Este documento describe la Sociedad Secreta Abakuá, una cofradía esotérica exclusiva para hombres que se estableció en Cuba por primera vez en 1836 por negros de origen carabalí (calabar) de la región de Nigeria conocida como Calabar. La sociedad tiene sus raíces en las sociedades secretas Ngbe de los pueblos Efik y Ekoi de Calabar, dedicadas a reverenciar al leopardo totémico. Los Efik trajeron la sociedad secreta a Cuba y la llamaron Abakuá, sacando el rug
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Este documento describe la Sociedad Secreta Abakuá, una cofradía esotérica exclusiva para hombres que se estableció en Cuba por primera vez en 1836 por negros de origen carabalí (calabar) de la región de Nigeria conocida como Calabar. La sociedad tiene sus raíces en las sociedades secretas Ngbe de los pueblos Efik y Ekoi de Calabar, dedicadas a reverenciar al leopardo totémico. Los Efik trajeron la sociedad secreta a Cuba y la llamaron Abakuá, sacando el rug
Este documento describe la Sociedad Secreta Abakuá, una cofradía esotérica exclusiva para hombres que se estableció en Cuba por primera vez en 1836 por negros de origen carabalí (calabar) de la región de Nigeria conocida como Calabar. La sociedad tiene sus raíces en las sociedades secretas Ngbe de los pueblos Efik y Ekoi de Calabar, dedicadas a reverenciar al leopardo totémico. Los Efik trajeron la sociedad secreta a Cuba y la llamaron Abakuá, sacando el rug
Este documento describe la Sociedad Secreta Abakuá, una cofradía esotérica exclusiva para hombres que se estableció en Cuba por primera vez en 1836 por negros de origen carabalí (calabar) de la región de Nigeria conocida como Calabar. La sociedad tiene sus raíces en las sociedades secretas Ngbe de los pueblos Efik y Ekoi de Calabar, dedicadas a reverenciar al leopardo totémico. Los Efik trajeron la sociedad secreta a Cuba y la llamaron Abakuá, sacando el rug
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CAPTULO ITI
LA SOCIEDAD SECRETA ABAKUA:
LOS AIGOS Por el cuero del chivo todos los hombres pueden ser hermanos. ANDRS PETIT Abasseri Ekue maya beki. (En el tambor habla Dios.) FRASE RITUAL ABAKU 203 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 La Sociedad Secreta Abaku es una asociacin o, ms precisamente, una cofrada esotrica de carcter mgico-religioso, exclusiva para hombres, que procedente del Calabar (hoy una provincia de Nigeria) se estableci por primera vez en el puerto habanero de Regla en 1836 por negros de origen carabal. En toda la Amrica slo se le encuentra en Cuba, en las provincias de La Habana y Matanzas. Su influencia sobre las artes y las letras del pas ha sido, sin embargo, considerable. Sus miembros son conocidos popularmente con el nombre de aigos. Las races Las sociedades que ocultan del resto de la comunidad en que funcionan sus finalidades, prcticas o creencias, son tan antiguas como la historia. En esa am- plsima categora pueden incluirse, en los tiempos que coiren, a grupos tan dismiles y hasta contradictorios en sus fines y sus procedimientos como la Mafia y el Ku Klux Klan, las fraternidades de las universidades norteamericanas, las sectas masnicas y las agrupaciones polticas de carcter conspirativo. Todas exhiben, a ms de su naturaleza crptica, un poderoso costado ritualista. Pero no todas estn perneadas de elementos msticos. La secta de los aigos cubanos presenta curiosas similitudes con los misterios de la antigedad greco-romana, sin que esto quiera decir, desde luego, que existan entre ellas nexos histricos de ningn tipo. Si comparamos, a la Sociedad Abaku con el Mitrasmo, por ejemplo, o con el Orfismo, con los ritos de Eleusis o de Isis, o con la secta pitagrica, pronto se evidenciaron los parecidos. Todas tienen en comn, adems de su hermetismo, una larga serie de creencias y prcticas: la ceremonia de iniciacin, con com- plicados ritos de purificacin previa; el uso de agua o lquidos lstrales; los sa- crificios animales (toda una compleja "teologa de la sangre", como la llama 205 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Angus);' las pruebas u ordalas a que se someten los catecmenos; los tabes sexuales y alimenticios; la presencia ineludible de un mito gensico o peculiar leyenda sobre los orgenes del rito; la utilizacin de la magia como elemento b- sico de la prctica religiosa; el uso de las mscaras y, sobre todo, de la danza sagrada, haciendo buena la vieja afirmacin de Luciano: "No may 'misterio' sin danza"... y hasta los rugidos figurados de un animal tolmico, que -como ye- remos- es central en el aiguismo. Evidentemente la Sociedad Secreta Abaku no es, como parecen creer algunos, una monstruosa aberracin a^icana trasla- dada a Cuba, sino una institucin que, como los misterios helnicos y romanos, responde a muy hondas y sentidas necesidades colectivas. En La Habana y sus alrededores, desde muy temprano en el siglo XVIII, funcionaban varios cabildos negros carabales.^ Es indudable que de su seno brot en el siglo siguiente el aiguismo, aunque todava se discute entre los adeptos y los etnlogos si la primera organizacin de esa secta fue autorizada por el cabildo Apapa Efor o por el Brcamo Apapa EHk.' Sea como fuere, de la primera clula reglana abaku proceden, en cadena de sucesivas "autori- zaciones" rituales, todos los dems grupos aigos, que reciben el nombre de "potencias", "juegos", "naciones", "tierras" o "partidos". Las relaciones que los caracterizan a lo largo de las dcadas han sido, por lo general, fraternales, pero sin que exista control o subordinacin jerrquica alguna entre ellos. Muchas veces, por diversos motivos, se han enfrentado unos con otros en serios y sangrientos conflictos. En realidad,pues, ms que una Sociedad Secreta Abaku, en Cuba ha habido -y hay todava- un nmero considerable de "potencias", "tierras" o "juegos" aigos independientes, identificados sin embargo por un origen, un modelo organizativo y un sistema ritual, dogmtico y mitolgico comunes. Para encontrar los antecedentes histricos de los aigos cubanos hay que trasladarse al Golfo de Guinea, o ms especficamente, al territorio situado sobre la ensenada de Biafra." All, al este de los manglares que pueblan el delta del Niger, fluyen los llamados Ros del Aceite hacia dos grandes estuarios: el Nuevo Calabar (con el ro Sombreiro y otros) y el Viejo Calabar (con el Cross River o Ro de la Cruz, el Calabar, el Kwa, etc.) Desde los comienzos de la trata, los L Angus (1975), p. 83. 2. Consltese el volumen 1 de esta obra, p. 99. 3. Sobre la cuestin de las relaciones entre los Efor y los Efik en frica y en Cuba volveremos a tratar ms adelante en este captulo. 4. Ver Mapa 1 en el primer volumen de esta obra y Mapa 1 en este. 206 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Mapa 1: Localizacin del Calabar, regin de origen de los cara- bales 207 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 4< Misiones Factoras Mapa 2: Delta del Niger y Regin del Calabar 208 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 AROCHUKU ^fKS^^O S Mapa 3: rea del no Cross y del ro Calabar de donde proceden los Efik, que fundaron en Cuba la Sociedad Secreta Abaku 209 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 europeos establecieron en sus orillas, ms o menos cerca de la costa, varias factoras o centros de almacenamiento y trfico, tales como Brass, Bonny, Opobo, Kalabary, Calabar y otros.' El nombre de Calabar, aplicado a toda esta regin, comienza a aparecer en los mapas holandeses del siglo XVII. Segn explica Daryll Forde, al principio con l se haca referencia al Nuevo Calabar, donde una rama del pueblo ijaw (en Cuba, iyol, conocida como Kalabary, se haba establecido en varias villas ribereas. "Por error el nombre acab por aplicarse al rea del estuario del Cross River (o Ro de la Cruz), que poste- riormente se llam 'Viejo' Calabar, para distinguirlo del 'Nuevo'...""^ A los esclavos extrados de esta regin se les llam al principio calabares, que pronto se convirti en carabales. Como qued dicho en el tomo I, este grupo es etnolgicamente heterogneo. Est integrado por dos conglomerados micos bsicos: 1) el que Murdock W&m&Racimo Banioide, que habla lenguas de la sub- familia Benue Congo; y 2) el Racimo Central, que habla lenguas de la subfami- lia Kwa. Al primero pertenecen los Ekoi o Ejagham (con sus tribus Kwa, Efut, etc.); Xosibibos (con sus tribus Anang, Eket, Efik, Orn, etc.); los Yako (con sus tribus Abayong, Uyanga, etc.); los Mbembe y los Ododop. Al segundo racimo pertenecen los Ibo (con sus tribus Ada o Edda, Ika, Onitsha, Isuama, Briche, Ndoko, etc.) y los Ijaw o ly (con sus tribus Brass, Kalabary, etc.) En muchos de esos pueblos funcionan todava hoy sociedades secretas. Y todos ellos estuvie- ron representados en Cuba, donde se les conoci colectivamente con el rubro comn de carabales. Para hallar las races de los aigos debemos prestar especial atencin a los Ibibos y a los Ekoi. Por razones desconocidas, en la primera mitad del siglo XVII, una importante rama de los Ibibos, el pueblo Efik, inici un movimiento migratorio. Algunos de ellos se establecieron a orillas del ro Enyong y pronto se conocieron por ese nombre. Los otros siguieron ro abajo y, venciendo a los Ekoi (Efuts y Kwas), fundaron a Ikot Itunko (Creek Town) y, ms larde, a Obutong (Od Town), a Atakpa (Duke Town) y a Abakpa (Big Qua Town).'' Ese conjunto de villas casi colindantes era considerado por los europeos de la trata como una sola ciudad, a la que daban el nombre de Calabar. Los Efik se hicieron expertos pescadores y luego comerciantes. En la segunda mitad del siglo XVIII, 5. Cuando el comercio de esclavos decay y por fin desapareci, la carne humana fue sustituida por el aceite de coco como producto bsico de intercambio en esa rea. De ah la denominacin que estos rios recibieron. 6. Forde (1968), p. 4. 7. Ver el mapa 2 de este volumen. 210 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 establecidos estratgicamente en el estuario calabareflo, dominaban y a el costado africano del comercio de esclavos en la regin. Las dos ramas Ekoi dominadas por los Efik, los Kwa y los Efut (estos ltimos conocidos en Cuba como Efor o Ef), posean sociedades secretas llamadas Ngbe, dedicadas a reverenciar al leopardo totmico ancestral. Como sucede tantas veces en la historia, los conquistadores tomaron mucho de la cultura de los conquistados. Entre otras cosas, copiaron la sociedad secreta Ngbe, a la que llamaron Ekpe, pues as se dice leopardo en efik, lengua que acab por dominar en toda esa rea. El culto al leopardo estaba muy extendido en frica. Consi- derado como ser semi-divino, era tab comer su carne. Y cuando los efik fueron introducidos en Cuba por los negreros, a ella llevaron el recuerdo del veloz y astuto rey de la selva y, por fin, acabaron por crear -como vimos- una sociedad, cuyo secreto fundamental consista en extraer de un tambor llamado ekue (corrupcin criolla de ekpe) el rugido simblico del ms sagrado de sus animales. A los miembros de la cofrada les dicen aigos porque, como se ver luego, en sus ceremonias participa en forma prominente un personaje encapuchado o enmascaradoconocidocomo/reme,aa,o/J/o,alqueelpueblocomnmente denomina diablito. Estos remes o aigos, con sus vistosos disfraces, lomaban parte en los famosos carnavales del Da de Reyes, que hasta bien encado el siglo XIX, recorran las calles habaneras el 6 de enero de cada ao. Esas figuras impresionantes y exticas, por ser las nicas que el pblico en general conoca de la misteriosa y famosa entidad secreta a que pertenecan, se convirtieron en el smbolo ms conocido de la misma. Y el pueblo acab por referirse a ella como "la sociedad de los diabUtos" o la "sociedad de los aigos". Por otra parte, el nombre de Abaku le viene a la Sociedad aiga cubana de la raz ekoi o ejagham (por va kwa) que su antecedente posea en frica. Segn Forde, los efik llamaban abakp (en criollo: abaku) a los ekoi." El grupo kwa que viva bajo dominio efik en el rea del Calabar, se concentraba principalmente en Big Qua Town o Abakp. Como sucede que en efik akwa quiere cr grande, el nombre de la villa antes mencionada significaba para el grupo dominante Pueblo Grande y Pueblo de los Kwa, al mismo tiempo. Probablemente eso explica tambin por qu a los ekoi se les llama en Cuba Apapas Grandes (Apapa -el acento en la primera letra- es una corrupcin de Abaku). S i los efik copiaron el modelo de los ekoi para constituir su Sociedad sagrada, nada tiene de ex^ao que en la Isla sta recibiera el nombre de Abaku. En Cuba la -adicin acenta ms la influencia efut o efor que la kwa en el inicio de la secta. Pero esta ltima 8. Forde (1968), p. 66. 211 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 queda claramente establecida en el nombre que en definitiva tom la cofrada. En Cuba se dice entre los aigos que efor (es decir, efut) "es la madre de abaku", reflejando en una frase los antecedentes africanos a que acabamos de referimos. El hecho de que la primera potencia o tierra cubana se llamara Efike Buton o Ef Acabatn, indica que la iniciativa vena de los carabales efik. Esta corporacin inicial nace bajo el amparo y proteccin del cabildo Apopa Ef, pero la tradicin afirma que contaba tambin con la autorizacin del cabildo Efor o Ef, a quienes los efik pidieron permiso para dar el gran paso. Quedan resueltas as las contradicciones: en la Isla se reproduce, mediante el recuerdo ritual, la vieja secuencia de los orgenes africanos. La lnea de descendencia es la misma en ambos lados del Atlntico: de los Efor (es decir, de los Ekoi) a los Efik (es decir, a los Ibibos). . . La Sociedad alcanza de inmediato enorme xito proselitista. A los diez aos de fundada haba ya 40 juegos o potencias en L Habana. Al principi se admitan slo los negros, proscribindose hasta a los mulatos. Pero andando el tiempo los requisitos de entrada fueronliberalizndose y hubo aigos mulatos, blancos y hasta chinos (quienes en Matanzas tenan una tierra nombrada F/- Etete-Ef.) Segn Enrique Sosa, a quien se debe un inventario histrico provi- sional del fiaiguismo, entre 1882 y 1940 llegaron a funcionar en LaHabana ms de cien potencias, veinte en Matanzas y diez entre Regla y Guanabacoa. "Considerando slo La Habana hubo sociedades secretas en los barrios de Jess Mara, Barracones (Carlos III), Carraguao, Pueblo Nuevo, Coln, Beln, Los Sitios, Atares, San Lzaro, Pocito, Monserrate, El Horcn, Tallapiedra, Chvez, Vives, Punta, San Felipe (La Pluma), del Cristo, del ngel, San Francisco y partes del Vedado, Cerro y Marianao. En la prctica Jess Mara fue territorio aigo, con numerosas sociedades fuertes, belicosas, como Ibond, Kon- dondib, Ekerew Memi, Anandib, Ibiabang, Barond, Oru Appapa... 'tie- rras' efik, efor y oru desafiantes, integradas por aigos prestos al escndalo y la navaja."' El procedimiento generalmente usado para fundar nuevas potencias ha sido explicado por Jos Trujillo Monagas en una "relacin" sobre la historia y las prcticas de los abakus remitida al Ministerio de Ultramar de Madrid: "Se renen veinticinco hombres; forman la sociedad y nombran padrino, que es uno de los juegos ya constituidos en cualquier barrio de la poblacin. Aceptado que sea el padrinazgo, le imponen una contribucin a los ahijados cuyo monto asciende a doscientos pesos, que sirven para pagar el trabajo c jurarlos a fin de 9. Sosa (1982), pp. 146-147. 212 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 que sean reconocidos en los dems juegos, siendo de cargo del padrino todo lo concemienie al ceremonial de juramento. Para ser reconocido por los dems es necesario tambin pagar una contribucin a cada juego, la cual consiste en un gallo que se entrega al jefe de cada uno, para lo cual unos das antes del jura- mento, se pasan oficios a todos los jefes a fin de que la presentacin de este documento sirva de credencial, para exigir el derecho mencionado."'" El ingreso de los blancos en la Sociedad Secreta Abaku se debe a las gestiones y la influencia de Andrs Facundo Cristo de los Dolores Petit, terciario franciscano iniciado en todas las reglas afrocubanas y -como vimos en el captu- lo anterior- fundador de otra, la Kimbisa o Institucin del Santo Cristo del Buen Viaje. Petit era un alto jerarca de la potencia Bakok Efor. Dotado de un altsimo espritu conciliador, humanitario y universalista, trat de sincretizar en lo posible todas las corrientes religiosas del pas, tanto las de los negros como las de los blancos. En 1857 consigui que su "tierra" aiga apadrinara la creacin de la primera potencia integrada por blancos bajo el nombre de Akanarn Ef Ecobio Mukarar, o sea, "Madre Ef de Iniciados Blancos". De esa semilla inicial brotaron en el siguiente cuarto de siglo (de 1857 a 1882) otras siete potencias o tierras blancas, apadrinadas casi todas por la primera (Akanarn Ef). En 1874 en la Calzada de San Lzaro se crea el juego Ecobio Ef Nmero 1 y al ao siguiente en Regla el Abaku Ef. En 1880, Ecobio Ef Nmero 1 autoriza la fundacin de Ecobio Ef Numero 2 en la calle Egido y la de Enseniyn en el Cerro. En 1882 surgen tres ms: Enyeguey, en Regla; Ebin, en Guanabacoa; y Ecobio Ef Nmero 3 en la calle de Trocadero. Este cambio de la orientacin racial del aiguismo produjo grandes divisiones en la Sociedad. Para muchos ste es el momento del Gran Cisma Abaku. Segn Enrique Sosa: "El aspecto delicuencial del aiguismo se remonta a esos aos. Aument el nmero de sociedades con nuevas y masivas promociones de iniciados, incluyendo a muchos individuos con antecedentes penales que bus- caron en ellas proteccin y ocultamiento. Se aceler el proceso de sincretismo con el cristianismo. Se promovieron rencillas de todo gnero que, bajo la fachada de enfrentamientos raciales, ocultaban las profundas contradicciones de la colonia espaola en Cuba, con una poblacin mayoritariamente ignorante, miserable y discriminada."" 10. La "relacin" fue reproducida en el libro que Carlos Urrutia dedic a la carrera policiaca de Trujillo. Urrutia (1882), pp. 363 y ss. El prrafo citado aparece en la pgina 365. 11. Sosa (1982), pp. 141-142. 213 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Los motivos de Petit para buscar la iniciacin de los blancos han sido puestos por algunos en entredicho. Se afirmaba que para conseguir la juramentacin, haba pedido 30 onzas de oro, es decir, el dinero de Judas. Sus partidarios afirmaban que con esa suma el padre de la Regla Kimbisa haba pagado la coartacin de numerosos ecobios esclavos. Lydia Cabrera cita la justificacin que uno de sus informantes ofrece de la conducta de Petit, donde se reflejan muy bien los complejos sentimientos raciales de la poblacin "de color" en Cuba a fines de la Colonia: "Piense, sobre todo, -le deca a Cabrera su informante- que entonces haba esclavos... De qu modo un orup, un esclavo (y aunque el negro fuese libre, era un hombre de condicin inferior) poda llegar a ser munane, hermano de un blanco? Entonces un blanco sucio, por ser blanco, era superior a un eren, a un negro. Por canalla o por ntufe (o estpido) que fuese el blanco, siempre era blanco... Medite un poco: nicamente por la religin. Bebiendo la mokuba. Por Akanarn, como si dijsemos la Virgen. No dice la Iglesia que todos somos hijos de Cristo y Dios nos ve a todos iguales, no ve el color? Dios es muy demcrata. Pues por esta religin nuesua, todava se hermanaba ms con los blancos. El abaku blanco tendra que considerar a un abaku negro como a un hermano, y como en aquel tiempo los blancos les daban mucho cuero a los negros, los que se hicieran aigos no les pegaran a sus hermanos. Hasta contribuiran tambin a que los que no lo eran les pegasen menos. Esa idea se llamaba abolicionista (sic), y eso era lo que explicaba Andrs. Qu grande era Pet!'"^ Un complicado "mito de origen" explica la fundacin en frica de la So- ciedad Secreta Abaku, madre de todas las que funcionaron posteriormente en la isla de Cuba. De ese mito del Gran Acontecimiento -la revelacin inicial del Misterio aigo- existen muchas variedades; de procedencia efor, cfik y oru, que difieren tanto en la secuencia cronolgica de los hechos como en numerosos detalles de mayor o menor importancia. Nosotros vamos a tratar de resumir los temas fundamentales que todas las versiones tienen en comn: Un ro, el viejo Oddn (Ro Sagrado que se alimenta del mar), separaba a los Efor de los Efik. Abas, el Ser Supremo, haba escogido al pueblo Efor para recibir El Secreto. Pero mucho antes de la Revelacin, ya los pescadores efik, estremecidos, oan mientras trabajaban el anuncio de la Voz. A veces, cuando recogan sus nasas, un extrao e inexplicable ronquido les llegaba desde el fondo de las aguas, acercndose, alejndose, subiendo, bajando: amanamb, aman- amb... Era, acaso, el Gran Sapo Verde, el sapo Magund, que chilla igual que 12. Cabrera (1969), pp. 52-53. 214 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Ekue y con el cual los congos trabajan sus brujeras? O un Ekokorik o Ekoko, un Ente Raro, un Gran Espritu? Por fin los clarividentes de la tribu sentenciaron: se trataba de un Pez, del Poder del Ro, que pugnaba por manifestarse desde la confluencia vivificante con las aguas del ocano. Quien lo poseyera monopolizara toda la gloria y toda la riqueza del mundo. Nasak, brujo y adivino de los Efor, cuyos ojos peeraban muy lejos en lo oculto, velaba noche y da. Y logr ms de una vez apresar los reflejos del miserioso Ser en su chambuto: suespejito mgico. Pero esas no eran sino anunciaciones de lo que vendra despus. Porque el espritu decidi revelarse no a un hombre sino a una mujer: a Sikn o Sikanekue, hija de lyamba, rey Efor. Como todos los das, haba ido ella en una ocasin a buscar agua a la orilla del ro, all donde creca una gran palma, cuando al regresar con su gira sobre la cabeza, sinti que algo herva en la vasija y de pronto una voz terrible pronunciaba la Palabra del otro mundo: Ekue! Aterrorizada, Sikn dej caer la gira y de ella salt un Pez: era Tanze o Tanse, encamacin de Dios, de Abas. La joven quera huir pero Erukurubn, la serpiente, el maj, se le enred entre }as piernas, paralizndola hasta que vino a salvarla un espritu benfico, el reme Eribangand. Enterado lyamba de lo sucedido, volvi el pez a la vasija, entf en el ro con ella en la cabeza y all, a solas con las aguas y la palma, recibi las insu'ucciones de Tanse: las ordenanzas del rito aigo. Luego, en una cueva situada cerca de la palma guard el giro sobre tres piedras, escondindolo de las miradas de todos. A Sikn le orden que jams revelara a nadie lo que le haba ocurrido. El, en cambio, al regresar a la aldea, com unic el Secreto a los principales jefes efor, juramentndolos a que lo guardaban para siempre so pena de muerte. Con una ceremonia iniciatoria el rey efor dej constituida la primera potencia o tierra. Y su pueblo vio cmo le crecan sin cesar el poder y la gloria. Pero pronto ocurrieron dos grandes cais'ofes. Primero, el principal ene- migo de los efor, el pueblo efik, logr enterarse del Secreto. Y luego, Tanse, el Pez Sagrado, preso en su gira, se debilit y acab por morir. Sikn se haba casado con Mokongo, hijo de Chabiaka, el rey de los Efik y se fue a vivir con su marido. Un da, indiscreta, le revel a ste lo ocurrido en el ro, junto a la palma. Desde luego, los Efik decidieron apoderarse de la mu^avillosa potencia mstica que la hija de lyamba haba trado al mundo. Movilizaron sus fuerzas. Y pre- sentaron un ultimtum a los efor. O les entregaban a Tanse o ellos lo conquis- taran en el campo de batalla. El Secreto, enu-e tanto, segua escondido en su cueva, con la encada tapada por una gran piedra que guardaba Nasak. Era, lamentablemente, un Secreto en rpido proceso de decadencia. Incapaz de de- fender a los Efor, stos decidieron llegar a un convenio con los efik: a cambio de 215 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 hacerles la Gran Revelacin, recibiran de sus vecinos amenazantes ropas, sal... y msica. Siete jefes efik se reunieron con siete jefes efor en el embarcadero de Usagar bajo una palma. lyamba, Isunekue, Isu, Nasak, Enkrlcamo, Empeg y Aba- soigo, por los Efor. Chabiaka, Mokongo, Mosongo, Efimremo, Ekuen, Moma Yansa y Encademo, por los Efik. Todos -menos Nasak- firmaron el pacto. (Por eso son 13 y no 14 los dignatarios mayores del afiiguismo.) Luego, en un claro del monte, hubo una gran procesin, al frente de la cual iba, como bandera unificadora, la piel de leopardo en que se escribi el histrico acuerdo, lyamba distribuy los cargos o "plazas" entre los jefes de ambos bandos, traz signos en sus cabezas, sus pechos, espaldas, manos y pies (o sea, los "ray"). Los jefes se lavaron la cara y los pies en el ro, mientras lyamba, con la sagrada tinaja en la mano dijo siete veces: "Dib balearn dib",algo as como: "Ekuc, los jefes militares, ekue." Los Efor tuvieron que franquearse con los efik. Les informaron d los mltiples esfuerzos que venan haciendo para retornarle su vigor mstico al "fundamento". lyamba haba construido uno nuevo: un pequeo tambor de tres patas, hecho con madera de palma y tapado con la piel de Tanse, al que se le dio el nombre sagrado de Ekue. Como la Voz no vena, el brujo Nasak estuvo experimentando, sin xito, con pieles de los ms diversos animales y hasta con la de un prisionero congo. Por fin, el brujo Nasak lleg a la conclusin d que slo la sangre de Sikn, la que vendi el secreto, podra revivificarlo. Capturada, la Sikanekue fue sentenciada por Embkara a "morir para renacer en el tambor". Y Ekuen la decapita y luego la descuartiza. Mokongo toma sus intestinos para adornar su bastn. Los huesos son reducidos a polvo y se queman como incienso. Nasak se queda con la cabeza, que guarda en la gira. Los ojos se ponen sobre el Ekue. Pero el martirio de Sikn resulta intil. Tanse no resucita. La transmisin de la Voz no tiene lugar. Era que aun no se haba encontrado el parche adec uado para el tambor. Por fin Nasak dio con l. Se trataba de la piel de mbori, del chivo. Con ese cuero en el ekue Nasak oy claramente la voz de! Pez: la voz del Espritu que haba encarnado en el Fundamento. Con la sangre de un gallo que le pide a lyamba, el mago baa el tambor sagrado. El alma poderosa de Sikn se manifiesta entonces. Ordena a los cuatro abones (o jefes mximos) llevar una ofrenda al ro. As se atraera al espritu de Tanse. Una vez logrado el gran empeo, Mbori fue descuartizado y su sangre se ofreci tambin a ekue. Las patas del animal se dan a los cuatro abones: la delantera derecha a lyamba, la delantera izquierda a Isu, la trasera derecha a Mokongo y la trasera izquierda a Mosongo, quienes, a su vez las ofrendaron a los cuatro vientos o los cuatro 216 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 puntos cardinales. El chivo del sacrificio se identifica, en su esencia mstica, con la mujer sacrificada. Y el vigor del Fundamento queda definitivamente garanti- zado. Debemos insistir en que lo que acaba de leerse no es ms que un esquema o sntesis de un mito extraordinariamente complejo, que se diversifica en numero- sas versiones muchas veces contradictorias. Sikn, por ejemplo, en algunas de ellas aparece como virgen y en otras como prostituta. Su padre puede ser, segn el caso, lyamba, Mokongo, Akaurea Appapa o Mokuire. En pleno desacuerdo con el relato ms comunmente aceptado, hay otro en el cual es Mokire y no lyamba quien primero tiene conocimiento de la llegada de Ekue y quien, por tanto, fue el primer iniciado. En este ltimo espcimen del mito, se contfapone la tragedia de Sikn con la de su padre. Nasak, que como ya vimos esperaba la pronta llegada del Ekue, le haba advertido a Mokuire: "Quien encuentre el secreto tendr que ser sacrificado." Y Mokuire un da, al salir el sol, se entera de que el Pez est ya en manos de un mortal y toma el camino del ro. Entonces ve venirasu propia hija, con la gira en la cabeza. Espantado, le grita: "Qu traes?" Ella se queja del ruido aterrador que brota de la vasija. "Oh, desventurada!", le dice Mokuire. "Porqu te has atrevido?" A Sikn se le cae al suelo el giro. Un maj se enrosca en tomo a ste. Y desde el suelo, la vasija vuelve a emitir un pavoroso bramido... Mokuire se da cuenta de que ha venido por fin al m undo Yu- yu!, el Deseado, el Esperado. Vencida por la emocin, Sikn se queja lastimera- mente. "Calla, calla para siempre. No le digas a nadie lo que acabas de oir", le dice el padre a la hija. Y, despus de haceria descansar un rato recostada sobre la palma, la conduce al santuario de Nasak. Con lo que, en definitiva, la estaba condenado a muerte, pues a pesar de que se comprob hasta la saciedad -y el relato insiste muchsimo en ello- que Sikn ciertamente haba odo al Pez pero en ningn momento pudo verlo, Nasak decidi de todos modos sacrificaria. La historia de la agona de Sikn, en una de estas versiones, parece pgina arrancada de una tragedia griega, o de un captulo del Antiguo Testamento. Nasak convence a Mokuire de que l mismo deba conducir a su hija hasta el sitio de la inmolacin. El rey efor accede. "Ven conmigo -le dice a su hija aterrorizada- nada malo puede sucederte a mi lado." Y confiando en su padre, la joven lo acompaa al ro. All Nasak la purifica con aguas, yerbas y sahumerios. Y, despus de lavada, le hace una cruz en la frente. Con mano temblorosa Mokuire le presenta una venda. "Tpate los ojos y te llevaremos a donde vers el Misterio." Y la joven es conducida a una ceiba. All la esperaba Ekuen, el Verdugo, quien silenciosamente le coloca alrededor del cuello un lazo corredizo. "Hija, la Ley de Dios se cumple", dice Mokuire. Y Ekuen aprieta el lazo. Cae la venda. Los ojos de Sikn saltan de sus rbitas. La lengua, tras los espasmos 217 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 de la asfixia, queda colgando entre los dientes. De la niriz y la boca brota la sangre. Y con ella -recogida en hilas de algodn- hace Nasak una cruz en el cuero del Ekue, amarrando su espritu al del Pez y del Chivo. Mokuire, Abraham carabal abandonado en el ltimo instante por su Dios, llora su desgracia, pero la justifica: "Fue para bien de la religin. Fue para bien suyo. El cuerpo muere, pero el alma queda. El espritu de la Sikanekue fue a travs del espacio al ro, al Ro Sagrado de donde procede el Pez, al Viejo Oddn, de donde nos vino la Voz..." Esta agona se reprodujo en algunas de las pavorosas mscaras de los remes o diablitos, con sus ojos desorbitados y su enorme lengua pendiente entre dos hileras de dientes puntiagudos.'^ Eslampa sagrada y aterradora del mo- mento supremo. Con las distintas versiones de esta ram i ficada leyenda de origen, que recogen numerosas libretas litrgicas aigas, muy fcilmente pudiera llenarse todo un grueso volumen. Este mito desempea un papel fundamental en la secta abaku. Constituye la base de la organizacin jerrquica de la Sociedad. Y sus detalles, como vamos a ver en seguida, rigen en buena parte la liturgia aiga. Como sucede tantas veces en el curso de los tiempos, el mito aqu relleja a la historia, o por lo menos, a la tradicin histrica. En l los efik derrotan a los ckoi -lal como efectivamente ocurri- y en el pacto de paz que puso fin al conllicto, para garantizar la sumisin del pueblo vencido, se despoja a ste del secreto clave de su religin, o sea, de la potencia viva de su magia. Es decir, se le desarma en el campo que para este tipo de sociedad es el ms esencial: en el mstico. Resulta, por dems, interesante observar el rol que la mujer desempea en la saga bsica de una sociedad exclusivamente masculina como la Abaku, cuya misoginia es tan radical que extiende su repulsa a los afeminados, a los ho- mosexuales y hasta a los cobardes, por entender que la valenta es virtud exclusiva del macho. Curiosamente, la nica mujer envuelta en el mito y en el ritual, Sikn, recibe un tratamiento muy ambiguo. Por un lado es vista como la primera pecadora, una Eva carabal, que rompe con las rdenes divinas que le transmite su padre y provoca as toda una serie de calamidades. Pero, a la vez, la Sikanekue es considerada por todos los abanekues o iniciados como una madre (Akanarn), porque en definitiva fue ella la escogida por Abas para recibir el Gran Secreto y, adems, porque debido a su sacri ficio, se identific con Ekue al extremo de hacerse inseparable de El. 13. La costumbre de mellarse los dientes hasta dejarlos puntiagudos era muy corriente entre los carabalies y se reprodujo en Cuba, donde hasta hace poco tiempo haba negros de esta etnia con ese tipo de dentadura. Fernando Ortiz ha dedicado al tema un interesante trabajo, que citamos en la bibliografa. 218 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Estaremos aqu ante una autojustificacin mitolgica del "machismo"? Ser una expresin inconsciente de los pruritos de conciencia que siempre ha provocado en el hombre la sumisin, tantas veces brutal, que le ha impuesto a su madre, a su hermana, a su esposa, asu hija, a seres femeninos queridos que l sabe (aunque no quiera reconocerlo) tan dignos de aprecio como cualquier varn? O, a pesar de las corrientes predominantes hoy da en la Antropologa sobre el matriarcado, podr ser que la presencia de S ikn al uda a una posicin social ms prestigiosa de la mujer en tiempos inmediatamente anteriores al de la aparicin del mito? Entre los negros esclavos de Cuba eran famosas las Nasakolas, las brujas del Calabar, tan sabias en "murumbera" (o capacidad mgica) como los hombres. Adems, las mujeres carabales tenan fama de fuertes,indcpendentes y bravas. "...All en su tierra, se andaban de igual a igual, guapeando con los hombres..."'* (Otra referencia a una especial situacin de la mujer en el rea calabarefla?) Por otra parte, en Cuba circulaba tambin una tradicin segn la cual "la verdadera duea del Poder era una mujer que mataron los hombres para apoderarse de su Secreto. A este poder lo refortalecieron ofrendndole su sangre, y para que nunca volviera a manos de mujer, les prohibieron pirticipar en sus 'juegos'."'^ Sea cual fuere la verdadera explicacin, lo cierto es que no hay plante aigo si el Ekuen, el mismo verdugo que mat a Sikn, no sale previamente al "monte" a buscarla para traer su espritu vivificador al parche - sin ella mudo- del Ekue sagrado. Sin la presencia de la mujer, la ceremonia exclusivamente masculina no puede tener lugar. Las supervivencias totmicas de este mito de origen son, como hemos sealado, evidentes. Pero resulta muy interesante la tranferencia que en l se verifica del leopardo al pez. Es casi seguro que la migracin de los efik a las orillas del Ro Sagrado tenga mucho que ver con ese cambio. Era inevitable que un pueblo de pescadores y comerciantes fluviales concediera especial significa- cin mgica a los animales acuticos. Es por eso que surgi Tanse, el pez mtico, al que se le cantaba esta hermosa y significativa leuina: Pez de ro. Pez de mar. Tanse poderoso. Tanse divino. 14. Vase lo que a este respecto le dijo un informante a Lydia Cabrera en La Sociedad Secreta Abaku (1970), p. 74. 15. Cabrera (1975), p. 6. 219 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Tanse magnnimo. Tanse hermoso. Tanse grande. Tanse sagrado. Tanse es el leopardo! Tanse es nuestro secreto, es nuestra fuerza: aquel por quien suspiraban los adivinos Efor y Efik. . Oh, Ekue, Ekue! Oh, oh, Ekue, Ekue! Voz que es como el fuego que calienta el corazn abaku. Como puede verse, el pez Tanse se identifica con ekue o ekpe, es decir, con el leopardo.^* En Cuba, durante las ceremonias, el lyamba hace sonar al tambor sagrado en el secreto del iriongo o famballn, la esquina encortinada y oculta del templo o famb. Y esa voz, que reproduce exactamente la del Pez ancestral, mitolgico y. mstico, es un rugido simblico de fiera selvtica, en el que sobrevive, atravesando el Atlntico, la vieja sustancia del ttem primitivo. La transculturacin religiosa comenzada en el continente africano, contina y,se enriquece en la Perla de las Antillas. Los dignatarios de la potencia - - Localizados geogrficamente en frica entre los dos complejos culturales que ms influyeron en Cuba (el yoruba y el congo) los carabales traen ala Isla un sistema religioso muy influido por sus dos vecinos. Su dios, Abas, presenta las mismas caractersticas de Olodumare y de Sambi: es un dios ocioso y alejado. 16. Cf. Thompson (1983), p. 242; Cabrera (1970), p. 87. Thompson sugiere tambin que el traje a cuadros de muchos (remes o diablitos representa la piel rojiza con manchas negras del leopardo. En algunas ceremonias, los remes se arrastfan simblicamente, para reproducir con movimientos de felino esa animalidad totmica "que es a la vez la gloria y el instrumento de atemorizacin moral de su secta". (Thompson,- ibid., p. 262). Aunque entre los abakus l animal sagrado es el Pez, el Leopardo originario no ha sido completamente olvidado. 220 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 que no "come", que carece de culto particular y propio'. De los yorubas toman los carabales las deidades intermediarias, es decir, los orichas, que pronto sin- cretizan con sus dioses y ms tarde, ya en Cuba, con los santos catlicos, como puede apreciarse en el siguiente cuadro: DEIDADES DEL PANTEN CARABALI Oricha Abaku Obando Obeb Eromina Yiniko Okn Onif Okand Yarina Bond Sontem Obin Efisa Oricha Lucum Obatal id. id. Babal-Ay Chang Oy Yemay Ochn Ogn Elegua Elegua Santo Catlico La Virgen id. id. San Lzaro Santa Brbara Virgen de Candelaria Virgen de Regla Virgen de la Caridad San Pedro Animas del Purgatorio San Juan Por otro lado, los carabales comparten con muchas culturas bantes el concepto de la existencia de un dios malo y un dios bueno. Segn un informante de Lydia Cabrera: "El Abas que ms protege tena un hermano, Nygoro, el Diablo. Nygoro quiso combatir a su hermano, para tomar su puesto, haciendo saber a espaldas de Abas, que todo cuanto Abas haca era malo. Como Abas tena tantas simpatas, Nygoro lo envidiaba. Pero Abas se dio cuenta de sus manejos y lo meti en Menfentingn, en el infierno."^ No es fcil determinar 1. Abas, el Ser Supremo, dijo un da: "Banabasi kanika ocamba emiren". O sea: "Soy viejo y le dejo el mundo a otro". 2. Cabrera (1970), p. 75. La fuente fundamental y, en algunos aspectos, casi exclusiva para el estudio delaiguismo cubano es la obra monumental de Lydia Cabrerasobre el tema, contenida en sus libros El Monte, La Sociedad Secreta Abaku, Anaforuana yLaLenguaSagrada de losaigos. Engranparte Cabrera se limita a ofrecer en esos tomos una versin casi taquigrfica, sin retoques ni interpretaciones de ningn gnero, de lo que le decan sus informantes. De ah su enorme valor documental. De esas fuentes hemos extrado la mayor parte de los datos de este captulo. Conste as, ya que para facilitarle la tarea al lector, slo hemos dado crdito a la autora cuando la citamos especficamente. 221 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 si predominan aqu los elementos sincretizados de la tradicin bblica o los de la mitologa del rea general de la cultura bant. Quizs ambas se mezclen en proporciones diversas. Como sucede en la religin conga, en la carabal se pone mucho nfasis en la magia. Ya hemos examinado el importante papel que el brujo Nasak desempea en el mito de origen. Y pronto tendremos ocasin de ver cmo el ritual aigo est saturado de elementos mgicos. No hay, por ejemplo, ceremo- nia alguna que no comience con un extenso "trabajo" de purificacin o "limpi- eza" destinado a alejar las malas influencias sobrenaturales y a propiciar las buenas. La identificacin mstica de Sikn (la Madre), Tanse (el Pez) y Mbori (el Chivo) en el Fundamento se realiza gracias a manipulaciones de hechicera. Segn la tradicin oral, una vez sacrificada la Sikanekua, Nasak le pide a su ayudante Ekuefin: "Treme un maj, mi brujera (es decir, su amuleto), mis yerbas, mi escoba, mi cachimba, una juta, un venado, un chivo y aguardiente de palma." Trabajando con todo eso msticamente y mezclndolo con las sangres, logr unir los espritus de la Mujer y de Tanse. Y los llev al cuero del chivo donde Ekue son a la perfeccin. De ese modo se consolid y pudo propagarse el culto al Gran Misterio. Esa integracin de las almas logra, adems, producir el milagro sonoro, tan importante en una cultura regida por la msica. La magia de Nasak fusiona las materias sacramentales, los jugos de las yerbas, las aguas del ro sacrosanto, la sangre de los animales inmolados y la energa vital de los espritus mayores en la Voz que estremece a los abanekues desde las profundi- dades insondables del Fundamento, del Tambor entre los tambores, del Ekue, cuyo chamuyo es rugido de leopardo, chilUdo de pez y mensaje de Dios. Los aigos han subrayado siempre el costado secular de su secta, su carcter de sociedad de socorros mutuos, por ejemplo. Pero no caben dudas de que la dimensin religiosa resulta en ella predominante. Sus ritos se esconden de los ojos de los extraos, no slo porque la sociedad sea secreta. En las ceremonias se procura por encima de todo proteger el misterio para tratar de atrapar el aura de lo numinoso, de lo sagrado. En realidad la liturgia abaku se celebra en dos mundos. Una parte es crptica, clandestina e ntima. Otra parte es abierta, proce- sional y pblica. De ah que el recinto sagrado de los aigos conste de dos elementos: elfamb o butame, el cuarto de los misterios, el sancta sanctorum, donde se oficia en secreto y el isaroko, espacio exterior donde se desarrollan los actos abiertos a observadores o participantes profanos. Por lo general, el primero es el cuarto de una casa y el segundo, el patio de la misma, un descampado cercano o una plazoleta vecina. Casi siempre el famb tiene una sola puerta y carece de ventanas visibles. Para impedir que ojos indiscretos puedan ver el interior del lugar sagrado cuando 222 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 se abra la puerta, se coloca inmediatamente detrs de sta una larga cortina. Adems, al fondo, en la esquina situada a mano izquierda entrando, otra cortina menor crea un segundo y ms recndito recinto sagrado, tXfamballn o iriongo, donde se guarda el tambor Ekue, que detrs de los velos, manipulado por el lyamba, emite el bramido pavoroso de La Voz. Alineados cerca de la pared izquierda se encuentran los dems tambores sagrados. A la derecha, muchas veces tras una tercera cortina, hay una especie de vestidor donde se guardan los "sacos" o vestimentas de los remes o "diablitos"'. En la pared del fondo, frente a la entrada, a veces cubierta por otra cortina, se sita el altar o hakanubik, que en ocasiones es una simple mesa cubierta por la bakankubia (o conjunto de objetos sagrados), pero otras veces, en los ritos ms sincretizados con el cris- tianismo, deviene ara elaboradsima donde se mezclan los crucifijos con los itones o bculos, los candelabros con los tambores y las flores con las anaforua- na o grafas sacras. En el suelo, frenteal altar, yacen las ofrendas o "derechos": animales para el sacrificio, frutas, yerbas, piedras, aguas en di versos recipientes, una teja criolla que servir de incensario y, destacndose entre lodo esto, la mokuba, la bebida sacramental, compuesta de sangre del animal sacrificado, aguardiente, vino seco y zumo de o^as ofrendas. (La cazuela que contiene este lquido mstico se llama tambin mokuba.) La lista de los "derechos" es muy larga. Comprende, por lo menos: yeso amarillo y yeso blanco, cascarilla de huevo, carbn vegetal, incienso de varios tipos, lea, plvora, pimienta, sal, jengibre, man, ajonjol, juta y pescado ahumados, limo de ro y de mar, albahaca, escoba amarga, cogollos de ceiba, caa de azcar, pltanos verdes, a- mes, gines, tres huevos de gallina, aguardiente de caa, vino seco, agua bendita, gallos, una cazuela grandes y tres chicas, dos tinas y la ya mencionada teja de barro. Todos estos objetos tienen papel asignado en la liturgia, de acuerdo con la naturaleza de la ceremonia. El famb, como residencia del misterio, constituye el territorio propio y reservado de los dignatarios de la potencia, de lo que entre los aigos se conoce como,el "personal del juego" y tambin como el "placero", ya que cada cargo de su gobierno supremo es -en su lengua- un-dplaza. Los abakus cubanos sienten gran orgullo por el alto sentido organizativo de su sociedad, cuya estructura viene dictada por los detalles del mito de origen. "Una potencia es un estado en Estos "sacos" son tambin objetos sagrados. Lx)s aigos creen que as como el espritu de Sikn encama en el Ekue y \osfumbis congos entran en 1 a nganga buscando la kiyumba, el espritu del Antepasado se posesiona del "saco" y ste, de esc modo, deviene "la imagen y semejanza" del desaparecido que regresa a este mimdo. Cf. Cabrera (1970), p. 199. 223 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 chiquito", suelen decir. Y ciertamente la vida de los abanekues est plenamente regida por la disciplina de la institucin, donde cada miembro tiene sealada una o varias funciones especficas. Y donde los jefes se integran en una slida jerarqua, integrada por los obones (las cuatro plazas mayores) y un nmero variable de plazas menores. Los obones son el lyamba, el Mokongo, el Isu y el sunekue.* Generalmente se considera al/yaffifea como jefe mximo o sumo pontfice del juego. Pero otras fuentes colocan en primer plano ya al Mokongo ya al Isu. Basta examinar las funciones de cada uno para concluir que, dada la naturaleza del rito, el lyamba supera en importancia a los dems. Su oficio principal es extraer del tambor Ekue la Voz sagrada. Secreto bsico de la sociedad. Para ello el lyamba, con los ojos vendados (para no ser cegado por la centella del misterio) se moja las manos con agua o con sangre de los sacrificios y frota un gin o yin en el centro del tambor mgico, acto que recibe el nombre defragayar. En realidad, con este taido del Ekue, el lyamba va mucho ms all de la simple extraccin de un sonido. Lo que busca es juntar el alma de Sikn, recogida en el yin, con la materia, es decir, con el cuero del chivo, que deviene en ese instante la carne misma de la Sikanekua. Los aigos dicen: "Efor sisi efor akond lyamba mandoki Abasf. O sea: "lyamba es minis-o de Ekue y donde est lyamba con Ekue ah esta Abas, el Dios." No puede haber funcin de mayor importancia ritual. Como se ve, este obn mantiene una relacin muy peculiar y estrecha con el mximo instrumento de la sociedad. Es su perpetuo custodio. Tiene la misin de "darte de comer", es decir, de "alimentarlo" con la sangre de los sacrificios. Es l quien lo desarma para guardarlo una vez terminada la fiesta religiosa. Y es l quien vuelve a armarlo cuando va a comenzar otra. Como agente de los grandes poderes concentrados en el Ekue, el lyamba es quien preside las ceremonias de iniciacin, o como dicen los ecobios: es "el responsable de los nacimientos." Su bculo o in consiste en una caa brava ms o menos de una vara de largo, en cuyo hueco se guardan los gines o yines con que se frica o fragaya. Al estudiar ms adelante los distintos ritos sealaremos algunas de sus o-as funciones litrgicas. Segn algunos informantes, la dignidad mxima de la potencia reside en el Mokongo, a quien se llama el Gran Guerrero de los Efor y tambin el Aban- derado. Este obn gobierna las ceremonias que tienen lugar en la parte extema del templo abaku, dirigiendo el camino, la marcha y el orden, mientras el 4. En algunas potencias las denominaciones de estos cargos pueden variar ligeramente, aunque sus funciones continen siendo en lo esencial las mismas. 224 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 lyamba permanece en el irongo fragayando todo el tiempo. La Vara de la Jus- ticia Suprema, que as se llama su itn, cetro o bastn de mando, constituye el smbolo identificatorio de la sociedad. Cuando varios "juegos" se renen no es fcil distinguir a unos de otros, porque sus trajes, toques de tambor, rezos o enkames y gestos rituales son muy similares, si no los mismos. Los itones de sus respectivos Mokongos sirven entonces para reconocer a cada cual. En ninguna potencia esta dignidad o plaza puede permanecer vacante. Su firma se traza en el Ekue, lo que demuestra de modo muy claro el alto prestigio de que goza. Pero, en definitiva, por las razones apuntadas, nunca alcanza a superar en jerarqua al lyamba. Tambin a veces se dice que la plaza principal es la del Isu, al que se titula Sumo Sacerdote y quien desempea un papel fundamental en el llamado "bau- tizo" aigo. Muchos ecobios comparan la dignidad de ese cargo y sus obliga- ciones con las de un obispo catlico, afirmando que en l reside el "Poder Eclesistico" de la Sociedad. Al Isu corresponde el tambor llamado sese o seserib que, por ser de carcter emblemtico, no se tae. Su importancia podr medirse por la denominacin sincrtica que recibe, pues con frecuencia se le denomina "la Copa de la Hostia". Y, con el tiempo, ha ido adquiriendo la forma de cliz, como puede verse en el grabado que acompaamos. Hay tambin quien lo llama Corpus Christi. Al Seserib se le considera sucesor de la gira del mito de origen, aquella que Nasak cort por la mitad, para guardar en ella la cabeza de Tanse, el crneo de Sikn, las tierras y palos sagrados (es decir, toda la potencia mgica). Segn la mejor tradicin, el Espritu de Sikn se encuentra tanto en el yin con que fragaya el lyamba como en el Seserib que porta el Isu. Todas las fuerzas de la Madre Naturaleza estn en ese tambor sagrado, al que se identifica muchas veces con Sikn. Resulta interesante sealar que el Isu aparece en muchos mitos antiguos como mujer y, como tal, est ligado al origen mismo de la sociedad abku: otro vestigio de los elementos matrirquicos que tifien los orgenes del aiguismo en frica y que perviven en la tradicin cubana. Pese a su indudable importancia, tampoco supera el Isu en jerarqua al lyamba. Lo mismo puede decirse del Isunekue. Este obn recibe el nombre de Guardin de la Voz, porque tiene como funcin muy principal la custodia del iriongo ofambayn. Por eso su firma aparece en la cortina que separa el recinto donde mora el tambor sagrado del resto del famb. Sirve como ayudante del lyamba. Segn versiones antiguas del mito, lyamba necesit en cierta ocasin descansar un rato del continuo fragayar y le entreg el yin aisunekue. Entonces: "Fambayn Isunekue yin ingu fabaka." Lo que significa: "Isunekue fragay e hizo hablar al Misterio." Por rdenes del lyamba puede alimentar a Ekue. 225 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Pudiera ser considerado como el Gran Sustituto, pues no slo tiene la facultad de representar a lyamba sino tambin al Mokongo y al Isu. Por eso, mientras en las firmas de los otros tres abones aparecen cuatro valos, la del Isunekue contiene doce: los suyos y los de los jerarcas que l representa. Como informa Sosa: "En las ceremonias de iniciacin se sita fuera de la casa-templo, a su entrada para vigilar el orden e introducir al nefito tras hacerle dar tres vueltas reglamentarias."' Bien pudiera ser que los otoes adquirieran facultades y poderes relativa- mente equilibrados y compensados como natural consecuencia del pacto entre las etnias o pueblos opuestos (efik y efor) con que se dio inicio a esta sociedad secreta en frica. Y es posible que luego esa tradicin organizativa fuera llevada a Cuba. Segn un informante, cada una de las tres patas del tambor Ekue pertenece a uno de estos tres poderosos jerarcas: una al obn que es lyamba, otra al indiabn que es Mokongo y la tercera al nteene Obn que es Isu. Al Isunekue no le toca una pata del Ekue, pero le corresponde el parche, cuya prepotencia mgica ya hemos tenido ocasin de sealar. Mientras los obones son siempre cuatro, no hay acuerdo entre las potencias sobre el nmero de plazas secundarias que cada una de ellas debe poseer. Tres de los cargos considerados muchas veces como "menores", en otras ocasiones son equiparados en importancia con los mismos obones. Estos son los de Ekuen, el Verdugo; Mpeg, el Escriba yNkrkamo, el Capataz de los Muertos. Segn ciertas leyendas, las plazas principales son en verdad siete y las secunda- rias seis. Ese total de trece corresponde al de los primeros jefes que se juraron en la ceremonia inicial de consagracin de la sociedad secreta en frica. Ekuen es el "Ministro de la Sangre", el encargado de los sacrificios. Eje- cutor de Sikn, enterr algunos de sus restos entre las races de una ceiba. Como solamente l saba donde se encontraban esos despojos, cuando se fund la Sociedad, a l le toc la tarea de ir a buscar el espritu de la Sjkanekua para llevarlo hasta el cuero del mbori que sella el tambor divino. Y sa sigue siendo hoy una de sus principales funciones: cada vez que se celebra una ceremonia, debe trasladarse al monte con su tambor (tambin llamado ekuen) para captar en l los espritus de Sikn y de Tanse y ttasladarlos al santuario. (Una vez concluido el rito, ambos espritus se escaparn del iriongo por la punta del yin y, atravesando los aires, regresarn a su morada silvestre.) Tiene adems el Ekuen otra delicada tarea: garantizar que todos los "derechos", sin faltar uno, se encuentren en el lugar que les corresponde en elfamb. Es l tambin quien prepara la macuba, la sagrada bebida de la comunin aiga. Y quien conduce 5. Sosa(1982), p. 159). 226 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 a Mbori al templo. Como se ve, ste es un cargo dotado de muy serias respon- sabilidades litrgicas. La escritura sagrada, la elaboracin de signos, "firmas", anaforuanas o trazos mgicos, que forjan los nexos del creyente con el mundo del Misterio, juega un papel de primer orden en el ritual abaku. Mpeg, el Dueo de los Yesos, el Sacerdote de los Smbolos y las Rbricas, tiene la misin de "rayar" (cantando enkames) tanto a los iniciados como a los novicios, y a la vez a los instrumentos del culto.* En la ceremonia de iniciacin, el Mpeg se coloca a la entrada del templo y llama a silencio general con su tambor (tambin denomina- do mpeg). Hay tradiciones que afirman: "Nasak dijo que Mpeg es tan sagrado como Ekue, porque naci del Pez y su espritu es el mismo de Ekuc." Y otras que mantienen: "Mpeg traz las dos primeras anaforuanas: la de Oddan, el ro sagrado, y de la Ceiba, el rbol sagrado, mstica morada de los genios del monte." Segn apotegma aigo: "Mpeg, con los Yesos, el amarillo de la Vida y el blanco de la Muerte, es igual que un dios." Porque es firme creencia carabal que los signos "crean y dominan": aquello que no est marcado no puede ser sagrado, pues en verdad carece de toda realidad.' Si los otros jerarcas despiertan en los abanekues profundo respeto, el Nkrkamo, Jefe de los Tremes y Capataz de los Muertos, provoca pavor. Im- placable, (muchos informantes lo equiparan al Eshu lucumQ no es amigo de nadie y est encargado de aplicar los castigos ordenados por los abones. Al hacerlo, "no tiene corazn": carece de misericordia para los culpables. Hasta su modo de vestir (aa irotn se llama su vestuario) es impresionante. Se cie un pauelo amarillo a lacabeza y se ajusta en l una pi urna de galio. Va casi desnudo, con slo un pantaln muy corto, que en frica se haca de fibi^a de palma y en Cuba, en el pasado, de forro de catre y luego de sacos de arroz. Dos bandas amarillas le cruzan el pecho y de ellas penden dos cuernos: Aiairioko (que es su amuleto) y Eforimer (donde lleva el poder para controlar a los muertos). En una mano lleva su tambor (que como l se llama nkrkamo) y en la otra el "derecho", awandocha, una ofrenda signada. Nkrkamo acompaa a Ekuen al monte cuando ste parte en busca de los espritus de Tanse y Sikn. Mientras Ekuefin los llama con su tambor {ln-tn- tn),Nkrkamo los invoca con su ekn o cencerro (ln-n-in) y, una vez que los 6. Los jerarcas del juego son rayados por el lyamba. 7. Cf. Cabrera (1970), p. 178. Mpeg recibe diversos nombres segn el lipo de trazo que realiza. As, cuando pasa yeso blanco sobre el amarillo previamente rayado, se llama Mpeg Nkmo Basaroko y cuando autoriza un rito se dice de l que es Mpeg Mogobin. 111 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 capturan, regresan con ellos al famb^ Slo entonces puede comenzar la ceremonia. Como sealamos arriba, el Nkrkamo es el "mandams" de los "diablitos" y bajo sus rdenes es que stos desfilan en las procesiones y realizan sus funciones bsicas en el rito: purificar y castigar a los miembros de su hermandad. Sobre el Nkrkamo, nos dice Sosa, circulan historias no muy divulgadas que aluden a "hechos delictivos, abusos y envenenamientos cometi- dos por este peligroso personaje", as como a otras obligaciones secretas suyas "que no pueden escribirse."' A este dignatario se le conoce tambin con el nombre de Bonkri (u Obonkri). Cuandotransmite su mandatos a los remes re- cibe entonces el nombre de Moru.'" Segn ciertas tradiciones.es tuerto. En el momento en que Nasak, por primera vez, lograba transferir los Espritus al Vunamtnio^Nkrkam -curioso- abri uno de sus ojos, y al verel Secreto, laLuz se lo ceg. El Misterio es siempre implacable con los pretenden enfrentarse con l cara a cara. _ Anteriorrnente hemos destacado el papel protagonice qu A'ajo/fc, El Brujo, desempea en el mito de origen y la fundacin de la Sociedad Abaku. Es el Profeta, que anuncia la prxima llegada del Misterio. Es el Mago que busca desesperadamente-el parche que le permita salvar la voz de Tanse de la desa- paricin que la amenaza, y quien lo encuenu-a, al fin, en el pellejo del rhbori, produciendo as el Fundamento de los Fundamentos. Es l quien pide la sangre de Sikn y quien, despus del sacrificio, coloca la cabeza dla Sikanekua en la gira, asegurando su influencia salvadora. Es Nasak quien consagra los ngomos, los yesos de la vida y de la muerte y quien traspasa la fuerza oculta a los ones cubiertos de piel de leopardo (sobre lodo al del lyamba que contiene los yines con que se le extrae al Ekue la Gran Voz). Y quien consagra los Siete Muones, los Siete Plumeros que adornan los tambores sagrados^ Fue l quien tom juramento a los abones en el momento inicial. Es; en consecuencia, el verdadero Fundador, a quien se debe la estructuracin primigenia de la Sociedad. 8. Segn otros informantes, lo que hace el Nkrkamo en el monte es tafiir su tambor, lo mismo que hace eXEkuen con el suyo. A mis de esa llamada sonora, se atraen a los remes o espritus de los muertos con los "derechos" debidamente rayados que se les presentan. 9. Sosa (1982), p. 163. 10. No debe ser confundido, sin embargo, con el Moru Erib, que es un ayudante de Isu, ni con el MoruNgomo, que sirve de ayudanieaMpeg. En el lenguaje abaku, moru quiere decir hablar, cantar. Lo que gritan los ecobios en un plante, cuando claman por canto, es: "Moru! Moru!". 228 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Sin embargo, Nasak no ocupa un lugar de privilegio en las jerarquas de las potencias cubanas. Segn expIica-Lydia Cabrera, el hecho se debe a que en el momento clave se neg a tomar el juramento: "Deba quedar libre, exento, por derecho propio, de los castigos que amenazaban a los dems. Castigos que su magia infligira y que, por lo tanto, no podan alcanzarle en modo alguno. Como hechicero, seguira, a lo largo del tiempo, en la serie ininterrumpida de los Nasaks, adivinando, asintiendo, y protegiendo con sus artes a la Sociedad y a sus miembros."'^ A pesar de su negativa, Nasak fu iniciado por engao y por sorpresa, gracias a los manejos elsu. Es posible tambin que, como propone Sosa, la causa real de esta subordinacin "residiera en la permanente lucha por el poder sostenida por los jefes tribales."'^ De todos modos, su rol mgico sigue siendo hoy vitalsimo en la prctica, como pronto tendremos ocasin de ver. . Los nicos miembros del alto "placero" aigo que, a ms de lyamba y Mokngo, tienen itones o cetros simblicos son Mosongo y Abasongo. A Mo- songo se le llama "la confianza de lyamba". Ayuda a ste en el acto de alimentar a Ekue. Su cetro -se dice- es el nico que contiene "brujera" en su interior. Es hueco hasta la mitad y en l se guardan las especies de la consagracin: la oreja del chivo y la lengua del gallo sacrificados, trozos de yeso con que se trazan ancrforuanas en la ceremonia iniciatoria y un pedazo de papel con el nombre del indseme que se admite a la sociedad. En La Lengua Sagrada de tos aigos, Lydia Cabrera explica el sentido simblico de estos objetos: "Esuis especies se reducen a polvo. La oreja del chivo oy el juramento que le hizo el abanekue. La lengua del gallo simboliza la lengua que lo formul. Advenido el adepto del castigo que le depara la 'nacin' si no cumple al pie de la letra las leyes abakus, esos polvos lo destruirn."" Por eso dicen los aigos que en ese cetro se guarda la vida o la muerte del abanekue. El Mosongo debe hallarse presente con su itn en el momento del sacrificio, para comunicarle a Ekue que ste se ha realizado. De ah que ese dignatario sea conocido como El Testigo Supremo. Mosongo, con su bastn del mismo nombre, acompaa al tambor mpeg en el sacrificio del chivo, de Mbori. Otro importante auxiliar del lyamba es el Abasongo. Es l quien advierte al indseme, cuando ste va a prestar juramento, de que su ^aicin a esa palabra de fidelidad sera castigada con la mxima pena. Y es su cetro el que besa el nefito IL Cabrera (1970), p. 162. 12. Sosa (1982), p. 166. 13. Cabrera (1988), p. 358. En esta obra ejemplar, la autora ofrece ejemplos de las frmulas sagradas que emplea el Mosongo en el ejercicio de sus funciones. 229 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 despus de haber jurado sobre l. El Abasongo puede tafier al Ekue con el permiso del lyamba. Este cargo, al igual que el de Mosongo, con sus limitadas funciones rituales y su equiparacin ms simblica que real con e\ lyamba, constituye un testimonio vestigial del conflictivo origen de la Sociedad Abaku. Recurdese que tanto en frica como en Cuba sta surge como consecuencia de un pacto que pone fin a la guerra entre los Efor y los Efik por el control del Secreto. Segn una leyenda, un hijo del rey Efik llamado Otowae fue preso por los guerreros efor. En vez de matarlo, stos lo iniciaron y consagraron con el tambor Seserib dndole el ttulo de Abasongo o Abasonga, "cargo que exige un alto concepto del deber y de la justicia". Con esa conagracin se liquid el conflicto efor-efik. La distribucin de las plazas es el resultado de una transac- cin diplomtica entre las partes. Es interesante sealar que algunos de los dignatarios (el lyamba, por ejemplo) aparecen en las leyendas unas veces como de procedencia efik y otras veces como de origen efor, como si se quisiera borrar del pasado legendario la idea de que en el convenio inicial hubo vencedores y vencidos. El culto a los antepasados fallecidos es un elemento fundamental del rito fiigo. En sus ceremonias participan siempre los espritus ancestrales, los "fantasmas" o espectros de los muertos, que reciben el nombre de remes. Teo- lgicamente hablando todos los miembros de una potencia se consideran remes y, como tales, participan en los plantes. Pero un grupo de dignatarios menores o relativamente secundarios de los "juegos" asumen ese nombre por antonoma- sia. Entonces son conocidos, adems, como diablitos, aas o aigos. Es firmsima entre los abakus la creencia en el regreso de los muertos a la tierra durante los ritos (particularmente durante el enllor, enyor o funeral). Fernando Ortiz da cuenta de algunos casos terrficos de que recibi informe: "El 3 de diciembre de 1934 mataron al Ekuen de una sociedad de figos de Guanabacoa, titulada Or Bib, y poco tiempo despus, en ocasin de verificarse sus funerales o enyor, cuando Anamangu, el diablito de la muerte sali abuscar al difunto, 'ste se apareci en persona' bailando y 'dando rama' como un reme, aun cuando sin careta, ni vestimenta ritual. 'Todos lo vieron', segn nos informan, y tal fue el terror que el mismo Anamangu se qued privado. Y dcennos que lo mismo aconteci en la potencia aiga Eforia Encamo, cuando en 1936 mataron a un okobio apodado Macho y ste se apareci en el funeral. Hasta el Ekue suspendi su voz. La mstica no es cosa de juego!"'* Los remes o "diablitos" se transfiguran en el espritu de los antecesores, pero 14. Ortiz (1981), pp. 462-463. 230 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 IREME O DIABLITO 231 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 sin que stos lo "monten", es decir, sin que ocurra un trance posesorio. La transferencia del "fantasma" se produce cuando el aa se viste el "saco" o traje que se guarda, como sabemos, tras una cortina en el famb. Segn los informan- tes: "Los espritus van al saco. Y del saco pasan al reme." En realidad, no se trata, para el aigo, de un simple simbolismo. Una vez dentro de su indumentaria ritual, el reme es el muerto mismo. Esa vestimenta sagrada (que al salir en el carnavalesco Da de Reyes se converta para los no iniciados en simple disfraz) "adopta una figura en parte antropomorfa (tronco y extremidades), pero su cabeza aparece cubierta con una estructura de tela, en forma puntiaguda... con el propsito inequvoco de representar el espritu de un antepasado o sea un muerto..."'^ Con fibras de la palma sagrada hizo el primer traje o "saco" de retne el brujo Nasak, "el nico que poda ver cmo eran los fantasmas". Luego ste otorg ese poder al reme Kofombre, el Sastre. En Cuba, por lo general, los trajes (o efiremos) eran confeccionados por la mujeres, quienes slo podan tocarlos mientras no fuesen sacramentados. Como explic Ortiz en la cita anterior, el vestuario de los diablitos consta esencialmente de dos partes: la que cubre el cuerpo (una pieza enteriza con pantaln y camisa de mangas largas) y la que cubre la cabeza (el capuchn). La tela exterior que envuelve l traje presenta dibujos geomtricos con vistosas combinaciones de colores. El capuchn tiene dos partes: la alta y puntiaguda llamada pompn (que remata en una mofla) y la que cubre la cara: la mscara o insn (con ojos, pero sin boca, excepto en algunas mscaras matanceras, donde se representa, como ya vimos, entre dientes afilados, la lengua abotagada del cadver de Sikn). Detrs de la mscara, cosida al capuchn, se encuentra un pequeo sombrero redondo y chato, que se ajusta a la nuca del reme y se conoce con el nombre de sombrereta. Festones de soga de pita deshilachada {belefs o belems) adornan el borde inferior de la tnscara (la barba o collera), as como los puos de las mangas, las rodillas y los bajos del pantaln. Los diablitos llevan en sus manos un palo o bastn ritual y una rama o ifn. De un cinto de cuero en la cintura as como de las muecas y los tobillos les cuelgan cencerros (enkanks) que suenan mientras "bailan" en las ceremonias. La llamada "danza" de los remes, cuando se penetra en su autntico sentido, se convierte en un curioso lenguaje de signos corporales. El Nkrkamo, actuando como Moru Corifeo, dirige a los diablitos con su erikundi (cuatro maracas 15. Ortiz (1981), p. 463. La sombrereta puede portar sustancias mgicas introducidas al momento de vestirse al diablito. 232 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 puestas es cruz) advirtindole a cada uno: "aa, aunque se ennegrezca la luna, aunque tiemble la tierra, a m nicamente debes obedecer. Despus de Ekue, yo, Nkrkamo, mando en t." Los remes no pueden contestar a su Jefe vcrbalmente. Slo pueden hacerlo con movimientos de sus brazos y sus piernas, produciendo una suerte de pan tomima.Vistacon ojos occidentales esta gesticulacin ceremo- nial parece un baile. Y, para citar un caso, de ella tomaron Amadeo Roldan y Alejo Carpentier los elementos coreogrficos que usaron en sus ballets afrocu- banos: otra instancia de las profundas diferencias interpretativas de una misma realidad a que pueden arribar diferentes sistemas de categoras lgicas. Lo que para el profano es un "baile" para el abanekue es un idioma. Lo que para uno constituye una expresin esttica, para el otro es un fenmeno lingstico de carcter religioso. La purificacin de los ecobiosts, una de las funciones ms importantes de los remes, quienes bajo la direccin del Nkrkamo, se mueven constantemente durante los ritos, agitando a diestra y siniestfa sus hisopos de albahaca mojados en agua bendita. A veces su Jefe les dice: "aa: ve a ese hermano que est sucio (por accin de una brujera). Lmpiale los pies que han pisado unos polvos malficos, origen de su atraso (o desgracia)." El reme lo hace, pero antes "da rama" (o sea, purifica) sus propios pies, sin lo cual no podra usarlos en la ceremonia. En general, los diablitos actan como ayudantes de los dignatarios mayores en los distintos aspectos del complejo ceremonial aigo. Adems de purificar, sirven como testigos, supervisores y verdugos. Su punto vulnerable es la espalda. Si algn reme de un potencia rival lograra marcarle la espalda con un yeso blanco escondido en los dedos del pie, el aa quedara desgraciado, dejara de ser abanekue. Se convertira en njujcr: lo peor que puede ocurrirle a un abaku.'* Porque si as sucediera sera expulsado de su "tierra". Los tres remes ms importantes son Nkboro, Eribangand y Nkanima. Junto con Nasak, Abasongo y Mosongo integran el sexteto de plazas secunda- rias que con las siete mayores forman las trece consagradas por la tradicin como "fundadoras". AiV/toro se le llama "el primer diablito", el ms antiguo y el ms temido desde los tiempos primeros de la Sociedad en el Calabar. Fue testigo de la primera consagracin. Y tiene como misin central vigilar el esU"icto cum- plimiento de los cnones establecidos por los Antepasados. A este censor implacable le dicen los ecobios El Polica y tambin el Iremc de la Fe. Est 16. Cf. Cabrera (1970), p. 205. En esa misma pgina, en una nota sclce: "Esia operacin que exige una gran rapidez no puede ejecutarse ms que con el pie. De haberse sostenido el yeso en la mano, el efecto es nulo". 233 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 presente en todas las ceremonias y plantado ante la cortina delfambayn, su pie desnudo y marcado con el yeso sagrado se apoya en el Ekue. "Si Nkboro, du- rante una iniciacin, retira el pie, Ekue enmudece de pronto. Se ha cometido un error y el reme denuncia la invalidez del rito. Este testigo nico y sagrado, ce- lador dq la verdad, no abandona el santuario hasta que no terminan los oficios trascendentales de una iniciacin o una consagracin de plaza. Cuando el nefito es confirmado por Ekue y "Nkboro ve el nacimiento del hombre en el cuero del chivo", el ruido ensordecedor de sus cencerros al mover frenticamente los hombros y la cintura, proclaman su jbilo."'^ En el viejo mito, Eribangand fue uno de aquellos pescadores que es- cucharon los gritos emitidos por el Ekue desde el fondo del ro, antes de ser apresado por Sikn. Cuando la Sikanekue fue sacrificada, este reme llev los restos de las ofrendas a la cueva sagrada donde vivan unidos angabin y Mokomb, el Maj y el Cocodrilo, los guardianes del Secreto que sali del agua. Y fue l quien purific el camino a la procesin de los primeros ecobios que iban en busca del rbol sagrado. Hoy sigue realizando tareas similares: purifica los caminos procesionales, conduce al ro las ofrendas (los restos de velas, yerbas y comidas que se usan en los ritos mgicos). Cuando termina e\plante, le quita al Ekue las cuas que lo tensionan. Tradicionalmente ofreca un pez sangrante al tambor sagrado, antes de derramar sobre ste la sangre del gallo. Eribangand naci del Sese y es auxiliar de Isu. En las procesiones lleva un palo en una mano y en la otra una rama de guano, recordando la que utiliz para "limpiar" el camino de la procesin inicial. Su enkame o canto ritual cuando de madrugada lleva los restos del sacrificio a los espritus del ro reza: "Eribangand ly ly, reme obonekue ly Yamba O", lo que le inspir a Alejo Carpentier el ttulo de su conocida novela Ecue-Yamba-0. Nkanima es un espritu "dueo de la selva" o, como se dice en Cuba, "Amo del Monte". En el viejo mito, llev al bosque una jicara con la cabeza del gallo y los testculos del mbori que se sacrificaron en el primer juramento y los coloc a los pies de la Ceiba. A ese rbol Madre le mat tambin una gallina y le dej en las races tres huevos entre dos velas encendidas. En Cuba la funcin ritual bsica del reme que lo encama consiste en pagarle a los palos de la manigua "sus derechos" u ofrendas, sobre todo cuando por algn accidente el Ekue se rompe. Entonces, el Nkanima corta el tronco necesario para hacer uno nuevo, lo ahueca, lo pule y se lo entrega a Nasak. Generalmente, por eso, esta plaza la ocupa un carpintero, o por lo menos, alguien que sepa de carpintera. 17. Cabrera (1970), p. 216. 234 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Adems de estos remes de rango superior, pueden mencionarse otros ms o menos importantes: Anamangu, Rey de los muertos, identificado sincrticamente por los aigos con San Francisco de Ass, Patrn del Cementerio, oficia en las ceremonias funerarias conocidas con el nombre de "llantos" o "enllors". Este no es cargo que se jure: cualquier ecobio "puede oficiar en representacin de laMuerte". Sus funciones sern detalladas cuando estudiemos los ritos necrolgicos abakus. Aberin y Aberinsn: Tras de haber ejecutado a Sikn, Ekuen, el Ver- dugo, jams volvi a darle muerte a las vctimas del sacrificio. Deleg esa tarea en dos remes gemelos, Aberin y Aberinsn, quienes desde ese instante matan al chivo en las ceremonias, sucedindose alternativamente en los actos de sujetarlo (para que no vaya a chillar, ablande as el corazn de Abas y ste ordene que no se le ejecute) y de propinarle un mazazo mortal entre los cuernos. Es entonces cuando interviene Ekuen, cortndole la cabeza a la bestia y re- cogiendo su sangre. Despus, los mellizos corlan ios testculos del animal, que muestran a Ekue para probarle que era un macho. Al fin, Aberin y Aberisn descuartizan el mbor y colocan su carne en una canasta que depositan ante la cortina del famballn. El mbori, como se sabe, es el sustituto de Sikn en el sacrificio. Cuando se consume su carne se reproduce la primera comida de comunin, que se hizo con los restos todava palpitantes de la Sikanekue. Segn la leyenda, en esa ocasin un espritu llamado Ibiand recibi la mano derecha que lanz al Viento Este. Luego la izquierda, que lanz al Viento Oeste. En seguida un pie, que ofrend al Viento Norte, Y por fin, otro pie que entreg al Viento Sur. Ahora, el reme que encama a Ibiand y lleva su mismo nombre, arroja trozos de la comida sagrada "a los cuatro vientos" y alimenta a la tierra enterrando sus huesos. Es un diablito temible, "con el que no se debe jugar". Al primer juramento, cada dignatario llev una o varias ofrendas: lyamba un gallo blanco y un ame; Mokongo dos chivos; Isu coco, aguardiente de palma y cera; Nkrkamo man y un cuerno; Mpeg el yeso; Abasongo la caa de Castilla, etc. El tributo del reme Mboko fue la caa de azcar, cuyo zumo dulcsimo -junto con otros ingredientes- utiliz Nasak para fabricar la primera mokuba. En Cuba Mboko es el "guardin de las ofertas", encargado de en- tregrselas a los abones cuando stas se necesitan durante el rito. Cuida adems de las otras caas que se usan para castigar a los abanekues delincuentes. Yuansa era un Viejo Sabio, consejero de los abones no slo en materias teolgicas sinoprcticas. "Acompaaba a los jefes cuando haca falta escoger un cuero, una madera para la fabricacin de una Pieza Sagrada, un camo o algn ingrediente de los que necesita la magia que hace 'conversar' a Ekue y que l 235 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 seleccionaba."'* Defensor severo de la ortodoxia, se esforzaba por hacer observar las leyes de la potencia, pero siempre con nimo moderador y paternal. En Cuba su principal misin es la de comprar los "derechos" de Ekue, particu- larmente el chivo que ha de ser sacrificado. Mbkara, auxiliar de Isu, a quienes los aigos miran ms o menos como un sacristn, se encarga de la custodia del chivo que le entrega Yuansa en el santuario. Ayuda a Ekuen a preparar a mhori para el sacrificio y una vez consumado ste, recibe el cuero, que Abern le coloca sobre sus hombros. Cuida, adems, de los plumeros de./iHC y de los tambores sagrados y est autorizado-para cargar el Se'se. - Moma Yuansa (o Yuansa Na Moru),c\ Canuinie, "compaero inseparable del bonk^el tambor que alegra el plante". Es, ante todo, un gran puyero, es decir, se dedica a defender el honor de su "juego" o "nacin" cuando un visitante hace alguna alusin satrica a ella, contestando con toda la mala intencin que le sea posible, en otra puya cantada, insistimos en que no debe confundirse con el Moru, a secas, ttulo que se le da muy frecuentemente a Nkrkamo. Nkandembo es el Cocinero. La primera comida ritual la prepu- Nasak, pero en seguida este transfiri esa tarca a Nkandembo, quien desde entonces prepara esa suerte de ajiaco que consumen los abqnekucs en la ceremonia de juramento y que contiene, entre otras cosas, una cabeza de pescado (representando a Tanse), el chivo (que representa a Sikn), el gallo, ame, pltano, jenjibre, ajonjol, man, zumo de caa de azicar, sal, pimienta y la sangre de los animales sacrificados. Es l quien entrega a/Wandi las porciones que ste lanza a los Cuatro Vientos. Kundiabn s el Tesorero. Segn un informante: "En tiempos de Espaa, cuando los aigos el seis de enero iban bailar ya buscar su aguinaldo, vestidos dlremes, al palacio del Gobernador, el Kundiabn era quien recoga y guardaba las monedas que le entregaban a l. En cada casa rica les daban dinero. Luego, legalmente, las monedas se repartan entre todos, o de acuerdo general, Kundia- bn las retena para afrontar los gastos de la Potencia o resolver las dificultades porque atravesasen los moninas." Lydia Cabrera, por su parte, explica: "Knr diabn tiene plenos derechos para cobrar, extendiendo recibos, las cuotas de los cofrades, que han de pagarse mensualmcnte. La puntualidad es de rigor, pues estas cuotas engrosan la reserva de la que se benefician, en casos de necesidad, todos los individuos de la Potencia. Kundiabn se ocupa de enviu- el mdico a los enfermos y de pagar las medicinas que ordene y si mueren enterrarlos; la 18. Cabrera (1970), p. 237. taii respetado era Yuansa que slo el poda esiar en el famb con la cabeza cubierta. 236 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 habitacin cuando se encuentra imposibilitado de cubrir el alquiler; o la multa o el defensor si el monina se ve envuelto en los con la justicia."" Koifn es el Barrendero. Cuando ha terminado el plante y el lyamba ha retirado al Ekue eXfamballn, es preciso borrar del suelo el signo o anqforuana en que repos el Secreto. Koifn lo hace barrindolo con un manojo de escoba amarga y de albahaca. Luego, de adentro a afuera, procede a limpiar todo el famb para asegurar que no quede en l ningn espritu malfico. Su labor no es, pues, estrictamente higinica, sino tambin religiosa. De ser posible, el Barren- dero debe arrojar su "escoba" al ro una vez terminada su tarea. As se garantiza una perfecta "limpieza". Moni Famb p Famballn es el Portero: el reme que se ocupa de cuidar la entrada famb, por lo. que tambin es conocido con el nombre de Duefio de los Umbrales. Otras plazas, ms bien ceremoniales, son las dcAbas, cargo honorfico, pues segin los informante "no hace nada, no tiene ninguna obligacin". Por lo general se le confiere a un viejo de prestigio, Obn Palito no tiene otfa funcin que tocar- los palitos en las ceremonias. E Iin Baa es el abanekue que lleva el crucifijo cuando sale la procesin. En Cuba proliferaron las plazas de pura etiqueta, con el fin de honrar a algunos ecobios o -segn algunas "malas lenguas"- para explotar su vanidad, cobrndoles la distincin. Como puede apreciarse, en pocas asociaciones msticas existe una divisin del trabajo religioso tan minuciosa como en la Sociedad Abaku. Dada la abundancia de potencias que funcionaban en La Habana y Matanzas, el nmero de personas ocupando posiciones dirigentes en el fiafliguismo era considerable. Esto constitua, sin duda, o"o de los aactivos de esta secta piU"a la poblacin negra de las ciudades, tan sistemticamente discriminada y despreciada por los blancos. El prestigio que otorgaba el pertenecer a una institucin caracterizada por su secreto, su pavoroso misterio, su fama de desafiante hombra y sus nu- merosas, potentes y vistosas plazas directfices, era una valiosa compensacin psquica que muchos negros urbanos buscaban vidamente. Quizs la "mala fama" con que la cultura oficial envolvi siempre al aiguismo, en vez de restarle atraccin, la aument para quienes buscaban distinguirse de alguna manera en el estrecho crculo de posibilidades de renombre c influencia de que disponan las masas negras de Cuba, sobre todo en la poca colonial. 19. Cabrera (1970), p. 224. 237 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Los ritos aigos La liturgia de la Sociedad Secreta Abaku es sumamenic rica y compleja. Cubre todos los aspectos de la vida del abanekue, desde el momento en que "nace" o se incorpora a la secta, hasta que muere dentro de ella. Las ceremonias mayores reciben el nombre de plantes. La ms conocida de ellas es la de iniciacin. Pero hay otfas no menos importantes, como la de consagracin de los obones y otros dignatarios, la de creacin de nuevas potencias, as como los funerales de los ecobios muertos (y de los vivos condenados por delincuentes.) Adems hay otros ritos de menor entidad, como el bekus o reun ion de los obones para ejercer justicia; la consagracin de un nuevo tambor Ekue, cuando el viejo se rompe; la consagracin de los "sacos" o ^ajes de los remes; los ritos de Ao Nuevo; las ceremonias para "refrescar" las piezas sagradas; a ms de ciertas reuniones especiales de las "plazas" y las "asambleas generales". En todas estas ceremonias, particularmente en los plantes, se trata de establecer un contacto con los antepasados dcsapirecidos, con el mundo del "ms all" y con los orgenes mticos, de la secta. Como explica un informante: "En ellos figuramos a los muertos... Es como una representacin de lo que hicieron los antepasados abakus muertos en frica y sus espritus." Ntese: representacin. Es decir: drama, tragedia. Enkames o rezos cantados. Msica. Bailes. Procesiones. Mmica. Mscaras. Disfraces. Manipulaciones mgicas. Explosiones de plvora. Sahumerios. Libaciones. Sacrificios animales que aluden al sacrificio humano de la Madre, de la Sikanekue. Juramentos espe- luznantes. Cortinas de diversos colores que se cierran y se abren. Resu- rrecciones. Guerras. Y todo ello no en forma catica, sino siguiendo una lgica interior, un plan, un argumento repleto de alusiones mticas, desarrollado en una sucesin de episodios programticos, de escenas inierconectadas que culminan en un climax. Puro drama. Pero drama religioso, rodeado de hondo sobrecogi- miento, donde se retrotfae y se re-vive el momento sagrado de los orgenes. El plante de iniciacin -probablemente la ms compleja y la ms vistosa de las ceremonias abakus- ocupa casi todo un da: se inicia a las doce de la noche y termina a las seis de la tarde. Algunos de sus ritos son esotricos y ocurren en el secreto del cuarto/am>. Otros son pblicos y se producen abiertamente en el patio o isaroko, ante todo el quiera presenciarlos. Pudiera decirse que se emplean dos escenarios litrgicos distintos. En ciertos momentos el drama sagrado se escinde y se desarrolla en dos acciones separadas, que tienen lugar simultnea y paralelamente (la de los dignatarios en el famb y la de los fieles en el isaroko ). En otros instantes la accin se unifica, fundindose en un solo episodio de celebracin colectiva. 238 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Antes de comenzar hay que pedir permiso al sol, a la luna, a las eslrcllas, al espritu del viento, al de las nubes y al del espacio. Se hace con una oracin ante la ceiba que debe dominar el patio. (Cuando no la hay, cualquier rbol puede servir y, en ausencia de ste, se la dibuja con yeso, como ocurri tantas veces durante la poca de las persecuciones de la secta. En ambos casos el sustituto "se habilita" por medio de signos rituales adecuados.)' En seguida, comienzan ritos paralelos en elfamb y en el isaroko. En este ltimo, se preparan los indsemes para que puedan participar en el acto iniciatorio. En el primero, reservado a los dignatarios, se producen tres procesos entrelazados: uno de purificacin, otro de "rayado" y, por fin, un tercero de habilitacin del tambor sagrado llamado Ekue. En su conjunto, los dos ritos simultneos, el secreto y el pblico, integran la primera fase de la ceremonia, que va desde la media noche hasta la salida del sol. En la purificacin previa -trabajo mgico encaminado a ahuyentar los malos espritus y sus influencias dainas- desempea rol proiagnico el Brujo Nasak, quien es asistido en sus manipulaciones por Nkanima, el "Amo del Monte". Todo tiene que ser "limpiado": el recinto sagrado mismo, los funcionarios de la potencia, los tambores y dems objetos del cutelas vestimentas, los muones, plumeros o penachos... Las tcnicas que para ello se emplean son muy variadas. Se pasa un gallo por las paredes para despojar de mculas c\famb. Se rocan, con la boca repleta de aguardiente, primero, y de vino blanco despus, los ngulos de la habitacin. Se fumiga con incienso quemado en una teja. Se asperja agua bendita con un hisopo de albahaca. Y todas eslas operaciones van acom- paadas de enkames u oraciones cantadas. Por ejemplo, mienu^as Nasak trata de absorber con el gallo las fuerzas malignas presentes en el snela sanctorum, entona el conjuro: "Nkiko dinndina. Nkiko bagarofia. Nkiko asarapnyogo." O sea: "Gallo, llvate todo lo malo. Fuera de aqu todo lo malo!" Los jerarcas se depuran a s mismos lavndose la cara, el pecho y los brazos con la wemba, el agua lustral preparada por el Brujo con agua bendita, aguardiente, vino blanco y las Siete Yerbas Buenas, pero adems tienen que ser purificados con el gallo por el mismo Nasak. Sin haber sido purificado, nadie -ni nada- puede participar de la liturgia. Existe, adems, otro requisito ceremonial previo, que tambin se ejecuta en el secreto del famb durante la fase primera de la iniciacin: el de rayar todos los objetos y personas que participen en ella, o sea, el de marcarlos con ciertas fi- 1. Cf. Cabrera (1983), p. 205. Los aigos son maestros en el arle de la sustitucin simblica. En las ceremonias urbanas, por ejemplo, el rio sagrado se convierte en una palangana llena de agua. 239 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 guras lineales de significacin hiertica llamadas anaforuanas, que proceden directamente de los nsibidi o escritura sagrada de los ekoi o ejagham del Cala- bar.^ Como explica Femando Ortiz, "todos los oficiantes, el templo, su puerta, sus tres cortinas encubridoras de los misterios, el altar, todas las 'fuerzas' y 'atributos' emblemticos, la tierra, el incienso, el agua bendita...todo debe ser rayado con la tiza amarilla de la vida (o la blanca de la muerte, segn los casos)... Todo ha de estar mgicamente vitalizado de sobrenaturalidad. Sin esas rayas mgicas no habra sacropotencia, todo seguira pasivo e indiferente... el Ekue no se manifestara y la liturgia sera vana."' . En este trabajo de rayar desempea un papel esencial el dignatario llamado Mpeg, el Escriba, el Dueo de ios Yesos y Sacerdote de las Rbricas. El prirher smbolo que traza con yeso amarillo es el crculo Arakasuaka, emblema de" Mokongo, indispensable para empezar la funcin. Luego, situndose en el cen- tro tlfamb, dibuja en el suelo tambin con yeso amarillo el diagrama Oruna Akua AbasRir, tras lo ciial practica asak la purificacin de los atributos sagrados. Es muy comn que los signos trazados con liza amarilla se retoquen con tiza blanca. Algunos de los emblemas, despus de dibujados se pulverizan con aguardiente y vino seco, se rocan con agua bendita y se sahuman con incienso, para "fortalecerlos". A veces, con el fin de ganar tiempo, otros fun- cionarios ayudan al Mpeg, marcando algunas de las cazuelas y las ofrendas, aunque nunca la tinaja, que simboliza aquella en que Sikn encon- a Tanse y pertenece por derecho exclusivo al Escriba. Tan pronto se analizan sus funciones queda en claro que la anaforuana tiene un claro sentido litrgico de autentificacin. Del mismo modo que en la Iglesia Catlica la ordenacin sucesiva de los obispos por ou-os obispos-la llamada sucesin apostlica-garantiza los poderes sacerdotdes y la pureza de los ritos, en la Sociedad Secreta Abaku los signos avalan el carcter sagrado de la ceremonia, identificando el presente cubano con el pasado africano y la realidad material con la mstica. As se lo comunicaron sus amigos aigos a Lydia Cabrera, cuando le dijeron: "Estas firmas o gands, ideogramas abakus, que dan validez a cada rito, representan emblemas, recordatorios y reafirmaciones de lo que se hizo en frica al fundarse las potencias. Son evocaciones y autri- 2. La anaforuana es tambin conocida entre los aigos con el nombre e. firma y de gando. Cf. Thompson (1983) pp. 244 y ss. Sobre las dimensiones lingsticas de este elemento de la cultura abaku, vase el captulo IV de este libro. 3. Ortiz (1981), p. 492. Se raya hasta el crucifijo que, desde muy temprano, fue introducido en las ceremonias aigas como muestra suprema de sincretismo. 240 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 zaciones sagradas que dan fuerza a lo que aqu se hace. La firma autoriza, consagra y certifica."" Basta examinar dos de las anaforuanas ms importantes -las firmas de lyamba y de Mokongo- para comprobar cmo recapturan los elementos del pasado mtico. Como bien dice Robert F. Thompson: "Cada firma o ancforuana de los Abakus refunde, redescubre y exalta, en modos diversos, imgenes esenciales del mito de Tanse y Sikn."^ Y as sucede con estos dos signos: Firma de lyamba Firma de Mokongo En el emblema dQ lyamba, la flecha perpendicular recuerda el momento del sacrificio cuando la sangre cay sobre el tambor transmitindole la Voz Divina. La flecha horizontal representa la jerarqua del lyamba, su realeza. De las dos flechas cruzadas, la de la izquierda apunta a sus poderes mgicos y la derecha a su poder en la guerra. Los valos hacen referencia alegrica a los ojos de Tanse y de Sikn, smbolos del Secreto: de la suprema visin mstica. El emblema de Mokongo, que se encuentra como repetidsimo elemento en la mayor parte de las anaforuanas, muestra un crculo (el universo) partido por la cruz de los Cuatro Vientos y, en los sectores as engendrados, los ojos de Tanse y de Sikn. Las ramitas que coronan el crculo aluden a las tres tribus de Efor: Usagar, Bekura y Eforisn.^ El proceso del rayado culmina con la incorporacin de los smbolos al Fundamento: el tambor Ekue. Este, que ha sido previamente lavado en la tina que representa al Ro Oddn, es conducido al rincn sagrado por el lyamba, quien lo 4. Cabrera (1983), p. 215. En el mismo sentido, Thompson (1983), pp. 227 y ss. 5. Thompson (1983), p. 255. 6. En las anaforuanas ms complicadas, a veces se relata todo un episodio del mito de origen. 241 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 eleva varias veces en el camino, recitando enkames. Ya dentro del iriongo, lyamba traza a todo lo ancho y largo del parche una cruz con los ojos de Tanse y Sikn, cuatro tringulos al extremo de-las lneas que forman la cruz, un rombo en el centro y un crculo en tomo a la boca del tambor. Luego pinta su firma en una pata del Ekue y las de Mokongo y delsu en las otras dos. Ekuen entonces le sacrifica un gallo y despus de varias manipulaciones purificatorias, lyamba le enciende una vela y pronuncia la frase ritual: "Isn umbeleko eyisn eongo Sikanekue Efor". O sea: "Esta vela alumbra el camino para que venga el espritu de Sikn." Con estas palabras "Ekuefln queda autorizado para ir a buscar la Voz, el Espritu de Ekue. Lo invoca con su tambor, haciendo un recorrido por el Monte, es decir, en torno a la Potencia. Este acude a su llamada, lo sigue... y penetrando en el famb por el gando o trazo mgico, la Voz se manifiesta en el tambor sagrado."^ La primera fase de la iniciacin se encuentra entonces a punto de terminar en el mundo secreto del sancta sanctorum. Ekuen y Moru cantan una serie de antfonas, repetidamente interrumpidas con golpes de los tambores y campani- llazos de los ekones, hasta que despus d un corto silencio, el Moru rinde reverencia al Ekue resucitado gritando:" Uyo ser airn! Sere!"Osea: "Sa- lud al espritu que chill en el ro! Salud!" En ese momento solemne la Voz penetra en el Santuario. El Moni-Bonk golpea tres veces el parche del tambor bonk y todos los jerarcas entonan: "Oh Abas bonk!"... Poco despus se descorre la cortina famb. Y salen en procesin hacia el isaroko todos los dignatarios, menos lyamba e Isunekue, que se quedan con Ekue en elfambayn. Mientras todo esto ocurre dentro del santuario o butame, afuera, en el patio o isaroko se preparan los indsemes o nefitos -muchas veces llamados yd/b- para la iniciacin. Los candidatos, desnudos de tronco, cabeza, brazos y piernas, en fila y en cuclillas ("arrastrados", dicen los aigos) son purificados por Nasak y sus aclitos, junto a la ceiba real o simblica, con abluciones de wemba, rociadas de aguardiente y vino seco, aspersiones de agua bendita, sahumerios de incienso y pases por el cuerpo de un gallo vivo que se lleva consigo las "suciedades", las "malas sombras, la "cosa mala". Inmediatamente, los indse- mes son rayados por Mpeg (con cruces de tiza amarilla retocadas con tiza blanca) en la frente, la cabeza, ambos lados del pecho, las manos y en cada pie en el empeine, subiendo por las piernas hasta los muslos. Y entonces son ven- dados con un pauelo blanco y entregados a sus padrinos respectivos. 7. Cabrera (1975), p. 30. Como puede observarse, en la iniciacin abaku se distinguen tambin las tres etapas de separacin, liminalidad e incorporacin tpicas de los ritos de transicin. 242 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Ha terminado la fase preparatoria de la ceremonia. Tanto el templo como los nefitos han sido limpiados y rayados. Sale la procesin del famb. Nasak enciende un poco de plvora para indicar el camino. Se recorre el isaroko hasta llegar a la ceiba sagrada, a la que se le rinde adoracin. Se dan vueltas por el patio, se vuelve a la ceiba y por fin se regresa 2\ famb. Los abones nombran los atributos que llevan en las manos y los ponen de nuevo en el altar. "Junto a la puerta delfamb, que cuida el fambayn o fambaroko, el guardin del santuario, se coloca el tambor Mpeg sobre su signo, para que se identifiquen tocando tres veces en su parche, los visitantes, iniciados en otras potencias, y la tina que contiene el eromono, el agua lustral, para que se purifiquen al entrar. La msica, el bonk y los enkomos, al regresar la procesin se quedan fuera del famb para continuar tocando..."* Ha llegado el momento solemne: la segunda fase del rito, que comprende la iniciacin propiamente dicha. Guiados por sus padrinos, los novicios vendados avanzan en fila hacia el sancta sanctorum cantando: "Indseme emparawa kend yo." Al llegar a la puerta la procesin se detiene. Se retiran los padrinos. Y, ahora en silencio, Nasak y Mpeg, los obligan a dar varias vueltas, como para confundirlos y uno a uno son introducidos en el famb, donde una nueva purificacin borra los signos que en el patio les haban sido trazados sobre el cuerpo. Ahora Mpeg los raya de nuevo. Y comienza el "nacimiento". Se le pone en la mano al nefito una vela encendida. El Abas le da a besar el crucifijo. Y Mokongo le entrega su itn, le pide que lo bese y le formula la primera pregunta: -Sabe usted lo que tiene en las manos? -No lo s. -Es la vara de la Justicia Suprema de nuestra sociedad. Si usted no est seguro de su decisin, ahora mismo puede arrepentirse. Nadie se arrepiente. Y entonces el Mokongo pronuncia este discurso que Lydia Cabrera reproduce en su libro Anaforuana tal como se lo dict un Mo- kongo amigo: "Aqu hay que respetar a los Cuatro Jefes principales que son las Grandes Plazas: Mokongo, lyamba, Isu, Isunekue. Y las secundarias: Mpeg, Ekuefin, Nkrkamo, Mosongo, Abasongo, Nkboro, Eribangand, Mbkara. Y hay que respetar hasta el ltimo hijo de Ekue, pues todos los abaneku'es somos hermanos y usted tiene que ser fiel hasta que ankue (hasta que muera). En la Potencia ser un hijo ms y la Sociedad no puede consentir que dentro de ella tenga agravios Cabrera (1975). pp. 33-34. Un estudio detallado de los tambores y dems instrumentos abakus aparece en en captulo IV del volumen 4. 243 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 con otro hermano. Si deja usted de contribuir con lo fijado... nos veremos en la obligacin de despedirlo por medio de un oficio que le niega el derecho a ser Abaku y no podr poner los pies en este ni en ningn otro Partido. Si no es usted buen hijo, si no atiende a su madre, que es lo ms grande que tiene un hombre, y si abandona a sus hijos y a su mujer, no merecer tampoco el aprecio de sus hermanos. Sepa que no queremos guapos ni cobardes, porque el aigo no puede dejarse maltratar. Si usted se entera que un hermano est enfermo, no podr dejar de socorrerlo. Tendr que respetar & la pieza de orden, al tambor Mpeg. Respeto, unin, formalidad, palabra y valores lo que aqu se le exige. Y pinselo bien, le repito." El indseme reponde que lo acepta todo. Jura una y otra vez. Mokongo le da a besar su cetro. Y luego Mosongo y Abasongo hacen lo mismo con los suyos.' Mpeg traza con tiza amarilla en la cabeza del nefito el smbolo Arakasuaka, ef Crculo. Y entonces Isu le coloca sobre su cabeza el tambor Seserib, la Madre Di vina, la Madre Naturaleza. Despus de un largo rezo en el que le explica el pacto que va a establecer con Abas, Isu c da a besar e! Sesc al indsime y le entrega un trozo de tiza amarilla para que marque en el parche del tambor mpeg el smbolo de la vida y uno de tiza blanca para que ^ace el de la muerte. Luego le pone en la boca un poco de sal y le hace beber la mokuba con sangre de gallo "que es la sangre de Sikn". Por largo rato el Sese Sigue sobre l, sacramentando su moropo (cabeza). Mbkara gotea en sus espaldas cera derretida, procedente de una vela encendida que se le apaga violentamente contra el corazn. El "bautizo" ha terminado. El i/ideme es ya un afoflrte^ue. En seguida, empero, se procede a la "confirmacin", mediante el contacto directo con el Ekue. El nuevo ecobio es acostado sobre el gando, signo que trazado sobre el suelo, representa-el ro Oddn y pene^a en la "cueva" del Misterio. "La parte superior de su cuerpo -nos explica Sosa- oculta por la cortina, queda dentro del iriongo, la cabeza entre los pies de lyamba para que, sin sospecharlo, roce el sagrado ekue, y se produce una concen"acin de fuerzas conjugadas armnicamente para que, a travs de los smbolos sacros, ekue penetre en l y l deje su propia voz en el tambor..."'" Entona Isu unos enhornes. 9. Enrique Sosa ofrece una versin ligeramente distinta de esta parle de la ceremonia. En ella, en vez del discurso, el Mokongo toma una serie de juramentos: "Jure que ser fiel a la potencia y no traicionar su secreto". "Jure que respetar a los cuatro jefes mayores, as como las dems plazas". "Jure que pagar escrupulosamente sus cuotas", etc. Es posible que las palabras y hasta ciertos elementos del rito variasen algo de potencia a potencia. Pero, en esencia, todas ellas exigan lo mismo. Ver Sosa (1982), pp. 232-234. 10. Sosa (1982), p. 235. 244 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Luego le pregunta al iniciado su nombre. Cuando ste lo pronuncia, el lyamba frica el tambor de los tambores. Es la voz sobrenatural del Ekue que responde: una, dos, tres veces. El Espritu ha aceptado! Y para identificar al "recin nacido" se le traza en la espalda un "cuatro-vientos": una gran cruz con valos. Ahora se le quita la venda. Y, deslumhrado, puede contemplar el altar ante el cual poco antes jur sumisin eterna a la Ley Abaku. Por lo general, al terminar esta segunda etapa de la ceremonia, el sol est a punto de salir. Comienza entonces la tercera y ltima fase de la ceremonia, que va desde la aurora hasta el ocaso, tradicionalmente fijado a la seis de la tarde. Es la gran fiesta para agasajar a los nuevos ecobios, una celebracin pblica en el patio o isaroko, a la que tienen acceso los profanos, incluyendo las mujeres y los nios: sin duda lo ms vistoso y llamativo del ritual abaku, particularmente cuando hay sacrificio de chivo. En ocasiones el plante termina con procesiones, bailes rituales de los diabhtos y una comida de comunin que Nkandembo cocina en la cazuela ms grande, vertiendo en ella los gallos con su sangre, gran cantidad de ames y pltanos y algo de todos los "derechos" u ofrendas, incluyendo pizcas de tabaco, yeso y cascarilla. Nasak vierte plvora a lo largo del gando que previamente ha trazado y despus de largas manipulaciones, la enciende, provocando grandes gritos de jbilo. Al lyamba se le lleva un muslo de gallo al famb donde sigue junto al Ekue. Y, despus que Nasak prueba la butuba (la comida) para comprobar que no contiene veneno, sta se reparte, primero entte los dignatarios, luego entre los abanekues, los cuales -segn la tradicin- "no es gallo lo que comen; estn comindose a la Sikanekue." En medio de la alegra general cuaja en el plante un hondo sentimiento de confraternidad. A la puesta del sol, tiene lugar un ltimo desfile encabezado por Nasak y los remes Eribangand y Mboko (ambos conducidos porNkrkamo), a los que siguen Isu, con el Seserib en la mano, Mpeg, Ekuen, Mokongo, Abasongo, Mosongo, Abas con el crucifijo, un hombre vestido de mujer para representar a Sikn y, detts de ellos, los abanekues y el pblico en general. Cuando callan los tambores que han animado la marcha, los dignatarios regresan al famb, se arrodillan, Mpeg da tres golpes solemnes en su tambor y entona el ltimo enkame. Los remes se despojan de sus trajes. /sToi/in barre del famb los espritus malficos. Los muertos regresan al ms all. Tanse y Sikn se han despedido. Y por los trazos del mgico gando, la Voz de Ekue retoma al ro sagrado, al Oddn de la leyenda, envuelto por las sombras de la noche. Si hay sacrificio de chivo {Mbori mapa) la ceremonia tiene todava ms colorido. Ekuen (el Verdugo) y Mbkara (el Sacristn) salen del butame y se dirigen a la ceiba real o simblica donde se encuentra atado el animal. Mbkara lo desamarra y se lo entrega a Ekuen, quien lo conduce al sancta sanctorum. 245 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 All, con un rito especial, se prepara al mbori para su muerte. Lo que se hace es rayarlo con los signos de la consagracin y jurarlo como si fuera un ser humano. Por medio de la liturgia se le convierte en un monina, en un ecobio, en un hermano, que es ofrecido como vctima propiciatoria al Ekue y que ste recibe con roncas expresiones de contento. Despus de todo, el parche del tambor -del Fundamento- es un cuero de chivo, del cuero van a nacer todos los abanekues y en el cuero habla Abas. Ekuen conduce a mbori al patio, que ahora representa el famoso Embar- cadero de la primera iniciacin mtica. En procesin lo lleva al tambor Bonk y hace que lo golpee con los cuernos. Luego lo ata a la ceiba hasta el momento del sacrificio. Pasa un rato. "De improviso -relata Femando Ortiz- se agita el Aberisn, el reme en funcin de verdugo; ha recibido una terrible orden del Nkrkamo, quien le canta cierto conjuro y lo atrae taendo su mgico tambor. El Aberisn ha de matar al cabro; pero este diablito se niega. El Aberisn ha surgido engaado de la cripta del famb, creyendo que su intervencin sera la de limpiar el ambiente y espantar a los indeseables profanos con el terror que infunde su presencia. Para ello recorre el isaroko y hace sus muy terribles amenazas; pero el Nkrkamo lo va atrayendo hacia donde est sujeto el infeliz cuadrpedo que ha de ser objeto de la oblacin."" El animal ha sido colocado sobre la anaforuana popularmente conocida como En Suaka (traducida al espaol como El Patbulo), donde espera su suerte. A veces Aberin, a veces otro abanekue, le sujeta las patas y la boca. De pronto, el Nkrkamo pronuncia el mandato terrible. Dirigindose a Aberisn le grita: "AkuMbori!" O sea: "Mata al chivo!"... Aterrado, el/'reme se resiste. Trata de huir. Implora a Abas que no lo obligue a matar a un iniciado, a un hermano. Mas el Nkrkamo es implacable. "El poder de su conjuro es ms fuerte que la voluntad de Aberisn y despus de una pattica pantomima, que consiste en acercarse danzando al chivo, el itn en alto, y en retroceder sin atreverse a matarlo, al fin, de sbito y apenas sin mirarlo, lo suprime de un violento palazo en la frente. Consumada la sentencia, Aberisn huye y desa- parece de la escena. El chivo muere efectivamente del golpe o queda privado de 11. Ortz (1981), pp. 494-495. Queremos insistir en que existen diferencias de detalle entre las versiones que ofrecen de estas y dems ceremonias aigas las distintas autoridades en la materia. Esto se debe a la fluidez del rito abaku, que cambia ligeramente de potencia a potencia. Y tambin a la precisin o imprecisin (y hasta a la imaginacin) de los diversos informantes. 246 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 sentido, mientras el coro canta: 'Aku Mhori angue!"'}''- Con un cuchillo que ha presentado previamente al sol y al cielo, Ekuen le corta la yugular, re- cogiendo su sangre en una cazuela que traslada al famb y coloca sobre el Fundamento, junto con la cabeza cercenada. Nkandembo se encarga de guisar los restos del animal, que se consumen como sagrada comunin, mientras se baila alrededor del caldero. En todo lo dems se procede como en la ceremonia de cierre del plante que describimos antes. La fiesta iniciatoria de consagracin de los abones y dems dignatarios de las potencias (baroko) constituye otro de los grandes ritos de trnsito del aiguismo, pese a la escasa atencin que ha recibido de los especialistas.'^ Cuando se jura- mentan todas las plazas estamos ante un Baroko Ninyao (baroko completo). Cuando se trata de slo unas pocas, el baroko se llama Baroko Nanso}* La primera etapa de la iniciacin de plazas es de puro procedimiento. Cuando un cargo queda vacante, se elige por mayora de votos el sucesor en una junta, procurando escoger a un monina de prestigio y experiencia, y se fija la fecha del plante. Inmediatamente se enva un oficio a los obones de las dems potencias comunicndoles el acuerdo e invitndolos a asistir a la ceremonia en calidad de testigos. Como ste es -hay que insistir en ello- un acto de iniciacin, su liturgia guarda mucho parecido con la de admisin de los indsemes que describimos ms arriba. En primer lugar se procede a la purificacin del templo, de los objetos sagrados y de las personas que van a participar en el rito, mediante aspersiones de agua bendita, aguardiente y vino seco, as como sahumerios de incienso y pases de gallo. La consagracin del futuro dignatario debe realizarse a orillas del ro sagrado: en el "embarcadero" donde tiene lugar el sacrificio del chivo, sustituto de la vctima humana, de Sikn. Una de las caractersticas del baroko es que siempre hay en l Mbori mapa. No es preciso decirlo: si la ceremonia no puede efectuarse a orillas de un ro verdadero, bastar con crearlo mediante el trazo mgico del signo correspondiente, al que se le agregar el crculo del baroko a que antes nos referimos. Inmediatamente se "rayan" todos los objetos sagrados y los dignatarios que 12. Cabrera (1975), p. 64. 13. Ni Femando Ortiz ni Enrique Sosa, por ejemplo, lo describen en sus obras respectivas. Y Lydia Cabrera slo le dedica una corta pgina en Anaforuana. 14. Baroko es tambin un anaforuana con trazo circular que se refiere a los obones. Y Baroko Bekus es la reunin de la Jefatura aiga con el objeto de castigar a los abanekues que delinquen. 247 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 participan en el rito. Antes de que el candidato sea purificado o rayado, A^ara^ tiene que purificar y marcar al chivo propiciatorio, con la autorizacin dclsu. En el momento supremo, el postulante es arrodillado den-o del crculo del baroko, donde se colocan adems los tributos. Entonces, sobre el signo En Suaka, El Patbulo, el chivo es sacrificado, de acuerdo con el ritual que ya vimos y que ahora se repite en todos sus detalles. En procesin se regresa al famb y all el candidato o los candidatos, segn el caso, proceden a jurar, comulgan bebiendo la mokuba con la sangre de la vctima. Isu pronuncia las palabras sagradas. (A lo largo de todo el proceso ceremonial se suceden los enkames) Y Ekue produce su Voz, confirmando al nuevo dignatario." Ricamente saturada tambin de elementos liminalcs (al igual que los ritos precedentes) est el "Nacimiento", "Reconocimiento" o Consagracin de una nueva potencia. Fieles a su concepto de legitimidad ancestral los aigos no organizan una nueva nacin sino como desprendimiento autorizado de otra que le sirva de "Madrina". Esa autorizacin se produce en un plante, s decir, por medio de una compleja ceremonia iniciatoria. Tambin hay aqu un proce- dimiento burocrtico inicial. Los que pretenden crear el nuevo "partido" (por lo gtntr&Vabanekues o iniciados en nmero no menor de ^ece) deben dirigirse a la jerarqua de la potencia que quieren como madrina. Si esta lo acepta, se fija la fecha de la "autorizacin", se especifican los ^ibutos que debern pagarse por el "bautizo" y se invita a los dignatarios de otras potencias para que certifiquen la validez del acto. La primera fase del ritual es la purincacin c\ famb, del "personal" y los objetos sagrados de la potencia madrina, e inmediatamente despus, de todos los objetos sagrados de la nueva tierra (menos su Fundamento), a lo que sigue el sacrificio de los gallos y la rociadura con sangre de los affibuios que realiza Ekuen. Viene inmediatamente el "rayado" tradicional, que se inicia cuando A/peg marca su tambor del mismo nombre y se termina con una "pulverizacin" bucal de aguardiente y vino seco, un rociado de agua bendita y un sahumerio de incienso sobre las anaforuanas, que los jerarcas acompaan con las oraciones cantadas o enkames tradicionales. Intensificada as la potencia de los signos, ha llegado la hora de purificar el Fundamento o Ekue de los ahijados. Para esto hay que marcar una batea nueva con el emblema del Mokongo y llenarla con agua trada efectivamente de un ro. "La virtud del agua fluvial -nos advierte al respecto Lydia Cabrera-, su valor en los ritos, no puede echarse en olvido. En ningn culto. El agua encadenada en las caeras, desvirtuada. 15. Cf. Cabrera (1975), p. 5L 248 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 despojada de 'su gracia', no puede ni debe jams sustituir al agua libre, viva, llena de energa, saturada de sol y de luna."'* Al agua se le agregan las llamadas Siete Yerbas de Ekue, un huevo y un pedazo de cada ofrenda. Las oraciones de Nasak convierten esta mezcla en agua lustral, en la wemba o eromomo. Y en ella se introduce el nuevo Ekue, mientras se canta: "Bong Nandib Mosongo", o sea: "El tambor est en la orilla del ro sagrado (donde se hall el Pez)."" Terminada esta limpieza, se le pide al Fundamento de la tierra madrina (recluido en el iriongo) el permiso necesario para proceder a la "Transmisin". El Ekue que apadrina sale de su rincn en manos de Ekuen, Nasak e lyamba, quienes lo sujetan cada uno por una pata y, en procesin, entra en el famb para ser colocado sobre el Ekue ahijado o naciente, mientras se entona el enkame consagratorio. Cuando el Isu canta siete veces: "Ubiobo Ekue Aro- gobiobo", con lo que llama al tambor hijo a escuchar la Voz del tambor padre, el Ekue responde con la emisin de siete bramidos que le arranca el lyamba. Entonces se produce el trnsito, al pasar de un bong a otro la Voz mstica, residencia del Espritu, del aliento, de la fuerza suprema, de la energa infinita. Inmediatamente se "transmiten" en forma similar (aunque la letra del enkame es en cada caso distinta) los dems tambores: el Seserib, el Mpeg, el Ekuen, el Nkrkamo (y el Ekue brama siete veces en cada oportunidad). Sigue la "trans- misin" de los cetros o ones y la de los otros tambores, comenzando por el Bonk Enchemiy. Y se acaba por transmitir la Voz a los trajes de los tremes, a las marugas o erikundis , a los muones y hasta al Crucifijo, al Abas Eko- netambre. Terminada esta fase de la ceremonia, el Ekue de los padrinos regresa a su iriongo. En el segundo episodio de toda consagracin de una nueva potencia siempre tiene lugar un Mbori Mapa o sacrificio del chivo, segn el rito acostumbrado, slo que en esta ocasin se realizan algunas operaciones suplementarias. La sangre del animal se lleva a\ famb y lo mismo se hace con su cabeza, que el Ekuen coloca sobre su tambor. Se entregan los atributos a los ahijados. 16. Cabrera (1975), p. 53. 17. Nandib Mosongo es tambin el espritu del rio, padre de Ekue, a ms de esa orilla sagrada donde todo se inici. Y la primera ocasin que rez Nasak en el momento de la creacin de la sociedad, con todos los obones mirando el sol, comenzaba precisamente con las palabras rituales: "Nandib Mosongo Abasinanumbe Ekoi...", segn puede verse en La Lengua Sagrada de los aigos de Lydia Cabrera, (p. 374). Es decir, que al ser purificado el nuevo tambor se le conectaba litrgicamente con el ancestro mtico. 249 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 cuidando de que cada plaza reciba el que le corresponde. Mpeg traza en el suelo el signo de baroko y los emblemas de los abones. En el centro del crculo se pone una tina donde quepa el nuevo Fundamento, al que se marca y se le ofrenda sangre de un gallo. Ekuen toma la cabeza del chivo de su tambor y la pone sobre el Ekue, mientras los cuatro jefes de la futura potencia (lyamba, Mokongo, Isu e Isunekue) se arrodillan sobre su sello, se dan las manos, cruzan los brazos y son ungidos con una cruz de sangre de chivo en la frente por el Ekuen padrino, lo que ste realiza despus de "alimentar" con la misma sangre los nuevos atributos. Inmediatamente los abones de la tierra naciente proceden a lo que se llama "levantar la cabeza del chivo": con los dientes solamente, sin ayuda de las manos, Mokongo muerde la oreja izquierda, Isu la derecha, Isunekue el hocico e lyamba el cogote y depositan la cabeza del animal sacrificado sobre el nuevo Ekue, de donde ha de recogerla ms tarde Ekuen para ponerla sobre su tambor. Los trece dignatarios comulgan entonces con la "hostia", como se le llama a la mokuba, en que Ekuen acaba de mezclar la sangre fresca del chivo con la del gallo, que estuvo largo tiempo guardada debajo del Ekue para que se impregnara de su fuerza. "As se unen -dice un informante- los espritus de Ekue y de Sikn." Por fin, tiene lugar un desfile, presidido por el nuevo lyamba, que porta el flamante Ekue en sus manos. El tambor sagrado, donde ha encarnado ya la Voz, produce ahora los bramidos del Pez-Leopardo, testimonio de que existe en el mundo una nueva nacin abaku. El cuarto y ltimo tipo de plante de los aigos es el servicio mortuorio, lo que ellos llaman llora, nllor, llanto, ngaro, ankue o nampe. Esia ceremonia elaboradsima -ricamente nutrida de elementos liminales y de curiosas inver- siones rituales- a veces se celebra en el local de la potencia, al que se traslada el cadver del menina fallecido. Pero lo ms frecuente es que tenga lugar en la casa particular del difunto, donde se habilitan para el caso dos habitaciones: una que servir como famb (con su iriongo en una esquina, sus cortinas divisorias y su altar al fondo) y otra que se destina a cmara mortuoria. La liturgia fnebre tiene importancia decisiva. Sin ella, el alma del muerta no va a donde le corresponde ir. Queda "al garete", vagando y sufriendo sin descanso, persiguiendo e impor- tunando a los ecobias vivos. Hay que ayudarla a llegar a su destino, a reunirse con sus antepasados. Para ello es preciso desprenderla del Ekue con que se identific en el momento de la iniciacin. Por eso, en cienos momentos, eH/ano parece tomar la forma de una iniciacin al revs. Lo primero es la preparacin del cadver. Tan pronto se produce el falleci- miento, el Nkrkamo, el Mpeg y el reme Anamangu com ienzan esta tarea que es, a la vez, fsica y espiritual. Anamangu se encarga de afeitarlo, de cortarle el 250 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 pelo, de lavarlo con agua bendita, aguardiente y vino seco. A esta purificacin le sigue el rayado de los signos, los mismos de la iniciacin, pero que trazar ahora Mpeg con yeso blanco, el color de los huesos mondos y de los fantasmas astrales. Hay, adems, otra diferencia: las flechas simblicas que antes se dibu- jaban en la espalda mirando hacia abajo, hacia la tierra, ahora se hacen apuntar hacia arriba, hacia el cielo. (Las flechas son "los caminos del espritu". Por su conducto entran y salen las almas.) La oracin que acompaa este acto le explica al cadver el sentido del rito. "Jeyei ankue u! Ngomo nangobia obonekue niara Abas amara mar ntuyen." O sea: "Escucha, difunto! Rayamos tu espalda con el yeso de la muerte para que te lleve Abas." "Limpio el cadver y marcado por el Mpeg, vestido con una camiseta y un calzoncillo flamantes, envuelto en una sbana blanca, tan pronto llega el fretro, los jefes y hermanos de la Potencia del finado que se hallan presentes, ayudan a colocarlo en el chuchumb o ntongob -el atad- una vez que el Mpeg haya trazado en ste, con el mismo biokoko (tiza blanca) que le ha servido para signarlo, la fnebre cruz, con los cuatro punticos sealados a cada lado de sta -dos arriba y dos abajo- separados por los brazos de la cruz. Este signo... se pinta sobre la tapa, en el fondo de la caja y en la parte exterior del fondo, coincidiendo las tres cruces, con la mayor exactitud posible, en el centro del atad."'* Mientras tanto, Ekuen ha salido simblicamente "al monte" a buscar la Voz y la ha trado al Ekue, a quien se le sacrifica entonces un gallo blanco, sin informarle que hay duelo "en la familia", por lo que el tambor brama con el tono de costumbre, "sonando para los vivos". Por su parte Mpeg dibuja frente al iriongo, en el suelo, la ancrforuana caracterstica de los difuntos (Bakurero nampe), y el reme Ekombre la cubre con romero, escoba amarga, guao, pimienta y otras yerbas mgicas que no han sido cortadas sino arrancadas de raz, lo mismo que la vida del abanekue fue violentamente desprendida de la tierra. El signo necrolgico se tapa para proteger a los vivos que participan en la ceremonia fnebre, neutralizando las peligrosas influencias de la muerte. Sobre el Bakurero nampe se coloca el cadver dentro de su atad. EXfamb se ha enlutado. Sobre la cortina de la puerta, una tela negra porta el emblema del abanekue desaparecido. En la parte superior de la cortina blanca que resguarda el iriongo, descansa discretamente enrollada una cortina negra. El altar se cubre con un pao fnebre. En una de las paredes, cerca del suelo, se ha clavado una cartulina negra, tambin con el signo del abanekue y, frente a ella, se colocan las ofrendas, alrededor de un gallo que reposa en una teja. La sangre 18. Cabrera (1970), p. 265. 251 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 del animal, la mokuba, contenida en una gira, se sita a su lado. Mpeg ha trazado en el suelo una cruz con cascarilla de huevo. Anamangu viste traje litrgico y trae una cadena en el pie "para amarrar al muerto en caso de que no se quiera ir". Nkrkamo llama al reme golpeando con un palito la cazuela que lleva en la mano, le muestra a Anamangu el emblema fnebre y ste, sorprendido, anonadado, se tira al suelo y se contorsiona para expresar su dolor, mientras uno de los abones desenrolla la cortina negra con el sello e Anamangu en el centro, y la deja caer sobre la blanca que portaba el signo de Isunekue. El luto se ha extendido al znongo. Nrkamo ahora le anuncia a la Madre, aAkanarn, que ha perdido un hijo. Se le sacrifica un gallo negro al Ekue y al mismo tiempo se llaman los espritus de los muertos, quienes acuden en tropel. De pronto, s quiebrafel fiero bramido del Ekue. Aquel rugido estruendoso y sobrecogedor de antes es ahora un triste quejido: el llanto de la Madre, deAkanarn X\Gm... gu... gu!) gimiendo por el vastago desaparecido. Se quema incienso bajo el fretro. El Bonk, en un rincn, recibe un golpe de cafia en el cuero. Y, cada media hora, volver tafier sus dobles. Los dignatarios, -que han enlutado sus tones y sus tambores- son rayados con yeso blanco por Mpeg. Y mientras Ekue llora, todos los asistentes al nampe entonan cantos para "aflojar el nudo" que ataba al abanekue con el mundo. Se "razona" con l para convencerlo: Obiyaya.obiyaya, monta wer ' - (Ya acabaste aqu, hermano.) ~ . ' Nkene.nkene ankue.Ekue nantuyen. (Tu cuerpo y. tu sombra estn en la caja.) ' Efkef efoke inu itu subuso maserer enkgur musekn sika bayn. (Callado lloras en tu caja, esperando que te lleven a enterrar.) Yerenetomin, mangana usangana nampe. (Has muerto pero tienes quien vele por t.) Sngana kusn kuson moninakuson okobio efinnteme,sokomenonbirambayak. (Paciencia, hermano. Te vas para siempre, pero tus derechos estn completos.) 252 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 -"*- Okobio sanga kiongo moninamunangoro. (Todos tus hermanos te estamos llorando.) Mientras los cantos se suceden, Ahamangu sigue bailando en tomo al cadver con grandes muestras de dolor. Llega el momento crtico en que se acerca a mirar el rostro del cadver. Y sus gestos indican mxima desesperacin. Hasta que el Nkrkamo, siempre en control de los remes, le grita: "Abasitia mogo!" ("Fue Abas quien se lo llev": o sea, esa muerte responde a la voluntad divina.) Con sus gestos rituales, Anamangu expresa ahora resignacin. Los movimientos de sus brazos y del resto de su cuerpo dicen: "Qu le vamos a hacer! Dios lo ha querido! Es Dios quien se ha llevado a nuestro hermano." Sbitamente Mrlomo sugiere que alguien ha envenenado al ecobio. Anaman- gu mira en tomo, amenazadoramente. Con su bastn en alto se abalanza sobre algunos de los asistentes, hasta que Nkrkamo vuelve a calmarlo gritndole: Tbere! Tbere! Y Anamangu, ya dueo de s, se acerca al fretro y trata por todos los medios de consolar al menina muerto. Lo mismo que sucede en la ceremonia de iniciacin con el indsime, ahora, en el nampe de despedida, el abanekue tiene que comulgar. En ese momento el cuerpo se queda solo con los altos dignatarios de la potencia, pues a los dems asistentes se les ordena salir del famb. Ekuen le da a beber al cadver la mokuba, tarea no siempre fcil debido al rigor mortis y a la que, muchas veces, objetan los familiares del difunto. Si el acto se hace imposible, la mokuba se le administra al signo del abanekue, puesto que como es sabido, su firma es el abanekue mismo. Por orden del Mpeg se recogen los derechos, que el muerto ha de llevarse consigo. (Lo que se hace es meter las ofrendas y la mokuba en un saco que Anamangu conduce al cementerio y si no a un lugar apartado, donde lo deposita bajo la sombra protectora de un rbol.) Ha llegado el momento solemne, definitivo. El alma del abanekue va a separarse del parche del Ekue, al que se haba unido en el instante de la iniciacin. Se suceden los enkames, los rezos cantados: "Tus hermanos te despiden para siempre del tambor sagrado. Vete al otro mundo con todos tus honores y todos tus derechos." Los asistentes caen de rodillas. Y entonan: Erb, ribo, ribo, ribo Yuansa ribo, a! Yuansa ribo, a! Umpn mon betn Umpn atan mundir ! El Ungido, aquel a quien el Cliz (Seserib) uni con lo Divino, ahora se va de esta vida. 253 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Ekue gime. Isunekue, repitiendo lo que en el da de la iniciacin le haba hecho al indseme, ahora le pregunta tres veces al monina fallecido su nombre. Y es Isu quien contesta por l. Ekue ha recobrado su bramido, habla "con el vivo", para probar que el abanekue, en realidad, en espritu, no ha muerto. Mbkara trae una tinaja con agua. Isu eleva la voz: "Asanga werMosongo sa man bira." El alma del ecobio abandona el parche del Ekue y pasa al agua de la tinaja. Y sigue un enkame desgarrador: "Por aqu entraste, por aqu saliste. Al cuero viniste, del cuero te vas a la eternidad..." Karabalio kur man Yamba ankue okobio! El consagrado vuelve al ro! El lyamba te dice adis, hermano! Se organiza la procesin hacia el cementerio. El alma del di fumo ya esta libre. Pero hay que asegurarleel trnsito. "Hay que impulsarla hacia el ms all". Sobre las anaforuanas (largas flechas conductoras) que Mpeg haba trazado en el suelo (con sus puntas hacia fuera de la casa mortuoria) se riega ahora plvora que enciende Nasak. La llama corre a lo largo del signo, expulsando el alma del muerto. Una vela, que de tanto arder ya casi se ha consumido, es apagada con una brasa ardiente. Se cantan los ltimos enkamcs. El hermano que lleva la cazuela derrama el agua hacia atrs. Otro que porta una gira repleta hace lo mismo exclamando: "Que tu alma llegue fresca al Ro Sagrado de los antiguos, como fresca vino a unirse al Ekue!" Ahora slo queda enterrar al difunto. "En el siglo XIX, antes que la represin abaku se desatara con toda violencia, se iba a pie al cementerio portando en alto el atad, sobre los hombros de abanekues que marchaban con pasos cortos, vacilantes e indecisos que, al llegar ante su puerta, comenzaban a dar vueltas con el propsito de desorientar al muerto hacindole imposible reconocer el camino de regreso, as como para confundir y burlar a los malos espritus que pudieran aprovechar la situacin para perseguir a los vivos. Cerca del cementerio, en medio de los cantos de los aba- nekues, reapareca Anamangu con nuevas mues-as de dolor, de ira desesperada y violenta que slo lograba calmar el tambor nkrkamo hasta que decida reintegrarse a su mundo extraterrenal."" Adaptndose al medio, los flfligos fueron modernizando esa procesin, conduciendo el cadver a su final destino en coches fnebres y eliminando los ritos que se verificaban fuera del templo. 19. Sosa (1982), p. 248. 254 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Mientras el entierro est en proceso, la voz del tambor di vino sigue bramando en el /ongo hasta que un ecobio viene a decirle que el monina ha sido depositado en su tumba. Calla entonces. Y Nasak procede a "limpiar" dfamb en la forma tradicional, para garantizar que no quede ni rastro de "lo malo". Se ha cerrado as el ciclo vital del abanekue. Naci ste el da de su iniciacin, de su "bautizo", con purificadoras aguas de wemba. Y acostado boca abajo sobre el gando, que representaba el ro Oddn, recibi ese mismo da su "confirmacin". Ahora vuelve a las aguas precursoras, al embarcadero mitolgico donde todo comenz, donde surgi la Sociedad Secreta Abaku. Retorno a los orgenes. Crculo perfecto de la vida, sellado por una muerte litrgicamente santificada. Este concepto circular de la existencia explica el intenso valor reversivo del nllor. La ceremonia est dominada por numerosos smbolos de inversin. El yeso amarillo de la vida es sustituido por el blanco de la muerte. La flecha que con l se traza en el cadver del abanekue apunta hacia arriba, mientras que el mismo signo en el indseme miraba hacia abajo. Los tambores de la orquesta se templan para todos los ritos, menos para el entierro, donde se tocan destemplados y al revs. El cuerpo, durante la iniciacin, se coloca bocabajo; durante el nampe est en posicin supina. Cuando ingresa, el nefito entrega un gallo; cuando se va, el monina muerto recibe un gallo -muerto como l- que se coloca dentro del atad, "como una almohada sobre el cual descansar su cabeza".^ Tambin, como vimos, se le devuelven al ecobio difunto todas las ofrendas que aport cuando lo iniciaron. Se les llevan al cementerio para que lo alimenten en el viaje hacia el otro mundo. Hasta el huevo que al entrar aport para la wemba, ahora se le retoma en forma de cascarilla, cuando Mpeg hace con sta, en el suelo, la cruz sobre la cual se colocar la mokuba. Antes, la idea era identificarlo con el Ekue. Ahora se trata de separarlo de l. Y el tambor sagrado se incorpora al proceso de inversin y de circularidad: comienza a bramar varonilmente, como pez-leopardo,alcomenzarel nampe; pasa agemir femenilmente como Akanarn desolada en medio de la ceremonia; y vuelve al pavoroso bramido inicial al terminar el ciclo, en curioso giro dialctico, como una afirmacin de la vida dentro de la muerte, en el curso del gran drama de la salvacin. Estas descrip- ciones que hemos ofrecido de los plantes aigos estn muy lejos de sugerir siquiera la enorme vitalidad, la fuerza extraordinaria, el vigor fsico y espiritual, la ilimitada potencia dramtica de estos ritos. Su penetracin exttica se refuerza con un arte musical y danzario inigualable. Sus enkames -voces y tambores en 20. Sosa (1982), p. 246. Segn este autor, se espera que "el muerto se conforme con este otro muerto y no intente llevar consigo a uno de sus meninas", (ibidem, id.) 255 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 alianza indisoluble- y sus bailes, -ya ejecutados por diablitos vistosamente ataviados y enmascarados, ya por los dems miembros de la potencia- unidos al olor de la sangre de los animales sacrificados, del sudor de los participantes, del polvo que levantan con sus pies, del incienso que se quema en el iriongo... todo se une y se dispara sobre los sentidos del espectador, para provocar las ms violentas sensaciones. La realidad mstica en que se envuelve el alma fifliga se transfiere al observador occidental y le estremece las races. Recurdese lo que narra Lydia Cabrera en El Monte: "No olvido el terror que los tremes, con sus blancos ojos de cclopes, infundieron a Federico Garca Lorca, ni la descripcin delirante de poesa que me hizo al da siguiente de haber presenciado un plante."^' Por algo h sido tan poderosa la influencia del aiguismo eri la msica, el ballet, la narrativa, la poesa y las artes plsticas de Cuba tanto en el siglo XIX como en el XX. Y por algo de las.distintas sectas afrocubanas es la abaku la que ms ha contribuido al habla del cubano de nucs-o tiempo. Muy interesante es la relacin del oficio fnebre aigo con la asignacin de castigos a los abanekues culpables de violar las reglas. La Sociedad Secreta Abaku impone a sus miembros una estricta disciplina. Si sta ha sido quebran- tada, las Siete Primeras Plazas se constituyen en tribunal, presidido por el lyamba, para juzgar el caso. Esta ceremonia, a la que puede asistir toda la membresa, se conoce con el nombre de Baroko Bekus. En una mesa hay una copa con agua bendita, aguardiente y vino seco, que se da a beber a los testigos para que no se atrevan a mentir. Odo el testimonio de acusadores y acusados, los Obones se quedan solos para decidir si hay delito y, en caso de que as sea, para determinar cual ser la pena que debe ser aplicada. Cuando la falta es grave (por ejemplo, si se ha violado el secreto del rito o el abanekue ha ultrajado a sus padres o matado a un ecohio o cado en prcticas homosexuales) el castigo puede ser la "suspensin", es decir la prohibicin de asistir a los actos de la potencia por un perodo ms o menos largo, a veces por toda la vida. Cuando la falta es leve (no pagar las cuotas, borracheras, peleas entre hermanos, etc.) pueden imponerse suspensiones menores o -ms frecuen- temente- se le propinan al culpable cierto nmero de azotes, tarea que dirige el Nkrkamo y ejecutan los remes. Cuando la u^ansgresin es particularmente odiosa, la expulsin definitiva va acompaada de un ampeo lloro. Conside- rando al monina como muerto, se le hace en vida un funeral completo, donde se consume una vela encendida al revs envuelta en un papel en que se ha escrito su nombre. Todo parece indicar que esta ceremonia sustituye a la ejecucin o 2L Cabrera (1983), p. 217. 256 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 eliminacin fsica de los delincuentes, que segn ciertas tradiciones, a veces se practicaba en la tierra originaria. Adems de los plantes, que son ceremonias mayores, los abakus celebran otros ritos de menor entidad, pero de significativa importancia litrgica. En primer lugar: la Purificacin en el Da de Ao Nuevo, en la que el brujo Nasak procede a un trabajo especial de "limpieza", |nto de los objetos sagrados como del personal del juego y dems abanekues, para garantizar que la potencia entre pura en el nuevo ao. Para ello usa una paloma blanca, que se identifica con el Espritu Santo, con la que frota los sagrados atributos y los hombres, despus que stos han sido asperjados por el reme Erihangand. Una vez terminada la purificacin Nasak le entrega la paloma a Nkrkamo. Eribangand trata de arre- batrsela pero no lo consigue porque Nkrkamo, que ha salido a la calle, la libera y el ave, alzando el vuelo, se pierde en el aire. Con significativos gestos rituales, muestra entonces Eribangand su gran dolor, su enorme desesperacin y, despus, un terrible abatimiento. Pero, por fin, regresa alfamb y, arrodillado ante el Cliz (el tambor Seserib) pide perdn por haber intcntiido apoderarse del Espritu Divino.^^ La "limpieza con paloma blanca" es el mejor remedio que existe para la "salacin", para la mala suerte que puede apoderarse de una potencia (cuando es perseguida por la justicia, o pierde muchos de sus abones, o se ve azotada por la pobreza, o tiene muchos ecobios enfermos.) Resulta particularmente efectiva cuando los muertos no han sido tranquilizados litrgicamente y se empean en molestar a los vivos. Entonces, segn un informante, "pasamos la paloma sobre todos los fundamentos, por las paredes, por las esquinas, por el cuerpo de los meninas... y despus la soltamos viva, para que se lleve al espacio todo lo malo que recogi, para que se lo lleve bien lejos, all al ciclo, donde el mal no puede contagiar a nadie." Otra significativa ceremonia es la consagracin de un nuevo Ekue cuando se rompe el viejo. Cuando esto sucede, Nkamima, el Amo del Monte, el Dueo de la Selva, sale a buscar un tronco que sirva de "madre" al sustituto. Cuando encuentra el rbol adecuado, le paga sus tributos, lo corla, lo ahueca, lo pule y se lo entrega al lyamba, quien lo recibe exclamando:''Gargama, garogam, garogam!" (Madre, madre, madre!) Al comenzar el rilo, Nasak baa al ^onco en una palangana blanca con agua de coco (para que lo refresque), de una mezcla de aguardiente y vino seco (para que lo reconforte) y de albahaca (para que lo "limpie"). Los cuatro obones trasladan entonces el parche del Ekue viejo (que 22. Cf. Cabrera (1970), p. 210. 257 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 lleva encima las ofrendas trituradas y sangre de gallo y chivo) al nuevo. Nasak lo atesa con las cuas. Del palo de Mosongo se extrae un gin y Nasak/A-fl^a)'fl con l hasta que brota la Voz. Los obones (lyamba, Mokongo, Mosongo e Isunekue) deben declararse conformes con el resultado de la operacin. Y, al final, todos participan de la comida ritual del chivo, de los gallos y las ofrendas. La complejsima liturgia abaku que en este acpite hemos venido descri- biendo se ha sincretizado con fuertes elementos del cristianismo con el curso de los aos, sobre todo a partir de los conscientes esfuerzos realizados en esa direccin por Andrs Petit. Segn le cont un informante a Lydia Cabrera, en cierta ocasin (en el siglo XIX) salieron los aigos por la calle de Jess Mara y, para demostrarle al cura que eran cristianos y no judos, pararon su procesin frente a la iglesia. "Al verlos el cura con sus-tambores, llevando un crucifijo, una tinaja y la cabeza de un chivo, les pregunt: - Quines son ustedes? Qu quieren? - Somos abaku. Queremos que nos bendiga. - Pero ustedes creen en Dios? - Creemos en el Padre,en el Hijo,en el Espritu Santo y en laSantaMadre Iglesia. El cura les ech un rezado y los bendijo."^^ En Cuba, tanto los abakus como los devotos de las reglas congas y de la lucum, no slo han asimilado, como hemos visto, muchos elementos del cris- tianismo, sino que practican a su manera muy devotamente el catolicismo. Para no citar sino un slo dato: el bautizo catlico es indispensable para ser acepta- do como miembro de la santera. En"e los aigos, Abas es Dios, pero tambin es el Hijo de Dios, Jesucristo, el "Cristo Criollo". Ya hemos visto el papel pro- minente que desempea el crucifijo en los ritos de la secta. Adems, sta ha elaborado una Tabla de Mandamientos, aunque stos son siete en vez de diez y no copian exactamente la ley mosaica. Acabamos de ver como en ciertas cere- monias se identifica la mgica paloma purificadera con el Espritu Santo, el tambor Seserib con el Cliz y la mokuba con la hostia consagrada. El altar del famb se parece cada vez ms al de las iglesias catlicas. Y, entre sus enkames, se encuentra uno al que llaman Padre Nuestro y otro que recibe el nombre de Credo. El uso sistemtico de las velas, del incienso, del agua bendita son tambin claras evidencias de ese sincretismo. En algunas potencias -nos dice Enrique Sosa- "la imagen de la Virgen ocup un lugar prominente; como Virgen de Regla..., la Pursima y la Caridad del Cobre... En Ebin, 'tierra' del barrio de San 23. Cabrera (1970), p. 55. 258 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Lzaro en La Habana, fue sustituida por este santo catlico, muy reverenciado por los descendientes de africanos en Cuba dada su relacin con las enferme- dades."^ Lo que prueba que la transculturacin se produca no slo con los elementos de la cultura dominante sino tambin con las dems sectas o reglas afrocubanas establecidas en el pas. En el aiguismo pueden notarse ciertos elementos que evidentemente proceden de Palo Monte y de la Regla de Ocha. El caldero religioso de Cuba bulle con materias que provienen de las ms diversas fuentes. Al igual que los dems ritos afrocubanos, el abaku ha provocado siempre el desprecio, la repugnancia y el recelo de los sectores dominantes de la sociedad cubana. Ya vimos en el tomo anterior cmo el abolicionista Francisco Calcagno los estigmatiza en su novela antiesclavista Los Crmenes de Concha. En su trabajo sobre la fiesta del Da de Reyes recoge Fernando Ortiz la opinin de Ontiano Lorcas, publicada en la prensa habanera en 1859: " En el aigo se extrem toda la grosera y brbara imaginacin de las 'ibus africanas. Insti- tucin, signos, trajes, todo era en alto grado repugnante. Era de ver con qu feroz entusiasmo seguan las masas de las clases ms nfimas del pueblo, sin distincin de edades, sexo ni razas, aquel ridculo madero emplumado, smbolo que enar- bolaba cada una de aquellas salvajes agrupaciones ahitas de aguardiente y sangre de gallo, y que, segn delataba la voz pblica, tena por juramento una herida mortal en el pecho de cualquier humano. Las dems 'ibus llamaban la atencin por lo pintoresco y extico de sus cantos, trajes y bailes: en los aigos todo era feroz, sombro, nauseabundo. La horda repleta de navajas y puales, marcaba a paso lento, no agrupada sino apiada, -as los bailadores, que no cesaban en sus convulsiones chocantes, de agitar el rimero de cencerros que llavaban atados a la cintura. Y cuando se encontraban dos agrupaciones de stas, enemigas por lo comn, pues siempre se tenan declarada mutua guerra, se trababa una lucha en la que se heran y asesinaban feroz y cruelmente."^^ Por su parte, algunos intelectuales negros vean en el aigo una remora para sus empeos en pro de la redencin de su raza. As, por ejemplo, en su novela La Familia Unzazu Martn Mora Delgado condena esas "asociaciones de origen africano sostenidas por criollos libertos" y censura la atraccin que parecan tener aun entre las muchachas de color de la clase media. "A orgullo tuvo gran nmero de jveves, lo mismo de color que blancos, el pertenecer a una asociacin que les daba fama de valientes y favorable partido entre la relativa 24. Sosa (1982), p. 180. 25. Ortiz (1960), p. 12. 259 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 porcin de mujeres y campechanas que su arrojo pagaban con morbosos agasajos. Y cada jovenzuelo de aquellos alardeaba de ser un on, es decir, temible, temido y sin temor, que mora por su tierra defendiendo cualquier capricho de hermandad, o por individuales agravios, seguro siempre de tener quien combatiese a su lado o se sacrificase despus por vengar al compaero inmolado. Las jvenes mismas, las seoritas de cierta representacin, no se avergonzaban de sus preferencias por los jvenes aigos, dndose en distintas ocasiones el caso de verse despreciados en fiestas y saraos algunos cabaUeritos que tenan la dignidad suficiente para no dejarse arrastrar por aquel torrente de podredumbre social."" Desde que apareci en la primera mitad del siglo XIX, la secta Abaku fue hostigada constantemente por las autoridades, aunque hubo perodos en que la persecucin arreci. Por ejemplo, en plena Guerra de los Diez Aos, en 1876, la polica colonial declara a los aigos reos de "atentado a la autoridad, de sa- crilegio y hereja, de asociacin ilcita y de conspiradores contra la paz pblica". Y el Gobernador General de la Isla, en un decreto, resuelve "que queden pro- hibidas completamente las reuniones de aigos, y por lo tanto que no se les permita, como hasta aqu, salir a las calles en ningn da, ni con pretexto alguno." Y en 1880 el Gobierno Civil de la Provincia de La Habana ratifica la eliminacin de los aigos, aun de los blancos, de las fiestas del carnaval.^' Desde luego, estas medidas nunca lograron exterminar al aniguismo, que sigui floreciendo en la sombra como ya llevamos dicho. Lo mismo sucedi con las otras sectas, que se refugiaron en los cabildos y se expresaron en los tambores de los ingenios, consideradas por los amos de esclavos como simples fiestas de entretenimiento y que, en consecuencia, se permitan como.vlvula de escape espiritual de las negradas. Al terminar el poder espaol, el Gobierno Interventor arreci su campaa represiva contra las religiones afrocubanas. Y en los pri- meros aos de la Repblica se hace evidente el propsito de acabar con esos cultos por medio de la persecucin policaca. Basta leer las reseas periodsticas de estas actividades -recogidas en parte por Femando Ortiz en 1906 en su obra Los Negros Brujos- para comprobarlo.^ Esa persecucin y la campaa propagandstica que la acompaaba, defor- mando generalmente el verdadero carcter de estas sectas, formaban parte de los 26. Mora Delgado, (1901 ), p. 122. 27. Vanse estas disposiciones contra la Sociedad Secreta Abaku en Sosa (1982), pp. 376-381. 28. Ortiz (1973), Captulo VI, pp. 181-220. 260 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 nefandos esfuerzos realizados por los.discriminadores antinegros para encender las pasiones racistas y dividir la opinin pblica nacional. Metiendo a todos los ritos en un saco, bajo la denominacin de "brujera" o "aiguismo", presen- tndolos como sanguinarios, homicidas y antisociales, se sembraba el temor en la poblacin blanca y el terror en la negra. En Guantnamo y Santiago de Cuba, donde nunca funcion una sola potencia abaku, los autores de este libro pueden dar fe de que muchas veces se agitaba este fantasma ante los ojos de los niflos blancos, advirtindoles: "Prtense bien porque si no se los lleva el aigo!"^' Estas actitudes se explican (aunque no se justifican) por varias de las carac- tersticas de la secta. En primer lugar, sus miembros procedan de los sectores ms pobres, desvalidos e ignorantes de la sociedad, de los esclavos negros o de sus hijos libres, gente siempre menospreciada y degradada por los de arriba. Es sta, adems, una sociedad secreta, lo que siempre provoca recelos y confu- siones, como ha sucedido, por ejemplo con la masonera. La dimensin crptica puede conducir a las ms falsas e injustas creencias, como esa tan repetida de suponer que, al terminar la ceremonia iniciatoria, el fifligo debe atacar con un cuchillo al primer blanco que se cruce en su camino. Por otra parte, el rito abaku incluye sacrificios de animales, como sustitucin de los humanos que en frica a veces se realizaban. (Desde su fundacin ya se haba producido la sustitucin ritual de la vctima humana por la animal, es decir, a la Sikanekua por un chivo: la misma mentalidad que haba cambiado a Ifigenia por una corza en Grecia y a Isaac por un cordero en el Antiguo Testamento.) Adems, no cabe duda de que poco despus de su fundacin en el siglo XIX, muchas potencias dieron cabida en sus filas a elementos maleantes de la po- blacin negra urbana, especialmente en La Habana, lo que no ayud en nada a prestigiar la Sociedad. Tampoco han ayudado a su imagen las rias intestinas entre tierras o juegos hermanos, que tantas veces se han resuelto a punta de cu- chillo, sobre todo entre los obreros portuarios, como sucedi en los sangrientos conflictos entre los Efor y los Efik. Ni mejora su estampa ese "machismo" tpico de la secta, que confunde a menudo la valenta, la bravura y el arrojo que sta demanda de sus miembros, con la altanera, la insolencia, la bravuconera y el 29. Lydia Cabrera escribe en La Sociedad Secreta Abaku: "La falsa acusacin que se ha lanzado de continuo contra los ritos importados por los esclavos, cay de lleno sobre los aigos, como si estos tuviesen la exclusiva de ciertas prcticas de hechicera que se caracterizan por los saaificios de nios blancos. Este error, calumnia la ms humillante para el aigo (lo es para toda la gente de color) decidi a un anciano, a Saibek, y a otros iniciados, a romper su silencio y aclaramos sus misterios con verdadero inters..." Cabrera (1970), p. 11. 261 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 matonismo. Algunas de la figuras del bajo mundo -de los negros curros de la capital, para citar un caso- adquirieron carcter de leyenda, como el famoso chvere monina Manita-En-El-Suelo, quien inspir al gran compositor Alejan- dro Garca Caturla una obra que desgraciadamente qued sin concluir. Siempre ha actuado en el seno de la Sociedad Abaku una tendencia dirigida a limpiar y sanear sus filas. Y, desde hace dcadas, los flfiigos creen haber logrado ese propsito. Insisten en que su organizacin no es "una cueva de la- drones" sino una entidad religiosa y de asistencia social. En la pgina final de su clsico estudio, tantas veces citado, Lydia Cabrera reproduce la explicacin que de su sorprendente disponibilidad como informante le hizo el gran Saibek: "Si hemos hablado, si le he aclarado algunos puntos que a los aigos no les gustar ver publicados y en sus manos de mujer, es porque estoy seguro que mi religin ganar al ser bien explicada sin tapujos, y que este libro no la denigra como la han denigrado no slo los ignorantes, sino hasta muchos aigos." "Pngame esto bien claro -le pide a Cabrera Saibek-. Usted le llama a este libro: La Sociedad Secreta Abaku. Aclreme bien esto, porque no estoy del todo conforme con ese ttulo que se presta a confusiones. Diga que Abaku no es sociedad secreta porque se esconde. Diga que los buenos aigos no se esconden de nadie. No nos avergonzamos de nada. No tenemos nada mato que ocultar. Nada ms oviC lo Sagrado. Eso s!... Que salga bien claro en el libro! Se esconden los masones que son tan parecidos a nosouos? Yo no hubiera puesto Sociedad Secreta, siendo el aiguismo conocido por su mala o buena fama. Yo dira: Abaku, una Sociedad que se calla los secretos de su religin." Y la ilustre etnloga apunta por su cuenta: "Lo que desea Saibek por el honor de la confraternidad a que pertenece desde que era un mozalbete de veinte aos -conviniendo conmigo en que Abaku es una Sociedad Secreta bien definida- es no tomar lo de 'secreto' en un sentido absoluto, pues hay las fiestas, las pro- cesiones por las calles, las danzas de los famosos diabl itos que puede contemplar un pblico profano. Y sobre todo, y esto es lo que le duele a mi buen Saibek, que el nombre de aigo no sea sinnimo de delincuente..."'" Resume as el viejo monina la definicin de la secta a que ha dedicado su existencia: "No es una sociedad de malhechores, de ladrones o asesinos, sino religiosa y de socorros mutuos."'' Y esa es la imagen que hoy en da tienen los abakus cubanos de sus potencias, de sus juegos, de sus naciones, del rito sagrado que los protege m ientras viven y les abre, en la hora de la muerte, las rutas de la salvacin y de la paz. 30. Cabrera (1970), p. 296. 31. Cabrera, Ibidem, id. 262 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Sincretismo religioso afrocubano Al llegar a este punto, en que termina nuestro esquemtico estudio panor- mico de los cultos afrocubanos, conviene insistir sobre el rol que el proceso de sincretismo desempea en su aparicin. Tanto en los tomos anteriores como en ste a l hemos aludido, aqu y all, con relativa frecuencia. Sera falso, sin embargo, concluir que este fenmeno se reduce a un simple mecanismo de adiciones o substracciones, de prdidas o prstamos parciales de unidades o elementos caractersticos. Lo que hay es una sntesis que desemboca en una realidad social nueva y distinta. Las reglas que encontramos en Cuba no son simplemente religiones africanas transportadas a Amrica que, en este lado del Atlntico sufrieron algunas modificaciofies conceptuales o litrgicas. Son, en realidad, entidades profunda y autnticamente afrocubanas, es decir, forma- ciones religiosas originales, con personalidad independiente y propia. Es preciso, adems, reiterar que esa evolucin sincrtica presenta una doble va: del superestrato al subes^ato, pero tambin a la inversa, del subestrato al superestrato. La religin popular cubana, la que practica la gran masa de la poblacin, sea blanca, negra o mulata, no es otra cosa que un ajiaco, un cocido nacional en que se mezclan substancias procedentes de los dos polos de nuestra cultura. Es una amalgama siempre inestable de cultos africanos, de catolicismo y espiritismo, en proporciones diversas segn los tiempos, los lugares y las condiciones sociales de los practicantes. Retencin y prstamo, continuidad y cambio se combinan dialcticamente en todo momento para dar lugar a una realidad religiosa con rasgos tradicionales muy firmes, pero dotada, a la vez, de extraordinaria labilidad. El sincretismo religioso tiene lugar, por ejemplo, en el terreno del lenguaje. Un Corpus gigantesco de syeres lucumes, de mamos congos y de enkames abakus, que se cantan hoy en sus idiomas africanos respectivos tanto en Cuba como en los Estados Unidos, Puerto Rico, Espaa y dems pases de la dispora criolla, prueban la capacidad del esclavo africano para traer consigo y consolidar intactos en su nuevo habitat, bloques considerables de su cultura originaria. Pero un estudio detenido de esos cantos religiosos prueba que stos portan claras huellas de la sostenida penetracin de elementos lingsticos oriundos del ambiente americano que los rodea, particularmente del bozal. As, un congo puede invocar a su nganga con este cntico: Nganga yo te ama Kasimbirik ' Yo tengo nguerra 263 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Nganga mo yo te ama Nganga ame Kisirimb Ahora vamoajug Yimbir vamo yimbir Yimbirunpoco... Los congos hacen uso frecuente del castellano para referirse a sus objetos rituales y sus ceremonias. Le dicen a su nganga "prenda" y tambin muchas veces "madre" y creen que de ella puede desprenderse una "hija". A sus trazos emblemticos les llaman "firmas". Y a su ceremonia iniciaioria "rayamiento" "juramento" y, a veces, "sacramento". El acto adivinatorio es un "registro". En la preparacin del templo o nso-nganga para una ceremonia de iniciacin se cubren las paredes con ramas de rboles y yerbas. Y a eso se le dice "hacer mon- te" o "hacer manigua". La purificacin es un "despojo". El espritu protector es el "ngel de la guarda" y los sacerdotes son "Taita-nganga" y "Mama-nganga". Y hay "padrinos" y "madrinas" y "rriayordomos". Y, para pedir proteccin para un ahijado, puede que se cante, casi todo en castellano: Los que mueren no vuelven ms. ' - - Hueso cambio y no hay agravio. Los hombres tienen palabra. Las mujeres mueren con sus pechos y sus sayas. ~ Buey muere con sus tarros. Caballo con siis cascos. Perro con sus dientes. Agongorot; ca uno con lo suyo. , Hasta el nombre generalmente usado para, referirse a las reglas congas se integra con dos palabras espaolas: Palo y Monte. Tambin la Regla de Ocha es popularmente conocida como "santera". Y en su vocabulario, los amuletos son "resguardos". Y los orichan son "santos". Los dioses "bajan" o "suben" y "montan" al "caballo". El B iaguc y el Dilogn tienen "letras". La iniciacin o Kariocha es un "asiento". La'mala suerte "salacin". Chang se llama Santa Brbara y Ochuh la Virgen de la Caridad. La lista es interminable. Y con la adopcin de la misa espiritual, que -como vimos- es producto de la transculturacin con el espiritismo, el idioma espaol, antes usado para el rezo de oraciones populares tradicionales, como la del Anima Sola y otras, ahora se hace de uso general, llegndose a recitar poemas de mayor o 264 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 menor calidad literaria (como la "Plegaria del Nufrago") y hasta las oraciones tradicionales de la Iglesia catlica, tales como el Padre Nuestro, el Ave Mara y el Gloria. (Un estudio detallado de la influencia de las lenguas afrocubanas sobre el espaol de Cuba aparece en el prximo captulo.) Del bemb o tambor de sanio actual ejecutado por fieles en gran parte blancos, a las ceremonias similares que tenan lugar en los ingenios esclavistas del siglo XIX hay una poderosa diferencia de atmsfera. La religin es la misttia pero su circunstancia ha cambiado. Y si nos trasladamos a los ritos africanos practicados en el continente negro, la distancia es aun mayor. Repetimos: aqu no estamos ante simples retenciones o prdidas deelementos o de adiciones ms o menos mecnicas, sino de un evidente proceso sincrtico de progresiva crio- llizacin, no slo en lo lingstico sino en todas las dimensiones de lo espiritual. La simbiosis sincrtica recrea estas reglas, y constantemente las adapta a las nuevas necesidades de sus practicantes. Y a esa capacidad para el cambio sin destruir las esencias, o sea, a esa labilidad, tal vez se deba la notable penetracin de estas religiones en amplsimos sectores de la poblacin cubana de la Isla y del exilio. El sincretismo se produce a muy distintos niveles. Uno de ellos es el de la absorcin de los smbolos. Tmese el caso del crucifijo. Este objeto del culto catlico ha sido adoptado por todas las sectas afrocubanas. Lo encontramos en la ngangas de los congos (siempre que no sean "judas"). Y uimbin en los altares y en las procesiones de los aigos. La transculturacin con el espiritismo y la subsecuente acogida de la "bveda espiritual" o altar privado, en el que siempre hay un crucifijo, confieren a este smbolo cristiano una presencia universal tanto en las reglas congas como en la de Ocha. El Hijo de Dios cristiano preside gran nmero de ritos afrocubanos. Para algunos este fenmeno se debe al deseo, ms o menos deliberado de disimular las despreciadas creencias propias tras el emblema ms prestigioso de la ideologa dominante. Es posible qiie as sea. Pero en este prstamo cultural hay algo ms. Hay, por lo pronto, el inters de apropiar.se del ach, del mana, de la potencia mstica extraordinaria que se atribuye a la religin de los blancos dominadores. Y hay tambin un evidente empeo de integracin. Dada la tolerancia y la flexibilidad tpicas de las reglas criollas, que reconocen el valor y la vigencia teolgica de todos los cultos, el catolicismo es admitido como parte integrante del complejo religioso afrocubano, en cuyos ritos ha de desempear un papel especial. Recurdese, por ejemplo, que en la Regla de Ocha el nico bautizo vlido es el de la Iglesia Catlica, Apostlica y Romana. Slo despus de cristianizado puede un individuo seguir los pasos niciatorios propios de la santera. Y lo primero que hace el iyaw, al terminar su Kariocha, es asistir a una 265 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 iglesia catlica. Tambin en Palo Monte, la iniciacin es imposible si el aspirante es "judo", es decir, si previamente no ha recibido las aguas bautis- males en un rito catlico. Adems, el nico sacramento matrimonial aceptado por todas las reglas afrocubanas es el del catolicismo. Muchos otros objetos sagrados del catolicismo y del espiritismo acompaan a los de origen africano en los cultos afrocubanos. En primer lugar, la ubicua agua bendita, cuyos poderes mgicos son respetadsimos por todos y es el lquido preferido para las aspersiones. Adems encontramos rosarios, escapularios, incensarios, biblias, devocionarios, misales, oraciones impresas de muy variado gnero. Y, desde luego, los innumerables vasos con agua que nunca faltan en los altares congos. Segn Calleja Leal: "Para los nganguleros, las velas robadas de las iglesias son muy estimadas para sus prcticas de hechicera, especialmente aquellas que fueron sustradas en los das de semana santa o bien aquellas que fueron empleadas en los funerales y velorios de los difuntos. La entrada de una iglesia o de una ermita constituye uno de los lugares sealados para depositar muchos trabajos de hechicera, los restos de comida de una fiesta destinada a los espritus difuntos (o bien las mismas ofrendas que stos recibieron en dicha fiesta religiosa), los restos de animales sacrificados y los restos de algn tipo de "limpieza" o "despojo" (rito de purificacin)."' Por su parte, Lydia Cabrera explica en El Monte cmo el cahz de la misa puede sustituir al tambor Sese Erib y cmo en el altar, detrs del Sese, se pone un crucifijo en representacin de Abas: "Al fondo negro de la confraternidad Abaku -escribe la ilustre emloga- han ido superponindose, con solemnidad regocijante, elementos cristianos, bizarros remedos del culto catlico que los criollos y luego los blancos, acentan cada vez ms; as vemos al Sese Erib, que se asimila al Santsimo, desfilar bajo palio en las procesiones que acompaan los ritos mgicos, sobre todo en Matanzas y Crdenas, llevado por el Isu, quien reviste sobre el pantaln una casulla morada, se cie una banda del mismo color a la cintura, se toca con una mitra de obispo, y calza sus pies con sandalias franciscanas... Segn el grado de sincretismo que alcanza la potencia, el altar se ornamenta con candeleros y floreros con ramos y flores de metal, los mismos que decoraban antao los altares de las iglesias coloniales, y que los aigos, anti- cipndose a los anticuarios yankees, les compraban a los curas deseosos de renovar el ajuar de sus templos."^ El propsito, ms o menos consciente, de prestigiar el rito ancestral con los ropajes de la liturgia del superestrato, parece evidente. El Isu vestido de obispo podr parecer ridculo y hasta sacrilego a un 1. Calleja Leal (1989), p. 338. 2. Cabrera (1983), pp. 210-212. 266 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 SESE ERIBO (Dibujo de aigo) Ntese la forma de Cliz que adopta el tambor, al que los abakus tambin llaman la Copa de la Hostia. (Tomado de la Sociedad Secreta Abaku de Lydia Cabrera) blanco catlico. Pero esa vestimenta le otorga al jerarca ffligo, dentro de su propio grupo social, un rango extraordinario. Esas compensaciones valorativas son muy frecuentes entre "los humillados y los ofendidos". Por lo dems, la transculturacin -recurdese- es siempre inter-influencia. Por razones distintas a las que operan en el subestrato, los miembros del grupo dominante tambin absorben elementos religiosos afrocubanos. Lydia Cabrera se refiere a Doa Socorro de Armas, seora rica, de educacin europea, amante de lujos y refinamientos y, a la vez, iniciada en los secretos de Palo Monte. Y agrega: "No era extrao que algunas amas y amos de ingenios en el pasado, como hemos podido averiguar por confidencias de sus mismos descendientes, se dejasen seducir por las creencias de sus esclavos, como doa Socorro. Otras de las que tenemos noticias, preferan los orichas de los lucumes, a los Nkisi, Wangas, Nkita y Mumbonas de sus congos."^ Y lo mismo contina sucediendo en el presente, salvando las distancias clasistas tpicas del momento. 3. Cabrera (1973), p. 15. 267 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 No creemos necesario insistir aqu sobre el fenmeno sincrtico de asimila- cin entre los orichas y mpungos con los santos catlicos, del cual hemos hablado varias veces. Sealemos tan slo que este proceso da lugar a una peculiar dua- lidad en la representacin de los mismos por medio de las estatuas que se colocan en los altares y en los jardines de las casas. As, por ejemplo, una estatua de Chang puede presentarlo con un hombre negro con un hacha de doble filo en la cabeza o como una joven blanca de larga cabellera negra y un cliz y una espada en las manos: la Santa Brbara del santoral catlico. Por lo general, la imagen de Ochn no es otra que la tradicional de Nuestra Seora de la Caridad del Cobre, la virgen mulata con los tres Juanes a sus pies. Y la de Yemay no se distingue de la escultura de la Virgen de Regla que se encuentra en los templos catlicos. Hasta qu punto esta identificacin llega a ser absoluta depende del grado que alcance el proceso sincrtico. Hay sacerdotes, sobre todo en ciertas reglas con- gas, que afirman distinguir precisa y constantemente, en su ritual, entre la deidad o mpungo de origen africano y el santo catlico con que aquellos se han transculturado. Pero, en otros casos, la asimilacin se acerca mucho a la iden- tidad total, particularmente entre los adeptos a la Regla de Ocha. De otro modo no puede comprenderse, para citar un caso, que al referirse a Santa Brbara, sus fieles le agreguen adjetivos masculinos (Santa Brbara bendito, por ejemplo) atribuyndole el sexo de su advocacin africana Chang. Las reglas afrocubanas han adoptado, casi sin excepcin, las festividades del catolicismo. Y as, el 4 de diciembre es el dia de Santa Brbara, de Chang y de Siete Rayos; el 24 de septiembre es el da de la Virgen de las Mercedes, de Obatala y de Mama Kengue; el 7 de septiembre es el da de la Virgen de Regla, de Yemay y de Madre de Agua; etc. El ocho de septiembre, da de la Virgen de la Caridad, tiene lugar una peregrinacin masiva al santuario del Cobre, en el que se identifican en su devocin los catlicos ortodoxos, los practicantes estrictos de la santera (para quienes esa virgen es Ochn) y un gran nmero de otras personas, quizs la mayora, que oscilan entre ambos cultos. (Los congos -una de la pocas excepciones a la regla- celebran da de Mama Chola el doce de septiembre, en vez del ocho). En la popularsima peregrinacin al Rincn el da 17 de diciembre, participan los creyentes de todas las sectas, que rinden homenaje a San Lzaro, a Babal Ay y a Ta Kaengue. Otras festividades catlicas muy respetadas por los afrocubanos son las de Semana Santa (sobre todo el llamado Sbado de Gloria), el Da de Todos los Santos (1 de noviembre), el Da de los Fieles Difuntos (2 de noviembre), el Da de la Noche Vieja (31 de diciembre), como anticipacin del Ao Nuevo, fecha de San Manuel, etc. Los afrocubanos creen que Jesucristo vuelve al mundo no el Domingo'de 268 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Resurreccin sino el Sbado de Gloria: "Nos quedamos sin Dios el jueves y el viernes; si Cristo Jess no resucitara el sbado, el mundo acabara", le explicaba a Lydia Cabrera uno de sus informantes. Y en El Monte se agrega: "Para nuestros negros, que aun observan escrupulosamente los preceptos de la Semana Santa, era y es un gran dia el Sbado de Gloria. El mejor de todos para arrancar palos y arrancar las yerbas, para saludar a la ceiba. Jueves y Viernes Santos, olochas, yalochas y babalawos, se abstienen de ejercer sus funciones y de ofrendarle comida a los orichas: se vaca el agua que baa las piedras del culto y se cubren con telas negras. No se les encienden velas, no se les tocan campanas, aggog, ni siquiera se les da de beber. Los orichas guardan un luto religioso. Y las ngangas cristianas tambin. Los kimbisas desde las seis de la maana hasta la tarde visitan las iglesias y los cementerios. Los aigos cubren a Akanarn (al Sese Erib). No se arranca una sola yerba; pero, a oscuras, antes de salir el sol del Sbado de Gloria, iyalochas, babalawos y paleros, todos van al campo a saludar a la ceiba y proveerse de ewe o de vititi, de yerbas y plantas que llevan a sus casas chorreando el roco -oror- milagroso y sagrado del amanecer... Resucita el Seor, Baba-Olorn. La vida vence a la muerte y contina."* Como puede verse en ese prrafo, la identificacin es evidente: la resurreccin del Dios catlico es tambin la de Olodumare, la de Nsambia, la de Abas. Ya nos hemos referido antes a la integracin ceremonial entre el catolicismo, laRegla de Ocha y de las de Palo Monte, como sucede con el bautismo, el "pago" de misas a los difuntos, la asistencia a misa en ciertas ocasiones, el matrimonio, etc. Como explica Calleja Leal: "Todos los nganguleros son muy asiduos a las iglesias catlicas (en congo "muna-nso-Nsambi"; trad. casa de Dios), a las que se llaman "sinagogas" en las sesiones espiritistas afrocubanas. Tal como ha podido comprobarse, el ngangulero guarda un gran respeto y veneracin hacia la Iglesia Catlica y hacia el clero en general... Por otra parte, resulta muy frecuente que el babalawo , el babalosha y el ngangulero aconsejen el que se ofrezcan misas de funeral en la iglesia a los espritus difuntos, a ser posible cantadas y con rgano; y despus una misa espiritista con el fin de que el difunto se comunique y diga cuanto quiere y necesita, para as ayudarle a purificarse ("coger luz" en la terminologa espiritista afrocubana)... Tampoco resulta extrao el ver a algn afrocubano comulgando en una iglesia antes o despus de acudir a algn ritual religioso afrocubano.... Cualquier investigador que no conozca profundamente los sistemas religiosos afrocubanos, difcilmente podr -distinguir si un afrocubano est realmente rezando a un santo catlico o a un 4. Cabrera (1983), p. 186. 269 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 santo africano; sin embargo, su confusin ser aun mayor si su rezo lo hace un congo o lucum ante una imagen catlica."^ Cuntas corrientes sincrticas pueden encontrarse, entrecruzndose, en esas cortas lneas! Estas complejas interacciones entre los diversos cultos establecidos en la Isla se facilitaban por la naturaleza misma de las religiones afrocubanas tradas a Cuba. Como bien dicen Sidney W. Mintz y Richard Price: "La mayor parte de las religiones africanas eran relativamente permeables a influencias forneas y tendan a ser aditivas y no exclusivas en su orientacin hacia otras culturas."* En realidad lo mismo puede decirse de los dems aspectos de la vida social de los esclavos. El juego dialctico de prdidas, retenciones y sntesis se realizaba -lo hemos visto- a todos los niveles. Mercedes Cros Sandoval nos ofrece un interesantsimo ejemplo de estos sincretismos. Ochn es la duea del dinero en Cuba, probablemente por su asociacin con el cobre, que es el metal con que se fabrican en frica la mayora de los brazaletes y abanicos que se ofrecen a esta oricha. De ah que, en la Isla, Ochn se identificara con la Virgen de la Caridad del Cobre. "Al mismo tiemp las monedas que circulaban en manos esclavas estaban hechas de cobre. El dinero para ellos no poda ser otra cosa que las escasas perras gordas y chicas que furtivamente pasaban por sus manos... Un hecho muy significativo y que en mi opinin parece probar que la relacin de Ochn con el dinero fue a travs del cobre, es que en tiempos pre-revolucionarios, en sus altares frecuentemente se ofrecan centavos norteamericanos. Como ninguna moneda cubana estaba hecha de cobre, los afrocubanos tuvieron que recurrir a una moneda fornea que circulaba ampliamente." La agilidad aculturativa del afrocubano le permite pasar en sus ritos, sin aparente esfuerzo, del caracol cauri (dinero de frica) a las perras chicas y gordas de Espaa en la era colonial y, por fin, al "kilo prieto" de los yankees en la poca republicana, con el absoluto beneplcito de sus dioses. El acomodo constante de las sectas de origen africano entre s y, a la vez con las sectas de los blancos, no es ms que parte del proceso transculturativo en general. El catolicismo, el espiritismo y las reglas afrocubanas se integran en Cuba en un sistema religioso dispuesto en forma de continuo o espectro, con los cultos de origen europeo situados en un polo y los afrocubanos en el otro, mientras entre ellos se extienden las multiformes variedades de la religiosidad popular criolla, que obviamente es tan mulata en ste como en tantos otros aspectos de nuestra mente colectiva. De ese modo, la evolucin de las religiones 5. Calleja Ual (1989), pp. 342-344. 6. Mintz y Price (1977), p. 23. 270 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 deviene un captulo de la formacin de la cultura cubana y, por esa va, de la creacin de la nacionalidad. En vez de separarse en compartimentos estancos y guerrear entre s, los cultos europeos y los afrocubanos tienden a tolerarse, a interpenetrarse, a transculturarse, a sincretizarse en el corazn del pueblo, facilitando de ese modo el surgimiento de una comn conciencia nacional. Dimensiones de lo sagrado en la cosmovisin afrocubana Nos queda, para terminar, medirle la presin a la atmsfera religiosa que rodea la mente del afrocubano. Uno de los resortes capitales de toda cosmovisin es su concepto de lo sagrado, o si se quiere, el equilibrio que existe en ella entre lo sagrado y lo profano. Aqu puede ayudarnos en la investigacin un neolo- gismo acuado por Mircea Eliade: el de hierofana. Cada una de las manifes- taciones de lo sagrado, cada uno de los innumerables vehculos que lo sagrado utiliza para expresarse en la mente de los creyentes (mitos, ritos, dioses, astros, piedras, rboles, aguas, etc., etc.) es ufla hierofana. No existe nada (objeto, movimiento, funcin psicolgica, etc.) que en algn momento de la historia humana no haya sido transformado por algn grupo, en algn rincn del mundo, en una hierofana. Como lo ha puesto Eliade: "Todo aquello con que el hombre ha entrado en contacto, todo lo que ha manipulado, sentido o amado puede convertirse en una hierofana."^ Las religiones modernas encuentran dificultades para dotar de significado religioso a innumerables formas que eran consideradas como categoras de lo divino en Grecia, en Roma y aun en la Edad Media. Las hierofanas de ayer son las supersticiones de hoy. Proporcionalmente hablando, en nuestros tiempos, lo secular se impone a lo mstico aun en los cultos. Lo que caracteriza a las religio- nes afrocubanas es precisamente lo contrario: la enorme heterogeneidad, riqueza y universalidad de sus hierofanas. Para ellas todo es sagrado: el cielo y la tierra, el sol y la luna, las aguas y las piedras, los rboles y las yerbas... Los afrocubanos viven en un mundo reverberante de iluminaciones msticas que se entrecruzan en mil direcciones. Todo objeto tiene un costado material y otro numinoso. Pero lo espiritual lo domina todo. La vida cotidiana consiste en una contacto constante con lo sagrado a travs de sus incontables y ubicuas hierofanas. En los cultos afrocubanos el cielo es la ms alta expresin simblica de la trascendencia divina, de la separacin radical entre Dios y los hombres. En el principio, tierra y cielo estaban reunidos o, por lo menos, eran cercanos vecinos L Eliade (1958), p. n. 271 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 y se comunicaban por medio de un rbol sagrado. Pero, molesto con los pecados de los seres de su creacin, Dios decidi retirarse de la tierra y, al hacerlo, se llev al cielo consigo. En el cielo vive, ajeno y ocioso, lejano, inaccesible. Es por eso que Olodumare, Nsambia y Abas carecen -lo hemos visto- de un culto particular y propio, aunque sus nombres siempre sean invocados con respeto y devocin, porque no se ha perdido la conviccin de que, si lo quisiera. Dios podra en cualquier momento hacer uso de sus tremendos poderes, para bien o para mal de sus criaturas. Dios -segn los lucumes- es 01-orn, el"Duefio del Cielo". Y el Cielo es la residencia de los orichas, de los mpungos, de los espritus, que sirven de intermediarios entre los hombres y la divinidad alejada. El cielo es, pues, fuente potencial de grandes bienes. De l procede, por ejemplo, la lluvia que fertiliza la tierra. Pero puede ser tambin origen de grandes castigos: de l proceden el rayo, la tempestad, el huracn, sometidos a la clera de Chang y a las pasiones de Oy. En el cielo estn las estrellas que son los ojos por donde los seres que lo habitan, poderosos y sabios, miran a la humanidad. Y esa trascendencia de lo divino subraya su sabidura y su omnipotencia, en contraste con las limitaciones que rigen la precaria existencia de los habitantes de la tierra. Esta hierofana provee a la mente afrocubana de la metfora primaria sobre el puesto que a la humanidad le toca en el concierto universal. En su tratado sobre la historia de las religiones, Mircea Eliade dedica dos gruesos captulos al sol y a la luna como hierofanas ampliamente utilizadas por muy diversas sociedades a travs de los tiempos.^ Las religiones negras de Cuba no siguen ese camino. En uno de los patakes de la Regla de Ocha, Agay o Agany, oricha secundario, a veces padre y a veces hermano mayor de Chang, aparece como el sol. En otro, empero, nace en la misma explosin que produce a Ogn. Y, en el reparto que hizo Olodumare, recibe el cuidado de las sabanas. Segn tradiciones no muy comunes, Nana Buruk es la luna, principio femenino, creado por Dios para iluminar la tierra de noche, mientras Agay, principio masculino, haca lo mismo por el da. Para otros, es slo la Obatal ms vieja, una Qbatal hembra. "A Dios no se le identifica con el sol en el frica Occidental", escribe Geoffrey Parrinder en West African Religin. Y agrega: "La presencia del sol es sofocante en el frica Occidental y su aparicin en la priniavera difiere muy 2. Nosotros hemos utilizado la vesininglesatuladaPaernjnComp'''''"ve^^''5'<'"^- Ver Eliade (1958), pp. 124-188. 272 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 poco de la del invierno (que de todos modos es una estacin calurosa y seca) y, por eso, carece d la importancia que le daban los pueblos de los pases fros del norte de Europa y Asia. Tampoco la luna tiene all la misma importancia que le otorgan los pueblos del desierto, habituados a trasladarse de un lugar a otro en las noches de luna. En los trpicos la luna llena es momento apropiado para el baile, pero no para muchas ceremonias religiosas."' Lo mismo, ms o menos, puede decirse de Cuba. Muy distinto es el rol del agua, sustancia primordial de donde todo procede, bsica fuerza germinativa, sin cuya presencia no hay vida posible. El agua es una de las hierofanas cardinales de las religiones afrocubanas. En una pgina memorable, Lydia Cabrera recoge esa vibracin sencilla, candida y pura del alma afrocubana cuando comulga con la santidad del agua. En La Laguna Sagrada de 52 7oa^u/n relata su viaje a la Laguna del Socorro con su informante Francisquilla. La negra centenaria, al llegar a la orilla, presenta las humildes ofrendas que lleva en un cartucho, se arrodilla, saluda al agua milagrosa: "Moyuba... moyuba..." Y entonces toma a la etnloga de la mano, hace que sta se arrodille, se la presenta al agua: "Obini eleyib omo eli. Omo eti lyam olodom." (O sea: "La mujer blanca tambin es tu hija. Es tu hija, madre ma. Seora del Agua.") Y se dedica luego, alegremente, a recoger las yerbas que necesita para purificar, para sanar a sus enfermos, detenindose a cada rato a hablar con algn espritu... "Despus hemos visitado otras lagunas sagradas", escribe Lydia Cabrera. "Ninguna tan bella y secreta como esta inolvidable del Socorro, en la que gracias a la fe de siglos de la antigua esclava que nos condujo a ella, transportndonos a los comienzos del tiempo o a la infancia que recelaba fuerzas desconocidas en la soledad de un ro o en la mar, tuve una demostracin genuina y potica de la perennidad del culto, milenario y universal, que nuestro pueblo contina rindindole al agua."* Como quiera que se presente, el agua es sagrada para nuestros afrocubanos: en el mar, en los ros, los arroyos, los manantiales, los lagos, las lagunas, los pozos, las charcas, las represas... En esas aguas, verdaderos santuarios naturales, se rinde culto a las divinidades del panten lucum y, a la vez, a los mpungos de los congos y dems espritus de todas las sectas. Ochn (la Mama Chola conga) lleva el nombre original de un ro africano y su advocacin catlica, la Virgen de la Caridad del Cobre apareci en el mar. En la imagen que la representa siempre aparecen, en un bote, los tres Juanes a quienes Ella salv de las olas enfurecidas. Yemay (la Baluand o Ma Kal unga de los congos) es para sus fieles 3. Parrinder(1961), p. 23. 4. Cabrera (1973), p. 18. 273 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Reina Universal, porque es el Agua, tanto la salada como la dulce, la Mar de donde procede todo lo creado. Segn algunas tradiciones, de Yemay naci la vida. Y del mar sali el caracol, el que primero habl para decirle a las criaturas lo que deban hacer. Un santero famoso, Celestino Gaytn, llamaba a Yemay "la Seora Madre y Criandera del Mundo." Ya en su lugar nos hemos referido a Olokun, "la Yemay ms vieja", que a veces deviene oricha masculino. Olokun: el ocano, al que se le reza: "Yemay Olokun, con tus poderes de mar, tierra y cielo, da a todos tranquilidad y que no nos falte el pan de cada da y ropas para cubrirnos." Hay quien afirma que al principio no hubo sino Olorn y Olokun: Dios y el Mar, otorgndole a este ltimo un papel tan importante como el de Olodumare en la Creacin. Pero con la infinita labilidad del culto afrocubano, esta divinidad puede cambiar de sexo. Informa Lydia Cabrera: "Olokun, que para muchos taitas habaneros suele ser hombre y slo vive en el mar, a una gran profundidad, encadenado por Obatal, en Matanzas habita tambin, libre de las siete cadenas con que le at el Orichanl, en agua dulce; est en el (ro) Atrevido y bajo la apariencia de una mujer, sale del ro y va a pasearse por la sabana. Es la mayor de las Yemay, y los que han visto a Olokun de lejos, aseguran que es bellsima."' El agua desempea un rol fundamental en los ritos. El agua bendita se usa constantemente en las aspersiones. Y en las ceremonias iniciatorias de todas las reglas, la metfora del agua sirve para simbolizar el trnsito del nefito a su nuevo ser. El agua es lustral: depura, purifica, regenera. La inmersin en agua asegura el renacimiento. Al hundirse en ella el hombre viejo muere, el hombre nuevo nace. Pero el agua no es slo el lquido sagrado de los comienzos, sino tambin el de los finales. En la ceremonia funeraria hay que lavar con ella al cadver, para expurgarlo y abrirle as el camino de la resurreccin. Smbolo de la germinacin y de la vida, tambin puede serlo del castigo por culpas imperdonables: in illo tempore Olokun desat las lluvias, aneg la tierra en un diluvio universal. Slo unos pocos hombres se salvaron, gracias a Obatal, quien les tir una soga (o una escalera, en otras versiones del patak) para que subieran a la loma en que l habitaba.* Como se ve, no slo en los ritos, sino tambin en los mitos, el agua juega un papel central. Dnde sino a orillas de un ro se funda la Sociedad Abaku, cuyo animal sagrado -el pez- del Ro Sagrado procede? 5. Cabrera (1973), pp. 21-22. 6. En otros patakies se dice que quien salv al mundo del diluvio fue la diosa acutica Ochn. Cecilio Prez (Ob Ecn) afirma que slo Ochn pudo llegar a Olodumare y conseguir de El que pusiera fin al desastre. Prez (1985), pp. 168-169 y 335. 274 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Entre las ms comunes metforas sacras de nuestras "reglas" criollas est aquella de "refrescar" el mundo que nos rodea: lo que, por lo general, se hace con agua, a veces con agua helada o con hielo. Para la mente afrocubana las malas pasiones -la ira, el odio, la envidia- son "cahentes". Para ahuyentarlas, para "refrescarlas" hay que usar el agua que atrae las virtudes de "lo fresco": la paz, el amor, la amistad, el bien. Se les echa agua al coco y a los caracoles adi- vinatorios para que no se calienten y vayan a salir con letras nefastas. Y los autores conocen a personas que, cuando lo creen necesario, baldean su casa con hielo, "para sacar lo malo."'' Las aguas pueden ser faustas, fecundantes, salvadoras. Pero tambin las hay nefastas, donde residen -junto a los dioses- los duendes antropomorfos, barri- gones, cabezones, deojos muy blancos y bocas muy rojas: los gijes o jiges que describiera como nadie Nicols Guillen en su balada famosa, donde "las turbias aguas del ro / son hondas y tienen muertos": Enanos de ombligo enorme pueblan las aguas inquietas; sus cortas piernas, torcidas: sus largas orejas, rectas. Ah, que se comen mi nio, de carnes puras y negras, y que le beben la sangre, y que le chupan las venas, y que le cierran los ojos, los grandes ojos de perla! eque, que se vaya el eque! Gije, que se vaya el gije! Aunque, en verdad, el costado positivo del agua predomina sobre el negativo. El agua de los templos de Obatal debe cambiarse todos los das. Y una virgen o una anciana de intachable conducta deben buscarla fresca, por la maana, de un manantial que el uso humano no haya todava contaminado. De ah la mxima 7. Chango, dueo del fuego, "tiene la cabeza muy caliente", es decir, es muy iracundo. Cuando Chang habla en el orculo del Dilogn, se acostumbra a "enfriar" los caracoles con agua fra. Cf. Cros Sandoval (1975), p. 192. Lx)s ejemplos de estos "enfriamientos" pudieran multiplicarse hasta el infinito. 275 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 que ha de regir la existencia de todos fieles: "Tu vida debe ser tan clara y tan pura como el agua que se recoge del manantial temprano por la maana."* Y ahora dos palabras sobre la piedra. Como vehculo de lo numinoso, sta siempre alude a algo que est separado de su propia naturaleza ptrea. Como objetos rituales, las piedras u otanes nada tienen que ver con los megalitos prehistricos, con las rocas fertilizantes, o con los meteoritos sacralizados de otras culturas. En Cuba no hay un Stonehenge ni una Meca. Pero cada oricha tiene su otan (o ms bien: sus otanes, ya que pueden ser varios), es decir, sus piedras sagradas, que cada fiel guarda en la sopera de su santo, y que fueron sacramentadas durante la ceremonia de iniciacin, cuando el oricha del padrino se traslad, gracias a la liturgia adecuada, de sus piedras a las del ahijado. De acuerdo con un viejo patak, Olofi (Olodumare) para crear a los orichas se hizo de cierto nmero de piedras chatas y lisas y proyect sobre ellas s ach. Fue de esos otanes, saturados de potencia sagrada, que nacieron los distintos dioses del panten lucum.' Por eso, aun hoy, en el otan residen los santos. Honrar la piedra es honrar al santo. A esas peculiares divinidades petrificadas se "les da de comer", o sea, se les sacrifica, como al dios que representan. Constituyen, en definitiva, e\ fundamento de cada practicante de la Regla de Ocha, el centro de su culto privado, as como las cazuelas de las ngangas lo son para los practicantes de los ritos congos. Los procedimientos para sacralizar las piedras varan de santo a santo. Las de Agay, para citar un caso, deben ser sumergidas en un ro por nueve das. Despus el nefito es conducido por una hija de Ochn a buscarlas. Es muy corriente el "refrescarlas" ya con omiero -el caldo sagrado lucum-, ya con otras sustancias, como la manteca de corojo, la niiel de abejas, etc. Tambin pueden utilizarse ciertas hojas. Para "refrescar" a Ochn y a Yemay se envuelven sus piedras en lechuga. Quien herede una de estas piedras tendr que realizar otro rito para "quitar del otan la mano del muerto". El otan posee todo el ach, toda la potencia del oricha que lo habita. Por eso es que la piedra en que se materializa el poderoso y temido Babal-Ay suele ser entregada al iniciado en un recipiente hermticamente cerrado: "como en la tierra qued encerrada su enfermedad."'" 8. Cf. Cros Sandoval (1975), p. 130. \ 9. Sobr el proceso de identificacin de los orichas con los otanes vase el pataki del Elegua prncipe en Gonzlez Wippler (1989), pp. 31-32. 10. Esta frmula es una referencia al mito segn el cual, oyendo las peticiones del pueblo daliomeyano, a cuyo desptico soberano Babal haba humillado, Olodumare le limpi al santo las aaras y los pecados de su vida licenciosa mediante un aguacero que los arrastr a un profundo hoyo abierto en la tierra. Cf. Cabrera (1980), p. 78. 276 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Cada uno de los otanes de los diferentes orichas posee alguna particularidad propia. El de Obatal, conocido con el nombre de oke, debe ser blanco y se le guarda en una sopera engalanada con collares de cuentas tambin blancas. La piedra de Elegua, por lo general, presenta cuatro esquinas o tiene forma de pirmide. Se coloca sobre un pedestal hecho de algn metal. Frecuentemente se fabrican con cemento, sealndose los ojos y la boca por medio de caracoles. Las "piedras de rayo", hachas pulimentadas de los indios cubanos, pertenecen a Chang. Los otanes de Ochn deben venir de un ro, como smbolos de la diosa fluvial. En cambio, el de Olokn debe ser piedra de mar. Y el de Osan debe proceder del monte... Etc., etc." Aunque su influencia ritual es prcticamente nula, no podemos olvidar a este respecto las piedras preciosas (otan iyebiy), a las que Lydia Cabrera ha dedicado un interesante volumen, donde puede leerse: "Que las piedras finas poseen una virtud, una fuerza secreta -un ash- y que ejercen una influencia buena o mala, esto no lo ignoraba ningn Bab..."'^ Es muy frecuente que los fieles se compren prendas con la piedra del mismo color simblico de la divinidad que le pertenece. Segn viejas tradiciones estas piedras tienen gran valor como "resguardos" o amuletos. Al estudiar a cada oricha, en el primer captulo de este tomo, hemos mencionado las piedras preciosas a l especficamente ligadas. Por vivir en un mundo saturado de esencias msticas, el afrocubano no puede concebir lo natural ni tampoco lo cultural sino como otros costados de lo numinoso. Segn ya hemos visto, cada oricha posee un nmero de "herramien- tas", "atributos" o smbolos propios y distintivos, que se convierten en peculiares hierofanas. Pueden ser objetos de hierro, como los que pertecen a Ogn (cazuelas, cuchillos, machetes, yunques, picos, palas, hachas, llaves, herraduras, martillos, mandarrias.) Pueden ser de plomo como lo que pertenece a Yemay y lokun (una media luna, un sol, un par de remos.) De plata, como la media luna y el sol de Obatal. O de ncar, como el huevo de ese mismo santo. Flechas, lanzas, campanas, dagas, bateas, tarros de buey, muletas, escobillas de palmiche. .. La lista es inacabable. Y en la misma categora podemos colocar las sustancias que entran en las nganga o "prendas" de los congos. Tericamente cada una de stas es un micro- cosmos donde se integran todas las fuerzas del universo. En la prctica, segn sabemos, junto al espritu, nfumbe o "perro nganga" que la habita, pueden en- contrarse en ella "palos" muy variados, numerosos bejucos y yerbas, tierra de bibijagero y de cementerio, piedras, animales disecados, machetes, cadenas, I L Cf. Cros Sandoval, op. cit., pp. 139, 173, 190 y passim. 12. Cabrera (1970), p. 7 277 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 pauelos, esperma de vela, ceniza de tabaco, arena, azogue, agua bendita (si la nganga es "cristiana")... y, desde luego, huesos humanos, preferiblemente crneos, la apreciadsima kiyumba... Tampoco la lista tiene aqu lmites. Diferencindose de lo que suceda en frica, donde lo agrario, es decir, el cultivo de las plantas, era en tiempos de la trata un importante vehculo de lo sagrado, en Cuba este costado de la religiosidad popular sufri notable erosin. Esoexplica, por ejemplo, por qu Oricha Oko, la divinidad duea de la fertilidad, de los huertos y de las viandas (identificado, como se sabe, con San Isidro el Labrador) fue perdiendo influencia a todo lo largo de nuestra vida colonial. Ya sea por el escassimo inters que naturalmente sentan los esclavos por la cosecha de sus amos, ya por el trnsito del rgimen de produccin horticultural al de la agricultura propiamente dicha, ya por su relacin con ritos de fecundidad cuajados de ricas alegoras sexuales que eran inaceptables en la Cuba cristiana, el culto a Oricha Oko no tiene en nuestros tiempos la popularidad que asiste a los de otros santos." De todas las hierofanas, la ms universal y expresiva, entre los afrocubanos, es la vegetacin en su estado natural y primario, es decir, tal como se presenta en el monte, en la manigua, en la tierra inculta. Entre sus malezas viven los orichas, los mpungos y los espritus ancestrales. Y tambin los Eshus, los entes diablicos, los seres melficos. "Los santos estn ms en el Monte que en el Cielo", dicen los viejos devotos de Ocha, Palo y Abaku. "El monte est lleno de demonios", agregan. As lo explicaba el famoso santero Gabino Sandoval: "Eggo, el Monte, es como un templo. El blanco va a la iglesia a pedir lo que no tiene... Va a la casa de Dios a atender sus necesidades... Nosotros los negros vamos al Monte como si fusemos a una iglesia llena de santos y de difuntos, a pedir lo que nos hace falta.:." Por eso al Monte hay que respetarlo, riay que saludarlo reverentemente. Hay que pedirle permiso para recoger yerbas y palos en l. Y hay que pagarle las licencias, cuando las da. "Arboles y plantas son seres dotados de alma, de inteligencia y de voluntad, como todo lo que nace, (prece y vive bajo el sol, como toda manifestacin de la naturaleza, como toda cosa existente. Por lo menos, as lo creen a pie juntillas mis numerosos confidentes."'* 13. Cf. Cros Sandoval (1975), pp. 254-257. Todava, sin embargo, las mujeres estriles suelen hacerle sacrificios a este dios de la fecundidad. 14. Cabrera (1983), p. 16. El nmero de plantas de todo tipo empleadas en los ritos afrocubanos es extraordinario. Lydia Cabrera ha compilado dos catlogos de nuestra botnica religiosa. El primero aparece en El Monte (pp. 289-564) y recoge 555 especies. El otro se encuentra enLaMedicina Popular de Cuba (pp. 233-277) y anota 777 especies. Desde el costado congo, Guillermo Calleja Leal enumera 549 especies vegetales en su tesis de grado sobre Palo Monte (pp. 891-912). 278 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 Toda la fuerza sobrenatural de los dioses -su ach, para decirlo en lucum- se traslada a la vegetacin que les pertenece. Usar la planta equivale a manipular la divinidad. Sin "yerbas" (ewe, en lucum; vititi nfinda, en congo) no hay magia posible. Troncos, hojas, bejucos, races sirven para alejar lo malo, para atraer lo bueno, para curar las enfermedades del cuerpo y del alma, anulando el eque o malembo que las producen. El Monte es una botica natural. "El remedio santo, la salvacin providencial, indiscutiblemente, todava est en el monte: en iliggi, igb, yuk, obyuto, ngey, aroco, egg o ninfei, como lo llaman los descen- dientes de lucumes; musito, miangu, dituto, nfindo, finda, kunfinda oanabuttu, los descendientes de congos; porque los rboles, ik, nkuni, musi, son habi- taciones de orichas, de mpungos y de espritus -ngangas-, y en las yerbas im- pregnadas de arcanas y esenciales virtudes, actan influencias dlas divinidades, o las mismas divinidades en persona, 'que gobiernan el mundo' y el destino de cada hombre."'^ Muchos son los rboles que adquieren categora sagrada en los cultos afrocubanos: la palma real, el jagey, el laurel, la caa brava... Pero el ms importante de todos es, sin duda alguna,'la ceiba, el gigante de los campos de Cuba, como le llama Esteban Pichardoen su famoso Diccionario. Majestuosas, potentes y solemnes, alcanzando a veces alturas de ms de veinticinco varas, con troncos que tres hombres no logran abarcar, con largas ramas abrazantes y enormes races areas llamadas "estribos", las ceibas han recibido siempre en nuestra patria la respetuosa veneracin de los campesinos de todos los colores y aun de la poblacin urbana en general. La ceiba es la ms poderosa de las plantas. No hay rayo que la hiera, ni huracn que la derribe: cuando el diluvio universal fue el nico rbol que respetaron las aguas. La ceiba no pertenece a ningn oricha, mpungo o espritu en particular, sino a Olorn (Olodumare), a Nsambia, a Abas, esto es, a Dios. Los nombres que recibe as lo atestiguan. Iroko -el nombre africano de la especie- es Iggi-Olorn, el rbol de Dios, para los lucumes. Los congos le dicen Mama Ungundu y, adems, Nkunia_Nsambi o rbol de Dios, Nkunia nso-Nsambi o rbol casa de Dios, o Musinda Nsambi, la madera de Dios. Su nombre abaku es Ukano Benkosy rbol del nacimiento, de los orgenes. Y en los tres cultos afrocubanos sus funciones son similares y su significacin metafrica muy parecida. Nada en la naturaleza se encuentra tan cerca de la divinidad, aunque debe insistirse en que la ceiba no es adorada como tal, sino por todo lo que implica y representa. La ceiba figura como fuente de un gran nmero de metforas de honda significacin cosmolgica. Es smbolo del universo, reflejo del Todo en proceso 15.Cabrera(1983), p. 20. 279 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 constante de transformacin y cambio. Esteban Pichardo hace notar la peculiar sensibilidad de este rbol tropical a las estaciones, pues pierde todos los aos sus hojas que luego reproduce en la primavera. Esta renovacin se toma como clara referencia al ciclo constante de la vida, de la muerte y la resurreccin; al ines- capable proceso de decadencia y de regeneracin peridicas de la existencia. La ceiba parece morir, pero sigue viva. El hombre parece morir, pero su alma sobrevive y puede regresar a la tierra desde el palo sagrado en que habita. Su papel de Diosa Madrees tambin evidente. Corno madre se dirigen a ella los fieles. Mama Ungundo la llaman los congos. Se la identifica con la Virgen Mara porque cuando el nifio-dios era-perseguido, segn la leyenda, Madre e Hijo encontraron en ella refugio salvador. Otras veces se la identifica con la Pursima Concepcin. Por eso la ceiba es la Gran Intercesora. En la mitologa afrocubana estuvo al principio en el centro de la creacin, en el ombligo del mundo, como tantos otros rboles sagrados en el desarrollo histrico de las religiones.'* Serva de escalera para comunicar al cielo con la tierra:.era el puente tendido en-e Dios y los hombres. Por ella bajaban los orichas y los mpungos. Por ella ascendan los cimarrones perseguidos al reino de la libertad. Como lo hizo Desiderio Luna, segn vimos en el primer tomo de esta obra (pp.210-211). Como lo hizo Oduk, la esclava conga vrillumba, quien por sus ramas escap de los perros y los rancheadores y por ellas regres a su frica natal.'^ La ceiba es templo, altar, lugar sagrado. Axis Mundi. Eso explica por qu cortarla constituye un sacrilegio que separa al culpable de la comunin con el cosmos. Innumerables son los ejemplos de los horrendos castigos que han sufrido los mutiladores del "rbol de la vida". Por ser residencia de los dioses, asamblea de los espritus y cementerio de los antepasados, la ceiba recibe las oraciones, las ofrendas y los sacrificios de todos los cultos. Los abakus, antes de sacrificar al chivo lo presentan al palo entre cuyos estribos se sepultaron originariamente los restos de Sikn. Los congos y lucumes riegan su tronc y sus races con la sangre de aves y d cabros, de puercos y novillos. Y le encienden velas. Y l regalan huevos hervidos bien untados de manteca de corojo, galletas, chucheras. Es ste el rbol mgico por excelencia. Como dice Calleja Leal: "Los ngan- guleros participan de la creencia de que por medio de la ceiba pueden con- seguirse hasta las cosas ms difciles e inverosmiles; y adems, consideran que cualquier hechizo realizado con 'licencia' (permiso) de Mama Ungundu, es 16. Cf. Eliade (1958), pp. 283-290. 17. Cf. Calleja Leal (1989), pp. 781-783. 280 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 infalible e indestructible."'* Lo mismo sostienen la santera y el flafliguismo. Sus poderes son generalmente beneficiosos. Nadie ms misericordioso, ms bendito. Pero tambin puede causar desgracia. La ceiba es a la vez santa y te- rrible. Es planta salutfera y, al mismo tiempo, planta bruja, temible, inmiseri- corde. Como otras tantas ontologas (desde la mesopotmica a la nrdica), la del afrocubano es capaz de atar en una sola especie vegetal a la tierra, al cielo y al infierno. Duea del milagro, es capaz de comunicar la potencia, el ach extraordinario que la anima. Bajo su sombra colocan los congos sus ngangas, para saturarlas de su virtud, o all las entierran, para que "aprendan sus misterios". Lo mismo hacen con el espejo mgico, el vititi-mensu, para que le muestre lo oculto. Por lo general es junto a una ceiba donde se establecen los convenios entre el brujo y los seres del otro mundo. Y en las reas rurales el candidato a mayombero debe dormir siete noches seguidas debajo de su copa. Para buscar su proteccin los babalaos-derraman miel y dejan aves y monedas y velas encendidas sobre sus raigones. Los aigos no inician ceremonia sin hacerle primero reverencia y los remes la adoran antes de entrar al famb. Hasta la tierra que la rodea se carga de su esencia milagrosa y es usadsima para fabricar "resguardos". En la etnomedicina afrocubana su rol es protagnico. Todo en ella se usa para curar: el tronco, las races, las hojas, los retoos, la savia, el agua que rezuma (conocida con el nombre de "sudor de la ceiba".) In illo tempore tena la facultad de resucitar a los muertos. Y varios patakes y kutuguangos explican cmo y por qu el hombre perdi ese privilegio. Pero sus potencia curativa sigue intacta. Las infusiones, cocimientos y tisanas hechas con sus hojas se administran tanto a los seres humanos como a las bestias. Son reconstituyentes, rejuvenecen, prolongan la vida. Curan las enfermedades venreas, las del aparato urinario, la anemia, la locura. Fecunda a las mujeres estriles, pero puede servir tambin como contraceptivo. Es, sin duda, el ms universal y potente de los remedios. En El Monte copia Lydia Cabrera la transculturadsima oracin que, con un crucifijo en la mano derecha, y de hinojos, le recitaba un kimbisa amigo suyo a la ceiba que haba plantado en el patio de su casa. Deca as: "Nkisi, Santsimo Sacramento del Altar, Padre, Hijo, Espritu Santo, tres personas en una y una so- la esencia verdadera. Virgen Mara y Doa Mara que cubre a Sambi. Ba Ceiba. Con licencia Nsambi y mi Tatandi y Guandi mi bisi. Con permiso Madre Ceiba, en este instante yo te mboba (hablo) con todo mi nchila (corazn) para llamar a tu divina influencia y ests presente ante m, ejemplar admirable de la ternura maternal, flor de todos los hijos, forma de todas las formas, alma y espfritu y 18. Calleja Leal (1989), p. 771. 281 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992 armona. Ceiba, consrvame, protgeme, condceme, lbrame de todos los esp- ritus malos que nos asedian continuamente sin que nosotros sepamos, y concdeme....(aqu le peda loque especficamente deseaba)." Y luego le besaba el tronco y las races, derramaba tres pocos de agua, daba tres golpes con la mano en la tierra y se retiraba sin volverle las espaldas al rbol sagrado." Por lo que representa dentro del complejo cultural afrocubano, la ceiba funciona en Cuba como la mxima hierofana y como el crucero de todos los sincretismos. . Y as, mientras el secularismo pene-a hoy ms que nunca el mundo religioso, los cultos afrocubanos -tanto en la Isla como en el exilio- se aferran a sus viejas frmulas sagradas, fundiendo al espritu con la naturaleza, a los muertos con los vivos y al hombre con sus dioses y sus antepasados desaparecidos. Y al explicar el presente recurriendo a un pasado mtico y a un futuro numinoso, hacen vivir a sus practicantes, dia a da, minuto por minuto, en contacto permanente con su concepto de eternidad. 19. Cabrera (1983), pp. 180-181. 282 J orge Castellanos & Isabel Castellanos, Cultura Afrocubana, tomo 3, Universal, Miami 1992