Jiribilla 95
Jiribilla 95
Jiribilla 95
DOSSIER:
Crtica literaria en Cuba
DERECHOS HUMANOS,
DERECHOS CULTURALES
Lillian lvarez
EL SALN DE MAYO. LA GRAN ESPIRAL
Alain Jouffroy
JUL-SEPT
95
Direccin editorial:
Nirma Acosta
Edicin:
Roberto Mndez
Yinett Polanco
Redaccin:
Helen Hernndez
Martha Ivis Snchez
Mabel Machado
Abel Snchez
Correccin:
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Diseo:
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Realizacin:
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Webmaster:
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de informacin:
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Correspondencia:
Madeln Garca
Consejo de Redaccin:
Julio C. Guanche, Rogelio Rivern, Bladimir Zamora,
Jorge ngel Prez, Sigfredo Ariel, Omar Valio,
Joel del Ro, Teresa Melo, Zaida Capote, Daniel Garca,
Alexis Daz Pimienta, Ernesto Prez Castillo,
David Mitrani, Reynaldo Garca Blanco.
Calle 5ta. no. 302 esq. a D,
Vedado, Plaza de la Revolucin,
CP 10400, Cuba.
Impreso en los Talleres
del Combinado Poligrfico Granma
ISSN 2218-0850
836 97 80 al 82
lajiribilla@enet.cu
www.lajiribilla.co.cu
www.lajiribilla.cu
Precio: $1.00
Crtica
y ciudadana
Zaida Capote
algo as como un salvoconducto, un modo seguro de mantenerse al margen, pudiera pensar cualquiera. Pues bien, basta
con leer la virulenta defensa de esa seleccin que se vio obligado a hacer Jos Lezama Lima frente a un comentario vulgar
que acusaba al antlogo de amiguismos y condescendencias
de intereses creados2 y amenazaba incluso con el fantasma de
la violencia, si bien metafrica: anunciaba que el General Batista
se escriba en agosto de 1952 haba propuesto imprimir
un apndice para incluir a su poeta favorito. La desmesura de
la indignacin lezamiana fue breve; luego de calificar a los crticos de barbados letargricos y otras lindezas, se dedic a
exaltar la labor de Orgenes. Entre los origenistas, tantas veces
acusados de permanecer de espaldas a la realidad, en su torre
de marfil imaginaria, Fina Garca Marruz propondra en un
inspirado ensayo sobre el martirologio til de Mart, titulado
sencillamente Jos Mart, y publicado tambin en 1952 servirse
de Mart como refugio, en tiempos de desazn espiritual, legible en tanto desazn poltica.
Varios aos antes, la polmica que enfrentara a Rubn
Martnez Villena con Jorge Maach, podra ejemplificar claramente ese trasfondo poltico de muchas de las discusiones
literarias de nuestra tradicin. La calidad de unos versos y las
formas del arte nuevo encontraron margen para discutir cmo
sera, cmo deba ser, el arte americano. As, Marinello estudi
a Mart como escritor continental y se neg a reducirlo era
la obsesin de la poca a ser un modernista ms, en su condicin de revolucionario; la discusin sobre la pertenencia de
Jos Mart al modernismo seguira soliviantando opiniones crticas por mucho tiempo.
La crtica siempre ha sido un ejercicio de discusin pblica y,
como estos ejemplos nos recuerdan, a menudo la disputa subyacente tena races ms profundas que la motivacin expresada
como pretexto. Con el triunfo de la Revolucin en 1959, hubo
tal explosin de la insercin civil del pueblo en el destino nacional que ese ao fue el de mayor asociacionismo en toda la historia de Cuba creo haberlo ledo en un artculo de Temas;
mientras la prctica de discusin de temas de actualidad entre
dirigentes y ciudadanos era habitual en lugares pblicos, la crtica literaria y artstica conoci un auge sin precedentes. Todo
era objeto de crtica: los espectculos, las novedades editoriales, las exposiciones; la polmica era, consecuentemente, el pan
del da. Con la creacin de nuevas estructuras educativas, editoriales y de difusin cultural, tuvo lugar otro enfrentamiento
en el que las fuerzas crticas en activo se disputaron, a veces
agriamente, la creacin de un nuevo canon. La crtica, baluarte
del gusto literario de la poca, no es solo manifestacin de ese
gusto o de la direccin esttica dominante; de hecho, el gusto
mismo conlleva una fuerte marca social e histrica, decisiva en
su asentamiento y promocin. La eleccin estilstica pronto se
vio relacionada con las intenciones polticas, como ha sido estudiado ya, por ejemplo, en relacin con El Puente o con la narrativa femenina de esos aos. Cuando hablamos de la crtica, no
se vale fingir candidez.
Toda crtica parte del inters por establecer modelos o por
negarlos. Los vaivenes del canon (perceptibles en la alternancia de esos modelos) responden con frecuencia ms que a cambios
en la percepcin del arte y la literatura a forcejeos bastante
ms terrenales, como las discusiones y enfrentamientos por
el poder de decidir qu es bueno o malo y, consiguientemente,
influir en la percepcin de la realidad. En otro lugar he expresado
cmo de las pugnas entre las posiciones intolerantes de quienes
participaron en el debate formal (en la batalla cultural) de los
primeros aos de la dcada de los 60 provena el humus que
fertiliz la dominacin e imposicin de un canon realista y muchas
veces simpln en la literatura de los 70. Entre intolerancia e
intolerancia, se fue debilitando la cohesin del campo intelectual mientras se forjaba, alimentndose de los miasmas de
esas diferencias, la capacidad de intervencin de ciertos funcionarios en los problemas de la creacin artstica y literaria que,
en pocas anteriores, haban sido predominantemente de la
incumbencia de los creadores. Lo cierto es que la creacin de un
canon amplio, representativo de valores dismiles, conlleva una
educacin para el debate y una cultura del respeto a la opinin
ajena que no abunda hoy entre nosotros.
Con perplejidad adverta Mario Benedetti, en fecha tan temprana como 1968, la mutilacin de uno de los rasgos ms productivos
de la cultura cubana: la del entrenamiento civil indispensable
para vitalizar el ensayo y la crtica:
Este es quiz el nico campo cultural en que la Revolucin
se encuentra en notoria desventaja con respecto a la poca anterior a 1959 []. En Cuba, las pocas veces que alguien
deja constancia pblica de su violento desacuerdo con una obra
cualquiera, el ambiente se escandaliza, la bveda generacional
se estremece. Es curioso comprobar que un pas que ha hecho
de la lucha armada poco menos que un evangelio, muestre sin
embargo en los medios culturales una total falta de costumbre
a la agresividad crtica.3
Si mirramos ahora mismo en derredor, podramos, sin
mucho esfuerzo, reconocer un paisaje similar.
No es por azar que la literatura de los aos 80 y
hablo sobre todo de la narrativa, el gnero que mejor conozco que dio a luz libros poderosos, trabajados, escarbadores en los males sociales y en la realidad del da a da de esos
aos, haya sido casi olvidada, borrada por el entusiasmo de
una crtica que, en poca de quiebre de modelos polticos y
de incertidumbre econmica, opt rpidamente por enaltecer
la literatura del cambio, olvidando que ese cambio deba
mucho ms de lo que la propia crtica reconoca a los autores
precedentes. Quin piensa hoy, cuando se habla de narrativa cubana contempornea, en Un tema para el griego, de
Jorge Luis Hernndez; Donjuanes, de Reinaldo Montero; Las
iniciales de la tierra, de Jess Daz, o, ya a fines de la dcada,
Habanecer, de Luis Manuel Garca? Quin reconoce que en
libros como esos y otros que ahora no menciono estaba
el germen de lo que vino luego? Para la crtica de los 90, en
un gesto que todava dura, la juventud se convirti de repente
en un valor en s misma y la literatura de los novsimos fue
elevada al rango de modelo, incluso, para aquellos creadores que tenan una trayectoria consistente. El reconocimiento
de la crisis de un modelo de sociedad, adems de incidir en
la eclosin de temas problemticos, trajo consigo, por otra
parte, como casi todos los grandes momentos de crisis y de
transformacin social, la floracin de una narrativa femenina
que aprovech las grietas del discurso dominante para establecerse con una riqueza y diversidad hoy envidiables. Cmo
dudar que una cosa viniera aparejada con la otra, y que
gracias a aquellas grietas pudiera hacerse visible la creacin
de tantas escritoras?
La debilidad de la crtica literaria, tan llevada y trada en
foros diversos, responde, a menudo, ms que a la carencia
de estmulos, a la fragilidad de un modelo de cultura de
la discusin, difcilmente aceptable por quienes detentan
el dominio de los espacios literarios (institucionales o no,
sean publicaciones, programas de enseanza o la simple
maledicencia cotidiana), muchas veces creadores ellos mismos
y negados a escuchar disensiones de sus propios modelos
o puntos de vista. Tambin la carencia de espacios fijos en
la prensa peridica (uno de los baluartes habituales de la
difusin de reseas crticas) ha incidido en el desamparo
atribuido al gnero en los ltimos tiempos.
Siguiendo con los 90, el rescate por esos aos de dos
luciferinos como Casal y Piera tiene mucho que ver,
adems de con sus indiscutidas calidades literarias, con
una sobresaturacin previa de sus opuestos (Mart y
los origenistas buenos) y se potencia el enfrentamiento, adems, por ciertos usos polticos precedentes a la
discusin, que en ambos casos provee de modelos de
conducta discrepantes de la teleologa revolucionaria
con que lleg a identificarse tanto a Mart, como a
Orgenes. Con la crisis y la floracin de incertidumbres
se potencia lo irresuelto del proyecto nacional y emergen las disensiones, los conflictos, las fallas que
ponen en entredicho una coherencia monoltica. La crtica participa del dilogo poltico, de las prcticas de
la polis; y no hay imposicin o dominio sin resistencia. A lo largo de la historia, la sucesin de rescates opera con idntica lgica. La discusin, a mediados de los
aos 90, acerca del legado de Orgenes y su pertinencia
a la cultura de la poca posterior a 1959 es, adems de
una querella cultural, el hito de una crisis de credibilidad
de un modelo social, la discusin sobre cul sera el proyecto vlido para la nacin cubana, sobre cules bases
deba asentarse nuestro ideal del futuro. Como ya dije,
no existe la inocencia, y, como en toda guerra, se vale
la trampa: la exclusin, en los arduos 70, de autores
cuyos mundos, ajenos a lo entonces considerado digno
de elogio e imitacin, no cumplan las expectativas
de quienes dictaban la poltica cultural o educativa, es tan engaosa como podra serlo una exclusin idntica en su radicalidad de los autores considerados centrales en aquellos
aos. Lezama y Piera vs. Guilln y Carpentier es una ecuacin que, por ms que se repita, no hace sino empobrecer la
percepcin de una tradicin de tanto multiforme ingenio que
puede acunar en su seno a autores de concepciones y usos
polticos, por supuesto distantes e incluso contrarios; pero
el afn de dominacin, la ambicin por dictar qu es bueno
y qu no lo es, cules autores nos sirven y cules son intiles,
tiene que ver tanto, debo reiterarlo, con la aficin poltica
como con el juicio esttico. Cuestionar, por ejemplo, la centralidad de Mart ese infinito en el canon cubano, presentndola como un capricho de Cintio Vitier, una imposicin suya
a despecho de presencias como las de Casal o Varona, parece
ms un ardid poltico que un juicio de cultura. Pretender una
unanimidad engaosa sera tan falso como desconocer el
impulso poltico de todo juicio literario, por elaborado o sutil
que parezca. La historia literaria cubana abunda en muestras
de este aserto, reconocer esa propensin de la crtica, ese limo
oscuro en el que se asienta y del cual se alimenta, nos har
ms libres en tanto lectores y crticos.
Para volver a la disputa sobre Espejo de paciencia como obra
primigenia de la literatura cubana, no es casual que tal calidad
inaugural como han notado algunos estudiosos se discuta con ms ahnco en momentos de crisis de identidad,
de reacomodo social: en los aos 40 los mismos en
que el lcido Maach penaba porque ramos
una patria sin nacin y en los das actuales, cuando la pervivencia de tantas certidumbres est en riesgo. En tiempos de crisis
de identidad, incluso el mito de fundacin de
la nacionalidad se pone en solfa.
El ejercicio de la crtica es, pues, un acto
poltico, una intervencin en la vida pblica,
por eso es preciso defender la tradicin
crtica, e imprescindible reeducarnos
en el respeto mutuo, en la prctica civil de la discusin
abierta y en la seriedad de nuestros
juicios.
Apostadores
encima del
abismo
Vctor Fowler
y la renuncia a cualquier mnimo riesgo (sea este de forma, estructura, argumento, tema, lenguaje, etctera).
Junto con mi viejo ejemplar de Naranja dulce tengo en mis
manos uno de los ltimos nmeros de la revista (poco menos
que desconocida) Upsaln, de los estudiantes de Artes y Letras
de la Universidad de La Habana; para ellos escrib una resea,
publicada en un blog que de modo intermitente actualizo y de
la que ahora me permito citar los fragmentos finales:
De ah el muy agradecible dossier dedicado a lo que el
editorial que introduce la revista propone como los magnficos de la literatura contempornea y que rene artculos
acerca de Emile Cioran, Thomas Bernhard, Cormac McCarthy,
Raymond Carver, John Keneddy Toole, Leopoldo Mara
Panero, Roberto Bolao y Michel Houellebecq, adems de
ello, entre otros textos el nmero contiene traducciones de
Alberto Moravia, un bellsimo poema de Jos Kozer, un sentido obituario de Damaris Caldern para Gonzalo Rojas y par
de breves ensayos ejemplares de George Steiner.
Crtica?
Literaria?
Rafael Grillo
Y despus de la
de convertirse en otra ms de las aporas que he enumerado hasta aqu. Sobre todo cuando son esos mismos autores quienes, con sus obras, han contribuido a legitimar
ese canon. Habra que preguntarles si estn dispuestos
a volverse contra s mismos, con todo el desgarramiento
existencial y escritural que ese acto implica.
El canon fundacional de lo cubano fue una construccin
intelectual de un grupo de letrados blancos, varones, heterosexuales, quienes para su validacin, desde el siglo XIX,
necesitaron elaborar un discurso excluyente sobre la
alteridad y la basurizacin
del otro; sustentado, sobre todo,
en una filosofa higienista sobre
lo corporal y sus lenguajes como
metfora o alegora de la buena salud
de la nacin. Este canon fue y sigue
siendo legitimado, secularizado
a travs de una serie de artimaas
discursivas, escriturales y retricas
por nuestros discursos crticos, historiogrficos y nuestro culto desmesurado a la letra.
Asimismo, el acto (por dems necesario) de subvertir, deconstruir,
leer en reversa, interpelar a ese canon
es imposible sin aludir a la crisis del
paradigma de lo literario, sin repensar todos esos discursos, imaginarios,
prcticas simblicas, lenguajes vinculados con la oralidad y lo popular que
nuestra ciudad letrada y nuestro proyecto de modernidad, desde su fundacin, condenaron a los bordes por
considerarlos brbaros, populacheros,
incultos, incompatibles con los modelos de ciudadana y de ciudadano moderno que la literatura contribuy a
perfilar.
Llegado aqu, me pregunto si esta
voluntad de auscultar el estado actual
posmodernidad, qu?
Para Salvador Redonet y Rufo Caballero
Alberto Abreu
de nuestra crtica literaria, en pleno siglo XXI, ms que un
ademn de literaturicentrismo, no presupone acaso una
excentricidad, cuando a nivel continental, desde finales
de la dcada de los 90 de la pasada centuria, los estudios
culturales, la crtica cultural, los estudios subalternos y
poscoloniales vienen planteando una crisis de la misma.
Les propongo hacer un parntesis para escuchar algunas
de las voces que concurren en esta discusin. Se trata de
un debate que, aunque pudiera parecernos una novedad,
es ya bastante viejo. Por ejemplo: Vctor Barrera Enderle
en su ensayo Ejercer la crtica literaria cuando nadie tiene
certeza de lo literario sostiene que proponerse, a estas
alturas, el tema de la crtica como nico discurso objetivo sobre la produccin literaria supone una rigidez no ya
del ejercicio del criterio, sino
de la propia visin de la
literatura. Porque si
se le ha atribuido a
De qu hablamos cuando
hablamos de crtica?
Marilyn Bobes
Rogelio Rivern
QU ES LA LITERATURA?
PARA QU SIRVE?
Graziella Pogolotti
y otros demonios
Laidi Fernndez de Juan
DERECHOS
DERECHOS HUMANOS,
HUMANOS,
DERECHOS
DERECHOS CULTURALES
CULTURALES
Lillian lvarez
Evolucin de los derechos culturales
Aunque las primeras regulaciones jurdicas en el campo de la
cultura se remontan al derecho francs, que regul el depsito
legal en 1534, las bases del derecho cultural han sido situadas
en los siglos XIX y XX en los que se definieron tres reas de proteccin fundamentales: el patrimonio cultural y los centros de
depsito cultural (museos, archivos y bibliotecas), las industrias
culturales (con sus orgenes en las regulaciones de imprenta) y
el derecho de autor.
Constitucionalmente no hubo mencin alguna a estos temas
hasta que, en 1917, la Constitucin mexicana utiliz el concepto de cultura por primera vez en un texto de este rango. Este
hecho signific un salto cualitativo en el reconocimiento de los
derechos culturales, que haban sido tratados hasta entonces
de forma dispersa, y demostr un especial inters poltico en
su proteccin. En la actualidad, en mltiples constituciones se
establece la obligacin de los poderes pblicos de fomentar y
difundir la cultura nacional, y encontramos artculos referidos a
la proteccin del patrimonio cultural y lingstico, a la defensa
de los conocimientos tradicionales y de los derechos de las minoras culturales, a la libertad de creacin, al papel de las bibliotecas y otras instituciones de promocin cultural.
Aquel paso trascendente dado en el Mxico revolucionario,
a inicios del siglo XX, debi abrir el camino para que el Derecho cultural como rama del Derecho avanzara hacia el
logro de un equilibrio entre los diferentes actores de los procesos culturales a nivel de toda la sociedad. No obstante, lejos de
emprenderse un avance coherente y equilibrado en pos de la
proteccin y salvaguarda de estos derechos, hemos presenciado mundialmente un desarrollo desbalanceado que se gua de
manera abierta por intereses econmicos. El momento actual
est caracterizado, sin duda, por una hipertrofia en la proteccin
de algunos sujetos y relaciones, y un abandono tanto en el desarrollo terico, como en la implementacin prctica de otros
muy necesarios.
Por ejemplo, en el marco de la UNESCO se han adoptado instrumentos tan importantes como la Convencin sobre
las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la
importacin, la exportacin y la transferencia de propiedad
ilcita de bienes culturales (1970), la Recomendacin relativa
a la condicin del artista (1980), la Recomendacin sobre la
salvaguardia y la conservacin de las imgenes en movimiento
(1980), la Recomendacin sobre la salvaguardia de la cultura
tradicional y popular (1989), la Convencin para la proteccin
de los bienes culturales en caso de conflicto armado (protocolos de 1954 y 1999), la Convencin para la salvaguardia del
patrimonio cultural inmaterial (2003) y la Convencin sobre
la proteccin y promocin de la diversidad de las expresiones
culturales (2005), entre muchos otros. Las convenciones establecen acuerdos que deben ser cumplidos por los estados signatarios y es de suma importancia su labor subsiguiente en la
ejecucin de sus postulados, pues, de no existir una voluntad
poltica coherente con estos compromisos, lo adoptado puede
quedar en letra muerta. Y es esto, lamentablemente, lo que
ha sucedido en innumerables casos.
Al propio tiempo, mientras convenciones adoptadas en el
marco de un organismo de Naciones Unidas esperan por las
buenas intenciones de la comunidad internacional para llevarse a la prctica, un entramado de normas es tejido por el
poder transnacional y, en complicidad con gobiernos y otros
organismos y organizaciones internacionales, ha logrado establecer un sistema de proteccin que pone en un segundo
plano los derechos de acceso de los ciudadanos y no privilegia
a los creadores, sino a las empresas dueas de sus derechos.
Esta terrible armazn jurdica utiliza, para colmo, los mecanismos de exigencia y sanciones econmicas de la Organizacin
Mundial de Comercio (OMC).
Mediante acuerdos internacionales de diversa ndole y tratados multilaterales y bilaterales de libre comercio, los pases
industrializados presionan al resto del mundo a favor de la
homogeneizacin de las legislaciones de derechos de
autor. Empleando la misma trampa de que la liberalizacin del comercio traer beneficios a grandes y pequeos, garantizan la proteccin de sus inversiones
la proteccin del autor como creador de una obra intelectual concreta y la proteccin a todos los seres humanos
como receptores o consumidores a los que se les debe
garantizar el acceso a los resultados creativos. Este doble
contenido est definido en la Declaracin Universal de Derechos Humanos1 cuando en su artculo 27 establece:
1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente
en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a
participar en el progreso cientfico y en los beneficios que de
l resulten.
2. Toda persona tiene derecho a la proteccin de los intereses
morales y materiales que le correspondan por razn de las producciones cientficas, literarias o artsticas de que sea autora.
La frontera que marca el lmite en el ejercicio de estos derechos, ha sido francamente desplazada, y no para favorecer
a esas personas en su condicin de autoras. Han venido limitndose de manera dramtica los derechos a tomar
parte libremente en la vida cultural de la sociedad, no a
causa de otros derechos humanos, sino de derechos corporativos. Por esta causa, la clasificacin del derecho de autor como
un derecho humano es hoy cuestionada con gran severidad.
Aunque pretenda presentarse de este modo para legitimarse, la propiedad intelectual de empresas y corporaciones no
es un derecho humano. Es un instrumento para la monopolizacin de la circulacin de las obras opuesto a la esencia de
los derechos culturales del ciudadano y de la sociedad en su
conjunto.
La posibilidad de que todos accedan a los resultados de
la creacin, es un presupuesto de la creacin misma. Ante
todo, el ciudadano debe contar con un espacio para el
ejercicio de su libertad de creacin, o lo que es lo mismo,
debe tener la posibilidad de acceder al conocimiento e interactuar con la riqueza cultural preexistente. Este espacio de proteccin previo a la creacin lleva implcito como
precedente el reconocimiento y la posibilidad del ejercicio
efectivo de otros derechos humanos esenciales de los que
grandes masas hoy estn privadas: el derecho al agua, a
la alimentacin, a la salud, recogidos en la propia Declaracin Universal de los Derechos Humanos. El reconocimiento de este mbito de la libertad humana debe completarse
con el acceso gratuito y universal a la educacin, con la
posibilidad real de las personas de elevar su capacidad de
apreciacin de las artes, de oportunidades para manifestarse y acceder a la enseanza especializada y a otras
opciones culturales que le permitan enriquecer su espiritualidad y desarrollar su talento. Estos derechos constituyen efectivamente la base del fomento de la proteccin a
la creacin y a los autores.
Hoy vemos pagar en el mundo enormes sumas como retribucin a unos pocos y afamados artistas que han creado obras
de aceptacin comercial y, sin embargo, las mayoras carecen de
condiciones mnimas para desarrollar sus potencialidades creativas. Frente a estados con las manos atadas, incapaces de disear e impulsar polticas culturales, se alza el Mercado como
juez supremo e inapelable para establecer jerarquas y decidir
qu debe ser promovido y consumido entre quienes puedan
pagar los altos precios de los bienes y servicios culturales. De
este mismo modo, se anula la difusin de obras y gneros sin
aceptacin comercial, junto con toda posibilidad de promover
la creacin a nivel social, y se atenta gravemente contra la diversidad cultural.
Los derechos culturales deben hoy proteger al creador y a
la sociedad frente a los intereses que mutilan y empobrecen
la creacin. El acceso a las obras no puede depender de la capacidad de pago de los ciudadanos de por s limitadsima
en estos tiempos de crisis ni la proteccin puede basarse
nicamente en la capacidad y posibilidad de generar ingresos.
Sistemas de pago ms rgidos no han trado como resultado
mejores condiciones para la gran mayora de los creadores ni
mayor riqueza espiritual ni ms tolerancia ni nos ha acercado
al dilogo entre las culturas. Por el contrario, han hecho ms
excluyentes y selectivos los escenarios, han favorecido la
monopolizacin de la promocin y difusin culturales y han
restringido el acceso a la cultura y al conocimiento.
resulten. Y es que nuestra poltica cultural se ha orientado esencialmente a propiciar la participacin de los ciudadanos en los procesos culturales y su acceso a lo mejor del
arte y la literatura cubanos y universales, y ha garantizado,
por otra parte, la activa intervencin de los creadores en el
diseo y la prctica de esa poltica.
Nuestros acusadores
Histricamente el gobierno de los Estados Unidos se ha
empeado en desacreditar la imagen de Cuba. Los derechos
humanos se han convertido ao tras ao en tema central de
una acusacin caricaturesca. La potencia responsable de genocidios y guerras de saqueo, poseedora de los mayores arsenales militares del planeta, con un historial escalofriante de
crmenes, torturas y crceles secretas, acusa a Cuba de violar
los derechos humanos.
Si este acusador tiene el tejado de vidrio en campos
tan sensibles, tambin lo tiene, hay que decirlo, en los
derechos culturales. El papel de los Estados Unidos en la
Organizacin de las Naciones Unidas para la Educacin, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO) da muestras de ello. Han
utilizado su presencia y su aporte econmico a la organizacin como un instrumento burdo de chantaje. Se retiraron en 1984 a causa de la creciente ascendencia que
por esos aos haban adquirido los reclamos a favor de un
nuevo orden informativo internacional, y por el cuestionamiento a los monopolios de los medios. Se reincorporaron
luego en 2003, al parecer, para estar presentes en las discusiones que se avecinaban y poder ejercer presiones en
funcin de sus intereses.
1. Declaracin Universal de Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas (Pars, 10 de diciembre de 1948) http://www.
un.org/spanish/aboutun/hrights.htm
2. Solo en la biblioteca de Bagdad ms de un milln de libros fueron
quemados, sin contar los que se perdieron. En el Museo Arqueolgico se saquearon tablillas con las primeras muestras de escritura,
ardieron ms de 700 manuscritos antiguos y mil 500 se dispersaron. Estados Unidos desestim todas las advertencias hechas y viol
la Convencin de La Haya de 1954 al no proteger los centros
culturales y estimular los saqueos. Ver ms en El genocidio cultural en Iraq: un milln de libros destruidos,
de Fernando Bez, http://www.nodo50.org/csca/agenda2004/iraq/baez_3-11-04.html
III
Mi obsesin de siempre: la realidad
donde vivo
Los dramaturgos Freddy Artiles y Gerardo
Fernndez, qu significaron para ti?
En mi carrera se estudiaba Historia del
teatro y muchas de sus mejores obras, desde
Esquilo hasta el teatro cubano contemporneo; nunca desde una visin teatrolgica, es
cierto; pero me brindaron un instrumental
terico para enfrentarme al texto, ampliaron
mis horizontes de lectura, todo combinado
con mis experiencias como espectador. Si a
Teatro Papalote le debo escribir para tteres;
por su decisiva y paradigmtica influencia en
mi etapa de formacin, a Freddy Artiles le debo
todos sus talleres prcticos, desde el 98, en
Santa Clara, que fue el primero. Recuerdo
que estaba Norge Espinosa Mendoza.
Yo viva entonces influido por el bacilo
griego que an tengo y present una
obra que fusionaba los mitos de Esquilo, con
los de Homero, y mi obsesin de siempre:
la realidad donde vivo. Antes haba ledo a
Freddy. Su teora sobre la especialidad influy
mucho en mi escritura para tteres. Cuando
escrib Cyrano y la madre de agua, estudi
V
Prefiero trabajar en lo que voy a escribir maana
VI
El teatro es uno solo
Has transitado en tu dramaturgia del
teatro para nios al teatro para adultos y
viceversa. Significa lo mismo escribir para
un pblico u otro? Cules son tus consideraciones al respecto y cmo crees que
van los caminos nacionales de la escritura
teatral en ambas direcciones?
El teatro es uno solo. Ambos deben estar
escritos y representados con el mismo
rigor, hasta donde el talento nos alcance;
pero hay especificidades esenciales para
cada lenguaje. Lo veo de maneras diferentes: al escribir para nios hay algo que
es esencial y es el conocimiento del imaginario infantil. Hay un espritu especial
de creacin, que me remite, no al nio
que fui, sino a los nios que viven conmigo, no importa que sean mis tres hijos
o los nios de la realidad en que viven.
EXILIO EN MI CIUDAD
1
Mi ciudad es un puente en la memoria
donde los andenes asisten al silencio
y el mensaje dice
la hora exacta de perseguir los caminos.
Vuelvo a mi ciudad
ella siempre espera.
Desde la ventanilla del tren
alguien dice adis
deja sus confesiones en el rostro del aire
para luego mirar solo mirar.
Nadie me abre los brazos en el andn
cuando un nio juega con las ropas de su madre
el loco escribe en los latones y bosteza
el vendedor ofrece la eterna felicidad
dormida en su garganta
un forastero sostiene su equipaje
y silba una cancin
mientras la adolescente se acaricia el cuerpo y espera.
Ah estn todos
y todo en su lugar
como una vidriera bendecida por Dios
y mi hijo en esta ciudad
y sus primeros aos comprometidos con el mar
a la primera campanada abrir sus ojos sonreir
y el padre quitar de su piel
las lgrimas que hered
cuando su cuerpo creca en mi vientre.
Aqu estoy
y tengo la indefinida edad del tiempo
que marcan los olvidos.
4
Desde el asfalto alguien lame su destierro.
No nos alejan los ocanos
ni altas cumbres impiden el paso
es la capital de mi pas que huye abandonndose.
Se hace necesario devolver las palabras
cuando el paisaje es cada da ms inconcluso
y nadie recuerda sus primeros aos
en que los padres dibujaban un barco
en el borde de un papel
sealando el mar las nubes
y nosotros tomados de las manos
decamos adis sin mirar para atrs.
Mis padres fueron tragados por estas piedras
con sus dibujos de soles imperfectos
y despedidas borrosas.
Solo quedamos nosotros
hacindonos preguntas muchas preguntas
despus de los treinta aos.
Desde el asfalto alguien levanta su consigna
ondea con los harapos del aire
lo aplastan trituran sus sueos
nadie nadie nadie
es su propio benefactor y recoge despacio
lo que le queda del cuerpo.
En la puerta de su casa la consigna se re
le convida a la mentira
solo piensa que es muy tarde
y necesita comer
limpiarse lo que le queda del cuerpo
prestar un pedazo de pan
al que se arrodilla en la acera
para nuevamente
colgarse al cuello la consigna que otro inventa.
Alguien dibuja en el borde de un papel esta ciudad
donde lame su destierro.
5
Ahora llueve
y pronto el agua nos devolver
al sitio justo.
Nos ponen las aguas frente a nosotros mismos
porque aguardan la cotidiana cita
que cree engaarnos una y otra vez.
Los aos no pasan en vano
desde mi lugar miro al tiempo
y mientras en mi ciudad llueve
soy una gota que espera la cada.
EL SALN DE MAYO
LA GRAN ESPIRAL
Alain Jouffroy
l hecho histrico y cultural nuevo que representa el mural colectivo de Cuba, es que se
haya establecido por primera vez el inconsciente individual en directo, en dilogo con la
conciencia poltica colectiva: el pensamiento
del Che estaba presente, pero tambin el erotismo, la fiesta,
el delirio, la ternura, la amistad. Aquella noche, cada uno se
senta solidario con todos, cada uno senta como suyos los
sentimientos de los dems, y si cada artista que colabor en
ese mural ha querido imponer su marca ms personal, ha sido
por inscribirse en l de forma ms legible. En ningn momento la individualidad de cada uno se ha sentido lesionada por
la presencia y la intervencin de los otros.
La Cuba revolucionaria estaba all, por todas partes, rodendonos afectuosa: en las orquestas que tocaban sobre el
proscenio, en las siluetas de las bailarinas de Tropicana que
trazaban grandes signos de alegra contra el cielo, en las luces
de las cmaras de televisin y en las sombras que proyectaban
las flores.
Ral Roa haba inaugurado la velada exaltando con majestuosidad el derecho de los artistas y de los escritores a expresar libremente la realidad presente y futura, y Michel Leiris, al
subir al andamio cuando toc su turno para escribir una frase
en el mural, lament que Picasso no estuviera presente,
porque, me deca: l, l hubiera sido tambin el primero
en subir con Wifredo Lam para llenar el espacio que el azar le
habra adjudicado en la gran espiral. Por cada uno de los que
han pintado el mural, haba all un amigo ausente. Se trataba, pues, de mucho ms que de una exhibicin del Saln de
Mayo, de mucho ms que de una incursin de la vanguardia
internacional de Pars en un pas revolucionario, ya que los pintores cubanos tambin estaban presentes en los andamios, y
no solamente aquellos que trabajaban en Pars, como Camacho,
sino tambin Valds, el joven pintor de la Escuela de Bellas
Artes de La Habana, y Ral Martnez, la imagen del pop en la
Revolucin Cubana.
Sin duda, la estructura del ensamblado del mural, establecida por la espiral cuya idea se debe a Eduardo Arroyo, ha
permitido hacer aparecer en la revolucin colectiva el dinamismo inherente a toda participacin individual. Ella corresponde exactamente al movimiento centrfugo que parte de
un punto el Yo, el cuerpo, la idea nicos para ir englobando, llevando todo progresivamente hacia otra cosa que
no sea el punto. Resulta intil, pues, tratar de analizar y de
comprender el mural imagen por imagen, ya que si cada una
de ellas ha sido concebida independientemente de todas las
dems (salvo aquella que repite la espiral en pequea escala y que contiene las palabras revolucin en la
Revolucin), cada una juega tambin
el juego de todas las restantes por
el solo hecho de que ha sido pintada
Mi mejor
lectura en
La Habana
Amado del Pino
HOLOIMAGEN:
Nueva linterna mgica
ngel Alonso
Un cocodrilo
en el retablo
D. Salas Aquech
EN EL PASADO
QUED LA ESTRECHEZ
COMEDIA-MELODRAMA
Joel del Ro
abundancia (2008) y el ms reciente aporte de Tabo consiste en el nico cuento dirigido por un cubano en 7 das en La
Habana (2012). Gerardo Chijona retoma primero la tragicomedia costumbrista con Perfecto amor equivocado (2003) y
luego le imprime un sesgo inesperado a su obra con la road
movie Boleto al paraso (2010) desencantada revisin del
pasado reciente que verifica hacia el presente otra pelcula
de carreteras, La mirada (2010), de Alfredo Ureta.
El desencanto o desilusin de ambas road movie se verifica tambin cuando las pelculas recurren a la claustrofobia, como La anunciacin (2009), de Enrique Pineda Barnet,
que ilustra el panorama de desunin familiar causado por
un pasado traumtico, mientras que Pginas del diario de
Mauricio (2006, Manuel Prez) se desenvuelve a travs de
la acumulacin de incidentes ocurridos en los ltimos 12
aos de la existencia del protagonista, y por ello en el filme
se entrelazan la exposicin de las dimensiones intimistas y
el anlisis del contexto social durante la ltima dcada del
siglo XX cubano, marcada por profundos cambios polticos, econmicos y sociales que removieron las bases ticas
y humanas de las generaciones que estrenaron el nuevo
milenio.
Dentro de la nueva generacin de cineastas, la que mayor inclinacin a lo genrico ha demostrado, se destaca
Lina de Feria
caminando
en el ocre
Pablo Armando Fernndez
ESTADO DE SITIO:
un libro convincente,
implacable y fuerte
Paul Estrade
Ilustraci
n: Jorge
Mndez
ste libro
presenta una
realidad desconocida que los medios informativos
encargados de seleccionar y descifrar
la informacin tergiversan, ocultan deliberadamente y
muchas veces callan. Estos medios dominantes, mltiples
pero unvocos, disimulan respecto a Cuba una realidad que
Salim Lamrani se dedica a restituir aqu.
Cierto, los especialistas institucionales de Cuba y los enviados especiales a La Habana mencionan la existencia de
un embargo en sus comentarios sobre las dificultades que
padece el pueblo cubano. Siempre de la misma forma: del
modo ms breve y vago posible, al final de una frase, con una
sola palabra. No pueden negar la existencia de un embargo,
pero en sus anlisis actan como si no existiera. As, para ellos
no parece necesario recordar sus orgenes (ni, de hecho, el
nombre del estado responsable), sus motivaciones cambiantes, su carcter ilegal, sus modalidades perversas, su duracin
insoportable y sus efectos deplorables.
Para algunos, el embargo es un factor accidental, sin
importancia, una circunstancia desprovista de sentido y de
consecuencias. Cuando se dignan a hablar de l, lo transforman en coartada e incluso en una ganga para Cuba. As se
escribe la Historia!, dira Voltaire. Pero, qu curiosa casualidad resulta esta convergencia!
No se podra explicar en 2011 menos que nunca que
la nica causa del actual y grave estancamiento de Cuba, se
debe al bloqueo que han impuesto los gobiernos estadounidenses desde 1960. Las reformas drsticas que se llevan a cabo
en Cuba, demuestran lo contrario. Algunos pretenden que el
gobierno cubano utiliza desde hace dcadas y con fines propagandsticos las sanciones injustas que afectan a su pueblo
para minimizar sus propios errores y las carencias de su sistema. Convendra, en este caso, explicar entonces por qu el
gobierno de Estados Unidos no las ha eliminado como se lo
pide todos los aos la Asamblea General de la ONU de modo
casi unnime, y que en octubre de 2010, 187 estados (contra 2:
Estados Unidos e Israel, y 3 abstenciones: Micronesia, Islas
Marshall y Palau) se lo pidieron otra vez votando la resolucin Necesidad de levantar el bloqueo econmico, comercial y financiero impuesto a Cuba por los Estados Unidos de
Amrica.
En efecto, el embargo resulta costoso e intil y sus ejecutantes deberan rpidamente renunciar a l. Peor, el embargo
proporciona un argumento cmodo al gobierno cubano y
sera juicioso que sus instigadores lo suprimiesen enseguida.
Ahora bien, lo mantienen demcratas como republicanos, Obama como Bush contra el deseo de las naciones,
contra la opinin mayoritaria de los ciudadanos de su pas, contra
Los
incontestables
logros cubanos en los
campos de la educacin, la salud,
la cultura y el deporte se conquistaron
tambin a pesar del embargo El coste de este,
ms all del coste generado por las agresiones y las amenazas de intervencin armada, fue evaluado en octubre de 2010
por el ministro cubano de Relaciones Exteriores, Bruno
Rodrguez, en ms de 750 mil millones de dlares (valor actual
de esta moneda) por los pasados 50 aos. Suma que permitira
saldar muchas deudas pblicas, empezando por la de Cuba.
A pesar de la incongruencia de este Estado de sitio permanente y de la enormidad de los sufrimientos que ocasiona,
el autor no alza el tono, no ironiza, no invectiva, incluso se muestra
gentil con el presidente Barack Obama, al que reconoce las medidas favorables para suavizar las condiciones de los viajes a
Cuba. Pero cunto saldra engrandecido Obama de su estancia
en la Casa Blanca si ordenara el levantamiento total del embargo! El Premio Nobel que recibi antes de lo debido, aparecera
merecido.
Francia, mediante su representante en la ONU, vota regularmente a favor de la resolucin que promueve el levantamiento de
este embargo. Pero el compromiso de Francia se detiene all,
mientras que en otras partes, en frica o en Asia, promueve
con ganas una poltica dura de proteccin de las poblaciones civiles que elabora, por desgracia, de modo totalmente
inadecuado.
Salim Lamrani no nos dice lo que debemos hacer. Pero
su exposicin rigurosa sera intil si los amigos de la Justicia y el Derecho no la usaran. Hay que difundir este libro
convincente, implacable y fuerte. Hay que indignarse por
el mantenimiento de este estado de sitio, combatirlo y
contribuir as a su levantamiento incondicional.
Prefacio del libro Estado de sitio, del investigador y periodista
francs Salim Lamrani.
de la percepcin en
el mundo digital; sin embargo,
algunos desconfan
de los nmeros.
Los argumentos para
esa desconfianza aparecen en
recientes investigaciones que muestran cmo asesores y polticos han pagado grandes sumas monetarias para aumentar
sus lectores en las redes. Esto indica que, muchas veces, el
ndice numrico es resultado de mltiples mediaciones, algunas de las cuales apartan el concepto de seguidor de su
significado real y evidencian que no siempre existe un verdadero inters por una pgina o perfil.
Una idea interesante podra ser trascender los elementos
numricos y concentrar ms los anlisis en el valor cualitativo
de la web. Los grupos focales constituyen una de las tcnicas
ms valoradas en los estudios cualitativos, pero parece que todava los polticos, sin importar su tendencia o nacionalidad,
no han comprendido que tienen a su disposicin, en las redes
sociales, un enorme, diverso e interminable grupo focal.
A partir de las opiniones de los internautas sera posible
identificar sus principales inquietudes, as como probables
soluciones a sus problemas. Ese dilogo real forma parte
de la filosofa colaborativa presente en Internet; aunque,
lamentablemente, muchos polticos solo recurren a l cuando
estn inmersos en procesos electorales.
Una vez concluidos los comicios, las conversaciones en
tiempo real desaparecen; aunque tal vez esto sea preferible,
a defender una participacin ilusoria y luego no tener
en cuenta los criterios de los ciudadanos. En las tres entrevistas hipermediales en directo, sostenidas por Obama en
Facebook, Twitter y Google Plus, el presidente norteamericano no se cans de repetir que cada opinin contaba;
pero la vida ha demostrado que las crticas y sugerencias
quedan solo en el universo virtual.
Polticos
en tiempo
real
Miguel Ernesto Gmez
MDULA:
HABLAR DE FRENTE
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Joaqun Borges-Triana
co
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V.
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Cronologa de un mito
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