Morir Antes de Nacer
Morir Antes de Nacer
Morir Antes de Nacer
Madrid, 1998
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(Lalo Relinque)
NOTA DEL AUTOR: Los personajes y nombre propios que aparecen en esta novela
son fictcios. Cualquier parecido con la realidad ser mera coincidencia.
INDICE
1.- El camino
2.- El regreso
5.- El colegio .. 10
6.- La primera comunin .
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1.- El camino
Desde el profundo sueo del ms all Pablo abri lentamente los ojos y mir hacia
arriba delatando mi presencia:
Quin eres? pregunt.
Soy el autor de esta obra, tu obra, quien ha hecho que escribiera sobre el amor, la
vida y la muerte; en s, que escribiera sobre el camino que te ha tocado vivirque nos
ha tocado vivir.
Y eso, a quin le puede importar?
Pues es verdad, tienes razn, pero ya est hecho respond
2.- El regreso
Quin soy?... Qu me pasa?... Siento despertar!, pero, despertar de qu? Es
que existo? Cundo estuve aqu? Quin me trajo a este lugar? Hacia dnde me
dirijo?...
Sigue el camino marcado orden una voz agradable, sonora, sentida en su
interior. Lnzate al vaco que no caers. Volars como las aves del paraso. Confa
en mi, pues confiando en m, obtendrs tu propia seguridad.
Por un momento el Ser escuch el silencio que antes no adverta: el silencio incierto de
las aguas tranquilas del lago rosado. Senta la energa olvidada, la energa perdida
quizs en otras vidas.
Un rumor lejano hizo desviar su atencin a lo que estaba sucediendo.
El horizonte multicolor defina el camino a seguir.
No era slo su alma la que volaba ingrvida bajo la gran bveda luminosa que le
cubra; otras, que iban y venan, se cruzaban sin notar su presencia, parecan llevar un
rumbo, un destino.
Y volvi a or la voz:
Ahora, concentra toda tu energa para bajar al mar de la purificacin.
Obedeci.
Nada sinti en el momento de introducirse en el apacible mar, aunque, poco a poco,
notaba que la temperatura de las aguas aumentaba conforme ms se sumerga.
En las cavernas halladas en el fondo marino encontr una salida, una luz, una
esperanza: la esperanza de comprender lo incomprendido, de conocer lo desconocido,
de recordar lo que nunca llegara a recordar.
Un fro intenso lo envolvi. Con lentitud despertaba de un letargo no elegido.
Comenz a deslizarse por una pendiente hmeda y resbaladiza sin saber por qu.
Tu nuevo destino ha sido marcado anunci la enigmtica voz como si fuera una
despedida al final del camino.
Y as fue: alcanz la orilla. Una orilla cubierta de hierbas de color carmn. Y se aferr
al nico rbol all existente.
Y recuper el equilibrio de su transformacin.
EL BAUTISMO
con alfajores,
polvorones y
5.- El colegio
Llova suavemente. El da fro y plomizo invitaba a quedarse en la cama toda la
maana.
No poda ser, haba que volver al colegio despus de unas vacaciones envueltas por la
fantasa.
Venga, a levantarse, que ya es tarde!
La voz de una madre que siempre suena dulce y cariosa, a Pablo, con aquel despertar,
se le haca la voz ms desagradable del mundo. Se dio la vuelta para el otro lado
tapndose con la manta hasta las orejas gozando del calor de la cama. Le hubiera
gustado coger la gripe, o un empacho, o tener algo de fiebrepero no hubo suerte.
Beatriz, su madre, que como cualquier madre conoca a su hijo perfectamente, saba
que esa maana era slo eso, la primera maana de volver a la vida de realidades y
obligaciones, en donde el cuerpo tena que demostrar su fortaleza y la mente su
disciplina.
Cuando sea mayor voy a ser sereno para poder dormir por las maanas le deca a
su madre con voz perezosa.
El colegio le pareca alegre pero tambin triste: alegre los viernes y triste los lunes;
acogedor y fro: acogedor en el recreo y fro en las horas de clases. Doa Juanita, la
maestra, siempre mandaba estar con los pies juntos y los brazos cruzados en sus
explicaciones docentes.
Se entraba al recinto por un gran portal protegido con una regia cancela de hierro
artsticamente forjado. El patio principal, pavimentado con grandes losetas de
mrmol, tena en su parte central una gran palmera que al mirar hacia arriba pareca
tocar el cielo. A su alrededor, entre arcos y columnas, estaban las aulas y la
dependencia de Manolo, el portero, un seor muy serio y siempre de malhumor.
Justamente al fondo, despus de atravesar un ancho y largo corredor, estaba el patio
destinado al recreo. Los naranjos all plantados arrojaban sombras de soledades.
Mostraban sus frutos an agrios y de aroma inconfundible. El verdn era husped
permanente de los hmedos muros que cercaban aquel extrao lugar. Y tambin all
estaban las letrinas con separadores de mrmol veteado. El ambiente era glido.
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Eran las cuatro de la tarde. Son la campana movida por la mano de Manolo, el
portero, que anunciaba el comienzo de la clase de dibujo: era la asignatura preferida de
Pablo. La tarea consista en copiar una lmina. l nunca entenda por qu haba que
copiar exactamente aquel dibujo ya hecho por otro. Ejercitaba toda su imaginacin
utilizando el modelo tan slo para la inspiracin, para la idea, y dibujarlo luego con
su fantasa.
Pero nio! Esto qu es? le llamaba la atencin don Francisco, el profesor. No
ves que lo que haces no se parece en nada al modelo? .Y mientras le rea, le
tachaba el dibujo con un grueso lpiz rojo sin dar ms explicaciones.
En aquellos momentos el escolar senta una profunda tristeza... no entenda nada.
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El coro conclua con voces angelicales un canto de gloria que sirvi de acogida a los
asistentes al templo. Se iniciaba la ceremonia. El sacerdote que oficiaba la misa al pie
del altar mayor y situado de espalda a los feligreses, comenz:
In nmine Patris et Flii et Spritus Sancti.
Amn contestaban los dos monaguillos ayudantes en la misa.
Introbo ad altre Dei.
Ad Deum, qui laetficat juventtem mean.
Y as se rez el Confiteor Deo, el Kirie Eleison, el Gloria In Excelsis Deo, y despus,
el Evangelio, el Credo, y por fin, lleg la ofrenda del pan y el vino, y la consagracin.
Pablo Alvear sinti miedo: se acercaba el momento de recibir a Jess, sacar la lengua
tmidamente para que la oblea no cayera al suelo, tragar con cuidado para que no se
pegara al paladar, y adems, en los das de ensayo, doa Juanita advirti que en la
ceremonia no quera ver a ningn nio mover la boca: Qu difcil Dios mo!
Pens angustiado.
El celebrante, haciendo una genuflexin y dndose tres golpes de pecho, invoc:
Agnus Dei, qui tollis peccta mundi, miserre nobis! Agnus Dei, qui tollis peccta
mundi, miserre nobis! Agnus Dei qui tollis peccta mundi, miserre nobis!
Con la cabeza un poco inclinada hacia el suelo continu con las oraciones de
preparacin a la comunin. Tom la Sagrada Forma y alzndola como si quisiera
llevarla al cielo, mirndola fijamente, or:
Panem caelstem accipiam et nomen Dmini invcabo.
Inmediatamente los fieles que permanecan arrodillados en sus reclinatorios comenzaron a rezar; esta vez en castellano y con entonacin paralela al sacerdote:
Seor, yo no soy digno de que entris dentro de m; ms decidlo tan slo de palabra
y mi alma quedar sana.
Era el momento de salir de los bancos para comulgar.
Primero lo hicieron los nios y luego los familiares, que estaban ms pendientes de sus
pequeos que del acto que se celebraba. Todos iban camino del altar en perfecta fila
con las manos juntas y casi pegadas a la boca, y la cabeza tmidamente inclinada hacia
el suelo.
Esta vez Pablo no se equivoc, y llor de emocin y alegra, y no se le peg la oblea al
paladar; y sin darse cuenta ya haba pasado todo.
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Una vez en su reclinatorio, comenz a rezar oraciones que le haban enseado para
ste momento, pero su pensamiento estaba en otra parte: Doa Juanita deca que
haba que prometer no pecar ms y ser muy bueno record.
Cerr los ojos y prometi a Jess ser ms obediente, ir al colegio sin pereza, no
pelearse con sus hermanos, y no saba qu ms, porque, en realidad, no se senta
culpable de nada.
Hechas las promesas y arrepentimientos, volvi mentalmente a la ceremonia.
En ese mismo momento el sacerdote conclua:
Ite: Missa est.
Deo grtias contestaron todos los feligreses, aunque algunos, ya cansados de
tanto ritual litrgico, decan para sus adentros: Gracias a Dios! .
Ya fuera de la iglesia surgi el estallido de felicitaciones, besos, abrazos, piropos,
reparto de recordatorios y recogida de algn que otro aguinaldo. Chocolate con churros y bizcocho fue el desayuno que el colegio ofreci a los nios de comunin y a
familiares.
Sobre la una del medioda, los Alvear, para preservar la tradicin, montaron en coche
de caballo alquilado para la ocasin, y dar un paseo por el Parque de Mara Luisa.
Lleg la noche.
Pablo descansaba en su cama. No poda dormir: sus ojos estaban completamente
abiertos mirando hacia un horizonte que terminaba en el blanco techo de su habitacinPensaba en haber vivido un sueo.
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7 .- Amigos de la infancia
JULIN
Cumplir los diez aos para el pequeo Alvear signific mucho. Tena curiosidad por
saber qu se sentira de mayorignoraba su destino. Sin embargo, intentaba trazar el
futuro inmediato: a los veinte aos le gustara ser como el hermano mayor de Julin:
bien arreglado; licencia para fumar delante de los mayores; estar con chicas mayores;
tener acceso a espectculos para mayores; hacer las milicias universitarias para
presumir del uniforme militar ante los mayores; llevar pantalones largos y americana
cruzada con pauelo blanco en el bolsillo superior, como los mayores; tomar caf en
los bares de los mayores mientras un limpiabotas abrillantara sus zapatos; leer
peridicos de mayores y hablar y dialogar sin tener que or el tpico: Son cosas de
niosPablo deseaba ser mayor.
Sentado en el escaln de entrada al zagun de su casa esperaba a su amigo Julin. Eran
las cinco y media de la tarde, haba llovido. Las calles estaban an mojadas. Las nubes
se desplazaban hacia el oeste para dejar que el sol despidiera el da con un tmido rayo
luminoso.
Un manotazo en la espalda le hizo reaccionar: era Julin, con su peculiar forma de
saludar; vena comiendo una onza de chocolate y un trozo de pan.
Alargando la mano le ofreci a su amigo:
Quieres?
Pablo, sin pensrselo dos veces, tom un trozo del chocolate y se lo llev a la boca.
Gracias, chaval le contest agradecido.
Julin, a pesar de sus once aos, era un chico corpulento, moreno, de ojos marrones
avispados, talante tranquilo y extrovertido, le apasionaba la lectura as como estudiar.
Ambos vivan prcticamente muy cerca: dos portales ms abajo.
El barrizal formado por la lluvia impidi que jugaran en la calle, y sin ms, invit a
Pablo a su casa para leer all los ltimos ejemplares de Roberto Alcazar y Pedrn.
Al joven Alvear le encant la idea, as vera a Blanca, la hermana pequea de Julin,
su amor secreto, su amor platnico.
La casa estaba en silencio.
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La decoracin del vestbulo era clsica: un gran espejo de marco dorado ocupaba toda
la pared frontal; sobre una mesita, situada en un lateral, una lamparilla de aceite
iluminaba dbilmente una pequea capilla de madera con la virgen del Rosario. El
perchero vaco de abrigos delataba que los padres de Julin, don Cosme y doa
Higinia, estaban ausentes.
Eran personas tradicionales, religiosas, serias, y con aspecto de vejez prematura.
Haba que tratarles de don y doa respectivamente, pues no se dejaban tutear por
cualquiera, y mucho menos por un nio.
Pablo se alegr de que no estuvieran en la casa, as tendra ms libertad de accin para
estar cerca de su amada.
El piso era amplio. Nada ms entrar se dirigieron al dormitorio de Julin atravesando
el largo corredor que serva de distribuidor a las distintas salas.
El invitado iba pendiente de encontrarse de un momento a otro con Blanca.
Al pasar por una de las habitaciones advirti que la puerta estaba entreabierta.
Mir tmidamente...y all estaba ella, echada en su cama; lea un libro, al parecer muy
interesante, pues ni se inmut ante la presencia de los chicos.
Blanca era una criatura preciosa: ojos azules como el cielo de Sevilla y de pelo negro
como el azabache, cayendo en suave melena sobre sus delicados hombros.
An no se haba quitado el uniforme del colegio: el azul marino aumentaba su belleza.
El joven enamoradizo no pudo evitar pararse y contemplarla furtivamente.
En ese mismo instante ella levant la mirada y sin alterar su postura acomodada
sonri y salud graciosamente:
Hola Pablo!
l se qued aturdido, confuso, y con el corazn palpitante al ser descubierto.
Julin, ya en su dormitorio, llam a su amigo con un chillido que rompi la belleza del
momento:
Pablooooo! Qu haces coo?
Voy! Voy! contest mientras andaba con pasos torpes y acelerados hacia la
habitacin.
Qu hacas chaval?
Nada, viendo los cuadros declar con lo primero que se le vino a la cabeza.
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Salieron juntos del colegio. Haba una gran quietud en las calles. Rafa, Paquito,
Pepe Lus y Pablo iban camino del barrio, camino de casa. Corran, saltaban y se gastaban bromas unos con otros. Se cruzaron con un hombre de pantaln negro y
chaquetilla blanca que pregonaba apetitosos pasteles presentados en una fina canasta
de mimbre. Una mujer suba hacia San Vicente algo precipitada. Un seor de bigote
blanco paseaba su perro pacientemente. La calle declinaba hacia la plaza del Museo;
los naranjos perfumaban el aire del entorno.
Llegando a San Laureano, la msica de un organillo ambulante, con remolinos de
campanillas al soniquete de sevillanas, animaba a los transentes. Las tiendas de
ultramarinos y confiteras se disponan a recibir a sus clientas para los avos de la
merienda o la cena.
Fachadas encaladas en blanco reflejaban un color cobrizo provocado por un dbil rayo
de sol que anunciaba la cada de la tarde.
Antes de subir a sus casas los colegiales se quedaron sentados un rato en los escalones
del portal de Rafa.
Paquito abri la cartera y sac un rollo de revistas deshojadas y manoseadas. Ech una
rpida mirada a los balcones para comprobar que nadie estuviera observndoles.
Sobre el suelo del zagun y dando un extraordinario misterio a lo que haca, extendi
una hoja en la que apareca una mujer joven exhibiendo ropa de lencera: bragas de
encaje que cubra todo el pubis, la ingle, y parte del vientre; medias largas hasta medio muslo con ligueros de color rosa, y un sostn que dejaba fuera casi la mitad de
los pechos, todo ello sobre un cuerpo torneado y una melena rubia que caa sobre la
espalda como agua en cascada.
Toma tela! dijeron todos al unsono.
Y para qu se pondrn esas cosas en las tetas? Pregunt Rafa con ingenuidad.
Ignorante! Contest Pepe Lus, el ms listillo No te das cuenta de que si no
fuera por estos artilugios las tetas, como tu dices, se quedaran colgando.
Colgando? Pero si las mujeres las tienen empitonadas como astas de toros? El
otro da no pude evitar vrselas a Antoita, la sirvienta que limpia en mi casa, y las
tena tiesas, mirando hacia arriba, as! Explicaba Rafa poniendo sus dos dedos
ndices en el pecho y en posicin de cuernos con las puntas hacia arriba.
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Pepe Lus, una vez ms, y presumiendo de sus conocimientos en cosas de mujeres,
corrigi de nuevo a Rafa un poco exaltado:
Pero hijo! Eres ms tonto que un bcaro sin agua La nia esa de la que
hablas tiene tan solo veinte aos, y a esa edad, los pechos estn ms tiesos que un
cuello con almidn. Si en lugar de vrselas a Antoita se las hubiera visto a tu
abuela...
Qu basto eres, macho! Se defendi de alguna manera Rafa ante los ataques de
Pepe Lus.
Pablo permaneca en silencio; no comentaba ni deca nada; tan solo observaba con
gesto de rechazo el comportamiento de sus amigos.
Por un momento, al ver aquellas fotografas, pens en Blanca, pero no, ella era
demasiado delicada y bella como para imaginarla con esas prendas de mujeres malas.
La belleza que el joven enamoradizo tena construida en su mente perteneca a lo
espiritual, lo agradable, lo armonioso, lo sincero, lo artstico, lo inocentelo ingenuo.
En su mente exista un mundo irreal... La realidad de la vida ignorada.
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Pablo se invent la historia del telfono para justificar ante Laura un camino sin
direccin concreta y as poder estar a su lado el mayor tiempo posible.
Hablaron de arte, de la Escuela, de don Mario el profesor de dibujo, de la llegada
del verano, pero l no se atrevi a confesarle la verdad del por qu estaba all.
As anduvieron hasta llegar a la Alfalfa, en donde ella se par en seco ante una
modesta casa de dos plantas de fachada pintada de verde claro y zcalo de ladrillos.
Aqu me quedo yo. sta es mi casa.
El acompaante sinti como la sangre se le enfriaba: el sueo vivido se Gifuminaba.
Record en un instante el amargo tormento de su infancia cuando las vacaciones
llegaban a su fin.
No saba que hacer para alargar aquel plcido momento. Su cerebro trabajaba con gran
rapidez queriendo buscar una nueva historia cuando, en ese mismo momento, ella
habl:
Pensndolo bien, y ya que por aqu no vas a encontrar ningn telfono, si quieres
puedes subir a mi casa y llamar.
El corazn del enamoradizo volvi a bombear la sangre con ms intensidad que antes.
No supo reaccionar, pero haciendo un esfuerzo, control rpida-mente la situacin:
S Claro que s Estaba pensando tambin yo que por aqu sera difcil localizar
un telfono pblico. Te lo voy a agradecer.
Nuevamente su imaginacin se activ: Subir a su casa donde seguramente viva
sola y, una vez instalados cmodamente, nos entregaremos al placer del amor.
Entraron en el zagun. Un farol con cristales de tonalidades mbar iluminaba las
paredes revestidas por un zcalo de azulejos vitrificados. La cancela de entrada a la
vivienda era de hierro artsticamente forjado.
La modelo sac de su bolso una larga llave que hizo girar en la ancha cerradura.
Accedieron a un pequeo patio con suelo de losetas negras y blancas. Dos farolillos
granadinos iluminaban la estancia. Aquel entorno transmita paz: geranios, claveles y
albahacas, sembrados en decorativas macetas de mltiples colores, inundaban con
agradable aroma y frescor aquel lugar. Cuatro columnas de mrmol sostenan en sus
capiteles el piso entresuelo de aquella alhaja de arquitectura sevillana. Una estrecha
escalera situada en un lateral serva de acceso a la planta superior. Las paredes estaban
repletas de artsticos herrajes que enmarcaban azulejos pintados con motivos taurinos.
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pinta, que toca el piano, que toca la guitarra, que escribe unos versos que te mueres,
en fin un artista pleno.
Laura, con su linda y expresiva cara rebosante de dulzura y alegra, se sent en el sof.
De verdad que el mundo es un pauelo! coment. Y por cierto Pablo! No
tenas que llamar por telfono?
El imaginativo seductor no pudo reaccionar.
Laura, al observarlo, entendi rpidamente todo: como mujer, y algo ms experta en
temas de amores, ley en los ojos de Pablo el montaje que prepar desde la salida de la
Escuela para poder estar junto a ella. Comenz a rerse con tal encanto, que su madre,
gozando de ver a sus hijos con esa felicidad, no tard en decir:
Esto se merece que tomemos un vinito y un pescaito frito que tengo para la cena.
Laura y Pablo, despus de aquella noche inolvidable, llegaron a ser grandes amigos.
l intent en varias ocasiones volver a la conquista, pero fue intil: la bella modelo, al
parecer, ya tena su corazn ocupado por otro chico: su novio.
Pablo Alvear Mega siempre la recordara como su primera gran pasin de juventud.
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militarmente. Ante la duda opt por despedirse del oficial con un simple, adis,
seor.
Ya de vuelta a casa, rpidamente se repuso y comprendi la triste realidad.
El martes 24 de Febrero amaneci lluvioso. Era un da gris plateado. El sol hizo varios
intentos de asomar su clida luz pero las densas nubes lo impedan.
La familia Alvear estaba sumergida en una profunda tristeza: daba la sensacin de que
el pequeo de la casa se marchaba a la guerra.
Un taxi lo llev hasta el cuartel. Eran las dos del medio da. Por vez primera Pablo
llegaba con el tiempo sobrado a una cita concertada. No era por ser puntual, sino por
miedo Comenz a sentir el peso de la responsabilidad.
El portaln del acuartelamiento pareca una feria: ms de cien jvenes se desparramaban sentados por las aceras. Otros echados sobre las fachadas de las casas
colindantes y, la mayora, abarrotando los bares del entorno.
Consigui, como pudo, llegar al interior del recinto. No saba donde dirigirse. Mir al
fondo y reconoci algunas caras: eran amigos de fiestas y copas. Se alegraron al verse.
Uno de ellos ofreci un cigarrillo mientras comentaba aquel espectculo humano.
Una voz firme y autoritaria difundida por megafona ordenaba a todos los mozos a que
formaran y obedecieran las indicaciones de los suboficiales de cada seccin.
Por el gran portaln sali la primera columna de reclutas en formacin militar y en
direccin hacia la estacin ferroviaria de Plaza de Armas.
Pablo se agrup con sus amigos recorriendo todo el itinerario por calles y avenidas
que, tan solo haca unos das, paseaba por all ajeno a todo lo que el destino le tena
reservado en breve.
Por un momento record un pasaje de su infancia: vea estas largas filas de soldados
que pasaban por delante de su casa creyendo que los llevaban a la crcel: Qu
tiempos aquellos! .
La estacin se encontraba repleta de soldados. El ambiente que all se viva recordaba
las pelculas argumentadas en la Segunda Guerra Mundial: militares por todas partes;
familiares con lgrimas en los ojos despidiendo a su seres queridos; voces autoritarias
y enrgicas ordenando a los mozos a subir a los vagones. El intenso humo que expul30
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El veterano orden callar con cierto despotismo y poca autoridad: era el llamado
soldado de imaginaria; su misin era mantener el orden y el silencio durante las horas
de sueo.
A los ms ruidosos, los amenazaba con pasar toda la noche en la explanada marcando
el paso.
Las bromas, risas y desenfados de los que all estaban irritaban an ms al pobre
soldado.
Se escuch un sonido de corneta: tocaban silencio.
Inmediatamente todo qued casi en una total oscuridad.
Aquel ambiente provoc nuevos brotes de risas contagiosas: los reclutas ms descarados aprovecharon la oscuridad poco delatadora para comenzar a mofarse furtivamente del soldado imaginaria que cumpla con su deber:
Imaginariaaaa! se oy al fondo una voz difcil de localizar.
S ! contest el soldado guardin.
Cgeme un huevo!
Las carcajadas fueron sonoras al unsono. Se rean de tal manera que hacan temblar
todas las camas.
El joven Alvear, contagiado tambin por el ambiente tan divertido, aguantaba como
poda su risa nerviosa.
El imaginaria, enfurecido, comenz a andar por el largo pasillo en penumbra mirando
para cada una de las literas intentando descubrir al gracioso de turno.
Como coja al cabrn que ha dicho eso se le va a caer el pelo! amenaz nuevamente el vigilante.
No transcurri ms de quince minutos, cuando el sufrido soldado, que casi ya haba
olvidado el incidente anterior, de nuevo escuch una voz angustiada que le llamaba:
Imaginariaaa
S, dime! Contest con afn de ayudar.
Hazme una paja! Ja, ja,ja,ja,ja le volvieron a responder burlonamente.
Todas las risas contenidas, que ya estaban a punto de extinguirse, saltaron con ms
fuerza que antes.
Tal fue el escndalo, que se encendieron todas las luces de la Compaa.
Se oyeron pasos firmes y decididos: el oficial de guardia vena acompaado
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por la polica militar con las porras de cuero blanco entre sus manos: la autoridad se
impuso por la fuerza.
El temor, al parecer, invadi a todos los alborotadores: sucumbieron en un total
silencio.
El resto de la noche transcurri con tranquilidad.
El sol asomaba con sus tmidos rayos por las colinas. El cansancio de los reclutas, con
tanta excitacin vivida en la madrugada, comenzaba a remitir en el profundo sueo,
cuando un sonido irresistible de trompeta rompa el silencio de todo el campamento:
era el toque de diana.
Gritos enrgicos y despticos irrumpieron en la Compaa:
Arriba holgazanes! Todo el mundo en pi y en posicin de firme ante su litera!
Venga! Rpido! A ver quien es capaz de rerse ahora! era el cabo primero Pea
con su ya peculiar forma de tratar.
Pasaron a los aseos velozmente. Se tuvieron que vestir velozmente. Y formaron en la
explanada velozmente: all todo se haca velozmente.
Eran las seis de la maana. La tmida luz de un sol de amanecer asomaba por las
crestas de montes y colinas circundantes al recinto castrense. Verdes oscuros de las
encinas enfriaban, an ms, aquel ambiente hostil del lugar.
Con rostros demacrados y ojos soolientos, los reclutas pasaron a los comedores para
desayunar.
Pablo Alvear apenas se dio cuenta de lo que tom. En unos minutos, de nuevo
ordenaron formar en la gran rotonda, en cuya isleta central se alzaba, prendida de un
mstil de madera blanca, la bandera de Espaa.
La luz tenue del amanecer iba perdiendo su timidez. El sol iluminaba cada vez con
ms fuerza los rostros de los jvenes.
En fila de uno, se dispusieron a pasar por las diferentes mesas provisionalmente all
montadas. Como piezas mecnicas de produccin en cadena hacan un breve reconocimiento mdico, talla, comprobacin de datos personales y entrega de uniforme y botas.
Un militar de alta graduacin observaba desde una tribuna el contingente humano all
presente: era el coronel Soriano.
Abastecidos los reclutas de todos sus enseres castrenses volvieron a formar.
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De nuevo les hicieron un recuento pasando lista. Haba que contestar con un
presente! en voz alta y decidida, salir inmediatamente de la fila, y dirigirse a las
diferentes secciones que les ordenaban:
Jaime Alcntara Arce! llamaba el sargento con tono autoritario y como de
estar enfadado.
Presente! responda el recluta con paso acelerado mientras sala de filas
con el rostro desencajado por el temor a poderse equivocar.
Tefilo Alvarado Pimpollo!
Presente!
Donato lvarez Heredia!
Presente!
Pablo Alvear Mega!
Presente!...
El rostro del coronel Soriano denunci un gesto de sorpresa al escuchar el ltimo
recluta nombrado: Pablo Alvear Mega.
Con gran porte militar baj de la tribuna.
El impecable uniforme de campaa que vesta lo luca como modelo en pasarela:
camisa de color ocre verdoso, perfectamente planchada, con una lengeta del mismo
tejido en las hombreras en donde relucan tres estrellas doradas de ocho puntas de
acuerdo con su rango y graduacin; pantaln de tejido de algodn verde caqui cuya
parte baja de perniles quedaban por dentro de las relucientes botas negras.
El oficial se detuvo frente al nombrado y a un metro escaso del lugar donde formaba
con sus compaeros.
Le llam con tono amable:
Muchacho, ven.
Pablo se qued sorprendido: no reaccion ante el requerimiento del ilustre militar;
crey que se diriga a otro de sus compaeros.
S, a ti. Ven
Seor? contest titubeante.
Pablo Alvear Mega? Hijo de Beatriz Mega Alcntara y de Pablo Alvear Bretn?
Nieto del ilustre Abogado Mega Gravina?
Sseor, perdn, s, mi coronel.
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terraza a comandantes, capitanes, tenientes y algn que otro militar vestido de paisano.
Haba mesas con grupos a modo de tertulia; beban caf, coac, y aguardiente.
El coronel Soriano, poniendo de nuevo su mano derecha sobre el hombro de Pablo, le
habl ya con tono de despedida:
Bueno, muchacho, aqu tenemos que respetar el protocolo militar y es por lo que no
te puedo invitar a entrar y tomar algo, pero s quiero que vengas maana a mi casa,
despus del almuerzo. Mandar una orden al oficial de tu Compaa para que te deje
salir. Mi chofer te recoger. Me ha encantado conocerte Pablo, y gracias por
haberme hecho revivir por unos minutos parte de lo que un da fue mi verdadera vida.
Hasta maana Pablo.
El recluta se despidi del coronel saludndole ya militarmente, aunque an con poca
prctica.
Camin hacia los barracones con la mirada perdida en el horizonte. Todo lo que le
estaba ocurriendo en tan pocas horas le pareca estar soando.
Al atravesar la explanada, varios de sus compaeros que presenciaron todo,
comenzaron a gritarle con talante burlesco:
EnchufaoooNio de papVaya mili que te vas a tirar.
l segua andando sin hacerles caso alguno, su mente se encontraba en otro lugar, en
otros tiempos: en la juventud de sus padres.
Lleg al portaln de la 8 Compaa, su compaa. Una gran escalera de cemento daba
acceso al edificio. A mano derecha de su amplio recibidor se encontraba el despacho
de suboficiales. Observ que la puerta estaba abierta.
Tan solo fue pasar por delante de la dependencia para dirigirse hacia la zona destinada
a los reclutas, cuando una voz enrgica y desagradable le requiri:
Alvear! Ven! Pero rpido, coo!
Volvi a notar la tensin en su cuerpo.
Era el cabo primero Pea que, al parecer, le estaba esperando.
Entr en el despacho.
All estaba ese personaje sentado en una silla con las piernas estiradas y apoyadas
encima de la mesa. Su rostro se mostraba algo desairado y con gesto de prepotencia.
S, dgame dijo el subordinado.
Cmo, s, dgame? contest el militar mientras recuperaba su postura poniendo
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los pies en el suelo y pegando a su vez un golpe en la mesa con le puo cerrado. Ser
S, mi primero! A sus rdenes, mi primero! Pero quin coo te has credo que
eres? Es que piensas que por ser enchufado del coronel vas a hacer lo que te salga
de los huevos? T eres aqu una puetera mierda! Enterado? Qu te quede claro!
Te las voy a hacer pasar muy putas en estos tres meses de campamento!
Enteraillos! Que eso es lo que sois todos los nios de pap, unos enteraillos de
mierda!
Pablo permaneci en posicin firme. Sus ojos estaban llenos de ira. Enseguida se dio
cuenta que aquello era una provocacin. A punto estuvo de olvidar dnde estaba y
golpear en la cara a aquel individuo que lo nico que le protega era ese triste galn
que le permita maltratar y humillar a los reclutas novatos sin posibilidad de defensa.
El suboficial sigui instigndole:
Ahora mismo, y antes del almuerzo, vas a limpiar las letrinas del campo de
instruccin para que veas lo que eres, una mierda como las que vas a quitar! Y hazlo
bien, porque lo voy a revisar personalmente cuando termines! Ya te puedes ir
recluta!
El subordinado sali del despacho una vez hecho el saludo protocolario. En parte, y
dentro de la rabia contenida, se encontr fortalecido por superar una prueba ms de
autocontrol.
El olor a orn y a heces era nauseabundo. Mientras limpiaba no pudo evitar constantes
arcadas motivadas por el asco y la repulsin: moscas repugnantes, grandes y de vuelo
sonoro, revoloteaban alrededor de toda la porquera que all haba.
Las letrinas estaban situadas en un solar justo detrs de los dormitorios.
En un cierto momento tuvo que salir de aquel infierno para poder respirar aire puro.
Not que toda su ropa estaba hmeda e impregnada de un olor insoportable. Se quit
la camisa y la extendi sobre un zarzal invadido por el sol. Sinti fro, asco e
impotencia. Sera esto a lo que se referan los mayores cuando decan que en la
mili se haca uno un hombre? , pensaba.
Tras de l advirti que alguien se acercaba.
Volvi la cabeza rpidamente, algo sobresaltado.
Era el teniente Segura, el oficial de su Compaa.
Qu haces aqu, recluta?
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A sus rdenes mi teniente! salud con torpeza ponindose firme y rgido con la
mano derecha a la altura de la frente y la izquierda estirada hacia el suelo con la
escoba pegada a su pierna.
Descansa, recluta le orden el oficial con una sonrisa en los labios al notar su
nerviosismo, y sobre todo, al ver la pinta que tena el asustado recluta: rostro
demacrado, cabello alborotado, medio cuerpo desnudo, pantalones medio cados que
dejaban asomar por arriba la cinturilla de los calzoncillos, botas manchadas de toda la
porquera que por all se pisaba y una sucia escoba en la mano.
Cmo te llamas? A qu Compaa perteneces?
Pablo Alvear, mi teniente, de la 8 Compaa.
Y Se puede saber qu coo haces aqu? Cmo es que no estas almorzando con
tus compaeros?
Pablo le cont todo lo ocurrido con el Primero Pea.
El oficial, irritado al or el relato de Pablo, le orden vestirse, que se duchara e
inmediatamente se reuniera con sus compaeros que estaban ya en los come-dores.
Adems le tranquiliz dicindole que no se preocupara por nada y que ya aclarara lo
ocurrido con su subordinado.
El sol se dejaba notar en su hora de mayor intensidad: era medioda.
Un silencio absoluto invada aquel campamento que albergaba a ms de cinco mil
hombres.
El reposo obligado despus del almuerzo era una buena disciplina castrense. Soldados
y reclutas permanecan en sus literas: unos durmiendo y otros ocupados en escribir
unas letras a familiares, novias o amigos, aunque tambin estaban los grupos reducidos
que jugaban clandestinamente una partida de cartas.
Pablo acababa de acostarse en su litera cuando oy unos pasos acelerados que
alteraban el sosegado ambiente del gran aposento: era el cabo de guardia que se diriga
hacia l con un papel en la mano:
Pablo Alvear?
S!
Te traigo un permiso de salida.
El documento estaba firmado por el coronel Soriano, cuyo texto le autorizaba a estar
fuera del C.I.R. hasta la hora de la cena, pudiendo utilizar traje de paisano.
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Se prepar rpidamente.
Aunque ya se haba duchado, volvi a rociar su cuerpo de colonia para hacer que
desapareciera de una vez aquel sugestivo olor nauseabundo de las letrinas.
El primero Pea tuvo que sellar la orden de control de salida.
Le devolvi el documento clavndole sus ojos con un mensaje silencioso de
venganza. Su rostro denunciaba soberbia contenida al ver como el recluta se introduca
en el automvil del coronel.
La carretera era sinuosa.
Los verdes campos amenizaban el viaje. A pocos kilmetros el automvil gir a la
izquierda abandonando la va principal que conduca al pueblo prximo. Se adentraron
en una finca repleta de olivos. El camino era polvoriento y de gravilla suelta. Al final
se divisaba una enorme casa blanca de arquitectura rstica pero seorial.
Pasaron bajo un arco de ladrillo visto. l sinti el aroma del hmedo csped. Ante
sus ojos apareci un bello jardn cubierto por clidas sombras y un fuerte rayo de sol
que se filtraba entre la frondosidad de los rboles.
Un hombre de avanzada edad, al parecer el jardinero, regaba un macetn cuajado de
geranios. Al vernos, levant la mano a modo de saludo amistoso.
El chfer rode una fuente situada en el centro de un amplio patio circular.
Par el automvil.
Hemos llegado anunci.
El asistente abri la puerta trasera del automvil invitndole a salir, aunque sin mucho
protocolo, pues saba que su pasajero, en aquellos momentos, era un soldado igual que
l.
La puerta principal de la gran casa estaba entreabierta. Una gruesa seora con
uniforme de rayas azules y delantal blanco se dirigi al recin llegado.
Buenas tardes seorito, soy Patrocinio. Sgame, por favor, el coronel le est esperando.
Al joven sevillano le result agradable aquel trato afable y personalizado: casi lo tena
olvidado.
Atravesaron un porche y dos patios interiores adornados con macetas repletas de rosas,
geranios y galanes de noche.
Por el pavimento de mrmol blanco se intua la entrada a las dependencias privadas:
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acompaaban el piano de cola situado cerca del balcn que daba al jardn. Y a la
izquierda del caballete, all estaba ella, Mara, la seora de la casa, la mujer del
coronel Soriano, la modelo..., su musa.
Se encontraba sentada con elegancia sobre un cmodo sof de tercio pelo rojo
oscuro. Un dbil rayo de sol que se filtraba por la cristalera denunciaba la hermosura
de su cuerpo.
Patrocinio se retir cerrando la puerta con delicadeza.
Pasa, Pablo! No te quedes ah.
Buenas tardes, seora.
Por favor, Pablo, no me trates con tanta ceremonia, haces que me sienta mayor
contest ella con entonacin seductora. A partir de este momento tutame y
llmame Mara, o es que acaso no te gusta mi nombre?
S!... Claro que me gusta. Cmo no me va a gustar el nombre de Mara? Es el
nombre ms hermoso de mujer que jams haya conocido.
Aunque el joven artista haba madurado un poco ms en esto del trato con las mujeres,
aquella seora que tena ante l, le impresionaba un poco.
La dese por unos segundos, pero no, era la mujer del coronel, pens. En su
interior se produjo un sentimiento extrao.
Mara se incorpor.
Vesta una tnica blanca de organd. El contraluz transparent por un instante la silueta
de su cuerpo desnudo. Sin mediar palabras se dirigi a Pablo y cogindole delicadamente por el cuello lo bes con suavidad en los labios.
El joven seducido no supo como reaccionar: se qued con los brazos abiertos a punto
de contestar sensualmente a esta provocacin enviada del cielo. Pero no se atrevi.
Seora Perdn Mara, si no te importa voy a prepararme para comenzar a
trabajar.
Ella, sin darle ms importancia a lo ocurrido, volvi al sof.
Amold su cuerpo buscando una pose relajada. Sus brazos quedaron reposando encima
de las delicadas piernas, y su cabeza caa con suavidad sobre los hombros.
Perfecto! indic l. Qudate tal cual estas.
Se hizo el silencio.
Tan solo se oa el lejano trinar de los pjaros que disfrutaban en los rboles del jardn.
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Un rasgo enrgico de pincel fue el inicio para trasladar la mente del artista a la fantasa
de la creacin. Notaba que su cuerpo se cimbreaba cmplice al ritmo de su actuacin
sobre la tela. Con ansias desesperadas trazaba lneas envolventes intentando atrapar la
belleza de aquel cuerpo.
La modelo le miraba fijamente con desafo seductor y de provocacin. Se adverta
en ella un deseo sexual contenido.
Puedes relajarte le indic Pablo. Ya he captado los rasgos fundamentales. A
partir de ahora comenzar a plasmar los claroscuros.
Sobre la paleta mezclaba los colores para la obtencin de las tonalidades: con abundante amarillo de cadmio, algo de blanco, una pizca de carmn de garanza y un toque
de cerleo, consigui un suave tono de carnacin. Con pincel plano comenz a dar
una textura base en los puntos de luces.
Unos pasos denunciaron que alguien se acercaba hacia el gabinete.
La puerta se abri:
Qu maravilla! El templo del arte se encuentra en mi propia casa. Buenas tardes
queridos.
A sus rdenes mi coronel! exclam el soldado levantndose precipitadamente y
ponindose en firme saludando con marcialidad a su jefe militar.
Mara casi ni se inmut. Tan solo se incorpor un poco tratando de ocultar con el
organd su cuerpo semidesnudo.
Al coronel Soriano no se le fue por alto la provocativa tnica que su mujer haba
elegido para posar. La bes en la frente y de inmediato se situ ante el lienzo para
contemplar la obra.
Magnfico! Es realmente magnfico.
Gracias, seor. Pero slo es una expresin inicial de la forma.
La singularidad de expresin constituye el principio y fin de todo artefrase de
Goethe dijo el coronel ponderando el trabajo. No seas humilde con tu obra
muchacho, la creacin de un pintor debe ser su amor, su amada y su amante, es decir,
su alma, el todo, y como su alma y su todo que es, debe presumir de ella y para ella.
La presuncin del alma artstica no molesta. Lo que molesta es la presuncin del
artista sin alma.
Pablo se qued entusiasmado al or las palabras del sensible militar: jams se hubiera
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imaginado que bajo aquel uniforme hubiese una persona tan sensible.
Ella aplaudi con irona las palabras pronunciadas por Rafael Soriano, su marido.
El joven enseguida advirti la crisis matrimonial existente.
Las campanadas de un reloj, situado en la sala contigua, anunciaba la cada de la tarde:
era la hora de regresar al campamento.
Pablo comenz a recoger su material de trabajo.
Perdn, mi coronel, me tengo que marchar. Si no ordena usted alguna otra cosa, me
retiro.
Seora? salud con cortesa a la dama clavando su mirada en aquellos labios
sensuales que le besaron.
El sexagenario militar le acompa hasta el jardn mientras le hablaba:
Cunto tiempo te llevar el retrato?
Calculo que en un par de semana estar listo, seor.
Bien. Buenas noches Pablo. Que descanses.
Buenas noches mi coronel, a sus rdenes.
Pablo baj hasta la puerta principal: el camino le era ya familiar.
All le esperaba Jos, el asistente del coronel, que al verlo puso en marcha el motor del
Rover.
Las noches eran interminables para el protegido soldado: soaba con la llegada del
prximo da; volver a contemplar la belleza de aquel cuerpo; estar cerca de aquella
mujer tan apasionada y misteriosa estar con Mara.
Da tras da, acudiendo a aquellas sesiones artsticas, aumentaba cada vez ms su
deseo hacia ella. La posibilidad de cometer una locura amorosa le perturbaba. Para
quitrselo de la cabeza pensaba en el coronel y en la amistad que le haba ofrecido:
no quera hacerle dao.
En el campamento, las obligaciones como soldado las cumpla Pablo como un
autmata. Hasta las relaciones hostiles con el primero Pea llegaron a no afectarle.
Tan slo pensaba en Mara.
El jueves amaneci con un cielo de bello manto azul. Los pjaros entonaban trinos de
primavera. Era el da que jams quiso que llegara. Era el da de la ltima sesin del
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retrato de Mara. Saba que cuando entregara la obra no la volvera a ver nunca ms.
Todo comenzara a ser como antes. An peor, se haba acostumbrado a los sabores y
distinciones de aquella casa: el caf preparado por Antonia, el saludo afectivo del
jardinero, aquellos patios cuajados de geranios y jazmines, la esencia de la elegancia
y el buen gusto de la decoracin de aquel lugar, e incluso, las odiosas campanadas de
aquel reloj que cada tarde anunciaba que tena que volver a la realidad.
Como cada da, Jos, despus del almuerzo, esperaba en la puerta de la Compaa
con el motor encendido del elegante automvil.
En la explanada todo estaba en silencio. Nada se mova en aquel entorno.
El protegido pregunt al chofer dnde estaban todos. El veterano soldado le inform
que, jefes, oficiales y suboficiales, estaban de maniobras: un simulacro sobre un
posible ataque del enemigo. Lo hacan por los alrededores del campamento cada
cierto tiempo para mantener a la tropa siempre en forma.
Iban ya por la carretera principal que conduca a Crdoba. Para Pablo, el paisaje ya no
era igual. No se daba cuenta de nada. Le invadi la tristeza.
Reaccion al sentir el ruido de la gravilla suelta del camino al tomar el automvil la
curva de entrada a la finca.
El csped estaba ya hmedo. Sebastin, el jardinero, ya no estaba all para ofrecerle su
ltimo saludo.
Esta vez Jos tom por el acceso de servicio. Fren en seco y dese a su compaero
que pasara una buena tarde.
Pablo baj del vehculo.
Se dirigi a la casa entrando directamente por el segundo patio. Busc a Patrocinio
dirigiendo la mirada de izquierda a derecha. Pero all no haba nadie.
El ruido de unos pasos apresurados hizo que se asomara a travs de un arco cuajado de
rosas. Advirti a un hombre relativamente joven y distinguido que sala por la cancela
principal. Su aspecto, su cara, su figura, se le hizo familiar. S!. Era el teniente
Segura. No lo haba reconocido vestido con ropa de paisano. En realidad no lo vea
desde aquel maldito da de limpieza en las letrinas, que gracias a l, se libr un poco
del hostigamiento del primero Pea.
A Pablo se le hizo extrao el verlo all y que no estuviera en las maniobras.
Sin prestarle ms atencin a lo sucedido sigui andando en direccin al gabinete.
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Esta vez lo haca slo, sin emisaria que le fuera dando licencia y abriendo camino para
poder pasar por las dependencias privadas.
Antonia, la sirvienta de cuerpo de casa, estaba en la escalera abrillantando el metal
dorado de la barandilla.
Buenas tardes seorito salud con afecto al recin llegado. La seora le est
esperando.
Gracias Antonia contest Pablo apresurando el paso y acortando la distancia entre
escalones subindolos de dos en dos.
El largo corredor acristalado estaba inundado de un sol de tarde.
Su acelerada precipitacin le hizo entrar en la sala sin llamar.
All se encontr con lo que ms soaba en las ltimas semanas: el silencio relajante
envuelto en un agradable olor a leo, el piano negro de cola con el teclado sin cubrir
como deseoso de que alguien lo acariciaray aquel rayo de sol iluminando el cuerpo
de Mara.
La mir con ojos de deseos provocados.
Buenas tardes, Mara salud con respeto.
Hola, Pablo.
Sin mediar palabras el artista se situ frente al cuadro para entrar mentalmente en l.
Mara estaba ms atractiva que nunca. Su pose la tena ya preparada para continuar
segn el tema central de la obra. De nuevo sus ojos devoraban el cuerpo de Pablo con
deseo y pasin. La tnica blanca la tena ms abierta de lo habitual. Sus pechos
desnudos asomaban por entre el escote como rosas en pleno brote. Le gustaba lucirlos
ante l. Sus piernas, de suave piel, salan con elegancia y sensualidad de la abertura del
organd. De vez en cuando, sus manos acariciaban con lascivia su piel anacarada.
Pablo retocaba con mimo y precisin los claroscuros. Y as pas la primera hora de la
tarde, en absoluto silencio, que tan solo era interrumpido por el roce del pincel sobre la
tela.
Despus de unos momentos de excitacin artstica, con energa dio la pincelada que
conclua la obra.
Aqu lo dejo! Exclam exhausto como amante despus de amar.
Mara se levant del sof, y antes de ver la obra terminada, se dirigi a la vitrina y
sirvi dos copas de brandy.
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acariciara sus pechos y se tumbara sobre la alfombra que se encontraba bajo sus pies.
Con delicadeza comenz a desnudarle.
Desabrochaba cada botn de su camisa mientras sus labios recorran con sedientos
besos todo su cuerpol acariciaba la espalda de su amada.
La piel de ambos cuerpos entr en un contacto placentero. Sus bocas se juntaron
sellando los labios con besos ardientes. Las manos de Pablo acariciaban una y otra vez
los glteos de su adorable musa. Mara senta entre sus piernas la turbulencia ardiente
de un sexo que se dilataba como chorro de la fuente que apunta al cielo. Con las
rodillas hincadas en la alfombra y envuelta en un ardiente deseo se dej caer hasta
sentirse penetrada.Toda ella se estremeci sumergida en absoluto placer. Sus
caderas se movan con impulsos desenfrenados. Levantaba su bello rostro con los
ojos cerrados como queriendo detener el tiempo. Su atractivo mentn quedaba justo
sobre los labios del amante.
Pablo no paraba de besarla.
Jadeantes, intensificaban cada vez ms el ritmo de sus cuerpos hasta que alcanzaron
un descontrol total y una sacudida de placer... Fue el xtasis final.
Quedaron tumbados
sobre el tapiz
debilitados,
Mara se inclin hacia una estantera que tena a su derecha. Abri un pequeo joyero
y de l sac un delicado colgante de amatista violcea con una letra inscrita en el
centro de la preciosa piedra: la letra M.
Es algo muy preciado por m. Llvala siempre contigo. As nunca me olvidars.
El amante no pudo reaccionar. Le invadi una tremenda emocin al or aquellas
palabras que sonaban a despedida. Not humedad en sus ojos. Bes el colgante, y la
bes a ella con el ms tierno de los besos.
Unos pasos acelerados hicieron sobresaltar a la pareja.
La puerta del gabinete se abri bruscamente:
Seora, seora! Era Patrocinio que irrumpi en la sala precipitada y llorosa. El
seor! Que ha tenido un accidente muy grave en el campo de tiro. Ay, seora! Ha
venido un sargento para notificar que se han llevado al Coronel al hospital
militarAy! Qu pena, Dios mo!
El semblante de Mara cambi totalmente.
Acelerada se dirigi a un perchero situado al fondo de la sala y cogiendo un abrigo de
ligero tejido orden a la sirvienta que preparasen el coche.
Antes de salir del gabinete aprovech un momento para coger las manos de su joven
galn, y en un absoluto silencio, las apret con cario mientras le miraba a los ojos con
mensaje oculto en su retina del sentir separarse de esta manera. Le bes, esta vez en la
frente, y, como querindoselo llevar con ella, al final le solt y abandon la sala.
Pablo se qued confuso. Fue todo tan rpido.
De pronto le invadi un malestar: haba traicionado a un hombre que le ofreci su
amistad y confianza.
Reaccion.
Era tarde: tena que volver al Campamento. Pero cmo?, dedujo algo agobiado
viendo que el asistente del Coronel fue requerido por Mara para que la llevara al
hospital.
De pronto pens en el suboficial que vino a dar la triste noticia.
Mir por el balcn.
Observ que an estaba all en la puerta del jardn dispuesto a arrancar la motocicleta
que le haba servido de transporte urgente.
Le silb levantando su mano con seales de alarma.
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Pues dicen que estaba liada con el teniente Segura y que el coronel no poda
hacer nada al respecto. Adems, tambin se rumorea que el coronel Soriano era
homosexual. En resumen, que no poda darle caa a ese cuerpo de mujer ardiente. Me
poda haber llamado a m para ayudarle ja, ja, ja.
Alvear no pudo escuchar ms. Sali de aquel lugar corriendo sin rumbo fijo, agitado,
angustiado, sin control. Se detuvo ante un rbol y se sent. La hierba reciba el primer
frescor de la noche. Las tremendas noticias recibidas por boca de su amigo inundaban
su cabeza una y otra vez. Senta asco y pena. Enseguida comprendi la presencia del
teniente Segura en casa de Mara.
Haca fro. Al meter las manos en los bolsillos de su chaqueta not algo extrao. Ya
no se acordaba. Era el colgante de amatista. Lo sac. Lo mir. Y lo tir con desprecio
sobre un matorral de zarzas cercano a l.
La luna se hizo cmplice de aquel momento: su fra luz se dejaba notar sobre la
superficie brillante y pulida de la preciosa amatista. Pareca un lucero cado.
En aquel luminoso punto clav Pablo sus ojos con mirada perdida.
Comenz a recordar las palabras de Mara: pase lo que pase, y oigas lo que oigas
de m, quiero que sepas que t has sido mi verdadero amor .
Volvi a coger el colgante.
Con lgrimas en sus ojos, lo bes mientras sus dedos lo acariciaban como si fuera el
cuerpo de su fugaz amada.
Rayaba el da. El campamento estaba de luto. Las banderas ondeaban a media asta.
Se difundi un comunicado en el que se reconoca al ilustre militar, coronel de
artillera, don Rafael Soriano Vergara, como un soldado ejemplar que muri en
cumplimiento al servicio de la Patria.
Pasaron los das, las semanas, los meses Pablo no volvi a saber nada de Mara
desde aquella horrible tarde. Al recordarla senta una mezcla de amor y desprecio.
Tampoco fue a darle el psame: no hubiera tenido valor de volver a mirar aquellos
ojos de pasin provocadoraTan slo quera olvidar.
La jura de bandera se celebr en un hermoso domingo de primavera. Los reclutas de la
quinta del 67 se hicieron soldados de Espaa.
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11.- El Anfitrin
Seis aos pasaron. Las exposiciones de Pablo eran un xito. Los compromisos sociales
no le dejaban apenas tiempo para l: conferencias, actos culturales e invitaciones a
fiestas camperas organizadas por ganaderos amigos de la familia. La alta sociedad
sevillana lo acept como el pintor del momento.
Los encargos eran constantes. Cra fama y chate a dormir, deca Cosme, el
kioskero, que sola llevar los peridicos a su casa.
Cosme era un hombre sexagenario cuyo talento natural se lo deba a la universidad de
la vida.
Pablo, a veces, se cuestionaba si todo ese reconocimiento no sera por ser nieto de su
abuelo, el ilustre jurista. Cada vez le obsesionaba ms esa duda. Adems reconoca que
su desahogado ritmo de vida era posible gracias a la fortuna familiar. De ser por su
trabajo como pintor casi no podra ni pagar el alquiler de una casa.
La mayora de los encargos que reciba eran compromisos sociales y donaciones
benficas.
Se senta como un maniqu de lujo en todos los sitios donde iba. Pero, y mi trabajo,
y mi obra, realmente le interesa a la gente? La duda mataba su interior.
En un cierto momento reafirm el no poder continuar as. La incertidumbre le
atormentaba cada vez ms.
Con firmeza decidi salir de aquel falso entorno, de aquella cpula de cristal opaco
que le impeda ver la realidad.
Necesitaba respirar aires nuevos. Opt por la conquista del mundo.
PARS, 1973
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recorrido ms rentable: Campo de Marte, Arco del Triunfo, Campos Elseos para,
desde all, callejear hasta Maleherbes.
El viajero adverta del rodeo que el taxista estaba dando, aunque en realidad pens que
vala la pena.
En cierto momento, en donde Pars se le mostraba con una amplia y bellsima
panormica, tuvo que pedirle al conductor que se detuviera.
All estaba la vieja seora, la Torre Eiffel , la gran musa de tantos artistas que
embrujados por su esbelta y arrogante silueta, encontraron aventuras y desventuras,
amores y desamores, triunfos y fracasos, penas y glorias, aciertos y desaciertos.
El chfer, mientras tanto, con respeto y profesionalidad, esperaba las rdenes de su
cliente para continuar.
Tras un instante recibi la indicacin de seguir rumbo hacia San Agustn.
Llegaron al destino.
Al pagar la carrera Pablo not que estaba en Pars: todo era ms caro. El taxista le
agradeci la propina recibida.
Nada ms descender del automvil observ la fachada quedando fascinado de su
arquitectura del Pars romntico. Una escalera de mrmol, de pocos peldaos, daba
acceso al ascensor an con sabor de poca. La cabina era de madera noble, alfombra
granate, cristales decorados con grabados de adorables orlas, y botonadura ahuesada
sobre embellecedores dorados. Todo estaba limpio y reluciente.
Puls el 4 piso. El ascensor suba lento y silencioso, con seoro. Daba seguridad y
confort. La mquina par con suavidad.
Una gran ventana de elegantes cristaleras daba luz natural a los diferentes tramos de
escalera. Sali al rellano consultando de nuevo la tarjeta para asegurarse que la puerta
de Jean Auriol era la derecha.
Puls el llamador.
Un sonido agradable de doble campanada se oy en el interior.
Transcurrieron unos segundos.
Un abrir de cerrojo sirvi para que la magnfica hoja de madera noble se abriera.
Jean!
Pablo!
Se abrazaron con gran afecto; las manos de los dos amigos quedaron un tiempo entre58
Espero que te encuentres cmodo deca mientras descorra las pesadas cortinas de
la alcoba. Cuando te instales y descanses un poco, tomaremos algo en el office
y luego te ensear mis ltimos trabajos.
Pablo le agradeci la invitacin y qued en reunirse con l en cuanto se duchara.
El medioda estaba ya algo avanzado.
Un sol clido entraba por la ventana dando a la habitacin una luz agradable.
Pablo, una vez aseado, descans un rato echndose en la cama; pero antes que le
entrara el sueo reparador, se dirigi a la cocina para reunirse con su amigo.
Jean le tena preparado una mesa repleta de exquisitos manjares: marisco, ensalada,
tabla de quesos perfectamente seleccionados, frutas variadas y buen vino.
Cmo eres Jean.
Pues, si quieres que te diga la verdad, lo de agasajar al visitante lo aprend,
precisamente, de vosotros, de tu familia, de ti. Jams recib mejor trato que cuando
estuve en tu casa; ni en un hotel de cinco estrellas hubiera estado mejor atendido.
Bebieron y comieron juntos. Conversaron de gastronoma, poltica, y como era de
esperar, de las corrientes artsticas del momento, pero sobre todo del mercado artstico
internacional.
Pablo le confes que este viaje no era esencialmente de turismo, que tena un objetivo:
enfrentarse por s solo a la realidad de la vida.
Mi trabajo y mi talento artstico, si es que los tengo, tienen que ser los nicos
soportes de mis xitos o de mis fracasos. Ellos deben trazar mi destino.
Jean le escuchaba con el rostro entristecido, como no queriendo entender sus palabras.
Provoc el cambiar de tema. Al parecer no quera entrar en este tipo de conversacin.
Pablo era conocedor de las fuertes depresiones que padeca Jean: en una ocasin,
estando en Sevilla, y despus de haber tomado una copa dems, le habl de su muerte
interior, del disfraz de pintor que l reconoca llevar puesto. Se defina ser un artista
que viva gracias a las rentas de su acaudalada familia, sin ideas propias, sin recursos
artsticos naturales, carente de necesidades. l saba que era un pintor fracasado, un
pintorsin genio.
Vamos al estudio, Pablo! le habl con tono animoso levantndose con impulso
de la silla.
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Tras recorrer varios pasillos distribuidores, llegaron al gabinete, el refugio de la soledad del artista.
Entraron.
El anfitrin descorri los estores de las ventanas. Un sol estridente inund rpidamente
el taller. La excesiva luz impact sobre las telas hacindolas perder su encanto en la
denuncia de sus marcadas pinceladas. A pesar de ello, el ambiente era mgico, distinto
al resto de la casa. Su olor caracterstico se haca cmplice de aquel entorno.
Pablo se qued parado ante el panel donde el pintor francs tena colgadas sus obras.
Las observ con respeto, con admiracin, contemplndolas minuciosamente, buscando
al artista, pero no lo encontraba. Con tristeza se dio cuenta de la falta de ilusin y de
vida carente en ellas: all, efectivamente, haba un artista agonizante.
Prefiri no hacer ningn comentario.
Por hablar de algo le pregunt si tena alguna exposicin prevista.
Una vez ms el rostro de Jean presentaba una expresin de frustracin, y no contest.
Se hizo el silencio no deseado.
Pasado unos segundos y como si nada hubiera ocurrido le habl:
Pablo, esta noche quiero presentarte a mis amigos, y para ello he preparado una
pequea fiesta, aqu, en casa. Vendrn personajes del medio intelectual parisino:
pintores, poetas, escritores, filsofos, msicos y galeristas; as irs entrando en
ambiente.
Ante la noticia, Pablo prefiri retirarse a su habitacin para dormir un poco.
La noche alcanz su hora mgica.
Tumbado plcidamente en la cama y an sooliento, el artista sevillano observaba
absorto la ciudad iluminada enmarcada a travs de la ventana.
Voces y risas provenientes del interior de la casa denunciaban que los invitados
comenzaban a llegar. Dud que ropa ponerse para la ocasin. Opt por ir de blanco:
camisa blanca, pantaln blanco y cmodos zapatos negros de piel reluciente.
Se dirigi al saln principal, y sin darse cuenta, accedi por el ala en donde se
concentraban la mayora de los invitados.
Todos clavaron sus miradas en l: los hombres con curiosidad, las mujeres con
coquetera, y los que parecan no ser del todo definidos, lo hacan con miradas
seductoras.
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Jean, a la vez que le ofreca una copa, le cogi del brazo y comenz con las
presentaciones.
La mayora de los presentes eran de complexin endeble y delicada, tanto ellos como
ellas.
Sus vestimentas eran variopintas: desde el lujoso traje de noche hasta horrendos
diseos de llamativos estampados.
Preciosas
jvenes cubran
Algunos invitados mostraban su cansancio: unos dorman con agrado sobre los
cmodos sillones y otros an bailaban como muecos de pilas de larga duracin.
En el gabinete de Jean haba quienes improvisaron sobre la gruesa alfombra un clido
nido para hacer el amor.
Jean, como buen anfitrin, intentaba mantener la fiesta alternando en todas las
reuniones.
Al fondo del gran saln se encontraba el piano en una soledad absoluta.
La magia de las altas horas de la noche llev a Pablo hasta el magistral instrumento
con la provocacin y el deseo de acariciar su teclado.
Empujado por un embrujo jams sentido, sus dedos hicieron sonar vibrantes notas con
toques de Andaluca.
Juliette, una hermosa joven de cabello largo y dorado como el sol, se sent al lado
del improvisado pianista apoyando su cabeza sobre el hombro del artista.
l sinti de nuevo el desdoblamiento de su ser: estaba viviendo la realidad de un
sueo, la esencia de la vida.
Al finalizar, y una vez que Pablo despeg sus manos del teclado, la joven le cogi del
brazo, y con ardiente deseo, lo condujo hacia uno de los dormitorios de invitados.
La luna despeda tmidamente aquella noche encantada.
All le desnud.
Los labios apasionados de la bella admiradora comenzaron a recorrer, beso a beso,
cada centmetro de aquel cuerpo acalorado del artista. l responda con igual deseo.
Sus cuerpos desnudos se revolcaban envueltos en pasiones contenidas como queriendo
recobrar un tiempo perdido.
Una vez ms la Torre Eiffel fue testigo de los desenfrenos del amor.
Tres campanadas interrumpieron el sueo del amado.
Sobresaltado despert: estaba solo en la cama.
Una sombra eclipsaba la luz que entraba por la ventana: Jean descorra las cortinas.
Venga dormiln, que es medioda.
Dnde est Juliette? fueron las primeras palabras de Pablo al despertar.
Juliette se ha marchado temprano. Tena que hacer unas gestiones antes de abrir la
galera. Ah, encima de la mesita, te ha dejado una nota.
El invitado abri el papel de mimosos pliegues.
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Tan solo haba un nmero de telfono escrito, y ms abajo, un breve escrito que le hizo
vibrar: Mon amour, sellado con una huella de labios de rojo carmn.
Pablo se dirigi a la ventana.
Oh, Pars, Pars! exclam mientras contemplaba el cielo azul de aquella hermosa
maana de primavera.
De nuevo ley la misiva. Olfate aquel papel que ola a rosa recin cortada y deposit
un clido beso sobre su trama.
Jean, que le observaba, sonri.
El sevillano le cogi por los hombros haciendo un gesto de felicidad dicindole:
Hoy no prepares nada querido Jean; nos iremos a almorzar por ah. Por cierto, la
fiesta de anoche fue maravillosa. Eres genial!
T si que eres genial! contest el halagado.
Un taxi los llev a la rue Royale. Maxims fue el restaurante elegido por Jean Uriol.
Joder Jean, te dije picotear algo por ah, no esto! El anfitrin sonri.
El establecimiento estaba al completo. La refinada decoracin haca sentir estar en
poca pasada. Su ambiente burgus y de exquisita frivolidad, la elegancia de su
pblico y la distincin de su servicio daban al entorno una tranquilidad no propia de
los tiempos actuales.
El matre se les acerc con gesto agradable.
Respetuosamente indic con su mano derecha y los condujo hacia una mesa de
perfecta situacin. Retir las sillas para acomodarlos, e inmediatamente hizo seas a su
subordinado de sala para que sirviera un aperitivo a los recin llegados.
Previa sugerencia de la carta fue tomando nota de los platos seleccionados: Jean opt
por unos entremeses y un entrecot. Pablo pidi la soupe loignon, y de segundo
tambin se apunt al entrecot. De beber eligieron vino de la casa: era el recomendado.
Durante el almuerzo conversaron de las costumbres gastronmicas y las culturas de los
diferentes pases. Hablaron del hoy y del ayer. En cada bocado halagaban
recprocamente la cocina francesa y el grato recuerdo de la espaola.
Ya en los cafs, Pablo abord el tema que tanto confunda a Jean: la realidad de su
inestable personalidad.
Nada ms escuchar las primeras palabras de su invitado el rostro del artista francs se
transform: no quera reconocer su fracaso como persona. l haca tiempo haba
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optado por ocultarse en ese colectivo de artistas sin compromisos, artistas burgueses
de vida fcil, sin obligaciones ni responsabilidades. Artistas mantenidos por la fortuna
de sus acaudaladas familias. ltimamente Jean se conformaba con hacer de vez en
cuando una exposicin para sus amigos y obsequiarles luego con una fiesta sofisticada
cargada de encanto y lujuria.
Jean cambi de conversacin.
Toma Pablo, en esta lista, que es un directorio de marchantes y galeristas, encontrars todo lo que necesitas.
Cuntos cuadros vendes al ao, Jean?
Yo no vendo ningn cuadro. Solo los hago para ser contemplados por m.
Peroentonces de qu vives, cmo pagas todos tus gastos?
Yo no necesito vender para vivir. Al galerista le pago los gastos de la sala y punto.
Imagnate, Jean, que tu familia no tuviera esa fortuna que tiene y que tu nico
medio de vida fuera lo que siempre ha sido tu pasin: la pintura. Qu haras?
El silencio invadi al preguntado.
Pasado unos segundos y con lgrimas en los ojos se decidi a hablar:
Cuando era joven, cuando yo ejerca la vida con ilusin, ingenuidad y fuerza a la
vez, lo intent; pero me falt coraje para enfrentarme a la vida. Yo nunca fui capaz de
hacer lo que tu estas haciendo, mejor dicho, no es que no lo supiera, en verdad es
que no quise. Me daba miedo asumir cualquier responsabilidad. Siempre estuve
protegido por la fortuna de mi madre. Nunca tuve la necesidad de esforzarme para
nada. As que, ya que me lo poda permitir, opt por la bohme, y disfrutar de sus
placeres. Aunque esta vida, que es una puta mierda, cuando lo tienes todo, llega un
momento que te invade la desgana, luego viene el tedio, ms tarde la depresin, y
finalmente, sientes deseo de quitarte la vida.
Sus palabras conmovieron a Pablo. Encendi un cigarrillo y, al observar el rostro de
su amigo, advirti que estaba plido y sudoroso.
Qu te pasa Jean?
Nada. Me voy.
Jean pag la cuenta y sumergido en una mudez sepulcral, se march.
Pablo prefiri dejarle marchar en su soledad.
Consult el reloj.
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muy
espaol, deca.
Nuevamente lo bes y cogindole de la mano lo llev a una salita interior que tena
camuflada tras una cortina de color rosa plido. All, y sin dar paso al dilogo,
comenz a desabrocharle la camisa para nuevamente poseerlo. Pablo, aunque
sorprendido por tan encantador recibimiento, tan slo poda responder con igual
desenfreno.
Se encontraba algo violento slo el pensar que alguien pudiera entrar en ese momento.
Y as sucedi: un sonido de suaves campanillas alert a los amantes de la presencia
de algn cliente.
Con aceleracin recuperaron el estado de sus vestimentas.
El recin llegado, por la manera que salud a Juliette no se trataba de un desconocido.
Era Claude Duneton, el pintor autor de la obra expuesta: hombre corpulento, pelo
largo, gafas oscuras y aspecto de intelectual.
Pablo se haca el distrado mirando los cuadros colgados como si estuviera interesado
en adquirir alguno.
Le gusta la obra? le pregunt Duneton.
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a l escuchar
lo
ocurrido este medioda contigo y su posterior reaccin, me preocupa que haya cado
de nuevo en esa locura. Y esta vez si que temo que lo haga.
l no daba crdito a lo que oa.
Coincidiendo ambos en el mismo temor, salieron velozmente hacia el domicilio de
Jean.
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El taxista que les llev, al llegar al destino solicitado, indic que tena que dejarles en
San Agustn, en la confluencia con Maleherbes, ya que la calle estaba cortada por la
polica.
Qu ocurre? pregunt Juliette.
No s, seora. Al parecer ha habido un accidente contest el chfer algo
despreocupado por tratarse de un hecho muy frecuente en su actividad diaria.
Ella temi lo peor.
Precipitados, abandonaron el vehculo y, agarrados de la mano, comenzaron a correr
en direccin al domicilio esquivando el trfico colapsado.
Una ambulancia recoga en ese mismo momento un cadver. Estaba tapado. Esperaban
la disposicin judicial para ser trasladado al tanatorio.
Jeaaaaaan!! grit Juliette al reconocer la vestimenta del desdichado que estaba
all tumbado sobre el asfalto y tapado con una sbana ensangrentada.
Un horrible malestar invadi a Pablo.
Inmediatamente reaccion y, dirigindose hacia Juliette, la abraz mientras la apartaba
de aquel dantesco lugar.
Un polica vestido de paisano, se acerc a ellos.
Pardon monsieur. Excusez-moi madame. Conocan ustedes a la vctima?
S, era amigo nuestro contest l. Qu ha pasado inspector?
Eso es lo que tratamos de investigar dijo el funcionario mientras encenda un
cigarrillo. Sobre las seis de la tarde recibimos un aviso en la gendarmera
comunicndonos que un hombre se haba tirado al vaco desde la terraza de su casa.
Hasta ahora es slo lo que sabemos. Segn comentarios de los vecinos, la vctima se
llamaba Jean Auriol; que viva en la cuarta planta, que era pintor y una persona
respetable y querida por todos concluy mientras miraba el cigarrillo que al parecer
no lo encendi bien.
Llevaba enfermo haca varios meses irrumpi Juliette secando sus lgrimas.
Padeca terribles depresiones. Ya lo haba intentado varias veces, pero le faltaba el
valor. Esta vez lo ha conseguidoEnhorabuena, Jean!
Merci madame. Con lo que me ha dicho es suficiente. Su espontnea declaracin me
ha evitado muchas molestias.
El inspector se despidi levantando los dedos a la altura del ala de su sombrero:
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Madame?...Monsieur? Bonsoir.
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12.- Montmartre
Pasaron los das. Y las semanas.
Pablo Alvear tard en reponerse de la violenta prdida de su mejor amigo.
Resultndole desagradable e inadecuado el seguir alojado en la casa de Jean, acept la
invitacin de Juliette de trasladarse a su apartamento mientras encontraba algo
apropiado en donde poder instalarse.
La estancia se alarg ms de lo pensado. La convivencia con Juliette era muy
agradable, aparte de muy apasionada. No por eso l dej de atender sus obligaciones
profesionales.
Una maana visit a Paul Grimont, el veterano marchante que conoci en la fiesta de
Jean, quien, al conocer en su da la obra de Pablo, le invit a pasarse por la galera para
conversar sobre una posible colaboracin profesional:
Francamente Alvear, su pintura me encanta, est llena de frescor y fuerza. Va a ser
admirada por todo el mundo.
Y en cuanto a venta tambin ser adquirida por todo el mundo? contest el pintor
con el mpetu personal de artista conocedor de un mercado manipulado por algunos
marchantes que ofrecan muchas promesas y pocas realidades.
Bueno, en cuanto a ese tema ya iremos viendo. Los tiempos que corren no son
buenos y el cliente es muy variable. Ya sabe, la demanda artstica del momento va por
la pintura vanguardista.
Todo eso est muy bien replic Pablo pero, es que yo, igual que usted, vivo de mi
trabajo y como sabr igual o mejor que yo, el mercado est montado en un amplio
abanico de estilos que atienden a todas las ofertas y demandas. Yo puedo entender
todo, pero lo que tambin entiendo es, que mis creaciones debern ser canalizadas
por sectores y galeras que trabajen este estilo de pintura y que en s, ese es su
trabajo.
Mira hijo respondi el marchante mientras daba una palmadita en el hombro del
artista, le recomiendo que acepte el mecanismo existente y haga lo que el mercado
pida. Creo que sabe de la existencia de muchos pintores, como usted dice, creando
una obra tan personal que, en s, es impopular, ellos son consciente de la dificultad de
colocarlaNo se si me explico.
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13.- Juliette
El artista estaba pasando por su mejor etapa profesional. El nuevo taller era en esos
momentos su templo sagradoEl lugar siempre soado.
Diez aos transcurrieron desde su llegada a aquel entorno embrujado por la magia de
la ciudad del arte.
Durante todo este tiempo trabaj sin descanso. Pintando, amando, y sobre todo, siendo
l mismo.
Juliette se convirti, adems de su amante y amada, en su representante. Se encargaba
prcticamente de todo. Deleg en ella incluso su administracin.
El reconocimiento y cotizacin del artista sevillano alcanz grandes cotas, llegando a
ser solicitado en grandes eventos internacionales.
Pablo haba conseguido su meta: poder vivir de su trabajo, no necesitaba ms, aunque
a veces aoraba su Sevilla del alma: pensaba que algn da volvera a ella para no
abandonarla jams.
El viento traa olor a lea quemada: entraba el otoo.
Las hojas de los rboles comenzaban a juguetear con el tmido aire que corra en la
Place du Tertre. Las calles palidecan por la humedad de la lluvia.
Son el telfono.
Era Juliette anunciando a Pablo que haba salido una exposicin en Amrica. l no
tuvo paciencia de escuchar tan buena noticia por el auricular e inmediatamente sali
corriendo hacia la galera de la joven marchante para saber todos los detalles de la
gestin. No se lo poda creer: Estados Unidos era en esos momentos la cabeza universal del arte.
Juliette le inform que no era una exposicin para vender, que se trataba de un
encuentro internacional en donde reunan las mejores firmas del mercado artstico
actual. Que en principio sera en Chicago, en el Art Institute. Y que el ir all tendra un
gasto de seis mil dlares en concepto de transporte y seguro de la obra.
A Pablo le pareci un poco alto el coste para tratarse de una invitacin, pero no le
import, saba que podra ser una manera de introducirse en el difcil mercado
norteamericano.
Sin dudarlo autoriz a Juliette para que se encargara de todo.
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CHICAGO: UN DA DE OTOO
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Despuntaba la maana.
Juliette se encontraba en su habitacin preparando el equipaje para volver a Pars en
el primer vuelo del da.
Le pregunt a Pablo sobre qu plan tena.
El artista opt por viajar a Nueva York y pasar unos das en la ciudad para as poder
tomar contacto directo con el mercado americano.
La estatua de la libertad se haca notar en el horizonte.
Pase por las anchas avenidas con los ojos llenos de inquietud por querer captar todo
lo que le rodeaba. El da era luminoso y con sol, casi como el de Sevilla en un da de
primavera.
Un taxi le condujo al corazn de Broadway.
All pudo hacer varias gestiones con galeras adecuadas a su obra para contratar una
exposicin.
Conforme avanzaba la maana los resultados obtenidos eran nulos: la mayora de las
salas ya tenan sus agendas cubiertas para cuatro aos.
Pablo no se lo poda creer. Qu pasar de aqu a cuatro aos?. Se preguntaba.
Otras galeras no le aseguraban nada, pero podra mandar la obra para irla acoplando a
algn evento; este sistema no le convenca mucho a Pablo. Y finalmente, la ms
accesible, cobraba unas comisiones altsimas.
Cansado ya, decidi abandonar y dejarle estos asuntos a Juliette.
De vueltas al hotel pens en llevarle a su bella marchante algn souvenir del lugar.
Recorri varias tiendas de arte y antigedades.
De repente su cara palideci.
Ante sus ojos, en un escaparate, se mostraban, magnficamente enmarcadas, reproducciones de su obra. No podra ser: l nunca autoriz a nadie editar, y menos,
comercializar su obra de esa manera, a menos que...
Comprob la editorial. No es posible! exclam asombrado.
Rpidamente regres al hotel para enseguida salir en el primer vuelo hacia Pars.
La madrugada era fra en el aeropuerto Orly. Pablo Alvear descendi del
avin an cargado de clera. Sin detenerse ni un solo segundo para descansar de su
largo viaje, se dirigi a la casa de Juliette.
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Juliette segua llorando amargamente. Su delicada piel, denunciaba en sus hombros las
huellas de besos de pasin.
Contstame! Por qu? insista Pablo. No me duele el hecho del engao, lo
que me desgarra el alma es que haya sido t, precisamente t, en quien he depositado toda m confianza, m trabajo y m amor...
Pablo, escchame interrumpi Juliette mientras se incorporaba de su lnguida
postura, te lo quise decir pero nunca encontraba el momento. Te vea tan
ilusionado...
Tan ilusionado? De qu? Por qu? Grit l alterado.
S, Pablo. Creas que tu obra se venda bien, pero no era as. Hay una crisis
econmica a nivel mundial y el pblico invierte poco en arte. Tus cuadros los tena yo
guardados en el stano para que no los vieras, y as pudieras seguir pintando con la
ilusin que siempre has puesto en ello, tranquilo, relajado, despreocupado del dinero.
En realidad no te ha faltado de nada. Yo jams pens que Grimont fuera a negociar
con las reproducciones de tus obras. Las comisiones que l me daba era lo que me
serva para poderte pagar. Por favor! Creme!
l con el rostro lleno de dolor, la mir fijamente sentenciando:
Adis, Juliette! Hasta nunca!
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14.- Penumbra
En Montmartre el sol se retiraba. Las farolas de calles y plazas se encendan con
debilidad. Como sombras chinescas, una silueta se divisaba entre las cortinas opacas
de una habitacin iluminada: era Pablo Alvear.
Ya haban pasado cinco aos desde que el pintor abandon a Juliette. Durante todo
este tiempo trabaj incansablemente, da y noche, para atender los encargos y eventos
que l, en solitario, haba podido conseguir. Alguna que otra galera acceda a montarle
una exposicin. Pablo se refugi en su trabajo. Alternaba la gestin con la
produccinestaba cansado.
Durante estos aos se dedic exclusivamente a sacar adelante su obra. Su exigencia
profesional le llevaba, a veces, a la desesperacin: las injusticias del mercado, la
burocracia de las instituciones; la impotencia de no poder acceder a ciertos eventos
oficiales por carecer de contactos polticos. Todo ello impeda atravesar ese muro
infranqueable para alcanzar estabilidad y prestigio en el mercado del arte.
Se encontraba solo. Necesitaba expresar sus sentimientos... Necesitaba amar y sentirse
amado.
Descorri la cortina para contemplar la cada de la tarde. Le invadi la tristeza. Saba
que no poda seguir as.
Pablo era un hombre de saber cerrar crculos vitales y comenzar de nuevo. No lo pens
dos veces: opt por su regreso a Espaa.
Espaa ya no era la Espaa que dej el artista haca ya quince aos: en todo este
tiempo se haban producido acontecimientos muy importantes para el futuro de un pas
que necesitaba aires de libertad.
Pablo eligi en principio San Sebastin como lugar de residencia para irse adaptando,
poco a poco, a una nueva manera de pensar: Siempre le haba gustado esta ciudad por
estar ms cerca de Europa.
Tom en alquiler un estudio cerca de Ondarreta. All trabaj durante un tiempo con su
estilo propio, dentro de la escuela impresionista adquirida en Francia.
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El firme estaba hmedo. En el seorial Paseo de Pereda una lluvia suave y delicada
invitaba a utilizar el chubasquero. Comercios y bares estaban al completo.
Eran las doce de la maana.
En la playa del Sardinero los ms resignados a la climatologa paseaban a paso ligero
por la sinuosa lnea fronteriza entre el llegar de las olas y la fina arena. Dos jvenes de
cuerpos atlticos saltaban como acrbatas para no perder el ir y venir de la pelota
golpeada por su palas. Un grupo de chavales improvisaban en la hmeda arena un
acotado y reducido campo de ftbol.
En las avenidas circundantes a la playa, el trfico era intenso.
Pablo Alvear paseaba por los jardines de Piquo con el peridico bajo el brazo. Sus
ojos de mirada perdida captaban escenas para ms tarde llevarlas a sus telas.
Ya en su estudio consuma las horas contemplando todo el Cantbrico, y al fondo, una
silueta griscea delataba el Castillo de la Magdalena.
Trabajaba sin descanso. Su produccin era de excelente calidad.
Cada maana, despus de ejercer sus obligaciones artsticas, recorra toda la costa con
su automvil: de Somo hasta Santoa unos das, y de Santoa a Laredo otros.
Por ser temporada estival, marchantes del mercado secundario compraban obras
directamente a artistas de la zona, por supuesto a precios bajsimos para, cada semana,
celebrar alguna que otra subasta en algn hotel de la costa.
Pablo rechazaba todas las ofertas con referencias a esas ferias ambulantes.
En esta etapa de su vida, viva para pintar, no pintaba para vivir : se dedicaba a la
contemplacin, a disfrutar de lo bello, no dejaba que nadie atara su vida... Quera ser
libre, aunque saba que la libertad tambin tena su precio.
Jos Mara, el casero, que era un gran aficionado a la mar, invit a Pablo a ir a Laredo
para disfrutar juntos de una jornada de pesca.
Haca un da en que el sol fue generoso con los montaeses,
El artista acept.
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Pablo, acercndose a la joven pintora, con elegancia y trono se arranc, en tono bajo,
con un cante por sevillanas: Que en Sevilla hay que morir, hay que morir... Y ah lo
dej.
Hijo mo, no lo puedes negar contest ella entusiasmada. Por qu no sigues?
Porque yo cobro por cantar brome con sonrisa aduladora.
Pues si no es mucho, a lo mejor puedo pagar respondi la joven siguiendo la
broma.
Te tomo la palabra, voy a hacerte un precio especial: recoges todos tus brtulos
de pintura y nos vamos a tomar una cervecita.
Ambos rieron en carcajadas mirndose a los ojos en complicidad.
Mientras la estudiante se haca con todo su instrumental, Pablo se dirigi hacia su
amigo Jos Mara que se haba entretenido ms abajo comprando el peridico.
Jos Mara, si no te importa me voy a quedar con una amiga. Ya nos vemos luego
en la casa, vale?
Como quieras, Pablo. Que te lo pases bien. As aprovecho yo tambin para comprar
algunas cosas. Hasta luego.
La joven y su impetuoso admirador bajaron hacia la zona de puerto.
Cmo te llamas? inici l la conversacin.
Carmen.
Y t?
Pablo.
Ruz Picasso? volvi a bromear ella.
Si yo fuera Pablo Ruz Picasso hablara en francs.
Pero Picasso no era de Mlaga?
S. Naci en Mlaga, pero se tuvo que ir a Francia para que reconocieran su
talento: Cest la vie!
Entraron en el bar.
Eligieron una mesa con vistas al embarcadero. La flota pesquera que desde all se
divisaba estaba amarrada descansando del faenar intenso de la semana. Las gaviotas
ambientaban aquel espacio marinero con sus delicados y apacibles vuelos, yendo,
viniendo, y picoteando los residuos de pesca que flotaban en las aguas tranquilas del
muelle.
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Ella, con gran habilidad y elegancia, esquiv las atrevidas intenciones de Pablo, y con
una hermosa sonrisa hizo que el beso fuera hacia la cara.
l se qued viendo como se alejaba por entre los jardines de la Plaza: contemplaba su
cuerpo, su elegante movimiento al caminar, y su pelo negro cayendo sobre la piel
rosada de su espaldaPablo volva a sentir la pasin del amor.
El domingo amaneci en Santander cubierto por un cielo gris formado por cerradas
nubes deseosas de regar con sus aguas toda la cornisa.
Desde muy temprano Pablo pintaba en el taller, pero desde este momento lo haca con
el pensamiento puesto en Carmen, su musa, su amor, su volcn de pasin.
Haca tiempo que no tomaba sus pinceles con la ilusin: comenz a plasmar varias
ideas que tuvieran que ver con el sentir de joven.
Despus de varios apuntes, se decidi por uno que tena como argumento una bruma
luminosa en la que todo an era confusin.
Cada pincelada era una caricia sobre la piel de su amada.
Su extraordinaria imaginacin le haca sentir estar hacindole el amor.
De vez en cuando, miraba hacia la ventana para comprobar que el da avanzaba: no
saba que hacer para que el tiempo transcurriera ms deprisa.
...Y lleg el lunes.
El mar estaba en calma. El sol baaba con suaves rayos la playa de Laredo. Caminar
por el Paseo Martimo era una autntica delicia. Los visitantes de fines de semanas ya
haban vuelto cada uno a sus diferentes lugares de procedencia.
Las calles y avenidas de la noble Villa eran transitadas nicamente por los residentes
habituales.
Eran las once de la maana.
A Pablo le dio tiempo de aparcar su coche tranquilamente, tomar caf y hojear el
peridico.
Miraba insistentemente el reloj: en breves momentos se iba a encontrar de nuevo con
la criatura que le haba devuelto la luz de la esperanza... la luz de la vida.
Impaciente y desesperado como un adolescente al que le haban partido el corazn,
opt por dirigirse hacia el lugar de la cita.
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El blanco muro del Club de Tenis estaba an solitario. Pablo se alegr: le haca ilusin
ver llegar a Carmen y recrearse en su atractiva figura.
Consumi un cigarrillos en la espera.
A lo lejos y como viniendo del Puntal, se acercaba ella.
El artista sinti el vrtigo del amor. Conforme la distancia se acortaba, la sonrisa de
Carmen aumentaba la belleza de aquel lugar.
Hola Pablo!
Hola preciosa.
Gracias agradeci la joven ruborizndose un poco.
Por qu me das las gracias? Es que decir la verdad merece las gracias como si
fuera un cumplido?
Cmo eres, Pablo. Contigo sube la autoestima. Hoy me he levantado un poco
tristona y nada ms verte se me ha quitado todo.
Tristona? Por qu? Es que te pasa algo?
No. No es nada. Son cosas mas.
Cmo cosas tuyas? Ahora mismo me vas a contar todo lo que te inquieta. Esacara
tan linda que Dios te ha dado slo merece una clida sonrisa.
Ciertamente los ojos de Carmen estaban tristes, y an as, daba tranquilidad de
espritu.
Pablo la observaba sin pestaear.
Qu pasa? dijo ella con un peculiar tono mimoso de voz a la vez que su dedo
ndice lo acercaba al costado de su observador como querindole hacer
cosquillasPor qu me miras as?
l peg un respingo.
Tienes cosquillas?
Viniendo de tus manos, todas cotest Pablo acercndose a Carmen para cogerla
por la cintura.
Sabes? Me gustas mucho afirm la joven.
Y eso?
Ya ves, digo lo que siento. Aunque pensndolo bien... Te has dado cuenta que eres
muy presumido?
Se nota?
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men?
La joven baj la mirada. En sus ojos se advertan tmidas lgrimas.
Si guapa es sonriendo, cuando llora tiene cara de virgen . Pensaba l al verla as.
Qu pasa? Pregunt delicadamente la joven al sentirse observada por Pablo.
Carmen, quiero saberlo todo de ti. No soporto verte sufrir.
Ella le cogi las manos, y mirndole fijamente le habl:
Maana vuelvo a Madrid. Y no s que me ha pasado en estos das que he estado
contigo. Es como si nos conociramos de toda la vida. Dicen que saber sobre uno
mismo te impulsa a conocerte ms. Esta es mi razn de hoy. Quiero que te conozcas
desde el punto de vista de un ojo desconocido, pero que te ha estado mirando toda la
vida. An no se sabe la frmula exacta para descifrar si cuando creemos conocer a
una persona, realmente la conocemos o es una mera sensacin que tenemos. Las
personas son envolturas que guardan dentro de ellas un puzzle de cristal, que si lo
tocas, manipulas o lo intentas dirigir, puede llegar a romperse una de las diminutas
piezas que lo componen y todo ser de este mundo sabe, que si a un puzzle le falta
tan slo una de esas piezas, ya no es un puzzle sera puro cristal inerte. Por este
motivo, nunca podremos decir si realmente conocemos a una persona o no todas
guardan miedos, sentimientos, conclusiones, sensaciones, que son difciles de
expresar, y las hay que no saben lo que guardan dentro, y otras que ni siquiera saben
sacarlas. Pero gracias a Dios o a quien sea, existen personas que expresan todo lo
que ocupan sus venas se hinchan de msica, de palabras, de pintura o de tan slo
una simple mirada. Mrame y te digo lo que escondes o no, no hace falta ni que me
mires. Ya te conozco. Cuando me refiero a que una persona no est segura de conocer
a quien tiene enfrente, no me refiero a que esa misma persona no sepa conocer el
alma de ese espritu. Persona y alma son dos cosas diferentes persona dice hola,
encantada de conocerte , alma dice dnde estabas, te he encontrado. Personas
podemos conocer muchas, almas como muchas dos en la vida. Y t eres una de ellas.
Te vi, te escuch y te observ y ya saba quin eras, hasta el punto de que en siete
segundos antes saba cmo haras y diras cada cosa. Es como una figura, un
pensamiento una esencia que ya saba que exista. No saba dnde estaba, ni dnde
buscarla, pero ah est. Ni siquiera saba lo que buscaba, pero he encontrado sin
buscar. No s de tu vida, no s de tus amores, ni el nombre de tu madre o el nombre de
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tu mejor amigo, ni cul fue la primera palabra que dijiste o la primera vez que te
enamoraste, pero s s cada sentimiento que has tenido a lo largo de este tiempo. Soy
capaz de imaginarte hace veinte aos sin ni siquiera conocerte y con esto quiero
que veas cmo realmente te conozco. Conozco tu sensibilidad, tu mpetu por saber
ms del cielo que de la tierra, la fuerza con la que expresas cada cuerpo que se te
pone delante de ti, la imaginacin que eres capaz de exprimir cuando tienes necesidad
de expresar, los pensamientos que te inundan la cabeza, la lucha por cada deseo a la
que te enfrentas cada da que te levantas, el cansancio que te produce el sudor y las
lgrimas, la necesidad de una porcin de msica para encontrarte, el apuro por
amar para sentirte amado, la batalla de sensaciones que te recorren al gozar de todo
lo que te haces, la satisfaccin que te empacha al comprobar que no eres una oveja
ms del rebao, sino que t mismo eres el alma libre que fluye en el ro sin piedras
Desde el primer momento que apareciste ante m not en mi estmago eso que llaman
las mariposas del amor. Te he cogido mucho cario Pero lo nuestro nunca podr
ser. Te echar de menos cada da de mi vida . Y comenz a llorar, esta vez con ms
intensidad.
Pablo, a pesar de su madurez en asuntos de mujeres, no pudo evitar la emocin por
esas palabras tan bellas que acababa de or.
Carmen, qu maravilla! No s que decir. Que bien me has descrito. Quin eres?
Dnde estabas que hasta ahora no te he encontrado? Tambin siento lo mismo que
t. No s que nos ha pasado. Pero, si la soledad que he sentido este fin de semana al
no poder estar junto a ti; si el fuego interior que me parte el alma cuando beso tu cara
saboreando en mis labios la fragancia de la tu piel; si esta magia del amor que nos
invade ha sido posible, por qu tenemos que renunciar a ello? Por qu no podemos seguir vindonos y amndonos?
La joven no pudiendo soportar aquellas palabras, lo abraz mientras le deca con su
delicada voz:
Te quiero mucho, mi amor, pero no quiero que sufras por m. Hazte la idea que esto
ha sido un sueo.
l sinti como su corazn parta. Sus brazos se quedaron semiabiertos sin atreverse a
tocarla. Lo que all estaba ocurriendo era algo que sobrepasaba el cario: era la pasin
del amor.
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El trfico era lento en direccin hacia Laredo. Pablo adelantaba una y otra vez a la
interminable fila de camiones que iban hacia Bilbao.
Senta necesidad de ver a Carmen.
El trayecto nunca le result tan largo. La entrada a gran velocidad que hizo en la Villa
podra haber sido motivo de ser multado por la guardia civil que vigilaba aquel tramo
de carretera.
Le salv un fuerte frenado de un turismo francs que evit atropellar a una vaca que se
encontraba suelta por el carril. Los dos agentes de la benemrita rpidamente tuvieron
que actuar de taurinos hasta acorralar al animal y, pacientemente, devolverla a su
apacible pasto.
A las once en punto, un coche par cerca del Club de Tenis. Carmen descendi del
automvil.
l no advirti su llegada; estaba pendiente del paseo martimo, trayecto habitual de la
joven.
Hola! dijo Carmen situndose a la espalda de su amado como querin-dole dar
una sorpresa.
Por dnde has venido?
Me han trado mis tos en coche. Marchamos ya para Madrid.
Pablo la cogi de la cintura como querindola retener all para siempre.
La mir fijamente: quera grabarla en su mente. Saba que tardara algn tiempo en
volver a verla.
Toma dijo l, anoche tuve necesidad de estar contigo y te dediqu estas letras.
Carmen, que le encantaba las sorpresas, cerr sus pcaros ojos como haciendo un gesto
de, qu ser!.
Al momento ley el ttulo del escrito: La belleza del mar, y ansiosa por conocer su
contenido sigui el texto:
El navegante era conocedor de muchos mares.
Su sensibilidad lo converta en enamoradizo y gran seductor de las aguas de los
ocanos.
Su canto de libertad le permita vivir y vibrar con alma de marinero: viajaba,
contemplaba y disfrutaba de las aguas.
94
Lo intentaba una y otra vez, pero la mar se difuminaba de entre sus manos como
humo blanco con mensaje de esperanza.
El navegante lleg a pensar que todo era un espejismo
Y desde entonces, cada da, espera con impaciencia vivir la visin de la bella mar.
Cada maana, cada tarde, cada noche, espera de ella un gesto aliado, una seal
cmplice de entendimiento en el nuevo arte de amar, y poderle decir ante el reflejo de
sus ojos: quiero nadar contigo hasta el fondo de tus aguas, y envolverte entre mis
brazos mientras beso el fresco aroma de tu piel, y bucear en el espejismo de un
amor fugaz.
A Carmen con toda mi alma. Pablo, Verano de 1983
La joven se emocion. No se esperaba esa declaracin de amor tan noble y tan
hermosa.
Pablo, es...maravilloso. Te quiero! Y acercndose a su boca, le dio un clido
beso.
l no reaccion.
Fueron muchas las emociones ltimamente vividas: la expresin de amor por parte de
Carmen; ese beso que tanto tiempo llevaba esperando..., y la tristeza de saber que en
unos instantes dejara de verla sin saber hasta cuando.
Quedaron en silencio.
Se abrazaronY una vez ms dejaron que los corazones hablaran...
Un claxon advirti a la joven que la estaban esperando.
Sin pensarlo ms se despidi de Pablo como si fuera... un hasta maana.
l la cogi de las manos con angustia:
Pero Carmen, por favor, dime dnde te puedo localizar en Madrid.
No, Pablo, es mejor as y declinando la insistencia sali corriendo hacia el auto
que ya tena el motor en marcha para emprender el viaje.
Las primeras lluvias de otoo dejaba en el recuerdo las apacibles tardes de playa.
Pablo Alvear super con dolor la ausencia de Carmen.
Varias veces intent localizar su telfono de Madrid, pero le fue imposible. Opt por
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15.- Sombra
MADRID, PRIMAVERA DE 1984
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Los jardines del Retiro haban recibido ya la primavera: nios en bicicletas pedaleaban
con intensidad como queriendo atravesar la barrera del sonido, algunos perdan el
equilibrio y caan sobre el asfalto; parejas de enamorados se besaban furtivamente
entre los matorrales desinhibido de todo cuanto ocurra a su alrededor.
En el parterre, la lluvia haba dejado un agradable olor a tierra mojada.
Pablo paseaba siempre con su bloc de apuntes: tomaba bocetos de aqu y de all, e
incluso anotaba por escrito sus observaciones de cuanto vea y senta: el
comportamiento de las flores hmedas iluminadas por un rayo de sol; la musicalidad
de sus pisadas solitarias entre arriates y hojarascas; e incluso la conducta de las
personas que se cruzaban en su camino.
Todos estos datos le servan al artista para llenar su cerebro de imgenes, que, en s,
eran el alma y punto de partida para la creacin de una obra.
Sinti cansancio. Se sent en un banco ocupado en su parte derecha por una mujer
mayor que se entretena en alimentar a las aves con trozos de pan mimosamente
partidos.
Los pajarillos acudan, sin temor, al gran festn.
Una escena nica apareci ante los ojos del pintor: dos gorriones peleaban, pico con
pico, por conseguir una misma migaja del blanquecino pan. Se dispuso a tomar un
boceto de aquella inslita escena.
Como de costumbre, titul primero la obra: El precio de la libertad.
La anciana observaba al artista en su ejecucin.
Qu envidia me da usted dijo ella.
Por qu dice eso, seora?
Es que pintar ha sido la pasin de toda mi vida.
Y por qu no lo ha hecho? replic Pablo sin dejar de trabajar en su obra.
Pues, porque mis tiempos fueron otros.
l dej de dibujar y prest ms atencin a la conversacin iniciada por su octogenaria
acompaante: le encantaba hablar con personas que regresaban de los senderos de la
vida.
Viene por aqu muy a menudo? pregunt l.
Todos los das. Estos pobres pjaros que usted ve son mi nica familia. Ellos me dan
todo lo que deseo: amor, compaa, ilusin y felicidad.
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Es usted de Madrid?
No hijo. Soy de Crdoba.
Pues no se le nota el acento.
Es que llevo muchos aos fuera de mi tierra y ya no s ni de donde soy.
Ahora si que le ha salido el acento andaluz!
La anciana, haciendo un esfuerzo con su cintura, se inclin hacia un lado, sacndose
del bolsillo del abrigo un arrugado pauelo con el que sec su hmeda nariz.
Pues usted no se le puede negar que es de por all abajo dijo ella despus de dejar
la prenda en aquel recoveco de telas.
Se me nota mucho?
Un poquitn, y, adems, creo que es de Sevilla. He acertado?
Exactamente afirm Pablo a la vez que iniciaba una nueva pregunta. Vive usted
por aqu?
S, por Recoletos.
Conoce usted Sevilla?
Cmo no voy a conocer Sevilla si all fue donde me cas. Mi marido era funcionario
del Ayuntamiento: era jardinero del Parque de Mara Luisa. Se llamaba Jos. Qu
sevillano ms lujoso! Y qu inteligente: saba de todo. Lea mucho, sabe usted?. A mi
me gustaba que me contara la historia de esa casita redonda que hay en el Paseo de
las DeliciasAy! Cmo se llama?...
El Costurero de la Reina intervino Pablo.
Eso, El Costurero de la Reina. Qu bonito! Me emocionaba cada vez que me
lo contaba. Usted conoce la historia?
Algo creo recordar, aunque muy vagamente.
A mi es que me pona los pelos de punta cada vez que mi Jos me contaba lo de
Merceditas, la hija de los duques de Montpensier, que al estar ella tan enferma, segn
los mdicos, le mandaron tomar mucho el sol, y por eso la pusieron en la parte alta de
aquella casita de los guardabosque en donde se distraa cosiendo y bordando; y aquel
fue el lugar de amor con su primo Alfonso XII. Y se casaron. Y por eso le empezaron a
llamar a aquel pabelln El Costurero de la ReinaQu pena! Qu poco dur la
felicidad de la joven pareja. Cmo muri la pobre ma al poco tiempo de esa boda de
cuentos de hadas.
100
vida
Rosario, esta vez, se sac el arrugado pauelo para secar las tmidas lgrimas que
afloraban en sus apagados ojos, y continu hablandoEn el ao cincuenta, conoc a
mi Jos y nos casamos a los pocos meses de noviazgo. l era mucho mayor que yo, y
padeca una enfermedad que los mdicos no saban de qu se trataba. El caso que, a
los pocos aos, muri de un clico miserere: eso decan en el hospital cuando el
paciente mora sin conocerse la causa del fallecimiento, aunque los mdicos
argumentaban que era una dolencia de estmago o algo as, no sRosario hizo
una pausa mientras le echaba las ltimas migas de pan a un gorrioncillo que se pos a
su lado Y ya quise romper con todo y sal de all. As que, por mediacin de unos
conocidos, me dijeron que en Madrid, una familia de buena posicin, necesitaba una
sirvienta de confianza. Y me vine, sin pensar en ms. Pero hijo, ocurri, que de nuevo
el destino: hace tres aos volv a Crdoba a pasar unos das libres que me dieron en
la casa, y estando desayunando en un bar, de esos de toda la vida, en donde sus
mesas, sus sillas, el olor a caf, caf, los mismos carteles taurinos antiguos que
decoraban las paredes invitando a reflexionar sobre el paso del tiempo,
y los
recuerdos de juventud que se te venan a la cabeza como si tu vida, hasta estos mismos
momentos, hubiera sido un sueo... Me dio por echarle un vistazo a un peridico que
se haban dejado en una silla, y curioseando en las pginas mortuorias, s, en las que
se dicen los que han dejado de fumar
Pablo sonri de la expresin tan descriptiva de Rosario.
Perdone por la falta de respeto continu ella, pero es que es una frase muy
propia de la gente de all cuando se refieren a las esquelas funerarias, bueno, usted
ya sabe
S, s, Rosario, la entiendo, no se preocupe.
Pues eso, que me qued fra cuando le en una de esas esquelas el nombre de una
seora que cumpla su aniversario de su fallecimiento, y cuyo viudo era el Sr. D.
Agustn Samaniego, mi Agustn!. l se llamaba Samaniego de apellido. No
estaba muerto. Me entraron sudores fros. Me qued paralizada. Pero al momento
reaccion. Curiosamente vena su domicilio al pi de la esquela. Y por la gua de de
telfono, un da que me encontraba ya preparada para el encuentro, le llam. l
tambin se qued impresionado al orme y saber que era yo. Bueno, el caso es, que
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nos vimos en una cafetera y all nos pusimos al da de todo. Hablamos horas y horas,
parecamos no haber cumplido aos
Y, por qu no estis viviendo juntos? aadi Pablo.
Pues porque as es mejor, mire usted. Las cosas que se rompen, como se rompi lo
nuestro, por muy buen pegamento que exista, nunca queda igual. Adems, l ya tiene
sus nietos y su vida construida alrededor de su familia. Pero hemos retomado una
relacin an mejor que esa: nos seguimos viendo cada un cierto tiempo. Unas veces
voy yo a Crdoba y otras, l viene a Madrid. Lo pasamos estupendamente, y lo ms
importante, nos queremos tanto, o ms antes. Es un amor que jams hubiera pensado
que existiera.
Tremenda historia Rosario, aunque, a su vez, maravillosa y ejemplar.
Dios mo! Qu tarde debe ser ya! dijo ella sobresaltada. Tiene hora?
No. No llevo reloj. Hace un tiempo mido el tiempo por la luz del da.
Y, qu hora ser?
Pues, por la altura del sol, deben ser ya cerca de las 2.
Ay, Dios mo! Me tengo que marchar corriendo dijo Rosario mientras se
levantaba precipitadamente. Nos veremos otro da seor, yo vengo casi a diario por
aqu: este es mi sitio preferido. Me he alegrado de haberle conocido.
Ha sido un placer conversar con usted Rosario. Nos veremos otro da contest l
mientras su amiga se alejaba con pasos acelerados.
Era ya media tarde. Pablo descansaba en su gabinete. El silencio ambiental fue
alterado por el soniquete del aparato telefnico: era una llamada de la Facultad de
Bellas Artes confirmndole su prxima conferencia: el lunes de la semana prxima a
las 19 horas.
Aunque nuestro artista estaba ya acostumbrado a estos eventos, siempre le traicionaban los nervios en los ltimos minutos antes del comienzo de cualquier acto; y as pas
conforme iba llegando a la Facultad el da sealado.
El aula estaba al completo.
El programa anunciado, al parecer, era muy atractivo e interesante para los asistentes.
En el estrado haban instalado para el ponente una mesa, una silla y un vaso de agua
tapado por una fina servilleta. Pablo nunca utilizaba este espacio: le gustaba estar de
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pi, muy cerca del pblico; saba moverse mientras hablaba, llenando perfectamente el
escenario con su sola presencia.
Comenz la oratoria.
Y lo hizo exponiendo el efecto comparativo entre la pintura, la msica y la literatura.
Durante la intervencin disert de la importancia de aflorar todos los sentimientos para
elevarse a un estadio desde donde poder crear, soar y amar.
Su entonacin converta en musicalidad la pasin del arte, y sobre todo, enamoraba a
los all presentes con el duende de sus palabras.
El pblico, al finalizar el acto, qued asombrado ante aquella clase magistral
rompiendo en aplausos como reconocimiento al buen saber del maestro.
Comenzaron a abandonar del aula.
Pablo organizaba sobre la mesa sus apuntes utilizados, cuando de pronto, sinti que
alguien estaba ante l.
Levant la mirada y no poda creerlo...
Carmen!
Hola Pablo Cmo estas?
l, sin poder hablar, la miraba fijamente, como si de un espejismo se tratara.
La joven le expresaba todo su cario con la mirada, aunque se mostraba algo cohibida:
iba acompaada por una seora muy elegante y de mirada apacible.
Pablo, te presento a mi ta Sandra.
Buenas noches seora.
Carmen me ha hablado mucho de usted coment Sandra.
Espero que bien.
Carmen volvi a sonrer aunque, esta vez, su rostro estaba apagado, falto de vida.
l permaneca atento a la expresin de su siempre amada.
A pesar de todo, la encontraba ms bella que nunca: conservaba el frescor de la
juventud. Sus labios le seguan pareciendo una tentacin. Sentir de nuevo su sonrisa
era como volver estar en el Paraso.
Cmo es que no me has avisado?
He estado muy ocupada y hasta ltima hora no estaba segura de poder venir.
Os apetece que tomemos algo? invit el ponente pensando que as podra estar
ms tiempo al lado de Carmen.
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No Pablo, nos tenemos que marchar. Ya nos veremos otro da contest ella con la
mirada desviada hacia el suelo.
Sandra agradeci el gesto.
l no insisti.
Al despedirse, Carmen le entreg un sobre con el pretexto de ser una fotografa
tomada en Laredo.
En la sala ya no quedaba nadie. Todo estaba en silencio.
Pablo se qued mirando como se alejaba su nia hasta perderla de vista.
Abri el sobre con vehemencia y, sorprendentemente, se encontr con una carta que de
inmediato se puso a leer:
Querido Pablo:
Supe de tu conferencia y estuve a punto de no venir: no quera avivar un fuego
que jams llegar a calentar.
He sufrido mucho por no poder estar a tu lado. Me gustara estar siempre contigo.
Jams me han querido como t lo has hecho conmigo. Yo te adoro. Lo nuestro ha
sido algo ms que una amistad; y por eso no quiero hacerte ms dao. Siento
mucho el dolor que te pueda causar todo esto. Por eso prefiero que no nos
volvamos a ver.
Siempre te llevar en mi corazn
Carmen
l se qued con la mirada perdida en el papel.
Reaccion y sali corriendo en busca de Carmen.
Todo estaba vaco.
Se dirigi a la salida con la respiracin acelerada.
El conserje, que se dispona a cerrar la puerta principal, advirti en el profesor un
gesto de desesperacin.
Le ocurre algo, seor?
Ha visto pasar a una chica joven acompaada por una seora alta con abrigo
negro?
S. Hace un minuto cogieron un taxi, aqu mismo. Era la seora Sandra con su
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sobrina.
La conce?
La seora es profesora de la Escuela.
Sabe su domicilio?
No seor. Pero si le puedo facilitar su nmero de telfono.
Pablo anot con torpeza el nmero facilitado por el empleado y dndole las gracias se
despidi amablemente.
Esa misma noche sinti deseos de llamar, pero era demasiado tarde: decidi dejarlo
para el da siguiente.
A las diez de la maana son el telfono en casa de Carmen.
Digame? Contest la interlocutora con voz calmada.
Buenos das. Por favor, querra hablar con Carmen .
La seorita Carmen no se encuentra en estos momentos aqu. Quin le llama?
Soyun amigo.
La seorita anoche tuvo que ser hospitalizada urgentemente.
Hospitalizada? Qu le pas? Quin es usted?
Soy la sirvienta, y es lo nico que le puedo decir, anoche volvi a tener una recaida.
Una recaida? De qu? Por favor, pngame con la seora Sandra.
La seora Sandra est en el Hospital. Si quiere le puedo dar el telfono de la habitacin.
S, por favor.
Pablo anot el nmero y sin perder tiempo llam
Sandra?
S! Quin es?
Soy Pablo Alvear. Nos conocimos anoche en la conferencia
Ah, s!, Pablo.
Qu le ha pasado a Carmen?
Es que no saba de lo de Carmen?
Saber, qu?
Pablo, si quieres, esta tarde a las cinco nos vemos en casa. Apunta la direccin.
La maana se le hizo a Pablo interminable: anduvo sin rumbo por parques y avenidas.
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16.- Oscuridad
Un rayo de sol hizo despertar a Pablo Alvear sobresaltado. Mir el reloj: era ya casi la
hora de ver a Carmen.
El gran centro hospitalario luca una remodelacin de arquitectura funcional.
Pregunt en recepcin y le indicaron el nmero de habitacin de la paciente. El pasillo
era interminable. Todas las puertas eran iguales. La habitacin 777 era casi la ltima.
Llam.
Nadie contestaba: estaba vaca.
La cama luca blancas sbanas perfectamente estiradas. La persiana cortaba la luz del
sol provocando un sosegado bienestar de paz y tranquilidad.
Una enfermera se interes por el visitante.
Le puedo ayudar en algo, seor?
S, por favor. Vena a ver a la paciente de esta habitacin.
Es usted familiar?
SBueno Un amigo.
Carmencita hoy se encontraba algo mejor y el mdico le ha autorizado a salir un
poco a la terraza acristalada para que se distrajera un poco. Est al final del pasillo.
Pablo, lleno de alegra ante la buena noticia recibida, sali apresurado hacia la
estancia.
Entr. Y all estaba ella, sentada en una silla de ruedas, con la mirada clavada en el
horizonte del paisaje urbano.
Carmen! la llam con suavidad para avisar su presencia.
La joven, algo aturdida, gir la cabeza al reconocer aquel tono de voz tan especial que,
desde haca algn tiempo, llevaba en su corazn.
Pablo!, qu haces aqu?
Carmen!, mi nia!, por qu no me lo dijiste?
Ambos se fundieron en un fuerte abrazo sumergido en un sentimiento lleno de
sinceridad: se miraban y se besaban ardientemente. Los dedos de sus manos se
entrecruzaban como queriendo darse cuenta de que aquello no era un sueo; se
acariciaban sin desviar las miradas entre sus ojos.
Quin te lo ha contado?
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Sandra. El conserje de la Escuela me dio vuestro telfono y ayer tarde nos vimos
para hablar de ti. Quera saberlo todo. Quiero estar a tu lado Carmen, te ayudar a
salir de esto, t y yo, los dos juntos, amndonos como nos amamos, lo venceremos.
Pablo, lo nuestro no tiene sentido. No s que tiempo me queda: un ao, seis meses,
unos das, no s. Yo me ir, y as lo tengo asumido, pero t, qu ser de ti, sabiendo
como me quieres, tu vida ser un infierno
Pablo acerc su mano derecha hacia los labios de Carmen impidiendo que siguiera
hablando:
Se acab pequea, se acab; ahora estar contigo para siempre, a tu lado, y
viviremos juntos los das que el destino nos tenga reservado. Mi vida ya no tiene
sentido sin ti.
De nuevo se unieron en un apasionado abrazo acompaado por un brotar de lgrimas
derramadas por ella: eran lgrimas de amor y esperanza.
Pasos enrgicos irrumpieron en la sala:
Ya vale jovencita, ahora necesitas descansar era Virginia, la enfermera, que
anunciaba a Carmen que era la hora de comer, tomar las medicinas y dormir un poco.
Pablo se levant sin soltar las manos de su amada y la acompa hasta la misma puerta
de su habitacin.
Cundo nos volveremos a ver? se interes l.
Virginia se adelant a la contestacin de la paciente:
El doctor ha dicho que si los resultados que espera hoy son favorables esta misma
noche podr dormir en casa.
Una vez ms las miradas de Pablo y Carmen se hicieron cmplices de la alegra
sentida al or la buena noticia.
Adis, amor mo, llamar a tu ta para que me tenga al tanto de todo. Deposit un
beso fugaz en los labios, y se march.
La vida volvi a surgir en el alma de artista: sus telas lucan colores calientes, trazos
firmes y seguros, y temas alegricos al vuelo rasante del amor.
Iniciaba la maana. Pablo sali a pasear por el Retiro para encontrarse con Rosario en
el parterre, pero esta vez, para hablar de Carmen... Pero no estaba.
De regreso al Estudio, al abrir la puerta de entrada, son el telfono.
Apresurado fue a cogerlo.
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Tropez con un pico de la mesita que serva de revistero: se hizo dao en la rodilla.
Como pudo, lleg al aparato.
S! Dgame! dijo con voz acelerada.
Pablo?
Carmen, cario! Qu pasa? Dnde estas?
Frente a tu casa.
Cmo frente a mi casa?
S. Te estoy llamando desde una cabina pblica. Quera darte una sorpresa pero
hace un rato llam y no estabas; decid mientras visitar la Iglesia de los Jernimos
para hacer tiempo.
Acabo de llegar en este momento dijo l nervioso al or tan cerca la voz de su
amada. Bajo corriendo! anunci sin esperar respuesta.
Colg el auricular y sin perder un segundo se dirigi hacia la puerta; esta vez, al
pasar por la mesita revistero la esquiv para no accidentarse de nuevo.
Baj los escalones de dos en dos.
El corazn pareca que le iba a estallar: la emocin se adue de l.
Carmen ya se encontraba en el interior del portal.
Se abrazaron y se besaron uniendo sus labios en testimonio de no separase nunca
jams.
Cmo es que no me ha avisado antes? habl l.
Quera darte una sorpresa. Quise sentir aquellos das que vivimos en Laredo,
cuando yo iba a tu encuentro, lo recuerdas?
Claro que s, mi nia, nunca olvidar aquellos das tan maravillosos asinti l sin
dejar de abrazarla. Y los mdicos? Qu te han dicho los mdicos?
Que de momento estoy bien. Pero que me cuide y que procure hacer una vida
tranquila aclar la joven sin dejar de sonrer y aceptando con madurez y fuerza su
delicado estado de salud.
Pues lo primero subamos al Estudio que te voy a preparar, como decimos en Sevilla,
un "piquislabis" que te vas a chupar los dedos.
Ambos sonrieron mientras se dirigan hacia el ascensor.
Carmen era la primera vez que visitaba la casa del artista, su mundo privado.
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desquitndose, con simpata y cario, del ataque de Pablo hacia su corta edad.
Bueno, y qu. SSoy mayor: es que por cumplir un hombre ciertos aos dems ya
tiene que renunciar al amor?;es que ser mayor conlleva hablar, tan slo, de cosas
de mayores?; no existen rboles milenarios que an siguen dando brotes verdes
tan frtiles, o ms que los plantados recientemente?; es que ser mayor significa
morir en vida?...
Carmen, cambi radicalmente su rostro y comenz a llorar.
Perdname cario, perdname dijo l al darse cuenta de la improcedencia de sus
ltimas palabras. La abraz y la arrop entre sus brazos.
No pasa nada, Pablo, es que llevo unos das muy sensible a todo y ms sabiendo que
te tengo a mi lado para siempre, aunque decir yo, precisamente yo, para siempre, me
resulta desafiar a Dios.
Si Dios existiera, hubiera impedido tu sufrimiento dijo l mirndola fijamente a los
ojos y renunciando con rabia cualquier esperanza de fe.
No hables as, mi amor, precisamente Dios es el nico que sabe por qu esto me est
pasando a m.
Eres creyente Carmen?
S. Y t?
En estos momentos, si te digo la verdad, no lo s.
Pero Pablo, como dices eso, si he visto tu obra y ah est la mano de Dios. Sabes de
sobra que el arte que t posees es obra Divina. T eres un artista dotado con un
don sobrenatural, y eso, tan solo lo hace Dios afirm ella mientras le acariciaba la
cara En qu crees t? aadi.
No s, siento que pertenecemos al espacio. Que somos parte del sistema planetario,
parte del universo; somos partculas vivas que estamos en este mundo seguramente
para cumplir una misin, sin saber cual. No s si seremos eslabones minsculos que
formemos parte de un engranaje de sta potente mquina llamada universo.
Pues esa mquina, esa maravillosa mquina, es Dios. Es que no te das cuenta?
dijo ella emocionada ante la conversacin mantenida.
Pero Si eso es as intervino l, qu puetas es nuestra vida, o esto que le
llamamos vida? Por qu nos matamos unos a otros? Por qu existen tantas
calamidades? Por qu un nio muere a los pocos meses de nacer y otras personas
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como lo que realmente era: el primer hombre que le entregaba todo su amor y su
cuerpo. Sobraban las palabras.
Todo cuanto all suceda, nada tena que ver con la atraccin pura de la carne, exista
algo ms: la unin de dos almas aliadas en la esencia del amor.
Ella cerraba los ojos con agradecimiento a su amante de recibir tanto placer.
Pablo, tal y como le escribi en aquel poema dedicado en Laredo, faenaba en las
profundidades de aquella mar, procurando no daarla
Unas suaves campanillas de reloj de pared, despert a Carmen.
Abri perezosamente sus ojos inundados de gozo.
Frente a ella, la figura de Pablo estaba esttica, con la mirada clavada en aquella
criatura de Dios: la observaba en cada movimiento de sus manos, de sus hombros, de
sus pechos, de sus labios: aquella sonrisa fresca y sincera que se haca imposible creer
que sus das estaban contados.
Qu haces? pregunt ella an adormilada e intentando que dejara de mirarla
como si fuera un bicho raro.
Qu bonita eres, Carmen!... Tienes hambre?
S!, tu arrebato de pasin me dej sin poder probar bocado contest ella mientras
se incorporaba y sin dejar de frotarse los ojos.
Esta vez, Pablo, coloc en una lujosa bandeja unos cuantos canaps y lo sirvi a su
invitada en una mesa cerca del balcn que daba a los jardines del Botnico: la tarde
caa ya suavemente.
De nuevo son el telfono.
Esta vez fue Pablo quien descolg el auricular:
S, dgame.
Pablo! respondi una voz con acento extrao.
Quin eres? insiti l con deseos de desvelar la identidad del misterioso
personaje.
Soy Juliette.
Juliette? Por qu me llamas? Cmo ha sabido mi telfono?... todo eran
preguntas hechas por Pablo ante aquella sorpresa no desea.
Carmen, que a lo lejos observaba, not que el rostro de su amado palideci.
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Con exquisita prudencia, desvi sus ojos hacia los rboles de la calle cuyas hojas casi
rozaban los cristales del balcn, pero, eso s, sus odos no perdan detalle de la
intrigante conversacin telefnica:
Pablo contestaba con monoslabos y, en un cierto momento, colg.
Volvi al lado de Carmen con la mirada perdida y an sin asumir lo sucedido.
Quin era? dijo ella.
Una persona que hace tiempo dej de existir para mi.
A veces, Pablo, qu hermtico te muestra con tu pasado. No pareces el mismo. Con
lo comunicativo que eres para todo, lo extrovertido y lo transparente Cuando
intento hablar de tu vida, es como si no quisieras recordar dijo ella recriminndolo.
Perdona, en verdad, es cierto lo que dices, no quiero recordar asinti l.
Pero cario, igual que tu me dices, y me has dicho tantas veces, que quieres saber
todo de mi, yo tambin necesito y quiero saber todo de ti.
Era Juliette dijo Pablo con voz apagada dispuesto a contarle todo.
Una vez habindole aclarado su antigua relacin con la galerista en Pars, aadi:
Est en Madrid. Su amante, el marchante Grimont, un granuja de mucho cuidado,
al parecer la meti, sin ella saberlo, en un negocio sucio de arte, y ha tenido que salir
de Pars para evitar la crcel. Lleva unos das en Madrid para hacerse cargo de una
galera que por mediacin de una amistad se han interesado en ella: es una buena
galerista; muy entendida, pero no s que la movi a fiarse de ese individuo que le ha
buscado la ruina.
Y t deseas verla?
Esa mujer sali hace tiempo de mi vida.
S, pero por lo que me has contado, la amaste mucho.
Yo, con la misma intensidad que amo, olvido sentenci Pablo delatando dolor en su
rostro por las sombras del pasado.
Eso no me lo creo de ti afirm ella sabiendo que aquel hombre que tena delante
jams sera capaz de olvidar a ninguna mujer que hubiera pasado por su vida, por
mucho dao que le hubieran hecho.
Escchame, Carmen, t eres ahora, en estos momentos, la nica persona que llena
mi vida; y eso es lo que importa. Hace tiempo aprend a desprenderme de todo aquello
que me impeda volar
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Preguntaron qu ocurra.
Al parecer alguien que se ha suicidado tirndose desde aqu arriba aclararon
algunos a la vez que hacan conjeturas con lo sucedido.
Pablo y Carmen no quisieron estropear su agradable paseo con aquel
dantesco
Pablo, soy Sandrase anunci con voz temblorosa al otro extremo del hilo
telefnico.
Sandra!, y Carmen, dnde est?
Pablo Carmen momentos antes de ir hacia la galera, sufri una fuerte recada
y ha tenido que ser ingresada urgentemente. Yo te hablo desde el hospital. Ven lo
antes posible. Ella pregunta por ti constantemente.
Pero ella, como est insisti l fuera de s.
Pablo, por favor, ven enseguida.
Pablo, aturdido, y pensando que lo que le estaba pasando era tan solo un sueo,
sali corriendo hacia el centro hospitalario, que, aunque estaba cerca de la galera,
prefiri coger el primer taxi que encontr en el camino.
Sandra, que se encontraba en la antesala del hospital, lo vio venir a lo lejos.
Se acerc hacia l acortndole el camino y lo abraz.
No hubo palabrastan solo lgrimas.
Qu pasa Sandra! Por qu me abrazas as? Dnde est Carmen? interrogaba
sin querer pensar lo peor.
Pablo, tienes que ser fuerteCarmen no ha podido soportarlo esta vezy sin
poder terminar el doloroso mensaje comenz a llorar amargamente.
El cuerpo de Pablo Alvear Mega, nuevamente fue azotado por la vida: se qued como
un guiol sin manos que le diera vida; not que el alma sala de su cuerpo; comenz a
andar como un autmata hacia la habitacin en donde ella descansaba ya para siempre,
su amada, su amor, su vida Pareca dormir, su rostro radiaba luz, sus labios
describan una suave sonrisa, su cara de virgen se haca ms patente.
Deposit un tierno beso sobre su frente y se despidi de ella desde el corazn:
Adis, amor mo.
Sali a la calle.
El cielo, que durante el da amenazaba lluvia, descargaba en ese mismo momento finas
gotas como queriendo rendir su condolencia a tan triste desenlace.
Absorto e invadido por la tristeza, Pablo caminaba sin rumbo fijo.
El agua humedeca su ropa.
Estuvo andando durante un largo tiempo.
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17.- Tiniebla
Abril se haca notar por sus lluvias juguetonas de primavera.
Pablo entr en una crisis profunda: la imagen de Carmen la llevaba pegada a su
sombra. No le ahogaron los velos negros de la depresin
por ser
un creador:
confiada en portera.
Una bocanada de aire fro invadi el rostro de Bernardo.
Seor? Llamaba el conserje mientras avanzaba lentamente por el largo corredor.
Don Pablo? Insisti.
Nada ms alcanzar el arco que daba entrada al taller, sus ojos quedaron espantados al
ver aquel escenario desgarrador: el cuerpo del artista se encontraba tumbado en el
suelo y parcialmente cubierto por un lienzo de grandes dimensiones cuyas imgenes
femeninas, pintadas sobre su tela, lo abrazaban como querindolo proteger.
El empleado pens en un posible robo con violencia e inmediatamente fue a reanimarle, pero el cuerpo estaba ya sin vida. Se restableci del impacto. Se dirigi al telfono
situado en la mesa escritorio y llam a la polica informando del hecho.
El inspector Flores, acompaado de otros agentes, se personaron rpidamente en el
domicilio.
Se quedaron sorprendidos al presenciar la escena. Confirmaron, efectivamente, el
fallecimiento del pintor. El hecho tena todos los indicios de haber sufrido un paro
cardiaco. Llamaron a urgencia mdica.
Con serenidad y cautela de no alterar el orden de los objetos que invadan el taller
comenzaron la bsqueda de algn otro posible mvil.
Flores, que adems de ser polica era un gran aficionado al arte, movido por su
curiosidad, se introdujo en las habitaciones colindantes: caballetes, libros, carpetas y
telas enrolladas invadan el habitculo.
Su ojos se quedaron fijos en una repisa en donde, mimosamente, y entre libros, haba
una caja de madera tallada. La abri con ms intriga personal que profesional. En ella
encontr un diario personal del artista.
Gracias a este hallazgo pudo encontrar respuestas a muchas preguntas que le venan a
la cabeza: all estaba escrito, de puo y letra del finado, episodios de su vida personal
y profesional as como tremendas reflexiones tenidas en sus ltimos das.
Inmediatamente se inform al Ministerio de Cultura el fallecimiento del ilustre pintor.
Al cabo de un mes, aproximadamente, una orden ministerial otorgaba al artista, a ttulo
pstumo, la medalla de oro de las Bellas Artes, siendo reconocido como uno de los
grandes maestros de nuestro tiempo.
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Sus obras sufrieron un alza desorbitada de cotizacin. Las salas de subastas de arte,
tanto nacionales como extranjeras las sacaban a la luz en calidad de lotes estrellas. Las
galeras, que en vida del pintor tenan tantas dudas en comercializar su obra,
celebraban exposiciones acompaadas de catlogos de magnifica edicin elogiando en
su presentacin el talento creativo del artista.
Pablo Alvear Mega tuvo la desdicha, o la suerte, de morir antes de nacer como
uno de los grandes maestros de la pintura.
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18.- Luz
Pablo!... le llam.
Desde su profundo sueo del ms all abri lentamente los ojos y mir hacia arriba
delatando mi presencia:
Quin eres? pregunt.
Soy el autor de esta obra, tu yo, quien ha hecho que escribiera sobre la vida, el amor
y la muerte; en s, que escribiera sobre el camino que te ha tocado vivirque nos ha
tocado vivir.
Y eso, a quin le puede importar? contest.
Pues, es verdad, tienes razn, pero ya est hecho. Quiero decirte que te han reconocido como artista universal.
Ya! Pero demasiado tarde no crees? He perdido tantas energas y tanto tiempo
luchando por el amor, el reconocimiento y la felicidad del alma, que en verdad prefiero dormir en el silencio de la paz y caminar por este tnel de luz blanca que me
envuelve.
Pablo, te deseo buena suerte en tu nueva andadura por esa otra vida ignorada te
quiero.
Gracias amigo mo yo tambin te quiero.
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