Mariano Picon Salas
Mariano Picon Salas
Mariano Picon Salas
Las dos lanzas de Pez y Monagas, que fueron al Poder detrs de las Constituciones
en las tres primeras dcadas de la Repblica, se multiplicarn en muchas lanzas, en
subversin total, en la larga guerra de los cinco aos, o de la Federacin, entre 1858 y 1863.
O los ltimos y elegantes discursos de la Convencin de Valencia, donde el
antimonaguismo quiso rehacer el Estado sin lograrlo, presencian ya la algarada de los
primeros alzados. Se enfrentaban sin conciliacin dos generaciones. La de los sosegados
hidalgos y letrados que haban acompaado a Pez entre 1858 y 1860 asisten a las tertulias
de don Manuel Felipe Tovar, y los que aprendieron su populista evangelio de rebelda en
los escritos de Antonio Leocadio Guzmn. Desde 1846 se est gritando insistentemente:
Abajo los godos! Y encubierta bajo el mgico nombre de Federacin, la guerra de los
cinco aos desea completar radicalmente lo que no realiz la Independencia. Fue un poco la
guerra de los pobres contra los ricos, de los que no de los que no podan pagar sus deudas
contra los vidos acreedores, de los que no tenan linaje contra los que abusaban de l, de la
multitud preterida contra las oligarquas. Naturalmente, la guerra aunque la hayan
predicado los intelectuales la hacen los hombres de armas, y el autntico igualitarismo
social que el pas logra despus de la revuelta federal no se equilibra con los abusos del
nuevo caudillismo militar y con esa turbulenta sociedad de compadres armados, de jefes
civiles y militares que se rebelan en sus provincias y continuamente quieren cambiar el
mapa poltico del pas. Sobre la catarsis del desorden y el igualitarismo a cintarazos que
se abre con la Guerra Federal y en los diez aos que la siguen, se erigir, finalmente, en
1870 la fanfarrona omnipotencia de Guzmn Blanco, una mezcla de Csar y Napolen III.
Haban desaparecido ya los primeros actores del drama: Zamora, Falcn, el viejo Monagas,
Bruzual, el soldado sin miedo; comenzaba a ponerse chocho el viejo Guzmn, y ms
hbil e intrigante que todos los peludos caudillos de la Sierra de Carabobo, de Coro y del
Gurico, resultar el Ilustre Americano, Regenerador y Pacificador.
La Guerra Federal haba arruinado hasta tal punto al pas, que el gobierno de
Falcn, entre otros arbitrios financieros, debi negociar en Inglaterra el vergonzoso
emprstito de 1863 por dos millones de libras esterlinas, uno de los ms inicuos que se
recuerden en nacin alguna. El Gobierno se comprometa ante los prestamistas britnicos a
hipotecar la parte libre de las importaciones de las aduanas de La Guaira y Puerto Cabello
o la totalidad de los derechos de importacin de las dems aduanas de la Repblica, o la
renta de exportacin de algunas o de todas las aduanas del pas, pudiendo tambin dar en
garanta cualesquiera otros bienes o propiedades nacionales. Y un smbolo un poco triste,
acaso caricaturesco, de la miseria a que haba llegado el pas en esos aos, es el catlogo de
los artculos venezolanos exhibidos en la Exposicin Internacional celebrada en Londres en
1862. Entre otras cosas modestas y miserables, muestras de mediocridad y derrota, se
exponen unas frutas en cera; tres totumas, dos sin adorno y una pintada; un pauelo de
bolsillo; una hamaca fabricada en Margarita; raz y extracto de zarzaparrilla; unos cueros de
cabra de Coro; unos botes de guayaba; naranjas y camburitos pasados, y unas muestras de
caraotas, dividive, maz y tapiramos. Lo poco que nos haba dejado la tormenta; los signos
de un pas que pareca retornar al estado de naturaleza.
Quizs Guzmn Blanco, que lo contrat recibiendo, segn se dice, la ms
deshonesta comisin del emprstito, tena sobre los otros generales emergidos de la
guerra, si no toda la honradez, algunas cualidades que permitiran salir del desorden y
enmogotada barbarie. O en l se conjugaron, extraamente, los complementarios destinos.
Hijo del gran agitador y demagogo Antonio Leocadio, era un poco el Delfn, el heredero
armado del liberalismo populista de 1846. Pero su liberalismo de plazuela caraquea y de
guerrilleros de la Federacin hizo un poco de aprendizaje cosmopolita en Estados Unidos y
Europa; aprendi el estilo y los ademanes de la buena sociedad; aprendi, tambin, a tratar
a los financieros de la City londinense, y pretende curarnos del atraso trayndonos
progreso material aunque se pague demasiado caro. Con habilidad y soberbia y mimetismo
muy criollo, sabe imitar y acercarse a los arquetipos polticos del siglo XIX. Si en algunos
momentos de aventura y de accin se parece a Garibaldi, en otros emula la pompa cesarista
de Napolen III. No ser, precisamente, el liberalismo de los editoriales de El Venezolano
que redactara su padre lo que impone su largo dominio sobre el pas, sino una especie de
imperio liberal a la manera como mile Ollivier justific en Francia el podero del csar
francs y con todas las modalidades de una traduccin a la criolla. Jactancioso y a veces
insolente, sin ninguna duda sobre su providencialismo, Guzmn Blanco moderniza y
mejora la desamparada existencia venezolana despus de la sangra federal. Olvida pronto
la generosa y liberalsima Constitucin de 1864 para ir plegando las leyes a su instinto de
dominacin. Pero quizs entre todos los grandes conmilitones que hubieran podido
disputarle el poder, era el ms culto y el que tena ms clara concepcin del Estado, aunque
lo personalizara el exceso. Y nos preguntamos qu hubiera sido del pas en las manos de
Len Colina o Matas Salazar.
Bajo el cesarismo guzmancista a pesar de la prensa oficial, de la escasa libertad
poltica, de la vanidad del caudillo y de lo que se llam irnicamente la adoracin
perpetua , Venezuela se limpia las cicatrices y costurones de diez aos de anarqua. Si se
pagan a muy alto precio las obras de progreso material, ya los bultos y las personas no se
transbordan en goletas y bergantines desde Saint-Thomas para llegar a La Guaira; se
levantan muelles y lneas frreas, se comienzan a fabricar aquellas cosas elementales de que
ya informan los Anuarios estadsticos a partir de 1873, e ingresan ms pesos fuertes. Las
oligarquas comerciales la mayora de nombre extranjero establecidas en Caracas,
Maracaibo, Puerto Cabello, Ciudad Bolvar, compran y distribuyen en los grandes
mercados europeos y norteamericanos los productos de la tierra, desde el caf, el cacao, los
cueros, el dividive, la serrapia, hasta las plumas de garza, el ganado que se consume en las
Antillas y a veces se exporta a Cuba, y dotan, por retrueque, a los productores agrcolas de
las mercancas de una rudimentaria industria verncula: liencillos, jabn, rones y cervezas;
velas estericas para alumbrar la larga noche campesina, o depurativos para limpiar la
sangre o mejorar las tercianas. En 1875, en 1884, se vivir un poco mejor que en 1864. Y
los provincianos que vienen a Caracas, asisten a las ocasionales compaas de pera y
suben a la colina del Calvario, tienen la ilusin de que la ciudad es un pequeo Pars.
Algunas de las galas del tiempo, las cuidadas barbas de los caballeros y la ardorosa o
lnguida belleza de las mujeres, entre sedas, cintas, abanicos, peinetas y mitones, se pueden
ver en los retratos del viejo maestro Tovar y Tovar. Para los centenarios que comienzan a
celebrarse como el del Libertador en 1883, la Venezuela oficial y vestida de etiqueta
lucir sus grandes lienzos y plafonds de batallas. El rgimen guzmancista es como una
enorme pera en que el apuesto dictador, vestido con el mejor uniforme que hicieron los
sastres militares de Pars, avanza al proscenio a cantar su solo exultante.
Ya est un poco pasado de moda, no haba hecho el necesario trnsito del
Segundo Imperio a la Repblica, cuando despus del postrer viaje a Europa, que lo
conducira a la derrota y la ausencia definitiva, los estudiantes derriban sus estatuas en 1888
y se ensaya con Rojas Pal y Andueza Palacio la reconstitucin del orden democrtico y
civil. El viejo liberalismo, que haba sido cautivo de los militares, quiere hacer la expiacin
de sus faltas, y la nueva generacin positivista anhela curar, con los mtodos de la ciencia y
los estudios sociales, las viejas dolencias del pas. Pero tambin un letrado y orador como
Andueza sufre el complejo de nuestra viveza y jactancia verncula. Y por qu no ha de
conseguir en 1892 que se le prolongue siquiera en dos aitos su perodo presidencial?
No ms eso como se dira en un corrido mexicano estaba aguardando el ltimo y ms
simptico caudillo de la Federacin, el General Joaqun Crespo, para hacer contra el
Doctor su revolucin legalista. Crespo ha de cerrar con su campechana bonhoma su
conducta de gran compadre para quien la direccin de la Repblica parece prolongar el
dominio del hato llanero, y tambin con la bala de mampuesto que le segar la vida en
La Mata Carmelera, el ciclo de los caudillos rurales del siglo XIX. Pero ya no de los
Llanos, sino de las sierras andinas avanzan con Cipriano Castro los nuevos dominadores
con quienes se inicia el siglo XX. En el squito de Castro y contrastando con su
temperamento impulsivo, extrovertido y nervioso, amigo de las frases y los gestos
resonantes, viene un compadre taciturno; el financiero de la expedicin; el que vendi sus
toros y sus vacas y meti algunos de los miles de pesos que le haba ganado a la casa
Blohm, para costear la aventura. Se llama Juan Vicente Gmez; tiene el don de hacerse el
Bertoldo, el que dice cosas obvias o sabe callarse junto a los doctores y los generales que
conversan mucho; pero junto al frenes, la estridencia y casi la histeria de los nueve aos de
gobierno de Castro, se edificar un slido poder personal que a partir del 19 de diciembre
de 1908 cuando don Cipriano se est curando en Europa de sus cansados riones se
trocar en tremendo poder poltico.
De un pas insolvente, intimidado por las escuadras europeas en 1903, porque no
poda pagar las deudas de noventa aos de revoluciones, Venezuela comenzar a guardar en
la alcanca fiscal bajo el desptico, largo y abrumador protectorado de Juan Vicente Gmez.
(Hablamos de alcanca fiscal porque no existe durante los veintisiete aos de dictadura nada
que se parezca a una poltica econmica ni nada que mejore a fondo las condiciones
sociales.) Como se concede tan generosamente el petrleo a los consorcios extranjeros a
partir de 1917, puede afirmarse en una Venezuela que se cans de las revueltas y parece
adormecida en el letargo de una existencia provinciana donde la mayor seguridad es no
estar en la crcel. Fue, sin duda, la poca ms cruel de nuestra historia republicana. Los
carceleros de La Rotunda, de Puerto Cabello, de San Carlos, se encargan de los civiles que
siguieron invocando la libertad y a quienes en el lenguaje de los peridicos cortesanos se
les llamaba los malos hijos de la patria. Los buenos eran los que acompaaban al
General en sus paseos por las haciendas arageas; los que se prestaban para la continua
farsa de sus congresos; los que ofrecan su nombre para onerosos contratos con las
compaas extranjeras; los que se repartan, a ms de sus sueldos, las secretas pensiones y
ddivas del Captulo sptimo. En las provincias, la paz y el orden del rgimen es
mantenido por pretorianos feroces con vocacin de genocidas: por hombres que como
Eustoquio Gmez merecan haber vivido mil aos antes, en la ms violenta hora feudal. Y
aun una brillante generacin de escritores venezolanos, los de la generacin modernista que
haban escrito algunos de los libros ms significativos de nuestra Literatura, se callan, se
destierran o caen en el servilismo y la monotona de la prosa oficialista y el poema de
tirana de Gmez apenas nos dej en la civilizacin del automvil y de unos aviones e
hidroplanos todava lentos, que cubran una que otra ruta nacional o se aventuraban hasta
Miami, Florida. Ahora entramos en la era de los jets, y se perfila ya la aventura de la
comunicacin y la civilizacin csmicas.
Si nuestros problemas son un poco distintos a los de 1936, asumen tambin diversa
prioridad y jerarqua. En las estadsticas de las Naciones Unidas somos, con toda la
Amrica Latina, pases insuficientemente desarrollados, ya que, en Venezuela, hay que
redistribuir en trabajo y produccin la renta nacional que bajo la dictadura de Prez Jimnez
era acaparada por no ms del 14 por ciento de los venezolanos. El desorden de los gastos y
el derroche en obras de ornato bajo aquel rgimen, que careci de planteamiento econmico
y social, acumul en las ciudades, succionndolo de los campos, un proletariado paria, sin
oficio, preparacin y destino, que no sirve para la industria y vive un poco de la
emergencia y la aventura. Desde el momento de la recuperacin democrtica del pas en
1958 se habl de reforma agraria, y la Ley aprobada por el gobierno del Presidente
Betancourt ha permitido ya la dotacin de tierras a millares de familias. Pero la reforma
agraria como lo entiende tambin el Gobierno comporta una poltica paralela de
tecnificacin e industrializacin agrcola a que habrn de dedicarse inmensos recursos.
Ser. por fin, el cumplimiento de la repetida consigna de sembrar el petrleo. El
problema educativo tambin presenta una perspectiva diversa a la de hace veinticinco aos.
Ya se ha alfabetizado, bajo la gestin del actual gobierno, una gran masa de poblacin, y
nuestra estadstica de analfabetismo ha descendido de 43 por ciento en 1957 a 18 por ciento
en el instante de escribir estas pginas. La matrcula escolar se ha multiplicado y ms de un
milln y medio de alumnos concurren a los establecimientos de enseanza. Pero el
problema educativo en un pas como Venezuela con sus recursos naturales, riqueza minera
y la poblacin todava escasa, nos plantea un complejo desafo. Porque as como tenemos
que concluir de alfabetizar y ofrecer los primeros de la cultura a quienes la ignoran, hay que
preparar, para todas las invenciones y manipulaciones cientficas y tcnicas de la poca, a
los sabios, expertos y especialistas que se exigen con casi desesperada urgencia. Muchos
inquieren si en nuestras Universidades, con excesivo bullicio poltico, algaradas, mtines y
discursos de demagogos, habr riguroso sosiego y disciplina de trabajo que exigen la
ciencia y la tecnologa actuales. Y su por preferir el alboroto, las Universidades no forman
estos calificados especialistas, las empresas, industrias o el Gobierno que los necesiten,
tendrn con mengua de nuestro patriotismo que buscarlos en el extranjero.
Quizs los estallidos de desorden que frente a la voluntad de orden democrtico
siempre se produjeron en el pas, sean tambin un sutil y complicado problema de cultura
colectiva. En 150 aos de vida independiente no hemos podido aprender todava el buen
juego de la poltica como se puede practicar en Inglaterra o en los pases escandinavos. Hay
que continuar civilizando la poltica como todas las actividades humanas, como el deporte,
el amor o la cortesa. Hay que enfriar a los fanticos que aprendieron una sola consigna, se
cristalizaron en un solo slogan y no se afanarn en comprender y discutir lo distinto para
que no se les quebrante su nico y desesperado esquema. Hay que sacar a muchas gentes de
las pobres frmulas abstractas que mascullan con odio y sin anlisis, para que por un
proceso fenomenolgico (tan caracterstico del pensamiento contemporneo) definan el
hecho y la circunstancia concreta. Hay que acercar nuestra Cultura no slo al siglo XX
que ya est bastante canoso sino al siglo prximo que emerge en la inmediata lejana, con
sus promontorios y cordilleras de problemas. Contra la idea de una catstrofe y retaliacin
universal donde la sangre del hombre sera el combustible revolucionario, brota tambin de
nuestra poca una ms humana esperanza. La Ciencia, la Tcnica y sobre todo el
fortalecimiento de la conciencia moral, pueden ayudarnos a ganar las nuevas batallas y
aventuras del hombre sin necesidad de paredones y guillotinas. En un pas como el
nuestro, ya no slo los 8 millones de venezolanos que debemos ser en el momento, sino los
muchos ms que seremos en el ao 2000, podran vivir en concordia, seguridad y justicia si
nos dedicamos a la seria tarea de valorizar nuestro territorio; si trabajamos y estudiamos de
veras, si aquel igualitarismo social que proclam hace ya cien aos la guerra federal se
realiza en la educacin para todos, en la equilibrada distribucin de la renta pblica; en
salvar por medio del impuesto y la seguridad social los tremendos desniveles de fortuna. Y
sentir lo venezolano no slo en la Historia remota y el justo respeto a los prceres que
duermen en el panten, sino como vivo sentimiento de comunidad, como la empresa que
nos hermana a todos. El venezolanismo de nuestros hombres ejemplares de Bolvar, de
Miranda, de Bello, de Simn Rodrguez, de Fermn Toro tampoco se qued enclavado a la
sombra del campanario, sino sali a buscar en los libros, las instituciones y los caminos del
mundo, cmo enriquecerse y aprender de la humanidad entera.
El pas es hermoso y promisorio, y vale la pena que los venezolanos lo atendamos
ms, que asociemos a su nombre y a su esperanza nuestra inmediata utopa de concordia y
felicidad.