El Poder Religioso
El Poder Religioso
El Poder Religioso
- Las religiones, mbitos simblicos y operativos del poder Las religiones constituyen los mbitos en los que mejor se expresa la dimensin semitica y semntica del poder, lo cual no significa que otras expresiones del poder, como el civil o el econmico no posean sus propios escenarios, smbolos y ritos. El poder religioso se construye en la perspectiva semitica y semntica y, curiosamente, de esa misma manera se protege. La dimensin semitica est centrada en todas las formas de simbolizacin, tales como las que tienen lugar en los espacios abiertos y cerrados, en la liturgia, las vestimentas, los protocolos, los conos, las normas y la tradicin. La dimensin semntica est centrada en el discurso, en los mensajes de las autoridades religiosas, como los ministros, pastores, rabinos, sacerdotes, sobre todo de las autoridades de alto nivel. En dicho discurso destacan las cargas propias de su lgica argumentativa, las intencionalidades explcitas e implcitas y la visin del mundo y del hombre. Entre todos los elementos que simbolizan el especial poder que media entre los hombres y Dios figuran los escenarios fsicos, como las mezquitas, las sinagogas, los templos, los atrios y las plazas religiosas, tal como ocurre en todas las religiones. As tenemos los ejemplos del mtico templo de Jerusaln, la mezquita de Granada, la catedral anglicana de Londres, la baslica de Santa Sofa y la Mezquita Azul en Estambul, la sinagoga de Roma, las pirmides de Teotihuacan, la mezquita del Sultn Omar Al Saifuddin de Brunei y, naturalmente, la baslica de San Pedro en Roma. En todas estas edificaciones figura a la vez la bsqueda de la espiritualidad y de la comunicacin con la divinidad, y las expresiones del poder terrenal y de la expansin territorial de sus constructores. Esa lgica de expresar el poder y los valores predominantes por la va de las enormes edificaciones religiosas parece acusar una inversin de elementos, lo espiritual por lo material. 2.- tica y poder religioso Las religiones y sus actores principales asumen que su misin radica en ser mediadores entre los hombres y Dios y por ello se consideran como el camino eficaz hacia la trascendencia. No se ve, sin embargo, que sea fcil conciliar la realidad del poder con la misin salvfica y con la adopcin de conductas morales, lo que no significa que sea imposible. Esto se debe a que la conservacin del poder requiere tiempo completo y esfuerzos inusitados, lo que no fcilmente mantiene cercana con la realidad del pueblo que asume las creencias con una simplicidad muy lejana a los espacios y rituales del poder; pero tambin se debe a que todo poder, incluido el espiritual, contrae compromisos. En este sentido, la conciliacin entre la magnificencia del poder, la encomienda de la tica y el cometido de servicio, constituye una encomienda de no fcil logro. 3.- Los ritos y mitos del poder religioso Dice el dicho popular que el poder no se comparte, y, adicionalmente, por nuestra parte diramos que, adems, tampoco se comparte con otros segmentos de la realidad social la profunda carga de significacin de sus recursos sgnicos y simblicos, entre los que anotamos, como ejemplos especficos, el levantamiento de murallas, los uniformes, los espacios fsicos abiertos y cerrados de uso exclusivo, los escudos de armas, las jerarquas, los ttulos y los rituales. La semitica del poder, por su parte, es agotadora en la medida que refleja una codificacin perfecta de actos, personas, gestos, movimientos y objetos. Los gobiernos cuentan con rgidos protocolos y las liturgias catedralicias cuentan con un sacerdote ceremoniero, experto en los ritos, que, por ello mismo, van guiando las acciones, las lecturas, los cnticos y las posturas de todos los dems actores. Dice Andrs Ortiz-Oss que: Se puede concebir al hombre como un animal cultural o simblico, ya que en todos los casos se pone de manifiesto el fundamental carcter proyectivo o co-creador del hombre, el cual se define frente al animal por su capacidad metafrica o transformadora de lo real dado en visiones, articulaciones de sentido o concepciones del mundo. La clave simblica de toda cultura est en el sistema de creencias subyacentes, que funge como ideario o ideologa compartida en cuyo entramado se instalan las ideas, conceptos y reflexiones crticas. Desde esta perspectiva el mundo del hombre ofrece una realidad no meramente dada o bruta (animalesca) sino una realidad cosmovisional o idealizada, una realidad transida de idealidad Las religiones constituyen los espacios simblicos en los que de manera especialmente eficaz se resume el carcter proyectivo y cocreador del hombre, en la medida que conforma visiones del mundo coherentes y armnicas, y, a la vez, propuestas de conducta determinadas por una forma de comprender los actos
moralmente buenos. Junto a ello destacan los sistemas de creencias como articulaciones de sentidos referidos al mundo trascendente y, como rebote, al mundo material actual. En lo religioso nada, absolutamente nada escapa a una significacin de orden divino, ni la vida cotidiana, ni el rito litrgico, ni los implementos materiales, ni, sobre todo, las palabras. En este orden de cosas, las jerarquas religiosas se convierten en administradoras de los secretos, de los ritos y de las palabras, diramos, en el caso de la Iglesia Catlica, administradores de los sacramentos, derecho exclusivo que, en la misma lgica eclesial, deriva de una concesin divina y en cuyos trminos se explica el poder. Se trata del poder de dar o negar, como de perdonar o retener, de abrir o cerrar las puertas del Paraso. Este poder de administrar se extiende hasta las religiones indgenas, ah donde los curanderos, dueos de las frmulas de sanacin fsica y espiritual erigen su poder ante la comunidad con base en los ritos, en las limpias y en el conocimiento de las hierbas curativas. En un caso, tanto como en el otro, ese poder se convierte en poder real sobre las vidas y las conciencias de los creyentes. La administracin, interpretacin y enseanza de los mitos constituye una fuente fundamental del poder de las religiones, particularmente por su carcter fundacional y originario. El mito es una historia sagrada en donde se relata un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el tiempo fabuloso de los comienzos. El mito es siempre el relato de una porque en l se narra cmo, en virtud de la emergencia de una accin de los dioses o los seres sobrenaturales, algo ha sido producido, ha comenzado a ser (Solares, 2001: 108). Todos los libros sagrados constituyen resmenes de mitos sobre la creacin del hombre y del universo, por la accin de los dioses, pero junto a ello conjuntan una gran cantidad de experiencias heterogneas por lo que es difcil plegarlos a una definicin (Solares, 2001: 107), es decir, que los mitos no vienen puros, sino mezclados con las historias derivadas de la tradicin oral, con las que, en sentido estricto se identifican; por ello, justamente, son requeridos los servicios de los hermeneutas de los textos sagrados, entre los que figuran, por derecho propio y casi en exclusiva, los miembros de las jerarquas religiosas, verdaderos iniciados en la significacin mediante un conocimiento y un discurso que, a la vez que, representa una fuente del poder jerrquico de las religiones anticipa el destino glorioso o funesto de los feligreses. El destino humano est en la palabra, la nica que supera las escisiones entre lo inteligible del mundo material, inmediato y simple, y lo ininteligible del mundo espiritual, secreto e incomprensible, perfilado en el misterio y el dogma. Es la palabra la que supera la frontera entre el orden de lo mundano y el orden de lo sagrado, particularmente en sus formas de oracin, invocacin y conjuro. Por ello la liturgia es liturgia de la palabra, en el doble sentido de la convocatoria divina, peticin y perdn, y Palabra en el sentido del Dios Encarnado que transmite el mensaje salvfico del Padre. La palabra est lejos de ser juego de sonidos vacos, pues conjuga significados, acciones y fuente originaria. Dice Solares que Las palabras entraan un potencial mgico porque no se encuentran separadas del poder que las acciona y ello les otorga su calidad sagrada y realizativa: al paso de un dios las rocas se movan, los ros se desviaban, los mares se estremecan (Solares, 2001: 109). Pero las palabras, en boca de los profetas y por mandato de Dios, adquiran un poder semejante de transformacin del medio fsico y de la salud humana. No obstante, es necesario reconocer que hoy, la palabra religiosa ha perdido su significado y sentido fuerte, a fuerza de simplificaciones excesivas y lecturas al revs, es decir, al conferir el sentido de hoy a los textos de ayer, con lo que se desvirtan los hechos y mensajes de la antigedad y, a la vez, se amplifica viciadamente el alcance significativo de las palabras de hoy volcadas retrospectivamente. Solares afirma que La palabra que nombra es palabra que realiza, fuerza que al significar configura los lmites y contornos del Mundo y sus objetos Y recuerda que en griego, mitos quiere decir palabra. Pero palabra como realidad, como testimonio inmediato de aquello que fue, que es y que sercomo autorevelacin del ser . Mediante la palabra se bendice, se maldice, se admite, se expulsa, se canoniza, se ensea, se castiga, se advierte. Mediante la palabra se conforman las conciencias y se define la moral. Por ello, quien posee el dominio de la palabra posee el poder de las conciencias y de las conductas, de los sentimientos y de las acciones. El poder religioso es un poder cimentado en la administracin de la palabra.
4.- Discurso y polmica Hemos sealado que el poder se construye desde la perspectiva semitica y semntica, lo que quiere decir que se edifica a partir de los ritos, tales como las liturgias de todo tipo, desde las de iniciacin hasta las de finiquito de la vida, las de incorporacin a la comunidad y en particular a la comunidad jerrquica como la de expulsin de la comunidad de creyentes, con la prohibicin de recibir la administracin de los sacramentos. Junto a ello figura el secreto, el misterio, el dogma, lo no dicho, lo revelado, lo inexplicable. Junto a ello hemos sealado que el poder se construye y protege desde la perspectiva de la semntica, es decir, desde la significacin discursiva, desde la palabra, las oraciones, las declaraciones oficiales y el pensamiento heterodoxo. En buena medida, la teologa religiosa, particularmente la catlica, se fue definiendo como una lucha contra los gentiles, contra las sectas, las apostasas y las herejas. Es decir, la teologa naci en el contexto de la polmica por la fe. De esa manera, los principales apologistas, Agustn de Hipona y Toms de Aquino fueron los telogos que dieron perfil, identidad y vocacin al credo religioso. Sin embargo, las apologas y la polmica no han quedado cabalmente resueltas, ni mucho menos de una vez y para siempre, sino que siguen abiertas, pues mientras exista pensamiento crtico y nuevas realidades sociales, humanas y cientficas que obliguen a la reflexin se escribirn teologas, cuyos representantes sern ortodoxos algunos y otros heterodoxos. 5.- El cuidado del poder En la estructura religiosa todo est codificado, todos conocen a la perfeccin su papel, todas las frases estn previstas, los atuendos son uniformes, segn el grado jerrquico y todo posee el nivel simblico al que le corresponden significaciones unvocas. No hay pues, margen al error, a la ambigedad de significados, pero tampoco se presenta la posibilidad de significados analgicos, que puedan abrirse a hermenuticas diversas. Todo esto se sabe porque est previsto en el derecho cannico y en los motu propios que firm en vida el Pontfice. En el caso de Sede Vacante, los cardenales, por su parte, poseen algunos estrechos mrgenes para decidir y organizar detalles en torno al funeral y a la organizacin del Cnclave. Sin embargo, aunque tericamente poseen el sentido de un Senado de la Iglesia o de un equipo de asesores del Papa, sus mrgenes de determinacin en asuntos de la Iglesia, en ausencia y ya no se diga en presencia- del Pontfice, son prcticamente nulas. En este celo que se expresa no solamente bajo la direccin en vida del pontfice, sino que se extiende ms all de su muerte podra haber una preocupacin por riesgos de que se tomen decisiones en contra de la unidad del pueblo de Dios, de la doctrina o de la moral. Pero visto desde un punto de vista poltico se reconoce un absolutismo monrquico como no existe paralelo en otros estados. Por citar un caso, cuando el prncipe Rayniero de Mnaco estaba gravemente enfermo y sin posibilidad de ejercer sus funciones gubernamentales, el Consejo de Estado nombr regente al prncipe Alberto, quien a la muerte de su padre fue declarado formalmente el titular del pequeo principado. En la estructura del Estado Vaticano no existe la posibilidad de una regencia y las decisiones importantes quedan canceladas o postergadas hasta la eleccin del siguiente pontfice. As lo define la misma normatividad. Ms all de asuntos corrientes, propios de la administracin habitual, que pueden resolver los titulares de los dicasterios, ningn asunto importante puede ser abordado y mucho menos decidido, como el nombramiento de obispos o la ereccin de nuevas sedes. En suma, durante el perodo de sede vacante ni el cardenal secretario de Estado tiene verdaderamente poder, como no sea para asuntos menores. Ninguna otra monarqua absoluta limita tanto las acciones de quien ocupa el segundo lugar en la jerarqua de poder, y ninguna otra concentra tanto poder en una sola persona. Podramos interpretar esta sucesin apostlica como el derecho de primogenitura del Antiguo Testamento. El efecto derivado de esta primogenitura del poder radica en una responsabilidad excesiva en hombros de una sola persona, y la liberacin del poder de anlisis, poder y responsabilidad de los dems actores, como los titulares de los dicasterios romanos, de las dicesis en el mundo o de los snodos de obispos regionales y de las conferencias episcopales nacionales. 6.- Los smbolos y los ritos Los ritos constituyen en s mismos una fuente del poder religioso porque estn situados entre dos mundos, el espiritual y el terrenal. Los funerales de un monarca o de un presidente de una repblica pueden ser lo
solemnes que se dese, segn los respectivos protocolos, que suelen ser muy densos, segn la sociedad y la historia. Pero ms all de una liturgia celebrada por el representante de la iglesia metodista, presbiteriana o de cualquier signo en la que el difunto hubiese sido educado, no hay nada en el protocolo oficial que haga sentir a los presentes una dimensin de santidad o de beatitud. En cambio, durante los das del funeral del Papa Juan Pablo II, por aclamacin popular se le reconoci como santo. De ah que no hubo que esperar mucho a que el nuevo Pontfice Benedicto XVI iniciara formalmente el procedimiento de beatificacin, con exencin de diversos requisitos, tales como el tiempo mnimo obligado entre la muerte y la canonizacin, y milagros comprobados, que por lo dems, ya comenzaron a manifestarse, segn los testimonios de creyentes. Al seguir el curso de los rituales gracias a la cobertura detallada de los medios de comunicacin global fcilmente se identifica una fuerte carga de significacin simblica e histrica sobre la que comnmente no se reflexiona mucho. Es el caso del orden en las ceremonias, del espacio cerrado de la enorme baslica de san Pedro o el espacio abierto de la plaza, de los actores y espectadores, de los edificios, de la Logia Central de la Baslica, por la que aparece el nuevo Pontfice, o del balcn del departamento papal, los cuales constituyen aspectos visibles que todo el mundo conoce por la televisin o las publicaciones peridicas. Sin embargo, el puro juego de los espacios abiertos y cerrados constituye un ncleo de simbolizacin cuyo significado se asocia al poder espiritual y terrenal. 7.- El secreto como fuente del poder Una de las principales fuentes del poder religioso consiste, paradjicamente, en lo que no se ve, en lo que no se dice, es decir, en el secreto; o bien en lo que se cree, en lo que sin ver, sin constatar ni emprica ni mucho menos cientficamente, se asume como real y verdadero. La Santa Sede, en su espacio fsico, en las conductas, palabras y pensamientos de sus actores de alta jerarqua, en sus archivos, en sus discursos y homilas, es ms lo que calla y oculta que lo que dice y muestra. Recordamos que hasta antes del concilio Vaticano II la liturgia, particularmente en la Consagracin, se efectuaba a espaldas del pueblo y, si a ello aadimos que el rito se efectuaba en latn, entonces comprenderemos que ocultar, callar o hablar en un lenguaje no comprendido por todos constituye una fuente de poder. Una de las ceremonias ms secretas, pues en ellas va el juramento de silencio y la amenaza de excomunin automtica para el cardenal que divulgue informacin, es indudablemente el Cnclave. Slo los cardenales electores del anterior Cnclave, 117, poseen informacin, y nadie ms. Lo que figura en los diarios y libros sobre el tema es, sencillamente, especulacin y clculo. 8.- Poder civil y poder religioso La amalgama entre poder civil y poder religioso, tal como se ha dado en las teocracias constituye un aspecto que requiere su propio espacio de reflexin, pero indudablemente que juega un papel importante en la gnesis del poder religioso. De momento podemos reconocer que en la historia de innumerables pueblos se ha presentado en los gobernantes civiles y militares, con una gran fuerza, la tentacin de convertirse en divinidades. Pensemos por ejemplo en los csares y en los faraones, quienes no esperaban a morir para ser venerados como reencarnacin de Osiris o de Jpiter. Pensemos en los mausoleos y las pirmides. En el caso de los pontfices, la baslica de San Pedro se convierte en un enorme mausoleo, aunque no por ello pierda todas las dems cargas de significacin como centro mundial del catolicismo. Al pontfice romano no se le ha considerado nunca como encarnacin de Dios; pero en la prctica cotidiana y sin duda en los rituales funerarios se muestran altos niveles de veneracin como si se tratase de un hombre divinizado. Junto a ello, los ttulos de Su Santidad y Su Divinidad, o Su Beatitud se asocian a una participacin de un derecho que corresponde a Dios. Slo Dios es Santo, dicen las Escrituras. 9.- Rol de los medios de comunicacin en el poder religioso No debemos olvidar que los medios de comunicacin han venido jugando un papel extraordinario en el proceso de consolidacin del poder pontificio. Seguramente que el caso del Islam es similar, dado que las sociedades del norte de frica y del Medio Oriente de manera particular asumen la religin como parte de su organizacin civil, de sus leyes y normas. En el caso de Occidente, los medios de comunicacin han sacralizado hasta la fatiga la figura de los ltimos pontfices, particularmente de Juan Pablo II, destacando todas las expresiones simblicas del poder, aunque no siempre han desentraado las cargas de significacin.
Sin embargo eso no debe asombrarnos pues los medios masivos intervienen de manera cotidiana y contundente en la creacin, significacin y resignificacin de las expresiones simblicas de toda sociedad. De cualquier manera sigue estando presente el criterio de legitimacin del poder por las acciones, por los resultados y por las propuestas conceptuales orientadas hacia una mejor forma de vida. Puede convivir la religin, portadora de valores sublimes y el demonaco leviatn representante del poder?
Para muchos son realidades opuestas, sin embargo, siempre han convivido sin pasar desapercibidos. La religin fue la primera modalidad que tomaron los universos simblicos y que se expresaron en los mitos; relatos que constituyen forma de conocimiento, que no representan, sino que crean, construyen mundos. Los mitos conectan la realidad profana, no fundada en si misma, a la realidad sagrada o mtica fundante a travs del rito, que sirve apara evocar ritualmente los acontecimientos sobrenaturales, reactualizando de este modo al mito para hacerlo presente y as el hombre pueda ingresar al tiempo sagrado compartiendo las presencia de los dioses y hroes. Los mitos no conmemoran, sino que reviven en un tiempo circular la reiteracin de los hechos y lo heredan a las generaciones siguientes, brindando cohesin y reproduccin social. En la medida en que las sociedades se fueron haciendo ms complejas, un grupo se impuso sobre las mayoras con el fin de conservar sus privilegios e institucionaliz la relacin de poder. El clamor de los dominados y la apelacin por su condicin no basta para sustentar el poder del dominador, sino que se requiere de la legitimidad. Sobre el particular, BOBBIO dice que slo la justificacin hace del poder de mandar un derecho y de la obediencia, un deber. La legitimidad busca siempre fundamentarse en una creencia o en un sentimiento generalmente aceptado en su poca. Por mucho tiempo la religin fue la principal fuente de legitimacin del poder y su eficacia se debe a la capacidad de invisibilizar el carcter de construccin humana de las instituciones, trasladndola en el imaginario social y mgico-religioso al mbito de irrupcin de lo sagrado en el mundo para otorgar fundamento divino a todo lo que existe y establecer el principio que todo est constituido esencialmente por lo sagrado y forma parte de la naturaleza de las cosas. Qu opina del Divide et impera religioso?
Quizs el ttulo podr parecer una contradiccin en trminos para algunos. Pero ello en realidad depende de cmo definamos a la religin - lo cual se abordar a continuacin. Divide et impera, divide y reinars en latn como legado de la Roma imperial, es el principio que aplica cualquier forma de poder poltico, econmico, sicolgico, empresarial o cual sea - en aras de maximizar el dominio, y preservar la autoridad y el control. Es decir, fragmentando a la poblacin de tal manera de impedir una unificacin efectiva que pueda desafiar o abolir al poder imperante y status quo. Quizs el poder religioso como tal prescinda de dichas tcticas; sin embargo, lo cierto es que estamos sujetos a la definicin del concepto de religin - y de Dios que prevalece y que promueven las organizaciones religiosas, precisamente por su condicin de ser dichas instituciones estructuras de orden jerrquico, por su influyente rol en las sociedades y por no estar exentas del juego y el aparato poltico. Como organizaciones creadas por el hombre, las religiones estn sujetas a las imperfecciones, caractersticas y limitaciones que les son propias al ser humano. En una de sus charlas, ese gran sabio de origen hind que fue Jiddu Krishnamurti, aseveraba que el significado original del trmino religin es esencialmente uno: unin. Afirmaba que ese significado original ha ido corrompindose con el tiempo y por otros factores hasta llegar a ser asociado hoy da casi exclusivamente con Dios, la divinidad, o la reverencia. Aunque los estudiosos aun debaten sobre su definicin y preciso origen etimolgico, lo cierto es que hay una cosa que no se puede refutar: a pesar de su mensaje de amor y paz, el alto nmero de religiones que proliferan por el mundo en realidad no ha hecho otra cosa que contribuir a la divisin del hombre as como a confundirlo. Tal y como lo expres ste maestro en aquella misma charla: todas las formas de organizacin poltica han fallado, no han
solucionado los problemas humanos las organizaciones religiosas no han acabado con el sufrimiento humano, agonas, guerras y el caos que impera por el mundo, sino todo lo contrario: han separado al ser humano mediante creencias, dogmas, ritos y todo ese disparate. Que Dios es libre y demasiado grande para ser apoderado por grupo o institucin humana alguna es un principio congruente con la enseanza de Cristo, as como tambin de otros enviados espirituales. Sin embargo, este concepto es contrario a lo que promueven las organizaciones religiosas y que en dichos nombres pretenden operar. La rivalidad entre estas por la supremaca en definir a Dios, y su afn en adquirir proslitos, alienta la divisin entre el ser humano y fragmenta nuestra concepcin de lo divino. Dios va inquirido no en doctrinas, edificios ni en organizaciones humanas; sino, como dijo el griego Anaximandro, en lo indefinido: all donde el hombre no puede llegar corrompiendo ni imponiendo sus limitadas creaciones y, a menudo falaces, verdades. Como bien seala Krishnamurti, el problema humano es global, y debe ser afrontado de esa manera. Sin embargo, mientras prevalezca el ego y las religiones pretendan imponer la verdad mediante estructuras de poder, reinar la divisin a nivel global impidiendo una visin clara del mosaico de la vida. Cree usted que la sociedad y el poder religioso estn vinculado? En todas las sociedades poder y religin han ido estrechamente unidas, incluso hasta confundirse, como ocurre en el Islam. El caso de las iglesias cristianas, en especial la catlica, tiene algunas particularidades: se ha mantenido a lo largo de los siglos vinculada a poderes diversos pero guardando al mismo tiempo su independencia, de modo que el Vaticano constituye un poder espiritual y en buena medida material, a pesar de carecer de divisiones militares, industrias propias y casi de territorio propio. Los numerosos poderes polticos surgidos en Europa y Amrica desde el Imperio Romano, han encontrado su justificacin o su principio de legitimidad en las creencias cristianas, mientras que la Iglesia siempre ha mantenido su independencia de ellas. Salta as a la vista que el poder, para ser aceptado por la sociedad, precisa de una justificacin, una "legitimidad" procedente de fuera de l mismo. Esa justificacin tiene siempre un carcter por as decir metafsico, religioso por lo comn.
Desde hace siglos ha habido una tendencia a eliminar esa justificacin y sustituirla por otras. Estas se han presentado comnmente como inspiradas en la razn. Por ejemplo, el poder ya no vendra de Dios, sino "del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", en oposicin no forzosa pero sostenida por muchas corrientes al origen divino anterior. Se trata, en mi opinin y como ya he explicado, de una creencia metafsica y contradictoria, innecesaria para fundamentar la democracia.