiones. Hijos de Barrabs. Con qu habis pagado por la Roma felix? Era Boecio realmente el ltimo entre los grandes? Escriba los decretos, redactaba las cartas junto con Casiodoro, asista a las recepciones, actuaba de legado, pronunciaba discursos de salutacin cuando los legados eran recibidos en audiencia. S, Boecio construy un reloj de agua y escribi himnos para la onomstica del rey. Slo una vez dijo: No. Si Boecio hubiese enviado un solo mensaje desde Ticino: He reflexionado..., slo esto, nada ms. Si se hubiera dirigido a l... se le habran abierto las puertas. En Ravena todos se hubieran inclinado ante el hijo prdigo. Por qu escriba Boecio da y noche su libro, una obra sin rima, en lugar de dirigirse a l? Qu esperaba? El rostro de Opilio pareca tallado en piedra. Odiaba a Boecio el nuevo ministro, un imitador de las artes romanas, o solamente le tena miedo? Y ahora quedaban nicamente Opilio, Basilio y los godos; Amalasunta tendra que elegir entre ellos. Casiodoro era un hombre blando, que viva hechizado por la escritura. Qu le importaba a l el contenido de las cosas, mientras el exterior fuera hermoso y elegante? Amalasunta ya no podra pedir consejo a Boecio, el sabio Boecio. Si ahora concediese una audiencia, tendra que llamar a los muertos. Odoacro y Orestes y el ltimo emperador. Si Rmulo an viviera, le haran venir desde la villa de Lculo. Ven a Ravena, toma parte en el consejo como el ltimo romano, Rmulo Augstulo. Pero l lanzaba guijarros al mar desde el cabo Miseno. Erelieva, la madre, apareci entre los muertos. Haba vivido muchos aos y demostrado ternura y sabidura. Jams le abandon ni un minuto. Y sin embargo, el obispo de Verona la convirti al catolicismo. Arrio, Arrio! Donde vivan germanos, la nica Biblia era la de Ulfilas. Y ahora todo se derrumbaba, se derreta como el hielo bajo el sol. Vndalos, visigodos, burgundios... Roma felix. Doscientos mil godos sobre el suelo de Italia. Seran ellos los ltimos verdaderos cristianos? Dnde est Opilio? Este rostro tallado en madera oculta a un dbil cortesano. Por qu tiemblas, Opilio? Mi hija te conservar... necesita partidarios. Opilio, qu le ha ocurrido a Juan, a quin en mi ira

conden a prisin? No le humill nadie; nadie levant una mano contra el Pontfice. Slo est purgando la vergenza y la ofensa... Yo no he puesto al papa frente a animales salvajes, como hicieron... quin lo hizo? Nern... Tito... Domiciano. No he enviado al papa a la jaula de los leones. Pero l entr en la crcel y muri en ella. No fue as, Opilio? Muere, pues, un hombre cuando lo desea? No peca cuando dice: basta? Por qu no pude pronunciar esta palabra cuando mi palacio qued terminado? Una nica bveda de piedra corona los espesos muros. Cuando qued terminada, yo, el anciano Teodorico, el catorceavo nieto de Amal, el retoo de Odn, hubiera debido exclamar: Basta! Entonces an vivan Boecio, Smaco, Juan. Vivan muchos que despus han sido estrangulados o decapitados en Roma, en Verona, en Ticino y tambin aqu. Basta! Que venga Amalasunta. Escribe, Opilio: Juan, Smaco, Boecio deben ser puestos en libertad. Que ya no viven? No viven? Qu significa esto si yo, Teodorico el Grande, les he perdonado? Os podis marchar, podis ser papas, senadores, emperadores. Roma felix. Elpidio sostena su brazo y le contaba las pulsaciones; haba apartado a un lado el reloj de agua de Boecio y se guiaba por el viejo reloj de arena. Cuando el pulso amenazaba con detenerse, el mdico soplaba en la boca del enfermo. Slo era un acto piadoso antes del ltimo aliento. La respiracin era ya fuerte, ya muy tenue. Ahora ya poda venir el sucesor, y asistir a la muerte arrodillado sobre un pequeo almohadn. En Bizancio, el hijo del Augusto no heredaba automticamente el trono. Atalarico entr, y fue a arrodillarse junto al lecho de su abuelo, cuyo rostro estaba arrugado y manchado de sudor. Ya no se poda contemplar el semblante del rey sin sentir horror. La mano se abri. Qu torcidos y horribles son los dedos, pens el nio. El coro de sacerdotes arrianos empez a cantar. Sonaron los golpes contra grandes placas de cobre. El cuerpo se estremeci por ltima vez. Opilio y Elpidio alargaron la mano al mismo tiempo. Los prpados se cerraron sobre los empaados ojos azules.

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