Sonatas
Sonatas
Sonatas
Valle-Incln, Bradomn
y el modernismo
Vetriolo 2006
www.ilbolerodiravel.org
Las Sonatas de Valle-Incln son, segn la mayora de los crticos, un irrupcin del
modernismo puro en la literatura espaola en prosa, huyendo de la prosaica realidad y
buscando el consuelo en un mundo maravilloso basado en valores puramente estticos.
Hacia 1890 el naturalismo haba sufrido una crisis de crecimiento y de objetivos. La
complicacin de la psicologa en la narracin, la exploracin de nuevos ambientes, la
indagacin de relaciones humanas como el ertico y lo sensual se convirtieron en un
nuevo horizonte novelesco.
Durante los primeros aos del siglo, el modernismo est en pleno auge y ya se ha
impuesto a todas las sensibilidades. Todas las novelas se presentan como algo total,
pleno, cerrado.
El modernismo fue introducido en Espaa por Rubn Daro, el gran impulsor de este
movimiento. Los mrgenes temporales del modernismo se pueden situar entre 1890 y
un final que aproximadamente coincide con la Primera Guerra Mundial, aunque
ciertamente se puede considerar al modernismo como punto de arranque de todas las
tendencias experimentales y vanguardistas que caracterizan la literatura contempornea,
puesto que fue el precursor del libre desarrollo de la facultad creadora, sin el apoyo de
la vieja retrica.
Los inicios hay que situarlos en un ambiente de crisis a todos los niveles, poltico,
social, econmico e intelectual. Esta crisis de fin de siglo, ya anunciada por los filsofos
Schopenhauer y Nietzsche, estimul la actitud diferencial del artista frente a la sociedad,
de inadaptacin a la vida burguesa, que propici el esnobismo, la vida bohemia y la
evasin por el camino del arte.
Surge en una poca tendente a la integracin de las distintas artes, del parnasianismo,
el simbolismo, el impresionismo. Los principales cambios literarios afectaron a la
prosodia, la sintaxis y al vocabulario. El lenguaje se hizo refinado.
En la prosodia se realiz una profunda investigacin sobre las nuevas posibilidades
rtmicas para el castellano, basadas en las teoras de A. Bello en relacin con el acento
sobre la cantidad silbica, que dotara a la prosa y al verso de una nueva musicalidad. Se
sigui trabajando sobre la versificacin irregular, pero tambin intentando nuevas
posibilidades con formas mtricas extranjeras y creando nuevas formas como el verso
libre.
Los principales representantes del modernismo fueron entre los americanos, Rubn
Daro, Jos Mart, J. del Casal, Gutirrez Njera, Lugones, Larreta, y entre los
espaoles, con Valle-Incln, Salvador Rueda, S. Rusiol, los hermanos Machado y Juan
Ramn Jimnez.
Gonzalo Sobejano, en su ensayo Nietzsche y el individualismo rebelde 2, afirma que
los modernistas espaoles buscan la belleza por s misma, principalmente a travs de la
sensacin. Para ellos en efecto la belleza no se identifica con el bien, sino con la fuerza,
la nobleza, la perfeccin de la forma y su moral es esencialmente esttica. Pero slo los
2
Ibid., 290-291.
Francisco Umbral Valle-Incln, Los botines blancos de piqu, Planeta, Barcelona,1997, 22.
5
Sonata de Invierno, 130.
4
Ibid., 213.
Sonata de Esto, 120.
Valle-Incln, La lmpara maravillosa, ejercicios espirituales, Espasa, Madrid 1997. La piedra del sabio,
IV, 65.
9
Francisco Umbral Valle-Incln, Los botines blancos de piqu, Planeta, Barcelona 1997, 173.
XX, del teatro a la novela pasando por el poema, la pera, el ensayo y el cuadro, Don
Juan nunca par de viajar a travs del tiempo, del espacio y de los gneros artsticos.
Para comprender bien en que punto de la tradicin donjuanesca se inserta el Marqus
de Bradomn de las Sonatas, hay que fijarse en los elementos constitutivos del mito.
Segn Jean Rousset, autor de Le mythe de Don Juan, los elementos constitutivos se
pueden reducir a tres: primero el muerto, o sea la estatua de piedra; luego el grupo de las
mujeres y entre ellas el papel fundamental actuado por Ana, la hija del comendador, que
establece una unin entre los tres elementos del sistema; por fin el hroe Don Juan.
La estatua es el principio que funda el mito. Su papel es definido: ella es mensajera
de la muerte, encarnacin de la ira de Dios y instrumento de su justicia, es intermediaria
entre lo natural y lo sobrenatural. La condena y la muerte de Don Juan son la
consecuencia directa de sus pecados, y la estatua, mensajera de Dios, est encargada de
infligrselas.
Otro aspecto de la obra, que nos resultar luego interesante, es que en los siglos
XVII-XVIII la obra dramtica no se terminaba con el apretn de manos de la estatua
que aniquila el protagonista, como en Tirso: despus de la muerte de Don Juan haba
dos escenas muy contrastantes entre ellas, que llevaban a dos distintas conclusiones. La
primera, que viene directamente de Tirso, y que es llamada tradicionalmente el lieto
fine, pone en escena la reorganizacin de las parejas como antes la intrusin de Don
Juan. La otra conclusin se impuso con la obra Il convitato di pietra, de Cicognini, que
inventa una escena en la que el pecador castigado desciende a los inferos. Es decir que
tenemos por un lado un final trgico, y por otro lado un final de comedia.
En cuanto a las mujeres, hay unos aspectos de poner en evidencia. Primero tienen
que ser muchas, de otra manera no se puede subrayar la inconstancia de Don Juan;
luego, una entre ellas tiene que ocupar un lugar privilegiado en relacin con el muerto, y
empujar al enfrentamiento entre seductor y estatua; por fin las mujeres se sienten y son
consideradas por los dems unas vctimas de Don Juan.
En cuanto al hroe, se trata de un pecador cuyo apetito sexual no tiene frenos. Cada
dificultad que encuentra en su camino incrementa su ganas de conquista amorosa. Tiene
predileccin por las vrgenes y le gusta mucho seducir una mujer felizmente pareada,
para abandonarla enseguida. Est dispuesto a cualquier cosa para lograr sus fines:
engaar a un amigo, pasar por otro hombre, prometer el casamiento a unas mujeres
pobres. Su lenguaje nunca transmite la verdad, ya que finge siempre de reconocer los
valores de su interlocutor, como la familia y la religin, y en realidad los subvierte.
La figura del comendador va perdiendo crdito ya en el Don Juan de Molire, por su
vanidad, aunque al final del siglo XVIII el Don Giovanni de Mozart y Da Ponte
restituya al convidado de piedra su grandeza. Los escritores modernos, a causa de un
general escepticismo frente a los castigos de Dios, propenden a la eliminacin de este
elemento primitivo y a su sustitucin con un castigo por vas naturales, como el
suicidio, un desafo con el hijo del comendador o la vejez degradante.
Tambin el grupo de las mujeres asistir a unos cambios. En el siglo XVIII las
conquistas de Don Juan empiezan a multiplicarse, perdiendo su fuerza expresiva. Y
tambin en esto caso es Mozart que restaura el papel fundamental de Ana.
En la edad romntica, Hoffmann, en su novela corta Don Juan, centra sus reflexiones
sobre Ana, que l ve como la mujer destinada por el cielo para revelar a Don Juan la
parte divina de su naturaleza, la parte que est predestinada para su salvacin. Esta es la
versin romntica de Don Juan, a la cual contribuye tambin Zorrilla, muy admirado
por Valle-Incln por su gran teatralidad. Don Juan Tenorio interesa a Valle doblemente:
como espectculo y como hombre/espectculo.
En consecuencia de los cambios subidos por el comendador y las mujeres, tampoco
la figura de Don Juan se queda invariada. En el siglo XVII Don Juan es un pecador al
cual no basta el arrepentimiento de la ltima hora para obtener la gracia de un Dios
Padre justiciero. El siglo XVIII lo rebaja al nivel de un lechuguino libertino. La
revalorizacin del personaje es otra vez mrito de la obra de Mozart, con la que el
creador y el pblico empieza a sentir simpata por el libertino. En el siglo XIX don Juan
llega a salvar su alma merced al arrepentimiento provocado por el amor de una mujer.
Vamos a considerar ahora las Sonatas: a primera vista se advierte la ausencia del
primer elemento analizado: el de la estatua.
En cuanto al grupo femenino, se compone de cinco mujeres muy diferentes entre
ellas: Mara Rosario en la Sonata de Primavera, la Nia Chole en Sonata de Esto,
Concha en Sonata de Otoo, Mara Antonieta y Maximina en Sonata de Invierno, sin
contar otros amores evocados ms o menos intensamente.
Como seala Dianella Gambini10, en la literatura y en las artes figurativas de fin de
siglo hay dos tipologas distintas de mujeres: la mujer fatal, belleza diablica y cnica y
la mujer frgil, delicada, espiritualizada, exaltada por los prerrafaelistas, con la variante
de la mujer enferma, hasta agonizante, que testimonia la predileccin de los escritores
de este perodo para la necrofila. Las dos mujeres ms representativo del segundo
grupo son Mara Rosario y Concha: de una se exalta la esttica preraffaelita de la
candidez y de la humildad; del otra Concha, la sensualidad coexistente con su pureza
(blanca y casta). En cuanto a la mujer fatal, tpico ejemplo es la visin perdurbadora
de la Nia Chole, figuracin del Eterno Femenino, impregnada de erotismo y exotismo,
lujuriosa, salvaje y cruel como Atal para Chateaubriand y Salamb para Flaubert.
Se puede aadir otra tipologa de mujer: la figura de la nia virgen, objeto de gran
atraccin ertica, como Maximina y la novicia adolescente, hija de Bradomn.
Bradomn no conseguir poseer sexualmente ni a Mara Rosario, ni a Maximina, las dos
vrgenes, aunque las fascina su poder seductor.
Mara Antonieta y Concha son amantes del pasado reencontradas en ocasin de
circunstancias excepcionales (la guerra carlista para Mara Antonieta, la muerte
acosante para Concha). La Nia Chole es la nica nueva aventura galante de Bradomn.
Tres de las mujeres son ya de otro hombre, las otras dos estn destinadas a Dios. Si una
de estas mujeres tiene un lugar privilegiado, esta es Mara Rosario, la futura monja, que
personifica el amor imposible. De estas mujeres, las que aparecen como vctimas de
Bradomn son las que nunca conocieron el sexo: Mara Rosario, que pierde el juicio y
Maximina que se suicida. Slo una vez en las novelas el lector se entera del juicio de la
sociedad sobre los amores de Bradomn, a travs de una carta recibida por Concha,
10
D. Gambini, Tipologa femenina fin-de-sicle el las Sonatas de Valle-Incln, en John P. Gabriele Suma
valleinclaniana, Anthropos, editorial del Hombre, Barcelona, 1992.
10
donde la acusan de ser la peor de las mujeres y le dicen que su vida es un escandalo: las
inculpacin que habitualmente se dirigen a Don Juan.
DONJUANISMO DE BRADOMN
Por misma admisin del autor, Bradomn es un Don Juan. Pero un Don Juan
innovador, admirable, en perfecta sintona con los cnones del modernismo, que se
preocupa constantemente de destacarse y luchar contra lo vulgar.
Es feo, catlico y sentimental.
Valle-Incln ha acostumbrado su lector a una adjetivacin en forma de tradas, y la
ms famosa de las Sonatas es la que aparece en la nota introductiva. Se trata de una
frase rara, que tiene msica y impacto. El primer adjetivo se refiere a lo fsico, el
segundo a lo cultural y el tercero a lo psicolgico. O sea, Bradomn es fsicamente feo,
culturalmente catlico y psicolgicamente sentimental: una descripcin amplia y
variada tpicamente modernista. Tres cualidades en absoluto contraste entre ellas
mismas y entre ellas y el tipo tradicional donjuanesco.
Lo ser catlico no aade nada nuevo, pues que el Don Juan de Tirso ya era catlico,
aunque un catlico pecador, que al final de su vida se preocupa de llamar alguien que
pudiera confesarle y absolverle. Pero la resonancia que la palabra catlico tena en el
siglo XX era muy diferente. Basta recordar el decadentista Barbey dAurevilly (a quien
Bradomn llama mi noble amigo en la Sonata de Esto) que despus de su conversin
al catolicismo produce un gran escndalo con Les diaboliques, libro secuestrado por
inmoral. Lo extraordinario es que Don Juan sea sentimental. En la tradicin se habla de
desdn por las mujeres burladas, de indiferencia, de infidelidad.
En cuanto a la fealdad, es verdad que en la tradicin esta no est admitida en un
verdadero Don Juan, pero como Bradomn es en alguna manera un reflejo de ValleIncln, un Valle estilizado por su afn de dandismo, ocurre que el autor se encuentra
feo. Pero esta fealdad la redime con los otros dos elementos: catlico y sentimental.
A d e m s B r a d o m n o f r e c e c o n t r a i m g e n e s d e s m i s m o e n l a s Memorias,
contraimgenes que se llenan de resonancia cuando nos obligan a compararlo con
autores libertinos: Pietro Aretino, Giacomo Casanova, el Marqus de Sade. Bradomn
es, como ellos, un hombre de biblioteca, un libertino erudito que nos hace participar del
goce de sus lecturas, como don Quijote.
Segn Zamora Vicente, Bradomn se sabe un Don Juan, es consciente de su papel,
mientras que los personajes de Tirso y Zorrilla son un poco muecos que obedecen a
leyes rigurosas, superiores a ellos en muchos casos, unos juguetes del instinto11.
Bradomn en cambio es ms reflexivo y mide, antes de realizar un acto, el alcance
seductor de l. El Marqus fascina y emana de l un poder irresistible para las mujeres
y, como Don Juan, se burla del casamiento hacindose amar de las mujeres casadas.
Puede captar los pensamientos de la que tiene enfrente, a tal punto que a Mara Rosario
le aparece como un brujo.
11
Alonso Zamora Vicente, Las Sonatas de Valle-Incln, Gredos, Madrid, 1955, 31.
11
12
13
21
ibid., 26.
Sonata de Invierno, 209.
23
ibid., 209.
22
14
EL SADISMO
24
25
ibid.,
ibid., 164.
15
LA MUERTE
RELIGIOSIDAD Y SATANISMO
Ya hemos recordado ms veces que Bradomn se presenta como catlico. Hace una
preliminar declaracin de fe, y el lector espera, como lgica consecuencia, un
comportamiento coherente con los principios religiosos. En efecto, ser catlico quiere
decir tener una tica precisa. Y nuestro Marqus no acta exactamente como un buen
creyente; sin embargo su original religiosidad aflora en muchas ocasiones.
Alonso Zamora Vicente relaciona este hecho con el ms caracterstico y complejo
aspecto del modernismo literario, o sea la mezcolanza irrespetuosa de piedad y
paganismo.Esta dualidad desgarradora se convierte en los modernistas en algo que
hay que exhibir, decorativo, bello, por su propia naturaleza dramtica. Lo que hasta
entonces ha sido soterraa vivencia intrasferible se convierte ahora en un deporte de
buen tono.27 Podemos encontrar un perfecto ejemplo en este pasaje de la Sonata de
26
27
ibid., 175.
Alonso Zamora Vicente, Las Sonatas de Valle-Incln, Gredos, Madrid, 1955, 49.
16
Esto, donde Bradomn mezcla confusamente (con una evidente preferencia por el lado
pecaminoso, los dos elementos: Sobre mi alma ha pasado el aliento de Satans
encendiendo todos los pecados: Sobre mi alma ha pasado el suspiro del Arcngel
encendiendo todas las virtudes.28 Mara Rosario es la nica que, en las Sonatas, vive la
religin interiormente ya que, a pesar de todas la demostraciones de devocin, Concha
no duda en sacrificar los mandamientos de la Iglesia por la pasin que la quema.
En la Sonata de Esto hay muchos episodios en los cuales el Marqus acta de
sacrlego.
En el convento, la promiscuidad sexual borra la barrera entre la comunidad religiosa
y la secular, cuando Bradomn mentalmente comete adulterio con la Abadesa, creando
una situacin sacrlega de falta de diferenciacin entre lo humano y lo divino. Antes la
Nia Chole haba bebido ilegalmente el agua santa de la fuente del jardn del convento y
Bradomn la haba presentado a la Abadesa como su propia mujer, para poder
libremente cometer el adulterio en aquel sagrado recinto.
En la Sonata de Primavera las referencias al Diablo son mltiples. A medida que se
multiplican las andanzas del marqus, se le va identificando con Satans: Polonio, a
hurto, hizo los cuernos con la mano.29 Y huy de mi presencia haciendo la seal de la
cruz, como si huyese del Diablo. No pude menos de rerme largamente.30 El propio
Bradomn se justifica diciendo: Yo estoy convencido de que el diablo tienta siempre a
los mejores.31 Ante Mara Rosario, l se va convirtiendo en el mismo Satans: Y eso
os agrada? Algunas veces me parecis el demonio...! 32 Por qu me aborrecis
tanto? -Porque sois el demonio!33 Ella me miraba con los ojos extraviados haciendo
la seal de la cruz: -Sois brujo! Por favor, dejadme!34
Al final del libro encontramos la exclamacin Fue Satans reiterada
obsesivamente por Mara Rosario y es precisamente en esta escena que el Marqus
alcanza la apoteosis de su mal. 35 En suma Bradomn llega a ser, como Don Juan, una
personificacin del Diablo.
El Diablo es sin duda uno de los tpicos literarios del siglo XIX. Es durante el
Romanticismo que se nobiliz Satans, que llega a ocupar un sitio de honor en la
creacin esttica. Se aprecia particularmente su ser novedad inusitada y el hecho que a
travs de l, el artista puede hacer una declaracin de autonoma del arte con respecto de
la moral. Se hace arte por el arte mismo. Con el avanzar del siglo, se asiste a la victoria
del diablo en Faust y se va perdiendo la distancia entre el hombre y el poder extrahumano del infierno. Se encuentra una curiosidad por el prohibido, por lo vedado en Les
diaboliques, de Barbey dAurevilly, hasta llegar al escritor que, ms que los otros, ha
hecho un pacto con el demonio: Charles Baudelaire. S u s Fleurs du mal son
28
17
18
paganismo) es evidente en este pasaje: La mir largo rato en silencio, hasta que sent
descender sobre mi espritu el numen sagrado de los Profetas: -Lo he sabido porque
habis rezado mucho para que lo supiese. He tenido en un sue o revelacin de
todo!.46
Otros ejemplos de impiedad del Marqus se notan cuando en la Sonata de Invierno
llega a Estella disfrazado de monje o cuando, rodeado de los frailes franciscanos que lo
interrogan por la salud del Papa, se inventa una leyenda piadosa y milagrera,47 porque
no conoce la verdadera respuesta.
Los adjetivos de contenido religioso se emplean a menudo para dar una pincelada
picante y desacralizador a escenas diferentes: En mi memoria vive siempre el recuerdo
de sus manos blancas y fras. Manos difanas como la hostia!48
En ciertas ocasiones, el Bradomn de la Sonata de Otoo, en una atmsfera erticosacrlega, llega a equipararse con Dios, como cuando Concha azota a Bradomn con sus
cabellos: Es el azote de Dios! -Calla, hereje! [...] Aztame Concha! Aztame como
a un divino Nazareno! Aztame hasta morir! 49 En la misma escena a Concha en
trance de muerte le hace miedo tanto satanismo: Me das miedo cuando dices esas
impiedades... S, miedo, porque no eres t quien habla: Es Satans... Hasta tu voz
parece otra... Es Satans!50 Y en la Sonata de Invierno, es as que Bradomn describe
el amante de turno: sus ojos con un fuego sombro que pareca consumirla: Eran los
ojos msticos que algunas veces se adivinan bajo las tocas monjiles, en el locutorio de
los conventos!.51
SUPERSTICIN
19
ibid., 134.
Sonata de Otoo, 37.
54
ibid., 94.
55
ibid., 114.
56
ibid., 114.
57
Alonso Zamora Vicente Las Sonatas de Valle-Incln Gredos, Madrid, 1955, 37.
58
Sonata de Primavera, 24.
53
20
que acogen princesas que han tenido santos en la familia y de repente el tono del cuento
se hace artificioso y aristocrtico Despus, dejndome llevar de un impulso
romntico, fui a Mxico. Yo senta levantarse en mi alma, como un canto homrico, la
tradicin aventurera y noble de todo mi linaje. Uno de mis antepasados, Gonzalo de
Sandoval, haba fundado en aquellas tierras el reino de la Nueva Galicia, otro haba
sido Inquisidor General, y todava el Marqus de Bradomn conservaba por all los
restos de un mayorazgo deshecho entre legajos de un pleito.59
Sobretodo la Sonata de Otoo, ambientada en la arcaica Galicia, est traspasada de
este sentido de la genealoga. El noble pazo de Brandeso nos ensea sus fachadas
herldicas entre las sombras de los jardines y la bruma del clima. En esto palacio est
vivo el recuerdo de todo su linaje: Reinaba en la biblioteca una paz de monasterio, un
sueo cannico y doctoral. Sentase en el ambiente el hlito de los infolios antiguos
encuadernados en pergamino, los libros de humanidades y de teologa donde estudiaba
el Obispo.60 Y cuando la sombra amenazadora de la madre anciana se acuesta sobre el
recuerdo de los dos amantes, Bradomn la evoca con estas palabras: La pobre seora
era una santa. No est en los altares por haber nacido mayorazga y querer perpetuar
sus blasones tan esclarecidos como los de Don Juan Manuel. De reclamar varona las
premticas nobiliarias y las fundaciones vinculares de su casa, hubiera entrado en un
convento, y hubiera sido santa a la espaola, abadesa y visionaria, guerrera y
fantica.61 Y est evidente que hombres y mujeres, dentro de su cadena de abolengo,
nacen con una ungida predestinacin: Era tradicional que en el linaje de Brandeso los
hombres fuesen crueles y las mujeres piadosas.62
El pazo de Brandeso se nos presenta con riqueza de detalles:El jardn tena una
puerta de arco, y labrados en piedra, sobre la cornisa, cuatro escudos con las armas de
cuatro linajes diferentes. Los linajes del fundador, noble por todos sus abuelos! 63
Un Palacio a la italiana, con miradores, fuentes y jardines, mandado edificar por el
Obispo de Corinto Don Pedro de Bendaa, Caballero del Hbito de Santiago,
Comisario de Cruzada y Confesor de la Reina Doa Mara Amelia de Parma.64
La necesidad de insistir sobre la prosapia conduce a la insistencia erudita, entre mitos
herldicos y privilegios histricos. La casa de Montenegro es el ms ilustre de los
linajes espaoles. [...] Los Montenegro de Galicia descendemos de una emperatriz
alemana. Es el nico blasn espaol que lleva metal sobre metal: Espuelas de oro en
campo de plata.65
Y para buscar una razn literaria se busca una raz ltima nada menos que en Roldn,
huido a Galicia despus de Roncesvalles. El Seoro de Padn, creado por un hijo de
Roldn y de una Sirena de las playas de Slvora, es el ms antiguo y esclarecido
59
21
ibid., 79.
Sonata de Invierno, 157.
68
Sonata de Primavera, 72.
69
ibid., 70.
70
Sonata de Esto, 123.
71
Sonata de Invierno, 127.
72
Sonata de Primavera, 68.
67
22
amantes que en el mundo han sido, y por infortunados y leales pasaron a la historia, y
aun asomaron ms de una vez la faz lacrimosa en las cantigas del vulgo.73 Aquella
noche, las hijas de la princesa habanse refugiado en la terraza, bajo la luna, como las
hadas de los cuentos. 74 La evocacin literaria lleva a matizar la psicologa de los
personajes. Tal es el recuerdo de las Memorias de Casanova, y de Casanova mismo, en
dos pasajes de la Sonata de Primavera. Pero estas referencias a otros literatos son
utilizadas no slo por su poder evocador, sino tambin para ensear la erudicin del
narrador.
En Mxico el amor triunfante de la Nia Chole se relaciona con ejemplos de la
literatura ertica: Yo, despus de haberla contemplado intensamente, me inclin:
Viejas artes de enamorar, aprendidas en el viejo Ovidio! 75 Se destaca tambin el
recuerdo del Aretino: Yo la tena en mis brazos, y las palabras ms bellas y musicales
las besaba, sin comprenderlas, sobre sus labios. Despus fu nuestro numen Pedro
Aretino, y como oraciones, pude recitar en italiano siete sonetos gloria del
Renacimiento: uno distinto para cada sacrificio.76
Bradomn ha llegado a Mxico en busca de consuelo de sus penas amorosas, y eso le
recuerda Petrarca: En la soledad del camarote edificaba mi espritu con largas
reflexiones, considerando cun pocos hombres tienen la suerte de llorar una infidelidad
que hubiera cantado el divino Petrarca. 77 Significativo es el pasaje siguiente, donde
se mezclan perversidad y sabidura literaria: Yo he preferido siempre ser el Marqus
de Bradomn, a ser este divino Marqus de Sade.78
CONCLUSIN
Hemos visto que el mito de Don Juan ha cambiado en el transcurso de los siglos,
segn las inquietudes y las ideas de los varios escritores, que reflejaban tambin las
mentalidades y las ideologas de su perodo histrico. En las Sonatas, Valle-Incln
conserva algunos invariantes, suficientes para poder incluir a Bradomn en la tradicin
de los Don Juanes. Lo que es ms interesante es que el escritor procede a una
deconstruccin sistemtica del mito, a partir esencialmente del papel de la estatua de
piedra.
En una entrevista de 1926, Valle-Incln insiste y puntualiza: En ellas [las Sonatas]
intent tratar un tema eterno. El tema, si es eterno, por mucho que est tratado, no est
agotado nunca. El tema eterno es piedra de toque donde se mide el esfuerzo y el mrito
de cada autor, y por ello todos debemos intentarlo. Don Juan es un tema eterno y
nacional: pero don Juan no es esencialmente conquistador de mujeres; se caracteriza
73
ibid., 56.
ibid., 64.
75
Sonata de Esto, 123.
76
ibid., 157.
77
ibid., 102.
78
Sonata de Otoo, 65.
74
23
tambin por la impiedad y por el desacato a las leyes y a los hombres. En don Juan se
han de desarrollar tres temas. Primero: La falta de respeto a los muertos y a la
religin, que es una misma cosa. Segundo: satisfaccin de sus pasiones saltando sobre
el derecho de los dems. Tercero: conquista de mujeres. Es decir: demonio, mundo y
carne, respectivamente. [...] Los don Juanes anteriores al marqus de Bradomn
reaccionan ante el amor y ante la muerte; les faltaba la Naturaleza. Bradomn, ms
moderno, reacciona tambin ante el paisaje .79
Metido en la reelaboracin de un mito, un grande creador como Valle-Incln no se va
a parar por un sentido de respeto y de temor reverencial, de servidumbre. Esta es
simplemente otra ocasin para dar muestras de su independencia, creando a su vez otro
personaje mtico en la historia de la literatura: Bradomn, cuya origin alidad se
desprende de rasgos aparentemente contradictorios: por un lado, feo, catlico y
sentimental y, por otro cnico, descredo y galante como un cardenal del
Renacimiento. En suma, un Don Juan nico y contradictorio.
En conclusin de este relato, recordamos las palabras que, por interrumpir a un
prelado pedante y divertir escandalizando a las damas de un saln, pronuncia Xavier de
Bradomn y, en esa declaracin se ha querido ver un manifiesto esttico por parte del
autor. Yo no aspiro a ensear, sino a divertir. Toda mi doctrina est en una sola frase:
Viva la bagatela. Para m, haber aprendido a sonrer es la mayor conquista de la
humanidad.80
79
Josefa Baul Domnech, Las Sonatas de Valle-Incln: arte y memoria a travs de un cristal,
www.elpasajero.com/artmemor.html.
80
Sonata de Invierno,
G.G. Brown, Historia de la literatura espaola, vol 6/1: El siglo XX, Ariel, Barcelona
1998.
Francisco Rico, Historia y crtica de la literatura espaola, Editorial Crtica, Barcelona
1980, vol 6: Modernismo y 98, Jos-Carlos Mainer.
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Ramn del Valle-Incln, Sonata de Otoo, Sonata de Invierno, memorias del marqus
de Bradomn, edicin Leda Schiavo, Espasa Calpe, Madrid 2001.
Ramn del Valle-Incln, Sonata de Primavera, Sonata de Esto, memorias del marqus
de Bradomn, edicin Leda Schiavo, Espasa Calpe, Madrid 2000.
Ramn del Valle-Incln, Sonata di primavera, a cura di Giovanni Battista De Cesare,
Letteratura universale Marsilio, Venezia, 2005.
Ramn del Valle-Incln, Sonata destate, a cura di Oreste Macr, Passigli editore,
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Ramn del Valle-Incln, Sonata dautunno, a cura di Oreste Macr, Passigli editore,
Firenze 1992.
Ramn del Valle-Incln, Sonata dinverno, a cura di Oreste Macr, Passigli editore,
Firenze 1993.
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Francisco Umbral Valle-Incln, Los botines blancos de piqu, Planeta, Barcelona, 1997.
Alonso Zamora Vicente Las Sonatas de Valle-Incln Gredos, Madrid, 1955.
Eliane Lavaud-Fage La singladura narrativa de Valle-Incln (1888-1915), Fundacin
Pedro Barrie de la Naza, Conde de Fenosa, Galicia editorial, 1991.
John P. Gabriele Suma valleinclaniana, Anthropos, editorial del Hombre, Barcelona,
1992.
Martha Lafollette Miller, Desorden y sacrificio en Sonata de esto;
Eliane Lavaud-Fage, Las Sonatas: un ejemplo de deconstruccin;
Dianella Gambini, Tipologa femenina fin-de-sicle en las Sonatas de Valle-Incln;
Nol M. Valis, La novela como trampa femenina: Sonata de otoo de Valle-Incln;
Carlos Feal, Psicologa y mito en la Sonata de Esto.
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Antonio Machado), Guadarrama, Madrid, 1975.
Leda Schiavo, Valle-Incln, hoy. Estudios crticos y bibliogrficos, Alcal de Henares,
1993.
Javier Serrano Alonso, Los cuentos de Valle-Incln: Estrategia de la escritura y
gentica textual, Universidade, Santiago de Compostela, 1992.
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