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las operaciones compositivas que se dan en la narracin:
modalizacin, espacializacin y temporalizacin.
Ya en el Prlogo indispensable un yo-narrador, que guarda
bastantes coincidencias autobiogrficas con el autor, cuenta
que conoce la trampa, la dificultad, que supone para un dra-
maturgo escribir una biografa con la que se propone hacer
una autopsia, es decir, diagnosticar, historiar la vida de ese
enigmtico pintor que haba conocido en Chiapas por mera
casualidad en 1956. Estas afirmaciones, en principio, no de-
jan lugar a dudas de la intencin de objetividad, veracidad,
precisin y realismo que el yo-narrador quiere imponer en
su biografa. Pero a continuacin ya se pregunta por esa
objetividad que pretende conseguirse, pues realmente no se
sabe muy bien la precisin de la percepcin que uno pueda
tener sobre otro. Despus nos dice que escribi valindose
de otros, procurando ceirse a la verdad; gran ilusin
(p. 20). Ese discurso metaliterario sobre la propia escritura
y creacin de la novela sigue exponindose ahora en la
propia estructura del texto, en la que narra en primer lugar
los acontecimientos ms significativos de la poca (1886-
1914); en segundo lugar, la vida y obra del pintor; a conti-
nuacin, sus escritos, declaraciones y artculos acerca de su
obra; y, al final, las dos conversaciones que mantuvo con l
en San Cristbal, sin saber su identidad, para finalmente ex-
plicitarnos su tcnica: Es decir, descomposicin, apariencia
del biografiado desde distintos puntos de vista; tal vez, sin
buscarlo, a la manera de un cuadro cubista (p. 20).
Aqu encontramos la clave, el modo en el que la historia se
transforma en discurso, ya que Aub construir al personaje
principal, a Torres Campalans, a travs de las distintas visiones
y puntos de vista, que irn vertiendo de forma simultnea en el
discurso los distintos personajes secundarios, que confieren al
texto narrativo la apariencia de un collage a la manera cubista,
en el que se superponen la narracin biogrfica en tercera per-
sona; los testimonios directos, a veces un tanto inconexos, del
propio Torres Campalans, las imgenes que dejaron los amigos
del pintor; las conversaciones mantenidas con el autor; as
como la densa aportacin documental (diario, notas, artculos,
textos, anales de la poca) y el abundante material grfico.
Partiendo del hecho de que toda novela es una macroestruc-
tura y de que el yo-narrador pretende componer el discurso
a travs de la multiplicidad de perspectivas, como anterior-
mente hemos visto, debemos sealar que nos encontramos
ante un discurso con distintas modalizaciones, aunque hay
una que predomina y que da unidad y coherencia lgica
al texto. As pues, en la novela un Max Aub ficcionalizado
narra con un yo: el yo del narrador que habla en primera
persona y escribe esta monografa artstica. Es decir, en este
caso el autor se sirve no del personaje principal sobre el que
gira la novela, sino de uno secundario que es el narrador,
que participa activamente en la accin novelesca y que se
trata del alter ego de Aub, con el que establece en el texto
el punto de vista de un yo, el yo-narrador que cuenta lo
que hace, piensa y observa en todo momento. Relata lo
que observa y a quin observa, a la vez que deja traslucir
sus pensamientos y opiniones sobre s mismo y sobre los
dems personajes. De este modo el discurso se construye a
travs de una narracin retrospectiva homodiegtica, que
mantiene este yo-narrador que narra una historia de la que
a su vez participa por medio del monlogo autonarrado vol-
viendo atrs en el tiempo, para tratar de construir fielmente
la monografa del pintor cataln. Observamos tambin la
presencia explcita de un narratario, de un lector explci-
to al que el yo-narrador se dirige en algunas ocasiones a
travs del plural mayesttico involucrando de este modo al
lector que se siente interpelado por ste: ... son casi todos
los dibujos y cuadros que, por casualidad, conocemos de
Jusep Torres Campalans (p. 130) y al que tambin se dirige
continuamente de forma no explcita por exigencia de la
modalizacin empleada en el discurso: No tendra inters
reproducir aqu de buenas a primeras las dos conver-
saciones que sostuvimos. Las incluyo en su lugar (p. 18).
Como hemos podido observar, este tipo de modalizacin
introduce cada parte del libro, excepto las que se dedican
a la biografa y al catlogo. Aunque este yo-narrador va a
presentar numerosas coincidencias biogrficas con el autor
a lo largo del discurso, no ser hasta Las conversaciones
de San Cristbal, cuando por primera vez este alter ego de
Aub se nombre, se muestre explcitamente. De hecho, slo
son dos los personajes que se dirigen directamente a l:
el primero en hacerlo es uno de los interlocutores que se
encontraba la noche anterior en casa de los Blom, al que
el yo-narrador denomina el insignificante, cuando al da
siguiente al salir de visitar la iglesia, se tropieza con l y al
preguntarle por si sabe algo ms de don Jusepe (p. 301),
ste le responde: Es un hombre intratable y despreciativo,
seor Aub (p. 301). El segundo en hacerlo ser el propio
Torres Campalans quien se dirige directamente a ste con
el empleo del vocativo en numerosas ocasiones a lo largo de
sus dos conversaciones: La vida tiene un tempo, un comps.
Lo han perdido sin remedio, Aub (p. 306).
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Ahora bien, como ya dijimos anteriormente aunque sea
este tipo de modalizacin la que predomine, o al menos
la que da cierta unidad al texto, en el discurso tambin
aparecen de forma simultnea otros puntos de vista, otras
visiones, otras voces, que nos van a ir formando la imagen
de Torres Campalans. Estas perspectivas responden, por un
lado, a la del narrador omnisciente, que narra en tercera
persona del singular la biografa de Campalans, al tiempo
que emite juicios crticos y opiniones acerca de sta:
Al mes Torres Campalans dio de bruces con su conocido
Pablo Ruiz Picasso. La reanudada amistad iba a ser larga y
fructfera (p. 129).
Acept los deseos de Jusep Torres Campalans porque gusta-
ba del sexo contrario y porque se enamor de hasta donde
ms no poda de la pureza del muchacho. Tena doce aos
ms que l y siglos de experiencia. Jusep se dej querer
(p. 129).
No insisti; derrotada, se puso a esperar, aterrorizada, el da
que Jusep se cansara de ella. No sucedi (p. 154).
La misma que tambin encontramos en la introduccin al
Catlogo cuando se afirma que ste fue realizado por el
joven crtico irlands Henry Richard Town en 1942, mien-
tras preparaba una exposicin sobre Torres Campalans en
la Tate Gallery que, debido a la contienda mundial, no lleg
a celebrarse:
Por aquel entonces, tena ya impreso el catlogo, a falta
del estudio preliminar. Una de las primeras bombas volado-
ras borr todo rastro de l, de su casa. Por lo visto, haba
enviado una coleccin de las hojas ya impresas a Cassou...
Los cuadros, depositados en un guardamuebles, se salvaron
(p. 342).
Por otro lado, tenemos tambin el modo dramtico que
el autor emplea en muchas ocasiones para presentarnos
directamente los hechos sin ningn tipo de intermediarios,
ya que intenta objetivar y dar verosimilitud a la narracin
mediante el dilogo. Por ello, el narrador tanto el alter
ego de Aub como el omnisciente no opta por decir algo
que ha ocurrido sino que muestra algo como si estuviera
ocurriendo en ese momento, de ah que se presente la
accin directamente, como un espectculo que desfila
ante los ojos del lector. El modo con que lo presenta es
dramtico, escnico, directo, bien es verdad, que en este
caso el modo dramtico no aparece plenamente, pues el
narrador est claramente presente en el discurso y no finge
que nos est mostrando algo. Al predominar el dilogo,
el modo directo entre los personajes, da la sensacin de
que la accin transcurre ante los ojos del lector, quien
entra en trato directo con ellos, mientras que el narrador
permanece ausente durante la accin dramtica, esto es,
la representacin de los personajes; apareciendo oportu-
namente entre los distintos discursos para aportar sutiles
matices a lo que muestra:
No le interes?
Eso no me interesa nada... Hace aos cre que los hombres
podan recalc el verbo ser iguales. Y no: hay demasiados
imbciles... Se queda uno ah, quieto, falto de fuerzas para
seguir adelante, hasta el Juicio Final. Ah me qued baj el
tono, con Miguel ngel. Verde y azul.
Pronunci estas ltimas palabras de una manera casi inin-
teligible. No respondo de ellas. Pas, difcilmente, un largo
silencio. Nadie por la plaza. Son un reloj.
Creo que debe ser bastante difcil comprender lo que fue
el mundo francs de principios de siglo. Por lo menos, para
nosotros, era un mundo francs.
Volvi a sonrer (pp. 317-318).
Observamos pues, como en estas escenas en estilo direc-
to, que abundan en la novela, el autor cede su voz a los
personajes por medio del dilogo a travs de la primera
y segunda persona (yo/usted). Hemos de sealar que
concretamente en Las conversaciones de San Cristbal,
este dilogo que mantienen Torres Campalans y Aub, en
algunos momentos parece ms bien un monlogo, ya que
son las palabras de Torres Campalans las que verdadera-
mente interesan tanto al autor como al lector, por lo que
el alter ego de Aub, nicamente mostrar su palabra en
preguntas muy directas o importantes, mientras que el
resto de su discurso se omite y en lugar de mostrarlo se
narra sintticamente:
Se lo dije.
Tampoco es usted ya ningn nio.
Fue su nica muestra de inters por lo que no fuera l.
Call.
Habl de la libertad, de la pintura sovitica, por ver si se
sacuda el marasmo.
La calidad nada tiene que ver con la justicia ni con la
libertad. El arte ha dado obras maestras en sociedades muy
jerarquizadas... (pp. 312-313).
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Ahora bien, junto a estos distintos tipos de modalizacin
del discurso que hemos analizado, tenemos que sealar
que dentro de estos modos discursivos caben adems
distintas voces y, por tanto, distintos niveles de lengua y
diferentes tipos de discursos o variantes lingsticas indi-
viduales. Y es que el autor para conseguir literariamente
esa descomposicin del personaje a la manera del cuadro
cubista, que luego el lector tendr que reconstruir como
un rompecabezas, inserta y superpone simultneamente
multitud de voces distintas, sueltas, y a veces inconexas,
que convergen todas ellas, en un mismo punto: el de la
construccin del personaje a modo de collage. E inclu-
so en algunos momentos de la biografa narrada y, por
supuesto, en el Cuaderno Verde y Las conversaciones de
San Cristbal, ser la propia voz de Campalans la que
contribuya a dar una visin ms acerca del personaje.
Esta polifona de voces que remite al dialogismo bajti-
niano (1989) se manifiesta en el discurso narrativo no
slo por las notas, artculos, textos y aparato crtico que
introduce el autor, sino porque tambin aparece en el
propio dilogo entre personajes, cuando alguien cuenta
algo hacindose eco de las palabras de otro, o cuando el
propio yo-narrador, alter ego de Aub, desaparece y apare-
ce otro yo-narrador que toma la palabra y expresa direc-
tamente su discurso. Esto lo vemos, por ejemplo, cuando
el narrador omnisciente cede su voz y a continuacin se
inserta en el discurso un texto literal de Enrique Cabot,
narrado en primera persona y en el que evidentemente la
voz que cuenta no es ya la de ese narrador omnisciente
sino la del propio Cabot. De tal manera que el modo dis-
cursivo cambia rpidamente de un narrador omnisciente
a un yo-narrador que en este caso es Cabot (p. 96). Esto
ltimo aparece en multitud de ocasiones a lo largo de
la novela y quiz con ms intensidad en la parte que el
autor dedica a la biografa, ya que con ello se consigue
una mayor veracidad al mostrarse las palabras directas de
todos aquellos personajes, que dan sus distintas visiones
de un nico hombre: Torres Campalans. Este dialogismo
tan rico y a la vez complejo no slo se va a mostrar a
travs de la polifona de voces y puntos de vista distintos,
sino que adems confieren al texto una alternancia de
variantes lingsticas individuales muy rica y la presencia
de distintos niveles de lengua, que el propio narrador
advierte en el Cuaderno Verde, cuando dice que la parte
titulada Los elementos tiene un estilo distinto a lo an-
terior al tratarse de una miscelnea de notas propias y
ajenas (p. 282).
As pues a travs de esta narracin fenomnica, de ca-
rcter retrospectivo, en la que hay una continua movi-
lidad de los puntos de vista, de voces polifnicas que se
superponen, en la que el narrador aparece tambin como
un focalizador variable, Max Aub consigue dar una fuerte
verosimilitud a su historia, hacerla prcticamente real y
para ello, tambin van a contribuir sin duda alguna, la
abundante intertextualidad, paratextualidad y metatex-
tualidad que vamos a encontrar en el discurso desde la
primera pgina hasta la ltima, por medio de citas, art-
culos, alusiones y notas, que en algunas ocasiones llega
a abrumarnos completamente en ese afn de Aub por
convertir la ficcin en realidad. De ah que siga a pies
juntillas esta afirmacin: Por qu pintar desde un solo
punto de vista? Eso, cualquiera. Un pintor, por el hecho
de serlo, tienen la obligacin de abarcar ms (p. 228).
Y como tal pintor, Aub se lanza en esta novela a escribir
con las ms variadas tcnicas narrativas, que muestra
manejar muy bien, para conseguir esa visin total del
imaginario artista cataln. No nos ofrece una sola visin,
una sola perspectiva, una sola percepcin del pintor sino
una multiplicidad de perspectivas y voces para poder as
conformar una visin ms objetiva y realista del persona-
je. As, la tcnica cubista y realista se entrelazan, uniendo
en un mismo personaje pintura y literatura, realidad y
ficcin, planteando al mismo tiempo algunas de las ms
profundas reflexiones sobre el arte de vanguardia.
En cuanto a la temporalizacin de la novela hemos de se-
alar que los hechos narrados (tiempo del discurso) coinci-
den con los hechos ocurridos (tiempo de la historia) pues la
lectura de la novela dura mucho menos tiempo que el que
transcurre en la narracin, que linealmente abarca desde
el nacimiento de Torres Campalans, en 1886, hasta un ao
despus de su muerte en 1957, que es el ao en el que el
alter ego de Aub fija el tiempo desde el que escribe. Pero
evidentemente y en consonancia con los mltiples tipos
de modalizaciones visin y voz, la temporalizacin no
est linealmente concebida en el discurso sino que en ella
se juega con retrospecciones y prospecciones, del mismo
modo que ocurre con la espacializacin. Y es que aunque
el discurso posea en primer trmino una temporalizacin
anacrnica retrospectiva, que viene impuesta desde las
primeras pginas de la novela, cuando el autor comienza
rememorando el por qu de su escritura y las causas que
le llevaron de manera fortuita a toparse con la enigmtica
personalidad del pintor cataln, el discurso narrativo no va
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a seguir casi en ningn momento la linealidad temporal,
salvo en los Anales en los que aparecen algunos datos
falsos, en la primera parte del Cuaderno Verde en el que
se omite el ao 1909, y obviamente en el Catlogo.
A pesar de esta aparente linealidad, estas partes de la
novela tambin se van a ver repletas de referencias, notas y
alusiones que van a obligar al lector a ir de aqu para all,
para poder construir lgica y coherentemente la biografa
del pintor. As, pues, el resto del discurso narrativo se va a
ir construyendo a travs de saltos en el tiempo, reforzados
por las abundantes referencias, cartas, notas, alusiones y
dems aparato crtico. E incluso, en la biografa, que ocupa
la parte central de la novela y que a pesar de intentar re-
construir fielmente los aos desde el nacimiento del pintor
(1886) hasta la guerra del 14, ao en el que huye de Pars
a Mxico, sta se ve asaltada por las alusiones, los textos,
las referencias, las anotaciones que hacen imposible una
lectura lineal de la misma. As, encontramos a lo largo del
discurso anacronas tanto de tipo retrospectivo, analepsis,
como de tipo prospectivo, prolepsis, normalmente de ca-
rcter homodiegtico y completivo, ya que van ms all del
relato primario, inciden sobre ste y lo completan. A pesar
de ello podramos aventurarnos a sealar cierto carcter
circular en la novela, ya que comienza y prcticamente
termina si excluimos el catlogo en el mismo espacio
y tiempo en el que comienza: Tuxtla Gutirrez, Chiapas,
Mxico, 1956. Adems, esta hiptesis podra verse apoya-
da por el hecho de que prcticamente da igual por dnde
el lector comience su lectura, pues es exclusivamente el
conjunto de la novela la que puede dar una visin com-
pleta de la biografa del pintor cataln. A esto tambin se
debe ese carcter yuxtapuesto y un tanto inconexo de los
distintos discursos que acontecen y se superponen a lo
largo del texto.
Todo esto va a influir evidentemente en el ritmo de la
narracin que ser ms lenta cuando se sumerja en los
farragosos textos, referencias, anotaciones y aparato cr-
tico. Por ello el narrador, sobre todo en los dilogos, hace
coincidir los momentos ms intensos de la accin con los
detalles ms intensos de la narracin, momentos en los
que la intriga se refuerza y tensa, captando la atencin
del lector. De ah que a lo largo del relato el ritmo vaya
subiendo y bajando al mismo tiempo que se van interca-
lando la multiplicidad de voces y perspectivas. Est claro
que siempre es la misma voz, la del autor, la que preside
todo el relato aunque sta no llega a explicitarse nunca,
ya que trata de objetivarse y dar esa sensacin de verosi-
militud tan perseguida por Aub, de ah el aparato crtico
que la acompaa, a travs de la distinta modalizacin y
temporalizacin que hemos analizado.
En cuanto a la espacializacin observamos cmo son mu-
chos los espacios que el discurso construye de una forma
muy vvida y sorprendentemente real a travs de las narra-
ciones descriptivas que se irn insertando en la narracin
de Lrida, Gerona, Barcelona, Pars y Tuxtla Gutirrez, que
van a suponer una pausa en el transcurso narrativo y en
la escena dramtica.
Como hemos podido observar a lo largo de esta exposicin,
Jusep Torres Campalans es una novela bastante compleja
en cuanto a su estructura ya que exige al lector un esfuer-
zo para no perderse en esa polifona de voces y multitud de
perspectivas yuxtapuestas y simultneas a las que hay que
sumar abundante material crtico que dificulta el segui-
miento del hilo argumental en algunas ocasiones. Adems
precisamente esta estructura tan compleja en la que se
integra lo novelstico, lo histrico, lo personal, el diario,
el coloquio y el despliegue de notas, en muchas ocasiones
pretende confundir al lector pues verdaderamente no sabe
en todo momento quin habla y quin ve. A pesar de todo,
con esta tcnica Aub consigue magistralmente transfor-
mar su historia en discurso, hasta el punto de que algunos
han llegado a creer en la existencia de este anarquista,
irreverente, mujeriego, catlico, fascinante y mediocre
pintor cataln, que llega a ser percibida por el lector casi
de la misma manera que una pintura. Y es que como ha
sealado Ette:
la lectura discontinua, consecuencia de la ordenacin del
material y que recuerda la percepcin de una pintura, viene
guiada por las continuas referencias cruzadas, notas a pie de
pgina, comentarios, notas a pie de pgina para los comen-
tarios y referencias al catlogo, elementos que nos llevan
a un modelo de lectura interrelacional que se ramifica,
alterando as, la lectura lineal (2002: 680).
En definitiva, todo esto lo ha conseguido Max Aub por me-
dio de la tcnica de descomposicin del discurso narrativo,
a la manera de un cuadro cubista, convirtiendo as, Jusep
Torres Campalans, en un fascinante espacio de dilogo
entre la verdad y la mentira, la pintura y la escritura.
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Recibido: 21 de diciembre de 2006
Aceptado: 25 de enero de 2007
NOTAS
* Este artculo fue presentado como co-
municacin en el III Congreso Interna-
cional de Aleph celebrado en Granada
entre el 3 y 7 de abril de 2006.
1 Son muchos los estudios realizados
en torno a las relaciones entre la
literatura y las dems artes. Vanse
Bou (2001); Castro Borrego (1995);
Corbacho Corts (1998); Garca Berrio
(1977); Gliksohn (1994); Litvak (1998);
Monegal (2000); Pantini (2002); Puli-
do Tirado (2001a; 2001b).
2 Para el anlisis seguiremos la me-
todologa propuesta por Villanueva
(1995).
3 He de indicar que citar siempre la
novela por la ltima edicin de sta
en Destino, Jusep Torres Campalans
(Aub, 1999).
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