Informe de Lectura de Paideia - Esquilo y Sófocles
Informe de Lectura de Paideia - Esquilo y Sófocles
Informe de Lectura de Paideia - Esquilo y Sófocles
Sfocles
En Paideia: los ideales de la cultura
griega de Werner Jaeger
El drama de Esquilo
Esquilo, hijo de Euforin, naci, diramos, predestinado para ser luz divina en medio de los
hombres. Naci en Eleusis, la cuna de los misterios del mismo nombre, en tiempos de
muchos cambios para todo el pas tico. Lleg a la madurez, precisamente, cuando la
democracia toma el poder en el pas, en detrimento del domino pisistrtido1, bajo la
regencia de Clstenes el alcmenida, y las ciudades-estado coaligadas en la tica se
recuperan de luchas intestinas y de amenazas extranjeras procedentes de Persia. Esquilo, y
ser esto por encima de su mrito potico lo que ser recordado en su lpida al momento de
su muerte, luch en dos de las batallas determinantes de la defensa griega de los
aquemnidas2: la batalla de Salamina y la batalla de Maratn, en cuya participacin y
consecuencia se podr notar, posteriormente en su obra dramtica, una fundamental
influencia.
De este evento histrico nacera Los Persas, donde Esquilo mostrara su fe verdaderamente
griega y los rasgos trgicos que lo haran inconfundible. All, ante la 3 del Gran Rey
Persa que quera ser el rey del mundo, se antepone el avasallador destino que determin que
los griegos se hicieran con su hegemona. Esquilo puso de manifiesto, siendo
aquel
verdadero actor de las luchas contra los persas ya mencionadas, la profunda sabidura que
rige al mundo de acuerdo con la justicia eterna (Jaeger, 1996, pg. 224) y por la cual se
enaltece el herosmo griego, que consiste, en nuestro autor, en el valiente enfrentamiento
del hombre heroico con el destino irrevocable.
No slo Esquilo esculpi para los siglos a venir las caractersticas que por muchos siglos se
entendera como griegas per se, sino que se dio a la tarea, as este no fuera su fin
consciente, de guiar a su patria por el camino de la regeneracin, luego de tan duros
tiempos. Su mtodo sera aquel que ser la constante en Sfocles unos decenios despus, es
decir, echar mano al pasado y servirse de l como nutritiva infusin. No ser otro su brebaje
que una mezcla las nuevas corrientes nacidas de los sufrimientos de la guerra y el avance
jonio, y una buena dosis de reposado contenido mtico emanado de la ms procera fuente
1
Es decir, los descendientes de Pisstrato (607 527 a.C), antiguo tirano de Atenas.
Hijos de Aquemenes, primer rey de los persas, que segn la tradicin griega, como expresa Platn en el
Primer Alcibades (cfr. I Alcibiades, 129e), desciende de Perseo, hijo de Zeus.
3
Hybris: insolencia, desmesura, violencia.
2
del derecho de Soln. Volver al mito y renovarlo: esa era la clave para la resurreccin tica,
hasta llegar, ms tarde, al culmen de la gloria con Pericles.
El estado en tiempos de Esquilo haba cambiado, templado por el acero y el fuego de la
guerra, y ya no es el nacimiento lo que hace a un hombre superior a otro. Es ahora tiempo
de imponer una aristocracia de espritu. Como seala Jaeger: El estado resulta ser, en el
sentido de Soln, la fuerza que pone en conexin todos los esfuerzos humanos (Jaeger,
1996, pg. 225). Los ritmos jonios, relajados y femeniles, han sido sustituidos por los ritmos
dricos, ms serenos, toscos y varoniles. Es en esta nueva cultura nacida de la victoria, pero
de la victoria mediada por el sufrimiento, donde el arte de Esquilo encontrara tierra frtil
para fructificar, pues, su poesa estaba imbuida del nuevo espritu educador y moralizador,
pero, siempre con las races ancladas al mito.
Esta Atenas necesitaba reconstruirse con base en su propia historia; y no haba mejor base
que el mito, pues sus hroes, dioses y dems acontecimientos, marcados siempre por la
idealidad y la hipstasis, eran todos tomados como histricos. En el mito naci la sociedad,
en l se mova y, en general, constituyen [junto a homero] el trasfondo de la totalidad de
su existencia (Jaeger, 1996, pg. 227). Fue precisamente ahora que el espritu crtico de la
nueva filosofa, venida de Jonia, haba permitido, por primer vez, que el contenido se
sobrepusiere a su figura en el arte potico (cfr. Jaeger, 1996, 227), que la tragedia naci
como una amalgama de todo lo que significa el espritu griego.
La tragedia, que representaba en s la unidad tpicamente griega de religin, arte y filosofa,
lleg a tener tanta importancia que, inclusive, la haca responsable [el estado] del espritu
de la comunidad. Con Esquilo lleg este gnero potico a tener un carcter no slo
placentero, sino, ms importante an, poltico. La importancia de la tragedia en este
aspecto, de remonta a su origen dionisaco. En efecto, pese a que su temtica argumental no
era muy a fin a la vida del dios Dionisio (en cuyas fiestas se representaban las tragedias), el
xtasis de sus actores s que lo era. Su actuacin no era simplemente una representacin,
sino un dolor realmente vivido (cfr. Jaeger, 1996, pg. 231); y era este dolor el que pasaba a
los espectadores con gran poder pattico.
Con el tiempo, la tragedia perdi fuerza emotiva de parte de los actores, adems de
musicalidad y ritmo; no obstante, la utilizacin de un lenguaje refinado por parte del coro,
elemento primigenio de la tragedia, trado de las clases altas a las clases inferiores que se
reuna con las primeras a ver las representaciones, elev al pueblo a un mundo superior de
idealidad, donde el destino humano concentrado en el poco espacio de tiempo de la obra
representada era el protagonista.
Esquilo, ya desde el punto de vista material, fue quien introdujo en el esquema de la
tragedia antigua un mayor nmero de actores. En efecto, el coro, que comenz siendo un
narrador lrico, pas con el tiempo a ser un personaje ms que, como en Las Suplicantes,
cargaba con el destino trgico, y necesit, posteriormente, ms personajes para que
interactuaran con l y propendieran la 4: ms adelante, el coro pasara de actor a
ser el espectador ideal (Jaeger, 1996, 246) en obras como Prometeo encadenado y Los
Siete contra Tebas. Ya, desde el punto de vista del contenido, las concepciones de
(suerte) y (destino) fueron introducidas como elementos argumentales fundamentales
de la tragedia. As, como aporte axial en el desarrollo de la tragedia, fue la evolucin de lo
abstracto de los sentimientos extticos del ditirambo al nuevo lenguaje, ms racional y
concreto, que trajo consigo el dilogo entre el coro y los dems personajes.
Ahora, este destino del cual el hombre no puede escapar tiene siempre un origen divino: es
su voluntad la que, en ltimas, decide sobre la suerte de los mortales. La tragedia encontr
en el tica un pblico tan piadoso como lo fue tambin Esquilo; y ese profundo
sentimiento religioso es lo que permiti al drama trgico, junto con la concentracin de las
pasiones en una accin limitada a un corto espacio de tiempo, que ste lograra como efectos
inmediatos el (miedo) y el (compasin) que luego Aristteles generalizara
como caracterstico de toda tragedia (cfr. Jaeger, 1996, pg. 234).
Ya, sobre estas bases religiosas y culturales tan arraigadas entre los espectadores, la
tragedia esquiliana encontr su caracterstica esencial: no es importante el hombre en s,
sino por que sufre los azares del destino. No importa si es un hroe el que sufre, o es todo
un grupo de hombres (y para demostrar esto, Esquilo se vala de trilogas ms que de obras
sueltas); no importa tampoco si son estos culpables en alguna medida de algn crimen; no
importa, ni siquiera, si son dioses (como en Prometeo encadenado): nadie escapa a ese dios
de cuyas normas no se salvan ni an los propios olmpicos: el destino.
4
Este infortunio que contrae el mal destino es merced de una (culpa); pero, segn
Soln, esta no es necesariamente moral. Esquilo, convencido ante todas las cosas de que la
justicia divina es superior a la humana (cfr. Jaeger, 1996, pg. 238), pone a su hroe trgico
en pugna consciente contra este destino aciago, aceptando su culpa. En este voluntario y
valiente soportar de sus sufrimientos reside su nobleza. Este dolor as considerado es fuente
del conocimiento trgico, y ste se encuentra ms fcil en el mito, que presenta figuras
ideales, que en la historia, que siempre nos muestra caracteres innobles e incapaces de
afrontar sus destinos con dignidad. En ltimas, as como el origen del sufrimiento viene de
los dioses, slo de ellos puede venir la cura: tal pas, por ejemplo, al final de la Orestada,
con el juicio benvolo de Atena y la conversin de las Erinias en Eumnides (cfr. Jaeger,
1996, pg. 242).
Pero el destino, pese a ser avasallador, no contrae males en vano. El dolor que ste trae es
un dolor trascendente y sobrepersonal, pero que, a su vez, es contrapuesto a la
(virtud) personal que da un sentido a la adversidad: as Etocles entreg su vida
defendiendo su ciudad del ataque de su hermano Polnice, consagrado a su destino doloroso
y trgico (en todo el sentido de la palabra), pero su ciudad se salv. El sufrimiento
invencible del hroe fue germen de la vida de aquellos que de l dependan.
Sin embargo, y pese a que sufrimientos como los de Etocles son involuntarios, pues la
culpa recaa en su padre Edipo, otro es el caso de Prometeo: la culpa estaba en s mismo, y
su castigo es, por ende, voluntariamente aceptado. Prometeo, que representa en su figura de
titn toda la idea de humanidad, es fina muestra que no es la falta de poder o la altura lo que
diferencia al dios y al hombre, sino el dolor. El dolor es la caracterstica especficamente
humana y, eso, hace a Prometeo su gran representante.
En conclusin, Solo se llega al ms alto conocimiento por el camino del dolor (Jaeger,
1996, pg. 247), pero la fe del poeta lucha contra este sufrimiento. Una fe en la justicia
perenne de los dioses, que saben que el hombre es una creatura limitada, pero, a su vez, que
ni ellos mismos escapan a los azares del destino. El orden vence al caos, y el dolor
encuentra un sentido, aunque no lo entendamos.
El hombre trgico de Sfocles
no pueden ser reales fuera del escenario. Sfocles, guiado por el espritu imperante de la
escultrica, como representante de las artes, de la religin y de la tica, intenta fundamentar
sus personajes en aquel nuevo (carcter) espiritual del hombre, orientando
su
Si bien esta expresin es acuada apenas en el romanticismo por Friedrich Schiller, me parece correcta en
este caso, pese a su evidente anacronismo.
Bibliogrfia
- Jaeger Werner, Paideia: los ideales de la cultura griega, Mxico, Fondo de Cultura
Econmica, 1996.