Schmid, Josef - El Evangelio Segun San Mateo
Schmid, Josef - El Evangelio Segun San Mateo
Schmid, Josef - El Evangelio Segun San Mateo
^j \,u mu*
BI BLIOTECA
HERDER
I
BIBLIOTECA HERDER
SECCIN DE SAGRADA ESCRITURA
VOLUMEN 92
JOSEF SCHMID
BARCELONA
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1973
EDITORIAL HERDER
1973
Versin castellana de MERCEDES GONZALEZ-HABA, de la obra de JOSEF SCHMm, Das Evangellum nach Matthaus, Verlag Friedrich Puitet, Ratisbona '1965
NDICE GENERAL
Pgs
Siglas y abreviaturas
INTRODUCCIN
8
11
I. Los evangelios como fuente de la vida de Jess. Su carcter literario y teolgico. Su valor histrico II. La cuestin sinptica III. El Evangelio segn san Mateo 1. La tradicin de la Iglesia antigua sobre el primer Evangelio y su autor 2. Contenido y estructura del Evangelio de Mateo . . . 3. Caractersticas literarias y teolgicas del Evangelio de Mateo 4. Circulo de lectores, tiempo y lugar de composicin . 5. Relacin del Mateo griego con el original arameo . . . 6. El decreto de la Pontificia Comisin Bblica . . . . Bibliografa
PRELIMINARES, 1,1-4,11
g> Verlag Friedrich Pustel, Regensburg 965 Editorial Herder S.A. Barcelona /Espaa) 1966
11 22 33 33 34 36 47 49 50 51
53
Seccin primera: La infancia de Jess, cap. 1-2 Seccin segunda: Preparacin de la actividad pblica de Jess, 3,1-4,11 PARTE PRIMERA: ACTIVIDAD DE JESS EN GALILEA, 4,12-13,58 El sermn de la montaa, cap. 5-7 Jess taumaturgo, 8,1-9,34 La misin de los discpulos, 9,35-11,1 La incredulidad de los judos, 11,2-13,53
Es PROPIEDAD
PRINTCD IN SPAIN
ndice general
Pigs.
PARTE SEGUNDA:
1-20,34
JESS EN
CONTINUO
PEREGRINAR,
14,
333
Seccin primera: Jess fuera de Galilea, 14,1-16,12 Seccin segunda: Hacia la pasin, 16,13-20,34 PARTE TERCERA: LOS LTIMOS DAS DE JESS EN JERUSALN, cap. 21-27 Seccin primera: ltimas actividades pblicas de Jess, cap. 21-25 Seccin segunda: La pasin, cap. 26-27
RESURRECCIN DE JESS Y MISIN DE LOS DISCPULOS, cap. 28 . NDICE DE EXCURSUS .
333 353
SIGLAS Y ABREVIATURAS
Abd Act Ag Am Ap Bar Cant Col Cor Dan Dt Ecl Eclo Ef Esd Est x Ez Flm Flp
Gal
Abdfas Actos Ageo Amos Apocalipsis Baruc Cantar Colosenses Corintios Daniel Deuteronomio Eclesiasts Eclesistico Efesios Esdras Ester xodo Ezequiel Filemn Filipenses Glatas
Gen Hab Heb Is Jds Jdt Jer Jl Jn Job Jon Jos Jue Lam Le Lev Mac Mal Me Miq Mt
Gnesis Habacuc Hebreos Isaas Judas Judit Jeremas Joel Juan Job Jons Josu Jueces Lamentaciones Lucas Levtico Macabeos Malaquas Marcos Miqueas Mateo
Nah Neh Nm Os Par Pe Prov Re Rom Rut Sab Sal Sam Sant Sof Tes Tim Th Tob Zac
Nahm Nehemias Nmeros Oseas Paralipmenos Pedro Proverbios Reyes Romanos Rut Sabidura Salmos Samuel Santiago Sofonias Tesalonicenses Timoteo Tito Tobas Zacaras
APCRIFOS
Apocalipsis de Abraham Apocalipsis de Baruc Ascensin de Moiss Tercer libro de Esdras Cuarto libro de Esdras 7
Siglas y abreviaturas lHen Jub SalSl Sibil Test XII TestBenj TestLev Primer libro de Henoc Libro de los Jubileos Salmos de Salomn Orculos sibilinos Testamento de los doce patriarcas Testamento de Benjamn Testamento de Lev
Siglas y abreviaturas
TRANSCRIPCIN DEL ALFABETO HEBREO
NOTAS IMPORTANTES
Apol. bab.
BI C. Ap.
C. Gaud. Don.
Ca.
En los textos bblicos, los parntesis ( ) encierran palabras aadidas por el traductor, para mayor claridad; los corchetes [ ] versculos o partes de versculo que faltan en los textos ms importantes. En los ttulos de los comentarios, el asterisco *, que precede a la cita de un texto paralelo, indica que all es donde ms se extiende el comentario de los textos en cuestin. Para la traduccin castellana del Evagelio de san Mateo que damos con el presente comentario (ajustada a las variantes textuales adoptadas y comentadas por el autor), se parti de una primera versin directa del padre Serafn de Ausejo, O.F.M. Cap., dispuesta como base de trabajo para la Biblia Herder en preparacin.
Adversus haereses (san IRENEO) Historia Ecclesiastica (EUSEBIO) Jerosolimitano (Talmud) Tratados Pea de la coleccin rabnica llamada Misn Tratados Sabbat de la Miin Tratados Sanhedrin de la Min
Antiguo Testamento Nuevo Testamento Versin griega del AT por los Setenta captulo(s) comentario excursus versculo(s) y el versculo siguiente y los dos versculos siguientes y textos paralelos confrntese
INTRODUCCIN
I.
LOS EVANGELIOS COMO FUENTE DE LA VIDA DE JESS. S u CARCTER LITERARIO Y TEOLGICO. SU VALOR HISTRICO
Jess no escribi nada. Tampoco dio a sus apstoles el encargo de consignar por escrito el mensaje de salud por l anunciado ni el de escribir la historia de su vida terrena. El medio que haban de utilizar los apstoles para anunciar a todos los pueblos el Evangelio de Jess era el de la palabra oral y viva, la predicacin apostlica. Y para el cumplimiento de esta misin Jess les prometi su ayuda permanente (Mt 28,20), as como la del Espritu Santo (Act 1,8). Antes, pues, de ser redactados por escrito los Evangelios, transcurri cierto tiempo, durante el cual el eorn^w (la buena nueva de la salud aparecida en la persona de Jesucristo) solamente fue predicado en forma oral. Slo ms tarde, cuando los inmediatos testigos de la vida y de la predicacin de Jess, que fueron, en su calidad de testigos de vista y de odas, los primeros ministros de la palabra (Le 1,2), se dispersaron por el mundo, surgi la necesidad de fijar por escrito el contenido de esta predicacin, para trasmitirla a los contemporneos y a la posteridad mediante ese valor perenne que lleva consigo la palabra escrita. De esta suerte, los libros escritos venan a sustituir a los primeros ministros de la palabra. El hecho de que la palabra ztxx.-ff'kiov, que en un principio designaba la buena nueva de la salud anunciada oralmente, pasara luego a designar tambin los escritos que la contenan, demuestra que la Iglesia primitiva estaba plenamente convencida de la identidad existente entre la predicacin de los apstoles y el contenido de estos escritos, y, por consiguiente, de que tambin stos haban de contribuir a la difusin y a la conservacin segura y estable del men11
Introduccin saje evanglico, de la revelacin cristiana1. Nacieron, pues, estos escritos en servicio de la misin cristiana primitiva y como fiel reflejo de su espritu, a fin de despertar en unos la fe, y en otros confirmarla (cf. Jn 20,31). Los comienzos del evangelio oral coinciden, cronolgicamente, con los comienzos de la predicacin apostlica, iniciada el da de Pentecosts (Act 2,14ss), y son una misma cosa con ella. Pero en la intencin de los apstoles no entraba la idea de presentarnos en su predicacin una descripcin completa, definitiva, orgnica, de la vida de Jess, ni siquiera de su sola actividad pblica. Lo que ellos pretendieron proclamar o anunciar fueron ciertas sentencias de su Maestro, sus parbolas, sus disputas, sus milagros, y, sobre todo, su muerte y su resurreccin. La reunin de todos estos materiales sueltos y su correspondiente encuadramiento ambiental vinieron ms tarde, cuando lleg la hora de ofrecernos una narracin escrita. El origen y la finalidad de los Evangelios determinan tambin su forma literaria, la cual no permite encuadrarlos en ninguno de los gneros entonces existentes en la literatura griega. Los Evangelios no pretenden ofrecernos una biografa de Jess ni presentarnos una descripcin de su personalidad2. El inters histrico y biogrfico queda relegado ante el inters didctico religioso. Los Evangelios no persiguen ni un exacto orden cronolgico ni un tratamiento exhaustivo de su materia (cf. Jn 20,30s); callan en absoluto sobre la mayor parte de la vida de Jess, y los episodios que narran van por lo general aadidos asistemticamente unos a continuacin de otros, sobre todo en Marcos, el ms antiguo de nuestros evangelios, o agrupados segn la analoga de su contenido y ordenados en secuencias diferentes en cada uno de los evangelistas. El inters cronolgico est ausente de los Evangelios hasta tal grado, que basndose en los sinpticos resulta imposible determinar, ni siquiera en forma aproximada, la duracin de la actividad pblica de Jess. Su inters se centra, en cambio, en el hecho particular. Los
1. Cf. com. a Le 1,1-4. 2. Cf. com. a Act 1,1. 12
Evangelios no contienen la historia de Jess, sino narraciones histricas referentes a l. Slo en el relato de la pasin se destaca de manera ms decidida la concatenacin de los diversos acontecimientos *. Pero precisamente en este punto deja verse con especial claridad la diferencia entre la manera de exposicin evanglica y la de toda otra historiografa, ya que la pasin va narrada desde el punto de vista de que es voluntad divina y no humana la que determina su suceder. El inters topogrfico (determinacin exacta de localidades) tiene slo importancia insignificante en los Evangelios, y no muestran tampoco los evangelistas inters en encuadrar la historia de la vida de Jess en el acontecer general de la poca. Slo en Lucas encontramos un intento semejante, pero sin pasar apenas de un simple conato *, ya que sus fuentes no le permiten avanzar mucho en este camino. La existencia de personajes como Herodes, Caifas o Pilato, queda supuesta, lo mismo la del sanedrn judo y la de los fariseos, saduceos y escribas, pero sin que sean en ningn pasaje caracterizados con mayor detalle. La mayor parte de las personas que entran en contacto con Jess quedan en el anonimato; nada se nos dice del nombre del joven rico, del doctor de la ley o la hemorroisa. Tales vacos han sido llenados luego por la tradicin apcrifa, que deja ver, en estasfiguras,de esta manera, un inters de otro tipo, extrao a los Evangelios. Los discpulos de Jess aparecen, asimismo, apenas con un carcter individual, fuera del caso de Pedro. Slo por excepcin queda a veces explicado brevemente, para lectores procedentes de la gentilidad, un uso judo5. Sobre todo falta el enlace pragmtico de los acontecimientos narrados de la vida de Jess. Por otra parte, los evangelios son prcticamente la nica fuente que poseemos para el conocimiento de la vida de Jess, de donde se concluye que no puede ser escrita una vida de Jess, en el sentido moderno, con la pretensin de conseguir una exposicin histrica pragmtica de la misma utilizando slo el material trans3. Cf. la introduccin a la pasin en Marcos 4. Cf. 1,5; 2,1; 3,1. 5. Me 2,18; 7,3s.
13
Introduccin
mitido histricamente. Tal empresa sera no slo impracticable, sino que adems, estara totalmente desprovista de valor religioso, al lado de la finalidad de la exposicin evanglica, que es poner de relieve el significado de la persona de Jess en el hecho de la redencin. Segn su forma literaria son, pues, los Evangelios algo nuevo (tampoco en el AT se encuentran verdaderos precedentes), un gnero aparte. Los Evangelios no son obras de arte literarias, debidas en su ser y su configuracin a una personalidad literaria, sino compilaciones, consistentes en gran nmero de diversas unidades aisladas, narraciones referentes a Jess o palabras de l. De ah se explica tambin que sus autores sean annimos. Ellos no fueron los creadores de esas diversas unidades aisladas, sino que las encontraron ya preformadas, contentndose con elaborarlas cuidadosamente segn puntos de vista estilsticos, o tambin temtico o didctico. Lo que se les debe en la obra es, en esencia, slo el marco en que han quedado reunidos en un todo los diferentes pasajes aislados. Este marco, en su mayor parte, no tiene como base la tradicin, sino la actividad redaccional misma del evangelista; dentro de los Evangelios supone tambin la parte ms reciente y es en si un esquema artificial, como se prueba, de manera clara, confrontando entre s los textos sinpticos. Las diferentes unidades de que estn compuestos los Evangelios muestran en cuanto a la historia de su forma una especial analoga con los relatos sobre frases, hechos y experiencias de los rabinos de la literatura de la tradicin juda. Caracterstica para la mayor parte de los relatos evanglicos es una extrema concisin en su forma, incluso en el mismo Marcos, a pesar de ser el que entre los sinpticos nos ofrece, por lo general, mayor colorido en sus descripciones y narraciones. Esta concisin de forma puede observarse de modo especialmente claro en los llamados paradigmas o apotegmas, en los que el relato de un episodio tiene slo el fin de ir formando el marco para presentar alguna frase importante de Jess, que no sera inteligible sin este requisito. En este gnero pueden incluirse tambin las llamadas discusiones, en las que en muchos casos no llega a desarrollarse, en la forma a nosotros transmitida, un verdadero dilogo: no se da la exposicin de un tema determinado por medio de 14
una propuesta y su correspondiente rplica, sino que el papel del contrincante en la discusin es slo el de provocar las palabras decisivas de Jess. Junto a estas breves formas narrativas, se da otro tipo, menos corriente6, designado por Dibelius con el trmino de Novelle, que se distingue por cierta amplitud de la exposicin y por la viveza y el colorido del relato. Tambin este gnero se basa en la fuente del recuerdo y no tiene necesariamente que suponer un grado tardo, secundario, de la tradicin 7. Entre estas dos formas de la tradicin hay tambin grados intermedios. La forma de las unidades particulares, de las que estn compuestos los Evangelios, as como la forma literaria de estos en su conjunto, est determinada en un grado mucho ms alto que por la individualidad literaria de cada uno de los evangelistas, por su finalidad religiosa didctica, por el puesto que ocupaban en la vida (Sitz im Leben) de la comunidad primitiva. Los milagros son narrados por el poder de Jess que en ellos se revela, las discusiones sirven en toda su composicin para enmarcar alguna sentencia decisiva de Jess8, de importancia aun para la comunidad primitiva en su afirmacin ante sus adversarios judos. Los distintos pasajes que, en Mateo, componen la historia de la infancia estn conformados desde el punto de vista de la comprobacin de las profecas del AT. Para la mayora de todos estos relatos es, con todo, caracterstico la notificacin de slo los datos esenciales en la forma ms concisa posible, lo cual contribuye precisamente a poner de relieve de manera clara la significacin religiosa de su contenido. La explicacin del carcter literario de los evangelios aqu expuesta se debe sobre todo al mtodo de la historia de las formas (Formgeschichte), cuyos principales creadores y ms destacados representantes son M. Dibelius y R. Bultmann. Por el mtodo de la historia de las formas se ha completado y en parte corregido la exgesis criticoliteraria llevada a cabo por la investigacin en el siglo XIX.
6. a . Me 4,35-5,43; 6,17-29; 9,14-29; Le 24,13-35. 7. Cf. el comentario preliminar a Me 4,35-5,43. 8. Cf. Me 2,1-3,6; 11,27-12,37 y par.
15
Introduccin Este mtodo parte del hecho incontrovertible de que el Evangelio, esto es, el mensaje sobre la persona y la obra de Jess, fue transmitido en un principio, durante decenios, slo enfrma oral, y trata de dilucidar las leyes y motivos que actuaron en la configuracin de esta tradicin en un principio oral, deducindolos de los evangelios escritos conservados para nosotros. Los evangelios tienen su origen en la predicacin paleocristiana entendida la palabra en sentido amplio, como predicacin misional, catequesis de la comunidad y polmica con el mundo judo, y estn a su vez al servicio de la misma. Esto quiere decir tambin que son un documento de la fe de la comunidad cristiana primitiva. Un inters puramente histrico (en el sentido de la historiografa moderna) por la persona y la obra de Jess, no lo hubo nunca en la comunidad paleocristiana. Los evangelios son pues literariamente distintos de las obras histricas griegas de su poca, y su finalidad no es la historiografa; pero, as y todo, es claro que pretenden dar un contenido de carcter histrico y aun en ms alto grado que las obras de historiografa griega contempornea. Los evangelios no pretenden contar la vida de Jess en forma biogrfica, sino dar a conocer, predicar, la salvacin aparecida con la persona de Jesucristo. Y ello lo hacen dando cuenta de lo que Jess hizo y habl realmente segn el testimonio de testigos de vista y odo, que en parte eran sus mismos autores. La figura de Cristo consignada en ellos es la de la fe paleocristiana, lo cual no quiere decir que tal imagen tenga que ser por ello falsa, creacin de la fe de la comunidad misma, como si tal fe no pudiera ser entendida sino como capacidad creadora y transformante. La cuestin de la historicidad de los evangelios constituye el problema central de la investigacin sobre ellos. En el enjuiciamiento de este problema hay que partir de la relacin existente entre los evangelios y la predicacin misional paleocristiana. El contenido y el carcter de sta ltima nos son conocidos por los Hechos de los apstoles y las cartas del NT. Los discursos de Pedro9 y de Pablo10 transmitidos en los Hechos de los apstoles tienen evidentemente, con9. Act 1,15-22; 2,14-36; 3,12-26; 4,8-12; 5,29-32; 10,34-43; 15,7-11. 10. Act 13,16-41; 17,22-31; 20,18-35.
siderados en su conjunto, un fuerte carcter esquemtico. En ellos, lo individual queda pospuesto a lo tpico, con lo que dan una prueba de que el centro de la predicacin misional paleocristiana no lo formaba el inters biogrfico en cada uno de los hechos de la vida de Jess en cuanto tales, sino la significacin redentora de la vida, los hechos y las palabras de Jess. La historia, aun cuando sea evidente su funcin de fundamento, est subordinada a consideraciones de orden religioso y a su servicio. Esta observacin, decisiva para la comprensin del carcter de la predicacin misional paleocristiana, es tambin de importancia para un recto enjuiciamiento de los evangelios, cuyo carcter literario slo por ella puede comprenderse. Precisamente por estar al servicio de la predicacin misional, no pueden los Evangelios constituir, en el sentido corriente de la palabra, obras histricas, cuyo fin es nicamente consignar los datos histricos como tales. De ah se explican sus lagunas materiales, la forma inconexa de sus pasajes, puestos simplemente unos a continuacin de otros y la falta casi absoluta de inters cronolgico. Ningn fundamento histrico crtico ofrece el juicio de algunos eruditos modernos, de que precisamente este carcter de los Evangelios sea la seal ms segura de que su contenido no puede ser histrico en sentido estricto, puesto que, segn eilos, no hacen sino dibujar una retocada imagen de Cristo, en cuya formacin tienen parte, por igual, la historia, la leyenda y el mito. Este juicio surge de una actitud dogmatista y ha sido formulado partiendo del prejuicio filosfico de que esa figura de Cristo, a causa de los rasgos maravillosos que la caracterizan, no puede corresponder a la realidad histrica. A semejante juicio tiene que objetarse el hecho de estar los relatos evanglicos vinculados a la tradicin, destacado, en grado sumo, precisamente por los representantes del mtodo de la historia de las formas. No slo en el prlogo de Lucas (1,1-4) hallamos referencias a una tradicin; tambin los discursos de Pedro consignados en los Hechos de los apstoles remiten a lo que los oyentes mismos saben de la historia de Jess u , y a lo mismo remite Pablo, al hablar de la
11. Act 2,22; 10,37ss. 17
16
Introduccin institucin de la eucarista (ICor ll,23ss) y dlas apariciones del Resucitado (ICor 15,3ss), a la tradicin de la comunidad primitiva, y puede, por ello, destacar la conformidad entre su predicacin y la de los primeros apstoles (ICor 15,11). Cuando la eleccin del nuevo apstol para completar el colegio de los doce (Act 1, 15-26), se insisti especialmente en que fuera escogido alguien que hubiera sido testigo de vista y odo de la vida y la predicacin de Jess. Esta estrecha vinculacin a la tradicin de los testigos de vista primeros es tambin una garanta de que el Evangelio no haba sufrido ninguna transformacin en su contenido a su paso al mundo helenstico. Slo se cambi la vestidura exterior del idioma. Esta uniformidad de la predicacin cristiana primitiva basada en su relacin con el testimonio de los testigos de vista y en la fidelidad al mismo, se infierefinalmentetambin de los Evangelios mismos. Una comparacin de los tres sinpticos entre s pone de manifiesto, que, a pesar de la diversidad de fines individuales, de disposicin y conformacin literaria, la figura de Cristo es la misma en los tres evangelistas, y que todos ellos se sirven de la tradicin con gran respeto religioso, especialmente en lo que se refiere a las palabras del Seor. El mismo principio que deja verse en la comparacin de los textos paralelos de los sinpticos, puede suponerse tambin para la poca que se extiende entre los evangelistas y los hechos mismos por ellos consignados. Es un hecho evidente que los evangelios pretenden dar noticia de hechos realmente histricos, tambin cuando narran sucesos milagrosos, y esta pretensin queda apoyada y sostenida por su conexin y enlace con la ms antigua tradicin evanglica. Los tres evangelios ms antiguos estn adems distanciados por slo un breve espacio de tiempo de los acontecimientos mismos en ellos consignados y se basan en relatos de testigos de vista. Tambin en su contenido pueden verse muchos rasgos que tienen que ser considerados como signos inequvocos de su historicidad. El autntico olor de la tierra de Palestina puede ser en ellos percibido a cada paso, y la exactitud objetiva de las situaciones en ellos descritas o presupuestas es comprobable por otras fuentes, principalmente judas (Flavio Josefo y la literatura rabnica).
18
Carcter literario de los evangelios Los discpulos de Jess no quedan idealizados, sino presentados sin prejuicios ni miramientos en la limitacin de su mentalidad juda an y su lentitud en la comprensin de la persona, la doctrina y la misin de su Maestro, sobre todo por Marcos. Una escena como la de la agona de Jess en Getseman, donde aparece pidiendo, con temblor y temor, que se aleje de l el cliz de la pasin, no puede ser creacin de piadosa fantasa, como tampoco el relato de la ignominiosa negacin de Jess por Pedro, momentos antes tan seguro de s mismo. Tambin el pueblo judo queda caracterizado a lo vivo, en su constitucin social y religiosa, en sus costumbres, afanes y esperanzas, as>' como en su actitud ante Jess, surgida de todo ello. Exactitud histrica caracteriza tambin la exposicin de las concepciones teolgicas y de la prctica religiosa de los escribas y sus adeptos los fariseos, de los saduceos y de personajes como Herodes el Grande, Pilato y Herodes Antipas. Los milagros de Jess consignados en los Evangelios se distinguen en alto grado de los narrados en la literatura novelesca griega, entre la que tienen que ser contados tambin los Evangelios apcrifos y los diversos libros de Hechos de los apstoles escritos en fecha tarda. Lo caracterstico en los relatos de milagros en los Evangelios es precisamente la sobriedad y la reserva, que renuncia a toda clase de efectismo. Tal distincin puede ser considerada como accidental slo por aquel que, a priori, considera como ahistricos los relatos de milagros. Con especial fidelidad y respeto para la forma del texto estn transmitidas las palabras de Jess. Slo que hay que librarse en su enjuiciamiento de la idea de que los discursos largos, tal como se encuentran sobre todo en Mateo, sean unidades originarias y reproduccin literal de lo que Jess hubiera dicho en una ocasin determinada. La forma de las palabras de Jess en los Evangelios (paralelismo de los miembros, reminiscencias e imgenes del AT, perfrasis del nombre de Dios, conclusiones de lo ms fcil a lo ms difcil, parbolas, contestacin de una pregunta proponiendo a su vez otra), por su semejanza evidente con las de la tradicin rabnica, denota que son genuinas y autnticas. Los elementos alegricos exis19
Introduccin
tentes en las parbolas de Jess, que en el pasado se crey tener que considerar como una seal de elaboracin posterior, pueden, en efecto, acreditarse, en parte, como resultado de tal elaboracin el empleo de las parbolas para la parnesis de la comunidad, pero tienen tambin sus paralelos en las parbolas de los rabinos. Aun en la versin griega puede reconocerse claramente en muchas de las sentencias de Jess su forma semtica originaria, y precisamente tambin en algunas de las que antes haban sido declaradas creaciones tardas12. Cierto que tambin en este punto se dan notables divergencias de forma en textos paralelos13, pero, en general, concuerdan los Evangelios con mucha mayor exactitud en la reproduccin de las palabras del Seor, que no en las partes narrativas ". Se puede pues observar, por una parte, que las palabras del Seor fueron tratadas en la tradicin con particular respeto. De otra, la comparacin de los textos paralelos muestra que raramente se da una coincidencia estrictamente literal de ellas en todos los evangelistas. El concepto de fidelidad literal estricta era extrao a la tradicin cristiana primitiva y al variar la forma de un texto no se tena conciencia de falsear su sentido. Tambin el inters teolgico o religioso (su Sitz im Leben, segn terminologa del mtodo de la historia de las formas), que motivaba la conservacin de estas palabras de Jess y la narracin de sus hechos y de su destino, ha actuado de conjunto en la conformacin de la tradicin. La comunidad primitiva tomaba las palabras de Jess como pronunciadas para ella, lo que trae consigo, de manera necesaria, que la forma de muchas sentencias de Jess, tal como las encontramos en los Evangelios, refleje en s la situacin de la comunidad misma. Con frecuencia tienen tambin que ser desligadas las palabras del Seor, sobre todo en Mateo, de su contexto artificial, para que pueda ser entendido exactamente su sentido originario. La mayor parte del material ofrecido por los evangelios no se encuentra slo en uno de ellos, sino en dos o tres; algunos pasajes, en los cuatro. Este hecho no significa que tales pasajes posean mayor
12. Cf., por ejemplo, Mt 16,18. 13. Cf. infra, p. 23s. 14 Cf., por ejemplo, Mt 11,21-23 = Le 10,13-15; Mt 12,43-45 = Le 11,24-26; Mt 23,37-39 = Le 13,34s. 20
grado de credibilidad histrica que los transmitidos por un solo evangelista, ya que los textos paralelos de los sinpticos no son independientes entre s. Por otra parte, esta circunstancia de que los tres evangelistas ms antiguos den cuenta, en su mayor parte, de los mismos hechos y dichos del Seor, mientras que muchos otros milagros hizo Jess ante sus discpulos (Jn 20,30), significa, desde nuestro punto de vista actual, antes una ganancia que no una prdida, ya que por la comparacin de los textos paralelos se ofrece a la crtica la posibilidad de investigar, hasta el menor detalle, la forma en que los evangelistas han hecho uso de sus fuentes. Los principios as descubiertos, segn los cuales procedieron cada uno de los evangelistas, pueden ser despus aplicados a la tradicin evanglica en absoluto, tambin para la poca transcurrida entre los evangelios que nos han sido transmitidos y los acontecimientos en ellos narrados. El mismo procedimiento permiten tambin los llamados dobletes o duplicados, esto es, pasajes que dan cuenta dos veces de un mismo episodio segn tradiciones distintas ". En tales textos paralelos deja verse de manera clara y categrica, junto a la individualidad literaria y fines especiales de cada uno de los evangelistas, tambin su grado de fidelidad a sus fuentes. As se comprueba por ejemplo, que Mateo y Lucas atenan o suprimen del todo ciertos detalles narrados por Marcos con toda naturalidad, que parecen daar la dignidad de Jess o ser gravosos para los discpulos, procedimiento pedaggico que, a pesar de no estar de acuerdo con el ideal de la moderna historiografa, no, por ello, supone un falseamiento de la realidad. Al observar que Mateo aprovecha siempre la ocasin de remitir al hecho del cumplimiento de la profeca del AT en la vida de Jess, hay que tener en cuenta que tal interpretacin teolgica de la historia de Jess va siempre superpuesta a la tradicin misma, pero no la crea por su parte. Y si Lucas muestra un especial inters en presentar a Jess como el amigo de los pobres y el salvador de los pecadores, si le resultan
15. Cf., por ejemplo, Me 3,22-30 = Le 11,14-23; Me 4,30-32 = Le 13,18s; Me 6.1-6 = Le 4,16-30; Me 8,11-13 [ = Mt 16,1-4] = Le 11,29-32 [ = Mt 12, 38-42]; Me 9,42 = Le 17,ls; Me 10,lls = Le 16,18 21
Introduccin
La cuestin sinptica
de especial importancia los duros juicios de Jess sobre la riqueza y los ricos y sobre el deber de la limosna, slo es que se encuentran en su evangelio subrayadas y destacadas cosas que, en s, aparecen tambin en Marcos, el ms ingenuo y ms libre de reflexin teolgica de todos los evangelistas. El propio Lucas ha desposedo el Evangelio, en la medida de lo posible, de su trasfondo judo; ello no significa ninguna mutilacin ni falsificacin, ya que, al mismo tiempo, no lo ha helenizado 1". Lo fundamental en los Evangelios, la figura de Cristo, es en los tres sinpticos lo mismo. Al pasar de un evangelista a otro posterior no se aaden rasgos ms tardos, de carcter divino. La afirmacin de que Lucas, y hasta el mismo Marcos, dependan de la teologa paulina est demostrada como errnea. La conciencia de su propia persona que Jess pone de manifiesto en todas sus palabras y acciones, es la misma en todos los Evangelios. En favor de la credibilidad de la imagen de Cristo presentada en los Evangelios abogan, y no en ltimo lugar, la impresin total causada por ella, su armona y grandeza sin par, la unin de rasgos enteramente humanos con otros sublimes y divinos. En ello radica el motivo por el que no puede haber sido creada por una conjuncin de historia, leyenda y mito. El Cristo de los evangelios, que es tambin el de la fe paleocristiana, no es otro que el Jess histrico, y la imagen de l transmitida por los evangelios no encubre, por tanto, a la posteridad la visin del Jess real y autntico de la historia.
II.
LA CUESTIN SINPTICA
En lo que alcanza nuestro conocimiento de la tradicin, y de modo seguro desde la primera mitad del s. n, cuatro evangelios ni ms ni menos, han sido reconocidos en la Iglesia como cannicos. es decir, como parte integrante de las sagradas Escrituras. Ya Ireneo17 vio en este nmero cuatro de los evangelios, o mejor
16. Cf. la introduccin a Le 6, hacia el final.
17. IRENEO, Haer. m, 11.8.
en el carcter cudruple del nico evangelio, un imperativo providencial. Segn el profeta Ezequiel, cuatro querubines dan apoyo al carro del Todopoderoso y, segn el vidente del Apocalipsis, cuatro misteriosas figuras rodean tambin el trono de Dios. Todo ello supone una profeca del AT y una confirmacin, en el Nuevo, de que, en la plenitud de los tiempos, el Seor ser llevado por los mbitos de la tierra sobre la cuadriga de los evangelios. Entre los cuatro evangelios, los tres primeros, que son tambin los ms antiguos en el tiempo, forman un grupo ms estrecho entre s, junto al cual el Evangelio pneumtico o espiritual " representa un tipo distinto de bien determinada fisionoma. Desde J.J. Griesbach (1776) se acostumbra a dar el nombre de sinpticos a los tres ms antiguos evangelistas, por mostrar tan amplias concordancias en la seleccin y ordenacin del material y en la forma de su texto, y estar entre s en una relacin de parentesco estrecha, que, de colocar sus textos paralelos en columnas contiguas, se hace posible, mediante una vista de conjunto, (sinopsis), una ms exacta comprensin de los mismos. La existencia de analogas y diferencias entre sus textos constituye la cuestin sinptica, que es desde mediados del siglo xvm uno de los problemas ms discutidos de la ciencia neotestamentaria en general. El estado de cosas a que la cuestin sinptica hace referencia es con ms detalle el siguiente: 1. De los 661 versos (sin contar 16,9-20) de Marcos, el ms breve de los tres sinpticos, slo unos 30 son exclusivos a su evangelio. Todos los dems se encuentran tambin en Mateo y Lucas, o al menos en uno de ambos. Aparte del material que les es comn con Marcos, ofrecen Mateo y Lucas aproximadamente unos 240 versos esto es, ms o menos 1/5 de cada uno de sus evangelios en comn, que contienen casi en su totalidad 19 slo palabras de Jess. El resto de Mateo (ms o menos 1/4 de su obra) y de Lucas (aproximadamente 2/5 son exclusivos de cada uno de ellos.
18. CLEMENTE DE ALEJANDRA citado por EUSEBIO, HE, vi, 14,7.
19. Aparte de la tentacin de Jess en Mt 4,1-11 = Le 4,1-13, y la curacin del criado del centurin de Cafarnam, Mt 8,5-13 = Le 7,1-10. 23
22
Introduccin
La cuestin sinptica
2. El material comn a los tres sinpticos, o a dos de ellos, aparece por lo general en el mismo orden en todos. Todos hacen comenzar Ja actividad pblica de Jess con la presentacin y la predicacin de penitencia de su predecesor, Juan Bautista, con el bautismo en el Jordn y las tentaciones de Jess, y se limitan luego en la poca que precede al viaje a Jerusaln para la fiesta de la pascua, en que fue crucificado, a Galilea y sus alrededores, no dando noticia alguna de los repetidos viajes de Jess a Jerusaln y de su actividad en Judea, referidos por Juan20. Lucas ofrece, aparte dos excepciones de poca importancia, todo el material que le es comn con Marcos, exactamente en el mismo orden que ste. Mateo presenta en la primera parte de su obra (hasta el captulo 13) una ordenacin distinta a la de Marcos (y Lucas), pero a partir del cap. 14, hasta el final, ofrece todos los pasajes comunes con Marcos en el mismo orden que ste. Para poder enjuiciar, de manera exacta, e alcance de estas coincidencias en la seleccin del material, en las indicaciones del marco geogrfico (Galilea) y en la ordenacin, hay que tener en cuenta que se trata slo de una seleccin hecha de entre un nmero mucho mayor de hechos y dichos de Jess, cuyo escenario era, en parte, Judea y Jerusaln, y que la concatenacin en que los sinpticos ofrecen los diferentes pasajes, no es de carcter tan estrictamente histrico que la coincidencia resulte de la realidad misma, sino, en gran parte, slo de tipo casual. 3." Tambin en la forma del texto de sus relatos comunes concuerdan casi de continuo los sinpticos hasta en los ms pequeos detalles en cuanto a terminologa y construccin gramatical, y en general con mucha mayor exactitud en las palabras del Seor que no en las partes narrativas. Junto a esto se encuentran tambin, y a veces dentro del mismo pasaje, diferencias de lenguaje ms o menos grandes. No es siempre el caso que las diferencias se limiten a contenidos de poca importancia y al contrario las coincidencias, ya que frecuentemente las
20. Jn 2,13; 5,1; 7,14. 24
diferencias no se limitan a las palabras 21, y, por otra parte, se dan muchas coincidencias en las frases secundarias 22, en palabras raras o en formulaciones poco usuales; cf., como ejemplo de tales conjunciones de analogas y diferencias en la forma lingstica, el padrenuestro 23, la curacin de un paraltico 2 \ o la parbola de los viadores homicidas 25. De todo ello resulta que las coincidencias entre los Evangelios no pueden explicarse tomando por base el hecho de la inspiracin de los evangelistas, ni pueden atribuirse a la exactitud de los relatos; esto ltimo no cabe tampoco suponerlo por tratarse de textos griegos, esto es, de traducciones de discursos y relatos rameos. Una solucin efectiva del problema inherente a estos hechos tiene que explicar tanto las coincidencias en la seleccin del material, ordenacin y en el lenguaje de los textos paralelos, como tambin sus diferencias. Ni en la Iglesia antigua, ni en la Edad Media ni tampoco a lo largo de siglos despus, haban sido estas circunstancias sentidas como problemas. Se pensaba salir del paso con el supuesto de que los Evangelios haban surgido en el mismo orden en que estn en el canon y que ninguno de los evangelistas haba escrito su obra sin el conocimiento de la de sus predecesores. El problema sinptico no comenz a ser visto como tal hasta finales del siglo xvm. Los intentos de solucin emprendidos desde entonces, son slo de significacin literaria y no tambin teolgica, fuera de ios pocos casos aislados en que entran en juego, de modo decisivo, puntos de vista histrico-dogmticos. Pueden reducirse a tres tipos fundamentales: la hiptesis de un evangelio primitivo, la hiptesis de la tradicin y la hiptesis de la utilizacin.
21. Cf. Mt 5,3-12 = Le 6,20-26; Mt 5,25s = Le 12,57-59; Mt 6,19 = Le 12,33s; Mt 7,24-27 = Le 6,47-49; Mt 10,26s = Le 12,2s; Mt 10,37s = Le 14, 26s; Mt 18,12-14 = Le 15,3-7; Mt 19,28 = Le 22,28-30; Mt 23,25s = Le 11,39-41; Mt 3,28s par; 9,33-37 par; 10,17s = Mt 19,16s; Me 2,21 = Le 5, 36; Mt 12,24s = Le 20,34-36; Me 13 = Le 21. 22. Cf., por ejemplo, Me 2,10s par. 23. Mt 6,9-13 = Le 11,1-4. 24. Mt 9,1-8 = Me 2,1-12 = Le 5,17-26. 25. Mt 21,33-46 = Me 12,1-12 = Le 20, 9-19.
25
Introduccin
La cuestin sinptica
La hiptesis de un evangelio primitivo, fundada por Lessing (1778) y J.G. Eichhorn (1804), pone al principio de la tradicin evanglica un primitivo Evangelio, hebreo o arameo, que, muy pronto, habra sido traducido al griego, de cuya elaboracin seran resultado nuestros evangelios cannicos. Tal hiptesis basta para la explicacin de las coincidencias de los sinpticos, pero no de sus diferencias. Esta hiptesis no ofrece explicacin alguna de la existencia de dos genealogas y de dos historias de la infancia tan distintas como las ofrecidas por Mateo y Lucas, como tampoco ante el hecho de que Marcos hubiera pasado por alto casi todos los discursos ms largos de Jess, mientras que, por otra parte, ofrece tambin muchas sentencias del Seor. La hiptesis de un evangelio primitivo no tiene en la actualidad ningn defensor. La idea central de la hiptesis de la tradicin debida a J.C.L. Gieseler (1818) es la de la existencia, al comienzo de la tradicin evanglica, de un evangelio procedente de los apstoles, arameo en un principio, no escrito, pero estereotipado en su ordenacin y en la forma de su texto. Esta hiptesis, que se remite a la extraordinaria memoria tpica de los pueblos orientales y a la forma anloga de transmisin, al principio exclusivamente oral, de la tradicin rabnica, puede apoyarse en un hecho incontrovertible: que el estadio ms antiguo de la tradicin evanglica fue oral2e. Por otra parte, parece recomendable tambin por el hecho, que ha llegado a conocerse por el mtodo de la historia de las formas, de que la tradicin que encontramos en forma escrita en los Evangelios sinpticos, estaba, ya en su estadio preliterario, modelada en formas fijas bajo el influjo del kerygma paleocristiano. A pesar de ello no basta la hiptesis de la tradicin, en opinin de la mayor parte de los exegetas modernos, para explicar las amplias coincidencias de los tres Evangelios en su estructura de conjunto, en la forma de su texto y, sobre todo, en la igual sucesin de los diversos pasajes, mantenida a veces a travs de muchos captulos. Precisamente el orden de los diversos pasajes particulares no pueden hacerse remontar al estadio preliterario de la tradicin, sino
26. Cf. supra, p. lis.
que tiene que ser atribuido en su mayor parte al trabajo redaccional de los evangelistas. La hiptesis de la tradicin tiene adems que pasar por alto y sta es objecin de no menor importancia el testimonio ms antiguo de la tradicin, el prlogo del Evangelio de san Lucas, que habla de manera expresa de la existencia de muchos escritos evanglicos. Y si se reconoce, por ejemplo, a la relacin existente entre Lucas y Marcos un carcter literario, entonces no puede ser explicada de otra manera, sin proceder con arbitrariedad, la que existe entre Mateo y Marcos. Aparte de esto, la hiptesis de la tradicin no toma como punto de partida los hechos mismos, el problema que radica en la relacin de los textos sinpticos entre s, sino una consideracin apologtica de carcter apriorstico. Tambin su pretensin de ser la nica teora en la que queda suficientemente reconocida la individualidad literaria de cada uno de los evangelistas carece de fundamento, ya que la labor literaria de stos sigue siendo la misma, tanto si depende de fuentes escritas o de un evangelio oral estereotipado, una especie de catecismo oral para misioneros; o mejor, pierde su valor en este ltimo caso. Por otra parte no puede afirmarse que la tradicin evanglica estuviera estereotipada en el grado que supone la hiptesis de la tradicin, como lo prueban las considerables diferencias que ofrecen hasta textos como el del padrenuestro l~ y las palabras de Jess al instituir la eucarista (cf ICor ll,23s), que eran utilizadas en la liturgia paleocristiana. La hiptesis de la tradicin no puede ser mejorada tampoco al combinarla con la teora de la utilizacin, de la que vamos a hablar seguidamente. Semejante compromiso no hace sino quedarse con los puntos dbiles de los dos intentos y renunciar al mismo tiempo a los fuertes, ya que las coincidencias y las diferencias en la forma de los textos paralelos se encuentran de manera continua en cada uno de los pasajes, unas inmediatamente al lado de otras. Y lo mismo puede decirse, si en lugar de atender a los pasajes aislados, se atiende al conjunto, en lo que se refiere a las concordancias y diferencias en la ordenacin de los pasajes.
27. Cf. Doctrina de los doce apstoles 8.2.
26
27
Introduccin
La cuestin sinptica
Por estos motivos ha afirmado siempre su preponderancia, desde los comienzos de la cuestin sinptica, la hiptesis de la utilizacin. Su tesis central es la de que los tres ms antiguos evangelios estn en una relacin de parentesco literario entre s. Ello permite una diversidad de supuestos. Agustn, y tras l otros muchos, ha opinado que los evangelios posteriores dependen de sus predecesores, esto es, Marcos de Mateo, Lucas de Mateo y Marcos. En cambio segn la hiptesis de Griesbach (1789), que entre otros fue aceptada y fundamentada en la historia de los dogmas por la escuela de F.Ch. Baur (la crtica de las tendencias de Tubinga), sera Marcos el ms moderno de los tres evangelios, y su obra slo una compilacin de la de Mateo y Lucas. K. Lachmann (1835) puso a Marcos a la cabeza y declar a Mateo y Lucas dependientes de su obra. En otro caso supondra su Evangelio por la cantidad bastante inferior de material ofrecido, un extracto casi de ningn valor de Mateo y Lucas (o de uno de ambos), siendo incomprensible que hubiera hecho caso omiso de la historia de la infancia y de casi todos los discursos de Jess y, en especial, de todo el sermn de la montaa. Todava ms importante, o mejor decisiva sin ms, es la observacin de que Marcos, en los pasajes que ofrece junto con Mateo y Lucas o con uno de ambos, ofrece la exposicin ms original y detallada, ms rica en rasgos secundarios, pintorescos y tambin al mismo tiempo ms torpe en la expresin lingstica. Estos rasgos pintorescos, caractersticos de la exposicin de Marcos, que en parte se encuentran, ya en el texto de Mateo, ya en el de Lucas, no pueden ser explicados como resultado de una elaboracin posterior de la exposicin de Mateo o Lucas, sino slo como propios del relato ms exacto y ms originario; por otra parte es ley fundamental de toda lgica del lenguaje, que el escritor ms tardo allana y mejora las incorreciones de forma que encuentra en su fuente, y no al contrario, motivos que llevan a la conclusin de que Marcos tiene que ofrecer en todos estos pasajes el relato originario, esto es, el ms antiguo. Slo con esta' conclusin puede adems aunarse la noticia de Papas, de que Marcos haya consignado en su Evangelio la predicacin 28
de Pedro. Esta, primaca de Marcos queda tambin afirmada en muchos detalles de su contenido28. A estos pasajes pueden aadirse todos aquellos en que los discpulos aparecen en Marcos a una luz desfavorable, habiendo, en cambio, Mateo y Lucas atenuado o suprimido del todo este rasgo. Con esto queda slo probado que Marcos no puede ser un resumen o extracto de Mateo y Lucas. La tesis contraria, que Lucas depende de Marcos y ha utilizado su Evangelio como base para la construccin de su obra, est hoy casi fuera de discusin2S>. Semejante a la relacin entre Lucas y Marcos es la existente entre el Mateo griego y Marcos. Mateo y Marcos ofrecen a partir de Mt 14 (= Me 6,14) exactamente el mismo orden en los pasajes que les son comunes, de lo que se deduce la imposibilidad del supuesto de que ambos relatos sean independientes entre s. Mateo, por regla general, ofrece una exposicin ms limada y concisa, en ocasiones simplemente esquemtica30. Por tanto, no puede ser Marcos el que dependa de Mateo. La concordancia entre ambos no puede explicarse tampoco, por ejemplo, porque Marcos hubiera utilizado el original arameo de Mateo. Tal supuesto queda excluido por las numerosas coincidencias literales en el texto griego, en las que el texto de Mateo presupone siempre el de Marcos. Tambin el testimonio de Papas, mencionado anteriormente, sobre la relacin de Marcos con la predicacin de Pedro, excluye la hiptesis de que Marcos dependa del Mateo, arameo o griego. La comparacin de los textos paralelos y de la estructura general de ambos Evangelios obliga ms bien a la conclusin de que el Mateo griego ha incluido en su Evangelio la obra de Marcos casi en toda su extensin.
28. C., por ejemplo, Me 4,386 = Mt 8,25 = Le 8,24; Me 6,5s = Mt 13,58; Me 6,29-31 = Mt 14,12s; Me 7,24 = Mt 15,21; Me 9,11-13 = Mt 17, 10-13; Me 9,33-37 = Mt 18,1-5; Me 10,17s = Mi 19,16s; Me 11,23 = Mt 21, 21; Me 14,22s = Mt 26,16-22; Me 15,6-10 = Mt 27,1-2; Me 5,25s = Le 8, 43; Le 20,39s presupone los v. 32 y 34 del pasaje de Me 12,28-34, suprimido en su texto. 29. Cf. el com. a Lucas, Introduccin. 30. Cf. 8,28-34; 9,18-26; 14,3-12; 17,14-21.
29
Introduccin
La cuestin sinptica
Algo diferentes son los hechos en lo que se refiere a los aproximadamente 240 versculos comunes a Mateo y Lucas, independientemente del texto de Marcos. En Lucas se encuentran estos pasajes 31, en las dos grandes secciones intercaladas dentro de la estructura de Marcos 32. En Mateo van, en cambio, mezclados con el material propio de Marcos o reunidos en grandes composiciones oratorias. La ordenacin ofrecida por Lucas es en general la ms primitiva, y la forma del texto es ms originaria, unos casos, en Mateo33 y otros, en Lucas 34, de donde resulta que la opinin antigua de que Lucas dependa, adems de Marcos, tambin del Mateo griego, encuentra en la actualidad muy escasos partidarios 35. La no dependencia recproca entre Mateo y Lucas queda adems clara en el texto de las genealogas3G y de la historia de la infancia37 as como en el hecho destacado por Lachmann, de que ambos evangelios coinciden en el orden de los pasajes comunes (y en la forma del texto de los pasajes comunes con Marcos) slo en tanto que stos se encuentran tambin en Marcos. Pero la gran extensin y la amplia coincidencia de la forma del texto en los pasajes comunes a Mateo y Lucas no puede ser explicada satisfactoriamente por la sola tradicin oral y ello lleva a la conclusin de que Mateo y Lucas siguen en esta parte de su Evangelio una fuente comn, que no nos ha sido conservada. Esta fuente redactada en lengua griega utilizada por ambos puede ser por su parte equiparada con una de las muchas traducciones del Mateo arameo a que se refiere Papas38. Esto quiere decir tambin que el Mateo griego no puede ser una
31. Con la excepcin de 3,7-9.15-18; 4,1-13 y 19,11-27. 32. Cf. Le 6,20-8,3; 9,51-18,14. 33. Cf., por ejemplo, Mt 5,40 = Le 6,296; Mt 6,19s = Le 12,33; Mt 23, 13 = Le 11,52; Mt 23,25s = Le 11,39-41. 34. Cf., por ejemplo, Mt 8,5-13 = Le 7,1-10; Mt 10,37 = Le 14.2; Mt 11,19* = Le 7,35; Mt 18,12-14 = Le 15,3-7; Mt 22,1-10 = Le 14,14-26; Mt 25,14-30 = Le 19,11-27.
35. ltimamente M.C. BUTLER y A.M. FARRER.
simple traduccin del original arameo, sino una elaboracin del mismo, para la que se utiliz a Marcos, junto con la traduccin del original arameo de que tambin se sirvi Lucas; el texto de Marcos sirvi al Mateo griego como base para la disposicin general de su obra y, en gran parte, tambin para la forma de redaccin de su texto. Segn una decisin de la Pontificia Comisin Bblica39, hay que mantener que el Mateo griego es idntico en su esencia con el original arameo. Los exegetas catlicos estn de acuerdo en que tal decisin no pretende calificar al Mateo griego de una traduccin literal del original arameo, y hacen observar, que la expresin en su esencia deja cierto margen a la discusin cientfica sobre la cuestin sinptica. La coincidencia entre el Mateo hebreo y el griego no necesita en todo caso ser mayor que la existente entre el texto hebreo del AT y el de los LXX, que est en muchos pasajes muy lejos de ser una reproduccin literal exacta del texto original. Segn la opinin de la mayor parte de los exegetas catlicos 4", es indiscutible la dependencia del Mateo griego con respecto a Marcos. Junto a los hechos antes aducidos, se basa este juicio en las siguientes observaciones: 1) la forma de los textos de ambos evangelista concuerda en numerosos pasajes de manera literal41; 2) tambin en el uso de algunas palabras griegas no comunes, que no aparecen por lo- dems en los evangelios, coinciden frecuentemente los textos paralelos de Mateo y de Marcos; 3) de ms fuerza probatoria es an el hecho de que todas las citas del AT que aparecen en Marcos (a excepcin de 1,2) se encuentran tambin en Mateo y en una forma que coincide en ambos textos con los LXX y se diferencia tambin en ambos, en la misma manera, de su versin. En las llamadas citas de reflexin en cambio, propias del primer evangelista, no sigue ste la versin de los LXX, sino una traduccin independiente del texto hebreo.
39. Cf. infra, p. 50. 40. Por ejemplo Lagrange, Camerlynck, Sickenberger, HQpfl, Merk, Benoit, Levie y otros. 41. Cf., por ejemplo, Mt 9,6 = Me 2,10; Mt 9,21 = Me 5,28; Mt 10, 4 = Me 3,19; Mt 15,32 = Me 8,2; Mt 22,16 = Me 12,14; Mt 26,5 = Me 14,2; Mt 27,18 = Me 15,10. 31
36. Cf. com. a Mt 1,1-17. 37. Cf. el exc. tras Le 2,52. 38. Citado por ESEBIO, HE m, 39,16. 30
Introduccin
Estas coincidencias entre los dos textos no pueden explicarse sin el supuesto de una relacin literaria entre Mateo y Marcos. Y Marcos no puede ser el texto subordinado, por los motivos antes mencionados y porque, segn opinin general, el Mateo griego es ms reciente que Marcos, todo lo cual lleva de manera necesaria a la conclusin de que el traductor griego de Mateo ha utilizado la obra de Marcos. Esta circunstancia hace explicarse en especial de manera clara y evidente la presencia de numerosos duplicados en el Mateo griego 42 , que faltan en cambio en Marcos, con una sola excepcin 43 . De especial importancia para el anlisis del Mateo griego y de su relacin frente a Marcos y Lucas son aquellos pasajes en que Mateo ha fundido en una sola unidad dos relatos diferentes sobre un mismo acontecimiento, de los cuales est el uno en Marcos, el otro en Lucas (procedente de fuente distinta). Tal proceder puede observarse con especial claridad en el discurso de la misin de los discpulos" y en el de Belcebi 43 . Nuestro Mateo cannico no es, pues, una simple traduccin del original arameo, sino una creacin literaria autnoma, construida, al menos en lo capital, sobre fuentes griegas. Una solucin de la cuestin sinptica que aclare todos los problemas de una manera exhaustiva puede decirse que no existe. Con todo, la forma de la hiptesis de la utilizacin ltimamente expuesta, parece mostrarse suficiente para explicar los hechos de manera fcil y satisfactoria en todos sus puntos esenciales; esta teora parte nico procedimiento que metdicamente se ajusta a la realidad de los hechos mismos y explica las concordancias de los tres Evangelios en cuanto a la seleccin del material, ordenacin del mismo y forma literal del texto. Por otra parte, tiene realmente en cuenta el principio de que los evangelistas procedan como escritores en la utilizacin de sus
42. 43. 44. 45. liminar Cf., infra., p. 39s. Mt 9,35 = 10,43s. Mt 9,35-11,1. Mt 12,22-37; cf., adems 13,31-33; 16,4; 18,6s, y la anotacin prea 23,lss; tambin 24,26-28.
fuentes y no como simples copistas, lo que permite explicar, a partir de la individualidad de cada uno, las diferencias en todo grado posible, existentes en cuanto a la forma de los textos y a veces en la ordenacin de los diferentes pasajes aislados. En fin, ofrece la ventaja de estar en consonancia tambin con el testimonio del propio Lucas (1,1-4) y con el de Papas sobre Mateo y Marcos.
III.
1. La tradicin de la Iglesia antigua sobre el primer Evangelio y su autor El primer Evangelio no fue publicado, como tampoco ninguno de los otros tres, con el nombre de su autor. Slo la tradicin de la Iglesia antigua, a la que se remontan tambin los ttulos de los manuscritos segn Mateo, segn Marcos, etc., nos atestigua de manera unnime, que fue escrito por Mateo. El ms antiguo testimonio es, lo mismo que para Marcos, el del obispo Papas de Hierpolis, en Frigia 46 , segn el cual Mateo reuni las palabras del Seor (logia) en lengua hebrea (esto es, aramea), y luego cada uno las interpret lo mejor que saba. Del nombre de logia aplicado al escrito de Mateo, no se sigue que contuviera slo palabras y discursos de Jess, y ninguna noticia sobre sus hechos y su pasin, ya que Papas designa tambin con el mismo trmino el Evangelio de Marcos. Ireneo 47 , Orgenes 48 y otros muchos autores posteriores repiten, seguramente en dependencia de Papas, esta noticia sobre el original hebreo de Mateo. Eusebio 49 da cuenta de que Mateo predic a los hebreos y les dej, al salir de Palestina, su Evangelio compuesto en su lengua natal. El mismo Eusebio da noticia tambin 50 de que Panteno, 46. Citado por 48. Citado por
49. 50. EUSEBIO,
HE m, 39,16. 25,4.
32
33
Introduccin director de la escuela catequstica de Alejandra (f alrededor del 200), haba encontrado un ejemplar de este Evangelio arameo en la India (= Arabia del sur). El hecho de que el primer Evangelio cannico, escrito en griego, lleve en toda la tradicin el nombre de Mateo, slo puede explicarse en el caso de que sea una traduccin o arreglo de aquel original arameo de Mateo. La tradicin de la Iglesia antigua est tambin unnimemente de acuerdo en que el autor de este Evangelio era el Mateo mencionado entre los doce en los catlogos de los apstoles consignados en los evangelios51 y en los Hechos de los Apstoles (1,13). Segn Me 2,14-17, Jess invit a un publicano de Cafarnam de nombre Lev, a abandonar su oficina de recaudacin de impuestos y seguirle. El relato paralelo del primer Evangelio (9,9-11) le da el nombre de Mateo y caracteriza al portador del mismo nombre del catlogo de los apstoles (10,3), con el sobrenombre de el publicano, como el mismo recaudador de impuestos de Cafarnam. El hecho de que en Marcos (al que sigue Le 5,27) se llame Lev, puede explicarse por el uso de dos nombres, corriente entre los judos. En los evangelios no vuelve a destacar de manera especial en ninguna otra ocasin. Las-noticias de los escritores tardos de la antigedad cristiana sobre su vida ulterior, se contradicen entre s y no ofrecen por lo mismo credibilidad histrica alguna. 2. Contenido y estructura del Evangelio de Mateo Mateo da comienzo a su Evangelio, lo mismo que Lucas, con la historia de la infancia de Jess (cap. 1-2). A su principio ofrece la genealoga de Jess y, seguidamente, narra su concepcin milagrosa y su nacimiento en Beln, el homenaje de los magos, la huida a Egipto, la matanza de nios de Beln y el traslado de la sagrada familia a Nazaret. Una segunda seccin (3,1-4,11), que corresponde 51. Me 3,18 par.
34
Contenido y estructura de Mateo en su conjunto a Me 1,1-3 = Le 3,1-4,13, describe la preparacin inmediata para la actividad pblica de Jess (la presentacin de Juan Bautista, el bautismo en el Jordn y la tentacin de Jess). Estas dos secciones forman juntas los preliminares de la actuacin mesinica de Jess. Ya en el cuerpo del Evangelio, la primera parte (4,12-13,58), que corresponde en su conjunto a Me l,14-6,6a, describe la actividad de Jess en Galilea. Tras el relato introductorio sobre la presentacin de Jess (4,12-17), la vocacin de los primeros discpulos (4,18-22) y un sumario relato sobre los primeros xitos de Jess (4,23-25), sigue en dos grandes composiciones sistemticas la presentacin de Jess como maestro (cap. 5-7: el sermn de la montaa) y como taumaturgo (8-9,34). A ello sigue como segunda mitad sistemtica la instruccin de los discpulos unida con la misin de los doce (9,35-11,1). A continuacin siguen una serie de pasajes, ms largos o ms breves, en simple yuxtaposicin en los cuales se dejan ver claramente la incredulidad y la hostilidad encontradas por Jess: Jess y el Bautista (11,2-19), las amenazas a las ciudades galileas (11,20-24), la accin de gracias de Jess y el venid a m (11,25-30), Jess en lucha con los fariseos (12,1-45), los verdaderos parientes de Jess (12,46-50), el discurso de las siete parbolas (13,1-52), la repulsa sufrida por Jess en Nazaret (13,53-58): Esta seccin (11, 2-13,58) corresponde en su conjunto y en su estructura a Me 2,236,6o, pero contiene en s bastante mayor cantidad de material. La segunda parte (14,1-20,34), no separada de la primera por ningn corte decisivo y que corresponde en lneas generales a Me 6, 66-10,52, describe el desarrollo posterior de la predicacin ambulante de Jess. Mateo va siguiendo aqu, paso a paso, a Marcos, fuera de algunas excepciones, en las que faltan en l pasajes de Marcos52 o, al contrario, ofrece pasajes que Marcos no tiene53. Como en Marcos puede tambin en l dividirse esta parte en dos secciones: 1.* Jess fuera de Galilea (14,1-16,12); 2.* Camino de la pasin (16,13-20,34).
52. Me 8,22-26; 9,38-41.49s. 53. Mt 17,24-27; 18,10-35; 20,1-16.
35
Introduccin La tercera parte (21,1-27,56) la forman, al igual que en Marcos (11-15) y Lucas (19,28-23,56) los ltimos das de Jess en Jerusaln y va dividida, a su vez, en dos secciones: 1.* Ultima actuacin pblica de Jess (cap. 21-25); 2.a la pasin (cap. 26-27). Tambin en esta parte coincide el orden de los diversos pasajes exactamente con el de Marcos. Slo falta Me 12,41-44 (el bolo de la viuda). Por otra parte vuelve a ofrecer Mateo aqu bastante mayor abundancia de material de palabras del Seor que Marcos54. En la historia de la pasin no hay ms que algunos pasajes nuevos: 27,3-10, el fin de Judas; la guardia del sepulcro, 27,62-66; adems 26,25.50a.52-54; 27,19.24s.51Z>-53. El final del Evangelio lo forma el relato de la resurreccin con la orden de misin y de bautismo. La unidad de su composicin y, la uniformidad de principios que deja verse en sus diversas partes y la homogeneidad de su forma lingstica son clara prueba de que el Evangelio en su totalidad es obra constituida por una sola pieza, en que es imposible distinguir interpolaciones o adiciones posteriores.
3. Caractersticas literarias y teolgicas del Evangelio de Mateo 1. Las caractersticas propias del Evangelio de Mateo.quedan de manifiesto con especial claridad mediante una comparacin con el de Marcos y el de Lucas. Mateo excede a Marcos en una considerable cantidad de material 1068 versculos frente a 661 de Marcos y no es muy inferior en extensin a la obra de Lucas (1149 v.). La mayor parte del material ofrecido por Marcos se encuentra tambin en Mateo, slo, en cuanto se trata de pasajes narrativos, en una forma de exposicin mucho ms sucinta (v. infra). En el material ofrecido por Mateo y no por Marcos, aparte de la historia
54. Parbola de los dos hijos 21,28-32; parbola del banquete de bodas real 22,1-14; el discurso contra los fariseos y los maestros de la Escritura, y la profeca conminatoria contra Jerusaln cap. 23 (en lugar de Me 12. 38-40); tambin el discurso de la parusa va aumentado por dos nuevas secciones (24,26-28.37-41) y a su final van aadidos varios pasajes de con-, tenido anlogo (24,42-25,46).
de la infancia se trata, casi en su totalidad, de sentencias y discursos (entre stos, 12 parbolas). De ste se encuentran unos 240 v., esto es, 1/5 de la totalidad de su Evangelio, tambin en Lucas, pero casi siempre en otros contextos, y una cantidad aproximadamente igual, esto es, unos 260 v., son exclusivos del primer evangelista. El propsito principal de Mateo es presentar a Jess como al maestro mesinico de Israel, que proclama su nuevo mensaje como quien tiene autoridad (7,29). Por ello quedan en primera lnea y en posicin dominante las palabras y discursos de Jess, y los pasajes narrativos y los milagros pasan a segundo lugar. En este punto deja verse una distincin de principio entre el primer Evangelio y el de Marcos: es que los milagros, narrados con una gran plasticidad, ocupan el primer plano, y los discursos, aparte de algunas excepciones (cap. 4,7 y 13) van formando slo una parte de la narracin, en la que, por lo dems, se repite con frecuencia que Jess enseaba o instrua, pero sin que se nos d el contenido de su instruccin 5S. Tambin en la estructura de toda su obra se distingue Mateo de los otros dos sinpticos. Aunque tampoco Marcos ofrece una relacin de tipo cronolgico sobre el desarrollo de la actividad pblica de Jess, se puede con todo observar, en el principio con arreglo al que est ordenado su material, cierto proceso, que, en lneas generales, coincide seguramente con la realidad histrica de los hechos50. Tambin Lucas muestra cierto empeo en ajustar los datos que le ofrecan sus distintas fuentes en una narracin claramente progresiva, en cuanto se lo permita el carcter de esas fuentes, y concede, adems, al punto de vista geogrfico un significado decisivo en la estructura de su Evangelio. En cambio, el principio determinante de la estructura del Evangelio de Marco es de tipo claramente sistemtico. Mateo coloca unos junto a otros, en la medida de lo posible, pasajes que ofrecen entre s algn contacto o analoga temticos, sin tener en cuenta para nada su contexto o situacin originaria
55. Cf. U l s ; 2,2.13; 6,2.34; 10,1. 56. Cf. Introduccin a Marcos, 3, hacia el final.
36
37
Introduccin
histrica, formando con ellos nuevas y extensas unidades. En ello se pone de manifiesto tanto su capacidad literaria como tambin la libertad y soberana con que maneja el material ofrecido por la tradicin. Este principio ordenador puede reconocerse sobre todo en las seis grandes composiciones oratorias de su Evangelio, el sermn de la montaa (cap. 5-7), la instruccin a los discpulos (9,35-11,1), el discurso de las parbolas (cap. 13), el discurso sobre el espritu que debe animar al discpulo (cap. 18), el discurso contra los escribas y los fariseos (cap. 23) y el gran discurso escatolgico (cap. 24-25). Mateo cierra todos estos discursos, con excepcin del que se contiene en el cap. 23, con la misma frmula final57, hecho con el que hace patente al lector la importancia que les es propia dentro del plan de su obra. En estos discursos van incluidos los temas fundamentales de la predicacin de Jess. Ninguno de ellos es una repeticin del otro y todos juntos constituyen una unidad cerrada. La sistemtica que preside la composicin de Mateo queda ya patente en los discursos, si se consideran aisladamente: los puntos de unin y las soldaduras son fciles de reconocer y buen nmero de pasajes, sobre todo sentencias breves, no se adaptan sin violencia al nuevo marco asignado por Mateo5S. Ms claros quedan an estos hechos procediendo a una comparacin con los otros dos sinpticos, en los cuales se encuentran los mismos pasajes, en su mayor parte en otros contextos y distribuidos por captulos diferentes. La opinin de tiempos pasados, de que Jess hubiera repetido las mismas palabras en situaciones diferentes, no responde ya al estado actual de la ciencia y tendra que conducir al supuesto, de ser llevada lgicamente hasta sus ltimas consecuencias, de que Jess hubiera repetido tambin en distintas ocasiones los mismos milagros ofrecidos por Mateo y Marcos-Lucas en contextos diferentes r,s'.
57. Mt 7,28; 11,1: 13,53; 19,1; 26,1. 58. Cf. com. a 5,25s.29s 346-36; 6,7-15.22s; 18,12-14 y otros. 59. Por ej. la resurreccin de la hija de Jairo, Mt 9,18-26 = Me 5.21-43 38
La ms amplia de estas composiciones oratorias de Mateo es el sermn de la montaa, que va ofrecida en la primera ocasin posible dentro de la estructura de la obra y ocupa en su Evangelio el mismo lugar en que Marcos (1,21) menciona simplemente la predicacin de Jess en la sinagoga de Cafarnam, primer discurso de Jess mencionado en todo el Evangelio de Marcos. Su composicin hecha a partir de diferentes pasajes independientes en su origen, ser mostrada ms adelante en el comentario a su texto. En el discurso de las parbolas (cap. 13) ha reunido Mateo siete en lugar de las tres parbolas de Me 4,1-34. El mismo nmero de siete es tambin decisivo en la composicin del discurso contra los fariseos y los escribas00. En la instruccin a los discpulos (cap. 10) ha unido Mateo, una con otra, la eleccin de los doce (Me 3,13-19) y su misin (Me 6, 6M3), aadiendo adems otros pasajes referidos al tema de la profesin y el destino del discpulo. Al discurso de la parusa ha hecho seguir an cuatro parbolas, ofrecidas all bajo el punto de vista de la exhortacin a la vigilancia, que forma el tema final del discurso. Queda luego cerrado este gran captulo escatolgico con la descripcin del juicio final. Al sermn de la montaa, en que Jess queda presentado como el maestro que ensea con plenos poderes, el evangelista ha hecho seguir en los cap. 8-9 un gran ciclo de milagros (10 exactamente) de Jess. Ambas secciones, el sermn de la montaa y el ciclo de los milagros, forman en la idea del evangelista un todo completo; su propsito es ofrecerlos como una exposicin en detalle de lo que sumariamente va contenido en las palabras: Y recorra toda Galilea, enseando en las sinagogas, anunciando la buena nueva del reino y sanando en el pueblo toda enfermedad y toda dolencia 81. Consecuencia de esta agrupacin sistemtica del material es que la conexin lgica interna de las unidades as compuestas, sobre todo en el caso de los discursos de Jess, es en muchos casos
60. Cf tambin la genealoga de Jess 1,1-17. 61. Mt 4,23 = 9,35.
39
introduccin muy dbil, hecho que debe tenerse en cuenta para la interpretacin del texto. En cierto nmero de casos, Mateo ofrece un mismo pasaje dos veces, en contextos diferentes02 o, al contrario, dos versiones de un mismo hecho, procedentes de tradiciones diferentes fundidas para formar una sola unidad 03. Mateo no da importancia a la cronologa de los hechos y ello hace que el enlace de unos pasajes con otros sea, en muchos casos, de carcter muy dbil. El adverbio entonces, empleado con tanta frecuenciaul no puede ser entendido, por lo general como expresin de un dato temporal exacto, as como tampoco en aquel da o en aquellos das 3, o en aquella ocasin 60. Tales expresiones sirven nicamente al enlace externo de los diversos pasajes entre s6T. Desde el cap. 14 hasta el final de su obra va siguiendo Mateo el detalle, en el orden de exposicin, del texto de Marcos. A pesar de ello vuelve a hacerse patente tambin en esta segunda mitad de su Evangelio su principio de ordenacin sistemtica, as en el cap. 18 y en 19,30, donde toma ocasin de la sentencia de los primeros y los ltimos para introducir la parbola de los trabajadores de la via. En lugar de una sola parbola, la de los viadores homicidas (Me 12,1-12) ofrece Mateo tres (21,28-22,14); en lugar de las breves palabras de Jess contra los fariseos y los escribas de Me 12,38-40, el largo discurso que abarca todo el cap. 23, y el discurso de la parusa (Me 13) queda en Mateo convertido, por la adicin de una serie de pasajes de tema anlogo, en una gran instruccin escatolgica (cap. 24-25). La escasa importancia que para Mateo ofrece la cronologa de los acontecimientos queda claramente de manifiesto de manera especial en los cap. 4-9. Del da en Cafarnam de Me 1,21-29 no ha
62. Cf. Mt 5,29s = 18,8s; 7,16-20 = 12,33-35; 9,32-34 = 12,22-24; 10, 17-21 = 24,9-14; de otro tipo son los duplicados 5,32 = 19,9; 10,38s = 16, 24s; 12.38-40 = 16,1-4 y 17,20 = 21,21; cf. supra p. 31s. 63. Cf. Mt 9,35-10,16; 12,22-37; 13,31s; 18,6s; 23,1-36. 64. Mt 2,16; 3,13; 4,1; 9,14; 12,22.38; 15,1. 65. Mt 13,1; 22,23; especialmente 3,1. 66. Mt 11,25; 12,1; 14,1. 67. Cf. especialmente el ciclo de los milagros cap. 8-9. 40
quedado en l apenas rastro alguno 68. En lugar de la predicacin de Jess en la sinagoga de Cafarnam, ofrece en seguida el sermn de la montaa, gran composicin sistemtica (cap. 5-7), y aade a ella otra nueva, el ciclo de los milagros, cap. 8-9. El marco en que va ste incluido slo en apariencia es cronolgico. La misma falta de inters muestra Mateo por los datos geogrficos. En la historia de la infancia menciona la ciudad de Beln slo para poder remitir al cumplimiento de la profeca del AT (2,1-12). ste es tambin el motivo por el que narra la huida a Egipto y el retorno de la sagrada familia a Nazaret (2,22s). Tambin su dato del traslado de Jess de Nazaret a Cafarnam en los confines de Zabuln y Neftal (4,13-16) le resulta digno de mencin slo por el cumplimiento de la profeca de Is 8,23-9,1. Su falta de inters por la geografa queda probado por otra parte en 15,21.29 (junto a Me 7,24.31). A pesar de ello ha conservado Mateo el esquema histrico y geogrfico de Marcos y ha introducido en l sus composiciones sistemticas, sin que tampoco falten en su obra datos exactos de situacin en no pocos pasajes en los que faltan en Marcos, o tambin en pasajes en los que no sigue el orden de Marcos como, por ejemplo, en el ciclo de los milagros, de ordenacin sistemtica, captulo 8-989; tales datos de situacin, a veces, a primera vista, dan a su Evangelio la apariencia de un relato de estricta construccin cronolgica, mientras que en realidad slo sirven para enlazar entre s los distintos pasajes, circunstancia que prueba, precisamente, que este marco de la exposicin de la actividad pblica de Jess es slo una creacin literaria artificial y que no pretende tampoco ser otra cosa. El reverso del inters predominante mostrado por Mateo en la doctrina de Jess lo forma el paso a segundo trmino de sus hechos. Cierto que Mateo tambin da cuenta de casi todos los milagros mencionados por Marcos y de algunos ms; pero slo la abundancia de material en dichos y discursos de Jess ofrecida por Mateo
68. Cf. com. a Mt 4,23-25. 69. Cf. Mt 4,12; 8,ls.l8; 9,1.9.27; 12,9.15.46; 13,1, a 14,12s.
Introduccin
en comparacin de Marcos, hace ya retroceder su peso dentro del conjunto de su Evangelio a un segundo lugar. Por otra parte, por lo regular, la exposicin de Mateo en estos pasajes es mucho ms sucinta que la de Marcos y tambin que la de Lucas. En cada caso, al primer evangelista slo le resulta importante el milagro como tal (o el hecho histrico de que se trate), como confirmacin divina de la doctrina de Jess y de la exigencia en ella contenida, pero no los pormenores histricos del suceso mismo. Todos los rasgos de que en alguna manera puede prescindirse, aun los nombres de personas 70, han sido omitidos como innecesarios71. En tales relatos, por no perseguir en s un fin narrativo, Mateo suprime, a veces, incluso personajes secundarios, hasta el punto de llegar a ser inexacto en su exposicin . Ello hace que quede muy por debajo de Marcos en lo que se refiere a la vivacidad y plasticismo de la narracin. En claro contraste con su manera de tratar los pasajes narrativos est la piedad con que Mateo transmite las palabras del Seor; no slo las ofrece ntegras, sino tambin con una gran fidelidad respecto a la forma en que se las ofrece la tradicin. Por ello, en muchos casos, se da tambin una coincidencia casi literal, en los pasajes de palabras o discursos del Seor entre el texto de Mateo y el de Marcos o Lucas73. Caracterstica del primer evangelista es una preferencia por aplicaciones morales y resmenes 74, as como por repeticiones estereotipadas ". La misma tendencia puede observarse en su prctica de asimi70. Cf. Mt 9,18 frente a Me 5,22; 20,30 frente a Me 10,46. 71. Cf. especialmente Mt 9,18-26 frente a Me 5,21-43; 8,28-34 frente a Me 5,1-20; 8,5-13 frente a Le 7,1-10; 14,3-12 frente a Me 6,17-29; 17,14-21 frente a Me 9,14-29. 72. Cf. Mt 9,18-26; 8,5-13, y com. a 9,2. 73. Cf. Mt 3,7-10 = Le 3,7-9; Mt 4,1-11 = Le 4,1-13; Mt 8,1-4 par; 9,14-17 par; 11,2-19 = Le 7,18-35; 11,20-24 = Le 10,13-15; 11,25-27 = Le 10, 21s; 23,37-39 = Le 13,34s. 74. Cf. com. a Mt 18,14. 75. Cf. com. a Mt 7,28; 8,12; 11,1 y 18,23; adems 4.23 y 9,35; 19,30 y 20,16; 24,42 y 25,23; 24,51 y 25,30. 42
lacin de textos de contenido anlogo entre sr". Gusta, adems, del estilo directo 77, introduce a veces sus textos por medio de una pregunta 7S y muestra una tendencia a la generalizacin 79 y a la amplificacin 80. En cuanto al lenguaje no queda el Mateo griego muy por debajo de Lucas; como ste evita tambin trminos rameos y latinos y palabras del griego vulgar. 2. El inters teolgico y apologtico del autor destaca en el primer Evangelio en grado mucho ms alto que en Marcos y Lucas. El propsito de su obra es demostrar que Jess de Nazaret es realmente el Mesas prometido en el AT y ansiadamente esperado por los judos. El reverso oscuro de este hecho lo forma la culpa, intensamente destacada, de los judos, especialmente de sus dirigentes, que negaron la fe a su Mesas y le clavaron en la cruz81. Esta finalidad de su obra est de manera constante ante los ojos del evangelista desde el primero al ltimo captulo de ella.Ya la historia de la infancia se ha compuesto desde el punto de vista de que Jess es el Mesas preanunciado en el AT y rechazado por los judos. La argumentacin en favor de su tesis la realiza Mateo, en primer lugar, ofreciendo en su Evangelio las palabras y discursos de Jess en que se ponen de manifiesto sus pretensiones mesinicas y los milagros que las confirman (cf. 11,5) y, por otra parte, por la referencia continua al cumplimiento del AT en la vida y las obras de Jess82.
76. Cf. Mt 3,17 y 17,5; 10,39 y 16,25; 12,39 y 16,4; 13,12 y 25,29; 14,20s y 15,37s; 17,20 y 21,21. 77. a . Mt 8,32; 10,9; 12.10; 13,10; 15,15; 16,22; 17,9; 18,1; 19,3; 21,33; 26,15.27.66 y par. 78. Cf. Mt 17,25; 18,12; 21,28; 22,17-42 y par. 79. Cf. Mt 21,20 = Me 11,21 y com. a Mt 26,8. 80. Adicin de grandes:, mucho, todos; cf. Mt 8,32; 9,35; 13,56; 14,35; 15,37; 19,2; 20,29; 21,12; 24,8.33; 26,27; 27,1.22. 81. Cf. Mt 11,20-24; 12,39.41s; cap. 23, y especialmente 27,24s; tambin 27,62-66; 28,11-15 y los juicios de reprobacin en 8,1 ls; 21,43; 23,37-39. 82. Las llamadas citas de reflexin, cf. Mt 1,22; 2,15.17.23; 4,14; 8,17; 12,17; 13,35; 21,4; 27,9. 43
Introduccin
Para lectores judos o judeocristianos, a quienes va dirigida, en primer trmino, la obra de Mateo, deba de tener, necesariamente, un peso especial esta comprobacin de la profeca, pudiendo afirmarse que no exista un arma ms poderosa para hacer frente a los ataques judos. El que Mateo describa a Jess principalmente como maestro de Israel, no quiere, con todo, decir que quiera presentarle slo en el papel de maestro; la predicacin de Jess no puede separarse de su persona misma, o mejor, recibe precisamente su autoridad de la persona que habla con la pretensin de ser el Mesas y acredita esa pretensin por medio de sus obras (cf. ll,2ss). El trasfondo judo del Evangelio se destaca de manera clara, y no en la descripcin de la situacin social y las corrientes religiosas por parte del evangelista cosa que hubiera sido superflua para sus lectores, sino en las palabras de Jess mismo (cf. especialmente cap. 5). La posicin de Jess ante la ley del AT, en otras palabras, la relacin entre el orden de la salud del AT y el del Nuevo, cuestin de importancia fundamental sobre todo para lectores judeocristianos, queda expuesta, en el sermn de la montaa, con claridad no igualada por ningn otro Evangelio. Y si Mateo ha conservado algunas palabras de Jess de tono judaizante particularista 8S, tambin es verdad que destaca de manera no menos clara y categrica el universalismo del Evangelio, sobre todo en el orden de misin84. Su obra, escrita para judeocristianos, no es menos universalista que la del helenista Lucas. Y esto solo es ya una prueba de que no ha judaizado el evangelio, la doctrina de Jess85. Mateo no ha encontrado ningn gnero de contradiccin entre estas dos clases de palabras de Jess (judaizantes y universalistas). Tampoco por lo dems puede observarse en Mateo ninguna otra tendencia que falseara el evangelio autntico. El rigor y la dureza con que queda destacada la culpa del judaismo, en especial de sus dirigentes, no va en el fondo ms all de lo que encontramos tam83. Cf. Mt 5,17-19; 10,5s.23; 15,21-28. 84. Cf. com. a este pasaje Mt 28,19s. 85. La ms judia de las palabras pronunciadas por Jess llegadas hasta nosotros aparece tambin en Lucas (16,17 = Mt 5,18). 44
bien en Marcos y Lucas. Evidente es tambin que es en Mateo exactamente la misma que en Marcos y Lucas la actitud de Jess ante el pueblo judo en general (cf. 9,36), ante los pecadores y publcanos 80, ante la masa del pueblo informe, incapaz de la fe (cf. 13,10-15) y finalmente ante los fariseos y los escribas (cf. captulo 23). Sobre todo no se encuentra en el primer Evangelio una cristologia distinta de la que se halla en Marcos y en Lucas, ni ms primitiva ni ms elevada. El que Marcos presente a Jess, sobre todo, como el Hijo de Dios en su poder, Lucas como el salvador de los pecadores y el amigo de los pobres y Mateo como el Mesas rechazado por su pueblo y fundador del nuevo pueblo de Dios de la Iglesia, no incluye ninguna distincin de hecho real. Jess es tambin en Mateo como en los otros evangelistas el Dios hombre8T. Hay un rasgo pedaggico, propio del primer evangelio, y asimismo del de Lucas: en l quedan suprimidos los movimientos de nimo con alguna vehemencia88, y algunas preguntas de Jess89, as como los casos en que Marcos habla de una intencin de Jess frustrada90. Algunos otros pasajes que parecen menoscabar la dignidad de Jess son modificados 91 o suprimidos92. Inalterado se ha dejado 16,23 (= Me 8,33) y 24,36 (= Me 13,32), pasajes que faltan ambos en Lucas, as como la descripcin (muy atenuada en Le 22, 40-46) de la agona de Jess en Getseman93.
86. Cf. 9,9-13; 21,28-32. 87. Cf. en especial 11,27 y 28,19s. 88. Cf. Mt 8,3 = Me 1,43; Mt 12,12 = Me 3,5; Mt 16,2 = Me 8,12; Mt 19,14.15 = Me 10,14.16; Mt 19,21 = Me 10,21. 89. Mt 8,29 y Me 5,9; Mt 9,22 y Me 5,30; Mt 14,18 y Me 6,38; Mt 17,14 y Me 9,16; Mt 18,1 = Me 9,33s; Mt 26,186 = Me 14,14. 90. Cf. Mt 8,4 = Me 1,45; Mt 13,58 = Me 6,5; Mt 14.13 = Me 6,31-33; Mt 14,25 = Me 6.48; Mt 15,21 = Me 7,24; Mt 17,22 = Me 9,30; Mt 21,19 = Me 11,13. 91. Cf. Mt 8,16 = Me 1,34; Mt 8,25 = 4,38 (irrespetuosa pregunta de los discpulos); Mt 13,58 = Me 6,6a (asombro de Jess) y, especialmente, Mt 19,16s = Me 10,17s. 92. Me 3,20s. 93. Mt 26,36-46 = Me 14, 32-42.
45
Introduccin Tambin los discpulos son tratados con mayor consideracin que en Marcos, aunque no tan consecuentemente como en Lucas, y su falta de comprensin (endurecimiento), de la que da cuenta Marcos con la mayor naturalidad, queda omitida o atenuada M. Especial inters muestra Mateo en poner de relieve que los discpulos no quedan igualados en su tratamiento con el pueblo, al que no le es concedido el conocimiento de los misterios del reino de Dios95. En cambio se han mantenido inalterados 16,22s96, 26,8s97 y el relato sobre la ambicin de los hijos de Zebedeo98, que no poda ser separado de la instruccin siguiente sobre el espritu del verdadero discpulo. Con razn est considerado Mateo como el Evangelio tpicamente catlico, y no slo por el horizonte universalista de su final; Mateo es tambin el nico en haber conservado en relacin con la confesin mesinica de Pedro, las palabras de Jess sobre la edificacin de su Iglesia sobre el fundamento de Pedro, la promesa del primado (16,17-19), as como otra sentencia de Jess referida expresamente a la Iglesia (18,18). El motivo que hizo al Evangelio de Mateo, obra del judeocristiano, y no al etnicocristiano Lucas, gozar de un prestigio de rango preferente en la Iglesia antigua, a partir del siglo n ", slo podemos suponerlo; el Evangelio de Mateo es el libro ms utilizado, ms citado y que ha ejercido mayor influencia; tambin el ms comentado dentro de los del NT. Tal hecho se debe probablemente, junto a su mayor riqueza en material ofrecido, sobre todo de palabras y discursos de Jess, en lo que apenas cede a Lucas, a la circunstancia de haber ocupado siempre el primer lugar en el canon, hasta donde se remonta nuestro conocimiento de la tradicin, y a la de
94. Cf. Mt 13,18 = Me 4,13; Mt 17,4 (Me 9,6 falta); Mt 17,23 = Me 9, 32; Mt 19,24 (Me 10,24 falta); Mt 20,17 = Me 10,32; especialmente Mt 14,33 = Me 6,51s y Mt 16,5-12 = Me 8,14-21; tambin Mt 17,13. 95. Cf. com. a Mt 13,16.34s.51s. 96. Me 8,326-33; suprimido por Lucas. 97. Me 14,71; atenuado en Le 22,60. 98. Mt 20,20-23 = Me 10,35-40. 99. Doctrina de los doce apstoles y Justino
Tiempo y lugar de composicin llevar el nombre de un apstol, no slo el de un discpulo de un apstol como Marcos y Lucas. El Evangelio de Mateo supera al de Marcos por su mayor extensin, al de Lucas por conservar en su Evangelio, de manera mucho ms fiel que el libro del evangelista oriundo del helenismo, el olor de la tierra de Palestina y su estrecha conexin con el AT y el judaismo en general.
4. Crculo de lectores, tiempo y lugar de composicin Es evidente y se acepta de manera general que el primer Evangelio se debe a la mano de un autor judeocristiano, versado en asuntos de Palestina y en las costumbres y concepciones religiosas de los judos, y que dirige su obra a lectores judos. El autor no necesita explicar a sus lectores usos y concepciones judas 10 y supone que stos conocen sin necesidad que se les explique, por ejemplo, el sentido del nombre hebreo de Jess101. Los nombres de Emmanuel (1,23) y de Golgotha (27,33) quedan en cambio explicados y, lo que era de esperar en una obra escrita en griego, tambin las palabras del Sal 22 pronunciadas por Jess en la cruz van acompaadas de una traduccin (27,46). El carcter judeocristiano de su autor lo denota tambin el uso constante de la expresin reino de los cielos102, as como la designacin, de influencia juda, de el Padre en el cielo 103 para nombrar a Dios. El evangelista se dirige a lectores judeocristianos con la intencin apologtica de defender la dignidad mesinica de Jess frente a los ataques del judaismo incrdulo, que le son bien conocidos (cf. 28,15). La culpa de esta incredulidad juda va fuertemente destacada (cf., sobre todo, 27,24s). Pero el lugar donde haya que buscar el crculo de los lectores del Mateo griego, si en Palestina o en la dispora de Oriente, quizs en Antioqua de Siria, tiene que quedar
100. 5.27. 101. 102. 103. Cf. Mt 15,1 junto a Me 7,1-4; Mt 26,17 junto a Me 14,12; Mt 23, Mt 1,21; cf. tambin 5,22; 10,25; 27,6. En lugar de reino de Dios; cf. com. a Mt 4,17. O el Padre celestial; cf. p. 180 y tambin com. a Mt 9,20.23. 47
46
Introduccin indeterminado; la lengua griega no lo haca intil para lectores de Palestina y le aseguraba, por otra parte, una extensin y una posibilidad de accin ms all del crculo de sus primeros destinatarios. El original arameo de que da noticia la antigua tradicin cristiana, utilizable slo para lectores de lengua aramea, esto es, de Palestina, puede haber sido escrito, segn testifica Eusebio 104 , antes que Mateo abandonara aquel pas. La noticia contradictoria de Ireneo 103, de que Mateo public entre los hebreos un Evangelio en su propia lengua, mientras que Pedro y Pablo predicaron el Evangelio en Roma y fundaron la Iglesia (se entiende, no antes del ao 61), no puede ser considerada como digna de crdito en cuanto a,la fecha en ella contenida. Para la obra griega, que es la nica que ha llegado a nosotros, puede limitarse con bastante precisin (mediante un terrmnus post quem y un terminus ante quem) el espacio de tiempo de su posible redaccin. Los pasajes de 27,8 y 28,15 presuponen considerable espacio de tiempo transcurrido desde la muerte de Jess, cosa que no significa aun que la obra no haya podido ser escrita por ejemplo antes de entre el ao 80 y el 100. Para fijar un trmino hacia atrs es de importancia decisiva la dependencia de Mateo con respecto al Evangelio de Marcos, escrito no antes de la mitad del decenio del 60 al 70. Por este motivo no puede ser ms antiguo que la obra de Lucas, esto es, no puede haber sido compuesto antes del ao 70 aproximadamente. Para la limitacin de la poca de composicin hacia adelante es de significacin un pasaje en la parbola del banquete de bodas real (22,1-14). Los versculos 22,6s, que alteran en alto grado el curso de la narracin y que faltan en el texto paralelo de Le 14,16-24, segn los cuales el rey airado por la muerte de sus siervos enva su ejrcito contra los asesinos, haciendo darles muerte e incendiar su ciudad, slo pueden ser entendidos como una ampliacin de tipo alegorizante del evangelista; en este caso es indiscutible que Mateo tiene ante su vista el hecho ya histrico de la destruccin
104. EUSEBIO, HE m, 24,6. 105. San IRENEO, Haer. m, 1,1.
El Mateo griego y el original arameo de Jerusaln, la ciudad de los asesinos de los enviados de Dios, y ha escrito su obra despus del ao 70. A partir de esta situacin hay que entender seguramente tambin la supresin de las palabras de (una casa de oracin) para todos los pueblos-, de la cita de Is 21,13 (a diferencia de Me 11,17). El templo haba cumplido ya entonces su funcin en la historia.
5.
Al no habernos sido conservado el original arameo del que habla la tradicin cristiana antigua no puede decirse otra cosa sobre esta cuestin, sino que el ttulo de la obra griega segn Mateo, atestiguado por la tradicin de la Iglesia, sera inexplicable, si no tuviera sta relacin alguna con el Evangelio arameo del apstol Mateo. No puede impugnarse seriamente que Papas, con su noticia sobre las palabras del Seor recogidas en lengua hebrea por Mateo, se refera, al mismo tiempo, al Evangelio griego que lleva el nombre del mismo autor, y que tena a ste por una de las diversas traducciones griegas del original arameo por l mencionadas. En la crtica protestante, aun en la de direccin conservadora, se impugna, desde hace unos 150 aos, cada vez de manera ms unnime, la existencia de un original arameo. Slo la posibilidad de que el apstol Mateo fuera el autor de una coleccin, aramea en su origen, de palabras del Seor (la fuente Q de la teora de las dos fuentes) es admitida por un nmero ms considerable de exegetas. Esta fuente empleada en el Evangelio griego de Mateo sera lo que dara motivo para que ste llevara, con cierta razn, el nombre del apstol Mateo. No puede considerarse como principal argumento, en contra del origen apostlico del Mateo griego, que la correccin absoluta de su idioma impida ver en l la traduccin de un original semtico. En realidad, semejante tesis se propasa de su meta, ya que entonces tendra que ser negada tambin la autenticidad, esto es, la historicidad de todas las palabras del Seor en l contenidas, que, en todo caso, fueron pronunciadas en arameo. La libertad con que 49
Ev. S.M. 4
48
Introduccin
el autor maneja la lengua griega (con empleo a veces de juegos de palabras)loa y las citas tomadas de los LXX (con excepcin de las llamadas citas de reflexin) son slo una prueba de que la traduccin no ha sido una traduccin servil y que el traductor ha seguido intencionadamente el texto de los LXX, al igual que la mayora de los dems autores del NT. Con todo, un difcil problema consiste en que una parte de estas citas, y precisamente las llamadas citas de reflexin, caractersticas del primer Evangelio, presentan un texto independiente del de los LXX. Totalmente problemtico se hace por otra parte el testimonio de Papas sobre el Mateo arameo y la relacin con l del primer Evangelio cannico, al considerar el Mateo griego en relacin con la cuestin sinptica, ya que entonces resulta, con claridad innegable, que el Mateo griego ha sido creado fundamentalmente a partir de fuentes griegas. Una de ellas fue Marcos, la otra un escrito, que no conservamos, conteniendo sobre todo, palabras del Seor, utilizado tambin por Lucas. L. Vaganay ha intentado, con gran ingenio y minuciosidad, echar abajo este resultado de una crtica literaria libre de prejuicios y sustituirlo por una nueva hiptesis, que pretende estar en mejor relacin con el testimonio de la tradicin cristiana antigua sobre Mateo, pero su intento no puede considerarse logrado. Tambin l llega por otra parte a la conclusin de que el Mateo griego no es una simple traduccin del escrito arameo del apstol Mateo.
BIBLIOGRAFA
Comentarios catlicos modernos: M.J. LAGRANGE, vangile selon Saint Matthieu, Pars 71948. F.X. POLZL, Kommentar zum Evangelium des hl. Matthus. edicin de TH. INNITZER, Graz M932. Sobre el sermn de la montaa: TH. SOIRON, Die Bergpredigt, Friburgo de Brisgovia 1941. J. STAUDINGER, El sermn de la montaa, Herder, Barcelona 1962. Comentarios protestantes: TH. ZAHN, Das Evangelium des Matthus, Leipzig 41922. E. KLOSTERMANN, Das Matthausevangelium, Tubinga s1938 A. SCHLATTER, Der Evangelist Matthus, Stuttgart M959. W. MICHAELIS, Das Evangelium nach Matthus, Zrich 1948ss. Sinopsis:
6. El decreto de la Pontificia Comisin Bblica Un decreto de 19 de junio de 1911 de la Pontificia Comisin Bblica declara que el original arameo de Mateo no fue una simple coleccin de palabras o sentencias del Seor, sino un verdadero Evangelio, que no fue compuesto despus del ao 70, que su contenido es digno de crdito y que el Mateo griego es idntico, en su esencia, con el original arameo.
106. Cf. Mt 6,16; 21,41; 24,30.
[MJ. LAGRANGE, Sinopsi Evanglica, Barcelona 1926 (en griego).] J. LEAL, Sinopsis concordada de los cuatro Evangelios, Madrid 1954. B. DE SOLAGES, Synopse grecque des vangiles, Leiden 1959. A. HUCK, Synopse der drei ersten Evangelien, Tubinga 101950 (en griego). J. SCHMID, Synopse der drei ersten Evangelien, Ratisbona 31960 (en alemn). K. ALLAND, Synopsis quattuor Evangeliorum, Stuttgart 31964 (en griego).
(H.L. STRACK y) P. BILLERBECK, Kommentar zum NT mis Talmud und
Midrasch, 6 tomos, Munich 21954-1961. C. KOPP, Die heiligen Sttten der Evangelien, Ratisbona 1959.
50
51
PRELIMINARES 1,1-4,11
Seccin primera: LA INFANCIA DE JESS cap. 1-2 Mateo, al igual que Lucas, comienza su obra con la historia de la infancia de Jess. Slo nos ofrece de ella algunos episodios. Pero ninguno de stos aparece en Lucas. Tanto la eleccin de tales episodios como la forma concisa, y no narrativa, de exponerlos son caractersticas de Mateo. La idea dominante del conjunto y la que establece la conexin de los diversos episodios entre s y con los captulos siguientes, es demostrar que Jess es el Mesas prometido. A tal fin van dirigidas la genealoga de Jess con que comienza este Evangelio y las frases de los profetas con que terminan casi todos los episodios que siguen \ las cuales determinan tambin la forma de cada pasaje.
Genealoga de Jess 1,1-17 (cf. Le 3,23-38) Libro del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendr a Isaac, Isaac engendr a Jacob, Jacob engendr a Jud y a sus hermanos, 3 Jud engendr, de Tamar, a Fars y a Zara. Fars engendr a Esrom, Esrom engendr a Aram, * Aram engendr a Aminadab, Aminadab engendr a Naasn, Naasn engendr a Salmn, 5 Salmn engendr, de Racab, a Booz, Booz en2 1
1. Mt l,22s; 2,5s.l5.17s.23.
53
1.1-17
Genealoga de Jess
Genealoga de Jess
1,1-17
gendr. de Rut, a Yobed, Yobed engendr a Jes, " y Jes engendr al rey David. David engendr, de la que fue mujer de Uas, a Salomn, ' Salomn engendr a Roboam, Roboam engendr a Abas, Abas engendr a Asaf,s Asaf engendr a Josafat, Josajat engendr a Yoram, Yoram engendr u Ozas, " Ozas engendr a Yoatam, Yoatam engendr a Acaz. Acaz engendr a Ezequas, 10 Ezequas engendr a Muases. Muases engendr u Amos, Amos engendr a Yosas, " Yosas engendr a Yeconas y a sus hermanos en la deportacin de Babilonia. 12 Y despus de la deportacin de Babilonia, Yaconas engendr a Salatiel, Salatiel engendr a Zorobabel, 13 Zorobabel engendr a Abid, Abid engendr a Eliaquim, Eliaquim engendr a Azor, 14 Azor engendr a Sadoc, Sadoc engendr a Aquim, Aquim engendr a Elid, " Elid engendr a Eleazar, Eleazar engendr a Matan, Matn engendr a Jacob, Jacob engendr a Jos, el esposo de Mara, de la cual naci Jess, llamado Cristo. 17 Por consiguiente, todas estas generaciones son: de Abraham hasta David, catorce generaciones; y de David hasta la deportacin de Babilonia, catorce generaciones; y de la deportacin de Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones. 1 Las dos palabras iniciales, tomadas del AT, pueden ser interpretadas y traducidas diferentemente: o bien libro del origen la , o bien libro de la historia 2. Y, segn la interpretacin que se les d, sern o el encabezamiento de la genealoga que sigue, o el ttulo de todo el libro. El hecho de nombrar inmediatamente a David y a Abraham, repetidos luego en el v. 17, y la necesidad de que la genealoga lleve algn encabezamiento, mientras que el libro en su conjunto no tiene por qu llevar ttulo alguno, inducen a elegir la primera interpretacin. El doble nombre de Jesucristo (Jess Cristo), de tono solemne, slo raramente aparece en los Evangelios 3 , mientras se enla. Cf. Gen 2,4; 5.1. 2. Cf. Gen 6,9; 37.2. 3. Cf. Mt 1.18; Me 1.1: Jn 1.17; 17,3. 54
cuentra con frecuencia en los dems libros del NT. El nombre de Cristo, traduccin griega de Mesas (ungido), al estar unido con Jess, se ha convertido simplemente en nombre propio (Jesucristo) *. Con el ttulo de hijo de David el evangelista quiere destacar aqu que Jess es, por antonomasia, el descendiente de David prometido en el AT \ e.d., el Mesas; pues hijo de David, para designar al Mesas, era un ttulo muy usado entre los judos. La genealoga que sigue tiene por objeto demostrar que Jess procede realmente del linaje de David, y, por consiguiente, que rene esa condicin indispensable para ser reconocido como Mesas. Por eso va el nombre de David antes que el de Abraham. Pero Mateo lo llama tambin hijo de Abraham, porque en Abraham, tronco del pueblo escogido, tuvo su principio la promesa mesinica . Por eso el evangelista retrotrae la genealoga de Jess hasta Abraham y no slo hasta David. Jess no es solamente el descendiente de David; es tambin la verdadera descendencia de Abraham T. La genealoga est agrupada en tres secciones iguales. Pero no 2 hay que buscar ninguna significacin especial al hecho de que estas secciones corresponden tambin a tres importantes pocas de la historia de Israel. Las formas de los nombres de los antepasados de Jess estn tomadas, en general, de los LXX. El hecho de que en el v. 2 sean nombrados, junto a Jud, tambin sus hermanos, a pesar de no tener nada que ver con la genealoga de Jess, debe atribuirse simplemente al influjo de IPar 2,1, sin que tenga ninguna significacin ms profunda. La lista de nombres desde Jud, o mejor, desde Fars a David 3s est tomada de IPar 2,1-15 y Rut 4,18-22. A Zara se le nombra junto a su hermano Fars y con su madre Tamar (cf. Gen 38,1-30) seguramente slo por influjo de IPar 2,4. Racab, la cortesana pagana 5 de Jeric 8 , de la poca de la inmigracin de Israel en Canan, que en la tradicin juda figura como esposa de Josu, aparece aqu
4. 5. 6. 8. No Cf. Cf. Jos as en Mt 1,16.17; 2,4; 11,2, etc. 2Sam 7,12ss; Is 11,1. Gen 12,3; 22,18. 7. Cf. Gal 3,16. 2; 6,17.22ss; cf. Heb 11,31; Sant 2,25.
55
1,1-17
Genealoga de Jess
Genealoga de Jess
1,1-17
6a 6b 7
10
como mujer de Salmn (hebreo: Salm), segn una tradicin distinta, no atestiguada fuera de este lugar. La referencia expresa a la moabita, esto es, la pagana Rut, como mujer de Booz y madre de Yobed (en el AT: Obed) se explica simplemente por influjo de Rut 4,12ss. David es el nico en recibir la honorfica designacin de rey, porque del Mesas se esperaba la restauracin de su reino. Los nombres de la segunda seccin de la genealoga (v. 66-11) estn tomados de lPar 3,5-16. Se omite el de Batseba9, esposa de Uras, seducida por David. El nombre de Asaf es una confusin entre el rey As (lPar 3,10), al que se hace referencia, y el conocido salmista10 y vidente Asaf ", de la poca de David. Entre Yoram y Ozas faltan tres generaciones: Ocozas (hebreo: Ahazy), Yos y Amasias ,2. El hecho puede explicarse o por el salto involuntario del nombre Ocozas (lPar 3,11; en los LXX: Ozas) al de Ozas, de sonido muy semejante o idntico (hebreo: Ussi)1S, o ms probablemente por omisin intencionada de los tres nombres (basada en la maldicin que, segn IRe 21,21s; 2Re 9,8, pesaba sobre la casa de Acab, cuya hija Atala era la mujer de Yoram; maldicin, que, segn x 20,5, se extenda hasta la cuarta generacin). El nombre de Amos es, de nuevo (como el Asaf del v. 7), una confusin u del rey Amn " con el profeta Amos, ms conocido. La gran masa de los manuscritos y traducciones ofrecen en los dos pasajes los nombres exactos, Amn y As. Pero es ms probable que se trate en ambos casos de correcciones posteriores, y no de faltas producidas en los textos ms antiguos y, en conjunto, los mejores.
9. 2Sam 11,3; lPar 3,5. 10. Cf. Sal 50(49) y 73-83(72-82). 11. Cf. lPar 16,5.37; 2Par 29,30. 12. Q. 2Re 8,25; 14,1.21; lPar 3,1 ls. 13. 2Re 15,13; 2Par 26; en 2Re 14,21; 15,1; lPar 3,12 lleva el nombre de Azarias. 14. Tal confusin se encuentra ya en 2Re 21,18 y 2Par 33,21-25 de los LXX. 15. 2Re 21,18-26; lPar 3,14. 56
El nombre de Yeconas vale aqu por dos: por el del rey Joaquim 11 (hebreo: Yoyaquim) y el de su hijo Yeconas (hebreo: Yoyakn)16. La mencin de los hermanos slo conviene al primero, al rey Joaquim17 y, en cambio, el dato de en la deportacin de Babilonia 18 (597 a.C.) slo vale para Yeconas, aunque slo de manera aproximada, porque en el ao 597, Yeconas era ya rey. Por consiguiente, el texto del v. 11 tendra que sonar as (como se encuentra tambin en algunos textos): Yosas engendr a Joaquim y sus hermanos, Joaquim engendr a Yeconas en la cautividad de Babilonia. Slo as est el texto de acuerdo con la historia y as queda conseguido tambin el nmero de 3 veces 14 generaciones, destacado expresamente en el v. 17. Pero Mateo hace el corte entre la segunda y la tercera serie con el comienzo de la cautividad de Babilonia (v. 17), de modo que, admitida esta correccin, la segunda serie tendra 15 miembros en vez de 14 y la tercera seguira teniendo slo 13. Sobre Salatiel (hebreo: Sealtiel), como hijo de Yeconas, y sobre 12 Zorobabel (hebreo: Zerubbabel) como hijo de Salatiel, cf. lPar 3,17,19 y com. a Le 3,27. Zorobabel, uno de los caudillos durante la vuelta de la cautividad de Babilonia en el ao 537, es el ltimo nombre de la genealoga atestiguado en el AT. Los nombres siguientes, de la poca en que ya no exista la 13-l monarqua, tiene que haberlos tomado Mateo de otras fuentes. Los enumerados en lPar 3,196-24 no los ha utilizado. Tambin Lucas (3,23-27) sigue caminos propios en esta parte de la genealoga de Jess y sus datos no concuerdan ni con los de Mateo ni con los de los Paralipmenos. El texto del v. 16 tiene una triple tradicin, a la primera de las cuales corresponde la traduccin que damos. La segunda es: Jacob engendr a Jos, con quien estaba desposada la virgen Mara, la cual engendr (= dio a luz) a Jess, llamado Cristo. La tercera, transmitida en un nico manuscrito sirio del siglo iv o v, suena como sigue: Jacob engendr a Jos, Jos, con quien estaba des16. Cf. 2Re 23,34-24,6; lPar 3,14s. 17. Cf. lPar 3,15; 2Par 36,9. 18. Cf. 2Re 24,8-16.
57
1,1-17
Genealoga de Jess
Genealoga de Jess
1,1-17
posada la virgen Mara, engendr a Jess, etc. Es evidente que el fin de la segunda tradicin era evitar la designacin de Jos como esposo de Mara. Y la tercera no es ms que una asimilacin de la segunda al esquema seguido en todos los dems miembros de la genealoga, mediante la introduccin del nombre de Jos. Y si el versculo 16 contiene la afirmacin de que Jos, cuyos antepasados son enumerados a partir de Abraham, no era el padre real de Jess, sino slo el esposo o el prometido de la madre de Jess, parece quedar roto con ello tambin el lazo entre Jess, trmino final de la genealoga, y toda la serie de antepasados nombrados en la lista19. 17 Para Mateo es importante el destacar que el nmero total de los nombres enumerados desde Abraham hasta Jess abarca 3 veces 14 generaciones. Al evangelista no le interesa tanto la distribucin del nmero total en tres secciones, cuanto el hecho de que el nmero de miembros dentro de cada seccin es siempre el mismo. Tampoco pretende, con ello, presentar ante el lector toda la historia del AT y la actuacin divina en ella. Las figuras de los antepasados en s no tienen para l una significacin especial, aparte de Abraham y David, sino slo su nmero total, resultante de 3 X 14 miembros. La mencin del rey David y de la deportacin de Babilonia quedan destacados slo como cortes en la serie numrica. Como la suma de las consonantes del nombre hebreo de David equivale al nmero 14 (DVD = 4 + 6 + 4), algunos exegetas modernos han querido interpretar el valor simblico de esta cifra en el sentido de que el evangelista pretendiera con el nmero de 3 X 14 dar una prueba de que Jess, el Mesas, era tres veces (= por excelencia) el davdico, el hijo de David. Pero tal sentido simblico del nmero 14 ni puede probarse de manera convincente en la tradicin juda, ni tampoco Mateo alude a l en modo alguno. El evangelista ha querido simplemente destacar como significativo slo el hecho de que el nmero de 14 generaciones que segn la tradicin del AT mediaban entre Abraham y David, se volva a repetir de nuevo en las dos secciones siguientes de la genealoga de Jess. Lo que Mateo quiere decir es que este esquema numrico, para quien lo contempla con
19. Sobre esto, cf. infra.
mirada retrospectiva, se presenta como algo preestablecido, no como producto de la casualidad; y, como testimonio de la providencia divina, confirma que Dios envi a su hijo "cuando lleg la plenitud del tiempo" (Gal 4,4) (Michaelis). El nmero 14 es, adems, el doble de 7, nmero que Mateo destaca tambin, en otras ocasiones 20, como cifra de plenitud o de perfeccin. Pero es, por otra parte, evidente, que la genealoga est incompleta, y no slo en su seccin segunda 2 \ ni tampoco por simple descuido. En la serie primera se nombran, para la poca de la esclavitud en Egipto (que, segn x 12,40, dur 430 aos) slo tres generaciones (Aram. Aninidab, Naasn, v. 4), basndose en lPar 2,9s; Rut 4,19-21 ". Igualmente, para los 250 aos, por lo menos, que transcurren entre Naasn 2S y Jes, padre de David, slo se citan cuatro generaciones. Estas observaciones y la forma esquemtica del nmero 14 inducen a suponer tambin algunas faltas en la tercera serie, en la que se dan 11 generaciones 2* para la poca de Zorobabel25 a Jos. El fin que Mateo se propone con la exposicin de la genealoga est claro en el encabezamiento que la precede, y es demostrar, por medio de la enumeracin de sus antepasados, que Jess, como est prometido en el AT, es realmente miembro del pueblo elegido y descendiente de David. Aunque la genealoga presentada sea la de Jos, y Jos no fue el Padre real de Jess (v. 16), sirve, con todo, a los fines del evangelista, ya que Jos, como esposo de la madre de Jess, era, segn el derecho judo, el padre legal de Jess; porque Jess naci de Mara durante su matrimonio con Jos. Segn el derecho judo era, pues, Jos el padre legal de Jess, y sus antepasados son entonces tambin los de Jess. Jess es, por lo tanto, descendiente del linaje de David. La genealoga de su madre, su pertenencia al linaje de David, no tiene, en cambio, importancia,
20. 21. 22. 23. 24. 25. Cf. cap. 13 y 23. Cf. com. a v. 8 y lis. Cf. tambin Gen 15,16. Cf. nm. 1,7; lPar 2,10. En Le 3,23-27 son 20. Hacia el ano 537 a.C.
58
59
1,1-17
Genealoga de Jess
Genealoga de Jess
1,1-17
y segn el derecho judo, ni siquiera hubiera sido suficiente para asegurar la filiacin davdica de Jess. Porque el evangelista no pretende probar solamente la descendencia fsica del linaje de David, sino que Jess es el heredero de su padre David (cf. Le 1,32). Tal derecho de herencia poda recibirlo Jess por medio de Jos y slo por l. Con esto cae por tierra la afirmacin frecuentemente repetida, de que la genealoga slo tiene su sentido si Jess fue realmente hijo de Jos, lo cual sera una prueba histrica de que el nacimiento virginal fue slo una creacin de la fe de la comunidad primitiva. Efectivamente, todo, en especial la artificiosa divisin en 3 secciones equivalentes, est demostrando que la genealoga es una composicin del propio Mateo, quien inmediatamente relata a continuacin la concepcin milagrosa de Jess (1,18-25) y ya en el v. final de la genealoga misma (v. 16) dice de manera inequvoca que Jos no era el padre carnal de Jess. Para la poca que va hasta Zorobabel, la fuente principal de la que Mateo pudo obtener informacin fue el libro de los Paralipmenos2G. Es incuestionable que tambin para la poca posterior pudo apoyarse en documentos escritos. Los judos daban gran importancia, desde la vuelta de la cautividad babilnica, a la documentacin de la pureza de la familia27. Por eso, desde los tiempos de Esdras estaban prescritos los registros familiares. No eran slo los sacerdotes los que tenan que poder verificar su genealoga28. Por numerosos pasajes de la literatura rabnica se puede ver que muchas familias posean su rbol genealgico29. Y por ello es posible que tambin Jos, lo mismo que otros miembros de la familia de David30, poseyera su lista genealgica. Por consiguiente, la filiacin davdica
26. 27. 28. 29. 30. lPar 1,34; 2,1-5; 3,1-19; cf. tambin Rut 4,18-22. Cf. FL. JOSEFO, Vita 1; 31; C. Ap. 1,7; 6. Cf. Esd 2,61-63 = Neh 7,63-65. Cf. tambin Le 2,36; Rom 11,1; Flp 3,5. Cf. el testimonio de Hegesipo, que utiliza tradiciones palestinas, en
de Jess, atestiguada en todo el NT S1, no es un simple postulado o una consecuencia necesaria de la fe en su dignidad mesinica. El hecho de nombrar a cuatro mujeres en la genealoga de Jess (v. 3.5s), cuatro mujeres que, adems, no estn exentas de mancha, no tiene ninguna tendencia apologtica (defensa contra ataques judos al origen de Jess y la honra de su madre). Los nombres de Tamar, de Rut y de la mujer de Uras estn tomados, sin ms. del AT 32 , lo mismo que, siguiendo el texto del AT, se nombra tambin a los hermanos de Jud (v. 2), a Zara hermano de Fars (v. 3a) y a los hermanos de Joaqun (v. 11). Adems, en el judaismo no estaban consideradas ya como mujeres sin fama. Por otra parte, la referencia a la culpabilidad de varias mujeres entre los antepasados de Jess hubiera sido una apologa dudosa del nacimiento virginal (Klostermann). Como ltimo problema queda por tratar la relacin entre la genealoga de Jess de Mateo y la transmitida por Lucas (3,23-38). Ambas concuerdan solamente en los nombres de Abraham a David, o sea en los de la primera seccin de Mateo. En cambio desde David a Salatiel contina Lucas la serie por Natn, en lugar de seguir la lnea dinstica de Salomn. Ambas genealogas vuelven a encontrarse en los nombres de Salatiel y Zorobabel, para volver a separarse despus, hasta reunirse de nuevo en el nombre de Jos. Desde Sexto Julio Africano33, alrededor del 230, se ha intentado explicar las diferencias por la hiptesis de un segundo matrimonio basado en la ley del levirato34. Jacob y Hel, que son nombrados en Mateo y Lucas, respectivamente, como padres de Jos, seran hermanos; y uno de ellos habra sido el padre real de Jos y el otro el padre legal. En Mateo se encontrara la genealoga de Jacob y en Lucas la de Hel. De la misma manera se explica el que Mateo nombre a Yeconas como padre de Salatiel, y Lucas, en cambio, a Ner. Ner sera el padre real y Yeconas el padre legal.
31. Cf. Le 1.32; Act 2,25-31; 13,23.34-37; 15,16; Rom 1,3; 2Tim 2,8; Ap 5,5. 32. lPar 2,4 y Rut 4,13ss; lPar 3,5.
33. En EUSEBIO, HE i, 7.
EUSEBIO, HE ni, 19s; 32,3-6; JULIO AFRICANO, Episi. cid Arist. 61,20ss.
34.
60
61
1,1-17
Genealoga de Jess
1,18-25
La objecin decisiva contra este intento de solucin es que, en ese caso, los dos supuestos pares de hermanos (Hel y Jacob; Ner y Yeconas) tendran que haber sido hermanastros slo por parte de madre (sin que los padres fueran hermanos entre s); pues slo as se explicara por qu las dos listas no se unen antes, en el nombre del abuelo. Ahora bien, en el caso de tales hermanastros, hijos de una misma madre (pero de padres que no son hermanos entre s), no puede cumplirse el fin de la ley del levirato, que es el de perpetuar la sangre del abuelo, una vez muerto sin hijos el hermano primero. Por ello es problemtico que la ley tuviera validez en este caso. Adems, era consecuencia necesaria de la ley del levirato que, al casarse el segundo hermano, con su cuada para conseguir descendencia a su hermano mayor difunto, el primognito de este segundo matrimonio deba ser considerado nicamente como hijo del padre legal ya muerto (nunca, como hijo del padre real). Tampoco tiene valor alguno una segunda solucin, propuesta por Annio de Viterbo (f 1505), de que Mateo ofrezca la genealoga de Jos y Lucas la de Mara. Tal hiptesis queda rebatida ya con el texto de Le 3,23 (cf. com.) y explicara, en todo caso, slo la diferencia de nombres desde Abid a Jacob o de Res a Hel, pero no la existente entre los nombres de David a Salatiel. Para una valoracin exacta de las diferencias entre ambas genealogas y su valor histrico hay que tener presente que, segn el concepto general en Oriente, por la unin de dos familias se hacan comunes a ambas los antepasados, de las dos partes y que, adems, se conceda a la adopcin los mismos derechos que a la descendencia fsica. Por ello, no todos los antepasados nombrados en un rbol genealgico tienen necesariamente que haberlo sido tambin de una manera real. Los evangelistas compusieron la genealoga de Jess basndose en documentos, sin que tuvieran la posibilidad de verificar la exactitud histrica de los registros de familia utilizados, como tampoco la tuvieron el autor de los. ParalipmenoS ni el de los libros de Esdras. En las dos primeras secciones de la genealoga de Mateo se pueden probar lagunas e inexactitudes; a la tercera seccin y a la genealoga de Lucas no es posible aplicarles un criterio ms riguroso en 62
lo que se refiere a integridad o exactitud. De todas formas, es evidente que ninguno de los dos evangelistas conoci la genealoga ofrecida por el otro.
El misterio del nacimiento de Jess 1, 18-25 Jui concepcin de Jesucristo fue as. Estaba su madre Mara desposada con Jos; y, antes de vivir juntos, result que ella haba concebido por obra del Espritu Santo. 19 Pero Jos su esposo, como era recto y no quera denunciarla, determin repudiarla en secreto. 20 Y mientras cavilaba en torno a esta decisin, un ngel del Seor se le apareci en sueos y le dijo: .Jos, hijo de David, no temas recibir en tu casa a Mara tu esposa, porque lo engendrado en ella es obra del Espritu Santo. 21 Dar a luz un hijo, a quien pondrs por nombre Jess, pues l salvar & su pueblo de sus pecados.* " Todo lo cual sucedi en cumplimiento de lo que haba dicho el Seor por el profeta:
23 18
La virgen concebir en su seno y dar a luz un hijo, a quien pondrn por nombre Emmanuel (Is 7,14),
que significa .Dios con nosotros.24 Cuando Jos despert del sueo, hizo conforme le haba ordenado el ngel del Seor y recibi en su casa a su esposa. 25 Y sin haberla l conocido, ella dio a luz un hijo; y l le puso por nombre Jess. Esta narracin es el complemento necesario de la genealoga precedente, porque en ella se da solucin al enigma del v. 16, donde Jos, con cuyo rbol genealgico inicia el evangelista su obra, haba sido designado no como padre de Jess, sino slo como esposo de su madre. Llama la atencin el hecho de que aqu, como antes en la genealoga y luego en las dems partes de la historia de la infancia, sea Jos (en Lucas, Mara) quien aparece en primer trmino. La escena presente viene narrada desde el punto de vista de Jos. 63
1,18-25
1,18-25
La posicin de Mara no le interesa al evangelista. La finalidad peculiar de Mateo se deja ver ya claramente en este primer trozo narrativo: slo se mencionan los momentos de inters teolgico o apologtico. Por consiguiente, lo importante para el evangelista no es la crisis espiritual de Jos, sino el misterio de la concepcin milagrosa de Jess y el cumplimiento de la profeca del AT que en ella se realiza. Nada se dice del tiempo y el lugar del acontecimiento, y tampoco se da una caracterizacin ms exacta de la persona de Jos35. Todo ello psase por alto, como cosa que no interesa al fin de la narracin. En este primer trozo de la historia de la infancia segn Mateo, queda claramente de manifiesto que el evangelista no escribe para lectores que van a oir por primera vez los hechos por l descritos, sino que utiliza una tradicin ya conocida, tomando de ella slo aquellas partes que tienen valor propio para el fin especial que l se propone. 18 Segn el derecho matrimonial judo, los esponsales (que siempre tenan lugar ante testigos) constituan en realidad verdadero matrimonio en cuanto a sus consecuencias legales. La prometida reciba, pues, el nombre de esposa de su prometido (cf. v. 19.20.24), quedaba viuda en el caso que ste muriera y slo poda ser abandonada por su esposo mediante el libelo de repudio. Quedaba luego d acto formal de la conduccin de la prometida a la casa de su marido, lo cual tratndose de una muchacha soltera, tena lugar poco despus de un ao. Con ello pasaba la prometida de la potestad de su padre a la de su esposo. La poca normal para los esponsales era, en las mujeres, la edad del desarrollo, esto es, entre los 12 y los 13 aos y medio, y la recepcin en la casa del marido y el comienzo de la convivencia matrimonial tenan lugar, por tanto, entre los 13 aos y medio y los 14. A esto se refiere Mateo al hablar de vivir juntos. El v. 18 supone que el momento de la concepcin de Mara tuvo lugar, por lo menos, unos tres meses antes. No se narra el hecho mismo, sino que se presupone como sucedido y como conocido tambin de los lectores. El texto no dice que Jos mismo se diera cuenta de que Mara estaba encinta, pero lo deja
35. Cf., en cambio, Le l,5-7.26s. 64
entrever, ya que otros, como puede desprenderse del v. 19, no saben nada de ello. En todo caso, l, como su prometido, tena que enterarse de ello necesariamente. Por obra del Espritu Santo lo pone el evangelista anticipando lo que luego se dir a Jos en el v. 20. Jos queda sumido en un grave conflicto espiritual al enterarse 19 del estado de su prometida, ya que no le es posible suponer otra cosa que infidelidad y adulterio. Recto no se refiere aqu a su observancia severa de la ley y a que no quera, por tanto, recibir en matrimonio a una mujer cada. Significa, probablemente, que era indulgente, benigno. Por eso no quera comprometer a su prometida con una acusacin judicial por adulterio30, entregndola as a un duro castigo, sino despedirla de la manera ms discreta posible, slo en presencia de dos testigos, que deban firmar tambin el documento de repudio. Todo esto demuestra que Mara no le haba participado el misterio de su concepcin milagrosa. Antes de poner por obra su decisin, Jos recibe una explicacin 20 de lo sucedido por medio de un ngel que se le aparece en sueos 3r. Esta noticia, comunicada nada menos que por un enviado de Dios, tiene ms peso del que hubiera tenido si nicamente los labios de Mara fueran su origen. Porque la idea de que el Mesas vendra al mundo de manera distinta que todos los dems hombres, era absolutamente extraa al judaismo38. Por esto era necesaria la intervencin de Dios para hacer digna de crdito, tambin ante su prometido, la concepcin milagrosa de Mara. Hijo de David llama el ngel a Jos, por el carcter mesinico del mensaje que le trae. Jos es, como descendiente de David, el que transmitir a Jess, como a su hijo legal, lafiliacindavdica. La aclaracin que Jos recibe no se limita a la forma milagrosa 21 de la concepcin de Mara en virtud del poder creador de Dios 3",
36. Cf. Dt 22,23s; FLAVIO JOSEFO, Ant. v, 8,23; 246-48.
37. Como siempre en la historia de la infancia ofrecida por Mateo; cf. 2,12.13.19.22; en forma distinta en Le l,11.26s; cf., en cambio, Act 16,9: 18,9; 23,11; 27,23. 38. Cf. en Lucas el exc. El nacimiento virginal de Jess, despus de Le 1,26-38. 39. Cf. com. a Le 1,35
Ev. S.M. 5
65
1,18-25
2,1-12
aunque Mateo la destaca como lo ms importante (cf. v. 22s). Por ser Jos el padre legal del nio que va a nacer, se le comunica tambin, al mismo tiempo, el nombre que Dios mismo ha destinado para el nio (cf. Le 1,31) y que l deber imponerle (cf. v. 25). En el nombre va ya indicada su misin: Jess redimir a Israel 40 , pero no lo redimir, en el sentido de la ideologa corriente sobre el Mesas, de sus enemigos y sus dominadores polticos y de toda necesidad terrena 41 , sino de sus pecados (cf. Le 1,77). Con ello no slo queda radicalmente corregida la ideologa mesinica corriente, sino que tambin se atribuye al nio una misin que, segn el AT y la ideologa juda, slo Dios poda llevar a cabo; y adems, aunque no de manera expresa, se hace referencia a su muerte redentora. La frase presupone lectores que entendan la significacin del nombre de Jess (hebr. YeSua, abreviacin de Yehoua= Yahveh es salvacin, nombre israelita frecuente a partir de x 17,9). La aclaracin que sigue: pues l salvar su pueblo de sus pecados, no es, por tanto, una verdadera traduccin del nombre, sino una interpretacin de su sentido. Por eso, despus de Jess, conviene completar: esto es, Salvador. La actividad salvadora del Mesas queda aqu limitada a su pueblo, esto es, a Israel. Las palabras del ngel corresponden, pues, al punto de vista judo y del AT, de acuerdo con el momento en que son pronunciadas " . En la formulacin del v. 21a influye el v. 23. Pero cf. tambin Gen 17,19 y Le 1,13; en Mateo, en contraposicin con estos dos pasajes, falta el pronombre te, porque Jos no es el padre del nio prometido. A las palabras del ngel aade el evangelista, interesado como ningn otro en la comprobacin de las profecas, la primera de sus llamadas citas de reflexin. En el hecho de que en la vida de Jess se cumple, se realiza, lo que Dios ha dicho con antelacin por medio de los profetas, est la prueba de que l es realmente el Mesas. En la profeca del Emmanuel, Dios anunci al rey Acaz, por medio del profeta Isaas, que un nio nacera de una virgen.
40. Cf. Le 1,68 y 2,11. 41. Cf. el exc. despus de Me 8.30. 42. Cf. Le l,17.32s.54s; 2,10. 66
Todo lo cual (cf. 21,4; 26,56) se refiere slo al hecho de la concepcin milagrosa de Jess, que es lo nico que al evangelista aqu interesa. Con ello est claro el motivo por el que ha dado cabida a todo este trozo en su Evangelio: no por la persona de Jos y su actuacin, sino porque todas sus vivencias y sus acciones sirven para probar la manera milagrosa de la concepcin de Jess, en la que se cumple la profeca del AT. Mateo hace saber, adems, de manera decidida, su intencin de que cuanto acaba de narrar ha de entenderse como hecho realmente histrico. Slo en segundo Jugar interesa al evangelista, en su cita, el hecho de que el nombre del nio prometido en la Escritura, Emmanuel, tenga sustancialmente el mismo sentido que el nombre de Jess, esto es, acercamiento salvador de Dios hacia los hombres. No corresponde a la idea del profeta, y tampoco puede demostrarse que corresponda a la mente del evangelista, la idea de que el nombre de Dios con nosotros exprese la divinidad esencial del Mesas, que, por medio de la encarnacin, viene a morar entre los hombres. Como fin de su relato hace saber Mateo que Jos, despus del 24s mensaje del ngel y siguiendo sus rdenes, acogi a su prometida como mujer suya, pero sin iniciar con ella la comunidad matrimonial antes del nacimiento de su Hijo 43 . La forma en que se expresa Mateo no dice nada sobre si tal comunidad se dio despus. El evangelista slo quiere destacar que Mara, tambin en el nacimiento de su Hijo, era todava virgen.
La adoracin de los magos 2, 1-12 Despus de haber nacido Jess en Beln de Jud, en tiempos del rey Herodes, unos magos llegaron de Oriente a Jerusaln, 2 preguntando: Dnde est el recin nacido rey de los judos? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlos 3 Cuando lo oy el rey Herodes, se sobresalt, y toda Jerusaln con
43. Sobre el trmino conocer, cf en Le 1,34
1
67
2,1 -12
2,1-12
l. * Y despus de reunir a todos los pontfices y escribas del pueblo, les estuvo preguntando dnde haba de nacer el Cristo. 5 Ellos le respondieron: En Beln de Jud; pues as est escrito por el projeta:
8
Y t, Beln, tierra de Jud, de ningn modo eres la menor entre las grandes ciudades de Jud; pues de ti saldr un caudillo que gobierne a mi pueblo Israel (Miq 5,1; Cf. 2Sam 5,2).
Entonces Herodes llam secretamente a los megos y averigu cuidadosamente el tiempo en que se les haba apare ido la estrella. h Y encaminndolos hacia Beln, les dijo: Id e info maos puntualmente acerca de ese nio; y cuando lo hayis hall, do, avisadme, para que tambin yo vaya a adorarlo.- 9 Luego que ellos oyeron al rey, partieron; y la estrella que haban visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el nio. 10 Ellos, cuando vieron la estrella, se llenaron de inmensa alegra. u Y habiendo entrado en la casa, encontraron al nio con Mara, su madre, y, postrados en tierra, lo adoraron; abrieron entonces sus cofres y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. 12 Y advertidos en sueos de no volver a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. Las cuatro escenas ofrecidas por Mateo en el cap. 2 4 4 forman juntas una unidad indisoluble. La llegada de los magos a Jerusaln es el motivo para hacer constar cmo el Mesas deba nacer en Beln, y para narrar la visita de los magos a esta ciudad, la huida a Egipto y la matanza de los inocentes. El retorno posterior de la sagrada familia desde Egipto es un hecho natural y evidente en s mismo. El evangelista no describe el acontecimiento central, el nacimiento de Jess. Slo lo menciona como ya sucedido en una frase secundaria, y aun as, porque era necesario unirlo al dato local, en Beln, de 44. Mt 2,1-12.13-15.16-18.19-23. 68
importancia para el relato entero. Nada se dice del tiempo transcurrido desde el nacimiento de Jess hasta la visita de los magos. nicamente puede deducirse del curso posterior de la narracin. Beln ( = casa del pan o quiz mejor casa del dios Lahamu), un pueblo (o aldea) situado 8 km. al sur de Jerusaln, y patria de David *\ recibe en el AT el nombre de Beln de Jud *", para distinguirla de la otra Beln que haba en la tribu de Zabuln (Jos 19,15). Pero aqu (y en el v. 8) quiere destacarse tambin con tal designacin, que el Mesas naci en territorio de la tribu de Jud, al cual perteneca como descendiente de David. Herodes el Grande, durante cuyo reinado naci Jess, haba conseguido en el ao 40 37 a.C, con la ayuda de los romanos, el dominio sobre todo el pas judo, a pesar de ser l de origen idumeo. Era un hombre que diriga su furia con igual crueldad en contra de todos sin distincin alguna: su ira no conoca lmites y se crea superior a todo derecho y justicia; y sin embargo, fue objeto, como ningn otro hombre, de los favores de la fortuna 47. Se gloriaba de ser, por su mentalidad, ms griego que judo 48 . Nunca goz de la simpata de sus subditos, a pesar de haber hecho reedificar el templo con una suntuosidad extraordinaria 49. Herodes muri antes de la Pascua del ao 4 antes de Cristo, lo cual es un dato importante para determinar el ao del nacimiento de Jess 50 . Los magos constituyeron primeramente una casta sacerdotal del antiguo imperio medo. Despus se hicieron adeptos de la doctrina de Zaratustra (Zoroastro) y fueron los sacerdotes del imperio persa de los Aquemnidas. Son distintos de los magos babilnicos, los cuales tuvieron tambin un importante papel como altos funcionarios del imperio y consejeros de los reyes (de ellos habla Jer 39,3.13): stos son los llamados caldeos en el libro de Daniel (2,4.48 y passim), que se dedicaban especialmente a la astronoma y la astro45. ISam 16,lss;20,6; Le 2,4. 46. Jue 19,ls; ISam 17,12.
47. FLAVIO JOSEFO, Antigedades judas XVII, 8,1; 191.
48. Ibid. xix, 7,3; 329. 49. Cf. com. a Me 13,1 y Jn 2,20. 50. Cf. el exc. despus de Le 3,6. 69
2,1-12
2,1-12
logia. Desde la poca de Alejandro Magno formaron tambin stos una casta sacerdotal, siendo desde entonces confundidos con los persas. Los magos aqu nombrados son magos babilnicos o caldeos, esto es, hombres sabios, entendidos en astrologa. Vienen probablemente de Babilonia, el imperio parto de entonces o de la Arabia del norte. Es natural que se dirijan por primera providencia a la capital juda. Para comprender su marcha al pas judo, hay que tener presente la activa y eficaz propaganda religiosa llevada a cabo por el judaismo, en la poca de Jess, por todas partes donde haba judos dispersos entre paganos; y Babilonia era, junto con Egipto y Siria, el centro ms importante de la dispora juda. Mediante esa propaganda se extendi tambin por todas partes la creencia en la venida del Mesas, la cual se encontraba entonces en su mxima tensin. Fcilmente se comprende que tambin los magos babilnicos, a pesar de ser paganos, estuvieran dispuestos a recibir tal mensaje, si se tiene en cuenta que, segn el testimonio de textos cuneiformes babilnicos, los astrlogos del pas tenan puesta su mirada, desde haca largo tiempo, en un futuro rey salvador que deba aparecer en occidente. Adase, adems, la viva nostalgia sentida por entonces en todo el mbito del mundo antiguo, de un salvador , l , un rey libertador. 2 Como expertos en astrologa, los magos creen haber adivinado, ante la aparicin de una determinada estrella, la seal de haber nacido este rey de los judos (no de un nuevo prncipe cualquiera), y ello les indujo a buscarlo. La estrella no les ha dado la orden de comenzar su viaje sino que ha sido slo ocasin de su partida. Segn la astrologa babilnica, extendida en la poca de Cristo por todo el mundo antiguo, existe cierta relacin entre los movimientos de las estrellas y el destino de los hombres. Esta antigua creencia condujo a la formacin de la ciencia astrolgica, en la que se unan estos tres elementos: religin, observacin de las estrellas y clculos astronmicos. En la estrella de los magos se ha querido ver, o un cometa (as 51. Cf. com a Le 2,11.
70
ya desde Orgenes), o la conjuncin de los planetas Jpiter y Saturno en el signo de Piscis, que tuvo lugar tres veces en el ao 7 a.C, opinin mantenida desde Kepler (quien, sin embargo, vea en la conjuncin de los planetas slo el anuncio de la estrella misma de los magos) hasta hoy por muchos otros investigadores modernos. Pero tales hiptesis seran conciliables con el texto de Mateo slo en el caso de ver en su descripcin de la estrella una narracin de tipo potico popular. Pero el Evangelista habla expresamente de una estrella, que va delante de los magos al final de su viaje, durante el trayecto de Jerusaln a Beln, que camina de norte a sur, mientras que el movimiento normal de las estrellas va de este a oeste, que avanza (en el cielo) delante de ellos y que se para (v. 9) sobre la casa en la que estaba el nio. Estos detalles del relato excluyen, por s solos, toda explicacin de tipo natural. Por consiguiente, la estrella no puede ser utilizada para fijar la fecha del nacimiento de Jess. No se d-ke-que los magos" preguntaran por el hijo del rey; porque el rey de los judos que ellos buscaban, no poda haber nacido en la casa de Herodes, ya que l era edomita y no un descendiente de D&vid. El temor de Herodes y el de los dems habitantes de Jerusaln 3 tienen causas diversas. Herodes, el odiado tirano extranjero, teme por su trono; Jerusaln, con su temor, no da una prueba de adhesin al tirano, sino que tiembla ante la posibilidad de nuevos actos de violencia por su parte. Unos paganos vienen de tierras lejanas a rendir homenaje al Mesas judo; pero, en su propio pueblo, la noticia de su nacimiento no trae gozo ni jbilo, sino temor y desconcierto. Y precisamente este dato es importante para el evangelista: Jess es el Mesas rechazado, desde el primer momento, por su propio pueblo. Herodes est decidido a una rpida accin en favor de la seguridad 4s de su propio dominio. Por eso quiere saber en seguida el lugar del nacimiento de su supuesto rival, que tampoco los magos conocen an, y a este fin convoca las autoridades competentes en la materia, los sumos sacerdotes y los expositores profesionales de la Escritura (pero no al sanedrn en pleno, porque Herodes lo haba suprimido) quienes le dan la informacin solicitada: en el profeta Miqueas hay
71
2,1-12
2,1-12
un pasaje que nombra a Beln, en el territorio de Jud, como patria del Mesas (cf. Jn 7,42). 6s El texto de Mateo se aparta notablemente del texto hebreo de Miqueas (5,1), que dice: Y t, Beln de frata52, que eres la ms pequea entre los millares ( = distritos) de Jud; de ti saldr quien seorear en Israel..., y se afirmar y apacentar su rebao con la fortaleza de Yahveh. Entre las grandes ciudades (literalmente: entre los prncipes), como aparece en el texto de Mateo (en lugar de entre los millares) supone en el texto hebreo la leccin be'aluf, en lugar de be'alf. El final de la cita est variado con arreglo a 2Sam 5,2 (t apacentars mi pueblo Israel y sers caudillo de Israel). La variante de ms importancia, por su contenido, est en el de ningn modo, aadido por Mateo, al ver cumplida ya la profeca. Una vez que el Mesas ha nacido realmente en Beln, ya no puede pensarse en su pequenez, sino en la dignidad que con ello le ha cabido en suerte. Slo ahora, cuando Herodes sabe ya el lugar donde el Mesas ha de nacer, llama ante s a los magos en secreto. No solamente quiere utilizarlos para que indaguen, sino preguntarles tambin la fecha de la aparicin de la estrella coincidente con el nacimiento del nio (cf. v. 16). Pudiera parecer una resolucin extraa y poco hbil que Herodes espere de los magos la informacin exacta del lugar donde se encuentra el Mesas, en vez de tomar en seguida las medidas que a continuacin se refieren (v. 16). Pero su conducta no es histricamente imposible. Porque la noticia de los magos poda presentrsele, en primer lugar, como dudosa. 9s Si la aparicin de la estrella haba conducido a los magos a Jerusaln (para el camino hasta aqu no necesitaban que la estrella los guiara, ya que podan encontrar esa meta, la capital juda, por s mismos), a Beln los lleva ahora la profeca del At; y la estrella, que se les hace nuevamente visible, les confirma que van por buen camino. No se dice el motivo de por qu se pusieron en camino precisamente durante la noche. 11 El dato de la casa en la que encuentran al nio, no est en con52 a ISam 17,1; Rut 1,2; 4,11. 72
tradiccin con Le 2,7, donde se afirma que Jess naci en un establo, ya que ste no constituy la estancia permanente de la sagrada familia en Beln, y la llegada de los magos, como se deduce del v. 16, tuvo lugar en fecha bastante posterior a la del nacimiento de Jess. La expresin el nio con Mara, su madre (cf. v. 13s.20s) est escogida deliberadamente y enlaza de manera clara con 1,18-25. Postrarse (la TrpoCTxvr/cri;) es la forma oriental para expresar la reverencia y la total sumisin 5 \ utilizada especialmente para el homenaje al rey. Tambin un prncipe poda presentar, de esta forma su homenaje a otro54. Pretender que, con este acto, los magos adoran estrictamente al Dios hombre sera interpretar falsamente el relato y dejar a un lado su carcter histrico; porque el fin de la peregrinacin de los magos es el recin nacido rey de los judos (v. 2). Los honores divinos que los orientales tributan a sus prncipes, no hay que tomarlos al pie de la letra 55. Segn las costumbres orientales, al tributo de homenaje a un rey iba unida muchas veces tambin la entrega de un regalo "\ Tampoco este rasgo es extrao entre los judos con relacin al Mesas. Los dones ofrecidos por los magos no son una oblacin religiosa, sino los objetos preciosos usuales entre los orientales: oro, incienso y mirra 57. Un aviso recibido por los magos les impide convertirse en ins- 12 trumentos de los criminales planes de Herodes. Con su vuelta a oriente desaparecen los magos para siempre de la historia sagrada. Nada dice el evangelio, ni la historia posterior, de la significacin que para su vida tuvo esta marcha, bajo la mano de Dios, en busca del recin nacido Mesas judo. Tal vez por eso mismo la leyenda se ha adueado con tanta ms intensidad de sus figuras, rodendolas con el encanto del misterio. Del nmero tres de sus regalos se ha concluido que tambin ellos
53. Gen 19,1; 42,6.
54. Mt 2,8; cf. FLAVIO JOSETO, Ant. xx, 3,1; 55-59.
55. Cf. en Le exc. sobre El nacimiento virginal de Jess, despus de 1,26-38.' 56. Cf. Gen 43,26; ISam 10,27; IRe 10,2; Sal 72(71)10. 57. Cf. Is 60,6; Sal 72(71)10s. 15; Sal 45(44)9; Cant 3,6. 73
2,13-15
Huida a Egipto
2,16-18
fueron tres. Tal era ya en tiempos de Orgenes la opinin dominante, que encuentra tambin su expresin en las figuras de las catacumbas. Los sirios, en cambio, supusieron que haban sido doce. Bajo el influjo del Sal 68(67)32; 72(71)10 e Is 60,6, pasajes referidos ya muy pronto a los magos M, se ha supuesto que eran reyes o al menos de familia real, opinin dominante desde el siglo vi. Los nombres con que hoy designamos a los tres santos reyes magos, Gaspar, Melchor (= rey de la luz) y Baltasar (= Belsazar; cf. Dan 5,lss), junto a los cuales reciben tambin otros, estn atestiguados por primera vez en el siglo vi. Su veneracin como santos, tolerada por la Iglesia, puede probarse a partir del siglo xn. Sus reliquias, tradas en 1164 de Miln a Colonia por Rainald von Dassel, canciller de Barbarroja, vinieron probablemente en el siglo v de Constantinopla a Miln. Pero son de procedencia desconocida. Huida a Egipto 2,13-15 Despus de partir ellos, un ngel del Seor se le aparece en sueos a Jos y le dice: Levntate, toma contigo al nio y a su madre y huye a Egipto; y qudate all hasta que yo te avise. Porque Herodes se pondr a buscar al nio para matarlo.- " Jos se levant, tom consigo al nio y a su madre, y parti de noche para Egipto, donde permaneci hasta la muerte de Herodes. Con ello se cumpli lo que dijo el Seor por el profeta: De Egipto llam a mi hijo (Os 11,1). Acaban de salir los magos de Beln, cuando Jos, por aviso divino, tiene que emprender la huida con el nio encomendado a su custodia y con su madre. Egipto es la tierra que los acoge, pas que desde el ao 31 a.C. se encontraba bajo dominio directo de Roma. Si en otro tiempo fue lugar de opresin y de esclavitud para Israel (cf. Jer 11,4), tambin fue desde antiguo benvolo y cercano asilo para los judos59. Desde el siglo vi a.C. viva all una dispora
58. Cf. TERTULIANO, Ad. Marc. 3,13.
13
juda en continuo crecimiento. Con la orden divina de la huida, motivada por el peligro que amenaza al nio de parte de Herodes, va unida tambin la garanta de que la permanencia del Mesas fuera de Israel slo ser temporal. En este episodio histrico, Mateo ve, de nuevo, el cumplimien- 15 to de una frase de la Escritura. El profeta Oseas dice (11,1), refirindose a la salida del pueblo de Israel de Egipto, hecho que en su poca ya perteneca al pasado: Cuando Israel era nio yo le am, y de Egipto he llamado yo a mi hijo (LXX: a mis hijos). Este llamamiento de Israel, hijo de Dios, de Egipto, deba ser figura del llamamiento hecho despus por Dios a su propio Hijo, sacndole tambin de Egipto. Esta coincidencia entre la prefiguracin y su cumplimiento evidencia que la huida precisamente a Egipto es algo querido por Dios. La tradicin juda afirma, desde fines del siglo i, que Jess aprendi en Egipto la magia60.
Degollacin de los inocentes 2,16-18 Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, mont en clera y mand matar a todos los nios que haba en Beln y en toda la comarca de dos aos para abajo, conforme al tiempo que cuidadosamente haba averiguado de los magos. 17 Entonces se cumpli lo anunciado por el profeta Jeremas cuando dijo:
18 10
Una voz se oy en Rama, alaridos y grandes lamentos: Raquel est llorando a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ellos ya no existen (Jer 31 [38] 15).
Herodes se cree burlado al ver que los magos no vuelven a 16 aparecer. Una vez fracasado su plan de obtener de ellos noticias exactas sobre el lugar donde el presunto Mesas se encuentra, para
60. Cf. ORGENES, Contra Cels. 1,28; Talmud babilnico, Sanh. 107.
59. Cf. Dt 23,8; IRe 11,40; 2Re 25,26; Jer 26,21; 43,5-7; Zac 10,10. 74
75
2,16-18
poder suprimirle de una manera discreta, da una orden que corresponde muy bien a su carcter. Esta forma de proceder indica que la visita de los magos pas inadvertida en Beln; pues, de lo contrario, hubiera sido muy fcil determinar la casa en la que el nio se encontraba. Herodes escoge ahora otro camino que, en su opinin, le llevar, de modo seguro, a conseguir su propsito. Haciendo matar, en Beln y sus alrededores, a todos los nios de dos aos para abajo, espera suprimir tambin a su peligroso rival. Estableci la edad de dos aos para abajo, exagerando un tanto el lmite para mayor seguridad, en correspondencia a la edad que, segn los datos de los magos, poda tener el Mesas, suponiendo que la aparicin de la estrella coincidi con la fecha del nacimiento. Las hiptesis sobre el nmero de vctimas causadas por esta orden diferente mucho entre s. Aun en el caso de que Beln hubiera tenido no 1000, sino hasta 3000 habitantes, las vctimas no llegaran a 100. Pero Beln era una aldea, lo mismo que Nazaret (cf. Jn 7,42). 17s En el dolor y los gemidos de las madres de aquellos nios vuelve a ver Mateo el cumplimiento de una frase proftica del AT, cuyo texto est tratado aqu con notoria libertad. Jeremas presenta a Raquel, la madre de las tribus de Benjamn y de Efram (pero no de Jud), levantndose de su tumba, situada en Rama, 8 km al norte de Jerusaln ,n, y lamentndose del destino de sus descendientes, llevados cautivos por los asirios (722 a.C). Estos lamentos de Raquel por sus hijos, porque ellos ya no existen, se repiten en los de las madres de Beln y sus alrededores. No parece casual el cambio de la frmula introductoria que en este caso es distinta de la usada en 1,22; 2,15.23 (no: para que se cumpliera); la matanza de los nios no deba considerarse como expresamente querida por la providencia divina.
Retomo a Nazaret 2,19-23 Muerto ya Herodes, un ngel del Seor se aparece en sueos a Jos en Egipto 20 y le dice: Levntate, toma contigo al nio y a su madre, y vuelve a la tierra de Israel; porque han muerto ya los que atentaban contra la vida del nio. 21 l se levant, tom consigo al nio y a su madre, y entr en tierra de Israel. 22 Pero, cuando oy que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, temi ir all; y advertido por Dios en sueos, se retir a la regin de Galilea, 23 y fue a establecerse a una ciudad llamada Nazaret. Con ello se cumpli lo que haban anunciado los projetas: que sera llamado Nazareno. Despus de la muerte del tirano, Jos debe volver a la tierra 19-22 de Israel, siguiendo el nuevo aviso divino, con el nio y su madre62. Entre la llegada de los magos y la muerte de Herodes han transcurrido, al menos varios meses63. Por consiguiente, el tiempo de la estancia de la sagrada familia en Egipto durara otro tanto. Tierra de Israel es el nombre corriente judo de Palestina, con su matiz religioso; pero aqu est utilizado seguramente slo porque Jos se dirige a Galilea, y no a Judea. Efectivamente, a su vuelta se entera de que es Arquelao, hijo de Herodes, quien gobierna en Judea; y por eso no quiere establecerse en su territorio, al que pertenece Beln, aunque, segn el relato de Mateo, tal parece haber sido su primera intencin. Arquelao, quien, en virtud del ltimo testamento de su padre, ratificado por el emperador Augusto, haba recibido Judea y Samara con el ttulo de etnarca, era el ms cruel y tirnico de los hijos de Herodes el Grande. En el ao 6 d.C. fue destituido por Augusto y desterrado a Viena del Rdano, pasando su territorio a ser gobernado directamente por Roma. Por nuevo aviso divino se decide Jos a establecerse de manera
62. Cf. com. a v. 11. 63. Cf. el exc. despus de Le 3,6. 77
19
61. Cf. Sam 10,2; segn otra tradicin estaba situada entre Jerusaln y Beln; cf. Gen 35,19; 48,7.
76
2,19-23
Retorno a Nazaret
Jess Nazareno
permanente en Galilea, territorio del no tan temible Herodes Antipas 04, eligiendo Nazaret como residencia. Mateo no dice que Jos hubiera vivido all antes del nacimiento de Jess \ y que, por tanto, retornaba a Nazaret. Si slo tuviramos su relato, pensaramos que la residencia anterior de Jos haba sido Beln, aunque en realidad tampoco Mateo lo dice expresamente. El texto de Mateo no ofrece una contradiccin inconciliable con el de Lucas. Pero hay que reconocer que los v. 22s son comprensibles nicamente en el supuesto de que Mateo no conoce la historia de la infancia narrada por Lucas60. Y si el aviso divino contena slo la orden de marchar a Galilea, pero no concretamente a Nazaret, el haber elegido Jos esta ciudad para su residencia, puede entenderse como indicio de que alguna relacin le una con Nazaret. 23 En la eleccin de Nazaret como lugar de residencia para el nio Jess vuelve a ver Mateo el cumplimiento de lo dicho por los profetas. El nombre de Nazareno, que segn frase proftica del AT recibir Jess, es puesto en relacin por el evangelista con el de la ciudad de Nazaret, dndole la significacin de hombre de Nazaret. La forma indeterminada de la expresin que haban anunciado los profetas y la circunstancia de que esta cita de Mateo no se encuentra en el AT, parecen hablar en favor de que el evangelista ve en el hecho de vivir Jess en Nazaret el cumplimiento de un pensamiento expresado repetidamente por los profetas. Pero la determinacin exacta de tal profeca no resulta fcil y es por ello discutida. La solucin ms probable es que el evangelista piensa en Is 11,1, donde se llama al Mesas el brote o el retoo (neser) del tronco de Yes67. El sonido semejante de los dos trminos semticos neser y nazera no es casual para el evangelista, ni tampoco es mero juego de palabras, sino que tiene un sentido ms profundo, querido por Dios. Si los judos encontraban inconcebible que el Mesas pudiera provenir de la insignificante y des64. 65. 66. Jess, 67. Cf. com. a Le 3,1. Cf. Le l,26s; 2,4. Cf. en Lucas el exc. Valor histrico de la historia de la infancia de despus de Le 2,41-52. a . Is 4,2; Jer 23,5; 33,15; Zac 3,8; 6,12. 78
preciada ciudad de Nazaret (Jn 1,46), Mateo quieie evidenciar aqu que aun el solo nombre de la patria adoptiva de Jess est indicando que sta es la ciudad determinada por Dios como ciudad del Mesas. La expresin en plural: los profetas, quiere entonces decir solamente que en el AT se alude ya a ese sentido profundo del nombre de Nazareno. El sentido de esta observacin era comprensible, lo mismo que 1,21, slo a lectores que supieran el hebreo, o sea, a los judeocristianos. Jess Nazareno. Tanto en Mateo&8, como en Juan 9 y en los Hechos de los apstoles 70, al sobrenombre de Nazareno corresponde en el texto original, Na^copao?. En Marcos 71 corresponde, en cambio, Na^apyjv? y Lucas72 vacila entre las dos formas. Esto prueba que ambas son equivalentes 7S y que designan a Jess sencillamente como ciudadano de Nazaret7*. Queda excluida, por lo tanto, la interpretacin del nombre como observante de ciertos preceptos rituales, especialmente ritos bautismales. El mismo nombre (Yesu ha-nosr) lleva Jess tambin en la literatura juda. Este nombre pas despus a sus seguidores, con el carcter, en un principio, de mote injurioso en boca de sus adversarios 75; pero fue adoptado luego como designacin propia por los judeocristianos de Palestina y Siria. El intento de poner en duda la existencia de Nazaret en la poca de Jess, por el hecho de no ser nombrada en el AT ni en la literatura juda antigua, es calificado por Lagrange de infantil. Tal
68. a . , adems, Mt 26,71. 69. Jn 18,5.7; 10,19. 70. Act 2,22; 3,6 y otros pasajes. 71. Me 1,24; 10,47; 14,67; 16,6. 72. Cf. Le 4,34; 24,19 junto a 18,37. 73. Cf. especialmente Me 10,47 = Le 18,37. 74. Cf. Mt 21,11; Me 1,9; Le 2,39; Jn 1,46. 75. Cf. Act 24,5; oracin de las dieciocho bendiciones, recesin palestina, bendicin 12; TERTULIANO, Adv. Marc. 4,8.
79
circunstancia es plenamente explicable teniendo en cuenta que Nazaret sera, en la poca de Jess, slo una pequea aldea, y que probablemente no contaba con un pasado muy largo (Alt). Confrmanlo tambin las excavaciones all practicadas por los Padres franciscanos en 1952-1954. La infancia de Jess en Mateo. Sus particularidades y su valor histrico. Los pocos episodios narrados aqu por Mateo, constituyen slo una pequea parte de la historia de la infancia de Jess, como se ve claramente, sobre todo, si se la compara con la historia de Lucas7e. Pero, al mismo tiempo, las caractersticas propias de la narracin de Mateo, limitndose voluntariamente a lo ms imprescindible en cuanto a los sentimientos que la animan, y su finalidad teolgica, no quedan plenamente destacadas sino al compararlas con Lucas. Mateo nos ofrece, en realidad, un sombro cuadro, con el nico detalle luminoso de la escena de los magos, la cual, sin embargo, vara muy poco el carcter del conjunto. Para Mateo, Jess es, desde el principio, el Mesas a quien su propio pueblo rechaza y persigue, el Mesas que viene a un mundo de maldad y de odio. La venida de los magos slo sirve para iluminar con ms claridad la culpa de los judos. Tambin la escena primera (1,18-25), sobre la concepcin milagrosa de Jess, slo cuenta, en el fondo, la difcil crisis espiritual que aquel hecho produjo en Jos, el prometido de Mara. Lo que tiene especial importancia para el evangelista es el hecho de que en todo ello se cumplen las profecas del AT, expresin de la voluntad divina. Esta tan fuerte tendencia apologtica del evangelista y los rasgos milagrosos que la narracin contiene, constituyen para muchos exegetas modernos motivo suficiente para considerarla, al igual que la de Lucas, como simple leyenda. Segn
76. Cf. en Lucas el exc. sobre el valor histrico de la historia de la infancia de Jess, seccin 3. y supra, com. a 1.18-25. 80
ellos la historia de la infancia manifiesta, en Mateo, su carcter legendario en toda una serie de rasgos histricamente imposibles o improbables. La figura de los magos, sobre todo, conducidos por una estrella milagrosa a la cuna del recin nacido Mesas, slo puede considerarse como creacin de una piadosa fantasa. As mismo, en el relato sobre la persecucin del nio por Herodes, de la que se libra por intervencin milagrosa de Dios, debera verse aplicado a Jess el antiguo motivo legendario de los peligros que el nuevo soberano sufrir de parte del antiguo; motivo que, en ltimo trmino, es de origen mitolgicp. A esto se aade, en fin, la dificultad de conciliar el relato de Mateo con el de Lucas. Tambin la conducta extremamente inhbil de Herodes sera una prueba de la falta de historicidad en toda esta narracin. Para una crtica de estas objeciones hay que partir de este hecho evidente: todo el cap. 2 forma en s una unidad indisoluble, cuyos distintos trozos, separados de su contexto, no tienen consistencia; por lo tanto, o son mantenidos o son rechazados en bloque. Y es evidente tambin que Mateo, a pesar del sello personal de su lenguaje y de su extremada concisin, no es el primero en crear o inventar este relato, sino que lo ha tomado de la tradicin y lo ofrece como verdadera historia. Demustranlo as, sobre todo, el autntico color local palestinense del relato, y las citas de reflexin; slo por la libertad con que en ellas estn tratados los textos del AT, no pueden ser consideradas esas citas como elemento creador de historia. Aunque para Mateo sea de gran importancia, tanto en la historia de la infancia como en el resto de su obra, demostrar que en la vida de Jess se han cumplido las profecas del AT, es evidente que esta comprobacin de las profecas es algo aadido posteriormente, como reflexin que viene a confirmar la narracin histrica. Los paralelos tomados de la historia de las religiones y los motivos legendarios de los que se pretende derivar cada uno de los componentes del relato de Mateo, se han evidenciado, sin excepcin, como inadecuados para tal fin. Las dificultades exegticas que el texto de Mateo ofrece, no quedan suprimidas, ni mucho menos, con la ayuda de la historia de las religiones. La estrella 81
Ev. S.M. 6
La infancia de Jess en Mateo de los magos, el rasgo ms potico de todo el conjunto, no puede proceder de la profeca de Balaam (Nm 24,17), porque all la estrella de Jacob no es la estrella del Mesas, sino el Mesas mismo. Es de gran importancia observar que, a pesar de estar el evangelista tan interesado en la prueba de las profecas, no cita frase alguna de la Escritura precisamente para el episodio de los magos ''', ni tampoco para la aparicin de la estrella. La estrella de los magos tampoco puede explicarse como un elemento legendario, porque, por una parte, la fe en el influjo de los astros sobre el destino de los hombres y sobre la existencia humana, es extraa a la Biblia y al judaismo; y por otra, este elemento extrabblico se adapta muy bien a la figura de los magos. Puesto que eran astrlogos es natural que se les apareciera una estrella y no un ngel como a Jos. Tambin el hecho de que en toda esta historia de la infancia no se diga nada brillante ni glorioso del recin nacido Mesas, habla en contra del carcter legendario de la narracin. Los magos no aparecen como reyes haciendo su entrada en Jerusaln en medio de una pompa propia de su rango. Tampoco la estrella los conduce, como podra esperarse, directamente al rey de los judos, sino que, en un principio, slo los induce a emprender la marcha al pas de los judos, teniendo que informarse luego en Jerusaln sobre el lugar en que se encuentra el Mesas. Imposible es, por ltimo, ver en su marcha a Jerusaln una resonancia del viaje que 78 emprendi a Roma, con gran squito, el rey mago de los partos, Tirdates, en el ao 66 d.C, para rendir homenaje al emperador Nern como a su Dios, Mitra y llevarle presentes, volviendo despus a su pas por otro camino. Los dos relatos coinciden slo en rasgos externos y secundarios, y el de Mateo es mucho ms descarnado, menos grandioso, mientras que la leyenda tiende siempre a la amplificacin. Adems, el relato de Mateo se remonta, como a su fuente, a la comunidad primitiva palestina, siendo por lo tanto ms antiguo que la expedicin de Tirdates del ao 66. 77. Cf. Is 49.12; 60,3; Sal 72(71)10.11.15; Dt 18,15. 78 Segn DIN CASIO LXIII, 1-7; PLINIO, HN XXX, 1,16;
Nern 13.
82 SUETONIO,
La infancia de Jess en Mateo Finalmente, hay que tener en cuenta que el relato de los magos no es un idilio lleno de poesa, como tampoco lo es el resto de la historia de la infancia en Mateo; es una introduccin para narrar la huida y la persecucin del nio, hechos en que la poesa est ms ausente an, pero que convienen exactamente con el carcter del tirano Herodes, lleno de inquietud por la posible prdida de su dominio. Su conducta podr parecer inadecuada, y la matanza de los nios superflua. Sin embargo, ambos hechos coinciden con su carcter tanto ms cuanto que fueron fruto de un acceso de ira. Por lo dems, no todas las medidas que los tiranos toman para asegurar su poder son siempre adecuadas. La malograda persecucin del nio Jess tampoco puede derivarse, a pesar de las resonancias de x 4,19s (cf. com. v. 19s) del relato del AT sobre la infancia de Moiss. Y el conocido motivo legendario de la persecucin del futuro soberano por el anterior nada quita a la historicidad del relato, ya que se mueve dentro de los lmites de lo histricamente posible y probable y no aparecen en ella elementos fantsticos ni mitolgicos. Si Flavio Josefo no da noticia de la matanza de los nios, esto no constituye una objecin contra la historicidad del hecho, ya que Herodes, tirano receloso, pasional y que no retroceda ante ningn acto de violencia, ni siquiera en el seno de su propia familia, llen los 33 aos de su gobierno con multitud de sangrientas sentencias de muerte. Al mencionar la muerte de Herodes, el evangelista no pretende ver en ella un castigo de Dios; y con la sobria mencin de Arquelao como su sucesor, la narracin se mueve an ms claramente en el terreno de la historia.
83
3,7-10
3,1-4,11 Presentacin de Juan Bautista 3,1-6 (= *Mc 1,1-6; Le 3,1-6) En aquellos das se presenta Juan Bautista predicando en el desierto de Judea. 2 Deca: Convertios; porque el reino de los cielos ya est cerca. 3 ste es el anunciado por el profeta Isaas cuando dijo: Pregn del que clama en el desierto: Preparad el camino del Seor, rectificad sus sendas (Is 40,3). ste, Juan, llevaba el vestido tejido de pelos de camello y un ceidor de cuero a la cintura; su alimento consista en langostas y miel silvestre. 5 Acudan, pues, a l de Jerusaln, de toda Judea y de toda la regin del Jordn; ey l los bautizaba en el ro Jordn, mientras ellos confesaban sus pecados. Con un salto de ms de 30 aos se vuelve Mateo al tema central de su Evangelio, la actuacin pblica de Jess, de la que la predicacin del Bautista constituye la preparacin inmediata. De aqu en adelante, en su conjunto, la narracin corre paralela con la de Marcos (y Lucas). El relato que antecede concuerda ampliamente en cuanto a su contenido y a su forma con el de Marcos. Slo que Mateo coloca (lo mismo que Le 3,3ss), a diferencia de Me l,2s, la cita de la Escritura, como en s corresponde, tras la introduccin de la persona de Juan y da expresamente como tema de la predica84
4 1
cin del Bautista (v. 2) la venida del reino de los cielos \ lo cual, como se deduce del silencio de los otros evangelios sobre ello, no puede ser sino asimilacin esquemtica a 4,172. Mateo, al atribuir al Bautista la predicacin del reino de Dios, probablemente no quiere decir sino que su exhortacin al arrepentimiento deba ser ya una preparacin para la venida de ste, porque de eso es precisamente de lo que se trata tanto al hablar del Mesas, como del juicio o del bautismo en el Espritu. La frmula en aquellos das, tomada del AT, donde se encuentra en los libros histricos, como locucin de estilo narrativo popular3, no hay que entenderla como un dato temporal exacto, como tampoco en aquella ocasin *, aquel da 5, o el extraordinariamente frecuente entonces, ya que el cap. 3 no enlaza inmediatamente en el tiempo con el cap. 2; se trata slo de una frmula de vinculacin del nuevo episodio con lo que antecede.
El Bautista exhorta a la conversin 3,7-10 (= Le 3,7-9) Pero cuando vio a muchos fariseos y saduceos que venan a su bautismo, les dijo: Raza de vboras, quin os ense a huir de la ira que os amenaza? sDad, pues, frutos propios de la conversin, 9 y no os forjis ilusiones diciendo en vuestro interior: "Tenemos por padre a Abraham"; porque os aseguro que poderoso es Dios para sacar de estas piedras hijos de Abraham. 10 Ya el hacha est puesta a la raz de los rboles. Por tanto, todo rbol que no da fruto bueno ser cortado y arrojado al fuego. Los evangelios de Mateo y Lucas ofrecen sobre el de Mar- 7 eos tambin la predicacin del Bautista exhortando a la conver1. 2. 3. 4. 5. Cf. Cf. a. Mt Mt el exc. despus de Me 1,15. com. a Mt 3,11. Gen 6,4; x 2,11.23; Jue 17,6; 18,1, etc. 11,25; 12,1; 14,1. 13,1; 22,23. 85
7
3.7-10
3,7-10
sin, cuya dureza y agresivo rigor se mantienen en el tono de la profeca del AT y quedan motivados por la cercana del juicio mesinico. Segn Mateo este discurso conminatorio va dirigido a los fariseos y a los saduceos, que en gran nmero acuden a someterse a su rito de inmersin en el Jordn; segn Lucas 6, a la masa del pueblo. Es verdad que Lucas, generalizando, nombra a veces la masa del pueblo como auditorio7 y que las duras palabras de amenaza que siguen parecen convenir mejor a los fariseos y a los saduceos que al pueblo, el cual, segn el v. 6, se someta gustosamente al rito del bautismo de Juan. Pero as y todo es ms probable que sea Mateo y no Lucas el que ha introducido aqu una variacin, ya que esta predicacin de penitencia tiene que ir dirigida al mismo auditorio que el anuncio de la venida del Mesas que sigue a continuacin. Adems segn Le 7,30 (cf. tambin Mt 21,32) despreciaban los fariseos y los doctores de la ley el bautismo de Juan, por no sentirse necesitados de conversin, mucho ms todava en el caso de los saduceos. Pero Mateo gusta de unir en una locucin los nombres de los fariseos y saduceoss. Su propsito al acercarse a Juan slo poda ser el de inspeccionar con mirada crtica al sensacional profeta (cf. Jn 1,19-28). La invectiva de raza de vboras 9 pretende hacerlos salir de su falso sentimiento de seguridad en la propia salvacin y est en brusco contraste con el propio juicio de los oyentes sobre s mismos como hijos de Abraham. El da de Yahveh, el futuro da del juicio10, era ya, segn los profetas del AT " y tambin segn las creencias judas, el da de la ira, del castigo de la justicia divina. Pero el judaismo pensaba que el objeto de la ira iba a ser solamente los paganos, sus opresores. En contra de esta opinin se vuelve el Bautista, como des6. 7. 8. 9. 10. 11. Le 3,7; 7,29. Cf. com. a Mt 11,29. Cf. com. a Mt 16,1. Cf. Mt 12,34; 23,23. Cf. en Me el exc. Reino de Dios. Cf., por ejemplo. Is 13,9; 30,27; Sof 2,2; Mal 3,2.23. 86
pues Jess mismo12, con la exigencia del arrepentimiento, de una absoluta conversin de toda la mente y la voluntad, conversin 8 que debe mostrar su autenticidad en las correspondientes obras 13. Una recepcin solamente externa del bautismo no podra salvarlos del da del juicio que los amenaza. La confianza en los mritos de Abraham (Padre Abraham 9 es una designacin honorfica de Abraham usual entre los rabinos 14) y de los dems padres 15 haba creado en el judaismo una especie de seguridad en la salvacin de tipo nacional, basada en la sangre. Se tena la idea que Dios tomara en cuenta los mritos de los padres, sobre todo de Abraham, tambin para sus descendientes, y de aqu la creencia de que todo Israel participar en el mundo futuro. El Bautista hace frente tambin a esta peligrosa ilusin, porque este insistente alarde de descender fsicamente de Abraham fue para muchos judos no estmulo para una religiosidad seria y autntica (cf. Jn 8,39), sino, al contrario, motivo de relajamiento. Segn las palabras del Bautista hasta de aquellas piedras que yacen all en el desierto puede Dios hacer surgir hijos de Abraham, un nuevo Israel; Dios no est necesitado de los judos para poder ver hecha realidad la promesa de salvacin que un da hizo a Abraham. Pero el Bautista no se refiere con estas palabras todava a la vocacin de los gentiles; es caracterstico precisamente de su predicacin, en comparacin con la de Jess, esta ausencia total de los gentiles en su campo visual. El Bautista no piensa todava en que Dios se pueda crear un nuevo pueblo entre los gentiles en lugar del viejo Israel16 sino que imagina un acto extraordinario de la omnipotencia divina por el cual se proporcione un nuevo Israel que sustituya al viejo. Su lucha no se dirige contra el particularismo judo, sino contra la jactanciosa confianza en los privilegios nacionales. El horizonte de Juan es todava judo. Pero su llamamiento
12. 13. 14. 15. 16. Cf. Mt 4,17 = Me 1,15. Cf. Mt 3,10; de modo semejante 7,16s.l9; Le 13,6. Cf. Is 51,2; tambin Le 16,24; Act 7,2; Rom 4,1. Cf. com. a 23,9. Cf., en cambio, Mt 8,lls = Le 13,28-30. 87
3,1 ls
3,1 ls
a la conversin presta a sus palabras un rasgo de individualismo. La conversin y no el descender de Abraham es lo que constituye el presupuesto para escapar al juicio de ira mesinico. La amenaza del juicio como motivo estimulante de la conversin tiene que ser tomada tanto ms en serio, por la cercana inme10 diata del juicio aludida en la sugestiva imagen del hacha puesta ya en el rbol para derribarlo (cf. Le 13,6-9). El fuego no es slo un elemento adecuado en la imagen del rbol intil, sino tambin un smbolo del juicio (cf. v. lis).
El Bautista anuncia la llegada del Mesas 3,1 ls ( = * M c l,7s; Le 3,15-18) i>Yo por mi parte, os bautizo con agua para la conversin. Pero el que viene detrs de m es ms fuerte que yo, cuyas sandalias no soy digno de llevarle; l os bautizar en espritu santo y fuego. 12 Tiene su bieldo en su mano y limpiar su era; recoger su trigo en el granero, pero la paja la quemar en fuego inextinguible. 11 Es de observar, que el Bautista no se refiere para nada en su predicacin a la venida del reino de Dios, hecho que forma despus el pensamiento central de la predicacin de Jess, sino nica y exclusivamente al Mesas presentado en la figura de juez, a cuyo juicio inexorable slo por medio de la conversin podr escaparse. En el v. 11, para la conversin sirve para explicar el sentido del bautismo practicado por Juan. Su bautismo no acta ni comunica la conversin, que, en tal caso, no sera presupuesto para la recepcin del bautismo, sino don divino por tal rito transmitido. Al contrario, la recepcin del bautismo presupone precisamente la conversin y es ella misma, en s, un acto, un signo de la conversin (cf. Me 1,4). El texto de Mateo (v. 11) habla de llevar el calzado en lugar de desatar las correas de las sandalias, como el ms bajo de los oficios de esclavo, servicio del que ni siquiera se siente digno el Bautista en relacin al Mesas. 88
11
El bautismo con fuego, que junto con el de espritu santo administrar el Mesas, no es un nuevo smbolo, de grado ms vivo, para el espritu santo (cf. Act 2,3), sino una imagen del juicio mesinico que se avecina, como expresa claramente el v. 12 17 . Un problema es aqu, si la amenaza del juicio mesinico va dirigida slo contra los impenitentes, o si el sentido es ms bien que caer sobre todos, y se salvarn solamente los que se hayan convertido con antelacin. En el v. 12 que, en realidad, no fue pronunciado seguramente a inmediata continuacin del v. 11, como se deduce del violento cambio de la imagen quedan distinguidos trigo y paja, siendo slo la paja quemada en el fuego del juicio, y en el v. 7 se habla del juicio no en el sentido de una separacin de buenos y malos, sino ms bien, y de manera inequvoca, de un juicio de ira, por lo cual el bautismo de fuego hay que entenderlo como referido slo al destino de la paja. La actuacin del Mesas ser pues doble y en dos sentidos opuestos, en correspondencia con la calidad de los hombres a los que se extiende: comunicacin del espritu para aquellos que estn arrepentidos 18 ; condenacin, exterminio para los impenitentes (cf. Mal 3,19). El acento carga sobre el hecho del bautismo de fuego, y no sobre el de espritu. Surge aqu el problema de si este ltimo es siquiera conciliable con la figura del Mesas presentada por el Bautista. Si Juan vio en el Mesas nica y exclusivamente al juez escatolgico, no habra entonces que suponer que no habl en absoluto ms que de la inmersin en el fuego del juicio y que el bautismo de espritu est tomado de Me 1,8, donde parece serle atribuida al Bautista una idea del Mesas extraa a l y ya cristianizada? En favor de esta hiptesis parece hablar tambin Act 19,1-6, pasaje segn el cual haba discpulos de Juan que no saban 'an nada del bautismo del Espritu. Junto a esto, sin embargo, hay que tener en cuenta que al judaismo le era bien conocida la profeca de Joel (3,1-5) sobre la efusin de espritu al fin de los tiempos 1 *
17. Cf. Is 30,33; 34,9s; Mal 3,19; Sal de Salomn 15,4s. 18. Cf. com. a Me 1,8. 19. Cf. com. a Act 2,15ss.
89
3,13-17
Bautismo de Jess
Bautismo de Jess
3,13-17
y que el Mesas estaba considerado como el ms alto portador del espritu; esto es, tambin como dispensador del espritu sigue siendo el Mesas una figura escatolgica, que se ajusta a la ideologa mesinica del Bautista. De la contraposicin de bautismo de espritu y bautismo de fuego se deduce claramente que con el primero no se hace referencia a un bautismo real, por el cual se comunique espritu, sino que se habla de bautismo o inmersin slo en un sentido figurado, simblico. En la perspectiva proftica del Bautista quedan unidos, de manera contraria a la realidad, la primera y la segunda venida del Mesas, de los cuales slo la ltima traer consigo el juicio. Juan se encuentra en este punto an en el terreno de la escatologa del AT, para la que no hay ms que una sola venida del Mesas en todo su poder y para el juicio, y con la que ir unido tambin el fin de este en. Esta circunstancia presta su tono spero y amenazante a la figura del Mesas del Bautista, y a su predicacin el carcter de una amenaza de juicio antes que de anuncio de la salvacin. 12 En v. 12 se ilustra otra vez el juicio con una nueva imagen tomada de la vida de los campesinos de Palestina. El Mesas es como el labrador con el bieldo ya en la mano para aventar el grano an no separado de la paja; la paja ser llevada por el viento, el peso del grano le har caer sobre el suelo de la era 20 . l limpiar su era, esto es, llevar todas las faenas a su fin. El calificativo de inextinguible 2I , que perturba en el conjunto de la imagen, pone claramente de manifiesto que el Bautista est hablando del juicio y del destino final de los hombres, que en l ser decidido.
Soy yo quien debe ser bautizado por ti, y t vienes a m? 15 Pero Jess le contest diciendo: Djate ahora; porque as nos conviene completar toda justicia. Entonces Juan condescendi con l. 16 Apenas bautizado Jess, sali en seguida del agua; y entonces se abrieron los cielos y vio al Espritu de Dios descender a manera de paloma y venir sobre l, " mientras una voz de los cielos deca: ste es mi Hijo amado, en el cual me he complacido. Mateo dice de manera ms clara que Marcos, que Jess se 14 present a Juan, desde un primer momento, con la intencin de recibir de l el bautismo de penitencia, y ofrece sobre el texto de Marcos la conversacin de Jess con el Bautista unida con la escena del bautismo. Mateo persigue con ello una tendencia apologtica innegable. Hay adems de ste otros testimonios de que la cristiandad antigua encontraba una dificultad precisamente en el hecho del bautismo de Jess. De manera indirecta lo declaran tambin ya los relatos de Lucas (3,21 s), quien menciona el bautismo slo de paso, y de Juan (1,32-34), donde el hecho ha pasado a un plano an ms secundario. Se senta como un difcil problema que el Mesas, que no conoci el pecado, con el bieldo ya en sus manos segn las palabras del Bautista, se hubiera hecho administrar el bautismo de penitencia y con un sorprendente cambio de los papeles de 3,11 (Maier) hubiera podido subordinarse a Juan. No habra que deducir de esta recepcin del bautismo por Jess que haba en l conciencia de pecado? Tal interrogante se plantea de manera expresa en el Evangelio apcrifo de los hebreos, donde lo niega Jess mismo. Mateo no da ninguna respuesta, ya que sta puede encontrarse en la teofana que sigue a la escena del bautismo. En cambio pretende suprimir la segunda dificultad, la aparente subordinacin de Jess a Juan, por medio de la narracin de la conversacin que los dos sostienen. Juan se resiste a bautizar a Jess, porque reconoce en l al Mesas. La misin del Bautista es preparar al pueblo pecador para la venida de aquel, que como Mesas, dispensador del espritu y juez, est por encima de todo pecado. Juan se siente a s mismo, al igual que los dems, a quienes exhorta a la conversin, como un hombre lleno de pecado. El 91
Bautismo de Jess 3,13-17 ( = *Mc 1,9-11; Le 3,21s) Entonces Jess llega de Galilea al Jordn, presentndose a Juan para ser bautizado por l. 14 Pero Juan quera impedrselo, diciendo:
20. Cf. Os 13,1; Sal 1,4. 21. Cf. Is 66,24; Me 9,43.
13
90
3,13-17
Bautismo de Jess
Tentaciones de Jess
4,1-11
verdadero sentido de la pregunta del Bautista parece ser: ahora ha pasado mi hora, y ha llegado la tuya, t tienes que administrar el bautismo y yo recibirlo. Pero este sentido se aviene precisamente mal con la figura mesinica del Bautista, segn el cual el Mesas es el juez escatolgico. El otro problema que surge de la conversacin de ambos personajes, a saber: en qu reconoci el Bautista al Mesas en Jess, en el momento en que vino a ser bautizado por l, no cae siquiera dentro de la conciencia del evangelista. 15 Jess disipa los reparos del Bautista hacindole ver que para los dos es cosa adecuada completar toda justicia, esto es, llevar a cabo lo que la voluntad de Dios exija. Jess se sabe empujado por la voluntad del Padre a la recepcin del bautismo preparatorio de la poca mesinica, bautismo que debe administrarle, por ello, tambin a l mismo, a pesar de haberle reconocido como Mesas. El Bautista tiene que darse por contento con tal respuesta, ya que viene de labios del mismo Mesas. Pero el motivo no expreso por el que realmente Jess, llevado por la voluntad de Dios, se hace administrar el bautismo, es su carcter de siervo sufriente de Dios que tiene que tomar sobre s los pecados de muchos 22 . 17 El texto de las palabras de la voz celestial (ste es... en lugar de t eres...) est en Mateo asimilado al de las palabras de la transfiguracin (17,5). De este modo, lo que en Marcos es consagracin, se convierte aqu en proclamacin mesinica. Pero Mateo dice tambin, lo mismo que Marcos (de otro modo Lucas), que Jess vio el Espritu descender sobre l, sin que se diga nada de otros testigos de vista, lo que induce a entender las palabras de la voz celestial, al igual que en Marcos, como dirigidas exclusivamente a l. Contra la historicidad de la conversacin entre Jess y el Bautista han sido puestos, aun de parte catlica, serios reparos. Marcos y Lucas no dicen nada de ello, y el episodio resulta ms armnico en su conjunto suprimiendo la conversacin. Por otra parte la innegable tendencia apologtica del relato de Mateo presupone una reflexin posterior sobre la inferioridad de Jess respecto al Bautis22. Cf. 20,28 = Me 10,45; 26,28 = Me 14,24; Jn 1,29. 92
ta que parece resultar de la recepcin del bautismo. Todo esto obliga a ver en la conversacin la respuesta del evangelista a los reparos existentes en crculos cristianos primitivos contra la recepcin del bautismo de Jess de manos de Juan ( = v. 14). No es imposible en absoluto, pero s poco probable, la hiptesis de que Mateo haya empleado en el v. 15 una frase pronunciada por Jess en otra ocasin habindola engarzado en el nuevo marco presentado por el v. 14 (A. Descamps). Tentaciones de Jess 4,1-11 ( = Me l,12s; Le 4,1-13) Entonces fue llevado Jess por el Espritu al desierto, para ser tentado por el diablo. 2 Y despus de ayunar cuarenta das y cuarenta noches, al fin tuvo hambre.3 El tentador entonces se le acerc y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes, vt * Pero l le contest diciendo: .Escrito est: No de pan solo vivir el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Dt 8,3). 5 Llvalo entonces el diablo a la ciudad santa, lo pone sobre el alero del templo e y le dice: Si eres Hijo de Dios, trate abajo: pues escrito est: Mandar en tu favor a sus ngeles, y ellos te tomarn en sus manos, no sea que tropiece tu pie con una piedra (Sal 91[90]lls). " Jess le responde: Tambin est escrito: No tentars al Seor tu Dios (Dt 6,16). 8 Llvalo de nuevo el diablo a un monte elevadsimo, mustrale todos los reinos de la tierra y su esplendor, 9 y le dice: Todo esto te dar, si te postras a mis pies y me adoras. 10 Entonces le responde Jess: Retrate, Satn; porque escrito est: Al Seor tu Dios adorars y a l solo dars culto (Dt 6,13). 1L Entonces lo deja el diablo y unos ngeles se acercaron para servirle. En lugar de la breve noticia de Marcos sobre las tentaciones de Jess en el desierto, ofrecen Mateo y Lucas un detallado relato sobre 93
1
4,1-11
Tentaciones de Jess
Tentaciones de Jess
4,1-11
la lucha en tres actos entre Satn y Jess, que acaba de recibir la consagracin como Mesas. La lucha se desarrolla en la forma de una discusin entre peritos en la Escritura, en la que Jess se evidencia como mejor conocedor de ella que su adversario. En cuanto al contenido concuerdan ampliamente los dos textos de Mateo y Lucas, que difieren en cambio en el orden de la segunda y la tercera tentacin, estndose por lo general de acuerdo en considerar como ms primitivo el orden ofrecido por Mateo. Objetivamente habla en favor de ello que la tentacin tercera (segn el orden de Mateo) constituye el momento ms alto, la verdadera tentacin principal, en la que Satn deja ver de manera clara su intencin, poniendo las palabras de Jess Retrate, Satn (v. 10) fin al ataque del demonio. El cambio de orden practicado por Lucas podra deberse quiz a su deseo de evitar el doble cambio de escena presentado por Mateo.23. 1 La conexin entre el bautismo de Jess y la tentacin no es slo de carcter cronolgico, sino que va dada tambin en los hechos mismos. El Espritu descendido sobre Jess en forma de paloma es quien le empuja al dasierto, con lo que queda dicho que estas tentaciones forman tambin parte de los planes de Dios. As como, segn el AT y la doctrina de los rabinos, los justos son tentados, esto es, puestos a prueba por Dios 24 , as tiene que someterse Jess, como Mesas, a un ataque del tentador. El desierto es el de Jud, que se extenda, entre Jeric y Jerusaln, hasta unos 5 km de la ciudad, uno de los ms terribles yermos del mundo (Dalman). 2 Mateo (y Lucas) dicen expresamente en contraposicin con Marcos que no lo menciona en absoluto que Jess ayun cuarenta das y cuarenta noches, mientras estuvo en el desierto (Le 4,ls). Slo despus de transcurrido este perodo de tiempo le entra hambre. 3 Entonces se le acerca el tentador (cf. ITes 3,5), quien toma como ocasin de su primer ataque la necesidad de Jess causada por su largo ayuno. Jess est expuesto a perecer de inanicin en el 23. Cf., sobre esto, ms adelante. 24. Cf. com. a Mt 6,13.
desierto; si es el Hijo de Dios, que ponga su poder taumatrgico al servicio de su propia subsistencia. La designacin Hijo de Dios est dicha evidentemente en referencia a las palabras de la voz del cielo en el bautismo de Jess. Pero no es que Satn pretenda poner a prueba la autenticidad de la filiacin divina (mesianidad) de Jess, ni es tampoco su intencin el hacer perder a Jess su conciencia de ella, si ello fuera posible, si, por ejemplo, fracasara en su intento de convertir las piedras en pan. Por el contrario la filiacin divina de Jess constituye el presupuesto evidente de las tres tentaciones. Satn, al querer, en primer lugar, provocar a Jess a utilizar su fuerza milagrosa en inters propio, busca inducirle a la desobediencia contra la voluntad del Padre, al abuso egosta de sus plenos poderes. En Lucas, cuyo texto habla slo de una piedra, que debe ser convertida por Jess en pan, est claro este sentido de la tentacin. En cambio el texto de Mateo, sobre todo si se niega la relacin originaria entre los v. 2 y 3, parece que podra interpretarse en el sentido de que Jess hubiera sido provocado-a repetir el milagro del man, tal como el judaismo esperaba del Mesas, por medio de la conversin de muchas piedras en pan, para de esta manera ganarse al pueblo. Satn habra pues incitado a Jess a revelar su mesianidad al pueblo por un camino que no era el camino de Dios. Pero, en realidad, tampoco Mateo ha entendido el texto de esta manera, ya que tambin en l hay una clara relacin entre la proposicin del demonio de convertir piedras en pan y el hambre de Jess, y adems en el desierto no habra la posibilidad de un milagro espectacular, que tena que ser realizado ante la vista del pueblo que no estaba all. Carcter mesinico tiene la tentacin slo en cuanto que es el Hijo de Dios, quien se ve provocado a utilizar en su propio provecho el poder de milagros que le ha sido entregado. La tentacin queda rechazada con una frase de la Escritura. Con 4 la espada del espritu, la palabra de Dios (Ef 6,17) obtiene Jess en sta lo mismo que en las dos tentaciones siguientes, la victoria sobre el adversario. El sentido de la respuesta de Jess no es que haya un alimento espiritual adems del corporal, por el cual el hombre reciba la verdadera vida en sentido espiritual, sino que Dios, por
94
95
4,1 -11
Tentaciones de Jess
Tentaciones de Jess
4,1-11
medio de su palabra, expresin de su voluntad omnipotente y benigna, puede, tambin sin pan, mantener la vida del hombre. Por eso no necesita Jess utilizar su poder de milagros para mantener la suya. Cuando lo utiliz para dar de comer a la muchedumbre, lo puso al servicio de un acto de caridad, cosa que entraba dentro de la actividad propia de su misin. l no recibi el poder de milagros en su propio servicio 23 . Por lo que toca a s mismo es su voluntad el depender en absoluto de la providencia divina, quiere correr el simple destino de hombre (Flp 2,7). 5 El escenario de la segunda tentacin es la ciudad santa 28, en el alero (conforme al texto griego) del templo, con lo que seguramente se hace referencia al borde del tejado del templo. No se dice la manera como el demonio lleva a Jess a aquel lugar. 6 Entonces propone a Jess que se tire desde all a la plaza del templo, o mejor, que se haga bajar por los ngeles. En la primera tentacin le ha incitado a salvarse a s mismo de la necesidad corporal presente, ahora a provocar l mismo un peligro, para poder exigir as un milagro de parte de Dios. El demonio ha quedado vencido antes por una frase de la Escritura y por eso, la segunda vez, basa su proposicin tambin en unas palabras de la misma. La afirmacin del salmo 91(90), de que el hombre bueno est bajo la proteccin de Dios, debe verificarse con mucha ms razn en el Hijo de Dios mesinico. El sentido de esta tentacin es a primera vista mucho menos claro que el de la primera. Partiendo de la frase de la Escritura utilizada por el tentador, no se puede ver en su proposicin un artero atentado contra la vida de Jess, y tampoco por otra parte una incitacin a la prctica de un milagro espectacular, que sirviera ante la muchedumbre asombrada que en la plaza del templo se encuentra, de garanta de la mesianidad de Jess; no se dice nada de una participacin del pueblo y del posible efecto que tal milagro espectacular fuera a causar en el mismo, y para una interpretacin semejante de la segunda tentacin no hay tampoco apoyo suficiente en la tradicin 25. Cf. 27,42 = Me 15,31. 26. Cf 27,53; Ap 11,2, Is 48,2; 52,1; Dan 9,24. 96
juda sobre la aparicin en pblico del Mesas. Slo en un midraS muy tardo27 est escrito: Nuestros maestros han dicho: cuando el rey. el Mesas, se revele, entonces aparecer en el tejado del santuario. La frase escrituraria citada por el demomo se refiere a la proteccin divina, de la que Jess es objeto y est dicha con el fin de incitarle al abuso de esa proteccin, enemistndole as con Dios. Con ello va en consonancia tambin la respuesta de Jess. Jess 7 rechaza de nuevo el ataque de Satn refirindose a la voluntad de Dios expresa en la Escritura. La pretensin de Satn supone un sacrilego desafo al poder de Dios. Y Jess no debe aprovecharse de su mesianidad en favor propio, por medio de la temeraria exigencia de un milagro, sino afirmarse en su completa obediencia hacia el Padre. La tercera tentacin sobrepasa con mucho las anteriores por su g audacia. En un momento (Le 4,5) muestra Satn a Jess todos los reinos del mundo, con todo lo que el dominio sobre ellos pudiera ofrecer en esplendor externo, embriagante conciencia de podero, riqueza y placeres. Todo esto es ofrecido en posesin a Jess, con la esperanza de 9 que no va a poder resistir a la fuerza seductora de una proposicin tal. Y el demonio puede drselo, porque este mundo le ha sido entregado a l y l puede disponer sobre ello (Le 4,6); el demonio es el prncipe, el dios de este mundo 28 . Pero una condicin pone Satn, que Jess se postre ante l y le rinda homenaje como un vasallo. Este tercera tentacin no parte ya del presupuesto condicional si eres Hijo de Dios, pero de todas maneras va dirigida en realidad al Mesas, quien segn Sal 2,6.8 puede exigir de Dios el dominio universal. Lo que all Dios promete al Mesas, Satn se lo ofrece l mismo a Jess, porque tiene poder de drselo. Con ello pone al descubierto su verdadera intencin: Jess debe entender su mesianidad no como la mesianidad del siervo sufriente de Dios, sino en sentido de poder poltico, gloria terrena y vida de placer; esto es, una mesianidad mundana y por gracia del demonio. El ltimo fin de 27. Pesikta Rabbati 36. 28. Jn 12,31; 14,30; 16,11; 2Cor 4,4. 97
4,1-11
Tentaciones de Jess
Tentaciones de Jess
4,1-11
esta tentacin es conseguir que aquel, cuya misin es destruir las obras del demonio (Un 3,8), se haga su vasallo y acte en favor de su obra. Jess rechaza tambin este tercer ataque de Satn por medio de la referencia a la voluntad de Dios, expresa en la Escritura, como nico determinante de su actuar. Difcil y en s sin inters es la decisin sobre si las palabras retrate, Satn, aadidas por Mateo, tienen que ser entendidas como una verdadera orden, a la que Satn tuviera que someterse, o slo como expresin de una indignada repulsa (cf. 16,23); Satn ha agotado todos sus recursos para incitar a Jess al abandono de la misin mesinica determinada para l por la voluntad del Padre y por eso le deja hasta el tiempo oportuno (Le 4,13). Jess es entonces servido, esto es, provisto de alimentos (cf. Me 1,13), por ngeles, y as quedan cumplidas en l las dos frases de la Escritura citadas en 4,4.6. El relato de las tentaciones de Jess est considerado como uno de los ms enigmticos de toda la tradicin evanglica. Discutidos son tanto su historicidad como tambin su carcter mesinico. Muy poco o nada significa para su comprensin la observacin de que tambin otras dos grandes religiones, el parsismo y el budismo, dan cuenta de una tentacin de sus fundadores, porque estos paralelos y todos los dems que podrn ser an citados (el mito de la lucha entre el hroe divino y el monstruo catico), son en cuanto a su contenido demasiado diferentes del relato de la tentacin de Jess, para ser considerados seriamente como modelos. Tampoco la teora del influjo, en s ms obvio, del AT en la configuracin del relato evanglico (cf. la tentacin de Job) da mucho ms de s. Slo el dato que ambienta la primera tentacin puede considerarse influido por el AT 29 . En cambio para el contenido mismo de la tentacin en su conjunto no puede encontrarse un verdadero paralelo en todo el AT. Si se niega la historicidad como tambin el carcter mesinico de la tentacin, se puede entonces pensar slo en la gran significacin
29. La peregrinacin de Israel por el desierto que dura 40 aos y ios 40 dias de estancia de Moiss (x 34,28) y Elias (I Re 19.8) en la soledad, el milagro del man. <JS
que en el AT y en el judaismo tardo se conceda a la tentacin, esto es a la prueba del hombre justo por Dios30. Jess estara entonces representado aqu como prototipo del justo (o como segundo Adn), que es tentado segn la voluntad de Dios y sale victorioso de la prueba. Pero entonces surge otro problema difcil, esto es, cmo hubiera podido la comunidad primitiva, en cuya tradicin se basan los relatos de Mateo y Lucas, haber ella misma atribuido a Jess un episodio semejante. Por otra parte hay que tener en cuenta que aqu se tratara de un concepto distinto de tentacin, ya que, en el AT y en el judaismo tardo, la nota dominante de la tentacin, por lo general, no es la seduccin a un acto moralmente malo, sino la prueba por medio del dolor31. O pretenda quiz la comunidad primitiva al crear este dilogo entre Jess y el demonio, dar una respuesta al problema de por qu Jess no realiz milagro alguno en servicio propio, ningn milagro espectacular y, adems, dar a entender que Jess no hizo nunca nada para llegar al poder por medios humanos? En contra de esta hiptesis de Dibelius habla el texto mismo, que no ofrece apoyo alguno en su favor. La intencin del tentador no va dirigida en primera lnea a hechos de carcter externo, sino ms bien a la actitud interior de Jess, a quien pretende seducir a la desobediencia, para enemistarle con Dios. Sobre la interpretacin de carcter simplemente tico de la Iglesia antigua, defendida tambin por muchos exegetas modernos, segn la cual Jess representa el prototipo del hombre justo que sale victorioso de la tentacin, la interpretacin mesinica tiene una ventaja, y es la necesidad de reconocer que, al menos, las tentaciones primera y tercera, slo son posibles en el caso del Mesas. Otra circunstancia que habla de manera decisiva en favor de la interpretacin mesinica es la forma en que busca entender el profundo relato a partir de la situacin misma en que los evangelios la transmiten, esto es, en estrecha relacin con la consagracin mesinica en el bautismo e inmediatamente antes del comienzo de la actuacin pblica de Jess. Esta doble conexin, hacia atrs con los
30. Cf. com. a Mt 6,13a. 31. Cf. Heb 2,18; 4,15.
99
4,1-11
Tentaciones de Jess
Tentaciones de Jess
4,1-11
hechos que la preceden, hacia adelante con los que la siguen, hace destacar de manera clara el sentido de la tentacin dentro de todo el conjunto de los evangelios y de la vida misma de Jess. La tentacin aparece as como el comienzo de la lucha que Jess como Mesas sostendr con Satn, el adversario de Dios, durante todo el tiempo de su actividad pblica. Este sentido de la tentacin es adems un argumento en favor de que el relato evanglico se remonta en ltimo trmino a Jess mismo y no es una invencin de la comunidad primitiva. Los ataques de Satn van encaminados a apartar a Jess de su misin, aniquilndole moralmente. La tentacin es el intento de Satn de inducir a Jess a la desobediencia contra Dios en el momento mismo en que va a dar comienzo a su actividad mesinica. Satn, cuya derrota es precisamente el fin de la misin de Jess, inicia entonces la lucha con l ofrecindole el dominio poltico del mundo. El objetivo de su ataque es exclusivamente la voluntad de Jess, ponindole ante la vista un ideal de Mesas cuya realizacin hubiera sido para Jess ms agradable y de ms xito que la misin de siervo sufriente de Dios, impuesta por el Padre. El sentido del episodio no es el de que Jess consiguiera llegar a la perfecta obediencia hacia su Padre slo como resultado de una dura lucha interior en la que afirma su posicin frente a la idea del Mesas judo. Su obediencia no es el resultado provocado por la tentacin, sino precisamente lo que le hace vencerla (Michaelis). Las tentaciones no surgen de su interior, de la rebelda de su naturaleza humana, sino que le son presentadas desde fuera para quebrantar su obediencia. Queda an por preguntarse si la predicacin cristiana primitiva a la que debemos este relato, vio tambin ya el sentido de la tentacin de Jess en el hecho de presentar, en forma de tentacin diablica, el ideal mesinico judo y en la inmediata y radical repulsa de parte de Jess. En ello ira tambin incluida la ms dura crtica posible del ideal judo del Mesas: algo no slo deficiente, carnal, sino adems diablico. Hay que tener en cuenta que para el cristianismo primitivo apenas tena significacin el carcter poltico del Mesas judo, y en cambio s la creencia en el poder corruptor de Satn, a cuyos ataques se saba tambin continuamente expuesto; 100
y con esto queda dicho tambin el puesto que el relato de la tentacin tuvo en la vida (Sitz im Leben) de la Iglesia primitiva. Establecido pues el sentido del relato evanglico sobre la tentacin de Jess y concedido que su interpretacin como historia verdadera es la nica adecuada al texto, queda an el problema de la forma exacta en que hay que representarse el proceso. La tentacin no puede ser entendida como un suceder externo real, en el que Satn se presenta en forma visible a Jess, teniendo lugar tambin un cambio de lugar fsico entre los diversos actos. En favor de esta interpretacin fsica parece estar a primera vista, el que las afirmaciones del evangelista en los v. 5 y 8, segn los cuales el demonio lleva a Jess al alero del templo y despus a lo alto de un monte, no debieron ser entendidas de manera menos real que la del v. 1, donde se dice que Jess fue llevado por el Espritu al desierto. Pero por otra parte la circunstancia de que Jess al terminar la tentacin se encuentra en el desierto como al principio, habla contra la hiptesis de una variacin fsica de lugar, y el monte alto, desde el que el demonio puede mostrar a Jess en un momento (Le 4,5.) todos los reinos del mundo con todo su esplendor 32 , exige, de manera aun ms radical, la interpretacin de que el demonio haya evocado ante Jess la fantasa del mayor esplendor terrenal posible, siendo entonces superflua la hiptesis de una variacin fsica de lugar. As queda anulado tambin el problema de si Jess fue llevado, antes de la segunda tentacin, por los aires por el demonio, o si fue andando en su compaa visible a Jerusaln y luego subi con l al alero del templo. Tan imaginable y tan conciliable con la dignidad de Jess como la hiptesis de que se dej llevar por el demonio al alero del templo y a lo alto de un monte es la suposicin de que le concediera la posibilidad de actuar sobre su fantasa, sin que con ello tuviera que ir unida una perturbacin de su conciencia, que hiciera desaparecer el valor moral de la repulsa de las inspiraciones satnicas. Esta interpretacin no disminuye la realidad objetiva de la tentacin de Jess por Satn, sino slo rechaza como innecesaria una concepcin 32. Esta figura del monte se encuentra tambin en la apocalptica juda; cf. Bar sirio 76,3. 101
4,1 -11
Tentaciones de Jess
que dificulta la comprensin del texto en su conjunto. Se trata en todo el episodio de la tentacin de un proceso espiritual, y el escenario es en toda su duracin el desierto, donde Jess se encuentra tanto al pricipio como al fin de ella. Por ello el acercarse del demonio no hay que entenderlo como un proceso externo corporal. Parte primera ACTIVIDAD DE JESS EN GALILEA 4,12-13,58 Esta primera parte del evangelio de Mateo corresponde en conjunto a Me l,14-6,6o. Todo el contenido de esta parte de Marcos aparece ofrecido por Mateo en los captulos 4,12-13,58, con excepcin de algunos episodios que faltan en absoluto en su Evangelio. Pero en Mateo se encuentra, en lugar de la ordenacin que da Marcos, una agrupacin de tipo sistemtico y un material mucho ms amplio que el de Marcos, consistente, casi en su totalidad, en discursos de Jess, material que va unido con el de Marcos en forma de grandes unidades temticas. Mateo ofrece el sermn de la montaa (cap. 5-7) como una primera muestra de la actividad doctrinal de Jess en la primera ocasin que dentro del conjunto de su Evangelio le era posible. Le preceden tres breves relatos, sobre la presentacin de Jess en Galilea (4,12-17), la vocacin de los primeros discpulos (4,18-22), y la impresin de su predicacin ambulante entre el pueblo (4,23-25). Este ltimo sirve ya como introduccin al sermn de la montaa. Jess se presenta en Galilea 4,12-17 (=l,14s; Le 4,14s) Cuando oy que Juan haba sido encarcelado, se retir a Galilea. Y dejando Nazaret se jue a vivir a Cafarnam, ciudad martima, en los confines de Zabuln y Neftal; 14 para que se cumpliera lo anunciado.por el profeta Isaas cuando dijo:
13 12
102
103
4,12-17
15
4,12-17
Tierra de Zabuln y tierra de Neftal, camino del mar, ms all del Jordn, Galilea de los gentiles! 10 El pueblo que yace en tinieblas vio una gran luz; para aquellos que yacen en regin y sombra de muerte una luz amaneci (Is 8,23-9,1).
Desde entonces comenz Jess a predicar, diciendo: Convertios; porque el reino de los cielos ya est cerca. A diferencia de Marcos, Mateo dice de forma expresa, que la noticia del encarcelamiento del precursor fue la ocasin para la vuelta de Jess a su patria Galilea \ Pero Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, era quien haba hecho encarcelar al Bautista (cf. 14,3ss), por lo que Jess parece meterse de lleno en la cueva del len precisamente al retirarse a Galilea. Pero en realidad ofreca esta regin por su lejana del bajo valle del Jordn, escenario de la actuacin del Bautista, las condiciones ms favorables para una presentacin de Jess libre de complicaciones. El v. 13 puede ser entendido, aunque no necesariamente, en el sentido de que Jess se dirigi en un principio a Nazaret, para abandonarlo despus para siempre, con excepcin de una nica visita (13,54-58). Pero Mateo quiere seguramente destacar slo que Jess no eligi su ciudad patria, en la que nadie puede ser tenido por profeta 2, sino Cafamam, ciudad martima, como punto de partida de su actividad, y aqu habla ya de ello3, porque la eleccin precisamente de este lugar es para l algo ms que un hecho geogrfico. Aqul era el territorio originario de las tribus de Zabuln y Neftal4, aunque en la poca de Jess ya haca mucho tiempo que haba desaparecido la antigua distribucin territorial de las diversas tribus. Pero Mateo ve en el hecho de la presentacin de Jess precisamente en
1. 2. 3. 4. Anlogamente Mt 12,15; 14,13. Mt 13,57 = Me 6,4; Le 4,24. Marcos lo hace en 1,21, esto es, despus de Mt 4,22. Cf. Jos 19,10-16.32-39. 104
17
esta regin, en vez de en Judea o en la ciudad santa misma, el cumplimiento de una frase proftica del AT. Tambin esta cita de reflexin est tratada muy libremente en 14 cuanto a la forma de su texto y su sentido, y tiene que estar tomada del texto hebreo, no de los LXX. Segn ls 8,23 Dios como al principio cubri de oprobio a la tierra de Zabuln y a la tierra de Neftal, (que en el ao 733 fue conquistada por los asirios; cf. 2Re 15,29), a lo ltimo llenar de gloria la regin (o el camino) del mar y la tierra al otro lado del Jordn, la regin de los gentiles. El v. que sigue (el pueblo que andaba en tinieblas...) no se refiere ya en el texto de Isaas a las dos tribus nombradas de Zabuln y Neftal, sino a todo el pueblo de Israel en las tinieblas, en la afliccin del sostenimiento a los asirios, al cual le es prometida la luz de la liberacin de su yugo. Con la regin del mar probablemente se designa en Isaas el territorio a lo largo del Mediterrneo (que perteneca al linaje de Aser) y no, como en Mateo el territorio situado a la orilla oeste del mar de Galilea, a lo largo de Genesaret, perteneciente en otro tiempo a la tribu de Neftal. La tierra de ms all del Jordn es Perea, la regin situada al este del Jordn. Pero Mateo se refiere con ello seguramente tambin a los territorios situados al norte de Perea, al este del Jordn, la Decpolis y el dominio de Filipo, regiones que Jess visit repetidas veces. Con Galilea de los gentiles (en lugar del hebr. regin de los gentiles = gelil ha-goyim; cf. IMac 5,15) no designa Mateo, a pesar de la mencin de Perea, tomada de Isaas, un nuevo territorio junto al de Neftal en la ribera del lago, donde estaba Cafamam, sino que caracteriza este ltimo. Este carcter de pagana o gentil lo tena Galilea todava en la poca de Jess a causa de lo heterogneo de su poblacin5. Aunque hay que tener en cuenta que la predicacin de Jess en Galilea se dirigi siempre a los judos slo y que Jess evit de manera clara las ciudades de poblacin mixta. Por ello, pues, se puede decir del pueblo de Galilea la frase proftica que Mateo entiende en sentido espiritual, de que anda en tinieblas y en sombras de
5. Cf. el exc. despus de Me 1,15. 105
4,12-17
muerte. Pero ese mismo pueblo va a ser tambin el primero en recibir los rayos de la luz enviada por Dios, el Mesas. Mateo no pretende dar una descripcin completa del territorio que en la poca de Jess reciba el nombre de Galilea; porque su fin con la cita proftica es slo motivar teolgicamente el traslado de Jess a Cafarnam. 17 En la descripcin del programa de la predicacin mesinica de Jess falta la referencia a se ha cumplido el tiempo, que Mateo ha dado a entender ya en la cita de los v. 14-16, y asimismo est suprimido el y creed en la buena nueva. Las palabras son exactamente las mismas de la predicacin del Bautista de 3,27. Con ello se da a entender que el mismo Jess contina la predicacin del Bautista. La expresin reino de los cielos puesta aqu en labios de Jess (en lugar de reino de Dios en Marcos y Lucas) no aparece en todo el NT sino en Mateo (que emplea tambin algunas veces reino de de Dios)8. Las opiniones estn divididas sobre cul de las dos expresiones, en s de sentido idntico, fue utilizada realmente por Jess. El uso del santo nombre de Dios, Yahveh, estaba prohibido entre los judos9, por lo que no puede suponerse que Jess hubiera traspasado tal precepto con escndalo de sus oyentes, sobre todo una vez que los evangelios atestiguan como pronunciadas por l tambin otras perfrasis del nombre de Dios usuales en el judaismo y expresiones de precaucin sobre Dios10, especialmente el uso extraordinariamente frecuente del pasivo o del plural impersonal para evitar el nombre de Dios ". Marcos y Lucas han evitado, en atencin a sus lectores no judos, la expresin reino de los cielos, equvoca para ellos, aunque inteligible para judeocristianos.
Llamamiento de los primeros discpulos 4,18-22 (=*Mc 1,16-20; Le 5,1-11) Mientras iba caminando unto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simn, el que se llama Pedro, y Andrs, su hermano, que estaban echando al mar un esparavel, pues eran pescadores. 1B Y les dice: Venid en pos de m, y os har pescadores de hombres. 20 Ellos, inmediatamente, dejaron las redes y lo siguieron. 21 Pasando ms adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago, el de Zebedeo, y su hermano Juan, que remendaban sus redes en la barca con Zebedeo, su padre; y los llam. "Ellos, inmediatamente tambin, dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. La situacin presupuesta para esta escena es ms clara en Mateo que en Marcos, ya que Mateo acaba de hablar antes del traslado de Jess a Cafarnam, ciudad martima. El relato difiere del de Marcos slo en insignificantes detalles de forma. Los jornaleros (Me 1,20), como personajes secundarios en la escena, no son mencionados. Marcos, slo a partir de la vocacin de los doce (3,16), designa a Simn con el nuevo nombre de Pedro dado por Jess (cf. l,29s.36); Mateo en cambio, ya en este pasaje12, en la primera ocasin que hace mencin de l, de modo que, no teniendo en cuenta los paralelos, podra entenderse su texto como si Pedro ya entonces hubiera llevado este nombre, En realidad Mateo da a Pedro simplemente el nombre que tena en la poca en que la obra fue escrita.
18
A travs de Galilea: impresin causada en el pueblo 4,23-25 (cf. Me 1,39 = Le 4,44; Me 3,7-12 = Le 6,17-19) Y recorra toda Galilea, enseando en las sinagogas, anunciando a buena nueva del reino y sanando en el pueblo toda enfermedad y toda dolencia. 24 Su fama se extendi por toda Siria; y le
12. Cf. tambin Mt 8.14; 10,2. 107
23
6. A diferencia de Me 1,15. 7. Cf. all y com. a 10,7. 8. Cf. en Marcos el exc. Reino de Dios, despus de Me 1,14-15.
9. Cf. FLAVIO JOSEFO, Ant. n, 12,4; 276.
10. Cf. com. a Me 14,62; Le 15,7.10; 12,9. 11. Cf. com. a Mt 6,33; Me 10,40 y Le 6,38. 106
4.23-25
A travs de Galilea
El sermn de la montaa ria al sur del Hermn, en las que residan numerosos judos 15, o sea, corresponde a todos los confines de Galilea de Me 1,28. Mateo nombra la Decpolis 10 en lugar de la regin de Idumea, situada al extremo sur de Palestina, y no mencionada, por lo dems, nunca en los evangelios. En las enfermedades y dolencias curadas por Jess, se nombran de manera expresa, las especialmente graves, lo mismo que en otros pasajes: posesos 17 , lunticos ( = epilpticos)1S y paralticos 19 .
trajeron a todos los que se sentan mal, aquejados de diversas enfermedades y dolores, a los endemoniados, lunticos y paralticos, y los cur. 25 Y lo siguieron grandes muchedumbres de Galilea, Decpolis, Jerusaln, Judea y del otro lado del Jordn. Aqu Mateo vuelve a perder en seguida el hilo del relato de Marcos. Basndose en Me 1,21-28, toma de la frase del v. 21 ([Jess] enseaba) el motivo para introducir la primera de sus grandes composiciones en forma de discurso, el sermn de la montaa. El v. 22 de Me lo utiliza Mt como observacin final, despus del sermn. La curacin del poseso de los v. 23-28 queda omitida en absoluto y los dos relatos de milagros siguientes 13 los reserva para su ciclo de milagros (cap. 8-9). Para 1,35-38 no haba sitio dentro de la estructura de su Evangelio. Por eso en 4,23 se encuentra ya Mateo en Me 1,39 y forma de este pasaje, aprovechando tambin Me 3,7-10, un relato sumario, que sirve de preparacin al sermn del monte y en el que se habla tanto de la predicacin como de la taumaturgia de Jess. Mateo describe en este relato de manera general, la actividad de Jess en Galilea y la poderosa impresin que ella causa, que hace llegar su fama mucho ms all del territorio en el que su actividad se desarrolla. El v. 23 corresponde a Me 1,39 y va repetido en 9,35, como frmula de transicin a la instruccin de los discpulos. Estas frases pues constituyen una especie de encabezamiento de los captulos siguientes 5-9, dndose adems a entender, con ello, que en la idea de Mateo forman una unidad entre s: Jess queda en ellos descrito como predicador del evangelio (cap. 5-7) y como salvador de enfermos y dolientes (cap. 8-9). La actividad curativa de Jess queda siempre destacada de manera expresa por Mateo " . Los v. 24s corresponden a Me 3,7-10. En el v. 24a ( = Me 1,28) queda designada con toda Siria, no la provincia romana de Siria, de la que tambin Palestina formaba parte, sino las regiones de Si13. Me 1,29-31.32-44. 14. Cf. Mt 12,15; 15,30; 21,14; tambin 10,1, y especialmente 14,14 y 19, 2, junto a los pasajes paralelos de Marcos.
108
El sermn de la montaa cap. 5-7 ( = Le 6,20-49) Entre las grandes composiciones que Mateo ofrece en forma de discurso (cf. p. 36ss), el sermn del monte es la primera y, al mismo tiempo, tambin la ms importante. Pruebas de que la configuracin que Mateo ofrece del sermn no es originaria, sino creada por el evangelista, son tanto su falta casi absoluta de unidad lgica, como el hecho de que muchas de sus partes, por ejemplo, el padrenuestro o las sentencias sobre la solicitud excesiva y el amontonamiento de tesoros, aparecen en Lucas en otros contextos. Como componente central y originario del sermn del sermn de la montaa pronunciado por Jess o al menos en la forma en que lo ofreca la fuente comn seguida en este punto por Mateo y Lucas slo pueden ser consideradas aquellas partes ofrecidas al mismo tiempo por Mateo y por Lucas, o sea, en esencia el contenido de Le 6,20-49, y algunos otros pasajes omitidos en absoluto por Lucas seguramente como inapropiados para sus lectores cristianos procedentes del paganismo. Con ello no se niega la autenticidad de los dems pasajes, sino slo su pertenencia originaria a este discurso.
15. Cf. FLAVIO JOSEFO. BI VII. 3.3: 43.
Mt 4.25; cf. com. a Me 5.20. Cf. Mt 8,16.28: 9.32: 12.22: 15.22. Cf. Mt 17. 15. Cf Mt 8.6: 9.2. 109
El sermn de la montaa
Del contenido del sermn de la montaa hay que deducir que no pertenece a los comienzos, sino a una poca posterior de la actividad doctrinal de Jess en Galilea. La descripcin de la situacin contenida en Mt 5,1, a continuacin inmediata del relato sumario de 4,23-25, no pretende determinar el momento exacto en que fue pronunciado el discurso, as como tampoco Le 6,20. En la estructura del Evangelio de Mateo este sermn ocupa exactamente el mismo lugar en que en Marcos (donde falta en absoluto) aparece la predicacin de Jess en la sinagoga de Cafarnam (1,21); porque hay una correspondencia entre Me 1,16,20 = Mt 4,18-22 y Me 1,22 = Mt 7,28s. El sermn de la montaa puede dividirse en las siguientes secciones: 5,3-12, las bienaventuranzas; 5,13-16, la misin de los discpulos; 5,17-20, actitud de Jess ante la ley (introduccin a la seccin siguiente); 5,21-48, la justicia antigua y la nueva; 6,1-18, la falsa y la verdadera piedad; 6,19-34, sobre el amontonamiento de tesoros y la excesiva solicitud; 7,1-5, sobre el juzgar; 7,7-11, sobre la confianza en la oracin; 7,12 la regla urea; 7,13-27 avisos finales. Una estricta lgica en el curso de su estructura falta en absoluto en este discurso, el ms largo de todos los compuestos por Mateo. Tampoco la idea general de una contraposicin entre la nueva y perfecta justicia por una parte y la enseanza en el AT y practicada por los fariseos por otra, puede considerarse como el leitmotiv de cada una de las secciones, sin hacer violencia al texto o atribuirle pensamientos que en realidad le son extraos. Antes de preguntarse por la relacin entre las diversas secciones y sentencias del discurso, hay que interpretar cada uno de ellos como unidad en s. Una idea central puede decirse que rene 5,21-48 (las seis anttesis) en un grupo cerrado, y lo mismo 6,1-18, si se excepta 6,7-15, pero tal unidad no existe ni dentro del cap. 6 en su conjunto, ni entre los cap. 6 y 5. Y a partir de 6,19 slo hay una libre agrupacin de diferentes sentencias y grupos de sentencias.
Introduccin 5,ls (cf. Le 6,20oJ Cuando vio aquellas muchedumbres, subi al monte; y, ya sentado, se le acercaron sus discpulos. 2 Abri entonces l sus labios, y los instrua as: El sentido del v. 1 no es (a diferencia de Me 3,13) que Jess se retirara a un monte al ver a la multitud, estando pues a continuacin solo con sus discpulos, de lo que resultara que el contenido del sermn tendra validez slo para stos. Una prueba de ello es la anotacin final en 7,28, segn la cual la masa del pueblo qued admirada del sermn de Jess. El sermn de la montaa es discurso dirigido a sus discpulos en el sentido de que es vlido para todos aquellos a quienes llega la llamada de Jess a seguirle (no al apostolado en especial). Con esto va unida su validez universal y atemporal para todos los cristianos. Para una solucin exacta del problema de sus destinatarios, es de ms importancia su contenido mismo que no las palabras del v. 1 (segn Le 6,20a, Jess dirigi su mirada a los discpulos). El hecho de que Mateo no ha dado an cuenta de la eleccin de los doce20 es una prueba de que tampoco l se refiere exclusivamente a ellos. Con la expresin al monte no se hace referencia, a pesar del artculo utilizado, a un monte determinado21. Que Mateo haya pensado en el Sina, el monte de la promulgacin de la ley del AT y querido contraponer Jess a Moiss como heraldo de una ley nueva y ms perfecta, es slo una hiptesis a que dan pie las anttesis de 5,21-48. Mateo sigue aqu ms bien a Me 3,13, aunque, por lo dems, la situacin es completamente diferente en los dos evangelistas. En Lucas (6,17) el escenario del discurso es un rellano.
20. Cf. com. a 9.35ss. 21. Cf. la misma forma de expresin en Me 3,13; Mt 14,23 = Me 6,46; Le 9,28, junto a Me 9,2, donde tampoco se hace referencia en ningn caso a un monte determinado.
1
110
111
5,3-12
Las bienaventuranzas
Las bienaventuranzas
5,3-) 2
Probablemente hay que pensar en una pendiente de alguno de los montes en las cercanas de Cafarnam; all se ha reunido el pueblo y rodea a Jess, los discpulos le escuchan en primer trmino (cf. Le 6,17). Antes de empezar a hablar, se sienta22. 2 Abri... sus labios es la expresin bblica, solemne23, en consonancia con la significacin del momento.
Las bienaventuranzas 5,3-12 ( = Le 6,206-26). Bienaventurados los pobres de espritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos sern consolados. 3 [Bienaventurados los humildes, porque ellos heredarn la tierra.] 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos sern saciados. 7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarn misericordia. 8 Bienaventurados los limpios de corazn, porque ellos vern a Dios. 9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos sern llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11 Bienaventurados seris cuando os insulten y persigan y, mintiendo, digan toda clase de mal contra vosotros, por causa ma. 12 Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos; pues as persiguieron a los profetas anteriores a vosotros. El sermn del monte va iniciado por el maravilloso prtico de las bienaventuranzas, siete y no ocho, si se suprime la tercera te22. Cf. com. a Me 9,35. 23. Cf. Job 3,1; Dan 10,16; Act 8,35; 10,34. 112
3
niendo en cuenta su tradicin insegura 2 \ La novena, distinta de las dems tambin en su forma (alocucin directa), es slo aplicacin de la octava. El texto paralelo de Lucas contiene slo cuatro bienaventuranzas, que corresponden a la primera, cuarta, segunda y novena de Mateo, a las que van contrapuestos en correlacin negativa los cuatro ay! (6,24-26) o increpaciones. Las bienaventuranzas tienen adems un tono ms material en Lucas, en Mateo ms espiritualizado (cf. la primera y la cuarta). En Lucas parece quedar ms destacada la situacin externa, en Mateo ms la actitud interior. Absolutamente improbable, si no inconcebible, es que Lucas hubiera suprimido casi todas las bienaventuranzas que en nmero de ocho o nueve ofrece Mateo, y hubiese introducido en su lugar las increpaciones. Las bienaventuranzas y las increpaciones se corresponden en Lucas como la cara y cruz de una misma moneda (Vogels), y de ello resulta que slo es posible la eleccin entre la teora, defendida tambin por exegetas catlicos, de que sea Lucas, amigo de los pobres y adversario de la riqueza, quien haya aadido los ay! como contraposicin negativa a las bienaventuranzas, para prestarles as un mayor nfasis, o la hiptesis de que los haya encontrado ya en la tradicin, unidos con las bienaventuranzas; porque de otro contexto no pueden proceder, al menos en la forma en que nos son conocidos. Lucas entiende el sermn de la montaa como sermn dirigido a los discpulos (cf. v. 20), entre los que seguramente incluye tambin a los fieles de su tiempo y por eso los vers. 24-26 causan la impresin de un cuerpo extrao dentro del conjunto. A esto se aade que el v. 27o vuelve a seguir el hilo del v. 23. Pero el argumento decisivo para considerar las increpaciones como secundarias, es el que suponen una concepcin de las bienaventuranzas en la que el momento social queda mucho ms destacado de lo que corresponde a su sentido originario. El motivo de la peligrosidad de las riquezas, en el que precisamente Lucas pone siempre un
24. As como son siete las parbolas del cap. 13 y siete los ay! del cap. 23. 113
E S M. 8
5,3-12
Las bienaventuranzas
Las bienaventuranzas
5,3-12
acento especial, resuena tambin en el texto de sus bienaventuranzas y sus increpaciones. Tambin en el caso de que se reconozca a los v. 24s la posibilidad de ser tradicin antigua (Bultmann), mientras que en cambio el v. 26 hace mucho ms el efecto de estar conformado esquemticamente como anttesis a los vers. 22s, hay que conceder que los ay! han sido conformados e introducidos en este texto por el tercer evangelista. Y entonces su nmero de cuatro es tambin una prueba de que tampoco las bienaventuranzas han sido ms de cuatro en su origen. Las otras tienen que haber sido introducidas por Mateo, en su afn sistemtico, tomadas de otros contextos. Esta conclusin queda confirmada por la observacin de que slo las bienaventuranzas que estn tambin en el texto de Lucas van referidas a actitudes espirituales condicionadas por presupuestos de carcter exterior, y adems son tan homogneas entre s que no pueden ser estrictamente distinguidas unas de otras. Por otra parte en Lucas tienen todas las bienaventuranzas (y las increpaciones) forma de alocucin directa, en Mateo en cambio son como bendiciones, puestas en tercera persona 25. Seguramente tambin aqu Lucas ofrece la forma ms originaria. La distincin no es slo de tipo formal; frente a la forma de alocucin personal directa de Lucas, la expresin en tercera persona en Mateo denota una distancia mucho mayor entre quien habla y aquellos a los que en su discurso se refiere, que no va ya dirigido de manera directa a los pobres, hambrientos, etc., sino que los menciona solamente; la idea de si estn tambin presentes y oyen ellos mismos la bienaventuranza, carece ya de inters. En Lucas las bienaventuranzas son ms bien una promesa de consuelo a los que realmente son pobres, sufren hambre, lloran y estn perseguidos; en Mateo, en cambio, llevan el carcter de un catlogo de virtudes destinado a la comunidad de los fieles. As se hace comprensible tambin la espiritualizacin de la primera y cuarta bienaventuranzas en Mateo. Bienaventurados son, no los pobres, sino los pobres de espritu, no los hambrientos, sino los
25 Asimismo Mt 7,21 22 = Le 6,46; 13,26 114
que tienen hambre y sed de justicia. Mateo no piensa ya al dar forma a su texto, en los primeros oyentes de Jess, sino en los fieles, para los que escribe su Evangelio. Teniendo en cuenta adems sus fines, resulta tambin comprensible que le interesara el aumentar el nmero de las bienaventuranzas siete exactamente en su texto con algunas sentencias pronunciadas seguramente por Jess en otras ocasiones y asimiladas en su forma por el evangelista a la de las bienaventuranzas mismas. En Lucas los pobres, los hambrientos, los que lloran, son siempre los mismos hombres, cosa que no se puede afirmar en la misma medida de Mateo. En Mateo se refieren ms bien las bienaventuranzas a diversas actitudes espirituales, que son designadas como condicin para entrar en el reino de Dios. Si se concede que Mateo ha variado la forma de las bienaventuranzas, hay que considerar tambin como posible determinante de ello el influjo del AT, donde la bienaventuranza o la bendicin va normalmente en tercera persona (no como alocucin directa), fuera de los casos en que la situacin determinada y particular a la que va referida le van prestando sentido y forma especiales. Para muchos exegetas constituye precisamente esta observacin el argumento decisivo en favor del carcter ms originario de la redaccin de Mateo, siendo considerada entonees- la-forma en segunda persona ofrecida por Lucas como una asimilacin secundaria a los v. 22s (= Mt 5,12), donde los dos evangelistas utilizan la segunda persona. Aunque, de suyo, la hiptesis de un proceso en sentido contrario tiene el mismo grado de probabilidad. En favor del carcter ms originario de la forma de Lucas habla precisamente la ltima bienaventuranza, que en los dos evangelistas va en forma de alocucin directa a aquellos a quienes se dirige, o sea, los discpulos. Es verdad que en Mateo aparece esta bienaventuranza slo como una aplicacin a los discpulos de la bienaventuranza anterior. Pero su estrecho contacto con el texto de Lucas, en cuanto a su forma, prueba que Mateo la ha encontrado en la tradicin ya en esa forma de alocucin directa (segunda persona), y que, sintetizando de manera sumaria su idea central, ha construido la bienaventuranza de los perseguidos por la justicia en forma asi115
5,3-12
Las bienaventuranzas
Las bienaventuranzas
5,3-12
milada a todas las anteriores; adems hay que tener en cuenta que la justicia es una expresin preferida de Mateo y denota, por tanto, la mano del primer evangelista. Esta ltima bienaventuranza se distingue de las dems tanto en su contenido como por su forma; en su contenido por no ir referida como las otras a una situacin de desgracia en abstracto, sino a las adversidades que caen sobre los discpulos precisamente como tales; en su forma, por la falta de aquella brevedad cargada de sentido, que hallamos en las otras y, especialmente, porque no hay aquella contraposicin entre la afliccin presente y la felicidad futura, sino que a la descripcin del dolor sigue en primer lugar la exhortacin a alegrarse precisamente por ese destino, y viene, en ltimo lugar, la motivacin. De ello parece claramente seguirse que la unin de esta bienaventuranza con las anteriores es obra de la tradicin, lo cual no lleva necesariamente a considerarla como una creacin analgica secundaria (Percy). En cuanto a su forma tienen las bienaventuranzas o bendiciones su modelo en muchos pasajes del AT, en especial de los profetas, libros sapienciales y salmos2e, as como paralelos en otras frases de Jess27. En la redaccin de Mateo (en tercera persona), las bienaventuranzas del sermn de la montaa tienen la forma de bendiciones, forma que hace destacar de manera clara su exigencia de validez universal y atemporal. En la redaccin ms originaria de Lucas (en segunda persona) queda ms de maniesto su finalidad consoladora y, al mismo tiempo, su carcter de imperativos religiosos y morales. Tampoco en Lucas van dirigidas las bienaventuranzas simplemente a los desengaados y los oprimidos social y materialmente, ofrecindoles como consuelo la promesa de una compensacin futura, sino que con la pobreza, la afliccin y la persecucin hay que ver unida al mismo tiempo una determinada actitud religiosa. Esto resulta no slo de los paralelos y los pensamientos del AT con los que enlazan las bienaventuranzas, sino tambin de su relacin con
26. Cf., por ejemplo, Sal 1,1; 32(31)ls; 41(40)2. 27. Cf. Mt 11,6; 13,16; 16,17; Le 11,28; 12,37s.43; 14,14; Jn 20,29; cf. adems Sant 1,12; IPe 4,14; Ap 1,3; 14,13; 22,7.14, etc. 116
el todo de la doctrina de Jess. Y por ello van con razn las bienaventuranzas al principio del sermn de la montaa. Las bienaventuranzas hacen destacar de la manera ms clara la motivacin escatolgica de la tica del evangelio. Porque su sentido no es que aquellos a quienes van referidas sean ya bienaventurados, felices, interiormente28, sino que su suerte puede ser llamada dichosa con miras a la promesa que a ella va unida. La primera bienaventuranza enlaza con Is 61,1 29, pasaje que 3 habla del anuncio de la buena nueva a los pobres. El concepto de pobreza a que aqu se hace referencia tiene que ser determinado tambin a partir del AT. Los pobres no son ni los humildes, que se sienten como mendigos ante Dios (cf. Le 18,10-14), ni, como a primera vista parece desprenderse del texto de Mateo, los sencillos, los simples (los menores de edad)30; tampoco aquellos que bajo el impulso del Espritu Santo se han hecho pobres y han renunciado a sus posesiones y al mundo, sino los anawim del AT. Con este trmino quedan designados, en primer lugar, los desposedos, que, como tales, son tambin, al mismo tiempo, los socialmente postergados y oprimidos. Este concepto de pobre o desgraciado haba sufrido ya en el AT una evolucin en el sentido de una cierta espiritualizacin. As como los ricos y poderosos, los opresores de los pobres, son al mismo tiempo los imposS1, as los pobres son sin ms los piadosos, a quienes su suerte ofrece ocasin a confiarse exclusivamente a Dios y esperar slo de l su salvacin (cf. Is 29,19s). De aqu resulta, aunque no la equivalencia absoluta de los trminos anaw (pobre) y hasid (piadoso), s el frecuente uso del uno junto al otro32. Tambin el concepto de humildad forma parte del contenido de la palabra33. Pero, no obstante, no se puede aceptar la opinin de
28. Cf. especialmente Le 6,21. 29. Cf. Mt 11,5 = Le 7,22; Le 4,18. 30. Cf. Mt 11,25 = Le 10,21. 31. Cf., por ejemplo, Sal 52(51). 32. a . Am 2,6s; Sal 40(39)18; 69(68)33s; 70(69)6; 74(73)21; 86(85)ls; Eclo 13,17s. 33. Cf. 2Sam 22,18; Sof 3,12; Sal 18(17)18. 117
5,3-12
Las bienaventuranzas
Las bienaventuranzas
5,3-12
que, en el judaismo tardo y especialmente en la poca de Jess, hubiera existido una clase o partido de los piadosos, de los pacficos de la tierra (Sal 35[34]20), distinto del de los fariseos y que se hubieran distinguido a s mismos con el nombre de los pobres (anawim) o que lo hubieran recibido de los dems. ste es el concepto de pobres adoptado por Jess en la primera bienaventuranza. Pero tambin en sus labios se deja oir todava esa idea, de la necesidad fsica y la opresin como fundamento de la actitud religiosa, segn se desprende claramente de su referencia a los pobres junto a los que tienen hambre y los que lloran. Y esto aun en el texto de Mateo, quien en lugar de los pobres simplemente, habla de los pobres en espritu, lo cual obliga a ver en la forma de la bienaventuranza sin duda una versin menos exacta que en Le 6,20. Con la adicin de espritu, que apenas puede ser fielmente reproducida en su sentido exacto en una traduccin, pretende claramente el evangelista evitar en sus lectores griegos una interpretacin del concepto de pobres demasiado material o de carcter social. Los pobres son en la bienaventuranza los que tienen alma de pobre. Con ello queda excluida la posibilidad de percibir en su texto un matiz de tipo social revolucionario. 4 La bienaventuranza de los que lloran 34 , los afligidos, que ocupa el segundo lugar, enlaza tambin con Is 61,ls 35 , pasaje en el que se promete la redencin a los de corazn quebrantado, a los afligidos de Sin. El concepto de afligidos, al igual que el de los pobres, no es fcil de determinar. Desde luego no puede quedar excluida tampoco en este caso, a pesar de que el texto no se refiere expresamente a ello, la actitud religiosa y tica, que constituye el presupuesto para el consuelo prometido que ser dado en la vida eterna Tampoco esta bienaventuranza es simplemente promesa de consuelo, sino tambin al mismo tiempo imperativo tico. Por eso los que lloran no son simplemente los que en este mundo se ven privados de alegra y consolacin36 en el sentido ms amplio, a quienes se les promete una compensacin por ese goce de la vida que 34. En Le 6,21 de los que ahora lloran. 35. Cf. tambin Eclo 48,24; Le 2,25. 36. Cf. Sal 126(125)5; Le 16,25.
aqu les ha sido sustrado, ni tampoco simplemente los afligidos por la penitencia, o por la consideracin del poder del mal en el mundo. Los que lloran (y los humildes de la bienaventuranza siguiente) son ms bien en el fondo los mismos que los pobres (al igual que los ricos, los hartos y los que ahora ren, contrapuestos a ellos en Le 6,24s, se refieren en s tambin a un mismo tipo). A este resultado se llega tambin a partir de la relacin del texto con Is 61,ls. Por afligidos hay que entender pues aquellos que ponen su destino en las manos de Dios con espritu de conformidad y entrega. La expresin pasiva sirve (igual que en los v. 6.7.9) como perfrasis del nombre de Dios. La tercera bienaventuranza es una cita textual del Sal 37(36)11, 5 al que va aadido nicamente el bienaventurados, circunstancia que no es con todo motivo suficiente para poner en duda su autenticidad. Pero el hecho es que a ello se aade su lugar inseguro en la tradicin (en unos textos antes y en otros despus de la bienaventuranza de los que Doran). Por otra parte se puede decir que apenas existe diferencia entre los pobres y los humildes, y adems con este verso dejan las bienaventuranzas de ser siete, el nmero preferido de Mateo. Todo ello hace considerar su autenticidad al menos como muy problemtica. Los humildes son los attiim, a los que en el AT casi no se distingue de los pobres (anawin). Segn Zac 9,9 (cf. Mt 21,4s) el mismo Mesas vendr hacia la hija de Sin como un humilde (ani) y no como un hroe guerrero. Los humildes son aquellos que no slo no conocen ni altivez ni clase alguna de presuncin, que no protestan de su destino ni claman a Dios venganza, sino que ms bien, con paciencia, confan a su providencia la hora de su intervencin en la historia. Aquellos que no aplican sus esfuerzos en afirmarse y conquistar espacio vital, reciben la promesa de que tendrn, en herencia, la tierra. En el texto correspondiente del AT se hace referencia con ello a la tierra de Canan 37 . En el marco del sermn de la montaa sirve la expresin como simple imagen del reino de los cielos, 37. Cf. Dt 4,1; 6,18; 16,20.
118
119
5,3-12
Las bienaventuranzas
Las bienaventuranzas
5,3-12
sentido que tampoco era extrao al judaismo. Esta espiritualizacin del concepto de herencia va relacionada con el desarrollo de la escatologa juda posterior y ya en poca precristiana 38. 6 En la cuarta bienaventuranza los que tienen hambre no son en Lucas (6,21) distintos de los pobres. Por eso tienen que ser entendidos de un modo semejante a stos, no slo en un sentido puramente natural como aquellos que pasan en realidad hambre, que no han tenido parte en las riquezas de este mundo y son consolados con la promesa de un resarcimiento en el en futuro. Desde luego cuentan en el nmero de aquellos a los que han sido rehusados los peligrosos goces de la riqueza; pero con ese soportar la necesidad externa va unida tambin, lo mismo que en el caso de los pobres y de los que lloran, una determinada actitud interior de conformidad con la voluntad divina. Ellos sern saciados por la participacin en el reino de Dios presentado en la figura de un banqueteS9. El texto de Mateo est completamente espiritualizado, porque en l slo se habla de hambre y sed espiritual, esto es, de la viva nostalgia de justicia40. Pero no se hace referencia con ello al ansia de una intervencin divina que los vengue y los restituya en su derecho (cf. Le 18,7); se trata de una actitud espiritual, de la que deben aduearse hacindola posesin personal suya. Justicia era el ideal de la piedad del AT y del judaismo tardo y no consiste ms que en un actuar conforme a la voluntad divina. Para el judaismo tardo la voluntad de Dios estaba expresada en la ley. El farisesmo viva en la conviccin de una justicia conseguida por un escrupuloso cumplimiento de la ley (cf. Le 18,9). Aqu en cambio se habla de una justicia como don de Dios, y escatogico, que recibirn aquellos que sientan hambre de ella. Con la comunidad con Dios, en la que consiste la vida eterna, va unida de modo esencial tambin la justicia perfecta, el pleno cumplimiento de la voluntad divina. La quinta bienaventuranza promete misericordia de parte de 7
38. Cf. lHenoc 40,9; SalSl 14,10; adems 4Esd 7,1 ls. 39. Cf. com. a Me 1,15 y ms adelante com. a Mt 22,ls. 40. Cf. Am 8,lls; ls 55,1; Jer 31(38)25; Sal 42(41)3; 63(62)2; 107(106)9. 120
Dios a los misericordiosos (trmino que no equivale simplemente a los que dan limosna; cf. 25,31ss). Esta misericordia de Dios no consiste en la concesin de una serie de gracias aisladas durante la vida, sino en el acto decisivo de la gracia, por el cual salva al hombre del juicio ". Tambin en el judaismo era extraordinariamente acentuado el deber de la misericordia activa con los pobres y los dbiles, y su prctica se tena como un carcter distintivo entre Israel y el mundo no israelita, y estaba dicho: De quien tiene misericordia de los hombres, se tiene misericordia en el cielo. 42. En el fondo, la idea es otra en el evangelio, ya que Jess rechaza la teora de la remuneracin, segn la cual el hombre se procura por su modo de obrar el derecho formal a un tratamiento correspondiente de parte de Dios43. Por otra parte se encuentran tambin en los rabinos sentencias que prohiben directamente tener misericordia del vulgo (am ha-arez; cf. la frase del rab Eleazar (alrededor del 270 d.C: Est prohibido apiadarse de una persona que no posee ningn saber. 44 La limpieza de corazn, de que habla la sexta bienaventuranza, g no se refiere a la pureza moral (ausencia de pecado) en general, ni de manera especial a la castidad, sino a la rectitud y la sinceridad 45, con lo que aqu se significa la entrega plena, incondicional y sin reserva a Dios (probable es que se trate del sincero amor fraterno como en IPe 1,22). Que la pureza de corazn sea mencionada como presupuesto para la visin de Dios, tiene profundo sentido. En todas las religiones se encuentra como idea dominante la de que slo el hombre puro puede acercarse a la divinidad. Pero en las religiones primitivas, y aun en los cultos de los misterios helensticos se trata, en primer trmino, de una pureza de carcter ritualiS. Tambin el AT y la religin juda haban seguido aferrados
41. 42. 43. 44. 45. 46. Theissing; cf. 2Tim 1,18; Sant 2,13; Mt 18,33. Talmud babilnico, Sabb. 1516; cf. tambin com. a Mt 25,35s. Cf. el exc. despus de Mt 20,16. Talmud babilnico, Sanh. 92a. Cf. Sal 24(23)4; 73(72)1; Job 33,2s. Cf. el exc. despus de Me 7,23. 121
5.3-12
Las bienaventuranzas
Las bienaventuranzas
5,3-12
a este concepto de pureza cultual, sin distinguirlo de manera estricta del de pureza moral. La gran diferencia entre Jess y el judaismo de su tiempo, en especial los rabinos, consiste en que stos declaraban necesarias la pureza exterior y la del corazn al mismo tiempo, mientras Jess rechaza la de carcter meramente externo como falta de sentido (cf. 15,lss). Tambin los profetas haban enseado ya con anterioridad la futilidad de toda pureza ritual sin ir acompaada de la moral y en este mismo sentido hay que entender tambin pasajes, como Sal 51(50)4.9 y Sal 24(23)3s: Quin podr ascender al monte de Yahveh? Quin en su lugar santo mantenerse? El que tiene manos limpias y puro el corazn. Subir al monte de Yahveh, al templo, como lugar de actuacin de las gracias divinas era, en el AT, equivalente a contemplar a Dios 47. Porque el AT viva en la firme creencia de que la visin real de Dios es cosa imposible para el hombre (cf. x 33,20) y de que Dios slo se revela por medio de apariciones (cf. Is 6) y sueos (cf. Nm 12,6). Pero en la bienaventuranza se hace referencia en cambio a una contemplacin real espiritual de Dios cara a cara (ICor 13,12), tal como es (Un 3,2), lo cual constituye, por tanto, la ms alta de las promesas contenidas en todo el evangelio. 9 Los pacificadores de la bienaventuranza sptima, no son simplemente los hombres inclinados a la paz, los dispuestos siempre a ceder, a soportar y a perdonar, sino los que realmente obran para conciliar la paz, y allanan las diferencias entre los hombres. Ellos reciben la promesa de que Dios les dar algn da el nombre de hijos suyos, por ser parecidos a l. Porque Dios es un Dios de paz *8. Tambin el Mesas es descrito en el A T 4 9 y en el judaismo como prncipe de la paz. Pero el calificativo de pacificador (pacificador invicto del orbe) lo tomaban tambin como ttulo honorfico los antiguos soberanos quienes, adems, a partir de Alejandro Magno se hacan llamar hijos de Dios. Tal conciliacin de la paz era sin embargo producto 47. Cf., por ejemplo, Sal 42(41)3. 48. Cf. Rom 15,33; 16,20. 49. Cf. Is 9,5; Zac 9,9.
122
de la violencia, por lo que no cae dentro de la esfera de lo tico, y la paz de ello resultante como por ejemplo la paz romana 50 era una paz de la seguridad externa y del bienestar econmico y nada ms. En cambio, la promesa que, en esta bienaventuranza, se da a los pacificadores, consiste en una plenitud de la bendicin divina. Porque filiacin divina significa comunidad perfecta con Dios y en ello consiste la vida eterna " . La octava bienaventuranza muestra un retorno a la primera en 10 la formulacin de su promesa y cierra con ello el ciclo; los perseguidos tampoco son muy diferentes de los pobres, los que lloran y los humildes. Por otra parte prepara ya la bienaventuranza dirigida a los discpulos formulada como alocucin directa (como en Lucas), por lo que constituye una transicin a sta y denota la mano de Mateo tambin en el trmino justicia 52. Para la interpretacin de lo que sea aqu la justicia, motivo de la persecucin, hay que entender que ella consiste slo en el seguimiento de Jess. Esta equiparacin entre justicia y seguimiento de Jess, puesta en labios del mismo Jesucristo, es muy significativa por lo que se refiere a la conciencia de Jess sobre su propia personalidad. Los insultos y las persecuciones que esperan a los discpulos l i s de Jess, precisamente por serlo (cf. 10,14-25), deben constituir para ellos motivo de jbilo. Los discpulos tienen que alegrarse no a pesar, sino precisamente por las persecuciones53; con este destino siguen las huellas de los enviados de Dios del AT, los profetas, cuya misin toman sobre s. Persecucin es destino de profetas " . A cambio de ello les espera una recompensa grande, esto es, superabundante, en el cielo. En este pasaje no se da todava expresin a la idea de que los padecimientos por la adhesin a Jess constituyen parte esencial del ser de discpulo y no son otra cosa sino la participacin en el 50. 51. 52. 53. 54.
VIRGILIO,
Eneida vi, 852. com. a Mt 5,45. Mt 5,6 y com. a Mt 6,33. Act 5,41; Rom 5,3; Col 1,24; Sant 1,2; IPe 1,6; 3,14; 4,13. Mt 23,35; Me 9,13; Heb 11,24-27.35-38.
123
>3-12
Las bienaventuranzas
Las bienaventuranzas
5,3-12
destino de dolor de Jess mismo55. La necesidad de soportar animosamente las persecuciones ha sido tambin doctrina del judaismo rabnico, segn el cual formaban en el mundo celestial la primera clase de los bienaventurados los mrtires sacrificados por la autoridad pagana 3C. Varios rabinos, entre ellos Aquiba, murieron tambin, como mrtires, por su fe. Para una comprensin exacta de las bienaventuranzas, es necesario tener en cuenta que sus promesas van dirigidas, no a ciertas clases de hombres, sino a determinadas actitudes religiosas. Porque los pobres, los que lloran, los pacificadores, los que tienen hambre y los perseguidos no pueden ser en realidad distinguidos estrictamente unos de otros. Carcter comn a los bienaventurados es que la actitud exigida como condicin para la felicidad prometida, tiene siempre, como presupuesto, una situacin de tipo externo, que hace aparecer como desgraciados y dignos de compasin a los hombres que en ella se encuentran. Pero precisamente por esto son llamados bienaventurados por Jess, lo cual supone una inversin radical de los mdulos de valores humanos, que en Lucas queda adems subrayada aun por los ay! dirigidos a los ricos, los hartos, los que ren y los que reciben alabanza de los hombres. Los infelices son llamados bienaventurados, los felices son declarados desgraciados y dignos de compasin. En esta paradoja queda expresada una de las ideas centrales del evangelio, la idea de que junto al reino de Dios, que es para los hombres la salvacin, no hay en el mundo cosa alguna de valor verdadero. Porque las promesas son en s slo formas de expresin diversas de la salvacin que es una, el reino de Dios. Con esto queda dicho, al mismo tiempo, que todas las bienaventuranzas tienen que ser entendidas escatolgicamente. Los pobres, los que lloran, los perseguidos, etc., no son bienaventurados, esto es, felices, ya ahora, sino que su suerte ser bienaventurada en el mundo futuro. Estas palabras odas de labios de Jess mismo, pronun55. Cf. com. a Me 8,34ss y 10,38s. 56. Cf. tambin com. a Ap 20,4-6. 124
ciadas por ello con plena autoridad (7,29), esto es, como expresin de la voluntad divina, son para ellos un consuelo, que tiene por finalidad hacerlos interiormente capaces para sobrellevar con alegra y entrega a la voluntad de Dios su suerte, desgraciada a los ojos humanos. Porque slo as convierten la necesidad exterior en virtud. Todas las bienaventuranzas van referidas a actitudes religiosas y morales y no simplemente a situaciones sociales o econmicas, por lo que no llevan, en modo alguno, la expresin de un resentimiento frente a los ricos y poderosos, los felices a los ojos del mundo. Pero s son una enrgica protesta en contra del concepto de felicidad del mundo y contra el eudemonismo de la piedad farisaica, para la que la felicidad terrena significaba bendicin divina, as como castigo y condenacin por parte de Dios, la desgracia. Precisamente los pobres, los afligidos y los perseguidos no contaban, segn la teologa rabnica, entre los posibles herederos del reino de los cielos, ya que sus padecimientos los caracterizaban como pecadores er. Aquellas bienaventuranzas de Mateo que no se hallan en Lucas y que aqul introduce en este contexto tienen formalmente una constitucin diferente de las otras, pero un rasgo comn con ellas: la proclamacin de una tica de la interioridad, en lugar del legalismo de los fariseos, como condicin necesaria para la vida eterna. El hecho de la concurrencia entre las bienaventuranzas y los postulados morales de Jess ofrecidos en las secciones siguientes del sermn de la montaa es evidente, pero no significa sino que las bienaventuranzas no abarcan, como en sntesis, todo el ideal cristiano de moralidad, que no pretenden enumerar de manera exhaustiva y completa las condiciones necesarias para la entrada en el reino de los cielos 5S.
57. Cf. com. a Le 16,19-31. 58. El mismo problema se encuentra tambin en 25.31-46.
125
5,13-16
La misin de los discpulos 5,13-16 ( = *Lc 14,34s; cf. Me 9,50; Le 11,33; cf. Me 4,21 = Le 8,16) Vosotros sois la sal de la tierra; pero, si la sal se vuelve inspida, con qu se la salar de nuevo? Para nada vale ya, sino para ser arrojada fuera y pisada por los hombres. 14 Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte; 15 ni encienden una lmpara y la colocan debajo del celemn, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que estn en la casa. 10 Alumbre as vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que est en los cielos. Esta breve seccin, no est en relacin estrictamente lgica con las bienaventuranzas y tampoco constituye, por s misma, una unidad originaria. Con esto queda dicho que Mateo ha sido quien la ha reunido en esta forma e introducido en este lugar. En Lucas, los v. se encuentran separados en pasajes diferentes, y tambin sin estrecha relacin lgica con su contexto. 13 Si la sal, tan extraordinariamente til para los hombres (cf. Le 14,34), pierde el poder de condimento que le es propio, no hay medio alguno de devolvrselo, y slo sirve ya para tirarla como algo totalmente intil. Lo mismo pasa con los discpulos, que son la sal de la tierra, esto es, que tienen frente a la humanidad una misin semejante y que slo ellos pueden cumplir: si los discpulos son en su interior infieles al espritu que les debe ser propio, no sirven absolutamente para nada. El trmino arrojar es una velada alusin al juicio y a la reprobacin. Mateo es el nico en dirigir la sentencia de la sal tambin la siguiente a los discpulos, de manera directa: Vosotros sois... Pero en Lucas se mantiene el mismo sentido. 14 En la segunda sentencia se aplica a los discpulos una imagen muy familiar al AT y al judaismo. Segn Is 42,6, Israel, segn Is 49,6 el siervo de Yahveh, es la luz de los paganos. Dios, Israel,
126
la ley y el templo, as como tambin rabinos muy destacados, reciban en el judaismo el calificativo de luz o lumbreras del mundo. Jess se llama a s mismo, en Jn 8,125S>, la luz del mundo. De la misma manera, los discpulos tienen que ser tambin portadores de la luz (cf. Flp 2,15) para el mundo ( = el gnero humano) 60 . Los v. 14> y 16 son prueba de que, con ello, no se hace referencia a la actividad misional de los apstoles, sino a la religiosidad y la moralidad de la conducta del discpulo en general. Los discpulos tienen en su conducta una responsabilidad tambin frente a los dems hombres: como hijos de la luz, han de mostrarse (Le 16,8) en medio de un mundo en tinieblas e impo. Porque, como queda expresado en la imagen de tipo gnmico del v. 146, precisamente como discpulos de Jess ocupan una situacin muy visible en el mundo y no pueden, por ello, pasar inadvertidos. Para mejor ilustrar este pensamiento, Mateo aade todava una l5s sentencia, que en Me 4,21 va referida al evangelio, en Le 11,33, a Jess mismo. Para que una luz cumpla su cometido no se la tapa con un celemn boca abajo, sino que se la coloca en un candelabro; de la misma manera tienen los discpulos que mostrar abiertamente la luz de su ser de discpulos, de su cristianismo, para que los hombres queden as edificados y reciban ocasin de glorificar a aquel de quien, por quien y para quien es todo 81. La referencia a las obras buenas pone claramente de manifiesto la forma en que ello debe ser llevado a cabo. Entre esta sentencia y 6,1-18 no hay contradiccin alguna, ya que una cosa es la confesin abierta y sin miedo de la fe en la conducta toda y otra el hacer espectculo de las obras buenas, para ser considerado y alabado de los hombres. La diferencia entre las dos actitudes reside en la intencin distinta en un caso y otro: en el primero, las obras buenas observadas por los hombres sirven para la glorificacin del Padre celestial, en el segundo, en cambio, tienen por finalidad la propia glorificacin presuntuosa.
59. Cf. Mt 12,35; Le 2,32. 60. Lo mismo en Mt 13,38; 18,7; Me 14,9. 61 Rom 11,36; cf. 2Cor 4,15.
127
5,17-20
Actitud de Jess ante la ley 5,17-20 (= Le 16,17) Ato vayis a pensar que he venido a abolir la ley y los projetas; no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. 18 Porque en verdad os digo: antes pasarn el cielo y la tierra, que pase un solo yod o una sola tilde de la ley sin que todo se cumpla. 19 7 que viole, pues, uno solo de estos mandamientos ms pequeos y lo ensee as a los hombres, ser el ms pequeo en el reino de los cielos; pero el que los cumpla y los ensee, se ser grande en el reino de los cielos. 20 y>Porque yo os digo que si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraris en el reino de los cielos. Estos cuatro versculos no tienen conexin lgica con el trozo que precede. Mateo los ha reunido formando esta pequea unidad y los ha introducido en este contexto por parecerle convenir, con su formulacin de tipo programtico, como introduccin a la seccin siguiente, v. 21-48. Y en realidad, las anttesis de los v. 21-48 se muestran como desarrollo del programa expresado en el v. 17. La finalidad de esta pequea percope, en el lugar en que aparece en el Evangelio de Mateo, es prevenir un posible mal entendido de las anttesis que van a continuacin y, a su vez, tiene que ser entendida a la luz de las anttesis mismas. Su sentido es que, a pesar de la actitud crtica de Jess frente a la ley del AT, hay que reconocer a su actitud ante ella un carcter positivo: Jess no quiere abolira, sino darle cumplimiento. El texto contiene en s seales inequvocas de que ha sido el evangelista quien ha reunido los cuatro v. y los ha colocado en este lugar como una introduccin a las anttesis. La expresin no vayis a pensar del v. 17, cuya finalidad es prevenir un mal entendido, remite a una situacin distinta de la del momento y hace pensar que todo el verso provenga de una discusin (o quiz de una instruccin a los discpulos). Porque pronunciado precisamente en esta ocasin, las anttesis que siguen, donde Jess se
128
17
coloca realmente frente al AT y lo deroga, hubieran resultado para sus oyentes una desconcertante explicacin de aquella frase. El v. 18 que sigue se encuentra en una relacin lgica normal con el v. 17, pero es el nico de los cuatro versos que forman el grupo, que aparece tambin en Lucas (16,17), y fuera del sermn de la montaa, circunstancia que habla, a su vez, en favor de que, en un principio, no perteneca al sermn y de que no forma tampoco con el v. 17 una unidad originaria. Las palabras del v. 19 uno solo de estos mandamientos ms pequeos remiten a una situacin distinta y concreta, en la que se hablaba de los mandamientos ms pequeos, pero no al v. 18. Tambin el tema de estos dos versculos es distinto entre s: en el 18 se destaca el carcter imperecedero de la ley, en el 19 la obligatoriedad aun de los preceptos ms insignificantes. El v. 20, introducido de nuevo por las palabras porque (yo) os digo, como el v. 18, no hace referencia alguna, con su polmica contra los doctores de la ley, a lo dicho en el v. 19. En l no se da expresin ya a un criterio sobre el AT, sino que se contraponen la religiosidad externa de la letra, del farisesmo, y la justicia verdadera, de carcter interior. Pero tal contraposicin tampoco es el tema de los v. 21-48, de lo que se sigue que el v. 20 no puede haber sido en su origen un encabezamiento para ellos, ni puede, por tanto, ser tenido en cuenta para la interpretacin de las anttesis. El v. 17 contiene una declaracin programtica de la ms alta 17 significacin. Saliendo al paso de una interpretacin de su actitud ante el AT, que ve en l un revolucionario religioso, declara Jess que no ha venido, esto es, no ha sido enviado02 para derogar y poner fuera de valor el AT, donde para los judos estaba expresada la voluntad moral de Dios y con ello la norma del bien obrar88. La ley y los profetas es la expresin usada corrientemente en el judaismo para nombrar el AT en su conjunto. Pero, con ello, en realidad se hace referencia slo al AT en cuanto ley y no en
62. Cf. com. a Me 1,38. 63. La misma forma de expresin antittica se encuentra tambin en Mt 10.34 = Le 12,51; Mt 9,13; 20,28.
129
5,17-20
5,17-20
cuanto a su contenido en profecas. La ley (la ley de Moiss, la orah) va nombrada en primer trmino no slo a causa de su primaca en el tiempo, sino tambin, y sobre todo, por el lugar preferente de que gozaba en la apreciacin juda. La ley no estaba considerada slo como inspirada al igual que los dems escritos del AT, sino como creada por Dios mismo con antelacin al resto de la creacin, esto es, escrita de su propia mano y dada luego a Moiss, o sea, entregada por escrito o dictada. Segn doctrina rabnica la torah contena la revelacin divina de manera completa y definitiva, por lo que las otras dos clases de escritos del canon de la Sagrada Escritura (los profetas y las escrituras) estaban consideradas slo como una ampliacin de la torah. El giro hecho la ley y los profetas 64 como designacin de todo el AT se explica por el hecho de que en el servicio divino de la sinagoga slo se lean los cinco libros de Moiss y los profetas (esto es, Jos, Jue, ISam, 2Sam, IRe, 2Re y los profetas mismos, con excepcin de Daniel), pero no las escrituras "5. Aqu las palabras y los profetas son posiblemente adicin del evangelista, ya que en realidad se hace referencia slo a la ley. El dar cumplimiento a la ley, de que habla Jess, puede estar referido al seguimiento prctico de la ley, a su cumplimiento por la obedienciaee, pero aqu habla Jess como maestro mesinico y, teniendo adems en cuenta la contraposicin con abolir (poner fuera de valor, declarar como no obligatoria), tiene que ser entendido de su actitud fundamental ante la ley, en la que por otra parte va tambin incluido necesariamente su seguimiento prctico. Con esta frase reconoce Jess al AT como revelacin de la voluntad de Dios y lo declara vlido tambin para el nuevo orden de cosas religioso que l mismo trae (cf. Me 14,24). De todos modos, el v. es considerado con razn como difcil, y no en cuanto a su sentido objetivo, que es claro y terminante, sino por la actitud que Jess mostr de hecho con respecto al ATG7.
64. 65. 66. 67. Cf. Cf. Cf. Cf. Mt 7,12; 11,13; 22,40; Le 16,16; Jn 1,45; Rom 3,21. el exc. despus de Le 4,30. Mt 3,15; Rom 8,4; 13,8; Gal 5,14. el exc. despus de Mt 5,17-20. 130
El v. 18 sirve, en el contexto en que lo pone Mateo, como 18 motivacin del pensamiento central expresado en el v. 17 68. Antes pasarn el cielo y la tierra u9, es una forma de expresin popular equivalente a nunca70. En tanto que este mundo exista, no perder su valor ni la ms pequea parte de la ley. A la yota, signo grfico griego, corresponde el yod hebreo, la letra ms pequea del alfabeto hebreo; sta y la tilde o pequeo rasgo que acompaa a algunas letras, sirven de imagen de los preceptos ms pequeos y ms insignificantes de la torah. Sin que todo se cumpla no puede ir referido al cumplimiento de la ley, poniendo as un lmite temporal a su validez, coincidente con el comienzo del nuevo orden de cosas religioso, porque entonces la frase sera contradictoria en s misma, sino que, con ello, se indica el fin de los tiempos, por lo que es solamente una repeticin del antes pasarn, el cielo y la tierra. Es sta la frase ms juda de todo el evangelio, una frase, al parecer, acuada en el ms estricto espritu de los rabinos, para los que la esencia de la piedad consista en la observancia minuciosa de la letra de la ley. En la literatura juda tiene tambin numerosos paralelos. Pero la doctrina juda extenda la validez de la ley, a diferencia de Jess, tambin al mundo futuro ". La eternidad (y la preexistencia) y la invariabilidad absoluta de la torah eran sobre todo un dogma fundamental para los rabinos. Hay textos rabnicos (tardos) que hablan ocasionalmente de la ley del Mesas ", pero con ello seguramente no se hace referencia a una ley plenamente nueva, que fuera a sustituir y suplantar la antigua, sino slo a una nueva interpretacin de la torah de Moiss. Del Mesas se esperaba realmente una revelacin de toda la riqueza en pensamientos divinos contenidos en la torah y una solucin de todos sus enigmas. Los rabinos describen el paraso celestial como una gran escuela (la
68. tario a 69. 70. 71. 72. Sobre la expresin eh verdad, que lo introduce, cf. infra, comenMt 5,36. El cielo y la tierra = el mundo, en la Biblia, cf. Me 13,31. Cf. Job 14,12 y la formulacin en Le 16,17. Cf. Cf. Bar 4,1; Sal 119(118)89; Sab 1,4; 4Esd 9,37. Por ejemplo, el midrs a Ecl 11,8.
131
5,17-20
5,17-20
academia celestial), en la que Dios mismo explicar la ley a la multitud innumerable de los que se han dedicado a su estudio. Lucas ofrece la frase en una formulacin aun ms rgida, si es posible, lo que prueba que no procede del judeocristiano Mateo. Con todo podra en s proceder de algn judeocristiano celoso observante de la ley, de la poca de la polmica entre la comunidad primitiva judeocristiana y los cristianos procedentes del paganismo (Descamps). Como frase autntica de Jess puede aceptarse slo en el caso de que, a pesar de su consciente contacto con las afirmaciones de los rabinos sobre la ley, no sea interpretada al pie de la letra, sino slo como expresin figurada para dar a entender que Jess reconoce la autoridad de la ley y no la toma menos en serio que los rabinos mismos. Las palabras son las mismas, pero el sentido podra, pesar de todo, ser distinto, dichas por los rabinos o por Jess. Aceptada la frase como pronunciada por Jess, su interpretacin exacta no puede ser sacada lo mismo que en el caso del v. 17, de su sentido literal, sino del cuadro de conjunto que los evangelios nos transmiten sobre la actitud de Jess ante la ley del AT, resultando precisamente entonces an ms extrao, que quede en ella destacado con tanto empeo, no la autoridad y la validez permanente de la ley misma, sino su carcter de conjunto indivisible que abarca hasta los ms pequeos de sus preceptos. 19 Tambin es judo el tono del v. 19, que hace depender la categora que se tendr en el cielo, del cumplimiento de la ley hasta en sus ms insignificantes preceptos. Aqu no se trata, como en el v. 17, de derogar los preceptos de la ley, sino de la ignorancia o el descuido prctico de algunos de ellos, como se desprende de la contraposicin con su observancia y de la referencia a ensear a otros lo mismo. Los rabinos distinguan no entre preceptos grandes y pequeos, sino entre graves y leves, pero sin hacer relacin con ello a la mayor o menor dificultad de su cumplimiento. Leves eran, para ellos, los preceptos que no exigan mucho de las posibilidades econmicas de una persona, graves los que exigan grandes sacrificios econmicos o iban incluso unidos al peligro de muerte. Entre 132
los leves se contaba, por ejemplo, la prohibicin de ingerir sangre (Dt 12,23), entre Jos graves el cuarto mandamiento del declogo (x 20,12) y el precepto de la circuncisin (Gen 17,10). Pero la distincin entre preceptos graves y leves puede considerarse como equivalente con la de importantes y no importantes. Entre los graves en este sentido se contaba la prohibicin de idolatra, de la fornificacin, del derramamiento de sangre, de la profanacin del nombre divino y la santificacin del sbado. En este sentido parece que hay que entender en el texto evanglico la distincin entre preceptos pequeos y grandes (cf. 22,38). Tal forma de expresin, distinta de la rabnica, ha sido posiblemente elegida por asimilacin a la forma de la promesa o amenaza que va a continuacin. Por lo dems el pensamiento expresado corresponde de manera exacta a la doctrina de los rabinos. Tambin los rabinos destacaban la igualdad de todos los preceptos, aun de los leves, en cuanto a su obligatoriedad, ya que todos haban sido dados por Dios. Se discute si ser el ms pequeo en el reino de Dios expresa la exclusin de l, y asimismo ser grande, la participacin en l, o bien y sta es la intrepretacin que parece recomendada por la letra del texto se quiere decir: el que pase por alto sin darle importancia uno de los ms pequeos preceptos e instruya tambin a otras personas en este sentido, no ser en s excluido del reino de Dios, como se podra esperar segn el v. 18, pero ser el ms pequeo, el ms insignificante, ocupar el ltimo puesto dentro de l; porque tambin los preceptos ms pequeos son expresin de la voluntad divina. El v. 20 habla como el v. 19, de la participacin en el reino de 20 Dios, pero no hace ya referencia, como los tres versos anteriores, a la ley. El tema es ahora ms bien la contraposicin entre letra y espritu, entre comprensin recta o falsa de la ley y de su prctica. Jess exige como condicin para la salvacin una justicia que sobrepase, con mucho, la de los escribas y sus seguidores, definiendo as a sta como carente de valor alguno. La mejor explicacin de esta frase es el discurso de 23,1-36 = Le 11,37-52. 133
Jess y el Antiguo Testamento. La actitud de Jess ante al AT, en especial ante la ley del AT, es de una gran significacin, tanto para la comprensin del evangelio, como del AT mismo. Si Jess es el Mesas prometido por el AT, su persona, su actuar y su destino son algo ms que el simple cumplimiento de las profecas del AT. Como heraldo y portador de un nuevo orden de cosas, tena Jess que manifestar de manera clara y terminante su actitud ante el AT como expresin del orden de cosas religioso anterior a l. 1) Jess reconoce el AT como Escritura sagrada, que contiene la revelacin divina. Jess ha citado el AT como Escritura. Con palabras de la Escritura rechaza el ataque de Satn (Mt 4,4. 7.10) y refuta a los adversarios en sus discusiones7S. Jess reconoce la inspiracin en el AT (Me 12,36) y reprocha a sus adversarios su desconocimiento de la Escritura74. Con palabras de Isaas y Jeremas censura la falsa piedad de los fariseos (Me 7,6s) y la mezcla de la piedad con el comercio en el templo (Me 11,17). De la Escritura se sirve tambin para probar la resurreccin de los muertos (Me 12,26s) y la indisolubilidad del matrimonio (Me 10,1-12). Pero, para Jess, el AT no es solamente un arma en la lucha con sus adversarios, sino que en l encuentra tambin expresada la voluntad de su Padre, determinante de toda su actuacin como Mesas. La Escritura da testimonio de l n y, por eso, introduce a sus discpulos en su sentido verdadero, hasta entonces oculto para ellos78. Jess es, en una sola persona, el hijo del hombre y el siervo sufriente de Yahveh profetizados en el AT 77 . Sobre todo la figura del siervo sufriente de Yahveh (Is 53) tiene para l una significacin determinante de su propia conciencia y de toda actuacin. La pregunta del Bautista de si es l realmente el Mesas, la contesta haciendo notar que se han cumplido las palabras
73. 74. 75. 76. 77. Mt 9,13 = 12,7; Me 12,10s.26.36s. Me 12,24; Jn 5,39. Le 4,18-21; Jn 5,39. Le 24,26s.44-47. Cf. el exc. despus de Me 8,33. 134
de Is 35,5 7S. En su predicacin en la sinagoga de su ciudad patria se aplica a s mismo el cumplimiento de Is 61,ls (Le 4,18s). La eucarista la instituye con palabras que hacen referencia a la profeca de Jer 31,31s sobre la nueva alianza (Le 22,20). En la traicin de Judas tienen que cumplirse las palabras del Sal 41 (40) 10 (Me 14,18), en su prisin y en la huida de los discpulos las de Zac 13,7 (Me 14,27). Ese saber que en el AT est expresada la voluntad de Dios sobre su persona, determina su manera de actuar en su prendimiento (Mt 26,54) y en la cruz (Jn 19,28), as como en su entrada en Jerusaln, donde de manera consciente cumple la profeca de Zac 9,9ss (Me 11,1-10). Jess refiere a s mismo las palabras del Sal 118(117)26 79 y las de la piedra angular rechazada por ios constructores80. Con palabras de los salmos81 entrega Jess su vida. Las bienaventuranzas de los pobres, los que lloran y los humildes (Mt 5,3ss) estn construidas a partir del AT. Jess refiere a s pasajes del AT en los que se describe la manera de actuar de Yahveh82 y utiliza, por lo dems, en sus palabras frencuentemente imgenes y expresiones del AT 8S . 2) Ms difcil es de entender la actitud de Jess ante la ley del AT, ya que es evidente que, al menos, no la reconoci sin ms como vlida tambin para el nuevo orden salvfico trado por l. Teniendo en cuenta la eminente significacin que la torah (la ley de Moiss) tena para la religin del judaismo de aquella poca, haba necesariamente de ser de una especial importancia para los oyentes de Jess su actitud ante ella. Jess declara no haber venido a abolir la ley y los profetas, esto es, el AT, sino al contrario a darles cumplimiento. Su posicin ante la ley parece ser pues de carcter positivo y con
78. Mt 11,4s = Le 7,22. 79. Mt 23,39 = Le 13,35. 80. Sal 118(117)22 = Me 12,10s. 81. Cf. 22(21)2 = Me 15,34; 31(30)6 = Le 23,46. 82. Mt ll,10s = Le 7,27ss; Mt 21,16. 83. Cf., por ejemplo, Mt 5,34s; 10,35 = Le 12,52s; Mt 11.23; 23,37; Me 4,29.32; 8,38; 11,17; 12,1; 13,7s.l2.14.19.22.24-27; 14,18, etc.
135
ello estn de acuerdo tambin una serie de palabras pronunciadas en estas ocasiones por Jess. Jess remite a la ley, al declogo, al joven rico que le pregunta por el camino de la vida 8 4 y a los escribas les reprocha, que con atender a su tradicin dejan a un lado los mandamientos de Dios (Me 7,1-13). Su seguimiento es pues necesario para la salvacin, porque son preceptos divinos (Me 7,13). Los hermanos del rico epuln tienen a Moiss y a los profetas, que les hacen saber suficientemente la voluntad de Dios (Le 16,29-31). La ley es la revelacin de la voluntad divina y por eso no perder su valor ni la ms pequea de sus letras, ni una tilde de ella, mientras que dure este en 8 \ Tampoco el templo y su culto han sido rechazados por Jess, a pesar de ser l ms grande que el templo (Mt 12,6). Jess ha emprendido las peregrinaciones al templo prescritas para las fiestas (Jn 2,13; 5,1; 7,10), celebr con sus discpulos la cena de la pascua y no rehus tampoco pagar el tributo al templo, aunque, en realidad, slo para evitar el escndalo (Mt 17,24-27). El templo es para Jess la casa de su Padre80, contra cuya profanacin interviene lleno de celo (Me 11,15-19). Tampoco rechaza el culto sacrificial87, aunque s le asigna el lugar que dentro de la religin le corresponde y el sacrificio no puede para l servir de sustitutivo a una actuacin moral recta. El sacrificio debe ofrecerse con la paz dentro del corazn (Mt 5,24). La profeca de la destruccin del templo no significa, en primer trmino, la desaparicin del culto del AT, sino un castigo para la ciudad incrdula (Me 13,2). Tambin el hecho de que los discpulos, despus de la partida de Jess de este mundo, seguan tomando parte en el culto del templo (cf. Le 24,53), presupone que, al obrar as, crean proceder segn el espritu de su Maestro. Pero el culto se convierte en pecado, si por ello se deja a los padres en la miseria (Me 7,9ss), y ms importantes que todos los actos de culto son, como ya haban destacado tambin los profetas del
84. 85. 86. 87. Me Mt Mt Mt 10,19; lo mismo Le 10,25-28. 5,18 = Le 16,17. 23,21; Jn 2,16. 5,23s; 23,16s.
AT 8S, los grandes postulados morales de la ley 8>. De aqu que Jess reproche a los fariseos que cuelan mosquitos y se tragan camellos. Tampoco el precepto del sbado ha sido declarado nulo por Jess, sino que le ha sealado su puesto y su rango verdaderos entre los mandamientos. Pero el precepto del amor es ms importante y, en caso de conflicto, tiene que quedar en segundo lugar el del descanso sabtico. Al realizar curaciones milagrosas en sbado en virtud de sus plenos poderes mesinicos, quebrantando as el precepto del sbado, muestra Jess a todos los que quieran ver, cmo tal violacin corresponde en realidad a la voluntad divina90. Sus palabras dueo del sbado es tambin el Hijo del hombre (Me 2,28) significan que, como Mesas, tiene Jess autoridad para determinar la manera en que, segn la voluntad de Dios, hay que cumplir el precepto del sbado. El precepto del sbado no puede prohibir tampoco el calmar el hambre (Me 2,23-28), ya que ello significara una inversin de su finalidad en sentido contrario, porque el precepto del sbado ha nacido del amor de Dios a los hombres. Para cumplir la voluntad de Dios expresada en la ley, se puede y se tiene que quebrantar la letra de ella. Frente a las leyes levticas sobre la pureza, no slo se coloca Jess con la misma libertad que frente al precepto sabtico91, sino que, de hecho92 y por principio 93, rechaza tambin su ampliacin y su extensin a la vida cotidiana de los fieles, tal como haban sido determinadas por los rabinos. An hay ms: Jess rechaza en absoluto todos los preceptos de pureza ritual. Con sus palabras de que slo lo que sale de la boca, esto es del corazn del hombre, le puede hacer impuro ante Dios (Me 7,15), queda superado el concepto de pureza ritual y anulada
88. Cf. com. a Me 7,15. 89 Cf. Mt 23,23s = Le ll,39s. 90. Cf. Me 3,1-6; Le 13,10-17; 14,1-6. 91 Jess se impurifica por el contacto de un leproso (Me 1,41) y de un cadver (Me 5,41; Le 7,14) y por la entrada en una casa pagana (Me 7,24). 92. Cf. Me 7,lss; Le 11,38. 93. Cf. Me 7,15; Mt 23,25s. 137
136
con ello una gran parte de la ley del AT. Con esto no est en contradiccin que Jess ordenara al leproso curado presentarse al secerdote y ofrecer el sacrificio de purificacin prescrito por la ley (Me 1,44; Le 17,14), porque la declaracin de pureza de los leprosos hecha por el sacerdote era una necesidad prctica para aqullos que no poda ser pasada por alto por Jess, ya que slo por ella volvan a entrar en posesin de sus plenos derechos de ciudadanos. Pero Jess no se contenta slo con destacar la diferencia de categora entre los diversos preceptos y declarar nulas las leyes rituales, sino que ataca la ley tambin en sus componentes ticos. En la primera, la segunda y la cuarta anttesis del sermn del monte profundiza y ampla en cada caso en forma sin precedentes un precepto de la ley del AT por medio del retroceso a la intencin que hay detrs de una accin mala. Con esto queda ya dicho que los mandamientos en cuestin de la ley del AT son insuficientes; con todo queda la ley atacada aun de manera ms directa en las tres anttesis siguientes al ser derogada en cada una de ellas una concesin hecha a la dureza de corazn de los hombres. En la abolicin del derecho del divorcio concedido al hombre por la ley, declara Jess de manera expresa que tal concesin no corresponde a la voluntad primera absoluta de Dios (Me 10,1-12). En todos estos casos supera Jess la ley del AT con una exigencia ms alta en la misma lnea. Y slo una vez lo hace apoyndose en el AT mismo (Me 10,6-8). Por el contrario, en las anttesis del sermn de la montaa no slo da una interpretacin de la ley, nueva y ms profunda, en lugar de la rabnica, como los rabinos esperaban realmente del Mesas 94, sino que en virtud de su propia autoridad coloca un precepto suyo ms alto frente al del AT, proclamando con ello la exigencia moral definitiva de Dios. Con esto queda dicho claramente, que lo que Dios verdaderamente exige, no est expresado an en el AT, sino que es Jess el primero en proclamarlo. Pero al tomar su punto de partida para ello en la ley del AT, reconoce al mismo tiempo su carcter revelado. La ley no deja de
94. Cf. s\ipra, com. a Mt 5,18. 138
ser sagrada por ser incompleta, pero tiene que ser sustituida por la nueva ley mesinica de Jess, quien con su venida ha dado comienzo a la poca en la que el reino de Dios se hace una entidad presente. Por otra parte Jess, al mismo tiempo, da cumplimiento a la ley. al superarla con sus nuevas exigencias en todos aquellos puntos en que an no era expresin de la voluntad divina en un grado perfecto. Slo que al contemplar en su conjunto esta forma de cumplimiento de la ley, resultan en seguida un problema frases como las de Mt 5,18s, de tan fuerte tono judo. De hecho se hace muy difcil incluirlas en el cuadro de conjunto que los evangelios nos ofrecen sobre la actitud de Jess frente a la ley, de tal modo que, slo si se considera posible hacer abstraccin de una interpretacin literal y de su sentido obvio, puede esquivarse la conclusin de que sean nicamente expresin del punto de vista de la comunidad judeocristiana primitiva, an estrechamente atada al cumplimiento de la ley. En cuanto a los fines de Jess mismo, son, no la supresin de la ley, sino el reconocimiento y el cumplimiento absoluto y perfecto de la voluntad divina. La ley mosaica queda abolida por la nueva ley slo en el sentido de su radicalizacin; cumplida, al ser liberada de las limitaciones histricas inherentes a su posicin dentro del suceder de la redencin (Wendland). Por eso puede Jess declarar sin contradecirse, por una parte: No he venido a abolir (la ley), sino a dar(le) cumplimiento (Mt 5,17) y por otra: La ley y los profetas llegan hasta Juan (Le 16,16). Jess no se limita a dar una nueva interpretacin de la ley en de Moiss originaria, escrita, y la ley oral, esto es, la exposicin lugar de la rabnica. Tampoco distingue, por ejemplo, entre la ley rabnica de la ley escrita, que los rabinos pretendan fuera considerada como componente real de la ley dada por Dios a Moiss. Cuando Jess reprueba la tradicin de los antiguos (cf. com. a Me 7,34) como contrapuesta a la voluntad de Dios, no es que no la reconozca como autntico componente de la ley revelada por Dios, sino que sta es en s misma amoral. Cuando Jess contrapone el voto del korban al cuarto precepto del declogo (Me 7,10-13), se puede decir que su finalidad es combatir un abuso de la ley, en este caso de la ley del voto en el AT. 139
Jess y el Antiguo Testamento Pero Jess ataca tambin la misma ley autntica escrita, porque tal ley no es expresin perfecta y definitiva de la voluntad de Dios en la forma necesaria y adecuada a la nueva poca iniciada con la venida de Jess. Jess tampoco distingue, por otra parte, entre componentes ticos y rituales de la ley. Una tal distincin hubiera sido incomprensible para sus oyentes judos, porque el AT, con todos sus componentes ticos, rituales y jurdicos, forma una unidad indisoluble. El motivo por el que quedan perfeccionados los elementos ticos de la ley y anulados los de carcter ritual, reside en que Jess realiza un proceso de interiorizacin en ella. Slo la intencin. la actitud interior es lo que nica y exclusivamente hace a un hombre puro o impuro ante Dios, segn la doctrina de Jess. Ante este concepto de pureza, ms alto, cae por su peso el anterior, en el que no se distingua an claramente entre moralmente malo e impuro. Todos los preceptos de carcter ceremonial quedan con ello suprimidos. De esta interiorizacin de la ley se sigue adems la perfeccin de las exigencias morales. La prohibicin del asesinato, del adulterio, del perjurio no quedan derogadas. Pero tal prohibicin no es ya suficiente: debe abarcarse al hombre en lo ms ntimo de su ser, no slo su accin externa. La interiorizacin de la ley es al mismo tiempo una integracin de la misma. En lugar de los numerosos preceptos y prohibiciones de la ley, coloca Jess el mandamiento nico del amor a Dios y al prjimo, que encierra en s a todos los dems y es tambin, por lo mismo, la norma para el recto entendimiento y prctica de todos ellos. Con esta interiorizacin e integracin de la ley queda superado el legalismo casustico de los fariseos. El contraste ms profundo entre la actitud de Jess ante la ley y la concepcin rabnica de la misma consiste en que Jess distingue entre la voluntad misma de Dios y su expresin en la ley. La obediencia a la letra de la ley, por muy exacta y rigurosa que sea, no es lo mismo que el cumplimiento de la voluntad de Dios. Y Jess reclama para s el derecho de decidir en cada caso, si la ley es expresin de la voluntad de Dios o no. Para l tiene significacin el sentido profundo de la ley y no cada una de sus prescripciones en
140
5.21-48
particular. Este principio destruye la idea juda de la tradicin, de donde resulta inconciliable la oposicin entre la actitud de Jess > la de los rabinos. La justicia antigua y la nueva 5,21-48 ( = Le 6,27-36) En la seccin que sigue, uno de los captulos ms importantes de todo el evangelio en general, por la magnitud y el empuje y la transcendencia de sus pensamientos, contrapone Jess, en seis anttesis, su nueva doctrina a lo que se dijo a los antiguos. El giro pasivo se dijo sirve para evitar el nombre de Dios, o sea, Dios es quien segn est expresin ha hablado a los antiguos y el contenido de lo dicho a los antiguos concuerda, con excepcin del segundo miembro de la ltima anttesis, con preceptos de la ley mosaica, por lo cual est fuera de duda que Jess no toma posicin aqu, como se ha afirmado repetidas veces, frente a la interpretacin y la aplicacin de la ley del AT de los escribas judos y de la prctica de los fariseos, o sea frente a la ley, tal como la entendan los rabinos. Jess contrapone aqu su nueva ley al AT. El AT queda declarado como una revelacin de la voluntad de Dios insuficiente para la nueva poca en la historia de la salud iniciada con la venida de Jess. La propia conciencia mesinica de Jess se manifiesta con fuerza y claridad especiales en estas anttesis. Lo que en ellas se dice no es una declaracin de antiguas verdades (Stauffer), sino algo realmente nuevo, algo inaudito para sus oyentes. Tampoco se trata simplemente de una interpretacin nueva, profunda, del AT, sino de su superacin. Y la validez de ese algo nuevo proclamado va unido por medio del pero yo os digo repetido seis veces, a la autoridad del que lo proclama. El giro yo os digo aparece tambin puesto en boca de rabinos, cuando pretenden delimitar en forma enrgica y determinada su propia opinin y la adversaria. Y se puede conceder tambin que, al menos las anttesis primera, segunda y cuarta (o sea, las tres originarias; cf. infra), superan formalmente
5,21-48
Sobre el homicidio
5,21-26
la torah slo del modo como un rabino, limitndose a interpretar la Escritura, podra haberlo hecho. Pero a pesar de ello es claro e indiscutible que en las anttesis ha quedado atrs el suelo del judaismo, para el que Moiss era la autoridad decisiva; porque Jess se coloca en ella junto a Moiss, o mejor, frente a l y sobre l y su ley, y, en virtud de su propia autoridad, ataca y supera lo que, segn la fe juda, era la revelacin definitiva de la voluntad de Dios. De esta forma no puede hablar ni habla ningn rabino, y tampoco ningn profeta, cuya misin es slo transmitir a otros las palabras de Dios 95 ; as no habla tampoco ningn maestro de Israel, que saca su doctrina del estudio de la ley. Tambin el judaismo esperaba del Mesas una nueva interpretacin de la ley, una revelacin de la plenitud de la riqueza de sus pensamientos divinos. Si Jess reivindicaba para s pues la dignidad de Mesas, tena tambin que dar expresin a su actitud ante la. ley de manera clara y terminante, cosa que realmente hace en la frase programtica de 5,17, donde afirma la ley de manera expresa y reconoce su validez. Con todo, son las anttesis la contestacin ms clara sobre el sentido en que tal declaracin tiene que ser entendida. La oposicin en que Jess se coloca frente a la ley del AT no es e todas las anttesis la misma. En la primera, la segunda y la cuarta no queda abolido el precepto del AT (que tiene en todos los casos la forma de una prohibicin), sino ampliado y, con ello, perfeccionado. En las tres anttesis restantes resulta el contraste mucho ms spero, ya que en cada una de ellas queda abolido un precepto (o una concesin) de Moiss. Comn a todas ellas es la declaracin de insuficiencia del antiguo precepto y la superacin de la tica del AT. La pertenencia de las dos ltimas anttesis al sermn de la montaa queda confirmada por Le 6,27-36. Con ello, sin embargo, nada queda dicho sobre la unidad originaria de las seis anttesis. Fcil de probar es el carcter secundario de la reunin de las dos ltimas en una unidad en Lucas. Tambin parece claro que la tercera anttesis de Mateo (v. 31s) haya sido colocada por el evangelista en este
95. Cf. x 4,15; IRe 22.14.28; Jer 1,9; Os 1,2; Am 7,15 y com. a Le 3,2. 142
lugar a causa de su parentesco de contenido con la segunda, habindole dado la forma de anttesis, y que en realidad no hace sino anticipar la discusin de 19,2-9 9e. Ms difcil, pero tambin de ms trascendencia, es el problema de si Mateo, por s mismo, ha aadido a las dos ltimas anttesis tal forma antittica por analoga con las precedentes, como opinan muchos exegetas modernos, o si, por el contrario, ha sido Lucas quien ha suprimido su introduccin en forma antittica. En este caso habra que explicar tambin por qu Lucas ha suprimido en absoluto las anttesis restantes. La nica respuesta digna de tenerse en cuenta, aunque tampoco en s satisfactoria, es que en los lectores de Lucas habra faltado el inters y la capacidad de comprensin para la polmica que Jess en ellas mantiene con el AT. Quizs es ms probable la hiptesis de que Lucas no hubiera encontrado en su fuente las otras dos anttesis de Mateo (tampoco naturalmente la tercera), de lo cual se sigue que Mateo ha sido el primero en colocarlos en el lugar en que van en su Evangelio, as como tambin ha puesto una introduccin de forma antittica a las dos ltimas. En favor de esta hiptesis habla tambin, el hecho de que la oposicin con el AT es diferente en estas dos anttesis (y en la tercera), que en las tres originarias. Mateo ha completado adems las tres ltimas, de acuerdo con la construccin sistemtica de toda su obra, con adiciones o intercalados tomados de otros contextos 97 .
Sobre el homicidio 5,21-26 (cf. *Lc 12,57-59) ^Habis odo que se dijo a los antiguos: No matars; y quien matare reo ser del juicio. 22 Pero yo os digo que todo aquel que se enoje contra su hermano, reo ser del juicio; y el que diga "tonto" a su hermano, reo ser ante el sanedrn, y el que le diga "necio", reo ser de la gehenna del fuego.
96. Mt 19,2-9 ( = Me 10.2-12; cf. Le 16,18). 97. Mt 5,22>-26.29s.34Z>-36. 143
21
5,21-26
23
Sobre el homicidio
Sobre el homicidio
5,21-26
Pw tanto, si al ir a presentar tu ofrenda ante el altar, recuerdas all que tu hermano tiene alguna queja contra ti, 2* deja all tu ofrenda ante el altar y vete antes a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. 25 Procura hacer pronto las paces con tu contrincante mientras vas con l por el camino; no sea que l te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la crcel. 2e Pues en verdad te digo que no saldrs de all hasta haber pagado el ltimo cntimo. 24 La primera anttesis toma su punto de partida en el quinto mandamiento del declogo, que prohibe matar y castiga este delito con la entrega del asesino a los tribunales. Ya esta circunstancia deja ver de manera clara, que Jess se dirige realmente contra el AT y no contra los escribas de su tiempo, conclusin que resulta tambin de manera evidente de la frmula (empleada tambin en todas las dems anttesis que siguen) se dijo, que, lo mismo que en los rabinos y en otros pasajes del NT sirve para introducir una frase de la Escritura. La forma pasiva sirve como perfrasis para evitar el nombre de Dios98, lo que indica que no se considera simplemente a Moiss como el autor de las leyes del AT. El sentido de la anttesis ms bien es: Dios dijo por medio de Moiss, pero por m-dice... Con ello, las palabras de la Escritura quedan expresamente caracterizadas como palabras divinas, y los antiguos, a quienes fueron dichas, no son los escribas judos" o los antepasados de los judos de entonces en general, sino la generacin del desierto que recibi de Moiss la proclamacin del declogo (cf. x 19-20). Habis odo significa: Sabis por la lectura de la torah en la sinagoga100. Slo las palabras no matars pertenecen al texto del declogo; las palabras que siguen resumen de manera breve el contenido del AT en prescripciones penales para el homicidio101. 22 La ley del AT prohibe y castiga slo la accin externa, el homi98. 99. 100. 101. Cf. com. a Mt 6,33. Cf. com. a Me 7,3. Cf. el exc. despus de Le 4,30. Cf. x 21,12; Lev 24,17; Nm 35,16.24. 144
cidio consumado. Jess como nuevo legislador contrapone a ella su precepto: quien se enoja contra su hermano, merece ya la pena' impuesta al asesinato mismo por la ley vigente hasta entonces. La lectura: quien se enoja sin motivo contra su hermano, que contienen la mayor parte de los manuscritos, es una correccin posterior que destruye el sentido de la anttesis. El hermano (cf. v. 47) es el correligionario, por lo que en el judaismo viene a significar prcticamente lo mismo que el prjimo, el compatriota102. El tribunal a merced del que queda el enojado no es el tribunal divino, sino el tribunal local, el pequeo sanedrn compuesto de 23 miembros. La enrgica amplificacin e intensificacin que el nuevo precepto de Jess significa frente al antiguo, queda vivamente expresada por el hecho de que se adjudica a la actitud de la ira el mismo castigo que el AT al hecho mismo del homicidio consumado (cf. Un 3,15). De mayor severidad son en proporcin tambin las penas impuestas a los insultos contra el hermano. No es clara la distincin de sentido entre las dos palabras injuriosas de los v. 226 y 22c, que, segn el uso bblico, no designan un defecto intelectual, sino una actitud alejada de Dios m . Del grado ms elevado del castigo se deduce que el segundo trmino debe ser ms injurioso que el primero. Una segunda dificultad que el verso contiene, desaparece tambin concediendo que los tres distintos juicios mencionados sirven slo a la ilustracin del grado distinto de culpabilidad de las tres clases de ira nombradas. Si la ira, que de suyo se sustrae al castigo exterior, merece ya la entrega al tribunal local, y la palabra injuriosa ms ligera nombrada en primer lugar, la entrega al ms alto tribunal humano, bajo cuya competencia caan los delitos graves, entonces, para la palabra injuriosa ms dura no quedaban ms que la gehenna del fuego 104. Jess nombra aqu estas instituciones de justicia, para ilustrar en forma plstica el contenido religioso de sus pensamientos. El problema central de este verso parece consistir en el hecho de
102. Cf. el exc. despus de Le 10,37. 103. Locura = impiedad; cf. Dt 32,6; Is 32,57; Sal 14(13)1; 92(91)8. 104. Sobre esta expresin, cf. com a Me 9,43.
145
5,21-26
Sobre el homicidio
5,21-26
Sobre el homicidio
contraponer dos cosas que en s pertenecen a planos distintos. Jess contrapone su nuevo precepto, que es de carcter puramente tico, a una ley jurdica del AT, que solamente prevea el bien comn, la defensa del orden cvico. El precepto del declogo citado es en s de carcter tico, pero las prescripciones penales aadidas lo transportan a la esfera de lo jurdico. Esta unin de dos magnitudes heterogneas (tica y derecho) no significa, ni que al AT y al judaismo fuera extraa una apreciacin tica del homicidio ni que Jess, partiendo de su radical tica de la interioridad, rechace el orden jurdico como pensaba Tolstoy. El que tambin la ira y la injuria del hermano son pecados ante Dios, no era una verdad nueva para el judaismo. Del rabino Eliezer (alrededor del ao 90 d.C.) procede la siguiente frase, muy semejante a la de Jess: Quien odia a su prjimo, tiene que ser contado entre los derramadores de sangre. Por medio de esa mencin de instituciones de justicia pretende Jess ilustrar grficamente la idea de que lo decisivo para un dictamen moral es la actitud interior. Por eso pesa ya la ira, que puede conducir a la accin, tanto como el asesinato mismo. Con ello se niega que la accin misma aumente an la gravedad de la culpa. Con todo hay que preguntarse si el v. 22 es realmente apropiado para dar expresin, de manera clara, a esta idea central de la anttesis. De hecho no se mencionan los dos trminos injuriosos del v. 22b y 22c como una intensificacin de la actitud interior de la ira, sino que son ya, lo mismo que el asesinato, actos, y estn en la misma lnea que conduce al homicidio, por lo que no convienen con la anttesis misma y con el primer miembro del v. 22. La mejor solucin de este problema consiste en considerar como componentes de la anttesis en su origen slo los v. 21 y 22a,- los v. 226 y 22c, lo mismo que los v. siguientes 23-26, estn tomados de otro contexto e introducidos en ste por el evangelista. 23s Tambin las dos sentencias de los v. 23s y 25s han sido aadidas aqu por el evangelista a causa de cierto parentesco de contenido con el v. 21s. Es evidente que las dos proceden de otros contextos. En el v. anterior queda condenada la ira aqu su provocacin, aquello que puede incitar a otro a la ira. Asimismo se habla en los siguientes 146
v. (25s), segn los presenta Mateo, del que ha provocado la ira de su adversario. La primera de las dos sentencias tiene un cercano paralelo en Me 11,25. Su idea central no es que el deber de la reconciliacin con el adversario sea ms importante que el culto, sino que Dios no acepta el sacrificio, si no va precedido de la reconciliacin. La hiptesis de que el sacrificio referido sea un sacrificio expiatorio por un delito contra la propiedad, queda excluida por el texto mismo (si... recuerdas...). El sentido es ms bien que Dios no acepta en absoluto ningn sacrificio de un hombre que est en discordia con su prjimo. El airado, que ha sido la vctima del agravio, no es el que ofrece el sacrificio, sino que ste es el culpable de que su hermano tenga algo contra l. Este pensamiento no era extrao tampoco al judaismo de entonces. Quien en la manera que sea hace un agravio a otro, tiene que reconciliarse con l. Por ello acostumbraban los judos a hacer las paces unos a otros en las vsperas del gran da de la reconciliacin, ya que sin este requisito no participaba el que haba hecho una ofensa de los efectos de esta fiesta 105. La segunda sentencia, que aparece tambin en Lucas (12,57-59), 25s encarece, con un ejemplo de la vida cotidiana, el deber de la reconciliacin con el adversario. Si algn deudor moroso, de camino hacia el juez, se encuentra con su contrincante y se sabe culpable, proceder con prudencia slo si, amistosamente, arregla las desavenencias con el otro antes de que caiga sobre l el rigor del juicio (cf. 18,30). Lucas ofrece una forma ms original de este pasaje y en un contexto ms apropiado. En l es plenamente claro que se trata de un llamamiento a la conversin con vistas al juicio escatolgico revestido de la forma de una parbola, con lo que pierde el carcter de una egosta regla de prudencia. En el contexto en que lo ofrece Mateo queda en primer trmino la relacin con el prjimo, en lugar de la relacin con Dios. El contrincante queda asimilado al que en el v. 24 se le llama hermano y la exhortacin a reconciliarse lo ms pronto posible, 105. Yoma vin, 9.
147
5,27-30
Sobre el adulterio
Sobre el adulterio
5,27-30
completada por Mateo, tiene que ser interpretada lo mismo que en el v. 24, no como un encarecimiento de una actitud conciliadora, dispuesta al perdn, sino como requerimiento a acallar la clera del adversario, esto es, del hermano, antes de que sea tarde. Para que el pasaje, entendido as, no se convierta en una regla de prudencia que no sobrepase en absoluto la esfera de lo profano, tienen que ser interpretados en Mateo alegricamente el juicio y la prisin: el juez es Dios y la crcel el infierno (v. 22). Por otra parte no se puede sacar una conclusin del rasgo de que el contrincante, esto es el prjimo, entrega al deudor al juicio divino; porque el hombre como prjimo no es quien puede acusarnos ante Dios, sino el hecho mismo de estar manchados de culpa ante l.
Sobre el adulterio 5,27-30 ( = 18,8s = Me 9,43-48) ^Habis odo que se dijo: No cometers adulterio. 2S Pero yo os digo que todo aquel que mira a una mujer con mal deseo, ya cometi adulterio en su corazn. 29 5/, pues, tu ojo derecho es para ti ocasin de pecado, scatelo y arrjalo de ti; pues ms te vale perder uno solo deAus, miembros, que no ser arrojado todo tu cuerpo a la gehenna. 30 Y si tu mano derecha es para ti ocasin de pecado, crtatela y arrjala de ti; pues ms te vale perder uno solo de tus miembros, que no ir todo tu cuerpo a la gehenna. La primera anttesis toma posicin ante el quinto mandamiento del declogo, la segunda ante el sexto, que queda completado y perfeccionado en la misma manera que el quinto: el precepto que prohibe nicamente la accin exterior, esto es, la consumacin del adulterio, es insuficiente. El mismo mirar voluptuosamente a una mujer es ya adulterio, porque en ello se revela ya la actitud interior, en la que tiene su origen la accin y que es la que hace a sta pecaminosa. Basndose en la referencia que el texto hace al AT hay que 148
27
entender aqu la mujer como la mujer o la prometida 10u de otro hombre, no una mujer soltera y aun menos la propia (Tolstoy). En el AT y en el judaismo estaba considerado como adulterio slo la fornicacin con la mujer de otro hombre y los rabinos limitaban an ms su concepto al trato ilcito con la mujer del prjimo ,0T, esto es, de otro judo. Adems el hombre slo pecaba contra el matrimonio del otro, no contra el suyo. En el caso de la mujer en cambio estaba considerado siempre como adulterio su trato ilcito con otro hombre, lo mismo si estaba casado o no. Para entender en toda su amplitud la distincin entre el precepto del AT y el nuevo precepto de Jess, hay que tener en cuenta dos cosas. La mujer estaba considerada en el AT, lo mismo que en todo el oriente, como propiedad del marido, no como persona moral de su misma categora y era adquirida por una especie de compra (cf. x 22,15s). El adulterio era pues como una irrupcin en el derecho de propiedad de otro, y en ello tiene su base la doble moral matrimonial, que reconoca al hombre ms derechos que a la mujer. Por otra parte, el adulterio (exactamente lo mismo que el homicidio) estaba visto en el AT bajo el punto de vista del bien comn, esto es, jurdicamente. Incluso Natn en su reprensin al rey David por su pecado con la mujer de Uras, critica ms severamente la injusticia social del rico contra el pobre que su accin supone, que no el adulterio como tal (2Sam 12,lss), que queda considerado menos como un pecado de fornicacin que como un agravio al derecho. Las palabras del declogo: No desears la mujer de tu prjimo 108 no tienen en manera alguna, como lo prueba el contexto en que se encuentran, el mismo sentido que las de Jess; al fondo de este precepto se encuentra la concepcin del AT que acabamos de describir, esto es; no est permitido codiciar los bienes ajenos. No es que sea del todo extraa al AT la consideracin puramente moral del adulterio como pecado de fornicacin y en rela106. Cf. com. a Mt 1,18. 107. Cf. el exc. despus de Le 10,37. 108. x 20,17; Dt 5,18.
149
5,27-30
Sobre el adulterio
Sobre el divorcio
5,3 ls
cin con ello, tambin la condenacin de la mirada voluptuosa (cf. Job 31,1). Pero Jess es el primero en elevar a norma obligatoria de carcter general lo que hasta entonces slo se encuentra expresado ocasionalmente. Jess al equiparar la mirada voluptuosa con el adulterio mismo, declara la actitud interior como el principio decisivo de la moral, que presta a una accin su carcter de buena o mala. El pecado como tal pesa ms para Jess que el agravio al derecho o los daos del bien comn. El acento no va en el precepto de Jess sobre el hecho mismo de la mirada, ni es su fin el prevenir de sus peligros, sino en el deseo unido con ella. La mirada va entendida como la exteriorizacin del deseo adltero. En la misma lnea de las palabras de Jess est la sentencia rabnica: Quien mira a una mujer con intencin concupiscente, es lo mismo que si tiene relaciones ilcitas con ella, y la de la Mekilta del rab Simen 111: No cometers adulterio..., tampoco con los ojos ni con el corazn. La doble sentencia sobre el escndalo ha sido trada aqu por Mateo de otro contexto109, para dar una fuerza especial al precepto de la autodisciplina, necesaria para no sucumbir al peligro del adulterio. La relacin con el v. 28 la produce solamente la palabra motivo de la frase (mirar... ojo). La sentencia referente al ojo va aqu, en contraposicin a 18,8s, antepuesta a la de la mano (la del pie queda omitida por no convenir con el tema), porque la palabra ojo es precisamente la que hace enlazar con el mirar del v. anterior. De la mano se habla slo por ir en su lugar de origen nombrada junto a los ojos. La idea de que ojos y manos sean los instrumentos de la voluptuosidad no corresponde al sentido originario de la sentencia. As mismo sera no entender su sentido el pretender una interpretacin alegrica de ojos y manos. Se trata ms bien de una formulacin extrema, para subrayar la gravedad de la exigencia110. Por otra parte la referencia m
109. Mt 18,8s = Me 9,48. 110. Cf. com. a Me 9,43ss. 111. En contraposicin a Mt 18,8s = Me 9,43ss. 150
siempre al miembro derecho, o sea al miembro de preferencia 112, es una determinacin aadida posteriormente113. La sentencia est abreviada en comparacin con la forma que presenta en 18,8s, ya que aqu no se menciona la oposicin entre el entrar en la vida mutilado y el ser arrojado al infierno. El contraste est hecho slo entre la prdida de un miembro y el castigo del infierno.
Sobre el divorcio 5,31s (= Le 16,18; cf. Mt 19,9 = Me 10,lls) ^Tambin se dijo: El que repudie a su mujer, dle certificado de repudio. 32 Pero yo os digo que todo aquel que repudia a su mujer, excepto en caso de fornicacin, la induce a cometer adulterio, y quien se casa con una repudiada, comete adulterio. La tercera anttesis no slo se diferencia de las otras en la frmula de introduccin, sino que adems suena, por ser su tema tambin el adulterio, slo como un aditamento a la segunda. Su punto de partida es una prescripcin muy concreta y particular del derecho matrimonial del AT, la obligacin de la extensin de un documento de repudio en caso de divorcio. Frente a tal prescripcin, que presupone el derecho al divorcio, se sostiene la indisolubilidad del matrimonio, pero no de manera expresa, sino slo indirectamente, en la declaracin de que el divorcio conduce al adulterio, puesto que el matrimonio anterior sigue subsistiendo. Este texto no hace sino utilizar un pensamiento que aparece en la discusin de Me 10,2-12 = Mt 19,3-9, formulndolo, en este caso, a manera de anttesis, por lo que hay que suponer que ha sido introducido aqu por Mateo y adaptado en su forma a la del contexto. Segn la ley mosaica tena el hombre el derecho a repudiar a su mujer. Moiss no haba hecho sino regular el derecho,
112. Cf. ISam 11,2; Zac 11,17. 113. Cf. Mt 5,39 junto a Le 6,29; Le 6,6 junto a Me 3,1; Le 22,50 junto a. Me 14,47.
31
151
5,3 ls
Sobre el divorcio
Sobre el divorcio
5,3 ls
ya existente, al divorcio por medio de la prescripcin del documento de repudio. E.n Dt 24,1 se da como motivo o condicin para el divorcio que el hombre encuentre en su mujer algo torpe, con lo que puede quedar designado lo mismo algo moralmente deshonroso, como tambin algo desagradable fsicamente; en todo caso no el adulterio, que era castigado expresamente con la pena de muerte (Dt 22,22). Sobre el significado de esta expresin estaban en desacuerdo, en la poca de Jess, las escuelas de Sammay y de Hilel. Sammay, ms severo, entenda algo moralmente deshonroso (pero no slo el adulterio), Hilel, en cambio ms indulgente, cuya opinin lleg a predominar, todo lo que pudiera provocar el disgusto del marido, hasta el hecho de dejarse quemar una comida. Frente a esta concesin hecha a la dureza del corazn humano (19,8) opone Jess su nuevo precepto, por el que el divorcio queda reprobado en absoluto. El hombre que despide a su primera mujer y se casa con otra, comete adulterio contra su primer matrimonio y el que se casa con una divorciada, lo comete asimismo contra el matrimonio de sta con su primer marido. As suena el texto paralelo de Le 16,18 y lo mismo Me 10,11 = Mt 19,9. En cambio, segn el texto que precede, el hombre que despide a su mujer la convierte as en una adltera (literalmente: hace que cometa adulterio). No es que la extensin del documento de repudio sea ya, como tal, adulterio, pero s la ocasin de que la mujer divorciada contraiga un nuevo matrimonio, cometiendo as adulterio contra su primer matrimonio que an perdura. Sin duda es sta la forma menos originaria del texto, porque el pensamiento central que es el que en primer lugar interesa, es que el hombre que repudia a su mujer y se casa con otra comete con ello adulterio y no que ocasione a su mujer a un segundo matrimonio, que sera en realidad un adulterio. Frente a Le 16,18 y Me 10,lis, el texto de Mateo contiene, tanto en 5,32 como en 19,9, una clusula que limita la incondicionalidad del nuevo precepto de Jess (excepto en caso de fornicacin), cuya explicacin constituye un problema ya muy discutido desde la antigedad.
152
No puede tratarse de una interpolacin tarda, como se desprende del testimonio unnime de todos los textos y del hecho de que se encuentra en los dos pasajes mencionados de Mateo y en formulacin distinta en cada uno de ellos. La frase de 5,32 contiene, adems, un evidente hebrasmo, que, sin duda, reproduce las palabras de Dt 24,1, erwat dabar, discutidas por los rabinos. Pero tan indiscutible como la autenticidad de la clusula de Mateo en cuanto a su tradicin textual parece ser tambin el hecho de que se trata de una adicin del evangelista, y que no representa, frente al texto concordante de Marcos y Lucas, una reproduccin ms el de las palabras de Jess. Si segn la interpretacin protestante en general la clusula designara en realidad un caso de excepcin de la prohibicin absoluta del divorcio, entonces no slo resultara una contradiccin entre el texto de Mateo y el de Marcos y Lucas 114, sino que quedara destruida la anttesis como tal; la exigencia de Jess sobrepasara la doctrina de Hilel y, con ella, la prctica corriente entre judos, pero en poco o nada sobrepasara la doctrina de Sammay. Jess dara aqu nicamente una interpretacin nueva y ms severa de la ley mosaica, pero sin superarla de hecho, como es el caso en las otras anttesis. En realidad lo que pretende Jess, como ha dicho claramente en 19,8, es proclamar la voluntad primera de Dios en relacin con la unin matrimonial. Y segn ella es el matrimonio una unin creada por Dios, que no puede deshacerse115. Esta ley divina no admite excepcin alguna. El sentido de la clusula de Mateo no puede ser el que la mujer repudiada por motivo de adulterio no es por ser despedida por lo que se convierte en adltera, lo cual sera una trivialidad, ni tampoco que el caso de fornicacin quede excluido por merecer una consideracin especial; con ello quedara evitada precisamente la decisin sobre el verdadero problema, de si el divorcio est permitido o no. Pero si est prohibido tambin en el caso de adulterio de la mujer, entonces la clusula resulta superflua y perturbadora. 114. Tambin ICor 7,10s. 115. Cf. Mt 19,6 = Me 10,9.
153
5,3 ls
Sobre el divorcio
Gramaticalmente la clusula no puede ser entendida sino en sentido de excluir, presentar un caso de excepcin. Por ello podra pensarse quiz que Mateo la refiere slo a la supresin de la comunidad matrimonial (separacin de mesa y lecho; cf. ICor 7,11), que permite la separacin de los esposos, pero excluye el nuevo matrimonio. Pero esta forma de divorcio era extraa al judaismo de la poca de Jess. Una solucin muy fcil y gramaticalmente correcta del problema sera, entender la fornicacin, no como adulterio de la mujer, sino referida a un matrimonio ilegtimo, prohibido, en el cual viviera el hombre con la mujer, a lo que quiz se hace tambin referencia en Act 15,20.29 (cf. tambin ICor 5,1). Jess excluira tal matrimonio de su prohibicin de solubilidad. De todos modos quedara siempre la sospecha de que con ello se hubiera expresado un pensamiento tan familiar para odos judos y en s tan evidente, que no era necesario destacarlo a-s de una manera tan especial. Lo mismo que en el resto de las anttesis queda tambin en sta substituida una consideracin de tipo jurdico social por una de tipo tico. Esto queda claramente expresado en el hecho de que se hace al hombre responsable del adulterio que su mujer pueda cometer con un nuevo matrimonio. Y al serle quitado al hombre el derecho de repudiar a su mujer, queda sta equiparada al marido como persona moral. Tambin algunos rabinos han manifestado su disconformidad con el divorcio, y en forma especialmente enrgica el rab Eleazar (alrededor del ao 270 d.C.) diciendo: Quien se divorcia de su primera mujer, sobre l derrama lgrimas hasta el altar. Pero este enjuiciamiento severo del divorcio no era, en modo alguno, el dominante, y sobre todo no se le ocurri a ningn rabino convertir su condenacin moral del divoroio en una ley y calificarlo al mismo tiempo de adulterio.
Sobre el juramento 5, 33-37 y>lgualmente habis odo que se dijo a los antiguos: No jurars en falso (Lev 19,12), sino que cumplirs al Seor tus juramentos (Nm 30,3; Dt 23,22). Si Pero yo os digo que no habis de jurar en manera alguna: ni por el cielo, porque es trono de Dios; 35 ni por a tierra, porque es escabel de sus pies (ls 66,1); ni por Jerusaln, porque es la ciudad del gran Rey (Sal 48[47]3); 3e ni tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes volver blanco o negro un solo cabello. 37 Vuestro hablar sea: s, cuando es s; no, cuando es no. Lo que de esto pasa, proviene del Maligno. El juramento, uso extendido por lo general entre todos los pue- 33 blos, est condicionado por el hecho de la desconfianza de los hombres frente a la veracidad de los dems. La invocacin de Dios como testigo de que se dice la verdad o de que se cumplir una promesa hecha, sirve para superar esa desconfianza o para que el que jura se sienta obligado a ser veraz. Como una forma de juramento estaba considerado en el AT y en el judaismo tambin el voto 118 , pero aqu no se hace referencia, como lo prueba el v. 37, a estas promesas o votos hechos a Dios con juramento. La significacin del juramento en la religin del AT se deduce no slo de su repetida mencin en la Sagrada Escritura y de los captulos que en la ley estn dedicados a tratarlo explcitamente11T; hasta al mismo Yahveh se atribuye frecuentemente su uso. Sobre esta amplia base que el juramento tiene en el AT, es natural tambin el gran aprecio de que gozaba entre los rabinos. Slo los esenios lo rechazaban, quienes a pesar de ello cometan la inconsecuencia de obligarse por los ms terribles juramentos a la fidelidad con su institucin y al secreto de sus reglas 118. Lo rechazaba tam116. Cf. Nm 30,3: Si un hombre hace un voto a Yahveh o toma, con juramento, un compromiso formal... 117. Lev 5,4ss; Nm 6 y 30.
118. FLAVIO JOSEFO, BI II, 8.6: 135.
33
154
155
4,33-37
Sobre el juramento
Sobre el juramento
4,33-37
bien la secta de Damasco, emparentada, aunque no idntica, con ellos. La afirmacin de Filn118 de que lo mejor es no jurar, porque la palabra del sabio debe merecer la misma confianza que el juramento, est evidentemente dentro de la esfera de influencia helenstica (pitagricos y estoicos). Los rabinos condenaban no slo el perjurio, por sus terribles consecuencias 120, y (partiendo de Dt 23,23 y Ecl 5,4) el voto precipitado 121, sino tambin el juramento vano 122, esto es, la ligereza en jurar en asuntos de poca importancia, delito que castigaban con la flagelacin. Los rabinos vean en ello sobre todo una profanacin del nombre de Dios. La seriedad con que tomaban el juramento se desprende tambin del hecho de que al juramento judicial slo eran admitidas gentes sin tacha, temerosos de Dios123. 34a Tambin aqu el mandamiento de Jess sobrepasa con mucho al del AT, ya que, en lugar de la prohibicin del perjurio y del quebrantamiento del voto, establece la prohibicin del juramento sin ms. Jess exige una actitud de veracidad absoluta, que haga suficiente el s o el no e innecesaria la invocacin de Dios como testimonio, tal como tiene lugar en el juramento. 37 La exigencia positiva de Jess, su nuevo precepto, est expresado en el v. 37. Segn el texto de Mateo en su traduccin literal (vuestras palabras sean s, s; no, no) hay que limitarse a un doble s o no. Pero esta doble afirmacin o negacin vala entre los rabinos como un juramento, mientras que en Mateo no puede ser ste precisamente su sentido. Por este motivo es, al menos probable, que la forma ms exacta y ms originaria del precepto de Jess, se encuentre en Sant 5,12 124, pasaje que ofrece sin duda una resonancia del sermn de la montaa: Que vuestro s sea s, y vuestro no sea no, para no incurrir en juicio.
119. FILN, Deca. 84. 120. Cf. Eclo 23,9-11; Henoc eslavo 49,1. 121. Cf. sobre esto ya Prov 20,25; Eclo I8,22s. 122. Al juramento vano referan, en primera linea, el precepto del declogo (x 20,7; Dt 5,11). 123. Segn Dt 6,13. 124. Es tambin la que ofrecen JUSTINO, Apol. 1,16,5, CLEMENTE DE ALEJANDRA, Strom. v, 99,1, y otros. 156
Toda aseveracin que se salga de la afirmacin proviene del Maligno, porque el empleo del juramento est provocado por la perversidad, aqu la falacia y la alevosa humana, una vez que slo lo que se jura merece todava confianza. Entre los rabinos se encuentran tambin frases semejantes, pero su sentido es en realidad slo el encarecer la veracidad en general, y los rabinos no reprobaron nunca el juramento en absoluto, tal como lo hace Jess. La reprobacin de diversas frmulas judas de juramento de 34b-3 los v. 346-36 procede seguramente de un contexto diferente (cf. el cambio de vosotros a t en el v. 36), porque Jess no pretende aqu superar el AT, sino slo combatir una costumbre extendida entre los judos. Los juramentos por el cielo, por la tierra y por Jerusaln tienen su fundamento en la aversin del judaismo tardo a pronunciar el nombre de Dios (basada en x 20,7; Dt 5,11). Tales frmulas evitan el nombre de Dios en s, pero en realidad lo nombran, ya que son slo substitutivos de l. Son pues, tambin para los judos mismos, juramentos reales y vlidos (no as, en parte, las frmulas mencionadas en 23,16-22), y por eso reprueba Jess tambin su empleo. El juramento del v. 36, por la propia cabeza (en los rabinos por 36 lo general: por la vida de tu cabeza), tiene una orientacin distinta que los otros tres (en l no se nombra, ni se alude tampoco a Dios), pero queda tambin reprobado, por ser slo Dios y no el hombre quien en este punto tiene libre derecho de disposicin, lo cual queda evidenciado en la circunstancia de que el hombre no se puede dar a s mismo cabellos negros o blancos, esto es, no puede determinar o variar su propia edad. La afirmacin frecuentemente repetida de que Jess mismo no se atuvo durante su proceso a su propio precepto aqu expresado, es insostenible. Porque el requerimiento del sumo sacerdote Caifas (que est slo en Mateo, no en Me 14,61): Yo te conjuro por el Dios viviente, que nos digas... (Mt 26,63) no es una toma formal de juramento, sino slo una exhortacin solemne a decir la verdad delante de Dios, y la respuesta de Jess tiene la forma de un simple s. 157
5,38-42
Sobre la venganza
Sobre la venganza
5,38-42
En cambio Jess introduce con frecuencia sus palabras por un amen ( = en verdad) 125 . Este empleo de la palabra es plenamente extrao al judaismo y, precisamente por ello, no es una frmula de juramento, como el amen utilizado como respuesta a una frmula de conjuro. El amen tal como aparece introduciendo frases de Jess sirve seguramente a la expresin de la autoridad ineludible de sus palabras. Sobre la venganza 5,38-42 ( = Le 6,29s) i>Habis odo que se dijo: Ojo por ojo, y diente por diente (x 21,24; Lev 24,20; Dt 19,21). Pero yo os digo que no resistis al malvolo, sino que, si alguien te hiere en la mejilla derecha, presntale tambin la otra; i0 y al que quiere llevarte a juicio por quitarte la tnica, djale tambin el manto; 41 y si alguien te fuerza a caminar una milla, anda con l dos. " Al que te pide, dale; y al que pretende de ti un prstamo, no lo esquives. Lo mismo que en la tercera anttesis, que demostramos como no originaria en cuanto a su forma, y tambin en la que la sigue, en sta contrapone Jess su nuevo mandamiento a uno del AT, y no slo lo supera sin derogar por ello el antiguo, sino que, en virtud de sus palabras, queda invlida la prescripcin del AT. Las dos ltimas anttesis se encuentran tambin en Lucas en el mismo lugar que en Mateo, pero no en formulacin antittica (y adems enlazadas en una sola unidad por Lucas). La forma antittica ofrece en estos dos casos algunas dificultades, siendo por ello considerada en Mateo por muchos exegetas modernos como una asimilacin secundaria a las anttesis precedentes (que en su origen no iban unidas con los v. 38-48). El principio del AT rechazado por Jess en la quinta anttesis es la ley de la venganza (ius talionis). Talin se llama a aquella forma de castigo, en el que se hace caer sobre el culpable el mismo mal
125. Cf 5,18 26; 6,2.5.16, etc. 158
36
por l ocasionado, esto es, se castiga el mismo miembro que en el otro ha quedado daado o destruido. El derecho del talin es una institucin jurdica que se encuentra entre todos los pueblos del Oriente antiguo, con excepcin de los hititas, pero tambin entre los griegos, romanos y egipcios; en s no es otra cosa que la reglamentacin estatal de la ley an ms primitiva de la venganza de sangre de carcter privado, que en Israel estaba todava en viror en la poca antigua 126, aunque mitigada por la institucin del derecho de asilo 127 . Es verdad que en la poca de Jess estaba ya quiz en desuso la prctica estricta y al pie de la letra de esta ley. Pero poda el perjudicado mismo elegir entre la ejecucin estricta de la ley del talin o darse por satisfecho con una sancin pecuniaria12S, por lo que no puede negarse la posibilidad de que todava en la poca de Jess fuera aplicada la ley del talin al pie de la letra (Billerbeck). Seguro es que al menos la escuela del rab Sammay defenda la interpretacin literal de x 21,24, y la misma opinin se atribuye tambin a la direccin de Boeto dentro del partido saduceo. En especial la prescripcin de Dt 19,19-21 de que a aquel que pretendiera daar a otro con una declaracin falsa como testigo en un juicio, se le deba hacer lo mismo que l pensaba hacer al otro, en vigor todava en poca cristiana, era, al menos en parte, seguida al pie de la letra. En todo caso se mantena an el espritu de esta ley y aqu tenemos que buscar la solucin al problema de que Jess contraponga a un principio de derecho penal, un principio vlido para la vida de cada uno, esto es, de carcter tico, consistente en la renuncia a ofrecer resistencia al agravio y a toda exigencia de venganza. El derecho de la superioridad a intervenir con medidas penales en favor del orden social no queda rechazado por principio, sino que el hombre como individuo, al cual van propiamente dirigidos todos los postulados morales de Jess, recibe el mensaje de que Dios pide un amor que renuncia a la exigencia de sus derechos. En la ley del talin se reconoce tambin como lcita la actitud de venganza y de inexorable
126. Cf. Jue 8,18-21; 2Sam 3,27ss; 14,9-11; 21,4ss 127. Cf x 21,12s; Nm 35,9-29; Dt 4,41-43; 19.1-3
128. Cf. FLAVIO JOSEFO, Ant. iv, 8.35; 281
159
5,38-42
Sobre la venganza
Sobre la venganza
5,38-42
afirmacin del propio yo. El derecho ofreca siempre al individuo la posibilidad de afirmar su derecho por el recurso a la autoridad estatal, desquitndose as del agravio sufrido. Contra esta reclamacin del derecho llevado a cabo por el individuo va dirigida la anttesis de Jess. 39 El nuevo orden de ideas proclamado por Jess queda ilustrado por varios ejemplos tomados de la vida prctica. Maltratado de hecho, no se debe resistir al malhechor, por ejemplo respondiendo al dolor y el agravio de un golpe en la mejilla con un golpe semejante, sino que, sin intentar defensa alguna, hay que disponerse a ser golpeado tambin en la otra mejilla. La mejilla derecha (no mencionada en Le 6,29) no presupone el golpe con el revs de la mano, al parecer, ms doloroso (en ese caso, el orden derecha izquierda tena que ser inverso, como lo prueban los v. 40 y 41), sino que es slo una determinacin aadida posteriormente129. 40 Al contrincante que por medio de un proceso quiere privar a otro de su tnica, se le dar voluntariamente tambin el manto, an ms necesario (prenda que segn x 22,25s; Dt 24,13, deba, en caso de embargo, ser devuelta a su propietario, si era pobre, al atardecer, por servirle de abrigo durante la noche). 41 Al que obliga a otro a acompaarle una milla prestndole un servicio, abusando as con violencia de las fuerzas del mismo, se le deber prestar un servicio doble del pedido. 42 Tampoco al mendigo ni al que pide un prstamo (sin rditos) se debe uno negar. Las cuatro exigencias van en forma de gradacin en descenso (anticlmax) con referencia a la maldad a la que no se debe hacer resistencia: acto de violencia, proceso, coaccin, ruego. Este ltimo no es en s injuria alguna, sino slo un atrevimiento o una importunidad. Segn la ley del AT, el prstamo a un compatriota tena que ser hecho sin rditos 13, por lo cual supona ste una verdadera obra caritativa, a causa del riesgo que con ello iba unido y, en especial,
129. Cf com. a Mt 5,29s. 130. Cf. x 22,34; Lev 25,36s; Dt 15,7-11; 23,20s. 160
en atencin al ao sabtico, en el que tenan que ser condonados a los deudores tales prstamos (Dt 15,ls). Ya la ley encareca la prontitud en esta materia (Dt 15,8), que estaba desde entonces considerada como un verdadero deber (cf. Eclo 29,ls). Entre todas las anttesis sta ha sido la ms violentamente atacada como falta de realismo, extremista y demoledora de toda cultura humana, ya que en s deroga toda clase de ordenacin jurdica elevando a principio moral la ausencia absoluta del derecho y de la posibilidad de la propia defensa. Tolstoy hace basar en ella, partiendo de su interpretacin al pie de la letra, una destructora crtica del Estado de derecho moderno, construido sobre la violencia. De parte contraria han declarado escritores judos como desprovistos de sentido los postulados de Jess que la anttesis contiene y han contrapuesto a su posicin de principio, esquiva al mundo, la postura farisaica, heroica y llena de suficiencia ante la vida. Ambas direcciones parten de la falsa creencia de que Jess hubiera pretendido aqu de hecho dar una nueva ordenacin a la vida jurdica y sustituir el orden del derecho por el del puro amor que no sabe de resistencia ni de venganza. En realidad se dirige Jess aqu, lo mismo que en todas sus exigencias, al hombre en particular, para el que proclama una nueva tica de la interioridad. Esta nueva mentalidad de la renuncia absoluta a toda venganza m y a toda reclamacin de los propios derechos, es lo que quieren ilustrar los ejemplos concretos referidos en la anttesis. Esto es, pues, lo que se pretende con ellos y no una comprensin mecnica literal de su contenido. Tambin contradice el espritu de este precepto, ver en los ejemplos concretos que le siguen la intencin de avergonzar al que hace el agravio o de hacerle comprender su injusticia, lo cual sera slo una forma ms refinada y de un ms alto grado de venganza. Que Jess contraponga su tica a un principio fundamental del derecho del AT y judo, y en general a todo derecho, no significa la superacin y derogacin del principio del orden jurdico y, con ello, tambin del Estado, sino que sirve para poner en claro que el
131. Cf. Rom 12,17; ICor 6,7; ITes 5,15.
161
5,38-42
Sobre la venganza
5,43-48
discpulo, cuando sufre un agravio, no debe pensar en el orden jurdico que le protege y le defiende de la maldad. En el derecho del AT y judo exista el principio de que la omisin del castigo equivalente dependa slo de la buena voluntad del perjudicado132, en otro caso se pona en curso la represalia en sentido estricto. Esta buena voluntad queda declarada por Jess como el verdadero espritu cristiano. Por eso no queda utilizado como fondo de contraposicin el precepto del amor del AT. La prohibicin del espritu de venganza era ya conocida del AT133, y la idea del perdn no ha sido tampoco despus olvidada del judaismo. Tambin los rabinos alabaron la indulgencia y la renuncia al propio derecho como virtud. Nuestros maestros nos han transmitido: que el hombre sea siempre flexible como la caa y no duro como el cedro. Pero junto a esto se encuentran tambin afirmaciones de sentido contrario, segn las cuales el odio est permitido, incluso es obligado, en determinadas circunstancias. Un aprendiz de las Escrituras, que no se venga y no es rencoroso, no es un verdadero aprendiz de las Escrituras 134. En cambio los paralelos que el mundo griego antiguo ofrece desde Scrates a este precepto de Jess sirven slo para destacar mejor su verdadero carcter. Entre los griegos no estaban consideradas las injurias de obra como absolutamente dignas de ser vengadas, pero por el motivo de que no se vea en ellas una ofensa de la honra personal. Deshonroso era no el recibir insultos, sino el hacerlos a los dems1S5. Con ello quedaba despreciado el ofensor y al mismo tiempo castigado. El sabio estoico por su parte contrapona a todas las cosas que venan a l de fuera, tambin a toda clase de injuria, la impasibilidad basada en la conciencia de su inamisible dignidad como persona. Tampoco la figura ideal del justo que sufre, diseada por Platn (en el Gorgias) representa la personificacin del precepto de Jess, porque aqul experimenta en la plena conciencia de su fortaleza de alma una compensacin por la injuria sufrida. Adems es en todos estos casos distinta la motivacin de la renuncia a la
132. FLAVIO JOSEFO, Ant. iv, 8,35; 280.
venganza, no de carcter religioso como en el evangelio, sino puramente humanstica. El precepto de Jess, en su forma negativa de no hacer resistencia a la maldad, es la expresin de una actitud espiritual eminentemente positiva. El precepto de Jess no exige una moral de esclavo, sino el mayor grado de dominio propio y de energa moral posible, infinitamente ms alta que el herosmo que en la defensa propia pueda ponerse a prueba.
Amor a los enemigos 5,43-48 (Le 6,27s.32-36) Habis odo que se dijo: Amars a tu prjimo (Lev 19,18) > odiars a tu enemigo. " Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen; 4S as seris hijos de vuestro Padre que est en los cielos, el cual hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. 40 Pues, si amis a los que os aman, qu recompensa tenis? No hacen eso mismo tambin los publcanos? *" Y si saludis a vuestros hermanos solamente, qu hacis de ms? No hacen eso mismo tambin los gentiles? *8 Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial. Tambin la ltima anttesis toma como punto de partida unas 43 palabras del AT, Lev 19,16-18, donde tambin queda claramente expresado el concepto de prjimo como equivalente a compatriota1S0. La segunda parte de la cita (y odiars a tu enemigo) no se encuentra ni en el pasaje del Levtico citado, ni en ningn otro del AT, tampoco en toda la literatura rabnica aparece ningn testimonio en este sentido. En cambio, los escritores ltimamente descubiertos de la secta esenia de Qumrn designan el odio a los enemigos como un precepto137.
136. Cf. el exc. despus de Le 10,37. 137. Cf. Regla de la comunidad, 1,4, pasaje segn el cual es un deber de los miembros de la secta amar a todo el que l (Dios) ha escogido y odiar a todo el que l ha reprobado; en forma similar 1,10. 163
43
133. Lev 19,18; Prov 20,22; 24,29; Eclo 27,30ss; cf. Rom 12,19. 134. Talmud bab., Yoma 226.
135. Cf. PLATN, Apol. 18.
162
5,43-48
5,43-48
La hiptesis de que Jess, o el evangelista, se refiriera aqu a los postulados ticos de los essenios y contrapusiera a ellos su precepto de amar tambin a los enemigos, no es aceptable sin reparos. En realidad hay que tener en cuenta que las palabras y odiars a tu enemigo no son en el fondo ms que el reverso del precepto del amor limitado al compatriota; porque la exclusin del amor no significa otra cosa sino que se puede dar libre curso a los sentimientos, de odio. De hecho contiene el AT verdaderos documentos de arranques de odio, que quedan muy por debajo del espritu del evangelio, por ejemplo los preceptos dirigidos contra los paganos canaanitas como enemigos nacionales de Israel13S, y los salmos de venganza I3!'. en los cuales hombres piadosos, segn el concepto del AT, conjuran la descarga de la ira divina sobre los enemigos de su pueblo y sus adversarios personales. Dar pruebas de amor a aquel de quien se haba recibido odio, era algo improcedente (2Sam 19,7). Junto a esto no es, sin embargo, extrao al AT el amor al enemigo personal14U. Semejantemente se encuentran en el judaismo frases que declaran permitido el odio y en circunstancias hasta obligado, junto a otras que recomiendan la superacin del mismo. 44 Jess ha sido el primero en elevar el amor, incluido el amor al enemigo, a la categora de precepto d carcter absoluto. Entendiendo el v. 44 como anttesis a todo el v. 43, no queda slo contrapuesto el amor al odio, sino tambin el amor al enemigo al amor (slo) al prjimo, esto es, a un amor que no abarca a todos los hombres, y entonces, las palabras y odiars a tu enemigo del v. 43. no son ms que una adicin aclaratoria del precepto del amor al prjimo del AT, que puede proceder tanto de Jess mismo, como del evangelista; esto suponiendo que sea originaria la forma antittica del pasaje. Pero Jess al hablar slo del amor al enemigo quiere dar a entender el lmite extremo hasta el que debe llegar el amor. El sentido
138. Cf. Dt 7.4-5: 15.3: 20.13-18: 25.19. 139. Cf. Sal 35(34): 55(54); 58(57): 64(63)8s; 69(68)23ss; 109(108): 137 (136)7-9: Jer 18.18-23. 140. Cf. ISam 24.1ss: 26.lss: Sal 7.5; Prov 24.17: 25.2U: Job 31.29; cf. tambin x 23.4s. 164
de la anttesis, entendida en relacin con los v. aclaratorios 45-47, no es: amad a vuestros enemigos, en lugar de odiarlos, sino: amad tanto a vuestros amigos como a vuestros enemigos. La Doctrina de los doce apstoles (i, 3) aade al precepto de Jess amad a los que os aborrecen, la frase y no tendris enemigo, introduciendo as en las palabras de Jess un motivo que les es del todo extrao. Un amor as entendido no estara ya completamente libre de egosmo. El paralelismo contenido en el mismo v. 44 muestra quines son los enemigos en el precepto de Jess, esto es, los perseguidores. Como la forma ms alta y la prueba ms autntica del amor hacia los enemigos se designa la oracin por ellos, con la que queda borrado todo sentimiento de aversin. Esta manera de proceder es el presupuesto para que los discpu- 45 los reciban el nombre de hijos de Dios. Con ello no quiere decirse que los que as proceden se acreditan como hijos de Dios, ni tampoco que consigan el honroso ttulo de hijos de Dios en esta vida; la filiacin divina es ms bien un don escatolgico de Dios (cf. 5,9). La idea de la religin de que todos los hombres son por naturaleza hijos de Dios, es tan extraa al evangelio como al AT 14 \ Un amor que abarca sin distincin amigo y enemigo imita a Dios, que no distingue en sus beneficios entre sus amigos, los buenos, y los malos, que en cuanto tales son sus enemigos, objeto de su ira. Basndose en Sal 145(144)9, tambin los rabinos han expresado con frecuencia el pensamiento de que la bondad de Dios manifestada en la luz del sol y en la lluvia se extiende a todos los hombres, tanto buenos como malos. Tampoco la idea del seguimiento o la imitacin de Dios, que tan poco destaca en la religin del AT, religin de obediencia, era del todo extraa a los rabinos, quienes la consideraban realizable en la imitacin de la bondad y la misericordia de Dios142. Tambin en la filosofa popular estoica se encuentra el mismo pensamiento: Si quieres imitar a los dioses, haz beneficios tambin al desagradecido; porque el sol sale tambin sobre los malvados y tambin a los piratas estn abiertos los mares 143. A pesar de esto
141. Cf. el exc. despus de Jn 3,21. 142. Cf. com. a Mt 25,35s.
143. SNECA, De benef. v, 26,1; cf. tambin MARCO AURELIO IX, 11.27.
165
5,43-48
5,43-48
es la motivacin distinta en un caso y en otro. Sneca hace saber, en seguida, sin rodeos, que realmente no hay otra posibilidad. Una frrea ley de la naturaleza hace que sea as y no un Padre en el cielo que abarca con su bondad a los hombres todos. Por otra parte en el estoicismo la imitacin de Dios consiste sobre todo en el dominio de s mismo como verdadero ideal de la persona, y esto slo es cosa de unos pocos. Lafiliacindivina se basa para ellos en el parentesco con Dios que todos los hombres por naturaleza tienen 144. Marco Aurelio, pues, no piensa ni siente en cristiano cuando escribe (vil, 22): El amar tambin a los que le ofenden, pertenece a la esencia del hombre. Fcil te parecer esto, si piensas que son tus parientes, que pecan por ignorancia y contra su voluntad, que todos moriris pronto y sobre todo, que en s no te han hecho dao alguno; ellos no pueden, en efecto, hacer tu alma racional peor de lo que era antes. El precepto de Jess va dirigido a todos y exige de todos lo ms difcil con naturalidad, sin adornos, teniendo a la vista no slo actos de amor heroicos aislados, sino una conducta con los dems hombres habitual, basada en una actitud que se mantiene siempre igual a s misma. Porque en el evangelio el amor no es, como en el judaismo, un precepto entre otros muchos, sino el primero de todos ellos, la suma de la tica en absoluto, y esto porque el amor es mentalidad y actitud a lo divino (cf. v. 48). Por eso no hay para l, como tampoco para el amor de Dios, lmites de ninguna clase, provocados por la manera de ser de los otros. 46s Los v. 46s no contienen una nueva motivacin del amor a los enemigos junto a la del v. 45, sino una determinacin ms exacta del mismo. El amor a los enemigos no persigue inters alguno, esto es, est absolutamente libre de egosmo, a diferencia de la forma de amor que por lo general se da entre los hombres, y es algo totalmente diferente de una amistad basada en simpata natural o en una comunidad de intereses143. La referencia a la recompensa da a entender la nulidad absoluta del amor no cristiano; el hecho de que no
144. Cf. SNECA, Ep. 95,50.
tiene recompensa alguna que esperar de parte de Dios, significa que no tiene valor alguno. Tambin los recaudadores de impuestos, considerados en el judaismo como el prototipo del hombre sin moral y digno de desprecio146, practican un amor tal, que en s es ms bien slo una comunidad de intereses, y ya esto indica que no tiene ningn valor moral. Que tambin los paganos hagan uso del saludo, expresin de la amistad, muestra que ese amor es una cosa corriente. Con esto queda indirectamente dicho, que el amor que Jess exige es realmente algo extraordinario, ms que humano,.un amor que contrara de manera directa a la manera de sentir del hombre natural. Amar a la manera exigida por Jess significa ser bueno a la manera divina (Tolstoy). De los discpulos se exige una perfeccin a lo divino, destaca 48 el v. 48 al fin del pasaje. Las frases del v. 48 pueden referirse no slo a los v. 43s 43-47, sino tambin a toda la seccin de los v. 21-47, como una recapitulacin final (Sed, pues), pero tambin en este caso tienen significacin con respecto al amor a los enemigos en particular. Un amor como el que aqu se exige no es un amor terreno, humano, porque supone para ser hecho realidad la supresin de todo egosmo humano, que de manera natural tiende a responder con odio al odio y a la injuria, y se deja llevar en sus inclinaciones por los motivos naturales de la simpata o del agradecimiento, esto es, por el grado en que los dems merecen el amor. Este amor est fundado en la conexin de nuestra vida con Dios (cf. Un 4,7) y por eso es de carcter divino, un reflejo de la bondad absoluta, propia de la esencia divina. Por eso abarca, lo mismo que el amor de Dios, a todos los dems hombres, tambin a los que en s no lo mereceran. Tampoco es un sentimiento, sino una actitud interior permanente, invariable, que no est sometida a las vacilaciones del amor natural147. El v. 48 resume la idea central de las seis anttesis con un rigor nico en todo el evangelio. Dios no exige del hombre esto o aquello, aquel servicio o esta obra, sino que le exige su mismo ser divino,
146. Cf. com. a Me 2,13-17. 147. Cf. el exc. despus de Le 10,37.
167
5,43-48
Amor a los enemigos La tica del judaismo y la del evangelio. La lucha de Jess contra los fariseos, que en realidad formaban un grupo con verdaderos intereses religiosos en el judaismo de entonces, va dirigida sobre todo contra su concepcin de la piedad y de la tica. Entre ella y la justicia exigida por Jess como condicin para salvarse, existe una diferencia esencial. La tica farisaica era tambin, como toda tica de fundamento religioso, una tica teonmica, esto es, sometida a la obediencia a la voluntad de Dios. Pero la tica del evangelio lo es en un sentido incomparablemente ms estricto y ms radical. Entre los rabinos, la ley, verdadero centro de la religin juda, era, en cierto sentido, a pesar de ser la ley dada por Dios, una entidad independiente junto a Dios. La ley fue adems formalmente atomizada por los rabinos, esto es, dividida en cientos de alambicados preceptos particulares, cada uno de los cuales tiene, por as decirlo, tambin su personalidad propia y tiene que ser cumplido con la ms escrupulosa exactitud. Y no slo cada precepto particular es una entidad independiente, sino tambin la prctica de cada uno de ellos tiene un determinado mrito especial y un derecho a recompensa propia, de lo cual resulta la prdida absoluta de la estricta unidad de lo moral en s. La prctica de cada uno de los preceptos es contada por separado, por lo que adems quedan separados de la personalidad del que los pone por obra. Segn la idea juda de la remuneracin, no es el hombre piadoso y obediente a Dios quien es por l aquilatado y premiado, sino cada una de sus obras en particular, enviadas ya por delante al mundo futuro y que le esperan all como un tesoro que va amontonndose ante Dios. La complicacin infinita de la ley, que determinaba la vida del fiel desde muy de maana hasta la noche, tena necesariamente como consecuencia un fuerte exteriorismo de la tica y de la piedad. Lo que importa es slo el seguimiento fiel de la letra de la ley, posible tambin sin una actitud interior correspondiente. Por otra parte segua manteniendo an el concepto de pecado y de pureza del AT, segn el cual no existe una distincin estricta entre impu169
por as decirlo,.su propia perfeccin divina (Wendland). Pero ninguna indicacin hay de que Jess quiera con ello hacer pensar a los hombres: Debes, pero no puedes. Por l contrario en 5,20 est dicho que slo una justicia que supere a la justicia farisaica de las muchas obras externas, es la condicin para entrar en el reino de Dios. Y lo que en 5,20 va expresado en forma negativa, queda dicho en 5,48 en la ms enrgica formulacin positiva. Lo que importa en las seis anttesis, es la actitud interior de la transigencia, de veracidad, el vencimiento de la sensualidad ya en la mente, la renuncia interior a toda venganza y al propio derecho, la bondad en absoluto, que tiene amor tambin para el adversario. En esta ltima consecuencia, que hace poner todo el acento en cuanto a la manera de proceder verdaderamente buena, moral y piadosa, en el espritu y la actitud interior que la animan, est la distincin entre la tica de Jess y la piedad juda o farisaica. En ello est su grandeza. Pero Jess ilustra esa su tica de la interioridad con ejemplos tomados de la manera de proceder externa, con lo que queda claro al mismo tiempo, que la exigencia moral no queda reducida a una cuestin simplemente interior, sino que la justicia interior del corazn tiene que quedar expresada en el actuar concreto humano. La perfeccin que Jess exige, tiene su norma en la voluntad de Dios y en ello concuerda la tica de Jess con la del AT y el judaismo, en oposicin a la doctrina de la virtud autnoma de la filosofa griega. La perfeccin de Dios, sobre todo su bondad absoluta, es tambin el modelo para el actuar moral de los hombres. El radicalismo del precepto de Jess tiene su verdadero fundamento en el hecho de que toda tica es obediencia a la voluntad de Dios, no slo equilibrio de la personalidad humana y realizacin completa de la idea del hombre en el sentido del estoicismo; la tica supone imitacin de la perfeccin divina. Por ello no pueden los preceptos de Jess tener otra forma, una forma ms moderada, porque son expresin de la voluntad total y absoluta de Dios.
168
La tica del judaismo y la del evangelio reza ritual y delito moral, siendo tambin pecado la transgresin inconsciente de un precepto ritual. La tica perda, pues, su unidad estricta por esta concepcin detallista rabnica de la ley y no menos funestas eran las consecuencias que consigo traa su doctrina sobre la remuneracin. La tica juda, a pesar del acento real que en ella recibe la idea de la responsabilidad del hombre ante Dios, y el temor ante l, no es, con todo, teocntrica en sentido estricto, como el evangelio. Dios es ciertamente el autor de la ley. Pero segn la doctrina rabnica ha dado la torah a Israel para que, con ello, haga mritos y se haga acreedor a una recompensa, lo cual trae como consecuencia una completa transformacin del concepto de lo moral, que deja de ser un valor absoluto, como expresin de la voluntad divina, y se convierte slo en un medio para la consecucin de un fin, que es el recibir una recompensa. Pero, sobre todo, la idea de la equivalencia de mritos y recompensa, es caracterstica en la teora juda de la remuneracin, lo cual elimina a Dios en su funcin de seor del hombre. Si el cumplimiento de cada uno de los preceptos de la ley produce un derecho a una recompensa, por el que Dios, a causa de su justicia, queda ligado, entonces Dios mismo incurre en una cierta dependencia del hombre; deja de ser libre en su obra salvfica, en otras palabras, deja de ser Dios. Jess vuelve a poner, en el lugar de los muchos preceptos particulares, simplemente la voluntad de Dios. La piedad, que tiene tambin su componente tico, deja de ser una acumulacin de preceptos cumplidos, para convertirse en entrega de la voluntad a Dios. Con esto se vuelve a llevar el centro de gravedad de la tica, del acto meritorio particular al espritu total que anima al hombre. Pero esa tica del espritu exigida por Jess incluye tambin en s, de manera necesaria, la prctica de las buenas obras. Lo que Jess exige significa el mayor grado de interiorizacin posible de la moralidad. Todas las obras buenas concretas no son ms que formas de expresin de una actitud permanente e invariable de obediencia a la voluntad de Dios. Junto a esta pureza del corazn, pierden su valor todos los preceptos posibles de pureza ritual. Y no hay pu170
La tica del judaismo y la del evangelio reza ritual que tenga sentido, si el interior, el corazn del hombre, est oscurecido por bajeza de espritu y egosmo 1 "\ Las anttesis hacen ver de la manera ms clara, la forma en que hay que entender esta radical tica de la obediencia. El concepto de precepto divino est llevado hasta sus ltimas consecuencias. La voluntad de Dios no se extiende y se limita a un nmero determinado de actos particulares, los actos que estn prescritos de manera expresa en la ley, sino que su dominio tiene que abarcar la vida del hombre toda. En el fondo de todas estas frases se destaca el brillo de una misma exigencia: el bien que hay que hacer, tiene que ser hecho de manera total. Quien hace slo un poco, con reservas, hasta el grado de haber apenas cumplido la prescripcin externa, no ha hecho absolutamente nada. Quien no comete asesinato, pero no vence la ira, no ha comprendido que su decisin tiene que ser de carcter total. Quien evita el adulterio, pero conserva en su corazn la inclinacin mala, no ha entendido en absoluto el precepto que prohibe el adulterio, y que exige de l una pureza total. Quien se limita slo a evitar el perjurio, no ha entendido que lo que se pide es una veracidad absoluta. Quien replica con venganza al agravio, no sabe que con eso est afirmando l mismo el agravio. Quien es amable slo con sus amigos, no sabe lo que es amor; porque amor total significa amor tambin de los enemigos 149. Como el verdadero punto esencial de la ley, o lo que es lo mismo, del postulado moral de Dios, declara Jess el precepto del amor. Con esto no slo queda conseguida una colosal concentracin de la tica, sino que a partir de este punto central reciben tambin todos los dems preceptos su puesto y su rango verdaderos. Justicia, misericordia y lealtad son pues ms importantes que toda la escrupulosa exactitud en materia de culto 15. Al rechazar la casustica de los fariseos, ha vuelto Jess a hacer de piedad y tica una cosa sencilla. Para conocer la voluntad de Dios, no hace ya falta un intenso estudio, que necesariamente slo 148. Mt 23,25s = Le 11,39-41. 149. Bultmann. 150. Mt 23,23s.
171
La tica del judaismo y la del evangelio puede ser cosa de pocos. Todos tienen capacidad para ello, tambin el ignorante am haarez. En cambio lo que moralmente se exige, no ha quedado facilitado, sino al contrario, se ha hecho ms difcil. Un legalismo de carcter externo por muy minucioso que sea, es siempre ms fcil de poner por obra que el amor a Dios y al prjimo. De gran signicacin tica es tambin la transformacin de la teora de la remuneracin. Jess no ha desechado la doctrina de la responsabilidad del hombre ante Dios. Dios es y sigue siendo el seor del hombre, que exige la obediencia al orden moral por l establecido y cuyo juicio tiene que ser temido (Mt 10,28). Dios es, en la doctrina de Jess, seor del hombre en un sentido mucho ms estricto que en la teologa rabnica, porque es libre en su recompensa, libre tambin de toda atadura de exigencia humana. Pero Dios es tambin, al mismo tiempo y sobre todo, el Padre bondadoso que ama al hombre, tambin al hombre pecador. Con ello queda tambin transformada la relacin del hombre con Dios, y recibe la tica un motivo incomparablemente ms alto que el de la moral utilitarista de la tica farisaica de la remuneracin. El actuar moral deja de ser un amontonar mritos, un andar haciendo cuentas con Dios, y se hace libre entrega del corazn, con amor y confianza, al Seor y Padre, frente a quien no hay derecho alguno a cambio de servicios prestados. El hombre piadoso sabe que es slo la bondad paternal de Dios quien le da una recompensa de una magnitud inmerecida e inmerecible, que paga de manera distinta la distinta medida de entrega de cada uno. Aqu no puede hablarse ya de eudemonismo ni de moral utilitaria y egosta. El hombre piadoso sabe tambin que Dios le reclama de una manera total para s y que sus rendimientos quedan siempre por debajo de la absoluta exigencia de Dios. Y esto le hace humilde ante l. Al fariseo en el templo (Le 18,1 ls) le falta la humildad, porque su tica est dirigida a acciones particulares de carcter externo. Por eso no es consciente de su insuficiencia. Aqu radica la diferencia entre la conciencia de culpa en el discpulo de Jess y en el fariseo piadoso. En el discpulo se basa en su conciencia de la dis172
6,1-18
tancia de aquel que nicamente l es bueno (Me 10,18), en el fariseo en el saber que tiene una prdida en su cuenta celestial. El hombre moral en el sentidb de la tica de Jess no sabe de la satisfaccin con las propias obras (Le 17,7-10) del fariseo en el templo, cuya presuncin es para l imposible de manera absoluta.
Piedad falsa y piedad autntica 6,1-18 Tambin en esta seccin est presentado el concepto de la justicia perfecta, como Jess la exige, en forma de oposicin, pero una oposicin de otro tipo que en 5,21-48. Aqu no se trata de la superacin de la ley del AT, de la proclamacin de principio de la voluntad de Dios en forma perfecta, sino de la oposicin entre una prctica religiosa falsa y una autntica. La idea central de todo el trozo no es el tema de la remuneracin, sino la necesidad de practicar las obras buenas con la vista puesta en Dios para que tengan una categora religiosa. Tal idea queda expuesta en referencia a tres captulos fundamentales de la religiosidad juda, la limosna i n , la oracin 152 y el ayuno 153. Las tres secciones tienen la misma estructura en cuanto a su forma " 4 . En los tres casos se contrapone la advertencia de no proceder como los hipcritas, a la instruccin sobre la recta manera de ejercitar la piedad. La advertencia termina siempre con una amenaza ya han recibido su paga , la instruccin positiva, con la promesa de que la buena obra realizada en el silencio y por ello con una intencin recta, ser recompensada por Dios. Esta exacta correspondencia de los tres trozos en cuanto a su forma prueba no slo su unidad originaria, sino tambin que la condenacin de la palabrera de los v. 7s y el padrenuestro (v. 9-15) 151. 152. 153. 154. Mt Mt Mt Cf. 6.2-4. 6.5s 6.16-18 com a Le 13,lss.
173
6,1-4
La limosna
La limosna
6,1-4
han sido tomadas de otro sitio e introducidos en este contexto por Mateo. La limosna 6,1-4 Tened cuidado de no hacer vuestras buenas obras delante de los hombres con miras a ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendris recompensa ante vuestro Padre que est en los cielos. 2 Pr tanto, cuando vayas a dar una limosna, no mandes tocar la trompeta delante de ti, como hacen los hipcritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; en verdad os digo que con ello ya reciben su paga. 3 Cuando t vayas a dar una limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, * para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te dar la recompensa. El v. 1 va como introduccin a las tres partes de la seccin que abarca 6,1-18, sobre el ejercicio autntico de la piedad, y no slo a los v. 2-4. Las tres maneras de ejercitar la justicia o la piedad, a que se hace referencia, estaban consideradas en el judaismo como especialmente aceptas a Dios y por ello tambin meritorias y as lo reconoce Jess aqu, de manera expresa. Jess rechaza slo su prctica llevada a cabo con el fin/ exclusivo de atraer sobre s la consideracin y la alabanza de los hombres. Tal manera de proceder se anticipa a recoger el premio que en otro caso se recibira de Dios, en el mundo futuro. El aprecio y la remuneracin de las buenas obras es cosa slo de Dios, por lo que el hacer espectculo de la piedad significa su secularizacin y al mismo tiempo su desvalorizacin. En todo este trozo se pone tambin el acento en el valor de la intencin buena. La prctica de la piedad slo puede tener a Dios como testigo y como meta. Slo entonces es 2 autntica en su raz misma. Atender a los pobres, hacer limosna era, en el judaismo, un pilar fundamental de la vida moral y religiosa 155. Dar limosna es segn el Talmud amontonar tesoros para 155.
BOUSSET,
1
el mundo venidero. Por eso tiene que dar limosna tambin el pobre. El eudemonismo, caracterstico sobre todo de la piedad farisaica, tiene aqu una parte importante: segn el rab Abin (alrededor del 325 d.C), cuando un pobre est a la puerta, est tambin a su derecha Dios mismo, que premia la buena obra; por eso el que da limosna se beneficia sobre todo a s mismo. Quien da limosna aumenta continuamente su capital en el cielo, y no slo esto: la limosna produce sus intereses ya en la tierra misma. No hay apenas un bien que el israelita no crea poder conseguir por medio de la limosna (Billerbeck). Las limosnas ayudan a agenciarse bienestar y riqueza, alejan los sucesos fatales, preservan de impuestos gravosos y aseguran descendencia masculina. Son abogadas del hombre ante Dios, expan el pecado igual que los sacrificios, alargan la vida y salvan de la muerte, preservan del infierno y hacen tener parte en el mundo futuro. Las ofrendas voluntarias que se aadan al impuesto para la caridad pblica, eran dadas a conocer adems pblicamente, lo que traa naturalmente consigo el peligro de la desvalorizacin religiosa de la beneficencia. Los hipcritas 156 que pregonan de tal manera su actividad caritativa, no piensan ya para nada en ayudar a su prjimo o en llevar a cabo una obra agradable a Dios, sino slo en gozar del aplauso de los hombres. Por ello han recibido ya la recompensa que la limosna produce a quien la da, han saldado ya, en cierto modo, su cuenta ste es el sentido de la expresin griega (-Kyouavi) y, ante Dios, no tienen en absoluto derecho alguno a ser premiados. La limosna tiene que ser dada de tal modo, que la mano izquier- 3s da no sepa nada, a pesar de su vecindad con la derecha que la entrega, de lo que sta hace. El sentido de esta imagen tiene que ser, que al hacer la limosna no slo hay que dejar a un lado todo vanidoso miramiento humano, sino hasta esconderse en cierta manera delante de s mismo. Porque no slo procurar el elogio de los hombres es egosmo, sino tambin el contar con la recompensa de parte de Dios. Slo cuando ese astuto clculo queda tambin 156. Cf. com. a Le 12,1. 175
6,5s
La oracin
La oracin
6.5s
excluido y el bien se hace por el prjimo mismo y porque as es la voluntad de Dios, est libre la obra buena del motivo innoble que destruye su valor moral. Y entonces ser recompensada tambin por Dios, Padre bueno que todo lo ve, con arreglo a su valor moral. La idea de la recompensa queda aqu expresada en toda su forma, pero ello no trae en s una contradiccin lgica con el v. 3, porque el saber que existe una recompensa divina despus del juicio, no significa todava el contar de manera egosta con una paga y an menos una exigencia de ella, como entre los fariseos. La recompensa celestial sigue siendo un don gracioso libre de Dios, cuyo esclavo es el hombre 137. La idea central de este pasaje, la reprobacin del anuncio de las buenas obras propias a son de trompeta, se encuentra tambin repetidamente entre los rabinos; cf., por ejemplo, las palabras del rab Eleazar (alrededor del ao 270): Quien da limosnas en lo oculto, es ms grande que nuestro maestro Moiss. Hasta la exclusin de una espera de paga tiene paralelos aislados en sentencias rabnicas1,s. Pero la manera de pensar y la prctica dominante entre los judos eran totalmente diversas y a ellos van dirigidos aqu los ataques de Jess. La oracin 6,5s y cuando os pongis a orar, no seis como los hipcritas, que de propsito se levantan a orar en las sinagogas y en los cantones de las plazas, para exhibirse ante los hombres; en verdad os digo que, con ello, ya reciben su paga. Pero t, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que est en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te dar la recompensa.
3
Como lugares propios para la oracin estaban considerados, en 5 el judaismo, el templo y la sinagoga, donde, segn creencia juda, estaba presente la sekina (= Dios), en el sancta sanctorum del templo y en el lugar donde se guardaba la torah en la sinagoga. Por ello, la oracin realizada en estos lugares se crea de una eficacia especial. Adems, estaba permitida tambin en un lugar cualquiera fuera de un lugar impuro, y los rezos prescritos a horas determinadas (tres veces al da; cf. ya Dan 6,11) se realizaban en el sitio en que en ese momento se estuviera. Estos rezos eran un paralelo del sacrificio de la maana y de la tarde 1>!l, a los que se fue aadiendo, poco a poco, como tercera oracin la hecha al comienzo de la noche. La oracin hecha en pblico no es, de suyo, ni reprobable ni vana, siempre que sea expresin de una piedad autntica. Pero los hipcritas procuran, intencionadamente, que la hora del rezo los sorprenda en la calle o buscan cmo atraer la atencin hacia s mientras rezan en la sinagoga. Tal manera de proceder es an ms reprobable que la limosna a son de trompeta, ya que la oracin es el ms ntimo de nuestros asuntos y se lleva a cabo entre el hombre y Dios solamente. Este estar a solas con Dios es lo que Jess encarece en el v. 6. 6 Pero no es que pretenda dar instrucciones sobre el lugar adecuado para la oracin, ni tampoco excluir la oracin en comn (cf. 18,20), como lo muestra su propia manera de proceder: Jess busc con gusto la soledad para la oracin 180, pero iba tambin al templo y or en la sinagoga junto con los dems-fieles. La oracin en un cuarto retirado no es sino un ejemplo concreto y grfico de lo que Jess exige para una oracin autntica. Dios recompensar esta oracin autntica, lo que significa que el orar es tambin un deber para los hombres y que la oracin bien hecha tiene un valor ante Dios. El paralelismo existente entre este pasaje y el de la limosna y el ayuno prueba que el premio prometido a la oracin no consiste en que sta sea escuchada, ni en la cercana de Dios experi159. Cf. com. a Le 1,10. 160 a . Me 1,35; 6,46; 14,32ss; Le 5,16; 6,12. 177
176
6,7-15
El padrenuestro
El padrenuestro
6,7-15
mentada en la oracin misma, sino que es, como en el caso de la limosna y el ayuno, de carcter escatolgico.
El padrenuestro 6,7-15 (= 11,1-4; Me 11,25[26]) Cuando estis orando, no multipliquis las palabras, como los gentiles; pues se imaginan que por su mucha palabrera van a ser odos. 8 No os parezcis, pues, a ellos; que bien sabe [Dios,] vuestro Padre qu cosas necesitis, antes de vosotros pedrselas. 9 As, pues, habis de orar: Padre nuestro que ests en los cielos, santificado sea tu nombre; 10 venga tu reino; hgase tu voluntad, como en el cielo, tambin en la tierra. 11 Danos hoy nuestro pan de cada da; 12 y perdnanos nuestras deudas, como tambin nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; ls y no nos sometas a tentacin, sino lbranos del mal. ^Porque, si perdonis a los hombres sus faltas, tambin os perdonar a vosotros vuestro Padre celestial; 1B pero, si no perdonis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonar vuestras faltas. Bajo el tema de la oracin, introduce Mateo en este contexto tres breves pasajes, el segundo y principal de los cuales, el padrenuestro, aparece tambin en Lucas; el tercero, en Marcos. 7 La abundancia de palabras en la oracin, con la que se pretenda atraer la atencin de los dioses, hasta el punto de realmente cansarlos (fatigare dos)"1 era caracterstica del paganismo de 161. HORACIO, Odas i, 2,26ss; TITO LIVIO I, 11,2; SNECA, Epist. 31,5;
APULEYO, Metam. x, 26.
14 7
la poca de Jess 162. Sobre todo se gustaba de amontonar eptetos y sobrenombres honorficos. Esta cargada palabrera tena su fundamento, en primer lugar, en la inseguridad del hombre antiguo, que no sabe si, entre la multitud de dioses y espritus, ha invocado tambin realmente en su oracin al ms oportuno, en segundo lugar, en la cuestin de si el dios invocado escucha y est realmente presente 163. Los griegos vivan en la creencia de que, por medio de rezos (y sacrificios), podan y deban conseguir el favor de sus veleidosos dioses, muy celosos de su culto y que podan tanto proteger como daar a los hombres. A esto se aade la creencia de que por medio de frmulas mgicas se poda conseguir un poder sobre la divinidad y emplear el nombre exacto y con poder mgico del dios. Esta verbosa manera de orar, de sello pagano, no era tampoco extraa al judaismo. Al menos haba sobre este punto diversidad de opiniones. En el Eclesiasts (5,1) se dice, en la oracin sean pocas tus palabras, y en el Eclesistico (7,14) se previene contra la repeticin de las palabras; en cambio, desde la poca despus de la cautividad, el judaismo en general gustaba de prolijas oraciones y, en especial, acumular en ellas sobrenombres divinos 164. Jess rechaza como falsa tal manera de orar. Dios es el omnis- 8 cente y nuestro Padre bueno; no hacen falta muchas palabras para requerir su atencin sobre nosotros o hacerle conocer nuestros deseos, ni por mucho importunarle se le dispone a que escuche nuestras splicas. Ello no priva de su sentido a la oracin; al contrario, del sabernos en dependencia de Dios, nuestro Seor y nuestro buen Padre, surge la oracin como conversacin con l. Y dentro de sta cabe tambin la peticin de lo que Dios sabe que necesitamos. Con la reprobacin del rezo palabrero no se contradice el hecho de que Jess mismo pasara a veces orando la mitad de la noche o toda la noche entera165, lo que los v. 7s reprueban, no es la pl162. Cf. tambin IRe 18,26. 163. Harder. 164. Cf. 2Mac 1,23-29; Me 12,40 y, como ejemplo, la oracin principal juda, de las dieciocho bendiciones. 165. a . Me 6,46; Le 6,12.
178
179
6,7-15
El padrenuestro
El padrenuestro
6,7-15
tica, aunque sea de horas, con el Padre celestial, sino la actitud interior que queda de manifiesto en la oracin verbosa, consistente en la creencia de que las muchas palabras pueden requerir la atencin de Dios sobre nosotros y obligarle a ceder de manera necesaria. 9 Como ejemplo de una oracin una oracin en forma de splica, que de manera completa se adapta a la actitud exigida por Jess al orar, ofrece Mateo el padrenuestro, que, como se ha dicho antes, no est aqu en su lugar histrico. Con ello queda tambin rechazada la opinin de que Jess hubiera ofrecido dos veces el padrenuestro a sus discpulos, y de que las dos versiones bastante diferentes de Mateo y Lucas procedan, por tanto, de Jess mismo. La mayor parte de los exegetas modernos, y sta parece ser la hiptesis ms aceptable, suponen que las dos versiones se remontan a un texto base primitivo. Entre las dos, ofrece el texto de Lucas una forma ms original frente al de Mateo, por dos razones, por transmitir tambin el marco exterior en el que Jess ense esta oracin a sus discpulos y, adems, por su mayor brevedad. De las siete peticiones en el texto de Mateo faltan en Lucas, la tercera (hgase tu voluntad, como en el cielo, tambin en la tierra) y la sptima (sino lbranos del mal). Y en lugar de la frmula solemne Padre nuestro que ests en los cielos, en Lucas se dice simplemente: Padre. No es imaginable que Lucas hubiera abreviado esta oracin, si su fuente se la hubiera ofrecido en la forma de Mateo. Por otra parte la splica tercera puede entenderse como una aclaracin del contenido de la segunda, y la sptima como un complemento, en forma positiva, de la splica sexta expresada negativamente166. La expresin nuestro (o mi, vuestro) Padre [que est] en los cielos es caracterstica de Mateo, y se halla 20 veces en su Evangelio; en cambio, slo una en Marcos (11,25), ninguna en Lucas,67. Las palabras de introduccin: As, pues, habis de orar, no significan que Jess quisiera dar en el padrenuestro una frmula fija de oracin, y tampoco fueron entendidas as en el cristianismo
166. Zahn. 167. Cf. Mt 5,48 = Le 6,36; 6,26.32 = Le 12,24.30; 10,32s = Le 12,8s; 12,50 = Me 3,35. 180
primitivo, como lo prueban las diferencias mencionadas entre el texto de Mateo y el de Lucas y el hecho de que Lucas ha introducido en el suyo algunas correcciones de carcter estilstico y, no en ltimo lugar, la circunstancia de que no se encuentre en ningn otro pasaje del NT una alusin clara a ello. Jess quiere dar a los discpulos slo una muestra de oracin, que no excluye otras que vayan informadas del mismo espritu 16h. Para entender de una manera completa el sentido y el carcter propio del padrenuestro, hay que mostrar, por una parte, el fondo que lo une con el AT y su parentesco con otras oraciones judas y, por otra, ser interpretado en relacin con la doctrina de Jess en general y con las oraciones pronunciadas por l transmitidas en los evangelios. De hecho, el padrenuestro muestra contactos con dos oraciones judas, que al menos en su contenido esencial parecen remontarse a la poca de Jess, las dieciocho bendiciones 109 y el kaddis, que era recitado en la sinagoga al final del sermn. Por medio de la invocacin Padre (Le 11,2) o Padre nuestro que ests en los cielos (Mt 6,9) el orante se pone en espritu ante Dios. Es la misma forma de dirigirse a Dios, con la que Jess mismo empieza todas sus oraciones transmitidas en los evangelios 1T0. Tanto el simple Padre, como Padre nuestro (o mo), son traduccin de la misma palabra aramea, abba (cf. Me 14,36), utilizada tambin por Pablo (Rom 8,15; Gal 4,6), quien seguramente la toma del uso de la comunidad primitiva. Pero precisamente esta forma ntima para invocar a Dios es algo nuevo. El judaismo no se atreva a dirigirse a Dios en esta forma de confianza filial y, por ello, es inexacto decir que Jess tom del uso popular de su tiempo la designacin de Dios como Padre. El judaismo palestino utilizaba cuando quera dar a Dios el nombre de Padre, en lugar del trmino arameo, siempre el hebreo ab. Para odos judos
168. Hasta la Doctrina de los doce apstoles (8,2), compuesta alrededor del 150, no se encuentra atestiguado el uso del rezar el padrenuestro tres veces al da y en la forma ms larga del texto de Mateo, que ha sido despus la de uso general en la liturgia. 169. Cf. el exc. despus de Le 4,30. 170 Cf. tambin el exc. despus de Le 11,13.
181
tena que resultar algo inaudito que Jess empleara para nombrar a Dios el trmino, llano e ntimo, abba de la lengua cotidiana. El trmino abba no se encuentra en este uso en la literatura rabnica sino en algunos pocos pasajes tardos y no sin el aditamento nuestro Rey, que pone un fuerte acento en la distancia existente entre Dios y el hombre. La determinacin en los cielos aadida en Mateo corresponde a la manera de expresin rabnica sobre Dios a partir del siglo i d.C, para excluir toda confusin con un padre terrenal y dar a entender, al mismo tiempo, la alteza de la majestad divina. En la apocalptica juda no se encuentra, en cambio, esta manera de designar a Dios. En las frmulas de oracin poda, pues, ser suprimido el en los cielos; en las oraciones pronunciadas en otras ocasiones por Jess no aparece tampoco nunca, por lo que hay que pensar ms bien que se trate de una adicin del judeocristiano Mateo. El Padre que est en los cielos. 1. Segn el testimonio unnime de los cuatro evangelios, Jess daba a Dios el nombre de Padre. De los cuatro, es el Evangelio de Marcos donde se encuentra ms escasamente tal designacin1T1. Mateo y Lucas la ofrecen 8 veces sobre Marcos en textos paralelos 172. Lucas, en los textos paralelos a Mateo (donde Marcos falta), la tiene slo una vez (22,29) y en cambio Mateo la ofrece en 6 casos, en los que Lucas utiliza en su lugar otra expresin 173. Aunque es posible que Lucas haya suprimido en algunos de los pasajes el nombre de Padre, es, con todo, ms probable que haya sido Mateo quien en el mayor nmero de los casos lo haya aadido de su parte174, ya que es l quien entre los sinpticos lo ha utilizado con
171 Me 8,38; 11,25; 13,32; 14,36. 172 Mt 5,48 = Le 6,36; Mt 6,32 = Le 12,30; Mt 7,11 = Le 11,13; Mt ll,25s = Le 10,21; Mt 11,27 = Le 10,22. 173. Cf. Mt 5,45 = Le 6,35; Mt 6,26 = Le 12,24; Mt 10,29 = Le 12,6; 174. Cf. tambin Mt 12,50, junto a Me 3,35; Mt 20,23 junto a Me 10,40; Mt 26,29 junto a Me 14,25. 182
mayor frecuencia (44 veces). Sobre todo tiene Mateo una preferencia especial por el giro de mi (vuestro) Padre [que est] en los cielos 176. En Juan se encuentra el nombre de Padre, para designar a Dios, 107 veces; en Un y 2Jn, 16 veces; Pablo lo utiliza 42 veces; los dems escritos del NT slo raramente. Importante es la observacin de que Jess no dice nunca nuestro Padre, sino siempre slo mi Padre o vuestro Padre 176, en cambio los discpulos deben orar a Dios diciendo: Padre nuestro. En Juan, por lo general, Jess dice el Padre 177, y con ms frecuencia todava mi Padre I78. A los judos, les niega que tengan a Dios por Padre179; ms bien le odian, puesto que odian al Hijo18. Pero Jess no ha dado siempre a Dios el nombre de Padre al hablar de l, sino que muchas veces, siguiendo la costumbre juda, ha utilizado expresiones perifrsticas181. 2. En el AT y en el judaismo, al dar a Dios el nombre de Padre, se expresaba su paternidad, sobre todo de Israel, que como pueblo elegido suyo est en una relacin especialmente ntima con l182. Con el nombre de Padre iban unidos dos conceptos principales, el de la autoridad que exige respeto y veneracin y el de la solicitud amorosa. Cada uno de los israelitas participa en esta relacin filial con respecto de Dios, slo en cuanto es miembro del pueblo en su conjunto. Slo a partir de la poca del regreso de la cautividad babilnica ha ido realizndose lentamente, seguramente bajo influjo helenstico, la individualizacin de esta idea, hasta considerar tambin al individuo, en cuanto tal, hijo de Dios. Para
175. Cf. Mt 5,16; 6,1.9.26.32; 7,11 y otros, a los que corresponde slo Me 11,25. 176. Cf el exc. El testimonio de Jess acerca de s mismo, despus de Me 8,33. 177. Por ejemplo, Jn 3,35; 4,21.23. 178. Jn 2,16; 5,17.43; 6,32 y otros pasajes 179. Cf. Mt 8,41-44. 180. Mt 15,21-24. 181. Por ejemplo, el cielo, cf. supra com. a Mt 4,17; el poder; cf. com a Me 14,62; la forma pasiva o la impersonal, cf. com. a Me 10,40 y Le 6,38. 182. Cf. com a Mt 2,15 y el exc. despus de Jn 3,21.
183
Jess, en cambio, la relacin de paternidad de Dios con respecto a los hombres es desde un primer momento de carcter plenamente personal. El fondo nacionalista que tena la expresin entre los judos, ha desaparecido pues absolutamente (Dalman). Dios no es ya slo el Padre del pueblo judo, sino de todos los hombres, de cada uno de ellos. En el judaismo seguan dominando adems la idea de Dios del AT, segn la cual Dios es en primera lnea el Seor que da rdenes, quien por libre decisin ha hecho su alianza con el pueblo y lo gobierna desde entonces. Dios es la majestad inaccesible a la que hay que respetar y reverenciar, y exige de los hombres obediencia, por lo que tambin el temor de Dios formaba el punto central de la religin de AT y del judaismo. Este pensamiento tampoco falta del todo en la doctrina de Jess183, pero lo excede la idea de que Dios es el Padre, cuya esencia es la bondad misma. La consecuencia de ello es, para los hombres, el sentimiento de una seguridad y proteccin absoluta184. 3. La aplicacin a Dios del nombre de Padre no es, sin embargo, algo exclusivo del Antiguo Testamento, del Nuevo o del judaismo, sino un fenmeno religioso de tipo elemental. Tambin, en la mayora de las religiones paganas, los dioses son designados padres de sus adoradores185. Con todo, el sentido que, en cada caso, se da a esta palabra no es siempre el mismo y, sobre todo, no es el sentido del evangelio. En muchos mitos de religiones paganas la paternidad no es simple imagen, sino expresin de una realidad fsica, los dioses se han unido con mujeres y han engendrado semidioses o hombres divinos. Muchas familias y estirpes hacan remontar su genealoga a un antepasado divino. Una paternidad divina entendida de esta manera simplemente natural es inconciliable con el concepto puramente espiritual de Dios en la Biblia. Tambin en religiones paganas, en muchas otras ocasiones, el nombre de Padre slo quiere significar que los hombres, lo mismo que el Universo entero, deben su existencia a los dioses. Y entre
183. Cf. infra, en el n. 6. 184. Cf. com. a Mt 5,25ss. 185. Cf. especialmente Padre Zeus = Jpiter. 184
los griegos se da a Zeus el ttulo de padre de los dioses y de los hombres lba por ser su paterfamilias o su seor, a cuyo cargo estn, y quien posee autoridad sobre ellos. La expresin y su contenido provienen de la sociedad patriarcal de una poca primitiva. Esta manera de representarse a Zeus es el fundamento de la idea de que es el soberano omnipotente y el rey de los dioses, tal como aparece desde Homero. Esta representacin de Zeus y de los dioses en general tiene de comn con el Dios Padre de Jess (y del AT y el judaismo) slo la idea de la autoridad. Entre los dioses de la religin griega y sus adoradores no se da una relacin de confianza sin reservas o aun menos fundada en el amor. Al contrario, el hombre griego est posedo de una profunda desconfianza frente a los dioses. Los dioses tienen todos los vicios de los hombres, viven muchas veces enemistados los unos con los otros y carecen en absoluto de la elevacin moral y la santidad del Dios de la Biblia. El mundo no est gobernado en manera alguna con justicia por los dioses, sino arbitrariamente. Su poder y su majestad no dejan muchas veces de ser glorificados. Pero inspiran ms bien sentimientos de temor. Estn celosos del culto que los hombres les ofrecen. Pero pueden tambin sentir envidia de ellos, si amenazan con traspasar los lmites humanos de poder y fortuna de aqu el temor a la vi3p'.c tpico de la religin griega y pueden tambin daar a los hombres. Por otra parte, su poder es tambin limitado, ya que sobre ellos est la fuerza del destino. De todo esto resulta, pues, claro que entre el ttulo de padre (o madre) que los griegos daban a sus dioses y el nombre de Padre del Dios del evangelio existe una profunda diferencia. Los dioses griegos son llamados padre o madre, porque los hombres saben que en fin de cuentas les deben su vida y porque en el concepto de padre va incluida la idea de la supremaca, a la que corresponde por parte de los hombres la del sometimiento. El hombre de padre no tiene, pues, aqu un tono tico como en el evangelio. La idea de que Dios es en su ms ntima esencia amor y el
186. Por ejemplo, HOMERO. Ilada i, 544; Odisea i, 28.
185
sentimiento de confianza filial que de ello surge, la conciencia de saberse bajo la proteccin de las manos de Dios inculcada por Jess a sus discpulos, es extraa a la concepcin griega de la divinidad. Por otra parte el amor a los dioses es, segn frase de Aristteles, algo imposible. Sera una necedad, si alguien dijera que ama a Zeus 187. La filosofa destruy la fe en los dioses olmpicos. Los filsofos, por ejemplo Platn 188 y especialmente Jos estoicos, han seguido usando los nombres de los dioses slo en atencin a la fe popular y las prescripciones del culto estatal, pero su existencia misma o su personalidad ha perdido para ellos toda consistencia. Que, a pesar de ello, sigan dando a Zeus el nombre de padre 189 tiene su motivo slo en el deseo de dar una expresin al alcance de todos y de tono religioso a la doctrina de la providencia tan destacada por los estoicos. Pero de hecho el padre Zeus no es para ellos ms que la personificacin de la fuerza divina que penetra y vivifica el universo, la personificacin de la ley csmica, en que el estoico cree y se siente protegido, a pesar de que se ve privado por ella de su libertad personal. Y por lo que se refiere a la declaracin estoica del parentesco natural entre dioses y hombres 19, no significa otra cosa sino que todos los hombres llevan en s la imagen del cosmos m . 4. En las palabras de Jess, la designacin de Dios como Padre expresa, con una fuerza antes no oda, la idea de que Dios es la bondad absoluta. Su amorosa diligencia se extiende a todos los seres por l creados. Dios alimenta a los pjaros y viste la hierba y los lirios del campo192. Sin su consentimiento no cae ni un gorrin del tejado ni un cabello de nuestra cabeza 1M. Dios sabe ya lo que los hombres necesitan antes de que se lo pidan 194. Su amor deja
187.
188.
atrs toda la bondad paternal que pueda darse entre los hombres19S y no se extiende slo a los justos, sino tambin a los pecadores. Dios hace lucir el sol y caer la lluvia sobre buenos y malos196. Ms an, los pecadores son objeto especial de su predileccin. Dios quiere que tambin ellos se salven; se goza de manera especial en su conversacin 197, y el motivo de ello no radica en el valor infinito del alma humana198, sino en la misma esencia de Dios. 5. Que Jess d tantas veces a Dios el nombre de Padre, no quiere decir, al mismo tiempo, que todos los hombres son sus hijos. No puede ser un hecho casual que frente a los numerosos pasajes en los que Dios recibe el nombre de Padre, no haya en toda la transmisin sinptica ms que dos 199 en que los hombres son llamados hijos de Dios. Estos dos pasajes tienen ambos un claro sentido escatolgico. La filiacin divina no es, pues, posesin actual del hombre ni corresponde a su naturaleza, en cuanto ste es criatura de Dios, sino que es promesa escatolgica que corresponde slo a los elegidos 20. Slo Jess es ya ahora el Hijo 201, y en un sentido que le es propio y exclusivo. El nombre de Padre como designacin de Dios, no es, pues, o al menos no en primera lnea, un concepto de relacin en que se contenga, sin ms, la realidad de la filiacin divina de los hombres, sino sirve como determinacin que se refiere al ser mismo de Dios. 6. Segn la doctrina de Jess, Dios, por ser el Padre bueno y misericordioso sobre toda ponderacin, no deja de ser el santo, el justo, el Seor y el juez de los hombres. Tales aspectos de la esencia divina tan destacados en el AT, no han sido suprimidos o atenuados por Jess. Dios sigue siendo la majestad sublime y el Seor del mundo. El cielo es su trono y la tierra el escabel de sus pies 202.
202. 195. 196. 197.
198.
Mt Mt Mt Cf.
Cf. el himno a Zeus, de CLEANTES. Cf. EPICTETO, Diss. i, 9,22.25 y cosa, a Act 17,28. CLEANTES. 192. Mt 6,25-31 = Le 12,22-29. Mt 10,29s = Le 12,6s. Mt 6,32 = Le 12,30. 186
HARNACK.
199. Mt. 5,9; 5,45 = Le 6,35; en Le 20,36 ( = 12,25) se trata de una formulacin secundaria de Lucas. 200. As tambin Rom 8,23. 201. Mt 11,27 = Le 10,22. 187
6.7-15
El padrenuestro
El padrenuestro
6,7-15
El hombre es su esclavo m, que le debe respeto y obediencia, y no puede presentarse ante l con exigencias 204. Dios determina en cada caso, la duracin que ha de tener de la vida del hombre203 y es tambin soberano en su accin salvfica. l esconde las cosas ante los sabios y las revela a los pequeos 20<. l es quien reparte los puestos de honor a la derecha y a la izquierda del Mesas 207. Este mismo concepto de reino de Dios208 incluye su seoro sobre el hombre y sobre el Universo entero. Como seor del mundo, Dios es asimismo el juez del hombre. La idea de la justicia de Dios en sus juicios est expresada repetidamente y con gravedad en la doctrina de Jess. La idea del juicio y la doctrina de las dos clases de remuneracin forman en la tica de Jess un importante mo tivo 20. Dios puede lanzar cuerpo y alma en el infierno 210. Hasta de cada una de sus palabras vanas se pedir cuenta a los hombres en el da del juicio final211. Jess ha intesificado adems la idea del juicio tomada del AT en el sentido de que Dios no slo juzga las obras externas, sino que penetra tambin en el interior del hombre 212. El contenido de la primera peticin del padrenuestro es la santificacin del nombre de Dios. Su sentido es muy diferente segn se entienda a Dios mismo o al hombre como sujeto de la accin de santificar. Entendido de esta ltima manera, tiene un paralelo en el kaddis de los rabinos: Glorificado y santificado sea su gran nombre, que renovar el mundo, har revivir a los muertos, redimir a los vivos y levantar la ciudad de Jerusaln. En este sentido han sido tambin entendidas las palabras de la primera peticin casi unnimamente por los padres de la Iglesia (y por muchos exegetas
203. 204. 205. 206. 207. 208. 209. 210. 211. 212. Cf. com. a Le 17,7-10. Mt 20,1-16. Le 12,20.25. Mt 11,25 = Le 10,21. Me 10,40. Cf. el exc. Reino de Dios, despus de Me 1,15. Cf. el exc. despus de Mt 20,16. Mt 10,28 = Le 12,5. Mt 12,36. Cf. Le 16,15. 188
posteriores). La santificacin del nombre de Dios consiste entonces, en que los hombres glorifiquen el nombre de Dios y adopten una actitud de adoracin frente a la divinidad, lleven una vida piadosa y tengan una nocin exacta de la esencia de Dios 213. Entendida as, la primera peticin no sera realmente una splica, sino (como en el kaddis) una bendicin o un voto. Pero tambin la formulacin de este voto resultara entonces extraa, aun en el caso de que su sentido fuera la expresin del deseo de que Dios mismo nos moviera y capacitara para santificar su nombre. Esta interpretacin es, pues, rechazable. Dios mismo es, y l solo, quien debe santificar el nombre de Dios 2l4. Segn el AT. Dios santifica su nombre, se manifiesta como el santo, tanto por su actuacin salvfica, que revela su poder, su sabidura y su bondad (cf. Ez 20,41), como tambin por su actuacin como juez21"1. Por los hombres puede ser santificado su nombre por el cumplimiento de sus preceptos (Lev 22,3 ls), y es profanado por el perjurio, idolatra, fornicacin, etc.'"".Tambin en los numerosos pasajes que se refieren a que Dios acta por su nombre o se pide su intervencin, se trata siempre de que Dios con ello santifica, esto es, glorifica su nombre. Y esta idea, de que Dios mismo es quien se santifica a s mismo, quien glorifica su nombre. es la que aparece en el AT en primer plano, en comparacin con la de que son los hombres quienes lo santifican. La splica no est aqu formulada (y lo mismo en las dos peticiones siguientes) de manera que quede Dios requerido directamente a llevar a cabo la santificacin de su nombre, como en la oracin de Jess de Jn 12,28 (Padre, glorifica tu nombre), hecho que est seguramente motivado por la circunstancia de que en las tres peticiones se hace referencia a cosas las ms inherentes a Dios mismo, esto es, su santidad, su reino y el cumplimiento de su voluntad. El giro pasivo es, pues, una expresin cautelosa para evitar el nombre de Dios21T.
213. 214. 215. 216. 217. Cf. Cf. a. Cf. Cf. Lev 22,31s; Dt 32,51; ls 8,13; 29,23. Ez 36,23: Yo santificar mi nombre grande. Is 5,16; Nm 20,13; Ez 28,22; 38,16. Lev 19,12; 18,21; 20,3; Am 2,7 Mt 7,2. 189
6,7-15
El padrenuestro
El padrenuestro
6,7-15
Si Dios tiene que ser considerado como sujeto de la accin de santificar su nombre, queda an la cuestin de cmo ha de hacerlo. En este punto no hay acuerdo alguno entre los exegetas. El nombre representa la persona del que lo lleva y por eso puede decirse que Dios, al manifestar, sin velos, su esencia, se evidenciar como el santo, el altsimo sobre todo el mundo. Esta manifestacin es lo mismo que la venida del reino o el reinado de Dios, con lo que queda dicho que la primera splica es idntica en su contenido con la segunda, y que la segunda no es ms que una declaracin de la primera, o mejor, que la santificacin del nombre de Dios constituye una parte, un aspecto de la venida del reino de los cielos 21S. Esta interpretacin escatolgica de la primera peticin, no slo la pone en consonancia con las dos siguientes, que tienen que ser entendidas tambin escatolgicamente; ya en el AT, en Ezequiel, la santificacin del nombre de Dios significa siempre su actuacin escatolgica 219 y el mismo sentido tiene tambin en el kaddis litrgico judo, en el que quedaban tambin unidas la santificacin del nombre de Dios y la venida de su reino: Glorificado y santificado sea su gran nombre en el mundo, que l ha creado segn su voluntad. Instaure l su reinado en vida vuestra y en vuestros das y en vida de toda la casa de Israel, de prisa y pronto. Slo con la venida del reino de Dios en su plenitud, queda realmente cumplida la primera splica del padrenuestro; su sentido no es, pues, que Dios ahora, ya en este en, revele su santidad procurando que los hombres lo reconozcan como Dios y se sometan a l en obediencia y adoracin. 10a A la splica de la santificacin del nombre divino sigue como peticin central de la oracin toda, la de la venida del reino. La pronta venida del reino de Dios tena tambin importancia capital en la oracin de todo fiel judo. Pero en las oraciones judas (como, por ej., en el kaddis) va incluida siempre en este ruego la idea de la exaltacin de Israel y su liberacin del dominio de sus enemigos polticos. Mas Jess supera de manera absoluta esta
218. Greeven. 219. Ez 20,41; 28,22-26; 36,20ss; 38,16-23; 39,21-29.
barrera nacionalista, por lo que el sentido de la segunda peticin es totalmente distinto que en el kadd. Pero como en ste, se entiende la venida del reino de Dios y as lo prueba la forma del aoristo (X0Toa) del texto griego, no como un avance y una expansin progresiva, sino como un acto nico por el cual Dios pondr fin al en actual, perverso, dominado por influjo demonaco e impondr su reinado en el mundo. Slo entonces Dios lo ser todo en todo (ICor 15,28). El momento en que ello suceder, es slo cosa de Dios, y el da y la hora no la sabe nadie sino l (24,36). Los hombres no tienen medio alguno para coaccionar o acelerar la venida del reino de Dios 220. A pesar de ello se puede y se debe pedir en la oracin su venida en toda su plenitud, porque as el hombre hace suyo lo que es cosa de Dios. La tercera peticin, que falta en Lucas, no tiene tampoco para- 10b lelo alguno eu oraciones judas, pero s en la oracin de Jess en Getseman (26,39.42). Pero en el padrenuestro no es expresin de la entrega humilde del orante a la voluntad de Dios en toda eventualidad, sea cual sea el destino que nos venga, ni tampoco del deseo de que esta voluntad divina sea cada vez mejor reconocida y realizada por los hombres ya aqu en este en. Menos an es su contenido el voto o la resolucin de cumplir los preceptos divinos. La voluntad de Dios no es aqu, como suponen muchos exegetas antiguos y modernos, la suma de sus mandamientos. La ntima relacin de esta tercera splica con las dos precedentes exige ms bien, tambin para sta, una interpretacin escatolgica. Si Dios da comienzo a su reinado, ello significa que tambin su voluntad se realiza en todo el mundo, se cumple de manera perfecta y acabada, as como ahora ya en el cielo221. Las tres primeras peticiones forman pues una unidad en cuanto a su contenido. En el fondo no son sino tres aspectos de una sola splica: la venida del reino de Dios. ste es, pues, el objeto primero y principal de la oracin segn el espritu de Jess. Asimismo forman tambin el punto central de toda su predicacin. Preo220. a. com a Mt 11,12. 221. a . Sal 103 (102) 21.
190
191
6,7-15
El padrenuestro
El padrenuestro
6,7-15
cupaciones, necesidades o deseos humanos estn aqu fuera de lugar. El discpulo que ora en el espritu de Jess no hace subir al cielo la ardiente splica de que Dios haga su voluntad la del hombre , sino que hace suyas las cosas de Dios. Las tres primeras peticiones no se refieren para nada al presente del que ora, sino que dirigen la mirada al mundo futuro, que aunque no actual, mantiene su valor como motivo para la vida humana, que tiene que ser deseo incesante del reino 222 . 11 En la cuarta peticin la mirada del orante se vuelve al presente y a las propias necesidades y deseos humanos. En sta y lo mismo en las tres peticiones siguientes es tambin otra forma de la splica misma. La peticin del pan es la nica que se refiere a lo que para la mayora de los hombres constituye el contenido de la vida, la alimentacin necesaria para la subsistencia. Discutido es, si la palabra griega moiiaios, traducida generalmente por de cada da, designa el pan necesario para la existencia o el pan para maana, esto es, para el da siguiente. Con todo parece no poderse dudar hoy ya en aceptar la segunda de las dos hiptesis. Tambin as se hace referencia slo a la alimentacin necesaria para el sostenimiento de la vida, de la vida fsica se entiende 223 . La significacin de esta splica radica en el hecho de declarar como lcita y acepta a Dios la peticin de bienes materiales. Tambin lo que obtiene como fruto de su propio trabajo debe el discpulo pedirlo en la oracin y recibirlo de manos de Dios, cuyo poder y bondad mantenienen su vida (cf. 4,4). Este pedir a Dios los medios de subsistencia y este dejar en su mano la concesin de los mismos, hacen adems desaparecer la inquietud y la preocupacin por ellos (v. 25-34). Pero el discpulo puede pedir slo lo necesario para la vida 224, no riqueza ni placeres, que seran un don extremadamente peligroso225, cuya concesin no puede ser requerida de Dios, que slo sabe dar cosas buenas (cf. 7,7-11). Frente a las 222. 223. 224. 225. Mt 6,33. Cf. Prov 30,8. Cf. el paralelo en el AT, x 16,4 16.18.21. Cf. el exc. despus de Me 10,27.
peticiones precedentes, referidas slo a cosas divinas y eternas, se destaca esta cuarta splica an ms por su limitacin al estrecho trmino temporal de un solo da. A diferencia de la splica correspondiente de la oracin juda de las dieciocho bendiciones (ben. 9), que pide la fertilidad de la tierra para un ao entero, queda aqu referido slo el da que inmediatamente nos espera. Hasta el pobre que vive al da puede pronunciar esta splica sin reservas. Extraa al texto y totalmente inaceptable es la hiptesis, defendida por bastantes exegetas antiguos y modernos, de que el pan significara el alimento espiritual que el hombre necesita o, de manera especial, la eucarista. Tal interpretacin no queda aludida en manera alguna por el texto mismo. La interpretacin escatolgica ( = haznos participar en el banquete escatolgico)22e pondra en consonancia esta splica con las anteriores que tienen todas un sentido escatolgico; pero queda excluida por el hoy del texto de Mateo y el cada da del de Lucas. Adems, entonces no sera sino una repeticin, en otra forma, de las tres splicas anteriores, en especial de la segunda. Por otra parte, el carcter del padrenuestro, como oracin que contiene y da expresin a todas las necesidades y deseos lcitos del hombre, exige tambin esa referencia a lo que el hombre necesita para el mantenimiento de su vida. En la quinta peticin del padrenuestro se vuelve la mirada a la 12 miseria religiosa del hombre, esto es, a la culpa. La splica del perdn de los pecados se encuentra ya en muchos salmos del AT " T . En el judaismo no se ha perdido nunca la conciencia de la fragilidad general humana. Tambin los justos son pecadores y necesitan de la misericordia divina. Por eso, la oracin de las dieciocho bendiciones (bend. 6) contiene tambin una splica de perdn de los pecados: Perdnanos, Padre nuestro, porque hemos pecado contra ti. Borra y aleja nuestros delitos ante tus ojos; porque grande es tu misericordia. Bendito seas, Yahveh, que mucho perdonas. Jess hace pedir el perdn de sus pecados tambin a los discpulos. 226. Cf. com. a Mt 22,1. 227. Sal 25(24)7.11.18; 32(31)5; 38(37); 51(50); 130(129); 143(142).
192
193
6,7-15
El padrenuestro
El padrenuestro
6,7-15
cuyo deber es ser perfectos como el Padre celestial (5,48), lo cual significa que tambin ellos estn todava necesitados de perdn. En esta peticin contiene el padrenuestro tambin una confesin de los pecados del discpulo orante. Pero Jess mismo no se incluye, con ellos, en esta splica. Ver en esta peticin una splica del perdn de los pecados de cada da, sera desconocer su sentido. Tal interpretacin contradira la direccin escatolgica de todo el padrenuestro. El perdn de los pecados que aqu se pide no es un perdn que se repita cotidianamente, sino lo mismo que la venida del reino de Dios y la santificacin de su nombre, un proceso nico escatolgico, que tendr lugar en el juicio final. Tambin esta peticin va dirigida como las tres primeras a la venida del reino de Dios. El pecado queda comparado, con una imagen plstica familiar tambin al judaismo, a una deuda pecuniaria228, que se halla frente a nosotros como una cuenta divina todava no saldada. La frase como tambin nosotros perdonamos a nuestros deudores no se refiere a la medida en que se pide el perdn, porq'ie la deuda propia es y se mantiene incomparablemente mayor (cf. 18,23-35); tampoco da el motivo, como si nuestro perdn nos diera un derecho al perdn de parte de Dios. La frase contiene ms bien, como lo muestra grficamente la parbola del siervo despiadado (cf. 18, 23-35), la condicin imprescindible para el perdn divino. La conciencia de la propia deuda frente a Dios, que esta splica del padrenuestro nos hace siempre presente, nos exhorta a otorgar siempre nuestro perdn al pecado del prjimo (cf. 18,21s). La leccin preferible, que traen tambin los mejores textos, es: como tambin nosotros hemos perdonado (de otro modo Le 11,4), con lo que queda claramente expresado, que no se trata de una simple promesa de perdonar a los dems, sino que se presupone una actitud interior previa de perdn. La splica de que se nos 13a perdonen los pecados cometidos conduce a la de que se nos preserve de la tentacin, esto es, del peligro de cometerlos. El texto habla de ser conducidos a la tentacin por Dios. Ello corresponde
228. Se introduce una variacin en Le 11,4; cf. 18,23ss; Le 7,41s. 194
a la idea corriente en el judaismo de que toda tentacin proviene de Dios. Dios mismo es quien lleva al hombre, y al hombre justo, a la tentacin para ponerle a prueba229. El fin de la tentacin, pues, es siempre de carcter positivo, la comprobacin y verificacin de la piedad del hombre 2S0. Dios no quiere, con ello, hacerle caer. Contra tal pensamiento se protesta ya en Eclo 15,11-14 (cf. tambin Sant 1,13s): nadie debe decir que Dios le haya hecho caer. De estas palabras de Jess hay pues que excluir todo lo que las pondra en contradiccin con otras manifestaciones suyas sobre el ser de Dios, quien como Padre celestial no puede querer la perdicin de sus hijos. Con todo, declara Jess mismo que su pasin ser motivo de escndalo para sus discpulos y que Satans ha conseguido de Dios el poder de cribarlos (Le 22,31). En esta tentacin, pues, Dios tiene tambin parte junto a Satn, el tentador (4,3), puesto que la deja venir sobre los discpulos. Cuando en las oraciones judas se pide ser preservado de la tentacin, se da expresin a una piedad libre de temeraria seguridad de s mismo. Librar de esta seguridad a los discpulos (cf. 26, 33-35) es tambin el fin de la sexta peticin del padrenuestro. El discpulo debe saber que el vencimiento de la tentacin depende, en ltimo trmino, de la gracia divina y por -eso no dice con el poeta del Sal 26: Explrame, oh Yahveh, y ponme a prueba, sino que pide ser librado de una situacin que, por su propia debilidad moral2S1 pudiera serle ocasin de cada. La sptima peticin sino lbranos del mal, que falta en Lucas 13b est en relacin inseparable con la sexta. Las opiniones de los exegetas estn divididas sobre el problema de si se hace referencia al mal moral, esto es, al pecado, o al maligno. Los paralelos judos no ofrecen ningn punto de apoyo seguro para la decisin en un sentido o en otro, ya que por lo general se pide en ellos la liberacin del mal en sus ms distintas formas (miseria, hombres
229. Cf. Gen 22,1; x 15,25; 16,4; Dt 8,2; 13,4; 2Par 32,31; IMac 2,52; Eclo 2,ls. 230. Cf. Jdt 8,25-27; Sab 11,10. 231. Cf. Mt 26,41.
195
6,7-15
El padrenuestro
El padrenuestro
6,7-15
malvados, dolor, malos pensamientos, malos instintos, Satn) y el Maligno no era una designacin corriente de Satn, o mejor no se encuentra atestiguada en absoluto en lugar alguno. Esta designacin es por otra parte, entre los evangelios sinpticos, privativa de Mateo282, motivo por el que parece rechazable la interpretacin personal de el Maligno en el padrenuestro. Tampoco otras afirmaciones de Jess sobre el poder y la actuacin de Satans son una prueba de que tambin en este pasaje se haga referencia al mismo: Satans es quien arranca la palabra de Dios del corazn del hombre (Me 4,15) y esparce la semilla de la mala hierba entre la siembra del hijo del hombre (Mt 13,39), intenta hacer caer a los discpulos (Le 22,31), utiliza a Judas (Le 22,3; Jn 13,27) y a los dirigentes del judaismo como instrumentos suyos. Finalmente la estrecha relacin de esta peticin sptima con la precedente, en la que se pide la liberacin de la tentacin, como procedente de Dios mismo, habla con bastante peso en favor de la hiptesis de que se trata del mal, en cuyo concepto queda por otra parte tambin incluido, y en primer lugar, el poder de Satans. Segn su contenido no parece esta ltima splica slo una repeticin en forma positiva de la sexta, sino que va referida a la plena liberacin del mal en absoluto. Sin duda hay que pensar, en primera lnea, en el mal moral, ya que ste es el mal verdadero en el mundo, por separar al hombre de Dios y, en consecuencia, excluirlo de la salvacin. La liberacin plena de este mal es equivalente a la venida del reino de Dios; con ello pues vuelve el final del Padrenuestro a su mismo punto de partida, que se refiere a la venida del reino. Tambin la ltima peticin tiene un sentido escatolgico. Y su estrecha relacin con la sexta lleva entonces a la conclusin de que tambin sta tenga que ser interpretada escatolgicamente, estando referida a la liberacin de las calamidades precedentes al fin del mundo, que sern para los discpulos la ms difcil prueba de su fe y su fidelidad.
En una gran parte de la tradicin manuscrita del texto de Mateo sigue, como final del padrenuestro, una doxologa o frmula solemne de alabanza a Dios, que, por su contenido, enlaza con lPar 29,10s: Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria eternamente, amen. Esta doxologa fue aadida al padrenuestro en su uso litrgico238, por no tener ste como oracin cerrada un verdadero final en la forma transmitida en el evangelio. La sentencia del v. 14s, procedente de un contexto distinto234, 14s ha sido introducida aqu por Mateo como suplemento aclaratorio al v. 122S5. A pesar de su claro contacto con oraciones judas y de ser asimismo judos casi todos los giros y los conceptos que integran el padrenuestro, no puede decirse que sea una oracin judia. De las oraciones judas se distingue tanto por su sucinta brevedad, como tambin por la ordenacin de los bienes a que se hace referencia y, no en ltimo lugar, por las cosas que en l no quedan mencionadas. El padrenuestro est, por su contenido, en completa consonancia con la doctrina de Jess, esto es, con la doctrina de que el reino de Dios es la nica cosa importante, con la recusacin de todo cuidado terreno, con su precepto del amor que no conoce el odio, con la doctrina de que antes de hablar con Dios hay que desterrar todo sentimiento de odio o de ira del corazn. Por eso merece con razn el nombre de resumen de todo el evangelio2Se. Su carcter propio y peculiar se hace precisamente claro por su comparacin con las oraciones judas a las que en su forma se asemeja. La tendencia patritica nacionalista de las dieciocho bendiciones y del kaddis, con su alusin contra el dominio romano (el reino de la violencia) y la maldicin de los incrdulos, le son absolutamente ajenos. En el padrenuestro no se ora por las cosas ge233. As en la Doctrina de los doce apstoles 8,2. 234. Cf. Me ll,25(-26). 235. En forma completa va ilustrado este pensamiento en la parbola de 18,23-35
236. TERTULIANO, De Orat. 1.
232. Cf. Mt 13,19.38s; cf. adems en el NT; f 6,16; Un 2,13s; 3,12; 5,18s; probablemente tambin Jn 17,15. 196
197
6,16-18
El ayuno
El ayuno
6,16-18
neralmente ms cercanas a los hombres, objetos de sus cuidados y sus deseos. En l falta todo lo mudable, casual, particular. Ninguna referencia al xito de las empresas humanas. Mencionadas quedan slo las cosas que, en toda situacin y tiempo, han de ser objeto de los deseos del cristiano; sobre todas ellas, la venida del reino de Dios, y para s mismo, el perdn de las deudas en el juicio, la preservacin de la tentacin y la liberacin del mal. La peticin del pan necesario para la vida es la nica que habla de cosas materiales, terrenas. Con todo no disuena dentro del conjunto, porque slo se refiere a lo necesario para el sustento de la vida que Dios mismo nos ha dado. Las oraciones judas son, en su comparacin, no slo ms largas, sino tambin ms especiales, ms humanas, ms terrenas. El nombre ntimo de Padre dado a Dios, tan grandioso en medio de su sencillez, que sera imposible en esta forma en una oracin juda, lleva ya en s la seguridad confiada de ser escuchado, un sentimiento que hace al orante dominar toda clase de desasosiego interior en el momento en que se pone ante la presencia de Dios. Esta seguridad de ser escuchado tiene adems su fundamento en el hecho de que el orante no hace ante Dios una exposicin de la multitud de sus propios pequeos deseos, sino que pide slo lo que es contenido de la voluntad salvfica de Dios. Y precisamente por esto es el padrenuestro una oracin comunitaria, incluso cuando es rezada por cada uno individualmente. Este carcter comunitario est ya contenido en la alocucin de Dios como Padre; Dios es el Padre de todos los hombres. Pero tambin en las peticiones hechas para s, habla el orante como miembro de la comunidad; falta todo yo aislante y, en su lugar, aparece siempre el nosotros, nuestro pan, nuestras deudas. Por esto, el padrenuestro es siempre una oracin tambin en favor de todos los dems. El ayuno 6,16-18 ^Cuando ayunis, no os pongis contristes, como los hipcritas, que fingen el semblante mustio, para que noten los hombres 198
16
que estn ayunando; en verdad os digo que, con ello, ya reciben su paga. " T, en cambio, cuando ests ayunando, unge tu cabeza y lava tu cara, 18 para que los hombres no noten que ests ayunando; sino tu Padre que est en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te dar la recompensa. Junto a la limosna y la oracin era el ayuno entre los judos \6 desde antiguo un ejercicio de piedad al que se otorgaba una alta consideracin237. El ayuno era en primer lugar una seal de duelo 23S, adems un rito de penitencia para alejar la ira divina 2S9. El gran da de la reconciliacin era al mismo tiempo el da principal de ayuno para los judos (cf. Lev 16). Una costumbre que se remonta a la poca de la cautividad babilnica era celebrar los aniversarios de fechas desgraciadas para la nacin, como das de ayuno y de duelo 2i0 . Despus de la catstrofe del ao 70 d.C. se celebraba cada ao con ayunos el 9 del mes ab, como fecha conmemorativa del suceso. El ayuno se practicaba tambin juntamente con la oracin 241 . Junto al ayuno pblico, ordenado ya por la ley mosaica o prescrito en ocasiones especiales (por ejemplo, en pocas de sequa) y al que estaban obligados todos 242 , se practicaba con extraordinaria frecuencia, sobre todo en el judaismo tardo, el ayuno privado, considerado tambin como meritorio ejercicio de piedad y como penitencia en favor del pueblo en su conjunto. Al ayuno pblico extraordinario se destinaban los das segundo y quinto de la semana y, por ello, acostumbraban las gentes especialmente piadosas a ayunar estos dos das durante todo el ao (cf. Le 18,12). El ayuno estricto comprenda abstencin absoluta de alimentos
237. Cf. com. a Me 2,18. 238. Cf. Gen 50,10; Jue 20,26; ISam 31,13; 2Sam 1,12; 3,35; IRe 21,27. 239. Cf. ISam 7,6; 2Sam 12,16 21-23; Is 58,lss; Jer 36,9; Jl 2,15; Esd 8, 21-23. 240. Cf. Zac 7,3s; 8,19 241. a . Dan 9,3; Jl 1.13s; Tob 12,8; Jdt 4,9ss; Est 4,16; IMac 3,47; 2Mac 13,12; Le 2,37. 242. Cf. Jl 2,12-17; Jon 3,7s.
199
El verdadero tesoro
6,19-21
desde la salida hasta la puesta del sol (como en la actualidad se practica todava en el Islam), y la omisin de lavarse y ungirse. El ayuno estaba considerado como una forma de duelo y ste exiga desfigurar el aspecto exterior243. Los hipcritas buscaban entonces llamar la atencin de los dems por este procedimiento en su ayuno privado, para ser alabados por su piedad. Pero con ello queda su obra piadosa privada de su valoi religioso segn el juicio de Jess, porque no se trata ya realmente de una humillacin del alma244, meritoria a los ojos de Dios, sino de un espectculo vano. 17s Jl discpulo de Jess por el contrario debe lavarse y ungirse cuando ayuna, esto es, cuidar su exterior como de costumbre o incluso arreglarse como para una fiesta o banquete245. Porque slo si evita el espectculo ante los hombres en su piadoso ejercicio, ser recompensado de Dios, que todo lo ve. Jess promete una paga de parte de Dios a la prctica recta del ayuno, lo mismo que a la oracin. Ello indica que lo reconoce en principio como una obra piadosa acepta a Dios; aunque l mismo no se adhiri al ejercicio frecuente del ayuno practicado por los fariseos y los discpulos de Juan (cf, 9,14-17), siendo censurado por sus adversarios a causa de su actitud poco asctica (cf. ll,18s). Slo despus de su bautismo por Juan en el Jordn ayun en el desierto durante 40 das (cf. 4,2).
cir que Mateo los ha tomado del contexto en que Lucas los ha conservado, para introducirlos en el sermn de la montaa. El punto de vista que da unidad a la seccin 6,19-34 es el de la relacin entre vida de piedad y solicitud terrena. Su fin es mostrar la manera en que la perfecta justicia o piedad, cuyas miras son nicamente el reino de Dios, debe actuarse en la vida cotidiana del discpulo y conducirle a la libertad interior frente a todo lo terreno. La relacin de esta seccin con la precedente con sus tres partes sobre la limosna, la oracin y el ayuno, es muy dbil. Comn a ambas es slo la idea de que el espritu del discpulo debe tener puestas sus miras en Dios y no en los hombres o en el mundo. El verdadero tesoro 6,19-21 (= Le 12,33s) No acumulis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los corroen, y donde los ladrones perforan las paredes y roban. 20 Atesorad, en cambio, tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre los corroen, y donde los ladrones no perforan las paredes ni roban; 21 porque all donde est tu tesoro, all estar tambin tu corazn. La sentencia de los v. 19s, construida en forma simtrica, apela 19s a la sana razn humana (cf. Le 14,5). El corazn del hombre siente el ansia de un tesoro cuya posesin le haga feliz. Jess no quiere privar al discpulo de este sentimiento de felicidad. Slo que el discpulo no debe amontonar tesoros efmeros, que puedan fcilmente perderse. Con ello se hace referencia a vestidos costosos y tejidos de mucho precio, expuestos a ser destruidos por la polilla248 y a joyas de oro, piedras preciosas y perlas, que pueden ser robadas. El que pone todo su empeo en la adquisicin de estos valores, procede como un loco, ya que hay otros no expuestos a ser perdidos, y porque como ensea la experiencia, el hombre pierde su corazn precisamente en las cosas objeto de sus aspiraciones.
246 Cf. Is 50,9; 51,6 8; Sal 39(38)12; Sant 5,2 201
19
Sobre los tesoros y la solicitud terrena 6,19-34 Mateo ofrece, a continuacin, una serie de varios grupos de sentencias, que se encuentran tambin sin excepcin en Lucas, pero en contextos diferentes. Los dos grupos ms importantes (v. 19-21 y 25-34) van tambin juntos en Lucas, slo que en orden inverso (12,22-31.33s). Esto y la observacin de otros detalles hacen dedu243. Cf. 2Sam 12,20; 14,2; 19,25; Dan 10,3. 244. Cf. Lev 16,29.31; Is 58,3.5; Sal 35(34)13 y passim. 245. Cf. Am 6,6; Sal 23(22)5; 45(44)8; Ecl 9,8; Cant 1,3. 200
6,19-21
El verdadero tesoro
6,22s
A diferencia de Le 12,16-21, donde la idea es, que el hombre mismo es efmero y en su muerte se ve forzado a dejar aqu todas sus posesiones, habla Mateo de la caducidad de los tesoros terrenos. Tras las palabras de Jess se esconde la idea de que el allegar y amontonar bienes terrenales surge de la aspiracin a proporcionarse seguridad, del afn de liberarse de la preocupacin por el futuro. Y a esta idea se contrapone la siguiente: la posesin de bienes terrenales est muy lejos de traer la liberacin de las preocupaciones, al contrario, es precisamente la fuente de ellas, ya que estos bienes estn expuestos al peligro de ser perdidos. A pesar de que la doctrina de Jess sobre la recompensa en el cielo no coincide con la correspondiente enseanza juda 24T, aqu sus palabras siguen, del todo, la idea expresada con frecuencia tambin en la literatura juda, de que las obras piadosas y agradables a Dios, por ser de l recompensadas, son guardadas en el cielo como un tesoro24S. 21 El v. 21 suena a refrn y da a entender que no slo es insensato, sino adems imposible el dirigir la ambicin al mismo tiempo a bienes terrenos y celestiales. De este pensamiento no se encuentran paralelos en la literatura juda. El judaismo vea en las riquezas una bendicin de Dios 249, y no poda, por tanto, encontrar contradiccin en el hecho de querer allegar, al mismo tiempo, tesoros en la tierra y en el cielo. Aun ms, los judos tenan la creencia, de que hay obras piadosas como la limosna250 y las obras de caridad 25 \ por medio de las cuales es posible agenciarse un capital en el cielo y recibir, al mismo tiempo, rditos en la tierra 252. Por eso no tienen el mismo sentido que las palabras de Jess afirmaciones judas que suenan semejantemente, como, por ejemplo, las del rey Monobazo convertido al judaismo: Mis padres han amontonado tesoros en un lugar, donde las manos de los hombres tienen
247. 248. 249. 250. 251. 252. Cf. Cf. Cf. Cf. Cf. Cf. com. a Mt 20,1-16. Mt 19,21; 4Esd 7,77; 8,33; Bar sirio 14,12; 24,1. el exc. despus de Me 10,27. com. a Mt 6,2. com. a Mt 25,35s. Misna, Pea i, 1. 202
poder sobre ellos, pero yo los he amontonado en un lugar donde la mano del hombre no puede nada.253 Para Jess no existen rditos terrenos de las obras de caridad. El pensamiento contenido en el v. 21 es en cambio corriente entre los filsofos griegos254. Con todo, los bienes contrapuestos por stos a la efmera riqueza son de carcter terrenal humano, aunque tambin espiritual moral, como la sabidura, la amistad, la riqueza de la vida interior; en el evangelio, en cambio, se contraponen entre valores celestiales y terrenos. En el evangelio, el tesoro es la vida eterna consistente en la comunidad con Dios. Lucas ha dado al texto de este verso una configuracin muy distinta, con arreglo a su tendencia en favor de los pobres. En el texto de Lucas se dice, adems, cmo es posible agenciarse un tesoro inagotable en el cielo, a saber, convirtiendo las propias riquezas en limosnas. Es evidente que Mateo conserva en este caso la forma originaria del pasaje.
Los ojos, lmpara del cuerpo 6,22s(= 11,34-36) La lmpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo est sano, todo tu cuerpo estar iluminado; 23 pero, si tu ojo est enfermo, todo tu cuerpo quedar en tinieblas. Y si la luz que hay en ti es tinieblas, qu densas sern las tinieblas! Esta sentencia, transmitida probablemente en su origen de manera aislada, ha sido colocada en este lugar por Mateo, no sujetndose sin violencia a la conexin lgica con los v. 19-21 buscada por el evangelista. Su texto, adems, ofrece dificultades ya considerado en s mismo, sin referencia al contexto en que va incorporado. A primera vista parece claro que en ella se habla de los ojos corporales y de su significacin para todo el cuerpo. Los ojos
253. Toseft, Pea iv, 18. 254. Cf. por ejemplo. Scrates en JENOFONTE, Memor. iv, 2.9; EPICTETO. Diss. II. 22.19. 203
22
6,22s
6,24
son la lmpara del cuerpo, por lo cual de su estado depende el del cuerpo entero. Si los ojos estn sanos, todo el cuerpo estar tambin difano, pero si estn enfermos, cegados, tambin el cuerpo entero, en tinieblas, andar a tientas en la obscuridad. El v. 23b trae la aplicacin, la transposicin del pensamiento al dominio de la vida religiosa o moral. Los ojos fsicos son la figura de un rgano espiritual que tiene para la vida religiosa o moral del hombre una funcin semejante a la que los ojos cumplen con el cuerpo; este rgano espiritual es el corazn, sede del pensar y del querer. Pero con esta interpretacin de la sentencia no se avienen los dos predicados que aqu se atribuyen al ojo. Literalmente se habla del ojo sencillo (uXoS?) y del malo. El trmino sencillez no se utiliza nunca referido a la salud, sino que con la sencillez de los ojos se quiere dar a entender la rectitud, la falta de egosmo o, tambin, el espritu de servicio255. En los TestXII la sencillez o simplicidad (7tXT]?) es la virtud moral ms importante256. Por otra parte el sentido para la expresin de ojo malo lo determina el uso lingstico judo257, como smbolo de la envidia, la ambicin, la rivalidad, la alevosa y el egosmo. Segn esto parece pues, que no se habla para nada en la sentencia de los ojos corporales, sanos o enfermos, sino nica y exclusivamente de un rgano de la vida espiritual, del corazn sencillo o malo. As entendida, la sentencia encajara en el contexto en que la pone Lucas aunque tampoco all es ste su sentido pero no en el de Mateo. En Mateo, a pesar de que el texto griego habla de ojo sencillo, hay que pensar ms bien en los ojos fsicos sanos o enfermos, que quedan entendidos despus, en la aplicacin de la sentencia (v. 23b), como smbolo del corazn. As como el cuerpo por medio de los ojos, as el hombre todo recibe la luz del corazn. Y, como soporte de unin lgica entre la sentencia y los versos que preceden debe sobreentenderse este pensamiento del evangelista: sanos son los ojos espirituales del hombre slo cuando estn dirigidos, de manera total y absoluta, al tesoro celestial, esto es a
255. Cf. Rom 12,8; 2Cor 8,2; 9,11.13; Sant 1,5. 256. Cf. TestRub 4,1; TestSim 4,5; TestLev 13,1 y especialmente Testls 4. 257. Cf. ISam 18,9; Eclo 14,10; 31(34)13; Mt 20,15; Me 7,15. 204
Dios. En cambio el ciego espiritual, cuyo corazn esta obscurecido para Dios, no ve meta o fin alguno para su vida, y cae en el caos moral absoluto (ct. Rom 1,18ss).
El servicio de Dios no admite compromisos 6,24 (= Le 16,13) vNadie puede servir a dos seores; porque o aborrecer al uno y amar al otro, o se interesar por el primero y menospreciar al segundo. No podis servir a Dios y a Mamn. Esta sentencia enlaza directamente, si se prescinde de la seccin precedente, con los v. 19-21, y les da su motivacin final. Con ello queda tambin al mismo tiempo explicado el sentido de los v. 22s. Nadie puede ser, como esclavo, posesin de dos seores y servirlos a los dos al mismo tiempo con la misma entrega. Jurdicamente era de hecho posible el caso de que un esclavo, por ejemplo por herencia, llegara a pertenecer en comn a dos seores, caso que en la realidad llevaba necesariamente a la confirmacin de las palabras aqu pronunciadas por Jess. El esclavo no puede, en modo alguno, darse con la misma entrega a los intereses necesariamente distintos de dos dueos, sino que siempre preferir a uno en la diligencia de sus servicios y en su inclinacin interior, y postergar al otro (ste es el sentido de amar y odiar 258). Con ello queda tambin descrita la situacin del hombre frente a Dios y a Mamn. Dios y Mamn son dos seores en oposicin inconciliable, que exigen al hombre, los dos de una manera absoluta, para s y que, por lo mismo, hacen imposible para ste toda clase de divisin entre ellos, todo compromiso que quisiera avenirse a las exigencias de ambos. Dios exige la entrega total del corazn del hombre, que le pertenece de manera absoluta como a su Seor. Pero tambin Mamn acostumbra a hacer del honhbre su esclavo, que queda absorbido de manera total en su servicio.
258. a . Gen 29,31; Dt 21,15-17 y Mt 10,37 junto a Le 14,26.
24
205
6,25-34
6,25-34
Esta famosa frase con su sabor a refrn y la claridad de su tono, que excluye todo intento de violentar o debilitar su sentido, cuenta entre las ms importantes de todo el evangelio. Mamn aparece tambin aqu, no slo en Le 16,9ss, como el injusto, el enemigo del hombre, que pone en peligro su salvacin 259, mientras que, en el uso de los rabinos, tal trmino sirve simplemente para designar, sin ningn matiz despectivo, la hacienda del hombre, y no designa an el concepto de riqueza acumulada. Jess, en cambio, ve en ello un poder demnico, capaz de engaar (cf. Me 4,19) y de sojuzgar al hombre con su apariencia de valor. Dios, segn la doctrina de Jess, exige al hombre para s de manera incondicional y completa; Mamn (cf. f 5,5; Col 3,5) es, por su parte, un peligroso dolo; por eso, el veredicto pronunciado por Jess no puede tener otra forma que la ofrecida aqu.
Buscad primero el reino y su justicia, y todas esas cosas se os darn por aadidura. M No os afanis, pues, por el da de maana; que el da de maana se afanar por s mismo. Bstele a cada da su propio afn. Esta seccin la ofrece Lucas, con excepc:n del ltimo versculo, inmediatamente antes de la sentencia sobre el allegar tesoros (Mt 6,19-21), en conexin con la parbola del rico insensato (12, 13-21). Es, al menos, probable que la parbola y el presente pasaje hayan estado histricamente una a continuacin del otro, de donde se sigue que Mateo tom de la totalidad del texto, que Lucas conserva en su forma originaria, el trozo que se adaptaba a la ordenacin lgica del sermn de la montaa: la moral de la parbola. Esta conexin con la parbola del rico es de gran significacin para la interpretacin del pasaje. De ello se sigue que la solicitud, de la que Jess quiere liberar al discpulo, no es slo la solicitud angustiosa del pobre, expuesto de continuo a la tortura del problema de su existencia propia y la de los suyos, sino tambin la solicitud del rico, que en medio de todas sus riquezas cree no tener an bastante. Se trata de no perderse en la solicitud por lo terrenal, peligro al que estn expuestos tanto el rico como el pobre. A esta inquietud y solicitud por lo terrenal, se opone como nicamente importante y justificada la solicitud por el reino de Dios. El lugar que Mateo asigna al pasaje, tras la sentencia sobre el servicio a Dios y a Mamn, es una prueba de que tambin l lo ha entendido en este sentido. No se trata pues slo de una glorificacin del optimismo confiado y piadoso; la meta a la que el razonamiento todo va dirigido es que la mentalidad del discpulo debe tener puestas sus miras en el reino de Dios. El giro por eso pone en relacin el trozo con la sentencia 25 anterior y significa aqu: Dios reivindica al hombre de manera absoluta para s, por eso no debe perderse en la solicitud por la comida y el vestido. Ello no supone todava culto de Mamn, pero es algo que, de suyo, va en la misma direccin. Lo mismo que el rico se ve del todo absorbido por sus riquezas y por la solicitud
207
Confianza en la divina providencia 6,25-34 ( = Le 12,22-31) Por eso os digo: No os afanis por vuestra vida: qu vais a comer [o qu vais a beber]; ni por vuestro cuerpo: con qu lo vais a vestir. No vale ms la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? 2" Mirad las aves del cielo: no siembran ni siegan ni recogen en graneros; sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. No valis vosotros mucho ms que ellas? 27 Quin de vosotros, por mucho que se afane, puede aadir un solo codo al hilo de su vida? 2S Y acerca del vestido, por qu os afanis? Observad los lirios del campo, cmo crecen; ni se fatigan ni hilan. 29 Pero yo os digo: ni Salomn en todo su esplendor se visti como uno de ellos. 30 Pues si a la hierba del campo, que hoy existe y maana se echa al horno, Dios la viste as, no har mucho ms por vosotros, hombres de poca fe? 31 No os afanis, pues, diciendo: Qu vamos a comer, o qu vamos a beber, o con qu nos vamos a vestir? 3 2 que por todas estas cosas se afanan los gentiles , porque bien sabe vuestro Padre celestial que tenis necesidad de todas ellas. 259. Cf. el exc. despus de Me 10,27. 206
25
6,25-34
6,25-34
de conservarlas y aumentarlas, as tambin el pobre a quien en primera lnea va referido el trozo, se ve inquietado por la solicitud de su sostenimiento. La condenacin de esta inquietud queda hecha por medio de la conclusin de lo mayor a lo menor. Dios ha dado al hombre lo ms grande, la vida y el cuerpo, as tambin se cuidar de lo ms pequeo, lo necesario para su sostenimiento. 26 Esta conclusin se vuelve luego a probar de nuevo en sus dos partes (manutencin, v. 26, y vestido, v. 28-30) por la comparacin con la naturaleza, que es tambin obra de Dios. La naturaleza es un pregn de la bondad de Dios. Las aves del cielo (los pjaros que vuelan libremente por los aires)2eo son alimentadas por l, que sostiene as su vida, a pesar de que no ponen por obra ninguno de los trabajos por los que el hombre procura su manutencin. De este hecho tan evidente se deduce, por una nueva conclusin, de lo menor a lo mayor (cf. 10,29^31), que entonces Dios, como padre bueno, mantendr tanto ms la vida de los hombres. 27 El v. 27 introduce un pensamiento nuevo, que se adapta bien al tema general, pero que interrumpe la continuidad entre el v. 26 y los v. 28-30. La solicitud por el alimento y el vestido no es slo falta de confianza en el Padre celestial, sino que adems carece, en absoluto, de objeto, porque no se consigue nada con ella. Nadie puede alargar su vida ni un segundo ms de la medida determinada por Dios (cf. Sal 39[38]6). Menos probable, aunque lingsticamente posible, es la interpretacin de que se trata de la estatura corporal, en lugar de la duracin de la vida, con lo que la frase recibe un matiz irnico. 28s El v. 28 contina el pensamiento iniciado en el v. 26. Igualmente infundada que la solicitud por el aumento, es la solicitud por el vestido. La demostracin queda hecha de nuevo por una conclusin de lo menor a lo mayor. Con la hermosura con que Dios viste los lirios del campo (cf. Os 14,6; Cnt 2,1), esto es, las anmonas purpreas (cf. Cnt 5,13) y los lirios silvestres, no puede medirse ni el mismo rey Salomn revestido de prpura, tipo proverbial bblico del lujo y la riqueza261. Estas flores quedan
260. Cf. Gen 1,26; Dan 2,38. 261. Cf. IRe 9,26-10,29; 2Par 9,15-28
208
aqu, para destacar su poco precio, contadas entre la hierba entre la que crecen, que ya en el AT era un smbolo de la caducidad 262 y, adems se utilizaban en Palestina, por la escasez de lea, como material de combustin. Falta de fe supone, pues, que el hombre, cuyo valor es tanto ms grande a los ojos de Dios, se pierda en la solicitud por el vestido, en lugar de confiar en la providencia del Creador. El v. 31 describe, no los sibaritas absorbidos del todo en sus 31 pensamientos y deseos por los placeres terrenales, sino los espritus timoratos, los pusilnimes (v. 30). El v. contiene, pues, la consecuencia de todo lo dicho anteriormente. Esa solicitud tan terrena es cosa de paganos. Los paganos, que 32 no saben nada de Dios, nuestro Padre celestial, slo conocen inquietudes e intereses del ms ac, su comercio y sus negocios como los griegos, sus fines polticos como los romanos. El discpulo de Jess en cambio tiene que saber que el Padre celestial conoce lo que los hombres necesitan, y por ello se lo da. La entera confianza en Dios y no la propia laboriosidad es lo que descarga de cuidados al discpulo. El discpulo no tiene sino una inquietud lcita y de importancia, 33 la solicitud por el reino de Dios y como Mateo aclara a continuacin su justicia, esto es la justicia exigida para entrar en el reino (cf. 5,20). Lucas (12,31), en quien falta la palabra primero, ha conservado la formulacin ms enrgica y, por ello, originaria de esta importante frase. En Mateo se transparenta en el fondo el pensamiento del juicio escatolgico, en el que ser la justicia, esto es el cumplimiento de la voluntad divina, el motivo que decidir la entrada en el reino (cf. 7,21). Tampoco en Mt puede interpretarse el primero, como si hubiera junto a la bsqueda del reino de Dios otro cuidado de importancia secundaria. Ello estara en contradiccin tanto con la idea central de todo el pasaje, como con la promesa del v. 336 (cf. tambin 13,44). Dios reivindica al hombre, de manera absoluta, para s y no tolera a su lado rival alguno de orden terreno. Dios, por ser no slo el creador, sino tambin el sostenedor
262. Cf. Is 40,6 = IPe 1,24; Sal 37(36)2; 90(89)5s; 102(101)12; 103(102)15. 209
Pw C \A 1A
6,25-34
6,25-34
de la vida del hombre, da a ste todo lo que necesita para vivir (el giro impersonal pasivo se os darn por aadidura sirve como perfrasis para evitar el nombre de Dios 2<13). 34 El v. 34 no es, al menos en su origen, la conclusin que resume todo el trozo, como se desprende de su falta en el texto paralelo de Lucas y del hecho de que tras el v. 33, con su tono enrgico y tajante, no se espera ya nada ms. Tampoco es el punto de vista central en l la oposicin entre solicitud por lo terrenal y la solicitud por el reino de Dios. Se trata ms bien de una regla de vida, que se encuentra tambin en las literaturas egipcia, juda, griega y romana, como simple norma de prudencia. Tanto en un caso como en otro, queda fundada la necedad del inquietarse por el maana, con el motivo de que con ello slo hace aumentarse el apuro del da presente. Lo importante es si tal despreocupacin se basa slo en ligereza, en el afn de asegurarse el goce incontaminado del momento26*, como en poetas griegos y latinos por ejemplo, Anacreonte y Horacio, o en un sentimiento de resignacin, como en el estoicismo, o en fin en la fe viva en Dios (Schniewind). Slo en este ltimo caso pierde la sentencia su tono pesimista y fatalista. La recta comprensin del pasaje en su conjunto es slo posible teniendo en cuenta que todo el acento recae en el pensamiento expresado en el v. 33: no hay ms que una solicitud verdaderamente importante, la solicitud por el reino de Dios. Los cuidados por el sostenimiento de la vida no deben, pues, atar al hombre a esta tierra. Para liberar al hombre de esta inquietud, se remite al hecho de la providencia de Dios en la naturaleza, que es creacin suya. Dios sostiene y viste los animales y las plantas, a pesar de que en oposicin al hombre no trabajan ni allegan. Y si Dios sostiene con su bondad la creacin irracional, la consecuencia que de ello se sigue para el discpulo es que mucho ms su vida descansa en las manos de Dios, que Dios ha tomado por l el cuidado de asegurarle su vida. Adems sin Dios o contra Dios, tampoco le es po263. Cf. Mt 5,4.6.7.21.33; 7,1.7; 12,32; 19,11 y passim. 264. Cf. Is 22,13 = ICor 15,32; lo mismo en Epicuro (PLUTARCO, De tranquillitate animi 16). 210
sible al hombre asegurarse l mismo su propia vida (cf. Le 12,13-31). Con ello no queda dicho que no haya obstculos que puedan oponrsele. Para no interpretar el texto falsamente hay que unir con l tambin 10,29-31 y entonces su sentido es: ocurra lo que ocurra, es Dios quien lo ha dispuesto, es por tanto una cosa buena. El pasaje no contiene una recusacin radical del trabajo ni tampoco de la cultura; los pjaros, los lirios y la hierba, que no trabajan y son, a pesar de ello, sostenidos por Dios, no son un modelo de la inactividad, sino nombrados como prueba visible de la providencia divina que abarca hasta las criaturas mas insignificantes. Jess no invalida pues aqu la orden divina de Gen 3,17-19: Comers el pan con el sudor de tu frente, ni declara el trabajo como moralmente malo, una vez que l mismo haba trabajado la mayor parte de su vida como artesano (13,55). Lo que Jess exige aqu no es una actitud externa, de piadosa inactividad quietista, por amor al reino de Dios, sino la actitud interior de la confianza filial. Tambin la filosofa estoica 285 postula la liberacin de las inquietudes, basndola en la doctrina de la providencia, que ha dotado a cada criatura con lo necesario para la vida, y sobre todo en la doctrina de la libertad del sabio, que encuentra el sentido de su vida en su vida interior, hacindose as independiente del destino externo. A pesar de todo, es slo aparente la coincidencia de su doctrina con el evangelio. Porque la fe estoica en la providencia es slo un postulado de la filosofa, su concepto de Dios sigue siendo pantesta. Para ellos no hay un padre bueno en el cielo 266 . Y en su filosofa, en lugar del reino de Dios est, como meta, la realizacin del ideal de moralidad y felicidad de la persona humana. En fin de cuentas la concepcin del mundo estoico conserva un rasgo pesimista, cuya expresin es su principio de que si la vida resulta insoportable, est siempre la puerta abierta para abandonarla y tomar as el camino de la libertad. An menos que el cap. 6 puede entenderse el siguiente cap. 7 como una unidad mantenida por el hilo de un nico pensamiento
265. 266. Cf., por ejemplo, EPICTETO, Diss. i, 9,7-9; 16,1-8; m, 26,27s& Cf. p. 184s.
211
7,1-5
Prohibicin de juzgar
Prohibicin de juzgar
7,1-5
rector. Se trata ms bien de una yuxtaposicin de diversos trozos independientes, que, como prueba la comparacin con Lucas, han sido introducidos por Mateo en el sermn de la montaa.
Prohibicin de juzgar 7,1-5 (=Lc 6,37-42) 2Vo juzguis y as no seris juzgados; 2 porque con el juicio con que juzguis seris juzgados, y con la medida con que midis seris medidos. 3 Por qu te pones a mirar la paja en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que tienes en el tuyo? * O cmo eres capaz de decirle a tu hermano: "Djame que te quite la paja del ojo", teniendo t la viga en el tuyo? 5 Hipcrita! Qutate primero la viga de tu ojo, y entonces vers claro para quitar la paja del ojo de tu hermano. En Lucas, esta percopa se encuentra tambin en su texto del sermn de la montaa, donde sigue inmediatamente al pasaje sobre el amor a los enemigos (Mt 5,43-48), con el cual se relaciona porque el hecho de juzgar sobre las faltas del prjimo, aqu condenado, est asimismo en relacin de carcter negativo con el precepto del amor. No parece probable que se trate de una invectiva contra los fariseos. ls Juzgar se refiere aqu, no a la actividad oficial del juez, sino a la condena y la crtica del prjimo, y queda reprobado no slo por ser difcil, o mejor imposible, el juzgar con rectitud a otro hombre, sino con miras al juicio escatolgico de Dios, que es el juez nico. Quien se erige en juez del prjimo, usurpa un derecho que slo a Dios pertenece. El discpulo tiene que tener presente, que l mismo es quien tiene que ser sometido a juicio. El v. 2, que sirve de motivacin al v. 1, contiene una frase familiar a los oyentes, que tiene muchos paralelos, iguales o semejantes, en la literatura juda tarda 26T. Con todo, el sentido de la frase no es el mismo en labios de
267. Por ejemplo, Mi'sn, Sota i, 7. La construccin pasiva en los v. 1 y 2 sirve de nuevo como perfrasis del nombre de Dios; cf. com. a Mt 6,33. 212
1
Jess que en labios de los rabinos, para quienes era slo una simple norma de prudencia (quien juzga con benevolencia a los dems, se gana el derecho de un juicio benigno tambin para s). Jess en cambio no dice: Utilizad una medida benigna al juzgar a los dems hombres, medid con medida de bondad, y as proceder Dios una vez con vosotros segn esa misma medida, sino que las palabras de Jess son stas: No juzguis en absoluto. Los hombres sern todos juzgados segn sus obras (cf. 16,27), y tambin como reconocan asimismo los rabinos segn la misericordia (= bondad) de Dios. Por eso, el v. 1 no pretende decir que slo el que juzga a su prjimo caer bajo el juicio de Dios, sino que esta intromisin en los derechos divinos traer consigo un juicio especialmente severo por parte de Dios. Tampoco la interpretacin del v. 2 puede extremarse en el sentido de que se quiera ver en l una relacin estrictamente exacta entre culpa y castigo. Lo que se afirma es slo la existencia de una relacin entre el juicio divino y la conducta del hombre frente a su prjimo. El medir del v. 2 es slo una imagen para el concepto de juzgar, ya que la frase va en paralelismo sinnimo con el v. 2a. En el texto paralelo Le 6,38 toma la frase un sentido diferente, por su relacin con el v. 38a. Otro sentido tambin diferente tiene en Me 4,24, como una exhortacin a prestar atencin a lo que se oye. Mateo es seguramente quien conserva el sentido originario de la frase. La parbola de 18,23-35 simboliza un pensamiento parecido, pero no igual268. En estrecho contacto con el juzgar al menos en la actitud en ello 3-5 manifestada, est la mana del querer mejorar a los dems, que en s viene a equivaler a una acusacin. Tal proceder no surge del amor al prjimo, sino de la engaosa conciencia de la propia virtud. La alegora de la brizna y la viga en el ojo, tan sugestiva por la consciente exageracin de su forma289, es de tono probervial y se encuentra tambin en los rabinos as como en escritores griegos, latinos y tambin indios. La hipocresa " consiste en que, el que critica al
268. Cf. tambin Sant 2,13. 269. Como en Mt 19,24; 23,24. 270. Cf. com. a Le 12,1.
213
7,6
No profanar lo santo
7,7-11
otro, con su celo en contra del mal no empieza por un sincero examen de su propia conciencia. No profanar lo santo 7,6 -No deis lo santo a los perros, ni echis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas, y luego se revuelvan para destrozaros a mordiscos.
6
de los misterios cristianos a los incrdulos, sobre todo de la eucarista 274. A continuacin siguen tres prescripciones diferentes, que no tienen enlace lgico ni con lo que precede, ni entre s; de ellas slo la segunda, la regla urea, se encuentra tambin en Lucas en el sermn de la montaa. Exhortacin a la oracin confiada 7,7-11 ( = * L c 11,9-13) Pedid, y se os dar; buscad, y encontraris; llamad, y se os abrir. 8 Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. 9 Quin de vosotros, si su hijo le pide pan, le dar una piedra? 10 O si le pide un pez, acaso le dar una serpiente? u Si vosotros, pues, que sois malos, sabis dar a vuestros hijos cosas buenas, con cunta ms razn vuestro Padre que est en los cielos dar cosas buenas a los que le piden? El criterio por el cual Mateo ha colocado este pasaje precisamente en este lugar, no esta claro, pero merece atencin el hecho de que, en Lucas, sigue inmediatamente al padrenuestro (slo con el intermedio de la parbola del amigo importuno que falta en Mateo278). Tambin ha sido Mateo el primero en introducir el padrenuestro en el sermn del monte (6,9-13). Dado el aspecto en que en Mt 6,5ss se habla de la oracin, no encaja el presente pasaje en el cap. 6, lo cual es quiz el motivo, por el que se le hace seguir ahora. En l no se habla de la materia de la oracin, sino nica y exclusivamente de la seguridad de ser en ella atendido, basada en la bondad paternal divina. En los v. 9s y 11 Mateo ofrece, frente a Lucas, el texto ms originario. Pan y peces son los alimentos corrientes del pueblo en Palestina (cf. 14,17). La piedra y la serpiente son probablemente nombrados por su posibilidad de ser confundidos con un pan o un pez.
274. 275. Cf. TERTULIANO, De praescr. 41,1.2; CIPRIANO, Test, m, 50. Le 11,1-4.5-8.9-13.
7
Esta sentencia slo est en relacin muy dbil con lo anterior y previene un falso celo de conversiones y proselitismo. Perros y cerdos son nombrados juntos con frecuencia, tambin en otros lugares (cf. 2Pe 2,22), como animales impuros y abominables 271. La primera parte de la sentencia tiene un tono cultual, puesto que haba un mandato expreso que deca: No se rescata lo santo (esto es, la carne del sacrificio m ) , para darlo a comer a los perros. Y el dar perlas a los cerdos sera absurdo, y a veces hasta peligroso. As tampoco deben los discpulos dar participacin del don precioso y santo del evangelio a los que de l son indignos, cosa que sera no slo intil, tratndose de hombres cnicos, sino tambin una profanacin y disipacin de lo santo que slo traera consigo escarnio y afrenta. La frase no puede ser considerada como prohibicin de misionar entre paganos, porque Jess nunca utiliza la designacin rabnica de perros y cerdos para los paganos 27S y porque, adems, estara entonces la frase en contradiccin con 8,1 ls y 28,19. El pensamiento fundamental tiene muchos paralelos en el AT (Prov 9,7), en la literatura juda, en los filsofos griegos (no se debe arrojar la sabidura al vulgo) y en la disciplina arcana del culto de los misterios. Desde la Doctrina de los doce apstoles (9,5) ha sido empleada esta frase con frecuencia como fundamento para excluir
271. Cf. ISam 17,43; 24,15; 2Sam 3,8; 9,8; 16,9; Prov 26,11; el cerdo era adems levticamente impuro; cf. Lev 11,7; Dt 14,8. 272. Cf. x 29,33; Lev 2,3; 22,10-16; Nm 18,8-19. 273. Tampoco en Mt 15,26 = Me 7,27. 214
215
Exhortaciones nales
7,13-27
La regla urea 7,12 (= Le 6,31) Por eso, todo cuanto deseis que os hagan los otros, hacedi tambin vosotros con ellos. Porque sta es la ley y los profetas. Esta famosa frase, en la que, segn el texto de Mateo, van contenidos la ley y los profetas, esto es, el AT entero en cuanto revelacin de la voluntad de Dios en materia de moral278, queda relativamente bien relacionada con el pasaje sobre el juzgar (7,1-5), si se dejan a un lado los v. 6 y 7-11, procedentes de otros contextos. As como, segn 22,34-40, el doble mandamiento del amor a Dios y al prjimo constituye el compendio de la ley, la esencia de la religin y la moral, asi tambin es la regla urea (designada as a partir del siglo XVIII), la norma para la puesta en prctica del amor al prjimo. No es que el amor a s mismo sea en modo alguno el motivo para el amor a los dems, que por el contrario es, si corresponde al mandato de Jess, absolutamente libre de egosmo; pero el amor a s mismo ha de ser la norma por la que se gue la prctica del amor a los otros. De lo que a uno mismo agrada o duele en la manera de portarse los dems frente a nosotros, podemos sacar la medida ms segura para la propia manera de portarnos con ellos. Tal principio no est slo en el evangelio, sino que se encuentra tambin en el judaismo desde poca precristiana 2 ", tambin en el mbito cultural grecorromano desde Homero 2 " 8 y Tales279, en la India, China (en Laotse y Confucio) y el islam, a veces en forma positiva (como en el evangelio), otras en forma negativa (como en Hilel). Es un hecho indiscutible que tales testimonios extendidos por crculos culturales tan distintos y tan lejanos geogrcamente 276. Cf. com. a Mt 5,17. 277. Cf. Tob 4,15, Epstola Aristeae 207 y, especialmente, la sentencia del rab Hilel: No hagas a nadie lo que te desagrade a ti; aqu est la ley entera, todo lo dems no es sino comentario (Talmud bab., Sabb. Ha). 278. HOMERO, Od. 5,188s. 216
12
unos de otros no pieden reducirse a influencias mutuas ms que en un grado muy pequeo; se trata, pues, ms bien de una nocin fundamental de la conciencia tica, que no es originaria de un lugar solo. En cambio es objetivo de vivas disputas, la cuestin de si existe una distincin tambin real y objetiva entre las dos formas de la regla urea, esto es, si la forma positiva representa un nivel moral ms elevado que la negativa. En la Iglesia antigua no se advirti tal distincin, como atestiguan por ejemplo la Doctrina de los doce apstoles (1,2) y los Hechos apcrifos de Toms 28, que citan la regla en forma negativa y como palabras del Seor. Una distincin real no se da tampoco, ya que, en materia de moral, el no hacer algo supone ya un hacer 28 \ es expresin de una determinada actitud tica. Tanto una forma como la otra pueden entenderse, segn el contexto en que se coloquen, o como norma del amor al prjimo, o tambin como principio de una moral utilitaria atenta slo al propio provecho. Este ltimo sentido tiene la regla slo en el caso de que se entienda que al actuar se espera el mismo proceder precisamente de la persona a quien se ha tratado bien, pero no entendindola como norma para la manera de portarse con todos los hombres en general. Para nada queda referido en la regla el motivo que introduce al obrar moral, y que reside en el amor a Dios o en el pensamiento del juicio futuro.
Exhortaciones finales 7.13-27 Las cuatro secciones siguientes, v. 13s.l5-20.21-23.24-27, que encontramos, slo en parte, tambin en Lucas en el pasaje correspondiente del sermn de la montaa tienen que ser entendidas como conclusin del sermn en su conjunto.
279. En DIGENES LAERCIO 1, 36.
280 Hechos apcrifos de Toms, 83; cf. tambin el texto occidental de Act 15,29. 281. Cf. Mt 25,41-44 y especialmente Me 3,4.
217
7,13s
7,15-20
Los dos caminos 7,13s (= Le 13,23s) ^Entrad por la puerta estrecha; que es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdicin, y son muchos los que entran por ella; li y es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que la encuentran. En el contexto de Mateo esta sentencia tiene por finalidad poner de relieve las dificultades que la prctica de las enseanzas del sermn de la montaa encierra en s. 13 La puerta y el camino hay que entenderlos como dos smbolos distintos de un mismo significado, que no pueden ser referidos el uno al otro en relacin de dependencia. La puerta no es, pues, ni el fin del camino ni tampoco su principio. En Le 13,13 se habla slo de la puerta estrecha. Parece que hay que suponer que ha sido Mateo quien ha aadido la imagen ms usual de los dos caminos, que es la que lleva el acento en su texto. El smbolo de los caminos era usual en el AT 281 y en el judaismo281b, y tambin entre los griegos 282, especialmente entre los socrticos y los estoicos. En la Biblia y en el judaismo, con ello se hace referencia al modo como el hombre, en lo religioso y en lo moral, dirige su propia vida 28S; entre los griegos, en cambio, se trata del camino de la virtud (pe-rf)). 14 El v. 14 no tiene que ser entendido como motivacin del 13, sino paralelo a l. Mientras que el camino que lleva a la perdicin es ancho y cmodo, y grande el nmero de los que por l van; es angosta la puerta por la que se entra a la vida, y el camino a la vida es estrecho, esto es, dificultoso. Slo el encontrar el camino es ya difcil y son pocos los que lo consiguen. El encontrar el camino
281a. Cf. Jer 21,8; Sal 1,6; 139(158)24; Prov 28,6.18. 2816. Cf., por ejemplo, Henoc eslavo 30,15; 4Esd 7,7; FILN, De ebr. 150; cf. tambin Doctrina de los doce apstoles 1-6; Carta de Bernab 18-20. 282. Desde HESODO, Op. et dies 287-90. 283. a . Prov 2,12; 3,6; 4,19; 7,25, etc.; Job 13,15; 17,9; 23,10; Sal 1,1.6; Eclo 2,12 y passim. 218
13
es cosa de la fe, porque slo quien por medio de la fe reconoce a Jess como Mesas, puede reconocer tambin los mandamientos por l predicados como el camino propuesto por Dios para la salvacin. Esta frase es sin duda una de las ms sombras de todo el evangelio y del NT en general, y su tono recuerda la manera pesimista con que la humanidad queda enjuiciada en 4Esd 284. Su limitacin a los contemporneos judos de Jess, defendida por muchos exegetas modernos (lo mismo en 22,14), que la priva de su terrible gravedad, no est aludida en el texto, pero puede haber sido su sentido en la situacin histrica real en que fue pronunciada por Jess.
Guardaos de los falsos profetas 7,15-20 (= Le 6,43-45) ^Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. ie Por sus frutos los conoceris. Acaso de los espinos se cosechan uvas, o de los cardos higos? " As, todo rbol bueno da frutos buenos, y el rbol podrido da frutos malos. 18 No puede un rbol bueno producir frutos malos, ni un rbol podrido producir frutos buenos. 19 A todo rbol que no da fruto bueno, se le corta y se le echa al fuego. 20 As pues, por sus frutos los conoceris. En Lucas, esta seccin se encuentra exactamente en el mismo lugar, formando una unidad con 6,46, texto paralelo al pasaje siguiente de Mateo, 7,21-23. Su pensamiento central es que el hombre malo no puede mejorar a los otros. Slo de un corazn bueno pueden salir palabras buenas y eficaces. Mateo ha unido este texto (aunque sin la sentencia del tesoro del corazn, Le 6,45) con la sentencia sobre los falsos profetas. Los falsos profetas pueden ser reconocidos por sus frutos (v. 16). Este mismo texto del rbol y los frutos lo emplea otra vez Mateo en el discurso sobre Belcebi (12,33-35), refirindolo a la seal externa de la bondad o maldad interior del cora284. Cf. com. a Le 13,23. 219
15
7,15-20
7,21-23
zn, pasaje en el que el acento va puesto (lo mismo que en Le 6,45) en las palabras, aqu en cambio, dentro del sermn de la montaa en las obras. 15 Falsos profetas no son gentes que predican una falsa doctrina, aunque ello va tambin incluido en este concepto, sino gentes que afirman ser profetas sin serlo en realidad. Con ello no se hace referencia a los maestros de la Escritura fariseos, porque el aviso de Jess no tiene necesariamente que ser referido al momento presente. El evangelista, al hablar de los falsos profetas, piensa en los herejes cristianos, que, disfrazados de ovejas, vienen al rebao de los desprevenidos creyentes 2S5 y saben tomar la apariencia de inofensivos miembros del rebao mismo. Tal conducta los hace tanto ms peligrosos, ya que por dentro, en su mentalidad y sus intenciones, se asemejan a lobos rapaces, que slo tienen ante sus ojos fines egostas2S6. 16a Su verdadero ser puede reconocerse en sus frutos. Los frutos no son ni las palabras de los falsos profetas (as en Le 6,43ss), ni su vida en contradiccin con sus palabras ambos son ms bien su disfraz, ni, en fin, los frutos de sus enseanzas, los resultados de su doctrina; con ellos quedara desplazado el distintivo de los profetas a sus oyentes y secuaces. El sentido es ms bien que su verdadero ser, en contradiccin con la voluntad de Dios, no puede quedar oculto a pesar de toda su manera de portarse externa (cf. 23,27). De todos modos la apariencia puede engaar, y por ello es necesaria la exhortacin al discernimiento de espritus (Un 4,1). En Mateo, el v. 16a es ya una anticipacin de la aplicacin de la parbola ( = Le 6,44), que sigue ahora a continuacin. 16b-18 El v. 17 expresa, en forma de ley natural universal, lo que el v. 166 ha ilustrado slo por medio de dos ejemplos. El v. 17 no hace sino anticipar la idea del v. 18 en forma positiva, rompiendo la relacin entre los v. 16> y 18; aparte de ello falta adems en Lucas, todo lo cual hace pensar que, lo mismo que el v. 20, sea debido a la mano de Mateo. En favor de ello habla tambin su forma (as...
da... 2 8 7 ). El v. 18 aclara sobre el v. 17 que no hay otra posibilidad. El v. 20 repite el v. 16a. Con ello, asegura la aplicacin de la ley 20 natural descrita en los v. 16>-18 a los falsos profetas. La imagen,'as como su aplicacin al dominio de lo religioso o lo moral, es usual tambin en el AT 2*8, en el judaismo y entre los griegos. En el v. 19, procedente del discurso conminatorio del Bautista 289 19 y que no pertenece al tema de la percopa, el evangelista se refiere al destino final que espera a los falsos profetas.
Aviso contra engaarse a s mismo 7,21-23 ( = * Le 6,46; 13,26s) No todo el que me dice: Seor, Seor!, entrar en el reino de los relos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que est en los cielos. " Muchos me dirn en aquel da: "Seor, Seor! no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre arrojamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" 2S Pero entonces yo les dir abiertamente: "Jams os conoc; apartaos de m, ejecutores de maldad" (Sal 6,9). Esta pequea percopa est formada por dos trozos distintos, unidos entre s por el motivo del Seor, Seor! El primero de ellos (v. 21) est en Lucas (6,46) en el mismo lugar que aqu; el segundo (v. 22s) aparece, en una formulacin muy distinta, en Le 13,26s, esto es, en una percopa que contiene tambin la sentencia sobre la puerta estrecha 290 . Es difcil de determinar si, en la mente del evangelista, el contenido de este pasaje va referido todava a los falsos profetas o a los discpulos, para los que sera entonces un encarecimiento de la gravedad de las exigencias morales del sermn de la montaa. Para resolver el problema hay que preguntarse cul es para Mateo el
287. 288. 289. 290. Cf. a. Mt Le. Mt 5,16; 12,456; 18,35 y passim. Os 10,13; Is 3,10; Jer 17,10; 21,14; Prov 1,13; 31,16. 3,10 = Le 3,9. 13,23s = Mt 7,13s.
21
285. Cf. Jn 10,12; Act 20,29; Zac 13,4. 286. Cf. Ez 22,27; Sof 3,3. 220
221
Parbola 7,21-23 Aviso contra el engaarse a s mismo objeto de referencia del v. 22, en el que puede reconocerse de manera clara la mano del evangelista. Es posible que su formulacin se deba al hecho de que su punto de referencia son los falsos profetas, esto es. los herejes cristianos, pero tambin a su deseo de preparar con ello los v. 24-27. En este caso el pasaje de los v. 21-23 no tiene relacin interna alguna con los v. 15-20. 21 El v. 21, ofrecido por Lucas en una forma mucho ms dura y por ello tambin ms originaria, reprueba la adhesin a Jess solamente externa, un seguimiento de Jess no acompaado de obras. Un cristianismo de pura frmula, al que falta la seriedad moral, la obediencia a los postulados de Jess (Le 6,46), expresin de la voluntad divina, no es su ficiente para la salvacin. 22s Ni siquiera la actividad apostlica y los milagros por la invocacin del nombre de Jess2B1 tienen significacin alguna para la salvacin si no van acompaados de la obediencia a la voluntad divina 292. En aquel da, esto es, en el da del juicio29S, intentaran muchos en vano alegar tales acciones, para probar que pertenecieron alguna vez al nmero de los discpulos de Jess (o fueron sus profetas). El v. 23 concuerda exactamente con Le 13,27, de lo que se deduce, que no se trata simplemente de dos frases de Jess parecidas aunque distintas una de otra. En cambio el v. 22 muestra una notable diferencia con Le 13,26. Lo que sigue en Le 13,28s es una prueba de que es Lucas quien conserva el texto originario. La formulacin de Mateo est adaptada al contexto en que se ha colocado el verso y hace referencia adems a la vida de la comunidad cristiana primitiva. Las acciones alegadas por esos muchos y el poder carismtico con que las llevaban a cabo, deben servir para probar precisamente su pertenencia a Jess. Sus obras eran realmente obras de Dios, realizadas con autoridad. Y a pesar de ello los rechaza el Seor en su nueva venida como juez del mundo como no perteneciente al nmero de los suyos. La significacin del corto pasaje reside en el firme 291. a . com. a Me 9,38-40; Le 10,17. 292. a . ICor 4,4; 9,27. 293. a . com. a Me 13,32.
222
acento puesto en el valor de la tica para la salvacin y en la declaracin que Jess hace de s mismo como juez del mundo. El apostrofe Seor, Seor! no tiene en el v. 22 el mismo sentido que en el v. 21 (y en Le 6,46), ya que, aqu, no va dirigido al maestro, sino al Seor glorioso, que vuelve como juez en medio del poder y la majestad divinas (cf 25,37.44). Parbola final 7,24-27 (= Le 6,47-49) En fin, todo aquel que oye estas mis palabras y las pone en prctica, ser comparable a un hombre sensato que edific su casa sobre la roca. 25 Cay la lluvia, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y dieron sobre la casa aquella; pero no se derrumb, porque estaba fundada sobre la roca. 28 Y todo aquel que oye estas mis palabras, pero no las pone en prctica, ser comparable a un hombre insensato que edific su casa sobre la arena. " Cay la lluvia, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y batieron contra la casa aquella; se derrumb, y su ruina fue completa. La comparacin, de construccin simtrica, con que Jess, segn Mateo y Lucas, pone fin al sermn de la montaa, es de una fuerza impresionante, tanto por el plasticismo de su forma, que recuerda a Ez 13,1 lss pasaje del que, no obstante, apenas podra reconocerse una influencia directa , como por la solemne gravedad de su contenido. Mateo, sin duda alguna, ha conservado en lneas generales la forma ms originaria y ms de acuerdo con las condiciones de la vida real de Palestina. En las casas corrientes de Palestina no se preocupa nadie por un complicado trabajo de cimentacin. Pero el hombre avisado coloca su casa sobre la roca, el insensato sobre terreno de aluvin. Al llegar en el invierno, estacin de las lluvias en Palestina, los aguaceros, las tempestades (cf. Job 1,19) y las inundaciones ponen de manifiesto cul de los dos ha construido sabiamente. El sentido de la comparacin queda en duda slo en el punto de si los aguaceros,
223
24
7,24-27
Parbola final Nota final del evangelista 7,28s (= * Me 1,22) Cuando Jess acab estos discursos, las gentes se quedaban atnitas de su manera de ensear;29 porque les enseaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas. Las palabras que inician el v. 28 las vuelve a repetir Mateo todava cuatro veces (11,1; 13,53; 19,1; 26,1), como frmula final para un extenso discurso de Jess y transicin a la forma narrativa. Por lo dems, los v. 28s proceden de Me 1,22. Las palabras con las que Marcos describe la impresin producida en el pueblo por el primer discurso de Jess en la sinagoga, convienen de hecho a la perfeccin como caracterizacin del sermn de la montaa. Lo que da a las palabras de Jess su peso distintivo, no es slo su contenido, sino tambin, y en grado an mayor, la persona de quien las pronuncia, que reclama para ellas autoridad absoluta (24,35). El problema teolgico del sermn de la montaa. 1. La impresin que, segn Mt 7,28, caus el sermn de la montaa en sus primeros oyentes, conserva tambin su validez para todas las generaciones posteriores. Lo que puede definirse como el problema teolgico del sermn de la montaa, se nos revela en todo su peso y significacin al poner en relacin los postulados religiosos y morales de Jess en l contenidos con la realidad de la vida, y al medir con l el cristianismo de la cristiandad a travs de la historia. Entonces surge el problema de si es en absoluto posible un cristianismo autntico, o por el contrario tiene razn Bultmann al decir: El sermn de la montaa exige cosas imposibles y tomarlo por norma de nuestro obrar en este mundo significa no slo algo utpico, sino tambin un desconocimiento de su carcter de "escndalo". En realidad hay que tener en cuenta que si se habla del cristianismo o de la tica del sermn de la montaa, es slo porque ste, en la forma transmitida por Mateo, contiene los principales postulados mora225
X?.,
la tempestad y las inundaciones tienen que ser referidos a las tempestades de la vida, a pocas de tribulacin, en las que slo un cristianismo acendrado podr mantenerse firme y salir airoso, o ms bien al juicio. El gran significado que la idea del juicio tiene en la doctrina de Jess, y el hecho de que el destino definitivo del hombre no quedar decidido hasta el da del juicio, obligan a dar la preferencia a la segunda de las dos interpretaciones. Mantenerse y venirse abajo significan entonces el xito o el fracaso en el juicio, la recepcin en el reino de Dios o la entrega a la perdicin eterna (cf. v. 13s). El simple conocimiento de los postulados religiosos y morales de Jess no tiene valor alguno, es necesario hacerlos realidad en la prctica de la vida. En este enrgico encarecimiento del valor de la obra, el sermn de la montaa coincide con las palabras consignadas en la recapitulacin de la legislacin mosaica de Dt 30,15-20: Ante vuestra vista he puesto la vida y la maldicin. Elige pues la vida, y as vivirs t y tu descendencia, para amar al Seor vuestro Dios, escuchar su voz y ser a l adictos. Si el texto del sermn de la montaa no admite ya en su conjunto duda alguna sobre su carcter preceptual obligatorio, vuelve ello a quedar expresado en la parbola final de la forma ms decidida. Frases muy parecidas se encuentran tambin en boca de los rabinos, que enseaban que el que conoce la torah y la sigue se asemeja a un hombre que coloc su casa en un terreno seguro. Pero los maestros de la Escritura judos no pretendan ser sino exegetas y divulgadores de la ley mosaica. Jess, en cambio, contrapone sus palabras a lo que Dios haba hablado por Moiss, declarndolas como el fundamento de roca sobre el que debe ser edificado el edificio de una vida que pueda resistir el juicio. Jess reclama, pues, autoridad absoluta para su doctrina; l es quien de manera definitiva trae la revelacin de la voluntad de Dios en materia de moral.
28
224
C U
1C
El problema teolgico del sermn de la montaa les de la doctrina de Jess, y no porque contenga una tica distinta de la del resto del evangelio. El desalentador efecto producido en los hombres por el sermn de la montaa explica tambin los esfuerzos hechos para escapar a su obligatoriedad, que ha sido, o negada en absoluto, o, al menos, como de validez general, limitndola a un pequeo crculo de hombres, los apstoles en su actividad misional, o al estado de los perfectos dentro de la Iglesia (los pneumticos o los monjes), mientras que los simples cristianos estaran ligados slo a los diez mandamientos (esto es, slo al AT!). Estas dos interpretaciones, no slo carecen de toda base en el texto del evangelio, sino que ms bien estn en abierta contradiccin con el mismo. El sermn d e j a montaa da expresin a las condiciones necesarias para la entrada en el reino de Dios y tiene, por tanto, que ser necesariamente de validez general iM . Segn J. Weiss y A. Schweitzer tienen los postulados del sermn de la montaa que ser entendidos como tica provisional, determinada para una generacin de hombres, que se siente desgarrada de toda cultura bajo la impresin arrolladora de la espera del cercano fin del mundo y el comienzo del reino de Dios; tal creencia en la proximidad del fin del mundo se ha demostrado como errnea, en consecuencia no puede tampoco el sermn de la montaa suponer una moral general para hombres que viven en la tierra. Segn otros, en el sermn de la montaa se exigen conscientemente cosas imposibles; con la altura irrealizable de sus postulados pretende liberar al hombre de la creencia de que pueda llegar a ser realmente un cristiano en el sentido que en l se exige; su cometido es, pues, hacer caer al hombre en la desesperacin para as capacitarle para el camino de la fe pura, esto es, de la confianza en la misericordia de Dios, que concede tambin al pecador la salvacin de manera gratuita. O se dice, en fin, que los postulados del sermn de la montaa no son preceptos reales, sino slo formulaciones concretas de una tica de la interioridad que debe exteriorizarse en maneras distintas segn las diferentes circunstancias en que el cristiano se en294. Cf. especialmente Mt 7,24-27 = Le 6,47-49.
El problema teolgico del sermn de la montaa cuentre en el mundo; lo esencial no es el hacer literal de lo que realmente en l se ordena, sino el ser, del que tienen que surgir el imperativo moral, su realizacin prctica. Frente a estas dos ltimas interpretaciones, hay qu llamar la atencin sobre el hecho claro de que ya el mismo texto pone de manifiesto sus postulados como preceptos reales que seriamente han de ser tomados como tales. Jess contrapone a la ley de Moiss, del AT, una ley nueva, que tena que ser entendida por los oyentes como precepto real lo mismo que la antigua. Este carcter preceptual de las palabras de Jess y el hecho de que Jess da realmente preceptos particulares absolutamente concretos ponen claramente de manifiesto que el nuevo ser no puede ser entendido sin un hacer concreto a su lado. La necesidad absoluta de este hacer queda encarecida repetidas veces a travs de todo el texto del sermn y sobre todo en la parbola final 2 9 \ Cierto es que Jess, en oposicin al judaismo, pone todo el peso del obrar moral en la mentalidad que lo anima, de lo que claramente puede verse que los diversos preceptos particulares expresados por Jess en las anttesis son ejemplos, encaminados a exponer de manera sugestiva la actitud vital del hombre respecto a Dios. En este sentido puede decirse, con razn, que el sermn de la montaa proclama una nueva actitud tica consistente en una posicin de obediencia radical hacia Dios y, por ello, sus preceptos se distinguen de los de la ley juda tal como los entendan los contemporneos de Jess. Lo que Jess predica no es una suma de preceptos particulares, tampoco un mayor nmero de obras buenas y uno menor de malas, sino una manera radical de entender la obediencia frente a Dios. En parte, estos postulados de Jess resultan extremosos en su forma de expresin 29l), lo cual es un rasgo distintivo del estilo del proverbio oriental. Esto quiere decir slo que su interpretacin mecnicamente literal significara equivocar su sentido, pero no significa que no estn concebidos con absoluta serenidad o que puedan ser atenuados y rebajados al nivel de una moral burguesa. Por el contrario, su
295. Mt 5,16.17-20.21-48; 7,21.24-27. 296. Cf. Mt 5,29s.39-41. 227
226
El problema teolgico del sermn de la montaa formulacin extremosa tiene precisamente por objeto expresar, con la mayor insistencia posible, la gravedad de su contenido. Igualmente claro que el carcter preceptivo de las exigencias de Jess, es el hecho de que l los ha declarado realizables, lo cual se desprende ya del concepto mismo de precepto y, adems, de que Jess pone su cumplimiento como condicin para salvarse 2t". Adems estos preceptos no tienen su origen en un optimismo iluso sobre la capacidad moral del hombre y sobre la dificultad de los mismos, ya que Jess habla expresamente de esta dificultad y declara que son pocos los que encontrarn y seguirn el estrecho camino por l mostrado (7.14). Exacta es la afirmacin de que la tica del sermn de la montaa es de carcter escatolgico. Dado que el reino de Dios ya est cerca, proclama Jess las exigencias absolutas morales de Dios con una seriedad que no admite compromisos. Sus severos preceptos, que hacen simplemente caso omiso del estado actual del mundo, conocido por l en todo su realismo, dan expresin a las condiciones necesarias para entrar en el reino de Dios. La altura radical de sus postulados est en relacin inseparable con la nueva situacin que en cuanto a la redencin humana ha dado comienzo con la venida de Jess. Con su persona se ha iniciado la ltima poca y se ha hecho presente el reino de Dios escatolgico, aunque en forma an velada y oculta, ya que el en actual, malo y sometido al pecado y al influjo de poderes demonacos, sigue existiendo todava a su lado. Slo por la fe puede reconocerse esa venida del reino de Dios y la mesianidad de Jess. Pero para los hombres que creen y escuchan el llamamiento de Jess a la conversin, esto es, a la vuelta radical hacia Dios, empieza entonces ya una vida nueva, porque participan de la virtud de ese reino de Dios hecho ya presente. Para ellos van tambin dirigidos los preceptos del sermn de la montaa. Para ellos son estos preceptos un yugo suave y una carga ligera (cf. 11,28-30). Para los dems, en cambio, para los hombres que no creen en la mesianidad de Jess ni reconocen en esta fe la presencia del reino de Dios, son slo una carga insoportable y un escndalo. En estos 297. Cf. Mt 5,20; 7.21.24-27. 228
El problema teolgico del sermn de la montaa preceptos queda expresado el carcter absoluto de la exigencia de Dios sobre el hombre y declarada la voluntad de Dios en forma definitiva. Por eso no pueden tener una forma ms suave. Y con la persona de Jess, cuyos preceptos son, tienen de comn su carcter de escndalo. La forma en que Jess los proclama no pretende convencer. Jess no se dirige, como un maestro defilosofaestoico, a la razn del hombre, para hacerle reconocer sus preceptos como adecuados y plausibles, Jess se dirige nica y exclusivamente a la capacidad de fe. El autoritario giro pero yo os digo de las anttesis tiene fuerza persuasiva slo para aquel que cree en Jess. Su obligatoriedad est en vigor o cesa con la persona de quien las proclama. No pueden separarse de Ja persona de Jess ni, separadas de l, pueden ser entendidas como postulados morales de validez general. Precisamente por esto tampoco pueden ser adaptadas a las exigencias de la vida prctica, ni reducidas a la medida de una vida cmoda sin falsear su sentido. Ello no slo las privara de su significado, sino que sera, al mismo tiempo, someter a crtica el evangelio a los puntos de vista del mundo. El ms alto valor imaginable, la salvacin, tiene que ser conseguido tambin con el mayor grado de tensin posible de las fuerzas morales. Hay que conceder que Jess ha proclamado en el sermn de la montaa las exigencias divirfas absolutas, la justicia nueva, sin mirar a las condiciones de la vida humana y al estado del mundo. Tampoco en su conjunto supone el sermn de la montaa un sistema tico completo, en el que se encuentra una respuesta directa y expresa a todos los problemas ticos con los que el hombre en la realidad de la vida se encuentra. El sermn de la montaa es la tica del reino de Dios hecho presente. Con esta venida del reino de Dios ha llegado tambin la poca de la redencin profetizada por Jeremas (31,31-34), en la que Dios concluye una nueva alianza con su pueblo, en la que le da un corazn nuevo y pone en l un espritu nuevo y hace que caminen segn sus preceptos y cumplan sus mandamientos (Ez 36,26s). Dios es quien capacita a los hombres para conducirse segn sus mandamientos. Slo el hombre renovado interiormente por las fuerzas del en futuro, hecho presente con la venida de Jess (Heb 6,5), es 229
El problema teolgico del sermn de la montaa capaz de cumplir sus preceptos. Jess da realmente cumplimiento a la ley, si con sus nuevos preceptos da tambin, al mismo tiempo, al hombre la fuerza para cumplirlos. Pero el discpulo, el cristiano, sigue estando, aun con la venida del reino de Dios, todava bajo el influjo del en actual, que sigue existiendo, y, por ello, la realizacin de la tica del sermn de la montaa tiene que quedar siempre por debajo de lo absoluto de las exigencias de Jess. Por eso, Jess hace a los discpulos pedir el perdn de la culpa 29S, lo cual, en modo alguno, priva a sus preceptos de la gravedad que les es propia. 2. El sermn de la montaa es una proclamacin de las condiciones necesarias para la entrada en el reino de Dios y sta es su finalidad nica y exclusiva. Jess no pretende, con ello, transformar la situacin de este mundo, renovar la faz de la tierra. Cierto que el mundo se transformara si sus mandamientos fueran seguidos por el hombre en su vida privada y en el dominio de la poltica, pero as y todo, no es ste el fin que Jess con ello persigue. Jess no formula un programa de una cultura humana de fundamento tico, ni quiere, como por ejemplo la doctrina estoica, delinear el ideal de un nuevo hombre perfecto, realizacin concreta de la idea de hombre, ni propone un nuevo programa social o econmico, destinado a servir al progreso de la humanidad en su conjunto, fines todos extraos en absoluto al sermn de la montaa y al evangelio. Jess no da una ley, que como la de Moiss, regule tambin las circunstancias sociales. Las exigencias de Jess, como sobre todo el precepto del amor, la regla urea, la invitacin a hacerse servidor de todos (Me 9,35), la prohibicin del divorcio y del taitn, no van dirigidas al bien comn, sino a cada hombre en particular, a quien anuncian la voluntad de Dios. En todo ello no se trata del bien comn, sino del orden moral. ste es el motivo por el que se opone al sermn de la montaa la objecin de su actitud negativa ante el mundo, contraria a toda cultura; el sermn de la montaa da una negativa a valores que tienen que ser afirmados por la humanidad actual, tambin por la cristiana, no siendo apto pues como fundamento de una tica cristiana, ya
298. Mt 6,12; cf. tambin 18,23ss. 230
El problema teolgico del sermn de la montaa que o no toma posicin, o si lo hace, en forma negativa, ante dominios tan importantes en la vida como la profesin, familia y nacin, derecho y Estado, dinero y capital, cultura y tcnica, arte y ciencia (Fr. Traub). Jess no ha proclamado un programa poltico ni desarrollado una tica social o econmica. Jess no se ha manifestado sobre problemas como el de la licitud o necesidad de la guerra. A pesar de ello, no quera a sus discpulos aislados, sacados fuera del mundo. As se ha querido completar la tica del sermn de la montaa con una moral natural que se deja guiar por el orden de las cosas establecido. A esto hay que objetar, que ese orden primero de la naturaleza en sus comienzos, no existe ya en absoluto, porque el en presente, en el que el cristiano vive, es malo y est sometido al influjo de poderes demonacos. Adems tampoco necesita el sermn de la montaa de un complemento o rectificacin por medio de la moral natural, ya que precisamente es una proclamacin de la voluntad primera y originaria de Dios. Con esto queda tambin excluida la idea de que el sermn de la montaa sirva a la destruccin del mundo. Lo que conduce al mundo a la ruina es, no la voluntad absoluta de Dios en materia de moral, sino el pecado. Y Jess sabe que Dios, que ha creado el mundo, tambin lo mantiene y no desatiende nuestras necesidades, y sabe tambin lo que nos hace falta. Por ello, a los que buscan su reino les ser dado todo lo dems por aadidura (6,33). Esto significa el reconocimiento de un valor relativo para los bienes de este mundo, esto es, el del mantenimiento de la vida humana. En cambio son reprobados como impos y como un impedimento para la salvacin si se toman como de igual o mayor importancia que el reino de Dios. La prohibicin de la inquietud y diligencia excesiva (6,25-34) no va dirigida en contra del trabajo por el pan cotidiano, sino contra la pusilanimidad y el perderse en el cuidado por los valores terrenos. Los severos juicios sobre la riqueza y los ricos 2 " no suponen una reprobacin absoluta de la propiedad. S contiene en cambio, el evangelio, una clara condena del capitalismo, si no va encaminado en pri299. a . el exc. despus de Me 10,27.
231
El problema teolgico del sermn de la montaa mera lnea a la produccin de bienes de consumo, sino al aumento del capital, esto es, al amontonamiento de tesoros, y si ve en el prjimo, en el ms dbil socialmente, no una personalidad moral, sino slo una fuerza de trabajo. En cuanto al matrimonio y la familia, no los ha desvalorizado Jess al poner ms alta la virginidad por el reino de Dios, sino al contrario, al reprobar la posibilidad del divorcio, los ha elevado a la plena altura moral querida por Dios desde el principio. Tambin sobre el Estado se ha pronunciado Jess al reprobar el espritu segn el cual los reyes de los pueblos dominan sobre sus subditos (Me 10,42s), pero declara como no contrario a la voluntad de Dios el pago de tributos al emperador, que supone un reconocimiento prctico del Estado, aunque por otra parte como totalmente sin importancia junto a lo que el hombre tiene que dar a Dios (Me 12,13-17). El Estado es una institucin necesaria del mundo terreno actual y, por ello, slo un valor relativo. Cuando Jess exige de sus discpulos la renuncia a sus propios derechos y a toda clase de venganza, no suprime con ello el orden jurdico existente en el mundo, aunque, por otra parte, tampoco lo reconoce como bueno; tal orden jurdico pertenece simplemente a las condiciones de este mundo. Y su precepto es de carcter tico, esto es, de motivacin individual, no social. Frente a la cultura, Jess no se expresa en modo alguno ni positiva ni negativamente. Puesto que la cultura, entendida tambin como cultivo y perfeccionamiento de las facultades espirituales humanas, no slo como civilizacin externa, sigue siendo slo un valor de este mundo, es slo un valor de carcter relativo. Por eso hace el evangelio caso omiso de ella. El evangelio est por encima de la cultura y por ello se mantiene independiente de sus cambios. Por esta actitud supracultural, no puede tampoco el evangelio ser utilizado como factor cultural y profanado con ello. Tampoco sobre el problema social se ha expresado Jess. Jess no pretende en modo alguno ninguna clase de reforma social. Es verdad que ha encarecido la obligacin de la limosna, pero no desde el punto de vista de hacer desaparecer la pobreza, sino para el cumplimiento del precepto del amor. Jess no pretende un cambio a
232
Evangelio y mundo fondo de la situacin social y econmica del mundo. La buena nueva anunciada a los pobres (Le 4,18) no tiene ningn acento social, y los pobres no son invitados a una revolucin contra sus opresores. La desgracia y la miseria, en sus diversos aspectos, forman parte de las condiciones inherentes a este mundo. El trueque de situaciones anunciado en las bienaventuranzas y los ayes a los pobres y los oprimidos, a los ricos y los hartos, no contiene programa social alguno. La invitacin al joven rico de renunciar a sus bienes (Me 10,17-22) lo mismo que otras severas palabras suyas sobre la riqueza y los ricos son de motivacin puramente religiosa, no social o econmica; esto es, la riqueza, el Mamn injusto, es un peligro extraordinariamente grande para la salvacin. Tambin la esclavitud la considera Jess como algo establecido y no exige su supresin. El evangelio no se expresa pues sobre estos problemas tan decisivos para la vida del hombre en el mundo, porque su mensaje es puramente religioso y tico, esto es, va siempre dirigido al hombre en cuando individuo, al que dice lo que tiene que hacer para conseguir la salvacin. De los principios ticos de Jess, sobre todo el precepto del amor, se derivan de hecho tambin consecuencias sociales de la mayor trascendencia, pero ellas no son, en primera lnea, el fin de estos preceptos. Este estar por encima de las cosas del mundo, tambin supone en el evangelio un juicio sobre ellas. La bsqueda del reino de Dios es el nico quehacer importante del discpulo, junto a lo cual todo pierde su sentido (cf. Me 8,35). Por ello, segn el padrenuestro, el pan necesario para el mantenimiento de la existencia es el nico bien terreno que el discpulo puede y debe pedir en su oracin (6,12). Evangelio y mundo. El mundo, a pesar de ser obra de Dios y de estar gobernadb por su providencia sabia y buena, est, segn el evangelio, bajo el influjo de poderes demonacos durante el tiempo actual y es, por ello, malo. Satn, el adversario de Dios, es el prncipe (o dios) de este mundo (Jn 12,31; 2Cor 4,4), que puede ofrecer a Jess el dominio
233
Evangelio y mundo
Jess, taumaturgo el egosmo, el afn de persecucin y de dominio, cosas todas reprobadas por l como contrarias a la voluntad de Dios, con todo no ha incitado a los oprimidos a cambiar de manera violenta esta estructura social injustaS05. El evangelio no afirma al mundo, as tal como es para el evangelio no existe la alegra de este mundo; alegra es siempre cosa del reino de Dios, pero tampoco lo niega de una manera radical, como lo hace por ejemplo el budismo. El mal ms grande de la vida es segn el evangelio, no el dolor, como para Buda, sino el pecado, porque el pecado es lo que puede excluir al hombre para siempre del reino de Dios, hacindole as desgraciado. Jess no ensea tampoco, como la apocalptica juda, que Dios se ha retirado durante este en de manera absoluta de la creacin, obra de sus manos, y la ha entregado a los poderes demonacos. Jess condena lo malo en el mundo, pero no incita, en ningn caso, a un cambio violento de este estado de cosas; porque es la voluntad de Dios la que permite que siga an existiendo este en malo, lleno para el cristiano de dolor y de peligros.
del mundo, porque le ha sido entregado a l, a Satn so. Satn deja sentir ininterrumpidamente su influjo funesto sobre el mundo y es el autor de todo mal301. A su influjo estn sometidos tambin los discpulos de Jess, y no slo en forma de persecucin, sino tambin de seduccin. Satn busca hacerlos caer (cf. Le 22,3.31) y tambin la Iglesia est sometida a su influjo, a pesar de ser el reino del hijo del hombre (cf. Mt 13,24-30.36-43). El hecho de que la persona de Jess despierte la contradiccin y se pueda convertir en escndalo para los hombres, de que el evangelio, mensaje de la salud, produzca odio302 y los discpulos sean perseguidos por confesar a Jess, son prueba del carcter malo y demnico del mundo. Jess declara que, con su venida, ha quedado el poder de Satn quebrantado en principio303 y que el prncipe de este mundo ha sido arrojado fuera (Jn 12,31), pero a pesar de todo, no ha quedado suprimido de manera total su influjo sobre el mundo; el en actual malo sigue existiendo mientras el reino de Dios no haya dado comienzo en su forma definitiva. Nota esencial de este mundo es tambin la presencia del dolor. La tarea de la supresin del dolor no entra dentro de la misin mesinica de Jess, que, al contrario, contribuye precisamente a su aumento; el dolor pertenece al concepto de discpulo304. Pero tampoco es la misin ni entra dentro de las posibilidades del discpulo, o del cristiano, cambiar este estado de maldad del mundo, reformarlo. Ello solamente puede hacerlo Dios, haciendo llegar el en venidero, que es su reino, y destruyendo todas las fuerzas que se opongan al imperio de su voluntad. Pero cundo acontecer esto es un misterio que slo a Dios pertenece y tampoco el evangelio da respuesta alguna a la cuestin de por qu Dios tolera la situacin actual del mundo, en el que, en cierto sentido, comparte el dominio con Satn. A pesar de que es absolutamente claro y seguro que Jess cuenta con el hecho de que en el mundo seguirn existiendo siempre la violencia,
300. 301. 302. 303. 304. Mt 4,8s = Le 4,5-7. Cf. el exc. despus de Me 1,28. Mt 10,34 = Le 12,51. Mt 12,25-29 = Le 11.17-22. a . el exc. despus de Le 13,9, al final. 234
Jess taumaturgo 8,1-9,34 En el sermn del monte, Mateo ha presentado a Jess como el maestro, que proclama la justicia nueva y perfecta, condicin previa y necesaria para la entrada en el reino de Dios. Con arreglo al programa de 4,23 sigue ahora la exposicin de la taumaturgia de Jess, quien cura toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Desde este punto de vista est compuesto el ciclo de milagros de los captulos 8-9. Tambin aqu, a pesar del marco cronolgico, se trata de una unidad de tipo sistemtico, lo cual queda probado tambin por la observacin de que los diversos pasajes de la seccin se encuentran casi todos tambin en Marcos, dos que faltan en ste, se hallan tambin en Lucas, pero en ambos, en su mayor parte, con un orden diferente.
305. Cf. com. a Mt 5,3-12.
235
8,1-4
Curacin de un leproso
8,5-13
Que Mateo, en estos pasajes, depende de Marcos queda probado por la amplia coincidencia en el tenor de los textos y adems por la fuerte reduccin que presenta el texto de Mateo en las partes puramente narrativas. Esta dependencia explica que Mateo haya incluido, tambin en esta seccin, pasajes que no convienen con su tema central, el de la vocacin de Lev o Mateo y el de la cuestin del ayuno S06 ; ambos se encuentran tambin en Marcos en el mismo contexto, tras la curacin de un paralitico 807 , y por el motivo de una discusin enlazada en ambos casos con ello, punto de vista que se reconoce tambin en el texto de Mateo 9,1-8, aunque ha perdido su importancia en el conjunto de su exposicin.
micas de Jess (la compasin o ms bien la ira 309 ) y el tono imperioso de las palabras que dirige al curado 310 han quedado suprimidas en Mateo (como tambin en otras ocasiones; cf. p. 45). La orden de silencio no se aviene muy bien con la mencin de la muchedumbre del v. 1. En el contexto en que Mateo ha colocado la escena (Jess est rodeado por el pueblo y hace inmediatamente a continuacin un nuevo milagro) no haba lugar para Me 1,45, que est utilizado ms tarde en 9,31.
El centurin de Cafarnam 8,5-13 ( = Le 7,1-10; 13,28s; cf Jn 4,43-54) * Cuando entr en Cafarnam, se le acerc un centurin suplicndole: " Seor le deca , mi criado ha quedado en casa paraltico, sufriendo terriblemente. ' Dcele Jess: Yo mismo ir y 10 curar. s Entonces le contesta el centurin: Seor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo; sino dilo solamente de palabra, y mi criado quedar curado. B Porque yo, aunque no soy ms que un subalterno, tengo soldados bajo mis rdenes, y le digo a uno: "Ve", y l va; y a otro "Ven", y l viene; y a mi criado: "Haz esto", y l lo hace. 10 Cuando Jess lo oy, qued admirado y dijo a los que le seguan: En verdad os digo que, en Israel, en nadie encontr tanta fe. 11 Os digo, pues, que muchos vendrn de oriente y de occidente a estar en la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12 en cambio, los herederos del reino sern arrojados a las tinieblas, afuera. All ser el llanto y el rechinar de dientes. 13 Entonces dijo Jess al centurin: Vete; que te suceda conforme a lo que has credo. Y en aquella misma hora qued curado el criado. Este episodio aparece tambin en Lucas, y casi en el mismo lugar que en Mateo, pero con notables diferencias en la narracin, a pesar de 309. Me 1,41. 310. Me 1.43.
Curacin de un leproso 8,1-4 ( = *Mc 1,40-45; Le 5,12-16) Cuando baj del monte, lo iban siguiendo grandes multitudes. Pues bien, un leproso se le acerca y se postra delante de l, dicindole: Seor, si t quieres, puedes dejarme limpio. 8 Y extendiendo l la mano, lo toc, dicindoie: Lo quiero; queda limpio. E inmediatamente qued limpio de su lepra. * Dcele entonces Jess: Mira; que a nadie se lo digas, sino ve a presentarte al sacerdote y a llevar la ofrenda que mand Moiss, para que les sirva de testimonio.
2 1
Despus de interrumpido el curso de la narracin de Me 1,3930S, con el sermn del monte, contina Mateo ahora con Me 1,40-45. Las frases de transicin de 8,1 proceden del evangelista mismo, para establecer un enlace con lo anterior. La circunstancia de que el encuentro de Jess con el leproso tuvo lugar en el camino de Cafarnam, se deduce luego del texto del v. 5. En Marcos, el episodio carece de todo dato de lugar y tiempo. La forma de exposicin es en Mateo ms sucinta y descolorida que en Marcos. Las mociones an306. Mt 9,9-13.14-17. 307. Mt 9,1-8 = Me 2,1-12. 308. Mt 4,23-25; cf. all. 236
237
8,5-13
El centurin de Cafarnam
El centurin de Cafarnam
8,5-13
coincidir en cuanto a las palabras del centurin. La forma ms exacta y completa tiene que ser el relato de Lucas. En l queda claro, desde el primer momento, que el centurin el cual perteneca, sin duda, al servicio de Herodes Antipas, cuyas tropas mercenarias estaban constituidas, en su mayora, por no judos311 era un gentil, y que su siervo estaba ya agonizando, por lo cual no poda ser llevado hasta Jess. El relato de Lucas va ms all del de Mateo sobre todo en el dato de que el centurin, como gentil que es, no se atreve a llegarse personalmente a Jess, sino que, mediante unos ancianos de los judos, le presenta su splica de que cure a su siervo por el poder de su palabra eficaz, incluso a distancia. Al ponerse Jess en camino hacia su casa, enva el centurin otra vez unos amigos, que le dicen de su parte, lo que en Mt 8,8s expone l personalmente a Jess. En Lucas no aparece pues de manera directa la persona del centurin, una figura llena de simpata, modesta y segura de s misma al mismo tiempo, humana y social en sus sentimientos. Es mucho ms probable que Mateo, que procede as tambin en 9,18-26, haya sido quien ha abreviado el relato por medio de la exclusin del personaje secundario, que no lo contrario: que el tnicocristiano Lucas se haya inventado el rasgo judasta de que un no judo slo puede llegarse a Jess por intermedio de judos. Las humildes palabras de los v. 8s suenan realmente ms naturales en boca del centurin mismo que en la de sus amigos, pero son tambin posibles en stos (cf. Le 19,14). 7s Jess queda asombrado (o enojado) de la splica de que entre en una casa pagana. Pero el centurin se apresura a asegurar que no se trata de ninguna exigencia desmesurada. En unas palabras llenas de autntico espritu de humildad y de fe firme, declara sentirse indigno (por ser pagano) de la visita personal de Jess; cosa que tampoco es en modo alguno necesaria, puesto que la sola orden de Jess puede ya salvar a su siervo. 9 Con un ejemplo tomado del mbito de su profesin, el centurin se esfuerza en evidenciar la eficacia que l atribuye a la palabra de Jess pronunciada con autoridad. Por experiencia sabe l
311. Cf. FLAVIO JOSEFO, Ant. xvn, 8,3; 198.
lo que es poder de mando, la presencia del que da la orden no es entonces necesaria en absoluto, la sola orden surte por s sola sus efectos. Para el centurin el poder de Jess sobre las enfermedades se asemeja a una especie de poder militar, slo con que pronuncie una palabra, las puede hacer desaparecer. Jess aprueba la opinin del centurin sobre su poder con las io palabras que a continuacin pronuncia. Una fe semejante no la ha encontrado hasta entonces en su propio pueblo. El pagano deja, pues, muy atrs a los judos, el pueblo mismo del Mesas 312. Como ventaja, tena l sobre los judos, la falta de una falsa concepcin del Mesas que pudiera dificultarle o impedirle la fe en Jess. Las palabras de Jess prueban que este episodio no tuvo lugar en los comienzos de su actuacin pblica. AI ver Jess la fe de este hombre pagano, le promete sin titubeos 13 (cf., en cambio, 15,21ss) la realizacin de su splica, a pesar de que su misin se extiende slo a las ovejas perdidas de la casa de Israel313. Aqu, como en el caso de la sirofenicia y en la curacin del paraltico314, es la fe del que ruega por otro, no del que padece la dolencia, la que basta a Jess para hacer uso de su poder milagroso. El v. 13 deja reconocer en su formulacin la mano de Mateo315. El episodio encaja perfectamente en el ciclo de los milagros. Pero el hecho de que tambin en Lucas se encuentra casi exactamente en el mismo lugar, inmediatamente despus del sermn del monte, es prueba de que tambin Mateo tiene que haberlo encontrado ya en su fuente en este mismo contexto. Por otra parte es evidente (lo mismo que en 9,1-8) que el tono de la narracin no va en modo alguno sobre el milagro de la curacin mismo, sino sobre la fe del centurin pagano, fe que, en un grado tal, no haba encontrado todava Jess en su propio pueblo. Las palabras de Jess, en las que manifiesta su asombro ante n s
312. Anlogamente en Mt 15,21-28 = Me 7,24-30. 313. Mt 15,24; cf. 10,6. 314. Mt 9,1-8 = Me 2,1-12. 315. En cuanto a la garanta de la curacin, cf Mt 9,29; 15,28; para la forma en que el evangelista afirma su realizacin, cf. 9,22; 15,28; 17,18.
238
239
8,5-13
El centurin de Cafarnam
8,14-17
este hecho humillante para los judos, dan ocasin al evangelista para aadir ahora unas palabras de Jess, conservadas por Lucas en otro contexto (13,28s), una promesa para los paganos y amenaza para los judos. Muchos paganos vendrn de los confines de la tierra3ie y gozarn al lado de los patriarcas del pueblo elegido como comensales de igual categora los goces del reino de Dios futuro3", mientras que los hijos del reino 31S, los herederos designados del reino, sern arrojados fuera, esto es, quedarn excluidos del mismo. El nombre de hijos del reino da expresin, adems, al privilegio concedido a Israel por la alianza con Abraham, de ser, como pueblo elegido de Dios, tambin el primer heredero de la bendicin prometida a Abraham 319. Segn las creencias judas dominantes la descendencia de Abraham y los mritos de los patriarcas, que redundaban en provecho de cada israelita, garantizaban a todo Israel, en su conjunto, la participacin en el mundo futuro, mientras que, por otra parte los paganos quedaran excluidos de l en su totalidad 32. Esta creencia queda declarada por Jess, como anteriormente por el Bautista321, como una falaz ilusin, tanto por lo que se refiere a los judos como a los paganos. Dios tiene la libertad de acoger tambin en su reino a aquellos, a los que no estaba prometido desde un principio, y no slo la tiene, sino que adems hace uso de ella. El sentido de estas palabras no es que los paganos sean acogidos en sustitucin de Israel, de modo que la salvacin de los paganos dependiera de la condenacin de Israel, sino que se trata de una amenaza a los judos. Claro es que con ello se expresa que la gracia de Dios es para los paganos de la misma manera que para Israel. Sobre la manera como los paganos participarn de la salvacin no se dice nada. Una amplificacin de este pensamiento es la par316. a . Is 49,12; 59,19; Mal 1,11. 317. Cf., sobre esto, el exc. Reino de Dios, despus de Me 1,15. 318. Cf. Mt 13,38 y el giro semejante de hijos de la resurreccin en Le 20,36. 319. a . Gen 17,13; 18,18. 320. Cf. com. a Le 13,23. 321. Cf. com. a Mt 3,7-10. 240
bola del gran banquete (Le 14,16-24) o del regio banquete nupcial (Mt 22,1-14). El giro de sern arrojados a las tinieblas (de fuera del saln de la fiesta) es peculiar en Mateo322. Asimismo repite de manera formularia el v. 126, que describe la rabia, el pesar y la desesperacin de los excluidos, en 13,42.50; 22,13; 24,51; 25,30. La frase queda empleada siempre en referencia a aquellos que recibieron el llamamiento en vano (Schlatter). Del contexto en que Mateo ha colocado esta sentencia, se deduce de manera an ms clara que en Le 13,28, que la fe en Jess es decisiva para la salvacin. La fe del centurin pagano ensalzada por Jess no era an la fe salvfica en sentido estricto323, y la gracia que a cambio de ella recibe es slo la curacin de su siervo. Pero es que la alabanza que recibe de labios de Jess no va referida al grado de su comprensin religiosa, sino a su actitud creyente que depende, en primera lnea, de la voluntad. Y esta actitud de fe es tambin lo decisivo para la unin con Jess y no el grado de formacin religiosa (cf. 11,25-27). El v. 13 se debe, en su formulacin, a Mateo y es repetido casi literalmente en 15,28 (cf. tambin 17,186). Sobre la relacin de este episodio con el semejante narrado en Jn 4, 46-54, v. all. Jess cura a la suegra de Pedro 8,14-17 (= *Mc 1,29-34; Le 4,38-41) Cuando Jess lleg a la casa de Pedro, vio que su suegra estaba en cama y con fiebre; 15 le toc la mano, y le desapareci la fiebre; ella se levant y le serva. 16 Llegada la tarde, le presentaron muchos endemoniados; y arroj a los espritus con la palabra, y cur a todos los que estaban enfermos; " para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaas, cuando dijo: l mismo tom nuestras flaquezas, y carg con nuestras enfermedades (Is 53,4).
322. 323. a . Mt 22,13; 25,30. Cf. el exc. despus de Me 6,6a. 241
14
8,14-17
8,23-27
Mateo ofrece ahora los dos pasajes de Me 1,29-31.32-34, que haba omitido anteriormente 324 y que encajan a maravilla en su ciclo de milagros, mientras que para Me 1,35-38 no haba lugar alguno en esta su narracin, y tampoco para el sermn pronunciado por Jess en la sinagoga y la expulsin del demonio (Me 1, 21-28), que en Marcos preceden a la curacin de la suegra de Pedro, escenas de las que Mateo haba ya empleado con anterioridad los v. 21 y 28 3 2 \ El relato sobre la curacin de la suegra de Pedro es en l an ms sucinto que en Marcos. Mateo coloca esta escena en otra ocasin totalmente distinta de Marcos, por lo que la relacin histrica existente an en ste con la vocacin de los discpulos, ha desaparecido del todo en Mateo, siendo nombrado de los cuatro discpulos slo Pedro, como parte interesada. Mateo no dice, como Marcos, que se hablara a Jess de la enfermedad de la mujer, sino que Jess la ve y la cura 32(1. No se explica en Mateo (v. 16) por qu los enfermos y los posesos no eran trados hasta el atardecer. Por el texto paralelo de Marcos sabemos que se trata de un sbado, que llega a su fin con la puesta del sol. Frente a Me 1.34 (y cur a muchos) dice Mateo, de manera ms inequvoca, que cur a todos 32: . Importante es para Mateo que en estas curaciones milagrosas de Jess se cumple la profeca de Isaas sobre el siervo de Dios. En el contexto de Is 53, el v. 4, aqu citado, quiere decir que el siervo sufriente de Dios toma sobre s, en lugar nuestro, nuestros dolores, esto es, los castigos merecidos por nuestros pecados (cf. IPe 2,24). En Mateo, en cambio, tomar es lo mismo que quitar, hacer desaparecer, y cargar con lo mismo que llevarse, quitar. Mateo se refiere, adems, exclusivamente (lo mismo en 12,17-20) a la desaparicin de enfermedades corporales y casos de posesin por medio de la taumaturgia de Jess.
Exigencias del seguir a Jess 8,18-22 ( = *Lc 9,57-60) Viendo Jess la muchedumbre a su alrededor, mand marchar hacia la otra orilla. 19 Y se le acerc un escriba y le dijo: Maestro, te seguir adondequiera que vayas. 20 Y Jess le contesta: .Las zorras tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dnde reclinar la cabeza. 21 Otro, de los discpulos, le dijo: Seor, permteme ir a enterrar a mi padre. 22 Pero Jess le contesta: Sigeme, y deja a los muertos que entierren a sus muertos. Estas dos ilustraciones al tema del discpulo, introducidas aqu por Mateo, aparecen tambin unidas en Lucas, aumentadas con un tercer ejemplo y colocadas en otro contexto. La ocasin de introducir aqu este pasaje, que no tiene relacin alguna con el tema central del ciclo de los milagros, puede haberla dado a Mateo la circunstancia de la travesa del lago, que pone de manifiesto la inquieta vida ambulante de Jess. En los dos casos, el acento recae no en la actitud del que se ha decidido o ha sido llamado como discpulo, sino en las palabras de Jess. Slo Mateo dice que el primero de ellos era un maestro de la Escritura. Al segundo le designa desde el primer momento como discpulo (frente a Le 9,59), y luego a continuacin, en el v. 22, ofrece el llamamiento a seguirle, que en Lucas precede. El ruego del aqu nombrado discpulo presupone ya ese llamamiento de Jess, de lo que se deduce que Lucas ofrece en este caso el relato ms originario. El v. 18 corresponde a Me 4,35.
18
com. Mt a 4,23-25. com. a Mt 4,23-25. com. a Le 4,38. Le 4.40: Mt 4.24; 12.15 junto a Me 3.10. 242
Jess calma la tempestad 8,23-27 ( = *Mc 4,35-41; Le 8,22-25) Luego subi a la barca y lo acompaaban sus discpulos. Y sobrevino entonces en el mar una tempestad tan grande, que
243
23
24
8,23-27
Jess calma la tempestad Curacin de los dos posesos de Gadara 8,28-34 ( = *Mc 5,1-20; Le 8,26-39) Cuando l lleg a la otra orilla, a la regin de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados, que salan de los sepulcros y que eran tan furiosos, que nadie poda pasar por aquel camino. 29 Y se pusieron a gritar as: Qu tienes t que ver con nosotros, Hijo de Dios? Viniste aqu antes de tiempo para atormentarnos? 30 A cierta distancia de ellos, haba una gran piara de cerdos paciendo. 31 Entonces los demonios le suplicaban: Si nos vas a arrojar, mndanos ir a esa piara de cerdos. 32 Y l les dijo: Pues id. Salieron, pues, de all y se fueron a los cerdos; y entonces toda la piara se arroj con gran mpetu al mar por un precipicio, y perecieron en las aguas. 33 Los porqueros salieron huyendo y se fueron a la ciudad a llevar la noticia de todo lo relativo a los endemoniados. s* Entonces toda la ciudad sali a buscar a Jess, y, cuando lo vieron, le suplicaron que se retirara de aquellos territorios. La amplia y sugestiva exposicin de este episodio en Marcos, queda en Mateo abreviada hasta su ltimo grado (slo 7 v. en lugar de los 20 de Marcos). Al evangelista le importa slo el hecho del encuentro de Jess con los demonios y del aniquilamiento de la piara de cerdos. Los posesos quedan mencionados slo en funcin de los demonios. En lugar de uno solo como en Marcos, habla Mateo de dos posesos (cf. 20,30) y, en lugar de la poblacin de Gerasa situada a una distancia considerable del lago, nombra, segn los textos mejores, la ms cercana de Gadara (2 horas al SE del lago), cuyo teritorio, sin embargo, no se extenda tampoco hasta el lago 8S0 . En cuanto al contenido es importante el dato de antes de tiempo, del v. 29b. Los demonios conocen su ltimo destino, que 330. Segn
FLAVIO JOSEFO,
28
las olas llegaban a cubrir la barca. Pero l estaba dormido. 25 Acercronse a l y lo despertaron, diciendo: Seor, slvanos, que nos hundimos! 26 Pero l les dice: Por qu tenis miedo, hombres de poca fe? Entonces se levant, increp a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. " Los hombres quedaron admirados y se preguntaban: Qu clase de hombre es ste, que hasta el viento y la mar le obedecen? En lugar de Me 2,lss ( = Mt 9,lss) ofrece Mateo ahora dos pasajes, que aparecen en Marcos mucho ms tarde, tras el discurso de las parbolas (4, 35-5,20). El motivo que induce a Mateo a elegir este orden parece ser claro: si quera distinguir la nueva visita a Cafarnam de Me 2,1 ( = Mt 9,1) de la anterior, no poda hacer seguir ahora inmediatamente Me 2,lss. Por ello introduce aqu los dos pasajes que siguen, en el primero de los cuales Jess abandona Cafarnam. El relato de Mateo es otra vez ms breve y con mucho menos colorido que el de Marcos. Las palabras de los desesperanzados discpulos son en Mateo slo un grito de socorro (v. 25) y no tienen el tono un poco irrespetuoso y de reproche de la pregunta de Me 4,38. El apostrofe de hombres de poca fe (en lugar de la expresin ms fuerte Todava no tenis fe? de Me 4,40b) es caracterstico para Mateo 328 . En lugar del temor (miedo mezclado con veneracin) de los discpulos ante Jess habla Mateo del asombro de los hombres, esto es, o de los hombres que junto con los discpulos hacan la travesa, que slo son nombrados expresamente por Marcos (4,366), o de aquellos que, despus, se enteraron del milagro 329.
328. Cf. Mt 14,31; 16,8; tambin 6,30 = Le 12,28. 329. Cf. un ejemplo semejante en Le 18,26 = Me 10,26.
244
9,1-8
Curacin de un paraltico
Vocacin de Mateo
9,9-13
no ser decidido antes del da del juicio (cf. 25,41); hasta l no sern entregados al abismo (Le 8,31) del infierno.
Curacin de un paraltico 9,1-8 ( = *Mc 2,1-12; Le 5,17-26) Subiendo a una barca pas al otro lado del mar y lleg a su ciudad. 2 Y all le presentaban a un paraltico tendido en una camilla. Cuando Jess vio la fe que tenan, dijo al paraltico: Ten confianza, hijo; perdonados te son tus pecados. 3 Entonces algunos escribas se dijeron entre s: Pero si ste est blasfemando. * Entonces Jess, penetrando sus pensamientos, dijo: Por qu estis pensando mal en vuestros corazones? "' Pues qu es ms fcil, decir: "Perdonados te son tus pecados", o decir: "Levntate y anda"? 8 Pues para que sepis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados entonces dice al paraltico: Levntate, toma tu camilla y vete a tu casa. 7 Y ste se levant y se march a su casa. 8 Al ver esto las multitudes, quedaron sobrecogidas de temor y glorificaron a Dios, por haber dado tal poder a los hombres. En Marcos (y Lucas) sigue a la percope de Gerasa y al retorno a travs del lago, la resurreccin de la hija de Jairo y la curacin de la hemorrosa. Mateo coloca en medio las tres primeras discusiones en Galilea de las cinco ofrecidas por Marcos (Me 2,1-22), la primera de las cuales tiene lugar durante una visita de Jess a Cafarnam. Hay pues en Mt 9,1 un retorno a Me 2,1 3 3 \ hacindose coincidir Me 2,1 con 5,21. Su ciudad ( = Cafarnam) remite a 4,13. La curacin del paraltico interesa a Mateo en su ciclo de milagros por el hecho del milagro mismo, mientras que el relat en s, igual que en Marcos, lleva el acento en el hecho de la discusin. 331. Cf. la nota preliminar a Mt 8,23-27. 246
1
La parte narrativa del pasaje (9,1-2a,) est tambin muy abreviada en comparacin con Me 2,1-4. La afluencia de la gente, descrita de manera tan grfica por Marcos (2,2), ha sido totalmente suprimida y, en consecuencia, tambin el v. 4. Mateo no nos dice pues que la escena se desarrolla toda ella en una casa y que los que llevan al paraltico a Jess tienen que abrir el techo para llegar hasta l. Por ello le falta a la frase del v. 2b, Cuando Jess vio la fe que tenan, su trmino de referencia. La exhortacin ten confianza (v. 2) la aade Mateo tambin en 9,22. Por otra parte suprime en el v. 3 la motivacin de la acusacin farisea est blasfemando (Me 2,1b). La muchedumbre no queda mencionada hasta el final, en el v. 8. El texto de nunca vimos cosa semejante (Me 3,12) tiene que ser variado por el motivo de los milagros narrados anteriormente, de los que el pueblo ha sido tambin testigo. Segn Mateo, el pueblo alaba a Dios por haber dado tal poder a los hombres, con lo que se hace referencia, no al poder de perdonar los pecados (v. 6), que Jess reclama como suyo, sino slo al milagro de la curacin.
Vocacin de Mateo y relaciones de Jess con los publicanos 9,9-13 ( = *Mc 2,13-17; Le 5,27-32) Cuando Jess pas de all, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en su despacho de cobrador de impuestos, y le dice: Sigeme. Y l se levant y lo sigui. 10 Y sucedi que, mientras estaba Jess a la mesa en la casa de ste, muchos publicanos y pecadores vinieron tambin a sentarse a la mesa con Jess y sus discpulos. " Los fariseos, al verlo, decan a sus discpulos: Por qu vuestro Maestro se pone a comer con publicanos y pecadores? 12 Cuando l lo oy, dijo: No necesitan mdico los sanos, sino los enfermos. 1S Id, pues, y aprended qu significa: Misericordia quiero y no sacrificio (Os 6,6); porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
9
247
9,9-13
Vocacin de Mateo
9,14-H
A diferencia de Marcos, ha unido Mateo este pasaje en estrecha relacin con el precedente 332 . As tena pues que quedar suprimido Me 2,13, pasaje que no presenta relacin alguna con el relato siguiente. En lugar de Lev, hijo de Alfeo (Me 2,14) da el primer evangelista el nombre de Mateo al recaudador de impuestos, a quien va dirigido el llamamiento de Jess, hacindole pues coincidir con el apstol Mateo, nombrado en el catlogo de los apstoles, al que llama all expresamente (10,3) Mateo, el publicano. Esta equiparacin es slo posible suponiendo que Lev Mateo hubiera tenido dos nombres semticos. En la Iglesia antigua, entre los autores conocidos para nosotros, slo Heraclen 333 y Orgenes 334 han hecho distincin entre ambos personajes. Tampoco en Mateo (v. 10) est claro, al igual que en Me 2,15, si es Lev Mateo o Jess quien organiza el banquete de los publcanos. El v. 13a repetido en 12,7 ha sido introducido aqu por Mateo. En l se echa en cara a los fariseos, que se escandalizan del trato de Jess con los publcanos, hombres ritualmente impuros, su desconocimiento de la voluntad de Dios, a pesar de esar sta expresada en la Escritura. Misericordia, esto es, amor, es para Dios ms importante que toda clase de acto de culto (en el que quedan aqu incluidos los preceptos de pureza ritual 335 ). Id y aprended, frmula escolstica frecuente entre los rabinos no significa una despedida de los acusadores. El ir sirve slo para designar el aspecto incoativo de la accin 338. La sentencia del mdico seala el trato de Jess con los pecadores como su propia tarea profesional y el v. 13a designa junto a ello, como nuevo motivo, el precepto del amor. Esta doble motivacin no encierra en s contradiccin alguna, ya que la misin de Jess es, en ltimo trmino, el amor mismo 837 . Pero el v. 13, que falta en Marcos y Lucas, es vuelto a utilizar por Mateo ms tarde en 12,7, y, dado
332. Cf. la misma frmula de unin en Mt 9,27; 12,9.15; 15,21.29.
333. En CLEMENTE DE ALEJANDRA, Strom. iv, 9.
que, sobre todo, interrumpe la relacin entre la sentencia del mdico (v. 12) y su aplicacin (v. \2>b), no puede ser ste su lugar originario histrico. Su contenido era conocido tambin al judaismo tardo. Del rab Eleazar 338 proviene la sentencia: Ms grande es el que da limosna, que todos los sacrificios (cf. Prov 21,3) y ms grande es una manifestacin de amor que la limosna.
La cuestin del ayuno 9,14-17 ( = *Mc 2,18-22; Le 5,33-39) Entonces se le acercan los discpulos de Juan y le dicen: Por qu tus discpulos no ayunan cuando nosotros y los fariseos estamos ayunando? 15 Jess les respondi: Acaso van a estar tristes los invitados a bodas mientras el esposo est con ellos? Tiempo llegar en que les quiten al esposo y entonces ayunarn. 18 Nadie echa un trozo de pao sin tundir en un vestido viejo; porque este remiendo tirara del vestido y la rotura se hara mayor. 17 M se echa vino nuevo en odres viejos; si se hiciera, se romperan los odres, y el vino se derramara y los odres se perderan. El vino nuevo se echa en odres nuevos, y as ambos se conservan. Con la expresin entonces Mateo relaciona, de manera directa, este trozo con el anterior; aparte de ello queda determinado en su texto la personalidad del sujeto de la pregunta, no fijada en Marcos, refiriendo el plural impersonal de Me 2,18> a los discpulos de Juan, nombrados en el v. 18a (Lucas lo refiere a doctores de la ley fariseos). El acento cae, pues, en la segunda parte de la pregunta: por qu no ayunan tus discpulos, como nosotros y como los fariseos? En el v. 15 se define el ayuno como seal de duelo 339 .
14
ORGENES, Contra Celsum i, 62. Cf. Me 12,33; Mt 23,23 = Le 11,42. Cf. Mt 10,7; 11,4; Le 10,37; 14,10. Cf. el exc. despus de Le 10,37.
248
249
9,27-34
Jess resucita a una nia y cura a la hemorrosa 9,18-26 (= *Mc 5,21-43; Le 8,40-56) Mientras les estaba diciendo estas cosas, se acerca a l un efe, se postra ante l y le dice: Mi hija acaba de morir; pero ven, pon tu mano sobre ella, y vivir. 19 Jess se levant, y lo iba siguiendo junto con sus discpulos. 20 Y entretanto, una mujer, hemorrosa desde haca doce aos, acercndose por detrs, toc la orla de su manto; 21 pues deca para s misma: Slo con que logre tocar su manto quedar sana. 22 Entonces Jess se volvi y, mirndola, le dijo: Ten confianza, hija ma; tu fe te ha salvado. Y qued sana la mujer desde aquel momento. 23 Cuando Jess lleg a la casa del jefe, y vio a los flautistas y a la gente alborotando, 2* dijo: Retiraos; que la nia no ha muerto, sino que est durmiendo. Y se burlaban de l. 25 Cuando echaron a la gente, entr l, la tom de la mano, y la nia se levant. 20 Y la noticia del hecho se difundi por toda aquella comarca. Mateo une tambin ntimamente esta doble escena con lo que precede340. La travesa del lago ha- quedado mencionada ya en 9,1 y. por ello, se ha suprimido aqu el v. inicial de la escena de Marcos 5,21. Tambin aqu es caracterstico de Mateo la considerable abreviacin del relato341 frente a Marcos. 23 v. de ste quedan reducidos en Mateo a 9. Importantes para el evangelista son slo los dos milagros en cuanto tales. En el relato de la curacin de la mujer faltan el detalle sin inters objetivo de Me 5,26, la pregunta de Jess, la manifestacin un tanto irrespetuosa de los discpulos y el rasgo de carcter primitivo popular (Me 5,30) de que la mujer es curada por la fuerza que sale de Jess. En Mateo queda curada por las palabras de Jess: Tu fe te ha salvado. La abreviacin de ms importan340. La misma frmula de transicin encontramos tambin en Mt 12,46; 17,5; 26,47. 341. Cf. ya com. a 8,28-34. 250
18
cia objetiva frente a Marcos es la supresin de los de casa del jefe (del que Mateo no da nombre ni profesin), los cuales son en Me 5,35s quienes traen la noticia de que la nia ha muerto entretanto. ste es el motivo por el que Mateo pone en boca del padre de la nia las palabras sobre su muerte ya al principio del relato; desde el primer momento se reclama, pues, la presencia de Jess, no para un agonizante, sino para un muerto342. La mano del evangelista queda delatada en el v. 22 por la adicin de ten confianza (lo mismo en 9,2) y en la formulacin de la frase final del mismo343. Slo en el dato de 9,20, segn el cual la mujer hemorrosa toc la orla del vestido de Jess 34 \ muestra Mateo (y tambin Le 8,44) mayor exactitud que Marcos. Mateo es tambin el nico en nombrar (v. 23) los flautistas presentes en toda clase de exequias judas, an en las ms pobres. Ambos rasgos delatan al autor como cristiano proveniente del judaismo. Sobre el v. 26 (en lugar de la orden de silencio de Me 5,43), cf. Me 1,28.
Curacin de dos ciegos y un mudo 9,27-34 (cf. 12,22-24 = *Lc ll,14s; Mt 20,29-34 = Me 10,46-52) Al marchar Jess de all, le iban siguiendo dos ciegos que decan a gritos: Hijo de David, ten compasin de nosotros! 28 Apenas lleg a la casa, se le acercaron los dos ciegos, y Jess les dice: Creis que yo puedo hacer esto? Ellos le responden: S, Seor. 29 Entonces les toc los ojos diciendo: Hgase en vosotros conforme a vuestra fe. 30 Y se les abrieron los ojos. Entonces Jess les advirti con severidad: Mirad que nadie lo sepa. 31 Pero ellos, apenas salieron, lo divulgaron por toda aquella comarca. 32 Mientras stos salan, le presentaron un mudo endemoniado. 33 Y una vez arrojado el demonio, habl el mudo. Y las gentes quedaban admiradas y decan: Jams en Israel se vio cosa seme342. Cf. una abreviacin semejante en Mt 8,5-13. 343. a . com. a Mt 8,13, a 15.20& y a 17,186. 344. Cf. com. a Me 6,56 y ms adelante com. a Mt 23,5.
27
251
9,27-34
9,35-11,1
jante. 34 Pero los fariseos decan: Es por arte del prncipe de los demonios por quien ste lanza los demonios. Con estos dos relatos de curaciones milagrosas cierra Mateo el ciclo de los milagros. Ambos estn colocados aqu probablemente con miras a 11,5; el segundo de ellos es indudablemente una anticipacin de 12,22-24 = Le ll,14s, lo cual puede reconocerse en el hecho de que su texto concuerda aqu (9, 32-34) con Le ll,14s ms exactamente que en el relato paralelo de Mt 12,22-24. Tampoco puede menos de reconocerse que en el primer relato han sido utilizados, por una parte (v. 27) 20,29-34 ( = Me 10,46-52), donde Mateo habla asimismo de dos ciegos (frente a Marcos y Lucas), y por otra (v. 30s) Me 1,43-45. El texto muestra, de hecho, contactos con ambos pasajes. Extrao es, sobre todo, el ttulo de hijo de David dirigido a Jess 345, adems el detalle de que Jess toca los ojos de los dos ciegos (con 20,34 frente a Me 10,52) y el reconocimiento de su fe (con Me 10,52 frente a Mt 20,34). La adicin de 9,32-34 se debe probablemente a la circunstancia de que Mateo estaba precisamente interesado en conseguir una cifra de diez para los milagros de Jess consignados en el ciclo. Hasta llegar a la casa en que vive (cf. 8,14) no se dirige Jess a los dos ciegos. Jess no quiere llevar a cabo un milagro espectacular (cf. v. 30; 12,15ss). El nombre de hijo de David con que ambos le invocan, era la designacin juda corriente para el Mesas 34e . Jess mismo no la utiliz nunca como designacin propia, por el tono poltico de que iba matizada 347. Jess no fue reconocido como Mesas por el pueblo judo 348 y, segn Me 10,47 es el ciego Bartimeo (en Mt 20,30 los dos ciegos) junto a Jeric el primero en dirigirse a Jess con esta invocacin, por lo que no puede haber sido tal nombre un ttulo aplicado de manera corriente a Jess. Pero Mateo, que no concede importancia alguna a la exactitud cronolgica, no vacila en anticiparlo ya aqu junto
345. 346. 347. 348. Cf. En En Cf. infra com. a v. 27s. poca precristiana atestiguada slo en Sal de Salomn 17,21. Me 12,35-37 se trata de una situacin y contenido diferentes. Me 6,14-16; 8,27-30. 252
con la escena toda de la curacin de los ciegos, ni tampoco en hacer, un poco ms tarde (15,22), que salude a Jess con el mismo ttulo la mujer sirofenicia, esto es, una mujer pagana. Antes de curar a los ciegos, quiere Jess or de ellos una confesin expresa de su fe 849 . Slo despus de obtenerla toca sus ojos enfermos 350 y les pro- 29 mete la curacin segn han credo (cf. 8,13). El efecto tiene lugar de manera inmediata; sus ojos quedan abiertos 351. La enrgica orden de silencio (cf. 8,4) tiene tan poco efecto como 30s en otros casos semejantes 35!, pero es una muestra de que Jess pretende evitar toda clase de sensacionalismo. Sobre los v. 32-34, cf. Le ll,14s. La frase de enlace de este 32-34 pasaje con el anterior coincide con 9,2. Propio del relato de Mateo es el coro final del v. 33Z> (cf. 9,8), en el que el pueblo expresa su asombro ante el poder milagroso de Jess. El v. 34 falta en el texto occidental y es probablemente una interpolacin tarda a partir de 12,24. La misin de los discpulos 9,35-11,1 Con arreglo a su principio de ordenacin sistemtica hace Mateo seguir al ciclo de los milagros una nueva seccin larga de discursos del Seor, que se deja reconocer fcilmente como composicin del evangelista en la forma en que la ofrece. El fundamento lo constituye el breve discurso dirigido a los doce en su misin (Me 6, 66-13 = Le 9,1-6) del que forma un relato paralelo el discurso a los 70 (72) discpulos transmitido en Le 10,1-16. Mateo ha fundido los dos textos en una sola unidad, uniendo con ellos adems algunas otras sentencias de Jess referidas al mismo tema ( = 9 , 35-10,16). Aparte de esto ha aadido al grupo as formado una
349. Cf. el exc. despus de Me 6,6a.
350. Q . 8,3; 20,34.
351. Cf. 2Re 6,17; Is 35,5; 42,7; Jn 9,10ss; 10,21; 11,37 y com. a Me 7,34. 352. Cf. Me 1,45; 7,36.
253
9,35-38
9,35-38
serie de trozos de discursos y sentencias de Jess sobre el tema de la vocacin y el destino del discpulo que en parte se encuentran tambin en Marcos y Lucas (a veces repetidos en el mismo Mateo) en otros contextos. El punto de vista central para Mateo no es aqu la narracin del hecho histrico particular de la primera misin de los discpulos para la predicacin del evangelio, sino una compilacin lo ms amplia posible de todo lo dicho por Jess sobre el ser y el destino del discpulo, lo cual se desprende ya del hecho de que ha suprimido como episodios sin importancia la salida de los doce (Me 6,12s) a su predicacin misional y su retorno353. Importante para la recta comprensin del discurso en su conjunto es la observacin del cambio que el concepto de discpulo experimenta en su curso. Las palabras de Jess no van dirigidas aqu solamente a los doce o a los setenta en su misin, sino a todos los discpulos en sentido amplio, esto es, a todos los cristianos. En otras palabras, Mateo ha fundido aqu en una unidad un discurso dirigido a los discpulos en su categora de apstoles con otro dirigido a los discpulos en general.
Escasez de obreros apostlicos 9,35-38 (= Le 10,2; cf. Me 6,34) Y recorra Jess todas las ciudades y aldeas, enseando en las sinagogas, anunciando la buena nueva del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. 36 Viendo a las multitudes, sinti gran compasin por ellas, porque estaban extenuadas y abatidas como ovejas sin pastor. 37 Entonces dice a sus discpulos: Mucha es la mies, pero pocos los obreros; 38 rogad, pues, al dueo de la mies que enve obreros a su mies. 35 Con un relato sumario, correspondiente a Me 6,6b, Mateo pasa a la nueva seccin dando en el v. 35, que repite 4,23, un cuadro de los rasgos principales de la actividad de Jess. Tambin en el
353. Me 6,30 = Le 9,10 y 10,17. 254
35
caso de que sea entendido no como cierre final de la seccin precedente, ya que repite casi al pie de la letra 4,23, sino como introduccin a la siguiente, el v. 35 es una confirmacin de que para el evangelista supone una sola unidad todo lo incluido entre 4,23 y 9,35. El hecho de que, a diferencia de 4,23, aqu no se nombre a Galilea como escenario de la actividad de Jess tiene que ser entendido quiz como una referencia del evangelista a la ampliacin del mbito de la misma. El v. 36 tiene que ser entendido aqu como una afirmacin de 36 carcter general35*. La situacin del pueblo despierta la compasin de Jess. Como un rebao sin pastor, el pueblo est falto de verdadera orientacin religiosa, abandonado a s mismo, desatendido 35S. Los maestros de la Escritura, los guas religiosos profesionales, no se preocupan de ello, sino que postulan ms bien el aislamiento de los piadosos frente al am haares impo356. La sentencia siguiente, que en Le 10,2 inicia el discurso dirigido 37s a los 70 en su misin, introduce con un fuerte cambio de imagen (antes rebao de ovejas, ahora la mies) un nuevo pensamiento. Jess invita a los discpulos a rogar por el envo de nuevos trabajadores a la cosecha. El dueo de la mies es Dios, porque el trabajo de cosechar, por medio del cual los hombres deben ser ganados para el evangelio y al mismo tiempo para su salvacin la cosecha no es aqu imagen del juicio como en 3,12; 13,39, es querido por su voluntad y se realiza en su servicio. La oracin para que Dios enve trabajadores a la mies es necesaria, porque no todos pueden trabajar en este campo, sino slo aquel que es enviado por el Seor de la mies. La inconsecuencia lgica (que aparece tambin en el texto de Lucas) de que Jess invita a los discpulos a rogar por el envo de trabajadores a la mies, envindolos despus l mismo a ellos a continuacin, es un indicio de que esta sentencia no est en relacin histrica originaria con el hecho mismo de la misin de los discpulos.
354. volverlo 355. 356. A diferencia de Me 6,34, pasaje que anticipa aqu Mateo, para a ofrecer luego abreviado en 14,14. Cf. Nm 27,17; IRe 22,17; 2Par 18,16; Ez 34,5s. Cf. Jn 7,49 y com. a Me 2,16s.
255
La misin de los discpulos La misin de los discpulos 10,1-16 ( = Me 6, 66-11; 3,13-19; Le 9,1-6; *10,1-12; 6,13-16) Y llamando junto a s a sus doce discpulos, les dio autoridad para arrojar a los mismos espritus impuros y para curar toda enfermedad y toda dolencia. 2 Los nombres de los doce apstoles son stos: El primero Simn, llamado Pedro, y Andrs, su hermano; Santiago, el hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; 3 Felipe y Bartolom; Toms y Mateo, el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo; * Simn, el cananeo, y Judas Iscariote, el que luego lo entreg. A estos doce los envi Jess, dndoles estas instrucciones: No vayis a tierra de gentiles, ni entris en ciudad alguna de los samaritanos; "id ms bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Al ir predicando, decid que el reino de los cielos ya ha llegado. 8 Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, purificad a los leprosos, arrojad a los demonios; como gratis lo recibisteis, dadlo tambin gratis. "No os procuris oro, ni plata, ni moneda de cobre en vuestros cinturones; 10 ni alforja para el camino, ni dos tnicas, ni sandalias, ni bastn; que el obrero merece su sustento. 11 En cualquier ciudad o aldea en que entris, informaos de quin hay digno en ella, y all permaneced hasta que tengis que salir. 12 Al entrar en la casa, dirigidle el saludo de paz; 18 y si la casa es digna, descienda vuestra paz sobre ella; pero si no lo merece, vulvase a vosotros vuestra paz. " Y donde no quieran recibiros ni escuchar vuestras palabras, al salir de esa casa o de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. 10 Os lo aseguro: ser ms tolerable la suerte del pas de Sodoma y de Gomorra en el da del juicio que la de esa ciudad. Con Me 6,66-11 describe Mateo aqu la misin de los doce y las instrucciones que les da Jess al enviarlos. Al mismo tiempo ofrece tambin sus nombres y lo que Marcos nos hace saber sobre los poderes a ellos transmitidos en el relato sobre su eleccin. La eleccin 256
5 1
10,1-16
misma no es narrada sino slo presupuesta, ya que para Mateo tienen menor inters los hechos histricos mismos que su significacin y las palabras pronunciadas por Jess. Mateo une, pues, aqu lo que en Marcos encontramos, con arreglo al desarrollo histrico de los hechos, en dos pasajes distintos, esto es Me 3,13-19 (eleccin de los apstoles) y 6,66-11 (misin de los mismos), aadiendo adems lo que Le 10,1-12, en correspondencia parcial en cuanto al contenido con Me 6,66-11 = Le 9,1-5, nos cuenta sobre la misin de los 70. De esta unin de episodios, independientes en su origen, se explica la pequea irregularidad de que vuelva Jess a llamar a s a los apstoles (v. 1) a los que ya anteriormente acaba de dirigirse. Junto al poder sobre los demonios queda nombrado expresamen- 1 te el de curacin de toda clase de enfermedad, siguiendo la forma del texto de 4,23 y 9,35. Slo aqu cuando la misin habla Mateo de los doce apstoles 2-4 (cf., en cambio, v. 1). En el catlogo de los apstoles recibe Simn el ttulo honorfico de el primero, se entiende en cuanto a categora, a Mateo se le da el calificativo de el publicano, con lo que se pretende identificarle con el Mateo nombrado en 9,9. En el nombre del apstol que hace el nmero diez, vacila la tradicin textual entre Tadeo y Lebeo. Ambos nombres significan el valiente. El v. 5 contina el discurso de la misin de los discpulos inte- Ss rrumpido por la lista de los apstoles. En su primera misin deben los apstoles limitarse al pueblo de Israel y no ir ni a los paganos vecinos (Siria en el norte y la Decpolis al este), ni a los samaritanos, considerados por los judos como semipaganos. Esta limitacin en el trabajo misional de los discpulos corresponde exactamente a la misin de Jess mismo (cf. 15,24). El evangelio debe ser ofrecido en primer lugar a la casa ( = pueblo) de Israel85T, como pueblo elegido y portador hasta entonces de la revelacin divina (cf. Act 13,46). La hora de la misin entre los paganos vendra luego, una vez que Jess terminara su obra salvadora. Slo negando este orden determinado por la voluntad divina en el proceso de la redencin puede
357. Cf. Lev 10,6; Am 5,25; Jer 31(38)33; Mt 15,24; Act 2,36; 7,42; Heb 8,10. 257
10,1-16
10,1-16
encontrarse una contradiccin entre este pasaje y el encargo de misin del Resucitado (28,19)3M. Las ovejas perdidas no son slo las desperdigadas del rebao, los pecadores (cf. 9,136,), sino que todo el pueblo de Israel es un rebao disperso, sin pastor 359, cuya nueva reunin es la tarea del Mesas3G0. Los v. 7 y 8 dan cuenta del contenido de la predicacin de los apstoles y de los milagros que la acompaan, para cuya realizacin reciben la orden y el poder de Jess (cf. Le 10,9). Los milagros corresponden a la funcin propia de Jess, y tampoco el contenido de la predicacin puede ser otro que el de la de Jess mismo (cf. 4,17). Los milagros aqu enumerados (de manera ms completa que en Le 10,9) son nombrados ya en Is 35,5 como signo de la poca mesinica361. De manera expresa queda encarecido el carcter gratuito de la actividad apostlica. La predicacin del evangelio no puede ser rebajada al nivel de un negocio (cf. 2Cor 2,17). Tambin para los rabinos era un principio que el conocimiento de la ley no poda ser utilizado para la obtencin de ganancias materiales. Pero la prctica era en muchos casos distinta 302. Las detalladas instrucciones particulares que siguen sobre la manera de proceder de los doce en su viaje misional, corresponden a Me 6,8-11 (= Le 9,3s) y Le 10,3-12. Mateo antepone (frente a Lucas) la misin en las ciudades a la misin en las casas. El v. 9 tiene que ser entendido en Mateo, a diferencia de Marcos y Lucas, no con referencia al llevar dinero consigo; no al hecho de recibir dinero en la misin, como se deduce claramente de la mencin del oro y la plata (junto al cobre) y la relacin con el v. 86. Tambin son prohibidos en Mateo (y en Lucas) frente a Me 6,8s el bastn de camino y las sandalias 3e3. Mateo une con esta frase (frente a Le 10,1b), a continuacin, la de que quien trabaja merece su sustento (en lugar del equvoco su salario que aparece en Lucas). Por ello, la confiada ausencia de inquietud es la actitud que se exige del misionero.
358. 360. 361. 362. 363. Cf. el exc. sobre 28,19s. Cf. Miq 5,3; Ez 34,23. Cf.com. a Mt 11,5. Cf. com. a Me 12,40. Cf. com. a Me 6,8s. 359. Cf. 9,36; Is 43,6; Jer 50(27)6.
Los v. 11-15 = Le 10,5-12. Los v. 11 y 12 corresponden juntos 11 a Le 10,5 y Me 6,10 ( = Le 9,4) al mismo tiempo36*. Cuando los apstoles entren en una ciudad o una aldea (cf. en la forma de expresin la influencia de 9,35) deben informarse antes de alojarse en una casa de la clase de familia que la habita, para no perjudicar la causa del evangelio con su estancia en una casa de mala fama. El v. 116 slo puede entenderse a partir de una fusin de dos fuentes distintas. En Me 6,106 y Le 10,7 queda prohibido con estas palabras el cambio de alojamiento (o sea de casa). Mateo, en cambio, se refiere primero a la entrada en una ciudad o una aldea. La frase debera estar en realidad despus del v. 12. En el v. 12, que en cuanto a su contenido tiene su correspondencia 12 en Le 10,5, la expresin dirigidle el saludo es menos originaria que decid primeramente: paz a esta casa de Lucas, como lo prueba la continuacin en el v. 13. En el v. 13 el giro si la casa es digna es una perfrasis de la 13 expresin ms originaria de Lucas 10,6: Si hay all algn hijo de la paz 3<)5. Digna tiene, pues, aqu un sentido distinto, ms profundo que en el v. 11. Le 10,7-10 lo ofrece Mateo slo en forma resumida y en un lugar diferente. El v. 9 lo anticipa (Mt 10,7-Sa) como programa de la misin en su conjunto y el v. 76 ( = Mt 10,106) queda unido con la instruccin sobre la sencillez del equipo del misionero. El v. 14, que corresponde a Le 10,1 Os, se acerca en su texto 14 ms a Me 6,11 (= Le 9,5). De esa casa es adicin de Mateo. La profeca conminatoria que sigue (v. 15) va referida slo a la 15 ciudad en cuestin; en ella, las palabras y de Gomorra se deben a la mano de Mateo 3ee porque slo los habitantes de Sodoma fueron quienes violaron el derecho de hospitalidad. La expresin en el da del juicio 387 es una aclaracin de en aquel da, usual en el AT, que aparece en Le 10,1238e. En esta frase queda, sin duda, expresada tambin la resurreccin de los impos para el juicio final.
364. 365. 366. 367. 368. El v. 136 = Me 6,106. Cf. Mt 10,37s junto a Le 14,26s. Cf. Le 10,12 y la repeticin de la frase en Mt 11,24. Lo mismo en Mt 11,22.24; 12,36. a . com. a Me 13,32.
258
259
10,17-25 16
10,17-25
Como final de esta parte del discurso ofrece Mateo una frase, cuya primera mitad inicia en Lucas el discurso de la misin dirigida a los 70. En Mateo va como frmula de transicin a la seccin siguiente, los v. 17-25, que trata del difcil destino que espera al discpulo. La situacin referida alude a algo ms (al igual que en los v. 17-25) de lo que en realidad fue la primera misin de los discpulos, poca todava no caracterizada por la persecucin, sino por los xitos 369. Jess les predice ya con antelacin lo que les espera, para que desde el primer momento lo sepan. La conciencia de que es l quien los enva, puede y debe darles el nimo necesario para una tarea semejante. Para poderla cumplir, deben los discpulos, segn el v. \6b exclusivo de Mateo, usar en su trato con los hombres la proverbial prudencia de la serpiente (cf. Gen 3,1), que no debe con todo conducir a la alevosa, sino ir unida con la tambin proverbial sencillez de la paloma (cf. Os 7,11 y la sentencia del rab Jehuda ben Simn: Dios dice de los israelitas: frente a m son sencillos como palomas, frente a los pueblos del mundo astutos como serpientes) S7. Ciega confianza y temeridad irreflexiva, o artera astucia que no retrocede ante caminos torcidos no pueden en este terreno tener xito alguno. Slo prudencia y rectitud limpia, unidas una con otra, encuentran acceso al corazn humano.
se os dar en aquel momento qu habis de decir; 20 pues no seris vosotros los que hablis, sino el espritu de vuestro Padre quien hablar en vosotros. 21 Y entregar a la muerte el hermano al hermano, y el padre al hijo, y los hijos se levantarn contra sus padres (Miq 7,6) y harn que les den muerte. 22 Y seris odiados por todos a causa de mi nombre; pero quien permanezca firme hasta el fin, se se salvar. 23 Cuando os persigan en esta ciudad, huid a aquella otra; pues os lo aseguro: no acabaris de recorrer las ciudades de Israel hasta que venga el Hijo del hombre. 24 No hay discpulo que est por encima del maestro, ni esclavo por encima de su dueo. 2S Ya es bastante que el discpulo llegue a ser como su maestro, y el esclavo como su dueo. Si al dueo de la casa lo llamaron Beelzebul, cunto ms a los que viven con l! Los v. 17-22 tienen su paralelo en Me 13,9-13, esto es, en el discurso de la parusa" 1 . Slo Me 13,10 tena que ser suprimido aqu, por no convenir con el tema, para ser utilizado luego en 24.14. Pero el aditamento y ante los gentiles (despus de para dar testimonio ante ellos) en el v. 18 es una reminiscencia de ello. Mateo ha sacado pues realmente esta percopa del discurso de la parusa y la ha colocado en el discurso a los discpulos. Ello queda probado por la observacin de que Mateo lo vuelve a utilizar en el lugar por la concordancia casi literal del texto con Me 13,9-13, as como paralelo a Me 13 (Mt 24,9-14), ofrecindolo all en forma ms abreviada y con grandes diferencias en cuanto a la letra del texto, ya que tampoco quera suprimirlo del todo en el discurso de la parusa. La situacin, que el pasaje presupone, es tambin, segn opinin general, mucho peor y ms peligrosa que la que pueda imaginarse para la poca de la primera misin de los doce, traspasando, especialmente en el v. 18 el horizonte de la misma, que, como es sabido, estuvo limitada a Palestina (cf. v. 5s). Las persecuciones de parte de tribunales judos y gentiles aqu anunciadas van referidas, 371. En Lucas, los v. 19s se encuentran, adems de en el discurso de la parusa, tambin en 12,1 ls.
El destino de los discpulos 10,17-25 ( = *Mc 13,9-13; Le 21,12-19; 12,1 ls; 6,40; cf. Mt 24,9-14) stMirad que os envo como ovejas en medio de lobos; sed, por tanto, cautos como las serpientes, y sencillos como las palomas. 17 Tened mucho cuidado con los hombres: porque os entregarn a los tribunales del sanedrn y os azotarn en sus sinagogas; 18 tambin seris llevados ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles. 1S> Pero, cuando os entreguen, no os preocupis de cmo o qu habis de decir, porque 369. Cf. Le 10,17; 22,35ss. 370. Midras a Cant 2,12. 260
1B
261
10,17-25
10,17-25
adems, no slo a los doce, sino a los discpulos de Jess en sentido amplio, esto es a los cristianos en su totalidad. A ellos va dirigida tambin, pues, la promesa del Espritu, que les har encontrar las palabras adecuadas en la hora de la cuenta ante el tribunal. La situacin de la misin de los discpulos no cuenta pues aqu ya, no se trata en esta parte del discurso de Mateo (ni en los versos siguientes hasta el v. 39) de un discurso de misin, sino de una instruccin dirigida a los discpulos. 23 De ello se sigue entonces, que en el v. 23 no se hace referencia a la actividad misional del apstol. Su contenido es que los discpulos (en sentido amplio) no acabarn de huir de una ciudad de Palestina a otra, hasta que venga el hijo del hombre. Esta consecuencia resulta en s slo del contexto en el que Mateo ha colocado estas palabras; por s mismas parecen referirse, al menos el v. 236, cuya relacin con el v. 23a no tiene necesariamente que ser originaria, a la actividad misional de los apstoles. Jess exige de los discpulos por una parte la confesin intrpida, que no retrocede ni ante la muerte, por otra declara lcita y recomendable la huida ante el ltimo grado de la persecucin. Parece difcil, o ms bien imposible, referir la venida del hijo del hombre a otra cosa que a la parusa. Y entonces supondra esta frase no slo un error de Jess con respecto a la cercana de su venida para el juicio final, sino que estara tambin en contradiccin con otras palabras suyas no menos precisas, segn las cuales el evangelio tiene que haber sido predicado entre todos los pueblos antes del fin372, cuyo da y hora no son conocidos por otra parte ni por l mismo S73 . Pero tampoco puede haber sido Mateo el primero en formular la frase, por el motivo de que sigue casi inmediatamente al v. 18, en el que quedan traspasados los lmites de Palestina, lo cual supondra una contradiccin del evangelista dentro de un intervalo brevsimo. Por otra parte en la poca en que la obra fue escrita, el evangelio tena que haber traspasado con mucho las fronteras de Palestina, que tena que haber sido aban372. Mt 24,14 = Me 13,10. 373. Mt 24,36 = Me 13,32. 262
donada ya por la mayora de los apstoles y otros misioneros del crculo de los discpulos inmediatos de Jess. Adems si la frase, en el contexto en que va en Mateo, no va referida a la actividad misional de los apstoles y del destino que en sta les amenaza, sino a los discpulos en sentido amplio, no puede entonces tampoco ser interpretada en el sentido de que la misin en Israel (a causa de la contumaz infidelidad de los judos) no estuviera terminada an en la poca de la parusa. Arbitraria e insostenible, ya que no comprobable por otras palabras de Jess, es la opinin de que Jess, con su venida, se refiera aqu a su resurreccin, entendida sta como una etapa de la parusa, como una anticipacin parcial de su ltima venida gloriosa. El v. tiene que ser aceptado, precisamente por su dificultad objetiva, como autnticamente pronunciado por Jess; por otra parte, Mateo el universalista, lo acoge en su Evangelio a pesar de esa misma dificultad, lo cual es una prueba de que no vio en el ningn problema "* aunque nosotros no podamos encontrar una interpretacin que se adapte a su texto literal y no levante ningn problema objetivo. Por lo general se intenta referirlo de manera impersonal (lo mismo que Me 9,1) no a la parusa, sino a la venida del reino de Dios, con pentecosts y la marcha victoriosa del evangelio que le sigue. El v. no contiene una prohibicin de abandonar Palestina y buscar refugio en ciudades paganas, sino que dice que siempre habr para los discpulos (o para los misioneros) un refugio en la persecucin, siendo nombradas precisamente las ciudades de Palestina, por caer en primer lugar dentro del horizonte de los discpulos a quienes van dirigidas las palabras. Los v. 24s, introducidos por Mateo en este contexto, al igual que 24s el v. 23, forman entre s una unidad lgica, pero estn con lo precedente en una relacin muy dbil. El v. 24 se encuentra tambin en Lucas (6,40), donde tiene el siguiente sentido: el discpulo (o alumno), una vez que ha terminado con su formacin o sus estudios, siempre ser slo como su maestro, no menos que l, pero 374. Cf., en cambio, su manera de proceder en otros casos, por ejemplo, Mt 13,58 = Me 6,5s; 19,16s = Me 10,17s. 263
10,26-33
10,26-33
tampoco ms. En Mateo, en cambio, el mismo v. va ireferido al destino del discpulo (y del siervo); el discpulo o el siervo son menos frente al maestro o el seor en cuanto a su categora y a su consideracin entre los hombres, por lo que deben conformarse si no son juzgados y tratados mejor que aquellos. El v. 256 contiene la aplicacin de esta verdad de tono proverbial a Jess y sus discpulos. Si al dueo de la casa, Jess, se le ha injuriado con el ttulo de Belcebi con lo que queda repetido en forma abreviada 12,24, los discpulos no pueden entonces esperar un juicio ms favorable de los hombres (cf. Jn 15,20). El nombre de Belcebi significa seor de la casa S75, lo que daba en el original arameo un juego de palabras.
Valor para profesar la propia fe 10,26-33 (= 12,2-9; cf. Me 8,38 = Le 9,26) Pero no les tengis miedo; porque nada queda tan oculto que no haya de ser descubierto, y nada tan secreto que no haya de ser conocido. " Lo que os digo en la obscuridad, decidlo a plena luz; lo que escuchis al odo, proclamadlo desde las terrazas. 28 No tengis miedo a los que matan el cuerpo, que el alma no pueden matarla; temed ms bien a quien tiene poder para hacer que perezcan cuerpo y alma en la gehenna. 28 Acaso no se venden por un as dos pajarillos? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin permisin de vuestro Padre. 80 Pues respecto de vosotros, hasta los cabellos de la cabeza estn todos contados. 81 No tengis miedo, pues! Vosotros valis ms que muchos pajarillos juntos. 82 A todo aquel, por tanto, que se declare en mi favor delante de los hombres, tambin yo me declarar en favor suyo delante de mi Padre que est en los cielos. 8S Pero a aquel que no me reconozca delante de los hombres, tampoco yo lo reconocer delante de mi Padre que est en los cielos.
375. Cf. com. a Me 3,22. 264
26
Esta seccin, a pesar de no formar una unidad originaria, se encuentra tambin en Lucas como una unidad coherente. Los dos v. que la inician, 26s, en Lucas, forman parte del aviso 26s precedente contra la hipocresa de los fariseos, con el sentido de que todo, aun aquello que los hombres intentan mantener secreto y se comunican al odo a puerta cerrada, vendr una vez a la luz del da. Mateo, en cambio, ha referido la sentencia a lo que sigue, lo cual es evidentemente una interpretacin secundaria, dndole el sentido de una exhortacin a la confesin animosa de la fe, y anteponindole por ello la frase pero no les tengis miedo (esto es, miedo de los perseguidores mencionados en los v. 17-25), que en Lucas no aparece hasta 12,4 (= Mt 10,28). Si, segn el v. 26, la revelacin de lo oculto es una ley de validez universal, referida por lo mismo a cosas que no dependen de la voluntad humana, sorprende la exhortacin dirigida a los discpulos en el v. 27. Segn el sentido del v. en Mateo, vendr la hora en que los discpulos tendrn que predicar pblicamente el evangelio confiado y en cierto sentido slo susurrado en sus odos por Jess (cf. Me 4,22). As tiene que suceder. Y por ello no hay motivo alguno para el miedo. El v. 28 da expresin a un nuevo motivo por el que el miedo 28 (se entiende ante los perseguidores humanos) est fuera de lugar: los hombres pueden matar el cuerpo, pero no el alma. Con esta muerte se hace referencia a una muerte efectiva real, no a la destruccin moral producida por la seduccin, para la que tienen en realidad poder los hombres, pero que no puede ser obligada en contra de la voluntad propia. Slo ante uno hay que temer, ante Dios (cf. Is 8,12s), que puede, en el juicio, lanzar cuerpo y alma a la perdicin eterna (cf. 4Mac 13,14s). La expresin equvoca de matar el alma est suprimida en el texto de Lucas (12,4); no es la destruccin absoluta del ser a lo que se hace referencia, sino a la exclusin de la vida eterna, en la que participar tambin el cuerpo878. La contraposicin que se busca no es, pues, la contraposicin entre el cuerpo mortal, que puede ser matado tambin por mano
376. Cf. com. a Me 8,36. 265
10,26-33
10,26-33
de hombres, y el alma inmortal contra la que stos no tienen poder alguno, sino la existente entre la perdicin simplemente corporal, esto es la muerte terrena, y la perdicin eterna, a la que Dios puede entregar al hombre, y al hombre en su totalidad. De esto se sigue que Jess aqu, lo mismo que en 6,25 y Me 8,36, no pretende en modo alguno hacer una distincin entre cuerpo y alma como componentes esenciales del ser humano, determinando al alma como la parte que en realidad posee nicamente un verdadero valor. Para Jess no hay, como tampoco para el AT y el judaismo, una sobrevaloracin del alma inmortal, cosa que correspondera a una mentalidad helenstica. Ni siquiera el griego Lucas ha entendido la frase en ese sentido. En la contraposicin expresada, el acento no recae sobre los conceptos cuerpo y alma, sino sobre los de hombre y Dios y el sentido de la frase es: los hombres pueden destruir slo la vida terrena, pero no tambin el alma, esto es, la vida celestial. El infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se extingue (Me 9,48), es la muerte eterna. La gran significacin de estas palabras de Jess reside en el hecho de que muestran, lo mismo que otras muchas manifestaciones suyas sobre el juicio, que junto al amor de Dios, esencia real y verdadera de la religin cristiana, tambin el temor sigue teniendo un sentido, ya que Dios, aun como padre bondadoso, no pierde su carcter de Seor. El temor de Dios es lo que, segn esta sentencia, vence el temor ante los hombres y tambin ante el martirio. 29-31 Los v. 29-31 dan, adems, como nuevo motivo capaz de alejar toda clase de miedo, la conciencia de saberse protegido por Dios. Esta sentencia, que en su idea est muy cercana a la sentencia sobre los cuidados (6,25-34), tiene la forma de una conclusin que va de lo menor a lo mayor (cf. 6,26-30). Dios se preocupa an de las ms insignificantes de sus criaturas, como son los gorriones, que entre los antiguos se contaban entre los ms baratos de los pjaros comestibles (un as = 1/16 de denario); cunto ms se cuidar de los hombres, cuyo padre es. El que estn contados todos los cabellos (se entiende, por Dios) 3 " es una imagen intencionadamente hiper377. Cf. com. a Mt 6,33. 266
blica, cuyo sentido es que la providencia de Dios se extiende aun a las ms insignificantes de las exigencias humanas. La exhortacin no tengis miedo que va con ello unida, no quiere decir: no os ocurrir nada, sino: sea lo que sea lo que es ocurra, aun la muerte misma, siempre se cumple la voluntad de Dios, estis siempre en sus manos (J. Weiss). Este pensamiento y tambin la imagen que lo va expresando era conocido tambin en el judaismo a partir de la fe en la providencia propia al AT. Un pjaro no sucumbe sin el cielo ( = Dios), cunto menos un hombre. La fe en la providencia era, sobre todo, uno de los principios fundamentales del estoicismo, principio del que precisamente recibe esta doctrina cierto matiz religioso. Segn esta fe en la providencia, todo est en el mundo ordenado racionalmente, todo suceder tiene un sentido para el conjunto, nada de lo que ocurre es casualidad y la certeza de ello tiene que ser un consuelo para el hombre. Con todo, le faltaba a este providencialismo el autntico calor religioso; porque segn el estoicismo, la providencia no es ms que una frrea ley inmanente del universo, y la fe en esta providencia no es ms que un postulado del pensar filosfico. No hay un Dios concebido personalmente, ni un padre celestial que con su sabidura y su bondad gobierna el suceder universal 378 . El final de la seccin est formado por una doble sentencia, 32s cuya segunda mitad, con la amenaza contenida, aparece tambin en Me 8,38. En el juicio encontrar la merecida recompensa tanto la valiente profesin de fe en Jess, como tambin su negacin cobarde 879 . La significacin de esta sentencia radica principalmente en el hecho de que, en ella, la salvacin se hace depender de la actitud del hombre como individuo ante Jess. El que Jess aparezca aqu no como juez (como en Me 8,33), sino como testigo en el juicio presidido por el Padre, se debe solamente a la formulacin escogida, la idea del talin M0 : confesin por confesin, ne378. Cf. supra, p. 183s y 211. 379. Cf. tambin com. a Me 8,38. 380. Cf. com. a Mt 5,38.
267
10,34-36
gacin por negacin 3S1. La idea que une a esta sentencia con la precedente (v. 28), es el juicio. Con ella se da expresin tambin, como referido a la adhesin a Jess, al punto de vista del evangelista al reunir toda esta seccin (v. 26-33) como unidad lgica e incluirla en el conjunto del discurso a los discpulos.
37
Condiciones para ser discpulo 10,37-39 (= *Lc 14,25-27; 17,33; cf. *Mc 8,34s = Mt 16,24s = Le 9,23s) El que ama a su padre o a su madre ms que a m, no es digno de m; y el que ama a su hijo o a su hija ms que a m, no es digno dt m; 38 y quien no toma su cruz y sigue tras de m, no es digno de m. 39 El que haya encontrado su vida, la perder; y el que haya perdido su vida por mi causa, la encontrar. El v. 37 ha sido trado ac por motivo de las palabras padre 37 y madre. Pero el v. 38 segua a continuacin ya en su fuente (relacin producida tambin slo por las palabras finales), como lo prueba Le 14,26s. La situacin familiar presupuesta en el v. 37 es distinta y opuesta a la de los v. 35s. En stos el evangelio ha producido ya la disencin en la familia; en el v. 37, en cambio, se dan an como intactos los lazos naturales entre padres e hijos. La forma del texto es mucho ms dura en Lucas y sin duda en su conjunto la ms originaria; la de Mateo ofrece, en cambio, una perfrasis que reproduce ms exactamente el verdadero sentido del texto. Quien ante la decisin entre el amor natural a los padres o a los hijos y el llamamiento a ir en pos de Jess, no toma partido sin miramientos, contra la propia naturaleza, en favor de Jess, no puede ser realmente su discpulo. En lugar de no puede ser mi discpulo, Mateo escribe dos veces no es digno de m, donde se deja reconocer una terminologa cristiana, que no puede, por tanto, ser originaria882. Tambin en el judaismo se encuentra la idea, y en parte con singular desconocimiento de la verdadera voluntad de Dios38S, de que el amor a los padres debe quedar en segundo lugar ante el amor a Dios, a la ley, y al maestro en el estudio de la ley. Hasta el estoico Epicteto384 ensea que el bien (el ideal moral
382. Cf. tambin com. a Mt 10,13. 383. Cf. com. a Me 7,9-13.
A pesar de no ser una unidad histrica, encontramos, con todo, en esta seccin una idea que se la presta lgicamente; no as en cambio en los versos que siguen 34-42. Mateo ensarta en ellos una serie de sentencias independientes referidas al tema del discpulo, y que en Lucas se encuentran dispersas en contextos diferentes.
Escisin entre los ms allegados 10,34-36 (= *Lc 12,51-53) -No creis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada.3 Porque vine a separar al hijo de su padre, a la hija de su madre, a la nuera de su suegra; se y sern enemigos del hombre sus propios familiares (Miq 7,6). Anejo inseparable de la profesin de discpulo es el dolor. Este pensamiento que expreso o presupuesto est aqu presente ya desde el v. 17, ha sido tambin el criterio que ha servido a Mateo para colocar en este lugar la presente sentencia, que coincide en cuanto a su contenido con el v. 21. Hasta los propios miembros de su familia se convertirn en enemigos del discpulo. Los das del Mesas estarn tambin, segn la doctrina del judaismo tardo, bajo el signo de la espada. Guerra y discordia, precedern su aparicin, hasta en el seno de las familias. Distinta es la concepcin evanglica, segn la cual es Jess mismo quien fuerza a la decisin por l o contra l, trayendo con ello la discordia al mundo.
34
384.
268
269
10,37-39
10,40-11,1
del sabio estoico) debe ser preferido a todo parentesco. Ni mi mismo padre es algo para m, sino el bien. Pero la frase de Jess lleva su carcter de unicidad en la declaracin de que la unin con su persona es ms importante que la unin con la familia, exigiendo en determinadas circunstancias incluso la ruptura radical con la misma. 38 El v. 38 presenta una formulacin diferente en Me 8,34 y par. La posposicin del amor a los padres y a los hijos para hacerse discpulo, exige ya una alta medida de espritu de sacrificio. Pero llevar su cruz tras Jess significa aun ms que esto, la disposicin al martirioSS5. 39 El v. 39, que Lucas ofrece en un contexto diferente (17,33), est puesto aqu por Mateo seguramente por haberlo encontrado tambin en Me 8,35 ( = Mt 16,25) en la misma conjuncin 38e. Quien cree haber encontrado, esto es, salvado su propia vida, por haber negado a Jess, perder a cambio la vida verdadera. Quien en cambio acepta la muerte por confesar a Jess, gana la vida, la salvacin. Los v. 40s forman an parte del discurso de la misin; el discurso sobre^ el discpulo termina con el v. 39. El tono de este discurso es de una spera gravedad y de una severidad implacable, en el fondo su nico tema son el dolor y el martirio. Su pensamiento central es que el dolor en sus formas ms variadas, separacin de los seres queridos, persecucin y finalmente el martirio, pertenece al destino del discpulo. La razn de ello est en la persona misma de Jess, que obliga a los hombres a una decisin o por l o contra l. Jess es, en su persona y en sus palabras, la revelacin de Dios, que no puede ser ignorada de nadie. ste es tambin el motivo por el que el odio de los dems cae necesariamente sobre los que profesan la fe en l. Por su nombre son odiados de todos (v. 22), lo cual significa que los mrtires lo son, no por falta de comprensin de los hombres, sino por una necesidad
385. Cf. com. a Me 8,34 y Le 14,27. 386. Se encuentra tambin en Jn 12,25. 270
fundada en la voluntad de Dios. El martirio, en el que alcanzan su plenitud, por una parte, el odio del mundo contra los discpulos y, por otra, la misin misma del discpulo, tiene su razn en el escndalo que para el mundo suponen la persona de Jess y el evangelio. Sin embargo, nadie puede llegar a ser discpulo de Jess sin haber sido llamado por l, por lo que el mrtir no surge de una conviccin humana, ni siquiera del celo humano por el martirio, sino que es Jess mismo el que llama al martirio, haciendo de l una gracia especial. Por esto no son humanas las palabras que pronuncia el mrtir ante los rganos de la publicidad estatal, ni son una simple confesin de convicciones humanas, sino palabras que pronuncia el Espritu Santo por boca del confesor de Jesucristo (v. 20). Final del discurso 10,40-11,1 (= Le 10,16; cf. Me 9,41) Quien a vosotros recibe, a m me recibe; y quien a m me recibe, recibe a aquel que me ha enviado. 41 Quien recibe a un projeta en su calidad de profeta, recompensa de profeta tendr; y quien recibe a un justo en su calidad de justo, recompensa de justo tendr. 42 Y quien d de beber un vaso de agua fresca a uno de estos pequeos, slo por su calidad de discpulo, os aseguro que jams quedar sin recompensa. 1 Cuando Jess acab de dar estas instrucciones a sus doce discpulos, parti de all, para ensear y predicar en sus ciudades. Dejando a un lado y tras el intermedio de los v. 17-39, el v. 40 40 trae el fin de lo que constituye verdaderamente el discurso de la misin. En Lucas (10,16), el mismo verso pone fin al discurso a los 70 (cf. tambin Jn 13,20). La forma de la sentencia en Mateo est influida por Me 9,37> (en el pasaje paralelo 18,5, falta el v. entero). La idea de que el enviado o encargado es lo mismo que el que lo enva, era tambin familiar al judaismo. Los disc271
40
10,40-11,1
11,2-6
pulos no deben perder nunca de vista en su misin, su papel de enviados ste es el sentido de la palabra apstol de Jess. Jess mismo llega en la persona de su enviado, y por ser Jess enviado del Padre (cf. Me 1,38), es Dios mismo quien llega a los hombres. Los apstoles son colaboradores en la obra redentora de Jess, lo cual presta a su persona una dignidad nica. 41 El v. 41 est unido al 40 por la palabra motivo recibir y con l el v. 42 por el tema de la recompensa. Los profetas y los justos (trminos que aparecen tambin uno junto a otro en 13,17; 23,29), no quedan distinguidos estrictamente entre s, sino que juntos tienen que ser entendidos como hombres de Dios MT, revestidos de una misin divina. Quien acoja a uno de ellos, no slo por pura hospitalidad, sino en su calidad de profeta (o justo), esto es, por reconocer en l un enviado de Dios, tendr parte en la especial recompensa que a stos les espera; porque la acogida de un profeta significa al mismo tiempo la aceptacin creyente de su mensaje. 42 En el v. 42, a la expresin uno de estos pequeos le falta un trmino claro de referencia. En realidad va referida, como lo prueba el paralelo de Me 9,41, a los discpulos de Jess en general, no slo a los apstoles en su papel de profetas en nombre de Jess. El calificativo de pequeos lo reciben (como en 18,10.14) por ser gentes insignificantes, sin categora ni poder, y que, por lo mismo, no son nada a los ojos del mundo. Pero su carcter de discpulos de Jess les da, ante Dios, una dignidad especial (cf. 11, 11); por ello quien, aun sin dispendios de dinero ni especial esfuerzo, les preste el ms pequeo servicio, recibir su recompensa, esto es, probablemente, la recompensa propia de un discpulo. 11,1 Con la misma frmula con que haba puesto fin al sermn de la montaa38S, pasa ahora el evangelista a una nueva seccin de su obra. Jess prosigue su actividad doctrinal en sus ciudades (esto es, en las ciudades de los judos). Mateo no ha determinado el lugar de la misin de los discpulos (9,35 10,1), por lo que Ja frase parti de all quiere decir slo que Jess contina su pere387. a . IRe 17,24; 2Re 4,9; Me 23,29. 388. Mt 7,28; cf. 13,53; 19,1; 26,1. 272
grinacin de sitio en sitio189. Sobre la misin misma de los discpulos y su vuelta de ellaS90, no da Mateo noticia alguna.
La incredulidad de los judos 11,2-13,53 Los pasajes que siguen (11,2-13,53) van simplemente aadidos unos a continuacin de otros y corresponden en su conjunto a Me 2,23-6,6a. Slo les presta unidad el rasgo de la falta de comprensin y de la resistencia contra la que Jess choca, de parte del pueblo judo y an ms de la persona de sus dirigentes.
Jess y el Bautista 11,2-19 La pregunta del Bautista 11,2-6 (= Le 7,18-23) Cuando Juan oy en la crcel las obras del Mesas, mand por medio de unos discpulos suyos 3a preguntarle: .Eres t el que ha de venir o debemos esperar a otro? * Y Jess les respondi as: Id a contar a Juan lo que estis oyendo y viendo: 5 los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia el evangelio a los pobres (Is 35,5s; 61,1; cf. 29,18s), By bienaventurado aquel que en m no encuentre ocasin de tropiezo. Segn 4,12 (= Me 1,14) empez Jess su actividad mesinica 2 en Galilea, una vez que su precursor fue encarcelado por Herodes Antipas. Desde la prisin se entera Juan, por sus discpulos (Le 7, 18), de las obras del Mesas, con lo que se entiende, probable389. La misma frmula de transicin repite Mateo en 12,9; 13,53; 15, 21.29; 19,15. 390. Cf. Me 6,30 = Le 9,10; Le 10,17.
273
2
11,2-6
11,2-6
mente toda la actividad de Jess, no slo sus milagros. Esta informacin de sus discpulos induce al Bautista (a quien no ser posible ver los tiempos mesinicos propiamente dichos; cf. 13,17) a proponer a Jess, envindole sus discpulos, la pregunta, de si l es realmente el que ha de venir, anunciado por l, el Bautista. El que ha de venir suena como nombre apocalptico del Mesas, pero no est atestiguado en ningn otro pasaje del NT ni de la literatura juda. La mejor explicacin es, pues, suponer que el Bautista alude con ello a sus propias palabras sobre uno ms fuerte que viene detrs de l (3,11). En contraposicin con el pueblo, que ve en Jess solamente a uno de los profetas, a lo ms a Elias, esperado como predecesor del Mesas 3 9 \ quiere el Bautista reconocerle como el Mesas, pero obtener de labios de Jess una confirmacin clara y expresa de ello. 4s Jess no contesta a la clara pregunta del Bautista con un rotundo s, como tampoco dijo nunca de manera clara ante el pueblo yo soy el Mesas d9'. El misterio mesinico sigue sindolo aun frente al Bautista, a quien se le seala para el reconocimiento de Jess por la fe, el mismo camino que tuvieron que recorrer los discpulos y deba llevar el pueblo; esto es, tambin el Bautista debe reconocer la mesianidad de Jess por sus obras y por el carcter mesinico de las mismas. En sus milagros con los enfermos y los muertos y en el anuncio del evangelio a los pobres, declara Jess cumplida la profeca de Isaas. Con ello queda claro que las palabras ciego, paraltico, mudo, muerto tienen que ser entendidas en sentido propio, no en sentido figurado. El que Jess no mencione aqu las expulsiones de demonios, declaradas por l en otra ocasin como las ms importantes entre sus obras de redencin (cf. 12,25-32), se explica por la circunstancia de ir la respuesta de Jess tan estrechamente ceida a las palabras del profeta. Jess remite pues al Bautista nicamente a sus obras, conocidas ya de ste y motivo precisamente de su pregunta. Pero al revestir claramente esta referencia a sus obras con palabras de Isaas, Jess indica tambin al Bautista la recta manera de interpretarlas.
El v. 6, que pone fin a la respuesta de Jess, va dirigido, 6 a pesar del carcter general de su formulacin, al Bautista mismo, como se ve ya por la estrecha relacin en que va con los v. 4s. Bienaventurado merece llamarse, quien no se deja confundir en su fe en Jess, a pesar de que la manera de su actividad no corresponde a la propia representacin del Mesas. Tal afirmacin lleva en s un reproche, aunque moderado, un aviso a todo el que piensa de otra manera. De la reaccin del Bautista a la respuesta de Jess, no se dice nada. Slo son importantes las palabras de Jess. La escena incluye una nota trgica: Juan, el ms grande entre los nacidos de mujer (v. 11) se entera slo desde la crcel de la aparicin del Mesas, para anunciar la cercana venida del cual haba sido l enviado; l mismo experimenta entonces una crisis en la fe en aquel, hacia quien l, como un padrino de boda, deba conducir Israel como una esposa (Jn 3,29); la realidad histrica de la actuacin de Jess no corresponde a su imagen del ms fuerte. Juan se encontraba todava en el punto de vista del AT, que no distingua an, como el NT, entre la primera venida del Mesas y la segunda y, consecuentemente, juzgaba a Jess segn la imagen prefijada, que el mismo tena del que haba de venir 39s , cayendo por ello en la duda de si Jess corresponda a esa imagen. El Bautista echaba de menos en la persona y la actuacin de Jess precisamente el rasgo que l en su predicacin ms haba destacado, el bautismo de fuego del juez que- castiga394. Echaba de menos adems el xito arrollador en el pueblo y la confesin clara y abierta de que l era realmente el Mesas. El camino determinado a Jess por su Padre era tambin para Juan motivo de escndalo. Por ello no puede dudarse de que su pregunta era autntica, surgida de su propio problema interior, y no pedaggica, hecha con vistas a los dems. Todos los otros intentos de interpretacin de la pregunta, fracasan no slo ante la claridad del 393. a . 3,11 = Le 3,16. 394. Cf. com. a Mt 3,1 ls.
275
11,7-19
11,7-19
texto mismo, sino tambin y sobre todo ante la realidad de la imagen del Mesas trazada por el Bautista. Absolutamente insostenible, por estar en contradiccin no slo con Mt 3,14s, sino tambin con el nal de la respuesta de Jess, es la opinin de que la pregunta del Bautista fuera slo la seal de una fe incipiente en la mesianidad de Jess, como tambin la afirmacin de que hubiera perdido del todo la fe en Jess, y que ste lo hubiese excluido del reino de Dios; porque el v. 6 no tiene necesariamente que ser puesto en relacin con el v. 11 ni ste ser interpretado en el sentido que se acaba de decir. Ya slo el hecho de preguntar a Jess excluye esta hiptesis. En su respuesta corrige Jess la idea del Mesas del Bautista, pero sin decirle claramente, la manera como su falsa imagen del que ha de venir puede ponerse en consonancia con la imagen real del que cumple el plan salvador divino.
tan. 18 Porque hasta Juan, todos los profetas y la ley anunciaron lo futuro; 14 pero si queris admitirlo, ste es Elias, el que tena que venir. 1B El que tenga odos, que oiga. 10 A quin comparar esta generacin? Es semejante a los nios sentados en las plazas, que gritan a sus compaeros " as: "Os tocamos la flauta y no habis bailado; entonamos cantos fnebres y no habis llorado." Porque lleg Juan, que ni coma ni beba, y dicen: "Est posedo del demonio." 19 Lleg el Hijo del hombre, que come y que bebe, y dicen: "ste es un comiln y un bebedor, amigo de publcanos y pecadores." Pero la Sabidura qued justificada por los hechos de ella misma.' El discurso de Jess sobre el Bautista se compone de tres partes, la primera de las cuales (v. 7-11) va quizs en el lugar que histricamente le corresponde, para lo cual podra servir de prueba la coincidencia en Mateo y Lucas de las palabras que descubren la situacin del pasaje; la segunda parte en cambio (v. 12-15), que es propia de Mateo solo, y la tercera (v. 16-19), que se encuentra tambin en Lucas en el mismo lugar, van unidas en conexin dbil con la primera. La concordancia de los textos de ambos evangelistas entre s es casi literal. La gran significacin del discurso reside en el hecho de que Jess da en l testimonio sobre su precursor, exponiendo al pueblo la magnitud del mismo en cuanto a su persona y a su significado dentro del plan de la redencin. El discurso comienza con una triple pregunta cuyo sentido es 7-9 interpretado de diversas maneras; en efecto, no es claro si las dos primeras preguntas contienen una alusin al carcter del Bautista o no. Si no la contienen, entonces su sentido es slo el siguiente: el motivo de vuestra ida en masa al Jordn, no ha sido el poder ver algo tan insignificante y trivial como una caa que se mueve al viento, o para contemplar un afeminado hombre de mundo; lo que os empujaba a buscar al Bautista era ms bien la conviccin
277
18
Testimonio de Jess sobre el Bautista 11,7-19 ( = Le 7,24-35; 16,16) Cuando aqullos se marchaban, comenz a decir Jess a la multitud respecto de Juan: Qu fuisteis a ver al desierto: una caa agitada por el viento? 8 Pues entonces: Qu fuisteis a ver: a un hombre vestido con refinamiento? Bien sabis que los que llevan vestidos muy elegantes habitan en los palacios de los reyes. 9 Pues entonces: A qu salisteis: a ver a un profeta? Pues s, ciertamente; y mucho ms que un profeta. 10 ste es aquel de quien est escrito: He aqu que yo envo ante ti mi mensajero, el cual preparar tu camino delante de ti (Mal 3,1). 05 lo aseguro: entre los nacidos de mujer, no ha surgido uno mayor que Juan Bautista; pero el ms pequeo en el reino de los cielos es mayor que l. 12 Desde los das de Juan Bautista hasta ahora mismo, el reino de los cielos sufre violencia, y son los violentos los que lo arreba11 7
11,7-19
11,7-19
de que ibais a contemplar all a un vigoroso profeta. Y no os habis equivocado en vuestro juicio. S, os lo aseguro, ms que un profeta era l. Sin duda parece obvio ver en las dos primeras preguntas una alusin al carcter de Juan, que reciben as un fuerte sabor irnico, al hacer mencin de lo ms opuesto posible a lo que el Bautista era en la realidad; Juan no era ni un confesor de corte, dcil y acomodadizo, ni un vividor, como se encuentran, sobre todo, en los palacios de los reyes la palabra rey, en labios de Jess, casi nunca tiene, aparte de cuando va referida a Dios, un matiz noble (cf. Me 10,42) , sino un censor intrpido e inexorable tambin frente al mismo Herodes Antipas (cf. 14,3s), y un severo asceta. Pero esta interpretacin se adapta peor al contexto, y la inflexibilidad de Juan, frente al rey mismo, no iba a ponerse de manifiesto hasta una poca posterior a la de su predicacin en el desierto. Jess aprueba el juicio del pueblo en el punto de que Juan es realmente un profeta. 10 Juan es aun ms, es el precursor inmediato del camino de Dios predicho por Malaquas, por lo que su papel en la obra de la redencin es de carcter nico (v. 10 = Me 1,2). 11 Este papel le presta tambin una magnitud irrepetible. Entre los hombres aparecidos hasta entonces en la historia es Juan el ms grande de todos ellos395; una afirmacin realmente grande sobre el Bautista, grande sobre todo por venir de labios de Jess, que, sin embargo, va seguida inmediatamente de una limitacin de importancia: un nuevo orden ha dado comienzo entre tanto, al que el Bautista ya no pertenece, el orden del reino de Dios, que aunque escatolgico en su esencia, extiende ya el influjo de sus resortes y sus efectos al en presente 398. El Bautista no pertenece ya a esta poca llegada con la presencia de Jess, sino que, aun siendo su inmediato heraldo, se queda en la antesala, en el terreno del orden antiguo, y por ello est, a pesar de su posicin destacadsima en
395. Sobre la expresin nacido de mujer = hombre, usual tambin entre los rabinos, cf. Job 11,2.12; 14,1; 15,14; 25,4; 4Esd 4,6; 8,25. 396. Resulta singular la expresin reino de los cielos aplicada al nuevo orden de salvacin trado por Jess. 278
la obra toda de la redencin, tras el ltimo de aquellos que forman parte del orden nuevo. Con el v. 11 queda propiamente terminado el testimonio de 12s Jess sobre el Bautista. Pero su contenido da ocasin al evangelista a aadir en los v. 12-15 otras palabras de Jess, referidas igualmente al puesto del Bautista en el plan de la redencin (v. 12s). Lucas ofrece estas mismas palabras en una formulacin muy diferente y en otro pasaje distinto (16,16). Los v. 12s estn considerados como uno de los pasajes ms oscuros de todo el evangelio, en primer lugar por la gran diferencia de las dos formulaciones del texto en Mateo y en Lucas, ninguna de las cuales merece ser preferida de manera absoluta, pero sobre todo por el hecho de que no conocemos la situacin histrica en que las palabras fueron pronunciadas por Jess. Especialmente el v. 12 se resiste a una interpretacin segura, habiendo, por lo mismo, sido explicado en formas muy distintas y hasta contradictorias. Por una parte est el problema de si 3isTai (v. 12a) tiene sentido activo (se abre camino) o pasivo (es violentado), y en el ltimo caso, si esa violencia tiene que ser entendida en buen sentido ( = la bsqueda impetuosa del reino de Dios) o en malo (= la resistencia en contra del mismo). En contra de esta ltima interpretacin habla, el que entonces la segunda mitad de la frase slo sera una repeticin de la primera. Lucas ha entendido la frase en el sentido de que el reino de Dios es predicado por doquier (avanzando as impetuosamente) y que son los hombres que no ahorran esfuerzo los que lo toman por asalto y lo alcanzan. La determinacin temporal aadida: desde los das de Juan Bautista, indica que la frase no tiene que ser interpretada como un principio de validez general (slo hombres violentos alcanzarn el reino de Dios), sino como la comprobacin de una realidad histrica concreta. Tal determinacin temporal impide tambin el interpretar la frase segn el intento de los zelotas judos 397, de violentar la venida del reino de Dios por medios coercitivos polticos, porque los zelotas eran ya anteriores a la poca de Juan. En el caso de que se entendiera en mal sentido, entonces
397. Cf. com. a Me 3,18 y 12,17.
279
11,7-19
11,7-19
habria que pensar en los rectores espirituales del judaismo opuestos a Jess y a su evangelio, mejor seguramente que en poderes demnicos. Pero tampoco con esta interpretacin conviene la determinacin temporal desde los das de Juan, que no hara entonces ms que expresar algo evidente por s mismo. De una violencia sufrida por el reino de Dios de parte de los hombres, no puede hablarse en absoluto, ni en bueno ni en mal sentido; los heraldos del reino de Dios pueden ser perseguidos, pero en modo alguno pueden ser identificados con el reino de Dios mismo. Tampoco el impetuoso afn de su venida, o la lucha, que exige la violencia, para alcanzarle (Le 13,24), puede llamarse violencia para con el reino de Dios, ya que tal violencia va ms bien dirigida contra los obstculos que en ese camino tienen que ser superados. Todos estos motivos hacen prevalecer, pues, con mayor probabilidad la interpretacin opuesta, esto es, aquella que entiende la frase ms bien en un sentido alentador y positivo, no de reproche: la comprobacin de que, desde el anuncio de la venida del reino de Dios, ha comenzado el despliegue de las fuerzas de ste y de que hay hombres que ponen todo su esfuerzo en conquistarlo. La frase es entonces una exclamacin de jbilo de Jess y no una queja. Pero aqu slo puede hablarse de la presencia del reino de Dios (lo mismo que en 12,28) en el sentido de que las fuerzas del reino dejan sentir ya su efecto, en la actuacin de Jess, se entiende. Lucas no habla sino del anuncio del reino. En todo caso, queda expresado en forma totalmente clara el pensamiento de que a partir de los das del Bautista se ha iniciado una nueva poca en el hecho de la redencin. El distinto orden de las dos frases de los v. 12s en Mateo y Lucas se debe a que Mateo quera poner la sentencia en relacin lgica con el v. 11 y, por ello, tuvo que poner el nombre de Juan al principio. Su intencin de subrayar la misin de profeta del Bautista, explica tambin la inversin del orden usual de los miembros en la expresin hecha la ley y los profetasS98, as como el aadido anunciaron el futuro, poco apropiado para predicarse de la ley.
398. Cf. com. a Mt 5,17. 280
Lucas ha conservado en este punto la forma originaria de la sentencia, quedando claro en su texto el sentido de la misma: con el Bautista terminan la ley y los profetas, esto es, el Antiguo Testamento. Pero, pertenece el Bautista a la poca antigua de la ley y los profetas, o a la nueva, en la que el reino de Dios se abre camino lleno de pujanza? La mayora de los exegetas entienden la frase en el primer sentido, sobre todo por no parecer permitir otra interpretacin el v. 11, que en Mateo va precediendo a 12s de manera inmediata, aun en el caso de que la relacin entre ambos no sea histrica, y adems porque tambin el v. 13 (hasta Juan) recomienda la misma interpretacin. En contra de ella habla sin embargo, y de manera no menos clara y decidida, el v. 12; porque el griego TC (desde) en determinaciones temporales y en una declaracin de carcter positivo, como la presente, tiene normalmente sentido inclusivo y no exclusivo. Por otra parte, si la frase tuviera que ser entendida de otra manera, sera de esperar que fuera mencionado Jess mismo y no Juan, como punto de partida del inicio del reino de Dios. En este caso, las palabras hasta Juan tienen que tener, en el v. 13, sentido exclusivo, ya que los v.l2s forman evidentemente una unidad originaria, histrica. Y entonces queda designado como el comienzo de la potente actuacin del reino de Dios la predicacin y el bautismo de penitencia del Bautista, con su fuerte conmocin de la conciencia del pueblo. Una contradiccin inconciliable no existe necesariamente entre las dos afirmaciones, ya que el Bautista, como predecesor y preparador del camino del Mesas forma el punto fronterizo entre dos pocas en la historia de la redencin. El v. 14, subrayado en su contenido por la frmula hecha del 14s v. 15 s ", va unido en una relacin muy dbil con los v. 12s. Segn Mal 3,23s400, Elias debe, en su nueva venida, preceder al Mesas. Si Jess es el Mesas, Elias tiene que haber venido ya. Jess afirma esta venida de Elias como un hecho sucedido tambin en Me 9,13,
399. Cf. Me 4,23; Le 14,35. 400. Cf. com. a Me 9,11-13.
281
11,7-19
11,20-24
pero sin precisar que, con ello, se refiere al Bautista. La expresin el que tena que venir remite a la profeca de Malaquas. Si queris admitirlo no significa que esta equivalencia sea problemtica, sino slo, que creerlo es, en los oyentes, cosa de su buena voluntad, de la fe. Para ellos es esto algo nuevo y depende, en ltimo caso, de su juicio sobre Jess. Si el Bautista es Elias en su nueva venida, entonces Jess es el Mesas. Y si los judos niegan su fe a Jess, rechazarn tambin su juicio sobre su precursor. Los v. que siguen (16-19) se encuentran en Lucas en el mismo lugar, pero van colocados aqu slo por el motivo de su contenido (el juicio de los judos sobre Juan y Jess). Esta generacin es una expresin puesta a menudo en labios de Jess im para designar generalmente con un tono de reproche a toda la generacin juda de su poca, que le rehusa la fe. Ellos quedan aqu comparados a nios que se renen para jugar y no se conforman con nada de lo que proponen los otros, lo mismo si quieren jugar a las bodas o a un entierro. La introduccin al smil no concuerda ni en Mateo ni en Lucas con lo que tiene que ser su sentido. Porque los judos (o los fariseos) no pueden ser los que hacen la propuesta de un determinado juego, como dice el texto de Mateo (que gritan a sus compaeros). Pero tampoco parece aceptable repartir las dos mitades del v. 17 entre dos partidos y entenderlo como sigue: cuando un partido quiere jugar a bodas el otro quiere jugar a entierro; con esto estara en contradiccin la aplicacin del smil. Lo que se esperara es: a los que sus compaeros les gritan. El sentido del smil, dejando aparte la imagen, slo puede ser el siguiente: Los judos rechazan la palabra de Dios siempre con igual obstinacin, sea cual sea la forma en que se les ofrece (Jlicher). 17-19a Su actitud ante Juan y ante Jess se asemeja a la caprichosa obstinacin de los nios del smil propuesto. Juan era un asceta de 401. Cf. Mt 12,39-42 = Le 11,29-32; 23,36 = Le ll,50s; Me 8,12.38; 9,19; 13,30
282
16
vida severa y antimundana y les resulta demasiado grave y adusto y dicen: tiene un demonio, esto es, est loco402. Jess en cambio tiene otra forma de vida, toma parte en banquetes40s y no sigue la prctica del ayuno de los fariseos y los discpulos de Juan (Me 2,18ss); entonces le encuentran demasiado mundano, le tachan de comiln y bebedor (cf. Prov 23,20) y de andar con gentes de mala vida4*. Con todo, a pesar de esta maliciosa incomprensin de los judos, en las obras de Jess y de Juan queda justificada, reconocida, la sabidura, esto es, el sabio obrar de Dios. A pesar del juicio negativo de la mayora de los judos sobre Jess y su precursor, hay hombres que han reconocido la mano de Dios en la actuacin de ambos. La revelacin de Dios no puede ser contenida por poder de los hombres. Ni el texto de Mateo ni el de Lucas dan ocasin a la hiptesis de que, aqu, Jess se identifique a s mismo con la sabidura divina. Increpaciones contra las ciudades galileas 11,20-24 (= *Lc 10,13-15) Entonces se puso a increpar a las ciudades en que se haban realizado la mayora de sus milagros, por no haberse convertido: <zAy de ti, Corazan! Ay de ti, Betsaida! Porque, si en Tiro y Sidn se hubieran realizado los milagros realizados en vosotras, ya hace tiempo que en cilicio y ceniza se habran convertido. 22 Por eso, pues, os digo: en el da del juicio, ser ms tolerable la suerte para Tiro y Sidn que para vosotras. 23 Y t, Cafarnam, acaso sers levantada hasta el cielo? Hasta el infierno has de bajar! (Is 14,13.15). Porque, si en Sodoma se hubieran realizado los milagros realizados en ti, seguramente hasta el da de hoy existira. 2i Por eso, pues, os digo: en el da del juicio ser ms tolerable la suerte del pas de Sodoma que la tuya. 402. Q. Jn 7,20; 8,48.52; 10,20. 403. Cf. Me 2,15; 14,3; Le 7,36; 11,37; 14,1; Jn 2,lss. 404 Cf. Me 2,16; Le 15,2.
283
20
11,25-30
11,25-30
Las increpaciones contra las tres ciudades galileas se encuentran en Lucas dentro del discurso de la misin dirigido a los setenta, por simple asociacin de palabras motivos con 10,12. El v. 24, que no hace sino repetir 10,15 ( = Le 10,12) delata con toda claridad que tambin Mateo encontr este pasaje en aquel contexto. Esta repeticin explica la irregularidad del os digo junto al que la tuya. El v. 236, que falta en Lucas, slo es repeticin del v. 21.
El hecho de que los v. que preceden van dirigidos a los discpulos, a los que en cambio no convendran las palabras del venid a m, no poda ser para Lucas un motivo para omitirlas. Por otra parte la relacin lgica entre el v. 27 y el venid a m, as como entre el mismo v. 27 y la accin de gracias del v. 25s, que le precede, es muy dbil. Se trata pues de partes distintas que tienen que ser explicadas por s mismas. La accin de gracias da comienzo con una alabanza dirigida 25 al Padre, una de las pocas oraciones de Jess que el evangelio nos transmite de manera textual. En el texto de Lucas, segn el cual Jess se sinti rebosante de gozo en el Espritu Santo, se trata de una oracin pronunciada en voz alta en presencia de los discpulos a su vuelta de la misin. A diferencia del padrenuestro (6,9 = Le 11,2) Jess aade aqu a la simple apelacin de Padre, que expresa tambin su relacin personal para con Dios, como en la entonacin solemne de un himno, el ttulo de Seor del cielo y de la tierra 105 , muy frecuente en el judaismo, tambin en oraciones. Jess da gracias al Padre por haber ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y haberlas revelado a los pequeos. Con ello se hace referencia, seguramente, al contenido general de la predicacin de Jess y al misterio de su mesianidad. Jess evoca, en su oracin, los xitos y los fracasos del pasado, y los reduce unos y otros a la intervencin divina. Es decreto divino el que los sabios e inteligentes, esto es, los eruditos que poseen una formacin teolgica completa, no reconozcan la revelacin trada por Jess, mientras que los sencillos, los despreciados como simples, desprovistos de toda clase de instruccin teolgica, la comprenden. Con esto queda establecida en el terreno del conocimiento religioso la misma experiencia que para el dominio de la vida moral en 9,12s ( = Me 2,17). No es slo que la sabidura no es un presupuesto necesario para el conocimiento de la revelacin, sino an ms es un obstculo para el conocimiento de los caminos de Dios. sta ha sido su voluntad. 405. Esto es, del mundo; cf Gen 14,18.22. 285
Accin de gracias e invitacin 11,25-30 ( = Le 10,21s) En aquella ocasin tom Jess la palabra y exclam: Yo te bendigo, Padre, Seor del cielo y de la tierra; porque habiendo ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, las has revelado a los sencillos. 26 5/, Padre; que tal fue tu agrado. " Todas las cosas me confi mi Padre. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelrselo. 2S Venid a m todos los que estis fatigados y cargados, y yo os aliviar. 28 Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de m, pues que y soy bondadoso y humilde de corazn, y hallaris descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es suave y mi carga ligera. La accin de gracias de Jess se encuentra en Mateo y Lucas en el mismo pasaje; en Lucas, entre ella y las increpaciones contra las ciudades galileas, se halla slo el v. final del discurso de Jess a los setenta y el breve relato sobre su vuelta (10,16-20), que faltan en Mateo. Quiz conserva Lucas la situacin exacta de estas solemnes palabras de Jess. La bienaventuranza dirigida a los discpulos que sigue en Lucas y que corresponde a la misma situacin (10,23s) la ofrece Mateo en un pasaje posterior, en el discurso de las parbolas (13,16s). Y hace seguir aqu a la accin de gracias de Jess el venid a m (11,28-30), que falta en Lucas, y que no lo hubiera omitido de haberlo encontrado ya en su fuente en este contexto.
284
25
11,25-30
11,25-30
El v. 26 repite el pensamiento del v. 25, repeticin que trae consigo el profundo patetismo que llena este himno de accin de gracias de Jess. El motivo de que Dios lo haya querido as no lo menciona Jess, pero queda claro al echar una mirada de conjunto sobre el evangelio todo: la revelacin divina no puede ser abarcada por agudeza ni erudicin humanas, sino slo por la fe. Y la fe es, con mucho, ms bien cosa de los sencillos que de los convencidos de la propia sabidura. El orgullo de su sabidura de escuela, impide a los maestros de la Escritura comprender en una actitud de fe la locura divina del evangelio; as frustra Dios toda sabidura humana408. En la incredulidad de los sabios y en la fe de los sencillos reconoce Jess la mano del Padre y le alaba por ello lleno de gozo y complacencia. Con todo, la atencin de Jess va dirigida en primera lnea, como se desprende claramente de la situacin, a los sencillos, con lo que quedan referidos en primer lugar los discpulos. El v. 27, unido con la accin de gracias de los v. 25s slo exteriormente, por la palabra revela, no slo resulta, en cierto sentido, un cuerpo extrao en el lugar en que aparece en Mateo y Lucas, sino que adems ocupa un lugar nico entre los testimonios sinpticos sobre la conciencia de Jess sobre su propia persona. Aqu habla en realidad el Hijo esencialmente igual al Padre del evangelio de Juan. Las expresiones absolutas de el Padre, el Hijo, que no son usuales en los sinpticos40T y que en Juan son, en cambio, junto con el hijo del hombre, la manera normal utilizada por Jess para nombrarse a s mismo408, son lo menos extrao en este verso, tan lleno de sabor a cuarto Evangelio. Esta designacin que aqu se da Jess a s mismo va ms bien condicionada por el contenido de la frase misma, para la que slo pueden encontrarse paralelos en el Evangelio de Juan409. Es indiscutible que este logion da expresin a una conciencia 406. 407. 408. 409. Cf. Is 29,14; ICor 1,19-31. Hay un paralelo en Me 13,32. Cf. Jn 3,16s.35; 5,19-23.26 y otros pasajes. Jn 1,18; 16,15. 286
sobrehumana de Jess: El Padre le ha entregado todas las cosas, por el carcter nico de la relacin que con l le une, relacin que queda aclarada por la afirmacin sobre el conocimiento recproco entre Padre e Hijo. Nadie conoce al Hijo fuera del Padre y nadie conoce al Padre fuera del Hijo410. Con estas palabras reivindica Jess un conocimiento de Dios completamente igual al que el Padre tiene de Jess, o sea, un conocimiento de carcter divino y que presupone, por lo mismo, tambin una esencia divina. Todo el conocer de Dios que puedan poseer los hombres, incluso los profetas, es un no conocer comparado con el que Jess se atribuye a s mismo. El fundamento de ello est en que l y slo l es el Hijo. Esta frase tiene slo un sentido, en el caso de que Hijo sea ms que Mesas. El carcter nico de la filiacin de Jess respecto a Dios411 queda expresada as con una claridad tal que excluye toda otra interpretacin. Jess conoce al Padre con un conocer igual en plenitud, amplitud y profundidad al que el Padre tiene de l, por ser el Hijo, y no al contrario, o sea, que Jess se convierta en el hijo de Dios por tener un conocimiento y una vivencia de Dios superior a la de todo otro hombre. No cabe duda que aqu no se trata, en primer trmino, de una declaracin sobre la relacin trinitaria interna del Hijo al Padre, sin vistas a los hombres, sino de una afirmacin sobre el carcter nico del papel de Jess en la obra de la redencin, que queda basada en el carcter de su relacin al Padre. Los exegetas modernos que consideran imposible una conciencia tal en Jess sobre su misma persona, ponen en duda, por lo mismo, la historicidad del logion, cuyo origen tratan de explicar entonces a partir del influjo de la mstica helenstica 412. Con todo no pueden ser reconocidos los textos aducidos como paralelos reales del logion ni ser utilizados para su comprensin histrica, ya que en
410. Cf. Jn 17,25. 411. Cf. p. 187. 412. Cf. Corp. Hermet. 1,32; Pap. Mag. Lond. 122,50, donde el iniciado dice, dirigindose a Hermes: Yo te conozco, Hermes, y t me conoces. Yo soy t y t eres yo. 287
11,25-30
El concepto y el contenido de la revelacin nico de la revelacin divina por lo que no puede encontrarse en ellas simplemente una acusacin contra los judos, en su actitud de incomprensin ante la persona y la misin de Jess. Por otra parte, en tal interpretacin quedaran ignorados los discpulos. El conocimiento aqu referido, sobrepasa ms bien toda clase de capacidad cognoscitiva humana en absoluto. El misterio del Hijo consiste en la misin a l designada por el Padre en la obra de la redencin413, y por ello hay que entender como contenido de la revelacin, sobre la que el Hijo dispone con soberana plena (a diferencia de los profetas, limitados a las palabras dirigidas a ellos por Dios), no slo al Padre, sino con l tambin al Hijo. El Hijo, al actuar como mediador de la revelacin, se revela tambin al mismo tiempo a s mismo. Si, en el v. 25, Jess da gracias al Padre por haber, en sus designios, ocultado el misterio del reino de Dios ante los sabios y se lo ha revelado a los sencillos, aqu, en el 27, reclama lo mismo para su persona y completa aquellas palabras en el sentido de que toda revelacin se comunica por l, por el Hijo, lo cual hace evidente la relacin interna que une entre s las dos declaraciones. El concepto y A contenido de la revelacin segn la transmisin sinptica. Con las palabras el reino de Dios est cerca; convertios y creed en la buena nueva (Me 1,15) comenz Jess su predicacin y en ellas est encerrado en esencia el contenido de la revelacin de que era portador. Esta revelacin consiste, segn el evangelio (y la Biblia en general), no en una suma de conocimientos y verdades abstractas, sino que tiene por contenido la actuacin de Dios, que se dirige a la humanidad cada en el pecado. Dios es el Seor santo y justo del hombre y al mismo tiempo su Padre bondadoso, por lo que su actuar tiene siempre como fin, o la salud del hombre, o el juicio. Por ello, son ambos tema de la predicacin de Jess. Jess es el sujeto definitivo de la revelacin de Dios y no slo 413. Cf. Col l,26s; 2,2s. 289
ellos el conocimiento mutuo entre el iniciado y la divinidad no queda entendida como una relacin de carcter exclusivo, negada a todos los dems, mientras que en el logion que nos ocupa se pone todo el acento precisamente en este punto. En el papiro mgico de Londres citado, lo que importa es el conocimiento de la divinidad por el iniciado y el poder que ste alcanza as sobre la misma. Por otra parte es notable que en el logrn se mencione en primer lugar el conocimiento del Hijo por el Padre. En algunos manuscritos antiguos estn cambiadas de orden las dos frases sobre el conocimiento mutuo del Padre y del Hijo, pero su testimonio no es de/lnucho peso; adems puede reconocerse claramente esta forma del texto como correccin posterior, mientras que, por el contrario, la otra lectura, ofrecida por la mayora de los manuscritos sera inexplicable como correccin secundaria. El logion se refiere a la funcin del Hijo en la obra de la redencin, como mediador de la revelacin, por lo que las palabras introductorias todo me ha sido dado por el Padre, no pueden ser referidas al conjunto de poderes entregados a Jess (cf. Mt 28,18), ni, de manera especial, a su funcin de juez (cf. Jn 5,22), sino al conocimiento. El sentido de estas palabras es que Jess y slo l es el mediador de la verdad divina, el sujeto nico de la revelacin de Dios a los hombres, y lo es por ser l el nico en conocer al Padre en la misma manera en que el Padre le conoce a l, por estar, al ser el Hijo, iniciado en los secretos designios salvadores de Dios. Por ello precisamente puede l revelar tambin la verdad divina a quien quiere. Las dos frases sobre el conocerse recproco del Padre y del Hijo, no expresan, a pesar del y que las une con las palabras de introduccin que las preceden, una consecuencia de las mismas, sino que mencionan el motivo por el cual el Padre lo ha entregado todo a Jess como Hijo suyo. Slo as puede entenderse, por qu no se habla en primer lugar, como sera de esperar, del conocimiento del Padre por el Hijo, sino al contrario del del Hijo por el Padre. As es tambin el Hijo mismo un misterio que nadie conoce fuera del Padre. Ambas frases sobre el conocimiento mutuo de Padre e Hijo motivan, pues, la misin de Jess como mediador
288
El concepto y el contenido de la revelacin por su predicacin, sino tambin por sus obras, su muerte y su resurreccin. Y la revelacin trada por Jess est preparada por la del AT, que l reconoce de manera expresa y toma como punto de partida. La intima relacin existente entre la revelacin del AT y la revelacin trada por Jess tiene su raz en el hecho de que en ambos casos es Dios el que en ella acta y se revela 414 . Jess remite a la ley del AT al maestro de la Escritura que le pregunta por el camino de la vida (Le 10,25-28), e igualmente al joven rico de Me 10,19. Los hermanos del rico epuln tienen a Moiss y los profetas, y a ellos deben prestar odos (Le 16,31). A los saduceos, que niegan la resurreccin, les echa en cara su desconocimiento de la Escritura (Me 12,24-27). En el AT se basa Jess para probar la indisolubilidad del matrimonio (Me 10,1-12). La relacin entre la revelacin preparatoria del Antiguo Testamento y la definitiva del Nuevo queda especialmente clara en las anttesis del sermn de la montaa (Mt 5,21-48) y en las referencias a las profecas del AT. En ambos casos Jess da cumplimiento al AT. Al superar en las diversas anttesis, en cada caso, las exigencias morales del AT, las reconoce por una parte como revelacin de la voluntad divina, declarando por otra, que l ha venido, esto es, ha sido enviado" 5 para proclamar la exigencia moral de Dios en forma definitiva. En las profecas ha revelado Dios, de antemano, el camino prefijado por l para su Mesas. Considerando la vida y la muerte de Jess a la luz de estas profecas puede reconocerse que todo es en ellas voluntad de Dios, y que el que da cumplimiento a la voluntad salvfica de Dios, es tambin su enviado*16. Jess es el portador de la revelacin definitiva tanto por su predicacin como por sus obras, su muerte y su resurreccin. Jess habla y acta como enviado de Dios que es, con plenos poderes (Pero yo os digo) 4 ". En su actuacin se revela el reino mismo 414. a . Heb 1,1.
415. Cf. com. a Me 1,3. 416. Cf. Mt 11,2-5 = Le 7,18-23; Le 24,27-32.44-47 y el exc. despus de Me 15,41.
El concepto y el contenido de la revelacin de Dios cuya venida l anuncia 418 . Con l comienza Dios el establecimiento de su reino. Por medio de sus milagros, y especialmente por las expulsiones de demonios, Dios hace retroceder el poder de Satn, el prncipe de este mundo (Me 3,22-27). Y porque Jess es el portador de la revelacin de Dios, sus palabras y su predicacin son palabras de Dios (cf. Le 8,10). Por l habla Dios a los hombres. El cielo y la tierra pasarn, pero sus palabras no pasarn (Me 13,31). Tambin sus obras, sus milagros, son realizados por medio de su palabra 419 y, por ello, puede decirse que es, sobre todo, la palabra el medio por el cual Jess obra como revelador de Dios, lo mismo que en el AT actuaba Dios tambin por su palabra omnipotente 420 . Jess hace saber a sus discpulos que tambin su pasin y su muerte son queridas por Dios 4 2 \ esto es, tambin en este caso, en el que aparentemente son los hombres (y Satans; cf. Le 22,536,) los que actan, es Dios quien en realidad revela su brazo (Is 53,1). En su accin de gracias revela Jess mismo su relacin con Dios, se revela como el Hijo; en el venid a m, que sigue, revela su relacin para con los hombres. l y slo l es el Hijo, y por ello no puede nadie conocer al Padre fuera de aquel a quien el Hijo quiere revelrselo. Jess es el revelador de Dios, y esta, por lo mismo, unido, en toda su actuacin a la voluntad del Padre, Jess es el siervo de Dios 422. Pero el camino que el Padre le destin contradice, de manera absoluta, lo que los judos esperaban del Mesas. Jess sigue siendo, a pesar de todas las revelaciones de su misin y su poder, el Mesas oculto 423 . Hasta la parusa, esto es, hasta su segunda venida gloriosa, no quedar revelado al mundo de manera
418. a . 419. Cf. 420. a . 421. Cf. 422. Cf. Me 8,31-33. 423. Cf. Me 8,30. Mt 12,28 = Le 11,20. Me 1,41; 2,10s; 3,5; 4,39; 5,41 y passim. Gen 1; Dt 8,3; Sal 33 (32)9. com. a Me 8,31 y 9,31. el exc. El testimonio de Jess sobre s mismo, despus de el exc. El misterio de la mesianidad de Jess, despus de
291
total (Le 17,20). Por ello no se design Jess nunca ante el pueblo como Mesas, sino como Hijo del hombre 424 , y prohibi severamente a los discpulos, una vez que estaban iniciados en el misterio de su mesianidad, hablar de ello al pueblo (Mt 16,20). La peticin de los fariseos de una seal del cielo, la rechaza de manera decidida (Me 8,11-13), porque no es el hombre, sino Dios, el que puede determinar la forma de su revelacin. Aceptar la revelacin no es cosa de la inteligencia humana, sino de la fe. Tambin los milagros de Jess, cuyo fin es preparar el camino para la fe. exigen ya, para su comprensin exacta, una actitud creyente. Ni sabidura ni erudicin humanas son, en modo alguno, un presupuesto o una ventaja para comprender la revelacin, sino, al contrario, ms bien un impedimento 42,\ Jess se sita as en clara contradiccin con la ciencia escriturstica de los fariseos. Los maestros de la Escritura tienen precisamente en su erudicin de escuela un obstculo para reconocer a Jess como el enviado de Dios, y as esta erudicin y la religiosidad a que sirve de fundamento se muestran carentes de valor y hasta nocivas. El s a la revelacin es, en ltimo trmino, obra de la gracia divina. Para poder ver la luz de la verdad, se necesita una vista iluminada que el hombre no puede darse a s mismo. Por ello llama Jess bienaventurado a Pedro, porque no son la carne ni la sangre los que le han revelado el misterio de su mesianidad, sino el Padre que est en los cielos (Mt 16,17): bienaventurados son tambin los discpulos todos, por tener ojos que ven y odos que oyen y por poder ver lo que muchos profetas y reyes en vano desearon ver 42,i . Dios acta en su revelacin con plena soberana. Dios esconde su revelacin a los ojos de los sabios e inteligentes y la descubre a los sencillos 427. A los discpulos se les ha concedido el misterio del reino de Dios, mientras que a los que estn fuera se les ha ocultado (Me 4,10-12).
424. 425. 426. 427. Cf. Mt Mt Mt el exc. El hijo del hombre, despus de Me 8,33. 11,25 = Le 10,21. 13,16 = Le 10,23. 11,25 = Le 10,21. 292
Pero aunque la revelacin es un acto libre de la gracia divina, se exigen tambin ciertas condiciones de parte del hombre. La luz de la verdad irradiada por Jess ilumina slo a aquel que tiene tambin en su interior la luz de unos ojos sanos 428 . La palabra de Dios tiene que ser oda (cf. la frmula: el que tenga odos para oir, que oiga 429 ), con lo que se significa algo ms que una percepcin puramente externa. Oir la palabra de Dios significa acogerla, con actitud creyente como revelacin divina, y obrar en consecuencia 430 . Y son muchos los hombres en los que la palabra de Dios no tiene un efecto semejante (cf. Me 4,15-19). La revelacin divina, de la que Jess es portador, tiene, por otra parte, un carcter tal en su contenido y su forma, que puede convertirse para los hombres en ocasin de escndalo. En la forma de apariencia toda de Jess, en sus palabras y sobre todo en el desenlace final de su vida, se revela Dios en una manera tan contradictoria, en apariencia, que incita los hombres a la incredulidad 4301. Los paisanos de Jess, las gentes de Nazaret, se escandalizan de l y le rechazan, por conocer su origen humilde (Me 6,3). Hasta su mismo precursor, el Bautista, se ve amenazado del peligro de este escndalo 432. Palabras como las pronunciadas por Jess sobre los peligros de la riqueza (Me 10,23-27), sobre todo las palabras referentes a lo que el Mesas tena que padecer (Me 8,32s; 9,32), y ms an la enorme y defraudadora impotencia y humillacin de su muerte (cf. Le 24,19-21) eran incomprensibles tambin para los discpulos. Los piadosos del judaismo, los fariseos, se escandalizaban de que la llamada a la conversin fuera dirigida tambin a ellos y adems de la actitud impa que crean ver necesariamente en la posicin de Jess ante la ley, en el hecho, por ejemplo, de dejar de lavarse las manos antes de la comida 43S , de sus repetidas violaciones del sbado con las curaciones milagrosas *Si, en su trato
428. 429. 430. 431. 432. 433. Le 11,33-36; cf. Jn 3,21; 8,47; 18,37. Me 4,9.23; Mt 11,15; Le 14,35. a . Me 4,20; Mt 7,24-27 = Le 6,47-49; Le 8,21; 11,28. Cf. Le 2,34 y com. a Me 9,42. a . Mt 11,2-6 = Le 7,18-23. Cf. Me 7,lss; Le 11,38. 434. Me 3,1-6; Le 13,10-17; 14,1-6.
293
El concepto y el contenido de la revelacin con pecadores y recaudadores de impuestos 436 , en su pretensin de poder perdonar los pecados 43,i y en su doctrina de que el amor paternal de Dios se extiende tambin a los pecadores 437. Sobre todo su ignominiosa muerte en la cruz fue para todos los judos la prueba de que no poda ser el Mesas 438. Tambin sus milagros, cuya realidad no poda ser negada por sus adversarios, estaban expuestos al peligro de ser mal interpretados (cf. Me 3,22). En la revelacin habla Dios a los hombres y, en consecuencia, quedan stos comprometidos a tomar una decisin de la que depende a su vez su salvacin eterna. Por ello, la revelacin, cuyo contenido son, al mismo tiempo, la salvacin y el juicio, es, en su mismo ser, juicio tanto como salvacin, porque rechazarla equivale a una condena, que puede hacerse realidad ya en el momento presente (cf. Le 19,42). ste es el motivo por el que Jess ha unido a su mensaje de la venida del reino de Dios, el llamamiento a la conversin (Me 1,15). Tiro y Sidn tendrn en el da del juicio mejor destino que las ciudades galileas, que no se dejaron mover a la fe por los milagros sucedidos en ellas 439 . Los hombres de Nnive y la reina de Sab sern, en el da del juicio, acusadores de los judos, que niegan la fe al que es ms que Jons y Salomn 44 . Y los mensajeros de la fe enviados por Jess darn testimonio, en el da del juicio, en contra de aquellos que han rechazado su mensaje 441 . Hasta la misma Sodoma tendr en el da del juicio un destino mejor que una de estas ciudades incrdulas 442 . Tambin los discpulos quedan, en virtud de su misin, convertidos en instrumentos de la revelacin divina. Para que sean capaces de desempear su cargo, son revestidos con el poder de lo alto, con el Espritu Santo 443 . La misin a ellos confiada es lo 435. 436. 437. 438. 439. 440. 441. 442. 443. Mt 11,19 = Le 7,34; Me 2,16; Le 7,36-50. Me 2,5ss; Le 7,48. a . Le 15,1-32. a . Me 15,29-32. Mt 11,20-24 = Le 10,13-15. Mt 12,41s = Le ll,31s. Me 6,11; 13,9. Mt 10,15 = Le 10,12. Le 24,49; Act 1,8. 294
11,25-30
que da a su predicacin el carcter de mensaje de la palabra de Dios, distinguindola as de una simple actividad de propaganda. En la revelacin habla Dios a los hombres y les hace manifiesto su actuar misterioso, lo cual la hace, en su contenido y su carcter, totalmente distinta de una humana filosofa, dirigida a la razn; distinta es tambin de la experiencia religiosa, siempre de carcter individual. La revelacin no es una participacin de una vivencia religiosa individual, sino que proclama la salvacin realizada por Dios en la historia y las exigencias propuestas a los hombres para conseguirla. La revelacin no pretende tampoco comunicar a los hombres un conocimiento racional del actuar divino, sino slo la realidad del mismo. Para la mentalidad humana, el actuar divino sigue siendo, aun despus de la revelacin, un misterio. Por su origen sobrenatural y por su carcter histrico la revelacin tiene efecto en un lugar y tiempo determinados se distingue del mito, que no es otra cosa sino el intento hecho por el hombre a partir de l mismo, de explicar el mundo y el suceder en el mundo y al mismo tiempo su existencia propia (P. Simn). Por su carcter histrico y por la manera en que es acogida por los hombres, la revelacin bblica se distingue fundamentalmente de la revelacin de la gnosis oriental y de la de los misterios griegos, para los que es el xtasis el medio de la revelacin de la divinidad 444 . El venid a m, que histricamente no tiene relacin alguna 28-3C con la accin de gracias, est formado por dos partes de construccin simtrica. Su contenido son dos exhortaciones y dos promesas. El paralelismo del contenido de las dos promesas (a las expresiones castellanas aliviar y descanso corresponden, en el texto original, tyamacat y virocixTiv) lleva de manera segura a la conclusin de que tambin las dos exhortaciones son equivalentes entre s, o sea, lo mismo se quiere decir con el venir que con el tomar sobre s. La sentencia toda recuerda a Eclo 51,23-27, donde un maestro de sabidura invita a los hombres a ir a l, a inclinar su cerviz bajo el yugo de la sabidura y llevar su carga. 444. Cf., en cambio, Jn 1,18; cf. tambin el exc. despus de Jn 8,19. 295
11,25-30
11,25-30
El texto termina con las palabras de: Ved con vuestros ojos cuan poco me he fatigado yo y cmo hall en ella gran descanso. La hiptesis de muchos exegetas modernos, de que el venid a m sea un prstamo del libro del Eclo (o de algn otro escrito sapiencial) y de que el sujeto de estas palabras no sea Jess mismo, sino la sabidura, es improbable, ya que las coincidencias con el texto del Eclo son mucho menores en cuanto al contenido que en cuanto a la forma. El descanso al que se refiere Eclo 51,27 es el adquirido por el maestro de la sabidura mismo, un descanso recompensa de su estudio. Por otra parte los predicados de bondadoso y humilde de corazn no convendran a la sabidura como sujeto. Los fatigados y cargados llamados por Jess a s y a los que promete alivio no son ni los oprimidos por la culpa del pecado, ni los agobiados por las dificultades de la vida, sino los que gimen bajo la carga de la ley impuesta por los maestros de la Escritura a quienes buscaban la perfeccin445. La teologa rabnica hablaba del yugo del reino de los cielos, del yugo de la torah, o del yugo de los mandamientos, refirindose con tales expresiones siempre a la ley, a la obligacin del cumplimiento de sus preceptos. Para la mayora de los judos piadosos era ello un yugo llevado sin queja ni protesta, sino al contrario con gusto, con orgullo y con alegra; la ley era la posesin ms preciada de Israel prenda y distintivo de su eleccin, y para la piedad media juda eran cosa desconocida los gemidos bajo el peso de la ley descritos por Pablo (Rom 7,7ss) desde la altura de su inteleccin cristiana. Pero a pesar de ello, la ley, en la forma casustica desarrollada por los rabinos, era un pesado yugo para el hombre religioso446 y, para la gran masa que la ignoraba, una tarea imposible de realizar. Utilizando la misma imagen, invita Jess a todos los que se afanan bajo el duro yugo de la ley a tomar, a cambio, el suyo (el yugo impuesto por Jess). Jess llama a este tomar el yugo sobre s un aprender, con lo que queda totalmente claro que se trata de los mandamientos dados por l a los hombres. El yugo de los postulados morales de Jess merece el nombre
445. a . com. a Mt 23,4; Act 15,10. 446 Cf. Mt 23,4 = Le 11,46.
de ligero, ya que libera a los hombres de una agobiante masa de preceptos legales los rabinos contaban en la ley 248 preceptos y 365 prohibiciones , que convertan la piedad, en el fondo, en cosa de eruditos. Jess en cambio reduce toda la ley al precepto nico del amor a Dios y al prjimo. Su yugo es suave, no causa heridas e impone una carga que no agobia. Sus preceptos no son pesados (Un 5,3). Con las palabras yo soy bondadoso y humilde de corazn no pretende Jess presentarse como un ejemplo ante los hombres, para que aprendan y lo imiten, sino que da el motivo por el que deben y pueden seguirle, lo cual se desprende ya del paralelismo entre los v. 28 y 29. El ir a Jess y el aprender de l son de hecho una sola cosa. Jess no es un superior tirnico e imperioso como los maestros de la ley judos, sino bondadoso, afable, y por ello puede prometer a los que le siguen la seguridad del descanso y de la paz interior. Para entender estas palabras de Jess en su pleno sentido hay que poner junto a ellas las anttesis del sermn de la montaa (5,21-48) y otras palabras como Le 14,26-32, en que van expresadas con claridad inexorable la altura y la gravedad de los postulados morales de Jess, y tener en cuenta la idea central de la instruccin dirigida a los discpulos (Mt 10,17-39), de que seguir a Jess lleva consigo el padecer. A pesar de ello, califica Jess de suave el yugo impuesto por l a los hombres y les promete, al mismo tiempo, descanso y paz, lo cual significa que el cumplimiento de la voluntad de Dios no es una exigencia imposible que abrume a los hombres, y que la paz interior es independiente de las circunstancias de este mundo y de los padecimientos que de ellas les vienen a los discpulos. Jess pone a los hombres el ms alto grado de exigencia, la entrega plena a Dios; entrega de la que se sigue descanso, un saberse guardado bajo el amparo de la proteccin divina. A partir del cap. 12 hasta el final del Evangelio se observa en Mateo la misma ordenacin de los distintos pasajes que en Marcos, a excepcin de unos cuantos pasajes de Marcos que faltan en Mateo, y del abundante material que Mateo ofrece por su parte 297
296
12,1-8
12,1-8
y que no est en Marcos. El cap. 12 con excepcin de los v. 15-21 y de su seccin ltima (v. 46-50) muestra a Jess en lucha con los fariseos.
Los discpulos cogen espigas en sbado 12,1-8 ( = *Mc 2,23-28; Le 6,1-5) En agella ocasin, iba caminando Jess, en un da de sbado, por entre las mieses; sus discpulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comrselas. 2Los fariseos, al verlo, le dijeron: Oye, tus discpulos estn haciendo lo que no est permitido hacer en sbado. ' Pero l les contest: No habis ledo lo que hizo David, cuando sinti hambre l y los suyos: * que entr en la casa de Dios y comi los panes de la proposicin, a pesar de que ni a l ni a sus compaeros era lcito comerlos, sino nicamente a los sacerdotes? " O no habis ledo en a ley que, en los das festivos, los sacerdotes quebrantan el sbado en el templo, sin pecar por ello? 8 Pues bien, yo os digo que aqu hay algo ms grande que el templo. 7 Si hubierais comprendido qu significa: Misericordia quiero y no sacrificio (Os 6,6), no hubierais condenado a estos inocentes. 8 Porque dueo del sbado es el Hijo del hombre.- En Marcos, este pasaje y el siguiente forman las dos ltimas de las discusiones en Galilea. Las tres primeras las ha ofrecido ya Mateo con anterioridad en su ciclo de los milagros (9,1-17). El enlace con la seccin precedente es de nuevo muy dbil *". En el v. 4 falta (como tambin en Le 6,4) el dato inexacto de Me 2,26 en tiempos del pontfice Abiatar. Tambin la sentencia de Me 2,27 ha sido suprimida por Mateo (lo mismo que por Lucas), que intro5 duce a cambio de ello, en el v. 5, un segundo ejemplo de transgresin no culpable de un precepto cltico, que por suponer una violacin real del sbado ofrece una justificacin an ms directa del proceder de los discpulos que el caso de David. 447. a . Mt 11,25; 14,1. 298
1
De ms importancia es en este ejemplo, el que esta accin de los sacerdotes, por la que cada sbado violan, de hecho, el descanso sabtico, estaba ordenada, de manera expresa, por la ley mosaica precisamente para el da del sbado448. Este servicio de culto realizado por los sacerdotes cada sbado, no est solamente permitido, como la accin de David, que fue nica y provocada por la necesidad, sino, lo que es ms, prescrito. Desde luego que los rabinos tenan el principio de que el servicio al templo (lo mismo que tambin otros preceptos ligados a un tiempo determinado, por ejemplo, la circuncisin al octavo da del nacimiento) suprime el sbado. Para salir al paso de la posible objecin de que tales violaciones 6 sabticas de los sacerdotes prescritas por la ley se realizan en el servicio divino y en el templo, no pudiendo, por tanto, equipararse a ellas la recoleccin de espigas en sbado, hecho sin ningn carcter cultual, ni llevado a cabo tampoco en servicio de Jess, aade Mateo a continuacin, en el v. 6, otras palabras de Jess, cuyo contexto originario nos es tambin desconocido. Aqu, en esta ocasin, se trata de algo ms importante, algo ms grande que el templo. La persona de Jess es aposento ms alto y sagrado de la presencia bienhechora de Dios que el templo. Esta frase no contiene una derogacin del culto del templo del AT, sino slo la afirmacin de que los discpulos, como tales, estn al servicio de un santuario ms alto que lo estaban los sacerdotes judos. Por ello pueden violar el sbado, si Jess se lo permite, sin ser por ello culpables. La sentencia siguiente, de Os 6,6, con su tono antisacrificial, la 7 ha ofrecido Mateo ya en 9,13. Su fin es, en este pasaje, poner de relieve la dureza que en el fondo supone de parte de los fariseos su acusacin contra los discpulos. Si los fariseos entendieran el verdadero sentido de la frase del profeta, de que la misericordia, el amor que sabe hacerse eco de los sentimientos ajenos, est por encima de todos los actos de culto, hubieran sabido tambin tener comprensin para el hambre de los discpulos. 448. Lev 24,8s; Nm. 28,9s. 299
12,9-14 8
12,15-21
La frase de Me 2,27, que no encaja fcilmente en el contexto, ha sido suprimida por Mateo, quien une por medio de un porque el v. 8 con lo precedente. Pero la no culpabilidad de los discpulos declarada de manera expresa por Jess, no se sigue de la frase de Oseas, sino de lo dicho en los v. 5s, esto es, de su carcter de discpulos. Jess es quien como hijo del hombre respalda con su autoridad su manera de proceder, por ser, como es, Seor sobre el sbado (v. 8), y ello no dejando a un lado el precepto de su observancia, sino enseando la manera recta de entenderlo y llevarlo a la prctica. 1 ha sido quien ha dado a los discpulos el consentimiento para proceder como lo han hecho.
Curacin de una mano paraltica en sbado 12,9-14 ( = *Mc 3,1-6; Le 6,6-11) Parti de all y se fue a la sinagoga de ellos. 10 Y haba en ella un hombre que tena una mano seca; y para poderlo acusar, le preguntaron: .Es lcito curar en sbado?: l l Pero l les contest: Acaso habr alguno entre vosotros que, teniendo una sola oveja, si sta se le cae en un hoyo en da de sbado, no vaya a recogerla y levantarla? 12 Pues cunto ms vale un hombre que una oveja! Por consiguiente, lcito es hacer bien en sbado.* 13 Entonces dice a aquel hombre: Extiende tu mano.- l la extendi, y se le qued tan sana como la otra. 14 Pero los fariseos, apenas salieron, acordaron en consejo contra Jess cmo acabar con l. Tambin en este pasaje sigue Mateo el texto de Marcos, sobre todo y de manera clara en su forma. Por otra parte, el desarrollo de la accin ofrece notables diferencias con el de Marcos. Marcos presenta a los adversarios de Jess a su acecho, a la espera de si va realmente a realizar una curacin en sbado, proponindoles entonces Jess la pregunta de si est permitido hacer el bien en sbado, pregunta que contesta a continuacin l mismo, ante el silencio de sus adversarios, curando al enfermo con una orden suya. Mateo en cambio pone la pregunta de Jess en boca de sus adver300
9
sarios (v. 10b), con el fin de preparar las palabras sobre la oveja despeada en sbado (v. 11-120), introducida por l en este contexto y en la que va la respuesta de Jess a la pregunta enemiga, de si se puede curar en sbado; a continuacin hace seguir luego el acto de la curacin misma (v. 13). El relato de Mateo es, pues, secundario con respecto al de Marcos, y no slo en el conjunto de su estructura, sino tambin en diversos rasgos aislados. Marcos presenta el pasaje aadido, sin ms, al que le precede, Mateo en cambio lo enlaza con lo anterior por una frmula de unin 449 . La parlisis de una mano no es una enfermedad mortal y, por ello, suprime en el v. 12b la expresin salvar una vida (Me 3,4). Tal como est configurado el texto de Mateo, no quedaba lugar en l para el rasgo del silencio de los adversarios de Jess (Me 3,4Z>). La violenta conmocin interior de Jess (Me 3,5a) queda tambin suprimida en Mateo, como de costumbre 450 . Las palabras sobre la oveja se encuentran tambin en Lucas, pero en un contexto diferente461. Segn la doctrina de los rabinos estaba permitido sacar en sbado a un hombre de una zanja. En cambio si se trataba de un animal slo se poda, segn la opinin ms benigna, tenderle mantas para que pudiera salir por s mismo, segn la ms severa slo estaba permitido llevarle la comida al lugar donde se encontraba. Las palabras de Jess presuponen como vlida la ms benigna de las dos opiniones.
Mansedumbre del siervo de Yahveh 12,15-21 ( = Me 3,7-12; Le 6,17-19) Al saberlo Jess, se alej de all. Muchos lo siguieron: y l a todos los cur, 16 pero severamente les encarg que a l no le descubrieran; ^ para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaas cuando dijo:
449. Cf. Mt 11,1; 12,15; 13,53; 15,29; 19,15. 450. a . Mt ,3; 11,2; 19,14.15.21. 451. Le 14,5; cf. tambin 13,15.
15
301
12,15-21
18
Jess se defiende contra la acusacin de alianza con Belcebi 12,22-37 El trmino griego para siervo (nxic) significa tambin al mismo tiempo hijo. Jess es el Hijo amado de Dios, en quien ste se ha complacido 452. El espritu de Dios descansa sobre l (cf. Le 4,18-21). Su misin es proclamar ante los pueblos la justicia, las exigencias morales de Dios 4 ". Jess no acaba de romper la caa cascada, ni apaga el pabilo todava humeante, esto es, no rechaza, duro y severo, como hacen los escribas, a los pecadores, en los que todava brilla una chispa de esperanza de conversin, sino que va en su busca (cf. 9,12). De importancia para el evangelista en su contexto es sobre todo, aunque no de manera exclusiva, el rasgo de que el siervo de Dios no alterca con los adversarios (cf. v. 15) y rechaza toda clase de admiracin bulliciosa en las calles por parte de la masa (v. 19). La eleccin de los doce con la enumeracin de sus nombres, que en Marcos sigue a este pasaje (3,13-19), la ha ofrecido Mateo ya, al menos en sus rasgos esenciales, en el discurso de la misin de los discpulos (10,2-4). La breve escena de Me 3,20s la suprime Mateo (tambin Lucas), probablemente a causa de la dificultad aneja a su contenido. Consecuencia de ello es que Mt 12,46 no pueda ser entendido sin tener en cuenta el pasaje mencionado de Marcos (cf. all).
Mirad a mi siervo, a quien yo eleg; a mi predilecto, en quien se ha complacido mi alma. Yo pondr mi espritu sobre l, y l anunciar la verdad religiosa a las naciones. 19 No porfiar ni gritar, y nadie podr oir en las plazas su voz. 20 La caa cascada no la quebrar, y no apagar la mecha humeante, hasta que logre llevar a la victoria la verdad religiosa. 21 Y en su nombre pondrn las naciones su esperanza! (Is 22,1-4). La seccin de Me 3,7-12 ha sido utilizada por Mateo ya en 4,23-25, para crear una situacin apropiada a la introduccin del sermn de la montaa. Por ello se limita aqu, en el contexto paralelo al que se encuentra en Marcos el citado pasaje, a resumir en un v. nico (v. 15), lo que Marcos describe all con mayor extensin y detalle. A diferencia de Marcos, Mateo, en el v. 15a, pone en relacin, de manera expresa, la decisin de los fariseos de deshacerse de Jess (relatada al final de la seccin anterior) con el hecho de la marcha de Jess (lo mismo en 14,13). Pero el dato de que se alej de all tiene que ser considerado slo como un nexo de tipo redaccional, ya que anteriormente falta toda determinacin de lugar. Por lo dems, es importante para Mateo en el relato de Marcos slo el dato de la orden de silencio impuesta por Jess (v. 16), dirigida en Mateo a todos los curados de una enfermedad, no como en Marcos 3,12 a los demonios. El propsito de Mt es poner de relieve el deseo de Jess de no hacer de sus milagros un motivo de sensacionalismo. Mateo ve en ello el cumplimiento de la profeca de Isaas sobre el siervo de Yahveh, aplicada al Mesas tambin por el targum judo. La traduccin, al igual que en las dems citas de reflexin de Mateo, est hecha de manera libre sobre el texto original hebreo. No queda referido, ni aqu, ni en 8,17 el siervo sufriente de Dios. Tampoco se fija Mateo para nada en la idea central del pasaje citado, la misin que el siervo de Yahveh tiene que cumplir entre los pueblos paganos.
302
Jess se defiende contra la acusacin de alianza con Belcebi 12,22-37 (= *Mc 3,22-30; *Lc 11,14-23; *12,10; *6,43-45) Entonces le fue presentado un endemoniado ciego y mudo; y lo cur, de manera que el mudo poda hablar y ver. 23 Toda la multitud estaba asombrada y se deca: No ser ste el hijo de David? 24 Cuando lo oyeron los fariseos, replicaron: ste no arroja a los demonios sino por arte de Beelzebul, prncipe de los demonios. 25 Pero l penetr sus pensamientos y les dijo: Todo reino divi452. Cf. com. a Me 1,11. 453. Cf. el sermn de la montaa.
303
22
12,22-37 Jess se defiende contra la acusacin de alianza con Belcebi dido en facciones quedar devastado, y toda ciudad o familia dividida en discordias no podr subsistir. 2a Si pues Satn arroja a Satn, dividido est contra s mismo; cmo, pues, subsistir su reino? 27 Y si yo arrojo a los demonios por arte de Beelzebul, por arte de quin los arrojan vuestros discpulos? Por eso, ellos mismos sern vuestros jueces. 2&Pero si yo arrojo a los demonios en virtud del espritu de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. 29 0 cmo podr alguien entrar en la casa de un hombre forzudo y saquearla, si primeramente no consigue maniatarlo? Slo entonces saquear su casa 30 Quien no est conmigo, est contra m; y quien conmigo no recoge, desparrama. 31 Por eso os digo: cualquier pecado o blasfemia les ser perdonado a los hombres; pero la blasfemia contra el Espritu no les ser perdonada jams. 32 Y si alguien dice alguna palabra contra el Hijo del hombre, le ser perdonada; pero quien la dijere contra el Espritu Santo, jams tendr perdn ni en este mundo ni en el venidero. 33 0 tened por bueno el rbol, si bueno es su fruto, o tened por podrido el rbol, si podrido es su fruto; pues por el fruto se conoce el rbol. S4 Raza de vboras! Cmo podris decir cosas buenas, siendo malos? Porque del rebosar del corazn habla la boca. 35 El hombre bueno, de su buen tesoro saca cosas buenas; y el hombre malo, de su mal tesoro saca cosas malas. 36 Pero yo os aseguro que los hombres, en el da del juicio, tendrn que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado. 37 Pues por tus palabras sers justificado, y por tus palabras sers condenado. Este discurso de Jess se encuentra tambin en Marcos en el mismo contexto. Lucas, en cambio, lo ofrece en su relato del viaje segn una fuente distinta, independiente de Marcos. Mateo concuerda aqu, por una parte, con Marcos frente a Lucas (v. 25. 29.31s); por otra, con Lucas frente a Marcos (v. 22-24.27s.30.33.35). As muestra haber utilizado tambin aqu* 54 para su composicin, dos tradiciones distintas de un mismo discurso. Adems vuelve a 454. Como en Mt 9,35-10,16.
304
Jess se defiende contra la acusacin de alianza con Belcebi 12,22-37 ofrecer en este contexto (12,33-35) un pasaje utilizado ya en el sermn de la montaa 455 . Finalmente hace seguir al discurso dos fragmentos diferentes 456, ofrecidos tambin por Lucas en el mismo pasaje. El milagro que ocasiona la discusin (12,22s) lo ha utilizado Mateo tambin en su ciclo de milagros (9,32-34). Mateo y Lucas dan sobre Marcos el dato de que la ocasin de este malvolo juicio sobre Jess fue un caso determinado de una expulsin de un demonio, que produjo en el pueblo una gran sensacin. Frente a Le 11,14 y su propio relato paralelo, dice Mateo, en el v. 22a 457 , que el poseso era no slo mudo, sino tambin ciego, en lo que quiz puede reconocerse un influjo de Me 8,22-26. Sobre la pregunta del pueblo (que falta en 9,33 y en Lucas 11,14), de si Jess es el hijo de David, esto es el Mesas, cf. com. a Mt 9,27; sobre el v. 24, cf. en Me 3,22 (el oyeron va referido al juicio del pueblo del v. 23). En lugar de los escribas habla aqu Mateo de los fariseos, equiparando los unos a los otros. Juntamente con Marcos (3,28s) ofrece Mateo (v. 31s), en reacin con este discurso, la sentencia de la blasfemia contra el Espritu Santo, que aparece en Lucas (12,10) en otro contexto menos apropiado. En los v. 31s pone Mateo, una junto a otra, dos formulaciones distintas de la misma sentencia (v. 31 = Me 3,28s; v. 32 = Le 12,10). Sobre la distincin entre los dos eones introducida aqu por Mateo, cf. com. a Me 10,30. La sentencia del rbol y los frutos, utilizada ya en el sermn de la montaa, tiene como fin dar el distintivo del corazn malo o bueno, que en este caso consiste en las palabras (en el sermn de la montaa, en cambio, en las obras), pero esto slo en el caso de que el v. 33 tenga que ser referido realmente a los fariseos y no a Jess y las expulsiones de demonios por l llevadas a cabo. Pero la determinacin de una relacin lgica con el discurso sobre Belcebi es difcil, por el motivo de que el v. 33 parece referirse a Jess (a los buenos efectos de su actividad), mientras que el v. 34 habla de los fariseos. 455. Mt 7,16-20 = Le 6,43-45. 456. Mt 12,38-42 = Le 11,29-32; 12,43-45 = Le 11,24.26. 457. Cf., en cambio, v. 72b. 305
22
23s
31s
33-35
12,22*37 Jess se defiende contra la acusacin de alianza con Belcebi El pensamiento del v. 33 es el siguiente: los frutos corresponden de manera necesaria a la clase del rbol que los produce y por ello son siempre una seal inequvoca de la clase de rbol de que proceden (cf. Eolo 27,6). Entendiendo el v. 35, de tono proverbial, sobre el corazn bueno y malo, como una aclaracin del v. 33, sobre el rbol bueno y malo, es el siguiente el sentido de ste: la malvola interpretacin que los fariseos hacen de las expulsiones de demonios es la consecuencia necesaria de su perverso interior. El v. 34 intermedio contiene (la expresin raza de vboras utilizada aqu va puesta ya en 3,7 en boca del Bautista; cf. tambin 23,33) esta afirmacin de manera expresa, aadiendo a continuacin, como motivo de ello, la sentencia de que la boca expresa slo aquello de lo que el corazn rebosa, que en Lucas (6,456,) va colocada tras el v. 35 ( = Le 6,45a). Los fariseos slo pueden hablar maldades, porque son malos en su corazn. Pero primero hay que hacerse la pregunta de si, en el sentido de Mateo, no hay que referir el v. 33 a Jess en vez de a los fariseos. En este caso continuara el pensamiento del v. 30 y su sentido sera: los acusadores fariseos de Jess se encuentran colocados ante la necesidad de una decisin. No es posible reconocer el fruto como bueno y declarar malo al rbol. Si reconocen como una cosa buena las expulsiones de demonios, no pueden condenar como malo y demonaco el poder con que son llevadas a cabo. En el v. 34 vuelve a emplearse el mismo pensamiento, pero esta vez referido a los fariseos, que ponen de manifiesto por su malvolo enjuiciamiento de las obras de Jess el verdadero carcter de su modo de ser. Los fariseos hablan maldades porque son malos. De esta interpretacin del v. 33 resulta una mejor relacin con lo que precede y parece por ello ser preferible a la anterior. De todos modos, en tal caso hay que suponer un salto lgico entre los v. 33 y 34. En el v. 35 es de importancia el hecho de que Jess, junto a los malos (cf. 7,11), reconoce tambin la existencia de hombres buenos. Los v. 36s, que no tienen paralelo ni en Marcos ni en Lucas, enlazan lgicamente con el v. 32. Los hombres tendrn que dar cuenta en el juicio de todas y cada una de sus palabras vanas, no 306
12,38-42
slo de las injuriosas y malintencionadas, y de las obras que hayan llevado a cabo; porque en las palabras se pone de manifiesto la manera de ser del corazn (v. 34s). Severo sobremanera ser el juicio que caiga sobre la terrible calumnia que los fariseos se han atrevido a formular. El v. 37 tiene el aspecto de ser una cita, por el cambio en la forma de expresin- a la segunda persona (que sin embargo no puede ser verificada en ningn texto; el sal 51(50)6 presenta slo una cierta semejanza en la forma), o de un proverbio. Los rabinos conocan este pensamiento. Tambin las palabras en que hay pecado le son escritas al hombre en su tablilla (en el cielo).
Los fariseos piden una seal 12,38-42 ( = Le 11,29-32; cf. Mt 16,1-4 = Me 8,11-13) Entonces se dirigieron a l algunos escribas y fariseos con estas palabras: Maestro, quisiramos ver alguna seal tuya. 39 l les contest as: Esta generacin perversa y adltera reclama una seal, pero no se le dar otra seal que la seal del projeta Jons.40 Porque as como estuvo Jons en el vientre del monstruo marino tres das y tres noches, as estar el Hijo del hombre en las entraas de la tierra tres das y tres noches. 41 Los habitantes de Nnive surgirn en el juicio con esta generacin y la condenarn; porque ellos se convirtieron ante la predicacin de Jons, y aqu hay alguien que es ms que Jons. 42 La reina del sur se levantar en el juicio con esta generacin y la condenar; porque ella vino desde los extremos de la tierra para oir la sabidura de Salomn, y aqu hay alguien que es ms que Salomn. Al igual que Mateo, ofrece tambin Lucas, a continuacin inmediata del discurso sobre Belcebi, la presente seccin y la siguiente, slo en orden inverso, pasajes entre los cuales no parece haber relacin histrica alguna. El espritu impuro 458 es el mo458. Mt 12,43 = Le 11,24.
307
38
12,38-42
12,38-42
tivo que une la sentencia de la recada con el discurso sobre Belcebi y por ello hay que suponer que ha sido Mateo y no Lucas quien ha cambiado el orden de los dos pasajes. Tambin Me 8, 11-13 ofrece un relato en el que los fariseos piden a Jess una seal venida del cielo. La escena presente es sin duda un relato paralelo sobre el mismo episodio, independiente del de Marcos. En consecuencia, Mateo lo ofrece dos veces, aqu y en el pasaje paralelo a Me 8,11-13 ( = Mt 16,1-4), habiendo asimilado la forma de exposicin de 16,4 a 12,39. 38 El v. 38 coincide, en cuanto a su contenido, con 16,1 ( = Me 8,11) en el dato de que unos (escribas y) fariseos, esto es adversarios de Jess por antonomasia, le exigen una comprobacin divina inmediata de su misin 459 . 39 En realidad, la respuesta de Jess slo en apariencia es distinta de la de Me 8,12, porque la seal de Jons, prometida por Jess a los fariseos, no es en modo alguno una seal en el sentido en que ellos la exigen. El improperio esta generacin perversa y adltera 460, con el que Jess inicia su respuesta (lo mismo en 16,4), est motivado por la exigencia misma, por parte de los fariseos, de un milagro comprobatorio, por ponerse en ella de manifiesto la actitud incrdula de los judos frente a la actividad mesinica de Jess. No tienen bastante con los numerosos milagros obrados por Jess, cuya realidad no pueden negar y exigen otro todava ms claro, para determinar ellos mismos si se les resulta ya suficiente como prueba. Jess ha mostrado bastantes veces su buena voluntad ante una splica de una curacin milagrosa. Pero a la soberbia que exige una seal milagrosa y se reserva adems la libertad de determinar el momento de prestarle una actitud de fe (cf. Jn 6,30), contesta con una negativa rotunda. 40 La expresin la seal del profeta Jons, que necesariamente tena que resultar enigmtica a sus interlocutores, queda explicada en el v. 40, pero en una forma que no les acaba de resolver realmente el enigma. En el Hijo del hombre* 61 se repetir, en cierta
459. Cf. com. a Me 8,11. 460. Cf. com. a Mt 11,16 y Me 8,38.
manera, el destino de Jons; ste estuvo tres das y tres noches en el vientre de un pez, aqul tres das y tres noches en el corazn de la tierra. Con ello no se hace referencia a los tres das 462 de Jess en la tumba, sino a su estancia en el seol o averno, situado, segn la concepcin del mundo por los antiguos, en el interior (las entraas) de la tierra. La configuracin paralela de las dos frases, prtasis y apdosis, obliga a asignar un tiempo de tres das y tres noches a la estancia de Jess en el reino de los muertos, aunque ello no responde exactamente al espacio de tiempo transcurrido entre su muerte y su resurreccin. El texto paralelo de Lucas difiere en dos puntos del de Mateo. Por una parte est formulado de manera mucho ms imprecisa: as como Jons fue una seal para los ninivitas, as lo ser tambin el Hijo del hombre para esta generacin, para los judos. Por otra parte, slo en l queda afirmado, de manera expresa, que as como Jons fue una seal para los ninivitas, lo ser tambin el Hijo del hombre para aquella generacin, o sea, segn Lucas, se promete aqu a los judos realmente el cumplimiento de su deseo de la seal. En ambos rasgos hay que reconocer al texto de Lucas un carcter ms originario, al menos relativamente, ya que no puede encontrarse una explicacin satisfactoria para el hecho de que Lucas hubiera formulado intencionadamente, de manera ms imprecisa, el texto en s mucho ms claro de Mateo, si ste hubiera sido realmente la fuente comn de ambos evangelistas, y por otra parte no es de suponer tampoco que Lucas hubiera aadido de s mismo la designacin expresa de Jons como una seal para los ninivitas y la promesa de otra semejante para los judos. Imposible resulta el interpretar el texto de Lucas, con muchos exegetas modernos, en el sentido de que la seal de Jons hubiera consistido en la predicacin de penitencia del profeta, a la que Jess contrapusiera la suya propia, ya que Jons no fue en modo alguno una seal para los ninivitas como exhortador a la penitencia, como tampoco el Hijo del hombre para los judos por su predicacin. La seal no sera entonces un milagro, sino consistira en 462. Cf. com. a Me ,31. 309
12,38-42
Sobre la recada
12,43-45
palabras. Jons fue una seal para los ninivitas slo por el hecho de haberse presentado ante ellos salvo del vientre del pez, esto es, salvo de la muerte. Adems en el caso de Jess la forma del futuro ser excluye una referencia de la seal a su predicacin, que ha dado comienzo ya tiempo antes y pertenece por lo tanto al pasado y al presente. El hecho de que a continuacin se habla de la predicacin de Jons, no sirve como prueba en contra, ya que la doble sentencia que sigue (v. 41s) no est en relacin histrica con la peticin de la seal. Por ello parece que se trata ms bien de una referencia a la parusa. Los judos vern a Jess como hijo del hombre glorioso y como juez. Pero para la fe y la conversin ser entonces demasiado tarde. Por ello resulta esta promesa de la seal, que en s da cumplimiento a su peticin, ms bien una amenaza, y la seal prometida no va a ser as como sus peticionarios se la han figurado. Si se concede que sea ste el verdadero sentido de las palabras originarias de Jess, resulta de ello que el texto de Mateo no lo reproduce de manera exacta, ya que en lugar de a la parusa, se refiere a la liberacin del Hijo del hombre del dominio de la muerte, esto es, a su resurreccin. Y la resurreccin no puede ser considerada como milagro comprobatorio, ya que no va a suceder ante los ojos de los judos, sino que va a volver a exigir otra vez la actitud de la fe. El texto de Mateo slo puede ser entendido, pues, como debido en su conformacin a la mano del primer evangelista. El texto de Marcos en cambio, en el que no se hace referencia alguna a la seal de Jons, sino que se deniega en absoluto la peticin de los adversarios de Jess, es en s lgico, puesto que la seal de 41s Jons no corresponde en la realidad al objeto de sus deseos. Los v. 41s, de construccin exactamente paralela 4'", van unidos con la sentencia de la seal de Jons slo por asociacin de palabras. Lucas conserva probablemente el orden originario, y Mateo ha invertido su orden para colocar la predicacin de Jons a continuacin inmediata de la seal de Jons. Los habitantes paganos de Nnive convertidos por la predicacin de Jons (Jon 3,3-10) y la reina pagana
463. Cf. Mt 6,2-4.5s.l6-18; Le 14,8-11.12-14; 15,4-7.8-10. 310
de Sab (Arabia del sur), que emprendi el largo viaje desde los extremos de la tierra a Jerusaln, para conocer por s misma la proverbial sabidura de Salomn 4M, sern, en el da del juicio, acusadores de los judos, que han negado la fe al que es ms que el profeta Jons y el sabio rey Salomn. Aunque el texto griego de esta doble sentencia slo tiene que ser interpretado con referencia a la actuacin de los personajes en ella nombrados y no a su resurreccin, con todo contiene en s tambin de manera implcita la idea de la resurreccin general de los muertos.
Sobre la recada 12,43-45 ( = Le 11,24-26) Cuando el espritu impuro sale del hombre, vaga por los desiertos buscando reposo, pero no lo encuentra. ** Entonces se dice: "Me volver a la casa de donde sal." Y al llegar a ella, la encuentra desocupada, barrida y arreglada. *9 Entonces va, toma consigo otros siete espritus peores que l, entran todos en la casa y se instalan all; y resulta que la situacin final de aquel hombre es peor que la de antes. As le suceder tambin a esta generacin perversa. Este pasaje ha sido colocado en el contexto en que va evidentemente por su parentesco de contenido con el discurso referente a Belcebi. El sentido que Mateo le da, va expreso en la aplicacin aadida por l en el v. 456. Espritus impuros son llamados los demonios en el NT 4 0 3 y en el judaismo a causa de su hostilidad contra Dios. Como su morada se da, ya en el AT, el desierto 466 . Pero ellos prefieren tomar posesin de un hombre y atormentarle 467 . El demonio de que aqu se habla ha buscado en vano por el desierto un lugar a propsito de descanso y entonces se decide a retornar a su morada anterior, a un hombre. El estado en que
464. 465. 466. 467. IRe 1,1-13; 2Par 9,1-12. Cf. Me l,23.26s; 3,11.30; 5,2..13; 6,7 y passim. Cf. com. a Me 5,10 Cf. el exc. despus de Me 1,28.
43
311
12,46-50
12,46-50
encuentra su casa le resulta tan acogedor que va 4SS y busca en su apoyo otros siete ( = un grupo; cf. Le 8,2) demonios, para que se establezcan con l en la casa restaurada. Mateo, en la nota final aadida por l 469 , refiere el relato a la generacin perversa, de los judos, mostrando con ello que lo ha entendido como una especie de parbola (no como una alegora). Por ello no puede verse aqu la descripcin de un hecho de experiencia de carcter general, o sea, que un demonio expulsado encuentre siempre su morada anterior preparada para l al retornar a ella. Tal interpretacin del texto estara tambin en contradiccin con otras expulsiones de demonios narradas en los evangelios 47 . El v. 446 tiene ms bien el valor de una frase condicional (si el espritu impuro vuelve y encuentra la casa vaca, entonces entra, etctera), con lo que queda tambin dicho que el retorno del espritu impuro no es un hecho inevitable, sino culpable. La casa no debe quedarse vaca, una vez que el espritu impuro la ha abandonado. El caso aqu descrito tiene un sentido determinado y expreso. Su finalidad es poner de manifiesto la terrible situacin en que los judos se encuentran, que es comparada con la del hombre de la parbola, que ha permitido al espritu impuro volver con otros siete. Jess ha venido para destruir el podero de Satn, y en Jess ha venido el reino de Dios a los hombres (cf. 2,28). Los judos rechazan a Jess y al rehusar la salud que se les ofrece aumentan as su culpa y empeoran an su situacin; la salvacin no querida se convierte para ellos en su perdicin irreparable.
[Entonces le dijo uno: Mira que tu madre y tus hermanos estn ah juera y tratan de hablarte.] 48 Pero Jess contest al que le dijo eso: Quin es mi madre y quines son mis hermanos?- 48 Y extendiendo la mano hacia sus discpulos, dijo: He aqu a mi madre y mis hermanos. D0 Porque todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre, que est en los cielos, se es mi hermano y mi hermana y mi madre. Sobre la frmula de enlace todava estaba l hablando, empleada aqu de nuevo por Mateo, cf. com. a 9,18. En este pasaje, el texto va siguiendo otra vez al de Marcos, de lo que resultan unas cuantas irregularidades en el mismo. Jess aparece por una parte rodeado de la masa del pueblo y por otra dentro de una casa, como se deduce del hecho de que sus parientes estn fuera, rasgo este ltimo que sorprende, ya que, hasta aqu, todo lo narrado en Mateo parece, segn 12,15.23, haber tenido lugar al aire libre. Hasta 13,1 no observa el autor que Jess se encontraba en una casa. Que los parientes estn fuera, se entiende a partir de Me 3,20s, a donde remiten en Me 3,31 las palabras lo mandaron llamar. Mateo ha suprimido Me 3,20s y, por ello, cambia el texto de Marcos lo mandaron llamar en el sentido de que los parientes de Jess desean slo hablarle. El motivo por el que, segn Marcos, proceden en tal forma, no nos lo hace saber Mateo. El v. 47 falta en los textos ms importantes y es probablemente, como indica su carcter superfluo para la relacin entre los v. 46 y 48, una interpolacin posterior a partir de Me 3,32. Aunque tambin podra explicarse su supresin posterior por simple descuido del copista (por un homoioteleuton). El motivo que lleva a los parientes de Jess a buscarle y Hamarle ha desaparecido en Mateo de manera absoluta, siendo su deseo solamente hablarle, lo cual produce tambin un cambio en el sentido de la respuesta dada por Jess, que no tiene ninguna significacin de principio, sino que parece slo expresar que no tiene entonces tiempo para sus parientes. La mirada dirigida a los que le rodean (Me v. 34), la sustituye Mateo por el solemne gesto de extender la mano, y slo sobre los
313
46
[47]
Los verdaderos parientes de Jess 12,46-50 ( = *Mc 3,31-35; Le 8,19-21) Todava estaba l hablando al pueblo, cuando su madre y sus hermanos, que se haban quedado juera, trataban de hablar con l. 468. Cf. com. a Mt 9,13. 469. a . Mt 7,20; 20,16; 24,39. 470. a . Me 5,18-20; 9,25.
312
46
48
49
13,1-9
13,10-17
discpulos (esto es, los doce). Ellos y slo ellos son sus verdaderos 50 parientes, limitacin que, con todo, parece quedar suprimida en el v. 50. Mi Padre que est en los cielos, en lugar de Dios (Me 3,35), es un rasgo tpico de la terminologa de Mateo 471 .
Las parbolas de Jess 13,1-52 Al igual que Marcos, ofrece tambin Mateo un amplio discurso de Jess, compuesto por diversas parbolas. En lugar de la parbola del crecimiento de la siembra (Me 4,26-29) encontramos en Mateo la de la cizaa entre el trigo (13,24-30). A la del grano de mostaza aade Mateo (13,33) la de la levadura (lo mismo Le 13,18-21) y, como final (aparte de la interpretacin de la parbola de la cizaa 13,36-43), otras tres parbolas ms (13,44-50), hasta conseguir un nmero total de siete. Mateo ofrece tambin dentro de esta gran composicin oratoria la bienaventuranza dirigida a los discpulos (13,16s), que en Lucas se encuentra en un contexto ms adecuado (10,23s). En conjunto el texto de Mateo aqu est en clara dependencia del de Marcos, supuesto, de manera evidente, como base de toda la composicin472.
de la semilla cay al borde del camino; y vinieron los pjaros y se la comieron. s Otra parte cay en terreno pedregoso, donde haba poca tierra; brot en seguida, porque la tierra no tena profundidad; e pero, en cuanto sali el sol, se marchit; y como no haba echado races, se sec. ' Otra parte cay entre zarzas; y como las zarzas tambin crecieron, la ahogaron. 8 El resto cay en tierra buena y dio fruto: una al ciento, otra al sesenta, otra al treinta por uno. 9 El que tenga odos que oiga.- El dato, introducido por Mateo, de que Jess abandona la casa, slo puede entenderse a partir de Marcos como fuente "3. Su mencin expresa era aqu necesaria para Mateo, ya que ofrece a continuacin, con Marcos, el sermn junto al lago, relacionndolo, cosa que no hace Marcos, con el pasaje precedente por la frmula de enlace aquel da. El texto de la parbola coincide casi literalmente con el de Marcos. Extraa resulta slo la inversin del orden de los tantos por ciento el treinta, el sesenta y el cien en el rendimiento de la cosecha, frente a Marcos, en el v. 8. Mateo menciona quiz el rendimiento ms alto (Le 8,8, el nico) en primer lugar para evitar en el lector la idea de que, con la semilla de la palabra de Dios, el rendimiento, en s escaso, del treinta por ciento, sea lo normal, aun tratndose de un suelo frtil.
La parbola del sembrador 13,1-9 ( = *Mc 4,1-9; Le 8,4-8) Aquel da sali Jess de casa y fue a sentarse a la orilla del mar. 2 Grandes multitudes se reunieron en torno a l, de forma que tuvo que subirse a una barca y sentarse en ella, mientras todo el pueblo permaneca de pie en la orilla. 3 Y les habl de muchas cosas por medio de parbolas, diciendo: Sali un sembrador a sembrar. * Y segn iba sembrando, parte
471. Cf. cora, a Mt 6,9. 472. Cf. com. a Mt 13.34s. 314
1 10
El objeto de las parbolas de Jess 13,10-17 ( = *Mc 4,10-12.25; Le 8,9s.l8; *10,23s) Entonces los discpulos se acercaron a l y le preguntaron: Por qu les hablas por medio de parbolas? J1 Y l es respondi: A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos, no. 12 Porque, al que tiene, se le dar y tendr en abundancia; pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitar. 13 Por eso les hablo por medio de parbolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. 14 Y en ellos se cumple aquella profeca de Isaas que dice:
473. Cf. supra, com. a Mt 12,46
315
13,10-17
13,10-17
Aplicaris el odo, pero no entenderis; abriris vuestros ojos, pero no percibiris. 15 Porque este pueblo endureci su corazn, y se han hecho pesados de odo, y han cerrado sus ojos; por miedo a ver con claridad, y a oir distintamente, y a comprender en su corazn y convertirse, y que entonces yo los tenga que sanar (Is 6,9s). Pero dichosos vuestros ojos, porque ven; y vuestros odos, porque oyen. " Porque en verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros estis viendo y no lo vieron, y oir lo que vosotros estis oyendo y no lo oyeron. Este pasaje, considerado en su conjunto, corresponde a Me 4,10-12. Pero Mateo ofrece en l adems dos sentencias de Jess que en Marcos y Lucas se encuentran en otros contextos, el v. 12 y el v. 16s. Que Jess se encuentra aqu solo con sus discpulos (Me 4,10) puede en Mateo deducirse, a lo sumo, de la formulacin del v. 10. Segn el v. 2 se encuentra Jess en una barca. Segn Me 4,10, los discpulos preguntan a Jess a propsito de las parbolas, porque no las entienden (cf 4,13); en Mateo, en cambio, preguntan por qu Jess les habla (les = al pueblo, se entiende) en parbolas, pregunta que presupone que la explicacin que sigue (v. 18ss) de la parbola del sembrador, va dirigida exclusivamente a los discpulos. El pueblo en cambio no recibe sino instruccin en parbolas. 11 La frase abreviada a vosotros se os ha concedido el misterio del reino de los cielos, de Marcos, queda parafraseada en Mateo (y Lucas) en esta forma: A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos. En Marcos el misterio del reino de Dios es su venida (quiz el misterio de la mesianidad de Jess?), en cambio en Mateo se hace ms bien referencia al 316 10
18
reino de Dios en s mismo fuera de las circunstancias de tiempo, y no al hecho de su venida. Se aade, como motivacin, el v. 12, que en Marcos (4,25) va en un pasaje posterior del discurso de las parbolas, donde (junto con el v. 24) hace depender el crecimiento religioso del grado de celo con que cada uno acoge la palabra. En el contexto de Mateo el v. 12 seala la actitud de los oyentes al escuchar las parbolas mismas como motivo de la afirmacin del v. 11. Como prueba lo que sigue (v. 13ss) el acento va en la parte negativa del v. 11, segn la cual el pueblo no recibe la noticia de los misterios del reino de Dios. El v. 13 presenta la diferencia, respecto a Marcos, de que segn su texto es la falta de comprensin religiosa de las masas el motivo para que Jess les hable en parbolas, cuyo sentido queda oculto para ellos, segn Marcos 4,12 el fin de la instruccin en parbolas es que no las puedan comprender. En Me 4,12 queda descrito el estado religioso del pueblo judo despus de la instruccin por medio de parbolas, en Mt 13,13 el estado del pueblo antes de la instruccin de Jess, dndose el motivo por el que Jess se limita a hablarles en parbolas, que encubran ante el pueblo los misterios del reino de Dios. Mateo sustituye las palabras finales de la reminiscencia de Is 6,9s de Marcos (no sea que se conviertan y sean perdonados) por la cita completa del pasaje proftico, que se distingue del resto de las llamadas citas de reflexin tanto por su frmula introductoria, como por la forma de su texto, ajustado literalmente a la versin de los LXX. El v. 14 parece que no puede entenderse como una confirmacin de la motivacin contenida en el v. 13, sino como la descripcin ya de los efectos de la instruccin en parbolas. La desesperada situacin del pueblo descrita en las palabras de Isaas es, pues, en este caso, una continuacin y profundizacin de la situacin descrita en el v. 13. En la ordenacin lgica del pasaje en su conjunto, los v. 14s corresponden, por tanto, a Me 4,12. En Mateo queda ms destacada que en Marcos la culpa de los judos. Al desgraciado destino de stos, Mateo contrapone, en la 317
12
13
14s
fo
13,18-23
13,24-30
siguiente sentencia, colocada por l en este pasaje, la feliz suerte de los discpulos. Lucas la ofrece en un contexto ms adecuado y tambin en una forma ms originaria, ya que en l el motivo por el que los discpulos reciben el nombre de dichosos, es el poder haber visto y escuchado lo que en vano desearon muchos profetas y reyes, esto es la poca mesinica (cf. Le 2,29s). Mateo adapta la sentencia al contexto en que la coloca: los discpulos pueden ser llamados felices por poseer, a diferencia del pueblo, ojos y odos abiertos. Profetas y justos 474 parece ser una expresin menos originara que la de profetas y reyes en Lucas.
La expresin la palabra del reino (versculo 19) delata la mano de Mateo (cf. 4,23; 9,35). El no entender la palabra, del v. 19, y el entenderla, del v. 23, se refieren a los v. 13-15. En la interpretacin de las distintas clases de semilla (o ms bien de suelo) sustituye Mateo en cada caso el plural por el singular.
La parbola de la cizaa entre el trigo 13,24-30 Tambin les propuso esta otra parbola: / reino de los cielos es comparable a un hombre que siembra buena semilla en su campo. 25 Pero, durante el tiempo en que los hombres duermen, vino su enemigo, sembr encima cizaa entre el trigo y se march. 26 Pero, cuando creci la espiga y fue granando, entonces apareci tambin la cizaa. " Los criados del dueo fueron, pues, a avisarle: "Seor, no sembraste buena semilla en tu campo? Cmo es que tiene cizaa?" 28 l les respondi: "Esto me lo hizo algn enemigo." Entonces los criados le dicen: "Quieres que vayamos a arrancarla?" 29 Pero l les contesta: "No; no sea que, al querer arrancar la cizaa, arranquis tambin con ella el trigo. 30 Dejad que crezcan los dos juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega dir a los segadores: Recoged primero la cizaa y atadla en gavillas para quemarla; luego el trigo, y llevadlo a mi granero." La parbola de la cizaa se encuentra en Mateo en el mismo pasaje exactamente que en Me 4,26-29 aparece la parbola del crecimiento de la siembra, con la cual la de Mateo presenta slo una cierta semejanza externa. La idea central es en ambas parbolas totalmente distinta, por lo que no es posible entender la de Mateo como una redaccin secundaria de la de Marcos. Por otra parte tiene la parbola de Mateo un paralelo en la parbola de la red; las dos juntas sirven, en formas distintas, a la ilustracin de una misma idea, al igual que van tambin aparejadas entre s las parbolas de la dracma y de la oveja perdidas (Le 15,1-7.8-10), y las del amigo importuno y el juez y la viuda (Le 18,1-8). 319
24
Explicacin de la parbola del sembrador 13,18-23 ( = *Mc 4,13-20; Le 8,11-15) Escuchad, pues, el sentido de la parbola del sembrador. Apenas oye alguien la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y arrebata lo que se haba sembrado en su corazn; esto es lo sembrado al borde del camino. 20 Lo sembrado en terreno pedregoso representa al que oye la palabra y en seguida la recibe con alegra; 21 pero no echa races en l, porque es hombre de un momento; y apenas sobreviene la tribulacin o la persecucin por causa de la palabra, al momento jalla. 22 Lo sembrado entre zarzas figura al que oye la palabra; pero las preocupaciones materiales y la seduccin de las riquezas le ahogan la palabra y no da fruto. 23 Lo sembrado en tierra buena representa al que oye la palabra y la entiende y da fruto y llega al ciento, al sesenta, al treinta por uno.-
19 18
La irregularidad en la forma de expresin del texto de Marcos, se encuentra tambin ms o menos en Mateo. El reproche de incomprensin de Me 4,13 ha sido suprimido por Mateo, por no convenir con los v. 10 y 16 y ser humillante para los discpulos. A este fin, el v. introductorio 18 ha recibido una configuracin del todo nueva. 474. Cf. Mt 10,41; 23,29. 318
13,24-30 24
La formulacin del verso introductorio procede de Mateo 4 " y es, al igual que otras muchas introducciones en las parbolas, especialmente en Mateo, inexacta, por no hacer referencia para nada a la verdadera idea central de la parbola, que forma en realidad su punto esencial, o sea, que la separacin del trigo y de la mala hierba no puede tener lugar hasta el momento de la cosecha. A pesar de que Mateo no lo hace notar expresamente, hay que suponer, tambin en este caso, como oyente la masa del pueblo (cf. v. 34). El dato de que sea el padre de familia, en posesin de una serie de criados (o esclavos), quien procede en persona a la siembra, no es en s un rasgo inverosmil, pero aqu obedece, sobre todo, a la moral de la parbola. 25s Tampoco el que un vecino mal avenido, eche semilla de mala hierba en este caso cizaa entre el trigo recin sembrado, es un caso imposible o inverosmil en la realidad profana, sino al contrario fcil de atestiguar por otros ejemplos. 27 La pregunta de los criados por la procedencia de la cizaa, presupone que les ha llamado la atencin su abundancia, pero no tiene que ser entendida como una verdadera pregunta, sino slo como expresin de la extraeza que ello les produce. 28s La respuesta inmediata y decidida del padre de familia prueba slo que conoce mejor a su vecino que los criados. La proposicin de stos no es tampoco un rasgo extrao a la realidad, ya que en primavera es usual el proceder al escardado de los sembrados. Pero al seor le parece ya demasiado tarde para ello. El escardado se suele llevar a cabo, cuando la siembra alcanza aproximadamente un palmo de altura. En la estructura de la parbola tiene la pregunta de los criados el fin de ocasionar la respuesta del seor, formulada ya en vistas a la realidad religiosa que debe ser expuesta por la parbola. Para la cosecha son contratados jornaleros aparte 47e. Las malas hierbas se utilizan en Palestina, tierra pobre en madera, como material de combustin.
Parbolas del grano de mostaza y de la levadura 13,31-33 (= *Mc 4,30-32; *Lc 13,18-21) Tambin les propuso esta otra parbola; Es semejante el reino de los cielos a un grano de mostaza que un hombre sembr en su campo; 32 aunque es la ms pequea de todas las semillas, cuando ha crecido, es mayor que las hortalizas y llega a hacerse rbol, de manera que pueden venir los pjaros del cielo y anidar en sus ramas (Ez 17,23; 31,6; Dan 4,9.18). 88 Otra parbola les dijo: Es semejante el reino de los cielos a un poco de levadura que una mujer tom y la mezcl con tres medidas de harina hasta que ferment toda la masa. La primera de las dos parbolas la trae tambin Marcos exactamente en el mismo pasaje. Lucas la ofrece segn una tradicin distinta, unida, como en Mateo, con la de la levadura, en su relato del viaje. Mateo une entre s, como en el discurso de Belcebi (12,22-37) las dos formas del texto, la de Marcos y la ofrecida por Lucas. En la parbola del grano de mostaza escoge con Marcos la exposicin en tiempos presentes, en la de la levadura con Lucas la forma narrativa en el pasado.
81
Todas estas cosas dijo Jess a las muchedumbres por medio de parbolas y nada les hablaba sin alguna parbola: 35 para que se cumpliera lo dicho por el profeta: Quiero abrir en parbolas mi boca, declarar lo que est oculto desde la creacin (Sal 78 [77] 2).
475. Cf. com. a Mt 18,23. 476. Cf. Jn 4,37; Sant 5,4. 320
321
13,34s
La cita de reflexin, aadida por Mateo, va caracterizada como palabras de un profeta. En realidad proceden del Sal 78(77), compuesto por Asaf (que en 2Par 29,30 recibe el ttulo de profeta). En el contexto del salmo, es el salmista mismo, el que quiere abrir sus labios para entonar un masal"1, esto es, una sentencia que invita a la reflexin, para dar a conocer enigmas del pasado, describir y explicar la obra de la providencia de Dios en la historia de Israel. Al evangelista le interesa slo la primera frase de la cita. Para l significan estas palabras, no que Jess revela misterios, sino al contrario, que habla en parbolas, que necesariamente han de ser verdaderos enigmas para el pueblo. Por ello faltan tambin en el v. 34 las palabras segn su capacidad de comprensin, de Me 4,33. Aqu Mateo slo pretende subrayar otra vez de su parte las sombras palabras pronunciadas por Jess en los v. 13-15 4,s . Con estos dos v. queda terminado (lo mismo que en Me 4,33s) el discurso de las parbolas. A continuacin siguen todava la explicacin de la parbola de la ciaza y otras tres parbolas ms y luego un segundo final (v. 36-52). Todo ello forma una especie de suplemento al cuerpo central del discurso que es comn con Marcos, como se desprende claramente, sobre todo, de la explicacin de la parbola de la cizaa, que va en primer lugar, separada de la parbola con la que en s forma una unidad (lo mismo que los v. 47-50). por las parbolas del grano de mostaza y la levadura y por el primer final del discurso. Evidente es con todo que esta irregularidad en la composicin est buscada por Mateo, ya que la segunda parte del discurso (a partir del v. 36) va dirigida exclusivamente a los discpulos. El discurso de las parbolas est, pues, en Mateo dividido en dos partes: una dirigida a los discpulos y al pueblo (de la que, si bien se observa, hay que excluir los v. 10-23). que se encuentra tambin en Marcos, otra esotrica (dirigida slo a los iniciados, o sea, los discpulos), que es exclusiva de Mateo.
Explicacin de la parbola de la cizaa entre el trigo 13,36-43 Entonces dej a las muchedumbres y se fue a casa. Y se acercaron a l sus discpulos para decirle: Explcanos la parbola de la cizaa del campo. 31 l les respondi: .El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 3S el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaa son los hijos del Maligno; 39 el enemigo que la siembra es el diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores son los ngeles. 40 Pues lo mismo que se arranca la cizaa y se quema en el fuego, as suceder al fin del mundo: 41 el Hijo del hombre enviar a sus ngeles y arrancarn de su reino todos los escndalos y a todos los que cometen maldades (Sof 1,3), 4 2 y los arrojarn al horno de fuego; all ser el llanto y el rechinar de dientes. 43 Entonces los justos resplandecern como el sol en el reino del Padre. El que tenga odos, que oiga. La explicacin de la parbola de la cizaa concuerda con la del sembrador en que en ambos casos son los rasgos de la realidad profana transpuestos en su mayor parte a la esfera religiosa e interpretados alegricamente. Slo la persona de los criados del padre de familia, el dato de que duermen y su conversacin con l as como el crecimiento de la mala hierba quedan sin interpretar. De extrao hay que calificar el hecho de que precisamente la conversacin entre el padre de familia y los esclavos, que en la parbola ocupa un amplio espacio, en la interpretacin en cambio sea apenas tenida en cuenta. Tambin llama la atencin que el tono predominantemente alegrico mantenido a travs de la interpretacin toda, termine en los v. 40-43 en forma de una simple comparacin (lo mismo que... as...), resultando de aqu una falta de unidad en la forma de su desarrollo. Importante es, sobre todo, el hecho de que en la explicacin se ha desplazado el acento al tema del destino de los malos y los buenos en el juicio final, mientras queda en cambio en segundo trmino lo que en la parbola es la verdadera idea central y fun323
3S
13,36-43 Explicacin de la parbola de la cizaa entre el trigo damento de la misma, a saber, que, segn los designios de Dios, no deben ser separados la mala hierba y el trigo antes del da de la cosecha. A estas observaciones se aade, en fin, la de que se encuentran en el texto un nmero extraordinariamente alto de giros lingsticos y trminos caractersticos de Mateo y que, en parte, no pueden tampoco responder a un original arameo como por ejemplo el mundo (v. 38), el Maligno como designacin del demonio (v. 38; cf. supra, v. 19), el reino en uso absoluto, sin determinacin alguna (v. 38; cf. 8,12), el nombre de Hijo del hombre en una frase que no contiene manifestacin alguna sobre la venida gloriosa o la humillacin del Mesas (v. 37), el fin del mundo (v. 39 y 40)479, all ser el llanto y el rechinar de dientes (v. 42), resplandecern como el sol (cf. 17,2), escndalos como designacin de personas (v. 41; cf. 16,21), el reino del Hijo del hombre (v. 41)4S0, expresin que aqu designa adems a la Iglesia. De todo ello se sigue que el texto de este pasaje (y lo mismo, ms adelante, los v. 49s), al menos en gran parte, est compuesto por el mismo Mateo. La parbola da contestacin a un problema sentido ya al parecer como urgente en la Iglesia primitiva, el de la existencia de malos cristianos dentro de la misma, problema al que se da una doble respuesta. La existencia de cristianos no autnticos, malos, es una prueba de que el demonio extiende su actividad tambin dentro de la Iglesia. Esta circunstancia tiene segunda parte de la respuesta por muy triste y escandalosa que sea, que ser soportada y no puede ser evitada en modo alguno por mano de hombres. La nica solucin es la paciencia. Hasta el juicio al fin de este en no ser llevada a cabo la separacin de los malos de entre los buenos (cf. 25,31-46). Cules son los motivos de esta paciencia? Deben ser tolerados los malos cristianos, para poder ganarlos por medio de la indulgencia? La posibilidad de su conversin no queda desde luego excluida, pero tampoco se cuenta con ella. Lo nico que se dice es ms bien que en el da del juicio sern entregados a la condena479. a . Mt 13,49; 24,3; 28,20.
324
Explicacin de la parbola de la cizaa entre el trigo 13,36-43 cin. Agustn violenta la imagen de la parbola al opinar que la mala hierba pudiera an convertirse en trigo. El motivo de la tolerancia con los malos, no es la esperanza de su conversin, sino la imposibilidad que para los hombres existe de separarlos del trigo. Este acto de la separacin se lo ha reservado Dios para s mismo, y tampoco quiere llevarlo a cabo de manera inmediata. En esto reside evidentemente la idea esencial de la parbola misma (13,24-30), que en la explicacin ofrecida por Mateo ha sido desplazado, en cambio, a la siega. El texto de la explicacin en su conjunto queda dividido en dos partes. La primera (v. 37-39) ofrece, en una enumeracin llamativamente esquemtica, la interpretacin alegrica de los rasgos particulares de la parbola; la segunda (v. 40-43, a los que corresponden, ms adelante, los v. 49s), la descripcin de la siega por medio de una comparacin. La imagen de la siega como smbolo del da del juicio era ya 39s usual entre los profetas del AT 481 . El campo en el que crecen, uno junto a otro hasta la siega del 38a juicio universal, el trigo y la cizaa, es el mundo, esto es, todo el gnero humano482. El mundo es el terreno en que por medio de la predicacin de la palabra, crece la sementera del Hijo del hombre, pero se halla sometido todava, por otra parte, al influjo del poder de Satn, en tanto que dure el en presente. Este mismo terreno queda designado en el v. 41 como reino del 41 Hijo del hombre, expresin que slo puede ser entendida como referida a la Iglesia, que, como nuevo Israel, es el reino del Mesas 4S3. En el v. 24 est ya dicho que el Hijo del hombre siembra la buena semilla en su campo. El texto slo puede ser entendido en el sentido de que tambin los hijos del Maligno se encuentran dentro de la Iglesia, por haber sido tambin sembrados en el campo del Hijo del hombre, y no slo fuera y junto a ella en el mundo. El entender los hijos del Maligno como referidos a los herejes, interpretacin muy extendida en la Iglesia antigua, es tan insostenible, como el verlos referidos a los judos incrdulos de la 481. Cf. Is 17,5; Jl 4,12s; Miq 4,12; cf adems 4Esd 4,28ss; ApBar 70,2; en el NT adems Mt 3,12 = Le 3,17; Me 4,29; Gal 6,7ss; Ap 14,14-20. 482. Cf. 5,14; 18,7. 483. Cf. com. a Mt 16,18s. 325
13,36-43 Explicacin de la parbola de la cizaa entre el trigo poca de Jess en oposicin a los discpulos. Lo que se describe es ms bien la situacin real de la Iglesia, entonces ya existente. Un hombre no puede hacer aqu una separacin entre mala hierba y trigo, y la divisin en s imaginable entre comunidad de los fieles, como trigo, e incrdulos, como mala hierba, es imposible (Fascher). El hecho de que sea evitado el trmino de Iglesia no quiere decir que sta no estuviera entonces an instituida, sino que se nombra ms bien el mundo ( = gnero humano), por ser ste el terreno en el que es sembrada la buena semilla por el Hijo del hombre, predicado el evangelio (cf. 26,13). Pero en el v. 38 se dice que la buena semilla son los hijos del reino, esto es, los hombres predestinados a entrar en el reino (cf. 8,12), y la mala hierba, los hijos del Maligno (esto es, del demonio)484. Es, pues, evidente que la imagen de la semilla est empleada aqu de manera diferente que en la parbola del sembrador, donde la (buena) semilla es la palabra del reino (13,19); aqu, en cambio, los hombres buenos (o malos). El reino del Padre, en el que los justos, despus del juicio, resplandecern como el sol (lo cual aqu slo es una imagen de la bienaventuranza), queda claramente distinguido, como entidad escatolgica y del ms all, del reino del Hijo del hombre, la Iglesia. En la Iglesia hay, junto a los hijos del reino de Dios, tambin escndalos y hombres malos que no sern separados de los justos hasta el da del juicio. Los escndalos (que van entendidos con carcter personal; cf. 16,23) no son slo los que seducen al mal, sino los causantes de toda clase de impiedad dentro del reino del Hijo del hombre, impiedad que por darse precisamente dentro de la Iglesia, carga las conciencias y produce confusin, convirtiendo a la Iglesia misma, en su manifestacin histrica, en un terrible escndalo. Estos escndalos y malvados, son llamados hijos del Maligno, con lo que se menciona a Satn, que como adversario de Dios ha sembrado esta mala hierba (v. 39a), como el autor ltimo de todo lo que de humano, o mejor demonaco hay en la Iglesia;
484. Cf. M 13.39; Jn 8,44; Act 13,10; Un 3,10. 326
i3.36-43
el carcter dualista propio del mundo segn todo el NT, es igualmente propio de la Iglesia mientras dure el en presente. Frente a la concepcin ideal teolgica de sta en Pablo y Juan, encontramos aqu otra de carcter realista. Satn, afirma el texto, no cesa en su actividad, ni siquiera en el interior de la Iglesia. Se llama a los hombres hijos del Maligno en cuanto han sido sembrados por l, estn sometidos a su influjo y, por su manera de ser, le pertenecen. Los ngeles son los segadores en la siega, que es el juicio (v. 39c), 41a por tener la misin, como servidores y mensajeros del Hijo del hombre (cf. 25,31) de reunir los escndalos y los malvados483. El carcter de la imagen escogida motiva que sean los ngeles quienes lleven a cabo la separacin de la cizaa y el trigo y la cremacin de aqulla, mientras que, en realidad, ello es tarea del Hijo del hombre, como juez, siendo el juicio quien tiene que decidir la distincin entre mala hierba y trigo. Pero aqu el Hijo del hombre no aparece realmente como juez, sino como sembrador que se ocupa de la cosecha. El fuego en el que son arrojados los escndalos y los malvados, 42 es el infierno486. Sobre la frmula del llanto y el rechinar de dientes, cf. com. a 8,12. Lo mismo que la parbola, al final, se refiere al trigo, as tambin 43 la explicacin, a su trmino, llama la atencin sobre la maravillosa suerte que espera a los justos en el reino de Dios. El v. 436 = v. 9. La aplicacin de la parbola a la Iglesia, en la que se dan, junto a los justos, tambin los pecadores, ha tenido, a partir del edicto penitenciario del papa Calixto487, una gran significacin para el desarrollo de la disciplina penitenciaria en la Iglesia antigua, as como para la lucha contra sectas rigoristas, corno la de los donatistas, que queran contar slo a los justos como miembros de la Iglesia488.
485. 486.
487. 488.
Y asimismo, segn Mt 24,31 = Me 13,27, de reunir los elegidos. Cf. Mt 5,22; l,8s = Me 9,43-48.
Cf. HIPLITO, Haer. ix, 12. Cf. san CIPRIANO, Ep. 54,3; san Acusrfr, Civ. Dei, xx, 9; in Ioh.
13,47-50
Parbolas del tesoro y de la perla 13,44-46 7 reino de los cielos es semejante a un tesoro que estaba escondido en el campo; cuando un hombre lo encontr, lo escondi de nuevo y, con grande alegra por su parte, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo. 40 ^Tambin es semejante el reino de los cielos a un mercader que iba buscando perlas jias;46 cuando encontr una sola perla preciosa, fue a vender todo cuanto tena y la compr. Estas dos parbolas forman pareja entre s, lo mismo que la del grano de mostaza y la de la levadura. Su fin es evidenciar el valor incomparable, superior al de todas las cosas terrenas, del reino de Dios, a cambio del cual da con alegra el hombre que lo ha conocido, todo lo que posee. En primera lnea no parecen contener las dos parbolas una exhortacin al sacrificio heroico de todo por el reino de Dios, sino la idea de que el reino de Dios es la suma de la felicidad, el ms alto bien posible para el hombre. 44 La primera parbola pone el caso de uno, quizs un jornalero, que descubre en un campo ajeno un tesoro escondido en otro tiempo por otro. Entonces lo vuelve a tapar cuidadosamente, para que no sea descubierto entre tanto por nadie, convierte en dinero todo lo que posee y compra con ello el campo. Segn el derecho tanto judo como romano, adquiere as tambin la posesin del tesoro. Que su manera de proceder en el encuentro del tesoro no es moralmente irreprochable, no supone un defecto en la parbola, ya que lo que en ella interesa es slo el hecho de que el hombre se desprende de todo su haber, para conseguir la posesin del campo con el tesoro; slo por medio de la adquisicin del terreno puede llegar a hacer suyo tambin el tesoro. 45s El protagonista de la segunda parbola es evidentemente un traficante en perlas. Las perlas estaban consideradas por los antiguos, como atestigua Plinio 489 , como el ms valioso y preciado
489. PLINIO, HN IX, 106.
44
objeto, de valor superior incluso al de los mismos diamantes. Por ello cree el hombre que encuentra una de especial valor, obrar sabiamente al entregar por ella toda su posesin. Los datos de que en el primer caso sea casual el descubrimiento del tesoro, en el segundo, en cambio, efecto de una laboriosa bsqueda, o el hecho de que el tesoro est escondido en el campo y la perla es ofrecida al comerciante, no motivan diferencia alguna en cuanto al sentido de ambas parbolas. Todos ellos son detalles necesarios slo para la narracin profana, para que se pueda desarrollar en el sentido deseado. Comn a las dos parbolas es el hecho de que ambos, lo mismo el jornalero pobre, que el acomodado traficante, entregan todo lo que tienen para entrar en posesin del tesoro.
Parbola de la red barredera 13,47-50 ^Tambin es semejante el reino de los cielos a una red barredera que, echada en el mar, fue recogiendo toda clase de peces; 48 cuando se llen, los pescadores la sacaron a la orilla y, ya sentados, escogieron los buenos para las banastas, y arrojaron fuera los malos. 49 As suceder al fin del mundo; saldrn los ngeles, 50 separarn a los malos de los buenos y los arrojarn al horno de fuego; all ser el llanto y el rechinar de dientes. La parbola de la red forma pareja con la de la mala hierba entre el trigo, slo que aqu son otros los preliminares de la recoleccin, ya que no hay en ella un enemigo que ponga los peces malos en el mar. Tampoco hay la posibilidad, en este caso, de una clasificacin o separacin prematura. A pesar de ello, las dos parbolas forman una pareja, lo mismo que las del tesoro y la perla 49. La parbola est tomada de la vida de los pescadores del mar de Galilea, que solan realizar la pesca con una gran red barredera (cf. 4,18), que arrastra consigo todo lo que encuentra a
490 Cf. com a Mt 13,45s.
47
328
329
13,51s
13,53-58
su paso sin distincin alguna. La pesca con red no simboliza aqu la actividad misional de los discpulos (cf. Le 5,10). Tampoco queda el reino de los cielos comparado con una red de pescar, a pesar de la formulacin del giro introductorio (v. 47a); el proceso llevado a cabo en la pesca con red, la separacin de los peces malos de los buenos, es lo que se compara con la venida del reino de Dios. El tono recae tambin en esta parbola sobre la recoleccin, que en este caso consiste en la clasificacin de los peces, que es imagen de lo que suceder al fin de este en (cf. 25,32s). Los v. 49s son una repeticin casi literal de los v. 40-42 y delatan, con ello, la mano de Mateo. Slo que en este caso no se dice nada de la suerte final de los justos.
Conclusin del discurso de las parbolas 13,51s Habis entendido todo esto? Ellos le responden: S. Entonces l les dijo: Por eso, todo escriba que se ha hecho discpulo del reino de los cielos es semejante a un dueo de casa que saca de su tesoro lo nuevo y lo viejo.
52 51
51
La pregunta de Jess de si han comprendido todo esto, queda contestada por el decidido s de los discpulos. La lentitud de stos en la comprensin de la doctrina de Jess, mencionada repetidamente en Marcos fcf. com. a Me 3,15) queda mucho menos destacada en el Evangelio de Mateo, interesado ms bien en poner de relieve la contraposicin existente entre los discpulos y la gran masa del pueblo en cuanto a su actitud frente al evangelio. Esta contraposicin intenta Mateo tambin poner de manifiesto en cada uno de los dos finales que en su texto cierran el discurso de las parbolas. El final primero (v. 34s) va con referencia al pueblo, a quien queda escondido el conocimiento de los misterios del reino de Dios, porque Jess le instruye mediante parbolas (cf. v. 13-15). El final segundo (51s), en cambio, est pensado para los discpulos; porque ellos son quienes realmente tienen ojos que ven y odos
330
que oyen (v. 16), y a quienes ha sido dado conocer los misterios del reino de Dios (v. 11). Por ello el todo esto tiene que referirse al discurso de las parbolas todo entero. La relacin lgica entre el s de los discpulos y las palabras 52 de Jess que van a continuacin, es muy dbil y slo de carcter redaccional. Jess ha revelado a los discpulos el misterio del reino de Dios y as vale para ellos el contenido de la presente sentencia. El s de su respuesta es una prueba de ello. El discpulo instruido por Jess para (y sobre) el reino de Dios y sus misterios es el verdadero escriba. Como tal se asemeja el discpulo a un adinerado amo de casa que va sacando de su tesoro (cf. 12,35) cosas nuevas y viejas, no slo para mostrar a los huspedes su riqueza, sino para hacer partcipes a otros del uso de ello. Lo nuevo que posee, es su conocimiento de los misterios del reino de Dios7~b sea, el evangelio. Con lo antiguo parece hacerse referencia al AT, que contiene tambin revelacin divina, no habiendo, por tanto, perdido su vigencia por causa del evangelio (cf. 5,17). Como escriba, el discpulo de Jess instruido para el reino de Dios no posee sus conocimientos religiosos slo para s, sino que tiene la misin de hacer tambin a los dems partcipes de ello como administrador de los misterios de Dios (ICor 4,1). Los discpulos han sido instruidos por Jess para que luego ellos sean los maestros que enseen a los otros el camino. La distincin entre viejo y nuevo era tambin conocida de los rabinos: lo viejo es la torah (la ley de Moiss), lo nuevo las enseanzas de los escribas.
Jess rechazado en Nazaret 13,53-58 ( = *Mc 6,1-6; cf. Le 4,16-30; Jn 4,44) Cuando Jess acab todas estas parbolas, se march de all. Y, llegado a su patria, se pona a ensearles en su sinagoga, de tal manera que quedaban llenos de admiracin y decan: Pero de dnde le vienen a ste esa sabidura y esos prodigios? 55 No es, acaso, ste el hijo del carpintero? Y no se llama su madre Mara, y sus hermanos Santiago y Jos y Judas? 5S Y no viven tambin entre
,4 53
331
13,53-58
nosotros todas sus hermanas? De dnde, pues, le vienen a ste todas esas cosas? " Y estaban escandalizados de l. Entonces les dijo Jess: Ningn profeta es menospreciado, sino en su patria, en su propia casa. 5S Y no hizo all muchos milagros, por aquella incredulidad. Con el giro inicial empleado ya en 7,28 y 11,1, hace Mateo de nuevo un corte de separacin entre el discurso de las parbolas y lo que a continuacin sigue. Los tres relatos de milagros que en Marcos siguen al discurso de las parbolas491 los ha ofrecido Mateo ya con antelacin en su ciclo de los milagros492. La percopa de Nazaret resulta en el relato de Mateo tambin ms sucinta que en el de Marcos. En el v. 54 no se menciona a los discpulos junto a Jess. El dato de que era sbado el da en que Jess predica en la sinagoga era innecesario tratndose de lectores judeocristianos. En Oriente no se nombra a nadie mediante el nombre de la madre, sino por el del padre, por lo que la expresin de Me 6,3 el carpintero, el hijo de Mara resulta inslita y nica en todo el NT. El texto de Mateo que, en lugar de ello, llama a Jess el hijo del carpintero ( = Jos), aadiendo luego a continuacin tambin el nombre de la madre, es, pues, fcilmente explicable como correccin de su fuente, Marcos. En el v. 58 suprime Mateo como inconvenientes los dos datos, de Me 6,5s, de que Jess no pudo realizar ningn milagro en Nazaret, y de que se qued extraado de la incredulidad de sus paisanos.
Seccin primera: JESS FUERA DE GALILEA 14,1-16,12 A partir del cap. 14, el orden del texto de Mateo concuerda exactamente con el de Marcos, hasta el final del evangelio. En la seccin 14,1-16,12, que corresponde a Me 6,14-8,26, falta slo el ltimo pasaje (Me 8,22-26). En Mateo destaca menos la circunstancia de que Jess se encuentra en territorio pagano. Los nombres de lugar de Betsaida1 y la Decpolis2 han sido suprimidos por Mateo.
La opinin de Herodes sobre Jess 14,ls (= *Mc 6,14-16; Le 9,7-9) En aquella ocasin lleg a odos del tetrarca Herodes la fama de Jess, 2 y dijo a sus cortesanos: ste es Juan Bautista; ste ha resucitado de entre los muertos, y por eso reside en l el poder de hacer milagros. Mateo ha ofrecido ya la misin de los discpulos (Me 6,66-13) con ocasin de la instruccin que les dirige en 9,35-10,42, haciendo seguir por ello inmediatamente en este lugar el pasaje que en Marcos va a continuacin de aqul. Mateo menciona slo el juicio de
1
14,3-12
14,3-12
otros sobre Jess, que el tetrarca 3 haca tambin suyo, dejando de lado las otras opiniones referidas en Marcos 6,15, que Mt ofrece luego en 16,14*.
Degollacin del Bautista 14,3-12 ( = *Mc 6,17-29) Efectivamente, Herodes haba mandado detener a Juan y lo haba encadenado y metido en la crcel por causa de Herodas, la mujer de su hermano Filipo; * pues Juan le echaba en cara: .No te es lcito tenerla! 5 Y aunque quera matarlo, tuvo miedo al pueblo, porque todos lo tenan por profeta. e Pero en el cumpleaos de Herodes, bail la hija de Herodas delante de todos; y agrad tanto a Herodes, 7 que le prometi, bajo juramento, darle cuanto le pidiera. 8 Ella, amaestrada por su madre, Dame aqu le dijo, en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista. 8 El rey se qued muy triste; pero, por los juramentos y por los convidados, orden que se la dieran, 10 y envi a decapitar a Juan en la crcel. " Y la cabeza de Juan Bautista fue trada en una bandeja y entregada a la muchacha, y ella la llev a su madre. 12 Se llegaron luego sus discpulos a recoger el cadver y lo enterraron. Despus fueron a contrselo a Jess. El relato de Mateo es un extracto notablemente abreviado de Me 6,17-29, y slo a partir de ste puede ser entendido de manera completa. El motivo por el que Herodes no se atreva a matar al Bautista no es el mismo en el v. 5 y en Me 6,20s. De ello resulta que slo puede ser entendido a partir del texto de Marcos el v. 9, en que Herodes queda atribulado ante la peticin de la hija de Herodas, mientras que en el v. 5 se dice que hubiera querido matar al Bautista y que slo se vea impedido en sus propsitos por el miedo ante el pueblo 5 y no por respeto al Bautista mismo, 3. 14,9. 4. guada 5. Ttulo ms exacto en lugar del de rey de Me 6,14; cf. infra, Mt O encontr ya Mateo, en su texto de Marcos, la lectura bien atestien la tradicin, aunque falsa, de: y l deca? El mismo giro tambin en Mt 21,26.46. 334
3
como se expresa en Me 6,20. Segn Marcos no era el tetrarca, sino Herodas quien quera suprimir al odiado moralista. Mateo, en cambio, no quiere saber nada de que una persona tan impa e inmoral como Herodes pudiera sentir respeto ante un hombre como el Bautista y hasta sostuviera con l conversaciones serias. Tampoco queda claro en Mateo (frente a Me 6,17), si Herodes ha tomado ya en matrimonio la mujer de su hermano o slo tiene el propsito de hacerlo. El dato de que el juramento del rey (v. 7) tuvo lugar en presencia de los huspedes, se deduce slo del v. 9. El v. 8 parece querer decir que la hija de Herodas se haba puesto de acuerdo con su madre y entonces ante la precipitada promesa del padrastro pide en el mismo momento la cabeza del Bautista. En cambio por los v. 6,24.25a de Marcos, suprimidos por Mateo, sabemos que el ofrecimiento de Herodes las cogi desprevenidas y que la hija fue a consultar primero a su madre. El v. 8 no es pues continuacin inmediata en el tiempo del v. 7 Un problema constituye el dato del v. 126, de que los discpulos de Juan llevan a Jess la noticia de la muerte de su maestro, tras lo cual abandona Jess, segn el v. 13, el dominio de Herodes Antipas (en el que vuelve a entrar pronto, a continuacin; cf. 14,22.34). Segn 14,2 la muerte del Bautista es un hecho que pertenece ya al pasado, siendo todo el pasaje de 14,3-12 slo un aditamento motivado por el v. 2. Pero Mateo relaciona el suceso de la muerte del Bautista con la persona de Jess, utilizando as, para la formulacin de los v. 12s, Me 6,29 (sus discpulos, esto es, los discpulos de Juan) y 6,30 ( [los discpulos de Jess] le refirieron). Es imposible pretender solucionar el problema que resulta de esta relacin establecida por Mateo entre la huida de Jess y la noticia de la muerte del Bautista, con la hiptesis de que entre la ejecucin de Juan y las noticias recibidas por Herodes sobre la actividad de Jess mediara slo un corto espacio de tiempo. Ms bien hay que remitir, en lugar de esto, al carcter formulario del giro de enlace de Mt 14,13 y a la tendencia ininterrumpida de Mateo de ir enlazando diferentes pasajes aislados unos con otros e . 6. Cf. com. a Mt 8,1; 9,9.18.27 y especialmente a 12,15. 335
14,13-21
14,22-33
Esta tendencia de Mateo ha sido la nica en crear el presente problema. Mateo deja a un lado la noticia, que en Marcos (6,30s) sigue, sobre el retorno de los discpulos y la afluencia del pueblo, y narra a continuacin la travesa del lago (motivada en l de manera distinta que en Marcos), lo cual hace que vaya siguiendo de manera inmediata el relato sobre la multiplicacin de los panes.
Primera multiplicacin de los panes 14,13-21 ( = *Mc 6,32-44; Le 9.10M7; Jn 6,1-14) Cuando Jess recibi esta noticia, se alej de all en una barca, a un lugar desierto y apartado. Pero se enteraron las gentes y lo siguieron por tierra desde las ciudades.14 Al desembarcar y ver a tanta gente, sinti gran compasin por ellos y cur a sus enfermos. 15 Llegada la tarde, se le acercaron los discpulos y le dijeron: Este lugar es un despoblado, y ya avanz la hora; despdelos, pues, para que vayan a las alqueras a comprarse alimentos. 16 Pero Jess les dijo: No tienen por qu irse; dadles vosotros de comer. u Entonces ellos le replican: No tenemos aqu ms que cinco panes y dos peces. 18 l dijo entonces: Tradmelos aqu. 19 Y despus de mandar que les gentes se sentaran sobre la hierba, tom los cinco panes y los dos peces, levant los ojos al cielo, recit la bendicin, parti los panes y se los dio a sus discpulos, y los discpulos al pueblo. 20 Todos comieron hasta quedar saciados; y se recogieron, de lo que sobr, doce canastos llenos de pedazos. 21 Los que comieron eran unos cinco mil hombres, adems de mujeres y nios. La travesa del lago, llevada a cabo por Jess y sus discpulos en busca de un lugar retirado, queda motivada en Mateo de un modo totalmente distinto que en Marcos 7. Mateo ha dicho ya en 9,36 que la masa del pueblo era como ovejas sin pastor (Me 6,34), motivo por el que lo suprime aqu en este lugar. De importancia le es, en cambio, el dato de que Jess cur los enfermos (v. 14) 8 .
7. Cf. supra, com. a Mt 14,12.
18
Segn el v. 15 (sin referencia al v. 23) es ya atardecido cuando los discpulos exhortan a Jess a que despida al pueblo. En el v. 16 queda ms claro que en Marcos que Jess tena propuesta ya desde el primer momento la realizacin del milagro. En los v. 17s est suprimida tanto la pregunta de los discpulos, que todava no sospechan el milagro de Jess (Me 6,37b), como la pregunta que Jess a su vez les hace a continuacin (Me 6,38). Al final hace Mateo la anotacin expresa (como tambin en 15,38) de que en la cifra de los que comieron no va incluido el nmero de las mujeres y los nios. Jess camina sobre las aguas 14,22-33 ( = *Mc 6,45-52; Jn 6,15-21) Inmediatamente oblig a sus discpulos a que subieran a la barca y pasaran a la otra orilla, mientras l despeda al pueblo. 23 Despus de despedirlo, subi al monte para orar a solas. Llegado el atardecer, l estaba all solo. 24 Entre tanto, la barca se haba alejado ya muchos estadios de la costa y se encontraba combatida por las olas, pues el viento le era contrario. 25 A la cuarta vigilia de la noche, fue hacia ellos caminando sobre el mar. 26 Ellos, al verlo caminar sobre el mar, llenos de pnico, decan: Es un fantasma! Y se pusieron a gritar por el miedo. " Pero Jess les habl en seguida: nimo! Soy yo. No tengis miedo. 28 Pedro le contest: Seor, si eres t, mndame ir hacia ti sobre las aguas. 29 l le respondi: Pues ven. Entonces Pedro salt de la barca y, caminando sobre las aguas, fue hacia Jess. 30 Pero, viendo la fuerza del viento, tuvo miedo; y al comenzar a hundirse, lanz un grito: Seor! Slvame! 31 Inmediatamente Jess extendi la mano y lo sostuvo, al mismo tiempo que le deca: Hombre de poca fe! Por qu dudaste? 32 Y cuando subieron los dos a la barca, el viento se calm. 33 Entonces los que estaban en la barca se postraron ante l, exclamando: Realmente, eres Hijo de Dios! Mateo suprime el nombre de Betsaida citado en Me 6,45 como trmino no alcanzado de hecho, de la travesa, as como el
337
22
14,22-33
15,1-20
detalle, en s extrao, de que Jess quisiera pasar de largo ante la barca (Me 6,486,). Del todo faltan adems (v. 33) las duras palabras con las que en Me 6,5 ls queda destacada la incomprensin de los discpulos frente a lo que con sus propios ojos acababan de contemplar, incomprensin que queda calificada de endurecimiento de corazn (cf. 8,17). Tales miramientos de Mateo frente a los discpulos pueden observarse tambin en otros pasajes 9. Tambin el texto de 16,9-11 presenta una forma ms suave que Me 8,17-21, faltando en l, lo mismo que en nuestro pasaje, el reproche del endurecimiento de corazn, que parece llegar hasta colocar a los discpulos al mismo nivel de ceguera y sordera espiritual que el pueblo (cf. Mt 13,13ss). En lugar de ello, Mateo (v. 33), despus que han sido testigos del camino de Jess sobre las aguas y le han reconocido, los hace caer ante l y adorarle como al hijo de Dios. El ver en este acto ya una confesin de la filiacin esencial divina de Jess, supondra no slo una anticipacin de la confesin mesinica de Pedro en Cesrea de Filipo (16,36), sino tambin una superacin de la misma. Asimismo resultara inexplicable el fatigoso progreso posterior de los discpulos en su conocimiento religioso, y sobre todo el gran escndalo que para ellos fue el da de viernes santo (cf. Le 24,19ss). No puede, por tanto, evitarse la conclusin de que Mateo haya introducido aqu este rasgo, con la misma despreocupacin frente al verdadero curso histrico de los hechos con que hace dirigir a Jess el ttulo de hijo de David ya en 9,27 y 15,22. 28-31 Propio del relato de Mateo es el episodio del camino de Pedro sobre el lago, que es entre los diversos pasajes sobre Pedro propios del primer evangelio el ms notable junto al de la promesa del primado (16,17-19)lu. No es un momento de irreflexin y audacia, tampoco la actitud de duda y su deseo de verificar si es realmente Jess a quien ve delante de s, lo que lanza a Pedro a su camino sobre las aguas, sino la llamada expresa de Jess. El sentido profundo de esta escena (destacada tambin en su belleza, aunque no comprendida, por Goethe) 1] es claramente el de evidenciar la fuerza
9. Ct. supra. p. 45s 10. Cf adems, 17.24-27; 18.21s. 11. GOETHE, Gespriiche mil Eckermann, 12-2-1831. 338
de la fe (de la fe en el poder de Jess, no en las propias fuerzas, como interpreta Goethe) y los efectos de la duda. Esta moral del pasaje es reconocida tambin por quienes lo consideran slo como legendario. Mateo pretende en todo caso ofrecerlo como un hecho histrico, en favor de lo cual puede aducirse que sus rasgos se avienen exactamente con el carcter de Pedro y que sus efectos no son la glorificacin de su figura. A fin de cuentas, Pedro fracasa aqu lo mismo que ms tarde en el atrio del palacio del sumo sacerdote. La escena quiere tambin dar expresin al hecho de que el Seor no abandona al discpulo en el caso de que ste falle.
Curaciones en Genesaret 14,34-36 ( = *Mc 6,53-56) Terminada la travesa, llegaron a tierra, junto a Genesaret. Apenas lo reconocieron los hombres de aquel lugar, divulgaron la noticia por toda aquella comarca, y le presentaron los enfermos; 36 y le rogaban que les permitiera tocar slo la orla de su manto. Y cuantos lograron tocarlo, todos quedaron sanos.
31 34
A diferencia de Marcos, el relato de Mateo, mucho ms breve y ms descolorido, habla slo de un lugar al que eran llevados todos los enfermos, para ser curados por Jess, pero no de sus diversos viajes por el territorio de Genesaret.
Controversia sobre lo puro y lo impuro 15,1-20 ( = *Mc 7,1-23; cf. Le 6,39) Entonces se acercan a Jess unos fariseos y escribas de Jerusaln para decirle: 2 Por qu tus discpulos quebrantan la tradicin de los antiguos? Porque no se lavan las manos cuando van a comer. 3 Pero Jess les replic as: Y por qu vosotros quebrantis el mandamiento de Dios por esas tradiciones vuestras? * Porque Dios mand: Honra al padre y a la madre; y tambin: El que mal339
1
15,1-20
15,1-20
diga al padre o a la madre, sea condenado a muerte (x 21,17; Lev 20,9). 5 Pero vosotros decs: "Si uno dice a su padre o a su madre: Declaro ofrenda sagrada todo aquello con que yo pudiera socorrerte, 6 ya no tendr deberes respecto de su padre o de su madre"; y as anulasteis la palabra de Dios por esta tradicin vuestra. 7 Hipcritas! Bien profetiz de vosotros Isaas cuando dijo:
8
Este pueblo me honra con los labios, pero su corazn est lejos de m; 9 vano es, pues, el culto que me rinden, cuando ensean doctrinas que slo son preceptos humanos (Is 29,13).
Y llamando en torno a s al pueblo, les dijo: Escuchadme y tenedlo bien entendido: " No contamina al hombre lo que entra por la boca; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre. 12 Entonces se le acercaron sus discpulos y le dicen: Sabes que los fariseos, cuando oyeron tus palabras, quedaron escandalizados? 13 Pero l les replic: Toda planta que mi Padre celestial no plant, ser arrancada de raz. 14 Dejadlos. Son ciegos que van guiando a otros ciegos; pero si un ciego se pone a guiar a otro ciego, los dos caern en el hoyo. 15 Entonces tom la palabra Pedro y le dijo: Explcanos esta parbola. 10 l le contest: Pero tambin vosotros estis todava faltos de entendimiento? 17 No comprendis que todo lo que entra por la boca pasa al vientre y luego se arroja en lugares retirados? 18 Pero lo que sale de la boca, del corazn procede; y esto s que contamina al hombre. iq Porque del corazn salen las malas intenciones, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, blasfemias. 0 stas son las cosas que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre. La explicacin de las prcticas purificadoras de los fariseos (Me 7,3s) la ha suprimido Mateo, por ser innecesaria para lectores judeocristianos. En la respuesta de Jess a sus adversarios fariseos,
340
10
en Mateo, aparece en primer lugar el ejemplo del korban, precedido de una pregunta presentada como respuesta a la pregunta de ellos, mientras que en Marcos (7,9-13) el ejemplo va colocado despus de la cita de Isaas y tras una nueva frmula introductoria. Mateo ofrece la cita de Isaas a continuacin, dando as expresin en forma bien fundada y con carcter general y solemne a un juicio condenatorio contra la religiosidad de los fariseos. Con ello quedan colocadas eficazmente una junto a otra, pregunta y contrapregunta, y se consigue al mismo tiempo, una respuesta coherente de Jess y una discusin en plena forma del gnero, al uso rabnico. Pero esta composicin lgica del discurso no es ms originaria que la formulacin de Marcos, sino una correccin de sta, como se desprende de la circunstancia de que los dos pasajes entremezclados por Mateo en su composicin, Me 7,5-8 y 7,9-13 no forman en manera alguna una unidad histrica 12. La permutacin en el orden de los pasajes trae consigo tambin un cambio en el hilo del discurso. En Marcos la colocacin de la cita de Isaas al principio de la respuesta supone una declaracin de hipocresa pura para toda la religiosidad de los fariseos en su conjunto: ella significa nada menos que el desprecio y abandono del precepto divino a cambio de la tradicin humana, juicio que lleva consigo tambin la reprobacin radical de la tradicin de los antiguos como obra puramente de hombres. A continuacin y como ejemplo de esta religiosidad, que de hecho deroga los preceptos divinos (cf. v. 9), como de manera expresa se dice en el v. 136, se hace referencia en los v. 9-13 al voto del korban. En Mateo, en cambio, se argumenta que tambin los fariseos, lo mismo que los discpulos de Jess por ellos censurados, son culpables de transgresiones de la ley, y haran bien en consecuencia en moderarse un poco en sus reproches. Tampoco ellos cumplen todos los preceptos, sino que violan con el voto de korban el cuarto mandamiento del declogo. La cita de Isaas, que en Mateo no va sino ahora en segundo lugar, no tiene, pues, la misma amplitud de sentido que en Marcos, no condena como en Marcos, la reli12. Cf. com en Marcos 341
15,1-20
15,1-20
giosidad de los fariseos en absoluto, como contraria a la voluntad de Dios, sino que va referida nica y exclusivamente al caso del voto de korban. La crtica de la religiosidad farisea sufre con ello una considerable limitacin frente al texto de Marcos y por ello Mateo ha suprimido consecuentemente Me 7,13 y el tajante juicio de Jess en Me 7,8, que da expresin a la contraposicin absoluta existente entre la ley de Dios y la tradicin de los antiguos, tan escrupulosamente observada por los fariseos. Es importante observar que, en el v. 2, se reprocha a los discpulos slo la violacin de la tradicin de los antiguos y, en los v. 3s, una transgresin de un precepto divino de parte de los fariseos, tratndose en ambos casos de un solo precepto particular, primero del lavado de las manos, despus del cuarto precepto del declogo. Segn Me 7,5, en cambio, los discpulos no tienen en cuenta para nada la tradicin de los antiguos y, segn 7,8, los fariseos dan de lado al precepto divino (en sentido general). Tanto el reproche hecho a los discpulos por los fariseos, como el que Jess opone a los ltimos calan, pues, ms en Marcos que en Mateo. Mateo adems ha corregido el texto en el v. 2b, donde queda sustituida por una perfrasis la expresin tcnica de Me 7,5b comer con manos xoiva? (= comunes o impuras), mantenida en cambio en diversas variantes en lo que sigue (v. 11.18.20: xoivot = contamina; T < X xoivovxa = las cosas que contaminan). En el v. 4, Dios queda designado de manera expresa como legislador (en Me 7,10, Moiss), lo cual pone de manifiesto la relacin con el v. 3 y el sentido de la cita de la Escritura ofrecida. De ms importancia es, en l v. 6, la diferencia de la forma del texto frente a Me 7,12. El principio atribuido aqu a los fariseos, de que la ley del korban, creada por la tradicin de los antiguos, deja sin aplicacin al cuarto mandamiento de la ley de Dios, no se enseaba directamente en esta forma, sino que estaba contenido, de manera indirecta, en las prescripciones sobre el korban. En Me 7,15 se dice que nada de lo que entra de fuera en el hombre le puede impurificar. Mateo sustituye en el v. 11 (y luego en los v. 17s) las expresiones en l ( = en el hombre) o del hombre, de Me, por las de por la boca, de la boca, mostrando as que se
342
refiere slo al acto de comer con manos impuras, limitacin que resulta demasiado estrecha para los pecados de obra enumerados en el v. 19 y que queda, por ello, corregida en el v. 18 por el aditamento de del corazn procede. En el v. 15 queda, por una parte (frente a Me 7,17), suprimido el cambio de escena18; por otra, es introducido Pedro de manera expresa como el portavoz de la pregunta de los discpulos ". El catlogo de los vicios (v. 19) aparece en Mateo, no slo mejor ordenado (en relacin con el declogo) que en Me 7,21s, sino que adems los pecados de obra que menciona, son de aquellos en que se manifiesta la maldad del corazn y suponen una transgresin de preceptos expresos del declogo. La frase final (v. 20b) vuelve a enviar al punto de partida del discurso, pero de una manera distinta que en Marcos. Mateo vuelve de nuevo a poner aqu de manifiesto, que para l, el pasaje entero no es sino discusin del caso particular del lavado ritual de las manos antes de la comida. Entre el enigma (v. 11) dirigido al pueblo y su solucin, dada 12 slo a los discpulos, ha introducido Mateo una breve conversacin entre Jess y los discpulos (v. 12-14), consistente en dos sentencias del Seor transmitidas en su origen probablemente de manera aislada, la segunda de las cuales se encuentra tambin en Lucas (6,36), en un contexto distinto. La splica de Pedro, que sigue a continuacin (v. 15 = Me 7,17), no hace ninguna referencia a este intermedio, sino que alude al enigma del v. 11. Que los fariseos estuvieran indignados de la crtica de su religiosidad hecha por Jess y de su actitud revolucionaria ante la ley15 es cosa ms que natural. Pero el escndalo que les producan las palabras de Jess significa algo ms. La oposicin existente entre ellos y Jess les llega a ser un obstculo insuperable para acoger a Jess y su mensaje con una actitud de fe. Jess, en su respuesta, se muestra consciente del escndalo 13 que producen sus palabras, y procede as de manera distinta en este caso que con los perceptores del tributo del templo (17,27),
13. Lo mismo ocurre en Mt 19,9 frente a Me 10,10. 14. Al contrario en Mt 21,21; 24,3 15. Cf. com a Me 7,15. 343
15,21-28
La mujer cananea
La mujer cananea
15,21-28
cuando para evitar el escndalo se somete a una ley, de la que en realidad est exento. En aquella ocasin hubiera hecho, para los fieles a la ley, inadmisible su mensaje por su proceder contrario a ella, sin sacar fundamentalmente ningn provecho. Pero aqu se trata de la proclamacin de la verdad sin miramientos humanos y de manera especial de poner de manifiesto la distincin entre la ley de Dios y la tradicin de los antiguos, obra puramente de hombres. En la primera de las dos sentencias parablicas, con que Jess motiva su proceder frente a los fariseos, los llama plantas que no proceden de Dios. Los fariseos son en cierto modo como la mala hierba en el huerto divino (cf. 13,24-30). Su escndalo no es para ser tomado en cuenta, ya que no hay parte sana en ellos. 14 La segunda, que en Le 6,39 presenta an una estricta forma de parbola, llama a los fariseos con lo que, como a menudo en Mateo, se hace referencia a los escribas guas de ciegos ciegos a su vez (cf. 23,24), que hacen que se pierdan consigo aquellos que se han confiado a su direccin (cf. 23,13). Este juicio de Jess alude, de manera expresa, a la pretensin de los escribas de ser los guas religiosos del judaismo (cf. Rom 2,19). Ellos son ciegos para la verdad predicada por Jess y, por lo mismo, su autoridad es, tambin para los dems, un impedimento para la fe en Jess.
tomar el pan de los hijos para echrselo a los perrillos. 27 Ella replic: Es verdad. Seor; pero los perrillos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28 Entonces le dijo Jess: Oh, mujer! Grande es tu fe; que te suceda como t deseas. Y desde aquel momento qued sana su hija. Esta escena es, aparte de 26,1-5, el nico relato narrativo en que Mateo procede con mayor detalle que Marcos. La actitud de repulsa de Jess frente a la mujer cananea aparece aqu de manera an ms spera que en el texto de Marcos. Como de costumbre, enlaza Mateo el episodio con el prece- 21s dente, al contrario que Marcos16. Ello produce el efecto de que, en el texto de Mt, la marcha de Jess tenga el aspecto de una huida ante sus adversarios 17. Junto a Tiro (Me 7,24), Mateo nombra tambin a Sidn, probablemente bajo el influjo de la expresin tradicional bblica de Tiro y Sidn 18; en cambio, ms adelante (v. 29, frente a Me 7,31) quedan sin nombrar Sidn y la Decpolis. Segn Me 7,31, es slo despus del episodio de la cananea cuando Jess recorre tambin el territorio de Sidn, situado todava ms al norte. Tambin la designacin de la mujer como cananea (en lugar de sirofenicia Me 7,26) esto es, pagana, responde a una forma de expresin bblica arcaizante. De los v. 22-25 corresponden el 22 y el 25 a Me 7,25s. Los v. 23s son nuevos. El detalle (Me 7,24b) de que Jess entr en una casa (pagana) y que no consigui mantenerse de incgnito 19, ha sido suprimido por Mateo. En su texto, la escena tiene lugar durante el camino, y de los v. 21s no se deduce claramente si Jess ha pisado ya territorio pagano (no as en Marcos). Imposible resulta en todo caso el combinar la situacin descrita por Mateo con la de Marcos, por el motivo, sobre todo, de que la dramtica com16. Cf. supra, com. a Mt 9,9. 17. Cf. com. a Mt 12,15. 18. Cf. Is 23,lss; Jer 25,22; 27,3; 47,4; Jdt 2,28; IMac 5,15; Mt 11, 21 = Le 10,13; Me 3,8. 19 Cf sobre esto p. 45s.
La mujer cananea 15,21-28 ( = *Mc 7,24-30) Cuando Jess sali de all, se fue a la regin de Tiro y Sidn. Y de pronto, una mujer cananea, salida de aquellos contornos, le deca a gritos: Ten compasin de m, Seor, hijo de David! Mi hija se encuentra muy mal, atormentada por un demonio. 2S Pero l no le respondi palabra. Entonces sus discpulos, acercndose a l, le suplicaban as: .Despdela; que viene gritando detrs de nosotros. 24 Pero l respondi: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Sin embargo, ella se acerc y se postr ante l, dicindole: Seor, socrreme! 28 l le contest: No est bien
22 21
344
345
15,21-28
La mujer cananea
La mujer cananea
15,21-28
posicin del encuentro de Jess con la mujer en Mateo, en especial el v. 236, no es posible dentro de una casa. Pero precisamente aqu queda ya manifiesta la mano del primer evangelista, aunque slo sea en el ttulo de hijo de David ( = Mesas) dirigido a Jess por la mujer pagana, ttulo que no hace sino repetir la invocacin de los dos ciegos de Mt 9,27 20 . Mateo da pruebas en ambos pasajes de la misma despreocupacin frente al curso histrico exacto de los hechos (Lagrange). 23 Mientras Jess no se digna dirigir una palabra a la mujer, intervienen los discpulos, molestos por el escndalo que provoca, para rogar a Jess que la despida. 24 En sus palabras no puede verse, al parecer, una actitud de compasin, sino de enojo ante la impertinencia de la mujer, y entonces no se adapta bien a ellas el v. 24 como respuesta de Jess a la proposicin de los discpulos, puesto que su intencin no era mover a Jess a que accediera al ruego de la mujer. De esto se sigue pues, que estas importantes palabras de Jess no se encuentran aqu en su lugar histrico, sino que han sido colocadas por Mateo en este contexto, por encontrar en ellas la clave para entender la manera de proceder de Jess. Jess motiva la dureza de su actitud con el carcter de su misin, que se limita slo al pueblo de Israel 21 . ste es el motivo que le lleva en esta ocasin a dejar arrancarse su intervencin slo por la fe heroica y la humildad de la mujer pagana. El hecho de que frente al centurin pagano de Cafarnam no mostrase la misma resistencia (8,5-13), tiene que ser probablemente explicado por la circunstancia de haberse encontrado entonces en pleno territorio de Israel. El que tambin aqu en el caso de la mujer pagana ceda al fin a su persistente splica se debe slo al hecho de haber encontrado tambin en ella una fe como no ha visto en el pas de Israel (18,10). 26 Las palabras sobre el pan de los hijos tienen en Mateo el tono de una repulsa an ms implacable, por el hecho de faltar la frase
20. Cf. Mt 9,27.
deja que primero se sacien los hijos, que en Me 7,27 va precediendo, y para la que en Mateo, tras el v. 24, no quedaba posibilidad alguna, ya que ste va, en cierto modo, sustituyndola. La respuesta de la mujer va lgicamente mejor construida que 27 en Me 7,28. No se dice nada de los perros junto a la mesa y de las migas de los hijos, sino slo que los perros pueden saciar su hambre de las migas que caen de la mesa de sus amos, tienen parte en las comidas de sus dueos, sin quitar por ello el pan a los hijos, porque reciben slo los desperdicios. En la estilizacin de tono edificante del v. 28 (en lugar del 28 simple dato de la curacin de la hija en Marcos), vuelve a dejarse ver la mano de Mateo, siendo claras las reminiscencias del relato similar de la curacin del siervo del centurin 22 .
Curaciones junto al mar de Galilea 15,29-31 (cf. Me 7,31-37) Jess parti de all y se fue a las orillas del mar de Galilea, subi al monte y se qued sentado all. 30 Entonces se acercaron a l grandes muchedumbres, llevando consigo cojos, mancos, ciegos, mudos y otros muchos enfermos, y los pusieron a sus pies. Y l los cur; 31 de suerte que el pueblo qued asombrado cuando vio a los mudos hablar, a los mancos sanos, a los cojos andar y a los ciegos ver. Y glorificaron al Dios de Israel. La descripcin del recorrido de Jess desde el territorio de Tiro a travs del de Sidn hasta el mar de Galilea en pleno territorio de la Decpolis (Me 7,31), ha sido muy simplificada por Mateo. El dato del territorio de Sidn tena que suprimirlo, por haber sido nombrado ya en el v. 21, y el nombre, demasiado general e indeterminado, del territorio de la Decpolis no le resultaba de importancia. Por ello se contenta con la anotacin esquemtica de que Jess parti de all 2S. En consecuencia, no queda claro en
22. Cf. Mt 8,13a; 9,29 o bien 8,136; 9,22; 17,18. 23. Cf. Mt 11,1; 12,9. 347
29
15,29-31
Curaciones junto al mar de Galilea Segunda multiplicacin de los panes 15,32-39 (= *Mc 8,1-10) Luego llam Jess en torno a s a sus discpulos y dijo: Me da compasin de esta gente, porque hace ya tres das que permanecen junto a m y no tienen qu comer; pero no quiero despedirlos sin que tomen nada, no sea que desfallezcan en el camino. 33 Sus discpulos le dicen: Cmo procurarnos tantos panes para saciar a todo este pueblo?- 3i Y Jess les pregunta: Cuntos panes tenis? Ellos contestaron: Siete, y unos pocos pececillos. S5 Mand entonces al pueblo que fuera sentndose en el suelo;36 tom los siete panes y los peces y, despus de recitar la bendicin de accin de gracias, los parti y los iba dando a sus discpulos, y los discpulos al pueblo. 37 Comieron todos hasta quedar saciados; y de los trozos sobrantes recogieron siete cestos llenos. 38 Los que comieron eran unos cuatro mil hombres, adems de mujeres y nios. 39 Y cuando despidi a las gentes, subi a la barca y se fue a la regin de Magadn. Los v. 36-38 Mateo los ha igualado, en su forma, a su propio texto de 14,19-21. En el v. 39 no se hace mencin de los discpulos, lo que parece indicar que Jess haya hecho solo la travesa del lago25. Como lugar del desembarco da Mateo, en vez del enigmtico Dalmanuta de Me 8,10, Magadn, para nosotros igualmente desconocido. Una gran parte de la tradicin textual ofrece a cambio de ello la variante de Magdala lo cual concuerda probablemente con la realidad , lugar situado 5 km al norte de Tiberades.
82
su texto, si Jess se encuentra, a continuacin, en la orilla oriental o occidental del lago y si el escenario de la segunda multiplicacin de los panes, narrada en el pasaje siguiente, coincide o no con el de la primera (14,23-21). Extrao resulta el dato de que Jess se encontraba en un monte. Lo ms fcil es pensar que se trata del monte mencionado en 14,23, situado a la orilla oriental del lago. En favor de que Jess se encuentra en territorio predominantemente pagano parece hablar tambin el v. 316, segn el cual los testigos del milagro glorificaron al Dios de Israel. Los v. 30s sirven claramente para preparar la segunda multiplicacin de los panes, mientras que, en Marcos, sta no tiene relacin cronolgica con la curacin del sordomudo. ste es el motivo por el que, en Mateo, queda suprimido Me 8,1a, motivo que puede haber ocasionado, al menos de manera secundaria, que Mateo haya sustituido el texto de Me 7,31-37 por una curacin en masa. Las muchedumbres del v. 30 y las del v. 32, son en Mateo las mismas. A pesar de que entonces parecen referirse a un mismo da los v. 29-31 y 32-39, conserva Mateo (v. 32) el dato de Marcos de que la muchedumbre lleva ya tres das con Jess. En lugar de la curacin de un sordomudo (Me 7,31-37), da cuenta Mateo de manera sumaria de la curacin de muchos enfermos. La supresin de la curacin del sordomudo puede estar tambin motivada por el hecho de que Mateo ha narrado ya en 9,32s la curacin de un poseso mudo, pero su motivo verdadero parece que hay que verlo ms bien en la forma aparentemente dificultosa con que se realiza en Marcos, y quiz tambin en la circunstancia de que Jess sigue al realizarla la prctica curativa juda, que poda prestarse a ser interpretada como accin de carcter mgico. Por el mismo motivo probablemente ha suprimido Mateo tambin la curacin del ciego de Betsaida (Me 8,22-26)".
Los fariseos piden una seal del cielo 16,1-4 (= *Mc 8,11-13; cf. Mt 12,38-42 = Le 11,29-32; Le 12,54-56) Luego se le acercaron los fariseos y saduceos, y le pidieron, para tentarlo, que les hiciera ver alguna seal venida del cielo. 2 l
1
24
349
16.1-4
16,5-12
entonces les respondi as: [Al caer de la tarde, decs: "Har buen tiempo, porque est el cielo arrebolado"; " y por la maana: "Hoy habr tormenta, porque el cielo est rojizo sombro". Conque sabis interpretar el aspecto del cielo y no podis interpretar las seales de los tiempos?] 4 Esta generacin perversa y adltera reclama una seal, pero no se le dar otra seal que la del profeta Jons. Y volvindoles la espalda, se march. Mateo (a diferencia de Marcos) menciona como interlocutores junto a los fariseos, tambin a los saduceos, el segundo partido judo opuesto a Jess ": El giro los fariseos y saduceos es tpico del primer evangelista y tiene un tono formulario 27 . En l se han acoplado para formar una unidad dos grupos que se tenan a s mismos como contrapuestos (Michaclis). Punto de contacto para ambos era slo su enemiga contra Jess. La sentencia sobre el presagio del tiempo (v. 26-3), es una interpolacin. No slo falta en Marcos, sino que adems supone una solucin de continuidad, ya que el v. 4 (en tercera persona) no se adapta bien al v. 3 (en segunda). A pesar de ello podra haber sido realmente introducida aqu por el mismo Mateo, por asociacin con las palabras una seal venida del cielo. De todos modos, su autenticidad es muy problemtica, por no estar su texto atestiguado de manera suficiente. El que hubiera sido suprimida posteriormente y precisamente en el texto egipcio, no puede encontrar explicacin satisfactoria en el motivo de que los presagios del tiempo en ella referidos no corresponden a la realidad de los hechos para el caso de Egipto. Tambin llama la atencin la referencia a las seales de los tiempos en plural (cf., en cambio, Le 12,56), mientras que el trmino griego xoap?, sirve para designar un punto decisivo en el tiempo. La sentencia no puede proceder de Le 12,54-56, a pesar de la concordancia de ambos pasajes en cuanto a su idea central, ya que en Lucas se habla de la direccin de los vientos y la formacin 26. Cf. el exc. despus de Me 12,27. 27. Cf. Mt 3,7; 16,6.11.12. 350
de las nubes como signos del tiempo y en Mateo, en cambio, del colorido del cielo. El sentido de la sentencia es el siguiente: los adversarios de Jess entienden quiz las seales que anuncian el tiempo probable, sabidura que falla en cambio al explicar las seales de los tiempos, esto es, cuando se trata de reconocer, en las palabras y las obras de Jess, el carcter crtico del momento en que viven. Mateo ha asimilado la forma del v. 4 a 12,39.
Incomprensin de los discpulos 16,5-12 ( = *Mc 8,14-21; cf. Le 12,1) Al pasar a la otra orilla, los discpulos se olvidaron de llevar pan. a Jess les dijo entonces: Estad alerta y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos. 7 Ellos discurran entre s: Eso es porque no hemos trado pan. 8 Al darse cuenta de ello Jess, dijo: A qu estis discurriendo entre vosotros, hombres de poca fe, de que no tenis pan? 9 Todava no entendis ni os acordis de los cinco panes para los cinco mil hombres y de cuntos canastos recogisteis? 10 M de los siete panes para cuatro mil hombres y de cuntas cestas recogisteis? " Cmo no entendis que no os habl de panes? Pero guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos. 12 Entonces comprendieron que no les haba dicho que se guardaran de la levadura de pan, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos. En consonancia con el v. 4, segn el cual parece Jess haber hecho la travesa del lago sin los discpulos, se refiere ahora el v. 5 a la llegada de stos a la otra orilla del lago. Hasta aqu no vuelven, pues, a reunirse con Jess y, en consecuencia, es ahora tambin cuando son reprendidos por l por su falta de comprensin. El fin de Mateo, al conformar su texto de esta manera, parece ser el de dar a entender que han sido slo los discpulos, y no tambin Jess, quienes se han olvidado de tomar consigo pan. Segn los v. 7s, los discpulos no discuten unos con otros sobre el olvido del pan (Me 8,16s), sino que slo van pensando sobre ello, con lo cual el sentido del v. 8 es que Jess conoci sus pen351
3
16,5-12
samientos28. La reprensin recibida por los discpulos est muy atenuada con relacin a Me 8,17s29, pues, slo se les reprocha su falta de fe30. Ha sido suprimido Me 8,17c. 18. Las oscuras palabras sobre la levadura de los fariseos y Herodes (Me 8,15) quedan explicadas como referidas a la doctrina en el v. 12, y, en consecuencia, Herodes, que no tena relacin alguna con una actividad doctrinal, queda sustituido por los saduceos31. El v. 11 queda modificado en Mateo de manera que la incomprensin de los discpulos quede referida a estas palabras de Jess y no al pan (a diferencia de Me 8,21). Mateo pretende, pues, acomodar al contexto la sentencia sobre la levadura, que en Marcos forma un cuerpo extrao en el conjunto del pasaje, dndole as un sentido que se aparta del que tiene en Marcos. Marcos pone fin a su relato con la decepcionada pregunta de Jess: An no comprendis? (Me 8,21), en cambio, Mateo lo termina haciendo constar que los discpulos comprendieron al fin el sentido de la advertencia de Jess (lo mismo en 17,13). La curacin de un ciego que sigue en Me 8,22-26 ha sido suprimida en Mateo32.
Esta seccin de 16,13 a 20,34 corresponde a Me 8,27-10,52, siendo tambin la misma la forma en que se nos ofrece (instruccin de los discpulos). En ella faltan slo Me 9,38-41.49s; nuevos son, en cambio, los pasajes de 16,17-19; 17,24-27; 18,10-35 y 20,1-16. En Mateo no queda destacada de manera tan clara la gran significacin que el pasaje inicial de la seccin, la confesin mesinica de Pedro, tiene en Marcos, ni el momento decisivo que, en ste, el acontecimiento supone en el curso histrico de la actividad pblica de Jess; en Mateo es saludado Jess como hijo de David ya en 9,27 y 15,22, y como hijo de Dios en 14,33, y tambin en el sermn de la montaa y en el discurso de la misin de los discpulos habla ya en su categora de Mesas y con la autoridad que como tal le corresponde
La confesin mesinica de Pedro y la promesa del primado 16,13-20 ( = *Mc 8,27-30; Le 9,18-21; cf. Jn 6,66-71) Al llegar Jess a la regin de Cesrea de Filipo, preguntaba a sus discpulos as: Quin dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos respondieron: Unos, que Juan Bautista; otros que Elias; y otros, que Jeremas o uno de los profetas. " Dceles l: Pero vosotros, quin pensis que soy yo? " Tomando la palabra Simn Pedro, dijo: T eres el Mesas, el Hijo del Dios vivien353
13
C. Mt 12,15 y com. a Le 6,8. Cf. com. a Mt 14,33. Cf. Mt 8,26; 14,31. Sobre el giro los fariseos y saduceos, cf. supra, com. a Mt 16,1. Cf. com. a Mt 15,29-31.
352
16,13-20
16,13-20
te. " Respondile Jess y le dijo: Bienaventurado eres t, Simn Baryona, porque ni la carne ni la sangre te lo revel, sino mi Padre que est en los cielos. 18 Pero yo tambin te digo que t eres Pedro, y que sobre esta piedra edificar yo mi Iglesia, y que las puertas de los infiernos no prevalecern contra ella. 19 Yo te dar las llaves del reino de los cielos; y todo lo que en la tierra ates t, atado quedar en los cielos; y lo que en la tierra desates t, desatado quedar en los cielos.- 20 Entonces advirti severamente a sus discpulos que a nadie dijeran que l era el Mesas. En lugar del simple pronombre yo de Marcos y Lucas, se dice en el texto de Mateo (v. 13) el Hijo del hombre, ttulo que tiene que ser valorado aqu como simple frmula utilizada por Jess para designarse a s mismo (y no como nombre mesinico), ya que en otro caso quedara la respuesta de Pedro anticipada por la pregunta de Jess (en cambio en el v. 21 se dice l, en lugar de el Hijo del hombre*). En el v. 14 es nombrado junto a Juan y Elias (as en Marcos) tambin Jeremas, quiz por el prestigio de que gozaba en el judaismo 2 . Como precursor del Mesas no est atestiguado Jeremas en la literatura juda. En la confesin de Pedro (v. 16), la expresin el Mesas se completa con esta otra: el Hijo del Dios viviente. Pero el v. 20, que se refiere slo a la mesianidad de Jess, es una prueba de que slo sta form el contenido de la confesin de Pedro. Que Pedro no reconociera ms que la mesianidad de Jess no quita su sentido a la bienaventuranza de que es objeto a continuacin, ya que con su confesin manifest algo no reconocido, fuera del crculo de los discpulos, por ningn otro entre los judos, aunque es verdad que Mateo no concede valor especial a este proceso en el conocimiento de la persona de Jess por parte de los discpulos 3 . De ello se sigue necesariamente que la designacin de el Hijo del Dios viviente es realmente una adicin de Mateo. Con ello, parece que tal expresin tiene que ser entendida, en el 1. Cf. el exc. despus de Me 9,33. 2. Cf. 2Mac 2,1-12; 15,14s. 3. Cf. com. a Mt 14,33. 354
sentido de Mateo 4 , como referida a la filiacin divina esencial de Jess. A diferencia de Marcos y Lucas ofrece Mateo a continuacin (v. 17-19), como respuesta de Jess a la confesin de Pedro, la llamada promesa del primado. La promesa del primado en Mateo va aadida al texto de Marcos, lo que hace que no pueda evitarse la cuestin, de si es que Mateo ofrece en este caso el relato ms completo y exacto, tal como afirman numerosos exegetas de las direcciones ms diversas, o si, al igual que en otros casos 5 , se trata de un logion transmitido aisladamente e introducido por l en este contexto de Marcos, por no haber podido encontrar para el mismo un lugar ms adecuado. La afirmacin de que el relato de Marcos sea fragmentario, ya que en lugar de la necesaria respuesta de Jess a la confesin de Pedro que l mismo ha provocado, slo se encuentra en l una orden de silencio, mientras que en realidad debera seguirle la promesa del primado o palabras semejantes (Oepke), no merece ser discutida en absoluto sino en el caso de que se entienda la percopa aislada, sin la conexin que posee con la profeca de la pasin, que le sigue. Tambin es cierto que la tesis de O. Cullmann, segn la cual esta profeca de la pasin forma una unidad histrica con la confesin de Pedro, residiendo en Marcos precisamente en ella el momento decisivo del pasaje en su conjunto, y en Mt, en cambio, en la promesa del primado, no puede ser motivada de modo convincente. A pesar de ello no puede negarse que ambos episodios, la confesin de Pedro y la profeca de la pasin de Jess, no se encuentran uno junto a otro casualmente, sino que forman un todo segn la mente del evangelista; la prediccin de la pasin contiene en s la respuesta a la confesin mesinica de Pedro y, por medio de ella, como revelacin del misterio de la mesianidad de Jess, afirma y corrige al mismo tiempo Jess la confesin de Pedro, pudindose, por tanto, decir con razn que en el relato de Marcos el punto decisivo est en la profeca de la pasin.
4. Lo mismo que en Mt 14,33. 5. Cf. Mt 12,5-7.1 lss; 17,206; 19,28.
355
16,13-20
16,13-20
La protesta de Pedro ante las palabras de Jess sobre la necesidad de su pasin es una prueba, por otra parte, de que, al confesar la mesianidad de Jess, desconoce aun el rasgo esencial de la misma, y el que ni aun as sea capaz de comprenderlo, deja ver que su idea del Mesas es ms bien (como la de todos los dems discpulos; cf. Mt 10,35-45) totalmente juda an, motivo que le vale una dura repulsa de labios de Jess. Imposible es entender esta escena y la promesa del primado con la bienaventuranza que le sigue, como partes de una unidad, si no histrica, al menos de carcter lgico. El centro de gravedad del relato de Mateo va desplazado con respecto al de Marcos precisamente por motivo de la promesa del primado y, por ello, traza Mateo tambin una clara lnea de separacin entre sta y la prediccin de la pasin que sigue (v. 21: desde entonces), que no existe en Marcos (v. 31). Pero tambin el contenido de la confesin de Pedro es en Mateo distinto que en Marcos. Frente al texto de Marcos mantenido en el mbito de las ideas mesinicas judas, va en Mateo la confesin sublimada por medio del aditamento el Hijo del Dios viviente6 en el sentido del kerygma paleocristiano, slo as se justifica tambin la bienaventuranza que en el texto de Mateo le sigue. En el caso de que se concediera ser Mateo el que, en este caso, ofrece realmente el relato ms completo y, por ello, tambin ms originario sobre la escena de Cesrea de Filipo, entonces se convertira en un difcil problema el silencio del texto de Marcos, ms antiguo, precisamente sobre estas palabras de Jess de una significacin tan extraordinaria no slo para Pedro, sino tambin para la misma comunidad primitiva. Hasta ahora no ha sabido dar nadie una respuesta satisfactoria a la cuestin de por qu Marcos, o la tradicin de la que se sirve, hubiera mutilado el relato, arrancndole precisamente su momento esencial; ni la supuesta tendencia de Marcos en contra de Pedro, que en realidad no existe en absoluto, ni su teora del misterio mesinico, pueden de hecho dar una razn de una laguna tan sorprendente en su texto.
6. Cf., en cambio, v. 20: el Mesas.
Este difcil e insoluble problema desaparece en cambio, si es Mateo quien ha introducido la promesa del primado en el esquema ofrecido por Marcos. Si la promesa del primado es, pues, aqu una interpolacin del primer evangelista, no se dice con ello nada en contra de su autenticidad, esto es, de su historicidad, quedndonos entonces desconocida slo la circunstancia histrica de estas importantes palabras de Jess. Jess responde, en primer lugar, a las palabras de Pedro lia- 17 mandle bienaventurador por haberle sido inspiradas no por la carne y la sangre, esto es por un hombre, dbil y expuesto al peligro del error8, sino por una revelacin del Padre celestial. El verdadero ser de Jess y su misin en el plan salvador divino no puede conocerlo nadie fuera de aquel a quien Dios mismo se lo revela (cf. ll,25s). Baryona = Hijo de Jons 9, queda sin traducir, lo mismo que otros patronmicos10. La relacin lgica entre el v. 17 y el 18 hay que entenderla 18 lo ms probablemente como sigue: A cambio de lo que has dicho, voy a decirte tambin yo algo importante. Jess da a Simn, a quien acaba de llamar con su nombre (Simen semtico ") un nombre o sobrenombre nuevo, que significa roca 12. El trmino griego de Ttxpo?, no atestiguado con anterioridad como nombre propio, es slo la traduccin del arameo kefa, que pronunciara Jess. Este nombre semtico, no atestiguado tampoco antes como nombre propio, es el que Pablo, casi siempre, da a Pedro1S, de lo cual se deduce que la forma semtica era corriente en la poca apostlica junto a su traduccin griega de irrpo? (la utilizada normalmente en los evangelios), tambin entre los cristianos de lengua griega procedentes del paganismo. En los evangelios sigue
7. Cf. com. a Mt 5,3ss. 8. a . Eclo 14,17s; ICor 15,50; Gal 1,16; Ef 6,12. 9. En Jn 1,42; 21,15ss: hijo.de Juan. 10. Bartolomeo Mt 10,3 = Me 3,18; Bartimeo Me 10, 46. 11. Cf. com. a Le 2,25. 12. En el texto hemos traducido piedra, por guardar, al menos, la semejanza con Pedro (nota del traductor). 13. Cf. ICor 1,12; 3,22; 9,5; 15,5; Gal 1,18; 2,9.11.14; ITrpo? slo en Gal 2,7s.
356
357
16,13-20
16,13-20
Pedro recibiendo de Jess tambin en adelante su nombre anterior de Simn14; los evangelistas, en cambio, le llaman, por lo general, Simn Pedro15 o simplemente Pedro16. La traduccin griega del trmino se afirm, pues, muy de prisa y es una prueba como tal de que la palabra kefa no se entendi al principio, con razn, como nombre propio, sino comn o apelativo, ya que los nombres propios no se traducen. Pero en los evangelios (y en la epstola primera de Pedro) y por otra parte en Pablo, se ha convertido ya el sobrenombre en nombre propio verdadero, que transcribiremos por Cefas. Este sobrenombre poda tener un sentido para su portador slo en la situacin aqu descrita, en unin con la promesa del primado, por lo que es probable que fuera dado tambin en esta ocasin, y no antes 17. El sobrenombre de roca tiene un valor simblico para la persona que lo recibe. Su sentido es significar la misin y el cargo para el que Simn es destinado por Jess. El uso figurado de la palabra roca, era frecuente tanto en el AT como en el judaismo tardo. No slo Dios es como una roca18, sino, por ejemplo, tambin Abraham (Is 51,ls). De especial importancia es un pasaje del Miars Tanhuma relativo a Nm 23,9, segn el cual Abraham es la roca sobre la que Dios edifica el mundo. De manera semejante quiere Jess, segn Mateo, edificar su Iglesia sobre Simn. Simn est destinado a ser el fundamento de la Iglesia y por eso recibe el sobrenombre de roca. Con esto queda dicho tambin que la Iglesia es realmente un edificio nuevo y no simplemente una comunidad particular dentro del antiguo Israel. Por eso la fundacin de la Iglesia no es slo la realizacin de la idea del resto santo de Israel. Considerando el texto de manera imparcial queda compltal a Cf. especialmente Me 14.37; adems Mt 17,25; Le 22,31; Jn 21,15-17; una excepcin hace slo Le 22.34. pasaje en el que, sin embargo, el nombre de Pedro procede del evangelista, como se prueba por 22.31 15. Le 5,8; Jn 1,41; 6,8.68 y passim. 16. Siempre asi, Mateo, con excepcin del presente pasaje y 4,18; 10.2. 17. Cf. com. a Me 3,16 y Jn 1,42. 18. Dt 32,4.15.18; Sal 18(17)3; 31(30)4; 71(70)3. 358
mente claro, y no es ya en la actualidad apenas discutido, que con el smbolo de la roca puede quedar referida slo la persona de Simn y no la inflexibilidad de su carcter o su fe en la mesianidad de Jess a la que acaba de dar expresin en sus palabras (como opinan muchos Padres de la Iglesia, sobre todo griegos). Simn debe dar a la Iglesia de Cristo, como su fundamento de roca, firmeza inexpugnable, esto es, hablando sin imgenes, llegar a ser su jefe provisto de la autoridad pertinente. La Iglesia que ha de ser edificada sobre el fundamento de Simn Pedro el momento de la fundacin queda indeterminado, pero pertenece an al futuro es llamada por Jess mi Iglesia. La Iglesia es de Jess, por ser Jess el Mesas, que como tal congregar a su alrededor un nuevo pueblo de Dios. El trmino griego para Iglesia (y.yXra<x) es en los LXX la manera ms frecuente de reproducir el hebreo kahal, con lo que en el AT se designa en general una reunin 19, y en especial, la comunidad de Yahveh (Dt 23,2-4.9), el pueblo elegido de Dios reunido para el culto de Yahveh. Tanto el trmino como su contenido estn tomados, pues, del AT y designan la Iglesia que Jess va a edificar, a fundar, como el nuevo pueblo de Dios. Con ello queda dicho que ste ser una continuacin del antiguo Israel y pasar a ocupar su puesto; el pueblo de Dios anterior est (o es) reprobado por l (cf. 21,33-46) y el nuevo Israel espiritual no estar ya sometido a una limitacin nacional. Por ello, la Iglesia fundada por Jess en lugar del Israel anterior no es una secta dentro del judaismo, como poda parecer, en sus primeros tiempos, a judos20 y paganos; la Iglesia es, a pesar de su relacin histrica con el Israel carnal, una comunidad religiosa nueva e independiente. A esta Iglesia hace Jess la promesa, de que las puertas de los infiernos no prevalecern contra ella. El sentido general de esta imagen es claro, pero discutida su interpretacin exacta. Los infiernos (hebr. seo!) son en el AT el reino de los muertos, en el que, al igual que en una prisin, son stos retenidos de manera
19. Cf. Sal 26(25)5; Neh 5,7. 20. a . Act 24,5.14; 28,22.
359
16,13-20
16,13-20
inexorable (Cnt 8,6) tras sus puertas21 o cerrojos (Jon 2,6). Los infiernos son personificacin del poder de la muerte en el ms alto grado. Como un monstruo insaciable abre el seol sus fauces para engullir todo lo que tiene vida22. Las puertas quedan quiz nombradas por ser las que impiden escaparse a todos los que se encuentran dentro de sus dominios, si no es que va usada la parte por el todo y significan el mundo de los muertos sin ms, como hacen suponer paralelos, tanto del AT como de la literatura profana2S. La interpretacin tica defendida por muchos exegetas, de que se trate del poder de las tinieblas, del moralmente malo (esto es, Satn), tiene que ser rechazada por el motivo de que el seol no queda expuesto nunca en el AT ni en el judaismo como dominio de Satn, sino, a lo sumo, como lugar de castigo, prisin de los demonios 24, y tampoco en el NT aparece nunca Satn como seor de las regiones de ultratumba o el infierno. Como estancia de los demonios se encuentra ms bien en el NT, lo mismo que en el judaismo, la tierra y los aires que estn sobre ella 25. Satn no es aqu an el seor de las regiones subterrneas, sino de las sublunares (Bieder). El que se hable de un prevalecer contra la Iglesia, no significa que las puertas de los infiernos estn concebidas como poderes personales, demonacos. El sentido de la imagen es que la Iglesia, que Jess va a edificar sobre el fundamento de Pedro, no sucumbir nunca al poder de la muerte, esto es, la Iglesia recibe la promesa de perennidad mientras dure el en presente, y este carcter imperecedero e inexpugnable de la Iglesia tiene su motivo, como resulta del enlace lgico de las diversas partes de la promesa, en el hecho de que Simn Pedro es su fundamento. El sentido de la promesa no vara, si la inexpugnabilidad se refiere, cosa que no impide el texto griego (a-oj;), a la roca, y no a la Iglesia; entonces
21. Is 38,10; Job 38,17; Sal 9,14; 107(106)18; Sab 16,13; cf. tambin 3Mac 5,51; Sal de Salomn 16,2. 22. Cf. Is 5,14; Hab 2,5; Prov 1,12; 27,20; 30,15s. 23. Sab 16,13; Sal de Salomn 16,2; HOMERO, litada 9,312; 23,71. 24. Cf. Le 8,31; Ap 20,3. 25. Cf. lHenoc 15,8-10; TestBenj 3; Ef 2,2. 360
quedara dicho, que la Iglesia prevalecer, por ser inquebrantable la roca sobre la que est fundada. De todos modos la promesa va dirigida a la Iglesia. Ella es la razn de la roca que garantiza su firmeza. El v. 19 introduce, en dos nuevas imgenes, otra nueva idea, 19 pero en relacin estrecha con lo precedente. En el v. 18 cae el acento sobre la promesa hecha a la Iglesia, en el 19, en cambio, en la promesa hecha a Pedro en su condicin de fundamento de la Iglesia. Pedro recibir de Jess las llaves del reino de los cielos. Tambin aqu (cf. 13,36ss) quedan distinguidas entre s, de manera clara y evidente, la Iglesia y el reino de los cielos (= reino de Dios). La Iglesia tiene an que ser edificada, mientras que del reino de los cielos puede decirse que est, en cierta manera, presente (12,28). Del reino de los cielos no habra tampoco necesidad de decir de manera expresa que no sucumbir nunca al poder de la muerte. La entrega de las llaves no significa que Simn Pedro quede nombrado portero del cielo; Pedro no tiene que ejercer sus poderes en el cielo, sino en la tierra, y el manojo de llaves (Zas llaves) es, segn el uso lingstico del AT y del judaismo, el atributo del administrador, que representa al dueo mismo26. As como, segn Ap 1,18, tiene Cristo en sus manos las llaves de la muerte y de las regiones de ultratumba, esto es, es Seor sobre el mundo de los muertos, y as como, segn Ap 3,7s, tiene la llave de David, puede conceder o denegar la entrada al reino mesinico, as recibe Pedro el poder de conceder la entrada en el reino de Dios o excluir del mismo. En el v. 196 se dice, con ms detalles, en qu consiste este poder. Pedro recibe el poder de atar y desatar, de tal manera, que lo que l haga sea vlido tambin en el cielo, esto es, ante Dios. Segn el uso lingstico rabnico, atar y desatar significa, en primer lugar, excomulgar o levantar el anatema, pero se empleaba tambin con referencia al derecho doctrinal que los rabinos reivindicaban para s y con el que crean tener en sus manos las llaves
26. Cf. Is 22,22; 11.
361
Autenticidad, historicidad y sentido de la promesa del primado del reino de Dios (Mt 23,13). Atar o desatar algo significa declararlo prohibido o permitido. Aqu no se equiparan los conceptos de reino de Dios e Iglesia, como tampoco en otras palabras de Jess 27, como se deduce claramente de la contraposicin entre en la tierra y en los cielos, pero s queda probablemente dicho que la misin de la Iglesia edificada sobre el fundamento de Pedro, es abrir a los hombres la entrada al reino de Dios. Lo que en este pasaje se promete a Simn Pedro, queda conferido a los doce en 18,18, como jefes autorizados de la Iglesia, pasaje en que se hace referencia con ello, como el contexto indica, a la exclusin o recepcin, vlidas tambin ante Dios, en la comunidad de la Iglesia. De ello se sigue tambin para la promesa dirigida a Pedro, que el atar y desatar no consiste slo en la doctrina, sino que abarca tambin el poder de impartir disposiciones obligatorias para los fieles, el poder disciplinario. De 18,18 no puede en cambio concluirse que, en nuestro pasaje, Pedro figure slo en funciones de representante de los apstoles en su conjunto; la sentencia de la fundacin de la Iglesia sobre la roca va dirigida de manera expresa slo a l y la relacin lgica entre las dos partes de estas palabras de Jess va postulando que Pedro reciba tambin un poder de atar y desatar especial y exclusivo para su persona. Autenticidad, historicidad y sentido de la promesa del primado. La autenticidad de la promesa del primado en el sentido de la crtica textual, esto es, su pertenencia al texto originario de Mateo es hoy un hecho casi universalmente reconocido. Su impugnacin no era tampoco posible sin arbitrariedad a la vista del carcter unitario que en este punto mostraba la tradicin del texto. Tambin la lectura tradicional del texto se ha evidenciado como originaria en contra de todas las objeciones propuestas. La base semtica (aramea) del texto griego transmitido se deja ver en este pasaje con una evidencia no frecuente en muchos otros pasajes del evangelio. En el v. 17 son tpicamente semticos la biena27. C. el exc Reino de Dios, despus de Me 1,14.
venturanza dirigida a Pedro, el sobrenombre de Baryona y el giro de ni la carne ni la sangre. Con igual claridad presupone una base aramea en el v. 18 el juego de palabras con -KTpoc, y nxpoL, reproducido en griego de manera inexacta a causa del cambio de gnero entre ambas, base aramea que queda adems confirmada por el testimonio de Pablo y Juan, que dan a Pedro el nombre de Cefas. En el trmino y el concepto de Iglesia (exxkraoL) es clara la relacin con el AT. Con la misma evidencia son semticos los conceptos de puertas de las regiones de ultratumba, las llaves del reino de los cielos, el giro en los cielos y el atar y el desatar. Todas estas observaciones prueban que el logion ha surgido en un medio lingstico arameo y que procede de la tradicin de la comunidad primitiva de Palestina. A pesar de ello, muchos modernos exegetas no catlicos niegan que se pueda ver en el logion palabras autnticas del Seor. Que los tres versculos sean propios slo del texto de Mateo y estn adems en un pasaje que aparece tambin como unidad en Marcos y en Lucas no tiene que ser an motivo real de sospecha, ya que, en ese caso, tendra que ser rechazado de igual forma todo el material ofrecido de manera exclusiva por uno solo de los evangelistas. Que la relacin de la promesa del primado con la confesin de Pedro no sea de carcter histrico y no conozcamos, por tanto, sus circunstancias de lugar y tiempo, no compromete en modo alguno su historicidad, ya que no tenemos objeciones concluyentes contra su autenticidad. La afirmacin de que la fundacin de una Iglesia al lado de la teocracia, del pueblo de Dios judo, no hubiera entrado dentro del horizonte de Jess, es completamente insostenible. Cierto es que la predicacin de Jess iba dirigida a todo el pueblo judo en su conjunto y que su finalidad en la eleccin de los doce no era el fundar una comunidad especial aparte, para dar realidad a la idea del resto santo de Israel. Pero ya de la conciencia mesinica de Jess se sigue que ante la actitud de repulsa del judaismo, entrara dentro de sus planes el fundar tambin una nueva comunidad religiosa para sustituir a la antigua. Lo contrario hubiera significado el abandono en absoluto de la idea del pueblo de Dios. 363
362
Autenticidad, historicidad y sentido de la promesa del primado La conciencia mesinica de Jess y el universalismo2S son cosas atestiguadas de manera cierta en la transmisin evanglica, y ello lleva, de manera necesaria, a suponer que Jess haya pronunciado unas palabras como las de Mt 16,18, aun en el caso de que no nos hubieran sido conservadas por Mateo. Esta consecuencia queda adems confirmada por otras varias manifestaciones de Jess. La vocacin de los discpulos como pescadores de hombres (Me 1,17), la seleccin del nmero exacto de doce entre el crculo, ms numeroso, de los discpulos29, su eleccin como apstoles y la orden de misin por ellos recibida, adems todas las palabras pronunciadas por Jess sobre la segregacin de los discpulos de su medio ambiente, la sentencia sobre el pequeo rebao (Le 12,32), el encargo dado a Pedro de fortalecer a sus hermanos despus de su conversin (Le 22,32), as como las palabras atestiguadas en Jn 20,21-23; 21,15-17, todas ellas son una prueba de que la sentencia de la fundacin de la Iglesia sobre la roca de Pedro, no est aislada en el evangelio y que no forma un cuerpo extrao dentro del todo de la doctrina de Jess. De modo especial hay que remitir a las palabras pronunciadas en la ltima cena, la vspera de su muerte, sobre la nueva alianza por su sangre, esto es, por su muerte por muchos. De esto se sigue adems que la fundacin de la Iglesia no deba de tener lugar hasta despus de su muerte y su resurreccin. Finalmente se aade a todo esto el hecho atestiguado no slo por Mateo como evangelista de la Iglesia, sino por la tradicin toda, y por lo mismo indudable en su historicidad, de que Jess dio a Pedro el sobrenombre de Cefas, sobrenombre que no puede ser explicado, como en el caso de Boanerges (cf. Me 3,17) de los dos hijos de Zebedeo, por el carcter de Simn Pedro y, en cambio, recibe su sentido de la funcin a l encomendada en la promesa del primado. Tampoco el proceder de los doce y de la comunidad primitiva, tras la ascensin del Seor a los cielos, contradice la autenticidad
28. Cf. com. a Mt 28,19s. 29. Cf. com. a Me 3,15.
de las palabras de Jess de la edificacin de la Iglesia sobre el fundamento de Pedro; verdad es que seguan tomando parte en el culto del templo30 y guardando la ley ritual mosaica31, pero es igualmente claro que formaban, ya desde el principio, una comunidad aparte con reuniones religiosas propias32. Sobre todo, el bautismo, predicado como condicin necesaria para la salvacin (Act 2, 37-41), es una prueba concluyente de ello. Con la misma claridad destaca la posicin preeminente de Pedro dentro de la comunidad primitiva. Pedro era, para todos, el jefe del crculo de los apstoles38, reconocido como tal tambin por Pablo, quien, a los tres aos de su conversin, se dirige a Jerusaln para hablar con Cefas (Gal 1,18; 2,7s). Esta preminencia de Pedro no es producto de un desarrollo progresivo debido, por ejemplo, al carcter extraordinario de sus cualidades y mritos personales, sino que se da desde el primer momento, ya cuando la eleccin del nuevo miembro que deba completar el colegio apostlico (Act 1,15ss) y en la fiesta de pentecosts misma (2,14ss). Todo esto es, sin embargo, discutido por los adversarios de la autenticidad de la promesa del primado, quienes declaran, que la posicin real de Pedro en la comunidad primitiva, tal como la conocemos por los Hechos de los apstoles3* y por Pablo (quien, segn Gal 2,lss, no parece, en modo alguno, dispuesto a aceptar una decisin de Pedro como obligatoria por principio), no corresponde an a lo que sera de esperar, si se aceptara la autenticidad de la promesa del primado. Tal afirmacin es en s un argumento de dos filos, ya que los impugnadores de la autenticidad de la promesa, tienen que reconocerla a su vez precisamente como una creacin de la comunidad primitiva de Jerusaln. La hiptesis de que su origen haya que buscarlo ms tarde en suelo paganocristiano queda totalmente excluida por el evidente semitismo de su forma lingistica.
30. 31. 32. 33. 34. Le 24,53; Act 2,46; 3,1. Act 10,14; 15,5; 21,20.24. Cf. Act 2,42-47; 5,12. Cf. Act l.ISss; 2,14ss; 3,3ss; 5,3ss, etc.; Gal 1,18. Cf. el exc siguiente: La figura de Pedro en el NT.
364
365
Autenticidad, historiedad y sentido de la promesa del primado En la interpretacin del texto domina, pues, hoy amplia conformidad entre los exegetas y en lo que se refiere a su historicidad se dividen en partes aproximadamente iguales en la investigacin protestante actual el nmero de los defensores y los impugnadores de su autenticidad. Las opiniones vuelven a separarse entre exegetas catlicos y protestantes en la cuestin de si la promesa hecha a Pedro es vlida slo para su persona o tambin para la de sus sucesores. Investigadores protestantes como Cullmann destacan con la mayor insistencia que el logion se refiere exclusivamente a la colocacin de los cimientos de la Iglesia sobre la roca de Simn Pedro, deduciendo de aqu el carcter nico e intransferible de la misin especial conferida al mismo. El texto no dice, de hecho, nada de los sucesores de Pedro, sino que se refiere slo a su funcin. A pesar de ello, lleva implcito su sentido, si ha de ser consecuente : que el poder prometido o conferido a Pedro sea de igual duracin que la Iglesia misma. Por otra parte, en la imagen de la roca, no va el acento, como tambin lo prueban los paralelos del AT y judos 35, en la colocacin del cimiento, sino en la funcin de la roca, que debe asegurar consistencia duradera a la Iglesia que sobre ella ser edificada. El logion sobre las puertas de los infiernos que no prevalecern contra la Iglesia confirma ser ste el sentido de la imagen, porque slo en el caso de que siga existiendo el fundamento creado en la persona de Pedro, se tiene la garanta de que la Iglesia no ser nunca expugnada por las puertas del reino de la muerte. Del mismo modo habla tambin en favor de este sentido del texto la conexin indestructible existente entre el v. 18 y lo que en el 19 se dice sobre la direccin de la Iglesia por Pedro. Si Jess promete duracin inextinguible a su Iglesia en tanto que exista el en presente y si esta duracin descansa precisamente en la funcin de Pedro, tiene que ser extendida tambin esta duracin a la funcin de Pedro, Pedro tiene que continuarse en otros, herederos no slo de su misin, sino tambin de sus poderes. El contenido de la promesa de Jess a Pedro no es tanto una distincin personal, una
35. Cf. supra com. a Mt 16,1'8. 366
La figura de Pedro en el N T
recompensa por la confesin de la mesianidad de Jess, como una funcin, un cargo encomendado y para el que es escogido por Jess. La figura de Pedro en el NT. Entre todos los apstoles Pedro es, junto a Pablo, el nico de cuyo carcter, actividad y significacin nos da el NT una imagen bien delineada. En los evangelios Pedro es nombrado con mucha mayor frecuencia que ningn otro del crculo de los doce, y el libro de los Hechos de los apstoles, en su primera mitad (cap. 1-12), habla sobre todo de l. Pablo encuentra repetidas veces ocasin de nombrarle, todo lo cual es ya prueba del carcter extraordinario de la significacin de su persona. 1. Pedro segn el testimonio de los evangelios. En los evangelios es Pedro la figura que destaca de entre el crculo de los doce. El cuadro de su personalidad queda dibujado de manera del todo homognea por los cuatro evangelistas; los cuatro descubren su manera de ser impulsiva, irreflexiva a veces, no libre de vacilaciones, su fogoso amor a su maestro, su prontitud a dar hasta su vida por l, y tambin su vergonzosa cada. Simn, ste era su nombre originario, era hijo de Jons (Mt 16,17) y proceda de Betsaida junto al lago de Genesaret (Jn 1,44). De profesin era pescador3e, esto es, un hombre sin instruccin (Act 4,13). Al parecer se traslad, despus de su matrimonio, a la casa de sus suegros en Cafarnam (Me 1,29), en la que Jess vivi ms tarde tambin durante algn tiempo (Me 8,14). En los evangelios aparece Pedro, y ya desde el principio, como el delegado o portavoz de los otros discpulos de Jess. Su posicin destacada en el crculo de los doce se desprende entre otras cosas tambin del hecho de que en el catlogo de los apstoles de los sinpticos aparece nombrado siempre en primer lugar37. Tal preeminencia queda expresada asimismo en el giro de Pedro y sus
36. Me 1,16; Le 5,10. 37. Me 3.16-19 par: Act 1.13.
367
La figura de Pedro en el NT compaeros S8 . El primer episodio de la actividad pblica de Jess narrado por Marcos es una escena en la que interviene Pedro, donde se describe su vocacin a seguir a Jess (junto con la de su hermano Andrs y la de los dos hijos de Zebedeo; Me 1,16-20). En el relato paralelo de Lucas (5,1-11), procedente de fuente distinta, queda la figura de Pedro an ms en primer plano. Pedro es quien despus se apresura a buscar a Jess, que se ha retirado a la soledad, para hacerle volver (Me 1,36) y quien desde entonces sigue apareciendo como el portavoz del crculo de los discpulos. l es quien en nombre de todos (...vosotros quin pensis que soy?), confiesa en Cesrea de Filipo a Jess como Mesas (Me 8,29), en el monte de la transfiguracin es tambin el nico que habla (Me 9,5) y quien no vacila tampoco en proponer a Jess la cuestin de la recompensa que han de recibir por haberle seguido (Me 10,28). Tambin es Pedro quien, segn Jn 6,67ss, se declara por Jess en nombre de los doce, en una hora en que muchos le abandonan, con las palabras de: Seor, a quin iremos? T tienes palabras de vida eterna. Pedro se atreve tambin, por otra parte, a querer disuadir a Jess de la necesidad de su muerte, recibiendo por ello una dura reprensin (Me 8,32). Su amor a su maestro y tambin su manera impetuosa quedan de manifiesto en la escena transmitida slo por Mateo (14,28-31), en la que Pedro ve a Jess caminar por el lago y quiere salirle al encuentro sobre las olas. Junto con los hijos de Zebedeo (Santiago y Juan) pertenece Pedro al crculo de los discpulos ms ntimos de Jess, que merecieron ser ms de una vez testigos de milagros (Me 5,37) y manifestaciones (Me 9,2) especiales de Jess, pero tambin de su abatimiento 39 . La posicin destacada de Pedro en el crculo de los doce se manifiesta tambin en el hecho de que los cobradores del tributo del templo, se dirigen por primera providencia a Pedro (Mt 17,28-31). Por esta posicin preeminente se comprende tambin que los evangelistas ms tardos le introduzcan precisamente a l cuando se trata de hablar 40 o actuar de alguna 38. Le 9,32; cf. tambin Me 16,7: Id, pues, vosotras a decir a sus discpulos, particularmente a Pedro. 39. Me 14,33; cf. tambin Me 13,2. 40. Cf. Mt 18,21; Le 12,41.
La figura de Pedro en el NT manera. Segn Le 22,8 (a diferencia de Me 14,13: dos de sus discpulos), recibe Pedro junto con Juan el encargo de Jess de preparar la cena de la pascua, y segn Jn 18,10 es l el discpulo, cuyo nombre no es dado por los sinpticos (14,47 par), que quiso impedir con la espada el prendimiento de Jess. Su sincera fidelidad y su carcter impulsivo e irreflexivo al mismo tiempo quedan tambin de manifiesto en la manera como no quiere consentir que sea referida tambin a su persona la prediccin de Jess de que todos los discpulos se escandalizarn de l aquella noche (Me 14,29). Veneracin a su maestro e irreflexin vemos tambin en su manera de proceder en el lavatorio de los pies, episodio narrado slo por Juan 4 1 . Su amor a Jess junto con una imprudente audacia son las causas que provocan su grave cada en el atrio del sumo sacerdote, donde niega cobardemente a su maestro, si bien, acto seguido, la vergenza y el arrepentimiento por su conducta, se apoderan de l (Me 14,54-62 par). Todos los evangelistas narran que Jess puso a Pedro el sobrenombre de Cefas. Aunque no concuerdan sus datos en lo que se refiere al momento en que ello tuvo lugar 42 , con todo queda como seguro el hecho mismo ya durante la vida terrena de Jess. Mateo es el nico en ofrecer, como el ms importante texto referido a Pedro, la promesa del primado. Lucas por su parte relata tambin otras palabras de Jess a Pedro, que casi igualan aquel texto en importancia, y que confirman la historicidad de la promesa del primado y aclaran su sentido (22,31s). Segn Pablo (ICor 15,3), fue Pedro el primero de entre los doce en ver al Seor resucitado. Extrao puede parecer que este importante acontecimiento no sea narrado por ninguno de los sinpticos, sino slo referido de paso por Lucas (24,34), La figura de Pedro diseada en los textos evanglicos que anteceden es de carcter notablemente unitario. En Mateo y Lucas puede observarse cierta tendencia a respetar a los discpulos en general y a suavizar o suprimir en absoluto ciertos detalles poco 41. Jn 13,6-10; cf. adems Jn 21,7. 42. Cf. supra com. a Mt 16,18. 369
368
La figura de Pedro en el NI honrosos, transmitidos por Marcos, pero en conjunto su Pedro es el mismo que el de ste. Lucas por ejemplo no dice nada de la fuerte oposicin manifestada por Pedro ante la primera prediccin de la pasin, ni de la dura repulsa entonces recibida de parte de Jess (Me 8,32s), y tambin ha suprimido el juicio de Marcos (9,6) sobre las disparatadas palabras de Pedro cuando la transfiguracin de Jess. Asimismo ha hecho desaparecer casi por completo (22, 31-34) la convencida protesta de Pedro ante la profeca de su negacin (Me 14,27-30) y ha atenuado, con mucho, la escena del monte de los Olivos, suprimiendo de ella el nombre de Pedro43. Pero el episodio que menos le honra, el de la negacin, es tambin narrado por Lucas sin miramiento alguno. Mateo ha suprimido slo Me 9,6 entre los pasajes poco honrosos para Pedro. Por otra parte ofrece otros varios pasajes nuevos, en los que ste interviene de manera especial44, y tiene que reconocerse que Mateo muestra realmente un especial inters por la persona de Pedro (cf. especialmente 10,2, donde antepone al nombre de Pedro: el primero). Pero de una tendencia a glorificarle no puede hablarse en absoluto, al igual que tampoco puede, por otra parte, encontrarse en Marcos una tendencia contraria al mismo. Tambin el cuarto Evangelio, surgido en poca bastante posterior, ha conservado un Pedro semejante al de la tradicin sinptica. Nuevos son en Juan, junto a 6,67-71 y el pasaje del lavatorio de los pies de 13,23-26, la pregunta de Pedro por el traidor (13,24), la carrera de Pedro y Juan en direccin al sepulcro en la maana de la pascua (20,2-10) y, como pasaje ms importante, la entrega a Pedro de la suprema funcin pastoral por el Resucitado en el apndice del cap. 21 (v. 15s). Una diferencia frente a los sinpticos muestra el cuarto Evangelio en el hecho de que en l no es slo Pedro quien destaca de entre el crculo de los doce, sino junto a l, tambin el discpulo, al que Jess amaba 45. Segn 18,15s, no es Pedro el nico en haber seguido a Jess en su paso ante el tri43. Le 22,44, frente a Me 14,37. 44. Mt 14,28-36; 17,24-27, y el ms importante de todos, el de la promesa del primado. 45. Cf. Jn 13,23-26; 20,2-10. 370
La figura de Pedro en el NT
bunal judo, sino que precisamente es introducido en el palacio del sumo sacerdote por el otro discpulo. El mismo discpulo tiene tambin, en la ltima cena, un sitio ms cerca de Jess que Pedro (13,23ss), se apresura junto con l camino del sepulcro en la maana de la resurreccin y a l le confa Jess, en la cruz, su santa madre (19,25-27). l y no Pedro es el primero en reconocer a Jess en el lago de Genesaret (21,7), siendo su destino tambin el tema del final del Evangelio (21,20-23). As y todo, la constancia de estos hechos no autoriza an a la afirmacin de que Pedro quede eclipsado por Juan en el cuarto Evangelio (Strathmann), porque tambin aqu, en todos los pasajes en que aparecen los dos juntos 46, Pedro es nombrado siempre en primer lugar. 2. Pedro en la comunidad paleocristiana segn el testimonio del libro de los Hechos de los apstoles y de Pablo. Todos los evangelios presentan a Pedro durante la vida terrena de Jess como el portavoz del crculo de los discpulos. Despus -de la resurreccin nos le deja ver el libro de los Hechos de los apstoles como el gua responsable y lleno de energa espiritual de la comunidad naciente, como el predicador eficaz y animoso del evangelio hacia afuera, el guardin que, con su poder disciplinario, vela por el mantenimiento de la santidad en el interior de la comunidad misma; Pedro es, en fin, quien, rompiendo las barreras del judaismo, da comienzo a la misin entre los paganos. Su posicin destacada se muestra bien pronto con ocasin de la eleccin de Matas que l propone y dirige, y con la que vuelve a quedar completado el crculo de los doce (Act 1,15-26). Pedro es tambin quien en la fiesta de pentecosts explica al pueblo el sentido del milagro sucedido, pronunciando el primer sermn misional (2,14-40). Tambin en las otras ocasiones en que, en el curso posterior del relato de los Hechos de los apstoles, son nombrados junto a l los otros apstoles, es Pedro quien aparece a la cabeza ". Cuando la curacin del paraltico de nacimiento (Act 3,1-26), va Juan en compaa de Pedro,
46. Jn 18,15; 20,2; 21,2. 47. Cf. Act 2,37; 5,29.
371
La figura de Pedro en el NT pero es ste el que lleva la palabra y quien acta. Pedro es quien hace la defensa del evangelio ante las autoridades judas 48 , vela por la pureza de la comunidad y lleva a efecto el juicio de Dios sobre Ananas y Safira (Act 5,1-10). Junto con Juan, Pedro es enviado por los apstoles a Samara, para inspeccionar la actividad misional en aquella regin (8,14ss) y sostiene la discusin con Simn Mago (8,20-24). La destacada significacin de su persona y el prestigio de que gozaba quedan de manifiesto en la mencin de su poder milagroso, que el pueblo atribuye hasta a su misma sombra (5,15), en la curacin de Eneas (9,32-35) y en la resurreccin de Tabita (9,36-43). El punto culminante de su actividad fuera de Jerusaln lo forma el bautismo del centurin pagano Cornelio y de toda su casa, en Cesrea (10,1-48), hecho preparado y sancionado por una visin. De ello tiene que dar cuentas en Jerusaln ante los hermanos provenientes de la circuncisin (11,1-18). En adelante no volvemos a tener ya muchas noticias de Pedro y un hombre nuevo, Santiago, hermano del Seor, probablemente no perteneciente al crculo de los doce, comienza a aparecer como cabeza de la comunidad de Jerusaln. Cuando la persecucin de la comunidad primitiva por Herodes Agrippa i, Pedro es encarcelado, pero consigue, de manera milagrosa, la libertad; abandona entonces Jerusaln y se dirige a otro lugar (12,1-19), probablemente en viajes de misin, que le van llevando de una parte a otra. Cuando el concilio apostlico (49-50), Pedro est de nuevo en Jerusaln, como lo atestiguan al mismo tiempo los Hechos de los apstoles (cap. 15) y Pablo (Gal 2,1-10), y es l quien, por su intervencin, consigue para los cristianos provenientes del paganismo la exencin de la ley juda en el sentido propugnado por Pablo y Bernab. En adelante no vuelve a ser nombrado Pedro en los Hechos de los apstoles. Sus datos son completados por las noticias que nos da Pablo. ste, despus de su huida de Damasco (por el ao 37), haba ido a Jerusaln para juntarse a los discpulos, segn Act 9,26; Pablo dice, en cambio, para conocer a Cefas (Gal 1,18), atesti48. Act 4,8; 5,29.
372
La figura de Pedro en el NT guando as a ste como el conocido y renombrado dirigente de la comunidad primitiva. En cambio, en su noticia sobre el concilio apostlico, no nombra Pablo slo a Pedro, sino a Santiago, Cefas y Juan, los que eran tenidos en consideracin, como columnas de la comunidad primitiva (Gal 2,6.9). Algn tiempo despus del concilio apostlico fue Pedro a Antioqua en Siria, donde exista ya una comunidad cristiana, cuyos miembros provenan de la gentilidad, con los cuales en un principio, de acuerdo con la revelacin recibida (Act 10,9-16), tomaba sin reparos las comidas en comn. Pero al llegar algunos de los de Santiago interrumpi Pedro de pronto esta comunidad con los cristianos procedentes de la gentilidad, por miedo a los cirsuncisos, conducta que le vali una pblica represin por parte de Pablo por esa su hipocresa desconcertante para los nuevos cristianos (Gal 2,1 lss). Este episodio en Antioqua ha sido utilizado como prueba de la inexistencia de un verdadero primado de Pedro, de lo cual se deducira la ahistoricidad de la promesa del primado transmitida slo por Mateo. Se ha propesto tambin la hiptesis de que Pedro hubiera posedo y ejercido de hecho este primado en un principio, pero lo hubiera depuesto a favor del hermano del Seor, Santiago, o perdido, tras del bautismo del centurin Cornelio (O. Cullmann); con su conducta en Antioqua se habra evidenciado l mismo como subdito de Santiago, a cuyos enviados no se atrevi a hacer frente. Tampoco en el concilio de los apstoles era ya Pedro el nmero uno, segn destaca la misma teora, sino el hermano del Seor nombrado por Pablo en primer lugar, y aquel en cuyas manos estuvo tambin la direccin del concilio. La decisin tomada entonces, de que Pablo y sus colaboradores se dirigiran a los gentiles, y los de Jerusaln a los circuncisos, habra colocado la actividad misional de Pedro en dependencia de Santiago, mientras que Pablo slo habra quedado ligado a Jerusaln por el lazo de las colectas comunitarias (Cullmann). A esta manera de entender los textos hay que objetar que no es la nica posible. Que Pedro tuviera que justificarse por el hecho del bautismo de Cornelio ante los escandalizados hermanos de la circuncisin, de una mentalidad adicta an a la ley de manera
373
La figura de Pedro en el NT
La figura de Pedro en el NT
estricta, es plenamente comprensible teniendo en cuenta la forma democrtica en que, en aquel primitivo estadio, de la comunidad primitiva se haca uso de la autoridad 4". Tampoco el hecho de que Pedro al ser liberado de la crcel d lo primero el encargo de comunicar lo sucedido a Santiago y a los hermanos (Act 12,17) supone el informe del subdito al superior, sino slo al jefe de la comunidad local, que, al contrario, puede tambin ser entendido como el subdito de Pedro. Y el que en el concilio apostlico no sea Pedro, sino Santiago quien ostenta la presidencia, siendo por ello tambin nombrado en primer lugar por Pablo, no significa otra cosa sino que era ste el jefe de la comunidad local de Jerusaln. Que el miedo ante los enviados de Santiago indujera a Pedro a interrumpir sbitamente sus relaciones con los etnicocristianos de Antioqua no tiene que ser explicado necesariamente por la circunstancia de que se tratara de inspectores enviados y autorizados por Santiago, ante quienes estuviese obligado a prestar cuentas. Pedro no posea la fuerza de voluntad inflexible de un Pablo, sino que era, como ya haba probado en anteriores ocasiones, un carcter lbil, y por ello retrocedi ante la estricta mentalidad legalista de los de Jerusaln. Sobre la actividad de Pedro despus del concilio apostlico y del episodio de Antioqua, es poco o nada lo que sabemos. Cuando Pablo, en el ao 58, volvi a Jerusaln no se dice ya nada de Pedro. En ICor 9,5 se nos dice slo que Pedro, acompaado por su esposa, segua dedicndose a la actividad misional, que seguramente le llev ms all de los lmites del judaismo. El convenio del concilio apostlico entre Pedro y los de Jerusaln por una parte y Pablo por otra, segn el cual Pablo se dedicara a la misin entre los gentiles y Pedro a la conversin de los judos, no puede ser entendido, en el caso de Pedro, en el sentido de una limitacin absoluta al campo a l encomendado, como tampoco lo fue evidentemente en el de Pablo. En principio podr ser lo ms natural para Pedro la misin entre los judos; pero en la medida en que su actividad se extenda ms all de los lmites de Palestina hasta
49. Cf. tambin Act 8,14. 374
Siria, quizs hasta Asia Menor y an ms lejos, tena que resultarle de hecho imposible el limitarse exclusivamente a los judos y sus correligionarios (V. Campenhausen). El comienzo de la primera epstola de Pedro, dirigida a comunidades de Asia Menor, esto es, integradas en su mayora probablemente de cristianos procedentes de la gentilidad, da motivos para suponer que Pedro actuara tambin all. El que hubiera llegado tambin a Corinto y en una poca posterior a la fundacin de aquella comunidad por Pablo, puede ser concedido slo como posible. La existencia en la comunidad de Corinto de un partido con su nombre (ICor 1,12) no es an una prueba de ello. Del todo imposible es la hiptesis de H. Lietzmann, segn la cual el episodio de Antioqua habra sido punto de partida de una oposicin permanente entre Pedro y Pablo; Pedro se habra convertido en el representante de la propaganda judaizante, contra la que tuvo que luchar Pablo en Galacia, Corinto y finalmente tambin en Roma; Pedro no era en realidad un judaizante, sino que estaba en su actitud ante el cristianismo de la gentilidad mucho ms cerca de Pablo que los del crculo de Santiago. Pablo no le reprendi por motivo de una falsa doctrina judaizante, sino por su hipocresa (Gal 2,13), por una manera real de comportarse surgida de respetos humanos, que de hecho estaba en contradiccin con la recta opinin y convicciones propias. Que Pedro estuvo tambin en Roma en sus viajes misionales es reconocido hoy ampliamente tambin por la investigacin protestante y presupuesto de manera clara por lPc 5,13. tambin en el caso en que la carta no procediera del mismo Pedro. Pero la carta a los Romanos, de Pablo, no sabe nada an de una actividad de cierta duracin de Pedro en Roma. La prediccin de que glorificara a Dios por su muerte en el martirio, la recibe Pedro de labios del Resucitado segn Jn 21,18s, prediccin que probablemente no estara en el cuarto Evangelio, si no hubiera existido en esa poca una tradiccin correspondiente. La segunda epstola pseudnima tarda de Pedro atestigua por su parte, precisamente por llevar el nombre de Simen Pedro la alta y extensa consideracin de que la figura del apstol gozaba a fines del siglo i. 375
La gura de Pedro en el NT
16,21-23
Queda con esta imagen del Pedro histrico confirmada tambin la autenticidad, esto es, la historicidad o al menos la posibilidad histrica de la promesa del primado? El que muchos investigadores protestantes contesten con un decidido no a esta pregunta tiene su motivo precisamente en el hecho de que la posicin real histrica de Pedro en la comunidad primitiva no acaba de responder, a pesar de sus mritos y su destacada significacin, a aquello para lo que en la promesa del primado es destinado por Jess. sta y no la circunstancia de que sea Mateo el nico en transmitirla, es la objecin principal contra la historicidad de la promesa del primado. En el caso de que el logion no sea autntico, tiene entonces que haber sido creado por la comunidad primitiva, y, como lo prueba su fundamento semtico claramente reconocible an bajo la forma del texto griego, dentro del dominio de la comunidad de Palestina de habla aramea y no en suelo etnicocristiano. Por otra parte, se mantiene como seguro el hecho atestiguado por los cuatro evangelios, de que fue Jess mismo quien dio a Simn el sobrenombre de Cefas, roca, sobrenombre que no puede ser explicado a partir del carcter de su portador, sino a partir del hecho de que Jess atribuy a Pedro una funcin de fundamento para el movimiento surgido a partir de l y para su configuracin en la forma de la Iglesia. ste es el motivo que induce a algunos investigadores, como Strathmann, a ver en el logion una explicacin del nombre de Pedro creada por la comunidad primitiva; no se tratara pues de una creacin libre de la comunidad, sino, especialmente en el v. 19, de una interpretacin del nombre de Pedro que refleja y acoge en s el curso de la historia, desarrollndola al mismo tiempo, nombre con el que Jess mismo distingui al primero, en el tiempo y en el rango, del crculo de los doce. Sin embargo, si la figura histrica de Pedro como jefe de la comunidad primitiva y como misionero, tal como lo conocemos por el libro de los Hechos y por Pablo, no corresponde realmente al contenido de la promesa de Jess, entonces tambin esta hiptesis conciliante carece de probabilidad histrica. La posibilidad histrica del logion queda, en cambio, probada por Le 22,3 ls, donde Pedro recibe el encargo de fortalecer a sus hermanos en la fe, y 376
por Jn 21,15ss, donde le es conferida la conduccin del rebao de Cristo. La primera prediccin de la pasin 16,21-23 ( = *Mc 8,31-33; Le 9,22) Desde entonces comenz Jesucristo a instruir a sus discpulos sobre como l tena que ir a Jerusaln, que haba de padecer mucho de parte de los ancianos y de los pontfices y de los escribas, que sera llevado a la muerte, pero que haba de resucitar al tercer da. 22 Entonces Pedro, llevndoselo aparte, se puso a disuadrselo, diciendo: Dios te libre, Seor! No te suceder tal cosa. 2s Pero l, volvindose hacia Pedro, le dijo: Aljate de m, Satn; eres para m un obstculo, porque tus sentimientos no son los de Dios, sino los meramente humanos. Mateo, que suprime o atena, por lo general, pasajes poco honrosos para los discpulos, no ha procedido del mismo modo en esta ocasin (cf., en cambio, Lucas). En el v. 22 completa las consideraciones hechas a Jess por Pedro introduciendo sus palabras en discurso directo; en el v. 23 introduce en la respuesta de Jess la frase eres para m un obstculo. En cambio suprime, en el mismo versculo, el dato de Marcos de que la dura repulsa recibida por Pedro tuvo lugar en presencia de los otros discpulos, que en realidad pensaban de la misma manera que aqul. La escena se desarrolla en Mateo sin testigos 50 . A diferencia de Me 8,31, habla el texto de Mt, v. 21 (y Le 9,22), de ser resucitado, en lugar de resucitar, y lo mismo en la segunda 51 y tercera prediccin de la pasin 52 . Esta diferencia en la forma de expresin se encuentra en todo el NT, sin que en general responda a ella una diferencia de sentido (cf. Me 12,25.26). Por esto hemos traducido siempre en activa en el texto sagrado. Pablo se refiere en todos
50. Sobre la resurreccin al tercer da (v. 21), cf. com. a Me 8,31. 51. Mt 17,23 frente a Me 9,31. 52. Mt 20,19 frente a Me 10,34 = Le 18,33; igualmente Mt 17,9 frente a Me 9,9. 377
21
16,24-28
La transfiguracin de Jess
17,1-13
los casos a la resurreccin de Cristo, designando el hecho como obra del poder de Dios 33. Slo en Juan " se dice que Cristo resucit de entre los muertos por su propia virtud 55.
Seguir a Jess es seguirlo en el dolor 16,24-28 ( = *Mc 8,34-9,1; Le 9,23-27) Entonces Jess dijo a sus discpulos: El que quiera venir en pos de m, niegese a s mismo, cargue con su cruz y sgame. 2! Pues quien quisiere poner a salvo su vida, la perder: pero quien perdiere su vida por m, la encontrar. 2B Porque qu provecho sacar un hombre con ganar el mundo entero, si echa a perder su alma? O qu dar un hombre a cambio de s mismo? 2r Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ngeles, y entonces retribuir a cada uno conforme a su conducta. 2S En verdad os digo que algunos de los aqu presentes no han de morir hasta que vean al Hijo del hombre viniendo en su reino.y> Mateo, en este pasaje, slo da como oyentes a los discpulos, sin mencionar al pueblo (a diferencia de Me 8,34). En el v. 256, despus de por m, ha sido suprimido y por el evangelio56. Que se diga encontrar en vez de poner a salvo (Me 8,35) supone una asimilacin a 10,39. El v. 27 ( = Me 8,38) se encuentra ya en 10,33, motivo por el que aparece aqu en una forma bastante distinta, destacndose, con el Sal 62(61)13 " , que el Hijo del hombre, que vendr de nuevo para el juicio final con sus ngeles, dar a cada uno el pago merecido por sus obras. Mateo es el nico en hablar, en esta ocasin 58, de los ngeles del Hijo del hombre glo53. Cf. Rom 4,24; 8,11; 10,9; ICor 6,14. 54. Jn 2,19.21; 10,17s.
55. Cf. tambin san IGNACIO, Smyrn. 2.
24
rioso*9. En el v. 28 se menciona en lugar de la venida del reino de Dios (Me 9,1), la venida del Hijo del hombre en su reino (es decir, con poder regioliU). Esta nueva formulacin y tambin la supresin de la frmula introductoria, hace que la sentencia quede en una relacin ms estrecha con el verso precedente que en el texto de Marcos. Mateo parece adems mostrar, con ello, la manera como l lo ha entendido. Tanto la forma del texto como su estrecha conexin con el v. 27 referido expresamente a la parusa, parecen excluir tambin en el v. 28 toda otra interpretacin que la de la parusa.
La transfiguracin de Jess y el coloquio sobre el retorno de Elias 17,1-13 ( = *Mc 9,2-13; Le 9,28-36) Seis das despus, toma Jess a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los conduce a un monte alto, a solas. 2 All se transfigur delante de ellos: su rostro resplandeci como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. :i En aquel momento se les aparecieron Moiss y Elias, que estaban hablando con l.4 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jess: Seor! Qu bueno sera quedarnos aqu! Si quieres, har aqu tres tiendas: una para ti, otra para Moiss y otra para Elias. 5 Todava estaba l hablando, cuando una nube luminosa los envolvi en su sombra, y sali de la nube una voz que deca: ste es mi Hijo amado, en el cual me he complacido; escuchadle. " Al oir esto los discpulos, cayeron sobre su rostro a tierra y quedaron sumamente sobrecogidos de espanto. 7 Entonces se acerc Jess, los toc y les dijo: Levantaos y no tengis miedo. 8 Y cuando ellos alzaron los ojos, no vieron a nadie, sino a l, a Jess solo. Y mientras iban bajando del monte, les mand as Jess: No digis a nadie esta visin, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos. 10 Entonces le preguntaron los discpulos:
59. Cf., por otra parte, 26,53. 60. Lo mismo Mt 20,21 frente a Me 10,37.
9 1
56. Lo mismo en 19,29 frente a 'Me 10,29; cf., sobre esto, com. a Me 8,35. 57. Cf. tambin Prov 24,12; Eclo 35,24(22). 58. Como en Mt 13,49 y 24,31 (frente a Me 13,37).
378
379
17,1-13
La transfiguracin de Jess
Pues cmo es que dicen los escribas que primeramente tiene que venir Elias? " l respondi as: S, Elias ya viene, para restablecerlo todo. 12 Pero yo os aseguro que Elias ya vino y no lo reconocieron, sino que hicieron con l cuanto se les antoj; igualmente, tambin el Hijo del hombre habr de padecer de parte de ellos. 13 Entonces comprendieron los discpulos que les hablaba de Juan Bautista. El relato de Mateo concuerda, en este pasaje, casi absolutamente con el de Marcos. En el v. 2 queda explicada la transfiguracin de Jess con el dato de que su rostro resplandeci como el sol 61 y suprimida la observacin de Me 9,36 como inadecuada al carcter supraterreno de la situacin, as como, en el v. 4, la de Me 9,6, poco honrosa para Pedro. En el v. 5 la forma del texto de las palabras de la voz del cielo es asimilada a la de cuando el bautismo en el Jordn (tercera persona en vez de segunda; adicin de la frase en el cual me he complacido). Nuevo es, frente a Marcos, el caer a tierra los discpulos y el que se levantan al tocarlos Jess (v. 6s). Tras el v. 9 ha sido suprimida la frase de Me 9,10, que vuelve a dar una muestra de la incomprensin de los discpulos. En las palabras sobre Elias (v. 10-12) va el hilo del discurso mejor ordenado y formulado que en Me 9,11-13. La pregunta de Me 9,126 va en Mateo despus de 9,13 ( = Mt v. \2b), habindose suprimido las difciles palabras de conforme est escrito acerca de l. En el v. 12, Mateo aade como acusacin y no como disculpa, que los hombres no han reconocido a Elias. Por ello hicieron con l cuanto se les antoj. Como final hace notar, en el v. 13, que los discpulos entendieron el sentido de las palabras de Jess (cf. 16,12), de que con Elias en su segunda venida se haba referido al Bautista (cf. 11,14).
Curacin de un muchacho poseso 17,14-20[21] ( = *Mc 9,14-29; Le 9,37-43a; 17,5s) Cuando llegaron junto a la multitud, se le acerc un hombre que, arrodillndose ante l, 15 le dijo: Seor, ten piedad de mi hijo, que est luntico y se encuentra muy mal; y muchas vceces se arroja al juego y al agua. 10 Lo he presentado a tus discpulos, pero ellos no han sido capaces de curarlo. 17 Jess respondi entonces: Oh generacin incrdula y pervertida! Hasta cundo he de estar con vosotros? Hasta cundo tendr que soportaros? Tradmelo aqu. 18 Jess entonces lo increp, y el demonio sali del muchacho, el cual qued curado desde aquel mismo momento.19 Entonces, acercndose los discpulos a Jess, le preguntaron aparte: Por qu nosotros no hemos podido arrojarlo? 20 l les contesta: Por vuestra poca je. Porque os aseguro que, si tuvierais una je del tamao de un granito de mostaza, dirais a este monte: "Trasldate de aqu all", y se trasladara; y nada os sera imposible. [20 Pero esta clase de demonios slo se puede expulsar mediante la oracin y el ayuno.} El relato de Mateo est muy abreviado frente al de Marcos (v. 7. frente a 16 en Marcos). Son de importancia para Mateo slo el contraste entre Jess y los discpulos, y, por otra parte, el hecho del milagro y las palabras pronunciadas con ocasin del mismo por Jess. La exacta descripcin de la situacin dada en Me 9,14-17a, va resumida en unas breves palabras, probablemente sobre todo por motivo de la pregunta de Jess del v. 16. Tambin el dilogo de Jess con el padre del muchacho (v. 20-23), que contiene, a su vez, una pregunta de Jess (v. 21), debe haber sido suprimido por Mateo, con excepcin del v. 22o ( = Mt v. 15b) por el mismo motivo. A diferencia de Marcos no se dice en un principio nada de que el muchacho sea poseso, por lo que resulta imprevista y sorprendente la mencin del demonio en el v. 18. El muchacho caracterizado en Marcos como epilptico, es llamado por Mateo luntico (cf. 4,24). La epilepsia, la enfermedad sagrada de los antiguos, era atribuida por stos en todo el mbito grecorromano al influjo de la 381
14
17,24-27
17,24-27
luna (de la diosa Luna), y sta es tambin la opinin del mdico Galeno. Una epilepsia puramente natural, no atribuible a posesin demonaca, no exista para los escritores antiguos. En lugar de Me 9,29 (que en una gran parte de la tradicin textual aparece, a partir de aqu, tambin en Mateo como v. 21), ofrece Mateo (el punto de contacto lo da probablemente el trmino de incrdulo v. 17) otra sentencia de Jess, que se encuentra tambin en Lucas (17,6) y de la que posiblemente es Me ll,22s ( = Mt 21,21) slo una formulacin paralela procedente de una tradicin distinta. Mateo ha combinado entre s, en el presente pasaje, ambas formulaciones62, sustituyendo el sicmoro, nombrado en Le 17,6, por el monte, nombrado en Me 11.23 63 .
do Pedro lleg a la casa, Jess se anticip a decirle: Qu te parece, Simn? De quines reciben impuestos o tributos los reyes de la tierra: de sus hijos o de los extraos? 26 Al contestar l que de los extraos, le dijo Jess: Por consiguiente, libres del impuesto estn los hijos. "Sin embargo, para no darles motivo de escndalo, vete al mar, echa el anzuelo, y al primer pez que pique, scalo; luego le abres la boca, y encontrars una estatera; tmala y dsela a ellos por ti y por m. Este tercer episodio referido a Pedro 65 queda bien encajado por Mateo en este pasaje, por desarrollarse en Cafarnam, lugar que, segn Me 9,33, es tambin el escenario de la disputa de los discpulos que sigue despus. El acento del relato cae sobre las palabras de Jess, el milagro es cosa secundaria. Segn x 30,13-15, todo israelita varn de ms de 20 aos de edad tena que pagar un impuesto anual de medio siclo, que era empleado para las necesidades del culto. Segn el modelo de este impuesto fue introducido en la poca posterior a la cautividad, bajo Nehemas, un impuesto personal semejante (Neh 10,33). Tal impuesto era cobrado en el mes de adar, esto es, poco antes de la pascua, con lo cual tenemos en este caso un punto de apoyo para la fijacin temporal del presente episodio. Sobre la obligatoriedad del pago de este tributo estaban divididas las opiniones en el judaismo en la poca de Jess. Los fariseos lo reconocan basndose en la ley oral de Moiss, as mismo los judos de la dispora 0I> y era, en cambio, negada por los saduceos y los galileos. Segn el valor de la dracma tica (equivalente al denario romano) era contado en la poca de Jess el siclo como igual a 4 dracmas; de aqu que medio siclo = 2 dracmas, y que el impuesto recibiera al nombre de la didracma (v. 24). El hecho de que los encargados de cobrar el impuesto pregun- 24 ten a Pedro, si Jess lo paga, se explica por la situacin jurdica a que acabamos de hacer referencia. Pedro sabe que Jess paga el tributo que a l le corresponde.
65. Junto a Mt 14,28-31 y 16,17-19.
66. Cf. FILN, Monarch. 2,3.
Segunda prediccin de la pasin 17,22s ( = *Mc 9,30-32; Le 9,436-45) Mientras andaban juntos por Galilea, les dijo Jess: El Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres, 2S y le darn muerte; pero al tercer da resucitar. Y ellos quedaron muy consternados. Sobre la resurreccin al tercer da, cf. 16,21. En lugar de que los discpulos no comprendieron (Me 9,32), dice Mateo que quedaron muy consternados ante las palabras de Jess 6 *.
22
El impuesto del templo 17,24-27 Cuando entraron en Cafarnam, se acercaron a Pedro los que cobraban el impuesto de la didracma y le preguntaron: .Vuestro Maestro no paga el impuesto?- 25 l contesta: Claro que s. Cuan62. = Me 11,23 y Le 17,6. 63. = Mt 21,21; cf. ICor 13,2. 64. Cf. supra, p. 45s. 382
24
383
17,24-27
Pero antes de que le pueda dar cuenta de esta pregunta de los cobradores, en s equivalente a un requerimiento67, se le adelanta Jess con una pregunta de su parte, pregunta que prueba que sabe ya de su conversacin, y con la que expresa (cf. v. 27), no reconocer para s y sus discpulos la obligatoriedad del pago del tributo, pero no por su categora de galileo, sino por ser el Hijo. Con ello reivindica Jess para s una posicin, con respecto a Dios, no poseda por ningn israelita. Pedro participa de esta exencin de Jess del tributo al templo slo por contarse entre los allegados al Hijo. Segn la mentalidad oriental, los impuestos no se consideraban destinados a la subvencin de los gastos pblicos, sino como ingresos de la familia real, por lo que estaban exentos de ellos todos los que pertenecan a la misma. La oposicin expresada aqu entre los hijos y los extraos, habla en favor de una interpretacin amplia del concepto de hijos en el v. 25. En Oriente se exigan, en efecto, tributos slo a los extraos, y los impuestos personales y de la tierra, slo a los sometidos, pero no a los pertenecientes al propio pueblo, los hijos. De esto se sigue entonces que Jess, por ser el Hijo, y los discpulos, por hacerlos l participar en cierto modo en su filiacin divina, estn exentos de pagar el tributo al templo, esto es, a Dios. Pero para evitar todo escndalo y no parecer, a los ojos de los bien intencionados, que menosprecia la ley y el templo, interceptndoles as el camino para la fe en su mensaje, renuncia Jess, en este caso, a sus prerrogativas de Hijo. La interpretacin de que la estatera (= 4 dracmas) deba ser obtenida por la venta del pez que Pedro va a pescar, queda excluida ya por las palabras mismas del encargo que Jess hace a Pedro. El milagro de que Mateo quiere dar noticia, no consiste en que el poder taumatrgico de Jess haga aparecer precisamente un pez con un tesoro en la boca68, sino en el hecho de que sabe que Pedro va a capturar precisamente ese pez. La finalidad de este milagro de Jess en su propio servi67. Cf. com. a Mt 18,12. 68. Cf. este motivo helenstico, por ejemplo, en la historia del anillo de Polcrates, HERDOTO III, 40-43; una narracin semejante en el Talmud bab., Sabb. 119a.
ci, que no tiene por lo dems paralelo en el resto de los relatos de milagros de los evangelios, no es el procurarse el dinero del tributo para s y para Pedro, sino ms bien, el dar, por medio de una seal, mayor peso a sus palabras de que, como Hijo, se somete voluntariamente a la ley. Sobre este punto nicamente y no sobre el milagro cae el acento en el relato del evangelista. El milagro mismo no queda narrado.
Instrucciones a los discpulos cap. 18 El cap. 18 lo componen una serie de pasajes aislados puestos unos a continuacin de otros y cuyo motivo central comn a todos es el de ser instrucciones, dadas por Jess a los discpulos, sobre la recta manera de comportarse en sus relaciones mutuas. La conclusin del v. 19,1 es prueba de que Mateo quiere ofrecer todo el captulo como una unidad. Tomado en su conjunto el captulo corre paralelo con Me 9,33-50. La ordenacin del material bajo un punto de vista nico es en l obra de Mateo, que pretende dar aqu una especie de reglamento para la comunidad69. Los diferentes pasajes del captulo van reunidos con vistas a la comunidad y sus dificultades, abusos y peligros. El primero (v. 1-5) va dirigido a los dirigentes de la comunidad, previnindoles contra la soberbia y la ambicin de categora y dignidad. En los v. 6s, con los que van unidos los v. 8s, como en Marcos, slo por asociacin de palabras, se vuelve la vista en cambio a los pequeos, esto es, a los simples miembros de la comunidad, insignificantes y dbiles espiritualmente, que podran corresponder a los dbiles de que habla san Pablo (ICor 8,1-7; Rom 14,13-23). Tambin la parbola de la oveja perdida, que va a continuacin (v. 10-14), est dirigida, como lo prueba el v. 10, todava a estos pequeos y, en particular, a los que, entre ellos, han ido por malos caminos. Los v. 15-18 tratan otro
69. Cf., como paralelo, 1QS vi, 62 vn, 25.
384
385
18,1-5
Contra el escndalo
18,6-9
problema de actualidad en la vida de la comunidad: hay que intentar salvar por todos los medios a un hermano que ha tomado un mal camino, antes de darlo por perdido. Los v. 19s pueden ser entendidos tambin como referidos a la oracin de la comunidad. En caso de una ofensa personal, recibida de un hermano, hay que estar dispuesto a perdonar sin restricciones (v. 21s); porque slo el que sabe perdonar, puede contar con el perdn de la propia culpa por parte de Dios (v. 23-35).
Discusin de los discpulos sobre los primeros puestos 18,1-5 ( = *Mc 9,33-37; *10,15; Le 9-46-48) En aquel momento se acercaron los discpulos a Jess para preguntarle: Quin es mayor, pues, en el reino de los cielos? 2 Entonces l llam junto a s a un nio, lo puso delante de ellos 8 v les dijo: En verdad os digo que si no os transformis y os hacis como nios, no entraris en el reino de los cielos. * Por consiguiente, quien se haga pequeo como este nio, se es el mayor en el reino de los cielos. Y todo aquel que acoge en mi nombre a un nio como ste, es a m a quien acoge.- A diferencia de Me 9,33s, en Mateo son los discpulos mismos quienes se dirigen a Jess y le preguntan abiertamente quin de ellos ocupar el primer puesto en el (futuro) reino de Dios. Esta cuestin era tambin objeto de discusiones por parte de los escribas, que mencionaban, como mritos, el conocimiento de la ley, la rectitud, la actividad docente (esto es, la iniciacin en las obras de justicia) y, finalmente, el martirio. En lugar de Me 9,35, repetido por el mismo Marcos en un pasaje posterior 70 , ofrece Mateo aqu una sentencia sobre la actitud infantil como condicin imprescindible para la entrada en el reino de los cielos ( = Me 10,15). Como explicacin se dice en el v. 4 en qu consiste hacerse como un nio. As Mateo 70. Me 10,43s = Mt 20,26s; cf. tambin Mt 23,11. 386
1
nos presenta su razonamiento en forma del todo correcta, y el nio, que Jess pone en medio de los discpulos, aqu es presentado realmente como modelo para los discpulos71. Para poder hacerse como nios, los discpulos tienen que transformarse 72 primero y apartarse de todo lo que sea ambicin y envidia, como han manifestado en su pregunta. Tienen que aprender de los nios la humildad 73; con ello desaparece tambin todo afn de preeminencia y categora (cf. 23,9-12). En el v. 5 vuelve Mateo a ir con el texto de Marcos (9,37a,). 5 Aqu no se trata ya del nio como modelo. Tampoco Mateo ha conseguido hacer del trozo en su conjunto una unidad lgica estricta. En Marcos hay un salto lgico entre 9,35 y 9,36, en Mateo entre el v. 4 y el 5. Marcos 9,376 fue incluido por Mateo en un pasaje anterior (10,40); falta tambin el pasaje que en Marcos sigue (9,38-41) sobre el exorcista extrao; los discpulos vuelven a aparecer all en una luz desfavorable y el v. 41 ya ha sido ofrecido por Mateo (10,42) en otro contexto; adems el v. 40 no parece avenirse bien con Mt 12,30. As contina Mateo, sin interrupcin aparente, con el pasaje sobre el escndalo inmediatamente despus de la escena de la discusin sobre los primeros puestos.
Contra el escndalo 18,6-9 ( = *Mc 9,42-48; cf Le 17,ls) Si alguno llegara a escandalizar a uno de estos pequeos que creen en m, ms le valiera que le colgaran del cuello una rueda de molino de las que mueven los asnos, y lo sumergieran en el fondo del mar. 7 Ay del mundo por los escndalos! Porque es inevitable que los haya; pero ay de aquel hombre por quien viene el escndalo! 8 Si tu mano o tu pie es para ti ocasin de pecado, crtatelo y arrjalo lejos de ti; mejor es para ti entrar manco o cojo en la vida,
71. A diferencia de Me 9,36s. 72. Cf. com. a Me 1,15. 73. Cf. com. a Me 10,15.
8
387
18,6-9
Contra el escndalo
18,10-14
que no ser arrojado, conservando las dos manos o los dos pies, al juego eterno. 9 Y si tu ojo es para ti ocasin de pecado, scatelo y arrjalo lejos de ti; mejor es para ti entrar tuerto en la vida que, conservando los dos ojos, ser arrojado a la gehenna del juego. Mateo ha fundido aqu de nuevo (como en el discurso de Belcebi y en la parbola del grano de mostaza) dos formas distintas de la tradicin 74 v. 6. 8s = Me 9,42-48; v. Ib = Le 17,1; el v. la es una frmula de transicin creada por el evangelista. Sobre la conexin lgica del v. 6 con lo que precede y sobre el concepto de pequeos, cf. Me 9,42. Por medio de la adicin de en m, queda determinado, de una manera ms exacta que en Marcos, el significado de la fe en este caso. El ay del v. la tiene un tono distinto, ms dbil que el del v. Ib, comn con Le 17,1, que va dirigido contra los que dan escndalo, sobre los que se hace caer la amenaza de un terrible castigo ". En cambio, el ay del v. Ib sirve slo a la expresin del afecto de dolor en el sujeto locuente. El mundo (= gnero humano 76) es digno de compasin por el peligro que le amenaza de que haya hombres que se pierdan por los escndalos. La necesidad de la existencia de los escndalos no consiste slo en el hecho de que no pueden ser evitados, sino que est basada en las circunstancias mismas de este mundo. El escndalo no surge slo del que los provoca, sino tambin del que por l es seducido; en otro caso se vera el escndalo privado de su significado tico y religioso. Slo as puede tambin entenderse, que la persona y la obra de Jess, punto culminante de la historia de la redencin, puedan convertirse para el hombre en escndalo del ms alto grado. Pero la necesidad de que se d el escndalo no exime a aquel por el que es dado de su terrible responsabilidad. Los dos versos de Me 9,49s sobre la sal, que no tendran aqu conexin lgica alguna con lo anterior, quedan suprimidos en Mateo 7T. A cambio de ello ofrece
74. 75. 76. 77. Cf. Introduccin, p. 32. Cf. com. a Le 6.24. El ay del v. la. Cf. 5.14; 13.38. Sobre Me 9,50, cf. Mt 5,13. 388
a continuacin, como una nueva ilustracin al tema de los pequeos, la parbola de la oveja perdida.
La parbola de la oveja perdida 18,10-14 (= *Lc 15,1-7) Mirad que no despreciis a uno solo de estos pequeos; porque en verdad os digo que sus ngeles en los cielos estn viendo constantemente la cara de mi Padre celestial. [" Porque el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido.] 12 {2" os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extrava una de ellas, no dejar, acaso, las noventa y nueve en los montes, para irse a buscar la extraviada? 1S Y cuando llega a encontrarla, os aseguro que se alegra por ella ms que por las noventa y nueve que no quedaron extraviadas. " De la misma manera, no quiere vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeos. La parbola de la oveja perdida en Lucas forma pareja con la de la dracma perdida, ilustrando ambas la idea de que Dios se complace en la conversin de los pecadores. Sin duda alguna es Lucas quien ha conservado las dos parbolas en su marco originario, en el que queda tambin de manera clara y evidente la idea central comn a ambas, esto es, la justificacin de la solicitud de Jess por los pecadores (cf. 15,2) frente a la crtica de los fariseos que toman escndalo de ello. Mateo ha introducido en este lugar una de las dos parbolas para poner de manifiesto la solicitud de Dios por los pequeos; stos van pues en su texto en el lugar de los pecadores. Mateo se refiere con ellos seguramente a los insignificantes dentro de la comunidad, llevados quiz por mal camino y por ello en peligro de perderse. En el texto de Mateo, pues, el acento est desplazado de lugar con relacin a Lucas. En primer lugar, en l la parbola est dirigida a los discpulos (cf. 18,1). Por otra parte, dentro de su composicin a manera de reglamento de la vida de la comunidad, tiene que ser entendida como una instruccin para mostrar 389
10
18,10-14
18.15-18
la solicitud pastoral como algo querido por Dios; aqu, por tanto, la parbola est en funcin de la parnesis eclesistica. El criterio por el cual Mateo la ha colocado en este contexto, va expresado en el v. 10. Pero el pensamiento central de la parbola, la alegra por haber encontrado lo perdido, esto es por la conversin del pecador, no encaja bien en el contexto en que Mateo la ha colocado, como por otra parte tampoco el rasgo, exigido por el contexto, de que la oveja (esto es, los pequeos) se deja llevar al mal camino por obra de seduccin, no queda aludido para nada en la parbola. De esto se sigue tambin, que el v. 14, aadido aqu por Mateo, no da expresin a la moral originaria de la parbola. Mateo ha procedido aqu, como tambin en otras ocasiones, a introducir un texto transmitido en una situacin a la que no se adapta del todo su sentido originario. Esto explica las diferencias, no corrientes entre los textos de Mateo y Lucas, en el caso de esta parbola, no siendo difcil de reconocer, cmo Mateo ha seccionado de ella precisamente su rasgo ms esencial, la descripcin de la alegra por el encuentro de lo perdido (Le 15,5s). En su contexto, en cambio, la parbola tiene como fin encarecer lo siguiente: la comunidad no debe tener en menos a estos miembros insignificantes y creer que su perdicin carece de importancia, sino, al contrario, hacer de ellos precisamente el objeto de su solicitud. 10 El v. 10, que remite al v. 6, destaca el aprecio que a los ojos de Dios tienen los pequeos, esto es, los ms insignificantes (no slo los nios 78) a los ojos del mundo y de los dems miembros de la comunidad. El arameo no posee forma de superlativo, por lo que el positivo (pequeos) puede tener aqu tambin el valor del superlativo (los ms pequeos de todos; cf. 25,40-50). El valor de estos pequeos queda evidenciado por el hecho de que cada uno de ellos tiene un ngel custodio especial, que contemplan en el cielo- ininterrumpidamente la faz divina. Segn el AT, la expresin de contemplar l rostro del rey (o de Dios), o estar ante el rey (o Dios), significa lo mismo que estar a su 78. Cf. com. a Me 9,42. 390
servicio 79 . Segn esto, se dice entonces aqu que los ngeles de los pequeos forman parte de la corte celestial de Dios (cf. Le 15,10), teniendo la misin de comunicarle cualquier agravio que les sea inferido. As entendidas, estas palabras son realmente una motivacin de la advertencia a no menospreciar a los pequeos. La doctrina del ngel custodio se encuentra ya en el AT 30. Se desarroll todava con mayor amplitud en el judaismo tardo 81 . Si las palabras de Jess afirman que los ngeles custodios de los pequeos ven realmente la faz de Dios, se opone con ellas Jess a la opinin juda, tanto la de la apocalptica (lHenoc 14,21) como la de Jos rabinos, segn la cual tampoco los ngeles, a excepcin de la clase superior de los tronos, ven la faz de Dios. En una parte de la tradicin textual sigue a continuacin, [11] como frmula de transicin a la parbola, el v. 11, tomado de Le 19,10. Sobre la parbola misma, cf. com. a Le 15,1-7. La pregunta de 12 introduccin: Qu os parece?, es caracterstica para la forma de exposicin de Mateo y ha sido, por tanto, aadida por l 8 2 . La aplicacin de la parbola (v. 14) est adaptada, en su 14 formalizacin, al nuevo contexto en que Mateo la ha colocado. Mateo gusta de manera especial de tales aplicaciones y conclusiones finales83.
Comportamiento con el hermano que ha faltado 18,15-18 ( = Le 17.3) Si tu hermano cmete un pecado [contra ti], ve y reprndelo a solas t con l. Si te escucha, ya ganaste a tu hermano; i e pero, si no te escucha, toma todava contigo a uno o dos, para que todo asun79. 80. 81. 82. 81 10,26; Cf. Dan 7,10; cf. tambin com. a Le 1,19. Cf. Gen 48,16; Sal 91(90)11; Tob 5,6.22. En el NT cf., adems, Act 12,15; Heb 1,14. Cf. Mt 22,17.42; 26,66 par.; 17,25; 21,28. a . Mt 5,16; 7,17; 12,456; 18,35; 20,16; 23,28; 24,39; tambin 7,20; 13,56; 17,12.
15
391
18,15-18
18,15-18
to se falle a base de dos o tres testigos (Dt 19,15); , ; y si no les hace caso, dselo a la iglesia; y si tampoco a la iglesia le hace caso, sea para ti como un pagano o un publicano. '" En verdad os digo que todo lo que en la tierra atis vosotros, atado quedar en el cielo, y todo lo que en la tierra desatis vosotros, desatado quedar en el cielo. La primera de las sentencias reunidas en este pasaje se encuentra tambin en Lucas (17,3). Las otras han sido aadidas aqu por Mateo, segn se desprende del hecho de que Mateo, en el v. 21, sigue a Lucas (17.4) y de que Le 17,3s ( = Mt 18,15.21s) forma una unidad originaria de manera evidente. Mateo ha separado las dos partes del logion Le 17,3s, dando a la primera un nuevo sentido por la adicin de los v. 16s. La segunda parte, que no admita una transformacin tal, ha sido provista de una nueva frmula introductoria (v. 21) y separada, as, de lo precedente. En la ordenacin de ios textos llevada a cabo por Mateo van formando unidades aparte 18,15-18; 18,19s y 18,21s. 15 Las palabras contra ti, faltan en los textos mejores y son una interpolacin a partir del v. 21 o de Le 17,4, por lo que no se hace aqu referencia (cf. 5,22) a un agravio personal de parte del hermano en Cristo y al deber del perdn, sino a la correccin fraterna. El texto del Ev. de Mateo prescribe una especie de procedimiento judicial disciplinario, lo que prueba de manera evidente su carcter secundario frente al de Lucas. En l se refleja la vida real de la comunidad y tiene que ser considerado como una regla prctica de la misma. Por ello, en el texto de Mateo, el v. 21 no forma la continuacin al v. 15 (como en Le 17,4). Se trata de hacer ver al hermano sus pecados y exhortarle a la conversin, uq deber encarecido ya en el AT (Lev 19,17). No se trata aqu del deber moral del perdn ante la ofensa personal, sino del deber social de la vigilancia por el mantenimiento de la pureza dentro de la comunidad. La correccin debe llevarse a cabo en primera providencia, a solas. De este modo, no se hiere al culpable, se evita 392
el escndalo y se gana al penitente para el reino de los cielos (Klostermann). nicamente es preciso que se arrepienta de su pecado. En el caso de que no atienda a esta primera correccin, debe 16 ser sta repetida ante testigos con arreglo al precepto de Dt 19,15. El sentido y la finalidad de stos no es el probar el delito del culpable por medio de una pluralidad de testigos de cargo con esta interpretacin supondra el v. 166 de hecho una interpolacin que transtornaria el contexto, sino, como lo prueba claramente el v. 17a, el de aumentar la autoridad del que hace la reconvencin y dar a sta mayor fuerza. Si son dos o tres los que dan testimonio de que ha procedido de manera pecaminosa, se dejar mover ms fcilmente al arrepentimiento. Slo una vez que tambin este procedimiento, todava en 17 privado, fracasa ante la contumacia del culpable, debe proponerse su caso a la comunidad en pleno, para que sta decida pblicamente M . En el caso de que tampoco se someta a su juicio, no debe ser conciderado en adelante como hermano en Cristo, sino como apstata, vuelto al paganismo, o como un publicano, esto es, como un pecador pblicamente reconocido 85 . No parece que pueda pensarse aqu, como tampoco en Le 6,22; Jn 9,22; 16,2, en el uso de la proscripcin de la sinagoga o en una institucin parecida, cuyo fin era precisamente el mover al rebelde a penitencia por el correctivo de su exclusin temporal de la relacin con la comunidad, conservndole as para sta; en este caso parece que se hace referencia a una exclusin definitiva de ella. Esta decisin de la comunidad, sobre la excomunin de 18 uno de sus miembros, queda reconocida tambin en el cielo por Dios, segn expresa el v. 18, que en cuanto a su contenido es una repeticin de 16,19, pero atribuye tambin a otros el poder conferido en aquel pasaje slo a Pedro. Objeto de una ya antigua disputa entre exegetas catlicos y protestantes es la cuestin de quin queda referido con ello, si los jefes de la comunidad o la
84. C. ICor 5,2-5; 2Cor 2,6. 85. Cf. com. a Me 2,13-17; Mt 5,46s.
393
18,19s
Espritu de conciliacin
18,21s
comunidad misma en su conjunto. El texto parece afirmar, entendindolo en relacin con el v. 17, que todos los miembros de la comunidad participan en la misma manera del poder de atar y desatar (cf. ICor 5,2-5). Nada se nos dice de la forma en que la comunidad estaba constituida, organizada o dirigida ni si lo estaba (Von Campenhausen). Para la solucin del problema no puede valorizarse la relacin del v. con los tres que le preceden, ya que, como lo prueba entre otras cosas la transicin del t al vosotros, no es sta de carcter originario. Evidentemente parece tratarse de una aplicacin paleocristiana de 16,19 al crculo de los doce, de donde se sigue la limitacin del poder de atar y desatar a un nmero reducido de los que en la Iglesia ejercen una funcin de autoridad (cf. tambin Jn 20,21-23).
mismo tiempo, la identificacin de la actitud interior de los reunidos para la oracin. La sentencia debe ser entendida como vlida tambin; y de manera especial, para la poca en que Jess no estar ya con su presencia fsica entre los discpulos y ha de oirse como de labios del Seor resucitado y glorioso. Un paralelo encontramos en la literatura rabnica: Donde dos estn sentados (juntos) y hablan entre s palabras de la torah, all mora la sehina ( = Dios) entre ellos. 87
Espritu de conciliacin 18,21s ( = Le 17,4) Entonces se le acerc Pedro y le dijo: .Seor, hasta cuntas veces, si mi hermano peca contra m, tendr que perdonarlo: hasta siete? 22 Respndele Jess: No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. En el texto de Lucas, que no coincide en su sentido exactamente con el de Mateo, se dice que el que infiere la ofensa lo hace siete veces al da y se vuelve a arrepentir otras tantas. Mateo hace preceder al logion, que en Lucas va formando una unidad originaria con 17,3, una nueva frmula introductoria, por suponer en su texto, tras los v. 15-18.19s la iniciacin de un nuevo pensamiento. Ambos nmeros pueden considerarse nmeros redondos, el ms pequeo de los cuales equivale ya a muchas veces 88 . Entre siete veces y setenta veces siete, no existe una diferencia aritmtica; la segunda expresin dice lo mismo que la primera, slo con mayor insistencia. Su sentido es: innumerables veces. La respuesta de Jess contiene probablemente una alusin a Gen 4,24, pasaje en que se dice que Can es vengado siete veces, y Lamec setenta y siete (o setenta veces siete, segn los LXX), cambiando as las vengativas palabras en el sentido que precisamente les es contrario.
87. Misna, Sentencias de los Padres ni, 2. 88. Cf. Jue 16,7.13.19; Is 30,26; Mt 12,45 = Le 11,26; Le 8,2.
21
Eficacia de la oracin en comn 18,19s En verdad os digo, adems, que si dos de vosotros en la tierra estn de acuerdo en su oracin para pedir cualquier cosa, la conseguirn de mi Padre que est en los cielos. 20 Porque donde estn dos o tres reunidos en mi nombre, all estoy yo en medio de ellos. El contenido de este logion sin relacin interna alguna con la seccin que precede, va dirigido claramente no slo a los apstoles mismos como tales; Jess promete aqu eficacia absoluta a la oracin en comn de dos discpulos el nmero dos da expresin a la cantidad mnima necesaria para el carcter de comunidad, por el motivo de que l mismo se une a los reunidos en su nombre como abogado ante el Padre 86. En su presencia espiritual (mstica) entre los reunidos para la oracin, reside el motivo de la eficacia de sta. Los reunidos para la oracin se dice que lo hacen en nombre de Jess, lo cual quiere decir que su adhesin a Jess es el motivo que los rene. Ello funda tambin, al
86. Cf. Jn 14,13s; 16,23; Rom 8,34; Heb 7,25; Un 2,1. 394
19
395
18,23-35
18,23-35
El tema de la conciliacin queda de nuevo ilustrado con la parbola que sigue. La idea central no es la misma que la sentencia del v. 22. Ya no se trata de una respuesta a la cuestin del nmero de veces que el perdn debe de ser otorgado; la parbola pretende evidenciar el ineludible deber del perdn. La conexin entre ambos pasajes no puede ser, pues, considerada de carcter originario y el por esto del v. 23 es, como en otros muchos casos, slo frmula de transicin.
Parbola del deudor despiadado 18,23-35 Por eso, el reino de los cielos es comparable a un rey que quiso ajusfar cuentas con sus servidores. 24 Cuando comenz a echar estas cuentas, le fue presentado uno que le deba diez mil talentos. 25 Pero, como ste no tena para pagar, mand el seor que lo vendieran, con su mujer y sus hijos y todo cuanto tena, para que as fuera pagada la deuda. 2e El siervo se ech entonces a sus pies y, postrado ante l, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que te lo pagar todo!" " Movido a compasin el seor de aquel siervo, lo dej en libertad, y adems le perdon la deuda. 28 Pero, cuando aquel siervo sali, se encontr con uno de sus compaeros que le deba den denarios; y, agarrndolo por el cuello, casi lo ahogaba, mientras le deca: "Paga lo que debes!" 29 El compaero se ech entonces a sus pies y le deca suplicantemente: "Ten paciencia conmigo, que te pagar!" * Pero l no consinti, sino que fue y lo meti en la crcel, hasta que pagara lo que deba. 31 Al ver pues los compaeros lo que haba sucedido, quedaron muy apenados y fueron a contrselo todo a su seor. 32 El seor, entonces, lo mand llamar a su presencia y le dijo: "Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdon, porque me lo suplicaste. 33 No debas tambin t tener compasin de tu compaero, como yo la tuve contigo?" 34 Indignado, pues, el seor lo entreg a los verdugos, hasta que pagara todo lo que le deba. 35 As har tambin con vosotros mi Padre celestial, si no perdonis de corazn cada uno a vuestro hermano. 396
23
Mateo gusta de introducir las parbolas de forma narrativa, ofrecidas en Lucas como simples narraciones ss\ de la misma manera que las parbolas de forma estricta, en las que quedan contrapuestos un elemento de la realidad profana con otro de la realidad religiosa 90, con la frmula de el reino de los cielos es comparable... 91 . Slo en el v. 23 recibe el seor de la parbola el ttulo de rey 92 , mientras que despus (v. 25.27.3ls.34), se hace slo referencia a un seor indeterminado. Con todo, la suma de los 10.000 talentos, que le debe uno de los siervos, conviene mejor con la figura de un rey, con la que, tambin en las parbolas rabnicas, queda Dios comparado con frecuencia. Los siervos tienen que ser entendidos como altos funcio- 24 nados 9 3 . La suma que uno de los siervos debe a su seor, es an as, de una cuanta extraordinaria y est elegida con miras a la realidad religiosa, para evidenciar, de manera grfica, la deuda infinita que el hombre tiene frente a Dios. El valor del talento tico, la mayor unidad monetaria en uso en tiempo de Jesucristo en todo el imperio romano (equivalente a seis mil dracmas), ascenda a ms de mil dlares, y la deuda del siervo, por tanto, a ms de diez millones, siendo el valor adquisitivo de la moneda de entonces diez veces superior al de la moneda actual equivalente. El siervo no puede pagar y entonces queda decretada para 25 l y su familia el procedimiento de ejecucin personal. El procedimiento penal aqu descrito contra los deudores insolventes supone el influjo en Palestina del derecho penal helenstico. El derecho del AT (x 22,2) conoce la esclavizacin del deudor, pero no tambin la de su mujer y sus hijos. Antes de que llege a cumplirse la dura orden, apela el siervo 26s a la piedad de su seor. La promesa: te lo pagar todo, est dada en medio de su situacin de apuro, como suelen darla deu89. a . Le 7,41; 10,30; 12,16; 13,6; 14,16; 15,11; 16,1.19; 18,1.10; 19,12. 90. a . Me 4,26.30; Le 13,18.20; Mt 13,24.44.45.47. 91. Cf. especialmente Mt 22,2 junto a Le 14,16; Mt 25,14 junto a Le 19.12. 92. Como 22,2ss frente a Le 14,16ss; Me 25,34 frente a 25,31. 93. Cf. ISam 8,14; Le 19,15.
397
18,23-35
19,ls
28
29s
31-33
35
dores insolventes, para conseguir una prrroga. En este caso tiene la splica un efecto inesperado: el seor en su magnanimidad verdaderamente regia, le perdona toda la deuda. A continuacin sigue el contraste sobre el que se basa la eficacia de la parbola. La suma que el consiervo debe a aquel a quien el rey acaba de perdonar es, en comparacin de la anterior, risible; cien denarios son slo una cantidad seiscientas mil veces menor que la deuda condonada. Pero el siervo perdonado no tiene corazn; despiadado no cede en su derecho desde un punto de vista jurdico su manera de proceder es totalmente correcta y hace poner en prisin a su deudor insolvente, mientras que, por su parte, acaba de escapar, gracias a la generosidad del seor, a una suerte mucho ms desgraciada. La justa indignacin de los consiervos y la ira del seor ante la dureza de nimo revelada en su proceder, van dirigidos contra el aspecto moral de la accin. La consecuencia de ello es la decisin del seor a dejar correr tambin para con l el libre curso de la justicia estricta. El tormento temporal serva en el derecho romano, adaptado tambin por Herodes el Grande, para instigar al deudor a esforzarse de manera especial para pagar su deuda. En el presente caso, su pago total es imposible, por la enorme cuanta de la suma, y con ello tambin la liberacin del siervo de la prisin. La aplicacin de la parbola, cuya formulacin es tambin caracterstica de Mateo 94 , corresponde a Mt 6,15 (cf. tambin Me 11,25), pero destaca sobre ello, de manera expresa, que el perdn que el mandato del amor nos obliga a conceder a la ofensa del hermano, no debe ser slo apariencia externa. La idea fundamental, puesta en evidencia con eficaz intensidad por la parbola, es la de que el discpulo debe estar dispuesto al perdn frente a la ofensa sobre todo por la conciencia de ser l mismo deudor frente a Dios, su Seor, y en una medida incomparablemente ms alta (deuda = pecado 95 ), y depender de su misericordia gra94. Cf. com. a Mt 18,14. 95. Cf. Mt 6,12 = Le 11,4. 398
tuita. La parbola dice tambin que Dios, a pesar de su disposicin para el perdn de la ms grave culpa, hace depender ste del espritu de conciliacin del hombre frente a su prjimo 96. El hermano es aqu 9T , evidentemente, el hermano en Cristo, no el judo de raza, ya que la sentencia constituye el final del reglamento de la comunidad que forma todo el cap. 18.
Jess sale de Galilea 19,ls ( = Me 10,1) Cuando Jess acab todos estos discursos, march de Galilea y se fue a la regin de Judea, al otro lado del Jordn. 2 Siguironle grandes multitudes, y realiz curaciones all. Sobre la frmula de transicin del v. 1, cf. com. a 7,28. La obs- 1 cura expresin la regin de Judea, al otro lado del Jordn (cf. Me 10,1) se refiere, o a que Jess atraves la parte del pas del este Jordn, habitada por judos (y, en tal caso, Judea = tierra de judos 98 ), o tambin cosa que quiere decir lo mismo en cuanto a la determinacin de su ruta de viaje que se dirigi a Judea a travs de Perea (y no por el camino ms normal, a travs de Samara 99 ). No se quiere decir, en cambio que Judea se extendiera polticamente tambin al este del Jordn. En lugar de que Jess instruyera al pueblo (Me 10,1), habla 2 Mateo de que curaba a los enfermos ,0 .
1
Cf. Mt 6,12; Sant 2,13. Lo mismo que en Mt 8,15; cf., en cambio, 25,40. Cf. com. a Le 1,5. Cf. com. a Le 9,51. Lo mismo en Mt 14,14 frente a Me 6,34; cf. 4,23.
399
19,3-12
La indisolubilidad del matrimonio y el celibato 19,3-12 ( = *Mc 10,2-12; cf. Mt 5,31s = Le 16,18) Se le acercaron tambin unos fariseos y, para tentarlo, le preguntaron: Es lcito, por un motivo cualquiera, repudiar h la mujer propia?- * l respondi: No habis ledo que el Creador, desde el principio, varn y hembra los form? (Gen 1,27). 5 Y dijo: "Por eso mismo, dejar el hombre al padre y a la. madre, para unirse a su mujer, y sern los dos una sola carne" (Gen 2,24). De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por consiguiente, lo que Dios unt, no lo separe el hombre. 7 Ellos le replican: Por qu, entonces, Moiss mand darle un libelo de repudio y, as, despedirla? (Dt 24,1). 8 l les contesta: En atencin a la dureza de vuestro corazn os permiti Moiss repudiar a vuestras mujeres. Pero no fue as desde el principio. e Por eso yo os digo: El que repudia a su mujer no hablo del caso de fornicacin , > se casa con otra, comete adulterio. 10 Dcenle los discpulos: Si tal es la situacin del hombre con respecto a la mujer, no trae cuenta el casarse. " l les respondi: No todos son capaces de comprender esta doctrina, sino aquellos a quienes se les ha concedido. 12 Porque hay impotentes que nacieron as del seno materno, y hay impotentes a quienes as los hicieron los hombres, y hay impotentes que ellos mismos se hicieron as por el reino de los cielos. Comprenda quien sea capaz de comprender. La relacin del texto de Mateo con el de Marcos es, en este pasaje, de carcter singular. Por una parte concuerdan ambos textos en su forma con la misma exactitud que todos los otros en que Mateo depende de Marcos, pudindose entender el texto de Mateo en muchos detalles de lengua como una correccin del de Marcos. Por otra parte, no puede negarse que el texto de Mateo es, en este caso, el ms exacto en cuanto a su contenido y, por tanto, tambin el ms originario.
3
El v. 3 est mejor formulado que Me 10,2. En el v. 4, Mateo 3-9 nos ofrece la cita de la Escritura expresamente como tal 101 ; las palabras de la cita del v. 5 quedan designadas como palabras del Creador (cosa que no son estrictamente), y su texto se da de manera ms completa; en el v. 7, en cambio, queda caracterizada menos exactamente la extensin del documento de divorcio y el repudio de la mujer como una prescripcin (en Me 10,4 una concesin) de Moiss, en lo que por otra parte deja verse, a su vez, el influjo de Me 10,3 (Qu es lo que Moiss os mand?). En el v. 8 son las palabras repudiar a vuestras mujeres una aclaracin de Me 10,5 ese precepto. Adicin de Mateo es claramente el final del v. 8, en el que vuelve a remitirse al comienzo de la discusin (v. 4), donde la expresin desde el principio (en lugar de al principio), deja ver de nuevo la influencia de Marcos y muestra al mismo tiempo que en su fuente (Me 10,6) segua en este punto la exposicin del orden establecido en un principio por Dios, Jo cual indica que la composicin de Mateo es, a pesar de su ventaja real, una correccin de la de Marcos. A diferencia de Me 10,2, preguntan los fariseos, segn Mateo, si se puede extender el documento de divorcio a la mujer por un motivo cualquiera. Con ello se hace referencia, sin duda, a la aplicacin ms laxa del pasaje de Dt 24,1, debida al rab Hilel, conocida seguramente de los lectores judeocristianos de Mateo y que era tambin la opinin generalmente aceptada 102. Por ello, esta forma del texto del v. 3 es la ms exacta en cuanto a su contenido, ya que slo con ella resulta comprensible histricamente la pregunta de los fariseos, mientras que la cuestin de la licitud del divorcio en s (Me 10,2) no era en absoluto posible entre judos. Pero para los lectores etnicocristianos de Marcos no tena ya inters alguno la disputa juda, a la que Mateo hace referencia, y su texto apunta desde el primer momento al hecho de que Jess reprob el divorcio de una manera absoluta (v. 5-9). Esta diferencia en el planteamiento de la cuestin condiciona tambin el diferente desarrollo posterior de la discusin en Marcos
101. Cf. Mt 12,3.5; 21,166. 102. Cf. com. a Mt 5,31 y Me 10,2.
400
401
19,3-12
19,3-12
y Mateo. Segn el relato de Mateo, formaba la interpretacin de Dt 24,1 el objeto de la polmica (entre las escuelas de Hilel y Sammay), y por eso no poda referirse Jess en su respuesta en primer trmino al precepto de Moiss, sino remitir al hecho de la voluntad primera y estricta de Dios, que reprueba el divorcio en absoluto (v. 4-6). Slo despus puede seguir, y como objecin de los interlocutores de Jess contra la reprobacin absoluta del divorcio, la referencia al precepto de Moiss (Dt 24,1), que presupone en todo caso, sea cual sea su interpretacin en la prctica, la licitud del divorcio, a lo cual contesta Jess declarando esa autorizacin de Moiss como simple concesin a la dureza de los corazones, concesin que no responde, con todo, a la voluntad primera y autntica de Dios. El v. 7 de Mateo no tiene, en la contextura lgica de la discusin, el mismo sentido que en Me 10,3. En Marcos es Jess mismo, quien con su pregunta: Qu es lo que Moiss os mand?, lleva a sus interlocutores al precepto de Moiss. En Mateo, en cambio, son los interlocutores de Jess quienes le ponen como objecin a la ilicitud absoluta del divorcio la existencia de ese precepto de Moiss. No puede en efecto negarse, que la composicin de toda la disputa es en Mateo ms lgica y tambin, en su contenido, ms originaria; a pesar de ello es por otra parte claro que no es sino una correccin del texto de Marcos, en que deja verse la mano del judeocristiano Mateo, para el que eran probablemente bien conocidas las cuestiones del derecho matrimonial judo, y no proviene de otra fuente ms antigua y ms originaria. Tambin la supresin de Me 10,12, texto sin sentido ni valor alguno para judeocristianos, es una prueba slo de que el texto de Mateo es ms judo que el de Marcos. Mateo (v. 9) pasa por alto el cambio de escena de Me 10,10 (presupuesto en el verso siguiente) y la pregunta de los discpulos, por lo que la declaracin de Jess sobre la ilicitud del divorcio (acompaada de nuevo, como en 5,32, de la restriccin del caso de fornicacin) va an dirigida a los fariseos. 10 Ofrecida slo por Mateo sigue, en el v. 10, una sentencia transmitida probablemente en forma aislada, sobre la virginidad. Era caracterstico para el judaismo tardo un aprecio extraordinaria402
mente alto del estado de matrimonio. Una excepcin formaba slo la semimonacal secta de los esenios, en cuya doctrina y prctica se encuentran ciertos elementos extraos al judaismo tradicional, entre los que destaca un dualismo de tipo gnstico, a partir del cual hay que explicar tambin su radical reprobacin del matrimonio. Segn la opinin juda corriente, en cambio, el matrimonio era un deber religioso para el hombre (pero no para la mujer). El celibato estaba considerado como una infraccin del primero en el tiempo de todos los preceptos divinos: Sed fecundos y multiplicaos (Gen 1,28). Hay una sentencia del rab Eliezer (alrededor del ao 90 d.C.) que dice: Quien no se ocupa de tener descendencia es como uno que derrama sangre. Pero si el vnculo al que el hombre queda sujeto por el matrimonio es tan estricto, como resulta de las palabras acabadas de pronunciar por Jess, entonces, es mejor, segn la opinin de los discpulos, no casarse, ya que slo as puede escaparse a la posible tortura aneja a una unin indisoluble y para toda la vida. Estas palabras sobre la ventaja del celibato sobre el matrimonio no van dichas an en el sentido de Jess, sino surgidas del fondo del alma del hombre vulgar de cada da (J. Weiss). Jess toma ocasin de ellas para instruir a sus discpulos sobre el valor religioso y moral de la renuncia al matrimonio, llevada a cabo por un motivo ms noble, por el motivo del reino de los cielos. La invitacin contenida en las palabras de Jess no tiene carcter general; en consecuencia, por el reino de los cielos significa para quedarse libre para la predicacin del reino de Dios. Tal invitacin no es, pues, como en el caso de los esenios, de motivacin asctica. El v. 11 recibe su mejor interpretacin como introduccin a las 11 importantes palabras del v. 12. En el fondo es slo una anticipacin del v. 126, lo cual lleva a entenderlo, lo mismo que antes el v. 10, como frmula de transicin creada por Mateo, para unir el logion del v. 12, transmitido en su origen aisladamente, con lo que precede. En favor de ello habla tambin el porque explicativo, que une el v. 12 al 11. Si en lugar de esto se quisiera referir el v. 11 a las palabras de los discpulos, del v. 10, entonces se perde403
19,3-12
La indisolubilidad del matrimonio y el celibato Jess bendice a los nios 19,13-15 ( = *Mc 10,13-16; Le 18,15-17) Entonces le fueron presentados unos nios, para que les impusiera as manos y orara por ellos; pero los discpulos los reprendan. 14 Jess dijo entonces: Dejad a los nios y no les impidis venir a m; pues de los semejantes a ellos es el reino de los cielos. 15 Y despus de imponerles las manos, se march de all. Mateo vuelve a suprimir aqu (lo mismo que tambin Lucas), frente a Marcos, los rasgos ms humanos en la manera de proceder de Jess (su enojo con los discpulos y sus abrazos a los nios, Me 10,14.16). El tocar de que habla Marcos (10,13) queda sustituido en Mateo por el ms explcito imponer las manos (v. 13). El verso de Me 10,15 queda suprimido aqu por haber sido ofrecido ya en 18,3.
13
ra la estrecha conexin entre los v. 12 y lOs contenida en el porque antes referido, y surgira adems una irregularidad lgica en el hecho de que del juicio de no es bueno casarse resultara el de es bueno no casarse. Comprender con la razn y la voluntad unas palabras como las que siguen lo pueden slo aquellos a los que les ha sido concedido (se entiende, por Dios) 103 . Para tal renuncia al matrimonio se necesita una gracia divina especial (ICor 7,7). 12 Jess menciona tres clases de eunucos, esto es, de personas que viven fuera del matrimonio. Las dos primeras clases lo son, o de nacimiento, por una falta de la naturaleza, o por haber sido convertido en ello por los dems hombres, corno los eunucos o guardas del harem en las cortes de los prncipes orientales. En ninguno de ambos casos, supone entonces el estado fuera del matrimonio un mrito moral. Un mrito moral lo es slo en el caso de aquellos que se han hecho eunucos a s mismos voluntariamente por el reino de Dios. Jess no se refiere, naturalmente, al hablar de esta tercera clase a una castracin en sentido literal, sino como se desprende sobre todo de la prohibicin de la castracin contenida en la ley del AT 1<H, a aquellos que, para alcanzar con mayor seguridad la salvacin, han renunciado de manera voluntaria a la vida matrimonial. La expresin se hicieron as, es decir, se hicieron eunucos, se castraron, da a entender el carcter definitivo y permanente de la renuncia al matrimonio. Las palabras finales: Comprenda quien sea capaz de comprender, vuelven a destacar, repitiendo y subrayando el contenido del v. H . <lue s e trata, en este caso, de una exigencia ideal, que no va dirigida a todos ni puede tampoco ser cumplida de manera general. ste es el motivo por el que no existe contradiccin alguna entre estas palabras de Jess por una parte y su aprecio y reconocimiento del matrimonio por otra.
Peligro de las riquezas 19,16-30 ( = *Mc 10,17-31; Le 18,18-30; 22,28-30) Luego se le acerc un joven y le pregunt: Maestro, qu cosas debo hacer para tener la vida eterna?- 17 l le contest: Por qu me preguntas por lo bueno? Uno solo es el Bueno. Pero, si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos. 1S Dcele aqul: Cules? Jess fue diciendo. Lo de No matars, no cometers adulterio, no robars, no levantars falso testimonio, 19 honra al padre y a la madre (x 20,12-16; Dt 5, 16-20), y amars a tu prjimo como a ti mismo (Lev 19,18). 20 El joven le replic: Todo eso lo cumpl. Qu ms falta an? 21 Jess le dijo entonces: Si quieres ser perfecto, anda, vende todos tus bienes y dselo a los pobres, que as tendrs un tesoro en los cielos; ven luego y sigeme. 22 Pero, cuando el joven oy estas palabras, se march lleno de tristeza, pues posea muchsimos bienes. 28 Jess dijo entonces a sus discpulos: En verdad os digo que 405
16
103. Cf. Mt 13,11; Me 13,11 y com. a Le 6,38. 104. Lev 22,24; Dt 23,2. 4fU
19,16-30
Peligro de las
riquezas
19,16-30
un rico difcilmente entrar en el reino de los cielos. 24 Ms an os digo: Ms fcil es que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico en el reino de Dios. 25 Cuando lo oyeron los discpulos, se quedaron asombrados y dijeron: Pero entonces, quin podr salvarse? 26 Fijando en ellos su mirada, dijoles Jess: Para los hombres, esto es imposible; pero para Dios todas las cosas son posibles. (Gen 18,14). 27 Entonces, tom la palabra Pedro y le dijo: Pues mira: nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Qu nos espera, pues? 2S Jess les contest: En verdad os digo que vosotros, los que me habis seguido, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, en la regeneracin, tambin os sentaris en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. 29 Y todo aquel que por m haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o campos, lo recibir centuplicado y ser heredero de la vida eterna. S0Pues muchos primeros sern ltimos, y muchos ltimos, primeros. El texto de Mateo ofrece frente al de Marcos, en este pasaje, un nmero considerable de divergencias, en parte, de una cierta importancia objetiva. La ms importante de ellas (junto con la del v. 21), se encuentra al principio, donde Mateo escribe: Maestro, qu cosas buenas debo hacer... Por qu me preguntas por lo bueno? Evidentemente ha sido aqu intencin del evangelista evitar la dificultad dogmtica encerrada en la repulsa de Jess del predicado bueno de Me 10,18. La frase: Uno solo es el bueno, que va en Mateo aadida, no sin violencia, a lo que precede, ms an, que resulta casi incomprensible por faltar en l el trmino de contraste con aquel que verdaderamente es bueno, prueba de manera clara que es la redaccin de Marcos la que hay que considerar como originaria. Las cosas buenas por las que se pregunta a Jess en el texto de Mateo, no son otra cosa que las exigencias morales de Dios. En el v. 17c, la sucinta frase ya conoces los mandamientos (Me 10,19) queda aclarada por la frase condicional: Si quieres entrar en la vida, observa los mandamientos. Nueva es tambin, 406
frente a Marcos, la pregunta del v. 18a, que da un mayor espacio en el episodio al elemento dialogal. El precepto no retendrs, que no pertenece al declogo, lo reemplaza Mateo por el precepto fundamental amars a tu prjimo como a ti mismo (v. 19), que es para l de importancia especial, como compendio de la ley (cf. 22,40). En los v. 20 y 22 queda caracterizado el interlocutor de Jess, de manera expresa, como un joven. Las palabras de Jess una cosa te falta todava (Me 10,21) quedan anticipadas en Mateo (v. 20) en la pregunta del joven y parafraseadas despus por el si quieres ser perfecto, de lo cual se sigue ya que la idea es la misma en Mateo que en Marcos. En Mateo, exhortacin de Jess a la perfeccin no puede entenderse como un simple consejo, ya que la entrega de las posesiones a los pobres forma una de las condiciones para seguir a Jess (cf. Le 14,33), no dependiendo, pues, de la libre decisin del discpulo. En el texto de Mateo est expresado de manera ms clara y categrica, que el cumplimiento de cada uno de los preceptos particulares ser siempre obra imperfecta sin ir acompaada de la total entrega a la voluntad de Dios, consistente en renunciar a toda posesin terrena y seguir a Jess. Est del todo omitido en Mateo Me 10,24; el v. 24o de Marcos no muestra a los discpulos en una luz favorable, pero hace que resulte mucho ms natural su espanto en el v. 26 ( = Mt 19,25); el v. 24b slo hace preparar el v. 25 y era por ello fcilmente suprimible. La pregunta de 19,27 i es tambin una simple aclaracin del texto. Pedro espera para s y los dems discpulos una indemnizacin correspondiente a la magnitud de su sacrificio, slo que no va tan lejos como ms tarde (20,20ss) los hijos de Zebedeo, que quieren asegurarse tambin los primeros puestos en el reino futuro de Cristo. En el v. 29 faltan las palabras y por el evangelio 106, as como la nueva enumeracin de los bienes terrenos abandonados, lo cual evita el problema contenido en el texto de Marcos 10e . Tambin ha desaparecido en Mateo, al menos segn la interprtalos. Me 10.29; lo mismo Mt 16,25.
407
19,16-30
20,1-16
cin ms probable, la distincin hecha en Marcos entre los dos eones o pocas del mundo; en el v. 28, Mateo se refiere a una recompensa de los discpulos cuando la parusa, por lo que la vida eterna tiene probablemente que ser entendida en su texto (v. 29) slo como una determinacin ms estricta de la recompensa centuplicada. 28 Precediendo a la recompensa prometida a todos los seguidores de Jess, hay en Mateo otra dirigida slo a los doce en especial, que aparece tambin en Lucas, aunque en una forma de redaccin muy diferente (22,28-30). Esta circunstancia, as como su falta en el texto paralelo de Marcos, hacen pensar que sea Mateo quien la haya colocado en este pasaje, cosa que queda adems confirmada por suponer la sentencia una anticipacin en forma ms intensa del mismo pensamiento del v. 29, mientras que, por otra parte, no se dice nada en ella de lo que desde el v. 16 integra la idea central de todo el pasaje, esto es, el abandono de los bienes terrenales. La forma primitiva del logion no puede apenas ser reconstruida, por la fuerte divergencia de su redaccin en los textos de Mateo y Lucas. La frase los que me habis seguido puede ser una simplificacin, formulada segn el v. 27, de esta otra de Le 22,28: Los que constantemente habis permanecido conmigo en mis pruebas. La frase cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria corresponde al principio de la descripcin del juicio en 25,31 (cf. tambin 24,30). El momento en que ello suceder, queda designado en el texto de Mateo con el trmino de la regeneracin (palingenesia), totalmente desusado por lo dems en el NT (cf. slo Tit 3,5), pero frecuente en el mundo griego. Este trmino lleva la expresin de una teora conocida tambin por el judaismo, sobre todo en la literatura apocalptica107, a partir del AT 1 0 8 , la teora de que el en futuro, el mundo nuevo, supondr una renovacin del orden primero del mundo destruido por el pecado y los poderes demonacos. Segn nuestro pasaje, va unido
107. Cf. 4Esd 7,75; ApBar sirio 32,6. 108. Is 65,17; 66,22; cf. tambin Act 3,21; Ap 21,1-5.
con ello la parusa del Hijo del hombre y el juicio, en el que los doce actuarn como asesores sobre tronos o tribunales al lado del Hijo d d hombre glorioso. La promesa hecha aqu a los doce no es pues su participacin perenne en la realeza celestial de Cristo en el mundo venidero (como parece indicar el texto paralelo de Le 22,29s), sino la participacin en el acto nico del juicio, prometido tambin a los israelitas justos segn la literatura juda, y segn Pablo (ICor 6,2), a todo cristiano en general.
Parbola de la igual recompensa a desigual trabajo 20,1-16 El reino de los cielos es semejante a un propietario que sali muy de maana a contratar obreros para su via. 2 Despus de acordar con ellos que les dara un denario por la jornada, los envi a su via. s Sali luego hacia la hora tercia y, cuando vio a otros que estaban en la plaza desocupados, *les dijo igualmente: "Id tambin vosotros a mi via, y os dar lo que sea justo." s Y ellos fueron. Nuevamente sali hacia la hora sexta y ala nona, e hizo exactamente igual. 8 Sali an hacia la hora undcima y encontr a otros que estaban parados, y les pregunta: "Cmo estis aqu todo el da sin trabajar?" 7 Ellos le responden: "Es que nadie nos ha contratado." Dceles l: "Id tambin vosotros a mi via." 8 Llegado ya el atardecer dice el dueo de la via a su administrador: "Llama a los obreros y pgales el jornal, comenzando por los ltimos y acabando por los primeros." 9 Llegaron, pues, los de la hora undcima y cada uno recibi un denario. 10 Cuando llegaron los primeros, pensaron que recibiran ms; pero tambin ellos recibieron cada uno un denario. 11 Despus de haberlo recibido, protestaban contra el dueo,12 diciendo: "Estos ltimos trabajaron una sola hora, y os has igualado a nosotros, que hemos aguantado el peso de la jornada y el calor." "Entonces l le contest a uno de ellos: "Amigo, yo no te hago ninguna injusticia: Acaso no nos pusimos de acuerdo en un denario? 14 Pues toma lo tuyo y vete. Me gusta darle a este ltimo lo mismo que a ti. 15 Es que yo no puedo hacer en mis asuntos lo que 409
1
408
20,1-16
20,1-16
quiera? O acaso tu ojo es nudo porque yo soy bueno?" ie De esta suerte, los ltimos sern primeros, y los primeros ltimos. [Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos.] El motivo que ha llevado a Mateo a insertar la presente parbola en este lugar, est en el verso final del pasaje precedente, que vuelve a ser repetido al trmino de la parbola, a pesar de que no da expresin a la idea central de ella. No sabemos el crculo de oyentes al que, en su origen, fue dirigida. Con todo puede suponerse que estaba formado por fariseos, ya que es precisamente la teora de la remuneracin defendida por ellos, la que queda reprobada en la parbola. La jornada laboral abarcaba en el antiguo Oriente desde la salida del sol hasta la aparicin de las estrellas. As, pues, su duracin, y con ella la de las doce horas de que estaba compuesta, cambiaba segn la estacin del ao. El salario de un denario convenido con los obreros (jornaleros), es el salario normal de la poca 109 . Los trabajadores contratados por la maana no bastan para el trabajo (probablemente la vendimia) y el dueo de la via vuelve a salir a las 9, a las 12, a las 3 y, finalmente, a las 5 y vuelve a encontrar siempre obreros desocupados. Con stos no queda contratado el precio exacto de su salario. El reproche contenido en la pregunta a los de la ltima hora es slo un elemento en la composicin real de la historia y no puede ser traspuesto a la realidad religiosa. En cambio, no es probable en la realidad profana que haya todava, una hora antes del trmino de la jornada, hombres en busca de trabajo en el mercado y que sean contratados an para el mismo da, y este rasgo es precisamente de importancia para el sentido de la parbola. Segn Lev 19,13; Dt 24,15, tena que ser pagado el salario al trmino de la jornada, si as era solicitado por el jornalero. En el caso presente tiene lugar el pago, por encargo del dueo de la via, en un orden inverso al de la contrata de los jornaleros, y
109. Cf. Tob 5,15; Ap 6,6. 410
2 3-7
reciben todos, sin excepcin, la cantidad de un denario. El primero de los rasgos puede considerarse como un capricho del dueo de la via, pero el segundo es totalmente contrario a cuanto sucede en la vida. Pero precisamente estos dos rasgos, en s tan contrarios a la realidad, son de importancia para la parbola 110 . En ellos queda de manifiesto la idea central que la parbola ilustra: los contratados a primera hora, los nicos en haber llevado el peso del da entero de trabajo, reciben el salario los ltimos, para que vean que los dems reciben exactamente lo mismo que ellos. Si el pago no se realizara en orden por as decir inverso, no sera posible el desenlace a que debe conducir la parbola. La injusticia de la que se quejan los contratados a primera hora consiste, como dice claramente el texto, nica y exclusivamente, en el hecho de que reciben el mismo salario tambin todos los otros que han trabajado menos. La contestacin del dueo de la via da, por fin, expresin a 13-15 la idea central de la parbola. En manera alguna puede hablarse de una injusticia, esto es, de un perjuicio de los contratados a primera hora, ya que han recibido efectivamente el salario convenido por la maana. Su protesta slo hace poner de manifiesto la envidia que sienten por los otros. El ojo malo es entre los orientales imagen de la envidia, rivalidad y hostilidad111. Como motivo de su manera de proceder pagando rendimientos distintos con igual salario, aduce el dueo de la via el de ser sa su voluntad sin ms; un capricho quiz, pero estrictamente hablando, no puede decirse que sea injusto el que quiera regalar con un salario sobre su rendimiento a aquellos que han trabajado menos. Pero en realidad no es simple capricho lo que induce al dueo de la via a este proceder. El motivo verdadero y tambin el nico es ms bien, como l mismo hace saber, su bondad. De todas las parbolas de Jess cuenta la presente, a pesar de su claridad, entre las ms sujetas a falsas interpretaciones. La historia de su interpretacin muestra que ha sido sentido siempre como un problema la tensin existente entre lo que aparentemente es la
110. C. el exc. que precede a Me 4,1. 111. Cf. Eclo 14,10; 34(31)13a y com. a Mt 6,23.
411
20,1-16
20,1-16
moral de la parbola, en el v. 16a, y el contenido de la parbola misma. Para su interpretacin, por lo tanto, tiene que dejarse aparte, en un principio, el v. 16a. Mateo lo ha tomado evidentemente, repitindolo como un estribillo, del final del pasaje que precede. El v. 16b, por su parte, ha sido introducido tardamente a partir de 22,14 en una parte de la tradicin textual. Como verdadera idea central de la parbola se destaca, de manera clara, la de paga igual a trabajo desigual. Las diferentes horas en las que van siendo contratados los trabajadores no representan diferentes momentos en la historia de Israel, del gnero humano (Ireneo) o de la vida de cada hombre en particular (Orgenes), sino que son datos necesarios para indicar una diferencia en el trabajo de los jornaleros. Precisamente por esto es tambin imposible la hiptesis segn la cual los jornaleros contratados a ltima hora habran dado, con su mayor aplicacin al trabajo en un tiempo ms breve, el mismo rendimiento que los contratados a primera hora. Esta idea contenida en una parbola rabnica de fecha mucho ms reciente vendra a destruir precisamente el verdadero pensamiento de la parbola de Jess La interpretacin teolgica de la parbola tiene que hacerse a partir del v. 15 y, en general, de la segunda mitad de la misma (v. 8ss), ya que sobre sta, y no sobre la contrata para el trabajo en la via, cae el acento de toda la comparacin. El dueo de la via es imagen de Dios y, por ello simboliza su manera de proceder, la actuacin soberanamente libre divina en lo que se refiere a la remuneracin del trabajo humano para conseguir la salvacin. Tal actuacin resulta paradjica, incomprensible para medidas y conceptos humanos, y el hombre no puede pedirle a Dios cuentas de ella. Esta idea queda expresada en la protesta, psicolgicamente bien justificada, de los contratados a primera hora. Dios puede actuar de esta manera en su remuneracin de los mritos humanos, porque el hombre es su esclavo (cf. Le 17,7-10), que no puede presentarse ante l, como su Seor que es, con pretensiones legales. La recompensa que Dios da al hombre por sus mritos morales, sigue siempre siendo una recompensa gratuita. Con esta doctrina se sita Jess en abierta oposicin frente a la teora de la remuneracin dominante en el judaismo de la poca. Esta par412
bola es, junto con la del esclavo (Le 17,7-10), el ms importante documento sobre la idea de la recompensa en la doctrina de Jesucristo. Queda an por estudiar el sentido del v. 16a, cuya relacin con 16a la parbola era sentida ya por Crisstomo como un problema. Entendido como una concisa formulacin de la idea central de la parbola, slo podra querer decir lo siguiente: de manera semejante, en virtud de la gracia divina, sern los ltimos como los primeros y los primeros como los ltimos; en otras palabras: entonces dejarn de existir diferencias de ninguna clase entre unos y otros. Pero esta interpretacin no hace decir al texto lo que su forma real expresa y, sobre todo, no tiene en cuenta que el verso no hace sino repetir la afirmacin final del pasaje precedente (19,30), aunque con una inversin en el orden de los primeros y los ltimos (como en Le 13,30) y adicin, en ambos casos, del artculo (los ltimos... los primeros) en lugar de muchos como en 19,30. Estas observaciones son prueba de que ha sido Mateo quien ha colocado el versculo en este lugar. Por otra parte la forma de expresin los ltimos... los primeros pide, al igual que en 19,30 (muchos primeros) y en Le 13,30, como sentido de la sentencia una inversin real en el orden de categoras existente. De la explicacin anterior de la parbola hemos llegado, en cambio, al resultado de que no es esta inversin de las circunstancias terrenales su pensamiento fundamental. Mateo ha pensado aqu, sin duda, como se ve de la repeticin del versculo en forma de estribillo, en la inversin del orden de categoras en el da del juicio y colocado la parbola, tomando la ocasin ofrecida por 19,30, precisamente en este lugar, por resultar tambin en ella que los ltimos son los primeros y los primeros los ltimos. La sentencia tiene que ser entendida en su sentido evidentemente como un aviso dirigido a los fieles, y por ello no es tampoco aceptable la hiptesis de que queden referidos en ella los devotos fariseos, que al igual que los primeros jornaleros de la parbola, protestaban de que Jess prometiera a los cobradores de contribuciones y pecadores la entrada en el reino de Dios, mientras que les anunciaba a ellos su exclusin del mismo (cf. 21,28-32).
413
La teora de la remuneracin Para no equivocar el verdadero sentido de la parbola, hay que interpretarla, pues, sin relacin al contexto en que Mateo la ha colocado y prescindiendo tambin de la sentencia del v. 16. La teora de la remuneracin en el judaismo y en la doctrina de Jess. 1. En el Antiguo Testamento y en el judaismo, la doctrina de la justa recompensa de Dios era el motivo ms importante de la accin moral. En correspondencia con el desarrollo muy tardo de la creencia en la suerte distinta de los buenos y los malos en el otro mundo, en un principio se entenda la remuneracin como una recompensa recibida ya en este mundo " 2 . La creencia de que Dios premia o castiga las buenas o las malas obras de los pueblos y de los hombres en particular, se encuentra al travs de todo el AT desde sus partes ms antiguas hasta las ms tardas. Tal creencia constituye sobre todo el ncleo de la teologa de la historia en los profetas. El celo con que Dios interviene dando a cada uno su merecido en la historia, no es otra cosa sino la realizacin del orden moral fundado en la esencia divina misma. En los profetas, la idea de la remuneracin pasa en tal grado a primer plano, que lleva a una transformacin, de manera especial en Amos, incluso de la teora de la eleccin: precisamente por haber elegido a Israel como su pueblo, castiga Yahveh en l todos sus pecados (Am 3,2). En un principio es concebida la remuneracin con un carcter colectivo. Israel es una unidad en todos sus miembros y generaciones. Ms tarde, con el desarrollo del individualismo religioso a partir de la cautividad (Jeremas y Ezequiel), pero tambin ya con anterioridad, se aplica la doctrina de la remuneracin tambin a la vida del hombre en cuanto individuo. El proceso de individualizacin de la religin es llevado a cabo de manera especial sobre todo a partir de la teora de la remuneracin (Sjberg). Cada uno es, segn su conducta, premiado o castigado por Yahveh 11S . Con
112. Cf., por ej., x 20,12; Lev 26; Prov 22,4.
La teora de la remuneracin este criterio, desarrollado sobre todo en el Deuteronomio, se expone la historia de Israel en la historiografa ms reciente del AT. Esta teora de la doble remuneracin individual, y en un principio de carcter terrenal, es la que domina tambin la llamada literatura sapiencial y la religiosidad de la poesa de los salmos de la poca posterior a la cautividad, donde ha dado origen a una tica de fuerte sabor eudemonstico (cf. Job 22,2). Con todo, su tajante aplicacin a la prctica, segn la cual prosperidad o desgracia son siempre retribucin divina y por ello signo de bondad o maldad, deba convertirse en un difcil problema para ms de uno entre los creyentes del AT 1 1 4 . Slo con el desarrollo de la fe en la resurreccin de los muertos y en la remuneracin en la otra vida fue encontrada una solucin para este agobiante problema. En 2Mac 115 y en el libro de la Sabidura 116, dos escritos del judaismo helenstico, queda expresado de manera categrica, que la verdadera recompensa para los buenos y los malos no tiene lugar hasta el mundo venidero. 2. El judaismo ha tomado del AT la idea de la remuneracin junto con el concepto de la providencia universal y la justicia divinas. Lo caracterstico en la doctrina juda de la remuneracin no es la idea de la recompensa en cuanto tal, que se deduca necesariamente del concepto de Dios mismo, sino su estricto aferrarse a la creencia en una recompensa terrenal inmanente, y esto a pesar de todas las dolorosas lecciones de la historia juda y a pesar de la creencia en el juicio escatolgico y en la remuneracin en el mundo venidero. El motivo de este fenmeno radica en el concepto judo de Dios: la justicia divina tiene que revelarse en su actuar dentro de la historia y en una forma tal, que haga comprensible este actuar tambin para la mentalidad humana. Ello presta al concepto judo de la Divinidad un rasgo racionalista. Slo la literatura apocalptica, para la que el en actual est bajo el poder del Maligno, sigue una direccin diferente.
114. Cf. el exc. despus de Le 13,9. 115. 2Mac 6.26; 7,17.19.36; 12,42-45. 116. Sab 3.1-9; 4,10; 5.3-13; 6,19
415
La teora de la remuneracin Esta rgida fe en la remuneracin es, sobre todo, rasgo fundamental de la religiosidad de los fariseos. Prosperidad significa, en todo caso, recompensa; desgracia, en todo caso, castigo; ambas cosas, por tanto, son signos del hombre bueno o pecador 11T. Remuneracin terrenal y futura quedan unidas en la teologa rabnica de manera tal, que no permite nunca un fallo en la creencia en la retribucin y en la justicia absoluta de Dios; un problema de teodicea es dentro de ella imposible. La atencin de los rabinos va dirigida tanto a Dios como al hombre. Segn doctrina rabnica, tampoco los justos estn libres de pecado y por eso les enva Dios penalidades en la tierra, para que expen as sus pocos pecados y puedan recibir en la otra vida una recompensa plena por sus buenas obras. A los impos, en cambio, les concede suerte y prosperidad en la tierra por sus pocas buenas obras, para hacer caer sobre ellos en el otro mundo el pleno castigo por sus malas acciones. De importancia fundamental para comprender la doctrina farisea de la remuneracin es adems la significacin de la ley en el judaismo tardo. La ley (la torah) es la ms preciosa posesin de Israel, la ms alta prueba del amor de Dios a su pueblo, porque segn creencia general, Dios ha dado a Israel la torah, para que haga mritos por ella y reciba as una recompensa. sta no era con todo la opinin ms antigua y originaria. Segn ella, el cumplimiento de la ley no era otra cosa que la liquidacin de la deuda de agradecimiento contrada con Dios por la liberacin del poder de Egipto, concedida por Dios a Israel. Aqu no quedaba lugar en absoluto para la estricta teora de la recompensa. Pero la teologa rabnica no ha mantenido esta concepcin primitiva. Segn la doctrina dominante, la torah es, en cierto sentido, una magnitud independiente de la voluntad divina, consistente en s misma, de la que el hombre religioso se aduea, a fin de acumular mritos, mediante el cumplimiento de los diversos preceptos, convirtiendo a Dios en deudor propio; porque Dios est obligado, por ser fiel y justo, a pagar al hombre piadoso 117. Cf. com. a Le 16,19-31. 416
La teora de la remuneracin una recompensa adecuada a cada acto meritorio. Segn doctrina rabnica, puede el hombre cumplir la ley por sus fuerzas naturales. Lo mismo que la ley era considerada como una magnitud independiente de Dios, as eran tambin mirados los actos de cumplimiento de los preceptos, separados del hombre y de su actitud interior, como algo aparte e independientes tambin unos de otros. El peso recay todo, no en la actitud interior, sino en un legalismo exacto y a la letra. Todos los preceptos de la ley estn adems dados por Dios, de modo que no existe entre ellos, segn la opinin dominante, ninguna distincin de valor entre preceptos ms o menos importantes 118 , como tampoco diferencia alguna entre preceptos ticos y rituales. Estos ltimos eran ms bien con cuya observancia se consuma de hecho la vida del judo piadoso. Dios tiene, por su parte, la tarea de ir tomando nota de todas estas obras meritorias, lo mismo que apunta tambin las malas obras del hombre. En el juicio son pesadas ambas segn los datos de los libros divinos (cf. Ap 20,12) y el resultado del balance final decide el destino del hombre. De los actos de cumplimiento de los preceptos, esto es, de las obras meritorias prescritas por la ley, quedan distinguidas las buenas obras, entre las que se cuentan, en primer lugar, la limosna y las llamadas obras de caridad U 9 , ya que sobre estas ltimas no est, en la ley, prescrito ningn mdulo especial; se distinguen tambin del cumplimiento de los preceptos porque el hombre recibe por ellas, adems del capital, esto es, la recompensa principal en el cielo, tambin rditos, esto es, recompensa terrenal. Segn la teora rabnica, no estn tampoco los justos libres de pecado y por eso les da Dios la posibilidad de una expiacin (por la penitencia, el ayuno y la oracin, por las penalidades que enva a los hombres y finalmente por la muerte) en este mundo, que disminuye o liquida del todo su deuda en el cielo, para que en el da del juicio haya, en todo caso, un excedente de obras meritorias. El rasgo de importancia decisiva en la doctrina juda de la
118. Cf. com. a Mt 23,23s. 119. Cf. com. a Mt 25,35s.
417
La teora de la remuneracin
La teora de la remuneracin
remuneracin es el de la equivalencia entre el mrito humano y la recompensa divina. Al rendimiento humano responde a su vez rendimiento divino, circunstancia que es al mismo tiempo de gran transcendencia para el concepto judo de Dios. Dios sigue siendo, lo mismo que en el AT, el Seor del hombre; pero, con todo, la relacin entre Dios y el hombre, en el judaismo, queda descentrada por su doctrina sobre la remuneracin. Tal relacin deja de ser religiosa en sentido estricto, para convertirse en jurdica o contractual, que obliga en igual manera a ambas partes imponiendo a las dos derechos y deberes. De hecho, ha habido rabinos que han reprobado la mecanizacin de la religin y de la tica por ese cumplimiento de la ley de tipo slo literal externo, y otros han rechazado, en absoluto, la doctrina de la remuneracin 12; asimismo puede leerse en la literatura rabnica que la vida eterna es obra de la misericordia divina, esto es, obra de la gracia121, y que en la actitud de Dios frente a los pecadores (israelitas) es mayor la medida de su misericordia que la de su justicia en el castigo. Pero todos estos pensamientos no han ni quebrantado la opinin de que el cumplimiento de la ley al pie de la letra satisfaga a la voluntad de Dios, ni podido transformar la religiosidad surgida sobre el fundamento de la justicia de la ley (Blerbeck). 3. Tambin en el evangelio y en el NT en general supone la remuneracin, en su doble forma de premio para los buenos y castigo para los malos, un importante motivo de la accin moral. En las palabras de Jess volvemos siempre a encontrar referencias al premio o la recompensa. Los hipcritas que dan limosna, rezan y ayunan para ser alabados por los hombres, no tienen premio que esperar de Dios. Por el contrario quien practica tales obras en el silencio, ser recompensado por el Padre celestial122. Un amor al prjimo egosta, que cuenta con ser correspondido, no tiene recompensa que esperar de parte de Dios (Mt 5,46s).
120. Cf. com. a Le 17,10. 121. Cf. Salmos de Salomn 16,15. 122. Me 6,1-6.16-18.
Los discpulos perseguidos por confesar a Jess tienen un gran premio preparado en los cielos 12S. El que da a otro, aunque slo sea un vaso de agua, no ser privado de su recompensa (celestial) 12*. De manera especial queda referida la doctrina de la retribucin en muchas de las parbolas de Jess. La descripcin del juicio en Mt 25,31-46 muestra que la sentencia que decidir sobre la salvacin o la perdicin eternas ser dictada con arreglo a las obras de caridad puestas por obra u omitidas. El que niegue al Hijo del hombre en este mundo, ser tambin, segn la ley de la justa retribucin, negado por l en su nueva venida125. El que invite a los pobres, en vez de a los amigos ricos, que pueden corresponder, recibir su recompensa en el da de la resurreccin de los justos (Le 14,12-14). Cuando el Hijo del hombre vuelva de nuevo en medio de su gloria, dar a cada uno la retribucin merecida por sus obras126. Por ello es la vida en el mundo una poca de prueba (Le 19,11-27). Jess reconoce como justificada la pregunta de Pedro por la retribucin, la compensacin que recibir el discpulo a cambio de los sacrificios que el seguimiento de Jess le impune (Me 10,28-30). En el da del juicio, el hombre tendr que dar cuenta de cada una de sus palabras ociosas (Mt 12,36). A la recompensa se refieren tambin todas las manifestaciones de Jess sobre la entrada en el reino de Dios o la vida eterna, condicionando sta al cumplimiento de determinados requisitos. Para entrar en la vida, hay que cumplir los mandamientos127, hay que esforzarse por ello (Le 13,24) y no basta slo decir Seor, Seor! (Mt 7,21). El camino de la vida conduce a travs de una estrecha puerta, es angosto y difcil de encontrar (Mt 7,13s). Para escapar a la perdicin eterna hay que estar dispuesto a sacrificar ojos, manos y pies (Me 9,43-48). Jess exige como condicin para salvarse una justicia que sobrepase, con mucho, la
123. 124. 125. 127. Mt Me Mt Me 5,12 = Le 6,23. 9,41 = Mt 10,42; cf. tambin Mt 10,41. 16,27 = Me 8,38. 126. Mt 16,27; cf. tambin Le 12,38-46. 10,17ss; Le 10,25ss.
418
419
La teora de la remuneracin de los fariseos y escribas (Mt 5,20). Todo el sermn de la montaa, las bienaventuranzas y los ayes, as como las anttesis, reciben su tono de insistente severidad de la idea de la remuneracin. Slo el que oye las palabras de Jess y las pone en prctica se asemeja a un hombre prudente cuya casa tendr consistencia12s. De especial importancia es la observacin de que la recompensa sea prometida no slo a la accin moral, sino tambin a la actitud religiosa129. Tambin en las bienaventuranzas, comunes a Mateo y Lucas, se trata en primera lnea de actitudes religiosas, no ticas, y la parbola del rico epuln (Le 16,19-31) expresa el mismo pensamiento en manera inversa. De todo esto se deduce que la idea de la remuneracin no es, en la doctrina de Jess, simple herencia del AT y del judaismo, ni puede ser entendida slo pedaggicamente, como una simple adaptacin al nivel espiritual de las masas. La doctrina de la remuneracin del evangelio va unida de manera inseparable con la doctrina de Dios como Seor y del reino de Dios como fin ltimo del hombre. La tica del evangelio no puede estar libre de la idea de la recompensa, por ser una tica de la obediencia y no realizacin de la idea de la personalidad moral autnoma como en el estoicismo. En la idea de la recompensa acta el aspecto del concepto evanglico de Dios segn el cual Dios es el Seor que exige obediencia al orden moral creado por l mismo y el juez severo, que tiene que ser temido, ya que puede lanzar cuerpo y alma a la perdicin eterna 13. A pesar de todo existe una profunda diferencia entre la doctrina de la recompensa de Jess y la juda, que es objeto de una expresa repulsa por parte de Jess. a) La retribucin a que Jess en todos los pasajes aducidos directa o indirectamente se refiere, consiste en ser recibido en el reino de Dios o en su exclusin del mismo, es pues de carcter escatolgico. Jess no sabe nada de los rditos que el hombre reli128. Mt 7,24-27 = Le 6,47-49. 129. Cf. Mt 6,1-6.16-18. 130. Mt 10,28 = Le 12,5. 420
La teora de la remuneracin gioso recibe en este mundo por sus obras de caridad, y rechaza la creencia del judaismo (y del AT) en una justa recompensa de carcter terreno, creencia segn la cual toda prosperidad o penalidad supone en s una retribucin. La frase de Goethe: Toda culpa se venga sobre la tierra, no tiene que ver en absoluto con la doctrina de Jess. Por el contrario, Dios hace lucir el sol y caer su lluvia vivificadora sobre justos y pecadores (Mt 5,45). Tambin Jess reconoce que Dios es el Seor de la historia y que sin su consentimiento no cae al suelo ni un gorrin (Mt 10,29); pero su justicia no quedar de manifiesto hasta el mundo futuro. El dolor puede tambin, segn la doctrina de Jess, ser castigo del pecado131, y la catstrofe de Jerusaln supone tambin un castigo divino. Pero el verdadero castigo del judaismo no consiste en la tribulacin del ao 70, sino en su reprobacin como pueblo de Dios y en su exclusin del reino de los cielos132. Tampoco la recompensa del ciento por uno prometida por Jess como premio del discpulo es terrenal, sino escatolgica133. La creencia juda de que toda prosperidad y penalidad en este mundo suponen una retribucin, queda rechazada de la manera ms clara y categrica en las bienaventuranzas dirigidas a los pobres, los afligidos y los perseguidos, y los ayes sobre los ricos y los hartos, y en todos los pasajes que declaran el dolor como algo que va unido, de manera esencial, a la condicin de discpulo 134. b) De una gran significacin para el concepto de recompensa es adems el hecho de que Jess hace pasar el centro de gravedad de la tica a la actitud interior del hombre. Las buenas obras no tienen ya un valor, independiente en cierto modo de la persona del que las realiza, y que es pesado en el da del juicio. El hombre no es bueno por acumular, uno tras otro, actos diversos de observancia de los preceptos, sino que el hecho de ser bueno, esto es, ligarse en actitud de obediencia, de manera permanente, a la
131. 132. 133. 134. a. Mt Cf. Cf. com. a Le 13,1-5. 8,1 ls = Le 13,28-30. com. a Me 10,29s. el exc. despus de Le 13,9. 421
La teora de la remuneracin
La teora de la remuneracin
voluntad divina, es lo que presta a sus obras buenas su cualidad moral. La bondad interior del hombre es el rbol bueno que produce los frutos de cada una de las buenas obras en particular135. Las obras buenas no pueden ser separadas de la personalidad del hombre que las lleva a cabo; la recompensa es concedida al valor moral de la persona, no a la suma de sus obras particulares. De ello se sigue entonces que la imagen del tesoro en el cielo utilizada ocasionalmente por Jess136 no tiene en sus labios el mismo sentido que en los rabinos; se trata slo de la misma imagen utilizada por l para simbolizar simplemente la recompensa en el cielo. c) Pero sobre todo y sta es la diferencia fundamental frente a la teora juda de la remuneracin el hombre, segn la doctrina de Jess, no est con sus buenas obras frente a Dios como parte contratante de igual categora jurdica. Frente a Dios, como queda expresado en las dos parbolas del esclavo (Le 17,7-10) y de la igual recompensa al desigual trabajo, no tiene el hombre ninguna clase de derechos. Dios, por ser el Seor del hombre137, es libre tambin en su actividad remuneradora; en otro caso dejara de ser Dios. El hombre en cambio no posee frente a l los mismos derechos de libertad. El hombre no puede, segn su gusto y voluntad, prestar servicio a su Seor o no prestarlo. Como siervo (esto es, esclavo) es propiedad de su seor, y por ello sigue siendo, tambin con todos sus mritos posibles, slo un siervo intil, que no ha hecho ms que cumplir con su deber. Si a pesar de ello otorga Dios una recompensa al hombre por el servicio de su obediencia, no ser nunca basndose en un posible derecho del hombre, sino en Dios mismo, cuya esencia es la bondad misma, esto es, la recompensa es, en s misma, una recompensa de gracia. El evangelio habla de retribucin slo en forma de promesa, no como un derecho. La diferencia fundamental entre la doctrina de la remuneracin del evangelio y la de los rabinos est pues
135. Mt 7,16-18 = Le 6,43s. 136. Mt 6,19-21; Me 10,21. 137. Cf. com. a Mt 10,28. 422
basada, en el fondo, en la diferente manera de determinar las relaciones entre Dios y el hombre. d) Pero tambin el concepto judo de la equivalencia entre mrito y retribucin est suprimido en la doctrina de Jess. La recompensa consiste en ser recibido en el reino de Dios, superando as, en medida infinita, todo posible merecimiento humano, y por ello no puede ser merecida, sino que es, por este motivo, recompensa de gracia. La recompensa es, pues, en labios de Jess, slo una imagen, lo mismo que la del tesoro en el cielo. A ello se aade que el discpulo se queda siempre por debajo de la misin a l encomendada y tiene por ello que recurrir a la misericordia divina, volver siempre a rogar el perdn de su culpa188. Tambin en los casos en que se habla, de hecho, de una igualdad de valores entre el mrito humano y la recompensa divina1S9 o de una compensacin por un sacrificio140, queda referido en el fondo siempre un premio que excede el merecimiento, ya que el don con que Dios corresponde a la obra humana la sobrepasa en la misma medida que el amor divino al amor humano. Este exceso del premio celestial queda adems referido tambin de manera expresa en otros pasajes " \ sobre todo en las bienaventuranzas, segn las cuales ya slo la esperanza de la grande recompensa en los cielos debe llenar de jbilo y alegra a los discpulos en medio de las tribulaciones de la persecucin. El premio consiste en la comunidad con Dios y con Jess" 2 y no en una cosa, cualquiera que ella sea, con lo que queda dicho, que es en principio igual para todos, cosa que no excluye que Jess se refiera tambin a primeros y ltimos puestos en el reino de Dios, esto es, a diversos grados de bienaventuranza143.
138. 139. 140. 141. 12,37. 142. 143. Mt 6,12; 18,23ss. Cf. Mt 5,7; 6,14; 10,32. Me 8,35; Le 6,21; 14,11. Cf. Le 6,3'8; Me 10,30 (pago del ciento por uno); Mt 25,21; Le a . Le 22,28-30 Cf. Mt 5,19; Me 10,40; Le 19,17-19; 22,28-30. 423
La teora de la remuneracin La recompensa en el cielo es para todos libre ddiva de la gracia divina y excede con mucho todo merecimiento humano; pero, a pesar de ello, tambin depende, en su graduacin, de la magnitud de ese merecimiento. e) La recompensa, en fin, no es en la doctrina de Jess el motivo nico ni principal de la tica, como se desprende ya de la relacin del hombre con Dios, quien, como su Seor, puede exigirle la obediencia sin adeudarle, por ello, una paga. Si, a pesar de ello, Dios, en libre decisin de su bondad, quiere recompensarle, el motivo de la retribucin queda subordinado al motivo de la obediencia. Y por ello no es la tica del evangelio eudemonista como la juda. El hombre afirma y hace el bien moral no porque vaya a sacar de ello un provecho, sino porque as lo exige la voluntad de Dios. Lo que determina el valor moral de una accin no es la recompensa, de modo que el bien moral fuera lo til para el hombre, sino la voluntad divina. Quien cumple los postulados morales de Dios slo con miras al premio, obra inmoralmente. Su moralidad es puro egosmo, movindose en un crculo de ideas que queda fuera de la justicia ms perfecta exigida por Jess (Tillmann). Jess exige que al dar limosna no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha (Mt 6,3), lo cual quiere dar a entender la necesidad de la exclusin de las miras a la recompensa; y en la descripcin del juicio de Mt 25,31-46 el asombro tanto de los benditos del Padre como de los condenados, es una prueba de que no pensaron en el juez remunerador cuando llevaron a cabo las obras referidas. Por el contrario, los primeros ayudaron al necesitado por puro amor al prjimo sin pensar en el premio que por ello recibiran. Jess quiere evidentemente aqu poner de manifiesto que se debe cumplir el precepto del amor sin contar con la recompensa divina. A esto se aade, por otra parte, que, segn la doctrina de Jess, Dios es no slo el Seor santo, con exigencias inexorables de obediencia, que deja caer su castigo sobre la violacin del orden moral, sino tambin y sobre todo el Padre bondadoso. Este rasgo da tambin por su parte un nuevo aspecto al motivo de la obediencia.
424
20,17-19
Lo decisivo no es, en adelante, el miedo ante el Seor, sino, en primer lugar, el amor y el agradecimiento. A esto se aade la idea de la semejanza y la imitacin divinas. Precisamente el ms difcil entre todos los preceptos de Jess, el del amor a los enemigos, no queda motivado por el pensamiento de la recompensa, sino por el de la imitacin divina (Mt 5,44-48). La justicia exigente y remuneradora y la bondad sin medida, que acoge tambin al pecador como un hijo, van unidos entre s formando la imagen de Dios trazada en la doctrina de Jess. En ella puede darse una polaridad o tensin slo para la mente humana. En Dios forman ambos rasgos una unidad, porque ambos juntos integran su perfeccin moral absoluta. Ellos son tambin los que determinan la relacin entre Dios y el hombre, y los que, por ello, dan tambin su forma especial a la doctrina de la remuneracin evanglica. La idea de la misericordia divina no era tampoco extraa a la teologa rabnica. Su significacin en cuanto a la doctrina de la retribucin se deja ver en la opinin de que Dios da al hombre piadoso ocasin para expiar los pecados que tambin ste comete, para que as prevalezca el peso de los mritos en el da del juicio. Con todo queda aqu subordinada la misericordia divina a la justicia. En este rasgo queda precisamente de manifiesto el motivo ms profundo de la diferencia entre la doctrina juda de la remuneracin y la del evangelio: en los rabinos se trata de un querer comprender la manera de actuar divina. Segn el evangelio en cambio Dios es ms grande que el corazn humano (Un 3,20).
Tercera prediccin de la pasin 20,17-19 (= *Mc 10,32-34; Le 18,31-34) Cuando Jess iba subiendo a Jerusaln, tom consigo aparte a los doce y les dijo por el camino: 1S vMirad que subimos a. Jerusaln, y el Hijo del hombre ser entregado a los sumos sacerdotes y escribas, y lo condenarn a muerte,19 y lo entregarn a los paganos para que se burlen de l y lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer da resucitar.' 425
17
20,20-28
20,20-28
En este pasaje el texto de Mateo coincide casi literalmente con el de Marcos. Pero no se dice nada en el v. 17 (frente a Me 10,32) del asombro y la confusin de los discpulos que acompaan a Jess 144 . En el v. 19 determina Mateo ms exactamente el lo matarn de Me 10,34 con el le crucificarn 14!>.
Ambicin de los hijos de Zebedeo 20,20-28 ( = *Mc 10,35-45; cf Le 22,24-27) Entonces se le acerc la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postr ante l para pedirle algo. 21 l le pregunt: .Qu es lo que quieres? Ella le dice: Di que estos dos hijos mos se sienten en tu reino el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.- 22 Pero Jess contest as: No sabis lo que peds. Sois capaces de beber el cliz que yo tengo que beber? Ellos le responden: S que lo somos. 23 l les replica: S que beberis mi cliz; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no es de mi incumbencia el concederlo; eso es para aquellos a quienes est destinado por mi Padre. 24 Cuando lo oyeron los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. 2S Pero Jess los llam tambin junto a s y les dijo: Ya sabis que tos gobernantes de las naciones disponen de ellas como dueos, y los magnates las tienen sujetas. 26 Pero no ha de ser as entre vosotros; al contrario, el que quiera entre vosotros ser grande, sea vuestro servidor, 27 y el que quiera entre vosotros ser el primero, sea esclavo de todos, 28 de la misma manera que el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos. Segn Mateo no son, como en Marcos, los dos hijos de Zebedeo mismos quienes hacen su atrevida peticin a Jess, sino su madre 146 . Los dos discpulos quedan as un poco disculpados, y no se sabe, si Mateo quiere dar a entender, con ello, que la madre 144. Cf. com. a Mt 14,33. 145. Lo mismo en Mt 23,34 frente a Le 11,49. 146. Segn Me 15,40 = Le 27,56 se llamaba Salom. 426
20
fue slo empujada por los hijos. En lo que sigue (v.22s), Jess dirige sus palabras slo a los hijos, de lo que se deduce claramente que la exposicin de Marcos es la ms originaria. Inhbil en su forma resulta la expresin la madre de los hijos de Zebedeo 147 con sus hijos. Mateo designa as a la madre por medio de la referencia a sus hijos bien conocidos para la comunidad primitiva, no necesitando en adelante 148 volver a repetir sus nombres 148 . La expresin vaga e indeterminada de para pedirle algo se entiende slo a partir de Me 10,35. En lugar de la gloria futura de Jess (Me 10,37), Mateo habla del reino 150 . En los v. 22s ha suprimido Mateo la imagen del bautismo del dolor, innecesaria junto a la del cliz del martirio. El giro pasivo de aquellos a quienes est destinado (Me 10,40), utilizado para evitar el nombre de Dios, queda aclarado por. Mateo (v. 23) aadiendo por mi padre. Despus del v. 28 ofrece el texto occidental el siguiente aditamento, procedente quiz de un evangelio apcrifo: Vosotros buscis crecer a partir de lo pequeo, y llegar a ser pequeos a partir de lo ms grande. Pero si entris y sois invitados a un banquete, entonces no os sentis en los primeros puestos. Porque podra venir otro ms importante que t y venir el anfitrin y decirte: "Crrete a un puesto de ms abajo!" Y entonces quedaras avergonzado. Pero si te pones en el ltimo puesto y viene otro menos importante que t, te dir el anfitrin: "Crrete a un puesto de ms arriba!" Y eso te ser de provecho. Con excepcin de la frase introductoria, difcil de entender por su inhbil formulacin, concuerda el texto en su contenido aunque no en su forma literal con Le 14,8-10.
147. Lo mismo en 27,56 frente a Me 15,40. 148. Frente a Me 10,35. 149. Lo mismo en 26,37 frente a Me 14,33. 150. Literalmente, reinado, expresin que aparece, adems de en este pasaje, slo en Mt 13,41; 16,28 frente a Me 9,1; Le 22,29s; 23,42. 427
Curacin de dos ciegos 20,29-34 ( = *Mc 10,46-52; Le 18,35-43) Parte tercera Al salir ellos de Jeric, les sigui mucho pueblo.30 y de pronto dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que pasaba Jess, se pusieron a gritar: .Seor! Hijo de David! Ten compasin de nosotros! 31 El pueblo les increp para que callaran; pero ellos gritaban ms fuerte: Seor! Hijo de David! Ten compasin de nosotros! 32 Jess entonces se par, los mand llamar y les dijo: Qu queris que os haga? 33 Ellos le contestan: Seor, que se abran nuestros ojos! 3i Compadecido entonces Jess, les toc los ojos, y al momento recobraron la vista y lo siguieron. Este pasaje lo ha ofrecido ya Mateo en su ciclo de los milagros de los cap. 8-9 1 5 \ pero lo vuelve a repetir aqu en el contexto paralelo a Me 10,46-52. En ambos pasajes habla Mateo, a diferencia de Marcos, de dos ciegos en lugar de uno, Bartimeo. El hecho de que, en cambio, falte en Mateo la curacin de un ciego junto a Betsaida (Me 8,22-26) y que, segn el v. 34 152 , la curacin tenga lugar, como en Me 8,23-25, por contacto y no por la simple orden de Jess, no parecen bastar como prueba de que Mateo haya fundido entre s los dos relatos sobre la curacin de un ciego, sobre todo teniendo en cuenta que el mismo evangelista habla ya tambin en 8,28ss de dos posesos en lugar de uno solo como dice el texto de Me 5,1-20.
29
Seccin primera:
cap. 21-25 Tambin en esta seccin, Mateo procede de acuerdo con Marcos, pero ofrece adems un considerable nmero de pasajes que se hallan, en parte, tambin en Lucas en otros contextos \ En su agrupacin aparece claramente el criterio sistematizador, propio del primer evangelista. Del material de Marcos falta aqu solamente Me 12,41-44. Jess es aclamado como Mesas en su entrada en Jerusaln 21,1-11 ( = *Mc 11.1-11; Le 19,28-38.45; Jn 12,12-19) Cuando se acercaron a Jerusaln y llegaron a Betfag, al monte de los Olivos, entonces envi Jess a dos discpulos, 2 dicindoles: Id a esa aldea que est frente a vosotros, y en seguida encontraris una burra atada, y un pollino con ella, desatadla y tradmelos. 3 Y si alguien os dice algo, responderis: "El Seor los necesita, pero en seguida los devolver." 4 Esto sucedi para que se cumpliera lo anunciado por el profeta cuando dijo:
5 1
Decid a la hija de Sin (Is 62,11): Mira que tu rey viene a ti, lleno de mansedumbre y montado sobre una asna y sobre un pollino, hijo de una bestia de carga" (Zac 9,9).
151. Mt 9,27-31; cf. all. 152. Y asimismo Mt 9,29, frente a Me 10,52. 428
429
21,1-11
6
21,1-11
Fueron, pues, los discpulos y lo hicieron conforme les haba mandado Jess: 7 trajeron la burra y el pollino; y pusieron sobre ellos los mantos, y Jess se mont encima de ellos. 8 La multitud, numerossima extendi sus propios mantos sobre el camino, mientras otros cortaban ramas de los rboles y alfombraban el camino con ellas. 9 JLas multitudes que iban delante, igual que las que iban detrs, gritaban diciendo: Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en el nombre del Seor! (Sal 118 [117] 25s). Hosanna en las alturas! Cuando entr en Jerusaln, toda la ciudad se llen de rumores y se preguntaba: Pero quin es ste? l l Y las multitudes respondan: ste es el profeta Jess, de Nazaret de Galilea. En conjunto, el texto de Mateo concuerda aqu exactamente con el de Marcos. En el v. 1, los mejores manuscritos dan slo el nomore de Betfag, lugar del que desconocemos la situacin exacta (Dalman). El. v. 36 parece referirse, no a Jess (como en Me 11,3b), sino al dueo de los dos asnos. El episodio secundario descrito en Me 11,4-6, va referido muy brevemente en el v. 6. En las aclamaciones de la multitud del v. 9 han sido suprimidas las palabras referidas a la venida del reino de David (Me 11,10a,), o mejor, sustituidas por el complemento de al hijo de David ( = Mesas) que se aade al Hosanna. Con ello queda Jess saludado, de manera clara y expresa, como Mesas2. Con ello queda tambin an ms claro que en Marcos, que el hosanna va entendido como una simple aclamacin o saludo8. 4s En esta escena es de especial importancia para el evangelista (cf. tambin Jn 12,14-16) el hecho de que en ella se cumple de nuevo una profeca del AT, las palabras del profeta Zacaras (9,9)
2. Cf. la anotacin preliminar a Me 11,1 -11. 3. Cf. com. aMcll,9s.
430
10
sobre el prncipe de la paz futuro, que vendr hacia la hija de Sin, no como hroe de guerra caballero en un corcel, sino mansamente montado sobre un asno. En el texto de Mateo estn sustituidas las palabras iniciales del texto de Zacaras (Algrate con alegra grande, hija de Sin! Salta de jbilo, hija de Jerusaln!), por Is 62,11. Segn la ley del paralelismo de los miembros, las palabras del texto proftico y sobre un pollino, hijo de una bestia de carga son slo repeticin potica del montado sobre una asna, por lo que se hace referencia a un solo animal. De otra manera tiene que ser entendido el texto de Mateo, que habla en los v. 2s expresamente de una asna con su borriquillo y lo mismo otra vez en los v. 7, donde se dice que los discpulos pusieron sus vestidos sobre ambos animales y que Jess se mont encima de ellos, esto es, sobre los dos animales (no sobre los vestidos). El evangelista quera evidentemente en su relato, poner de relieve, de la manera ms clara posible, el cumplimiento de la profeca del AT, tal como l la entenda. Esta circunstancia era para l ms importante que la cuestin del desarrollo histrico real de los hechos y slo por este motivo habla de dos cabalgaduras. Mateo ofrece, sobre Marcos, tambin una sucinta descripcin 10 de la impresin causada en los habitantes de la capital por la manifestacin mesinica, con lo que queda subrayada, de manera eficaz, la significacin del momento en que Jess hace su entrada en la ciudad santa festejado como el rey Mesas. Distinguidas quedan as, con arreglo a la realidad de los hechos, toda la ciudad y los grupos de peregrinos galileos que vienen a la fiesta en compaa de Jess. J^a designacin de el profeta Jess, de Nazaret de Galilea en boca de los mismos que acaban de aclamarle como el hijo de David mesinico, no contiene contradiccin alguna, ya que con ella slo queda dicho, en consonancia con la pregunta de los habitantes de Jerusaln, quin es el que han saludado como Mesas.
431
La maldicin de la higuera Purificacin del templo 21,12-17 (= *Mc 11,15-19; Le 19,45-48; Jn 2,13-17) Entr Jess en el templo y expuls a todos los que vendan y compraban en l: tambin volc las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, 13 mientras deca: Escrito est: Mi casa ha de ser casa de oracin (Is 56,7), pero vosotros la estis convirtiendo en guarida de ladrones (Jer 7,11). Luego se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y l los cur. 15 Cuando vieron los pontfices y los escribas los milagros que acababa de hacer, y a los nios gritando en el templo: Hosanna al Hijo de David!, se indignaron, ie y le dijeron: Ests oyendo lo que dicen stos? Pero Jess les responde: S. No habis ledo nunca que De la boca de prvulos y nios de pecho te has procurado alabanza? (Ps 8,3). Y volvindoles la espalda, se march fuera de la ciudad, a Betania, donde pas al noche. A diferencia de Marcos (ll,11.15ss), Mateo ofrece (con Lucas) la purificacin del templo a continuacin inmediata de la entrada en Jerusaln, que segn aqul no tuvo lugar hasta el da siguiente. Mateo muestra la misma falta de inters por la cronologa de cada uno de los episodios de los ltimos das de Jess en Jerusaln que por lo dems en su Evangelio en general. Ello hace que coincidan en su texto Me 11,116 y Me 11,19 y sean reunidas en una sola las dos escenas sobre la higuera que en Marcos tienen lugar en dos das distintos (Mt 21,18-22). Los episodios de Me 11-13 = Mt 21-25 quedan tambin distribuidos en Mateo en dos das en lugar de los tres que ocupan en Marcos. 14 En el relato sobre la purificacin del templo va suprimido, como rasgo de segundo orden, Me 11,16. De ms importancia real es la
432
17 14 12
21,18-22
supresin en la cita de Isaas de las palabras (una casa de oracin) para todos los pueblos (lo mismo que en Le 19,46), hecho que tiene que ser explicado a partir de la situacin histrica en la que Mateo (y Lucas) ponen su obra por escrito, despus de la destruccin del templo, Nueva frente a Marcos es la sumaria noticia * sobre las curaciones milagrosas llevadas a cabo en aquella ocasin por Jess. Marcos no da cuenta de ningn milagro de esta clase durante la estancia de Jess en Jerusaln. Mateo es tambin el nico en dar noticia de una continuacin I5s del hosanna de los peregrinos por parte de los nios en el templo. Ambas cosas, la curacin de ciegos y paralticos, y las aclamaciones de los nios, provocan el comprensible enojo de las autoridades, hostiles a Jess. Pero sobre su intervencin violenta en el orden del templo no le dicen en cambio nada y la pregunta sobre el origen de su autoridad, ofrecida por Mateo (al igual que Marcos) al da siguiente, no parece ir referida en su texto a aquel hecho. Los pontfices y los escribas quisieron provocar a Jess a desautorizar l mismo las manifestaciones de los nios, pero l rechaza su pretensin con unas palabras de los salmos5. El texto originario (en lugar de la versin de los LXX citada por Mateo) suena de la manera siguiente: En la boca de nios y de infantes, contra tus enemigos, fundas tu fortaleza. Si, segn el sentido original del salmo, acepta Dios el canto de alabanza de los menores de edad (a la vista de la hermosura de los cielos), tambin le es acepto en esta ocasin que los nios aclamen a Jess como a su Mesas y querer impedrselo significara obrar contra lo que es voluntad de Dios. La maldicin de la higuera y la sentencia sobre la fe 21,18-22 (= *Mc 11,12-14.20-25; cf. Mt 17,20 = Le 17,5s)
19
Por la maana, cuando volva a la ciudad, sinti hambre. Y al ver junto al camino una higuera, se acerc a ella; pero no en-
1&
4. Cf. Mt4,24; 8,16; 9,35; 12,15; 14,14. 5. Sobre la manera de introducir la cita de la Escritura, cf. Mt 12,3.5; 19,4. 433
21,18-22
La maldicin de la higuera Discusin sobre la autoridad de Jess 21,23-27 (= *Mc 11,27-33; Le 20,1-8) Despus de entrar en el templo, mientras estaba enseando, los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a preguntarle: Con qu autoridad haces t esas cosas y quin te dio esa autoridad? ** Jess entonces les respondi as: Os voy a preguntar tambin yo una sola cosa; si me la decs, yo entonces os dir con qu autoridad hago todo eso: 25 el bautismo de Juan, de dnde era: del cielo o de los hombres? Pero ellos deliberaban consigo mismos diciendo: Si respondemos: "Del cielo", nos dir: "Por qu, pues, no cresteis en l?" "" Pero, si respondemos: "De los hombres", hemos de temer al pueblo, pues todos tienen a Juan por projeta. " Respondiendo, pues, a Jess, le dijeron: No lo sabemos. Contestles tambin l: Pues tampoco yo os digo con qu autoridad hago esas cosas. En lugar de la expresin un poco vaga de Me 11,27, de que Jess estaba paseando por el templo, escribe Mateo (con Le 20,1) que estaba enseando all. Precisamente por ello parece imposible referir en su texto la pregunta de las autoridades judas a otra cosa que a la actividad doctrinal de Jess 7. Mateo no menciona a los escribas entre los interlocutores de Jess8. La expresin los ancianos del pueblo 9 es una expresin tpica en Mateo, tomada del AT 10 , para designar a los miembros seglares del sanedrn.
23
contra en ella sino hojas solamente; entonces le dijo: .Ya nunca jams vuelva a producirse de t fruto alguno! Y seguidamente se sec la higuera. 20 Cuando los discpulos lo vieron, quedaron asombrados, y decan: Cmo se ha secado inmediatamente la higuera! 21 Contestndoles entonces Jess, les dijo: En verdad os digo que, si tenis je y no vacilis, no slo haris lo de la higuera, sino que, si decs a este monte: "Qutate de ah y chate al mar", as se realizar; 22 pues todo cuanto pidis en la oracin con je, lo obtendris. En el v. 19 ha sido suprimida la enigmtica observacin de Me 11,13 de que no era tiempo de higos. Las palabras de Jess a la higuera son tambin en Mateo una orden, esto es, una maldicin, y no una profeca. La observacin (v. \9b) de que el rbol qued seco al momento (ante los ojos de los discpulos, v. 20) se desprende como consecuencia inevitable del hecho de la reunin en el texto de Mateo en un nico relato de lo que en Marcos va referido separadamente en dos das distintos. Con arreglo a ello comprueban tambin a continuacin los discpulos el hecho inmediato de que el rbol se ha secado (v. 20). En el logion sobre la fe que mueve montaas (v. 21) puede reconocerse en Mateo (si tenis fe) el influjo de la tradicin paralela6. Mateo ha establecido tambin una conexin expresa (a diferencia de Me 11,23) entre la sentencia sobre la fe y el destino de la higuera, por medio de la frase no slo haris lo de la higuera. En el v. 22 faltan (frente a Me 11,24) las palabras creed que ya lo habis conseguido, lo cual hace que no quede expresada de manera tan clara la seguridad de xito de la oracin bien hecha. Me 11,25 lo ha ofrecido Mateo ya en el sermn de la montaa (6,19s), motivo por el que seguramente ha sido suprimido en este pasaje.
7. a . com. a Me 11,27. 8. Lo mismo en Mt 26,47; 27,1.12. 9. Lo mismo en Mt 26,3.47; 27,1. 10. a . x 19,7; Nm 11,16.24.25.30; Is 3,14; Jer 19il; IMac 7,35 y passim.
435
21,28-32
La parbola de los dos hijos 21,28-32 (cf. Le 7,29s) Qu os parece? Un hombre tena dos hijos. Acercndose al primero, le dijo: "Hijo mo, vete hoy a trabajar en la via." 2> l le respondi: "Voy, seor"; pero no fue. 30 Se acerc luego al segundo y le dijo lo mismo. ste respondi: "No quiero ir"; pero despus se arrepinti y fue. 31 Cul de los dos cumpli la voluntad del padre? Responden: El ltimo. Dceles Jess: En verdad os digo que los publcanos y las meretrices van antes que vosotros al reino de Dios. 32 Porque se present Juan ante vosotros por el camino de la justicia, y no lo cresteis; pero los publcanos y las meretrices lo creyeron. Vosotros, en cambio, aun habindolo visto, no os habis arrepentido despus, hasta creer en l. En lugar de una sola parbola, la de los viadores, que Marcos hace seguir a continuacin, ofrece Mateo tres. Las tres tienen como tema el juicio y contienen una severa condena de los dirigentes del judaismo. Este parece ser el nico criterio que ha movido al evangelista a reuniras aqu. 28-31a La pregunta introductoria se debe en su formulacin a Mateo, como caracterstica que es de su forma de exposicin11, y sirve aqu, al mismo tiempo, como elemento de enlace. La idea de los v. 29s es clara: lo importante no es decir que s, sino obrar (cf. 7,21). Con ello puede hasta quedar reparada la negativa rebelde de un primer momento, cosa que conceden los adversarios de Jess en su respuesta, pronunciando as ellos mismos su propia condena. 31b Jess no tiene ms que sacar las consecuencias del juicio que ellos acaban de fallar. Los publcanos y las meretrices, conocidos como pecadores por su vituperado oficio12 y por su vida inmoral, lo cual supone, en principio, un no a la voluntad divina, estn, a pesar de ello, ms adelante en el camino del reino de Dios que
11. C f c o m a M t 18,12. 12. Cf. com. a Me 2,14.
28
los fariseos, que han dicho s y estn convencidos de su propia religiosidad. El fundamento de este hecho paradjico de que los impos son los que alcanzan la salvacin y los justos quedan excluidos de ella, estriba en que los primeros estn mucho ms prontos a seguir la llamada de Jess a la conversin 13, mientras los fariseos, al contrario, se hallan impedidos por su convencimiento de poseer ya la perfeccin 14. La cuestin de si los fariseos quedan excluidos en absoluto del reino de Dios por estas palabras de Jess o si se dice slo que, aunque precedidos de los pecadores, seguirn ellos tambin a continuacin, queda decidida de manera clara por la parbola misma (y tambin por otras palabras de Jess15). El v. 31a pone en tela de juicio, de manera absoluta, el cumplimiento de la voluntad de Dios por una parte del pueblo judo. El antes no tiene, por tanto, sentido temporal, sino exclusivo. Por otra parte, toda la parbola en su conjunto no tiene como finalidad mover a conversin los fariseos con el ejemplo de los pecadores dispuestos a la fe y el arrepentimiento, sino que es ya un juicio en contra de ellos. No se niega de manera expresa que tambin ellos tengan posibilidad de salvacin, en el caso de que quisieran, al igual que los pecadores seguir el camino de la conversin y el cumplimiento de la voluntad divina, sino que se dice slo que por el momento se encuentran en un camino errado. El v. 32 no puede considerarse como componente originario de 32 la parbola, ya que, a diferencia de sta, aparecen en l los fariseos ofreciendo una negativa, en este caso a la predicacin del Bautista, a la que, en cambio, publcanos y meretrices responden un s, seguido, adems, por la realidad de los hechos; la parbola misma, en cambio, se refiere a la diferente acogida encontrada por el evangelio por parte de los piadosos y de los pecadores. La contraposicin existente en la parbola entre palabra y obra no aparece ya en el v. 32. Comn a l y a la parbola es slo la idea de que publcanos y meretrices son, con mucho, ms aceptos a
13. Cf. com. a Me 1,15. 14. Cf. com. a Me 2,16 y Le 15,7. 15. Cf. Mt cap. 23 y com. a Me 10,31.
436
437
21.33-46
21,33-46
Dios que los fariseos, comnmente tenidos por piadosos. El versculo aparece tambin en Le 7,29s, con la diferencia sin embargo, de que en Jugar de las meretrices se dice todo el pueblo, tambin sin ninguna referencia a que el buen ejemplo de los dems moviera a los fariseos a proceder de la misma manera. El Bautista, en sus exhortaciones a la penitencia, predicaba el camino de la justicia, esto es, la conducta con arreglo a la voluntad divina 16. Pero los fariseos rechazaron su predicacin 17, a diferencia de los publicanos (cf. Le 3.12) y muchos otros pecadores. La interpretacin tan en boga entre los antiguos exegetas, segn la cual los que responden s representan a los judos, y los que, de momento, dicen no son los gentiles, est hoy rechazada por ser contraria a la explicacin dada por Jess mismo en el v. 31 y porque no es posible declarar a todos los judos en general como representados en el tipo de los que se limitan a dar un s de palabra. En cambio parece aceptable la opinin de Orgenes, segn el cual los publcanos y las meretrices, por una parte, y los fariseos, por otra, son figuras de significacin supratemporal.
es el heredero. Ea! Vamos a matarlo y as nos quedaremos con su heredad"; 39 y, echndole mano, lo arrojaron fuera de la via y lo mataron. * Cuando vuelva, pues, el dueo de la via, qu har con aquellos viadores?' 41 Y le responden: Matar a esos malvados de mala manera, y arrendar la via a otros viadores que le entreguen a su tiempo los frutos. 42 Dceles Jess: Nunca habis ledo en las Escrituras: La piedra que rechazaron los constructores, sa vino a ser piedra angular; del Seor vino esto, que es maravilloso a nuestros ojos? (Sal 118 [117] 22s) Por eso os digo: Se os quitar el reino de Dios, para darlo a un pueblo que produzca los frutos de ese reino. " [El que choque con esta piedra, se estrellar; y aquel sobre quien ella caiga, quedar aplastado.] 45 Cuando los sumos sacerdotes y los fariseos oyeron estas parbolas de Jess, se dieron cuenta de que se refera a ellos; *e y aunque intentaban apoderarse de l, tuvieron miedo a las multitudes, que lo tenan por profeta. Esta segunda parbola se halla en progresin netamente ascendente respecto a la primera por la mayor gravedad de la acusacin en ella contenida. Tambin su horizonte es de mayor amplitud; en la primera quedan contrapuestos los justos y los pecadores judos; aqu Israel y los gentiles. La alegorizacin de su texto iniciada ya en Marcos es llevada 34-35 an ms adelante en Mateo. Segn el v. 34, el Seor envi sus criados a los viadores, para percibir sus frutos, mientras que en Me 12,2 se habla slo del requerimiento de una parte de los frutos, rasgo en el que hay que ver ya un paso de la realidad profana a la religiosa: el seor, que exige para s todo el producto de la via, es Dios, al que pertenecen todos los frutos de su via. En Me 12,2-5 (y Le 20,10-12) enva el seor, uno tras otro, tres de sus criados, que van siendo tratados cada vez peor por sus arrendatarios. La 439
48
Parbola de los viadores homicidas 21,33-46 ( = *Mc 12,1-12; Le 20,9-19) Escuchad otra parbola. Era un propietario que plant una via, la rode de una cerca, excav en ella un lagar y edific una torre; luego la arrend a unos viadores y se march lejos de su tierra. 3i Cuando lleg el tiempo de la vendimia, envi sus criados a los viadores, para percibir sus frutos.33 Pero los viadores echaron mano a los criados, y al uno lo apalearon, al otro lo mataron, y al otro lo apedrearon. 36 Nuevamente envi otros criados ms numerosos que los primeros, y con ellos hicieron lo mismo. "Finalmente, les envi a su propio hijo, pensando: "A mi hijo lo respetarn." 38 Pero los viadores, cuando vieron al hijo, se dijeron entre s: "ste 16. Cf. Prov 16,31; Act 18,25 y com. a Me 12,14. 17. a . Mt 21,25; 11,18 = Le 7,33. 438
33
21,33-46
21,33-46
eficaz gradacin contenida en este rasgo queda menoscabada en Mateo, que habla del envo de los criados slo en dos ocasiones, siendo mandados ya en la primera vez tres de ellos (v. 34), de los cuales es matado, si no dos, al menos uno. En el relato de Mateo, la gradacin reside slo en el rasgo de que la segunda vez enva el seor un mayor nmero de criados que la primera. Parece que no puede dudarse de que Mateo hace referencia, con estos criados y lo mismo con los de la parbola siguiente, a los profetas antiguos y a los ms tardos, lo cual queda comprobado adems por el v. 35, en el que el texto de Mateo habla de apedrear, con lo que se alude seguramente a 2Par 24,21 18. 39 El v. 39 (lo mismo Le 20,15) sigue, de nuevo, el desarrollo real de los hechos aludidos y, a diferencia de Me 12,8, el acto de echar fuera al hijo precede al de matarle H>. 40s Lo que en Me 12,9 es una pregunta retrica contestada por el mismo Jess, es en Mateo (v. 40s) una pregunta real contestada por sus oyentes, que as (como en la parbola que precede, v, 31) vuelven a pronunciar ellos mismos su propia condena (de otro modo en Le 20,166), junto a lo cual el v. 45 no es del todo coherente. El v. 41, que pone fin a la parbola, est completado con la observacin sugerida por el Sal 1,3, de que los nuevos arrendatarios entregarn los frutos al seor. 43 En el v. 43, exclusivo de Mateo, el evangelista aplica claramente la parbola a los oyentes. El hecho de que no ofrezca esta sentencia hasta despus del v. 42 y no antes de l, es una prueba de que consideraba al v. 42 como formando parte an de la parbola misma. Pero en realidad, el v. 43 supone una continuacin del v. 41. Los arrendatarios son entonces (a pesar de los v. 41 y 45) los judos en general, no slo sus dirigentes como parece ser el caso en el texto de Marcos20. Con esto queda de hecho expresado de manera exacta, lo que tiene que ser el verdadero sentido de la parbola. Ya slo la observacin de que la parbola va construida sobre Is 5, donde se dice 18. Cf. tambin com. a Mt 23,35-37 y Heb 11,37. 19. Cf. com. a Me 12,8. 20. Cf. com. a Me 12,9.
440
de manera expresa: La via de Yahveh es el pueblo de Israel (Is 5,7), excluye la posibilidad de una separacin estricta entre el pueblo judo y sus dirigentes, aun siendo ella fcil de deducir del texto que precede y no slo en Me 12,9, sino tambin en Mateo (v. 41). El verdadero sentido del verso no puede ser que el pueblo judo seguir en su conjunto siendo la via, o dejando a un lado los smbolos el pueblo elegido de Dios, slo que sus dirigentes van a ser otros, por haberse resistido los anteriores a la voluntad divina. Tal interpretacin del texto estara en contradiccin no slo con la realidad histrica misma, sino tambin con la predicacin de Jess en su conjunto21 y con la fe del cristianismo primitivo22. Tambin el v. 43 se opone a ella, ya que en l se habla de un nuevo pueblo, al que ser entregado el reino de Dios y que producir sus frutos, de lo cual se deduce que el se os quitar no va referido slo a los dirigentes del judaismo en oposicin al pueblo, sino al pueblo judo en su conjunto. Extraa en su formulacin es la frase de se os quitar el reino de Dios, segn la cual no es ste una entidad escatolgica, como suele presentarse en la predicacin de Jess, sino actual, poseda hasta entonces por los judos y simbolizada por la via. sta es la razn por la que tampoco se acierta con el sentido de la expresin si se entiende como referida al derecho de poseer el futuro reino de Dios; parece tratarse ms bien de la providencia de Dios operante en la historia. De sta puede decirse, de manera figurada que es arrebatada a los judos, en el sentido de que son reprobados por Dios y cesan de ser su pueblo elegido. El v. 43 es, en este caso, una expresin clara y exacta de la idea central de toda la parbola. La parbola es, en su contenido, una especie de teologa de la historia, sobre la culpa de Israel a travs de los tiempos. Slo que la generacin de entonces, a la que van dirigidas las palabras de Jess, tiene una responsabilidad en el ms alto grado,
21. Cf. Mt 23,38 = Le 13,35; Mt 27,25. 22. Cf. Act 2,23; ITes 2,15s. 441
22,1-14
22,1-14
por entregar a la muerte al Hijo amado. Con ello queda agotada la paciencia de Dios, y la reprobacin de Israel es la consecuencia. En su puesto entra un nuevo Israel espiritual, elegido y formado por Dios de entre los gentiles y al que dar tambin nuevos arrendatarios, nuevos dirigentes. Con el pueblo que recibir la herencia de los judos, queda referida la Iglesia, no los gentiles, que no pueden ser designados como pueblo formando una unidad. Y el nuevo Israel producir sus frutos, esto es, los frutos que crecen en la via del reino de Dios. [44] El v. 44 falta en una serie de manuscritos y es una interpolacin a partir de Le 20,18. Si fuera autntico, debera estar antes y no despus del v. 43. 45s Al final, los pontfices y los fariseos quedan determinados por Mateo como los oyentes de ambas parbolas. Ellos son tanto el hijo que promete mucho y no cumple nada, como tambin los infames arrendatarios de la via, aunque en este caso slo como representantes de todo el pueblo en su conjunto. Su miedo ante el pueblo lo motiva Mateo aadiendo (en una formulacin anloga a 21,26), que el pueblo tena a Jess por un profeta (cf. 21,11).
a su ciudad. 8 Luego dice a sus criados: "El banquete de la boda est pronto, pero los invitados no lo merecan. 9 Salid, pues, a las encrucijadas de los caminos, y a todos cuantos encontris, invitadlos a la boda." 10 Entonces salieron estos criados a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, hasta quedar la sala llena de comensales. lx i>Cuando luego entr el rey para ver a los convidados, descubri all a uno que no estaba vestido con el traje de ceremonia, 12 y le dice: "Amigo, cmo entraste aqu sin llevar el traje de ceremonia?" Pero l enmudeci. 13 Entonces el rey dijo a los sirvientes: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo a las tinieblas, all afuera. All ser el llanto y el rechinar de dientes." " Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. La comparacin del reino de Dios o de la vida eterna (o tambien de la poca de la redencin mesinica) con un banquete era ya usual en el AT (cf. Is 25,6) y en el judaismo tardo 23. El texto de Lucas habla de un banquete de un particular (14,16). Segn Mateo, en cambio, lo que se celebra es el banquete nupcial ofrecido por un rey en las bodas de su hijo, el prncipe heredero. Se trata pues de un banquete de un esplendor especial. Nada se dice de la novia (lo mismo en 25,lss), ya que el acto de la boda mismo es en la parbola cosa secundaria. La hora del comienzo del banquete les es participada a los invitados a la fiesta (o al convite: Le 14,17), segn costumbre oriental, por los criados del anfitrin. Los invitados, en una conducta inexplicable, oponen resistencia a acudir, y entonces el rey, dando pruebas de una paciencia asombrosa y procediendo en forma no muy propia de un rey en este caso, hace repetir su invitacin por medio de otros servidores. Pero los invitados hacen caso omiso del mensaje, y se dedican, cada cual, a sus propios asuntos (cf. Le 14,18-20), con lo que ponen de manifiesto su menosprecio por el rey.
23. Cf., por ejemplo, lHenoc 62,14; 2Henoc 42;5; MidraS Est 1,4; cf. tambin Mt 8,lls = Le 13,28s; Le 14,15; 22,16-18.29s; Ap 3,20; 19,9 y, en Marcos, el exc. Reino de Dios. 443
ls
Parbola del banquete regio de bodas 22,1-14 ( = Le 14,15-24) Nuevamente se puso Jess a hablarles en parbolas as: 2 .El reino de los cielos es comparable a un rey que prepar un banquete para la boda de su hijo. 3 Envi a sus esclavos a llamar a los invitados al banquete, pero stos no quisieron venir. 4 Nuevamente envi a otros esclavos con este encargo: "Decid a los invitados: Ya tengo preparado el banquete; mis terneros y reses cebadas fueron ya degollados; todo est a punto. Venid, pues, al banquete." 5 Pero ellos no hicieron caso y se marcharon: unos a sus campos y otros a sus negocios; " los dems, echaron mano a los criados del rey, los llenaron de ultrajes y los mataron. 7 Entonces el rey mont en clera y, enviando sus tropas, acab con aquellos asesinos y prendi fuego
442
1
22,1-14 6
22,1-14
7 8-10
11-13
14
Y an ms, una parte de ellos hasta parece llegar a enfurecerse por la invitacin, ya que se propasan hasta maltratar y dar muerte a los criados del rey. El rey no puede dejar impune tal manera de proceder, sino que rene su ejrcito y hace castigar a los asesinos y a su ciudad. Con todo, el banquete nupcial no queda suspendido. En lugar de los huspedes de honor, indignos de la invitacin, los servidores, por encargo del rey, invitan a los vagabundos, sin distincin alguna, malos y buenos, quienes no tardan mucho en decidirse a aceptar un llamamiento de tal clase. Al hacer su entrada en el saln encuentra el rey a uno que se ha atrevido a acudir sin vestido de fiesta, infringiendo as, en forma imperdonable, las normas de la etiqueta, motivo que le vale ser atado de pies y manos y arrojado de la luz del saln de la fiesta a las tinieblas de la noche afuera. En la frase sobre el llorar y rechinar de dientes, aadida a manera de estribillo2i, por Mateo, hay ya una transferencia de la imagen al plano de la realidad religiosa (la condenacin a las penas del infierno). Dentro de la narracin simplemente profana de la parbola no cuadran ya estas palabras como pronunciadas por el rey (lo mismo en 25,30). El v. 14 aadido, al parecer, por Mateo como resumen de la moral de la parbola, slo est en conexin externa con ella por asociacin de palabras y, para ser entendido en su verdadero sentido, tiene que ser interpretado como un logion aislado cuyo contexto hitrico nos es desconocido. La moral de la parbola no puede contenerla el v. 14 en modo alguno, ya que el que sean pocos los que se salvan no constituye la idea central, ni de los v. 1-10, ni de los 11-13 (donde queda excluido uno solo, encontrado indigno). El evangelista lo ha colocado en este lugar lo mismo que el episodio que le precede del hombre sin vestido de fiesta seguramente con la intencin de evitar una mala interpretacin de la comparacin central de la parbola del banquete, al que queda invitada sin distincin una mezcla tan indiferenciada de malos y
24. Aqu como en Mt 13.42.50; 24,51; 25,30; slo es originaria en Mt 8,12 = Le 13.28 444
buenos. Su sentido es que el nmero de los que reciben la invitacin de Jess al reino de Dios es grande, puesto que es voluntad de Dios que alcance este llamamiento a todos 25. Pequeo es, en cambio, el nmero de los elegidos, esto es, de aquellos que alcanzan realmente la salvacin. El llamamiento de Dios va dirigido a todos y, por ello, la eleccin slo puede ser entendida en el sentido de que tiene como presupuesto la obediencia a ese llamamiento, no como el designio eterno de Dios, por el que ciertos hombres quedan predestinados para la salvacin sin ninguna atencin a sus mritos. El versculo quiere decir, pues, que son pocos los que realmente siguen el llamamiento a la salvacin y la consiguen. La interpretacin tradicional de la sentencia la limita a los judos, de los cuales slo una pequea parte prest odos al llamamiento de Jess. De hecho no puede pasar inadvertido que se trata de una afirmacin de validez universal2e. Antes de proponerse y de solucionar la cuestin de cul sea la idea central de la parbola en la forma transmitida por Mateo, hay que preguntarse por su unidad y por su relacin con el gran banquete de Le 14,15-24. Desde antiguo estn las opiniones divididas sobre si se trata de dos parbolas distintas, de contenido cercano, o de dos redacciones distintas de una misma parbola de Jess, debidas a la tradicin misma o a los evangelistas. Un hecho es que las dos parbolas, a pesar de su amplia coincidencia, difieren una de otra en un grado mucho mayor de lo que suelen los textos paralelos de los evangelios. Exceptuando que la negativa de los primeros invitados a la fiesta queda ilustrada en Lucas (14,18-21) por tres ejemplos y en Mateo, en cambio (v. 5), est narrada de manera sumaria, y que la invitacin de los sustitutos tiene lugar en dos veces (Le 14,216-23), todos los datos de la parbola de Lucas se encuentran tambin en Mateo, esto es, la parbola de Lucas va, de hecho, contenida de manera completa en Mateo. Esta circunstancia impide hablar de dos parbolas diferentes.
25. Cf. Mt 24,14 = Me 13,10. 26. Cf. tambin, para su interpretacin, Mt 7,14.
445
22,1-14
22,1-14
La parbola de Mateo difiere de la de Lucas en los siguientes rasgos: el anfitrin no es un simple particular, sino un rey; el banquete es el banquete nupcial de su hijo; como rey que es no tiene slo un esclavo, sino cierto nmero de ellos; la invitacin es llevada a cabo dos veces y por medio de servidores distintos; los criados enviados la segunda vez son maltratados y muertos por los invitados; como venganza enva el rey su ejrcito y mata a los asesinos y pone fuego a su ciudad; el rey encuentra uno de los huspedes en la sala, sin vestido de fiesta, y lo expulsa. En este ltimo dato (v. 11-13) es donde con ms facilidad y seguridad puede reconocerse un desacuerdo con la idea central de la parbola, ya que la pregunta del rey no cuadra con los v. 9s, segn los cuales son invitados los mendigos y vagabundos de las calles, malos y buenos. La hiptesis de que el rey les hubiera hecho el don de un vestido de fiesta sobreaade a la parbola lo que sera precisamente su rasgo decisivo y contradice adems el texto mismo. El reproche del rey no se refiere a que el hombre en cuestin haya rechazado el traje de fiesta, sino a que no lo ha trado puesto, lo que supone que no es ninguno de los vagabundos llamados en segundo lugar, pero tampoco puede ser uno de los primeros, ya que stos rechazaron todos la invitacin formulada por el rey. Tambin es de observar el cambio repentino1 en la manera de expresin. Mientras que al principio se habla de los criados (SoXoi), quedan referidos, en cambio, en el v. 13 los sirvientes (Sixovoi), que, con todo, no pueden ser distinguidos de los primeros. De ello se sigue que los v. 11-13 no son un componente originario de la parbola del convite nupcial del rey. Su moraleja tampoco es la misma que en la parbola que les precede, esto es, para entrar en el reino de Dios son necesarios determinados requisitos morales 27. Los tres versos forman, pues, el reste de una parbola independiente aadida por Mateo, una vez suprimida su introduccin, a la parbola del banquete nupcial, con el fin de evitar toda mala interpretacin posible del v. 10, que pudiera dar ocasin 27. Cf. Mt 13.24-30.36-43.47-50. 446
a pensar que la cualidad moral de los llamados carece de importancia para ser recibido o no en el reino de Dios 2a . Por otra parte hay que observar tambin los v. 6s, segn los cuales algunos de los invitados dan muerte, sin motivo aparente, a los siervos del rey, ante lo cual ste emprende, antes del comienzo del festn, ya preparado, una campaa contra su ciudad, repitiendo a su trmino su invitacin al banquete, rasgos todos que son no slo sorprendentes en sumo grado, sino que interrumpen tambin la conexin entre los v. 5 y 8. Segn el v. 8, viven todava los siervos y las palabras del rey los invitados no eran dignos, tienen un sentido en relacin al v. 5, pero resultan descoloridas, si se refieren a los asesinos de los v. 6s. Tambin resulta sorprendente, que sean precisamente los asesinos de los enviados del rey los que viven todos en una ciudad distinta. Los v. 6s son, pues, un cuerpo extrao dentro de la parbola y tienen que ser considerados como interpolacin del evangelista en vistas al castigo de la ciudad de Jerusaln en el ao 70, en su poca ya una realidad histrica. Poca probabilidad ofrece la hiptesis de que se trate de un resto de una parbola distinta, cuyo contenido hubiera sido el de un rey que dispone la fiesta de las bodas de su hijo, el prncipe heredero, exigiendo con ocasin de ellas el homenaje de sus subditos ante ste, como su futuro soberano, contra lo cual se rebela una parte de los invitados. En este supuesto, dejara de ser la inequvoca alusin a la destruccin de Jerusaln, la ciudad de los asesinos de los profetas (cf. 23,37), un punto de apoyo para la datacin del Evangelio de Mateo despus del ao 70. En cambio, rechazando esta hiptesis, no puede evitarse tampoco la conclusin de que Mateo ha aadido, de su parte, los v. 6s en atencin a la destruccin de la ciudad, hecho que era ya para l una realidad histrica. Tambin en el caso de que se acepte la fcil hiptesis de que Mateo haya tomado este rasgo de la parbola precedente de los viadores (21,34ss) donde resulta mucho ms natural, ya que los siervos, en ese caso, son enviados para la reclamacin de un pago, no pierde su vigencia el hecho de 28. Cf. tambin supra, com. a Mt 22,14.
447
22,1-14
22,1-14
que en la parbola del banquete nupcial tiene su sentido en vistas a la realidad histrica de la destruccin de Jerusaln. La idea central de la parbola del banquete nupcial estricta es clara y evidente. El banquete representa el reino de Dios. Los invitados distinguidos, de primera hora, son los devotos fariseos. Las gentes de la calle, invitadas a continuacin como sustitutos, son los pecadores (cf. 21,31). Una interpretacin alegrica de otros rasgos particulares de la parbola no es admisible. Aunque Mateo haya referido, por ejemplo, los siervos enviados por el rey a los profetas del AT y los apstoles 29, en Lucas no es posible referir a Jess el nico siervo enviado por el anfitrin, ya que Jess no fue enviado a los paganos. Lo que importa en realidad es no la figura del siervo mismo, sino su funcin, esto es, la invitacin de las distintas clases de hombres llevada a cabo por el seor. La circunstancia de que sta sea realizada por un criado (o por varios de ellos) tiene que ser explicada, ante todo, a partir de la realidad profana descrita en la parbola. Que al anfitrin sea en Mateo un rey y no un simple particular es fcilmente explicable como correccin secundaria, ya que este personaje representa a Dios30. De todos modos, la figura del rey puede tambin proceder del principio de la segunda parbola (v. 11-13). El banquete nupcial del hijo del rey, en lugar del simple banquete en Lucas, se explica fcilmente del doble sentido del trmino griego deyfxo^, que puede designar ambas cosas. A diferencia de Mateo, habla el texto de Lucas de dos clases de sustitutos. A cambio de ello se refiere el texto de Mateo a un segundo envo de los siervos a los invitados requeridos en primer lugar, lo cual puede estar motivado por el sentido alegrico prestado a la figura de estos siervos o ser debido al influjo de la parbola de los viadores que precede a sta. Sin solucin queda, por su parte, el problema de si es Lucas quien, con su distincin de las dos clases de sustitutos, ha conservado la redaccin originaria de la parbola. En su texto ocupan
29. Cf. com. a Mt 21,33-46. 30. Cf. Mt 18,23; 25,34. 448
el lugar de la gente de los caminos de Mateo, los pobres, lisiados, ciegos y paralticos, en lo que puede verse un influjo de 14,13. stos representan a los pecadores judos, mientras que las gentes recogidas de por los caminos fuera de la ciudad, estn referidas a los paganos. Es posible que este mandato figurado de la misin entre los paganos, sin paralelo seguro, por lo dems, en labios del Jess histrico, se deba a la mano de Lucas. En la realidad religiosa, representada por la parbola, tuvo lugar la invitacin al reino de Dios al mismo tiempo para todos los judos, y no, como en la parbola se dice, primero a los piadosos fariseos y luego a los pecadores. Tal desigualdad entre imagen y realidad se da en forma exactamente igual tambin en la parbola de los dos hijos (Mt 21,28-32), en la que se presentan asimismo contrapuestos unos a otros los judos piadosos y los pecadores. En la parbola, adems, la invitacin de los mendigos y lisiados y la de los vagabundos sirven al fin de que el convite pueda celebrarse, a pesar de la negativa de los invitados en primer lugar. Aqullos son, pues, slo sustitutos, rasgo que es tambin necesario para el desarrollo de la accin profana. De otro modo no podra el anfitrin ver realizado su deseo de ver llena su casa (Le 14,23). Tampoco este rasgo puede ser transpuesto mecnicamente a la realidad religiosa, como si en el reino de Dios no hubiera sitio para los pecadores (y paganos) junto a los justos, aunque s puede considerarse como expresin de la misma idea que constituye el centro de la parbola, esto es, que el llamamiento de Dios no se extingue sin ser odo, a pesar de la negativa de quienes, por ser justos, podran parecer que estn destinados, en primera lnea, a prestarle su seguimiento. En su forma originaria, la parbola da exprexin al mismo pensamiento que ilustra tambin la parbola de los dos hijos; los justos se excluyen ellos mismos del reino de Dios, mientras que los pecadores (y los paganos) encuentran su entrada en l.
449
Cul es el mayor de los mandamientos La cuestin del tributo al Csar 22,15-22 ( = *Mc 12,13-17; Le 20,20-26) Entonces los fariseos se marcharon y en consejo tomaron el acuerdo de cmo cazjarlo en una trampa por alguna palabra. 16 Envanle, pues, algunos de sus propios discpulos, con los herodanos, para decirle: Maestro, sabemos que eres sincero y que enseas realmente el camino de Dios, sin que nada te importe de nadie, porque no te fijas en la posicin de las personas. " Dinos, por consiguiente: Qu te parece? Es lcito pagar tributo al Csar o no? " Pero Jess, conociendo su malicia, les dijo: Por qu vens a tenderme un lazo, hipcritas? 19 Mostradme la moneda del tributo. Ellos entonces le presentaron un denario. 20 Y l les pregunta: De quin es esta figura y la inscripcin? 21 Y contestan: Del Csar. Entonces les dice l: Dad, pues, al Csar lo que es del Csar, y a Dios lo que es de Dios. 22 Al orlo quedaron admirados, y, dejndolo en paz, se marcharon. Segn Marcos (cf. 11,27) el impulso para este episodio parte tambin del sanedrn. Segn Mateo son simplemente los fariseos quienes queran tender un lazo a Jess. En su texto, ellos son, tambin en lo que sigue, con excepcin de 22,23-33, los adversarios de Jess. La pregunta sobre la solicitud del tributo al Csar parece perder as su carcter oficial. Sobre el v. 15, cf. 12,14. La expresin de la moneda del tributo (v. 19) es ms lgica que la de un denario en Me 12,15, ya que, con ella, se da a entender que el pago del tributo al Csar entrega a ste slo lo que le pertenece; el tributo tena, en efecto, que ser pagado en moneda romana y no juda. El v. 226 equivale a Me 12,12c. La pregunta sobre la resurreccin 22,23-33 (= *Mc 12,18-27; Le 20,27-40) Aquel da se le acercaron unos saduceos que afirman que no existe la resurreccin y le preguntaron, 24 dicindole: Maestro, 450
23 16
22,34-40
Moiss dijo: Si uno muere sin tener hijos, su hermano se casar con la mujer de aqul, para darle sucesin al hermano difunto (Dt 25,5s; Gen 38,8). 20 Pues bien, haba entre nosotros siete hermanos; el primero, ya casado, se muri; y como no tena descendencia, dej su mujer para su hermano. 26 Igualmente, el segundo y el tercero, y as hasta los siete. " Despus de todos ellos, muri la mujer.28 Ahora bien, en la resurreccin, de cul de los siete ser mujer? Porque los siete la tuvieron. 29 Pero Jess les respondi as: Estis en el error, por no atender las Escrituras ni el poder de Dios. 30 Porque, en la resurreccin, ni ellos tomarn mujer ni ellas marido, sino que estarn como los ngeles en el cielo. 31 Y en cuanto a la resurreccin de los muertos, no habis ledo lo que Dios ha dicho: 32 "Yo soy el Dios de Abraham y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob"? l no es el Dios de muertos, sino de vivos. 38 Y al oir todo esto las multitudes, quedaron asombradas de su doctrina. La expresin Dios ha dicho (v. 31), como introduccin de una cita de la Escritura, es un rasgo del estilo de Mateo31. Al final de la discusin tiene Mateo inters en destacar la impresin causada por la respuesta de Jess entre los oyentes del pueblo (cf. Me 11,18).
Cul es el mayor de los mandamientos 22,34-40 (= *Mc 12,28-34; cf. Le 10,25-28) Cuando los fariseos oyeron que haba hecho enmudecer a los saduceos, se congregaron en el mismo lugar;35 y uno de ellos, doctor de la ley, para ponerlo a prueba, le pregunt:S6 Maestro, cul es el mandamiento mayor de la ley? "l le respondi: Amars al Seor, tu Dios, con todo tu corazn, con toda tu alma y con toda tu mente (Dt 6,5). S8 ste es el mandamiento mayor y primero. 39 El segundo es semejante a l: Amars a tu prjimo como a ti 31. Cf. com. a Mt 1,22; 2,15; 15,4. 451
34
22,34-40
22,41-46
mismo (Lev 19,18). i0 En estos dos mandamientos est lo bsico de toda la ley y los profetas. En este episodio, el texto de Mateo se distingue del de Marcos, sobre todo, por la intencin del doctor de la ley (= escriba), que no es aqu sincera y amistosa, sino alevosa y hostil. La relacin entre el v. 35 y el 34 muestra que el interlocutor se acerca a Jess por encargo de los fariseos, a cuyo partido pertenece tambin l, con el fin de ponerlo a prueba de nuevo (cf. v. 15), esto es, para ponerlo en un apuro por medio de una pregunta sobre la ley (de Moiss). Su propsito no puede ser el de vengar la derrota que acaban de sufrir los saduceos, enconados adversarios de los fariseos mismos, sino el de poner de manifiesto su superioridad sobre Jess. Por ello tena que ser suprimida como improcedente la segunda parte de la discusin (Me 12,32-34), en la que el interlocutor de Jess le expresa su acuerdo y reconocimiento y es alabado a su vez por Jess. Una discusin verdadera no llega a desarrollarse tampoco en el texto de Mateo. El maestro de la ley propone su pregunta y Jess da a ella la contundente respuesta que no admite rplica. En la contestacin de Jess va suprimida, en Mateo (v. 37), a diferencia de Me 12,29 y del texto del AT, la confesin sobre la existencia de un solo Dios verdadero, como parte no esencialmente necesaria a su contenido. Adems, primero (a diferencia de Me 12,29s) se cita el texto del precepto, y despus (v. 38) se dice que es el ms grande y el primero de todos. En el v. 29 queda destacado expresamente que el segundo precepto, el del amor al prjimo, es igual en significacin al primero. Sin paralelo en Marcos es tambin el resumen dado en el v. 40 (en lugar de Me 12,3Ib): los dos preceptos mencionados, complemento el uno del otro, son los ms grandes y los primeros de la ley, por ser el fundamento de todos los dems preceptos del AT S2 . No es que se hallen, a pesar de ser menores en rango y significacin, al lado de los dos primeros como algo accesorio, sino que stos son
32. Sobre la expresin la ley y los profetas, cf. com. a Mt 5,17. 452
los que dan su sentido a todos los dems. El amor es, en una palabra, la suma de toda la ley' 3 . Algunos entre los rabinos reducan tambin, en manera semejante, los diversos preceptos particulares de la tora a ciertos principios fundamentales; cf. las palabras del rab Hilel antes citadas, a propsito de Mt 7,12, y la sentencia del rab Aquiba (f alrededor del 135 d.C): Amars a tu prjimo como a ti mismo: he aqu un principio grande y fundamental de la tora.
El Mesas como hijo de David 22,41-46 (= *Mc 12,35-37; Le 20,41-44) A un grupo de fariseos que estaban reunidos les dirigi esta pregunta: 42 Qu os parece del Mesas? De quin debe ser hijo? Ellos le responden: De David. *3 Dceles l: Cmo, entonces, David, inspirado por el Espritu, lo llama "Seor", al escribir: "Dijo el Seor a mi Seor: Sintate a mi diestra, hasta que yo ponga a tus enemigos debajo de tus pies? (Sal 110 [109] 1).
45 46 41
Pues si David lo llama "Seor", cmo puede ser hijo suyo? Y nadie poda responderle una palabra, ni desde aquel da se atrevi ya nadie a preguntarle ms.
En el texto de Marcos, los oyentes no van referidos de manera determinada. Por otra parte, Jess es all el nico que habla, tomando como punto de partida la afirmacin doctrinal de los escribas de que el Mesas es hijo de David. Mateo en cambio pone esta escena en ntima conexin con la precedente (cf. el v. 41 con el v. 34), de modo que, en su texto, se convierte en una discusin entre Jess y los fariseos. La pregunta de Jess sobre el sentido del Sal 110(109), es, en Mateo, como la contraofensiva al ataque
33. Cf. Rom 13,9; Gal 5,14. 453
23,1-39
23,1-39
fariseo que acaba de rechazar. En el fondo, pues, la presente escena constituye, en Mateo, un solo episodio con la anterior. En Marcos es Jess el nico que habla. Mateo, en cambio, ofrece la escena en forma de discusin, preguntando Jess expresamente a sus adversarios por su opinin sobre la filiacin del Mesas y dndole stos una respuesta que les vale, a continuacin, su derrota a base de las palabras de la Escritura. Sobre la pregunta Qu os parece del...? (v. 42a), como introduccin de la disputa, cf. com. a 18,12. En el v. 43 va el punto central, lo que precisamente interesa en la cita del salmo, anticipado a la cita misma, para volver a ser repetido luego en el v. 45. En el v. 46 destaca Mateo, de manera expresa, que los adversarios de Jess no supieron dar contestacin alguna a su pregunta, y que, observacin hecha por Marcos ya al final de la escena precedente (12,346), con ello queda puesto fin, de manera definitiva, a los ataques de los adversarios.
Discurso de Jess contra los fariseos y los escribas 23,1-39 ( = Me 12,38-40; Le 20,45-47; Le 11,37-54; 13,34s) Entonces Jess habl as al pueblo y a sus discpulos: l En la ctedra de Moiss se han sentado los escribas y los fariseos.8 Seguid, pues, practicando y observando todo lo que os digan, pero no los imitis en sus obras; porque hablan mucho, pero nada hacen. * Atan cargas casi imposibles de llevar, y las echan sobre los hombros de los dems, pero ellos no se molestan en ayudar siquiera con el dedo a moverlas. 5 Hacen todas sus obras con el fin de ser vistos por los hombres: por eso llevan las filacterias ms anchas, y ms largos los flecos del manto; 9 les gusta ocupar el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, 7 acaparar los saludos en las plazas, y ser llamados por los hombres "rab". 8 Pero vosotros no dejis que os llamen "rab"; porque uno solo es vuestro Maestro, mientras que todos vosotros sois hermanos. 9 A nadie en la tierra llamis "padre" vuestro; porque uno solo es vuestro Padre: el celestial. 10 Ni dejis que os llamen "maestros"; que uno solo es vuestro Maestro: Cristo. u El mayor de vosotros sea ser454
1
vidor vuestro. 12 Pues el que se ensalza ser humillado, y el que se humilla ser ensalzado. 13 .Ay de vosotros, escribas y fariseos hipcritas, que cerris ante los hombres el reino de los cielos! Pues ni vosotros entris, ni dejis que entren los que estn ya para entrar. " [Ay de vosotros, escribas y fariseos hipcritas, que devoris las casas de las viudas y hacis gala de interminables oraciones. Por eso seris juzgados con mayor dureza.] 15 Ay de vosotros, escribas y fariseos hipcritas, que recorris el mar y la tierra para hacer un proslito, y cuando ya lo es, lo hacis hijo de la gehenna, dos veces peor que vosotros mismos! 18 Ay de vosotros, guas ciegos, que decs: "El que jure por el santuario, a nada est obligado; pero el que jure por el oro del santuario, obligado queda!" 17 Estpidos y ciegos! Pues qu es ms importante: el oro, o el santuario que santifica el oro? 1S Como tambin decs: "El que jure por el altar, a nada est obligado; pero el que jure por la ofrenda puesta sobre l, obligado queda." 1B Ciegos! Pues qu es ms importante: la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? 20 Pues el que jura por el altar, jura por l y por todas las cosas puestas sobre l; 21 y el que jura por el santuario, jura por l y por aquel que lo habita; M y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por aquel que est sentado en l. 23 Ay de vosotros, escribas y fariseos hipcritas, que pagis el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, mientras habis descuidado lo ms esencial de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Haba que practicar estas cosas, aun sin dejar aqullas. 2* Guas ciegos, que colis el mosquito y os tragis el camello! 25 Ay de vosotros, escribas y fariseos hipcritas, que purificis por de fuera la copa y el plato, ms por dentro quedan llenos de rapacidad y de intemperancia! 26 Fariseo ciego! Purifica primero el interior de la copa y del plato, que as quedar purificado tambin el exterior. 27 Ay de vosotros, escribas y fariseos hipcritas, que sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen vistosos, mas por dentro estn llenos de huesos de muerto y de podredumbre! 28 As tambin vosotros: por fuera parecis unos santos delante de 455
23,1-39
23,1-39
los hombres, mas por dentro estis llenos de hipocresa y de maldad. 29 Ay de vosotros, escribas y fariseos hipcritas, que edificis los sepulcros de los profetas y adornis las tumbas de os justos, so y decs: "Si hubiramos vivido en los tiempos de nuestros padres, no habramos participado con ellos en la muerte de los profetas"! 31 Por tanto, ya estis atestiguando de vosotros que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. 32 Colmad tambin vosotros la medida de vuestros padres! 33 ^Serpientes, raza de vboras! Cmo os libraris de ser condenados a la gehenna? 34 Por eso, mirad: yo os voy a enviar profetas, sabios y escribas: a unos los mataris y crucificaris, y a otros los azotaris en vuestras sinagogas y los perseguiris de ciudad en ciudad; 35 pero as caer sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacaras, hijo de Baraquas, a quien matasteis entre el santuario y el altar. 1" En verdad os digo que todo esto ha de venir sobre la generacin presente. 37 Jerusaln, Jerusaln: la que mata a los profetas y apedrea a los que le fueron enviados! Cuntas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina rene a sus polluelos bajo sus alas, pero no quisisteis! 38 Mirad que vuestra casa se os va a quedar desierta (Jer 22,5). 39 Porque en verdad os digo que ya no me veris ms hasta que digis: Bendito el que viene en nombre del Seor! (Sal 118 [117] 26). En el mismo pasaje en que Marcos ofrece un breve discurso dirigido al pueblo, previnindole contra los escribas, introduce Mateo su discurso contra los fariseos y los escribas, que abarca todo el cap. 23 y va dirigido en parte al pueblo y a los discpulos (v. 2-7), en parte a los discpulos slo (v. 8-12), en parte directamente a los fariseos y los escribas (v. 13-36), para terminar finalmente (v. 37-39) en una acusacin y una amenaza contra la ciudad de Jerusaln. Este discurso, en su tono y en su contenido uno de los ms duros de todos los transmitidos en los evangelios, no es una unidad originaria, como lo prueba ya el repetido cambio de destinatarios a que acabamos de hacer referencia, cambio que resulta especial456
mente brusco en el v. 13, ya que los escribas y los fariseos no haban sido mencionados en absoluto como presentes en el v. 1. No menos brusco resulta tambin el paso del v. 36 al 37. El propio Mateo ha aadido precisamente la parte central del discurso, la amenaza de los siete cayes o invectivas contra los escribas y los fariseos (v. 13-36), al breve discurso, encontrado en su modelo Marcos (12,38s), sobre ellos, lo cual se deduce ya con suficiente claridad de la peculiar forma literaria del trozo y queda adems confirmado por el hecho de que Lucas ofrece asimismo (junto al breve discurso en el contexto paralelo 20,45-47 = Me 12,38-40) en un contexto distinto (11,37-54) unas invectivas contra los fariseos y los escribas, que concuerdan con el discurso de Mateo, si no en su disposicin, al menos, en su contenido y su forma. El mismo Lucas ofrece tambin, de nuevo en contexto diferente (13,34s), un discurso de amenaza contra Jerusaln, correspondiente a Mt 23, 37-39. Mateo ha reunido, pues, aqu (como tambin en otras ocasiones 34 ), en una unidad, lo que en Lucas encontramos en varios pasajes diferentes. Un detenido anlisis del texto muestra, en una medida an mayor, que el discurso es, en la forma ofrecida por Mateo, una composicin del evangelista, pudiendo reconocerse claramente los mtodos redaccionales utilizados por Mateo tambin en otras ocasiones como son la asociacin de trminos y de ideas 35 . En la primera seccin (v. 1-7), ha ampliado Mateo el material encontrado en Me 12,38s, por la adicin de un cierto nmero de logia transmitidos en su origen aisladamente. La segunda seccin (v. 8-12), sin paralelo en Marcos y Lucas, es, considerada en su conjunto, una instruccin a los discpulos y va dirigida a la comunidad cristiana. En la seccin de los siete ayes puede observarse cmo, hacia su final, se ampla, no el crculo de sus destinatarios directos, pero si el de los indirectamente aludidos, que es en realidad el pueblo judo en su conjunto. Esta seccin (v. 13-36) en su conjunto, est tan cercana de Le 11,39-53 por su contenido, como dista de l en su
34. Cf. Mt 9,35-10,42 y cap. 24. 35. Cf. com. a Mt 23,2-7.27.29.37. 457
23,1-39
23,1-39
ordenacin y, en parte tambin, en la forma de su texto. Ninguna de las dos ordenaciones puede afirmar su carcter de originaria frente a la otra36. La acusacin ofrecida por Lucas en primer lugar (11,39-41) y que en Mateo forma el ay nmero cinco (v. 25s) en su texto va colocada as, evidentemente para conseguir la adaptacin del discurso a la situacin del banquete creada por el evangelista mismo. El segundo ay de Mateo ha sido suprimido por Lucas, probablemente por su falta de sentido para lectores etnicocristianos, habiendo introducido en su lugar 11,43, que tiene un paralelo en Mt 23,6s = Me 12,39, para conservar as el nmero total de siete en su conjunto. Mateo por otra parte ha ofrecido el cuarto ay de Lucas (ll,45s) ya en la primera parte del discurso (v. 4), introduciendo, en cambio, en esta seccin de los siete ayes un nuevo texto (v. 16-22), tambin para conservar el nmero siete. Lucas ha corregido, segn tendencia que le es constante, la forma de expresin de los distintos ayes; Mateo, en cambio, ha llevado a cabo tambin variaciones de ms importancia, aun en el contenido37, y aadido a ellas aclaraciones 38. Caracterstica para la forma de expresin de Mateo y, por ello, debida a su mano es la frmula estereotipada de los escribas y los fariseos 89 as como el calificativo tan repetido de hipcritas40. La primera seccin del discurso est dirigida al pueblo y a los discpulos y tiene el carcter de una admonicin o de un aviso. Como fuente presupone a Me 12,376-40, texto del cual ha sido suprimido el v. 40, por hacer seguir Mateo al v. 39 de Marcos (= Mt 23,7) una instruccin a los discpulos, con cuyo texto no convena ya el reproche contenido en aquel verso de Marcos. Por otra parte ha ampliado Mateo el texto de su fuente con la adicin de nuevos logia. La falta de una idea central unitaria en toda esta primera seccin deja ver de manera clara que se trata de una com36. 37. 38. 39. 40. Sobre el texto de Lucas, cf. la nota preliminar a ll,37ss. Cf., sobre todo, los ayes sexto y sptimo, v. 27-33. Mt 23,24.28.30.33; lo mismo tambin Le 11,40. a . com. a Mt 23,1. a . coma Mt 23,13. 458
posicin artificial. El giro los escribas y los fariseos (as tambin Mt 5,20), continuamente repetido en esta seccin y, luego, en la de los siete ayes (v. 13s), tiene en Mateo un tono estereotipado y formulario. Ambos son para l lo mismo, pues no distingue entre los simples fariseos y sus dirigentes espirituales, los escribas41. Los reproches contenidos en el discurso van, sin embargo, en parte referidos a los fariseos en su conjunto y en parte a los escribas exclusivamente. Lucas procede con mayor exactitud objetiva al distinguirlos unos de otros, aunque, en cada caso concreto, no vaya hecha de manera realmente correcta la distincin entre los aludidos por cada una de las diferentes acusaciones particulares42. En nuestro texto, los v. 2-4 y 6 se refieren slo a los escribas, el v. 5, en cambio, a los fariseos en general. En la frase introductoria queda reconocida su autoridad religio- 1.3 sa de manera expresa; ellos ocupan la ctedra de Moiss, por ser, como predicadores e intrpretes de la ley, sus legtimos descendientes. Esta frase no tiene que ser entendida como una simple imagen, ya que en las sinagogas haba para los escribas asientos especiales de honor, construidos en piedra, que llevaban el nombre de ctedra de Moiss y eran smbolo visible de su autoridad doctrinal. Su asiento sobre la ctedra de Moiss, legislador elegido por Dios mismo, no queda entendido como una usurpacin de su parte, como lo prueba el v. 3, que declara la doctrina de los rabinos obligatoria para el pueblo, rechazando, en cambio, como reprobable y no digna de imitacin su propia prctica religiosa, por estar en contradiccin con su doctrina. Era opinin de los rabinos que la interpretacin y la elaboracin casustica de la ley escrita de Moiss enseada en sus escuelas, recibida de los antiguos y transmitida por ellos de generacin en generacin, la tradicin de los antiguos43, se remontaba, de hecho, como ley no escrita, a Moiss y, a travs de l, a Dios mismo. Jess parece reconocer aqu plenamente su actividad doc41. Cf. el exc. despus de Me 2,12. 42 Cf. la introduccin a Le 11,37ss. 43. Cf. el exc. despus de Me 7,23
459
23,1-39
23,1-39
trinal, lo cual sorprende tanto ms, cuanto que por otra parte la reprueba de manera radical despus a lo largo del discurso, y ya a continuacin de manera inmediata, en el v. 4 **, aparte otras ocasiones ". La contradiccin que de ello resulta, es una prueba de que los v. 2-4 no pueden ser una unidad de carcter originario, sino tienen que haber sido pronunciados en ocasiones diferentes. La incongruencia existente entre el v. 3 y el 4 no queda suprimida por la semejanza de las segundas mitades de ambos, semejanza que puede, en cambio, explicar que hayan sido colocados por Mateo uno junto a otro. A ambas sentencias es comn la idea de que los maestros de la ley no ponen por prctica lo que dicen, esto es, lo que predican como voluntad divina. La hiptesis de que Jess pretenda en el v. 3 sea cual sea la ocasin en que lo pronunciara exhortar al pueblo a obedecer la doctrina de los escribas en general es tan insostenible como difcil la opinin de que la sentencia sea una creacin de Mateo, por la evidente tendencia antifarisea que es caracterstica del primer evangelista. Por ello queda como nica explicacin en cierto modo satisfactoria aunque en realidad no ajustada al tono claro y categrico del texto del v. 3a la de que el texto de los v. 2-3a puede representar slo una introduccin concesiva ("su doctrina puede en todo caso seguirse"), pero no ya la opinin verdadera de Jess (Klostermann). En efecto, en el v. 3, entendido en su relacin con el v. 4, el acento cae no en su primera frase, sino en la segunda con su condenacin de la conducta inmoral de los rabinos. El v. 4 ha sido colocado por Mateo en este lugar por ser una ilustracin, en un ejemplo, de la contradiccin entre la doctrina y los hechos de los escribas, expresada en el v. 3. Con su tradicin, con la cual rodean la ley como por un vallado, convierten a sta en una carga insoportable para los hombres. Con su interpretacin de la ley slo hacen como atar grandes fardos, que ponen luego sobre
44. Cf., de manera especial, tambin Mt 23,13.34. 45. Cf. Mt 15,14; 16,12. 460
los hombros de los dems *6. Pero ellos mismos, y aqu es donde vuelve de nuevo a ponerse el acento, no ponen ni un dedo para mover sus cargas; ellos no toman en serio lo que predican a los dems como voluntad divina. En Le 11,46 forma esta frase el cuarto de los siete ayes, seccin a la que de hecho pertenece (y que en Mateo no da comienzo hasta el v. 13), habiendo sido tambin encontrado all por Mateo en su fuente, como se deduce del hecho de que tambin en su texto presenta la forma caracterstica de los ayes, por ms que le falte el encabezamiento ay de vosotros!. En el lugar que Mateo le asigna, tena que transformarlos en una afirmacin sobre los escribas. El v. 5a introduce un nuevo pensamiento, sin conexin lgica 5a alguna con lo anterior, o mejor, en contraposicin con ello, ya que aqu no les son ya negadas las obras a los escribas. Su contenido queda, adems, referido no ya a los maestros de la Escritura, sino a los fariseos en general. Los fariseos llevan a cabo todas sus obras piadosas, sus rezos, ayunos y limosnas, slo con las miras de ser considerados y alabados por los hombres *\ lo cual es prueba de la falta de autenticidad de toda su actitud religiosa, que no es sino pura ostentacin. Un ejemplo prctico de esta teatralidad religiosa ofrece a con- 5b tinuacin el v. 56, unido con un por eso con el v. 5a, del cual es una explicacin, y que puede haber sido, muy probablemente, colocado en este lugar por Mateo. El uso de lasfilacterias(tefillin) se apoyaba en el precepto de x 13,9.16; Dt 6,8; 11,18, interpretado al pie de la letra. Segn esto deba todo israelita varn llevar en la oracin de lamaana (s'm) unas pequeas cpsulas cbicas, sujetas por medio de correas en el brazo izquierdo y en la frente. Las cpsulas contenan pequeos rollos de pergamino con el texto hebreo de x 13,1-10.11.16; Dt 6,4-9; 11,13-21. Precisamente por este su contenido estaban consideradas, como lo expresa tambin su nombre griego (<puXax-r)pia = medios de proteccin; de < p u X c r < T < o = proteger), como amuletos o defensas contra los ataques de los
46. a . com. a Mt 11,28-30. 47. Cf. com. a Mt 6,ls.5.16.
461
23,1-39
Discurso de Jess contra los fariseos y los escribas 23,1-39 horizonte de manera absoluta, y el peligro contra el que se avisa no exista an en modo alguno para los discpulos durante la vida terrena de Jess. El enlace entre el comienzo de esta seccin y el final de la anterior es de carcter puramente extrnseco, provocado por la palabra rab. Por lo dems, ambas secciones son muy diferentes en cuanto a su contenido. En su conjunto no tiene esta segunda seccin paralelo ni en Marcos ni en Lucas, y no es, al igual que la primera, una unidad originaria. Los v. 8s contienen una doble sentencia, y frente a ellos forma el v. 10 una redaccin paralela o su aplicacin. Los v. 11 y 12 son dos logia aislados, el primero de los cuales constituye un duplicado de 20,26s, mientras que el segundo aparece en Lucas en otros dos pasajes diferentes. El v. 8 exige de los discpulos la renuncia a todo ttulo honor- 8 fico que exprese una preeminencia religiosa (rab, padre, maestro). No deben hacerse llamar maestro, por no decir bien con los sentimientos que deben ser propios al discpulo 50; todos tienen un Maestro y son entre s hermanos, que no deben andar con preeminencias entre s81. No se prohibe dar a otro el nombre de rab, en prueba de veneracin y respeto, sino el afn de recibir uno mismo este ttulo. No est del todo claro, si el nico Maestro es Dios en favor de lo cual habla el paralelismo con el v. 9 o (como es la interpretacin corriente) Jess mismo (cf. Jn 13,13s). La frase final: mientras todos vosotros sois hermanos, podra ir igualmente, o mejor an, terminando el v. 9. El sentido del v. 9a no es, como se ve por su relacin con los v. 8 9 y 10: no llamis a nadie vuestro padre, sino: no llamis a nadie entre vosotros padre (ni os dejis llamar as por los dems), ya que este ttulo de honor debe quedar reservado a Dios solo. El trmino padre es aqu ttulo honorfico, como era usual en el judaismo52 para designar personas de mrito y prestigio, sobre
50. a . Mt 20,26s = Me 10,43s. 51. Cf. Act 23,1; 1,16; 2,29; 6,3 y passim, con frecuencia en las epstolas del NT. 52. Cf. 2Re 2,12; 6,21; 13,14, as como el Himno a los padres de Eclo 44.
demonios. Pero los rabinos de la poca de Jess las llevaban continuamente y de tamao grande, para llamar as la atencin. Lo mismo hacan tambin con las borlas o flecos (sisit), que, como se dice en Nm 15,37-41; Dt 22,12, deba llevar todo israelita en los cuatro extremos de su manto48. Su finalidad era, segn Nm 15,39s, recordar a su portador la observancia de los preceptos divinos y la eleccin de Israel como pueblo santo de Dios. 6s Los v. 6s no tienen de nuevo relacin intrnseca alguna con el v. 5. Los reproches hechos en ellos a los escribas ellos slo y no los fariseos en general quedan aqu aludidos no tienen nada que ver con las obras referidas en el v. 5. Lo que une los v. 6s con el v. 5, es ms bien la referencia, comn a ambos, a la ambicin desmedida de honores de los fariseos o los escribas. Adems, Mateo ha recibido influencia de Me 12,28s en la eleccin del lugar en que coloca esta sentencia. Lucas la ha incluido como la tercera de las invectivas (11,43), evidentemente slo para completar as su nmero total de siete. Mateo ha fundido una con otra dos redacciones distintas de la misma sentencia que da cuenta de varias de las maneras en que se ponen de manifiesto la ambicin y la vanidad de los rabinos. Entre otras cosas dan gran importancia al ttulo de rab (= maestro)49, que a partir de finales del siglo i d.C. se convirti en la designacin corriente de los maestros de la ley en Palestina (rabinos). Este ltimo reproche, no slo falta en los textos paralelos de Marcos y Lucas, sino que tambin supone en el texto griego en la estructura de la frase una solucin de continuidad con lo que precede, tratndose pues probablemente tambin de otra adicin de Mateo. Los v. 8-12 forman una nueva seccin, la segunda del discurso, que va dirigida exclusivamente a los discpulos (esto es, a la comunidad de los fieles, como lo muestra claramente sobre todo el v. 10) y destaca en su contexto por su expreso sabor cristiano. El pueblo, nombrado en un principio entre los oyentes, desaparece aqu del
48. a . Me 6,56; Mt 9,20 = Le 8,44; Mt 14,36. 49. Cf. Jn 1,38; tambin Me 9,5; 11,21 y passim, ttulo dirigido a Jess.
462
463
23,1-39
23,1-39
10
11
12
13
todo maestros de la ley, que reciban de sus discpulos, sus hijos, el ttulo de padre53. En especial estaba reservado este nombre a los tres patriarcas de Israel: Abraham, Isaac y Jacob. La expresin el celestial tiene que ser considerada como adicin de Mateo, por su preferencia por el nombre de el padre celestial como designacin divina54, y el mismo juicio parece merecer tambin la determinacin en la tierra. El v. 10 es, por su sentido, repeticin del v. 8, aun en el caso de suponer para el trmino de maestro una palabra aramea distinta de rabbi o rab (v. 8), y su formulacin procede, en todo caso, del evangelista o de la tradicin, ya que las palabras de uno solo es vuestro maestro: Cristo, son difcilmente imaginables en labios de Jess mismo. Los v. lis continan la idea central de toda la seccin (aviso contra la soberbia y la ambicin) y, por tal motivo, los debe de haber colocado Mateo en este lugar. El v. 11 repite 20,26sw y con el mismo sentido que la sentencia tiene tambin en Le 22,26 (cf. all). No se habla de la grandeza tica que lleva consigo el servicio a los dems, sino de cmo el que tiene categora de grande o importante dentro de la comunidad cristiana debe hacer uso de su posicin directiva: ponindola al servicio de los dems. El v. 12 se encuentra tambin en Le 14,11; 18,14se. Quien, en contradiccin con el espritu de Jess, se afana por honras y ttulos, quedar humillado por Dios en el mundo futuro, esto es, ser excluido de su reino; en cambio, quien, siguiendo el precepto de Jess, se humilla a s mismo sirviendo desinteresadamente a los dems, sin tener sus miras puestas en el prestigio y la categora propias, ser ensalzado por Dios, que le recibir en su reino. Con el v. 13 empieza la acusacin y la amenaza contra los escribas y los fariseos, pasaje que forma en s la parte esencial del
53. Cf. Sifre Dt 34 y el tratado de la Misn Sentencias de los padres. 54. Cf. el exc. despus de Mt 6,9, n. 1. 55. Me 10,43s; Le 22,26s; cf. tambin Me 9,35. 56. a . tambin Mt 18,4; Prov 3,34 LXX = Sant 4,6; IPe 5,5; Job 22,29. 464
discurso todo. Su comienzo tiene lugar de manera brusca, tanto en cuanto a la nueva forma de su apostrofe inicial (ay de vosotros), como tambin por el cambio de sus destinatarios. Ya no se habla de los fariseos y escribas, sino que quedan stos aludidos en forma directa. Esta parte del discurso se compone de siete invectivas o ayes, as como en el texto paralelo de Le 11, 37-52, lo cual no puede ser ni casualidad, ni creacin de Mateo. Cierto es que las siete invectivas de Mateo no coinciden todas en cuanto a su contenido con las de Lucas. Comparndolas entre s en su forma y su contenido, se obtienen cierto nmero de observaciones de gran importancia para la valoracin del texto en la forma a nosotros transmitida y de las diferencias numerosas y en parte amplias que el mismo presenta en las redacciones de ambos evangelistas. Tales observaciones son como sigue: comn a Mateo y a Lucas es en primer lugar la exclamacin: Ay de vosotros fariseos (y escribas)!, a lo que en Mateo va aadido regularmente el calificativo de hipcritas. A ello sigue una frase caracterizada por una formulacin concisa, a la que se aade una segunda, que ofrece con ella un contraste de contenido. Las acusaciones contenidas en estas invectivas no tienen que ser entendidas como aviso o amonestaciones, sino como amenaza del juicio57. Se trata de la cuenta final de Jess con sus adversarios y no de un intento de moverlos an a la conversin. El contenido de cada una de las acusaciones es siempre de carcter general y no va referido en ningn caso a un motivo determinado. La forma del texto no slo muestra en parte diferencias profundas en Mateo y Lucas, sino que lleva tambin en varias ocasiones adiciones de tipo aclaratorio. En Mateo van todos los ayes dirigidos en comn a los fariseos y los escribas, mientras que Lucas hace una distincin entre ambos58. Tambin la palabra hipcritas, repetida en Mateo seis veces en la frmula de introduccin (no en el v. 16), es caracterstica de Mateo como juicio sobre los fariseos
57. Sobre Ja forma de estas invectivas o ayes en otros discursos de Jess y sus precedentes en el AT, cf. com. a Le 6,24. 58. Cf.com. a Mt 23,1.
465
23,1-39
23,1-39
y los escribas y, por ello, debida en este caso, sin duda, a su mano 59 . Mt ofrece, ya al principio, la ms dura y ms amplia de todas las acusaciones de Jess, mientras que en Lucas (11,52) sta forma el final del discurso. El terrible reproche en ella contenido incluye la idea de que los escribas tienen realmente en su mano la llave del reino de los cielos 60 . Ellos son, como intrpretes de la ley, los administradores de la palabra de Dios, y su misin sera mostrar a los hombres, que se sienten ligados a su autoridad, el camino del reino de Dios. Pero, de hecho, con su interpretacin de la ley, les dan una doctrina falsa, poniendo sobre sus hombros una carga insoportable (cf. v. 4) y cerrndoles, con ello, el camino de la salvacin, que tampoco alcanzan ellos mismos (cf. 15,14). Sobre ellos recae, de manera especial, la culpa de la incredulidad del pueblo ante la doctrina de Jess. [14] El v. 14, atestiguado slo en textos tardos, a veces precediendo, a veces siguiendo al v. 13, y que destruye el nmero total de siete de las invectivas o ayes, es una interpolacin a partir de Me 12,40 ( = Le 20,47), que ha sido adaptada en su forma al resto de los ayes del texto de Mateo. 15 El segundo ay, que falta en Lucas, ataca el proselitismo de los fariseos, condenndolo como campaa de propaganda para el infierno. La tendencia al universalismo, a la expansin por todo el mbito de la tierra, era ya propia a la religin del AT, segn la cual Yahveh es Dios, creador y Seor del mundo entero. Isaas contempla, en una grandiosa visin, cmo en los ltimos tiempos afluirn los pueblos, en masa, al monte de Yahveh y sentirn el ansia de que l les ensee sus caminos y de andar por sus sendas (2,2-4), profeca que se encuentra tambin en Miqueas 61 . Con todo, esta profeca de la conversin de los paganos no lleg a concretarse nunca en un precepto o mandato de misin entre los gentiles, ni siquiera en el judaismo tardo. Al contrario, en ste, la idea de una conversin de los paganos se opona al principio
59. Cf. Mt 22,18 junto a Me 12,15; tambin 6,2.5.16; falta en Le 11, 37-54; sobre la significacin de la palabra, cf. com. a Le 12,1. 60. Cf. com. a Mt 16,19. 61. Miq 4,1-4; cf. tambin Is 45,23; 59,19.
farisaico de su aislamiento frente al mundo gentil. Cierto que encontramos, en aquella poca, la existencia de una propaganda religiosa extraordinariamente activa y eficaz al mismo tiempo. No slo el judo Flavio Josefo 62 se glora de los grandes xitos de conversin obtenidos por su pueblo, sino que tambin escritores cristianos 3 y paganos 64 confirman su testimonio. De los cuatro o cuatro millones y medio de judos que haba en el imperio romano, una parte no pequea eran, con seguridad, proslitos. Sobre todo las sinagogas de los judos de la dispora, dispersos por todo el mundo, se convirtieron en centros de partida de una fuerte propaganda y ejercan sobre muchos gentiles conscientes una gran fuerza de atraccin 5. No obstante, hay que tener en cuenta que el motivo principal no era estrictamente misionero, no se trataba de ganar almas para la salvacin, sino de aumentar en el mundo el propio influjo y el prestigio de Israel. Tambin la idea de que Dios hubiera dispersado a Israel en beneficio de los gentiles, era extraa al judaismo tardo, y nunca se pens en un proselitismo extendido a todos los pueblos, ya que esto hubiera significado la incorporacin de los pueblos al sistema teocrtico, cosa considerada como imposible en el mundo presente. La meta de la actividad proselitista no eran los pueblos en su conjunto, sino nicamente la persona de determinados gentiles en particular. Por otra parte no faltan tampoco testimonios que condenan en absoluto el proselitismo como reprobable y peligroso. Jess pronuncia un juicio en alto grado desfavorable contra el vivo celo proselitista de los fariseos. Pero lo que en realidad queda condenado no es el proselitismo como tal, sino sus dudosas consecuencias. Con la expresin hijos de la gehenna ( = del infierno) M se da a entender su condenacin. Los nuevos conversos son slo nuevos
62. FLAVIO JOSEFO, C. Ap. n, 10; 123.
63.
64.
vitate Dei vi, 11; DiN CASIO XXXVI, 17 y passim confirman su testimonio. 65. Cf. com. a Act 10,2. 66. Cf. com. a Me 9,43.
466
467
23,1-39
23,1-39
fariseos, por encima an de sus maestros en su torcido fanatismo, an ms escrupulosos en punto a ceremonias, pero ms laxos en materia de moral. En los fariseos no se cumplen en efecto los requisitos necesarios, para poder salvar a los dems, pudiendo serles aplicado ms bien el juicio de Le 6,39s. 16-22 El tercer ay de Mateo, no slo falta en Lucas, cosa que sera explicable por su contenido, sino que adems se distingue tambin en su frmula de introduccin, y an ms en su estructura toda, de la clara forma tpica caracterstica de los dems ayes 67. Mateo lo ha introducido en este lugar probablemente para volver a completar el nmero total de siete deshecho por la anticipacin del v. 4. Su contenido va referido probablemente no slo a los escribas (guas ciegos, v. 16), sino tambin a los simples fariseos, y se enfrenta con un grave error en la prctica del juramento. Los rabinos piensan poder distinguir entre frmulas obligatorias y no obligatorias de juramento (y de voto), pero, con ello, no hacen sino poner de manifiesto su carcter de guas ciegos (cf. 15,14); para ellos es obligatorio slo el juramento hecho por el tesoro del templo y por las ofrendas colocadas sobre el altar, pero no as el juramento por el templo o por el altar mismos. El motivo de tal distincin parece ser que el tesoro de oro del templo es posesin divina en grado ms alto que el edificio del templo mismo, y la ofrenda, ms que el altar. Pero en realidad, declara Jess, es el templo el que santifica el oro en l reunido, y el altar quien hace de los dones sobre l colocados una ofrenda, que es propiedad de Dios68. El v. 20 dice: el juramento por el altar incluye tambin el juramento por las ofrendas sobre l colocadas, siendo por ello imposible la distincin rabnica referida en el v. 18. Segn esto se esperara que se dijera luego, en el v. 21 que vuelve al primero de los ejemplos (v. 16s): quien jura por el templo, jura por l y por todo lo que con l va unido, as pues, tambin por el oro del templo. En lugar de ello se introduce aqu una nueva idea, que
67. Cf. com. a Mt 23,13. 68. As se encuentra tambin expresado en la Misn, Sebahim ix, 1.
vuelve a aparecer en el v. 22: el juramento por el templo obliga, por ser el templo, templo de Dios, que queda incluido as en la mente del que jura, a pesar de que no pronuncie su nombre de manera expresa. El v. 22 pone un nuevo ejemplo, no mencionado hasta ahora, del juramento por el cielo, en el que no parece tratarse del uso corriente en el judaismo de la palabra cielo como designacin divina, de la que se sirve tambin Jess69, sino, al contrario, del deseo expreso de evitar la designacin divina (cf. 5,34). Este versculo declara tambin esta forma del juramento como obligatoria; pero de su carcter reprobable en absoluto (como en 5,34) no se dice aqu nada. Sobre las distinciones aqu referidas entre frmulas de juramento vlidas o invlidas no se pueden encontrar testimonios exactos en la literatura rabnica y s, en cambio, frases en el mismo sentido que estas palabras de Jess 70. Al menos en la misma lnea se encuentra la siguiente sentencia: Quien hace una promesa por la torah (= la ley de Moiss), no ha dicho absolutamente nada; pero si la hace por lo que en ella est escrito, entonces sus palabras son vlidas ". El cuarto ay (= 11,42) censura la minuciosa escrupulosidad 23 de los fariseos en el cumplimiento del precepto del diezmo. Segn Lev 27,30; Dt 12,6; 14,22s, tena que ser entregada al templo la dcima parte del producto de los cereales, del mosto y del aceite. Pero los rabinos y sus seguidores fariseos haban extendido la obligacin del diezmo tambin hasta las especias ms insignificantes. Junto a esto dejan de lado lo ms importante en la ley, sus postulados morales decisivos, y por ello ese, al parecer, ilimitado celo en el cumplimiento de la voluntad divina es, en el fondo, slo apariencia vana y falsa. En su determinacin de las tres cosas ms importantes en la ley, Jess enlaza, una vez ms, con la predicacin de los profetas del AT ", que colocan la justicia y la miseri69. 70. 71. 72. Cf. com. a Mt 4,17; tambin Me 11,30; Mt 16,19 = 18,18. Cf.com. a Mt 23,19. Baraita en el Talmud bab., Nedarim 146. Cf. com. a Me 7,1-23.
468
469
23,1-39
Discurso de Jess contra los fariseos y los escribas 23,1-39 pudiera contener. El mosquito era, adems, levticamente impuro (Lev 11,41), y tambin el camello (cf. Lev 11,4), pero la frase tiene que ser entendida aqu con todo en sentido figurado. Los fariseos se tragan sin trabajo, esto es, sin preocupaciones de tipo moral, cosas ante las que un hombre de serias convicciones religiosas debera retroceder y son, en cambio, de escrupulosa meticulosidad en materia de culto. El quinto ay, que sigue a continuacin (= Le 11,39-41), es, 25s en cuanto a su contenido, afn con el cuarto. Los fariseos cuidan con meticulosa solicitud de la pureza cltica de su vajilla 77, pero no se preocupan en absoluto de si su contenido es moralmente puro y no conseguido por el fraude o la violencia 76, o puesto al servicio del sibaritismo y la sensualidad. En realidad, lo nico que importa es que el contenido del vaso sea puro a los ojos de Dios; entonces lo es tambin lo exterior, esto es el vaso mismo que lo encierra7<>. Muchos exegetas pretenden entender la vajilla en sentido figurado (al igual que tambin los sepulcros de la invectiva siguiente), para designar a sus poseedores. La contraposicin aqu expresada no sera entonces la existente entre la vajilla y su contenido, sino entre la pureza exterior, o cltica, y la moral. El sentido del v. 26 sera entonces el siguiente: purificad primero vuestro interior y conseguiris entonces tambin la pureza ritual. Pero es evidente que Mateo no ha entendido el texto de esta manera, como lo prueba su misma forma, y tampoco el de Lucas hace pensar en que sea ste su sentido originario, a pesar de los v. 39>.40. En el texto de Lucas, que muestra en s fuertes diferencias con el de Mateo, queda opuesto al exterior de los vasos tan esmeradamente conservados puros, el interior de los fariseos mismos, llenos de rapias y maldades (en Mateo, de intemperancia). Especialmente oscuro es el sentido del v. siguiente de Lucas (11,40), sin paralelo en Mateo y que tiene seguramente que ser entendido como glosa aclaratoria al v. 39 (cf. all). Tambin en el
77. Cf. com. a Me 7,4. 78. Cf. Me 12,40; Le 16,14. 79. Cf. Mt 15,11 = Me 7,15. 471
cordia por encima de todo acto de culto, proclaman como voluntad divina el deber de favorecer a los pobres, oprimidos y dbiles, y ayudarlos en la consecucin de sus derechos, fustigando la manera brutalmente opuesta de proceder de ricos y poderosos T3. El texto de Lucas (11,42), en lugar de a la misericordia y la fidelidad, se refiere (lo cual supone una correccin frente al texto originario) al amor de Dios, que constituye el mandamiento principal74. El v. 23b puede entenderse en el sentido de que en l se reconoce, no la prctica farisea del pago del diezmo, que acaba de ser rechazada por carecer de valor (como tambin la tora oral ", en la que se basaba), sino slo la esmerada conciencia que en ella se expresa, y que, no obstante, queda a su vez desvalorizada por falta de comprensin para una jerarqua de valores en el orden religioso. A pesar de que esta sentencia se encuentra tambin en el texto paralelo de Lucas, hay que observar que, en su forma, se sale un poco del esquema de los ayes, y que, por su carcter ms bien de amonestacin o aviso, no cuadra bien en una sentencia en forma de invectiva. Su aspecto es ms bien el de una glosa judeocristiana. Su sentido es: los mandamientos fundamentales son los que tienen que ser cumplidos con empeo, luego se puede tambin, si se quiere, ser minucioso en cuanto a los preceptos secundarios. 24 El v. 24, de tono proverbial claramente perceptible, falta en el texto paralelo de Lucas. Por tal motivo, y por no encajar ya en el esquema de los ayes, tiene que considerarse aadido por Mt en este lugar. El reproche guas ciegos 7e est aqu fuera de lugar, ya que no se hace referencia a la actividad doctrinal de los escribas. La sentencia va dirigida a los fariseos en general y alude probablemente al precepto rabnico de colar el vino para no quedar levticamente impuros por el cadver de un insecto que
73. Cf. Is 1,17; Jer 5,28; 9,23; 22,3; especialmente Miq 6,8 y Zac 7,9, pasajes de los que se encuentran claras resonancias en las palabras de Jess; cf. tambin Me 12,40a y supra 9,13; 12,7; sobre la fidelidad ( = sinceridad y lealtad), cf. Jer 5,1. 74. Cf. Me 12,30s; Le 10,27. 75. Cf. com. a Me 7,3. 76. Lo mismo en Mt 15,14. 470
23,1-39
Discurso de Jess contra los fariseos y los escribas 23,1-39 de Lucas. El texto de Mateo muestra de una manera evidente su carcter secundario, en primer lugar en la aplicacin aadida, en el v. 28, a la sentencia estricta de este ay o invectiva, aplicacin que es caracterstica de su forma de exposicin81 y que no encaja en el esquema tpico de las invectivas. Por otra parte, ya la segunda frase de la invectiva, que en forma de oracin de relativo describe el sujeto sepulcros, y en la que el trmino de aparecen no tiene correspondencia en arameo, responde menos exactamente al esquema tpico de los ayes que el texto paralelo de Lucas. Pero sobre todo habla en contra de la primaca del texto de Mateo el hecho de que no ofrece nada nuevo frente a la invectiva precedente y s, en cambio, el de Lucas. Mateo ha reelaborado, pues, el ay nmero seis segn el cinco, privndole as, al mismo tiempo, de su sentido primero y propio. Ello resulta explicable por la circunstancia de ser, para Mateo, de importancia especial el reproche de hipocresa dirigido a los fariseos, como se deduce, de manera clara, de las frmulas de introduccin de los ayes en cada caso. En Mateo son los fariseos el tipo del hipcrita, como en Lucas el de los corruptores del pueblo. El sptimo y ltimo ay (= Le ll,47ss) va en Mateo relacio- 29 nado con el sexto por asociacin del trmino sepulcro y, con el reproche del asesinato de los profetas, prestan al evangelista ocasin para ofrecer, a continuacin la profeca sobre el castigo de Jerusaln, la ciudad que asesina profetas (v. 37-39), profeca que en Lucas se encuentra en un pasaje diferente (13,34s). Tambin en esta invectiva ofrecen los dos textos paralelos grandes divergencias entre s. El de Lucas es no slo, con mucho, el ms conciso, sino tambin el nico en ofrecer la forma exacta del esquema tpico de la invectiva, por lo que resulta ser, en su conjunto, el ms originario. En Mateo en cambio va sustituida la segunda frase, con su contraposicin a la primera (y vuestros padres les han dado muerte Le 11,476), por una composicin mucho ms extensa (v. 30), destinada a explicar el sentido poco claro de la sentencia central de este ay, dejando ver, adems, su carcter secundario
81. Cf. Mt 5,16; 7,17; 12,45; 17,126,- 18,35; 20,16.
v. 41, que forma de nuevo un texto paralelo a Mt 23,26, ha llevado a cabo Lucas una reorganizacin total del texto, que tiene su correspondencia exacta en Le 12,33 (= Mt 6,19s): el contenido de vasos y fuentes debe ser entregado como limosna. La actitud de amor que ello supone hace al hombre total y realmente puro ante Dios y le dispensa de todos los preceptos de pureza exterior. 27s El sexto ay ( = Le 11,44), unido en Mateo con el precedente por el motivo de la pureza ritual, declara, por medio de una imagen de un efecto tremendamente sarcstico, tomada de la vida juda, toda la religiosidad de los judos como pura farsa (cf. Act 23,3). El contacto de una tumba produca impureza ritual (cf. Nm 19,16) y, por ello, tenan que ser stas sealadas externamente con un blanqueado. A estos sepulcros se asemejan los fariseos con su piedad exteriorista. Por fuera tienen un aspecto agradable, esto es, parecen hombres justos, pero su interior est lleno de huesos de muerto y de podredumbre; dejando a un lado la imagen, son una abominacin a los ojos de Dios (cf. Le 16,15). sta es la versin de las palabras de Jess ofrecida por Mateo. Segn el texto de Lucas, en cambio, los fariseos se asemejan a tumbas disimuladas (en las que no se ve ya el revoque, o tumbas de pobres, provistas slo de una sencilla lpida), por las que se queda levticamente impuro al pasar distrado sobre ellas. Tambin en la versin de Lucas da el texto un sentido aceptable, incluso mejor que el de Mateo, ya que las tumbas disimuladas, que ocultan la podredumbre de su interior al mundo de fuera, son una mejor imagen de la hipocresa farisaica y sus peligros, que no los sepulcros blanqueados del texto de Mateo. En efecto, el prestigio de los fariseos entre el pueblo se basa, sobre todo, en el hecho de que las gentes no penetran su verdadero ser80. En favor de la mayor originalidad el texto de Mateo puede hacerse valer, por ejemplo, la observacin de que el uso de blanquear las tumbas parece haber sido puramente palestinense, extrao a la dispora y desconocido probablemente a Lucas. Con todo, son ms fuertes y decisivos los motivos a favor de la primaca del texto
80. Cf. com. a Le 12,1 y 16,15. 472
473
23,1-39
Discurso de Jess contra los fariseos y los escribas 23,1-39 de ser, los monumentos funerarios edificados por ellos a los profetas asesinados son slo testimonio de escarnio y triunfo sobre la derrota de sus enemigos; ellos estn en efecto animados del mismo espritu que provoc en otro tiempo el asesinato de los heraldos de la voluntad divina y sus palabras en sentido contrario son slo palabrera hipcrita. La acusacin termina en Mateo con una exhortacin irnica a 32 colmar ya la medida de sus padres, esto es, a proceder no slo tan criminalmente como ellos, sino a llevar tambin a efecto el pecado que aqullos no haban an cometido: dar muerte a su Mesas. Como final de este ay, aade Mateo todava una amenaza de 33 castigo, que encaja bien en este pasaje, pero se deja ver en l como adicin, ya por anticipar el tema de la amenaza que a continuacin sigue en los v. 34-36 y por interrumpir la relacin entre los v. 32 y 34. Mateo ha tomado este verso del sermn conminatorio del Bautista84. Para el trmino gehenna, cf. com. a Me 9,23. En este lugar ofrecen ambos evangelistas una profeca conmi- 34 natoria que se sale de manera absoluta del marco del esquema de estas invectivas o aves. De ello se sigue, al menos, que el texto, en su fuente, iba ya unido con el de la invectiva precedente, de la que es una buena continuacin en cuanto a su contenido. Tambin sus destinatarios directos parecen seguir siendo los mismos que en el texto precedente. Pero se hace referencia a un crculo ms amplio, se alude al pueblo judo todo en su conjunto desde la ms remota antigedad. En realidad, se da tambin el mismo caso en los ayes precedentes. Segn el texto de Lucas, que aqu es evidentemente el ms originario, cita Jess en este pasaje unas palabras de la sabidura divina, que se extienden hasta Le 11,51a (= Mt v. 35). Slo a) final vuelve a hablar en primera persona. Mateo pone estas palabras de la cita en labios del mismo Jess, que van dirigidas adems de manera directa a los oyentes (yo os voy a enviar) y arregla el texto de todo el pasaje de acuerdo con ello. En relacin con este texto, se presenta la cuestin de si se trata
84 Mt 3,7 = Le 3,7; cf. tambin 12.24.
en el v. 31, que figura como consecuencia lgica de la sentencia misma, pero no deja entenderse fcilmente como tal. Ambos textos coinciden con todo en lo que forma su idea central, en la interpretacin del hecho de construir tumbas a los profetas como afirmacin y punto final del acto de haberles dado muerte. El texto de Lucas parece con su mayor concisin afirmar su primaca tambin en 11,47, donde se habla slo de la construccin de sepulcros para los profetas, frente a la doble expresin en forma de paralelismo en Mateo v. 29. En l son los profetas y los justos 82 una misma cosa, como lo prueba el paralelismo de los miembros. Por eso, en los v. 30 y 31 se nombran slo los profetas. Tambin el texto de Lucas tiene aqu (11,48) una aclaracin de la invectiva, difcil de entender en su sentido. Edificando sepulcros a los profetas muertos por sus padres, no hacen los aqu referidos sino continuar la obra de aqullos y poner de manifiesto su asentimiento a lo que sus padres realizaron. Al levantar monumentos slo a los profetas muertos, dan una prueba de ser verdaderos hijos de sus padres asesinos. ste es tambin, en su conjunto, el sentido del texto de Mateo, a pesar de las amplias variaciones que ha sufrido en su 30 redaccin. En el v. 30, sin paralelo en Le, hay una idea que se sale ya del sentido de la sentencia central de este ay. La honra tributada por los fariseos a los profetas con la construccin de los sepulcros va acompaada del pretencioso sentimiento de que ellos no hubieran procedido con los enviados de Dios como sus antepasados, que les dieron muerte83. 31 Pero en realidad, con la construccin de tales monumentos expiatorios y con las palabras con que los justifican, no hacen sino mostrar que son autnticos hijos de asesinos de profetas y que han heredado su impa ndole. Jess conoce sus verdaderas intenciones y por eso puede, haciendo uso de una terrible irona, tomar en sentido figurado la expresin nuestros padres, que ellos dicen al pie de la letra, con lo que queda dicho que como hijos suyos tienen tambin su mismo espritu. Para quien conoce su verdadero modo
82. La misma asociacin, propia de Mateo, en 10,41; 13,17. 83. Cf. Jer 26,20-23; Act 7,52; ITes 2,15; Heb ll,37s. 474
475
23,1-39
23,1-39
realmente de una cita de un escrito sapiencial o apocalptico judo, que, en la fuente de Mateo y Lucas, estuviera ya unido con la invectiva por simple asociacin de trminos (asesinato de los profetas). Tambin puede preguntarse, si la circunstancia de que el texto, a pesar de su sabor a AT, vaya referido a la persecucin de los enviados de Dios cristianos, tiene que ser considerada como una prueba de que se trate de una ampliacin literaria de carcter secundario del ltimo ay (Descamp). Otra hiptesis sera la de que Jess mismo hubiera citado un escrito judo la cita no es en ningn caso del AT , para dar fuerza especial a sus invectivas con la referencia final a un castigo divino. En fin, la cita tambin pudiera ser slo un recurso estilstico, no en el sentido de que Jess se designara a s mismo como sabidura divina (con lo cual no convendra ya la forma temporal en pasado la sabidura divina ha dicho-), sino en el sentido de que introdujera la persona de la sabidura divina85, esto es Dios, rector de la historia con su sabidura y su justicia, y le atribuyera sus propias palabras, para darles as el carcter de juicio divino sobre el judaismo. Giros semejantes se encuentran tambin en la literatura rabnica (por ejemplo la justicia divina dice = Dios dice). Difcil o ms bien imposible parece decidir cul de las hiptesis mencionadas merece la preferencia. Evidente es que el texto del pasaje es todo de una pieza. El v. 34 slo resulta posible en labios de Jess, refiriendo su contenido todo, a pesar de su sabor a AT, exclusivamente a los misioneros cristianos. El por eso introductor de la profeca, tiene un sentido slo en el texto de Le 11,49; en Mateo enlaza, sobre el v. 33, directamente con la exhortacin del v. 32 a colmar la medida de culpa de sus padres. La expresin de profetas, sabios y escribas (cristianizada en Lucas, que dice profetas y apstoles) es an la designacin del AT y juda para los hombres que anuncian al pueblo la voluntad divina. En el judaismo tardo estaban considerados los escribas como herederos de los profetas, y sus decisiones, que formaban la base principal de la torah oral, la tradicin de los antiguos8e, no eran
85. Cf. Mt 11,19 = Le 7,35. 476 86.a. com. a Me 7,3.
tenidas como opinin privada, sino que se les reconoca el carcter de inspiradas, por lo que el escriba era tambin, al mismo tiempo, el verdadero sabio87. Desde el siglo i d.C. se acostumbraba a dar el nombre de sabios a los rabinos que an vivan, mientras que el nombre de escribas quedaba reservado para los de las generaciones pasadas. El trmino tiene en este pasaje un tono elevado, mientras que en el resto de todo el discurso designa siempre a los enemigos de Jess, sometidos ya a una condena. El v. 346 parece no estar abreviado por Lucas (11,496), sino ampliado por Mateo a partir de 10,17.23 88.. La crucifixin (que no era tormento judo) no podan stos imponerla sino por entrega del reo a los romanos. Pero de una crucifixin llevada a cabo en la persona de cristianos por una denuncia juda no tenemos noticia alguna de la poca paleocristiana. Con su manera de proceder con los enviados de Dios, los ju- 35 dios no hacen sino cumplir el decreto divino; la generacin de entonces tiene que cargarse tambin de culpa, para as pagar, en cierto modo, por la culpa total de la sangre inocente89. En Lucas (11,50), sangre de todos los profetas, expresin menos originaria, ya que Abel y Zacaras no cuentan en el nmero de los profetas. Esta sangre inocente, que deber caer90 sobre la presente generacin, a la que se le pedir cuenta de ella *\ esto es, en la que ser vengada, queda determinada temporalmente en ambas direcciones por la mencin del primero82 y del ltimo98 de los asesinatos de esta clase de los que se da cuenta en el AT. Abel, el justo (cf. Heb 11,4), fue el primer asesinado inocente, cuya sangre clamaba venganza desde la tierra al cielo (Gen 4,10). El Zacaras aqu nombrado, muerto por los judos entre el santuario y el altar, no puede ser otro que el sacerdote Zacaras, que
87. 88. 89. 90. 91. 92. 93. Sobre la frase entera, cf. Jer 7,25s; 25,4. a . Act 5,41; 12,2. Cf. Sal 106(105)38; Prov 6,17; Jl 4,19. Cf. Mt 27,25; Dt 28,15. Le 11,50; cf. 2Sam 4,11; Sal 9,13; Ez 33,6.8s. Cf. Gen 4,8ss. Cf. 2Par 24,20-21
477
23,1-39
23,1-39
haba exhortado al pueblo a abandonar el culto de los dolos, muerto por lapidacin por orden del rey Jons (836-797) en el atrio de la casa del Seor. Segn 2Par 24,22 este Zacaras era hijo de Yoyada. Segn el texto de Mateo en cambio, hijo de Baraquas, en lo que hay que ver una confusin con el penltimo de los llamados 12 profetas menores (en Lucas falta el nombre del padre), que es llamado (Zac 1,1.7) hijo de Baraquas. El hecho de que pueda ser nombrado como el ltimo Zacaras, asesinado en el siglo ix, se explica satisfactoriamente de la circunstancia de encontrarse el libro de las Crnicas o Paralipmenos al final en el canon de los judos de Palestina, siendo, por tanto, innecesaria y arbitraria la hiptesis de que Mateo, que escribe su Evangelio despus del ao 70, se refiera aqu al sacerdote Zacaras hijo de Baruc (o Barisqueo), asesinado por los zelotas en el templo poco antes de la catstrofe final del judaismo, durante la guerra juda en el ao 67 68 94. 36 En el v. 36, que pone fin al pasaje, es Jess el que habla, tambin en Lucas (l 1,5 Ib), repitiendo y corroborando con una frmula de aseveracin solemne la profeca del v. 35. Todo esto, o sea, el castigo merecido por toda la sangre inocente derramada desde el principio, va a caer sobre la generacin presente de judos95. El castigo anunciado no se agota en la catstrofe del ao 70 d.C, sino que consiste en la reprobacin del judaismo9<s. De la culpa verdadera y la ms grande de la generacin de entonces, la muerte del Mesas, slo se habla en forma alusiva en el v. 32. 37 La profeca conminatoria dirigida a Jerusatn, que Mateo pone a continuacin, se adapta bien tras el v. 36, pero no es, a pesar de ello, una parte del fragmento de la sabidura separado y colocado por Lucas en otro pasaje, sino una percopa independiente en su origen, como lo prueba ya el cambio de destinatarios. El v. 37 no tiene slo sentido en boca de un sujeto suprahistrico, la sabidura, sino que es tambin absolutamente posible en labios del Jess histrico. El punto de enlace entre este pasaje y el precedente radica en la expresin asesinato de los profetas.
94. FLAVIO JOSEFQ, BI iv, 5,4; 334ss.
En el lugar que le ha sido asignado por Mt, este discurso de amenaza constituye el impresionante final de las palabras dirigidas por Jess a los judos en general (los cap. 24 y 25 van dirigidos exclusivamente a los discpulos), y dan expresin al fracaso de la actuacin mesinica de Jess entre los judos. A pesar de ser, al igual que el discurso precedente, una profeca conminatoria, muestran estas palabras, en su tono, una gran diferencia frente a las anteriores. No es el juez airado quien las pronuncia, sino que son ms bien expresin dolorida del amor desdeado. Jerusaln ha rechazado y dado muerte siempre a los enviados de Dios que a ella se han acercado97, y asimismo ha respondido tambin con una negativa a la llamada del Mesas. El cuntas veces, supone una repetida actuacin de Jess en Jerusaln, ya que el tus hijos tiene que referirse probablemente a los habitantes de Jerusaln, difcilmente a los judos en general (cf. Gal 4,25). La imagen de la gallina que extiende sus alas para proteger a sus polluelos, sirve ya tambin en el AT para simbolizar la proteccin divina 98. Pero no quisisteis, habis desdeado el amparo protector divino. Como castigo por tan obstinada repulsa del amor divino, Dios 38 abandonar la casa de los habitantes de Jerusaln, esto es, la ciudad (no el templo, para el cual sera expresin inadecuada vuestra casa; cf. Jer 12,7). Dios se retira de entre ellos. Jess dice slo, que la ciudad ser abandonada por Dios ", no por sus habitantes. La destruccin del templo y de la ciudad pondr de manifiesto, de manera visible, su abandono y reprobacin por parte de Dios. Tampoco a Jess volvern a ver ms los habitantes de Jeru- 39 salen, hasta el momento en que le dirijan el saludo del Sal 118 (117)26. Referir esta frase a la entrada triunfal de Jess en Jerusaln en domingo de ramos (descrita por Mateo ya en un pasaje
97. Cf. IRe 18,4.13; 19,10; Jer 26,20ss; 2Par 24,20ss; Act 7,52; Heb 11,32.37. 98. Cf. Dt 32,11; Is 3,15; Sal 17(16)8; 57(56)2s; 61(60)5 y passim. 99. El nombre de Dios se evita mediante el empleo de un giro pasivo: <pxa[ = ser abandonada; cf. com. a Mt 6,33.
95. Cf. com. a M t 11,16. 96. Cf com. a Mt 21,43; 23,38; 27,25; tambin Le 19,27. 478
479
Discurso escatolgico
24,3-8
anterior) 10 es lo mismo que privarla de todo su peso y su significacin. Ms bien debe entenderse como una profeca de la nueva venida de Jess como Hijo del hombre en su gloria. El homenaje que entonces le tributarn los judos, no tiene que ser entendido como de carcter forzado, ya que el acento recae sobre el momento del nuevo encuentro, y no sobre las personas de quienes partir el homenaje. En Marcos y Lucas sigue a continuacin el relato de la ofrenda de la viuda. El hecho de su supresin en Mateo parece explicarse por la circunstancia de no haber lugar para l en su texto, tras las palabras de despedida dirigidas por Jess a los judos. Tampoco parece ser casual la falta, en esta ocasin, de la frmula estereotipada con que Mateo pone fin a cada uno de los dems discursos de mayor extensin que han precedido. Ello parece indicar su intencin de ofrecer los cap. 23-25 como una gran unidad, dentro de la cual no caba la inclusin de un pasaje de tipo narrativo.
en contextos diferentes, parte de los cuales aparece en ste (Le 17, 22-37) como una unidad cerrada y, en parte, de carcter histrico. De ello se sigue con toda claridad que Mateo pretende ofrecer en estos dos captulos lo mismo que en el sermn de la montaa (cap. 5-7), y en los cap. 10 y 23 una composicin sistemtica de palabras pronunciadas por Jess sobre el tema del fin.
Profeca sobre la destruccin del templo 24,ls (= *Mc 13,ls; Le 21,5s) Sali Jess del templo, y, segn iba caminando, se le acercaron sus discpulos para llamarle la atencin sobre las construcciones del templo. 2 Entonces l les dijo as: No estis viendo todo esto? Pues os lo aseguro: no quedar aqu piedra sobre piedra que no haya de ser demolida.- En lugar de un solo discpulo, quien segn Me 13,1, llama la atencin de Jess sobre la grandiosidad del templo, se refiere Mateo102 a los discpulos en general; asimismo en el pasaje siguiente (v. 3ss) queda convertida la conversacin con los cuatro ntimos de Me 13,3, en conversacin con todos los discpulos; se conserva, sin embargo, el dato de que estaban a solas, pero la contraposicin no resulta ya entre los ntimos y el resto de los discpulos, sino entre los discpulos y el pueblo (cf. 23,39).
1
Discurso escatolgico cap. 24-25 A continuacin inmediata del gran discurso contra los fariseos y los escribas ofrece Mateo la profeca del fin de Jerusaln y del fin del mundo (cap. 24), y aade a ella una serie de pasajes afines en su contenido (cap. 25). El estricto discurso escatolgico, en la forma ofrecida por Mateo, presupone a Me 13 como fuente. Mateo sigue de cerca el texto de Marcos no slo en su forma externa, sino tambin en el enfoque y comprensin del conjunto, como se desprende de manera clara, sobre todo, de la seccin de los v. 15-28 1W, de importancia tan decisiva a este respecto, donde falta toda referencia al final de Jerusaln. Slo en el v. 9 est ampliado el horizonte frente a Me 13,9. Mateo ha introducido o aadido adems al discurso, donde se le ofreca oportunidad, Mt 24,26-28.37-41.45-51, una serie de pasajes que Lucas ofrece
100. Cf. Mt 21.9 = Me 11,9. 480 101. Cf. com. a Mt 24,29.
Comienzo de los dolores 24,3-8 (= *Mc 13,3-8; Le 21,7-11) Mientras l estaba sentado en el monte de los Olivos, se le acercaron los discpulos para preguntarle a solas: .Oye! Cundo suceder esto y cul ser la seal de tu parusa y del fin del mundo?
102. Como en Mt 21,20 frente a Me 11,20; al contrario en 15,15 frente a Me 7,17.
8
481
24,9-14
8
24,9-14
* Jess entonces les contest as: Mirad que nadie os engae. Porque muchos vendrn bajo mi nombre, diciendo: "Yo soy el Mesas", y engaarn a muchos. Tendris que oir luego hablar de guerras y de rumores de guerras. Cuidado! No os alarmis. Porque eso tiene que suceder (Dan 2,28), pero todava no es el fin. 7 Efectivamente, se levantar nacin contra nacin, y reino contra reino (2Par 15,6; Is 19,2); y habr hambres y terremotos en diversos lugares. 8 Todo eso es el comienzo de los dolores. En el v. 3 se hace una clara distincin, a diferencia de Me 13,4, entre la destruccin del templo y el fin del mundo con la parusa, pero sin separar temporalmente uno de otro los dos acontecimientos. Parece pues que queda aqu expresada de manera an ms categrica que en Marcos, la coincidencia de ambos. El trmino parusa ( = presencia, llegada) utilizado por Mateo, no aparece en los dems evangelios103 pero s, en cambio, en las epstolas del NT 1 0 4 . En el griego profano est atestiguada la palabra parusa (desde el siglo m a.C.) como trmino tcnico para designar la visita de un soberano y tambin la aparicin o revelacin de un dios. En el NT es utilizado ya en manera general como trmino tcnico para designar la segunda venida de Cristo para el juicio final. Tambin la expresin el fin del mundo es caracterstica de Mateo 105 . En el v. 5 aclara Mateo la expresin de Me 13,6, yo soy, aadiendo el Mesas.
muchos fallarn, y se traicionarn unos a otros y se odiarn mutuamente; " surgirn muchos falsos profetas y engaarn a muchos; 12 y con el crecer de la maldad, se enfriar la caridad de la mayora. 13 Pero quien permanezca firme hasta el fin, se se salvar. 14 Y este evangelio del reino ser predicado en toda la tierra como testimonio para todos los pueblos. Y entonces llegar el fin. Este pasaje es especialmente instructivo sobre el procedimiento de composicin literaria en Mateo, quien, por referirse a las persecuciones que espean a los discpulos, lo ha introducido en forma que coincide al pie de la letra con el texto de Marcos 13,9-13, en el discurso dirigido a los discpulos (10,17-21). A pesar de ello, no quiere suprimirlo en su discurso escatolgico, aunque, de hacerlo, no resultara ruptura en el hilo del discurso, y el v. 15 podra ir muy bien siguiendo inmediatamente al v. 8. Pero para evitar una repeticin literal del mismo, lo ofrece en una forma nueva, debida a su propia redaccin. Esta manera de proceder la encontramos repetida de manera exacta en 9,32s = 12,22-4, la introduccin histrica al discurso de Belcebi108. El v. 9 corresponde, en cuanto a su contenido y, en parte, en cuanto a la forma, con Me 13,9.13a, pero con la importante diferencia de que el texto de Mateo se refiere exclusivamente a persecuciones de parte de los paganos, sin que se aluda ya para nada a persecuciones realizadas por judos. El v. 11 anticipa casi literalmente el v. 24 ( = Me 13,22) y alude seguramente a la actividad de los herejes. El v. 13 corresponde a Me 13.13A, tindose de un tono parentico tras el v. 12. V. 14 = Me 13,10. El v. 10 tiene an contactos, en su contenido, con Me 13,12a, pero va referido a desavenencias en el interior de la comunidad cristiana de los fieles. Del todo nuevo es el v. 12. Parece necesario aceptar, que este ttrico cuadro ha sido pintado a la vista de la situacin real de la Iglesia en la poca de Mateo. Los rasgos que en l destacan diferencindolo de Me 13,9-13 son los siguientes: mayor extensin de su horizonte, manifestada en 106. Cf. la anotacin preliminar a Mt 9,27-34.
483
Persecuciones por el evangelio 24,9-14 ( = 10,17-21; *Mc 13,9-13; Le 21,12-19) .Entonces os entregarn al tormento y os matarn, y seris odiados por todos los pueblos a causa de mi nombre. 10 Y entonces 103. Cf. adems Mt 24,27.37.39; en Le 17,26 se dice, en su lugar, los das del Hijo del hombre; cf. 17,24.30. 104. ICor 15,23; cf. com. a este pasaje; ITes 2,19; 3,13; 4,15; 5,23; 2Tes 2,1.8; Sant 5,7s; 2Pe 1,16; 3,4.12; Un 2,28. 105. a . Mt 13,38.40.49; 28,20; por lo dems, slo en Heb 9,26.
482
9
24,15-28
24,15-28
el hecho de que no se haga referencia ms que a persecuciones de parte de paganos, apostasa de la fe cristiana, aparicin de numerosos herejes y desavenencias internas de la comunidad, as como tambin aumento de la corrupcin moral y, en relacin con ella, un enfriamiento del espritu de amor, esto es, del fervor religioso (cf. Ap 2,4). Esta frase parece que tiene que ser entendida en el sentido de que el enfriamiento del amor no es la consecuencia, sino la causa del aumento progresivo de la maldad, siendo ste, pues, una seal del primero. Mateo ha colocado, de manera lgica, al final del pasaje (frente a Me 13,10) la frase de que primero ser predicado (en Marcos: es preciso que el evangelio sea predicado) este evangelio del reino 107 anunciado en primer lugar a Israel; cf. 26,13 en todo el mundo como testimonio para todos los pueblos (por el que stos quedan obligados a una decisin, y se les quita, para el da del juicio, toda posibilidad de disculpa en el caso de infidelidad). A ello aade Mateo el importante dato de que slo entonces llegar el fin. ste no es, por tanto, de carcter inmediato. Pero tambin Mateo ha entendido probablemente, al igual que Marcos, la tribulacin por l descrita en el pasaje siguiente (v. 15-28) como un acontecimiento escatolgico, como presagio del comienzo del fin108.
sbado. 21 Porque entonces ser la tribulacin tan grande, como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora (Dan 12,1), ni tampoco la habr. 22 Y si no se abreviaran los das aquellos, nadie se salvara; pero en atencin a los escogidos se abreviarn aquellos das. 23 Entonces, si os dice alguien: "Mira aqu al Cristo", o "Mrale all", no lo creis; 24 porque surgirn falsos cristos y falsos profetas que harn grandes seales y prodigios (Dt 13,1), para engaar, si fuera posible, aun a los mismos escogidos. 25 Mirad que de antemano os lo he dicho. 26 5i os dicen, pues: "Mira que est en el desierto", no vayis all; "Mira que est en el interior de la casa", no lo creis.27 Porque, como el relmpago sale de oriente y cruza deslumbrante hasta occidente, as ser la parusa del Hijo del hombre. 28 Donde est la carroa, all se reunirn los buitres. En el v. 15 aclara Mateo, por medio de la mencin expresa del 15 profeta Daniel, la imprecisa referencia al mismo del texto de Me 13,14. El donde no debe (Me 13,14) va sustituido y aclarado por en lugar santo, con lo cual, por motivo de la alusin expresa a Dan 9,27, puede quedar referido slo el templo (cf. Act 6,13) y no la tierra santa. En el v. 20 va completado el sujeto (vuestra. huida) con el 20 fin de aclarar el texto, lo cual produce sin embargo una restriccin de sentido respecto a Me 13,18 (cf. all). Un detalle que sorprende 109 y que delata la mano de su autor judeocristiano es, en el v. 20, la exhortacin a rogar que la huida no tenga lugar en sbado, da que estaba permitido andar slo el corto trecho del camino sabtico n 0 , mientras que ya en la poca de los Macabeos (cf. Bac 2,32ss) haba sido abandonado el principio de dejarse matar antes que violar el sbado por la lucha, y tambin la teora rabnica se haba decidido en favor de la nueva prctica: Si alguien es perseguido por soldados o por bandidos, puede 109. En contraste con Me 2,27; 3,4. 110. Equivalente a 2000 varas = 1,3 km; cf. x 16,29; Act 1,12.
Culminacin de las tribulaciones 24,15-28 ( = *Mc 13,14-23; Le 21,20-24; *17,22-24.37) Cuando veis, pues, la abominacin de la desolacin, de que habla el profeta Daniel, instalada en lugar santo entindalo bien el que lee, 16 entonces, los que estn en Judea huyan a los montes, 17 y el que est en la terraza no baje a recoger lo que hay en su casa, 18 y el que est en el campo no vuelva atrs para recoger su manto. 19 Ay de las que estn encintas y de las que estn criando en aquellos das! 20 Rogad para que vuestra fuga no sea en invierno ni en 107. Cf. Mt 4,23; 9,35. 108. Cf. com a Mt 24,29. 484
15
485
24,15-28
24,29-31
profanar el sbado para salvar su vida (mediante la huida). El verso va dirigido en el texto de Mateo a lectores judeocristianos, que practican todava rigorosamente la observancia del sbado. En el v. 22b resulta ms clara la expresin referida al futuro se abreviarn, que no al pasado (si el Seor no hubiese abreviado) como en Me 13,20. Mientras que Lucas suprime los versos de Me 13,21-23 en su contexto paralelo (Le 21,24), por ofrecer en un pasaje diferente (17,22-37) un discurso de contenido semejante sobre el da del Hijo del hombre, Mateo toma ocasin de ellos para aadir aqu un fragmento de ese mismo discurso (v. 26-28) que corresponde a lo que en Lucas va formando principio y final de l. Que ha sido Mateo el primero en introducir aqu los v. 26-28, se deduce, no slo de su coincidencia con Le 17,22-24.37, sino tambin del hecho de que el v. 26 repite la idea del v. 23, el v. 29 forma la continuacin lgica del v. 25 y la parusa misma no va tratada hasta los v. 29ss, a la que se refiere el v. 27. Los v. 26-28 interrumpen, pues, la relacin entre el v. 25 y el 29 ( = Me 13,23.24). En el lugar en que han sido colocados por Mateo sirven para dar una mayor insistencia al aviso de los v. 23-25: la parusa del Mesas autntico ir acompaada de las pruebas suficientemente claras para ser reconocida como tal. En el v. 26, Mateo ofrece frente a Lucas un texto ms preciso y quiz tambin ms originario. El Mesas verdadero no debe ser buscado ni en el desierto, donde segn los judos dara comienzo la revelacin del reino de Dios y hara su presentacin el Mesas 1 1 \ ni en el interior de la casa, en la oscuridad de una casa cualquiera 112 . Su parusa 113 se llevar a cabo ms bien de forma que podr ser percibida de manera universal e inmediata al mismo tiempo 114 . 111. 112. 113. 114. Cf.com. a Me 1,5 y Act 21,38. Cf. com. a Jn 7,27. a . com. a Mt 24,3. Cf. com. a Le 17,24.
AZf.
La obscura sentencia del v. 28, no puede ser interpretada, en 28 el lugar que Mateo la ofrece, como referida al juicio 115 , ya que hasta este momento no se ha hecho an referencia para nada al mismo, ni tampoco a los falsos mesas, que quedaran designados entonces como buitres, sino slo a la revelacin del Hijo del hombre, que no quedar en modo alguno oculto a los hombres en su venida, al igual que tampoco la carroa para los buitres.
La segunda venida del Hijo del hombre 24,29-31 ( = *Mc 13,24-27; Le 21,25-28) Inmediatamente, despus de la tribulacin de aquellos das, el sol se obscurecer y la luna no dar su brillo (Is 13,10), las estrellas caern del cielo y el mundo de los astros se desquiciar (Is 34,4). 80 Entonces aparecer en el cielo la seal del Hijo del hombre, y se golpearn el pecho todas las tribus de la tierra (Zac 12,10-12) y vern al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo (Dan 7,13) con poder y grande gloria. 31 Y l enviar a sus ngeles con una trompeta atronadora, para que renan a sus escogidos desde los cuatro vientos (Zac 2,6[10]), de un extremo a otro de los cielos (Dt 30,4). Mientras en Marcos 13,24 queda indeterminada la duracin del espacio de tiempo que ha de transcurrir entre la tribulacin de 13,14-23 y el acto final de la historia universal descrito en este pasaje, en Mt 24,29 tiene lugar la parusa con sus presagios inmediatamente, despus de la tribulacin de aquellos das, con lo cual, como prueba ya el texto paralelo de Marcos, slo puede hacerse referencia al v. 25. De ello se deduce con absoluta claridad, que Mateo (lo mismo que Marcos), ha entendido la tribulacin descrita en el pasaje precedente como un acontecimiento de carcter escatolgico, que precede a la parusa de manera inmediata, anunciando su proximidad. Son propios al texto de Mateo tres rasgos de importancia en 115. Cf. com. a Le 17,37. 487
29
24,29-31
24,37-42
cuanto a su contenido. Segn el v. 30a aparece en el cielo (inmediatamente antes de la venida del Hijo del hombre mismo) la seal del Hijo del hombre, ante lo cual rompern en lamentaciones todos los pueblos. No habra ninguna dificultad intrnseca en entender por la seal del Hijo del hombre, el Hijo del hombre mismo116. Lo que dificulta esta interpretacin es que la continuacin del verso vuelve a hablar otra vez de la venida del Hijo del hombre, con lo que parece distinguirse entre el Hijo del hombre y su seal. Esta dificultad queda a su vez restringida por el hecho de que el texto contiene dos alusiones a textos del AT, que han influido en su formulacin. Segn la interpretacin referida, el Hijo del hombre mismo es su seal, en el sentido de su revelacin ante el mundo entero, exaltado por Dios y rodeado de poder y gloria. Si se rechaza esta interpretacin, es necesario pensar que la venida inmediata del Hijo del hombre ser anunciada por algn fenmeno o manifestacin cuya naturaleza queda en el misterio. La interpretacin referida a la cruz, atestiguada por primera vez en el ApPe 1 (alrededor del ao 135) y en la Epistula apost. 16 (no mucho ms tarda), y tradicional en la Iglesia griega, es slo una especulacin exegtica. Las lamentaciones de los pueblos estn slo en apariencia en contradicin con el hecho de que a continuacin no se haga referencia alguna al juicio, ya que la parusa supone la redencin slo para los elegidos, que sern congregados junto a s por el Hijo del hombre glorioso (Le 21,28); para los pueblos, para el mundo inmpo, en cambio, ser un motivo de terror117. Los ngeles que congregan a los elegidos por orden del Hijo del hombre los llama Mateo (v. 31) sus ngeles 11S, por ser sus servidores y mensajeros. La trompeta, a cuyo son, segn el v. 31 los ngeles congregarn a los elegidos, es un motivo existente ya en la descripcin del da de Yahveh en los profetas del AT 119 ,
116. Cf. la seal de Jons, Mt 12,39. 117. Cf. Ap 1,7, donde es de notar que van unidos, como en nuestro texto, Dan 7,13 y Zac 12,10 118. Cf. Mt 13,41; 16,27. 119. Cf. Jl 2,1; Is 27,13. 488
y extendido, a partir de all, a la apocalptica juda120 y a la teologa rabnica121. Segn ITes 4,16; ICor 15,52 (al sonido de la ltima trompeta) sern resucitados los muertos.
El cundo de] fin 24,32-36 (= *Mc 13,28-32; Le 21,29-33) Aprended esta parbola tomada de la higuera: Cuando sus ramas se ponen ya tiernas y comienzan a brotar las hojas, os dais cuenta de que est cerca el verano. 33 Igualmente tambin, cuando veis todas estas cosas, daos cuenta de que l est cerca, a las puertas. 3* En verdad os digo que no pasar esta generacin hasta que todo esto suceda. 35 El cielo y la tierra pasarn, pero mis palabras lamas pasarn. 36 En cuanto al da aquel y la hora, nadie lo sabe, ni los ngeles de los cielos, ni el Hijo, sino el Padre solo.
32
La parusa llegar por sorpresa 24,37-42 (= *Lc 17,26-35; Me 13,35) Pues como llegaron los tiempos de No, as llegar la parusa del Hijo del hombre. 3S Pues igual que en aquellos das anteriores al diluvio se segua comiendo y bebiendo, seguan casndose ellos y casando a ellas, hasta el da en que No entr en el arca, 39 y no se dieron cuenta hasta que lleg el diluvio que los barri a todos, as llegar tambin la parusa del Hijo del hombre. 40 Entonces estarn dos en el campo: uno ser tomado y otro ser dejado. 41 Estarn dos mujeres moliendo en un molino: una ser tomada y la otra ser dejada. 42 Velad, pues, porque no sabis en qu da va a llegar vuestro Seor. En lugar de la concisa y entrecordada exortacin a la vigilancia con que termina el discurso en Me 13,33-37, Mateo ofrece,
120. Cf. ApAbr 31; 4Esd 6,23. 121. Cf. Sal de Salomn 11,1; oracin de las dieciocho bendiciones 10. 489
37
24,37-42
fieles
24,43-51
en lo que sigue, una serie de pasajes diversos sobre el mismo tema: 24,37-42.43s.45-51; 25,1-13. Es fcil de reconocer que ha sido el evangelista quien los ha reunido todos con este criterio, ya que en ninguno de ellos tiene por tema esencial el motivo de la vigilancia. Ya la relacin un poco vaga que casi en su totalidad muestran con el discurso de la parusa es prueba de que han sido aadidos en este lugar por el evangelista. El primero de ellos forma en Lucas el trozo central del discurso sobre el da del Hijo del hombre, del que Mateo ha utilizado ya en otro lugar (24,26-28) el principio y el final. Mateo utiliza con acierto este trozo central del discurso como transicin de las palabras sobre el momento de la parusa (24,32-36) a la exhortacin a velar (24,43ss), aadiendo luego como final (v. 42) la sentencia de Me 13,35. Segn esto no hay, pues, una conexin lgica estricta con lo que precede, teniendo, por tanto, que ser entendido el pues como simple partcula de transicin 122. En Le 17,26-30 son comparadas la despreocupacin y la obstinada liviandad de los contemporneos de No y de los sodomitas con la manera de proceder de los hombres en la poca inmediata antes del da del Hijo del hombre (Le 17,22). En Mateo, en cambio, va desplazado el acento del trfago humano a la aparicin misma de la parusa, lo que hace surgir cierta irregularidad lgica en los v. 37 y 39, ya que el cotejo de los das de No con el acontecimiento de la venida del Hijo del hombre no resulta del todo adecuado. Por otra parte, Le 17,28s.32 tena que ser suprimido en Mateo, ya que en su contexto no debe servir para ilustrar la frivolidad y la ceguera de los hombres en los ltimos das, sino la venida sbita e inesperada del da del juicio. Sobre la interpretacin de los versculos en particular, cf. com. a Le 17,22-37. Los v. 40s parece haberlos entendido Mateo en forma distinta que Lucas (17,34s). En ste, ser tomado significa la salvacin, y ser dejado la perdicin; en Mateo, ser tomado parece significar ser arrebatado, y ser dejado, ser dejado inclume.
122. Cf. Mt 6,25; 12,31; 13,13.52; 18,23; 21,43; 24,44 por eso. 490
El v. 42 (= Me 13,35) da expresin a la moral de todo el 42 pasaje y prepara tambin al mismo tiempo la transicin a lo siguiente. La expresin vuestro Seor (en lugar de el Hijo del hombre, como sera de esperar123) se debe a la formulacin del evangelista, lo mismo que en qu da en lugar de a qu hora de la noche, de Me 13,35. Mateo se sirve aqu de un fragmento aislado de una parbola124, aplicndolo alegricamente a la parusa. Importante es la observacin, de que, en ste y en los siguientes pasajes 12 \ la segunda venida del Hijo del hombre est considerada bajo un aspecto distinto que en el discurso de la parusa (v. 31). All se habla slo de la congregacin de los elegidos, pero no del juicio, la parusa est vista, pues, slo en su aspecto de salvacin o redencin (cf. Le 21,28). La parusa es el gran da de jbilo. Aqu en cambio domina la idea del juicio, la parusa es el da de la ira. Ambas concepciones son propias al evangelio, tal como ha sido predicado por Jess. Los pasajes que siguen se distinguen del discurso de la parusa tambin en el hecho de que en ellos pasa a primer plano la consideracin del destino individual, sin que con ello se haga referencia alguna a la muerte particular.
Exhortacin a velar y a ser fieles 24,43-51 (= *Lc 12,39-48; cf Me 13,33-37) Entended bien esto: si el dueo de casa supiera a qu hora de la noche va a llegar el ladrn, estara en vela y no dejara que fuera perforada la pared de su casa. u Por eso, estad tambin vosotros preparados; que a la hora en que menos lo pensis llegar el Hijo del hombre. 45 Quin es, pues, el criado fiel y sensato, a quien el amo puso al frente de su servidumbre, para darles el alimento a su debido
123. Me 13,35 dice el dueo de la casa. 124. Cf. Me 13,33-37; Le 12,35-38. 125. Y tambin en Me 13,33-37 y Le 21,34-36.
43
491
24,43-51
Parbola de las vrgenes prudentes y las vrgenes necias 25,1-13 deber con fidelidad y discrecin? El criado a que se refieren los v. 48-51 es el mismo que el de los v. 45-47 y, por ello, el calificativo de malo, es tambin adicin de Mateo 12S . El verdadero sentido de la frase es: Pero si aquel criado fuera malo y dijera.... En el v. 51a, la expresin entre los hipcritas ( = impos) es 51 ms originaria que a los infieles de Le 12,46. Sobre el v. 51b, cf. com. a 8,12.
tiempo? ie Dichoso aquel criado a quien su amo encuentre, cuando vuelva, hacindolo as. " En verdad os digo que lo ha de poner al frente de todos sus bienes. is Pero, si aquel criado malo dijera para s: "Mi amo va a tardar", " y se pusiera a pegarles a sus compaeros, a comer y a beber en compaa de borrachos, 50 llegar el amo de ese criado el da en que menos lo espera y a la hora en que menos lo piensa, 51 lo partir por la mitad y le asignar la misma suerte que a los hipcritas. All ser el llanto y el rechinar de dientes. En este pasaje, el texto de Mateo, que no constituye una unidad originaria, concuerda casi literalmente con el de Lucas. En el v. 43, la expresin estara en vela, que falta en Le 12,39 y no es indispensable en el texto, ha sido introducida por Mateo. Su fin es no slo aclarar el pensamiento y obtener un enlace con el v. 42, sino que muestra, adems, el criterio con que Mateo ha compuesto el pasaje que abarca 24,37-25,13, y lo ha aadido al discurso de la parusa 126 . En Mateo el razonamiento es como sigue: as como el dueo de la casa se quedara en vela si supiera a la hora en que va a venir el ladrn, as tenis vosotros que velar, porque no sabis la hora 127. En el v. 44, por eso, debido de nuevo a la mano de Mateo, indica la forma en que los discpulos deben entender la parbola, esto es, aplicrsela a ellos mismos. En la segunda parbola, la del criado, no se hace ya referencia alguna a la vigilancia. Mateo la ofrece seguramente por ir unida ya en su fuente con la del dueo de la casa y el ladrn. Lo importante en ella es la fidelidad y la prudencia del esclavo, a quien su seor ha encomendado un cargo de importancia. Tambin en ello puede encontrarse en cierto sentido la vigilancia, entendida como actitud de prontitud o disposicin. El v. 45 quiere decir con otras palabras: qu criado habr que no reciba de su seor la recompensa merecida, si cumple su 126. Cf. la anotacin preliminar a Mt 24,37-42. 127. Cf., en cambio, com. a Le 12,39; cf tambin, infra, com. a Mt 24,45ss y a 25,13. 492
Parbola de las vrgenes prudentes y las vrgenes necias 25,1-13 (cf. Le 13,25) Entonces, el reino de los cielos ser semejante a diez vrgenes, las cuales tomaron sus lmparas y salieron al encuentro del esposo. 2 Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes 3 Porque las necias, al tomar sus lmparas, no se proveyeron de aceite; * en cambio, las prudentes, junto con sus lmparas, llevaron aceite en alcuzas.5 Como el esposo tardaba, les entr sueo a todas y se durmieron. 6 A medianoche se levant un clamoreo: "Ya llega el esposo; salid a su encuentro!" 7 Entonces, todas aquellas vrgenes se levantaron y se pusieron a aderezar sus lmparas. 8 Las necias, ahora, dijeron a las prudentes: "Dadnos un poco de aceite, que nuestras lmparas se van a apagar." 9 Pero las prudentes contestaron as: "Seguramente no habr bastante para todas; mejor es que vayis a los vendedores y lo compris para vosotras." 10 Pero, mientras fueron a comprarlo, lleg el esposo, y las que estaban preparadas entraron con l al banquete de bodas, cerrndose luego la puerta. " Finalmente, llegaron las otras vrgenes, que se pusieron a llamar: "Seor, seor, brenos!" 12 Pero l les respondi as: "En verdad os digo que no os conozco." 18 Velad, pues; porque no sabis el da ni la hora. Entonces (TTS), que introduce la parbola, es una partcula de transicin muy frecuente en Mateo (90 veces, de ellas 60 en la narracin), pero, en este caso, va referida evidentemente a la parusa
128. a . Mt 21,41 frente a Me 12,9.
1
493
25,1-13 Parbola de las vrgenes prudentes y las vrgenes necias de los v. 24,39.44.50, como queda confirmado tambin por la aplicacin o moraleja de la parbola aadida por el evangelista en el v. 13. Sobre la frmula introductoria, debida seguramente, por ser la parbola de forma narrativa, a la mano del evangelista, cf. com. a 18,23. En realidad, el reino de los cielos es comparado, no con diez vrgenes, sino con una boda. El hecho de que el reino de los cielos vaya equiparado con la parusa, se debe a que con sta van unidos tambin el juicio universal y el fin del en presente. La casa adonde entran las vrgenes prudentes representa el reino de Dios. La situacin que la parbola presupone, no determinada de manera precisa, es seguramente la siguiente: el novio se encuentra (en compaa de sus amigos) de camino hacia la novia, para llevarla, de la casa de sus padres, donde segua habitando todava despus de los esponsales129, a su nuevo hogar. A su llegada es recibido, ya que la novia misma no puede salir a su encuentro, por una comitiva de muchachas, amigas de la novia, que le conducen a la casa de sta. Con los novios entran luego todos en la casa donde tiene lugar la boda, la casa del novio, donde es festejado el banquete nupcial. De la novia no se dice nada en el curso de la parbola, por ser motivo central de ella, no el matrimonio, sino la figura del novio, que representa al Hijo del hombre en su segunda venida, as como tambin el banquete por l ofrecido y la funcin encomendada a las diez vrgenes. Segn lo dicho, al comienzo de la accin se encuentran las diez muchachas dentro o a la puerta de la casa de la novia. Su condicin de vrgenes no es un rasgo esencial en la parbola, como tampoco su nmero diez (cf. Le 19,13). 2 Tampoco el dato de que la mitad exacta de su nmero total son necias y la otra mitad prudentes tiene significacin alguna para la interpretacin de la parbola. Las cinco necias quedan nombradas en primer lugar por ser las que determinan el curso posterior de la narracin. 3s Su necedad se pone de manifiesto en el hecho de no ocuparse de tomar consigo una reserva de aceite para sus lmparas. 129. a . com. a Mt 1,18. 494
Parbola de las vrgenes prudentes y las vrgenes necias 25,1-13 Sin importancia para la interpretacin de la parbola son los detalles de la tardanza del novio, ni el que las muchachas se duermen a causa de ella, y todas, no slo las necias. El que estos dos rasgos sean no comunes, improbables, no prueba que vayan en la parbola con vistas slo a la realidad religiosa y tengan que ser interpretados alegricamente, ya que ambos son necesarios para el curso de la accin. Las vrgenes necias no haban pensado que el novio poda retrasarse. Esta tardanza provoca que su pequea reserva de aceite se haya terminado antes de su llegada. Al fin, en medio de la noche/las muchachas son despertadas del sueo al grito de Arriba, ya viene el novio! A toda prisa preparan sus lmparas, a punto de extinguirse, y entonces, las necias, con horror caen en la cuenta de que no han tomado aceite de reserva. La negativa de las prudentes a ayudarlas con el suyo no puede ser interpretada como un rasgo de egosmo, y su consejo de que vayan a la tienda para comprarlo no hay que tomarlo a irona, ni lo toman as las necias. Tambin estos dos detalles son necesarios para la narracin, ya que con ello se provoca que lleguen tarde las vrgenes necias. El novio llega realmente entre tanto. Las vrgenes prudentes pueden acompaarle hasta el interior de la sala nupcial y luego es cerrada inmediatamente la puerta. Las splicas y llamadas de las jvenes necias no tienen xito alguno; no han cumplido su cometido y quedan excluidas de la boda. No os conozco 13 significa algo ms que me sois desconocidas; es lo mismo que no quiero tener que ver nada con vosotras. Esta frase tiene todava su pleno sentido dentro de la realidad profana descrita en la parbola, pero se deja translucir en ella ya claramente la realidad religiosa: el novio es el Hijo del hombre glorioso que, en el juicio, negar con este anatema 131 a ciertos hombres como no pertenecientes a los suyos 132. Como aplicacin o moraleja repite Mateo, a manera de estribillo, la sentencia de 24,42 ( = Me 13,35), dando as expresin al criterio 130. Cf. Mt 7.23 = Le 13,25. 131. Cf. com. a Le 13,27. 132. Cf. Me ,38; Mt 10,33 = Le 12,9. 495 5
6-8
10
ns
13
25,1-13 Parbola de las vrgenes prudentes y las vrgenes necias con que ha colocado la parbola en este pasaje. El novio es Cristo y su venida, cuyo momento nadie conoce, es la parusa. Una buena disposicin continua es la prudencia cristiana encarecida por la parbola. La recomendacin de estar en vela, contenida en 24,42 y repetida aqu acierta con la idea central de la parbola slo en el caso de que velad no se tome al pie de la letra en el sentido de estar despierto, como ocurre en 24,43, sino para dar a entender que hay que estar dispuesto y preparado (cf. v. 10), ya que la insensatez o la culpa de las vrgenes necias no consiste en haberse dormido durante la larga espera de la llegada del novio, sino en el no haber estado bien preparadas para el cumplimiento de su misin. La parbola presenta dos problemas. 1. En primer lugar, puede preguntarse si es una parbola pura o una alegora133, esto es, hasta qu punto pueden ser transpuestos sus distintos rasgos particulares a la realidad religiosa. El que Mateo la ha referido a la parusa y ha visto en la figura del novio a Cristo en su nueva venida, resulta con toda claridad del lugar que le ha asignado, as como del v. 13, aadido sin duda al final por el evangelista mismo. En la mente de ste, la parbola forma pareja con la del criado, que la precede (24,45-51). Pero, esta interpretacin de la parbola no procede slo de Mateo o de la comunidad primitiva, como se deduce con igual claridad de las palabras con que el novio, en el v. 12, rechaza el ruego de las muchachas que han llegado tarde, de que las deje entrar, palabras en que queda claro que el novio representa al Hijo del hombre en su venida para el juicio. En el AT y en el judaismo no aparece el Mesas nunca en la figura del prometido de Israel, que sirve ms bien para representar a Dios mismo. Pero Jess no se refiere aqu, a pesar de presentarse en la figura del novio, a su relacin con respecto a la Iglesia como nuevo Israel. Ello se deduce con toda claridad de la circunstancia de que, a pesar de ser una parbola nupcial, no queda mencionada en ella para nada la que sera la segunda figura central junto a la del novio, la novia (de la que slo se habla en manuscritos tardos), y que no est tampoco representada por 133. Sobre esta distincin, cf. el exc. que precede a Me 4,1. 496
25,14-30
las diez vrgenes. La parbola es nupcial, slo porque en una boda puede darse esa situacin en que hay que estar preparados para un acontecimiento inminente, cuyo momento exacto es, con todo, desconocido. Por ello es esta boda imagen de la parusa. 2. pu significacin tiene el v. 5 para la interpretacin de la parbola? Si la tardanza del novio, aqu referida, no es un rasgo creado con vistas a la realidad religiosa, sino imprescindible para el desarrollo posterior de la accin, no debe drsele una especial importancia y ver en l una exhortacin, surgida en el seno de la comunidad primitiva, a no ceder en la actitud de una buena disposicin, a pesar de la demora de la parusa esperada entonces como inminente. Aun en el caso de que este rasgo de la parbola hubiera sido despus entendido as por la comunidad paleocristiana, o por Mateo a partir de la situacin de la misma, no sera ste el sentido primero del versculo. Todava menos posible es entonces explicar, como creacin de la comunidad primitiva, toda la parbola, junto con este versculo, que no puede serle suprimido.
La parbola de los talentos 25,14-30 (= Le 19,11-27) Porque sucede igual que cuando un hombre, al irse de viaje, llam a sus criados y les confi sus propios bienes. 15 A uno le dej cinco talentos, al otro dos, y al tercero uno, a cada cual segn su capacidad; y se march. Inmediatamente, 16 el que haba recibido cinco talentos, se fue a negociar con ellos y gan otros cinco; " igualmente, el que haba recibido dos, gan otros dos; 18 pero el que haba recibido slo uno, se fue, hizo un hoyo en tierra y escondi el dinero de su seor. 19 Al cabo de mucho tiempo, vuelve el amo de aquellos criados y se pone a echar cuentas con ellos. 20 Se acerc entonces el que haba recibido los cinco talentos y present otros cinco, diciendo: "Seor, cinco talentos me habas entregado; mira otros cinco que consegu ganar." 21 Djole entonces su seor: "Muy bien, criado bueno y fiel! T fuiste fiel en lo poco, pues yo te voy a poner al frente de lo mucho: entra en el gozo de tu seor." 22 Se acerc tam497
14
25,14-30
25,14-30
bien el de los dos talentos y dijo: "Seor, dos talentos me habas entregado; mira otros dos que consegu ganar." 23 Dijle entonces su seor: "Mira bien, criado bueno y fiel! T fuiste fiel en lo poco, pues yo te voy a poner al frente de lo mucho: entra en el gozo de tu seor." 2i Pero tambin se acerc el que haba recibido un solo talento y dijo: "Seor, yo s que t eres hombre duro, que quieres cosechar donde no sembraste, y recoger de donde no esparciste. 25 Como tuve miedo, fui y escond en tierra tu talento. Aqu tienes lo tuyo." 2<1 Pero su seor le contest de esta manera: "Criado malo y perezoso! Sabas que quiero cosechar donde no sembr, y recoger de donde no esparc? 27 Pues por eso tenas que haber llevado mi dinero a los banqueros, para que, a mi vuelta, yo recuperara lo mo con los intereses. 2S Quitadle, pues, ese talento, y ddselo al que ya tiene los diez. 29 Porque a todo el que tiene, se le dar y tendr en abundancia; pero al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitar. 30 Y a ese criado intil, arrojadlo a las tinieblas, all afuera. All ser el llanto y el rechinar de dientes."- A diferencia del seor de Me 13,34, que, a su partida, encarg a cada uno de sus criados un trabajo determinado, el de la presente parbola entrega a sus siervos, al marchar para un largo viaje, su capital en metlico, para que se lo administren, en total ocho talentos (unos diez mil dlares, y casi diez veces ms en cuanto a poder adquisitivo). No se lo entrega para poner a prueba su capacidad y fidelidad 134, sino para que se lo multipliquen durante su ausencia (cf. el v. 26s). La distribucin del dinero se hace a partes desiguales135, con arreglo a la capacidad que cada uno de los criados tiene a los ojos del seor. La manera como los dos primeros consiguen doblar el capital que les ha sido entregado, no queda dicha, por no ofrecer inters para el caso. El rendimiento obtenido es en ambos el mismo. El tercer criado se ocupa slo de evitar el riesgo. El dinero enterrado no crece, pero tampoco se pierde ni le da trabajo alguno.
134. Cf., en cambio, Le 19,13. 135 De otro modo en Le 19,13. 498
El largo espacio de tiempo transcurrido hasta la vuelta del seor 136 tiene que ser explicado a partir de la parbola misma; no es un dato aadido secundariamente con vistas a la interpretacin 13T: hasta que el dinero entregado llegue a duplicarse, tiene que transcurrir un espacio de tiempo considerable. La toma de cuentas a los dos primeros siervos va intencionadamente narrada en ambos casos con uniformidad en la expresin. En la promesa del pago se realiza de manera sbita un paso de la realidad profana a la religiosa, ya que las palabras el gozo de tu seor, no cuadran en boca de un hombre satisfecho por el aumento de su capital y pueden referirse slo a la vida eterna. El que habla es aqu, pues, ya (como antes en el v. 12) el Hijo del hombre como juez. Pero, con ello no se aviene la frase te voy a poner al frente de lo mucho, que tiene que ser entendida, como en Le 19,17.19, como referida a un ascenso en la categora o las funciones del laborioso criado (cf. 24,47). No puede decirse que sean poco los cinco y los dos talentos, que constituyen casi todo el capital del seor; poco resultan slo en comparacin con la paga celestial, prometida a los criados. Estas irregularidades del texto de Mateo no se dan en el de Le 19,15-19. El mayor detalle en la exposicin queda reservado (al igual que en Le 19,20-23) a la entrevista del seor con el tercer criado. Lo que ste se atreve a echar en cara a su seor como disculpa de su pereza, queda declarado en la respuesta del seor como puro pretexto. La orden de entregar el talento al primer criado, como recompensa, sorprende en Mateo an ms que el rasgo paralelo en Le 19, 24. No slo queda obscuro a qu persona va dirigida la orden, sino que la expresin al que ya tiene los diez no tiene en cuenta que el siervo ha entregado ya los diez talentos a su seor. En este punto vuelve otra vez a influir sobre la exposicin el sentido de la parbola, la realidad religiosa a la que sirve de ilustracin. Este dato forma al mismo tiempo (al igual que en Le 19,26)
136. Al que no se hace referencia de manera expresa en Le 19,15. 137. Cf. supra, com. a Mt 25,5.
19
20-23
1A-21
28
29
499
25,14-30
25,14-30
el presupuesto para la frase siguiente, en la que el seor da expresin al principio sobre el que se basa su manera de proceder. Quien habla es todava, al parecer, el seor real de la parbola, que toma cuentas a sus tres criados. Con todo no puede negarse que quien en realidad habla, es, como en los v. 21 y 23, el juez celestial. En favor de que la sentencia que aparece tambin en 13,12 y Me 4,25 est aqu en su contexto originario, parece hablar el hecho de que describe y motiva, de manera exacta, la manera de proceder del seor, tanto con el criado que acredit su capacidad como tambin con el criado intil. La paradoja en ella encerrada de que al que no tiene le ser quitado lo que tiene, queda aclarada precisamente por la figura del criado perezoso. Con todo, en realidad se trata, sin duda, de un logion transmitido en su origen aisladamente y colocado por la tradicin en este lugar, para dar expresin a la moraleja de la parbola 138 . En favor de esta hiptesis habla tambin el hecho de que la sentencia interrumpe la relacin lgica entre los v. 28 y 30. 30 Clara es, en cambio, la mano de Mateo en el v. 30, cuyo correspondiente falta en Lucas " 9 y cuyo fin es expresar de manera an ms clara que el v. 28 la reprobacin del criado intil. Tambin en la Iglesia antigua se not ya una contradiccin entre los v. 28 y 30, como prueba un fragmento del Evangelio apcrifo de los hebreos, transmitido por Eusebio, segn el cual de los tres siervos el uno consume el dinero de su seor con prostitutas y flautistas (cf. Le 15,30), el otro lo multiplica, el tercero lo esconde, por lo cual recibe uno la alabanza de su seor, el otro la censura, el tercero es encarcelado. El v. 30 se refiere entonces al primero de los tres criados. La idea central de la parbola es tan clara como en la parbola de las minas en Le 19,11-27 y la misma que en sta. Una diferencia de importancia tambin objetiva entre las dos parbolas es slo la de que en Mateo son cantidades desiguales los talentos, esto es, la tarea encomendada a cada uno de los criados. Insostenible es la opinin de que Mateo pretende, en esta parbola (como en la precedente), 138. a . com. a Le 19,26. 139. Cf. Mt 8,12; 22,13 y com. a 24,51.
ilustrar el pensamiento de que hasta la parusa, la venida del Seor para el juicio final, tiene que transcurrir an un largo espacio de tiempo 140 . La idea del juicio, expresada en la parbola, basta ya para explicar el lugar en que Mateo la ha colocado. La relacin de esta parbola con la de las minas, en Le 19,11-27, forma un problema anlogo al de la relacin entre Mt 22,1-14 y Le 14,16-24, slo que en este caso es Lucas quien ofrece la versin ms larga de la parbola. Dentro de todas sus diferencias formales est claro, sin embargo, que ambas parbolas, muy semejantes en el fondo, son ilustracin de una misma idea. En la entrevista entre el seor y el tercer criado, as como en el detalle inesperado de Mt 25,28s = Le 19,24-26, coinciden adems en la forma de su texto. De todos modos no es fcil decidir, cul de las dos versiones tiene que ser considerada como ms originaria en su conjunto y en los muchos rasgos particulares en que se diferencian una de otra. Por lo general los exegetas modernos consideran como ms originario el texto de Mateo en su conjunto, aunque no en todos sus detalles particulares, declarando como restos de otra parbola o ampliacin secundaria en Lucas sobre todo los datos que no encuentran paralelo en Mateo, como los de que el seor es un aspirante al trono, que pretende hacerse rey, mientras que sus conciudadanos intentan impedirle el xito de su plan, por lo que tienen luego que sufrir los efectos de su venganza (v. 12,14s.27). Los dos motivos fundamentales en apoyo de esta opinin son que los rasgos acabados de mencionar estn en una conexin muy vaga con el resto de la parbola, y su innegable sentido alegrico. Tal ampliacin de la tradicin no corresponde sin embargo a los procedimientos literarios de Lucas, por lo cual se suele suponer tambin, al mismo tiempo, que Lucas haya encontrado ya en su fuente la parbola en esta forma ampliada, habindose contentado, por su parte, con algunas correcciones insignificantes del texto. Una observacin detallada deja ver la versin de Lucas, al menos en una parte de los rasgos que le son propios, como la ms 140. Cf. com. a Mt 25,19.
500
501
25,14-30
25,14-30
originaria de manera segura o al menos probable. Sobre todo la parbola de Lucas, a diferencia de la de Mateo, se mantiene del todo en el dominio de la realidad profana. En Lucas, los dos criados buenos reciben un puesto de gobernador; en Mateo, en cambio, la promesa de entra en el gozo de tu seor, con lo que queda sustituida, de manera inesperada, la realidad profana por la religiosa. Y una irregularidad an mayor suponen las palabras te voy a poner al frente de lo mucho, que contiene la promesa de un cargo ms alto y no se avienen, por ello, con el gozo de tu seor, esto es, la vida eterna, y s, en cambio, con los puestos de gobernadores en Lucas. Las palabras fuiste fiel en lo poco convienen, aun en superlativo (en lo mnimo; Le 19,17), con la pequea cantidad de una mina, pero no con la gran suma que suponen cinco o dos talentos, sobre todo en boca del seor de la parbola de Mateo, que no posee en total ms que ocho. Las minas resultan pues tambin originarias, a pesar de que parecen convenir peor con la figura de un aspirante al trono o un rey que los talentos. Pero aun en el caso que hubiera que reconocer en este punto la primaca al texto de Mateo y considerar entonces las palabras de en lo mnimo como correccin secundaria de Lucas o de su fuente, seguira existiendo en Mateo la dificultad referida. La promesa de un mejor puesto hecha tambin en Mateo a los criados buenos (te voy a poner al frente de lo mucho) presupone, adems, que el seor de la parbola es un rey como en Lucas, ya que el simple particular de Mateo no tiene a su alcance los medios para llevar a cabo tal promesa. El dato de que el seor hace entregar al primer criado, como recompensa, la suma quitada al criado perezoso, resulta tambin en Lucas improcedente, si es que se ve en ello algo ms que un gesto de reconocimiento, ya que entretanto el criado ha recibido el cargo de gobernador sobre diez ciudades. Sin embargo, en Mateo resulta an ms fuera de lugar, ya que con ello se desprende el seof de una parte considerable de su capital, en cuya multiplicacin estaba antes tan interesado. Tambin el que sea slo el primer criado quien recibe esta recompensa, presupone que es l quien tiene mayor merecimiento, cosa cierta slo en la parbola de Lucas, mientras
502
que en la de Mateo ha dado el segundo el mismo rendimiento que el primero. La diferencia entre la mina pequea de Lucas y el talento, 60 veces mayor, de Mateo, motiva tambin el que el criado perezoso guarde en Lucas el dinero en un pauelo, mientras que en Mateo lo esconda en la tierra. Que el seor slo tenga en Mateo tres criados, en Lucas diez (o ms), est motivado por la figura del seor mismo. Que en Lucas no aparezcan tampoco ms que tres criados a la hora de la cuenta, no supone una irregularidad en la exposicin, que pruebe su texto como menos originario141, ms bien es el texto de Mateo, allanado en este punto, el que, con mucho, ofrece la sospecha de haber sido sometido a una correccin secundaria. Esta diferencia entre los textos de ambos evangelistas tendra que ser juzgada en sentido contrario, slo en el caso de que pudiera, con seguridad, probarse como secundaria la figura del rey de la parbola de Lucas. Todas las diferencias entre Mateo y Lucas se reducen, en ltimo trmino, a la de que en el texto de Mateo1*2, aparece en lugar de un aspirante al trono o un rey, un simple particular, que tiene su correspondencia en la figura del padre de familia de la parbola del criado (Mt 24,45ss). ste es el motivo por el que tenan que ser suprimidos en Mateo los rasgos de la parbola de Lucas de que el rey tiene primero que conquistarse su dignidad real, emprendiendo para ello un viaje a tierra extranjera y de que hace al final un terrible ajuste de cuentas con sus enemigos. Estos rasgos se adaptan, en cambio, en Lucas formando una unidad con el resto de la parbola y no necesitan ser separados en forma de parbola independiente de la parte de la parbola ofrecida tambin por Mateo. La parbola de Mateo no puede tampoco, por su parte, ser considerada como una parbola distinta de la de Lucas. De los rasgos en que se diferencia de la de Lucas es el ms o el nico importante en cuanto a su contenido el de que la diferencia de las sumas entregadas a los criados son distintas, en correspondencia con la capa141. Cf com a Le 19,15 142. Al contrario que en la parbola del banquete nupcial 22,1-14 = Le 14,16-24.
503
25,31-46
El juicio universal
El juicio universal
25,31-46
cidad de cada uno de ellos. Pero precisamente este rasgo puede muy fcilmente ser resultado de una reflexin de carcter teolgico, por lo que, sin embargo, no queda alterada la idea central de la parbola. Mateo encontr quizs oportuno dar a entender la diferencia existente entre las funciones encomendadas a cada uno de los hombres, dejando as ms bien en segunda lnea la diferencia existente entre los distintos rendimientos particulares.
dern as: "Seor, cundo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo, o encarcelado, y no te socorrimos?" 45 Entonces l les responder as: "En verdad os digo que todo cuanto dejasteis de hacer a uno de estos ms pequeos, a m me lo dejasteis de hacer." 4e Y stos irn a un castigo eterno, pero los justos a una vida eterna. Como trmino de todas las palabras pronunciadas por Jess sobre el tema del fin, ofrece Mateo una descripcin del juicio universal. Mientras en 24,31 se habla nicamente de la congregacin de los elegidos por el Hijo del hombre, queda aqu descrito el juicio sobre todos los hombres. Tambin al judaismo le era familiar la idea de que el juez (Dios; segn las visiones de IHenoc, el Hijo del hombre) reunir junto a s, en el juicio final, a todos los pueblos, tambin a los israelitas, aunque segn la opinin dominante sera Israel juzgado con medidas especiales frente a los pueblos paganos. Israel ser juzgado con la medida de la misericordia, los paganos quedarn sentenciados a la condenacin del infierno. Una opinin diferente representa (junto con algunos rabinos aislados) el autor de 4Esd: el pecado domina en el mundo desde Adn y todos los hombres son pecadores, y por ello el da del juicio ser un da de terror para todos sin excepcin, y pocos sern los que salgan con bien de l. Por ello afljase el linaje humano, y algrense los animales; a stos les va mejor que a nosotros, porque no les espera juicio (7,65s). El pasaje de Mateo ofrece contactos en su motivacin apocalptica con descripciones judas sobre el juicio, pero sus diferencias con stas son igualmente notorias y tanto ms importantes. Segn Mateo, todos los hombres sern juzgados con arreglo a la misma medida. Falta tambin una pintura de la escena del juicio 143 y una descripcin de las penas del infierno y de la vida eterna. El sentido de esta descripcin es claramente, no una ilustracin sobre acontecimientos escatolgicos, sino la instruccin sobre lo que el hombre tiene que hacer a la vista del juicio que le espera y sobre
143. Cf. com. a Mt 25,33.
El juicio universal 25,31-46 Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los ngeles con l, entonces se sentar en su trono de gloria. 32 Todos los pueblos irn a reunirse ante l: y l separar a unos hombres de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, 33 y pondr las ovejas a su derecha y los cabritos a la izquierda. 84 Entonces dir el rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre: tomad posesin del reino que para vosotros qued preparado desde el principio del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me disteis hospedaje; 3e estuve desnudo, y me veststeis; ca enfermo, y me visitasteis; estuve encarcelado, y fuisteis a verme." 37 Entonces le respondern as los justos: "Seor, cundo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? 38 Cundo te vimos forastero, y te dimos hospedaje; o desnudo, y te vestimos? 39 Cundo te vimos enfermo o encarcelado, y fuimos a verte?" 40 Respondindoles entonces el rey, les dir: "En verdad os digo que todo cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos ms pequeos, a m me lo hicisteis." 41 Entonces dir tambin el rey a los de la izquierda: "Apartaos de m, malditos, id al fuego eterno que fue preparado para el diablo y sus ngeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me disteis hospedaje; estuve desnudo, y no me veststeis; ca enfermo y estuve encarcelado, y no fuisteis a visitarme." ** Entonces tambin stos respon504
S1
505
25,31-46
El juicio universal
El juicio universal
25,31-46
la significacin central de la persona de Jess, tambin para el enjuiciamiento de la conducta humana en el juicio final (Kmmel). El Hijo del hombre mismo es el juez del mundo144. As como, segn Zac 14,5 y la apocalptica juda 145, Dios aparecer en el da del juicio con todos sus santos, esto es, los ngeles, as forman aqu los ngeles el cortejo y la servidumbre del Hijo del hombre en su funcin de juez146, El trono de gloria sobre el que tomar asiento (cf. 19,28) es el smbolo de su poder divino. En la literatura juda se encuentra la idea de que el Mesas se sentar sobre un trono de gloria slo en las visiones de lHenoc147, idea rechazada, de manera decidida, por los rabinos. Los ngeles tienen la misin de congregar a los hombres 148 junto a su trono para el juicio (cf. 13,41). 32 El juicio se extender a todos los pueblos. Con ello no pueden quedar referidos los pueblos paganos en oposicin a Israel, ya que el juicio sobre el judaismo descrito en 24,15-22 no es an el juicio final, en el que queda decidido el destino del hombre en el ms all. Tanto menos se trata, por otra parte, de los no cristianos, mientras que los creyentes (segn 24,31) se encontraran, en cambio, fuera del crculo de los que tienen que ser sometidos a juicio, junto al trono del rey; el juicio se extender tambin, como es principio fundamental de la doctrina de Jess, a sus discpulos, los cristianos, y los hermanos ms pequeos de Cristo, mencionados en los v. 40 y 45, con quienes los interpelados han practicado el bien o se lo han negado, no quedan distinguidos de stos en el sentido de que ellos y slo ellos fueron cristianos. Tampoco de 24,31 puede sacarse la conclusin de que la congregacin de los elegidos y el juicio sobre los dems hombres sean actos diferentes, por el motivo de que los justos, que en la descripcin del juicio se encuentran a la derecha del juez y entran en la 31
144. 145. 146. 147. 148. Cf. Mt 13,41; 16,27 = Me 8,38; 19,28. Cf. lHenoc 1,4.9; Ass 4,14; tambin Jds 14. a . Mt 16,27 = Me 8,38; 13,41; 24,31; ITes 3.13; 2Tes 1,7. 1 Hehoc 45,3; 51,3; 55,4 y passim. Segn Mt 24,31, los elegidos.
vida eterna, pertenecen tambin al nmero de los elegidos, o son ms bien los nicos elegidos. La congregacin de los elegidos es pues slo un acto parcial dentro de la accin total del juicio. Los cristianos no pueden ser, pues, excluidos del nmero de los participantes en el juicio universal y el presente pasaje sobre el fin del mundo actual no puede ser explicado como si no estuviera en el evangelio la promesa de Mt 24,14 (y 28,19s), pero tampoco es posible, por el contrario, limitar el juicio a la persona de los cristianos o aceptar como supuesto evidente que antes del juicio se hayan convertido ya todos los pueblos, esto es, todo el gnero humano, al evangelio. Ello no se sigue tampoco de 24,14 y 28,19s. El acto del juicio es ms bien algo que atae a todos los hombres, tanto paganos como judos y cristianos. En el juicio final quedan con todo mezclados, cristianos y no cristianos, teniendo lugar la separacin entre justos e impos slo en atencin a las obras, con lo que queda dicho tambin que al final desaparecer la distincin entre los llamados de la Iglesia y los paganos. A ello corresponde tambin el hecho de que en esta situacin conocen todos al Seor, aceptan su juicio y se someten ante l (cf. Flp 2,10). La reunin de todos los pueblos ante el tribunal del Hijo del hombre presupone tambin la resurreccin de los muertos. El judaismo estaba dividido sobre la cuestin de si la resurreccin de los muertos es de carcter universal. Muchos excluan de la resurreccin a los impos en general o a ciertas clases de ellos, como la generacin del diluvio, y no slo de la resurreccin, sino tambin del juicio, por creer que haban sido condenados a las penas eternas del infierno ya en el juicio inmediato a la muerte. Con la seguridad infalible y el poder irresistible, que tienen que ser propios al juez del mundo, lleva ste a cabo la separacin entre justos y pecadores (cf. 13,49), lo mismo que un pastor separa a la tarde las ovejas (blancas) y los cabritos (obscuros) unas de otros. Las ovejas, esto es, los buenos, sern colocados por l a la 33 derecha, que es proverbialmente el lado de la suerte149 y tambin del honor (cf. 20,21), los cabritos esto es, los malos, recibirn
149. Cf. Me 16,5; Le 1,11.
506
507
25,31-46
El juicio universal
El juicio universal
25,31-46
su puesto a la izquierda. Con ello queda terminado el juicio. La forma en que esta separacin se lleva a cabo, o sea el acto del juicio mismo, no queda descrito. 34 A continuacin sigue todava el dictado de la sentencia y su motivacin. El Hijo del hombre recibe aqu (y en v. 40) en sus funciones de juez el ttulo de rey, por presentarse investido de poderes reales (cf. 16,28). Los justos colocados a su derecha (v. 46), a los que se dirige en primer lugar, reciben el nombre de benditos de mi Padre, por haberles sido destinado por el Padre el reino desde un principio, esto es desde la eternidad (cf. Ap 13,8; 17,8 y, con mayor claridad an, Jn 17,24), en posesin sin trmino (herencia). La expresin de preparados ,50 no tiene necesariamente que significar otra cosa ms sino que ellos, los justos, estn desde un principio predestinados, elegidos para el reino (22,14). Ellos son los hijos del reino (13,38). 35s Como motivo para su acogida en el reinado de Dios son mencionadas nica y exclusivamente obras de caridad que los justos han llevado a cabo con alguno de los ms insignificantes de los hermanos de Jess (v. 40). Las seis clases de obras de caridad aqu enumeradas aparecen tambin mencionadas, en parte en el mismo orden, en el AT 151 , como signo de una religiosidad realmente agradable a los ojos de Dios y vuelven a encontrarse tambin en la literatura del judaismo tardo. Los rabinos encarecen, sobre todo, el deber de vestir al desnudo (esto es, al que carece del vestido necesario) 1S2, albergar al forastero y visitar al enfermo (cf. Eclo 7,35). En el judaismo, estas obras de caridad se distinguen de la limosna prescrita por la ley, considerada slo como una prestacin de tipo econmico, pero no como un mrito personal, y se tienen en ms alta estima que sta. A estas obras de caridad no est obligado slo el rico, sino tambin el pobre, contrapesan en valor todos los dems preceptos de la ley y son (junto con la ley y el culto sacrificial) una de las tres columnas sobre las que descansa el mundo.
150. Cf. Mt 20,23 = 10,40, e infra, Mt 25,41. 151. Is 58,7: hambrientos, pobres sin hogar, desnudos; lo mismo Job 31,17.19.21; cf. adems Ez 18,7.16; Job 22,6s; Tob l,16s; 4,16. 152. Cf. tambin 4Esd 2,20. 508
De todo esto se sigue que Jess, en la enumeracin que aqu hace de las obras de caridad, se refiere, de manera consciente, a las mencionadas en el AT y el judaismo, pero declarando a todos los hombres obligados a ellas y convirtindolas en la norma con arreglo a la cual quedar decidida la sentencia en el juicio. Jess no reprueba pues la manera juda de llevar el amor a la prctica, ya que la beneficencia es la forma ms elemental de exteriorizacin del espritu de amor. A pesar de ello, en este punto, se opone de dos maneras al judaismo. Las obras de caridad aqu enumeradas son, entendidas en relacin con el precepto del amor153, manifestaciones de una actitud de amor, no slo obras de beneficencia externas no acompaadas de benevolencia, y slo tienen valor ante Dios, si son realizadas sin echar cuentas del propio provecho, esto es, de una recompensa exigida a Dios a cambio de ellas. Sin duda se encuentran ambos pensamientos tambin en boca de rabinos, aunque no eran, en modo alguno, doctrina corriente entre los judos; cf. la sentencia del rab Yohann ben Zakkay (f alrededor del ao 80 d.C.): Si has ejercitado mucho la torah, no alardees de ello, porque para ello has sido creado1M, y tambin la sentencia del rab Eleazar (alrededor del ao 270 d.C): Las limosnas son recompensadas con arreglo a la medida del amor con que se han llevado a cabo 155. De la observacin de que Jess hace referencia aqu a las obras de caridad postuladas en el AT y en el judaismo, se explica tambin el hecho, a primera vista extrao, de que sean estas obras las nicas tomadas como base para el dictado de la sentencia del juez universal, sin que se diga nada por otra parte de todo lo que Jess ha designado en otras ocasiones como condicin indispensable para la salvacin: la conversin y la fe en el evangelio (Me 1,15), la adhesin a la persona de Jess (Me 8,38), los preceptos del declogo (Me 10,19) y el del amor a Dios (Le 10,27s), pureza de corazn (Me 5,8), humildad, veracidad, espritu infantil, abandono
153. Cf. el exc. despus de Le 10,37. 154. Misna, Sentencias de los padres II, 8. 155. Talmud bab., Sukk 496; cf. tambin el estoico SNECA, De benef. 138s.
509
25,31-46
El juicio universal
El juicio universal
25,31-46
de los bienes y compromisos terrenales 156 , cruz 157 y disposicin al martirio 168 , sobre todo tambin los postulados contenidos en las bienaventuranzas y anttesis del sermn de la montaa. Jess menciona aqu nica y exclusivamente las obras de caridad, pero enlazando en ello con la doctrina del AT y el judaismo, de lo que se deduce que no van nombrados en sentido exclusivo, como condicin y presupuesto nico para la salvacin. Con todo, el hecho de que sean precisamente las obras de caridad las que se mencionan, pone tambin de manifiesto, por otra parte, la significacin eminente y nica que Jess reconoce al precepto del amor, ya que las obras de caridad son slo la puesta en prctica de ste. 37-40 Cristo juez declara ahora las obras de caridad llevadas a cabo por los justos como dispensadas a su misma persona. De aqu la asombrada pregunta de los justos; no entienden el sentido de sus palabras, porque no le han visto nunca en ninguna de las situaciones que les acaba de describir. El ttulo de Seor va dirigido a Jess en su categora de juez, no de maestro. Por ello no se sigue de ah que quienes hablan sean cristianos y tampoco que el precepto del amor que han cumplido sea el cristiano. Como, por otra parte, lo que aqu se describe es el juicio final sobre todos los pueblos, es tambin arbitraria la opinin de que el dilogo se desarrolla slo entre Cristo y los cristianos, que iran en primer plano en la descripcin del juicio. Lo que se dice es ms bien y en ello radica sobre todo la significacin del pasaje que, en el juicio sobre los hombres todos en su conjunto, ser utilizada, en todos los casos, por principio, la medida. La expresin mis hermanos ms pequeos no quiere decir que stos sean cristianos, ya que falta aqu, a diferencia de 10,42 (cf. tambin 18,5) la determinacin por su calidad de discpulo, que no podra faltar, si fuera necesario referirse a Jess como intencin consciente en la prctica del amor. Los hermanos ms pequeos de Jess son, pues, los pobres en general, y lo que importa es slo que el espritu de amor, que ha movido los justos a 156. Me 10,15; Mt 10,37 = Le 14,26. 157. Mt 10,38 = Le 14,27. 158. Mt 10.39 = Le 17,33.
obrar en la manera aqu descrita, sea el amor enseado por Jess. En el juicio final no se pregunta, pues, por la actitud mostrada por los no cristianos con los cristianos, sino por la de los hombres con los hombres necesitados en general. Lo que llama la atencin y, al mismo tiempo, lo importante en este pasaje es precisamente que en l se hace referencia a un amor al prjimo totalmente desinteresado, ya que del asombro de los justos en su pregunta parece en efecto deducirse, que han ayudado a los necesitados llevados por puro amor al prjimo, sin mira alguna al premio celestial. Y lo nuevo que escuchan entonces de labios de su juez es la aseveracin de que ese amor que han dispensado a sus hermanos los pobres, es como si se lo hubieran dispensado a l mismo. l, el Hijo del hombre, est presente tambin en la persona de sus hermanos ms pequeos. Ni de los que estn a la derecha ni de los que estn a la izquierda se afirma que hubieran tenido conocimiento de Jess. La actividad del amor queda aqu libre intencionadamente de toda clase de presupuestos especiales (Schlatter), y Jess reconoce que, tambin fuera del crculo de los discpulos de la Iglesia, se da cristianismo autntico y que los que estn fuera de la Iglesia, y no le conocen por medio de su evangelio, no quedan por ello dispensados del cumplimiento del precepto del amor, como si no hubieran tenido conocimiento del mismo. En una anttesis de construccin exactamente paralela a la pro- 41-4 mesa de salvacin dirigida a los justos, se anuncia a los que estn a la izquierda la condenacin eterna, como castigo por las obras de caridad omitidas. Apartaos de m 159 significa la separacin eterna de Cristo y por ello de la vida. A diferencia del v. 34, falta aqu tras la palabra malditos, el complemento de mi Padre, y tampoco se dice del fuego eterno que haya sido preparado desde el principio del mundo. No se habla de una predestinacin a ser condenados, sino que los aqu interpelados se han acarreado ms bien ellos mismos, por su dureza de corazn, la maldicin consistente en la condenacin al fuego eterno. El fuego del infierno estaba 159. Cf. Mt 7,23 = Le 13,27.
510
511
El juicio universal
25,31-46
destinado en principio, no a los hombres, sino slo al diablo y sus ngeles, los demonios, cuya cabeza y soberano es Satn-160. El momento en que Satn ser lanzado, con todo su squito, al infierno para toda la eternidad, coincide, en el NT, con la entrega de los hombres impos a la perdicin 161 . 46 El v. 46, que pone fin al pasaje, da expresin a la seguridad absoluta con que se cumplir la sentencia pronunciada, que decide para siempre el destino de los hombres. La contraposicin entre el castigo eterno, por un lado, y la vida eterna, por otro, muestra, con plena claridad, que la condenacin de los impos tiene que ser considerada como desprovista de fin, con la misma certeza que la vida de los justos en el reino de Dios, y que el concepto de eterno no permite en modo alguno una interpretacin en sentido mitigado 162.
En esta parte de su Evangelio vuelve Mateo a seguir, paso a paso, el texto de Marcos, mientras que Lucas introduce en l nuevo material y hace valer puntos de vista que le son propios. Exclusivos de Mateo son slo unos pocos episodios que no destacan mucho en el cuadro de conjunto: 27,3-10, el fin de Judas; 27,62-66, los centinelas del sepulcro; cf. adems 26, ls (nueva prediccin de la pasin), 26,15 (los 30 siclos de plata de Judas), 26,25 (la osada pregunta de Judas), 26,50 (respuesta de Jess al beso de Judas), 26,52-54 (prohibicin de resistencia cuando el prendimiento), 27,19 (la esposa de Pilato), 27,24s (Pilato se lava las manos), 27,43 (insulto de los sumos sacerdotes), 27,516-53 (resurreccin de muertos). Diferencias de mayor o menor importancia objetiva con Marcos aparecen en 26,18s.27.61-64; 27,34 (hil). Suprimido queda Me 14,51s (el joven que huye desnudo). Teolgicamente son de ms importancia que estas adiciones que completan el relato de Marcos, algunos otros rasgos nuevos. Mateo quiere mostrar cmo en el curso de la pasin de Jess no sucede nada de manera imprevista, por el contrario, l es en todo momento Seor absoluto de su destino. A este fin van dirigidas incluso las palabras de Jess con que Mateo inicia su relato de la pasin (26,2). En el relato sobre la preparacin de la cena de la pascua, va aadida la frase: Mi hora ha llegado (26,18). Al predecir la traicin, el v. 26,25 hace desaparecer toda duda sobre la persona a la que Jess se refiere y en el momento mismo de la traicin
160. a . Mt 12,24 = Me 3,22. 161. Cf. Mt 8,29; Ap 20,10. 162. Cf. tambin Me 9,48. 512
513
26,1-5
26,6-13
recibe Jess a Judas con las palabras: Amigo, haz ahora esto por lo cual has venido (26,50). A continuacin inmediata reprueba el intento de resistencia de uno de los discpulos con unas palabras que vuelven a dar expresin clara al carcter voluntario y providencial de su muerte (26,52-54). Tambin las referencias a la Escritura han sido aumentadas con respecto a Marcos\ Especialmente destacada queda la culpa de los judos en la muerte de Jess (27,24s).
sin ms indeterminada andaban buscando cmo, de Me 14,1 de una sesin y un decreto formal de muerte contra Jess por parte del sanedrn (que Mateo vuelve a designar aqu como los pontfices y los ancianos del pueblo) *. Mateo es tambin el nico efitre los sinpticos que da, en la pasin (aqu y en 26,57) el nombre del sumo sacerdote presidente del sanedrn, Caifas', quien, segn Jn ll,49s; 18,14 fue el alma del proceso contra Jess.
Uncin de Jess en Betania 26,6-13 ( = *Mc 14,3-9; Jn 12,1-8) Mientras estaba Jess en Betania, en casa de Simn el leproso, se le acerc una mujer con un frasco de alabastro, lleno de perfume de mucho valor, y lo derram sobre l, que segua recostado a la mesa. 8 Cuando los discpulos lo vieron, lo llevaron muy a mal y decan: A qu viene este derroche? 9 Esto poda haberse vendido a buen precio y haberse dado a los pobres. 10 Pero, cuando Jess se dio cuenta de ello, les dijo: Por qu molestis a esta piujer? Ella ha realizado en mi favor una obra buena. " Porque a los pobres siempre los tendris con vosotros, pero a m no me tendris siempre. 12 Pues, al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho para preparar mi sepultura. 13 Os lo aseguro: Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, se hablar tambin, para recuerdo suyo, de lo que ella ha hecho.
7
Cuando Jess acab todos estos discursos, dijo a sus discpulos: 2 Ya sabis que dentro de dos das es la Pascua; y que el Hijo del hombre va a ser entregado para que lo crucifiquen. 3 Reunironse entonces los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio del sumo sacerdote, que se llamaba Caifas, *y acordaron apoderarse de Jess por astucia y darle muerte. 5 Pero se decan: Durante la fiesta, no; para que no surja algn motn en el pueblo. Tras la acostumbrada frmula que pone fin a la composicin oratoria de los cap. 24-25 2 , pasa Mateo al relato de la pasin, que inicia con unas solemnes palabras de Jess (en lugar de la simple fecha de Me 14,ls), en que, categricamente, se anuncia una vez ms 3 su pasin. Mientras en Marcos son presentados los enemigos de Jess como los nicos actuantes y Jess slo como objeto, quiere Mateo, en cambio, poner de relieve que va a la muerte de manera consciente y voluntaria. Slo una vez que ha preparado a sus discpulos para todos los acontecimientos futuros, entran sus enemigos en accin. Su plan queda descrito con palabras que recuerdan al Sal 31(30)14. En el v. 3 se habla en lugar de la expre1. Mt 26,3s.l5.54; 27,9s.34.57(?). 2. Cf. com. a Mt 7,28; en esta ocasin se dice todos estos discursos, por no seguir ya ms discursos de Jess a continuacin. 3. Cf. las predicciones de la pasin de Mt 16,21; 17,22s; 20,17-19. 514
El relato de Mateo coincide en este pasaje, hasta en los ms pequeos detalles, con el de Marcos, aparte de algunas correcciones. Sobre la generalizacin de los discpulos (en lugar de algunos en Me 14,4) en el v. 8, cf. 24,1.3 junto a Me 13,1.3; 20,31 junto a Me 10,48; 21,20 junto a Me 11,20 y ms adelante 26,17-19; 27,54. Sobre el v. 10 (Jess se dio cuenta), cf. 12,15; 16,8; 22,18. Ms breve, pero tambin menos claro y ms inexacto que Me 14,8 es el
4. Cf. com. a Mt 21,23. 5. Cf. com. a Le 3,2.
515
26,14-16
26,1719
v. 12; pero tampoco el texto de Mateo quiere decir que la mujer pretendiera ofrecer a Jess de manera consciente una uncin con vistas a su muerte. Al igual que ya en 24,14 escribe Mateo en el v. 13 .este evangelio, con lo que se refiere a la predicacin futura de la muerte y la resurreccin de Jess.
de aquel profeta (alrededor del 520 a.C.) se acostumbraba todava a pesar el dinero. La acuacin de moneda fue introducida por Daro i (521-485). En la realidad histrica pesaron slo puede significar una simple promesa de los pontfices, ya que el acto de la traicin tena que ser llevado a cabo antes de que Judas recibiera el dinero.
Pacto de Judas con el sanedrn 26,14-16 ( = *Mc 14,10s; Le 22,3-6) Entonces, uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes, I5 y les dijo: .Cunto me queris dar, y yo os lo entregar? Ellos le pesaron treinta monedas de plata (Zac 11,12). 16 Y desde entonces, l andaba buscando una ocasin oportuna para entregarlo. Segn Me 14,11, los pontfices prometieron dinero a Judas por la entrega de Jess. Segn Mateo (v. 15) es Judas mismo quien toma la iniciativa preguntando6 cunto le quieren dar como recompensa por su entrega. Con ello queda de manifiesto que la traicin de Judas no fue slo consecuencia de un desencanto de tipo idealista, sino que tambin contribuy a ella su espritu de codicia 7. Mateo menciona tambin el importe del pago de su traicin: treinta monedas de plata, que no pueden significar aqu siclos, como en el AT, sino estateras (como se dice, con exactitud real, en una parte de los textos), esto es, tetradracmas (= unos veinte dlares). Segn x 21,32 era sta la indemnizacin que deba pagarse al dueo de un esclavo muerto por un animal. Pero no es esto a lo que alude el evangelista, sino, como lo prueba su arcasmo en la expresin los pontfices le pesaron a Judas treinta monedas de plata, al cumplimiento de la profeca del AT (Zac 11,12), a la que remite de manera expresa en 27,9s. De sta procede tambin, seguramente, el nmero exacto de la suma ofrecida. En tiempo
6. Una discrepancia anloga se da en Mt 18,1 frente a Me 9,33s. 7. a . Jn 12,6. 516
14
Preparacin de la cena pascual 26,17-19 (= *Mc 14,12-16; Le 22,7-13) El primer da de los zimos se acercaron los discpulos a Jess para preguntarle: Dnde quieres que te preparemos para comer la pascua? 18 l respondi: Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi hora ha llegado; en tu casa voy a celebrar la pascua con mis discpulos." " Los discpulos hicieron como les haba mandado Jess, y prepararon la pascua. El relato de Mateo vuelve a distinguirse, en este caso, por su mayor concisin frente al de Marcos, as como por algunos detalles aislados. En el v. 18 no se dice nada de los dos discpulos enviados por Jess en Me 14,13, lo cual produce la impresin que los enva a todos 8. Segn Me 14,13s, da Jess a los dos discpulos una seal, segn la cual pueden encontrar la casa en la que se va a celebrar la cena de la pascua. Segn Mateo (v. 18) les dice, al mismo tiempo, el nombre de su dueo, que el evangelista omite. Con ello queda suprimida esa manifestacin del saber sobrehumano de Jess. Tambin se suprime la pregunta de Jess, de Me 14,14 9. Con arreglo a ello va luego redactado el v. 19. La expresin mi hora ha llegado (v. 18) slo puede ir referida, como se desprende de la situacin, a la hora de su muerte. Estas palabras son de nuevo una prueba (cf. supra, v. 2), de que Jess sabe de manera clara y precisa lo que le espera.
8. Cf. com. a Mt 26,8. 9 Cf , sobre esto, p. 45s.
517
17
Institucin de la eucarista
26,26-29
Jess anuncia la traicin 26,20-25 ( = *Mc 14,17-20; Le 22,14.21-23; cf. Jn 13,21-30) Llegada la tarde, se puso a la mesa con los doce [discpulos]. Y mientras estaban comiendo, les dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregar. 22 Llenos de profunda angustia, comenzaron a preguntarle uno por uno: Acaso ser yo, Seor? 23 Pero l contest as: Quien ha puesto conmigo la mano en el plato, se es el que me va a entregar.24 El Hijo del hombre se va, conforme est escrito de l; pero, ay de ese hombre por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Mas le valiera a tal hombre no haber nacido. 23 Entonces Judas, el que lo iba a entregar, pregunt tambin: Acaso ser yo, Maestro. l le contesta: T lo has dicho.
21 20
nunciada en alta voz en el caso de que sea histrica, ya que Jess no poda descubrir abiertamente al traidor ante los dems discpulos, ya que, en tal caso, stos hubieran intentado impedirle la realizacin de su plan. El decreto de Dios expreso en el v. 24a tiene que cumplirse. La finalidad del v. 25 es poner de relieve que Jess sabe exactamente quin es el que le va a traicionar.
Institucin de la eucarista 26,26-29 ( = *Mc 14,22-25; Le 22,15-20) Mientras estaban comiendo, Jess tom pan y, despus de pronunciar la bendicin, lo parti, se lo dio a los discpulos y les dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. " Tom luego un cliz y, despus de recitar la accin de gracias, se lo dio, dicindoles: Bebed todos de l; 2S porque esto es mi sangre de la alianza (x 24,8; Jer 31[38]31; Zac 9,11), que es derramada por muchos en remisin de los pecados. 29 Pues en verdad os digo que, desde ahora, ya no beber de este producto de la vid hasta aquel da en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. El texto de Mateo se aparta del de Marcos en este importante pasaje slo en pequeos detalles de forma y en algunas aclaraciones de contenido. Por medio de la adicin del sujeto Jess y la sustitucin de a ellos (Me 14,22) por a los discpulos, queda el pasaje ms claramente formando una unidad, un todo independiente de lo que precede. En el v. 27 ha quedado transformado y bebieron del relato 26-27 de Marcos (14,23), en el imperativo correspondiente puesto en labios de Jess: bebed, que provoca, seguramente, tambin el comed del v. 26, puesto a continuacin del tomad. Con ello quedan igualadas en su configuracin las palabras del pan y las del vino. Esta transformacin de la forma narrativa en la imperativa provoca despus tambin la adicin del porque, con lo cual la aclaracin esto es mi sangre de la alianza queda converj o
26
En este pasaje, el texto de Mateo, en su conjunto, concuerda literalmente con el de Marcos. El v. 23 parece que ha de ser entendido como conteniendo realmente una clara designacin del futuro traidor. En favor de ello hablan no slo la falta de las palabras uno de los doce (Me 14,20), sino tambin la forma temporal en pasado quien ha puesto conmigo la mano en el plato, y la repeticin enftica se es el que me va a entregar. A pesar de todo supone el texto de Mateo, lo mismo que el de Marcos, slo una determinacin vaga del traidor, ya que no se dice nada de que mojara al mismo tiempo que Jess en la fuente, y los otros discpulos tampoco lo han notado. Peculiar de Mateo es el v. 25, segn el cual Judas tiene la descarada osada de no darse por aludido y dirigir a Jess la misma pregunta que los dems discpulos. La respuesta de Jess, de carcter claramente afirmativo10 no puede imaginarse como pro10. El mismo giro tambin en Mt 26,64 (cf. el com. all), junto a Me 14,62, y en Mt 27,11 ( = Me 15,2)w
CIO
26,30-35
tida en una simple motivacin de la invitacin a beber, y el acento va sobre las palabras que acompaan la distribucin. La adicin en remisin de los pecados en el v. 28 es slo una aclaracin al sentido de por muchos (Me 14,24), ya que la sangre de Jess derramada por muchos, es sangre sacrificial (cf. Heb 9,15.22). En todas estas diferencias del texto de Mateo frente al de Marcos parece evidente el influjo de la liturgia. 29 En el v. 29, la expresin con vosotros, que falta en Marcos, da, de manera ms clara, la idea de la comunidad entre Jess y los discpulos en el futuro reino de Dios. Sobre la expresin mi Padre (en lugar de Dios en Me 14,25), cf. com. a 6,9.
Jess en Getseman 26,36-46 ( = *Mc 14,32-42; Le 22,40-46; cf. Jn 18,1) Entonces Jess va con ellos a una finca llamada Getseman y dice a los discpulos: Sentaos aqu, mientras yo voy all para orar. 87 Luego tom consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenz a sentir tristeza y angustia. 3S Entonces les dice: Mi alma siente angustias de muerte (Sal 42[41]6.12; Jn 4,9); quedaos aqu y velad conmigo. 89 Y despus de adelantarse un poco, se dej caer rostro en tierra, al mismo tiempo que oraba as: Padre mo: si es posible, que pase de m este cliz! Sin embargo, no sea como yo quiero, sino como quieres t. 40 Vuelve luego hacia sus discpulos y los encuentra durmiendo, y dice a PedrO: De modo que no habis podido velar una hora conmigo? 41 Velad y orad, para que no entris en tentacin: el espritu est dispuesto, pero la carne es dbil. 42 De nuevo se alej por segunda vez y estuvo orando as: Padre mo: si esto no puede pasar sin que yo lo beba, hgase tu voluntad! 43 Cuando volvi otra vez, los encontr tambin durmiendo, pues sus ojos estaban cargados. 44 De nuevo se alej y estuvo orando por tercera vez, repitiendo nuevamente la misma splica. 45 Entonces vuelve hacia los discpulos y les dice: Ya podis dormir y descansar! Ya lleg la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. ie Levantaos, vamos; ya est aqu el que me va a entregar. De nuevo, el texto de Mateo en su conjunto concuerda aqu literalmente con el de Marcos. A diferencia de Marcos ofrece Mateo tambin la segunda oracin de Jess en estilo directo, apareciendo en ella la entrega de Jess a la voluntad del Padre aun ms completa que en la primera; Mateo menciona tambin de manera expresa la oracin tercera, que en Marcos slo queda sobreentendida (14,41: Vuelve por tercera vez). El hgase tu voluntad (v. 42) corresponde a 6,10. A la exhortacin a velar va aadido en los v. 38 y 40 conmigo, con lo que quiere expresarse 521
88
De camino al monte de los Olivos Jess predice la negacin de Pedro 26,30-35 ( = *Mc 14,26-31: Le 22,39.31-34; Jn 13,36-38) Y cantados los salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces les dice Jess: Todos vosotros quedaris escandalizados por causa ma durante esta noche; porque escrito est: Herir al pastor, y se dispersarn las ovejas del rebao (Zac 13,7). 32 Pero, despus que yo resucite, ir antes que vosotros a Galilea. 88 Pedro, entonces, le contest as: .Aunque todos se escandalicen por causa tuya, jams me escandalizar yo. 3* Dijle Jess: .En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, tres veces me habrs negado t. ss Pedro le replica: Aunque tenga que morir contigo, jams te negar. Otro tanto dijeron tambin todos los discpulos.
11 80
En el v. 31 ha sido aadido durante esta noche (segn el v. 34). En los v. 31 y 33, el motivo de la cada o escndalo queda determinado con mayor exactitud que en Marcos mediante la adicin por causa ma y por causa tuya. A diferencia de Me 14,30, en el v. 34 (lo mismo en 26,74s frente a Me 14,71s) se habla de un solo canto del gallo.
sm
27,47-56
Prendimiento de Jess
Prendimiento de Jess
27,47-56
el consuelo de la compaa. En el v. 40, la pregunta de reproche, aunque dicha directamente a Pedro como en Me 14,37, va dirigida a los tres discpulos dormidos. Con ello no queda Pedro en tan mal lugar. En el v. 43 falta la frase de Me 14,40c, poco lisonjera para los discpulos.
Prendimiento de Jess 27,47-56 ( = *Mc 14,43-52; Le 22,47-53; Jn 18,2-11) Todava estaba l hablando, cuando lleg Judas, uno de los doce, acompaado de gran multitud con espadis y palos, de parte de los pontfices y de los ancianos del pueblo. 48 El que o iba a entregar les dio una contrasea, diciendo: Aquel a quien yo bese, se es; detenedlo. iB Y en seguida, acercndose a Jess, le dijo: Salve, rab! Y lo bes. 50 Y Jess le dijo: Amigo, haz ahora esto por lo cual has venido. Entonces, ellos se acercaron, echaron mano a Jess y lo prendieron. 51 Y uno de los que estaban con Jess, alarg la mano y desenvain su espada, hiri al criado del sumo sacerdote y le cort la oreja.52 Entonces le dice Jess: Vuelve tu espada a su sitio; porque todos los que empuan la espada, por la espada morirn. 53 O crees t que no puedo acudir a mi Padre, que inmediatamente me enviara ms de doce legiones de ngeles? 54 Pero cmo se cumpliran entonces las Escrituras, de que as tiene que suceder? 55 En aquella hora dijo Jess a las turbas: Como a un ladrn habis salido con espadas y palos a prenderme? Da tras da estaba yo sentado en el templo enseando y no me detuvisteis. 56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces, todos los discpulos lo abandonaron y salieron huyendo. El relato de Mateo est en este pasaje enriquecido por algunos nuevos rasgos frente a Marcos. Sobre todo queda mucho ms claramente destacado el carcter voluntario de la pasin de Jess.
47
Segn el v. 50o, el beso del traidor no es aceptado por Jess en 50a silencio (cf. I x 22,48). Sus palabras no son claras en el texto griego y, por ello, han sido interpretadas en sentidos diversos, pero, en todo caso, parece que no son una pregunta (amigo, a qu has venido?), sino ms bien como un requerimiento directo de Jess a Judas, a dar trmino a su obra. As entendidas, Jess mismo da formalmente la seal para su 52-5 prendimiento, y muestra as a Judas que conoce exactamente el objeto de su venida. Por ello tambin reprueba al intento de defensa de uno de sus discpulos, alegando que este empleo de la violencia tiene como consecuencia, segn la ley del talin 11 , la muerte por la espada. Sus palabras tienen sabor proverbial y o hacen afirmacin alguna ni sobre los derechos morales de los que quieren echarle mano, ni sobre la autoridad moral del Estado en general a utilizar su espada, esto es su poder, tambin para dar muerte. En el caso en cuestin sera, por otra parte, totalmente intil el uso de la espada en la defensa de Jess, y Jess no necesita adems ni quiere semejante defensa. Si quisiera defenderse contra el ataque de que es objeto, el Padre pondra a su disposicin ms de doce legiones 12 del invencible ejrcito celestial (cf. 2Re 19,35). Con todo, est fuera de lugar en aquel momento toda idea de resistencia, ya que es otra la voluntad del Padre expresa en la Escritura. En apariencia, Jess tiene que sucumbir 18 . En aquella hora (v.55oj significa, segn el uso de Mateo 14 , al mismo tiempo. El v. 56a parece que tiene que ser entendido, aunque en el 56a texto de Mateo va ya anticipado por el v. 54, como palabras de Jess, al igual que en Me 14,49. El obscuro y enigmtico episodio del joven que huye desnudo (Me 14,5ls), falta en Mateo (tambin en Lucas).
Cf. La Cf. a
com. a Mt 5,38. legin era, en teora, una unidad de 6000 hombres; cf. Me 5,9 com. a Me 15,29-32. Mt 8,13; 18,1. 523
522
26,57-68
Jess ante el sanedrn 26,57-68 ( = *Mc 14,53-65; Le 22,54s.63-65.67-71) Los que prendieron a Jess lo condujeron a casa del sumo sacerdote Caifas, donde los escribas y los ancianos estabtn reunidos. 58 Pedro lo iba siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote; entr all dentro y se sent con los criados, para ver en qu terminaba aquello. 59 Entre tanto los sumos sacerdotes y todo el sanedrn andaban buscando algn falso testimonio contra Jess para darle muerte; e0 pero no lo encontraron, a pesar de los muchos testigos falsos que se presentaban. Finalmente, se presentaron dos, 61 que dijeron: ste ha dicho: "Yo puedo destruir el templo de Dios, y en tres das reconstruirlo. 62 Entonces se levant el sumo sacerdote y le pregunt: Nada respondes? Qu es lo que stos testifican contra ti? 63 Pero Jess callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si t eres el Mesas, el Hijo de Dios. e* Jess le responde: T lo has dicho. Pero yo os digo que desde ahora veris al Hijo del hombre sentado a la diestra de la Omnipotencia (Sal 110[109]1) y viniendo entre las nubes del cielo (Dan 7,13). 85 Entonces el sumo sacerdote rasg sus vestiduras y exclam: Ha blasfemado! Qu necesidad tenemos ya de testigos? Ahora mismo acabis de or la blasfemia. eo Qu os parece? Ellos tontestaron as: Es reo de muerte. 87 Entonces le escupieron en la cara y le dieron puetazos, y otros lo abofeteaban, es mientras le decan: Adivnanos, Mesas, quin es el que te pega? 59 A diferencia de Me 14,55 dice Mateo (v. 59), desde un principio, que era un falso testimonio el que buscaban los jueces contra Jess, sin que quede claro en su texto el motivo por el que no lo encontraban, a pesar de haberse presentado muchos testigos falsos 15, ya que falta Me 14,566. Los dos (Me 14,57: 15. Cf. com. a Me 14,56. 524
87
algunos) testigos que declaran ltimamente (cf. Dt 19,15), quedan distinguidos en Mateo (v. 606-61) de los otros falsos testigos por el hecho de que sus manifestaciones concuerdan entre s (falta Me 14,59). Tampoco afirman en Mateo, como en Me 14,58, que Jess haya dicho que va a destruir el templo, sino slo que tiene el poder de hacerlo (cf., con todo, 27-40), palabras que pueden entonces ser tomadas por puro alardeo, ya que Jess no dice, que va a hacer uso de ese poder. Tambin falta la distincin entre el templo hecho por manos de hombre y el que Jess mismo construir, hablndose solamente 16 del templo de Jerusaln. Mateo suprime la observacin de Me 14,59, de que no coinci- 62 dan las manifestaciones de los testigos que declararon en ltimo lugar, no teniendo por ello fuerza probatoria, de lo cual se sigue que, a diferencia de Marcos 14,616 (De nuevo el sumo sacerdote le pregunta), la cuestin de si Jess pretende ser el Mesas no es en su texto un nuevo punto en el proceso de Jess, sino slo la consecuencia de su supuesta pretensin de poder derribar el templo. La pregunta del sumo sacerdote, que motiva la decisin del 63 proceso, va en Mateo introducida por un solemne conjuro dirigido al acusado (cf. IRe 22,16). Segn las fuentes rabnicas, que no conocen un procedimiento tal en un caso como el presente, resulta ste al menos poco comn (Billerbeck). Con todo no se trata de una toma formal de juramento, sino slo de un requerimiento solemne a decir la verdad. La respuesta de Jess tampoco contiene una invocacin de Dios 64 para corroborar sus palabras, sino sola y sencillamente T lo has dicho. Este giro tiene que ser entendido 17, en consonancia con el texto paralelo de Me 14,62 (yo soy), como una afirmacin si bien de forma poco comn , como lo prueba tambin lo que sigue, y no puede ser interpretada como una evasiva, lo que afirman numerosos exegetas antiguos y modernos ( = declino en ti la responsabilidad de esa afirmacin). Tampoco el Pero yo os digo, que sigue a continuacin, puede ser aducido
16. Como en Mt 27,40 = Me 15,29. 17. Lo mismo que en Mt 26,25 y 27,11 ( = Me 15,2).
525
26,69-75
El final de Judas
27,3-10
como prueba de que Jess haya esquivado en un primer momento una respuesta clara a la pregunta del sumo sacerdote, ya que el v. 64 no contiene una contraposicin absoluta a lo que el sumo sacerdote quera oir de Jess, sino ms bien un grado ms sobre ello, y, entendido en sentido antittico estricto, convendra an menos con una respuesta anterior de carcter evasivo, esto es, negativa en alguna manera. El hecho de que la mesianidad de Jess no responda realmente a la idea juda corriente sobre el Mesas, no era motivo para esquivar una respuesta categrica a la pregunta. Difcil es determinar el sentido del desde ahora 18, propio de Mateo 19 , ya que una revelacin inmediata de Jess como Mesas glorioso ante los ojos de sus jueces queda descontada. La interpretacin ms acorde con el texto y con su contenido es la de que los jueces de Jess le vern, en cuanto le vuelvan a tener ante sus ojos, slo ya como Mesas glorioso y en todo su poder. En los v. 67s menciona Mateo, con menor exactitud que Me 14,65, slo los jueces, como quienes maltratan a Jess, sin nombrar tambin la participacin de los criados. El adivina de Marcos, demasiado conciso e indeterminado, queda completado en Mateo por el quin es el que te pega 20. En cambio falta el detalle de que le haban tapado el rostro, sin el que apenas puede entenderse el v. 68.
que estaban all: se andaba tambin con Jess Nazareno. 72 Y l de nuevo lo neg, con juramento: Que no conozco a ese hombre! 73 Poco despus, los que all estaban se dirigieron a Pedro y le dijeron: Realmente, t tambin eres de ellos; pues tu habla te delata. 74 Entonces l se puso a echar maldiciones contra s mismo y a jurar: Que no conozco a ese hombre! Y en aquel momento cant un gallo. "Entonces se acord Pedro de aquello que Jess le haba dicho: Antes que el gallo cante, tres veces me habrs negado t. Y saliendo afuera, llor amargamente. Segn Mateo (v. 71), con arreglo a la (pequea) variacin de lugar en la segunda negacin, es una criada distinta (segn Me 14,69, la misma de la primera vez) la que habla a Pedro. Tu habla (el dialecto galileo) te delata (v. 73) es ms claro que pues tambin t eres galileo de Me 14,70. En consonancia con 26,34 se habla en Mateo, a diferencia de Me 14,72, de un solo canto del gallo (lo mismo en Le 22,61).
Jess es entregado a Pilato 27,ls ( = *Mc 15,1; Le 23,1; Jn 18,28) Llegada la maana, todos los pontfices y los ancianos del pueblo, tomaron contra Jess la decisin de hacerle morir; 2 lo maniataron, y lo llevaron y entregaron al procurador Pilato. Ni en el texto de Mateo ni en el de Marcos (15,1; cf. all) se menciona nueva reunin del sanedrn, sino slo la decisin formal de entregar a Jess a la autoridad romana para que le juzgara.
1
Las negaciones de Pedro 26,69-75 ( = *Mc 14,66-72; Le 22,56-62; Jn 18,15.17s.25-27) Pedro estaba sentado juera, en el patio; y se le acerc una criada, que le dijo: Pues tambin t andabas con Jess Galileo. Pero l lo neg delante de todos, diciendo: No s lo que quieres decir. 71 Cuando se iba hacia el prtico, lo vio otra criada, que dice a los
18. Lo mismo en Le 22,69, texto paralelo, en el que, no obstante, es diferente la manisfestacin que sigue. 19. Aqu como en Mt 26,29 frente a Me 14,25, y Mt 23s39 frente a Le 13,35. 20. Lo mismo exactamente Le 22,64.
69
El final de Judas 27,3-10 (cf. Act 1,15-20) Entonces, Judas, el que lo haba entregado, viendo que Jess haba sido condenado a muerte, presa de remordimientos, devolvi 527
3
526
27,3-10
El nal de Judas
El final de Judas
27,3-10
a los sumos sacerdotes y a los ancianos las treinta monedas de plata, 4 diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Pero ellos contestaron: Y a nosotros, qu? All t! 5 Y arrojando en el templo las monedas de plata, se march y se ahorc. " Los pontfices recogieron las monedas de plata y dijeron: No es lcito echarlas en el tesoro del templo, porque son precio de sangre. "' Pero, despus de acordarlo en consejo, compraron con ellas el campo del alfarero para cementerio de los forasteros. 8 Por eso aquel campo se llama, hasta el da de hoy, Campo de Sangre. 9 Entonces se cumpli lo anunciado por el profeta Jeremas cuando dijo: Y tomaron las treinta monedas de plata, precio en que fue tasado aquel a quien pusieron en tasa unos hijos de Israel, 10 y las dieron por el Campo del Alfarero, tal como me lo orden el Seor (Zac ll,12s). La tradicin cristiana se ocup muy pronto del destino del apstol traidor, como lo prueba, adems del texto de Mateo, el relato considerablemente distinto de los Hechos de los apstoles (1,16-20) y su continuacin en Papas con el consiguiente incremento de los rasgos horripilantes y repulsivos. En todos estos relatos se trata, como prueban de manera clara sus grandes diferencias, de tradiciones populares, que los evangelistas han sido probablemente los primeros en poner por escrito. Mateo encuentra en su observacin de que el sanedrn declar a Jess reo de muerte y que le entreg al gobernador romano, la ocasin de hacer seguir uno de los relatos en curso sobre el horrible fin del traidor. 3s Judas ve, esto es, se entera, de que Jess ha sido condenado a muerte. Ello le hace reflexionar sobre el hecho a que ha prestado su cooperacin y queda lleno de pesar por la accin cometida, pesar que no supone en absoluto una actitud de arrepentimiento o penitencia. Judas siente sobre s el peso de su obra, pero le falta la fuerza para la fe en la posibilidad del perdn. El hecho de que devuelve el dinero al sanedrn se puede explicar slo psicolgicamente a partir de la desesperacin a que le ha llevado el desenlace del proceso de Jess. El fro desprecio y la irona sin rodeos con que le tratan los miembros del sanedrn, acaban de colmar su desesperacin.
528
Arroja el dinero al suelo, en el templo (no en el tesoro del templo), de donde es recogido luego por los sacerdotes (v. 6). El que se ahorcara a continuacin inmediata, es probable psicolgicamente, pero no queda dicho en el texto. El dinero es precio de sangre, por haber sido aceptado por Judas para colaborar en la muerte de un hombre, y por ello no puede ser utilizado para el culto. Se decide, pues, comprar con l un terreno perteneciente a un alfarero, como lugar de enterramiento para los forasteros que murieran en Jerusaln y no tuvieran una sepultura familiar. De aqu ha conservado luego este terreno el nombre de campo de Sangre 21. La expresin hasta el da de hoy 22 supone que ha transcurrido un espacio de tiempo considerable entre la compra del campo y la poca del que consigna la noticia. A Mateo, atento siempre a la comprobacin de la profeca, le interesa todava el poner de relieve que en la compra del campo de un alfarero por treinta monedas de plata, recibidas por Judas como paga de su traicin, se cumple un pasaje del AT. La cita procede de la misma alegora del pastor de Zac 11 y 13,7-9, de la que estn tomadas tambin las palabras de Jess de Mt 26,31 ( = Me 14,27) y la formulacin de 26.15Z. El pastor enviado por Dios, esto es, el profeta mismo o el pastor nico del fin de los tiempos (Ez 34,23), est cansado de s oficio, a causa de la manera de proceder de su rebao, y pide a los mercaderes del rebao que le paguen el salario por su trabajo, en la cantidad que ellos mismos determinen; ello ser una prueba de si han estimado justamente su trabajo. Los mercaderes no salen airosos de la prueba: treinta siclos es la cantidad que dan al pastor, la indemnizacin legal (segn x 21,32) por la muerte de un esclavo. Yahveh, enojado, da entonces a su pastor esta orden: Tira al tesoro del templo el rumboso precio en que te han apreciado. Y tom los treinta siclos y los tir en el templo, en el tesoro del templo.
21. En arameo akeldama[h]; cf. Act 1,19. 22. Cf. Gen 19,37; 26,33; 35,4.20, y con frecuencia en el AT, tambin Mt 28,15.
9s
529
27,3-10
El final de Judas
Jess es condenado
27,11-26
En vez de leer en el tesoro del templo (hebr., el ha-osar), como atestigua la versin siria y el targum Yonatn, lectura que tiene que ser considerada como la originaria, en el texto hebreo, al que siguen quila, la Vulgata y los LXX, se lee al alfarero (hebr. el ha-yoser). La cita en Mateo es extraordinariamente libre y va dada, al igual que las dems citas de reflexin, caractersticas de Mateo, en traduccin del texto hebreo, independiente de los LXX. En ella se habla slo de la compra del campo del alfarero, lo que indica que va referida exclusivamente al empleo de la suma por los pontfices y los ancianos del pueblo, y no a lo que Judas hizo con ella. De esto se sigue que el acto de Judas narrado en el v. 5a (arroj los siclos en el templo) no es un dato tramado a base de la cita del AT. Tambin se sigue que el texto de la cita en Mateo presupone la lectura al alfarero y no la originaria de al tesoro del templo. El nico rasgo en que la forma de la cita en Mateo va ms all de su fuente, son las palabras por el campo. La explicacin fcil y ms indicada, es la de que esta adicin procede de la misma tradicin, de la que el evangelista toma todo lo narrado en este pasaje, siendo del todo improbable que haya sido influido en este punto por dos pasajes distintos de Jeremas, uno de los cuales (18,1-3), habla de la visita hecha por el profeta a un alfarero, el otro (32,7.9) de la compra de un campo tambin por el profeta. Rechazando esta hiptesis, bastante extendida, pierde tambin su fuerza la suposicin de que el falso dato de Jeremas en lugar de Zacaras tenga que explicarse asimismo por el influjo de los dos pasajes de Jeremas. En ello hay que suponer ms bien 23 con Orgenes y san Agustn, un simple error de memoria. Siguiendo los mejores textos hay que leer tomaron (en lugar de tom) como la originaria y entonces queda tambin terminantemente claro, que la cita va referida exclusivamente al empleo de los treinta siclos por los pontfices y los ancianos del pueblo judos. En este caso, las palabras unos hijos de Israel, que 23. Como en Mt 23,35 y Me 2,26 530
encajan mal en el texto, tampoco pueden ser referidas a la recepcin del dinero por Judas de manos de los hijos de Israel hecho que no queda narrado, sino slo sobreentendido en este pasaje, sino nicamente a lo narrado en los v. 6s. No Judas, sino algunos de los hijos de Israel, esto es los pontfices, tomaron el dinero y lo dieron como precio por el campo del alfarero. Y las palabras: tal como me lo orden el Seor son tambin transcritas, como parte que forman del pasaje proftico del AT citado, para expresar, que en el empleo final del salario de la traicin para la compra del campo del alfarero se cumpla el decreto divino comunicado al profeta, sin saberlo siquiera los que lo estaban poniendo por obra. El nombre de Campo de Sangre queda confirmado tambin por el relato de Lucas (Act 1,19), que sigue, por lo dems, caminos diferentes. La tradicin lo ha localizado al SE de la ciudad, en el Bir-Ayyub actual.
Jess es condenado 27,11-26 (=*Mc 15,2-15; Le 23,2-5.18-25; Jn 18,29-40; 19,16) Jess, pues, fue llevado a presencia del procurador; y el procurador le pregunt as: Eres t el rey de los judos? Jess respondi: T lo has dicho. 12 Pero, por ms que lo acusaban los pontfices y los ancianos, l nada responda. 13 Entonces le dice Piloto: No oyes cuntas cosas atestiguan contra ti? 14 Pero l a nada le contest siquiera una palabra, de forma que el procurador estaba muy admirado. 15 En cada fiesta, sola el procurador conceder al pueblo la libertad de un preso, el que ellos quisieran. ie Tenan entonces un clebre preso, llamado Barrabs. "Pregunt, pues, Pilato a los que estaban all reunidos: A quin queris que os suelte: a Barrabs, o a Jess, llamado el Mesas?; 18 porque l saba bien que se lo haban entregado por envidia. 19 Mientras estaba sentado en el tribunal, su esposa le mand decir: No te metas con ese justo; que hoy, en sueos, he sufrido 531
11
27,11-26
Jess es condenado
Jess es condenado
27,11-26
mucho por su causa. 20 Los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a las turbas para que pidieran la libertad de Barrabs y la muerte de Jess. 21 Tom, pues, la palabra el procurador y les pregunt: A cul de los dos queris que os suelte? Ellos respondieron: A Barrabs. 22 Pilato les replica: .Pues qu voy a hacer con Jess, llamado el Mesas? Responden todos: Que sea crucificado! 23 l insista: .Pues qu mal ha hecho? Pero ellos gritaban cada vez ms fuerte: Que sea crucificado! 24 Viendo Pilato que nada consegua, sino que aumentaba el tumulto, mand traer agua y se lav las manos ante el pueblo, diciendo: Yo no soy responsable de esta sangre. All vosotros! 25 Y todo el pueblo respondi as: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! 26 Entonces les solt a Barrabs, y entreg a Jess, despus de mandar azotarlo, para que fuera crucificado. La escena de Barrabs es en Mateo mucho ms breve y menos inteligible que en Marcos. Mateo no tiene tanto inters como Marcos en Mostrar cmo fracasa el intento de Pilato de arrancar a Jess con ayuda del pueblo de manos de sus enemigos. Para l es mucho ms importante la contraposicin entre las dos figuras de Jess y Barrabs. Segn los v. 17 y 21, Pilato ofrece libre eleccin a los judos entre los dos para libertar a uno, cosa que no puede haber sido su intencin desde un principio24. Nuevo frente* a Marcos es, en el relato de Mateo, destacar el silencio del siervo de Dios ante las acusaciones de sus enemigos ya en el v. 12 (cf. v. 14), as como la mencin de la esposa de Pilato (v. 19) y el simblico lavado de manos de ste (v. 24s). Estos dos episodios tienen la finalidad de subrayar la culpa de los judos, ya que en el primer caso queda declarada de manera expresa la inocencia de Jess de parte de una pagana, en el segundo declina el juez pagano la responsabilidad en la muerte de Jess. 19 Segn el v. 19 la esposa del gobernador romano a quien la leyenda posterior25 da el nombre de Claudia Proc(u)la se
24. Cf. com. a Me 15,7. 25. Actos apcrifos de Pilato 2,1. 532
inmiscuye en el proceso, enviando un insistente aviso, para reforzar la resistencia de Pilato ante los judos. El hecho de que designa a Jess como un justo quiere dar probablemente a entender que no slo le tiene por inocente; sino adems que, para ella, Jess es, sin duda, un santo, un hombre divino2S. El contenido de los v. 24s es importante para Mateo, evidente- 24s mente, por dar a entender Pilato, con su accin simblica, que no puede declarar a Jess culpable y slo acta cediendo a la presin de los judos. La verdadera culpa en la muerte de Jess cae pues sobre su propio pueblo. La manera de proceder de Pilato, tal como la describe Mateo, no coincide de manera exacta ni con los usos judos ni con los romanos; Pilato declina con su accin simblica la responsabilidad de un acto que est dispuesto a realizar, cosa que contradice la prctica de los tribunales de justicia romanos, que acostumbraban a asumir la responsabilidad de las acciones que llevaban a cabo. Un uso tanto judo y del AT como romano, era declararse inocente en un asesinato por el lavado de las manos en agua o tambin en la sangre del asesinado27, o tambin el expiar el castigo merecido por un delito cometido impremeditadamente bandose en el agua del mar28. Pilato en cambio concede, ya antes de entregar a Jess para ser ejecutado, que lo hace slo cediendo a la presin de los judos, pero quiere, llevado de un temor supersticioso, alejar de s las posibles consecuencias de su accin. Este episodio estara mejor colocado tras el acto de la condenacin de Jess. Sobre las palabras pronunciadas en el lavado de las manos, cf. 2Sam 3,28; Act 20,26. Los judos 29 declaran
26. 27. a . com. a Mt 27,54 = Me 15,39. Dt. 21,6s; Misna, Sota IX, 6; Sal 26(25)6; 73(72)13; HERDOTO 1,35;
28. SFOCLES, Ayax 654-56. Segn la Regla de la guerra, de Qumrn (xiv, 2s) tambin los que volvan de la guerra tenan que lavar, segn el precepto de Nm. 31,19, sus vestidos y purificarse de la sangre de los cadveres de la culpa. 29. La expresin todo el pueblo = la nacin entera representada aqu por los miembros del sanedrn y la muchedumbre presente est empleada con toda intencin por el evangelista.
533
27,31>-32
La crucifixin
27,33-34
entonces solemnemente que toman sobre s y sobre su descendencia la responsabilidad de la sangre, de la muerte de Jess 30. Con ello, el pueblo judo pronuncia una maldicin sobre s mismo; se hace responsable de la sangre de su Mesas. La catstrofe del ao 70 no son, con todo, los das de la venganza (cf. Le 21,22) definitiva de esta accin 31 . En el versculo puede notarse la influencia de 23,35. Los soldados romanos se burlan de Jess 27,27-31a ( = *Mc 15,16-20a; Jn 19,2s) Entonces los soldados del procurador se llevaron a Jess al pretorio y reunieron en torno a l toda la cohorte. 28 Lo desnudaron, y le echaron encima una clmide de rojo escarlata; 29 luego, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza; y en su mano derecha, una caa; y doblando ante l la rodilla, se burlaban, diciendo: Salve, rey de los judos!; 30 y escupindole encima, cogan la caa y le pegaban en la cabeza. 31 Cuando acabaron de burlarse de l, le quitaron la clmide y le pusieron sus vestidos. En lugar de vestirle de prpura (Me 15,17), habla Mateo de una clmide de rojo escarlata, como la llevaban los lictores romanos. Nuevo frente a Marcos es, en el v. 29, el dato de que los soldados ponen primero en la mano de su rey de escarnio la caa (como cetro) y luego le golpean con ella, despus de haberle rendido homenaje. Camino del Glgota 27,31-32 ( = *Mc 15,20-21; Le 23,26-32; Jn 19,17a; Y se lo llevaron a crucificarlo. Al salir, encontraron a un hombre de drene, que se llamaba Simn, a quien obligaron a llevarle la cruz.
30. Sobre la forma de expresin, cf. 2Sam 1,16; 3,29; 14,9; IRe 2,33; Jer 51(28)35; Act 18,6. 31. Cf. com. a Mt 23,38. 534
32 27
Falta en Mateo el dato de que Simn volva del campo, as como los nombres de sus dos hijos, por no tener inters para los lectores de su Evangelio.
La crucifixin 27,33-34 ( = *Mc 15,22-32; Le 23,33-43; Jn 19,176-27) Cuando llegaron a un lugar llamado Glgota, es decir, lugar .de la Calavera-, 3i el dieron a beber vino mezclado con hil; l lo prob, pero no lo quiso beber. 35 Despus de crucificarlo, se repartieron sus vestidos echando suertes (Sal 22[21]19), 30 y, sentados, lo custodiaban all. 37 Y encima de su cabeza pusieron escrita su causa: ste es Jess, rey de los judos. 38 Al mismo tiempo fueron crucificados con l dos ladrones: uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban por all lo insultaban, moviendo la cabeza (Sal 22[21]8) *y diciendo: T, que eras capaz de destruir el templo y de reconstruirlo en tres das: slvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz. " Igualmente, los pontfices, con los escribas y los ancianos, tambin se burlaban de l, diciendo: 42 Ha salvado a otros, y no puede salvarse a s mismo. Es rey de Israel: pues que baje ahora mismo de la cruz, y creeremos en l. ** Tiene puesta su confianza en Dios: que Dios lo libre ahora, si lo ama (Sal 22 [21 ]9), puesto que dijo: "Soy Hijo de Dios." ** De la misma manera lo insultaban tambin los ladrones que haban sido crucificados con l. Mientras Lucas sigue caminos distintos en este pasaje, el relato de Mateo, en cambio, coincide exactamente, en su conjunto, con el de Marcos. Al referirse a la bebida ofrecida a Jess como anestsico, Mateo (v. 34), sin duda bajo el influjo del Sal 69(68)22 (cf. v. 48), dice hil en lugar de mirra (Me 15,23)32. Mateo no dice
32. Segn Prov 5,4 y Lam 3,15, puede tratarse tambin de ajenjo.
39 33
535
27,45-56
Muerte de Jess
85
Muerte de Jess
27,45-56
nada de la hora de tercia (Me 15,25), como tampoco Lucas, pero habla, en cambio, de la custodia de Jess por los soldados (v. 36). En el v. 40 las palabras de si eres Hijo de Dios, aluden a la declaracin mesinica hecha por Jess ante el sanedrn (26,63s). Nuevo, frente a Marcos, es el v. 43, cuya primera mitad ofrece una nueva cita del Sal 22(21), que contina la del v. 39, mientras que la segunda mitad del verso vuelve a referirse a Mt 26,63, y ofrece tambin resonancias de Sab 2,18, donde los impos insultan al justo con palabras semejantes. El versculo es una prueba de que, en la comunidad primitiva, la muerte de Jess en la cruz se vea a la luz del Sal 22(21) y del AT en general83.
Haba tambin all muchas mujeres que lo contemplaban desde lejos, las cuales haban seguido a Jess desde Galilea para servirle; 58 entre ellas estaban Mara Magdalena, Mara la madre de Santiago y de Jos, y la madre de los hijos de Zebedeo. Segn Mateo (v. 49) son algunos de los presentes, y no el 49 soldado que ofrece el refrigerio a Jess (Me 15,36), quienes pronuncian las palabras sobre la venida de Elias. Pero su sentido no es tampoco aqu que quieran impedir la accin del soldado. Junto al rasgarse del velo del templo, mencionado en Me 51,1, 51brefiere Mateo (v. 516-53) los siguientes prodigios: 1. temblor de tierra; 2. rocas que se hienden, 3. tumbas que se abren, 4. muchos cuerpos de santos fallecidos se levantan, salen de sus tumbas despus de la resurreccin de Cristo, se dirigen a la ciudad santa y se aparecen a muchos. De estos cuatro datos, el terremoto y el hendirse las rocas, consecuencia de l, cuentan entre los acontecimientos que coinciden temporalmente con la muerte de Jess, como lo prueba claramente el v. 54. Pero tambin el abrirse las tumbas parece que tiene que ser entendido, a pesar de la importante dificultad que de ello se deduce, como una consecuencia del terremoto, que no puede ser identificado con el de la maana de pascua consignado en 28,2. Pues aqu se dice que, por efectos del terremoto, fueron removidas las piedras que cerraban (cf. v. 60) las tumbas situadas en las cercanas del Glgota. Los terremotos son mencionados en el AT, y en unin con el eclipse de los astros, como una revelacin de la ira divina84. Por tanto, estos acontecimientos quiz tienen que ser entendidos como consumacin de la profeca escatolgica de Am 8,9 y Jer 15,9. Mateo aadira a ello la resurreccin de muertos como una nueva seal escatolgica (cf. Dan 12,2), de tal modo que la muerte de Jess quedara as, en los sinpticos, entendida como principio del final de los tiempos. De hecho se puede entender bien el rasgo sorprendente de que muchos cuerpos de los santos ya muertos 34. Cf. Am 8,8s; Jl 2,10. 537
Muerte de Jess 27,45-56 (= *Mc 15,33-41; Le 23,44-49; Jn 19,28-30) ^ Desde la hora sexta, qued en tinieblas toda aquella tierra hasta la hora nona. *6 Hacia la hora nona, exclam as Jess con voz poderosa: Eli, Eli, lema sabaktan? Esto es: Dios mo, Dios mo!, por qu me has abandonado? (Sal 22 [21] 2). *7 Algunos de los que estaban all, decan al orlo: ste est llamando a Elias.- ** Y uno de ellos corri en seguida a tomar una esponja, la empap en vinagre y, ponindola en la punta de una caa, le daba de beber. *9 Pero los dems decan: Deja! Vamos a ver si viene Elias a salvarlo. 50 Entonces Jess, dando de nuevo un potente grito, entreg su espritu. 81 Y al momento el velo del templo se rasg en dos de arriba hasta abajo; la tierra tembl y las rocas se hendieron; B2 los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de los santos ya muertos resucitaron; 5S y saliendo de los sepulcros despus de resucitar l, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. " Cuando el centurin y los que con l estaban custodiando a Jess sintieron el terremoto y las cosas que pasaban, quedaron grandemente aterrados y decan: Realmente, ste era Hijo de Dios. 33. Cf. el exc. despus de Me 15,41. 536
27,45-56
Muerte de Jess
Muerte de Jess
27,45-56
resucitaron, suponiendo que con ello se alude a Dan 12,2 (muchos de los que duermen en el polvo de la tierra, despertarn). Aceptando, pues, que la resurreccin de un gran nmero de muertos se cuenta tambin entre los prodigios que acompaaron a la muerte de Jess, y que el abrirse las tumbas fue una consecuencia del terremoto, quedara precisamente por ello aumentado todava el enigma del v. 53. Si Mateo, en efecto, hace notar en l, de manera expresa, que los santos, esto es los justos de la antigua alianza vueltos a la vida, salieron de sus tumbas despus de la resurreccin de Jess, y se dirigieron a la ciudad santa, parece seguirse de ello, con toda necesidad, que tambin su resurreccin tiene que ser situada en el mismo momento y no coincide por lo tanto temporalmente con el momento de la muerte de Jess; ya que difcilmente sera el sentido del texto que se quedaron en sus cmaras sepulcrales hasta el momento en que Jess sali de la tumba. En el caso, pues, de que su resurreccin no fuera una de las seales que acompaaron a la muerte de Jess, habra que preguntarse entonces, por qu Mateo da cuenta de ella ya aqu, en un pasaje inadecuado. El que lo hiciera slo por no haber encontrado otro lugar mejor, no supone una solucin satisfactoria del problema. Han sido quiz las palabras de despus de resucitar l introducidas por Mateo en la tradicin que en este caso le sirve de fuente, con el fin de reservar para Jess, no resucitado hasta el domingo de la pascua, su puesto de primicia de los dormidos (ICor 15,20), primognito de entre los muertos (Col 1,18)? Querer explicar la indicacin despus de resucitar l como un simple error de pluma por despus de resucitar (ellos) es muy improbable, dada la unanimidad prctica de la tradicin textual slo algunos textos tardos tienen esta segunda lectura, y no imaginable, adems, por el motivo de que entonces son del todo superfluas las palabras de despus de resucitar, y sera mejor que faltaran en absoluto. No hay, pues, una solucin totalmente satisfactoria para esta primera dificultad del texto, cuyo claro sentido es que, con la muerte de Jess, qued vencido el poder de la muerte. De todos 538
modos no es este evidente anacronismo el verdadero enigma del v. 53; queda todava el problema de quienes eran los santos resucitados de las tumbas y cmo hay que figurarse su vida despus de su resurreccin. Segn una opinin defendida por muchos padres de la Iglesia y otros exegetas posteriores hasta nuestros das (combatida en cambio por san Juan Crisstomo, san Ambrosio y san Agustn), se trata de personajes destacados del AT, como patriarcas y profetas, que habran sido resucitados por Cristo y entrado junto con l en la Jerusaln celestial; entre su resurreccin y la de Cristo existira una conexin no slo temporal, sino tambin causal; al fondo del texto ira pues la doctrina del descendimiento de Cristo a los infiernos, en el que fue vencida por ste el poder de la muerte, soberana de las regiones de ultratumba, y arrebatadas sus vctimas para conducirlas junto con l a la gloria celestial. Estos santos seran, pues, las primicias de la redencin, en los que se habra consumado ya de manera completa la obra de la redencin de Cristo, habiendo resucitado ya tambin en posesin del cuerpo espiritualizado (cf. ICor 15,42ss), sin haber vuelto a la vida de este mundo como los resucitados por Jess durante su actuacin terrena 35 , que tenan que volver a morir despus de cierto espacio de tiempo. El hecho narrado aqu por Mateo no tendra, pues, segn esta opinin, el carcter de un prodigio, sino que sera ms bien el comienzo de la transfiguracin futura del mundo. Slo en el caso de que en este texto se hiciera realmente referencia a la resurreccin definitiva, escatolgica, y no a una simple vuelta a la vida terrena, se manifestara Cristo realmente como el vencedor de la muerte, aunque a esto hay que objetar que como tal se revela ya tambin por el hecho de su propia resurreccin. Adems, tampoco pueden pasarse por alto ni ser superadas las dificultades que presenta esta interpretacin. En primer lugar sigue en pie la cuestin de si no hay que fechar al menos la resurreccin de estos santos, tal como parece exigir la conexin de este hecho con los otros prodigios que acompaan la muerte 35. Cf. Me 5.21-43; Le 7,11-17; Jn 11,1-54. 539
27,45-56
Muerte de Jess
Jess es sepultado
27,57-61
de Jess, ya antes de la resurreccin de Cristo, no resultando entonces viable el pensar aqu en el descenso. de Cristo a los infiernos. Tal doctrina no es extraa a Mateo (cf. 12,40), pero slo con referencia a su estancia de tres das en el Seol, que resulta, con todo, inevitablemente del hecho de que Jess muri realmente el viernes santo y estuvo realmente muerto hasta el momento de su resurreccin. Totalmente ajena es en cambio al evangelista la idea, unida ms tarde a partir de Melitn de Sardes con el descenso de Jess a los infiernos, de que Jess hubiera penetrado all en los dominios de la muerte, hubiera vencido a la muerte, la reina de las regiones de ultratumba (o al hades, o segn teoras posteriores, a Satn), y le hubiera arrebatado su presa, liberando a los justos aprisionados en el reino de los muertos. Tampoco en IPe 3,19-20; cf. 4,6 se hace referencia a un asalto al hades y a la liberacin de los muertos, sino a la predicacin de Cristo a los espritus que estaban en prisin, y en f 4,8-10, las regiones inferiores de la tierra no designan las regiones de ultratumba, sino la tierra, en contraposicin con el cielo. Y si la idea del descenso de Cristo a los infiernos en el sentido referido anteriormente no se puede probar como atestiguada en el NT, falta entonces tambin el presupuesto para la interpretacin escatolgica de la resurreccin de los santos. Por otra parte habra que preguntar tambin cmo podra aunarse la misma con ICor 15,23. Referir la ciudad santa a la Jerusaln celestial, en lugar de a la Jerusaln terrena (cf. Mt 4,5), no queda sugerido por el contexto, mejor queda hasta excluido por el hecho de que las apariciones de los santos resucitados son mencionadas slo despus de su llegada a la ciudad santa. Que se aparecieron a muchos no quiere destacar expresamente que a diferencia, por ejemplo, de Lzaro (cf. Jn 12,9) , no podan ser vistos por todos, sino slo hacer notar el gran nmero de los que los vieron. Y de la resurreccin de sus cuerpos se habla seguramente para excluir toda posibilidad de duda en la realidad de la resurreccin. Quines fueron estos santos, cul fue su destino tras su resurreccin, son cuestiones para nosotros tan insolubles como la 540
de la fuente de la que Mateo haya tomado esta misteriosa escena, de la que no se encuentra por lo dems eco alguno en todo el Nuevo Testamento. Segn el contexto no puede, con todo, pensarse en una referencia a los grandes personajes de la antigua alianza en general, ya que poniendo el hecho de la resurreccin de estos santos en relacin con el abrirse de las tumbas y esto, a su vez, con el terremoto, no podra pensarse ms que en aquellos santos del AT que estuvieran enterrados en Jerusaln o sus cercanas, como por ejemplo David, cuya tumba (en la colina ste de Jerusaln) es mencionada por Pedro en su predicacin el da de pentecosts (Act 2,29), donde queda adems supuesto que est an ocupada por aqul. Tampoco resulta viable pensar en los profetas cuyas tumbas se mostraban en la pendiente SE del monte de los Olivos, ya que estas tumbas procedan del siglo i v o v d.C. Por otra parte sera una arbitrariedad suponer incluidos en la resurreccin del viernes santo, slo aquellos santos del AT que casualmente estuvieran enterrados en Jerusaln o sus cercanas. Habra que pensar ms bien en todos los santos del AT, cosa que impide por su parte el texto mismo. Mateo generaliza 38 al hacer participar tambin en la confesin 54-56 del centurin al resto de los dems soldados romanos (v. 54). Salom (Me 15,40) queda determinada (v. 56) como madre de los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan.
Jess es sepultado 27,57-61 (= *Mc 15,42-47; Le 23,50-56; Jn 19,38-42) Llegada la tarde, fue un hombre rico, de Arimatea, llamado Jos, que tambin se haba hecho discpulo de Jess; 58 ste se present ante Pilato y le pidi el cuerpo de Jess. Entonces Piloto mand que se lo entregaran. 69 Y Jos tom el cuerpo, lo envolvi en una sbana limpia, 60 y lo deposit en su sepulcro nuevo, que se haba hecho tallar en la roca; y despus que hizo rodar una gran 36. Cf. com. a Mt 26,8. 541
67
27,62-66
27,62-66
piedra a la puerta del sepulcro, se march. 61 Pero Mara Magdalena y la otra Mara estaban all sentadas frente al sepulcro. El relato est notablemente abreviado frente al de Marcos. Suprimido queda el dato de que Jos de Arimatea era miembro del sanedrn y en lugar de nombrarle como uno que esperaba el reino de Dios, se dice breve y categricamente que era un discpulo de Jess, no distinguido, sino rico (alusin intencionada a Is 53,9). En el v. 60 se dice expresamente que el sepulcro era nuevo y que estaba dispuesto para Jos mismo, esto es, el Mesas recibe una sepultura digna.
La guardia del sepulcro 27,62-66 Al da siguiente, el que viene despus de la parasceve, se reunieron los pontfices y los fariseos ante Pilato, e3 y le dijeron: Seor, nos hemos acordado de que aquel impostor, cuando an viva, dijo: "Despus de tres das resucitar." 64 Manda, pues, que el sepulcro quede bien asegurado hasta el da tercero, no vayan a llegar los discpulos, lo roben, y luego digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos"; pues este ltimo engao sera peor que el primero. 65 Pilato les respondi: Aqu tenis una guardia; id y aseguradlo bien, como lo habis pensado. 66 Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo all la guardia. Este pasaje, exclusivo de Mateo, prepara ya el siguiente cap. 28 y, en cuanto a su contenido, forma un solo cuerpo con 28,4.11-15. Estos pasajes representan todos un grado de evolucin de la tradicin en el que se manifiesta una actitud apologtica de la comunidad paleocristiana frente a los intentos judos de tergiversar y reducir a la nada el mensaje pascual. El presente relato tiene como fin poner de manifiesto, como falsedad consciente, la afirmacin de los enemigos de Jess de que sus discpulos haban robado su cadver. Un robo del cadver era de todo punto imposible, ya que el sepulcro estaba custodiado por soldados romanos. 542
62
La designacin doble e indirecta del da (en lugar de el s- 62s bado) se explica por hecho de que Mateo haba pasado por alto antes (v. 57) el dato temporal de Me 15,42. Que al sanedrn no se le ocurra hasta despus de haber pasado una noche tras la muerte y la sepultura de Jess tomar medidas de seguridad, no es un rasgo improbable histricamente; cuando Jess fue enterrado, estaba ya a punto de dar comienzo el sbado y por otra parte poda tambin parecerles peligrosa la circunstancia, llegada entre tanto a sus odos, de que un hombre influyente como Jos de Arimatea se haba hecho cargo del cadver. La frase nos hemos acordado suena como una disculpa por el hecho de no haber ido antes con su peticin. De dnde podan conocer ellos la profeca de Jess de que resucitara despus de tres das, siendo as que las tres predicciones de la pasin 37 formaban parte del misterio mesinico, es una cuestin que queda, para nosotros, sustrada a una respuesta precisa. Por lo general se suele pensar en las palabras de Jess sobre la seal de Jons (12,40). Para hacer vana la profeca basta asegurar la tumba durante tres das por una guardia de soldados romanos. Por medio de ella puede impedirse que vayan quiz los discpulos de aquel impostor 38 y se lleven en secreto su cadver del sepulcro y luego engaen al pueblo con la mentira de que ha resucitado. Este ltimo engao sera peor an y ms peligroso que el primero (cuando Jess con su doctrina haba revuelto a todo el pueblo, Le 23,5), ya que la afirmacin de que l mismo hubiera vencido a la muerte tena necesariamente que producir una impresin mayor en el pueblo. Y entonces los dirigentes del judaismo mismos y Pilato con ellos, al quitar de en medio el primer mal dando muerte a Jess, hubieran colaborado de hecho a provocar otro mal mucho mayor. Pilato cede a sus ruegos, a pesar de que desde su punto de vista 65 tienen que parecerles fantsticas las preocupaciones de los dirigentes judos, quienes reciben para el corto espacio de tiempo una guardia de soldados romanos. Por lo dems, les deja el asunto a su arbitrio. 37. Mt 16,21; 17,23; 20,19. 38. Mt 27,63; cf. Jn 7,12.47. 543
28,1-10 66
28,1-10
En consecuencia, los miembros del sanedrn precintan la tumba, para asegurarse tambin frente a los soldados (cf. 28,13), sellndola en presencia de la guardia romana (probablemente con una cuerda puesta sobre la piedra; cf. Dan 6,18).
Resurreccin de Jess y misin de los discpulos cap. 28 Ha resucitado, no est aqu 28,1-10 ( = *Mc 16,1-8; Le 24,1-11; Jn 20,1-18) Pasado ya el sbado, cuando empezaba a amanecer el primer da de la semana, Mara Magdalena y la otra Mara fueron a ver el sepulcro. 2 De pronto se produjo un gran terremoto; pues un ngel del Seor baj del cielo, se acerc, hizo rodar la piedra y se sent encima de ella. 8 Su aspecto era como de relmpago, y sus vestidos, blancos como la nieve. * Los centinelas se estremecieron por el pnico y se quedaron como muertos. 5 Pero el ngel, dirigindose a las mujeres, les dijo: No tengis miedo vosotras; pues bien s que vens a buscar a Jess, el crucificado. 6 No est aqu; pues ha resucitado, como dijo. Venid y ved el sitio donde fue colocado. 7 Ahora, id inmediatamente a decir a sus discpulos que ha resucitado de entre los muertos, y tambin que l ir antes que vosotros a Galilea; all lo veris. Ya os lo he dicho. 8 Ellas se alejaron inmediatamente del sepulcro, con temor, pero con grande alegra, y fueron corriendo a llevar la noticia a sus discpulos. Y de pronto Jess les sali al encuentro y las salud: Dios os guarde! Ellas entonces se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante l. 10 Entonces les dice Jess: No tengis miedo. Id a levar la noticia a mis hermanos, para que vayan a Galilea; all me vern. El relato de Mateo coincide en cierto nmero de rasgos con el de Marcos, pero, por otra parte, ofrece otros muchos que le son propios. 544
9 1
Falta en Mateo la noticia de Marcos, de que las mujeres fueron 1 al trmino del sbado, esto es a su atardecer, a comprar aromas para la uncin del cadver que tenan dispuesta. Con ello se corresponde el que se d como objeto de su visita matinal del domingo, slo el ver el sepulcro. La tumba estaba segn 27,62-66 sellada y custodiada, y por ello queda excluida toda posibilidad de una uncin del cadver. Por este motivo falta tambin Me 16,3s, donde se habla de la preocupacin de las mujeres sobre quin les va a quitar la piedra de entrada al sepulcro. La visita de las mujeres es aqu, pues, slo un espontneo acto de piedad para con el muerto y nada ms. Lo que sorprende entonces en Mateo es el que vayan ya a primera hora de la madrugada al sepulcro. De las tres mujeres mencionadas en Me 16,1, Mateo slo nombra las dos Maras. En los v. 2-4 ofrece Mateo un importante dato que falta en 2-4 Marcos (y Lucas): un mensajero del mundo celestial, que se deja reconocer como tal en el brillo de su gura y en el color blanco de su vestido s9 , aparece en forma visible, en medio de un temblor de tierra, retira la piedra y se sienta sobre ella, por tener que cumplir un encargo ante las mujeres. Los soldados que custodian la tumba caen aterrorizados al suelo como muertos (cf. Ap 1,17). El hecho principal, la resurreccin de Cristo y su salida de la tumba, que tambin, segn Mateo, slo pudo tener lugar despus de ser retirada la piedra, no queda descrita, en l como tampoco en Marcos ni Lucas. Slo las circunstancias que la acompaan quedan expuestas. El orden en que Mateo da cuenta de cada uno de los acontecimientos de la escena, no admite otra explicacin, sino la de que el temblor de tierra y la bajada del ngel tuvieron lugar mientras las mujeres iban ya de camino hacia la tumba. Esto obliga a prescindir de todo intento de igualar con violencia la exposicin de Mateo con la de Marcos, segn la cual las mujeres no notan en absoluto un temblor de tierra en su camino al sepulcro y se quedan sorprendidas al ver que la piedra de entrada est ya retirada. La retirada de la piedra es 39. Cf. com. a Me 9,2s. 545
28,1-10
28,1-10
aqu obra del ngel y no como en 27,52, efecto del temblor de tierra, que aqu aparece ms bien como fenmeno que acompaa al prodigioso suceso. En los v. 5-8 vuelve Mateo a coincidir, a grandes rasgos, con el relato de Marcos (16,6-8). Slo resulta de lo precedente la diferencia de que, segn Mateo (v. 2), el ngel est sentado sobre la piedra, y el dilogo tiene lugar, por tanto, fuera de la tumba (cf. con todo v. 6b), mientras que, segn Me 16,5, las mujeres entran en el sepulcro y all vieron a un joven, sentado a la parte derecha. En el v. 6 se remite, de manera expresa, a las predicciones de su resurreccin hechas por Jess 40 . En el v. 7 no se nombra a Pedro expresamente junto a los dems discpulos (a diferencia de Me 16,7), probablemente en previsin de que Mateo no va a narrar ninguna aparicin exclusiva del Resucitado a Pedro. Por otra parte aqu se subraya principalmente el hecho de la resurreccin misma, que queda otra vez mencionada, mientras que en Me 16,7 se remite simplemente a la promesa de Jess (14,28 = Mt 26,32) de que ir a Galilea antes que los discpulos. Por ello en lugar de: como os lo haba dicho l, se dice en Mateo: ya os lo he dicho, subrayando las propias palabras del ngel (como diciendo: Proceded ahora vosotros en consecuencia). En el v. 8, Mateo sigue en un principio el texto de Marcos, cuyo relato queda interrumpido (v. 8) sbitamente con el dato del temor y espanto que hacen callar a las mujeres, pero Mateo contina luego dando noticia de que las mujeres, llenas de miedo y de alegra a un tiempo, se pusieron rpidamente en camino para llevar a los discpulos el mensaje de la resurreccin. Con los v. 9s dan comienzo las partes exclusivas de Mateo en el relato de la resurreccin, que forman tres pasajes independientes entre s: 1. la aparicin de Jess a las mujeres que acaban de abandonar la tumba (v. 9s), 2. el relato sobre la mala fe de los sumos sacerdotes (v. 11-15) y 3. la aparicin de Jess a los once discpulos en Galilea con la orden de misin y de bautismo (v. 16-20). De los tres pasajes, ni el primero ni el segundo pueden 40. Mt 16,21; 17,23; 20,19; 26,32. 546
haber estado en el final de Marcos perdido hoy; pero s, tal vez, basndose en 14,28 y 16,7, el tercero. Los v. 9s parecen seguir espacial y temporalmente de manera inmediata a la aparicin del ngel a las mujeres, aunque el pasaje no lleva determinacin local ni temporal alguna y el v. 11 podra ir siguiendo lo mismo al v. 8 que al v. 10. A esto se aade un nuevo y doble problema, que resulta de la relacin del contenido de estos dos versculos con otros textos. En primer lugar con los v. 7s, que les preceden de manera inmediata. Segn el v. 8, las mujeres estn dispuestas, siguiendo las palabras del ngel (v. 7), a llevar el mensaje de la resurreccin a los discpulos y por ello parece innecesaria la repeticin del mismo encargo por parte de Jess en el v. 10. Tambin tiene que resultar extrao, que el Resucitado se aparezca aqu a las mujeres, y al mismo tiempo mande a los discpulos a Galilea, donde deben encontrarle. Este problema quedara al menos atenuado, si precediera de manera inmediata Me 16,8, pasaje segn el cual las mujeres, llenas de temor y espanto, no se atreven a dar cumplimiento al encargo del ngel; en este caso sera ms comprensible que el Resucitado mismo vuelva a repetir su encargo. Pero Mateo ha variado ya (v. 8) el texto de Marcos en el sentido de que las mujeres se ponen realmente en camino para cumplir las palabras del ngel, por lo que los v. 9s parecen ser un simple duplicado de los v. 5-7, con la sola diferencia que van aqu puestos en labios del Resucitado mismo. Ambos versculos no pueden ser creacin de Mateo, por la relacin en que se encuentran con los que inmediatamente les anteceden. El segundo problema consiste en la relacin del v. 9 con Jn 20, 11-18 (cf. tambin Me 16,9), pasaje segn el cual Jess se apareci, en primer lugar, a Mara Magdalena sola, precisamente en la segunda visita que sta hizo al sepulcro. Segn el v. 1, Mara Magdalena se encuentra tambin entre las mujeres de que se habla en el v. 9. A esto hay que hacer las siguientes observaciones: es imposible el colocar Jn 20,1-18 temporalmente despus de Mt 28,9s (ya que, en Juan, Mara Magdalena, antes de aparecrsele el Seor, slo conoce el hecho del sepulcro vaco, pero no la noticia del 547
28,11-15
28,11-15
ngel de Mt 28,5-7 sobre la resurreccin de Jess); igualmente difcil es suponer dos apariciones distintas a Mara Magdalena, tan semejantes en su desarrollo; segn Lucas 24,9s.23, en 6n, las mujeres llevaron a los discpulos slo la noticia de la tumba vaca y de la aparicin del ngel, motivos todos que llevan a la conclusin de que los v. 9s sean un sumario relato paralelo de Jn 20,11-18. Precisamente este pasaje es entonces un ejemplo tpico de la irregularidad de la tradicin sobre las apariciones del Resucitado ". Que las mujeres abrazan los pies de Jess, gesto utilizado para pedir auxilio (cf. 2Re 4,27), es aqu, junto con el caer a tierra, slo expresin de veneracin en alto grado. Inmotivadas resultan en el v. 10, despus del v. 9, las palabras no tengis miedo (no as en el v. 5). Es desacostumbrada la designacin de mis hermanos referida a los discpulos (cf. tambin Jn 20,17). Expresa la ntima unin en que se encuentran tambin entonces con Jess (cf. 12,49s). Tal expresin puede, con todo, slo ser utilizada por Jess para con los discpulos, pero no viceversa. La mala fe de los sumos sacerdotes 28,11-15 Mientras ellas se iban, algunos de la guardia fueron a la ciudad y refirieron a los sumos sacerdotes todo lo sucedido. "Pero stos, en unin con los ancianos, tomaron en consejo el acuerdo de darles a los soldados gran cantidad de monedas de plata, " con esta consigna: Decid as: "Mientras nosotros dormamos, vinieron de noche sus discpulos y robaron el cuerpo"; 14 y si esto llega a odos del procurador, nosotros lo convenceremos y conseguiremos que vosotros quedis seguros. 15 Ellos recibieron el dinero y procedieron de acuerdo con estas instrucciones. Y esta versin ha corrido entre los judos hasta el da de hoy. Este pasaje forma la continuacin de 27,62-66 y 28,4. Los dirigentes del judaismo han negado su fe a Jess, vindose obligados,
41. Cf. el exc. que sigue a Mt 28,15.
S4R
11
por ello, a luchar en contra de la verdad con la mentira y el soborno, con lo que se hacen nuevamente culpables. La noticia de los acontecimientos sucedidos en el sepulcro de Jess ha llegado tambin a odos de sus enemigos, por mediacin de la guardia, que ellos mismos haban hecho poner en el sepulcro. Slo que la diferencia es grande entre el mensaje pascual de las mujeres, basado en la noticia del ngel, y la informacin dada por los soldados a los pontfices. Los centinelas no han visto al Resucitado ni el acto de la resurreccin misma (cf. v. 4). Jess se ha manifestado slo a los testigos escogidos de antemano por Dios (Act 10,41). Los soldados podan atestiguar slo los sucesos unidos al hecho de la resurreccin. No quieren decir otra cosa las palabras del evangelista de todo lo sucedido (v. 11). La forma en que los miembros del sanedrn reaccionan ante la noticia es prueba de que no se atreven a considerarla pura invencin, aunque para ellos no entra dentro de lo posible la realidad de la resurreccin de Jess. Por ello buscan el hacer inofensivo el peligroso mensaje mediante la mentira y el soborno. Su propuesta a los soldados romanos no est slo desprovista de sentido ya que si dorman no podan haber sido testigos del robo del cadver , sino que adems es peligrosa, puesto que ellos mismos deben acusarse de un grave incumplimiento de su deber. Con todo se dejan convencer los soldados, con dinero y con la promesa de los pontfices de que asumen ellos la responsabilidad. Esta versin juda de la resurreccin se mantuvo, como afirma el evangelista al fin de su relato (cf. 27,8), hasta su tiempo42. En estas palabras finales del pasaje se deja ver tambin claramente uno de los propsitos principales de Mateo en la composicin de su evangelio, la defensa de la fe cristiana contra las tergiversaciones de parte juda. En relacin con ello parece que hay que explicar tambin el hecho de que Mateo no se refiera ms que a la visita de las mujeres a la tumba y no hable tambin de que los discpulos estuvieran all. Las mujeres son las primeras en ir al sepulcro, de cuya situacin exacta se dieron cuenta el viernes santo, y lo en42. Y aun hasta ms tarde; cf. JUSTINO, Dialogus cum Tryphone 108. 549
Historicidad de la resurreccin de Jess cuentran vaco, siendo as testigos contra las mentiras divulgadas por parte de los judos. Historicidad de la resurreccin de Jess. La resurreccin de Jess formaba en la fe del cristianismo primitivo uno de los hechos ms ciertos y ms plenos de significacin de todo el suceso de la redencin. Junto con la muerte de Jess en la cruz formaba el tema central de la predicacin apostlica, como lo prueban los discursos de los Hechos de los apstoles 43 . Para los discpulos de Jess, el da de la resurreccin, tras la catstrofe del viernes santo, significaba no slo el restablecimiento de su grado de fe anterior, sino el comienzo de una nueva comprensin de la persona y la misin de su Maestro, profundizada y amplificada luego por las instrucciones del Seor en sus apariciones. En el hecho, absolutamente cierto para ellos, de que Jess vive vieron los discpulos la confirmacin divina de su mesianidad (cf. Act 2,14-36), ya que Dios era quien le haba resucitado de entre los muertos, como destaca repetidas veces, sobre todo, Pablo 44 . Y en la figura del Resucitado quedaban, para ellos, bien encuadradas todas las prodigiosas pruebas de poder dadas por Jess antes de su muerte, cuyos testigos oculares haban sido, y todo lo que en su trato con l haban odo y haban visto 45 . Muchas de sus palabras pudieron entonces comprenderlas en su verdadero sentido; sobre todo entendieron tambin el sentido de su muerte, que antes haba sido para ellos motivo de escndalo (cf. Me 8,31-33). Pablo declara que la resurreccin, junto con la muerte en la cruz (cf. Rom 8,34) es el punto central del evangelio. Por ello la explica en ICor 15, tanto en su realidad histrica (15,3-8), como en su sentido supraterreno, escatolgico. Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicacin, vana tambin vuestra fe... estarais an en vuestros pecados; entonces-tambin los que se dur43. Act 2,22-36; 3,12-26; 4,8-12; 5,30-32; 10,34-43. 44. Rom 4,24; 8,11; 2Cor 4,14; Gal 1,1; Col 2,12; ITes 1,10; cf. tambin IPe 1,21. 45. Cf. Act 2,22; 10,37-39. 550
Historicidad de la resurreccin de Jess mieron en Cristo, perecieron (ICor 15,14.17); porque la resurreccin es el hecho que completa la obra de redencin de Cristo (cf. Rom 4,25). Y Cristo ha sido resucitado, segn Pablo, como primicia de los dormidos (ICor 15,20), como primognito de entre los muertos (Col 1,18). Su resurreccin es la primera victoria sobre la muerte, el prototipo y la garanta de la resurreccin de los cristianos (ICor 15,20-23). Para Jess mismo, la resurreccin significaba no slo la perfeccin de su obra redentora y la confirmacin divina de su misin, sino tambin la deposicin de su figura de siervo (xvoxnt;) y el comienzo de su exaltacin como Seor (cf. Flp 2,6-11), que, como afirma todo el NT, est sentado a la diestra del Padre 46. Para comprender debidamente la resurreccin de Jess y su certeza histrica hay dos hechos de importancia fundamental. Su certeza se apoya nica y exclusivamente en la fe de los primeros discpulos de Jess, y no en el hecho del sepulcro vaco (cf. infra) o en otra clase de pruebas. El Resucitado, en su nueva corporeidad, no se ha mostrado, como antes el Jess histrico, a todo el mundo. No a todo el pueblo, sino a los testigos escogidos de antemano por Dios, a los discpulos le ha hecho Dios visible (Act 10,41), y en su testimonio y en su fe de haber visto realmente al Resucitado se basa el kerygma cristiano, cuyo punto central est formado por la resurreccin de Jess. Por eso, Pedro cuando se trata de reintegrar el colegio de los doce, declara que la misin expresa del apstol es ser testigo de la resurreccin47. Pero la resurreccin significaba, no el retorno a la existencia terrena, sino la entrada en el estado pneumtico de la exaltacin, estado que, como tal, no es accesible a los sentidos naturales de testigos humanos y, por ello, no puede ser tampoco enjuiciada y comprobada como otro hecho histrico cualquiera. La muerte de Jess y el sepulcro vaco pueden ser considerados como hechos histricos normales y pueden ser enjuiciados segn las leyes de la crtica histrica; la resurreccin y las apariciones del Resucitado 46. Cf. Me 14,62; Act 2,33; 7,55s; Rom ,34; Ef 1,20; Col 3,1; Heb 1,3; 10,12; 12,2; IPe 3,22; Me 16,19. 47. Act 1,22; cf. 2,32; 3,15; 4,33; 5,32; 10,41; 13,31. 551
Historicidad de la resurreccin de Jess en cambio, uo pueden ser objeto de una verificacin cientfica histrica, porque la corporeidad pneumtica del Seor glorioso no pertenece ya al estado del en presente ni est sometida a las leyes del mismo. Ambos hechos son ms bien, como se afirma de una manera expresa en el NT 48 , exclusivamente objeto de la fe y por ello son ofrecidos en la predicacin paleocristiana como tema central y verdadero de la fe. La resurreccin queda presupuesta como hecho real por todo el NT. De entre los testimonios expresos sobre ella es el ms antiguo el de Pablo. (ICor 15,3ss), por remontarse hasta los das de Damasco (33-35). Pablo destaca, en efecto, de manera expresa, haber predicado la resurreccin de Cristo desde un principio como tema central en su actividad apostlica, habindose apoyado para ello en el testimonio de la tradicin. Como testigos de vista del hecho de la resurreccin menciona a Cefas, los doce, despus ms de quinientos hermanos juntos, muchos de los cuales viven todava, Santiago, todos los apstoles y, en ltimo lugar, l mismo (ICor 15,6-8). Con la expresin por ltimo, Pablo quiere dar a entender que despus ya no hubo ms apariciones del Resucitado, en otras palabras, que estuvieron limitadas a un tiempo determinado y que tienen que ser distinguidas de las visiones y revelaciones del Seor49, cuya realidad no es menos cierta para Pablo. Los relatos de los evangelios sobr las apariciones del Resucitado ofrecen considerables diferencias entre s y proceden evidentemente de tradiciones distintas. De las apariciones enumeradas por Pablo, es mencionada, pero no descrita, la de Pedro50. La aparicin a los doce y la a todos los apstoles pueden ser equiparadas con Le 24,36-43 y 24,44-49 con Mt 28,16-20. En cambio, quedan narradas otras apariciones que faltan en Pablo, unas de manera breve, otras con ms detalle; esto es, ni los evangelistas ni Pablo pretenden dar un informe exhaustivo del tema ". De esto no
48. Cf. Rom 10,9; IPe 1,21. 49. 2Cor 12,1; cf. Act 18,9; 22,17s; 23,11; 2Cor 12,7. 50. Le 24,34. 51. Cf. Act 1,3; a pesar de ello, Lucas, en su Evangelio, slo da cuenta de un corto nmero de apariciones.
se sigue, que esta diversidad y disparidad de la tradicin haya de ser vista como signo de su falta de valor histrico, sino slo que no se tena un inters especial en conseguir un esquema unitario en la tradicin. Tampoco dentro de los relatos sobre un mismo hecho se da una coincidencia exacta, ni ha sido sta buscada posteriormente. Todos los evangelios dan cuenta del acontecimiento vivido por las mujeres en el sepulcro de Jess la maana de la pascua; pero Marcos (16,1) y Lucas (24,10) mencionan tres apariciones (y no exactamente las mismas); Mateo (28,1), dos; Juan (20,1), slo una52. Tampoco en el resto del contenido coinciden los cuatro relatos de manera completa; cf. Me 16,8 (no dijeron nada a nadie) junto a Mt 28,8 (fueron corriendo a llevar la noticia a sus discpulos). Tampoco Le 23,56 coincide, de manera exacta, con Me 16,1. En Le 24,7 falta la orden a los discpulos de que vayan a Galilea, por ser narradas a continuacin slo apariciones en Jerusaln y sus cercanas. Mateo (28,2.5) y Marcos (16,5) hablan slo de un ngel aparecido a las mujeres, Lucas (24,4s) de dos; asimismo Juan (20, lis) en la segunda visita de Mara Magdalena. Juan (20,13ss) no dice tampoco nada, a diferencia de los sinpticos, de que hubieran sido los ngeles quienes comunicaron el mensaje de la resurreccin de Jess. Segn Mateo (28,2), se sent el ngel sobre la piedra que haba retirado; segn los otros tres evangelistas, tiene lugar el encuentro entre las mujeres y el ngel (o los dos ngeles) en el interior del sepulcro. Un difcil problema forma la aparicin narrada slo por Mateo (28,9s) del Resucitado a las mujeres que regresan del sepulcro. Otro, todava de mayor peso, es el de que Lucas no dice nada en absoluto de apariciones en Galilea. Lucas sigue evidentemente una tradicin en la que no eran mencionadas, y bajo su influjo ha transformado tambin Me 16,7 (24,6s) y suprimido Me 14,28; aunque el relato de Lucas (Act 2,7) de que eran galileos en su mayor parte los componentes de la comunidad de pentecosts podra ponerse en relacin con apariciones del Resucitado en Galilea.
52. Cf., con todo, Jn 20,2: no sabemos.
552
553
A pesar de esta desigualdad en el conjunto y en una serie de rasgos particulares, no se anulan entre s los cuatro relatos en lo que tienen de comn, que es el hecho del sepulcro vaco y la aparicin del ngel. Tampoco el que Lucas suprima el dato de la orden a los discpulos de ir a Galilea, que encontr en Me 16,7 (y 14,28), quita valor a los relatos de Mateo y Juan sobre apariciones galileas de Jess, ya que Lucas procede as por no tener luego ninguna de estas apariciones que contar. Y, al contrario, tampoco Me 16,8 ( = Mt 28,8) hace imposible la aparicin de Jess narrada por l (y Jn 20,19-23) ante los discpulos reunidos en Jerusaln la tarde del domingo de pascua (24,36-43), ya que el encargo recibido por las mujeres la maana de la pascua presupone precisamente la permanencia de los discpulos en Jerusaln y su marcha a Galilea no hay que imaginarla como una especie de apresurada huida. Una objecin especialmente grave contra la credibilidad de los relatos sobre las apariciones del Resucitado se ha querido encontrar en la forma en que el Resucitado queda descrito en cada uno de ellos. En unos aparece en una existencia totalmente nueva, por encima de las leyes espaciales, ms all de la carne y la sangre 5S, sin ser siquiera reconocido en el primer momento54. Frente a ellos se opone otra concepcin ms terrena, que coincide con la doctrina juda sobre la forma de la resurreccin55. sta supondra una materializacin hacia lo corporal de la concepcin primitiva puramente espiritual d e los hechos. Esta objecin queda con todo demostrada claramente como insostenible por la observacin de que ambas concepciones no van repartidas de manera exacta entre los distintos evangelios, sino que, en parte, se encuentran una junto a otra en uno y el mismo pasaje de ellos. Esto prueba no slo que los evangelistas no encontraron contradiccin interna alguna en ello, sino que corresponde precisamente al proceso realizado por la resurreccin, que no fue un re53. ICor 15,50; of. Jn 20,17: No me sujetes; 20,19-23: con las puertas cerradas; asimismo Le 24,15.31.36. 54. Le 24,16ss; X n 20,14ss. 55. Cf. com. a MTC 12,20-23; cf. Me 28,9; Le 24,39.42s; Jn 20,20-27. 554
torno a la existencia terrena, sino el comienzo de una forma de existencia nueva, pneumtica. El Resucitado no aparece en modo alguno en los relatos de los evangelios en un estado incorpreo, aunque su forma de existencia es por otra parte distinta que antes de la resurreccin, y tampoco Pablo se ha representado los cuerpos de los resucitados en forma inmaterial (lo cual equivaldra prcticamente a la negacin de la resurreccin), sino deslindado claramente su doctrina en este punto tanto frente a la teora juda, como frente a la doctrina griega de la inmortalidad que supone una subsistencia fuera del cuerpo50. Comunes a todos los testimonios sobre la resurreccin de Jess son los siguientes rasgos: 1. La fe de los discpulos en la resurreccin de Jess como hecho real. Los discpulos desconcertados (cf. Me 14,27), desengaados y sin esperanza (cf. Le 24,19-21) a consecuencia de los sucesos del viernes santo, creen de pronto que su maestro, ajusticiado y enterrado el viernes santo, ha resucitado y se ha aparecido a diversos de ellos. 2. Estos testimonios dan fe de que se trata de apariciones de Jess resucitado de su tumba, esto es, aseveran unnimemente el hecho del sepulcro vaco. 3. Atestiguan con la misma unanimidad que resucit al tercer da (cf., en Pablo, ICor 15,4). 4. Las apariciones del Resucitado se limitan a un tiempo determinado, y son, por ello, esencialmente distintas de otras apariciones y revelaciones del Seor. 5. Atestiguan tambin que el cuerpo del Resucitado ha pasado por la resurreccin a una nueva forma de existencia no carnal, que sigue manteniendo con todo el carcter de una autntica corporeidad. 6. De todos los relatos se deduce claramente que el hecho del sepulcro vaco no era el motivo para la fe en la resurreccin. 7. De manera unnime atestiguan todos la realidad de la resurreccin en el sentido de un milagro obrado por el poder de Dios,
56. Cf. com. a Le 20,34-36 y ICor 15,12.
555
Historicidad de la resurreccin de Jess por el que ha mostrado al crucificado y sepultado como su Mesas y su HijoB7. 8. Comn es, en fin, a todos los relatos el hecho de que no describen el proceso mismo de la resurreccin. Tal descripcin se encuentra, por primera vez, en el novelesco Evangelio apcrifo de Pedro. Nadie estuvo all como testigo de vista. Esta circunstancia tiene precisamente que ser mencionada como prueba capital de que es historia y no leyenda lo que se quiere narrar. Significacin especial recibe, entre las anteriores observaciones, la de que el hecho del sepulcro vaco no es nunca empleado como comprobacin de la fe en la resurreccin. Del hecho de que las mujeres encontraron el sepulcro vaco, no se concluy que el Seor haba resucitado. Lucas y Juan ponen de relieve que el hecho del sepulcro vaco slo produjo, en el primer momento, asombro y perplejidad. Los discpulos de Emaus han odo tambin del hecho del sepulcro vaco confirmado por algunos de los discpulos y no lo ponen en duda, pero no son llevados por l, en modo alguno, a la conviccin de que el Seor tuviera que haber resucitado (Le 24, 22-24). Mara Magdalena est, segn Jn 20,1-15, consternada y perpleja al encontrar la tumba vaca y cree que ha sido robado el cadver de Jess. Tampoco en Marcos y Mateo es el hecho del sepulcro vaco lo decisivo para la fe de las mujeres, sino la aparicin y el mensaje del ngel. Esta fe no es an, en el primer momento, una fe firme y llena de la alegra de la pascua, sino deprimida por temor y espanto (Me 16,8). Las apariciones del Resucitado son las que nica y exclusivamente dieron a los discpulos la seguridad de que Jess realmente vive. De aqu se sigue lo insostenible de la opinin moderna de que el sepulcro vaco sea, al contrario, una invencin de la fe en la resurreccin surgida de vivencias de carcter exttico, creada con el fin de apoyar esa misma fe, o simplemente una consecuencia natural de ella. Entre el hecho de la tumba vaca y las apariciones del Resucitado no 57. Cf. Act 3,15; 4,10; 5,30; 10,40; 13,30.37; de aqu tambin la preferencia por la expresin ser resucitado en vez de resucitar; cf. com. a Mt 16,21. 556
Historicidad de la resurreccin de Jess existe, en principio, ninguna conexin inmediata. La notable prolijidad con que los evangelistas describen la visita de las mujeres a la tumba de Jess parece encaminarse y no en ltimo lugar, al objeto de. que no recaiga en los discpulos la sospecha de que fueran ellos quienes robaran el cadver de Jess. Aquella teologa moderna que niega la resurreccin de Jess se ve obligada a intentar explicar la fe de los discpulos de manera puramente natural. El primero de estos intentos, iniciado por H.S. Reimarus (1778), se limita a hacer suya la afirmacin de los enemigos judos de Jess (cf. Mt 28,12-15): los discpulos de Jess o (segn representantes modernos de esta teora) otra persona cualquiera (Jos de Arimatea o otros miembros del sanedrn) se habran llevado el cadver del sepulcro. La primera de las dos hiptesis resulta absolutamente inconciliable con el carcter de los discpulos consignado en los evangelios (todo el mensaje de la pascua habra sido slo un engao consciente); la segunda, que supone no una mentira, sino un error por parte de los discpulos, fracasa ante la consideracin, de que ni Jos de Arimatea, ni an menos el sanedrn hubieran podido pasar el hecho en silencio, as como en la circunstancia, antes alegada, de que el sepulcro vaco, por s solo, no condujo a los discpulos a la fe en la resurreccin de Jess. La explicacin de la fe en la resurreccin dominante en la teologa moderna a partir de D.Fr. Strauss, afirma que los discpulos, cada uno en particular o colectivamente, tuvieron experiencias de carcter visionario, en las que creyeron ver al Seor vivo, esto es, resucitado. Esta hiptesis reconoce las apariciones del Resucitado como realidad histrica (como visiones subjetivas), pero niega la historicidad de la resurreccin misma. La aparicin del Resucitado a Pedro y a los doce es realidad histrica, pero su concepcin como "resurreccin" al tercer da es interpretacin teolgica (E. Seeberg). Esta teora reclama para s la ventaja de su falta absoluta de complejidad y remite, como apoyo de su probabilidad intrnseca, a numerosos ejemplos semejantes en el dominio de la vida religiosa. Por otra parte puede alegar tambin que nosotros, como hecho histrico, podemos constatar slo la fe de los discpulos de Jess 557
Historicidad de la resurreccin de Jess de haber visto vivo de nuevo al crucificado y sepultado. Sin embargo, y ste es su defecto capital, tiene que suponer entre el proceso que va de la desesperacin inicial de los discpulos (cf. Le 24,19-21) a su fe de que el Seor no est muerto, un espacio de tiempo de cierta duracin y hacer caso omiso entonces de la resurreccin al tercer da atestiguada de manera unnime en toda la tradicin. Las predicciones de la resurreccin al tercer da hechas por el Jess histrico ,8,no pueden utilizarse como fundamento del origen de la fe en la resurreccin de Jess, ya que o son declaradas como creaciones posteriores por los representantes de la hiptesis de las visiones subjetivas, o, segn la misma tradicin que las contiene, no fueron comprendidas hasta despus de su cumplimiento 59. En todo el relato de la resurreccin no hay sino una sola prediccin de alguna importanciafa0, y sta no se refiere a la resurreccin como tal, sino al lugar en que los discpulos deben ver al Resucitado. Tampoco el mito extendido en formas diversas en el mundo pagano de la poca del cristianismo primitivo, de la divinidad que muere y resucita (Marduk, Baal, Tammuz-Adonis, Osiris, Atis, Dioniso-Zagreo) tiene valor como apoyo de la teora de las visiones subjetivas; la fe en la resurreccin paleocristiana no se extendi, en un principio, entre el cristianismo gentil helenstico, sino que se remonta a la comunidad primitiva, a los apstoles mismos, entre los cuales queda excluida, en absoluto, una influencia de mitos paganos. Por otra parte, la semejanza entre los mitos paganos mencionados y los relatos del NT sobre la resurreccin de Jess es de carcter muy general, slo en tanto que, lo mismo en un caso que en otro, se habla de muerte y resurreccin. All se trata de un mito de la naturaleza que representa, en la forma del destino de un dios, la muerte y la resurreccin de la vegetacin, o sea, un proceso que vuelve a repetirse de manera continua; adems, a ese morir y resucitar no se le reconoce ningn valor de salvacin
58. Me 8,31; 9,31; 10,34. 59. Cf. Me 9,32; Le 18,34; Jn 2,22. 60. Me 16.7 = 14,28. 558
28,16-20
para los devotos de la divinidad. Aqu estamos, en cambio, ante un hecho de carcter nico en la historia de la redencin. La principal objecin que en cuanto al mtodo puede oponerse a la teora de las visiones subjetivas es que no toma su punto de partida en los relatos del NT, proponindose luego la cuestin de su veracidad, sino al contrario, parte de un presupuesto apriorstico de carcter puramente filosfico, reconociendo luego como histrico en los relatos slo aquello que no se opone a su interpretacin. Mientras que la interpretacin de los textos neotestamentarios que toma en serio sus manifestaciones tiene posibilidades para conseguir un cuadro de conjunto, evidente y completo sobre el origen y el desarrollo de la fe en la resurreccin de Jess, la hiptesis de las visiones aun concediendo que contiene tambin detalles que se mantienen obscuros no puede lograrlo. Esta ltima hiptesis no se propone una interpretacin de los textos, sino solamente dar una respuesta a la cuestin de cmo pudo surgir la fe de los discpulos en la resurreccin de Jess, si Jess no resucit de hecho y tal fe era errnea. Misin de los apstoles 28,16-20 Los once discpulos se fueron a Galilea, al monte que Jess les haba indicado, 17 y cuando lo vieron, se postraron ante l, aunque algunos dudaron. 1S Y acercndose Jess a ellos, les habl as: Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.19 Id, pues, y haced discpulos a todos los pueblos, bautizadlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo, 20 v enseadles a observar todo cuanto yo os he mandado; y mirad: yo estoy con vosotros todos los das hasta el fin del mundo. El principal objetivo de Mateo en este pasaje es mostrar que los discpulos, obedeciendo la orden transmitida por las mujeres, se dirigieron realmente a Galilea y vieron all al Seor. Al mismo tiempo logra tambin, al referir la misin de predicar y bautizar, encomendada por Jess a sus discpulos, y la promesa de su 559
18
28,16-20
28,16-20
asistencia perpetua, un final de gran efecto para todo su Evangelio. La fecha de la marcha de los discpulos a Galilea y de la aparicin referida, queda totalmente indeterminada. El evangelista no quiere tampoco decir que esta aparicin fuera la nica. Por otra parte no da tampoco noticia al lector sobre lo que fue del Seor despus de encomendar esa misin. Mateo habla expresamente de los once discpulos. No puede, pues, tratarse, en este caso, de la misma aparicin a ms de 500 hermanos de la que habla Pablo (en ICor 15,6). Como lugar de la aparicin de Jess queda determinado el monte, que Jess les haba indicado, mientras que anteriormente61 slo se ha hecho referencia a Galilea sin ms; ello no significa en modo alguno que haya precedido ya otra aparicin en Galilea. La referencia al monte puede haber sido aadida tambin por el evangelista sobre el fundamento de la tradicin. 17 Los discpulos se postran en seal de reverencia al ver a Jess, al igual que las mujeres (v. 9), sin que haya que pensar an en un verdadero acto de adoracin. Algunos dudan de si es realmente Jess el que estn viendo62. Suprimir este rasgo, por no encajar en la situacin (como interpolacin a partir de Lucas o Juan), resulta plenamente injustificado. Es una prueba de que el evangelista no pretende describir una escena ideal. La figura en que Jess se aparece a los once no puede inferirse tampoco de este pasaje. La duda, el asombro y el no poder comprender de algunos03 pueden explicarse suficientemente ya del hecho de tener ante s a quien se ha levantado del sepulcro. Las palabras que Jess les dirige son de las ms grandiosas y en muchos aspectos de las ms importantes de todo el evangelio. En cuanto a su contenido, pueden distinguirse en ellas tres partes: el principio y el fundamento para lo que sigue lo forma la declaracin sobre sus plenos poderes (v. 18b), principio y fundamento de lo que, a continuacin, sigue: la orden de predicar y bautizar (v. 19-20oJ. El final lo forma la promesa del v. 206.
61. Mt 26,32; 28,7.10. 62. Cf. Le 24,37.41; Jn 20,25. 63. Cf. com. a Le 24,41.
16
A l, a Jess, le ha sido dado, por el Padre, todo poder (autoridad) en el cielo y en la tierra. Ahora no es ya el Hijo de hombre en su estado de humillacin terrena, cuyo poder estaba hasta entonces encubierto, en cierto sentido, a pesar de los milagros, de su proclamacin, con autoridad (7,29), de la voluntad absoluta de Dios, y del poder para perdonar los pecados en la tierra (9,6). Aqu habla el Jess glorioso, el Seor (Flp 2,11), el Hijo de Dios poderoso. Del texto semejante de 11,27 (= Le 10,22) se distingue ste, tanto por la situacin nueva trada por el hecho de la resurreccin, como tambin por la mayor amplitud de su contenido; porque aqu no se habla ya, como all, slo del conocimiento y la revelacin de los misterios divinos. Pero, en ambos casos, es el hombre-Dios quien habla. La misin encomendada por l a los once est fundada en su plenitud de poder, que abarca el cielo y la tierra, esto es, el mundo entero, y da expresin al carcter universal de su obra redentora. A pesar de que, durante su actividad terrenal, por voluntad de su Padre estaba enviado slo al pueblo de Israel8*, su misin, en virtud de la cual enva l a sus discpulos convirtindolos en apstoles *5, tiene carcter universal, para todo el gnero humano. La verdad nica del evangelio y la salvacin nica conseguida por su muerte estn destinadas a todos los hombres (cf. Mt 20,28 = Me 10,45; 24,14 = Me 13,10). Por ello los discpulos deben marchar como misioneros y convertir a todos los pueblos, esto es, a todo el gnero humano, en discpulos creyentes. Entre la misin limitada al pueblo judo del Jess terreno y esta orden de misin, universalista, para todos los hombres, del Resucitado, slo puede encontrar una contradicin real quien no reconozca el paso adelante dado en la historia de la redencin por el hecho de la muerte y la resurreccin de Jess y, en especial, quien niegue el efecto salvfico de su muerte para todos los hombres, expresado ya por el Jess terreno (Me 10,45). La expresin todos los pueblos no designa los pueblos paganos en oposicin a Israel,
64. Cf. Mt 10,5s; 15,24 y com. a Me 1,38. 65. Cf. com. a Le 6,13 y 24,48; tambin Jn 20,21.
560
561
28,16-20
El mandato de predicar ellas se promete a los apstoles del evangelio, esto es, a la Iglesia, la gua y la proteccin de la asistencia incesante del Seor exaltado a la diestra del Padre. El mandato de predicar y bautizar. El mandato de predicar y bautizar dirigido a los once discpulos por el Resucitado cuenta entre las ms importantes palabras de Jess contenidas en el evangelio, pero su historicidad es objeto de violentas controversias. Por principio tiene que ser negado por todos los que niegan la resurreccin y la divinidad de Jess. Dejando a un lado esta objecin condicionada ideolgicamente, quedan an otras dos de carcter histrico, a saber: 1) el hecho de ser las nicas palabras de Jess en los sinpticos en las que Jess (y slo despus de su resurreccin) habla del bautismo y 2) el que los Hechos de los apstoles 68 y Pablo e9 hablan slo del bautismo en nombre de Jess. De esta doble objecin opuesta a la orden de bautismo trinitario hay que distinguir adems un segundo problema, el de si el universalismo de la salvacin expresado en el mandato de predicar el evangelio ms all de los lmites de Israel, tiene un lugar en la doctrina de Jess. 1. En los discursos de Jess de antes de la resurreccin transmitidos por los sinpticos no se habla nunca del bautismo y su necesidad para la salvacin. Lo que Jess exige como condiciones imprescindibles para la salvacin es la conversin, la adhesin creyente a su persona y la guarda de los mandamientos. Por otra parte, sin embargo, consta el hecho de que la Iglesia primitiva empez a administrar el bautismo y a ensear su necesidad a partir del da mismo de pentecosts ro. El bautismo cuenta entre el patrimonio ms antiguo de la comunidad paleocristiana, siendo reconocido de manera general como distintivo del cristiano. La informacin ofrecida por los Hechos de los apstoles queda plena68. Act 2,38; 8,16; 10.48; 19,5. 69. ICor 1,13; 6,11; Gal 3,27; Rom 6,3; Ef 4,5. 70. Cf. Act 2,38.41; 8.12s.l6.36.38; 9,18; 10,47s; 19,3-5. 563
a los que se les anunciar entonces el evangelio por haberlo rechazado el que hasta aquel momento haba sido pueblo de Dios 66, sino que incluye tambin al judaismo. La orden de predicar va acompaada de la orden de bautizar. Con ello queda dicho por qu medios queda el hombre, en particular, convertido en un cristiano, a saber, por la aceptacin creyente de la predicacin evanglica y la recepcin del bautismo 6? . La misin de hacer discpulos no se agota con la predicacin del mensaje de la salud, con la proposicin de la verdad cristiana. Y el hombre, cada uno en particular, no se convierte en discpulo por el hecho de creer, sino que Dios le confiere la dignidad del cristiano por medio del bautismo administrado por los apstoles. El bautismo es, pues, mucho ms que un rito de iniciacin en la comunidad de los discpulos, ms que un acto de carcter simblico. Como parte integrante de la misin encomendada, el bautismo tiene, al igual que la fe, carcter de necesidad. Y su administracin debe hacerse en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo, esto es, pronunciando o invocando el nombre de las tres divinas personas. Con ello no slo se da expresin a la fe (del que bautiza) en el Dios trinitario, sino tambin al hecho de que el bautizado pasa a ser posesin divina. Por el bautismo queda el hombre puesto en relacin con el Dios uno y trino, y en una relacin tal como no puede ser alcanzada por el hombre solo, por la sola aceptacin creyente del evangelio. Por el bautismo queda el creyente convertido en discpulo, en autntico cristiano. Al bautismo debe seguir an una instruccin prctica del bautizado sobre los postulados morales proclamados por Jess, ya. que el verdadero discpulo de Jess no es el que slo le confiesa, sino aquel que pone en prctica la voluntad moral de Dios por l predicada (cf. 7,21-23). Con unas palabras llenas de esperanza para los discpulos termina el breve discurso de Jess y con l el primer Evangelio; en 66. Cf. Mt 21,41 = Me 12,8; Rom 11. 67. Cf. Act 2,38-41; 8,12s.36; 19,30-33; Ef 4,5. 562
El mandato de predicar mente confirmada en este punto, por el testimonio de san Pablo ", Esta realidad no puede ser explicada por la hiptesis, carente de toda prueba, de la entrada en la comunidad paleocristiana de discpulos de Juan, aunque no pueda negarse que haya que reconocer probablemente la existencia de una cierta relacin entre el bautismo de Juan y el cristiano; el bautismo de Juan tena, con toda evidencia, el carcter de algo provisional, de una preparacin para la llegada, entonces an futura, del Mesas. Por ello, slo puede explicarse el hecho de que la comunidad paleocristiana practic el bautismo desde sus mismos comienzos, aceptando que tal prctica se remonta a una orden de Jess, exactamente lo mismo que la celebracin de la eucarista en la Iglesia primitiva se basa en la voluntad misma de Jess y no puede ser explicada de otro modo en manera alguna. Tal conclusin sera necesaria tambin sin el encargo de bautizar transmitido por Mateo. Que Pablo afirme, en una ocasin, que no ha sido enviado por Cristo para bautizar, sino para predicar el evangelio72, no supone argumento alguno en contra, ya que junto a esto no hay otro autor del NT que haya destacado tanto el valor salvador del bautismo como Pablo. Para Pablo no hay cristiano si no es bautizado (Rom 6,3). Tambin la unin entre bautismo y cena del Seor (ICor 10,2s) queda explicada, de la mejor manera, en el caso de que los considerara ambos como instituidos por Jess. Contra la suposicin de que el mandato de bautizar sea, en la forma transmitida por Mateo, una reproduccin exacta de las palabras del Resucitado pueden desde luego oponerse dos objeciones de importancia: 1) que contiene una frmula litrgica del bautismo, mientras que Jess no dio nunca tales frmulas; tampoco en el caso de la eucarista; 2) que la Iglesia primitiva, segn el testimonio unnime de los Hechos de los apstoles ?3 y de Pablo 7 , 71. Cf. Rom 6,3; ICor 12,13, donde Pablo habla tambin de su propio bautismo (entre el ao 33 y 35). 72. ICor 1,17; segn Act 10,48, tampoco san Pedro administraba el bautismo. 73. Act 2,38; 8,16; 10,48; 19,5; cf. tambin 22,12. 74. ICor 1,13; cf. tambin Rom 6,3; Gal 3,27.
1 mandato de predicar conoca solamente el bautismo en (o por) el nombre de Jess. Verdad es que se puede dudar si se trata en ambos casos de una frmula real de bautismo. La Doctrina de los doce apstoles (7,1.3) cita, por una parte la forma trinitaria como una frmula real prescrita para el bautismo, pero despus se refiere tambin (9,5) al bautismo en el nombre del Seor. Tambin en escritos de los siglos ii y ni, cuando el evangelio de Mateo estaba ya haca tiempo extendido y reconocido, se sigue hablando an de bautismo en nombre del Seor. Pero de todos modos necesita una explicacin el hecho de que en la poca apostlica se hable nica y exclusivamente, a excepcin de Mateo 28,19, del bautismo en el nombre de Jess. Se podra suponer quiz que hubieran existido, en los primeros tiempos, dos formas de bautismo, hasta que, en el siglo ii, una de ellas, la trinitaria, hubiera eliminado la otra. Con todo, est la mayor probabilidad a favor de que en Mt 28,19 y lo mismo en el bautismo en nombre de Jess, tengamos una verdadera frmula de bautismo. Una distincin fundamental no existe, por otra parte, entre ambas, ya que el bautismo en nombre de Jess pone al bautizado en una relacin indisoluble no slo con el Seor Jess, sino tambin, mediante l, con Dios y con el Espritu Santo. De la repetida presencia del giro la promesa del Espritu " se sigue que Jess hizo realmente la promesa de enviar el Espritu. Y de Act 1,5, donde queda designada la comunicacin del Espritu a los apstoles el da de pentecosts con la imagen del bautismo, se desprende, que la comunicacin del Espritu a los creyentes tiene lugar por medio del bautismo, como est atestiguado en otros pasajes 7S que era fe de la Iglesia primitiva. Segn las palabras de Jess referidas en Le 24,49 tienen parte en el envo del Espritu tanto el Padre como el Hijo; el Espritu es espritu de ambos y es enviado por ambos. Por otra parte no puede tampoco pasarse por alto, en el mandato de bautismo trinitario de Mt 28,19, que expresa, con la mayor concisin formal y precisin, las condiciones esenciales de toda 75. Le 24,49; Act 1,4; 2,38; Gal 3,14; JSf 1,13. 76. Act 2,38; 9,17s; 19,lss.
SfiS
El mandato de predicar
El mandato de predicar
conversin al cristianismo, esto es, bautismo y catcquesis. Sobre todo quedan distinguidas en ella la instruccin inicial necesaria para la aceptacin de la fe cristiana (haced discpulos) de la instruccin tica consiguiente al bautismo (y enseadles a observar, etctera). El texto se deja ver, pues, como un resumen de las prescripciones que desde un principio, siguiendo las rdenes de Jess, regulaban el ingreso en la comunidad cristiana. Esto hace suponer, sin duda, que los preceptos dados por el Seor estn aqu revestidos de una forma que corresponde a la prctica de la poca en que el autor del Mateo griego escribi su Evangelio. En la forma transmitida del mandato de bautizar y predicar tenemos que reconocer, pues, un estadio determinado en el desarrollo del credo paleocristiano del bautismo. Ello queda confirmado por la orden del Resucitado en Le 24,46s, de contenido anlogo, y que muestra asimismo ya la forma del kerygma paleocristiano. En la poca en que fue fijado en la presente forma el mandato de predicar y bautizar, la primitiva misin cristiana haba pasado ya su primer estadio: el evangelio ya haba hecho entrada en el mundo de los gentiles. 2. De ms fcil solucin es el problema anejo a la orden de misin. En su actividad doctrinal terrena, se limit Jess por principio al pueblo de Israel. Jess sabe que ha sido enviado slo a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mt 15,24), y en su primera misin da asimismo a los dicpulos la misma consigna (10,5s). Tambin su nmero de doce, correspondiente al de las doce tribus de Israel", responde a la expresin de lo mismo. De los evangelios puede, con todo, deducirse tambin claramente que Israel rechaz, en conjunto, su mensaje. Por ello, Jess se refiere repetidas veces, con palabras que no dejan lugar a duda, a la reprobacin de los judos78, a la ruina del templo y a la destruccin de Jerusaln ,9. Jerusaln ser abandonada por Dios 80. Segn la parbola de los viadores homicidas, la via ser quitada
77. 78. 79. 80. Cf. 19,28 = Mt 8,1 ls = Me 13 par; Mt 23,37-39 Le 22,29$ y com. a Me 3,15. Le 13,28s. Le 19,41-44. = Le 13,34s.
Sfifi
a los judos (o a sus dirigentes) y entregada a otros (Me 12,1-9). Junto a estas palabras se encuentran otras con la clara afirmacin de que tambin los paganos entrarn en el reino de Dios81. Segn la versin de Lucas de la parbola del banquete82, son invitados, en ltimo lugar, tambin la gente que se encuentra fuera de la ciudad, y que, en efecto, responde al llamamiento. Segn las palabras aadidas por Mateo (21,43) a la parbola de los viadores homicidas, ser quitado el reino a los judos y dado a otro pueblo que produzca sus frutos, aunque tampoco se diga quin sea ese pueblo y en qu manera se llevar a efecto el traspaso de la via. Jess se sabe por otra parte como Hijo del hombre, venido, esto es, enviado, a entregar su vida por muchos, esto es, por los pueblos todos8S. Segn Me 13,27 llamar el Hijo del hombre a sus elegidos de los cuatro vientos, y segn la descripcin del juicio de Mt 25,31-46, a su nueva venida todos los pueblos irn a reunirse ante l, para ser juzgados. De todos estos pasajes se deduce claramente que la redencin ser ofrecida tambin al mundo pagano. Imposible resulta declarar, a causa del posible choque de todos estos pasajes de tono universalista, con otros de carcter particularista, que son todos ellos una creacin de la comunidad primitiva, cuya actitud ante la misin entre los paganos constituye ya tambin un problema84. Ello equivaldra a ignorar la transformacin sucedida en el proceso redentor por el hecho de la muerte de cruz y la resurreccin de Jess. Y ste, si hubiera realmente concebido su actividad y su significacin como limitados exclusivamente a los judos, hubiera quedado rezagado incluso respecto a los profetas del AT, que anunciaron ya, con claras palabras, la parte que haban de tener los paganos entre las bendiciones de la poca mesinica85, an ms, hasta respecto a los mismos fariseos, cuyo celo por la conversin l mismo declar como un hecho (Mt 23,15).
81. Mt 8,lls = Le 13,28s. 82. Le 14,23; en cambio no segn Mt 22,9s; cf. com. a este pasaje. 83. Me 10,45; cf. tambin com. a Mt 14,24. 84. Cf infra y el exc. despus de Act 13,52. 85. Cf. Is 2,2-4; 25,6; 41,21-29; 42,1-17; 45,14ss; 49,1-6; 56,6-8; 60,3ss; Miq 4,lss; Sof 3,8-10; cf. tambin Zac 14,8s; Sal 96(95).
567
El mandato de predicar La doctrina de Jess es individualista y por lo mismo tambin universalista. Como antes el precursor (cf. Mt 3,7-10), Jess rechaza tambin la certeza juda en la propia salvacin basada en la descendencia de Abraham. Jess ha liberado al concepto de prjimo de sus limitaciones judas y del AT 8 8 . Pero el verdadero fondo de su universalismo consiste en su doctrina sobre Dios como Padre de todos los hombres. Con todo, no puede negarse que en ninguna de las palabras de tono universalista de Jess mencionadas hasta ahora se habla de manera expresa de la misin entre los paganos. En ninguna de ellas queda dicha la manera en que se realizar la entrada de los paganos en el reino de Dios. Slo en un texto de la poca anterior a la resurreccin se dice clara y expresamente: antes (del fin del mundo) es preciso que el evangelio sea predicado a todas las gentes 87 . Estas palabras suponen, sin embargo, una clara interrupcin del contexto en que se encuentran, por lo que no puede quedar excluida la posibilidad de que se trate de una frase del Resucitado, introducida por Marcos en el discurso de la parusa. Llegamos pues a la conclusin de que el Jess histrico, terreno, ha hablado y repetidas veces de la acogida de los paganos en el reino de Dios, pero no poseemos palabras suyas referidas a la misin entre ellos. La misin entre los paganos la ordena slo despus de la resurreccin. Que Jess durante su actividad terrenal se dirigiera exclusivamente a los judos, radica en el hecho de saberse enviado como siervo de Dios, segn Is 49,6, para conducir hacia l primero a Israel y slo despus, a continuacin, a los paganos. Israel debiera haber acreditado su situacin de preferencia como pueblo elegido, del que deba venir el Mesas, segn la carne 88 , y haber sido el primero en ofrecerle su fe. Al enviar ahora el Resucitado sus discpulos al mundo pagano, da cumplimiento a su misin como luz tambin para los paganos (Is 49,6). El hecho de que no suceda hasta ese momento, tiene su verdadero motivo en que 86. Cf. com. a Le 10,25-37. 87. Me 13,10 = Mt 24,14; cf. tambin Me 14,9 = Mt 26,13. 88. Rom 9,5; cf. Jn 4,22. <m
El mandato de predicar Jess ha cumplido ahora, de una manera completa, la obra de su vida, su misin. La consecuencia inmediata de la recusacin de Jess por Israel no fue la misin entre los paganos, sino su muerte. ste era el camino dispuesto por Dios para la vocacin de los paganos; por la muerte de Jess qued derogada la alianza antigua de limitacin nacional y la ley mosaica, que separaba hasta entonces como una muralla judos y paganos (cf. f 2,14), y qued Israel privado de sus prerrogativas. La vocacin de los paganos no puede ser entendida como una solucin impuesta por la necesidad. Los paganos no son slo los sustitutos del Israel carnal, que no atendi al llamamiento de Jess a la conversin y rechaz a su propio Mesas, por lo que fue reprobado. Su vocacin formaba desde un principio parte del plan salvador divino expresado en el Antiguo Testamento. Segn lo que antecede, la actitud vacilante de los primeros apstoles ante la idea de predicar a los paganos constituye, de suyo, un grave problema, pero no puede ser considerada como una prueba contra la historicidad del mandato de Jess. Lucas, que da cuenta de tal actitud en el libro de los Hechos de los apstoles, ha transmitido tambin la orden, dada por el Resucitado a los once, de ser sus testigos hasta los extremos de la tierra 89 sin encontrar contradiccin entre la orden del Seor y la manera de proceder de los apstoles. El motivo de la indecisin de un principio en los primeros apstoles frente a la conversin de los paganos tiene que ser buscado en su propio pasado judo. Entre ellos, que tambin como adictos a la fe cristiana, seguan an siendo judos fieles a la ley, y los paganos impuros, estaba todava (a pesar de las instrucciones de Jess Me 7,17ss) el muro de la ley. Por otra parte vivan an en la esperanza de un pronto comienzo del reino, que como judos se figuraban todava en un principio de limitacin nacional (cf. Act 1,6). Por ello era necesaria una nueva instruccin dirigida a Pedro, de no volver a considerar impuro lo que Dios declara puro (Act 11,9-15). Es un enigma, de todos modos, que ni an entonces recordaban la misin que 9. Le 24,47; Act 1,8.
569
El mandato de predicar les haba encomendado el Seor ni remitan a ella, sino slo a la realidad de los hechos, sobre todo al de la comunicacin del Espritu (Act 10,47; 11,15-18; 15,7-11). En la lucha sostenida por Pablo contra los judaizantes, en la que tena a su lado tambin a los primeros apstoles (Act 15), una vez que por el relato de Pablo sobre sus xitos entre los paganos reconocieron que su trabajo era acepto a Dios (cf. Gal 2.9), no se trataba ya de la cuestin de derecho de la misin entre los paganos, sino slo del hecho de si los paganos, junto con el evangelio, deban aceptar tambin la ley juda. NDICE DE EXCURSUS
Pgs.
Jess Nazareno La infancia de Jess en Mateo. Sus particularidades y su valor histrico Jess y el Antiguo Testamento La tica del judaismo y la del evangelio El Padre que est en los cielos El problema teolgico del sermn de la montaa Evangelio y mundo El concepto y el contenido de la revelacin segn la transmisin sinptica Autenticidad, historicidad y sentido de la promesa del primado . . La figura de Pedro en el NT La teora de la remuneracin en el judaismo y en la doctrina de Jess Historicidad de la resurreccin de Jess El mandato de predicar y bautizar
79 80 134 169 182 225 233 289 362 367 414 550 563
570
TEMPLO DE HERODES
150 metros
A, Templo B Altar K Atrio de los sacerdotes . Atrio de Israel E Puerta, de Nicanor F Puerta de Corinto & Salida de/a puerta occidental I G* Puerta doble & Puerta triple H Arco de lobinsn
.J. K,L
Puertas occidentales U Puerta septentrional i t b N /W-&1 dorada *' ' l a l O Puertas de los atrio* interiores
A L R E D E D O R E S DEL
LAGO DE TIBERADES
8 km
'*\
^ l
Cafarnanr\ Ainl
W>anMineh0J J o t a pata
'IGAULANTIDE/I T R A C O N T I D E
Betsalda Julades / I <s Kursf /A/fr AURANTIDE ^H!fP.Gamal-'W
-Ptolemalda
.SFORIS 9 Cana
~*'
"\ /
/
'Adraa pera* -Cesarea5 DotalnV A M Salim, AlnA' o Bosra
31
^ !
[Flladelfla Ammn
/ I
/ tybrm '
Layumas
^ ^
>^. B e l n
HebrrT Engaddi ~t
MSdabS
4>
A
PALESTINA
EN TIEMPO
DE
N.S. El-Husan . o
V
JV
ALREDEDORES
-^-*
r ^
JERUSALN
>dpSalomn ^Etam