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17.-Dones, Frutos y Carismas Del E.S.

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Tomado de: http://www.corazones.org/espiritualidad/espiritu_santo/dones_espiritu.

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Dones, frutos y carismas del Espritu Santo












Objetivo
Fomentar una actitud de docilidad a los impulsos del Espritu Santo en orden a la
construccin de la Iglesia por medio de sus dones

Desarrollo del tema

El Espritu Santo es quien nos comunica a cada uno en particular los dones y
frutos de la Encarnacin y de la Redencin. Despus de la Ascensin, es el
tiempo propio del Espritu Santo.

Jess nos ha cedido las gracias; ha reunido el tesoro y ha depositado en la
Iglesia el germen de la santidad.

El oficio propio del Espritu Santo es cultivar este germen, conducirlo a su pleno
desenvolvimiento acabando y perfeccionarlo.

Qu son los dones del E.S.?

Del catecismo de la iglesia catlica:

1830. La vida moral de los cristianos est sostenida por los dones del Espritu
Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dcil para
seguir los impulsos del Espritu Santo.

1831. Los siete dones del Espritu Santo son: sabidura, inteligencia, consejo,
fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo,
completan y llevan a su perfeccin las virtudes de quienes los reciben.
Tomado de: http://www.corazones.org/espiritualidad/espiritu_santo/dones_espiritu.htm

Hacen a los fieles dciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.
Todos los que son guiados por el Espritu de Dios son hijos de Dios... Y, si hijos,
tambin herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo.

Los dones del Espritu Santo son hbitos sobrenaturales infundidos por Dios en
el alma para recibir y secundar con facilidad las mociones del propio Espritu
Santo al modo divino o sobrehumano.

Los dones son infundidos por Dios. El alma no podra adquirir los dones por sus
propias fuerzas ya que transcienden infinitamente todo el orden puramente
natural.

Los dones los poseen en algn grado todas las almas en gracia. Es incompatible
con el pecado mortal.

El Espritu Santo acta los dones directa e inmediatamente como causa motora y
principal, a diferencia de las virtudes infusas que son movidas o actuadas por el
mismo hombre como causa motora y principal, aunque siempre bajo la previa
mocin de una gracia actual.

Los dones perfeccionan el acto sobrenatural de las virtudes infusas.

Los 7 dones del Espritu Santo
Sabidura
Afinidad por lo espiritual, capacidad de juzgar segn la medida de Dios. El primero y
mayor de los siete dones.

Algunos fragmentos de la Catequesis sobre el Credo 16-IV-89, por S.S. Juan Pablo II

La sabidura es la luz que se recibe de lo alto: es una participacin especial en ese
conocimiento misterioso y sumo, que es propio de Dios, un conocimiento impregnado por
la caridad.

Adems, el conocimiento sapiencial nos da una capacidad especial para juzgar las cosas
humanas segn la medida de Dios, a la luz de Dios.

Gracias a este don toda la vida del cristiano con sus acontecimientos, sus aspiraciones,
sus proyectos, sus realizaciones, llega a ser alcanzada por el soplo del Espritu, que la
impregna con la luz "que viene de lo Alto".

Tomado de: http://www.corazones.org/espiritualidad/espiritu_santo/dones_espiritu.htm

Por la sabidura juzgamos rectamente de Dios y de las cosas divinas por sus ltimas y
altsimas causas bajo el instinto especial del E.S., que nos las hace saborear por cierta
connaturlidad y simpata. Es inseparable de la caridad.

Inteligencia
Es una gracia del Espritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las
verdades reveladas.

Algunos fragmentos de la Catequesis sobre el Credo 9-IV-89, por S.S. Juan Pablo II

La palabra "inteligencia" deriva del latn intus legere, que significa "leer dentro",
comprender a fondo. Mediante este don el Espritu Santo, comunica al creyente una
chispa de capacidad penetrante que le abre el corazn a la gozosa percepcin del
designio amoroso de Dios (1 Cor 2,10).

Efectivamente, la luz del Espritu, al mismo tiempo que agudiza la inteligencia de las
cosas divinas, hace tambin ms lmpida y penetrante la mirada sobre las cosas
humanas. Gracias a ella se ven mejor los numerosos signos de Dios que estn inscritos
en la creacin. Se descubre as la dimensin no puramente terrena de los
acontecimientos, de los que est tejida la historia humana.

Consejo
Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone, sugirindole lo que
es lcito, lo que corresponde, lo que conviene ms al alma.

Algunos fragmentos Catequesis sobre el Credo 7-V-89, por S.S. Juan Pablo II

El don de consejo acta como un soplo nuevo en la conciencia, sugirindole lo que es
lcito, lo que corresponde, lo que conviene ms al alma. La conciencia se convierte
entonces en el ojo sano del que habla el Evangelio (Mt 6, 22), y adquiere una especie de
nueva pupila, gracias a la cual le es posible ver mejor que hay que hacer en una
determinada circunstancia, aunque sea la ms intrincada y difcil.

Una necesidad que se siente mucho en nuestro tiempo, se denomina reconstruccin de
las conciencias. Es decir, se advierte la necesidad de neutralizar algunos factores
destructivos que fcilmente se insinan en el espritu humano, cuando est agitado por
las pasiones y por una incertidumbre difundida acerca de los verdaderos valores.


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El don de consejo enriquece y perfecciona la virtud de la prudencia y gua al alma desde
dentro, iluminndola sobre lo que debe hacer, especialmente cuando se trata de opciones
importantes (por ejemplo, de dar respuesta a la vocacin), o de un camino que recorrer
entre dificultades y obstculos. Y en realidad la experiencia confirma que los
pensamientos de los mortales son tmidos e inseguras nuestras ideas, como dice el Libro
de la Sabidura (9, 14).

Fortaleza
Fuerza sobrenatural que sostiene la virtud moral de la fortaleza. Para obrar
valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la
vida. Para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente.
Supera la timidez y la agresividad.

Algunos fragmentos de la Catequesis sobre el Credo 14-V-89, por S.S. Juan Pablo II

En nuestro tiempo muchos ensalzan la fuerza fsica, llegando incluso a aprobar las
manifestaciones extremas de la violencia. En realidad, el hombre cada da experimenta
la propia debilidad, especialmente en el campo espiritual y moral, cediendo a los
impulsos de las pasiones internas y a las presiones que sobre el ejerce el ambiente
circundante.

Para resistir a estas mltiples instigaciones es necesaria la fortaleza, que es una de las
cuatro virtudes cardinales sobre las que se apoya el edificio de la vida moral: la fortaleza
es la virtud de quien no se aviene a componendas en el cumplimiento del propio
deber.

La timidez y la agresividad son dos formas de falta de fortaleza. A menudo, se
encuentran en el comportamiento humano, con la consiguiente repeticin de quien es
dbil y vil con los poderosos, petulante y prepotente con los indefensos.

El don de la fortaleza es un impulso sobrenatural, que da vigor al alma no solo en
momentos dramticos como el del martirio, sino tambin en las habituales condiciones
de dificultad: en la lucha por permanecer coherentes con los propios principios; en el
soportar ofensas y ataques injustos; en la perseverancia valiente, incluso entre
incomprensiones y hostilidades, en el camino de la verdad y de la honradez.

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Ciencia
Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relacin con el Creador.

Algunos fragmentos de la Catequesis sobre el Credo 23-IV-89, por S.S. Juan Pablo II

Sabemos que el hombre contemporneo, precisamente en virtud del desarrollo de las
ciencias, est expuesto particularmente a la tentacin de dar una interpretacin
naturalista del mundo. Para resistir esa tentacin sutil y para remediar las consecuencias
a las que puede llevar, el Espritu Santo socorre al hombre con el don de la ciencia. Es
esta la que le ayuda a valorar rectamente las cosas en su dependencia esencial del
Creador.

As logra descubrir el sentido teolgico de lo creado, viendo las cosas como
manifestaciones verdaderas y reales, aunque limitadas, de la verdad, de la belleza, del
amor infinito que es Dios.

El hombre, iluminado por el don de la ciencia, descubre al mismo tiempo la infinita
distancia que separa a las cosas del Creador, su intrnseca limitacin, la insidia que
pueden constituir, cuando, al pecar, hace de ellas mal uso. Es un descubrimiento que le
lleva a advertir con pena su miseria y le empuja a volverse con mayor mpetu y confianza
a Aquel que es el nico que puede apagar plenamente la necesidad de infinito que le
acosa.

Piedad
Sana nuestro corazn de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como
Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre. Clamar Abba, Padre!

Algunos fragmentos de la Catequesis sobre el Credo 28-V-1989, por S.S. Juan Pablo II

La ternura, como actitud sinceramente filial para con Dios, se expresa en la oracin. La
experiencia de la propia pobreza existencial, del vaci que las cosas terrenas dejan en el
alma, suscita en el hombre la necesidad de recurrir a Dios para obtener gracia, ayuda y
perdn.

El don de la piedad orienta y alimenta dicha exigencia, enriquecindola con sentimientos
de profunda confianza para con Dios, experimentado como Padre providente y bueno.


La ternura, como apertura autnticamente fraterna hacia el prjimo, se manifiesta en
la mansedumbre. Con el don de la piedad el Espritu infunde en el creyente una nueva
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capacidad de amor hacia los hermanos, haciendo su Corazn de alguna manera
participe de la misma mansedumbre del Corazn de Cristo.

El cristiano piadoso siempre sabe ver en los dems a hijos del mismo Padre, llamados a
formar parte de la familia de Dios, que es la Iglesia. Por esto l se siente impulsado a
tratarlos con la solicitud y la amabilidad propias de una genuina relacin fraterna.

El don de la piedad, adems, extingue en el corazn aquellos focos de tensin y de
divisin como son la amargura, la clera, la impaciencia, y lo alimenta con sentimientos
de comprensin, de tolerancia, de perdn. Dicho don est, por tanto, en la raz de
aquella nueva comunidad humana, que se fundamenta en la civilizacin del amor.

Temor de Dios
Espritu contrito ante Dios, consciente de las culpas y del castigo divino, pero dentro de
la fe en la misericordia divina. Temor a ofender a Dios, humildemente reconociendo
nuestra debilidad. Sobre todo: temor filial, que es el amor de Dios: el alma se preocupa
de no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de "permanecer"
y de crecer en la caridad.

Algunos fragmentos de la Catequesis sobre el Credo 11 -VI-1989, por S.S. Juan Pablo II

La Sagrada Escritura afirma que "Principio del saber, es el temor de Yahveh" (Sal 110/111,
10; Pr 1, 7). Pero de que temor se trata? No ciertamente de ese miedo de Dios que
impulsa a evitar pensar o acordarse de l, como de algo que turba e inquieta. Ese fue el
estado de nimo que, segn la Biblia, impuls a nuestros progenitores, despus del
pecado, a ocultarse de la vista de Yahveh Dios por entre los rboles del jardn (Gen 3, 8);
este fue tambin el sentimiento del siervo infiel y malvado de la parbola evanglica, que
escondi bajo tierra el talento recibido (Mt 25, 18. 26).

Pero este concepto del temor-miedo no es el verdadero concepto del temor-don del
Espritu. El creyente se presenta y se pone ante Dios con el espritu contrito y con el
corazn humillado (cfr Sal 50/51, 19), sabiendo bien que debe atender a la propia salvacin
con temor y temblor (Flp, 12). Sin embargo, esto no significa miedo irracional, sino sentido
de responsabilidad y de fidelidad a su ley.

De este santo y justo temor, conjugado en el alma con el amor de Dios, depende toda la
prctica de las virtudes cristianas, y especialmente de la humildad, de la templanza, de la
castidad, del disciplinar de los sentidos.

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Frutos del Espritu Santo

Catecismo de la iglesia Catlica

1832. Los frutos del Espritu son perfecciones que forma en nosotros el Espritu Santo
como primicias de la gloria eterna. La tradicin de la Iglesia enumera doce: caridad,
gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad,
modestia, continencia, castidad (Ga 5,22-23).

Glatas 5:22-23
"El fruto del Espritu es amor, alegra, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio de s; contra tales cosas no hay ley."

Mateo 26:41
"Velad y orad, para que no caigis en tentacin; que el espritu est pronto, pero la
carne es dbil"
Glatas 5, 19
Obras de la carne: Fornicacin, impureza, libertinaje, idolatra, supersticin,
enemistades, peleas, rivalidades, violencias, ambiciones, discordias, sectarismo,
disensiones, envidias, ebriedades, orgas y todos los excesos de esta naturaleza.

Al principio nos cuesta mucho ejercer las virtudes. Pero si perseveramos dciles
al Espritu Santo, Su accin en nosotros har cada vez ms fcil ejercerlas, hasta
que se llegan a ejercer con gusto. Las virtudes sern entonces inspiradas por el
Espritu Santo y se llaman frutos del Espritu Santo.

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Cuando el alma, con fervor y dcil a la accin del Espritu Santo, se ejercita en la
prctica de las virtudes, va adquiriendo facilidad en ello. Ya no se sienten las
repugnancias que se sentan al principio. Ya no es preciso combatir ni hacerse
violencia. Se hace con gusto lo que antes se haca con sacrificio.

Les sucede a las virtudes lo mismo que a los rboles: los frutos de stos, cuando
estn maduros, ya no son agrios, sino dulces y de agradable sabor. Lo mismo
los actos de las virtudes, cuando han llegado a su madurez, se hacen con
agrado y se les encuentra un gusto delicioso. Entonces estos actos de virtud
inspirados por el Espritu Santo se llaman frutos del Espritu Santo, y ciertas
virtudes los producen con tal perfeccin y tal suavidad que se los llama
bienaventuranzas, porque hacen que Dios posea al alma planamente.

La comunin frecuente perfecciona las virtudes y abre el corazn para recibir los
frutos del Espritu Santo porque nuestro Seor, al unir su Cuerpo al nuestro y su
Alma a la nuestra, quema y consume en nosotros las semillas de los vicios y nos
comunica poco a poco sus divinas perfecciones, segn nuestra disposicin y
como le dejemos obrar.

Por ejemplo: encuentra en nosotros el recuerdo de un disgusto, que aunque ya
pas, ha dejado en nuestro espritu y en nuestro corazn una impresin, que
queda como simiente de pesar y cuyos efectos sentimos en muchas ocasiones.
Qu hace nuestro Seor? Borra el recuerdo y la imagen de ese descontento,
destruye la impresin que se haba grabado en nuestras potencias y ahoga
completamente esta semilla de pecados, poniendo en su lugar los frutos de
caridad, de gozo, de paz y de paciencia. Arranca de la misma manera las races
de clera, de intemperancia y de los dems defectos, comunicndonos las
virtudes y sus frutos.

Los 12 Frutos del Espritu Santo

Caridad
El acto de amor de Dios y del prjimo.

Gozo espiritual
El que nace del amor divino y bien de nuestros prjimos.

Paz
Una tranquilidad de nimo, que perfecciona este gozo.
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Estos tres frutos estn unidos y se derivan naturalmente uno del otro
La caridad o el amor ferviente nos da la posesin de Dios
El gozo nace de la posesin de Dios, que no es otra cosa que el reposo y el
contento que se encuentra en el goce del bien posedo.
La paz que, segn San Agustn; es la tranquilidad en el orden. Mantiene al alma
en la posesin de la alegra contra todo lo que es opuesto. Excluye toda clase de
turbacin y de temor.

Paciencia
Sufrimiento sin inquietud en las cosas adversas.

Mansedumbre
Refrenar la ira, y tener dulzura en el trato y condicin.

Es propio de la virtud de la paciencia moderar los excesos de la tristeza y de la
virtud de la mansedumbre moderar los arrebatos de clera que se levanta
impetuosa para rechazar el mal presente. El esfuerzo por ejercer la paciencia y la
mansedumbre como virtudes requiere un combate que requiere violentos
esfuerzos y grandes sacrificios.

Bondad
Dulzura y rectitud del nimo.

Benignidad
Ser suave y liberal, sin afectacin ni desabrimiento.

Estos dos frutos miran al bien del prjimo. La bondad y la inclinacin que lleva a
ocuparse de los dems y a que participen de lo que uno tiene.

La palabra benignidad se usa nicamente para significar dulzura y esta clase de
dulzura consiste en tratar a los dems con gusto, cordialmente, con alegra, sin
sentir la dificultad que sienten los que tienen la benignidad slo en calidad de
virtud y no como fruto del Espritu Santo.

Longanimidad
La longanimidad o perseverancia nos ayudan a mantenernos fieles al Seor a largo
plazo. Impide el aburrimiento y la pena que provienen del deseo del bien que se
espera, o de la lentitud y duracin del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de
la grandeza de la cosa misma o de las dems circunstancias.

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Fe
Como fruto del Espritu Santo, es cierta facilidad para aceptar todo lo que hay que
creer, firmeza para afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin sentir
repugnancias ni dudas, ni esas oscuridades y terquedades que sentimos naturalmente
respecto a las materias de la fe.

Modestia
La que modera y regula en el hombre sus acciones y palabras. Adems dispone todos
los movimientos interiores del alma, como en la presencia de Dios. Nuestro espritu,
ligero e inquieto, est siempre revoloteando par todos lados, apegndose a toda clase
de objetos y charlando sin cesar. La modestia lo detiene, lo modera y deja al alma en
una profunda paz, que la dispone para ser la mansin y el reino de Dios: el don de
presencia de Dios.

Templanza
La que modera los deleites de los sentidos.

Castidad
La que refrena los deleites impuros.

Ms los frutos de templanza y castidad desprenden de tal manera al alma del
amor a su cuerpo, que ya casi no siente tentaciones y lo mantienen sin trabajo
en perfecta sumisin.

El Espritu Santo acta siempre para un fin: nuestra santificacin que es la
comunin con Dios y el prjimo por el amor.

Tomado de: http://www.corazones.org/espiritualidad/espiritu_santo/dones_espiritu.htm

Carismas del Espritu Santo

Del griego, charis+ma
Char: algo que causa felicidad. Charis: conceder gracia, favor gratuito de Dios.
Ma: es el objeto y el resultado de una accin

charisma: el resultado de haber recibido el charis (don de Dios).

Sobrenaturales
Concedidos por Dios a determinadas personas. Aunque se le atribuyen sobre
todo al Espritu Santo, son igualmente don del Padre y del Hijo.

Son un don para la Iglesia
Aunque ya existan en el Antiguo Testamento, Dios los concede de forma
incomparable en la Iglesia, por los mritos de Cristo.

Para el bien comn
Concedidos para servir en la edificacin de la Iglesia. Sus efectos se manifiestan
en favor de los miembros del cuerpo en funcin del amor. Son tiles para la
misin y por lo tanto no son ni privados (para uso egosta, personal), ni son
superfluos.

No son requisitos para la salvacin personal como lo es la gracia santificante
No es ms santo el que tenga mayores carismas. Pero si es verdad que los
santos se caracterizan por el buen uso de los carismas porque los ponen al
servicio de la Iglesia motivados por el amor.

Tomado de: http://www.corazones.org/espiritualidad/espiritu_santo/dones_espiritu.htm

El Espritu Santo los concede a quien quiere y cuando quiere. (1 Cor 12,11). Se
encuentran en todo tiempo y lugar.

Son dones transitorios
El Espritu Santo los da y los quita segn su beneplcito; son pasajeros respecto
a las virtudes teologales que son permanentes y sobre todo, con relacin a la
caridad que no disminuye; poseen, sin embargo, una cierta estabilidad que hace
que el hombre dotado habitualmente del carisma proftico sea llamado profeta.

Son valorados por su grado de utilidad
En cuanto ms tiles para edificar la Iglesia.

Es bueno pedirlos
Si lo hacemos por amor a la Iglesia, para servirla (1 Cor 14, 27)

Jams podran adquirirse ni ser previstos con las fuerzas humanas.

El carisma brota con formas nuevas.
Por eso le incumbe al ministerio jerrquico la delicada tarea de examinar y
cultivar los carismas que nacen continuamente en el seno del pueblo de Dios.
Hacer aflorar nuevas modalidades de carismas, favorecer las concreciones
institucionales de estos y velar para que se mantengan vivos, insertndolos
adecuadamente en la vida de la Iglesia.

Los carismas son gracias especiales que el Espritu distribuye libremente entre los
fieles de todo tipo y con los que los capacita y dispone para asumir varias obras
y funciones, tiles para la renovacin de la Iglesia y para el desarrollo de su
construccin.

Algunos de estos carismas son extraordinarios, otros, por el contrario, sencillos y
mucho ms difundidos, pero el juicio sobre su autenticidad corresponde, sin
ninguna excepcin, a los que presiden en la Iglesia, a los que compete no
extinguir los carismas autnticos.

San Pablo hace cuatro listas de carismas:
1 Cor 12,8-10;
1 Cor 12, 28-30
Rom 12, 6-8
Ef 4, 11

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