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19 BECK Vivir Nuestra Propia Vida en Un Mundo Desbocado

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referencias al bien pblico?

O ser que, pese a


todo el relumbrn de la campaa para conquistar
sus propias vidas, los individuos se encuentran tambin en la vanguardia de una transformacin ms
profunda? Indican la ruta hacia nuevas costas, una
lucha para lograr una nueva relacin entre el individuo y la sociedad, que an est por inventar? Eso es
lo que vamos a abordar en el presente captulo.

VIVIR NUESTRA PROPIA VIDA EN UN MUNDO


DESBOCADO: INDIVIDUACIN, GLOBALIZACIN Y POLTICA
Ulrich Beck
Anthony Giddens y Will Hutton, En el lmite. La vida en el
capitalismo global, Tusquets, Barcelona, 2001, pp. 233-245 [no
ntegro]

Vivimos en una era en la que el orden social del


Estado nacional, la clase, la etnicidad y la familia
tradicional estn en decadencia. La tica de la realizacin y el triunfo individual es la corriente ms
poderosa en la sociedad moderna. El personaje
central de nuestro tiempo es el ser humano capaz
de escoger, decidir y crear, que aspira a ser autor de
su propia vida, creador de una identidad individual.
sa es la causa fundamental de las transformaciones
en la familia y la revolucin mundial de los sexos en
relacin con el trabajo y la poltica. Cualquier intento
de crear un nuevo sentido de cohesin social tiene
que partir del reconocimiento de que el individualismo, la diversidad y el escepticismo forman parte
de la cultura occidental. La importancia de una vida
propia en un mundo desbocado puede resumirse en
los quince puntos siguientes.

_____________________________________________

No hay casi nada que se desee hoy tanto en Occidente como vivir nuestra propia vida. Si una persona que viaja por Francia, Finlandia, Polonia, Suiza,
Gran Bretaa, Alemania, Hungra, Estados Unidos o
Canad pregunta a la gente qu les motiva de verdad, por qu luchan y se esfuerzan, la respuesta
quiz sea dinero, trabajo, poder, amor. Dios o cualquier otra cosa, pero tambin sera, cada vez ms, la
promesa de una vida propia. Dinero significa dinero propio, espacio significa espacio personal, incluso
en el sentido elemental de una condicin indispensable para poder tener una vida propia. Amor, matrimonio y paternidad son requisitos necesarios para
centrar la vida de una persona y contrarrestar sus
tendencias centrfugas. No es una gran exageracin
decir que la lucha diaria para tener una vida propia
se ha convertido en la experiencia colectiva del
mundo occidental. Expresa lo que queda de nuestro
sentimiento de comunidad.

Uno: la compulsin de vivir una vida propia y la


posibilidad de hacerlo surgen cuando una sociedad
est muy diferenciada. Si la sociedad se descompone
en esferas funcionales independientes que no son
intercambiables ni trasplantables, las personas se
integran slo en sus facetas parciales de contribuyentes, conductores, estudiantes, consumidores,
votantes, pacientes, productores, padres, madres,
hermanas, peatones, y as sucesivamente. Cambian
constantemente entre lgicas de accin diferentes y
en parte incompatibles, y se ven obligadas a hacerse
cargo de lo que est en peligro de saltar en pedazos: sus propias vidas. La sociedad contempornea
no las integra como personas completas en sus
sistemas funcionales; por el contrario, se apoya en
el hecho de que los individuos no estn integrados
sino involucrados de forma parcial y slo temporalmente, mientras se mueven entre distintos mundos funcionales. La forma social de nuestra propia
vida es, al principio, un espacio vaco que ha abierto
una sociedad cada vez ms diferenciada. Se llena de
incompatibilidades, los despojos de las tradiciones,
la basura de los efectos secundarios. El espacio que
queda atrs a medida que lo que eran certezas dominantes pierden su poder, se convierte en un vertedero para las ruinas de las vidas personales. Muchos occidentales podran decir Mi vida no es una
cosa continua. No slo est dividida por el da y la

Qu impulsa a las personas a querer alcanzar las


estrellas en sus vidas? Por qu est surgiendo esta
nueva direccin que, aunque parece tener significado slo en un plano individual, en realidad se desarrolla con arreglo a un esquema? Qu explica el
celo, el miedo y el entusiasmo, la astucia y el empeo con los que gran nmero de personas se afanan
y luchan para tener vida propia? En muchos casos,
la respuesta est, sin duda, en el interior de las propias personas, en su voluntad individual, sus grandes
expectativas, su hambre insaciable de nuevas experiencias, su disposicin cada vez menor a obedecer
rdenes, a respetar el camino marcado, a hacer
sacrificios. Pero estas explicaciones tan apresuradas
arrojan una serie de nuevos interrogantes. Cmo
vamos a explicar el hecho de que gente de tantos
pases, de pronto y al mismo tiempo, desee hacerse
con el control de su vida? Todo se representa en
los trajes personalizados del individuo, de forma
independiente, en las culturas, las lenguas y las ciudades ms variadas del mundo. Es una especie de
epidemia de egosmo, una fiebre egocntrica, que
hay que vencer mediante dosis diarias de tica y
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noche en pedazos blancos y negros. Son distintas


versiones de m la que va a la estacin, la que se
sienta detrs de la ventanilla a vender billetes, la que
camina por los bosques, la que escribe; soy el hombre de mltiples oficios, de oficios separados, que
corre, fuma, mata, oye la radio, dice "S, seor" al
jefe supremo. []

del bienestar- incluyen exigencias de que los individuos gobiernen sus vidas, so pena de sanciones
econmicas.
Cuatro: vivir nuestra propia vida significa, por consiguiente, que las biografas corrientes se convierten
en biografas que hay que escoger, biografas de
bricolaje, biografas de riesgo, biografas rotas o
descompuestas. Incluso detrs de fachadas de seguridad y prosperidad, las posibilidades de que la biografa se deslice y se venga abajo estn siempre presentes. De ah la necesidad de aferrarse y el miedo
existente incluso en las capas medias de la sociedad,
que en su exterior son capas acomodadas. As que
hay una gran diferencia entre la individuacin, en la
que existen recursos institucionales como los derechos humanos, la educacin y el Estado del bienestar
para hacer frente a la contradiccin de las biografas
modernas, y la atomizacin, en la que no los hay. La
ideologa neoliberal de mercado refuerza la atomizacin, con todas sus connotaciones polticas.

Dos: la vida personal no es una vida peculiar de un


individuo. Ms bien, al contrario: se genera una vida
normalizada que combina el triunfo y la justicia, y en
la que se fusionan el inters del individuo y la sociedad racionalizada. La expansin de la nacin-estado
produjo y afirm el individualismo, con las doctrinas
de la socializacin y las instituciones educativas correspondientes. Es lo que llamo la paradoja del individualismo institucional. Las normas legales del
Estado del bienestar hacen que los que reciben los
beneficios sean los individuos (no los grupos), por
lo que obliga a respetar la regla de que las personas
organicen cada vez ms parte de sus propias vidas.
La gente sola nacer en sociedades tradicionales,
igual que nacan en determinadas clases sociales o
religiones. Hoy, hasta al propio Dios hay que escogerlo. Y la norma omnipresente es que, para sobrevivir a esta carrera febril, uno tiene que volverse
activo, ingenioso y lleno de recursos, desarrollar
ideas propias, ser ms rpido, ms gil y ms creativo, no en una ocasin concreta, sino constantemente, da tras da. Los individuos se transforman en
actores, constructores, malabaristas, directores de
sus propias biografas e identidades, pero tambin
de sus vnculos y redes sociales.

Cinco: a pesar de, o debido a, las directrices institucionales y la inseguridad, a menudo incalculable,
nuestra vida est condenada a la actividad. Incluso
cuando fracasa, es una vida activa en su estructuracin de demandas. La otra cara de esta obligacin
de ser activos es que el fracaso se vuelve personal y
deja de percibirse como una experiencia de clase en
una cultura de la pobreza. Va acompaada de diversas formas de responsabilidad con uno mismo. Si
la enfermedad, la adiccin, el desempleo y otras
desviaciones de la norma se solan considerar golpes
del destino, hoy en da se hace hincapi en la culpa y
la responsabilidad individual. Vivir nuestra propia vida
significa asumir la responsabilidad de las desgracias
personales y los hechos inesperados. En general, no
se trata slo de una percepcin individual, sino de una
atribucin vinculante desde el punto de vista cultural. Corresponde a una imagen de la sociedad en la
que los individuos no son reflejos pasivos de las circunstancias sino constructores activos de sus propias
vidas, con grados variables de limitacin.

Tres: nuestra propia vida, por tanto, depende por


completo de las instituciones. En el lugar de las tradiciones vinculantes aparecen directrices institucionales
que organizan la vida personal. La diferencia cualitativa entre las vidas tradicionales y las modernas no es como muchos creen- que, en las viejas sociedades
empresariales y agrarias, diversos controles y pautas
sofocantes reducan al mnimo la capacidad de decisin del individuo en su propia vida, mientras que
ahora no persiste casi ninguna de esas limitaciones.
En realidad, en la jungla burocrtica e institucional de
la modernidad, la vida est ms atrapada en redes de
directrices y regulaciones. La diferencia crucial es
que las directrices actuales obligan a la gente a organizar y llenar de contenido sus biografas. Antiguamente, en Europa, haba normas precisas que regan
las bodas, por ejemplo, hasta el punto de que, en
ciertas pocas y regiones, casi la mitad de la poblacin en edad casadera permaneca soltera. Hoy, en
cambio, muchas directrices de distintos tipos -en el
sistema educativo, el mercado de trabajo o el Estado

Seis: si uno tiene una vida propia, el fracaso tambin


es propio. Por consiguiente, fenmenos de crisis
sociales como el paro estructural se pueden convertir en una carga de riesgo sobre los hombros de los
individuos. Los problemas sociales se pueden convertir directamente en disposiciones psicolgicas:
sentimientos de culpa, ansiedades, conflictos y neurosis. Paradjicamente, se desarrolla una nueva inmediatez en la relacin entre el individuo y la sociedad, una inmediatez trastornada que hace que las
crisis sociales se consideren individuales y dejen de
verse -o se vean slo de forma muy indirecta- en su
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dimensin social. Ocurre incluso con el aspecto ms


oscuro de las sociedades que conservan su integracin: las nuevas posiciones colectivas de las clases
marginadas y la exclusin. Son grupos individualizados colectivamente. sa es, sin duda, una de las
fuentes presentes y futuras de los brotes de violencia gratuita que escogen vctimas de grupos variables
(extranjeros, discapacitados, homosexuales, judos). Los estudiosos distinguen entre la vida como
cadena de acontecimientos reales y la biografa
como narracin de los hechos, que no tiene por qu
coincidir, en absoluto, con la primera. Si las biografas hablaran slo de golpes del destino, condiciones objetivas y fuerzas externas que avasallaron, predeterminaron u obligaron, ello refutara la tesis formulada ms arriba. Porque se ha dicho
que los individuos tienen que considerar que, al
menos en parte, se determinan a s mismos y sus
condiciones de vida, aunque sea -o sobre todo- en el
lenguaje del fracaso. Por tanto, un indicador ms o
menos pragmtico de la teora de vive tu propia
vida es la presencia de elementos narrativos individualistas y activos en la biografa de la propia persona. Los hechos de la vida no se atribuyen sobre
todo a causas ajenas, sino a aspectos del individuo
(decisiones, indecisiones, omisiones, capacidades,
incapacidades, logros, concesiones, derrotas). Esto
no descarta, desde luego, la posibilidad de una conciencia engaosa.

tienen que ser traducidas constantemente para uno


mismo y para los dems, con el fin de que puedan
seguir siendo vidas intermedias. La transicin de la
primera a la segunda modernidad es tambin una
transicin de la monogamia a la poligamia de lugares. Para entender cmo afecta la figura social de la
globalizacin a nuestra propia vida, es necesario
tener en cuenta los lugares diferentes y opuestos
por los que se extiende esa vida. En este sentido,
viven vidas transnacionales no slo los protagonistas globales, sino tambin los taxistas indios de Chicago o los judos rusos de Israel. La globalizacin
supone un proceso muy complejo y contradictorio
que genera nuevos conflictos y formas de separacin. Por eso, el recrudecimiento de los nacionalismos locales y el nuevo nfasis en la identidad
local debe considerarse como una consecuencia
inequvoca de la globalizacin, y no -como podra
parecer a primera vista- un fenmeno que la contradice. Esta sptima tesis implica que la vida personal
es una vida global. El marco del Estado nacional se
ha hecho demasiado grande y demasiado pequeo.
Lo que ocurre dentro de nuestras vidas est muy
relacionado con desafos, influencias y modas mundiales, o con la proteccin frente a ellos.
Ocho: la otra cara de la globalizacin es la destradicionalizacin. La vida de nuestra propia vida es tambin una vida destradicionalizada. Ello no quiere
decir que la tradicin no desempee ya ningn papel; con frecuencia ocurre todo lo contraro. Pero
las tradiciones tienen que ser escogidas y, muchas
veces, inventadas, y slo tienen fuerza a travs de
las decisiones y la experiencia de los individuos. Las
fuentes de identidad colectiva y de grupo y de significado que caracterizan a la sociedad industrial
(identidad tnica, conciencia de clase, fe en el progreso), cuyas formas de vida y nociones de seguridad sostuvieron las democracias y economas occidentales hasta los aos sesenta, pierden aqu su
mstica y se desintegran, exhaustas. Los que viven en
esta sociedad posnacional y globalizada estn dedicados sin cesar a deshacerse de las viejas clasificaciones y formular otras nuevas. Las identidades y
culturas hbridas que surgen constituyen precisamente la individualidad, que determina la integracin social. De este modo, la identidad aparece
mediante la interseccin y la combinacin, es decir,
a travs del conflicto con otras identidades.

Siete: la gente lucha para vivir su propia vida en un


mundo que se le escapa cada vez ms y de forma
cada vez ms evidente, un mundo totalmente conectado de forma irrevocable. Hasta la accin ms
natural de todas -inhalar aire limpio- presupone una
revolucin en el orden mundial industrial. Nos encontramos, as, con el concepto de la globalizacin
de la biografa. En la era global, nuestra vida ya no es
sedentaria ni est ligada a un sitio particular. Es una
vida viajera, tanto en sentido literal como metafrico, una vida nmada, una vida que transcurre en
coches, aviones y trenes, al telfono o en Internet,
con el apoyo de los medios de comunicacin, una
vida transnacional que se extiende por encima de
las fronteras. La transnacionalidad multilocal de
nuestra vida es una razn ms para que la soberana
nacional se haya vaciado y la sociologa basada en la
nacin est obsoleta. La asociacin de lugar y comunidad o sociedad se est deshaciendo. Sea por
propia voluntad, por obligacin, o ambas cosas, la
gente extiende su vida sobre varios mundos separados. La globalizacin de la biografa significa una
poligamia de lugares; la gente est unida a varios
sitios al mismo tiempo. Esos modos de vida polgamos respecto a los lugares son biografas traducidas:

En qu se distingue esto de los anlisis histricos y


tericos de Georg Simmel, Emile Durkheim y Max
Weber en la primera parte de este siglo? La principal diferencia es que a las personas, hoy en da, no
se las arroja de las certezas religiosas y cosmolgicas
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colectivas al mundo de la sociedad industrial, sino


que se las trasplanta de las sociedades industriales
nacionales de la primera modernidad al torbellino
transnacional de la sociedad de riesgos mundiales.
Se espera que la gente viva su vida con las identidades y los riesgos personales y transnacionales ms
diversos y contradictorios. Individuacin, en este
sentido, significa destradicionalizacin, pero tambin
lo contrario: una vida que transcurre en conflicto
entre diferentes culturas, la invencin de tradiciones
hbridas. No es de extraar que varias representaciones idlicas -la tarta de manzana de la abuela, los
nomeolvides y la sensacin de comunidad- estn
experimentando un auge. Ni siquiera los sistemas
de interpretacin tradicionales (por ejemplo, religiosos) pueden aislarse de lo que sucede; chocan
entre s y acaban en plena rivalidad y en conflicto
pblico, tanto en el plano mundial como en el local.
Segn esto, el fundamentalismo tambin es, en sus
variantes europeas y no europeas, una reaccin a la
individuacin y la globalizacin. El punto fundamental es que el mbito pblico ya no tiene nada que
ver con las decisiones colectivas. No es un asunto
de solidaridad ni obligacin, sino de coexistencia en
la contradiccin.

individualidad distintiva a travs de la combinacin


de crisis sociales en las que los individuos se ven
obligados a pensar, actuar y vivir. Se vuelve normal
probar diversas mezclas; se descubren varias identidades superpuestas y se construye una vida a partir
de su combinacin. Aparece as la estructura social
de nuestra propia vida global, junto con una diferenciacin y una individuacin continuas; o, para ser
ms exactos, con la individuacin de clases, grupos
tnicos, familias nucleares y biografas normales de
mujer. De esta forma, las categoras sociales de la
sociedad industrial fijadas en el plano nacional se
disuelven o se transforman culturalmente. Se convierten en categoras zombies, que han muerto
pero siguen vivas. Incluso las condiciones tradicionales de vida pasan a depender de decisiones; tienen
que ser escogidas, defendidas y justificadas frente a
otras opciones, y hay que vivirlas como un riesgo
personal. No slo los alimentos modificados genticamente, sino tambin el amor y el matrimonio,
incluido el matrimonio tradicional en el que ella es
el ama de casa, se convierten en riesgos.
Once: vivir nuestra vida es, en este sentido, una
modalidad contempornea que goza de gran estima.
No siempre ha sido as. En las sociedades nacionales
tradicionales y cerradas, el individuo es la idea de
una especie: la unidad ms pequea de un todo
imaginado. Slo la destradicionalizacin, la apertura
mundial y una nueva multiplicidad de lgicas funcionales conceden espacio social y significado al nfasis
en lo individual. Es decir, la valoracin positiva de lo
individual es un fenmeno genuinamente moderno,
contra el que, al mismo tiempo, se sigue combatiendo enrgicamente todava hoy (como demuestran las observaciones sobre la sociedad del
egosmo o del codazo). A lo largo de toda la
historia, el comportamiento individualista se ha
equiparado a una conducta desviada o incluso idiota.
Cuando aparece el individualismo en la conciencia
de una imagen del mundo, lo hace con algn fallo o
defecto. As ocurri en la antigua Grecia o al comienzo de la Edad Media en Europa, cuando se interpretaba, en general, que el individualismo era una
conducta desviada o pecaminosa que deba evitarse.
Este desprecio hacia lo individual persisti en las
ciencias y el mundo burgus []. Un mero individuo: sta es la frmula ms concisa para expresar la
oposicin a la rehabilitacin (y redefinicin) de la
esencia de la individualidad por parte del primer
romanticismo. Es interesante que la revalorizacin
del individualismo triunfara precisamente porque lo
que, durante siglos, haba sido la razn para que valiera tan poco pas a convertirse en la razn de que
valiera tanto: el hecho de que lo individual no puede

Nueve: si se analizan a la vez la globalizacin, la destradicionalizacin y la individuacin, es evidente que


nuestra vida es una vida experimental. Las recetas
heredadas y los estereotipos no sirven. No existen
modelos histricos para vivir. Es preciso armonizar
la vida individual y social, en el matrimonio y la paternidad, pero tambin en la poltica, la actividad
pblica y el trabajo remunerado. La agitacin de la
poca, del Zeitgeist, se debe tambin al hecho de
que nadie sabe si se puede lograr, o cmo.
Diez: nuestra vida es una vida reflexiva. La reflexin
social -el procesamiento de informaciones, dilogos,
negociaciones y compromisos contradictorios- es
casi sinnimo de vivir una vida propia. Es necesaria
una gestin activa (y sa parece la palabra adecuada)
para conducir nuestra propia vida en un contexto
de demandas encontradas y un espacio de incertidumbre global. Nuestra propia realizacin y autodeterminacin no son, ni mucho menos, simples objetivos individuales; muchas veces son tambin medidas provisionales de carcter pblico, el reverso de
los problemas que todos los sistemas parciales descargan sobre los ciudadanos al calificarles, de pronto, de maduros y responsables. Este impulso irrefrenable de realizarse, esta marcha hacia el continente extranjero de nuestra propia vida, van acompaados de una integracin en contextos mundiales.
Aparece realmente por primera vez una especie de
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derivar de lo general. A partir de ese momento, lo


importante es que lo general slo puede suponerse,
de modo que palidece ante la naturaleza verificable e
incluso inmemorial de lo individual. La esencia de la
individualidad, por tanto, se puede interpretar como la no identidad radical.

confianza general que permite a los partidos (y otros


actores colectivos) movilizar a sus miembros y a los
ciudadanos, hasta cierto punto a ciegas e independientemente de sus preferencias personales, a
propsito de determinados problemas concretos. La
segunda es el nmero limitado de actores colectivos
y su homogeneidad interna. Ambas premisas se convierten en objeto de duda como consecuencia de los
procesos de individuacin. No se puede dar por
supuesto ni que los ciudadanos son miembros del
partido y los miembros del partido son soldados, ni
que los partidos y sindicatos son intrnsecamente
capaces de lograr el consenso, porque las organizaciones de gran tamao tambin son plurales en sus
contenidos. Despus de los procesos de individuacin y globalizacin, los actores colectivos estn siendo vaciados y convocados a revoluciones programticas detrs de una fachada inmutable (el nuevo laborismo, por ejemplo). Pero surgen dilemas imprevisibles para la organizacin de la poltica en el Estado
nacional. Aqu vemos el impetuoso desarrollo de lo
que Kant ya adverta en su crtica de la democracia
representativa: la contradiccin de que la democracia
apela al individuo, como sujeto de la accin legisladora, y, sin embargo, se le escapa poco a poco, se le
escurre y reprime la expresin de la voluntad individual en las formas de representatividad. Por un lado, la
sociedad del vive tu propia vida da validez, en el
corazn de la poltica nacional, a la propuesta esencial
de que el individuo -y slo el individuo- es la fuente
de la legitimidad democrtica. Por otro, la organizacin colectiva y representativa de la mediacin de
intereses se apoya precisamente en el hecho de que
no son los individuos sino los actores colectivos,
construidos de acuerdo con la constitucin, los que
toman las decisiones polticas de importancia y alcance fundamentales. A la inversa, no es posible
admitir cada vez a ms actores en el juego del poder
poltico, porque ello multiplicara los mbitos de
conflicto sin aumentar las posibilidades de consenso. El nmero de sistemas negociadores no puede crecer hasta el infinito, y no es cierto, en absoluto, que muchas negociaciones individuales se agrupen para formar un solo poder de decisin que
englobe todo. Resulta evidente que la politizacin
de la sociedad tras la democratizacin cultural no se
traduce, ni mucho menos, en una activacin de la
poltica. Este dato quita fuerza a la objecin frecuente de que la participacin ms numerosa de los
individualistas actuales en una amplia gama de iniciativas o (para emplear la expresin de moda) redes
locales -desde clubes deportivos hasta campaas
contra la xenofobia- integra o socializa a la sociedad
moderna de una forma que equivale, desde el punto

Doce: nuestra propia vida, concebida as, es una vida


radicalmente no idntica. Si la cultura, antes, estaba
definida por las tradiciones, hoy debe definirse como
un rea de libertad que protege a cada grupo de individuos y posee la capacidad de producir y defender
su propia individuacin. Para ser ms especficos, la
cultura es el terreno en el que afirmamos que podemos vivir juntos, iguales pero diferentes.
Trece: vivir nuestra propia vida quiere decir, por consiguiente, vivir en las condiciones de la democracia
radicalizada, para la que muchos conceptos y frmulas de la primera modernidad se han quedado insuficientes. Nadie sabe cmo pueden casarse las demandas constantes y crecientes de intimidad familiar
con las nuevas exigencias de libertad y realizacin
para hombres, mujeres y nios. Nadie sabe cmo se
puede compatibilizar la necesidad de organizaciones
de masas (partidos polticos, sindicatos) de crear
obligaciones en los individuos con las reivindicaciones de participacin y autoorganizacin. La gente est
mejor preparada para el futuro que las instituciones
sociales y sus representantes.
Catorce: la prdida de valores que tanto gustan de
lamentar los pesimistas culturales est creando, de
hecho, la oportunidad de escapar al credo de ms,
mejor y mayor, en una poca que vive por encima
de sus posibilidades ecolgicas y econmicas. Si, en el
viejo sistema de valores, la persona siempre tena
que estar subordinada a los modelos de la colectividad, estas nuevas orientaciones de nosotros estn
generando una especie de individualismo cooperativo o altruista. Pensar en uno mismo y vivir para los
dems, cosa que antes se consideraba una contradiccin, resulta ser una conexin interna. En realidad,
vivir solo significa vivir en la sociedad. La poltica
basada en la defensa de la vida como proyecto personal es el rechazo a sus adversarios: un poderoso
sistema de mercado, por una parte, y una sensacin
de comunidad que impone la pureza y la homogeneidad, por otra.
Quince: la preponderancia de vivir nuestra propia
vida conduce a una apertura y una subpolitizacin de
la sociedad, pero tambin a una despolitizacin de la
poltica nacional. Se ponen en tela de juicio especialmente dos de las condiciones bsicas para la democracia representativa nacional. La primera es la
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de vista funcional, a la de las formas polticas tradicionales de las grandes organizaciones o el Estado
nacional. Ni siquiera todo lo que se dice de una
red de redes puede ocultar el hecho de que la
estructura poltica de la sociedad, cada vez ms
fragmentada -que se manifiesta en la individuacin
del comportamiento poltico y la capacidad cada vez
menor de las viejas organizaciones de gran tamao
para la integracin y el agrupamiento-, debilita las
posibilidades de movilizacin y direccin intencional
en las sociedades polticas. El ideal de la integracin
a travs del conflicto, que es la base de la democracia nacional, se descompone. Se vuelve cada vez
ms difcil garantizar las dos caras de la democracia:
el consenso entre individuos y grupos, basado en un
libre acuerdo, y la representacin de intereses
opuestos. Pero aqu es donde se hace tangible un
autntico dilema poltico de la segunda modernidad.
Por una parte, la imaginacin y la accin poltica se
enfrenta a desafos de una dimensin sin precedentes. No tenemos ms que pensar en las reformas
radicales que hacen falta para dar al Estado social
una nueva base en relacin con la inseguridad en el
empleo y los trabajadores pobres; o en lo que se
necesita para reorganizar las instituciones clave de
la democracia parlamentaria, probadas en el mbito
nacional, para que estn ms abiertas a las identidades transnacionales, las vicisitudes de la vida y las
vinculaciones econmicas; por no hablar del asunto,
en otro tiempo totalmente olvidado, de reformar
con criterios ecolgicos la dinmica industrial del
mundo, autnoma y cada vez ms rpida. Por otra
parte, los procesos de individuacin erosionan las
condiciones sociales y estructurales para el consenso poltico, que hasta ahora han permitido la accin
poltica colectiva. La paradoja es que esto ocurre
porque la participacin poltica aumenta a escala
microscpica y la sociedad subpoltica est gobernada desde abajo en asuntos y campos de accin
cada vez ms numerosos. El espacio cerrado de la
poltica nacional ya no existe. La sociedad y el mbito pblico estn compuestos por espacios contradictorios que estn, al mismo tiempo, individualizados, abiertos a otras naciones y definidos en mutua oposicin. Es en esos espacios donde cada grupo cultural prueba y vive su hbrido.

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