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Fuentes Historia Medieval-2014 PDF

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SELECCIN DE FUENTES DE LA EDAD MEDIA

Curso Historia Medieval 2014


Profesor: Patricio Arriagada

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Fuentes Historia Medieval

SAN AGUSTN Y EL SAQUEO DE ROMA

Pero eso que ha acontecido por primera vez, el hecho de que ese salvajismo brbaro,
por un prodigioso cambio del aspecto de las cosas, se haya mostrado tan dulce hasta el
punto de escoger y designar, para llenarlas con representantes del pueblo, las ms vastas
baslicas, dentro de las cuales nadie sera acometido, de donde nadie sera arrancado,
adonde muchos seran conducidos para su liberacin por enemigos compasivos, de donde
nadie sera llevado en cautividad ni aun por los ms crueles enemigos: esto, en nombre de
Cristo, es a los tiempos que hay que atribuirlo.(1)

Acaso no es verdad que odian el nombre de Cristo aquellos mismos romanos cuyas
vidas perdonaron los brbaros por reverencia a Cristo? Son testigo de ello las capillas de los
mrtires y las baslicas de los apstoles, las cuales, en aquel saqueo de la ciudad, recibieron
en su seno a los que en ellas buscaron refugio, tanto a los suyos como a los ajenos. Hasta
sus puertas llegaba la crueldad del enemigo; en ellas se pona fin a su locura carnicera; a
ellas eran conducidos por los propios enemigos compadecidos aquellos a los que,
encontrados fuera de estos lugares, haban perdonado la vida, para que no cayesen en
manos de aquellos que no se sentan movidos por la misma misericordia; incluso estos
mismos, sin embargo, que en otros lugares eran sanguinarios y crueles, cuando llegaban a
estos lugares, donde les estaba prohibido lo que por derecho de guerra se les permita en
otros sitios, vean frenada toda su crueldad de acometida y roto su deseo de botn...(2)

La verdad es que los galos pasaron a cuchillo a los senadores y a todos los que
pudieron encontrar en la ciudad, a excepcin de los que se refugiaron en la fortaleza del
Capitolio que, de la forma que fuera, logr defenderse ella sola; e incluso a los que se
refugiaron en esta colina les vendieron a cambio de oro su vida, la cual, aunque no podan
quitrsela con armas, s podan agotrsela con el asedio. Los godos, por el contrario,
perdonaron la vida a tantos senadores que lo que ms extrao resulta es que se la quitaron a
algunos.(3)

(1) San Agustn, en: Le Goff, J., La Civilizacin del Occidente Medieval, Trad. de J. de C.
Serra, Ed. Juventud, 1969 (Paris, 1965), Barcelona, p. 37.

(2) San Agustn, De Civitate Dei, 1, 1, en: Polmica entre cristianos y paganos a travs de
los textos, Ed. de E. Snchez S., Akal, 1986, Madrid, pp. 280.

(3) San Agustn, De Civitate Dei, 3, 29, en: Polmica entre cristianos y paganos a travs de
los textos, Ed. de E. Snchez S., Akal, 1986, Madrid, p. 283.
3
SAQUEO DE ROMA SEGN JORDANES

Despus que Teodosio, que amaba la paz y a la nacin de los godos, hubo muerto,
sus hijos, por su vida fastuosa, arruinaron el uno y otro imperio, y dejaron de pagar a sus
auxiliares, es decir, a los godos, los acostumbrados subsidios. Estos experimentaron
rpidamente hacia aquellos prncipes un disgusto que no hizo ms que acrecentarse; y,
temiendo que su valor se perdiese en una paz tan larga, eligieron por rey a Alarico. El era
de la familia de los Baltos, raza heroica, la segunda en nobleza despus de los Amalos. Y
aquel nombre de Balto, que quiere decir "bravo", le haba sido dado desde haca largo
tiempo por los suyos, a causa de su valenta e intrepidez. Tan pronto como fue hecho rey,
en consejo con los suyos, Alarico los convenci de ir a conquistar reinos y no permanecer
ociosos bajo la dominacin extranjera. Y, a la cabeza del ejrcito, bajo el consulado de
Estilicn y Aureliano, atraves las dos Panonias, dejando Firmium a su derecha, y entr en
Italia, entonces casi vaca de defensores. No encontrando ningn obstculo, acamp cerca
del puente Condinianus, a tres millas de la ciudad regia de Ravenna. Esta ciudad, entre las
marismas, el mar y el Po, no es accesible sino por un solo costado. Fue antao habitada,
segn una antigua tradicin, por los Enetas, nombre que significa "digno de elogio".
Situada en el seno del Imperio Romano, en la costa del mar Jnico, est rodeada y como
sumergida por las aguas. Tiene al oriente el mar; y si, partiendo de Corcire y de Grecia, y
tomando a la derecha, se atraviesa directamente este mar, se pasa primero delante del Epiro,
enseguida delante de Dalmacia, Liburnia, Istria y se ve florecer de su remo Venecia. Al
Occidente est defendida por pantanos, a travs de los cuales se ha dejado un estrecho
pasaje como una especie de puerta. Est rodeada, al norte, por un brazo del Po llamado
canal de Ascon y, en fin, hacia el medioda, por el Po mismo, que se designa ahora con el
nombre de Eridan, y que lleva, sin rival, el nombre de rey de los ros. Augusto rebaj su
lecho y lo hizo muy profundo; lleva a la ciudad la sptima parte de sus aguas, y su
desembocadura forma un puerto excelente, donde antao, segn Dion, se poda estacionar,
con toda comodidad, una flota de doscientos cincuenta veleros. Hoy da, como dice Fabius,
en el antiguo lugar del puerto, se ven vastos jardines llenos de rboles, de donde ya no
penden velas sino frutos. La ciudad tiene tres nombres que la glorifican, segn los tres
barrios en que se divide y de los cuales se han tomado los nombres: el primero es Ravenna,
el ltimo es Classis, y el del medio es Cesrea, entre Ravenna y el mar. Construido sobre un
terreno arenoso este ltimo barrio es de un acceso dulce y fcil, y cmodamente situado
para los transportes.
As, pues, cuando el ejrcito de los visigodos lleg a esta ciudad, envi una
delegacin al emperador Honorio, que se encontraba encerrado all, para decirle que, o
permita a los godos habitar pacficamente en Italia, y entonces vivir con los romanos en
paz, de tal suerte que las dos naciones no parecieran ms que una, o se preparaba para la
guerra, y que el ms fuerte venciera al otro, establecindose la paz tras la victoria. Aquellas
dos proposiciones horrorizaron a Honorio que, tomando el consejo del Senado, deliber
sobre los medios para hacer salir a los godos de Italia. Se determin al final hacerles una
donacin, confirmada por un rescripto imperial, de la Galia e Hispania, provincias alejadas
que por aquel entonces haba casi perdido, y que asolaba Genserico, rey de los vndalos, y
autoriz a Alarico y su pueblo para aduerselas, si podan, como si siempre les hubieran
pertenecido. Los godos consintieron en este arreglo, y se pusieron en marcha hacia los
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territorios que les haban sido concedidos. Pero cuando ellos se hubieron retirado de Italia,
donde no haban cometido dao alguno, el patricio Estilicn, suegro del emperador Honorio
(ya que este prncipe despos, una despus de la otra, a sus dos hijas, Mara y Termantia,
que Dios llev de este mundo castas y vrgenes), Estilicn, digo, avanz prfidamente hasta
Pollentia, ciudad situada en los Alpes; y como los godos no desconfiaban de nada, cay
sobre ellos, estallando una guerra que habra de llevar a la ruina de Italia y a su propia
deshonra. Este ataque imprevisto primero sembr el pnico entre los godos; pero bien
pronto, retomando el coraje y animndose los unos a los otros, segn su costumbre,
pusieron en fuga a casi todo el ejrcito de Estilicn, lo persiguieron y lo aniquilaron: en el
furor que los posea, abandonaron su ruta y, volviendo sobre sus pasos, entraron en Liguria.
Despus de haber hecho un rico botn, asolaron tambin la provincia de Emilia; y,
recorriendo la va Flaminia entre el Piceno y la Toscana, devastaron todo lo que se
encontraba a su paso, de un lado y de otro, hasta Roma. Entraron, en fin, a esta ciudad, y
Alarico dej pillarla; pero la defendi de ponerle fuego, como es habitual entre los paganos,
as como de hacer dao alguno a aquellos que se encontrasen refugiados en las iglesias de
los santos. Los godos, dejando Roma, llegaron a Bruttium, pasando por la Campania y la
Lucania, donde cometieron igualmente destrozos. Despus de estar detenidos un tiempo,
resolvieron pasar a Sicilia, y, desde all, al Africa... pero, algunos proyectos que realiza el
hombre no se realizan sin la voluntad de Dios: en el tormentoso estrecho muchos de sus
veleros se hundieron, y otros, en gran nmero, se dispersaron; y mientras que, obligado a
retroceder, Alarico deliberaba acerca de qu iba a hacer, la muerte lo sorprendi de golpe, y
se lo llev de este mundo. Los godos, llorando a su amado jefe, desviaron de su lecho al ro
Barentius, cerca de Cosentia; ya que este ro corre al pie de una montaa y baa a esta
ciudad con sus aguas bienhechoras. Al medio de su lecho hicieron excavar, a una tropa de
cautivos, un lugar para inhumarlo, y al fondo de esta fosa, enterraron a Alarico con una
gran cantidad de objetos preciosos. Despus, llevaron de nuevo las aguas a su lecho
primitivo; y para que el lugar donde estaba su cuerpo no pudiera ser jams conocido por
nadie, mataron a todos los sepultureros.

Jordanes, Gtica (s. VI), en: Piganiol, A., Le Sac de Rome, Albin Michel, 1964, Paris, pp.
278-281. Trad. del francs por Jos Marn R.


PAGANISMO EN EL SIGLO IV: SMACO

Cada nacin tiene sus propios dioses y peculiares ritos (suus enim cuique mos,
suusritus est)... Justo es reconocer que hay una sola divinidad, oculta detrs de tan
diferentes adoraciones. Todos contemplamos los mismos astros, nos es comn el mismo
cielo, nos encierra el mismo mundo. Qu importa la manera que tenga cada cual de buscar
la verdad? A tan grande misterio no se llega por una sola va (Uno itinere non potest
perveniri ad tam grande secretum).
As, el uso y el hbito cuentan en mucho para dar autoridad a una religin. Djanos,
pues, el smbolo sobre el cual nuestras promesas de lealtad han sido juradas por muchas
5
generaciones. Djanos el orden que ha brindado gran prosperidad a la Repblica. Una
religin debe ser juzgada por su utilidad a los hombres que la abrazan. Aos de hambre han
sido el castigo al sacrilegio.

Smaco, Relatio (c. 391-392), en: Dill, S., Roman Society in the Last Century of the
Western Empire, Meridian Books, Second Revised Ed., 1958, pp. 30-31. Trad. del ingls
por Jos Marn R.; Ozanam, A.F., Los Orgenes de la Civilizacin Cristiana, Trad. de P.
Caizares, Ed. Agnus, 1946, Mjico, p. 130; Bloch, H., "The pagan revival in the West at
the end of the Fourth Centrury", en: Momigliano, A., The Conflict between Paganism and
Christianity in the Fourth Century, At the Clarendon Press, 1963, Oxford, pp. 196 y s.


LAS DOS POTESTADES (494)

Dos son [las potestades], Augusto Emperador, por las cuales este mundo es
principalmente regido: la sagrada autoridad de los pontfices y el poder regio (auctoritas
sacrata pontificum et regalis potestas). En las cuales la carga de los sacerdotes es tanto ms
grave cuanto que en el juicio divino de los hombres tambin habrn de dar cuenta por los
mismos reyes. Vos, clementsimo hijo, harto lo sabis: sobrepasis a todos los hombres en
dignidad (praesideas humano generi dignitate); con todo, doblegis humildemente vuestra
cerviz ante los ministros de los Divinos Misterios y de ellos recibs los medios que os
conducirn a la salvacin eterna. Asimismo reconocis que cuando los santos sacramentos
son administrados cual corresponde, debis ser contado entre los que participan
humildemente de ellos y no entre los Ministros: en tales cosas, Vos dependis de los
sacerdotes y no os es lcito esclavizarlos a vuestra voluntad. Porque si en el campo de la
organizacin jurdica civil (quantum ad ordinem publicae disciplinae), los mismos
superiores eclesisticos reconocen que el Poder Imperial os ha sido concedido por la Divina
Providencia y que, en consecuencia, deben obediencia a vuestras leyes y procuran no
ofenderos en lo mnimo en este orden en que Vos sois el que manda, con cunta mayor
disposicin y alegra habr que prestar obediencia a aquellos que son puestos por Dios para
la administracin de los grandes Misterios? En conclusin: as como sobre la conciencia de
los obispos recae una grave responsabilidad cuando, debiendo hablar, callan en asuntos de
orden sobrenatural, tambin para los que deben escuchar existe un grave peligro si se
muestran orgulllosos (lo que Dios no permita), en lo que deberan ser sumisos y obedientes.
Y si los corazones de los fieles deben rendirse humildemente ante los sacerdotes en general,
cunto mayor no habr de ser la reverencia y el acatamiento que se deba al obispo que
ocupa aquella sede elegida por la Soberana Majestad de Dios como lugar de Primaca sobre
todos los dems obispos y que, en todo tiempo, fue objeto de la ms tierna devocin por
parte de la Iglesia entera? Porque, mi amado hijo, como ciudadano romano respeto y venero
al emperador romano; y como cristiano me urge el anhelo de hallarme en correspondencia y
comunin real y verdadera con Vos, puesto que sois dechado de celo por la gloria del
Seor. Pero como pontfice que ocupa la sede apostlica, a pesar de mi indignidad y mis
pocas fuerzas, no puedo menos que intervenir con prudencia, pero tambin con prontitud
all donde se ofende la integridad de la fe catlica. Por algo me ha sido confiada la custodia
6
y direccin de la Palabra divina, y pobre de m si no anunciare la Buena Nueva. De todo lo
que antecede, como no puede menos de apreciar vuestra Majestad, se desprende una
conclusin: que nadie, jams y por ninguna razn terrena, debe orgullosamente revelarse
contra el Ministerio de aquel hombre singular, puesto por Cristo como Cabeza de todos y al
que la Santa Iglesia, en todo momento, ha reconocido y reconoce an hoy como su Pastor
Supremo. Lo que Dios ha establecido jams podr ser atropellado por la arrogancia de los
hombres; pero jams podr prevalecer potestad alguna, cualquiera que sea, sobre las
disposiciones divinas. Ojal que la audacia y torpeza de los perseguidores de la Iglesia no
fuese para ellos causa de su condenacin eterna, a imitacin de la Iglesia a la que no pueden
doblegarla las ms furiosas tormentas! La Obra que Dios ha fundado con tanta firmeza
permanecer en pie. Pudo jams ser vencida la fe, cuando alguien se propuso combatirla?
No triunf ms bien y se robusteci precisamente all donde se crey habrsela arrastrado?
Es tiempo, pues, de que cesen en vuestro Imperio los mercenarios de cargos que no les
corresponden, los cuales abusan precisamente de los momentos de confusin introducidos
por ellos en la Iglesia. No debe permitirse por ms tiempo que logren lo que inicuamente
persiguen, olvidndose de que Dios y los hombres les han sealado el ltimo lugar.
Gelasio, Carta al Emperador Anastasio, en: Thiel, A., Epistolae Romanorum Pontificum,
Braunsburg, 1868, pp. 349-354, cit. en: Rahner, H., La Libertad de la Iglesia en Occidente:
Documentos sobre las Relaciones entre la Iglesia y el Estado en los tiempos primeros del
Cristianismo, Trad. de L. Reims, Descle de Brouwer, 1949 (1942), Buenos Aires, pp. 205-
209; extracto en: Artola, M., Textos Fundamentales para el Estudio de la Historia,
Biblioteca de la Revista de Occidente, 7, 1975, Madrid, pp. 37-38; todos los anteriores
textos cit. en: Antoine, C., Martnez, H., Stambuk, M., Yez, R., Relaciones entre la
Iglesia y el Estado desde el Nuevo Testamento hasta el tratado De La Monarqua de Dante,
Memoria Indita, Academia Superior de Ciencias Pedaggicas, 1985, Santiago, pp. 310-
311. Vase esp. para los textos latinos: Herrera, H., "La Doctrina Gelasiana", en: Padre
Osvaldo Lira. En torno a su Pensamiento, Zig-Zag, 1994, Santiago, pp. 459-472. Dos son
[las potestades], Augusto Emperador, por las cuales este mundo es principalmente regido:
la sagrada autoridad de los pontfices y el poder regio (auctoritas sacrata pontificum et
regalis potestas). En las cuales la carga de los sacerdotes es tanto ms grave cuanto que en
el juicio divino de los hombres tambin habrn de dar cuenta por los mismos reyes. Vos,
clementsimo hijo, harto lo sabis: sobrepasis a todos los hombres en dignidad (praesideas
humano generi dignitate); con todo, doblegis humildemente vuestra cerviz ante los
ministros de los Divinos Misterios y de ellos recibs los medios que os conducirn a la
salvacin eterna. Asimismo reconocis que cuando los santos sacramentos son
administrados cual corresponde, debis ser contado entre los que participan humildemente
de ellos y no entre los Ministros: en tales cosas, Vos dependis de los sacerdotes y no os es
lcito esclavizarlos a vuestra voluntad. Porque si en el campo de la organizacin jurdica
civil (quantum ad ordinem publicae disciplinae), los mismos superiores eclesisticos
reconocen que el Poder Imperial os ha sido concedido por la Divina Providencia y que, en
consecuencia, deben obediencia a vuestras leyes y procuran no ofenderos en lo mnimo en
este orden en que Vos sois el que manda, con cunta mayor disposicin y alegra habr
que prestar obediencia a aquellos que son puestos por Dios para la administracin de los
grandes Misterios? En conclusin: as como sobre la conciencia de los obispos recae una
grave responsabilidad cuando, debiendo hablar, callan en asuntos de orden sobrenatural,
tambin para los que deben escuchar existe un grave peligro si se muestran orgulllosos (lo
que Dios no permita), en lo que deberan ser sumisos y obedientes. Y si los corazones de
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los fieles deben rendirse humildemente ante los sacerdotes en general, cunto mayor no
habr de ser la reverencia y el acatamiento que se deba al obispo que ocupa aquella sede
elegida por la Soberana Majestad de Dios como lugar de Primaca sobre todos los dems
obispos y que, en todo tiempo, fue objeto de la ms tierna devocin por parte de la Iglesia
entera?

Porque, mi amado hijo, como ciudadano romano respeto y venero al emperador
romano; y como cristiano me urge el anhelo de hallarme en correspondencia y comunin
real y verdadera con Vos, puesto que sois dechado de celo por la gloria del Seor. Pero
como pontfice que ocupa la sede apostlica, a pesar de mi indignidad y mis pocas fuerzas,
no puedo menos que intervenir con prudencia, pero tambin con prontitud all donde se
ofende la integridad de la fe catlica. Por algo me ha sido confiada la custodia y direccin
de la Palabra divina, y pobre de m si no anunciare la Buena Nueva.
De todo lo que antecede, como no puede menos de apreciar vuestra Majestad, se
desprende una conclusin: que nadie, jams y por ninguna razn terrena, debe
orgullosamente revelarse contra el Ministerio de aquel hombre singular, puesto por Cristo
como Cabeza de todos y al que la Santa Iglesia, en todo momento, ha reconocido y
reconoce an hoy como su Pastor Supremo. Lo que Dios ha establecido jams podr ser
atropellado por la arrogancia de los hombres; pero jams podr prevalecer potestad alguna,
cualquiera que sea, sobre las disposiciones divinas.
Ojal que la audacia y torpeza de los perseguidores de la Iglesia no fuese para ellos
causa de su condenacin eterna, a imitacin de la Iglesia a la que no pueden doblegarla las
ms furiosas tormentas!
La Obra que Dios ha fundado con tanta firmeza permanecer en pie. Pudo jams
ser vencida la fe, cuando alguien se propuso combatirla? No triunf ms bien y se
robusteci precisamente all donde se crey habrsela arrastrado? Es tiempo, pues, de que
cesen en vuestro Imperio los mercenarios de cargos que no les corresponden, los cuales
abusan precisamente de los momentos de confusin introducidos por ellos en la Iglesia. No
debe permitirse por ms tiempo que logren lo que inicuamente persiguen, olvidndose de
que Dios y los hombres les han sealado el ltimo lugar.

En: Gelasio, Carta al Emperador Anastasio, en: Thiel, A., Epistolae Romanorum
Pontificum, Braunsburg, 1868, pp. 349-354, cit. en: Rahner, H., La Libertad de la Iglesia en
Occidente: Documentos sobre las Relaciones entre la Iglesia y el Estado en los tiempos
primeros del Cristianismo, Trad. de L. Reims, Descle de Brouwer, 1949 (1942), Buenos
Aires, pp. 205-209; extracto en: Artola, M., Textos Fundamentales para el Estudio de la
Historia, Biblioteca de la Revista de Occidente, 7, 1975, Madrid, pp. 37-38; todos los
anteriores textos cit. en: Antoine, C., Martnez, H., Stambuk, M., Yez, R., Relaciones
entre la Iglesia y el Estado desde el Nuevo Testamento hasta el tratado De La Monarqua de
Dante, Memoria Indita, Academia Superior de Ciencias Pedaggicas, 1985, Santiago, pp.
310-311. Vase esp. para los textos latinos: Herrera, H., "La Doctrina Gelasiana", en: Padre
Osvaldo Lira. En torno a su Pensamiento, Zig-Zag, 1994, Santiago, pp. 459-472.

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EL MONASTICISMO. VISIN DE UN PAGANO

Y al avanzar surge del mar Capraria,
esculida isla, llena de hombres que huyen de la luz
y que con palabra griega se llaman a s mismos monjes,
porque quieren vivir solos, sin que nadie los observe.
Quin, para sustraerse del sufrimiento, elegira una vida de sufrimiento?
Qu locura de un cerebro enfermo es sta
que, temiendo los males no es capaz de tolerar los bienes?
..........................................................
Dejo aquellos peascos, recuerdos de recientes dolores.
All perd, como sepultado vivo, a un conciudadano.
Ayer todava era uno de los nuestros, joven, de noble alcurnia,
distinguido igual por su fortuna que por su noble consorte.
Arrastrado por las Furias, abandon a los hombres y a los dioses
y, supersticioso, prefiere el destierro en un srdido escondrijo.
El infeliz cree que la inmundicia alimenta inspiraciones divinas,
y se castiga, l mismo, ms severamente que los bienaventurados dioses.
Ahora pregunto, no es esta secta peor que la ponzoa de Circe?
Entonces slo se cambiaron los cuerpos, ahora se cambian los nimos.


Rutilio Namatiano, El Retorno, vv. 439-453, p. 64 y vv. 517-528, p. 68, Trad. de A. Garca,
Gredos, Madrid, 2002. Tb. las siguientes versiones: Rutilio C. Namatiano, De Reditu
Suo, I, 439-446, trad. ingl. de G.F. Savage-Armstrong (Londres, 1947), cit. en: Toynbee,
A., Estudio de la Historia, Comp. de D. C. Somervell, trad. de L. A. Bixio, Alianza, 5 ed.,
1981 (1946; 1933), Madrid, vol. 2, p. 402. Tb. cit. en: Huber, S., Cartas Selectas de San
Jernimo, Trad. de S. Huber, Ed. Guadalupe, 1945, Bs. Aires, p. 123, n.12.






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FRAGMENTOS DE LA OBRA DE BEDA EL VENERABLE (679-735)

Toda mi vida se ha deslizado en el interior del monasterio. Despus de la
meditacin de las Sagradas Escrituras, despus de la disciplina regular y del canto de la
misa cotidiana, nada me ha sido ms dulce que aprender sin cesar, ensear y escribir.
* * *
Las olas de la ciencia se han derramado por la Gran Bretaa. El arte de la poesa, de
la astronoma, todo lo abarca esta codicia de doctrina, que tiene siempre como base el
estudio fundamental de las cosas religiosas. Los discpulos de los maestros eminentes
hablan el griego y el latn como su lengua materna, y desde que llegaron a Bretaa nunca
han visto los anglos das ms felices.
* * *
Hay vastos establecimientos que no sirven para nada, ni a Dios ni a los hombres.
Ninguna regla monstica se observa en ellos, ni pueden reportar el menor provecho a los
condes encargados de defender nuestra nacin contra los brbaros. Como el hbito
monstico exima del servicio militar, se vean hombres desalmados que deseaban ser
llamados monjes sin tener ninguna de las cargas de esta profesin. De la noche a la maana,
simples laicos, que no tenan ni la experiencia ni el amor de la vida regular, construan en
sus propiedades un monasterio para gozar de la dignidad abacial y de los privilegios de los
bienes eclesisticos... Es un espectculo monstruoso ver a un hombre salir del lecho
conyugal para disponer en el interior de un monasterio. No hay acaso motivo para recordar
aquel proverbio antiguo, segn el cual, cuando las avispas hacen colmenas es para poner en
ellas veneno en lugar de miel?

En: Prez de Urbel, J., Historia de la Orden Benedictina, Ed. FAX, 1941, Madrid, pp. 52,
53, 59 y s.


CORONACIN DE CARLOMAGNO (800)

Despus de estos acontecimientos, el da de la festividad del Nacimiento de Nuestro
Seor Jesucristo, se reunieron todos de nuevo en la susodicha baslica de San Pedro
apstol. Entonces el venerable y benvolo prelado le coron con sus propias manos con una
magnfica corona. Entonces todos los fieles, viendo la proteccin tan grande y el amor que
tena a la Santa Iglesia Romana y a su vicario, unnimemente gritaron en alta voz, con el
beneplcito de Dios y del bienaventurado San Pedro, portero del Reino Celestial: A
Carlomagno, piadoso augusto, por Dios coronado, grande y pacfico emperador, vida y
victoria! Ante la sagrada confesin del bienaventurado San Pedro apstol, invocando la
proteccin de todos los santos, por tres veces fue pronunciado este grito, y fue proclamado
por todos emperador de los romanos. Inmediatamente despus el santsimo prelado y
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pontfice ungi con los santos leos al rey Carlos, su excelentsimo hijo, en el da ya
sealado de la Natividad de Nuestro Seor Jesucristo.

En: Liber Pontificalis, XCVIII, 23-24, en: Artola, M., Textos Fundamentales para la
Historia, Alianza, 10 Ed., 1992 (1968), Madrid, p. 49. Texto latino en: Ed. L. Duchesne,
Paris, 1892, t. II, p. 7, cit. en: Calmette, J., Textes et Documents d'Histoire, II, Moyen Age,
P.U.F., 1953 (1937), Paris, p. 34.


LOS TRES RDENES (Adalbern s. X)

La sociedad de los fieles forma un nico cuerpo; pero el Estado comprende tres.
Pues la otra ley, la ley humana, distingue otras dos clases: nobles y siervos, en efecto, no
estn regidos por el mismo estatuto. Dos personajes ocupan el primer rango: uno es el rey,
el otro el emperador; su gobierno asegura la solidez del Estado. El resto de los nobles tiene
el privilegio de no sufrir la coaccin de ningn poder, a condicin de abstenerse de los
crmenes reprimidos por la justicia real. Son los guerreros, protectores de las iglesias; son
los defensores del pueblo, de los grandes como de los pequeos, de todos en fin, y aseguran
al mismo tiempo su propia seguridad. La otra clase es la de los siervos: esta raza
desdichada no posee nada sino al precio de su esfuerzo. Quin podra, con las bolillas de la
tabla de clculo, contar los cuidados que absorben a los siervos, sus largas manchas, sus
duros trabajos? Dinero, vestimenta, alimento, los siervos suministran todo a todo el mundo;
ni un solo hombre libre podra sustituir a los siervos.
La casa de Dios, que se cree es una, est pues dividida en tres; unos oran, los otros
combaten y los otros trabajan. Estas tres partes que coexisten no sufren por estar separadas;
los servicios brindados por una son la condicin de las obras de las otras dos; cada una a su
vez se encarga de aliviar al conjunto. As, este ensamblaje triple no por ello deja de ser uno;
y es as como la ley ha podido triunfar, y el mundo disfrutar de la paz.

En: Duby, Georges, El ao mil: una interpretacin diferente del milenarismo, (Barcelona:
Gedisa, 2006), p. 57. (Adalbern, Carmen ad Robertum regem francorum, edicin de
Hckel, pp. 148-156).


ENCUENTROS DE RAOUL GLABER CON SATANS (s. XI)

A m mismo pues, no hace mucho tiempo, Dios quiso que semejante cosa sucediese
varias veces. En la poca en la que viva en el monasterio del bienaventurado mrtir Lger,
que llamaban Champeaux, una noche, antes del oficio de maitines, se yergue al pie de mi
lecho una especie de enano horrible de ver. Era, tanto como pude juzgarlo, de estatura
11
mediocre, cuello menudo, rostro demacrado, ojos muy negros, frente rugosa y crispada,
nariz encogida, boca prominente, labios hinchados, mentn deprimido y muy recto, barba
de chivo, orejas peludas y aguzadas, cabellos erizados, dientes de perro, crneo de punta,
pecho salido, espada gibosa, nalgas temblorosas, vestimentas srdidas; y se le vea
acalorado por el esfuerzo, con todo el cuerpo inclinado hacia adelante. Tom la extremidad
de la cama donde yo reposaba, le dio unos sacudones terribles y finalmente dijo:
No seguirs mucho tiempo en este lugar
Yo, espantado, me despierto en un sobresalto y lo veo tal como acabo de describirlo.
Entre tanto, rechinando los dientes, l repeta sin parar:
No seguirs mucho tiempo aqu

En: En: Duby, Georges, El ao mil: una interpretacin diferente del milenarismo,
(Barcelona: Gedisa, 2006), p. 97.


FRAGMENTOS DE LAS SENTENCIAS DE SAN ISIDORO DE SEVILLA

Captulo XLVII: De los Sbditos.
(1035) Por causa del pecado del primer hombre impuso Dios al gnero humano la pena de
la servidumbre, de forma tal que aplic ms misericordiosamente a quienes vio que no
convena la libertad. Y, por ms que el pecado original se perdon a todos los fieles
mediante la gracia primera del bautismo, el justo Dios, sin embargo, diferenci la vida en
los hombres instituyendo a los unos siervos, a los otros seores, con el fin de que la licencia
para obrar mal de los siervos sea reprimida con el poder de los que dominan. Porque si
todos estuviesen sin miedo, quin sera al que otro prohibiera obrar mal? De ah que an
los gentiles han elegido reyes y prncipes para que contuviesen de lo malo por terror a sus
pueblos y con leyes los sometiesen a bien vivir.
(1036) En lo que toca al modo de obrar no hay acepcin de personas en Dios, el cual
escogi las cosas viles y despreciables del mundo y aquellas que eran nada para destruir las
que son, a fin de que ningn poder humano se atreva a jactarse ante su acatamiento. Porque
el Seor nico igualmente trata a los seores que a los siervos.
(1037) Mejor es la dependencia sumisa que la soberbia libertad. Porque se encuentran
muchos que sirven a Dios y estn bajo criminales, y estando ellos materialmente sometidos
a tales, con todo le estn preferidos mentalmente.

Captulo LI: Los prncipes estn obligados a las leyes.
(1062) Es justo que el prncipe obedezca a sus leyes. Y debe pensar que entonces todos
guardarn las leyes, cuando l mismo les preste acatamiento (Dis. 9 Can. a Grat.).
12
(1063) Los prncipes estn obligados a sus leyes y no pueden quebrantar consigo las leyes
que imponen a los sbditos. Porque la autoridad de su voz es justa, si lo que prohiben a sus
pueblos no se lo permiten a s mismos.
(1064) En la disciplina religiosa las potestades seculares estn sometidas, pues aunque
estn investidas de la ms alta autoridad real, sin embargo, estn obligados por el vnculo
de la fe: para que no slo con las leyes prediquen la fe de Cristo, sino que con sus
costumbres conserven la misma predicacin de la fe.
(1065) Los prncipes seculares algunas veces conservan dentro de la Iglesia los honores de
la potestad recibida, a fin de que por la misma defiendan la disciplina eclesistica. Por lo
dems, dentro de la Iglesia son innecesarias tales potestades, si no es para que impongan
con el terror de la disciplina lo que el obispo no puede lograr por medio de la enseanza y
el discurso (Caus. 23, q. 5 Can. a Grat.).
(1066) A las veces el reino de los cielos adelanta por medio del reino de la tierra, como
cuando los que estn colocados dentro de la Iglesia maquinan contra la fe y la disciplina de
la misma, para que sean desbaratados por el rigor de los prncipes: y la misma disciplina
eclesistica que por la humildad de la Iglesia no pueda ejercitarse, sea impuesta a las
orgullosas cervices por la potestad de los prncipes; y para que merezca veneracin, la da en
fuerza de la potestad.
(1067) Sepan los prncipes seculares que han de dar a Dios cuanta de la Iglesia, que reciben
de Cristo en encomienda para defenderla. Pues ora se aumente la paz y la disciplina de la
Iglesia por los prncipes fieles, ora se pierda, Cristo les pedir cuenta y El es quien entreg
su Iglesia al poder de ellos.

En: San Isidoro de Sevilla, Sentencias en Tres Libros, Introduccin y Traduccin de J.
Otero, Ed. Aspas, 1947, Madrid, vol. 2, cit. en: Antoine, C., Martnez, H., Stambuk, M.,
Yez, R., Relaciones entre la Iglesia y el Estado desde el Nuevo Testamento hasta el
tratado De La Monarqua de Dante, Memoria Indita, Academia Superior de Ciencias
Pedaggicas, 1985, Santiago, p. 314 y ss.


CARTA DE FULBERTO DE CHARTRES A GUILLERMO, DUQUE DE
AQUITANIA (1020)

Quien jure fidelidad a su seor debe tener siempre presente las seis palabras
siguientes: incolume, tutum, honestum, utile, facile, possibile. Sano y salvo para que no
cause dao alguno al cuerpo de su seor. Seguro, para que no perjudique a su seor
revelando su secreto o entregando las plazas fuertes que garantizan su seguridad. Honesto,
para que no atente a los derechos de su seor o bien a otras prerrogativas insertas en lo que
considera su honor. Util, para que no dae sus posesiones. Fcil y posible, para que no haga
difcil a su seor el bien que podra hacer fcilmente, y a fin de que no haga imposible lo
que hubiese sido posible a su seor. Es justo que el vasallo se abstenga de este modo de
perjudicar a su seor. Pero con slo sto no se hace digno de su feudo, pues no basta con
13
abstenerse de hacer el mal, sino que es necesario hacer el bien. Importa, pues, que en los
seis aspectos indicados proporcione fielmente a su seor consilium et auxilium, si quiere
aparecer como digno de su beneficio y probar la fidelidad jurada. Tambin el seor debe,
en todos sus dominios, pagar con la misma moneda al que le jur fidelidad. Si no lo hiciere
sera considerado de mala fe con pleno derecho, al igual que el vasallo que fuese
sorprendido faltando a sus deberes, por accin o por omisin, sera culpable de perfidia y
perjurio.

En: Ganshof, F.L., El Feudalismo, Trad. de F. Formosa, Ariel, 7 Ed., 1982 (1957),
Barcelona, pp. 131 y s.


RAL GLABER Y LOS MONJES MRTIRES MUERTOS EN COMBATE (1030)

Poco despus, los sarracenos, dirigidos por su rey llamado al-Mansur, surgieron de
frica y ocuparon casi toda Espaa hasta su parte Norte, en los confines de la Galia, y
masacraron a numerosos cristianos. Guillermo, duque de Navarra, llamado Sancho, no
dud en presentarle muchas veces batalla, a pesar de tener un ejrcito inferior. Dicho
ejrcito era incluso tan dbil que los monjes de la regin se vieron obligados a empuar las
armas. Despus de muchas prdidas por ambos bandos, la victoria correspondi a los
cristianos mientras que los sarracenos, tras haber sufrido esos daos, se replegaron a frica.
Durante aquella larga guerra, numerosos religiosos cristianos encontraron la muerte en los
combates. Si se decidieron a combatir, fue ms bien por amor hacia sus hermanos que por
ninguna bsqueda de vana fama o ufana.
[] Todos nosotros somos religiosos cristianos que han hecho la profesin
[monstica]. Pero cuando combatimos en una guerra contra los sarracenos para defender
nuestra Patria y el pueblo cristiano, la espada nos separ del cuerpo humano que
habitbamos. Por eso la divina Providencia nos ha hecho ahora a todos partcipes de la
suerte de los bienaventurados. Hoy debemos pasar por este lugar, pues muchas gentes de
esta regin sern muy pronto tambin de los nuestros.

En: Flori, Jean, Guerra Santa, Yihad, Cruzada: violencia y religin en el cristianismo y el
Islam, (Valencia: Universidad de Granada, Universitat de Valncia, 2004), pp. 314-315.
Ral Glaber, Historiarum libri quinque, ed. J. France, Oxford, 1989 (trad. franc. del autor).






14
ADVERSUS SIMONACOS. EL CARDENAL HUMBERTO CONTRA LA
INVESTIDURA LAICA (1057)

Segn los decretos de los santos padres, el que es consignado obispo, primero es
elegido por el clero, despus solicitado por el pueblo y, por ltimo, consagrado por los
obispos de la provincia con el consentimiento del metropolitano. Nadie puede ser tenido o
llamado verdadero e indubitable obispo a no ser que tenga clero y pueblo que gobernar y, si
ha sido consagrado por los otros obispos de la provincia con la autoridad del metropolitano,
que est a cargo de la provincia en nombre de la sede apostlica. El que haya sido
consagrado sin conformarse a estas tres reglas, no debe ser tenido por obispo verdadero y
establecido, ni contado entre los obispos creados y nombrados cannicamente. Por el
contrario, debe ser llamado pseudo-obispo, pues, siendo el obispo un gobernador y un
supervisor, qu clero y pueblo puede uno gobernar cuando ni el clero ni el pueblo lo han
elegido para gobernarlos, y carece, adems, de la autoridad del metropolitano y de los
obispos de la provincia?...

Mientras que hombres venerables de todo el mundo y pontfices soberanos
inspirados por el Espritu Santo, han decretado que la eleccin del clero tiene que ser
confirmada por el juicio del metropolitano y la peticin de los nobles y del pueblo con el
consentimiento del prncipe, ahora se hace todo con tanto desorden, despreciando los santos
cnones y para ruina de la religin cristiana. El orden todo est trastocado; los primeros son
los ltimos, y los ltimos los primeros. El poder secular es el primero en elegir y en
confirmar; el consentimiento de los nobles, del pueblo y del clero y, finalmente, la decisin
del metropolitano, vienen en ltimo lugar, lo quieran o no. De aqu que, segn ya se ha
dicho, hombres ascendidos de esta manera no deben ser considerados como obispos, pues
la manera de su nombramiento es absolutamente de otro modo; lo que debe hacerse primero
es hecho lo ltimo, y por hombres a los que en absoluto incumbe este asunto. Pues, cmo
puede ser propio de seglares distribuir los sacramentos eclesisticos y la gracia episcopal y
la pastoral, y muy particularmente, la investidura por el bculo y anillo con los cuales la
consagracin episcopal es especialmente hecha y por los cuales funciona y se sostiene? El
que, por tanto, nombre a una persona con estos dos smbolos, se arroga para s, obrando de
esta manera, todos los derechos de la cura pastoral. Pues, despus de esta institucin, qu
pueden hacer, tocante a estos gobernantes ya nombrados, el clero, los nobles y el pueblo, o
el metropolitano que tiene que consagrarlos o meramente est presente, sino asentir? Un
hombre as instituido, primero se fuerza a s mismo en el clero, en los nobles y en el pueblo,
para ser seor entre ellos en vez de ser reconocido, buscado y pedido por ellos. Tambin
ataca al metropolitano no sometindose a su juicio, sino por el contrario, juzgndolo; no
requiere o recibe la aprobacin del metropolitano, pero exige y arranca servicio, que es lo
nico que le queda en la oracin y uncin, pues cmo puede pertenecer al metropolitano o
qu fin puede tener el conferir de nuevo el bculo y el anillo que ya tiene?...

En: Monumenta Germaniae Historica, Libelli de Lite Imperatorum et Pontificum, I, pp.
108, 205, cit. en: Gallego Blanco, E., Relaciones entre la Iglesia y el Estado en la Edad
Media, Ediciones Revista de Occidente, 1970, Madrid; Artola, M., Textos fundamentales
15
para el estudio de la Historia, Biblioteca de la Revista de Occidente, 1975, Madrid, pp. 90 y
s.; Lo Grasso, I., Ecclesia et Status, Fontis Selecti, Historiae Iuris Publici Ecclesiatici
Romae, Apud Aedes Pontif., 1952, Universitatis Gregorianae, p. 116. v. Antoine, C.,
Martnez, H., Stambuk, M., Yez, R., Relaciones entre la Iglesia y el Estado desde el
Nuevo Testamento hasta el tratado De La Monarqua de Dante, Memoria Indita, Academia
Superior de Ciencias Pedaggicas, 1985, Santiago, p. 337 y s.


LLAMADO A LA PRIMERA CRUZADA (1095)

Habis odo, mis muy queridos hermanos, lo que no podemos recordaros sin
derramar lgrimas, a qu espantosos suplicios son arrojados en Jerusaln, Antioqua y en
todo el Oriente, nuestros hermanos los cristianos, miembros de Cristo. Vuestros hermanos
son: se sientan a la misma mesa que vosotros y han bebido de la misma divina leche. Pues
tenis como hermano al mismo Dios y al mismo Cristo. Estn sometidos a la esclavitud en
sus propias casas; se les ve venir a mendigar ante vuestros mismos ojos; muchos vagan
desterrados en su propio pas. Se derrama la sangre que Cristo ha rescatado con la suya; la
carne cristiana sufre toda clase de injurias y de tormentos. En estas ciudades no se ve ms
que duelo y miseria, y slo se oyen gemidos. Cuando os digo esto, mi corazn se rompe;
las iglesias, en que desde tantos siglos se celebra el divino sacrificio, son, oh, vergenza!,
convertidas en establos impuros. Las ciudades sagradas son presa de los ms malvados de
los hombres; los turcos inmundos son dueos de nuestros hermanos. El bienaventurado
Pedro ha gobernado la sede de Antioqua; hoy los infieles celebran sus ritos en la Iglesia de
Dios y expulsan la religin de Cristo, esta religin que deberan observar y venerar, de los
lugares consagrados al Seor desde largo tiempo.
Para qu usos sirve ahora la Iglesia de Santa Mara, construida en el valle de
Josafat, en el mismo lugar de su sepultura? Para qu sirve el templo de Salomn, o mejor
dicho, el templo del Seor? No os hablamos ya del Santo Sepulcro, pues habis visto con
vuestros ojos con qu abominaciones ha sido manchado, y no obstante, ah estn los lugares
en que Dios repos, ah fue donde muri por nosotros, pues ah fue donde le enterraron, y
donde se produjo un milagro todos los aos en tiempo de la Pasin: cuando todas las luces
estn apagadas en el Sepulcro y la Iglesia que lo rodea, estas luces vuelven a encenderse
por mandato de Dios. Qu corazn no se convertira con semejante milagro! Lloremos,
hermanos, lloremos de continuo; que nuestros gemidos se eleven como los del salmista:
desdichados de nosotros! Los tiempos de la profeca se han cumplido; oh, Dios, los
gentiles han llegado a la heredad, han mancillado tu santo templo.
Simpaticemos con nuestros hermanos al menos con nuestras lgrimas: seramos el
ltimo de los pueblos si no llorsemos sobre la espantosa desolacin de esas comarcas.
Por cuntos ttulos no merece ser llamada santa, esa tierra en que nuestro pie no puede
posarse en ningn punto que no haya sido santificado por la sombra del Salvador, por la
gloriosa presencia de la Santa Madre de Dios, por la ilustre estancia de los apstoles, por la
sangre de los mrtires que ha corrido con tanta abundancia dejndola como regada por ella

16
Parlamento de Urbano II en el Concilio de Clermont (segn actas), en: Reportaje a la
Historia, Trad. de R. Ballester, Seleccin de M. de Riquer, Planeta, 1968, Barcelona, vol. 1,
p. 184


EL IMPERIO DE BIZANCIO EN MANOS DE LOS OCCIDENTALES (1204)

[...] El botn de Constantinopla fue repartido tal y como habis odo.
Entonces, se reunieron todos en una asamblea y el comn del ejrcito declar su
voluntad de elevar a un emperador, tal y como se haba convenido. Se habl tanto que hubo
que proseguir otro da; en l fueron elegidas las doce personas a quienes incumba la
eleccin. No se pudo evitar, que para tan alta dignidad como el imperio de Constantinopla,
hubiera muchos aspirantes. Pero la gran discordia fue a causa del conde Balduno de
Flandes y Hainaut y el marqus Bonifacio de Montferrato. Todo el mundo deca que uno de
estos dos sera emperador [...].
El consejo dur hasta que se lleg a un acuerdo. Encargaron la labor de portavoz de
la concordia a Neveln, obispo de Soissons, que era uno de los doce, y salieron all donde
estaban todos los barones y el dux de Venecia. Ahora bien, podis saber que fueron
observados por mucha gente que quera saber el resultado de la eleccin. El obispo les
expuso las cosas y les dijo: "Seores, nos hemos puesto de acuerdo, a Dios gracias, para
nombrar emperador; y todos vosotros habis jurado que al que eligiramos como
emperador le tendrais por tal y, si alguno quera oponrsele, le prestarais ayuda. Le
nombraremos en esta hora: el conde Balduno de Flandes y de Hainaut."
Un grito de alegra se elev en el palacio y le condujeron a la Iglesia. El marqus de
Montferrato le condujo, por su parte,-el primero a la Iglesia y le rindi los debidos honores.
As fue elegido emperador el conde Balduno de Flandes y Hainaut y el da de su
coronacin se fij para tres semanas despus de Pascua.

En: GEOFFROI DE VILLEHARDOUIN, La conquete de Constantinople, en: Historiens et
chroniqueurs du Moyen Age, Paris, d. Gallimard, La Pliade, pp. 148-149, cit. en: Mitre,
E., Textos y Documentos de poca Medieval, Ariel, Nueva Ed. Revisada, 1998 (1992),
Barcelona, p. 114.


ESTABLECIMIENTO DE LOS CRUZADOS EN JERUSALN

"...nosotros, que ramos occidentales, hemos llegado a ser orientales; aquel que era
romano o franco, ha llegado aqu a ser galileo o habitante de Palestina; quien habitaba en
Reims o Chartres, se ha hecho ciudadano de Tiro o de Antioqua. Hemos olvidado incluso
los lugares de nuestro origen; de hecho, son desconocidos para muchos de nosotros, y hay
17
quienes nunca han odo hablar de ellos. Algunos ya poseen en esta tierra casa y sirvientes,
que les pertenecen como por derecho hereditario; aquel otro se ha casado con una mujer
que no es de su mismo origen, una siria o una armenia, o incluso una sarracena que ha
recibido la gracia del bautismo; otro tiene aqu yerno o nuera, suegro y descendencia; uno
cultiva vias y otro ara sus campos; hablan lenguas diferentes y todos han llegado ya a
entenderse. Los idiomas ms diversos son ahora comunes a una y otra nacin y la confianza
acerca a pueblos tan extraos. (...) El que era extranjero, ya es ahora un nativo, el peregrino
ha llegado a establecerse; da a da nuestros parientes y amigos se nos vienen a reunir aqu,
abandonando los bienes que posean en Occidente. Aquellos que eran pobres en su pas,
Dios los hace ricos aqu; los que no tenan ms que una pocas monedas, tienen aqu un
nmero infinito de besantes; y a aquellos que no tenan sino una pequea casa, Dios les ha
dado una ciudad aqu. Por qu habran de volver a Occidente si aquello que encuentran en
Oriente es tan favorable? Dios no querra que quienes, portando su cruz y haciendo voto de
seguirlo, cayeran aqu en la indigencia".

En: FOUCHER DE CHARTRES, Histoire des Croisades, LVII (d. Guizot, J.L.J. Brire,
1825, Paris), pp. 241-242. El original latino: FULCHERIO CARNOTENSI, Historia
Hierosolymitana. Gesta Francorum Hierusalem peregrinantium, III, XXXVII, Recuil des
Historiens des Croisades, Historiens Occidentaux, Imprimerie Impriale, Paris, 1866, Vol.
III, p. 468. El texto se puede consultar fcilmente en: Fulcher of Chartres: The Latins in the
East (Chronicle, Bk III), cit. a: August. C. Krey, The First Crusade: The Accounts of
Eyewitnesses and Participants, (Princeton: 1921), 280-81
[http://www.fordham.edu/halsall/source/fulk3.html], Internet Medieval Sourcebook, Paul
Halsall Dic 1997 [halsall@murray.fordham.edu]


TRATADO DAMASCENO SOBRE EL YIHAD (1105)

El Corn, la Tradicin y los doctores de la Ley por unanimidad, todos estn de
acuerdo, como hemos probado, que la guerra santa es un deber colectivo cuando es
agresiva, y que deviene un deber personal en los casos anteriormente especificados. Est as
establecido que la lucha contra estas tropas corresponde obligatoriamente a todos los
musulmanes que estn capacitados, a saber, que no padezcan enfermedad grave o crnica,
no ceguera o debilidad fruto de la vejez. Todo musulmn que no tenga estas excusas, sea
rico o pobre e [incluso] hijo de padres [vivos] o deudor, debe comprometerse contra ellos y
precipitarse para impedir las peligrosas consecuencias de la molicie y la lentitud, que son
temibles. Tanto ms cuanto que el enemigo es poco numeroso y que sus refuerzos llegan
desde muy lejos, mientras que los soberanos de los pases [musulmanes] prximos [pueden]
ayudarse entre s y hacer frente comn contra l.
Aplicaos a cumplir el precepto de la guerra santa! Prestaos asistencia los unos a
los otros a fin de proteger vuestra religin y vuestros hermanos! Aprovechad esta ocasin
de efectuar una incursin en el pas del Infiel, la cual no exige un esfuerzo demasiado
grande y que Al os ha preparado! Es un paraso lo que Dios pone muy cerca de vosotros,
18
un bien mundano a poseer rpidamente, una gloria que durar por largos aos. Guardaos de
no dejar escapar esta ocasin por temor que Al no os condene, en el peor de los casos, a
las llamas del Infierno.

En: Flori, Jean, Guerra Santa, Yihad, Cruzada: violencia y religin en el cristianismo y el
Islam, (Valencia: Universidad de Granada, Universitat de Valncia, 2004), p. 339. As-
sulami, Incitation la guerre sainte, ed. y trad. E. Sivan, La gense de la contre-
croisade: un trait damasquin du debut du XXI sicle, Journal asiatique, 1966, pgs. 214-
220, passim.

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