Las Crónicas y Los Andes
Las Crónicas y Los Andes
Las Crónicas y Los Andes
vez que comenzaban a realizarse las primeras aproximaciones serias a los incas, su
cultura y su experiencia andina. A mediados de esa dcada hubo varios
interrogatorios, en este caso a los quipucamayocs quienes no posean informacin
sobre historias o mitos; ms bien cuantitativa. La propia dcada de 1540 vio aparecer
en salamanca la segunda edicin de la Historia Natural y general de las indias, de
Fernando Gonzales de Oviedo y Valds. Incorporaba ya noticias sobre el Per,
reproduciendo la edicin como un apndice el texto y la crnica de Francisco de
Xeres, si bien con algunas alteraciones y supresiones; se trata de la edicin de 1457 de
la Historia de Oviedo. En el proceso de redaccin de la obra de este cronista se fueron
reuniendo numerosos testimonios, algunos de ellos se mencionaron anteriormente.
El decenio clsico: la nueva historia Al iniciarse la dcada de 1550, el inters de los
incas se hizo ms evidente entre los autores que escriban en el virreinato del Per.
Sin opacarse la atencin que reciba ya la historia de los espaoles en los andes.
Tambin a finales del siglo XIX e inicios del XX se hicieron pblicos los tres libros de
la historia de las guerras entre los conquistadores. No obstante, increbles celos
profesionales y deliberados ocultamientos, amn de uncultivado y encantador velo
de misterio, los mantuvieron largos aos ocultos. Solo en nuestros das se pudo hallar
y publicar, finalmente, el volumen correspondiente a las expediciones de Pizarro y la
conquista del Per que se encontr en la biblioteca apostlica Vaticana, justamente
con un segundo manuscrito de la parte correspondiente a los incas. Los hallo la
investigadora italiana Francesca Cant. Adems de la ambiciosa dimensin de su
proyecto, la obra de Cieza de Len destaca por la cualidad de la observacin del
ambiente, por la confeccin de una historia de una historia incaica con los datos que
recogi, principalmente en el Cusco. Casi a la par de la redaccin de Cieza, escriba
en el cusco Juan Diez de Betanzos, hombre que tena ya aos de residencia en l
ciudad, aunque no haba sido de los primeros espaoles que vivieron en ella. La obra
de Betanzos titulado Suma y narracin de los incas se conoci hasta el siglo XIX.
Como los dems cronistas del grupo de autores cuzqueos que se inicia con el mismo
y con Cieza de Len, Betanzos parece haber recibido informacin oral sobre tres
grandes ciclos mticos: el primero se refiere a los orgenes del mundo y del Cusco, el
segundo trata fundamentalmente de Pachacuti (incluida la guerra con los chancas), y
el tercero remite particularmente a la guerra entre el Cusco y Quito. Una dcada
decisiva: La de Francisco de Toledo A finales de 1560 escriba Titu Cusi Yupanqui su
instrucion de Ynga don Diego de Castro Titu CusiYupanqui.., la empez a redactar en
Vilcabamba, reducto resistente de la dirigencia Cusquea, finalizo en 1570. El
decenio 1570-1580 se encuentra marcado por la vigorosa presencia del virrey
Francisco de Toledo.
Toledo era un hombre de recia personalidad y un alto ejemplar de burcrata, que
puso en prctica los principios elaborados por la nueva administracin espaola,
iniciada durante el gobierno de Carlos V. Despus del decenio toledano No fue
amplia la elaboracin de nuevas crnicas en el decenio de 1580, pero en l se
escribieron muchas relaciones locales, como aquellas que constituyeron la mayora
de los informes que se hicieron sobre la base de interrogatorios diseados por la
administracin peninsular, como son aquellos organizados y publicados- en los aos
finales del siglo XIX- por Marcos Jimnez de la Espada bajo el ttulo de relaciones
Geogrficas de Indias. Podra decirse que despus de la dcada del gobierno de virrey
Toledo, decreci el mpetu de la escritura de las crnicas. Una nueva centuria En el
siglo XVII las crnicas tuvieron distinta envergadura. Ya se habl de aquellas,
importantes desde todo punto de vista, como los Comentarios Reales de los Incas y
la nueva Cornica y buen gobierno de Guamn Poma. Al iniciarse el siglo XVII ya no
se vivan, ciertamente, los testigos de los hechos de la conquista, y las crnicas que se
escriban en aquellos momentos tendan a establecer la visin universal de una
historia europea; ello se vio en los propios escritos delinca Garcilaso de la Vega, sin
olvidar su acendrada imagen andina. La imagen universalista de la historia andina
tuvo otros ecos cuando en Espaa publico Antonio de Herrera y Tordesillas su
Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar
ocano, obra ampulosa que comenz a imprimirse en 1601, y continuaba editndose
aos despus. En el propio siglo XVII se escribieron obras distintas, que marcaron
tambin la elaboracin de una historia andina. Destacan entre ellas el libro del fraile
mercedario Martn de Mura, historia del origen y genealoga real de los incas, reyes
del Per. Entre 1560 y 1601, Mura hizo varias redacciones de su obra, fue doctrinero
y estuvo en contacto con Guamn poma de Ayala, quien lo recuerda con acritud en
su nueva Coronica Los viajeros como cronistas Otros libros importantes se
escribieron sobre los andes en los tiempos coloniales, si bien su condicin se aleja un
poco de la crnicas clsicamente entendidas, pues no son tanto histricas como
libros de viaje, donde se incorpora con frecuencia noticias histricas o datos
diferentes, demogrficos por ejemplo, en medio de relatos que reflejan el itinerario
de sus autores por los andes. Las tareas de la evangelizacin Produjeron desde el siglo
XVI y especialmente en el XVII un amplio material que muchas veces alcanz la
imprenta, si bien en su mayora contina manuscrito en nuestros das. Desde inicios
d aquella centuria se comenz las visitas de la idolatra destinadaa extirpar los
cultos andinos y redisear la difusin del cristianismo. Un par de los numerosos
procesos incoados en aquellos tiempos se conserva en el archivo del arzobispado de
Lima, aparentemente la nica dicesis
del virreinato del Per donde dicha tarea se llev a cabo con la extensin e intensidad
conocidas.
Captulo II
TESTIGO Y MEMORIOSOS
Los testigos de la invasin espaola de los andes fueron en realidad pocos entre el
nmero de los cronistas en el Per, ya se mencion como Hernando Pizarro escribi
un testimonio personal en 1533, escrito aun antes de la ejecucin de Atahualpa en
Cajamarca. El annimo sevillano que fuera atribuido a Cristbal de Mena, y la
crnica de Francisco de Xeres, abundaron en detalles que complementaron el autor
de la Noticia del Per, as como los escritos de Pedro Sancho y Juan Ruiz de Arce. El
hecho es que en manos de los propios escritores espaoles de las crnicas estallaba la
velocidad de los acontecimientos que jalonaban su apropiacin de un mundo nuevo.
Rpidamente se organizaron banderas que finalizaran en la precisin de algunas de
las primeras manifestaciones criollas. Como es sabido se llam criollos a los primeros
hijos de espaoles nacidos en amrica, pero el nombre tambin puede sealar con
justicia a los ms antiguos y asimilados inmigrantes que se enfrentaron a los iniciales
intentos de la administracin peninsular de reglamentar sus derechos y corregir sus
actitudes consagradas en los das fundamentales de los espaoles en losandes. Los
cronistas hallaron en los hechos de la propia invasin y las guerras subsiguientes una
seria motivacin para escribir. Al margen que uno escriba sucesos relatados- no
exentos de la justificacin ni del agravio- , un texto impar colinda con la novela
caballeresca: El libro de la vida y costumbres de don Alonzo Enrquez de Guzmn,
prototipo de la picaresca americana. Luego de las primeras obras concebidas a lomo
de caballo o en medio de agotadoras jornadas a pie, las crnicas comenzaron a
nutrirse de diversos documentos probatorios, algunas veces de dudosa procedenciacomo ya se anot en el temprano caso de Alonzo Enrquez- y se escribieron en
condiciones ms pausadas. Los cronistas y la historia andina Desde los autores
iniciales, los cronistas se interesaron por los andes y su gente. Al principio su
impresin fue de asombre e incredulidad; hallaban una poblacin civilizada , y la
civilizacin se media- talves en un primer momento- por la riqueza, considerada en
trminos europeos, es decir, en la abundancia de los metales preciosos, ello fue
observado desde los primeros viajes de los espaoles por las costas del Per. La
civilizacin tambin se verificaba por la naturaleza de las construcciones urbanas que
los europeos encontraban, por los caminos, los depsitos, la vida agraria y,
finalmente, por la presencia de una autoridad central. La abundancia de referencias
al oro y la plata en las crnicas iniciales demuestra el vigor que estas leyendas
alcanzaron. Mastarde, el dorado y la canela inspiraran nuevas fascinaciones,
llevando a la expedicin de Gonzalo Pizarro- quien sali del Cusco en su bsquedarematndose la misma con el recorrido primigenio que hiciera Francisco de Orellana
por el rio de las Amazonas, legendarias habitantes
de las tierras vecinas del oro y la quimera. La organizacin poltica fue otro asunto
rpidamente confuso en los relatos de los cronistas. Los autores iniciales no tenan
aceptables facilidades de traduccin, y se limitaron aplicar llanamente a los andes y
al Tahuantinsuyo las categoras polticas que se empleaban en las historias y en la
vida diaria europea: el inca era un rey como Carlos V, adquira su poder por herencia
patrilineal, y esta se estableca con las condiciones usuales en Europa de legitimidad
y mayorazgo. Establecido ello como un estereotipo, quedo sin embargo en sus
propios escritos informacin suficiente (involuntaria, entre lneas) acerca de la
organizacin dual andina (hanan- urin en la denominacin ms conocida), y otras
noticias que los analistas precisan mejor. Al principio los autores de las crnicas
consideraron ilegitimo, tirano y usurpador a Atahualpa. Estas calificaciones eran
comprensibles a raz de justificar legalmente la conquista, y ello era factible por la
condicin atribuida al inca que los espaoles encontraron en Cajamarca. Ms
adelante, cuando la situacin se complic, todos los incas fueron considerados
CAPITULO III
MITOS E HISTORIAS DIVERSAS
Los cronistas no fueron ajenos, por cierto, al universo cultural de la Europa de sus
tiempos. Este ingresaba en sus obras tanto a travs de las discusiones eruditas,
cientficas o teolgicas, como en medio de la influencia de las tradiciones populares
arraigadas en la vida europea. Lego de los momentos iniciales de los espaoles en los
andes, donde estos escribieron preferentemente en torno a su propia gesta de
conquista de un mundo nuevo para ellos mismos, surgieron interrogantes acerca de
los vientos y las corrientes, interpretaciones astronmicas y otros testimonios de su
preocupacin por los estragos que la altura de la cordillera andina ejerca sobre los
desprevenidos espaoles. As Agustn de Zrate dejaba testimonio de alguno de estos
problemas; se ocup de las corrientes
marinas y su influencia en la navegacin de las costas peruanas. Aada acerca de las
diferencias y similitudes climticas que pudo observar entre la costa y la sierra. En
otras pginas el propio Zrate observara que en la regin subecuatorial los das y las
noches tenan igual duracin, mientras que tal cosa no ocurra en las sureas tierras
chilenas. Como otros autores de sus tiempos Agustn Zarate empleaba informaciones
de diverso rango y procedencia, aparte de sus propias observaciones. Se habl de
gigantes, seres carentes de aparato digestivo, que olan las flores y defecaban
sudando por la espalda; tal versin tena variantes, que incidan en la maravillosa
capacidad de alimentacin. Ms abundantes son las referencias a las sirenas,
asociadas ciertamente a los manates que se venan observando en amrica desde los
tiempos colombinos; generalmente se ocuparon de esto los autores que escribieron
acerca de las regiones antillanas, como Gonzalo Fernndez de Oviedo. La historia
Europa. Pensaron siempre en una monarqua, dejando sin embargo siempre en las
propias crnicas versiones que permitan explicar la organizacin dual del poder,
donde dos incas eran yanantin, pareja, opuestos y complementarios como tambin
lo eran los curacas de todas las organizaciones andinas. En una sociedad donde la
memoria ritualizada reconoce la ubicacin y el papel de los incas de acuerdo con los
rituales de sucesin (el conflicto ritual del espacio) no debera sorprender que la
guerra que encontraron y describieron los cronistas fuera en realidad el mejor retrato
de una guerra ritual. No todas las crnicas fueron escritas para ser editadas; pocas
lograron impresin y edicin rpida. Lo propio ocurri con los informes
administrativos y otros relatos que fueronincorporados a expedientes diversos, como
tambin sucedi con cartas y respuestas a cuestionarios burocrticos, muchos de los
cuales ingresaron despus de la clasificacin de crnicas. Tal situacin confronto, por
ejemplo, la Crnica del Per de Pedro Cieza de Len, edito en vida nicamente la
primera parte del volumen de su obra. Criterios de clasificacin Ciertamente las
pautas empleadas por los diversos autores de las crnicas que se han ocupado del
tema podran ser secundarias, si no intrascendentes; pero obedecen a la necesidad
que sintieron en disponer de un cuadro que permitiese distinguir las obras por
grupos o escuelas. Solo en el siglo XX alcanzaron importancia tales clasificaciones,
especialmente despus que se emplearan criterios nacionales (cronistas espaoles, o
andinos, distinguiendo ciertamente a los mestizos) o los que solo vieron sus restos,
quienes recogieron el relato de los primeros conquistadores, no habiendo venido al
Per, los historiadores espaoles del siglo XVII. Hubo clasificaciones parciales como
aquellas que permitan distinguir a los cronistas de acuerdo con su mayor o menor
cercana al poder. Lo
que interesa aqu es sealar algunas caractersticas diferenciales, que permitan
disponer de un criterio mejor, que no confunda, pues es fcilmente apreciable que
algunas de las clasificaciones mencionadas permiten colocar simultneamente a un
autor en varia casillas. Lo que se ha intentado es colocarlos de acuerdo a la
informacin efectiva que poseyeron.