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Mariano Picon Salas

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La Aventura Venezolana

por Mariano Picn Salas


Desde que Andrs Bello, al final de la Colonia, escriba un resumen de la historia
del pas, los venezolanos nos hemos inclinado a ver el recuento de nuestro pretrito como
anuncio y vaticinio del porvenir. No es una inmensa, a veces trgica profeca, toda la obra
escrita de Bolvar, que es como el gran himno que acompaa su accin? Segn fuera su
marcha por Amrica y los problemas que le brotaban al paso y que l trataba de someter y
vencer como Hrcules a sus hidras y gorgonas, el Libertador poda pasar y esto es
completamente humano del entusiasmo al pesimismo. O a dnde nos estn llevando los
hechos, el sino peculiar de estos pueblos?, es una pregunta nsita en todo su pensamiento
desde la Carta de Jamaica hasta la proclama con que se despide de sus conciudadanos en
1830. La Independencia comenzaba un proceso que como todos, en el devenir histrico
para lograr sus fines deba surcar las ms varias y tormentosas corrientes de adversidad.
Invocando a Bolvar como el dios tutelar que se llev temprano la muerte y vaticinando,
tambin, todos los recursos que nuestro pas puede ofrecer al mundo, viven y padecen
muchas generaciones venezolanas durante el siglo XIX. No era un poco de consuelo en la
recatada y desposeda existencia de un Cecilio Acosta que al par que se queja en una carta
de que careca de dinero para pagar el porte del correo, se exalta en otro artculo diciendo
que aqu las bestias pisan oro y es pan cuanto se toca con las manos? Desde la afliccin
de hoy se miraba a la dorada promesa utpica de maana. Los venezolanos del siglo XIX y
de las dos primeras dcadas del siglo XX hasta que comenz a explotarse el vellocino
petrolero vivan mediocremente, continuamente consternados por el caudillo que se
alz, la guerra civil que no permita recoger bien las cosechas y la fluctuacin de precios
en sus escasos productos de exportacin el caf, el cacao, los cueros; la estrechez de
nuestros presupuestos de entonces, que ms que pagar adecuadamente los servicios
pblicos, parecan ddivas de hambreados, y una remota esperanza que al fin habra de
llegar. Con los frutos de la tierra, con la democrtica caraota, el cazabe y la arepa y el tasajo
llanero y la tacita de caf amoroso que despertaba la imaginacin, se pasaba la vida y se
conjuraba un futuro lejano y siempre inaccesible.
No hubo en nuestra historia de entonces esos frtiles Dorados que, especialmente la
minera, ofreci a otros pases hermanos como Mxico, Chile y Per, o la abierta y rpida
prosperidad de Argentina. En los aos de su cesarismo y cuando no tena que vencer a
ningn otro general alzado, Guzmn Blanco dio su revoque de yeso, plant caritides y
metopas en algunos edificios pblicos, construy el paseo del Calvario, el teatro Municipal
y el Capitolio, hizo concursos literarios y subvencion compaas de pera. Con humor y
gracia criolla, algunos venezolanos de fines del siglo XIX podan pensar que nos estbamos
civilizando y refinando en extremo. Pero qu poco era ese yeso arquitectural, las estatuas y
motivos decorativos importados de Francia y los gorgoritos de la pera, ante el vasto
silencio de la ignorancia, soledad y atraso que vena de la entraa de la inmensidad
venezolana! Aun en Caracas misma, la vida era menos lujosa y ms mediocre que en otras
capitales de Amrica. Contemplando los grabados de una revista como El Cojo Ilustrado,
se puede fijar el repertorio de lo que los venezolanos eran y de lo que soaban, en relacin
con otros pueblos, a fines del siglo XIX.

Casi haba un contraste trgico entre la ambicin y grandeza de nuestra Historia,


cuando en el perodo de la Independencia los venezolanos ganando batallas, formando
repblicas y haciendo leyes se desparramaron por media Amrica del Sur, y en lo que
habamos terminado siendo. ramos un poco como don Quijote despus de su ltima y
desventurada salida, y estbamos dispuestos a contar nuestro cuento nostlgico al bachiller,
al cura y la sobrina. En nuestra literatura novelesca, hasta el Modernismo, son casi
personajes insistentes la espada, el kepis y el uniforme que el abuelo o el lejano to lucieron
en Ayacucho y que se descoloraban, viejos de tiempo, desengao y cansancio, en el desvn
de la casa familiar hipotecada y retrovendida. La mujer un poco muda y resignada en la
literatura venezolana hasta los das actuales apenas forma parte del coro trgico y
acompaa a llorar. Hasta los cuentos de Jos Rafael Pocaterra y de Rmulo Gallegos, estas
musas de nuestra tierra caliente guardan las flores del novio que se fue; rezan y suspiran en
voz baja. Parecen los testigos y acompaantes del continuo desastre que hicieron los
hombres: guerrilleros, polticos, aventureros, soadores frustrados o simples balas
perdidas, pollos pelones de una familia en trance de desintegracin.
Las gentes, sin embargo, que cumplieron la hazaa de llegar hasta el Alto Per, no
haban sido mediocres, sino algunas de las ms decididas y despiertas de Amrica. Eso de
que los venezolanos estaban despertando para algo y que en las costas y valles del pas se
seguan con inters las noticias de Europa en un tiempo tan cargado de tensiones histricas
como el que abri el siglo XIX, se registra en los grandes viajeros que llegaron a Tierra
Firme en los aos que anteceden a la revolucin de la Independencia, como Humboldt y
Depons. Humboldt no slo se asombra con el paisaje y se deslumbra en Venezuela con la
luz equinoccial, sino simpatiza con los hombres. Son los sosegados hidalgos que asisten a
las tertulias de Blandn y de la Floresta, han ledo ya sus enciclopedias y discuten la suerte
del mundo en un siglo nuevo y que anuncia tantos cambiamientos, o en el joven Andrs
Bello quien le acompaa en larga caminata por el Monte Avila, o aquel extrao don Carlos
del Pozo que en la soledad de un casern llanero se ha puesto a inventar aparatos de fsica
como un Franklin indgena. Adems de ser un sabio, el Humboldt que visita Venezuela es
un joven treintaero, y el regocijo de haber descubierto un edn tropical y sumamente
prometedor. se advierte en las pginas que le inspira su viaje. Acaso ninguna otra
promocin de hombres tan inteligentes y empeosos pudiera encontrarse en ninguna otra
parte de Amrica como la que realizara en las tres primeras dcadas del siglo XIX la
aventura y milagro histrico de Venezuela. Estn como en los cuadros histricos de Tovar
y Tovar con sus grandes corbatines flotantes, sus casacas azules, las ltimas pelucas del
antiguo rgimen, firmando con la pluma de ganso el Acta de Independencia de 1811; pero
el fondo de los retratos ser el paisaje de volcanes, cordilleras, selvas y estepas del
continente, y las batallas que separan a Caracas del Alto Per.
Pero qu difcil volver a ordenar la casa, despus de la larga expedicin de gloria y
derroche vital por todos los caminos de Amrica! A una Venezuela despoblada y hambreada
por haber pagado en hombres y recursos el costo de la gran hazaa, tornan los soldados que
estuvieron en Ayacucho y los polticos de la frustrada Gran Colombia. Ha muerto Sucre en
la montaa de Berruecos, y la paz llena de intrigas de las facciones y conspiradores ms
peligrosas que la guerra acab con Bolvar a los cuarenta y siete aos. A la escasa
oligarqua culta y a la vieja prudencia de comerciantes y hacendados, que en medio de la
general estrechez representan todava un poder econmico, se confa Pez en 1830 para

organizar el pas. Debe apaciguar y someter a sus propios conmilitones y acostumbrarlos a


un orden civil que si no es el de la democracia perfecta, parece una traduccin tropical de la
monarqua inglesa. Se cuenta para este orden, a pesar de varias revueltas y de algn
inevitable fusilamiento, con el prestigio carismtico del gran caudillo, primer lancero del
mundo, ms valiente y diestro que los otros, e intuitivo, sosegado y discreto para saber
escuchar a los hombres inteligentes del pas, y para tener como una especie de Vicario
General, como sucesor que asegura la continuidad de la poltica, al prudente y flemtico
Soublette. Progresa, sin duda, Venezuela entre 1830 y 1848. Tiene fama de pas sensato y
ordenado, mientras la Argentina sufre la tirana de Rosas, Mxico el torpe caudillismo de
Santa Anna, Nueva Granada se anarquiza en facciones y en casi todo el continente el
caudillismo militar y la guerra civil se hacen instituciones congnitas.
Se siembra caf, cacao y ail; se restauran las viejas haciendas que haban
enmalezado el abandono y la guerra, y el paquebote que llega a Saint-Thomas y descarga
en goletas y bergantines, nos aporta algunos bienes de la civilizacin europea. Don Fermn
Toro recibe sus revistas inglesas y francesas; estudia los problemas que han engendrado la
Revolucin industrial y los abusos del liberalismo econmico, y las primeras consignas del
socialismo romntico agitan la alborotada cabeza de Antonio Leocadio Guzmn. Nace una
literatura venezolana, ya bastante vivaz y decorosa en las primeras pginas de Toro, Baralt,
Juan Vicente Gonzlez y en los escritores costumbristas del Mosaico. Se empieza a creer en
la inmigracin europea y en la educacin regeneradora, y llegan los primeros inmigrantes
alemanes, que establecen la Colonia Tovar. Hombres de tanto genio como Vargas y Cagigal
fundan lo que puede llamarse nuestra medicina y nuestra ingeniera modernas.
Claro que hay problemas no resueltos y sin posibilidad de solucin en pas tan vasto
y tan reducido de recursos fiscales, y hay tambin la impaciencia de aquella clase militar y
terrateniente, con vasta servidumbre, podero provinciano, leyenda e influencia, que
personifica a partir de 1846 la familia Monagas, con su gran rgulo Jos Tadeo. Si los
llamados conservadores hicieron suya y convirtieron en ttem protector la lanza de Pez,
los llamados liberales se apoyan en la de Monagas. Y un ao crtico como el de las
elecciones del 46 presencia, como un espectculo en plena sabana, la lucha de los dos
llaneros: el de Araure y el de Aragua de Barcelona. Dirase una rivalidad de atletas que
comenz en la guerra de la Independencia, acaso en la batalla de Carabobo. No importa que
a travs de los aos ambos se llamaran compadres, se hayan abrazado fuertemente,
refrescando ancdotas y recuerdos, y cambiado toros y caballos pasitroteros. Hay que
ganrsela al compadre, decan en el siglo XIX los caudillos venezolanos. Y la lucha por el
poder poltico era como un torneo en que se trata de saber quin desjarreta al novillo.
Cuando el gran demagogo liberal Antonio Leocadio Guzmn sale de la crcel y se le
conmuta la pena de muerte, al ganar la presidencia Monagas, se pudo hacer la ilusin de
que los liberales llegaban al Poder. Llegaba solamente, con toda su omnipotencia y su
clera, la familia Monagas. Y en nombre del liberalismo, que administran en uno que otro
decreto ms verboso que real los doctores y licenciados que sirven al caudillo, se
malogran esperanzas y burlan necesidades del pueblo venezolano. Si se libertan los pocos
esclavos que an quedaban en 1854, no se les da tierra ni se les ensea oficio til, y
engrosarn como reclutas o carne de can las futuras revueltas.

Las dos lanzas de Pez y Monagas, que fueron al Poder detrs de las Constituciones
en las tres primeras dcadas de la Repblica, se multiplicarn en muchas lanzas, en
subversin total, en la larga guerra de los cinco aos, o de la Federacin, entre 1858 y 1863.
O los ltimos y elegantes discursos de la Convencin de Valencia, donde el
antimonaguismo quiso rehacer el Estado sin lograrlo, presencian ya la algarada de los
primeros alzados. Se enfrentaban sin conciliacin dos generaciones. La de los sosegados
hidalgos y letrados que haban acompaado a Pez entre 1858 y 1860 asisten a las tertulias
de don Manuel Felipe Tovar, y los que aprendieron su populista evangelio de rebelda en
los escritos de Antonio Leocadio Guzmn. Desde 1846 se est gritando insistentemente:
Abajo los godos! Y encubierta bajo el mgico nombre de Federacin, la guerra de los
cinco aos desea completar radicalmente lo que no realiz la Independencia. Fue un poco la
guerra de los pobres contra los ricos, de los que no de los que no podan pagar sus deudas
contra los vidos acreedores, de los que no tenan linaje contra los que abusaban de l, de la
multitud preterida contra las oligarquas. Naturalmente, la guerra aunque la hayan
predicado los intelectuales la hacen los hombres de armas, y el autntico igualitarismo
social que el pas logra despus de la revuelta federal no se equilibra con los abusos del
nuevo caudillismo militar y con esa turbulenta sociedad de compadres armados, de jefes
civiles y militares que se rebelan en sus provincias y continuamente quieren cambiar el
mapa poltico del pas. Sobre la catarsis del desorden y el igualitarismo a cintarazos que
se abre con la Guerra Federal y en los diez aos que la siguen, se erigir, finalmente, en
1870 la fanfarrona omnipotencia de Guzmn Blanco, una mezcla de Csar y Napolen III.
Haban desaparecido ya los primeros actores del drama: Zamora, Falcn, el viejo Monagas,
Bruzual, el soldado sin miedo; comenzaba a ponerse chocho el viejo Guzmn, y ms
hbil e intrigante que todos los peludos caudillos de la Sierra de Carabobo, de Coro y del
Gurico, resultar el Ilustre Americano, Regenerador y Pacificador.
La Guerra Federal haba arruinado hasta tal punto al pas, que el gobierno de
Falcn, entre otros arbitrios financieros, debi negociar en Inglaterra el vergonzoso
emprstito de 1863 por dos millones de libras esterlinas, uno de los ms inicuos que se
recuerden en nacin alguna. El Gobierno se comprometa ante los prestamistas britnicos a
hipotecar la parte libre de las importaciones de las aduanas de La Guaira y Puerto Cabello
o la totalidad de los derechos de importacin de las dems aduanas de la Repblica, o la
renta de exportacin de algunas o de todas las aduanas del pas, pudiendo tambin dar en
garanta cualesquiera otros bienes o propiedades nacionales. Y un smbolo un poco triste,
acaso caricaturesco, de la miseria a que haba llegado el pas en esos aos, es el catlogo de
los artculos venezolanos exhibidos en la Exposicin Internacional celebrada en Londres en
1862. Entre otras cosas modestas y miserables, muestras de mediocridad y derrota, se
exponen unas frutas en cera; tres totumas, dos sin adorno y una pintada; un pauelo de
bolsillo; una hamaca fabricada en Margarita; raz y extracto de zarzaparrilla; unos cueros de
cabra de Coro; unos botes de guayaba; naranjas y camburitos pasados, y unas muestras de
caraotas, dividive, maz y tapiramos. Lo poco que nos haba dejado la tormenta; los signos
de un pas que pareca retornar al estado de naturaleza.
Quizs Guzmn Blanco, que lo contrat recibiendo, segn se dice, la ms
deshonesta comisin del emprstito, tena sobre los otros generales emergidos de la
guerra, si no toda la honradez, algunas cualidades que permitiran salir del desorden y
enmogotada barbarie. O en l se conjugaron, extraamente, los complementarios destinos.

Hijo del gran agitador y demagogo Antonio Leocadio, era un poco el Delfn, el heredero
armado del liberalismo populista de 1846. Pero su liberalismo de plazuela caraquea y de
guerrilleros de la Federacin hizo un poco de aprendizaje cosmopolita en Estados Unidos y
Europa; aprendi el estilo y los ademanes de la buena sociedad; aprendi, tambin, a tratar
a los financieros de la City londinense, y pretende curarnos del atraso trayndonos
progreso material aunque se pague demasiado caro. Con habilidad y soberbia y mimetismo
muy criollo, sabe imitar y acercarse a los arquetipos polticos del siglo XIX. Si en algunos
momentos de aventura y de accin se parece a Garibaldi, en otros emula la pompa cesarista
de Napolen III. No ser, precisamente, el liberalismo de los editoriales de El Venezolano
que redactara su padre lo que impone su largo dominio sobre el pas, sino una especie de
imperio liberal a la manera como mile Ollivier justific en Francia el podero del csar
francs y con todas las modalidades de una traduccin a la criolla. Jactancioso y a veces
insolente, sin ninguna duda sobre su providencialismo, Guzmn Blanco moderniza y
mejora la desamparada existencia venezolana despus de la sangra federal. Olvida pronto
la generosa y liberalsima Constitucin de 1864 para ir plegando las leyes a su instinto de
dominacin. Pero quizs entre todos los grandes conmilitones que hubieran podido
disputarle el poder, era el ms culto y el que tena ms clara concepcin del Estado, aunque
lo personalizara el exceso. Y nos preguntamos qu hubiera sido del pas en las manos de
Len Colina o Matas Salazar.
Bajo el cesarismo guzmancista a pesar de la prensa oficial, de la escasa libertad
poltica, de la vanidad del caudillo y de lo que se llam irnicamente la adoracin
perpetua , Venezuela se limpia las cicatrices y costurones de diez aos de anarqua. Si se
pagan a muy alto precio las obras de progreso material, ya los bultos y las personas no se
transbordan en goletas y bergantines desde Saint-Thomas para llegar a La Guaira; se
levantan muelles y lneas frreas, se comienzan a fabricar aquellas cosas elementales de que
ya informan los Anuarios estadsticos a partir de 1873, e ingresan ms pesos fuertes. Las
oligarquas comerciales la mayora de nombre extranjero establecidas en Caracas,
Maracaibo, Puerto Cabello, Ciudad Bolvar, compran y distribuyen en los grandes
mercados europeos y norteamericanos los productos de la tierra, desde el caf, el cacao, los
cueros, el dividive, la serrapia, hasta las plumas de garza, el ganado que se consume en las
Antillas y a veces se exporta a Cuba, y dotan, por retrueque, a los productores agrcolas de
las mercancas de una rudimentaria industria verncula: liencillos, jabn, rones y cervezas;
velas estericas para alumbrar la larga noche campesina, o depurativos para limpiar la
sangre o mejorar las tercianas. En 1875, en 1884, se vivir un poco mejor que en 1864. Y
los provincianos que vienen a Caracas, asisten a las ocasionales compaas de pera y
suben a la colina del Calvario, tienen la ilusin de que la ciudad es un pequeo Pars.
Algunas de las galas del tiempo, las cuidadas barbas de los caballeros y la ardorosa o
lnguida belleza de las mujeres, entre sedas, cintas, abanicos, peinetas y mitones, se pueden
ver en los retratos del viejo maestro Tovar y Tovar. Para los centenarios que comienzan a
celebrarse como el del Libertador en 1883, la Venezuela oficial y vestida de etiqueta
lucir sus grandes lienzos y plafonds de batallas. El rgimen guzmancista es como una
enorme pera en que el apuesto dictador, vestido con el mejor uniforme que hicieron los
sastres militares de Pars, avanza al proscenio a cantar su solo exultante.
Ya est un poco pasado de moda, no haba hecho el necesario trnsito del
Segundo Imperio a la Repblica, cuando despus del postrer viaje a Europa, que lo

conducira a la derrota y la ausencia definitiva, los estudiantes derriban sus estatuas en 1888
y se ensaya con Rojas Pal y Andueza Palacio la reconstitucin del orden democrtico y
civil. El viejo liberalismo, que haba sido cautivo de los militares, quiere hacer la expiacin
de sus faltas, y la nueva generacin positivista anhela curar, con los mtodos de la ciencia y
los estudios sociales, las viejas dolencias del pas. Pero tambin un letrado y orador como
Andueza sufre el complejo de nuestra viveza y jactancia verncula. Y por qu no ha de
conseguir en 1892 que se le prolongue siquiera en dos aitos su perodo presidencial?
No ms eso como se dira en un corrido mexicano estaba aguardando el ltimo y ms
simptico caudillo de la Federacin, el General Joaqun Crespo, para hacer contra el
Doctor su revolucin legalista. Crespo ha de cerrar con su campechana bonhoma su
conducta de gran compadre para quien la direccin de la Repblica parece prolongar el
dominio del hato llanero, y tambin con la bala de mampuesto que le segar la vida en
La Mata Carmelera, el ciclo de los caudillos rurales del siglo XIX. Pero ya no de los
Llanos, sino de las sierras andinas avanzan con Cipriano Castro los nuevos dominadores
con quienes se inicia el siglo XX. En el squito de Castro y contrastando con su
temperamento impulsivo, extrovertido y nervioso, amigo de las frases y los gestos
resonantes, viene un compadre taciturno; el financiero de la expedicin; el que vendi sus
toros y sus vacas y meti algunos de los miles de pesos que le haba ganado a la casa
Blohm, para costear la aventura. Se llama Juan Vicente Gmez; tiene el don de hacerse el
Bertoldo, el que dice cosas obvias o sabe callarse junto a los doctores y los generales que
conversan mucho; pero junto al frenes, la estridencia y casi la histeria de los nueve aos de
gobierno de Castro, se edificar un slido poder personal que a partir del 19 de diciembre
de 1908 cuando don Cipriano se est curando en Europa de sus cansados riones se
trocar en tremendo poder poltico.
De un pas insolvente, intimidado por las escuadras europeas en 1903, porque no
poda pagar las deudas de noventa aos de revoluciones, Venezuela comenzar a guardar en
la alcanca fiscal bajo el desptico, largo y abrumador protectorado de Juan Vicente Gmez.
(Hablamos de alcanca fiscal porque no existe durante los veintisiete aos de dictadura nada
que se parezca a una poltica econmica ni nada que mejore a fondo las condiciones
sociales.) Como se concede tan generosamente el petrleo a los consorcios extranjeros a
partir de 1917, puede afirmarse en una Venezuela que se cans de las revueltas y parece
adormecida en el letargo de una existencia provinciana donde la mayor seguridad es no
estar en la crcel. Fue, sin duda, la poca ms cruel de nuestra historia republicana. Los
carceleros de La Rotunda, de Puerto Cabello, de San Carlos, se encargan de los civiles que
siguieron invocando la libertad y a quienes en el lenguaje de los peridicos cortesanos se
les llamaba los malos hijos de la patria. Los buenos eran los que acompaaban al
General en sus paseos por las haciendas arageas; los que se prestaban para la continua
farsa de sus congresos; los que ofrecan su nombre para onerosos contratos con las
compaas extranjeras; los que se repartan, a ms de sus sueldos, las secretas pensiones y
ddivas del Captulo sptimo. En las provincias, la paz y el orden del rgimen es
mantenido por pretorianos feroces con vocacin de genocidas: por hombres que como
Eustoquio Gmez merecan haber vivido mil aos antes, en la ms violenta hora feudal. Y
aun una brillante generacin de escritores venezolanos, los de la generacin modernista que
haban escrito algunos de los libros ms significativos de nuestra Literatura, se callan, se
destierran o caen en el servilismo y la monotona de la prosa oficialista y el poema de

encargo, durante el sopor espiritual de la dictadura. Casi lo mejor y ms viviente de las


letras nacionales de entonces se escribir en las crceles o en el exilio.
A pesar de los automviles, quintas y piscinas, de la plutocracia y de la magnitud
que ya adquiran las explotaciones petroleras, la Venezuela en que al fin muri Gmez en
1935, pareca una de las inmviles provincias suramericanas. El gran caimn nos contagi
de su sueo. Dirase que en inteligencia, creacin e inventiva poco habamos adelantado en
los largos ochenta aos que ya nos separaban de la guerra federal. No era slo la ignorancia
y pobreza del pueblo, la vasta necesidad que invocando a Santa Rita o a Santa Brbara,
abogadas de lo imposible, vena de la inmensidad silenciosa, sino tambin la ignorancia y el
abuso de quienes en tres dcadas de tirana se convirtieron en clase dirigente. Muchos de
los malos sueos y la frustracin del pas, se fueron a enterrar tambin aquel da de
diciembre de 1935 en que se condujo al cementerio, no lejos de sus vacas y de los rboles y
la yerba de sus potreros, a Juan Vicente Gmez. Se le compar a Harem-El Raschid porque
contaba aplogos de la ms oriental invencin y no distingua entre el tesoro pblico y el
tesoro privado, y a Luis XI porque saba anular y deshacerse con la ms cautelosa malicia,
de todos sus enemigos. Fue ms bien el gran tronco que erigimos para detener las aguas de
la Historia, o, en el smil de los llaneros, el cocodrilo apostado en la boca del cao. Algunos
de los miedos, los espectros, las supersticiones de la poca pasan a travs de varios libros
reveladores: Doa Brbara de Rmulo Gallegos o las Memorias de un venezolano de la
Decadencia de Jos Rafael Pocaterra. Libros que parecan ensear el arte duro, cruel y
violento, de ser venezolanos en das tan difciles.
Podemos decir que con el final de la dictadura gomecista, comienza apenas el siglo
XX en Venezuela. Comienza con treinta y cinco aos de retardo. Vivimos hasta 1935 como
en un Shangri-La de generales y de orondos rentistas que podan ir cada ao a lavar o
intoxicar sus riones en las termas y casinos europeos; o por contraste, en una fortaleza de
prisioneros y en el descampado del espacio rural llano, montaa, selva donde el pueblo
haca las mismas cosas que en 1860; sembraba su enjuto maz, coma su arepa y su cazabe;
persegua alguna vez al tigre y a la serpiente, o escapaba de las vejaciones del Jefe Civil.
Los desterrados, principalmente los jvenes que regresan a la muerte del tirano, traen de su
expedicin por el mundo un mensaje de celeridad. Era necesario darle cuerda al reloj
detenido; ensearle a las gentes que con cierta estupefaccin se aglomeraron a orlos en las
plazas pblicas y en las asambleas de los nacientes partidos, la hora que marcaba la
Historia. Con todos los defectos, abundancia y explicable impaciencia de los recin
venidos, se escribe en los peridicos de 1936 el balance pattico de nuestras angustias y
necesidades. Y tanto se clama, que mucho de lo que se haba dicho, pasa a los planes y
programas de Gobierno de los Generales Lpez Contreras y Medina Angarita. Porque la
habamos olvidado en largos aos de silencio y cautiverio, se repite innumerables veces la
palabra problema. Y el problema es mucho mayor que vender las reses que se engordan
en los verdes pastos arageos y ofrecer al General las viejas onzas de oro, o exportar a
Hamburgo, Amberes y Nueva York el caf y el cacao que se acumulan en los depsitos
portuarios de Maracaibo, La Guaira, Puerto Cabello. O que el alto jefe de la Compaa
petrolera lleve al Ministerio de Hacienda los cheques con las regalas del ao, y que los
colaboradores del Gobierno, los buenos hijos de la patria, se les obsequie una casa o un
Cadillac.

Rehacerlo todo, reedificarlo todo, ha sido el programa venezolano en los ltimos


veinticinco aos. Contra las tensiones y conflictos que experiment el mundo en este
perodo que ha sido uno de los ms turbulentos de la Historia Universal mucho hemos
ganado. Si la segunda gran guerra detuvo un poco el proceso de crecimiento y tecnificacin
que haba comenzado en 1936, oleadas de inmigrantes emprendedores y enrgicos llegan al
pas a partir de 1945. Si no estn resueltos los vastos problemas educativos, econmicos y
humanos acumulados en larga herencia de empirismo, sin duda que un nuevo mtodo y una
nueva actitud para abordarlos se desenvuelve en el ltimo cuarto de siglo. Y ni una
dictadura ya anacrnica, montada en unos aos de boom econmico, bien abastecida de
polica poltica y de tanques de guerra como la de Prez Jimnez, logr cambiar la voluntad
democrtica y reformadora que ya haba arraigado en las gentes. En diciembre de 1952, por
ejemplo, cuando Prez Jimnez quiere que el pueblo le elija y ha repartido grandes sumas
para el fraude y el cohecho, de toda la nacin le llegan como bofetadas, las papeletas de
repudio. Mal aprendiz de superhombre se monta sobre sus mquinas de guerra, expulsa y
encarcela opositores o quiere adormecer toda protesta en la marejada de negocios y
millones que el resurgimiento econmico de todo Occidente y la demanda universal de
petrleo, vuelcan precipitadamente sobre el pas. Pero a diferencia de Gmez ya ni siquiera
se le puede llamar un hombre fuerte, y slo le rodean en su aventura regresiva, gentes de
segunda categora. Varias venezuelas estn coexistiendo, mientras las caterpillars y bulldozers operan en el valle de Caracas un verdadero sismo geolgico para que surjan
avenidas y edificios altos y se aplanen y deforesten colinas. La tierra erosionada con esa
falsa ingeniera del desorden, castiga a las gentes con un ciclo de sequedad y de sed, o de
quebradas y aludes que revientan en los aguaceros. Usufructuaria del rgimen es una clase
publicana que descubri el arte de los ms veloces negocios, de las compaas fantasmas,
de vender al Gobierno a mil lo que les cost veinte, y con el dinero demasiado fcil
imponer a todos su derroche y atapuzado mal gusto. Era un grupo destinado a reventar
como los que tragaron en exceso con su pequeo cesarcillo. Naturalmente tenan los
prpados hinchados y aun perdieron en la molicie toda voluntad de poder, cuando el
pueblo, los intelectuales, los tcnicos y los oficiales de una nueva promocin, se decidieron
a
derrumbar
al
sub-superhombre
en
1958.
Quizs quienes contribuyen ms a la lucha contra la dictadura son los que en un
ensayo de esos das me atrev a llamar las gentes del autobs; las que no salan a las
cuatro de la maana de los clubes elegantes y carecan de yate para pasear sirenas en la
isla de la Orchila. Se empez a formar en los ltimos veinticinco aos una clase media; la
que con su trabajo y estudio, concurriendo a veces, en las horas libres, a los liceos
nocturnos, aprendiendo idiomas extranjeros y las tcnicas que exigan otras actividades y
oficios, gan su sitio en el mundo. El desarrollo econmico y social, el crecimiento de las
ciudades, el requerimiento de una produccin ms calificada estaban fijando para el hombre
venezolano nuevas metas y horizontes que los que podan preverse en el tiempo de Juan
Vicente Gmez. En ese ltimo cuarto de siglo tambin la mujer que antes fue slo testigo
silencioso del drama se incorpor activamente al magisterio, la administracin, las
profesiones liberales, los partidos polticos y el parlamento; a la vida de la nacin. Al lado
de los hombres, hubo mujeres prisioneras, desterradas y torturadas por combatir al dictador.
Nuevas y aun bruscas estructuras sociales han emergido en el gran cambio de estos aos, y
una modernidad violenta transform el rostro de las ciudades y el ritmo de las gentes. La

tirana de Gmez apenas nos dej en la civilizacin del automvil y de unos aviones e
hidroplanos todava lentos, que cubran una que otra ruta nacional o se aventuraban hasta
Miami, Florida. Ahora entramos en la era de los jets, y se perfila ya la aventura de la
comunicacin y la civilizacin csmicas.
Si nuestros problemas son un poco distintos a los de 1936, asumen tambin diversa
prioridad y jerarqua. En las estadsticas de las Naciones Unidas somos, con toda la
Amrica Latina, pases insuficientemente desarrollados, ya que, en Venezuela, hay que
redistribuir en trabajo y produccin la renta nacional que bajo la dictadura de Prez Jimnez
era acaparada por no ms del 14 por ciento de los venezolanos. El desorden de los gastos y
el derroche en obras de ornato bajo aquel rgimen, que careci de planteamiento econmico
y social, acumul en las ciudades, succionndolo de los campos, un proletariado paria, sin
oficio, preparacin y destino, que no sirve para la industria y vive un poco de la
emergencia y la aventura. Desde el momento de la recuperacin democrtica del pas en
1958 se habl de reforma agraria, y la Ley aprobada por el gobierno del Presidente
Betancourt ha permitido ya la dotacin de tierras a millares de familias. Pero la reforma
agraria como lo entiende tambin el Gobierno comporta una poltica paralela de
tecnificacin e industrializacin agrcola a que habrn de dedicarse inmensos recursos.
Ser. por fin, el cumplimiento de la repetida consigna de sembrar el petrleo. El
problema educativo tambin presenta una perspectiva diversa a la de hace veinticinco aos.
Ya se ha alfabetizado, bajo la gestin del actual gobierno, una gran masa de poblacin, y
nuestra estadstica de analfabetismo ha descendido de 43 por ciento en 1957 a 18 por ciento
en el instante de escribir estas pginas. La matrcula escolar se ha multiplicado y ms de un
milln y medio de alumnos concurren a los establecimientos de enseanza. Pero el
problema educativo en un pas como Venezuela con sus recursos naturales, riqueza minera
y la poblacin todava escasa, nos plantea un complejo desafo. Porque as como tenemos
que concluir de alfabetizar y ofrecer los primeros de la cultura a quienes la ignoran, hay que
preparar, para todas las invenciones y manipulaciones cientficas y tcnicas de la poca, a
los sabios, expertos y especialistas que se exigen con casi desesperada urgencia. Muchos
inquieren si en nuestras Universidades, con excesivo bullicio poltico, algaradas, mtines y
discursos de demagogos, habr riguroso sosiego y disciplina de trabajo que exigen la
ciencia y la tecnologa actuales. Y su por preferir el alboroto, las Universidades no forman
estos calificados especialistas, las empresas, industrias o el Gobierno que los necesiten,
tendrn con mengua de nuestro patriotismo que buscarlos en el extranjero.
Quizs los estallidos de desorden que frente a la voluntad de orden democrtico
siempre se produjeron en el pas, sean tambin un sutil y complicado problema de cultura
colectiva. En 150 aos de vida independiente no hemos podido aprender todava el buen
juego de la poltica como se puede practicar en Inglaterra o en los pases escandinavos. Hay
que continuar civilizando la poltica como todas las actividades humanas, como el deporte,
el amor o la cortesa. Hay que enfriar a los fanticos que aprendieron una sola consigna, se
cristalizaron en un solo slogan y no se afanarn en comprender y discutir lo distinto para
que no se les quebrante su nico y desesperado esquema. Hay que sacar a muchas gentes de
las pobres frmulas abstractas que mascullan con odio y sin anlisis, para que por un
proceso fenomenolgico (tan caracterstico del pensamiento contemporneo) definan el
hecho y la circunstancia concreta. Hay que acercar nuestra Cultura no slo al siglo XX
que ya est bastante canoso sino al siglo prximo que emerge en la inmediata lejana, con
sus promontorios y cordilleras de problemas. Contra la idea de una catstrofe y retaliacin

universal donde la sangre del hombre sera el combustible revolucionario, brota tambin de
nuestra poca una ms humana esperanza. La Ciencia, la Tcnica y sobre todo el
fortalecimiento de la conciencia moral, pueden ayudarnos a ganar las nuevas batallas y
aventuras del hombre sin necesidad de paredones y guillotinas. En un pas como el
nuestro, ya no slo los 8 millones de venezolanos que debemos ser en el momento, sino los
muchos ms que seremos en el ao 2000, podran vivir en concordia, seguridad y justicia si
nos dedicamos a la seria tarea de valorizar nuestro territorio; si trabajamos y estudiamos de
veras, si aquel igualitarismo social que proclam hace ya cien aos la guerra federal se
realiza en la educacin para todos, en la equilibrada distribucin de la renta pblica; en
salvar por medio del impuesto y la seguridad social los tremendos desniveles de fortuna. Y
sentir lo venezolano no slo en la Historia remota y el justo respeto a los prceres que
duermen en el panten, sino como vivo sentimiento de comunidad, como la empresa que
nos hermana a todos. El venezolanismo de nuestros hombres ejemplares de Bolvar, de
Miranda, de Bello, de Simn Rodrguez, de Fermn Toro tampoco se qued enclavado a la
sombra del campanario, sino sali a buscar en los libros, las instituciones y los caminos del
mundo, cmo enriquecerse y aprender de la humanidad entera.
El pas es hermoso y promisorio, y vale la pena que los venezolanos lo atendamos
ms, que asociemos a su nombre y a su esperanza nuestra inmediata utopa de concordia y
felicidad.

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