El documento describe cómo, a través de datos recopilados en las zonas agrícolas y fabriles de la España de la guerra civil, el autor explica cómo los sectores vitales de la agricultura, la industria y los servicios públicos fueron reorganizados desde abajo por obreros, campesinos y profesionales imbuidos de un sentido social colectivista y antiautoritario. El autor encontró la comprobación práctica de los principios autogestionarios y que la vida económica y cultural de una sociedad puede desarrollarse al margen
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
302 vistas256 páginas
El documento describe cómo, a través de datos recopilados en las zonas agrícolas y fabriles de la España de la guerra civil, el autor explica cómo los sectores vitales de la agricultura, la industria y los servicios públicos fueron reorganizados desde abajo por obreros, campesinos y profesionales imbuidos de un sentido social colectivista y antiautoritario. El autor encontró la comprobación práctica de los principios autogestionarios y que la vida económica y cultural de una sociedad puede desarrollarse al margen
El documento describe cómo, a través de datos recopilados en las zonas agrícolas y fabriles de la España de la guerra civil, el autor explica cómo los sectores vitales de la agricultura, la industria y los servicios públicos fueron reorganizados desde abajo por obreros, campesinos y profesionales imbuidos de un sentido social colectivista y antiautoritario. El autor encontró la comprobación práctica de los principios autogestionarios y que la vida económica y cultural de una sociedad puede desarrollarse al margen
El documento describe cómo, a través de datos recopilados en las zonas agrícolas y fabriles de la España de la guerra civil, el autor explica cómo los sectores vitales de la agricultura, la industria y los servicios públicos fueron reorganizados desde abajo por obreros, campesinos y profesionales imbuidos de un sentido social colectivista y antiautoritario. El autor encontró la comprobación práctica de los principios autogestionarios y que la vida económica y cultural de una sociedad puede desarrollarse al margen
Descargue como PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 256
A travs de datos minuciosamente recogidos en las zonas
agrarias y fabriles de aquella Espafia lacerada por la guerra
civil, el autor explica los diversos modos en que los sectores vitales de la agricultura, la industria y los servicios pblicos fiiercn reorganizados desde abajo por obreros, labriegos y profesionales imbuidos de un elevado sentido social y de una conciencia- colectivista antiautoritaria legada por Bakunin, Mella, Anselmo Lorenzo y otros. Encontramos aqu la comprobacin prctica d e la veracidad de los principios autogestionarios: la vida econmica y cultural1 de una sociedad puede desarrollarse al margen de las instituciones gubernamentales e incluso en oposicin con stas. Slo la fuerza de las armas acab con tan apasionante ejemplo, de socialismo libertario, el mximo realizado hasta nuestros das, incluida la Comuna d e Pars. Gastn Leval, que vivi junto al pueblo su trgica y a la vez fecunda experiencia, explica as el sentido de su obra: Me esforc por recoger para el porvenir los resultados d e esta gesta nica y estudiar sobre el terreno, en los pueblos colectivizados, la obra constructiva de la revolucin espaola>. COLECTIVIDADES COLECTIVIDADES LIBERTARIAS GASTON LEVAL EDITORIAL AGUILERA - MADRID Coleccin ANATEMA -1 Cubierta y diseo: Manuel L . Parras INDICE @ Gastn Lcval Editorial Aguilera . 1977 Padilla. 54 . Madrid ISBN: 84-7005-187-3 Depsito legal: M . 88 . 1977 Impreso en Espaa por Talleres Grficos de ({Ediciones Castilla. S . A. Maestro Alonso. 23 . Madrid38 MATERIALES PARA UNA REVOLUCION: EL IDEAL. HOMBRES Y COMBATES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El ideal 17 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hombres y combates 41 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Materiales para una revolucin 63 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Una situacin revolucionaria 78 TRABAJOS CONSTRUCTIVOS EN LA AGRICULTURA . . . . . . . . . . . . La Federacin de Colectividades de Aragn 95 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Graus 108 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fraga 122 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Binfar 132 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mas de las Matas y su comarca 145 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ballobar 154 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Alcorisa 161 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bujaraloz 173 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La socializacin agraria en Levante 180 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Carcagente 194 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Jtiva 201 COLECTIVIDADES. CONTABILIDAD Y DEMOCRACIA LIBERTARIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ms ejemplos 215 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las colectividades castellanas 222 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Contabilidad colectivista 237 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La democracia libertaria 253 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las cartas 264 SEXTA PARTE GOBIERNOS Y PARTIDOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La colaboracin poltica 419 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Libertarios y republicanos 426 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La contrarrevolucin interna 429 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El federalismo libertario 443 LA INDUSTRIALIZACION. REGLAMENTOS DE LAS COLECTIVIDADES INDUSTRIA Y SERVICIOS PUBLICOS Consideraciones finales sobre la revolucin y la guerra ... 459 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las realizaciones industriales 267 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las sindicalizaciones de Alcoy 278 Suministro de agua. gas y electricidad en Catalua . . . . . . 290 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los tranvas de Barcelona 296 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El transporte terrestre 307 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los servicios sanitarios 321 CIUDADES Y REALIZACIONES VARIAS La organizacin comunalista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Elda y el SICEP . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Granollers Hospitalet de Llobregat . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Rubi ..................... Castelln de la Plana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Calanda La socializacin en Alicante . . . . . . . . . . . . . . . Realizaciones dispersas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 . La industrializacin en Espaa 485 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Organizacin industrial 492 111 . Estatutos o reglamentos de las colectividades agrarias . 499 P R E F A C I O Una revolucin incomparablemente ms profunda que cuantas le han precedido en la historia, se ha producido en un pas del que se habl mucho durante los aos 1936- 1939: Espaa. Una revolucin que alcanz los objetivos establecidos tericamente por Marx y Engels, cuando lle- varon a sus ltimas consecuencias sus predicciones sobre el futuro; objetivos tambin formulados por Proudhon y por Bakunin, por Kropotkin y por la escuela del anar- quismo comunista. Estos resultados fueron conseguidos en menos de tres aos, mientras que la Revolucin bolche- vique que hace ms Oe cincuenta aos se reclamaba teri- camente del mismo ideal, PO ha dado ni un paso adelante hacia ello. La Comuna de Pars, que ha dado lugar a tantos escritos, estudios y ensayos, comparada con este hecho histrico sin igual en la vida de la humanidad, apa- rece como un acontecimiento menor. Porque, en muy vasta escala, la Revolucin espaola ha realizado el co- munismo libertario. Se puede aprobar o desaprobar este ideal, pero no se puede ignorar su iealizacin en el mismo momento en que las fuerzas del ejrcito republicano luchaban penosa- mente contra la invasin fascista. Los hechos hist6ricos que vamos a describir no pue- den ser ignorados por los socilogos en bsqueda de ca- minos nuevos para el porvenir humano, ni por los histo- riadores que analizan la evolucin de la sociedad, ni por los hombres sedientos de justicia, deseosos de nuevas frmulas sociales. El rgimen de los incas interesa o apa- siona a muchas gentes que retrospectivamente lo desaprue- ban. El sistema que los jesuitas implantaron en el Para- \ guay siempre merece serlestudiado; las estructuras del capitalismo de Estado creado por los bolcheviques re- quieren, hoy como ayer, el inters de los espritus aten- tos a la marcha de la humanidad; los kibutzin israelitas mantienen la esperanza de una aurora nueva, incluso en el Oriente. Y si nos remontamos a las sociedades primi- tivas, los clanes comunitarios, las gens y las fratras mo- vilizan siempre la htencin de los especialistas. El comunismo igualitaric no es una novedad en las distintas escuelas del socialismo. En la historia del pen- samiento humano, podemos remontarnos a Platn, y pasar por Campanella, Toms Moro y otros utopistas, siguiendo con Babeuf y diversos precursores y fundadores, entre los cuales estn Robert Owen, Saint-Simon, Fourier, Esteban Cabet, Pecqueurer, Vidal, Considerant, Sylvain Marechal, Luis Blanc; peto es preciso llegar a Proudhon para que la justicia social vaya ligada a la desaparicin del go- bierno y el Estado, y para que la supresin de la explota- cin del hombre por el hombre sea completada por la del gobierno del hombre por el hombre. A Proudhon le sucede Bakunin -su di s c pul e , quien integra, al mismo tiempo, las bases filosficas del socia- lismo y sus mtodos de aplicacin con su doctrina del colectivismo, y por fin aparece el comunismo en el sen- tido integral de la palabra, que es completado poltica- mente por los discpulos italianos de Bakunin (Covelli, Carlos Caffiero, Andrea Costa, Gambuzzi, Malatesta, Frischia, etc.) y recogido por Kropotkin, quien ser su terico ms eminente. Desde ese momento, la escuela socialista del anarquismo, la ms importante en el mundo, es comunista, mientras que la escuela autoritaria y mar- xista del socialismo ser colectivista, hasta la nueva adhe- sin de los bolcheviques al comunismo, despus de la llamada Revolucin de Octubre de 1917. En Francia, Proudhon y sus discpulos haban pro- puesto el mutualismo contra el programa de Luis Blanc, el mayor representante :le1 comunismo. La razn ms importante del desacuerdo m a s no la nica- resida en que el comunismo apareca consustanciado con el pre- dominio del Estada. Proudhon, el padre de la anarqua, como deca Kropotkin en el proceso de Lyon, era rabio- samente enemigo del Estado, y su doctrina inspira en parte las primeras obras de Marx en donde los exegetas porfiados creen, en nuestros das, hallar un humanismo que no es sino el pensamiefito proudhoniano que el autor de El C~pi t al ensalzaba entonces con palabras encomis- ticas. El comunismo libertario supone, pues: a) La organizacin de una sociedad sin clases; b) El funcionamiento de esta sociedad sobre la base del federalismo y de la libre y necesaria asociacin. Aspiraciones cuya grandeza reconocen muchas personas, a las que esta grandeza misma amilana. Y, sin embargo, en Espaa, durante casi tres aos, a pesar de una guerra civil que caus un milln de muertos, pese a la oposicin de los partidos polticos (republicanos de diferentes tendencias, socialistas, comunistas, catala- nistas de derecha e izquierda, regionalistas vascos y va- lencianos, pequea burguesa, etc.), este ideal ha entrado en la historia vivida por los hombres y se ha hecho rea- lidad. Rpidamente, el 60 por 100 de las tierras han sido labradas sin propietarios, sin terratenientes, sin ad- ministradores todopoderosos, sin que el inters privado y la competencia hayan sido necesarios para suscitar los esfuerzos y las iniciativas; y en l a mayora de las indus- trias, de las fbricas, de los talleres, de los servicios p- blicos, sus obreros, sus comits de empresa y sus sindi- catos han asegurado la produccin sin el control y la pre- sencia de los empresarios, de los capitalistas, los accio- nistas y la autoridad del Estado. Ms an: de un da para otro las colectividades agra- rias y las empresas industriales han implantado la igualdad econmica mediante la aplicacin del principio comunista (a cada cual segn sus necesidades, de cada uno segn sus posibilidades); o han reducido a un mnimo las dife- rencias de retribucin. E a n coordinado sus esfuerzos merced a la libre asociacin en regiones enteras, creado riquezas nuevas, incrementando -especialmente en mate- ria agrcola- los rendimientos, multiplicado las escuelas, mejorado los servicios sanitarios. Han fundado la verda- dera democracia funcional y directa, la democracia liber- taria con la cual cada uno toma parte en la organizacin de la sociedad y de la vida social. Han sustituido la riva- lidad por la prctica generalizada de la ayuda mutua, por el principio de la solidaridad. Muchas veces me ha sucedido, durante mi encuesta minuciosa, encontrar a republicanos de izquierda, a miem- bros de la Unin General de Trabajadores, que hasta en- tonces haban considerado a los libertarios como soadores incurables y que, ante la prueba de los hechos, se adhirie- ron a lo que siempre les haba parecido irrealizable utopa. El desconocimiento de un hecho social de tal magnitud por parte de hombres deseosos de conocimientos y pro- greso es, entonces, inadmisible. Zola escribi su admirable Trabajo en dos gruesos volmenes para describirnos la realizacin imaginaria de un pequeo falansterio ubicado alrededor de una fbrica, -7 que slo constaba de algunas docenas de personas. Pero cada una de las realizaciones sociales de la Espaa libertaria -como la colectividad agraria de Jtiva, la de una pequea ciudad industrial como Granollers, la sindicalizacn realizada por los 25.000 trabajadores de Alcoy, o la organizacin de un microcosmos armonioso en la provincia de Teruel, mere- cera un volumen entero- y la revolucin libertaria espa- ola merece decenas de volmenes. Hasta ahora esta labor no ha sido realizada, y muy probablemente no lo ser. Porque los creadores de este mundo eran obreros y campesinos, ms hbiles para ma- nejar las herramientas que la pluma, y que se preocuparon de hacer la historia, no de escribirla. En su mayora e s t h ahora en el exilio, donde van muriendo uno tras otro, recordando con nostalgia el sueo que han vivido. Rpidamente convencido de que no se podra impedir la victoria final del franquismo, el autor se empe en recoger par2 el porvenir los resultados de esta experien- cia nica. Y estudi en las fbricas y los talleres, en las aldeas colectivizadas, la obra constructiva que se haba realizado, o se estaba realizando. Esta experiencia en la cual han participado -directa o indirectamente- seis, siete, ocho millones de perso- ante un capitalismo antisocial y un falso socialismo de Estado, liberticida y totalitario, abre la perspectiva de un humanismo nuevo, de una nueva civilizacin. Porque, aun admitiendo que las realizaciones no sean integral y fiel- mente aplicables en todas partes, constituyen ejemplos, modelos, en los cuales es posible inspirarse adaptndolos a las circunstancias de lugar y de tiempo all donde las condiciones sean propicias. Quienes lean este libro se convencern de ello. Al escribirlo cumplo un deber sagrado para con todos mis con~paeros que han luchado y a menudo muerto por su ideal; y ms an, para con la humanidad frente a la que, en lo ms hondo de mi conciencia, he jurado servir hasta mi ltimo aliento. nas, y que abre un camino nuevo a los que se interrogan PRIMERA PARTE MATERIALES PARA UNA REVOLUCION: EL IDEAL, HOMBRES Y COMBATES EL IDEAL Ahora puedo morir; he visto realizadas mis ideas. As me hallaba, en una de las colectividades de la regin levantina -en la provincia de Valencia, si la memoria me es fiel-, uno de esos hombres que haban luchado toda su vida por el triunfo de la justicia social, de la igualdad econmica, de la libertad y la fraternidad hu- manas. Veamos, ante todo, qu ideal inspir a los revolucio- narios de 1936-39. En su folleto El ideal araarquista, Ricardo Mella, que fue el pensador ms autntico y original del anarquismo espaol, defina este ideal en la siguiente forma: La libertad como base, la igualdad coma medio, la frater- nidad como fin. Retengmoslo: el objetivo ltimo, el coronamiento, era !a fraternidad; la libertad sera una base, a una consecuencia, porque no puede haber frater- nidad sin libertad, y por otra parte, <cmo privar a su hermano de libertad? En su fundamental obra, El proletariado militante, Anselmo Lorenzo, que fue despus de Mella el pensador ms calificado del anarquismo espaol, narra cmo le haban sido revelados tales conceptos, antes del ao 1870, en primer lugar por la lectura de algunos libros de Proudhon -y entre ellos De la crrpacidad politica de las clases trabajadoras-, traducidos por Pi y Margall. Estos libros, y los artculos publicados por el mismo apstol del republicanismo federalista en su peridico LA Discu- sin, le haban mostrado la intensidad del problema so- cial, mientras otros combatan por una repblica que no poda pasar de burguesa y se afiliaban al carbonarismo o a cualquier otra sociedad secreta europea. Es entonces cuando penetra en Espaa la i duenci a ba- kuniniana. El que la encarna es una hermosa figura de luchador, el italiano Jos Fanelli, que haba combatido al lado de Garibaldi, siendo despus diputado liberal inde- pendiente, y que habiendo encontrado a Bakunin -sin duda durante su estancia en Florencia- se haba adhe- rido a su pensamiento social. Bakunin defiende y propaga el socialismo. En aquella poca, la palabra anarqua era sinnimo de desorden, caos, batahola. El gran luchador ruso, que quiere consti- tuir una fuerza revolucionaria no autoritaria en el occi- dente europeo, ha fundado, con unos treinta intelectuales de diferentes nacionalidades, la Alianza de la Democracia Socialista1. Anteriormente, durante su estancia en Pa- rs (1844-48) z, haba conocido a Proudhon, cuyo socia- lismo, como el bakuniniano, rechaza el Estado. Concepto y actitud que correspondan a su rica idiosincrasia esla- va, a su visin csmica de las cosas, a la amplia filosofa humanista basada en la ciencia experimental que haba elaborado. Su pensamiento ha madurado durante los doce aos de fortaleza, prisin, presidio y deportacin sibe- I riana por los que ha pasado. Y el comportamiento dicta- torial de Marx, durante ese largo y doloroso perodo ha reforzado su desconfianza v su aversin hacia la dictadura, incluso la llamada popular '. As es cmo, cuando Fanelli expone la doctrina de la Alianza a los nuevos amigos con quienes ha establecido l contacto en Madrid y Barcelona, le es posible mencionar los siete artculos del programa de la nueva organizacin internacional secreta escritos por Bakunin: La Alianza profesa el atesmo; quiere la igualdad poltica, econmica y social de los individuos de am- 1 ' No slo la integraban personalidades como los hermanos Re- clus (Elas y Eliseo), sino tambin Julio Guesde, Benoit Malon, Ferdinand Buisson, Vctor Dave y AIfredo Naquet. ' Habiendo sido expulsado de Francia, por el Gobierno de Guizot, regres, cubriendo la distancia de Bruselas a Pars en tres das, cuando se produjo la Revolucin de febrero de 1848. Durante ese terrible perodo, Mm, por medio de sus ami- gos, haca propalar l a afirmacin de que Bakunin era un agente del zar, y cuando despus de la evasin regres al Occidente, se en- contrd con esta acusacin difundida tenazmente en distintos pases. COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ES PANA 19 bos sexos... La tierra, los instrumentos de trabajo, y todo el capital, al volverse propiedad colectiva de la sociedad slo deben ser utilizados por los trabajadores, es decir, por las asociaciones agrcolas e industriales. La Alianza quiere, para todos los nios de ambos sexos, y desde su nacimiento, iguales medios de des- envolvimiento, es decir, de existencia fsica, de ins- truccin, de acceso a todos los aspectos de la ciencia, de las industrias y de las artes... Declara que todos los Estados polticos y autoritarios que existen en la actua- lidad habrn de desaparecer en la unin universal de las libres federaciones, tanto agrcolas como industria- les.. . No pudiendo, el problema social, hailar una solucin definitiva y real sino sobre la base de la so- lidaridad internacional de los trabajadores de todos los pases, la Alianza rechaza toda poltica fundada en el llamado patriotismo y en la rivalidad de las na- ciones.. . Quiere la asociacin universal de todas las asociaciones locales graaas a la libertad. En este programa, Bakunin va ms lejos que Proudhon, por ejemplo en lo que se refiere a los derechos de la mujer (y ya haba ido ms lejos en su Catecismo revdu- cioibmio), va ms lejos que Marx en su visin de una sociedad nueva basada en las organizaciones econmicas internacionales de !os trabajadores. Pues los estatutos de la Primera Internacional nada dicen al respecto, no im- plican una tcnica precisa de reorganizacin, factor que dejar el camino abierto para la conquista del parla- mento y la utilizacin del Estado. Pero sorprende ver con cunta rapidez, facilidad y pre- cisin los dos ncleos espaoles, uno en Madrid, otro en Barcelona, iban a asimilar y propagar la doctrina fun- damental de la Alianza. Pues un ao ms tarde, para ser ms exactos el 19 de junio de 1870, tena lugar en el teatro lrico barcelons el congreso constitutivo de la seccin espaola de la Pri- mera Internacional. Este congreso, donde estaban representados 40.000 tra- bajadores sobre una poblacin de 18 millones de habi- tantes, se caracteriza por la seriedad y profundidad de los debates, de los problemas estudiados y de las resoluciones tomadas. Se analiz ampliamente la necesidad de acabar con la explotacin del hombre por el hombre, del esta- blecimiento de una tctica de lucha de la clase obrera, independientemente de los partidos polticos, de la nece- sidad de prepararse para sustituir la sociedad burguesa por una organizacin social a cargo de las organizaciones obreras. Y los modos de realizacin dei ideal fueron des- critos en el dictamen de la Comisin sobre organizacin social de las trabajadores, cuyos artculos ms salientes decan: 1) En cada localidad se organizarn en secciones los trabajadores de cada oficio, organizndose adems una seccin que comprender en su seno a todos los individuos de los diferentes oficios que no hayan an constituido seccin, y la cual ser de oficios varios. 2) Todas las secciones de oficios de una misma lo- calidad se federarn, organizando la cooperacin so- lidaria y dems cuestiones de socorro, instruccin4, etctera, de gran inters para los trabajadores. 3) Las secciones del mismo oficio en las diferen- tes localidades se federarn entre s para organizar la resistencia solidaria. 4) Las federaciones locales se federarn para for- mar la Federacin Regional Espaola, cuya representa- cin sed un Consejo federal elegido por los con- gresos. 5 ) Todas las secciones de oficio, federaciones de oficios, federaciones locales, as como la federacin re- gional, se regirn por los reglamentos respectivos de- terminados por los congresos. 6) Todos los trabajadores representados en Con- gresos obreros determinarn por boca de sus delega- dos los modos de accin y desenvolvimiento de la organizaan. En verdad, los principios fundamentales del ideal son obra de Bakunin, habiendo sido aportados por Fanelli. Pero estamos aqu en presencia de un vasto y nuevo con- cepto de organizacin, una iniciativa creadora que se ade- lanta a cuanto ha sido realizado hasta entonces en Europa, y que prueba en quC grado el ideal haba sido compren- ' Es de observar la importancia dada desde el principio a la instruccin, la que alcanz su apogeo en los dos 193&39. dido y asimilado. En esta estructura compleja -como la cociedad-, y tan completa como puede serlo. los rxin- cipios guar, la nccih, peto !a accin que de ellos ditns- nard guiar a su vez y completar los principios. Nos hallamos znte un espiritu innovador, una voluntad activa v una tica que r e h a n be golpe los lmites del corpo- rativismo sindical. No se trsta de crear nicamente una organizacin de caricter profesional, sino que sea huma- I nista y social en el amplio sentido de la palabra. Al mismo I tiempo que se inventa un arma eficaz para luchar en lo , inmediato contra el enemigo de clase, se crean !os funda- l mentos de una sociedad nueva. Ya en esa ocasin y en ese a-60, lo que se llamar ms tarde organizacin vertical constituida a base de federa- ciones nacionales, romoleta la organizacin horizontal. Al mismo tiempo, las federaciones !ocales fiindadas en las localidades de al waa importancia donde existen sjndica- tos de oficios renen y federnn a estos ltimos para las luchas comunes. En una nacin coir.0 Francia, se fran- mirar4 esta etma treinta aos ms tarde, con Ic ciue .e I llamar9 Fc k nq dr Trqbaio, y ser6 necesario para afian- i d a s e1 mostolado de Fcrnand Pel ht i er , no?& G~urn sal i d3 dc 12 qea:i-fi.i burguesa. Pero e1 ideal aparece tambin en otras resoltrcioi~es adoptedas nor el conqreso. y en otros objetivos, auoqiie 12 intensidd de la lucha social impidi aplicar rncchas de las rewl-rzcione~ tomadas. En ese mismo conorcso se exmi n el prohler-ia de las cooperativas. Tratndose de Immbres qc crea? muv prxima la transformacin de l a sociedd, Pstas nodiai-i aparecer conlo una rmora. Pero, aunque no se conociese a6n el programa de los pioi2eers de Rochsdile, los delegados obreros del Congreso de Bar- celona cuilizron mostrar a este respecto un criterio per- fectamente equilibrado. A pesar de las reticencias de fos elementos ms revohcionarios e inpacientes, leemos en el dictamen aprobado por la mayora del congreso: ... que la cooperacin de produccin, cuando las circunstancias lo exijan, debe preferir los objetos de inmediato consumo obrero, y ser reprobable cuando no extienda su solidaridad a grandes agrupaciones. Que la cooperacin de consumo es la nica que no slo puede aplicarse a todos los casos y circunstancias, sino que ha de servir de elemento o medio de inicia- cin general para todos los obreros a quienes, por su estzdo de atraso, difcilmente podran alcanzarles los beneficios de la nueva idea. Que al lado de la cooperacin de consumo y como auxiliares suyos puede colocarse la cooperacin en los ramos de socorro mutuo e instruccin. El carcter moral de las actividades proyectadas apare- ce nuevamente. Recordemos que estamos en el ao 1870. En esa fecha, el libro de Marx E6 Capital es todava desconocido, el mismo Manifiesto commi st a es ignorado, y la Comuna de Pars se producir al ao siguiente. E1 socialismo liber- tario y federalista se desa~rolla, pues, en Espaa segn su impulso, por su fuerza propia. Desde su primer paso, el ideal ha sido precisado en sus grandes lneas, y lo que ms tarde se llamar sindicalismo revoIucionario est formulado. Pero lo que ha sido elaborado en esas jornadas histri- cas ser an enriquecido y confirmado en los congresos que se sucedern durante los diez aos siguientes. As, en 1871. la Conferencia organizada por la Seccin Espa- ola de la Primera Internacional aporta nuevas precisio- nes. J os militantes ms capaces han establecido, en Suiza. el contacto con Bakunin, quien inspira su accin merced a su pensamiento creador y a sus dotes de organizador, que abarcan la vida planetaria. Pero a las ideas de Baku- nin agregan sus propias ideas. Con vistas a la lucha obre- ra inmediata y a la organizacin de la sociedad nueva, Espaa es dividida en cinco regiones: Norte, Sur, Este, Oeste y Centro. Aplicando las decisiones del primer con- Sieso, las federaciones locales intersindicales y nacionales de oficios han sido fundadas. Se esboza ahora una forma de cooperacin, igualmente por oficios, a fin de poder ejercer un control ms estrecho sobre este aspecto de Ia actividad general. El primero de septiembre, despus de ocho das de debates sobre diversos temas, es votada una declaracin de principios contra el republicanismo, enemi- go poltico, pero tio social del rgimen monrquico: 1 Considerando que el verdadero significado de la pa- labra Repblica, en latn res publica, quiere decir cosa ptblica, cosa propia de la colectividad o propiedad co- lectiva. Que Democracia es la derivacin de dernocratia, que significa el libre ejercicio de los derechos individuales, lo cual no puede encontrarse sino en la Anarqua, o sea la abolicin de los Estados polticos y jurdicos, N constituyendo en su lugar Estados obreros cuyas fun- ciones sean puramente econmicas. Que siendo los derechos del hombre impactables, l imprescriptibles e inalienables, se deduce que la fe- , 1 deracin debe ser puramente econmica. La conferencia de los delegados de la regin espa- 1 ola de la Asociacin Internacional de los Trabajado- res reunida en Valencia, declara: Que la verdadera Repblica democrtica y federal es la propiedad colectiva, o sea, la libre federacin uni- versal de libres asociaciones obreras agrcolas e indus- triales, frmula que acepta en todas sus partes. Suscita admiracin la riqueza de este pensamiento que, desde entonces, no ha sido igualado por otro movimiento obrero. E1 movimiento obrero francs tard treinta y cin- co aos para llegar a la Carta de Amiens, que los diri- gentes comunistas han eliminado en el ao 1969, y que era incomparablemente inferior tanto por su contenido terico y doctrinal como por la amplitud de visiones cons- 1 tructivas en el orden prctico, y en cuanto a1 sentido de universalidad e internacionalismo. Aqu. la inspiraci6n esencial es ante todo un idea1 de fraternidad. Se trata de extender a todos los pueblos la prctica de la solidaridad humana. Al ao siguiente -1872- el Gobierno de Madrid '. Done a la Internacional fuera de la ley, a pesar de la brillante defensa pronunciada en el Parlamento por Ni- cols Salmern, noble figura y gran jurista republicano. En Italia, el Gobierno de Roma adopta la misma medida; en Francia, donde est siempre en vigor la ley Le Cha- pelier, los tribunales no han dejado de condenar dura- mente a los miembros de la Primera Internacional. Pero mientras los internacionalistas italianos proclaman su ale- gra ante esta medida que, segn ellos, precipitar la re- volucin, y se lanzan a insurrecciones descabelladas que provocnrin la disolucin completa del inovimiento, los militantes de Espaa no pierden de vista el carcter cons- tructivo de sus objetivos y la accin orgnica inmediata que es su corolario. Empiezan por refrendar sus aspira- ciones positivas en un Manifiesto de donde extractamos las partes mas salientes: Nosotros queremos que se realice la justicia en todas las relaciones humanas. Queremos Ia abolicin de todas las clases sociales y su conversin en una sola clase de productores libres, honrados e inteligentes. Queremos que sea el trabajo la base sobre la cual descanse la sociedad; que el mundo se convierta en una inmensa federacin de libres colectividades de una localidad, que las federaciones locales formen una fe- deracin comarcal; que las diversas federaciones co- marcales de una federacin constituyan las federacio- nes regionales, y que -por ltimo- entre todas las federaciones regionales del mundo formen la gran fe- deracin internacional. - Queremos que los instrumentos de trabajo, la tie- rra, las minas, los astilleros, los buques, los ferrocarri- les, las fbrcas, las mquinas, etc., sean propiedad de la sociedad entera, debiendo ser nicamente utilizados por las colectividades obreras para su produccin di- recta y en cuyo seno el obrero recibir el producto ntegro de su trabajo Queremos la enseanza integral para todos los indi- viduos de ambos sexos en todos los aspectos de la ciencia, de la industria y de las artes a fin de que desaparezcan las desigualdades - e n su casi totalidad ficticias- y que los efectos destructores que la divi- sin del trabajo produce en la inteligencia de los obre- ros no vuelvan a producirse, obtenindose entonces las nicas, pero positivas ventajas que esta fuerza econ- mica encierra para la pronta y ms abundante produc- Veremos ms adelante cmo la frmula del producto inte- gral de su trabajo al obrero productor ser sustituida, con la in- troduccin del principio comunista, por un concepto ms gene- roso v lgico. H~lllamos aqu el pensamiento de Bakunin, por lo dems exoresado en el Programa de la Alianza de la Democracia Sc- cialista. ci6n de las cosas destinadas a la satisfaccin de las necesidades humanas. Creemos que con la organizacin de la sociedad en una vasta federacin de colectividades obrerris, tenien- do por base el trabajo, desaparecern todos los poderes autoritarios, convirtindose en simples administradores de los intereses colectivos, y que el perjudicial espri- tu de nacionalidad, el patriotismo, tan contrario a la unin y solidaridad de los hombres, desaparecer ante la gran patria del trabajo que es el mundo entero. Este es el socialismo que proclama la Tnternacio- na!, cuyas dos aiirmaciones principales son: en eco- noma, el colectivismo; en poltica, la anarqua. El co- lectivismo, es decir, la propiedad comn de los instru- mentos de trabajo, la utilizacin de los mismos por las colectividades obreras para producir directamente, y la propiedad individual del fruto ntegro del tra- bajo de cada cual. La anarqua, es decir, la desaparicin de los gobiernos, o sea, su conversin en simples admi- nistradores de los intereses colectivos. :NO recuerdan estos ltimo!: prrafos la frmula de Pr oudh~n: E1 taller har desaparecer al Gobierno, o meior tal vez la de Saini-Sirnon: Sustituir el gobierno de los hombres por la administracin de las cosas*? Siempre el? ese a5o. 1872. la seccin espaola de la Primera Iriternaciooal seruir nuntua1i:ando !os princi- pies v Ics modas de realizacin. Un nuevo v denso aonrte ser nh~a d d Congreso de Zaragoza. en el mismo mo- mento de la decl araci h d e ile-alidad. La ~Ttiira mornl Ae los problemas tratados, de las resoluciones tomadas, es casi siemvre superior a cuanto se refiere a las so!ucicnes econ6micas. Se debate por primera vez sobre la suerte de la mujer cuva emancipaci0n estd liceda a! roble- ma de la propiedad. sobre las cooueraiivaq. v sohre los comits de consun-io organizados oor las secciones ohreras de resistemi2 y por una federscin cooperativhtn especia- lizada. Un largo informe. que podra ser firmado Dor ur, jurista, muestra con quk minuciosidad los mt ores han estucliado el problema de la propiedad. Pero el informe sobre la ensennza integral* llama en forma predomi- nante nuestra atencin, porque es la primera vez ave este problema ha dado l u p r a u n anhlisis tan profundo. Causa estupefaccin la lectura de la primera parte, con sus consideraciones cientficas generales, sepi das por la enumeracin -segn la importancia de los diversos fac- tores- de las relaciones entre el desarrollo biolgico y el de las facultades psicolgicas de1 nio. Casi podra de- cirse que -desde entonces- ninguno de los grandes maestros de la pedagoga ha ido ms lejos. En verdad, este informe fue obra de un intelectual que haba adhe- rido al movimiento de los trabajadores; pero cun hon- roso era para estos metalrgicos, albailes, tipgrafos, peones, tejedores, labradores, descargadores, carpinteros, patrocinar la divulgacin de conceptos pedagdgicos que se anticipaban en medio siglo a los de su poca! Con relacin al conjunto de los movimientos obreros de las naciones europeas, este espritu constmctivo era excepcional. Nos permite afirmarlo la tercera Resolucin votada en el Congreso Saint-Imier celebrado los dfas 15 y 16 de septiembre de 1872. Este congreso reuna la ma- yora de las secciones de la Internacional, que no se incli- naban ante la dictadura de Marx y no admitan la expul- sin fraudulenta de Bakunin, James Guillaume y la Federacin del Jura, alma del movimiento socialista fede- ralista europeo7. Entre los problemas d d orden del da figuraba el siguiente: Organizacin del trabajo, estads- ticas*. El informe presentado era, visiblemente, obra de Bakunin, cuyo estilo y cuya visin de las cosas encontra- mos aqu claramente. Despus de haber recomendado los mtodos adecuados de investigacin e informacin, el do- cumento conclua: La Comisin propone nombrar una comisin encar- gada de presentar al prximo congreso un proyecto de organizacin universal de la resistencia y cuadros com- pletos de estasticas en los que esta lucha se inspira- r. A este respecto, recomienda a la seccin espaola como la mejor organizada hasta el presente. ' No slo el pretexto para justificar la expulsin era falso, sino que Bakunin no haba sido avisado de lo que se preparaba. No pudo pues defenderse, y parte de los delegados que votaron como quera Marx eran delegados postizos, con credenciales falsas. Al ao siguiente, 1873, a pesar de estar puesta fuera de la ley, la Federacin espaola consta de 162 federa- ciones Iocales formadas y 62 en formacin. Un ao ms tarde, segn el historiador belga Laveleye, constar de 300.000 adherentes, lo que nos parece excesivo y debe tal vez indicar la influencia ejercida por la seccin espaola en el proletariado. Despus, habiendo entrado el movi- miento en la clandestinidad a consecuencia de las persecu- ciones, sus efectivos se reducen. Lo cual no impide que en 1876 se rena una Conferencia de federaciones comar- cales que enuncia nuevamente los principios que debern ser aplicados al producirse la revolucin. Reproduzcamos lo ms significativo: 1) Las localidades en que los internacionales pue- dan dominar, una vez iniciado el movimiento insurrec- cional, se declararn libres e independientes y desliga- das del lazo nacional. 2) Inmediatamente declarar cada una de ellas que todo lo que se encierra dentro de sus lmites perte- nece a la misma, y nada a ningn individuo, exceptuan- do nicamente los muebles, ropas y otros objetos de uso particular. 5) Federacin de las fuerzas populares, de todas las federaciones, de todas las comarcas y de todos los pases. 8) Los Consejos locales se subdividirn en las co- misiones que juzguen necesarias, como defensa, subsis- tencia, administracin, trabajo, instruccin, relaciones comarcales y federales, etc. 9) Dispondrn inmediatamente la disolucin de todos los organismos que constituyen el Estado actual; la destruccin y autos de fe de todos los ttulos de rentas, de propiedad, de hipotecas, valores financie- ros, concesiones, etc.; la incautacin y centralizacin de todo el metlico, papel moneda, joyas, alhajas y pie- dras preciosas exstentes en cada localidad; la centra- lizacin de todos los articulas de consumo, y la con- centracin parcial, en talleres especiales, de todas las herramientas y mquinas. 11) Los congresos comarcales y el regional asumi- rn, por medio de comisiones especiales, la gestin de todos los asuntos que no puedan ser tratados por las localidades, como la defensa comarcal y regional, la organizacin de los servicios pblicos, como la marina, ferrocarriles, teEgrafos, etc., y nombrar el regional la representacin de la regin en el congreso universill y en las dems regiones. Es evidente que los problemas habian d o estudiados ms y ms en orden terico, lo c-ial no impidi al nio- vimiento alcanzsr iin sorprendente podevio mzterial. En esa poca, las huel q~i salv~jes se producan en las re- piones agrcolas, especialmente en Levante v Andsluca. Aun en las regiones v las provincias donde los noberna- dores tienrn el dezecho de suspender las garantas cons- titucionales, cerrar los locales, detener v deportar admi- nistrativamente a lpien les parece, donde la ~ol i c a tor- tura, donde la desocupaci6ri es endmica, donde los a+ tadores), y sus familias sufren una miseria tal que un par de alpargatas llega a ser un luio, a pesar de todos los ~Estrculos. la prensa Iibertaria aparece v circula. pihlica o clandestinamente. *Quin podr iarns Poseer las estadsticas corresnon- dientes conmletsc? Tomemos. por eiemdo. La Corua. peavea ciiidad h a d a al norte de Portuoal. cuvo n l h r - ro de habitantes h~ pasado, entre 1874 y 1923. de 30.000 a 6n.000. Se reqistrzn cuatrc seinanarios libertario?. v por consiguiente, awrauistas v sindicalistas: L.r Ratderd Roia. La Ernnr<lciwci6n, El Corsatio, J2d Lz~chd Obravrr. Ms tar- de, d e i ~ l l ~ de prolongado perodo de represin, en que miichos militantes emigraron a Amrica del Sur. irn anareciendo cinco: Germinal, I,u Emdizcip~cin, Voz del Obrero, ;Tieirn! y Solidaridad Obrera. Sera im~osible, n no ser aue se dispusiera de los 21.- chivos del Ministerio de la Gobernacin v de la oolica, etwmerar cuntas oulslicaciones aoarecieron en toda Es- pa2 desde 1870 hasta 1936. Pero he aqu los datos qi:e conocemos con referencia a este dt i mo ao: dos diarios: Solidaridad OOrc:,a, rgano de la CNT, que aDarece en Barcelona TJ que edita 40.000 ejemplares, y CNT, r- gano madrileo de la misma organizacin, que publica 30.000 ejemplares. Adems. ce cuentan unos diez peri- dicos. entre ello; Tierm y Libertd, el veterano barcelo- ns de la prensa anarquista espaola, que tira 20.000 ejem- plares; Vida Obrera, que aparece en Gijn (Asturias); El Productor, en Sevilla; Culttira y Accin, en Zarago- za; Acracia, cuya residencia e importancia numrica he- mos olvidado. A lo cual deben agregarse las revistas. He aqu Tiem- pos N~fevos, impresa en Barcelona, con 15.000 ejempla- res; Lcr Revista Blanco, editada tambin en Catalua, tira 5.000 ejemplares; Orto, de igual tirada, y sobre todo Estudios, que aparece en Valencia, y cuya tirada media es de 65.000 ejemplares, llegando en casos excepcionales a 75.000. En toda esta prensa los mismos fines son continua- mente proclamados. Mientras en otros pases, y durante las pocas de lucha, se ha criticado, sobre todo, y denun- ciado los males de la sociedad, dando lugar preeminente a las reivindicaciones inmediatas, en Espaa las ideas directrices han sido siempre recordadas. Incluso en los perodos de clandestinidad: tal el caso de El Municipio Libre, que en 1880 publicaba, en Mlaga, esta sntesis tanta veces repetida: Queremos la constitucin de comunas libres, inde- pendientes de todo lazo centralizador, sin otra unin que la que resulte de pactos federales, libremente acep- tados, y siempre revocables por las comunas contra- tantes. La apropiacin, por las comunas, del suelo, de los instrumentos de trabajo concedidos en usufructo a las colectividades agrcolas e industriales. El reconocimiento de los derechos sociales a los in- dividuos de ambos sexos que contribuyan a la pro- duccin. La enseanza integral, y la aplicacin a la educacin de los nios, de todos los medios de desarrolio moral y fsico. Un rgimen municipal que garantice los derechos del individuo en toda su plenitud. La organizacin del trabajo que permita a cada tra- baiador beneficiarse del producto integral de su tra- bajo. Anticipos hechos a todas las actividades, que per- mitirn a la humanidad beneficiarse de todos los in- ventos y de todos los progresos, frutos del genio del hombre. Admitamos que pueden formularse ciertas objeciones en cuanto a los conceptos de organizacin econmica, a condicin de situarse en la poca, y de tener en cuenta, en este caso, la estructura econmica de Andaluca y otras regiones. Pero lo importante son las grandes directivas, las perspectivas de conjunto, los anhelos, el espritu cons- tructor siempre presente, y que, llegado el momento, per- mitir corregir con rapidez los errores de anticipacin Y subrayemos una vez ms esta insistencia machacona en lo que se refiere a la enseanza integral*, Se ha podido decir, con razn, que el gran Joaqun Costa, socilogo republicano y autodidacto genial, que tanto luch6 para ele- var el nivel cultural del pueblo espaol e hizo de la ns- truccin pblica una de las ideas maestras de su combate, haba sido precedido por esos obreros y campesinos liber- tarios cuya vida era tan triste y el alma tan luminosa. El perodo de clandestinidad empezado en 1872-73 se acaba, y despus de nueve aos durante los cuales han tenido lugar luchas interminables, la organizacin sindi- cal, continuacin de la Primera Internacional, reaparece a la luz pblica. Y celebra en Barcelona su congreso de renacmiento. Un Manifiesto resume de nuevo los prin- cipios anteriormente establecidos, con el mismo espritu concreto, preciso, clarividente: Nosotros, los trabajadores, que somos los verdade- ros artesanos de la sociedad, su fuerza creadora y vital, que con nuestros esfuerzos materiales construimos las ciudades y los pueblos; que labramos la tierra y extrae- mos de sus entraas los productos ms preciosos; que construimos los buques para transportar las riquezas que producimos y los ferrocarriles que unen las regio- nes ms alejadas; que tendemos en el fondo de los ocanos los cables gracias a los cuales el Viejo Mundo puede, hoy, comunicarse con el Nuevo; que perfora- mos las montaas, construimos los acueductos y cava- mos los canales ... que con nuestras manos mdas to- mamos parte en cuanto es producido por la humani- dad ... por el efecto de una contradiccin terrible, no aprovechamos de estas riquezas. {Por que? Porque el ' As se comproM durante 193&39. COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPANA 31 predominio del capital y de la burguesa transforma nuestro sudor en una mercancia que se estima de acuerdo al salario, que lleva el selio de la esclavitud y es la fuente de donde provienen todos los males que nos oprimen. Una vez ms est planteado con claridad el problema de las clases. Y he aqu, ahora, nuevamente enunciados los mtodos de lucha y el objetivo final: Nuestra organizacin, de carcter meramente econL mico, se separa de los partidos polticos, burgueses y obreros; les combate porque todos estos partidos se organizan para la conquista del poder, mientras nos- otros nos organizamos para destruir todos los Estados polticos actualmente existentes y reemplazados por una FEDERACION LIBRE DE LIBRES ASOCIACIONES DE TRABAJADORES LIBRES. Es visible que este prrafo se refiere al marxismo in- ternacional, y naturalmente a Marx, que haba llevado a sus partidarios por los caminos del parlamentarismo y el Estado, al hacer votar, en el Congreso de La Haya (sep- tiembre de 1872), una resoluci6n donde se declaraba: La conquista del poder poltico es el primer deber del proletariado. La polmica pblica entre las dos escuelas del socialismo empezaba en Espaa. No hizo, despus, sino extenderse e intensificarse. A continuacidn, el Manifiesto insiste sobre e1 interna- cionalismo, el universalismo de los fines perseguidos: El problema social no es solamente nacional, inte- resa a los proletarios de los dos mundos, porque el acaparamiento de las materias primas, la introduccin de las mquinas, la divisin del trabajo, la concentra- cin de los capitales, las operaciones de los Bancos y las especdaciones financieras, el desarrollo de los me- dios de comunicacin, son otras tantas fuerzas econ- micas que han favorecido el advenimiento completo de la burguesa y de su dominio exclusivo sobre los intereses sociales. El, lector algo este documento informado constata que los redactores de haban ledo a Proudhon, especialmente Qu es la propiedad? y Contradicciones ecolanaicas. Pero tambin constata que esos obreros, varios d e los cuales -Ricardo Mella, Anselmo Lorenzo, Rafael Farga Pellicer, Federico Urales- se haba elevado a la altura d e soci- logos, analizaban l a estructura y el desarrallo del capita- lismo con conocimientos cuya profundidad sorprende. Estos progresos en el orden terico, estas manifestacio- nes que se produjeron tantas veces, fueron sealadas va- rias veces por Pi ot r Kropotkin quien, en el peridico Le Ruolt, poi. l fundado y que era el nico d e lengua francesa entonces existente, escriba (editorial del 1 2 de noviembre de 18811, al tratar del nuevo impulso del mo- vimiento obrero europeo: Pero es sobre todo en Espaa donde adquiere ac- tualmente una importancia real. Despus de haberse conservado como la lumbre bajo la ceniza durante ocho aos, acaba de manifestarse abiertameate en el ltimo congreso de Barcelona donde 140 organizacio- nes obreras han sido representadas por 136 delega- dos. No se trata de secciones de siete u ocho miem- bros reunidos casualmente por vivir en un mismo barrio, sino de secciones de obreros del mismo oficio cuyos miembros se conocen perfectamente y se ven diariamente, movidos por las mismas esperanzas, que tienen por enemigo comn al patrono, y un objetivo igualmente comn, libertarse del yugo del capital; en fin, una verdadera organizacin. Leemos los nmeros de La Revista Social, peridico hecho por los obreros mismos9; cada uno nos informa de la creacin de nuevas secciones de oficios, sea la adhesin de grupos existentes, sea la federacin de grupos anteriormente aislados. Al leer el BoletZn del movimiento espaol, nos sentimos como en los mejo- res tiempos de la Internacional; pero con esta sola diferencia: una mayor precisin en las aspiraciones, un concepto ms claro de la lucha necesaria y un tem- peramento ms revolucionario en la gran masa del movimiento. Y Kropotkin insiste sobre la diferencia entre Francia y Espaa: ' En verdad, La Revista Social era dirigida por un gran espri- tu liberal-libertario, Luis de Oteiza. Fieles a las tradiciones anarquistas de la Internacio- nal, estos hombres, inteligentes, activos, no se sepa- ran del pueblo para entregarse a sus objetivos meno- res; permanecen en la clase obrera, luchan con ela y por ella. Aportan sus energas a la organizacin obre- ra y trabajan para constituir una fuerza que aplastar al capital el da de la revolucin: el sindicato revolu- cionario. Secciones de oficios, federacin de todos los oficios de cada localidad, de cada regin, y grupos de combate independientes de todos los oficios, socialis- tas ante todo. As preparan los cuadros del ejrcito revolucionario.. . ... Recomendamos con insistencia a los trabajadores franceses reanudar, como sus hermanos espaoles, las tradiciones de la Internacional, organizarse al margen de todo partido poltico, tomando como lema la solida- ridad en Ea lucha contra el capital. En Espaa los aos han transcurrido, estamos en el ao 1887; acaba de ser celebrado un congreso que lanza un Manifiesto ublicado por el peridico anarqusta bar- 1 celons El Pr o mtor. Leamos: Proclamamos la acracia (no gobierno) y aspiramos a un rgimen econmico social en el cual merced a la comunidad de los intereses y la reciprocidad de los derechos y los deberes todos sean libres; todos con- tribuirn a Ia produccin y gozarn de la mayor feli- cidad posible, que consiste en que los productos con- sumidos sean fruto del trabajo de cada uno, sin ex- plotacin, y por consiguiente sin la maldicin de nin- gn explotado. La tierra no debe tener amo, no ms que el aire y la luz, ni las riquezas del subsuelo, los bosques y todo cuanto no sea el fruto del trabajo de los hombres. La ciencia no puede tener amo, no ms que los medios de produccin, consecuencias y aplicacin de los conocmientos cientficos. La tierra, la ciencia, las mquinas de la gran indus- tria no han sido creadas por sus detentadores, pues se crean sea por causas independientes de la voluntad de los hombres, sea por el trabajo continuo de cada uno. .. La undad social es esencialmente el productor.. . El primer grupo social es el grupo de productores de una misma rama de trabajo. El contrato fundamental 3 se concluye entre el productor y el grupo respectivo de los productores de un mismo ramo. Los grupos de productores de una misma localidad establecen un contrato por el cual constituyen una en- tidad facilitando los cambios, el crdito, la instruccin, la higiene y la polica local; y concluyen contratos con las otras localidades para el crdito y para el cambio en ms vasta esfera, como las comunicaciones, los ser- vicios pblicos generales y recprocos.. . La tierra, las minas, las fbricas, las vas frreas, y en general todos los medios de produccin, transporte y cambio, son concedidos en usufmcto a las activida- des de trabajadores. El objetivo final es: La disolucin del Estado. La expropiacin de los detentadores del patrimonio universal. La organizacin de la sociedad sobre la base del trabajo de los que pueden producir. La distribucin racional de los productos del tra- bajo. La asistencia de los que no son an aptos para el trabajo, o que han dejado de serlo. La educacin fsica y cientfica integral de los futu- ros productores. Por estas razones, el Congreso, que considera la Fe- deracin regional espaola como una agrupacin libre en la cual los trabajadores pueden resolver todos los casos particulares mediante la iniciativa comn cuando sea necesaria una accin unnime, reconoce la libertad de los individuos y de las colectividades para que pue- dan desarroilarse segn las condiciones especiales que condicionan la vida de cada cual. Esas declaraciones, esos programas, en los cuales se suman a menudo conceptos e iniciativas complementarios, muestran que las preocupaciones constructivas figuran siempre en primer plano. Y bajo estas preocupaciones se halla siempre una base doctrinaria fundamental, inspira- dora de planes y proyectos. En este ltimo Manifiesto, se transparenta el concepto del colectivismo preconizado por Bakunin, mitigado por el concepto mutualista proudho- niano cuyo signo caracterstico es la frmula del contrato. Pero en la misma poca se produce una evolucin impor- tante, que prueba que los cerebros trabajan siempre. Hasta ahora, de acuerdo con la doctrina colectivista, y, como lo hemos visto en repetidas ocasiones, cada pro- ductor deba gozar del producto ntegro de su trabajo*. Naturalmente, esta frmula tena por objeto hacer desapa- recer todo vestigio de explotacin del hombre por el hom- bre. Pero un problema nuevo haba sido planteado por la escuela comunista anarquista, y en el fondo estaba planteado implcitamente en los conceptos constructivos de Bakunin: una parte importante de los miembros de la sociedad -a menudo la mayora- no eran aptos para el trabajo considerado como un aporte productor. La sociedad estaba, pues, obligada a mantener a los que se encontraban en esa situacin, para lo cual deba tomar, inevitablemente, lo necesario de la parte que -segn el principio admitido hasta entonces- deban cobrar los productores. Estos, entonces, no podan gozar del pro- ducto ntegro de su trabajo*. La frmula que se impona cada vez ms era la del comunismo verdadero: <(A cada uno segn sus necesidades, de cada uno segn sus posi- bilidades*, que Luis Blanc haba preconizado, y que Proudhon atacaba, en parte porque apareca bajo la forma de comunismo de Estado, en parte tambin porque re- chazaba instintivamente, desde lo ms hondo de su ser, lo que llamaba comunidad. Llegamos ahora a una mo- ral de solidaridad integral, que ser practicada por las colectividades de 1936-39. Bajo el impulso de Marx y Engels, que han enviado a Espaa a Paul Lafargue (que ser despus yerno de Marx), a fin de combatir a los internacionalistas espaoles que no se someten a sus directivas, otra organizacin sin- dical, marxista y reformista, ha nacido ". Pero no acusa ni la fuerza moral que proviene de las convicciones filo- sficas y sociales fundamentadas en un amplio humanis- mo, ni las caractersticas de voluntad y actividad histrica nacidas de un ideal incorporado a la accin. En Espaa, el anarquismo -digamos ms bien el socialismo federa- 'O Esta federacin, se compona, al dedarar su existencia, de siete adherentes. El caso, para Marx y Engels, era combatir sjn es- crpulos una fuerza social que, aunque revolucionaria, seguia un rumbo distinto al trazado por ellos. E1 mismo procedimiento fue aplicado en Italia. lista antiautoritario- ha precedido al socialismo autori- tario, o de Estado, beneficindose de esta anticipacin. Pero, merced a la influencia que ha ejercido sobre los espritus, tambin ha conquistado mejor a los hombres. Porque no slo rechazaba la autoridad exterior al indi- viduo, a la que opona el autogobierno: influenciaba a la sociedad mediante la obra cultural extendida en las ma- sas. No olvidemos que en el ao 1882, La Revista Social, siempre dirigida por Luis de Oteiza, se publica a razn de 20.000 ejemplares, y es probablemente la publicacin intelectual ms leda de Espaa. Por otra parte, en la historia del anarquismo internacional no conocemos una manifestacin cultural comparable con la del Segundo Certamen Socialista, y. tal vez no sea intil sealar, una vez ms, con qu facilidad los anarquistas espaoles se consideran zrn'a escuela del socidismo. Se comprender la importancia de este movimiento cuando se sepa que, en el ao 1903 en Madrid, Tierru y Libertad, que ser -como lo hemos dicho ya- el peri- dico tradicional del anarquismo espaol, se transform en diario bajo la direccin de Abelardo Saavedra ll. Durante el perodo siguiente se registra cierta turba- cin en el pensamiento hasta entonces tan claro y preciso del anarquismo espaol. Porque, desgraciadamente, el anarquismo francs, tan lejos de Proudhon y Bakunin, ejerca sobre l una infiuencia intelectual y espiritualmente restrictiva. Su intervencin tarda en el movimiento sin- dical no movilizaba sino una parte de los militantes. El fraccionamiento en pequeos grupos que Kropotkin le reprochaba haba arraigado con exceso. Por cierto, bien se hablaba de hacer la revolucin, pero se entrevea esta ltima bajo el aspecto del da de la grandiosa victoria " Periodista de talento, hijo de la pequea burguesa que abra- 26 la causa del proletariado, excelente orador, que habra podido ser un privilegiado, Abelardo Saavedra fue, hasta su muerte, un ejemplo de abnegaci6n y tenacidad. Cuando Ie conoc, en el ao 1917, ya haba sido encarcelado, administrativamente, 22 veces. romntica, hasta tal punto que Juan Grave y Carlos Ma- lato debieron polemizar con sus propios compaeros, para los cuales toda forma de organizacin era fatalmente auto- ritaria y atentaba a los derechos del individuo. Y como la revolucin tardaba en producirse, aparecieron pasatiem- pos secundarios. Apareci el individualismo, con su rei- vindicacin stirneriana, ms o menos bien interpretada del yo; se lleg a la negacin pura, y a derivaciones desviadoras como el vegetarismo erigido en clave de todos los problemas, el crudivorismo, el naturismo, el estetismo, la exaltacin nietzscheana, etc. Francia gozaba entonces en Espaa de un prestigio inmenso. De ella haban sido introducidas o reintroduci- das las ideas de vanguardia, entre ellas el republicanismo, el atesmo, el socialismo, el liberalismo, el anarquismo. Las desviaciones del anarquismo francs no tardaron en ser reintroducidas por ciertos anarquistas espaoles, a este respecto demasiado afrancesados 12. Estas novedades se confundan con las de cierto anar- quismo comunista que rechazaba la actividad sindical y la amplia previsin orgnica del porvenir que haba ca- racterizado a los anarquistas espaoles. Pero, por una parte, la misma intensidad del problema social puso coto a tales fantasas. Por otra parte, el sentimiento social na- tural y el espritu de solidaridad tan fuertemente arraiga- dos en la personalidad del espaol eran demasiado pode- rosos para que el movimiento pudiera abismarse en tan mortales inepcias. Y la existencia de los grupos anarquis- tas no fue obstculo a la actividad social primero, sindi- cal despus, no restringi la dinmica casi mstica de la historia que mueve a los grandes proyectos y a las gran- des actuaciones. El ideal permanece en el fondo del alma espaola. Para el militante, no se trata de abstracciones fiosficas, sino de justicia social, de trabajo solidariamente organi- zado, de fraternidad activa plasmada en el goce iguali- tario de los bienes producidos por el trabajo de todos. l2 Anteriormente se haba llamado afrancesados a los hom- bres de espritu liberal, hijos espirituales de la Revolucin fran- cesa de 1789-93. El ms analfabeto de los campesinos anarquistas est in- teriorizado de esta interpretacin, en parte, sin duda, por- que su vida es tan dura que no puede anegarse en quimeras cuando se trata del problema social. Y el Con- greso del teatro de la Comedia celebrado en Madrid en el ao 1919 confirm lo que siempre se haba procla- mado: el fin de la CNT es el comunismo libertario. Para alcanzarlo, se decidi entonces transformar los sindicatos tradicionales de oficio en sindicatos de industria, a fin de asegurar mejor la organizacin de la economa nueva. Lo cual sera ratificado despus de diez aos de dicta- dura civil y militar, en el Congreso de Zaragoza de 1936, que constituye una nueva etapa en la vida de la organi- zacin sindical espaola. Digmoslo rotundamente: la resolucin de carcter constructivo votada entonces por los delegados en una si- tuacin prerrevolucionaria fue inferior a la mayor parte de las que haban sido votadas en los congresos citados anteriormente. Pero la repeticin tesonera de los objeti- vos y de los procedimientos tcticos, la voluntad de rea- lizar actividades constructivas por parte de los sindicatos, de las federaciones locales, comarcales, regionales, nacio- nales, de su cohesin, el planear actividades comunales, de expansin cultural, de vastos talleres sustituyendo a los talleres vetustos donde obreros, artesanos y pequeos patronos eran tan mal recompensados por su trabajo, to- das esas aspiraciones han estado presentes en el espritu de los militantes de base, en la mente y la voluntad de cuantos se haban dado y seguan dndose en cuerpo y alma para el triunfo del ideal. Y sorprende constatar cmo, aunque la generacin que har la revolucin ignore los textos de los congresos de 1870, 1871, 1872, 1882 y otros, aplicar estos textos en las colectividades agrarias y en las sindicalizaciones industriales de 1936-39. Recordemos, antes de terminar este capitulo, que du- rante los cinco aos de repblica (1931-1936), se haban publicado numerosos ensayos que tendan a preparar las realizaciones constructivas. Por primera vez en la histo- ria del anarquismo mundial, y segn el orden ~ronol ~i co, Gastn Leval, Diego Abad de Santilln, IIiginio Moja Ruiz, trataron estos problemas no bajo forma de cons- trucciones integralmente utpicas, sino basndose en la realidad concreta de la economa espaola, a la luz de las estadsticas referentes a la produccin agrcola e indus- trial, de las materias primas, de la energa, etc. l3 Hubo otros estudios, menos documentados, entre ellos un opsculo del doctor Isaac Puente, titulado El comu~isismo libertario; aparecieron ensayos cortos y diversos. Se tra- dujeron del francs cinco o seis libros de economistas como Cornelissen, de tericos militantes sindicalistas como Pierre Besnard, de socilogos menos metdicos como Se- bastin Faure. Todo, editado por l o menos por tres r- ganos editoriales, contribuy a preparar la masa de los militantes para su obra futura. El ideal perseguido por los anarquistas comunistas es- paoles fue, pues, el que los espritus ms selectos de la humanidad han perseguido y propagado desde Platn -y tal vez algunos estoicos- hasta nuestros das. La Revolucin espaola ha realizado lo que pedan los pri- meros cristianos, la justicia social por la que en el si- glo XIV lucharon los Jacques en Francia, y los campe- sinos ingleses capitaneados por John Rnll en Inglaterra, los de Alemania a quienes dos siglos ms tarde encabez Thomas Mnzer, los niveladores ingleses inspirados por ' V a r a dar una idea del contenido del libro del autor, repro- ducimos lo que escriba el socilogo anarquista italiano Luigi Fabbri. En este libro que ahora presenta al pblico, Gastn Leva1 no habla del problema de la revolucin como han hecho hasta ahora gran parte de los escritores anarquistas ms notables, de modo de poder aplicarse a todos los pases del mundo, pero a ninguno en particular. Se ocupa, por el contrario, en modo especial de Es- paa, y circunscribe su argumentaci6n en sus confines. As1 puede basar esta argumentacin deduciendo los conceptos de los hechos, y slo as poda hacerlo. Materializacin con cifras, con estadfs- ticas, con elementos prdcticos de todas clases, su exposicin estu- dia los valores micos y demogrdficos de Espaa, SUS recursos prauctivos, industriales, a~ col as, minerales, pesqueros, etc., las relaciones entre la importacin y la exportacin, las relaciones eco- nmicas entre las provincias, las posibilidades inmediatas para un futuro prximo de mayor desarrollo, etc. Sobre esta base plantea la visin prctica de la iniciativa y de los deberes de todos los anarquistas y de los revolucionarios, incluso en la hiptesis de que Espaa insurrecta de maana hubiera de encontrarsc aislada del resto del mundo y rodeada de enemigos en armas. Everald y Winstanley, los hermanos Moravos, discpulos de Jean Huss, lo que ha preconizado Thomas Moro en La utopZd, y Francis Bacon, y Canlpanella en LLZ ciudad del Sol, y el cura Juan Meslier en su clebre Testamento, y Morelli en su Naufr@gio de las islas flotantes, y Malby que, lo mismo que Morelli, inspir a los mejores pioneers de la Revolucin norteamericana, y a los ezrags de la Revolucin francesa, entre ellos Jacques Roux, el cura rojo. Y con todos ellos, la legin de los pensadores y de reformadores del siglo XIX y del primer tercio de este siglo. La Revolucin espaola ha sido, en la historia del mundo, el primer ensayo de aplicacin del sueo per- seguido por las conciencias ms elevadas que honraron a la humanidad. Ha logrado realizar, integralmente en mu- chos casos, el ideal ms hermoso que haya concebido el espritu humano, y esto constituir su gloria eterna. HOMBRES Y COMBATES Para la mayora de los que se interesan por la historia social, por las realizaciones o posibilidades revoluciona- rias, s610 las regiones industriales y el proletariado indus- trial ofrecen inters. De entrada, las regiones agrarias y los trabajadores del agro son apartados. Ms bien, la clase social de los pequeos campesinos es considerada siempre como irremediablemente contrarrevolucionaria, sobre todo por la ciencia marxista segn la cual las condiciones de existencia y las tcnicas de trabajo conde- nan a los campesinos a ser los servidores de la reaccin, cuando no su encarnacin. Marx insista sobre esta ley de la historia, afirmando incluso que la lucha entre la ciudad y el campo haba constituido uno de los aspectos dominantes de la lucha de clases. Es cierto que en este problema los campesinos han que- dado, muchsimas veces, muy a la zaga de los habitantes de las urbes. Sin embarco. nada es absoluto. v los hechos prueban que no se puedve &cerrar el desarrlo de la vida de los pueblos en frmulas indiscutibles. Espaa nos su- ministra un ejemplo valioso de ello. En efecto, si es cierto que el socialismo colectivista preconizado por Bakunin aparece en 1869 en Madrid y Barcelona, l o es tambiCn que no tard en extenderse en regiones predominantemente agrcolas y en ciudades cu- yas actividades econmicas estaban ligadas a las activida- des generales de la agricultura. De hecho, el movimiento social y socialista anarquista se extendi al Norte, sobre todo en Catalua, la regin ms industrial, y en el Sur, en Andaluca, regin casi exclusivamente agrcola, que abar c~ el Medioda, desde el Atlntico y el sur de Por- tugal, hasta la regin de Levante, en las costas medite- rrneas. Es en estas dos regiones donde, antes de la revolucin, se venda el mayor nmero de peridicos, revistas, folle- tos, libros, y donde la actividad social, los combates libra- dos, figuran entre los ms intensos. Las explicaciones pueden ser varias. Psicolgicas, en primer lugar, porque el andaluz es tal vez el ms reacio de los espaoles a las rdenes gubernamentales, a la do- minacin estatal, a la autoridad representada por el ins- trumento del poder, por el funcionario. Econmico-socia- les despus, porque la estructura de la propiedad agraria bajo la forma de vastsimos dominios (cortiios) aue a me- ndo cubran millares de hectreas y 'empeaban un per- sonal asalariado importante y miserablemente retribuido, predispona a los trabajadores a entenderse para la lucha. Los que conocieron el campo andaluz en el siglo pasado y al principio de ste nos contaban cmo, por la noche, labradores y segadores, aunque agobiados por la labor del da, se reunan en el pajar donde dorman, y, a la luz de 13 linterna nica, el que saba leer lea a sus compaeros los peridicos revolucionarios editados en Barcelona o en cualquier ciudad andaluza. As se propa- laba la Buena Nueva. Sin embargo, otras razones pueden invocarse, porque, como lo veremos, fue en ciertas provincias, entre los pe- queos propietarios que podan luchar con mayor libertad gracias a su inde~endencia econmica, donde se hallaron los militantes ms esforzados, heroicos y eficaces. Por otra parte, si el hambre, la desocupacin, la mise- ria endmica explican la guerra social, otros factores mo- van a los revolucionarios. Abelardo Saavedra nos con- taba cmo, cuando Francisco Ferrer emprendi6 difundir la pedagoga racionalsta bajo forma de escuelais moder- nas haba fundado 148 escuelas, siempre en Andaluca -l mismo era sevillano-; Francisco Ferrer procuraba el dinero y los libros, Abelardo Saavedra organizaba. Pero deba hallar en las localidades donde se fundaban esas escuelas los elementos materiales de existencia, y los maes- tros. Los sindicatos obreros los suministraban. Casi siem- pre los maestros eran jvenes militantes autodidactos que se improvisaban estudiando, y daban buenos res~iltados. Esf~ierzos semejantes se desplegaron fuera de Andalu- ca. En 1919-20 el autor ha vivido en la regin de Le- vante, especialmente en la provincia de Valencia, donde visit varias escuelas racionalistas en las que se continua- ba la obra del mrtir de Montjuich '. Se hallaban espe- cialmente en lo que podramos llamar pequeas ciudades de carcter predominantemente agrcola. En ausencia de los recursos monetarios antes suministrados por el gran fundador, el sindicato local -que reuna trabajadores de oficios varios-, o la federacin local - c ua ndo existan distintos sindicatos-, aportaban los fondos gracias a las cuotas pagadas por los sindicatos. A menudo, la escuela se volva la principal razn de ser de la organizacin obre- ra. Y he conocido campesinos que se privaban de tabaco, placer excepcional, para cotizar cada mes un duro -cin- co pesetas- a fin de sostener y mantener la escuela. El maestro iba, al mismo tiempo, formndose y adquira una cultura que ms tarde servira al militante. Podrian escribirse, sobre este aspecto de las luchas libertarias, pginas conmovedoras. Porque, naturalmente, la escuela racionalista tropezaba con la hostilidad activa de los caciques dueos de la vida local, que formaban bloque con el cura, la Guardia Civil. los qandes terrate- nientes, a veces el boticario y el mdico. A menudo, apli- cando tina tradicin remota, el maestro no oficial era detenido, y deportado, las manos esposadas, a regiones lejanas donde estaba condenado administrativamente a re- sidencia forzosa. Entoces, casi siempre, el militante ms instruido le reemplazaba. Casi siempre tambin le tocaba conocer la misma suerte que el maestro. y otro compa- ero le suceda, sufriendo a su vez la deportacin. A ve- ces, las autoridades acababan por clausurar la escuela. y ocurra que, de acuerdo con lo decidido por el sindicato, los alumnos partan, por la maana, hacia la montaa, donde el ltimo maestro improvisado las enseaba tra- zando en el aire palabras o cifras, o dando, como poda, lecciones de Botnica en base a la observacin directs. Lo que acabamos de escribir no muestra sino uno de los aspectos de las luchas sociales que, al mismo tiempo, ' Se sabe que Ferrer fue fusilado en el fuerte de Montjuich (Barcelona), en el ao 1909. eran consecuencia de las condiciones de vida inmediata y perseguan objetivos superiores de transformacin so- cial. Porque revestan formas mltiples, como las protes- tas contra el Estado y el fisco, que tantas veces subleva- ron a los campesinos de Francia, Italia y Europa Central, en los siglos de los grandes reyes y de los emperadores; a lo cual se agregaba una guerra de clases que, bajo la inspiracin anarquista, haba adquirido un carcter mucho ms agudo de lo conocido hasta entonces. Utilizando informaciones nada sospechosas y que re- montan a una poca particularmente dura, vamos a enu- merar hechos que permitirn comprender la importancia del combate social llevado a cabo por los trabajadores revolucionarios de Espaa. Nuestros datos se refieren a un perodo muy limitado, pero la intensidad de los hechos registrados permitir imaginar su totalidad. Sin embargo, no sugieren la magnitud de las huelgas generales, espe- cialmente andaluzas, que tuvieron lugar en la ltima parte del siglo pasado, huelgas que paralizaban las ciudades, los pueblos, la vida campesina, donde los pastores solta- ban los rebaos en los montes, las nodrizas devolvan sus hijos a las damas de la aristocracia. el personal do- mstico haca causa comn con los obreros industriales. Sin embargo, creemos, con lo que sigue, dar una idea que har comprender mejor esos luchas. Ao 1879.-El campesino anarquista Oliva es agarro- tado, habiendo sido condenado por causas sociales, sin duda por haber cometido un atentado contra un cacique que le privaba de trabajo. En Tarragona (Catalua) las sociedades obreras son disueltas, lo mismo que una coope- rativa obrera en Olivera (provincia de Cdiz). En Valen- cia, labradores, pequeos propietarios y colonos (medie- ros) se declaran en huelga, negndose a pagar a los terratenientes. Interviene la Guardia Civil, deteniendo a ciegas; los huelguistas imprimen una proclama que pe- gan en los rboles. Setenta campesinos huelguistas son deportados a las islas Marianas (entonces colonias espa- olas), por simple medida administrativa. En Arcos de Ja Frontera (provincia de Cdiz), en Granada, Ronda, Jan -tres ciudades de Andalucia-, tienen lugar manifesta- ciones de desocupados que piden trabajo y pan. Hay nu- merosas detenciones. En varios lugares, el pueblo saquea las panaderas y las carniceras. En los meses de junio y julio se producen incendios de mieses y cosechas, viedos, bosques, granjas de gran- des propietarios de Castilla, Extremadura, la regin valen- ciana, sobre todo en Andaluca, donde los incendios se multiplican en el siguiente mes de agosto. Un campesino liarnado Moncasi es ejecutado por haber atentado contra un patrono. Le sigue al cadaIso Francisco Otero Gonzlez, que haba disparado dos tiros de pistola contra un bur- gus, sin alcanzarle. Ao 1880.-Elementos del pueblo saquean las iglesias y las oficinas del fisco en las provincias de Tarragona, To- ledo, Ciudad Real (estas dos ltimas en Castilla la Nue- va). Agitacin en Andaluca. Segn h Revista Socid, 4.566 trozos de tierra han sido vendidos por el fisco, que se ha incautado de otros 51.854, pero no ha podido venderlos por falta de compradores. En los meses siguien- tes se registran otras 39.000 incautaciones. En mayo y junio son sealados incendios de granjas, cortijos, viedos de los grandes poseedores, en la provin- cia de Jerez. En esta ciudad, trece militantes son encar- celados, acusados de haber provocado incendios. Dos de ellos, Manuel Alvarez y Jos Campos Rodrguez, mueren. En La Corua (Galicia) una bomba estalla ante el domi- cilio del alcalde. En la provincia de Huelva (Andaluca), los rebaos son exterminados por los huelguistas y des- truidas varias plantaciones de rboles frutales. Se pro- ducen de doce a quince sublevaciones contra el fisco en diferentes lugares del pas (Valls, Arriate, Orense, en Galicia), Almodvar (provincia de Ciudad Real, en Cas- tilla la Nueva). Siempre en el ao 1880, y en la campia de Crdoba, millares de hectreas son destruidas por incendio; de ellas 84 pertenecan al duque de Alba. Nuevas casas de ricos propietarios arden. La miseria exaspera al pueblo. El diario liberal El Siglo declara: Preferimos retirarnos a la vida privada, porque estamos convencidos de que la revolucin triunfante en Espaa caera inmediatamente en manos de todos los elementos demaggicos del pas*. Y, naturalmente, los demagogos son los revolucionarios. Una bomba de poca fuerza estalla en el convento de los jesuitas de Ganda (provincia de Valencia). Los je- suitas van a establecerse en casa del duque de Pastrana, que a su vez es incendiada. El 3 de agosto, tres autores del descarrilamiento de un tren son fusilados. El 17, cuatro condenados a muerte son ejecutados en Berzocana. El 18, una ejecucin en Riaza; el 19, una en Marchena: diez ejecuciones en diez das. Aparece El Mzcnicgpio Libre, peridico clandes- tino que es distribuido por ciudades y campos. La casa del recaudador de impuestos de Requea (provincia de Valencia) es tomada por asalto, los registros son quema- dos en la plaza pblica con parte de los archivos del Ayuntamiento. Interviene la tropa, el pueblo le hace frente. En Alcoy, provincia de Alicante, los jesuitas deben huir ante la actitud hostil del pueblo. En Mlaga, deten- cin de militantes. La imprenta de El Municipio Libre es descubierta por la polica. Ao 1881.-Del 24 al 26 de septiembre, un congreso de federaciones comarcales tiene lugar en Barcelona. De acuerdo a su estructura, estas federaciones estn en gran parte constituidas por trabajadores del campo agrupados en organizaciones sindicales. Estadsticas: 200 secciones y 136 delegados. Por 128 votos contra ocho, se declara que el objetivo- perseguido es la anarqua colectivista. Los opositores son socialistas marxistas. Ao 1882.-En Sevilla tiene lugar un congreso nacio- nal (llamado regional por los libertarios para quienes Es- paa es como una regiv de la Intermctonal). Se cuen- tan 212 delegados, diez regiones orgnicamente constitui- das, 218 federaciones locales, 633 secciones sindicales y 59.711 federados. Esta Itima cifra se descompone del modo siguiente: Andaluca del Oeste, 17.021 adherentes; Andaluca del Este, 13 .O26; Aragn, 689; Catalua, 13.181; Castilla la Vieja, 1.036; Castilla la Nueva, 515; Murcia, 265; Galicia, 847; Vascongadas, 710; Levan- te, 2.355. l Se acusa una diferencia, que ser corregida despus, entre el total y las cifras regionales o locaies. Por otra parte, la intensidad de las luchas sociales que acabamos de describir, y particularmente la de la represin, debe haber causado una disminucin de los efectivos. Con todo, y tratndose del carcter ideolgico del movimiento, no puede negarse su importancia. Y subrayemos cuntos es- fuerzos, a menudo extraordinarios, cumplieron numerosos delegados, parte de los cuales debieron viajar en condi- ! ciones inimaginables. En fin, la influencia ejercida sobre l el proletariado por estas fuerzas organizadas rebasaba con mucho lo que las cifras reproducidas podran dejar supo- ner. El Congreso de Sevilla es un esfuerzo de reorganiza- cin despus de una larga represin. Entre las resoluciones tomadas en ese congreso figur, treinta aos antes de que Francisco Ferrer emprendiera esa obra, la fundacin de escuelas no sometidas a la auto- ridad de la Iglesia y del Estado. Siempre en Andaluca, la federacin local de Sevilla donde, de acuerdo a la estructura socioeconmica de la poca, la vida social es solidaria de las actividades agra- rias, cuenta con 53 secciones sindicales y 6.000 adheren- tes. Inmediatamente despus del congreso mencionado, siete federaciones nuevas se organizan en la provincia de Sevilla, 19 adhieren a la federacin andaluza. Cada n- mero del peridico El TrcEbajo, que aparece en Mlaga, anuncia la fundacin de unas 20 federaciones sindicales con una mayora de trabajadores del campo. Sobre los 18.000 ejemplares que publica entonces La Revista So- cial, 8.000 se venden en Andaluca. Y no olvidemos que Espaa slo cuenta 18 millones de habitantes, con un promedio de 65 por 100 de analfabetos. Notemos, tam- bin, para terminar sobre este congreso, que unos vein- l te congresos locales haban tenido lugar para examinar previamente el orden del da y decidir las proposiciones que deberan ser hechas. Ao 1883.- Lcu Revista Social anuncia que en Mar- chena un trabajador (suponemos que del campo) gana de dos a tres reales (un real = la cuarta parte de una peseta). Calclese que hay unos 30.000 desocupados en la agricultura de Andaluca. La federacin socorre a 3.500: existe, pues, una prctica de solidaridad, natu- ralmente limitada por los recursos disponibles. El Go- bierno cierra las bibliotecas y las escuelas obreras*. Pero el carcter violento e implacable de la lucha so- cial, la exasperacin causada por el hambre han provo- cado la constitucin de una organizacin secreta, la Mano Negra. Ms de 400 personas son detenidas, acusadas de pertenecer a esta fuerza misteriosa. Militantes de la regin valenciana son detenidos y deportados a las islas Maria- nas, donde morirn de hambre y consumidos por las fie- bres. Las detenciones se multiplican de nuevo, 2.000 tra- bajadores son acusados de adhesin a la Mano Negra. El terror reina, los registros domiciliarios continan en todo el pas. Se sealan crmenes sociales, la Guardia Civil tambin registra, da y noche, detiene, encarcela, tortura. Un proceso monstruo se prepara en Montillas (provincia de Cdiz). La Guardia Civil se apodera de los muebles, los libros, los mapamundis de la escuela de La Lnea (misma provincia). En mayo tiene lugar el primer proceso de la Mano Negra. El fiscal pide 30 penas de muerte. Cinco con- denados sern ejecutados. Pero la polica pretende haber descubierto una nueva organizacin secreta y detenido 20 de sus miembros. Aos 1885-86-87.-En La Corua (Galicia) los campe- sinos se sublevan contra los consumos. Registros, archi- vos, papeles de todas clases van a la hoguera. La tropa tira, la insurreccin dura dos das. Los campesinos de Canovellas, provincia de Barcelona, se niegan a pagar los impuestos, y 100 hombres, garrote en mano, obligan al recaudador a retirarse. Segn el peridico libertario El Obrero, slo en diciembre de 1886 el Estado se ha incau- tado de 75 granjas en Jodar, de 32.000 en la provincia de Logroo, de 4.000 en las islas Baleares, por deudas con el fisco. En Onteniente, provincia de Vslencia, el pueblo toma el Ayuntamiento por asalto, al grito de: <( Abajo los impuestos! )> Calclese que de 1880 a 1886 el Ministerio de Hacienda se ha incautado judicialmente de 99.931 propiedades. Desde la Restauracin, en trece aos, el total se elevara a 999.000 '. La cifra es enorme, y no podemos verificarla. Pero se anuncia que en mayo de 1887, en la regin de Alcaiz (provincia de Teruel), 3.000 alqueras, o lo que tal se llama, deben ser vendidas por deudas con el fisco. Nue- vos y numerosos motines son sealados en diferentes par- tes, con muertos y heridos, pues la Guardia Civil hace copioso uso de sus armas. Se producen numerosas deten- ciones en Andaluca, para contrarrestar la campaa refe- rente a los mrtires de Chicago. En la pequea ciudad de Grazalema (provincia de Cdiz), 24 hombres y seis mujeres son encarcelados. En muchas otras pequeas ciu- dades (Ro Tinto, provincia de Huelva, Andaluca, por ejemplo) se establece una solidaridad activa entre los obreros de las fbricas y los mineros. Miseria profunda en numerosos pueblos de Andaluca. En La Loja (provin- cia de Granada), Ecija, Los Arcos, Sanlcar, los alcaldes telegrafan al Gobierno de Madrid pidiendo socorros y tropas. El peridico portugus Grito de Povo anuncia 414.565 confiscaciones de fincas (sin especificar en cun- tro tiempo), entre ellas, 63.562 en la provincia de Cuenca (Castilla la Nueva), 73.395 en la provincia de Zaragoza. Los campesinos de Castilla la Vieja emigran en masa. Lo que acabamos de enumerar es una muestra, forzo- samente incompleta, y permite comprender cun intensos fueron los combates librados por el pueblo en todas las regiones de Espaa menos, probablemente, en las Vascon- gadas: Otros factores completan la explicacin del comporta- miento de la poblacin, y sera errneo juzgar el compor- tamiento de esta ltima por las reacciones desesperadas que acabamos de enumerar. Indudablemente, la lucha co- noce altibajos; se atena en ciertos perodos, en que triun- fa la reaccin, que pone fuera de la Ley, y durante aos, Las luchas contra el fisco explican sin duda, por lo menos en parte, la hostilidad del pueblo espaol contra el Estado. 4 a los sindicatos campesinos o industriales. Entonces, cierta resignacin parece dominar en la mayora de los trabaja- dores. Pero los militantes estn siempre presentes, como un fermento, como un estmulo. Siguen inffuenciando por la accin, por la propaganda oral, por la distribucin de peridicos y revistas, incluso por la adhesin a la seccin del partido republicano cuando existe en la localidad. Y dan prueba de una voluntad, de un estoicismo, de un herosmo que causan admiracin. Por centenares, por mi- llares, han conocido persecuciones innumerables, la crcel, e1 presidio, la deportacin, el exilio, el boicot de los ca- ciques y sus administradores, de los patronos, de los c s merciantes que les negaban el crdito. Pero esta lucha ha formado los hombres, ha templado voluntades admirables. Hemos dicho, y comprobaremos ms adelante, que a me- nudo los pequeos propietarios que gozaban de indepen- dencia material podan actuar y luchar con mayor eficacia que los asalariados. Son pequeos propietarios Iibertarios que en los aos 1915-1920 han contribuido con eflcacia al renacimiento del movimiento libertario en la ciudad de Valencia donde, bajo el rgimen monrquico, el republi- canismo haba acaparado la oposicin. El domingo por la maana, descuidando sus faenas, bajaban de los pue- blos, de las montaas, o acudan de la Huerta para ayu- dar a los que se esforzaban, en Ia capital de Levante, por reorganizar las fuerzas que las represiones haban destruido. Fueron los principales artfices de ese renacer. Es precisamente en esta regin del Levante donde co- noc a Narciso Poimireau 3, quien resida en el interior de las tierras elevadas, en un pueblo llamado Pedralva, don- de posea tierras y poda ser considerado como un privi- legiado del lugar. Y sin embargo, Narciso Poimireau, alto, seco, con corazn de oro, mirada bondadosa y espri- El nombre de Narciso Poimireau era ms francs que sspaol. Tal v a nuestro compaero era un lejano descendiente de esos campesinos arruinados por la voracidad del fisco bajo el reinado de Luis XIV -que Taine nos muestra- y que, obligados por la miseria, emigraron a Espaa. tu iluminado, era el agitador por excelencia de la comarca de Liria, que tal vez ofrece la historia social ms intensa de la regin levantina. Cultivaba sus tierras, y por la noche parta a travs de la sierra, a pie, para no cansar a su mula que deba trabajar al da siguiente, recorriendo caminos pedrego- sos, de uno a otro pueblo, predicando el evangelio liber- tario y organizando a los campesinos. Haba fundado con su propio dinero una escuela en la cual una hija suya era maestra. Al mismo tiempo que llevaba la lucha contra los ricos explotadores, la llevaba contra el cura. Pero en esa regin B era quien, por su altura moral, saba calmar los mpetus de la clera y el furor del odio. Cuando llegaron a Pedralva las tropas franquistas, sus adversarios locales -que l no haba perseguido durante el perodo antifranquista- le detuvieron. Hubo un largo silencio respecto de l. Un da las autoridades convocaron a los habitantes de Pedralva en la plaza pblica. Y, ante ellos reunidos, hicieron circular una carreta en la cual haban cargado una jaula de madera. En la jaula estaba Narciso Poimireau, encerrado como Don Quijote al re- gresar a su pueblo, para burla de las gentes, reunidas a pesar suyo. Pero las gentes no se burlaron de m; me miraban con pena, los franquistas fracasaron en sus pro- psi t os~, deca en la crcel Narciso Poimireau a quien me ha relatado estos hechos. Narciso Poimireau, al que yo haba conocido por dos veces al ir a Pedralva para dar una conferencia, fue fusi- lado por los franquistas. Y segn un compaero que lo conoci, toda su familia tambin fue fusilada. Pasemos al norte de Aragn. He aqu otro de esos hombres que suscitan la admiracin. Se llama Juan Ric, y hoy vive en una ciudad de Francia. Viva antes en Bin- far, en la provincia de Huesca, donde era propietario de 15 hectreas de tierra regada - juna fortuna! -. Criaba al ao para venderlos un centenar de carneros, posea dos mulas, y su mujer atenda a la clientela de una pequea tienda de comestibles. Al mismo tiempo, Juan Ric era el principal animador y organizador del movimiento liber- tario local y comarcal. Desplegando siempre una actividad inagotable fue, en repetidas ocasiones, perseguido por actividades subversi- vas. A raz de un intento insurreccional mal concebido que se realiz en diciembre de 1934, en el que varios guardias civiles cayeron en la lucha, fue encarcelado y an lo estaba cuando el frente popular triunf en febre- ro de 1936. Hubo una amnista que lo sac de una si- tuacin poco envidiable, pues el fiscal peda contra l dos penas de cadena perpetua y unos quince aos de su- plemento. En total, aproximadamente unos ochenta y dos aos -Ric no lleva la cuenta exacta-. Naturalmente es- tuvo al frente de los que en su pueblo hicieron frente al ataque franquista. Y naturalmente le hall, siempre des- bordante de actividad, optimista y sonriente, dndose por entero a la organizacin colectivista de la comarca de Bi- nfar tomando iniciativas, resolviendo problemas, ani- mando, impulsando. Cuando las tropas franquistas avan- zaron, se vio obligado a refugiarse en Francia, donde co- noci los campos de concentracin en que se encerr -guardados por tropas norteafricanas- a los refugiados antifascistas; conoci despus el campo hitleriano de Dachau donde lo llev la Gestapo, informada por los stalinianos de su existencia en los bosques, donde se es- conda; regres de Alemania pesando menos de 40 kilos, a pesar de medir un metro setenta por lo menos. Pero, cuando habl con l hace cinco aos, estaba dispuesto, a pesar de la edad, a regresar a Binfar donde la poblacin se neg a comprar sus tierras que las autoridades haban puesto a subasta. A regresar para -empezando con sus propias tierras- repetir la experiencia de una colectividad libertaria con el mismo entusiasmo, la misma voluntad, el mismo iluminado fervor. Cuntas otras biografas ricas, apasionantes, de hom- bres excepcionales, de revolucionarios libertarios, campe- sinos, pequeos propietarios y asalariados, apstoles obs- ' Ver ms adelante la seccin titulada Binfar. 1 tinados de la revolucin porque eran apstoles de la jus- ticia y del amor, podranse escribir! Tengo a mano la 1 breve narracin que ha redactado, a requerimiento mo, l uno de los hombres que fueron el alma de las luchas I campesinas en Navahoral de la Mata, pequea ciudad de Extremadura, provincia de Cceres, que en el ao 1936 l contaba unos 7.500 habitantes. Fue dos veces condenado I a muerte, gravemente herido en los combates contra las fuerzas franquistas, pas dieciocho aos en presidio, y si 4 I tuviera fuerzas y la posibilidad de hacerlo, seguro estoy I de que reanudara las luchas que voy a resumir. Pero ese hroe desconocido, modesto y oscuro, experiment, antes de hablar de s mismo, la necesidad de rendir homenaje a 1 otro militante libertario, heroico como l, modesto y oscuro: Quiero, antes de empezar, hablar de Alfonso Gon- I zlez, el militante ms viejo de Navalmoral. Fue padre de todos en anarqua; encarcelado varias veces, con- denado dos veces a muerte, detenido por los franquis- tas durante la guerra, recuper la libertad en 1942; l luego, detenido de nuevo en 1944 por servir de enlace con los guerrilleros de la regin, fue condenado a pre- sidio y encerrado en el penal de Ocaa. Cumpli su pena, y regres. A los ochenta y cuatro aos las auto- ridades le expulsaron de su ciudad natal. Vivi seis meses en el pueblo de Talayuela, y volvi a Navalmo- ral, donde muri seis meses ms tarde. Por testa- mento, exiga un entierro civil. Las autoridades quisie- ron hacer caso omiso, pero el notario obtuvo fuera res- petada la voluntad del viejo luchador. Se abri una brecha en el muro del cementerio para que el paso del cuerpo en las alamedas benditas por Dios y los l curas no contaminara las otras tumbas, y se le enterr en un rincn aparte I Esperemos que las generaciones futuras levantarn un I l monumento a Alfonso Gonzlez. Pero habra que elevar 1 tantos! Y ahora, he aqu la narracin de Ambrosio Marcos: La oposicin liberal, que ya constitua un paso irn- pottante en Navalmoral, apareci en tiempos de la monarqua, hacia fines del siglo pasado, en la perso- nalidad de republicanos eminentes que dejaron grato recuerdo en la memoria del pueblo. Uno de ellos fund una gran biblioteca pblica donde se encontraban libros de cultura genera!, y. los que trataban del problema social, y por consiguiente, como se comprender, de sociologa anarquista, tan numerosos en Espaa. Esto no es nada sorprendente porque ciertas corrientes re- publicanas mantenan un contacto fraterno con el mo- vimiento obrero en la oposicin antimonrquica. Los conflictos sociales se produjeron bajo la forma de huel- gas agrarias, de luchas contra los grandes propietarios. No tenemos detalles, pero al principio de este siglo, se hablaba de la Mano Negra que causaba tal espanto que las madres amenazaban con ella a sus chicos, to- mando el lugar del diablo. En 1905 5, el pueblo de Navalmoral se subleva para defender al alcalde liberal que acaba de ser elegido y contra quien el marqus de Comillas, el hombre ms rico de Espaa, y que posea tierras en Navalmoral como en otras muchas partes, se opone. Ante las protestas tu- multuosas, acude una compaa de la Guardia Civil, con fusiles y ametralladoras, para reforzar las fuerzas locales. Se producen algunas escaramuzas, y la Guardia Civil se retira. El pueblo triunfa. En los aos siguientes hay nue- vas manifestaciones, esta vez contra la caresta de la vida. En el ao 1916 se constituye una federacin obrera local, que adhiere a la Unin General de Trabajadores, de ca- rcter socialista reformista. Pero un ao ms tarde los militantes libertarios hacen que esta federacin adhiera a la Confederacin Nacional del Trabajo. Los conflictos sociales acostumbrados se producen, y en el ao 1923 el general Primo de Rivera establece su dictadura. Como en otras muchas ciudades y regiones de Espaa, los sindica- tos son clausurados. Entonces aparece esta especie de genio de la clandestinidad que hemos constatado, y ten- dremos ocasin de constatar ms adelante. El movimiento sindical se mantiene a pesar del cierre de los sindicatos, pues los sindicatos cotizan y se renen (en el campo, o en la montaa, o en los bosques). Como la ley no proh- A partir de este momento, resumimos el relato. be la constitucin de grupos de trabajo, los carreteros y los yunteros constituyen una colectividad de trabajo. En plena represin, van ms all del salariado. Segn Ambrosio Marcos, otros trabajadores, de otros oficios, hacen lo mismo. Desgraciadamente no tenemos ms de- talles. Primo de Rivera abandona el poder en noviembre de 1930. Inmediatamente, el sindicato se reconstituye. Al mes, cuenta 1.500 alherentes. No todos son especfica- mente campesinos, pero los campesinos adhieren a su vez y pronto sern 400; unos, simples braceros, no poseen nada, otros poseen slo algunas reas de secano. Am- brosio Marcos se ocupa particularmente del mutualismo agrario, que ha sido fundado por militantes catlicos o socialmente neutros. Campesino l mismo, influye sobre los otros adherentes, les convence de la necesidad de lu- char para conquistar la tierra, y en enero de 1931 los braceros y los campesinos desheredados de Navalmoral se aduean de las tierras del marqus de Comillas y otros grandes latifundistas, de esas tierras siempre incultas, que les llamaban irresistiblemente, desde haca aos. Las invaden en masa y se ponen a labrar, desherbar, sembrar. La Guardia Civil llega, amenaza con las armas; los hom- bres fingen retirarse con sus animales, sus aperos de la- branza. La Guardia Civil queda, se instala victoriosa en las tierras libertadas. Pero, en lugar de volver a su casa, los campesinos van por caminos indirectos, al otro lado de la ciudad, a otra tierra no cultivada, que se ponen a labrar, desherbar y sembrar, como en la primera. Las mujeres y los hijos les traen de comer y de beber, y per- manecen en las carreteras para vigilar si viene la Guardia Civil que acaba por cansarse de jugar a las escondidas y por dejar a los campesinos beneficiarse de su atrevi- miento, En abril de 1931 se proclama la Repblica. Las nuevas autoridad hacen lo que no hicieron las autoridades mo- nrquicas. Un proceso contra los campesinos expropiados durar meses. Se ven condenados a pagar una indemni- Vropietarios de una yunta de mulos o bueyes, que profesio- nalmente aran la tietra o hacen otras faenas. zacin por uso ilegal de la tierra ajena. Pero no pagan. Y al llegar el mes de julio se llevan la cosecha. Llega el invierno ( 193 1-32), los terratenientes quieren recuperar sus tierras. Los campesinos de Navalmoral se oponen. La Guardia Civil interviene, siempre fusil mauser en mano. Pero, ante la actitud de los labradores, se retira. Todo parece volver a calmarse. Pero, un da de la primavera siguiente, 500 labradores van de nuevo a los mismos campos. Es un hormiguero humano que se pone a trabajar. El asunto provoca mucho ruido, la prensa madrilea l o explota ampliamente; repor- teros, periodistas, fotgrafos van a informar. En otras regiones, otros campesinos invaden fincas no explotadas y ahora la Guardia Civil republicana utiliza los fusiles. Por el momento, en Navalmoral, las armas no disparan an porque nos tienen miedo, escribe Ambrosio Mar- cos. Llega el ao 1933. La labranza colectiva contina, pero la situacin es cada vez ms tensa. Los conflictos menudean entre los terratenientes, los caciques, los par- tidos polticos oficiales locales, los administradores apo- yados por la fuerza armada, y los campesinos y los sindi- catos obreros. En marzo, ocho militantes de los ms co- nocidos, entre los cuales est Ambrosio Marcos, son de- tenidos de noche, con mucho sigilo. Ha sido dada la orden de aplicarles la Ley de Fugas'. Pero en una hora el hecho es conocido, toda la poblacin baja a la calle, corta las carreteras para impedir la llegada de los detenidos a la prisin provincial de Cceres. Las autori- dades ordenan cambiar el itinerario de los coches, no se atreven a aplicar la Ley de Fugas, y a las tres de la ma- drugada nuestros compaeros llegan sanos y salvos a la crcel. Mas al amanecer en Navalmoral, no slo estn cortadas las carreteras, sino que la alcalda es tomada por asalto, las autoridades son detenidas como rehenes por los campesinos, asalariados y no asalariados. Los detenidos no fueron puestos en libertad porque se quera, a todo trance, descabezar el movimiento. Pero Segn esta ley, la polica -o la Guardia Civil- tena dere- cho de disparar sus fusiles contra un detenido que hua. Muchos militantes fueron asesinados con este pretexto. otros militantes ocuparon su lugar, y la agitacin conti- nu en Navalmoral de la Mata. Huelga de los braceros en mayo y junio, huelga en el momento de la cosecha de los propietarios medios. Las autoridades gubernamentales republicanas, tan diferentes de las primeras figuras apostlicas del republicanismo, intervienen. Mas el movimiento se extiende a los pue- blos cercanos, a Peralta de la Mata, de poca importancia, donde nuestra organizacin cuenta 500 adherentes, a Val- deuncar donde cuenta 200, a Jarandilla de la Vera, a Villanueva de la Vera. Y cunde hasta la cacerea ciudad de Plasencia, secularmente aletargada. En diciembre de 1933, para contrarrestar el triunfo electoral de las derechas, una huelga general, que en tales condiciones constituye un error tctico, es ordenada por la CNT. En Oliva de Plasencia, la alcalda es tomada por asalto. Pero es en Navalmoral donde el ataque popular es ms poderoso. Durante tres das el pueblo es dueo de la calle. Las escopetas hacen frente a los fusiles, pero al final la Guardia Civil, reforzada con la Guardia de Asalto, acaba por obligar a las fuerzas insurrectas a batir- se en retirada. Treinta y cinco militantes, casi todos campesinos, com- parecieron ante el tribunal y fueron condenados a pre- sidio. Salieron cuando el triunfo de las izquierdas, en fe- brero de 1936, permiti promulgar la amnista. Durante ese tiempo, y ante las fuerzas superiores del adversario, los campesinos y los trabajadores asociados haban per- dido parte del terreno conquistado. Pero haban conquis- tado cierto derecho de usufructo de la tierra. Ambrosio Marcos resume modestamente el resultado de esa epo- peya que termin con el triunfo de las fuerzas franquistas: Puede decirse, a propsito de la agricultura, que nuestras colectividades no eran la aplicacin del co- munismo libertario integral 8, pero que, si tenemos en cuenta las circunstancias, no hubo un solo fracaso. Es lo ms importante, porque todo fracaso es causa de un Afirmacin discutible, como se ver ms adelante. Pero hom- bres como Ambrosio Marcos tendan, por el deseo de hacer ms y mejor, a despreciar su propia obra. retroceso y siembra el desconcierto. Haba que probar que nuestras ideas eran viables, que nuestro programa era realizable. A pesar de las autoridades y de los pro- pietarios, el primer ensayo de cultivo en comn fue realizado. Los ms desdichados fueron auxiliados, los ms fuertes ayudaron a los ms dbiles. Hubo obreros que se hicieron campesinos para tomar parte en esas realizaciones nuevas. Se ayud a gentes de otras loca- lidades. Cuando en Asturias tuvo lugar la huelga de Duro-Felguera, mandamos un vagn de garbanzos y numerosos sacos de patatas a los huelguistas y dinero. Tambin fueron ayudados los huelguistas de la Central Telefnica de Madrid, y otros actos de solidaridad fue- ron cumplidos. Hasta ahora nos hemos esforzado por aportar ciertos elementos de las luchas sociales en las zonas campesinas y agrarias de Espaa. Pero a pesar de su intensidad -a veces salvaje- esas luchas fueron tal vez menos impor- tantes que las que tuvieron lugar en las ciudades. En pri- mer lugar, particularmente en Andaluca, ciudad y cam- po fueron solidarios, pues los conflictos sociales iban jun- tos. Pero en las zonas industriales, sobre todo en Cata- lua, el movimiento adquiri rpidamente una amplitud y un vigor sorprendentes. Desde el principio del siglo xx, Catalua concentraba el 70 por 100 de la industria espaola. La utilizacin de los ros y torrentes que bajaban de los Pirineos, el aporte de los capitales franco-belgas y la iniciativa as favore- cida de los hombres hicieron desarrollar en esa regin, privada por la naturaleza de materias primas esenciales, una industria de transformacin que alcanz real impor- tancia. Las condiciones existieron, pues, para la aparicin de sindicatos obreros que ya haban aparecido en la primera mitad del siglo xrx -tambin habian aparecido en Ita- lia- de modo que ya en 1840 existan sociedades de re- sistencia e incluso federaciones de oficios que, como la de los tejedores, se extendan por toda la regin, y como la de la Tres Clases de Vapor que Anselmo Lorenzo com- paraba con las trde-tmioias existentes en Inglaterra. A partir de 1870, el movimiento sindical anarquista constituye una escuela revolucionaria, libre de toda inter- ferencia poltica, en la que los sindicatos obreros ms importantes asumen su propio destino. Huelgas parciales, huelgas generales, sabotaje, manifestaciones pblicas, m- tines, lucha contra los rompehuelgas (tambin los haba), encarcelamientos, deportaciones, lock-outs, atentados.. . El autor de este libro lleg a Barcelona en junio de 1915. Entonces, la Confederacin Nacional del Trabajo (CNT), fundada cinco aos antes, conoca dificultades. Nuestros mtines contra la guerra mundial atraan menos oyentes que los de los republicanos que reclamaban la intervencin de Espaa al lado de los aliados. Sin em- bargo existan, en Barcelona y en su inmediata periferia, cuatro centros obreros, llamados tambin ateneos porque en cada una se hallaba una biblioteca, mesas donde sen- tarse para leer y una sala para conferencias. El movimien- t o constituido por los grupos anarquistas obraba al un- sono con los sindicatos. Pero se produjo la Revolucin rusa cuya influencia se propal en el occidente europeo donde despert tantas esperanzas. Inmediatamente los sindicatos vieron aumen- tar sus efectivos, las huelgas se multiplicaron, la lucha social se intensific, siempre directa, de poder a poder, entre organizacin obrera y organizacin patronal. Es en- tonces cuando nuestro semanario Solidaridad Obrera, que Francisco Ferrer haba contribuido a fundar, es transfor- mado en diario. Dos aos ms tarde (1919), tenamos seis Solidaridad Obrerd apareciendo, adems de Barcelona, en Bilbao, Zaragoza, Madrid, Valencia, Sevilla; y unos diez peridicos semanales aparecan en distintas regiones de Espaa 9. A l o que debe agregarse revistas como Pginas Libres, magnfica publicacin fundada y dirigida por el doctor Pedro Vallina, y La Reuista Blattca, segunda po- ca, que haba sido a principios del siglo un documento de inestimable valor. De nuevo, en Andaluca, las mieses ardan; en Cata- lua, en Aragn, en ciertos centros industriales del Norte, las huelgas se multiplicaban. La ms importante forma En 1919, el autor dirigi, por algn tiempo, el semanario La Guwra Social, que haba fundado Eusebio Catb. parte de la historia social de Espaa bajo el nombre de huelga de La Canadiense. Esta empresa, canadiense como se denominaba, construa cerca de Lrida, a 150 kilme- tros de Barcelona, un pantano importante para la edifica- cin de una gran central elctrica. Algunos obreros fue- ron despedidos. Sus compaeros declararon inmediata- mente una huelga de solidaridad, y ante la resistencia de la compaa, el movimiento se extendi primero a toda la provincia, ganando despus las otras tres provincias ca- talanas. Pocas veces se habr visto un paro obrero ms comple- to, ms absoluto, ms impresionante. No slo los talleres y las fbricas, sino tambin todos los medios de trans- porte fueron paralizados. Las fuerzas obreras hacan la ley en las calles. Slo los mdicos tenan derecho a circu- lar. Cafs, hoteles, restaurantes, todo estaba cerrado. De noche, la gran ciudad de Barcelona estaba a oscuras. Esta huelga, que dur desde el 5 de enero hasta el 20 de mano de 1919, fue una gran batalla librada contra el patronato y las autoridades. Pero la represin replic. La ley espaola permita e incluso despus, durante la Repblica, permiti encar- celar administrativamente tanto a los delincuentes de derecho comn i n c l u s o si haban cumolido su conde- na- como a los militantes activos de la oposicin, pol- tica o del movimiento obrero. Estas posibilidades daban a los gobiernos medios de accin que utilizaban ampliamente. En el perodo que va desde 1920 a 1924 hubo veces en que los presos por cuestiones sociales se contaban por millares. No s61o lle- naban la crcel modelo de Barcelona, sino que fue ne- cesario apiarlos en las Arenas monumentales y en barcos atiborrados en el antepuerto de Barcelona, coma despus de la Comuna se haba hecho en Francia al utilizar los pontones en las costas atlnticas. En la poca de La Ca- nadiense, aparte de la isla de Fernando Poo, donde poco falt al autor de estas lneas para ir tambin, se dispona de la isla de Mahn, en el Mediterrneo. Todo lo cual no bastaba todava. Y se acudi a un viejo procedimiento que tambin haba sido empleado en otros pases: la deportacin en la misma Espaa. Convoyes de prisione- ros encadenados de dos en dos, y todos reunidos por una cuerdo, partan especialmente de Barcelona. Se les llama- ba acuerdas de deportados*. Iban as 30, 40, 50, encua- drados por guardias civiles a caballo, teniendo siempre el fusil mauser a punto de disparar. Iban a pie, recorrien- do 400, 500, 600 kilmetros hasta las regiones ms atra- sadas del pas, donde quedaban aislados de las urbes y de los grandes centros de poblacin. Pero cuando la fe est profundamente arraigada, no bastan tales medios. Estas deportaciones daban, al final, resultados contrarios a los esperados. Al atravesar las lo- calidades, los pueblos y las aldeas, el espectculo de las cuerdas de deportados provocaba la conmiseracin, sus- citaba la generosidad, la solidaridad. La noticia de su lle- gada se propalaba rpidamente en las localidades, y antes de que el convoy hubiera franqueado las primeras mora- das, las voces de los habitantes se elevaban: -Los presos, los presos! Y las puertas de las casas se abran, mujeres, mucha- chas, nios, ancianos, salan, ofreciendo unos un meln, otros racimos de uva, ste pan, aqul queso; los hom- bres ocupados en las labores del campo bajaban de las tierras o de la montaa para ofrecer tabaco. Ofrenda colectiva que la misma Guardia Civil toleraba. Y ocurri a menudo que, en las regiones ms atrasadas donde llegaban, nuestros compaeros se sumaban a la vida social, participando en el trabajo donde aportaban a menudo conocimientos tcnicos ms avanzados, ensea- ban a leer a los nios y explicaban en las conversaciones por qu se les haba deportado; el resultado fue que las ideas sociales Denetraron all donde haba sido imoosible llevarlas hasta entonces. Sin embargo, las actividades represivas no se limita- ron a l o que precede. A fines de 1919, un lmk-out patro- nal fue declarado en todas las industrias con intencin de derrotar de una vez a la organizacin sindical. Dur siete semanas. Pero, aunque la CNT haya salido debilitada por esta prueba, no por eso quedaba vencida. Entonces el gobernador civil, general Martnez Anido, y su cmplice, el gobernador militar Arniral Arlegui, suspendieron las garantas constitucionales, y de nuevo nuestro movimiento fue colocado fuera de la ley, nuestros centros y ateneos fueron clausurados, adems empez la matanza de nues- tros militantes. Cuntos fueron asesinados a tiros en las calles de Barcelona? Una lista ha sido publicada donde se cuen- tan 101. Entre ellos, hombres de la envergadura de Sal- vador Segu, obrero manual -autodidacto que haca evo- car a Danton-, Evelio Boa1 -nuestro mejor tcnico en organizacin sindical-, y otros, parte de los cuales: Me- nacho, Gomar, fueron amigos del autor de estas lneas. Ciertos heridos graves se salvaron milagrosamente: Angel Pestaa -otra personalidad de primer plano-, agredido a tiros de pistola cuando sala de la estacin de Manresa, donde se diriga a dar una conferencia en el teatro local. Una bala en el pulmn, otra en la garganta. Pestaa so- brevivi inexplicablemente. Mientras estuvo en el hos- pital local, los pistoleros de la asociacin patronal espe- raban su salida para rematarle. Lo cual caus escndalo e intervino el jefe del Gobierno, Snchez Guerra, monr- quico conservador que supo tener ms decisin que mu- chos liberales. Martnez Anido fue destituido, y despus de dos meses de hospitalizacin, Pestaa fue directamente del hospital a dar su conferencia. MATERIALES PARA UNA REVOLUCION 1 1 En una superficie de 505.000 kilmetros cuadrados, in- cluyendo las islas mediaterrneas y atlnticas (Baleares y Canarias), Espaa contaba -el 19 de julio de 1936, ! fecha en que se desencaden el ataque franquista- unos 24 millones de habitantes, o sea, 48 por kilmetro cua- drado. Leve densidad para una nacin europea, y que poda dejar suponer que en ese pas, donde la agricul- tura dominaba, que los recursos econmicos eran suficien- tes Dara asenurar a todos una vida feliz. Pero. incluso si '2 se la consideraba solamente desde el punto de vista agra- rio, la riqueza de un pas no depende slo de su exten- sin. Lucas Gonzlez Mallada, el mejor gelogo espaol I que era al mismo tiempo excelente gegrafo, ha clasifica- do como sigue -y sus conclusiones son siempre justas- el valor econmico del suelo hispano: 10 por 100 de rocas peladas; N 40 por 100 de tierras francamente malas; 40 por 100 de tierras mediocres; 10 por 100 de tierras que nos dan la ilusin de vivir en un paraso. Estas condiciones naturales estn confirmadas por otras l constataciones que impiden hacerse la menor ilusin: sobre los 50 millones de hectreas, la superficie media cultivada y cultivable se elevaba entonces a 20 millones ! de hectreas; en lo dems slo se poda apacentar carne-
ros y cabras. Aadamos que sobre esos 20 millones de hectreas cultivables, seis millones estaban permanente- mente en barbechos a fin de que el suelo pudiera des- cansar, y en pane renovarse, segn el sistema llamado ao y vez. De modo que, en realidad, la tierra real- mente productora no comprenda sino un 28 por 100 de la superficie del pas. Hoy mismo, la estructura orogrfica agrava las conse- cuencias de esas primeras condiciones. La altitud media de Espaa es de 660 metros, la ms alta despus de Suizan, nos dice el gegrafo Gonzalo de Reparaz. En el centro, la meseta castellana, que con sus prolongaciones abarca 300.000 kilmetros cuadrados, tiene una altura media de 800 metros. Al Norte, la cadena de los Pirineos, ms importante en la vertiente espaola que en la vertien- te francesa, cubre 55.000 kilmetros cuadrados, ms de la dcima parte del pas. Se cuentan en Espaa 292 picos de 1.000 a 2.000 metros, 92 picos de 2.000 a 3.000 me- tros, 26 de 3.000 a 3.500 metros. Este relieve monta- oso influye en forma decisiva sobre el clima, y a su vez el clima ejerce una influencia determinante sobre la agri- cultura. Por otra parte, la direccin de las sierras internas, que corren en sentidos diversos por la pennsula, dirige a me- nudo en forma inadecuada las lluvias bienhechoras. De modo que no es solamente el invierno, con el fro propio de las zonas elevadas, que frena la produccin agrcola: es tambin el verano, con sus sequas; todas esas condi- ciones reunidas justifican la afirmacin tantas veces repe- tida -y atribuida a personalidades distintas-: Africa empieza en los Pirineos l . Tomad el mapa de Espaa: en el Norte, continuando la zona pirenaica, los montes cantbricos se estiran para- lelamente, a 50 kilmetros del litoral, alcanzando ms de 2.500 metros de altura, e impidiendo la llegada, sobre el centro, especialmente en Castilla, de las nubes oceni- cas. Llueve mucho en Asturias, como en el pas vasco, en la provincia de Santander, hasta Galicia, al norte de Portugal, donde se registran medias de 1.700 milmetros ' Hasta se ha dado a esta frase un sentido o un carcter pol- tico. Pero, teniendo en cuenta la similitud del clima y del relieve de Africa del Norte v de Espaa, la interpretacin geogrfica nos parece la ms exacta. al ao, es decir, ms del doble de lo necesario. Pero, del otro lado de las montaas asturianas, las lluvias alcanzan por trmino medio 500 milmetros, y en vastas regiones de la cuenca del Ebro se registran a veces 300 milmetros de precipitaciones pluviom&ricas. Y aun estas cifras dan una idea incompleta de la realidad, pues a menudo la porosidad del suelo montaoso y el ardor del sol causan, por evaporacin o por infiltracin, la prdida de hasta el 80 por 100 del agua cada. Pero es en lo que Gonzalo de Reparaz llamaba el trgico sudeste donde se encuentran las peores condi- ciones. Sobre ms de 500 kilmetros de costas, desde Gibraltar hasta Murcia, pasan a veces aos sin que caiga la menor lluvia: los vientos soplan del Sur, del Sahara, y no traen lluvia. Y el autor afirma que es Espaa la ni- ca nacin de Europa donde se conoce este fenmeno en zona tan extensa. La aridez del suelo es tambin frecuente en la vasta cuenca del Ebro, que cubre la dcima parte del suelo hispano, o sea cinco millones de hectreas: dos desiertos alternan con los oasis, pero predominan; la estepa ibrica que se extiende a lo largo de este ro es la ms vasta de Europa. Habra que sumar las otras estepas, en primer lugar la de la Mancha, que se extiende desde las puertas de Ma- drid hasta Cartagena. En total, el 40 por 100 de la su- perficie de Espaa est cubierto de estepas. La huerta de Valencia, los jardines de Murcia y Gra- nada cantados por los poetas no son sino islotes privile- giados que engaan a los turistas de alma romntica. Y se comprender que los rendimientos de la agricultura se resienten de tales condiciones naturales. En 1936, la pro- duccin media de trigo, la ms importante de todas, era de nueve quintales por hectrea, excepcionalmente de diez quintales, a veces de ocho, mientras era en Francia de 16 a 18 quintales en tierra no regada (promedio es- tablecido en ambos casos sobre estadsticas de diez aos). Los promedios ms elevados en tierra regada daban de 16 a 18 quintales, mientras se obtena 22 quintales en tierra no regada de Alemania e Inglaterra. Hoy mismo, 5 sin regado, el promedio francs es de 30 a 35 quintales, segn los aos. Hemos tomado el ejemplo del trigo porque, como he- mos dicho, este cereal era -y es todava- la produccin agrcola ms importante de Espaa. Lo dems, menos algunas excepciones como la produccin naranjera, ofre- ca condiciones similares. Espaa era un pas predominan- temente agrcola, pero sus condiciones naturales lo con- denaban a ser un pas pobre 2. La importancia del nmero de carneros criados (de 18 a 20 millones) muestra esas dificultades: el carnero es animal de estepas y de tierras pobres, que se cra en derredor del mar Mediterrneo, tanto en Europa conlo en Africa, en las tierras desecadas por el sol; lo mismo puede decirse del cultivo, tan abun- dante, y que cubre provincias enteras, del olivo: el olivo es produccin de tierras infecundas, al que se acude por- que es rbol cuyas races van a buscar el agua a gran profundidad. Carneros y olivos son indicios de malestar econmico. Cuando, hace mucho tiempo, el autor decidi estudiar seriamente la economa espaola, empez por creer, ante el balance desalentador de la agricultura, que Espaa no haba seguido el camino correspondiente a sus posibili- dades naturales a causa de circunstancias histricas, pol- ticas y religiosas que, sobre todo despus de la expulsin de los rabes y los judaizantes, haban torcido su destino. Espaa -escriban ciertos gegrafos y comentadores- es la bodega ms rica del mundo. Este optimismo, que no compartan otros especialistas mejor informados, se fundamentaba en que el subsuelo del pas contena car- bn, hierro, cobre, estao, plonio, cinc, mercurio, plata y wolframio 3. En apariencia existan bases para fundar Naturalmente, la pobreza es cosa relativa. Tendremos ocasin, ms adelante, de ver su realidad indiscutible. En Europa, slo Yugoslavia poda competir con Espaa en cuanto a la variedad de minerales contenidos en su subsuelo. Pero Yugoslavia no era un pas rico. No es la existencia de materias pri- mas fatalmente signo de riqueza; lo es, o lo son las industrias de industrias cuyo importante conjunto habra cambiado o permitira cambiar la estructura econmica general. Pero quien estudiaba las estadsticas serias suministradas por los gegrafos estudiosos, los economistas informados, los gelogos, los ingenieros hidrlogos, e incluso las seccio- nes especializadas de ciertos organismos oficiales, consta- taba que estos diferentes minerales no existan sino en pequeas cantidades y, aparte del mercurio - c u y a im- portancia econmica era mnima con respecto a la econo- ma nacional-, no podan abrir perspectivas alentadoras. Las minas espaolas han sido explotadas por los carta- gineses, por los romanos, los rabes, los ingleses, y hasta por los espaoles. No eran inagotables, y en conjunto, menos las que suministran mineral de hierro -cuyas re- servas no son realmente importantes con relaci6n a las necesidades nacionales- estn hoy al final de su rendi- miento. Incluso cuando estaban en su auge, las compa- raciones, sin las cuales no hay apreciacin valedera, prue- ban que una industria importante no habra podido ba- sarse en la produccin nacional. En 1936, el subsuelo su- ministraba de 0,40 a 0,50 del cobre mundial. Las minas de Ro Tinto estaban ya casi agotadas, y la Ro Tinto Co. haba empezado a desplazar sus capitales hacia otras re- giones del globo. El plomo? Su valor en pesetas se elevaba, en el ao 1933, a 21.754.000 pesetas, y sin duda las cifras de 1935-36 eran aproximadamente las mismas. Empero, y para poder apreciar, recordemos que la cose- cha de trigo vala 1O.OOO.OOO.OOO de pesetas. El carbn y el hierro constituan la base de la indus- tria. Empero Espaa produca de un ao para otro siete millones de toneladas de hulla menos. Francia, de 48 a 68 millones. Ahora mismo, cuando bajo la presin y las disposiciones gubernamentales la produccin ha sido ele- vada a 12 millones de toneladas, se calcula que las reser- vas potenciales aseguran carbn y lignito para ciento cuarenta aos.. . a condicin de que el consumo no se intensifique. Pero, qu hay de la necesaria industrializa- cin? Porque, segn los promedios necesarios para un transformacin. Tal es el caso de Catalua, y en mayor escala, hoy, del Japn. desarrollo industrial, sera preciso reducir este tiempo en un 65 por 100 4. Espaa no est ms favorecida en cuanto al hierro. Siempre basndonos en las reservas potenciales -pero no probadas-, sus yacimientos, si nos basamos en el consumo medio por habitante en Francia -que no es un gran pas siderrgico- se agotarn en unos cuarenta aos. Refutemos ciertas afirmaciones relativas a la agricul- tura. Mucha gente, que no ha podido informarse seria- mente, cree en los milagros del regado. Desgxaciadarnen- te, esta creencia no tiene base. El volumen acarreado por los ros no permite grandes realizaciones: aproximada- mente 50.000 millones de metros cbicos al ao; esto, insistimos, para todos los ros de Espaa, cuando slo el Rdano, en Francia, acarrea cerca de su desembocadura, unos 60.000 millones. Teniendo en cuenta que no se puede sangrar completamente todos esos ros, que in- cluso parte de ellos que bajan al Atlntico no pueden ser utilizados porque ya llueve demasiado en las regiones que recorren los clculos ms optimistas permiten pre- ver el regado de cinco millones de hectreas: la dCcima parte del pas. Tales son las ~osibilidades mximas. Em- pero, sobre esos cinco millones de hectreas, dos por lo menos estn regadas. Desde la expulsin de los rabes, que haban multi- plicado las acequias en el Levante, han sido construidos ms pantanos de lo que suponen muchos comentaristas. Primo de Rivera y el mismo Franco han puesto en prc- tica, segn las posibilidades (el ejrcito pesa mucho en el presupuesto), una poltica hidrulica que Joaqun Costa haba preconizado, y de la que el ingeniero Luis Adaro fue el apstol. Desgraciadamente, despus de haber cons- ' La importacin de petrleo puede en parte subsanar estas dificultades, pero se plantea el problema de las exportaciones corre- lativas, que suministran los medios financieros. De todos modos, no se poda hablar de estos factores en 1936. Y no se olvide que desde entonces la poblacin ha pasado de 24 a 34 millones de individuos. Tal es el caso del Naln en Asturias, del Mio y sus afluentes en Galicia (y el Mio es el segundo ro de Espaa en cuanto al volumen de agua). truido los pantanos, se ha descubierto que no llovia bas- tante para llenarlos.. . Y ha sido necesario, en muchos casos, acudir a la produccin trmica de electricidad, re- nuncindose a la produccin hidrulica. Tales eran las causas naturales de la miseria so- cial del pueblo espaol en el ao 1936; tal es la causa fundamental de la emigracin continua a la que asistimos actualmente. Pero existe otra que, por ser obra de los hombres, puede -y en esto se esforz la Revolucin espaola- ser corregida por ellos. El problema de la propiedad agraria reviste en este pas una importancia fundamental. En 1936 ofreca dos caractersticas dominantes: el latifundio y el minifundio. Espaa cuenta con numerosos pequeos propietarios; las cifras del catastro publiczdo al 31 de diciembre de 1959 declaraban 5.987.637. Proporcin elevada con relacin al total de la actual poblacin. Pero, en primer lugar, la ma- yora de las fincas (si as pueden llamarse) posedas eran de secano, y en segundo lugar, su improductividad mova en esa misma poca, y mueve ahora, a las masas campe- sinas hacia las urbes donde se amontonan en las ciudades miseria. En 1936, slo se haba catastrado parte del suelo, pero las cifras conocidas informaban en forma suficiente sobre la terrible realidad social que veremos confirmada en los captulos que siguen. Sobre un total de 1.023.000 propietarios, 845.000 no obtenan de su tierra el valor de una peseta diaria. Enton- ces, el pan costaba de 0,60 a 0,70 peseta el kilo; un kilo de chuletas, cinco pesetas. Deban trabajar como jornale- ros, como pastores, en casa de los ricos, en los campos de los terratenientes o como peones camineros, misera- blemente pagados. En ciertos casos, iban a robar lea en los montes altos o bajos, procurando, sin conseguirlo siempre, no ser detenidos y encarcelados por la Guardia Civil; recorriendo 5, 10, 15 kilmetros, cuando no ms, con el pobre burro al que hostigaban, para ir a vender a otros -ms afortunados- el producto de su robo. Tambin iban a trabajar en las ciudades como peones, en ciertos ~er odos del ao 6. La seg;nda categora campesina se compona de 160.000 propietarios que lograban vivir independiente- mente y con sobriedad.- La tercera era la de los grandes propietarios y aterra- tenientes. Compona el 2,04 por 100 del total catas- trado, pero posea el 67,15 por 100 de las tierras culti- vadas. Sus fincas cubran de 100 a 5.000 hectreas. Se comprender cul era la miseria campesina. Empe- ro, los campesinos constituan ms del 60 por 100 de la poblacin espaola. Suponer que esta masa soportara indefinidamente su lamentable condicin de existencia implicaba una necedad inconcebible. Poraue el ~ue bl o espaol no es de los que se resignan eter;amenteaLAnta- 60, andaluces, extremeos, gallegos, asturianos, vascos, castellanos, emigraban a Amrica Central o del Sur en busca de medios de subsistencia; siguen emigrando ahora, especialmente en Europa. Pero, a lo largo de su historia, fuese por una causa justa o injusta, el pueblo espaol ha sido caaaz de combatir v lanzarse adelante. Ha soado largamehe despus del trauma causado por la expulsin de los rabes durante el predominio de la Iglesia catlica y de la Inquisicin, as como por las consecuencias de la conquista de Amrica, pero ha acabado por despertar, con su alma y su carcter valeroso, con ese fondo mstico que le predispone a luchar por causas superiores, para s y para los demis, en un arrojo espiritual casi csmico; y con ese capital de dignidad humana que le hace sopor- tar por fuerza la presin autoritaria, y rebelarse contra ella cuando le es posible; y no olvidemos un sentido de solidaridad e igualdad que informa tanto la moralidad del obrero de Barcelona como la del campesino andaluz. Estos factores: la miseria social y la dignidad, unidos a la solidaridad colectiva, predisponan cumplidamente un amplio sector de la poblacin a aceptar las ideas liber- tarias. * El autor no puede olvidar cuando, en Barcelona, trabajaba de pen de albail o de pico y pala, con esos hombres venidos de Aragsn, Murcia, Castiila y otras partes. En el ao 1936, dos organizaciones revolucionarias en- carnaban estas ideas: la Confederacin Nacional del Tra- bajo (CNT) y la Federacin Anarquista Ibrica (FAI). La primera se compona de federaciones regionales que, a su vez, eran integradas por federaciones comarcales y lo- cales; estas ltimas podran semejarse a las Bolsas de Trabajo de Francia, o a las Cmaras di Lavoro de Italia, pero con estructuracin ms acabada, mayor solidaridad intersindical y ms completa independencia ante el Go- ierno. b ' En 1936, la CNT agrupaba un milln de adherentes. Recurdese p a r a mejor comprender la importancia de esta cifra- que la poblacin se elevaba a 24 millones de individuos. Semn su declaracin de principios, esta organizacin sindiial persegua la realizacin del comunismo liberta- rio. Era obra exclusiva de los anarquistas que luchaban en el plano sindical y en el ideolgico, siendo sus orga- nizadores, sus propagandistas y sus tericos. Tan pronto se proclam la segunda Repal i ca del 14 de abril de 1931, la marcha hacia acontecimientos graves pareci inevitable. La vida del nuevo rgimen poltico estaba amenazada. La monarqua slo haba podido ser derrotada electoralmente gracias al aporte de los votos de los miembros de la CNT y de los anarquistas que militaban fuera de esta organizacin (pero era sobre todo la CNT, que constitua la fuerza numrica y organizado- ra). Al lado de estas fuerzas que haban votado contra la monarqua figuraban los socialistas y la Unin General de Trabajadores (UGT), organizacin sindical reformista que tambin contaba un milln de adherentes, los cuales en su mayora votaban a los socialistas. Venan despus los comunistas, en nmero escaso, los republicanos fede- ralista~, enemigos de la Repblica jacobina y centralista, y fuerzas regionales separatistas que dominaban en Cata- lua y en las Vascongadas. Enfrente, las derechas contaban an con fuerzas con- COLECT~VIDADES LIBERTARIAS EN ESPANA 73 siderables. Monrquicos conservadores de toda laya, reac. cionarios bien asentados en las provincias an dormidas, iuerzas clericales tradicionales. Sobre el total de votos emitidos, los que provenan de los republicanos verda- deros deban sumar apenas el 24 por 100. Lo que justi- fica la observacin sagaz del conde de Romanones, jefe de los monrquicos iiberales, que resuma humorstica- mente la situacin con las palabras siguientes: Bien veo una repblica pero no veo republicanos. En tales condiciones, el nuevo rgimen no poda arrai- gar en forma duradera sino procediendo a reformas socia- les que habran debilitado al ejrcito, a la iglesia y al ca- ciquismo tradicional an dueo de las provincias. Pero las reformas ideales y las realizadas por los socialistas y los republicanos de derecha que gobernaron durante los dos primeros aos (1931-331, slo podan parecer impor- tantes para los juristas, los profesores, los abogados, los periodistas y los polticos profesionales que componan Ia mayora de los diputados y del personal del Estado. Nada o casi nada significaban para el conjunto de las masas. Si antes de la Repblica para muchos campesinos y obreros la comida se compona a lo largo del ao de garbanzos con aceite y patatas, durante la Repblica si- gui componindose de garbanzos o patatas con aceite, y los que antes calzaban alpargatas siguieron calzando alpargatas. El pueblo espaol segua teniendo hambre, hambre de pan y tierra. Para los que haban votado por los repu- blicanos con alma y esperanzas republicanas, la Repblica era sinnimo de verdadera libertad, de verdadera igual- dad -no slo poltica, sino social-, de verdadera fra- ternidad. Implicaba, ante todo, la desaparicin de la in- justicia social y de la miseria '. ' El autor recuerda haber enviado desde Argentina -donde entonces resida- un artculo que apareci en Vi da Obrera ( o en Solidaridad Obrera), en el cual preconizaba reformas sociales inme- diatas dentro del marco de la legalidad republicana. Entre ellas, la municipalizacin de los latifundios, entregados en usufructo a las agrupaciones o cooperativas campesinas. Naturalmente los fla- mantes gobernantes republicanos y socialistas carecan de la deci- sin y del inters moral necesario hacia el pueblo para emprender Ante la lentitud de la reforma agraria, los campesinos empezaron a trabajar por su cuenta las tierras que los grandes terratenientes dejaban a menudo incultas, y que, debemos reconocerlo, eran a menudo improductivas. En- tonces, cumpliendo las rdenes del ministro de Goberna- cin -apoyado por todo el ministerio- la Guardia Civil, que sostena a la Repblica como antes haba sostenido a la monarqua, intervena con el mauser y las ametralla- doras. La tragedia de Caszs Viejas, en Extremadura, don- de familias miserables entre las miserables pagaban a razn de UH red por mes (cuarta parte de una peseta) la ropa comprada a crdito, donde tantas campesinas guar- daban la misma falda durante casi toda su vida, limitn- dose a ponerla de vuelta los domingos -lo mismo ocurra en Galicia- esta tragedia provoc la indignacin de la poblacin: 14 personas, hombres, mujeres y nios fueron masacrados por las fuerzas armadas s. As termin el pri- mer bienio de la Kepblica izquierdista. El segundo bienio fue consecuencia del primero. As- queada, indignada, la mayora del pueblo vot por los conservadores republicanos, es decir, por las derechas, qne aprovecharon hbilmente las faltas de sus adversarios y prometieron respetar todas las libertades. Pero, de hecho, su triunfo implicaba un enorme paso atrs, y los mineros asturianos se irguieron, en una insurreccin for- midable, contra la Ilegada al poder de los que abran legal- mente el paso al fascismo. Circunscripta regionalmente por ausencia de acuerdos anticipados con las fuerzas si- milares de otras regiones, !a insurreccin fue aplastada despiadadamente. Centenares de mineros cayeron. Si lo que se ha llamado el bjenio negro no fue ms desastroso que el primer bienio fue por lo menos tan duro, y habindose producido intentos insurreccionales especialmente en Catalua, Aragn y Andaluca -pero tales transformaciones. Y no comprendieron que no emprenderlas condenaba a muerte a la Repblica que no poda basarse slo sobre un nuevo artilugio jurdico. Toda la familia de un llamado Seisdedos (apodo que le haba sido dado porque, en efecto, tena seis dedos en una mano) fue muerta a balazos, e incendiada su casucha por las fuerzas de rc- presin. todo en forma inconexa-, la represin se torn prctica permanente de gobierno. Los dos aos pasaron, caracteri- zados por huelgas parciales y generales, represiones, ase- sinatos de campesinos por las fuerzas armadas. Adems, la crisis econmica nacida en 1929 en los Estados Uni- dos, que se extendi tambin en Espaa, haba paralizado muchas empresas y el nmero de desocupados se elev a 700.000. Ningn socorro les era dado. Por otra parte, el nmero de encarcelados -presos gubernativos, es de- cir, administrativos- y procesados se elevaba a 30.000. La inmensa mayora perteneca a la CNT y a la FAI. Adems eran numerosos los socialistas y ugetistas. Ante las promesas de los republicanos de izquierda condenados a la oposicin, muchos trabajadores desper- taron nuevamente a la esperanza. Y cuando las eleccio- nes tuvieron lugar, en febrero de 1936, el Frente Popular triunf. Pero no triunf con facilidad. Los miembros de la CNT que, sin embargo, no olvidaban sus principios, vo- taron para evitar la llegada legal del fascismo al poder. No obstante, este refuerzo decisivo, las izquierdas obtu- vieron 4.500.000 votos, mientras las derechas obte- nan 4.300.000. Hubiera bastado un desplazamiento de 200.000 votos para que los admiradores de Hitler y Mussolini formaran gobierno. Dato coinplementario; se haban presentado seis ~ar t i dos de derecha, seis del cen- tro, ms inclinados a la derecha que a la izquierda, y seis de izquierda. Dieciocho en total. La estabilidad era ms que problemtica. Gracias a los malos recursos de una ley electoral espe- cialmente amaada, el bloque de las derechas slo obtuvo 181 escaos en el Parlamento; el bloque izquierdista 281. Desde ese momento, los vencidos prepararon activamente el golpe de Estado. Nadie lo ignoraba. Informacones precisas haban llegado y llegaban al Ministerio de Gober- nacin y de Guerra. La prensa de izquierda, especialmente toda la prensa libertaria, denunciaba los concilibulos de la oficialidad de la marina y del ejrcito, o por lo menos de parte de ella decidida a la accin, que no haba dimi- tido aunque el primer Gobierno republicano hubiese in- vitado a acogerse a la jubilacin a los oficiales en des- acuerdo con el nuevo rgimen. Nada hizo el Gobierno de Madrid contra el peligro que iba aumentando visiblemente. Habra podido armar al pueblo, detener y revocar a los generales y coroneles conspiradores, disolver el ejrcito, cerrar los cuarteles; sus componentes prefirieron limitarse a enrgicas decla- raciones. Y cuando los sublevados atacaron, buen nmero de gobernadores republicanos pasaron al enemigo, contri- buyendo muy eficazmente a la detencin y a la ejecucin de los antifascjstas ms decididos. En esta grave situacin, fueron los anarquistas que, es preciso decirlo, ayudados en Barcelona por los Guardias de Asalto 9, hicieron retroceder a los regimientos de in- fantera que el gobernador militar, general Goded, haba lanzado a la conquista de la ciudad. En otras regiones, socialistas madrileos de la base, cenetistas, anarquistas, catalanistas, separatistas liberales vascos, incluso catala- nes, combatiendo muchas veces sin armas, obligaron a Franco a luchar durante cerca de tres aiios antes de triunfar. * * * Durante ese perodo tuvo lugar la experiencia social relatada en este libro. Esta experiencia fue obra exclu- siva del movimiento libertario, sobre todo de la CNT, cuyos militantes, avezados a las prcticas de la organiza- cin sindical, supieron crear rpidamente, en colaboracin con las masas, las nuevas formas de organizacin econ- mica y social que vamos a describir. Incluso cuando hombres pertenecientes a otras tendencias han llevado a cabo tareas semejantes, fue copiando el ejemplo de nues- tros compaeros. Fueron los libertarios quienes oprtaron las ideas fundanaentdes, Zm principios, y propusieron los nuevos modos de organizacin basados en el federalismo agubernamentd practicado directamente. La Revolucin espaola h e obra del pueblo, realizada por el pueblo, pero ante todo por los libertarios, hombres del pue- * Polica especial organizada por la Repblica, y que hasta entonces haba sido feroz hacia los anarquistas. blo, que estaban en su seno, y en el seno de las orga- nizaciones sindicales. Por otra parte, el xito de nuestros compaeros hubie- ra sido imposible si los conceptos libertarios no hubiesen respondido a la psicologa profunda, si no de la totalidad, por lo menos de gran parte de los trabajadores obreros ; campesinos. Y si, sobre todo en Aragn, en Castilla, en Andaluca, en Extremadura, el factor psicolgico, indi- vidual y colectivo no hubiese facilitado esas realizaciones nicas en la historia del mundo. El autor de este libro, que haba vivido y luchado lar- gamente en Espaa, resida en Amrica del Sur cuando estall la guerra civil. Obligado a viajar ilegalmente, no pudo embarcarse y desembarcar en Gibraltar sino en el mes de noviembre. Pas a Mlaga, la primera ciudad por- tuaria que estaba a su alcance, y pronto se convenci, teniendo en cuenta el cariz que tomaban las operaciones militares, que los antifascistas no podan, a pesar de la demagogia vocifertidora de los gobernantes republicanos, ganar la guerra. Pero -y esto haba sido el motivo ma- yor de su viaje- consider un deber sagrado registrar, para el porvenir, los resultados de la primera experiencia, de la primera aplicacin de las ideas que siempre haba defendido. Y se lanz a estimular, ensanchar, profundi- zar esas experiencias, informndose y tomando notas. Ha escrito su libro segn se lo permitieron las cir- cunstancias -encarcelamiento, pzrsecucin, exilio, vida ilegal- de su vida de luchador. Y presenta los resultados de su encuesta personal que fue facilitada no slo por sus investigaciones directas en los sindicatos obreros, las fbricas, las colectividades agrarias y los servicios pbli- cos, si30 tambin por el aporte espontneo de documen- tacin que le hicieron los compaeros fraternales con los cuales se relacion durante su bsqueda de informes. No tiene la pretensin de aportar una historia general de la Revolucin espaola, siquiera desde el punto de vista constructivo: porque sta ha sido mucho ms im- portante de lo que su escrito podra dejar suponer. Espe- cialmente en lo referente a las colectividades agrarias, lamenta que, por una parte los que fueron sus enemigos ms implacables: los comunistas estalinianos, y por otra parte su encarcelamiento en Francia en junio de 1938, le hayan impedido llevar ms a fondo su encuesta. Lo que presenta es, pues, un conjunto de materiales para una historia general de la Revolucin espaola, his- toria que no pierde la esperanza de escribir si le es dable volver, un da, a una Espaa libre del franquismo. A no ser que, ocupado l tambin por hacer la histo- ria. no tenga ---como sus compaeros de ayer- tiempo de' escribirfa. UNA SITUACION REVOLUCIONARIA Cuando, el 19 de julio de 1936, se produce el ataque fascista, la rplica se concentra inmediatamente contra el ejrcito insurrecto, que amenaza no slo al Gobierno legal, sino en su propia existencia a todas las fuerzas de izquierda y del centro, as como a las libertades, tan relativas pero, sin embargo, apreciables, representadas por la Repblica. Desde la vspera, la CNT ha ordenado la huelga gene- ral, y casi en todas partes esta orden es obedecida. No se trata de una revolucin social, de la implantacin del comunismo libertario a semejanza de lo que se haba intentado prematuramente en otras ocasiones. Ni de una ofensiva contra la sociedad capitalista, el Estado, los par- tidos polticos y los defensores de la vieja sociedad: se trata de impedir el triunfo del fascismo. Como hemos visto, en Catalua, especialmente en Barcelona, son sobre todo las fuerzas de la CNT y de la FAI, apoyadas por los guardias de asalto, quienes hacen retroceder a sus cuarteles a los regimientos de infantera a los que sus oficiales han ordenado el asalto. Lo primordial es impedir el triunfo del fascismo, por- que, si triunfa, desaparecern los republicanos de distintas tendencias, los socialistas prietistas o largocaballeristas, los catalanistas de izquierdas (los ms numerosos) e inclu- so los de derecha -por su separatismo-, los liberales y autonomistas vascos, la Unin General de los Trabaja- dores, la Confederacin Nacional del Trabajo, y nada digamos de la FAI. En consecuencia, la solidaridad se establece espontneamente, en grados distintos, segn las ciudades, los pueblos, las regiones. En Madrid, socialistas, ugetistas, republicanos, grupos libertarios y sindicatos ge- netistas, aunando sus esfuerzos, toman por asalto los cuarteles donde est concentrado el peligro, detienen a los fascistas conocidos, envan fuerzas armadas para recon- quistar ciertas localidades cadas en manos del enemigo, se atrincheran al Norte y cierran el paso a las tropas del general Mola en la sierra de Guadarrama, cuya con- quista tanto haba costado al ejrcito de Napolen. De hecho, la resistencia oficial es inexistente, pues el Gobierno est desconcertado. Los ministros pronuncian discursos enrgicos por la radio, gesticulan y amenazan intilmente, porque ya no tienen fuerzas estructuradas, ni mecnica militar organizada, ni siquiera un aparato buro- crtico de Estado. La mayora de los oficiales, la artille- ra, la aviacin han pasado a la rebelin: lo que queda de tropas carece de unidad, vacila; los suboficiales que no han seguido a los fascistas no inspiran ms confianza que los cuatro o cinco generales que han permanecido adictos al Rgimen l y de los que se teme traicionen a ' La lealtad nos impone mencionar a los militares que se nega- ron a pasar del lado d:: los fascistas, y fueron fusilados por ellos. Generales: Miguel Nez de Prado y Susbielas Director General de Aeronutica Enrique Salcedo y Molinonuevo Jefe de la 8." Divisin. Capitn General de Galicia Domingo Batet y Mestres Comandante de la 6.a Divisin Orgnica, con cabecera en Burgos Miguel Campins Aura Gobernador Militar de Granada. Jefe de la 3." Brigada de Infan- tera Rogelio Caridad Pita Jefe de la 15." Brigada de Infantera Manuel Romerales Quintero Tefe de la Circunscri~cin Oriental Melilla-Rif Toribio Martnez Cabrera Comandante Militar de Cartagena Jos Aranguren Roldn Jefe de la 5." Zona de la Guerra Civil Arturo Alvarez B~iylla Alto Comisario de Espaa en Marruecos su vez de uno a otro momento. Un Gobierno, un Minis- terio tienen por misin mandar a un conjunto organizado que funciona en debida forma. Nada de esto existe. As, la resistencia est en la calle, pues el Gobierno no gobierna. El poder poltico est como borrado, y los hombres que acaban de cerrar el paso al fascismo se preocupan poco de las rdenes oficiales, porque los mi- nistros que se han mostrado tan inferiores a sus respon- sabilidades han perdido su crdito. Especialmente lo han perdido completamente cerca de las masas libertarias, o simpatizantes del ideal libertario, que reprochan al Go- bierno su pasividad ante el peligro que se avecina. En Catalua, que goza de un estatuto autnomo, la situacin reviste un aspecto particular. Al da siguiente del triunfo sobre las fuerzas militares, del asalto a los cuarteks que ha causado tantas vctimas, Companys, pre- sidente del Gobierno cataln, expresa su deseo de recibir uaa delegacin de la CNT y de la FA1 para examinar la situacin. Y cuando tiene ante s a los delegados an negros de plvora y agotados por el combate, les declara: Sin vosotros, los fascistas triunfaban. Sois vosotros, los anarquistas, los que habis salvado a Catalufia, y os agradezco en nombre de nuestro pueblo. Pero tambin habis ganado el derecho de tomar en manos la direccin Luis Molina Galiano Coronel Inspector de la Legin Tos Franco Mussin Comandante ~ i l G r de Trubia y Director de la Fbrica Nacional de Armamento Manuel Espiveira Corrudo Comandante de Artillera Teniente: Luis Alau Gmez Acebo Capitanes: Luis Revilla De la Fuente Hilario Sienz de Cezano y Pinillo Ernesto Gonzlez Regueira Ignacio Cuartero Larrea Jos Bonet Molina Fueron asimismo ejecutados una vez terminada la guerra: Almirante D. Antonio Azarola y Gresiilon Comandante del Arsenal de El Ferro1 Contraalmirante D. Camilo Molins Carreras Comandante del Arsenal de Cartagena de la vida pblica. Estamos, pues, dispuestos a retirar- nos y a dejaros la responsabilidad del poder. Garca Oliver, uno de los militantes anarquistas ms renombrados, que relat esa entrevista, l e contest que no poda darse tal paso: la hora era demasiado grave, haba que mantener la unidad antifascista. Companys de- ba permanecer en su puesto y asumir las responsabili- dades del momento. Pero, de hecho, el Gobierno era ms nominal que real. La fuerza dominante estaba en los sindicatos de la CNT y en la FA1 (pero mucho menos en esta ltima). Las milicias armadas de resistencia se improvisaban, grupos de accin compuestos por hombres que cean brazaletes rojos y negros se sustituan a la polica republicana, que se desvaneca: el orden revolucionario se estableca no slo en Barcelona, sino en todas las ciudades de Catalua. Incluso ocurra que en numerosas localidades, como Igua- lada, Granollers, Gerona, los partidos polticos locales, compuestos de catalanistas de izquierda, republicanos fe- deralista~, socialistas, cuando no por republicanos izquier- distas o centralista del partido de Manuel Azaa, o por libertarios cenetistas, se reunan en una sola fuerza en el seno de las municipalidades, y que las nuevas autori- dades comunales, desligadas del Gobierno cataln, y ms an del Gobierno de Madrid (que pronto pas a Valen- cia), constituan un bloque de gestin local. La organi- zacin municipal adquira as un carcter casi autnomo. El derrumbamiento del Estado republicano fue ms patente en Aragn. Vecina en el oeste de Castilla, donde dominaban y de donde amenazaban las fuerzas franquis- tas, lindando al Norte con Francia por los Pirineos que al mismo tiempo la separaban, teniendo al Este una Ca- talua que no ejerca el poder sobre ella, esta regin slo mantena el contacto con la parte que se esforzaba en gobernar an el Gobierno central por los lmites comunes que quedaban al sur y al sudeste de la pro- vincia de Temel. Empero, esta provincia estaba entregada a s misma. Lo que facilitaba a Aragn una absoluta inde- pendencia *. Una situacin parecida se cre en Astunas y las pattes de Andaluca y Extremadura, an libres del fascismo. En Vizcaya, el 6 La guerra civil creaba una situacin revolucionaria, porque incluso en las provincias levantinas, a las que el fascismo no amenazaba an, la influencia de las fuerzas populares inspiradas por la CNT y la FA1 revolucionaban la organizacin pblica '. En muchos casos, los dems sectores polticos podan -aunando sus fuerzas- ser nu- mricamente ms importantes que el sector libertario. Pero sus adherentes carecan de iniciativa. La ausencia de directivas y de instituciones oficiales les paralizaba, mientras que facilitaba la accin de los hombres que ha- can de la lucha revolucionaria el agente principal de su actividad histrica. Lo que nos explica por qu, muy a menudo, cuando en los consejos municipales de ciertas aldeas o de pequeas ciudades la representacin de la CNT fue minoritaria, supo hacer triunfar su tesis, porque nuestros militantes saban lo que queran y aportaban soluciones all donde los republicanos y socialistas no ha- can sino plantear y plantearse problemas. Problemas nuevos, numerosos a menudo inmensos, siempre urgentes. En primer lugar, el de la defensa local contra posibles ataques de aldeas vecinas, de ciertas ciudades, de fuerzas agrupadas en las montaas. En cada pueblo de Aragn fue necesario, sin perder tiem- po, hacer frente al ejrcito franquista, que despus de haberse apoderado de dos capitales provinciales -Zara- goza, Huesca 4- avanzaba hacia Catalua. Detener a los invasores, rechazarlos tan l qos como fuera posible: cier- tas localidades fueron perdidas, reconquistadas, vueltas a perder y a reconquistar. En otros casos, la poblacin, despus de haber barrido al fascismo local, mand las fuerzas de que dispona -10 ms a menudo gente armada Gobierno regional tena la situacin en la mano, entre otras razo- nes, porque el movimiento libertario no dispona de una fuerza tan importante, o que pudiera compararse con la de Catalua o Levante. Muy pronto, y respondiendo a esta situacin, el alcalde de Valencia fue un militante de la CNT. Teruel fue primero una especie de no man's landn. Las auto- ridades republicanas enviaron, para ocuparlo, una fuerza de guardia civil acmpaada por una fuena nuestra. Pero en camino la guar- dia civil se volvi repentinamente contra los nuestros, los extermi- n y entreg Ia ciudad a los fascistas. con escopetas de caza- a ayudar a los que mantenan la resistencia o preparaban la ofensiva. Tantas iniciativas y actividades implicaban una organizacin espontnea, pero real, a pesar de fallas inevitables. Y luego llegaron las milicias -tambin improvisadas- enviadas desde Cata- lua, y cuyos efectivos ms importantes estaban compues- tos por miembros de la CNT y de la FA1 -entre cuyas prdidas figuraron a menudo los mejores militantes. En otros aspectos, y por otras razones, la necesidad de una organizacin nueva se impuso, incluso desde el punto de vista del sostn a los combatientes, y esto sin prdida de tiempo. En Aragn, contados fueron los alcal- des que permanecieron en su puesto y los concejales que asumieron sus responsabilidades cvicas. Asustados, des- bordados, incapaces, o acordes con los fascistas, casi todos se desvanecieron. En cambio, y en muchos casos, aparecan en primera fila los militantes conetistas liber- t ar i o~ que a menudo asuman la direccin de las activi- dades necesarias. Su experiencia de organizadores sindi- cales les predispona a ocupar los cargos de administra- cin pblica. Haban adquirido la prctica de los comits responsables, de las asambleas populares, de las tareas de coordinacin. No es de extraar, pues, que en la ma- yora de los casos -sino en todos- en que las autori- dades se haban esfumado, ellos hayan convocado a una reunin general en la pIaza pblica o en un local - e l de la alcalda, por ejemplo- al conjunto de los habitantes (como ayer convocaban a los miembros de la organiza- cin sindical a una asamblea obrera), a fin de examinar la situacin y decidir lo que convena hacer. Y en todos esos pueblos de Aragn abandonados por sus autoridades se nombr no un nuevo consejo municipal basado sobre los partidos polticos, sino un comit& de administracin encargado de asumir la responsabilidad de la vida pblica y social. Este nombramiento tuvo lugar por mayora, o por una- nimidad de los presentes; y nada sorprendente es que en conjunto hayan sido nombrados los hombres conocidos por un dinamismo que responda a la situacin. A menu- do lo fueron tambin, en menor nmero, a insistencia de los mismos cenetistas, militantes de la UGT, cuando no republicanos de izquierda que, en su comportamiento, no haban observado siempre al dedillo las directivas de su partido, manteniendo relaciones personales con nues- tros compaeros y atribuyendo al republicanismo un con- tenido social que rebasaba la simple poltica al uso. Pero esta diversidad de pertenencias no implicaba la constitucin de autoridades segn la forma tradicional. Sin presumir de juristas, e inspirndose en las normas que nuestro movimiento haba siempre preconizado, nues- tros compaeros propusieron una estructuracin nueva de la vida pblica. Para ellos, que tanto haban esperado, sufrido y combatido contra la desigualdad social y por la justicia igualmente social, puesto que la repblica bur- guesa se haba desplomado, haba llegado la ocasin de instaurar un rgimen nuevo, una vida nueva. Y en lugar de reconstruir al estilo pasado, propusieron una estruc- turacin natural y funcional acorde con la situacin y con sus ideas. La guerra se impona ante todo. Pero tambin se im- ponan los problemas de consumo general, la produccin agraria, todas las actividades necesarias a la vida colec- tiva. Cada asamblea nombr, pues, un responsable, en- cargado de dirigir o coordinar los trabajos agrcolas; se- gua despus el problema del ganado, por el cual se nombr otro delegado, encargado de las actividades rela- tivas al cuidado del alimento y al aumento rpido de los animales productores de carne. Seguan las pequeas in- dustrias locales, cuya continuidad e incluso cuyo desarro- llo deban asegurarse. Al mismo tiempo, la enseanza, obsesin permanente de nuestro movimiento ante las proporciones inadmisibles del analfabetismo, era objeto de medidas inmediatas. Los servicios de salubridad, urba- nismo, vialidad, no eran olvidados, ni la organizacin de los intercambios y del abastecimiento. Cada sector tuvo su delegado, y los diferentes delegados constituyeron el comit local. A veces, segn la importancia de las loca- lidades, un mismo compaero asuma dos cargos. Y lo ms a menudo esos hombres trabajaban en el taller o en el campo, quedando uno solo permznente para aconsejar o hacer frente a los problemas urgentes. Es obvio que esa revolucin iba acompafiada por otr.:, tan importante como la primera, relativa a la distribucin de los bienes de consumo, no slo como consecuencia de las nuevas necesidades nacidas de la guerra, sino tambin de la nueva tica social. En los pueblos de Aragn -y muy pronto las cosas tomaron ese cariz en la regin levantina- la lucha contra el fascismo pareci incompa- tible con la sociedad capitalista y sus desigualdades. As fue como en las asambleas sucesivas de los pueblos, mu- chas veces en la primera, se estableci el salario familiar que igualaba las posibilidades de existencia para todos los habitantes, hombres, mujeres y nios Pronto las finanzas locales se hallaron en manos del comit elegido, como hemos visto, el cual secuestraba, lo ms a menudo contra recibo detallado, el dinero encon- trado en las sucursales de los bancos cuando las haba, o en casa de los ricos que, por lo general, haban desapa- recido. Si no, se imprima una moneda local, casi siempre a base nominal de la peseta, o bonos de consumo sobre los que nos extenderemos ms adelante. En otros casos se suprima radicalmente toda clase de moneda y se esta- bleca una tabla de racionamiento nica. Lo esencial es que la igualdad de los medios de existencia apareca, y que de un da para otro se realizaba, casi sin sobresaltos, una revolucin social. Para asegurar mejor el libre consumo, o para evitar ya sea el despilfarro, ya sea ocultaciones muy posibles, el comit tomaba bajo su control la organizacin de la distribucin. En ciertos casos, los mismos comerciantes estaban encargados de hacerlo, y lo hacan correctamente. En otros, el comercio desapareca como tal; entonces se organizaba uno o varios depsitos de vveres, uno o va- rios almacenes de distribucin. A veces se toler, por humanidad, a los pequeos tenderos que, en el fondo, no causaban perjuicios a nadie, y pudieron vender, segn Hallamos en estas aplicaciones casi todas las medidas y los modos de organizacin preconizados en los programas que hemos mencionado en nuestro captulo titulado EL IDEAL. Sin embargo, no podemos establecer una relaci6n directa y nniscientemente per- seguida entre las teoras de 1870-80 y los hechos de 1936-39. la tasa de precios establecida, las mercancas que les que- daban. Al agotarse sus reservas, se incorporaban a la colectividad. Recordemos que la insurreccin fascista haba estallado el 19 de julio. En esa $echa, los trigos estaban maduros, y la partida de los grandes terratenientes (que en su ma- yora habitaban en las grandes ciudades), o de sus admi- nistradores - c a s i siempre tiranuelos locales que domi- naban parte del campesinado- iba a provocar el aban- dono y la prdida de la cosecha. Este problema se plante inmediatamente al mismo tiempo que la toma de pose- sin de la administracin general. Y de acuerdo con los delegados en la agricultura, los responsables campesinos convocaron a sus compaeros. Fueron requisadas las mquinas halladas en las grandes explotaciones, los animales de labor, los segadores y las segadoras que, tan a menudo, cortaban an las espigas con la hoz. El trigo fue segado, las gavillas atadas y guardadas en almacenes comunales improvisados. Lo mis- mo se hizo con las patatas, la remolacha de azcar, los garbanzos y las judas, las frutas, los pimientos morrones, la carne; todo se volva propiedad de la colectividad bajo la responsabilidad del comit local. Empero, no se haba alcanzado an la colectivizacin en el sentido completo de la palabra. No bastaba la toma de posesin de la gran propiedad usurpadora. El colecti- vismo -denominacin general y espontneamente adop- tada- supona la desaparicin de todas las propiedades individuales, pequeas y medianas, y sobre todo desapa- ricin voluntaria para las primeras, obligatorias para las otras, y su integracin en un vasto sistema de propiedad pblica y de trabajo comn. Lo cual no se hizo en todas partes de modo uniforme. Si en Aragn el 80 por 100 de las tierras cultivadas pertenecan a los latifundistas, en otras regiones, especial- mente en ciertas partes de Levante -pero sobre todo en Catalua- la pequea propiedad dominaba con frecuen- cia u ocupaba un lugar importante, segn las localidades donde se practicaba la policultura. Y aunque nuestros me- jores compaeros fueran a menudo pequeos propietarios, aunque en numerosos casos los pequeos propietarios ha- yan adherido con entusiasmo a las colectividades, e in- cluso las hayan organizado, ocurri que en la regin levantina (provincias de Castelln de la Plana, de Valen- cia, Murcia, Alicante y Albacete) aparecan dificultades ignoradas en Aragn. En primer lugar porque en esa poca muchos habitantes se crean seguros contra el fas- cismo gracias a la distancia que les separaba del frente, y porque la demagogia oficial les enga hasta el ltimo momento. Despus, porque los partidos polticos seguan existiendo. Tras haber conocido un perodo de pnico, se reorganizaron al mismo tiempo que el Gobierno cen- tral se consolidaba, con su burocracia y su polica (par- ticularmente el Cuerpo de Carabineros). Si el traslado de este ltimo a Valencia facilitaba la aparicin de las colectividades castellanas, en cambio aumentaba, en Le- vante, las posibilidades de resistencia antisocializadora no slo de los partidos polticos, sino tambin de la bur- guesa, de los pequeos comerciantes, de los campesinos apegados a su propiedad. La accin expropiadora se ejerci, pues, contra las grandes propiedades agrarias cuyos pobladores eran fas- cistas de hecho -lo que facilitaba la socializacin-, o fascistas potenciales, De todos modos, e1 latifundio ata- cado desde tanto tiempo por los economistas, partidos, escritores de izquierda, no poda ser defendido abierta- mente. El cultivo del naranjo, caracterstica de la regin levantina, exige gastos importantes, de modo que casi to- dos los naranjales pertenecan a sociedades capitalistas, a menudo annimas, y que en ciertos casos extendan su dominio sobre varios pueblos. Aunque en proporciones menores, la situacin era a menudo idtntica en la zona, mucho menos extensa, de los arrozales. La colectivizaci6n de estas grandes propiedades se justificaba, pues, en ese perodo en que lo poltico y lo social se interpenetraban la necesidad de desarmar polticamente al fascismo com- pletaba su desarme poltico y militar. El caso es que, de uno u otro modo, la revolucin se extenda. Tambin se implantaba por otros caminos, con frecuen- cia inesperados. Siempre en la regin levantina, y para no provocar choques con los otros sectores antifascistas, por- que la lucha contra el enemigo comn figuraba siempre en primer plano, nuestros compaeros hubieron de tomar iniciativas de las que los republicanos, socialistas y otros hombres respetuosos de la legalidad oficial se mostraron incapaces. En los pueblos, numricamente ms importan- tes que los de Aragn porque el suelo y el clima per- mitan una mayor densidad de produccin y poblacin, en las pequeas ciudades de 10.000 y 20.000 habitantes, el abastecimiento se interrumpa o disminua de modo alarmante porque los intermediarios vacilaban en invertir su dinero en compras, incluso en vender las mercancas que tenan almacenadas. Parte de ellos lo hacan por tener intenciones especuladoras y por otra parte por ser favorables al fascismo; se trataba de un modo de resis- tencia pasiva contra la Repblica. Y los productos ultramarinos, de mercera e higiene, los abonos qumicos, ciertas herramientas, multitud de objetos iban desapareciendo con rapidez, lo que contri- bua a perturbar la vida cotidiana. Entonces, ante la iner- cia de los otros sectores, nuestros compaeros, que en casi todas las localidades haban entrado en los consejos municipales, donde multiplicaban propuestas e iniciati- vas, hicieron aceptar medidas de emergencia. A menudo, por iniciativa suya, el Municipio organizaba centros de abastecimiento que reducan el peso del comercio privado, y empezaban la socializacin distributiva. Segunda etapa: el Municipio se encargaba de comprar sus productos a los campesinos reacios, pagndoles mejor que los intermedia- rios o mayoristas. En fin, como etapa complementaria, las colectividades integrales -aunque parciales con rela- cin a la poblacin total- aparecan y se desarrollaban. En cuanto a la produccin industrial de las pequeas y grandes ciudades, la situacin recordaba a menudo la creada por el pequeo comercio y la pequea agricultura. Los pequeos patronos, los artesanos que ocupaban uno, dos, tres, cuatro asalariados vacilaban con frecuencia, sin decidirse a poner en juego sus escasos recursos moneta- rios. Entonces, nuestros sindicatos intervenan recomen- dando o exigiendo que la produccin continuara. Pero nuevos pasos eran dados sin interrupcin. Indu- dablemente, la burguesa industrial catalana era antifran- quista, aun cuando fuese porque Franco era hijo de Ga- licia y anticatalanista, de modo que su triunfo hubiera representado la anulacin de la autonoma regional tan difcilmente conquistada, la supresin de los derechos po- lticos otorgados por el Gobierno de Madrid y de los privilegios lingsticos. Pero es probable que entre esos peligros y los representados por las fuerzas revoluciona- rias que preconizaban el comunismo libertario, el primer mal le pareci de menor cuanta. Lo que nuestros compa- eros comprendieron sin prdida de tiempo. Y sin pr- dida de tiempo comprendieron tambin que el cierre de las fbricas y de los talleres al da siguiente de la derrota infligida a las fuerzas enemigas constituira una ayuda indirecta al fascismo. La miseria causada por la desocu- pacin a la que el Gobierno de la Repblica haba sido incapaz de poner coto, iba a aumentar y sera un factor de desorden de extremada eficacia del que se beneficiara el enemigo. Era, pues, preciso que la produccin conti- nuase, y por iniciativa de la CNT, o de sus militantes, en todas las empresas industriales fueron constituidos comits de control encargados de supervisar la buena marcha de la produccin. Tal fue el primer paso. Pero una nueva razn, a todas luces lgica, oblig a dar otro, y en ciertas industrias simultneamente el primero y el segundo. De inmediato se impuso la necesidad de fabricar medios de combate para un frente an no estabilizado que se hallaba a 250 ki- lmetros de Barcelona, a 50 kilmetros de Catalua, y poda desplazarse adelante con cierta facilidad (el terreno es de fcil acceso en casi todo el recorrido). Hemos visto que tan pronto las fuerzas armadas empleadas por los fascistas, sin ser siempre ellas mismas forzosamente fascistas (los regimientos de infantera estaban compuestos por hombres del pueblo), fueron obligados a retroceder a sus cuarteles, se haban organizado milicias que partie- ron inmediatamente al encuentro del enemigo, en Aragn, para lo cual fue preciso poner los trenes en marcha. Tarea de la que se encarg el sindicato de los ferroviarios. Al mismo tiempo, el sindicato de los metalrgicos orde- naba reanudar el trabajo interrumpido por la huelga ge- neral y rechazaba, 10 mismo que los otros sindicatos, la reduccin de la jornada de trabajo propuesta por el Go- bierno cataln. En fin, encargaba a los talleres metalr- gicos blindar camiones y camionetas para enviarlos a los lunares de lucha 6. As, en nombre de las medidas necesarias para asegurar la victoria, buen nmero de empresas industriales fueron expropiadas, siendo sus poseedores considerados tambin, al igual que tantos terratenientes, como fascistas reales o potenciales, lo que era verdad en muchos casos. En las empresas de pocas dimensiones, las cosas fueron ms le- jos, porque por una evolucin a la vez incontenible y sistemticamente perseguida, el comit de control se transform en comit de gestin, donde el patrono dej de figurar como tal para no ser ms que un tcnico, cuan- do era capaz de serlo. Como s e ve, la revolucin social que tuvo lugar no fue consecuencia de una decisin de los organismos de direccin de la CNT o de las consignas lanzadas por los militantes que ocupaban los primeros planos. Se produjo espontnea y naturalmente, no porque -evi t emos la de- magogia- en su conjunto el pueblo se haba vuelto de repente capaz de hacer milagros, sino porque, repitmoslo, en el seno de este pueblo y siendo parte integrante suya, exista una minora potente, activa, dinmica, guia- da por un ideal que continuaba a travs de la historia la lucha empezada en tiempos de Bakunin y de la Pri- mera Internacional; porque en innumerables sitios y lu- gares tenamos combatientes que desde decenios perse- guan objetivos constructivos concretos, guiados por su iniciativa creadora y un sentido prctico indispensable para amoldarse a la variedad de las situaciones y cuvo espritu de innovacin constitua un poderoso fermento capaz de aportar - e n el momento decisivo- las orien- taciones necesarias. AsI eran nuestros carros de asaIto, tan poco eficaces que las balas resbalaban contra ellos, pero no los proyectiles de obuses. mas infundan confianza a los que 10s conducan al combate. La situacin era revolucionaria por la voluntad de los hombres y por la dinmica de los hechos, lo cual nos mueve, antes de exponer ms detalladamente los procesos y el desarrollo de las realizaciones revolucionarias, a refu- tar ciertas afirmaciones crticas formuladas contra los que se lanzaron atrevidamente a la creacin de una sociedad nueva. Nos referimos ante todo a la contradiccin aparente nacida de la participacin poltica de nuestro movimiento en el Gobierno cataln y en el Gobierno central, y a nuestra iniciativa de accin propia y directa: Ya que colaboriis en el Gobierno -han repetido muchas veces los antifascistas enemigos de la transformacin social que se operaba- no tenis derecho de actuar al margen de la legalidad gubernamental. Tericamente, el argumento pareca lgico. De hecho, las cosas eran mucho menos sencillas. En primer lugar, sobre 16 ministros slo tuvimos cuatro en el Gobier- no central de Valencia; los ministros nuestros eran siempre minoritarios, los otros 12 estaban constante- mente coaligados contra ellos, y reservndose los minis- terios ms importantes y determinantes -Hacienda p Guerra, por ejempl-. Hubiera sido demasiado hbil, y demasiado fcil, obligarnos a la pasividad revolucionaria a cambio de concesiones ilusorias. Nuestros adversarios, especialmente los comunistas, se valieron de otro argumento al que acuden siempre, mien- tras no tienen an bastantes fuerzas para aduearse del mando: no haba llegado an la hora de la revolucin, era preciso mantener la unidad antifascista, vencer a Franco ante todo. Al expropiar a los industriales, a los propietarios, los patronos, los accionarios, se poda inci- tarlos a pasar al enemigo. Sin duda esto ha ocurrido en pequesimas proporcio- nes. Pero, en primer lugar, mientras una situacin no se presta para que puedan aduearse de ella, los comunistas dirn siempre que las iniciativas de sus aliados que no se someten integralmente a sus directivas y a su mando son prematuras, si no contrarrevolucionarias. Por otra parte, quin puede afirmar que sin socializaci6n las po- sibilidades de victoria hubiesen sido mayores? Afirmarlo supone no tener en cuenta las realidades que conforma- ban la situacin. La hostilidad de los patronos desposedos no atenuaba en nada el ardor combativo de las masas obreras y cam- pesinas que suministraban las fuerzas de combate. En ge- neral, los miembros de la burguesa y de los partidos polticos permanecan en actitud de entusiasmo verbal o se agitaban estrilmente en medio de acontecimientos que los desbordaban. La lucha se haba desplazado del Par- lamento y de las urnas a la calle, la rplica al ataque fascista no poda sino adaptarse a las nuevas circunstan- cias y seguir por el camino que se emprendi. De esperar el triunfo de la organizacin oficial de resistencia debida- mente pertrechada, el franquismo habra triunfado en un ao, tal vez en tres meses 7. En el otro extremo de la cuerda de los crticos se hailaba Trotski, que nos reprochaba con su suficiencia acostumbrada, no acabar con todas las fuerzas, los partidos, las formaciones de la burguesa y del socialismo reformista, a fin de tomar el poder pata continuar la guerra, como haban hecho los bolcheviques. S610 su soberbia ciega le permita comparar dos situaciones absolutamente desiguales. El sentido comn ms elemental indicaba que nos era absolutamente imposible a la vez llevar la guerra contra Franco en el frente y contra las otras formaciones antifascistas en la retaguar- dia. La guerra de movimiento que sirvi6 al ejrcito rojo en Rusia era inaplicable en Espaa, donde el enemigo se adue rpidamen- te de los centros sidenrgicos y de fabricacin de armamentos, y donde no se dispona de oficiales de alta categora como los veni- dos del zarismo que fueron al ejrcito rojo, entre los cuales el general Brusilof, gloria del ejrcito ruso, y Toutkatchevski, que era sin duda el estratega de mayor vuelo del ejrcito rojo cuan- do Stalin mand fusilarlo. SEGUNDA PARTE TRABAJOS CONSTRUCTWOS EN LA AGRICULTURA LA FEDERACION DE COLECTIVIDADES DE ARAGON En los das 14 y 15 de febrero de 1937, tuvo lugar en Caspe -pequea ciudad de la provincia de Zaragoza li- berada del fascismo por fuerzas esencialmente libertarias venidas de Catalua- el congreso constitutivo de la Fe- deracin de Colectividades de Aragn. La iniciativa esta- ba patrocinada hasta tal punto por la seccibn regional de Aragn, Rioja y Navarra de la CNT, que el sello que figura en las resoluciones adoptadas es el de esa organi- zacin sindical. Asistieron una delegacih oficial del Co- mit Nacional de la CNT, una del Comit Peninsular de la FAI, una del Comit Regional de los Grupos Anar- qui st a~ de Aragn, Rioja y Navarra. La decisin de re- unir este Congreso haba sido tomada anteriormente por una reunin preliminar de delegados de las colectivi- dades existentes, celebrada en Binfar, provincia de Hues- ca. Eran entonces las colectividades ya constituidas o en estado de constitucin las que se concertaban por auto- determinacin, en aquella pequea ciudad. Estaban representadas 25 federaciones comarcales ya instituidas. Eran, nombradas por orden alfabtico y segn su cabeza administrativa, las de Alcaiz, Arags, Alfam- bra, Ainsa, Alcorisa, Albalate de Cinca, Barbastro, Bena- barre, Caspe, Enjulve, Escucha, Graus, Graen, Lcera, Monzn, Muniesa, Mas de las Matas, Mora de Rubielos, Puebla de Hjar, Pina de Ebro, Pancrudo, Sstago, Tar- dienta, Valderrobres. Cada una de esas federaciones re- presentaba -segn los casos y las divisiones administra- tivas reinantes- de 3 a 36 pueblos, ms o menos im- portantes. El total de esos pueblos sumaba 275, el n- mero de individuos o familias -segn los casos- es de 141.430 l . Ya en ese perodo, el hecho colectivista estaba en plena expansin, y muy pronto nuevas colectividades se sumaron a esta primera lista. En tanto, las colectividades existentes vieron aumen- tar sus efectivos con rapidez. Por ejemplo, en el men- cionado Congreso. la comarca de Mas de las Matas es- " , taba compuesta por 19 pueblos y uno solo de ellos es- taba colectivizado integralmente. Tres meses despus, cuando tuvo lugar un pleno con carcter de semicongreso, ya estaban todos colectivizados y la comarca de Angs, que contaba 36 colectividades en febrero, en el mismo pleno contaba 70. Al mismo tiempo, las colectividades federadas de la comarca de Barbastro aue eran 31. llega- , . . # ron a sumar 58. Tan rpido era el crecimiento que en el momento que se publicaban las estadsticas estaban caducas. Recordemos tambin que el movimiento colectivista se desarrollaba a pesar de las dificultades causadas por la guerra, a menudo a pocos kilmetros del frente, bajo la amenaza de una incursin adversa de la artillera o de la aviacin - c a s o de Gran, de Ainsa, de Pina de Ebro, etc.- y estando muchos de los nuestros moviliza- dos en las fuerzas armadas. El Congreso de Caspe tuvo por objeto unificar y aunar la accin de las colectividades. Segn el texto votado, se resolvi : 1 . O Constituir la Federacin Regional de Colectivi- dades para coordinar la potencialidad econmica de la regin, y dar cauce solidario a esta Federacin de acuer- do con las normas autonmicas y federativas que nos orientan. 2." Para estructurar esta Federacin, nos atendre- mos a las siguientes normas: ' La diferencia que hubo en el modo de establecer estadsti- cas (por ejemplo, por cabeza de familia, por individuos o por familia representada) no ha permitido conocer el nmero exacto de i~dividualidades. Pero, por sus observaciones y datos recogi- dos, el autor puede opinar que ese nmero no era inferior a m.000. a) Las colectividades deben federarse comarcal- mente. b) Para la cohesin y el control de los comits co- marcales entre s, se crear el Comit Regional de Co- lectividades. C) Las colectividades harn una estadstica veraz de la produccin y del consumo, que enviarn al comite comarcal respectivo, y estos comits, a su vez, remitirn la estadstica comarcal al comit regional, nica forma de establecer la verdadera y humana solidaridad. Permitasenos introducir aqu un comentario para su- brayar la importancia de este texto que contiene a la vez todo un programa y una profesin de fe de principios sociales esenciales. Vemos aqu reafirmado un antiguo pos- tulado humanista terico basado ante todo en la coordi- nacin general, en la solidaridad humana, en la cohe- sin de los comits comarcales, en el cauce solidario de la federacin que englobar todas las colectividades, es decir, a todos los miembros que las constituyan; por otra parte, las normas autonmicas, es decir, el respecto de la forma prctica de autoorganizacin irn junto con las normas federativas implicadas por esa visin de con- junto. Pero esta cohesin y organizacin solidarias, afirmadas y proclamadas, tienen un objetivo concreto, adems de la prctica de la verdadera y humana solidaridad: el de favorecer la potencialidad econmica, la produccin y el consumo mediante una estadstica veraz. Y esto en forma federalista. de la colectividad aldeana al comit co- marcal, y de los comits comarcales al comit regional. En lneas generales no se puede tener visin ms clara, un concepto ms acabado y preciso de la obra constructiva as comenzada. En lneas generales, decimos, porque en esa asam- blea de hombres prcticos, reunidos para hacer obra so- cial efectiva, se ha credo necesario enumerar las tareas por realizar, lo cual ha dado lugar a una enumeracin que -pese a sus imperfecciones literarias- merece ser conocida. He aqu el Reglmzento que presenta la ponen- cia, para estatuir la vida colectiva en Aragn: contenido en el tercer dictamen, recogiendo todos los acuerdos to- mados en este Congreso: 1." Con la denominacin de Federacin de Colec- tividades Agrcolas, se constituye en Aragn una aso- ciacin que tendr por misin la defensa de los intere- ses colectivos de los trabajadores organizados en las mismas. 2." Atributos de esta Federacin: a) Propagar intensamente las ventajas del colecti- vismo basado en el apoyo mutuo 2. 6) Controlar las granjas de experimentacin que puedan crearse en las localidades donde las condiciones del terreno sean favorables para conseguir toda clase de semillas. C) Atender a los jvenes que tengan disposiciones para la preparacin tcnica mediante la creacin de escuelas tcnicas especializadas. d) Organizar un equipo de tcnicos que estudien en Aragn la forma de conseguir mayor rendimiento del trabajo que se efecte en las diversas labores del campo. e) Buscar las expansiones comerciales en el exte- rior de la regin, tendiendo siempre a mejorar las con- diciones del intercambio. j ) Se ocupar tambin de las operaciones comercia- les con el exterior, mediante el control, por estadsticas, de la produccin sobrante de la regin, y por lo tanto tendr a su cargo una caja de resistencia para hacer frente a todas las necesidades de las colectividades fe- deradas, siempre en buena armona con el Consejo de Defensa de Aragn j. 3." En el arpecto cultural, esta Federacin se cui- dar: a) De procurar a las colectividades todos los ele- mentos de expansin que a la vez que sirvan de dis- ' Este evocar el apoyo mutuo recordaba el principio de base del libro de Kropotkin, El Apoya hutuo (Ed. Proyeccin), con las consecuencias que implicaba. El Consejo de Defensa, que ser nombrado varias veces en adelante, haba sido creado para coordinar las fuerzas de resisten- cia en Aragn, abandonadas por el Gobierno republicano, y hasta cierto punto para no dejar un vaco poltico del que se ha- bran aprovechado los antifascistas burgueses, los comunistas o elementos adversos. traccin eleven la cultura de los individuos en sentido general. b) Organizar conferencias que tienden a perfeccio- nar la educacin del campesino, como asimismo veladas a base de cine y teatro, giras y cuantos medios de propaganda espiritual sean posibles. 4." Para la buena tramitacin de todo lo estatuido, la Federacin nombrar un Comit Regional de Colecti- vidades que constar de los siguientes cargos: secre- tario general, secretario de actas, contador, tesorero y dos vocales. 5." El secretario general tendr a su cargo la orien- tacin del Comit, el sello social y la tramitacin de cuantos expedientes presenten las colectividades. El secretario de actas levantar actas de cuantas reuniones celebre el Comit de la Federacin; en ausencia del secretario general, ocupar accidentalmente este cargo. El contador lievar la contabilidad de la Federacin, abriendo cuentas corrientes de los depsitos que le entreguen los comits comarcales; de una manera nor- mal efectuar las liquidaciones con el tesorero. El tesorero ser el encargado de guardar los fondos de la Federacin y de pagar cuanto se le presente al cobro, avalado anteriormente por la firma del secreta- rio, del contador, y sellado con el sello de la secre- tara. Los vocales constituirn las diferentes comisiones que se precisen para el desenvolvimiento interno de la Federacin, como: propaganda, estadstica, asesoramien- to tcnico, etc. 6." Esta Federacin, siguiendo las normas federa- tivas, organizar tantas federaciones comarcales como estime necesario para el buen desenvolvimiento de las colectividades, las cuales mantendrn relaciones cordia- les con los Consejos municipales y con el Consejo Re- gional de Aragn, respectivamente. 7." Para los efectos del suministro de los colectivis- tas, se establecer la carta de racionamiento. 8." La Federacin de Colectividades Agrcolas y Desde luego, en su estilo escueto, los autores de la ponen- cia no especificaron que esta organizacin de comarcales debera hacerse de acuerdo con los interesados (individuos o pueblos) Esto era as. Complementarias celebrar su congreso ordinario cada seis meses, ms los extraordinarios que se crean per- tinentes. 9." En cada congreso ordinario ser renovada la mitad del comit de la Federacin. 10. El Comit Regional de las Colectividades resi- dir en Caspe. 11. El ingreso a esta Federacin regional, de todas las colectividades que se constituyan despus de su creacin, deber ser acordado en asamblea general por los vecinos de la colectividad, solicitante, mandando copia del acta al comit regional para su archivo corres- pondiente y aprobacin necesaria. 12. Para que su solicitacin tenga validez, las co- lectividades harn constar su acatamiento a lo que estos estatutos determinen. 13. Estos estatutos sern impresos y distribuidos en un carnet de identidad a cada uno de los colecti- vistas federados. 14. Todo cuando se acuerde en los congresos y plenos que celebre esta Federacin tendr validez, aunque no est previsto en los presentes estatutos. Dado en Caspe, a 15 de febrero de 1937. Por la Ponencia: D. Gonzalvo, Angel Torenas, Magn Milln, Jos Martn; Jos Mavilla, Salvador Ponz, J. Ario; Ber- nabe Esteban, Francisco Muoz, Miguel Larniel, Jos Mur y Fulgencio Dueas. El autor se permite opinar que declaraciones con tal contenido tienen, a pesar de sus defectos literarios, ms valor y ms alcance que otras: por ejemplo, la Declara- cin de los pioners de Rochdale, o la Carta de Amiens del sindicalismo revolucionario francs. En conexin y movidos por el imperioso deseo de crear, se abord el problema de los medios tcnicos para des- arrollar la potencialidad econmica, votndose la reso- lucin siguiente: l." Procede ir con toda urgencia a la creacin de campos experimentales en todas las colectividades de Ara- s Las colectividades complementarias deben ser las de carc- ter industrial que se constituyeron en los pueblos, en conexin con las agrcolas. gn para poder efectuar los estudios que se crean nece- sarios para intentar nuevos cultivos para poder obtener mayores rendimientos e intensificar la agricultura en todo Aragn. Al propio tiempo debe destinarse una parcela, aunque sea pequea, para poder proceder al estudio de los rboles que puedan producir ms y que se aclimaten mejor al suelo de cada localidad. 2." Debe irse igualmente a la creacin de campos de produccin de semillas; para ello puede dividirse Aragn en tres grandes zonas y en cada una de ellas instalar gran- des campos para producir las semilias que sean necesa- rias en cada zona, y al propio tiempo producir para otras coIectividades aunque no pertenezcan a la misma zona. Tenemos, por ejemplo, el cultivo de la patata; debe pro- ducirse la semilla de esta planta en la zona de ms alti- tud de Aragn para luego ser explotada por las colectivi- dades de otras zonas, ya que puede demostrarse que en la parte alta esta planta no ser atacada por las enfermedades que le son caractersticas si siempre la produjramos y cultivsemos en la parte de poca altura, o sea, el pas hmedo y clido 6. Estas tres zonas procedern al intercambio de las se- millas que las necesidades aconsejen en cada caso, segn los resultados de los estudios que se realicen en los cam- pos experimentales, pues stos deben estar en armona e intervenidos al mismo tiempo por tcnicos para poder estudiar y hacer todos los ensayos que se crean de pro- vecho y necesidad. Abramos aqu un parntesis para repetir que no se nos escapa la imperfeccin literaria, el mal empleo de ciertos vocablos, las repeticiones, los errores de sintaxis que se advierten ms en este prrafo que en otros, y que respe- tamos con la intencin de dar mayor autenticidad a la documentacin contenida en este libro. Porque, para nosotros, e indudablemente para todo amante de la ver- dad histrica, para todo hombre deseoso de progreso hii- mano importa ante todo la nuez de las soluciones con+ tructivas y no la cscara de las consideraciones verbales. Lase: de siempre producirla y cultivarla en la parte de poca altura.. .D. No sabemos si Stephenson escriba o no con ortografa; lo importante es que haya inventado la locomotora. Lo importante, en el caso de los campesinos aragoneses y de otras regiones de Espaa, es que hayan innovado estruc- turas sociales y superiores a las existentes hasta entonces. Y continuemos nuestro anlisis. La resolucin est firmada como sigue: Por el Comit Regional, Antonio Ejarque; por Barbas- tro, E. Sopena; por Pina de Ebro, Jos Abs; por Cata- landa, Toms Artigas; por Muniesa, Joaqun Temprano; por el Consejo comarcal de Muniesa, Alberto Aguilar. Abordse tambin el problema de la distribucin. Se haban improvisado, como veremos en el captulo Corrta- bilidad colectivista, diversos modos de reparto. Una parte -la tercera tal vez- de los pueblos colectivizados de Aragn haba suprimido todo signo monetario, estable- cindose una tabla de racionamiento, otra parte haba adoptado una nueva moneda impresa localmente, con bo- nos varios, basados en la peseta, en puntos u otros sig- nos. Esta diversidad, que permiti resolver el problema de la distribucidn con soluciones revolucionarias de mo- mento, tena el inconveniente de crear una confusin v por aadidura era un obstculo para la igualdad social que se buscaba, variando frecuentemente los recursos eco- nmicos de un pueblo a otro. Se decidi, pues, suprimir toda forma de moneda respecto al abastecimiento inte- rior de Aragn. La resolucin correspondiente deca: Debe abolirse la circulacin de la moneda en el seno de las colectividades, creando en su defecto la cartilla de racionamiento, quedando en poder de la co- lectividad la cantidad precisa para sus necesidades in- temas. Para que el comit regional pueda atender al abas- tecimiento de las colectividades en lo relativo a im- portacibn, las colectividades o los comits comarcales facilitarn al comit regional una cantidad, de acuerdo con la riqueza de cada colectividad o comarca, para crear la Caja Regional. Fue igualmente examinado el delicado problema de la conducta que deba observarse con los pequeos propie- tarios que se negaban a entrar en la colectividad, prefi- riendo trabajar individualmente su tierra, raz6n por la cual se les llam individualistas. La resolucin tomada reviste una real importancia, pues expone el principio adoptado para toda la federacin regional aragonesa, es decir, para todas lds colectiuid~des de Aragrz. Tendre- mos ocasin de ver sobradamente que esta resolucin fue aplicada. He aqu su texto: 1." AI apartarse los pequeos propietarios por pro- pia voluntad de las colectividades, por considerarse capacitados para realizar sin ayuda su trabajo, stos no tendrn derecho a percibir nada de los beneficios que obtengan las colectividades. No obstante esto, su conducta ser respetada siem- pre que estn dispuestos a no tratar de perjudicar los intereses de las colectividades. 2." Todas las fincas rsticas y urbanas como dems intereses de los elementos facciosos que han sido incau- tados sern usufructuados por las organizaciones obre- ras que existan en el momento en que se hizo la in- cautacin, siempre que estas organizaciones acepten la colectivizacin '. 3." Todas las tierras de un propietario que eran trabajadas por arrendatarios o medieros pasarn a ma- nos de las colectividades. 4." Ningn pequeo propietario que est apartado de la colectividad podra trabajar ms fincas que aque- Las que le permitan su fuerzas fsicas, prohibindosele en absoluto el empleo de asalariados 5." Para quitar el egosmo que puedan sentir los pequeos propietarios, las pequefias propiedades que disfruten no sern registradas en el registro fiscal. 6." Las juntas administrativas de las colectividades sdlo se preocuparn de 10s asuntos de su competencia. ' Aunque el autor no haya estado presente en este Congreso, le es dable atribuir esa restriccin como una precaucin contra la fundacin de sindicatos improvisados por los elementos comunis- tas, que queran -por este procedimiento- disponer de una masa de maniobra que habria saboteado Ias realizaciones liber- tarias. Obsrvese que no se prohiba la ayuda de los pequeos propietarios entre s, lo cual era una forma de colectivismo ... accidental. Esta ponencia es aprobada por seis de los siete de- legados que la componen, presentando el disconforme, delegado de Sstago, un voto particular. Por la ponencia: Por Angs, F. Fernndez; por Montoro, Julio Ayo- ra; por Alforque, R. Castro; por Gudar, R. Bayo; por Pina de Ebro, E. Aguilar; por Ballobar, M. Mir. El quinto punto de la orden del da se refera -lo mismo que el noveno- a la actitud que deba observarse ante el municipio. Dos problemas se planteaban. Uno se refera al papel del municipio y al comportamiento de las colectividades que, aunque habiendo irrumpido re- cientemente en la vida pblica, ocupaban el lugar preemi- nente; otro, originado por la situacin causada por el Ministerio de Gobernacin y por el Gobierno de Valen- cia, que acababa de ordenar la reconstitucin de los mu- nicipios en tantas partes barridos por los acontecimientos. Desde el primer punto de vista, la ponencia aceptada por el Congreso deca: 1." Aceptamos el municipio porque ste, en lo su- cesivo, nos servir para controlar las propiedades del ~uebl o 9. 2." Al estructurar las federaciones comarcales y re- gional respectivamente, se considerar que los trminos locales que estas entidades administren no tendrn 1- mites, como asimismo se declarar de uso comn entre las colectividades todos los tiles de trabajo y cuanto signifique materias primas estar a disposicin de aque- llas colectividades que les hiciesen falta. 3." Las colectividades que tengan exceso de produc- tores, o que en ciertas pocas del ao no se empleen por no ser el tiempo apropiado a las labores agricolas, podrn ser utilizados por los comits comarcales para que los enven a trabajar a aquellas colectividades que tengan exceso de trabajo. Dicho de otro modo, el espritu pueblerino tradicio- nal, el replegarse sobre s acostumbrado, o tan frecuente ' Segn este prrafo, la tierra habra debido pasar al muni- cipio. Pero quedaba por aclarar lo que se segua entendiendo con tal palabra. El ptrafo siguiente lo prueba. de las comunas, ha terminado. La comuna contina con funciones que le son delimitadas por la colectividad, y en adelante las relaciones humanas respondern a la moral colectivista desbordando el marco tradicional y tendien- do a la universalidad. Lcs colectivistas se inclinan ante la prescripcin gu- bernamental, reconstituyen la comuna all donde haba desaparecido. Al mismo tiempo se esfuerzan por hacer del organismo municipal tradikional un agente revolucio- nario ms, que incluso legalizar las expropiaciones; y aqu, con bastante habilidad se aplica una tctica que per- mitir defender las posiciones conquistadas. Tal fue el sentido de la ponencia aprobada. Mas nuevas precisiones no son intiles. 1." Considerando que los Consejos locales tienen una funcin aparte de las colectividades. Considerando que los Consejos locales son entidades legalmente constituidas lo en los cuales colaboran todas las organizaciones antifascistas y cuyo mantenimiento representa el Consejo Regional de Defensa de Aragn. Considerando que las juntas administrativas de las colectividades tienen una funcin aparte de los Con- cejos municipales. Considerando que son los sindicatos los llamados a nombrar y controlar a los compaeros que van a re- presentar a la CNT en ambos organismos. Considerando que no puede existir competencia en la gestin de las colectividades y Concejos municipales, proponemos: Que al debernos a la organizacin l1 unos y otros por igual, mientras perdure esta situacin y la CNT co- labore en estos Consejos, las colectividades manten- drn relaciones cordiales con estos organismos, mani- festado a travs de los sindicatos de la CNT. Es decir, que ante la contraofensiva cautelosa del Go- bierno preocupado de restablecer su autoridad y su do- minio, los colectivistas se inclinan por una parte tomando l o Haba una diferencia con relacin a las Colectividades que no eran legalizadas, ni haban pedido serlo. Todo este vasto mo- vimiento se operaba al margen de la legalidad republicana. " Entindase la organizacin sindical, o sea, la CNT. precauciones a fin de mantener por medio de una adap- tacin adecuada, las posiciones conquistadas. Incluso, esas posiciones son reforzadas. Se hacen intervenir los conce- jos municipales, de acuerdo, pero estos concejos estarn en nuestras manos. Y para mejor protegerlos contra las maniobras que podemos prever, intensificaremos la accin de nuestros sindicatos, ellos mismos robustecidos al efec- to. Contramaniobra inteligente que al mismo tiempo in- dica una voluntad dispuesta a mantener las conquistas hechas. Los adversarios de esta revolucin, especialmente los comunistas estalinianos de ayer y de hoy, afirman a me- nudo que las colectividades aragonesas fueron impuestas por nuestras milicias que, en su mayora, haban acudido de Catalua para contener el avance del enemigo, lo que consiguieron a costa de enormes prdidas 12. Indudablemente la presencia de esas fuerzas a las cuales los otros partidos nada podan oponer, favoreci indirec- tamente las realizaciones constructivas aragonesas, hacien- do imposible la resistencia activa de los partidarios de la repblica burguesa o del fascismo. Pero, en primer lugar, si los orros partidos no se opusieron, fue porque carecan de fuerzas combatientes, incluso si se hubiese planteado el problema de las fuerzas respectivas, nuestro movimiento hubiera desempeado un papel preponderan- te. Porque, debemos repetirlo incansablemente, la situa- cin era revolucionaria como consecuencia del ataque franquista y de la ineptitud del Gobierno republicano. En tales casos, es el elemento revolucionario ms po- deroso el que ejerce la mayor influencia por el solo hecho de la adecuacin de sus mtodos y la adhesin de las masas. Sin la capacidad de los hombres, de los cuadros de militantes que tomaron las debidas iniciativas, adap- tndose a las circunstancias con una inteligencia tctica a menudo maravillosa, no se hubiera hecho casi nada. En julio de 1937 habamos perdido 20.000 hombres, sin conseguir reconquistar Huesca, que contaba 18.000 habitantes. COLECTIVIDA~ES LIBERTARIAS EN ESPAA 107 Quiz, a pesar del hambre de tierra de los campesinos, apenas se hubiese atacado la gran propiedad, por ausen- cia de directivas ideolgicas precisas. La presencia mili- tar de nuestras fuerzas contribuy a liberar a la pobla- cin de un pasado tradicionalista que hubiera paralizado su esfuerzo. Pero esta presencia dista mucho de explicarlo todo. Lo confirma el caso de otras regiones donde a pesar de la existencia de autoridades legales y de fuerzas militares en nada libertarias, la revolucin se produjo tambin, como lo veremos, en la regin levantina donde las colec- tividades fueron ms numerosas y ms importantes. Em- pero, es en Valencia, capital de esa regin, donde resida el Gobierno con toda su burocracia, donde estaban con- centradas importantes fuerzas de polica. Y en Castilla, donde al principio los republicanos socialistas y comunis- tas eran, con mucho, los ms numerosos, las colectividades campesinas nacieron y se desarrollaron, llegando por su potencialidad de conjunto a un nivel superior al de las colectividades aragonesas. Y si analizamos ms a fondo, creemos estar en lo justo al opinar que contrariamente a la afirmacin de que el nacimiento de las colectividades en Aragn se debe a la presin ejercida por las tropas libertarias, stas no han desempeado un papel positivo en este acontecimiento histrico. Porque, en primer lugar, y segn nuestras ob- servaciones directas, han vivido al margen de las trans- formaciones sociales que se cumplan. Bien vieron a los hombres ir y venir en los campos, a los habitantes de los pueblos atender a sus ocupaciones, pero no se preocupa- ron de saber cmo el nuevo rgimen organizaba las cosas. Militares y civiles. Espritu militar con sus problemas especficos, en general replegado sobre s mismo e indi- ferente a la vida de los paisanos. Los milicianos y solda- dos, en su mayora catalanes, han vivido al lado de los campesinos aragoneses sin interesarse por sus problemas y su evolucin. En cuanto a la nueva organizacin de la economa, de la produccin. de los cambios, la presencia militar ha tenido una influencia ms negativa que positiva. Por una parte, las colectividades abastecan copiosamente, sin com- pensacin, a las tropas que era preciso alimentar y a las que el Gobierno descuidaba por completo. Por otra, buen nmero de amaos, los ms jvenes y robustos, se ha- llaban movilizados en el frente, sustrados a la produc- cin agrcola. Un balance, siempre desde el punto de vista econmico, mostrara que las colectividades se hu- biesen beneficiado con la ausencia de fuerzas armadas en la regin. Pero entonces, el fascismo habra progresado libre- mente. GRAUS Graus est situado en el norte de la provincia de Huesca. Esta regin es mucho menos propicia para la produccin socializada que el resto de Aragn. La causa principal radica en la topografa del terreno. Estamos en plenos Pirineos, entre bosques y rocas. Los campos son raros, de exiguas dimensiones. Los cultivos se eslabonan entre formaciones ptreas. Se llega a ellos por medio de senderos por los cuales las mquinas no pueden pasar y as la mayora de las veces no pueden ser utilizadas. El agua no falta, corre en abundancia por arroyos, ros secundarios, fuentes y torrentes. Pero la tierra es escasa. Por esto las aldehuelas estn aisladas entre macizos roco- sos, con sus pocos habitantes y sus casitas que casi nunca llegan a cien. Se les encuentra con frecuencia en mesetas diminutas desde donde se dominan valles minsculos ro- deados por peascales en medio de los cuales estas alde- huelas parecen nidos. He gozado en estos lugares de un silencio que merece ser escuchado. Pero donde la vida es tan apacible, como en estos rin- cones apartados, el progreso no penetra con facilidad. Reina una tradicin secular, los espritus tardan en com- prender. Las ideas nuevas han penetrado poco en los altos Pirineos aragoneses, que son surcados por excesivo trfico. Al encogerse sobre s mismo, el horizonte de la vida social es limitado, predisponiendo en poco a los habitan- tes a la prctica de la vida colectiva, lo que nada quita a su lealtad, ni a su generosidad. El montas es ms pro- COLECTIVIDADES LIRERTARIAS EN ESPAA 109 penso al individualismo que el hombre de la llanura, por 1 las circunstancias en que se desarrolla su trabajo, lo que le obliga a contar -ante todo- consigo mismo, en su , sencilla vida. Lo reducido de sus campos no permite trabajar en comn, y es preciso seguir arando individual- 1 mente los trocitos de tierra que se prestan a la agricul- tura. De la tcnica moderna, que a menudo influye sobre los reacios, podemos decir que tiene escasa o directa- mente ninguna intervencin. Todo se opone a la acep- tacin del socialismo. Y sin embargo.. . La comarca de Graus tiene 43 municipalidades. Slo una, Secastilla, est integralmente colectivizada. Capulla, con 538 habitantes, Campo, con 765, Pelarrua, Benasque, Bocamorta, Puebla de Castro, Torres del Obispo, Puebla I de Fantova, Laguarres, estn colectivizados en un 50 por 100. La organizacin que mejor puede estudiar ha sido la de Graus. Este pueblo, con estilo de pequea ciudad a pesar de sus 2.600 habitantes, est situado a orillas del Esera. el ro de Espaa de caudal ms regular, segn ciertos habitantes, que nace en Francia y-alimenta al inmenso pantano del canal de Aragn y Catalua. Dominado por altas montaas y bien regado, Graus se encuentra en el cruce de varias carreteras. Ha llegado a ser un centro comercial de cierta importancia, y el espritu emprendedor de sus habitantes ha dado nacimiento a acti- vidades que responden a las necesidades de la comarca. La tierra es escasa, la agricultura poco desarrollada y el 40 por 100 de los habitantes viven del comercio. La in- dustria y el trabajo del campo se reparten el resto. A pesar de la abundancia del agua, solamente un 20 por 100 de la tierra cultivada es de regado, pues corre entre las rocas, lejos de los cultivos adonde es poco me- nos que imposible hacerla llegar. En esta tierra regada se obtienen hortalizas. En la tierra no regada se cultivan cereales, vias, olivos, almendros. Pero este ao ( 1937), en todo el norte de Aragn, las almendras han sido des- truidas por una helada. Y ms al sur, en Binfar, una hora de tormenta ha bastado para destruir todas las vias. La vida del campesinado no es envidiable. Y no lo era aqu, donde dos propietarios posean el 40 por 100 de las tierras regadas. Las tierras de secano estaban, es verdad, distribuidas con ms equidad, pero la pobreza de las cosechas obligaba a los campesinos me- dios a buscar, fuera de su trabajo natural, el tercio, a veces la mitad de sus recursos vitales. Trabajaban como jornaleros en la tierra de los ricos, o en la industria, o se alejaban momentneamente a otras regiones. En los trabajos industriales, el salario oscilaba de seis pesetas para los peones de albail, a ocho para los albai- les y mecnicos. Pero clculos precisos mostraban que, teniendo en cuenta los perodos de desocupacin, los al- bailes ganaban un promedio de cinco pesetas diarias. En cuanto a los Deones.. . Durante los ltimos aos, los jvenes emigraban para ir a vivir en Catalua, o a Francia; el 20 por 100 de las muchachas partan para trabajar de criadas en las ciu- dades. Los comerciantes y los pequeos industriales no vivan mucho mejor. Sus deudas sobrepasaban, desde haca tiem- po, el monto de su capital. Aunque menos densa y prolongada que en otros luga- res, la historia de las luchas sociales merece ser conocida. Desde fines del siglo pasado, el republicanismo haba pre- cedido a la corriente libertaria, en parte bajo la influencia de Joaqun Costa, nacido en esta poblacin, y por eso llamado el len de Graus. Pero en 1907 se disolvi el Centro republicano local que se reclamaba del gran lder- socilogo y que, segn parece, interpretaba sus ideas de tan mala manera que Costa protest, siendo expulsado del propio Centro. En 1923 aparece un sindicato nico de la CNT. Fue clausurado al subir Primo de Rivera al poder; l o mismo ocurri con la biblioteca fundada y man- tenida por nuestros compaeros. Estos emigran, pero no pierden el contacto. Y regresan cuando la situacin es favorable. Luego, con otros compaeros que han aparecido fundan, el 26 de mayo de 1936, es decir, apenas dos meses antes del ataque fascistas, un nuevo sindicato que consta pronto de doscientos socios, cifra que bajar rpidamente hasta 60 por haberse fundado un sindicato de oficios va- rios de la UGT que constar de 130 socios al producirse los acontecimientos. 1 Se ha constituido igualmente el grupo anarquista Re- I nacer, que completa, como en muchas otras partes, la labor del sindicato cenetista, fuerza esencial en Graus como en otras partes. l l El 18 de julio, cuando corrieron los rumores de un ataque fascista -rumores que se propalaron un da antes de la guerra civil en buena parte de Espaa- nuestros compaeros decidieron incautarse de las armas que esta- ban en venta y organizaron un modo propio de informa- cin, al mismo tiempo que tomaban posesin de la calle. Su iniciativa les salv. La Guardia Civil estaba en con- tacto con los fascistas de Huesca, y por el texto de los telegramas cambiados con ellos se saba que esperaba el momento oportuno para entrar en accin. La decidida l actitud de los antifascistas se lo impidi. Entonces, los hombres del tricornio de charol encerado se declararon a favor del pueblo. Fueron enviados al frente. No sabemos cul fue su comportamiento posterior. Aunque las fuerzas de nuestros sindicatos fueran infe- riores en nmero, nuestros camaradas constituyeron por nombramiento popular la mayora del comit revolucio- nario que se form en el acto. Para evitar sorpresas, este comit empez por establecer una vigilancia a lo largo de las carreteras. Parte de los hombres fueron a reforzar las columnas antifascistas. Luego, ante las dificultades econ- micas que atravesaba la poblacin as como por la parali- I zacin del trabajo, se distribuyeron vales de alimentacin que el comercio, ya controlado por el comit, se apresur a aceptar, vista que los salarios eran desiguales, que un jornalero campesino ganaba la mitad de lo que ganaba un oficial mecnico. Esta desigualdad por la cual los hijos I de un hombre tenan un 50 por 100 de los medios de vida que los hijos de otros podan disponer fue conside- rada incompatible con el antifascismo. Y se estableci, inmediatamente, el salario familiar, que aseguraba para todos idnticas condiciones de existencia. La desigualdad social desapareca de golpe. Este salario era pagado en vales improvisados. Un mes despus se pusieron en circulacin bonos divididos en puntos, ms o menos numerosos, segn las necesidades de cada familia. Ms tarde, la importancia comercial de Graus, sus transacciones con otras comarcas o regiones, incluso con aldeas de la comarca que no se haban colec- tivizado, obligaron a recurrir nuevamente a la peseta como patrn general de valores. Pero el comit emiti, por cuenta suya, una moneda divisionaria. Despus de ser controlado, el comercio deba ser r- pidamente socializado. Las transacciones individuales fue- ron sustituidas por las colectivas. Se fund una coopera- tiva a la cual fueron llevados todos los alimentos hallados en las tiendas o comprados en otras partes. Al poco tiempo se abri una cooperativa de tejidos y mercaderas que centraliz cuanto haba en las pequeas tiendas. De cinco carnicerfas se hicieron dos grandes, de tres zapateras qued una sola, las dos ferreteras fueron fusionadas, cuatro panaderas sobre seis desaparecieron, y un solo horno basta hoy para suministrar el pan que antes hacan tres. Hay dos cooperativas de ultramarinos, contra 25 tiendas anteriormente. Naci una cooperativa de semillas y abonos. El proceso de eliminacin del parasitismo comercial fue simultneo con el de la colectivizacin agraria e in- dustrial. Como en otros lugares, la prctica colectivista empez antes de la organizacin oficial de la colectividad. Ante la gravedad de la situacin el comit revolucionario se ocup ante todo de las necesidades generales inme- diatas. Haba que cosechar, y labrar, y sembrar, obtener de la tierra el mximo rendimiento con el mnimo de esfuerzo. La economa al servicio de todos era, junto con la nece- sidad de impedir el paso de las fuerzas fascistas, la pre- ocupacin dominante. Y bajo la direccin de los camara- das de la UGT y de la CNT, los animales de tiro fueron lanzados, con los arados, sobre las tierras libertadas de las barreras que las dividan. Los campos confiscados a los fascistas fueron sembrados, al mismo tiempo que los de los campesinos convertidos que dieron espontneamen- te el primer paso adelante. La colectividad agraria fue constituida el 16 de octu- bre. El mismo da, los transportes mecnicos, que se ha- ban socializado espordicamente desde el primer mo- mento, lo eran oficialmente. De acuerdo a las indicaciones dadas por los sindicatos, el Comit4 Revolucionario deci- da, una tras otra, las etapas. Las imprentas fueron socia- lizadas el 24 de noviembre. Las zapateras y panaderas, dos das despus. El primero de diciembre, todo el co- mercio, la medicina, las farmacias, las herreras y las cerra- jeras. El 11 de diciembre se colectivizaron los carreteros, los ebanistas, los carpinteros. Gradualmente, todas las actividades entraron en la nueva estructuracin social. La resolucin aprobada por los agricultores puede ser- virnos de modelo y gua en cuanto a las grandes lneas y a los principios generales de las colectivizaciones habidas, puesto que en todos los casos los principios son los mismos. He aqu su texto autntico: ACTA DE LA COLECTIVIDAD DEL RAMO DE AGRICULTURA En la villa de Graus, a 16 de octubre de 1936, reuni- dos los obreros de la agricultura, acuerdan: 1." Entrar en la comunidad de todos los gremios. 2." Todos los obreros que por su voluntad ingresen en la colectividad estarn obligados a hacer entrega de todas las herramientas de su profesin. 3." Todas las tierras de los compaeros que entren en la colectividad debern pasar a engrosar los bienes comunales. 4." Los trabajadores de la agricultura, cuando no haya trabajo de su propio oficio, estn obligados a pres- tar ayuda a los gremios que lo soliciten. 3 . O De las aportaciones que se hagan a favor de la colectividad, se proceder a un inventario por dupli- cado; una de Ias copias pasar a poder del propietario que entra en la colectividad, y otra quedar en poder de sta. 6.0 Si por causas imprevistas se tuviera que disol- ver la sociedad comunal, cada compaero tendr per- fecto derecho a tomar posesin de los bienes que haya aportado. 7." En reunin de los expresados trabajadores se nombrar una comisin de administracin de dicha pro- fesin. 8." Una vez de comn acuerdo, los trabajadores de la agricultura procedern a que cada uno de los que compongan la comisin de administracin tenga su cargo respectivo, y stos sern: un presidente, un te- sorero, un secretario y tres vocales. 9." La colectividad del expresado ramo quedar en relacin directa con la caja comunal de todos los ramos, la cual ser creada por el comit de enlace. 10. Los obreros que ingresen a trabajar en comn percibirn el salario siguiente: para familia de tres o menos individuos, seis pesetas U; las familias que ten- gan ms de tres individuos, una peseta por cada una de stos. 11. Este jornal podr ser reformado segn las cir- cunstancias, y a propuesta de la Junta Administrativa de todos los gremios 14. 12. Aquelios obreros cuyos padres no estn en la colectividad percibirn el jornal que la Junta Adminis- trativa determine. 13. Cuando un obrero tenga que ser despedido o expulsado, ser por acuerdo firme de la Comisin Cen- tral de Gremios a la cual queda adherido el de la agricultura. 14. Los obreros de la colectividad se comprometen a trabajar las horas que la Comisin Administrativa determine y seale, de acuerdo con la Comisin Cen- tral, y adems a verificar el trabajo con todo inters y entusiasmo. Estando todos conformes, se levanta la presente acta en el da de la fecha. Como en el caso de los trabajadores de la agricultura, ninguna colectivizacin se hizo sin la resolucin previa de los interesados especialmente convocados. Cuando el Co- mit Revolucionario colectiviza, se limita a convocar cada seccin de productores que, en realidad, se colecti- viza a s misma. Y tan pronto forma parte de la comunidad, esta sec- cin no es autnoma. El ComitC Revolucionario, trans- formado luego en ComitC de Enlace (de enlace entre la '' Este lmite fue reducido a dos personas solamente. El au- mento vena despus a partir de la tercera persona. '' Aqu desaparece el concepto cooperativista. Las medidas de- ben tomarse para todos los gremios*. secci6n local de la CNT y la de la UGT), lo dirige Lado: Pero desaparecer en enero de 1937, al constituirse el Consejo municipal por orden del Gobierno. Aqu tambin, la ms perfecta armona reina entre las dos fracciones sindicales revolucionarias que se ponen de I acuerdo para designar cada una cuatro concejales y para que el presidente, que prcticamente es el alcalde, sea un trabajador republicano elegido por una asamblea ge- neral de todos los habitantes del pueblo. Se asegura en esta forma equilibrio e imparcialidad. Pero las funciones que desempea el alcalde son secun- darias. Es ahora un personaje decorativo que se limita a aplicar las decisiones de los consejeros. El ayuntamiento tiene por misin esencial representar al Gobierno Central, movilizar a los soldados, establecer documentos persona- les, oficializar el racionamiento para todos los habitantes, sean individuales o colectivistas. La colectividad es independiente. Administra el 90 por 100 de la producci6n general (slo en la agricultura quedan algunos individualistas), todos los medios de transporte, toda la distribucin, el abastecimiento y los cambios. Su comisin administrativa consta de ocho com- paeros, cuatro por cada sindicato. Seis de ellos estn al frente de las secciones por las cuales tienen ms aptitu- des: cultura y sanidad (teatro, academias, deportes, m- dicos y farmacia); trabajo y censo (personal, nminas, fondas y cafs, censo); abastecimiento (comercio, carbn, abonos, almacenes, suministro); agricultura (cultivos, rie- gos, granjas, ganado); industrias (fbricas, talleres, elec- tricidad, agua, construccin); transporte y comunicacb nes (camiones, carros, taxis, correos, garajes). Los dos camaradas que quedan, uno de la CNT y otro de la UGT, constituyen el secretariado general. Adems de las actividades correspondientes, e s t h encargados de la propaganda. En la organizacin industrial, cada taller nombra un delegado que est en contacto permanente con el secre- tariado de industria. Cada especialidad industrial tiene su cuenta particular lS en el registro de la colectividad don- ' W m o en todas las comarcas, cada pueblo tenfa su cuenta. de figuran las secciones siguientes: agua potable, aceite, aserraderos, chocolatera, embutidos, licores, electricidad, ferretera, fondas y cafs, herrera, herradero, imprenta, lampistera, material de construccin, mquinas de coser, medias, molino de yeso, modistas, panadera, peluquerias, pintura, planchadoras, sastrera, sillera, tejeduras, tder de bicicletas, vaquera. La fbrica de licores ha sido instalada por la colectivi- dad, que reuni en un solo lugar la fabricacin de gaseosa, agua de Seltz, cerveza, vinos, licores diversos, que hasta entonces se hacan por separado. La fbrica de jabn, aparejada con la de aceite, es tambin obra de la colec- tividad que, adems, compr una instalacin moderna para la fabricacin de aceite. Sealemos otras adquisicio- nes: dos camiones de ocho toneladas cada uno, una bscu- la de hasta 20 toneladas, que permitir tener estadsticas exactas de produccin e intercambios, dos lavadoras elc- tricas, una de las cuales fue dada al hospital y la otra a los hoteles colectivos. La agricultura acusa tambin cambios notables. La su- perficie trabajada de las tierras de secano no pudo aumen- tarse ms del 10 por 100; la de las tierras regadas, el 5 por 100, pero la supresin de las divisiones ha per- mitido ganar terreno sobre los setos y los caminos in- tiles. La siembra de patatas ha sido aumentada en un 50 por 100. Si la naturaleza favorece el esfuerzo del hombre, se conseguir ms alfalfa que antes para el ganado, y el doble de remolacha azucarera. Unos 400 rboles frutales han sido plantados. Sin la tcnica del trabajo colectivo, estos progresos ha- bran sido imposibles. Pero, con sus recursos, la colecti- vidad ha hecho ms: ha comprado una trilladora-atadora, sembradoras, mquinas de sulfatar las vias, un arado de aporcar. Todo l o cual permite trabajar la tierra a mayor profundidad, cuidar las plantas y los rboles frutales. Y si aadimos la introduccin y el mayor empIeo del abono qumico, se comprender que entre las tierras cul- tivadas por los individualistas (que acabaron por adherir al esfuerzo comn) y las cultivadas por los colectivistas, la diferencia de rendimiento era, aqu, del 50 por 100. Los miembros de la colectividad me enseaban con orgullo 10s campos donde las patatas crecan con vigor, en surcos rectos y bien cuidados. La calidad del trabajo era, indis- cutiblemente, superior; y la seleccin de las semillas au- mentaba las ventajas. I Se haba cuidado siempre la cra de ganado. Pero Graus debe cambiar buenn harte de sus actividades parasitarias o estriles de ayer por actividades productivas. De los 310 carneros que la colectividad posee ahora, 300 bnn sido comorados Dor ellz. Es el principio de grandes re- baos que se alimentar& en la montaa. Pero se ha hecho ms. Hemos visitado dos granjas, que dan una impresin csn!6ndida de esfuerzo creador. La granja nmero 1 esta destinada a la cra de cerdos. Se ha elesido oara cotxtruirla un luear situado a distancia conveniente de la aldea: luqar rodeado de rboles y de Campos donde se instalar, ms adelante. parques de avi- cultura (el espritu colectivo no cesa de inventar, ima- pimr v emprender). La granja nmero 1 ha de tener dos edificios. Uno va I est construido. En 22 divisiones. 162 cerdos estn sepa- rados segn la edad v la raza. La vorqueriza es larva, amplia, alta, bien alumbrada y ventilada. El suelo es de cemento, las paredes estn pintadas con cal, los animalel; tienen cuanto Iuoar necesitan. Dentro de poco, ~odr n tomar aire v sol afuera. Ya las puertas estn hechas en las are des de cada divisin, slo falta (estamos eri julio de 1937), poner la valla exterior. El primer piso, tan slido aunque menos alto que la planta baja, sirve para conservar el alimento seleccionado para la cra racional de los animales. Delante del edificio, sobre un armazn de ocho me- tros de altura, ha sido instalado un depsito en el cual el agua llega por medio de un motor elctrico. Se han hecho canalizaciones debidamente impermeabilizadas, que conducen las deyecciones de los animales a una fosa desde donde son distribuidas por los campos para servir de abono. Las cerdas a punto de parir son llevadas a las paride- ras, donde permanecen aisladas y tranquilas. Cuando los dos edificios estn terminados, Graus criar por lo me- nos 400 cerdos. El empuje creador se revela tambin en la importanca dada a los animales de corral. Hemos dicho que se pro- yectaba organizar parques avicolas cerca de la granja n- mero 1, pero no por eso est todo por hacer en esta especialidad. Tenemos para probarlo, la granja nmero 2. Fue organizada desde el primer momento y responde a las indicaciones y a los experimentos ms recientes. Se compone de dos partes: una, con cinco pabellones que tienen cada uno un piso; la otra, con un solo pabelln dividido en siete departamentos. Hubo que empezar con los animales que se tena a mano, pero pronto se procedi metdicamente a las cla- sificaciones necesarias. Aqu estn las gallinas Leghorn, all Ias catalanas del Prat, ms all las Rhode-Island, acull las indefinidas. Hay centenares de ponedoras. Los huevos estn reservados a los miembros de la colectivi- dad, los cuales tienen casi todos su pequeo corral propio. Hay tambin patos y gansos, para los cuales se est preparando otro parque ms pequeo, con una charca. Luego, pavos, y al fin 60 conejos y conejas destinados a la reproducci6n. Nos interesa sobre todo la cra de gallinas. En junio de 1937, 1.500 polluelos habian nacido ya y 890 se estaban formando en siete incubadoras artificiales, cinco de las cuales haban sido compradas en Catalua, una regalada no recordamos por quin y la sptima fabricada en el mismo Graus. La construccin de los gallineros, su orientacin y po- sicin, sus condiciones higinicas son excelentes. Los po- lluelos estn alimentados segn las tablas ms recientes de Ia zootecnia: aceite de hgado de bacalao, harina de carne, harina de leche, lo tienen todo. Este ao, casi todos los que son criados en las casas particulares mueren por no sabemos qu enfermedad. Pero la colectividad, al disponer de ms recursos, protege meior a los animales y consigue mejores resultados. Al regresar veo, en un local, molinos elctricos desti- nados a triturar el grano y los huesos dados a las aves. Por todas partes, siempre, el mismo esfuerzo creador. En la fbrica de corss, unas 30 obreras trabajan cantando himnos revolucionarios, la gloria de Durruti, muerto en el frente, y coplas de la regin. Los corsis I han sido abandonados y se hacen camisas y calzoncillos para los mlicianos. Las muchachas no estn pagadas es- pecialniente para venir a trabajar, ya que sus necesidades estn cubiertas por el salario familiar. Sin embargo, vie- nen, en dos equipos, uno por la maana, otro por la tarde, y no se esfuerzan menos en producir cuanto pueden. Veamos ahora cules son las condiciones de existencia y en qu medida han sido mejoradas. En la Resolucin de los trabajadores campesinos hemos visto que un ma- trimonio cobra seis pesetas por dia, y una peseta ms por persona, mayor o menor. Una familia de ocho per- sonas cobra, pues, 12 pesetas, porque se aplica aquf la reduccin proporcional que vemos en casi todas partes. No se paga alquiler. Las tarifas del agua y del gas han sido reducidas en un 50 por 100, las atenciones mdi- css y los productos farmacuticos son gratuitos. No hav desocupacin: muy al contratio, y como ocurre en casi t&s las colectividrxdes, si no en todas, el salario se l cobra todos los das porque -nos deca el ms activo de los organizdores de Graus- se come el domingo lo mismo que los otros das. En cambio, el precio de los alimentos comprados al exterior y de la ropa tambin venida de afuera ha su- bidn por trmino medio un 30 por 100. Si queremos hacer comparaciones, tomemos una familia media de cinco personas c i f r a normal en Espaa-, que consta del pa- 1 dre, la madre y tres hijos, o de dos hijos y uno de los abuelos. Tomemos tambin uno de 10s salarios ms ele- vados: el de los mecnicos. de ocho Pesetas diarias. Suponiendo que se trabaje siempre, tenemos 200 pese- tas a1 mes. Con el salario familiar, el salario de estas 1 cinco personas es ahora de 310,50 pesetas al mes. Teniendo en cuenta el aumento de los precios que he- mos mencionado, y deduciendo la cantidad correspondien- te, este obrero gana 17,35 pesetas ahora ms que antes. Pero antes deba pagar en alquiler, mdico, farmacia y diferencia de tarifa del gas y del agua por lo menos 70 pesetas. Ya el salario sube. Sube tambin con el tro- cito de terreno que se ha dejado a cada familia para que cultive las hortalizas o cre los animales de corral que le plazcan; sube ms an con el alimento dado gratui- tamente para esos animales. Y no digamos de cmo sube para los albailes, los peones, los jornaleros de agricul- tura, que ganaban cuatro pesetas diarias cuando traba- jaban. En conjunto, y teniendo en cuenta que el salario fa- miliar es pagado 365 das al ao, el promedio de recursos de 10s trabajadores coIectivistas de Graris ha doblado. Esto fue realizado en pocos meses, en plena guerra, al mismo tiempo que esas conquistas eran afianzadas con una sorprendente creacin de nuevos recursos. Los artculos son distribuidos en los distintos almace- nes especializados. A este respecto, es difcil sugerir Ia visin de los estabIecimientos comunales que encontr- bamos a1 ir por las calles de Graus. Todos tenan en la merta de colores rojo y negro pintados en diagonal, con la denominacin de su correspondiente clasificacin. Y se ~od a leer: Colectividad de Graus - Comunal N.O 1 ; Co- lectividad de Graus - Comunal N.O 2: Colectividad de Graus - Comunal N.O 3, etc. Los talleres comunales eran sealados en la misma for- ma, segn el trabajo que en ellos se haca: Colectividad de Graus - Taller de Alpargatera; Colectividad de Greus - Taller de Sastreriabb; Colectividad de Graus - Taller de Ebanistera, etc. Por doquier nos enalteca esa especie de fraternidad activa proclamada en colores vivos. E1 conjunto del mecanismo econmico -produccin, cambios, medios de transporte, distribucin- est a car- go de 12 empleados en total, que llevan por separado los libros y los ficheros de cada actividad. Diariamente se registra, se documenta todo: reservas, adquisicin y reparto de mercaderas, total de las cantidades recibi- das y distribuidas, supervit o dficit, por cada rama de la economa. Pero la caja es comn. La industria deficitaria, pero necesaria, es sostenida por la lucrativa. Por ejemplo, las peluqueras no ganan bastante para sostenerse, pero son indispensables. Por otra parte, el trabajo de los chferes y de 10s licoristas procura excedentes. Estos excedentes sirven para compmsar las prdidas de las peluqueras, o comprar productos farmacuticos, o ciertas mquinas para los campesinos. La colectividad de Graus ofrece otras realizaciones. Sostiene 224 refugiados de la zona conquistada por los fascistas, de los cuales slo trabajan unos 20; da a 25 familias, cuyos miembros no pueden trabajar, el sda- rio familiar normal; tiene 145 hombres en el frente; ha llevado a cabo, adems de la intensificacin de la ganadera y de la agricultura, obras piblicas de cierta importancia. Cinco kilmetros de carretera han sido al- quitranados; un canal de siete kilmetros ha sido ensan- chado 45 centmetros y profundizado 30, para aumentar el regado y la fuerza motriz; otro ha sido plargado en 600 metros. Se ha construido iIn ancho camino para bajar a una fuente. Pero esto merece ser relatado por separado. Esa fuente brotaba en una pequea torrentera. Haba, al lado, un terreno grande dividido en parcelas alquila- das por su dueo a labradores pobres. Este dueo prohi- ba que se bebiera agua de esa fuente porque era suya, y era necesario pasar por un caminito a lo largo de su campo. Ni siquiera los campesinos a los cuales alquilaba su tierra podan, en los das ms calurosos, ir a saciar su sed. Pero como a pesar de todo haba quienes se deslizaban a escondidas entre los z2rzales v el matorral que bordeaba el camino, el amo hizo tapar la fuente con piedra y ce- mento. La revolucin permiti un desquite, expropiando al egosta empedernido y decretando que todo el mundo PO- da ir a beber a la fuente. Adems se decidi construir el hermoso camino que ahora baja suavemente, formando graciosa curva. hacia el agua cantarina; y desde el pri- mero hasta el ltimo da, el que se haba conducido con tanto egosmo fue obligado a trabajar con los dems en la construccin del ancho camino por el cual ahora se va a saborear el agua deliciosa. Y encima del orificio donde brota el chorro cristalino, se puso una pequea lmina de mrmol donde ha sido grabada, en letras doradas, la inscripcin siguiente: Fuen- te de la Libertad - 19 de julio de 1936n. En la enseanza, dos cosas merecen ser citadas: la crea- ci6n de una escuela de bellas artes donde por la tarde acuden los alumnos de enseanza elemental, y por la no- che los muchachos que trabajan durante el da. A lo cual debe aadirse el aumento de los alumnos con los peque- os refugiados de las regiones dominadas por el fascismo. Cuando estuvimos en Graus, 84 de estos nios esta- ban instalados en una hermosa propiedad situada a va- rios kilmetros del lugar. Dos maestros y rres maestras les daban clase debajo de frondosos rboles. En el pabe- Iln principal, las habitaciones estaban llenas de camas de diverso estilo recogidas en las casas de los ricos, lim- pias y bien arregladas. Dos mujeres se ocupaban de los quehaceres dom4sticos y preparaban alimentos abundan- tes en una espaciosa cocina donde antes guisaba, durante dos o tres meses al ao, la cocinera de algn gran pro- pietario. Era un lugar maravilloso, con un bosque que bajaba hasta el ro Esera, un parque, una piscina, corrales, varias dependencias. Controlados por maestros inteligentes y un director que saba jugar con ellos para mejor guiarles, los nios eran visiblemente felices. Si las circunstancias son favorables, nuestros camaradas de Graus, los de la UGT y los de la CNT -siempre unidos- organizarn en la antigua propiedad una colo- nia, en la cuaI todos los alumnos del pueblo irn alter- nativamente a jugar. instruirse y vivir varios meses al ao. PRAGA A orillas del ro Cinca, que baja de los Pirineos para desembocar en el Ebro, las antiqusimas casas de Fraga, apiadas sobre una loma, nos hacen pensar en pobres cie- gos que apoyados unos en otros, parecen estar a punto de desplomarse todos juntos. La tierra no es escasa, y los 8.000 habitantes de la ciudad deberan, si nos cei- mos a las solas y escuetas cifras, haber vivido holgada- mente: la superficie territorial se extiende sobre 40.000 1 hectreas. Pero, primer inconveniente, slo 30.000 pue- den ser cultivadas: lo dems es casi yermo, con la vegeta- cin rala de la tierra esteparia. Luego, y sobre todo, topa- mos con la propiedad privada del suelo y todos sus abusos, con los robos histricos que, l o ms a menudo, remon- tan a la poca de la Reconquista: los privilegiados posefan 10.000 hectreas de cotos de caza. Sin embargo, y en principio, el antiguo derecho mu- nicipal subsista. Tericamente, la Comuna era duea de 1 35.000 hectreas y slo conceda para el cultivo de la tierra, la cra de ganado y la caza, el derecho de usu- fructo. Y como la cra de ganado constitua una fuente importante de ingresos, las tierras no cultivadas por apli- cacin del sistema de ao y vez deban ser arrendadas automticamente a los ganaderos cuyos rebaos, al mis- mo tiempo que se apacentaban, las enriquecan con un muy apreciado abono natural. Pero los ricos violaban sin escnpulos el derecho natu- ral antiguo y aun siendo una pequea minora haban conseguido ser considerados propietarios, en la prctica, de esa parte de tierra tericamente perteneciente al Mu- nicipio. Con todo, debemos reconocer que los fragatinos alcanzaban, antes de la revolucin, un nivel de vida su- perior al de la mayora de las localidades aragonesas. Nuestro sindicato local de oficios varios, adherente a la CNT, haba sido fundado en 1918. Fue disuelto en 1924 por el Gobierno del Primo de Rivera. En- tonces nuestros compaeros fundaron la Sociedad Cultu- ral Aurora, que al mismo tiempo pona los libros de su biblioteca a disposicin del pblico y sequa propagando nuestras ideas. As las cosas hasta el ao 1931, fecha de proclamacin de la Repblica, en que se reconstituy el sindicato. Este fue a su vez cerrado por las nuevas autoridades. Hubo que reconstituir una Sociedad Cultu- ral Aurora que, ms fuerte que su predecesora, logr edi- ficar un local en el cual fund una escrrela racionalista. Al triunfar las izquierdas en las elecciones de febrero de 1936, se reorganiz por tercera vez el sindicato, que sin duda hubiera sido cerrado por cuarta vez de no ha- berse producido los acontecimientos que dieron lugar a Ia revolucin. Ya en los primeros das de agosto, es decir, dos sema- nas despus del estallido de la guerra civil, Ia colectividad empez a formarse. Pero aunque nuestros camaradas fue- sen a la vez el fermento y los artesanos de lo empren- dido, otros participaban de la empresa. El delegado de abastecimiento pertenecfa al partido republicano de iz- quierda, cuyo lder, Manuel Azaa, era muy jacobino y nada socialista. Sus conceptos amplios, su inteligencia, su perfecto castellano realzaban gratamente nuestra conver- sacin. Cuando le pregunt si en el supuesto de nuestra victoria antifranquista l obedecera a su partido aban- donando a la colectividad o si adoptara una actitud opues- ta, nos contest con voz varonil donde se perciba la to- nada aragonesa: No puedo decirle l o que hara enton- ces, pero puedo decirle que, por el momento, estoy con esto,. Y nos mostr, casi con un entusiasmo que comparta- mos, las fichas y los registros que correspondan a la par- te administrativa a su cargo, insistiendo sobre la comuni- dad de intereses de las diversas secciones v actividades, comunidad que es la gran ley general de las colectivi- dades. Fue sin duda la tradicin comunal lo que inspir a Fraga su estructura organizacional donde el Municipio desempea tan considerable papel. El Conceio local es el continuador del Comit Revolucionario que funcion des- de las primeras semanas que siguieron al 19 de iulio. El tiene a su cargo la direccin de toda la vida social, segn las especializaciones que se repiten generalmente: agri- cultura, ganado, industria, distribucin y reparto, higiene, sanidad y beneficencia, obras pblicas, enseanza. Cada una de ellas es atendida por un consejero. Todos 10s consejeros son nombrados por los trabajadores interesa- dos, excepto el del abastecimiento y de la distribucin, que es nombrado por una asamblea de representantes de todas las actividades locales, porque se trata de proble- mas que interesan al conjunto de los habitantes, colecti- vistas y no colectivistas. Pero al mismo tiempo que forma parte de este con- junto coordinsdo, cada actividad tiene su organizacin propia, segn sus tareas, sus actividades y sus gustos. 1 l As, la colectividad de los labradores y de los pastores, que engloba 700 familias -la mitad de la poblacin agrcola- est dividida en 51 grupos, 20 de los cuales practican el cultivo intensivo de la tierra (es cuestin de suministro de agua) y 31 el cultivo extensivo en el que domina la produccin de cereales. Cada grupo elige un responsable, y los responsables se renen cada sbado para decidir de las faenas que deben I cumplirse. El consejero municipal de agricultura toma parte en las reuniones generales de esta importante sec- cin, para armonizar la actividad de los labradores, de los pastores y de los campesinos individualistas. En el perodo de nuestras visitas se atenda a 6.000 ove- jas de reproduccin, 4.000 corderos, 150 vacas, 600 ca- bras y 2.000 cerdos. Casi todo ese ganado perteneca anteriormente a grandes propietarios que empleaban a los pastores hoy unidos en comunidad. Ahora, estos pastores realizan el mismo trabajo en beneficio de toda la po- blacin. Cada rebao es atendido por dos o tres especialistas, uno de los cuales es nombrado responsable por sus com- paeros. Los responsables se renen cada sbado con el consejero de agricultura, examinndose cules son los lu- gares de apacentamiento ms indicados, las medidas co- rrespondientes a la produccin, el intercambio con las ciudades, el cuidado de los establos, los problemas de la matanza, etc. De modo que todos los trabajos son dirigidos en for- ma racional. Tierras, praderas y regado son utilizados con el necesario mCtodo. Y los resultados son evidentes. Se sacrifica a los animales cuando estn verdaderamente 1 a punto para ello, en tanto que en pocas anteriores 10s criadores pobres les vendan en cualquier momento para procurarse dinero; no se ve ya a 50 carneros en una tierra que daba pasto para 200, o a 100 animales dispu- tndose una hierba que slo poda alimentar a 40 16. Las ovejas, que anteriormente se vendan aun en la poca en que habran debido guardarse para la reproduccin, ahora son reservadas el tiempo necesario, Con el mismo objeto se conserva un nmero debidamente establecido de vacas y cerdas. Porquerizas colectivas, establos y cua- dras para el ganado mular han sido construidas fuera de Fraga (como se ha hecho generalmente en los pue- blos colectivizados). Y ahora, el aumento de ganado, fa- vorecido por la desaparicin de las 10.000 hectreas de cotos de caza, es un hecho evidente. Este aumento sera mayor de no tenerse que abaste- cer sin indemnizacin, en el frente, a las tropas sosteni- das casi integralmente por las colectividades aragonesas. Pero si la colectividad municipalista de Fraga puede desarrollarse segn su capacidad, se calcula que en con- junto el ganado habr doblado dentro de dos aos y que su calidad habr mejorado notablemente. Veamos ahora las actividades no agrcolas. Los otros oficios constituyen un sindicato general que cuenta con 950 adherentes y abarca 30 secciones. Aparte la de los pastores, estas secciones no son importantes, y en mu- chos casos no podemos realmente hablar de industrias: tres aserradores, tres herreros, 32 albailes, nueve yese- ros, 28 sastres, 28 costureras.. . En las relaciones entre productores y consumidores, quien, por ejemplo, necesita un traje se dirige al delegado de los sastres; quien quiere hacer reparar su casa se dirige al delegado de los albailes; para hacer herrar su caballo, el individuo se dirige al delegado responsable de los herreros o de los forjadores. Las tarifas son esta- bles, establecidas conjuntamente por el delegado general Ya la Colectividad de Fraga practicaba el sistema de los upastos alternados*, aplicado en el valle del Inn, en Austria. Este sistema consista en dividir las superficies donde se apacen- taba en partes iguales los animaies, que al mismo tiempo que pacan, dejaban abono, dando tiempo a que la hierba creciera cuando el ganado volva semanas despus. del trabajo, el perito del Concejo municipal en la indus- tria, los representantes de las secciones productoras y va- rios consumidores. Se tiene en cuenta el costo de la ma- teria prima, los gastos generales y los medios de vida de los colectivistas. En cuanto a las tarifas, he notado los precios siguientes relativos a la ebanistera: una cama de madera para dos personas cuesta 130 pesetas; para una persona, 70 pesetas; un armario bar espejo, 270 pe- setas; de tres puertas, sin espejo, 250 pesetas; una mesa de comedor comn, 50 pesetas; con tablas suple- mentarias, 70 pesetas; una mesa de cocina, con cajones, 25 pesetas; sin cajones, 20 pesetas; una camita para nio, 40 pesetas. La calidad de la materia prima es espe- cificada por escrito. I El comprador paga al delegado, quien entrega el dine- ro al cotisejero de trabajo. El control del pago es efec- tuado por medio de un carnet cuyas hojas son divididas en dos recibos y un talonario. Un recibo es entregado al comprador, otro al consejero. El taln permanece en poder del responsable de la colectividad productora. Como ocurre en todas las colectividades, las diferen- tes secciones no son, en cuanto a contabilidad, autnomas o independientes. Constituyen una especie de federacin y se ayudan mutuamente gracias al mecanismo general. Aqu tambin los albailes que no tienen trabajo van a ayudar a los labradores, y lo contrario se produce en caso de necesidad. Y todos los sueldos establecidos por el Concejo comunal son iguales y se pagan en moneda local. Un productor colectivista que vive solo, cobra 40 pe- setas por semana; un matrimonio percibe 45 pesetas y as hasta un tope de 70 pesetas para una familia com- puesta por 10 personas, siempre en base a la conside- racin de que cuanto ms numerosa es una familia, me- nor es el costo de la vida por individuo. Si en una fami- lia hay dos productores, el salario familiar, siempre semanal, es ligeramente ms elevado, desde 50 pesetas por tres personas hasta 85 por 10 personas. Las mujeres que trabajan cobran una misma retribucin que los hom- bres, sin la menor diferencia. Para romper completamente con el pasado, no se em- plea la palabra salario, sino la de crdito. Los individualistas (700 familias, cuyo nmero em- pieza a disminuir) siembran, cultivan, cran animales para su consumo. Pero por iniciativa de la colectividad, sus actividades se adaptan al trabajo de conjunto. El dele- gado o consejero de agricultura asiste a sus reuniones y fraternalmente les gua sobre lo que conviene sembrar, plantar, suprimir o perfeccionar. Es l tambin quien compra sus productos de acuerdo a una tasa establecida por el sindicato al que adhieren tambin los individua- listas que l o desean, yero al que no pertenecen todos los colectivistas: sistema que veremos practicado en el Le- vante y que da mucha soltura y flexibilidad a las rela- ciones entre individuos e instituciones. Lo que antecede muestra que tambin la distribucin ha sido socializada; y lo ha sido integralmente, de modo que los productores individualistas son colectivistas en cuanto a este aspecto de la vida social. El consejero de abastos es el encargado de los intercambios con Cata- lua, Levante y otras partes de Aragn. En posesin de los datos sobre las reservas de trigo, de las cantidades de carne, de lana, de pieles que podrn ser suministradas en tal o cual momento, l es quien propone a su debido tiempo esos intercambios acorde a los precios estableci- dos. Y tambin aplicando una modalidad que empieza a generalizarse, procede a estos mismos intercambios por intermedio del Consejo de Aragn, que est en manos de los libertarios, y puede procurarse en grandes canti- dades lo que las regiones agrarias piden ante todo a las regiones industriales, que disponen en exceso de mqui- nas, abonos qumicos, bencina, camiones, tejidos, produc- tos de ultramar, etc. En cuanto al signo monetario, se haba comenzado a aplicar un sistema de bonos. Pero lo que da buenos re- sultados en un lugar no resulta siempre en otros. No hubo abusos en Calanda, en Mora de Rubielos, Andorra y otros pueblos. Pero me dicen mis compaeros s los hubo en Fraga ". Se apel entonces a la moneda local. Casi simultneamente se racion el consumo de los pro- ductos que ms escaseaban: economa de guerra, tambin 1 imperiosa porque Fraga se encuentra en la carretera de Zaragoza, que va al frente de Aragn. Y gracias al racio- namiento se evitan desequilibrios peligrosos. Cada familia tiene una libreta en la cual figuran las cantidades de productos a las que tiene derecho segn las disponibi- lidades. Bajo el control del consejero al abastecimiento, todos los productos de consumo local son distribuidos en los almacenes comunales, tambin aqu llamados cooperativas. El comercio privado ha desaparecido; existe un almacn general para el pan, tres almacenes generales para los I productos de ultramar, as como tambin tres para la carne en general, tres para la carne de cerdo y salchi- chera. Los otros artculos son distribuidos de la misma manera, en proporcin al volumen disponible y la de- manda. La carne es llevada directamente desde los mataderos a las carniceras. Los responsables de la distribucin de- ben dar cuenta exacta en lo referente a las ventas, segn el peso de la carne por ellos recibida. Del ganadero al consumidor, el proceso es perfectamente coordinado. El trigo, tanto el cosechado por los individualistas como por los colectivistas, es guardado en el almacn reser- vado a los cereales. Luego, segn las necesidades del consumo, es distribuido a los molinos comunales que distribuyen la harina a los 11 hornos desde donde salen las doradas hogazas. El Concejo comunal aplica un sistema de crdito cuya prctica no hemos visto en ninguna otra parte. Cuando un colectivista o un pequeo propietario necesita dinero para una compra importante, hace su demanda a la ha- cienda local. Se calcula entonces, en base a una aprecia- cin hecha por dos delegados colectivistas y dos indivi- dualista~, el valor de lo que - e n el plazo propuesto para l 7 NO pude informarme en qu consistieron, pem naturalmente debil ser por exceso de consumos por la prctica de la toma dd montm. el reembolso- el solicitante podr obtener con su tra- bajo, tenindose en cuenta las dificultades naturales siem- pre previsibles. Se examinan tambin los gastos medios correspondientes a tres meses, y de acuerdo a este cmpu- to de datos, es abierta una cuenta corriente, naturalmente sin inters. Esta prctica da mayor soltura a la vida material de los colectivistas. Pero cuando de stos se trata, la colec- tividad profesional a la que pertenecen es solidariamente responsable y garantiza el reembolso. Si se producen dificultades imprevistas, se acuerda un nuevo plazo al interesado. Hasta ahora el sistema ha funcionado satis- factoriamente. Sera sorprendente que la organizacin sanitaria hubie- ra sido descuidada. En los establecimientos pblicos, en sus consultorios, o a domicilio, dos mdicos de los tres aqu residentes han aceptado ejercer su profesin de acuerdo con el municipio. As las actvidades mdicas estn colectivizadas casi por completo. El hospital ha adquirido mayor importancia: antes contena 20 camas, ahora, despus de los trabajos consiguientes, contie- ne 100. El dispensario, que estaba en construccin, ha sido rpidamente terminado, y sirve para los cuidados urgentes y la pequea ciruga. Las dos farmacias tambin han entrado en el nuevo sistema. Todo esto es completado o acompaado por un au- mento intenso de la higiene pblica. Hemos dicho que los establos y las cuadras han sido reorganizados fuera de Fraga, donde una vaquera, especialmente construida, abriga ahora a 90 vacas. Y -cosa que no haba podido realizarse hasta el presente- el hospital dispone de agua corriente, que dentro de muy poco estar tambin a dis- posicin de todos los habitantes. Todas estas realizaciones forman parte del programa de obras pblicas segn el cual las carreteras han sido mejoradas y se les han plantado rboles en un largo tre- cho. Gracias a la superioridad de la organizacin general colectiva se dispone ahora de trabajadores especializados en esta clase de trabajos, por haberse vuelto innecesarios los trabajos que ayer ejercan. Jams el municipio a es- tilo tradicional hubiese podido hacer frente a tales gastos. Las ventajas de la economa socializada apatecen en muchos otros casos. La escasez de agua y los problemas nacidos de su utilizacin han provocado en Espaa la formacin de numerosas comunidades de regantew, constituidas para utilizar equitativamente el lquido, tan escaso en tantas partes del pas. Los problemas, los liti- gios causados por la difcil distribucin han dado lugar, en Valencia, a la organizacin del famoso Tribunal de las Aguas, que se rene todos los jueves para resolver, sin intervencin de las autoridades ni de la justicia ofi- cial, los casos que le son expuestos. Pero tales litigios desaparecen cuando los hombres no necesitan oponerse unos a otros para subsistir, o cuando no les domina la voluntad de enriquecerse a cualquier precio. En la regin de Fraga, la nueva organizacin de la vida ha provocado la disolucin de 15 comunidades de regantes,, que cubran la jurisdiccin de cinco pueblos. La moral de la solidaridad ha causado este milagro. La prctica tradicional ha sido sustituida por una admi- nistracin colectivista nica, que coordina la distribucin del agua, y que ahora se proyecta para canalizar y uti- lizar mejor el agua, particularmente la del ro Cinca, obras que los pueblos no podran realizar por separado. Coma en las otras partes colectivizadas, la solidaridad se ha extendido ilimitadamente. Noventa familias cuyos miembros, por razones diversas -enfermedad, falleci- miento del hombre, etc.- estaban condenadas a la mi- seria en una sociedad individualista, reciben el crdito establecido para todos. Las familias de los milicianos son sostenidas en la misma forma. Y una ltima realizacin ha venido a completar esta prctica del apoyo mutuo. Haba en Fraga -venidos de pueblos ms pequeos y ms pobres- ancianos, hombres y mujeres abandonados por todos, testimonio doloroso de una sociedad en la que la desgracia constituye un elemento permanente. Para stos se ha organizado la Casa de los Ancianos. El da de mi visita sumaban 32 hombres y mujeres, de rostro arrugado, manos sarmentosas, cuerpo doblado por la edad y por el desgaste de una vida penosa. Con todo, el ambiente era cordial, amistoso; me sent en el come- dor para conversar mejor con ellos, mientras en la chime- nea un fuego de lea chisporroteaba alegremente. Tres mujeres les atendan, dos de las cuales eran anti- guas monjas. Despus de haber visitado los pequeos dormitorios visiblemente bien cuidados, habl con los huspedes tan maltratados por el destino. Eran escpti- cos en cuanto al porvenir. Quien ha conocido la des- gracia largo tiempo no puede creer en la prolongacin de una mejora, incluso si sta es relativa, y eilos opi- naban que todo se perdera un da, sea por el triunfo de los fascistas, sea por el del Gobierno republicano, y en mi fuero interno comprenda su escepticismo. Pero deba procurar infundirles confianza, y me esforc por alentar su esperanza. Entre otras cosas, les pregunt si estaban satisfechos del trato que reciban. Y uno de los hombres me resumi la opinin de todos con la concisin tan ara- gonesa que recomendaba Gracin: Lo bueno, si breve, dos veces bueno; No podemos quejarnos ni por el co- mer, ni por el beber, ni por el dormir, ni por el afecto. Qu ms decir? BINEFAR Por su espritu creador y su dinamismo, Binfar era probablemente el centro ms importante de colectiviza- cin de la provincia de Huesca. La capacidad de sus mi- litantes haba hecho que fuese erigida en cabeza de una comarca de 32 pueblos. Ya hemos mencionado que fue en Binfar donde haba tenido lugar la primera reunin de delegados de colectividades en que se decidi la con- vocacin del Congreso de Caspe. De los 32 pueblos, 28 estaban casi integralmente co- lectivizados; Esplus lo estaba por completo, lo mismo que los 500 habitantes de Balcarca y 1.500 sobre 2.000 de Alcampel et Peralta de la Sal, y 491 sobre 500 de Algayn. En Binfar, 700 familias sobre 800 haban in- gresado en la sociedad nueva. La dcima parte de los 5.000 habitantes trabajaba en pequeas industrias que tanto para la localidad como para la comarca producan harina, vestidos varios, calza- do, fundicin, pequeas piezas de mecnica, o repara- ban aperos agrcolas. Pero no por ser dbil la proporcin de los trabajadores industriales l o era el movimiento social. El Sindicato de Oficios Varios fue fundado en 1917. Conoci las peripecias que hemos visto en otras partes: persecuciones, cierres prolongados, condenas y deporta- cin de militantes. Con todo, durante los dos primeros aos de la Repblica, el nmero de adherentes alcanz la cifra de 600 sobre un total de 800. La mayor parte eran jornaleros campesinos cuyo nivel de vida era poco envidiable. La desigualdad social explica esta situacin. Pues sobre 2.000 hectreas de tierra cultivable, la gran 1 propiedad posea 1.200. El resto estaba dividido en pe- queas parcelas. Casi todas las familias posean una, pero un centenar solamente obtena bastantes productos como para vivir. El mayor nmero de hombres y mujeres de- ban trabajar la tierra de los ricos. 1 Nuestras fuerzas estaban an desarticuladas por una represin reciente cuando -a mediados de julio- el pe- I ligro fascista apareci inminente. Las autoridades locales pertenecan al Frente Popular, donde los comunistas eran l nfima minora. No queran al fascismo, pero como casi todos los demcratas, eran incapaces de luchar para im- pedir su triunfo. Afortunadamente, los militantes de la CNT y de la FA1 tomaron, como otras veces, la ini- ciativa de la resistencia. Y a propuesta suya fue cons- tituido el da 18 de julio un comit revolucionario donde eran mayoria, y que llegaron a integrar dos miembros del Frente Popular. La Guardia Civil no se atrevi a entablar inmediata- mente el combate. Junto con los elementos fascistas y los principales reaccionarios del lugar, se atrincher en sus cuarteles. Pero el da 20 de julio, despus de intiles negociaciones, los antifranquistas tomaron el cuartel por 1 asalto, y despus de una inevitable tragedia, nuestros compaeros partieron hacia otros pueblos para hacer fren- te a los atacantes. Lo cual no impidi que se tomaran, en Binfar, medi- das necesarias para asegurar la vida de todos. Las mieses se desecaban en los campos de los grandes propietarios que haban huido a Huesca. El Comit Revolucionario se incaut de las mquinas segadoras y trilladoras. Los asa- lariados que haban trabajado la tierra por cuenta de los ricos decidieron seguir trabajndola por cuenta de todos. Los grupos de productores se constituyeron como en otras partes; tambin como en otras partes fueron nombrados delegados de grupos, que al principio se reunan todas las noches para coordinar sus esfuerzos, llegando luego a reunirse semanalmente cuando los trabajos estaban debi- damente encaminados. Una vez guardada la cosecha y socializada la tierra, se socializaron las industrias. Despus de ellas l e lleg el turno al comercio. La colectivizacin empezaba y se ex- tenda en casi toda la comarca. Este estado de cosas y de los espritus explica por qu fue en Binfar donde el 15 de septiembre tuvo lugar un congreso regional de los miembros de la CNT y de la UGT. Los delegados de la CNT eran 500; los de la UGT, 12. Se acord por una- nimidad continuar la colectivizacin, y, como hemos men- cionado anteriormente, celebrar en Caspe un congreso constitutivo de la Federacin Aragonesa de Colectividades. En ese mismo mes de septiembre se constituy org- nica y oficialmente la Colectividad de Binfar. He aqu e1 Reglamento adoptado por la asamblea general de to- dos los habitantes que fueron convocados al efecto; lo reproducimos tal como fue redactado: DESENVOLVIMIENTO DE LA COLECTIVIDAD DE BINEFAR (HUESCA) Desenvolvimiento del trabajo l." El trabajo se desarrollar por grupos de diez personas, y se nombrar un delegado por cada grupo. Este delegado tendr la misin de ordenar el trabajo con la armona de todos, quedando autorizado para aplicar las sanciones que en las asambleas se acuerden. 2." Estos delegados estarn obligados a presentar parte diario de su trabajo desarrollado, a la Comisin de Agricultura. 3." El horario del trabajo ser determinado por las circunstancias. 4." En asamblea general se nombrar un Comit Central que estar compuesto de un miembro de cada ramo y mensualmente se dar cuenta del consumo de la produccin, as como de las gestiones hechas con el interior y con el exterior. Esta asamblea nombrar tambin una comisin tcnica o asesora para el mejor desenvolvimiento de la misma. 5." Todos los miembros llamados a regir los des- tinos de la colectividad sern nombrados en asamblea general de colectivistas. 6." A todo individuo que entre en la colectividad se le dar un inventario de sus bienes que aporte a ella. 7." Todos los miembros de la colectividad tendrn los mismos derechos y los mismos deberes, y no podr obligrseles a que entren dentro de determinada cen- tral sindical, siempre y cuando acaten plenamente los acuerdos por los que la colectividad se rija. 8." De los fondos que queden en la colectividad no podr hacerse ningn reparto, pasando a ser nicamen- te patrimonio de la colectividad para ser disfrutados todos en comn, de forma que la alimentacin queda por ahora racionada, y teniendo la precaucin de dejar un remanente para un mal ao agrcola. 9." Cuando las circunstancias lo exijan, tal como la realizacin de faenas del campo urgentes y dems, la colectividad podr optar para hacer trabajar a aquellas compaeras que tenga por conveniente en dichas fae- nas propias de las mujeres, y deber llevar un control riguroso para que stas, en la medida de sus fuerzas, se sumen a la produccin que les concierna. 10. Para los efectos de dar entrada al trabajo a los jvenes, se tendr en cuenta que stos deben entrar a trabajar a los quince aos. En aquellas faenas mayores, a los diecisis aos. 11. Para los efectos de administracin de la colec- tividad y cambio de comisin administradora, las asam- bleas determinarn lo que hay que hacer. Todo l o que precede se refiere especialmente a los problemas del trabajo y de la organizacin del trabajo, de la producci6n y de la organizacin de la produccin. Pero se tomaron tambin acuerdos sobre el problema del consumo, es decir, del reparto, de los derechos indivi- duales de existencia y de la forma en que podan ser sa- tisfechos estos derechos. Todo lo cual est especificado en otros acuerdos tan importantes como los primeros y a los cuales se dio por ttulo: ESTRUCTURACION DE LA VIDA DE LA COMUNIDAD DE BINEFAR Esta comunidad est formada por casi todo el pue- blo, donde se trabaja tanto en la tierra, tejidos, fundi- cin, etc. En el asunto de la agricultura -la que ms rendimiento ha de dar en su da a la nueva vida de la comunidad- van todos los compaeros controlados por un delegado de tajo por cada seccin, o partida, con el fin de que pueda llevarse toda la obra de tra- bajo controlado por los mismos delegados, y stos al h a 1 de cada da y reunidos en la seccin de Agricul- tura cambian impresiones entre s y ven en la forma que ms conviene seguir llevando el trabajo con el solo fin de ver con el menor esfuerzo sacarle a la tierra el mayor rendimiento posible. Las dems profesiones tienen tambien su delegado, el cual lleva las altas y bajas en el trabajo, as como en la produccin que en cada taller se hace, siendo tambin de su incumbencia llevar un registro de entra- das y salidas con su correspondiente libro de merca- deras. Todos estos delegados tienen para poder hacer operaciones de alguna cuanta, el visto bueno de la junta administrativa, la cual est compuesta por cua- tro compaeros competentes de los pertenecientes a la comunidad, los cuales, y una vez expuestas las razones del delegado peticionario, van a la aprobacin si convie- ne, o denegacin de lo solicitado por el compaero delegado, si no ven la conveniencia para toda la co- munidad. En el asunto econmico, la comunidad tiene un de- partamento designado Administracin Comunal donde van centralizadas todas las operaciones de la comuni- dad, el pago de los comunizados, y as tambin la fa- cilidad de proveer a los individualistas (pequeos pro- pietarios) de los artculos que ellos necesitan, y que aun por mediacin de sus productos no pueden traerse de otras partes por las dificultades con que se encuen- tran. A stos se les da una libreta en la cual se les anota todos los productos que traen a la comunidad, y con el valor de su importe pueden abasteceoe en la cooperativa nica as como en las dems industrias con que esta comunidad cuenta. Todos estos delegados son compaeros responsables y elegidos por los dems compaeros, en asamblea ge- neral, teniendo la confianza de todos los comunizados. Con arreglo al nmero de familias se da el importe semanal que es el siguiente: Un individuo solo y sin familia en la localidad cobra 24 pesetas semanales. Un matrimonio cobra por sema- na 30, Con un hijo menor de diez aos, 33. Una familia compuesta por tres personas mayores y dos pequeos cobra 45 pesetas semanales, siempre que de los tres mayores no produzca ms que uno. Adems tienen el pan en libre consumo, as tambin el aceite, farmacia y mdico gratis, teniendo en cuenta que no paga vivienda, y que los gneros l8 hasta la fecha y aun- que en algunos a la comunidad cuestan con un tanto por ciento mayor, a los comunizados se les vende casi en las mismas condiciones que antes de la sublevacin. Los sueldos anteriormente sealados son pagados en bonos, moneda de la comunidad, no teniendo por tanto ningn comunizado que aorar el dinero (fraccin pe- setas), ya que con. los bonos puede atender a todas las necesidades de sus familiares. A pesar del desagrado que pueden causar en la lec- tura ciertas repeticiones, las hemos credo til para que quien se interese pueda cerciorarse mejor de la estructura l y del funcionamiento de una colectividad agraria. Y falta mucho por decir, pues aqu slo se nos han dado las lneas generales. Como lo constataremos, la obra cons- I Trtase sin duda de los gneros de punto y artculos simi- lares. Su precio haba aumentado a consecuencia de Ias ucdec- tivizacionew no sindicales de Barcelona, particularmente en la industria textil, y a las cuales nos referimos en nuestro primer captulo sobre la organizacin industrial. tructiva se extiende a la enseanza, a la sanidad, a todos los servicios pblicos. Por otra parte, el sindicato es insuficiente, pues no abarca sino una fraccin de la poblacin: la de los pro- ductores, que son minora (y tambin sera insuficiente si fuesen mayora); en cuanto al Municipio, pertenece a otra poca. La colectividad es el rgano ms tpico de la revolucin campesina espaola y que engloba los aspec- tos de Ia vida social. Porque ya no se trata de luchar contra el patrono, de conquistar reformas, de mejorar las condiciones de tra- bajo en el rgimen del asalariado: este rgimen ha des- aparecido. Se trata de asegurar la produccin, de sustituir a los organizadores tradicionales. Es preciso dirigir la eco- noma segn las necesidades locales directas y las del intercambio. Produccin y disfrute de los bienes, trabajo y reparto se condicionan recprocamente. Y el modo de reparto, as como los conceptos morales que le guan, dirigen y determinan la orientacin del trabajo. Todo es solidario. Las secciones de produccin son los rodajes de un vasto mecanismo integrado al servicio de la po- blacin entera: hombres, jvenes o viejos, vlidos o inv- lidos, mujeres que trabajan o no, nios, enfermos, etc. Este espritu de solidaridad se encuentra igualmente en las relaciones entre las diferentes partes del mecanis- mo de conjunto. Ha desaparecido el espritu corporati- vista, lo mismo que las rivalidades de oficios o de espe- cializacin de trabajo. La colectividad es un conglomerado humam y fraterno. Industria y agricultura constituyen una caja comn, las secciones de productores practican el apoyo mutuo. Administrativamente una comisin especial compuesta por un presidente - que coordina las acti- vidades-, un tesorero, un secretario y dos vocales, es encargada de comprobar la contabilidad general, proce- diendo de tal modo que llevan separadamente las cuen- tas de cada seccin especializada, como hemos visto en Graus. Adems, dos camaradas estn en contacto perma- nente con los delegados de los grupos y son los encar- gados de comprobar el trabajo y sus resultados. Las secciones profesionales (metalrgicos, albailes, la- bradores, etc.) se renen separadamente para estudiar sus problemas, decidir qu trabajos deben llevarse a cabo, qu actividades emprenden, qu modificaciones introdu- cir en los planes elaborados. Por otra parte, y en caso de necesidad, la comisin administrativa los convoca, o con- voca a sus delegados para examinar 10 que corresponda. 1 Binfar ha aplicado las normas generalmente adoptadas sin acuerdos previos, como una realizacin espontnea de carcter casi biolgico 19. Los pequeos talleres han sido centralizados en grandes unidades mejor organizadas. Slo existe ahora u m fbrica para la confeccin de los vestidos masculinos, m amplio taller para la fabricacin de cal- zado. En cuanto a la agricultura, las superficies sembradas de trigo han sido aumentadas en un 30 por 100, sin re- ducir los otros cultivos, y en toda la comarca se habra cosechado 70.000 toneladas de remolacha azucarera en lugar de las 40.000 de otros aos si el tiempo hubiera sido propicio. Ante las enseanzas de la experiencia se han modifica- do, al cabo de algunos meses, la constitucin de los gm- pos agrcolas y la organizacin de su trabajo. El territorio ha sido dividido en siete zonas, cada una constituyendo 1 una unidad, con sus almacenes, talleres, etc., y un cente- nar de trabajadores. Por otra parte, y segn la ley de solidaridad, siempre presente, se apela, cuando la situacin lo requiere, a los , trabajadores industriales, e incluso a los empleados, sin que estos ltimos puedan negarse, segn resolucin to- mada en asamblea, para ayudar a los trabajadores de la tierra. Durante la cosecha de julio de 1937, los mismos sastres participaron en el esfuerzo comn. Para estos casos de movilizacin, se han confeccionado listas segn las calles de Binfar, con estipulacin de las mujeres casadas y de las solteras. Slo en casos excep- '' Con todo, fue preciso una preparacin mental, psicolgica, una especie de impregnacin iibertaria para organizar las cosas, construir una nueva estructura de la sociedad con tal rapidez y, I nos atrevemos a decirlo, tal tino, tal seguridad. Cuando se ve el tiempo, los tanteos que a veces han durado sigIos para hallar l una estabilidad relativa y tan imperfecta (vase la Edad Media), causa admiracin la seguridad con que estos campesinas han ido a la realizacin de su ideal. Esto no hubiera sido posible sin una previa y larga prctica, particularmente en los sindicatos. cionales se apela a las primeras - q u e generalmente tie- nen hijos-. Normalmente, las solteras son convocadas por medio del pregonero, que va, de calle en plaza, a leer la lista de las que son requeridas, por turno. Visiblemente, este trabajo no es pesado. En pleno ve- rano, para sembrar las remolachas, los grupos de mucha- chas se reunan tempranito por la maana, y partan can- tando. El delegado de cada grupo o seccin industrial toma nota diariamente, en el grupo de productores colectivis- tas, de la asistencia al trabajo. Las infracciones, si las hubiere, seran pronto descubiertas. Existen almacenes comunales para el reparto: uno para el vino, otro para el pan, otro para el aceite, otro para los productos de ultramar, otro para los productos de mercera y los tejidos. Agreguemos tres lecheras co- munales, tres carniceras, un almacn de ferretera, uno de muebles en el cual se centraliza la produccin de los talleres. Como centro comarcal escogido por su situacin y sus medios de comunicacin (debemos agregar el dinamismo, nada despreciable, de sus militantes), Binfar coordina y centraliza los intercambios entre los 32 pueblos de la comarca. Entre el mes de octubre y el de diciembre de 1936 hubo un intercambio con las colectividades de Catalua y Aragn del orden de los cinco millones de pesetas oro. El valor del azcar almacenado se elevaba a 800.000 pesetas, el del aceite a 700.000 pesetas, sin contar los productos menos importantes. El telfono y la electricidad haban sido instalados en todos los pueblos, sin preocuparse si se beneficiaban o no los individua- listas. Sin embargo. lo aue antecede no refleia la realidad " , en forma suficiente, pues existan aspectos negativos cau- sados por la situacin. A menudo faltaba la carne en Binfar, y a veces hasta faltaban patatas. Pues tropezamos aqu, una vez ms, con los inconvenientes de la guerra. En el frente de Aragn, las milicias olvidadas -volun- tariamente- por el Gobierno carecan de abastecimiento, lo mismo aue de armas v municiones. Binfar daba lo aue poda, lo &e posea. k r a n t e meses ha enviado al fre&e, semanalmente, 30 y 40 toneladas de vveres. La comarca entera dio, en una sola vez, 340 toneladas de alimentos para Madrid. En un solo da fue entregado aceite a tres columnas de milicianos -la columna Ascaso, la columna Durruti, la columna Ortiz- por valor de 36.000 pese- I tas oro. He aqu, a este respecto, una ancdota caracterstica: En julio de 1937 asistamos a un pleno al que haban acudido delegados de todos los pueblos de la comarca. Se plante un problema grave. Estbamos en vsperas de la cosecha, y se careca de sacos, de cuerda para atarlos, de bencina para el transporte y de algunos otros elemen- tos propios de tales trabajos, todo lo cual deba ser com- prado por la federacin comarcal y distribuido a los pue- blos de acuerdo a sus necesidades; esto representaba un ! valor de varias decenas de millares de pesetas. Para pro- , curarse esta cantidad era preciso vender o intercambiar aceite y diversos productos comestibles, de que se priva- 1 ra a los milicianos. Pues bien: nadie, absolutamente nadie, propuso hacer- , lo. Por unanimidad, sin la menor discusin, la asamblea declar que deba encontrarse otra solucin. Se acab por decidir el envo de una delegacin al Gobierno de Va- , lencia, misin destinada al fracaso porque a todas luces la mayora ministerial especulaba sobre el sabotaje de las tropas de Aragn para empujar a los milicianos a saquear las colectividades. Entonces el autor de este libro envi a Sdiduridad Obrera, nuestro diario de Barcelona, un llamamiento di- rigido a los milicianos explicndoles la situacin, recor- dndoles el esfuerzo solidario de las colectividades. El llamamiento fue escuchado, los milicianos enviaron dine- ro, y as se salv la cosecha. Estos hechos explican la escasez de ciertos productos que un periodista puede registrar al pasar por Binfar. Sobre todo si se tiene en cuenta que 500 milicianos son 1 hospedados en permanencia. La prctica de la solidaridad ofrece otros aspectos. Binfar ha desarrollado la asistencia sanitaria. Uno de los mdicos, instalado desde algn tiempo, se ha pronuncia- do por la CNT, y en un congreso regional ha decidido a la mayora de sus colegas aragoneses a imitarle. Luego se ha puesto, sin esperar, al servicio de la poblacin. Y se ha completado la asistencia mdica, y el suministro gratuito de medicamentos, construyendo, fuera de la lo- calidad, en un lugar que ofrece las condiciones ms favo- rables, un pequeo hospital gracias al aporte en mate- riales y en dinero de todas las colectividades de la co- marca. A principios de abril de 1937, unas 40 camas esta- ban ya instaladas. Un excelente cirujano cataln haba acudido para ayudar al iniciador. En Barcelona fueron adquiridos numerosos aparatos. En pocos meses se po- sean instrumentos de ciruga, obstetricia y traumatologa en cantidad suficiente para empezar. Un servicio de rayos ultravioleta permita cuidar a los nios dbiles. Se orga- niz un laboratorio para anlisis, una seccin especial- mente construida para la medicina general, otra para las enfermedades venreas - e l frente estaba cerca-, una seccin para profilaxis y otra para ginecologa. Hasta entonces, el nacimiento de los nios haba sido confiado a las unidades de parteras casi siempre improvi- sadas, sin medios tcnicos para los casos difciles; y por otra parte, los campesinos ignoraban la higiene. El cim- jan0 cataln empez por hacer, cerca de sus compaeros instalados en los otros pueblos, una campaa para que las mujeres a punto de dar a luz fueran enviadas al hos- pital, donde seran mejor cuidadas, lo mismo que el nio, al que no le faltara d control mdico. Ha sido organizado un servicio de consultas y diaria- mente acuden a l enfermos para ser atendidos. Aparte, una minora del 5 por 100, los pequeos pro- pietarios que tenan una existencia llevadera antes de la revolucin, han mantenido su modo de vida. En toda la comarca se les repeta, a condicin de que no conserven ms tierra de la que pueden cultivar. En la libreta espe- cial que les ha facilitado la seccin de intercambios figura el Debe y el Haber, la cantidad y el valor de los productos entregados y recibidos. Lo cual permite conocer exacta- mente cules son sus posibilidades econmicas. Por lo dems, no pueden consumir ms de lo que est asignado para todos; no se trata aqu de una medida compulsiva especial, puesto que tienen derecho a tomar parte en las asambleas donde el racionamiento ha sido establecido. Se- alemos aue se les acuerda. en Binfar como en casi todas par;es, el derecho de 'utilizar el material tknico de trabajo de la colectividad. Entre las obras de saneamiento que han sido realiza- das figuran las cuadras colectivas, siempre establecidas fuera de la poblacin, y la desecacin de una barranca pantanosa que se extenda sobre unas 20 hectreas. Esta barranca perteneca a gran nmero de pequeos propietarios, cada uno de los cuales posea una parcela; pero la falta de recursos monetarios y tcnicos les im- peda emprender los trabajos requeridos para ponerla en cultivo. La colectividad ha dtenado, desecado, nivelado; y ahora los rendimientos sobrepasan los obtenidos ante- riormente en las tierras cultivadas. Sin embargo, reconozcamos que la perfecta conciencia no se encuentra siempre en todos los que componen la poblacin colectivizada. Tambin puede toparse de cuan- do en cuando con las imperfecciones humanas y con el hbito del egosmo, fruto de siglos de lucha por la vida. Recordamos una discusin que tuvimos ocasin de es- cuchar, precisamente en Bindfar, mientras escribamos y pasbamos en limpio nuestras notas. Era en una casa donde al lado de la habitacin en que nos hallbamos el compaero encargado de ocuparse de los problemas de alojamiento discuta con una mujer de unos cincuen- ta aos. Esta peda un domicilio nuevo. Para justificar su pedido, aduca sus razones: -Mi nuera se ha vuelto imposible, no puedo enten- derme con ella. El compaero, un mozo joven llamado Turmo, genio de len y alma de nio, se debata con voz tonante contra la solicitante, que, muy ladina, conservaba su calma. -Mujer, no tenemos casas, y cmo has podido vi- vir con ella hasta ahora? -Es que ella ha cambiado, ahora se ha hecho insopor- table. No obteniendo nada, la mujer acab por retirarse re- funfuando. Me acerqu entonces y pregunt a Turmo por qu no satisfaca aquel pedido. Me explic que siendo la proporcin de los salarios ms elevada por individuo, entonces, en casos en que el nmero de personas es redu- cido, ciertas familias queran desdoblarse a fin de cobrar ms, incluso siendo el clculo falso. Empero no se tenan bastantes casas o pisos, y se tardara mucho antes de co- menzar a construir, pues faltaba mucha mano de obra, movilizada para la guerra. Es un caso de poca monta. Hay otros; los organiza- dores de las colectividades deben zanjarlos bien con sere- nidad y buen humor, y. &S imposible no experimentar un sentimiento de admiracion para estos hombres abnegados que, constructores esforzados, han hecho las cosas con tanta rapidez y tanto acierto. Porque en Binfar, como en el conjunto de las colectividades aragonesas, ningn rodaje de la organizacin general ha fallado, ni en los talleres, ni en el sistema de distribucin, ni en los trabajos agrcolas. Muchas veces he recorrido el camino que va de Tamarite a este pueblo. Un da, con un mdico llegado tambin de Barcelona, bamos en coche - que no era de lujo- por la carretera que una los dos pueblos a lo largo de trigales, viedos, olivares, donde las huertas y los vergeles alternaban con las mieses doradas. Yo mos- traba a mi compaero recin llegado todos esos frutos del trabajo humano, dicikndole con orgullo: 4Estos kilme- tros de plantaciones, de cultivos, donde nada ha sido descuidado, pertenecen a la colectividad, son de la colec- tividad. Dos das despus le mostraba, en Esplus, donde le haba acompaado para la organizacin de su trabajo, otras plantaciones: de patatas, de alfalfa, de cereales. Y a lo largo de la carretera iba repitiendo con fervor: Es de la colectividad, todo esto pertenece a la colectividad, todo lo ha hecho la colectividad! D Pues senta como si fuera un milagro esa primera creacin de la revolucin. MAS DE LAS MATAS Y SU COMARCA Al norte de la provincia de Teruel, Mas de las Matas, que cuenta con 2.300 habitantes, es el centro de una co- marca compuesta por 19 pueblos. Los ms importantes son Agua Viva, Mirambel (con 1.400 habitantes), La Ginebrosa (con 1.300). A principios de mayo de 1937 slo seis poblaciones estaban socializadas integralmente; cuatro lo estaban casi por completo; cinco, a medias. Tres localidades se organizaban. v la ltima vacilaba an l . En esta comirca, la bequea propiedad estaba muy difundida, lo que no favoreca la formacin de sindicatos obreros y explica por qu las ideas anarquistas haban arraigado desde principios de siglo, a pesar de que la zona agraria esa relativamente rica gracias al regado, mientras en parte de los otros pueblos privados de agua la vida era generalmente miserable. Las aeru~aciones Li. bertarias d e ~ a s de las Matas actuaron ca; sin interrup- cin y encontramos la ltima generacin de sus compo- nentes al frente de la organizacin colectiva del pueblo. Con relacin al conjunto de las poblaciones, la situa- cin econmica de nuestros compaeros era, sin embargo, la de privilegiados. Pero su revolucin tena, ante todo, un carcter moral, pues ponan a la justicia por encima de sus intereses personales. Son anarquistas cultos, mo- destos y sencillos. Su personalidad se revela a l o largo de la conversacin, y en la obra que, modesta como ellos mismos, pero slida, estn realizando. ' Los progresos eran tan rpidos que en el pleno celebrado en Caspe, a fines de mayo, se podan dar por colectivizados casi integralmente los diecinueve pueblos de la comarca. 1 O Bajo la Monarqua predominaban aqu las tendencias liberales. La Repblica provoc algunos cambios, pero desencant a la mayora de la poblacin, que se inclin hacia la izquierda revolucionaria. As fue cmo en el ao 1932 apareci el primer sindicato de tendencia liber- taria adherido a la CNT, y cmo, al ao siguiente -en una intentona malograda-, fue proclamado el comunis- mo libertario. La Guardia Civil acab en menos de dos das con este primer ensayo, y el sindicato fue clausu- rado hasta la vspera de las elecciones de febrero de 1936, lo cual no impidi que el ataque franquista no pudiera producirse en el mes de julio siguiente. No hubo lucha, y no quedando fascismo, ni repblica, nuestros compaeros propusieron crear la Colectividad Agraria de Mas de las Matas. La iniciativa fue acep- tada por unanimidad en una asamblea de carcter sindi- cal. Pero no todos los propietarios estaban en el sindzato. Haba que proceder con ellos en forma especial. As se hizo, establecindose una lista de adhesiones voluntarias que, en quince das, reunin a 200 familias. Durante nuestra visita, este nmero se haba elevado a 550 sobre las 600 que componan la totalidad. Los disconformes pertenecan a la UGT y practicaban la explotacin indi- vidual. La misma norma es observada en toda la comarca. Se puede adherir a la colectividad, o seguir trabajando indi- vidualmente el suelo que se posee. Las diferentes grada- ciones de socializacin realizadas en los distintos pueblos prueban que esta libertad es efectiva. En ninguno de los pueblos de la comarca hay regla- mentos ni estatutos de colectividades. Polticamente se ,aplica un concepto anarquista integral. Cada mes, la asamblea general de los colectivistas seala a la Comisin las normas a seguir. Nada de la rigidez de los cdigos, sino la flexibilidad de la vida, y los acuerdos concretos sobre problemas tambin concretos. No debe deducirse de esta caracterstica que todo sea catico. Nuestro recuerdo de Mas de las Matas nos hace evocar automticamente la feliz Arcadia de la que ha- blaron los poetas. Todo era tranquilo, feliz, en el andar de las gentes, en el aspecto de las mujeres sentadas en la acera, tejiendo y conversando plcidamente delante de sus casas. Era lgico suponer que debajo de esta tran- quilidad exista una buena organizacin de la vida. Ana- licmosla. Se han constituido 32 grupos de trabajo, ms o me- nos importantes, segn las especializaciones agrcolas y las dimensiones de los campos ms o menos limitados por el capricho de los montes. Cada grupo tiene a su cargo una zona de regado y otra de secano. Se reparte as, equitativamente, lo agradable y lo menos agradable. El regado permite a los habitantes de Mas de las Ma- tas obtener hortalizas y frutas. Menos afortunados, los otros pueblos no consiguen ms que cereales, sobre todo trigo, y aceitunas. En cuanto al trabajo, est en todas las colectividades, en grupos con sus delegados; en la cum- bre -si puede emplearse esta palabra- est la comisin administrativa. Y como los delegados de Mas de las Ma- tas se renen semanalmente para decidir las labores por realizar, lo mismo hacen los delegados en los otros pueblos. Todas las colectividades de la comarca coordinan de este modo sus esfuerzos. En Mas de las Matas no fue posible aumentar la su- ~erfi ci e cultivada. Las tierras de regado lo estaban va " por completo. Pero parte de las tierras de secano, que hasta ahora haban sido destinadas para pastos, pueden ser utilizadas para la produccin de cereales, quedando en las montaas bastantes prados naturales para el ganado; sin embargo, no se puede sembrar trigo, avena o maz des- pus de una primera roturacin, y slo procede ahora preparar las tierras para el ao prximo. Treinta hect- reas han sido ya puestas en condiciones para estos fines. I Estos esfuerzos se intensificarn tan pronto los milicia- nos vuelvan del frente, y es de temer, me dicen mis com- paeros, que dentro de dos aos surja una grave dificul- tad: la de colocar el excedente de trigo. Pero. .. es difcil contrarrestar su entusiasmo, igual al que encuentro en todas partes. Ms fcil era intensificar la cra de ganado. El nme- ro de cabezas de carneros y ovejas aument en un 25 por 100. El nmero de cerdas de reproduccin ha pasado de 30 a 61; las vacas de leche, que eran 18, su- man ahora 24 y son albergadas en un gran establo construido por la colectividad con cabida para 26. El n- mero de cerdos es tambin mucho ms elevado que antes, pero habiendo faltado tiempo para construir una porque- riza de grandes dimensiones, se compraron animales jve- nes en cantidad, distribuyndolos a la poblacin a razn de uno o dos por familia. Cuando se produzca la matanza, la carne ser repartida y salada segn las necesidades de cada hogar. Empero la produccin no est limitada a la agricultura y la ganadera. En este centro comarcal, l o mismo que en todos los centros ms o menos importantes, se han desarrollado actividades diversas: albailera, alpargate- ra, carnicera, sastrera, peluquera, panadera, etc. Cada una constituye una seccin de la colectividad general y trabaja para todos. Si una seccin necesita arreglar o procurarse ciertas herramientas, se dirige por intermedio de su delegado a la comisin administrativa, que le entrega un vale para el delegado de los herreros donde se expone el trabajo requerido. El pedido es al mismo tiempo registrado en el libro de la seccin metalurgia. Si una familia necesita muebles, se dirige tambin a la seccin administrativa, que le entrega un vale para el delegado de los ebanistas. Sin este vale, que es al mismo tiempo una autorizacin, y un control del trabajo, ste no sera efectuado. Tal es la forma en que se registran las actividades de cada grupo de trabajo y los gastos de cada familia. No se emplea el dinero ni la moneda local en ninguno de los pueblos de la comarca. As se explica sin duda que la socializacin del comercio haya sido uno de los primeros pasos. Pero no fue absoluta. Hemos encontrado dos tenderos obstinados, como velas que se apagan, en su aislamiento. Los almacenes comunales sustituyen en conjunto al antiguo modo de reparto. Veamos ms detalladamente la estructura de un pue- blo colectivizado. Resulta difcil dar por escrito una im- presin suficiente de este amplio movimiento, que com- pleta la socializacin agraria. En Mas de las Matas como en cada uno de los centenares de pueblos organizados colectivamente, la vista se posa sobre letreros donde so- bre los colores generalmente rojo y negro y enmarcado con las iniciales CNT-FAI, se leen inscripciones como las que citamos al acaso de nuestros recuerdos: Almmn Co- mutzal, Carniceria Comunal, Guarnicioneria Colectiva, Carpinteria Colectiva, Pancrderia Comutral, Sastreria Co- lectiva, Herreria Comunal, Fbrica Colectiva de Gdletas, etctera. Aqu tenemos el Almacn comunal de alimentacin y de ferreteria, de mquinas y otros objetos. All, el Dep- sito comarcal de abonos qumicos, de cemento y otro almmn, muy bien abastecido, de tejidos y vestimenta. En la tienda de un antiguo fascista, cacique del pueblo, que ha desaparecido, se distribuyen ropas a los habitantes del lugar y a las colectividades de la comarca. He aqu la seccin de abastecimiento en la cual se entrega a los indi- vidualista~ los vales que solicitan, y donde se registra en un fichero el consumo de ropas hecho por cada fa- milia. En esta destilera se extrae alcohol y el cido tart- rico de orujo suministrado por varios pueblos, que cons- tituyen conjuntamente la Comisin Administrativa de la fbrica. Esta comisin se rene tambin peridicamente. Envamos en esta fbrica, y nos ensean las nuevas ins- talaciones hechas para aumentar la fabricacin de alcohol de noventa y seis grados, necesario par la medicina en los frentes. En la sastrera, obreros y obreras cortan y cosen trajes para los camaradas de todas las colectividades de la co- marca. Listos para la confeccin, los cortes estn clasifi- cados en los estantes. Cada uno tiene una etiqueta en la cual se ha anotado el nombre y las medidas correspon- dientes del interesado. Las mujeres van a buscar la carne en un hermoso esta- blecimiento revestido de mrmol y de mosaico. El pan, que se cocinaba en casa, sin comodidad, dos veces por semana, es ahora amasado diariamente en las dos pana- deras colectivas. En el caf, cada uno puede tomar dos tazas de malta, dos refrescos o dos gaseosas por da. Visitemos las afueras del pueblo. Encontraremos los viveros donde dos millones de plantas hortcolas estn preparadas esmeradamente por una familia que antes ga- naba mucho dinero con esta produccin comercializada, y que entr desde el principio en la colectividad. Las plan- tas sern trasplantadas en la huerta local o de otros pueblos. En este taller de costura se confecciona ropa de mujer. Adems las muchachas vienen de otros pueblos a apren- der para ms tarde coser su ropa y la de sus hijos. Un letrero nos llama la atencin. Leemos en l: Li- brera Popular. Es una biblioteca pblica en cuyos ana- queles estn guardados seis, ocho, diez de los ejemplares de cada uno de los libros de sociologa, de literatura, de divulgacin cientfica que se cree til poner al alcance de todos, incluso de los individualistas. En otros anaque- les, pero en nmero ms crecido, se encuentran libros para nios, obras de texto de todas clases: historia, geo- grafa, geometra, aritmtica, gramtica, libros de cuen- tos y narraciones, novelas, cuadernos y admirables colec- ciones de dibujos cuyos modelos estn perfectamente gra- duados de acuerdo a las normas ms recientes. En esta colectividad general, cada seccin trabaja para las otras; los esfuerzos se anan, el espritu de solida- ridad preside a todas las empresas. Sin embargo, se pro- cura no matar la iniciativa individual, que por lo dems puede existir con fines que no sean la explotacin ajena 2. Esto atentara demasiado contra el temperamento espa- ol en el que la voluntad personal y un profundo senti- miento del deber se amalgaman. Se ha dejado, pues, a cada familia un trozo de tierra en el que cada cual cultiva lo que prefiere. Medida que permite el libre consumo de hortalizas. Los otros alimentos son distribuidos segn las reservas disponibles. Hombres, mujeres y nios reciben la misma cantidad estipulada por las asambleas de la co- lectividad y pueden, siempre en la medida permitida por las dificultades econmicas que Espaa atraviesa, cambiar Los apologistas del inters personal para estimular Ia inven- tiva no saben que tambin esa inventiva puede ser suscitada por el deseo de servir a los dems, a la comunidad humana. Muchos inventos, en tcnica particularmente, han tenido por resorte nti- :no estos fines donde la sed de lucro no figuraba. libremente un alimento por otro. El racionamiento no es, por tanto, un reglamento estricto que obligue a tomar una cosa o a dejarla, sin compensacin. La proporcin del consumo -alimento, vestido, calza- do, etc.- estaba, en los primeros meses, sealada en una tarjeta familiar, pero despus se acord utilizar la libreta estndar adoptada por el Congreso de Caspe y editada por la Federacin Regional de Colectividades. Se limita tambidn el suministro de vestimenta, de m- quinas y otros bienes adquiridos en Catalua. Pues aun- que se tengan bastantes mercaderas para intercambiar, es preciso mantener el esfuerzo para sostener el frente. Lo cual no implica que se haya suprimido por completo la distribucin de ropa. Para procurrsela, los colectivistas reciben ciertos recursos, generalmente superiores a los an- teriormente acostumbrados. Tomemos por ejemplo una familia compuesta de padre, madre, un hijo de seis a catorce aos y otro menor de seis aos. La cantidad que le es atribuida, en valor moneda, es de 215 pesetas: 75 para cada uno de los padres, 40 para el hijo mayor y 25 para el menor. Cuntas familias campesinas de Es- paa pudieron gastar hasta el presente esta cantidad anual para la vestimenta? Y no se olvide que estos clculos l de base no impiden que se emplee la cantidad asignada segn las preferencias de cada hogar. l El mdico y el farmacutico forman tambin parte de la colectividad, estando sus actividades al servicio de to- dos. Viven en las mismas condiciones que los dems, pero disponen de recursos especiales para poder continuar estudiando, adquiriendo publicaciones, revistas. libros, materiales de trabajo. Adems de la Biblioteca Pblica, que presta libros a domicilio, existen la del Sindicato y la de las Tuventudes 1 Libertaras. La escuela es obligatoria hasta los catorce aos. En un grupo de masias construidas en la mon- taa, ha sido instalada una escuela para 40 nios que hasta ahora no podan ir a clase. En Mas de las Matas, dos clases han sido habilitadas para recibir cada una 50 nios menores de siete aos cuya educacin prees- colar ha sido confiada a dos muchachas que haban cur- sado antes, en no sabemcs qu ciudad, estudios superiores. Esta innovacin tiene tambin por objetivo libertar du- rante varias horas del da tanto a los hijos de las madres como a las madres de los hijos. Los espectculos pblicos son gratuitos tanto para los colectivistas como para los individualistas. Aun cuando el Concejo municipal haya sido reconsti- tuido por orden expresa del Gobierno, en realidad la colectividad es el alma del pueblo. El mismo sindicato se ha convertido en un organismo casi intil; en todo caso, ha sido desplazado por completo. En la estructura de la comarca predomina el nuevo organismo. Veamos ahora cul es su funcionamiento general. El comit comarcal que reside en Mas de las Matas fue nombrado por una asamblea de delegados de todas las colectividades. Tiene por misin coordinar los esfuer- zos en la produccin, organizar el trabajo a escala general cuando sea necesario, mantener las relaciones con las otras comarcas o regiones, dirigir los intercambios. Segn las normas establecidas en todo Aragn, ningu- na colectividad puede comerciar por su cuenta; se pro- cura as evitar la competencia inmoral y la centralizacin de las adquisiciones de productos que van a buscarse lejos, a las mismas fbricas, en mejores condiciones de calidad y precio. Esto permite al mismo tiempo inten- sificar las relaciones econmicas con Catalua y Levante. Cada colectividad agraria comunica al comit comarcal la lista y la cantidad de productos excedentes de que dispone; cada una pide, al mismo tiempo, lo que nece- sita y tiene, en Mas de las Matas, un estado de cuentas donde se anota el doble movimiento de productos y bienes. El comit central sabe exactamente cules son las re- servas de aceite, vino, trigo, carne de los pueblos. Si uno de ellos no tiene bastante vino y l o pide, el comit se dirige al pueblo que puede procurselo. Si otro quiere aceite, se le pone en contacto con el pueblo que est en condiciones de satisfacer a su demanda. En cambio, los pueblos que han pedido tales o cuales productos darn otros cuya equivalencia es calculada en pesetas, segn los precios del momento. Por otra parte, si el pueblo que ha suministrado aceite no necesita el vino que se le ofrece, pide al comit otros artculos que ste le entrega, haciendo venir el vino a Mas de las Matas, donde lo man- tiene en reserva, para cambiarlo ms tarde, sea en la comarca, sea fuera de ella. En suma, el comit comarcal es el regulador de la distribucin entre los pueblos. Este sistema general de compensacin se aplica sin la menor dificultad. El nico inconveniente podra residir en las reminiscencias del espritu capitalista y propietario segn el cual un pueblo que atraviesa dificultades graves por circunstancias ajenas a su voluntad, deber atravesar un perodo difcil ms o menos largo. En ningn modo. Acaba de producirse un caso que ha puesto a prueba el sistema. Las posibilidades econmicas de Seno y de La Ginebrosa fueron, este ao, anuladas por una tormenta de granizo. Todo o casi todo fue arrasado. En rgimen capitalista esto habra significado miseria y hambre, con emigracin de los hombres a la ciudad. En un rgimen donde la economa estricta domina sobre la solidaridad, las deudas y los emprstitos contrados para hacer frente a la situacin les habran condenado durante aos. En nuestro rgimen de solidaridad libertaria, la dificultad se soluciona con la ayuda mutua, el aporte, el esfuerzo fra- terno de todos. Todos los elementos necesarios para po- der de nuevo sembrar, plantar y cosechar, y para vivir mientras viniesen los nuevos frutos de la tierra, han permitido resolver el ~robl ema sin hipotecas ruinosas que habran comprometido el porvenir. X X * Esta revolucin moral merecera ser analizada ms de- tenidamente, porque el mundo nuevo que se ha creado 1 y que se sigue creando ha dado nacimiento a un espritu que exalta los sentimientos ms nobles que pueda alber- gar el corazn del hombre. Recordamos al respecto una ancdota que nos ocurri precisamente en Mas de las Matas. Habamos ido, un poco fuera de lugar, a visitar una piscina que los muchachos y las muchachas estaban 1 construyendo en una hondonada, en uno de cuyos lados se ergua una casa particular y en el otro una elevacin casi a pique del terreno. Abajo, se afanaban alegremente nuestros constructores, manejando el pico y la pala. En- frente, en la parte alta que nos dominaba, exista un camino que no podamos ver desde el lugar donde nos hallbamos, pero que adivinamos cuando vimos venir por l tres hombres, tres labradores calzando alpargatas, con la azada al hombro, andando con paso firme, son- rientes y seguros. Ellos tambin nos vieron, vieron a los muchachos de abajo y, siempre andando, levantaron la mano en signo amistoso saludndonos con voz fuerte, vibrante, por la conviccin que pareca salir de su pecho: e i Salud, compaeros! Contestamos: << i Salud, compae- ros! , y lo mismo hicieron las voces juveniles de abajo. Esas dos palabras expresaban que todos ramos herma- nos, que la confianza ms plena exista entre nosotros, en cada uno de los hombres con relacin a la sociedad, a sus semejantes; que haba desaparecido lo que antao opona unos a otros, que no existan ya rivalidades, anta- gonismos, temor, hipocresa, envidia, engaos, malas ar- tes. Que todos ramos verdaderamente hermanos.. . La pluma no puede expresar la vibrante sonoridad de esas seis slabas: a jsa-lud com-pa-e-ros! , tan llenas de un contenido nuevo, intenso, clido, que resuenan siempre en mis odos, con el fervor que guiaba a los constructores del mundo nuevo. BALLOBAR Las luchas sociales y las inquietudes sociales de Ballo- bar se remontan a muchos aos. Bajo la Monarqua, la tendencia liberal triunfaba siempre. El republicanismo apareci hacia 1907. Durante ese ao el pueblo, de acuerdo con los jefes locales de la oposicin poltica, comenz a construir un centro republicano -inaugurado cuatro aos ms tarde-, y que es hoy la sede del ateneo libertario. Pero, entre tanto, cierto cambio se haba ope- rado en la posicin de muchos trabajadores. La Semana Trgica de Barcelona. a raz de la cual fue fusilado Fe- ., rrer, demostr que las tendencias revolucionarias de los republicanos eran mucho menos enirgicas en la calle que en !a tribuna. Un grupo se desprendi, encaminndose hacia la izquierda. Lleg hasta el anarquismo. La propa- ganda de nuestras ideas empez teniendo por resultado principal la fundacin de un sindicato que adhiri, en 1917, a la Confederacin Nacional del Trabajo. La represin que invadi a Espaa mientras el general Martnez Anido dominaba en Barcelona lleg a Ballobar, y clausur el sindicato cuatro aos despus de su funda- cin. Buen nmero de los militantes debieron huir v vivir en Francia o en otras partes durante varios aos. Los trabajadores pudieron agruparse de nuevo en 1931. Acaba- ba de ser proclamada la Repblica. Los desheredados te- nan alguna esperanza en la realidad de las libertades otorgadas por el nuevo rgimen. Quedaron amargamente decepcionados. En ese mismo ao, el sindicato fue nue- vamente clausurado. Slo ~ u d o ser reabierto cuando el fascismo por un lado y la revolucin por otro acabaron virtualmente con la Repblica. Pero los anarquistas que seguan en la poblacin ha- ban proseguido ms o menos clandestinamente su propa- ganda. Como en tantos pueblos aragoneses que se encon- traron en la misma situacin, crearon un ateneo cultural donde se lea sobre todo libros revolucionarios. Este ate- neo fue tambin transformado en un organismo de com- bate, en un sindicato disfrazado con 310 adherentes anota- dos en su registro y que contribuan regularmente. El espritu rebelde de Ballobar no se limitaba a esas actividades. La miseria reinaba en el conjunto de la po- blacin. La mitad de la tierra y de mejor calidad perte- neca al conde Plcido de la Cierva y Nuevo, que haba estafado a la municipalidad. Segn sus privilegios hist- ricos. el conde tena derecho de pasto sobre las tierras comunales, pero mediante la falsificacin de los docu- mentos y oportunas ddivas, lleg a ser su dueo ab- soluto. Unos 40 propietarios posean la cuarta parte de la superficie; cierto nmero posea de 15 a 20 hectreas. Frente a este grupo, las tres cuartas partes del pueblo no posean la oitaia parte del suelo. - La mayora de la poblacin deba trabajar por cuenta de los ricos, o como arrendatarios en pequeas parcelas alquiladas por el conde. Esta situacin no poda prolon- garse indefinidamente; los desheredados ms decididos se aduearon de las tierras usurpadas, que en conjunto slo haban sido utilizadas hasta entonces para pastoreo del ganado. Se empez la labranza. La Guardia Civil inter- vino, como siempre, pero el pueblo apeI a los tribunales de Zaragoza, acusando al ladrn aristocrtico de haber falsificado las escrituras que le daban el derecho de pro- piedad. Los jueces dieron razn al pueblo, pero el Tri- bunal Supremo de Madrid dio razn a Plcido de la Cierva, que conserv las tierras. Sin embargo, no pudo explotarlas en provecho propio. El pueblo segua trabajndolas, se compraban rebaos, se trabajaba en comn, se cosechaba. Todo lo cual engen- draba luchas terribles. La Guardia Civil recoga los re- baos y los conduca al pueblo, detenia en masa a los hombres y a las mujeres que se obstinaban en vivir; familias enteras fueron encarceladas hasta 50 veces en la prisin de Huesca o en la de Fraga. Los campesinos se empecinaron, y en el ao 1927, el conde, vencido, vendi sus tierras al Estado, que a su vez las vendi a los campesinos con facilidades de pago, pero, faltos de recursos, stos no pagaron, y la revolucin les sorprendi en conflicto judicial con la autoridad gubernamental. El 19 de julio se termin con el pleito. Se empez por recoger, bajo la responsabilidad del Comit Antifascista, las cosechas de los grandes propietarios. Luego se inici la adhesin voluntaria a la colectividad naciente. Sobre 435 familias, el grupo iniciador comprendi rpidamen- te 180. En mayo de 1937 slo quedaban 55 individualis- tas, pero casi todos queran volver a la colectividad de la que, por demasiado irresolutos, se haban separado. Permanecieron fuera porque se resolvi no readmitirlos en el plazo de un ao. Estos individualistas arrepentidos no estn disconfor- mes con la obra de nuestros camaradas. Incluso aportan su ayuda voluntaria al trabajo comn, y entregan sin difi- cultad a los almacenes municipales los productos de su tierra, pues no pretenden venderlos por su cuenta. Pero desconfian de la victoria final. Como la de Mas de las Matas, la colectividad no tiene tampoco estatutos ni reglamento. Todos estn de acuerdo con lo fundamental: trabajar en comn, gozar en comn de los productos del trabajo, apoyarse tanto como sea necesario para la felicidad de todos y de cada uno. Todas las resoluciones que se refieren a la vida social son to- madas en asambleas celebradas cada semana, sea en la 1 plaza del pueblo, sea en el ateneo libertario. Los indivi- dualista~ tienen derecho a participar en ellas tanto como los colectivistas. El pueblo entero seala las normas que deben seguirse, en todos los rdenes, porque la colecti- vidad se ocupa de muchos problemas que normalmente desbordan el marco de sus actividades y entran en el del Municipio. Esto ocurre especialmente cuando hace falta suministrar aportes de los que el municipio carece, por- que nadie le paga impuestos para el cumplimiento de sus funciones, mientras la colectividad saca naturalmente de sus recursos propios lo necesario. 1 , Durante los primeros meses, el Comit RevoIucionario se encarg de la administracin en general. Pero cuando fue impartida por el Gobierno la orden de constituir el Concejo municipal, esta orden fue obedecida y el Comit Revolucionario disuelto. Estando separadas las funciones municipales y las funciones colectivistas, fue nombrada una comisin administrativa de la colectividad. Esta co- I misin se compona de 11 miembros: un delegado, de los sastres, otro de los carpinteros, otro de los meta- Igicos, otro de los criadores de ganado, dos encargados del control de las mquinas, dos de los aperos de la- branza, dos para el reparto de las tierras de secano y de regadio y, por fin, un secretario. Menos este ltimo, todos trabajan en sus respectivas ocupaciones profesionales; nombrados en una asamblea general, podan ser destitui- dos en cualquier momento. Siete grupos de trabajadores especializados cultivan la huerta. Cada uno ha nombrado un delegado responsable. El nmero de grupos que cultivan la tierra de secano es inestable, como las caractersticas de su labor. Siempre en mayo de 1937, se elevaba a 14 el nmero de los que atendan los olivares y 10s viedos, y preparaban la tierra para futuras siembras de cereales. Haba adems un grupo encargado de regar, de cortar la alfalfa y el pasto, trabajos menos duros que eran confiados a hom- bres menos robustos o de cierta edad. Todas las noches, despus de haber terminado su u-a- bajo manual, los miembros de la Comisin Administra- tiva se renen para examinar y coordinar la marcha del trabajo y los distintos problemas, pequeos y grandes, de la vida colectiva. Los delegados de los grupos acuden a esas reuniones para pedir mayor nmero de trabaja- dores, elementos tcnicos de trabajo, animales de tiro, etc., y la Comisin decide entonces el traslado de los elemen- tos requeridos de acuerdo a las necesidades generales de la economa conducida segn un plan general. Las mujeres ayudan a las faenas del campo en los casos ms apremiantes. Se las encarga de las tareas menos penosas. La superficie cultivada no ha variado, pues como todos los otros pueblos, Ballobar paga su tributo humano a la guerra. Pero no faltan mejoras en los mtodos de trabajo, y si llueve bastante - est amos en Aragn- la produccin de secano aumentar en forma apreciable. En el terreno de regado el aumento es indudable. Los m- todos de trabajo han sido perfeccionados. Antes, la tierra se trabajaba mal. Ciertos propietarios tenan ms de 10 que podan abarcar y no queriendo o no pudiendo culti- varla toda obtenan un rendimiento inferior al que se poda obtener. Por el contrario, otros no tenan bastante, y perdan parte de su tiempo y de sus energas sufriendo en silencio y envidiando a sus vecinos. Ahora, la energa humana, animal y mecnica es utili- zada en forma racional. Todo est cultivado con igual cuidado. La tierra producir sin excepcin alguna todo cuanto deba producir. Si la superficie cultivada no ha variado, en cambio el rendimiento por hectrea sea su- perior. Tambi h la produccin global. En la ganadera se criaba sobre todo carneros. Los grandes propietarios llegaban a tener mil cabezas cada uno. Desde que se haban adueado de las tierras de1 conde de la Cierva, los pequeos campesinos tenan cada uno cuatro o seis cabezas. Ahora, las 7.500 cabezas de ganado lanar de la colectividad estn distribuidas en re- baos de 300 a 400, cada uno de los cuales es entregado a dos pastores, y todos estn repartidos ordenadamente en la montaa. Se socializ el comercio tres meses despus de haber empezado la revolucin. Hubo que hacerlo por fuerza. El precio de las subsistencias y otros articulas suba conti- nuamente, la especulacin amenazaba. Todas las merca- deras fueron recogidas y almacenadas en un estableci- , miento municipal dividido en tres secciones: comestibles, tejidos, aceite y vino. El aceite, el vino, el azcar y la carne estn racionados. Todo lo dems se consume libre- mente, de acuerdo a la conciencia de cada uno. La lectura de las libretas de consumo, en las cuales figura la vesti- menta, demuestra que hasta ahora la conciencia no ha sido una ilusin. Las mercaderas consumidas por una pareja del 14 al 28 de abril suman exactamente 11,75 pe- setas, incluyendo el azcar. Cada familia obtiene horta- lizas para su consumo, en un trozo de tierra regada que cultiva los domingos y en el cual siembra y planta lo I que prefiere. Los gastos de cada uno y el valor de lo que entrega, si se trata de individualistas, son registrados. La falta de graneros bastante amplios para contener el trigo cose- chado hace que cada familia guarde una parte y lo d 1 a medida que el consejero de abastecimiento lo pide para el consumo local o para el intercambio. Esta prctica del balance no supone un equilibrio forzoso, entre la pro- duccin de ayer y el consumo de hoy. Todos los habi- tantes tienen la misma posibilidad de consumir dentro de los mismos lmites. Las familias que no tenan tierra y nada pudieron aportar gozan del mismo derecho que los dems a pedir y recibir productos, segn lo que permitan las reservas generales. Todos los esfuerzos han sido concentrados en la agri- cultura. La construccin de casas ha sido aplazada hasta l el fin de la guerra, pero por ahora cinco albailes se dedican a arreglar las existentes. Antes, para reparar una 1 vivienda, construir una pared, o una habitacin suple- mentaria, era preciso pasar por un aparato burocrtico complicado, hacer gastos de papel sellado y esperar sema- nas o meses la autorizacin oficial. La colectividad obra con mayor rapidez. Manda simplemente a sus albailes all donde el trabajo es necesario. Administracin directa. Desaparecieron las trabas oficiales que, por lo dems, ya no se justifican, pues nadie tiene inters en construir con materiales de mala calidad, nadie es indiferente a la est- tica del pueblo. Los obreros que trabajan en las otras industrias loca- les han sido agrupados como los albailes. Los carpin- tzros forman un solo grupo, los metalrgicos tambin. Antes, cada uno trabajaba por su cuenta, disputando los clientes a su competidor, haciendo a mano l o que poda hacerse con mquina, produciendo dos o tres veces menos de lo que ahora produce. El mdico y el farmacutico no quisieron ingresar en la colectividad. Adhieren a la Unin General de Trabaja- dores, y contrariamente a los mdicos de Fraga (dos de los tres), de Binfar, de Alcolea de Cinca, de Mas de las Matas, obedecen a las palabras de orden de su organiza- cin sindical que sabotea la socializacin en nombre del socialismo. A pesar de todo, reciben cuanto necesitan para vivir, y si fuesen solidarios con el pueblo obtendran todos los elementos de cultura y trabajo necesarios para sus actividades. Su actitud perjudica a la medicina y a los enfermos. Los campesinos anarquistas de Ballobar comprenden, tanto como los de todo el Aragn colectivizado, el valor de la cultura. Han instalado bibliotecas pblicas y se han ocupado del problema de las escuelas. Antes haba un maestro y tres maestras oficiales; hoy s61o queda una maestra. Los dems se encontraban viajando (era poca de vacaciones cuando empez la guerra civil) y han que- dado en el territorio ocupado por los fascistas. Dos maes- tros fueron contratados en Barcelona, y reciben cuanto necesitan para procurarse el material pedaggico preciso. Un auxiliar elegido entre los jvenes mas instruidos del lugar trabaja con ellos, y todos los nios en edad escolar sin excepcin acuden a la escuela hasta los catorce aos. Cumpliendo una resolucin tomada en asamblea, la colectividad va incluso ms lejos. Ha encargado a los maestros seleccionar los cuatro alumnos ms inteligentes y mejor preparados para enviarles a Caspe, donde cur- sarn estudios secundarios. Naturalmente, los gastos co- rren por su cuenta. En una situacin tan preada de dificultades y compli- caciones, existen factores favorables y otros desfavorables con relacin a los fines ~erseguidos. Uno de los factores adversos es la construcckn d i fortificaciones en diferen- tes zonas. El Estado paga a los trabajadores empleados diez pesetas moneda nacional al da. Los individuos ms egoi'stas fueron atrados, pues no afirmaremos que la interpretacin del inters personal se haya modificado en todos los individuos sin excepcin. Pero muy a me- nudo las colectividades, aunque necesitasen dinero para comprar en las ciudades tejidos, mquinas, animales de tiro, cerdos de cra (en Catalua), se negaron a enviar hombres a las fortificaciones, o mandaron lo menos po- sible. Con todo, cuando no hay ms remedio que hacer con- cesiones para que la propia conciencia no pueda reprochar I no haber participado en la construccin de medios de defensa contra las amenazas de invasin, deciden casi siempre que el dinero cobrado sea entregado a la caja comn. Veinticinco hombres de Ballobar fueron desigria- dos para ir a trabajar a las fortificaciones, donde estuvie- ron cuatro meses. El dinero cobrado fue integralmente remitido por los que lo haban ganado. ALCORISA Al empezar este captulo quiero hablaros de Jaime Se- govia. Quien conoce los apellidos ms usuales entre las dife- rentes capas de la poblacin espaola encontrar en ese nombre y apellido resonancia de rancia nobleza castellana. Jaime Segovia tiene sangre de aristcrata. Incluso se leen en su rostro los signos de una raza en estado de ex- tincin y agotamiento. Y para enriquecer su sangre, tanto como por adhesin al pueblo, ha tomado por compaera a una muchacha robusta y lozana de estirpe campesina. A los veinticinco aos se recibi de abogado. Aunque la fortuna de sus antepasados haya sido dividida, sus Como se ve, hablamos como encontrndonos en la poca, en el ao 1937. 11 bienes se valoraban en medio milln de pesetas cuando estall la revolucin. Habra podido explotar sus bienes inmuebles y su ttulo universitario, pero despreciaba una y otra cosa. Nuestros camaradas le parecieron ser los hombres que mejor interpretaban la verdad, y habiendo roto con las hipocresas mundanas, aprobando la vida moralmente sana y libre, se inclin hacia ellos. Constitua un escndalo para la gente encumbrada ver a ese hombre renegar de su clase, platicar amistosamente con los campesinos, con los revolucionarios del lugar, incluso colaborar en sus tareas. Pero Jaime Segovia que- ra ser feliz, lo que le era imposible sin estar en paz con su conciencia. No menta a los dems ni se menta a s mismo. Y cuando la revolucin se produjo, le apor- t todos sus bienes y toda su energa. Alcorisa tiene 4.000 habitantes y es el centro de una comarca de 19 aldeas, de las cuales 12 son impor- tantes. La tierra es regularmente frtil, el agua permite un buen regado. Este pueblo disfruta de una vida eco- nmica que podemos considerar privilegiada con relacin a los restantes pueblos de la comarca. Aqu los pequeos propietarios eran numerosos y los grandes propietarios hallbanse esparcidos a cierta distancia. La industria -aceite, harina, jabn, fabricacin de gaseosa y sulfu- ro- ocupaba solamente el 5 por 100 de los trabajadores. Nuestro sindicato, el nico que exista y que existe ahora, fue fundado en el ao 1917. Conoci las mismas persecuciones que las vividas en otras publicaciones. Pero nuestros militantes no cejaron en la lucha. Y los resul- tados estn a la vista. Tomada por los fascistas en el momento de su ataque, la localidad fue reconquistada ocho das despus gracias a una columna compuesta por compaeros que se reunie- ron en la montaa y que obligaron a la Guardia Civil y a los reaccionarios a huir hacia Teruel. Inmediatamente despus, esa misma columna, en lugar de disolverse, se reforz. De las aldeas ms cercanas acudieron combatien- tes armados de revlveres, pistolas a menudo anacrni- cas, escopetas de caza, algunas armas cogidas al enemigo y bombas grosera y apresuradamente preparadas. Sin co- nocimiento en materia militar, esos hombres partieron para combatir en otros frentes de Aragn a las fuerzas adversas, bien armadas, equipadas y disciplinadas. As fue como la primera resistencia popular se organiz, como se contraatac, se tuvo al fascismo a raya y se le hizo I retroceder. En Alcorisa y ante el peligro de un retorno ofensivo de los momentneamente derrotados, fue necesario orga- nizar los medios de defensa local, que comprendan a to- das las fuerzas solidarias ante el mismo peligro. Naci inmeditiamente un comit de lucha compuesto por diez miembros de la CNT, dos de la Izquierda Republicana, dos de la Alianza Republicana y dos de la FAI. Y al da siguiente de su formacin se constitua sobre las mis- mas bases el Comit Central de Administracin. En cuanto a la vida econmica de la poblacin, este Comit poda escoger entre dos soluciones: dejar las co- sas tal como haban ido hasta entonces, respetando el comercio individual, permitiendo a los comerciantes reac- cionarios sabotear y amenazar en su estabilidad al rgi- men, mantenindose as la desigualdad social reinante, o , controlarlo todo, de modo que nadie careciera de alimen- tos, y que no se creara un desorden social de consecuen- cias inmediatamente negativas. Como en tantas otras par- tes, se escogi la segunda opcin. La libertad como sinnimo de desigualdad e injus- ticia fue suprimida. Se consider que todas las familias deban tener la posibilidad de vivir decentemente. Por otra parte, una moneda cuyo valor estaba amenazado por los acontecimientos no se constitua como de firme poder adquisitivo 4, viendo la inseguridad de la situacin de otras regiones. Estas razones, robustecidas por el rechazo casi automtico del dinero, hicieron que se editaran vales en el mismo lugar para todas las mercaderas. I Al mismo tiempo se planteaba, con una premura casi brutal, el problema de la cosecha. Quinientos hombres haban partido para el frente: dos circunstancias que crea- ron entre los habitantes un sentimiento de responsabi- lidad colectiva. No era posible salvar el trigo segndolo , ' Sin embargo, el valor de la peseta se conserv bastante tiem- po en distintas regiones no conquistadas por los fascistas. como antes, empleando la hoz, mientras dorman las m- quinas en casa de los ricos. La asamblea de los agricul- tores, convocada al tercer da, decidi organizar 23 gru- pos para atender otras tantas zonas perfectamente delimi- tadas por las montaas y las caractersticas del suelo. El , orden de empleo de las mquinas intervino tambin en ese reDarto. cada zona nombr su delegado, y los delegados se reunieron para coordinar los esfuerzos. Y tres semanas despus de la reconquista de Alcorisa, las 23 secciones improvisadas quedaron definitivamente constituidas como una divisin racional y metdica del territorio municipal. A las consideraciones mencionadas se haba agregado la importancia numrica de los habitantes, su especializa- cin agrkola, los aperos disponibles. Tal vez inspirados por una cierta videncia, se tenda a preparar una estruc- tura definitiva para el porvenir. El caso es que la colectividad qued completamente constituida. Se redactaron y aprobaron los estatutos, de los cuales extractamos lo que nos parece ms meduloso: Bienes de propiedad. Los bienes muebles e inmue- bles, asf como las herramientas, Ias mquinas, el dinero y los crditos aportados por el Sindicato Unico de Trabajadores, por el Concejo Municipal y por los adhe- rentes a la colectividad constituirn sus bienes de pro- piedad. Usufyucto. La colectividad tendr en usufructo los bienes que le sern entregados por el Concejo Muni- cipal y por el Comit de Defensa, procedente de incau- taciones provisorias, o porque por razones de edad, de enfermedad o de sexo, sus propietarios no puedan 1 atenderlos en la forma debida. Miembros de la colectividad. Todos los adherentes al sindicato nico en el momento de construirse la co- lectividad sern considerados como miembros funda- dores; todos los que adhieren ms tarde al sindicato sern tambin miembros de la colectividad. Los que no son socios del sindicato y deseen entrar en la colec- tividad sern admitidos previa resolucin de la asam- blea. Toda solicitud de ingreso deber ir acompaada por los antecedentes polticos y sociales, y la lista de I los bienes del interesado. Separacin. Cualquier miembro de la colectividad podr retirarse voluntariamente, pero la asamblea se reserva el derecho de opinar si la separacin es o no justificada. Cuando no lo sea, el que se vaya no podr ilevarse los bienes que haya trado. Todo individuo expulsado pierde el derecho de reivindicar lo que ha aportado en el momento de su admisin. Administracin. La administracin de la colectivi- dad estar confiada a una comisin compuesta por cinco miembros: uno para abastos, uno para la agricultura, uno para el trabajo, uno para la instruccin pblica, y un secretario general. Esta comisin ser nombrada por la asamblea gene- ral. Slo podrn ser elegidos los que pertenezcan al sindicato, y en caso de no ser as, el sindicato deber aprobar el nombramiento. La comisin obrar siempre de acuerdo con los principios de la CNT. Asamblea general. La asamblea general es el ver- dadero rgano de la soberania popular. Ella seala las orientaciones y resuelve en definitiva todos los proble- mas. Se reunir mensualmente. Las resoluciones sern tomadas por la mitad ms uno de los socios presentes. Las asambleas extraordinarias sern convocadas cuando la comisin administrativa lo juzgue necesario, o cuan- do un miembro de la colectividad 10 pide; en este caso, la comisin decidir si la peticin est o no fundada. Si no lo encuentra as, deber exponer en la asamblea siguiente los motivos de su actitud. Derechos y deberes. Los miembros de la colectividad debern contribuir con todas sus fuenas y su capacidad a la obra comn. Tendrn derecho de recibir todo lo que necesiten de acuerdo a los recursos de la colecti- ;idad. Disolucin. La coIectividad no podr disolverse mien- tras diez miembros de la CNT, residentes en Alcorisa, quieran sostenerla. En caso de disolucin, sus bienes pasarn al sector socialmente ms avanzado. Desde luego, hallamos en este texto las resonancias de la formacin jurdica de los dos abogados que intervi- nieron en la creacin de la Colectividad de Alcorisa '. Adems de Jaime Segovia, otro abogado, de nombre Car- melo Trallero, residente en Alcoriss, joven y animoso, que a pe- ser de haber sido herido de un tiro, particip en la organizacin Pero si este contenido produce impresin por esta espe- cializacin, forzoso es reconocer y declarar que los regla- mentos de las otras colectividades exponen ms lisa y llanamente su modo de organizacin y funcionamiento. Las asambleas generales debieron ir tomando las re- soluciones por las cuales se rige la colectividad de Alco- risa. Ellas decidieron que los delegados de las 23 sec- ciones se reuniran una vez por semana, a fin de com- binar mejor la organizacin de la produccin y de las interrelaciones; tambin decidieron las modalidades del reparto. Este ltimo punto no fue resuelto con facilidad. A este respecto, las soluciones halladas, de las que nos ocupa- remos en el captulo correspondiente, han respondido a los conceptos ms o menos claros que predominaban y a los recursos econmicos de cada lugar. Pero nos parece til describir los tanteos de los camaradas de Alcorisa, pues son un ejemplo de los esfuerzos cumplidos en mu- chos lugares. Se empez, como hemos visto, por aplicar de lleno el comunismo libertario. Bastaba con que cada familia se presentase al Comit de Administracin para que le fue- ra entregado un vale en el cual se ordenaba suministrar aceite, patatas, legumbres, azcar, ropa, calzado, utensilios caseros, etc. Slo se racion la carne y el vino. Pero se observaron abusos perfectamente explicables por gente que hasta entonces haba conocido tantas privaciones y que, de repente, poda disponer de todo a voluntad; el temor, tambin explicable, de que se volviese al antiguo estado de cosas incitaba tambin, sin duda a los ms pobres de ayer, a tomar precauciones por un porvenir incierto. Es entonces cuando naci la idea de ensayar, durante tres meses, una moneda local, que fue impresa exclusi- vamente para comprar ropa, calzado, utensilios caseros, caf y tabaco. Un hombre poda procurarse el valor de una peseta diaria, una mujer 0,70 cntimos de peseta y un nio menor de catorce aos 40 cntimos. de Alcorisa, y despus en la organizacin de la Federacin de Levante. En cuanto a la alimentacin, se estableci una ficha donde estaba estipulado l o que cada cual poda recibir de acuerdo a la mayor o menor abundancia de los artcu- los. He aqu la racin individual que se reparti hasta el primero de noviembre: azcar, arroz, habichuelas, 40 gramos por da; conserva de tomate, 500 gramos se- manales; fideos, 40 gramos semanales; pimientos, 500 gra- mos semanales; sal, 500 gramos mensuales; jabn, un kilo por mes; azul para la ropa, dos bolsas por mes; leja, medio litro por mes; carne, 100 gramos diarios; pan, 500 gramos diarios; vino, medio litro tambin I por da. Con todo. esta solucin slo satisfaca a medias el espritu libertario de nuestros camaradas e incluso el de los republicanos, que haban ingresado en su totalidad en la CNT despus de haber disuelto las secciones pol- ticas que respondan a un rgimen social ya desaparecido. Era demasiado rgida, imponiendo el consumo de lo que se indicaba. 10 cual implicaba una cierta coercin muy poco de acuerdo con el respeto de la libertad individual s i n la ciial no hav libertad colectiva. Empeto 109 orientarlores de la colectividnd qiieran evi- tar a toda costa el retorno a la moneda 21 mismo tiempo que un racionamiento excesivamente estricto. Buscaron una solii_cin indita v hallaron el sistema de los puntos. Este sistema consiste en atribuir a cada uno de los l artculos de consumo y de acuerdo a la racin conside- I rada, un nmero correspondiente de puntos. Se calcul que 500 gramos de pan valan cuatro puntos y medio; 100 gramos de carne. cinco puntos: lo mismo para cada uno de los principales artculos de consumo. El total I daba 455 puntos semanales por un hombre; una mujer sola, o cabeza dc familia, 375 puntos; una mujer casa- da, 372 puntos 6 ; un muchacho mayor de catorce aos, 442 puntos -Dar estar en edad de yastar mayor ener- ga-; un nio, 162 puntos. Se imprimieron tarjetas de consiimo en las cuales figu- " La diferencia entre el hombre y la mujer se explicaba por el consumo de vino, ms importante por el trabajo manual del hombre. ran ahora la cantidad de puntos que corresponde a cada colectivista, con los artculos a su disposicin. Pero el re- parto de esos puntos es libre. Dentro de los lmites sea- lados, cada cual adquiere lo que le place. Aunque se tenga derecho a 100 gramos de carne por da, lo que corres- ponde a 35 puntos semanales, se puede consumir sola- mente por 20 puntos de carne y gastar los 15 restantes en arroz y habichuelas. La duea de casa puede hoy concentrar sus gastos sobre tal o cual artculo, maana sobre tal o cual otro. Se consigue evitar un exceso de consumo -porque la situacin de guerra impone el racio- namiento de los principales artculos de consumo- y al mismo tiempo se deja a los consumidores un margen de libertad que el racionamiento estricto no puede asegurar. En cuanto a la ropa, al calzado y a los utensilios case- ros, se lleva una contabilidad especial. El clculo en di- nero ha desaparecido hace poco, siendo sustituido por una libreta en la cual figuran 24 puntos al ao por individuo en cuanto a los utensilios de cocina, 60 para el calzado y 120 para la ropa. E1 concepto del valor vara segura- mente para estos artculos segn las posibilidades de abas- tecimiento. Adems de su almacn central, Alcorisa cuenta con cuatro despachos de alimentacin, una cooperativa de te- jidos, una de mercera, cuatro magnificas carniceras que corresponden a los cuatro barrios en que el pueblo ha sido dividido. Todo lo demds est tambin distribuido en almacenes especiales. Los gastos hechos son asentados en la pgina que co- rresponde a cada familia. Esta prctica permite, por me- dio de estadsticas precisas, establecer las tendencias ge- nerales del consumo y una informacin general minuciosa sobre la vida econmico-social de la poblacin. Cuando un habitante est enfermo y necesita alimen- tacin especial -pollo, paloma, leche en abundancia, etctera- el mdico le entrega un vale especialmente im- preso que anula inmediatamente la ficha comn, a fin de evitar un doble consumo -a no ser que se crea til una mayor abundancia de vveres. Hemos visto que los nios tienen, a1 nacer, 162 pun- tos. En la tarjeta que se entrega para ellos, leemos: 100 gramos de carne por da, pastas alimenticias, jabn y leja. La ropa se entrega por separado. Pero si bien el jabn o la leja hacen falta para el recin nacido, para 1 qu la carne y las pastas? Cuando formulamos esta pre- gunta, se nos contest que este suplemento permita a la 1 madre alimentarse mejor, lo cual repercuta en favor del nio en formacin. Hemos dicho que 500 hombres estaban en el fren- te, y esta ausencia de los individuos, generalmente ms jvenes y robustos, restaba energas preciosas a las la- bores productivas. Sin embargo, se ha hecho el milagro I de aumentar en un 50 por 100 las tierras cultivadas. Aclaremos que cuando se alcanzan tales proporciones, es generalmente porque parte de las tierras dejadas alterna- tivamente en barbecho improductivo han sido labradas y sembradas. Sea como sea, el esfuerzo es y ha sido l facilitado mediante la compra de excelentes arados de vertedera cuya adquisicin era antes excepcional. Si aa- dimos el mejor empleo de los abonos qumicos, se com- prender las buenas perspectivas de la produccin agraria. S El esfuerzo miiltiplicado de todos contribuye a estos resultados. No slo el de los hombres, sino el de las mujeres, que trabajan mucho ms este ao que en los aos I anteriores, y el hecho que 10s milicianos enven puntual- mente a la colectividad la mitad de su paga. Se han introducido modificaciones en ciertas activida- des. Una iglesia ha sido transformada en cinematgrafo, I al que se asiste gratuitamente; un convento se ha conver- tido en una escuela. Existan dos garajes cuyos dos pro- pietarios competan, viviendo difcilmente; slo hay uno ahora, v el otro fue transformado en peluquera colectiva I y en fbrica de calzado. Para instalar esta fbrica se reunieron mquinas dis- persas de esa industria, y ahora se hacen zapatos y san- dalias muy hermosas, para los habitantes del lugar y de otras localidades. El responsable del trabajo es un anti- guo patrono que perteneca a la derecha. Por consiguien- te, un fascista, pues es imposible hoy dividir a los reac- cionarios entre fascistas y no fascistas: todos estn con las fuerzas insurrectas. Sin embargo, la colectividad se limit a expropiarlo y a ponerlo al frente de la fbrica. Cuando le hablamos, nos declar haber comprendido, ante 10s hechos, la ventaja de la producci6n socializada, porque trabajando como antes no se poda producir la tercera parte de lo que hoy se produce gracias a la concentra- cin y a la mejor utilizacin de los medios de trabajo. Otra innovacin: se ha organizado una fbrica de em- butidos que suministra sus productos a toda la regin y a parte de las milicias del frente. Hay una sastrera colectiva, una carpintera, una herrera. La concentracin industrial se produce aqu como en todas partes. Los alba- iles, que estn ampliando un hermoso edificio para la Casa Sindical, reparan continuamente las viviendas. En la organizacin econmica unificada se cuenta tambin con una fbrica de gaseosas, de sifones y lejia; un hotel y un haras donde caballos de raza y asnos seleccionados estn destinados a mejorar en algunos aos el ganado caballar y mular de los contornos. En fin, una vaquera que cuenta con vacas de muy buena clase, limpias y bien cuidadas. Los obreros de cada especialidad trabajan bajo la di- reccin de un responsable elegido por ellos y que est en contacto con la Comisin Administrativa de la colec- tividad. Cuando se estima necesario, todos los responsa- bles se renen con la misma Comisin para examinar y resolver los problemas que presentan dificultades para su ejecucin. Pero no queremos extendernos sobre estos por- menores que, inevitablemente, recuerdan los pormenores de otras colectividades. Creemos ms til insistir sobre la igualdad de las condiciones de vida. En Alcorisa, como en todas partes, haba clases entre las clases, pobres entre los pobres, categoras entre los desheredados. La renta de los pequeos propietarios no era la misma, pues unos posean dos, tres, cuatro veces ms bienes que otros. El salario de un pen era inferior al de un operario, el de un pastor al de un pen. Y la consecuencia de todas estas diferencias era que los hijos de los pastores, de los peones, de los jornaleros del cam- po no slo no tenan acceso a los bienes sociales de que disfrutaban los hijos de los pequeos propietarios, de los comerciantes locales, de los mecnicos, peluqueros, etc., sino que se vean de antemano condenados a seguir sien- do lo que sus padres haban sido. La colectividad ha cambiado, transformado, revolucio- I nado este estado de cosas. Los hijos del pastor no andan descalzos, mirando con envidia los zapatos de los hijos 1 del comerciante; la familia del jornalero puede ahora vestir tan bien como la de los operarios. Todos pueden ir al cine por igual, tener muebles por igual, los nios asisten a la escuela por igual, todas las mujeres pueden I vestirse, adornarse por igual. Las conquistas materiales y la riqueza agraria aumen- tarn con la colectivizacin general cuando la guerra aca- be, cuando Espaa restae sus heridas. Pero la conquista moral est hecha. Spalo la historia, recurdelo el porve- nir: todas las diferencias sociales fueron borradas en al- gunos meses. Los 100 pequeos propietarios individualistas no pue- den comerciar con los productos de su trabajo. Los venden al Concejo municipal que -ntegramente compuesto por militantes de la CNT- ha hecho para ellos una moneda local con la cual se les paga segn iina tasa equitativa: pero no tienen derecho a consumir ms que los otro?. Las aldeas de la comarca practican entre s el apoyo mutuo, lo mismo que en todas las regiones colectivizadas. El intercambio se extiende a localidades de Aragn y fuera de Aragn, cuyo nmero se eleva a 118. La enseanza qued paralizada parcialmente durante los primeros meses, ya que slo se disponia de dos maes- tros sobre ocho que eran; como en otras partes, los seis restantes se hallaban de vacaciones en las ciudades cuan- do estall el conflicto. Jaime Segovia hubo de improvi- I sarse maestro y se hizo venir a otros de distintas partes '. La colectividad da tambin a todo hogar en formacin alojamiento y muebles. El matrimonio legal ha desapa- recido, pero las nuevas uniones se registran en los libros de la municipalidad. Desde el punto de vista edilicio, Alcorisa no es de los l ' Al producirse el avance del ejrcito franquista, Jaime Se- govia, que se haba negado a partir, fue detenido, torturado du- rante seis meses y fusilado. peores pueblos de Aragn, pero tampoco es un pueblo modelo. Est como invadido por la montaa, sus calles son a menudo estrechas, entre las rocas; sus casas, viejas. El propsito de nuestros compaeros es ir desplazando la poblacin a las 23 granjas que se estn organizando. Se procurar que cada una disponga de todos los medios materiales de existencia, tanta en agricultura como en ganadera y en animales de corral, as como cuanto re- quieran la cultura y el confort: electricidad, piscina, radio, biblioteca, juegos, etc. Ya se utilizan saltos de agua para producir luz. Esta especie de esparcimiento resulta en parte deter- minado por la configuracin del suelo. Hemos visitado una de esas granjas cuya organizacin estaba ms adelantada. Dividida en dos partes, una reser- vada a la agricultura, otra al ganado, su extensin total es de ocho kilmetros cuadrados. En la primera parte se organizaba la produccin de cereales, alfalfa, heno, legum- bres, rboles frutales, viedos, todo lo que suele encon- trarse en las tierras por lo menos medianas y bien regadas. En la segunda parte el esfuerzo creador era ms visible. Una porqueriza de cemento, donde caban ms de 100 cer- dos, acababa de ser construida y dividida simtrica- mente para evitar el apiamiento de los animales, los que pueden salir por separado para tomar el sol y el aire, como en Graus. Y se proyecta ampliar la construccin en muv breve olazo. a cra de corderos ha sido intensificada hasta sus Imi- tes. Se han comprado terneras y terneros, y tan pronto se pueda, se construir un establo para cobijar 100 vacas. El lugar designado ha sido cuidadosamente elegido por sus condiciones generales, acordes a los fines perseguidos. Al mismo tiempo, 10s animales de corral son aumentados considerablemente. Esta organizacin de granjas, multiplicada 23 veces, naturalmente con diferencias y adaptacin debidas a la topografa, constituir un conjunto original y sus resul- tados apasionan por anticipado. BUJARALOZ Al llegar a Bujaraloz, en las afueras del pueblo, se en- cuentran dos charcas llenas de agua de lluvia que all se ha acumulado y que estn alternativamente ms o me- nos llenas, ms o menos vacas. En verano ese contenido se calienta, se vuelve verdoso y su sabor es desagradable. Una charca est reservada para los animales, otra para los seres humanos. Ignoramos cuntos pueblos de Aragn y Castilla se proveen de agua de esta manera, pero sa- bemos que el nmero es bastante elevado; esta situacin da lugar a que los milicianos catalanes que se han insta- lado en las trincheras estn a menudo enfermos de disen- teria, pues el agua, expuesta a mltiples filtraciones, est contaminada por toda suerte de impurezas acarreadas por el viento. Los habitantes del lugar poco a poco resultaron inmu- nes a las enfermedades. Y cuando los milicianos cata- lanes, sobre todo los de Barcelona, se quejaban de estas lamentables condiciones higinicas, se les responda a menudo con un argumento perentorio: NO, no es mala el agua, puesto que hay bichitos que viven dentro! Bujaraloz, donde se ha establecido el Estado Mayor de la columna Durruti, es pobre. Tierra de secano en la que slo pueden cultivarse cereales de escaso rendimiento. Descubrimos tambin pequeos talleres para reparar las mquinas y herrar animales de tiro. Pero siendo la agri- cultura el principal recurso econmico, esas industrias menores no podan constituir una fuente de riqueza. A la deficiencia de la naturaleza se agregaban, como en todas partes, las condiciones sociales. Las tres cuartas partes del suelo cultivable pertenecan a cuatro terrate- nientes aue ni siauiera se tomaban el trabaio de hacerlas cultivar directaminte o bajo la direccin d un adminis- trador. Las entregaban a aparceros, quienes a su vez las entregaban a hombres ms pobres, que eran miserable- mente retribuidos. I,a desocupacin absoluta duraba varios meses al ao. I COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPANA 175 Sobre una poblacin de 1.400 habitantes, 200 familias vivan en estas condiciones Slo un recurso Doda me- jorar la suerte de algunas: tener un trozo &de tierra para cultivar l o que pudieran. Empero, la tierra perte- neca a los ricos. El municipio tambin posea bienes propios que habra debido poner a disposicin de todos, pero dominaban los caciques: siempre la tierra municipal pasaba a sus manos. Y como en tantas partes, los deshe- redados luchaban continuamente, tomando por la fuerza algn pedazo de suelo infecundo e iban, desesperados, a sembrar para si esas tierras comunales donde se apacen- taban los rebaos de carneros de los ricos. Eran perse- guidos, pero volvan a empezar bajo el ltigo del ham- bre, y tan grande fue su empeo que se acab por tolerar que parte de ellos cosecharan algunas patatas, un poco de trigo o de avena. Con todo, siempre estaban expuestos a que la Guardia Civil les expulsara cuando se temia que el ejemplo cundiese, y que la accin ilegal se vol- viera contagiosa. El 19 de julio, la Guardia Civil del lugar se pronun- cin por los sublevados e inici el movimiento con un bando en el cual ordenaba la entrega inmediata de todas las armas, bajo la amenaza de pena de muerte. Sucedi en las horas de trabajo, en que los hombres estaban alejados en el campo. Asustadas, las mujeres entregaron cuanto Doda servir oara el combate. Informados horas despus: los trabajadores volvieron a Bujaraloz, y, sin armas, se hicieron dueos de la calle. La Guardia Civil no se atrevi a salir del cuartel. Pero, al llegarle un re- fuerzo de tropas huidas de Caspe el 22 de julio, salieron y detuvieron a tres de nuestros compaeros, que fueron llevados a Zaragoza. Puede suponerse cul fue su suerte. Mas este triunfo dur poco. Al da siguente llegaba Durruti a1 frente de 2.000 hombres. Los fascistas huye- ron. La columna libertadora permaneci en el pueblo hasta el 8 de agosto, enviando elementos a una parte u otra, segn las necesidades de la lucha. Alejndose luego oara seguir su itinerario libertador. Durruti haba esco- gido ese lugar como centro de operaciones. Se instal primero en una barraca de madera y chapa, donde estu- diaba y decida con su Estado Mayor improvisado los pla- nes de las operaciones militares. Despus se estableci en el mismo Bujaraloz, y desde entonces los milicianos anarquistas y los campesinos compartieron las mismas N alegras, las mismas inquietudes y los mismos esfuerzos. No puede hablarse aqu de un movimiento sindical de carcter revolucionario dominante. La UGT tena 150 adherentes, la CNT slo 29. La diferencia puede ex- plicarse por las persecuciones que sufran generalmente nuestros compaeros, mientras la UGT era tolerada por su carcter legalista y reformista. Incluso cuando estaban de acuerdo, muchos trabajadores no se decidan a ingresar en nuestras filas para no verse privados de trabajo, de tierra, de crdito en las casas de comercio, o molestados, encarcelados y deportados. Pero el dia 8 de agosto, despus de salir la columna Durruti, los dos sindicatos se pusieron de acuerdo para nombrar un Comit Antifascista compuesto de 12 miem- bros de la UGT y cuatro de la CNT. La misin de este Comit consisti, desde el primer momento y a pesar de la supremaca de los elementos hasta entonces refor- mi st a~, no slo en organizar la lucha contra el fascismo, I sino reconstruir sobre nuevas bases toda la vida social. Cuatro de los hombres elegidos fueron encargados de la administracin general; dos, del abastecimiento general; dos, del transporte y de cambios; uno, del suministro de agua; uno, del control de los milicianos que vigilaban en las carreteras; uno, del abastecimiento de leche y pro- ductos derivados; cinco, de la organizacin de la agri- , l cultura. La cosecha haba sido realizada inmediatamente en for- I ma colectiva. El trigo fue trillado por grupos campesinos l que utilizaron las mquinas o los animales, segn las ne- cesidades del trabajo. De los cuatro terratenientes, uno haba partido con los fascistas, dos se hallaban en otro pueblo y el cuarto, un l retrasado mental, incapaz de tomar una decisin, se qued. Fue tratado humanamente por los colectivistas, en medio de los cuales iba y vena con toda libertad. Toda la tierra que les haba pertenecido fue confiscada y reunida con la de los campesinos pequeos propietarios. La vida tom un rumbo nuevo. Se comenz por hacer una estadstica de la mano de obra existente, obtenin- dose los siguientes resultados: 20 muchachos de catorce a diecisis aos; 399 labradores de dieciskis a sesenta y cinco aos; 38 de sesenta y cinco en adelante. Constituyronse distintas secciones. La ms importante era y es la que conduce las caballeras y hace las faenas ms pesadas. Se divide en grupos de 18 hombres apro- ximadamente '; de ellos, en principio, tres son auxilia- res, y los acompaa un chico de catorce aos. Los ani- males de tiro pertenecen a la colectividad; hasta ahora, han sido divididos en dos grandes grupos, que estn a cargo de cuidadores especializados en las cuadras. Los trabajos pesados son reservados a los hombres que -por su edad- estn en las mejores condiciones fsicas. Los trabajos menos pesados, como el acarreo de agua y de lea, la limpieza de malezas en el campo, el servicio de la paja, el cuidado de las caballeras, la preparacin de los materiales de construccin, el escardar la tierra, etc., es- tn a cargo del grupo cuyos componentes han pasado de los cincuenta aos. A todo lo cual debemos aadir un grupo de 31 pastores. Aparte de esta clasificacin de carcter predominante- mente agrario, hallamos los otros oficios, las otras ocu- paciones. Las estadsticas nos muestran cinco carniceros, dos sastres, dos albailes, ocho carpinteros, dos guarnicio- neros, dos barberos, cuatro molineros de harina, dos za- pateros, seis metalrgicos, 11 trabajadores de empleos diversos (sobre todo tcnicos, sin que sepamos su espe- cialidad) y seis chferes. El trmino municipal ha sido dividido en 11 zonas, 10 entregadas a otros tantos grupos agrcolas; la lti- ma, por hallarse lejos, se trabajaba en forma alternada por los 10 grupos. Como en todas partes, cada grupo ha nombrado su delegado. Los responsables as nombrados estn a su vez con- trolados por dos consejeros de la agricultura, que cen- tralizan la direccin general del trabajo de la tierra. En este ao 1937, la siembra de trigo aument en La regularidad de esta distribucin de la mano de obra era facilitada por ser las tierras llanas y de mayor regularidad en la organizacin del trabajo. 300 cahizadas, y tambin en 300 cahizadas la del resto de los cereales. Precisemos que cada cahizada representa aproximadamente 11.000 metros cuadrados; en 1936 (en I tiempo de los terratenientes), haba 2.000 cahizadas sem- bradas de trigo, que dieron 21.258 quintales de grano. El agua se toma en los charcos que se forman en los campos. Siempre con el mismo reparto: un charco para los animales, otro para los seres humanos. Pero no hay para regado, y por tanto, para una alimentacin media- namente equilibrada. Es en parte lo que explican las cifras de racionamiento que figuran en la libreta de cada familia. Con todo, gra- cias al cambio de rgimen, estas cifras no son tan bajas. Normalmente los hombres tienen derecho a 150 gramos de carne por da, no porque se les atribuyan derechos superiores, sino porque como trabajan duramente, de sol a sol, y aseguran la produccin necesaria para todos, gas- tan ms energas y deben reponerlas. Las mujeres que slo hacen trabajos caseros tienen derecho a 100 gra- mos; los chicos, a partir de los nueve aos, a 100 gramos tambin; de tres a nueve aos, a 40 gramos. A partir I de los catorce aos tienen la misma racin que los hom- bres. A partir de los tres aos de edad tambin tienen derecho a un decilitro de aceite por da, 25 gramos de tocino, 40 gramos de pastas alimenticias, 25 de arroz, 50 de pan, 30 gramos de azcar. Sin duda alguna la gente del pueblo no comi nunca tanto. Los productos de ultramar, la verdura, la fruta, son tambin gratuitos. El vino se distribuye segn las posi- bilidades que, en una situacin tan inestable, varan a menudo. Los nios menores de nueve aos tienen dere- I cho a 45 gramos de chocolate y 50 gramos de bizcochos por da. Tales son las disposiciones, pero a pesar de su buena voluntad, los organizadores no pueden suministrar, des- pus de un ao de guerra, todo lo que se decidi con el entusiasmo de los primeros tiempos. El desarrollo econ- mico de Bujaraloz tropieza con el obstculo importante 1 de las tropas aqu establecidas. Este pueblo de 1.400 ha- bitantes mantiene de 1.500 a 2.000 milicianos, lo cual implica privaciones, y las privaciones contribuyen a ma- 12 tar el entusiasmo de los no convencidos. Teniendo la UGT tantas fuerzas numricas y siendo los militantes que la encabezan poco aptos, es de temer que una parte de los habitantes decida volver al individualismo. Pero en tal caso, podran resolver sus dificultades? Seguramente no. Tropezaran con las dificultades de ven- ta de su trigo o de su aceite; deberfan pagar ms caro los abonos qumicos, las herramientas, la ropa, los artcu- los manufacturados. No podran tener mquinas ni ani- males de razas seleccionadas: conoceran otro gnero de dificultades, sin ninguna esieranza fundada de un por- venir meior. A pesa'r de las dificultades actuales, hemos visto que se han sembrado 600 hectreas de cereales ms que el afio anterior. E1 ganado bovino no ha crecido, porque la tierra de secano es poco apta para los pastos y slo los carneros v las cabras buscan su alimento en los ast tiza les. ~nt er i or kent e y ante la pobreza del rendimiento, tanto de cereales como del ganado, los terratenientes, que vivan en Zaragoza, tomaban a la vez que colonos, un adrninis- trador, y como a pesar de todo sus tierras daban muy escaso rendimiento, hacan de ellas cotos de caza. Pero a fin de asegurar la produccin de carne necesaria para el consumo, la colectividad ha comprado 110 cer- dos de recra que estn momentneamente al cuidado de las familias porque ha faltado tiempo para construir por- querizas, y adems ha aumentado el ganado lanar. Antes, el pueblo pobre de Bujaraloz criaba pocos car- neros. Los rebaos pertenecan a los grandes propietarios, que pagaban a los pastores sueldos miserables y vendan la carne a Zaragoza. Los campesinos se contentaban con criar y consumir unos 50 animales cuando no deban venderlos para comprar . .. cosas ms imprescindibles, tales como ropa para sus hijos. Hoy los rediles expropiados estn en nuestras manos. Los carneros nos pertenecen. Hubo que matar muchos para alimentar a la columna Durruti, que ahora se ha desplazado al frente de Madrid. Poco importa: en los apriscos balan centenares de corderos; en las praderas, las ovejas aportan otros; en la montaa, los pastores de la colectividad, hoy considerados humanamente iguales que los dems, apacentan los rebaos y los renen por la no- che bajo los techos colectivos. Todo esto lo hemos visto en Bujaraloz, lo hemos visto en todo Aragn. Tambin hemos visto, en la llanura parda y rojiza que las guilas trasvuelan, esforzarse a los grupos de trabajadores. Uno de ellos se compona de 12 hombres; cada uno conduca, tirando el arado, un par de mulas. Iban y venan surcando una superficie previamente establecida, labrando parte del campo que el trabajo de otros transformaba rpidamente. Al cruzarse, se interpelaban, sin pararse jams. Unos cantaban, y su voz estimulaba a los animales. Muerta est la impresin de aislamiento en la inmensidad. Aqu reina la alegra, la unin fraternal, tan grata al alma del hombre social y sociable que hay en la gran mayora de los espaoles. Seguimos caminando por la llanura ligeramente ondu- lada que tan admirablemente se prestara al trabajo del tractor. Pero cada cosa en su tiempo. Y llegamos a otro grupo: idntica distribucin de trabajo, idntico esfuerzo comn, idntica alegra fraternal. Y ms all todava, ve- mos a un tercer grupo, ms nutrido, compuesto por hombres menos jvenes, que arrancan las plantas para- sitarias en una parte del campo dejada en barbecho. LOS grupos, los grupos de trabajadores unidos y her- manados! Los hemos visto en las tres provincias labran- do, segando, reuniendo las gavillas, trillando el trigo. Y comparamos su trabajo, su vida, sus manifestaciones, su espritu, con el trabajo, la vida, las manifestaciones, el espritu de los que ayer vivan en el rgimen indivi- dualista, y de los que -pequea minora- se obstinan hoy, por incomprensin, en continuar e1 pasado. Cunta miseria! Cunta belleza! LA SOCIALIZACION AGRARIA EN LEVANTE Parte integrante de la Confederacin Nacional del Tra- bajo, la Federacin Regional de Levante, compuesta por sindicatos obreros y campesinos tradicionalmente organi- zados por los libertarios espaoles, ha servido de base a la Federacin paralela de las colectividades agrarias de la misma regin. Comprende cinco provincias, de Not- te a Sur: Castelln de la Plana, Valencia, Alicante, Murcia y Albacete. La importancia de la agricultura, que coloca a las tres primeras -todas mediterrneas- entre las ms ricas de Espaa, y la de su poblacibn - c e r c a de 3.300.000 habitantes en el ao 1936- dan, a las reali- zaciones sociales que fueron llevadas a cabo, proporciones generalmente insospechadas. Es en Levante donde, mer- ced a sus recursos naturales y al espritu creador de los organizadores, la obra de construccin libertaria ha sido la ms amplia y completa. No nos fue posible estudiarla tan a fondo como la de las colectividades aragonesas, pero basndonos en nuestra encuesta directa -a la que nues- tros compaeros respondieron con cuantas informaciones les pedimos- y sobre testimonios y documentos de pri- mera mano, aportamos una visin de conjunto completada por algunas monografas que permitirn apreciar en forma directa la profundidad de la transformacin social rea- lizada. De las cinco provincias mencionadas, era natural que la de Valencia figurase en primer plano. En primer lugar, por causas demogrficas. La provincia de Valencia con- taba con 1.650.000 habitantes en el momento de la revo- lucin l . En orden decreciente vena despus la provincia de Murcia, con 622.000 habitantes, donde los famosos jardines se extendan sobre una pequesima parte del territorio, y que fue siempre tierra de miseria y de emi- gracin. Ms rica, Alicante ocupaba el tercer lugar con 472.000 habitantes, seguida por Castelln de la Plana con 312.000; en fin, Albacete figuraba ltima con 238.000 habitantes. Quien conoce, por poco que sea, la historia social de esta regin no se sorprender que en la provincia de Va- lencia, especialmente en cuanto a las realizaciones agrarias, la socializacin haya avanzado en forma ms firme y ms acelerada. Desde 1870, el movimiento siempre haba con- tado part i cul arment e en los campos- con militantes a menudo heroicos. El caso de los mrtires de Cullera es de los ms celebres en el historial social de la regin. l Hubo otros, como ha podido comprobar el lector del ca- I ptulo titulado Hombres y Luchas. Y mientras en las ciu- dades levantinas el republicanismo dominaba la oposi- I cin antimonrquica, los combatientes del campo valen- i ciano mantenan a menudo la antorcha del antiestatismo. I As es como, en los aos 1915-1920. es a ellos, a me- nudo pequeos propietarios, a quienes apelaron los pro- pagandistas libertarios venidos de otras regiones, para ayudarles a hacer resurgir el movimiento que las esperan- I zas nacidas de la Revolucin rusa contribuyeron a sus- citar. Tenamos, pues, en numerosas localidades levantinas, militantes econmica y polticamente libres, para quienes la revolucin no era slo cuestin de agitacin ni de sim- ples cambios polticos, sino ante todo de expropiacin de los medios de produccin y reorganizacin de la socie- dad por el comunismo libertario. En el ao 1936, los pueblos de la provincia de Valen- cia, donde nuestro movimiento haba arraigado, se agrupa- ' Tal es la variedad de las caractersticas geogrficas y de los recursos vitales que, en 1936, ciertas partes de una provincia l reputada por su riqueza contaban 450 habitantes por kilmetro i cuadrado en la zona mediterrnea, y, en las partes montaosas, otras contaban con 18, 19 20 habitantes tambin por kilmetro 1 cuadrado. ban en 23 comarcas, cada una con su capital respectiva: Adamuz, Alborache, Alcntara de Jcar, Carcagente, Denia, Catarroja, Chella, Foyos, Ganda, Jarafuel, Jtiva, Lombay, Moncada, Onteniente, Paterna, Puerto Sagunto, Requena, Sagunto, Utier, Villar del Arzobispo, Villamar- chante, Alcantare y Titaguas. La provincia de Murcia contaba con diez federaciones cuyas capitales o cabezas de partido eran: primero, la misma ciudad de Murcia, Luego Caravaca, Cartagena, Elche de la Sierra, Helln, Lorca, Mazarrn, Mula, Pache- CO, Vieza. En la provincia de Alicante existan nueve federacio- nes, siempre comarcales: la de Alicante, Alcoy, Alrnansa, Elda, Elche, La Nucia, Orihuela, Villajoyosa, Villena. La provincia de Castelln de la Plana contaba con ocho comarcas, que, como todas las comarcas de todas las pro- vincias, englobaba un nmero ms o menos importante de pueblos organizados: Castelln mismo, Alboccer, Al- cora, Morella, Nules, Onda, Segorbe y Vinaroz. En fin, en la provincia de Albacete, la menos favore- cida por la naturaleza, donde adems durante la guerra civil las colectividades tuvieron que sufrir por la pre- sencia de los hombres mandados por el clebre comunista francs Andr Marty, llamado el carnicero de Albacete~, slo tenamos cuatro comarcas organizadas. Observemos que muy a menudo la estructura de nues- tra organizacin comarcal poco tena que ver con la de las comarcas tradicionales de la administracin pblica o del Estado. Lo mismo que en Aragn, nuestros compaeros haban modificado a menudo las anteriores delimitaciones segn las necesidades de la produccin, de los cambios, de las facilidades de transportes. Ms que a una finali- dad o a un criterio poltico, se obedeca a la necesidad vital de unin directa y a ese espritu de cohesin hu- mana que, sin duda alguna, ha ejercido una influencia decisiva en la obra constructiva de nuestro federalismo organizador. El desarrolfo y la multiplicacin de las colectividades levatitinas causaron la 'estupefaccin hasta de los propa- gandista~ y tericos que se haban mostrado los ms opti- mistas en cuanto a las posibilidades de reconstruccin social libertaria. Porque a pesar de las muchas dificulta- des, de la oposicin de nuestros adversarios -republica- nos de tendencias diversas, autonomistas valencianos, so- cialistas, sindicalistas reformistas (ugetistas), comunistas, elementos numerosos de la burguesa y la clase media-, se contaron 340 colectividades en el Congreso de la Fede- racin de los Campesinos de Levante celebrado los das 21, 22 y 23 de noviembre de 1937; cinco meses ms tarde se contaban 500, y a fines de 1938, el nmero al- canzado era de 900 y el de los cabeza de familia, de 290.000. En conjunto, puede afirmarse sin exageracin alguna que por lo menos el 40 por 100 de la poblacin agraria formaba parte de las colectividades libertarias. Para apreciar mejor estas cifras apelaremos a otro clculo. Las cinco provincias levantinas contaban, en total, desde la ciudad ms importante hasta la ltima al- 1 dea, 1.172 localidades. Fue, pues, en el 78 por 100 de estas localidades de la regin agrcola ms rica de Espaa donde aparecieron colectividades libertarias. Reconozca- mos que no alcanzaban un porcentaje tan elevado como el de las colectividades aragonesas. En Aragn, la pre- sencia casi exclusiva de las fuerzas militares libertarias impidi, durante largo tiempo, ya sea a la administra- cin del Estado, a la Polica Municipal o Nacional, al Ejrcito, a los partidos apoyados por las autoridades gu- bernamentales, por los guardias de asalto y los carabine- ros, constituir obstculos a 10s cambios de estructura so- 1 cial. Mientras en Levante -no olvidemos que desde no- viembre de 1936 el Gobierno Central estaba establecido en Valencia, transformada en capital legal- todas esas fuerzas existan, y que con los pequeos comerciantes, I con la burguesa liberal antifranquista -pero tambin antilibertaria-, se oponan por todos los medios, a me- nudo violentos, al progreso de las colectivizaciones. Hubo batallas campales donde hasta los carros de asalto inter- vinieron. En tales condiciones lo realizado causa verda- dero asombro. Y esto con mayor motivo si tenemos en cuenta que en la regin levantina, a consecuencia de la densidad de poblacin en ciertas zonas, las localidades son a menudo conglomerados de 10.000 a 20.000 almas, donde las clases sociales y las fuerzas en lucha estn bien organiza- das y pueden coordinar mejor sus esfuerzos. En conse- cuencia, cuando nuestros compaeros tomaban la inicia- tiva socializadora, la resistencia era proporcionalmente ms vigorosa que en otras partes --en Aragn, por ejem- plo-. Fue precisa toda la flexibilidad, la ingeniosidad, el espritu creador, la fuerza de carcter, la inteligente y til adaptacin que les caracterizaban, para que, a pesar de todo, pudiera cumplirse su obra de transformacin social. Esta situacin explica en parte por qu en la mayora de los casos las colectividades levantinas nacieron por ini- ciativa de los sindicatos campesinos adherentes de la CNT, que aportaban a un mismo tiempo la garanta moral, la tradicin organizadora, la prctica del combate y el poder material. Pero a pesar del contacto estrecho con estos sindicatos -a menudo vemos a los mismos hombres al frente de las dos organizaciones- las colectividades constituyeron, al principio, un organismo autnomo. Los sindicatos de la CNT continuaron agrupando la mayor parte de sus adherentes, pero tambin a los individualistas no colec- tivistas -sin por eso ser reaccionarios-, y retenidos ya sea por un concepto discutible de la libertad indivi- dual, ya sea por el aislamiento en el cual estaba su tierra, ya sea por un temor ms o menos justificado a una reac- cin gubernamental republicana despus de la victoria, o aun por la aprehensin de un triunfo final del fascismo. Los sindicatos desempean, pues, una misin suma- mente til. Constituyen una etapa, un factor de atrac- ci6n. Hacen tambin otra obra positiva. Es a ellos a quienes los individualistas sindicados aportan sus pro- ductos que sern cambiados con las colectividades. Se han organizado en su seno comisiones para el arroz, las na- ranjas, las plantas hortlcolas, etc. En cada localidad, el sindicato posea su almacn de abastecimiento, del que se surtan los colectivistas. Pero tambin la colectividad tena el suyo. Se comprendi pronto que se malgastaban as energas y se decidi la fusin en provecho de las colectividades, con igual nmero de administradores por parte, generalmente dos. Los individualistas sindicados siguieron aportando sus productos, y fueron abastecidos, lo mismo que los colectivistas. Adems fueron creadas comisiones mixtas para la com- pra de mquinas, semillas seleccionadas, insecticidas, pro- ductos veterinarios. Se utilizaron los mismos camiones, y siempre la solidaridad se extendi, procurndose evitar la confusin entre los dos organismos. Como se ve, la socializacin descansa sobre dos bases. Con la flexibilidad maravillosa que observamos a menu- do en los constructores libertarios espaoles, abarca tanto las realizaciones integrales como las parciales. Los ele- mentos de captacin son complementarios *. Pero rpidamente las colectividades se pusieron a uni- ficar, a racionalizar lo que podia serlo. Se estableci el racionamiento y el salario familiar en la escala comarcal, ayudando las localidades ms ricas a las ms pobres por medio de la caja comn 3. En cada capital de comarca fue constituido un grupo especializado, que comprenda contables, un tcnico en agricultura, un veterinario, un Agreguemos que cierto nmero de campesinos socialistas, o pertenecientes a la UGT, oompusieron aproximadamente el 15 por 100 de los efectivos de las colectividades. La autonoma de estas ltimas aparece as ms necesaria. Ms exactamente, se organiz una Caja de Compensacin regional, en la cual se centralizaban los beneficios obtenidos con la venta de los productos y, de acuerdo a las cuentas de las di- versas localidades y de las Colectividades correspondientes, se distribuy a las que mayores dificultades tenan y a prorrata de I sus necesidades el dinero disponible, estableci6ndose, de esos in- sumos, una igualdad social que responda a los principios del comunismo libertario. Los fondos as concentrados permitan tambin ayudar a iniciativas que se consideraban tiles. Cada co- marca tena su cuenta, como cada corporacin en los pueblos de Aragn, y el control general funcionaba tambin en la escala re- gional. El cumplimiento de esta misin era encomendado a cuatro empleados en total. Bueno es sealar tambin que el animador de la administracin general fue un republicano de izquierda, del que sus antiguos compaeros guardan un recuerdo conmovedor, y que merece que su nombre, Miguel Dalmau, sea consignado en este libro. I ingeniero, un arquitecto, un perito en cuestiones comer- ciales para las exportaciones, etc. Estos grupos estaban al servicio de todos los pueblos. La mayora de los ingenieros y de los veterinarios de la regin estaban sindicados en la CNT, y los que tra- bajaban por la economa no colectivizada colaboraban tambin, por lo general en forma desinteresada, en la elaboracin de planes y proyectos, pues el espritu crea- dor de la revolucin conquistaba a los que queran con. tribuir al progreso econmico y social. As los agrnomos proponan iniciativas necesarias y realizables: planificacin de la agricultura, trasplante de cultivos, que hasta entonces la propiedad individrial o los intereses de determinadas categoras sociales no haban permitido adaptar a las condiciones geolgicas o clim- ticas favorables. El veterinario de la colectividad organi- zaba cientficamente la cra de ganado. En caso necesario, consultaba al agrnomo sobre los recursos alimenticios correspondientes. Y, con las comisiones de campesinos, este ltimo organizaba la produccin. Pero el arquitecto y el ingeniero estaban tambin movilizados en lo referen- - te a la construccin de porquerizas, establos, granjas co- lectivas. El trabajo se planificaba, las actividades se in- tegraban. Merced a los ingenieros, gran nmero de acequias y pozos han sido construidos, permitiendo cambiar tierras de secano en tierras regadas. Por medio de motores elc- tricos se procedi a la elevacin y a la distribucin del agua, a menudo en sectores enteros. Las caractersticas del suelo, muy poroso y arenoso, y la escasez de lluvias -400 milmetros por trmino medio, cuando era necesa- rio el doble- dificultaban mucho la extraccin del pre- cioso lquido que era preciso ir a buscar a grandes pro- fundidades. Esto implicaba gastos que slo los grandes terratenientes Icultivando -o haciendo cultivar- oro- ductos de buen precio, como la naranja) o l a colectividad podan afrontar. Es probablemente en la regin de Cartagena y de Mur- cia donde se hicieron los mayores esfuerzos de esta clase. Cerca de Villajoyosa, en la provincia de Alicante, la cons- truccin de un pantano permite irrigar un milln de al- mendros que hasta -entonces haban sufrido la sequa permanente. Pero los arquitectos de las colectividades no se ocupan solamente de alojar a los animales. Recorren la regin dando consejos para el alojamiento humano. Estilo de las casas, eleccin del lugar, exposicin solar, materiales, higiene, etc.: son dados todos los consejos indispensables y tomadas las medidas a las que hasta ahora se oponan muy a menudo la ignorancia de unos, los srdidos clcu- los de otros. La proximidad de los pueblos entre s facilita esta so- lidaridad activa que pone todos los recursos al servicio de todos. A menudo, el trabajo prctico es intercomunal. Tal grupo constituido para combatir las enfermedades de las plantas, sulfatar, podar, injertar, trabaja en los cam- pos de varias localidades; tal otro grupo se desplaza del mismo modo para descuajar rboles, practicando en su Iiigar labranzas improvisadas o improvisando nuevos cul- tivos. Todo lo cual facilita la coordinacin de los esfuer- zos y su armonizacin en un plan general que se elabora no slo segn los conceptos abstractos de tecncratas o tcnicos sin experiencia, sino tambin segn las ensean- zas prcticas del trabajo, del contacto con los hechos y los hombres. Veamos ms o fondo la organizacin general de esta regin. Las novecientas colectividades estn reunidas en 54 federaciones comarcales que se agrupan y se subdi- viden al mismo tiempo en el grado ns elevado: en el Comit Regional de la Federacin de Levante. Este Comit, que reside en Valencia y coordina el con- junto de las actividades, es nombrado directamente por los congresos anuales y es responsable ante estos congre- sos y ante los centenares de delegados campesinos elegi- dos por sus compaeros, quienes no se dejan deslumbrar por los discursos de burcratas, lderes o aspirantes a dic- tadores porque saben lo que quieren y adonde van. Es tambin por iniciativa de los congresos que la fe- deracin levantina ha sido dividida en 26 secciones ge- nerales, correspondientes a las especializaciones de trabajo y actividades. Estas 26 secciones y por lo tanto la federa- cin levantina abarcan, sin duda por primera vez en la historia considerada fuera del Estado y de las estructuras gubernamentales, toda la vida social, constituyendo un verdadero mundo nuevo, una sociedad libertaria integral dentro de la vieja sociedad capitalista, estatal. Las reuni- remos en cinco grupos principales: Agricultura.-Cereales (particularmente trigo, cuyo cul- tivo ha sido a menudo improvisado, o intensificado, como consecuencia de la ocupacin de las zonas cerealistas por el ejrcito franquista); naranjas, limones, mandarinas; fruticultura varia (almendras, melocotones, manzanas, et- cdtera); viedos; horticultura; ganado ovino, caprino, porcino, bovino. Indzlstrim de la alimentacin.-Siendo la Federacin esencialmente campesina, las industrias que dependen de ella derivan sobre todo de la agricultura. Las secciones especializadas son las siguientes: vinificacin; conservas de hortalizas y frutas; aceite; fabricacin de alcohol; zumo de fruta; licores diversos; perfumes y productos derivados. lrrdustrias no agricalas.-Seccin de la construccin, carpintera; ropa y vestido en general; embalajes para la expedicin de las frutas. Observemos aqu una ten- dencia a la integracin del conjunto de las actividades, lo que reduce el papel del sindicato como organizador nico de la produccin industrial. Estos problemas se resuelven en el mismo terreno de las actividades, amigablemente, entre organizaciones hermanas. Seccin comercid-Aparte de las exportaciones en vas- ta escala, de las que trataremos ms adelante, se procede a las importaciones de mquinas, medios de transporte mo- torizados -terrestres y martimos-, de abonos y pro. ductos diversos. Salubridad y enseanza.-Agreguemos la seccin de higiene y salubridad, que coordina los esfuerzos tendentes a asegurar y mejorar la salud pblica, y la seccin de en- seanza que gracias a sus maestros y al aporte de las colectividades prosegua con entusiasmo su labor espe- cfica. Todas estas actividades estaban sincronizadas en la escala de las 900 colectividades, muchas de las cuales abarcaban varios millares de personas. Se comprender mejor, ahora, la magnitud de estas realizaciones y la su- perioridad de estos mtodos de organizacin. Se com- prender tambin que nos sea imposible exponerla en todos sus detalles. Aadamos, sin embargo, algunas pre- cisiones referentes a ciertos aspectos ya mencionados. Tomemos el cultivo del arroz. En la sola provincia de Valencia 30.000 hectreas sobre las 47.000 del total na- cional se hallaban en manos de las colectividades. La re- gin famosa de la Albufera, tan descrita por Blasco Ib- ez, estaba enteramente colectivizada. La mitad de la produccin de naranjas, o sea, cuatro millones de quin- tales sobre ocho millones, estaba en manos de la Federa- cin de colectividades y de los sindicatos; el 70 por 100 de la cosecha total, o sea, ms de 5.600.000 quintales eran vendidos en los mercados europeos gracias a su organizacin comercial, llamada FERECALE 4, que a prin- cipios del ao 1938 haba establecido en Francia seccio- nes de venta en Marsella, Perpignn, Burdeos, Seta, Cher- burgo y Pars. Observemos, de paso, que la importancia de la distri- ' El FERECALE (palabra compuesta con la contraccin de Federacin Regional de Campesinos de Levante) fue constituido para el transporte y comercializacin de las naranjas y frutas afi- nes. Se compona de siete secciones: elementos tecnicos, almace- nes, medios de transporte terrestres, mercado nacional, exporta- ciones, contabilidad general seccin martima de transporte. De- legaciones especiales, que eran centros de reparto, fueron consti- tuidas en Castelln, Burriana, Ganda, Denia y Alicante. El FERECALE posea una escuadrilla de barcos motorizados de 120 a 150 toneladas. Los pedidos provenientes de las diversas naciones europeas eran comunicados a los centros de almacena- miento en los cuales se hallaba la clase de frutas pedidas. La mercadera era dirigida de cada centro a la seccin correspondien- te de embarco, y la seccin correspondiente transmita los deta- lles de la operacin a la seccin Contabilidad. Por otra parte, las secciones de control establecidas en los puertos transmitfan por telfono las entradas y salidas al Centro de FERECALE estable- cido en Valencia; lo mismo hacan los centros de donde provena la mercanca. Todo, siempre sincronizado. COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPANA 19 1 bucin era superior a la de la produccin. Basndonos en datos fidedignos podemos establecer las comparaciones siguientes: como hemos dicho, los productores de las colectividades levantinas componan el 40 por 100 del total, pero la superioridad de su organizacin tcnica les permita suministrar de un 50 a un 60 por 100 de la produccin agraria. Por las mismas razones, el sistema colectivista aseguraba, en beneficio de toda la poblacin, de un 60 a un 70 por 100 de lo distribuido. La organizacn de conjunto y la potencialidad de los recursos por ella asegurada hacan posibles otras reali- zaciones y mtodos de trabajo sin los cuales a menudo ciertas empresas habran fracasado por falta de recursos tcnicos, insuficiencia de los rendimientos o costo ex- cesivo. El espritu de solidaridad activa, la voluntad de coor- dinacin estaban presentes siempre y en todas partes. Cuando, por ejemplo, los miembros de una colectividad crean til la fundacin de una fbrica de licores, de zumo de frutas o alimentos nuevos para los hombres y para el ganado, participaban su iniciativa a la seccin industrial del Comit Federal de Valencia. Este estudiaba la propo- sicin y cuando era necesario convocaba a una delega- cin, con la cual examinaba las ventajas o los inconve- nientes de la iniciativa. Si de acuerdo a la demanda pro. bable, las materias primas disponibles, los gastos y otros factores previsibles, esta iniciativa pareca til y rentable, era adoptada; en caso contrario, era rechazada, con las explicaciones debidas. Ot ro motivo del rechazo era la existencia de fbricas similares ya instaladas. Pero el aceptar la iniciativa no implicaba que sus auto- res fuesen propietarios de la nueva unidad de produc- cin, incluso tratndose de la colectividad local. Por em- plear en su fundacin los recursos suministrados por el conjunto de las colectividades, la Federacin era duea de la fbrica -si de fbrica se trataba- y la colectividad local no tena derecho de vender en provecho propio exclusivo los productos obtenidos. Gastos y ganancias eran, pues, la cosa de todos. Y tam- bin era la Federacin la que reparta las materias primas distribuidas, a todas las fbricas y localidades, segn su clase de produccin y sus necesidades '. La situacin general obligaba tambin a innovar con rapidez, IQ cual era imposible en la escala del campesino I o del. comerciante aislado, o en las organizaciones mera- mente corporativas donde predominaban el espritu y la moral individualistas. Por ejemplo, antes de la revolu- cin se perdan inmensas cantidades de frutas que se pudran bajo los rboles productores o en los almacenes 1 de expedicin por la insuficiencia de compras nacionales e internacionales. Era el caso de las naranjas que, en Ingla- terra, tropezaban con la competencia de las otras naciones mediterrneas, lo que oblig a bajar los precios y a redu- cir la produccin 6. Pero a la guerra civil y al cierre de parte de los mer- cados europeos y del mercado interior en las regiones 1 ocupadas por las tropas de Franco se agregaban los obs- tculos opuestos solapadamente a la creacin socialista libertaria por el Gobierno y sus aliados. Y adems no slo hubo exceso de produccin naranjera: los hubo tambin 1 de tomates y patatas. Entonces, una vez ms, apareci. la iniciativa de las colectividades. Se procur aprovechar las naranjas sobrantes aumentan- I do las cantidades de esencias habitualmente producidas. Se fabric un alimento nuevo llamado miel de naranja; se emple la pulpa para conservar la sangre en los ma- taderos, lo que procur un alimento nuevo para las aves de corral; se aument la conservera de hortalizas y fru- tas. Las fbricas ms importantes se hallaban en Murcia, Castelln de la Plana, Alfafar y Paterna. As como los campesinos alemanes lo practicaban desde haca mucho l tiempo en sus cooperativas especializadas, se organizaron secaderos de patatas a fin de fabricar fcula para el ali- l V i n duda existan depsitos de materias primas distribuidos en las cinco tcovincias. mes es obvio que no se concentraba todo eri Valencia. - Se haba podido ensanchar el mercado nacional aumentando el consumo de las masas populares en Castilla, Extremadura, Ga- licia, parte de Andaluca; pero adems del elevado precio del t transporte, los gobiernos nunca se haban preocupado de taIes i problemas. 1 mento humano y animal; lo mismo se hizo para los tomates. La sede de las federaciones comarcales haba sido ge. neralmente establecida en poblaciones situadas cerca de las carreteras o de los ferrocarriles, a fin de facilitar el transporte de las mercaderas. Es en estas poblaciones donde se almacenaban los excedentes de lo producido por las colectividades. Las secciones correspondientes del Comit Federal de Valencia estaban regularmente infor- madas de la importancia de las variedades, de la calidad, de la fecha de produccin de los bienes almacenados y co- nocan las reservas disponibles para las entregas, las ex- portaciones, los cambios o el reparto necesario entre las comarcas y las colectividades. La intensificacin de la cra de ganado confirma este espritu creador. Los gallineros, las vastas conejeras, los parques de avicultura fueron multiplicados. En julio de 1937, la sola colectividad de Ganda produca en sus in- cubadoras 1.200 polluelos cada veintin das. Aparecieron razas de conejos y aves de corral desconocidas para el cam- pesino, a menudo apegado a sus variedades poco producto- ras; las colectividades dieron los primeros pasos ayudan- do a los que, por causas diversas, haban quedado reza- gados. Por fin, los esfuerzos de organizacin y justicia econ- mica fueron completados por otros. Aqu, como en todas partes, el apetito de cultura, el deseo intenso de difundir la instruccin ha sido uno de los grandes motivos y de los grandes objetivos de la revolucin. Cada colectividad ha creado una o dos secuelas con la misma rapidez con que ha procedido a sus primeras creaciones econmicas. El salario familiar y la nueva tica permiten enviar a clase a todos los nios en edad escolar. En su esfera de influen- cia, las colectividades espaolas darn, con una prontitud sin igual, el golpe de gracia al analfabetismo. Y no olvi- demos que en el campo Espaa contaba, al estallar la guerra civil, con un 60 por 100 de analfabetos. Para completar este esfuerzo y con fines prcticos inme- diatos, se abri, a fines de 1937, una escuela para la formacin de secretarios, contadores y tenedores de libros. Ms de 100 alumnos fueron inmediatamente enviados por las colectividades. Pero la dt i ma innovacin de envergadura fue la Uni- versidad de Moncada (provincia de Valencia). Su objetivo era la formacin de tcmcos agrcolas. En las clases y en los cursos prcticos se enseaba a los alumnos, tambin elegidos por las colectividades las diversas especialidades del trabajo de la tierra y de la zootecnia (modo de cuidar los animales, mtodos selectivos, caractersticas de las razas, horticultura, fruticultura, apicultura, silvicultura, etctera). Pronto el establecimiento cont con 300 alum- nos, y hubiera contado con ms si se hubiese podido hacer las cosas en mayor escala y si los profesores hubiesen sido ms numerosos 7. Situada en la falda de una loma cubierta de naranjos, la Universidad de Moncada estaba tambin a disposicin de las otras regiones. Ultimo aspecto de la solidaridad practicada: las colec- tividades levantinas, lo mismo que las aragonesas, tal vez en mayor nmero que stas, han acogido mujeres y nios refugiados de Castilla ante el avance fascista. Cen- tros de acogida fueron organizados en pleno campo, y colonias donde los jvenes, bien alimentados, fraternal y paternalmente atendidos, olvidaban la guerra. Lar- gas columnas de camiones partan, abasteciendo gratuita- mente a la poblacin madrilea. Las colectividades de Be- niopa, Oliva, Gerosa, Tabernes de Valldigna, Beirrairo, Simat (todas de la comarca de Ganda), enviaron, en los seis primeros meses de guerra, 198 grandes camiones de vveres. Poco despus de la cada de Mlaga, un simple telefonazo bast para que se enviase a Almera, lleno de refugiados, siete camiones sobrecargados de alimentos. Porque ante las necesidades y las responsabilidades de la vida, nuestros compaeros no estaban paralizados ni insensibilizados por el espritu burocrtico y la papelu- chera del Estado. Perfectos libertarios, practicaban un humanismo nuevo, sin engao de ninguna clase, sin es- pecular sobre el valor propagandstico que poda causar su actitud, sin ms recompensa que la alegra intensa de la prctica solidarista. ' Su desplazamiento, desde Valencia, implicaba un cambio total de modo de vida. 13 CARCAGENTE De estilo predominantemente campesino, Carcagente, situado en la provincia de Valencia, contaba, durante mi primera visita - e n noviembre de 1 9 3 6 , con 18.000 habitantes. Aunque su historia social fuese menos dram- tica que la de Sueca o Cullera, nuestro movimiento estaba slidamente implantado desde haca mucho tiempo y gran- de era su importancia. Elemento de prueba: nuestro sin- dicato de campesinos contaba a la sazn 2.750 adheren- tes, incluyendo a varios centenares de pequeos campe- sinos; el de los embaladores de frutas -o ms bien de las embaladoras, pues este trabajo era ms de las muje- res que de los hombr e s , 3.325; adase 320 trabaja- dores de la construccin, 150 ferroviarios, 120 metalrgi- cos y 450 miembros de profesiones varias. En total, el 41 por 100 de la poblacin adherida a la CNT. En la zona de Carcagente, es decir, en la jurisdiccin de la localidad y en las localidades cercanas pero menos importantes, las grandes explotaciones agrcolas se ha- ban especializado en la produccin naranjera, que era dominante. Y buen nmero de pequeos propietarios, que no podan vivir del producto de su tierra, completaban sus ingresos trabajando en los naranjales de los ricos o ha- ciendo otros trabajos diversos. .Situacin muy frecuente en Espaa y que deba concurrir a inclinar hacia la re- volucin social la resistencia nacida contra la amenaza fascista. La consecuencia lgica fue la influencia predo- minante de nuestra organizacin sindical, que sin tardar empez a socializar las grandes propiedades agrarias. Esta empresa fue facilitada por la huida de los terra- tenientes y porque era preciso evitar que los bienes de produccin ahora disponibles fuesen repartidos entre nue- vos beneficiarios que haban reintroducido -modificado en ciertos aspectos pero id6ntico en el fondo- el rgi- men de explotacin, desorden y desigualdad que acababa de ser eliminado. Simultneamente y prosiguiendo la realizacin del ideal comunista libertario emprendido desde haca tanto tiem- po, nuestros compaeros dirigieron sus esfuerzos hacia la eliminacin de la pequea propiedad tradicional, trans- formando en cuanto fue posible las parcelas individual- mente cultivadas, esparcidas y subdivididas en vasta ex- tensiones racionalmente explotadas merced a la propiedad comn y a las tcnicas superiores de trabajo. He tenido la alegra de encontrar en Carcagente a com- paeros que haba conocido anteriormente en Barcelona o en Buenos Aires, donde haban emigrado durante la dic- tadura de Primo de Rivera. Me afirman que las transfor- maciones realizadas se hicieron sin que fuera necesario apelar a la fuerza, especialmente en lo que se refiere a los pequeos propietarios. Las adhesiones han sido volun- tarias, imitndose a nuestros militantes que dieron el ejemplo aportando sus tierras, sus animales de tiro, sus aperos de labranza. Hubo algunos reacios, pero los colec- tivistas libertarios tienen una fe absoluta en la superio- ridad del trabajo colectivo y en los resultados prcticos y morales del apoyo mutuo. Estn firmemente persuadi- dos de que el ejemplo acabar por convencer a los que todava vacilan. Tan grande es su conviccin que en va- rios casos -y d mismo hecho me ser sealado en oca- dsiones posteriores- no han vacilado, para completar ciertas tierras colectivizadas en medio de las cuales se hallaban fincas pertenecientes a individualistas, en ofrecer a estos ltimos tierras mejores que las que posean e in- cluso ayudarles a establecerse en ellas. Bastaron algunos meses para que los resultados estu- vieran a la vista. En primer lugar, una crisis econmica local fue dominada. Las dificultades nacidas de la guerra civil y de sus repercusiones hablan causado una parlisis comercial que dificultaba la venta de los productos cose- chados, y los pequeos propietarios, contando con sus solas fuerzas, conocieron dificultades inquietantes. Pero despus, el cambio de m6todos y de relaciones ha per- mitido hallar posibilidades de venta, sea en Carcagente mismo, sea en Valencia o sea en otras provincias. Con todo, las soluciones aportadas han remediado muy relativamente la crisis parcial. La parlisis causada en el mecanismo habitual de las exportaciones, y el bloqueo, o semibloqueo de Espaa han creado una situacin difcil. Y no se trata de aportar como remedio la organizacin municipal de beneficiencia. Todo lo cual acenta la obra de transformacin social. As es como, de continuo, los campesinos ofrecen sus tierras a la colectividad, solici- tando su ingreso en la misma. Porque slo la colectividad es capaz de tomar iniciativas revolucionarias y de encon- trar soluciones valederas para reorganizar la vida local. He ledo pedidos de ingresos presentados -despuCs de otros muchos- el da de mi visita. En ellos se enume- raba la superficie de las tierras ofrecidas, la calidad de las mismas, el lugar por ellas ocupado, el nmero de miembros de la familia, los instrumentos de trabajo. En esta enumeracin no se reflejaba el menor indicio de violencia. Con todo y ante la gravedad de las circunstancias crea- das por la guerra civil, la libertad individual o la autono- ma de los productores que han permanecido al margen no significa que stos puedan libremente frenar o in- terrumpir la produccin. Nuestros compaeros han com- prendido, desde el primer da, que era preciso colaborar para la victoria multiplicando los esfuerzos. Y sin esperar que las autoridades municipales y los partidos polticos asuman esta responsabilidad, el Sindicato de Campesinos ha nombrado una comisin de control del trabajo que recorre la zona agraria y cuida de que tanto los individua- listas como los colectivistas no relajen su esfuerzo. Naturalmente, es en primer lugar la colectividad orga- nizada por el Sindicato de Campesinos la que predica con el ejemplo. He recorrido varios naranjales, uno de los cuales abarcaba la jurisdiccin de cinco pueblos y he ob- servado cun grande era la limpieza, el cuidado prestado a los cultivos. Cada pulgada cuadrada era como peinada con un cuidado minucioso a fin de asegurar al rbol todos los elementos nutritivos del suelo. Bien conocido es el amor con que el campesino valenciano cuida su tierra y lo que en ella cultiva. Esto se impona a la mirada. Nuestros compaeros no utilizaban los abonos habituales. Antes, me decan los que me acompaaban por las plantaciones, el trabajo era hecho por asalariados bastante indiferentes a los resultados. Los patronos compraban grandes canti- dades de abonos qumicos o de guano, cuando bastaba cuidar debidamente la tierra para obtener buenas co- sechas. Y despus me mostraban, con alegra y orgullo, los resultados de los injertos practicados por ellos a fin de l seleccionar los rboles y mejorar la calidad de los frutos. Pero he observado que en ciertas partes aparecan plan- tas distintas entre los naranjos. He pedido explicaciones. Entonces, mis compaeros me dijeron que si la guerra se prolonga las ciudades carecern de vveres. Y en este 1 suelo, generalmente arenoso y aunque poco propicio para esta clase de cultivo, han sembrado patatas temnranas. Fa n hecho ms: aprovechando los cuatro meses aue trans- curren entre la cosecha del arroz y las siembras que siguen, han sembrado, en los arrozales valencianos. trigo de rpido crecimiento. Desnus, ya que se trataba de mi primer contacto con tina colectividad agraria, he pedido explicaciones sobre !a organizacin general del trabajo. Y he descubierto que l era a la vez mucho ms sencilla y comvleta de lo que haba imaginado. Como base, acta una asamblea p- blica de trabajadores de la agricultura, en la que parti- cjpan productores sindicados v no sindicados. A pro- puesta de los presentes, individualistas v colectivistas, se nombra Dar unanimidad o por mayora de votos un comi- t dividido en dos secciones: la secci6n tcnica. compuesta de seis miembros, encargada de dirigir la produccin y los problemas de venta en el mercado espaol y extraniero, y la seccin administrativa, comvuesta por seis miembros 1 v encargada de la contabilidad. La seccin tcnica cuenta con extlortadores profesionales cuya competencia es re- conocida, que cumplen bien su cometido y parecen haber- se incorporado realmente a la nueva estructura social. l En Carcagente la socializacin industrial ha emwzado despus de la socializacin agraria. Pero sus primeros pasos inspiran confianza. El trabajo de la construccin est en manos del sindicato njco corresnondiente; e1 de la metalurgia, en manos del sindicato de los metalrgicos; el sindicato de la madera ha reunido a todos los ~equeos patronos y artesanos en un vasto taller nico donde cada uno cobra una remuneracin decidida en comn, donde no se necesita ahora esperar con impaciencia al cliente y preguntarse si ser posible pagar las deudas a fin de cada mes. Los otros oficios, menos importantes, estn agrupados en el sindicato nico correspondiente. Las peluqueras, donde la luz, la organizacin, la limpieza, escaseaban tan- to anteriormente, han sido sustituidas por varios estable- cimientos colectivos limpios y acogedores. Los que ayer eran competidores son ahora compaeros de trabajo. Como se ha visto, en el embalaje de naranjas para la exportacin est la mano de obra ms numerosa. Varios almacenes de vastas proporciones especialmente organi- zados estn destinados a este trabajo. Cada uno est diri- gido por un comit nombrado por los trabajadores que comprende un perito profesional en materia comercial y un delegado para cada tarea especfica: fabricacin de cajas de madera, seleccin y clasificacin, acondiciona- miento, etc. En las distintas operaciones obreros y obreras traba- jan activamente, siguiendo el ritmo de las mquinas cerca de las cuales las cajas de naranjas, adornadas con el esp- ritu artstico que corresponde al de los habitantes de la regin, estn puestas en orden, en espera de ser cargadas en los camiones del sindicato. Estos frutos deben ser enviados a Inglaterra, Suecia, Francia y Holanda. Queremos que se vea en el extran- jero que con la produccin socializada trabajamos mejor que antes, me dicen mis compaeros. L.a industria de la construccin est tambin dirigida por un comit nombrado por la asamblea de los traba- jadores. No se construyen casas nuevas -y sin duda no se construirn mientras dure la guerra- no slo porque en los oerodos de crisis la industria de la construccin es la primera que se paraliza, sino tambin porque buena oarte de las casas que pertenecan a los ricos y a los fascistas locales han sido entregadas a los habitantes ms desfavorecidos. Pero se procede a arreglos nuevos, adap- taciones y transformaciones. Parte de los patronos se han adherido al sindicato y trabajan tan bien como antes. Uno de los dos arquitectos de Carcagente ha ingresado con ellos. Las fbricas de ladrillos y materiales de construccin funcionan segn los mismos principios y las mismas nar- mas de retribucin. Lo mismo ocurre en las otras ramas de la industria. Cuando volv a Carcagente a principios de febrero de 1937, la rama de comercio socializada era la exportacin naranjera. Pero con algunas novedades. La seccin local de la UGT se haba adherido a las realizaciones revolu- cionarias y por otra parte las actividades exportadoras es- taban armonizadas con el Comit Regional de Valencia. Cuando este Comit formulaba una demanda, los selec- cionadores de Carcagente se desplazaban hacia las zonas donde era posible hallar las variedades y las cantidades pedidas. Los mismos seleccionadores indicaban cundo se deba recoger las frutas, segn la duracin y las cir- cunstancias del viaje previsto, y los pases compradores. Para el conjunto de la distribucin y a pesar de los consejos que yo haba dado a fin de escapar al alza de los precios lenta, pero persistente, que contrarrestaba parte de los resultados obtenidos en el terreno de la I , produccin, el pequeo comercio exista todava. Cons- titua un factor negativo y haba llegado el momento de preguntarse si no convena emprender una nueva etapa, complementaria de la primera. Se haba dado un primer paso, del que se encuentran bastantes casos, especialmente en la regin levantina, cons- tituyendo un Comit de Abastecimiento que se encargaba de suministrar vveres no producidos en la misma pobla- cin, y necesarios para la vida local. Este mismo Comit organiz los intercambios en la mayor escala posible. Mi 1 amigo Gran, que sera ms tarde fusilado por los fas- cistas, proyectaba la organizacin de centros de distri- bucin, en las diferentes barrios, lo que permitira con- trolar tanto el mecanismo de los precios como la dis- tribucin de los bienes de consumo. El proyecto, que iba concretndose en Carcagente como en otras muchas lo- calidades, no deba tardar en realizarse. Pues al mes, la mitad del comercio de Carcagente estaba socializada. Y Gran tena esperanzas fundadas de socializar la otra mitad. En la misma poca, parte de los naranjos cuyos produc- tos no se vendan en las mismas proporciones ante las dificultades del comercio exterior haban sido arrancados y sustituidos por la horticultura. Se produca una inte- gracin econmica que por lo dems se operaba tambin en otras partes. En la noche de mi primera visita, en noviembre de 1936, yo deba dar una conferencia que mis compaeros me haban pedido, y que haba sido una de las principales razones de mi visita a Carcagente. Antes de ir a la tri- buna quise informarme sobre las realizaciones llevadas a cabo, para no hablar de generalidades desprovistas de inters. Y cuando compenetrado con lo que se me haba explicado, me dirig a esos hombres, a esas mujeres que esperaban mis palabras con un fervor que haca ms in- tenso el brillo de su mirada, declar honradamente que yo haba venido para aportarles indicaciones tiles, como me haban pedido, pero que en realidad yo era el que haba aprendido de ellos. Y sal del paso explicando lo que sera la nueva vida en Espaa si ganbamos la guerra y extendamos a todo e1 pas la construccin colectivista. Ultima pincelada a este cuadro de conjunto: mis com- paiieros quisieron tener para m una de esas atenciones tan frecuentes en sus prcticas de hospitalidad, y me con- vidaron a comer con ellos una paella en el jardn de una de 12s torres ms hermosas expropiadas en la parte exte- rior de Carcagente. Desde la loma donde nos encontr- bamos se distinguan, en la parte llana, extensiones cu- biertas de naranjales magnficos. Mis amigos me hicieron observar la belleza de1 Iugar, lo saludable del clima, cun descansada era la atmsfera y cun verde la colina cercana cubierta de pinos que dominaba las inmediaciones. Pens inmediatamente que el Iugar era ideal para establecer 1 1 ~ 3 casa de reposo o de convalecencia. Pero en este caso tampoco necesitaban de mis consejos los libertarios de Carcagente. Despus de haber consultado con los mdicos, haban decidido transformar la bella morada en sanatorio para tuberculosos. JATIVA Como Carcagente, Jtiva est situada en la provincia l de Valencia. Imposible es, al evocarla, no ver resurgir en el pensamiento su estilo, rabe como su nombre, el hermoso valle en que ha sido construida, su clima mara- I villoso y la intensa pureza de su cielo ail. Con algunos I de los compaeros del lugar, fui a visitar las ruinas del 1 castillo moro erectas a lo largo de las cumbres que domi- naban la ciudad y donde mimosas magnficas crecan entre las grietas de las murallas entreabiertas por el tiempo. Desde all, un paisaje de ensueo se extenda ante la mirada, ofreciendo a nuestra admiracin cultivos varios, y ms all, amplios naranjales donde las frutas de oro, en nmero infinito, pendan como cascadas a lo largo de ramas sobrecargadas y enmarcadas en follaje que ruti- I laba al sol. La fundacin de la colectividad de Jtiva no ha sido I tan rpida como la de Carcagente; sin embargo, muy cercana. Empero. el movimiento social era de lejana fecha. y siempre habamos contado buenos militantes en esta localidad. Sobre 17.000 habitantes, 3.000 estaban adheridos a la CNT. Dominaba la apicultura; la indus- tria, mucho menos importante, derivaba de la produccin agraria, sobre todo de naranjas y de las actividades con- secuentes. de arroz, preparado y molido en el mismo lugar, de aceitunas transformadas aqu en grasa lquida. El ataque fascista haba reunido a todas las facciones de izquierda que, como en tantos lugares, convergieron 1 en el Municipio. Y muy pronto ste se compuso, segn la importancia numrica de las fuerzas representadas, de cin- co miembros de la CNT, cinco de la UGT, un socialista, un comunista, un republcano de izquierda y un miembro del partido autonomista valenciano. Y aunque la industria no fuera sino consecuencia de la agricultura, ella mostr el camino de la socializaci6n. No en forma generalizada desde el primer momento, sino escalonadamente, de modo que en enero de 1937 los peluqueros se disponan -entre los ltimos- a colecti- vizar, junto con sus patronos, los establecimientos que hasta entonces se haban limitado a controlar. En estas actividades no agrcolas la estructura y el fun- cionamiento son los mismos que hemos visto ya: seccio- nes tcnicas de organizacin, secciones administrativas; los sindicatos dirigen las actividades de los talleres donde los obreros eligen los comits encargados de la direccin en el mismo lugar del trabajo. Pero la Colectividad agraria, nacida el 16 de enero de 1937, tres meses despus de nuestra primera visita, nos parece ms importante porque arrancaba con tal fuer- za que nos dej una impresidn casi fulgurante. Exista al respecto una razn fundamental, que nos explica muchos casos anlogos que hemos tenido ocasin de observar: el mayor nmero de los miembros de la CNT eran campesinos, hombres esforzados, acostumbra- dos al trabajo responsab!e, a crear directamente, mientras en la seccin local de la UGT predominaban los emplea- dos de administracin ~bl i ca v mivada. numerosos co- . L .merciantes, y la parte conservadora de los pequeos cam~esinos cuvas intereses metenda defender la cen- tral socialista reformista, al mismo tiempo que la propie- dad tradicional de la tierra. Actitud que contradeca los postulados esenciales del marxismo y los conceptos de Marx y Engels, pero el mar- xismo de los socialistas espaoles no se tea de rojo vivo, sino de color de rosa anmica. iY Marx como Engels y sus continuadores dijeron tantas cosas contra- dictorias ! Sin embargo. nuestros compaeros no pretendan qui- tar por fuerza los medios de produccin de quien fuese -a no ser que se tratase de fascistas, de terratenientes o de caciques-, exceptuando casos aislados que admiti- mos como hiptesis, pues en un hecho histrico de esta magnitud se producen excesos que, en este caso, seran excepciones que confirman la regla general. Por el con- trario, en la Revolucin agraria espaola que se ha pro- ducido, sorprende ver cun grande fue -siempre consi- derado en conjunto- la tolerancia hacia los individua- listas. Aducimos en este libro bastantes ejemplos para que nuestra afirmacin sea considerada como reflejo de la verdad. La pujanza del nacimiento de la colectividad agraria de Jtiva se explica tambin por otras razones, que com- pletan las ya expuestas. Antes del ataque fascista, los libertarios del lugar ejercan una influencia cotzstructiua con relacin a numerosos campesinos agrupados en una sociedad mutualista local. Y son ellos quienes ahora cons- tituyen el ncleo organizador, el elemento de base del microcosmo en estado de formacin. Contrariamente a lo que se supone tan a menudo, es difcil convertirse de golpe en organizador, y muy a menudo se encuentra en los antecedentes de esta revolucin una actividad prc- tica que explica la seguridad del acierto, la rapidez de1 xito. Al mismo tiempo. Jtiva ofrece otros rasgos notables de conciencia humana g social. Tal es el caso de un fabri- cante de aceite de oliva, cuvo molino constitiia una for- tuna en la escala local, y que dio espontneamente sus mquinas. su instalacin v sus tierras a la colectividad. Tal el caso de su hijo, privilegiado l tambin, que aport todo su dinero v el de su mujer. Y el del secretario de la Colectividad, que hizo lo mismo8. Se comprender, pues, el optimismo idealista que se lea en las miradas, en los gestos, en la actitud, en el andar casi, de los que se dahan Dor entero a las tareas mltiples que les estaban encomendadas o que se imponan con entusiasmo. Este espritu aparece en el Reglamento redactado, des- pus de numerosas deliberaciones, y publicado en un pe- queo carnet blanco que el autor conserva siempre con religioso fervor. Reproducimos a continuacin los artcu- los que nos pnrecen ms caractersticos: Articulo 1 .O La denominacin de esta colectividad es Colectividad de Productores Agrkolas. Art. 2." La colectivizaciti se efecta entre los cam- pesinos, colonos y propietarios que voluntariamente a Este compaero, muchacho muy joven, me sorprendi uor su conocimiento de la agricultura espaola. Sin embargo, era des- conocido en nuestro movimiento. soliciten ingresar en la misma y se les acepte su pro- puesta en asamblea general. Art. 3." Cuando una parcela se encuentre en me- dio de tierras colectivizadas y constituya un estorbo para la colectividad, se permutar por otra, aunque con ventaja para el que se le obligue a permutar. Art. 4." Las viudas de campesinos que no tengan vida propia de otra procedencia que la tierra pasarn, si lo desean, a formar parte de la colectividad. Art. 5.O Cada familia cultivar la tierra que se le seale lo. Los que queden al margen de la colectiviza- cin debern reservarse slo la tierra que podrn labo- rar por s. Su exceso de terreno pasar a esta colec- tividad, o bien a personas controladas por una de las dos sindicales ll. Art. 6." Ser norma admitir en la colectividad a productores de otras ramas que sean complemento de nuestras necesidades. Art. 10. La defensa de nuestra produccin y regu- lacin de cultivos estar a cargo de las siguientes co- misiones : a) Estadstica. b) Riegos. C) Abonos, semillas y nuevos cultivos. d) Plagas, desinfeccin y fumigacin. e) Economato, compras y precios de venta. f) Ganadera, avicultura y apicultura. R) Herramientas y maquinarias. h) Envases y conservacin de la produccin. i) Anlisis. j ) Piensos. k) Transportes. 1) Produccin y direccin tcnica para realizarla, y 11) Labradores. Art. 11. De la administracin de la colectividad s e r h responsables: Presidente; Secretario ; Tesorero ; y un Vocal por cada una de las comisiones indicadas en el artculo anterior, que procedan de las mismas. ' Respetamos el estilo de esos campesinos que ignoraban la sintaxis pero que saban organizar un mundo nuevo. 'O Ver la nota 12. l ' Es decir, de las dos centrales sindicales, la UGT y la CNT. COLECTIVIDADES LIBERTAKIAS EN ESPANA 205 I Art. 12. Todos los delegados de las comisiones que se citan tendrn obligacin de laborar la tierra, las horas que los dems campesinos, exceptuando, nica- mente, las que precisen para sus gestiones. Art. 14. La produccin de los colectivizados no PO- dr efectuarse ms que en los trabajos relacionados con la colectividad. Art. 15. El alquiler de las viviendas que habiten los colectivistas ser abonado por la colectividad, apar- te del salario que se asigna Art. 16. Los muebles para casarse, por primera vez los colectivistas, sern abonados por la colectividad hasta la cantidad de . . . . . . pesetas l3 siempre que el be- neficiado pertenezca a la misma ms de seis meses y su conducta haya sido merecedora de ello. Art. 21. No se permitir el trabajo a los menores de catorce aos, los cuales vendrn obligados a concu- rrir a la escuela desde los seis aos. De la no asistencia a dicho centro escolar, sern responsables los padres o tutores, y por cada falta no justificada se les deducir un da de haber, o sea seis pesetas al colectivo responsable. Art. 22. Se seleccionar, para seguir estudios supe- riores, los hijos de colectivos ms capacitados en bien de la humanidad, y los gastos sern atendidos por esta colectividad. Art. 24. Todos vendrn obligados a trabajar el t i e m~o que se precise en bien de la economa de la cole&ividad. - Art. 25. Todo colectivista viene obligado a prestar ayuda all donde se encuentre, en los trabajos urgen- tes. como por eiemplo la recogida de una cosecha, la carga de & vehiculo, etc. Art. 28. Siempre que se observe mala conducta por un colectivizado, ser sancionado hasta por segun- '' Parecenos til una aclaracin. Haba adherentes a la Colec- tividad en farmmitr que mientras sta no estuviera definitiva- mente constituida seguan trabajando sus tierras, lo que explica el artculo 5P, y por otra parte, los colectivistas seguan -y SI- guieron en todos los casos- habitando en sus viviendas habitua- les, es decir, practicando su vida familiar independiente. Nada parecido a las comunidades implantadas en los kibutzim israeli- tas, a la vida de convento, o a las colonias socialistas cerradas de los Estados Unidos en el siglo pasado. la Cantidad no estipulada. da vez, pero la reincidencia hasta la tercera producir la expulsin del mismo, sin derecho a indemnizacin alguna. Art. 29. Todo compaero podr salirse de la co- lectividad cuando lo desee, avisando con ocho das de anticipacin y con prdida de todos sus derechos. Art. 30. Habindose acordado por el Sindicato Agrcola La Protectora, en su asamblea general, cele- brada el 24 del corriente, traspasar a esta colectividad su activo y pasivo, se proceder a practicar un inven- tario reconociendo esta colectividad el activo de los socios de aquellas que no se colectivicen, y a los cua- les se les facilitar abonos, y se les devolver el capital que resulten tener a medida que lo soliciten. Art. 31. Se celebrarn cuantas juntas y asambleas sean necesarias para la buena marcha de la colectivi- dad, y al final de cada ao agrcola, que. se conside- rar el 1." de octubre, se presentarn cuentas para la aprobacin por la asamblea general. El documento, fechado el 30 de enero de 1937, va firmado por Rafael Llopis, presidente, y Rafael Pardo, secretario, pero suponemos que debi ser el secretario de actas. Si algo ha sido olvidado, la experiencia se encargar de revelarlo, y los estatutos sern completados o mejo- rados. Agreguemos, por de pronto, que no slo la ense- anza ser obligatoria, sino que ser impartida en la es- cuela de la colectividad, que ya tiene sus maestros, y que desde el principio se prepar a poner en condiciones tres edificios escolares para las clases, y un cuarto para que, en las horas no escolares, los nios pudiesen estu- diar o recrearse. Proyectos de tal envergadura deben basarse en una situacin material pujante. Y as es. En quince das, cer- ca de 500 familias han solicitado su ingreso, ofreciendo todos sus bienes. La mayora pertenece a la CNT, la minora a la UGT, porque como hemos consignado, y merece repetirse, en casi todas partes miembros del Partido Socialista, o de la organizacin sindical reformis- ta que l inspira o dirige, se han negado a respetar las rdenes de sus lderes. Y las adhesiones seran mucho ms numerosas si los organizadores de la colectividad I no observasen una cierta cautela para evitar ser desbor- dados, o estorbados por colectivistas an inseguros. A. adherir, cada miembro nuevo llena una frmula I donde figuran su identidad, la de su mujer e hijos, de los padres a su cargo, el capital productor y el activo que aporta, su pasivo y sus deudas en tierra, dinero, herra- 1 mientas, animales de tiro. La superficie total proveniente de lo expropiado a los fascistas, a los latifundistas, o aportado por los adheren- 1 tes, se eleva a 5.114 hectreas, de las cuales 2.421 son de regado y 2.693 de secano. Quince das despus de haberse inaugurado oficialmente la colectividad, el comitd tcnico diriga el trabajo en una extensin de 446 hec- treas. Gracias a la iniciativa general y al entusiasmo de todos, se haban desbrozado 75 hectreas de tierra nuevamente dedicada a la produccin, a las que se haba sembrado de trigo temprano y de patatas en previsin de la penuria que amenazaba a las ciudades. Segn el proyecto establecido por los tcnicos, el 25 por 100 de las tierras est dedicado al cultivo del arroz, 25 por 100 a los naranjales y 50 por 100 a la horticultura. Se ha decidido innovar la cra de ganado. En tres se- manas, 400 carneros, ovejas y cabras (las famosas cabras de Murcia) han sido encargados. Se espera poder sumi- nistrar as y en muy breve plazo la carne necesaria para la ciudad, tanto ms necesaria cuanto las principales zo- nas productoras (Castilla, Extremadura, Galicia) estn en manos de las fuerzas franquistas. Igual iniciativa para las aves de corral y los huevos. Se han comprado dos incubadoras, elementos de arranque para una mayor produccin. La apicultura figura como simple proyecto, pero pronto ser desarrollada porque en esta regin las flores y los rboles frutales ofrecen posi- bilidades para una produccin hasta ahora descuidada. En fin. se toman las medidas bara una dantacin de ~ i n o s -Cuyos elementos han sido ya comprados- en la Lparte de la sierra que no puede ser entregada al cultivo de v- veres, y que la erosin va desnudando cada vez ms. En muy poco tiempo la colectividad ha comprado tres camiones; ha empreridido importantes obras para mejo- COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPAGA 209 rar y extender el regado de las tierras de secano. En una semana se ha profundizado parte de las acequias y emprendido la construcci6n de otras. El procedimiento adoptado consiste en elevar el agua por medio de moto- res elctricos en puntos estratgicos, desde donde ser distribuida en tierras que, hasta el presente, habian sido condenadas a la esterilidad porque la pequea propiedad no tena ni los recursos necesarios ni la iniciativa para emprender tales trabajos 14. En el reglamento figura la creacin de un economato. Los miembros de la colectividad podrn proveerse en l de los productos que necesitarn. Incluso podran pedir estos productos en grandes cantidades e ir pagndolos a precio de costo; de este modo, las dueas de casa no tendrn que desplazarse diariamente para ir a comprar jamn, tocino, aceite o carbn de lea. Como en todas las colectividades. los animales de tiro a s n o s , mulos, caballos- son guardados en vastas cua- dras especialmente organizadas segn se trate de animales empleados para trabajos ligeros o pesados. Por la ma- ana, los hombres encargados de estas tareas uncen los animales en los carros, lo que aligera el trabajo de los la- bradores. Por la noche, cuando regresan, cansados, no tienen que trabajar an media hora ms para atender a los animales antes de presentarse en su hogar. Sus com- paeros cumplen estas labores. Si deben descargarse ma- teriales o productos, otros acuden a ayudarles. A me- nudo son tan numerosos que se estorban unos a otros. Apenas dos meses despuCs de constituirse la Colecti- vidad de Jtiva, recibimos de su secretario una carta- informe que consideramos itil reproducir integralmente: Jtiva, 8 de marzo de 1937. Al compaero Gastn Leval. Estimado compaero: He ido demorando el escribirte, a pesar de mi pro- mesa de que lo hara a la mayor brevedad, por mi l 4 La iniciativa fue rpidamente realizada. Cuando el agua bro- t y se expandi hacia los naranjales, se temi una inundacin, y fue preciso mandar a todo correr a un muchacho para cortar el tumultuoso y maraviiioso chorro. deseo de informarte lo ms ampliamente posible sobre la marcha econmica de esta Colectividad, pero como para hacerte el estudio que yo deseara se prorrogara demasiado, me he decidido a enviarte de momento los datos de que ya dispongo, y dejo para ms adelante el ampliarte mi informacin. El nmero de carnets expedidos hasta el da es de 408. De elios hay afiliados a la UGT, 82, y los restantes a la CNT. Hay adems 23 solicitudes en espera de que la Comisin Revisadora les admita o re- chace, y existe un ambiente favorable para colectivi- zarse frenado por el acuerdo tomado por Ia colectividad de no ir a prisa, pues la moral de los colectivistas es hoy enorme al abundar en la misma los elementos afectos, y debido a ello se trabaja ms que nunca, el personal rinde casi el doble que antes de la sublevacin. y preferiramos que la entrada del personal que ha quedado al margen se realice poco a poco con miras a que no puedan enturbiamos este ambiente tan mag- nfico que es la garanta del xito. Los salarios que corresponden a los 408 carnets aprobados representan semanalmente 22.811 pesetas, de las cuales hemos de deducir 1.108,50 que familiares de los colectivizados obtienen en otras profesiones, y que de acuerdo con el Reglamento entregan 15. Ade- ms, hemos de aadir al ao: Para mdicos y operaciones, partos, dentistas, anlisis, medicamentos y especialistas de ojos.. . . . . . . . . . . . . . 76.000 Para compra de muebles a los colecti- vizados que celebren matrimonio.. . . 9.250 Como estos clculos son an~iales, re- sulta por semana.. . . . . . . . . . . . . . . . . 689.42 Para alquileres y viviendas de los colec- tivizados : pesetas mensuales. . . . . . . . 2.632 o sea por semana.. . . . . . . . . . . . . . . . 607,40 Todo lo cual significa un gasto semanal de 22.999,42 que, dividido por 453 hombres tiles para el trabajo, han resultado de los 408 carnets 16, y exceptuando desde As como la Colectividad pagaba el alquiler de los adheren- tes que vivan en casas de pro ietarios particulares, los colectivis- P ras o miembros de familias coectivizadas que seguan trabajando en oficios exteriores a la Colectividad awrtaban su sueldo a la Colectividad. " Los 408 carnets representaban al jefe de familia -un car- luego los ancianos e invlidos, resulta el promedio del salario familiar por cada individuo a 50,70 pesetas se- manales. Todo l o cual representa anualmente un gasto en sa- larios de 1.199.247,65 pesetas. El czlculo de lo necesario para abonos, fumigacin, maquinaria, piensos y dems gastos, asf como el ingre- so por la venta de la produccin, lo vamos an reali- zando sin que hayamos cerrado las estadsticas debido a que estamos an celebrando reuniones con los colo- nos que no han ingresado, para concertar las tierras que debe quedarse cada uno, que son las que puede cultivar personalmente, y cedernos las que le sobren. Estas modificaciones alteran la estadstica a cada mo- mento, y por tanto hasta no terminar esta labor es imposible efectuar ningn clculo exacto. Claro que esto lo demoramos porque la colectividad, econmicamente, tiene garantizada su marcha, pues en nmeros redondos puede ahora calcular : Valor de la produccin de 340 hectreas de naranjales a un minimo de 3.000 pesetas. . 1.020.000 fd. 100 hectreas de arrozal a un promedio 720 quintales a 350 el quintal.. ........... 252.000 fd. 280 hectreas de regado a un promedio desde luego superior a 6.000 pesetas. ...... 1.680.000 fd de 1.000 hectreas de secano a un prome- dio de 300 pesetas.. ..................... 300.030 TOTAL.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.252.000 A deducir por salarios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 .199.247,65 empleados para abonos, piensos, etc., etc., que si tene- mos en cuenta que en todos los clculos hemos puesto cifras muy por debajo, observaremos una reserva que entendemos prudente mantener en los principios para que a medida que nuestras reservas nos lo permitan, ofrecer a los colonos la garanta de nuestra prosperi- dad que ser4 el fundamento para que los colonos y net por familia- pero poda haber, y haba, otros miembros de la familia y trabajadores que iban englobados en los carnets, lo mismo que los ancianos e invlidos, que tampoco figuraban indi- vidualmente cuando pertenecan a una familia representada por 10 que 1Iamaremos un cabeza de familia. propietarios que de momento no se han decidido a pedir su ingreso lo hagan despus de convencidos ya de que les interesa, pues si nos llegan con este conven- cimiento haremos mejor conjunto que si lo hicieran desanimados. En los tres meses que llevamos de colectividad hemos adquirido seis camiones por valor de 100.000 pesetas, hemos ampliado el ganado l7 en 12 mulas y 230 ca- bras, estamos esperando recibir 40 vacas, hemos insta- lado la granja avcola que aumenta de continuo su produccin y cuenta ya con seis incubadoras. Actual- mente solamente producimos 3.000 huevos mensuales que nada significan si no fuese por el poco tiempo que llevamos, pero habindose tomado el acuerdo de que progrese la misma en relacin a la produccin que obtenga, teniendo los colectivistas todos los pro- ductos agrcolas gratis, ms todos los sueldos, fcil- mente se comprender que en muy poco tiempo puede esta granja ser una cosa seria. La produccin y existencias tradas por los colecti- vistas asciende a unas 400.000 pesetas. Hasta la prxima, queda tuyo y de la causa, Vicente Gmez. " Hemos ampliado el ganado*, lo cual deja suponer que las 230 cabras deben aadirse a las que haban sido ccmpradas an- teriormente. TERCERA PARTE COLECTIVIDADES, CONTABILIDAD l Y DEMOCRACIA LIBERTARIA MAS EJEMPLOS Segorbe. (Provincia de Castelln de la Plana) Numerosos eran los libertarios en esta ciudad de me- nor importancia, que contaba con 7.000 habitantes; pero tambin lo eran los militantes socialistas, ugetistas, republicanos y comunistas. Agreguemos los colonos que esperaban repartirse las posesiones de los grandes terra- tenientes expropiados y los pequeos propietarios tradi- cionalistas, satisfechos de su situacin, que no se sentan atrados por la organizacin colectiva. Estas fuerzas ad- versas constituan una oposicin unida contra la socia- lizacin propuesta por los libertarios, y se sentan soste- nidos por los discursos vehementes que el ministro de Agricultura, el comunista Uribe, pronunciaba en la radio de Valencia, incitando a los campesinos a la resistencia, es decir, a la lucha contra las colectividades, mientras Za Paxio~ariu, lder fogosa del estalinismo, utilizando los argumentos clsicamente esgrimidos por los reaccionarios, les deca por el mismo canal: ?Verdad, compaeros campesinos, que es doloroso trabajar la tierra penosa- mente noche y da durante un ao entero para que, al final, malvados infames vengan a despojaros del fruto de vuestros esfuerzos? Y a rengln seguido, preconizaba la lucha por todos los medios, lo cual implicaba el uso de las escopetas de caza. Poco falt para que se produjeran incidentes sangrien- tos, que los estalinianos se esforzaban por provocar, como los haban provocado en otras partes de la regin levan- tina, y cuando el autor de estas lneas pas por primera vez por Segorbe, debi esforzarse, despus de haber dado una conferencia sobre .la riuperioridad econmica y social de las colectivizaciones, por apaciguar el nimo de sus exasperados compaeros de ideas, aconsejndoles evitar un choque brutal y empezar con una colectividad modes- ta, que atraera nuevos adherentes, conveiicidos por los hechos, como haba ocurrido en otras partes. La comarca de Segorbe contaba con 42 pueblos, en los cuales, como lo haban hecho en otros lugares, nues- tros compaeros haban entrado en los concejos munici- pales, donde se esforzaban por hacer aceptar reformas sociales a menudo fundamentales. Por iniciativa suya en la mayora de estos pueblos -o en su totalidad-, se empez por establecer el control de los precios a fin de impedir que los pequeos comercian- tes especulasen aprovechando una situacin anormal; luego, se municipaliz el comercio, en primer lugar para abastecer a los combatientes del frente, situado a corta distancia. Etapa siguiente: se estableci un comit que distribua los artculos a los comerciantes controlados. Despus de lo cual, tenindose en mano las fuentes de abastecimiento, aparecieron las ecooperativas municipa- les, todo bajo la direccin de los delegados de siete municipios, elegidos por una asamblea comarcal para diri- gir la distribucin en los 42 pueblos. En fin, la Comuna Libre de Segorbe naci con un ncleo inicial de 42 fa- milias. Un mes ms tarde contaba 90 familias, y su desa- rrollo era tan pujante que el diputado laborista Fenner Brockway la citaba con elogios a su regreso a Ingla- terra. Jrica. (Provincia de Castelln de la Plana) Tambin en este caso, y aunque no fuese ni con mu- cho reaccionaria, la poblacin no aceptaba la colectiviza- cin de las tierras, incluso las expropiadas a los terrate- nientes fascistas, porque el espritu colectivista no concordaba con la psicologa de sus habitantes. Y, en este caso tambin, habra sido necesario establecer en qu medida el temor al triunfo del franquismo, o a un re- greso social despus de la victoria de la Repblica, cau- saba la actitud negativa de los que, hasta en ciertos pue- blos aragoneses, no se decidan a aceptar las soluciones nuevas. En Jrica, ocho meses despus del 19 de julio de 1937, la CNT contaba slo 200 adherentes, lo mismo que la UGT. Con esta diferencia que tantas veces constatamos: la adhesin a la UGT responda al deseo de los pequeos propietarios conservadores, de los pequeos comerciantes, y de otros elementos recientemente sindicados, de opo- nerse a las realizaciones revolucionarias, de mantener la existencia de una sociedad dividida en clases donde cada cual esperaba sacar 10s mayores provechos a costa de los dems. Sin embargo, se empez por socializar la industria. Seguidamente, nuestro sindicato se apoder de cinco lati- fundios que se extendan respectivamente en superficies de 70, 80 y 90 hectreas. Setenta familias de la CNT y 10 de la UGT se instalaron en la primera, donde la tierra era muy productiva. E inmediatamente el nmero de los colectivistas fue aumentando. Soneja. (Provincia de Castelln de la Plana) El movimiento libertario era aqu muy antiguo, y sin duda remontaba al perodo de la Primera Internacional. En el ao 1921, varios compaeros nuestros organizaron en forma cooperativa una fbrica de yeso, a fin de liber- tarse de la explotacin patronal y de realizar una obra constructiva. Diez aos ms tarde, casi todo el yeso em- pleado en el pueblo y los alrededores salia de la empresa que, en el ao 1936, dispona de un capital monetario de 300.000 pesetas. Como siete pesetas diarias eran un buen sueldo para un trabajador con oficio, puede consi- derarse que esa cantidad constitua una pequea fortuna. Pero otras cosas aparecen en el activo de nuestros com- paeros, pues los recursos de que haban podido disponer les permitieron construir una pequea escuela que la cooperativa mantena monetariamente. Fundaron igual- mente una sociedad cultural y una biblioteca pblica. Gracias a su aporte, no haba en Soneja nios en edad escolar analfabetos. Por todo lo cual se les consideraba como el ncleo ms idealista de la regin, y tan pro- verbial era su elevacin moral que a menudo se acuda a su arbitraje para resolver ciertos litigios. Despus del 19 de julio se eligi un nuevo Concejo municipal, donde constituyeron la mayora. Lo mismo que en Segorbe, se empez por socializar la industria. Slo en marzo de 1937 el sindicato general emprendi la socializacin agrcola, siempre, desde luego, en tierras abandonadas por los fascistas o dejadas improductivas por abandono o incapacidad fsica. No se alcanz las proporciones de otras localidades. Sin embargo, se puso en pie una colectividad que fue desarrollndose. Sueca. (Provincia de Valencia) El 19 de julio, fecha del ataque fascistas y de la movi- lizacin antifascista en todo el Levante, las fuerzas cene- tistas, republicanas y socialistas, constituyeron un Comit de Defensa, tomaron las medidas de proteccin que se imponan y se esforzaron inmediatamente despus por asegurar la existencia de todos los habitantes; luego, con- fiscaron las tierras de los grandes propietarios. En el primer perodo, estas tierras fueron trabajadas en beneficio de todos. En un segundo perodo, el Comit de Defensa se incaut de todo el suelo cultivado y lo reparti segn las necesidades de cada familia y las espe- cializaciones de las diversas zonas agrcolas. Este sistema, que recordaba la prctica del mir ruso antes de la cada del zarismo, fue el nico caso de este gnero de solucin agraria que lleg a nuestro conocimiento. Pero, lo mismo que en el mir, la tierra era entregada en usufructo, no en propiedad jurdicamente sancionada. Un matrimonio reciba dos hectreas de tierra excelen- te, y regada; se le entregaba una hectrea ms por el primer hijo, y, de acuerdo a las normas generalmente establecidas por el salario familiar, se aplicaba para los otros hijos una tasa descendente. Los propietarios media- nos, relativamente numerosos, vieron sus bienes reducidos al nivel comn establecido. Al mismo tiempo -tal vez antes, no podemos afirmar con absoluta seguridad-, el mismo Comit de Defensa, inspirado por los elementos libertarios que en l se hallaban, estableca el control de los arrozales, pues el arroz era la produccin ms importante de esta zona. La Comisin administrativa de la agricultura, especial- mente nombrada y facultada para esta clase de operacio- nes, vendi la cosecha y distribuy el producto de esta venta. Para lo cual fue establecida en un Banco local una cuenta corriente que permita a cada familia cobrar su parte de dinero disponible cada semana, cada quincena o cada mes dentro de los lmites establecidos para evitar el despilfarro y el desorden. Fue entonces cuando, el 10 de enero de 1937, o sea siete meses despus de haber empezado la guerra civil y la revolucin, el sindicato de campesinos de la CNT, que agrupaba 2.000 adherentes, fund la Colectividad Agra- ria de Sueca. Cuatrocientas familias se alistaron, aportan- do sus tierras y sus elementos de trabajo. De entrada dispusieron de 1.000 hectreas de tierra sumamente fr- tiles para la agricultura general, de 200 hectreas de tie- rras dedicadas a la horticultura y de una parte proporcio- nal de tierras tomadas a los fascistas. Jurdicamente, estas tierras seguan perteneciendo a la comuna, pero los usu- fructuarios las trabajaban como mejor les pareca. Poco despus, 32 familias de miembros de la UGT y 10 miembros del Partido Comunista fundaban una co- lectividad. El ejemplo cunda, incluso entre nuestros ad- versarios. Benicd. (Provincia de CasteUn de la Plana) El proceso seguido por Benicarl recuerda mucho al de Segorbe. Ninguno de los 52 pueblos de la comarca se decida, al principio, a intentar la experiencia colectivista, sea de manera parcial, nuestros compaeros no sea en forma integral, y para se trataba de imponerla por fuer- za. Sin embargo, la resistencia fue disminuyendo, y las colectividades aparecieron.- En este caso tambin la participacin en los concejos municipales y las soluciones aportadas al problema del abastecimiento abrieron el camino. Habindose paraliza- do el comercio privado, nuestros camaradas hicieron fren- te a la situacin movilizando camiones y camionetas con los que iban a las ciudades a buscar los productos nece- sarios, organizando tambin un comit municipal encar- gado de compras y ventas para el conjunto de los 52 pue- blos de la comarca de Benicarl. Este organismo empez por comprar a los campesinos sus productos, que fueron enviados a los lugares de con- sumo o de entrega, hasta en el extranjero -Benicarl es puerto de mar-. Luego, o al mismo tiempo, centra- liz las semillas diversas, seleccionadas o no, y los abonos qumicos que distribuy especialmente para intensificar la produccin de trigo y patatas en previsin de la ca- resta que poda temerse durante el invierno (los campe- sinos se preocupaban ms de la suerte de las ciudades que los mismos gobernantes y los habitantes interesados). Estas medidas, que recuerdan las tomadas en otras par- tes, fueron completadas por el control del trabajo de los pequeos propietarios para evitar todo sabotaje o des- cuido perjudicial en un perodo en que deban prevalecer las necesidades generales. Al mismo tiempo, el Comit de Benicarl aportaba, gracias a las relaciones fraternales que le permitan la unificacin creciente de la industria y la agricultura, me- joras inmediatas a la situacin de los campesinos. Los colonos y medieros no tenan ya que pagar -con pro- ductos o con dinero- el alquiler de la tierra. Muy pronto pudieron beneficiarse gratuitamente con la instalacin de electricidad, facilitada por las relaciones intersindicales, y cada pueblo tuvo servicio telefonico. Los recursos nece- sarios para estos progresos fueron obtenidos con el im- porte del alquiler de las casas en Benicarl, alquiler que fue entregado al Concejo municipal de la ciudad, por iniciativa de nuestros compaeros. En cambio, los im- puestos fueron suprimidos, y ningn propietario fue arro- jado a la calle. Despus, como en todas partes, se fundaron escuelas, se organizaron jardines de nios. Todo lo cual termin por convencer a los ms reacios. Y las colectividades acabaron por nacer y desarrollarse. En el caso de Benicarl, la iniciativa parti, pues, del centro. Partiendo del centro se establecieron y multipli- caron las comunidades confederales, as llamadas por su carcter cenetista. Todo lo relacionado con la vida de la comarca pasaba por Benicarl, cuya situacin estrat- gica facilitaba estas relaciones. Cada maana, un prome- dio de 150 carros traan o llevaban productos de todas clases. La red fraterna se haba tejido, extendindose con rapidez. En cuanto a los partidos polticos, arrastrados por el movimiento, participaron o dejaron hacer. LAS COLECTIVIDADES CASTELLANAS Circunstancias especiales de la vida combatjente del autor han interrumpido demasiado temprano su estudio directo de las realizaciones de la revolucin social espa- ola; entre otras insuficiencias, le impidieron observar personalmente las colectividades castellanas, o ms exac- tamente ambas Castillas: la Vieja y la Nueva. Otra ex- plicacin estriba en el hecho que fue primero en Aragn, despus en Levante, donde la socializacin agraria cobr con mayor rapidez una pujanza notable. Esta socializa- cin libertaria se produjo despus en el centro de Es- paa, a la vez como un desarrollo natural y como una necesidad histrico-social. Sin embargo, la regin castellana, especialmente la que evocan automticamente los conocedores de la historia espaola, no pareca madura para tal empresa, tan con- traria al papel que ha desempeado desde el aplastz- miento de los comuneros en tiempos de Carlos V l . Por- que tan pronto termin la Reconquista que acab con la dominacin rabe, fue por excelencia el hogar del cen- tralismo y del predominio poltico nacional implantado por Fernando e Isabel, llamados con razn los Reyes Ca- tlicos~. El establecimiento de la Corte en Madrid, que el emperador decidi por responder a su visin poltica, ' Aunque los comuneros hayan sido derrotados, en tiempos de Carlos V, en la batalla de Vilialar (ao 1521), no fueron el em- perador y sus fuerzas los autores de este hecho. Mal que pese a muchos espaoles admitirlo, fue nicamente la aristocracia es- paola la que aplast a la histrica sublevacin democrtica y ejecut despus a Padilla y a sus compafieros. cre en la poblacin, como ocurre generalmente, un com- plejo de dominacin y la Iglesia ms fantica de la cato- licidad -de la que la Monarqua hizo un instrumento del poder- reforz esta situacin con el peso de su fana- tismo integral. Con todo, las convicciones polticas, e incluso religio- sas, no destruyen siempre y fatalmente las bellas cuali- dades humanas. Tal es el caso del campesino castellano cuya nobleza de espritu y alma, cuya rectitud y profunda honradez, cuyo valor son las cualidades dominantes que inspiran el respeto de todos, y cuyo respeto del Estado mismo no implica sumisin voluntaria y servil. Cada indi- viduo es ante todo un hombre, y su comportamiento est ante todo inspirado por su conciencia. Por otra parte, la tradicin comunalista ha resistido en Castilla, como en otras regiones, al ataque del Estado, y se ha mantenido latente, bajo las estructuras autori- tarias, un espritu y una prctica de apoyo mutuo que personalidades como Adolfo Posadas y Joaqun Costa han ensalzado en obras como El Derecho consuetzrdinario o El colectivismo agrario en Esp~a. Para el campesino castellano, estas tradiciones permanecen, y la palabra dada vale ms que la ley. Es acogedor y generoso. Es tra- bajador, cultivando el trigo que alimenta a casi todo el pas en una tierra spera, a una altitud media de 700 me- tros, luchando casi todo el ao contra las heladas intensas o el trrido calor. Esta lucha continua ha desarrollado en l cualidades de austeridad y tenacidad. Sin embargo, las ideas libertarias haban penetrado muy poco en la meseta castellana. Dominaban los con- servadores tradicionales y el caciquismo, tambin tradi- cional, con los latifundistas, la Guardia Civil, los mdicos y los boticarios. All donde se registraba cierto despertar, los socialistas reformistas eran los beneficiarios. Pero la guerra cambi muchas cosas. En una parte de la amplia meseta no se luch de inmediato contra las fuerzas militares del fascismo; en cambio se luch contra los terratenientes, que eran, abierta o encubiertamente, sus aliados. Siendo tales, pasaron a las regiones arreba- tadas a la Repblica, lo que facilit o provoc la toma de sus bienes, especialmente de sus tierras. Y sin esperar, en todos los pueblos antes dominados por una organizacin social de los siglos pasados, el Fren- te Popular nombr administradores que confiscaron no slo los campos, sino tambin las mquinas y los ani- males de trabajo. Simultneamente la Unin General de Trabajadores nombr comits de administracin para organizar la ex- plotacin de las tierras expropiadas. Y los comunistas, que formaban parte del Frente Popular y se haban des- lizado en la organizacin reformista, ocuparon sin pr- dida de tiempo puestos en los nuevos organismos. La influencia de esta mezcolanza de administradores sin iniciativa creadora fue desastrosa. Los republicanos, perfectos legalistas que nunca haban imaginado tales res- ponsabilidades, no saban qu hacer con esos bienes de produccin, ni con los productores, que saban ms que ellos. Los comunistas y los socialistas, acostumbrados a obrar de acuerdo a las instrucciones del Estado, esperaban rdenes que no llegaban, o no correspondan a las labo- res necesarias, o llegaban a destiempo. Pero los trabajos del campo exigen una iniciativa cons- tante, de acuerdo a circunstancias varias que no pueden preverse desde los despachos o las oficinas, y es inso- portable para el campesino obedecer a gentes que nada saben de su trabajo. En lugar de suscitar, se frenaban las actividades. Y ocurri6 que la gran explotacin, expropiada bajo la tutela del Estado que cumpla casi por fuerza una re- forma agraria de la que se hablaba desde largo tiempo -sin emprenderla nunca en la medida necesaria- pro- dujo menos que antes; que los trabajadores se vean acu- sados de ser responsables de este retroceso, y ocurri la interrupcin parcial de los trabajos agrcolas, provenien- tes de la incapacidad de las autoridades agrcolas, de los comits de direccin estancados entre la gran propiedad individual y el socialismo; todos estos factores negativos causaban una baja en la produccin que amenazaba a las ciudades, particularmente a Madrid. La situacin se torn favorable para la colectividad. A lo cual se agreg la partida del Gobierno central ante la llegada de las tropas franquistas difcilmente conteni- das a 12 kilmetros de la capital. El armazn del Estado se desarticulaba, el espritu de la poblacin se liberaba del gubernamentalismo, un espritu nuevo naca. As empez una nueva etapa donde la influencia liber- taria se hizo presente con un vigor inesperado. Es en Madrid donde se haba anteriormente desarrollado y al- canzado un grado que le daba carcter histrico. Desde haca algunos aos, particularmente desde el nacimiento -en 1931- de la Segunda Repblica mortinacida, el movimiento libertario haba progresado en Madrid, don- de el carcter burocrtico y parasitario impreso por la residencia real, la presencia de la Corte, del Parlamento y de los diversos organismos del Estado, al mismo tiempo que la no industrializacin, haban podido favorecer las instituciones parasitarias y relajado los espritus. Pero durante los cinco aos que acababan de transcurrir, nues- tro movimiento haba arrancado con vigor, y nuestro diario CNT lleg a una tirada de 30.000 ejemplares. El sindicato del ramo de construccin, cuya organizacin tanto haba costado a nuestros compaeros a pesar de la oposicin del sindicato de la misma industria cuyo diri- gente profesional era, desde largos aos, Largo Caballero, contaba con 15.000 adherentes cuando se produjo el ata- que franquista. El Sindicato de la Madera contaba el tercio de los ebanistas y carpinteros; al de las profesio- nes liberales, periodistas, ingenieros, escritores, movidos por su espritu antiestatista, fuera de las filas de la UGT, acudan en nmero creciente. Durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), un Ateneo (centro de difusin cultural y de estudio) haba sido organizado, para sembrar conocimientos de ca- rcter social. Proclamada la Repblica, los ateneos liber- t ar i o~ se multiplicaron, alcanzando el nmero aproxima- do de 30. Cada uno contaba con una biblioteca que constitua su punto de partida y una sala para conferen- cias. Se encontraba por lo menos uno en cada barrio. Los de los suburbios formaban una verdadera cintura en derredor de la capital. Eran frecuentados no slo por trabajadores manuales, sino tambin por estudiantes y profesores cuya simpata iba a esos obreros empeados en sus esfuerzos de autocapacitaci6n y que, adems, esta- 15 blecan en esos locales destinados a la cultura el centro de sus sindicatos, de modo que se conjugaban la lucha de carcter social con el esfuerzo de perfeccionamiento individual. Los barrios de Tetun, Cuatro Caminos, La Bombilla, Carretera Extremadura, Barrio Malyas, Villaverde, San Martn, Vallecas, Entrevas, Las Ventas, La Elipa, La Guindalera, Lucero, Puente de Vallecas, Puente de Sego- via, las Cuarenta Fanegas, Carabanchel Alto, La Latina, tenan cada uno un ateneo2. Y, naturalmente, estos ate- neos haban constituido una federacin, una red que abar- caba toda la ciudad y sus alrededores. El carcter moral de esta actividad explica en gran parte la influencia de la CNT y las realizaciones constructivas que se abrieron paso tan pronto fue posible emprenderlas. Nuestros compaeros, que ya haban establecido con- tacto con numerosos ncleos campesinos, intervinieron, preconizando lo que se haca en Aragn y Levante. Supie- ron convencer rpidamente a los trabajadores del agro, en primer lugar porque tambin eran trabajadores, ma- nuales o tcnicos, y no burcratas, y porque supieron dejar las herramientas de su oficio para manejar la azada o la horca cuando fue necesario. Y nacieron las colectividades castellanas, que se exten- dieron en lo que quedaba de ambas Castillas no conquis- tadas por los franquistas: los dos tercios de la provincia de Madrid, la de Toledo, de Ciudad Real y la provincia entera de Cuenca. En un ao se registraban unos 100.000 adherentes con sus familias y 200 colecrivida- des. Seis meses despus se llegaba a las 300. No cabe la menor duda de que el movimiento se hubiera exten- dido mucho ms si Franco no hubiese gmado la guerra. Y muchos lectores se quedarn sorprendidos al saber que la Federacin de los Trabajadores de la Tierra, que formaba parte de la UGT, adhiri, ella tambin, a la co- lectivizacin. Desde el primer momento, sta dio resultados positi- vos, frutos de la solidaridad y de la comunidad de es- ? Naturalmente, la lista es incompleta. En ese perodo, Ciudad Real fue llamada Ciudad Leal. fuerzos, as como de la mayor eficacia de las tcnicas de trabajo. Ya no se esperaban las rdenes, indicaciones, autorizaciones oficiales o semioficiales para ir adelante. Tierras desbrozadas, obras de riego, sembrados nuevos, plantaciones de rboles diversos, almacenes colectivos (ge- neralmente llamados cooperativas), parques de avicultura, igualdad econmica gracias al establecimiento del salario u familiar.. . En el f&do, los labradores que adheran a la UGT aspiraban en su gran mayora a las mismas inno- vaciones que los de la CNT. Queran el establecimiento de la justicia social en la prctica, en el derecho a la vida, al consumo, a las satisfacciones materiales para s y su familia. Y bien com~rendan aue nunca se alcanzaran estos fines mientras la tierra perteneciera a una minora de explotadores y de parsitos. Fue, pues, fcil establecer un ac~ierdo entre las dos organizaciones campesinas. Y en diciembre de 1937, el secretario de la Federacin de la Agricultura de la CNT poda declarar que la regin del Centro era, por su importancia, la segunda en cuanto a la socializacin realizada. La primera era la de Levante, cuya potencialidad se ha visto, y por otra parte, en la poca indicada, las colectividades de Aragn sufran terri- blemente los estragos causados por la brigada del comunis- ta Lstcr, que era ms valiente contra los campesinos co- lectivistas que contra las fueizas armadas de Franco. Desde el punto de vista administrativo, la estructura orgnica de las colectividades castellanas es esencialmente idntica a la que hemos descrito con relacin a Levante y Aragn. Comisin administrativa nombrada por la asam- blea de todo el pueblo, o la asamblea colectivista, y res- ponsable ante ella; grupos de productores constituidos y organizados segn aptitud fsica para el trabajo, segn el sexo4 y la diversidad de las edades; delegados de los grupos reunindose peridicamente para planificar el con- iunto de las tareas v coordinar los esfuerzos. Las Comisiones administrativas fueron, como en Ara- gn y en Levante, compuestas por tantos miembros como Recordmonos que las mujeres trabajaban excepcionalmente para guardar la alfalfa o aclarar la remolacha*, como decan en su informe los colectivistas de Albalate de Cinca. clases de actividades haba: agricultura, ganadera, ense- anza, intercambios, transportes, sanidad, etc. En las al- deas pequeas o en las colectividades poco importantes, un solo delegado asuma, con frecuencia, varias funciones sin, casi siempre, dejar de trabajar. Porque, segn leemos en un informe publicado en aquella poca, en una colec- tividad bien organizada, nadie debe abandonar su condi- cin de campesino. El Consejo Econmico de Castilla, que resida en Ma- drid, era auxiliado por especialistas con diplomas o sin diplomas, en materia de agricultura y ganadera. Al mismo tiempo, la contabilidad local -generalmente encargada a un profesional a menudo venido de la ciudad- consig- naba cuanto se refera a la produccin, al consumo, las cantidades invertidas en salarios, los productos almace- nados. De modo que todo era controlado por los campe- sinos, debidamente informados. Por otra parte, la impor- tancia de la produccin en la escala comarcal era comu- nicada a la comisin correspondiente de la federacin de la comarca, la que a su vez informaba a las colectividades en conjunto. As se producan una coordinacin armoniosa y una descentralizacin de las funciones administrativas. Desde el punto de vista econmico, las colectividades castellanas no tenan siempre, en ciertos aspectos, la mis- ma estructura de base que, por ejemplo, las colectivi- dades aragonesas. A menudo slo pudieron desarrollarse en los inmensos latifundios que haban pasado a mano de los campesinos organizadores. Lo mismo que en Anda- luca, ciertas propiedades eran tan inmensas que con el personal en ellas establecido constituan verdaderas unida- des econmicas. Ocurri en consecuencia que una colec- tividad aislada tena gran importancia, y tambin que en la jurisdiccin de ciertos pueblos varias colectividades dis- persas eran reunidas por un comit local de enlace. Otras veces se colectiviz casi todo el pueblo, y lo que haba sido unido constitua una organizacin unificada en la multiplicidad de las actividades generales. Porque independientemente de la importancia de esas realizaciones, todas tendieron, desde el principio, a unifi- ccrr, e incluso -empleando un verbo que Bakunin amaba tanto- a solidarizar sus actividades. Y obedeciendo a este espritu, cada colectividad, despus de haber pagado los salarios o la asignacin (la palabra salario repug- naba a esos revolucionarios), comprados los abonos qu- micos, las semillas, las mquinas, atendido a los gastos escolares y sanitarios, enviaba el excedente monetario de que dispona a la Caja comarcal de compensacin. Esta Caja, cuyos administradores eran nombrados por la asam- blem general de delegados de las colectiuidades a la que rendan peridicamente cuentas, tena por misin esencial distribuir el dinero as disponible a las colectividades me- nos favorecidas. De modo que, como ocurra en Aragn, el principio comunista libertario no se aplicaba solamente en el seno de cada colectividad, sino entre todas las colectiuidades. Ningn pueblo azotado por el granizo, la sequa o la helada y socorrido contra los caprichos de la naturaleza, deba reembolsar el valor de lo que haba recibido. Pero la C&a Federal de Compensacirr tena tambin otros objetivos. No bastaba ayudar al pueblo o a las co- lectividades aisladas regularmente e involuntariamente de- ficitarias. Con los tcnicos del Comit de la Federacin del Centro se estudiaba cmo remediar estas dificultades me- jorando el rendimiento de la agricultura u organizando industrias auxiliares. Como en las otras regiones de Espaa, todas las Cajas comarcales de la regin del Centro estaban federadas. Su sede se hallaba en Madrid. La regin constitua, pues, una unidad cuyas partes resolvan libremente los problemas locales, y asimismo, segn un plan de conjunto, los pro- blemas ms generales entre los cuales estaban los de la produccin. En un ao, el Comit de Madrid distribuy unos dos millones de pesetas (de pesetas oro) en abonos qumicos y en mquinas a las colectividades ms desfa- vorecidas. Se haban procurado los fondos necesarios con la venta de los excedentes de las colectividades ms ricas Vract i cndose a este respecto lo que haca la Fundacin de Levan te. El mecanismo federal estaba, pues, bien organizado. Todo se cuidaba, nada era entregado al acaso. Adems, la organizacin del conjunto no se limitaba a cumplir las funciones que acabamos de enumerar. Aconsejaba, guiaba en forma permanente en cuanto al empleo de las mejores ttcnicas, a las formas adecuadas de trabajo. Ya en no- viembre de 1937, la Federacin Regional de Campesinos, transformada en Federacin Regional de los Campesi- nos de la Amentacin del Centro, haba establecido sus laboratorios, a los que se consultaba sobre la profundidad de la labranza, los abonos ms indicados, los cultivos o las semillas ms adecuadas como consecuencia del anlisis qumico del suelo. lncluso se hacan ms: la seccin de los abonos se procuraba, y suministraba, lo que recomendaba la seccin laboratorios: coordinacin, siempre. Campo libre, rgano de la Federacin Campesina y que apareca al mismo tiempo que CNT, rgano diario de carcter general, publicaba, lo mismo que los rganos re- gionales de las colectividades libertarias, indicaciones pre- cisas sobre el modo de cultivar o cuidar los cereales, las frutas, las legumbres, la vid, los rboles frutales, segn las variedades, el clima, el suelo. Publicaba instrucciones tcnicas sobre el modo de combatir las enfermedades crip- togmicas, sobre el modo de conservar los productos diversos, las razas animales que mejor convenan a cada regibn, su alimentacin racional, etc. Y las secciones tc- nicas de la Federacin publicaban, en la prensa especia- lizada, comunicados como el que sigue: Rogamos a los sindicatos y colectividades locales y comarcales que necesitan renovar las vias o mejorar- las por medio de cepas americanas comunicrnoslo lo ms pronto posible, indicndonos qu variedades pre- cisan y en qu nmero. Esto en el caso de que sepan lo que les conviene, segn la tierra. En el caso contra- rio, que nos digan cjuC nmero de cepas desean, y nos manden, para el anlisis, una muestra de la tierra, en superficie y profundidad a fin de poder establecer qu variedad conviene ms. As podremos procurarles a tiempo las cepas necesarias para que los viedos den mejores resultados. Otras recomendaciones e indicaciones sobre todos los aspectos de la produccin agrcola y sus derivados con- tribuan a la formacin tcnica de los campesinos, y tantos esfuerzos, iacilitaban la rpida racionalizacin de la agri- cultura a la cual se daban con entusiasmo nuestros inge- nieros agrnomos, nuestros qumicos y especialistas de toda ndole. Esta responsabilidad, esta moral de solidaridad, esta prctica colectivista estaban presentes en todos los aspec- tos de la vida. l a hacia fines de 1937, cuando llegaban a los pueblos de Castilla, venidos de Catalua o Levante, camiones o camionetas enviados para procurarse trigo, los conductores tropezaban con una negativa general. Incluso si las colectividades disponan de reservas, la contestacin que reciban era: Compaero, lo que est en nuestro poder no nos pertenece. Debes dirigirte al secretario de la Federacin Regional, en Madrid*. Y ningn ofreci- miento, sea de dinero, sea de mercancas, hubiera podido quebrantar esta disciplina libertaria, porque los colecti- vistas saban que el respeto de las resoluciones y de los acuerdos era la condicin del xito definitivo. Y los com- pradores no tenian otro recurso que telefonear o ir a Madrid donde la seccin de intercambios y comerciali- zacin aceptaba procurar las mercancas pedidas si los intereses generales de las regiones menos favorecidas, o las necesidades de la guerra, lo permitan. Hemos dicho que la Federacin Regional de los Cam- pesinos del Centro de Espaa, o sea de Castilla, se haba transformado en Federacin Regional de Campesinos y de 'la Alimentacin. Tratbase, en prirner lugar, de una comprensin nueva, dictada por las circunstancias, de una integracin orgnica de la que existan antecedentes -aunque menos desarrollados- en Levante y Aragn. El 25 de octubre de 1937, por iniciativa de la regional campesina del centro, fue decidida la fusin entre los 97.843 campesinos que la componan y los 12.897 tra- bajadores del Sindicato de la Distribucin, tambin rgano de la CNT. Se daba un paso nuevo en la coordinacin de actividades complementarias. Desde este momento, produccin y distribucin colaboraron ntimamente. Los distribuidores de la federacin de los productores eran los encargados de repartir los productos en las coopera- tivas y los almacenes o depsitos comunales, todo lo cual se organizaba con la mayor rapidez en los pueblos y las ciudades de Espaa, desde luego sin olvidar a la capital 6 . El comercio privado va siendo eliminado, o por l o menos est controlado, y desaparece la posibilidad de que una minora de intermediarios pueda especular con los pro- ductos suministrados por la mayora de los productores, situacin que hara que esta minora fuera duea de la vida material de las ooblaciones '. Y como ocurri en Aragn, en Levante, en Catalua, sin duda alguna en las partes de Andaluca y Extremadura que estuvieron en manos de nuestros compaeros, esta reorganizacin econmica de Castilla antifranquista fue completada por la fundacin de numerosas escuelas, de colonias escolares, de importantes trabajos de regado e iniciativas diversas para extender el cultivo en los terre- nos baldos y en todas partes; esto incluso en Madrid, gracias a esfuerzos a veces extraordinarios. Aadamos las medidas positivas que nuestros compaeros hicieron adop- tar en los concejos municipales donde se esforzaban para que se diera ms importancia al papel desempeado por la comuna, y por transformar a esta ltima en agente ac- tivo de la organizacin local. Citaremos ahora algunos ejemplos que darn una idea bastante orecisa de las realizaciones efectuadas en las trescientas colectividades castellanas que existan en mar- zo de 1938, y cuyo nmero sigui6 aumentando durante " Segn testimonios fidedignos, fue la CNT que, con la par- ticipacin de tres organizaciones regionales, contribuy en mayor escala al abastecimiento de Madrid. ' He aqu un ejemplo convincente: en Barcelona, y por lo general en Catalua, no fue posible amalgamar produccin y consumo. Y la comida que costaba 12 pesetas en un restaurante de Barcelona, costaba 3 pesetas en un restaurante realmente so cializado de Madrid. los meses siguientes en proporciones que los aconteci- mientos, y ante todo la marcha de la guerra impidieron registrar: Fue fundada en una inmensa propiedad del conde de Romanones, lder famoso del liberalismo monrquico. An- tes de 1936, es decir, antes de la revoIucn, el trigo era cultivado en una superficie de 1.938 hectreas, y la cebada, en 323 hectreas. Despus de la revolucin, la superficie sembrada fue de 4.522 hectreas, en cuanto al trigo, y 1.242 hectreas en cuanto a la cebada. La pro- duccin de vino pas de 485 a 727 hectlitros gracias al mejor cuidado de las vias y a la organizacin del regado (haba faltado tiempo para cambiar las vides). En cuanto al valor de la produccin de melones, haba pasado de 196.000 a 300.000 pesetas, y la de la alfalfa, de 80.000 a 250.000 pesetas. Empero, en la poca, e1 aumento de los precios no alcanzaba al 10 por 100. Adems, la colectividad tena un concejal formidable, un centenar de cerdos y un almacn de abastecimiento donde se surtan 800 personas '. En toda la comarca, las colectividades de Tielmes, Dos Barrios, Cabaas Yelpe, Cislada, Tomelloso, Almagro, rea- lizaron una obra constructiva comparable con la del Mi- ralcampo. En su libro Historia del anarcwindicalisme espaol, publi- cado en Madrid en 1968, el escritor Juan Gmez Casas cuenta cmo al terminarse la guerra, el conde de Romanones regres a sus tierras y se qued asombrado por las mejoras que se haban hecho en sus propiedades; los colectivistas haban hasta desviado el curso de un ro pata regar las tierras y construir un molino, sin contar las escuelas, casas de habitacin y refectorio colectivo. Tan maravillado estuvo que intervino para hacer poner en liber- tad al compaero -un obrero de Madrid- que haba planeado estas realizaciones, e impidi6 as que fuera fusilado. Las realizaciones de la ciudad de Manzanares fueron mucho ms vastas que las de Miralcampo. Esta ciudad contaba entonces 25.000 habitantes, y excepcionalmente tambin, tratndose de Castilla, el movimiento liberta- rio haba echado races vigorosas9. Estas dos circuns- tmcias hicieron que la colectivizacin empezara desde agosto de 1936. Desde el principio, nuestros compaeros lograron interesar activamente a adherentes locales de la Unin General de Trabajadores. En 1937, la colectividad posea 22.500 hectreas de tierra y 2.500 de bosques y monte. La mitad de estos bienes provenan de expropiaciones a fascistas o terrate- nientes huidos; la otra mitad, de donativos y adhesiones voluntarias. Se guardaban en los archivos las actas de 63 expropiaciones, de 23 donativos a perpetuidad, y los donativos de 500 colectivistas, ex pequeos propietarios. El ncleo inicial se compona de 1.700 personas, hom- bres y mujeres (no tenemos la cifra de los nios). Al ao siguiente se cosechaban 87.610 quintales de trigo, 96.480 hectlitros de vino, 630 hectlitros de acei- te, por 630.000 pesetas de cereales secundarios y 900.000 de frutas y legumbres. Ya en febrero de 1937, la colectividad posea 700 ca- bezas de ganado mular con los carros correspondientes, seis tractores, cuatro trilladoras para los cereales, seis mquinas de ventilar, tres mquinas a motor para tra- bajos diversos, 80 bombas para extraer agua y distri- buirla en las tierras dedicadas a la horticultura. Agregue- mos 3.000 carneros, 80 cabras y dos palomares inmensos, con 6.000 palomas cada uno. Haba ms: tres molinos de aceite con prensas hidru- licas, una fbrica de alcohol para usos medicinales, una imprenta, dos talleres de construccin de carros provis- tos de elementos tcnicos modernos, una carpintera, un Sobre 18.000 habitantes, la CNT contaba, anteriormente, 3.000 adherente. Cuando estali la lucha, y como consecuencia de las persecuciones recientes, contaba 2.000. Meses despus, con- taba 6.000. taller de espartera, una fbrica de yeso, una refinera de azufre para sulfatar las vias, y un taller de mecnica. En verdad casi todas estas instalaciones existan antes, pero la colectividad las mejor y las hizo producir con el mximo rendimiento. Capital de comarca, ha ayudado a las colectividades de Membrilla, La Solana, Alhambra, Villarte, Arenas de la Vega, Daimiel, Villarrubia, Alma- gro y Bolaos con las cuales estaba unida por la comuni- dad de esfuerzos. Tanta confianza inspiraba, que el Ins- tituto de la Reforma Agraria, organismo ofical del Esta- do, le hizo, al principio de su organizacin, un prstamo de 800.000 pesetas que fue reembolsado muy pronto, aunque la movilizacin militar de parte de sus miembros haya restado brazos que habran permitido obtener ma- yores resultados. Alczar de Cervantes Desde octubre de 1936, la seccin local de la CNT y la de la UGT empezaban la socializacin agraria. De las 53.000 hectreas cubiertas por el territorio munici- pal, 35.000 pasaron a manos de la colectividad. Se nombr. un comit de administracin compuesto por tres miembros de cada organizacin sindical. El presiden- te, viejo campesino, pequeo propietario, no era quiz el hombre ms indicado para encabezar esta construccin revolucionaria, pero su nombramiento constitua, de parte de nuestros compaeros, un acto de buena voluntad del que no hubo que arrepentirse. Estos casos han sido fre- cuentes. Como en todas partes, se empez por intensificar la produccin. Hasta entonces, la de cereales era casi nula. Un ao ms tarde se elevaba a 19.000 quintales de trigo y 15.000 de cebada. Esfuerzo notable en tierras duras y condiciones climticas generalmente adversas. En febrero de 1938, la colectividad posea 1.800 ca- bezas de ganado mular, 400 carneros y ovejas, cuyo n- mero no haba aumentado ms porque haba que poner continuamente esa produccin a contribucin para alimen- tar a Madrid y a los soldados del frente. Pero al 30 de julio de 1937, despus del pago de los salarios familiares, se acusaba ya de un beneficio de 211.792 pesetas. La regin se presta -sobre todo- al cultivo de la vid. En el ao 1937 se cosecharon 48.300 quintales de uva que fueron entregados a las prensas de las bodegas colectivas. Se guard para el consumo la trigsima parte del vino, y el dinero cobrado por la venta de los productos obteni- dos permiti elevar el nivel econmico y procurar, bajo forma de ropa, muebles, reparaciones de las casas, un bienestar hasta entonces desconocido. La colectividad industrial apareci slo seis meses des- pus del nacimiento de la colectividad agraria. Sin duda los resultados obtenidos por esta ltima alentaron a los que hasta entonces haban vacilado. Los miembros de la CNT empezaron por organizar en una casa abandonada un taller de metalurgia. Algunos artesanos y pequeos patronos se sumaron a la empresa: poco despus el taller contaba con 40 obreros mecnicos cuyo responsable tc- nico era nombrado por ellos. Se haba empezado con las herramientas que cada uno haba aportado; este material fue mejorado en la medida permitida por las circunstan- cias. CONTABILIDAD COLECTIVISTA Hemos visto que la casi totalidad de los anarquistas espaoles haban adherido al comunismo libertario o anar- quista, o al anarcocomunismo, o, en el perodo que va desde 1918 a 1936, al anarcosindicalismo cuya frmula y denominacin se expandieron como una de las conse- cuencias de la Revolucin rusa, sin agregar nada, muy al contrario, a los conceptos constructivos del anarquismo que nos parece necesario calificar de social>>. Hemos vis- to tambin que el comunismo libertario, o el anarcosindi- calismo, implicaba el libre consumo que garantizaba el igual derecho a la existencia para todos, y era la expre- sin prctica de la verdadera justicia humana. Kropotkin haba simplificado las cosas al emplear, en su libro La Conquista del Pan, la frmula tan discutible de toma del montn*. Cada cual tomara libremente lo que nece- sitase en los almacenes comunales. Pero desde haca tiem- po, ciertas reticencias haban sido expresadas entre los anarquistas sociales. Malatesta, el primero, sin duda, ha- ba expresado dudas en cuanto a la posibilidad de prac- ticar ese principio y afirmado que no sera aplicable mientras no se llegase a una produccin intensa de los bienes de consumo. Otros militantes, menos conocidos, y entre ellos el autor de este libro, tambin haban planteado el proble- ma, procurando hallar soluciones. Entre ellos, algunos proponan el empleo de una moneda -lo que Malatesta haba hecho, sin insistir, en 1922-. Otros tambin pro- ponan una moneda dondante sin explicar el mecanismo Fianciero necesario, y para evitar que diese lugar a un atesoramiento peligroso, imaginaban un mecanismo de desvalorizacin. Otras soluciones fueron preconizadas. Por ejemplo, la distribucin bajo control por cooperativas sin- dicales y almacenes comunales, que impedira el despil- farro y el sabotaje de los elementos opuestos a la revolu- cin que consuman voluntariamente con exceso. Sin embargo, en el ao 1936, no se haba concretado una solucin tericamente valedera, en especial para las ciu- dades. Empero, habindose empezado la revolucin fue indis- pensable resolver este problema. En las regiones donde, como en Castilla y Levante, continuaba el mantenimiento de las estructuras poltico-administrativas oficiales, como consecuencia de la permanencia del Estado republicano, el empleo de la moneda oficial fue conservado con la ga- ranta de los 3.000 millones de pesetas oro guardadas en el Banco de Espaa. La peseta sigui en vigor como pa- trn de los valores y como medio auxiliar de la distri- bucin. Pero -y fue especialmente el caso en Aragn- all donde no dominaba el Estado. hubo aue imorovism solu- ciones originales; y bien decimos soluciones, porque cada pueblo, cada ciudad pequea invent la suya. No hubo acuerdo tomado, ni tcito, a no ser para la desapa- ricin del dinero, expresin y smbolo de la injusticia social histrica, del aplastamiento de los pobres por los ricos, de la opulencia de unos basada en la miseria de los otros. Durante sidos. desde el ondo de las edades en " , que las lamentaciones de los pueblos se haban transmi- tido de generacin en generacin, el dinero apareca como el medio de explotacin por excelencia, y el odio, de los explotados se haba concentrado hacia el maldito oro, lo mismo que contra el papel moneda. Los revolucionarios se haban prometido hacerlo desaparecer, ante todo y por encima de todo. Siempre en Aragbn, cumplieron su promesa, pero sin aplicar la toma del montn, o sea, expresado en trmi- nos de economa, el libre consumo. Exceptuando la liber- tad de proveerse sin control en cuanto a los alimentos sobradamente abundantes, y que no eran fatalmente los mismos en todos los lugares (aqui, el pan o el vino, all hortalizas, aceite o frutas, etc.) se estableci un modo de reparto controlado desde los primeros momentos cuando su utilidad fue evidente, 10 mismo que se organiz la continuacin del trabajo y de la produccin. Porque, y tambin desde el primer momento, la revolucin fue con- siderada como una empresa colectiva, y sumamente seria. No hubo, particularmente en los campos, lo que Proudhon llamaba orga revolucionaria. Desde el primer momento se comprendi que era necesario prever y orientar con acierto. Hemos guardado cuidadosainente pruebas de la forma t en que se estableci la contabilidad colectivista. Empece- mos oor la ms sencilla. N& hallamos en Naval, pueblo situado al norte de la provincia de Huesca, en los Pirineos. Nada de moneda, siquiera local, nada de racionamiento. Consumo libre des- de el primer da, pero consumo controlado. Cada uno puede presentarse al Comit antifascista, al que acon- seja, cuando es necesario, el grupo libertario preexistente. Una cooperativa de distribucin general ha sido improvi- sada, y ha establecido un carnet con talonario numerado de 1 a 100, en el cual son anotados los artculos entrega- dos, con nombre de los consumidores. El 15 de septiembre, fecha de la inauguracin de la vida colectiva. Antonio Ballester -o un miembro de su familia- ha iecibido medio kilo de garbanzos y un kilo de jabn; Jos Gambia ha recibido un par de alpargatas; Serafn Bistu, rejilla para una conejera y bramante; Pru- I dencia Lafulla, un kilo de arroz y uno de azcar; Joaquina Bustos, un kilo de jabn; Antonio Purtolas, dos kilos de carne l; Ramn Sodomillo, tres litros de vino; Jos 1 Lafarga, un pan; Jos Arnal, un vestido para nia, un kilo de Jabn y uno de arroz; Sotero Fuentes, un kilo de arroz, uno de jabn y uno de tocino; Sesouta, clavos; Joa- 1 quina Lacoma, un kilo de jabn, lo mismo que Pablo Solanona; Juan Lacambra, Antonio Purtola, Isidro Salas, ceda uno medio kilo de tocino. Luego figura una lata de sardinas a un o una colectivista cuyo nombre no pode- 1 ' Sin duda esa carne era destinada a un festn colectivo y co- l lectivista. mos descifrar; y otro kilo de jabn a Domiciana Lins, v un kilo de azcar a.. . Barn. Siemtxe el mismo da. An- ionia Coronas ha pedido una lata de leche condensada, un kilo de arroz, otro de jabn. Ignoramos quin pidi la vara de tela para la guardia donde, sin duda, vigilaban centinelas. Y para terminar este primer da de colectiviza- cin. he aau a~unt ado el intercambio de media docena de Guevos si n duda trados por un individualista, contra medio kilo de azcar. Naval contaba entonces 800 habitantes y 176 fami- lias. No hubo, pues, ese primer da, abusos o despilfarros. Pero los talones de los das siguientes muestran la misma moderacin en el consumo gratuito: dos pares de alpar- gatas para dos hombres, tres kilos de jabn, una botella de leja, un kilo de garbanzos, uno de azcar, 150 gramos de carne de cordero para un enfermo; un litro de acei- te, hilo de coser, dos kilos de pan, tres litros de vino, un kilo de pastas alimenticias, y de nuevo jabn y leja, y otra vez jabn. Cada uno de estos artculos ha sido pedido por personas distintas, y figura en talonario separado. Tal fue en Naval, y en muchos pueblos, el procedi- miento ms sencillo de control utilizado en los primeros tiempos. Pero, siempre en Naval, se lo simplific ms an. Porque el primero de diciembre del mismo ao, se sustituy el carnet talonario por un carnet comn, sin talones, que fue distribuido a cada familia. Y para todo el mes de diciembre, el total de gastos en productos de ultramar y carnicera por una familia que no hemos esco- gido especalmente, fue de 107,30 pesetas; 79,20 pese- tas en enero siguiente; de 68,85 pesetas en febrero; 90,80 pesetas en marzo; 83 pesetas en abril. Una cuenta separada haba sido abierta para los artculos de mercera, la ropa y el calzado. Detras de esta contabilidad, un poco primaria en su sencillez, quien buscaba hallaba otra, ms severa y compli- cada. Nos lo prueban las notas tomadas de los registros de control general y la documentacin que hemos estu- diado o guardado cuidadosamente. He aqu un libro de cuentas donde figuran las entradas y salidas diarias, con las compras de todos los productos. Despus, el libro mayor donde figuran, al transcurrir de los das y en las secciones respectivas establecidas, todas las operaciones. Y otro libro donde se registra el sacri- ficio de los animales destinados al consumo, con la fecha, las caractersticas de las reses, su nmero, origen, peso, calidad, la cantidad de carne guardada para los enfermos Y la cantidad entregada a la carnicera. " En un registro menor y separado, se anota lo entre- gado a los colectivistas para vicios como dice sabrosa- mente el redactor que debe ser un puritano (los vicios son el tabaco de los hombres, las jabonetas y otros artcu- los similares por las mujeres, los bombones y dulces para los nios). Para esos vicios los hombres disponen de dos pesetas semanales, las mujeres de una peseta, los nios, de cincuenta cntimos. Este registro va acompaado de otro donde figuran las cuentas de dos cafetines en los cuales puede consumirse gaseosa, un vaso de vino -uno solo- o un caf hecho con cebada tostada. Viene despus un registro donde figuran las cuentas relativas a los dos camiones que la colectividad ha com- prado, con los gastos (bencina, neumticos, reparaciones), y otro registro donde se apuntan las cuentas de los ar- tculos de alfarera vendidos en la regiGn, y otro ms que se refiere a la venta de la sal proveniente de salinas orga- nizadas gracias a dos fuentes saladas explotadas en el mismo lugar. En fin, el registro reservado a los gastos totales de cada familia. Estamos, pues, ante una contabilidad precisa, aunque improvisada. En este dominio de la distribucin, cualquiera haya sido su forma o su mtodo, la iniciativa organizadora aparece. En centenares de pueblos han aparecido las di - bretas de consumo. Libretas de dimensiones v mesen- , z tacin varias, con tablas de racionamiento, porque hay que racionar no s610 en previsin de la baja de las reser- vas, y tal vez de la produccin, sino tambin, no nos cansaremos de insistir, porque es preciso abastecer al frente y a las ciudades que no parecen comprender la gravedad de la situacin. He aqu, pues, la libreta de mayores dimensiones ( 2 2 ~ 13 cm.); es de color verde y ha sido editada en Calanda, provincia de Teruel. Abarca desde el 1." de mar- zo de 1937 al 2 de febrero de 1938. Cada pgina corres- ponde a una semana. A la izquierda, una columna verti- cal indica los productos que el poseedor o su familia pueden procurarse, desde la carne hasta la leja, pasando por los productos de ultramar, las conservas (en Aragn, generalmente son tomates y sardinas), las legumbres, los muebles, 10s tejidos, e incluso los perfumes. En total 18 artculos. Por cada da de la semana corresponde una columna paralela donde se anota el valor de las compras, calculadas en pesetas. El total se conoce, pues, sin dificul- tad, y el control es fcil. La libreta de Fraga es ms pequea ( 15 X 10 cm.). Aqu son los das, del 1 al 30 3 1 los que figuran en la columna izquierda, y arriba, hori- zontal y verticalmente, en caracteres pequeos, y en cada columna figuran los 14 productos que se ha credo nece- sario racionar segn las posibilidades del abastecimiento local y las reservas existentes (ya hemos sealado que Fraga debe alimentar continuamente a las tropas que estn de paso para el frente de Aragn). La libreta de Ontiena (llamada libreta de crkdito) tena las mismas dimensiones que la de Fraga. Pero n i se menciona ni las fechas, ni los artculos disponibles: se apuntaban los pedidos a medida, con fechas y cantidades. La libreta de Granollers, en la provincia de Barcelona, responda a otro concepto. Editada por el concejo muni- cipal, tena ocho pginas por semana, y estas pginas estaban divididas en cupones que se destacaban, y donde figuraba la cantidad de pan, huevos, azcar, patatas, carne, gallina y conejo, carne de cerdo, bacalao que cada familia poda adquirir segn el nmero de sus componentes y los das de la semana, todo lo cual haba sido establecido segn las posibilidades de abastecimiento. Existan en Catalua, y sobre todo en Aragn, unas 250 libretas de consumo de concepcin prxima y dife- rente formato. Pero tambin existan otros procedimien- tos de distribucin y control que respondan a las dispo- nibilidades, las reservas Y el concepto dominante aue se A tena de las cosas. He aqu, por ejemplo, la tabla de ra- cionamiento establecida sin libreta ni moneda nacional o local, en la ciudad de Barbastro, la segunda en importan- cia de la provincia de Huesca: (La ofrecemos en la pgina siguiente). El pan no est racionado, el vino, segn la situacin; tambin el aceite (pero se distribuyen 30 litros por per- sona y ao), que constituye la nica grasa empleada en la cocina. Observemos, adems, que a partir de los catorce aos los hijos son incluidos entre las personas mayores. Todos estos ejemplos y otros que no podemos enume- rar prueban que no hubo nunca desorden en cuanto a con- tabilidad. Al contrario, quiz (bien decimos qe/i.z), po- dra reprocharse a los colectivistas el haber organizado las cosas en forma excesiva. Henios visto cmo, en Naval, una parte mnima de los gastos estaba reservada a los placeres menudos llamados en la circunstancia vicios. Esta atencin se repite all donde el racionamiento haba alcanzado, como consecuencia de la guerra, un grado con- movedor de austeridad. Las hojas de fumadores, que al mismo tiempo permitan satisfacer una debilidad huma- na y frenaban sus excesos, fueron editadas y distribuidas en numerosas colectividades, as como los vales que daban derecho al consumo de una taza de cebada tostada. En Ontiena, por ejemplo, cada colectivista reciba sema- nalmente una hoja dividida en diez partes, que se per- foraba a cada consumo en el cual el alcohol no figuraba. Esta clase de hojas circulaba mucho, y la persona que invitaba a un amigo a tomar algo tena una taza de caf o una limonada menos que consumir. All donde el racionamiento y la moneda oficial eran rechazados, apareci la moneda local. Los pueblos que l a adoptaron hacan imprimir bonos adornados con un gra- bado y un simple marco con el nombre del lugar y la indicacin: 1, 2, 5 6 6 pesetas a veces 25 50 cntimos de pesetas. Esta moneda fiduciaria era, siempre localmen- te, tan slida como la peseta oficial oro. Tena incluso la ventaja de no desvalorizarse. Con todo, reconozcamos que ofreca el inconveniente de ser utilizable slo en la localidad donde se la emita. Este hecho no escapaba a los organizadores de la recons- truccin social. Ni, por ejemplo, a los habitantes deseo- sos de desplazarse. En este ltimo caso, el comit de la colectividad suministraba las pesetas necesarias, lo que permita ir a las regiones donde dominaba la moneda ofi- cial'. Pero, para terminar con la multitud de monedas locales, e1 Congreso de las Colectividades de Aragn, cuvos trabajos hemos resumido en el catdtul0 corremon- diente, habia acordado por unanimidad iuprimirlas &tal- mente y establecer el racionamiento igualitario para todas las colectividades y los colectivistas de las tres pro- vincias. Al efecto se edit una libreta de racionamiento farni- liar, idntica para todos. Esta libreta, que cubra semana por semana, desde el 1 de abril de 1937 al 31 de di- ciembre, enumeraba 21 artculos cuya lista mostraba, una vez ms, la sobriedad de1 campesino espaol y su consi- deracin del problema de la guerra. Enumeremos, para mayor precisin, cules eran, en el orden establecido, esos artculos: pan, vino, carne, acei- te, garbanzos, judas, arroz, pastas alimenticias, embuti- dos, tocino, conservas varias, azcar, chocolate, conserva de tomates, patatas, leche, lentejas, aceitunas, leja, jabn, ferretera, objetos de cocina, mercera, calzado. El ataque comunista que se produjo poco despus iba a impedir la aplicacin generalizada de ese proyecto. Re- plegadas sobre s mismas, extremadamente debilitadas a consecuencia de las destrucciones que haban sufrido, las cokctividades fueron condenadas a una vida precaria. Con todo, habran continuado, si el avance de Franco no hu- biese terminado la destruccin comenzada por los comu- nistas. Resumiendo, podemos llegar a las conclusiones siguien- tes: en lo referente al problema de la distribucin, que desde ciertos puntos de vista es ms importante que el de la produccin, las colectividades han mostrado un es- pritu creador que, por la multiplicidad de sus aspectos y su espritu prctico, provoca admiracin. El genio colec- tivo de los militantes de base ha sabido resolver proble- mas que una organizacin gubernamental centralizada no habra podido ni sabido resolver. Si los mtodos pragm- Tal fue, y era todava en el ao 1971, la prctica de los ki- butzim israeles que, por lo dems, no son comparables con las Colectividades espaolas, pues se parecen ms a comunidades re ligiosas. ticos a los cuales hubo que apelar pueden parecer insu- ficientes, a veces defectuosos, ante contradicciones que se observan en tal o cual caso, la evolucin que tenda a eli- minar estas contradicciones se produca rpidamente (en ocho meses, las resoluciones orgnicas haban sido toma- das), y se iba con paso firme hacia mejoras unificadoras y decisivas. Mientras tanto. en la zona del ~ a s donde domi- naba la moneda oficial, la peseta se dekalorizaba sin pa- rar, por la incapacidad del Gobierno de frenar el aumento de los precios, y la especulacin se estableca y desarro- llaba. * * + Durante su estancia en Mas de las Matas (ver el ca- ptulo correspondiente), el autor pidi a los principales organizadores de la colectividad (jvenes militantes de frente iluminada por la inteligencia, el idealismo y la fe) cifras precisas sobre el ganado, de cuyo aumento quera informarse. Su demanda fue satisfecha con el documento que re- producimos a continuacin: COLECTIVIDAD GENERAL DE MAS DE LAS MATAS Estadstica de los animales que posee en el mes de mayo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cerdos para el ao.. Cerdos de leche.. ........................ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cerdos de cra.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vacas de leche.. Terneros de recra.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ovejas. Corderos para el abastecimiento. .......... Corderos en preparacin para la produccibn del ao que viene.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cabras. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cabritos. Primales del ao.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Consumo de carne en el mes de abriI: 194 corderos, 50 ovejas, 16 regalones y 18 cabritos. Mas de las Matas, 5 de mayo de 1937. El Comit Colectivo. No se poda ser ms preciso, y seguros estamos de que ningn alcalde francs, alemn o espaol republicano, ha- bra podido suministrarnos en tan poco tiempo cuentas tan minuciosas. Empero, en las 1.600 colectividades agra- rias, o principalmente agrarias, la mitad de las cuales en- globaba la localidad entera, la misma contabilidad precisa era mantenida da por da. Las excepciones, si las hubo, no hicieron sino confirmar este esfuerzo general de orga- nizacin responsable. Hallamos el mismo empeo de responsabilidad organi- zadora en otros aspectos de la vida econmica considera- da en ms vasta escala. As, habamos pedido al comit local de Angs, cabeza de la comarca que lleva su nom- bre, situada al norte de la provincia de Huesca, una ex- plicacin detallada del modo de intercambio entre esa comarca y las otras zonas aragonesas o las catalanas. Esa explicacin no fue facilitada con el documento siguiente, que nos da un modelo de lo que se haca: COMARCA DE ANGUES (Provincia de Huesca) Entregas hechas por nuestra Federacin de diferentes pro- ductos enviados en cambio a la Federacin comarcal de Granollers : 1937 Valor en pesetas 3 de abril 13.300 kilos de trigo a 0,53. 7.049,00 10 de abril 22.050 kilos de trigo a 0,53. 11.686,00 14 de abril 13.300 kilos de trigo a 0,53. 7.049,00 17 de abril 25 Diff., entrega precedente.. 13,25 17 de abril 2 cerdos a 60 ptas. cada tino. 120,OO Entregas hechas por la comarca de Grcmollers a nuestra Federacin comarcal : 3 de abril 192 cerdos de cra a 60 ptas. 11.520,00 . 10 de abril 214 lechones a 60 pesetas.. 12.840,00 10 de abril Cantidad entregada en ptas. 7.000,00 RESUMEN Debe.. ..................... 31.360,OO Haber.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25.917,75 . . . . . . . . . Deuda a Granollers. 5.442,25 Tenemos otros estados de cuentas, siempre entre fede- raciones comrsvcales, todos igualmente precisos, explcitos, minuciosos. Como, por ejemplo, los referentes a los in- tercambios entre la comarcal de Angs y la de Naval, de enero a abril de 1937, con la estipulacin de todos los productos suministrados y recibidos, o entre Angs y la ciudad catalana de Tarrasa, que se hallaba a 300 lulme- tros. Los camiones iban y venan de una regin a otra, transportando los productos agrcolas y los industriales. Cada comarca conoca las particularidades de las otras. Todas se dirigan directamente, unas a otras, se hacan los cr6ditos necesarios con la garanta tcita o especfica de su moduccin. de sus futuras cosechas. Esta ~recisin que sorprenda, y casi maravillaba, aparece bajo otros aspectos de las actividades de contadura. Hemos podido salvar, magnficamente presentadas, grandes fichas rgidas, de 30 >< 23 centmetros, especialmente impresas para con- servar los archivos de las operaciones de compras y ven- tas de la colectividad de Graus. Meses, das, entradas, salidas, reservas, precio de compra -cuando hay com- pra-, precio de venta -cuando hay venta-, totales, detalles, diferencias en ms o menos, vendedor: cada de- talle tena su columna correspondiente donde figuraban en forma permanente los controles y el movimiento de las mercaderas desde el nacimiento de la colectividad. Una de esas fichas nos informa c m relacin al artculo sopas, o sea -en la terminologa de los campesinos ara- goneses-, fideos. Otra sobre la leche lquida, otra sobre las almendras. Sabemos as que el Comit Regional de Barbastro ha suministrado a Graus, el da 18 de diciembre de 1936, 200 kilos de fideos, y que el da 22 siguiente el almacn neneral ha aadido 50 kilos del mismo artculo de consumo. Da tras da, seguimos en la ficha, la impor- tancia de la venta y de la disminucin de los fideos. De los primeros 200 kilos, 34 haban sido vendidos el mismo da de su recepcin; pero el da 22 de diciembre, el stock se elevaba a 216 kilos, gracias a los 50 kilos su- ministrados por el almacn general. Despus, rpidamente -en este momento, y aqu, los fideos son casi un artculo excepcional- se ha pasado da tras da, a 184, 147, 97, 72 y 40 kilos al 30 de diciembre. El 31, todo haba sido liquidado. Para estas operaciones se haban gastado 225 pesetas, precio de compra, y cobrado 237,50 pesetas, precio de venta. La diferencia permita cubrir los gastos generales. Idntica precisin para la leche, cuya compra pasa de 110 a 274 litros del 6 al 15 de abril de 1937. La refe- rencia a las almendras es ms minuciosa, por ser el n- mero de los proveedores mis elevado (debe comprender cierto nmero de individualistas). Pero cada uno figura con su nmero de doble, o sea, de dobles declitros, el precio pagado, el resultado de la venta. Esta contabilidad era practicada para todos los artcu- los que entraban y salan en el economato de Graus. En la misma provincia, hemos pedido al Comit Admi- nistrativo de la Colectividad de Albalate de Cinca datos referentes a su organizacin. He aqu la respuesta textual que recibimos: Familias que coritpofien la colectividad: Ciento tre- ce con un promedio de 460 personas de todas las eda- des. UtiIes para el trabajo, 300; el nmero de grupos son ocho, pero el nmero de familias es relativo, pu- diendo aumentar o disminuir segn las necesidades del trabajo lo aconsejen; el nmero de familias que trabajan en la industria son 25, advirtiendo que no las hay ms en la localidad 3. Superficie de las tierras: Terrenos de regado, 2.900 hectreas; secano, 800. La colectividad trabaja 1.800 hectreas de regado y 500 de secano. Clases de cultivos: Seiscientos noventa y seis quinta- les de trigo, 161,43 de patatas, 40 hectlitros de habas, 40 hectlitros de maz, y una extensin de 90 hect- Haba labradores individualistas que se negaron a entrar en la Colectividad. reas de remolacha. Produccin de alfalfa, que sin duda es la ms interesante: 200 hectreas, con un rendi- miento anual de 75 quintales por hectrea aproximada- mente. El aumento de nuestra produccin viene a ser de 15 por 100 en cereales, 25 por 100 en legumbres y tubrculos y 30 por 100 por el maz. Ganado: La colectividad posee 13 vacas de labor, 45 de leche, 48 terneras, 57 terneros, 900 cabezas de ganado lanar para reproduccin, 200 cabezas de ganado lanar de recra, 100 cabezas tambin de ganado lanar para sacrificio y 200 cerdos. Aun cuando no te pueda dar todos los datos sobre nuestra colectividad, est bien que te diga que en lo referente al consumo todo el pueblo queda colectiviza- do; cada persona tiene libertad de trabajar como le da la gana, individualmente o en pequeos grupos, o colectivamente, ingresando en la colectividad; pero toda la produccin pasa a manos del Consejo local para las necesidades generales de la guerra y de la revo- lucin. Nota: En las 300 personas tiles para el trabajo, van incluidas las mujeres, que sin duda resultan la mitad de1 total, ocupadas en la recoleccin de alfalfa y esclarecimiento de la remolacha. Veamos ahora, un poco mejor, lo que llamaremos la contabilidad solidarista en la escala de la federacin de colectividades aragonesas, y de todas las colectividades de las otras regiones. Haba sido puntualizada en el pleno que tuvo lugar en Caspe, el 25 de abril de 1937, tres meses despus del congreso constitutivo de la federacin regional aragonesa. Entre otras nuevas resoluciones, los delegados rechazaron el ofrecimiento del Ministerio de la Agricultura, de un emprstito monetario que habra podido ayudar a salvar dificultades provenientes del man- tenimiento de la peseta, y del hecho de que no aceptaran los intercambios fuera de las colectividades o de los sin- dicatos de la CNT o de la UGT. Toda relacin econ- mica con el comercio privado, los individualistas o e1 Estado era absolutamente vedada. La aplicacin de estos principios implicaba la necesi- dad de conocer exactamente los recursos de que se dis- pona, para poder practicar no slo los intercambios, sino la solidaridad en forma permanente. De modo que poco despus del pleno de abril, gracias a los cuestionarios en- viados donde corresponda, se posea las cifras que infor- maban con relacin a un primer grupo de 77 colectivida- des aldeanas, o pueblos colectivizados, productores de cereales 4. El excedente disponible de trigo se elevaba a 17.180 quintales; pero por otra parte otros pueblos del mismo grupo acusaban un dficit de 1.653 quintales. Des- pus de haber entregado a estos pueblos el trigo que les 1 faltaba, se dispondra de 15.520 quintales. En cuanto al aceite, segn los clculos referidos al mismo grupo de 77 pueblos, la produccin era de 4.053 quintales. Pero, por otra parte, se calculaba un dficit de 1,637,lO quintales causado por razones clim- ticas. Una vez cubierto este dficit, quedaran 2.415 quin- tales que se podran intercambiar contra otros productos. Los pueblos que se beneficiaran de esta solidaridad te- nan su cuenta corriente, y pagaban con otros productos, calculados en valor pesetas, cuando les era posible. Esta l prctica rebasaba rpidamente el estrecho marco de la comarca y se realizaba por intermedio de los comits co- marcales, en la escala regional 5. Agreguemos un detalle que muestra con qu empeo y clarividencia la organizacin colectivista defenda su r autonoma, y sobre todo su libertad frente a los organis- mos no colectivistas. Hemos dicho que un consejo regio- nal haba sido creado en Aragn; que ste constitua un organismo poltico independiente con el fin de impe- dir en lo posible que el Gobierno de Valencia extendiese su autoridad sobre la regin (la extender, sin embargo, a partir de julio-agosto de 1937). Este Consejo estaba compuesto por una mayora libertaria, y era pesidido Se trataba de un primer paso, que deba ser seguido por otros muchos. En la misma poca, el Comit de Caspe habia enviado una circular a todos los pueblos y Colectividades, a fin de proceder a una encuesta general sobre nmero de rboles frutales (perales, manzanos, nogales, olivos, almendros, vias), sobre el nmero de cabezas de ganado (asnal, mular, caballar, lanar, bovino, porcino y caprino), sobre la importancia de la mano de obra y la super- ficie de las tierras utilizables, regadas o de secano. Se preparaba as la organizacih de conjunto, a escala de la regin entera. por un miembro de la familia Ascaso, cuyos integrantes eran todos militantes ms o menos conocidos. Y sucedi que ese rgano apenas gubernamental quiso semigobernar, monopolizando el comercio exterior. Pero la Federacin rehus categricamente, declarando que estaba dispuesta a pagar, si fuera necesario, un impuesto para que el Consejo de Aragn pudiese hacer frente a sus responsa- bilidades, pero que la economa dependa de las colecti- vidades, y que no estaba dispuesta a renunciar a su inde- pendencia. I LA DEMOCRACIA LIBERTARIA En la organizacin creada Dor la revolucin libertaria '2 espaola, existe una estructuia que va de la base a la cumbre, como corresponde al verdadero federalismo y a la verdadera democracia. Es cierto que en la cumbre, y lo mismo en un escaln u otro, pueden producirse desvia- ciones; que individuos autoritarios, ambiciosos, orgullo- sos o vanidosos pueden transformar, o querer transfor- mar, la delegacin responsable en poder intangible y totalitario. En el Estado que Marx, cuando quiso atraer a los communards que haban escapado a la matanza, llamaba una <<superestructura parasitaria* de la sociedad, los hombres que tienen los puestos de mando son inac- cesibles para el pueblo. Esos hombres pueden legislar, decidir, ordenar, elegir por todos, sin consultar a los que sufrirn las consecuencias de sus decisiones: son los amos. La libertad que aplican es su libertad de hacer las cosas I como ellos lo entienden, gracias al aparato de las leyes, de los reglamentos, de las represiones, a cuyo efecto estn las prisiones, los presidios, los campos de concen- tracin y las ejecuciones. La URSS y sus pases satlites lo prueban sobradamente. , El sistema antiestatista y antiautoritario no permite estas desviaciones porque los comits de direccin y coor- dinacin, indudablemente indispensables, no salen de la organizacin que les ha nombrado. Pernzmecen en su seno, pudiendo siempre ser controlados, accesibles para a los adherentes. Si tal o cual individuo viola su compor- tamiento y las instrucciones que ha recibido, es posible llamarlo al orden, censurarlo, destituirlo, reemplazarlo por otro. Slo en estas condiciones la mayora hace la ley. Este sistema haba sido aportado en el ao 1870 por el ala federalista de la Primera Internacional, es decir, por la tendencia bakuniniana y proudhoniana, que se em- peaba en que los adherentes se pronunciasen y decidiesen en el mximo grado sobre los problemas examinados y la marcha de las actividades. (Significa esto que no haba minoras, individualidades que ejercieran una influencia a menudo decisiva, en las asambleas, en la vida diaria de los sindicatos, de las colectividades, de las federaciones? Pretenderlo sera mentir, y nadie se llamara a engao. Como en toda agru- pacin humana, haba en estos organismos militantes ms preparados, destacndose siempre primeros en las pruebas, predicando con el ejemplo, pagando con su persona, mo- vidos por un espritu de abnegacin y sacrificio, que co- nocan ms a fondo los problemas y hallaban ms fcil- mente las soluciones. La historia de la humanidad contiene, integrada en su corazn, la de las minoras que han asumido la causa de la felicidad de sus semejantes y el progreso de la especie. La minora libertaria asuma esta misin segn sus principios. Para emancipar a los pueblos es preciso, ante todo, ensearles a pensar y a querer. La minora libertaria, fuerte y ardiente, como se ha visto, se esforzaba por en- sear a las masas a prescindir de jefes, y con tal obje- tivo predicaba y educaba, acostumbrndolas a compren- der los problemas que les ataan directa o indirectamente, a buscar y hallar las soluciones adecuadas. Por esto, las asambleas sindicales de la CNT eran la expresin y la orctica de la democracia libertaria. la cual nada tena que ver con la de Atenas, donde 1;s ciudadanos discu- rran y disputaban indefinidamente en la plaza pblica, donde se enfrentaban las banderas, las rivalidades par- tidistas, las ambiciones y los personajes; donde las des- igualdades sociales tambin terciaban y el tiempo precioso re perda en disputas interminables. Aqu, Aristfanes no tendra ocasin de escribir el equivalente de b s Nubes. Normalmente, estas reuniones peridicas se limitaban a algunas horas. Tratbase de temas concretos y precisos, de modo concreto y preciso. Y quienquiera que tuviese algo que decir poda decirlo. El Comit o la Comisin administrativa exponan los problemas nuevos aparecidos desde la ltima asamblea, los resultados obtenidos por la aplicacin de tal o cual resolucin sobre la produccin, el aumento o la disminucin de una rama especial, las relaciones con los otros sindicatos, el rendimiento del trabajo segn los talleres y las fbricas. Se informaba, se discuta. La asamblea nombraba comisiones cuyos miem- bros estudiaban las soluciones acordes con los problemas planteados y, en caso de desacuerdo, se estableca una mocin por mayora y otra por minora. Estas prcticas eran aplicadas en t d o s los sindicatos de la CNT, en todos los oficios, en t oda las industrias, en todas las asambleas que, en Barcelona, reunan y haban reunido desde el nacimiento de nuestro movimien- to centenares o millares de trabajadores, segn su impor- tancia. En casos excepcionales, decenas de millares. De modo que el conocimiento de los deberes y de las responsabilidades de cada uno se extenda cada vez ms, en una medida determinante y decisiva. La prctica de la democracia libertaria era corriente tambin en las regiones agrcolas. Hemos visto cmo, des- de el principio de la guerra civil y paralelamente a la revolucin, fueron las reuniones generales de los habi- tantes de los pueblos las que decidieron el nombramiento 1 de los comits locales responsables, as como los delega- , dos a las diferentes actividades que reclamaban una indis- I pasabl e coordinacin fueron propuestos y elegidos por toda la poblecin reunida. Pero conviene aadir, y subra- yar, que en todos los pueblos colectivizados, en torias las colectividades parciales de aldeas, en las 350 400 colectividades de Aragn, las 900 de Levante, las 300 de Castilla (regin del Centro, segn la clasificacin I cenetista), la poblacin entera era convocada una vez por semana, por quincena o por mes, e informada de todo I lo que se refera a la vida general. El autor asisti, en Aragn, a cierto nmero de esas asambleas donde las explicaciones y los informes sobre los temas que figuraban en la orden del da permitan a la pob1aci.n saber, comprender, integrarse mentalmente a la sociedad, a la responsabilidad social, y participar en la direccin de la vida pblica, de modo que las recri- minaciones, las crticas que se producen siempre cuando las decisiones son tomadas sin una posible oposici6n real y eficaz no se producan aqu. Las asambleas eran pbli- cas, abiertas a todos los habitantes; las objeciones, las proposiciones eran debatidas ante todos, pudiendo cada cual, lo mismo que en las asambleas sindicales, tomar parte en los debtes, criticar, proponer, votar en pro y en contra. La democracia se extenda a toda la vida social. En la mayora de los casos, los mismos individua- listas, enemigos de las coIectividades, podan participar en las deliberaciones; eran escuchados, como los colecti- vistas. Slo que no podan votar, puesto que no formaban parte del organismo cuyas actividades se decidan. Este principio y esta prctica fueron extendidos a los debates de los concejos municipales de las pequeas ciudades, y hasta en ciudades de cierta importancia --el autor halla entre otras, en sus notas, Villanueva y Geltr, Castelln de la Plana, Gerona, Alicante, Alcoy, Iguala- da-. Hemos visto que, cuando a causa de las exigencias de la guerra, nuestros camaradas haban decidido partici- par en esos concejos, donde a menudo se hallaban en minora, no por esto dejaban de ejercer una influencia preponderante, en primer lugar porque obtuvieron de los otros partidos, que no podan rechazar su exigencia, que los debates fuesen pblicos. Los elementos del pueblo, hombres y mujeres, que disponan de tiempo, no perdie- ron la ocasin de asistir a las discusiones. Y a menudo se obtuvo que la mayora poltica aceptara reformas sociales (construccin de escuelas, casas y jardines de nios, so- corros decentes para los ancianos, etc.) que hubieran sdo rechazadas de haberse continuado los debates a puertas cerradas. Lo mismo en la escala individual que en la escala co- lectiva local, estos diferentes aspectos de la democracia libertaria inauguraban, a juicio nuestro, una civilizacicin nueva. Para mejor demostrarlo vamos a describir el desa- rrollo de una asamblea en una poblacin de 5.000 habi- tantes, Tamarite de Litera, en la provincia de Huesca, asamblea a la cual hemos asistido, como asistimos a otras, a fin de recoger testimonios tan vvidos como fuera posible. El pregonero se ha presentado en la plaza pblica, en las partes ms frecuentadas de las calles del pueblo. Ha tocado por tres veces una trompetita que por su tamao y su sonido parece juguete de nio, y con voz lenta, de tenor ligero que adoptan, ignoramos por qu, todos los pregoneros aragoneses, ha ledo, cortando o entrecortan- do las palabras y las frases, el contenido de un pedazo de papel en el que est escrito que la Comisin de la colec- tividad convoca a los miembros de la misma por la no- che, a las 21 horas. Por la noche, a las 21,30 horas, la sala del cine est a medio llenar de cam~esinos cuvas conversaciones for- man un nunoreo en el cual sobresalen a veces las voces de los chicuelos venidos como a un espectculo. Hay aproximadamente 600 personas, de las cuales un cente- nar son mujeres de todas las edades. Los temas de las conversaciones son varios, pero nadie desentona, a pesar del temperamento rudo de los habitantes de la regi6n. Por fin. el secretario de la colectividad. el com~aero - Blanco, que tanto ha pagado de s durante veinte aos de combates, sube a la tribuna. El silencio se establece. El secretario propone inmediatamente la adopcin de me- didas que se imponen en toda reunin de este gnero: -Compaeros, debemos empezar por nombrar una mesa de discusin. Inmediatamente, uno de los concurrentes pide la pa- labra por una mocin de orden. Se le concede el uso de la Dalabra. -Hay --dice- varios individualistas en la sala. Los individualistas san enemigos de la colectividad, no tienen nada que hacer en esta reunin, debemos expulsarlos. Adems, es necesario que las mujeres se callen, si no habr que expulsarlas tambin. Parte del pblico parece estar de acuerdo c m las dos propasiciones. Hay gestos de aprobacin. Otra parte calla, parece dudar, reflexionar. Como nadie toma la palabra, el secretario contesta para decir que, a juicio suyo, los individualistas pueden tam- bin asistir a los debates, e incluso intervenir. Nada tenemos que esconder y es al ver cmo obramos, a cara descubierta, como acabarn por convencerse. En cuanto a las mujeres que hablan demasiado, est seguro de que no ser necesario emplear tales procedi- mientos. Los individualistas son, por mayora de votos, autorizados a quedarse. Y se aprueba, sin votar, que las mujeres se queden tambin. Se nombra la mesa de discusin por la cual, uno tras otro, son propuestos y aprobados cuatro de los colecti- vistas presentes. Los cuatro suben a la tribuna. Uno de ellos hace de presidente, y da la palabra al secretario para informar. El compaero Blanco empieza por exponer las razones que movieron a la Comisin administrativa a convocar esta asamblea extraordinaria. Sin ser orador, se expresa con claridad, y enumera los puntos del orden del da. En primer lugar se impone el cambio de cuatro de los miembros de la Comisin que haban sido nombrados en la asamblea anterior, porque no cumplen los trabajos que corresponden a su cargo. No por falta de voluntad, sino de formacin. Por otra parte, existe un cierto des- contenro contra el delegado al abastecimiento. Es un compaero muy capaz, pero de mal genio, con modales demasiado bmcos, de modo que ha tenido incidentes desagradables, en especial con los delegados de otras re- giones, y esto no debe ser. Ser preferible que, en ade- lante, se ocupe de los intercambios a ms larga distancia, en Catalua o Francia, donde las relaciones son menos estrechas. En su lugar, el secretario cree, de acuerdo con los otros miembros de la Comisin administrativa, que conviene encargar al delegado a la industria y al comercio que se ocupe de las tareas que ha desempeado hasta ahora el delegado al abastecimiento. Los presentes parecen meditar un poco. No hay por qu discutir mucho. Los cuatro delegados insuficiente- mente preparados son reemplazados por otros, despus de proposiciones y votos, y el delegado al abastecimiento ve sus atribuciones reducidas. El secretario expone el problema siguiente que figura en el orden del da. Un grupo bastante numeroso de miembros de la colectividad acaba de retirarse para vol- ver a las prcticas individualistas. El reglamento les re- conoce este derecho, puesto que la adhesin, como la separacin, es libre; de modo que han vuelto a la explo- tacin individual de su tierra. Pero ahora reclaman un horno -los hornos estn en manos de la colectividad- para cocer su pan. La asamblea debe decidir si hay que drselos o no. Se oyen vagamente algunos comentarios. Los rostros estn tensos, atentos, graves. Las mujeres comentan, evi- tando hablar demasiado alto. Un colectivista pide la pa- labra. -Debemos prestarles un horno por quince das, O un mes, a fin de que tengan tiempo de construir uno, pero la colectividad debe guardar los que tiene. Ot ro colectivista no est de acuerdo: No tenan ms que quedarse con nosotros, se han ido por egosmo y puesto que se han ido, que se arreglen como puedan; ellos tienen la culpa, no tenemos por qu ayudarles. Pero un tercero, que ha pedido la palabra con mucha insistencia, opina en distinta forma. Ya hay demasiados hornos en Tamarite; sera una tontera construir uno ms, Pero tampoco les podemos prestar uno, pues no lo merecen. Tres o cuatro ms de los presentes intervienen. Todos hablan con la parquedad de los campesinos, pero ninguno propone una solucin satisfactoria para la mayora. Las reacciones del auditorio son diversas. Entonces, el secretario expone su opinin. Ante todo, se plantea el problema de la buena organizacin de la economa. Construir un horno ms sera malgastar un material que necesitamos para otros usos. Despus, esto provocara un gasto suplementario de carbn y lea, lo que debemos evitar porque las consecuencias de una mala administracin no recaen solamente sobre los individua- listas, sino sobre toda la economa nacional. Y esto debe- mos evitarlo, tanto para ganar la guerra como la revo- lucin. Debemos probar que somos capaces de hacer algo mejor que el capitalismo, que malgasta precisamente lo que necesita la sociedad. Razn por la cual, en lugar de construir un horno ms, debemos reducir el nmero de los que hay. Hagamos, pues, el pan para los individua- listas. Pero stos debern aportar la harina necesaria y habr una nica calidad para todos. Por otra parte, no debemos negarles el pan, porque a pesar de estar en el error, tienen que poder comer lo mismo que nosotros, y en una situacin opuesta a la que estamos, estaramos contentos de que nuestros adversa- rios no nos impidiesen comer. El secretario ha convencido a la asamblea, que des- pus de la intervencin de algunas colectivistas que de- claran estar de acuerdo, aprueba su proposicin. Se examina ahora un problema inesperado. Hay que racionar el pan o no? Los salarios pagados por la colec- tividad permiten comprar mucho ms de lo necesario, lo que da por resultado que se d pan a los animales y se lo malgaste; por otra parte, esto pueden hacerlo las familias numerosas, que tienen ms recursos gracias a los salarios familiares, de modo que incluso hay una cierta injusticia, que la revolucin no puede permitir. Hay, pues, que establecer un lmite al consumo de pan, cada familia ha de poder obtener el que necesite, sin llegar al derroche. Despus de una discusin en que intervienen diversos colectivistas que se expresan con sencillez, se llega a vo- tar en favor del racionamiento. Las modalidades de apli- cacin sern examinadas despus. Pero ahora se plantea un problema de jurisprudencia. Quin aplicar las me- didas decididas? El concejo municipal o la colectividad? Las distintas intervenciones y la participacin del secre- tario permiten comprender la importancia del litigio. El concejo municipal abarca toda la poblacin: los indivi- dualista~ que componen 1s octava parte, y los colecti- vistas que componen las siete octavas partes. Si el racio- namiento es aplicado por el concejo municipal, la medida ser valedera para todos. Si es la colectividad, los indivi- dualista~ no se considerarn obligados a respetarla. Se intercambian opiniones para delimitar las atribuciones de los dos organismos. Y se decide pedir al concejo comu- nal que se encargue de aplicar la medida; si no aceptara, la colectividad l o har en los lmites de sus posibili- dades. Pero la separacin de los individuaIistas da lugar a un problema nuevo. Varios han dejado a sus ancianos pa- dres a cargo de la colectividad, abandonndolos de hecho. Los pobres viejos estn ahora a cargo de la colectvidad, pues son incapaces de trabajar. Este comportamiento es inadmisible. Qu actitud debemos adoptar hacia ellos? Desde luego, prosigue el secretario, no podemos expul- sar de la colectividad a esos ancianos. Estn y continua- rn amparados por nosotros, pero el comportamiento de sus hijos no puede tolerarse. Que diga la asamblea lo que debe hacerse. Varios de los presentes piden la palabra y hablan en medio de la tensin v el inters general. Uno de ellos ' > pide que se quite la mitad de su cosecha a esos hijos desalmados. Ot ro repite que sera una vergenza echar a esos pobres viejos de la colectividad: cualquier cosa, menos eso. El que le sigue en el uso de la palabra pro- pone que se comunique a los hijos que si no toman con- sigo a sus padres se les quitar la tierra, y les ser negada toda solidaridad. Pues el moblema moral es ori- " mordial. Se vota esta proposicin, que es aprobada. Cada vez que se adopta una resolucin, y antes de abordar otro problema, la asamblea comenta, sin ruido excesivo; el parntesis dura apenas un minuto. Un colectivista pide la palabra para preguntar por qu no se ponen en marcha los talleres de alfarera que antes de la guerra constituan una fuente de ingresos, porque surtan a numerosos pueblos de la regin, e incluso a pequeas ciudades, en cntaros, camelas, alcarazas. Tam- bin fabricaban tejas y ladrillos. Pero como faltan brazos en los campos, se ha enviado a los alfareros a las labo- res de la tierra. Algunos estn en el frente, y se fabrica mucho menos que antes. Qu remedio hay? Un anciano propone que se haga trabajar a los alfareros que quedan diez horas en lugar de ocho; un cincuentn dice que se aumente el nmero de los que trabajan en los talleres; otro, despus de extenderse sobre la nece- sidad de intensificar esta produccin, propone que se haga venir a especialistas de otras regiones. Propone, adems, que se abra la fbrica de azulejos, cerrada a causa de los acontecimientos que desvan a tantos hombres de sus ocupaciones habituales. Varios le contestan que estamos en guerra, y que bien podemos pasar sin azulejos hasta la victoria. Se oyen risas de parte del auditorio, que aprueba. Y como algunos de los presentes preguntan por qu no se hace venir obreros especializados de otras partes para producir este ao como en los aos anteriores, el alcalde, que est presente como cualquier colectivista, explica que anteriormente varias comarcas compraban estos artculos en Huesca, pero que habiendo esta ciudad cado en manos de los franquis- tas, compran ahora en Tamarite, lo que aumenta las difi- cultades. Hay, pues, que reincorporar a sus trabajos a los alfareros y publicar en la prensa un llamamiento para que trabajadores especializados de otras regiones vengan a Tamarite, como se ha propuesto ya. Mayora de votos. El orden del da est agotado. Se trata de cuestiones varias. Uno de los presentes declara que hay en Tamarite un alpargatero que conoce muy bien su oficio. Se podra organizar un taller donde las mujeres iran a trabajar en lugar de perder el tiempo charlando en la calle. Las mu- jeres ren, pero la proposicin es aceptada: veremos cmo ser aplicada. Otro, sesentn, que parece de mal genio, declara que las mozas del pueblo no son formales, y pre- fieren pasear durante las horas de trabajo en el taller que ha sido organizado para ensearles la costura. Pro- pone que se escoja una buena costurera que les ensear bien, pero dentro de la iglesia, que no tiene ventanas. Se cerrar la puerta con llave, y las chicas no podrn esca- bullirse. Todos ren, las chicas ms que los mayores. Varios colectivistas inte~vienen exponiendo su opinin, y se acaba por decidir que en cada taller una delegada ser encargada de controlar a las aprendizas. Las que falten dos veces seguidas sin motivo sern expulsadas. Pero el cascarrabias es implacable. Ahora quiere que cuando no den satisfaccin, se obligue a las muchachas a ayunar durante dos o tres das. La risa es general. Ot ro problema: hay que nombrar una nueva directora para el hospital (nos informamos as que lo dirige una mujer, cosa rara hasta entonces en Espaa). Este hospi- tal haba sido transformado en casa de ancianos, pero stos son ahora atendidos en su propia casa por el m- dico que ha adherido a la colectividad, y el hospital comarcal es reservado para los casos urgentes de enfer- medad. Lo cual causa un nuevo litigio jurisdiccional. El hospital tiene un carcter pblico general, y es preciso saber si depende del Concejo municipal que ha sido re- constituido, o de la colectividad. En el primer caso, es cosa de todos, de los colectivistas y de los individudistas, y estos ltimos deben participar en los gastos que hasta ahora han sido sufragados por la colectividad, cuyos ene- migos han aprovechado de su generosidad. Se decide apla- zar la discusin hasta mejor informacin. Despus de haberse examinado problemas de menor cuanta, el presidente levanta la sesin. La asamblea ha durado dos horas y media. Casi todos los que haban tomado parte en ella eran campesinos del pueblo o de los alrededores, acostumbrados a levantarse muy temprano en esta poca del ao, y que han trabajado ese da doce o catorce horas. Sin embargo, nadie sali antes del fin de los debates, ni siquiera l& que se haban quedado de pie, porque los asientos fueron todos ocupados; los rostros quedaron despejados, las miradas firmes, mostrando al final tanto inters -a menudo divertido- como al principio. Y el secretario, a la vez paterno, fraterno y pedagogo, debi insistir para que el orden del da no fuera alargado. La ltima resolucin tomada se refera a la frecuencia de las asambleas que, en adelante, en lugar de ser men- suales, seran semanales. Y los colectivistas se fueron a dormir, comentando en camino los debates habidos y las resoluciones tomadas. Algunos vivan bastante lejos. Regresaron a pie o en bi- I cicleta. l LAS CARTAS I CUARTA PARTE Hemos procurado, en los captulos que preceden, in- troducir, guardando el sentido de las proporciones, la ma- yor parte posible de textos, o las partes relevantes de los reglamentos o estatutos que oficializaban, por as decirlo, los principios esenciales sobre los cuales se fundaban y organizaban las colectividades agrarias espaolas. En posteriores captulos de esta obra insistiremos insis- tiremos con la ~ublicacin de otros textos aue. como los reproducidos, fEagmentaria o integralmente: cokfirman el espritu a la vez constructivo y humanista que ha guiado a los libertarios espaoles en su obra histrica. Estos documentos tienen, a nuestro modo de ver, tanta importancia como la tuvieron las cartas de las comunas de la Edad Media para quien estudia esa etapa de la historia del mundo occidental. Son. para el mrvenir. ' L elementos de apreciacin y referencias en que podrn ins- pirarse los que continuarn la lucha por una sociedad ms justa y racional. Tal vez examinndolos con lente de aumento pueda un espritu crtico formular objeciones secundarias en cuanto al estilo o a la sintaxis, por ejemplo. Pero a pesar de las im~erfecciones de redaccin. estamos convencidos de que hasta el presente ninguna revolucin ha mostrado un espritu constructivo tan preciso, exponiendo concep- tos realizadores tan claros y una tica social tan elevada. Considerados en su esencia, puede afirmarse que los objetivos perseguidos, los mtodos enumerados y adap- tados constituyen una doctrina del socialismo consustan- ciada con la vida, que podr guiar hacia un mejor por- venir a los hombres ansiosos de verdadera justicia y fraternidad. INDUSTRIA Y SERVICIOS PUBLICOS LAS REALIZACIONES INDUSTRIALES Segn las cifras del ltimo censo que precedi a la guerra civil y a la revolucin, Espaa contaba -en 1936- con 1.900.000 personas empleadas en las indus- trias, sobre un total de 24.000.000 de habitantes. En primer lugar, hallamos 300.000 asalariados en l a industria del vestido; es preciso tener en cuenta que en este total el nmero de mujeres empleadas era superior al de los hombres. Le segua en nmero la industria textil, que exportaba pafios incluso a Inglaterra, y que contaba con trabaja- dores de ambos sexos; en el personal femenino figuraban las obreras empleadas en la fabricacin de ropa blanca. La tercera industria era la del ramo de la construccin. Totalizaba 270.000 trabajadores, que ejercan los oficios ms diversos correspondientes a esta actividad. La cuarta era la correspondiente a la alimentacin: conservera, salazones, especiera, etc., con 200.000 personas. Registramos luego 150.000 asalariados en la especiali- dad caza y pesca, con predominio - d e s d e luego- de la pesca sobre Ia caza. Y es entonces cuando llegamos a la produccin clave, que en las naciones modernas est constituida por lo que se llama con razn industrias bsicas*: Ia produccin minera, con 100.000 hombres empleados en la extraccin de hulla y de los diferentes minerales, y la industria me- talrgica, con 120.000 trabajadores. Por tanto, si bien la industria espaola no era im- portante con relacin a otros pases avanzados econmi- camente, no puede decirse que fuera de despreciar, sobre todo si este total aproximado de 1.900.000 personas es comparado con el total de la poblacin espaola (24.000.000 de personas). Y aun la poblacin campesina era mucho ms numerosa, sera un error juzgar las posi- bilidades de socializacin revolucionaria slo a partir del mbito rural. Aadamos a estas cifras bsicas que -como lo hemos mencionado ya- un 70 por 100 de la industria estaba concentrada en Catalua, en donde los abundantes saltos de agua alimentados por los Pirineos haban facilitado desde haca mucho tiempo la captacin de fuerza motriz; el contacto con Francia, la utilizacin del mar Medite- rrneo hacia Italia, Africa del Norte e incluso -pasando por el estrecho de Gibraltar- hacia Amrica del Sur, favorecan la expansin comercial y la exportacin de cier-. tos productos industrializados. As, la industria textil -que movilizaba grandes capitales financieros- pudo desarrollarse gracias al algodn importado desde los Es- tados Unidos, Brasil y Egipto, mientras que la lana lle- gaba desde la Mancha y otras regiones del pas donde las dificultades naturales para la agricultura y la escasa pro- ductividad de las pasturas que cubran parte de Espaa obligaron a los campesinos a especializarse en la cra del ganado lanar. Completemos esta breve indicacin general mencionan- do a los 60.000 trabajadores ocupados en los medios de transporte, aparatos de transmisin y empresas de elec- tricidad, y -concluyendo- a las 40.000 personas re- gistradas en las 4.000 pequeas empresas de productos qumicos, cuya existencia indicaba una tendencia hacia la modernizacin de la economa general l. En resumen, segn las estadsticas, las distintas indus- trias absorban - e n julio de 1936- entre un 22 y un 23 por 100 de las personas activas; la agricultura, por su parte, ocupaba un 52 por 100; y lo que se denomina hoy sector terciario (que entonces englobaba el personal domstico) registraba aproximadamente un 25 por 100 *. ' V6ase en la Sptima Parte la seccin titulada La industria- lizacidn, reglamento de las colectividades. Desde luego, hoy las estadsticas no son las mismas. Segn e1 censo practicado en 1960, la poblacin agrcola activa repre- Se comprender que esta estructura economicosocial haya influido las realizaciones de la Revolucin espaola, lo mismo que -en determinado momento- la inuy la falta de materias primas, o de energa, o el agotamiento de las reservas de algodn (que no llegaba del extran- jero por causa del bloqueo martimo), o la falta de lana (que no llegaba ya de la Mancha, casi toda en manos de tropas franquistas), o la falta de comunicaciones adecua- das con Catalua. En fin, y esto bastara para hacernos comprender la importancia de ciertas dificultades econmicas que - d e - masiado a menudo- los revolucionarios descubren cuan- do es tarde 3. La industria de la construccin -que en Barcelona ocupaba alrededor de 40.000 trabajadores- se paraliz de la noche a la maana, porque en todo pe- rodo de crisis sta es la rama de trabajo que ms pronto cesa sus actividades, pues los propietarios desaparecen o no invierten su dinero -ya sea para hacer construir inmuebles nuevos o hacer reparar los que ya poseen. Es en el Congreso celebrado en Madrid en el ao 1919 (llamado Congreso de la Comedia o del teatro de la Comedia), que la CNT -fundada en 1910- haba de- cidido renunciar en todo el territorio de Espaa a los sindicatos y federaciones tradicionales de oficio, hijos sentaba el 39,70 por 100 del total; la poblacin industrial, el 33 por 100; el sector denominado servicios, un 28 por 100. En 1961, la siderurgia y la gran metalurgia englobaban unas 1 230.000 personas; la metalurgia menor a 386.000; mientras que la constmccin contaba con 603.000 trabajadores y la industria textil con 335.a00. Pero tambin aqu -para que las comparacio- nes sean vlidas- es preciso tener en cuenta el aumento de la poblacin: en 1961 se totalizaban 30 millones y en 1970 as- I cenda a 34 millones de habitantes. a Pero, qu revolucionarios empeados en destruir la socie- dad actual, y al parecer, en construir una sociedad nueva se han preocupado jams de tales problemas? El mismo Marx se burlaba de lo que el llamaba las recetas para las ollas de la sociedad futura*. Aunque pueda sorprender, slo la escuela libertaria ha producido ensayos y anticipaciones ms o menos valederas -se- gn los casos- sobre la reorganizacin social. Y la concentra- 1 cin permanente del espritu en cuanto a la labor reconstructiva por realizar fue - con seguridad- uno de los factores que ms influy en los militantes cuya obra realizadora describimos. de la Primera Internacional; a los que Bakunin se refera cuando preconizaba su extensin para la construccin del socialismo en toda Europa. Pues esta primera estructura de organizacin obrera -que hallamos an en bastantes naciones- ya no responda, en opinin de los militantes sindicalistas libertarios, a la evolucin de las estructuras del capitalismo moderno, las que imponan mayores con- centraciones de combate. Pero tambin -pues este obje- tivo numa fue olvidado, y se persegua paralelamente a la lucha de clases en la sociedad capitalista), se trataba de preparar mejor la organizacin social del porvenir. Los lamentables ejemplos de las luchas intercorporativas del fin de la Edad Media y del Renacimiento no respondan al espritu de nuestros militantes espaoles, para quienes el federalismo fue siempre sinnimo de asociacin prc- tica. As considerado, vemos que en el terreno sindical y en el trabajo, un pen de pico y pala, un albail, un ladrillero, un cementista, un yesero, un pen, un arqui- tecto, un plomero, un electricista, colaboran y participan en la construccin de un edificio o de una casa. Es, pues, lgico y necesario hallarnos unidos en el mismo sin- dicato '. Igualmente, la construccin de una caldera - de s de la fabricacin de la chapa hasta el calafateo- implican una serie de operaciones, hechas por trabajadores de dife- rentes oficios, todos solidarios. El problema consista, entonces, en unir aquellos oficios que tendan a un mis- mo fin. Pero esta unin no deba realizarse sin mtodo u olvi- dando la prctica de la libertad. En el fondo, el sindicato de industria era una federacin de oficios y trabajado- res de distintos oficios afines. Cada uno constitua una seccin tcnica, y todas esas secciones eran interdepen- dientes 5. Cuando una de ellas entablaba un combate, las ' Vase, ms adelante, Estructura de un sindicato de industria. La solidaridad supone interdependencia o es una palabra hueca. He aqu un ejemplo que muestra la diferencia moral exis- tente entre los viejos militantes sindicalistas franceses y sus ca- maradas espaoles. En una especie de mesa redonda donde el autor explicaba a delegados metalrgicos de la zona industrial del Creusot que el sueldo de los metalrgicos era -en Barcelo- COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPAA 27 1 otras la apoyaban solidariamente, lo cual favoreca la victoria. Si no todas las secciones, o sea la industria en- tera, entraba en lucha. Lo cual aumentaba formidable- mente la capacidad de las organizaciones obreras, mien- tras el sindicato preparaba mejor el marco econmico del porvenir. La aceptacin de las federaciones de industria, com- plemento lgico de la constitucin de los sindicatos de industria -as como las federaciones de oficio lo haban sido de los sindicatos de oficio- fue impedida durante aos por la oposicin de quienes se aferraban a una in- comprensible ortodoxia, a lo cual se agreg la desorgani- zacin causada por las numerosas huelgas locales o gene- rales, por los intentos insurreccionales, por los boicots y las represiones, y tambin -reconozcmoslo- por la insuficiencia numrica de militantes tcnicamente capaci- tados para preparar las grandes realizaciones constructi- vas del porvenir 6. Sin embargo, las orientaciones funda- mentales haban sido trazadas en los congresos y en aqul celebrado en febrero de 1936, donde fue votada una resoluci6n que clasificaba en 18 federaciones de indus- tria a todas las actividades productoras y a los servi- cios pblicos de la nacin. Estas federaciones eran las de metalurgia y siderurgia; industria textil; industria qumica; petrleo y derivados; agua, gas y electricidad; transporte terrestre y martimo; servicios sanitarios, en- seanza; espectculo (teatro, cine, etc.); trabajo de la madera; produccin tabacalera; agricultura; bancos y finanzas; construccin; minas; tcnica general. Ms tarde, en el Pleno Econmico de Valencia (1938), se aportaron modificaciones -en parte causadas por la guerra- en una muy compleja situacin, consecuencia l na- el mismo para todos los oficios, uno de los delegados de- clar que no poda admitir que un forjador se pronunciara sobre lo que l -mecnico ajustador- deba ganar. Le expliqu que habamos desbordado el marco corporativista y que para nosotros el derecho humano, igual para todos, era el primordial. El cama- rada no result del todo convencido. En su libro ya mencionado, El Proletariado Militante, An- selmo Lorenzo mostraba ya que en tiempos de la Primera Inter- i ternacional la carencia de militantes tcnicamente capacitados 1 constitua un problema de difcil solucin. de las relaciones comnmente dificiles con las formacio- nes polticas. Las federaciones de industria - q u e tan a menudo desbordan el marco trazado, y no son sino ape- laciones genricas- seran 15. Antes de describir las realizaciones constructivas de carcter industrial, obra de los sindicatos, motivo por el cual preferimos denominarlas sindicalizaciones, como las hemos llamado en aquel entonces en Espaa misma, creemos necesarias otras precisiones complementarias. Lo que se llam colectividades y colectivizacin en las regiones agrarias no fueron sino formas diversas y siempre afines de lo que anteriormente se haba lla- mado socializacin. Pero socializacin verdadera. Como lo hemos expuesto, las colectividades y colectivizaciones campesinas abarcaban el conjunto solidario -parcial o total- de los habitantes de cada pueblo, o de cada colec- tividad fragmentariamente organizada por sus componen- tes. No exista diferencia de condiciones de vida o de retribucin, intereses antagnicos de grupos ms o me- nos separados. La norma moral dominante era la de la igualdad generalizada y de la fraternidad, practicada en los hechos, y en beneficio de todos. Pero las cosas fueron a menudo diferentes en lo que se llam colectivizaciones industriales, especialmente en las grandes ciudades, como consecuencia de factores con- tradictorios y de oposiciones nacidos de la coexistencia de corrientes emanadas de clases sociales distintas. Mu- chas veces - e n Barcelona y en Valencia- los trabaja- dores de cada empresa tomaron posesin de la fbrica, del taller, de las mquinas, de las materias primas, y aprovechando que an existan el sistema monetario y la economa mercantil propios del sistema capitalista, ampa- rados por el Gobierno, organizaron la produccin por su cuenta, vendiendo en provecho propio el producto de su trabajo. El decreto de octubre de 1936, que legalizaba las colectivizaciones industriales, no permita estas ventajas que falseaban todo desde el inicio. Esta prctica no creaba una verdadera socializacin, sino una especie de neocapitalismo obrero, una autoges- tin situada entre la economa liberal burguesa y el so- cialismo, la cual no se habra producido si la revolucin hubiera podido realizarse integralmente -y como la ha- bamos previsto- bajo la direccin de nuestros sindica- tos. Mas como nos hallbamos en guerra, frente a una ofensiva total de los franquistas en Aragn, hacia Catalu- a, en Castilla la Vieja, hacia Madrid, en Andaluca y en las Vascongadas, y hacia Asturias, nuestros sindicatos no reunan fuerzas bastantes para entablar la lucha contra las fuerzas sociales burguesas y los partidos antifascistas con conductas dplices al mismo tiempo que combatir -en una guerra moderna- a los ejrcitos fascistas. Con todo, estas insuficiencias -que el autor de estas lneas denunciaba desde fines de 1936- no impidieron un hecho de enorme importancia: las fbricas, los talle- res, todas las empresas trabajaron y produjeron sin patro- nos, sin capitalistas, sin accionistas, sin jerarqua direccio- nal; y hemos conocido visitantes, como el socilogo belga Ernestn que, ante los hechos comprobados, nos expresa- ban su entusiasmo. Y muy pronto se produjeron reacciones que pasaron demasiado desapercibidas. En la metalurgia, que fue r- pidamente la industria ms importante a causa de la pro- duccin de guerra, las cosas haban empezado mal en cuanto a socializacin. Pero el sindicato logr ejercer un control administrativo riguroso en lo que respecta a la marcha de las empresas cuyos comits de gestin acep- taron una disciplina administrativa, disciplina sta que afianzaba el espritu y la prctica de las medidas toma- das. El Gobierno cataln reclamaba la instauracin de esta disciplina, la que slo fue posible ejercer gracias a la organizacin obrera tradicional. En este mismo sindicato, era vivo en los militantes el deseo de ir ms adelante, pero a menudo eran desborda- dos por una compleja situacin que es imposible imaginar desde lejos, treinta o cuarenta aos despus. Este esp- ritu movi al Comit Sindical a encargar al autor de estas lneas la preparacin de un plan de sindicalizacin de la produccin metalrgica de Barcelona, plan que fue acep- tado sin la menor oposicin en una asamblea compuesta por millares de miembros del sindicato. El autor no pudo, 18 despus, observar los suficientes o insuficientes esfuerzos que se realizaron para la aplicacin d e tal proyecto '. Pero otras realizaciones tuvieron ms fortuna, Tal fue el caso en el Sindicato d e l a Madera, que comprenda a los ebanistas, obreros del mueble, carpinteros de taller y car- pinteros de obra. Para mayor documentacin reproducire- mos las partes ms significativas d e un manifiesto del Sin- dicato d e la Madera publicado con fecha 25 d e diciem- bre de 1936, y que prueba hasta qu punto muchos mi- litantes comprendan l a situacin s: En lugar de una verdadera toma de posesin de los talleres, en lugar de una verdadera satisfaccin al pue- blo, se obliga a los patronos a pagar sueldos, se suben los salarios y se disminuyen las horas de trabajo. Y esto, jen plena guerra! Ahora que el gobierno de la Generalidad se ha adue- ado de todos los valores monetarios, admite el pago de deudas imaginarias y distribuye cantidades tan fa- bulosas que los que as proceden se arrepentirn cuan- do -llegado el momento de rendir cuentas- se vea cuntos millones han sido gastados sin producir, cau- sndose a la economa un perjuicio considerable. ' Esta aplicacin fue en parte impedida porque en nombre de las necesidades de guerra, Indalecio Prieto -socialista de dere- cha- intervino en la organizacin de las industrias metalrgicas y, de acuerdo con los comunistas distribuidos en los puestos de mando, fren d desarro110 del proceso de sindicalizacin. Vase el captulo Lu contrarrevolucirz interna. a Otro manifiesto que denunciaba la desviacin de las colecti- vizaciones y las declaraba absolutamente contrarias al comunismo libertario, fue lanzado en la misma poca por la FAI. El autor de estas lneas s610 haba sido encargado de su redaccin. Nuestra impresin es que, teniendo en cuenta el carcter de los trabajos de la metalurgia, donde la tcnica es mucho ms impor- tante e interviene con mayor frecuencia que en otras industrias (de la madera, por ejemplo), falt una proporcin adecuada de ingenieros o especialistas capaces de asumir debidamente respon- sabilidades orgnicas. Faltaron especialistas competentes en la in- dustria de los armamentos, en la construccin de mquinas impor- tantes. El entusiasmo proletario no poda suplir el manejo de las matemticas. El Gobierno de Barcelona asumi las deudas de los patronos y empresarios que se vean, o pretendan verse, en situacin apre- miante como consecuencia de las nuevas circunstancias. Puede su- ponerse a cuntos abusos dio lugar esta medida. Se ha introducido en la economa a un nmero enorme de burcratas parasitarios cosa que, en la esfera de sus actividades, el Sindicato de la Madera se ha esforzado por reducir en las empresas. Desde el primer momento, nos hemos opuesto a este despilfarro y, en la medida de nuestras fuerzas, hemos intensificado el rendimiento de nuestra industria. Tam- bin nosotros habramos podido seguir la corriente, y tolerar que se siga ordeando la vaca de leche guber- namental. sacando dinero de la Generalidad Dara talle- res no rentables, y pagando facturas hipoteticas que no sern reembolsadas Dor deudores insolventes. Llegados a este punto, pensamos mostrar - c o n rea- lizaciones parciales- nuestra capacidad de producto- res, y al mismo tiempo salvar a la economa y eliminar a la burguesa con todos sus rodajes de intermedios parasitarios, su contabilidad tramposa y sus prebendas. En los primeros tiempos de la revolucin, no poda- mos colectivizar nuestra industria, porque veamos, y pensbamos y pensamos an que nurncrosas sccciones de nuestro sindicato habran de desaparecer. Y tambin porque, desde el primer momento, hubo desacuerdo entre nosotros y el mundo oficial que no quiso recono- cer el derecho de los sindicatos; pero es muy seguro que si se hubiera obrado de otro modo, se habria po- dido -gastando muchos menos millones- perfeccio- nar todas las industrias, porque debemos esforzarnos para que en Catalua, y en todas partes, nuestra in- dustria nacional se desarrolle. Tiene los medios sufi- cientes para lograrlo. Hay que adaptar la organizacin tcnica a las nece- sidades del momento, pensando en el porvenir. Ante las exigencias del momento, el Sindicato de la Madera ha querido no slo avanzar en el camino de la revolu- cin, sino orientar esta revolucin inspirndose en el inters de nuestra economa, de la economk del pue- blo. Con este fin hemos agrupado a todos los pequeos patronos insolventes, sin medios de existencia; nos hemos hecho cargo de todos los talleres microscpicos, con nmero insignificante de trabajadores, sin esbozo de organizacin sindical, y slo viendo en ellos a tra- bajadores cuya inactividad perjudicaba a la economa. Y gracias a nuestros recursos y a las cotizaciones 'O Interpretar aqu la palabra colectivizar en sentido de uso- cializar. de nuestros adherentes, hemos organizado talleres de la CNT, talleres de 200 trabajadores y ms, como nunca se vieron en Barcelona, y como muy pocos hay en el resto de Espaa. Habramos podido, y esto hubiera sido ms fcil, colectivizar a los talleres cuya existencia estaba asegu- rada, pero les dejamos continuar la produccin hasta donde les era posible, y slo colectvizamos a los que conocan dificultades econmicas reales. Hay equvoco cuando se ahma que no aceptamos el Decreto de Colectivizaciones l l . Muy al contrario, lo aceptamos, pero sencillamente lo interpretamos des- de nuestro punto de vista. Lo que para algunos hu- biera sido lgico, habra sido la organizacin de grandes cooperativas que slo las industrias favorecidas habran podido fundar. En cambio, dejaran a las faltas de recursos en lucha con sus dificultades, lo que llevara a constituir dos clases: la de los nuevos ricos y la de los pobres de siempre. De acuerdo con las ideas expuestas en este manifiesto, se convocaron asambleas sindicales donde - c o mo antes de la revolucin- los trabajadores acudieron por millares. Fue estudiada la situacin y se acab por tomar medidas de restablecimiento de una orientacin comunista liber- taria. Buen nmero de los talleres ms importantes que- daron bajo control sindical, cada cual con su nmero de colectivizacin. La autoridad del sindicato, es decir, de las asambleas cuyas decisiones eran inapelables, acab por imponerse. All donde haba excedente de mano de obra, parte de los trabajadores fueron dirigidos hacia " El decreto reconociendo las Colectividades slo fue publicado por el Gobierno cataln el 24 de octubre de 1936, tres meses des- pus del principio de la revoluci6n, y ante la presin &recta y constante de los trabajadores de las empresas. Su autor haba sido el consejero de Economa en el Gobierno de la Generalidad, Juan Fbregas, de Catalua, donde representaba a la CNT. Pero Fbre- gas se haba adherido recientemente a nuestro movimiento y su insuficiente preparacin terica le impidi ver los aspectos peli- grosos de esas medidas oficiales. Es tambin preciso tener en cuenta la oposicin de los sectores burgueses liberales (republicanos, ca- talanistas de derecha e izquierda, socialistas oficiales, comunistas, estalinistas, e incluso el POUM -Partido Obrero de Unificacih Maixistn, de tendencia trostkista-). otras empresas, que fabricaban objetos tiles para la nue- va situacin, por ejemplo, muebles sencillos en lugar de muebles de lujo. Se racionaliz el empleo del material tcnico disponible, y en la medida en que lo permiti la situacin creada por la guerra, se volvi a las prcticas de nuestro sindicalismo. Nuevas construcciones de gran amplitud germinaban en los espritus, y de no empeorar la situacin militar, es indudable que un restablecimiento general se habra producido. Pese a todo, no faltaron realizaciones que, por s solas, habran justificado la revolucin. Veamos las que nos pa- recieron ms caractersticas. LAS SINDICALIZACIONES DE ALCOY En lo referente a sindicalizaciones, es decir, a la socia- lizacin integral realizada por los sindicatos, bajo su di- reccin y responsabilidad y con vistas a la totalidad de la industria que les competa, Alcoy nos parece el caso ms demostrativo y pleno de enseanzas. Segunda ciudad de la provincia de Alicante, en el ao 1936 contaba con 45 millares de habitantes y era centro comercial e indus- trial de relativa importancia, pues el nmero de los asa- lariados industriales ascenda a 20.000, proporcin ele- vada en un pas donde la poblacin activa -cualesquie- ra que fuesen sus ocupaciones- alcanzaba en la escala nacional de 33 a 35 por 100. A la industria textil, que no slo produca tejidos porque abarcaba la produccin de gneros de punto y lencera - que era la ms des- arrollada y que empleaba un nmero bastante elevado de mujeres- le segua la industria del papel, y luego la metalurgia. Nuestro movimie~lto se remontaba a la poca de la Pri- mera Internacional. Como todas las regiones de Espaa, Alcoy conoci perodos de calma, que casi siempre suce- dan a represiones a menudo cruentas. Pero a partir del ao 1919, la organizacin de los sindicatos de industria le infundi mayor vigor a todo el movimiento libertario. Los grupos anarquistas fueron numerosos y supieron, al mismo tiempo, luchar en el terreno sindical y realizar en el seno de la clase obrera (ellos mismos estaban com- puestos por trabajadores manuales) una obra de educa- cin social cuyos resultados estn ahora a la vista. Y es en Alcoy donde -bajo la dictadura del general Primo de Rivera (1923-1930& apareci, durante siete aos, el peridico libertario Redencin -de notable conte- nido- a cuyo recuerdo el autor de estas lneas (que fue asiduo colaborador) se siente unido en lo profundo de su corazn a pesar del tiempo transcurrido. , En este perodo, y sin duda alguna al principio de la revolucin, Alcoy era la ciudad que contaba proporcio- nalmente con el mayor nmero de militantes libertarios. Los jvenes -muy numerosos- alternaban con los lu- chadores curtidos, todos solidarios. Todo lo cual explica por qu, durante nuestra primera visita -y en febrero de 1937-, los sindicatos de la CNT contaban con 17.000 adherentes, mientras que los de la UGT, de orientacin socialreformista, contaban con 3.000, nmero que incluye a los funcionarios - q u e no eran re- volucionarios- y a los pequeos comerciantes, enemigos de la revolucin, que buscaban en esta organizacin la garanta de su situacin social. Estos mismos hombres contaban tambin con el apoyo de los partidos polticos, naturalmente hostiles a lo que nuestros compaeros podan emprender. Mas los liberta- r i o ~ tenan en sus manos el conjunto de las actividades necesarias a la vida social, merced a los sindicatos, cuya lista era la siguiente: Alimentacin; Imprenta (papel y cartn); Construc- cin (incluyendo los arquitectos); Higiene (medicina, ser- vicios sanitarios, farmacia, peluqueros, lavanderas, barren- deros); Transportes (mnibus, camiones, taxis, etc.); Es- pectculos; Industria Qumica (laboratorios cidos, jabo- nes, perfumera, etc.); Pequeas Industrias Varias (no precisadas); Cueros y Pieles; Textil; Industria de la Ma- dera; Tcnicos Industriales; Comerciantes, Vendedores Ambulantes; Profesiones Liberales (maestros de escuela, 1 artistas, escritores, etc.); Vestido; Agricultura y Horti- cultura. El claro concepto de su misin permiti a nuestros com- paeros socializar con rapidez. Alcoy no ha recorrido las etapas a menudo prolongadas que se han dado en otras partes: los comits de control buscando su camino, comi- ts de gestin marchando a tientas. Desde el primer mo- l N mento, y en forma decidida, los sindicatos tomaron a su cargo la direccin de la iniciativa revolucionaria, y lo hi- cieron en todas las industrias. Procuremos seguir el des- arrollo de sus iniciativas, tomando por ejemplo la socia- lizacin de la industria textil. El 18 de julio, los rumores referentes a un ataque in- minente del fascismo que se propalaban en toda Espaa, tambin circulaban en Alcoy. Se hablaba de un ataque de los militares y de los derechistas apoyados por la Guar- dia Civil. Nuestras fuerzas se movilizaron para hacerles frente, y tomaron disposiciones para el combate en las calles. Pero el ataque no se produjo; entonces, nuestras fuerzas -que por su importancia y decisin desbordaban a las autoridades locales- se dirigieron hacia ellas y -aprovechando la coyuntura- presentaron algunas rei- vindicaciones, en gran parte motivadas por la desocupa- cin reinante en la industria textil. El Sindicato de la Industria Textil contaba con 4.500 adherentes ( y pronto contara con 6.500). Estas reivindicaciones exigan -sin romper la unidad antifascista- ayuda para los desocupa- dos, el seguro contra la enfermedad; en fin, el control obrero en las empresas industriales. Fueron concedidos sin dificultad. Pero pronto aparecieron dificultades nue- vas. Los patronos aceptaban que las comisiones obreras examinasen sus libros de tesorera donde las operaciones de compraventa y los beneficios y prdidas estaban -sin duda- correctamente registrados, pero los obreros, y sobre todo sus sindicatos, queran ir ms all. Queran controlar todo el mecanismo capitalista que haca parali- zar en forma absurda la produccin en un momento en que tanta gente sufra privaciones, provocando as una desocupacin inadmisible, teniendo en cuenta las nece- sidades por satisfacer. Y muy pronto se lleg a la con- clusin de que la ocasin era propicia y que entonces era preciso aduearse de la direccin de las empresas, y trans- formar toda la sociedad. Por otra parte, el patronato declar al poco tiempo que le era imposible pagar los salarios a los desocupados, cosa que -dado que estbamos en un perodo de crisis eco- nmica- poda ser verdad. En la industria textil, parte de las empresas eran deficitarias, y ni siquiera podan pagar a los obreros ocupados. Y se lleg a una situacin inesperada e inslita, en la que los patronos pidieron al sindicato que les proporcionara recursos para pagar a los que estaban sin trabajo. Entonces, el sindicato nombr una comisin, la que estudi a fondo la situacin, y concluy en que la indus- tria textil de Alcoy se hallaba en una situacin de par- lisis sistemtica, de quiebra financiera y de deficiencia absoluta, tanto desde el punto de vista tcnico como administrativo. Esta situacin determin la etapa decisiva: de acuerdo con la resolucin del sindicato, las comisiones de control de la industria textil se transformaron en comits de ges- tin. Y el 14 de septiembre de 1936, el sindicato tom oficialmente posesin de 41 fbricas de pao, 10 de hilados, 8 de gneros de punto, 4 de tintas, 5 de apres- tos, 24 de borra, as como 11 depsitos de trapos. Todos estos establecimientos constituan el conjunto de la indus- tria textil local. Nada quedaba fuera del control y de la direccin sin- dical. Pero no se piense que con el nombre de sindicatos se denominaba a algunos comits superiores y burocrti. cos que tomaban resoluciones sin consultar a la masa de los adherentes. Aqu tambin se practica la democracia libertaria. Lo mismo que en todos los sindicatos de la CNT, existe un doble impulso: por una parte, el impulso dado por la base, por la masa de los asociados; y por la otra, el impulso dado desde arriba. De la circunferencia al centro y del centro a la circunferencia, como peda Proudhon, o de abajo hacia arriba ante todo, como peda Bakunin. Estamos en febrero de 1937; existen cinco ramas ge- nerales de produccin, con los trabajadores respectivos: primero, el tejido, que emplea a 2.236 trabajadores; lue- go los hilados, con 1.025 hilanderos e hilanderas; sigue el acabado, con 1.158 hombres y mujeres; los gneros de punto con 1.360 trabajadores, sobre todo mujeres; y los cardadores, con 550 obreros. Partiendo de la base, los trabajadores eligen -en sus reuniones de enlpresa- al delegado que los representa en los Comits de Empresa. Luego reencontramos, por la filiacin de las delegaciones, estas cinco ramas de la pro- duccin en el Comit de Direccin Sindical. La organiza- cin general descansa, pues, por una parte, en la divi- sin del trabajo, y, por otra, en la estructura industrial de coniunto. ~ n t & de la expropiacin, los comits de empresa no se componan sino de trabajadores manuales; se ha agre- gado ahora un delegado del personal de las oficinas y otro de los almacenes y materias primas. El papel de estos comits consiste en dirigir la produccin segn las ins- trucciones recibidas, que emanan de las asambleas; en transmitir informes sobre la marcha del trabajo a los comits y secciones responsables del sindicato; en comu- nicar las necesidades de nuevo material tcnico y de ma- terias primas. Tambin deben transmitir las facturas im- portantes y pagar las de menor cuanta. Pero los representantes de estas cinco ramas que estn en el Comit Director son completados - e n ste- por la Comisin de Control nombrada por el comit sindical y por los delegados de las secciones de empresas. Existe tambin una comisin tcnica, a su vez dividida en cinco partes especializadas: administracin, ventas, compras, fabricacin, seguros. Se le agreg un secretario general para facilitar la necesaria coordinacin. Examine- mos con rapidez el funcionamiento de esta comisin. Elegido entre los compaeros a quienes se considera ms aptos para el cumplimiento de esta funcin, el secre- tario controla, y si es necesario, orienta el trabajo ge- neral. En la seccin ventas ha sido colocado un compaero de capacidad reconocida para esta especialidad l . Este com- paero controla el trabajo de la seccin que le ha sido encomendada, y que consiste en recibir los pedidos, or- denar las entregas de los productos pedidos a los diver- sos almacenes donde estn guardados. Tan pronto un al- macn ha remitido la mercanca encomendada. l o comu- nica a la seccin contabilidad para asegurar su pago. Por otra parte, la seccin venta comunica a la seccin de ' No olvidemos que estamos an lejos de la socializacin inte- gral en el conjunto del pds. Subsisten las prcticas comerciales, y muchos aspectos del capitalismo en las otras regiones, todo lo cual no est en nuestro poder hacer desaparecer. fabricacin la importancia de los artculos vendidos y su especificacin, para que encargue a la seccin fabricacin los artculos que han de sustituir a los ya entregados. As se conoce, da por da, la evolucin de todas las reservas de la industria textil de Alcoy. El almacenamiento tambin compete a esta comisin. Los almacenes estn clasificados segn los materiales y artculos de su especialidad: gneros de punto, mantas, sobretodos, paos, tejidos diversos, etc. Cuando los pedidos son pagados al contado, el respon- sable de ventas los autoriza inmediatamente. Si se trata de un cliente que paga a plazos, la comisin debe pro- nunciarse. Igualmente, la comisin de compras tiene a su frente a un compaero competente, profesional especializado que tambin se ha adherido al sindicato. Est encargado de comprar la lana, el algodn, el yute, la seda, la borra, et- ctera, segn las necesidades comunicadas por las ramas correspondientes. Cuando es necesario se enva a tcni- cos escogidos a otras regiones de Espaa liberada y al extranjero, de acuerdo con la comisin tcnica. Esta mis- ma comisin registra da por da la existencia de las ma- terias primas, los desplazamientos de uno a otro dep- sito, o de una a otra fbrica. No se desplaza un solo kilo- gramo de estos materiales sin que sea debidamente con- signado. Por ser la ms importante, y porque sus actividades son las ms complejas, la seccin de fabricacin est dividida en tres subsecciones: a) la de fabricacin en general; b) la de organizacin tcnica y de control de la maqui- naria, y c) la del control de la produccin y de estads- ticas. La primera distribuye el trabajo de acuerdo con la es- pecializacin de las unidades de produccin. Despus de haber recibido los pedidos que le han sido transmitidos por la seccin ventas, y decidido qu talleres y fbricas podrn satisfacerlos, por poseer los medios tcnicos ne- cesarios -y, naturalmente, la mano de obra especializa- da-, transmite los datos necesarios para que la comisin de compras halle y suministre las materias primas nece- sarias para el reemplazo. El conjunto del personal de toda la industria est di- vidido en tres especialidades: trabajadores manuales, di- bujante~ y tcnicos. No se encomienda las diferentes fa- bricaciones, ni se encarga el trabajo correspondiente sin consultar antes a los tcnicos de las fbricas interesadas. No se toma una decisin arriba sin informarse abajo. Si, por ejemplo, se quiere fabricar un gnero de determinada l clase - q u e contenga ms algodn que lana, o ms lana que algodn- se convoca a cinco tcnicos entre los me- jor informados, y se examina con ellos en qu fbricas o talleres existen los medios adecuados de produccin, y en qu medida podrn utilizarse. En cuanto a los trabajado- res manuales, cumplen su tarea tan escrupulosamente como sea posible; participan de las responsabilidades correspondientes a su actividad: cuando es preciso, in- forman a las secciones directivas, por medio del comit de empresa, sobre las dificultades que surgen en el cum- plimiento de la labor. Los lunes -en cada fbrica- los dibujantes, tcnicos y delegados obreros se renen, examinan los libros de , cuentas de la unidad productora, el rendimiento del tra- bajo, la calidad de la produccin, el estado de los encar- gos, en fin, todo lo que se refiere a la actividad general. Estas reuniones no toman decisiones, pero sus resulta- dos son transmitidos a las secciones sindicales corres- pondientes. La seccin de mquinas tiene por objeto cuidar los ins- trumentos mecnicos de trabajo y los talleres donde estn instalados. Ordena las reparaciones requeridas por los comits de empresa, pero debe consultar a la Comi- sin Tcnica cuando los gastos rebasan ciertos lmites. La subcomisin de control de fabricacin y estadsti- ca establece informes sobre el balance particular de cada 1 fbrica o taller, sobre el rendimiento de las materias primas, los nuevos ensayos o mtodos de trabajo, los 1 problemas que de ellos derivan en la distribucin del trabajo y de la mano de obra, el consumo de energa y todos los elementos accesorios que pueden orientar el conjunto de la produccin. Igualmente registra la trans- ferencia de mquinas de una parte a otra. 1 La seccin administrativa est dividida en tres partes: caja, contabilidad, administracin urbana e industrial. La caja est encargada de los pagos relacionados con la industria textil local en conjunto, siempre con previa autorizacin del responsable de las secciones correspon- dientes. Pero, por otra parte, ste debe recibir el aval de las fbricas con las cuales est en relacin. La segunda seccin registra administrativamente todas las operaciones de venta, compra y crdito. Explicaremos ms adelante su mtodo de trabajo, lo que nos permitir comprender ms a fondo las mejoras introducidas en el sistema de contabilidad implantado en Alcoy por la re- volucin. En fin, la seccin administracin urbana e industrial se ocupa especialmente del pago de los impuestos muni- cipales y nacionales, de los alquileres, de la seguridad social, de los accidentes y de las relaciones permanentes con la Compaa Mutual de Levante '. Al margen de estas cinco subdirecciones, han sido or- ganizados dos grupos para los archivos: uno provisorio, otro definitivo, donde se conservan no slo las acciones de los antiguos poseedores, la renuncia a sus ttulos fir- mada en el momento de la expropiacin, sino tambin todo lo que se refiere a cada una de las actividades de la industria textil, tanto en la nueva situacin como en el rgimen anterior. Nos parece conveniente tratar separadamente la orga- nizacin de la contabilidad. Esta organizacin es integral- mente obra de un republicano de izquierda que se ha ad- herido a nuestro sindicato y que -naturalmente- aprue- ba la obra de transformacin social emprendida. Este com- paero aplica mtodos de contadura que no son absoluta- mente nuevos en las naciones de vanguardia en lo que respecta a mtodos de trabajo pero -segn me dice- son mtodos nuevos en Espaa. Su primera ventaja con- siste en hacer, con un total de setenta empleados, el tra- bajo que anteriormente requera por lo menos un conta- dor - c ua ndo no se le agregaba un tenedor de libros- en Llamada tambin Mutua Levantina, creada por libertarics, y de la que se tratar en el captulo Los servicios snnitarios. cada uno de los establecimientos existentes, en total 103 empresas grandes y pequeas. De modo que puede supo- nerse que el nmero de los empleados era por lo menos el doble, a l o cual deba agregarse el de los patronos, vi- sibles e invisibles. El compaero me exhibe elementos de prueba sobre la superioridad del nuevo mtodo. He aqu un Libro Ma- yor de una fbrica administrada segn la prctica ante- rior, utilizada en todo Alcoy. Tomemos una fecha cual- quiera, y contemos las pginas llenas de ese da. ~ 1 5 , 20, 251 No lo recordamos ahora, pero todo ello nos pa- reca fastidioso y confuso. En cambio, en el nuevo Libro Mayor de la contabilidad, todas las operaciones estn consignadas en pgina y media; slo figuraban resme- nes. Los detalles estn consignados en los libros de 13 sec- ciones varias (Caja, Bancos, Cartera, etc.). As, cada seccin registra en el acto l o que se refiere a su especialidad, y clasifica al instante la documentacin correspondiente. Las cuentas se interrumpen cada da a las cuatro; entonces, el resumen se inscribe en el Libro Mayor. Adems, cada seccin tiene sus ficheros por materia, a manos de empleados especializados. Es, pues, posible, y en cualquier momento, verificar las cuentas, controlar los detalles. Tambin se sabe en el acto cul es el balance de las actividades de una unidad de trabajo, l o que debe tal o cual cliente, o los gastos en bencina de cualquier representante. En esta gran organizacin coordinada y racionalizada, el sindicato es el organismo director y coordinador de todo lo que abarca. Por medio de las asambleas generales, a las cuales asisten o pueden asistir absolutamente todos los trabajadores, stos controlan las actividades de la co- misi6n tcnica y de las secciones formadas por los comits de empresa. Tambin el sindicato - dur a nt e el rgimen de transicin en el cual nos hallamos- asume la respon- sabilidad jurdica y social tanto de la expropiacin que ha sido efectuada, como de la gestin general. Adems, establece las retribuciones y coordina todas las activida- des en el plano superior de las actividades colectivas. Pero no olvidemos nunca que el sindicato no es una abstraccin burocrtica, sino 6.500 trabajadores cooperando en la direccin y el cumplimiento de una obra colectiva. l Como lo hemos dicho ya, las otras industrias de Alcoy I estn organizadas y dirigidas lo mismo que la industria 1 textil. Su organizacin integral est en manos de los I sindicatos de los trabajadores, que participan efectiva y realmente en la organizacin de toda la industria -y no slo de la empresa-, y que de esta manera acceden al 1 sentido individual de las responsabilidades colectivas. Se trabaja duro en los talleres metalrgicos que he vi- sitado. Incluso se ha improvisado con xito una indus- tria nueva nacida de la guerra: la industria de los arma- , mentos. Los progresos realizados sorprendieron a ciertos visitantes bien informados al respecto. As, por ejemplo, en la fabricacin de armas ligeras. La industria de los ar- l mamentos haba sido siempre localizada en el norte de Espaa, especialmente en la regin vasca, donde estn los principales centros metalrgicos. Y los trabajadores me- talrgicos de la Espaa no conquistada por el franquismo 1 se esfuerzan, no siempre con xito (especialmente en Ca- talua), por organizar la fabricacin de fusiles. Y fue en l Alcoy donde se consigui descubrir el procedimiento que permite estriar los caones de esas armas. En la fabricacin de papel aparecieron, a los pocos me- ses, dificultades causadas por la disminucin de reservas de materia prima; pasta de papel, sobre todo. Una vez ms comprobamos que si esta experiencia se hubiera producido en circunstancias ms propicias, los resultados 1 habran sido muy superiores. I La prctica de la solidaridad -que es la gran ley mo- ral de esta revolucin- apareci tambin en esta ocasin, permitiendo al Sindicato del Papel, del Cartn y de la Imprenta, resistir a las dificultades. Los 16 sindicatos que componen la Federacin Local de Akoy, adems del alu- dido, ayudan materialmente, monetariamente, a la indus- tria deficitaria. Las prcticas comunistas libertarias se apli- can en Alcoy como en las colectividades agrarias de Ara- gn y Castilla. El espritu corporativo y el sindicalismo estrecho tradicional estn aqu fuera de lugar. Si bien la organizacin de la produccin era tcnica- mente perfecta en Alcoy, en el perodo en que la estu- diamos, y seguramente continu sindolo mientras los daos causados por la guerra no fueron demasiado graves (bombardeos de la aviacin, bloqueo de las costas, caren- cia de materias primas, debilitamiento de ciertos aspectos de la economa, etc.), el punto dbil era -como en otras partes- la organizacin de la distribucin. De no haber- se opuesto los comerciantes y los partidos polticos -to- dos asustados por la amenaza de la socializacin integral, demasiado revolucionaria- habramos hecho ms y meior. La oposicin de los tenderos les movi a crear su pro- pio comit de control antifascista, que nada controlaba desde el punto de vista de la seguridad y de la lucha pero que - c o n este pretexto- centralizaba la compra de los productos agrcolas, pagndolos, por una parte, ms baratos a los campesinos, al mismo tiempo que promova el alza de los precios y el costo de la vida. No era fcil imponerse y evitar roces y choques entre sectores antifas- cistas, e ignoramos si nuestros compaeros pudieron -despus- evitarlos con eficacia. Porque los polticos socialistas, republicanos, comunistas, se esforzaban por impedir nuestro triunfo, incluyendo para tal fin la reim- plantacin del antiguo orden de cosas, o manteniendo lo que de l quedaba. De cualquier modo, lo esencial es que en Alcoy 20.000 trabajadores (incluyendo los 3.000 adherentes a la UGT que -aun a pesar suyo- aceptaron las decisiones ma- yoritarias), aseguraban la produccin con sus sindicatos, y demostraron que la industria trabaja con ms eficacia sin capitalistas, sin accionistas y sin patronos, cuyas riva- lidades impiden el empleo racional del progreso tcnico, lo mismo que el desorden de la agricultura individualista impeda el empleo racional de las tierras y de los imple- mentos de produccin en el campo. Ante estas realizaciones, el Gobierno no pudo sino in- clinarse, y encargar armamento a los talleres metalrgi- cos sindicalizados de Alcoy, as como tambin encarg paos para vestir a los soldados a la industria textil so- cializada, y zapatos a las fbricas de Elda, que tambin estaban en manos de !os libertarios, en la misma provin- cia de Alicante. SUMINISTRO DE AGUA, GAS Y ELECTRICIDAD EN CATALURA El sindicato de trabajadores que asegur -desde prin- cipio de la revolucin- el suministro de agua potable, gas y electricidad, fue fundado en el ao 1927, durante la dictadura del general Primo de Rivera, y - des de lue- go- a pesar de su voluntad. Otros haban sido consti- tuidos en Espaa, y Ia Federacin de la Comarca de Bar- celona no tard en aparecer. Luego apareci la Federa- cin de Catalua, v por fin, mancomunando todas las federacioces regionales existentes en Espaa, naci la Federacin Nacional, cuyo secretariado general se hallaba en Madrid. Sin duda, esta estructuracin haba sido facilitada y suscitada por el carcter de la produccin -sobre todo elctrica- casi toda de fuente hidrulica ', basada en los saltos de agua pirenaicos o en pantanos y represas cons- truidos a largas distancias -a veces a centenares de kil- metros- de los transformadores y de las centrales de distribucin. En escala nacional, la masa de los trabajadores se ad- hiri rpidamente a la organizacin. En Barcelona, el sin- dicato de la CNT contaba normalmente con 2.500 3.000 adherentes sobre 7.000 en toda Catalua. Y despus del 19 de julio, en la nueva situacidn creada por la revolucin, ' Antes de 1936, la produccin de electricidad ascenda, desde varios anos, y para toda Espaa, a unos 3.000 millones kilowatios hora, siendo casi toda de origen hidrulico. Fueron construidas, despu&, numerosas represas, pero se comprob -un poco tarde- que slo podan llenarse al tercio de su capacidad. Hubo entonces que intensificar la produccin trmica. los trabajadores manuales y tcnicos reunidos alcanzaron la cifra de 8.000. Por su parte -y siempre en Catalu- a- la UGT alcanz poco menos de la mitad. Los ingenieros, tcnicos y semitcnicos haban consti- tuido un sindicato autnomo. Pero el espritu de solida- ridad nacido de la revolucin les impuls hacia una mi- sin ms estrecha con los trabajadores manuales, a fin de asegurar mejor la produccin. Por aclamacibn, una asam- blea resolvi disolver el sindicato autnomo para consti- tuir la seccin tcnica del Sindicato Industrial Unico de la CNT. Posteriormente, obedeciendo a preferencias ideo- lgicas, 50 de estos tcnicos se fueron para constituir una seccin adherida a la UGT. Es probable que sirvieran despus de instrumento al Partido Comunista, que afianz cada vez ms su necio autoritarismo en esta organizacin. Los directores de las centrales elctricas, que ganaban hasta 33.000 pesetas mensuales -mientras los obreros ganaban menos de 250 pesetas- eran extranjeros en su mayor parte. Recibieron de sus cnsules la orden de re- gresar a sus pases. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de todos los trabajadores, y a pesar de la carencia de cier- tos elementos tcnicos de ~rocedencia internacional, el agua, e! gas y la electricidad fueron asegurados hasta el fin de la guerra civil y de la revolucin. Slo los bombar- deos provocaron interrupciones parciales. I La iniciativa, tomada en los primeros das, no slo fue debida a nuestro sindicato, considerado como orga- nismo global. Como en el caso de los tranvas y de los ferrocarriles, parti de militantes aguerridos ya familiari- zados con lo que deban ser sus actividades en el caso de rp,volucin. El mismo da de la insurreccin fascista -el 19 de julio-, un puado de esos hombres se reuiian para asegurar la continuacin de los servicios donde estaban empleados. Inmediatamente se decidir5 formar comits de empresa, as como tambin un comit central de en- lace entre las dos organizaciones sindicales. En lo suce- sivo, este comit dirigi el conjunto de la produccin cn las cuatro provincias catalanas de Barcelona, Tarragona, Lrida y Gerona. La toma definitiva de posesin no tuvo Iugai antes de fines de agosto. Mientras tanto, en lo que podramos l!a- mar perodo de transicin, los responsables de las organi- zaciones sindicales y de la produccin se haban limitado a mantener las actividades productoras de la anterior or- ganizacin capitalista, sin proceder a la expropiacin. Cada uno de los trabajadores haba permanecido en su puesto; asambleas de las dos centrales obreras tomaban las gran- des decisiones, de carcter tcnico-administrativo. Y -he- cho curioso que se advierte en otras ocasiones- no slo los sindicatos sucedan a los capitalistas en la organizacin de la produccin, sino que tambin asuman las respon- sabilidades que stos haban contrado. As fue como se hicieron cargo de las responsabilidades financieras con- tradas y pagaron todas las facturas -sin duda para no perjudicar a los trabajadores empleados por los abastece- dores- y que a su vez heredaban la situacin dejada por sus empleadores. Slo fueron anuladas las deudas hacia los capitalistas financieros espaoles, generalmente privilegiados: los pe- queos accionistas apenas existan en Espaa, Y el dinero de que se dispuso permiti hacer frente a las diversas necesidades. A principios de 1937, el total de los ingresos haba disminuido en un 20 por 100. Tal vez cierto nmero de usuarios haba descuidado el pago de sus facturas, pero hallamos otra explicacin: el precio del kw de electrici- dad haba sido disminuido (ignoramos en qu proporcio- nes), el del m3 de agua haba pasado de 0,70 y 0,80 de peseta -y en ciertos casos, de 1,50 peseta- al precio uniforme de 0,40 de peseta. Y por concepto de alquiler de los contadores no se pagaba ms. Naturalmente, la actitud de los trabajadores de la UGT fue combatida por los polticos que mandaban en la cen- tral reformista, pero el empeo de los obreros hizo es- trellarse a los burcratas, y el acuerdo entre todos los trabajadores se mantuvo. El sistema de organizacin puesto en prctica facilit este buen acuerdo. Parta del lugar de produccin y se elevaba hasta el sindicato. Veamos las cosas ms de cerca. En la misma empresa, el principio de organizacin fun- damental es la especializacin de trabajo. Cada especia- lidad constituye una seccin que agrupa por fbrica, taller I COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPAA 293 o edificio, por lo menos a 15 trabajadores. Cuando no les rene, los trabajadores de varias especialidades -que sue- len trabajar conjuntamente- constituyen una seccin CO- mn. Las secciones son ms o menos numerosas, ms o menos diversificadas, segn las unidades. Cada una nom- bra dos delegados elegidos por las asambleas: uno tcni- co, que formar parte del comit de empresa, y otro en- cargado de la direccin del trabajo en la seccin. Luego, se forma el comit de edificio. Es nombrado por las comisiones de las secciones; y se compone de un tc- nico, un obrero manual y un administrador. Cuando se cree necesario, segn la situacin en las secciones, se agrega un cuarto miembro a fin de que las dos centrales sindicales estn representadas por igual. El delegado de la mano de obra debe resolver las di- ficultades que puedan originarse entre las diversas sec- ciones (las que pueden surgir en el seno de las secciones son resueltas por ellas mismas). Registra las sugerencias de los trabajadores de diversas especializaciones para el l nombramiento o el desplazamiento del personal. Y las sec- ciones le informan diariamente de la marcha del trabajo. Al mismo tiempo, sirve de intermediario entre la base y el consejo general de industria. Convoca peridicamen- te -segn las normas establecidas- a las reuniones ge- nerales de secciones, que tienen lugar en el sindicato, lo que estrecha los lazos entre los trabajadores de las diver- sas empresas. En estas reuniones se examinan las propo- siciones y las iniciativas susceptibles de perfeccionar la tcnica del trabajo y de la produccin, de mejorar la si- tuacin de los trabajadores, o de interesar a la organi- zacin sindical. Copia de las deliberaciones es entregada 1 al consejo de industria. Observemos que la actividad es- pecfica del delegado de los trabajadores manuales no le i m~i de ejercer su profesin con sus propios compaeros deLtrabajb. El delegado de las funciones administrativas controla la llegada y el almacenamiento de los nateriales, registra las demandas, contabiliza las existencias diversas, contro- la el movimiento de gastos y recibos, tambin clasifica la correspondencia y todo balance o todo informe dirigido al consejo de industria est hecho de acuerdo con 1. El delegado de las funciones tcnicas controla las acti- vidades correspondientes a su seccin, hace lo necesario para aliviar el esfuerzo humano mediante actividades inno- vadoras, y para aumentar el rendimiento del trabajo. Com- prueba la produccin de las centrales, el estado de las redes existentes, establece las estadsticas y los grficos sobre la evolucin de la produccin. Veamos ahora, con mayor precisin, los consejos de industria, que estn en el nivel superior de la organiza- cin. Naturalmente, existen tres: uno para el agua, otro para el gas y el tercero para la electricidad. Cada uno se com- pone de ocho delegados (cuatro para la UGT, cuatro para la CNT), la mitad de estos delegados son nombra- dos por las asambleas generales sindicales; la otra mitad, por los delegados de las secciones tcnicas, de acuerdo con el Comit Central. Este doble nombramiento tiene por fin asegurar -en la composicin de los consejos de industria- la eleccin de hombres tcnica y profesional- mente capaces, cosa que -me dicen mis informadores- no se produce siempre en las asambleas sindicales donde la facilidad oratoria, las afinidades ideolgicas y persona- les, pueden sobreponerse a consideraciones ms necesa- rias. Toda esta organizacin tiene en su nivel superior al consejo general de las tres industrias, compuesto tam- bin por ocho miembros (cuatro por cada organizacin sindical, como en el caso anterior). Este consejo coordina la actividad de las tres industrias, armoniza la distribucin de la produccin y de materias primas desde el punto de vista regional, nacional e internacional; modifica los precios; organiza la administracin general; en suma, toma y aplica todas las iniciativas que se refieren al con- junto de los productores, de Iri produccin y de las diver- sas necesidades. Pero siempre debe someter sus activi- dades a1 control de las asambleas sindicales. Veamos ahora los resultados de esta gestin de los tra- bajadores. Desde un punto de vista tcnico, conviene subrayar ciertas realizaciones; y entre ellas, de manera primordial, la que hallamos constantemente en esta vasta obra de reorganizacin social: la concentracin y la coor- dinacin. No todas las empresas tienen, ni con mucho, la importancia de las de Trernp y de Camarasa (dos gran- des centrales alimentadas por embalses expresamente construidos). Aparte de estos dos gigantes, la mayor parte de las 610 unidades -incluyendo los transforma- dores, dispersos en Catalua- no tenan sino un ren- dimiento mediocre o insignificante. El mantenimiento de su actividad serva a intereses privados, pero muy poco al inters general. Era necesario reconectar, unificar, eli- minar. As se hizo. A los seis meses de comenzada la so- cializacin, el 70 por 100 de las empresas -que repre- sentaban el 99 por 100 de la produccin- constituan una organizacin tcnica perfectamente homognea; y un 30 por 100, que slo representaba el 1 por 100 de esta misma produccin, quedaba al margen. Entre otras ventajas, esta reorganizacin representaba una economa de mano de obra que se emple para me- joras e innovaciones a menudo importantes. As, 700 tra- bajadores han construido -cerca de Flix- un dique que permiti aumentar en 50.000 HP la corriente dis- ponible. Econmicamente, la produccin de gas es menos im- portante, y no nos ha sido posible recoger al respecto informaciones comparables a las recogidas para la electri- cidad. Tanto ms cuanto que la creciente merma del car- bn disponible, como consecuencia del bloqueo, no per- mita emprender mejoras dignas de ser mencionadas. Se- alemos, simplemente, que de 27 empresas, 22 -las ms importantes- sincronizaron inmediatamente su pro- duccin y el reparto de las materias primas. El agua, en cambio, especialmente el agua potable -cuyo suministro requera una organizacin seria y cos- tosa para alcanzarla a los habitantes de cada piso en cada uno de los inmuebles- no falt nunca, incluso en las ciudades bombardeadas por la aviacin franquista, nazi o fascista. Antes de la revolucin, en Barcelona se sumi- nistraba u npromedio de 110.000 m3 y an se aument esta cifra, aunque no en mucho, porque en una regin tan accidentada como Catalua del Norte, no era fcil captar nuevas corrientes de agua, ya que todas las exis- tentes haban sido aprovechadas desde haca tiempo. LOS TRANVIAS DE BARCELONA En Barcelona y sus afueras, los tranvas constituan el medio de transporte de mayor importancia. Sesenta lneas surcaban la ciudad, los suburbios y las localidades de los alrededores: Pueblo Nuevo, Horta, Sarri, Badalona, Sants, Bonanova, Gracia, Casa Antnez, etc. La Compaa General de Tranvas, sociedad annima, cuyos capitales eran sobre todo belgas, empleaba 7.000 asalariados, que no slo conducan los coches y cobraban el precio de los viajes, sino que parte de ellos trabajaban en las ocho es- taciones y en los talleres de reparacin. De los 7.000 trabajadores, 6.500, aproximadamente, estaban sindicados en la CNT, donde formaban la seccin industrial del transporte correspondiente a su especializa- cin. Las otras secciones, mucho menos importantes, eran las del metropolitano (dos lneas de subterrneo), la de los dos taxmetros - q u e se colectivizaron rpidamente-, la de los mnibus, y -por ltimo- la de los dos funicu- lares: uno de Montjuich y otro del Tibidabo. Los combates callejeros, habidos el 19 y 20 de julio, haban paralizado a todo el trnsito de Barcelona; un poco en todas partes se erguan barricadas de las que a menudo tranvas y mnibus constituian el material prin- cipal. Era necesario eliminar estos obstculos, dejar libre el paso, poner de nuevo en marcha los medios de trans- porte necesarios para la vida de la urbe. Entonces, la sec- cin sindical de los tranvas encarg a una comisin com- puesta por siete compaeros la ocupacin de los locales administrativos de la compaa, mientras otros inspec- cionaban las vas y establecan la nmina de los trabajos a realizar. Ante el local de la compaa, la comisin hall a unos cuantos guardias civiles que procuraron impedirles el paso. El sargento que les mandaba declar habet recibido la orden de no dejar pasar a nadie. Armados con fusiles ametralladoras y granadas, y varios bien resguardados en el camin blindado que serva para el transporte de los fondos, nuestros compaeros amenazaron con achicharrar- los a todos. Entonces, el sargento pidi por telfono nue- vas rdenes a sus superiores, y se retir con sus hombres. Sealemos una ancdota -hay otras muchas- que nos parece sabrosa. Todo el alto personal estaba ausente, y la delegacin sindical slo encontr en las oficinas al abogado de la compaa, encargado de representarla y de tratar con los insurrectos. El compaero Snchez -el militante ms destacado de los tranviarios- conoca per- fectamente a este seor, quien, dos aos antes, le haba hecho condenar a diecisiete aos de crcel durante una huelga que haba durado veintiocho meses. El defensor de los intereses de la compaa haba -incluso- reque- rido una pena de ciento cinco aos. Era este seor quien estaba presente y quien le recibi, muy amablemente, llamndolo seor Snchem. Procur, ante todo, evitar la toma de posesin de la compaa por parte de los revolucionarios, mas al final declar que aceptaba la situacin y que, incluso, se pona a disposi- cin del Sindicato de Tranviarios.. . Los compaeros de Snchez queran fusilarlo en el acto. Snchez -que acababa de salir de la crcel gracias a la amnista concedida despus de las elecciones de febre- ro- se opuso. Rechaz la colaboracin de este servidor inesperado e incluso permiti a este ltimo retirarse. Era un viernes. El abogado acept una nueva entrevista para el lunes siguiente. Y -cada vez ms confiado- pidi que se le diera una escolta para acompaarlo a su domi- cilio, porque haba muchos revolucionarios armados por las calles ... y quin sabe.. . siempre poda haber un exaltado.. . Dos hombres armados le acompaaron. Pero ni el lunes, ni nunca se le volvi a ver el pelo. El comit de los siete convoc inmediatamente a los delegados de las diversas secciones sindicales: planta elc- trica, cables, reparaciones, trnsito, cobradores, almace- nes, contabilidad, oficinas, administracin, etc. Una vez ms, la sincronizacin del sindicato de industria obraba maravillosamente. Por unanimidad, se decidi reorganizar de inmediato el servicio tranviario. Al da siguiente se convoc por radio -como lo haba hecho el Sindicato de la Metalurgia con sus adherentes- fi los trabajadores manuales y a los tcnicos. La inmensa tnayora acudi inmediatamente. Slo faltaron algunos fascistas. Todos los ingenieros se opusieron a las rdenes del sindicato, incluso un antiguo coronel cuya simpata activa por los trabajadores manuales haba sido motivo de que se le degradara de la Direccin del metropolitano y de trfico, a la seccin de Archivos. Y cinco das despus del fin de los combates, 700 tran- vas -en lugar de 600-, todos pintados con los colores rojo y negro en diagonal, de la FA1 y de CNT, circula- ban por Barcelona. Se haban aadido 100 vehculos para suprimir los pasajeros colgados p a remolque que causa- ban numerosos accidentes. Para conseguirlo, haba sido necesario trabajar da y noche, reparar -en medio de un entusiasmo general- un centenar de coches arrinconados como inservibles, segn la direccin anterior. Cun la- mentable es que hechos de esta clase -que fueron tan numerosos- no sean contados en sus menores detalles.. . Naturalmente, las cosas pudieron organizarse tan r- idam mente y tan bien porque los hombres mismos ya esta- ban bien organizados. Hallamos, pues, aqu a un con- junto de secciones solidarizadas en la comunidad de su trabajo. Cada seccin tena a su frente a un ingeniero nombrado de acuerdo con el sindicato, y a un represen- tante de los trabajadores. A segundo nivel, los delegados reunidos constituan el comit general local. Las seccio- nes se reunan por separado cuando se trataba de acti- vidades especficas. Y cuando se trataba de problemas generales, todos los trabajadores de todos los oficios se reunan en asamblea general. De la base a la cumbre, la organizacin era federalista, y se practicaba as no slo una solidaridad permanente en las actividades materiales, sino tambin una solidaridad moral, que haca a cada uno solidario de la obra colectiva, con una visin supe- rior de las cosas. La colaboracin era, pues, permanente entre los tcni- cos y los trabajadores manuales. Ningn ingeniero poda tomar una iniciativa importante sin consultar con el co- mit local, no slo porque convena que las responsabi- lidades fuesen repartidas, sino tambin porque, a menudo en lo que respecta a problemas prcticos, los trabajadores manuales tienen una experiencia de la que carecen los que se han formado slo en la universidad. Cosa que las dos partes comprendan, y en adelante, cuando el comit 1 del sindicato o un delegado imaginaban una iniciativa inte- resante, se consultaba con el ingeniero especializado. l Otras veces, era el ingeniero quien propona una idea nueva a los trabajadores manuales. La integracin moral era completa. Pero las actividades no se limitaron a hacer circular, I incluso en mayor nmero, a los tranvas, ni a pintarlos con los armnicos colores de la revolucin. Las distintas secciones decidieron efectuar este trabajo suplementario sin el menor sobresueldo. Dominaba el impulso creador, 1 el espritu fraterno en plena eclosin. En las estaciones haba siempre 20 30 coches en estado de reparacin o de mejora. l Tambin se mejor la organizacin tcnica y el funcio- namiento del trnsito, y sorprende la importancia de los perfeccionamientos realizados. Se empez por eliminar 3.000 postes de hierro de las anchas o estrechas calles de Barcelona, los cuales sostenan a los cables elctricos I que suministraban la corriente, pero que dificultaban el trnsito, y por estar colocados en lugares inadecuados causaban numerosos accidentes. Se les reemplaz median- 1 te una suspensin area. Despus se instal un nuevo I procedimiento de seales y seguridad con agujas elctri- cas y discos de sealamiento automticos. Por otra parte, la compaa, Agua, Luz y Fuerza, habia establecido en muchos lugares, en el camino de la va seguida por los tranvas, cabinas transformadoras y distribuidoras de co- rriente, lo que obligaba a tomar curvas bruscas y, por consiguiente, causaba numerosos accidentes. A menudo, una misma va deba tener sentido ascendente y descen- dente, Este estado de cosas perduraba desde haca aos, pues el capricho y los intereses econmicos o polticos mantenan este desorden organizado. Entre sindicatos, la buena voluntad era recproca, y el acuerdo fue siempre fcil. Los compaeros del Sindicato de Agua, Gas y Electricidad instalaron ms racionalmente las cabinas y se construyeron tramos de lneas; tambin se asfalt la calzada. La lnea 60 (de va doble) fue recons- truida por completo. Todas estas mejoras requirieron bastante tiempo, y mo- dificaciones de la infraestructura general. Los organiza- dores -desde el principio-, sin olvidar los intereses de sus compaeros de trabajo, se preocuparon por mejorar y perfeccionar los medios mecnicos de trabajo. En me- nos de un ao se haban hecho adquisiciones importan- tes: en Francia, un torno automtico de origen norte- americano, nico en Espaa, por 200.000 pesetas, que haca al mismo tiempo siete piezas idnticas. Tambin se compraron dos mquinas ultramodernas de fresar, por valor de 80.000 pesetas, y detonadores elc- tricos que -al producirse una avera en la lnea- cor- taban la corriente e indicaban el lugar del accidente. Cables ms o menos gastados fueron renovados. Se ad- quiri un horno elctrico para la fabricacin de cojinetes. Entre las dems compras se contaban aparatos belgas -de electrodos- para soldar los rieles y que (canti- dad verdaderamente elevada para la poca) costaban 250.000 francos, moneda de oro de 1936. Debidamente afianzados desde el punto de vista tc- nico, se pudo ir mucho ms lejos en cuanto al desarrollo de iniciativas, y se emprendi la construccin de vehfcu- los; entre ellos dos modelos de funiculares, uno para la lnea de La Rebasada -que llevaba al Tibidabo- y el otro para la lnea de Montjuich. Los nuevos coches pe- saban 21 toneladas, mientras que sus predecesores pesa- ban 35 y transportaban menos viajeros. Recordamos que anteriormente se haban reorganizado las tcnicas de suministro de la corriente y se haban reparado las dnamos. Veamos brevemente los resultados financieros de la nueva organizacin. Cifras que nos han sido suministra. das por los principales organizadores, o que hemos tomado de las principales publicaciones de la prensa obrera de la poca, nos permitirn hacerlo. Parten desde el mes de septiembre de 1936, fecha en que la contabilidad ya haba sido organizada de modo que pudiera ofrecer ga- rantas en cuanto a su exactitud. Por esta razn, las com- paraciones que siguen se refieren al mismo mes de cada uno de los aos referidos: TOTAL DE INGRESOS Ao 1935 Ao 1936 (Pesetas) (Pesetas) Septiembre. . . . . . . . . . . . . . . . 2.277.774,64 2.600.226,86 Octubre. . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.425.272,19 2.700.688,45 Noviembre. . . . . . . . . . . . . . . . 2.31 l.745,18 2.543.665,72 Diciembre. . . . . . . . . . . . . . . . 2.356.670,60 2.653.930,85 El aumento era de 322.452,22 pesetas para el primero de estos cuatro meses; de 275.416,26 pesetas para el se- gundo; para el tercero de 231.919,22 pesetas, y de 297.260,25 para el cuarto. La diferencia variaba entre un 12 y un 15 por 100. Puede suponerse que este aumento provena de la ele- vacin de las tarifas del transporte, pero no fue as. Por el contrario: se haban tomado inmediatamente medidas para bajarlas. Anteriormente la tarifa variaba segn las distancias recorridas, de 0,10 a 0,40 de peseta; ahora se estableci una tarifa uniforme de 0,20 de peseta en bene- ficio primordial de los trabajadores que, a causa de vivir generalmente en los barrios alejados, deban hacer largos trayectos y deban pagar proporcionalmente, sobre todo al viajar de noche. Observemos, por aadidura, que los primeros aumentos no se produjeron antes de veinte me- ses del inicio de la revolucin, y fueron inevitables por la elevacin de los precios de los materiales y del costo de la vida, que engendraba el alza de los salarios. Estas reducciones de tarifa habran causado un dficit en la empresa anterior -capitalista-, pero la supresin del provecho capitalista y de las crecidas retribuciones de la alta jerarqua administrativa permitieron -por el con- trario- obtener excedentes. El balance general de los servicios prestados es igual- mente positivo. Durante el ao 1936, el nmero de los viajeros transportados haba sido de 183.543.516; el ao siguiente ascendi a 233.557.506. La diferencia es elocuente: 50.014.244. Pero el progreso no se limita a estas cifras: en el ao 1936, el nmero de kilmetros recorridos haba sido de 21.649.459; en el ao siguiente -en plena revolu- cin- fue de 23.280.781. Registramos un aumento de 1.640.244. Reconozcamos que estas cifras se explican en parte por la disminucin de las reservas de nafta necesaria para los vehculos motorizados, a consecuencia del bloqueo de las costas espaolas. El caso es que la nueva organizacin supo responder ampliamente a las necesidades de la po- blacin. Para lograrlo, no bast proseguir con lo que antes haca el capitalismo: fue preciso hacer ms y mejor. Y se hizo, incluso en proporciones que desbordaban lo que acabamos de enumerar. Porque antes de la revolucin, los talleres de la empresa de Tranvas de Barcelona, S. A., no fabricaba sino el 2 por 100 del material, que slo era utilizado para las reparaciones ms urgentes. Y queriendo aportar lo mximo, en la fiebre de creacin que la ins- piraba, la seccin de los tranvas del Sandicato Obrero de Comunicaciones y Transportes de Barcelona reorga- niz y perfeccion los talleres donde, en un rao, se fa- bric el 98 por 100 del material empleado. En zllr ao la proporcin fue invertida, a pesar del aumento del 150 por 100 del precio de los materiales, que escaseaban cada vez ms, y de la devaluacin de la peseta en el mer- cado internacional, l o que obligaba a pagar cantidades superiores para lo comprado en el extranjero. Los trabajadores de los tranvas de Barcelona, no slo no vivieron de las reservas del capitalismo - c oi no pre- tenden o insinan los enemigos de la revolucin-, sino que adems hicieron frente a ciertas dificultades finan- cieras heredadas del capitalismo, como lo hicieron el Sindicato de la Industria Textil de Alcoy y el de Fabri- cacin de Calzado de Elda. Pero veamos otras cuentas. El 20 de julio, en plena batalla, hubo que pagar 295.535,65 pesetas de salarios. La paga era efectuada cada diez das. Pero despus haba que sacar de la Caja 1.272.528,18 pesetas por material adquirido antes de la revolucin. Y hasta el fin del ao 1936, se pagaron 2.056.206,Ol pesetas de gastos generales de explotacin, 100.000 para el servicio m- dico y las indemnizaciones por accidentes de trabajo, adems de 72.168,Ol pesetas de primas por realizacin de economas sobre la corriente elctrica y en el empleo de material, prctica de la antigua Compaa. En fin, debe- mos agregar 20.445,90 pesetas para el seguro del per- sona l . Nada fue descuidado. Por cierto que no estamos an ante un hecho comparable a la socializacin integral e integralmente humanista de las colectividades agrarias - c o n la aplicacin del principio: A cada uno segn sus necesidades-. Pero, repetimos incansablemente que en las ciudades subsistan el rgimen republicano con las instituciones del Estado que no haban podido ser abo- lidas; que buena parte de la burguesa y de las diversas corrientes polticas seguan existiendo, que el comercio no haba podido ser socializado. Era inevitable que las realizaciones sociales, por audaces que fueran, fuesen estorbadas en su desarrollo. Con todo, lo que lograron las socializaciones sindicales aparece como formidable si tenemos en cuenta las dificultades en medio de las cuales se desarrollaba. Porque los trabajadores de Barcelona y otras ciudades como Valencia eran -probablemente-, en el mundo en- tero, los ms dispuestos a instaurar la igualdad econmica y la prctica del apoyo mutuo. As es como, sea para ' A lo que hay que sumar los impuestos. El Gobierno central de Valencia pidi 3 por 100 de los ingresos brutos y el Gobierno cataln de Barcelona exigi (como antes exigi de la compaa extranjera) catorce impuestos diferentes, que sumaban un total de 4 millones de pesetas. Despus de una entrevista con los de!e- gados del sindicato, se convino en el pago de una cantidad fija de 1.500.000 pesetas. hacer frente a dificdtades momentneas, sea para contri- buir al desarrollo de las otras secciones del transporte urbano, la seccin de los tranvas de Barcelona las ayud financieramente. Los mnibus recibieron 865.212 pe- setas, los funiculares del Tibidabo y de Montjuich, 75.000, los transportes del puerto de Barcelona, 100.000, la red del metropolitano, 400.000. Y el 31 de diciembre de 1936, los tranvas tenan en caja la cantidad de 3.313.584,70 pesetas. Hay un hecho que tambin merece ser mencionado: no slo los proletarios libertarios de los tranvas acepta- ron pagar a los acreedores de la compaa las deudas que sta haba contrado, sino que tambin quisieron tratar con los accionistas. Estos deban ser bastante numerosos, mes el ca~i t al se elevaba a 250.000 acciones de 500 m- Letas cada una, pero sin duda residan en su mayora en otras naciones. Los poseedores de ttulos fueron con- vocados por medio de la prensa y de carteles a una asam- blea general. Slo se present una mujer de edad avan- zada, duea de 255 acciones. Nada asustada por los acon- tecimientos, declar confiar la gestin de su pequeo capital al sindicato de los trabajadores, con el cual estaba dispuesta a mantener relaciones de mutua confianza. Igno- ramos lo que fueron estas relaciones en lo sucesivo, pero si esa seora no posea otros recursos, mucho nos sor- prendera que haya sido privada de sus medios de exis- tencia. Tal inhumanidad no era propia de nuestros com- paeros. Nos queda por ver qu parte de los beneficios disfru- taron los trabajadores empleados en este servicio urbano. Al producirse la insurreccin fascista, los peones ganaban de ocho a nueve pesetas diarias, los empleados en el trnsito ganaban 10 pesetas, los chferes de camiones y los obreros de oficio (mecnicos, torneros, ajustadores, etdtera), 12 pesetas. Todos los salarios fueron elevados, de modo que subsista una mnima diferencia: 16 pese- tas para los trabajadores con oficio, 15 para los trabaja- dores sin oficio. Estbamos muy cerca de la igualdad absoluta. Pero otras mejoras merecen ser mencionadas y reteni- das. En primer lugar, fueron instalados lavabos en las estaciones y en los talleres, que hasta entonces no los tenan (no olvidemos que estamos en Espaa, en 1936). Todos los lugares de trabajo colectivo vieron aparecer estas instalaciones. Los coches, fueron desinfectados sema- nalm-te. Y se organiz un servicio sanitario que nos dqece ensqanzas nada desprceciables. Este servicio se basaba en la divisin de Barcelona y los barrios aledaos en 30 sectores. Cada uno de e s t p sectores estaba a cargo de un mdico pagado por el Sindicato de los Tranvas. Los mdicos no slo aten- dan a los trabajadores y empleados, sino tambin a su familia. De modo que podemos -tomando un prpmedio de cinco personas por hogar- totalizar lo menos 35.000 personas de toda edad. Se conqtituy tambin un servici~ de asistencia a domicilio, que no slo cui- daba a los enfermos, sino que tambin les appqaba ami- l$p de carcter humano, consejos, y un sosten m p i , tan a m ~ u c / , ms necesario que la misma medicina. Al mis- mo tiemp9 se verificaba y se controlaba la veracidad de las razones aducidas para faltar al trabajo, a fin de evitar los abusos, pues an no se haba alcanzado la perfeccin de los hombres. En caso de descubrir un engao --caso raro, pues el espritu no era el mismo que bajo el capi- talismo-, el sindicato adoptaba medidas que podan ir hasta la supresin de una semana de sueldo. Normalmen- te, el enfermo cobraba su salario ntegro '. A esta organizacin general del tratamiento mdico a domicilio se agreg la utilizacin de una hermosa clnica que hasta entonces slo haba servido para atender a gente rica. El confort de la instalacin estableca apre- ciable contraste con los hospitales tradicionales de Bar- celona (por lo dems, en plena transformacin); se pin- La disciplina del trabajo para la cual el orden nuevo se mos- traba exigente, pues no se querla sufrir un fracaso, apareca tam- bin en el Sindicato de Tranviarios, cuyas decisiones se tomaban siempre en las asambleas generales. En los casos de embriaguez, que tanto repugnan al espaol, y que heron muy pocos, la medida tomada consisti en suspender al culpable en su trabajo y entre- gar la paga a su esposa, durante varias semanas. 20 taron las paredes de blanco, las salas fueron adornadas, se instalaron puestos de radio; los servicios de gineco- logia, del aparato digestivo y de ciruga general recibieron cada uno un especialista, los tres trabajando tambin por cuenta del sindicato, y de acuerdo con el Sindicato de Sa- nidad. La disciplina espontnea, la moralidad de los trabaja- dores, no acusaban fallas. Todos se adheran y participa- ban de la obra comn, e incluso la imaginacin colectiva se esforzaba por inventar nuevas tcnicas, nuevos modos de trabajar. Por l o cual fueron instalados buzones en los diferentes talleres, donde quien tena una iniciativa, la comunicaba por escrito. Esta participacin rebasaba incluso el marco de la em- presa y el sindicato. Por poseer elementos tcnicos per- feccionados, los talleres producan cohetes y obuses para los combatientes del frente de Aragn. Los obreros tra- bajaban gratuitamente las horas extraordinarias necesarias , y el domingo aportaban su esfuerzo en las mismas con- diciones. Para terminar con esta resea de lo que merece ser recogido, no ser intil insistir en el nivel de honradez a que se haba llegado. Por cierto, hubo algunos casos de latrocinio, pero en casi tres aos fueron s do seis, los cuales no mereceran ser mencionados si no fuera porque no queremos escamotear lo desagradable. El ms grave de estos casos fue el de un obrero que de cuando en cuan- do se llevaba una cantidad pequea de cobre, que venda , cuando haba llegado a reunir un kilogramo. Fue despe- dido, pero como su mujer se present al comit de em- presa exponiendo que tena un hijito, y que ste no tena por qu sufrir las consecuencias de lo que haba hecho su padre, se le pagaron tres o cuatro semanas de sala- rios, y se mand6 al marido a trabajar en otro taller. EL TRANSPORTE TERRESTRE Nos ha faltado tiempo para informarnos detalladamen- te sobre cunto se hizo con relacin al transporte en la Espaa antifascista. Nos hemos ocupado especialmente del transporte terrestre. El martimo tambin ofrece tm ejemplo de esfuerzo, organizacin y abnegacin que me- receran un captulo especial. Porque mientras la marina franquista no fue duea del mar, los barcos navegaron, trajeron vveres, combustibles, gracias a las tripulaciones integradas en los sindicatos obreros. Muchos marineros han muerto, y otros siguen arriesgando su vida ' para burlar el bloqueo. Esperamos que un da se escriban so- bre su accin las pginas que se merecen. Nos ocuparemos sobre todo de los ferrocarriles de Ca- talua, tomando como organizacin tipo la de la seccin catalana, y la red Madrid-Zaragoza-Ali- cante. Luego, echaremos una ojeada sobre la coordinacin de los transportes terrestres, que se est realizando en lucha contra innumerables dificultades. Hay en Espaa dos grandes organizaciones de ferro- viarios: el Sindicato Nacional Ferroviario, que pertenece a la UGT, y la Federacin Nacional de la Industria Ferroviaria, que pertenece a la CNT. En julio de 1936, el primero agrupaba nacionalmente mayor nmero de adherentes, aunque la diferencia no era muy elevada, pues progresbamos continuamente. En Catalua ramos los ms numerosos. Vencido el fascismo en las calles de Barcelona, los mi- litantes de la lnea Madrid-Zaragoza-Alicante, que res- Escribimos este captulo en 1938. pondan a nuestras ideas, no perdieron tiempo en bailar para festejar la victoria. En todos los congresos se haba resuelto expropiar los ferrocarriles desde el primer mo- mento de la revolucin. Y el 20 de julio, cuando la bata- lla duraba an, se convoc al personal jerrquico de la compaa. La ~t r e vi s t a , que tuvo lugar en la sala del Consejo de Administracin, present caracteres dramticos. Los delegados obreros haban acudido muchas veces a esta sala, a realizar gestiones en nombre de sus camaradas. Los administradores les haban recibido con insolencia, si? invitarles siquiera a sentarse. A veces, incluso, se haban negado a escucharles. Y ahora, estaban reunidos unos 30 'tcnicos y administradores, de pie, no pu- diend? creer lo que vean. Tres obreros -tres rnilitanns de1 ssindicato- sentados en sillones hasta entonces re- servados a la jerarquia y apoyados por un grupo de traba- jadores armados de fusiles que estaban en el corredor, les hablaban con firmeza. -Les hemos llamado para exigirles su renuncia del cargo, as como d todos los derechos que habais adqui- . . rido en la compaa. La emocin embarg a casi todos los que hasta enton- ces haban sido los amos soberbios. Algunos se echaron a llorar, sobre todo cuando el director, que, como sem- pre, se haba hecho esperar, apareci. y vio la situaci6n. Hubo que resignarse y firmar. Los obreros se encargaron de la marcha de la red ferroviaria. No era cosa fcil. La revolucin y la guerra, la inte- rrupcin causada por el avance fascista en Aragn, pro- vqcaban un apiamiento de vagones en todas las esta- ciones de Barcelona. El 21, los militantes se esparcieron e inspeccionaron la va fdrrea para saber si estaba an en buen estado. Y el mismo da, el primer tren sala, lie- vando milicias a Aragn, entre los aplausos de las barce- loneses. La mayor parte de los tcnicos fueron reemplazados por obreros revolucionarios, qile carecan de los conoci- mientos tcnicos para sustituirlos integralmente, pero que por lo menos ofrecan garanta de lealtad y conocan su trabajo. Esto era lo ms importante. La red, que cuenta 123 estaciones, estaba dividida en nueye secciones. En estas secciones, el conjunto del per- sonal administrativo permaneci en su puesto. Los .ferro- viarios hiciercp lo mismo. En pocos das la circulacin fue restablecida. Esta obra fue realizada en su totalidad por nuestrQs compaeros de la CNT. La UGT se haba abstenido de toda participaciin: el personal administrativo y la buro- cracia perteneca sobre todo -y como siempre- a esta organizacin. E1 Sindicato Nacional Ferroviario debih, pues, tomar posicin, y, no le fue posible ir contra la voluntad de la mayora de los trabajadores. As es como, cinco das despus del triunfo da la revolucin y cuatro das despus de la expropiacin de los ferrocarriles, una delegacin ugetista se present para integrar el Comit Central Revolucionario nombrado por 10s ferroviarios y compuesto por seis miembros. Hubo que reorganizarlo. Aunque con menos adheren- 1 tes y moralmente nula desde el punto de vista revolu- cionario, la UGT tuvo, por tolerancia y voluntad fra- terna, como la CNT, cuatro delegados. Pero bien pronto, estos ocho resultaron insuficientes. Se necesitaba un com- paero por cada una de las 10 secciones tcnicas, a lo cual se sumaba un presidente y un secretario general. Los 12 fueron confirmados por el conjunto de trabaja- dores, a razn de seis por cada organizacin sindical. Las 10 secciones tcnicas . son: comercio, explotacin, servicios elctricos, contabilidad y tesorera, traccin, eco- 1 nomato, servicios sanitarios, vas y obras, contencioso, control y estadstica. Al principio, en cada una de las secciones-estaciones, y de las subsecciones, haba sido constituido un comit organizador. Este comit desapa- reci pronto, y slo qued el delegado elegido por la reunin de los trabajadores de cada estacin en las peque- as poblaciones. y ef de cada subseccin en las ciudadm importantes, especialmente en ~arcei ona. LOS trabajadores de cada lugar se reunieron por tr- mino medio dos veces por mes para tratar todo cuanto se referfa al trabajo v a sus condiciones de existencia. Por su Darte, los militantes se reunieron una vez por semana. La asamblea general nombr un comit respon. 310 GASTN LEVAL sable que ahora dirige el trabajo de cada estacin y de sus dependencias. En las reuniones, la gestin de este comit, cuyos miembros mbajan o2 lado de sus compa- "ros de tareas, est sometido al voto de los trabaja- dores. Hasta mediados de 1937, la orientacin no provena del Comit Central de Barcelona. Por un lado, los tra- bajadores manuales que lo componan no podan reem- plazar con rapidez a los administradores de la vspera, y por otro lado tal reemplazo no haba sido necesario. El trabajo sigui simplemente desarrollndose como siem- pre. E1 personal de cada seccin sigui haciendo lo que l e corresponda, sencillamente. Los miembros del Comi- t Central se contentaron con vigilar la actividad general y caordinar la de las lneas. Unieron lentamente las par- tes del organismo y prepararon la mejor cohesin de maana. Lo importante es que, sin accionistas, sin ingenieros, sin jefes, la circulacin continu, los viajeros y las mer- caderas fueron transportados. Hubo, y hay, en los fe- rroviarios bastante conciencia para asegurar el trfico ferroviario. Incluso tuvieron el amor propio de hacer circular el mayor nmero posible de trenes. Error que no deber repetirse en otra experiencia revolucionaria. Vere- mos por qu. A principios de julio de 1936, 293 trenes circulaban en toda la red; en octubre eran 221. Pero la importancia de esta red~iccin se atena si se tiene en cuenta la menor cantidad de mercaderas transportadas, y la inte- rrupcin de las relaciones comerciales con Aragn, Cas- tilla y el centro de Espaa. En octubre de 1935 se registraron 28.081 vagones; un ao despus - e n plena conflagracin- slo 17.740. Pero dos meses despus se registraron 21.470. La diferencia sera menor an si la vida ec0hmica no estuviera en parte interrumpida por la divisin de Espaa en dos territorios. Tales cifras nos dan la impresin muy clara de que el funcionamiento de la red Madrid-Zaragoza-Alicante no era una realizacin minscula, sino una vasta empresa. Los 10 sectores ttcnicos que caracterizan su organiza- cin estn a su vez subdivididos en secciones varias. Por l ejemplo, el servicio de explotacin engloba la regulacin de los trenes, la circulacin general, la distribucin del material ferroviario, el trfico de mercaderas y el servicio 1 general de todas las estaciones. I Hemos dicho que fue un error pretender hacer circu- lar inmediatamente el mayor nmero posible de trenes. Porque, primero, deba ahorrarse el carbn que -por venir de Asturias o de Inglaterra- faltara pronto en caso de prolongarse la guerra. Despus, porque las tube- ras de las locomotoras se hallaban en tan mal estado que un 25 por 100 de las calderas estaban inutilizadas. Y como estas tuberas eran fabricadas en Vizcaya, con la cual no podamos mantener relaciones, era necesario em- plearlas lo menos posible. El racionamiento se impona en los medios de transporte como en el consumo. Lo que se comprendi un poco tarde. La escala de los salarios oscilaba entre dos pesetas con cincuenta (diarias) para los guardabarreras, pasando por 1 el duro (cinco pesetas) que ganaban los hombres por un trabajo igual, hasta los sueldos exorbitantes de los inge- nieros superiores. El sueldo normal de los ferroviarios era de seis pesetas con cincuenta, cantidad insuficiente en un pas donde el pan costaba 60 cntimos el kilo- gramo, y las cliuletas seis pesetas el kilogramo. Todos los sueldos inferiores a las 300 pesetas mensuales fueron inmediatamente elevados a esta cantidad. Los que pasaban de 500 pesetas fueron rebajados hasta este lmite. Los ingenieros se inclinaron -voluntariamente unos, l por fuerza otros-. Pero hubo que darse cuenta de la realidad. Se estn buscando tcnicos. En febrero de 1937, momento de nuestra visita, cinco ingenieros haban in- l gresado en el comit central de direccin; entre los cuales se encuentra Martnez Rizzo, uno de los escritores libertarios ms estimados y uno de los hombres ms cul- tos de Espaa. Para atraer a otros -me dicen mis com- paeros- se ha elevado el lmite superior a 750 pesetas. Se comprende que el intelectual debe satisfacer necesi- dades espirituales y de informacin cultural y cientfica I que ocasiona gastos, y que, finalmente, son beneficiosas para la sociedad. Si nuestros compaeros son comprensivos, la UGT no lo es. Porque, despus de haber aceptado en principio y por fuerza la socializacin, ha cambiadd e criterio y ha reemplazado por otros a los cuatro delegados enviados. Estos, lo mismo que la mayota de los ferroviarios socia- listas, estaban de acuerdo coi^ nuestros camaradas. Las cumbres ugetistas-largocaballeristas dieron la orden de sabotear la socializacin, y enviaron a cuatro nuevos dele- gados que dehenden la nacionalizacin por el Estado y, por consiguiente, la eliminacin de los sindicatos como rganos directores y respnsables. Sin embargo, se haba encontrado al principio una so- lucin intermedia que habra podido ser generalizada. En el centro y en el sur de Espaa, ante la huida de los altos empleados y de los ingenieros extranjeros -que eran a menudo directores de las redes-, el Estado, incapaz de actuar por s mismo, debi asistirse de las organizaciones sindicales. Un Comit de explotacin fue creado. Tres miembros de la CNT, tres de la UGT y tres represen- tantes del Gobierno lo componan. Como siempre, el Es- tado no organizaba nada. Dejaba a los sindicatos la tarea de encaminarlo todo, y se limitaba a controlar. Pero a medida que el xito de los ferroviarios era ms evidente, intensifica su intervencin. La burocracia oficial entra en lucha contra los trabajadores; stos resisten. La seccin catalana de la red Madrid-Zaragoza-Alicante se niega a inclinarse. Desconfiada, no admite siquiera e1 control de su administracin. Sabe demasjado que se tra- ta de un primer paso para ir mucho ms aU, y que debe evitar que se meta la mano en el engranaje. Esto no significa, ni mucho menos, que teme presentar sus cuentas. Lo veremos pronto. Pero debemos recor- dar, antes, Ia ayuda aportada a las lneas secundarias de Catalua que -por la disminucin del trfico, y el desequilibrio tradicional entre sus gastos y sus ingresos- han acusado y acusarn siempre dficit; debemos recor. dar el apoyo prestado a Ia lnea del Norte, sindicalmente organizada. como las otras, y tambin eternamente defi- citaria; debemos recordar, por ltimo, la ayuda apartada a la construccin de 30 kiI6metros de va frrea en la parte de Aragn que poseemos. Echemos una ojeada en la contabilidad de la red que hemos tomado como modelo. El 19 de julio de 1936, I la compaa tena en la caja 1.811.986 pesetas, y 2.322.401 en el banco. Encontrndose la oficina central en 1 Madrid, los altos jerarcas sacaron del banco 1.500.000 pe- setas. Quedaron 2.634.387 pesetas, de las cuales hubo que tomar, al finalizar el mismo mes de julio, 2.130.000 pese- tas para pagar al personal. Adems, la compaa adeu- daba un milln de pesetas en facturas y reclamaciones l varias. En realidad, los trabajadores se encontraban ante 1 un dficit de 502.660 pesetas. Por otra parte, todo lo que iba hacia Aragn era trans- portado gratuitamente; las modificaciones de los sueldos representaban un gasto suplementario de 668.667 pese- tas; y la supresin del trfico con la parte de Aragn dominada por los fascistas representaba una disminucin de 1.200 vagones mensuales. Debemos agregar el aumento de precio del carbn ,as- turiano, que costaba 45 pesetas por tonelada al estallar 1 la lucha, 67 en octubre y 150 en febrero del ao siguiente. A pesar de estas circunstancias, y de la disminucion ge- I neral de trfico que haca bajar los ingresos diarios. de 1 215.382 pesetas en la segunda quincena de diciembre a 192.437 pesetas en la segunda quincena de enero, a pesar de que se entrega a los ferrocarriles del Norte y a la red catalana el 26 27 por 100 de las entradas, y a pesar del apoyo aportado a otras lneas por dispo- sicin del sindicato; ei precio de los pasajes y del trans- porte de mercaderas no haba subido an diez meses l despues de haberse empezado la sindicalizacin, y no se hablaba de elevarlo. Para hacer frente a las dificultades, se prefera apelar a la reorganizacin general de los me- , dios de transporte. Fue preciso que la revolucin libertaria irrum iera eri porte fuera considerada. S Espaa para que la coordinacin de los medios e trans- Fueron los militantes de la CNT quienes -con sus ingenieros- se ocuparon con decisin del problema de la organizacibn de los ferrocarriles bajo una misma direccin tcnica y una sola comisin administrativa. Y fueron l tambien ellos quienes plantearon el problema de la coor- dinacin de todos los medios de transporte de Catalua. Lo mismo que en el cultivo de la tierra y en la explo- tacin de los talleres y de las fbricas, la dispersin repre- senta una enorme prdida de energas, un despilfarro, un empleo irracional de las mquinas, una multiplicacin intil de esfuerzos paralelos. Nuestros camaradas lo ad- vertan. Y emprendieron la necesaria coordinacin de los medios de transporte, ferroviarios primero -con la in- tencin de ir mucho ms lejos despus-. Si fracasan a consecuencia del desenlace de la situacin poltica y del conflicto blico que se desarrolla en el territorio espaol, por 10 menos habrn sido los primeros en indicar el ca- mino de una organizacin racional de los medios de trans- porte. Por ahora, la nueva organizacin de los ferrocarriles de Catalua rene en una sola federacin la red Madrid- Zaragoza-Alicante, la del Norte y la catalana. Cada una de estas redes constituye una subseccin, y estas subsec- ciones estn unidas local y regionalmente por los comi- ts de enlace. Pero esto es insuficiente. Segn un proyecto aprobado, se impone la constitucin de una sola organizacin ferro- viaria. En 1937 se constituye un comit central regional que agrupa a todas las lneas frreas de Catalua. Este comit central estar compuesto por seis miem- bros: un presidente, un secretario, un compaero por cada divisin y uno por la subseccin de estudios y compras. Las divisiones son tres -se repite la estructuracin de la red Madrid-Zaragoza-Alicante-: trfico, servicios tc- nicos, administracin. La subseccin de estudios y compras tiene por objeto mejorar el servicio de los ferrocarriles dando en todo momento la sensacin de un alto sentido de capacidad constructiva de la nueva organizacin del transporte ferroviario. Debe comprar las materias primas, las herra- mientas, el combustible, el material de construccin, etc. Suministra los utensilios y las herramientas corrientes, y centraliza todas las estadsticas sobre la actividad de las redes. La divisin trfico se divide en tres secciones: explo- tacin, control y estadstica, comercio y reclamaciones. La primera de estas secciones interviene en todo cuan- to se refiere al personal de las estaciones; se ocupa de los trenes, de los horarios, de las operaciones de carga y descarga, del transporte y de la entrega de mercaderas, del movimiento de los vagones. Estudia, junto con la sec- cin comercial, los requerimientos del trfico de viajeros y mercaderas a fin de establecer los itinerarios. Organiza los cobertizos, los hoteles, los transbordos, etc. La seccin de control y estadstica supervisa el movi- miento general, liquida todas las cuentas, se encarga de la distribucin y de la venta de los billetes, establece las estadsticas de las redes de acuerdo con los datos sumi- nistrados por las estaciones. La seccin comercial y de reclamacin establece las diferentes tarifas, esforzndose por simplificarlas; evitn las competencias del sistema capitalista, organiza servicios combinados, con los cuales todos los medios de trans- porte terrestre, martimo y maana areo, han de colabo- rar. Debe tambin estudiar la legislacin extranjera, revi- sar la del pas, modificar los acuerdos, mantener las rela- ciones cordiales con !as compaas de los otros pases, aplicar todas las nuevas disposiciones oficiales, especial- mente las de orden fiscal, ocuparse muy especialmente de las transformaciones de carcter sindical, y de las re- clamaciones que tienden a mejorar continuamente los ser- vicios. \ Los servicios tcnicos constituyen a su vez tres seccio- nes: material y traccin, electricidad y obras. La primera se ocupa de la conservacin del material, de la existencia de los vagones, de las mquinas y de los talleres. La segunda, de todo cuanto se relaciona con la electricidad en las redes, en las estaciones, la traccin, el telfono, las seales. La tercera, de la construccin de las vas frreas, de puentes, tneles, almacenes, estaciones secundarias, etc. La divisin administrativa auxiliar se subdivide tam- bin en tres secciones: sanidad, contabilidad y caja, abastos. La primera vigila la higiene de los medios de trans- porte, atiende a los empleados accidentado,^ o enfermos, mantiene el servicio de los botiquines en las estaciones. La segunda, en la cual convergen todos los recursos financieros de los ferrocarriles, recibe diariamente lo re- caudado por todas las estaciones: es e1 centro de todas las contabilidades particulares a fin de seguir paso a paso la marcha econmica de cada servicio. La seccin de abastos, que ha de tener en Barcelona iin almacn central y en Catalua cuantas sucursales se crean necesarias, suministra a los empleados, al costo, todos los artculos corrientes de consumo. Las divisiones tienen a su frente a un representante de cada red. Las secciones tienen tcnicos que depen- den del comit central, en el cual desempean el papel de asesores. Los secretarios de las divisiones toman parte en las deliberaciones del comit central, de modo que ste no obra sin conocer la opinin de las diversas ramas de cada red. En esta organizacin general, ni el personal, ni fos medios de trabajo -vagones, Iocomotoras, mquinas, combustible, talleres, etc.-, estn adscriptos definitiva- mente a ninguna seccin o divisin en particular. Todos los comits de divisin estn constituidos por igual nmero de representantes de la CNT y de la UGT. Para la organizacin del trfico, se han establecido zonas de demarcacin cuyos miembros, que representan los ser- vicios, trabajan y se renen despus del trabajo. Ellos controlan las actividades generales y envan a los comits de divisin sus observaciones e iniciativas. Son nombra- dos directamente Dor los trabajadores de esas zonas, o por cl comit central, con la aprobacin de las divisiones interesadas. Cada comit de demarcacin elige un res- nonsable que se encarga de la funcin administrativa de la oficina. En cada dependencia, estacin, taller o brigada, los trabajadores nombran libremente a un delegado respon- sable encargado de dirigir y coordinar los servicios. Las secciones de cada red que lo creen necesario constituyen un comit de control. En las localidades donde hay sec- ciones dt= redes distintas, se constituye tambin un comi- t de enlace. Cada servicip o divisin tiene delegados tcnicos que recorren estaciones y redes para estudiar cuanto pueda mejorar el funcionamiento de los trenes. En fin, existe el proyecto de crear escuelas profesiona- les para perfeccionar los conocimientos administrativos y tcnicos de los trabajadores a in de que no sean -como fueron bajo el capitalismo- simples engranajes acfalos de un mecanismo cuya vida y funcionamiento se les esca- paban. La iniciativa de coordinar todos los medios de trans- porte naci inmediatamente despus de que los obreros tomaron posesin de los ferrocarriles. Lo comprobamos en una circular enviada el 5 de noviembre de 1936, y que nos parece til reproducir: La honda transformacin econmico-social que se esta realizando en nuestro pas, nos obliga a dar nue- vos y amplios cauces a la explotacin del ferrocarril. Para eqo, es preciso desplegar nuevas actividades y re- coie: todos los datos que nos permitan estudiar pro- fundamente el proceso de la produccin y el consumo, tan atimamente ligado al ferrocarril en todas las zonw de i be nc i a ferroviariq, para que puedan derivarse beneficios para la colectividad. En consecuencia, los compaeros en general y 10s comits de estacin en particular, reafirmando su per- sonalidad moral y su alto espritu constructivo, debern remitir a este servicio, a la mayor brevedad, un estudio contestando a los siguientes puntos: 1." Indicacin de las poblaciones afluentes a esa es- tacin. 2." Zona de influencia regional del ferrocarril. 3." Medios de comunicacis entre esa estacin y las poblaciones enclavadas en el permetro de la zona de influencia. 4." Produccin industrial y agrcola, y puntos don- de se consume e& exceso de produccin. 5." Medios que se utilizan para efectuar los trans- portes en general. 6." Si ste no se efecta por ferrocarril, indicar las causas y las posibles soluciones. 7." Si existen servicios coordinados entre ferroca- rril y carretera, y en qu condiciones. COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPANA 3 19 8." En caso contrario, posibilidad de su estableci- miento. No creemos necesario remarcar la importancia del problema que planteamos, y este comit espera que los de estacin, justipreciando en todo su alto valor el alcance de estos datos, desplegarn el mximo de acti- vidad y celo para procurarnos una informacin lo ms verdica posible. Por el comit del servicio comercial El delegado del comit central A este primer cuestionario sigui otro, que no sin tra- bajo se pudo hacer distribuir por el Servicio de Estads- tica de los Transportes del Gobierno de la Generalidad de Catalua. En este nuevo documento se hacan - c o mo mnimo- 57 preguntas sobre las caractersticas naturales; los me- dios de comunicacin; el trfico de mercaderas; la im- portancia de las escuelas y el lugar que ocupaban; el n- mero, las caractersticas, el estado de los taxmetros, de los mnibus, de los camiones, de los automviles, de los barcos costeros y su grado de colectivizacin. Tambin se averiguaba acerca del aspecto sindical del problema. Contestaron ms de 250 poblaciones, interesando las tres redes. Estas contestaciones estn clasificadas en dos fiche- ros, uno de los cuales se refiere especialmente a la vida municipal de cada localidad correspondiente a la estacin, y otro a la esfera de influencia econmica y a los medios de transporte. Copiaremos dos fichas, relativas a Tarra- gona: Primera ficha (Color rojo) 1. Tarragona es partido judicial de su nombre. 2. Tercera regin econmica catalana. 3. Comarca Tarragonesa. 4. Treinta mil setecientos cuarenta y siete habi- tantes. 5. Estaciones MZA y Norte. 6. Puerto importante. 7. Muy rica en arquitectura (catedral gtica, mura- llas romanas, puerta ciclpea, foro romano). En sus cercanas tiene un puente romano y la tumba de los Escipiones. Tambin son muy importantes los descu- brimientos de las excavaciones de la fbrica de tabacos. Produccin: Agrcola: vinos, algarrobas, avellanas, almendras, cereales, aceites. Industrial: hierros, made- ras, gneros de punto, tejidos. Pesquera: abundante. Segunda ficha (Color azul) 1. Constantig La Canoja. 2. Constantig La Canoja. 3. Transporte por camiones. 4. La produccin industrial y agrcola es la siguien- te: tabaco, hierro, madera, carbn vegetal y coque, g- neros de punto, tejidos. Vinos, aceites, cereales, hari- nas, avellanas, almendras, algarrobas, hortalizas y iru- tas frescas. 5. El exceso de produccin se consume en Barce- lona y en otras poblaciones de Catalua. El vino, las avellanas y las almendras se exportan al extranjero en gran cantidad por el puerto de esta ciudad y algunas partidas por el puerto de Barcelona. Tambin en esta ciudad hay abundancia de pescado, que en gran parte se consume en Barcelona, Prat, Gav, Sitges, Villafranca y Martorell. Se conoce de este modo la importancia econmica y las particularidades de los medios de tyansporte. Se sabe ms an. Por medio de minuciosas estadsticas, se ha es- tablecido el nmero exacto de lneas de camiones, mni- bus y navegacin, que existen en toda Catalua. Se sabe el nmero total de coches y de barcos. Se conoce a las empresas y a los propietarios, el nmero de viajeros y la importancia de las mercaderas transportadas. Todo ha sido apuntado y trazado en grficos, donde se evidencia l o absurdo del sistema capitalista. En uno de estos grficos, de respetables dimensiones, se nos ensea -a lo largo de una lnea de ferrocarril representada por una raya negra- ocho, diez, doce lneas de camiones y mnibus rivales sealadas con rayas rojas, que luchan contra el tren y luchan entre s. Este intil apiamiento se observa especialmente a lo largo del li- tara1 mediterrneo, en la provincia de Barcelona. En cambio, el mapa de los transportes de la provincia de Lrida, en la montaosa regin pirenaica, reVela que existen grandes extensiones, gran nmero de localidades privadas de comunicaciones regulares, vastas zonas con- denadas al aislamiento,, a la pobreza, a la ignorancia. Mis compaeros me dicen: Los camiones y los mnibus que sobran en la pro- vincia de Barcelona deben ser enviados a la provincia de Lrida. Esta compaa de cabotaje que transporta mercaderas desde Tairagona a Barcelona, no tiene ra- zn de ser, cuando tantok vagones van vacos. Hay que reorganizarlo todo, para bien de la sociedad, no de las compaas ni de los pequeos patronos que, al in de cuentas, no son sino, formaciones parasitarias origi- nadas por un mundo en el cual cada una procura vivir a expensas de los dems. Ciertamente, las lneas de la provincia de Uri da arro- jarn nicamente prdidas, por lo menos al principio. P. ro, lo mismo que las dems actividades del trabajo, los medios del transporte estn al servicio de la sociedad, no de sus propietarios. El dficit de la provincia de Lri- da sera compensado por el supervit de la provincia de Barcelona. Lo que se desea es procurar a todos los habi- tantes las mismas comodidades, el mismo bienestar. Cuando se han hecho los trabajos para establecer la coordinacin entre el ferrocarril y el camin, todas estas pequeas empresas particulares, que para vivir deben cobrar mucho ms que el tren, aparecieron corno obstcu- los. Esto constituye una prueba de que la coordinacin de los medios de transporte slo es posible en una M- ciedad socializada, en la cual predominarn los intereses generales. Estos mapas en los cuales tantas necesidades, tantas anomalas, estn sealadas con crculos, puntos, lneas azules, negras y rojas, nos dicen todo el trabajo que debe hacerse, la obra por realizar. Nuestros camaradas de los ferrocarriles de Catalua la han emprendida valiente- mente. Ojal puedan llevarla a cabo! LOS SERVICIOS SANITARIOS El autor de este libro se ve obligado a recordar que 1 ha seguido da por da, cuando no hora por hora, y siem- pre apasionadamente, la marcha de los acontecimientos sociales que se desarrollaron en Espaa durante los aos 1924-36, aunque no resida en ese pas durante tal pero- do. Pero, desde Argentina, y mediante un aporte in- l cesante de carcter terico, econmico y constructivo, par- ticipaba de las luchas que se producan en la pennsula Ibrica. En la observacin de los hechos caracter9ticos de la 1 evolucin de Europa, tena desde Argentina una visin panormica que le permiti comprender mejor quiz cier- , tos procesos de conjunto, pero esta situacin le impidi penetrar a fondo en detalles de importancia. E incluso, si hubiera residido en Espaa (como l o haba hecho du- rante los aos 1915-24), este estudio habra sido impo- sible a causa de las circunstancias de tal forma de vivir. Slo los especialistas que disponen de recursos adecuados, de calma y de tiempo, habran podido registrar el hor- migueo de luchas, iniciativas, organizaciones fugitivas, a que dio lugar el combate multiforme, en el cual no fui -cerca de dos lustros- ms que un simple militante. Se comprender, entonces, la insuficiencia de anteceden- tes histricos que expliquen -por lo menos en parte- la vasta empresa de socializacin de la medicina y de las instituciones sanitarias realizada en los aos 1936-39. Pero si -como veremos- la Federacin Nacional de los Servi- I cios Sanitarios, seccin de la CNT, contaba, ya en 1937, con 40.000 adherentes, puede suponerse que efectivos tan importantes no podan haber sido reunidos con tanta rapidez sin que numerosos hitos -por lo menos en el orden espiritual- hubiesen existido. Estos hitos explican, por lo menos parcialmente, la obra creadora que va a producirse. Hallamos mdicos en- tre los mejores militantes espaoles. As, el doctor Pedro Valiina, recientemente muerto en Mxico, personificacin del apstol anarquista y combatiente heroico, cuya in- fluencia se extenda a toda Andaluca. Fue el hijo espiri- tual y continuador de ese otro camarada de gran talla: Fermn Salvochea, quien sali de la burguesa para abra- zar la causa del pueblo. Tambin el doctor Isaac Puente, que se adhiri a nuestro movimiento hacia el ao 1930 y que ejerci gran influencia en las regiones de Aragn, Rioja y Navarra, siendo una de las personalidades ms activas, colaborador de nuestra prensa, autor de excelen- tes folletos de orientacin y secretario de la FAI. Tam- bin la doctora Amparo Poch y Gascn, la mujer ms culta de nuestro movimiento. El doctor Roberto Remart- nez, de cultura enciclopdica, uno de los maestros de la generacin libertaria que floreci durante la revolucin. Agreguemos al doctor Flix Mart Ibez, personifica- cin de la camada de mdicos-socilogos que apareci por aquellos aos, humanista, especialista en los problemas sexuales y psicoanalticos, excelente escritor. Adems de estos escritores v militantes. ms conocidos. un nmero bastante elevado de mdicos s adheran a 10; 1 conceptos constructivos del ideal libertario, de una orga- 1 nizacin ms racional y justa de la sociedad. En el plano local, tales hombres llevaron a cabo, consecuentemefite con los sindicatos obreros, una excelente obra de solida- 1 ridad humana. En nuestros captulos sobre las cdectivi- dades agrarias. hemos sealado casos de sociedades de socorrosUmutu& fundadas y administradas en aldeas o pe- queas ciudades provinciales. Muy a menudo, estas insti- tuciones contaban con la colaboracin desinteresada de mdicos locales. A veces, incluso, se haca mucho ms. Asl, en Valencia -la tercera ciudad de Espaa- se ha- llaba la sede de la Mutua Levantina*, o Sociedad de Socorros Mutuos de Levante. fundada Dor libertarios. a los que el autor conoci en su juventud y que contaba con numerosos mdicos y especialistas. Ms que de una simple sociedad de socorros mutuos de estilo tradicional, se trataba de una asociacin que se extenda en toda la regin de Levante, y en la cual dominaba el espritu de ayuda mutua en sus aspectos ms nobles '. Cuando estall la guerra civil, no exista en Barcelona ningn sindicato de mdicos o de profesiones sanitarias especialmente organizado; slo se encontraba un sin- dicato de profesiones liberales con secciones diversas: periodistas, escritores, abogados, mdicos, profesores. Cuntos mdicos? Lo ignoramos. Pero su nmero deba ser bastante elevado, si juzgamos por la rapidez con que -llegado el momento- se abrieron paso las realiza- ciones. Dos razones explican este desarrollo casi fulminante. En primer lugar, los problemas sanitarios y de higiene social, la mortalidad infantil, la lucha contra la tubercu- losis, las enfermedades venreas, etc., eran temas tratados con frecuencia en nuestra prensa, especialmente en la re- vista Estudim (en la que colaboraban los doctores Mart Ibez, Isaac Puente y Roberto Remartnez), que se pu- blicaba en ediciones de hasta 5.000 ejemplares. El espritu de numerosos militantes estaba, pues, abier- t o a tales problemas. Adems, la desorganizaci6n de los servicios sanitarios normalmente administrados por per- sonal religioso -que despus del 19 de julio desapareci de la noche a la maana de los dispensarios, los hospicios y otras instituciones de beneficencia- movi a improvisar nuevos mtodos de organizacin y a fundar nuevos esta- blecimientos no slo para seguir dando a los enfermos, a los ciegos y lisiados, los cuidados habituales, sino para operar, atender y curar a los heridos de guerra, que acu- dan de continuo. Antes de continuar debemos -en mrito a la impar- cialidad- mencionar la aparicin, en esa poca, de un elemento nuevo en esta general improvisacin. En ese ' En 1972 esta sociedad sigue existiendo, y el espritu humani- tario de su obra se mantiene, a pesar del franquismo. mismo mes de septiembre de 1936, ante la exigencia p- blica de unificacin de las fuerzas antifranquistas, la CNT decidi -por una parte- entrar en el Gobierno nacional presidido por el lder socialista Largo Caballero, y por otra parte -aun antes de entrar en el Gobierno nacio- nal- entrar en el Gobierno cataln, con sede en Barce- lona. Entre los tres consejeros por ella elegidos para este ltimo, figuraba Garca Birlan, colaborador asiduo de la prensa libertaria y director de numerosas publicaciones, conocido bajo el seudnimo de Dionisios. Garca Birlan fue encargado del Ministerio de Sanidad. Entonces, es- cogi a sus colaboradores entre sus camaradas, y el doctor Flix Mart Ibez fue nombrado director general de los Servicios Sanitarios y de Asistencia Social de Catalua. Un Gobierno donde estaban representadas las diversas tendencias polticas antifranquistas: republicanos centra- listas (dos partidos), republicanos federalistas, catalanis- tas de izquierda, catalanistas de derecha, socialistas, comu- nistas trotskistas ( o trotskizantes) del POUM, en fin, los libertarios y la CNT deba ocuparse de la salud p- blica, pues era una necesidad comprendida por todos. Importa destacar que es a los libertarios a quienes se en- carg el cumplimiento de las tareas correspondientes. Un estudio documentado probara que muchas veces las si- tuaciones se resolvan de esta manera. As, siempre en Catalua, la obra del Ministerio de la Instruccin P- blica fue cumplida -en sus realizaciones prcticas, a me- nudo muy hermosas- por maestros y pedagogos liberta- rios, militantes de la CNT. Igualmente en Asturias, el control de las actividades relacionadas con la pesca -uno de los factores econmicos ms importantes de la poca- fue confiado a un organismo econmico gubernamental especialmente constituido, quien a su vez encarg a los militantes y sindicatos de la CNT realizar las tareas prc- ticas correspondientes. Una de las razones que explican esta actitud oficial, vinculando a los libertarios con los servicios sanitarios oficiales, fue porque por medio de sus diversos sindi- catos, la CNT poda -merced a su audiencia en los me- dios proletarios y a su espritu constructivo y organiza- dor-, constituir un auxiliar precioso, e incluso necesario; aunque el Gobierno o lo que as se llamaba, tuviera la ventaja de disponer de los recursos financieros que falta- ban del lado revolucionario. La consecuencia de la situacin creada en Catalua fue que la existencia de estos dos modos de actividad (guber- namental y no gubernamental) iban a provocar una riva- lidad fraterna e inevitable. Hallamos testimonio de este hecho en el libro titulado Obra, que el doctor Mart Ib- ez public en noviembre de 1937, donde el autor -a consecuencia de las maniobras arteras de los comunistas, fue obligado a abandonar su puesto- expone lo que sus colaboradores y l mismo haban realizado. Enumeracin entusiasta, impresionante y convincente. Su ministerio hizo ms en diez meses que lo que haban hecho los otros ministerios catalanes en cinco aos de Repblica. Pero reconozcamos que la situacin revolucionaria y la participacin de los militantes cenetistas (que construan por partida doble) permitan acelerar el ritmo de las rea- lizaciones. Lo cual nos mueve con mayor motivo a establecer una comparacin entre la accin del organismo gubernamen- tal y la del organismo sindical, ambos en manos de los libertarios. A este respecto, Mart Ibhez empieza por rendir un homenaje fervoroso al mpetu creador de los miembros de la CNT, entre los cuales se cuenta. Y atesti- gua que, desde el primer da, nosotros, militantes de la CNT hemos constituido -gracias a la Organizacin Sanitaria Obrera- el primer control sanitario, que fue tambin el primer esfuerzo de cohesin orgnica de los servicios sanitarios de Catalua. Cuando haya llegado el momento, descubriremos esas jornadas frenticas en el curso de las cuales el control sanitario de la CNT impro- visaba -con velocidad vertiginosa- las soluciones que reclamaban los innumerables problemas que surgan sin cesar. Esta actividad frentica de nuestro movimiento inde- pendiente continu, y explica la potencialidad de la irrup- cin del Sindicato, apenas constituido. Explica tambin que el balance de los dos modos de organizacin sea fa- vorable a la creacin directa, segn los principios de la CNT. Porque, en primer lugar -y como lo hemos visto ya-, todo parti del movimiento sindical, de los inilitan- tes sindicalistas libertarios, aun cuando la organizacin sanitaria especfica no estuviera formada. En suma, Gar- ca Birlan y Mart Ibez no hicieron sino transferir al Ministerio de Sanidad lo que viva ya en el pensamiento, en el espritu de los utopistas impacientes y capaces de acercar la realidad a la utopa. Adems, al escudriar un poco los hechos y las cosas, comprobamos que -independientemente de las ventajas financieras de que pudo disponer el ministerio, y de la ayuda sindical por l recibidas gracias a la fraterna accin de los militantes que se conocan y estimaban- los nuevos hospitales colocados bajo la etiqueta oficial del Gobierno no eran sino antiguos establecimientos a los que se haba cambiado el nombre, mientras que los establecimientos colocados bajo la gida sindical fueron --con recursos infinitamente menores- integralmente creados. No sealaremos estas cosas con fines mezquinos, que no aparecieron en el espritu y en las relaciones de nues- tros compaeros situados en una u otra parte, sino para que se comprenda mejor la importancia de la obra reali- zada por nuestra organizacin sindical. Mas, reanudemos el examen emprendido. Hemos dicho que el Sindicato de la Sanidad se consti- tuy en Barcelona en septiembre de 1936. Cinco meses ms tarde estaba integrado por 1.020 mdicos (de espe- cialidades varias), 3.206 enfermeros, 330 parteras, 633 odontlogos, 71 especialistas en diatermia, 10 auxiliares de sanidad, 153 herbolarios, 335 preparadores de mate- rial sanitario y 220 veterinarios. En total, ms de 7.000 personas organizadas segn las normas libertarias e in- dustriales de los sindicatos de la CNT, de modo que in- tegraran las diversas actividades que concurran a la salud pblica y a armonizar sus distintos aspectos '. Organismos semejantes surgieron seguramente en la misma poca en otras partes de Espaa. Las cifras del Congreso de Va- lencia permiten suponerlo. Y adems de los adherentes directos, debe contarse el concurso de mdicos, enfermeros, etc., que no creyeron necesario adherirse al sindicato desde el principio. Para apreciar mejor el valor de estas cifras, conviene recordar que Catalua era poblada entonces por 2.500.000 habitantes. Una vez ms vemos amalgamarse el principio moral de la solidaridad humana y el de la coordinacin tcnica, deseosas de mayor eficacia. Lo que se explica tanto ms cuanto que se trata simultneamente de una situacin de emergencia muy grave y tambin de reorganizar funda- mentalmente -bajo la inspiracin de un gran objetivo social- toda la prctica de la medicina y de las activida- des sanitarias. Obra muy necesaria en la Espaa de 1936, donde, de 24 millones de habitantes, moran anualmente, y por causa casi exclusivamente sociales, 80.000 nios menores de un ao; donde, por ejemplo, en el distrito 5." de Bar- celona, de carcter especficamente obrero, el porcentaje de la moralidad infantil era ms del doble del que regis- traba el distrito 4.", especficamente burgus 3. Los datos demogrficos de la poca muestran que, para el conjunto de la poblacin, la mortalidad alcanzaba un 18 19 por 1.000: uno de los porcentajes ms elevados de Europa, a pesar de la salubridad del clima. En consecuencia, nuestros camaradas echaron -desde el principio- las bases de una nueva estructuracin ge- neral de los servicios sanitarios. No pudimos averiguar de- talladamente -por estar los animadores absorbidos en tareas extenuantes- cmo fue realizada esta obra de base, ni cul fue su magnitud. Y no podremos sino resumirla imperfectamente, describir parte de los resultados alcan- zados, mencionar los planes elaborados para el porvenir, en el perodo en que podemos entregarnos a este estudio, y anotar las informaciones que no es posible recoger. En Catalua, la regin fue -en la base- dividida en nueve sectores principales: Barcelona, Tarragona, Urida, Gerona, Tortosa, Reus, Ripoll, Bergueda y la zona pirenai- ca, un poco perdida sobre la parte montaosa del Norte. Estas diferencias no eran exclusivas de Espaa; pero apare- can ms brutales que en otros muchos pases, y movan ms a luchar por los cambios sociales necesarios. Alrededor de estas primeras divisiones se constituyeron 26 centros secundarios, que respondan a la densidad de la poblacin y a las exigencias de la salud pblica. En conjunto, 35 centros ms o menos importantes engloba- ban ntegramente a las cuatro provincias, dc modo que ningn pueblo, ninguna aldea perdida en la montaa, ni una granja alejada, ningn hombre, mujer o nio, que- dase aislado, sin proteccin sanitaria, sin asistencia m- dica. Paralelamente, cada gran sector contaba con un centro mdico y tcnico y un centro sindical sanitario, cuyo co- mit comarcal controlaba, y en parte diriga los servicios. En el nivel siguiente, segn el principio federalista, los comits comarcales estaban ramificados en Barcelona, que dispona de los mayores elementos tcnicos y de estable- cimientos especializados, adonde se trasladaba en ambu- lancia o en taxmetro a los enfermos que necesitaban cui- dados urgentes o un tratamiento especial. Las secciones constituidas por especialidades eran aut- nomas en cuanto a su modo de organizacin y en el seno del sindicato, pero esta autonoma no significaba indepcn- dencia absoluta, y menos aun indiferencia o aislamiento ante la necesidad de coordinacin. Cada semana, el comi- t central de Barcelona, renovado peridicamente por la asamblea plenaria, se reuna con los delegados de las nueve zonas primeras. Tcnica y geogrficamente, el es- pritu de coordinacin estaba siempre presente, el federa- lismo era siempre constructivo. Muy pronto, la poblacin se benefici de esta amplia iniciativa. En un ao, y slo en Barcelona, seis hospi- tales nuevos fueron creados por nuestro movimiento: el Hospital Proletario, el Hospital del Pueblo, el Hospital Pompeyo, dos hospitales de sangre y el Pabelln de Ru- mania. Simultneamente (siempre en Catalua) se abrie- ron hueve sanatorios nuevos: el Sanatorio de Calafell; el de La Florida; el Pabelln Ideal; el de Vallvidrera; el Sanatorio de la Bonanova; el de las Tres Torres; el Hotel de Montserrat; el Hotel de Terramar, en Sitges, y el Sanatorio de San Andrs. Generalmente, estos sanatorios fueron instalados en grandes construcciones que haban sido expropiadas y se hallaban en plena montaa, en medio de los pinos o sobre alturas desde donde se dominaba el campo o el mar. Menos fcil fue organizar los hospitales. Hubo que improvisar instalaciones nuevas, de acuerdo con las nece- sidades y las exigencias sanitarias ms inmediatas. Con todo, hagamos un recuento: en junio de 1937 haba en Barcelona 18 hospitales regidos por el Sindi- cato de la Sanidad, seis de los cuales haban sido crea- dos por l; 22 clnicas; seis establecimiento psiqui- tricos; tres asilos; una maternidad; a lo cual debe aa- dirse dos pabellones adjuntos al Hospital General (hasta entonces llamado San Pablo), uno destinado a combatir la tuberculosis sea, el otro especializado en cuidados ortopdicos. Con estos agregados -dicen mis compa- eros-, el Hospital General ser uno de los mejores del mundo. En todas las ciudades catalanas de cierta importancia fueron creados policlnicos a los cuales estaban adscritas las localidades menores de su esfera. Contaban con espe- cialistas en las diversas ramas de la medicina y fueron dotados de material sanitario, todo lo cual permita evitar el apiamiento de enfermos y heridos en los centros im- portantes. Lo mismo que los otros trabajadores, los mdicos cum- plan su tarea donde la necesidad lo requera. Si, ante- riormente, los hallbamos en exceso en las ciudades ms ricas, y faltaban donde ms se les necesitaba, esta situa- cin haba cambiado. Cuando los habitantes de una loca- lidad solicitaban un mdico al sindicato, ste se informaba primero de las necesidades locales, y consultaba en una lista los profesionales disponibles y cul de sus miembros poda -por su formacihn- responder mejor a las nece- sidades de la localidad solicitante. Para rechazar el puesto ofrecido era necesario que el designado tuviera razones imperiosas. Porque se consideraba que los mdicos esta- ban al servicio de la sociedad, no la sociedad al servicio de los mdicos. La obligacin de cada uno figuraba siem- pre en primer trmino. Como el sindicato no tena medios financieros para to- dos los gastos que tantas actividades implicaban, los re- cursos monetarios eran en parte suministrados por el Go- bierno cataln, y en parte por las municipalidades '. Los recursos de los policlnicos que funcionaban en las peque- as ciudades y en los pueblos, provenan del aporte local de los municipios y del conjunto de los sindicatos que tambin suministraban y administraban las clnicas de odontologa. Tales fueran las primeras realizaciones de la socializa- cin de los servicios sanitarios. Reconozcamos que, al ao de haber comenzado estas realizaciones, no haba sido posible hacer desaparecer al mdico que ejerca individualmente su profesin; aunque, tal vez, teniendo en cuenta el inters de los enfermos, no fuera ello deseable. Pero el sindicato haba eliminado los abusos hasta entonces tan frecuentes; haba estable- cido tarifas para las consultas y las operaciones; ejerca riguroso control gracias al mtodo que hemos visto prac- ticar en Fraga, Alicante y Castelln de la Plana. Los enfermos que acudan a un mdico o a un cirujano par- ticular pagaban los servicios prodigados segn tarifas esta- blecidas por el sindicato, que serva de intermediario y llevaba una contabilidad vigilante. En las clnicas creadas por la revolucin, se operaba gratis; y tambin en los hospitales psiquitricos, los en- fermos eran atendidos gratuitamente. Qu conducta observaron los mdicos ante esta revo- lucin que buen nmero de ellos ni siquiera imaginaba? Puede responderse en formas diversas, incluso contradic- torias. Pero -me han informado mis compaeros- existen esencialmente dos grupos: ' Este problema, el de la escasez de recursos, causado por la posesin de la parte de la riqueza social y de los recursos mone- tarios por los que quedaban an privilegiados y amparados en sus partidos, y por la permanencia del mundo oficial, explica en gran parte por qu no se realiz la socializaan libertaria de la ense- anza. Las municipalidades no disponfan de los fondos necesarios para tantos y tan importantes cambios. Las escuelas creadas o to- madas por el Sindicato de la Enseanza habran representado bajo ciertos conceptos -por falta de medios- en las ciudades o aglo- meraciones de densa poblacin, un retroceso en relacin con lo que era posible hacer modificando las normas pedaggicas en las escuelas existentes. I Uno, integrado por los viejos, que componan la cla- se privilegiada, parte de la cual ha abandonado Catalua I huyendo a Francia. Para ellos, la medicina era, ante todo, una fuente de provechos sustanciales. Como se supone, los miembros de este grupo no se congratulan del cambio , operado. El otro grupo, que an no se ha incrustado en la clase alta, deja hacer, e incluso colabora sin real oposicin a tantas innovaciones. I En cambio, los jvenes se han adherido con entusias- mo a la revolucin. Para muchos de ellos, el horizonte estaba cerrado. Despus de haber obtenido su doctorado I se vefan obligados a trabajar ms o menos gratis en los hospitales y sanatorios, explotados por todos los encara- mados de la jerarqua superior. En las clnicas, el mdico oficial -generosamente retribuido- no se presentaba casi nunca, un mdico ms joven lo reemplazaba, espe- 1 I rando la muerte del patrn para ocupar su puesto, o esforzndose para ahorrar el dinero necesario para adqui- rir y explotar por su cuenta una clnica. El mdico ms joven -que serva de secretario- esperaba que gracias a un feliz desenlaces la maquinaria emprendiera para l una marcha ascendente.. . Ahora n o s deca el secretario del sindicato, un vasco entusiasta e incansable- todos los mdicos de los hospitales cobran quinientas pesetas al mes por tres horas diarias de trabajos. Tienen, adems, sus enfer- mos particulares que le retribuyen del modo que hemos I visto. No se ha alcanzado an la igualdad econmica, y : lo tenemos en cuenta, pero - d e acuerdo con las posi- bilidades actuales- se ha dado un gran paso adelante. Ya no hay seores doctores* cobrando emolumentos 1 enormes, y mdicos viviendo casi en la pobreza. En los hospitales, clnicas, etc., nadie puede cobrar dos suel- dos. Ms de la mitad de los mdicos colaboran gratuita- mente en actividades propias de su especialidad, y fuera del tiempo de trabajo pagado. V a r a apreciar mejor el significado de estas cifras, tomemos la l remuneracin general de los trabajadores barceloneses en la mis- 1 ma poca (julio de 1937); podemos cifrarla en unas 3501400 pe- setas mensuales por ocho horas de trabajo diarias. 1 1 Y lo hacen con agrado, de acuerdo con el sindicato, incluso cuando no son sindicados. Y sin que sea nece- sario emplear la autoridad sindical. Lo ms hermoso -segua el secretaric- es la revolucin moral que se ha operado en la profesin. Todos trabajan lealmente. El mdico renombrado, al que se enva una vez por semana a trabajar gratuitamente a un dispensario de barriada, no falta nunca. El personaje imponente, que ayer recorra las salas de hospital mirando apenas a los enfermos y escoltado por media docena de correli- gionario~ de condicin inferior -uno llevando la palan- gana, otro la toalla, el tercero el estetoscopio, el cuarto abriendo la puerta, el quinto cerrndola-, y todos hu- millndose ante su autoridad, este personaje ha des- aparecido. Hoy slo hay hombres que se estiman y tra- bajan honradamente. Ahora que sabemos lo que se ha hecho, veamos lo que se proyecta. En febrero de 1937, la produccin farma- cutica an no estaba socializada. Pero la seccin corres- pondiente del sindicato haba elaborado un plan que di- vida el trabajo en cuatro especialidades: laboratorios de investigaciones y bsquedas, laboratorio de manufactura, almacn general, distribucin. Mientras exista el dinero, el sindicato no podr pen- sar en el suministro gratis de los productos farmacuticos, aunque se distribuyan gratuitamente en cantidades impor- tantes a gentes que esperan su turno en el local sindical. Hay, pues, que pensar en que ser inevitable hacerlos pagar. Ms tarde esta situacin podra mejorarse. Las cuatro secciones estn unidas en una comisin de iniciativa, integrada por delegados de cada una de ellas. Esta comisin se encarga de dirigir los servicios se- gn las necesidades de la poblacin. Se ha decidido que la UGT estar tambin representada en ellas, porque muchos dueos de farmacias estn en esta organizacin 6. Los cargos no sern retribuidos. El laboratorio de investigacin ser un crisol en el cual nacern las iniciativas de las secciones. La socializa- Como los dueos de farmacia eran hostiles a los combatien- tes revolucionarios, esto constitua, al mismo tiempo, un procedi- miento para controlarlos. cin permitir emplear mejor los recursos tcnicos de que se dispone porque -lo mismo que los arados y los trac- tores en el campo- los microscopios y los aparatos de laboratorio permanecen a menudo inactivos en manos de sus dueos particulares. El laboratorio de manufactura tendr por objeto pre- parar y producir cuanto sea necesario a la medicina, sin ms limitacin que las impuestas por las circunstancias y por las relaciones con las otras ramas de trabajo; la industria qumica, por ejemplo. Se esforzar por agrupar en torno suyo, o por vigilar, a todos los laboratorios o centro de fabricacin; y por proceder, ms tarde, si es necesario, a la supervisin de este trabajo. El almacn general reunir y controlar todos los alma- cenes existentes. Constituir el ncleo administrativo del conjunto y el nico centro de abastecimiento a que podrn dirigirse las farmacias. Naturalmente, se supone que ten- dr cierto nmero de depsitos donde estarn almacena- dos los diferentes productos. La seccin de reparto coordinar las farmacias, las refundir y las distribuir segn la densidad de la pobla- cin, las distancias, de acuerdo con los centros sanitarios y con la existencia de las aldeas apartadas en las otras provincias catalanas. Este proyecto no es el nico, y la imaginacin creadora de los hombres que tienen por misin aliviar el dolor humano permanece siempre activa. As, se proyecta a corto plazo reformar el tratamiento de los accidente de trabajo. A este efecto se instalarn clnicas y dispensarios. Las fbricas importantes tendrn servicios mdicos perma- nentes, con lo cual se evitar que las compaas de se- guros amasen fortunas inmensas a expensas de la eco- noma pblica. Los heridos incurables y los decesos dependern integralmente de la Caja Nacional de Previ- sin, que est en manos del Estado 7. Puede sorprender que hombres que se reclaman del ideal li- bertario hayan adoptado esta solucin, lo que implica el reconoci- miento del Estado. Pero reconocer la existencia de un hecho no significa aprobarlo. Y, por otra parte, el Sindicato de Sanidad, y los dems sindicatos, no posean los fondos acumulados por los servicios oficiales, gracias a una legislacin especial, para una acti- Hemos visto lo que fue hecho en Catalua grscias -sobre todo- al Sindicato de la Sanidad de Barcelona, que agrupaba a ms de 7.000 profesionales de los ser- vicios sanitarios y de higiene y que sin duda vieron aumentar sus efectivos a medida que los meses transcu- rran. Es incuestionable que se hizo mucho, pero el autor no pudo investigar ms a este respecto. Con todo, un hecho de grandsima importancia nos permite entrar ms a fondo en las realizaciones efectuadas. La Espaa no dominada por el fascismo contaba en- tonces, aproximadamente, con la mitad de la poblacin espaola, o sea con 12 millones de habitantes, de los cuales debemos restar -para no deformar las cosas- a los que haban votado por la derecha, y que eran o fascistas o fascistizantes Empero, en el mes de febrero de 1937 tuvo lugar en Valencia el Congreso de la ya nombrada Federacin Nacional de los Sindicatos Unicos de Sanidad. Estos sindicatos, que se hallaban en todas las ciudades importantes, pasaban de 40, y agrupaban a unos 40.000 adherentes, y cuyas categoras podemos inferir por las estadsticas del de Barcelona. Podemos imaginar cuntas iniciativas fueron tomadas, cuntas res- ponsabilidades asumidas en esta efervescencia creadora. Pero, incluso, si nos fue imposible ir de ciudad en ciudad, para escribir un libro voluminoso al respecto, dis- ponemos de elementos, de materiales originales que nos vidad que reclamaba cantidades enormes. Adems, como lo hemos repetido muchas veces, nos hallamos en una situacin dual y terri- blemente compleja, donde el Estado, los Gobiernos (de Barcelona y Valencia, a l o cual habra que aadir el Gobierno vasco) y parte del capital privado de la propiedad burguesa y del comercio piiva- vado subsistan, donde la economa, incluso la socializada, paga- ba impuestos. No poseemos guarismos de los votos obtenidos por las dere- chas reaccionarias, fascistas o fascitizantes, en Catalua, et febrero de 1936, pero parece indudable que constituan un nmero consi- derable. Por otra parte, los antifranquistas que vivan en las pro- vincias ocupadas por Franco estaban reducidos a la impotencia. Si se admite que al termino del primer ao de lucha Franco domi- naba la mitad del territorio, la ventaja numrica estaba ya de SU lado, contrariamente a lo que declaraba una demagogia bastante ms necia de lo que sus patrocinadores crean. fueron suministrados por la misma Federacin y que he- mos salvado, milagrosamente, en su mayora. Estos materiales nos prueban una vez ms que sin los sindicatos de la CNT -a los cuales se unieron muchas veces los sindicatos locales de la UGT, en conmovedora fraternidad de espritu-, no slo la organizacin pblica y privada de los servicios hospitalarios no se habra desarrollado, sino que la que exista se habra derrum- bado en su mayor parte. Porque, en este orden de cosas, en un 95 por 100 la iniciativa oficial fue inexistente (y dejamos un margen del 5 por 100 por escrpulo de objetividad). Son los sindicatos quienes se encargaron -a menudo con los res- ponsables especializados del ejrcito- de organizar los hospitales de sangre en la retaguardia de los frentes. Fue- ron ellos quienes obligaron a los farmacuticos fascistas o semifascistas a abrir sus boticas, o quienes se incau- taron de stas cuando sus dueos las haban abandonado. Fueron los Sindicatos de la CNT los que organizaron tambin, y a menudo junto con los servicios correspon- dientes del aparato militar, la evacuacin de gran nmero de ancianos, mujeres y nios, amenazados en las zonas de guerra. Fueron ellos los que fundaron las brigadas anti- gs, y a menudo, en cooperacin con los municipios, tomaron parte en la construccin de refugios contra los bombardeos. Y, como se comprender, aunque no tengamos estads- ticas al respecto, no cabe duda que gracias a ellos nume- rosos hospitales, dispensarios, clnicas y casas de descanso surgieron tambin en Levante, Castilla, Asturias, etc. Analicemos, por fin, aunque sea en forma superficial, el congreso celebrado en febrero de 1937, por la Fede- racin de los Sindicatos Unicos de Sanidad, exactamente siete meses despus de haber comenzado la revolucin. Lo haremos a travCs de las resoluciones ms importantes que fueron adoptadas. He aqu el primer prrafo de la moci6n presentada por las Federaciones Sanitarias Regio- nales de Catalua, del centro de Espaa y de Levante: Fumiones generales Los Sindicatos Unicos de Sanidad tendrn como fun- cin primordial el desarrollo y la organizacin del plan sanitario y de asistencia social en la regin o regiones que abarquen, exigiendo el plan de conjunto que las federaciones comarcales y locales formen los eslabones de la cadena general; sobre tales elementos se ordenar y dar solidez a un plan nacional, recogindose el fruto de las iniciativas aprobadas en las federaciones locales, comarcales y regionales, confluyendo todas ellas en el organismo superior. No puede decirse ms con menos palabras. Y sin duda ningn rgimen, de libre empresa o estatal, ha enunciado objetivos tan precisos, ni especificado un plan tan gene- ral, tan concreto, con las consiguientes normas de rea- lizacin. La resolucin prosigue: Entendemos por sanidad: El conjunto de los servicios que tienen por objeto la preservacin y el restablecimiento de la salud, o sea el arte de fomentar lo adecuado para la prosperidad de la salud y la extincin de los factores negativos; y para lograrlo, proponemos como funcin social de los sindicatos nicos de sanidad la unin de los obreros, de los tcnicos y de los sabios, unin indispensable para el buen funcionamiento de la sanidad, y con sta, de la economa nacional. Aqu tambin haremos caso omiso de las deficiencias literarias; mucho ms importante en este concepto socio- lgico de la medicina, que abarca a todos los factores que la ataen. Aqu aparece, bajo una forma propia, la solidaridad de todo lo que concurre a una obra social que interesa a la colectividad entera. Y la resolucin, desarro- llando fines y medios, como realizaciones necesarias, propone : La reorganizacin de la enseanza manual y tcnica, elevando el nivel intelectual de todos los componentes de las actividades sanitarias; la creacin de cursillos, escuelas y talleres de orientacin y perfeccionamiento profesional; la divulgacin sanitaria para dar a com- prender que prevenir es curar, divulgando las instruc- ciones ms precisas para los casos de urgencia; la creacin de especialistas y pedagogos, imprescindibles para las escuelas de anormales, ciegos, etc. En fin, el apartado b del artculo 7." recomienda: La formacin, ordenacin y reglamentacin de comi- ts de control tcnico y administrativo de clnicas, sa- natorios y dems instituciones sanitarias, establecin- dose secciones de estadsticas, propaganda, ponencias de colectivizacin y bolsas de trabajo, para el control, el estmulo, el desarrollo y perfeccionamiento de las secciones en los diferentes servicios que les correspon- de, y asegurando el trabajo de todos sus componentes. Las actividades de los sindicatos son divididas en cua- tro grupos principales: Asistencia Mdica Global (1); Sanidad Social (11); Inspeccin Sanitaria (111); Asisten- cia Social (IV); cuyos objetivos son as enumerados: 1. Asistencia mdica global a) Asistencia mdica global. b) Asistencia domiciliaria (con tendencia a desapa- recer). c) Control y distribucin de los enfermos. d) Asistencia en dispensarios. e) Asistencia quirrgica en clnicas apropiadas. f) Creacin de policlnicos en barriadas, con carc- tet.de urgencia. - g) ~Gstencia tocoginecolgica. h Asistencia dermo-venrea. i) Asistencia psiquitrica, con los dos grupos: anor- males y vesnicos. j ) Asistencia paidolgica (puericulnira y enferme- dades de la infancia. k) Asistencia prematrimonial, y 1) Asistencia a mutilados (reeducacin y ortopedia). Sigue la enumeracin de los establecimientos necesarios (nosocomios, maternidades, lazaretos, sanatorios, preven- torios, etc.): 22 11. Sanidad social a) Reglamentacin sanitaria general y local. b) Institutos de higiene privada. C) Institutos de higiene general. d) Educacin fsica, estadios, piscinas, gimnasios, etctera. e) Camping. f ) Parques de desinfeccin, desinsectacin, desrati- zacin y descanizacin morbosa. &) Plazas, mercados, mataderos, etc. h) Saneamiento de terrenos insalubres. i ) Lucha contra la toxicomana, el alcoholismo, el tracoma, la tuberculosis, las enfermedades venreas, el paludismo, el cncer, la lepra, la sfilis, etc.; medidas de desinfeccin de las playas, los puertos y tinglados, comercios, etc. 111. Inspeccitz sanitavia a) Oficinas del personal. b) Estadsticas. C) Inspeccin escolar y de maestros, ficha escolar sanitaria, inspeccin de fbricas, talleres y dems esta- blecimientos. d ) Viviendas particulares. e) Mataderos, plazas, mercados, laboratorios y pro- ductos alimenticios. IV. Asistencia social a) Mujeres embarazadas. b) Casas de lactancia natural y artificial para lac- tantes externos, guarderas de nios, etc. c) Hurfanos. d) Invlidos. e) Ancianos. f ) Incurables. Esta visin de conjunto y de los diversos aspectos complementarios de los problemas relativos a la sanidad justifica que el modo de cuidar y alimentar a los animales haya figurado entre las actividades y responsabilidades sociales asumidas por la Federacin. Y es una nueva prue- ba de la necesidad de salir de los lmites del corpora- tivismo; si ciertas interferencias pueden sorprender, el 1 inters general las hace necesarias. En ese mismo congreso fueron presentados planes de lucha y proyectos contra las enfermedades contagiosas. En primer lugar figuraba la tuberculosis. La delegacin catalana, por intermedio de su secretario vasco 9. present un proyecto que, despus de atento examen, fue aceptado por las otras regiones. Su lectura nos permite compren- l 1 der la intensidad y la amplitud del esfuerzo que habra sido cumplido si el fascismo no hubiese triunfado. Despus de una exposicin sobre la gravedad del mal, las formas y causas sociales del contagio, ilustrada por 1 numerosas estadsticas, los autores exponen los diversos I aspectos de la lucha preventiva: control sanitario de las futuras madres, desarrollo general de la higiene, empleo 1 intenso del pico y la paleta para demoler los barrios insalubres ver dader os caldos de cultivos microbianos- y reconstruir alojamientos nuevos y sanos; se preconiza tambin la transformacin de los locales escolares, reco- mendando su nueva instalacin en las afueras de las I urbes 'O. Con relacin a las ciudades grandes, medianas y peque- as, la base de lucha sanitaria aceptada, despus de aten- tos exmenes, fue la de dispensarios estratgicamente establecidos, siempre segn un plan de conjunto que corresponda a la importancia de los lugares contamina- dos, a la densidad y al modo de vida de las poblaciones. Este caso de un vasco a la cabeza de las realizaciones sociales del Sindicato de Sanidad de Barcelona nos da ocasin de sealar que numerosos fueron los militantes libertarios venidos a Barcelo- na desde otras regiones. Angel Pestaa, que fue uno de los mili- tantes de mayor relieve de la CNT, era leons, al igual que Bue- naventura Durruti; Frascisco Ascaso y los otros miembros de su I familia, casi todos militantes libertarios, eran aragoneses, as como Manuel Buenacasa, que fue secretario de la CNT; Abelardo Saave- dra era andaluz, lo mismo que Dionisios, y hav muchos otros cascs parecidos que el autor ha olvidado y que podran sealarse. Y en los mtines de la CNT y de la FA1 se hablaba ms el castellano que el cataln. '"nviene sealar aqu cmo pedagoga y sanidad iban de consuno. Este desplazamiento de los centros escolares fuera de las ciudades era recomendado hacia 1930 por el profesor uruguayo l Vaz Ferreira, con relacin a las escuelas de Montevideo. Con el concurso de los mdicos especializados de que dis- pondran estos dispensarios, se entregaran a una bs- queda sistemtica en las unidades fundamentalmente juve- niles; las escuelas, los institutos, las universidades, los cuarteles. Los especialistas mantendran contactos nece- sarios y obligatorios, estableciendo informes y fichas in- dividuales que seran debidamente utilizadas. La sede de los dispensarios centrales estara en las ciudades donde se coordinaran las actividades de los dis- pensarios menos importantes, a fin de controlar metdi- camente los resultados obtenidos y de modificar o adop- tar las actividades segn lo ensee la experiencia. Cada suburbio de Barcelona deba contar por lo menos con un dispensario, y se recomendaba instalar uno en las ciuda- des catalanas de Gerona, Tarragona, Lrida, Badalona, Matar, Seo de Urgel, San Feli de Guixols, La Bisbal, Manresa, Solsona, Cardona, Tremp, Sort, Viella, Bala- guer, Trrega, Cervera, Igualada, Villafranca, Vendrell, Vilanova, Reus, Tortosa y Gandesa. Todos esos centros deban estar en contacto orgnico con el control epi demi ~l ~i co establecido en la capital catalana, a fin de registrar en toda la regin los progresos de la lucha emprendida. Una estadstica precisa enume- raba -para orientar debidamente esa lucha- el nmero de tuberculosos admitidos en los hospitales de Catalua, el de camas disponibles y el que deba instalarse. Haba sido posible reunir y coordinar estas informaciones gra- cias, en gran parte, a los esfuerzos de los sindicatos y de la Federacin, la cual abarcaba el conjunto de lo que se realizara. Estas indagaciones deban emprenderse, y estas inicia- tivas llevarse a cabo tambi4n en las otras regiones de Espaa. Ignoramos hasta dnde se habra llegado en Le- vante, en Castilla, en Aragn, donde el azote estalinista no se haba an desencadenado, pero es indudable que si la sociedad libertaria se hubiese establecido, estos planes se habran realizado en el conjunto de la nacin. Porque la socializacin de la medicina no era slo una iniciativa tomada por los mdicos de la CNT. En todas partes don- de hemos podido estudiar los pueblos y las pequeas ciudades transformadas por la revolucin, los hospitales, las clnicas, los policlnicos y otros establecimientos sani- tarios haban sido municipalizados, agrandados, moderni- zados, colocados bajo la salvaguarda de la colectividad. Y donde no existan, se haban improvisado. La sociali- zacin de la medicina era obra de todos, en beneficio de todos. Constitua una de las realizaciones ms notables de la revolucin espaola. I QUINTA PARTE 1 l 1 CIUDADES Y REALIZACIONES VARIAS LA ORGANIZACION COMUNALISTA En la variedad de las estructuras de construccin so- cial, la organizacin que llamaremos municipalista - q u e tambin podemos llamar comunalista- y que est arrai- gada en tradiciones espaolas an vivas, merece especial mencin. Se caracteriza por el papel eminente de la ciu- dad orgnicamente estructurada, de la comuna, del mu- nicipio, es decir, por el predominio de la organizacin local que abarca al conjunto de la poblacin. Las otras instituciones, incluso las ms modernas, y que por ser tales no han arraigado en forma considerable -sindica- tos, cooperativas, incluso ciertas Comunidades-, consti- tuyen una parte del conjunto -salvo el caso de ciertas colectividades, especialmente aragonesas-, mas no en- carnan el espritu colectivo. Es lo que comprobamos en una pequea ciudad como Granollers, en Catalua (20.000 habitantes en 19371, en un pueblo importante como Binfar, en Aragn -provincia de Huesca-, o en capitales de provincias, ms pobladas, pero proporcional- mente menos industrializadas, como Castelln de la Plana. Alicante en Levante. En estos casos, incluso cuando el sindicato desempea un papel importante, no dirige la totalidad de la vida social, a pesar de las previsiones de los tericos del sindicalismo. En ciertos casos, como en Fraga, como en Rub, la or- ganizacin directa de la localidad, que l o abarca todo, se confunde con la de las colectividades productoras, y po- dra decirse que las das estructuras se interpenetran. , Localmente, la autodeterminacin del conjunto se ha afir- ; mado a travs de la organizacin de la ciudad, l o que , consolida su personalidad frente al Estado, al igual que ; las libertades y la prctica de la independencia en manto , a la vida social. I Veamos algunos casos. I ELDA Y EL SICEP Situada en la provincia de Alicante, Elda es una pe- quea ciudad que cuenta con 25.000 habitantes (1937). Gracias a los medios de transporte que circulan a su alre- dedor, y a la utilizacin de un pequeo ro -4 Viiia- lapo, que va a desembocar en el Mediterrneo- que le procura la energa elctrica necesaria, es al mismo tiempo centro de actividad agrcola y de produccin industrial. Como ocurri tantas veces en la regin levantina, nues- tro movimiento est aqu implantado desde la poca de la Primera Internacional. Elda ha sido teatro de con- flictos sociales y de huelgas histricas a veces formida- bles, como slo Espaa dio el ejemplo. Luchas de gran- deza moral extraordinaria han tenido lugar aqu, como la que sostuvieron durante tres meses los trabajadores de la industria del calzado, para exigir que fuese reinte- grado a su trabajo un militante obrero boicoteado por la coalicin patronal. No debe olvidarse nunca que los motivos de carcter moral, por l o menos tanto como las reivindicaciones materiales, han inspirado y sosteni- do las actividades de los sindicatos fundados y animados por los libertarios espaoles. Con tales precedentes y tal prctica de lucha, era evi- dente que, habiendo pasado el peligro fascista local, y creyendo, como los republicanos y los socialistas, que Franco no tardara en ser derrotado, nuestros compaeros emprendieron la transformacin social por la cual lucha- ban desde haca tanto tiempo. Empero, la situacin no era la misma en EIda que en Alcoy, que est cerca; por otra parte, los libertarios de Elda haban conservado vestigios del espritu comuna- lista que se encuentra -al lado de conceptos ms mo- dernos- en la obra histrica de los socilogos libertarios. Estas razones, y el deseo tan generalizado en la poblacin de mantener el frente unido antifascista, les movieron a aceptar su ingreso en el Concejo Municipal renovado bajo la presin de las circunstancias. Fueron designados representantes de los diversos mo- vimientos y partidos. La Unin General de los Trabaja- dores tuvo cinco delegados, idntico nmero tuvo la CNT, aunque fuera numricamente ms importante. La Izquierda Republicana, cuyo jefe era Manuel Azaa -fro y avinagrado presidente de la Repblica- tuvo dos, y dos el Partido Socialista, el Partido Comunista tuvo uno solo. Desde luego, el nmero de delegados, o represen- tantes, era siempre proporcional al de los adherentes o al de los simpatizantes de cada una de las fuerzas presentes. Pero en este reparto, la corriente socialista se benefi- ciaba por el hecho de que la UGT obraba generalmente de acuerdo con el partido que en realidad la dirigia. Pero, por otra parte, la situacin inclinaba con frecuencia a los sindicatos reformistas a sumarse a los revolucionarios (aunque se pueden citar muchos ejemplos -que abun- dan en esta obra- donde estos mismos reformistas cons- A tituan fuerzas de resistencia contra la socializacin). Como es natural, la iniciativa de construccin de una nueva sociedad vino de nuestros compaeros. Tal es la razn por la cual, como en Granollers, en Valencia, en Gerona, en Hospitalet y otras localidades, el alcalde ele- gido fue libertario. Los nuevos consejeros empezaron a transformar ente- ramente la estructuracin del organismo municipal, que hasta entonces haba sido sobre todo un foco de pequea burocracia, aletargado e inerme. El alcalde tena dos se- cretarios y un consejero, que deban guiarlo en sus acti- tividades. Todo este mundo municipal viva adormilado en el sueo tradicional de las pequeas ciudades provin- ciales, fuesen monrquicas o republicanas. Se echaron, pues, las tradiciones por la borda, y el Concejo fue reconstituido de acuerdo con el estilo de los pueblos colectivizados, en base a las principales activi- dades. Se constituy primero la seccin Defensa; luego la de Instruccin Pblica; sigui la seccin Trabajo, de acuerdo con la situacin economicosocial; la seccin Agri- cultura luego; y por fin la de Sanidad y Asistencia Social. Hasta entonces, la instruccin pblica haba sido ms que descuidada, y numerosos nios en edad escolar no asistan a clases. La seccin municipal correspondiente tom las iniciativas necesarias sin reparar en gastos, ape- 16 a los trabajadores - e s decir, al Sindicato de la Cons- truccin- y en menos de cinco meses, gracias a esta comunidad de esfuerzos, dos establecimientos escolares estaban disponibles, el primero para 400 nios; el otro para 70. Se habra hecho ms, de haberse podido dis- poner del Crculo, lugar donde antes se reunan las clases superiores de Elda, pero ahora el establecimien- t o serva de alojamiento para los milicianos, y el terreno hasta entonces utilizado para juegos y deportes se utili- zaba para el entrenamiento militar.. . Adems, fue nece- sario, al mismo tiempo, organizar centros de acogida y alojamiento para los nios refugiados de Madrid, que figuraban entre los 1.500 refugiados provenientes de la ciudad sitiada. El Ateneo Libertario y la Federacin Local de los Sindicatos pusieron sus locales a disposicin de estos huspedes inesperados. Tantas dificultades no impidieron a la seccin de Sa- nidad e Higiene renovar la organizacin del hospital, hasta entonces insuficiente. Fueron contratados tres m- dicos suplementarios, as como dos practicantes y dos parteras, todos retribuidos por el municipio, l o que antes habra constituido una innovacin impensable. En los primeros meses de 1937 se proyectaba instalar sanatorios y clnicas. Como en tantas otras partes, se caminaba rpi- damente hacia la socializacin de la medicina. Pero, lo hemos dicho ya, Elda tambin es un centro industrial. Alrededor de este centro -conoci do por la importante industria del calzado que ha sido desarrollada, por sus curtiembres, sus industrias de la piel y el cuero- gravitan cuatro localidades menos importantes, siendo empleados en las fbricas de Elda buena parte de sus trabajadores. Se llaman Petrel, Monvar, Novelda y Sax. La sola localidad de Petrel cuenta con 3.500 trabajadores y trabajadoras del calzado; Monvar, Novelda y Sax to- talizan 2.000; Elda cuenta con 7.500, de los cuales 4.500 estn afiliados a la CNT. Pero las realizaciones sociales importantes no han podido llevarse a cabo de modo uni- forme. Estas realizaciones se presentan bajo dos aspectos di- ferentes. Existe en Elda una asociacin de 12 fbricas integralmente colectivizadas, las que ocupan a 2.800 tra- bajadores. Su organizacin recuerda l o que se ha visto ya en otros casos de colectivizacin industrial. Cada f- brica tiene un comit elegido por la asamblea de los trabajadores, y compuesto de cinco delegados tcnicos (nuestros camaradas insisten mucho sobre este adjetivo que quita a la delegacin todo carcter autoritario); este nmero de cinco responde a las cinco operaciones prin- cipales de la fabricacin del calzado. A estos delegados se agreg uno ms que representa a los trabajadores de los almacenes. Las 12 fbricas socializadas son, pues, dirigidas por esos 12 comits controlados por las asambleas obreras ordinarias y extraordinarias. Al mismo tiempo, estos 12 comits obran en concordancia con el sindicato, que coordina el trabajo, centralizando las estadsticas de pro- duccin y de productos acabados almacenados. De este modo se compagina la autonoma posible en la organi- zacin de las actividades con la solidaridad 'en el esfuerzo coIectivo, Las fibricas no venden por su cuenta, lo cual provo- cara una competencia prctica, y rivalidades comerciales inadmisibles en un rgimen de espritu comunista liber- tario. Es en las fbricas de Elda donde conoc una clase de delegados que ignoraba hasta entonces: la delegacin moral. En cada empresa, dos delegados, uno de la UGT y otro de la CNT, nombrados por sus compaeros de trabajo -y sin que por ello dejaran de trabajar juntos, codo con codo-, estaban encargados de mantener la buena armona entre todos, de suscitar el entusiasmo y la concordia, de estimular, cuando fuese necesario, el sen- tido de la responsabilidad. Y, sin embargo, esta precau- ci6n no pareca necesaria; no es menester imponer una disciplina -me dicen mis compaeros- porque desde el primer momento apareci la autodisciplina basada en la conviccin de que cada uno trabaja por la comunidad. La creacin ms original que he conocido en Elda ha sido la del SICEP, Sindicato de Industria del Calzado de Elda y Petrel. Ms que de un Sindicato, se trata de una especie de consorcio obrero de nuevo estilo. Fue fundado en el mes de agosto, es decir, u~ mes despus de haber comenzado los mmtecimienfos que uhma trastornan a Espana. La industria del calzado, que a consecuencia de la crisis eco- nmica endmica ya trabajaba al 60 por 100 de su capa- cidad, estaba amenazada de parlisis general. La economa local entera lindaba con la mina, lo que amenazaba la nueva situacin, cuyo mantenimiento era indispensable para impedir que el fascismo hallase un terreno abonado. Es entonces cuando a iniciativa de la CNT, y de acuerdo con el sindicato local de la UGT, se decidi que todos los elementos disponibles deban reunirse, para impedir un derrumbamiento general, cuyas consecuencias seran calamitosas. Merced al peso de las dos organizaciones sindicales, se obtuvo que, sobre la garanta de los bienes muebles e inmuebles de los patrones, los bancos locales adelantaran las cantidades necesarias para hacer frente a la situacin. Los sindicatos aceptaban la corresponsabilidad de estos emprstitos. Agreguemos, con justicia, que el Ministerio de la Industria, al frente del cual estaba nuestro compa- ero sindicalista revolucionario Juan Peir, concedi un crdito de siete millones de pesetas. Era necesario disponer de 575.000 pesetas por sema- na, de las cuales 300.000 eran para los sueldos. Slo as se podra reanudar y mantener la produccin. Todo lo cual exiga una coordinacin necesaria entre los esfuerzos econmicos y iinancieros, y de stos con la direccin del trabajo. Todo esto movi a la constitucin del SICEP, que abarca 80 establecimientos de produccin, pequeos y grandes, diseminados en la regin, y -en las cuatro localidades mencionadas- 12.500 trabajadores de ambos sexos. Integrado por las fbricas, que an estn en la etapa del control obrero (subsisten los patronos, pero sirven -sobre todo- para suministrar los recursos, extrados de sus cuentas bancarias), el SICEP, cuya direccin efec- tiva est en manos de los delegados obreros, centraliza y dirige toda la produccin. Compra y distribuye las materias primas segn las necesidades y las especialidades de las fbricas, efecta los pagos y las deudas. Cobra el monto de las ventas, no entregando a los patronos nada que se parezca a un beneficio. Por lo dems, este bene- ficio es imposible en la situacin presente, porque las fbricas no integralmente expropiadas estn paradas va- rios das por semana, y sus trabajadores son sostenidos gracias a la ayuda de las empresas socializadas, que re- parten el producto de la venta del calzado para militares, encomendado por el Gobierno. Para hallar nuevos compradores, el SICEP. ha traba- jado intensamente. Habiendo pedido a las fbricas la creacin de nuevas clases de zapatos para mujeres y para hombres, recibi 900 modelos nuevos, y el sindicato -merced a una organizacin comercial que se extiende desde las costas del mar Cantbrico, en el Atlntico Norte de Espaa, a Argelia y Marruecos- consigui co- locar una parte importante de las reservas. Pero este esfuerzo no bast para vencer las dificultades causadas por la guerra. Ahora, en los depsitos que el SICEP posee en Elda, Valencia, Barcelona, as como en los almacenes de sus fbricas, estn amontonadas reservas de mercancas que no se venden, y cuyo valor alcanza - e n mayo de 1937- a 10 millones de pesetas valor oro. La guerra se prolonga, y es imposible saber cmo ter- minar esta experiencia de organizacin colectiva. Pero los trabajadores y los sindicatos libertarios han hallado, no slo para la organizacin del trabajo, sino incluso para hacer frente momentneamente a una situacin catas- trfica, paliativos que abren paso a una solucin dirigida por y hacia la justicia social. Si Franco triunfa, quedar por lo menos el ejemplo de las demostraciones positi- vas hechas por la Espaa libertaria en los aos 1936-1939. GRANOLLERS Situada al norte de Barcelona, Granollers contaba con 18.000 habitantes en el ao 1936. Era a la vez cabeza 1 de comarca, y centro comercial e industrial como los ha , numerosos, en esta parte de Catalua. Los orgenes c%e nuestro movimiento se remontaban a los aos 1870-72, fecha de nacimiento del anarquismo en Espaa. Como l sucedi en general, domin la actividad sindical, con lu- chas enconadas, esfuerzos de organizacin tenaces, repre- siones, perodos de retroceso y renacimientos magnficos. La impartancia de nuestros efectivos vari segn esas circunstancias. Pero, desde largo tiempo, el nmero de trabajadores miembros de la CNT se elevaba a 3.000. Haba dismi- nuido durante la dictadura de Primo de Rivera, lo mismo 1 que -despus de un aumento transitorio- bajo la Se- , gunda Repblica, cuyo primer Gobierno, socialista-repu- blicano segn su etiqueta, y el Gobierno de derecha siguiente, se mostraron tan reaccionarios como los peores ministerios de la Monarqua. De modo que, en julio de 1936, a pesar de la reciente amnista que haba abierto las puertas de las crceles a 30.000 libertarios, nuestros adherentes a los Sindicatos de Granollers apenas alcan- zaban a 2.000. Pero se produjeron el ataque franquista, la guerra civil y la revolucin. Rpidamente, los efectivos de la CNT se elevaron a 6.000 trabajadores de las fbricas, los talle- res, la construccin, el transporte, etc. Otros sectores -sobre todo los tcnicos, considerndose una clase su- perior, empleados oficiales del municipio o del Estado, burcratas diversos- se adheran a la UGT, sumando 1.000 personas. Trabajadores orientados e iluminados por el ideal, nuestros compaeros siempre haban dado pruebas de su capacidad organizadora. Pero la guerra se impona ante todo. Por ello, la mayor parte sali sin prdida de tiempo al frente de Aragn, para contener al ejrcito franquista que se diriga a Catalua. En los sindicatos, slo quedaron seis o siete compae- ros, con aptitudes reconocidas en lo referente a problemas locales y regionales l . Pero cierto espritu libertario se haba elaborado en parte de la poblacin, que gracias a la calidad moral de nuestros militantes haba adquirido una nocin precisa de nuestros objetivos sociales y huma. nos. Lo cual dio, por primer resultado -a escala local-, que dos das despus de la cesacin de los combates de Barcelona, es decir, el 22 de julio de 1936, los trabaja- dores de la construccin decidieron -y ste fue histri- camente uno de los primeros pasos de la revolucin liber- taria espaola- socializar su trabajo. A este efecto, convocaron a una asamblea a la cual invitaron a los pequeos patronos, generalmente empre- sarios de poca cuanta, y las propusieron colectivizar 'sindicalmente todas las actividades de la profesin. Y -por extraordinario que parezca- los patronos acep- taron. Hecho que veremos reproducirse en Alicante, y que prueba que muy a menudo las cosas, e incluso las clases, no son tan rgidamente delimitadas como preten- den los sacerdotes de lo absoluto, y que es necedad pre- tender agravar tales lmites cuando es posible simplifi- carlos. Que la propaganda tenaz, la accin y el comportamien- t o consecuente de los libertarios de Granollers haban satinado el ambiente, la sucesin de los hechos lo de- mostr ampliamente. Porque, en la misma forma y a rengln seguido, fueron socializados los talleres de im- prenta; luego les siguieron las tiendas de venta de cal- zados; y de hecho se extendi a todas las ramas de la ' Entre ellos, el compaero Valerio Mas, militante probo con el cual habl en Granoers, y que en poco tiempo fue nombrado secretario de la Federacin Regional de Catalua. produccin y de las actividades humanas, incluso en las que hasta entonces se haba visto oposicin de clases sociales. I Granollers se socializ, pero siguiendo normas propias. 1 Y esto merece describirse. 1 Como se ha visto en la mayora de los casos ya rela- l tados, los sindicatos fueron los iniciadores o los orien- tadores de la nueva estructuracin social. Esa es la razn : por la que empleamos, con mucho empeo, el trmino de sindicalizaciones para evitar ciertas confusiones ' creadas por los diversos caminos tomados o seguidos por , la revolucin, y a veces la semirrevolucin, especialmente en Catalua. Pero este concepto sindicalista iba muchas veces acompaado por el del comunalismo, que, a menu- 1 do, ocupaba el primer lugar. Razn por la cual nuestros compaeros granollerinos se haban propuesto poner en prctica un plan de estructura comunal, propuesto por , nuestro camarada el doctor Isaac Puente (a quien nos 1 referimos en el captulo sobre los servicios sanitarios), quien haba elaborado un concepto de la sociedad futura en base a comunas libertarias; concepto expresado por l en una serie de artculos donde expona su visin sobre la estructura y el funcionamiento de las diversas instituciones encargadas de asegurar la vida local en for- ma integral. Estos artculos fueron publicados por la re- vista Estudios, de Valencia, componiendo un opsculo I de unas 60 70 densas pginas, donde tambin se en- contraban grficos explicativos. En verdad, a pesar de las indicaciones positivas en la esfera local, estas proposiciones eran insuficientes para abordar la economa con criterios especficos y si tenemos en cuenla la solidaridad orgnica ineludible en el plan general de una nacin moderna. Pero es caracterstica de los libertarios espaoles obrar mejor de lo que hablan, 1 y los errores haban sido corregidos por las enseanzas de la experiencia. Por otra parte, la creacin de Ias fede- raciones de industria para toda Espaa, y que precisamen- te tena por objeto la coordinacin de las actividades afines e interdependientes, habra indicado con rapidez los rumbos ms adecuados para superar una visin es- trecha. Precisamente, por ser comunalistas, los conceptos de Isaac Puente fueron mejor comprendidos y ms fcil- mente aceptados cuando nuestros compaeros de Grano- llers propusieron a los otros sectores antifascistas llevar- los a la prctica. Y cuando el autor de este libro fue a estudiar la estructura y el funcionamiento de la nueva organizacin social, comprob -por una parte- que la explotacin del hombre por el hombre haba desapareci- do, ya que no existan patronos y asalariados; y por otra, que todos los sectores antifascistas -incluso nues- tro movimiento- estaban fraternalmente unidos en el seno del concejo municipal, que organizaba la socializa- cin en el conjunto de la vida local. La administracin general de Granollers estaba dirigida por 11 departamentos, que abarcaban todas las activi- dades; stos se haban establecido en el edificio de la Municipalidad, y se componan de representantes dele- gados de cada fraccin: seis de la Izquierda Republicana (cuyo jefe era Manuel Azaa); seis de la CNT; cuatro de la UGT; dos de la Unin de los colonos arrendata- rios (mbassaires) catalanes, que sobre todo aspiraban a ser propietarios de la tierra que trabajaban; y dos del POUM. De los 11 departamentos, cinco haban sido confia- dos a la CNT, no en virtud de su potencialidad -pues en tal caso podra haber exigido una representaci~n ms importante-, sino por su carcter ms organizador, ms econmico que poltico. Al margen, esta organizacin sindical haba constitui- do un Consejo de Economa -a base de un delegado por cada Sindicato- y los Sindicatos eran el motor prin- cipal de las industrias locales. El Consejo y el respon- sable del departamento municipal de la industria se re- d a n semanalmente para armonizar las actividades municipales y sindicales. De hecho, la iniciativa vena generalmente de nuestros compaeros y de la asamblea general de la Federacn local de los Sindicatos de la CNT, mejor informada de cuanto concierne a la organizacin del trabajo y la pro- duccin, sin lo cual no hay revolucin verdadera. Por su parte, la seccin municipal de economa ha constituido una oficina tcnica compuesta por tres es- pecialistas -sin duda tcnicos- que, de acuerdo con el Consejo de economa sindical, orientan oficialmente el tra- bajo. Grficos, diagramas correspondientes a cada indus- tria, estn a disposicin de los miembros de esta oficina, I y si peds informaciones sobre una u otra actividad, se os muestra inmediatamente planos de la ciudad con sea- les multicolores indicando el emplazamiento de fbricas, talleres, etc., que facilitan las explicaciones sobre la red l de conjuntos orgnicos establecidos. Asi dirigidas, todas las unidades de trabajo, grandes y pequeas, han pasado a manos de los trabajadores, ma- I nuales o no, y al mismo tiempo pertenecen jurdicamente a la comuna. Y las decisiones importantes sobre lo que I conviene hacer o no hacer no son slo el fruto de la organizacin sindical, pues por encima de sta estn los intereses de la oblacin entera, quien, a fin de cuentas, lo dirige todo. Con todo, el sindicato es un perpetuo animador. A l se deben numerosas iniciativas que tienden a mejorar la marcha y la estructura de la economa local. Un vez ms, la racionalizacin figura en primer trmino. As, en muy poco tiempo, se organizaron siete peluqueras colectivas que sustituyeron a un nmero excesivo de pequeos esta- blecimientos dignos de la Edad Media. Todos 10s talleres de zapatera han sido cerrados y se ha organizado en su lugar una amplia fbrica, en la cual se hallan concentra- das las mejores mquinas y est asegurada la higiene necesaria para los trabajadores. Reformas idnticas se hi- , cieron en la metalurgia, en la cual las pequeas fundi- ciones artesanales sin luz ni oxgeno, dieron paso a al- gunas unidades claras y espaciosas, donde el aire y el sol , iluminaban el trabajo y las personas 2. Los talleres de Lo que no puedo de j ar al cabo de tanto tiempo es la hon- da satisfaccin, la plenitud de alegra fraternal que expresaba la risa de mis compaeros al mostrarme tantas realizaciones. Crear un mundo nuevo, una sociedad nueva, eliminar todo lo que empon- zoiiaba la vida social, las relaciones entre los hombres, y esta or- ganizacin asesina que atentaba permanentemente contra la salud, donde la lucha de todos contra todos permita tantas maldades ... En todas partes donde he podido estar, en los campos de Aragn carpintera y ebanistera presentaban las mismas innova. ciones. Esta reorganizacin industrial no hizo olvidar las trans- formaciones necesarias en el mecanismo de la distribu- cin. Fueron sentidas desde el primer momento en la seccin correspondiente del Concejo Municipal. Si se de- cida o aceptaba construir un orden social ms justo, era preciso que todos los habitantes en Granoiiers pudiesen tener la misma posibilidad de comer, de satisfacer sus necesidades alimentarias. As se hizo, y los miembros de la seccin, o del departamento de Economa, que traba- jaban catorce horas diarias estudiando los problemas indi- viduales o familiares, dndose sin cesar a esta creacin apasionante de un mundo nuevo, pusieron para m, en su mesa-escritorio, un plano grande de la ciudad y me indi- caron cinco seales negras. Cada una de stas represen- taba un almacn comunal situado en un barrio distinto, organizado para la distribucin de vveres. Estos cinco establecimientos reemplazan al comercio pequeo, ante- riormente tan abundante. Se haba comenzado con una primera medida que -se- gn nuestras verificaciones- fue tomada en muchas otras partes: desde el principio, el consejero de agricultura compr a los campesinos de la regin los productos de su trabajo, pues por ser de temperamento individualista y muy desconfiados, rehuan la organizacin colectiva. El intermediario voraz, el especulador, han desaparecido. Pero es preciso que tambin desaparezca la etapa del comercio al por menor. Una circunstancia favorable apa- reci, que fue aprovechada y justific las nuevas medidas: el racionamiento de los vveres impuesto por la guerra, racionamiento gracias al cual se pudo, provisoriamente, evitar la escasez hasta el momento de nuestra encuesta, tomando a tiempo las medidas necesarias 3. como en los de Levante, en las fbricas de Catalua, he visto ex- presarse en los rostros esta alegrfa de haber triunfado de un pasa- do de pesadilla, y de hacer, por fin, triunfar el ideal. Tengo esto siempre presente en mi memoria. Recordemos que Catalua, bsicamente industrial, e incluso buena parte de Levante, no producan ni el trigo, ni la carne, ni las legumbres que consuman. Lo que no tardar en ser factor negativo que pesar sobre la situacn. l -Se cre, pues, una seccin de abastecimientos, que em- 1 pez por controlar el movimiento de los productos reci- bidos y expendidos por los comerciantes. Casi simult- neamente se estableci un fichero -admirablemente or- 1 ganizado- donde estaba registrado el nombre y la edad t de los miembros de cada familia. La cantidad y clase de alimentos a los cuales cada cual tena derecho, fueron esti- pulados de acuerdo con los mdicos. Y sobre estas bases, I cada familia recibe -todas las semanas- un carnet donde est. indicada la cantidad de pan, aceite, legumbres, sal- chichera, etc., a la que - d e acuerdo con las circuns- tancias- tiene derecho. Siempre gracias a esta organi- I zacin se sabe qu cantidades, de los diversos alimentos, l consume la ciudad, por da y por semana, qu cantidades es preciso procurarse, y para qu fechas sucesivas. 1 Se sigue ejerciendo el mismo control en cuanto a las cantidades de vveres que entran en los almacenes muni- 1 cipales. De modo que se conoce al dedillo, kilogramo por l kilogramo, el doble movimiento de los artculos recibidos y distribuidos, o disponibles. Es tambin por este camino que la parte de sociali- zacin que es posible hacer aceptar, entra en el campo, porque los productores de la tierra acogen con satisfac- cin la supresin de los intermediarios. En casi todos los 42 pueblos que componen la comarca, el comercio tradicional ha desaparecido 4. 1 Los beneficios obtenidos con la venta de los diversos productos procuran al Concejo Municipal los recursos necesarios para otras responsabilidades. Ningn problema es olvidado. Los pequeos comerciantes que se han visto obligados a cerrar sus tiendas a consecuencia de la com- petencia municipal, se ven inmediatamente destinados a actividades ms provechosas, aunque sea - c o mo lo com- probamos en el centro de distribucin que visitamos, don- I de conversamos con los empleados, ya no muy jvenes, que estaban atendiendo a los consumidores-, encargn- doles de este nuevo modo de distribucin. ' Uno de los procedimientos empleados consista en no abas- tecer a los tenderos, y en conservar los artculos de consumo dis- ponibles para los almacenes comunales. Se evitaban as choques violentos. Nadie queda desocupado, y el paro obrero que ago- biaba a la poblacin antes del 19 de julio desapareci por completo. Todos los trabajadores -trabajen o no las horas reglamentarias- ven asegurada su subsistencia gra- cias al principio de igualdad en las retribuciones, merced a la organizacin de la vida municipal. Como he visto en todas partes, mis compaeros de Granollers no han descuidado la instruccin pblica. Las escuelas eran aqu insuficientes, vetustas, mal alumbradas. EII cambio, existian tres conventos confortables, cons- truidos con buena piedra, y cuyos ocupantes se haban volatilizado. Esos tres conventos fueron transformados inmediatamente en establecimientos escolares en cuyos locales caben todos los nios en edad escoler. Incluso sobran espacio y pupitres para alumnos nuevos. Las aulas que hemos visitado son espaciosas, claras, soleadas. Se ha comprado material pedaggico moderno. Y uno se conmueve ante las mesitas cuadradas y mviles para los nios de tres o cuatro aos, y las sillitas corres- pondientes. Las galeras internas, las salas para duchas, los lavabos, los patios, la calefaccin, todo ha sido insta- lado o comprado ( jtantos elementos estaban ya bien ins- talados! ) en algunos meses. Se respira aqu, como en tantas otras partes, el cuidado de la infancia. Los primeros gastos se elevaron a 300.000 pesetas oro. Otros se han compromerido. Porque los militantes de Granollers suean con un porvenir magnfico. P. D.: Poco despus, Granollers fue arrasado por la aviacin franquista. HOSPITALET DE LLOBREGAT Situado al sur de Barcelona, Hospitalet de Llobregat se compona -sobre todo- de tres barrios de distinto estilo, donde vivan, en total, 50.000 personas. Las in- dustrias ocupaban 13.000 de los 14.000 trabajadores que figuraban en el censo, los otros 1.000 estaban em- pleados en el cultivo intensivo de las tierras hortcolas que contribuan a alimentar a la gran urbe vecina. La industria textil ocupaba el mayor nmero de tra- bajadores industriales. Pero tambin se haba desarrolla- do la industria metalrgica. Existan dos altos hornos, dos fundiciones importantes, talleres de mecnica. La ebanistera, la industria qumica, la construccin de obras, completaban esta actividad productora. Hospitalet era una ciudad reciente. El movimiento social haba nacido durante la Primera Guerra Mundial. Pero -ya antes de la revolucin- la CNT y la FA1 ejercan una actividad intensa. El 18 de julio de 1936 la primera contaba con 8.000 adherentes; ocho meses ms tarde, contaba con 12.000. La UGT, que los socialistas unidos a los comunistas se esforzaban denodadamente por desarrollar, contaba con 1.000 adherentes. Al producirse el ataque fascista, la lucha local y el estado de alerta que sigui movilizaron a la poblacin durante cinco o seis das, al cabo de los cuales la CNT dio, lo mismo que en otras localidades catalanas, orden de reanudar el trabajo. Prolongar la huelga general habra sido obrar contra los intereses de los mismos trabajadores, que asuman la responsabilidad de la situacin. As es como la direccin de la vida econmica y social pas de manos de los patronos y de las autoridades gu- bernamentales a las de los trabajadores. Pero mientras se proceda a la aplicacin de estas me- didas, las fuerzas populares siguieron mantenindose aler- ta detrs de las barricadas, ejerciendo su vigilancia especialmente en las dos carreteras que llevaban a Barce- lona, a fin de impedir una posible concentracin enemiga, o de hacer frente a todo avance ofensivo hacia los cen- tros importantes. Frie en medio de esta agitacin, de esta tensin y de estas precauciones, que empez la obra constructiva de la revolucin. Y, contrariamente a lo que podra suponerse, empez por la agricultura. Esta se hallaba en manos de nume- rosos propietarios, cuando no de colonos arrendatarios que empleaban a trabajadores asalariados (por tanto, nada parecido a los latifundios de cultivos extensivos de An- daluca, Aragn, Castilla o Extremadura). Y as como los patronos de los talleres y las fbricas descuidaban voluntariamente la produccin industrial ante la amenaza expropiadora que presentan, los propietarios de la tierra descuidaban sus plantaciones y el sol las achicharraba y desecaba, les faltaba el regado, y las malas hierbas se multiplicaban. Por otra parte, el 25 por 100 de los asalariados esta- ban ocupados, y otra parte no trabajaba sino tres das a la semana. Fue entonces cuando ocupados y desocupa- dos convocaron a una asamblea a la cual asistieron tam- bin los pequeos patronos hortelanos, y donde todos decidieron socializar inmediatamente la agricultura. As naci la Colectiuidd de tos Campesinos. Ex pa- tronos y ex asalariados se apuntaron en un pie de igual- dad, y decidieron adherirse a la CNT, cuyos militantes eran, como siempre, los que tenan ms espritu y sentido prctico de la organizacin. Entonces, cambi la tcnica del trabajo. La gran ex- tensin cultivada de acuerdo con una planificacin de conjunto sustituy a las parcelas trabajadas por el pe- queo propietario aislado y tan a menudo mal organizado, o por el jornalero ocupado la mitad de semana. Pero el dinero subsista en Catalua, y era un instru- mento indispensable para obtener mquinas, herramien- tas, animales de tiro, o medios de subsistencia hasta cada zafra. Se reunieron todos los recursos disponibles, inclu- yendo los que estaban en manos de los ex propietarios, y comprendiendo la necesidad de un esfuerzo excepcional, se rechaz - c o mo haban hecho los trabajadores de Bar- celona- el aumento del 15 por 100 en los salarios y la disminucin de la jornada de trabajo a seis horas, decretados por el Gobierno cataln. Desde entonces, los trabajadores de la Colectividad Agraria, organizados en brigdas - como los de las colec- tividades de Tortosa y Tarragona- han esmerado su or- ganizacin. Todas las maanas, las brigadas salen para atender a los aspectos ms urgentes de su trabajo. Han aumentado en un tercio la superficie cultivada, que se extiende ahora sobre 1.470 hectreas, divididas en 38 zo- nas que comprenden 35 hectreas de terreno regado y tres de secano. Las industrias locales han atravesado las diversas eta- pas que se escalonan -ms o menos rpidamente- en esta revolucin. La primera fase fue caracterizada por el control de las empresas -pequeas y grandes- mediante el comit nombrado por los trabajadores en el mismo terreno del trabajo. Tal lo acontecido con las empresas ms prsperas; las que sufran la crisis -con parte del personal parad- fueron inmediatamente colectivizadas y sus propietarios -sin mayores resistencias- se vieron asimilados a los productores. Simultneamente, la CNT y la FA1 creaban consejos de intensificacin de la produccin para obligar a los pa- tronos controlados a dar trabajo a los desocupados. Mas esta medida no poda dar resultados duraderos porque la falta de materias primas en la industria textil - q u e , como hemos dicho, era la ms importante de Catalua- y la disminucin de las ventas de los tejidos deban pro- vocar, fatalmente, una disminucin del rendimiento y de las ventas a expensas de la economa general. Siempre por iniciativa de la CNT, se crearon comisio- nes populares de abastecimiento. Estas comisiones tenan por objetivo suministrar alimentos a los desocupados; fueron mantenidas despus, porque la llegada de nume- rosos refugiados de la zona aragonesa invadida por el ejrcito franquista provoc una nueva forma de desocu- pacin. Hemos visto que las empresas colectivizadas estuvieron dirigidas, en primer lugar, por los comits de control nombrados por los trabajadores empleados en ellas. En cada una, pues, se sigui produciendo y rindiendo como hasta la fecha. Pero muy pronto se vio que esta situacin engendraba entre las fbricas una competencia y rivali- dades incompatibles con el espritu socialista y la moral libertaria. Entonces, la CNT local propuso directivas nue- vas: ramificar todas las industrias en la organizacin sindical; socializar, por completo; establecer de una vez por todas e1 rgimen de solidaridad general que siempre preconizamos. Esta proposicin, tan acorde con los principios del co- munismo libertario, fue rpidamente aprobada. Comen- zaron los peluqueros; siguieron los trabajadores de los espectculos, los de la madera, de la construccin, de la alimentacin, de los medios de transporte. Tal proceso sigui escalonada y rpidamente de modo tal que en enero de 1937, la metalurgia, hasta entonces frenada por dificultades especiales, daba el paso decisivo. Un poco ms tarde, la industria qumica coronaba esta larga su- cesin. En circunstancias tan complejas, aparecen y se impo- nen problemas inesperados. En Hospitalet -como en otras partes- y a consecuencia de los cambios econmi- cos, no slo locales, sino nacionales, ciertas industrias eran prsperas, y -10 hemos visto con la producci6n textil- otras eran deficitarias. Parte de los trabajadores y sus familias estaban mejor remunerados que otros. Para remediar esta injusticia, se implant el salario nico ge- neralizado. Empero, la aplicacin de esta medida era imposible sin la solidaridad orgnica de las distintas industrias. Y se plante el problema de constituir una caja comn inter- sindical, gracias a la cual todos los obreros, desocupados o sin actividad, recibiran los mismos medios de exis- tencia. Como primer paso; se estableci la solidaridad finan- ciera de las industrias, organizndose un consejo general de la economa en el que cada rama tuvo dos delegados. Las industrias que disponan de superivit l o comunicaban a la comisin administrativa del consejo, que controlaba regularmente las distintas contabilidades. Y los recursos excedentes servan para ayudar a las industrias deficita- rias que reciban las cantidades necesarias para la compra de materias primas y de elementos varios de produccin. Es decir, se aplicaba el mismo principio de apoyo mutuo y solidaridad que hemos visto en las colectivida- des de Aragn, Levante y Castilla, en los sindicatos indus- triales de Alcoy y en otras partes. Cuando las cantidades requeridas para dar ayuda a una rama del trabajo eran importantes, todos los delegados de las dems ramas examinaban el estado de las finanzas y de la organizacin tcnica de la industria que se en- contraba en dificultades. Y despus de las observaciones, de las crticas -si se crea neeesario formularlas-, los fondos eran remitidos fraternalmente. Esta solidaridad iba a ser completada por otro paso adelante: el establecimiento del salario familiar. Con este fin se efectu un censo minucioso cuyas estadsticas esta- ban en manos de la municipalidad. En el momento de nuestra visita, se proyectaba tam- bin la readaptacin de la industria. Con este fin, se haba procedido a un inventario general, no slo para establecer las necesidades de la poblacin y sus recursos, sino qu industrias convena mantener y cules ser eli- minadas. Como ocurri en todas partes, nuestros camaradas se ocuparon inmediatamente de la instruccin pblica. De 8.000 nios en edad escolar, segn las normas de la poca, slo 4.000 podan asistir a clases. Los otros no podan hacerlo por falta de escuelas, de ropa, de calzado, de libros. La CNT y la FA1 no quisieron resolver solas tan grave problema. Decidieron unir sus esfuerzos con los de las otras fracciones, de las cuales esperaban el apoyo necesario. En la reunin donde fueron convocados los militantes de la Izquierda Republicana y los de la UGT (donde dominaban los comunistas), nuestros cama- radas presentaron un Plan de Reforma de la Enseanza, que fue aceptado. Y -notablemente unidas- las tres fracciones se ocuparon de la renovacin escolar. En seis meses, a pesar de las dificultades econmicas y de la hostilidad permanente de los comunistas que ma- niobraban al amparo de la UGT, se realiz una obra magnica, construyndose o adaptando inmuebles, de modo que 2.500 alumnos nuevos se sentaron en los ban- cos escolares, en clases ms amplias, mejor ventiladas y soleadas que las existentes hasta ese momento. Los maes- tros y maestras incapaces de seguir las transformaciones pedaggicas que se realizaban bajo el impulso del sistema escolar que estaba en manos de los libertarios, fueron reemplazados por otros, ms en consonancia con el esp- ritu de los tiempos nuevos. Estos se renen una vez por semana para estudiar sus experiencias. El cuidado a la infancia no se detiene en esas reali- zaciones. La municipalidad organiz un inmenso estable- cimiento donde los padres podan dejar confiadamente a sus hijos para atender a sus otras e imperiosas obligacio- nes. En las fbricas donde trabajaban mujeres, se esta- blecieron guarderas, escuelas de nios. La primera fue inaugurada por la colectividad obrera T. Sala. Tambin se concluy la organizacin de una materni- dad donde las mujeres del pueblo -que hasta entonces haban alumbrado en condiciones higinicas lamentables- recibieron los cuidados y las atenciones necesarias. Un gi- neclogo inspir al arquitecto que dirigi los trabajos de construccin adecuados. Y el jueves se ofreca a todos los nios, en todas las salas (estamos en 1937), sesiones de cine para instruirlos y divertirlos al mismo tiempo, segn programas inteligen- temente preparados. Algunas precisiones con respecto a la salubridad no sern intiles. Inmediatamente despus de su triunfo, los revolucionarios decidieron que los habitantes de la ciudad (y naturalmente de sus contornos) deban recibir de las clnicas, de los dispensarios, del hospital, de los mdicos, toda la asistencia, a la cual tenan todo el dere- cho. Esto fue rpidamente una realidad, y generalizando en lo posible, es decir, en menor grado de 10 que se que- ra p o r q u e en Hospitalet los mdicos siguieron cobran- do las consultas de sus clientes-. Reconozcamos, pues, que en julio de 1937, la socializacin de la medicina no estaba realizada integralmente an. Para apresurarla, se haba construido -adems de la maternidad- un hos- pital cantonal de grandes dimensiones, que responda a los modernos conceptos de la medicina. Lo que hemos narrado hasta el presente prueba que la actividad comunal se suma a la actividad sindical, y que ambas se desarrollan conjuntamente, porque el esp- ritu comunalista est intensamente presente en nuestros compaeros (el alcalde, Jos Xena, era -en la poca a que nos referimos- un anarquista). En tales condicio- nes, nuestros compaeros habran podido aduearse f- cilmente del consejo local. Por honradez, por respeto a la solidaridad antifascista, y tambin para no desenca- denar una reaccin violenta de los otros sectores antifas- cistas, no quisieron apelar a estos procedimientos que llevaran a una segunda guerra civil simultnea '. Invi- taron a la UGT estalinizada y a la Izquierda Republicana a constituir con ellos el concejo municipal, que deba constituirse de 24 miembros. Se les respondi negativa- mente. Haba, pues, ocho consejeros; el tercio de los reglamentarios. Tratbase de compaeros especializados en las actividades esenciales de la vida local: sanidad y asistencia social; instruccin pblica; econmica; defen- sa; trabajo y agricultura; servicios pblicos; abasteci- miento; obras pblicas. Sin embargo, se logr -siempre hasta la poca referi- da- mantener un cierto grado de colaboracin. En el momento de nuestra encuesta, la situacin era la siguien- ' Nunca se repetir bastante que una actitud de ruptura vin- lenta con los otros sectores antifascistas habra provocado una nue- va guerra civil que habra abierto el paso a los ejrcitos franquistas hacia las provincias mediterrneas. No comprenderlo ni admitirlo es negar una evidencia que tal vez no vean ciertos censores actua- les, pero que era indiscutible para todo observador un poco atento que viviera los acontecimientos de aquella poca. Esos censores que indican retrospectivamente cmo deban haberse hecho las cosas, censuraran hoy igualmente a los que hubieran actuado tal como les parece que deba hacerse*. te: cada uno de los tres sectores nombraba comisiones especiales que sometan al consejero encargado de sus acti- vidades respectivas las iniciativas que les parecan perti- nentes. Este consejero decida lo que convena cuando se trataba de cosas de importancia relativa; cuando se tra- taba de asuntos de mayor importancia, convocaba al Concejo Municipal para su resolucin. La CNT, por su parte, convocaba asambleas populares, sea en el local ma- yor del centro de la ciudad, sea en los barrios perifricos, donde se expona a la poblacin - q u e acuda libremen- te- lo que se haca y lo que se proyectaba. Los asis- tentes podan hacer tantas preguntas como se les ocurra e -igualmente- formular objeciones. Vemos entonces que han desaparecido la poltica de partido, las decisiones tomadas a puertas cerradas, el es- camoteo de la voluntad o las preferencias populares por parte de comits reunidos en secreto. Los organizadores permanecen en contacto con el pueblo, siguen formando parte de este mismo pueblo. Y se aplica, lo mejor posi- ble, el comportamiento libertario anteriormente preco- nizado. En sntesis, los libertarios de Hospitalet actan segn un concepto predominantemente municipalista, que res- ponde a sus preferencias y que ha sido puesto en prctica en la forma ms natural y espontnea que pueda imagi- narse. Como ocurri en otros lugares, han delimitado las funciones del municipio y del sindicato. Para ellos, estos ltimos se integran en los primeros, como la parte se integra en el todo. Y de la misma manera que el sin- dicato aislado no existe ya -pues cada uno debe con- sultar a los otros antes de tomar una decisin importan- te-, tampoco los sindicatos y su federacin se imponen cuando los problemas debatidos y las soluciones propues- tas interesan a todos los habitantes. Porque en esa situa- cin, toda la poblacin es invitada a pronunciarse. He aqu, para terminar, el texto de una octavilla dis- tribuida en la ciudad por parte de la colectividad T. Sala, que se diriga especialmente a las madres de familia: Compaera: Te ofrecemos la Casa del Nio para que tu hijo re- ciba, hasta la edad de cinco aos, la asistencia ms completa durante las jornadas de trabajo, en las que, casi siempre hasta ahora, ha tenido que estar en la calle; e incluso, cuando podas confiarlo a alguien, no reciba la educacin ni los cuidados necesarios para ser maana un hombre sano y bien equilibrado. Adems, el fin de la Casa del Nio no es slo ase- gurarle las atenciones necesarias y aliviar tus fatigas. Va mucho ms lejos. Las condiciones en las cuales has vivido te han impedido informarte de lo que haca falta para criarlo racionalmente. Es por estas razones que hemos organizado, tan perfectamente como es po- sible, todas las comodidades necesarias, y para asegu- rar a tu hijo un ambiente razonable, hemos hecho de tal manera que todos los elementos del medio y com- plementarios le sean asegurados, tanto desde el punto de vista de la higiene, de la educacin, como del ali- mento y del cuidado mdico. La Casa del Nio estar organizada en dos seccio- nes principales: la de los ms pequeos, desde su M- cimiento hasta los dos aos, y la de los nios, desde los dos hasta los cinco aos. En cada etapa recibir lo que le convenga desde el punto de vista del alimento, de la distraccin y de la formacin segn sus aptitudes propias. Y ser conveniente que las madres tengan en cuenta las indicaciones dadas por el personal para que la obra de la Casa del Nio sea continuada en el hogar. Por todas estas razones, debes comprender que es para tu hijo y para bien suyo, que te ofrecemos hoy la casa del Ni . Como se ve, el manejo del idioma poda fallar en es- tos revolucionarios. Mas el corazn no fallaba. I COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPAA 37 1 R U B I En julio de 1936, esta pequea ciudad catalana con- taba con 10.000 habitantes. El 50 por 100 de los traba- jadores estaban empleados en actividades diversas, la ms importante de las cuales era la industria textil. La nica organizacin sindical que se haba implantado desde haca tiempo era la CNT, cuyos sindicatos contaban -normal- mente- con 1.500 a 2.000 adherentes. Esta cifra se sumaba a la de la FA1 y al espritu organizador propio de los libertarios, cuya obra pasaba desapercibida como ocurre a menudo. Desde el ao 1893, nuestros compaeros haban or- ganizado una cooperativa que tena -por trmino me- dio- 400 adherentes, nmero que se duplic durante la revolucin. Por otra parte, desde el ao 1920, los miembros de la CNT haban comprado un terreno a fin de construir una escuela racionalista que deba continuar, localmente, la obra de Francisco Ferrer. Con este objeto, cada adherente pagaba un mnimo de 10 cntimos por mes, y cuando estall la revolucin, dos escuelas y no una estaban abiertas y funcionaban. Agreguemos, para que se pueda apreciar la moderacin de espritu de los nuestros, que desde fines del siglo pa- sado, parte de ellos estaban adheridos al Centro Repu- blicano, la cual implicaba un sentido de tolerancia bas- tante raro, aunque hayamos visto casos semejantes en Aragn. En los alrededores de Rub, la agricultura presentaba una actividad y una poblacin que no podan ignorarse. Aunque menos importante que en otras regiones, la gran propiedad dominaba, explotada en general por sus po- seedores que -adems- arrendaban parte de sus tierras contra un 25 por 100, un tercio, y a veces hasta por la mitad de la cosecha. Lo exorbitante de estas exigencias era confirmado por un rasgo que figura en nuestro comen- 1 tario sobre Graus, aunque no alcanza el mismo perfil: el agua potable que se utilizaba en Rub manaba de las l tierras de uno de los propietarios, que la haca pagar. .. 1 Pero, frente al ataque fascista, todos los antifascistas se hallaron unidos. Desde los catalanistas burgueses hasta i los anarquistas. Y como ha ocurrido en todas partes, nuestro movimiento, ms aguerrido, ms decidido, ejer- ci rpidamente la mayor influencia. Pasado el peligro 1 inmediato en la regin, fueron enviados voluntarios al I frente de Aragn, donde contribuyeron a estabilizar una l lnea de combate que intercept el paso de los invasores, al mismo tiempo que se enviaban tambin refuerzos a I Barcelona, para consolidar la situacin. Y para consoli- I darla ms an. se emorendi la colectivizacin. l ; Para asegurar el consumo, se comenz por el alimento de base. Existan en Rub 10 12 panaderas. La CNT decidi asegurar la produccin de pan, tan indispensa- I ble, y la concentr bajo la direccin del Sindicato de la Alimentacin, donde la mayora de los patronos y to- dos los obreros panaderos aceptaron trabajar con una , seriedad y un sentido de responsabilidad que no acus -- , la menor falla. El segundo paso fue dado con la colectivizacin de los 1 medios de transporte. El sindicato tom la iniciativa I cuando crey llegado el momento ' y apareci la colecti- vidad correspondiente. Como haba ocurrido con las pa- naderas (como ocurri en muchas otras partes, y valdra ' El orden de las colectivizaciones, expropiaciones y sindicali- zaciones no fue nunca uniforme. Dependi de la capacidad de ini- ciativa y de organizacin de los militantes que se hallaban al frente de los sindicatos, de los municipios, o de los comitCs de empresa. Otras factores intervinieron, como la resistencia o la adhesin local de los miembros de la UGT, la aceptacin pasiva o el rechazo activo de los otros partidos polticos, las existencias disponibles de materias primas, etctera. la pena editar un estudio especial al respecto), los peque- os patronos se adhirieron, aportando unos 20 camio- nes, mnibus cuyo nmero ignoramos, y unos 15 auto- mviles. Se estableci la administracin de esta colecti- vidad del transporte, en la Casa de los Sindicatos. Conviene observar, en este caso, la compenetracin del sindicato y de las colectividades profesionales. Casi simultneamente, el ramo de la construccin dio el paso que lo integr en la transformacin social. Haba en Rub un centenar de albailes y aproximadamente 150 peones de la construccin. En este caso, tambin los pequeos patronos se adhirieron, aportando sus elemen- tos tcnicos de trabajo. Se hizo una lista exacta de estos aportes. El adherente que ofreca mayor garanta de ca- pacidad profesional fue nombrado por la asamblea colec- tiva consejero tcnico, y encargado del control correspon- ]diente de los trabajos generales. La contabilidad fue confiada a un especialista conocido por su seriedad. En Barcelona, la industria de la construccin estaba paralizada por las razones que hemos expuesto (desapari- cin de los propietarios amenazados de una probable expropiacin, y por las mismas razones, interrupcin de las reparaciones en curso). Pero en Rub se trabajaba mucho, porque la municipalidad poda pagar inmediata- mente las reparaciones necesarias, y las obras pblicas que se emprendan. As fueron construidos dos puentes para franquear una ancha barranca. lo aue haba sido hasta entonces un anhelo irrealizble. igualmente se construy, siempre bajo los auspicios del municipio, un grupo escolar impor- tante, para acoger a centenares de nios. Digamos al respecto que parte de los gastos fueron sufragados por el Gobierno cataln, pero recordemos que la instruccin pblica estaba en manos de los libertarios cuando se tom la decisin. Por lo dems, el consejero de finanzas -Tarradellas- era un hombre honrado. Otras mejoras edilicias: se ensanch la carretera que atravesaba la localidad para facilitar el paso de los mni- bus y camiones, se repararon numerosas casas y se cons- truv una canalizacin de 1.500 metros. Dara facilitar el , L regado de las tierras entonces puestas en cultivo (ste es otro caso de la sincronizacin entre las industrias y la agricultura, que se redujo tan a menudo, especialmente en las pequeas ciudades). Los campesinos removieron y limpiaron pozos desde largo tiempo abandonados, que slo servan para acumu- lar inmundicias, y se empez a extraer agua para regar los cultivos, gracias a motores elctricos suministrados por el sindicato correspondiente. Todo este trabajo estaba dirigido por una comisin tcnica de cinco o seis miembros nombrados por la asam- blea de los colectivistas. De este personal de direccin o coordinacin, slo eran pagados -por sus trabajos profesionales- el director y dos secretarias. A fin de poder llevar a cabo las tareas mltiples que se le encomendaban, la colectividad de la Construccin pidi, y obtuvo, que los compaeros de las fbricas to- masen parte en todos los trabajos que les estaban enco- mendados dos horas cada domingo. Lo mismo que en tantos lugares, los trabajadores del ramo de la madera constituyeron tambin su colectividad, la que se instal en un amplio taller donde se dispona de elementos tcnicos modernos de trabajo, y que ofre- ca condiciones de higiene hasta entonces desconocidas. Y, nos dice riendo, ante tales recuerdos, uno de los mili- tantes que nos enumera todas esas realizaciones: Nunca se construyeron tantos muebles en Rubn. La colectividad agraria se constituy con las granjas expropiadas a los terratenientes. Lo que representaba las tres cuartas partes de la tierra. Doscientos cincuenta asa- lariados del agro se incorporaron a esta zona de produc- cin, dividida en seis partes: cultivo hortcola, siIvicu1- tura, viedos, parque avcola, cereales, rboles frutales. La comisin directiva era nombrada por la asamblea gene- ral, y a su vez nombraba al delegado de cada seccin. Como hemos visto, y como se ve generalmente al tra- tarse de las colectividades no especficamente industriales de las grandes ciudades, el espritu corporativista haba desaparecido. Aqu tambin todos los trabajadores eran solidarios. No quedaban encerrados en su actitud profe- sional. Se desplazaban de una a otra seccin cuando era necesario. Y admitan la introduccin de medidas que contrariaban los intereses de su especialidad, si tal era el inters general. Entre las resoluciones impuestas por las necesidades inmediatas figur el descuaje de vias, y su reemplazo por el cultivo de trigo. Y, aunque el terreno no fuera de lo ms apropiado para los cereales, Rubi casi habra conseguido cosechar lo suficiente para su pobla- cin, si las dificultades tcnicas f a l t a de semillas selec- cionadas y de abonos qumicos que se sufra en toda la regin- no hubiesen repercutido en esta localidad. Reconozcamos que existan individualistas al margen de las realizaciones sociales revolucionarias. Pero la ma- yora estaba con el nuevo sistema establecido. Hasta tal punto, que cierto nmero de muchachos y muchachas se haban separado de su familia para adherirse a la revo- lucin social, y hubo que organizar dos hoteles: uno para solteros, otro para solteras, donde se mantenia la rigidez en las costumbres de la Espaa tradicional: <&e- do asegurarte que no se produjo nunca una inmoralidad, me deca el animador militante que me informaba. Y ni por asomo hubiera dudado de su palabra. La cooperativa no se limit a sus actividades tradi- cionales. Hemos dicho que el nmero de sus adherentes se haba duplicado. Su participacin en la distribucin de mercaderas se extendi proporcionalmente, porque nueve depsitos o sucursales de venta fueron creados, lo que no impidi al pequeo comercio seguir existiendo, como puede suponerse, bajo cierto control. Los distribui- dores al por menor estaban sostenidos por la seccin de abastecimientos del Gobierno cataln. Rub presentaba un ejemplo de evolucin muy carac- terstico en cuanto a la organizacin general de la socie- dad. Cuando comenzaron los acontecimientos que rela- tamos, la mayora del concejo municipal estaba consti- tuido por los catalanistas de izquierda, cuyo jefe, Luis Companys -ms tarde fusilado por las fascistas-, era el presidente de Catalua. El 6 de agosto, o sea tres se- manas despus de haber empezado la revolucin, esta mayora dimiti ante la preponderancia de nuestras fuer- zas y la profunda transformacin que se operaba bajo su influencia. Su situacin era tanto ms difcil por el hecho de que los colonos -los rabussatres- apoyaban esta transformacin, lo mismo que el POUM. Entonces -nuestros compaeros no queran abusar de su victoria, porque el imperativo de la guerra impo- na la unidad a fin de no entregar Espaa a Franco-, como los republicanos de izquierda aceptaban las reformas sociales, el nuevo concejo municipal fue compuesto por seis miembros de la CNT y por seis representantes de los catalanistas de vanguardia. Pero la nueva ley emanada del Gobierno de Valencia, en febrero de 1937, orden que todos los partidos estuviesen representados (lo cual constitua una de las primeras maniobras contrarrevolu- cionarias), y el Concejo fue compuesto definitivamente por siete miembros de la CNT, siete de la izquierda ca- talana, dos de la UGT -cuya seccin local se constituy entonces bajo el impulso de los comunistas que atraan a los pequeos propietarios a fin de oponerse a la colec- tivizacin- y dos miembros del Partido Accin Catala- na (derechista). La coexistencia de todas estas fuerzas diversas deba dar lugar a encuentros y choques; porque, naturalmente, los que no aprobaban la implantacin del socialismo libertario opinaban que la CNT iba demasiado lejos. Por otra parte, nuestros compaeros se oponan al funciona- miento tradicional, esencialmente poltico del Concejo, donde las rivalidades estriles de los partidos -a menudo teleguiados desde las grandes ciudades- acabaran por resucitar el antiguo orden de cosas. Y, respaldados por los Sindicatos, las Colectividades, e incluso la coopera- tiva, mantuvieron su posicin. Entonces los partidos decidieron no participar ms en las actividades municipales, que eran de la incumbencia del Concejo. Y nuestros compaeros debieron encargarse de las actividades ms importantes: abastos, obras pbli- cas, industria y agricultura. Y lo hicieron con tal xito que los organizadores principales con los cuales yo con- versaba sobre ese ensayo podan - qui nc e aos ms tar- de- tener lgrimas en los ojos al recordar ese paraso perdido. CASTELLON DE LA PLANA Castelln de la Plana, capital de la provincia as Ila- mada, contaba, al estallar la revolucin, con 50.000 habi- tantes. Nuestro movimiento no haba adquirido un desa- rrollo comparable al de otras provincias. La explicacin de este retraso era doble: en primer lugar, una industria poco desarrollada, lo que no haba facilitado la constitu- cin de una fuerza sindical poderosa; en segundo lugar, si bien se encontraban en el campo pequeos propietarios de espritu libertario, la mayora no iba ms all del republicanismo. Pero, en Castelln y en sus alrededores, el republica- nismo haba impregnado el espritu ciudadano, y como la Repblica slo tena cinco aos cuando se produjo el ataque franquista, sus partidarios no haban tenido tiem- po de corromperse en los pantanos del nuevo rrgimen poltico. Lo cual, al pasar, explica por qu se pudo, sin lucha, impedir que los fascistas triunfaran a escala local, y por qu la poblacin acept, sin oposicin verdadera, la transformacin social emprendida por nuestros compafie- ros. Adems, es til sealar que la mayora de los repu- blicanos espaoles sindicados estaban en la CNT, porque temian para el porvenir un triunfo del estatismo y de la estatizacin agazapada en el socialismo tradicional y en los proyectos del partido que lo proclamaba. Actitud fre- cuente en Espaa l . Y si bien la UGT, rival de la CNT, contaba con mayor nmero de adherentes, se trataba de obreros cuyas aspi- raciones socialistas haban permanecido intactas. Estas ' Vase el capitulo Liberimios y republicanos. .circunstancias explican por qu, en nuestros mitines, generalmente ms de la mitad de los oyentes -aunque no libertarios- aplaudan a nuestros oradores. Sin barrer los obstculos, las circunstancias facilitaron la obra de los cenetistas. Los politicos profesionales esta- ban desconcertados ante una situaci6n donde -para ellos- todo aparecia revuelto. Por otra parte, numerosos patronos y propietarios eran, si no fascistas, fascistizantes. Otros, ajenos al fascismo, adheran a partidos de la dere- cha, y aunque no pblicamente, deseaban el triunfo de los generales rebeldes. En cuanto a nuestros camaradas, saban de antemano lo que queran, en caso de presentarse una situacin como fue precisamente la que se present. Empezaron, pues, por organizar comits de control de las empresas. Estos comits haban sido aceptados, tres aos antes, cuando Largo Caballero era ministro de Trabajo, a fin de aplacar el ardor revolucionario de los trabajadores. No haba, pues, motivos -por lo menos legales- para oponerse a su generalizacin, y los partidos polticos debieron resignarse a dejarlos nacer y desarrollarse. Pero rpidamente fueron conquistadas nuevas posicio- nes. Los patronos no se esforzaban por mantener la pro- duccin al nivel anteriormente alcanzado; menos an, por construir carros de asalto ( ipobres carros de asal- to! ). Entonces, guiados por la CNT, los trabajadores los sustituyeron y empezaron a dirigir el trabajo. As es cmo, el 20 de octubre de 1936, el Sindicato de la Metalurgia decidi incautarse de los talleres. Para lo cual nombr un Comit de expropiacin, administra- citt tcnicd y economa, que adopt en el acto las si- guientes medidas: 1) Proceder a un inventario detallado de todos los talleres y garajes locales. 2) Establecer una estadstica de los asalariados y de los patronos de estos garajes y talleres. Se organizaron cinco secciones de direccin del traba- jo: fundicin, cerrajera, hojalatera, mecnica y garajes. Muy pronto los trabajadores de la construccin y los de la madera se organizaron del mismo modo, y rpida- tidos en el sindicato, que es y debe seguir siendo la fuerza transformadora principal. Pero son admitidos como pro- ductores en talleres, y en el terreno de trabajo las rela- ciones son ahora -lo eran a menudo antes, a consecuencia de la participacin en las mismas actividades- las de productores entre s. Se me han mencionado algunos ca- sos de antiguos dueos de pequeas empresas cuyo estado era fsica o mentalmente deficiente y que no tienen me- dios de existencia propios, a los que el sindicato les ase- gura el mismo salario que a cualquier otro miembro de la colectividad. En el orden profesional, los trabajadores que quieren pasar de una categora a otra ms elevada tienen libre el camino, pero deben rendir examen terico y prctico ante el consejo central del sindicato y los delegados de taller. En fin, cuando se considera necesario, el sindicato apli- ca -siempre que lo apruebe la asamblea general- me- didas disciplinarias. Hemos conocido un nico caso, pero no podemos afirmar que no hava habido otros: durante los primeros meses de la revolucin, y pensando que la desaparicin del patrono justificaba una desidia inhabi- tual, ciertos trabajadores relajaron su esfuerzo en forma considerada peligrosa (veremos el mismo caso en Alican- te). Lo cual dio por resultado que en la asamblea del 30 de diciembre de 1936 fuese votada n o sabemos si por unanimidad o por mayora- una resolucin cuyo texto fue impreso y expuesto en los talleres. Este texto, que hemos conservado, deca lo siguiente: A LOS COMPAREROS Y DELEGADOS DE TALLER Compaeros: Este Consejo Administrativo, en nombre del Sindi- cato, por intermedio de su Directiva, y en el suyo pro- pio, con el fin de encauzar la buena marcha del trabajo en los talleres del mismo, ha acordado manifestaros, para que lo cumplis y lo tengis siempre presente, lo siguiente: 1." Que de acuerdo con el Reglamento, de vosotros y del Comit, se nombran los Delegados del Taller. 1 2." Estos delegados, atenindose al artculo 5.' del I Reglamento, se responsabilizan de los asuntos tcnicos y administrativos del taller. 3." Por acuerdo tomado en Asamblea General cele- brada el 30 de diciembre de 1936, se les dio un voto l de confianza a estos Delegados para que en los casos de indisciplina o incumplimiento de sus deberes por parte de los compaeros que componen la plantilla de su taller, pudiesen imponer las correcciones que de mo- mento conceptuasen indispensables, con el fin de ha- cerse respetar y normalizar la buena marcha del trabajo t en los talleres del Sindicato. 4." Estos Delegados no podrn aplicar ninguna san- cin grave a los compaeros del taller como es la del despido, sin antes estar de acuerdo con el Comit y la Directiva del Sindicato. 5." El compaero que tuviese alguna queja de al- gn Delegado, tanto por asuntos sindicales como del trabajo, para no desmoralizat la marcha del taller d z ah~teneme de manifestar estas quejas directamente al Delegado interesado, viniendo obligado a exponer las mismas a los compaeros del Consejo Administrativo, 1 y Cstos resolvern en consecuencia. 6." Todos los asuntos normales relacionados con los de trabajo o sindicales que tengan que solventar los compaeros de los talleres debern efectuarlos por in- termedio de sus respectivos Delegados. Lo que ponemos en conocimiento de todos los Dele- gados y compaeros para que surta los efectos consi- guientes. Castelln, a 1 de enero de 1937. EL COMITE. Consejo Metalrgico Tcnico Administrativo Castelln CNT - AIT. Una vez ms comprobamos la seriedad con que estn conducidas las actividades para asegurar el xito de las realizaciones proletarias. Se impone y aplica una disciplina considerada necesaria, que es garanta de triunfo. A fin de cuentas, sin duda, vale ms una exigencia un poco 1 excesiva en la responsabilidad, que una irresponsabilidad que llevara al caos y al fracaso. Ya en su poca Proudhon proclamaba la necesidad de la disciplina de trabajo con el vigor que le era caracterstico. Pero la actividad de nuestros camaradas de Castelln de la Plana no se ha limitado a tomar a su cargo las in- dustrias. Se han integrado al concejo municipal donde, por lo dems, y por tratarse de una entidad especfica- mente poltica, los partidos polticos son mayora. Nues- tros compaeros no son brillantes oradores, no saben discursear largamente, pero son inteligentes, poseen el sentido comn para interpretar las cosas; su espritu prctico, concreto y humano, permanece intacto, incon- taminado del espritu poltico. Defienden con conviccin las iniciativas constructivas que emanan de sus ideas y de la nueva situacin. Entre las reformas por ellos preconi- zadas, figuraban el salario familiar, que no puede ser implantado -tenindose en cuenta la situacin local- slo por los sindicatos, as como la municipalizacin de los servicios de sanidad. Los otros concejeros (republi- canos, socialistas largocaballeristas) que preconizaban nu- merosas reformas cuando se hallaban en la oposicin, se niegan a tales realizaciones que seran -sin embargo- aplaudidas por la mayora de sus electores. Su negativa se basa en lo que dicen o dejan de decir la constitucin republicana, las leyes en vigor y la falta de recursos econmicos. Pero, desgraciadamente para ellos, nuestros compae- ros han conseguida que las sesiones sean pblicas, y los obreros y las mujeres del pueblo asisten a las discusiones con mucho inters. Uno de los resultados es que nume- rosos miembros de la UGT, decepcionados por la actitud de sus lderes, ingresan en la CNT y en toda la provincia, sta ve aumentar sus filas con una rapidez sorprendente. Evolucin interna de cna sociedad en perodo de rpida transformacin. Sin embargo, no por esto disminuye el nmero de adhe- rentes de la UGT. Porque los pequeos patronos arte- sanos, reacios a la socializacin -tambin los hay-, los porteros, con alma del oficio; los empleados de oficina, con alma de burcratas; los comerciantes, enemigos de las cooperativas o de los almacenes comunales; los peque- I os propietarios de las tierras, apegados a su predio, y a quienes se dice que quedarn sin medios de subsistencia, despojndoles de sus cosechas al llegar el momento; todos se adhieren masivanlente a la organizacin reformista, I donde los comunistas extienden su influencia. Los reaccio- narios tambin se adhieren a esta organizacin, a fin de prepararse para choques futuros, o para recuperar algn da l o que la revolucin les ha quitado ... Con todo, nuestros compaeros logran realizaciones im- portantes. Los mdicos, en su mayora, n o aceptan ser 1 dirigidos por la burocracia del Estado, sino trabajar bajo el dictado de su conciencia profesional y de los proble- mas humanos cuya importancia ellos mismos comprueban y se adhieren a nuestros movimientos y a las soluciones sociales por l preconizadas. Otra mejora obtenida por nuestros compaeros: la so- cializacin de la vivienda. El alquiler del alojamiento no es ya pagado al propietario, sino al municipio, lo que ha permitido suprimir todos -o casi todos- los impuestos locales. Y las familias obreras gozan de todas las condi- ciones de habitacin higinicas y confortables, porque los trabajos de albailera, las construcciones necesarias, son emprendidas por cuenta del municipio tan pronto se re- conoce su necesidad. Precisemos que, lo mismo que se proporciona al pequeo patrono desposedo e imposibili- tado de trabajar los medios necesarios de existencia, se deja al pequeo propietario el alojamiento que es el 1 fruto de sus esfuerzos. I Esta socializacin de la vivienda es una de las ms importantes reformas que hemos comprobado en las par- tes de Espaa que hemos estudiado. El ejemplo de Castelln de la Plana, que no es el nico, aparece con carcter significativo, y merece ser subrayado. Demuestra la posibilidad de reformas atrevidas en una sociedad que no ha salido enteramente de su estructura tradicional. Y que la lucha contra la explotaci6n del hom- bre por el hombre puede -si es conducida con inteli- gencia, capacidad realizadora, tacto y espritu elevado- perder mucho de su rudeza y alcanzar mayor eficacia. En 1 todo caso, abre horizontes semejantes a los que fueron abiertos en ciertas localidades donde slo determinadas l industrias han sido socializadas porque nicamente ellas disponan de cuadros revolucionarios suficientes mientras que otras no los posean. Los 12 millones de adheren- tes a las cooperativas de consumo de Inglaterra no im- piden la existencia del comercio privado. Para los parti- darios de una sociedad nueva, muchas etapas podran franquearse sin verter torrentes de sangre. CALANDA Una impresin dramtica domina nuestro recuerdo de 1 Calanda, pueblo de la provincia de Teruel, de 4.250 ha- bitantes. Una impresin que no nos abandonar con faci- lidad, sobre un hecho del que la prensa mundial llenara columnas, y que alborotara a la opinin pblica, provo- cando al mismo tiempo encuestas apasionadas y apasio- nantes si no viviramos al mismo tiempo acontecimientos debidos al fascismo cuyo horror es cien veces mayor. Visitbamos por segunda vez la iglesia de la parroquia, transformada en espacioso depsito de mercaderas y v- veres, en la cual se est instalando una panadera, una carnicera y un almacn de frutas, todo por iniciativa de la Colectividad. Cerca de ese lugar, a la derecha, re- paramos en una construccin de menores dimensiones, f cuyas paredes exteriores haban sido visiblemente remen- dadas y blanqueadas. Preguntamos a nuestros acompa- antes para qu serva ese local. Se nos contesto que la Cofrada del Padre Santsimo guardaba en l todos los objetos de culto exhibidos durante las procesiones y otras ceremonias religiosas. Y mientras nos encaminbamos hacia el lugar y la puerta era abierta, nuestros compaeros agregaron que incluso haba una tarima en la cual todos esos instrumentos estaban devotamente guardados en el orden jerrquico indispensable para rendir el debido ho- l menaje a los miembros de la Sagrada Familia. Pero las cosas se complicaron. Nuestros compaeros quisieron ver de cerca estos objetos, y tuvieron la curio- I sidad de examinarlos. Para lo cual los trasladaron primero al centro del local. A su vez, desplazaron el entarimado. Pero observaron que el suelo, de madera, se hunda bajo sus pasos. Ello estimul su curiosidad, porque la madera estaba en buen estado. Gdpeando con los pies, advir- tieron que s~naba a hueco*. Entonces, decidieron mirar las cosas ms de cerca, levantaron una losa de piedra de ms de un metro cuadrado, que estaba tambin semihun- dida y debajo de la cual, asombrados, descubrieron cad- veres y esqueletos humanos, apiados unos sobre otros. Eran restos de hombres, mujeres y nios. Todos, todos, tenan las manos encadenadas con grillos, ya sea adelante, ya sea a la espalda. Varios mostraban el brazo replegado por encima del hombro y unido, por detrs, con una pierna, tambin replegada. En estos casos, se haba uti- lizado una cuerda. Cuntos cadveres y esqueletos haba? No se pens en contarlos. Pero el local meda aproximadamente nue- ve metros de largo por cinco de ancho, y los restos hu- manos ocupaban toda esta superficie. Este descubrin~iento extraordinario movi a mayores investigaciones. Las gruesas paredes del local fueron son- deadas. Tambin sonaban a hueco. Se apel al pico y a la porra. Y en las dos paredes laterales desde abajo hasta arriba, otros cadveres y esqueletos fueron hallados en el espesor de la albailera. Todos en perfecto estado de conservacin. La forma rectangular de esas tumbas era visible, ahora que se miraba con mayor atencin, por haber sido tapadas con yeso ms fresco que el empleado cuando la construccin del edificio. En cada lado de esas dos paredes, hemos contado cuatro hileras superpuestas de cinco atades cada una. En los extremos, de dimen- siones ms reducidas, los rectngulos eran ms pequeos: tratbase de nios que, al igual que los hombres y las mujeres, haban sido encadenados. Y todos esos cuerpos estaban en posiciones convulsivas, dando la impresin de haber estado con vida en el momento de su encierro. No comprendiendo bastante la importancia de este des- cubrimiento, y demasiado ocupados por las exigencias de la guerra y de la revolucin, nuestros compaeros no han conservado, a ttulo de propaganda, o de documentacin histrica, siquiera pruebas fotogrficas de este hallazgo espeluznante. Slo quedan los indicios de las paredes y los restos ahora enterrados en el cementerio. Y el testi- monio de los habitantes de Calanda que desfilaron ante los esqueletos expuestos en la plaza pblica para que el pueblo supiera qu es l o que se haba hecho al amparo del crucifijo y de la Cofrada del Padre Santsimo. 1 1 Es probable que las vctimas no fueran todas habitan- tes de Calanda, pues el dominio de los soldados del pon- tfice romano era aqu absoluto. Ademis de la parroquia, posean la iglesia del Pilar, cinco ermitas y un convento de la orden de los predicadores, donde los futuros sacer- dotes venan a perfeccionarse y a cobrar fuerzas antes de lanzarse al combate para la mayor gloria de la Iglesia Catlica. Muy mansa y tranquila deba ser la vida en este con- vento que la colectividad, despus de las adaptaciones ne- cesarias, ha transformado en una magnfica escuela. Sus habitantes saboreaban de antemano las delicias del reino de los cielos, Estaba situado en una loma, fuera del pueblo, y donde, en la parte delantera, se extenda una huerta fecunda. En la parte posterior gozbase de una amplia perspectiva con el ro, millares de rboles frutales, un olivar de vastas proporciones, y, ms all, la sierra majestuosa que, a la puesta del sol, se funde en una at- msfera color de violeta. En total, para su sustento, los moradores posean ocho hectreas de buena tierra, bien regada, donde se cultiva- / ban hortalizas, que ahora se sigue trabajando para bene- ficio de todos los habitantes. Bombas aspirantes, movidas con electricidad, suministraban el agua necesaria. Cerezos, I ciruelos, albaricoqueros, manzanos, perales, membrilleros, procuraban frutas sabrosas y deliciosa sombra. En la gran- ja avcola centenares de gallinas corretcaban y los conejos se multiplicaban bajo la bendicin del Seor. Naturalmente los ricos estaban con los servidores de Dios. Voluntariamente o no, la mayora de los electores votaba por las derechas. Incluso en las ltimas eleccio- nes, de febrero de 1936, la intervencin de nuestros com- paeros no consigui hacer triunfar a la Izquierda Repu- 1 blicana. Veamos ms de cerca la situacin social y los proble- mas que planteaba. Calanda contaba 14.400 hectreas, de las cuales el 45 por 100 estn regadas. Nunca faltaba, ni falta, el agua, pues el ro Guadalope -al que debe agre- garse el Guadalopillo- recibe todo el ao el agua de fuentes muy importantes. Con relacin a otros pueblos Calanda es, por tanto, un pueblo privilegiado, y a pesar de las bruscas heladas de primavera y de fin de otoo, la vida de sus habitantes parece ser agradable. Pero tampoco aqu bastan las condiciones naturales para apreciar debidamente el nivel de vida de los habi- tantes. El 50 por 100 de las tierras perteneda a media docena de terratenientes; 40 propietarios de la clase media posean buena parte de la otra mitad. En total, esos dos grupos acaparaban un 90 por 100 de la tierra regada y un 70 por 100 de la tierra de secano. De las 1.150 familias que componan la clase pobre, una mino- ia haba podido comprar fincas pequefas, insuficientes para asegurar sus medios de existencia. Parte de los des- heredados se resignaban a trabajar como aparceros las peores tierras; los ricos cultivaban las mejores o las ha- can cultivar mediante un salario de tres a cuatro pesetas diarias antes de la Repblica, de cinco a seis a partir de 1931, ao de la fundacin del sindicato obrero, que pudo imponer condiciones ms favorables. Pero debase contar con cuatro meses de desocupacin al ao, y du- rante el resto haba siempre gente sin trabajo que parta a Francia, iba a las vendimias en Catalua, o a las cose- chas en otras regiones. El movimiento nacido con el Sindicato se desarroll con vigor sorprendente. En tres meses se contaron 600 so- cios. La insurreccin apresurada de diciembre de 1933 fracas al cabo de cuatro horas de combate. Los revolu- cionarios tuvieron un solo muerto: un compaero vc- tima de una bomba que explot en sus manos porque no quiso herir a una mujer anciana que pasaba en el mo- mento en que iba a lanzar su explosivo contra la Guardia Civil. La represin fue despiadada. Hubo 186 trabajadores detenidos, de los cuales 146 fueron libertados a los cinco meses. Cuarenta comparecieron ante los tribunales COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPAA 389 1 l militares y slo salieron de la crcel, pur pequeos grupos, despus de dieciocho meses, dos u tres aos de cauti- verio. Los condenados que fueron llevados a otros luga- res no se quejan mucho del regimen sufrido; en cambio, los que quedaron en Calanda conocieron los peores tra- l tos. Varios de ellos sufren an fsicamente, y se preguntan si no ser para toda la vida. Sin embargo, saben perdonar en forma que nos parece inexplicable. Uno de los verdu- l gos que ms se distingui vive en el pueblo. Y se codea en las calles con quienes l maltrat. Pero stos no han ejercido ninguna venganza. No fue posible reabrir el sindicato sino despus del 19 de julio de 1936, al reaccionar contra el ataque fas- cista. Entre esta ltima fecha y la de la insurreccin anterior, las autoridades republicanas mantuvieron el lo- cal cerrado con inexorable firmeza -como lo mantuvie- ron en tantos lugares-. Era ms fcil que proceder a la expropiaci6n -siquiera parcial- de las tierras, a fin de mejorar las condiciones de existencia de la poblacin pobre. Para poder reunirse y mantener un contacto org- nico con los trabajadores, nuestros compaeros entraron en el Crculo Republicano de Izquierda, cuyos miembros -ms comprensivos que las autoridades del partido- hasta llegaron a contribuir para el Sindicato, que funcio- naba clandestinamente. Hemos dicho ya que si el ataque fascista se produjo el 1 19 de julio, los rumores corrieron un da o dos antes. As es como los miembros de la CNT y los de la FAI, informados de que la lucha haba comenzado en Africa del Norte, salieron a la calle y colocaron centinelas en las carreteras. Los das 18 y 19, ya eran totalmente due- os del pueblo. El da 20, cuatro camiones llenos de guardias civiles se presentaron gritando: Viva la Rep- blica! , y saludando con el puo cerrado. Las centinelas les dejaron pasar. Llegados a l centro del pueblo, instala- ron ametralladoras en la plaza, y -fusil en mano- em- pezaron a detener a nuestros compaeros. Mal armados, casi todos hubieron de huir, pero el da 27, despus I de la reconquista de Caspe, Alcaiz y Calaceite, la Guar- dia se retir. Inmediatamente fue nombrado, por los habitantes de- bidamente convocados, un Comit Revolucionario Anti- fascista. La Izquierda Republicana se neg a participar en l. La primera medida tomada fue el control del comercio, a fin de evitar todo despilfarro. El comit suprimi la libertad de compra y venta, estableciendo bonos que te- nan en cuenta -al mismo tiempo- las necesidades y la situacin de las familias as como las reservas disponi- bles. Los grandes productores de trigo haban abandonado 12s cosechas, y los trabajadores las tomaron a cargo de la colectividad, segando, triUando y almacenando. Durante dos meses, aproximadamente, la guerra y las vigilancias movilizaron buena parte de los hombres, pero haba que seguir preparando la futura produccin, cuestin de la que los caciques y terratenientes --peq~eos y grandes- se preocupaban muy poco; casi todos haban huido. En- tonces, el Comit Reoducionario los expropi. Reconstituido el da 27 de julio, una hora despus de haber salido la Guardia Civil, el sindicato tom posesin de una amplia casa donde antes, los fascistas, cedistas y carlistas haban establecido su cuartel general. Y en el mes de octubre propuso fundar la colectividad. La adhesin fue voluntaria, pero como un gran n- mero de gente no posea nada, muchsimas se inscribie- ron. En quince das se contaban 400 familias. En mayo de 1937 se contaban 908, que totalizaban 3.278 personas. Cien republicanos y miembros de la UGT, parte de los cuales se han adueado de las tierras que cultivaban anteriormente para los ricos, han preferido trabajar por su cuenta. Se respeto su voluntad. Los trabajadores se organizaron por grupos. Pero, al principio, el espritu colectivo era -a veces- vacilante. Los antiguos colonos o arrendatarios preferan cultivar la tierra en la cual estaban establecidos, y los pequeos propietarios, la tierra que les haba pertenecido. Setos y valladares subsistan. Y slo en segunda instancia se . . . - labraban las mejores tierras expropiadas, ahora en manos de la colectividad. Pero la realidad econmica no tard en imponerse. Se comprendi qi?e era imposible mantener ese dualismo que I I COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPAA 391 representaba un despilfarro y una considerable prdida de energa. Espontneamente y, sin duda, en parte, bajo la iniciativa de los militantes libertarios, los antiguos colo- nos y pequeos propietarios decidieron eliminar lo que les separaba, y establecieron un rgimen en el cual no quedara ningn vestigio del pasado. Ahora existen 60 gru- pos de trabajadores, cada uno de los cuales debe tra- bajar tres clases de tierras: una parte de huerta, una de olivares y la ltima de cereales y secano. As, todos trabajan por igual tierra cercana (huerta), tierra de secano (trigo, centeno, cebada). Los grupos se han constituido segn la libre eleccin l de cada cual, pero no hay cambios frecuentes que po- dran implicar un desorden caprichoso. E11 conjunto, la organizacin y las actividades se caracterizan por su esta- bilidad. El comit administrativo se compone de seis delega- , dos, elegidos por la Asamblea General de la Colectividad. Estos delegados han de pertececer al sindicato, a fin de evitar que elementos sin informacin o malintencionados sean encargados de tales responsabilidades. Al margen de este organismo superior, cada seccin de trabajo espe- cializado tiene sus delegados: dos para los pastores, cua- tro para los agricultores. Los metalrgicos, los albailes, los carpinteros, los he- rreros, las costureras, los sastres, los peluqueros, tambin tienen los suyos; todos trabajan y estn en contacto ! permanente con el comit administrativo de la colectivi- l dad para regular sus esfuerzos segGn el ritmo general de la produccin y sus necesidades. Cada una de las delegaciones es nombrada en la asam- blea plenaria de la seccin. EE resumen, esto nos proporciona indicaciones sobre lo que llamamos prctica de la democracia libertaria; tenemos aqu cuatro clases de asambleas: la del Comit Administrativo de la Colectividad; la del Comit Admi- nistrativo de la Colectividad con los delegados de todos los grupos productores; la del mismo Comit con cada ! uno de los grupos cuando las circunstancias o las nece- 4 sidades lo exigen; de cada grupo para encaminar sus actividades. Aproximadamente 450 hombres -voluntarios y mo- vilizados- estn en el frente, lo que representa el 45 por 100 de la mano de obra. Sin embargo, la super- ficie sembrada no ha disminuido, y la calidad de1 tra- bajo ha mejorado, lo que puede explicarse por el entu- siasmo de los colectivistas. Entusiasmo que ha sido nece- sario frenar en ciertas ocasiones; por ejemplo, cuando en su afn de nuevas realizaciones los campesinos labraban -para sembrarlas de t ri go- tierras destinadas al apacen- tamiento de los rebaos. Las mejoras tcnicas tambin han contribuido a estos rendimientos superiores, junto con el mejor empleo de las fuerzas disponibles. Por ejem- plo, anteriormente, 10 pequeos propietarios necesita- ban para regar cada uno su trozo de huerta con el agua de las acequias una maana entera. Ahora, basta un hombre -en lugar de lo-, puesto que la eliminacin de las separaciones hace que una sola persona pueda abrir y cerrar las compuertas despus de haber controlado que el regado se ha efectuado debidamente. Los olivares han sido podados mejor este ao. Antes, un propietario haca venir un especialista cada tres aos, por trmino medio. A fin de gastar lo menos posible, ordenaba podar lo ms corto posible. Mutilado, el rbol sufra y produca menos. Y produca tambin menos des- pus, por insuficiente poda. Pero la Colectividad no teme trabajar, y da -a todos sus adherentes- instrucciones que se ponen en prctica gracias al esfuerzo de todos. Todos los rboles frutales, muy numerosos aqu y que -segn se me dice- producen los mejores melocotones de Espaa, son tratados con el mismo cuidado. Al co- menzar la primavera, numerosas enfermedades haban hecho su aparicin, pocas verduras y poca fruta se ha- bra cosechado si tres especialistas en esta clase de tra- bajo no hubiesen tratado, en el momento preciso, rboles y plantas. El sistema definitivo de distribucin no se estableci de repente. Al principio, el delegado al abastecimiento distribua diariamente los bonos que hemos mencionado. Cada cual peda lo que necesitaba. No haba otro lmite que la conciencia individual y el conocimiento que se l tena de las necesidades de las familias. Y ni la conciencia individual ni el conocimiento del distribuidor fallaron. Pero era incmodo ir cada da a buscar sus bonos, y dis- tribuirlos por ms de 3.000 personas: era una tarea de- l masiado complicada. Con todo, no se quiso acudir al dinero. Segn el n- mero y la edad de sus miembros, cada familia haba reci- l bid0 patatas, arvejas, aceite, etc., para todo el ao. Las verduras y las frutas se consuman libremente. Cada fa- milia recibi, pues, una cartulina impresa en la que se sealaba diariamente -en las columnas correspondien- tes- los artculos pedidos y recibidos. La tercera etapa comenz el primero de marzo de 1937. Fue creada una libreta, en la que cada pgina representa una semana. Pan, hortalizas, frutas, siguen siendo gratuitas. El azcar, el vino, la carne, son racionados. Al principio, toda per- t sona, pequea o grande, reciba diariamente 75 gramos de carne. Pero hubo que interrumpir y privarse, porque durante cinco meses toda la carne fue reservada para el frente y los enfermos. El consumo acaba de ser resta- blecido dos veces por semana. El pan es suministrado gratuitamente en las panaderas. Su consumo diario no alcanza a 500 gramos por persona; es inferior al de otros pueblos, donde hubo que racionarlo. Pero Calanda tiene mayor variedad de alimentos. Situacin privilegiada, por- que el vino y el pan constituyen l o principal del alimento para muchos espaoles. Los agricultores se llevan directamente las hortalizas I a su casa, pero los trabajadores industriales - q u e com- ponen la cuarta parte de la poblacin- no pueden hacer lo mismo. Sus mujeres o hijos van a la cooperativa ins- talada en lo que era la iglesia, donde se les sirve lo mismo que en un mercado, con la diferencia de que no se les roba ni en el peso ni en la calidad. Tampoco ha sido limitada la entrega de ropa. La Colectividad ha recibido ropa blanca, tela, gneros distintos y paos, a cambio de abastecimiento que ha enviado a Catalua. La seccin de costureras y sastres ha confeccionado pantalones, cha- quetas, vestidos, trajes. Incluso la ropa de pana est hecha a medida, por economa y por esttica. Hay muchos pedidos, demasiados tal vez, de modo que parte del Comit Administrativo crea -a fines de junio- que se impona establecer un lmite a este consumo. La otra parte piensa que se debe esperar an, y atribuye tanta demanda a la penuria a que tanta gente estuvo conde- nada hasta ahora. Para con los individualistas, se aplica un mtodo dis- tinto, que es -ms o menos- el mismo que se gplica en todas partes. La Colectividad admite que -los que as prefieren- cultiven su tierra individualmente. Pero no quiere ser puesta en dificultades por exceso de tole- rancia. En el fondo, los dos conceptos -el colectivista y el individualista- son incompatibles, y fatalmente de- ben enfrentarse. Bien saben nuestros compaeros que el individualismo es el retorno al privilegio y a la miseria, a las clases sociales enemigas, a la opresin poltica -que es su consecuencia-, a la desocupacin, a las crisis, a las huelgas, las persecuciones, la emigracin, todas las ca- lamidades que han atormentado a tantas generaciones. Y dejan a los individualistas vivir como quieran. Buen provecho les haga la tierra, puesto que la quieren. Pero no podrn comerciar con el fruto de su trabajo, ni especu- lar, ni suscitar la codicia de los ms inconscientes o de los ms egostas. As, entregarn sus productos sobrantes al Concejo Municipal, que no los confisca, sino que declara a la seccin correspondiente de la Colectividad el importe de las mercaderas recibidas. As, cada individualista tiene su cuenta corriente y su carnet en el que se le inscribe la clase, la cantidad y el valor de lo recibido, de acuerdo con las tarifas establecidas por todos. Sus compras son compensadas por sus aportes. No puede, sobre todo a causa de las restricciones impuestas por la guerra, salir de los lmites acordados para el consumo. Los revolucionarios de Calanda no han olvidado la en- seanza. Para todo el pueblo slo haba seis clases en un edificio antiguo, y cada maestro tena de 100 a 120 alumnos. Hemos visto en qu hermoso edificio -ad- mirablemente situado-, y despus de haber demolido y reconstruido cuanto fue necesario, ha sido instalada la l nueva escuela. Nueve clases han sido organizadas. Dos- I cientos cincuenta nios iban a jardn de infantes, van ahora 403; el nmero de alumnos en la enseanza pri- maria aument en un 25 por 100. Muchos nios y nias l que anteriormente deban ayudar a sus padres en las labores del campo, guardar los rebaos o recoger bosta, van ahora a clase. Doce clases estin ahora provistas de muebles que se han hecho construir en Castelln de la Plana, de acuerdo con los ltimos conceptos de la pedagoga. Las mesas son cuadradas, poseen un dispositivo especial para guardar los libros y los cuadernos bajo las mismas. Los nios trabajan con mayor independencia y libertad de espritu. Tambin las sillas han sido compradas con fondos de la Colectividad. Nuestra visita, durante las horas de traba- jo, nos ha dejado dos recuerdos sobresalientes: la libertad y la cultura esttica. Esta ltima, acusada en los dibujos hechos por los alumnos, y que adornaban las paredes, y en los objetos moldeados tambin por pequeos artistas. Dentro de poco, si nada se opone, cinco clases nuevas de enseanza primaria y tres de enseanza preescolar, as como una guardera que funcionar por lo menos durante la cosecha, sern inauguradas. Todo por iniciativa de la Colectividad, que paga a los nuevos maestros y maestras. Y todo -segn los proyectos- ser instalado en el an- tiguo convento con sus ocho hectreas de huerta, sus hei- mossimos paisajes, sus rboles frutales y su bosquecillo de pinos plantado en una pendiente, donde brindan una acogedora sombra en los das de verano. ! Despus de haberme informado y haber visto lo que henos descrito, despus de haber visitado la ferretera colectiva -donde tambin se hallan las estanteras Ile- nas-, la cooperativa de ultramarinos y los almacenes va- rios, hemos ido con los compaeros jvenes, inteligentes y activos, sencillos, risueos y enrgicos, que hemos ha- llado en Calanda, a visitar parte de la huerta. Me han llevado a varios lugares. En una huerta grande, unos ancianos -y hemos visto el mismo caso en Ando- rra- cultivaban con cuidado grandes cantidades de hor- talizas. Trabajaban por voluntad propia. La Colectividad les ha dado, sin pedirles nada, todo lo que necesitaban , para vivir. Pero, quieren ayudarla, y lo hacen admirable- mente. En un amplio cercado donde se hallan toda clase de semilleros, varios compaeros de Aguaviva -comarca de Mas de las Matas- arrancaban cebollitas que seran trasplantadas en su Colectividad. Las cebollas eran colo- cadas en manojos en el suelo, y eran guardadas en sacos. Difcil sera trabajar con mayor actividad. Y sin embargo, no hay patrones ni encargados para vigilarlos. Ya se ha entregado ms de dos millones de cebollas a otros pueblos. Tal vez quede otro tanto. Antes haba con frecuencia que tirarlas -as como a otras plantas- sea a causa de la competencia, sea porque los campesinos care- can de dinero para comprarlas. Condiciones del desorden del capitalismo. La Colectividad de Aguaviva aporta, en cambio, pro- ductos de los que Calanda necesitaba. Y si no tuviera nada que dar? Aguaviva recibira exactamente el mismo nmero de cebollas. Se practica el apoyo mutuo tanto como la reciprocidad. LA SOCIALIZACION EN ALICANTE Como Elda, Jtiva, Alcoy o Castelln, Alicante -una de las cinco capitales de la religin levantina- haba visto desarrollarse desde haca mucho tiempo un movimiento social de carcter libertario que se mantuvo, contra viento y marea, a lo largo del fin del siglo pasado y de l o que iba de ste. Y durante los acontecimientos que abrieron el camino a la revolucin social, la solidaridad tradicional entre las ciudades, los sindicatos y los grupos libertarios federados, permiti realizar lo que cada ciudad no habra podido realizar aisladamente. Aqu una vez ms, las fuerzas armadas de la CNT, los grupos de combate organizados por nuestros compaeros, impidieron que los elementos reaccionarios tomaran por asalto las instituciones republicanas. Por consiguiente,,el da 19 de julio la paz no fue per- I turbada y la Guardia Civil entrego sus armas sin resisten- cia. Tambin en este caso, tan pronto como los trabaja- I dores libertarios que luchaban desde tanto tiempo por la construccill de una sociedad igualitaria y fraternal fue- ron -gracias a las circunstancias polticas- dueos de la situacin, pensaron en realizar su ideal. Con este fin disponan, en la base, y como siempre, de los sindicatos. En primer lugar, el de la metalurgia, el ms importante de todos, al cual se haban adherido todos los trabajadores de esta industria. Le segua el Sindicato de la Construccin, que englobaba a los albailes, cante- ros, carpinteros, pintores, yeseros, plomeros, etc.; segua luego el Sindicato del Arte del Vestir con los sastres, las modistas, los especialistas en lencera; y, continuando el orden de importancia, registramos el Sindicato de la Ali- mentacin y el de la Industria Qumica. Sealemos, sin embargo, que entre las industrias, la UGT tena tambin un Sindicato de la Construccin, uno de la Industria Pesquera (que en la CNT formaba parte del Sindicato de la Alimentacin) y otro en la Industria Qumica. Lo cual no impidi una colaboracin cordial entre las dos escuelas sindicales. Alicante es uno de los ejemplos donde los trabajadores socialistas -aunque ad- heridos a la sindical reformista- se negaron a obedecer las directivas antirrevolucionarias de sus lderes. Los elementos que reproducimos no han sido recogi- dos directamente en el terreno de los hechos. Se basan en el testimonio de militantes que tomaron parte en esta obra constructiva y nos aportaron los datos siguientes durante entrevistas que con ellos tuvimos despus del triunfo del fascismo. Enumeramos a continuacin lo que nos ha parecido ms importante, y en cierto modo, ms original y que, por consiguiente, ofrece mayores ense- anzas por responder a una situacin local especial y tam- bin -convi ene reconocerlo- a la mentalidad de los hombres. La industria de la construccin estaba en manos de pequeos empresarios. En una asamblea especialmente convocada, el Sindicato cementista del ramo decidi tomar a su cargo los elementos tcnicos de trabajo y socializar su empleo. No hubo obstculos, y se estableci en cada caso un inventario de las mquinas y de las materias pri- mas en poder de cada patrono desposedo, a fin de indem- nizarlo. El hecho puede parecer contrario a la actitud y a los principios libertarios, pero no olvidemos que los em- presarios eran casi todos pequeos patronos, y que en este caso como en tantos otros, trabajaban a menudo ms que los obreros. Las consecuencias sern inesperadas. En primer lugar, en este sistema que haca del sindicato el coordinador del trabajo en general, hubo que elegir en cada obra un delegado que asuma la responsabilidad de la calidad del trabajo ante sus compaeros y ante la comisin tcnica sindical. Este delegado deba, en conse- cuencia, tener la mejor formacin profesional posible. Y en general ste era el caso de los patronos, ms que de los obreros. Y como no se quera -a ningn precio- fracasar, es entre ellos que fue elegida la mayora de los responsables de obra. Por otra parte, fuerza fue comprobar que -en la prc- tica- estos ex pequeos empresarios (que aceptaban sin resistencia real la nueva situacin) tenan un sentido de responsabilidad superior al de los operarios considerados en su conjunto, acostumbrados a no ver ms all del suministro ms o menos mecnico de su trabajo perso- nal. Y por consecuencia se admiti que no era posible practicar bruscamente la igualdad absoluta de retribu- cin, lo cual habra provocado conflictos perjudiciales a la vida econmica inmediata. Por todas estas razones, el sindicato se vio obligado a establecer una diferencia de retribucin. Los trabajadores exentos de responsabilida- des tcnicas cobraron diez pesetas diarias, y los maestros de obra, catorce pesetas. Estas disposiciones fueron tal vez favorecidas por el nmero de miembros de la UGT que se haban adherido a la sindicalizacin realizada. Pero lo importante era ase- gurar la buena marcha y la calidad del trabajo. Era pre- ciso que las casas construidas o reparadas no se resque- brajasen al cabo de algunas semanas o de algunos meses, lo que habra hecho el juego a los defensores del capi- talismo. Observamos, por lo dems, que los salarios eran esti- pulados por la asamblea general del sindicato. Por con- siguiente, con el asentimiento de la mayora de los traba- jadores que se inclinaban ante estas realidades. El Sindicato de la Construccin ejerce, pues, el control en el conjunto de las obras de las antiguas empresas trans- formadas en secciones o en clulas de un rgimen cuyo marco sigue -al nivel de la localidad- siendo republi- cano. Situacin que recuerda la de Castelln de la Plana. Gran parte de la vida social responde an a los principios jurdicos anteriormente establecidos. Hay siempre clases sociales, entre las cuaIes existen capas parasitarias o pri- vilegiadas, aunque la importancia de stas haya disminui- do en amplias proposiciones y se reduzcan gradualmente en su capital financiero. Existen intermediarios de la dis- tribucin que pesan sobre la vida econmica, pero a quie- nes las cooperativas refrenan cada vez ms en su apetitos; y hallamos tambin -paralelamente- oficios, industrias, actividades productoras o servicios sociales -con frecuen- cia los ms importantes- en manos de los trabajadores. El Sindicato de la Construccin contaba con 500 alba- iles y 85 pintores, a los cuales deban aadirse trabaja- dores de los otros oficios. Una vez organiazdos los equi- pos de trabajo, se empez por restaurar las casas, refac- cionar sus fachadas por cuenta de los propietarios, ge- neralmente pequeos y que no tenan por qu haber hui- do, como los grandes propietarios de Barcelona. Se es- tableci la colaboracin con el municipio para la realiza- cin de ciertas obras pblicas. Las escuelas, los hospita- les, se beneficiaron de tales iniciativas. Aparecieron nuevas construcciones y como teman los ataques de la aviacin fascista ', se construyeron refugios antiareos para la po- blacin. Para ayudar a estas actividades generales el municipio exoner al sindicato de impuestos, durante los tres pri- meros meses de su actividad. El funcionamiento de la organizacin muestra cada vez ms la tendencia -que ya hemos visto en muchas par- tes- a acostumbrar a cada uno a asumir su parte en las responsabilidades colectivas, despertando su inters sobre ' Los bombardeos eran efectuados por los aviones Caproni, de nacionalidad italiana; con eiios Mussolini ensay su aviacin para la Guerra Mundial. Pero conviene sealar que la nafta con la cual volaban esos instrumentos de destruccin y de muerte vena de la Rusia de los Soviets, que no dej de suministrarla durante toda la guerra de Espaa, a pesar de las protestas de los otros sectores antifascistas. El argumento supremo de Stalin y de sus agentes fue que Rusia deba respetar los contratos anteriormente firmados. Como si esos hombres cuyos partidarios clamaban internacional- mente para que se ayudara a la Espaa antifascista hubiesen tenido escrpulos de tal suerte. iY como si los primeros escrpulos no de- bieran haber sido, ante todo, los que deban obligarlos a evitar que sus propios combatientes fuesen exterminados con los medios que eiios mismos suministraban al fascismo! todo gracias a las asambleas donde se examinan los pro- blemas por resolver. Pero si cada obra o trabajo cuenta con un responsable tcnico encargado de la direccin del trabajo, cuenta tam- bin con un delegado sindical elegido por los trabajado- res. Responsable tcnico y delegado sindical establecen conjuntamente el presupuesto y las condiciones del traba- jo requerido. De este modo, la unidad de esfuerzo es permanente. El sistema tiende a suscitar el inters moral, procura apelar a la conciencia de cada uno. Y cuando, ha- bindose terminado un trabajo, el balance es favorable, los miembros del comit sindical felicitan a los trabaja- dores que tomaron parte en l. Pero tambin censuran cuando el balance es contrario. Puede preguntarse con razn por qu motivo los be- neficios no son repartidos entre los trabajadores a cuyos esfuerzos son debidos. Respondemos: porque son reser- vados para fines de solidaridad social. As la desaparicin de los propietarios importantes o la interrupcin de cier- tas obras que estaban en camino han provocado y provo- can en ciertos momentos, una desocupacin parcial, mas no por ello existen verdaderos desocupados. Porque, gra- cias a los recursos que dispone el sindicato, pueden des- cansar alternativamente 20 albailes o diez pintores, et- ctera. La desocupacin se transforma en vacaciones y en tranquilo reposo. Como su denominacin lo deja suponer, esta industria est especializada en la conserva de verduras y frutas, ca- ractersticas de esta parte de la regin levantina. Pero de acuerdo con el principio de la organizacin solidaria de las actividades afines, abarca tambin a los trabajadores en- cargados de la preparacin y fabricacin de los envases y embalajes, donde se utilizan la madera y la hojalata. La estructura general y la sincronizacin de estas diferentes actividades ofrecen este panorama de conjunto: Las fbricas emplean, generalmente, mano de obra abundante; y las asambleas - d o n d e domina el elemento femenino- nombran un delegado, o una delegada respon- sable por cada 20 trabajadores. A su vez, los delegados responsables reunidos nombran un responsable (o una res- ponsable, si les place) para la empresa entera. Existe tam- bin un delegado sindical por cada seccin, encargado de atender la condicin de los trabajadores en los talleres, las oficinas, los almacenes, los depsitos. Naturalmente, estos delegados tambi6n trabajan. Las verduras y las frutas son suministradas por las Co- lectividades agrarias. En consecuencia, la coordinacin fra- terna de actividades entre los productos del campo y los de la ciudad, o entre sus organismos respectivos, se ex- tiende y completa. Si le sumamos la colaboracin entre sindicatos y municipalidades, estamos en presencia de un vasto organismo social cuyas distintas partes se armoni- zan y complementan, en lugar de oponerse. Las conservas estn almacenadas y a disposicin del Sindicato de la Alimentacin, que las vende a los cen- tros de abastos y a los municipios de la regin, o a los centros provinciales de distribucin. La misma intenden- cia militar -no olvidemos que estamos en guerra- fi@- ra entre los compradores permanentes. Actuando conjuntamente, el Sindicato de la CNT y el de la UGT socializaron la industria panadera. Los hornos se convirtieron en la Panadera nmero 1, Panadera n- mero 2, Panadera nmero 3, etc., como lo hemos visto en Mas de las Matas o en Graus. La harina se reparte equitativamente, los recursos financieros son comunes. Como en la construccin y en la conservera, el personal de cada empresa elige a un delegado responsable que es controlado por el sindicato. I EL vestido La mayora de los dueos de fbricas y talleres se han , retirado de las empresas donde ya no mandaban, frente al comit de control convertido en comit de gestin. El delegado general de la empresa, elegido por la asamblea de los trabajadores, y responsable ante el sindicato, es el principal coordinador de las distintas actividades. Como en muchos otros lugares, quien desea que le 1 hagan un traje o un sobretodo se dirige al taller que ms le atrae, donde se le comunica la tasa de los precios segn la calidad de la mercadera por l elegida. A cambio del dinero pedido, se le entrega un recibo que proviene de un carnet con talones en tres ejemplares, quedando el lti- mo en posesin del responsable. Los cortadores y otros obreros especializados reempla- N zan a los patronos en la direccin del trabajo. El sueldo ; es de diez pesetas diarias, tanto para los obreros como para las obreras. Algunos especialistas -de alta califica- cin- reciben 12 pesetas. Supervivencia -muy atenuada con relacin a lo que ocurra con el patrono- de las des- igualdades anteriores y que pueden sin duda explicarse, como en el caso de la construccin. Con todo, no cabe duda de que tales problemas se estudiarn en el por- venir. Industria metalrgica 1 Entre las clasificaciones tal vez un poco apresuradas -aunque inspiradas con vistas a la mayor unificacin po- sible- la metalurgia abarca, en Alicante, desde la orfe- brera hasta la fragua y la calderera de hierro. Pero, como puede suponerse, la orfebrera no desempea ningn papel en la organizacin de la produccin socializada. Por otra parte, la UGT y la CNT estn de acuerdo, y trabajan juntas. Las dos centrales sindicales constituyen la IMSA (In- dustrias Metalrgicas Socializadas de Alicante). Est e blo- que industrial h i sido dividido en secciones, donde se encuentra un consejo general integrado por una comisin t de trabajo, una comisin tcnica, una comisin de compra y venta, una comisin administrativa. Lo mismo que en los casos anteriores, las dos comi- siones sindicales estn en contacto con los delegados del consejo de la IMSA. Como en el caso de las panaderas, los talleres tienen cada uno su nmero de identificacin. Son las partes solidarias de un gran organismo unificado. REALIZACIONES DISPERSAS La revolucin espaola no pudo siempre socializar la totalidad de los talleres, de las fbricas, de las industrias establecidas en una localidad, o en una regin. Entre otras dificultades, la resistencia de las fuerzas polticas, unidas a lo que quedaba de la misma burguesa, impidi ir tan 1 lejos como se hubiera querido. Por otra parte, en ciertos casos ha faltado la presencia de militantes debidamente preparados, sea por su prctica de la organizacin, sea por su capacidad tcnica. Esta comprobacin debera hacer reflexionar a los que resuelven de antemano los problemas que se plantean en tales condiciones con fciles discursos y hojarasca literaria. Ocurri tambin -y conviene insistir sobre este par- ticular- que muchos militantes no haban comprendido a tiempo la necesidad de las federaciones de industria de carcter nacional. Y ciertas empresas, en circunstancias especiales, han sido colectivizadas o se han organizado I segn su propia iniciativa, o imitando defectuosamente lo que se haca en otras partes, fallando en la interpreta- cin de las normas y los mtodos. Asi ocurri especialmente con las Colectividades agra- rias de Catalua. Estas no fueron numerosas (creemos que pueden calcularse alrededor de unas 60), porque --como lo hemos mencionado ya- el pequeo campesino cataln estaba ms inclinado hacia la pequea propiedad individual que hacia Ia comunidad social. Las colectiviza- ciones agrarias de esta regin no pueden, en consecuencia, 1 compararse con las de Levante, de Aragn, o las de la regin del Centro. Sin embargo, se produjeron muchas realizaciones que merecan haber sido registradas, y debidamente estudia- das. Y si no es imposible insertarlas histricamente en 10s organismos de carcter general -locales regionales, na- cionales- no dejan de presentar un inters indiscutible. A menudo, una sola de ellas, aun tomada aisladamente, movjlizara la atencin de los socilogos. Enumeraremos a continuacin algunos ejemplos de carcter industrial, que no harn sino ilustrar la multiplicidad de las iniciativas creadoras que nunca sern estudiadas retrospectivamente como lo merecen. LOS zupoteros de Lrida Pocos das despus de la sublevacin fascista, y bajo el impulso de las esperanzas surgidas con el fulgor de la guerra civil; algunos zapateros libertarios se reunieron para -al mismo tiempo que se preocupaban de la lucha contra las fuerzas fascistas contenidas a 100 kilmetros al Oeste- organizar un nuevo modo de existencia. Aparte de este puado de trabajadores, asistieron a la reunin un pequeo propietario y su hijo, que aceptaron organizarse en forma de colectividad profesional. Poco despues, otros pequeos patronos se adhirieron tambin, y la colectividad se ensanch. Este paso acarre una modificacin profunda en los mtodos de trabajo. Ya no se rrataba de coser el cuero con la lezna y la aguja. Fueron movilizadas algunas m& quinas que muy pronto hubo que emplear en su mxima ~utencia, porque los pedidos aumentaban y las autorida. des militares encargaron borcegufes para sus tropas. Con otros trabajadores que se unieron al ncleo ya existente, se lleg a un total de 50 hombres poseedores de 23 m- quinas. E1 Comit responsable de la direccin se componia de seis trabajadores: tres miembros de la CNT y tres miem- bros de la FA1 que eran renovados regularmente -por las asambleas. La produccjn se intensific. La &dad fue bombardea- da por la aviacin fascista a fines de 1937, pero ya en 1 esa poca, y al mismo tiempo que responda a la demanda local, la Comunidad de Zapateros de Lrida fabricaba 1.500 pares de borcegues por da. El Gobierno cataln aument los pedidos, pues el n- , mero de soldados en el frente de Aragn haba sido au- mentado. Pero lleg el momento en que -pretextando la falta de recursos monetarios- el ministro de la Indus- tria de Catalua, el comunista Comorera, enemigo acrri- mo de la CNT y de los anarquistas, dej de pagar los en- cargos hechos. La Comunidad de los Zapateros de Lrida estaba as, condenada a muerte. Afortunadamente, sus componentes hallaron recursos alimentarios necesarios para hacer vivir a sus familias, precias a los remiendos, al trabaio encargado por los particulares y a la prctica de la h&ticultu&. - Pero lleg un momento en que el ataque fascista arras con todo. Los moinos de Vdercia Entre las repercusiones que produjo el ataque fascista, v las medidas de defensa a que dio lugar, el problema del abastecimiento alimentario cobr - e n pocos meses- una importancia extrema. A decir verdad nadie, al prin- cipio, pareci sospechar lo que iba a ser a realidad. Fran- co ocupaba, con Castilla y el norte de Andaluca, las zonas trigueras, pero las masas parecian no saberlo y tampoco los seores ministros. Y tal era la conviccin de una r- pida victoria contra los facciosos, a los cuales se pre- sentaba como teniendo fuerzas deleznables, que no pare- can necesarias medidas de precaucin para asegurar en breve el alimento de la poblacin. A este respecto, y como tuvimos ocasin de sealado vanas veces, s61o los campesinos, sin duda porque su ritmo de vida les obli- gaba a calcular por perodos anuales, presintieron lo que poda ser la realidad. Con todo, en ciertos casos, los trabajadores especiali- zados en determinados aspectos de la vida econmica su- pieron adelantarse a los gobernantes incapaces de lanzar a tiempo las palabras de orden y las recomendaciones que se imponan. As ocurri con el problema de la harina en Valencia, donde estaba el Gobierno central. Fue preciso que delegados de los trabajadores de la Alimentacin, per- tenecientes a la CNT y a la UGT, se reunieran para hacer frente a la escasez en ciernes -ya que habra sido un factor de desorden, cuyas consecuencias habran hecho el juego a los fascistas-. As fue como el 1." de octubre de 1936 estaba constituido un organismo llamado Moli- nos Socializados, el cual empez a funcionar bajo la di- reccin de un consejo compuesto por trabajadores de am- bas organizaciones sindicales. Normalmente, la capital de Levante reciba y consu- ma 1.000 sacos de harina por da. Pero la situacin se haba complicado a consecuencia de la disminucin de otros alimentos y del aumento de la poblacin. En tales circunstancias, no haba tiempo que perder, razn por la cual los molinos, especialmente los ms modernos, pasa- ron -sin prdida de tiempo- a manos de los trabaja- dores. Pero el trigo disponible fue rpidamente acapa- rado por el ministro de Agricultura (el comunista Uribe) que hubiera debido calcular y prever pero que, por otra parte, se guardaba mwho de establecer un acuerdo con los Molinos Socializados: matar a la revolucin si no se puede dominarla, tal fue siempre -desde Marx- la prctica de los comunistas. La nueva institucin continu su labor, a pesar de todas las dificultades. Su organizacin fue dividida en dos secciones: una de compra, cuyos agentes recorran el cam- po, e incluso hacan incursiones en ciertas zonas ocupa- das por los franquistas, a fin de procurarse trigo; la se- gunda, la de ventas, se encargaba de distribuir la harina en las panaderas de Valencia. Una oficina era encargada de las estadsticas, la contabilidad, los archivos y la co- rrespondencia. Desde el primer momento, el comit organizador pre- sent al Ministerio de Agricultura sus conclusiones fren- te a la gravedad de la situacin: 1." Requisicin de todo el trigo existente en el te- rritorio de la nacin, 2." Distribucin del mismo en las provincias, segn sus necesidades respectivas. 3." Fijacin de un precio que no deba pasar de las 45 pesetas por quintal. 4.O Imoortacn inmediata, por el Estado, de trigo de Rusia-; de la Argentina. El Gobierno dio la callada por respuesta. Le bastaban las proclamas diarias anunciando el aplastamiento inmi- nente del fascismo. Lleg el momento en que faltaron el trigo y la harina. Pero, mientras se pudo fabricar pan en Valencia, la poblacin se lo debi a los Molinos Sociali- zados de la regin levantina. Cmperdtiva chocdat e~ de Torrente En la provincia de Valencia, Torrente es una localidad renombrada por la fabricacin de confitera y, especial- mente, de chocolate. Esta industria estaba en manos de artesanos, que totalizaban 45 pequeas empresas donde se trabajaba en forma generalmente rutinaria y que -se- gn la importancia de sus medios de producci6n- em- pleaban uno o varios asalariados. Pero, motivados por el deseo de modernizar la produc- cin tanto como de suprimir la explotacin del hombre por el hombre, los miembros de la CNT convocaron a una asamblea que tuvo lugar el da l." de septiembre de 1936, es decir, IE menos de un mes y medio de haber empera$o este periodo histrico. Los patronos fueron invitados, lo mismo que los obreros. Y, como tantas otras veces, todos aceptaron asociarse para organizar la produccin y la vida sobre bases inditas. As se decidi, por unanimidad, organizar la Coopera- tiva de los trabojadoies chacolaterolr de Torrerrte. E in- mediatamente empezaron los trabajos para la construc- cin de una fbrica situada cerca de la va frrea, a fin de poder descargar con mayor facilidad las materias pri- mas. v expedir los productos enviados a distintas partes S , A del pas. La nueva unidad se compuso de cinco construcciones de 50 metros de largo por 30 de ancho, respondiendo cada una a diferentes fases de trabajo, almacenamiento, torrefaccin, refrigeracin, etc. En la secci h de fabrica- cin se reunieron rpidamente 40 mquinas que trabaja- ban simultneamente. Unas haban sido tradas por anti- guos patronos; otras, haban sido compradas especial- mente. Jams, hasta entonces, se haba conocido en Espaa una fbrica de chocolate tan bien organizada ni de tan amplias proporciones. Y no slo fue posible procurar a los consumidores, mientras las cirmnstmcias no se vol- vieron adversas a causa de la guerra, artculos tan apre- ciados, sino que -al mismo tiempo-, se mejor la ca- lidad de b producido con el empleo de tecnicas precisas y una mejor dosificacin en la composicin de los ar- tculos. Fue en ese perodo cuando se comenz, por pri- mera vez en la localidad, a fabricar la famosa especialidad turrbn. Como sucedi tan a menudo, los trabajadores que com- ponan la masa del personal dieron prueba de una adhe- sin casi conmovedora a la iniciativa de los militantes ani- madores de esta empresa. As, cuando la fbrica empez a producir, no sabemos quin habl de aumentar los suel- dos hasta entonces pagados por los patronos. Pero hom- bres y mujeres se rehusaron, declarando que deba espe- rarse a que los beneficios ingresaran en la caja de la coo- erat ti va. Esta realizacin, que en el fondo fue ms una comu- nidad de trabajo que una cooperativa, era dirigida por un consejo obrero compuesto por seis trabajadores elegi- dos por la asamblea general de la empresa, y eran corres- ponsables de la buena marcha del trabajo y de la calidad de sus productos. Los grupos agrarios de Tarrasa Centro manufacturero por excelencia, Tarrasa est si- tiado a 30 kilmetros de Barcelona. Desde hace mucho tiempo, la industria principal es la fabricacin de tejidos de lana, con una materia prima suministrada por los re- t baos ovinos de la Mancha, donde entre los cardos alter- nan los molinos de viento que tan mal trataron a Don Quijote, y los pastizales donde no puede alimentarse el ganado mayor. I Tambin aqu, el movimiento proletario es antiguo, y la tradicin sindical est arraigada en el espritu de los 30.000 habitantes -estamos a principios de 1937-, con el recuerdo de luchas violentas, bombas, persecuciones, cierres de locales obreros, detenciones y deportaciones. Todo lo cual explica, en parte, por qu, en e1 momento de producirse la revolucin, los sindicatos obreros de Tarrasa distaban bastante de haber adquirido la capaci- 1 tacin tcnica necesaria para construir una nueva sacie- dad. Esta insuficiencia, y la inevitable coexistencia con los partidos polticos para impedir el triunfo del fascismo, explica por qn --en ciertos casos- los trabajadores, despus de haberse apropiado de los talleres y las fbri- t cas, no haban asumido, en seis meses, su gestin integral. Excepto el ramo de la construccin, las otras indus- l trias estaban an -en su mayora- en la etapa del co- mit de control, o de gestin, es decir, de la absorcin del , patrono cuando se hallaba presente -pero las fbricas a menudo pertenecan a accionistas annimos-, y de la direccin y administracin de la empresa por los trabaja- dores en ella empleados. En trminos actuales, podramos hablar de autogestin, pero no de sindicalizacin, o de s.icializacin integral. Hemos visitado la ms importante de esas fbricas, donde yo haba trabajado de pen veinte aos antes. I Estaba dirigida por un comit tcnico dividido en siete departamentos: seccin tcnica, seccin sindical, seccin de trabajo, seccin administrativa, seccin comercial, sec- cin de propaganda, seccin de seguridad social. Nada in- dicaba la menor relajacin en el trabajo. Alrededor de las mquinas, ante las largas mesas de trabajo -tablas sobre caballetes-, donde muchachas reidoras y conver- sadoras clasificaban la lana, donde trabajadores y traba- jadoras desplegaban su actividad con un ritmo que nos recotd al que habamos conocido. No vimos a los se- l ores de la administracin, ni a nada que nos recordara los capataces carcelarios; los compaeros que nos daban explicaciones, eran -visiblemente- obreros como los 1 dems, sin duda elegidos en las asambleas; y se lea en los rostros la alegra de trabajar sin sentir sobre s el peso de las miradas autoritarias. Si las fuerzas polticas antilibertarias -muy audaces en estos momentos- que estn apoyndose en los parti- 1 dos y la mayora del Gobierno de Barcelona, no oponen obstculos difciles de vencer, el avance hacia las realiza- ciones integrales ser sin duda bastante rpido. Mientras tanto, ocupmonos de una actividad constructiva, que va mucho ms lejos de lo que se ha hecho en las fbricas. Nos referimos a las comunidades agrarias de los alrede- dores de Tarrasa. El Sindicato de los Trabajadores de la Tierra, que les orienta y controla, fue fundado despus del 19 de julio. Hasta entonces, la nica expresin de sindicalismo agra- rio haba sido una seccin campesina que formaba parte 1 del sindicato del local de Oficios Varios. Pero, despus de la derrota infligida a los fascistas y, por consiguiente, , a las derechas reaccionarias y conservadoras, la mayor parte de los propietarios del suelo desaparecieron. Eran unos ricos seores de Barcelona, que haban hecho cons- truir residencias rodeadas de jardines y de csped florido, adonde iban a descansar o desperezarse dos o tres meses al ao; otros eran agricultores medio ciudadanizados, que dejaban en gran parte sus posesiones a los zarzales y a los animales silvestres. Nuestros compaeros lo saban, y los que entre ellos tenfan inclinacin hacia el trabajo del agro, o que com- prendieron su necesidad, pasaron sin perder tiempo a las realizaciones prcticas. Fundaron el sindicato, que se hizo I cargo inmediatamente de esta descuidada fuente de ri- quezas. Y pronto acudieron para colaborar con esta em- presa otros trabajadores industriales, que supieron com- I prender la importancia de estas nuevas posibilidades. Y en el lapso de seis meses, se organizaron 16 granjas colectivas. El terreno era demasiado escabroso para que se creasen grandes zonas de cultivos especializados. Pero, aqu tambin, aparece la tendencia general propia del es- fuerzo constructivo que se advierte en toda Espaa liber- , 1 taria. Las tierras de las granjas y de las propiedades son re- unidas en unidades agrarias. As, seis antiguas propieda- des constituyen una comunidad con un solo comit de direccin a fin de coordinar mejor las actividades gene- rales. Para la direccin del trabajo, el sindicato ha constituido dos secciones: una agraria y otra forestal. La seccin agraria est encargada - c o mo se supone- de todo lo relativo a la agricultura y a la cra de animales. La sec- cin forestal se ocupa de la plantacin, la tala, el descua- je de rboles, as como de la fabricacih de carbn de lea. De acuerdo con los informes que le suministran los co- mits de direccin de granjas, el sindicato registra cui- dadosamente la superficie de las tierras de cada una, l a importancia de los diversos cultivos, los distintos modos de explotacin. Con lo cual est informado del total y de la variedad de hortalizas, cereales, frutas en proceso de maduracin y puede calcular las cosechas futuras. Sus atribuciones se limitan a esta misin, y a la crea- cin de comunidades cuando le es posible obtener tierras nuevas. Las comunidades se autoorganizan; su comit de direccin est compuesto por un delegado para la agricul- tura, un delegado para el ganado, uno para los aperos de labranza, otro para los medios de transporte. Tanto los delegados como 1m obreros que les han nombrado traba- jan desde el amanecer hasta que cae la noche ( jno es ste el momento de restringir esfuerzos! ), de acuerdo con las decisiones tomadas en las reuniones. La explotacin forestal es obra de un centenar de tra- bajadores reunidos en una misma zona y dirigidos por su propio comit tcnico, compuesto por representantes de las distintas secciones. En este caso tambin, los miem- bros de comit trabajan con sus compaeros. Las comunidades agrarias de Tarrasa no se limitan a obtener cuanto pueden de la tierra que han incautado. Tienen mayores ambiciones. All donde pueden, ensan- chan las superficies cultivadas, destruyen los zarzales, los matorrales, las malezas. Para ello, le sacan el mximo provecho a la azada o al tractor. Y en las laderas de las colinas, en las lomas hasta ayer no ms invadidas por los conejos silvestres y las plantas parasitarias, siembran y plantan. Uno de los ejemplos ms tpicos es el de la Comunidad Sol y Vida. Antes, el dueo de esta vasta finca sola em- plear seis trabajadores. La aplicacin del cultivo inten- sivo en vez de la forma de cultivo extensivo, hace que ahora trabajen 40 trabajadores. Pero no slo la mayor parte de las tierras cultivables no era cultivada -sin duda porque no podan competir con los productos venidos de Levante, Aragn y Casti- la- o dejadas en estado inculto. Haba tambin partes de monte bajo, donde las malezas alternaban con un magro arbolado, de rendimiento nulo. En poco tiempo, el tractor y d esfuerzo de los hombres han hecho milagros. Ciento cuarenta hectreas han sido transformadas a travs de cul- tivos diversos. Se ha limpiado el suelo. Trigo, patatas, rboles frutales, verduras, han sido plantados en las hon- donadas y en los barrancos. Con todo, hay que vivir mientras venga la cosecha. La seccin forestal, que vende sus productos sin dificultad (en estos momentos falta en Catalua la hulla asturiana, por lo que la lea y el carbn que esta seccin produce son bienvenidos), ayuda a las comunidades agrarias. Tambin acuden a auxiliarlos los compaeros de la ciudad. Unos van, el domingo, a trabajar gratis la tierra, a hacer re- paraciones en las casas o las dependencias diversas. Otros han renunciado voluntariamente a ganar 90 pesetas se- manales en las fbricas para cobrar 60 pesetas, ayudando a poner en pie esta nueva creacin. Despus de nuestra visita a estas comunidades, hemos ido a registrar uno de los esfuerzos ms notables realiza- dos en esta regin. La mayor parte de los albailes esta- ban desocupados. Y su sindicato, de acuerdo con las re- soluciones de asambleas, se ha puesto de acuerdo con el de los campesinos, enviando 150 hombres para des- brozar el ancho lecho de un antiguo torrente perfecta- mente protegido, para el cultivo de almendros, perales y durazneros. Hemos visto a estos compaeros arrancar races, aserrar ramas, partir con cuas de acero -a fuer- za de mazazos tesoneros- troncos de rboles, mientras otros preparaban los hornos recubiertos de tierra donde iba a hacerse el carbn de lea. Luego, slo quedar en- tregar la tierra conquistada a los labradores. De acuerdo con los estudios hechos expresamente, cier- tas comunidades cran especialmente cerdos y otras -y esto nos parece una innovacin-, vacunos. El trabajo est adaptado a las condiciones climticas y a las propie- dades del suelo. Varios camaradas jvenes han sido en- viados a la Escuela de Agricultura de Arenys de Mar -situada a poca distancia- para aprender las mejoras tcnicas del cultivo. El total de la superficie cultivada por las 16 comu- nidades alcanza 700 hectreas. Extensin que puede ser doblada, si se aprovecha la tierra boscosa que d mejor resultado. Parte de esta tierra es llana, bien situada, y podr suministrar alimentos, que Barcelona necesitar en un porvenir no muy lejano. En un pueblo de tra regin' rnurciam En el pueblo de Lorqui, a 30 kilmetros de Murcia, la revolucin haba penetrado como en tantos otros pue- blos, cuyos datos es imposible de enumerar en este libro. Como en tantos pueblos de los que hemos visto ejem- plos, la revolucin haba reunido al Sindicato local de la CNT y al de la UGT. Ambos estaban compuestos por trabajadores que vivan penosamente y que aspiraban por igual a salir de la situacin miserable en que estaban, y a la cual parecan condenados sus hijos. En este lugar haba existido una fbrica de conser- vas, propiedad del conde de La Cierva -uno de los pol- ticos conservadores ms funestos de la monarqua-, anti- obrcrista militante y el peor caudillo reaccionario que haya habido en la regin murciana. Las luchas obreras llevadas por los trabajadores haban creado tal situacin que La Cierva no quiso tolerarlo, y en 1934, decidi ce- rrar su empresa de conservera, llamada La Arboleda, de modo que la mano de obra por l empleada qued sin trabajo. Esta situacin dur hasta que se produjo la revolucin. Naturalmente, el conde de La Cierva no esper que se le pidiera cuentas. Desapareci, abandonando su fbrica, de la que los trabajadores de la CNT y de la UGT no tuvieron ms que aduearse y ponerla en marcha. Horta- lizas y frutas no faltaban en la regin, aunque faltaba el azcar para las conservas, y hasta la hojalata para los envases metlicos. Estas dificultades fueron vencidas, y se empez a hacer trabajar el establecimiento a pleno ren- dimiento. As es como se calculaba que para febrero de 1938 las cajas de conserva de tomates producidas se acercaran a las 80.000 por ao, las de pulpa de naranja y de merme- ladas de toda clase, a unas 40.000. La produccin de la colectividad fabril era enviada a los mercados nacionales y a ciertos mercados internacionales. Bajo la direccin del comit de control CNT-UGT, un enjambre de compaeros y compaeras se ocupaba de sus tareas especficas, por grupos profesionales bien organizados y tcnicamente bien preparados. La labor estaba hecha con una maquinaria moderna, y el visitante poda admirar el orden que rei- naba por doquier. La mensa cenetista de la &oca seal esta fbrica como ejemplo, dando al respecth numerosos pormenores. Pero muchas otras fbricas donde la capacidad de orga- nizacin y la responsabilidad de los organizadores apare- cieron han funcionado. Centenares, sin duda. La de La Arboleda puede ser tomada como modelo. SEXTA PARTE GOBIERNOS Y PARTIDOS LA COLABORACION POLITICA Aunque el objetivo de este libro sea la descripcin, tan exacta como sea posible, de las realizaciones econo- micosociales de la revolucin libertaria espaola en el pe- rodo 1936-39, el autor cree necesario exponer, aunque sea muy someramente -para facilitar la mejor compren- sin de algunos hechos-, las condiciones politicas dentro de las cuales estas realizaciones han sido llevadas a cabo. Ya se ha entrado en este aspecto en e1 captulo titulado Materiales para una revolucin, pero es necesario agre- gar, especialmente para los lectores al corriente de las ideas y de la doctrina libertarias, precisiones indispen- sables. Hemos insistido repetidas veces en que esta revolucin haba sido uno de los aspectos de la r4plica de la extrema izquierda al ataque fascistas. Esta extrema izquierda, com- puesta en este caso por la CNT y la FAI, haba profe- sado, y siempre profesa, un antigubernamentalismo y un antiestatismo intransigentes. Empero, por primera vez en la historia, vemos a la organizacin libertaria ms pode- rosa del mundo, la organizacin que siempre haba pro- clamado la superioridad de la accin directa y que la haba hecho suya y que -por tanto- habra rechazado como una broma de mal gusto la hiptesis de formar un da parte de un ministerio, enviar al Gobierno a cuatro mi- nistros, que fueron Juan Peir, ministro de Industria; Federica Montseny, ministro de Sanidad; Juan Garca Oliver, ministro de Justicia, y Juan Lpez, ministro del Comercio Exterior. Anteriormente, otros tres ininistros, llamados conseje- ros, haban entrado a formar parte del Gobierno cataln residente en Barcelona, denominado Generalidad. Cuando estas decisiones fueron tomadas, el autor de este libro no se hallaba en Espaa, ya que resida en la Repblica Argentina, y no tuvo la menor parte de res- ponsabilidad en esta extraordinaria metamorfosis. Cuando pudo desembarcar en Gibraltar, y trasladarse luego a M- laga, con varios meses de retraso causado por su situacin ilegal con las autoridades consulares de su pas, los nue- vos ministros ya haban tomado posesin de su cargo. Esta situacin le confiere mayor posibilidad de objetivi- dad para aportar una explicacin que le parece necesaria. Porque la colaboracin ministerial y la participacin hasta entonces indita en los municipios han ejercido una in- fluencia negativa -sobre todo la primera-, o positiva -sobre todo la segunda-, y a menudo decisiva sobre el movimiento libertario y la revolucin. Digamos entonces que l o que movi a la organizacin libertara a entrar en el Gobierno espaol fue la guerra, el ataque franquista y el temor de ver implantarse en Espaa un fascismo cuyas consecuencias catastrficas po- dan preverse con facilidad, y se han verificado despus. En efecto, a pesar de las baladronadas y de los excesos verbales a que se entregaban los gobernantes republica- nos, los oradores, los periodistas, los portavoces de los partidos y tambin -por creerlo necesario para alentar la resistencia- ciertos tribunos libertarios, la duda so- bre la victoria final naci en ciertos espritus antes de que Izs fuerzas franquistas hubiesen llegado al sur de Madrid, al aerdromo de Getafe, y en el Norte, tomado ciertas ciudades o empezado a sitiarlas. Bien es cierto que estaban bloqueadas en la Sierra de Guadarrama, pero la posicin de los antifascistas slo era defensiva, y carecan de los elementos de ataque necesarios para intentar una contra- ofensiva victoriosa. Por otra parte, la ayuda de la Italia fascista y de la Alemania nazi haca surgir numerosos in- terrogantes a todo espritu reflexivo. Era perfectamente Igico que la gran mayora de la poblacin de la Espaa llamada republicana estuviera ante todo dominada por ese temor de la victoria fran- quista, y no comprendiese que las fuerzas politicosociales l organizadas en partidos y sectores revolucionarios anti- fascistas no constituyesen un frente nico que l e pareca de toda necesidad. Indiferente a los problemas de ndole filosfica, deseaba que la CNT y la FA1 -esta ltima mucho menos poderosa- entraran en el Gobierno a fin de asegurar la constitucin de un bloque que asegurara la victoria. Los lderes de la CNT, tras los cuales se hallaban los de la FAI, y que a menudo eran los mismos, empezaron por resistirse a dar este paso. Sin duda alguna, estaban l inspirados por su oposicin tradicional hacia todo guber- namentalismo y, por consiguiente, a los partidos polticos gubernamentales. Pero como, en efecto, ante el peligro cada vez mayor, se impona la ms amplia unificacin, imaginaron una solucin revolucionaria: el Gobierno se retirara y sera reemplazado por un consejo de defensa compuesto por cinco miembros de la CNT, cinco de l la UGT y cuatro miembros de los partidos polticos. Esto habra establecido la supremaca de las organizaciones sin- dicales sobre dichos partidos, matndose dos pjaros de , I un tiro. I Basada en las fuerzas numricas de los distintos secto- res, esta representacin poda parecer justificada. Pero tambin era verdad que si los partidos polticos tenan, comparativamente, poquisimos adherentes, tenan consi- go una corriente de opinin evidenciada por su electo- rado. La CNT y la UGT contaban an, en una Espaa 1 invadida en su mitad por el fascismo, con 1.200.000 adhe- 1 rentes cada una -tal vez el nmero de las filas de la UGT era menor-, pero los adherentes a esta ltima or- ganizacin estaban, en su gran mayora, bajo la influencia socialista, y los cuadros eran socialistas, como libertarios eran los de la CNT. La mayorla de los adherentes no t habra aceptado esta maniobra demasiado visible. Ni la habran aceptado los hombres de Estado, los polticos, los profesionales del Gobierno, republicanos, socialistas y regionalistas -cat al anes o vascos-, cuya influencia perduraba en la mayora de la poblacin regio- nal o nacionalmente consideradas. La iniciativa mencio- I nada estaba condenada al fracaso. Sin embargo, la necesidad de oponer un bloqrre unifi- cado se impona incluso a ciertos libertarios o sindicalistas revolucionarios. Uno de ellos, Horacio Prieto - q u e por entonces era secretario de la CNT y que se hallaba en Madrid- decidi convencer a sus compaeros de la ne- cesidad de dar el paso que le pareca necesario, entrando en un gabinete de unin antifascista. A este efecto, tom contacto con Largo Caballero, quien acababa de ser nom- brado presidente del Consejo porque se le consideraba, en las altas esferas polticas, como el hombre que -por su verbosidad revolucionaria- poda incitar mqor a las masas a la lucha. Y Largo Caballero, viejo profesional del poder y de la politiquera l que para mantener su popu- laridad en las masas haba tomado actitudes de izquier- dismo intransigente en el Partido Socialista antes del ata- que franquista, pens que los ministros cenetistas haran bloque con l contra sus adversarios del momento, que eran especialmente los comunistas, cuya influencia creca rpidamente, al haber empezado Rusia a enviar armas.. . contra su pago anticipado en oro del Banco de Espaa. Los dos hombres se pusieron de acuerdo. La CNT de- cidi integrar el Gobierno y ocupar los cargos (dos sindi- calistas revolucionarios y dos militantes fastas). Por otra parte, dos anarquistas y un sindicalista cenetista haban entrado en el Gobierno regional de Catalua. Pudese atribuir a este abandono de los principios ra- zones subjetivas, de carcter discutible. Pero con todo, quien analiza los hechos con el deseo sincero de com- prender y explicarse lo que realmente ocurri, debe reco- nocer que la situacin era sumamente compleja. El nico modo de escapar al dilema de la colaboracin guberna- mental o debilitamiento de la resistencia al franquismo habra sido la organizacin autnoma de la lucha, llevada solidariamente con el ejrcito republicano oficial merced a una fuerza propia aplicando el mtodo de una ampl- sima guerrilla. Pero, digmoslo sin reparo, faltaron las ' Largo Caballero, que haba sido consejero del general Primo de Rivera durante su dictadura y ministro de Trabajo durante el primer perodo de la Repblica, siempre se caracteriz por su odio a la CNT y por las persecuciones con que pudo perjudicarla. Su acercamiento posterior a nosotros respondi a intereses circuns- tanciales. cualidades de organizacin, la envergadura y la prepara- cin necesarias. Ya desde 1931, en el libro Problemas eco~micos de la Retrdwin espadn, el autor de estas lneas haba dedicado un captulo referente a la lucha armada previsible donde, sin querer dar lecciones de es- trategia ni de tctica militar -pues nunca haba sido soldado- recordaba la forma de combate donde se distin- guieron tantos caudillos, como El Empecinado, durante la guerra antinapolenica en la que los ms grandes gene- rales (Massena y otros nios mimados de la victoria*, como les llamaba el emperador) fueron batidos por cam- pesinos armados de hoces y cuchillos. Pona en guardia a los compaeros contra el error que implicara dejarse 1 imponer los mtodos de los ejrcitos modernos en lugar de recurrir a las tcticas de la guerra revolucionaria, na- cida mucho antes que Mao Tse-tung hubiese intentado definirla a su manera. I Los que se improvisaron jefes y comandantes de tropa no tenan criterio formado sobre estos problemas y care- cieron de iniciativas. Se dej al adversario tiempo para aumentar su armamento, la posibilidad de buscar el te- rreno y el momento ms favorable para atacar. El genio tctico de un Makhno, que oblig al general Denikin en Ucrania a interrumpir su marcha sobre Mosc, falt por completo. Y, desgraciadamente, los hombres destacados por nues- tro movimiento no pudieron estar a mayor altura en el terreno poltico que en el terreno militar. Siendo cuatro ministros contra 12, su influencia fue nula. La nica obra seria que se hizo durante la guerra civil fue, precisamente, la de la revolucin, al margen del poder. Las colectivizaciones industriales, las sindicaliza- ciones de la industria y de los servicios pblicos, la socia- l lizacin agraria, todo lo que ha permitido resistir durante cerca de tres aos, sin lo cual Franco habra triunfado en algunas semanas, ha sido obra de los libertarios, que han creado y organizado, sin ocuparse de los ministros y de los ministerios. Desde el punto de vista de la conducta I de la guerra -de la resistencia a Franco- nuestros mi- 1 nistros no pudieron lograr nada til. Y a veces, engaados por las falsas noticias oficiales, se hacan eco de la impu- tacin a nuestros combatientes de derrotas que el aban- dono deliberado en que se haba dejado ciertas partes de los frentes haban hecho inevitable, como fue el caso de la cada de Mlaga. No pudieron impedir el sabotaje del frente de Aragn, al que el Gobierno de Madrid dej sin artillera, sin aviacin, sin defensa antiarea. Durante el primer ao de la guerra era posible deshacer el frente fascista; las fuerzas militares enemigas se componan de algunos millares de hombres con camionetas que acudan all donde surga un peligro. Con 50.000 milicianos de- bidamente pertrechados habramos podido conquistar Za- ragoza. Y tal haba sido la intencin de Durruti. Pero fue imposible por la ausencia de obuses y balas, l o que impidi hacer aflojar el asedio de Madrid. Las armas disponibles, siempre pagadas por adelantado con el oro del Banco de Espaa, eran enviadas al frente del Centro -invulnerable, si tenemos en cuenta las posiciones estra- tgicas ocupadas por los fascistas-, pero donde los ge- nerales rusos hacan la ley y donde mandaban casi nica- mente los comunistas. La misma situacin se produjo en el frente andaluz y extremeo, donde las ofensivas tenan lugar en tales condiciones que estaban condenadas al fra- caso. A menudo, nuestras fuerzas enviadas al ataque se encontraban con fuerzas enemigas infinitamente ms numerosas que las obligaban a abrirse paso a bayoneta calada para evitar el aniquilamiento, pero dejando as in- numerable cantidad de compaeros cados. Era como si los generales fascistas y estalinistas se hubieran puesto de acuerdo para desencadenar tales matanzas. Hay que reco- nocer que Stalin era capaz de eso y mucho ms; muchos relatos de la guerra permiten manejar esta hiptesis. Re- cordemos tambin el pacto firmado con Hitler. Otro aspecto del sabotaje que contribuy a la derrota fue la negativa del Gobierno de Valencia a prestar ayuda financiera a Barcelona para comprar armas, o material para su fabricacin. Este hecho, del que fuimos nforma- dos tan pronto llegamos a Barcelona, nos hizo dudar de la victoria final que no poda asegurarse con manifesta- ciones callejeras donde los participantes desfilaban levan- tando el puo en alto y gritando: << NO pasarn! Contra tales maniobras y muchas ms, nuestros minis- tros nada pudieron. Sus protestas caan en el vaco y comprometidos por la solidaridad ministerial antifascista sabiamente explotada, evitaron dar el espectculo de nuestras disensiones~. Hombres como el estalinista Jess Hernndez, que por orden de Mosc derribaron el minis- terio de Largo Caballero, han denunciado un poco tarde en qu forma la poltica del Gobierno era, por mayora, dirigida segn las rdenes de la Komintern, y puede ase- gurarse que estos maestros de la intriga no hacan el menor caso de los desacuerdos y de las protestas expre- sadas por nuestros ministros. Esta incursin en el mundo gubernamental ofrece un balance absolutamente negativo. LIBERTARIOS Y REPUBLICANOS Histricamente, el contacto entre libertarios y repu- blicanos aparece inicialmente durante su lucha comn con- tra la monarqua, pero existen tambin otras explicacio- nes. Desde la segunda mitad del siglo xur ciertas corrien- tes republicanas manifestaron una simpata real, y a me- nudo activa, hacia los obreros y de la lucha comn contra la Monarqua nacieron ciertas afinidades de pensa- miento y mutua comprensin. Ya hemos dicho que Pi y Margall, lder, pensador y terico del republicanismo federalista, introdujo en Espaa las obras de Proudhon. Y que, gracias a sus traducciones, en Espaa fue cono- cido el anarquismo. Por otra parte, el republicano cen- tralista Joaqun Costa escribi, entre otros libros, el que, con el ttulo de El cdectivismo agrario en Espaa, mos- traba sistemticamente los ejemplos de apoyo mutuo practicados en el pas. Este libro habra podido ser fir- mado por Kropotkin. Sigue siendo muy apreciado por los anarquistas, y ahora ayuda a comprender por qu la revo- lucin libertaria fue posible en el campo. Cuando en el ao 1872 fue disuelta la seccin espa- ola de la Primera Internacional, el gran jurista republi- cano Nicols Salmern defendi con elocuencia en el Par- lamento la existencia de esta organizacin obrera revo- lucionaria. Pero es especialmente en los contactos locales de nu- merosas ciudades de provincia y de numerosos pueblos donde se manifestaron la estimacin y el apoyo de los republicanos hacia los trabajadores libertarios. En los perodos de depresin que ponan fuera de la ley a la CNT y cerraba sus locales, los centros republicanos fede- ralista~ estaban siempre a nuestra disposicin, y en ellos nos reunamos y refugibamos libremente, siempre acogi- dos con el mismo espritu de hospitalidad. En 1923, el autor de este libro, que se hallaba en Bilbao, pudo dar conferencias sobre temas libertarios en el Crculo Republicano Federalista, a los militantes de la CNT, y no ha olvidado a los hombres que trataban con tanta cordialidad al chico francs* con el cual tanto les agradaba conversar. Cuando, dos aos antes, haba pasado clandestinamente la frontera para ir , a Rusia en calidad de delegado de la CNT, haba observado la misma hospitalidad dada a nuestros compaeros. Y conserva el recuerdo de hom- bres de mirada luminosa que a veces asociaba a la luz espiritual de un Bulgakoff o de otros tolstoianos que tuvo ocasin de conocer en Mosc. Es preciso, por lo dems, mencionar que la cuarta parte de los adherentes de la CNT eran republicanos, pues habiendo de escoger entre esta organizacin -esencial- mente libertaria-, y la UGT -de carcter socialista estatal-, preferan la nuestra. El marxismo de que se reclamaban los lderes de la UGT les apareca como una amenaza para el porvenir de la humanidad: el peligro de una nueva Edad Media*, me deca uno de ellos. Es, por tanto, explicable que ciertos abogados - e s pe - cialmente republicanos federalistas- hayan estado siem- pre a nuestra disposicin, entre ellos Francisco Layred, asesinado en el ao 1921 por pistoleros de la patronal; Eduardo Barriobero, jurista, escritor de talento y traduc- tor de Rabelais, que luch como un len tantas veces ante los tribunales para salvar a compaeros nuestros. Como lo hemos dicho anteriormente, la Segunda Rep- blica no contaba sino cinco aos cuando empez nuestra revolucin. En tan corto tiempo, slo los polticos pro- fesionales del partido de Alejandro Lerroux -derechista y conservador- haban tenido tiempo de llegar a cierto grado de corrupcin. Muchas fuerzas de base eran an sanas, y para los hombres que la componan el republi- canismo no era ajeno a la cuestin social. Por esta razn, cuando aparecieron las colectividades agrarias, un nmero apreciable de republicanos aceptaron desempear en ellas cargos administrativos, que su formacin tcnica y su instruccin superior a la de los campesinos -muchos pro- venan de la clase media- les permitan cumplir. Los contactos locales hicieron que las ideas libertarias fueran vistas con simpata por numerosos republicanos. La pureza, la elevada moral de nuestros compaeros, sus- citaban tambin, y en grado muchas veces elevado, el aprecio que se les manifestaba. A principios de 1937, en un mitin importante que di- mos en Castelln de la Plana, la mitad de los auditores que aplaudan eran republicanos que haban permanecido fieles a su ideal, y daban a la triloga Libertad, Igualdad, Fraternidad, amplia acepcin. Lo cual explica tambin por qu las reformas sociales que hemos descrito al tratar de esta ciudad pudieran ser realizadas sin mayores con- tratiempos. LA CONTRARREVOLUCION INTERNA Una resea completa del comportamiento de las auto- ridades gubernamentales para con la obra multiforme de socializacin emprendida y realizada por los libertarios espaoles en el perodo 1936-39, hara aparecer actitudes contradictorias que podran ser comentadas en formas di- versas. Que el Ministerio de Industria -que en los pri- meros tiempos estuvo en manos del militante cenetista l Juan Peir, fusilado por los franquistas por haber rehusa- , do pasar a sus servicios- haya, en ciertos casos, subven- cionado a determinadas empresas como fue el caso del SICEP en Elda, es indiscutible. Pero, en conjunto, este apoyo tuvo por objeto no tanto ayudar a la socializacin como salvar la situacin poltica del momento sosteniendo la produccin de guerra. Lo cual no impidi a los esta- linista~ - c ua ndo llegaron a imponerse en el seno del Gobierno- sabotear hasta la produccin necesaria para la lucha contra los ejrcitos franquistas. Las autoridades gubernamentales, as como los miem- bros del Partido Comunista, guiados por los agentes de Mosc, han llevado -en forma simultnea- una guerra 1 implacable contra las realizacio~ies sociales que hemos des- crito (y tambin contra aquellas que nos falt espacio , para describir). Nos parece necesario resumir los hechos ms sobresalientes que han llegado a nuestro conoci- miento. Hechos que -en ciertos casos- han alcanzado un grado insospechado de violencia. Los primeros aconteci- r I mientos de tal ndole se produjeron en Levante cuando I los artesanos colectivistas se opusieron a las fuerzas gu- bernamentales. Hemos visto que el Gobierno de Madrid haba huido ante el avance fascista y que se haba insta- lado en Valencia, donde estaba a salvo de ataques FE- grosos. En esa poca, las fuerzas de la CNT dominaban toda la regin, aunque el aparato estatal, desorganizado y sin iniciativa, hubiera quedado en manos de los repu- blicanos. En e1 campo, los revolucionarios libertarios aseguraban el orden y construan una sociedad nueva. Exista, pues, una dualidad que se intensific tan pronto se hubieron instalado las autoridades centrales. Estas, incapaces de or- ganizar la lucha en el frente fascista, quisieron compensar su nulidad emprendiendo el combate en la retaguardia. Las colectividades se multiplicaban con rapidez inquie- tante. Si ganbamos la guerra -y los portavoces oficiales lo prometan diariamente-, el rgimen que nacera de esta crisis podra muy bien no ser el que exista en el momento del ataque fascista. Y, por una vez previsores, nuestros intrpidos gobernantes lanzaron la ofensiva con- tra los campesinos valencianos. Varios ataques fueron planeados. La ofensiva fue en- comendada a los carabineros y los guardias de asalto, sin duda debidamente seleccionados. Era en marzo de 1937. El ataque parti de dos centros (Murcia y Alicante), m- yas tropas remontaron hasta el Norte. Sus fuerzas com- prendan una seccin de artillera con numerosas ametra- lladoras y carros de asalto, sin duda rusos, ya que no heba otros en poder del ejrcito republicano. Se con- taron 18 de estos carros en la regin de Ganda y 13 en la regin de Alfara del Patriarca l . Nuestros compaeros campesinos, que estaban preveni- dos, estaban decididos a resistir. No tenan carros de asalto, pero utilizaban fusiles, pistolas y dos caones antitanque, sin duda proporcionados por la Columna de Hierro, en el frente de Teruel. El plan de las fuerzas gubernamentales pareca consistir en converger sobre Cu- llera y Alfara, puntos estratgicos para operaciones ulte- ' Los comunistas tenan entonces unidades de combate espe- cialmente organizadas, sin duda bajo la direccin tcnica enviada desde Mosc. riores. Pero casi toda la regin se haba sublevado. Segn lo convenido, se toc las campanas a rebato y los com- paeros de los pueblos importantes de la regin acudieron I a auxiliar a las poblaciones atacadas. Hubo amplia utili- zacin de las granadas de mano; dos batallones de la Columna de Hierro y dos de la Columna Confederal bajaron del frente de Teruel hasta Segorbe. Las federa- ciones comarcales de Jtiva, Carcagente, Gandia y Sueca 1 reunieron sus fuerzas y establecieron el frente de Ganda, mientras las de Catarroja, Liria, Moncada, Paterna y Bu- rriana establecan el de Villanesa. En Cullen y en los alrededores, la lucha dur cuatro das, al cabo de los cuales, y ante la imposibilidad de 1 avanzar, las tropas oficiales cambiaron de itinerario, y se dirigieron hacia Silla. Por fin, la intervencin de los lde- res de la CNT permiti interrumpir la lucha. Hubo devo- lucin de prisioneros y de armas. Pero, a pesar de ello, cierto nmero de los nuestros -especialmente miembros de las juventudes libertarias- fueron retenidos, siendo I liberados ms tarde. Se contaron muertos y heridos, pero las colectividades no fueron destruidas; por el contrario, su nmero aument con ritmo acelerado. Todo lleva a suponer que la operacin haba sido mon- tada por el ministro de Guerra, el socialista de derecha Indalecio Prieto, de acuerdo con los comunistas, a los cuales odiaba, pero con los que se reconciliaba cuando se trataba de luchar contra los libertarios. Tambin en Catalua las fuerzas militares de la reta- , guardia haban sido organizadas con mayor rapidez que las fuerzas que languidecan -poco menos que desarma- das- en el frente de Aragn. Y cuando el presidente de la Generalidad, Companys, crey llegado el momento, aprob, tcita e implcitamente de acuerdo con los otros partidos, la provocacin que dio lugar a lo que se llam las jornadas de mayo de 1937, cuyo resultado fue la 1 eliminacin de los militantes libertarios que ocupaban cargos ministeriales y de los que estaban en la adminis- tracin, conjuntamente con la toma de los mandos ms importantes por los estalinistas tanto en los cuerpos de polica como en los cargos administrativos; todo reali- zado con pasmosa velocidad2. A partir de ese momento I empezaron las persecuciones contra nuestras fuerzas, y perdimos en todos los terrenos, menos en el de la pro- duccin, porque los comunistas no tenan gente capaz de asumir responsabilidades productoras. Pero s saban sabotear. Uno de los ejemplos ms sig- nificativos de su empeo destructor fue su lucha obsti- nada contra la colectivizacin de los medios de transporte , urbano de Barcelona. Ya hemos visto que el Gobierno central se haba limi- tado a pedir al sindicato de los tranviarios que el 3 por 1 100 de los ingresos fuera entregado, en concepto de im- l puestos, al ministro de Hacienda; y que el ministro de Hacienda de Catalua, sin duda para demostrar su buena 1 voluntad hacia los trabajadores, exiga catarce impuestos diferentes. Pero uno y otro evitaban perjudicar realmente a la organizacin socializada porque no podan sustituirla par nada que valiera, y paralizar los medios de transporte en una ciudad como Barcelona causara desrdenes que , haran el juego al fascismo. Pero los comunistas no tenan , tantos escrpulos; sin duda recibieron orden de Stalin de sabotear por todos los medios una organizacin revo- lucionaria que no podan dominar. Y la orden fue obede- cida con el celo habitual. Empezaron por crear dificultades en el comit de ges- tin del que, lgicamente, no habran debido formar parte nunca, ya que representaban una minora nfima en los tranviarios; pero, a pesar de su escaso nmero, apro- vechaban la situacin para crear disensiones y frenar el entusiasmo gracias a maniobras maquiavlicas. Observemos que en los combates provocados por Cornpanys, i con el pretexto de desalojar a los trabajadores de la CNT de la Central Telefnica -combates donde atacaron las fuerzas de po- lica especialmente organizadas y que se extendieron por toda Bar- celona- las fuerzas de la CNT y de la FA1 fueron, en cuatro das, dueas de casi toda la ciudad; un dia ms de combate y lo dominaban todo. Pero los ministros Montseny y Garca Oliver pi- dieron con insistencia la cesacin de los combates. Nuestros com- paeros creyeron en las promesas de un arreglo y consintieron en dejarse desarmar. Despus, muchos de ellos fueron eliminados y otros perseguidos. A partir de ese momento, los comunistas im- pusieron su ley. Entonces se multiplicaron los procedimientos. As, ha- ban logrado ser mayora en un taller donde 24 me- cnicos fabricaban piezas de recambio (cojinetes) sin las cuales los tranvas llegaran a estar inmovilizados. No es que se negasen a trabajar, al contrario, prometan for- malmente suministrar lo que era de su incumbencia; pero, un mes despus de la fecha aceptada, los cojinetes no estaban an terminados; a los dos meses tampoco. O, cuando estaban terminados, no correspondan a las medidas indicadas. Ya haba tranvas parados en las co- cheras, y fue para defenderse de este sabotaje que el sin- dicato adquiri el horno elctrico ultramoderno que he- mos mencionado en el captulo correspondiente. Otra maniobra consisti en fomentar desrdenes, pro- voczndo hostilidades entre diversas ramas de los medios de transporte. Los comunistas haban logrado ser ma- yora en dos grandes ex compaas de mnibus urbanos. Los trabajadores de los tranvas pagaban el importe de su viaje cuando utilizaban estos automotores, pero los empleados del otro sector no pagaban el importe de su viaje cuando tomaban el tranva. Se produjeron inciden- tes, y la situacin empeoraba, que era l o que se buscaba. Fue preciso poner trmino a esta situacin amenazando con emplear la accin directa contra los que dirigan es- tas maniobras. Siempre en Catalua, los procedimientos de sabotaje fueron cada vez ms perfeccionados, adaptndose a la evolucin de la situacin. Tres factores nuevos se pusie- ron en juego: a) El creciente deseo de la poblacin de dar a la lucha contra el fascismo una importancia primordial, lo que nuestros compaeros no ponan en duda, pero el retorno de los tranvas a la gestin capitalista no poda aumentar las posibilidades de victoria, sino todo lo contrario. b) La entrada de los comunistas en el ministerio de Guerra e Industria despus de las jornadas de mayo. c) El derecho concedido a este ministerio de re- quisar por medio de sus agentes hbilmente distribui- dos los elementos tcnicos que pudieran servir a la fabricacin de armamentos. Estos agentes, actuando como representantes del co- rrespondiente ministerio, empezaron por exigir la entrega de los productos qumicos empleados para la soldadura de los rieles con el pretexto de utilizarlos para la fabricacin de explosivos. Nuestros compaeros se inclinaron, no que- riendo que se les acusara de perjudicar la lucha contra el fascismo, pero enviaron tcnicos a Francia, que compra- ron aparatos de electrodos -que tambin hemos mencio- nado ya- y se evit as las dificultades que nuestros enemigos internos haban querido crear. (En cuanto a los productos qumicos requisados, se pudrieron en algn depsito adonde los estalinistas los haban colocado.) Algunas semanas ms tarde, varios oficiales, induda- blemente guiados por los mismos directores moscovitas, se presentaron con una orden del ministro de Guerra de Valencia -entonces Indalecio Prieto-. Esta orden exiga la entrega de las mejores mquinas, entre las cuales estaba el torno norteamericano ms nuevo, y a pesar de que se poda comprar no slo un ejemplar, sino varios, ya sea en Francia, Blgica u otra parte. Ametralladora en mano, nuestros compaeros se opusieron a esta confis- cacin y como el pretexto esgrimido era el esfuerzo de guerra que nuestros compaeros mantenan desde haca El papel de Indalecio Prieto durante este perodo sugiere muchos interrogantes. Enemigo personal de Largo Caballero, en el seno del Partido Socialista, repetidas veces puso trabas a las me- didas decididas por su compaero. Por otra parte, ya hemos men- cionado que no vacil en aliarse con los comunistas contra las realizaciones libertarias. Pero hay un aspecto desconocido de su comportamiento. Como ministro de Marina y Aviacin, tena en la embajada espaola en Pars un agente suyo encargado de la cumpra de armas. Numerosos traficantes, e incluso hombres que tenan relaciones adecuadas, se presentaron en reiteradas ocasio- nes para ofrecer armas que a veces eran del ltimo modelo, y en cantidades apreciables. Y el agente de Prieto las rechazaba siempre con el pretexto de que ya tenan elementos de combate ms re- cientes. Sistemticamente, toda oferta era rechazada. En general, los ministros responsables de la Repblica han hecho tanto para que se perdiese la guara coma el mismo Franco. El autor de este libro, que algo se ocup de este problema, podra narrar hechos asombrosos - q u e otros han conocidc+, como el rechazo de arti- llera mandada de Checoslovaquia y llegada a Suiza y que fue de- vuelta bajo pretextos balades, cuando en el frente de Aragn no haba un solo can para defenderse. l mucho tiempo, stos se ofrecieron para trabajar ms -siempre gratis- para satisfacer las necesidades invo- cadas. Se tena ya la ventaja de que los talleres estaban ins- talados, mientras que si hubiese sido necesario instalarlos en otra parte, exista el riesgo de que la instalacin hiciera perder mucho tiempo. Pero su propuesta fue rechazada. Se exiga y se requera las mquinas. Con espritu de conciliacin, los responsables del sin- dicato propusieron intercambiar las dos fresadoras lti- mo modelo - q u e se prestaban a aplicaciones mltiples, y que tambin los tcnicos del Ministerio de Guerra po- dan comprar en el extranjero- contra otras fresadoras 1 de modelo menos reciente. La proposicin fue aceptada, y permiti hacer un descubrimiento inesperado. Un tcnico delegado por nuestros compaeros para ir a escoger esas dos mquinas las hall en un depsito clan- destino adonde se le condujo, en el barrio de Sarri. Pero 1 tambin hall, estupefacto, ochenta fresadoras, unas CM- renfa rectificadoras y un centenar de tomos. 1 Por qu estaban almacenadas en ese lugar mquinas que faltaban absolutamente para la fabricacin de arma- mentos en otras fbricas? Podemos suponer que los co- munistas esperaban -para sacarlas de su escondite- haberse adueado del poder en el plano nacional, o por lo menos en toda Catalua. Y que eran capaces de pre- ferir el triunfo del fascismo al de otros revolucionarios que no aceptaban su dictadura. Por su parte, los franquis- tas al triunfar, no tuvieron ms que utilizarlas. El partido de Mosc hizo ms an. En el campo ara- I gons donde los pueblos son mucho ms esparcidos -comparados con los levantinos- y mucho menos po- blados y organizados para la lucha, lejos del frente, logra- ron destruir casi ntegramente las colectividades. Resu- mamos el proceso seguido. En junio de 1937, despus de las jornadas decisivas de mayo en Barcelona, y del desalojo de nuestros minis- tros del Gobierno central de Valencia, el comunista Uribe -nuevo ministro de Agricultura- public un decreto que legalizaba las Colectividades en todo el territorio de Espaa, independientemente de las circunstancias (es de- cir, de la expropiacin ilegal) en las cuales se haba producido. Para quien recordaba la campaa virulenta e implacable que ese hombre haba hecho, en nombre de la legalidad republicana, de la lucha antifascista, etc., contra esas creaciones sociales de los campesinos revolucionarios, este brusco cambio era asombroso. Durante meses haba pronunciado discursos por la radio gubernamental pi- diendo a los campesinos no entrar en las Colectividades, incitando a los pequeos propietarios a combatirlas por todos los medios; y siempre hablando en calidad de mi- nistro, de modo que los conservadores y reaccionarios que an haba en el campo se sentan sostenidos oficial- mente, mientras que los indecisos concluan que si las autoridades se pronunciaban contra la expropiacin y la socializacin, stas seran anuladas despus de la victoria sobre el franquismo. Ms vala no dar un paso conde- nado de antemano. No satisfecho con su campaa, Uribe haba organizado la Federacin Campesina de Levante, en la cual se alis- taron todos los defensores militantes de la propiedad privada del suelo, donde comunistas y fascistas se codea- ban sin hostilidad. El frente nico antirrevolucicmario estaba regionalmente constituido. La gimnasia tctica y dialctica ha permitido siempre a los comunistas acudir a los procedimientos ms asombrosas que pueda imaginarse. Otra actividad que revisti una forma aparentemente favorable fue la constitucin de brigadas de jvenes co- munistas que fueron enviados, en Catalua y en Levante, para ayudar a los campesinos a recoger las cosechas. La prensa comunista publicaba columnas enteras de re- seas, comunicados, cliss, que glorificaban esta colabo- racin de las brigadas de choque* agrarias en plena actividad. Quienes conocan las tcticas tradicionales de estos enernigos implacables de las colectivizaciones y las de todo revolucionaiio reacio a su tutela, no podan abrigar la menor ilusin en cuanto al fin perseguido por los estali- nista~: infiltrarse en las organizaciones agrarias para -despus de haberlas denunciado- apropiarse de sus posibilidades inmensas o destruirlas desde dentro. 1 Pero en ese mismo mes de junio, los prolegmenos del ataque aparecan en Aragbn, en una escala y con un m- todo hasta entonces desconocidos; la imaginacin de los discpulos de Marx fue siempre de una fecundidad sin igual en su lucha contra los enemigos de su dictadura. Se acercaba el momento de la cosecha. En las carrete- I ras, los carabineros, mandados a menudo por hombres del Partido Comunista -afiliados o no afiliados, y que ha- ban ocupado los puestos de mandos en las escuelas im- provisadas de oficiales para el ejrcito-, empezaron a detener, armas en mano, a los camiones cargados de vve- res que iban de una a otra provincia y a llevarlos a sus cuarteles. Un poco ms tarde, los mismos carabineros recorran las colectividades, y en nombre del Estado Ma- yor establecido en Barbastro -provincia de Huesca- y de la prioridad de las necesidades de guerra, exigan fuer- tes cantidades de trigo. Volvamos a aclarar que las colectividades no podan I ser acusadas de egosmo, especialmente en el frente, ya I que sin ellas ste se habra derrumbado rpidamente. LO hemos probado de manera amplia. Estaban esperando la cosecha para procurarse, por medio del intercambio, pro- ductos de los que tenan una necesidad apremiante. En- tregar cantidades importantes de trigo antes de la cose- cha y sin compensacin, equivala a que en ciertas co- marcas, como la de Binfar, que lo haban dado todo -cereales, patatas, aceite, carne- se provocase en cierta parte de la poblacin un descontento cuyas repercusiones podan ser peligrosas. Tal era, en el fondo, el objetivo perseguido. Es conveniente subrayar que nada se peda a los pequeos propietarios. Y los mismos procedimientos I se aplicaron en la regin levantina 5. Esta exigencia fue pronto seguida por otra. Siempre Coincidencia o no, aplicbase en este caso la poltica impuesta por los bolcheviques, a travs de la brigada especial de la Cheka (nombre entonces dado a la polica de! Estado, en los aos 1918-21), la que tuviera por resultados provocar el hambre en las ciudades. En esta regin, los comunistas crearon una organizacin de exportacin de productos agrarios - e l CLUEA- para torpedear al FERECALE, creado anteriormente por la Federacin de Colec- tividades de Levante. por orden del Estado Mayor de Barbastro - cubi er t o por el ministro Prieto, que despus de la crisis de mayo haba pasado del Ministerio de Marina y Aviacin al de Gue- rra-, se empez por requisar mmu militari todos los camiones, entonces indispensables para el transporte de los productos cosechados, particularmente el trigo. Hemos visto que casi siempre las colectividades se haban procurado camiones gracias al intercambio de sus productos agrcolas, a menudo privndose de ciertos ali- mentos. Los camiones eran una de las adquisiciones de las que ms orgullosos se mostraban. Pero todo fue re- quisado, brutalmente, con el pretexto de la guerra. Al mismo tiempo, y siempre en Aragn, se moviliza- ban los reclutas con el pretexto de una prxima ofensiva. Al principio de la cosecha, unos 50 muchachos de Esplus fueron reclutados. iY Esplus haba dado ya tantos volun- tarios! Casi todos los otros pueblos fueron privados de sus jvenes, pero las mismas categoras de reclutas, que nada hacan en Catalua, no eran llamadas. Lo fueron ms tarde. Mientras tanto, la cosecha fue hecha en psi- mas condiciones. En Aragn, el Estado Mayor se alojaba en esos mo- mentos en pueblos cuidadosamente elegidos por sus po- siciones estratgicas. De acuerdo con lo que se preparaba, fuerzas militares quedaban lejos del frente. Estas fuerzas venan de regiones no aragonesas; vivan despreocupadas, comiendo, callejeando, aburrindose o jugando a la pelota vasca. Iban a ser utilizadas en tiempo juzgado oportuno. Mientras tanto, los campesinos que haban hecho el mi- lagro de labrar y sembrar mucho ms que antes, vean el trigo desgranarse en los campos por falta de ayuda necesaria. Simultneamente, la prensa comunista prosegua su campaa. Practicando un juego doble, el Partido Comu- nista poda probar a unos que apoyaba las colectividades, con el decreto del ministro Uribe y el envo de brigadas de jvenes a los campos de Catalua y Valencia -no de Aragn- mientras, de hecho, destrua -para anular a una revolucin que no poda controlar- recursos eco- nmicos necesarios para la victoria. Y a fines de julio tuvo lugar el ataque directo sobre las colectividades, merced a una brigada mvil a las rde- nes del comandante comunista Lster. (Estas tropas, a raz del ataque de Belchite, en el mes siguiente, iban a huir con tanta prisa ante las tropas fascistas que slo se detuvieron a 50 kilmetros del frente) 6. Resultado final de esta ofensiva: el 30 por 100 de las colectividades completamente destruidas. En Alcolea de Cinca, el concejo municipal, que estaba al frente de la comunidad, fue detenido; los huspedes de la Casa de los Ancianos fueron expulsados. Hubo detenciones en Mas de las Matas, en Monzn, en Barbastro, en muchas otras partes. En muchas partes tambin, los almacenes municipales y las cooperativas fueron saqueados, los mue- bles destrozados. El gobernador de Aragn, nombrado por el Gobierno de Valencia despus de la disolucin del Consejo de Aragn -acto que pareci ser la seal del ataque general-, quiso frenar tantos desmanes. Le man- daron al diablo. Y en el Pleno Nacional de los Campesinos, reunido en Valencia el 22 de octubre, la delegacin del Comit regional de Aragn present un informe del que extrac- tamos los siguientes datos: * Para justificar su gloriosa hazaa, Lster invoc el hecho que las colectividades no le haban opuesto resistencia. Digamos, en primer lugar, que esto no prueba nada contra las colectividades mismas. En segundo lugar, y sobre todo, no pudieron defenderse por varias razones, psicolgicas, ante todo. Los comunistas empe- zaron, desde la poca de Lenin en Rusia, a aplicar el procedi- miento de la ofensiva violenta y brutal contra los otros revolucio- narios, y pudierpn aplicarla con xito porque en perodo de lucha contra un enemigo comon, los que atacan al hermano de combate se benefician de la sorpresa, de la vacilacin, del asco, del des- concierto que tal ataque produce; los aliados de la vspera no pueden -bruscamente- transformarse en enemigos mortales, que- dan paralizados por la sorpresa y vacilan en entablar una lucha que ser ventajosa para el enemigo comn. Por otra parte, en Aragn la situacin no era como la de Le- vante, donde los pueblos casi se tocaban, la poblacin era densa, las armas ms numerosas. En Aragn, los pueblos estaban ms dispersos, la densidad era escasa. Fue fcil emplear la tctica que aplicaron las huestes de Muscolini para aduearse de buena patte de Italia: el ataque brusco, concertado, con hombres armados que se concentraban de improviso desde diversos puntos en un lugar inesperado. Ms de 600 organizadores de colectividades estn encarcelados. El Gobierno nombr delegaciones que se aduearon de los depsitos de vveres y distribuyeron su contenido a la buena de Dios; las tierras, los ani- males de tiro, el ganado y los aperos de labranza fue- ron devueltos a las familias fascistas que la revolucin haba respetado. La cosecha fue distribuida en la misma forma. Nu- merosas porquerizas, cuadras, granjas, fueron destrui- das. En ciertos pueblos, como Bordn y Calaceite, se quit a los campesinos hasta las semillas, y en el mo- mento del Congreso, no las tienen para sembrar sus tierras labradas. Naturalmente, tales barbaridades dejaron rastros. Casi en todas partes las colectividades volvieron a reunirse, pero distaron mucho de adquirir el vigor que haban logrado antes. Los individualistas y los conservadores hicieron la ley, l o que les fue facilitado porque un n- mero relativamente importante de los que se habran adherido -si de ellos hubiera dependido- no se atre- van a volver a empezar. El presentimiento que hemos sealado varias veces en los vacilantes apareca justi- ficado. Luego, los franquistas sucedieron a los comunistas. Y nada qued, menos ciertos perfeccionamientos tcnicos, de la obra constructiva de las colectividades de Aragn. Mucho ms quedara por escribir en cuanto a las ma- niobras de los adversarios no fascistas de la socializacin libertaria realizada en los aos 1936-39. Maniobras que se integraban en una estrategia de conjunto contra la cual -desde luego- nuestros militantes de base eran impo- tentes. Insistimos en sealar la importancia del hecho que consisti en mantener en estado de ociosidad a de- cenas de millares de trabajadores (ya hemos mencionado el total de 200.000 en Catalua), en lugar de entregar a 10s sindicatos -que tenan una disciplina, una moral colectiva, una responsabilidad- esos recursos que por una parte habran permitido mantener parte de la pro- duccin, y por otra hubiesen evitado cierta desmorali- zacin. Desmoralizacin que tambin pareca ser cultivada sistemticamente. As, hemos visto que en el ramo de la construccin -de Barcelona-, buena parte de los trabajadores que- daron sin trabajo. Con buenas intenciones, sin duda -ad- mitimoslo-, pero en este caso con muy poca visin, el ministro de Hacienda declar que pagara el sueldo de los trabajadores desocupados. De modo que stos no te- nan ms que presentarse en los lugares de trabajo donde se hallaban al producirse el conflicto; los sbados, el de- legado iba a cobrar al Ministerio de Hacienda de la Gene- ralidad catalana el importe de los sueldos, que era dis- tribuido. Pasado el primer perodo de perturbacin producido por la situacin pblica y el tumulto propio de una revo- lucin de tal amplitud, el comit sindical quiso poner coto a este abuso y decidi que los trabajadores desocu- pados deban presentarse al sindicato, a fin de ser orien- tados hacia otros trabajos, bajo pena de separacin y de supresin del sueldo, lo que se habra practicado dando a los delegados de obras las rdenes consiguientes. Pero se encontr con una resistencia que dificult mucho la apli- cacin de las medidas anunciadas: los comunistas, que se haban adueado de la TJGT y del Sindicato de la Cons- truccin, que perteneca a esta organizacin, hicieron sa- ber a los desocupados que si la CNT !os expulsaba, su sindicato les acoga sila obligarles a trabajar. Lo cual tuvo las consecuencias que se puede imaginar. Cuando los libertarios del mismo Gobierno de Cata- lua se encontraron fuera de sus ministerios, el encar- gado de la economa fue sustituido por el lder comunista Comorera, enemigo implacable de la CNT y del inovi- miento libertario. La fecundidad imaginativa de su par- tido apareci una vez ms, bajo formas inditas. Por mucho que se hubiera querido, era imposible anular en las industrias, en las diversas fbricas, la influencia orga- nizadora y preponderante de nuestros sindicatos. Inten- tarlo hzbra paralizado la produccin. El mismo Como- rera lo reconoci ante su partido. Entonces, ste recurri a dos procedimientos que se complementaban: por una parte, privaba a las fbricas de materias primas, o haca que su entrega fuera tarda, lo que provocaba una demora en la entrega de los productos, desde luego criticada, es- pecialmente en los armamentos. Por otra parte, pagaba con retraso las mercancas recibidas, lo cual repercuta en la vida material de los trabajadores porque, siendo los salarios pagados bajo control sindical, el descontento de estos ltimos se polarizaba contra los militantes y dele- gados de la CNT y, por consecuencia, contra Ia CNT misma. Este sabotaje generalizado fue practicado con tal ma- quiavelismo que aun estando preparados, nos sorprende- ra si pudiramos conocerlo en todos sus aspectos. Para- lizar la accin de sus aliados y acusarlos de inercia fue uno de los procedimientos empleados con mayor maestra. Hemos visto que el frente de Aragn estaba condenado a la inactividad, porque se le dejaba sistemticamente privado de armas. Lo cual daba como consecuencia que nuestros milicianos se hacan matar a granel, sin poder adelantar un paso (as era como la ciudad de Huesca, que contaba 18.000 habitantes, ya nos haba costado 20.000 muertos en julio de 1936). La incapacidad de ataque en que nos hallbamos haca que no pudisemos ayudar -incluso indirectamente, por medio de una ofen- siva de diversin- a Madrid, donde la poblacin mos- traba tanto herosmo. Condenadas a la iniciacin en el frente aragons, nuestras milicias rabiaban en su impo- tencia. Todos los pasos que se dieron, las reclamaciones en la prensa, el envo de delegaciones al Ministerio valen- ciano de Guerra, el denunciar estos hechos en ciertos mti- nes, como lo hizo el autor de este libro, todo, caa en el vaco. Mientras, la prensa comunista de Madrid atacaba a los milicianos aragoneses, reprochndoles su inercia; recordamos una caricatura que representa a un miliciano aragons, que simboliza a todos los milicianos aragoneses, pescando tranquilamente con caa a orillas del Ebro, importndole poco l o que ocurra en otras regiones.. . Puede suponerse el odio que esta campaa jesutica provocaba en ciertas partes de la poblacin antifascista. EL FEDERALISMO LIBERTARIO Entre las muchas enseanzas que pueden sacarse de la revolucin libertaria espaola, nos parece de primordial importancia una, que se encuentra difusa en buen n- mero de estos captulos. Nos referimos a la forma en que ha sido practicado el federalismo y lo que puede deducirse de esta prctica para el porvenir. Comnmente no se repara en que existen varias clases de federalismos, siendo unos totalmente distintos de otros, y que -acogindose a este vocablo- puede llegar- se a resultados totalmente distintos. Las naciones americanas -desde el Canad hasta la Argentina- son, en general, federalistas. Estn divididas en provincias o estados, cada uno de los cuales tiene su administracin autnoma, su gobierno propio, su legis- lacin, sus diputados y ministros, e incluso su doctrina cuando se trata de problemas metafsicos, como el de la religin, el atesmo, la separacin de la Iglesia g el Esta- do, etc. En estos momentos, mientras parte de los Esta- dos Unidos de Norteamrica ha suprimido la pena de muerte, otros la mantienen. Unos admiten la objecin de conciencia. otros la rechazan. Y existen muchas ms di- ferencias. El federalismo puede, pues, implicar la libertad de adelantar o retroceder, coi ganancia o menoscabo de la libertad individual, y por consiguiente humana. Vemos a menudo que regmenes archirreaccionarios reivindican el federalismo. En Argentina, las huestes del dictador Rosas sembraron el terror en nombre de su famoso grito de guerra: << Federacin o muerte! En Alemania, el fede- ralismo sirvi de pretexto a los partidos ms retrgrados, y a la formacin de las primeras fuerzas de combate de Hitler, amparadas en la autonoma de Baviera; y hoy sirve para justificar la dominacin que ejercen las dis- tintas iglesias en las escuelas, donde imponen la ense- anza religiosa. En Francia, los partidarios de la monar- qua -an existentes- se reclaman a nenudo partida- rios de Proudhon, deformndolo a su manera, porque preconiz el federalismo sobre el modelo suizo en su libro E2 Principio Federativo, aunque pueda demostrarse que tambin escribi sobre la posibilidad de una estruc- turacin unificada -cuando no unitaria- de la sociedad. Hoy mismo, si volvemos a los Estados Unidos de Nor- teamrica, los sudistas son partidarios del federalismo para mantener la segregacin racial contra los habitantes de raza negra, y la terrible Guerra de Secesin que tuvo lugar entre los aos 1861-1865 se haca en nombre de la libertad, del federalismo y del derecho de mantener la esclavitud. Frente a estos conceptos de federalismo politico, que repercute en las relaciones -cuando no en las estructu- ras sociales- existen otros profesados por ciertos parti- dos de izquierda, enemigos del jacobinismo, tal el caso de los republicanos federalistas espaoles (cuya personali- dad m;is destacada fue el mencionado Pi y Margall). Ac- tualmente, en Francia, los autonomistas bretones, vascos, corsos, alsacianos, etc., son generalmente derechistas, y son apoyados por la Iglesia Catlica y por sus elementos ms retrgrados; siendo liberal y centralista sin el menor rastro de organizacin provincial, la autonoma de las pro- vincias fue aniquilada por la sucesin de los reyes y por la Convencin durante la Revolucin de 1789-1793. En Espaa, los federalistas ms esforzados eran -en lo que va de este siglo- catalanes por una parte, vascos por la otra. La escuela federalista representaba un pensa- miento poltico muy avanzado, de espritu muy abierto a los innovadores y a las innovaciones. Ya hemos mencio- nado anteriormente que Pi y Margall haba introducido el pensamiento anarquista ( o por lo menos contribuido a introducirlo) traduciendo al espaol varios libros de Proudhon. Mas del Proudhon que aprobaba y recomen- l COLECTIVIDADES LIBERTARIAS EN ESPAA 445 daba la divisin comarcal de Suiza ', que transformaba a 1 esta pequea nacin en 22 patrias chicas, slo solida- rias ante la amenaza de invasin; qur se comportan como naciones regidas por leyes propias, con sus propios regla- mentos, autoridades, diplomas y organizaciones profesio- nales. Cada comarca o cantn da preeminencia a sus pro- , pios ciudadanos, de modo que los habitantes de Ginebra no son tolerados en la comarca de Viaud, Zurich o Basilea si el trabajo falta o escasean las viviendas. As tambin, 1 los diplomas de una comarca no tienen ningn valor en I la otra, etc. As habra sucedido en Espaa si se hubiera aplicado el pensamiento expuesto por Pi y Margall en su libro Las Nacimalidgdes, donde preconizaba la divi- 1 sin del pas en tantas pequeas naciones como familias tnicas contara. Pero los internacionalistas espaioles, fundadores del movimiento federalista socialista antiautoritario, enten- dieron el federalismo de otra manera. Fueron -a este respecto- ms discpulos de Bakunin que de Proudhon. Para Bakunin federarse era unirse, aliarse, mancomu- narse. Su pensamiento aportaba una amplia visin de la vida, del conjunto de !os seres humanos que poblaban la tierra, y su amplio concepto del porvenir hizo que en el seno de la Primera Internacional, este paladn de la uni- 1 dad humana hubiese de combatir las tendencias de Marx y Engels, quienes al recomendar la conquista del poder l poltico en cada nacin por medio del parlamento nacio- nal, escinda a la Internacional y condenaba a muerte al internacionalismo. Tanto aprobaron y se compenetraron de sus ideas los revolucionarios espaoles, que durante muchos aos se llamaron internacionalistas, y las palabras nacin espa- I ola fueron sustituidas en su vocabulario por las otras de regin espaola. Espaa era una regin de la Inter- nacional, como lo eran otras naciones. El pensamiento superior ocupaba el primer lugar, tal vez a cambo de 1 negar ciertas realidades. ' Merece subrayarse que fue Napolen quien estableci defini- tivamente la constitucibn que sancionaba el cantonismo suizo. Pero existen an otros hechos, de singular importancia. Tal el de las regiones, con sus caractersticas naturales, econmicas, sociales, incluso histricas, todo lo cual no poda ignorarse. Por otra parte, el pensamiento bakuni- niano reconoca, y reconocieron sus discpulos, el derecho de adhesin y de secesin de cada individuo en el muni- cipio, de cada municipio en la provincia, de la provincia en la regin, de la regin en la nacin, de la nacin ( o de lo que tal llamamos) en la Internacional. Era indispensa- ble para asegurar la libertad. No es que Bakunin preco- nizase la prctica permanente de la separacin de los in- dividuos, de los municipios, etc., sino que crea necesa- rio reconocer estos derechos en principio, y acaso en la prctica, aunque su aplicacin fuese difcil. Siguiendo esta norma se fue ideando y afianzando el federalismo libertario espaol. Parta, en los hechos, no del derecho individual de secesin - q u e no poda plan- tearse entre los militantes y revolucionarios de la poca- sino de la organizacin sindical constituida. De modo que, si analizamos retrospectivamente el proceso de organiza- cin que entonces se sigui, tendremos: l." En la base: los sindicatos, o ms exactamente los gremios, como entonces se los llamaba, compuestos por los individuos en ellos reunidos. 2." Las federaciones locales de gremios, unidas a es- cala local, cuando la importancia de las actividades y de la poblacin permita la existencia de varias gremios que se agrupaban para coordinar sus actividades. En caso con- trario se constitua un Sindicato de Oficios Varios, y ya tenemos aqu el impulso hacia una mayor compenetra- cin ascendente o fusin de todas las fuerzas del mo- vimiento. 3." Seguan luego las federaciones comarcales, que en- globaban - c o n diversos criterios jurdicos- cierto n- mero de localidades con sus habitantes y entre las cuales se estableca una cierta homogeneidad, una cohesin cuya utilidad se advirti durante la Revolucin espaola. Establezcamos desde ahora las consecuencias que en esta revolucin tuvieron estos primeros elementos de la estructura general. Hemos dicho -y recordamos- que la organizacin obrera creada por los primeros internacionalistas respon- da a dos objetivos simultneos: mejorar, en lo inmedia- to, la vida de los trabajadores, y preparar la base de la sociedad que se proyectaba crear. Al mismo tiempo, se preparaba psicolgicamente al hombre nuevo. Todo lo cual contribuy a hacer, sin grandes desgarramientos, so- bresaltos, convulsiones o esfuerzos excepcionales, la trans- mutacin social que hemos descrito. As, fue primero en el interior de la colectividad local donde los individuos -ya acostumbrados a ser solidarios como hombres (y no slo como trabajadores) desde el punto de vista general de la vida- rebasaban los cotos cerrados seculares. Ya no les separaba el oficio, las ocupaciones, puesto que eran previamente solidarios en la organizacin intersindical, o en el sindicato de oficios varios. Pasar de estas prcticas a la igualdad econmica, a la identidad de medios de exis- tencia, constitua simplemente un paso ms por el derro- tero que todos haban seguido. El reino de la solidaridad econmica y humana fue posible gracias a la solidaridad que preexista. Simplemente suceda que la semilla, ms estimulada y mejor abonada, daba una mayor y ms abundante cosecha. Pero las federaciones comarcales implicaban otro as- censo. Hemos dicho, y visto, que se componan de 15, 30, SO localidades. Y ya en el rgimen anterior, las luchas y la solidaridad haban tejido entre ellas lazos orgnicos y no orgnicos, que las circunstancias nuevas robustecan. Desde los primeros momentos de la revolucin esos lazos de ayuda mutiia - q u e revesta las formas ms variadas- fueron estrechados y completados. Ya no se trataba de relaciones intralocdes entre ncleos pertenecientes a dis- tintas actividades u oficios, sino interlocales establecien- do la cohesin entre la poblacin de todos los pueblos. Cada localidad guardaba sus caractersticas, pero todas asociaban sus actividades, coordinaban sus iniciativas, sus empresas, intercambiaban ideas y materiales, elementos de trabajo. Mas las cosas no se detenan all: tal como se haba establecido la solidaridad a nivel econmico inter- individual e intercorporativo en la localidad, as se esta- bleci en el terreno interlocal. Tal seccin o tal especia- lidad de produccin que -por circunstancias ajenas a la voluntad de los hombres- estaban en dficit eran ayuda- das por la caja comn, o con los recursos procurados por las secciones o las localidades que producan supervit. La moral libertaria igualaba el disfrute de los bienes ma- teriales. El federalismo era un pacto de hermandad. En el tercer plano, hallamos la regin y la organizacin regional, compuesta por las federaciones comarcales. h e - de pensarse que -lgicamente, y siguiendo el rumbo que trazamos- debera aparecer la provincia. Pero, por razones que no es posible averiguar (slo podramos emi- tir suposiciones) no existe la organizacin provincial. Lo que aparece, en cambio, es la organizacin regional, que engloba a las provincias administrativas (por ejemplo, Catalua y la federacin regional catalana de la CNT se componen de las provincias de Barcelona, Tarragona, L- rida y Gerona). Naturalmente, las ciudades desempean un papel ms o menos importante, correspondiente a sus dimensiones y actividades, su posicin geogrfica, etc. En Espaa, especialmente, las regiones estn muy mar- cadas: las caractersticas geogrficas y orogrficas, los acontecimientos histricos, la variedad de las poblaciones imponen su peculiaridad. Y, debido al caos de los acon- tecimientos, todas las poblaciones han resultado singu- larizadas de tal modo que a la fisonoma peculiar se suman los distintos aspectos de la condicin humana. Lenguajes distintos, modalidades de la existencia determinadas por la variedad de ambientes y de caracteres psicolgicos: la uniformizacin no es posible, ni deseable. La regin es un conglomerado natural que por otra parte contra- balancea el estado monoltico y centralista. Todo lo cual nos explica por qu nacieron las regio- nales catalana, levantina, vasca, andaluza, aragonesa, et- ctera, y siguieron existiendo. Y aqu se imponen algunas aclaraciones sobre las cua- les debemos insistir con todo el vigor posible. Cuando Pi y Margall escriba sobre las nacionalidades regionales adoptaba una actitud en plena contradiccin con el in- ternacionalismo. Para l y sus discpulos, el federalismo supona, en primer lugar, la separacin de Catalua del conjunto de Espaa. El federalismo de Pi y Margall im- plicaba para un vasco la independencia de las vasconga- das, para un gallego la separacin de Galicia, etc. A este respecto recordamos haber odo en 1937 a una oradora muy conocida declararse partidaria del federalismo pimar- galliano y no del bakuninista. La independencia de las regiones le pareca indispensable para contrarrestar el cen- tralismo de Madrid, y daba por ejemplo el caso de Ca- talua y de Vizcaya, cuyo alto nivel de vida econmica explicaba por su alejamiento -una al Noroeste, otra al Noreste- de la capital de Espaa. Si esa oradora hubiese sido tan observadora como elocuente, hubiera compro- bado que el Sudeste y el Sudoeste estaban alejados de la misma manera siendo, sin embargo, muy miserables. Pues no se podan trasladar los montes pirenaicos -con los saltos de agua dispensadores de fuerza motriz- a las provincias de Granada, Albacete, Almera y Mlaga, ni las minas de hierro y carbn de Vizcaya a las provincias de Cdiz y Crdoba.. . Afortunadamente, este espritu no ha formado a la inmensa mayora de los militantes libertarios espaoles, que han permanecido fieles a sus principios. La estructu- racin regional fue inspirada a la vez por un ideal uni- versal de fraternidad humana, y por el imperio de la vida misma. Los hombres que as se agruparon, que coor- dinaron racionalmente sus actividades, seguan fieles a la esencia del internacionalismo -podramos decir del uanti- nacionalismo-. Para un cataln libertario, un gallego, un andaluz, un castellano o un extremeo, un compaero era, ante todo, un compaero; un internacionalista, ante todo un internacionalista. Fue as como, despus de mu- chos lustros, cuando la experiencia y las exigencias de la lucha movieron a los militantes de todas las regiones a unir ms estrechamente sus fuerzas, lo realizaron en una nueva entidad cuyo nombre fue Confederacin Nacional del Trabajo. El empleo del adjetivo nacional, que puede hacer Desde luego, estas reservas no implican -ni mucho menos- una crtica de los conceptos sociales de Pi y Margall, de espritu tan abierto, y cuyos discpulos han estado - como lo menciona- mos en este libr- tan cerca de nosotros en muchas ocasiones. evocar o suponer el nacionalismo, es decir, interpretacio- nes errneas, no trata el concepto poltico de la nacin en si, sino sencillamente la conjuncin fraterna de fuerzas y actividades constituidas y ejercidas por los distintos , organismos regionales. Fatalmente asociadas, sobre todo al incrementarse la interdependencia de todas entre s, ese conjunto de regiones constituyen una nacin, y es lgico que los problemas se encaren en esa rea, desde un punto de vista que comprenda el conjunto humano que la integra, en lugar de pugnar por prevalecer o explo- tarse mutuamente. Por otra parte, en el camino hacia la armona general de la humanidad, el mantenimiento de los Imites tradicionales no es sino la prolongacin de los clanes y las tribus primitivas, indigno de los adelantos de nuestra especie. El federalismo ibertario nos ha llevado de la unin interindividual a la unidn local, de la unin local a la unin comarcal, de la unin comarcal a la unin regio- nal y --durante nuestra revolucin- a la cooperacin de millones de individuos que colaboraban p o r medio de instituciones similares, pero diferenciadas cuando se esti- maba necesario- a la obra de la vida. De una regin a otra todos se saban - e n mayor o menor grad- o se sentan solidarios en el esfuerzo general que mantena la vida individual y colectiva. Hasta entonces la produc- cin era iniciativa de una minora detentadora, para la cual trabajaban los explotados, que slo tenan nocin y conciencia de la explotacin de la que eran instrumento. En tal situacin se sentan (y en una sociedad libertaria consolidada se sentiran) hermanados en el noble esfuerzo de la vida, gracias al contacto directo, orgnico, al cono- cimiento mutuo que era su consecuencia, a las responsa- biiidades compartidas entre hombres fraternos, elementos morales superiores, imposibles en una sociedad donde dominan la propiedad y la explotacin del hombre por el hombre, o donde los burcratas y la burocracia han sustituido a los patrones y propietarios. Este sera uno de los aspectos ms caractersticos de una civilizacin li- bertaria. Y estas actividades cohesionadas desde abajo hacia arriba eran prctica de libertad organizadora, de autodeterminismo consciente, opuesto a la autoridad do- minadora. El comit nacional elegido - c ua ndo no compuesto, y preferible que as fuera- por los delegados de las regio- nes en plenos y congresos nacionales es el coronamiento de este vasto edificio. No es un gobierno ni est inves- tido de poderes absolutos. Por ende, deja a cada regin la facultad de autogobierno. A este respecto, la Revolu- 1 cin espaola brinda el ejemplo de la variedad en la uni- dad, lo que asegura la existencia del humanismo en la organizacin. Cada federacin era libre -siempre, desde luego, que se respetaran los principios esenciales de no estatismo y de socializacin verdadera- de modificar su estructura, hacer ensayos constructivos, dar mayor im- portancia a las cooperativas o al municipalismo, etc. El caso era que, organizndose a su modo, funcionando segn sus caractersticas propias, cada regin aport -y apor- tar maana en el concierto general establecido- el es- fuerzo que le corresponde en la obra total. En nuestro captulo titulado La democrmiu libwtlrria hemos indicado cmo funcionaban los sindicatos segn nuestro mtodo federalista. Sus asambleas soberanas eran otra demostracin de este mtodo. Lo mismo implica el funcionamiento de las federaciones de oficios o de in- dustrias. Y observemos de paso que la fundacin -desde los primeros tiempos de la constitucin de la seccin es- l paola de la Internacional- de federaciones que abarca- ban en una red general todas las actividades del pas contradeca el replegarse sobre s mismo de las regiones que preconizaban cierto federalismo. En sntesis, el concepto y la prctica del federalismo libertario llevaban -y llevaran maana- a una amplia organizacin, abarcando el conjunto del pas, de las acti- I vidades y de los hombres que a ella se entregaban. Impli- caban la cohesin general de los individuos y de las di- versas colectividades, las responsabilidades recprocas, la ley de la solidaridad dominante, al mismo tiempo que el respeto y la prctica de la libertad creadora. Nuestro federalismo no es separatista. Federarse, dice el Diccio- nario de la Real Academia Espaola (y dicen con liger- simas variantes los dems diccionarios), es hacer alian- za, liga, unin o pacto entre varios*. Ms sencillamente, repetimos desde hace medio siglo: federarse es unirse*. Unirse de abajo hacia arriba, libremente. Cuando varias entidades, comunas, provincias o naciones se federan, se unen. Cuando se dividen o se separan no practican el fe- deralismo, le vuelven la espalda. Por todas estas razones el federalismo es libertario, y voluntario. Lo que precede nos lleva de la mano a ocuparnos -aunque sea en forma sucinta- de ciertas acusaciones que comentaristas poco informados, o de mala fe, han hecho -y hacen- para desacreditar el pensamiento anar- quista (o, si preferimos, el libertarismo, el socialismo libertario). En efecto, es relativamente frecuente leer en historiadores o ensayista dedicados a la sociologa que el anarquismo es propio de naciones econmicamente atra- sadas donde, a consecuencia de este atraso, domina la pe- quea propiedad, el pequeo taller, la pequea empresa, y existe una estructura de conjunto casi medieval. Con lo cual se concluye que los anarquistas, o libertarios, estn fuera de la historia y, en suma, que no merecen ser toma- dos en serio. La Revolucin espaola prueba lo contrario. En todos los pueblos, todas las industrias colectivizadas o sindica- lizadas observaron un mismo movimiento de concentra- cirr, de disminucin del nmero de talleres, de coordi- nacin de los medios d e transporte o sanitarios, de re- duccin de los factores de distribucin. En Alcoy, por ejemplo, la concentracin libertario o federdr'sta rene en una misma direccin sindical a 103 empresas, talleres y depsitos de materias primas, y este solo hecho merecera la atencin de los socilogos. Hemos visto con qu rapi- dez se emprendi la planificacin de los medios de trans- porte ferroviario, motorizado, martimo o urbano (tran- vas, subterrneos, mnibus); con qu rapidez se haba comenzado la sincronizacin de todos los servicios sani- tarios -limitada por la situacin creada por la guerra-, con qu rapidez se constituyeron las colectividades agra- rias, coordinndose las actividades en todas las regiones donde fue posible apoderarse de las tierras, no para re- partirla, sino para trabajarla en forma planificada. No es el caso hacer una enumeracin -que, sin embargo, no 1 sera intil- pero que nos absorbera demasiado tiempo. El caso es que la Revolucin espaola inflinge el ms rotundo ments a esos comentaristas. Admitimos que en la corriente individualista ha sido defendido este proyecto menos an que prehistrico -pues en la prehistoria los hombres vivan en grupos- o que lo defendi algn otro miraus habens, pero afirmar que tal era la caracterstica propia del anarquismo comunista o social es hacer gala de una incompetencia sorprendente. En el orden terico mismo, la confusin es imposible para quien se informe con honradez y seriedad. El mis- mo Proudhon, que haba preconizado la posesin por cada uno, de sus herramientas y elementos de trabajo escriba en Idea General de la Revolucin ( 1858) al prever la organizacin de la sociedad: Por fin aparecen las compaas obreras, verdaderos ejrcitos de la revolucin, donde el trabajador, lo mis- mo que el soldado en el batalln, se conduce con la precisin de sus mquinas; donde millares de volun- tades, inteligentes, dignas, se integran en una voluntad superior, lo mismo que los brazos por ellas animados engendran, gracias a su cohesin, una fuerza colectiva mayor que su propia multitud. Estamos lejos de la economa artesanal o pequeobur- I guesa. Kropotkin, en su libro ms conocido, La Coequista del Pan, basa, precisamente, las posibilidades del comunismo libertario en el adelanto formidable de los medios de pro- , ducciOn en su poca: Los prodigios cumplidos por la industria maravillan ms an. Con los seres inteligentes que son las m- I quinas modernas -frutos de tres o cuatro generacio- nes de inventores, casi todos desconocidos-, 100 hom- bres fabrican los tejidos necesarios para vestir a 10.000 hombres durante dos aos. En las minas de carbn debidamente organizadas, 100 hombres extraen al ao lo necesario para dar calor a 10.000 familias en clima fro. Posesin, no propiedad. Y, en consecuencia obligada de esta larga enumeracin, Kropotkin conclufa: Si se toma en consideracin la rapidez con que las naciones civilizadas aumentan su fuerza de produccin di r e c t a o indirectamente- por las condiciones actua- les, debemos deducir que una organizacin econmica, por poco razonable que fuese, permitira a las naciones civilizadas acumular en pocos aos tantos productos tiles que se veran obligadas a exclamar: Basta de carbn!, basta de pan! jDescansemos, pues, para mejor utilizar nuestras fuerzas y nuestro reposo! Se comprender tambin que estamos lejos de la pro- duccin artesanal y de la de pequeos patronos o bur- gueses. Y queremos terminar con lo que Bakunin auguraba, en todos sus escritos sobre estos temas, citando un docu- mento hasta ahora desconocido, que explica su concepto del federalismo asociacionista y coordinador. Extraemos del Catecismo Revoltscianario esta visin del porvenir: haya capitales perdidos: entonces, el trabajo humano, emancipacin de cada hombre y de todos los hombres, regenerar al mundo. Confrntese la perfecta armona, el total acuerdo entre estos conceptos y las normas federalistas-integracionistas aplicadas por la Revolucin libertaria espaola. No por- 1 que en el momento de ponerlas en prctica nuestros com- 1 paeros tuvieran a mano los textos que acabamos de re- producir, ni otros semejantes, sino porque estaban imbui- dos del pensamiento federalista libertario por una larga actividad que les gui, y de un espritu que se haba mantenido -a pesar del tiempo transcurrido- en la conciencia y en la subconsciencia de su ser. Cuando las asociaciones productoras y libres dejan de ser esclavas y se convierten en dueas y poseedoras del capital4 que les sea necesario; cuando engloben en su-seno soma miembros cooperadores, shult- neamente con las fuerzas obreras emancipadas por la instruccin generalizada- a todos 10s especialistas ne- cesarios a las empresas, cuando estas asociaciones se combinen entre ellas -siempre libremente y segn sus condiciones y necesidades- rebasando, tarde o tem- prano las fronteras nacionales, constituirn una inmen- sa federacin econmica, con un parlamentos infor- mado con elementos -tan amvlios v detallados como sea posible- de una estadstica mindial hoy imposi- ble. Este, armonizando la demanda con la oferta, podr I dirigir y repartir entre los diferentes pases la produc- cin de la industria mundial de modo que cesen en su totalidad o en su casi totalidad las crisis comercia- & les e industriales, el paro forzoso, los desastres, que no '' Por capital entindese el conjunto de los medios de produc- cin. Entindese una comisin mundial. SEPTIMA PARTE LA INDUSTRIALIZACION, REGLAMENTOS DE LAS COLECTIVIDADES CONSIDERACIONES FINALES SOBRE LA REVOLUCION Y LA GUERRA Hemos insistido repetidas veces en el hecho de que la Revolucin libertaria espaola se produjo como una de las consecuencias del ataque fascista, que permiti lanzar al combate a fuerzas revolucionarias que -sin estas cir- cunstancias- estaban condenadas a fracasos estriles. Y cuando escribimos fracasos estriles*, nos referimos a los intentos que anteriormente haban tenido lugar, en enero de 1932, y enero y diciembre de 1933 -intentos de estilo fasta-cenetista- a los que debe agregarse la insurreccin de los mineros asturianos de octubre de 1934, donde participaron trabajadores socialistas, ugetis- tas, cenetistas y libertarios, e incluso trabajadores comu- nistas. Todas estas tentativas fueron aplastadas por las fuerzas militarmente superiores del Estado, apoyadas por los partidos polticos no revolucionarios, es cierto, pero no por eso fascistas. Esto ltimo merece reflexin. Los conceptos tcticos del anarquismo comunista (y anteriormente del anarquis- mo colectivista) implicaban, de acuerdo con una tradicin que se remontaba a la Primera Internacional, el ataque y el triunfo del pueblo armado, venciendo a las fuerzas de defensa del orden capitalista. Las luchas armadas que tuvieron lugar durante la Segunda Repblica espaola respondan a una doctrina aceptada desde el punto de vista terico. Esta doctrina consideraba -y tal fue lo que nos ensearon Kropotkin, Malatesta y otros cuyas enseanzas fueron recogidas por sus continuadores, entre los cuales figura el autor de este libro- que las numero- sas sublevaciones locales, incluso inconexas, y espordi- cas que haban tenido lugar antes de la Revolucin fran- cesa, haban constituido una gimnasia revolucionaria con la cual el pueblo haba aprendido a batirse y, habindose aguerrido en la lucha, podido ganar la ltima y decisiva batalla. Un poco como la clebre afirmacin de Pedro e1 Grande ante las derrotas infligidas por los suecos a sus tropas: De tanto batirnos, nos ensearn a batirles. Desgraciadamente, no hubo un Poltava proletario ', y lo que acabamos de recordar nos suministra una explica- cin que debera ser tenida en cuenta. Si sumamos el con- junto de los factores que intervinieron en este captulo de la historia, estamos obligados a concluir que la derrota de la Revolucin espaola era inevitable. Porque la Re- volucin social provoca la cohesin de fuerzas amenaza- das que se unen excepcionalmente, a pesar de lo que las opone en perodo normal. Tal es la enseanza que emana no slo de la Revolucin espaola, sino tambin de la historia estudiada con una inflexible voluntad de verdad '. En general, y si exceptuamos algunos acontecimientos, que por lo dems, han desembocado en nuevas y ms terribles formas de o~resi n, las revoluciones que han triunfado han sido las revoluciones politicas, pero los mismos hombres que pugnaban entre s por un cambio de la forma de poder se han reconciliado cuando han es- tado en presencia de un movimiento popular que atacaba al poder y al privilegio. As, en Francia, la Revolucin de febrero de 1848 fue fcil: burgueses liberales, republi- canos y proletariados socialistas se haban unido para derrocar a la monarqua de Luis Felipe; pero las cosas cambiaron cuando -cuatro meses ms tarde- los obre- ros quisieron implantar un nuevo rgimen social que los liberara del salariado. Entonces, burgueses liberales y re- ' Es en Poltava donde Pedro el Grande derrot definitivamen- te a Carlos XII de Suecia. ' A este propsito es til recordar que el mismo Bakunin es- criba a Eliseo Reclus (que le habfa expresado la misma opinin) ao y medio antes de su muerte: Tienes tazn, la hora de la re- volucin ha pasado, hemos entrado en la era de las evoluciones. Y Bakunin daba como argumento no slo la superioridad militar del Estado en su poca (qu podramos decir hoy?), sino tam- bin la falta de pasin libertadora de las masas*. I publicanos fueron solidarios de los monrquicos y Cavaig- nac, general republicano, luch con saa contra los traba- jadores insurrectos. Las otras revoluciones sociales, o con un contenido so- cial pronunciado, muestran la repeticin de las mismas enseanzas: sea con la Comuna de Pars, o la Guerra de los Campesinos, en la que Lutero se uni a la nobleza, incitndole al exterminio abominable de los siervos ale- manes sublevados; o aun el movimiento de los husistas, I en Bohemia; y todas las sublevaciones de los campesinos en la Edad Media. Slo remontndose a la historia de Egipto (dos mil aos aproximadamente a. de C.), en donde hallamos una revolucin social victoriosa. Pero, dos si- glos ms tarde, una nueva dinasta (quiz antes de esta I fecha) haba sido entronizada y las castas estaban recons- tituidas. Por cierto, la acusacin de decadencia del espritu re- volucionario no puede formularse contra el pueblo espa- ol, por lo menos contra la parte dinmica de este pueblo, 1 tan importante, y que haca la historia de la poca a que , nos referimos. Pero los hechos nos obligan a comprobar que las teoras kropotkiniana y malatestiana, opuestas, en suma, a las conclusiones postreras de Bakunin, a las de Eliseo Reclus y a las del mismo Proudhon, no han sido confirmadas por los hechos. Porque el totalitarismo fas- cista, que en Italia responda -despus de la Primera Guerra Mundial- a un largo perodo de agitacin moti- nesca que no aport un cambio de rgimen, ha hecho irrupcin en la historia. Y el fascismo es la contrarrevo- lucin preventiva de los que se sienten amenazados por la subversin, incluso si sta no amenaza realmente el orden social. El mismo pueblo acaba por preferir la su- presin de la libertad poltica al desorden permanente que -en fin de cuentas- tambin atenta, desde otro punto de vista, a la libertad, aunque slo sea la de vivir tranquilamente. De acuerdo con lo que escribe Jos Peirats en su libro La CNT y 1~ ~evolzrc&il espaolt: desde el mes de fc- brero hasta mediados de julio (de 1936), se produjeron 113 huelgas generales. Decimos que es peligroso aplicar esta gimnasia revolucionaria que, por medio de huelgas l parciales sucedindose unas a otras, de paros generales continuos, de tentativas revolucionarias, de conatos in- surreccionales, crea una inestabilidad prolongada de la sociedad y un estado de conflicto donde acaban por ven- cer los ms fuerte militarmente. Por cierto, no se trata de condenar las explosiones del hambre, de la miseria tanto tiempo soportada, de la c- lera cien veces justificada de los que vean a sus hijitos morir por falta de cuidados mdicos, de los que deban buscar trabajo sin encontrarlo buena parte del ao, y enviar a sus hijos a la escuela con los pies desnudos, cuando haba escuelas. Pero habra sido necesario que los lderes de la CNT y la FA1 tuviesen una mejor visin es- tratgica. Pero ms responsables aparecen, a quien sigui aten- tamente la vida econmica y social de Espaa en los aos que precedieron a la guerra civil, los dirigentes socialistas y republicanos, que no tuvieron ni la iniciativa del co- razn, ni la de la inteligencia, ni el valor moral necesario para emprender, tan pronto fue proclamada la Repblica, reformas sociales atrevidas que habran podido aplacar el hambre de unos, la clera de otros. Ms responsables porque ms cultivados, tenan ms posibilidades de rea- lizaciones reformadoras., Por qu esa pasividad que con- duca inevitablemente a una crisis de rgimen? Sin duda porque el disfrute del poder les hizo olvidar su deber, haba cortado las alas a su imaginacin como ocurre tan a menudo con los beneficiados por las nuevas estructura- ciones politicas. No opinamos as por sectarismo: hacia 1935, una encuesta haba mostrado que el mayor porcen- taje de enchufistas en los cargos del Estado republi- cano, se hallaba entre los socialistas y los catalanistas. Las reformas sociales les interesaban menos que el dis- frute de las ventajas adquiridas. Estas condiciones reuni- POCO despus de proclamada la Segunda Repblica, el autor fue invitado por el Crculo Republicano Espaol de Rosario (Re- pblica Argentina) para exponer su opinin sobre el porvenir del nuevo rgimen y seal que: a 0 la Repblica avanzaba intrpida- mente desde el punto de vista social o sera barrida ya por el fas- cismo, ya por una rwoluci6n social*. No era dificil preverlo. 1 das deban provykar, fatalmente, el hecho revolucionario. 1 Por otra parte, una de las consecuencias de los conflic- tos sociales fue la de empujar hacia la derecha a gentes 1 pertenecientes al centro poltico, y de aumentar las fuer- I zas conservadoras, reaccionarias, fascistas. Las estadisti- 1 cas de las elecciones de febrero de 1936 lo prueban, y puede hablarse aqu de responsabilidad de los revolucio- ~ narios. Pero si los socialistas y los republicanos de izquier- I da hubiesen dado la tierra a los descamisados del campo, 1 y emprendido reformas forzosamente excepcionales' en i una situacin excepcional -para las cuales haba en Espa- 1 a ambiente adecuado y fuerzas decididas a sostenerlas-, las luchas sociales tumultuosas no habran adquirido tal 1 gravedad, y, sin duda, la rplica fascista no se habra 1 producido. Si bien es cierto que el ataque contrarrevolucionario preventivo cre una situacin favorable para la expropia- cin y la reorganizacibn de toda la economa por parte del sector libertario, sus repercusiones tuvieron, aun des- de este punto de vista, consecuencias negativas que anula- I ron las positivas. Porque, por una parte, numerosos mili- tantes -a menudo los mejores- fueron arrancados a las colectividades o a los comits de empresas, cuando no a los sindicatos, y murieron en los frentes. A menudo los cuadros organizadores fueron diezmados as, y su ausen- cia rest empuje o influencia moral cuando tanta falta hacan. Por otra parte, el nmero de los que se integraron a la burocracia, cuando no a la jerarqua subalterna del ejrcito, fue bastante elevado para que, tambin, se expe- I rimentaran los efectos de su desplazamiento. Una de las caractersticas dominantes que se impone a quien estudia la Revolucin libertaria espaola es su multiformidad. Esta revolucin se ha inspirado en ciertos principios muy claramente formulados, que habran pe- I netrado en la conciencia de nuestros militantes, que, por as decirlo, formaban parte integrante de su espritu, de su ser moral y mental. Pero la unidad fundamental de es- ' La reforma agraria equivala a dar algunos granos de mijo a un 6guila hambrienta. cOLECTIVIU~DES LIBERTARIAS EN ESPANA 465 tos principios no impidi la diversidad de los modos de aplicacin, de manera que puede hablarse de *diver- sidad en la unidad, de un federalismo cuya variedad de facetas sorprende. En las regiones agrarias, especialmente en Aragn, apa- reci con rapidez un organismo nuevo: la colectividad. Nadie, entre los que se haban esforzado por prever las actividades constructivas, la haba ideado antes, y si nos remontamos en la historia de Occidente, slo podemos comparar la colectividad con la comuna aldeana, pero con un contenido social basado sobre una tica ms iguali- taria, y una organizacin material respondiendo a esta tica. Los tres instrumentos de reconstruccin social pre- vistos por los libertarios haban sido, en primer lugar, el sindicato; en segundo lugar, la cooperativa -slo acogida por una minora, a pesar del beneplcito de los congresos de la Primera Internacional-, y, por ltimo, y en mayor escala, la comuna u organizacin comunal o comunalista. Algunos presentan -y tal fue nuestro caso- que un or- ganismo nuevo y complementario podra -y debera- aparecer, especialmente en el campo, pues el sindicato no haba adquirido entre los campesinos una importancia comparable con la adquirida entre los obreros de las ciu- dades; y porque los distintos gneros de vida, de trabajo, de produccin no podran satisfacerse con un monolitis- mo orgnico contrario a la multiformidad de la vida. Hemos vi&o cmo naci la Colectividad, con sus carac- tersticas especficas, su estructura, su vida. Se distingue claramente del sindicato porque abarca a todos los habi- tantes que quieran integrarse a ellas, sean productores en el sentido clsico de la palabra o no lo sean. Rene a todos desde el punto de vista humano e integral del indi- viduo. Conviene insistir en esta particularidad porque si el sindicalismo revolucionario despus de Proudhon rei- vindicaba al productor, cuyos derechos proclamaba supe- riores a los del ciudadano - d a n d o as a la cuestin social una dimensin nueva-, la colectividad afirma el derecho del ser humano, del hombre, de la mujer, del nio,. y ensancha el concepto y la prctica de la vida solidaria. En su seno, y desde el primer momento, los derechos y los deberes son los mismos para todos; ya no hay cate- goras prcfesionales oponindose a otras como ocurri durante el Renacimiento, cuando las corporaciones se en- tregaron a luchas a menudo sangrientas, al mismo tiempo que daban a los productores privilegios negados, por ejemplo a la mujer que - e n el hogar- desempeaba su papel de esposa y madre. Tampoco la colectividad es el concejo municipal, o lo que tradicionalmente se llama el ayuntamiento, pues se deja de la poltica de los partidos, sobre la cual ste descansa - e n los lugares donde existe-. Lo engloba todo a la vez. Todas las actividades estn organizadas en su seno y toda la poblacin participa de su direccin, trtese de la agricultura en todos sus aspectos, de las industrias existentes y de las que se van creando, de la so- lidaridad social, de la asistencia mdica y de los servicios sanitarios, de !a instruccin pblica o de las obras de urbanismo. En esta actividad general, la colectividad ele- va a cada uno al conocimiento de la vida total, y a todos a una comprensin mutua indispensable. Es caracterstico observar cmo, en las zonas agrcolas -aunque menos en la regin levantina donde, por la den- sidad de poblacin y la mayor importancia de la produc- cin, la situacin era distinta- el sindicato ha sido rele- gado con frecuencia a un segundo lugar, cuando no casi olvidado a pesar de los esfuerzos de los sindicalistas liber- t ar i o~ y de los anarcosindicalistas. La colectividad lo ha desplazado. La misma palabra ha nacido espontneamen- te, y se ha difundido en todas panes donde hubo socia- lizacin, siempre especialmente agraria. Ya hemos expues- t o que en las regiones industriales la palabra no tena el mismo significado, y los hechos no eran tan satisfac- torios, en el sentido tico y de organizacin. Pero en to- dos los casos, los vocablos fueron adoptados espont- neamente, con unanimidad. Y se puede opinar que las palabras colectividad, colectivista, colectivizacin, fueron tambin adoptadas por razones de eufona, porque se sen- ta que la colectividad era la cosa de todos, en todos los aspectos de la vida. Salido del trabajo, el sindicato ya no participaba de la vida de todos y de cada uno, o par- ticipaba a su modo. Era extrao al individuo La colec- I tividad no. Adems, el sindicato parece haber perdido gran parte de su razn de ser cuando ya no existe el patrono. I Hemos dicho que en Levante las colectividades no sur- gieron con la misma rapidez, como una creacin espon- tnea. Hecho singular: son los sindicatos agrcolas, y a veces no agrcolas, quienes le dan el impulso y fundan las colectividades agrarias. Los campesinos que se adhie- ren a estas colectividades -a menudo sin pertenecer a un , sindicato- son tambin colectivistas, que tienen idntico comportamiento que los otros. Digamos, sin embargo, que los cuadros organizadores son a menudo- com- puestos de militantes que hasta entonces han militado en los sindicatos o incluso en los grupos libertarios. Pero tambin ocurre que las comunas, o los munici- I pios, lo abarcan todo. Entre los casos que hemos citado, recordemos a Hospitalet, Granollers, Fraga, Binfar, va- rias localidades castellanas. Tambin vemos municipalida- ; des que, habindose reconstituido segn el decreto guber- namental de enero de 1937, han desempeado un papel ms o menos importante, ms o menos subalterno; y en Levante, el sindicato y la colectividad acaban por un%car su actividad. En fin, en Castilla, donde los campesinos parecen ale- targados ppr el rgimen politicosocial que tantas genera- ciones han soportado, el proceso se inicia y desarrolla en gran parte gracias a militantes obreros libertarios que sa- , len de Madrid, y a veces tambin de intelectuales que se esparcen por el campo. I Esta plasticidad, esta variedad de modos de accin ha , "s, para los sindicalistas, al prever el futuro, el Sindicato de la Construccin deba ocuparse de la construccin de casas, calles 1 y de todos los aspectos edilicios de la ciudad, d o por juicio pro- pio; el Sindcate de Labradores, sembrar o plantar lo que le pla- I ca; el Sindicato de la Enseanza organizar sta segn su mejor cri- terio. Y es indudable que en estos casos, como en otros, toda la poblacin es interesada, debe poder opinar y decidir - c o n el asese rarniento de los m& capacitados, desde luego-. Y precisamente, en la colectividad, tdos, porque todos son interesados, pueden infor- marse, y deben hdcerlo, y opinat, de modo que toda obra, que. es un aporte y un progreso, es -en suma- fruto del alma colecttva. permitido crear el socialismo, el verdadero, segn las si- tuaciones locales, las circunstancias de lugar y tiempo, y resolver infinidad de problemas que normas imperativas de un centralismo rgido o burocrtico slo habran com- plicado y paralizado, dedicado a la implantacin de una dictadura que hubiese uniformado hombres y cosas, con las consiguientes resistencias. La variedad de los mtodos y de la accin se ha adaptado a la variedad de la vida. A menudo, en una misma comarca, ciertos pueblos cuya historia social era comparable han empezado la socializa- cin por las industnals locales para acabar con la agri- cultura, y otros han empezado por la agricultura para terminar en la industria. Si se hubiese querido establecer una norma nica, habran surgido, sin duda, dificultades y conflictos, como siempre ha ocurrido cuando los funcio- narios del Estado -actuando bajo la autoridad de un ministro o de un comisario de pueblo- han pretendido someter la vida y la sociedad a sus reglamentos uni- formes. Pero, lo que nos parece notable, l o que sobresale de este hervor de creaciones, es que la diversidad de estruc- turas, de rumbos seguidos, de caminos, de actividades diversas, no ha impedido la pertenencia a las mismas federaciones regionales ni la prctica fraternal del apoyo mutuo, de la solidaridad; hyase tratado de colectividades puras, de colectividades semisindicales o de colectivida- des municipalizadas en grados diversos. En efecto, la ley general ha sido la solidaridad uni- versal. Hemos subrayado, al pasar, que las cartas, o los reglamentos donde se definan los principios que deban informar los comportamientos de cada cual y de todos nada contenan respecto de los derechos y de la libertad del individuo. No porque las Colectividades hayan igno- rado estos derechos, sino simplemente porque este respe- t o era implcito, ya estaba reconocido en el nivel de vida para todos los individuos, gracias a la posibilidad de go- zar de los bienes de consumo, de acceder a la cultura, a los cuidados y a las responsabilidades humanas, posibi- lidad de que gozaba naturalmente todo miembro de la colectividad. De qu habra servido mencionarlo espe- cialmente, puesto que eso se saba? En cambio, para alcan- zar estos fines y practicar estos principios, era necesario qUe cada cual hiciera su parte de trabajo, como los otros camaradas, y se comportase segn la moral colectivista general. Esto era la garanta de aquello. Y explica por qu lee- mos tan a menudo en las cartas la misma frase, sin que los colectivistas, que residan a veces a centenares de kil- metros unos de otros, se hubiesen puesto de acuerdo: El que no tenga trabajo en su oficio ayudarh a los cama- radas de otras colectividades que podrn necesitar de su colaboracin. Espritu supraprofesional. Una vez ms lo que domina en el individuo es lo humano. Labradores, herreros, albailes, sastres o maestros de escuela: no hay sino hombres solidarios y fraternos. Y si furamos al fondo de las cosas, podemos decir que se creaba un concepto nuevo de la libertad. En las colectividades aldeanas integrales y en las pequeas ciu- dades donde todos se conocan y eran solidarios, la liber- tad no consista en ser un parsito y en despreocuparse de todo. La libertad humana slo existe a travs de com- portamientos positivos, de actitudes concretas. Ser es ka- cer, escriba Bakunin. Ser es redizar voluntariamente. La libertad es un hecho no slo cuando un individuo reivindica los derechos de su yo contra los otros, sino cuando-es condicin de la solidaridad. Los hombres que practican la solidaridad son siempre libres entre s, porque respetan naturalmente su libertad recproca. Y en lo que concierne a la vida colectiva, la libertad de cada uno es el derecho de participar espontnea y directamente en la vida de la colectividad, de la organizacin social, con su pensamiento, su corazn, su voluntad, su inteligencia, su iniciativa en la medida de sus fuerzas. Una libertad negativa no es libertad: es el no ser, la nada. Y este concepto de la libertad daba nacimiento a una nueva tica, a no ser que fuese esta tica nueva la que diera nacimiento a su nuevo concepto de libertad. Por esta razn, cuando el autor se informaba de los cambios, de las mejoras introducidas en la vida de todos, se ha- blaba nicamente con alegra profunda de los resultados del trabajo, de los rendimientos en la agricultura, de las innovaciones, de tcnicas nuevas, de las bsquedas em- prendidas, del aumento de los recursos de las escuelas organiazdas, de las mejoras sanitarias. No, no se hablaba de libertad, porque la solidaridad humanista practicada presupona esta libertad, activa y creadora. Sealemos, de paso, una observacin a la cual damos gran importancia filosfica y prctica. Los tericos del capitalismo individualista de la economa liberal, que cons- tituan la escuela dominante al formarse con empuje el capitalismo, afirman que la competencia' estimula la ini- ciativa, y que por consiguiente el espritu creador, la inventiva, quedaran anulados en caso de suprimir la lu- cha por la vida, con gran perjuicio para el progreso, que necesita de la competencia generalizada. Las numerosas observaciones del autor, tanto en las colectividades como en las fbricas y talleres socializados que ha visitado, le autorizan a pensar en forma absolutamente contraria. Porque en un conglomerado solidario, donde cada indi- viduo es acicateado por el deseo de ser til a sus seme- jantes, la investigacin, el deseo de perfeccionamiento tc- nico o no tcnico, son tambin estimulados. Y, ademis, otros individuos se suman a los que han empezado. En cambio, cuando en el seno de una sociedad de tipo indi- vidualista un inventor descubre algo, su descubrimiento slo es utilizado por la empresa que lo adquiere. Mien- tras que cuando se trata de un inventor trabajando para la comunidad, lo que ha hallado es inmediatamente per- P Y es- feccionado y utilizado en la ms vasta escala posibl-. toy convencido de que esta superioridad aparecera rpi- damente en una sociedad socializada.. . no burocratizada, desde luego. El 22 de marzo de 1922, en su informe sobre la situa- cin de la Repblica de los Soviets - e n el Congreso del Partido Comunista-, Lenin declaraba: Construir una sociedad comunista con la participacin slo de los comu- nistas es una niera, una mera niera. Hay que confiar la construccin econmica a otros, a la burguesa que es mucho ms cultivada que nosotros, o a los intelectuales de la burguesa. Nosotros no somos an bastante cuitos para realizarla. Bien es verdad que Lenin hablaba as para justificar la NEP (Nueva Econmica Poltica), que consista en de- jar la libertad de empresa a los burgueses y a los tcnicos de la burguesa, an sobrevivientes, con el fin de poner en marcha nuevamente la produccin, casi por completo paralizada por la accin destructora del Estado. En el ao 1920, Lenin ya haba hecho declaraciones semejantes, pero en aquel momento, antes que dejar participar a los trabajadores y a sus organizaciones (cuyo desarrollo llega- ra a constituir un freno para el ejercicio de la dictadura de 10s gobernantes comunistas) en el renacimiento de una economa moribunda, Lenin prefera hacer resucitar, por lo menos, durante cierto perodo, a los enemigos del r- gimen 6. Tan grave era la situacin, que se vea obligado -al cabo de cuatro aos y medio- a acudir a ese reme- dio.. . heroico. Por otra parte, si analizamos ciertos aspectos de la economa rusa de hoy o, por lo menos, lo que de ella puede verificarse (lo que no se puede verificar general- mente est en peor estado) comprobamos, por ejemplo, un retraso desconcertante en la agricultura. Veinticinco aos hace que Stalin y sus sucesores han prometido -y continan prometiendo- el pan gratis al pueblo ruso, y que los comunistas franceses, italianos, espaoles y de otras nacionalidades engaan as a los que les siguen. Pero el pan gratis (que, por lo dems, en los pases capi- talistas donde el consumo de este alimento disminuye cada vez ms, no representara una conquista extraordi- naria) es un seuelo que encubre el anzuelo. La proporcin de poblacin activa empleada en la agri- cultura es, en los Estados Unidos, del 7 por 100; en Francia, del 15 por 100 ..., y en la Rusia comunista es de un 40 a un 45 por 100. Tales hechos prueban la defi- ciencia tcnica de la organizacin agraria de este pas, deficiencia que debe remediarse con el trabajo de los hom- " a fraccin del Partido Comunista llamada Oposicidn Obrera, cuyos lderes eran Alexandra Kollontai y Chlapnikoff, reclam en vano la participacin de los sindicatos obreros en la construccin de la economa. Lo nico que obtuvo fueron persecuciones. bres y mujeres -que trabajan muchas veces en mayor nmero- a pesar de los supuestos progresos tcnicos cuya realizacin se proclama desde hace decenios. Y esto no es lo ms grave; estamos ms lejos del co- munismo uerdudero, es decir, de la igualdad econmica, del igual derecho a la vida y al bienestar, al progreso y a todos los frutos del progreso de l o que lo estbamos en 1917. Nuevas clases se han formado, que sustituyen a las antiguas, nuevas capas de privilegiados; la domina- cin burocrtica se ha multiplicado por cien, los antiguos patronos han sido sustituidos por los jerarcas del Estado, tan explotadores como l o eran los capitalistas Y mientras hemos visto la igualdad instaurada desde el principio de la constitucin de las colectividades libertarias espa- olas, sta ni siquiera es la sombra de una esperanza para los trabajadores y las trabajadoras del campo, que viven en los koljoses (organizaciones colectivas, pero no colec- tivistas, nacidas por disposicin del rgimen llamado, como si fuera burla, comunista). Y es que existen, entre estas organizaciones y las colec- tividades agrarias de Espaa, diferencias fundamentales. Los koljoses y sovjoses son creaciones del Estado, de la burocracia del Estado. Productores y habitantes en gene- ral estn sometidos a las rdenes de una clase de funcio- narios que planifican, deciden, dan rdenes, sobre lo que se debe o no debe hacer, segn las instrucciones emanadas de ministerios ms inaccesibles que los picos del Hima- laya. A su vez, los funcionarios de los koljoses estn con- trolados por la clula comunista que extiende su domi- nacin sobre toda la comunidad, incluyendo los tracto- ristas, los empleados de almacenes y depsitos, las en- fermeras y los maestros de escuela. Casi siempre las mu- jeres estn obligadas a cumplir los trabajos ms pesados (conduccin de las mquinas, reparacin de los caminos, asfaltado de las carreteras, etc.), de modo que lo ms comn es que las campesinas -sometidas durante casi toda su vida a un trabajo bestial- den a los visitantes v viaieros la impresin de haber perdido todo rasgo de , I femineidad. El trabajo a destajo era general en los koljoses y sovjo- ses n o sabemos de que haya sido suprimido- y las categoras de salario, as corno la cantidad de trabajo exigido segn esas categoras, eran decididas soberaaa- mente por las clulas del partido dueo de Rusia. Todo esto y mucho ms, lo repetimos, despus de cin- cuenta aos de rgimen llamado comunista. En cambio, el principio y la prctica del colectivismo libertario en las colectividades libertarias espaolas dan lugar a una participacin directa de toda la poblacin en las asambleas donde se toman las resoluciones concer- nientes a la produccin, donde se establece el nivel de vida, donde se decide -tras exmenes en los que todos y todas pueden participar- las iniciativas propuestas. Supngase, por un momento, que en los pueblos de Ara- gn, de Levante o de cualquier otra regin colectivista, un puado de individuas, con el pretexto de pertenecer a un partido dueo del Gobierno, hubiesen querido dictar la conducta de todos, imponer normas, determinar lo que deba sembrarse y cultivarse, apoyndose en una polica de Estado con derecho a obligar a someterse a la pobla- cin bajo la pena de los peores castigos. Quin puede dudar de que el fracaso habra sido total, y que -ade- ms- el rendimiento del trabajo hubiera sido inferior incluso al que antes se obtena? Entonces los nuevos amos habran acusado a los cam- pesinos de contrarrevolucionarios. En la URSS, las estra- tificaciones privilegiadas parecen inconrnovibles porque se han inscrustado en el Estado, sm el Estado, son las castas creadas por El. Muchos hechos lo prueban. As, la revista moscovita Pmtitctua Jim (La vida del Partido) publicaba, refirindose al ao 1964, las infor- maciones siguientes, con respecto a la composicidn del Partido Comunista: 37,3 por 100 de sus miembros perte- necan a la clase obrera; 16,5 por 100 eran campesinos ( y los campesinos componan el 45 por 100 del total de la poblacin). Sobre 11.758.169 adherentes, 5.408.000 eran burcratas, tecncratas, y otros miembros de lo que se llama abiertamente y sin ningn reparo, la intelligent- sia, constituyendo esta ltima categora la flor y nata, la nueva clase superior, poseyendo su automvil, su dmha (casa de campo), sus criados, sus ordenanzas mili- tares, su piso de lujo, y gozando de vacaciones en Geor- gia, o a orillas del mar Negro. El contraste entre el rgimen fundado por el llamado comunismo de Estado, que es en realidad el peor capita- lismo de Estado, y el rgimen que haba fundado la revo- lucin libertaria espaola es absoluto y nos explica en gran parte por qu los comunistas espaoles y sus direc- tores moscovitas combatieron, y sigue combatiendo -re- trospectiva e implacablemente-, nuestra obra cons- tructiva. Por otra parte, la produccin industrial espaola fue mantenida por nosotros, mientras no nos faltaron las materias primas y la energa. En cambio, en la Rusia lla- mada comunista, el hierro, el carbn, el petrleo, la lana, el algodn, que era posible procurarse en el pas mismo -especialmente en las regiones del Sur-, faltaron, in- cluso en las zonas de produccin especializada, a causa de la desorganizacin causada por el rgimen, lo que se fue intensificando en los aos que siguieron a la guerra civil. La habilidosa propaganda de Kruschev -el i mi nado por un golpe de Estado por sus rivales dentro del comit del partido- acusaba al zarismo de la falta de desarrollo de la industria rusa, a lo cual agregaba el im- perialismo extranjero y la guerra internacioi~al seguida por la guerra civil. Pues bien, Kruschev, abusando de la ignorancia de sus oyentes, menta. Y mienten los que repiten sus palabras. Incluso teniendo en cuenta los estra- gos de la guerra bajo todas sus formas, el caso es que el rgimen nacido de la Revolucin rusa se encarg de transformar la parlisis parcial que el pas sufra por e1 ao 1920, en parlisis generaliazda. A este respecto, lee- mos en el libro monumental de Sergei Procopovicz, Histo- rie conomlque de l'U.R.S.S., estas lneas decisivas: du- rante el censo del 28 de agosto de 1920, se registraron 37.226 empresas industriales pertenecientes al Estado y que empleaban cerca de dos millones de trabajadores. Em- pero, el 1 de septiembre del mismo ao, 6.508 empresas, ' Lo cual significa que el Estado se haba apoderado de ellas, no los trabajadores. que ocupaban 1.300.000 trabajadores, figuraban en la documentacin del Consejo Superior de la Economa N- donal. Qu significa este cambio de cifras? Que movido por su voluntad de dominio, el Estado haca desaparecer, con pasmosa velocidad, gran nmero de empresas por medio de una centralizacin sistemtica que facilitaba su domi- nio, o mediante la supresin de las materias primas, del carbn, del petrleo. La marejada de los funcionarios encargados de dirigir el trabajo se extendi como un chan- cro, o una invasi6n de chancros '. En vsperas de la revo- lucin, en Rusia haba 65 altos hornos, que producan, en 1912, 5.200.000 toneladas de acero 9. En el momento de la toma del poder por los bolcheviques (octubre de 1917), la mitad de los altos hornos funcionaba an. Pero en el ao 1922, en el cual Lenin pronunci las palabras que hemos reproducido sobre la incapacidad de su partido en materia de economa, la produccin de ace- ro, segn las estadl'sticas oficides,- haba bajado a 255.000 toneladas. Desde luego, ni Lenin ni sus discpulos o partidarios reconocieron su responsabilidad, y sobre todo la respon- sabilidad de la estructura poiiticosocial que haban im- plantado por el terror, no slo eliminando a los patronos capaces (los haba, especialmente en las pequeas em- presas), sino tambin a los tcnicos que hubo que reempla- zar haciendo venir a otros de Alemania y de Estados Unidos de Norteamrica, pases donde la crisis econmica mundial movi a emigrar a mucha mano de obra superior, entonces disponible. Otra causa de este formidable retroceso fue la resis- tencia de los trabajadores de las fbricas, de las empresas metalrgicas y otras, hecho que escamotean los historia- ' Durante nuestra estancia en Mosc (ao 1921), Kamenev, al- tsimo personaje del rgimen, asesinado luego por Stalin, declaraba en una conferencia pronunciada en el Comit Panruso de los Fe- rrocarriles: Durante el zarismo, se contaban 250.000 empleados de Estado para todo el pais; ahora hay 240.000 para la sola ciu- dad de Mosc. Y el antiburocratismo de Trotsky nada cambi, porque era fruto del rgimen que l mismo haba contribuido a instautar y defenda. Francia, 4.270.000 toneladas. dores serviles hacia los burcratas rusos: ya en junio de 1918, es decir, nueve meses despus de la toma del poder por Lenin, Trotsky y sus amigos, los trabajadores empezaron a protestar contra los mtodos de terror po- licaco del rgimen y contra la estrangulacin de la liber- tad y de la democracia obrera en las empresas. Bien sa- bemos que los defensores de la dictadura afirmarn que esos trabajadores eran dirigidos por los mencheviques (que no eran todos contrarrevolucionarios ni mucho me- nos) y por los agentes del capitalismo. Reproduzcamos, pues, lo que deca Kirov, otro de los prohombres del partido, a principios de 1919: Todo el trabajo de organizacin de la vida econ- mica del pais se ha hecho hasta el presente con la par- ticipacin directa de los Sindicatos y de las masas obre- ras. Los Sindicatos y las conferencias obreras de dele- gados de fbricas de ciertas ramas industriales han sido los principales y los nicos laboratorios donde se han formado, y donde se forman an, los servicios de la organizacin econmica de Rusia. Esta situacin, en el ao mencionado, era comparable a la de Espaa en 1936-37. Pero, mientras en Espaa, los animadores de la revolucin ensanchaban y perfeccio- naban esta gestin de los trabajadores -lo que dio lugar a los resultados que hemos visto-, en la Rusia de Lenin - q u i e n se rectificaba y cambiaba de criterio en cada congreso de partido- los nuevos amos decidan que la produccin deba pasar bajo la direccin de la burguesa, a fin de remediar la muerte orgnica creada por el Estado, cuya extensin Lenin criticaba, mientras la favoreca de continuo. N mismo tiempo extenda en los campos - c o mo en las ciudades- una dictadura ms feroz que la conocida hasta entonces en Rusia, provocando la reaccin de los campesinos, que se negaban a colaborar con el rgimen que haba asesinado a la Asamblea Constituyen- te, en la que los comunistas -aunque dueos del poder poltico, y llevando por tanto una ventaja enorme sobre los otros partidos- haban obtenido 10 millones de votos, es decir, el 25 por 100 del total, los socialistas revolucionarios 20 millones - e s decir, el 50 por 100- y diversos partidos, todos anrkaristas, el 25 por 100 res- tante. Con la contribucin, en muchas partes de la anyigua burocracia del rgimen derribado 'O, la dictadura se ex- tendi mortalmente. Lenin se lamentaba y Trotsky ful- minaba contra la burocracia, pero la parlisis se extenda. Fue necesaria la monstruosa dictadura de Stalin -conti- nuacin y desarrollo de la de Lenin- para, causando mi- llones de muertos (las cifras aproximadas van desde 15 hasta 30 millones), construir una economa que habra podido construirse, sin tantos males, si la estatolatra no lo hubiera emponzoado todo. No cabe duda de que si la victoria hubiese sido logra- da por la Espaa antifascista, la economa hubiese pa- sado integralmente, o casi integralmente, a manos de los trabajadores, y que nuestros sindicatos la hubiesen inten- sificado rpidamente con los tcnicos diversos, ingenie- ros, arquitectos, que se adheran a este cambio excepcio- nal. Y tambin merced al aporte de las decenas de mili- tantes libertarios, especialmente cenetistas -no se olvide que tenamos a 30.000 compaeros encncarcelados a prin- cipios de 1936- que, contrariamente a los revolucio- narios profesionales y burcratas de Lenin, saban qu era prcticamente el trabajo, y el rendimiento en el tra- bajo, la producci6n y las actividades concordantes de los diferentes oficios en una fbrica, o de una red ferroviaria, y asimismo conocan cmo los rodajes de la actividad econmica estaban constituidos y ensamblados. En cambio, esta preparacin, siquiera psicolgica, fal- taba por completo a los 240.000 miembros del Partido Bolchevique, con los cuales Lenin pensaba -en septiem- bre de 1917- cuando escribi su folleto Podrn los bdchevqzces conservar el pude??, poder tomarlo todo y dirigirlo todo. En general, estos revolucionarios profesio- nales no eran profesionales del trabajo, y si penetraron la Hacia 1921, Stalin y Dzeryinski, en su informe sobre el Ter- cer Cuerpo de Ejrcito, escriban: Sobre 4.776 funcionarios de las instituciones soviticas de la ciudad de Viatka, 4.467 ocupaban los mismos empleos en la administracin del distrito en tiempos del zarismo~. en las fbricas, fue como chequistas l' y no como produc- tores. Lo mismo ocurri con la gran mayora de los bur- cratas del zarismo, que se adhirieron, con los nuevos, al partido de Lenin, y que ignoraban qu. era un arado, un martillo, una lima, un pico, una pala. Con el nombre de dictadura del proletariado, k n i n exiga una formacin piramidal de jefes que dirigan a la produccin y a los productores, de acuerdo con las ins- trucciones y resoluciones de los congresos del partido, que l haca votar como lo haba decidido. Ante todo, pol- tica, incluso en nombre de la interpretacin materialista o economista de la historia. El socialismo para los bol- chevique~ era, esencialmente, un problema de autoridad, predomi ~i o y obediencia absoluta. Y lo sigue siendo. Para nosotros, es esencialmente una cuestin de organi- zacin del trabajo, por los trabajadores manuales e inte- lectuales. Y lo sigue siendo. Si bien enaltecemos las realizaciones constructivas de la revolucin libertaria espaola, si bien conservamos en la memoria de nuestra inteligencia y de nuestro cora- zn las impresiones inolvidables que nos causaron nues- tras investigaciones en tales o cuales colectividades, en tales o cuales fbricas o talleres, donde los antagonismos, las mezquindades, la envidia, los egosmos en lucha per- manente haban sido sustituidos por la prctica de la soli- daridad y la ayuda mutua -y es sobre todo en este modo de convivencia que uno adquira la conviccin de que naca una nueva forma de civilizacin-, el autor, acostumbrado a juzgar las cosas sociales como realista y no como poeta, reconoce que nuestra obra constructiva tambin adolece de fallas, y que no fue perfecta el ciento por ciento. Ha extwesto, tambin -insistiendo intencionadamente sobre esias reaiidades-, las dificultades con que se tro- pez: la guerra, que domin la situacin en diversas regiones o en casi toda Espaa; la coexistencia inevitable con los partidos polticos y las estratificaciones sociales " Policas del Estado bolchevique a las rdenes de Dzeryinski, brazo derecho de Lenin. 478 GASTN LEVAL 1 aferradas a la estructuracin burguesa, y la hostilidad multiforme y sauda del Partido Comunista y sus inspi- radores y directores internacionales. Stalin no poda per- mitir que una nueva fuerza revolucionaria irrumpiera vic- toriosamente en la historia, atrayendo a las masas prole- tarias fuera de la rbita ruso-bolchevique. Pero tambin hubo razones subjetivas, que no van en desmedro de nuestras ideas, pues en este caso, son los hombres quienes fueron falibles. En primer lugar, si bien es cierto que el aparato eco- nmico era en cuanto a su preparacin tcnica muy su- perior a lo que haba sido en las revoluciones precedentes (pensemos en la Comuna de Pars y en la Revolucin rusa), a nuestros ojos haba sido insuficientemente desarro- llado. La causa de esta insuficiencia fue doble: por una parte, los combates que fueron librados durante sesenta y seis aos, y de los que hemos dado una idea anterior- mente, por el tiempo que absorban, los sacrificios, la de- manda de energas, impidieron llevar ms lejos una or- ganizacin que hubiese requerido estudios a los cuales nuestros militantes de base, tambin movilizados por la miseria y el hambre, y generalmente sin preparacin es- pecializada, no podan entregarse 12. Por otra parte, los que ejercieron una influencia nega- tiva por acantonarse en aspectos negativos contribuyeron, como Io hemos sealado ya, a retardar la constitucin de las federaciones de industria cuya existencia habra per- mitido sindicalizar con mayor rapidez la produccin, y sobre todo la distribucin. Bien es verdad que ninguna revolucin, siquiera pol- tica, ha sido preparada hasta sus menores detalles y po- demos, en parte, experimentar cierta satisfaccin ante las bases que -teniendo en cuenta las dificultades- haba- " El autor de este libro lo sabe por experiencia. Habindose formado el proyeao de escribir un libro de orientacin econmica revolucionaria en el ao 1921, no pudo hacerlo sino diez aos des- pus, por haber tenido la suerte de ejercer de profesor durante unos aos en la Repblica Argentina, lo cual le proporcion cal- ma, estabilidad econmica y la posibilidad de una documentacin que nunca habra podido obtener si hubiese seguido viviendo como en sus aos espaoles. mos establecido antes de 1936. Pero tambin tenemos el deber de juzgarnos a nosotros mismos con severidad, y de reconocer nuestras insuficiencias, nuestros errores, nuestras fallas. Habramos hecho ms si nuestro movimiento se hu- biera preparado mejor desde el punto de vista econmico y tcnico. Cierto es que otros sectores revolucionarios hicieron mucho menos, y no se preocuparon sino de las grandes lneas de la futura accin del gobierno del proletariado, es decir, del suyo; como tampoco se preocupan hoy tantos intelectuales que ni por intuicin comprenden lo que sera la revolucin que reclaman a grito pelado. Pero esto no constituye una justificacin para nosotros. Siempre, Proudhon, Bakunin, Kropotkin - q u e fueron los tericos ms eminentes del socialismo libertario- han recomendado esta preparacin de la reconstruccin revo- lucionaria. Debemos reconocer que no fueron bastante escuchados, y que la mstica de la revolucin sustituy en demasa a los estudios metdicos y sistemticos que, con los conocimientos positivos, el manejo de las cifras y la imaginacin creadora, fecundan la labor del revolu- cionario socilogo. Nadie puede improvisarse organizador social, como na- die puede improvisarse director de una empresa indus- trial donde deben resolverse a diario toda clase de pro- blemas, o ingeniero capaz de construir nuevas mquinas de complejo mecanismo. Pretenderlo sera incurrir en demagogia imperdonable. Lo que se ha construido du- rante la revolucin ha sido obra de los que tenan -a menudo- una larga prctica sindical y de organizacin obrera, con la que haban adquirido, especialmente en las grandes ciudades, el sentido, cuando no el conocimiento de la industria a la que pertenecan, de su importancia, de las relaciones existentes entre las unidades de produc- cin; y que, por otra parte, se haban impregnado de lecturas dndole orientaciones constructivas 13. La prcti- Puede objetrsenos que las colectividades fueron, como lo hemos escrito antes, una creacin de la revolucin. Pero hemos di- cho tambin que se puso al frente de las mismas a militantes ague- rridos, que por su actuacin en la CNT haban acumulado una ca de las federaciones locales intersindicales industriales o comarcales agrarias era tal que, legado el momento, los nuevos mtodos de ordenamiento fueron encontrados casi sin dificultad, como improvisados; pero esta improvisa- cin fue la consecuencia de un largo perodo de incu- bacin, de preparacin mental y prctica. Sin preparacin seria, especializada desde el punto de vista econmico-constructivo, no hay revolucin social, y verdaderamente socialista, posible. Incluso en la hipte- sis de un cambio ms o menos pacfico, el xito depende ante todo de la capacidad constructiva preexistente. Sin embargo, ms importante an que la capacidad intelec- tual y tcnica es la preparacin moral, pues el grado de intelectualidad especializada y de tecnicidad elaborada depende del grado de conciencia y responsabilidad que promueve el sentido del deber en cada individuo. Es, ante todo, esta conciencia de las responsabilidades la que ha dominado en los militantes libertarios espaoles y ha i dui do en sus luchas, su comportamiento intelec- tual, su actividad propagandstica y organizadora, man- teniendo su tesn invencible en la lucha por una huma- nidad ms feliz y una sociedad mejor. Con un fervor que, elevando a cada uno por encima de s mismo le haca dar su sosiego, su libertad y su vida, por un mejor por- venir humano. Sin estas condiciones morales, todo lo dems habra servido de muy poca cosa. Con frecuencia estas condiciones han estimulado la in- teligencia, aguzado el don de invencin, para hallar solu- ciones originales, a pesar de la ausencia de una formacin intelectual. Muchas veces he visto a militantes ferro- viarios que apenas saban firmar y que, en reuniones donde se trataba de la organizacin de los ferrocarriles y de nuevas iniciativas necesarias, no eran inferiores a los ingenieros*, nos deca recientemente una compaera po- laca, ella misma ingeniera, que particip en la direccin de la red Madrid-Zaragoza-Alicante. La imaginacin creadora era estimulada por el espri- prctica organizadora insustituible, y se adaptaron a sus nuevas funciones como un ingeniero seriamente formado adopta las medi- das necesarias ante obras cuya realizacin debe amoldarse a las condiciones del ambiente y a los materiales que le son peculiares. tu, y estimulaba a la inteligencia. Pues la revolucin es tambin la inspiracin, la libre inspiracin de los hombres. Es cierto que en 1917 el Partido Bolchevique ruso contaba con un nmero de intelectuales muy superior a 10s que contaba -aun teniendo en cuenta la proporcin de habitantes- el movimiento libertario espaol en 1936. Pero la superioridad cultural de un Estado mayor se ha mostrado inferior al genio creador de legiones de mili- tantes libertariamente inspirados, y de las masas por ellos orientadas. Nuestra obra constructiva revolucionaria ha sido des- truida por la victoria franquista y por el sabotaje y la pcsicin de Stalin y sus agentes. Pero queda en la historia como un ejemplo, y como una prueba de que es posible evitar las etapas dictatoriales cuando se sabe organizar a la mayor brevedad la sociedad nueva, cuando se sabe prescindir de la dictadura llamada del proletariado, y que es ms exactamente la de un partido revolucionario usur- pador de la representacin del proletariado, que los into- xicado~, los posedos del poder - d e su poder al cual debe sujetarse el pueblo-, se obstinan en imponernos bajo la pena de hacernos sufrir los campos de concentra- ciiin, de masacrarnos como contrarrevolucionarios. Un camino nuevo ha sido sealado, una realizacin que emerge en la historia social, como un faro gigan- tesco, cuyas luces debern utilizar los revolucionarios que quieran emancipar a los hombres innumerables, some- tidos desdc los principios de la historia a un estado infa- me de explotacin e inferioridad. Si no lo olvidan, nuestra derrota de ayer ser amplia- mente compensada por los triunfos de maana, y nues- tros compaeros, cados en la batalla, no habrn muerto en vano. APENDICE 1. LA INDUSTRIALIZACION EN ESPAA DQEOS histricos Espaa haba empezado mucho ms tarde que la ma- yora de las otras naciones europeas a modernizarse, 'Lo hizo en condiciones extremadamente desfavorables, y no slo por la escasez relativa de materias primas. Despus de la expulsin de los rabes -a fines del siglo xv-, expulsin que provoc el derrumbamiento de una econo- ma que haba ocupado el primer puesto en Europa, el pas se haba sumido en una decadencia que, segn una frase clebre, haca de 61 el vagn de cola del tren europeo. Y, segn ciertos historiadores -incluso espa- oles-, en los siglos XVII y XVIII, la mayora de los hombres estaban divididos en tres clases: frailes, solda- dos y mendigos. La conquista de Amrica Central y del Sur, la adquisi- cin sin esfuerzo propio de grandes cantidades de oro y plata, cuya extraccin cost la vida a millones de indios, permiti a la nacin donde el trabajo estaba casi por completo considerado como una maldicin y un deshonor, comprar a Inglaterra, Francia, los Pases Bajos, los pro- ductos que haba sabido producir antes. Lo cual no hizo sino acentuar el proceso de su descomposicin. Y lleg el -momento en que ya no se encontraban tra- bajadores capaces de reparar los propios buques, citn- dose casos en que fue preciso hacer traer obreros de Inglaterra. Fue necesaria la invasin napolenica, la explosin de energa que provoc la resistencia naaonal y la aparicin simultnea del espritu liberal en parte de los combatien- tes reunidos en Cdiz, para que las artes y los oficios empezaran a reanudarse lentamente, en parte gracias a la participacin del capital financiero extranjero y a la vecindad de Francia. En la misma poca, Espaa pierde casi todas sus colo- nias. Slo le quedan Cuba y Puerto Rico. Echados del Per, de Colombia, Mxico, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, los descendientes de los conquistado- res vuelven, integrndose a la patria de sus padres; le- vndose sus capitales de los que se servirn para fundar -especialmente en Catalua- industrias manufactureras y de transformacin, y en Vizcaya, para desarrollar una industria minero-metalrgica, que adquirir con el tiempo relativa importancia l. La prdida de Cuba y de Puerto Rico coincide con un nuevo impulso, en parte gracias a los capitales acumu- lados i on la explotacin de las poblaciones sojuzgadas. Lo cual, agregndose al estmulo de los repatriados, da como resultado que de 1899 a 1909, 13.800 sociedades aparecieran, invirtiendo 4.560 miilones de pesetas oro en la explotacin minera y en la fabricacin de productos diversos. El capital extranjero, fuertemente solicitado, como fue en el caso de la construcci6n de los ferrocarriles, desem- peaba un papel importante en esta evolucin que fue acentundose, pero no en las crecidsimas proporciones proclamadas por cierta propaganda nacionalista rabiosa y demaggica. As, en el ao 1922, el capital de origen ingls en las minas espaolas se elevaba a 539 millones de pesetas; el capital francbs, a 32 millones de pesetas. Si tenemos en cuenta Iss cifras anteriormente menciona- das, comprobamos que acusar d capital extranjero de toda la miseria del pas implica, sobre todo, descargarse de sus propias -responsabilidades. La Primera Guerra Mundal, durante la cual la indus- ' El capital extranjero, sobre todo in& (y luego alemn, fran- cs y belga), contribuy6 a este desarrollo. Por otra parte, la venta de mineral de hierro a Inglaterra panicip6 en la constituci6n de un capital inanciero hdispensable para la organizacidn de la in- dustria naviera. tria espaola se bendici ampliamente de la venta de mineral (hierro y cobre) y de productos necesarios para los ejrcitos aliados, constituy una tercera etapa. Pero, aunque la industria espaola haya aprovechado la oportu- nidad, Espaa segua siendo un pas atrasado con relacin a las otras naciones europeas. Era propio de su comercio exterior ver que 5, 6 y hasta 10 millones de tonela- das de mineral de hierro (1916) eran vendidas a Ingla- terra y otras naciones y que se compraba a estas mismas naciones el hierro que se les haba vendido bajo la forma de mquinas, camas metlicas y otros artefactos que muy bien habran podido producirse dentro de fronteras con la materia prima extrada. En 1935, los altos hornos espaoles producan 600.000 toneladas de acero anuales, l o que no era ni siquiera la dcima parte de lo que nece- sitaba una nacin medianamente desarrollada, que conta- ba con 24 millones de habitantes. E$mplo de un sindicato de industria Fechado el 15 de enero de 1938, tenemos en nuestro poder el Boletn ( o revista) editado por el Sindicato de la Construccin, de la Madera y Decoracin de Barcelona. Este boletn contiene, en las dos pginas centrales, un grfico que nos informa sobre la importancia y el reparto de los efectivos de esta entidad obrera. Constituye un ejemplo caracterfstico del esfuerzo de los militantes de la CNT hacia la mayor coordinaci6n posible e incluso hacia la interpretacin orgnica o semiorgnica -segn los casos- de las actividades que concurren a una pro- duccin determinada o a servicios idnticos. Puede dis- cutirse sobre ciertas clasificaciones, pero l o que nos inte- resa aquf es mostrar el espfritu de organizacin, de soli- daridad de que dan prueba las prcticas a la vez federa- listas y cohesionadas del movimiento encarnado por la CNT. En primer lugar, el sindicato est dividido en dos gran- des sectores: el de la construccin y el de la madera, del que la decoracin constituye un complemento. El primer sector es el m& importante: cuenta con 27 secciones profesionales y 32.904 adherentes. Naturalmente, ciertas modificaciones debieron producirse ms tarde, debidas a los trastornos causados por la situacin en las mismas estructuras econmicas. Lo que nos interesa es conocer su verdadero carcter, cuando la situacin era normal, o casi normal. Tenemos, ilustrado bajo forma de columnas de las que su altura corresponde a las cifras de cada oficio, el t a a l de efectivos por especialidad. La primera columna, la ms alta, se refiere a los albailes y a los peones de albail: en total 15.000 hombres. La ltima columna, siempre del mismo sector de Ia construccin, es denomi- nada aislamiento e impermeabilizante y cuenta con 63 miembros. Entre los dos extremos figuran, en primer lugar, los porteros, 5.000 en total2; luego !os trabaja- dores del servicio de limpieza, 2.760; los pintores son 1.370; los yeseros, 1.200; y las cifras van descendiendo hasta los arquitectos, que son 97, y los auxiliares tc- ' Este elevado nmero de porteros adheridos a la CNT podr sorprender. Se explica, en primer lugar, por el hecho de que - e n Barcelona, que contaba entonces un poco ms de un miiin de habitantes- las clases opulentas constituian una parte importante de !a poblacin. Y a los ricos catalanes, amantes de la cstentacin. les placa tener en sus inmuebles celosos guardianes. Bien es cieno que los propietarios haban desaparecido, hu- yendo a Francia, o escondindose. Pero los porteros haban que- dado en su portera, y no era fcil desalojarlos -por qu, ade- ms, haberlo hecho?-. Y un excelente medio para ser respeta- do, i no consista en adherirse al sindicato de la profesin, esfor- zndose al mismo tiempo por mostrarse amables, simpticos y... cautelosos? Tanto ms cuanto que la semipariisis de ciertas in- dustrias por falta de materia prima y de energa no permita destinarlos a otras profesiones. Otra razn, de carcter poltico, y que no dependa de nos- otros. obligaba a admitir el ingreso de estos elementos, que en fin de cuentas en ms parasitarios que productivos: organizados en el PSUC (Partido Socialista Unificado de Catalua), los c* munistas se esforzaban por engrosar la seccin catalana de la UGT, a la cual se adheran todos los adversarios de la revolu- cin y de la CNT. Esta ltima se vea, pues, obligada a aceptar elementos muy pocos libertarios que constituan minoras de fcil control, a fin de evitar que fueran a reforzar la organiza- cin rival. A estos tristes recursos obligaba la compleja situacin creada por las maniobras de los comunistas. nicos y dibujantes de planos. Hemos visto l o correspon- diente a la ltima seccin. El sector de la madera y decoracin est compuesto por 25 secciones profesionales. Tambin aqu ciertas cla- sificaciones pueden parecer discutibles, y -una vez ms- repetimos que 10 que mSs importante nos parece es la cohesin de profesiones cuyas actividades tenan entre s contactos o afinidades, y el espritu de unificacin y soli- daridad que presida a estos grandes conjuntos. La totalidad de los trabajadores unidos en esta rama de industria alcanzaba a 11.542. De este total, los car- pinteros se elevaban a 3.090; seguan los ebanistas, con 3.080; los mueblistas (que tal vez podran haberse clasificado en la ebanistera), con 800. Aparecan luego los obreros en embalajes, 610; y as hasta los especia- lista en cierto utillaje, que tal vez habran podido cla- sificarse en la metalurgia, pero que ... es cuestin de cri- terio. Las secciones, o profesiones intermedias, englobaban ocupaciones muy diversas, como la fabricacin de jugue- tes, tapices, cepillos, billares, pianos, estuches, escultu- ras, muebles de junco, colchones. molduras y cueros, tor- neados, hormas y tacones, persianas, fabricantes de (<sillas Eneasp, toneleros; fabricacin de molduras y pasamanos; doradores y, por En, las dos secciones mencionadas al principio, de contrachapeado y herramientas especiales. Todo por orden decreciente. Hemos dejado aparte a 200 personas empleadas en la administrscin, y a las cuales se asociaba con las nrofesiones que componan la industria, lo cual forma- ha un todo. Esto evitaba luchas, incomprensiones en los conflictos profesionales en el seno de las empresas. Lo cual nos recuerda a la Federacin de los Trabajadores de la Alimentacicn de Madrid. unida con los campesinos colectivistas de la regin del Centro. Es digno de suhravar que, en estos casos de unin es- trecha. la ~dhesin a los principios libertarias no ha ser- vido de pretexto para un supuesto federnlismo disocisdor y disgegativo. La coordinacin estrecha de los hombres v de sus actividades aoarece como uno de los principios fundamentales de la moral libertaria. Bien o mal expresada, la tendencia a una estructura orgnica bajo el control de la CNT, de acuerdo con lo que fueron siempre los postulados d d sindicalismo revo- lucionario, o libertario, ha hecho su aparicin en repetidas ocasiones, incluso en el perodo de improvisacin de los consejos de empresa. Entre los documentos de la poca que lo prueban, hemos conservado un informe del 31 de diciembre de 1936, firmado por el Sindicato de Espec- tculos Pblicos, el Sindicato de Profesiones Liberales, el Sindicato de la Alimentacin, el Sindicato de la Indus- tria Qumica, el Sindicato de Sanidad y el Sindicato de la Distribucin, todos de Barcelona. Este plan fue pre- sentado bajo forma de Dictames par la po~encia nom- brdu pam elaborar la estrmturxcidrr de 20s ca~s.ejos fede- rales de ecanamia, coprtrol y estadisticd en el Congreso Regional de Catalua, en febrero de 1937. Nos hallamos en presencia de un intento de ir m& all de los comits de empresa, que en ciertas industrias representaban la dispersin, oponindole una visin cohesionada de la or- ganizacin econmica general. Indudablemente, se puede hacer ciertas crticas, deno- tar tales o cuales insuficiencias. Pero es de hacer notar que s do la CNT supo presentar concemos orgnicos, que en circunstancias ms propicias habrlan posibilitado realiza- ciones de conjunto, acordes con las necesidades de una sociedad moderna. Reproduciremos de este testo lo que nos parece ms tpico; evitaremos ciertas repeticiones e imperfecciones estadfsticas. Aparte de esta precaucin, el documento reza como sigue: Constittlcin de las wjas de reg~lartzacidn e inicigtitrar que al propio tiempo sirvan de orientadores revolucio- narios en la nueva estmcturacin econmica y social para la explotacin en comn de las riquezas natura- les, artsticas e intelectuales de los pueblos ibricos, se metemos al estudio y a la aprobacin de la Organiza- cin Sindical, el siguiente articulado de estniduracin nacional y de las relaciones econmicas entre los traba- jadores de la CNT. Considerando de imperiosa necesidad la organizacin de consejos administrativos para la buena marcha de la produccin y distribucin en todos sus aspectos, y 11. ORGANIZACION INDUSTRIAL Es~ructurrrcin de los diversos consejos de expiotlrcin ecotznricd Consejo de Empresa En cada centro de produccin y distribucin (fbrica, taller, mina, campo, etc.), se constituir un Consejo Administrativo formado por un representante de cada sector o especialidad de trabajo, el cual tendr a su cargo el control general de los ingresos y gastos, y por consiguiente, los balances correspondientes a cada ejer- cicio y se investigar acerca del rendimiento y del cum- plimiento de la labor particular y general de todos los componentes de la explotacin. Cuando una fbrica, un taller, una mina, un cam- po, etc., se unan a otros centros de produccin y dis- tribucin de Ias mismas caractersticas de trabajo, se crear un Consejo General de Empresa, cuyas funcio- nes sern las asignadas a estos organismos. El cargo de delegado de estos Consejos no exime a sus componentes de sus obligaciones acostumbradas. Consejo Sindical En cada Sindicato se constituir un Consejo econ- mico compuesto por un nmero no inferior a cinco, ni los trabajadores del mismo, con las atribuciones o ca- ractersticas siguietnes: a) Organizadores en materia econmica. b) Inspectores administrativos. C) Tcnicos en estadsticas. Si establecemos estos tres apartados para designar a los componentes de un mismo Consejo de Sindica- tos, es con el fin de delimitar desde su base las fun- ciones propias de cada seccin a ejercer en una forma racional, ya que de la inteligencia y de la armona de dichas funciones entre s y con los Consejos Generales de Industria depender el resultado o el xito de toda la Organizacin. Los organizadores econmicos atendern preferente- mente todo lo que represente rendimiento mximo de la explotacin, estudiando las iniciativas o mejoras aportables o modificando las condiciones defectuosas de realizacin general. Los inspectores administrativos cuidarn de la exac- titud de las operaciones de contabilidad y del cum- plimiento de las medidas que den la mxima eficacia a la obra de conjunto. Los tcnicos de estadstica se ocuparn de los gr- ficos de rendimiento de cada sector o especialidad, de los estados de cuentas y balances, y establecern los ndices de explotacin que correspondan. Consejo de Economa, Control y Estadstica de la Federacin local Cada Sindicato nombrar un delegado en su Fede- racin, y los delegados formarn el Consejo de econo- ma, control y estadstica de la misma. Consejos comarcales de Economla, Control y Estadstica Se cunstituitiin con un delegado por cada Sindicato de la comarca, exceptuando los sindicatos que formen federaciones locales. superior a nueve, de representantes seleccionados entre los componentes de los Consejos de Empresa, o entre Consejo de la Federacin de comarcales Estar integrado por un delegado de cada comarca de zona en Catalua, o de provincia en el resto de Espaa, y con una representacin directa por cada Federacin local de zona o de provincia. Consejo de Fkonoma, Control y Estadstica de la Federacin regional Estar constituido por uno o dos ddegados de cada zona o provincia. Consejo Nacional de Economa, Control y Estadstica Conf ederal Se formar con dos delegados por cada Federacin regional, elegidos por el Pleno del Consejo Regional, y residir en Barcelona. En todos los Consejos nombrados, 10s cargos sern ocupados durante un mnimo de un ao y un mximo de dos. Es lgico y conveniente que para la buena marcha de cualquier explotacin, se lleve al detalle la con- tabilidad correspondiente, y que lo mismo ocurra en cualquier agrupacin de empresas. Con el fin de que todo esto se realice debidamente, y puedan conocerse en cualquier momento las deficiencias o anomalas que puedan aparecer, y estar a tiempo de subsanarlas en beneficio de la colectividad interesada y de la organi- zacin econmica en general, sometemos a juicio de los trabajadores la conveniencia de crear un sistema de control o inspeccin de todas y cada una de las explo- taciones con rendimiento cerrado y contabilidad pro- pia, para poder establecer con las mayores garantias posibles la clase de ayuda en forma de compensacin o subsidio que pudiera otorgarse a las explotaciones de escaso rendimiento, o la conveniencia de poder aco- plar a sus trabajadores a otras empresas de mayor in- ters, previo asentimiento de los sindicatos interesados. Nosotros pensamos que nivelar los ingresos de los individuos no es dando a cada trabajador en particu- lar una aportacin solidaria extrada de otros rganos de produccin, sino creando otros sistemas de explo- tacin que mejoren las condiciones de rendimiento de las industrias pobres, que as es como debe enfocarse esta frmula de compensacin. Organizacih del control o inspeccin Empezando por el Consejo Nacional de Economa, cada Consejo nombrar delegados inspectores que fis- calicen la administracin y buena marcha del Consejo inmediato inferior hasta llegar a los Consejos de Sin- dicatos, los cuales inspeccionarn la contabilidad de los Consejos de empresa de sector, fbrica o campo de produccin y distribucin, estableciendo un balance semestral de cada uno de ellos para su balance y apro- bacin, que ser remitido al Consejo local, o comarcal, el cual los entregar a los organismos inmediatos supe- riores para su aprobacin definitiva. Todo confederado tendr derecho a intervenir direc- tamente en cualquier inspeccin que se realice, sea de la Comarcal, del Sindicato, o de cualquier otro Con- sejo. Orgonizacid~ estadstica Consideramos a la organizacin estadstica como uno de los principales elementos de la nueva estructura- cin econmica, ya que con sus datos concretos y se- guros nos revela en cualquier momento el estado y des- arrollo de todas las actividades productivas y distri- butivas. Desaparecida la arcaica creencia de que con un sim- ple libro de entradas y salidas podremos dirigir una industria, debemos ir a la creacin inmediata de los grdficos y resmenes estadsticos de todas las funcio- nes de la produccin y distribucin, simplificando al propio tiempo las operaciones contables con una uni- ficacin del sistema general de contabilidad. em~leando , A la recopilacin de ditos y resultados, balances comer- ciales, industriales, municipales, comarcales y regiona- les que -debidamente compendiados- nos darn una visin exacta de toda la ~roduccin nacional. Recalcamos al mismoztiempo, que esta organizacin, de carcter estrictamente tcnico, debe prosperar al margen de la estructuracin econmica, ya que pre- cisamente su principal misin es la de advertir las insuficiencias que en el curso de las operaciones econ- micas se observaran. Los grficos de produccin y distribucin, resmenes de operaciones y extractos de ingresos y balances que establezcan los Consejos de Empresa pasarn a manos del Consejo superior inmediato, y as sucesivamente, hasta confeccionar las escalas de estadsticas de cada Sindicato, Federacin local, comarcal y regional, esta- blecindose el total de la produccin nacional, su coste, las existencias, etc., en un compendio de estadsticas que sera la base sobre la que se asentaran los inter- cambios en el orden internacional. Las caras de regdmiz@cin e inici~tivm Estructurada la composicin de los Consejos de Eco- noma, Control y Estadstica, salta a la vista que ni- camente la funcin de control o inspeccin adminis- trativa o sindical puede ser ampliamente efectuada, ya que no podremos considerar completa la de Estadstica y Economa nacional mientras no controlemos la tota- lidad de la produccin nacional; y por otra parte, mal podremos obrar libremente en un Consejo de Economa nacional mientras no poseamos la caja del Banco de Espaa, emisor del papel moneda, dado su origen ne- tamente capitalista, y que desempea un papel tan importante en el desenvolvimiento nacional e interna- cional de nuestra economa. Mientras se llegue al control directo del sistema de emisin de billetes, y actuando dentro del sistema de valoracin y poder adquisitivo de la moneda en curso, podemos crearnos una Caja propia, cuyo capital se cons- tituir a base de un gravamen sobre los benefidos que se obtengan con las producciones industriales y agrco- las que pertenezcan a la organizacin de la CNT. Resulta intil insistir sobre esta posicin de las acti- vidades econmicas, y que mientras exista la moneda, se regularn precisamente por medio de la CNT, y que por lo tanto no podemos hablar de Consejos de Econo- ma si al mismo tiempo no creamos el medio que les permitir actuar gracias al capital indispensable, para que sirvan de medio regulador con sus caractersticas esenciales de compensacin y de propulsor de nuevas empresas. Para alcanzar estos fines se necesita: 1." Que todas las empresas se encuentren en nues- tras manos. 2." Que estas empresas tengan una vida prspera. 3. Que se vayan creando nuevas empresas. Como lo hemos dicho anteriormente, mientras no dispongamos de la emisin de papel moneda, la nica forma reguladora posible es la mencionada, de un gra- vamen directo sobre los beneficios de la produccin. Beneficios saldados por los consejos de empresa, sivdicczto y f ederacidla Las explotaciones o administraciones que tengan la fortuna de hacer beneficios netos, una vez calculadas las cuentas de previsin necesarias, y a condicin de que sus participantes no perciban una remuneracin excesiva, en desacuerdo con las retribuciones de otros sectores de produccin similar, destinarn dichos bene- ficios en la siguiente forma: Un 50 por 100 estar destinado a un fondo de re- serva con destino a la conservacin y mejoramiento de los recursos econmicos, industriales y agrcolas. El otro 50 por 100 pasar a poder del Consejo local o comarcal, segn corresponda. La Caja del Consejo comarcal o local guardar el 50 por 100 de esta recaudacin, entregando el resto a la Caja de la Federacin de comarcales. Estas, a su vez, entregarn el 50 por 100 de sus in- gresos a la Caja del Consejo regional. Y estos ltimos entregarn el 50 por 100 de sus in- gresos a la Caja de Regularizacin e Iniciativas del Con- sejo Nacional de Economa, Control y Estadstica Con- federal. Necesidad de intervencin bmcaria propia en nuestros operaciones financieras Como rgano complementario de nuestra economa, entendemos se debe ir a la creacin de un Banco de Crdito Confederal, cuya misin fundamental ser la de absorber la totalidad de las operaciones financieras de nuestra Confederacin, y por lo tanto propugnamos porque el mismo se cree lo antes posible, bajo la di- reccin de nuestros Consejos de Economa, Control y Estadstica. Constitucin de nuestros consejos de economia, control y estdistica En definitiva, y como resumen de lo expuesto por esta Ponencia, consideramos que para llevar a la prc- tica ese proyecto, y con el in de convertirlo en una realidad inmediata, debe nombrarse una comisin eje- cutiva compuesta por diez compaeros competentes, con la misin exclusiva de ir constituyendo los Conse- jos de Sindicatos y Federaciones locales y comarcales que han de formar l a base sobre la que se asiente la potencialidad econmica y social de nuestra Confede- racin. Por la Ponencia: Espectculos Pblicos; Profesiones Liberales; Alimentacin; Industria Qumica; Sani- dad; Distribucin. Barcelona, 31 de diciembre de 1936. 111. ESTATUTOS O REGLAMENTOS DE LAS COLECTIVIDADES AGRARIAS Los reglamentos o estatutos, denominados tambin las cartas, de las colectividades agrarias, han sido conocidos -aunque sea parcialmente- a travs de esta obra. Sin embargo, incluiremos algunos ms, ya que los mismos expresan -salvadas imperfecciones de I x i c e el esp- ritu constructivo y revolucionario que caracterizara a esos nuclearnientos surgidos en Espaa en 1936-39. En su esencia se traduce la doctrina socialista liberta- ria, enfrentando con realismo la situacin social inespe- rada e imprevista. Transcribimos tres estatutos completos: Estatutos de la colectividrrd libre de trabajadores de Tamarite de Litera Art. 1." Con el ttulo de Colectividad y coopera- tiva se constituy en esta localidad, con fecha 1." de octubre de 1936, una colectividad de campesinos y trabajadores industriales, para la explotacin agrcola colectiva de las fincas e industrias que fueron propie- dad de los elementos facciosos que, directa o indirec- tamente, coadyuvaron a la sublevacin fascista en Es- paa, cuyos bienes pasan a la Colectividad. As como tambin para la explotacin colectiva de los bienes de la pertenencia de los colectivistas y de aquellos pro- pietarios de inmuebles leales al movimiento revolu- cionario y los de aquellos tambin que, sin ser elemen- tos facciosos, no cultivan bien sus tierras directamente o dejen de cultivarlas. Art. 2." Esta Colectividad, compuesta como se ha dicho en el artculo anterior, de campesinos y trabaja- dores industriales, est inspirada en los ms altos sen- timientos humanos, basndose en los principios socia- les ms elevados. Art. 3." Los fines que persigue la constitucin de esta Colectividad son: el mejoramiento social y eco- nmico de la masa campesina y de aquellos pequeos industriales que se destacaron siempre por sus ideas de reivindicacin social antes de la sublevacin fascis- ta, y durante la revolucin. De los Bienes de la Comunidad Art. 4." Los bienes de la Colectividad sern cons- tituidos por todos aquellos inmuebles urbanos rsticos y mercaderas expropiadas a los elementos fascistas, as como los propios bienes de los colectivistas, y los de aquellos que sin ser fascistas no cultiven bien sus tierras por su propio esfuerzo personal. Art. 5." Todos los bienes que constituyen los de la Colectividad, ya sea los provenientes de los elemen- tos facciosos, ya sea de los adherentes voluntarios, en ningn caso podrn parcelarse, sino que se trabajarn en comn, formando un solo grupo que se subdivi- dir en tres o ms secciones, disponiendo cada seccin o zona de todos los elementos para el trabajo agrcola: enseres de labranza, animales de tiro; en cada grupo se designar los delegados tcnicos para el mejor des- arrollo del laboreo y la explotacin de las fincas ex- propiadas. a) Los hombres se clasificarn en tres o ms sec- cioncs, como queda mencionado ms arriba, con arre- glo a las actividades propias de cada individuo, unos para la poda de olivos y rboles frutales, otros para la siega de la alfalfa y cereales, otros para la azada, otros para mozos de mulas y otros para trabajos se- cundarios 3, as, de esta manera evitaremos las deficien- Es decir, el trabajo ser distribuido segn las posibilidades fsicas de los trabajadores. Racionalizacin humanista. cias que hasta ahora se han venido sucediendo, por motivos que todos conocemos demasiado bien. b) Todo colectivista est autorizado para adherir- se a la seccin que mejor le parezca, y podr, en con- secuencia, cambiar de domicilio con su familia, estando obligado a atender las instrucciones de los delegados responsables que hayan acordado en reunin preliminar la aprobacin de aquellos trabajos a realizar, y si al- guien no atendiera los acuerdos dimanados de la reu- nin de delegados, el delegado responsable lo pondr en conocimiento de la Junta Administrativa de la Co- lectividad, la que determinar la expulsin del com- paero o compaeros que no hayan cumplido los re- feridos acuerdos. e) Se respeta a aquellos grupos que estaban cons- tituidos anteriormente a mantenerse segn sus linea- mientos 4. d) Todos aquellos que posean tres hectreas y me- dia de tierra de regado y de monte y secano quedan en libertad de ser colectivistas o individualistas; de todos modos estarn obligados 3 trabajarla con su pro- pio esfuerzo, pero, tanto los colectivistas como los in- dividualista~ tienen la obligacin de prestar la ayuda que el grupo comunal le pida, ya sea en bestias como en ayuda personal. Los que posean menos tierra de la arriba expresada estn obligados a ingresar a la colectividad. e) A cada grupo, as como tambin a los colecti- vistas, la Junta Administrativa les dar una libreta para anotar los gastos e ingresos. Art. 6." Para asegurar la buena marcha de la admi- nistracin, de todos los bienes de la Colectividad, se har un balance detallando fincas agrcolas, inmuebles, mercaderas, etc., haciendo constar la procedencia fac- ciosa. Art. 7." A medida que se vayan recolectando, todos los productos de la explotacin coinunal colectiva sern almacenados en lugares designados por la Colectividad, sin que se permita la divisin individual de los pro- ductos, ni su almacenamiento por separado. Art. 8." Aquellas fincas que renan mejores con- diciones por su situacin geogrfica, nmero de habi- Sin duda, trtase de los grupos que se haban constituido anticipndose a la fundacin de la Colectividad. tantes, etc., formarn granjas agrcolas ms extensas posibles, a fin de desempear la misin social que las circunstancias exijan. Art. 9." Todos aquellos que soliciten ingreso en la Colectividad debern hacerlo con todos sus bienes, de- jando de ser individualistas para ser colectivistas y so- lidarios de la Colectividad. Art. 10. Para poder conocer en todo momento la situacin de la Colectividad, se Ilevar contabilidad ade- cuada por secciones de todas las operaciones de produc- cin y consumo. Art. 11. Deben expulsarse de la Colectividad a to- dos los elementos facciosos que no den el menor ren- dimiento ni beneficio a la Colectividad, siendo una car- ga para sta, y teniendo muy en cuenta que si la si- tuacin cambiara sabran aprovecharse para convertirse en perseguidores no solamente nuestros sino de nues- tros propios familiares. Derechos y Deberes de la Colectividad Art. 12. La Colectividad dispone para beneficio de todos los colectivistas, de la Cooperativa de Consumo en los ramos de comer, beber, calefaccin y vestir, as como farmacias y mdicos y todo cuanto concierne en artes y oficios propios para el desarrollo y desenvolvi- miento disponiendo tambin de cuatro molinos de acei- te, una fbrica harinera, una de jabn (fusionada con los mohos de aceite para la elaboracin de aceites secundarios), una fbrica de leja, tres fbricas de yeso, tres de cermica y ladrillos, y la luz elctrica. Art. 13. Se reconoce el derecho a todo colectivista a que en las respectivas viviendas cren toda clase de animales, como cerdos, gallinas, pavos, patos, ocas, co- nejos, a fin de hacer una sobreproduccin; un 10 por 100 de las aves y conejos se llevarn a las granjas co- lectivas, estando obligados los colectivistas que por su condicin cren aves y conejos a entregar a la coopera- tiva de consumo, todos aquellos huevos sobrantes, hasta tanto den rendimiento las granjas colectivas a fin de proveer a la poblacin industrial y a cuantas perso- . nas lo necesiten [ ..l. Art. 14. A todos los colectivistas industriales y a aquellos otros que por el ejercicio de su profesin no pueden dedicarse al cultivo de verduras, se le suminis- trarn gratuitamente lo que sus familias necesiten. Art. 15. La Colectividad da a cada cabeza de fa- milia, semanalmente, el sueldo familiar en moneda local, cuya escala es la siguiente: . . . . . . . . . . . . . . . . . . Un matrimonio joven 25,W ptas. . . . . . . . . . . Un matrimonio mzyor de edad 21,OO . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tres versonas mayores 33,W >) cada- persona mayor que exceda de tres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . por da) Cada persona menor que exceda (por daY. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Dos mujeres solas Unhombresolo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Una mujer sola G Para los que coman en el comedor colectivo. ms m5s Estas cifras podrn aumentar o disminuir segn las circunstancias puestas a discusin en una Asamblea General de Colectivistas. Art. 16. Todos los componentes de la Colectivi- dad, sin distincin de sexos -exceptuando los casos de deficiencia fsica, los que sern sometidos a reco- nocimiento m d i c e , estn obligados a trabajar desde la edad de catorce aos' a los sesenta, pasando, en estos casos el trabajo obligatorio a tener carcter vo- luntario, siendo deber de todos los colectivistas velar por los intereses de la Colectividad aportando su m- ximo esfuerzo en pro de la misma tanto el campesino como el industrial, acatando siempre lo previsto en NO debe olvidarse que, segn hemos explicado anteriormen- te, se calculaba que el costo de lo necesario para la vida dismi- nua por persona a medida que aumentaba el nmero de lt s componentes de la famiiia. <a diferencia del sueldo entre hombre y mujer, que puede chocar, se explica por el hecho de que el hombre haca los trz- bajos ms pesados, y necesitaba mayor alimentacin. ' Lo cual sobreentiende que iban a la escuela hasta los ca- torce aos. Por otra parte, ciertas medidas de control que nos parecen un poco excesivas haban sido decididas por la asam- blea de los colectivistas, como la que hemos narrado en el cap- tulo precedente, y, podan, tambin, ser revisadas por otra asam- blea de los colectivistas. La comisin directiva no haca sino lo que haba sido decidido segn las normas de la democracia li- bertaria. los estatutos y la trayectoria que en sus acuerdos mar- quen las asambleas de los colectivistas. Art. 17. Corre a cargo de la Colectividad los gas- tos de farmacia, luz, mdico, vivienda y el suministro de aceite para todo el ao. Art. 18. Cuando algn compaero, colectivista, quiera unirse, o sea, constituir una nueva familia, la Colectividad responder de sus necesidades mate- riales s. Art. 19. Cuando por causas justificadas de fuerza mayor, algn compaero tenga necesidad de ausentar- se de la localidad, eventualmente corresponder a la Colectividad los gastos que su traslado le imponga. Art. 20. Todos los compaeros colectivistas queda- rn con la mxima libertad de separarse de la misma cuando lo crean conveniente, descontndoles el 15 por 100 (15 por 100) de sus aportes en mercaderius y frutos 9. Art. 21. La Comisin Administrativa estar com- puesta de un delegado por cada seccin, o departa- mento, los cuales entre s se repartirn los cargos, o delimitarn sus funciones dentro de la misma. El nom- bramiento de los cargos administrativos de las diversas arterias de la colectividad se har en Asamblea Ge- neral de Colectivistas, no existiendo lmite de dura- cin de los mismos, que cesarn a peticin de los pro- pios delegados, y cuando la Asamblea General as lo disponga. Estarutas de la colectividad de Sdas Altas Reunidos en la Asamblea General, los abajo firman- tes, y discutidas las normas colectivistas, acuerdan por voluntad propia implantar una Colectividad y pertene- Dicho de otro modo: la Colectividad le proporcionar los muebles y enseres necesarios para la organizacin material del hogar. Confesamos no entender claramente el significado de estas ltimas palabras. Tal vez haya sido una confusin de mecano- graf fa. cer a ella, y para su desenvolvimiento econmico apme- ban las siguientes normas: l." A la Colectividad podr pertenecer todo veci- no, cualquiera que sea su condicin econmica, siem- pre que est de acuerdo con este reglamento y sin distincin de organizaciones y partidos 'O. 2." Los componentes de la Colectividad nombra- rn un Comit compuesto por un presidente, vicepre- sidente, secretario, contador, tesorero y tantos vocales como se considere necesario, teniendo en cuenta la ca- pacidad de la Colectividad. 3." Este Comit tendr carcter administrativo, res- pondiendo de su gestin en asambleas de los colectivis- tas, pudiendo stas renovar o destituir los cargos que no hayan cumplido su mandato. 4." Todos los vecinos conformes con este nuevo rgimen de vida aportarn a la Colectividad todos los bienes que posean, como ser tierras, aperos de labranza, cabderfas, dinero y dems utensilios de trabajo. 5." Los colectivistas aportarn todos los animales de corral, con los que tratarn de formar una granja para fomentar la avicultura que duplicar la riqueza de estas aves; su vigilancia correr a cargo de los compa- eros que al efecto nombre la asamblea. 6." Constitucin de cuadras comunales para las ca- balleras al servicio de la Colectividad, con el fin de tenerlas todas reunidas y con personal competente para su cuidado, y de esta forma, el conductor de ellas dis- pondr de ms tiempo de descanso, y slo las tomar cuando haya que realizar las faenas del campo o de transporte. 7." El ganado lanar se unir y sern nombrados los pastores de la Colectividad para c~idarlos y apacentar- los; del sacrificio del mismo se encargar un delegado que ser el que dictaminar el que ha de sacrificarse para las necesidades de la Colectividad. 8." Almacenamiento de todos los comestibles y pro- ductos de la tierra en locales colectivos para su mejor control. 9." Se forma una cooperativa o varias, segn la ca- pacidad de la Colectividad, que sern las que se en- cargarn de adquirir por intercambio los productos lo Entindase de organizaciones sindicales, CNT y UGT, dn- dose aqui, una vez ms, un ejemplo de tolerancia mutua. que la misma necesite traer de otras localidades, y proceder a la distribucin de los productos mediante el carnet de productor, y la cantidad acordada por la asamblea. 10. El reparto de los productos entre los colecti- vistas podr aumentarse segn las circunstancias eco- nmicas de la Colectividad. 11. Nadie podr consumir ms de lo que sus ne- cesidades lo exijan; nicamente de haber alguna ex- cepcin, la familia o el individuo tendrn que justi- ficar su demanda, si se trata de enfermos, mediante certificado de mdico u. 12. La Colectividad en asamblea determinar los das de vacaciones anuales que ha de disfrutar cada colectivista. 13. El dinero propiedad de la Colectividad no ten- dr otro valor que el hacer el intercambio con aquellas localidades que todava, por no haber hecho ninguna transformacin en el orden econmico, tengan necesi- dades de recurrir a l. 14. Los cargos de delegados en todos los ramos del trabajo, como agricultura, explotaci6n de nuestro sub- suelo y ganadera, sern elegidos y renovados por la Colectividad, advirtiendo que su mandato sea respe- tado por los colectivistas o colectivizados, pues en caso contrario la asamblea tomara los acuerdos pertinentes. 15. Todos los individuos mayores de quince aos, de ambos sexos 12, estarn obligados a trabajar para la Colectividad, y con relacin a las mujeres casadas o intiles '3 sern las asambleas las que determinarn su obligacin. 16. Quedan exentos de trabajo los mayores de se- senta aos, pero si su estado fsico se lo permite y es voluntad de ellos, podrn realizar trabajos moderados, para la mejor marcha de la Colectividad. 17. Todo colectivista que sin causa justificada qui- siera apartarse de la Colectividad pierde todos sus de- rechos a la riqueza de la misma. 18. Los acuerdos sern tomados en la asamblea, acatndose el rgimen de mayora. " No se olvide que la guerra impona muchas restricciones. l2 Por tanto, los nios iban a la escuela hasta los 15 aos. '' Lase fsicamente ineptas. 19. En caso de tener que trasladar su residencia un colectivista, no se le entregar otra cosa que lo que proporcionalmente le corresponda de lo producido por la Colectividad en la fecha que esto ocurriera. 20. De todo cuanto los colectivistas entreguen en el acto de constitucin de la Colectividad, se extender un correspondiente recibo. 21. La asamblea es soberana, y todos sus acuerdos son vlidos, aunque modifiquen los artculos del pre- sente reglamento. Este reglamento colectivista es el que se comprome- ten a estructurar y llevar a la prctica los componentes de la misma. Salas Altas, a 7 de diciembre de 1937. Reglamento de la colectividad de Pina de Ebvo Queriendo interpretar fielmente el deswt ar del pue- blo oprimido por un puado de privilegiados, que te- nan al pueblo sumido en la ms espantosa miseria e ignorancia. Hemos comprendido que ha llegado la hora de derro- car la estmcturacin social impuesta a la clase trabaja- dora por la burguesa y la burocracia, reconstruyendo el edificio social desmoronado por sus propios errores y asentando la nueva sociedad sobre bases ms firmes, ms equitativas, ms justas y humanas, en la que des- aparezcan los privilegios, la explotacin y las clases sociales, dejando de ser el pueblo trabajador LUI puado de esclavos sin personalidad propia, absorbidos sus de- rechos y personalidad y lo que podan tener de hu- mano, por la clase dominante. Estamos atravesando los momentos ms culminantes de la historia y de la humanidad; de nuestro esfuerzo y sacrificio depende que las generaciones venideras he- reden una sociedad en la que todos los seres humanos se consideren como hermanos y en la que la justicia y la fraternidad sean smbolos imperecederos. Tenindose en cuenta las consideraciones preceden- tes, la clase trabajadora y campesina, ponindose a la altura de las circunstancias actuales, establecen la co- lectividad voluntaria sobre las siguientes bases: 1." El ingreso en la Colectividad es voluntario para todos los vecinos, cualquiera que sea su condicin eco- nmica, siempre que estn de acuerdo con este re- glamento. 2." Todos los vecinos conformes con este nuevo rgimen de vida aportarn a la Colectividad todos los bienes que poseen, como ser: tierras, herramientas agrcolas, caballeras, dinero y dems tiles de trabajo. 3." En cuanto las circunstancias lo permitan, se procurar construir cuadras colectivas, a fin de colo- car todos los animales tiles para los trabajos agrco- las, y lo mismo se har con el ganado vacuno y lanar, nombrndose personal competente para el buen cuida- do de los mismos. 4." Almacenamiento de todos los comestibles y pro- ductos de la tierra en locales colectivos para su mejor control; as como tambin formacin de una o varias cooperativas para la diaria contribucin de alimentos y enseres necesarios para los colectivistas. 5 . O El reparto de los productos entre los colectivis- tas podr aumentar o disminuir, segn la situacin eco- nmica de la Colectividad. 6." El trabajo se organizar por grupos; al frente de cada uno ir un delegado responsable. Procurarn crearse secciones de yunteros y operarios pudiendo al- ternarse en estos cargos todos los camaradas de la Co- lectividad que tengan condiciones para ello. 7." Todos los individuos mayores de quince aos de ambos sexos estarn obligados a trabajar para la colectividad. Quedan exentos de trabajo los mayores de sesenta aos e intiles, pero si su estado fsico lo permite y es voluntad de ellos, podrn realizar trabajos moderados para la mejor marcha de la Colectividad. S." La Colectividad se desentiende por completo de los vecinos que deseen continuar en rgimen indivi- dual; de modo que no podrn recurrir a ella bajo nin- gn concepto. Trabajarn sus propias tierras, con su propio esfuerzo, y si por poseer en cantidad excesiva no pudieran atenderla debidamente, todas las que so- bren pasarn a la Colectividad. 9." Todo colectivista que sin causa justificada quie- ra apartarse de la Colectividad pierde todos sus dere- chos a la riqueza de la misma. 10. Quedan abolidas las ms mnimas sombras de explotacin del hombre por el hombre. Y como con- secuencia de esto, toda clase de arriendos, medianeras, salarios y jornales. Esta medida alcanzar a todos los vecinos del pueblo cualquiera que sea su condicin. 11. La asamblea es soberana, acatndose el rgimen de mayora. En ella se decidirn las acciones a imponer a los componentes de la Colectividad que por cualquier motivo perturben la buena marcha de la Comunidad. Pina de Ebro, 1937. NOTA EDITORIAL El precedente texto de Gastn Leval no es solamente la apasionada obra de un investigador riguroso ni, con ser uno de los ms valiosos escritos sobre colectivi- zaciones, se contenta con el cansagrado titulo de "libro importante", sino que supone, sobre todo, una invitacin al es- tudio de la realidad autogestionaria como hecho histrico y una mayor incitacin para su puesta en prctica. La Coleccin ANATEMA se inspira en esta misma doble intencin y, para ello, recaba la aportacin de todo lector inte- resado en la difusin de las ideas anti- autoritarias. Apartado 9.138 Madrid Ttulos publicados : NICOLAI, "La miseria de la dialctica". LEVAL, bbColectividades lihertarias en Espaa". Ttulos en preparacin : LEHNING, "Marxismo y anarguismo en la Revolucin Rusa". LEVAL, "E1 pensamiento constructivo de Bakunin". MELLA, "Ideario".