VVAA - Perdiendo El Contacto - Hacia Una Descolonización de La Economía
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Perdiendo el Contacto
Hacia la Descolonizacin de la Economa
Stephen A. Marglin
1 edicin, 2000
Lima, Per.
Ilustracin de cubierta: La Creacin de Adn (fragmento). Miguel Angel Buonarroti,
Capilla Sixtina.
Diseo de Cartula: Gladys Faiffer
Traduccin : Jorge Ishizawa, Carmen Camacho y Hugo Pereyra.
Correccin: Jorge Ishizawa y Hugo Pereyra.
Composicin y diagramacin: Gladys Faiffer
I.S.B.N.: 9972-646-15-7
Hecho el Depsito Legal: 1501152000-3696
Impreso en: Grfica Bellido S.R.L.
Los Zafiros 244, Balconcillo. Telfono: 4-702773
PERDIENDO EL
CONTACTO
Hacia la Descolonizacin
de la Economa
Stephen A. Marglin
Profesor del Departamento de Economa de la Universidad de
Harvard, Cambridge, Massachusetts, EE.UU.
GENERAL
NDICE GENERAL
PRESENTACIN
.....................................................................................................
TECNOLOGA
OGA,
I. TECNOLOGA, CONOCIMIENTO Y PODER
1. QU HACEN LOS PATRONES?
..........................
149
AGRICULTUR
TURA ECOLOGA
III. MODERNIZACION, AGRICULTURA Y ECOLOGA
4. HACIA LA DESCOLONIZACIN DE LA MENTE
............................................
193
.........................................................
227
.......................................................................
266
PRESENTA
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PRESENTACIN
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PRESENTACIN
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PERDIENDO EL CONTACTO
Jorge Ishizawa
PRATEC
Lima, octubre 2000
PRESENTACIN
15
I
TECNOLOGA,
CONOCIMIENTO
Y PODER
1.
1.
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Introduccin: La
organizacin
Introduccin: La tecnologa determina la organizacin econmica
organizacin
y social o la organizacin social y econmica define la tecnologa?
STEPHEN A. MARGLIN
Si el hombre, en virtud de su conocimiento y de su genio
inventivo, ha logrado subyugar a las fuerzas de la naturaleza,
stas se vengan sometindole, en la medida en que el hombre
las utiliza, a un autntico despotismo, independiente de toda
organizacin social. Pretender abolir la autoridad en la gran
industria es como querer abolir la propia industria, destruir el
telar a vapor para volver a la rueca. 1
Obviamente, regresar a la rueca es absurdo, y si el productor se
caracteriza por recibir rdenes, es difcil considerar al trabajo como
algo no alienante.
Si las ciencias sociales fueran experimentales, sera obvia la
metodologa para decidir si la organizacin jerrquica del trabajo es
o no inseparable de una alta productividad material. Podran disearse
tecnologas apropiadas para una organizacin igualitaria del trabajo,
y poner a prueba los diseos en situaciones reales. La experiencia
dictaminara si una organizacin igualitaria del trabajo es o no utpica.
Pero las ciencias sociales no son experimentales. Ninguno de nosotros
dispone de los conocimientos suficientes sobre la fabricacin del acero
o de los tejidos como para disear una nueva tecnologa, y mucho
menos para disear una tan radicalmente diferente de la norma actual
como sera preciso para intentar seriamente cambiar la organizacin
del trabajo. Adems, en una sociedad cuyas instituciones bsicas
desde las escuelas a las fbricas estn basadas en la jerarqua, el
intento de cambiar un pequeo componente est probablemente
destinado al fracaso. Pese a todas sus limitaciones, la economa
neoclsica est sin duda en lo cierto al insistir en un equilibrio general
frente a un equilibrio parcial.
En lugar de buscar diseos alternativos, conviene tomar un camino
ms indirecto. Este ensayo plantea la cuestin de por qu, en el curso
del desarrollo capitalista, el productor real perdi el control de la
produccin. Qu circunstancias hicieron surgir la pirmide jefetrabajador que caracteriza a la produccin capitalista? Y qu funcin
social cumple la jerarqua capitalista? Si resulta que el origen y la
funcin de la jerarqua capitalista tienen poco que ver con la eficiencia,
entonces la cuestin de si la produccin jerrquica es o no esencial
para aumentar el nivel de vida se convierte en un tema de discusin.
Y los trabajadores manuales, tcnicos e intelectuales pueden tomar
de forma bastante seria la posibilidad de una organizacin igualitaria
del trabajo como para examinar su entorno con la vista puesta en
cambiar las instituciones econmicas, sociales y polticas que relegan
a todos, exceptuando a unos pocos, a una existencia en la que el
trabajo es un simple medio de vida, y no una parte de la vida misma.
El presente ensayo sostiene que ninguno de los pasos decisivos en
el proceso de privacin a los trabajadores del control sobre los
productos y los procesos (1) el desarrollo de la concienzuda divisin
20
PERDIENDO EL CONTACTO
21
STEPHEN A. MARGLIN
ingresos derivados de la venta del producto de la empresa, asignando una parte de esos ingresos a ampliar los medios de produccin.
En ausencia de un control jerrquico de la produccin, la sociedad
tendra que disear instituciones igualitarias para la acumulacin
del capital, o contentarse con el nivel de capital ya acumulado.
4. El nfasis en la acumulacin es en gran parte responsable del fracaso
del socialismo de estilo sovitico en su intento de alcanzar y superar al mundo capitalista en el desarrollo de formas igualitarias de
organizacin del trabajo. Al dar prioridad total a la acumulacin de
capital, la Unin Sovitica repiti la historia del capitalismo, al menos en lo que se refiere a la relacin de hombres y mujeres con su
trabajo. El suyo no ha sido el fracaso, descrito por Santayana, de
aquellos que al olvidar la historia estn condenados a repetirla. Consciente y deliberadamente, los soviticos abrazaron el modo capitalista de produccin. Y los defensores de la va sovitica hacia el desarrollo econmico no se disculpan: al fin y al cabo, argumentaran
probablemente que las instituciones igualitarias y el hombre igualitario (y orientado hacia la comunidad) no pueden crearse de la noche a la maana; y la Unin Sovitica se sinti, con toda razn, demasiado pobre como para marcar un lmite definido a la acumulacin. Ahora, por lo tanto, los soviticos tienen cogido por la cola al
tigre de alcanzar y superar a Estados Unidos, porque probablemente hara falta una revolucin muy radical para transformar la
organizacin del trabajo en esa sociedad y en la nuestra.
A continuacin analizaremos estas proposiciones una por una,
procurando ilustrarlas con detalles suficientes para otorgarles
credibilidad.
2.
Divide y vencers
22
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
de un mtodo de produccin resulte eficiente si consideramos slo
un producto. El trigo, por ejemplo, puede ser producido eficientemente
con mucha tierra y poco fertilizante, como en Kansas, o con mucho
fertilizante y relativamente poca tierra, como en Holanda.
Pero si consideramos la superioridad tecnolgica y la eficiencia desde
el punto de vista de la economa en su conjunto, estos conceptos se
reducen, en determinadas circunstancias, a la superioridad y la eficiencia
econmicas. Bajo las premisas de los libros de texto de una competencia
perfecta y universal, el mtodo de produccin tecnolgicamente eficiente
es aquel con menores costos, y la reduccin de costos resulta ser un
ndice de superioridad tecnolgica.3 La relacin entre costo mnimo y
eficiencia tecnolgica es puramente lgica, y no depende en absoluto de
que las premisas del modelo tengan lugar en el mundo real. Por otro
lado, la importancia de la identificacin entre eficiencia tecnolgica y
eficiencia econmica depende totalmente de la aplicabilidad de las
premisas del modelo competitivo al desarrollo del capitalismo. En
aspectos fundamentales, el desarrollo del capitalismo requera
necesariamente la negacin, y no el cumplimiento, de las premisas de la
competencia perfecta.
En cierto modo, es sorprendente que el desarrollo de los mtodos
capitalistas de organizacin del trabajo est en contradiccin con las
premisas de la competencia perfecta, ya que sta no tiene nada que
ver con la organizacin de la produccin! De hecho, incluso la misma
empresa, una institucin econmica fundamental en el capitalismo,
no juega un papel esencial en los modelos de la economa
competitiva; 4 es simplemente una abstraccin conveniente para la
familia en su papel de productora, y no hace nada que las familias
no pudieran hacer para s mismas igualmente bien. Los defensores
de la fe, desde Wicksell a Samuelson, han proc lamado con
grandilocuencia la perfecta neutralidad de la competencia perfecta:
por lo que respecta al modelo, los trabajadores podran tambin
contratar al capital como trabajadores capitalistas!.5 En consecuencia,
el fracaso del modelo competitivo para tener en cuenta una de las
caractersticas ms distintivas del capitalismo (y del socialismo que
imita al capitalismo), el orden laboral piramidal, es para los
economistas neoclsicos una gran virtud ms que una limitacin; se
supone que demuestra la gran generalidad de la teora. Generalidad,
desde luego: la teora neoclsica dice slo que la jerarqua debe ser
tecnolgicamente eficiente para mantenerse, pero nieg a la
superioridad de la jerarqua capitalista (recurdese, los trabajadores
tambin pueden contratar capital!). Eso es decir muy poco; y ese
poco, como se ver, est bastante equivocado.
Volviendo a Adam Smith, La Riqueza de las Naciones ofrece tres
argumentos a favor de la superioridad tecnolgica de dividir el trabajo
tan finamente como el mercado lo permita.
24
PERDIENDO EL CONTACTO
25
STEPHEN A. MARGLIN
No ocurre lo mismo en las sociedades que comnmente se
llaman brbaras, de cazadores, pastores y an en las de
labradores, aquel rudimentario estado de la agricultura que
precede al adelanto de las artes y manufacturas, y a la expansin
del comercio con el extranjero.
En esta clase de sociedades las distintas ocupaciones de cada
individuo le obligan a ejercitar ms su capacidad natural y a inventar
medios con que vencer las dificultades que incesantemente se
presentan. La capacidad inventiva se mantiene siempre alerta, y el
entendimiento no corre el riesgo de caer en aquella estupidez que
parece encubrir, en una nacin civilizada, la inteligencia de la
mayora de los individuos pertenecientes a las clases inferiores del
pueblo.7
Sin embargo, la eleccin no parece estar realmente entre la
estupidez y la barbarie, sino entre el trabajador cuyo margen de control
es bastante amplio como para ver en qu forma encaja cada operacin
en el conjunto, y el trabajador confinado a un pequeo nmero de
tareas repetitivas. Desde luego, sera sorprendente que la propensin
del trabajador a inventar no hubiera disminuido por la especializacin
extrema que caracteriza a la divisin capitalista del trabajo.
Todo esto deja al incremento de la destreza de cada trabajador
individual como el fundamento para llevar la especializacin a los
lmites permitidos por el tamao del mercado. Si Adam Smith estuviera
hablando de msicos, bailarines o cirujanos, o incluso si estuviera
hablando de la divisin del trabajo entre fabricantes de alfileres y
tejedores, su argumento sera difcil de contradecir. Pero est hablando
no de especializaciones esotricas, no de la divisin social del trabajo,
sino de la minuciosa divisin de actividades industriales ordinarias,
corrientes, en tareas separadas. Vase su ejemplo favorito de la
fabricacin de alfileres:
... dada la manera como se practica hoy da la fabricacin de
alfileres, no slo la fabricacin misma constituye un oficio aparte,
sino que est dividida en varios ramos, la mayor parte de los
cuales tambin constituyen otros tantos oficios distintos. Un
obrero estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo va
cortando en trozos iguales, un cuarto hace la punta, un quinto
obrero est ocupado en limar el extremo donde se va a colocar
la cabeza: a su vez la confeccin de la cabeza requiere dos o tres
operaciones distintas: fijarla es un trabajo especial, esmaltar
los alfileres, otro, y todava es un oficio distinto colocarlos en el
papel. En fin, el importante trabajo de hacer un alfiler queda
dividido de esta manera en unas dieciocho operaciones distintas,
las cuales son desempeadas en algunas fbricas por otros tantos
obreros diferentes, aunque en otras un solo hombre desempee
a veces dos o tres operaciones. He visto una pequea fbrica de
26
PERDIENDO EL CONTACTO
27
STEPHEN A. MARGLIN
mismo las tareas que constituyen la fabricacin de alfileres en un
producto comercializable, pronto descubrira que no necesita
relacionarse con el mercado de alfileres a travs de la intermediacin
del subcontratista. Podra vender directamente y quedarse con el
beneficio que el capitalista obtena por mediar entre el productor y
el mercado. Separar las tareas asignadas a cada trabajador era el
nico medio con el que el capitalista poda, en los tiempos anteriores
a los de la maquinaria costosa, asegurarse su permanencia como
una figura esencial en el proceso de produccin, como integrador de
esas operaciones separadas en un producto para el que exista un
amplio mercado; y la especializacin del hombre en tareas al nivel
del subproducto era el sello distinto del sistema de subcontratacin.
La divisin capitalista del trabajo, tal como se desarroll bajo el
sistema de subcontratacin, encarnaba los mismos principios que
las potencias imperiales triunfantes utilizaron para gobernar sus
colonias: divide y vencers. Explotando las rivalidades entre hindes
y musulmanes en la India si no crendolas en realidad los ingleses
pudieron proclamar que su presencia era esencial para la estabilidad
del subcontinente. Y, a veces, con mal disimulada satisfaccin,
pudieron sealar a los millones de muertos que siguieron a la particin
como la prueba de su aporte a la estabilidad. Pero esta tragedia slo
demostraba que los britnicos se haban hecho a s mismos
indispensables como mediadores, no que hubiera ninguna necesidad
inherente de mediacin britnica en la rivalidad entre comunidades.
De forma similar, el desarrollo de un sistema industrial dependiente
de la integracin capitalista no demuestra que la divisin capitalista
del trabajo sea tecnolgicamente superior a la integracin por el propio
productor. La peculiar contribucin del subcontratista a la produccin
estaba bien recompensada, no a causa de alguna autntica escasez
de la capacidad para integrar funciones separadas; ms bien, la
escasez era creada ar tificialmente para preservar el papel del
capitalista.
Cmo pudo el capitalista soportar la competencia si su papel era
artificial? Qu impeda a cada productor integrar su propio trabajo y
entrar directamente en contacto con un mercado amplio? El
subcontratista capitalista que, como hiptesis, fuera tecnolgicamente
superfluo, habra sido eliminado por esa competencia, ya que los
productores integrados hubieran fabricado alfileres, tejidos y vasijas
a un coste menor. Por qu algn individuo emprendedor y con talento
no organiz a los productores para eliminar al subcontratista
capitalista? La respuesta es que esa tarea no habra producido ningn
beneficio. Si el organizador se converta a su vez en productor, tendra
que haberse conformado con un salario de productor. Sus colegas
podran haber hecho una colecta para una cena en su honor o haberle
regalado un reloj de oro, pero es improbable que su gratitud les
28
PERDIENDO EL CONTACTO
29
STEPHEN A. MARGLIN
Esta historia tiene un paralelo reciente. Conozco a un hombre que
fue alguna vez fabricante de sandalias. Para aprender el oficio, fue a
trabajar para un maestro fabricante de sandalias. Este ilustre varn
le ense sistemticamente todo lo que deba saberse para hacer
sandalias salvo cmo comprar el cuero. Mi amigo pudo haber
aprendido este vital aspecto del oficio por su cuenta por el familiar y
probado mtodo de ensayo y error si hubiera tenido mil dlares
ms o menos para cubrir los errores inherentes al proceso de
aprendizaje. Al no tener el capital, la resistencia de su jefe a compartir
una habilidad particular le obligaba efectivamente a permanecer
siendo obrero por el tiempo que estuviera en el negocio.
Otro comentario del siglo diecinueve sugiere que aquellos que
estaban ms cercanos que nosotros a los inicios del capitalismo
industrial no estaban ciegos al papel de la divisin del trabajo en el
sustento de una sociedad jerrquica. The Spectator aprobaba la
cooperacin entre maestro y obreros, siempre que no amenazara al
capitalismo. De hecho, si la cooperacin estuviera limitada a compartir
ganancias y cosas similares, podra fortalecer al capitalismo, porque
el compar tir ganancias no significaba de ninguna manera la
destruccin de la jerarqua. En contraste, las cooperativas de
trabajadores eran percibidas como una clara amenaza, algo que The
Spectator pens necesario exorcizar antes de ensalzar las virtudes de
compartir las ganancias:
Hasta ahora ese principio (de cooperacin) ha sido aplicado
en Inglaterra slo por asociaciones de trabajadores, pero los
experimentos de Rochdale, importantes y exitosos como fueron,
eran incompletos en uno o dos puntos. Mostraron que las
asociaciones de trabajadores podan administrar con xito
talleres, fbricas y todas las formas de la industria y mejorar
inmensamente la situacin de los hombres, pero dejaron un claro
lugar para los maestros. Esto era un defecto, por tres razones.
(Enfasis aadido).15
Es de algn inters examinar estas razones:
Primero, en Inglaterra grandes masas de dinero estn en manos
individuales; en segundo lugar, existe entre nosotros un gran grupo
de gente con capacidad administrativa o, como decimos, con
capacidad empresarial, que es de gran valor en la direccin sabia
del trabajo asociado, que puede aadir y aade mucho al valor de
ese trabajo, y que no est dispuesto a dedicarse a trabajar en
sociedad absoluta o igualitaria. No remunera, dice el Sr. Brassey,
ser otra cosa que jefe. Y, finalmente, la cooperacin entre los
trabajadores no est tan de acuerdo al espritu nacional como la
cooperacin entre patrones y trabajadores por haberse
incorporado en nuestros huesos la monarqua limitada y se
acepta rpidamente un sistema que armonice con el espritu
30
PERDIENDO EL CONTACTO
31
STEPHEN A. MARGLIN
Pero ste es slo el inicio de la historia. Su captulo ms interesante
es quizs el subsiguiente desarrollo de la organizacin del trabajo
bajo condiciones mecanizadas (sistema longwall de cmara y pilares).
Como cuentan la historia Trist y Bamforth, surgi la necesidad (con
dicho sistema) de una unidad ms parecida, por tamao y complejidad
diferenciada, a un pequeo departamento fabril.20 Con qu modelo?
En el perodo en que se desarroll el mtodo longwall, no haba
precedentes para la adaptacin de la tecnologa mecnica al trabajo
subterrneo. En ausencia de experiencia relevante en la propia
tradicin minera, era casi inevitable que tuviera lugar un fuerte
prstamo de cultura (de la especializacin de los hombres a las
tareas).21
La idea bsica del sistema longwall era la divisin del trabajo por
turnos, siendo cada turno responsable de un subconjunto de las
operaciones que trasladan el carbn de la mina a la superficie.
El trabajo se subdivide en una serie nor malizada de
operaciones componentes que siguen una a otra en una rgida
sucesin en el curso de tres turnos de siete horas y media cada
uno, de modo que un ciclo total de obtencin de carbn puede
completarse una vez en cada veinticuatro horas de la semana
laboral. La extensin de turnos de los 40 trabajadores necesarios
en un frente promedio es: 10 para los turnos primero (corte) y
segundo (extraccin); 20 para el tercer turno (relleno).22
Sin embargo, los mtodos mecanizados no dieron los frutos que
parecan prometer. El problema resida en la supervisin de grupos
de especialistas, cada uno responsable por slo una de las operaciones
que constituan el conjunto. 23 Y la solucin resida en reconstituir los
grupos de trabajo de modo que cada turno fuera responsable de la
continuidad de la tarea ms que de un conjunto especfico de tareas...
con la responsabilidad de la coordinacin y control principalmente
en las manos del grupo a cargo del ciclo. 24 Las caractersticas
distintivas del nuevo sistema, denominado sistema longwall
compuesto era cudruple:
Trabajo
El Mtodo de Trabajo
De acuerdo con la tradicin del trabajo compuesto que se origin en
el sistema manual [hand-got], los hombres que ingresaban en un
turno deban iniciar el trabajo del ciclo desde el punto en que haba
sido dejado por el grupo del turno previo y continuar con las tareas
que haba que hacer enseguida. Cuando la principal tarea de un
turno se completaba, los hombres deban cambiar de frente para continuar con las siguientes tareas, sea que formaran parte del ciclo vigente o que comenzaran uno nuevo.
32
PERDIENDO EL CONTACTO
Trabajadores
Los Trabajadores
Para practicar la continuidad de la tarea era necesario que el grupo
del ciclo incluyera hombres que fueran por lo menos competentes
bajo supervisin, si no siempre formalmente calificados, para asumir las tareas necesarias a medida que surgan. No era necesario
que todos los miembros del equipo compuesto fueran completamente
verstiles, sino slo que como equipo deban tener suficientes recursos de habilidades disponibles en cada turno para asumir los roles
que probablemente surgieran.
Trabajo
Los Grupos de Trabajo
El equipo que manejaba el longwall compuesto deba ser un grupo
autoseleccionado. El grupo del ciclo deba aceptar responsabilidad
por asignar sus miembros a los diversos puestos de trabajo que la
administracin especificaba que deban llenarse. Para regular el cambio de frente, el equipo deba desarrollar y operar algn sistema
para la rotacin de tareas y de turnos entre los miembros del equipo.
El Mtodo de Pago
Como en los sistemas manuales [hand-got], deba existir una boleta
de pagos comn que todos los miembros del equipo deban compartir igualitariamente, pues se consideraba que al trmino del ciclo
todos los miembros haban hecho una contribucin equivalente.25
La industria britnica del carbn es una de las pocas donde se
han intentado comparaciones directas de mtodos alternativos de
organizacin del trabajo. Los ensayos no son absolutamente
concluyentes porque las alternativas no pueden ser aplicadas
repetidamente al mismo frente de carbn. Sin embargo, los resultados
son sorprendentes: se encontr que el mtodo longwall compuesto
produca 20 por ciento ms carbn que el mtodo longwall
convencional. 26
Igualmente interesante para los fines presentes es el efecto de la
reorganizacin sobre la administracin:
Los efectos de la autorregulacin por el grupo del ciclo sobre
la administracin de la veta del que el longwall convencional era
parte... era que la estructura de administracin de la veta fue
eventualmente simplificada. Un capataz fue retirado; se encontr
que no haba trabajo para l.27 (Enfasis aadido)
33
STEPHEN A. MARGLIN
No es difcil imaginar las dificultades que habra enfrentado la
reorganizacin si la decisin sobre su destino hubiera estado en
manos del capataz sobrante.
Esencial a la buena voluntad de los superiores del capataz de
permitir la reintroduccin en las minas de grupos de trabajo
voluntariamente integrados, no especializados, no jerrquicos, era el
acoplamiento de la escasez fsica de las vetas de carbn con la
institucin de la propiedad.28 Si los mineros hubieran sido capaces
de instalarse por si mismos, la administracin bien podra haber
hallado necesario confiar, como hizo el subcontratista capitalista, en
la especializacin de los hombres a las tareas como medio para
mantener al trabajador en su legtimo lugar y, por lo tanto, al
patrn en el suyo.
La mina de carbn es, en alguna medida, tpica de la era del
desarrollo del capitalismo industrial que sigui al sistema de
subcontratacin, pero creo que es errneo asignar impor tancia
principal al crecimiento del capital fijo, al alto costo de los medios de
produccin, para explicar la proletarizacin de la fuerza de trabajo.
La propiedad de la maquinaria, como la propiedad de las vetas de
carbn, fue en la Inglaterra de mediados del siglo diecinueve quizs
tan efectiva como la especializacin para asegurar un papel al
capitalista. La maquinaria era demasiado costosa para el trabajador
individual, y el grupo era inexistente para todos los fines y propsitos.
Pero antes de esa poca, la maquinaria no era prohibitivamente cara,
y desde entonces el sindicato se ha convertido en una fuerza que
podra haber compensado el alto costo de la maquinaria para el
grupo si no para el individuo. Por algn tiempo la preservacin de la
jerarqua patrn-trabajador requera la aceptacin tcita de los
sindicatos. Los sindicatos actuales carecen de voluntad de cambio,
no de fortaleza. Esto no quiere decir que es un mero accidente que
los sindicatos hayan, en su mayor parte, elegido ignorar la jerarqua y
sus efectos y se han concentrado en cambio en el pan de cada da.
Esto ha sido lo ms fcil de acomodar dentro del marco de una
economa creciente, y el acuerdo para limitar el conflicto a estas
cuestiones ha sido un instrumento para acallar el conflicto entre
capitalistas y trabajadores. Pero el precio de la acomodacin ha sido
alto: los sindicatos se han convertido en otro engranaje de la jerarqua,
que no acta contra ella en defensa de los trabajadores.29 No es, sin
embargo, simplemente un asunto de reorientar las prioridades dentro
del marco tradicional del liderazgo de los sindicatos. De haberse
interesado los sindicatos en la relacin de los hombres con su trabajo,
se habran hallado en conflicto con los principios mismos de la
organizacin capitalista y no meramente con la divisin, en el margen,
de la torta capitalista. Los voceros de los trabajadores no podran
haber sido por ms tiempo los pilares del orden establecido.
34
PERDIENDO EL CONTACTO
35
STEPHEN A. MARGLIN
No importa cun extendida pudiera haber estado, bajo el sistema de
subcontrato, la utilizacin de los adelantos de salarios, para mantener
la dependencia del trabajador y el control jerrquico de la produccin,
no fue un fenmeno histrico aislado. Ha sido una impor tante
caracterstica en otros tipos de economas de mercado donde no se
dispona de medios alternativos para subordinar al trabajador. Quizs
el ejemplo ms relevante en la experiencia norteamericana fue el
desarrollo de la organizacin agrcola en el Sur posterior a 1865. El
problema del dueo de plantacin norteamericano despus de la Guerra
Civil era, en muchos aspectos, similar al problema del subcontratador
britnico de la poca prefabril: cmo asegurar para s un papel esencial
en el proceso de produccin. El ex esclavo no estaba ya legalmente
atado a la tierra, y la tierra, como los medios de produccin industrial
en la poca prefabril, no era suficientemente escasa o costosa como
para mantener la dependencia de los capitalistas por parte de los
trabajadores.
El problema fue resuelto mediante el acoplamiento del sistema de
crdito por compra adelantada de cosecha [crop-lien system of credit]
al sistema de cultivo de aparcera. El dueo de plantacin capitalista
tpicamente adelantaba crdito en especies para alimentos y otras
necesidades de la vida, as como para semillas, fertilizantes e
implementos. Estos adelantos estaban garantizados por un derecho
de retencin sobre cosechas presentes y futuras, y el agricultor estaba
legalmente bajo la servidumbre de su acreedor hasta que la deuda
fuera cancelada, que poda ser nunca ya que el acreedor guardaba
los libros. Bajo el sistema de aparcera, el terrateniente, no el
arrendatario, controlaba la eleccin de los cultivos,
y l no quiere que crezca nada excepto lo que puede vender.
Si el arrendatario se da el tiempo para mantener un huerto, lo
hace descuidando su inters principal y, adems, priva al
propietario de venderle comestibles adicionales. 33
Incluso la independencia nominal de propiedad de la tierra era
raramente de algn valor para el ex esclavo. La deuda no era un arreglo
mercantil, sino un sojuzgamiento. Y el derecho de retencin de la
cosecha le daba al capitalista virtualmente el mismo control sobre el
patrn de cultivos que la propiedad de la tierra. El cultivador que se
atreviera a cultivar un bancal de hortalizas era rpidamente advertido
que estaba disminuyendo su crdito. 34 El resultado fue un
monocultivo ruinoso.
En la mayor parte del Sur el comerciante exiga que se
cultivara algodn, ms algodn y casi slo algodn, porque... los
cultivadores no podan comerlo a sus espaldas ni derivarlo a la
venta clandestina.
36
PERDIENDO EL CONTACTO
surgimiento
fbrica
3. El sur gimiento de la f brica
La especializacin detallada, que fue el sello distintivo del sistema
de subcontrato, slo cancel uno de los dos aspectos del control de
la produccin por los trabajadores: el control sobre el producto. El
control del proceso de trabajo, cundo y cunto se esforzara el
trabajador, qued con el trabajador hasta el advenimiento de la fbrica.
Los historiadores de la economa atribuyen usualmente el
surgimiento de la fbrica a la superioridad tecnolgica de la
maquinaria de gran escala, que requera la concentracin del esfuerzo
productivo en torno a las fuentes de energa recientemente domeadas
agua y vapor. Las primeras fbricas, de acuerdo con T. S. Ashton,
surgieron a principios del siglo dieciocho cuando por razones tcnicas,
pequeos grupos de hombres fueron reunidos en talleres y pequeas
fbricas con molinos movidos por agua. 36 Pero los comienzos del
sistema fabril moderno son usualmente asociados con Richard
Arkwright, cuyas fbricas de hilado desplazaron a la manufactura
domstica del hilo de algodn. Se dice que el marco movido por agua
de Arkwright determin la organizacin fabril del hilado: A diferencia
de la mquina de hilar, el marco requera, para su funcionamiento,
una potencia mayor que la de los msculos humanos, y de aqu que
desde el inicio el proceso fue llevado a cabo en fbricas.37 Otras
autoridades concuerdan. As Paul Mantoux: ...la utilizacin de
mquinas distingue la fbrica de (el sistema de subcontrato), y da su
carcter especial al nuevo sistema comparado con todos los
precedentes...38 Y, ms recientemente, David Landes ha escrito
La Revolucin Industrial... requera mquinas que no slo
reemplazaran el trabajo manual sino que impulsaran la
concentracin de la produccin en fbricas en otras
37
STEPHEN A. MARGLIN
palabras, mquinas cuyo apetito por energa fuera demasiado
grande para ser satisfechas por fuentes domsticas de energa
y cuya superioridad mecnica fuera suficiente para quebrar
l a re s i s t e n c i a d e l a s fo r m a s a n t e r i o re s d e p r o d u c c i n
manual. 39
Debe anotarse que estas autoridades reconocen las otras ventajas
que la fbrica ofreca, particularmente un sistema de disciplina y
supervisin que era imposible bajo el sistema de subcontrato. Era,
como dice Ashton, la necesidad de supervisar el trabajo lo que llev
a Peter Stubbs a reunir a los fabricantes de limas en su fbrica en
Warrington. 40 Mantoux nota tambin las obvias ventajas desde el
punto de vista de la organizacin y la supervisin41 de reunir muchos
trabajadores en un mismo taller. De acuerdo con Landes, la necesidad
de disciplina y supervisin orient los pensamientos de los
empleadores... a talleres donde los hombres seran reunidos para
trabajar bajo vigilantes supervisores. 42 Y, en otra parte, Landes es
incluso ms explcito. La esencia de la fbrica, escribe en la
introduccin a un volumen de ensayos sobre el desarrollo del
capitalismo, es la disciplina la oportunidad que brinda para la
direccin y la coordinacin del trabajo.43
No obstante, las ventajas de la disciplina y la supervisin quedan,
en la visin convencional, como consideraciones secundarias para dar
cuenta del xito del sistema fabril, si bien no para la motivacin
subyacente. Al mismo tiempo que Mantoux nota las ventajas
organizativas de la fbrica, l concluye que el sistema fabril... era el
resultado necesario de la utilizacin de maquinaria.44 En forma
similar, mientras identifica la disciplina como la esencia de la fbrica,
Landes atribuye su xito a factores tecnolgicos: el triunfo de la
manufactura concentrada sobre la dispersa fue, en realidad,
posibilitada por las ventajas econmicas de equipo accionado por
energa. La fbrica tena que vencer a la industria domstica en el
mercado, y no fue una victoria fcil. 45
El modelo que subyace en este razonamiento es fcil de identificar:
la fbrica sobrevivi; por tanto debe haber sido un mtodo menos
caro de produccin que los mtodos alternativos. Y en la economa
competitiva de mercado slo los mtodos de menor costo son
tecnolgicamente eficientes, siempre y cuando la eficiencia sea
definida en el sentido amplio de toda la economa. De aqu que la
fbrica debe haber sido tecnolgicamente superior a sus alternativas.
Sin embargo, la sola mencin de la supervisin y la disciplina
como motivaciones para la fbrica nos debera poner en guardia
contra una identificacin demasiado fcil de la minimizacin de
costos con la eficiencia tecnolgica. En el modelo competitivo no
hay lugar para la supervisin y la disciplina, salvo las impuestas
por el mecanismo de mercado. 46 Cualquier reconocimiento de la
38
PERDIENDO EL CONTACTO
39
STEPHEN A. MARGLIN
educacin, con una carrera respetable, muy estimado por sus
superiores, y por tanto favorablemente ubicado, desde el punto
de vista mecnico, para madurar su admirable invencin. Pero
era de un espritu gentil y pasivo, poco calificado para sufrir las
dificultades de una nueva empresa manufacturera. Se requera,
en verdad, un hombre del nervio y ambicin de Napolen para
someter los temperamentos refractarios de trabajadores
acostumbrados a paroxismos irregulares de diligencia... ste era
Arkwright.47 (Enfasis aadido).
Los esfuerzos de Wyatt y su fracaso final estn envueltos de misterio.
En realidad, es imposible distinguir su contribucin de la que
correspondi a su colaborador Lewis Paul. No sobrevive ningn modelo
de la mquina de Wyatt y Paul, pero Mantoux apoya el juicio de Ure en
que Wyatt y Paul anticiparon a Arkwright en todos los aspectos tcnicos
esenciales. La mquina de Arkwright, de acuerdo con Mantoux, difiere
de la de Wyatt slo en sus detalles. Estas insignificantes diferencias
no pueden explicar el xito triunfal de Arkwright.48
Existe evidencia contempornea que sugiere que los problemas de
organizacin de la fuerza de trabajo jugaron un papel sustancial en el
fracaso de las empresas de Wyatt y Paul. La correspondencia cursada
entre los directivos y sus funcionarios sugieren una continua
preocupacin con la disciplina. Edward Cave, un patrocinador y
concesionario, se instal con equipamiento manual con la seguridad
de encontrar un molino de agua adecuado. A los inicios le escriba a
Paul: La mitad de mi gente no ha venido a trabajar hoy, y no me
fascina mucho la perspectiva de someterme al poder de esta gente.49
La disciplina no mejor una vez que la fbrica Cave se mecaniz.
Cuando Wyatt visit la nueva fbrica de hilar en Northampton en 1743
encontr que slo cuatro telares estaban trabajando regularmente,
ya que raramente haba suficientes manos para cinco.50 La bsqueda
de nuevos mtodos de disciplina continuaba. Un mes despus, el
lugarteniente de Cave escribi a Wyatt:
Pienso que ellos (los trabajadores) han hecho tanto en cuatro
das esta semana cuanto hicieron en una semana cuando Ud.
estuvo aqu. No haban manos suficientes para hacer trabajar
las cinco mquinas y slo cuatro trabajaron completas e hicieron
100 madejas por da una con otra, mejor dicho, algunas hicieron
130. Una razn para este avance extra es que el Sr. Harrison (el
administrador de la fbrica) trajo 4 pauelos, uno para cada
mquina, por valor de cerca de medio penique cada uno y los
colg sobre la mquina como premios para las muchachas que
hicieran ms...51
Estos bastos intentos de someter los temperamentos refractarios
de los trabajadores por un uso juicioso de la zanahoria aparentemente
no llegaron a nada. Uno de los pocos hechos indisputables sobre los
40
PERDIENDO EL CONTACTO
41
STEPHEN A. MARGLIN
hacer siquiera una conjetura razonable.58 Un estudio reciente de la
historia del tejido de algodn con telares manuales concluye que
aunque (el taller de tejido con telares manuales) no era en absoluto
la forma predominante de organizacin en el tejido del algodn, no
era despreciable, ni estaba confinado... a bienes lujosos solamente.59
El autor de ese estudio contina diciendo:
De acuerdo al historiador de Rossendale, en el perodo 1815
1830, cuando el comercio de tejido de algodn en telar de mano
estaba en su punto ms alto, existan por lo menos treinta talleres
de tejido aparte de los telares en las casas residenciales en el
bosque de Rossendale. La caracterstica distintiva de los talleres
era que empleaban un nmero de tejedores en telares de mano
fuera de sus propias casas y familias. Esos talleres eran
sustancialmente mayores que los pequeos talleres de cuatro o
seis (telares) comandados por un maestro tejedor y aprendices
en algunas de las lneas ms especializadas en Bolton o Paisley.
Se han encontrado casos aislados con por lo menos 150 a 200
telares de mano, muchos con un nmero entre 50 y 100, y un
nmero considerable con 20 o ms. Tales talleres podan
encontrarse en pueblos o campias a lo largo y ancho del rea
de los tejedores.
...Tanto para los patrones como para los trabajadores, el taller
con telares manuales representaba una etapa transicional en la
organizacin del tejido de algodn entre el verdadero sistema
domstico y la fbrica con telares mecnicos. Sin embargo, no
sigue necesariamente que el taller con telares a mano fuera un
desarrollo comparativamente tardo en el algodn, o que era una
imitacin consciente de la fbrica de telares mecnicos. Con el
advenimiento del dandyloom (un telar manual mejorado) a finales
de la dcada de 1820, hubo un probable incremento en el nmero
de esos talleres, pero en los peridicos locales hay alguna
evidencia de noticias de su existencia en las dcadas de 1780 y
1790.60
Hasta incluso 1838, la animosidad del tejedor podra, como en el
caso de Thomas Exell de Gloucestershire, dirigirse contra el taller de
telares manuales y su propietario, no contra el telar mecnico. Excell
estaba, de acuerdo a Wadswor th y Mann, lamentando... la
concentracin de telares manuales e hiladoras en el taller del fabricante
de paos cuando escribi: Ellos nos han corrido de nuestras casas y
huer tos para trabajar como prisioneros en sus fbricas y sus
seminarios del vicio.61
Los primeros aos del siglo diecinueve vieron tambin la
concentracin de trabajadores externos en los talleres de otros oficios.
La supervisin pareci haber proporcionado no slo la motivacin
para que Peter Stubbs reuniera a los dispersos fabricantes de limas
42
PERDIENDO EL CONTACTO
43
STEPHEN A. MARGLIN
De hecho, la defensa usual de las patentes se hace en trminos de
los incentivos que ofrecen a la invencin. Pero el argumento no es
difcil de rebatir. No hay una razn a priori por la que la sociedad no
pudiera recompensar a los inventores en otras formas. En el siglo
dieciocho, por ejemplo, Thomas Lombe recibi 14,000 libras esterlinas
en vez de una renovacin de su patente de una maquinaria de
fabricacin de hilos de seda, una suma pequea en proporcin a las
120,000 libras que gan durante catorce aos, el trmino de su
patente, pero una suma considerable no obstante, presumiblemente
suficiente para persuadir a revelar sus secretos a todos salvo al ms
tmido de los genios.64 Por cierto, como se practicaba en Gran Bretaa
por lo menos, la recompensa pblica a los inventores era un arreglo
irregular e indigno de confianza, pero esto no significa que no se
pudiera encontrar una forma para hacer que el sistema funcionara si
hubiera existido la voluntad de hacerlo. Si el sistema de patentes no
hubiera hecho el juego a los capitalistas ms poderosos, favoreciendo
a aquellos con recursos suficientes para pagar las regalas (y
contribuyendo incidentalmente a la polarizacin de las clases
productoras en patrones y trabajadores), el sistema de patentes no
necesitaba haberse transformado en el modo institucional dominante
de recompensa a los inventores.
Queda un hilo suelto en este relato del surgimiento de la fbrica:
por qu el mecanismo de mercado que, segn sus defensores, desde
Adam Smith en adelante, sirvi para subordinar el inters propio del
productor al inters pblico, fracas en proporcionar supervisin y
disciplina adecuadas bajo el sistema de subcontrato? Debe entenderse
que la disciplina y la supervisin fueron inadecuadas slo desde el
punto de vista del capitalista, no desde el punto de vista del trabajador;
y aunque es verdad que en un modelo suficientemente abstracto de
competencia perfecta las ganancias eran un ndice del bienestar de la
sociedad en conjunto, as como del bienestar de los capitalistas, esta
identidad de intereses no caracteriza a ninguna economa capitalista
real, no ms al capitalismo competitivo de los das de Adam Smith
que al capitalismo monopolista de nuestros das. En el modelo
perfectamente competitivo no hay capitalistas ni trabajadores, hay
slo hogares que disponen de diferentes paquetes de recursos, todos
los cuales el trabajo incluido son comercializados en mercados
en los que nadie posee ningn poder econmico. Por esta razn puede
igualmente pensarse que los trabajadores contratan el capital como
los capitalistas contratan el trabajo, y la firma no juega un papel
significativo en el anlisis. Por contraste, el sello distintivo del sistema
de subcontrato fue una especializacin tan detallada que negaba al
trabajador el mercado (competitivo) relativamente amplio que exista
para los productos, y reemplazaba el mercado de productos por un
mercado estrecho para un subproducto que, en un rea geogrfica
limitada, podan dominar unos pocos subcontratistas.65 La perversin
44
PERDIENDO EL CONTACTO
45
STEPHEN A. MARGLIN
Sin embargo, en un mercado competitivo la forma de la curva de
oferta de trabajo agregada es de poca importancia. Por definicin,
cualquier capitalista individual puede reclutar tantos trabajadores
como desee por el salario vigente. Y el salario que paga se refleja en
el precio de mercado de su producto. l gana la tasa competitiva de
ganancia, independientemente de que el salario vigente sea bajo o
alto. Pero para los subcontratistas oligopsnicos, el hecho de que
salarios ms altos indujeran a los trabajadores a elegir ms ocio no
era slo perverso, sino tambin desastroso. En 1769, Arthur Young
destacaba el sentimiento universal entre los manufactureros
algodoneros de Manchester que su mejor amigo son las provisiones
caras.70
De esta manera, el xito mismo del capitalismo prefabril contena
en su interior los grmenes de su propia transformacin. A medida
que el comercio interno y el comercio de exportacin de Gran Bretaa
se expandan, los salarios subieron y los trabajadores insistan en
tomar una porcin de sus ganancias en la forma de mayor ocio.
Independientemente de lo sensata que esta respuesta pudiera haber
sido desde su propio punto de vista, no era la forma de avanzar para
un capitalista emprendedor. El capitalista tampoco acept
mansamente el funcionamiento de la mano invisible.
Su primer recurso fue la ley. En el siglo dieciocho, el Parlamento
sancion dos veces leyes que exigan a los trabajadores domsticos
de la lana a completar y devolver el trabajo dentro de perodos
especificados de tiempo. En 1749 el perodo fue fijado en veintin
das, y en 1777 el perodo fue reducido a ocho das. 71 Pero se hizo
evidente la necesidad de una accin ms directa. La salvacin del
capitalista resida en tomar control inmediato de las proporciones de
trabajo y ocio. Los intereses de los capitalistas requeran que la
eleccin del trabajador se transformara en una eleccin absoluta de
trabajar o no la nica eleccin que habra de tener en el sistema
fabril.
En gran medida, la supervisin y la disciplina significaron la misma
cosa en la fbrica. Bajo el ojo vigilante del capataz, el trabajador no
era ya libre de darse el ritmo de acuerdo a sus propias normas. Pero
la supervisin era importante por otra razn: bajo el sistema de
subcontrato los materiales inevitablemente caan bajo el control del
trabajador durante el proceso de manufactura. Esto cre una variedad
de formas en que el trabajador poda incrementar sus ingresos. En el
oficio de la lana, un trabajador poda intercambiar lana pobre por
buena, u ocultar imperfecciones en el hilado, o humedecer la lana
para hacerla parecer ms pesada.72 Sobre todo, exista la posibilidad
de malversacin directa. Parece probable que estas posibilidades se
multiplicaron en la medida que el comercio se desarroll y creci,
porque la disposicin de bienes ilegalmente adquiridos parece haber
46
PERDIENDO EL CONTACTO
47
STEPHEN A. MARGLIN
poder compensatorio, y miserablemente dbiles en realidad. 78 La
fbrica puso fin a la deshonestidad y la haraganera.
El sistema fabril, entonces, no era tecnolgicamente superior al
sistema de subcontrato, al menos no hasta que el cambio tecnolgico
fue canalizado exclusivamente dentro de este molde. Pero, en todo
caso, era eficiente? No era mejor que otras alternativas disponibles
no slo para el capitalista sino tambin para el trabajador fabril, sin
importar la severidad de las consecuencias (meras diseconomas
pecuniarias en lenguaje tcnico) para aquellos que persistan en la
industria domstica? Al fin y al cabo, nadie estaba legalmente obligado
a trabajar en una fbrica. El trabajador, no menos que el capitalista,
revelaba por el mismo acto de entrar en la fbrica una preferencia
por la organizacin fabril, o al menos por la combinacin de
organizacin fabril y pago fabril 79 de acuerdo con la lgica
neoclsica.
Cun aplicable es esta lgica en la realidad? En primer lugar, es
una extraa lgica de eleccin que pone todo su nfasis en la ausencia
de compulsin legal. A juzgar por las fuentes de las que el trabajo
fabril fue originalmente obtenido, los trabajadores tenan una eleccin
efectiva relativamente pequea. De acuerdo a Mantoux
En los das tempranos, la fuerza de trabajo fabril consista
del ms dispar conjunto de elementos: gente del campo, echados
de sus aldeas por el crecimiento de las grandes propiedades
(esto es, por el movimiento de encerramiento), soldados
licenciados, mendigos, la escoria de cada clase y de cada oficio.80
La pregunta no es tanto si el empleo fabril era mejor para los
trabajadores que morirse de hambre concedamos que lo era sino
si era mejor que formas alternativas de organizacin productiva que
habran permitido al trabajador una medida de control del producto
y del proceso, incluso al costo de un nivel menor de produccin y de
ganancias.81 Pero para crecer y desarrollarse en la Gran Bretaa del
siglo diecinueve (o en la Norteamrica del siglo veinte) esas alternativas
habran tenido que ser rentables para el organizador de la produccin.
Ya que en ltimo trmino el control del producto y del proceso por el
trabajador no deja lugar para el capitalista, es apenas sorprendente
que el desarrollo del capitalismo, mientras extendi el alcance del
mercado de trabajo, as como el de bienes y ampli el rango de oficios,
no cre una larga lista de oportunidades de empleo en las que los
trabajadores desplazados de las oficios tradicionales de sus padres
pudieran controlar producto y proceso.
Hay evidencia de que los trabajadores acudan en masa adonde se
dispona de alternativas al empleo fabril,. El tejido domstico era
una de las pocas y quizs la nica alternativa importante y disponible
al trabajo en la fbrica para aquellos que carecan de habilidades
especiales. Y a pesar del nivel abismalmente bajo que alcanzaron los
48
PERDIENDO EL CONTACTO
49
STEPHEN A. MARGLIN
Mantoux llega incluso a afirmar que en los primeros das de la
fbrica, ningn padre dejaba que sus propios nios entraran, de modo
que los aprendices indigentes eran los nicos nios empleados en
las fbricas.88 Sin embargo, a pesar de la evidencia contempornea
que Mantoux cita para sustentar su afirmacin, sta puede ser un
poco exagerada. La fbrica Oldknow en Mellor parece haber reposado
principalmente en grupos familiares (madres y nios) y Unwin sugiere
que la provisin de empleo a los padres de estas familias fuera de
la fbrica en general era una preocupacin continua de Samuel
Oldknow. Pero los aprendices indigentes eran, no obstante, una parte
significativa de la fuerza de trabajo en Mellor, alcanzando un mximo
de quizs el veinticinco por ciento al final del siglo dieciocho.89
No es directamente relevante a los propsitos de este artculo
entrar en una discusin moral sobre el trabajo infantil en general o el
aprendizaje indigente en particular.90 Dada la fbrica, el trabajo infantil
era muy probablemente un mal necesario, al menos en los das
tempranos. Como escriba Ure,
... es casi imposible convertir a personas que han cruzado la
pubertad, sean de origen rural o de ocupaciones artesanales, en
operarios fabriles tiles. Luego de luchar un tiempo por dominar
sus hbitos desganados o indciles, ellos renuncian al empleo
espontneamente o son despedidos por los supervisores por estar
distrados en el trabajo.
Como la historia ha mostrado, esta situacin no iba a quedar como
un estado de cosas permanente. Al fin y al cabo, la fbrica sobrevivi
a la abolicin del trabajo infantil. No sorprende que reclutar a la
primera generacin de trabajadores fabriles fuera el problema clave.
Para la descendencia de esta generacin, la fbrica era parte del orden
natural, quizs el nico orden natural. Una vez llegada a la madurez,
fortificada por la disciplina de la iglesia y la escuela, la siguiente
generacin poda ser reclutada para la fbrica con una dificultad
probablemente no mayor que aquella con que los hijos de los mineros
del carbn fueron reclutados para las minas o los hijos de los soldados
de carrera para el ejrcito.
El reclutamiento de la primera generacin de trabajadores fabriles
dispuestos y capaces de someterse a una disciplina externamente
determinada ha sido un continuo obstculo para la expansin del sistema
fabril. Incluso la Norteamrica de mediados del siglo veinte tuvo que
enfrentar el problema, y aqu la falta de alternativas jug un papel
importante en apoyo del mecanismo de mercado. Inmediatamente
despus de la Segunda Guerra Mundial, la General Motors introdujo a
Framingham, Massachusetts la disciplina con ritmo marcado por la
maquinaria, en la forma de una fbrica de ensamblaje de automviles.
Ms del ochenticinco por ciento de una muestra91 de trabajadores
entrevistados por un equipo de socilogos bajo la direccin de Charles
50
PERDIENDO EL CONTACTO
51
STEPHEN A. MARGLIN
quebrar los arreglos institucionales de la organizacin gremial
reglas estrictas de aprendizaje, asociacin estricta de la produccin
con el mercadeo, y otras cosas similares y reemplazarlas con
arreglos institucionales favorables al sistema de subcontrato el libre
mercado en el trabajo as como en las mercancas, reforzado por
reglas estrictas de disciplina industrial con severas penalidades para
el desfalco y otras infracciones. Hasta que el poder poltico del
pequeo patrn y del oficial fuera quebrado, el sistema de subcontrato
no poda florecer, porque la divisin del trabajo que formaba la esencia
del sistema de subcontrato denegaba la progresin ordenada de
aprendiz a maestro y la unin de productor y comerciante en la misma
persona.
Al mismo tiempo, el sistema de subcontrato era necesariamente
transitorio. Una vez que se puso en prctica un mercado libre de
trabajo fue solo cuestin de tiempo que el empleador tomara a la
fbrica como un medio para frenar aquellos aspectos de la libertad
que depriman las ganancias. Los arreglos legales cuidadosamente
establecidos para reforzar al patrn contra la haraganera y la
deshonestidad del trabajador nunca fueron, como hemos visto,
impuestos a satisfaccin del capitalista.
La fbrica probablemente habra hecho su aparicin mucho antes
si el pequeo patrn y el oficial, luchando la batalla del gremio contra
el capitalismo, no hubieran sido capaces por un tiempo de utilizar
para sus propios fines la estrategia de dividir y reinar. Sacando ventaja
de divisiones entre las clases ms poderosas, el pequeo patrn y el
oficial fueron capaces de forjar alianzas temporales que, por un tiempo
al menos, fueron exitosas en retardar el advenimiento de la fbrica.
Por ejemplo, la alianza del pequeo patrn fabricante de tela con el
gran comerciante no involucrado en la produccin mantuvo controles
estrictos sobre el aprendizaje bastante entrado el siglo diecisiete.97
Un ejemplo ms saltante, quizs el ms notable, de alianza exitosa
con intereses ms poderosos tuvo como resultado una prohibicin
parlamentaria contra el taller de telares. As dice el Decreto de
Tejedores de 1555, doscientos aos antes de Arkwright:
Porque en tanto los tejedores de este dominio, as en el presente
Parlamento como en diversos otros momentos, se han quejado de
que los ricos y adinerados fabricantes de pao los oprimen de
muchas formas, algunos estableciendo y manteniendo en sus
hogares varios telares, y guardando y mantenindolos por oficiales
y personas inhbiles, para el deterioro de un gran nmero de
artesanos que fueron educados en el dicho arte de tejer... es, por lo
tanto, para el remedio de los predios y para evitar un gran nmero
de inconvenientes que podran crecer si no se prevn, ordenan y
ponen en prctica a tiempo, por autoridad de este presente
Parlamento, que ninguna persona que use el misterio de la
52
PERDIENDO EL CONTACTO
4.
ariaciones sobre
Varia ciones sobre un tema
53
STEPHEN A. MARGLIN
de los molinos de harina impulsados hidrulicamente puede pensarse
razonablemente como una consecuencia de su superioridad
tecnolgica sobre los motores accionados manualmente. Pero el
artculo de Bloch sugiere otra explicacin: los molinos hidrulicos
habilitaban al seor feudal extraer pagos que no podan imponerse
bajo una tecnologa de molinos accionados a mano.
Cul es la evidencia para afirmar que el molino hidrulico fue
inspirado por consideraciones distributivas ms que tecnolgicas?
Al principio, moler en el molino del seor era obligatorio y los derechos
de molienda variaban inversamente con la condicin del propietario
del grano. El libro del juez Fitzherbert Boke of Surveying (1538)
destacaba las variaciones sistemticas:
Hay diversas concesiones hechas por el seor: algunos
hombres, a moler a la vigsima parte (un recargo en especie de
1/20 de la cantidad molida) y algunos, a la vigsimacuarta parte;
arrendatarios precarios [tenants-at-will] a la decimosexta parte;
y siervos, a la duodcima parte.102
En casos extremos, el recargo en grano cultivado en la finca del
seor llegaba a un tercio, 103 lo que sugiere que la obligacin para
moler en el molino del seor (el milling soke era simplemente un
dispositivo para garantizar que el campesino no evadiera lo que
realmente era un pago por la utilizacin de la tierra del seor, mediante
su cosecha secreta y la sustraccin del grano debido al seor. La
estrecha relacin que exista en las mentes de los contemporneos
entre la obligacin de molienda y la renta de la tierra est indicada
por una extensa controversia sobre la aplicacin de dicha obligacin
al grano comprado. 104 A pesar de las obvias posibilidades para evadir
los derechos sobre el grano cultivado domsticamente, que una
exencin para el grano comprado pudiera haber proporcionado, el
juez Fitzherbert intervino firmemente para limitar la obligacin de
molienda:
A los molinos de grano, a la mayor parte de ellos, perteneca
el Socone (soke), es decir, la costumbre de los arrendatarios de
moler su grano en el molino del seor; y eso es, me parece, todo
aquel grano que crece en el terreno del seor y que l (el
arrendatario) gasta en su casa. Pero si compra su grano en el
mercado u otro sitio, est entonces en libertad de moler donde
pueda sentirse mejor servido.105
Que la obligacin de moler grano en el molino del seor (acoplado
con tasas confiscatorias) fuera una versin ms aplicable de una renta
de la tierra, o que fuera un dispositivo adicional para enriquecer al
terrateniente a expensas del arrendatario puede no ser terriblemente
importante para los fines presentes. Ambas hiptesis son consistentes
con la proposicin de que consideraciones distributivas ms que
54
PERDIENDO EL CONTACTO
55
STEPHEN A. MARGLIN
de Viville. La razn, no hay duda, es que este pequeo feudo,
recortado de una propiedad monstica para beneficio de algn
sergent [oficial de justicia encargado de los arrestos] de alto
rango del abate, haba en realidad escapado del pago de tributos
seoriales por un largo perodo. Las escenas que tuvieron lugar
en este rincn del campo normando bajo Felipe Augusto deben
haber tenido muchos precedentes en los das de los ltimos
carolingios o los primeros Capetos. Pero ellos no fueron retenidos
por la malla de la red del historiador.111
Aproximadamente al mismo tiempo, la obligacin de molienda
estaba siendo explcitamente incorporada en la legislacin inglesa
correspondiente. No se permitir que los hombres posean ningn
molino manual tal era la clusula insertada por los cannigos de
Embsay en Yorkshire entre 1120 y 1151, en los estatutos en los que
una noble dama les transfera un cierto molino hidrulico. 112
La lucha entre el seor y el campesino no era de ningn modo
pareja y la historia de la molienda de granos refleja esta asimetra: el
molino manual desapareci gradualmente de la escena. Pero cuando
el campesino temporalmente gan la iniciativa, una de las primeras
vctimas fue el monopolio del seor sobre la molienda de granos y
quizs el seor y el molino hidrulico por aadidura. Luego de hacer
el recuento de medio siglo de lucha intermitente entre la gente de St.
Albans y el abate que era su seor, Bloch se acerca al fin de lo que
llama, sin exageracin, una verdadera pica de la molinera.113
... cuando en 1381 estall en Inglaterra la gran insurreccin
de la gente comn y Wat Tyler y John Ball surgieron como lderes,
los pobladores de St. Albans fueron infectados por la misma
fiebre y atacaron la abada...
La escritura de liberacin que arrancaron de los monjes
reconoca su libertad para mantener molinos manuales en cada
domicilio. Sin embargo, la insurreccin result ser como una
llamarada de paja que pronto se consume. Cuando colaps el
movimiento en toda Inglaterra, los estatutos de St. Albans y todos
los otros privilegios arrancados fueron anulados por decreto real.
Pero, era ste el fin de una lucha que haba durado ms de un
siglo? Lejos de eso.
A medida que el cronista (monstico) llega al final de su relato
tiene que admitir que, en todo caso, los detestables molinos
manuales han entrado nuevamente en accin para hacer malta,
y han sido nuevamente prohibidos.114
Qu lecciones extraemos del relato de Bloch acerca del conflicto
entre tcnicas de molienda alternativas? La ms importante es que
no fue la superioridad tecnolgica sino la naturaleza del poder feudal
y los requisitos de aplicacin de ese poder los que determinaron el
56
PERDIENDO EL CONTACTO
57
STEPHEN A. MARGLIN
sobre los trminos en los que el grano sera intercambiado por
productos industriales.
Involuntariamente, la Revolucin haba exacerbado el problema
de movilizar el excedente agrcola. En agudo contraste con los mtodos
seguidos para la reorganizacin de la industria en gran escala, la
Revolucin parcel los grandes latifundios y mantuvo el principio de
la propiedad privada en la agricultura. 117 Hasta el esfuerzo de
colectivizacin a finales de la dcada de 1920, la produccin de granos
estaba abrumadoramente en las manos de kulaks, sredniaks y
bedniaks campesinos ricos, medios y pobres. De modo que cuando
los trastornos de la guerra civil fueron superados y la produccin
alcanz los niveles de preguerra, los productores campesinos
controlaban la asignacin de granos entre el consumo en el campo y
las ventas en el mercado. Y, del mismo modo que el trabajador
britnico del siglo dieciocho quera gozar de una porcin significativa
de cualquier incremento en ingreso real en la forma de ocio, el
campesino ruso del siglo veinte elega comer mejor a medida que se
conver ta en dueo del g rano que anterior mente
deba al
terrateniente. Independientemente de cun deseable era esto para el
campesino, los resultados fueron desastrosos para el resto de la
economa. La produccin de granos era (en 192526) cerca de nueve
dcimos de la de 1913; pero el excedente comercializado era menos
de la mitad de la cantidad de preguerra. 118
Por supuesto, el gobierno sovitico poda aplicar impuestos al
campesino, y lo hizo; pero aqu qued el viejo problema de la aplicacin
de la medida. Adems, la guerra civil haba hecho esencial la alianza
obrerocampesina lo que, como Lenin dijo al Dcimo Congreso del
Partido en 1921, planteaba restricciones a la poltica agrcola:
Los intereses de estas clases no coinciden: el pequeo
agricultor no desea lo que el obrero est buscando. No obstante,
slo llegando a un acuerdo con los campesinos podemos salvar
la revolucin socialista. Debemos satisfacer econmicamente al
campesino mediano y restaurar el mercado libre o de otra manera
seremos incapaces de mantener el poder de la clase obrera.119
En la medida en que el mercado continuaba siendo el principal
medio para movilizar un excedente agrcola fuera del campo, el
gobierno poda hacer poco ms que manipular los trminos de
intercambio. El debate que sigui entre los proponentes de precios
altos para los bienes agrcolas (para extraer el excedente agrcola) y
aquellos que favorecan precios bajos (para minimizar los costos de
la movilizacin del excedente) en trminos de los bienes industriales
era, lamentablemente, irrelevante en gran medida. Contra el
argumento por los precios altos estaba, en primer lugar, la posibilidad
de que ninguna poltica de precios habra extrado suficiente grano
para mantener el salario urbano real y lanzar un programa ambicioso
58
PERDIENDO EL CONTACTO
59
STEPHEN A. MARGLIN
productos agrcolas a una poblacin (industrial) en expansin.126
Con la colectivizacin, el gobierno al menos determin no slo los
trminos de intercambio, sino las cantidades de productos agrcolas
e industriales que fluan entre el campo y la ciudad.
En pocas palabras, el problema econmico planteado por la
propiedad campesina de la tierra no era de produccin insuficiente,
ni tampoco de insuficiencia de excedente para alimentar a la
poblacin no agrcola. Era ms bien que la propiedad de la tierra
otorgaba a los campesinos una voz demasiado fuer te en la
determinacin de la tasa de acumulacin de capital. La nueva y
superior tcnica no fue la base de la agricultura colectiva como
tampoco, siglos antes, lo fue el molino hidrulico. De haber sido la
real base de la colectivizacin la superioridad tecnolgica ms que
el control del excedente, el gobierno sovitico no habra tenido razn
para renegar de la promesa de Stalin de basarse en el ejemplo y la
persuasin para lograr la adhesin de los campesinos 127 que el
seor feudal para proscribir el molino manual y asegurar as el xito
del molino hidrulico.
Una consideracin adecuada del papel del poder econmico y de
las restricciones institucionales sobre el uso del poder es tan
importante para la comprensin del desarrollo econmico socialista
como para la comprensin del desarrollo de sistemas econmicos
anteriores. Bajo el socialismo (al menos en su versin sovitica), no
menos que bajo el feudalismo y el capitalismo, el determinante
principal de las elecciones bsicas con respecto a la organizacin de
la produccin no ha sido la tecnologa exgena e inexorable sino
el ejercicio del poder endgeno y resistible.
NOTAS
NOTAS
1. F. Engels, On Authority, (Sobre la Autoridad) primera publicacin en Almenacco
Republicano, 1894; traduccin al ingls en Marx y Engels, Basic Writings in Politics and
Philosophy (Escritos Bsicos en Poltica y Filosofa), L. Feuer (ed.), Doubleday and Co.,
Garden City, Nueva York, 1959, p 483. nfasis aadido.
2. La idea de atribuir la divisin del trabajo a la eficiencia precede a Adam Smith al menos
en dos mil aos. Platn, por ejemplo, defendi las instituciones polticas de la Repblica
basndose en una analoga con la bondad de la especializacin en la esfera econmica.
Los argumentos especficos de Smith fueron anticipados por Henry Martyn tres cuartos
de siglo antes de la publicacin de La Riqueza de las Naciones. Vase Considerations
Upon the East-India Trade (Consideraciones sobre el Comercio de las Indias Orientales)
(Londres, 1701).
3. Para una exposicin concisa y elegante de la relacin entre eficiencia tecnolgica y mtodos
de produccin al menor costo, vase el ensayo 1 de Tjalling Koopmans, Three Essays on
the State of Economic Science (Tres Ensayos sobre el Estado de la Ciencia Econmica),
McGraw-Hill, Nueva York, 1957, especialmente las pp 66-126.
60
PERDIENDO EL CONTACTO
61
STEPHEN A. MARGLIN
confiar en ellos, especialmente para las mejoras marginales que era lo mximo que slo
un puado de innovadores poda conseguir.
12.George Unwin, Industrial Organization in the Sixteenth and Seventeenth Centuries
(Organizacin Industrial en los Siglos Diecisis y Diecisiete), publicado primero por
Clarendon Press, Oxford, Inglaterra, 1904 y vuelto a publicar por Cass, Londres, 1957, p
96.
13.Ibid., p. 96.
14.Citado en Rhodes Boyson, The Ashworth Cotton Enterprise (La Empresa Algodonera
Ashworth), Oxford University Press, Oxford, Inglaterra, 1970, p 52.
15.The Spectator, Londres, 26 mayo 1866, p. 569.
16.Ibid., p. 569.
17.E. L. Trist y K. W. Bamforth, Some Social and Psychological Consecuences of the Longwall
Method of Coal-Getting (Algunas Consecuencias Sociales y Psicolgicas del Mtodo
Longwall de Obtencin de Carbn), Human Relations, Vol. IV, No. 1, 1951, p. 6.
18.Ibid., p. 6.
19.Trist y Bamforth, op. cit., p. 6.
20.Ibid., p. 9
21.Ibid., p. 23-24.
22.Ibid., p. 11.
23.Como veremos, la supervisin era un problema endmico para la especializacin de los
hombres a las tareas bajo el sistema de subcontrato. Se puede argumentar que el sistema
fabril era una solucin a este problema, que reflejaba los intereses de los capitalistas ms
que una supuesta superioridad tecnolgica.
24.Estudio de Caso del Harvard Business School, British Coal Industries (C) (Las Industrias
Britnicas del Carbn), preparado por Gene W. Dalton bajo la direccin de Paul R.
Lawrence y basado en E. L. Trist y H. Murray, Work Organization at the Coal Face
(Organizacin del Trabajo en el Frente del Carbn), Doc. No. 506, Tavistock Institute,
Londres, Inglaterra.
25.Estudio de Caso del Harvard Business School, British Coal Industries (B) (Las Industrias
Britnicas del Carbn), preparado por Gene W. Dalton bajo la direccin de Paul R.
Lawrence y basado en E. L. Trist y H. Murray, Work Organization at the Coal Face
(Organizacin del Trabajo en el Frente del Carbn), Doc. No. 506, Tavistock Institute,
Londres, Inglaterra.
26.British Coal Industries (C),op. cit.
27.Ibid.
28.La nacionalizacin no cambi el concepto de propiedad; simplemente transfiri el ttulo
de las minas al Estado.
29.La de Paul Jacobs es una voz que clama en el monte: Si los sindicatos han de sobrevivir
y crecer en el perodo que viene, tendrn que romper con sus viejos hbitos. En primer
lugar, tendrn que romper con su hbito de no pensar sobre el trabajo, la naturaleza del
trabajo, su relacin con el trabajo, y lo que pueden hacer sobre el trabajo. Qu hacemos
sobre el trabajo hoy? Bueno, decimos que vamos a fijar los salarios, que vamos a tratar de
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PERDIENDO EL CONTACTO
63
STEPHEN A. MARGLIN
41.The Industrial Revolution in the Eighteenth Century (La Revolucin Industrial en el Siglo
Dieciocho), op. cit., p. 246.
42.Landes, op. cit., p. 60.
43.D. S. Landes (editor), The Rise of Capitalism (El Surgimiento del Capitalismo), Macmillan,
Nueva York, 1966, p. 14.
44.Mantoux, op. cit., p. 246.
45.Ibid., p. 14. C. F. Herbert Heaton, The Yorkshire Woolen and Worsted Industries (Las
Industrias de Lana y de Estambre de Yorkshire), Oxford University Press, Oxford, 1920:
la parte principal de la ventaja econmica de la fbrica radica en el uso de maquinaria
capaz de desempear el trabajo rpidamente, y el uso de energa que puede hacer que la
maquinaria funcione a alta velocidad. p. 352.
46.Ronald Coase parece ser el nico en reconocer que la existencia misma de la empresa
capitalista es incompatible con la dependencia de la competencia perfecta en el mecanismo
de mercado para coordinar la actividad econmica. Coase, sin embargo, ve a la firma
capitalista como el medio no para subordinar a los trabajadores sino para ahorrar los
costos de las transacciones mercantiles: "... una firma tender a expandirse hasta que los
costos de organizacin de una transaccin adicional dentro de la firma se hace igual a los
costos en el mercado libre o los costos de organizarse en otra firma." Vase The Nature
of the Firm (La Naturaleza de la Firma) Economica vol. IV, 1937, pp. 386-405, reimpreso
en Stigler y Boulding (eds.) Readings in Price Theory (Lecturas en la Teora de Precios),
Irwin, Chicago, Illinois, 1952, pp. 331-351. La cita es de la p. 341 de Boulding y Stigler.
47.A. Ure, The Philosophy of Manufacturers (La Filosofa de los Manufactureros), Charles
Knight, Londres, 1835, pp. 15-16. Las analogas militares abundan en las observaciones
contemporneas de la fbrica temprana. Boswell describi a Mathew Boulton, el socio de
Watt en la manufactura de motores de vapor, como un capitn de hierro en medio de sus
tropas luego de una visita a la fbrica en 1776. (Citado en Mantoux, op. cit., p. 376).
48.Mantoux, op. cit., p. 223. Wadsworth y Mann discrepan. Vase Alfred P. Wadsworth y
Julia DeLacy Mann, The Cotton Trade and Industrial Lancashire (La Industria Algodonera
y la Lancashire Industrial), Manchester University Press, Manchester, Inglaterra, 1931,
pp. 482-3.
49.Citado en Julia DeLacy Mann, The Transition to Machine-Spinning (La Transicin al
Hilado Mecnico) en Wadsworth y Mann, op. cit., p. 433.
50.Ibid., p. 436.
51.Ibid., p. 437.
52.Hasta el fin del perodo (1820) y probablemente hasta despus de 1830, cuando la mula
de Crompton fue hecha autnoma, no haba logrado avances en la industria de la lana.
W. H. Crump, The Leeds Woollen Industry 1780-1820 (La Industria de Lana de Leeds
1780-1820), Thoresby Society, Leeds, Inglaterra, 1931, p. 25.
53.J. L. Hammond y Barbara Hammond, op. cit., p. 146.
54.Ibid., p. 148.
55.Mantoux, op. cit., p. 264.
56.Crump, op. cit., esp. pp. 24-5, 34.
57.Ibid., p. 24.
64
PERDIENDO EL CONTACTO
65
STEPHEN A. MARGLIN
72.Heaton, ibid., p. 418.
73.Vase en Heaton, ibid., pp. 418-437, un relato de la industria de lana, Wadsworth y Mann,
op. cit., p. 395-400 para la industria del algodn.
74.Heaton, op. cit., p. 422.
75.Heaton, ibid., p. 428.
76.Citado en Bythell, op. cit., p. 72.
77.En trminos tcnicos, el cambio del control de los trabajadores de las elecciones de los bienes
de lujo al control capitalista signific un cambio a lo largo de una funcin de produccin
dada, no un cambio en la funcin misma.
78.Cualquier comentario sobre la supuesta inmoralidad de estas defensas es probablemente
superfluo. Esta era, al fin y al cabo, una poca en la que los sindicatos eran combinaciones
ilegales, proscritos por la ley comn de conspiracin (y ms tarde, por estatuto.)
79.Los salarios fabriles para el tejido con telar manual eran superiores a los salarios que
ganaban por el mismo trabajo realizado en el domicilio del trabajador presumiblemente
la recompensa tanto por horarios ms largos y por someterse a la supervisin y disciplina
fabriles. Vase Bythell, op. cit., p. 134.
80.Mantoux, op. cit., p. 375.
81.Mejor se usa aqu en un sentido ms amplio del que es convencionalmente utilizado por
los economistas cuando comparan diferentes conjuntos de mercancas, incluso cuando se
molestan en considerar al ocio como uno de los bienes. La integridad personal y cultural
difcilmente puede ser representada en una curva de indiferencia. Vase Karl Polanyi,
Class Interest and Social Change (Inters de Clase y Cambio Social) originalmente
publicado en The Great Transformation (La Gran Transformacin), Rinehart, Nueva York,
1944; reimpreso en Primitive, Archaic and Modern Economies (Economas Primitiva,
Arcaica y Moderna), editada por George Dalton, Doubleday, Garden City, Nueva York,
1968, pp. 38-58.
82.Sobre la magnitud de la fuerza laboral en la tejedura domstica de algodn, vase Landes,
op. cit., pp. 86-7; Bythell, op. cit., p. 54-57. Sobre los salarios, vase Bythell, ibid.,
captulo 6 y apndices; Sydney J. Chapman, Lancashire Cotton Industry (La Industria de
Algodn de Lancashire), Manchester University Press, Manchester, Inglaterra, 1904, pp.
43-4.
83.Lo sorprendente es que los tejedores domsticos se mantuvieran tanto tiempo como lo
hicieron, lo cual es testimonio, como dice Landes, de la obstinacin y tenacidad de hombres
que no estaban dispuestos a cambiar su independencia por la disciplina mejor pagada de
la fbrica. (Unbound Prometheus) (Prometeo Desencadenado), p. 86.
La reticencia de los tejedores domsticos a someterse a la disciplina fabril era ampliamente
comentada por los contemporneos. Incluso en 1836, un notorio crtico de la fbrica, John
Fielden, escribi ellos no irn dentro (de las fbricas) ni permitirn que sus hijos vayan.
(Citado en Bythell, op. cit., p. 252). Otro crtico atestigu ante un Comit Especial del
Parlamento que un tejedor domstico no buscara empleo fabril porque estara sometido
a una disciplina a la que un tejedor con telar manual no puede someterse. (Select
Committee on Handloom Weavers Petitions, 1834; citado en E. P. Thompson, op. cit., p.
307.)
Que la inadaptabilidad de los tejedores domsticos a la fbrica era un asunto de gusto o
de la carencia de actitudes psicolgicas esenciales a la disciplina fabril es un cuestin de
inters actual y tambin histrico. (Ure, por lo que vale su opinin, es claramente parcial
66
PERDIENDO EL CONTACTO
67
STEPHEN A. MARGLIN
93.Ibid., p. 88. Parecera que algunas veces el problema de reclutar adecuada fuerza de trabajo
se resuelve en formas que inhiben ms que promueven las actitudes de trabajo necesarias
para la expansin del capitalismo industrial. La abundancia de trabajadores desempleados o
subempleados en India, por ejemplo, parece haber permitido que empresarios extranjeros e
indios inserten un sistema fabril ajeno a la sociedad indgena sin desarrollar la disciplina
caracterstica del trabajo fabril. Los trabajadores indios son mucho ms libres que sus
contrapartes occidentales para ir y venir como desean, porque un contingente de trabajadores
sustitutos est dispuesto a reemplazarlos cuando es necesario. Vase A. K. Rice, Productivity
and Organization: The Ahmedabad Experiment (Productividad y Organizacin: El
Experimento de Ahmedabad), Tavistock, Londres, 1958, pp. 79, 118 para un apoyo incidental
de esta hiptesis.
94.Tenney Frank, An Economic History of Rome (Una Historia Econmica de Roma), segunda
edicin revisada, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1927, captulo 14.
95.Ibid., captulo 14.
96.Debera notarse que los manumisos aparentemente trabajaban por los salarios, aunque no
en fbricas. La existencia de un proletariado parece fuera de cuestin. Ibid., pp. 269-270
y captulo 17.
97.Unwin, Industrial Organization in the Sixteenth and Seventeenth Centuries (La
Organizacin Industrial en los Siglos Diecisis y Diecisiete), p 199.
98.3 & 4 Philip and Mary, c.II. Citado en Mantoux, op. cit., pp. 34-5.
99.Unwin, Industrial Organization in the Sixteenth and Seventeenth Centuries (La
Organizacin Industrial en los Siglos Dieciseis y Diecisiete), p. 93.
100. Ibid.
101. Reimpreso en Marc Bloch, Land and Work in Medieval Europe (Tierra y Trabajo en la
Europa Medieval), trad. J. E. Anderson, Harper & Row, Nueva York, 1969, pp. 136-168.
102. Citado en Richard Bennett y John Elton, History of Corn Milling (Historia de la Molienda
de Grano), vol. III, Simpkin, Marshall and Company, Londres, 1900, p. 155.
103. Ibid., pp. 221, 253.
104. Ibid., captulo 9.
105. Citado en Bennett y Elton, op. cit., p. 242. En la poca de Enrique VIII las instituciones
feudales haban empezado a decaer, y es difcil decidir entre la hiptesis de que las
observaciones del docto juez reflejan esa decadencia y la hiptesis de que la obligacin
de molienda estaba relacionada con la renta de la tierra.
106. Bloch, op. cit., p. 151.
107. Ibid., p. 151.
108. Bloch, op. cit., p. 156.
109. Bloch, op. cit., p. 157.
110. Ibid., p. 155.
111. Ibid., p. 154.
112. Bloch, op. cit., p. 157. Bennett y Elton dedican un captulo entero a la institucin de la
obligacin de molienda [soke]. Op. cit., captulo 8.
113. Bloch, op. cit., p. 157.
68
PERDIENDO EL CONTACTO
69
2.
CONTA
PERDIENDO EL CONTACTO:
Las Condiciones Culturales de la Adaptacin y la
Resistencia Obreras
(1990)
Introduccin
1. Introduccin
E
E
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STEPHEN A. MARGLIN
La primera aplicacin concreta de esta idea es que la tenacidad
con la que los trabajadores defienden sus acuerdos de trabajo depende
del significado que le confieren al mismo. Este significado puede tomar
una de dos formas: holstica o individualista. El significado holstico
le confiere significado al trabajo propio porque es parte integral de
un todo que exige la lealtad y el consentimiento de la comunidad; el
significado individualista, por el contrario, es un significado que uno
se crea a travs del trabajo mismo.
Las precondiciones de los significados holstico e individualista
difieren. El significado holstico requiere que el trabajo se encuentre
arraigado en el tejido cultural, que sea una expresin de la relacin
propia con el cosmos en vez de tratarse simplemente de ganarse el
pan de cada da. El significado individualista requiere que uno est
en control del proceso y del producto, sin lo cual el proyecto mismo
de crear un significado se hace impensable.
El problema para los trabajadores ha sido doble porque la cultura
occidental no fomenta ni el significado holstico ni el individualista
para la mayora de las formas de trabajo. En primer lugar, las
tradiciones judeocristianas y las griegas desarraigaron la mayora de
los trabajos de un contexto que pudo haberlos hecho significativos.
En segundo lugar, empezando con Platn y Aristteles, un sistema
de conocimiento se ha convertido en hegemnico. El problema es
que el conocimiento de los trabajadores est generalmente organizado
en trminos de otros sistemas, inferiores, con el resultado de que
ha devenido en el conocimiento inferior de gente inferior. De esta
manera, la cultura socava los intentos de los trabajadores de defender
su control del trabajo.
Estos argumentos son desarrollados en las secciones siguientes.
Luego de un esbozo de los antecedentes relevantes (Secciones 2-4),
volveremos a las ideas principales: la falta de arraigo del trabajo
(Seccin 5) y la devaluacin de los sistemas de conocimiento de los
trabajadores (Secciones 6-10) en Occidente. Las secciones 11-13
resaltan estas ideas contrastndolas con la concepcin del trabajo
en la cultura hind como se revel en un estudio de caso en una
comunidad de tejedores.
72
PERDIENDO EL CONTACTO
73
STEPHEN A. MARGLIN
Studs Terkel (1972).2 Los logros del trabajo, ms que el resultado de
cualquier otra actividad que emprendamos, nos dan fundamento para
creer que podramos trascender nuestra mortalidad fsica, lo cual
est implcito en el significado holstico.
El control sobre el proceso y el producto es un tema central en
cualquier discusin del significado del trabajo una vez que
reconocemos la ausencia de un significado holista en la sociedad
occidental contempornea. Para el control es condicin necesaria,
sino suficiente, que uno confiera a su trabajo un significado
individualista. Pero el control individual, e incluso colectivo, de los
trabajadores choca con el proyecto capitalista de dominacin. La
proposicin central de mi primer artculo sobre la organizacin del
trabajo (Marglin 1974) era que dos pasos cruciales en la historia del
trabajo la extensin de la divisin del trabajo a nivel del subproducto
y la concentracin de la produccin en fbricas fueron instituidos
por los capitalistas para incrementar su control. Trabajos
subsecuentes (Marglin 1979, 1984) han sido variaciones sobre el
tema del control.3
74
PERDIENDO EL CONTACTO
75
STEPHEN A. MARGLIN
en un instrumento para el control capitalista. Aunque fuera menos
eficiente que otras formas alternativas de organizacin del trabajo
en las que el trabajador ejerca un mayor control, una divisin
altamente desarrollada del trabajo reforzara el control capitalista
sobre el proceso de produccin e incrementara sus beneficios.
La especializacin aseguraba la dependencia del trabajador
respecto al capitalista, pero no lograba hacerlo trabajar. El problema
de la disciplina, por supuesto, no era nuevo. Jenofonte en el siglo IV
a.C., Columella en el siglo primero d.C., Walter de Henley y otros
escritores medievales trataron el problema de la disciplina de los
trabajadores, anticipando ideas tan modernas como los sistemas de
incentivos (Columella) y hasta los estudios de tiempo y movimiento
(Walter). Pero en la poca de la revolucin industrial la libertad legal
de los trabajadores complicaba el problema de la disciplina. El
trabajador laboraba bajo compulsin econmica ms que poltica y
el mercado no era de mucha ayuda.
Los capitalistas se quejaban frecuentemente de la perversidad del
mercado de trabajo. En vez de lograr un mayor esfuerzo, los salarios
ms altos slo servan para reducir la dependencia del trabajador,
hasta el punto que un observador del siglo XVIII not el sentimiento
universal entre los fabricantes de algodn de que su mejor amigo
son las provisiones caras (Arthur Young 1770). Un poco ms tarde,
el mismo observador hizo notar, en trminos ms fuertes, que
cualquiera, excepto un idiota, sabe que las clases bajas deben
mantenerse pobres, o nunca sern industriosas (citado en Thompson
1963: 358).
El sistema de subcontrato [putting-out] empeor la situacin: en
su propia cabaa, el trabajador tena control de la materia prima y
estableca el ritmo de su trabajo. Su control sobre las materias primas
llev a interminables disputas sobre la calidad del producto, y tambin
sobre la malversacin y el fraude. (El trabajador tena la posibilidad
de sustituir materiales por otros de inferior calidad, hacer fraude en
el peso, apropiarse de las sobras en vez de darlas a beneficio del
patrn). El control sobre el ritmo del trabajo increment la posibilidad
de respuestas perversas desde el punto de vista del patrn al
incentivo de salarios ms altos.
No extraa que los capitalistas buscaran formas de limitar el
control de los trabajadores: formas organizacionales en las que el
patrn, no el trabajador, fijara las horas y la intensidad del trabajo, y
donde el trabajador laborara bajo los ojos vigilantes del patrn, de
modo que fuera mucho ms difcil de obtener los beneficios
marginales (la frase del trabajador para el fraude y la malversacin)
que derivaban del control de las materias primas. El resultado final
de esta bsqueda fue la fbrica.
76
PERDIENDO EL CONTACTO
La
produccin
4. La evolucin de las relaciones de produccin
La divisin del trabajo a nivel del subproducto y de la fbrica no
fueron, por cierto, ni el principio ni el final de la innovacin capitalista
en la organizacin del trabajo. Los capitalistas establecieron su
dominio sobre la produccin slo gradualmente. Hasta el siglo XIX,
los trabajadores al menos algunos de ellos ejercieron un control
sustancial sobre determinados aspectos importantes del trabajo, lo
que actualmente, por lo menos en los Estados Unidos, se considerara
como privilegios de administracin. Entre estos aspectos estn, por
77
STEPHEN A. MARGLIN
ejemplo, el contrato o despido de ayudantes, el establecimiento de
normas de trabajo y la distribucin de la torta entre los trabajadores
(Montgomery 1979, Buttrick 1952).
La base de este control era doble. En primer lugar, la clase
trabajadora mantena una cohesin reflejada en las huelgas y otras
formas de apoyo mutuo. En segundo lugar, el conocimiento y las
habilidades eran cuidadosamente cultivados y protegidos de los
extraos, particularmente del patrn y sus agentes. De acuerdo con
un aforismo popular de hace cien aos, El cerebro del patrn est
debajo de la gorra del trabajador. En palabras de Frederick Winslow
Taylor, el padre de la administracin cientfica,
los capataces y los superintendentes saben, mejor que nadie,
que su propio conocimiento y sus habilidades personales se ven
muy reducidos si se los compara con el conocimiento combinado
y la destreza de los trabajadores a los que ordenan. En
consecuencia, los administradores de mayor experiencia ponen
francamente frente a sus trabajadores el problema de realizar el
trabajo en la mejor y ms econmica manera posible (1967: 32).
Para consolidar y extender su dominio sobre la produccin, los
capitalistas tuvieron una tarea doble. La primera era quebrar la
solidaridad de los trabajadores, y la segunda, reestructurar la
produccin hasta reducir al mnimo el papel del conocimiento y las
habilidades de los trabajadores. La destruccin de la solidaridad se
centr en transformar la orientacin del movimiento sindical a un
sindicalismo mercantil, con un estrecho nfasis en el dlar y una
casi total abdicacin de los asuntos de control. El papel de las
confrontaciones era central a este proceso, y de ello son ejemplos
representativos en los Estados Unidos las huelgas de Pullman y
Homestead. Estas huelgas fueron reveses de los que el movimiento
laboral tard dcadas en recuperarse.
En la reestructuracin del trabajo, los pasos claves fueron el
desarrollo de lo que Richard Edwards (1979) ha denominado el control
tcnico y burocrtico, simbolizado por la lnea de montaje y el
reglamento. Ambos fueron intentos de despersonalizar las relaciones
de autoridad, para legitimar el control capitalista apelando al valor
cultural compartido de la superioridad de las relaciones impersonales
sobre las personales (Banuri, 1990). La intencin, tanto del control
tcnico como del burocrtico, era crear y promover la impresin de
una autoridad trascendente como la lnea de montaje y el
reglamento a la que todos, tanto el patrn como los obreros, estn
sujetos. Lo que el capitalista olvida mencionar es que alguien hace
los reglamentos, de la misma manera en que alguien establece la
velocidad de la lnea de montaje.
78
PERDIENDO EL CONTACTO
79
STEPHEN A. MARGLIN
justificacin cultural. La acomodacin de la clase trabajadora a la
dominacin capitalista slo puede ser comprendida cuando
entendemos los lmites de la base cultural de la resistencia de la
clase trabajadora.
Mi tesis es que la clase capitalista no slo mantuvo la ventaja
econmica y poltica, sino tambin cultural. Por una parte, el trabajo
nunca se arraig en la vida de la comunidad occidental ni en el orden
csmico occidental, como es el caso de las sociedades holsticas. (El
protestantismo luterano y las comunidades influidas por l son una
excepcin que pone a prueba esta regla). El trabajador tampoco fue
habilitado por la cultura para defender la unin de la concepcin y la
ejecucin que sustenta el control por el trabajador individual. De
esta forma el trabajador era incapaz de encontrar el significado
holstico inmanente en el trabajo arraigado en la vida y fue desalentado
de defender las condiciones del significado individualista por los
valores culturales que comparta con el capitalista.
80
PERDIENDO EL CONTACTO
81
STEPHEN A. MARGLIN
Hesodo contina cantando alabanzas a la agricultura y a los
agricultores, alabanzas que tienen eco en las concepciones
occidentales de la buena vida y la buena sociedad desde Virgilio hasta
Thomas Jefferson. El clasicista francs Jean-Pierre Vernant resume
el distintivo arraigo de la agricultura en el pensamiento griego en la
siguiente forma:
La agricultura se mantiene... integrada a un sistema de
representacin religiosa... El trabajo de la tierra... es una
participacin en un orden superior al hombre, al mismo tiempo,
natural y divino. Es en este contexto religioso que el aspecto del
esfuerzo en el trabajo agrcola adquiere un significado particular:
la confrontacin con la tarea impuesta, la dificultad y la esforzada
ocupacin, adquiere valor y prestigio en la medida en que se
establece una relacin con lo divino, una suerte de vnculo
recproco. El trabajo puede entonces aparecer como meritorio,
como contrapartida de exigencias y de la justicia divina, en el
sentido ms general, aret [virtud]. Hay en esto un tema que
viene a equilibrar, en la reflexin moral de Grecia, la afirmacin
de la superioridad del pensamiento puro sobre la accin (Vernant
1982 ii. 23-4).
La tradicin judeocristiana no permite ni esta excepcin. Por lo
menos hasta la Reforma, el trabajo parece tener atributos mayormente
negativos. Es ms, est fuera de las preocupaciones fundamentales
de la visin del mundo judeocristiano. Es cierto que la agricultura se
inicia de manera muy prometedora: El Seor Dios tom, pues, al
hombre y lo puso en el jardn del Edn para que lo cultivara y lo
cuidara (Gnesis 2: 15). Pero despus de que Adn y Eva comieron
del fruto prohibido, Dios lo condena a l al trabajo en los campos y a
ella al trabajo del alumbramiento. 6 Como castigo por el pecado
original, el trabajo tiene connotaciones claramente religiosas, pero
stas son mayormente negativas.
Las innovaciones especficamente cristianas ayudan muy poco. El
Sermn de la Montaa nos ensea a imitar a la fauna y la flora: ...las
aves del cielo... no siembran, ni cosechan, ni guardan en bodegas, y
el Padre celestial, Padre de ustedes, las alimenta...las flores del
campo... no trabajan, ni tejen; pero yo les aseguro que ni Salomn
en el esplendor de su gloria se visti como una de esas flores (Mateo
6: 26-9).
Se representa comnmente a San Pablo como una persona con
una actitud ms positiva hacia el trabajo. Por cierto, Pablo dijo: Si
alguno no quiere trabajar, tampoco coma (2 Tesalonicenses 3: 10).
Pero Pablo no encontraba ningn valor positivo en el trabajo.
Consideraba, sin embargo, que el trabajo es preferible a la ociosidad
que da campo a los que andan entrometindose en lo ajeno. No dice
82
PERDIENDO EL CONTACTO
83
STEPHEN A. MARGLIN
Pero aun entonces, y sta es la segunda de las tres observaciones
sugeridas por los Piers posteriores, el trabajo no est arraigado en el
esquema cristiano de la salvacin. Refleja ms bien la disposicin
paulina hacia el menor de los males. Cada uno puede ser dotado por
el Espritu Santo (Gracia en la alegora) con un don que le permite
ganarse la vida honestamente, pero esto no es para cumplir ningn
plan csmico, ningn orden divino. Nadie llega a Dios a travs de
este don. Ms bien el asunto es, como para Pablo, que la Ociosidad,
la Envidia y el Orgullo nunca deben superarlo (Libro xix).
Sin embargo, al final de la historia de Piers, y sta es la ltima
observacin que haremos aqu, las necesidades institucionales de la
Iglesia son nuevamente subordinadas al Sermn de la Montaa. La
Naturaleza invoca el poder del amor:
Aprended a Amar, dijo la Naturaleza, y abandonad todo lo dems.
Pero, cmo me vestir y me alimentar y me sustentar?
Si amas sinceramente, dijo ella, nunca te faltar comida y
vestido mientras vivas (Libro xx).
Cmo interpretamos la penetrante ambivalencia de Langland?
Indudablemente le debe algo a la ambivalencia de su propia posicin
de humilde clrigo. Ms cerca de la masa de campesinos que a ningn
puesto de poder temporal (tiene palabras muy duras para los curas
que prefieren la vida fcil de Londres a la de sus parroquias), Langland
poda haber prestado ms atencin al mensaje espiritual de la
cristiandad que a las exigencias administrativas de la Iglesia.
Resumiendo, en la medida que Piers Plowman habla por los
cristianos medievales, el trabajo es parte del orden social, pero este
orden social permanece an como un orden provisional y transitorio
luego de un milenio. Es un patrn vigente de existencia social que
todava espera al Anticristo y al Juicio Final. Como el matrimonio, el
trabajo sigue siendo representado en la manera paulina como el menor
de los males. Haz-el-Bien, el hombre comn de Langland, puede
requerir el trabajo para evitar la ociosidad, pero el que busca la
salvacin y rompe el patrn vigente puede confiar en Dios para todas
sus necesidades, como las aves y las flores.
As, al final de la Edad Media, como en el alba del cristianismo, el
trabajo se mantiene fuera del propsito central de la existencia
humana. Pero la Reforma trae un cambio dramtico en las actitudes
hacia el trabajo. Especficamente, en el dogma luterano la vocacin
se vuelve central para la vida religiosa. El trabajo est firmemente
arraigado en la concepcin luterana del propsito divino y humano.
Sin embargo, es importante separar el arraigo del trabajo en las
comunidades luteranas de la cuestin ms general del vnculo entre
la religin protestante y la economa capitalista. Max Weber (1930) y
R. H. Tawney (1938), los lados opuestos del debate en este caso,
84
PERDIENDO EL CONTACTO
85
STEPHEN A. MARGLIN
sociedad se encarga de regular la produccin general, con lo
que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a
esto y maana a aquello, que pueda por la maana cazar, por la
tarde pescar, y por la noche apacentar el ganado, y despus de
comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser
exclusivamente, cazador, pescador, pastor, o crtico, segn los
casos (Marx y Engels 1846: 22).
En realidad, resulta cuestionable si Marx consideraba trabajo a
cazar, pescar, pastorear y criticar. Heredero de la actitud griega y
judeocristiana, podra, muy razonablemente, asignar todo esto al
dominio del ocio. En el dominio del trabajo, independientemente de
la forma en que la sociedad podra organizarse, lo mejor que esperaba
Marx (como observamos en la Nota 4) es regular racionalmente el
intercambio con la Naturaleza... y lograr esto con el mnimo gasto de
energa. Citamos el pasaje relevante en su totalidad:
De hecho, el reino de la libertad slo comienza all donde
cesa el trabajo determinado por la necesidad y la adecuacin a
finalidades exteriores; con arreglo a la naturaleza de las cosas,
por consiguiente, est ms all de la esfera de la produccin
material propiamente dicha. As como el salvaje debe bregar
con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, para conservar
y reproducir su vida, tambin debe hacerlo el civilizado, y lo
debe hacer en todas las formas de sociedad y bajo todos los
modos de produccin posibles. Con su desarrollo se ampla este
reino de la necesidad natural, porque se amplan sus necesidades;
pero al propio tiempo, se amplan las fuerzas productivas que
las satisfacen. La libertad en este terreno slo puede consistir
en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen
racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza
ponindolo bajo su control colectivo, en vez de ser dominados
por l como por un poder ciego; que lo lleven a cabo con el
mnimo empleo de fuerzas y bajo las condiciones ms dignas y
adecuadas a su naturaleza humana. Pero ste siempre sigue
siendo un reino de la necesidad. Allende el mismo empieza el
desarrollo de las fuerzas humanas, considerado como un fin en
s mismo, el verdadero reino de la libertad, que sin embargo
slo puede florecer sobre aquel reino de la necesidad como su
base. La reduccin de la jornada laboral es la condicin bsica
(Marx 1894: 799 800. 1981:1044).
Hemos disminuido considerablemente la jornada de trabajo desde
los tiempos de Marx, pero no estamos ms cerca de una sociedad en
la que el trabajo y el ocio sean significativos. Probablemente no
logremos ningn objetivo mientras los dos estn separados y sean
distintos, concibiendo el trabajo como la varicela como algo de
lo cual hay que procurar curarse lo ms rpidamente posible.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
innovacin se refiere al proceso de cambio: cmo se modifica el
contenido de lo que sabemos (colectivamente) a travs del tiempo?
Finalmente, el poder: cules son las relaciones polticas entre los
miembros de una comunidad que emplea, en mayor o menor medida,
el mismo sistema de conocimiento? Y cmo se relaciona una
comunidad particular de conocimiento con otras comunidades de
conocimiento?
El sentido del trmino sistema es doble. El primer propsito es el
de sugerir que epistemologa, transmisin, innovacin y poder no
son atributos del conocimiento en general, sino caractersticas de
formas particulares de conocer. No existe epistemologa nica, sino
epistemologas especficas que pertenecen a formas distintas de
conocer. Igualmente, existen formas distintivas de trasmitir y modificar
el conocimiento a travs del tiempo. Y diferentes formas de conocer
implican diferentes relaciones de poder entre la gente que comparte
el conocimiento y entre los de adentro y los de afuera.
Los vnculos entre estas diversas caractersticas son un segundo
aspecto sistemtico del conocimiento. Cmo sabemos y cmo
aprendemos y enseamos, cmo innovamos y cmo nos relacionamos
con el poder, son caractersticas del conocimiento que interactan
mutuamente, como tambin interactan con las construcciones
bsicas que subyacen en cada forma particular de conocer.
Todo esto se puede aclarar si concretamos la discusin en trminos
de dos sistemas de conocimiento distintos que llamar techn y
episteme. Se debe recalcar que los trminos griegos pretenden evocar
y no definir. Techn y episteme se definirn por una serie de
oposiciones y no por palabras de nuestro idioma que equivalen
aproximadamente a las del idioma griego.
Por una parte, la episteme es el conocimiento basado en la
deduccin lgica a partir de principios evidentes por s mismos. El
mejor modelo es, tal vez, la geometra euclidiana, aunque los axiomas
de Euclides se han convertido con el pasar del tiempo en menos
evidentes por s mismos de lo que alguna vez se supuso (ahora
tenemos una variedad de geometras cada una con su propia base
axiomtica). La deduccin lgica implica proceder por pasos cortos
sin que quede nada dejado a la suerte o a la imaginacin. Adems
del teorema matemtico, el programa de computacin viene a la
mente como modelo de conocimiento epistmico.
El conocimiento epistmico es analtico. Descompone, desintegra,
un cuerpo de conocimiento en sus componentes. Por lo tanto, es
directa e inmediatamente reproducible. Es totalmente articulado y
dentro de la episteme se puede decir que lo que no se puede articular
ni siquiera cuenta como conocimiento.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Tabla . Atributos correspondientes de Techn y Episteme
Te c h n
Episteme
Deduccin lgica/Axiomas evidentes por s mismos
Intuicin / Autoridad
Analtica
No descomponible
Articulada
Implcita
Universal
Contextual
Cerebral
Tctil/ Emocional
Terica
Prctica
Verificacin
Descubrimiento /Creatividad
Impersonal
Personal
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Los mecanismos de transmisin son tan diferentes como las
epistemologas. El conocimiento epistmico es, en principio, accesible
a travs del raciocinio puro, pero en la prctica, la episteme se
adquiere generalmente a travs de la educacin formal. En realidad,
el conocimiento en Occidente se equipara cada vez ms con lo que
se ensea en las escuelas, y las escuelas en general estn dedicadas
a la episteme, 10 tanto que un joven amigo sugiri contraponer el
conocimiento de los libros y el conocimiento de la calle en lugar de
la contraposicin entre la episteme y la techn. La manera cannica
de transmitir la techn es, como se ha indicado, a travs de un nexo
personal encarnado por la relacin maestroaprendiz. El ejemplo del
maestro, ms que ningn otro precepto, instruye al aprendiz quien
absorbe casi inconscientemente lo que se le ensea. Casi todos
pueden adquirir los rudimentos de un oficio de esta forma, pero la
calidad es un asunto de intuicin, de un sentido intensificado del
tacto y de una percepcin desarrollada a lo largo de aos de prctica.
La innovacin epistmica tiene una doble vida. El modelo formal
slo nos permite reemplazar una derivacin lgica errnea con una
correcta o cambiar los supuestos. Se puede suplementar los axiomas
existentes o, ms raramente, se puede reemplazar axiomas existentes
por otros nuevos, como hizo Newton con sus predecesores y Einstein
hizo con Newton. Con nuevos axiomas se puede proceder a nuevos
teoremas por viejos mtodos: los nuevos teoremas son simplemente
implicaciones lgicas de los nuevos supuestos. En la prctica, como
ya se not, una dosis considerable de techn est involucrada hasta
en la innovacin epistmica: el innovador debe saber dnde va y el
mapa es provisto por su intuicin ms que por su lgica. La innovacin
tcnica es, en gran medida, un asunto de prueba y error. Esto no
quiere decir que sea fortuita; pero la estructura subyacente de la
innovacin tcnica, como la techn que modifica, est frecuentemente
oculta al propio innovador.
Si el conocimiento es un texto, la forma cannica de la innovacin
epistmica es la crtica. La innovacin toma la forma de un asalto
d i re c t o , u n c u e s t i o n a m i e n t o a l a l g i c a o a l o s p r i n c i p i o s
fundamentales mismos. Por el contrario, la forma cannica de la
innovacin tcnica es el comentario, la enmienda y la explicacin del
texto. La autoridad de los padres no es cuestionada pero s es
reinterpretada. Por esta razn, la innovacin epistmica puede florecer
slo en una comunidad de iguales, en la que el respeto por la
autoridad personal est relativamente atenuada. Los ataques de Pedro
Abelardo a la autoridad doctrinal de los papas y santos presuponan
que, en Occidente, incluso el conocimiento religioso, hacia el ao
1100 d.C., haba llegado a considerarse como epistmico por
naturaleza.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
el conocimiento mdico, y lo que no encajaba en l simplemente
desapareca de la vista. En lo que concerna a la profesin mdica, el
sndrome de Tourette dej de existir. El redescubrimiento del sndrome
de Tourette es un tributo a los esfuerzos de Sacks y de los afectados
por el sndrome de Tourette por resistir al monopolio de la episteme
mdica. A pesar de que los amigos y discpulos de la episteme mdica
podran aliviarse con la subsecuente identificacin de una base
orgnica para el sndrome de Tourette, Sacks enfatiz que ni el
desorden ni su manejo pudieron haber sido conceptualizados en
trminos puramente epistmicos.
Sacks seala de paso que fue alertado acerca de la importancia del
sndrome de Tourette por una experiencia que tuvo un da despus de
observar clnicamente a un paciente con este mal. En el espacio de tan
slo una hora, l not tres ejemplos ms del desorden que el ms
caritativo de sus colegas habra catalogado como extremadamente raro,
y el menos caritativo, habra llamado mtico.
Tengo la misma impresin sobre la techn y la episteme. Habiendo
sido sensibilizado, las veo ahora en todas partes. sta es, por
supuesto, una manera muy sencilla de reconocer que la distincin
entre episteme y techn tiene una considerable superposicin con
una variedad de dicotomas que otros han propuesto para distinguir
formas de conocer. Quizs la ms conocida es la distincin de Robert
Pirsig entre el conocimiento clsico y el romntico en Zen y el Arte
del Mantenimiento de Motocicletas (1976). De acuerdo a Pirsig, un
conocimiento clsico ve al mundo principalmente como forma
subyacente en s. Un conocimiento romntico lo ve principalmente
en trminos de experiencia inmediata (p. 66). El nfasis es diferente,
pero clsico resuena claramente con epistmico y romntico con
tcnico. Quizs ms cercana es la caracterizacin que hace Michael
Polanyi del conocimiento tcito como una forma distintiva de conocer,
en la que tocar y sentir juegan un papel muy importante tal como
ocurre en mi caracterizacin de la techn. En un contexto diferente,
Ian Hacking (1975) argument que la persistencia hasta el
Renacimiento de una concepcin del conocimiento como deduccin
lgica a partir de principios fundamentales evidentes por s mismos,
fue el mayor obstculo para el desarrollo de una teora de la
probabilidad. Para Hacking, la probabilidad puede emerger solamente
cuando la urdimbre de una concepcin estocstica de los eventos se
entreteje con la trama de un conocimiento no tan cier to, el
conocimiento que vara con la evidencia emprica, una concepcin
completamente diferente de la certeza de la deduccin lgica a partir
de una slida base axiomtica.11 Finalmente, todava en otro contexto,
Jerome Bruner (1962) ha distinguido entre el conocimiento diestro
y zurdo, el primero que enfatiza la lgica, y el segundo la intuicin,
una distincin fcil de asimilar a la oposicin entre episteme y techn.
94
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
impide que una episteme universalizadora proclame insistentemente
que tiene el monopolio del conocimiento.
Habiendo ilustrado esta tendencia por las variaciones del sndrome
de Tourette, permtanme considerar un ejemplo ms cercano que
proviene de la economa. Milton Friedman es bien conocido fuera de
la profesin econmica por su extrema oposicin a la intervencin
del gobier no en la economa. La Inglater ra victoriana luce
positivamente dirigista en comparacin con el ideal de Friedman.
Este autor es igualmente conocido dentro de la profesin por sus
contribuciones a la teora econmica, la mayora de las cuales se
consideran que estn muy dentro de lo oficial, si bien algo sesgadas
hacia un extremo del espectro. Entre sus contribuciones menos
controversiales se encuentra un artculo sobre metodologa, que se
ha convertido en un clsico en el campo: La Metodologa de la
Economa Positiva (1953). Una vertiente del argumento de Friedman
es particularmente importante para nuestros propsitos presentes.
La tesis del artculo es que deberamos juzgar cualquier teora
por sus conclusiones, por lo bien que concuerda con lo observado,
no por sus premisas, posicin que quizs no les resulte antiptica a
quienes operan principalmente en trminos de la techn. Pero el
objetivo de Friedman no es defender a la techn, sino ms bien
defender a una episteme despojada hasta de la ms mnima conexin
con la experiencia implicada, por el requerimiento de que sus
premisas sean evidentes por s mismas.
Uno de los argumentos de Friedman es par ticular mente
sobresaliente para nuestros propsitos. Su texto postula que el
comportamiento individual est gobernado por la maximizacin de
la utilidad, jerga que usan los economistas para indicar el clculo de
placer/dolor de Jeremy Bentham. No impor ta realmente si los
individuos realizan o no esos clculos, nos asegura Friedman. Lo que
importa es si actan como si maximizaran la utilidad. Friedman ofrece
una analoga notable para ilustrar y defender el argumento como
si. Nos invita a considerar un excelente jugador de billar calculando
un tiro difcil. Este jugador de billar no escribe, mucho menos intenta
resolver explcitamente las complicadas ecuaciones diferenciales de
las interacciones entre las bolas de billar. Es suficiente, de acuerdo a
Friedman, que el exitoso jugador de billar acte como si fuera un
experto en ecuaciones diferenciales.
Los economistas han hallado incontestable la analoga del billar,
y en realidad lo es si estamos dispuestos a admitir que todo
conocimiento es epistmico. Porque en ese caso el jugador de billar
debe ser, quiralo o no, secretamente un matemtico (y ms an
eximio, ya que no existe una solucin cerrada para el problema de
los tres cuerpos que es la esencia epistmica del billar). Pero esta
identificacin de conocimiento con episteme es precisamente el punto
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
observando que, en el extremo del espectro correspondiente al riesgo,
no podemos conocer realmente la distribucin de probabilidades;
slo tenemos informacin ms o menos relevante de muestras
particulares. Por la misma razn, en el extremo de la incertidumbre,
nunca estamos totalmente faltos de informacin sobre la verosimilitud
de resultados alternativos. Adems, las lneas institucionales tambin
estn desdibujadas: los mercados existen en un amplio rango de
situaciones que estn ms cerca de la incertidumbre que del riesgo,
por ejemplo los mercados de ventas de bienes a futuro y los contratos
de seguros ad hoc que por mucho tiempo han sido la especialidad
del Lloyds de Londres.
El desdibujamiento de la distincin entre riesgo e incertidumbre ignora
en la prctica que estas categoras son tipos ideales, lo cual es obvio en
la teora de Knight. (Knight fue, al fin y al cabo, un estudiante de Max
Weber). La existencia de casos mixtos y de lneas borrosas se convierte
en el pretexto para eliminar totalmente la distincin. Si uno est
dispuesto a caminar en esa direccin, es un paso intelectual sencillo el
que se requiere dar para ir desde la borrosidad en los bordes de la
distincin a la idea de que todas las probabilidades son personales y
subjetivas por naturaleza. Y sta es hoy en da en realidad, la visin
dominante en la teora econmica oficial. Como ocurre con la
maximizacin de la utilidad, no importa para la teora si los individuos
calculan conscientemente la distribucin de probabilidades subjetivas
requeridas por la teora. El comportamiento como si ser suficiente.
A qu se debe el xito de la teora de la probabilidad subjetiva?
Ciertamente no a su poder de prediccin. Desde que la teora fue
elaborada, los crticos han obser vado que los individuos sin
instruccin violan los preceptos del tratamiento uniforme del riesgo
y la incertidumbre (vase, por ejemplo, Ellsberg 1961). En realidad,
muchos insisten en su propio camino hasta cuando se les instruye.
Pero ni la crtica ni la evidencia que la sustenta han tenido influencia
perceptible en el prestigio de la teora.13
No es el poder de prediccin sino la unidad terica la que
recomienda la probabilidad subjetiva a la oficialidad. La agenda oculta
es eliminar la techn y cualquier accin basada en ella, de la teora
econmica para mantener la pureza epistmica de la concepcin
economista del conocimiento y del comportamiento. La techn de
lidiar con la incertidumbre, como todas las technai, es subsumida
como una forma inferior de episteme, en vez de ser considerada como
un sistema de conocimiento y una base de accin, distintos y
complementarios. 14
Estos ejemplos pretenden ilustrar dos puntos bsicos acerca de la
episteme y la techn: primero, la complementariedad de los dos
sistemas de conocimiento en la vida cotidiana; y, segundo, el intento
de la episteme de excluir a la techn en campos tan diferentes como
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PERDIENDO EL CONTACTO
Techn
produccin:
carreter
retero
7. Techn y episteme en la produccin: el taller del carretero
Aunque el conocimiento prctico combina invariablemente los dos
sistemas, el conocimiento de los trabajadores ha sido tradicionalmente
organizado mucho ms en trminos de techn que en trminos de
episteme. La medida en que la techn predomina queda bien ilustrada
por las narraciones de George Sturt sobre los carreteros y su trabajo
en un pequeo pueblo de la Inglaterra victoriana. El trabajo de Sturt
se public por primera vez en 1923 y ha sido reeditado diez veces
desde entonces, siendo su gran popularidad un tributo a la habilidad
de Sturt para evocar la calidad del trabajo y de la vida en un lugar y
un tiempo, muy cercanos y lejanos a la vez.
Sturt era un discpulo de Ruskin, bajo cuya influencia sent que la
nica ocupacin decente del hombre es la artesana (Sturt 1923:
12). Desafortunadamente, a pesar de ser hijo y nieto de maestros
carreteros, Sturt no aprendi en su juventud el oficio de carretero,
carencia que habra de lamentar luego que la enfermedad terminal
de su padre lo obligara, en 1884, a abandonar la escuela de la aldea,
donde haba sido maestro, para trabajar en el taller de carretero del
que sera propietario por el siguiente tercio de siglo.
Aun aceptando las predilecciones ruskinianas de Stur t, su
descripcin del taller es impresionante:
La ciencia razonada no exista para nosotros... el ojo y la mano
estaban abandonados a su propia astucia... Un buen carretero
saba por arte, y no por razonamiento, la proporcin a guardar
entre los radios y los aparejos; y, de la misma manera, un buen
herrero saba cun tirante deba estar una llanta de dos y media
pulgadas para una rueda de cinco pies y cun tirante para una
rueda de cuatro pies, y as sucesivamente. Lo senta en sus
huesos. Era una percepcin suya. Pero no haba ciencia en ello;
no haba razonamiento. Cada detalle destacaba por s mismo,
deba ser aprendido por prueba y error o por tradicin... slo
aos ms tarde entend por qu una rueda de carreta necesitaba
cierta convexidad... ninguno [de los hombres] ms que yo mismo
podra haber explicado por qu tena que ser as (pp. 19-20).
Igualmente impresionante es el poder que el conocimiento le
confera al trabajador:
.. He conocido trabajadores chapados a la antigua que se
rehusan a usar madera fresca porque creen que no es apta para
trabajar.
99
STEPHEN A. MARGLIN
Y ellos lo saban. El trabajador calificado tiene la ltima
palabra. Debajo del plano (muy poco usado ahora) o bajo el hacha
(obsoleta) la madera mostr cualidades difciles de ser
encontradas de otra manera. Mis propios ojos conocen porque
mis manos lo han sentido, pero no lo puedo ensear a un extrao,
la diferencia entre el fresno que es fuerte como tralla, y el fresno
que es frgil como una zanahoria, o endeble, o fisible. En el
roble, en la haya, estas diferencias son igualmente marcadas,
aun para los que se han iniciado con el trabajo prctico (p. 24).
Todos los elementos de la techn estn presentes. El nfasis en
tocar y sentir, en el ensayo y error, en la tradicin: Mis propios ojos
conocen porque mis propias manos lo han sentido... El conocimiento
que no puede ser ar ticulado: pero no lo puedo ensear a un
extrao....
La tradicin y las reglas prcticas vienen antes que el entendimiento.
De hecho Sturt se pasa un captulo entero (c. 18) explicando el plato,
la convexidad necesaria para una rueda apropiada, a la que alude la
extensa cita anterior. Sturt enfatiza que los carreteros incluso l
ponan plato a las ruedas mucho antes de que entendieran por qu lo
hacan. Para los hombres cuyos padres haban construido ruedas sa
era razn suficiente. Slo los intelectuales como l mismo sienten la
necesidad de epistemizar el saber local de la construccin de ruedas y
carretas. Como Sturt escribi en otro contexto, Ninguna regla ni escala
de ngulo de avance dado a los brazos de un rbol [foreway] se conoci
en mi taller, pero los carreteros de gran experiencia podan lograr el
efecto correcto ejercitando su juicio (p. 137).
El resumen de Sturt merece ser citado extensamente:
Debe notarse la naturaleza de este conocimiento. No estaba
expuesto en ningn libro. No era cientfico. Nunca conoc a un
hombre que profesara algo diferente de un conocimiento emprico
del saber del constructor de vagones... En una parcela, en la
taberna, en el mercado, los detalles se discutan una y otra vez;
se juntaban todos para recordar en el taller de la aldea... todo el
cuerpo del saber era un misterio, una pieza de conocimiento
popular, que resida en el pueblo colectivamente, pero nunca
enteramente en un individuo (pp. 73-4).
Sturt debe haberse dado cuenta de la irona. Habiendo vivido lo
suficiente en el siglo XX para ver un mundo que no encontraba mayor
utilidad en la techn del carretero, Sturt trat de preservar esta techn
reformulndola como episteme: uno casi se siente capaz de construir
la carreta entera despus de leer El Taller del Carretero pero,
indudablemente, ste es el hechizo de la techn de Sturt, como autor
ms que como carretero.
100
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
el poder de fuerzas moleculares. Pero hasta hoy los pocos
sobrevivientes de ellos no lo saben. Piensan que la falta de
descanso es lo ms malvado (pp. 200-1).
Algunos creern que la conclusin del relato de Sturt es un simple
sentimentalismo. No se puede tener maquinaria a gas sin las nuevas
relaciones de produccin que sta conlleva. Pero una lectura ms
acuciosa sugiere una interpretacin diferente.
Considrese la naturaleza de la autoridad en un taller como el de
Sturt. Formalmente, el poder del patrn reside en la propiedad. Pero
la propiedad es, sustantivamente, una base insuficiente. Ordenar con
efectividad requiere legitimidad y lograr legitimidad requiere que el
patrn sea un carretero superior. Un jefe legtimo ordena por el
ejemplo tanto como por la autoridad. l regula el ritmo porque conoce
por experiencia qu constituye un da de trabajo justo, y puede, si
hay necesidad, hacer eso y ms.
El padre de George Sturt ordenaba por el ejemplo. Tambin lo
haba hecho su abuelo. Como superiores en techn, ambos gozaban
del respeto y del afecto de los hombres. Pero sin el aprendizaje
necesario para el desarrollo de una capacidad superior, Sturt slo
poda, como l dice, apelar a su amistad, no a su respeto. Incapaz de
ejercer poder en la manera mecnica tradicional, basado en un
dominio superior de la techn, Sturt, en esta lectura, vuelve a una
nueva forma orgnica. Una nueva tecnologa hace a los hombres
dependientes de l en una nueva forma en la que su conocimiento
tradicional juega un papel muy disminuido. Con maquinaria a gas
viene un nuevo sistema de conocimiento, la ingeniera cientfica, en
la que Sturt est en una posicin muy favorable.
No es la maquinaria la que dio lugar al surgimiento de un nuevo
sistema de relaciones de produccin, sino la necesidad de un nuevo
sistema de relaciones de produccin la que condujo a la introduccin
de clases particulares de maquinaria. Si Sturt hubiera sido capaz de
mandar de la manera que lo hicieron sus antecesores, la maquinaria
a gas no necesitaba haber transformado las relaciones de produccin
ms que los telares a vapor transfor maron las relaciones de
produccin de los tejedores de cintas de Coventry (Prest 1960,
resumido antes en la Seccin 3).
La
8. La administracin cientfica
El problema de Sturt era fundamentalmente el mismo que el de
Frederick Taylor. En palabras del padre de la administracin cientfica,
El taller era realmente manejado por los hombres y no por los jefes.
Los trabajadores juntos planeaban cuidadosamente a qu velocidad
deba hacerse cada trabajo y establecan un ritmo para cada una de
las mquinas del taller (Taylor 1967: 48-9).
102
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
su iniciativa para conseguir el mximo retorno posible para
sus empleadores (p. 32).
Taylor conoca muy bien la techn lo expresa en este pasaje tan
acertadamente como es posible y la conoca porque constitua un
obstculo para el control administrativo. Para deshacerse de este
obstculo, los administradores y gerentes no slo deban dominar el
conocimiento de los trabajadores, tambin deban cambiar su forma.
As, la administracin cientfica no es slo una apropiacin, es tambin
una transfor macin. Relase el pasaje de Los Principios de la
Administracin Cientfica que se han usado en la Seccin 4 para
describir la idea bsica del taylorismo:
Bajo la administracin cientfica, los gerentes asumen... el
peso de todo el conocimiento tradicional que en el pasado fue
posedo por los trabajadores, y tambin la labor de clasificar,
tabular y reducir este conocimiento a reglas, leyes y frmulas
(p. 36). stas sustituyen al juicio del trabajador individual (p.
37). De esta manera, toda la planificacin que bajo el antiguo
sistema era realizada por el trabajador como resultado de su
experiencia personal, bajo el nuevo sistema necesariamente
deba ser realizada por la administracin de acuerdo con las
leyes de la ciencia (p. 38).
Taylor era optimista acerca de las consecuencias de separar la
ejecucin del control. Como se indic en la Nota 4, nunca fue un
lacayo del capital, como los crticos de izquierda lo han representado
consistentemente: sus sospechas y resentimientos hacia los
capitalistas eran tan profundos como sus reservas acerca de los
trabajadores (Kakar 1970). Ms bien, vio la administracin cientfica
como una tercera va, una manera de lograr que los intereses de los
trabajadores y la administracin... sean los mismos, en vez de ser
antagnicos (pp. 52-3). De acuerdo a Taylor, y existen todas las
razones para creer que era sincero,
La administracin cientfica.. tiene, desde su propio
fundamento, la firme conviccin de que los verdaderos intereses
de los empleadores y de los empleados son uno y los mismos,
que la prosperidad del empleador no puede existir a lo largo de
los aos a no ser que est acompaada por la prosperidad de
sus empleados y viceversa, y que es posible dar al trabajador lo
que quiere salarios altos y al empleador lo que desea un
costo laboral bajo para sus manufacturas (p. 190).
Taylor le prest menos atencin a los intereses no materiales del
trabajador y lidi con estos intereses de una manera contradictoria.
Primero sugiri que la administracin cientfica incrementara
sustancialmente la satisfaccin del trabajador en el trabajo; pero
inmediatamente se repleg al argumento de que la tor tilla del
104
PERDIENDO EL CONTACTO
Control
9. Control numrico
Pero tal es el poder de las ideas, que el proyecto de epistemizar la
produccin nunca ha sido abandonado. El libro de David Noble,
Fuerzas de Produccin (1984), es una crnica magnficamente
105
STEPHEN A. MARGLIN
instructiva de la administracin cientfica reencarnada en la
automatizacin de la fabricacin de mquinas-herramienta. La
historia de Noble describe cmo una estrategia par ticular de
automatizacin, el control numrico (o N/C) lleg a dominar en los
Estados Unidos. El otro lado de la historia de Noble es por qu se
dej de lado la alternativa que es la reproduccin de grabacin (o
record playback R/P).
Reconstruida en nuestra terminologa, la eleccin era entre una
tecnologa basada en la episteme y otra basada en la techn. Mientras
N/C, la tecnologa epistmica, intentaba eludir completamente al
maquinista calificado, R/P se basaba directamente en la techn del
maquinista calificado. N/C imaginaba una transicin directa del plano
de ingeniera a una serie de instrucciones expresadas en forma
matemtica con la ayuda de una computadora, las cuales, luego de
ser codificadas en una cinta magntica, deban activar la mquina
para ejecutar una serie de operaciones apropiadas. Por el contrario,
R/P preparaba la cinta grabando los movimientos de un maquinista
calificado. Noble describe de esta manera la diferencia entre las dos
tecnologas:
Con el enfoque R/P de movimientos se grababan automticamente
las destrezas y el conocimiento tcito del maquinista mientras
interpretaba el plano y pona manualmente a prueba a las mquinas,
sin tener que efectuar una articulacin formal y explcita, mientras
que con el N/C toda la interpretacin se realizaba mediante un
programador parcial, en su escritorio de oficina, el cual requera
explicar precisamente en trminos matemticos y algortmicos lo que
hasta entonces haba sido vista, sonido y tacto (p. 84).
En opinin de Noble, los mritos del N/C, en trminos de eficiencia,
eran por lo menos inciertos, pues sus defectos econmicos estuvieron
escondidos por mucho tiempo por la generosidad de la Fuerza Area
Nor teamericana en sustentar la investigacin y desarrollo de
tecnologas N/C. El atractivo del N/C era ms bien la fantasa de un
proceso de produccin tan epistemizado que los trabajadores, por lo
menos los calificados, no seran ya necesarios. Con su imaginacin
exaltada por una demostracin en el Instituto Tecnolgico de
Massachusetts (un contratista principal en el desarrollo temprano
del N/C), un entusiasta escribi al lder del proyecto del MIT en 1952
que el N/C anuncia nuestra emancipacin de los trabajadores
humanos (Noble 1984: 235).
Poco despus, en 1954, la revista American Machinist observ
ms sobriamente: El control numrico no es estrictamente una
tcnica de trabajo del metal, es una filosofa de control (citado en
Noble 1984: 237-8). En 1976, con dos dcadas para evaluar, Iron
Age lleg a una conclusin similar: La ventaja fundamental del control
106
PERDIENDO EL CONTACTO
107
STEPHEN A. MARGLIN
diferencia refleja una actitud japonesa hacia el conocimiento del
trabajador, que es fundamentalmente diferente de las actitudes que
caracterizan a Occidente.
Esto nos lleva a una de las preguntas bsicas de este ensayo:
cmo es que la naturaleza y el papel del conocimiento en el
proceso de produccin figuran en la extraa mezcla de resistencia
y acomodacin con la que los trabajadores han recibido los
cambios tcnicos que han socavado su autonoma?. La resistencia
es quizs la parte ms simple de la historia. Los trabajadores son
capaces de resistir exitosamente porque su techn es esencial
para el proceso de produccin. El operario de Noble era elocuente
cuando observaba que todo lo que puedes hacer automticamente
[lese epistmicamente] es producir chatarra. El punto es que
la episteme nunca puede ser un sistema auto suficiente para
organizar el pensamiento, y mucho menos la accin. 19 Como Pirsig
not del conocimiento clsico en Zen y el Arte del Mantenimiento
de Motocicletas, la motocicleta, as descrita, es imposible de
comprender a no ser que ya sepas cmo funciona. Se han ido las
expresiones superficiales inmediatas que son esenciales para el
entendimiento primario. Slo queda la forma subyacente (1976:
71). Los administradores prcticos, no impor ta cun dispuestos
e s t n h a c i a l a episteme y e l c o n t r o l q u e p r o m e t e, l l e g a n
eventualmente a conocer sus lmites. En 1957, durante una reunin
de la Asociacin de la Industria Electrnica, un ejecutivo dijo lo
siguiente:
En mi opinin, hay demasiada chchara acerca de cerebros
gigantes, fbricas controladas por computadoras y abolicin del
trabajador fabril... El N/C nunca ser capaz de suprimir a los
trabajadores... la experiencia me lleva a creer que el ingeniero
es incapaz de realizar un trabajo eficiente sin conocer el saber
hacer del trabajador fabril (citado en Noble 1984: 236).
Un artculo en Fortune lo expres de la siguiente forma: Las
operaciones fabriles pueden parecer suficientemente ordenadas hasta
que tratas de describirlas en programas de computadora, entonces
empiezan a parecer muy irregulares (citado en Noble 1984: 344).
Las limitaciones de la episteme son un tema muy comn en el
relato que hace Noble de la introduccin de las tecnologas N/C. En
el taller, el punto central era controlar la velocidad de las mquinas.
Por un lado, la velocidad de las mquinas era, por as decir, la
avanzada del control administrativo. Por otra parte, las variaciones
de las condiciones hicieron necesario que los administradores
permitieran a los trabajadores usar su juicio para decidir cuando
deban dejar de lado el programa de computadora. Pero la capacidad
de dejarlo de lado era al mismo tiempo la capacidad de marcar el
paso y mantener restricciones, factores que constituan el corazn
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
irresistible y que [los trabajadores] tendran que 'adecuarse' para
sobrevivir" (citado en Noble 1984: 259).
Este fatalismo, por supuesto, tiene muchas races. Ya se ha
observado que la emergencia de los sindicatos de negociantes en
Amrica fue en s mismo el resultado de una lucha prolongada. Pero
la abdicacin de los sindicatos con respecto a las cuestiones
tecnolgicas, ms precisamente al contenido de la tecnologa, no
puede, a mi juicio, ser entendida sin hacer referencia a los valores
culturales adheridos a la episteme. En Occidente se considera que la
episteme es, por lo menos, la forma superior de conocimiento, si no
la nica forma de conocimiento. Adems, este valor es ampliamente
compartido. Puede servir a los intereses del capital en cuanto a
legitimar la administracin cientfica (es ms, cualquier empresa
que puede reclamar ser cientfica), pero deriva su legitimidad de la
circunstancia de que tanto trabajadores como capitalistas, artesanos
como eruditos, creen en la superioridad de la episteme sobre la
techn. En mi opinin, esta creencia compartida es el ingrediente
clave en la acomodacin de los trabajadores y de sus lderes al
proyecto de dominacin capitalista de la produccin. Si crees que la
episteme subsume a la techn, es difcil que hagas una defensa
decidida de tu techn.
110
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
por ensayo y error (ttonnements). En la medida en que se pone
ms en contacto con lo fsicamente concreto, la teora [i. e.
episteme] pierde su rigor y deja de ser ella misma. No se aplica a
los hechos, sino que se degrada en ellos (Vernant 1982: 52). En
realidad, Platn parece usar el trmino empeiria para describir
caractersticas de la produccin artesanal que yo he descrito en
trminos de techn. 22 Pero cualesquiera que sean los nombres, la
distincin entre los tipos de conocimiento es central para la
filosofa de Platn. La Repblica es categrica sobre la inferioridad
del conocimiento del artesano. Scrates expresa la visin de Platn
en trminos de la relacin entre el conocimiento del cochero que
usa el bozal y la brida y el artesano que las hace. No es cierto,
dice Scrates, que ni el ar tesano que los hace sabe [cmo
deberan hacerse] sino slo el cochero que entiende su uso? (601
C). No est en cuestin la diferencia entre episteme y techn (ver
nota 20) sino la diferencia entre episteme y techn por una par te
y ortha doxa (opinin correcta) por otra. Scrates contina:
Sigue, pues, que el usuario debe saber ms acerca del comportamiento del objeto que emplea y debe informar sobre sus
atributos buenos y malos a su hacedor. El flautista, por ejemplo,
le dir al constructor del instrumento cun bien la flauta le sirve
a sus propsitos, y el otro se someter a ser instruido en cmo
debera hacerla. As el hombre que emplee cualquier implemento
hablar de sus mritos y defectos con conocimiento, mientras el
constructor har su trabajo y no tendr ms que una creencia
correcta, que es su obligacin conseguir, escuchando al hombre
que sabe (601 D-E).
La terminologa puede ser diferente, pero no hay duda de que el
conocimiento del artesano es de una clase diferente e inferior.
Tambin para Aristteles, el artesano con sus propios recursos
slo podra reclamar un grado inferior de conocimiento. Es ms,
Aristteles toma la parbola del flautista y del constructor de flautas
y junto con Platn estigmatiza el conocimiento del artesano como
simple opinin correcta (Poltica, 1277b 26-30). (Pero deja para los
expertos en la ciencia de la medida elegir a un agrimensor y para
expertos en navegacin elegir a un piloto (Poltica, 1282a 9-10). La
consistencia absurda es el fantasma de las mentes estrechas.
Aristteles crea que poda existir una episteme aunque inferior
hasta en el trabajo del esclavo, una episteme, por ejemplo, de la
cocina (ibid. 1255b 26-32). Al respecto, Aristteles es el verdadero
precursor de Taylor.
Es evidentemente demasiado afirmar que la concepcin del
conocimiento, y particularmente, del conocimiento del artesano,
sostenido por algunos filsofos griegos, determin la concepcin
occidental para siempre. En primer lugar, como la erudicin moderna
112
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Tena muy poca idea de lo que poda esperar. Mi informacin estaba
limitada al solo hecho de que Nuatpana haba sido durante cientos
de aos el centro de un tipo particular de tejido confeccionado con
telar manual, el ikat.
El ikat es una forma de anudar y teir en la que el teido se aplica
al hilo antes del proceso de tejido, en vez de aplicarlo a la prenda
terminada.23 Los orgenes de este arte se han perdido en la bruma
del tiempo, y se han encontrado centros de produccin ikat desde el
sudeste de Asia 24 y Japn hasta el oeste de Africa y Sudamrica.
Alguna vez se produjo ikat en muchos lugares en la India, pero aparte
de unas pocas familias remanentes que todava producen telas ikat
en Gujarat en India Occidental, slo tres centros de ikat sobreviven
en el subcontinente, dos de los cuales estn en Orissa y el tercero en
el vecino estado de Andhra Pradesh.
Este no es el lugar para narrar la historia del ikat de Nuapatna.
Aqu tengo el inters ms limitado de examinar las bases de su
supervivencia y crecimiento, poniendo atencin particular en los
temas del arraigo y de los sistemas de conocimiento que han sido
tan importantes en mi anlisis de las limitaciones culturales que
operan en Occidente. De acuerdo a ello, mi descripcin de la economa
poltica de Nuapatna quedar reducida al mnimo necesario para dar
el contexto necesario.
Nuapatna, localizada a 86 E, 20 N, tiene una poblacin de 3,500
habitantes de acuerdo al censo de 1971, que es el ltimo del que se
tienen datos disponibles. De este nmero, 650, que constituyen dos
tercios de la fuerza laboral remunerada, aparecen registrados en el
censo como dedicados a la industria casera, la mayora como
tejedores. Probablemente 500 habitantes podran ser considerados
tejedores activos, pero esto excluira a un gran nmero de trabajadores
auxiliares, mujeres y nios, y es mejor contar el nmero de telares en
vez del nmero de habitantes involucrados en el tejido. Adems, estos
nmeros se refieren especficamente a Nuapatna. Las aldeas
circundantes tambin tienen un buen nmero de tejedores, y todos
juntos llegaran a una cifra de 1000 telares, por lo menos.
La poblacin de Nuapatna, pero posiblemente no el nmero de telares,
se ha incrementado sustancialmente desde 1971, pero eso nos adelanta
en la historia. Es la aldea ms grande, en el tahsil de Tigria (el tahsil es
la unidad ms pequea en la jerarqua administrativa) pero no es la
sede del tahsil. Ese honor le pertenece a la aldea de Tigria, lugar donde
se asienta el pequeo principado que llevaba este nombre desde antes
de la independencia. Nuapatna se sita a dos millas de Mahanadi, el
gran ro que divide en dos al estado de Orissa, que no es atravesado por
ningn puente en sus cientos de millas de recorrido corriente arriba
desde Cuttack, el gran centro comercial cerca de su desembocadura en
la baha de Bengala.25
114
PERDIENDO EL CONTACTO
115
STEPHEN A. MARGLIN
de la vida de su padre a mi colaborador, Purna Chandra Mishra), l
mismo era un competente tejedor. Pero el trabajo de su vida estaba en
otra cosa. En adicin a sus obligaciones como recaudador de impuestos,
tom parte en el negocio familiar de subcontrato, y viajando a Cuttack
para vender la tela de Nuapatna viaje que hoy dura hora y media en
auto, pero que en los das anteriores a la Independencia tomaba un da
y medio adquiri un conocimiento del mercado que luego emple no
slo para su propio beneficio sino para el beneficio de toda la aldea.
Una ancdota narrada por su hijo nos har conocer algo del talento
de Arjun Subuddhi para los negocios. Viendo que los intermediarios
y comisionistas, a quienes se refiere el hijo de Subuddhi como ricos
hombres de negocios de Cuttack- estaban obteniendo un excesivo
beneficio, se las ide para aprender los nombres y direcciones de la
gente de Calcuta y Bombay con los que ellos negociaban. Estaba
entonces listo para establecer conexiones directas por correo con
estos comerciantes. Tambin mand hacer y distribuir libros de
muestras.
A travs de sus viajes de negocios, Arjun Subuddhi se dio cuenta
de la popularidad de las telas Sambalpuri, siendo Sambalpur otro
centro (y ms reconocido) de ikat en Orissa. Aproximadamente en la
poca de la Independencia, l viaj al rea de Sambalpur y, por ser
tejedor l mismo, fue capaz de evaluar los problemas del aprendizaje
de la tcnica y del diseo de Sambalpur.
En uno de esos viajes llev a tres tejedores con l, de modo que
ellos aprendieran los rudimentos del arte Sambalpuri. Al retornar a
Nuapatna, Subuddhi puso a los tres a trabajar (uno de ellos an viva
en la poca en que estuve en Nuapatna, pero estaba demasiado dbil
para ser entrevistado) en diseos Sambalpuri, adelantndoles los
materiales y garantizndoles la compra de los productos incluso si
tenan fallas que los hicieran inadecuados para la venta. l asumira
los riesgos.
Los tres dominaron gradualmente el arte Sambalpuri y el proceso
de difusin comenz. Una vez ms, Arjun Subuddhi los estimul, tanto
econmica como psicolgicamente; pero, segn muchos testimonios,
los tejedores eran reacios a experimentar. Se dice que los tejedores
teman no ser lo suficientemente competentes como para producir
prendas de alta calidad, y que, aun en el caso de lograrlo, las prendas
no encontraran mercados.
La incongruencia de esta explicacin de la reticencia de los
tejedores a adoptar los nuevos diseos y tcnicas es que no eran sus
propios recursos los que estaban en juego, sino los de Arjun Subuddhi.
Para los tejedores, el problema podra haber sido algn tipo de
combinacin de identificacin con Arjun Subuddhi, preocupacin por
su propia reputacin y conciencia de s y, finalmente, un temor de lo
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
La dificultad tcnica era que el proceso de anudado y teido se
aplicaba a la trama y, por lo tanto, cada punto tena que ser ajustado
individualmente, lo cual constitua un proceso dilatado y laborioso.
El secreto del xito de Sambalpur era que el anudado y teido se
concentraban en la urdimbre, particularmente en el borde del sari.
De acuerdo a la complicacin del diseo, alguna trama de anudado y
teido podra todava ser incorporada al diseo, particularmente en
un extremo del sari, llamado el pallav o anchal. El mtodo Sambalpuri
permita considerable libertad en este sentido. El borde ikat daba un
efecto agradable y a un costo suficientemente bajo como para que la
tcnica pudiera emplearse en prendas de algodn destinadas al
mercado masivo.
As el reclamo frecuente de que Arjun Subuddhi trajo el ikat a
Nuapatna es probablemente correcto hasta un lmite. Es probable
que l haya introducido el ikat de trama [warp ikat] y que hiciera
posible que los tejedores de algodn lo utilizaran en su trabajo con
hilos anudados y teidos. ste era un logro enorme, y no es
sorprendente que Arjun Subuddhi sea venerado por toda la comunidad
de tejedores.
Arjun Subuddhi muri en 1961, pero antes de su muerte se
introdujo una segunda innovacin que iba a tener un profundo impacto
en la economa poltica del tejido. En 1955 inici sus operaciones la
primera sociedad cooperativa, con Arjun Subuddhi como presidente.
Son cooperativas solamente en nombre, pues las sociedades (la
palabra en ingls se introdujo al idioma oriya) son de hecho grupos
de subcontratistas modernos que adelantan materiales a los tejedores
y frecuentemente estipulan tambin el diseo. Hasta la terminologa
que se usa es ms capitalista que cooperativista: el tejedor consigue
majuri (el costo de trabajo) y la sociedad obtiene el beneficio. Cuatro
sociedades dominan ahora la escena en Nuapatna, pero no han
desplazado completamente al sector privado de los subcontratistas.
Todava florecen los subcontratistas tradicionales, localmente
llamados mahjans 29 y todava existen en operacin unas pocas
fbricas pequeas con telares manuales.30
Las cooperativas de Nuapatna compiten con los mahjans, pero
es una competencia ms simbitica que de rivalidad. Arjun Subuddhi
condujo su propio negocio privado mientras era presidente de la
Sociedad Cooperativa de Tejedores de Telares Manuales No. 1, y
contina la tradicin de los mahjans que tienen cargos en las
sociedades.
A pesar de que la abrumadora mayora de los tejedores son
independientes, en el sentido de que son propietarios de sus
telares y tejen en sus propias casas, nunca he encontrado ni he
tenido referencias de un tejedor completamente autosuficiente e
independiente que provea todo su capital de trabajo. Sin embargo,
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
comerciantes locales a vender sus artculos. Esta feria, a la cual concurre
mucha gente del lugar es la principal fuente de verduras frescas y fuente
tambin de alimentos bsicos, arroz y legumbres. Hay hasta una pequea
seccin del mercado dedicada a la ropa. Tambin existen dos o tres
tiendas permanentes en la calle principal, como tambin las sociedades
cooperativas, que negocian exclusivamente con prendas de vestir.
Pero todo esto opera a nivel del menudeo. En ausencia de un
mercado mayorista regularmente visitado por comerciantes de afuera,
el tejedor individual no tiene, aunque estuviera dispuesto, manera
de informarse acerca del curso de la moda, de negociar con un
mercado grueso (como opuesto a delgado) y de vender sobre una
base regular el fruto de su trabajo en vez de su fuerza de trabajo.
No es que el tejedor tpico est dispuesto a ello. Existen, y pueden
existir, significativos lazos personales que vinculan mutuamente al
mahjan y al tejedor, como he visto no slo en Nuapatna, sino en
otros centros textiles. Sera un error considerar que esta relacin es
meramente econmica.32
Incluso cuando el lazo personal est muy disminuido, como es el
caso cuando el mahjan se convierte en la sociedad cooperativa, los
subcontratistas juegan un papel que va mas all de lo estrechamente
econmico. En el transcurso de varios meses, a principios de 1987,
intent establecer una conexin directa entre varias familias de
tejedores y la Central de Industrias Domiciliarias, una dependencia
del gobierno de India que ha tenido un xito considerable en el
comercio de ar tesanas a turistas e hindes pudientes en las
principales ciudades. Una vez ms, ste no es lugar para esa historia.
Baste con decir que en gran parte mi esfuerzo fue un fracaso. La
incapacidad de los representantes de la Central para proporcionar
un adelanto para los materiales fue el punto ms difcil. Los tejedores
se quejaban frecuentemente de su pobreza y atribuan a la escasez
de capital de trabajo su reticencia a ejecutar los pedidos de la Central.
Pero, en mi opinin, el obstculo no era tanto la pobreza, la iliquidez
o los riesgos adicionales involucrados en el trabajo sin adelanto. Era
la falta de familiaridad con una modalidad no convencional, la misma
reticencia que hizo que sus padres dudaran en adoptar las
innovaciones de Arjun Subuddhi. Por supuesto, el adelanto
proporcionado por los mahjans o por las sociedades cooperativas
jugaba un papel importante, pero era tambin una garanta simblica
de continuidad y reciprocidad.
Cualesquiera fueran las fuentes y razones, la dominacin de los
subcontratistas era significativa. Ya sea que la Compaa de India
Oriental o Arjun Subuddhi o las sociedades cooperativas proveyeran
los diseos, para el productor, la unin de la concepcin y la ejecucin
estaba quebrantada. Un importante funcionario del gobierno estatal
con muchos aos de experiencia en la industria del telar manual, a
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
domiciliaria. Es libre de empezar y terminar el trabajo donde le plazca,
de determinar la intensidad y el ritmo del trabajo, de establecer su
propio ritmo. Tuve ocasin de ver directamente los variados usos de
esta flexibilidad. En una visita a Nuapatna estaba frustrado por mi
imposibilidad de entrevistar a Narasingha Paramanik porque l estaba
asistiendo a la lectura de un texto religioso que duraba una semana
y que se realizaba en un templo local hind. En otra visita,
Dharmananda Sahu estaba fuera de la aldea, en la casa de su yerno,
en otra parte del estado. En otra ocasin, Arjuna Patra no estaba
disponible, porque se encontraba ocupado en los preparativos del
matrimonio de uno de sus hijos.
El alcance de la creatividad y la flexibilidad juega un papel importante
en la vitalidad de la tejedura de Nuapatna. Esto es ciertamente parte
de la diferencial de compensacin que los economistas invocan, deus
ex machina, cuando los individuos no responden a los incentivos
monetarios. Porque est claro que los atractivos de la tejedura no son
financieros. Nadie puede decir con certeza cunto gana realmente el
tejedor por hora o da de trabajo, ni siquiera el mismo tejedor. Por una
parte, la irregularidad de su trabajo el lado amable de la flexibilidad
que hace atractiva a la tejedura hace difcil la medicin de la
productividad, y las mediciones de la productividad son esenciales para
estimar los ingresos ya que los ingresos son por pieza. Por otra, el trabajo
preparatorio (talikma) se lleva a cabo poco a poco ms que de un
tirn. Este trabajo es realizado frecuentemente por mujeres cuando tienen
tiempo libre entre otras tareas domsticas; o es efectuado por nios y
ancianos, cuyos ritmos hacen que la comparacin con el tiempo de
trabajo de un adulto varn sea excesivamente difcil. Pero cuando todo
se ha dicho y hecho, calculo que el rango de ingresos de los varones
adultos que trabajaban a tiempo completo en 1986-7 estaba entre 10 y
20 rupias por da de ocho horas, con la mayora de los tejedores
agrupados hacia el lmite inferior. Al cambio de 1 rupia = 0.08 dlares
americanos, las 10 rupias no constituyen un salario diario elevado, ni
siquiera para las normas de Nuapatna. Aun si se toman en cuenta las
diferencias en el costo de vida el arroz, alimento bsico, en ese tiempo
costaba de 3 a 3.5 rupias (0.25 a 0.30 dlares) el kilo se trata de un
salario bajo. En comparacin, se deca que las labores agrcolas rendan
10 rupias por una jornada de cinco horas y 15 rupias por ocho horas, a
pesar de que la relevancia de esta comparacin es objetable por la
naturaleza estacional de la agricultura en Nuapatna.
Ms relevante es la posibilidad del trabajo en una fbrica. El 30 de
octubre de 1984, Indira Gandhi inaugur la hilandera J- Spin en
Nuapatna, su ltimo acto pblico antes de ser asesinada por sus propios
guardias de seguridad. La hilandera J-Spin, nombre abreviado de la
Cooperativa Hilandera de Tejedores Shri Jagannath, es tambin una
historia por s misma y aqu pasar por alto la mayor parte de lo que no
tiene que ver con nuestros propsitos presentes. La hilandera J-Spin,
122
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
La gente del lugar es ms escptica con respecto a los propsitos
del comit. En ms de una ocasin escuch que el precio actual del
puesto de trabajo en la fbrica estaba por encima de las 1000 rupias.
En cualquier caso, las complicaciones de los procedimientos de
contratacin eran mucho mayores cuando la hilandera comenz a
funcionar. Se presentaban muy pocas vacantes en la hilandera; y
poco antes de mi partida de India, en la primavera de 1987, un
miembro del comit de notables me dijo que en el ltimo ao no se
haba contratado a ningn trabajador nuevo, a pesar de la salida
voluntaria de 41 lderes de una huelga fracasada sobre la situacin
de los trabajadores eventuales en el verano de 1986.
Pero destaca un hecho. Prcticamente ningn tejedor trabajaba en
la hilandera, y los pocos que parecan hacerlo lo hacan por razones
muy especiales, como en el caso de una mujer joven de unos veintitantos
aos que entrevist y que todava viva en su casa, en una sociedad en
la que para las mujeres de su clase el matrimonio era la regla casi
universal. La devolvi el esposo a su casa? Era incapaz de tener hijos
y por lo tanto no poda ser desposada? Las preguntas eran demasiado
delicadas para plantearlas.
Como se ha observado, los economistas no tendran ningn problema
en comprender la reticencia de los tejedores a entrar en la fbrica: la
explicacin corriente es que el diferencial de ingreso simplemente no
compensa la carga agregada del trabajo de fbrica. No tengo deseo de
empezar un debate, especialmente porque la explicacin capta
indudablemente algo de lo que suceda en la realidad. La independencia
y la flexibilidad, por una parte, y la reglamentacin y la incomodidad
fsica, por otra, contribuan, sin duda, al deseo de los tejedores de
renunciar a las ganancias econmicas disponibles en la fbrica.
Pero pienso que hay mucho ms en la historia. El trabajo del tejedor
est encarnado en la misma textura de su ser en formas que son
difcilmente comprensibles para los occidentales de estos das y de
estas pocas. Y su techn no est en una base culturalmente ms
segura que la que tienen los ar tesanos occidentales. Estas
consideraciones por lo menos refuerzan la utilidad financiera y no
financiera que el tejedor deriva de su trabajo. Aunque es discutible,
puede decirse que estas consideraciones dominan y hacen que sea
superfluo un clculo de utilidad.
arraigo
12. El arraigo del arte del tejedor
Permtanme retomar primero el asunto del arraigo. Se ha notado
que la referencia ms temprana al tejido de Nuapatna es de un
documento del templo que se remonta al siglo dieciocho. La conexin
contina hasta hoy, y el tejido de Gtagovindakhanda es un acto tanto
religioso como econmico, adems de estar cargado de ritualidad.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
est al lado derecho del telar y que soporta su peso, es venerado como
el asiento del dios Visvakarma (a quien se venera en muchos trabajos
como el dios de las herramientas del oficio). El Visvakarmakhunta est
invariablemente hecho de madera del rbol de neem, la misma madera
que se usa para las imgenes de Jaganntha y de su hermano y hermana
en el templo de Puri. En contraste, el resto del telar puede ser hecho de
cualquier otra madera, y la eleccin se hace por el precio y la calidad.
El Visvakarmakhunta est normalmente decorado con un bn (una cinta
muy delgada de tela) que representa la primera ofrenda de un nuevo
ao o un nuevo proyecto. A medida que se ponen nuevas ofrendas, un
miembro mayor de la casa lleva las anteriores a un estanque, ro o
tanque (estanque artificial) y las introduce en el agua.
Las reglas de pureza y contaminacin estn vigentes, pero en una
forma atenuada relativa al tejido del Gtagovindakhandu. Por ejemplo,
las mujeres en menstruacin estn prohibidas de entrar al tantaghara
o de tocar el telar y sus implementos auxiliares durante una semana.
Y aunque hasta los intocables pueden entrar al tantaghara, los
visitantes deben tener cuidado de no tocar el telar, especialmente
con sus pies.
El tejido es nominalmente una operacin de siete das a la semana,
pero hemos visto que el trabajo es frecuentemente interrumpido por
otros asuntos. Tambin est marcado por feriados en los que se paraliza
todo trabajo. Es de especial inters el festival de anukla (buen
comienzo). En la poca del anukla, en contraste con otros feriados, es
imperativo que se teja alguna tela, porque ello es esencial para el ritual
del buen comienzo. La oportunidad del ritual difiere de acuerdo a la
casta (hay cuatro castas de tejedores en Nuapatna), pero el ritual mismo
parece seguir la misma forma general. El primer paso es una limpieza
cuidadosa del tantaghara y del telar mismo. Se desengancha el
Visvakarmakhunta para que el telar descanse. Durante el da no se realiza
ningn trabajo, y al atardecer hay una ceremonia de veneracin del
telar (tantapj) conducida por el jefe de familia (en vez de un sacerdote
brahmn). Al da siguiente se teje algo de tela. La nueva tela tejida se
vende de inmediato, tradicionalmente a un mahjan, pero el mahjan
ha sido recientemente reemplazado por la sociedad cooperativa.
En diciembre de 1987, Purna Chandra Mishra asisti al pj en la
casa de un lder tejedor de Nuapatna, un descendiente colateral de
Arjun Subuddhi. Su descripcin del pj incluye ofrendas de comida,
agua, flores e incienso al telar, particularmente al Visvakarmakhunta.
El pj tambin inclua una lectura de la casta purna,36 que narra
el origen del tejido y de los tejedores y, aparentemente sin relacin
alguna, las dificultades del tejedor con el mahjan original. Una parte
del ritual revive simblicamente estas dificultades: un bn nuevo es
reducido a cenizas por la llama de una lmpara de aceite. Se aade
un poco de aceite a las cenizas para hacer una pasta y se aplica esta
pasta al rostro de un mahjan hecho de paja, sentado en un caballo
126
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
que desvi el destino de los saris, de la sociedad cooperativa a los
mahjan, debido a que la sociedad no era solvente y no poda pagar
los costos del trabajo, notaba mordazmente que el mahjan haba
pagado en el acto. La parte conflictiva del ritual es ms ambigua.
Ostensiblemente, es probable que la manifestacin del poder del
tejedor frente al mahjan sea la expresin de un ideal poco realizado
en la prctica ms que la afirmacin de un hecho presente o pasado.
El mito es curioso. El purna representa al tejedor como
dispendioso, al mahjan como paciente y hasta complaciente. Nada
que ver con Shylock! La virtud del tejedor radica en su devocin a los
dioses y a su oficio. La vergenza frente al mahjan no disuade al
tejedor de ofrendar sus limitados fondos al festival de nabam, fondos
que podra haber usado para saldar su deuda. Las necesidades de
los hombres no pueden ser puestas por encima de las exigencias de
los dioses. Tampoco regatear el valor de su arte. Primero dejar
que su creacin sea consumida por el fuego antes de ser convertida
en objeto de regateo.
La primera parte de este purna refuerza una imagen del tejedor
que, en trminos occidentales y en el mejor de los casos, pudiera ser
considerada ambivalente, pero que para los tejedores mismos, a
quienes interrogu extensamente sobre el asunto, es claramente
positiva. Esta parte del purna narra la invencin de la tela. Los dioses,
al encontrar fea su desnudez (no vergonzosa, como la consideraron
Adn y Eva, sino simplemente fea) idearon primero robar la semilla
de algodn original de un demonio que la implant firmemente en su
frente. Pero Kapisura, el demonio, haba recibido el don de que no
sera muerto en la casa o fuera de ella, ni de da ni de noche, ni por
arma alguna. Tampoco sera quemado o ahogado. Deba ser
engaado, y as se hizo.37 Krishna toma la forma de piojo e infesta la
cabeza del demonio. Chakradhara (Vishnu con el disco) aparece en
forma de una kmin (mujer lujuriosa) y ofrece quitar los piojos que
infestan los cabellos de Kapisura. Con el pretexto de que la luz es
demasiado tenue en la casa, pues hay una media luz (y por lo tanto
luz ni de da ni de noche), la kmin obliga al demonio a salir debajo
de los aleros de la casa (ni dentro ni fuera de la casa) y Krishna,
tomando su forma propia, rompe la cabeza del demonio en dos con
sus manos desnudas (no usa ninguna arma, y el demonio ni se quema
ni se ahoga).38
Luego que la semilla de algodn ha sido liberada del demonio, es
plantada. Los dioses, atrados por la belleza de las plantas de algodn
en floracin, arrancan todas las flores. Una vez ms se emplea un
truco para hacerlos desistir a fin de que las flores puedan dar fruto.
Brahma les dice a los cultivadores que unten un poco de sangre en
las flores: los dioses no arrancarn las flores contaminadas de esa
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Niti araji, niti khibi
Jalgudi bte, bela chinbi
(Ganar cada da, comer cada da
Ver pasar el tiempo a travs de la ventana).
Siva Das hace como su mujer le ordena, y los dioses le otorgan el
nuevo don. Tanto Siva como su esposa estn contentos. La pareja
pasa el tiempo placenteramente.
Este es el fin de la historia de la creacin. Pero al mismo tiempo
establece el escenario para la historia del tejedor y del mahjan. El
mes de Pausa ya llega y Siva Das se da cuenta de que no tiene dinero
para preparar un pj apropiado para nabam. Se acuerda del fardo
de ropa y sale en busca del mahjan. La segunda parte del purna,
que ya ha sido resumida, se desarrolla.
Lo que debemos recordar al interpretar esta historia es que el
tejedor de Nuapatna, como la mayora de los indios, est ms cerca
de su mito original que los occidentales de los suyos. Hasta a los
cristianos y judos creyentes, exceptuando a los fundamentalistas,
se les ensea desde temprana edad a aceptar sus mitos bblicos con
reserva. Puedo recordar a uno de mis nios explicndome, a la edad
de seis o siete aos, que la particin del Mar Rojo era slo una
historia y que realmente era una accin de la marea en vez de una
obra de la mano de Dios. Los indios tradicionales no hacen tal
distincin. Lo mtico y lo real no tienen dominios separados (Apffel
Marglin, 1990). Las partes del telar no son dioses metafricos o
representaciones de dioses, ellas son dioses. Y Visvakarma sostiene
el telar hoy como lo hizo para Siva Das. Las preocupaciones de Siva
Das Por qu estoy aqu? Cmo evito la contaminacin? Quin
toma la precedencia, el mahjan o el Istadeva? son igualmente las
preocupaciones del tejedor de hoy.
Y las respuestas deben ser halladas en el purna. El tejedor trabaja
por su pan diario, ciertamente, pero fue puesto en esta tierra para
glorificar a los dioses, no simplemente para ganarse la vida. Y la
contaminacin? La contaminacin debe ser superada, pero no puede
ser totalmente evitada. Porque sin contaminacin la flor del algodn
nunca madurara en fruto y el hilo no podra ser almidonado.
En esta visin, la bendicin de trabajar cada da para comer ese
da es de particular inters. En un sentido es muy negativo, muy
parecido a la enseanza paulina de si alguno no trabaja, que no
coma: su principal virtud es evitar la flojera y la disolucin a la que
la ociosidad puede llevar, el ayogya o indisciplina que Swati Devi
teme en sus nios si slo necesitaran trabajar un da al ao. Pero en
otro sentido, el contraste con los mitos griego y judeocristiano es
muy notable: el resultado del conflicto entre los dioses en un caso,
un justo castigo por las transgresiones del hombre contra lo divino
130
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
innovacin y poder descritas en la Seccin 6. Lo que queda en
discusin es la significacin de este hecho. Algunos lo encontrarn
irrelevante para la supervivencia del ikat y para la probabilidad de
su epistemizacin, mecanizacin y el desempleo tecnolgico.
Ciertamente, se puede argumentar que el ikat quedar solamente
como techn porque a nadie le interesa epistemizarlo. La motivacin
econmica para epistemizarlo sera sentar las bases de la
mecanizacin, pero con los mejores tejedores ganando un salario de
menos de dos dlares diarios, y la mayora, un dlar o menos,
parecera que hay poco espacio para la mecanizacin del arte de los
tejedores. En este sentido, el ikat sobrevive como techn slo por la
pobreza de los artesanos.
En el otro extremo, la tecnoestructura de la oficialidad, tanto
pblica como privada, generalmente considera insuperables los
obstculos de la mecanizacin. Se considera que los procesos de
anudado y teido son inherentemente imperfectos, y nada, salvo el
juicio, habilidad y destreza del tejedor, puede compensar estas
imperfecciones.
Por su par te, los tejedores viven en continuo temor del
desplazamiento tecnolgico. Mi colaborador y yo fuimos por mucho
tiempo objeto de sospecha de abrigar motivos ulteriores: que
usaramos la informacin que reunamos para quitarles el arroz de
la boca. Independientemente de cun benignas fueran nuestras
intenciones, tenan buenas razones para sospechar. Se deca que una
delegacin japonesa haba visitado Nuapatna haca unos aos y
vaciado los inventarios de las cooperativas en un fracasado intento
de adaptar a la mecanizacin el diseo y el mtodo del ikat de
Nuapatna.
A pesar de que este informe nunca fue confirmado, era un hecho
que las imitaciones baratas de anudado y teido, llamados saris bapta
impresos (que estn en la misma relacin con el anudado y teido
real que las tiras cmicas de mi juventud con respecto a los clsicos)
haban inundado el mercado entre mi primera visita en el invierno de
1985-6 y mi regreso el ao siguiente. El atractivo singular de estas
telas fabricadas en Bombay era el precio, y esto era suficiente por
el momento, por lo menos para que los productos de Nuapatna se
acumularan en los estantes de las cooperativas y en las tiendas de
los mahjans.
Se podra ser optimista a largo plazo. Hace un par de aos ocurri
una cosa similar en Sambalpur, y el pndulo de la moda retorn al
producto local cuando, en el curso de unos cuantos meses, los saris
hechos en fbrica mostraron la durabilidad inferior tanto de la tela
como del color. Pero, momentneamente la invasin caus estragos.
Gran nmero de tejedores pas del algodn a la seda. Como producto
de lujo, la seda era, por el momento, inmune a la competencia de
132
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
razonamiento contemplativo, comparacin que implica sistemas de
conocimiento alternativos. Los trminos smkhya y (karma) yoga,
que son empleados en el Gt para distinguir el mtodo de la razn
de la disciplina como caminos a la Verdad, ciertamente no se
corresponden directamente con la episteme y la techn. Pero los
vnculos indirectos, va jna y vijan, son por lo menos sugerentes.
Franklin Edgerton, eminente especialista en snscrito y traductor/
comentador del Gt, identifica smkhya con jna (1944: 166) y
describe en otras secciones el jna como conocimiento terico y
conocimiento abstracto, inaplicable (1933: 218, 220). A pesar de
que el karma yoga nunca se equipara con el vijna, puede sostenerse
que el nfasis del yoga en lo prctico contra lo intelectual (Edgerton
1944: 165-6) implica el vijna, que Edger ton describe como
conocimiento prctico o aplicado (1933: 218-20). Si no estamos
descaminados identificando al yoga con el vijna, se puede ver
fcilmente una distincin semejante a la que existe entre la episteme
y la techn implcita en la distincin entre smkhya y yoga. Pero tal
vez no sea apropiado insistir en un ordenamiento jerrquico, o en
superioridad e inferioridad. El nfasis principal del Gt est en la
unidad del smkhya y el yoga (v. 4-5), y en la idea de que el contexto
en par ticular el nacimiento del individuo deter mina la
conveniencia de un camino u otro, idea que encaja muy bien con la
nocin de complementariedad entre techn y episteme.
Esto es, por cierto, bastante especulativo. Lo que no es especulativo
es que si los tejedores de ikat de Nuapatna quisieran defender su
arte, encontraran la mejor defensa en una valoracin crtica de sus
propias tradiciones culturales, no en una aceptacin acrtica del
Occidente.
A pesar de su conservadora resistencia al cambio, los tejedores de
Nuapatna se han mostrado bastante adaptables. Ya hemos relatado la
innovacin lograda por Arjun Subuddhi. Pero, conjuntamente con estos
cambios, han ocurrido muchos otros. La sustitucin de tinturas qumicas
por tinturas vegetales, la modificacin del largo y ancho de las telas, los
mejoramientos tcnicos al telar mismo, son individualmente mucho
menos dramticos que la nueva vida dada al ikat al adoptar el estilo
Sambalpuri de anudar y teir. Pero, en conjunto, estos cambios indican
las posibilidades de evolucin y adaptacin dentro del sistema
tradicional. Slo el tiempo dir si estas posibilidades se extendern a la
era de las computadoras.
14. Conclusin
Este ensayo ha presentado el argumento de que en Occidente los
trabajadores se han adaptado en gran medida al proyecto capitalista
de dominacin del lugar de trabajo porque la cultura occidental no
134
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
El centro de mi argumento no es glorificar, sino redescubrir y
legitimar, la techn; argumentar a favor de un equilibrio y hasta una
tensin entre techn y episteme. No tengo la intencin ni la necesidad
de denigrar a la episteme para atacar el ordenamiento jerrquico en
el que la episteme es situada por encima de la techn. Mi propsito
es argumentar contra un desequilibrio que pone en riesgo el propio
proyecto de erigir una sociedad decente.
Fuera de Occidente, las condiciones son, al mismo tiempo, ms
problemticas y ms prometedoras. Para tomar la India como un
ejemplo concreto, los problemas de pobreza y de conflictos internos
estn entrelazados con problemas planteados por el encuentro, tanto
cultural como econmico, con Occidente. Las consecuencias
econmicas de ese encuentro son ambiguas. Si los britnicos
desindustrializaron la India o si asentaron las bases para su
industrializacin (o si tal vez hicieron ambas cosas) es algo que
todava se encuentra en debate entre los estudiosos, y quizs nunca
se llegue a ninguna conclusin.
Pero me parece que las consecuencias culturales estn mucho
ms claras. Si India va a construir una sociedad sobre los fundamentos
de una organizacin del trabajo democrtica y participativa, hara
mejor en seguir el impulso de Mohandas Gandhi y sus seguidores de
mirar a las propias tradiciones de India en vez de seguir el impulso
de mirar a Occidente que proviene de personas como Rajiv Gandhi.
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140
PERDIENDO EL CONTACTO
NOTAS
NOTAS
1. Eficiencia es el trmino preferido por los economistas para describir la virtud del mercado.
Un conjunto eficiente de arreglos econmicos es el que impide la provisin de mayor
cantidad de un bien excepto por el sacrificio de algn otro bien. Bien, se debe notar,
tiene un significado elstico: un bien puede definirse estrechamente como un artculo
especfico como el pan o los helados o puede estirarse para significar el bienestar de los
individuos. En su segundo significado, un conjunto eficiente de arreglos es el que impide
incrementar el bienestar de un individuo a no ser que sea a expensas de otro.
La ventaja de la terminologa ms tcnica de eficiencia sobre una nocin ms informal
como el tamao del pastel econmico es que permite comparar situaciones en las que
los gustos difieren: el tamao del pastel se hace ambiguo cuando a algunas personas les
gusta el pastel de mora mientras que a otras les gusta el pastel de manzana. Pero la
diferencia de gustos no es de mucha importancia para los asuntos que nos interesan en
este momento, y perdemos relativamente poco si tomamos el camino informal de identificar
eficiencia con el tamao del pastel.
Ntese que la definicin de eficiencia de los economistas no concuerda con el uso
convencional. Un hombre de negocios piensa que est incrementando su eficiencia si
tiene xito en imponer un aceleramiento de la produccin. Pero el economista argumentar
que el mayor producto se logra a expensas de un esfuerzo mayor. No es necesariamente
ms eficiente en el sentido de proveer una mayor cantidad de un bien sin sacrificar algo a
cambio.
2. Pirmides, Empire State Building estas cosas no pasan porque s. Hay arduo trabajo
detrs de ellas. Me gustara ver un edificio, como el Empire State, me gustara ver en un
lado de l una franja de un pie de ancho desde la base hasta la punta con el nombre de
cada albail, el nombre de cada electricista, con todos los nombres. Entonces cuando
alguien pase por all, podra decirle a su hijo, Mira, ese del cuarto piso soy yo. Puse la
viga de acero all. Picasso puede sealar a una pintura. A qu puedo sealar yo? Un
escritor puede sealar un libro. Todos deberan tener algo a qu sealar (p. xxxii).
3. Obsrvese que control no se opone a beneficio. Contrariamente a los argumentos de la
mano invisible, en los que la rentabilidad es una funcin de la eficiencia solamente, la
rentabilidad aqu se toma para depender conjuntamente del control y la eficiencia. La
eficiencia crea un beneficio potencial, en el mejor de los casos; sin control el capitalista
no puede obtener ese beneficio. As las formas organizacionales que fortalezcan el control
capitalista pueden incrementar los beneficios y hallar el favor de los capitalistas an si
afectaran adversamente a la productividad y la eficiencia. A la inversa, formas ms
eficientes de organizar la produccin que reducen el control capitalista pueden terminar
reduciendo los beneficios y siendo rechazados por los capitalistas.
141
STEPHEN A. MARGLIN
Esto no quiere decir que los hombres de negocios no maximicen realmente sus beneficios.
Este es un punto de controversia en el que es innecesario para los propsitos presentes
tener una visin u otra. Asumir que los capitalistas son motivados solamente por los
beneficios puede ser una perspectiva econmica demasiado estrecha, pero no hay necesidad,
por el momento, de asumir que el control es un fin en s mismo que se busca
independientemente de su contribucin a los beneficios. En las circunstancias presentes
la navaja de Occam sugiere que el control sea concebido slo como un medio para lograr
el beneficio. Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem. (Pero vase Albert
Hirschman, 1984).
4. Taylor mismo est lejos de ser el vasallo del capitalismo como lo han descrito crticos de
la izquierda (por ejemplo, Braverman 1974). Con el tiempo desconfi del capital como lo
haba hecho del trabajo. Por supuesto, los capitalistas usaron a Taylor. Pero tambin lo
hizo Lenin, cuyos elogios por la administracin cientfica ya se vislumbraban en la
caracterizacin que hizo Marx del hombre socializado, los productores asociados,
regulando racionalmente sus intercambios con la Naturaleza, colocndola bajo su control
colectivo... y logrando con ello el menor desperdicio de energa... (Marx 1894: 800).
Sudhir Kakar 1970 ha escrito una til psicobiografa de Taylor, incluyendo una narracin
de las experiencias que hicieron que Taylor supiera amargamente a los capitanes de la
industria.
5. Platn, La Repblica, 368 70; Aristteles, Poltica, 1252 4. La concordancia llega
hasta la base de la especializacin. Podemos distinguir entre las teoras smithniana y
ricardiana de la divisin del trabajo, la primera que argumenta la eficiencia de la
especializacin en trminos del contexto (esto es, el comportamiento aprendido) y la
segunda en trminos de herencia (dotacin). Los argumentos de Smith para tal
especializacin son expresados en trminos de comportamiento aprendido y de ninguna
manera presupone una disposicin gentica o tendencia a una clase u otra de trabajo
(1937). La teora de la especializacin de Ricardo presupone una ventaja comparativa
innata basada en diferencias genticas (1951). En esta tipologa tanto Platn como
Aristteles entran en el espectro de Ricardo.
6. Es al Gnesis que debemos el doble significado de trabajo?
7. Por qu Langland en vez de Aquino o Dante como el representante medieval cristiano?
Un estudio minucioso de los asuntos emergentes aqu sin duda incluira a los tres, pero,
como clrigo de bajo rango, Langland est probablemente ms cercano a la creencia popular
que otros.
8. La tolerancia y el respeto mutuo son impuestos en un pasaje notable que prefigura el
nfasis de Rawls en suprimir las circunstancias individuales al llegar a un contrato social
justo: Algunas ocupaciones son ms limpias que otras dice Gracia, pero pueden estar
seguros que el hombre que hace el trabajo ms placentero podra haber sido asignado en
el ms repugnante. De modo que todos ustedes deben recordar que sus talentos son dones
mos. No permitan que ninguna profesin menosprecie a otra, sino mense unos a otros
como hermanos (Libro xix).
9. Tambin puede ser una jerarqua de sexo, en cuyo caso la nocin de linealidad obviamente
no se aplica. Pero las sociedades tradicionales tpicamente localizan technai separadas
para hombres y mujeres, de modo que mientras las relaciones de poder entre los sexos
estn relacionadas con el conocimiento, reflejan reglas de poder entre en vez de dentro de
los sistemas de conocimiento. El bien conocido trabajo de Carol Gilligan, En una voz
diferente (1982), se puede interpretar como una defensa de la techn (femenina) contra la
episteme (masculina).
142
PERDIENDO EL CONTACTO
143
STEPHEN A. MARGLIN
Sin mercados completos, una distribucin de probabilidades subjetivas sobre los estados
del mundo no es suficiente para permitirnos tomar una accin sobre la base de la
maximizacin de la utilidad. Necesitaramos tambin una distribucin de probabilidades
subjetivas sobre los precios del mercado contingente. Es ms, mientras el objeto de la
teora es mostrar la posibilidad lgica de un tratamiento epistmico del comportamiento
en un mundo incierto, la peculiaridad de los supuestos requeridos para lograr este resultado
apunta en la direccin opuesta, a saber la imposibilidad de una teora puramente epistmica.
15. Taylor amplific esta observacin testificando ante una comisin gubernamental, Cuando
llegu a ser capataz del taller y haba vencido finalmente y habamos conseguido un acuerdo
entre los hombres de que habra tanto trabajo que hacer no un da completo de trabajo,
sino realmente un buen da de trabajo todos llegamos a un entendimiento, y no hubo
peleas posteriores. Despus trat de analizarlo y dije: El problema central en este asunto
es que se han estado quejando porque no haban normas apropiadas para un da de trabajo
ordinario. No saban lo que es un da de trabajo normal o apropiado. Estos hombres conocen
el tiempo ms que nosotros, pero personalmente, no conocemos nada de lo que significa
un da de trabajo. Hacemos un engao y la otra parte trata de adivinar y luego peleamos.
Lo grande es que no sabemos lo que es un da de trabajo. (Testimonio ante la Comisin
de Relaciones Industriales, citado en Copley 1923.)
16. Whyte, 1961, captulo 10, y Burawoy 1979 brindan excelentes recuentos de la
administracin cientfica en funcionamiento en la misma planta en un intervalo de 30
aos. (El relato en Whyte fue contribuido por Donald Roy. Vase Roy 1952a, 1952b para
una discusin ms detallada de la dinmica de las relaciones jefe-trabajador en la planta
durante la dcada de 1940).
17. Y peor todava. Un operador de mquinas inform sobre las posibles consecuencias fatales
de un error de programacin: l marc errneamente una vez y estbamos en un hoyo;
tena un taladro de dos pulgadas y el hoyo tena 7 pulgadas. La mquina se zaf y arroj
el taladro 50 pies por la tienda. Pesaba dos libras y me salv por poco; fue hacia la cabeza
del ayudante y le sac el sombrero. Despus de eso dije: Voy a conocer esta cosa, porque
puede matarme (p. 246).
18. Pero vase Noble (1984: 164) para ver que los sistemas R/P inherentemente daban al
operador control sobre las velocidades de produccin.
19. An en el mbito de pensamiento puro. Gdel, por lo menos como es traducido por un no
especialista (ver, por ejemplo, Kline 1980: 260-4), ha demostrado supuestamente la
imposibilidad de una teora consistente y completa en cualquier conjunto de axiomas: sea
que habrn inconsistencias (teoremas que sern a la vez falsos y verdaderos) o habr
incompletitud (teoremas cuya condicin de verdad no puede ser determinada). Con este
comienzo poco prometedor, es difcil ver cmo se estara tentado a confiar en la episteme
pura.
20. Aristteles, se debe notar, es inconsistente en su uso de techn y episteme (vase Nussbaum
1986: 444), y autores previos, incluyendo Platn, parecen haber usado el trmino casi
indistintamente, por lo menos en aquellas reas de inters para la presente investigacin
(Lyons 1969, Nussbaum 1986: 444). En particular, Nussbaum adscribe a la techn (pp.
94-6) muchas de las caractersticas que no slo he adscrito a la episteme sino que he
hecho centrales en la distincin entre las dos.
21. Vidal-Naquet, junto con Marcel Detienne y Vernant 1974 han enfatizado la mtis (de
Metis, primera esposa de Zeus y madre de Atenas) como un sistema de conocimiento
separado dentro de la cultura griega clsica. Mtis connota la maa, la astucia, el engao
todos relevantes a la lucha sobre el control de la produccin tanto como a las luchas
mticas de dioses y hroes. Se necesitara un estudio separado para analizar la relacin
144
PERDIENDO EL CONTACTO
145
STEPHEN A. MARGLIN
31. Este viaje fue innovador y portentoso, en que su misin no era simplemente el comercio
entre Europa e India. La mayor parte del viaje, desde 1611 a 1615, se emple produciendo
prendas en India para negociarlas en el Sudeste de Asia. Los textiles eran el producto
principal.
32. El ejemplo ms notable fue proporcionado por un breve encuentro con una familia de
tejedores muy prspera y prominente en Barpali, un centro de ikat en el distrito de
Sambalpur. En un viaje previo haca varios aos, Purna Chandra Mishra tom fotografas
de la familia y particularmente del jefe de familia, un distinguido tejedor. Como las fotos
haban sido devueltas con la anotacin direccin desconocida, Mishra estaba
aprovechando nuestra visita para entregar las fotos en persona. Sucedi que el patriarca
haba muerto algunos meses atrs, y nuestra visita fue un gran consuelo y hasta una ocasin
de jbilo: la familia no tena fotos del viejo. En el regocijo, los tres hermanos, ellos
tejedores competentes y hasta ganadores de premios, mandaron inmediatamente por el
mahjan para que se uniera a la alegra de la ocasin. Este sentimiento clido de los tres
jvenes no poda haber sido fabricado; exista claramente un nexo mucho mayor al
econmico.
33. Mi hija de 4 aos tuvo que acompaar a su madre en una visita a la planta durante una de
mis visitas. Jessica, quien con gran ecuanimidad haba superado todas las novedades de
la India, empez a gritar cuando entr a la hilandera y no poda ser tranquilizada dentro
de sus paredes. La visita fue cancelada.
34. Interesantemente ninguna de estas restricciones se aplica al talikma (los preparativos),
solo al tejido en s. No puedo dar una explicacin de esta distincin.
35. Antes de 1955, el templo de Puri era administrado por el Raja de Puri, el nico cargo
pblico que le quedaba despus de que los ingleses lo despojaran de su autoridad temporal
en el siglo XIX. Desde 1955, cuando las tierras que sostenan el templo fueron confiscadas,
el templo ha sido subsidiado y administrado por el Gobierno de Orissa (Apffel Marglin
1985).
36. Purna significa viejo, pero se refiere en contexto al documento que mticamente describe
los orgenes de la casta.
37. El mtis (astucia) de los dioses recuerdan al Mtis original. Vase n. 20, y Detienne y
Vernant 1974.
38. El don del demonio es relatado explcitamente, pero las circunstancias de la bendicin no
lo son. La historia simplemente dice que la kmin engaa al demonio fuera, debajo de los
aleros, con el pretexto de que no hay luz suficiente en la casa para ver a los piojos. No hay
necesidad de mayor explicacin. La bendicin y su remedio, un instrumento comn en la
mitologa hind, sera familiar al oyente.
39. Me equivoco. Bijoy Chandra y Kalyan Krishna 1974 han descrito el proceso del ikat.
Pero desafo a quienes todava no se hayan iniciado en el oficio a entender su descripcin,
pues los que estn iniciados no tienen la necesidad ni la facilidad de una explicacin
epistmica.
40. Se necesitara de un mejor entendimiento de los sistemas de conocimiento hind a los
que no podra ni siquiera pretender delimitar sus bordes. Pero a priori es muy poco posible
que la episteme occidental en particular conduzca ismrficamente a un equivalente hind:
J. F. Staal 1965 argumenta que la geometra euclidiana no es una forma cannica de
racionalidad (leer episteme) en India. En la visin de Staal, la gramtica es la episteme
cannica hind, en vez de las matemticas axiomticas, y el modelo es Panini en vez de
Euclides.
146
PERDIENDO EL CONTACTO
II
ECONOMA Y
CONOCIMIENTO
3.
(1992)
odo sermn requiere un texto, y tomar como mo un
fragmento de la respuesta que John Maynard Keynes
escribi en 1937 para el simposio sobre La Teora
General, que apareci en el Quarterly Journal of
Economics en noviembre de 1936:
... como regla, tenemos apenas una idea muy vaga de las
consecuencias ms directas de nuestros actos...
Permtaseme explicar que mediante el trmino conocimiento
incierto no quiero meramente distinguir lo que se conoce por
seguro de lo que es solamente probable... El sentido en que estoy
usando el trmino es aqul en el que la perspectiva de una guerra
europea es incierta, como tambin lo son el precio del cobre y la
tasa de inters dentro de veinte aos, o la obsolescencia de un
nuevo invento, o la posicin de los propietarios privados de riqueza
en el sistema social de 1970. Sobre estas cuestiones no hay base
cientfica sobre la cual formar ninguna probabilidad calculable.
Simplemente no sabemos. No obstante, la necesidad de actuar y
de decidir nos impulsa, como hombres prcticos, a esforzarnos
por ignorar este incmodo hecho y comportarnos exactamente como
si tuviramos el respaldo de un buen clculo benthamita de una
serie de ventajas y desventajas esperables, cada una multiplicada
por su probabilidad apropiada, prontas a ser sumadas.
Cmo conseguimos comportarnos en tales circunstancias en
una forma que nos presente como hombres racionales, econmicos?
Hemos desarrollado con ese fin una variedad de tcnicas, de las
cuales las ms importantes, por mucho, son las tres siguientes:
STEPHEN A. MARGLIN
(1)
Asumimos que el presente es una gua mucho ms
conveniente para el futuro de lo que un examen ingenuo de la
experiencia pasada nos mostrara que ha sido hasta ahora. En otras
palabras, en gran parte ignoramos la perspectiva de los cambios
futuros sobre cuyo carcter real no conocemos nada.
(2)
Asumimos que el estado de opinin existente, expresado
en los precios y el carcter de la produccin existente, se basa en
un resumen correcto de perspectivas futuras, de manera que
podemos aceptarlo como tal a menos que, y hasta que, aparezca
algo nuevo y relevante.
(3)
Sabiendo que nuestro juicio individual no tiene valor, nos
atenemos al juicio del resto del mundo, que quizs est mejor
informado. Esto es, nos esforzamos por estar en concordancia con
el comportamiento de la mayora o con el promedio. La psicologa
de una sociedad de individuos, cada uno de los cuales se esfuerza
por imitar a los otros, conduce a lo que podemos denominar
estrictamente un juicio convencional.
Ahora bien, una teora prctica del futuro basada en estos tres
principios tiene ciertas caractersticas marcadas. En particular, por
basarse en un fundamento tan endeble, est sujeta a cambios
sbitos y violentos. La prctica de la calma y la inmovilidad, de la
certeza y la seguridad, se quiebra sbitamente. Nuevos temores y
esperanzas se harn cargo, sin aviso, de la conducta humana. Las
fuerzas de la desilusin pueden imponer repentinamente una nueva
base convencional de valoracin. Todas estas tcnicas preciosas y
corteses, hechas para una Sala de Directorio bien decorada y para
un mercado finamente regulado, estn en peligro de colapso. En
todo momento los vagos temores y las esperanzas igualmente vagas
e irracionales no son realmente aquietados y yacen apenas un poco
debajo de la superficie.
Quizs el lector sienta que esta disquisicin general, filosfica,
sobre el comportamiento de la humanidad es algo ajena a la teora
econmica en discusin. Pero pienso que no. Aunque as es cmo
nos comportamos en el mercado, la teora que desarrollamos en el
estudio de cmo nos comportamos en el mercado no debera estar
sometida a los dolos del mercado. Acuso a la teora econmica
clsica de ser ella misma una de esas tcnicas preciosas, corteses,
que trata el presente omitiendo el hecho de que conocemos muy
poco sobre el futuro.
Me atrevo a decir que un economista clsico admitira esto sin
reparos. Pero, aun as, pienso que ha soslayado la naturaleza precisa
de la diferencia que su abstraccin hace entre teora y prctica, y
el carcter de las falacias en las cuales l est propenso a incurrir
(1937, pp. 213-215).
150
PERDIENDO EL CONTACTO
Ahorr
Ahor ro
Consideremos el comportamiento del ahorro. La maximizacin de la
utilidad es probablemente innocua, y quizs hasta til, en la
conceptualizacin de la demanda de duraznos y peras enlatados; pero
151
STEPHEN A. MARGLIN
hay una significativa manipulacin en la extensin del enfoque de la
curva de indiferencia a la eleccin intertemporal. Si la discusin debe ir
ms all de la matemtica formal, es necesario contestar una pregunta
fundamental: de dnde vienen las preferencias? Esta pregunta es fcil
de contestar en el contexto de duraznos y peras, en el cual la convencin
consiste en argumentar que las curvas de indiferencia se originan en
una prehistoria de ensayo y error: compras de diferentes mezclas de
frutas (quizs aleatoriamente al principio) son seguidas cercanamente
por su consumo, y las preferencias se forman como consecuencia de la
satisfaccin relativa generada por el consumo de diferentes canastas de
bienes. El punto esencial es que los resultados de la eleccin son
inmediatos, y el proceso completo puede repetirse hasta que las
preferencias son refinadas hasta el punto que puede imaginarse que se
inicia la historia de la eleccin del consumidor racional.
Sin embargo, aun como historia factual el desarrollo de las
preferencias por ensayo y error tiene poco sentido en el contexto de la
planificacin del consumo a largo plazo, especialmente en la versin
del modelo del ciclo de vida. En este caso, la consecuencia de nuestras
elecciones se manifiestan slo durante nuestras vidas, y aun los creyentes
en la reencarnacin concederan en su mayora que hay poca oportunidad
de aplicar las lecciones de vidas anteriores a la presente. Es difcil
imaginar individuos u hogares que tienen preferencias significativas entre
el consumo hoy y el consumo dentro de una o dos dcadas, en la misma
forma que se puede imaginar preferencias entre duraznos hoy y peras
hoy.
Pero aun si barremos los problemas del mapa de preferencia y los
escondemos bajo la alfombra, quedan dificultades reales en trasladarse
desde el marco atemporal duraznos/peras hasta el contexto
intertemporal. En el primero puede argumentarse plausiblemente que
se conoce con certeza la restriccin presupuestal; el comprador va al
supermercado con cincuenta dlares en sus bolsillos. Pero en el contexto
intertemporal, el presupuesto es la riqueza de toda la vida que, para la
mayora de nosotros, consiste primariamente de nuestro capital
humano, el valor presente descontado de nuestros ingresos de toda la
vida. Sin embargo, el hecho ineludible es que la varianza de las
proyecciones de los ingresos es, en general, tan enorme como para
hacer ridculo el ejercicio: las perspectivas de interrupciones en el empleo
en el curso de la vida, ya sea debido a las fluctuaciones del ciclo de
negocios o a los caprichos del rendimiento de la empresa o de la
industria, o aun a los altibajos de nuestra propia salud, no pueden ser
significativamente cuantificadas para la mayora de la gente. Tampoco
se lo puede hacer para las perspectivas de progreso ocupacional. Los
ingresos de toda la vida se convierten necesariamente en una magnitud
subjetiva y no medible sujeta a continua revisin; y sin una restriccin
presupuestal bien definida, una funcin de utilidad no puede ya
recuperarse (aun en principio) a partir de elecciones hechas utilizando
152
PERDIENDO EL CONTACTO
153
STEPHEN A. MARGLIN
corporacin no est integrada a la cuenta de los hogares, ilgicamente
ya sea porque la corporacin es el agente de los accionistas, como los
ms firmes creyentes afirmaran, o porque si los gerentes corporativos
persiguieran polticas de ahorro adversas al inters percibido de un
individuo el individuo puede ajustar su ahorro directo a la luz del
ahorro efectuado por las corporaciones cuyas acciones posee.
En la jerga de la profesin econmica, se supone que los hogares
traspasan el velo corporativo, a pesar de las descomunales cantidades
de tiempo y recursos, adems de la inclinacin por los clculos
requeridos, que deben asumirse disponibles. Los Rockefellers, con un
Chase Manhattan Bank a su disposicin, pueden ajustarse al modelo;
pero, aun concediendo la alta concentracin de propiedad de las
acciones, los Rockefellers no constituyen la norma.
Por supuesto, para los positivistas friedmanianos no es problema
que los supuestos sean o no sean plausibles: uno puede siempre recurrir
al comportamiento como si si las cifras funcionan. Y en vista de la
seduccin de la teora, no deberamos asombrarnos de que exista
evidencia que la sustente. En particular, Martin Feldstein (1973, ver
tambin Feldstein y Fane 1973), ha presentado series temporales como
evidencia para sustentar el traspaso del velo corporativo.
Pero la evidencia es menos que convincente: como hizo notar Tariq
Banuri en otro contexto, si torturas suficientemente a los datos, ellos
confesarn. El problema, en el caso de Feldstein, es que el consumo y
los ingresos retenidos entran simultneamente en sus regresiones, de
manera que mientras Feldstein interpreta los cambios en ingresos
retenidos como la causa, y los cambios en el consumo como el efecto,
la causalidad podra invertirse con igual derecho. De hecho, he
argumentado (Marglin 1984, pp. 379-382) que es mucho ms plausible
que la causalidad vaya del consumo a los ingresos retenidos, va demanda
agregada y ganancias, con la notoria adhesividad de los dividendos en
el corto plazo fortaleciendo el efecto de incrementos en la demanda de
consumo sobre los ingresos retenidos.
El tema se mantiene polmico. Varios estudios concuerdan con
Feldstein; pero, como nota James Poterba, La limitacin ms importante
de trabajos previos ...es no tratar al ahorro personal y al corporativo
como variables endgenas conjuntas (1987, p. 498). En otras palabras,
es el problema de la simultaneidad resaltado en el pargrafo previo. La
propia econometra de Poterba sugiere que el velo es espeso:
dependiendo de las caractersticas especficas del modelo y del perodo
de tiempo, encuentra que una declinacin de un dlar en el ahorro
corporativo reduce el ahorro privado entre 25 a 85 centavos (p. 501).
En el lmite superior de 85 centavos el estimado para el perodo ms
largo, incluyendo los aos de la depresin as como los de la posguerra
el estadstico t es suficientemente grande (ms de 5) de modo que los
154
PERDIENDO EL CONTACTO
Inversin
En mi opinin, la teora de la inversin se asemeja a la teora del
ahorro en que extiende en forma ilegtima el paradigma de la
maximizacin a un dominio donde el clculo slo puede, como mximo,
tener un papel modesto. Aunque esta simplificacin es apenas necesaria,
la idea bsica emerge ms claramente en el caso elemental en el que la
inversin de hoy produce un flujo constante de retornos a perpetuidad.
En este caso puede construirse un cronograma de demanda de inversin
arreglando los proyectos disponibles en orden decreciente de la razn
de retorno al costo: la inversin es rentable si esta razn es mayor que
la tasa de inters.
Esta razn es la base de la tasa de retorno sobre el costo, de Irving
Fisher (1930); la eficiencia marginal del capital, de Keynes (1936); el q,
de James Tobin (1969). De hecho, se encuentra en el corazn de toda la
teora contempornea de la inversin. Sin embargo, como no reconoci
Fisher, pero lo hizo Keynes muy enfticamente, el formalismo de la teora
oscurece su contenido real. Los retornos de cualquier proyecto, que se
encuentran en el futuro, no estn objetivamente dados; son una
construccin subjetiva de parte del inversionista. Tanto los retornos como
la utilidad de estos retornos dependen de conjunciones de eventos sobre
las cuales el inversionista tiene slo nociones y corazonadas vagas que
no son, de ninguna manera, apropiados para un clculo formal
significativo. Para Keynes, los retornos y las utilidades son recipientes
ms o menos llenos de acuerdo al optimismo o pesimismo del mismo
155
STEPHEN A. MARGLIN
inversionista. De esta manera, para Keynes los espritus animales de
los inversionistas tienen un papel crucial en la demanda de inversin.
De seguro, en manos neoclsicas, unir los estados mentales de los
agentes con la nocin algo fantasiosa de mercados completamente
contingentes le niega al estado mental del inversionista un papel activo
en el proceso de inversin. (Distingo inversin de ahorro identificando
la inversin con la remisin del capital abstracto del ahorro a formas
fsicas concretas.) Las decisiones de ahorro de los individuos se realizan
a travs de la compra de ttulos contingentes. Los individuos no tienen
nunca necesidad de poseer capital fsico para respaldar sus corazonadas
sobre el futuro. Por contraste, las empresas, que hacen la inversin en
el modelo, responden a precios objetivos ms que a utilidades y
probabilidades subjetivas. Estados del mundo objetivamente descritos
quitan toda vaguedad a los retornos futuros de los proyectos el estado
del mundo completa y determina unvocamente los retornos a la
inversin y los precios de ttulos contingentes asociados con estados
particulares del mundo guan las decisiones de inversin de la firma.
Aunque el mercado de valores, como ha mostrado Peter Diamond
(1967), puede en principio jugar el papel de un mercado universal
contingente, el nmero de compaas que se requeriran para abarcar
los estados del mundo econmicamente relevantes est ms all de la
capacidad de la gente para administrar, de los expertos financieros para
analizar, de las pginas del mercado de valores para listar, o de las
computadoras para guardar en memoria. En la prctica, los mercados
contingentes son la excepcin ms que la regla, materializndose slo
bajo circunstancias inusuales. Las opiniones sobre el futuro no son
respaldadas por la compra de bienes contingentes sino por compromisos
con formas particulares de capital. En la prctica, las decisiones de
inversin de las empresas son guiadas no por precios objetivos de
mercado, sino por los retornos prospectivos a la inversin que, como
las utilidades asociadas con estos retornos, se ven como a travs de un
cristal oscuro.
Esta oscuridad da razones para la insensibilidad de la inversin de
las empresas a la tasa de inters (distinta de la tasa esperada de
ganancia), en contraste con la teora neoclsica de la inversin que
enfatiza la tasa de inters como un determinante primario de la demanda
de inversin. Hasta la dcada pasada, la sensibilidad de la inversin a la
tasa de inters era una proposicin terica difcil de evaluar
empricamente. Las tasas reales (es decir, corregidas por la inflacin)
se mantuvieron dentro de una banda relativamente estrecha desde los
1950s hasta el desastre de la segunda crisis petrolera. En los Estados
Unidos, por ejemplo, la tasa de largo plazo, medida por la diferencia
entre la tasa AAA de los bonos corporativos de Moody y el cambio anual
en el deflactor del PNB, se mova dentro de una banda de 400 puntos
bsicos entre 1 y +3 por ciento (Informe Econmico del Presidente,
156
PERDIENDO EL CONTACTO
157
STEPHEN A. MARGLIN
estar impulsada principalmente por el contenido de su programa,
por muy ingenuo o poco sincero que pueda ser. Se basa en el clculo
exacto de los beneficios probables apenas un poco ms que una
expedicin al Polo Sur. De este modo, si la fogosidad se enfra y el
optimismo espontneo vacila, dejando como nica base de
sustentacin la previsin matemtica, la empresa se marchita y
muere...
En el espectro poltico (establecido), Joseph Schumpeter estaba en
el extremo opuesto de Keynes, pero concordaba enfticamente en este
punto. La Teora del Desarrollo Econmico expresa as la idea (p. 85):
En la misma forma que la accin militar debe realizarse en una
posicin estratgica dada, incluso si todos los datos que
potencialmente puede obtener no estn a disposicin, as tambin
en la vida econmica debe actuarse sin desarrollar todos los detalles
de lo que ha de hacerse. Aqu el xito de todo depende de la intuicin,
la capacidad de ver las cosas en una forma que pruebe luego ser
verdadera, aun si no puede establecerse en el momento, y de percibir
el hecho esencial, descartando lo accesorio, aunque no se pueda
dar cuenta de los principios sobre los que se hace. Un trabajo
preparatorio esmerado, conocimiento especial, amplitud de
comprensin intelectual, talento para el anlisis lgico, pueden ser
fuentes de fracaso bajo ciertas circunstancias.
Tanto para Keynes como para Schumpeter el clculo para justificar
un curso de accin en vez de otro es guardar la apariencia de nuestros
egos como seres racionales.
Incertidumbre
En ambos casos, ahorro e inversin, el problema central con respecto
al paradigma maximizante es la incertidumbre. Podemos distinguir la
incertidumbre segn que sea intrnseca o extrnseca; o sea de acuerdo
a si la incertidumbre es fundamental al fenmeno mismo o si reside en
las limitaciones de la informacin y comprensin del observador. La
fsica probabilstica la mecnica cuntica y todo aquello es un
ejemplo de incertidumbre intrnseca, mientras que la incertidumbre
sobre qu cara del dado se mostrar es un ejemplo de incertidumbre
extrnseca: si tuviramos conocimiento preciso de la fuerza con la que
el dado es lanzado, la resistencia de la mesa, y as sucesivamente,
sabramos por adelantado qu cara saldr. Podemos tambin distinguir
entre eventos singulares y repetitivos, entre la incertidumbre de la
esperanza de vida de Stephen A. Marglin y la esperanza de vida de los
nortemericanos blancos de 53 aos. Finalmente, siguiendo a Frank Knight
(1921), podemos distinguir la incertidumbre misma del riesgo, de
acuerdo a si los resultados pueden ser descritos en trminos de una
distribucin de probabilidades objetivas.
158
PERDIENDO EL CONTACTO
159
STEPHEN A. MARGLIN
las distribuciones de probabilidades subjetivas que requiere la teora.
El comportamiento como si funcionar a la perfeccin.
Los tratamientos axiomticos de la probabilidad subjetiva han estado
presentes en la mayor parte del siglo, pero alcanzaron prominencia
solo cuando la teora de juegos pareci ofrecer un enfoque para modelar
el comportamiento bajo incertidumbre (juegos contra la naturaleza)
as como un enfoque para modelar las interacciones estratgicas entre
individuos y firmas. Tras los pasos del trabajo pionero de John von
Neumann y Oskar Morgenstern (1944), los economistas y estadsticos
se interesaron en el trabajo hasta entonces vastamente ignorado de
Frank Ramsey (1926) y Bruno de Finetti (1937), un inters que culmin
en el modelo formal de toma de decisiones elaborado por Leonard Jimmie
Savage (1954) de acuerdo al cual las decisiones ptimas se caracterizan
por la maximizacin de la utilidad esperada, con la distribucin de
probabilidades dada por las evaluaciones subjetivas de los decisores en
una forma que empareja la funcin de utilidad con la valoracin subjetiva
de resultados diferentes.
Pero aun antes que Savage, crticos como el Premio Nobel Maurice
Allais manifest objeciones a este enfoque (Allais 1953). Allais ofreci
el ejemplo de una situacin de eleccin en la cual sujetos experimentales
tendan a violar los axiomas de Savage. (Aun el mismo Savage estuvo,
por propia confesin (Savage 1954), tentado, pero reflexionando neg
su intuicin en favor de los axiomas). Unos aos ms tarde, Daniel
Ellsberg (1961) construy cuidadosamente un ejemplo para separar
riesgo de incertidumbre y encontr que, una vez ms, Savage (junto
con muchos otros distinguidos economistas y tericos de las decisiones)
estaban tentados a comportarse en forma inconsistente con los axiomas
de Savage que no tienen lugar para la ambigedad palabra de
Ellsberg de la incertidumbre pura. Mucho antes, Keynes distingua la
ambigedad (que l llamaba peso de un argumento) de la probabilidad
como grado de creencia. Sin embargo, en Un Tratado sobre la
Probabilidad, una versin revisada de su disertacin de incorporacin
de 1908, Keynes se hizo cargo de apenas la mitad de la teora subjetiva
de la probabilidad: interpretaba probabilidad como grado de confianza
ms que como frecuencia relativa, pero mantena la opinin de que el
grado de confianza poda recibir un significado objetivo, interpersonal,
como creencia racionalmente justificada por la evidencia. Ms tarde fue
persuadido de lo contrario, aparentemente por Ramsey.
Para ser justos, algunos tericos de la decisin vienen a la mente
los nombres de Howard Raiffa y del mismo Savage nunca consideraron
como innata la consistencia con los axiomas de Savage. Generaciones
de estudiantes han pagado, y pagan an, buen dinero a las escuelas de
negocios lderes del mundo para que Raiffa y sus discpulos les enseen
a aplicar consistentemente las probabilidades. No deseo ni siquiera
sugerir que los estudiantes no obtienen el valor de su dinero, pero soy
160
PERDIENDO EL CONTACTO
Sistemas de conocimiento
A pesar de estos problemas, la probabilidad subjetiva tiene un firme
comando de la imaginacin del economista. Esto, debera entenderse,
no se debe a la potencia predictiva o normativa del enfoque. La agenda
oculta es tomar la conducta humana, despojarla de todas sus
dubitaciones, conflictos y contradicciones y luego encajarla dentro de
los confines del paradigma maximizante. En la euforia positivista de
mediados del siglo veinte, el atractivo de la probabilidad subjetiva estaba
sin duda reforzado por su consistencia, por lo menos en la versin de
Savage, con los axiomas de la preferencia revelada. En principio, las
probabilidades subjetivas, como las utilidades subjetivas, podran ser
recuperadas de elecciones y acciones. El tratamiento de la incertidumbre,
que debera considerarse como una forma distinta de accin basada en
un sistema de conocimiento distinto, es reducido a una lgica de clculo
y maximizacin para mantener la pureza de la concepcin econmica
del conocimiento y de la conducta.
Mi afirmacin es que, bajo condiciones de incertidumbre, los decisores
no movilizan ni pueden movilizar el aparato del clculo y la maximizacin.
Sin algo a lo cual anclar las probabilidades, los individuos
necesariamente recurren a mtodos bastante diferentes a la intuicin,
al comportamiento convencional, a la autoridad en breve, a un sistema
de conocimiento diferente del que impulsa la conducta maximizante.
En otra parte (Marglin 1990, 1991) he utilizado el trmino episteme
para la concepcin del conocimiento apropiada a un homo economicus
calculador, maximizador, y contrast episteme con techn como maneras
distintas de entender, percibir, aprehender, y darle vivencia a la realidad.
Mi tesis es doble: primero, que conocimiento y accin estn en todas
partes y siempre se basan en una combinacin, en una sntesis, de
episteme y techn, y de hecho, algunas veces, en una tensin entre las
dos; y, segundo, que no obstante esta simbiosis en la prctica, la cultura
occidental ha elevado ideolgicamente a la episteme a una posicin
superior, algunas veces al punto que la techn es considerada no slo
161
STEPHEN A. MARGLIN
como conocimiento inferior, sino como ausencia de conocimiento.
Excepto en la medida en que la techn puede ser justificada por la
episteme, ella sigue siendo supersticin, creencia, prejuicio. En mi
opinin, esta jerarqua ideolgica ha tenido una poderosa influencia
sobre la forma en que episteme y techn interactan en la prctica,
haciendo que el conocimiento tcnico sea ilegtimo y hasta invisible. Ha
tenido una influencia negativa tanto en la forma en que los economistas
han buscado entender y explicar, y en el sistema de conocimiento que
los economistas imputan a los agentes econmicos. Ya que los
economistas disean polticas e instituciones y explican y justifican
procesos y resultados econmicos, la hegemona de la episteme ha
afectado tambin para peor el funcionamiento de la economa. El
tratamiento de la incertidumbre es slo el ejemplo ms importante del
efecto en la economa de nuestra ideologa occidental de conocimiento.
Debera enfatizar desde el principio que no tengo crtica que hacer a
la episteme como un sistema de conocimiento. Por el contrario, se puede
argumentar que no seramos humanos sin nuestro dominio de la
episteme. El problema es ms bien la pretensin de que la episteme es
todo el conocimiento, de lo cual se origina su proclividad a excluir otros
sistemas de conocimiento igualmente importantes. Si bien es cierto
que la episteme es esencial a nuestra calidad de humanos, tambin lo
es la techn. De hecho, lo que nos distingue tanto de otros animales
como de las computadoras es nuestra capacidad para combinar techne
y episteme: los animales tienen techn y las mquinas tienen episteme,
pero slo los humanos tenemos ambas. (Las historias clnicas de Oliver
Sacks (1985) constituyen una conmovedora y entretenida evidencia de
las grotescas, extraas y hasta trgicas distorsiones en los seres
humanos que resultan de una prdida ya sea de techn o de episteme.)
Por cierto, esta visin del conocimiento humano me hace escptico
acerca de las posibilidades de la inteligencia artificial. Hasta que
entendamos ms sobre la forma en que los seres humanos son capaces
de integrar techn y episteme, no podremos esperar hacerlo en una
mquina.
Pero me estoy adelantando a mi argumento. No puedo explorar muy
bien las relaciones entre diferentes sistemas de conocimiento antes de
bosquejar lo que quiero decir con esta terminologa. En primer lugar,
permtaseme decir lo que no es un sistema de conocimiento: el trmino
no se refiere a un dominio especfico de conocimiento. Los economistas
y los fsicos, ingenieros qumicos y administradores de personal se
mueven en diferentes dominios de conocimiento. Pero esto de ninguna
manera nos impide compartir una prctica comn o una ideologa comn
con respecto a los sistemas de conocimiento que empleamos.
Por sistema de conocimiento quiero designar una manera de organizar
el conocimiento en trminos de cuatro caractersticas: epistemologa,
trasmisin, innovacin y poder. Un sistema particular tiene su propia
162
PERDIENDO EL CONTACTO
163
STEPHEN A. MARGLIN
El conocimiento epistmico es analtico. Descompone, divide un
cuerpo de conocimiento en sus componentes. Es as directa e
inmediatamente reproducible. Es completamente articulado, y dentro
de la episteme puede decirse que lo que no puede articularse no cuenta
como conocimiento.
La episteme pretende la universalidad, ser aplicable en todo tiempo
y en todo lugar a todas las cuestiones. De hecho, los que adhieren a la
episteme, particularmente en occidente, a menudo no la ven como un
sistema de conocimiento entre muchos, sino como conocimiento puro y
simple.
El conocimiento epistmico es puramente cerebral. La mente est
separada del cuerpo, y la episteme concierne slo a la mente. La
proposicin Siento que hay algo errado en lo que ests diciendo, que
equivale a decir Siento que hay algo errado pero no puedo precisar
qu o por qu, no tiene sitio dentro de la episteme.
Aun cuando es impelida a la accin, la episteme es terica. Una vez
que se reconoce la naturaleza tentativa y provisional de cualquier sistema
axiomtico, las proposiciones epistmicas son necesariamente hiptesis.
De hecho, sin entrar en las sutilezas del debate entre Karl Popper (1968)
y sus crticos (Kuhn 1970; Lakatos 1970; Putnam 1974), puede decirse
que la episteme est engranada de una forma u otra con la verificacin.
Su mismo procedimiento, la insistencia en pequeos pasos que se siguen
inmediata y directamente uno a otro, excluye el descubrimiento y la
creatividad. Descubrir o crear a travs de la episteme sera como el
proverbial mono mecanografiando a Shakespeare: podra algn da
hacerlo, pero estaramos obligados a encontrar una aguja en el pajar.
Finalmente, la episteme es conocimiento impersonal. Como el Dios
cristiano (Romanos 2:11), la episteme es imparcial; es en principio
accesible a todos en trminos igualitarios. Es as no slo conocimiento
terico, es conocimiento terico de iguales tericos. Por la misma razn,
as como la elevacin de la deidad tribal juda a la condicin de Dios
universal llev a los cristianos a negar la posibilidad de la salvacin
para los no creyentes, la elevacin de la episteme a una posicin superior
ha llevado a la ilegitimidad de aquellos que se encuentran fuera de este
sistema de conocimiento. A partir de la pretensin universalista de la
episteme es fcil dar el paso a la idea de que aquellos que carecen de
episteme carecen del conocimiento mismo.
En contraste con la base que tiene la episteme en la deduccin lgica
a partir de axiomas manifiestos, las bases de la techn son tan variadas
como la autoridad de maestros (o maestras) reconocido(a)s o la propia
intuicin. Sin embargo, de una forma u otra la experiencia es esencial.
Opuestos a los pequeos pasos de la episteme estn tanto la doctrina
recibida como los saltos imaginativos que sbitamente permiten
completar el rompecabezas. La doctrina del conocimiento recibido y los
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
puede esperar ser un maestro; no la de la fbrica, en la cual pocos
aprendices pueden hacerse capataces y menos ejecutivos. Puede ser
tambin una jerarqua de sexo, en cuyo caso la nocin de linealidad no
se aplica obviamente. Pero en las sociedades tradicionales technai
separadas estn tpicamente asignadas a hombres y mujeres; de manera
que, en lo que concierne a las relaciones de poder entre los sexos, estn
relacionadas al conocimiento, reflejan reglas de poder entre, ms que
dentro de, sistemas de conocimiento. La bien conocida obra de Carol
Gilligan, In a Different Voice, puede interpretarse como una defensa de
la techn (femenina) contra la episteme (masculina).
Si la techn es internamente jerrquica, externamente es ms abierta.
Sin pretensiones de universalidad, reconociendo lmites de tiempo, lugar y
propsito, la techn no tiene la tendencia de la episteme de subordinar los
que estn fuera de una particular comunidad de conocimiento a los que
estn dentro de la misma. La techn puede no ser inherentemente igualitaria
en trminos de sus relaciones externas, pero es, por lo menos, pluralista.
En trminos de las cuatro caractersticas que han sido propuestas
para distinguir sistemas de conocimiento, las diferencias entre episteme
y techn son notables. La episteme occidental reconoce como
conocimiento slo lo que se deriva, con las reglas de la lgica, de los
axiomas aceptables como primeros principios manifiestos. La techn,
por el contrario, reconoce una variedad de vas al conocimiento, desde
la autoridad hasta la experiencia inmediata: la prueba del conocimiento
es la eficacia prctica.
Los mecanismos de trasmisin son tan diferentes como las
epistemologas. En principio, el conocimiento epistmico es accesible a
travs de la escolarizacin formal. De hecho, en Occidente el
conocimiento ha llegado a ser equiparado cada vez ms con lo que se
ensea en las escuelas; y las escuelas, en general, estn dedicadas a la
episteme en tal medida que un sobrino me sugera oponer conocimiento
libresco y conocimiento callejero en vez de la oposicin entre episteme
y techn. (Hay excepciones. Las facultades de derecho y de
administracin de empresas de mi propia universidad han privilegiado
desde su fundacin el mtodo de casos en la enseanza, que intenta
condensar la techn de la oficina legal y la oficina ejecutiva en una
forma accesible a los estudiantes, y permitir que el aprendizaje tenga
lugar en un ambiente simulado en el cual los errores no resulten muy
costosos. Pero aun estas excepciones estn siendo crecientemente
cuestionadas por el establecimiento epistmico acadmico.)
Como se ha indicado, la forma cannica de trasmitir la techn es a
travs de un nexo personal ejemplificado en la relacin maestro-aprendiz.
El ejemplo del maestro, ms que cualquier precepto, instruye al aprendiz
quien absorbe casi inconscientemente lo que se le ensea. Casi
cualquiera puede adquirir los rudimentos de un oficio en esta forma,
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
propsitos en su nfasis sobre el campo comn de estos trminos, por
lo menos en lo que se refiere a la prctica. (Vase Nussbaum 1986, p.
444.) La episteme puede ser la forma en que la ciencia se escribe, pero
la techn es esencial a la manera en que la ciencia se hace.
Como muchas de mis ideas originales favoritas, una vez elaborada
la nocin de que episteme y techn constituyen sistemas de conocimiento
separados y distintos, encontr ideas similares por todas partes. Quizs
la ms conocida es la distincin de Robert Pirsig (1976) entre
conocimiento clsico y romntico en Zen and the Art of Motorcycle
Maintenance (El Zen y el Arte de Mantener Motocicletas). Los detalles
son diferentes, pero el conocimiento clsico de Pirsig concuerda
claramente con la episteme y el conocimiento romntico con la techn.
(Recientemente me encontr con lo siguiente en la autobiografa de
Alexander Luria, el psiclogo sovitico: Al inicio de este siglo, el estudioso
alemn Max Verworn sugiri que los cientficos podan dividirse en dos
grupos distintos de acuerdo a con su orientacin bsica a la ciencia:
clsica y romntica (1979, p. 174). Luria, presumiblemente
parafraseando a Verworn, caracteriza lo clsico y lo romntico en
trminos notablemente similares a los de Pirsig y mos. Hasta ahora no
he podido rastrear ningn ensayo de Verworn que haga tal distincin,
pero no me he rendido an.) Michael Polanyi (1958) caracteriza el
conocimiento tcito como una forma distinta de conocer, en la que el
tacto y el sentido juegan un papel importante como en la techn. En
otro contexto, Jerome Bruner (1962) distingui conocimiento de la mano
derecha de conocimiento de la mano izquierda, el primero basado
en la lgica, el segundo en la intuicin, distincin que tambin caracteriza
a la episteme y la techn.
Dentro de la economa han surgido distinciones similares a las mas
en diversos momentos. Thorstein Veblen (1908) distingui entre
conocimiento especulativo y conocimiento cotidiano; Nicholas
Georgescu-Roegen (1971) dedic un captulo completo de The Entropy
Law and the Economic Process a Ciencia, Antropomorfismo y
Dialctica; y, ms recientemente, Donald McCloskey (1985) ha
argumentado aguda y vigorosamente a favor de aceptar los lmites de la
economa cientfica (episteme) y reconocer el papel de la retrica
(techn) en nuestros argumentos.
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STEPHEN A. MARGLIN
la cual se encuentra entre conocimiento racional, por un lado, y
tuche, el azar, por el otro no hay para l ni teora ni hechos capaces
de verificar la teora; no existe experiencia en sentido propio. Por
las reglas estrictas que su arte necesita, l imita ciegamente el
rigor y la seguridad del procedimiento racional, pero tiene tambin
que adaptarse, gracias a una suerte de instinto adquirido en la
prctica de su profesin, a lo impredecible y aleatorio que el material
sobre el que acta tiene siempre en mayor o menor grado (Vernant
1982, ii: 59).
Citando al poeta Agatn, Aristteles resume el problema sucintamente
(Etica a Nicmaco, 1140a 20): El arte (techn) ama el azar, el azar al
arte; y esto, si seguimos la interpretacin de Vernant, debe rebajar la
condicin de la techn.
La asociacin de la techn con el azar recuerda la elocuente evocacin
de Pierre Vidal-Naquet de la oposicin entre orden y desorden en la
evolucin del pensamiento y de las instituciones sociales griegas. A falta
de una teora de la probabilidad, los griegos identificaron el azar con el
desorden, y el conocimiento de la variabilidad aleatoria no era
conocimiento en absoluto (Hacking 1975). Podra sugerirse que para
los griegos la episteme no era slo el sistema de conocimiento de la
ciencia sino el sistema de conocimiento mismo del orden social, y sus
atracciones, las atracciones de la estabilidad. El artesano y su techn
representan usando una frase que Vidal-Naquet emplea en un contexto
diferente el desorden y la proeza individual. (1983: 174).
Peor an, la techn, ciertamente la techn del artesano, estaba ligada
con la empeiria, la experiencia y, por tanto, ms contaminada por sus
contactos con lo concreto y lo prctico. La empeiria, la experiencia, ...
no es experimentacin ni pensamiento experimental, sino conocimiento
prctico obtenido por tanteos (tatnnements). En la medida en que se
pone en contacto ms estrecho con lo fsicamente concreto, la teora
(i.e., la episteme, SAM) pierde su rigor y cesa de ser ella misma, no se
aplica a los hechos sino que se degrada en ellos (Vernant 1982: 52).
De hecho, Platn parece utilizar el trmino empeiria para describir las
caractersticas de la produccin artesanal que yo he descrito en trminos
de la techn. En Gorgias (465a) Platn hace decir a Scrates con respecto
al arte de cocinar: Digo que no es un arte, sino un hbito (empeiria),
ya que no tiene forma de dar cuenta de la verdadera naturaleza de las
cosas que aplica, y de esta manera no puede decir la causa de ninguna
de ellas. Me niego a dar el nombre de arte (techn) a algo que es
irracional. En Filebo (55d-e) Scrates pide a su interlocutor considerar
si en las artes manuales (cheirotechnikai) una parte est ms ligada al
conocimiento (episteme) y la otra menos, y si la una debera considerarse
como la ms pura, la otra como menos pura. Contina aseverando que
si la aritmtica y las ciencias de la medida y del peso fueran excludas
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lgicamente derivable de primeros principios auto-evidentes, que es mi
nocin de episteme, Nussbaum (p. 290ss) ha sugerido recientemente
que Aristteles, en particular, tena una visin mucho ms elstica. En
la interpretacin de Nussbaum, la concepcin aristotlica de la sabidura
prctica, el conocimiento de la vida, difiere de la episteme de las
matemticas y de la ciencia natural precisamente en su dependencia
de las emociones, de la experiencia, y de otros aspectos de lo que he
asignado al dominio de la techn. En la lectura de Nussbaum, Aristteles
asigna a la sabidura prctica un plano distinto de la episteme, pero no
un plano inferior.
Sin embargo, es significativo que tal interpretacin tenga un origen
relativamente reciente, mientras que la lectura dominante se remonta
por lo menos a Toms de Aquino. Y la lectura dominante, aunque es
materia de interpretacin, no es una invencin total. El poder de la
episteme en el occidente moderno es difcilmente concebible sin
profundas races en el pasado.
Pero no se necesita remontarse hasta los griegos para recuperar este
pasado. La mera definicin de episteme podra encontrarse en Descartes
(y muy probablemente lo fue inconscientemente yo pensaba que
copiaba a Euclides), porque prcticamente repite el mtodo de llegar al
conocimiento verdadero expresado en el Discurso del Mtodo (1637) y
las Meditaciones sobre la Filosofa Primera (1641). Pero, en cierto
sentido, Descartes es un griego de segunda generacin: la matemtica
era para l el modelo, y el modelo del modelo era la geometra de
Euclides. De acuerdo con Donald Cress, una episteme que imite la forma
de un teorema matemtico era la respuesta a la falta de unidad e
incertidumbre del conocimiento contemporneo (Descartes 1980,
prefacio del editor, p. vii), una respuesta que resonaba con certidumbre,
necesidad y precisin.
El contexto en el que Descartes elabor su proyecto es importante
porque arroja luz sobre la atraccin de la episteme. Al igual que para
los griegos, la episteme era para Descartes y sus contemporneos la
respuesta al desorden que amenazaba con destruir la sociedad. Las
controversias religiosas que haban desgarrado a la cristiandad desde
la poca de Martn Lutero amenazaban ahora destruir la civilizacin
europea: la poca de Descartes era la de la guerra de los Treinta Aos y
Descartes mismo, un voluntario en el ejrcito del Prncipe Mauricio de
Nassau, haba visto de cerca la amenaza. De hecho, Stephen Toulmin
(1990) argumenta que el intento cartesiano de asegurar una nueva base
para el conocimiento provino directamente del fracaso de la tolerancia
religiosa encarnada en la poltica pluralista de Enrique de Navarra y en
el escepticismo pluralista de Michel de Montaigne.
El propio escepticismo debe verse en contexto (Popkin 1979). Es
difcil no ver que el ascenso del escepticismo en el perodo moderno
temprano era una respuesta a la afirmacin de la autoridad interior,
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decisivo. Segn Ian Hacking (1975), la idea moderna de la probabilidad
naci de la unin de una concepcin estocstica de los eventos con la
nueva comprensin de la diferencia, en grado ms que en clase, del
conocimiento dudoso respecto al conocimiento cierto. El primer texto
que refleja estas nociones fue la as llamada Lgica de Port-Royal, El
Arte del Pensamiento de Antoine Arnauld, originalmente publicado en
1662. El libro de Hacking es un tour de force, brillante a la vez que
entretenido. Pero creo que yerra al ver en la probabilidad un ataque
contra la idea, heredada de los griegos, de conocimiento como certeza.
Hacking ve la correspondencia griega
conocimiento: certeza = opinin: incertidumbre
quebrada por la nocin moderna de probabilidad. En opinin de Hacking,
la probabilidad desplaza la frontera entre conocimiento y opinin de
manera que el conocimiento puede relacionarse a la incertidumbre. En
vez de ello, Descartes y los lgicos de Port-Royal despus de l me parece
que afirmaron el lmite entre conocimiento y opinin, pero quebraron el
lmite entre certeza e incertidumbre para ubicar al azar dentro del marco
de la certeza.
La probabilidad es de esta manera lo opuesto a un ataque contra la
certeza: es un ataque a la incertidumbre. El clculo de probabilidades
asimila lo incierto dentro del dominio del conocimiento verdadero, cierto.
La incertidumbre y la aproximacin distintivo de la techn son
excluidas por la certeza y la exactitud de la episteme. La incertidumbre
se convierte en riesgo, el objeto del clculo y la maximizacin, a medida
que la techn cede a la episteme.
Como el proyecto de los escpticos, el de los probabilistas tampoco
tuvo xito. Se ha logrado mucho, como lo atestigua la industria de
seguros. Gracias a nuestra comprensin de las probabilidades, podemos
comprar seguro de vida, seguro contra incendios, y aun seguro mdico
a ms o menos su valor actuarial. Pero ninguna cantidad de clculo
puede mover lo incalculable del dominio de la techn al dominio de la
episteme. Como dijo Aristteles, la techn ama el azar y viceversa. Dicho
brevemente, la techn es el sistema de conocimiento de la incertidumbre,
y la incertidumbre es la bendicin de la vida o su maldicin, segn el
punto de vista que se adopte.
Ideologa y prctica
Nada de esto importara si la prctica y la ideologa ocuparan
compartimentos estancos. He argumentado en otra parte (Marglin 1990)
que la debilidad de la resistencia de los trabajadores a las maquinaciones
de los capitalistas (y comisarios) para estructurar el trabajo a fin de
facilitar el control de arriba a abajo, puede atribuirse en parte a los
valores culturales compartidos que subordina la techn a la episteme.
Y por varios aos he formado parte de un grupo que ha estado tratando
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STEPHEN A. MARGLIN
con sus nombres asignados que faciliten el reconocimiento y la
manipulacin, en un esquema o imagen ms o menos ordenado (p. 42).
El anlisis tambin aguza la visin. Schumpeter contina
Pero al hacerlo as, casi automticamente realizamos otras dos
tareas. Por un lado, reunimos hechos posteriores adicionales a
aquellos ya percibidos, y aprendemos a desconfiar de otros que
figuran en la visin original. Por otro lado, el mismo trabajo de
construir el esquema de la imagen aadir relaciones y conceptos
adicionales y, en general, tambin eliminar otros del acervo
original. El trabajo factual y el trabajo terico, en una relacin
interminable de dar y recibir, naturalmente probndose uno a otro
y estableciendo nuevas tareas para cada cual, producir
eventualmente modelos cientficos, los productos conjuntos
provisionales de su interaccin con los elementos sobrevivientes
de la visin original, a los cuales se aplicarn estndares
crecientemente ms rigurosos de consistencia y adecuacin (p. 42).
Al final, el grano de verdad es separado de la paja ideolgica:
...las reglas de procedimiento que aplicamos en nuestro trabajo
analtico estn casi tan exentas de influencia ideolgica como la
visin est sometida a ella. La adhesin apasionada y el odio
apasionado pueden, de hecho, alterar estas reglas. En s mismas,
estas reglas, muchas de las cuales, adems, nos son impuestas
por la prctica cientfica en campos que son poco o nada afectados
por la ideologa, son bastante efectivas en mostrar su mal uso. Y, lo
que es igualmente impor tante, tienden a aplastar el error
ideolgicamente condicionado de las visiones de las que partimos.
Es su vir tud par ticular, y lo hacen as automticamente e
independientemente de los deseos del investigador. Los nuevos
hechos que ste est obligado a acumular se imponen sobre su
esquema. Los nuevos conceptos y relaciones, que algn otro
formular si l no lo hace, deben verificar sus ideologas o
destruirlas. Y, de hecho, si se permite que este proceso se desarrolle
completamente, no nos proteger de la emergencia de nuevas
ideologas, pero al final depurar del error las existentes (p. 43).
Schumpeter podra parafrasear a Agatn en cuanto a que la ideologa
ama a la techn, y la techn a la ideologa. El avance de la visin hacia
el anlisis es la domesticacin de la techn por la episteme.
Yo adopto un enfoque diferente. En primer lugar, oponer la verdad y
la ideologa es, en mi opinin, un error metodolgico. Qu es al fin la
ideologa sino los supuestos no probados, las creencias y los valores
que deben subyacer a cualquier indagacin intelectual o, por ltimo,
cualquier forma de contemplacin o accin? La ideologa no necesita
ser inmutable; las ideologas de hoy pueden convertirse en el tema de
un severo escrutinio maana. Pero cualquiera que sea el destino de las
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STEPHEN A. MARGLIN
Por ejemplo, la visin neoclsica considera al mercado como un
benfico sistema autorregulante. La teora que resulta de esta visin se
enfoca en la interaccin humana en mercados gobernados por el
mecanismo de precios. El punto de partida es el individuo atomstico
con inters propio cuyos deseos ilimitados chocan contra la escasez
absoluta. Estos individuos maximizan y calculan para determinar sus
respectivos cursos de accin en el mercado, y sus ofertas respectivas
son reguladas por el mecanismo de los precios. La teora investiga las
condiciones bajo las cuales las acciones de los individuos son
mutuamente consistentes o inconsistentes (el elemento positivo de la
teora). Tambin elabora el sentido en el cual el resultado puede decirse
socialmente benfico o daino y sugiere remedios para los efectos
dainos (el elemento normativo). Finalmente, los modelos los de
Walras, Arrow-Debreu, Samuelson o Lucas son proposiciones
epistmicas particulares de la teora, diseadas para reducir la teora a
trminos epistmicos o para resaltar uno o ms aspectos especficos,
tales como el traslape de las generaciones o de las expectativas.
En contraste, la visin keynesiana es la centralidad de la demanda
agregada a la economa. La teora keynesiana elabora la interaccin
humana en mercados en los cuales el mecanismo de precios juega un
papel muy limitado. De igual manera el individuo. El punto de partida
es una divisin entre clases activas y pasivas capitalistas y
trabajadores, inversionistas y ahorristas. La demanda de inversin juega
un papel central, as como la incertidumbre (quizs sera ms acertado
decir a causa de la incertidumbre). La escasez es temporal. En vez del
mecanismo de precios, la teora keynesiana plantea mecanismos
alternativos tales como la utilizacin de la capacidad instalada (en la
Teora General) o la distribucin del ingreso (en el Tratado sobre la
Moneda y en la teora neo-keynesiana, particularmente la de Joan
Robinson (1956, 1962)). Nuevamente, el propsito de la teora es
investigar las condiciones de la consistencia, para evaluar resultados y
para proponer remedios. Los modelos keynesianos los del mismo
Keynes, Harrod, Hicks, Robinson, Kalecki, Malinvaud, Barro-Grossman
una vez ms sirven para epistemizar la teora o para resaltar cuestiones
especficas.
El punto es que en ambos casos son las teoras las que debieran
interesarnos. Los modelos son medios para aprehender las teoras, no
fines en s mismos. No obstante, caractersticamente nos involucramos
tanto en nuestros modelos y, de hecho, nos encandilamos tanto con
ellos que perdemos de vista su propsito. En el extremo, nos
convencemos de que no importa si los agentes realmente respetan las
reglas de nuestros modelos o, peor, insistimos por razones de pureza
isomrfica en que el comportamiento de los agentes concuerden con la
episteme del modelo. La techn de los agentes y la techn del terico
desaparecen por igual del panorama.
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STEPHEN A. MARGLIN
Las prdidas que se producen al traducir la techn en episteme son
sustanciales. Traducir la techn del tratamiento de la incertidumbre en
un clculo epistmico de las probabilidades subjetivas, o traducir La
Teora General en El Sr. Keynes y los Clsicos es como traducir
Shakespeare al francs o Moliere al ingls. (El mismo John Hicks lleg a
sentir algo as en sus ltimos aos. Vase Hicks 1974, p. 6 y Klamer
1989).
Peor. La prdida se multiplica por las distorsiones que tienen lugar
bajo la influencia de nuestras preconcepciones ideolgicas no
reconocidas. La ausencia de un mecanismo autorregulante para asegurar
el pleno empleo en La Teora General se convirti en la trampa de la
liquidez en El Sr. Keynes y los Clsicos para renacer como la sntesis
neoclsica de Samuelson y, finalmente, terminar sus das como una
anomala de acciones gubernamentales no anticipadas, insostenibles
en un mundo en el que toda la gente no puede ser engaada todo el
tiempo.
A este respecto, el destino de la teora de la satisfaccin proporciona
una advertencia. La respuesta de Herbert Simon (1955, 1956) a las
limitaciones de la episteme de la maximizacin en contextos del mundo
real era argumentar que la gente se concentra en encontrar soluciones
satisfactorias ms que ptimas. Pero traducida de techn a episteme,
la satisfaccin se converta justamente en otra forma de maximizacin,
una maximizacin extendida que tiene en cuenta los costos de procesar
informacin, de calcular los beneficios y los costos de cursos alternativos
de accin. Nos recuerda el destino de la rebelin contra el sistema de
castas en India. Los rebeldes fueron asimilados como nuevas castas
castas opuestas al sistema de castas.
Reconocer la importancia de la incertidumbre y el consecuente papel
de la satisfaccin har que algunos de nuestros ms caros problemas
desaparezcan silenciosamente. Los empresarios maximizan las
ganancias? Los hogares toman en cuenta las futuras cargas tributarias
implcitas en el gasto deficitario? Estas preguntas, razonables dentro
de la episteme de la economa neoclsica, sern consideradas
probablemente por futuros historiadores como el equivalente econmico
de la preocupacin escolstica por el nmero de ngeles que caben en
la cabeza de un alfiler. Una vez que se reconoce la preponderancia de la
incertidumbre en cualquier contexto intertemporal y la correspondiente
vaguedad de retornos y costos, es difcil ver estas u otras cuestiones
como algo ms que indicaciones de los lmites de esa episteme.
Reitero que mis objeciones a la economa como sistema de
conocimiento no impor taran mucho si los economistas nos
preocupramos realmente de la eleccin de los consumidores entre
duraznos y peras, o la eleccin de los productores entre soya y maz. El
modelo epistmico del comportamiento maximizador puede no ser fiel
a los procesos humanos reales de decisin en estos contextos, pero
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codicia, la corrupcin y la estupidez, los cambios en la prctica bancaria
que han acompaado al aseguramiento de las hipotecas deben
catalogarse como una de las causas de la crisis actual. El aseguramiento
requiere la epistemizacin del proceso de prstamo, la sustitucin de
un perfil estadstico del prestatario por el juicio de carcter y capacidad
de repago que el banquero local sola proporcionar. La tasa de
incumplimiento de hipoteca proporciona una medida ceteris paribus,
por supuesto de los costos de ignorar ese juicio. De hecho, el sacrificio
de la techn del banquero en el altar de la episteme no difiere en clase
del sacrificio de la techn del obrero industrial a la episteme que se
haca pasar como administracin cientfica (Marglin 1990), con prdidas
similares para la comunidad en conjunto.
Hay otro conjunto completo de lmites. Slo los Gary Beckers (1987)
y los Jack Hirschleifers (1985) dan voz a las tendencias imperialistas de
la episteme econmica, pero sospecho que un gran porcentaje de
nuestros hermanos economistas (un porcentaje mucho menor de
nuestras hermanas, pero sa es otra historia) abrigan una secreta
simpata por la idea de que la maximizacin de la utilidad es una clave
universal para entender el comportamiento humano.
La economa es imperial no slo hacia otras disciplinas de la
indagacin social obsrvese que me esfuerzo en evitar el trmino
ciencias sociales, un contrasentido si alguna vez hubo uno sino,
con igual o aun mayor importancia, hacia la cultura y la naturaleza.
Hay, en efecto, dos visiones de la cultura entre los economistas. En una,
la cultura es slo una delgada capa sobre una episteme comn de clculo
y maximizacin. Ignorando en los hechos las diferencias culturales, se
supone una naturaleza humana comn: la gente es igual en todo el
mundo y, por tanto, son como nosotros. De esta manera, igualitarismo
y universalismo degeneran en imperialismo cultural.
En esta visin, el campesino indio, orientado a la subsistencia, no es
menos calculador, no es menos competitivo que el agricultor comercial
norteamericano. El indio, no menos que el norteamericano, cree que la
mxima Cada hombre para s mismo y al diablo le toca lo ltimo es
un versculo de la sagrada escritura. De hecho, tropezndose con un
cultivador bengal de arroz, uno se imagina a un agricultor de trigo de
Kansas, un homo economicus luchando por maximizar su bienestar.
Sin embargo, sera engaoso sugerir que la economa es monoltica
en este respecto. Hay una segunda episteme que, lejos de minimizar las
diferencias culturales, enfatiza estas diferencias. El problema aqu es
que las culturas, implcita o explcitamente, son calificadas, junto con
ingreso y riqueza, en una escala lineal. Como el occidente es ms rico,
la cultura occidental es ms progresista, ms desarrollada. De hecho,
se ve al proceso de desarrollo como la transformacin de prcticas
culturales atrasadas, tradicionales, en prcticas modernas, las prcticas
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STEPHEN A. MARGLIN
una episteme de clculo y maximizacin a una techn de prudencia y
juicio.
La trasmisin la enseanza de la economa, cambiara tambin,
espero, si tomramos a la techn en serio. No sentiramos ms la
necesidad de imitar a las ciencias naturales presentando nuestra materia
como un espejo del mundo econmico. De esta forma podra crearse un
espacio para interpretaciones alternativas, el espacio que esperaba que
Growth, Distribution, and Prices [Crecimiento, Distribucin y Precios]
ayudara a abrir presentando las teoras keynesiana y marxiana como
epistemai alternativas. Los elementos subjetivos, interpretativos,
contextuales y emocionales podran ocupar un lugar legtimo en vez de
ser excludos.
La forma cmo innovamos podra cambiar tambin. Si tomramos a
la techn en serio sera difcil evitar leer a los clsicos, no como
curiosidades o para completar nuestra educacin general, sino como
fuentes de intuicin del funcionamiento de por lo menos las economas
de sus tiempos y lugares, y quizs de las economas de nuestro tiempo
y lugar. Sera ciertamente reinterpretar a los padres, pero no los
ignoraramos con la creencia errnea de que cualquier sabidura que
los viejos excntricos podran ofrecer ha sido incorporada desde hace
mucho a la episteme econmica. Recuerdo que una vez me quejaba
ante un colega menor que yo de que los estudiantes no lean ms a
Keynes. Imagnense mi embarazo cuando un silencio tenso me indic
que l tampoco lo haba ledo!
Finalmente, qu maravilloso sera que la legitimacin de la techn
condujera a un poco de pluralismo. Podra ser demasiado esperar, pero
no es imposible que el reconocimiento de los lmites del contexto de
tiempo, lugar y personas sobre la relevancia de las teoras y prcticas
econmicas podran inducir un poco de humildad, que nunca ha sido
una caracterstica notable de nuestra profesin (exceptuando a la
presente compaa). Tomar en serio a la techn podra llevar a una
economa ms bondadosa y gentil.
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PERDIENDO EL CONTACTO
189
III
MODERNIZACION,
AGRICULTURA Y
ECOLOGA
4.
HACIA LA DESCOLONIZA
ONIZACIN
LA
HACIA LA DESCOLONIZACIN DE LA MENTE
(1990)
E
n
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STEPHEN A. MARGLIN
Pero, que se entiende por desarrollo y modernizacin? Algunos podran
distinguir los dos conceptos viendo al desarrollo como un conjunto de
estados finales y a la modernizacin como el medio para alcanzar estos
estados finales. El desarrollo se puede definir, entonces, en diversas
formas. En un extremo, el desarrollo puede ser simplemente una extensin
de la idea de crecimiento, tomando en cuenta el aumento de la capacidad
para generar bienes de consumo y el progreso hacia una distribucin
ms equitativa conjuntamente con el crecimiento del consumo per se
(Little 1982). O bien, se puede definir el desarrollo en trminos de la
satisfaccin de necesidades bsicas tales como la alimentacin, el
vestuario, la vivienda, el cuidado de la salud y la educacin (Streeten y
asociados 1981). Alternativamente, se puede definir el desarrollo en
trminos de los niveles individuales de desempeo y capacidad (Sen
1988a).
Sin embargo, para nuestros propsitos son menos importantes los
objetivos que el proceso, de modo que es poco lo que ganaremos al
hacer la distincin entre desarrollo y modernizacin. Por supuesto,
incluso con un enfoque de procesos queda todava una diversidad de
puntos de vista acerca de lo que significan desarrollo y modernizacin.
Pese a ello, no nos equivocaremos mucho si colocamos lo siguiente
en la parte medular: en lo econmico, la industrializacin y la
urbanizacin, as como la transformacin tecnolgica de la agricultura;
en lo poltico, la racionalizacin de la autoridad y el crecimiento de
una burocracia racionalizadora; en lo social, el aflojamiento de las
ataduras impuestas y el surgimiento del logro como la base para el
avance personal; en lo cultural, el desencantamiento del mundo
(segn la terminologa de Max Weber), el crecimiento de la ciencia y
la secularizacin basada en la creciente capacidad de leer y calcular.
Estos diversos aspectos de la moder nidad no son vistos
simplemente como complementarios. Segn dice Daniel Lerner, un
prominente estudioso del desarrollo en las dcadas del 50 y 60, los
factores econmico, poltico, social y cultural estn tan fuertemente
asociados que es necesario preguntarse si son factores en alguna
medida genuinamente independientes sugiriendo que [en el pasado]
ellos marcharon juntos con tanta regularidad porque, en algn sentido
histrico, ellos tenan que ir juntos (1958: 438).
El punto de vista de Lerner no puede dejarse de lado como si fuera
una nocin fuera de moda. La teora de la modernizacin est viva y
coleando en nuestro propio tiempo, tal como muchas ideas que surgen
como pensamiento acadmico avanzado de una generacin, y que luego
reaparecen como sabidura convencional de la siguiente. En 1984, la
Comisin Bipartidaria de los Estados Unidos para Centroamrica (la
llamada Comisin Kissinger) anunci solemnemente su conviccin de
que se debe tratar simultneamente los objetivos polticos, sociales y
econmicos del desarrollo (US National Bipartisan Commission, p. 60),
194
PERDIENDO EL CONTACTO
195
STEPHEN A. MARGLIN
respuesta, un encuentro entre crticos externos de la modernizacin
intelectuales del Tercer Mundo, occidentales que provienen de
tradiciones filosficas alternativas, activistas polticos y las
innumerables personas que se resisten y se rebelan y defensores
que buscan consistentemente dirigir la atencin a las fortalezas del
paradigma de la modernizacin y rechazar, contener, explicar y, como
ltimo recurso, asimilar los desafos que ponen la mira en sus puntos
dbiles. Aunque siempre han existido los crticos externos, en los aos
recientes ellos han ganado una audiencia ms amplia por el titubeante
crecimiento en el Tercer Mundo, el surgimiento de problemas sociales
y econmicos dentro del propio Occidente y los problemas globales
del medio ambiente, la violencia tnica, la deuda externa y otros
aspectos relacionados con el crecimiento.
desarr
expansin
2. El desarrollo y la modernizacin como expansin de la eleccin: una
crtica
Pero quizs ponemos el caballo antes de la carreta. Incluso si
definimos el desarrollo y la modernizacin como procesos,
deberamos aceptar sin observaciones el supuesto de que estos
procesos la industrializacin, la transformacin tcnica de la
a g ricultura , la racionalizacin poltica, la meritocracia, l a
secularizacin y la propagacin de una perspectiva cientfica son
simples medios para alcanzar otros fines? No tendra mayor o igual
sentido concentrarse en la ampliacin de la eleccin y ver estos
procesos como nuevas posibilidades abiertas a medida que las
elecciones se amplan? Desde este punto de vista, podramos juzgar
a la modernizacin y el desarrollo como resultados del crecimiento y
no como precondiciones del mismo. El caso sera que el desarrollo y
la modernizacin reflejan una expansin de las posibilidades.
Difcilmente parecera controversial la deseabilidad de ampliar las
posibilidades. Pero, como lo ha sealado Amartya Sen, es factible
combinar dos razones separadas en un solo argumento, ya que la
expansin de la eleccin se puede considerar deseable tanto por
razones intrnsecas como por razones instrumentales (Sen 1987,
1988b). La expansin de la eleccin es intrnsecamente deseable si
se la evala por si misma, independientemente de las elecciones
realmente efectuadas, y es instrumentalmente deseable si se la valora
en razn de que permite la obtencin de posiciones preferenciales
que estn hasta hoy fuera del alcance de los individuos. En el primer
caso, la expansin de la eleccin es un fin; en el segundo, es un medio.
La diferencia entre los dos criterios radica en lo que podemos inferir
de las elecciones que efecta la gente. En particular, la eleccin de
nuevas alternativas (la moderna) en arreglos ampliados de elecciones
es una condicin necesaria para el mejoramiento del bienestar bajo
196
PERDIENDO EL CONTACTO
197
STEPHEN A. MARGLIN
determinar si se desea hacerlo, hasta que es muy tarde para cambiar
de curso.
U n e j e m p l o p u e d e s e r t i l . E l d e s a r ro l l o h a s i g n i fi c a d o
generalmente una creciente atencin hacia los bienes de consumo,
considerndolos como la fuente del significado de la vida. As, muchas
personas en el Occidente pueden escoger entre Buicks y Hondas,
pero pocos pueden escoger un trabajo significativo. Por la falta de
control sobre el proceso del trabajo y su producto, la mayor parte de
nosotros no puede darle a su trabajo mayor significado que el del
cheque de pago al final de la semana. Una parte an menor podra
reclamar que su trabajo tenga un significado social trascendente.
Por contraste, en otras pocas el ms humilde trabajador en la
sociedad occidental pudo haber encontrado un profundo significado
como participante en, digamos, la construccin de una catedral, tal
como mucha gente en las sociedades no occidentales encuentran
regularmente un significado trascendente incluso en las actividades
diarias. El contraste existente entre la labor de tejedor en un pequeo
pueblo indio y el trabajo en la sociedad occidental contempornea
(Marglin 1990) ampla este tema.
Tomemos otro ejemplo: el cuidado de los ancianos. Nuestros padres
pueden tener un amplio campo de eleccin cuando acuden a los
establecimientos para el cuidado de ancianos; pero, cuntos de ellos
pueden escoger la opcin de pasar sus ltimos das en sus propias
casas? Nosotros, personas de mediana edad, que vivimos en familias
nucleares o hasta subnucleares, difcilmente tenemos tanta libertad
para retener a nuestros ancianos padres en casa como la tienen los
integrantes de las sociedades tradicionales para llevar a sus padres a
un asilo. Incluso si deseamos proporcionar lo necesario para que
nuestros padres permanezcan en casa, carecemos de una estructura
familiar que nos permita darles el cuidado adecuado.
Se reconocer que el nfasis en la eleccin genera preguntas acerca
de las transformaciones sociales ms bsicas que ha producido la
modernizacin. Consideremos la emancipacin poltica de los
campesinos atados a la tierra, cuya labor fue tradicionalmente fijada
por una indescriptible mezcla de poder y costumbre, y cuya
recompensa fue una parte de la cosecha. El cambio de situacin de
los campesinos a la de trabajadores asalariados libres ha extendido
sus posibilidades de eleccin? S y no. La nueva situacin permite a la
gente buscar ocupaciones no tradicionales y vender su fuerza laboral
a cualquier precio que el negocio permita. Pero con la libertad de
contrato surge una nueva vulnerabilidad respecto a las fuerzas del
mercado. Supngase que una sequa, una excesiva lluvia, o cualquier
otra calamidad, natural o provocada por el hombre, perjudica la
cosecha. Los campesinos, libres pero sin tierra, se vern afectados
no solamente por la disminucin de la cosecha, sino tambin por la
198
PERDIENDO EL CONTACTO
199
STEPHEN A. MARGLIN
primeros son ms baratos y ms durables que los segundos. Pero si
disminuye el mercado local para depsitos hasta el punto que a los
artesanos lugareos ya no les es posible proseguir, no solamente
quedarn adversamente afectados los alfareros sus posibilidades
de eleccin ciertamente se reducirn sino que los lugareos, que
podran haber continuado apoyando a los productores locales,
encontraran tambin que sus posibilidades de eleccin han
disminuido.
Desde un punto de vista ms amplio, la comunidad ntegra podra
ser ms pobre despus que desaparezca el conocimiento de los
alfareros. Es probable que esta prdida de conocimiento no sea
reversible incluso si los gustos, la economa o la ecologa invierten la
preferencia por la arcilla y el plstico. Como nos lo record el filsofo
Ber nard Williams, la fuerza de este ejemplo no se limita al
conocimiento tecnolgico. El conocimiento tico tradicional (y
podramos aadir el esttico) tambin podra quedar excluido por lo
moderno (1985: 167).
En resumen, el argumento de que el crecimiento expande el campo
de las elecciones falla en cuanto a tomar adecuada cuenta de las
muchas razones por las cuales el crecimiento elimina algunas
posibilidades de eleccin al mismo tiempo que aade otras. Entonces,
no se puede interpretar el crecimiento de las instituciones modernas
en el Tercer Mundo como evidencia de la expansin de los conjuntos
de elecciones posibles, o como la revelacin de las preferencias de lo
moderno sobre lo tradicional.
desarr
coercin
3. El desarrollo como coercin
Hasta ahora hemos asumido implcitamente que las restricciones
que fijan las prioridades de las elecciones son los resultados de fuerzas
impersonales como las que operan a travs de los mercados. Los
factores externos, tales como la lluvia cida, son los subproductos de
la produccin y del consumo ms que manifestaciones de una
conspiracin orientada a privarnos de un medio ambiente
ecolgicamente sano. Nadie trata deliberadamente de disolver la
familia hasta el punto de que no haya en casa espacio para los
ancianos.
Pero el proceso de desarrollo incluye ms coercin de la que puede
verse. Quienes tienen un punto de vista instrumental de la libertad
podran aceptar esta coercin como algo que conduce tarde o
temprano a una mayor satisfaccin. Como ellos dicen, no se puede
hacer una tortilla sin romper algunos huevos. Pero para quienes creen
que la libertad es intrnsecamente deseable, sern ms perturbadores
los atentados contra la autonoma de los individuos y de los grupos
locales perpetrados en nombre del desarrollo y la modernizacin. Por
200
PERDIENDO EL CONTACTO
201
STEPHEN A. MARGLIN
de tela producidos, una vez que la gente queda reducida a fines
cuantificables, es difcil para las autoridades (o para cualquiera) tomar
su libertad seriamente.
La pregunta abierta en todo esto es si la cosificacin est construida
dentro de la propia idea de desarrollo o si es ms bien una patologa de
la transformacin tecnolgica. Apffel Marglin argumenta en favor de la
primera posicin, por lo menos en la concepcin de los programas de
vacunacin efectuados en la India independiente. Desde su punto de
vista, la cosificacin de una poblacin objetivo es inherente a la oposicin
binaria enfermedad versus salud. El lenguaje militar del programa de
erradicacin es ms que un conjunto de metforas desafortunadas, es
inherente a la propia estructura del proyecto. Definiendo la salud como
la ausencia de enfermedad, resulta ser la enfermedad un absoluto
negativo y un objetivo para la erradicacin. Apffel Marglin contrapone
esta concepcin con la concepcin nativa hind en la cual la salud y la
enfermedad estn representadas conjuntamente por la misma diosa.
Desde el punto de vista hind, la enfermedad es un desequilibrio; ningn
factor puede ser completamente negativizado y calificado por ello como
materia de erradicacin. Ms an, la enfermedad es la propia fuente de
la regeneracin, de la nueva vida. La enfermedad es una parte necesaria
del proceso cclico.
Apffel Marglin argumenta que junto con la dicotoma saludenfermedad va la oposicin de sujeto y objeto. Alojando en su interior
un virus moribundo, la poblacin objetivo se convierte en un objeto
legtimo de las actividades del aparato mdico estatal. La cosificacin
de las poblaciones objetivo se liga as con las estructuras conceptuales
especficas del occidente, que son las que se apoyan en la oposicin
binaria exclusiva o el uno o el otro. La coercin entra en juego en
modos an ms sutiles. Arjun Appadurai (1990) examina los efectos
de la comercializacin de la agricultura en un villorrio de la India
Occidental. A primera vista, la comercializacin es una de las
innovaciones que se aaden simplemente a las posibilidades
disponibles: ningn agricultor est obligado a producir para el
mercado, a adoptar nuevos mtodos de cultivo, a cambiar su mezcla
de sembros. Sin embargo, la realidad es ms compleja de lo que
sugiere esta imagen color de rosa . En la mayor parte de la India, la
irrigacin peridica tiene una importancia crtica para el xito de la
agricultura, y este es el caso del rea que estudi Appadurai. Pero el
cambio de una orientacin de subsistencia a una orientacin comercial
cambia dramticamente la forma en que est organizada la irrigacin.
Bajo una agricultura de subsistencia, el arreglo tpico era que varios
agricultores compartieran un mismo pozo. Compartir los riesgos
inherentes al abastecimiento de agua fue parte de la cohesin social
de la aldea. Con la comercializacin, surge una actitud ms
individualista que socava la cohesin social en numerosas formas, de
202
PERDIENDO EL CONTACTO
203
STEPHEN A. MARGLIN
este respecto, las relaciones del poder colonial han dejado un
importante legado. En el perodo colonial, el dominio poltico del
Occidente promovi los valores y las actitudes occidentales. Pero las
restricciones psicolgicas sobre la eleccin continuaron a pesar de
la formal transferencia de soberana en el perodo de la posguerra.
La adopcin de los valores occidentales por las elites indgenas
occidentalizadas dispusieron las cosas contra la tradicin. Es de poca
ayuda expresar los valores occidentales como conceptos universales
que traspasan las barreras culturales. Todo lo contrario: el rechazo a
reconocer la fuente cultural del sesgo en favor de la modernizacin
hace an ms difcil defender la tradicin.
La
4. La libertad como una construccin cultural
Estos sesgos culturales son particularmente engaosos cuando
estn asociados a las ideas acerca de la libertad. Hasta ahora hemos
aceptado provisionalmente la idea de que la expansin de las
posibilidades de eleccin es deseable por razones tanto instrumentales
como intrnsecas, y hemos criticado el desarrollo sobre la base de
que la eleccin est de hecho disminuida en algunas dimensiones y
expandida en otras. Pero ha llegado el momento de identificar los
sesgos culturales que subyacen en los fundamentos, tanto
instrumentales como intrnsecos, de la libertad de eleccin y de elevar
la expansin de la eleccin a la posicin de un universal summum
bonum.
Por otra parte, la justificacin instrumental de inferir la superioridad
de lo moderno sobre lo tradicional a partir de las elecciones que hace
la gente est viciada por la suposicin de que los valores que guan
las elecciones son invariantes respecto de los conjuntos de eleccin.
Incluso si los conjuntos de eleccin se amplan en todas las
dimensiones relevantes, debe reconocerse que las preferencias, que
es como a estos valores se les llama equvocamente, son endgenas y
cambian dramticamente durante el proceso de crecimiento. Si una
persona modernizada opta por una configuracin moderna de bienes
y prcticas sociales, ello arroja poca luz sobre la posicin de las
elecciones de la persona tradicional.
La valorizacin intrnseca de la libertad de eleccin podra parecer
ms resistente a la crtica, pues seguramente existe una gran
concordancia intercultural acerca de la indeseabilidad de la opresin.
Sin embargo, la opresin se define de modos tan diferentes que este
acuerdo difcilmente puede considerarse igual a un deseo comn de
libertad, en el sentido que tiene este trmino en el occidente, donde
la autonoma individual est considerada como la parte medular de
la libertad y las restricciones a la autonoma adquieren el significado
central de opresin. Esta propensin a universalizar una peculiar
204
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
el oscurantismo religioso e incluso la barbarie. Un indio admirador
de la ciencia occidental dijo al comienzo del siglo XX: Benares y Puri
[dos centros de peregrinaje para los hindes] tuvieron su da. Qu
hay en Benares aparte de toros gordos y monjes gordos? Qu hay en
Puri aparte del clera? (Har Dayal 1912: 48). Realmente pretendemos
defender la inmolacin ritual de las viudas en las piras funerarias de
sus esposos? O el vendaje de los pies? O la circuncisin femenina?
Iremos tan lejos como para defender el sacrificio ritual de las vrgenes
para evitar la ira de los dioses?
Hay muchos asuntos aqu, y sera bueno ordenarlos. Primero, est
la pregunta de lo particular y lo general, el papel de las creencias y
las prcticas especficas dentro de un todo cultural ms que en forma
aislada. Rpidamente se puede concordar en que el sacrificio de una
mujer joven en un altar, en una sociedad tradicional, es un hecho
brbaro, pero en si mismo no es ms brbaro que el sacrificio de un
hombre joven en un campo de batalla, en una sociedad moderna.
Tales prcticas deben ser comprendidas en su contexto como parte
de un todo cultural. Pero si es el todo cultural el que est en cuestin,
no debemos dejar que lo particular sea excusa para un ataque
indiscriminado: la circuncisin femenina no debera ser un pretexto
para calificar a las culturas africanas de atrasadas, o la inmolacin
de una viuda un pretexto para proclamar la inferioridad de la cultura
tradicional hind.
Pero, no podemos por lo menos insistir en la superioridad de lo
moderno sobre lo tradicional en trminos de la base epistemolgica
de los dos sistemas? No podemos distinguir la prctica basada en la
creencia legtima de la prctica basada en la supersticin? Y si
podemos considerar que la creencia es falsa, no podemos considerar
que la prctica es errnea, o por lo menos una supersticin
oscurantista? Obsrvese, en primer lugar, que este enfoque requerira
que tratemos a la circuncisin femenina con ms simpata si tiene
sus races en un sistema conscientemente calculado por el cual los
hombres controlan la sexualidad femenina, y con menos simpata si
el hecho se fundamenta en la creencia de que las mujeres no
circuncidadas tienen descendencia de inferior cualidad. En el primer
caso, aunque podramos condenar a la premisa de la prctica y a la
prctica misma, no podramos estar en desacuerdo con la lgica que
conecta a la prctica con la premisa. En el segundo caso, es objetable
precisamente el proceso de pensamiento no cientfico. Podramos
condenar la prctica en ambos casos, pero la concepcin especfica
de la dignidad humana y de la igualdad que entran en juego en el
primer caso debera ser reconocida como culturalmente contingente
en tal forma que la crtica de la verdad cientfica apropiada para la
segunda no lo es.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Ah, pero si usted cambiara sus creencias? Ah, si usted cambia
sus creencias los aztecas ya no sern aztecas. Precisamente, lo que
interesa es el poder que tiene la creencia para afectar al mundo, de
modo que nada valdr modificar el experimento mental para eliminar
este factor. Es precisamente la creencia la que crea la necesidad del
sacrificio. El sacrificio es eficaz dentro de un marco particular porque
la gente cree en ello. Por contraste, el mundo natural no tiene seis mil
aos de antigedad a pesar de quienes pueden creer en ello. As, las
proposiciones tales como los dioses requieren sacrificios humanos
son culturalmente contingentes en una forma en que no lo son las
proposiciones tales como la tierra es plana: no hay manera de medir
su verdad o falsedad al margen de las creencias de la gente; es como
si la tierra se preocupara de que usted o yo pensemos que ella es
plana o que tiene una antigedad de seis mil aos.
Regresemos ahora al caso de la circuncisin femenina. Luego de haber
reconocido el poder de la creencia, desaparece la distincin que hemos
hecho entre la defensa cientfica y la no cientfica de esta prctica.
Muy aparte de la posibilidad muy real de que la circuncisin femenina
pueda ser simultneamente defendida (cientficamente) como un
sistema de control de la sexualidad femenina y (no cientficamente)
como un sistema de eugenesia, la defensa no cientfica puede ser tan
bien fundamentada empricamente como cualquier proposicin de la
ciencia occidental: si los padres, tos, tas, abuelos -por no mencionar a
un grupo social ms amplio- creen que los hijos de las mujeres no
circuncidadas son inferiores, estos desafortunados nios pueden ser
relegados de un modo que confirme su inferioridad.
Sera errneo pensar que el poder de la creencia es una
caracterstica de la sociedad tradicional, de la cual nos hemos librado
por la modernizacin. He argido (Marglin 1984, 1987, 1990, Marglin
y Bhaduri 1990) que no se puede comprender a los trabajadores de
la sociedad capitalista moderna sin comprender el poder de la
creencia. Por cierto, la ms permanente contribucin de John Maynard
Keynes a la economa del siglo XX puede resultar ser su intuicin de
la construccin social de la realidad, particularmente en cuanto a la
forma en que la creencia es una intermediaria entre la ganancia y la
inversin. Desde el punto de vista keynesiano, la llave de la prosperidad
son los espritus animales (la frase es suya) de la clase capitalista.
Si los empresarios son optimistas y creen que las utilidades sern
altas, invertirn en una nueva planta y en su equipamiento para sacar
ventajas del alto nivel de utilidades. En este caso, la produccin y el
empleo sern altos y el crecimiento ser rpido, lo cual puede
expresarse con una sola palabra: prosperidad. Ms an, el nivel de
utilidades reflejar la prosperidad general, confir mando las
expectativas de los capitalistas y, al mismo tiempo, contribuyendo a
que exista un alto nivel de inversin que es la base de una accin
econmicamente exitosa. Se ha cerrado un crculo vir tuoso. Al
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
solamente comparto su punto de vista de que hay un dominio en el
cual se aplica una concepcin absoluta del mundo, sino tambin su
sospecha de que (desafortunadamente) ste no es el dominio en el
que tienen lugar la mayor parte de los desacuerdos e incomprensiones
interculturales. El comienzo de la sabidura en el dilogo intercultural
puede ser una apreciacin de los lmites del discurso atmico.
La
6. La diversidad cultural como riqueza global
Hasta ahora, el argumento a favor de la tradicin ha sido de carcter
negativo: las prcticas que al extranjero le parecen retrgradas,
irracionales, e incluso incoherentes, resultan tener lgica y eficacia
por s mismas. El oscurantismo no est en tratar de comprender esta
lgica y eficacia, sino en negar que puede ser el prejuicio de los
extranjeros el que origina las denominaciones tales como retrgrado.
Todava podra afirmarse que nada realmente valioso se ha perdido
en el proceso de modernizacin, aparte de lo que podra captar la
atencin del folclorista o del antroplogo. Pero el asunto raramente
es folclrico. Ms bien tiene que hacer con los trminos de cambio.
Tradicional no significa fijo e inmutable. La tradicin es dinmica y
construida activamente, excepto cuando se la congela artificialmente
en un molde arcaico. El asunto es la preservacin de un espacio para
una transformacin relativamente autnoma de las culturas indgenas,
no la preservacin de las culturas como sistemas estticos.
Esto cambia la pregunta bsica, pero no la responde. Todava sera
lcito preguntarse cul es el argumento a favor de mantener un espacio
donde las culturas tradicionales puedan cambiar en sus propios
trminos, y no en los del modelo occidental. La respuesta depende de
cul es el punto de vista que adoptamos. Desde el punto de vista de
aquellos cuyas culturas estn siendo socavadas por la modernizacin
en el modelo occidental, la pregunta puede parecer el colmo de la
arrogancia. Desde adentro, la necesidad de defender la propia cultura
puede producir ira y resentimiento cuando no se plantea la misma
pregunta a los occidentales. Porque ellas son nuestras puede ser
todo lo que una persona de adentro siente que basta decir en defensa
de las costumbres tradicionales.
Desde fuera, la defensa de la cultura tradicional debe ser ms
autoconsciente. Un paso en la direccin correcta es el reconocimiento
de que el actual dominio cultural de occidente no es el resultado de
una superioridad intrnseca de la cultura occidental, a menos que
uno defina la superioridad del ajuste cultural en trminos del poder
econmico y poltico, en lo cual el occidente ha sobresalido en los
ltimos quinientos aos.
Per o i n c l u s o a q u e l a rg u m e n t o e s a p e n a s c o nv i n c e n t e.
Preguntmonos, la racionalizacin y la secularizacin son
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
prcticas indgenas consideradas retrg radas, irracionales,
supersticiosas, oscurantistas o simplemente absurdas cuando se
las juzga en comparacin con las normas occidentales se ven de
modo ms positivo. Esto es incluso en trminos del criterio econmico
que no le da ningn peso al papel que tienen estas prcticas en el
mantenimiento de la integridad de la produccin cultural indgena.
Este es el caso, incluso en mayor grado, si se adopta una actitud
holstica.
212
PERDIENDO EL CONTACTO
213
STEPHEN A. MARGLIN
y cultural, se hubiera mostrado abierto a las crticas que surgan de
una perspectiva cultural diferente.
Appadurai (1990) investiga la transformacin de las tcnicas y las
relaciones en la agricultura india, que resultan de la reorientacin
de una agricultura de subsistencia a otra de produccin comercial.
Utilizando el archivo de los manuales de instruccin, escritos en el
siglo pasado con tono de exhortacin y en lengua indgena, y su propia
observacin de las prcticas contemporneas en un villorrio de la
India Occidental, Appadurai encuentra que la comercializacin tuvo
letales consecuencias econmicas y culturales. Por una parte, hizo
que los campesinos, especialmente los agricultores ms pobres,
corrieran ms rpido simplemente para quedarse en el mismo sitio.
Por otra, increment los riesgos individuales y los de la comunidad
entera. En tercer lugar, y esto es lo ms importante para Appadurai,
la comercializacin socav el orden social de la comunidad rural. Por
ejemplo, los ciclos agrcolas y rituales estuvieron antes entrelazados
mutuamente. Pero ahora, el ciclo agrcola sigue su propia lgica y
ritmo, y el calendario ritual se subordina a las exigencias de la
agricultura comercial. Adems, como resultado de la comercializacin,
la ayuda mutua que la operacin y el mantenimiento conjunto de los
pozos de agua requieren, se ven ahora como un costo y un riesgo ms
que como una afirmacin y expresin de los estrechos lazos que
vinculan a los aldeanos entre s.
Por qu los trabajadores occidentales se han adaptado ms
rpidamente que los trabajadores indios a un papel instrumental para
el trabajo? El presente autor (1990) sugiere que parte de la respuesta
puede encontrarse en las diferencias culturales. En el Occidente, el
trabajo tiene una larga historia de connotacin moral negativa,
par tiendo de la concepcin del trabajo como castigo por las
transgresiones de Adn y Eva, y la baja apreciacin que tena el trabajo
manual segn ciertas concepciones filosficas griegas. Por contraste,
en la concepcin hind, incluso un trabajador relativamente humilde,
tal como un tejedor, puede entrar en contacto con la divinidad, tal
como lo muestra un anlisis de los rituales, mitos y prcticas de una
comunidad contempornea de tejedores manuales en la India Oriental.
Adems, la cultura occidental sostiene que el conocimiento de los
trabajadores es de una categora inferior. Los trabajadores occidentales
estn disminuidos por su propia cultura en sus intentos de defender
su trabajo contra el proyecto de los patrones de obtener el control de
la produccin.. Una vez ms, la concepcin hind es diferente: las
actitudes ms plurales hacia el conocimiento proporcionan una base
cultural para defender el control de los trabajadores indios.
Ciertamente, estilo occidental de desarrollo y modernizacin se
han convertido en sinnimos de progreso, no porque esta trayectoria
de cambio social sea inherentemente superior, sino porque la crtica
214
PERDIENDO EL CONTACTO
8. Algunas lecciones
Diferentes autores sacan diversas lecciones de esta investigacin.
Banuri (1990) seala el camino hacia una sociedad econmica, poltica
y culturalmente descentralizada, para lo cual solamente se puede
efectuar un balance apropiado entre lo personal y lo impersonal en
unidades de escala relativamente pequea.
Apffel Marglin encuentra que las discrepancias entre las actitudes
occidental e india hacia la viruela y las tecnologas para tratar la
enfermedad indican la existencia de mayores diferencias culturales.
La actitud india presupone un balance ecolgico entre la gente y entre
la gente y la naturaleza. Del mismo modo en que la viruela fue
manejada con una profilaxis basada en una combinacin ritual y
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STEPHEN A. MARGLIN
emprica, as tambin debe ser tratada la naturaleza, e igualmente
debe hacerse con la sociedad humana y la totalidad del cosmos. Por
contraste, as como la vacunacin no es la base de la acomodacin
sino del control absoluto, as tambin se debe conquistar a la
naturaleza y a lo otro. Apffel Marglin ve en la erradicacin de la
viruela una metfora para la totalidad del proyecto cultural occidental,
volviendo al mito original judeocristiano en el cual se le da al hombre
(sic!) el dominio de la naturaleza. Desde su punto de vista, este
proyecto es un modelo para la represin ms que un modelo para el
desarrollo del Tercer Mundo.
Nandy y Visvanathan sacan la leccin de que las estrategias de
disentimiento y confrontacin estn modeladas ms por las realidades
del poder poltico que por la relacin del contenido intelectual de la
crtica al contenido de lo que est siendo criticado. Un desafo al
sistema mdico dominante debe ser tambin un desafo al dominio
cultural y poltico. El sistema dominante y las alternativas estn
incluidos en sistemas mayores de poder, valores y percepciones
culturales.
Appadurai se centra en el hecho de la reproduccin de la
comunidad, y sugiere una lnea argumental que va mucho ms contra
el carcter de la poltica de desarrollo vigente. Desde el punto de
vista de Appadurai, la intrusin del mercado en la agricultura es de
utilidad dudosa, incluso en el campo econmico, una vez que se
reconoce que la economa incluye no solamente el tamao de la torta
sino tambin la forma en que debe ser partida, y cuan vulnerable es a
los golpes externos. Pero, poniendo la economa aparte, esta intrusin
es inconveniente porque amenaza al propio fundamento de la
comunidad, la red de interaccin social y las relaciones que Appadurai
llama socialidad. Desde este punto de vista, puede esperarse que la
economa de mercado devore a la cultura tradicional si se deja que el
proyecto de comercializacin quede librado al juego de las fuerzas
del mercado. La dificultad de mantener la socialidad est dada por
su situacin como una externalidad que nadie toma en cuenta para
determinar el comportamiento de l o de ella en un contexto atomstico
e individualista.
Finalmente, una leccin principal obtenida al comparar el trabajo
en la India y en occidente es la luz que proyecta sobre todos los
proyectos de transformacin social cuyo centro es la organizacin del
trabajo. Para que el trabajo sea el principio organizativo de una
sociedad decente debe ser significativo, y para que ello ocurra debe
estar incorporado en un sistema de valores que le asigne al trabajo
un propsito final, distinto de su propsito instrumental; o bien, debe
otorgarse suficiente respeto al conocimiento del trabajador para darle
al trabajador el espacio cultural que necesita para crear su propio
significado a partir de su trabajo. Ambos atributos se encuentran en
216
PERDIENDO EL CONTACTO
217
STEPHEN A. MARGLIN
Finalmente, otro punto de inters es el tema de la fuerza. Hay
ejemplos que van desde la coercin de mano dura de los vacunadores
paramilitares contra la viruela (Apffel Marglin 1990), hasta la sutil
coercin en la comercializacin de la agricultura. Apffel Marglin ha
planteado la pregunta de si la causa fundamental de la negacin de la
libertad es una disposicin hacia la cosificacin enraizada en la
oposicin binaria del tipo una cosa o la otra. Aqu no se intenta
aclarar este punto o incluso formular una proposicin conciliatoria,
pero es conveniente notar la ubicuidad de las oposiciones binarias en
los aspectos de la cultura occidental que se encuentran en la literatura
crtica del desarrollo.
El postulado de Banuri (1990) acerca de la impersonalidad se puede
interpretar como la afirmacin de que la cultura occidental plantea
una oposicin binaria entre lo personal y lo impersonal: se privilegia
lo impersonal y se lo define como la ausencia de lo personal. Banuri
no argumenta a favor de una inversin de esta oposicin a favor de lo
personal, sino en pro de un nuevo modo de relacin entre los dos,
una nueva forma que sea no excluyente, no jerrquica y sensible al
contexto.
Para el argumento de Nandy y Visvanathan es tambin muy
importante una oposicin binaria entre la salud y la enfermedad. Como
en el anlisis de Apffel Marglin, la oposicin entre la enfermedad y la
salud sirve de escenario para una dicotoma sujeto-objeto que tiene
consecuencias funestas para el paciente.
Appadurai compara brevemente el tradicional lenguaje de medida,
sensible al contexto, de los campesinos de Maharashtra con el uso,
por el nuevo sistema, de unidades de medida libres de contexto.
Relaciona el lenguaje sensible al contexto que usan los campesinos
para medir, con la conexin integral entre socialidad y actividades
econmicas, en contraste con la exclusin de la socialidad en el nuevo
sistema.
Marglin (1990) argumenta que la devaluacin absoluta del
conocimiento de los trabajadores en las culturas occidentales es
central para la relativa aceptacin en los modos represivos de la
organizacin del trabajo. Esta devaluacin absoluta del conocimiento
de los trabajadores y la preferencia por una forma de conocimiento
universal y despersonalizada presuponen que estas dos formas estn
relacionadas en una forma jerrquica y excluyente, del tipo o lo uno
o lo otro.
La especificidad cultural de las oposiciones binarias excluyentes
es as un tema recurrente en los ltimos autores citados Los puntos
de vista son completamente opuestos a una justificacin del desarrollo
como la que hace Lewis, segn la cual el crecimiento econmico... le
da al hombre control sobre su entorno ambiental, lo cual aumenta su
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
impersonalidad y por su insistencia en la deduccin lgica de axiomas
evidentes por s mismos como base nica del conocimiento, sino
tambin por su nfasis en el anlisis, su afirmacin de que el
conocimiento debe estar articulado para existir, su pretensin a la
universalidad, su naturaleza cerebral, su orientacin hacia la teora y
la verificacin emprica de ella, y su singular mezcla de igualitarismo
dentro de la comunidad de conocedores y de superioridad jerrquica
respecto de los forneos. A este sistema se le llama episteme.
Por contraste, el conocimiento del trabajador llamado techn
no es solamente personal, y difiere de la episteme en otras formas
fundamentales. Las fuentes de conocimiento de una techn varan
entre la intuicin y la autoridad; la techn desafa a la descomposicin
analtica de la episteme; con ms frecuencia es implcita que
articulada. Reconociendo los lmites de contexto, no pretende ser
universal; es tctil y emocional donde la episteme es cerebral; es
prctica ms que terica, y est relacionada con el descubrimiento
ms que con la verificacin; y, finalmente, la techn invierte las
relaciones de poder de la episteme: es internamente jerrquica pero
externamente plural.
Desde mi punto de vista, la adaptacin del trabajo al capital en la
cultura occidental se debe en mucho a la subordinacin sistemtica
de la techn a la episteme. El problema es que los trabajadores, al
compartir los valores dominantes de su cultura, comparten tambin
la devaluacin de su propio conocimiento. Ms tentativamente surge
la pregunta de si la cultura hind es ms abierta en este aspecto
(Marglin 1990). Los sistemas no-brahmnicos de conocimiento (lase
techn) pueden estar o no estar subordinados jerrquicamente a los
sistemas brahmnicos (lase episteme). Si estn subordinados, ni
siquiera los propios brahmines aspiran al equivalente de lo que es
una rutina en el occidente; a saber, la negacin de un lugar para la
techn, la insistencia en la reduccin de la techn a la episteme como
condicin de la existencia del conocimiento.
Qu sucede en el encuentro entre el sistema dominante de
conocimientos del occidente la episteme, con los sistemas
tradicionales de conocimiento las technai de la India?. Para Banuri,
Apffel Marglin y para Nandy y Visvanathan, el problema central del
encuentro es la pretensin imperialista a la universalidad hecha en
nombre de la episteme occidental y la total incapacidad de sus
adherentes para juzgar a los sistemas rivales excepto con desprecio,
e incluso la incapacidad para considerar la existencia de sistemas
competidores. Otros sistemas de conocimiento, particularmente
cuando estn incorporados en el mito y en el ritual, se convierten en
supersticin, que es la propia anttesis del conocimiento. Para los
sistemas indgenas, el encuentro es a menudo fatal porque la suprema
confianza de las elites occidentales u occidentalizadas en su
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PERDIENDO EL CONTACTO
221
STEPHEN A. MARGLIN
la opresin y al abuso del poder que invoca a la tradicin para
justificarse.
Es precisamente para preservar la opcin de crecimiento orgnico de
las culturas no occidentales que somos crticos de la deferencia conferida
a los sistemas occidentales de conocimiento, particularmente a la
episteme occidental, medio siglo despus de que comenz el proceso
de desmantelamiento de los sistemas imperiales occidentales. Vemos
esta deferencia como un importante obstculo al incremento de poder
de los pueblos no occidentales y tambin, ciertamente, de los pueblos
occidentales. La siguiente etapa de la descolonizacin, la descolonizacin
de la mente, requerir una reevaluacin tanto de las culturas occidentales
como de las no occidentales, y el encuentro entre ellas. Esta reevaluacin
ya se est realizando. Pretendemos que estas pginas sean una
contribucin para conseguir ese fin.
Hemos indicado que no es nuestra intencin cuestionar el
crecimiento de la produccin y el consumo de bienes materiales;
tampoco criticamos las tecnologas que trajeron abundancia material
al occidente. Ms bien, nuestra crtica es contra la imposicin cultural
y poltica con que se presentan estas tecnologas al Tercer Mundo.
Luego de haber reconocido que la amenaza a las culturas indgenas y
el objetivo real de la oposicin popular movilizada a la luz de esta
amenaza es la imposicin, ms que la tecnologa en si, entonces se
abre una posibilidad de separar, de desacoplar las tecnologas de sus
encarnaciones.
Formularemos la hiptesis de que tal desacoplamiento puede traer
beneficios materiales junto con beneficios culturales. Por ejemplo, si
los varioladores hubieran ofrecido la vacunacin como una versin
mejorada de su tecnologa tradicional (lo cual es un hecho histrico,
pero no el punto central para los actuales propsitos), podra haberse
controlado satisfactoriamente la viruela, dentro del marco cultural
tradicional, con mayor rapidez y a menor costo que los obtenidos
haciendo a la vacunacin parte de una confrontacin cultural entre el
Oeste y el Este, entre lo moderno y lo tradicional.
Sin este desacoplamiento es difcil ver cmo el crecimiento de los
estndares materiales de la vida pueden ocurrir sin la modernizacin
siguiendo el modelo occidental. Y no debemos tener ilusiones acerca de
la inevitabilidad de la bsqueda de crecimiento, independientemente de
las diferencias que podamos tener sobre sus posibilidades. Nadie, ni
siquiera los ms escpticos de nosotros, pondr en duda la necesidad
de alimentar al hambriento y vestir al desnudo, necesidad que fue
reconocida mucho antes de que el crecimiento llegara a dominar la
agenda econmica del Tercer Mundo. Cualesquiera sean nuestros reparos
acerca de la necesidad o de la utilidad de los radios, televisores,
motocicletas y otros artefactos de este gnero, la divisin entre lo
necesario, lo simplemente til y el lujo dispendioso no es algo que nos
222
PERDIENDO EL CONTACTO
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224
PERDIENDO EL CONTACTO
225
5.
GRICULT
SEMILLERIST
AGRICULTORES, SEMILLERISTAS Y CIENTFICOS:
Sistemas Agrcolas y Sistemas de Conocimiento
(1996)
AGRICULTURA
ALT
A. AGRICULTURA DE ALTA TECNOLOGA
Triunfo
1. Triunfo de la ciencia o desastre en gestacin?
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desarrolladas en Mxico en los 50 fueron la base para los ms grandes
xitos productivos de la Revolucin Verde, no nicamente en Mxico
sino en la regin del Punjab de la India y Pakistn. Mientras tanto, el
Instituto Internacional de Investigacin del Arroz en las Filipinas (IRRI),
inaugurado en 1960 como una inversin compartida (joint venture) de
las Fundaciones Ford y Rockefeller, comenz a hacer por el arroz lo que
el ganador del premio Nobel Norman Borlaug y sus colegas haban hecho
por el trigo en Mxico. El hilo comn fue la sntesis de nuevas variedades
que bajo condiciones favorables respondan a altas dosis de fertilizantes,
superando significativamente el rendimiento de las variedades que los
agricultores haban desarrollado en milenios de experimentacin.
Hacia la poca en que los Estados Unidos entraron en la
Segunda Guerra Mundial, el maz hbrido era claramente un xito,
pero este xito era nicamente el comienzo. Luego de haber
dominado los principios, se poda manipular el maz con varios
fines. Ya en 1925, Henry A. Wallace destacaba en las pginas del
Wallaces Farmer (El Agricultor de Wallace) que la uniformidad de
los hbridos desarrollados de variedades puras las volvan
apropiadas para la cosecha mecnica (Crabb, 1947: 172),
caracterstica que guiara a los cultivadores en los aos venideros.
Pero la demostracin ms dramtica de las posibilidades de la
hibridizacin surgi cuando la industria del fertilizante nitrogenado
alcanz su mayora de edad como derivado de la produccin de
municiones durante la Segunda Guerra Mundial. Las variedades
de polinizacin abier ta respondan al nitrgeno slo hasta cierto
punto; ms all de este punto las plantas se volvan, por decirlo
as, demasiado grandes y caan (se acamaban, en la jerga),
haciendo la cosecha ms difcil y exponiendo a las plantas a
posibles daos por la lluvia y el g ranizo. Las races podan
for talecerse y los tallos acor tarse por reproduccin selectiva,
ampliando considerablemente el lmite de respuesta al nitrgeno
e incrementando la densidad ptima de siembra. Sucesivas
generaciones de hbridos fueron sembradas ms densamente y
con ms fer tilizante, y los rendimientos continuaron creciendo
(Duvick, 1984).
A medida que la aat norteamericana se transformaba en la Revolucin
Verde, se continu empleando el mismo principio de seleccin. La sntesis
de lneas que podan aceptar grandes dosis de fertilizante nitrogenado
sin acamarse fue crucial para la estrategia del programa del trigo y
del arroz. La expansin del consumo de fertilizante en el Tercer Mundo
a una tasa anual del 12.4 por ciento entre 1960 y 1975 y 7.1 por ciento
en la siguiente dcada atestigua la dimensin de esta tentativa
(Alexandratos, 1988: cuadro 4.6). La expansin de la produccin de
trigo, primero en Mxico, luego en Pakistn y el Noroeste de la India, y
de la produccin de arroz en Indonesia, es testimonio del xito de esta
estrategia bajo condiciones favorables.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Edward Oasa y Bruce Jennings (1982), Jennings (1988), Jack
Kloppenburg Jr. (1988), y Robert Anderson, Edwin Levy y Barrie Morrison
(1991) desarrollaron esta temtica arguyendo que la poltica y la
economa moldean la aplicacin de la ciencia, ya sea que los cientficos
estn o no conscientes de ello, y que los sesgos institucionales de las
fundaciones privadas en la avanzada de la Revolucin Verde eran
perfilados por los intereses polticos y econmicos de las sociedades en
las que aqullos se encontraban afincados.
El presente ensayo que tiene dos partes, toma libremente prstamos
de todas estas crticas anteriores. La primera parte, en particular, que
intenta equilibrar los aspectos positivos y negativos de la aat, es una
variacin sobre temas introducidos por Anderson et al., Jennings,
Kloppenburg y Oasa y Jennings. La novedad est en el nfasis en el
conocimiento que subyace a la agricultura, especficamente en la
interaccin entre la episteme de los expertos y la techn del agricultor
en diferentes sistemas agrcolas.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
entre otras cosas, la mayor disponibilidad de alimentos habra
disminuido casi ciertamente la mortalidad infantil. Esta endogeneidad
secundaria es consistente con la exogeneidad primaria agua potable
limpia, vacunacin y cosas similares a la cual los Norman Borlaugs
del mundo se ven a s mismos respondiendo.
Pero hay otro sentido, ms primario, en el que el crecimiento
poblacional puede ser endgeno. Es posible que el proceso mismo
de desarrollo haya precipitado la explosin demogrfica. En todas
partes el desarrollo ha significado la masiva destruccin de las
instituciones locales, pero conocemos muy poco acerca del impacto
de este asalto en el crecimiento poblacional. Estas dislocaciones
pueden haber tenido tanto impacto en la poblacin como en el
mejoramiento material de los niveles de vida. Sera sorprendente, en
efecto, que los mtodos tradicionales de control de la natalidad fueran
los nicos sobrevivientes de la destructiva modernidad. Si el
crecimiento poblacional es consecuencia de la destruccin de las
instituciones indgenas de control, y la destruccin es causada por la
modernizacin basada en el modelo occidental, entonces el argumento
de sustitucin pierde evidentemente gran parte de su fuerza.
Las dos ltimas dcadas han sido indulgentes con el argumento de
compra de tiempo de Borlaug. En algunas regiones del Tercer Mundo
las tasas de crecimiento poblacional han cado ostensiblemente y, an
ms, stas son regiones en las que el crecimiento agrcola, gracias a la
Revolucin Verde, ha sido vigoroso. Asia y Amrica Latina han
experimentado significativas reducciones en la fertilidad total (el nmero
de nios nacidos en promedio a cada mujer) en el cuarto de siglo entre
1965 y 1990, y ambas regiones han experimentado tambin tasas
relativamente altas de crecimiento agrcola entre 1965 y 1980.
En contraste, el Africa subsahariana ha tenido una tasa mucho
ms baja de crecimiento agrcola y una baja mucho ms pequea en
la fertilidad total para los mismos perodos. La nica excepcin para
este patrn es el Medio Oriente y el Norte de Africa, donde el producto
agrcola ha crecido rpidamente pero la cada en fertilidad ha sido
modesta (Banco Mundial, 1992, Indicadores del Desarrollo Mundial:
221 y 271, cuadros 2 y 27).
Podramos, sin embargo, tratar de ir ms all de la sabidura
convencional sobre la explosin demogrfica, ms all de las mejoras
en salud pblica, medicina, etc. que comnmente tienen el crdito
de la aceleracin en el crecimiento poblacional de los primeros dos
tercios de este siglo. En efecto, es valioso considerar en qu medida
la explosin demogrfica es resultado de la modernizacin misma.
La destruccin de comunidades tradicionales, de la cual la
Revolucin Verde puede ser considerada responsable al menos
accesoriamente, puede tener ms responsabilidad de lo que
232
PERDIENDO EL CONTACTO
233
STEPHEN A. MARGLIN
lentamente y son mucho ms pequeas que la poblacin del Tercer
Mundo. Segundo, las ltimas dos dcadas habrn sido tiempo prestado
ms que comprado a no ser que la Revolucin Verde sea sostenible a
largo plazo, lo que justamente est en discusin entre Borlaug y sus
crticos. Si el crecimiento en el producto agrcola no puede ser
sostenido, entonces, de acuerdo a la propia lgica de Borlaug, la
miseria malthusiana habr sido pospuesta, no conquistada. Si los
logros de la Revolucin Verde prueban ser transitorios, ser Malthus
el que ra ltimo.
perdido?
3. Qu se ha perdido?
Un segundo logro ampliamente atribuido a la aat es que ha liberado
enormes cantidades de gente para el trabajo en la industria: Cada
agricultor norteamericano alimenta a 56 personas, proclamaba Earl
Butz, Secretario de Agricultura del gobierno de Richard Nixon en los
aos 70; 96 por ciento de la fuerza laboral norteamericana ha sido
liberada de la produccin de alimentos (citado en Berry 1977, p.
32).
Esta afirmacin invita a formular muchas preguntas. Primero,
presupone una respuesta a la pregunta que Wendell Berry hizo
inmediatamente al Secretario Butz: Liberada para qu? Para
trabajos industriales que ofrecen al trabajador nada ms que un
cheque de pago al final de la semana en recompensa por un trabajo
que es aburrido, inutilizante, y lo peor de todo sin sentido
(Marglin, 1990)?
Paradjicamente, el 4 por ciento que qued en la finca en los 70
(el porcentaje ahora es menos de 2) han sobrevivido mejor la
industrializacin de la agricultura que aqullos a los que la
industrializacin ha vuelto superfluos. Evidentemente, la expansin
de la aat implic no slo una nueva clase de agricultura, tambin
requiri una nueva clase de agricultor. En efecto una condicin de la
industrializacin y modernizacin de la agrotecnologa fue la
industrializacin y modernizacin de la psique del agricultor.
Lo que es tal vez menos obvio es que industrializacin y modernizacin
estuvieron ellas mismas fundadas en una transformacin tanto poltica
como psicolgica. La industrializacin y la modernizacin no podran
haber tenido lugar sin la destruccin de las instituciones polticas que
dieron forma y expresaron la existencia de la comunidad rural. En efecto,
desde finales del siglo XIX, la modernizacin y la industrializacin eran
vistas como un antdoto contra los movimientos polticos populistas
que peridicamente barrieron la Norteamrica rural como el fuego en
una pradera (Kimmelman, 1987: 23).
La lucha se centr principalmente en torno a la escuela local y a
la iglesia, que eran vistas por los mejoradores (mayormente urbanos)
234
PERDIENDO EL CONTACTO
235
STEPHEN A. MARGLIN
con esta eliminacin la destruccin de la base poltica y econmica
de los dueos de copias (aqullos cuyos derechos estaban basados
en copias de los registros de las cortes seoriales). En el lenguaje de la
poca cercar era equiparable con absorber, lo que equivale
aproximadamente a monopolizar: en efecto, la absorcin era el mayor
mal a los ojos de los crticos de la poca, ya que ste era un acto de
poder y agresin, sobre el que el cercar la tierra slo pona su sello
material. Al final del drama, los pequeos propietarios (comunales)
de la Inglaterra medieval y de la temprana modernidad se volvieron
los yeomen (pequeos propietarios individuales) y los trabajadores
sin tierra de la era moderna. Los primeros, unos pocos privilegiados,
permanecieron en la tierra como propietarios. Los segundos, con el
significado de su existencia erosionado, tal como fueron erosionados
sus lazos econmicos, polticos y sociales con la tierra, se convirtieron
en los primeros proletarios agrcolas y permanecieron en la tierra
para sufrir a sus amos. De ah haba slo un pequeo paso social
aunque grande geogrficamente hacia el ejrcito de reserva que
constituy la fuerza de trabajo para la industrializacin de Inglaterra
(Lazonick, 1974).
A. Richard Crabb, el hagigrafo del maz hbrido y de sus inventores,
innovadores y promotores, pens que al maz hbrido le corresponda
el crdito de haber ayudado a la transformacin del agricultor
norteamericano en un pasivo dependiente del complejo agroindustrial
(1947: 286).
El maz hbrido ha ayudado a desarrollar en los agricultores
una estructura mental receptiva. Cuando su agente distrital, la
estacin experimental del estado, una compaa de semillas, o
cualquier otra organizacin en la que tiene confianza, saca un
nuevo producto tal como una nueva cepa de avena hbrida, una
nueva seleccin de trigo, o incluso un nuevo pollo o cerdo hbrido,
este agricultor est inmediatamente receptivo, listo y dispuesto
a probar extensamente tales productos nuevos.
Liberty Hyde Bailey, especialista en injertos de plantas, apstol
de la ciencia agrcola, decano de la escuela de agricultura de la
Universidad de Cornell en los primeros aos de este siglo, y presidente
de la Comisin de la Vida Rural establecida por Theodore Roosevelt
en los ltimos meses de su presidencia, no slo anticip la intrusin
de los expertos en cada fase de la vida rural, sino que tambin vivi
lo suficiente para ver la transformacin sobre la que escribi Crabb.
Aunque era sensible a la importancia de la independencia en las
mltiples facetas de la vinculacin del agricultor con la tierra, Bailey
no vio al experto como una amenaza para esta independencia. En
efecto, poco despus que la Comisin de la Vida Rural presentara su
informe, Bailey describi con entusiamo el reino venidero del experto
(1911: 203; citado por Kimmelman, 1987: 360):
236
PERDIENDO EL CONTACTO
237
STEPHEN A. MARGLIN
extensionistas del gobierno para asistencia no slo en agricultura
sino en el cumplimiento de una mirada de regulaciones. Pero la suya
es una dependencia que al menos puede coexistir con una aspiracin
a la igualdad. Es, antes que nada, una dependencia mutua: el
empresario agrcola depende de los banqueros, de los proveedores y
del gobierno como productor en una compleja divisin social del
trabajo. No es exagerado comparar esta dependencia con la
interdependencia del carnicero, el panadero y el fabricante de
candeleros.
En segundo lugar, esta dependencia deja en manos del empresario
una parte del control del producto y una parte mayor del control del
proceso. El empresario se mantiene en un sentido bastante real como
su propio jefe, a cargo de sus actividades diarias. El puede no ser el
equivalente exacto del banquero o el burcrata, pero tampoco es el
subordinado de uno o del otro.
Esta es una situacin muy diferente a la del trabajador de la lnea
de montaje, del archivero, o del obrero manual, cuya dependencia
est marcada por la subordinacin y la inferioridad. En efecto, la
verdadera estructura del trabajo industrial que he expuesto (Marglin,
1974; 1979; 1984; 1990) refleja la meta del jefe y para estos
propsitos no importa si el jefe es un capitalista o un comisario
que es la de sustituir por el suyo el control del trabajador sobre el
proceso y el producto, para mantener mejor la dependencia y
subordinacin del trabajador a un sistema que no le proporciona
significado al trabajo (a no ser el significado instrumental del salario)
ni tampoco oportunidad alguna de usar el trabajo personal para crear
la propia significacin.
Trasplantada al exterior como Revolucin Verde, la aat ha tenido
consecuencias muy diferentes para el agricultor. El programa
Rockefeller nunca tuvo el xito que prevea en la produccin de maz
aunque estuvo muy inspirado por la revolucin del maz hbrido en
los Estados Unidos. Bajo las condiciones mexicanas, la hibridizacin
no fue capaz, en la prctica, de mejorar marcadamente lo que los
agricultores, particularmente la gran mayora cuyo maz era de
secano, eran capaces de lograr en base a su propia experimentacin
con variedades y materiales trados de fuera (Wellhausen, 1978: 801). Desde sus inicios, el Programa Agrcola Mexicano, que es como
se le llam al proyecto Rockefeller, puso su mayor atencin en el
trigo, sembro que en Mxico dispone de mucha irrigacin.
Pero sera un error poner demasiado nfasis en el lado tcnico del
relato, aunque no fuera por otra razn que, como veremos, el maz
hbrido tuvo xito en los Estados Unidos precisamente a causa de su
capacidad de resistir la sequa mejor que las variedades de
polinizacin abierta en el desastroso ao de 1934. En Mxico, el trigo
era ms dcil a la manipulacin no solamente por razones tcnicas,
238
PERDIENDO EL CONTACTO
239
STEPHEN A. MARGLIN
Dependiente y subordinado a los banqueros y burcratas, su
conocimiento de la tierra, del microclima y de otros aspectos de su
mundo de vida considerados obsoletos o irrelevantes por los
requerimientos de la estandarizacin construidos en la aat, el
campesino viene a parecerse crecientemente al trabajador industrial
que Adam Smith describiera en La Riqueza de las Naciones y Karl Marx
en El Capital. He aqu a Smith (1776: 734, 1958: p. 687):
En el progreso de la divisin del trabajo, el empleo de la mayor
parte de aqullos que viven del trabajo, o sea del gran conjunto
del pueblo, queda confinado a unas pocas operaciones muy
simples, frecuentemente una o dos. Pero el entendimiento de la
gran parte de los hombres est necesariamente formado por
sus empleos ordinarios. El hombre cuya vida entera se gasta en
la ejecucin de unas pocas operaciones simples, de las que los
efectos son tambin tal vez siempre los mismos o casi los mismos,
no tiene ocasin de ejercer su inventiva para encontrar formas
de resolver dificultades que nunca se presentan. Naturalmente,
pierde, por tanto, el hbito de tal ejercicio, y generalmente se
vuelve tan estpido e ignorante como puede llegar a ser una
criatura humana.
Y aqu est Marx (1867: p. 645):
En el sistema capitalista, todos los mtodos para elevar la
productividad social del trabajo se efectan a costa del trabajador
individual. Todos los medios para el desarrollo de la produccin
se transforman en medios de dominacin y explotacin de los
obreros; mutilan al trabajador convirtindolo en un fragmento
de hombre, lo degradan al nivel de apndice de una mquina,
destruyen cada residuo de encanto en su trabajo y convierten su
labor en un esfuerzo odioso. Alejan de l las potencialidades
intelectuales del proceso de trabajo en la misma proporcin en
q u e l a c i e n c i a e s i n c o rp o ra d a e n s t e c o m o u n p o d e r
independiente. Distorsionan las condiciones bajo las que trabaja,
lo sujetan durante el proceso a un despotismo odioso por su
falta de sentido. Transforman su tiempo de vida en tiempo de
trabajo, y arrastran a su mujer e hijos bajo las ruedas de la fuerza
irresistible del capital... en la proporcin en que el capital
acumula, la fortuna del trabajador, sea su paga alta o baja, tiene
que empeorar.
En forma similar, el agricultor del Tercer Mundo es empobrecido,
sin importar cunto pueda la aat aumentar sus ingresos econmicos.
Pero si el control es la medida, podra no estar lejos de lo correcto
decir que la industrializacin de la agricultura, que ha transformado
la agricultura norteamericana en empresa agrcola y a los agricultores
sobrevivientes en empresarios agrcolas, en el Tercer Mundo ha
transfor mado a los campesinos en proletarios agrcolas, tan
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
del 3 por ciento del total de energa usada en los EEUU (Lovins et al.,
1984: cuadro No. 2).
Estoy entre quienes creen que el lobo del agotamiento de
combustible fsil es real, pero creo tambin que lo lejos que podamos
mantener al lobo depende poco de cmo cultivemos. Se trata ms
bien de cmo vivimos nuestras vidas, del espacio que ocupamos (y
calentamos), de los autos que conducimos, etc. Ningn cambio en
las prcticas agrcolas traer cambios significativos en el panorama
de la energa.
Una segunda crtica a la aat se concentra en el agua, y la encuentro
mucho ms persuasiva que el argumento de la energa. La estrategia
de la aat, particularmente en su forma de exportacin, fue la de
concentrarse en cultivos que se desarrollan bien bajo condiciones
favorables (agua y fertilizantes adecuados, y proteccin de las plantas
contra enfermedades y plagas). Estas condiciones implican una
complementariedad considerable, pero el agua ha sido el sine qua
non de la Revolucin Verde. A principios de la dcada de 1980, ms
de la mitad del arroz y del trigo del mundo era ya producido en terrenos
con riego, y se espera que los porcentajes para stos y otros productos
subirn en el futuro prximo (Alexandratos, 1988: grfico 4.5).
Los problemas son mltiples. Las posibilidades de desvo de los
ros sin almacenar el agua se han agotado desde hace mucho, lo
mismo que las ms favorables ubicaciones para el almacenamiento
de agua superficial. Consecuentemente, los costos del agua superficial
se han elevado drsticamente en todo el mundo (Postel, 1989: 9-10).
Se ha incrementado tambin la oposicin a los grandes diques y
reservorios por parte de la poblacin local que sera desarraigada
por stos. Las napas de agua subterrnea han sido explotadas a ritmos
que estn muy por encima de su capacidad de recarga (National
Research Council, 1989: cuadros 2-9; Postel, (1989: cuadro 3)). No
nos estamos quedando sin agua, pero su costo est subiendo
dramticamente. Y sin suministros asegurados de agua, la aat, de
acuerdo a la forma como ha evolucionado en el pasado medio siglo,
no es una propuesta econmica, al menos no fuera de la zona
templada.
Muy aparte de la cuestin de la base de recursos, la aat ha sido
objeto de severas crticas por sus efectos sobre el medio ambiente.
La calidad del agua es un problema significativo. La contaminacin
del agua subterrnea y superficial con los residuos de los fertilizantes
y pesticidas es tal vez el ms lamentable aspecto (National Research
Council, 1989: 98-108), pero tambin produce alarma la descarga
de sedimentos y sales en los ros y otras vas de agua causada por la
erosin del suelo e incluso por la prctica normal de riego (National
Research Council, 1989; Postel, 1989: 15 ss).
242
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
La vulnerabilidad gentica es ms problemtica. Hubo casi un
desastre en 1970 en los EEUU. En aquel ao se descubri un
devastador ataque del polvillo de hoja en el 80 a 90 por ciento de la
semilla de maz en un rasgo gentico reproducido junto con una forma
particular de esterilidad masculina citoplsmica (cmsT), la cual
haba sido introducida para facilitar la hibridacin (Steele, 1978: 3738). Parece que, ms recientemente, ocurri en Indonesia una cuasi
prdida menos publicitada. En 1986, el riego y los pesticidas,
combinados con la estrechez de la base gentica de los nuevos cultivos
de arroz, favorecieron la presencia epidmica, casi desastrosa, de la
langosta caf (brown plant-hopper). El riego a lo largo de todo el ao
elimin la estacin de barbecho que sola romper el ciclo de vida de
la langosta caf, y los pesticidas hicieron ms dao a los predadores
y parsitos de la langosta que a la peste misma (Sterba, 1990: A10).
Finalmente, ningn resumen de los aspectos negativos de la aat
estara completo sin incluir siquiera alguna referencia a la voluminosa
literatura sobre los efectos distributivos de la Revolucin Verde.
Aunque los entusiastas han defendido siempre la neutralidad a escala
de las prcticas agrcolas de la Revolucin Verde, los crticos han
argumentado que el acceso preferencial al crdito, al conocimiento
tcnico y a los insumos fsicos han sesgado los resultados reales en
favor de los agricultores ms grandes y ms ricos (Pearse, 1980).
Los entusiastas han contestado con el argumento de que la Revolucin
Verde incrementa la demanda de trabajo en todas las fases del ciclo
de produccin, de la siembra a la cosecha, lo que beneficia a los ms
pobres de los trabajadores agrcolas, los trabajadores sin tierra. Cada
lado puede apoyar y ha apoyado sus argumentos con datos
estadsticos, y el resultado es un empate.
Mi propia intuicin demasiado subjetiva para justificar la etiqueta
de visin, exceptuando su coincidencia con el anlisis de Yujiro
Hayami y Vernon Ruttan (1985: 341-5) es que los crticos tienen
razn acerca de las etapas tempranas de Revoluciones Verdes
particulares, pero que, para bien o para mal, las tecnologas s
percolan con el paso del tiempo. Esto significa que donde cultivadores
de distintas clases cultivan los mismos cultivos, como lo hacen,
digamos, los cultivadores de arroz en el delta del Ganges-Brahmaputra
en Bangladesh, los efectos de largo plazo en la distribucin del ingreso
probablemente son ms favorables que los efectos de corto plazo.
Sin embargo, la lgica de la percolacin est limitada por los cultivos
y la geografa: poco, si algo, puede haber percolado de los cultivadores
de trigo de Sonora y Sinaloa a los agricultores de subsistencia de
otras reas de Mxico.
En todo caso, es posible que la principal prioridad no haya sido
mejorar significativamente el bienestar de los agricultores. Se ha
resaltado ya que en la cuna de la Revolucin Verde, Mxico, la derecha
244
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
gentico, esto no significa que la estrechez de la base gentica deje
de ser un tema de preocupacin. Y puedo ser demasiado optimista en
el frente energtico: la contribucin de la aat al agotamiento del
combustible fsil puede ser un problema mayor de lo que mis clculos
indican. Finalmente, el efecto de la Revolucin Verde en la distribucin
del ingreso y en la poltica puede ser ms pernicioso de lo que sugieren
mis ideas sobre la percolacin de los beneficios [trickle down].
Para los crticos, un veredicto de no comprobacin es una variacin
de la apuesta de Pascal, base ms que suficiente para negarse a seguir
adelante en un sendero plagado de peligrosas incertidumbres. Pero los
entusiastas piden pruebas: lo que puede ser el caso puede no serlo. Y
desde su punto de vista, hay buenas razones para no tocar nada: si no
est roto, no lo arregles.
Se argumentar en primer lugar que los crticos comprenden mal la
naturaleza del proceso. La aat no fue ofrecida como una solucin
tecnolgica definitiva. Los cientficos han sabido todo el tiempo que si
bien los problemas requieren soluciones, las soluciones tambin generan
problemas. La vigilancia eterna es el precio no slo de la libertad, sino
tambin de la sostenibilidad. Paul Mangelsdorf, reproductor de maz,
profesor de Harvard y asesor de la fundacin Rockefeller en los aos de
formacin de sus programas agrcolas, lo expres de la siguiente manera
en un estudio sobre la evolucin del trigo escrita para la revista Scientific
American (Mangelsdorf, 1953: 59):
El cultivo de nuevas variedades en grandes extensiones
incrementa los riesgos de aquellas enfermedades a las que son
susceptibles. El resultado es una batalla sin fin entre los
reproductores de variedades de trigo y los hongos.
No est explcita la confianza de Mangelsdorf, ni tampoco su certeza,
de que los reproductores de variedades vencern. Cuando su artculo
apareci en 1953, los cientficos estaban claramente sentados en la
montura intelectual. Despus de Three Mile Island, Chernobyl y Bhopal,
por no mencionar la lluvia cida, el enrarecimiento de la capa de ozono
y otros problemas que la ingeniera cientfica ha trado consigo, el balance
se encuentra quizs ms compensado. Tal vez la ms aterradora analoga
es la carrera de los antibiticos. La profesin mdica proclam victoria
sobre las enfermedades infecciosas slo para encontrar que la efectividad
de los antibiticos se encontraba seriamente comprometida por
microbios mutantes. Aqu tambin los cientficos pusieron su fe en un
proceso ms que en un rpido arreglo. Hombre y microbio han estado
en una carrera a pie, de acuerdo al investigador Richard Wenzel de la
Universidad de Iowa, citado en un reciente artculo central de Newsweek
(Begley, 1994: 46-51). Pero la confianza en la capacidad de los cientficos
de mantener su liderazgo est decayendo, incluso entre los cientficos
mismos. Escuchemos al Dr. Wenzel: Ahora mismo los microorganismos
estn ganando. Son muchsimo ms viejos que nosotros... y ms sabios.
246
PERDIENDO EL CONTACTO
Triunfo
5. Triunfo de la ciencia, triunfo del capital
De dnde viene la fe de los cientficos agrcolas? Para responder
esta pregunta debemos volver al principio, a la historia del maz hbrido.
Si bien los afanes de un George Shull, un Edward East y un Donald
Jones por aplicar la gentica mendeliana a las necesidades prcticas
de la humanidad no tienen el contenido novelesco del rey Arturo, no por
ello dejan de ser leyenda; y, como todos los mitos, contienen, por lo
menos, un grano de verdad.
Pero el Triunfo de la Ciencia no es toda la verdad. Est tambin la
verdad de Jean-Pierre Berlan y Richard Lewontin (Lewontin y Berlan,
1986; Berlan y Lewontin, 1988), quienes ven la historia del maz hbrido
como un intento deliberado de las empresas de semillas de introducirse
en el proceso de produccin. Un examen de la tesis de Berlan-Lewontin
pone en perspectiva al triunfo de la ciencia.
La base de la teora de Berlan y Lewontin es que los vstagos de los
hbridos de los cultivos de polinizacin abierta (siendo el maz el ms
importante) son genticamente inestables y, a diferencia de sus
progenitores, generalmente tienen un rendimiento mucho menor que
las variedades tradicionales. En consecuencia, las semillas hbridas
deben ser producidas de nuevo en cada generacin bajo condiciones
controladas. Esto implica un papel sin precedentes para las empresas
semilleras.
A modo de informacin, empresas de semilla como la Pioneer HiBred de Henry A. Wallace hicieron una fortuna con el maz hbrido, y fue
el mismo Henry Wallace quien introdujo primero la idea de exportar la
revolucin semillera a Mxico durante la investidura del presidente
Manuel Avila Camacho en 1940. Por entonces Wallace era secretario de
agricultura y vicepresidente electo.
La historia es ms complicada. Henry A. Wallace era descendiente
de una familia de Iowa que haba sido, por mucho tiempo, prominente
en la comunidad agrcola. Su abuelo, To Henry Wallace, haba fundado
el Wallaces Farmer como la voz del progresismo agrcola y haba
prestado servicios en la prestigiosa Comisin de la Vida Rural presidida
por Liberty Hyde Bailey. El padre de Henry A., Henry C. Wallace, continu
con el Wallaces Farmer y se convirti en el Secretario de Agricultura de
Warren Harding, sirviendo como tal hasta su muerte, poco antes de la
de Harding, en 1924.
247
STEPHEN A. MARGLIN
Y en todo esto hay un cuento. A requerimiento del padre, Henry C.,
cuya nominacin para la Secretara de Agricultura no haba sido aun
anunciada, Henry A. visit el Departamento de Agricultura en Washington
para evaluar (subrepticiamente) el trabajo de C. P Hartley y su personal.
.
Hartley era el agrnomo principal a cargo de las investigaciones en
maz de la Oficina de Investigaciones en Cereales. Habiendo intentado
la hibridizacin anteriormente y concluido que no ofreca posibilidades
para el mejoramiento del maz (Crabb, 1947: 98), haba volcado su
atencin a otra cosa. El joven Henry A., quien se haba persuadido ya de
las promesas de la hibridizacin, no estaba impresionado en absoluto.
El prefera con mucho a F D. Richey en relacin a Hartley, porque Richey
.
haba estado conduciendo investigaciones en hibridizacin por varios
aos. Y, en su debido momento, el 16 de febrero de 1922 para ser exactos,
el secretario Wallace (padre) design a Richey para suceder a Hartley.
(Poco despus, la carrera de Hartley en el USDA (United States
Department of Agriculture = Departamento de Agricultura de los EE.UU)
termin mala y tristemente. Quebrantado, Hartley fue despedido por
insubordinacin a mediados de la dcada de 1920).
Para quien se inclina a pensar en una conspiracin, la secuela es
irresistible. Richey y Wallace hijo desarrollaron una estrecha asociacin.
En palabras de Crabb (1947: 190-1):
Que el centro del programa de Richey estuviera en Iowa era una
consecuencia natural por varias razones. El nuevo Secretario de
Agricultura, Henry C. Wallace, era un hombre de Iowa. El haba
provocado la promocin de Richey al puesto de Hartley porque
pensaba que Richey inyectara nueva vida a las investigaciones
federales. Adems, el profesor H. D. Hughes, respetado agrnomo
de la Universidad Estatal de Iowa [y autor del prefacio al libro de
Crabb], haba sido profesor de Richey en la universidad de Missouri,
una circunstancia con que se poda contar para allanar el camino
de una efectiva cooperacin en Ames [la sede de la Universidad
Estatal de Iowa]. Adicionalmente, Henry A. Wallace, quien haba
hecho amistad con Richey, era alguien con quien poda contarse
para dar un fuerte apoyo a travs de sus asociaciones en el Iowa
State College y sus conexiones con el Wallaces Farmer.
Henry A. Wallace fue, de hecho, un innovador en la comercializacin
del maz hbrido, estableciendo la Pionner Hi-Bred Seed Company. Y
uno de los progenitores del primer hbrido comercial fue proporcionado
nada menos que por F D. Richey del Departamento de Agricultura de
.
los EE.UU.
Los investigadores tampoco eran inconscientes de los beneficios, para
el reproductor, de la hibridizacin sobre otras estrategias de
mejoramiento. Donald Jones, a quien se acredita generalmente hacer
efectivas las posibilidades comerciales de cruzar sucesivamente
variedades puras de maz (de aqu el nombre doble cruzamiento al
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Departamento de Agricultura de los EEUU (USDA) en las fincas de la
Compaa de Semillas de los Hermanos Funk:
Mientras se encontraba en la capital, l [uno de los hermanos
temporalmente prestados a la USDA durante la Primera Guerra
Mundial] era en gran medida responsable de garantizar una
asignacin especial del Congreso para proveer el establecimiento
de seis nuevas estaciones de campo en el Cinturn del Maz, en las
que se deban estudiar las enfermedades del maz. La primera de
esas estaciones estaba localizada en las Fincas Funk, parcialmente
en reconocimiento al profundo inters de los Funk en el problema
(p. 120).
Este fue el inicio de una relacin simbitica entre los semilleristas y
el USDA que permita a los semilleristas captar una parte importante
de los beneficios del maz hbrido. James Ransom Holbert, para tomar
un ejemplo, se cambi de la estacin experimental de los Hermanos
Funk a la del USDA cambio que no era fsicamente agotador porque la
estacin experimental estaba, como pudimos ver, localizada en la
propiedad de los Hermanos Funk. En 1937, la Estacin Federal de Campo
en las Fincas Funk fue cerrada pues, en palabras de Crabb (1947: 138),
haba logrado el propsito original para el cual se estableci y mucho
ms... las enfermedades del maz... con el desarrollo de hbridos de alto
rendimiento resistentes a enfermedades, no eran ya ningn problema.
Holbert regres a los Hermanos Funk como vicepresidente a cargo de
las investigaciones.
Lester Pfister es otro ejemplo de los beneficios de la estrecha
cooperacin con las estaciones experimentales del gobierno. Luego de
haber soportado la burla de sus vecinos hasta el punto de tratar de
esconder sus experimentos con hbridos, Pfister gan el premio mayor
cuando logr el cruzamiento doble de uno de sus cruzamientos simples
con dos cruzamientos sencillos proporcionados por el investigador
gubernamental Holbert. Crabb lo cuenta as (1947: 243):
Los que haban sido en 1934 los hbridos experimentales Illinois
360 e Illinois 366 se convertiran en 1935 en los hbridos 360 y
366 de Pfister. El resultado neto fue que [Pfister] se convirti en el
nico poseedor de los dos mayores hbridos desarrollados hasta
ese tiempo para el Cinturn del Maz central y del centro norte.
Casi no se necesita agregar que la cuenta bancaria de Pfister tambin
creci en forma considerable. Presumiblemente tambin ocurri lo
mismo con su reputacin ante sus vecinos.
Finalmente, contra el mito de la ciencia triunfante est la probable
exageracin de las afirmaciones hechas a favor del maz hbrido. El
distinguido econometrista Zvi Griliches estim una relacin de
beneficio:costo de 7:1 (Griliches, 1958) comparando los rendimientos
de las variedades hbridas con los de las variedades tradicionales sin
250
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
hubiesen estimulado la investigacin que llev al desarrollo
de los nuevos mtodos de mejoramiento de poblaciones.
Pero esto no llega a contestar la pregunta bsica de Simmonds: Qu
habra sucedido si hubisemos puesto un esfuerzo similar en el
mejoramiento de poblaciones? Berlan y Lewontin argumentan que la
razn de que no se realizara ese esfuerzo en la dcada de 1920 no fue
tcnica, sino que el hbrido de maz era para los semilleristas una forma
de reivindicar un papel central en el proceso de produccin.
De modo que se puede defender la teora de una conspiracin, y este
caso tiene un atractivo obvio para quienes, como yo, estn de acuerdo
con la proposicin general de que la innovacin tecnolgica responde a
las exigencias del control, tanto o ms que a las exigencias de la
eficiencia, y que concuerdan an ms con la proposicin especfica de
que la produccin capitalista es moldeada por el inters que tienen los
capitalistas de crear y luego mantener un lugar para s mismos en el
proceso de produccin (Marglin, 1974).
Pero Berlan y Lewontin no necesitan la teora de una conspiracin
para defender su caso. Todo lo que se requiere es que el semillerista
individual goce de suficiente ventaja en lo que respecta a las barreras
para la entrada de competidores potenciales (incluyendo a los propios
agricultores) que l erige siguiendo una estrategia de hibridizacin. Sin
duda, personas de la laya de Funk y Wallace entendieron la ventaja
posicional ofrecida por una estrategia de hibridizacin en comparacin
con la mejora de las variedades de polinizacin abierta.
Por cierto, argumentar que la hibridizacin cre un papel para la
compaa comercial de semillas all donde nunca antes haba existido
es ir demasiado lejos, sin tomar en cuenta la excepcin de la Pioneer HiBred de Wallace. Como hemos visto, la empresa de los hermanos Funk
estuvo establecida mucho antes de que apareciera el hbrido de maz
en el mercado, y un maz mejorado de polinizacin abierta, desarrollado
y comercializado como Funk 176A, estaba [hacia 1920] en camino de
convertirse en el maz de polinizacin abierta ms sobresaliente y
popular jams desarrollado y distribuido por la Compaa Funk (Crabb,
1947: 119). En una poca ms reciente, la estrategia preferida para
mejorar el rendimiento de los principales cultivos de la Revolucin Verde,
arroz y trigo (que tienen auto-polinizacin), ha sido la de sintetizar
variedades genticamente estables para no basarse en hbridos
inestables. Sin embargo, estas variedades tienen un ciclo de vida muy
corto en el campo, susceptibles como son a los insectos y hongos a los
que las razas originales han adquirido inmunidad. Por lo tanto, deben
ser sustituidas por variedades recientemente sintetizadas despus de
algunos aos, lo que mantiene a las compaas semilleras en el negocio.
Por ejemplo, las variedades de trigo pueden durar slo cinco aos en el
campo (Myers, 1983: 34).
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Departamento de Agricultura (USDA) en la difusin de la tecnologa. En
la prctica, si no en la teora, estas polticas favorecan a las compaas
semilleras al proporcionarles acceso a los frutos de la investigacin
auspiciada pblicamente.
Pero aun as, la prctica era menos siniestra de lo que la atencin a
los balances de un Wallace o un Pfister hacen parecer. En realidad, de
acuerdo a Donald Duvick, quien, luego de una larga carrera en el
fitomejoramiento se retir en 1990 de la Pioneer Hi-Bred de Wallace
como Vicepresidente a cargo de las investigaciones, dice la historia
que an se cuenta en Pioneer tena algo ms que una parte pequea de
verdad acerca de todos los mejoradores de maz de entonces. La historia
es que H. A. Wallace fund su compaa para hacer suficiente dinero
para costear su pasin por el cruzamiento del maz (comunicacin
personal, diciembre 31, 1993). Hasta mediados de la dcada de 1930,
el maz hbrido estaba lejos de ser un xito prctico. En 1935 menos del
0.5 por ciento (es decir, 1 de cada 200 acres) de la extensin plantada
de maz de los EEUU estaba sembrada con maz hbrido (Kloppenburg,
1988: tabla 5.1). Y los entusiastas del Departamento de Agricultura de
Henry A. Wallace no pudieron reivindicar una ventaja de ms del 10 por
ciento en el rendimiento de los hbridos sobre las variedades de
polinizacin abierta sobre la base del margen de lo que normalmente
toma convencer a los agricultores de que deben innovar, especialmente
donde los costos incrementales de la semilla hbrida eran altos en
relacin al potencial incremento de rendimiento. Un incremento del 10
por ciento retornara a los agricultores de Iowa algo as como 3 a 4
bushels por acre. A $0.66 por bushel (el promedio de estacin por bushel
en EEUU para 1935) (Kloppenburg, 1988: tabla 5.1) no he podido
obtener una cifra especfica para Iowa significara un retorno de $2.00
a $2.50. Pero a $9.25 por bushel (el precio para 1937 en Iowa 1937
es el primer ao para el que existen cifras; Departamento de Agricultura
de los Estados Unidos, 1963: 100) y a una tasa de utilizacin de semillas
de 6 a 7 libras por acre [0.405 Ha.] (Berlan y Lewontin, 1988: 30), el
costo de la semilla hbrida habra llegado a $1.00 por acre. (Este gasto
sera en cierta medida compensado por el ahorro de semilla de
polinizacin abierta; pero, a menos que la semilla fuera adquirida
comercialmente, este ahorro no sera muy significativo). De modo que
la ganancia sera del orden de $1.00 a $1.50 si el experimento tena
xito. Para un agricultor cuyos retornos (a $0.66 el bushel) habran
cado en el rango de $20 a $25 por acre, esto resultara en poco ms de
5 por ciento de incremento en el ingreso. En aos subsiguientes la ventaja
del rendimiento de los hbridos mejorara, y la economa cambiara.
Pero esto es adelantarnos en nuestra historia.
E n re s u m e n , h a s t a m e d i a d o s d e l a d c a d a d e 1 9 3 0 , l a
comercializacin del maz hbrido debe haber parecido mucho ms
distante en el futuro de lo que realmente sucedi. En este contexto,
254
PERDIENDO EL CONTACTO
255
STEPHEN A. MARGLIN
de la aat, si el maz hbrido pudiera ser ignorado como un intento de los
empresarios como Henry Wallace de introducirse en el proceso de
produccin. Pero, aunque la historia puede ser una construccin, no es
una construccin libre. Los hechos s obligan y no apoyan la tesis de
Berlan-Lewontin. Aun sin aceptar enteramente esa historia como el
Triunfo de la Ciencia, no se puede leer la historia del maz hbrido sin
asignarle un considerable papel a la ciencia. En realidad, el prestigio de
la ciencia le dio un incalculable estmulo a la estrategia de la hibridacin,
porque convirti en genetista al fitomejorador, que era un bricoleur
[aficionado] que operaba en gran medida por azar. El prestigio guiaba
la investigacin de acuerdo a lneas cientficas en vez del enfoque
ms emprico del mejoramiento de poblaciones de acuerdo a las lneas
de seleccin recurrente.
No importa que en la prctica la hibridacin fuera tambin un asunto
de azar. Como cientficos, Shull y sus seguidores podan reclamarse
sucesores de Mendel y esto incrementaba considerablemente el prestigio
de una disciplina que se encontraba en la base de la jerarqua cientfica
o cerca de ella (Kimmelman, 1987: chs. 1, 7). En algunos casos, la
transformacin fue casi instantnea. En los aos previos a 1912, Ernest
Brown Babcock de la Facultad de Agronoma de la Universidad de
California haba enseado cursos en educacin agrcola y fitopatologa
y haba comenzado a ofrecer un curso de mejoramiento de plantas en el
departamento de horticultura, a pesar de su falta de entrenamiento
sistemtico en l. En 1914, como director de la nueva divisin de
gentica, Babcock haba avanzado bastante en el camino del
empresariado acadmico que ocupara el resto de su carrera en Berkeley
(Kimmelman, 1987: pp. 308-38). Hasta se poda quejar de que sus
obligaciones administrativas le impedan llevar a cabo investigaciones
en gentica, que es el trabajo que se supone que debera estar haciendo
(citado en Kimmelman, 1987: 353-4). Es en este contexto, creo, que se
deben leer las observaciones de Donald Jones sobre la posibilidad de
apropiacin (sealada antes en esta seccin) como un asunto de
apropiar el reconocimiento, la condicin y el prestigio, no como un asunto
de ganancia material.
Ms an, la gentica era la ciencia del momento: concordaba con el
temperamento intervencionista y manipulador de principios del siglo
veinte, cuando estaban an frescas las conquistas del motor a vapor, la
electricidad, el telgrafo, el telfono y, ms recientemente, el motor de
combustin interna. Una ciencia que ofreca tan vastas perspectivas de
mejoramiento poda fcilmente convertirse en una causa trascendente
que mereca dedicacin y sacrificio (Kimmelman, 1987: 377).
Por lo tanto, el modelo de investigacin, aunque no precisamente las
tcnicas de hibridacin, pudo ser exportado a Mxico y luego al Asia
con mucha facilidad. Aunque otros factores son importantes, el manto
de la Ciencia fue crucial. La Ciencia era el nico dios verdadero venerado
256
PERDIENDO EL CONTACTO
La
promesas
6. La globalizacin de la aat: promesas atractivas para gente
hambrienta
En esta perspectiva es fcil ver cmo pudo haberse imaginado a la
Revolucin Verde como un esfuerzo neutro, cientfico, apoltico. Nadie
se ofenda cuando se deca: La agricultura no es nada ms que la
aplicacin de los principios de la biologa y otras ciencias naturales al
arte de producir alimentos (Archivos de la Fundacin Rockefeller, Comit
Asesor de la Fundacin Rockefeller, 21 de junio de 1951; citado por
Anderson, Levy y Morrison, 1991: 32). Bueno, casi nadie: haba, como
veremos en la prxima seccin, unos pocos coleccionistas de hormigas
que objetaban la perturbacin de los hormigueros. Pero, en el conjunto,
la Ciencia y el Progreso eran banderas doblemente tiles: por un lado,
para reclutar la cooperacin de los gobiernos y las lites del Tercer
Mundo; por el otro, para justificar la intervencin global a una
Norteamrica que se negaba a asumir las obligaciones de imperio.
A medida que la Guerra Fra se desvanece en nuestra memoria aparece
la tentacin de minimizar su imperativo. Sera un error ceder a esta
tentacin: se debe recordar que la Revolucin Verde se formul en el
contexto de un conflicto imperial. Se vea a los alimentos como un arma
fundamental en la batalla por los corazones y las mentes (sin mencionar
a los mercados y recursos) del Tercer Mundo. Este era un tema recurrente
en la justificacin de la intervencin. Una afirmacin tpica del imperativo
de la Guerra Fra fue un documento de 1951 puesto en circulacin por
E. C. Stakman, Richard Bradfield y P Mangelsdorf en el interior de la
.
Fundacin Rockefeller, justo una dcada despus de que el mismo
equipo, retornando de una investigacin de verano en el campo,
escribiera los lineamientos del programa Rockefeller para Mxico
(sealado en Oasa y Jennings, 1982: 39):
Hay gente hambrienta que est siendo engaada por promesas,
pero que puede ser ganada por obras. El comunismo hace atractivas
promesas a los pueblos subalimentados; la democracia no debe
prometer solamente eso, sino que debe dar ms.
Bajo tales circunstancias, las crticas a la aat bordeaban en lo
antipatritico.
A pesar de la retrica de la Ciencia, el liderazgo de la Rockefeller
reconoca un atolladero poltico cuando lo vea. En cuanto la investigacin
del Programa Agrcola Mexicano empez a dar frutos, se le advirti a la
257
STEPHEN A. MARGLIN
Fundacin que se retirara. Dos aos antes de que el Comit Asesor
definiera la agricultura como la aplicacin de la biologa y otras ciencias
naturales, John Sloan Dickey, Presidente de la Universidad Darmouth y
Administrador de la Fundacin, lleg a la conclusin, luego de una visita
a Mxico, de que la Fundacin Rockefeller deba retirarse antes de que
las consecuencias de algunas decisiones polticas, sociales y
econmicas bastante difciles contaminaran a la Fundacin. Dickey
continuaba diciendo (Archivos de la Fundacin Rockefeller, Dickey a
Weaver, 20 de octubre de 1949, 1.2/323 p. 3):
Estoy completamente seguro de que dentro de tres a cinco aos
el programa plantear algunos problemas muy serios respecto al
control poltico de estos beneficios. Ms an, si estos beneficios
sustentan la promesa que hasta ahora parecen tener y si las actuales
polticas de uso de la tierra del gobierno mexicano continan
vigentes, estos mismos beneficios pueden introducir nuevas
desigualdades econmicas dentro de la economa mexicana,
particularmente en la economa agrcola, que presentar problemas
polticos que ahora no son siquiera vagamente percibidos por
muchos mexicanos... Si tengo alguna razn en esto, aqu hay una
razn muy vlida para realizar planes positivos para la terminacin
ordenada de este programa en un futuro previsible.
Tal estrategia, como Dickey reconoci, planteara problemas
administrativos: el proyecto haba acumulado un importante caudal en
personal y sabidura, un caudal que podra abandonar un barco que
va a ser deliberadamente desmontado. La solucin preferida por Dickey
era otro programa similar, preferiblemente en Amrica Latina (con el fin
de capitalizar la capacidad adquirida de navegar en el lenguaje espaol
y la cultura latina) o, en caso de fallar esto, usar muchas de estas
personas en otras regiones del mundo, suponiendo que un programa
agrcola similar, en general, sera una tarea deseable en esas otras reas.
La aat global era una idea a la que le haba llegado su tiempo, a
pesar de que habra de pasar una dcada antes de que el resplandor en
los ojos de Dickey diera nacimiento al Instituto Internacional de
Investigacin del Arroz (IRRI), una tarea conjunta de las Fundaciones
Rockefeller y Ford.
La
7. La metralla de Sauer: una crtica presciente de la Revolucin
Ver
erde
Verde
Todo esto deja dos preguntas sin responder. Primero, esta crtica es
anacrnica? estamos operando con base en una visin perfecta
completamente retrospectiva? Segundo, existe alguna alternativa real
para la aat? Esta seccin responder a la primera pregunta y las
secciones siguientes a la segunda.
258
PERDIENDO EL CONTACTO
259
STEPHEN A. MARGLIN
la cultura nativas. El ejemplo de Iowa es quizs el ms peligroso
de todos para Mxico. A menos que los nor teamericanos
comprendan eso, es mejor que se alejen completamente de este
pas. Esto se debe enfocar desde una apreciacin de las economas
nativas como bsicamente slidas.
A su retorno de Mxico, en enero, Wallace haba discutido con Willits
la idea de un programa de salud, nutricin y agricultura de la Fundacin
Rockefeller. Willits, quien conoca a Sauer por lo menos desde 1934,
cuando trabajaron juntos en un comit del Consejo de Investigacin de
Ciencias Sociales (West, 1979: 97 n.), lo busc para una evaluacin de
la propuesta de Wallace. Presumiblemente Willits saba lo que se poda
esperar de Sauer, y no se sorprendi por la carta que ha sido
extensamente citada en el prrafo anterior. Ya sea por las razones de
Sauer o por otras razones personales que no conocemos, Willits se mostr
escptico, posiblemente el nico escptico en una colmena de
entusiastas. En una reunin del personal que se efectu el da 18 de
febrero con el propsito de considerar las ideas de Wallace para un
programa mexicano, Willits luego de una intervencin en favor de una
solucin tecnolgica que involucraba tanto el fitomejoramiento como la
demostracin del conocimiento existente hizo resonar una nota de
cautela. De acuerdo a las minutas de la reunin, JHW hace una
sugerencia: espera que antes que RF [la Fundacin Rockefeller] vaya
demasiado lejos, se invite formalmente a Carl Sauer para hacer una
crtica. Est en completo acuerdo con la importancia de centrar la
atencin en la agricultura (Archivos de la Fundacin Rockefeller, Minutas
de Reuniones del Personal, 18 de febrero de 1941, 1.2/323/10/63, p.
3).
No se ha registrado si la Fundacin actu oficialmente basndose en
el consejo de Willits, pero una delegacin de la Fundacin Rockefeller
que visit Mxico el mes siguiente busc las opiniones de Sauer sobre
el programa agrcola y Sauer le escribi nuevamente en forma amplia a
Willits (Archivos de la Fundacin Rockefeller, Sauer a Willits, 12 de marzo
de 1941, 1.2/323/10/63, pp. 1-2). Sauer empez por caracterizar la
propuesta de Wallace como poltica:
Tengo casi la plena conviccin de que el Sr. Wallace y el USDA
[el Departamento de Agricultura de los EE UU] (y su sucesor es
todava su lugarteniente) deberan dar un movimiento pendular a
sus propios planes. Bajo la administracin del Sr. Wallace, el USDA
desarroll una agresiva filosofa poltica con respecto a la
agricultura. Ahora aparece como una extensin de esa filosofa de
la buena vida a nuestros vecinos latinos. La existencia de una
filosofa agraria en el USDA no tiene sus orgenes en Henry Wallace,
pero en los ltimos aos los brillantes jvenes del Departamento
han sido movilizados y entrenados para constituirse en un pequeo
grupo de lite, como nunca antes. Creo que ellos admiten ahora
260
PERDIENDO EL CONTACTO
261
STEPHEN A. MARGLIN
un conjunto completamente nuevo de problemas en la mayora de
estos pases. Ellos deben construir sobre la base de la preservacin
y racionalizacin de su propia experiencia con adiciones lentas y
cuidadosas del exterior. Slo un cientfico agrcola norteamericano
excepcional ver que existen estos peligros de destruccin cultural.
El estar bajo la presin de obtener resultados rpidos. Muy
difcilmente tendr la vida necesaria para aprender que las prcticas
nativas representan soluciones reales a problemas locales, en parte
porque l viene como un extranjero a una situacin extraa.
Willits debi simpatizar con la posicin de Sauer. Bajo su patrocinio
la Fundacin Rockefeller continu financiando las expediciones de Sauer
a Latinoamrica, comenzando por un largo recorrido por el borde
occidental de Sudamrica (Chile, Bolivia, Per, Ecuador y Colombia),
casi al mismo tiempo que los EEUU entraban en la Segunda Guerra
Mundial. La visin de Sauer acerca de la modernizacin no se abland
por este viaje. Sus palabras asi lo indican (Archivos de la Fundacin
Rockefeller, Sauer a Willits, 22 de febrero de 1942, 1.1/200S/391/4631).
Sobre la agricultura escribe:
Nuestra estada ms prolongada (en el sur de Chile), fue en Chilo,
una especie de islas Hbridas del Nuevo Mundo. Nos arreglamos
para aprovechar los dos das soleados del ao y durante el resto
soportamos las torrenciales lluvias de esta parte del mundo. El
chilote es una especie muy diferente al resto de los chilenos, es un
mestizo de diferente ancestro indgena y diferente historia colonial.
Toma todo un da en vapor llegar a la isla. Una vez all se puede
viajar a travs de la isla en un ferrocarril de 60 cm, o tambin en
pequeos veleros a lo largo de la costa. Viajamos al Sur casi hasta
Castro, o muy cerca del lmite sur extremo de la agricultura. Chilo
y el chilote seran un fabuloso sujeto de estudio, un microcosmos
de aislamiento insular. Este es el supuesto origen de nuestras papas
irlandesas de todo el hemisferio norte y (en parte) de la frutilla
moderna. Aqu y en la zona continental adyacente hay una
desconcertante variedad de papas, y las frutillas grandes crecen
en el borde interior de las playas. Caballos y ganado son enanos, a
menos que se introduzca sangre nueva del continente. El mar
alimenta toda la vida domstica. Cerdos y gallinas rehacen los llanos
que inunda la marea; las algas marinas son el fertilizante ms
importante, y algunas son tambin alimento importante, al natural
y cocidas. Nada se est haciendo sobre los elementos culturales
nativos. La escuela agrcola y la estacin experimental (federal)
funcionan muy bien en Anoud y, como dijo Jonathan [el hijo de
Sauer, asistente, compaero de viaje, luego estudiante de posgrado
en geografa de la Universidad de Wisconsin, ahora profesor emrito
de geografa en UCLA (Univrsidad de California en los Angeles)],
bien podran haber estado en el norte de Wisconsin. Hay un amplio
rango de papas domsticas (que son buenas y crecen bien), y
estuvieron trabajando con semilla de papa canadiense. Quisiera
262
PERDIENDO EL CONTACTO
263
STEPHEN A. MARGLIN
para la universidad preocuparse por la investigacin; que es
necesario establecer un currculo para entrenar a la joven
generacin, y que este currculo debe ser profesional... La
conversacin cambia luego a los textos que son ms apropiados
para ciertos cursos. La atmsfera sera muy familiar en muchas
escuelas norteamericanas de comercio o aun en las universidades
de letras y ciencias. Y creo que he captado correctamente la
atmsfera. El rascacielos es el smbolo apropiado de lo que se est
haciendo. Luego de ver esta versin surea de la U. de gh me
sent ms apenado de no conocer Chuquisaca-Sucre. Otra persona
podra haber tenido la reaccin contraria.
Dos preguntas claman por respuestas. Primera, por qu era Sauer
tan diferente a los otros? Que fuera un gegrafo, y ms aun un gegrafo
historiador, pudo haber contribudo a la diferencia en perspectiva.
Cuantos mejoradores de plantas (perdn, genetistas) leen el trabajo
del botnico sovitico Nikolai Vavilov sobre los centros originarios de
los cultivos, un tema al que Sauer retorn muchas veces a partir de
1930? No muchos, podra adivinar. Y aun menos apreciaran el significado
de la estrategia de la aat. Pero dudo que esta sea toda la historia. Estara
ms sorprendido si no hubiera veintenas de gegrafos deseosos de cantar
al ritmo de la aat.
La segunda pregunta, ms importante, es por qu era Sauer, tan
perceptivo en la observacin y tan coherente en el argumento y, sin
embargo, tan ineficaz en moldear la poltica? En parte, creo, debido a
que sus argumentos fueron equivocadamente interpretados como
favorables a una tradicin inmutable contra la modernizacin. Ledos
de esta forma, los argumentos de Sauer son contradictorios y hasta
autodestructivos. En la primera evaluacin que hizo Sauer de la
propuesta de Wallace (Archivos de la Fundacin Rockefeller, Sauer a
Willits, 5 de febrero de 1941, 1.2/323/10/63), resalt que los problemas
de Mxico eran econmicos y polticos en vez de culturales. Los
mexicanos son pobres y oprimidos, no flojos ni ignorantes. La deficiente
salud pblica y la nutricin, as como la pobre agricultura, son la
consecuencia de esta pobreza y opresin, no el resultado de la estupidez
o de la desinformacin. He aqu lo que dijo Sauer sobre la salud pblica
y la nutricin:
1. Salud pblica. Por supuesto que las cosas estn mal aqu
de acuerdo a las normas norteamericanas, pero... el mayor
obstculo es econmico y poltico... Lo que ellos necesitan es
medicina socializada, pero las finanzas del gobierno no lo
permitirn. La primera gente que se paga son los militares, que
constituyen la gendarmera que mantiene al pas en orden y al
gobierno en el poder. Paguen primero a los generales y a su
personal...
Enfatizar la pobreza en vez de la ignorancia...
264
PERDIENDO EL CONTACTO
265
STEPHEN A. MARGLIN
glorificado que estn estudiando. Rechazan cualquier esfuerzo por
mejorar a las hormigas. Prefieren estudiarlas tal como son ahora.
Esta es una caricatura ms que una caracterizacin de la
posicin de Sauer. Anticipndose al malentendido de Mangelsdorf,
Sauer plante hace algunos aos un punto de vista diferente. Al
escribirle a Willits, a principios de 1945 desde Oaxaca, Sauer
contrast la superioridad de las milpas (pequeas parcelas
cultivadas intensivamente a mano, en las que el maz, la calabaza,
y los frijoles crecen al mismo tiempo) sobre los terrenos arados,
tanto en trminos de rendimiento como de resistencia a la erosin
(El hecho es casi desconocido para la ciencia). Se refiri a los
destructivos efectos sociales del cultivo de la caa de azcar (La
caa de azcar es algo maligno que crece... perturba y destruye
la vida de la comunidad... Las labores que demanda su cultivo
son muy irregulares y atraen hordas de trabajadores. Estos viven
en condiciones terribles aunque sus ingresos pueden ser altos y
no se sienten miembros de una comunidad permanente.). Se
refiri tambin al papel de la calabaza como alimento e indicador
de centros de difusin cultural; y a la difcil situacin de los indios
(Necesitan que se reconozca que sus maneras son buenas y
requieren proteccin contra la explotacin). Casi al final de esta
carta (Archivos de la Fundacin Rockefeller, Sauer a Willits, 12 de
febrero de 1945, 1.1/200/391/4636), Sauer escribi:
No estoy interesado en los indios como piezas de museo y estoy
ms interesado en las poblaciones no indgenas que tienen valores
culturales propios muy lejanos de las tendencias homogenizadoras
que estn fluyendo de los centros urbanos para despojar al campo
de sus bienes y de sus hombres ms capaces y empobrecerlos en
lo cultural y, a menudo, en lo econmico.
La eleccin no era necesariamente entre una tradicin esttica y la
modernizacin irreflexiva. Haba un tercer camino, como Sauer ya haba
indicado en 1941: Deben construir sobre la preservacin y la
racionalizacin de sus propias experiencias con adiciones lentas y
cuidadosas del exterior (Archivos de la Fundacin Rockefeller, Sauer a
Willits, 12 de marzo de 1941, 1.2/323/10/63). La tradicin, como la
entenda Sauer mejor que Mangelsdorf, no es necesario considerarla
como algo fijo e inmutable. La tradicin puede ser, e invariablemente
es, dinmica y activamente construida, excepto cuando la gente tiene
sus espaldas contra la pared y se congela en patrones arcaicos. El asunto
para Sauer era la preservacin de un espacio para una transformacin
relativamente autnoma de las culturas indgenas, no la preservacin
de las culturas como sistemas estticos.
Medio siglo despus nos enfrentamos con la misma cuestin.
266
PERDIENDO EL CONTACTO
AGRICUL
GRICULTURA ALTERNATIVA
TERNATIV
B. AGRICULTURA ALTERNATIVA
1.
267
STEPHEN A. MARGLIN
comprendido entre la Segunda Guerra Mundial y el fin del Primer Imperio
Norteamericano.
La direccin y el ritmo del cambio en el Tercer Mundo han sido
similares. Los insumos de fuera de la finca (alimento para el ganado,
semilla, fertilizantes, pesticidas, combustible y otros costos de la
mecanizacin agrcola y los costos de operacin del riego), una categora
que escasamente exista en 1947, fue igual al 25% del valor del producto
en 1982-4 (comparado con 50% en el Primer Mundo: Alexandratos,
1988: 134 y Tabla 4.5). A fines de la dcada de 1980, el uso de
fertilizantes nitrogenados en el Tercer Mundo cubra aproximadamente
la mitad del total mundial (FAO, 1989; Tabla 2). Como en la metrpolis,
la tasa de crecimiento se ha desacelerado considerablemente en los
aos recientes: comparado con el 12.4% en el perodo 1961-74, la tasa
anual de crecimiento de uso de fertilizantes entre 1975 y 1985 era de
slo 7.1 %, y la FAO proyecta una cada mayor a 4.6% durante el resto
del siglo (Alexandratos, 1988: Tabla 4.6).
Nada de lo que precede sorprender a nadie que haya seguido a la
agricultura incluso con la amplitud informativa del New York Times. Lo
sorprendente de Agricultura Alternativa no es el mensaje sino el medio:
no fue publicado por el Instituto Rodale o el Nuevo Instituto de Alquimia,
sino por el Consejo Nacional de Investigacin cuyo Directorio, segn
nos informa una ADVERTENCIA al inicio del libro, proviene de los
consejos de la Academia Nacional de Ciencias, la Academia Nacional de
Ingeniera y el Instituto de Medicina (Consejo Nacional de Investigacin,
1989: ii). Como si se necesitara mayor evidencia sobre la respetabilidad
del libro, la ADVERTENCIA seala que el proyecto que es objeto de este
reporte fue aprobado por el Directorio y que los miembros del comit
responsable del informe fueron elegidos por idoneidad y considerando
un balance apropiado. De hecho, el Presidente de la Junta en Agricultura
que design al comit responsable de Agricultura Alternativa era William
L. Brown de Pioneer Hi-Bred International. Toma esto, Unin Carbide!
La agricultura alternativa ha emergido de los intersticios y mrgenes
de la maquinaria a la brillante luz de la oficialidad. Pero la oficialidad se
niega a modificar su ptica orientada por el lucro. La justificacin de
las alternativas no es una nueva tierra tica, no es la sustitucin de la
explotacin por la crianza propuesta por Wendell Berry (1977). No es
femenina ni ecolgica y tampoco es eco-feminista. Un tema recurrente
en Agricultura Alternativa es que los innovadores son gente de la base,
gente slida, no excntricos. Por ejemplo (Consejo Nacional de
Investigacin, 1989: 263):
Los hermanos Spray no dejaron de usar los herbicidas qumicos
porque estuvieran preocupados por la salud y los riesgos
ambientales asociados con el uso de pesticidas. Lo hicieron porque
los herbicidas estaban alterando las poblaciones de malezas de tal
268
PERDIENDO EL CONTACTO
269
STEPHEN A. MARGLIN
En realidad, la importancia del conocimiento tradicional ha sido
crecientemente reconocida desde la dcada de 1980. Wendell Berry plante
el asunto (1984: 25, 28):
La versin industrial de la agricultura sostiene que ella lleva
anualmente a los agricultores, una y otra vez, hacia la misma serie
de problemas, para cada uno de los cuales existe siempre la misma
solucin generalizada; y, por lo tanto, que la solucin industrial
puede sustituir simple y seguramente a su solucin. Pero esto es
falso. En una buena finca, debido al clima y a otros factores, ni la
serie de problemas anuales ni ninguno de los problemas individuales
son exactamente los mismos en dos aos seguidos. El buen
agricultor (como el artista, el mariscal de campo en el juego del
ftbol norteamericano, el estadista) debe dominar muchas
soluciones posibles, de las cuales tiene que escoger una, bajo
presin, y aplicarla con habilidad en el lugar y el momento correctos.
Esta solucin requiere conocimiento, habilidad, inteligencia,
experiencia e imaginacin de un orden bastante respetable. Parece
probable (en la agricultura como en el arte) que la mente trabajar
mejor si est informada por una tradicin viva...
La mente de un buen agricultor, tal como la entiendo, se
encuentra, en un sentido crucial, fuera del alcance de los libros de
texto y del consejo experto. Los textos y los consejos expertos pueden
ser, y son, tiles a esta mente, pero slo por medio de una traduccin
difcil pero posible de lo abstracto a lo particular, que slo esta
mente puede lograr. Esta traduccin no puede ser hecha por el
experto sin una condescendencia y una sobresimplificacin que
denigran, y finalmente destruyen, ambas mentes y los dos tipos de
trabajo que estn involucrados. Para el escritor de libros de texto o
el investigador, la granja el lugar donde se aplica el conocimiento
es necesariamente provisional o terica. Lo que l propone debe
aceptarse como algo generalmente verdadero. En cambio, para el
buen agricultor el lugar donde se aplica el conocimiento es
detalladamente particular, no una finca sino esta finca, mi finca, el
nico lugar en el mundo exactamente igual a ella misma. Como los
buenos agricultores saben instintivamente, usarla sin un
conocimiento ntimo, detalladamente particular de ella, como si
fuera una finca o cualquier finca, es violarla, hacerle dao y,
finalmente, destruirla.
Por lo tanto, una de las razones por la cual es imposible dar una
buena descripcin de la mente de un buen agricultor es que ella es
inseparable de su finca; o, para plantearlo de manera opuesta, una
finca como artefacto humano es inseparable de la mente que la
hace y la usa. Las dos son una. Daar esta unin es daar a la cultura
humana en sus races.
270
PERDIENDO EL CONTACTO
271
STEPHEN A. MARGLIN
Implcitamente, los economistas como Schultz estn ansiosos de
un feliz matrimonio entre el conocimiento experto y la sabidura del
a g r i c u l t o r. E l a g r i c u l t o r s e l e c c i o n a r y e s c o ge r e n t re l a s
recomendaciones de los profesionales de acuerdo a lo que
funcione; esto es, de acuerdo a lo que es rentable.
No soy tan optimista.
272
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
En Mysore es muy comn la creencia de que las mezclas se cultivan
debido a que el agricultor ha encontrado que rinden ms que cualquiera
de los tipos puros cultivados separadamente... Los pocos experimentos
que hemos llevado a cabo no respaldan en absoluto esta visin. En
realidad, los tipos puros, en los casos que se ha experimentado, tienen
un mayor rendimiento que las mezclas originales de las cuales fueron
aislados, y en algunos casos las diferencias han sido muy marcadas.
Aiyer agrega:
Por supuesto, es cuestionable que los experimentos se refieran a
slo dos aos, mientras que las creencias de los ryots (agricultores de
la India) se basan en muchos aos de experiencia.
Ms adelante Aiyer se refiere una vez ms a experimentos con las mismas
mezclas y cultivos puros, esta vez sobre un perodo algo ms largo. Cita a
Coleman directamente (p. 495):
Los resultados indican con bastante claridad que el cultivo de
una mezcla es ms beneficioso que el cultivo puro. Si excluimos
la paja, el valor promedio por acre de los cultivos puros fue
aproximadamente de 18 rupias y el del cultivo en mezcla fue de
25 rupias.
Pero Coleman no est dispuesto a arrojar la toalla:
no obstante esta considerable diferencia, es aun bastante posible
que las ventajas que se obtienen de la arada temprana que se puede
realizar slo cuando se cultiva ragi puro superaran el indudable
incremento debido a la mezcla con una leguminosa. Esto, sin
embargo, debe ser objeto de una futura investigacin.
Aiyer revisa la evidencia con un conjunto de preguntas, incluyendo la
captura de nitrgeno por las leguminosas y su disponibilidad para las
noleguminosas en las mezclas; los efectos en la humedad del suelo y
su utilizacin y el control de los insectos y las enfermedades. En una
seccin final, trata los aspectos econmicos de la asociacin de cultivos.
La evidencia est lejos de ser unvoca y tenemos de nuevo el previsible
veredicto escocs.
Mientras tanto los agricultores continuaron asociando cultivos, y
ocasionalmente, muy ocasionalmente, los investigadores tomaron nota. P N.
.
Mathur fue uno de esos observadores que not tanto la amplia difusin de la
prctica como su superioridad econmica (1963: 40). Pero por cada Mathur,
hubo un Brian Trenbath, quien en 1974 emiti otra vez un veredicto escocs,
pero en contra de los cultivos asociados. Lo cito algo extensamente (1974:
205):
Se ha registrado que la mayora de las mezclas binarias han dado un
rendimiento a un nivel intermedio entre los rendimientos de los
monocultivos componentes... Esto... es lo que podra predecirse
274
PERDIENDO EL CONTACTO
275
STEPHEN A. MARGLIN
cultivos como una forma en que los agentes extensionistas logren poner su
pie en la puerta (p. 17):
... una vez que el agricultor haya adoptado una innovacin que no se
oponga mucho con su concepcin tradicional presente, por ejemplo la
mejora de sus ganancias provenientes de los cultivos asociados, entonces
ser ms fcil para el extensionista sugerir cambios ms radicales, tales
como el monocultivo, si la evidencia obtenida bajo condiciones
tecnolgicas mejoradas indican que esto es deseable en lo que se refiere
a los agricultores.
Sombras de Richard Crabb y su elogio del maz hbrido como un pie en la
puerta para cambios ms radicales!
Norman fue, aunque tal vez no lo supiera, parte de un movimiento. En un
taller llevado a cabo a fines de la dcada de 1970 en el Institute of Development
Studies (Instituto de Estudios del Desarrollo) de la Universidad de Sussex
(Inglaterra), Deryke Belshaw (1979) present un trabajo con el sugestivo
ttulo Taking Indigenous Technology Seriously: The Case of Inter-cropping
Techniques in East Africa (Tomando en Serio a la Tecnologa Indgena: el
Caso de las Tcnicas de Asociacin de Cultivos en Africa Oriental). Belshaw
(reimpreso en Brokensa et al 1980) defiende un caso similar al realizado una
generacin antes por Howard y Aiyer en India, junto con su propia crnica de
la indiferencia oficial y hasta hostilidad hacia los esfuerzos previos por legitimar
las prcticas indgenas (vase especialmente Belshaw 1979: 25, n. 1).
Pero ms o menos al mismo tiempo que la conferencia del IDS, las actitudes
oficiales estaban cambiando. Ya en 1975, la Sociedad Americana de
Agronoma auspici una conferencia sobre cultivos mltiples, que consideraba
favorables a los cultivos asociados y cuyas actas aparecieron luego como
una publicacin especial de la Sociedad (Papendick, Snchez y Triplett 1976).
En enero de 1979 el Instituto Internacional de Investigacin de Cultivos para
los Trpicos Semi-Aridos, localizado cerca de Hyderabad en India y conocido
generalmente por su acrnimo ICRISAT, llev a cabo una conferencia
internacional que revis la asociacin de cultivos en el Brasil, el Africa
(Occidental y Oriental) y la India, bajo diversos puntos de vista que iban
desde la fisiologa vegetal para la proteccin de la planta contra insectos y
enfermedades hasta la economa y el manejo de cultivos en mezcla. ICRISAT
era la respuesta oficial a la acusacin de que la investigacin haba descuidado
al agricultor de tierras secas y marginales al concentrar su atencin en cultivos
irrigados que explotan la buena respuesta a los fertilizantes de las nuevas
variedades sintetizadas de trigo y arroz. Sin disponibilidad garantizada de
agua, las dosis masivas de fertilizantes demandadas por la aat seran
fcilmente contraproducentes y posiblemente hasta desastrosas.
No era sta una conferencia cualquiera. Era ms bien el sello oficial de
aprobacin del itk, aun si el reconocimiento explcito del conocimiento
tradicional est en su mayor parte relegado a la nota al pie de pgina
276
PERDIENDO EL CONTACTO
4. Sistemas de conocimiento.
La respuesta breve es que la ideologa occidental impide tal
coexistencia pacfica. Los sistemas de conocimiento que subyacen a la
ciencia occidental podran, en teora, coexistir con otros sistemas de
conocimiento; pero en la prctica, la ideologa impulsa a este sistema
de conocimiento a pretensiones que excluyen la coexistencia pacfica.
La poltica de la episteme occidental excluye no slo la apreciacin sino
hasta la tolerancia de lo que no puede comprender y tomar en propiedad.
Es ms, en este sistema a lo que no se puede poseer no se le otorga ni
siquiera la categora de conocimiento. Esto sera suficientemente malo, pero
todava es peor. Debido a que todos los sistemas de conocimiento son
parciales, algo se pierde en la traduccin. Lo que no se puede reducir a los
trminos de la ciencia occidental no cuenta como conocimiento y se le descarta
por completo. En el encuentro del conocimiento moderno con el itk el peligro
real no es que el conocimiento moderno se apodere del itk, sino que lo har
slo parcialmente y le devolver este conocimiento parcial al cultivador como
el ncleo mismo de la verdad extrado de un tejido de supersticin y creencia
falsa. Lo que queda fuera de la interseccin del conocimiento moderno con el
itk corre el riesgo de perderse totalmente.
277
STEPHEN A. MARGLIN
Permtanme ahora explicar la base de este temor. He contrastado en otro
lugar (Marglin, 1990) a la episteme con la techn como formas distintas de
entender, percibir, aprehender y experimentar la realidad. Mi afirmacin es
doble: primero, que el conocimiento y la accin se basan en una combinacin,
una sntesis, de episteme y techn; ms an, a veces, en una tensin entre
ambas. Pero, segundo, que a pesar de esta simbiosis en la prctica, la cultura
occidental ha elevado ideolgicamente a la episteme a una posicin superior,
a veces hasta el punto de que a la techn se la considera un conocimiento
inferior, e incluso no se la considera conocimiento. Excepto en la medida que
la techn pueda ser justificada por la episteme, queda como supersticin,
creencia o prejuicio. En mi opinin, esta jerarqua ideolgica ha tenido una
poderosa influencia en la manera en que la episteme y la techn interactan
en la prctica, haciendo al conocimiento tcnico ilegtimo y hasta invisible.
De inmediato debo enfatizar que no tengo crtica que hacer a la episteme
como un sistema de conocimiento. Por el contrario, se podra argumentar
que no seramos humanos sin nuestro dominio de la episteme. El problema
es ms bien la afirmacin que se hace a favor de la episteme de que ella es
todo el conocimiento, de donde proviene su tendencia a excluir otros sistemas
de conocimiento igualmente importantes. Si bien la episteme es esencial para
nuestra condicin de humanos, tambin lo es la techn. Es ms, nuestra
capacidad de combinar techn y episteme es lo que nos diferencia tanto de
los animales como de las computadoras: los animales tienen techn y las
mquinas tienen episteme, pero slo nosotros los humanos tenemos ambas.
(Las historias clnicas de Oliver Sachs [1985] son una evidencia, a la vez
conmovedora y entretenida, de las distorsiones grotescas, extraas y hasta
trgicas de los seres humanos que resultan de la prdida de su techn o de
su episteme.) No es necesario decir que esta visin del conocimiento humano
me hace escptico de las posibilidades de la inteligencia artificial. Hasta que
comprendamos mejor cmo es que los seres humanos somos capaces de
integrar techn y episteme, no podemos esperar hacerlo en una mquina.
Pero me estoy adelantando a mi historia. No puedo explorar las diferencias
entre diferentes sistemas de conocimiento antes de presentar lo que quiero
decir con esta terminologa. Primero, permtanme decir lo que no es un sistema
de conocimiento: el trmino no se refiere a un mbito especfico de
conocimiento. Los economistas y los fsicos, los ingenieros qumicos y los
administradores de personal trabajan con diferentes mbitos del conocimiento.
Pero esto de ninguna manera nos impide compartir una prctica comn o
una ideologa comn respecto al sistema de conocimiento que empleamos.
Por sistema de conocimiento quiero denotar una manera de organizar el
conocimiento en trminos de cuatro caractersticas: epistemologa,
trasmisin, innovacin y poder. Un sistema particular tiene su propia
teora del conocimiento, sus propias reglas para adquirir y compartir el
conocimiento, sus propias formas distintivas para cambiar el contenido
de lo que cuenta como conocimiento y, por ltimo, sus propias reglas
278
PERDIENDO EL CONTACTO
279
STEPHEN A. MARGLIN
Es un asunto de controversia si la episteme inherentemente reivindica sus
derechos a la universalidad, a ser aplicable en cualquier tiempo y lugar a
todas las cuestiones. Es ciertamente el caso que mucha gente,
particularmente en Occidente, no ve frecuentemente a la episteme como
un sistema de conocimiento entre otros, sino como conocimiento puro
y simple. Pero he llegado a ver esta pretensin no como una caracterstica
inherente a la episteme, o en cualquier caso no una caracterstica de su
epistemologa, sino una caracterstica de la poltica del conocimiento
en Occidente.
El conocimiento epistmico es puramente cerebral. La mente est
separada del cuerpo, y la episteme le pertenece solamente a la mente.
La afirmacin Siento que hay algo equivocado en lo que dices, que
significa Percibo que hay algo equivocado, pero no puedo precisar qu
o por qu no tiene lugar dentro de la episteme.
Aun presionada a la accin, la episteme es terica. Una vez que la
naturaleza tentativa y provisional de cualquier esquema axiomtico es
reconocido, las afirmaciones axiomticas son necesariamente hiptesis.
De hecho, sin entrar a los matices del debate entre Karl Popper (1968)
y sus crticos (Kuhn, 1970; Lakatos, 1970; Putnam, 1974), se puede
decir que la episteme est engranada, de una forma u otra, a la falsacin
y a la verificacin. Su propio procedimiento, la insistencia en pequeos
pasos que siguen inmediata y directamente uno a otro, excluyen el
descubrimiento y la creatividad. Descubrir o crear mediante la episteme
sera como el mono proverbial digitando a Shakespeare. Tal vez algn
da lo haga, pero estaramos en dificultades para reconocer el trigo
entre la paja.
Finalmente, la episteme es conocimiento impersonal. Como el Dios
cristiano Rom. 2: 11) la episteme es imparcial: En principio es accesible
a todos por igual. As, la episteme no es slo conocimiento terico, se convierte
en conocimiento terico de iguales tericos. Hasta aqu todo est bien: quin
no aplaudira un sesgo hacia la igualdad? El problema es que as como la
elevacin de la deidad tribal juda a la categora de Dios universal llev
histricamente a los cristianos a negar la posibilidad de la salvacin para los
no creyentes, de la misma forma la elevacin ideolgica de la episteme a una
categora superior lleva a negar que pertenecen a ella quienes se encuentran
fuera del sistema de conocimiento. Es un paso poltico fcil el que falta para
reinvindicaciones universalistas a favor de la episteme y otro paso, slo un
poco ms difcil, para llegar a la idea de que a las personas que carecen de
episteme les falta el conocimiento mismo.
En contraste con la base de la episteme en la deduccin lgica a partir de
axiomas evidentes por si mismos, las bases de la techn son tan variadas
como la autoridad de maestros (y maestras) reconocidos e incluso nuestra
propia intuicin. De una forma u otra, la experiencia es la esencia. Opuestas
a los pequeos pasos de la episteme se encuentran tanto la doctrina recibida
como los saltos imaginativos que permiten encajar todas las piezas del
280
PERDIENDO EL CONTACTO
281
STEPHEN A. MARGLIN
del gremio, donde cada aprendiz puede esperar ser un maestro, no la de la
fbrica, donde pocos trabajadores pueden llegar a ser capataces, y menos
aun ejecutivos. Tambin puede ser una jerarqua de gnero. El bien conocido
trabajo de Carol Gilligan, In a Different Voice (En una Voz Diferente, 1982), se
puede interpretar como una defensa de la techn (femenina) contra la episteme
(masculina).
Si la techn es internamente jerrquica, externamente es ms abierta.
Reconociendo lmites de tiempo, lugar y propsito, la techn, a diferencia
de la episteme, no se presta fcilmente a una poltica de conocimiento
que divide al mundo entre los que tienen y los que no tienen. Ciertamente,
la techn no es inherentemente igualitaria en trminos de sus relaciones
externas, pero por lo menos es pluralista.
En trminos de las cuatro caractersticas que se han propuesto para
distinguir los sistemas de conocimiento, las diferencias entre episteme
y techn son notables. La episteme reconoce como conocimiento slo lo
que se deriva mediante reglas de la lgica a partir de axiomas aceptados
como primeros principios evidentes por s mismos. En cambio, la techn
reconoce diversas vas al conocimiento, desde la autoridad hasta la
experiencia inmediata: la prueba del conocimiento es la eficacia prctica.
Los mecanismos de transmisin son tan diferentes como las
epistemologas. En principio, el conocimiento epistmico es accesible a
travs del raciocinio puro; pero en la prctica se adquiere generalmente
la episteme a travs de la educacin formal. En realidad, el conocimiento en
Occidente ha llegado a ser ms y ms equivalente a lo que se ensea en las
escuelas; y las escuelas, en general, estn dedicadas a la episteme, tanto
que un sobrino mo sugiri la oposicin entre el conocimiento libresco y el
conocimiento callejero en lugar de la oposicin entre episteme y techn.
(Existen excepciones: desde su inicio las facultades de derecho y de negocios
de mi propia universidad, han dado lugar privilegiado, en la instruccin, al
mtodo de casos que intenta condensar la techn de la oficina legal y la
suite ejecutiva en una forma accesible a los estudiantes para permitir que el
aprendizaje tenga lugar en un ambiente simulado en el que los errores no son
muy costosos. Pero incluso estas excepciones estn cayendo crecientemente
bajo el fuego de la oficialidad acadmica epistmica.)
La manera cannica de transmitir la techn es, como se ha indicado, a
travs de un nexo personal ejemplificado por la relacin maestro-aprendiz.
El ejemplo del maestro, ms que ningn otro precepto, instruye al aprendiz
que absorbe casi inconscientemente lo que se le ensea. Casi cualquiera
puede adquirir los rudimentos de un arte en esta forma, pero la calidad es
un asunto de intuicin, de un sentido intensificado de tocar y sentir
desarrollado a travs de aos de prctica.
La innovacin epistmica lleva una doble vida. El modelo formal slo permite
reemplazar una derivacin lgica errnea por una correcta, o cambiar los
supuestos. Se puede suplementar axiomas existentes o, ms raramente,
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Como con muchas de mis ideas originales favoritas, una vez elaborada
la idea de que episteme y techn constituyen sistemas de conocimiento
separados y distintos, encontr ideas similares por todas partes. Tal vez la
ms conocida es la distincin de Robert Pirsig (1976) entre el conocimiento
clsico y el romnticoen Zen and the Art of Motorcycle Maintenance (Zen y
el Arte de Mantener Motocicletas). Los detalles son diferentes, pero el
conocimiento clsico de Pirsig claramente hace resonancia con la episteme y
el conocimiento romntico con la techn. (Recientemente me top con el
siguiente prrafo en la autobiografa de Alexander Luria, el psiclogo sovitico:
A comienzos del presente siglo el estudioso alemn Max Verworn sugiri
que los cientficos pueden ser divididos en dos grupos distintos de acuerdo
a su orientacin bsica hacia la ciencia: clsica y romntica (1979: 174).
Luria, presumiblemente parafraseando a Verworn, despus caracteriza clsico
y romntico en trminos notablemente parecidos a los de Pirsig y a los mos.
Hasta ahora no he podido localizar ningn ensayo de Verworn que haga tal
distincin, pero no me he rendido.) Michael Polanyi (1958) caracteriz el
conocimiento tcito como una forma distinta de conocer en la que el tocar
y el sentir juegan un papel importante como lo hacen en la techn. En otro
contexto, Jerome Bruner (1962) distingui conocimiento diestro y zurdo,
el primero basado en la lgica y el segundo en la intuicin una distincin
que tambin caracteriza a la episteme y a la techn.
284
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
[tatnnements]. En la medida en que se pone en contacto ms
estrechamente con lo fsicamente concreto, la teora [i.e. episteme,
SAM] pierde su rigor y deja de ser. No se aplica a los hechos, sino
que se degrada en ellos (Vernant, 1982: 52). De hecho, Platn parece
emplear el trmino empeiria para describir caractersticas de la
produccin artesanal que he descrito en trminos de la techn. En
Gorgias (465 a) Platn hace decir a Scrates con respecto al arte de
cocinar: Digo que no es un arte, sino un hbito [empeiria], ya que
no puede dar razn de la naturaleza real de las cosas que aplica, y
por lo tanto no puede decir las causas de ninguna de ellas. Me rehuso
a darle el nombre de arte [techn] a cualquier cosa que sea irracional.
En Filebo (55 d-e) Socrates pide a su interlocutor que considere si
en las artes manuales [cheirotechnikai] una parte est ms ligada al
conocimiento [episteme], y la otra menos, y si la primera debera
considerarse como la ms pura, y la otra como menos pura. Contina
afirmando, Si se excluyeran la aritmtica y las ciencias de medir y
pesar de las otras artes [techn], lo que quedara de ellas sera,
bastante pobre.
Pero cualesquiera que fueran los nombres, la distincin entre tipos
de conocimiento es central en la filosofa de Platn. La Repblica es
categrica acerca de la inferioridad del conocimiento del artesano.
Scrates expresa el punto de vista platnico en trminos de la relacin
entre el conocimiento del jinete que usa el bozal y la brida y el artesano
que las hace. No es cierto, pregunta Scrates que ni siquiera los
artesanos que los hacen saben [cmo debera hacerse] sino slo el
jinete que entiende su uso? (601c). Se encuentra en cuestin una
diferencia no entre episteme y techn sino entre episteme y techn
por una parte y por otra ortha doxa (opinin correcta). Scrates
contina:
Sigue, entonces, que el usuario debe saber ms del desempeo
del objeto que usa y debe informar sobre sus puntos buenos y
malos al que lo hizo. El flautista, por ejemplo, le dir al que hizo
el instrumento cun bien le sir ve para sus propsitos el
instrumento y el otro se someter a sus instrucciones acerca de
cmo se debe hacer. As el hombre que usa cualquier implemento
hablar de sus mritos y defectos con conocimiento, mientras
que el artesano tomar su trabajo y tendr nada ms que una
idea correcta, que l est obligado a obtener escuchando al
hombre que sabe (601 e).
La terminologa puede ser diferente, pero no existe duda de que el
conocimiento del artesano es de un tipo diferente e inferior.
Tambin para Aristteles, el artesano abandonado a su suerte slo
puede aspirar a un grado inferior de conocimiento. Aun ms,
Aristteles toma la parbola del que construye la flauta y del flautista
y, con Platn, estigmatiza el conocimiento del ar tesano como
286
PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
El contexto en el que Descartes elabor su proyecto es importante,
porque arroja luz sobre el atractivo de la episteme. Como para los
griegos, la episteme fue para Descartes y sus tiempos, la respuesta
al desorden que amenazaba con deshacer la sociedad. Las
controversias religiosas que desde los tiempos de Martn Lutero
haban escindido a la Cristiandad ahora amenazaban con destruir a
la civilizacin europea. Los tiempos de Descartes eran los tiempos
de la Guerra de los Treinta Aos y Descartes mismo, un voluntario en
el ejrcito del prncipe Mauricio de Nassau, vi la amenaza muy de
cerca. Es ms, Stephen Toulmin (1990) argumenta que el intento
cartesiano de asegurar una nueva base para el conocimiento emergi
directamente del fracaso de la tolerancia religiosa personificada en la
poltica pluralista de Enrique de Navarra y el escepticismo pluralista de
Michel de Montaigne.
El escepticismo debe ser visto en su contexto (Popkin, 1979). Es difcil
no ver en el surgimiento del escepticismo durante el perodo moderno
temprano, una respuesta a la afirmacin de la autoridad interior, la verdad
evidente por si misma (literalmente) o verdades, ya que resultaron ser
ms de una que los protestantes invocaron para oponerse a las
imposiciones de la autoridad papal. El escepticismo, al atacar todas las
pretensiones de poseer la verdad ltima, busc restaurar la legitimidad
de aquellas ms santificadas por el tiempo y por la tradicin y, en la
versin de Montaigne por lo menos, para atemperar hasta estas
pretensiones con moderacin y tolerancia.
El proyecto de los escpticos fracas rotundamente, tal vez debido a
que el pluralismo moderado de Montaigne no satisfizo exactamente los
requerimientos de la Contrarreforma. En vez de pluralismo y tolerancia,
exista una cacofona de pretensiones acerca de la verdad ltima. Fueron
estas demandas conflictivas las que Descartes propuso cortar de raz
con su nuevo sistema de conocimiento.
Descartes y sus contemporneos, como los griegos antes de ellos,
equipararon la incertidumbre y la duda con el desorden. La episteme
era el sistema de conocimiento del orden racional y, en consecuencia
o as se podra esperar del orden social.
El desorden social endmico se encarn en la Guerra de los Treinta
Aos. Pero no se necesita ser tocado directamente por la guerra para
sentir las dislocaciones de la poca. El nacimiento de la modernidad
fue socialmente doloroso en mltiples dimensiones: todas las
instituciones no slo la iglesia, sino el hogar, el lugar de trabajo, el
estado, y por supuesto la tierra estaban en flujo.
Tambin en este respecto, el contexto en el que la encarnacin
moderna de la episteme tom precedencia fue similar al antiguo. El
clasicista E. R. Dodds caracteriz la transicin de la era homrica a
la arcaica que vi el nacimiento de la filosofa griega como un perodo
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Como el proyecto de los escpticos, el proyecto de los probabilistas
no dio resultado. Se ha logrado bastante, como lo atestigua la
industria de seguros. Gracias a nuestra comprensin de las
probabilidades podemos comprar seguros de vida, seguros contra
incendios y hasta seguros mdicos a aproximadamente su valor
actuarial. Pero ninguna cantidad de clculos puede mover lo
incalculable de la esfera de la techn a la esfera de la episteme. Como
dijo Aristteles, la techn ama al azar y viceversa. En breve, la techn
es el sistema de conocimiento de la incertidumbre y la incertidumbre es
la bendicin o maldicin, dependiendo del punto de vista de cada uno
de la vida.
De hecho, mucho de la vida econmica se hubiera marchitado si hubiera
dependido del clculo epistmico. John Maynard Keynes y Joseph
Schumpeter, probablemente los economistas ms creativos de este siglo,
se encontraron en lados opuestos del espectro poltico (oficial) pero
estuvieron muy de acuerdo en este punto. Para Keynes, el compromiso
del capital a formas fsicas especficas, el acto de invertir, depende de
los espritus animales que incitan a la accin ms que a la inaccin.
En un clebre pasaje de La Teora General (p. 147) Keynes ahond sobre
este tema:
Aun haciendo a un lado la inestabilidad debida a la especulacin,
hay otra inestabilidad que resulta de las caractersticas de la
naturaleza humana: que gran parte de nuestras actividades
positivas dependen ms del optimismo espontneo que de una
expectativa matemtica, ya sea moral, hedonista o econmica.
Quiz la mayor parte de nuestras decisiones de hacer algo positivo,
cuyas consecuencias completas se irn presentando en muchos
das por venir, slo pueden considerarse como resultado de la
fogosidad [animal spirits] de un resorte espontneo que impulsa
a la accin de preferencia a la quietud, y no como consecuencia de
un promedio ponderado de los beneficios cuantitativos multiplicados
por las probabilidades cuantitativas. La empresa slo pretende
estar impulsada principalmente por el contenido de su programa,
por muy ingenuo o poco sincero que pueda ser. Se basa en el clculo
exacto de los beneficios probables apenas un poco ms que una
expedicin al Polo Sur. De este modo, si la fogosidad se enfra y el
optimismo espontneo vacila, dejando como nica base de
sustentacin la previsin matemtica, la empresa se marchita y
muere...
Schumpeter escribi de manera similar en La Teora del Desarrollo
Econmico (p. 85):
En la misma forma que las acciones militares deben ser
tomadas en una posicin estratgica determinada incluso si todos
los datos que se podran conseguir no estn a disposicin, as
tambin en la vida econmica las acciones deben ser tomadas
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PERDIENDO EL CONTACTO
6.
291
STEPHEN A. MARGLIN
el experto est ms que feliz de ensear al agricultor, de devolver en una
reconstruccin epistmica el trabajo que ha elaborado con base en la
techn del agricultor. Pero es exactamente aqu donde se inicia el
problema. El experto puede devolver slo lo que puede traducir de la
techn del agricultor a su propia episteme. Sin embargo, no existen dos
idiomas isomrficos, de modo que la traduccin es siempre parcial y algo
se pierde invariablemente. Esto no es, me apresuro a decir, el defecto de
individuos. No es un asunto de buena o mala voluntad del experto. Es
ms bien un problema sistmico, un problema del sistema de conocimiento.
Para que un experto se mueva de finca a finca, sin mencionar de distrito
a distrito, o de pas a pas, debe uniformizar, categorizar, reducir,
universalizar. El debe, en breve, epistemizar. El aprendizaje como
diferente a la traduccin de la techn del agricultor es, como el
aprendizaje de cualquier techn, el trabajo de toda una vida.
Pero esto es slo el principio: debido a una ideologa del conocimiento
que devala a la techn, lo que no puede ser traducido deja de existir, o
existe slo como el residuo de la supersticin, la ignorancia y la creencia.
(Nosotros sabemos; ellos creen [ver Kopytoff, 1981]). El dilogo se
convier te en apropiacin, reduccin y prdida sin siquiera el
reconocimiento de la prdida.
Todava es peor. El problema no est compuesto slo por la ideologa,
sino tambin por el poder de los expertos que operan principalmente en
trminos de episteme relativa al poder de los agricultores que operan en
trminos de techn. En realidad, es la combinacin de poder e ideologa
la que hace tan maligno el encuentro entre experto y agricultor en el Tercer
Mundo. El agricultor norteamericano podra preguntarse a s mismo, como
urge Wendell Berry (1984), La cabeza de quin est usando el
agricultor? Pero el agricultor norteamericano est ciertamente en una
mejor posicin para defenderse que un agricultor de India o del Africa o
de Mxico a pesar de la obstinacin de los nativos que observ Carl
Sauer (ver Parte. I, sec. 7, arriba). (Basta reflexionar por un momento
sobre las diferentes connotaciones de hombre de agro-negocios y
campesino) El notable xito de las innovaciones descritas en Agricultura
Alternativa (ver Parte. II, sec. 1, arriba) no habra sido posible, espero, si
los agricultores fueran tan faltos de poder como tpicamente son los
campesinos. Pero esto no significa que el poder es el nico asunto, o aun
el central: sin la fuerza de la ideologa no habra incentivo o razn para
reducir la techn a la episteme en primer lugar.
Tal vez no exista solucin. Pero tal vez el dilogo requerido el dilogo
entre la techn adquirida por smosis y la episteme adquirida por la
educacin formal pueda existir como un dilogo interno, el dilogo
consigo mismo. Cada parcela debera ser un... laboratorio y cada
agricultor un qumico prctico y filsofo escribi un norteamericano que
quera popularizar la agricultura cientfica a mediados del siglo diecinueve
(Rodgers, 1850: 17; citado en Rosenberg, 1976: 147). Es difcil ver cmo
292
PERDIENDO EL CONTACTO
293
STEPHEN A. MARGLIN
la forma en que vamos de un lugar a otro, en ir de aqu para all ms
rpida y eficientemente, que en entender por qu estamos realizando
el viaje. Exige una combinacin especial de arrogancia e ingenuidad
estar seguros de que la episteme contiene todos los recursos
necesarios para arreglrselas con las diversas contingencias del cambio.
Esta no es una condena de la episteme como un sistema de
conocimiento. Los logros de la ciencia occidental y de la tecnologa
son impensables sin ella. Existe un lugar en cualquier cultura para el
conocimiento desencarnado y descontextuado, para el conocimiento
basado en la separacin del cuerpo y de la mente y aislado de los
contextos de tiempo, lugar y personas; para el conocimiento
instrumental y racional, para el conocimiento basado en la separacin
de fines y medios y que se refiere slo a los medios mediante la
deduccin lgica a partir de primeros principios evidentes por si
mismos. Existe un lugar para esta episteme a medida que el mundo
entra al tercer milenio de la era cristiana.
El problema surge cuando la episteme se rehusa a subordinarse a
una cosmologa, y pretende ella misma ser una cosmologa, una teora
de la realidad. Como cosmologa, la episteme no deja espacio, por lo
menos a nivel ideolgico, para otros sistemas de conocimiento,
tampoco deja lugar para ninguna techn local y particular, igualmente
necesaria para el pensamiento y la accin. Todo conocimiento puede
estar socialmente contextualizado, pero hay un mundo de diferencia
entre un sistema de conocimiento elevado a la condicin de
cosmologa y la contextualizacin de un sistema de conocimiento
dentro de una cultura. El primero puede fcilmente pretender el lugar
de una Verdad, o de Verdades, que trascienden sus orgenes culturales;
el segundo no puede hacerlo. (Puede o no haber estas Verdades
trascendentes; existen, sin embargo, sin lugar a dudas, Falsedades
trascendentes.)
Como cosmologa, la episteme nos da no solamente la agricultura
cientfica, que incrementa el producto en formas que degradan al
agricultor, amenazan al medio ambiente y socavan la capacidad de
responder a cualquier sorpresa que el futuro pueda deparar. Tambin
nos ha dado a la medicina cientfica, que provee medios ms efectivos
para tratar las enfermedades pero transforma a la persona en un
conjunto de lecturas de laboratorio (Apffel-Marglin, 1990; Nandy y
Visvanathan, 1990). Nos da poltica cientfica y administracin, que
transfieren for mas de polticas instrumentales y racionales,
desencarnadas y descorporizadas, al Tercer Mundo, ayudando e
iniciando la creacin de la mantencin de regmenes autoritarios y
represivos y, si el pasado norteamericano sirve de gua, socavando
esas instituciones rurales que fueron centrales para lograr que la
agricultura fuera una forma de vida en vez de una manera de ganarse
294
PERDIENDO EL CONTACTO
8.
Un argumento doble
El argumento por una agricultura alternativa es, por tanto, doble. Existe
un primer argumento individualista segn el cual la aat elimina al agricultor
como sujeto de su mundo de vida, ya sea expulsndolo de la tierra, como
en el caso norteamericano, o reducindolo a ser un apndice del complejo
agro-industrial, como en el caso del Tercer Mundo. El segundo argumento
es social: la imposibilidad de un dilogo verdadero entre el experto y el
agricultor hace del conocimiento del agricultor la mejor esperanza de una
agricultura resiliente capaz de responder a cualquier impacto y crisis que
el futuro pueda deparar.
Al final, los dos argumentos pueden reducirse a uno solo. Puede existir,
sin basarse en su propio conocimiento, una sociedad de sujetos, una
comunidad, que sea la autora colectiva de su propio futuro? A la inversa,
puede dejar de construir su propio futuro una comunidad que legitima y
honra, al tiempo que usa y construye activamente su propio conocimiento?
295
STEPHEN A. MARGLIN
REFERENCIAS
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India) Indian Journal of Agricultural Science, 19 (4): 439-543.
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Hacia el 2000), Nueva York: New York University Press.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
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PERDIENDO EL CONTACTO
Popular
opular,
Popular
Introduccin
Introduccin a Economa Popular, Ecologa Popular
(1999)
Le pasa a una madre
cuando est dando a luz
Su corazn est lleno de gozo
Mientras su cuerpo se traspasa de dolor
Tiene al beb cerca de su pecho
A pesar del dolor que le caus
Cuando se trata de amor
No se calcula el costo.
No se Calcula el Costo, letra y msica de Bucky Jones, Chris
Walters y Tom Shapiro. Canta Ricky Skaggs (My Fathers Son, EK
47389)
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L
L
Introduccin
Intr oduccin
STEPHEN A. MARGLIN
Este ensayo explora los lmites de la Economa convencional para
encarar las cuestiones ecolgicas. En otras palabras, qu se opone a
que la Economa sea amigable con la ecologa? Mi respuesta es que los
supuestos bsicos de la Economa el individualismo, el inters propio,
la racionalidad y los deseos ilimitados son inadecuados. Estos
supuestos, lejos de captar los hechos bsicos sobre la naturaleza
humana, reflejan una coyuntura histrica particular una coyuntura
en la que las cuestiones ecolgicas, no importa cun apremiantes puedan
haber parecido a los contemporneos, podan ser consideradas como
temas de segundo orden y tratrseles como asuntos de detalle de la
teora. Por cierto, los economistas consideramos a nuestra disciplina
como el faro para un mundo que est en la oscuridad sobre la forma en
que se debe pensar sobre la ecologa. Pero esto es ms el resultado de
una mentalidad de talla nica en el pensamiento sobre las
instituciones, que de una consideracin seria de las diversas dimensiones
de nuestros problemas ecolgicos. Los economistas tenemos una
verdadera dificultad para ir ms all de considerar al mercado como
una panacea.
Los siguientes prrafos de un memorando del Banco Mundial, que
se filtr a la prensa hace unos aos (The Economist, 8 febrero 1992,
p. 66), dan indicaciones de las dimensiones del problema:
Aqu entre nosotros [se preguntaba retricamente el
Vicepresidente de Investigacin], no debera el Banco Mundial
estar alentando ms la migracin de las industrias contaminantes
a los pases menos desarrollados?...
... una cantidad determinada de contaminacin daina [a la
salud] debera producirse en el pas con el menor costo, que
ser el pas con los menores salarios. Pienso que la lgica
econmica que sustenta la descarga de desechos txicos en el
pas con el menor salario es impecable y que deberamos
encararlo.
... Slo los hechos lamentables de que las industrias de bienes
no transables (transporte, generacin de electricidad) generan
tanta polucin y que los costos unitarios del transporte de
desechos slidos sean tan altos, impiden un comercio en
contaminacin del aire y en desechos que incrementara el
bienestar mundial.
El memorando concede implcitamente que hay argumentos contra
esta lgica. Pero la Economa se sostiene o colapsa como un conjunto.
Como concluye el memorando:
El problema que tienen los argumentos contra todas estas
propuestas a favor de ms contaminacin en los pases menos
desarrollados (derechos intrnsecos a ciertos bienes, razones
morales, preocupaciones sociales, falta de mercados adecuados,
306
PERDIENDO EL CONTACTO
307
STEPHEN A. MARGLIN
para regular las relaciones humanas? Por qu las razones contra los
mercados se encuentran en letra menuda y no en los titulares?
Hay una segunda razn para este ensayo. Las cuestiones ecolgicas
son el campo de batalla entre visiones alternativas de una vida buena,
digna y satisfactoria. La resistencia de los aldeanos tailandeses al
Plan Maestro preparado por un grupo de expertos convocados por el
grupo consultor forestal finlands lder, Jaakko Pyry, o de los aldeanos
indios a un plan de forestacin social desarrollado con ayuda externa
del gobierno sueco puede hacer que enfoquemos nuestra mirada sobre
las cuestiones ecolgicas, pero tras el foco ecolgico se encuentra
u n c o n f l i c t o s o b re c u e s t i o n e s m s a m p l i a s d e d e s a r r o l l o,
modernizacin y occidentalizacin. A su vez, estas cuestiones
impactan en la ecologa en dos formas, ambas en trminos de las
demandas sobre los recursos y la generacin de desechos a la que
conduce nuestro modo de vida, y en trminos de las actitudes y
compor tamientos hacia la naturaleza que la modernidad y el
desarrollo promueven, al menos en su forma occidental.
Para los economistas, no hay ninguna duda aqu. El mejor sistema
es el que proporciona la mayor cantidad de bienes materiales, y si el
mercado promueve la modernidad y el crecimiento, y si la modernidad
y el crecimiento estimulan a su vez los mercados, el interjuego es un
crculo de lo ms virtuoso. Incluso sugerir que podran existir dos
lados en las cuestiones del desarrollo, la modernizacin y la
occidentalizacin, es arriesgar la desventaja que acompaa a quienes
parecen condonar, o hasta defender, toda forma de maldad asociada
con las sociedades tradicionales, desde la circuncisin femenina en
Africa pasando por el sati en India hasta el vendaje de los pies en
China. Permtaseme aclarar: no tengo la intencin de hacer romntico
el pasado, ni ignoro la opresin ejercida en nombre de la tradicin.
En todo caso, el conflicto no es un conflicto entre la modernidad y
la tradicin, si se considera que la tradicin es esttica e inmutable.
Son ms bien los trminos del cambio los que estn en cuestin. La
tradicin es activamente construida y es dinmica, excepto cuando
la gente est entre la espada y la pared y se congela en patrones
arcaicos. La cuestin es la preservacin de un espacio para una
transformacin relativamente autnoma de las culturas indgenas,
no la preservacin de las culturas como sistemas estticos. La
pregunta es si el desarrollo y la modernizacin pueden tener
significados diferentes de la occidentalizacin.
Para el economista crtico, la cuestin es si la Economa puede
ser liberada de sus ataduras al individualismo, al clculo y la
maximizacin, y a los deseos ilimitados, que fue el marco en el que
la disciplina se desarroll en Occidente, desde los das de Thomas
Hobbes y Adam Smith hasta nuestro tiempo. Las posibilidades de
construir una Economa capaz de funcionar sin los presupuestos del
308
PERDIENDO EL CONTACTO
309
STEPHEN A. MARGLIN
El entusiasmo del economista por este tipo de falla del mercado
se explica rpidamente: el remedio reside en ms y mejores mercados.
En este enfoque, el problema no es que los mercados han sido
probados y hallados insuficientes, sino que los mercados han sido
insuficientemente probados. La solucin: romper los monopolios
privados, reducir la intervencin gubernamental y for talecer el
rgimen de propiedad privada.
Evidentemente hay una verdad considerable en el anlisis y en el
remedio. Un ejemplo relevante es la distorsin introducida en la
agricultura por polticas gubernamentales ostensiblemente diseadas
para mejorar la posicin del agricultor (National Research Council
1989). En los Estados Unidos de Amrica (y una argumentacin similar
puede hacerse en otros lugares) los programas de sostenimiento de
precios, la limitacin de reas cultivadas y los requerimientos de
acatamiento cruzado [cross-compliance requirements disponan que
para recibir subsidios por un cultivo, el agricultor deba acatar las
disposiciones del USDA (Departamento de Agricultura de los EE UU)
para todos los cultivos (hoy la ley ha cambiado)] han distorsionado
los precios y los incentivos, induciendo a los agricultores a adoptar
prcticas dainas al ambiente. En esta visin, la dependencia de los
fertilizantes qumicos, los pesticidas, los monocultivos debilitantes y
el descuido de la tierra, son consecuencias directas de polticas
gubernamentales que estimulan a los agricultores a manejar su tierra
para maximizar su posibilidad futura de recibir los beneficios de los
programas agrcolas ms que a responder a las restricciones
biolgicas y fsicas de su tierra (National Research Council 1989, p
11). En forma plausible se puede argumentar que la tierra, y quizs
hasta el agricultor familiar, estaran mejor si el gobierno pusiera en
prctica la legislacin aprobada en 1995 la cual, luego de un perodo
de transicin, impide al gobierno promover el inters de la agricultura
mediante intervenciones en el mercado.
Un segundo ejemplo ilustra mejor los lmites que existen al tratar
de hacer que la realidad se adapte a la teora: el anlisis econmico
de los recursos de propiedad comn. Los economistas se estremecen
ante la idea de un derecho conjunto a los recursos, y ven en l slo la
tentacin de la explotacin exagerada que resulta del clculo separado
del inters propio de cada individuo. La palabra clave aqu es
externalidades, y la solucin del economista es internalizar las
externalidades mediante el parcelamiento del derecho comunal en
propiedades separadas. Hgase que el mundo encaje en la teora.
Los lmites del anlisis y de la prescripcin son instructivos.
Bsicamente, el problema es la incapacidad de comprender
estructuras como las comunidades, intermedias entre el individuo y
el estado. De esta incapacidad viene una confusin entre el problema
de los derechos comunes y el problema del acceso libre (Elinor Ostrom
310
PERDIENDO EL CONTACTO
311
STEPHEN A. MARGLIN
en los flujos de efectivo a los agricultores, que no reflejan la
degradacin de los recursos. Los mrgenes brutos de operacin, un
concepto de ingreso que ignora el dao al suelo y al agua en la finca
y fuera de ella, son superiores para la agricultura de alta tecnologa,
ya sea con comparaciones hechas bajo los supuestos del regimen
intervencionista vigente cuando se efectu el anlisis del WRI, o bajo
el supuesto de completo laissez-faire domstico e internacional. De
la misma manera lo es la suma de los mrgenes brutos de operacin
y los subsidios gubernamentales bajo las polticas de lnea de base
entonces vigentes.
La solucin contiene una par te de educacin y persuasin,
considerando que los agricultores por su propio inters deberan tomar
en cuenta la degradacin de los recursos en la finca. Pero una segunda
parte de la solucin requiere que las acciones de los agricultores estn
motivadas por un inters comunitario superior al del propio inters
individual. La mayor parte del dao causado por las prcticas agrcolas
vigentes ocurre fuera de la finca, particularmente en reas densamente
pobladas, y no aparecer jams en los balances de los agricultores. De
modo que la solucin requiere alguna combinacin de mayor conciencia
cvica, censura comunal y reglamentacin gubernamental.
Como contribuyente pionero al anlisis beneficio:costo (Maas,
Hufschmidt et al 1963; Marglin 1967, 1976; Dasgupta, Marglin y
Sen 1973), sera verdaderamente mezquino si abandonara a mi
criatura. Y, sin duda, hay un lugar para el clculo de beneficios y
costos. La cuestin es si la ecologa puede tratarse mediante una
contabilidad adecuada. Obviamente, muchos lo creen as, y no slo
economistas oficiales tan prominentes como mi antiguo colaborador
Partha Dasgupta (1982; Dasgupta y Mler 1990). Hasta el reciente
libro For the Common Good (Por el Bien Comn) del heterodoxo
Herman Daly (escrito con John Cobb hijo) dedica un captulo a intentos
de modificar la contabilidad nacional convencional para incluir los
costos verdaderos de los recursos consumidos en el proceso de
produccin y el costo de la degradacin ambiental, aunque la
conclusin del captulo hace resonar una nota de escepticismo (p
84).
Aunque aprecio la importancia del anlisis beneficio:costo, dudo
que sea suficiente. Por un lado, la Economa an no ha sugerido una
manera satisfactoria de tratar la incertidumbre (a diferencia del riesgo
calculable) que est en el meollo de la cuestin. Por otro lado, la
Economa, aunque razonablemente buena para evaluar formas
alternativas de ganarse la vida, apenas puede comparar formas
alternativas de vida, y diferentes enfoques de la ecologa son
frecuentemente, en el fondo, diferentes enfoques de la vida. La
Economa, si se quiere, es ella misma representativa de un particular
312
PERDIENDO EL CONTACTO
espectro
Un espectro de crticas: la visin desde fuera
Por qu ponen los economistas tanto nfasis en el sistema de
precios para organizar la obtencin del pan nuestro de cada da?
Aunque obviamente ha fracasado la economa de comando de tipo
sovitico, por qu no confiar ms en la redistribucin, la reciprocidad,
la espontaneidad, la solidaridad y otras cosas similares? Qu es lo
que hace, en relacin a otros arreglos sociales, que sean dignos de
elogio los mercados, los precios, la bsqueda del inters propio?
Dennis Robertson, colega y rival de Keynes en la Universidad de
Cambridge en la primera mitad del siglo, dio una respuesta
sorprendente (1956, p 154): Qu economiza el economista?... Ese
recurso escaso, Cario, que nosotros sabemos, tanto como cualquier
313
STEPHEN A. MARGLIN
otro, que es la cosa ms preciosa en el mundo. Mediante la utilizacin
de las relaciones impersonales de los mercados para hacer el trabajo
de satisfacer nuestras necesidades materiales, economizamos
nuestras facultades superiores de afecto, reciprocidad, obligacin
personal cario que pueden entonces dedicarse a fines superiores.
Es una idea interesante que no debera rechazarse de inmediato.
Pero temo que al fin de cuentas, a pesar de sus alegatos, Sir Dennis
saba ms de banca que de cario. Los economistas tienen una
categora especial de bienes, los llamados bienes pblicos o
colectivos que, a diferencia del bien privado tpico (digamos, pan),
no se consume por su utilizacin. Un faro es el ejemplo tpico: mi
uso de la luz no disminuye su disponibilidad para otros.
Pero hay otra categora de bienes, bienes afectivos podramos
llamarlos, que realmente crecen con el uso y, en verdad, pueden
reducirse a nada si se les deja sin uso por algn tiempo. El cario,
sugerira yo, es un ejemplo principal de esta categora, y de hecho la
ruptura de la comunidad puede originarse, por lo menos parcialmente,
en la atrofia del cario a medida que la reciprocidad, la solidaridad y
cosas similares fueron reemplazadas por el mercado y el clculo del
inters propio. Alguna vez trat de resumir esto en una rima:
El cario es una mercanca muy especial,
Una irregular rareza econmica.
El pan, cuando lo comes, disminuye en la despensa;
El cario, cuando lo das, crece por s mismo.
Si el cario no es escaso en la forma que lo es el pan, puede tener
escaso sentido disear instituciones sociales para economizarlo.
Quizs hay ms en la teora representada en esta rima de lo que una
rima puede sostener. En realidad, tal vez el cario no es una mercanca
especial, sino que ms bien se encuentra completamente ms all
del discurso de las mercancas.
Aspectos de una crtica fundacional. Una idea bsica que est
detrs de la Economa oficial es que las preferencias son estables,
un atributo dado del individuo. Bajo este supuesto, es difcil reprobar
la impaciencia de los economistas acerca de la nocin de que lo que
est realmente en juego en la mayor parte del debate ecolgico es un
conflicto de modos de estar en el mundo. Los economistas tpicamente
contraatacan diciendo que la gente escoger la forma de estar en el
mundo de la misma manera que escogen cualquier otra cosa. Si la
gente prefiere las relaciones comunitarias estrechas, construir
comunidades.
La crtica fundacional cuestiona esta lgica argumentando que nos
hacemos la clase de personas que somos a travs de lo que hacemos y
cmo lo hacemos. En esta visin, el clculo y la maximizacin deben
ser rechazados como base de un modo de vida, porque el clculo y la
314
PERDIENDO EL CONTACTO
315
STEPHEN A. MARGLIN
la viuda, generados y regenerados en, y por, el acto de ser utilizados
(1 Reyes 17:8-16). Fuera de Occidente, aqu hay quizs un
reconocimiento intuitivo mayor de que el economizar no puede ser
compartimentado, que inevitablemente debe contaminar las esferas
de la vida, supuestamente basadas en principios no econmicos, como
la familia y los amigos.
Se exploran aqu tambin otras dimensiones de la crtica
fundacional. En primer lugar, el supuesto fundamental del
individualismo, que trata a la sociedad como una coleccin de
Robinson Crusoes, cada uno en su respectiva isla, que se encuentran
slo para comerciar. Segundo, el supuesto de la racionalidad, que el
comportamiento est determinado por el clculo y la maximizacin.
Tercero, el supuesto de que los deseos son ilimitados con su corolario
de que la escasez o Escasez (en maysculas, como la denominar)
se encuentra, por lo tanto, en el centro de la arquitectura de la
economa.
Todos estos supuestos son, a la vez, positivos y normativos. Son
supuestos sobre el mundo como es y como debera ser. Pero son
ms: los economistas son, por lo menos, cmplices de la construccin
de un mundo de individuos calculadores, maximizadores que
persiguen la tarea de Ssifo de satisfacer deseos ilimitados.
Cuatro
Interludio: Cuatro meditaciones sobre la Economa y la economa
Primera meditacin: el rol del economista en la construccin de
la sociedad de mercado. En febrero de 1993, Thomas Wallgren y yo
fuimos a Mosc en un intento de reclutar rusos para la empresa
intelectual de la que este ensayo es el resultado. Al final no logramos
nada, pero aprend mucho en el camino. Una tarde tuvimos una
discusin particularmente animada con un grupo que pareci ver
con simpata nuestras miras y mtodos y hubo un inters general de
continuar en la noche. Thomas y yo sugerimos ir a un restaurante,
pero los rusos reaccionaron tibiamente a esta propuesta. Tuve la
impresin de que, como miembros de la clase asalariada, se
encontraban entrampados por su nueva experiencia de la pobreza,
incmodos con la idea de ir a un restaurante internacional donde
una cena costara ms que su salario mensual y donde la mayora de
los clientes difcilmente haba hecho su dinero en forma lcita, pero
igualmente incmodos con la idea de ir con nosotros a un restaurante
nacional donde la comida y un servicio mediocres resultaran
insoportables.
La solucin de los rusos fue cenar en el departamento de Sergei y
Lena. Sergei estaba asociado con la Escuela de Poltica Cultural donde
haba tenido lugar la reunin de la tarde, pero en realidad conocamos
a Lena mucho mejor. Haba actuado como intrprete y traductora
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Simple. Compras la leche aqu por 54 rublos y la vendes frente a
tu casa por, digamos, 75. Haces un montn de dinero y los amigos en
tu edificio consiguen la leche ms barata. Si eres economista, lo
eres siempre.
Lena pens sobre esto por un rato, y luego dijo: No funcionara.
No puedes llevar la leche all. No puedes comprar gasolina.
Escucha, le dije. Si puedes hacer dinero comprando la leche
ms barata, puedes encontrar la gasolina.
Lena estuvo en silencio por otro rato y luego sacudi la cabeza,
aunque su exasperacin por la incomprensin del forneo se
mostraba: No, no funcionara. Aun si encuentras la gasolina, no
habra transporte.
Ahora empec a sentir el reto. Esto era Economa elemental. Aqu
estaba el mercado para liberar al edificio de departamentos de Lena
de la esclavitud de la leche de 92 rublos y para conceder a alguien
una limpia ganancia en la transaccin. Mira, si hay suficiente dinero
en el asunto, todos estos obstculos pueden superarse.
Luego de algn tira y afloja, una lamparita se encendi en mi
cabeza: toda esta conversacin sobre es era, en realidad, un disfraz
de las aprensiones de Lena sobre lo que debera ser. Las dificultades
no eran logsticas, eran morales. Como asunto de derecho, la leche
debera venderse por el mismo precio frente a su edificio de
departamentos que en el gastronom central. Y era inmoral hacerlo a
travs del mecanismo de mercado y el incentivo del lucro.
En ese momento la luz se hizo intensa. Me di cuenta de que lo que
era segunda naturaleza para mi, era totalmente extrao para Lena.
Sin duda la rapidez y seguridad de mis respuestas deban no poco a
mi entrenamiento profesional, pero mi profesin era slo la crema
en la torta de la cultura del mercado. La mayora de la gente criada
en la cultura del mercado, economistas o no, no tendran dificultad
en comprender la lgica del arbitraje, aun si no pueden pronunciar, y
menos definir, este trmino.
Me di cuenta de otras dos cosas. Primero, mientras era cierto que
70 aos de comunismo eran parte de esta historia de diferencia
cultural, la resistencia de Lena a la lgica del mercado era ms
profunda, probablemente el producto de siglos de desconfianza del
mercado ms que de dcadas de propaganda comunista. Segundo,
independientemente de cun arraigada est la lgica del mercado
para la presente generacin de norteamericanos, hace apenas un
siglo las suspicacias de Lena respecto a la lgica del mercado podran
haberse encontrado en todos los Estados Unidos. Es simplificar en
exceso identificar el populismo que barri las praderas en la dcada
de 1890 con la condena total de la lgica del mercado, pero creo que
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PERDIENDO EL CONTACTO
el
individualismo
solipsista
el
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STEPHEN A. MARGLIN
solipsismo...2. La teora u opinin de que el ser es la nica
realidad [Lat. solus, solo + Lat. ipse, ser + ISMO.] The American
Heritage Dictionary, 2a. edicin universitaria.
El Wall Street Journal public recientemente un curioso editorial
bajo el ttulo El Norteamericano Inmortal (31 mayo 1995, p. A16).
Curioso porque pareca que el Journal iba a ofrecer una crtica cultural
del individualismo norteamericano. Slo hacia el final volvi al formato
del WSJ, aseverando que el mercado podra resolver el problema.
El problema, sugera el Journal, es que se gasta demasiado dinero
en prolongar marginalmente la vida de los ancianos. En un ao
determinado se gasta un tercio del presupuesto [de Medicare, el
seguro social mdico] en gente que muere ese ao... [De acuerdo a
un estimado] los Estados Unidos de Amrica gastan $100,000
millones en un ao para cuidar de los ancianos que estn muriendo.
Una porcin sustancial de este gasto es evitable: se podra ahorrar
hasta $30,000 millones si los norteamericanos ms ancianos firmaran
testamentos en vida, se internaran en hospicios y, en general, optaran
por una intervencin menos agresiva en sus das finales.
Por qu no lo hacemos? El editorial seala que el problema es,
en parte, peculiarmente norteamericano:
La actitud de los norteamericanos hacia la muerte ayuda a
aumentar esas cifras. Steve Schroeder de la Fundacin Robert
Wood Johnson nota los resultados de preguntar a personas de
ms de 65 aos de cinco pases angloparlantes: Si su mdico
de cabecera le dijera que tiene una enfermedad incurable y
terminal, aceptara ese diagnstico o buscara una segunda
opinin?. Cerca del 90% de norteamericanos de ms de 65 aos
dijeron que iran por la segunda opinin, comparado con cerca
de 30% de britnicos y 50% de australianos. Tambin, hacia
finales de la dcada de 1980 los nor teamericanos estaban
promediando cuatro veces ms operaciones de by pass que los
j a p o n e s e s, a l e m a n e s y b r i t n i c o s . C u a n d o s e t rat a d e
quimioterapia, tratamiento de riones deficientes, reemplazo de
caderas y utilizacin avanzada de tcnicas de imgenes
( i m ge n e s p o r re s o n a n c i a m a g n t i c a o p o r t o m o g ra f a
computarizada), tenemos tasas ms altas que en otros pases.
El Wall Street Journal no tiene nada en contra de los procedimientos
mdicos de alta tecnologa: Estamos completamente de acuerdo con
jugar tenis luego de la ciruga del by pass. Los norteamericanos que
llegan a los 65 viven ms que otros en el mundo, y deberamos estar
orgullosos de eso.
Si es as, cul es el problema? El problema viene a ser el de
ampliar la esfera del mercado. El WSJ no tiene nada en contra de los
procedimientos mdicos de alta tecnologa siempre y cuando los
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
La dificultad en cuanto a esta crtica del mercado no es que sea
errnea en esa medida, sino que oscurece importantes aspectos del
problema. Parece sancionar cualquier monto de gasto que las
personas estn dispuestas a hacer con su propio dinero, luchando
con el mercado slo porque la pobreza excluye a algunas personas
de una completa participacin en el mercado.
Hay otra lnea distinta de argumentacin que plantea cuestiones
ms cercanas al ncleo de la presente investigacin. Este argumento
empieza por la intuicin de que incluso si la distribucin del ingreso
fuera mucho ms igualitaria de lo que es hoy, hay algo errneo en
una sociedad en la que podemos fcilmente imaginar a los ancianos
gastando todos los recursos a su alcance para prolongar sus vidas
por un ao, una semana, o un da. Podemos sustentar nuestra
intuicin imaginando cmo una sociedad organizada sobre principios
muy diferentes de los del individualismo solipsista podra ponderar
la cuestin de prolongar marginalmente la vida. Imagnese una
comunidad para la que el objetivo es la supervivencia de la comunidad
misma, ms que la de los miembros individuales. Esa sociedad no
necesita ser insensible o indiferente a la muerte de cualquiera de
sus miembros, pero probablemente considerara que una larga vida
es cuestin de buena suerte, quizs una bendicin divina, no algo a
lo cual uno debiera dedicar enormes cantidades de recursos. Ningn
individuo es esencial a la supervivencia de la comunidad.
En efecto, no tenemos siquiera que imaginarlo. Considrese el
relato de Donald Drake en dos entregas en el Philadelphia Inquirer
(1991a y 1991b). En 1989 naci en una comunidad amish un nio
con deficiencia de adenosina desminasa (ADA), una deficiencia que
compromete el sistema inmunolgico del cuerpo tan drsticamente
que es rara la supervivencia ms all de los 3 aos. Una enfermedad
similar haba obligado a David, el nio de la burbuja, a quien las
pelculas hicieron famoso, a pasar su corta vida de 12 aos en una
tienda especialmente diseada para aislarlo de infecciones casuales.
En el caso de David (su apellido jams fue revelado para proteger la
privacidad de la familia), el aislamiento no fue efectivo, pero la
tecnologa mdica ha hecho un progreso tremendo desde esos aos.
Ahora se dispona de una droga que compensaba la deficiencia
inmunolgica del cuerpo. Mediante la ingestin de esta droga el
nio poda esperar tener una vida bastante normal, no diferente de
la vida de los usuarios de insulina. Y debido a que el ingreso familiar
era bastante bajo, Medicaid pagara los costos, aunque fueran
enormes. La droga sola cuesta $114,000 por ao y los costos
adicionales llevaran el total anual a $190,000.
Final feliz? No tan pronto. En principio, la mayora de los amish
no participan en programas gubernamentales como Medicaid. En
realidad, los amish se oponen a todas las formas de seguro,
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
los argumentos de hoy tienen un linaje respetable. Por ejemplo, la
insuficiencia de la base de recursos, argumentada convincentemente
por Donella y Dennis Meadows y sus colaboradores a inicios de los
70s y nuevamente veinte aos despus (Meadows et al, 1972 y 1993),
es una elaboracin de las opiniones pesimistas de Thomas Malthus
de inicios del siglo diecinueve. El argumento sobre la degradacin
ambiental tiene una historia todava ms larga. A inicios del siglo
diecisiete, Godfrey Goodman, entonces vicario en Essex y ms tarde
Obispo de Gloucester, resumi una opinin comn de que la tierra
estaba en su vejez, que los signos de deterioro estaban por doquier,
sin exceptuar al ambiente (Harris 1966). Para odos modernos, el
argumento teolgico de Goodman suena extrao, empezando con su
premisa principal de que el castigo por los pecados de la humanidad
es la razn del deterioro de la tierra. La tierra fue hecha por Dios
para uso del hombre, y no sirve a otro propsito. Por tanto, la
corrupcin del alma engendra la corrupcin de la tierra (Harris 1966,
p. 23):
... este castigo, aunque principalmente concierne al hombre,
nada en el mundo puede exceptuarse de l, por estar destinado
slo para el uso del hombre y por contener en s las mismas
semillas y causas de muerte y destruccin; y como es ms
adecuado y conforme a nuestra condicin presente, que siendo
corruptibles en nosotros mismos, debamos, de igual manera,
habitar en moradas de corrupcin.
Los signos estn por doquier. En primer lugar, la extincin de
especies enteras (Harris 1966, p. 44):
... incapaz de producir leones valientes, bravos unicornios,
feroces tigres, slidos elefantes, [la tierra] hace su tarea y empleo
de ser la madre y partera de gusanos, de mosquitos y de
mariposas.
En segundo lugar, el cambio climtico y la fertilidad reducida del
suelo:
[La tierra parece estar] helada, y congelada de fro en ausencia
del Sol; o de estar calcinada y consumida por el calor, por su
daina vecindad y acceso ms cercano. [Tenemos] excesiva
sequa en la primavera, excesiva humedad en la cosecha; la
primavera siempre irrita con un viento del oriente que corta los
brotes tiernos; y el Otoo siempre molesta con un tempestuoso
viento del occidente que dispersa los frutos antes de que
maduren.
Pero as como los pesimistas ecolgicos contemporneos como
los Meadows han sido respondidos por un coro de optimistas, el
pesimismo de Goodman no pas sin retos, aunque entonces tom un
poco ms de tiempo. En 1627, once aos despus de la publicacin
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
las matemticas, la astronoma, la topografa, la filosofa natural y la
anatoma, para demostrar la superioridad de su poca respecto a
tiempos anteriores.
En pocas palabras, la aparicin del deterioro es un producto de la
imaginacin, un truco de la memoria sobre todos nosotros a medida
que envejecemos. Para Hakewill la apariencia del deterioro resulta
de
la morosidad [itlicas en el original] y la torcida disposicin de
los ancianos, que se quejan siempre de las rudezas de los tiempos
actuales... Los ancianos, al estar en su mayor par te muy
cambiados respecto de lo que fueron en su juventud, en
complexin y temperatura, estn llenos de tristes y melanclicos
pensamientos que hacen que los hombres consideren que el
mundo ha cambiado cuando, en verdad, el cambio est en ellos
mismos (Harris 1966, p 53).
A pesar de las obvias diferencias sobre la for ma en que
enfocaramos actualmente las cuestiones ecolgicas, hay mucho que
es, o debera ser, familiar en esta disputa del siglo diecisiete. Primero,
las seales. Tenemos hoy tantas dificultades para leer las seales
como Goodman y Hakewill las tuvieron hace cuatro siglos. Estamos
agotando las fuentes de energa no renovables? Hay calentamiento
global?
La respuesta honesta debe ser: simplemente, no sabemos. Cuatro
siglos despus, con toda la ciencia a nuestra disposicin y con
argumentos muy diferentes, estamos escasamente mejor en este
respecto que los contemporneos de Goodman y Hakewill. No tenemos
bases para decidir entre los optimistas y los pesimistas.
Es quizs el principio de la sabidura reconocer que ambas
posiciones descansan, en ltimo trmino, en la fe, ya sea la fe de los
optimistas en el ingenio humano para montar una serie de soluciones
tecnolgicas a nuestros problemas ecolgicos, o la fe de los pesimistas
en que nuestra actual confianza en la tecnologa es como confiar en
los xitos anteriores en la ruleta rusa para asegurar que el proyectil
no estar en posicin para volarnos los sesos cuando el cilindro se
detenga en su giro.
Pero el principio de la sabidura no es slo perturbador. Cambia la
pregunta central de la formulacin de polticas ecolgicas desde
Cul es el modelo correcto? hasta Cmo actuar cuando no
conocemos? Pascal tena una respuesta a esto, pero la prudencia
ha pasado de moda y, en cualquier caso, un poco ms de honestidad
impone admitir que la prudencia es una gua insuficiente para la
accin individual o colectiva. La prudencia quiere decir que nunca
tomamos ninguna accin que podra conllevar un dao serio, sin
importar cun remoto se encuentre en el tiempo o cun improbable
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
asociadas con la destruccin de la comunidad ofrece una perspectiva
novedosa sobre el debate ecolgico, especficamente sobre la
transaccin putativa entre el crecimiento y la sostenibilidad ecolgica.
El Banco Mundial (1992) elabor un argumento que ha conseguido
un significativo apoyo dentro de la profesin de la Economa (vase,
por ejemplo, Grossman y Krueger 1995), el cual consiste en que la
transaccin se resolver a favor del ambiente porque un ambiente
agradable es un bien de lujo al cual la gente dedica una porcin
creciente de su ingreso a medida que se hace ms prspera. La
transaccin se ratifica, pero puede confiarse en que la gente har
elecciones favorables al medio ambiente.
La perspectiva aqu adoptada sugiere que la transaccin es ilusoria
porque las ganancias derivadas del crecimiento son ilusorias. Estas
ganancias, especialmente en los pases ms ricos, son en su mayor
parte fichas en un complicado juego de posicin social en el cual el
objetivo es tener ms que los otros. Ms fichas para todos
simplemente aumentan las apuestas. Hay excepciones, por cierto,
como una tecnologa mdica mejorada. Que yo sepa, nadie ha deseado
nunca una droga que controle el ADA como un smbolo de posicin
social, de emparejarse con los vecinos. Pero el clculo de beneficios
y costos de esos bienes depende de si hacemos los clculos desde el
punto de vista de un individuo solipsista o desde el punto de vista de
un individuo para quien la supervivencia de la comunidad es una
consideracin suprema, o en realidad, desde el punto de vista de la
comunidad en su conjunto... Aun cuando el crecimiento sirve a fines
diferentes de los de proporcionar ms fichas en un juego de posicin
social, los beneficios son exagerados por el individualismo
desenfrenado de nuestra sociedad.
Los costos del crecimiento dependen igualmente de la estructura
de la sociedad. Una de las consecuencias del crecimiento es que
promueve el tipo de sociedad que estimula el crecimiento y el tipo de
personas que florece en tal sociedad. En resumen, el crecimiento
consolida la sociedad de mercado y el homo economicus aun si no
los produce. Por la misma razn, el crecimiento socava la comunidad;
en el lmite, desgarra el tejido mismo de la comunidad. Es natural
que este costo cuente ms en una comunidad que en la sociedad de
mercado.
La diferencia en el clculo de beneficios y costos es una forma de
entender por qu sociedades no individualistas (los amish seran un
ejemplo) tienden a ser cautelosos en abrazar el crecimiento y
cuidadosos en la proteccin de su base ecolgica. Los valores
comunitarios proporcionan la base de una tica de la prudencia que
en la sociedad de mercado se hace cada vez ms rara a medida que
el individualismo tiende al solipsismo.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Evidentemente, por individualismo quiero designar algo ms que
el reconocimiento de la cualidad que hace distintas a diferentes
personas. Sher Singh es tan distinguible de Dharm Pal como Tom de
Harry, aun cuando la primera pareja pertenece a una aldea india no
individualista y la segunda, a la hiper-individualista Norteamrica.
El individualismo significa algo ms que un reconocimiento de la
caracterstica biolgica. Es una visin de la sociedad: la sociedad
compuesta por agentes autnomos, independientes, que actan en
trminos de una concepcin personal del bien que tienen que vrselas
uno con otro slo en lo que conviene a sus propios fines. Estos agentes
son iguales en algn sentido bsico, y la precisa caracterizacin de
igualdad depende de una teora acerca del tipo de igualdad que
requieren los agentes para abrigar una expectativa razonable de
realizar sus respectivos proyectos. Esta definicin de individualismo
es evidentemente una proposicin a la vez moral y emprica, una
opinin de cmo debera ser la sociedad, as como una opinin de lo
que la sociedad es. En una palabra, el individualismo afirma la
primaca del agente singular sobre la sociedad como un conjunto.
La palabra individualismo ingres en el idioma ingls cuando el
primer traductor del clsico de mediados del siglo diecinueve, La
Democracia en Norteamrica de Alexis de Tocqueville, no pudo
encontrar un equivalente en ingls del francs individualisme, que
Tocqueville mismo reconoci de origen reciente (de Tocqueville 1969,
p 506). El propio de Tocqueville define al individualismo como una
sensacin de calma y consideracin que predispone a cada ciudadano
a aislarse de la masa de sus congneres... (de Tocqueville 1969, p.
506).
Individualismo es una palabra con muchos significados, sujeta a
variadas interpretaciones. El sentido en el que nos atrae a la mayora
de nosotros es el nfasis que pone en el desarrollo y florecimiento de
aquello que es nico en cada uno de nosotros, la individualidad en
una palabra.
Pero la Economa se ha apropiado del trmino y le dado un
significado muy diferente. Para los economistas, el individuo est
determinado, no es ms un trabajo en proceso, es decir una sntesis
siempre cambiante de una mirada de interacciones sociales. La
nocin de individualismo del economista tiene de este modo algo de
trampa, por lo menos en el sentido de que es diametralmente opuesta
a la individualidad, lo opuesto al desarrollo y al cambio, lo opuesto a
lo que es ms atractivo del concepto occidental del individuo. La
Economa ve a los individuos como nada ms que conjuntos de
preferencias, un trmino que incluye todo desde el gusto en los postres
hasta los principios ticos. Y estas preferencias estn dadas y son
inmutables. En realidad, se podra decir que, para el economista, el
individuo es su conjunto de preferencias. (A la Economa no le importa
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
caricatura, en particular, de las consideraciones ticas que son
pertinentes en la economa.
El individualismo es un supuesto crtico, pero no el nico supuesto
fundacional de la Economa. El inters propio se combina con el
individualismo para desterrar toda consideracin de deber, obligacin,
compromiso y, en realidad, todos los conceptos que normalmente
deberan entrar en una discusin no economicista de la tica. Por
ejemplo, una tica de los derechos naturales enfatizara nuestras
responsabilidades como curadores ms que nuestros intereses como
consumidores en la determinacin de la justificacin tica de una
poltica de desboscamiento, una poltica que produzca una mayor
cosecha de madera al costo de una significativa reduccin en
biodiversidad.
Obsrvese que el individualismo y el inters propio no son la misma
cosa, aunque a menudo andan juntos en el discurso economicista.
Una tica kantiana es decididamente individualista, pero difcilmente
de inters propio. Emanuel Kant tena espacio para acoger al deber,
a la obligacin y a cosas similares. Obsr vese tambin que,
formalmente al menos, el inters propio es perfectamente compatible
con el altruismo. Si derivo satisfaccin psicolgica de que te pasen
buenas cosas, entonces podra realizar acciones que mejoren tu
situacin. La distincin importante aqu es que no realizo esas
acciones porque est obligado a hacerlo por principio tico, sino
porque la accin altruista me hace sentir mejor. Ntese que, siguiendo
la lgica del consecuencialismo (que sostiene que los resultados ms
que las intenciones son lo que impor ta), la motivacin para el
altruismo proviene de sus efectos, no de la accin. No es el hacer el
bien lo que importa, sino los resultados, independientemente de la
fuente.
Una vez ms, el asunto no es afirmar que el inters propio es
propio del Occidente moderno. Por ejemplo, de Tocqueville percibi
al egosmo como universal en el sentido de que se le encuentra en
toda sociedad, mientras que el individualismo es especfico a la
democracia y la igualdad. Pero, para nuestros propsitos, es quizs
ms significativo que para de Tocqueville el individualismo en el
largo plazo... se funde finalmente en el egosmo (Tocqueville 1969,
p. 507). No tiene mayor sentido afirmar que el inters propio es
especfico al Occidente, que afirmar, con los economistas, que el
inters propio es el mismo en todas partes. Nuestra afirmacin es
ms bien que el balance entre inters propio y otras formas de estar
es muy diferente a lo largo del tiempo y del espacio. En Occidente, el
inters propio se ha hecho dominante al punto de desterrar otras
formas de estar e interactuar, y la Economa refleja esta peculiaridad
cultural ms que una concepcin universal del ser y de su lugar en la
constelacin social.
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STEPHEN A. MARGLIN
primeros proletarios agrarios, permaneciendo en la tierra a merced
de sus amos. De aqu haba un pequeo paso social no importa
cun largo desde el punto de vista geogrfico al ejrcito de reserva
que constituy la fuerza laboral para la industrializacin de Inglaterra
(Lazonick 1974). La comunidad aldeana fue una vctima de este
proceso; el individuo, su consecuencia.
El antroplogo francs Louis Dumont, reposando en su vasto
conocimiento del hinduismo, hace una importante distincin entre
el individualismo extraterrenal y el terrenal (Dumont 1986, cap.
1, especialmente la nota 23, pp. 56-57), entre un individualismo
orientado hacia el otro mundo y un individualismo orientado hacia
este mundo. Para Dumont, el factor novedoso en el surgimiento del
individualismo occidental fue la transformacin de lo extraterrenal
en terrenal. Calvino es la figura clave en esta transformacin.
El individualismo extraterrenal caracteriza a una relacin entre el
agente humano y el divino. Existe, en la forma del renunciante, hasta
en un contexto tan poco individualista como la sociedad hind
tradicional. El renunciante, habindose aislado de su comunidad, est
fuera (Dumont dice por encima) de la comunidad. No obstante, el
renunciante se encuentra firmemente en la cultura hind; no ofrece
un modelo contracultural, una alternativa a la comunidad hind.
(Aunque renunciante del tipo tradicional, Mohandas Gandhi,
autnomo e independiente, guiado por su voz interior, encaja muy
bien en el modelo del individualismo extraterreno. Pero Gandhi es
quizs demasiado complejo para ser clasificado de este modo: un
pilar de su poltica fue la integracin del dharma en la esfera poltica).
Del mismo modo en Occidente. La igualdad proclamada por San Pablo
en Colosenses 3:11 es una igualdad de individuos, Ah no se hace
distincin entre judo y griego, entre quin fue circuncidado y quin no.
No hay ms extranjero, brbaro, esclavo u hombre libre, sino Cristo en
todo y en todos. Pero los cristianos son individuos ante los ojos de
Dios, no del hombre. Nos encontramos aqu completamente en el dominio
de lo extraterreno, y este individualismo extraterreno tuvo que coexistir
por ms de un milenio con una sociedad no individualista.
Todo esto cambi con la Reforma Protestante. En cierta forma es
irnico, porque Lutero tuvo xito en la ruptura de la hegemona de
Roma, donde fallaron intentos anteriores precisamente porque, en el
nivel visible, Lutero propuso solamente intensificar el individualismo
extraterreno de la cristiandad primitiva. El cristiano no necesitaba ni
sacerdote ni confesor que mediara con Dios; la voz interior de la
conciencia guiara a los fieles en el camino de la rectitud. Como indica
claramente su actitud hostil hacia la rebelin campesina de 1525,
Lutero no tena intencin de subvertir el orden social existente.
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STEPHEN A. MARGLIN
la visin libertaria ejemplificada por Friedman 1962, Hayek 1944 y
Nozick 1974).
El tipo de protestantismo que profesaba Lutero no significaba el
mismo peligro al poder secular que Ball porque Lutero, en efecto,
adopt la distincin de Dumont entre este mundo y el otro, y limit
sus reclamos de autoridad y autonoma, en realidad de soberana del
individuo, al mundo espiritual. De acuerdo con Lutero, la voz interna
no se pronunciara sobre la poltica o la economa. Pero, incluso en
el dominio espiritual, el programa de Lutero era problemtico porque
era incapaz de proporcionar una gua confiable para escuchar a la
voz interna. En forma predecible, surgi una cacofona de voces
interiores, a menudo diametralmente opuestas unas a otras.
Era slo cuestin de tiempo antes de que la voz interior de Calvino
hablara de predestinacin y de xito mundano como el signo de
pertenencia al grupo de los Elegidos, y esto proporcion una novedosa
y poderosa justificacin para la extensin del individualismo
extraterreno a este mundo.
Hay mucho que aprender de Dumont. En particular, proporciona
una real intuicin sobre la legitimacin del individualismo. Pero
Dumont yerra en el supuesto implcito de que la legitimacin lo es
todo. La cacofona de voces que siguieron a Lutero fortalecieron
cier tamente a las fuerzas que socavaban los arreglos sociales
existentes desde el siglo XV hasta el siglo XVII; no solamente la ruptura
de la tenencia seorial y feudal de la tierra, sino la expansin del
comercio, los inicios del imperio en el Nuevo Mundo, la difusin de la
palabra impresa, la transformacin de la tecnologa militar, para
mencionar slo los ms obvios. Y an ms importante, la evolucin
del individualismo en la esfera espiritual proporcion un modelo
legtimo para ordenar los asuntos de este mundo a medida que el
orden premoderno colapsaba.
De este modo, la legitimacin es importante y no es el proceso
casi automtico que Marx describa en sus primeros escritos, en los
cuales pona mucho nfasis en la distincin entre la base material y
la superestructura cultural, una posicin de la que marxistas del siglo
XX, como Lukacs y Gramsci, lucharon desesperadamente por
distanciarse. Pero es difcil ver por qu Inglaterra debera estar tan
avanzada en el camino hacia una sociedad individualista si, con
Dumont, ponemos a Marx de cabeza y hacemos a la Reforma necesaria
y suficiente. En mi opinin, el elemento crtico en el precoz
individualismo de Inglaterra fue la transformacin de las relaciones
sociales de produccin. Fue la consecuente descomposicin de las
comunidades agrcolas la que hizo al suelo ingls tan apropiado para
que la semilla de la Reforma produjera el fruto del individualismo.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
disponibles. La creencia errada no es que ser est basado en tener,
sino que sta es la condicin humana ms que un artefacto del rango
limitado de opciones disponibles en las sociedades individualistas.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
conocimiento moderno no es el conocimiento de una raza o cultura
determinada, incluso si alguna es hoy ms capaz de desplegarla.
Precisamente, la caracterstica distintiva y la virtud del conocimiento
moderno es su universalidad. No existen barreras de raza, de gnero
o de geografa. Las barreras son ms bien la pobreza, la tradicin y
la supersticin.
Esta es la perspectiva convencional. Propongo una visin
alternativa, segn la cual el problema no est en los defectos de los
sistemas de conocimiento de los miembros de tribus y de los
campesinos supersticiosos, sino en los defectos del sistema de
conocimiento de los economistas y, en realidad, de todos nosotros,
los modernos. De hecho, cuestionara la posibilidad misma de un
enfoque econmico a la evaluacin de cualquier curso de accin cuyas
consecuencias no se conocern en mucho tiempo. En mi opinin, a
pesar del considerable mrito de la crtica de Michael Slote (1989) a
la deseabilidad de transformarse en una persona que calcula y
maximiza en cada momento, hay un problema ms profundo que la
deseabilidad del clculo y la maximizacin. El problema ms profundo
es la existencia de lmites en el alcance de la optimizacin. La crtica
basada en los sistemas de conocimiento ve a la Economa como
fatalmente daada por una ideologa del conocimiento que la restringe
y condiciona, conducindola tanto a distorsiones de comprensin y
explicacin de la prctica real como a exageraciones de la posibilidad
de clculo y maximizacin informados. Los economistas descriptivos
consideran incorrectamente que los agentes son capaces de
maximizar a cada paso, y los economistas normativos se ven a s
mismos, en forma igualmente incorrecta, como capaces de calcular
lo incalculable. El error metodolgico se hace par ticularmente
monumental cuando debemos actuar en presencia de incertidumbres
fundamentales, esto es cuando debemos actuar sin una idea adecuada
de las probabilidades relevantes, una situacin que se aplica
perfectamente a las cuestiones ecolgicas.
E n b reve re s u m e n , l a a rg u m e n t a c i n e s l a s i g u i e n t e : l a
incertidumbre est en el corazn de las preocupaciones ecolgicas
como los efectos de la reduccin de la capa de ozono, del
calentamiento global, de la lluvia cida y del agotamiento de los
recursos; pero una Economa basada en el clculo y la maximizacin
no puede tratar con la incertidumbre. Tiene poco que decir sobre
cmo deberan tomarse las decisiones cuando no hay medidas
confiables de las probabilidades asociadas con cursos alternativos
de accin, y an menos que decir sobre cmo se toman realmente
las decisiones.
Ms que examinar crticamente el sistema de conocimiento que
impide por anticipado un intento serio de tratar adecuadamente la
incertidumbre, la Economa simplemente la niega. Por lo menos desde
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Me atrevera, y me he atrevido, a atribuir este rasgo comn a la
naturaleza humana comn del occidental, del oriya, del andino y del
tai. Lo que distingue al occidental es que est mucho menos dispuesto
que los otros a reconocer su techn porque se encuentra bajo el influjo
de una ideologa que ilegitima este sistema de conocimiento. Por
supuesto, la ideologa afecta a la prctica. Toda esta discusin de los
sistemas de conocimiento sera acadmica, en el peor sentido de la
palabra, si no lo hiciera. Pero la ideologa no determina la prctica al
punto de que se pueda identificar una prctica cultural particular
con un sistema de conocimiento.
En resumen, mi utilizacin del trmino hace que la diferencia entre
los aldeanos y los expertos sea primariamente una diferencia de
ideologa. Ambos grupos combinan la episteme y la techn. La
ideologa occidental tie la autocomprensin de los extraos (sean
ellos expertos occidentales u occidentalizados) y no dudo que la
ideologa tie el balance entre el conocimiento-E y el conocimientoT, pero esto no es lo mismo que atribuirles diferentes sistemas de
conocimiento a los aldeanos oriya y a los expertos forneos.
Una caracterizacin de los sistemas de conocimiento en cuatro
partes. Por sistema de conocimiento quiero significar una forma de
organizar el conocimiento en trminos de cuatro caractersticas:
epistemologa, trasmisin, innovacin y poder. Un sistema particular
tiene su propia teora del conocimiento, esto es, su propia
epistemologa; sus propias reglas para adquirir y compartir el
conocimiento; sus propias formas distintivas de cambiar el contenido
de lo que se considera conocimiento; y, finalmente, sus propias reglas
de gobierno, tanto entre los miembros como entre propios y extraos.
Por qu sistema? El objeto del trmino sistema es doble. Su primer
propsito es sugerir que la epistemologa, trasmisin, innovacin y
poltica no son atributos del conocimiento en general, sino
caractersticas de modos par ticulares de conocer. No hay una
epistemologa nica sino epistemologas especficas que pertenecen
a formas distintas de conocer. En la misma forma, existen maneras
distintas de trasmitir y modificar el conocimiento a lo largo del tiempo.
Y un modo particular de conocimiento puede ir junto a diferentes
relaciones de poder entre las personas que comparten el conocimiento
y entre propios y extraos.
Los vnculos entre las diversas caractersticas con las cuales
describimos un sistema de conocimiento es una segunda razn
para utilizar el trmino sistema en la presente discusin. Cmo
conocemos y cmo aprendemos y enseamos, cmo innovamos y
cmo nos relacionamos polticamente, son caractersticas del
conocimiento que actan recprocamente, y actan recprocamente
con las construcciones bsicas que estn en la base de cada modo
particular de conocer.
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STEPHEN A. MARGLIN
debate entre Karl Popper (1968) y sus crticos (Kuhn 1970; Lakatos
1 9 7 0 ; P u t n a m 1 9 7 4 ) , p u e d e d e c i r s e q u e l a episteme e s t
orientada, en una forma u otra, a la falsacin y la verificacin. Su
mismo procedimiento, la insistencia en pequeos pasos que
s i g u e n , i n m e d i a t a y d i re c t a m e n t e, u n o a l o t r o, i m p i d e e l
descubrimiento y la creatividad. Descubrir o crear a travs de la
episteme sera equivalente al proverbial mono mecanografiando
a Shakespeare. Podra hacerlo algn da, pero tendramos
dificultad de encontrar el grano entre la paja.
Finalmente, la episteme es conocimiento impersonal. Debera
notarse la interaccin de la impersonalidad de la episteme con una
poltica del conocimiento polticamente impulsada. La impersonalidad
se desliza fcilmente hacia la uniformidad y la homogeneidad, y de
aqu, a la igualdad. Como el Dios cristiano (Romanos 2:11), la
episteme es imparcial. En principio, es accesible a todos en trminos
equivalentes. De esta forma, la episteme no es slo conocimiento
terico. Se convierte en conocimiento terico de iguales tericos.
Hasta aqu todo va bien: quin no aplaudira un sesgo hacia la
igualdad? El problema es que, en la misma forma que la elevacin de
la deidad tribal juda a la condicin de Dios universal condujo
histricamente a los cristianos a negar la posibilidad de salvacin a
los infieles, la elevacin ideolgica de la episteme a una condicin
superior conduce a la desvalorizacin de quienes se encuentran fuera
de este sistema de conocimiento. Media un fcil paso poltico a las
pretensiones universalistas de la episteme, y es slo un poco ms
difcil llegar a la opinin de que quienes carecen de episteme, carecen
de todo conocimiento.
En contraste con el hecho de que la episteme se basa en la
racionalidad, las bases de la techn recorren una vasta gama desde
la autoridad de maestros (o maestras) reconocidos hasta la propia
intuicin. Sin embargo, de una u otra forma, la experiencia es esencial.
Opuestos a los pequeos pasos de la episteme estn tanto la doctrina
recibida como el salto imaginativo el gran aj! que de pronto nos
permite completar el rompecabezas. Las doctrinas recibidas y los
saltos imaginativos son, ambos, conocimiento de la totalidad que no
puede descomponerse en partes. En contraste con la naturaleza
analtica de la episteme, la techn es indescomponible.
La techn es a menudo difcil, si no imposible, de articular. Aquellos
que la poseen pueden darse cuenta de que tienen un conocimiento
especial, pero su conocimiento es implcito ms que explcito. Se
revela en la produccin de tela o en la creacin de una pintura, en la
realizacin de un ritual o la previsin de una actividad econmica, no
en libros de texto para aprendices de tejedores, artistas, sacerdotes
o economistas.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
Nussbaum 1986, p. 444). En particular, Nussbaum atribuye a la
techn (pp. 94-96) muchas de las caractersticas que no slo le he
atribuido a la episteme sino que he considerado crucial para la
distincin entre ambas.
Pero no es necesario regresar a los griegos para recuperar este
pasado. La misma definicin de episteme podra haberse tomado de
Descartes (y muy probablemente as fue, aunque inconscientemente,
pues pens ms bien que estaba copiando a Euclides), porque en el
Discurso del mtodo y en las Meditaciones Metafsicas (Descartes
1980) prcticamente parafrasea el procedimiento para llegar al
conocimiento verdadero. Pero, en cierto sentido, Descartes es un
griego de una generacin posterior: para l, las matemticas eran el
modelo, y el modelo del modelo era la geometra de Euclides. Una
episteme que imita la forma del teorema matemtico era la respuesta
a la desunin e incertidumbre del conocimiento contemporneo
(Descartes 1980, prefacio del editor [Donald Cress]. p. vii), una
respuesta que resonaba con certeza, necesidad y precisin.
El contexto en el que Descartes elabor su proyecto es importante
porque arroja luz sobre el atractivo de la episteme. Como para los
griegos, para Descartes y sus contemporneos la episteme era la
respuesta al desorden que amenazaba deshacer a la sociedad. Las
controversias religiosas que haban desgarrado a la cristiandad desde
la poca de Martn Lutero amenazaban ahora destruir la civilizacin
europea: la poca de Descartes era la poca de la Guerra de los
Treinta Aos y Descartes mismo, voluntario en el ejrcito del prncipe
Mauricio de Nassau, haba visto la amenaza de cerca. De hecho,
Stephen Toulmin (1990) arguye que el intento cartesiano de garantizar
una nueva base para el conocimiento vino directamente del fracaso
de la tolerancia religiosa encarnada en la poltica pluralista de Enrique
de Navarra y el escepticismo pluralista de Michel de Montaigne.
El propio escepticismo debe ser visto en el contexto del desorden
social e intelectual (Popkin 1979). Es difcil apreciar el ascenso del
escepticismo en el perodo moderno temprano sino como una
respuesta a la afirmacin de la autoridad interior, (literalmente) la
verdad evidente en s o las verdades, pues resultaron ser ms de
una que los protestantes invocaban para oponerse a las
pretensiones de la autoridad papal. El escepticismo, al atacar todas
las pretensiones a la verdad ltima, buscaba restaurar la legitimidad
de las afirmaciones ms consagradas por el tiempo y la tradicin y,
por lo menos en la versin de Montaigne, para atemperar incluso
estas pretensiones con moderacin y tolerancia.
El proyecto de los escpticos fracas rotundamente, quizs porque
el pluralismo moderado de Montaigne no cumpla exactamente con
los requisitos de la Contrarreforma. En vez de pluralismo y tolerancia
haba una multiplicidad de pretensiones a la verdad ltima. Fueron
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
El trabajo de Hacking es un tour de force, brillante y entretenido.
Pero pienso que yerra en su visin de la probabilidad como un ataque
contra la idea, heredada de los griegos, del conocimiento como
certeza. Hacking advierte que la correspondencia griega
conocimiento:certeza = opinin:incertidumbre
ha sido quebrada por la concepcin moderna de la probabilidad. En
opinin de Hacking, la probabilidad cambia la frontera entre
conocimiento y opinin, de modo que el conocimiento puede ser
aplicado a disipar la incer tidumbre. Ms bien, me parece que
Descartes y los lgicos de Port-Royal que lo siguieron afirmaron la
frontera entre conocimiento y opinin pero lo hicieron para romper
el lmite entre certeza e incertidumbre, poniendo as al azar dentro
del marco de la certeza.
De este modo, la probabilidad es lo opuesto a un ataque contra la
cer teza. Es un ataque contra la incer tidumbre. El clculo de
probabilidades asimila lo incierto en el dominio del conocimiento
verdadero, cierto. La incertidumbre y la aproximacin, que son
distintivos de la techn, son desterrados por la certeza y la exactitud
de la episteme. La incertidumbre se transforma en riesgo, el objeto
de clculo y maximizacin, a medida que la techn cede ante la
episteme.
Al igual que el proyecto de los escpticos, el de los probabilistas
no tuvo xito. Se ha logrado mucho, como testimonia la industria de
los seguros. Gracias a nuestra comprensin de las probabilidades
podemos comprar seguros de vida, seguros de incendio y hasta seguro
mdico a aproximadamente su valor actuarial. Pero ninguna cantidad
de clculo puede trasladar lo incalculable del dominio de la techn
al dominio de la episteme. Como Aristteles lo expres, citando al
poeta Agatn, la techn ama al azar y viceversa (Etica a Nicmaco,
1140a 20). En breves palabras, la techn es el sistema de
conocimiento de la incertidumbre, y la incertidumbre es la bendicin
de la vida, o su maldicin, segn el punto de vista de cada uno.
De hecho, gran parte de la vida econmica se marchitara si
dependiera del clculo epistmico. John Maynard Keynes y Joseph
Schumpeter, posiblemente los economistas ms creativos del siglo,
se encontraron en extremos opuestos del espectro poltico (oficial),
pero concordaron enfticamente en este punto. Para Keynes, el
compromiso del capital a formas fsicas especficas, el acto de la
inversin, depende de la fogosidad, de la intuicin que impulsa a la
accin de preferencia a la quietud. En un famoso pasaje de La teora
general (p. 147), Keynes se extendi sobre este tema:
Aun haciendo a un lado la inestabilidad debida a la especulacin,
hay otra inestabilidad que resulta de las caractersticas de la
naturaleza humana: que gran parte de nuestras actividades
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STEPHEN A. MARGLIN
El punto es que si las personas realmente pudieran calcular como
asume la teora econmica, no habra necesidad de mercados. Los
clculos como si de la planificacin socialista propuesta a mediados
del siglo por Fred Taylor, Oskar Lange y Abba Lerner seran perfectos.
Pero, como not Friedrich Hayek (1945), queda una irreductible techn
que slo puede expresarse en la accin. La virtud del mercado es
que hace surgir un conocimiento que las personas no pueden explicar,
justificar o defender intelectualmente, un conocimiento que los
propios agentes econmicos no entienden plenamente. Hace surgir
este conocimiento por los incentivos que proporciona para la accin
y la inclemencia con que elimina el error. Irnicamente, la simbiosis
entre los mercados y el crecimiento econmico depende de un
conocimiento real que est en notable contradiccin con la ideologa.
Todo esto es ms directamente relevante a las preocupaciones
ecolgicas de lo que podra parecer a primera vista. Lo que vincula a
la inversin y la innovacin con la ecologa, por lo menos
metodolgicamente, es la abrumadora incertidumbre e ignorancia
en la que debemos actuar. Por supuesto, existe una importante
diferencia. Donde Schumpeter y Keynes celebraban al empresario
cuya fogosidad [animal spirits] e intuicin crean una disposicin a
asumir riesgos y olvidar las consecuencias, nuestros problemas
ecolgicos requieren cuidado y prudencia, una disposicin a no asumir
riesgos donde disponemos de alternativas ms seguras. Esto, como
se enfatiz en mi introduccin a este captulo, no es porque sepamos
con certeza que el agotamiento del ozono, el efecto invernadero, la
lluvia cida, etc. seran calamitosos. Es ms bien precisamente porque
no sabemos si ser as o no. En un mundo de incertidumbre radical,
la sostenibilidad requiere la subordinacin del clculo y la
optimizacin a la prudencia y al juicio.
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
En otras palabras, la difidencia (en su sentido ms antiguo de
desconfianza ms que en su sentido actual de timidez) produce la
rivalidad, que a su turno conduce a una estrategia de disuasin. Si
t eres el blanco potencial, puede tener sentido reforzar tu capacidad
defensiva de modo que tu potencial oponente piense mejor antes de
atacar. Quizs tiene sentido pensar en un ataque preventivo...
La lgica es clara porque es reconocible en la lgica de la Guerra
Fra de reciente recuerdo. Lo que importa aqu es que en estas
situaciones no hay lmites para la adquisicin, porque el valor de los
medios militares est determinado por lo que tiene el otro lado. La
disuasin nos exige tener ms, no importa cunto ms sea. De modo
que es la rivalidad la que produce la escasez, ms que la situacin
inversa.
No se piense que esta relacin lgica inversa rivalidad escasez
se limita al conflicto militar. Hemos dado ya un ejemplo mucho ms
cotidiano de esta lgica inversa: el escape de la ciudad a los suburbios
o a una casa de campo. El problema es que el escape no est
disponible para todos. El costo de la tierra adecuada para una buena
casa en los suburbios o un retiro campestre est determinada
precisamente por la presin de la demanda sobre la oferta limitada.
(Como dicen en el negocio de bienes inmuebles, hay tres factores
que determinan el precio: ubicacin, ubicacin y ubicacin). En este
caso, es la competencia por escapar a la decadencia urbana la que
lleva a la escasez de la propiedad suburbana o de vacaciones.
Hay todava otra restriccin, o por lo menos los grmenes de una
restriccin, a la lgica escasez rivalidad. De acuerdo con Hobbes
(1969 p. 185; 1980 p.102), todos estamos persiguiendo lo que l
denomina la Gloria:
... cada hombre considera que su compaero debe valorarlo
del mismo modo que l se valora a s mismo...
De aqu hay slo un corto paso a la caracterizacin de Adam Smith
del incentivo para la adquisicin material. Smith empieza con una
pregunta sobre la cual ya hemos meditado (Smith 1976, p. 50):
...a qu fin van todo el afn y el bullicio de este mundo?
Cul es el fin de la avaricia y la ambicin, de la bsqueda de la
riqueza, del poder y de la superioridad?... De dnde, entonces,
surge esa emulacin que recorre todos los diferentes rangos de
hombres, y cules son las ventajas que proponemos con ese gran
propsito de la vida humana que denominamos el mejoramiento
de nuestra condicin?
Su respuesta es la siguiente:
Ser observado, ser atendido, ser notado con simpata, con
complacencia y aprobacin, son todas las ventajas que nos
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STEPHEN A. MARGLIN
agona. Es un signo seguro de colapso social que el mecanismo
regulador internalizado haya dejado de funcionar y que la sancin
social no sea ya efectiva. De hecho, cuando no es impensable que un
burgus aparezca en pblico vestido como noble, est claro que el
juego ha terminado. Las leyes suntuarias encontraron la misma suerte
que la Ley Volstead que en los primeros aos de este siglo prohiba
el consumo de bebidas alcohlicas.
No quiero afirmar que la escasez existe slo conjuntamente con la
modernidad. Ocurre ms bien que la escasez toma una forma
especfica en el mundo moderno. En primer lugar, la escasez emerge
de la conduccin de la rivalidad al campo econmico. Estoy listo a
admitir, por lo menos en nimo de discutir, la universalidad de los
dos fenmenos, que elabor Hobbes, la Competencia y la Difidencia,
y el tercero, la Gloria, que Smith agreg. Aun si estas caractersticas
son bsicas a la condicin humana, los medios por los cuales
competimos, los medios por los cuales demostramos nuestra
difidencia, los medios por los que logramos la gloria, todos estos
medios varan de sociedad a sociedad. La rivalidad puede expresarse
mediante la oratoria o el canto, la desconfianza puede expresarse
mediante hechizos y brujera, la admiracin puede buscarse a travs
del despliegue de coraje fsico. Es peculiarmente moderno conducir
toda esta rivalidad a la economa.
En segundo lugar, la escasez se hace general. En vez de las
escaseces aisladas e inconmensurables que han caracterizado a la
existencia humana desde tiempos inmemoriales (recuerdan a Jos,
quien se hizo clebre ofreciendo grano contra la hambruna predicha
en el sueo del Faran?), tenemos en el mundo moderno una gran
escasez, Escasez con E mayscula. La escasez estructura nuestra
existencia: porque todo est interconectado, todo es escaso.
Cmo surgi esta interconexin? Una vez que la Difidencia y la
Gloria entran en escena, las caractersticas especificas de los bienes
se hacen menos importantes. Si ests hambriento, ninguna cantidad
de seda o joyas responder a tu necesidad. Pero si la necesidad es
ordenar recursos en general, como requiere la Difidencia, o si la
necesidad es el despliegue para satisfacer la urgencia de Gloria,
entonces los bienes son mucho ms fungibles. Esto es parte de la
historia, el lado de la demanda para decirlo de algn modo. La otra
parte de la historia, el lado de la oferta, es el crecimiento en el
comercio y la monetizacin de la economa, que facilita la sustitucin
de bienes y servicios entre s. El Rey Midas pens que nunca tendra
problemas porque siempre podra intercambiar su oro por otras
mercancas. El pobre estaba simplemente adelantado a su poca.
En el mundo moderno tal intercambio es ciertamente posible.
Finalmente, la escasez se convierte en Escasez porque se hacen
disponibles los medios para aliviar la Escasez. Esto suena paradjico,
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
razonable suponer que el ingreso per cpita puede crecer a la tasa
de 2 por ciento por ao a lo largo del futuro previsible. Ahora bien, si
el ingreso crece a la tasa de 2 por ciento por ao por persona, veremos
una duplicacin en aproximadamente 35 aos, en una generacin
ms o menos. Sostenida durante otra generacin, el ingreso se
d u p l i c a r nue v a m e n t e, y l u e go d e u n a t e rc e ra ge n e r a c i n ,
aproximadamente 100 aos, una vez ms. De manera que luego de
100 aos el nivel promedio de ingreso ser ocho veces lo que era al
inicio. Para Keynes, y quiz para la mayora de nosotros, un nivel de
ingreso promedio ocho veces de lo que es actualmente debera
proporcionar lo suficiente para cada ciudadano, y todava ms.
El panorama que abre Keynes es impresionante. Por primera vez
en la historia de la humanidad la gente comn tendr tiempo para
ser, y convertirse en, lo que desee, para bien o para mal. Por un lado,
las posibilidades son infinitas. Por el otro, como especie no estamos
en absoluto preparados para hacer un uso constructivo del ocio.
Keynes duda que la raza humana pueda adaptarse a la nueva libertad
que gozar con respecto a la escasez econmica. Nos dice (Keynes
1931, p .366):
Hemos sido expresamente desarrollados por la naturaleza
con todos nuestros impulsos y ms profundos instintos para
el propsito de resolver el problema econmico. Si el problema
econmico se resuelve, la humanidad quedar despojada de su
propsito tradicional.
Keynes espera fervientemente que lo haremos mejor que la
guardia avanzada, las clases ricas del presente. Tampoco es ms
prometedora la gente ordinaria. Keynes cita un epitafio tradicional
para una criada, que muestra cun limitada es la imaginacin de la
clase trabajadora en lo que respecta al ocio (1931, p. 367):
No hagis duelo por m, amigos, no lloris por m nunca,
Porque no voy a hacer nada por siempre jams...
Con salmos y dulce msica estarn sonando los cielos,
Pero no tendr nada que hacer con el canto.
Esta pasividad puede ser comprensible para gente cuyas vidas
han sido consumidas por el trabajo alienante. La ambicin de la criada
no es, al fin y al cabo, tan diferente de la del rentista actual cuyo
trabajo puede ser fsicamente menor y financieramente ms
provechoso, pero en el fondo no ms significativo. No obstante,
como dice Keynes, la vida ser tolerable slo para aquellos que
tienen que ver con el canto, y cun pocos de nosotros podemos cantar
(Keynes 1931, p. 367).
La observacin ms sorprendente es que la libertad con respecto
a la necesidad econmica nos permitir, al fin, liberarnos de un
sistema de tica orientado a resolver el problema econmico, pero
opuesto a la bondad y a la decencia, opuesto a la vida.
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STEPHEN A. MARGLIN
Aun ms sorprendente es que esta calumnia gratuita no ofendi
aparentemente ni al editor ni al lector (sin contar, quizs, a los lectores
judos).
Tercero, y ahora nos acercamos al ncleo del asunto, slo puedo
saludar el tcito apoyo de Keynes a la idea de que la economa es
socialmente construida, aunque tengo problemas reales con los
detalles de su concepcin de que construimos nuestras vidas en torno
a los mercados porque hasta hoy la raza humana ha necesitado
mercados para el progreso material. Para Keynes, las actitudes
sociales, todas clases de costumbres sociales y prcticas
econmicas, sin mencionar a la tica, reflejan las necesidades y
requerimientos de una base econmica. En tanto la base est
orientada hacia la acumulacin del capital, la superestructura
(aunque, por supuesto, Keynes nunca usa esta palabra) debe
adaptarse a ella: debemos simular para nosotros mismos y para
cada uno que lo justo es perverso y lo perverso es justo, porque lo
perverso es til y lo justo no (Keynes 1971, p. 372). Slo cuando se
ha acumulado suficiente capital podemos dejar la simulacin.
Aunque tanto Marx como Keynes rechazaran la comparacin, la
perspectiva keynesiana difiere poco de la visin marxiana de que el
capitalismo dicta la cultura de la sociedad mercantil, y que esta
cultura debe ser tolerada hasta que el capitalismo pueda sentar las
bases materiales de una sociedad ms decente. Cuando Keynes
escriba estas palabras, Josef Stalin estaba poniendo en prctica
una versin ms criminal de la visin materialista. La acumulacin a
marcha forzada, socialista, tambin iba a ser temporal y slo por un
tiempo limitado nos exiga simular para nosotros mismos y para
cada uno que lo justo es perverso y que lo perverso es justo; porque
lo perverso es til y lo justo no.
No quiero sugerir una afinidad entre Keynes y Marx (y ciertamente
tampoco entre cualquiera de ellos y Stalin) ms all de sus
convicciones materialistas compartidas. Pero no es poca afinidad.
Es precisamente su materialismo el que impulsa a Keynes a ver la
eliminacin del trabajo como un requerimiento de que aprendamos
a cantar. Si Keynes hubiera partido de una visin no materialista,
podra haber llegado fcilmente a la conclusin que el problema es
ms bien nuestra incapacidad para hacer cantar a nuestro trabajo.
Se debera notar que Keynes no se encuentra solo en su insistencia
en que el trabajo impide la bsqueda de fines ms nobles. Para Edward
Bellamy, el socialista utpico del siglo XIX y autor de Looking
Backward [Mirando atrs], una visin futurista referida al final del
siglo XX, la abolicin del trabajo era la condicin previa de la vida
espiritual (Noble 1997, pp. 98-99]. En esto Bellamy y Keynes siguen
una vieja tradicin del pensamiento occidental. En Losing Touch
[Perdiendo el contacto] (Marglin 1990), he argumentado que la
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PERDIENDO EL CONTACTO
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STEPHEN A. MARGLIN
mismo es, incluso con mayor propiedad, el caso de Europa Occidental
y del Japn.
Lo que ha fallado es la propia definicin del problema econmico.
Keynes conceptualiza lo econmico en trminos de un conjunto de
necesidades que se encuentran fuera de la cultura y de la historia. El
propio Keynes reconoci el problema de su enfoque, pero evadi la
dificultad. Plantea la cuestin de los deseos ilimitados, slo para
desecharla: Ahora bien, es verdad que las necesidades de los seres
humanos pueden parecer insaciables (Keynes 1931, p. 365). Pero
eso es porque ponemos juntas todas nuestras necesidades. En
realidad las necesidades
se agrupan en dos clases: aquellas necesidades que son
absolutas en el sentido de que las sentimos cualquiera sea la
situacin de nuestros pares humanos, y aquellas que son relativas
en el sentido de que las sentimos slo si su satisfaccin nos
eleva, nos hace sentir superiores a nuestros prjimos. Las
necesidades de la segunda clase, aquellas que satisfacen el deseo
de superioridad, pueden ser en realidad insaciables; porque
cuanto mayor es el nivel general, mayores an son ellas. Pero
esto no es tan cierto para las necesidades absolutas; pronto se
puede alcanzar un punto, mucho ms pronto quizs de lo que
estamos conscientes, cuando estas necesidades estn satisfechas
en el sentido de que preferimos dedicar nuestras energas
adicionales a propsitos no econmicos (Keynes 1931, p. 365).
Pero si resolver el problema econmico es resolver la parte de l
que se refiere a las necesidades absolutas, que es la parte menor,
entonces no hay razn para esperar que multiplicar el producto por
un factor de ocho (o diez o veinte) producir algo como el trastorno
social que Keynes predijo. En realidad, nadie podra notar que el
problema econmico est en proceso de ser resuelto.
Recurdese que casi dos siglos antes de Keynes, Adam Smith haba
preguntado (Smith 1976, p. 50) ... a qu fin van todo el afn y el
bullicio de este mundo? Cul es el fin de la avaricia y la ambicin,
de la bsqueda de la riqueza, del poder y de la superioridad? Antes
de contestar que el fin de la avaricia y la ambicin es ser notados,
Smith minimiza el papel de lo que Keynes llam ms tarde
necesidades absolutas. Es proveer para las necesidades de la
naturaleza? contina. Los salarios del trabajador ms modesto los
pueden proveer. Vemos que le proveen alimentacin y vestuario, la
comodidad de una casa y de una familia. Si las necesidades absolutas
tenan un papel tan pequeo en el siglo dieciocho, qu papel tan
minsculo deben tener hoy!
Si el mercado est dedicado a satisfacer necesidades relativas y
estas son insaciables, entonces lejos de ser una solucin al problema
360
PERDIENDO EL CONTACTO
Conclusiones
Los supuestos fundacionales de la Economa individualismo,
racionalidad y deseos ilimitados resultaron de una experiencia
histrica particular: el trastorno y el caos religioso, poltico, social y
econmico que marc el fin de la era medieval en Europa Occidental.
Estos supuestos son, en forma actualizada y evidente, los supuestos
de la modernidad.
La economa que se construy sobre la base de estos supuestos ha
florecido, como ha florecido la Economa. Pero queda por ver si esa
economa, o esa Economa, es sostenible. Herman Daly ha argumentado
convincentemente (1996) que un supuesto tcito tanto de la economa
como de la Economa no se cumple ms. En su opinin, la justificacin
para relegar a las externalidades y cosas similares a la letra menuda de
la teora es que, hubo una vez en que el mundo estuvo relativamente
vaco, suposicin que se hizo explcita en la afirmacin de John Locke
de que todo el mundo fue una vez Norteamrica, donde ignorando los
reclamos de los indgenas la tierra estaba libre para apropirsela. De
acuerdo con Daly, una Economa de mundo lleno apropiada para
nuestros tiempos hara de las externalidades la regla ms que la
excepcin y, consecuentemente, sera muy diferente de la Economa
convencional, neoclsica.
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STEPHEN A. MARGLIN
No hay duda de que los supuestos de la Economa encajan mejor
en un mundo vaco que en uno lleno. Por ejemplo, el individualismo
conservado religiosamente en el arquetipo cultural del pionero
colonizador que se muda apenas ve el humo de la chimenea de un
recin llegado, es ms plausible para la Norteamrica del siglo XIX
que para el mundo del siglo XXI.
Pero los reclamos del mercado y de la sociedad de mercado no
dependen de cun sobrepoblado se encuentra el mundo. Si las
personas son como la Economa asume que son, si nuestra naturaleza
intrnseca nos lleva a relacionarnos mutuamente como individuos
que calculan incesantemente para satisfacer deseos insaciables,
entonces la sociedad de mercado tiene sentido eminente. Como
Thomas Hobbes pudo ver fcilmente, es mejor trocar e intercambiar
uno con otro que matarnos, mutilarnos, robarnos o engaarnos
mutuamente. En realidad, cuanto ms mercados mejor: la sentencia
del economista del Banco Mundial sobre el comercio en contaminacion
con la que empezamos este captulo puede ir en contra de las
intuiciones ingenuas de la gente ordinaria, pero tiene perfecto sentido
si aceptamos los supuestos sobre los que est construida la Economa.
Si individuos pobres, habiendo calculado sus costos en salud y
bienestar humanos y los beneficios de un consumo mayor, estn
dispuestos a aceptar una carga de residuo txico por un milln de
dlares, y los ricos, habiendo hecho sus propios clculos, estn
dispuestos a pagar un milln de dlares para desembarazarse de la
contaminacin, entonces cada grupo estar mejor ante sus propios
ojos. Hay clusulas adicionales en letra menuda, pero ste es el asunto
bsico. Si tomamos al individuo como base de la sociedad, no hay
razn para negar los clculos de su propio inters.
Para cuestionar esta conclusin, debemos cuestionar los
supuestos. Primero, reconociendo su especificidad histrica y cultural,
y reconociendo que, incluso para el Occidente moderno, estos
supuestos son, a lo sumo, verdades parciales. Una sociedad
construida sobre los cimientos del individualismo, la racionalidad y
los deseos ilimitados no durara cuatro minutos y menos cuatros
siglos. Segundo, debemos reconocer que en la medida que el
Occidente moderno est construido en la imagen de la economa,
hemos pagado un precio enorme por los beneficios materiales de
que hemos gozado.
El mercado inculca los valores y atributos que requiere para
funcionar exitosamente, un crculo que es virtuoso slo si suponemos
que el mercado es la respuesta de Occidente a la naturaleza humana
fundamental ms que a una contingencia histrica. Se hace un crculo
vicioso si valoramos altamente lo que el mercado ha destruido y
consideramos que la destruccin era evitable.
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