Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
0% encontró este documento útil (1 voto)
317 vistas21 páginas

El SIDA

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1/ 21

El SIDA

1. ¿Qué es el SIDA?
Es la enfermedad que se desarrolla como consecuencia de la destrucción
progresiva del sistema inmunitario (de las defensas del organismo), producida
por un virus descubierto en 1983 y denominado Virus de la Inmunodeficiencia
Humana (VIH). La definen alguna de estas afecciones: ciertas infecciones,
procesos tumorales, estados de desnutrición severa o una afectación importante
de la inmunidad.
2. ¿Por qué se llama SIDA?
La palabra SIDA proviene de las iniciales de Síndrome de Inmunodeficiencia
Adquirida, que consiste en la incapacidad del sistema inmunitario para hacer
frente a las infecciones y otros procesos patológicos. El SIDA no es consecuencia
de un trastorno hereditario, sino resultado de la exposición a una infección por
el VIH, que facilita el desarrollo de nuevas infecciones oportunistas, tumores y
otros procesos. Este virus permanece latente y destruye un cierto tipo de
linfocitos, células encargadas de la defensa del sistema inmunitario del
organismo.
3. ¿Cómo se transmite la infección por VIH?
Las tres vías principales de transmisión son: la parenteral (transfusiones de
sangre, intercambio de jeringuillas entre drogadictos, intercambio de agujas
intramusculares), la sexual (bien sea homosexual masculina o heterosexual) y la
materno-filial (transplacentaria, antes del nacimiento, en el momento del parto
o por la lactancia después).
Con menor frecuencia se han descrito casos de transmisión del VIH en el medio
sanitario (de pacientes a personal asistencial y viceversa), y en otras
circunstancias en donde se puedan poner en contacto, a través de diversos
fluidos corporales (sangre, semen u otros), una persona infectada y otra sana;
pero la importancia de estos modos de transmisión del virus es escasa desde el
punto de vista numérico.
4. ¿Qué diferencia hay entre ser portador y ser enfermo de SIDA?
Se llama portador a la persona que, tras adquirir la infección por el VIH, no
manifiesta síntomas de ninguna clase. Se llama enfermo de SIDA al que padece
alguno de los procesos antedichos (infecciosos, tumorales, etc), con una
precariedad inmunológica importante. Tanto el portador como el enfermo de
SIDA se denominan seropositivos, porque tienen anticuerpos contra el virus que
pueden reconocerse en la sangre con una prueba de laboratorio.
En líneas generales, desde que una persona se infecta con el VIH hasta que
desarrolla SIDA, existe un período asintomático que suele durar unos 10 años.
Durante este tiempo el sistema inmune sufre una destrucción progresiva, hasta
que llega un momento crítico en que el paciente tiene un alto riesgo de padecer
infecciones y tumores.
Se estima que, por término medio, existen alrededor de 8 (de 5 a 12) portadores
por cada enfermo de SIDA.
5. ¿Cuántos portadores existen en el mundo?
Según la última estimación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), a
finales de 2001 existían 40 millones personas infectadas de VIH; 21.8 millones
han muerto ya; durante ese año hubo 3 millones de muertos. El 95% del total de
portadores vive en países en vía de desarrollo, más de 25 millones en el África
subsahariana; donde hay, además, más de 12 millones de niños huérfanos a
causa del SIDA. En este último continente hay países en los que el 25 % de sus
habitantes y el 30% de las mujeres embarazadas, son seropositivos.
En España, según los datos de 1998, hay alrededor de 130.000 portadores del
VIH, aunque esta cifra podría alcanzar los 200.000, pues realmente es muy
difícil calcular adecuadamente el número de infectados. En junio de 2001
habían fallecido más de 32.000 personas, siendo ya la primera causa de muerte
entre los varones de 25 a 39 años. En junio de 2001 el total de enfermos de
SIDA eran 61.028.
6. ¿Todo portador del VIH será un día enfermo de SIDA?
En ausencia de tratamiento la evolución natural de la enfermedad por el VIH
aboca necesariamente al desarrollo de SIDA al cabo de unos años. Así ocurre
actualmente, por desgracia, en los países subdesarrollados.
Sin embargo, con la aparición en el año 1996 de la nueva y potente terapia
combinada anti-retroviral se consigue controlar el deterioro inmunológico
producido por el virus y, como consecuencia, prevenir el desarrollo de SIDA.
Actualmente no es posible predecir el futuro a largo plazo de estos pacientes
que, sin embargo, han visto prolongada su supervivencia con los nuevos
tratamientos. Estas terapias, a pesar de su eficacia, no están exentas de serios
inconvenientes: toxicidad, difícil cumplimiento, disminución de su eficacia (el
virus puede hacerse resistente) y elevado coste económico. Todos estos factores
hacen que, hoy por hoy, no sea posible pronosticar si un paciente concreto,
actualmente en tratamiento, va a desarrollar SIDA en el futuro.
7. ¿Significa esto que el SIDA es incurable?
La erradicación del VIH en los paciente infectados no parece posible con los
tratamientos actuales. Propiamente hablando, hoy el SIDA es incurable. Sin
embargo, muchos de los procesos oportunistas que comprometen la vida de los
pacientes con SIDA tienen tratamiento eficaz. Además, la administración de
fármacos anti-retrovirales ha permitido alargar considerablemente la
supervivencia de los sujetos seropositivos, de manera que la enfermedad se ha
convertido en un proceso crónico.
A pesar del amplio desarrollo que ha alcanzado la investigación de esta
enfermedad en los últimos años, no parece aún cercana la posibilidad de
disponer de una vacuna eficaz.

8. ¿Cuáles son esos fármacos que se utilizan en la actualidad contra


el SIDA?
En el momento actual hay alrededor de 15 fármacos que se están utilizando en el
tratamiento de la infección por el VIH. El tratamiento incluye la combinación de
varios fármacos antirretrovirales que evitan el deterioro inmunológico y
suprimen la replicación viral. La terapia antirretroviral (TAR) es compleja,
pues supone la administración de al menos tres fármacos (triple terapia) con un
elevado número de tomas y de comprimidos por día, que producen efectos
adversos, interaccionan con otros fármacos y que deben de tomarse en
presencia o ausencia de alimentos.
El nombre genérico –o principio activo- de los medicamentos inhibidores
nucleósidos de la transcriptasa inversa son: la zidovudina, didanosina,
zalcibatina, estavudina, lamivudina, abacavir zialgen, cuyos nombres
comerciales son Retrovir, Videx, HIVID, Zerit, Epivir, Zialgen. De los
medicamentos inhibidores no nucleósidos de la transcriptasa inversa son:
nevirapina, delavirdina y efavirenz, y sus nombres comerciales son Viramune,
Rescriptor y Sustivida. Los ihibidores de la proteasa son: indinavir, ritonavir,
saquinavir y nelfinavir, y sus nombres comerciales son: Crixizan, Norvir,
Invirasey Viracept.
Con estos fármacos se consigue una reducción del progreso de la enfermedad y
de la aparición de infecciones oportunistas, con lo que se ha logrado una
extraordinaria reducción de la mortalidad y de los ingresos hospitalarios de
los pacientes VIH positivos. Se comprende, por la complejidad de la
medicación, la importancia de una exacta dosificación y administración. Tres
días sin tomar correctamente la medicación pueden ser suficientes para hacer
fracasar el tratamiento. Asimismo se ha de cuidar con esmero el estado
nutricional del enfermo VIH (+), pues condiciona el curso de la enfermedad. En
efecto, una malnutrición aumenta la morbilidad por alterar el normal
funcionamiento del organismo ya que empeora la tolerancia al tratamiento.
Estos fármacos tienen un gran coste motivado por las prolijas y exhaustivas
investigaciones que han desarrollado las grandes industrias farmacéuticas.
Gracias a ellas, en los países desarrollados, se puede decir que el SIDA se ha
convertido en una enfermedad crónica, y aunque en la actualidad incurable ha
dejado de ser mortal.
La tragedia es en los países pobres, especialmente de Africa, que no tienen
medios económicos para sufragar unos gastos tan importante. La Convención
sobre el SIDA que tuvo lugar en Sudáfrica, el año 2001, de los países afectados
de Africa, auspiciada por la ONU, ha denunciado la situación que padecen: hoy
por hoy el SIDA es la primera causa de mortalidad de dicho continente, dada la
imposibilidad de obtener fármacos asequibles a su economía, pues el coste de la
medicación está valorado en una media de un millón cien mil pesetas a millón y
medio (6610 – 9000 euros), por persona y año. En consecuencia, se reclama el
abaratamiento de dichos fármacos, así como la posibilidad de fabricación de
medicamentos genéricos de dichos principios activos. Por desgracia, la realidad
sigue siendo muy desoladora.
9. ¿Continúa extendiéndose la epidemia?
Sí. La OMS estima que actualmente hay un incremento de más de 15.000
nuevos infectados por día, y se produjeron 5.3 millones de nuevas infecciones en
el año 2001. El ritmo de crecimiento de la epidemia en los países del Tercer
Mundo es mucho más rápido que en los países industrializados.
España es uno de los países de Europa con mayor incremento de casos al año;
puede estimarse que aproximadamente unos 20 jóvenes se infectan cada día por
el VIH en nuestro país.
Sin duda, la morbilidad y mortalidad del SIDA han disminuido notablemente.
Sin embargo, coincidiendo con el control de la enfermedad gracias a los nuevos
fármacos anti-retrovirales, estamos asistiendo a un incremento en la aparición
de nuevos contagios. Este hecho probablemente es debido al clima de confianza
en la opinión pública producido por las nuevas terapias, que lleva a muchas
personas a no evitar conductas de riesgo.
Por ello, cuando se quiere realizar un juicio sobre la expansión de esta
enfermedad, hay que valorar por separado ambos aspectos: evolución clínica de
los pacientes e incidencia de nuevos infectados. Así pues, no se pueden realizar
juicios excesivamente optimistas sobre la expansión de esta enfermedad,
valorando únicamente los avances terapéuticos conseguidos, si paralelamente
no se consigue disminuir también el número de nuevos infectados,
especialmente los contagiados por vía heterosexual, cosa que por el momento no
se está consiguiendo.
10. ¿Se puede cuantificar el riesgo de contagio del VIH por
transfusiones de sangre contaminada?
Sí. Se infectan más del 90 por ciento de los receptores de sangre procedente de
portadores del VIH. Desde 1987 es obligatorio en España excluir a estos
donantes, y desde esas fechas puede decirse que el riesgo de infección por
transfusiones se ha reducido casi por completo.
11. ¿Cómo se intenta evitar el contagio por esta vía?
Mediante dos procedimientos: la exclusión de donantes con prácticas de riesgo
de infección por VIH, y la investigación sistemática de anticuerpos en todas las
donaciones de sangre. Lo primero se logra con cuestionarios de autoexclusión a
todos los donantes; lo segundo es ya norma obligada desde 1987 en la mayoría
de los países desarrollados.
Otras recomendaciones para los bancos de sangre son: restringir al máximo
posible el número de transfusiones; transfundir sangre del menor número
posible de donantes distintos; reclutar preferentemente donantes de sexo
femenino; promover la donación por parte de sujetos previamente conocidos
como VIH negativos.
Así y todo, existe un riesgo residual mínimo de contagio del VIH a partir de
donantes en el llamado período de ventana, es decir, en el tiempo en que el
donante está recientemente contagiado pero todavía su organismo no ha
generado anticuerpos contra el virus; este período suele durar entre tres y seis
semanas.
12. ¿Es grande el riesgo de infección en los drogadictos?
Sí. Se contagian más del 90 por ciento de los consumidores de drogas que
intercambian jeringuillas con personas infectadas. La mayoría de las personas
infectadas y enfermas en España lo han sido por esta vía. Según los datos
epidemiológicos más recientes, son casi el 60% del total de diagnósticos de
SIDA.
13. ¿Cómo se intenta reducir el contagio entre drogadictos?
Se han intentado dos tipos de medidas: las que buscan reducir el uso de drogas
por vía venosa, y las que pretenden reducir el intercambio de jeringuillas,
cuando fracasa lo anterior. Entre las acciones del primer grupo está la
administración oral de metadona, como sustitutivo de la droga endovenosa;
entre las del segundo grupo está todo lo orientado a hacer fácil el acceso a
jeringuillas nuevas, como su administración gratuita a los drogadictos.
Pero estas propuestas mantienen a los drogadictos en su dependencia y no son
propiamente preventivas, sino limitativas de la epidemia de SIDA. Con las
drogas "sustitutivas" y con el reparto de jeringuillas permanecen el problema
central de la dependencia y de la aceptación del grave mal de la toxicomanía.
El modo más digno y adecuado de evitar el contagio entre drogadictos es
ayudarles a abandonar la adicción. En este sentido trabajan muchas
comunidades terapéuticas de apoyo.
14. ¿Es muy alto el riesgo de infección en los homosexuales?
En los homosexuales que practican el coito anal ese riesgo es muy elevado,
sobre todo en el receptivo, y más aún cuando se mantienen contactos sexuales
con varias parejas (promiscuidad homosexual). También hay posibilidad de
transmisión del VIH mediante "sexo oral" (7% de los casos de homosexuales en
San Francisco).
Los varones homosexuales fueron el grupo más afectado al inicio de la epidemia
de SIDA, precisamente porque coincidían en ellos las relaciones sexuales de
muy alto riesgo (como el coito anal) y la elevada promiscuidad.
15. ¿Qué propuestas existen para reducir la transmisión del VIH
asociada a la homosexualidad?
En primer lugar, abstenerse de este comportamiento sexual, que es,
obviamente, el modo absolutamente eficaz para prevenir esta vía de contagio.
Esta es la verdadera prevención. Una terapia adecuada puede ayudar a
equilibrar la vivencia de la sexualidad.
Pueden ser útiles, las siguientes medidas propuestas con frecuencia: no
mantener relaciones sexuales con sujetos seropositivos; evitar la promiscuidad;
rechazar el coito anal; y, en situaciones especiales, utilizar el llamado
preservativo.
16. ¿Cuál es el riesgo de transmisión por relaciones heterosexuales?
La probabilidad de infección por el VIH después de una única relación
heterosexual varía desde el 1/1000 al 1/10, aunque para los hombres que tienen
relaciones con prostitutas infectadas la probabilidad de contagio puede elevarse
al 3% - 5%.
Entre parejas heterosexuales que no tienen contactos sexuales con otras
personas, y en las que el varón está infectado y la mujer no, la posibilidad de
contagio después de dos años de relaciones sexuales normales, aún utilizando el
preservativo, es de aproximadamente un 5%.
El contagio heterosexual es hoy, a nivel mundial, la principal vía de contagio del
virus del SIDA. En los países en vía de desarrollo del 75% al 85% de los
infectados lo son por contactos heterosexuales. En los países desarrollados este
porcentaje es menor, aunque la vía heterosexual es la segunda causa de
contagio.
En España, según los datos de 2000, el 22% de los nuevos contagiados lo han
sido por contactos heterosexuales, aunque cabe destacar que esta vía adquiere
un especial relieve en las mujeres, ya que representa aproximadamente el 40%
de las nuevas infecciones.
17. ¿Cómo se intenta reducir la transmisión heterosexual del SIDA?
Hay unanimidad entre los científicos en que sólo la abstinencia sexual y las
relaciones monógamas con persona no infectada aseguran la no transmisión del
SIDA. Para los que quieran asumir el grave riesgo de mantener relaciones
sexuales fuera de la monogamia con persona sana, la recomendaciones
habituales son: utilizar el preservativo; evitar las relaciones sexuales con
personas posiblemente infectadas; evitar las relaciones sexuales traumáticas,
etc.
18. ¿Es eficaz el "preservativo" para evitar la transmisión del VIH?
Con toda objetividad se puede afirmar que el preservativo reduce las
posibilidades de contagio por el VIH, pero no las elimina del todo. Existen
numerosos estudios que lo confirman. El preservativo reduce el riesgo de
infección por el VIH alrededor del 80% en términos relativos. En parejas en las
que uno de los miembros está infectado el porcentaje de contagio en un año,
usando el preservativo oscila entre el 1.5% y el 17%.
Las causas por las que el preservativo puede fallar son: ruptura, deslizamiento,
mala utilización, así como la contaminación de la superficie externa del
preservativo y la permeabilidad del látex a microorganismos, que aumenta en
ocasiones por el clima, la temperatura y la humedad. Por tanto, es gravemente
erróneo, desde el punto de vista científico, equiparar la utilización del llamado
preservativo a "sexo seguro".
19. ¿Cómo es que los porcentajes de seguridad del preservativo
presentan estas diferencias tan grandes?
Porque es imposible realizar una evaluación exacta de su eficacia, al estar
vedada cualquier posibilidad de diseñar experimentos prospectivos para medir
su efecto protector. Ninguna Comisión de Deontología podría aprobar jamás un
experimento clínico en el que se comparasen dos grupos, uno que usase
preservativo y otro que no lo utilizase, en el que sujetos inicialmente no
infectados mantuvieran, durante un período de tiempo determinado, relaciones
sexuales con otros infectados, a fin de evaluar la tasa precisa de protección
proporcionada por el preservativo. Por lo tanto, los porcentajes de protección
serán siempre estimativos y con amplios márgenes de diferencia entre unas
apreciaciones y otras.
Lo que no admite error, en todo caso, es que el preservativo reduce el riesgo de
contagio del VIH, pero no lo elimina.
20. ¿Cuál es el riesgo de contagio en los hijos nacidos de madres
seropositivas?
La transmisión ocurre más frecuentemente durante el final de la gestación. La
probabilidad de que se produzca la infección en ausencia de profilaxis es de
aproximadamente del 25-35% en los países en desarrollo y del 15-25% en los
desarrollados. Actualmente, en este aspecto es donde más se ha avanzado en
desarrollar adecuadas medidas preventivas y se ha conseguido reducir el riesgo
de transmisión de madrea a hijo a menos del 5%.
21. ¿Qué medidas existen para reducir la transmisión materno-filial?
Los bajos riesgos descritos anteriormente se logran si:
a) Se administra zidovudina a la madre desde el principio del segundo trimestre
hasta el final del embarazo e intraparto, y al recién nacido durante las 6
primeras semanas.
b) Se realiza la cesárea.
c) Se suprime la lactancia materna.
d) Se acorta el período entre la ruptura de membranas y el parto.
Está justificado, por tanto, no sólo tratar con zidovudina a toda madre gestante
seropositiva, sino hacer una detección sistemática del VIH a toda embarazada
(pidiendo previamente su consentimiento informado). Dado el aumento de la
prevalencia del VIH en las madres de recién nacidos, son necesarios el consejo y
la oferta sistemática de la prueba del VIH en todas las mujeres embarazadas.
22. ¿Es el SIDA una enfermedad específicamente distinta de las
hasta ahora conocidas?
El SIDA tiene muchos aspectos comunes con otras enfermedades que han
producido pánico en la historia: carácter contagioso, resultado fatal a largo
plazo, extensión rápida hasta constituir una verdadera pandemia. Pero junto a
estos caracteres, el SIDA tiene un elemento que hace de esta dolencia algo
específicamente distinto: su transmisión va ligada a menudo a comportamientos
reprobados por la moral, como son el consumo de drogas, la conducta
homosexual y la promiscuidad sexual. Si estableciéramos alguna comparación
entre el SIDA y alguna otra enfermedad reciente, la referencia podría ser la
sífilis antes del descubrimiento de los antibióticos.
Por su carácter incurable, al menos hoy por hoy, hay un aspecto del SIDA que lo
convierte en algo singular: por la responsabilidad moral que puede suponer el
haberlo contraído y el poderlo transmitir a otras personas, se cae en la cuenta de
las consecuencias del ejercicio de la libertad. Además, el SIDA plantea ante
nuestra civilización dos cuestiones adicionales, con una intensidad que hoy no
es en absoluto frecuente: por un lado, lo inevitable de la muerte; por otro, las
limitaciones de la ciencia y de la técnica, que no tienen respuesta eficaz para
todo.
Por un comprensible mecanismo psicológico, mientras existe posibilidad de
curación el hombre tiende a alejar de sí la perspectiva de la muerte y basa su
seguridad en la eficacia de la ciencia y de la técnica. Pero el SIDA confronta con
la necesidad de admitir que la naturaleza plantea límites morales: es propio de
la verdad de la libertad humana el asumir las consecuencias, a veces
irreparables, de los propios actos; la muerte es la perspectiva vital de todos, y la
ciencia y la técnica no son la panacea que lo resuelva todo. De ahí el pánico
generalizado que el SIDA produce en nuestros días, y que plantea la necesidad
de reflexionar sobre lo correcto o erróneo de algunos elementos culturales que
configuran la mentalidad contemporánea.
23. ¿Puede decirse, pues, que en el problema del SIDA existe un
aspecto que podríamos llamar cultural?
Sí, por dos razones: la primera es que, en las sociedades desarrolladas, la
enfermedad y la muerte se consideran como poco menos que fracasos de los que
hay que huir a todo trance, y, en estas condiciones, se tiende a poner en la
ciencia y la técnica toda la esperanza; pero el SIDA pone de manifiesto que eso
no es suficiente: aunque los avances científicos y técnicos ayuden mucho a la
calidad de vida y al bienestar social, tienen unos límites y no pueden anular la
responsabilidad del hombre, que debe asumir las consecuencias de sus actos.
La segunda razón es que, al no conocerse para este mal un tratamiento curativo
médico eficaz, surge la idea de que sólo puede ser combatido con medidas
preventivas tendentes a lograr cambios en la conducta personal; lo cual plantea
la cuestión de los valores éticos, es decir, de los criterios últimos de lo que se
puede hacer y lo que no se debe hacer. Eso pone en cuestión algunos prejuicios
de la cultura moderna como un ejercicio de la libertad sin restricciones ni
valores, la irrelevancia social de algunos comportamientos que se llaman
privados, etc.
En este sentido, el SIDA, además de una enfermedad, produce un fenómeno
cultural que incita a la sociedad contemporánea a replantearse todo un sistema
de valores que algunos daban por supuestos. Los criterios necesarios en materia
de conductas preventivas del SIDA parecen afectar así, de una forma peculiar, a
algunas de las consideradas libertades individuales.
24. ¿Cómo puede afectar a las libertades individuales la prevención
del SIDA?
Los que viven en sociedades desarrolladas ya no están acostumbrados a
imponerse auto-limitaciones en su conducta ni siquiera para evitar poner en
peligro su vida o su salud, especialmente en lo que se suele llamar libertad
sexual. La auto-limitación en las conductas personales como medida preventiva
sólo se acepta en materia de accidentes (seguros, cinturones de seguridad, casco
para motoristas, mineros o trabajadores de la construcción, etc.), y en algunos
comportamientos muy concretos, como el hábito de fumar. Pero en el caso del
SIDA, el autocontrol en algunos comportamientos con finalidad profiláctica
-rechazo del consumo de ciertas drogas y, sobre todo, de las prácticas
homosexuales o de la promiscuidad sexual- se considera por algunos una
intromisión inaceptable en la autonomía del individuo.
25. ¿Por qué la exclusión de conductas de riesgo se considera en
unos casos como una intromisión, y en otros, no?
Porque el consumo de drogas y los comportamientos sexuales están
considerados por quienes participan de esta mentalidad como una
manifestación primigenia y absoluta de la libertad que define al hombre y, por
lo tanto, como esenciales a la autonomía del individuo.
En consecuencia, esta mentalidad dificulta una actitud coherente de lucha social
contra la transmisión del virus ligada al consumo de drogas, ya que muchos
legitiman el consumo privado aunque sean partidarios de perseguir su tráfico.
En cuanto a la transmisión por vía sexual, se tiende a negar que existan criterios
objetivos para juzgar que determinadas conductas sexuales implican riesgos
para la salud.
26. ¿Y no sería lógico que la extensión del mal diera origen a un
cambio profundo en la mentalidad social, y que las conductas de
riesgo -como la promiscuidad sexual o el consumo de drogas- fueran
rechazadas mayoritariamente?
En efecto, así parece. Pero la relación que se establece entre las "conductas de
riesgo" de contagio del SIDA y las libertades individuales (como el ejercicio de la
autodeterminación en materia sexual), hacen que cualquier intervención de los
poderes públicos que tienda a reducir la práctica de las primeras se considere
una extralimitación o, en su caso, una vulneración de la neutralidad ética
exigible -según esta mentalidad- al Estado.
Este planteamiento de la cuestión hace del SIDA una enfermedad que suscita
problemas sociales muy singulares y distintos de los que se producen con otras
enfermedades. El SIDA y toda la problemática social y el debate que lleva
consigo sólo puede comprenderse en este peculiar contexto cultural en las
sociedades occidentales a finales del Siglo XX.
Además, las personas que tienen conductas de riesgo tienden a centrar su vida
en dichas conductas y a desatender irresponsablemente el riesgo que corren y
en el que ponen a otros. Y hay que considerar que se da un intervalo de tiempo
frecuentemente largo entre la contaminación por el virus y el descubrimiento de
la misma. Durante ese tiempo ha podido infectar a muchas personas sin saberlo.
La peculiar epidemiología del SIDA hace que sea una auténtica pesadilla para la
prevención, porque el período desde que el paciente se infecta hasta que
empiece a ser contagioso es sólo de días, mientras que el de incubación, antes de
que se desarrollen los síntomas (portador sano), dura unos 10 años.
27. ¿Cuáles son las características principales de este contexto
cultural en relación con el SIDA?
Entre los años 60 y 70 se desarrolla en esas sociedades (y, como eco, en muchas
otras) la denominada "revolución sexual". Su idea central es la separación
radical de los conceptos de amor conyugal y sexualidad humana, de sexualidad y
procreación. Se piensa, erróneamente, en una libertad separada de todas las
tendencias naturales, de modo que el cuerpo humano no tendría un valor moral
propio, sino que el hombre sólo sería libre cuando reelabora el significado de
tales tendencias según sus preferencias, imponiendo sobre las leyes de la
naturaleza su propio arbitrio. Eliminado el aspecto procreativo, propio de la
verdad moral del amor conyugal y de la biología y naturaleza sexual, su verdad
completa queda falseada, como ocurriría si se redujese el amor sexual al mero
aspecto reproductor. De esta manera, la homosexualidad o la promiscuidad
sexual pasan a constituir opciones alternativas equiparables al ejercicio de la
sexualidad en el matrimonio, en lugar de ser conductas contrarias a las leyes de
la sexualidad humana.
Este modo de pensar elimina la diferencia moral entre actos naturales,
conformes con la dignidad de la persona humana, y actos no naturales,
contrarios a esa dignidad y a la naturaleza del ser humano. Elimina, en
consecuencia, toda referencia ética acerca de cualquier conducta sexual, de
forma que ya no es posible establecer ninguna distinción entre lo que está bien y
lo que está mal en esta materia.
En estas condiciones, al legitimar cualquier conducta sólo por responder a la
libertad entendida como mera ausencia de restricciones, la sociedad se auto-
desarma, porque ha renunciado a las claves que permiten hacer un juicio sobre
la ética de las conductas personales, y queda paralizada a la hora de luchar
contra la raíz moral de lo que ya es una verdadera pandemia, porque sólo puede
actuar contra algunas de sus manifestaciones periféricas. Este desarme moral de
la sociedad se traduce en la impotencia de los poderes públicos para actuar. El
resultado inevitable de esta situación es que la infección no cesa de extenderse.
28. Y la drogadicción, ¿también es un fenómeno propio del contexto
cultural de nuestro tiempo?
Aunque el consumo de sustancias estupefacientes o alucinógenas viene de muy
atrás y formó parte de los usos de algunas antiguas civilizaciones (orientales e
indígenas americanas, principalmente), los fundamentos culturales de su uso en
nuestros días y en países económicamente desarrollados no provienen de
aquellos tiempos remotos, sino que se insertan en el marco que acabamos de
considerar. Pretender erróneamente afirmar la propia libertad frente a toda
tendencia natural, junto a una mentalidad según la cual sentirse bien y triunfar
en las situaciones más competitivas son los principales objetivos de la vida,
constituyen el caldo de cultivo para la extensión de la drogadicción.
Debido a las consecuencias económicas y sociales que acarrea la drogadicción
(puerta de muchos delitos, degradación física y psicológica de los adictos, graves
problemas familiares, etc.), los poderes públicos encuentran más apoyo social
para luchar contra este fenómeno, y lo hacen con más intensidad que contra los
efectos socialmente perniciosos de la irresponsabilidad sexual; pero, al igual que
en este caso, sólo lo hacen por sus consecuencias y en algunos aspectos
circunstanciales, no contra sus causas profundas, que, como queda dicho, son
efecto de este clima social proclive a considerar cualquier actitud ante la vida
como opción alternativa, tan respetable como cualquier otra.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la drogadicción, por sí misma, no es
un vehículo de transmisión del SIDA, sino que lo es sólo el intercambio de
jeringuillas en el uso de drogas administradas por vía endovenosa. Pero en la
medida en que se extiende este tipo de drogas, aumenta sin remedio también el
riesgo de contagio.
29. Entonces, ¿cómo se combate socialmente el SIDA en la
actualidad?
Se combate, o, mejor dicho, se pretende combatir, desde un modelo que podría
calificarse de ideológico, que se inspira básicamente en una supuesta
neutralidad absoluta del Estado en todo lo concerniente a las conductas
privadas de los individuos, por funestas que sean socialmente sus
consecuencias. Y cuando éstas se dejan sentir visible y dramáticamente, los
poderes públicos no pueden con facilidad e incluso no quieren, volverse atrás en
la ideológica aceptación igualitaria de todos los comportamientos en la
sociedad. Aun conociéndose claramente y sin lugar a dudas las conductas de
riesgo que deberían desterrarse para evitar la transmisión del virus
(drogadicción, promiscuidad sexual), los gobernantes se limitan a recomendar
estrategias o técnicas que permitan continuar con esos hábitos, pero con menor
riesgo: por ejemplo, no intercambiar jeringuillas o utilizar preservativos.
30. Y esto, ¿es suficiente, o no lo es?
Es por completo insuficiente, porque de esta manera se intenta poner una
especie de remiendo al problema que, sin embargo, no se resuelve en verdad.
Además, es gravemente peligroso para la sociedad, como se encarga de
demostrarlo la pura estadística, que acredita que después de las campañas
masivas y las inversiones crecientes de fondos públicos que conocemos, no cesa
de aumentar el número de personas infectadas. Y quizás no es exagerado decir
que este modo de concebir la lucha contra el SIDA es responsable, en buena
medida, de la expansión de la epidemia.
31. ¿Significa todo esto que la sociedad tendría que considerar
necesaria no sólo la prevención de los efectos, sino también de las
conductas o los comportamientos irregulares que dan origen a la
expansión del SIDA?
Así debería ser en buena lógica. Pero la conexión que fácilmente surge entre
conductas de riesgo y comportamientos considerados tradicionalmente como
inmorales en virtud de convicciones religiosas, hace que cualesquiera medidas
de censura social o legislativa respecto de estas conductas sean interpretadas en
nuestro presente contexto cultural como la imposición de una moral o una
religión particular y, en consecuencia, como un intento de regreso a épocas
inquisitoriales o de defensa de fundamentalismos ideológicos intransigentes.
32. ¿Y es correcta esta forma de enfocar la prevención del SIDA?
No, porque decir que ciertas conductas relacionadas con el sexo o las drogas
suponen un riesgo para la vida no es una afirmación moral o religiosa, sino la
constatación de algo evidente. El hecho de que esta constatación coincida con
los planteamientos morales de determinadas religiones sólo significa que éstas
son muy congruentes con la verdadera naturaleza de las cosas. Por lo tanto,
cuando la sociedad o los poderes públicos actúan frente a dichas conductas
teniendo presente la evidencia, no se están plegando a ninguna imposición
religiosa, sino que, al tomar decisiones, se limitan a respetar la realidad.
Por sorprendente o absurdo que pueda parecer, en muchas de las polémicas
sobre la prevención del SIDA no subyace otra cosa que la obstinación en el error
de negar la evidencia de los datos, ya que éstos van contra algunos arraigados
prejuicios de la sociedad actual.
33. Entonces, ¿es inevitable que el SIDA siga propagándose más y
más, al menos en las sociedades que viven con este sistema de
valores?
No lo es, pero es difícil evitarlo mientras no se cambie toda esta mentalidad: una
enfermedad que se difunde a través de comportamientos. Así ocurre con los
drogadictos, para quienes el SIDA es una amenaza a lo que ellos consideran un
estilo de vida alternativo. También es el caso de algunos homosexuales, que ven
en toda medida de profilaxis un ataque a sus pretensiones de conferir a sus
relaciones el valor de una relación heterosexual o, incluso, el del mismo
matrimonio.
34. ¿Cuál podría ser entonces un enfoque correcto de la lucha social
contra el SIDA?
De entrada, además de combatir científica, clínica y humanamente la
enfermedad, es preciso aceptar, como un hecho, que en la gran mayoría de casos
existe una interdependencia entre infección por el virus del SIDA y
determinados comportamientos o estilos de vida. Todos los ciudadanos deben
sentirse implicados en la prevención de esta grave pandemia. Y especialmente
los grupos y personas considerados de mayor riesgo de poder ser infectados.
35. ¿Se puede concretar la prevención social contra el SIDA?
Hay dos tipos de prevención, que deberían conjugarse armónicamente. Por una
parte, la que podríamos llamar prevención primaria fundamental, orientada a
prevenir el arraigo de la enfermedad, que debe inspirarse en una visión de la
sexualidad humana acorde con el bien integral de la persona y que incluye:
a) la educación y formación de las virtudes, sobre todo en la adolescencia, en la
integración de la dimensión sexual en el conjunto de la personalidad; y
b) la evitación de riesgos para la propia salud y para la propia vida.
Esta visión, necesariamente, ha de rechazar cualquier teórica neutralidad frente
al valor ético y las implicaciones sociales de las distintas conductas de la
persona. Esta es la prevención social básica del problema del SIDA, la más
descuidada por los poderes públicos en nuestros días.
Hay después un procedimiento de reducción del daño: se trata de una posición
médico-epidemiológica que, sin recusar la bondad y la lógica de la prevención
primaria, sostiene que en situaciones muy concretas de inminente contagio y
cuando sean ineficaces los planteamientos de autodominio, se pueden utilizar
medios que, aun no modificando los comportamientos desordenados, y
persistiendo el riesgo, puedan al menos disminuir sus efectos.
36. ¿Se podría concretar más la prevención primaria fundamental
del SIDA?
Una prevención primaria debe abordar dos tipos de medidas. Unas primeras,
orientadas a los grupos de riesgo, pero ampliables a toda la población, que
informen de forma correcta e integral acerca de las causas del SIDA y de las
circunstancias que lo promueven y difunden. Esta información ha de ser veraz y
real, lo que exige no reducirla ni manipularla con la intención de defender los
tabúes y los mitos ideológicos de la revolución sexual. Por tanto, en estas
campañas informativas debe decirse que, salvo en los casos accidentales
(transfusión de sangre contaminada, por ejemplo) o en la transmisión del virus
de la madre al hijo aún no nacido, el SIDA es una enfermedad que se adquiere a
la carta, por así decirlo, ya que es seguro que no se va a contraer si se ponen los
medios adecuados para impedir el contagio.
Pasó, afortunadamente, el tiempo en que en algunas sociedades desarrolladas,
concretamente la española, se consideraba el consumo de drogas
(especialmente las erróneamente llamadas blandas) como algo inocuo. Pero
debe insistirse en que la mejor manera de prevenir el SIDA es, en relación con la
conducta sexual, el ejercicio de la abstinencia y mantener relaciones íntimas
sólo en el seno del matrimonio con persona no infectada.
El segundo tipo de medidas se orienta a la educación -especialmente de los
adolescentes- acerca de la dimensión sexual de la persona, que se base en una
visión de esta realidad integrada en el conjunto de la personalidad, y no en la
supeditación de la persona a su faceta sexual. De este modo será posible
acercarse al fondo de una de las principales causas detonantes del SIDA, que es
la infra-cultura de la promiscuidad sexual. Se trata de fomentar estilos de vida
sanos, acordes con la integración moral de las dimensiones físicas y psíquicas de
la persona humana, donde se destaque el sentido de la sexualidad y su
significado en el marco de la vida conyugal, y donde se evidencie toda la
tragedia humana que puede estar detrás de unos comportamientos frívolos
aparentemente lúdicos (que suelen promoverse entre los más jóvenes) que
pueden conducir a la promiscuidad sexual y a la droga y, por medio del SIDA, a
la frustración y a la muerte.
37. Pero esto, ¿no significa entrometerse en la vida privada de los
individuos?
Ciertamente, no. Lo que significa es asumir la responsabilidad social de frenar el
arraigo de conductas o modos de vida que ponen en peligro grave la salud de un
gran número de ciudadanos. La expansión creciente del SIDA por vía
heterosexual, en nuestro ámbito, es un importante argumento que debe ser
invocado para la protección de ese bien que es la vida de los ciudadanos, que se
pone en riesgo en la medida en que se avalan estilos de vida que aumentan las
situaciones de riesgo.
38. ¿Tienen los educadores una responsabilidad en la lucha contra el
SIDA?
Indudablemente. La educación para vivir de forma serena y alegre la realidad
sin recurrir a las drogas y la sexualidad propia en la preparación para el amor
responsable, es el único camino para la plena madurez personal. En el camino
desviado, en la falsa información, en la ilusión de "paraísos artificiales" o de un
falso "sexo seguro", está la amenaza del SIDA, de la drogadicción, de otras
enfermedades de transmisión sexual y en muchos casos la realidad de la muerte.
39. ¿Cuáles son los valores educativos que deberían promoverse
como primer frente ante la expansión del SIDA?
Como queda dicho, el primer medio de prevención educativa es transmitir a los
más jóvenes la noción de que es necesaria una vida sexual ordenada, cuya
expresión neta se encuentra en la monogamia acompañada de la fidelidad
conyugal. Es imposible realizar una campaña honrada de prevención del SIDA
sin destacar este aspecto.
Respecto a la drogadicción, vehículo del SIDA en gran parte de nuestros
enfermos, es necesario dar a conocer claramente que no hay drogas duras y
drogas blandas; que evadirse de la realidad, por dura que ésta sea, mediante la
creación de "paraísos artificiales" y la provocación de alucinaciones, da una
mínima expectativa de éxito y felicidad personal, mucho menos cuando se
procura con sustancias que crean adicción y destruyen, tarde o temprano, al
hombre.
Para que esta tarea educativa sea de utilidad, se precisa la participación de todos
los sectores implicados en esta toma de conciencia, y todos deben tener una
clara voluntad de resolución del problema por encima de ideologías o
conveniencias políticas o económicas coyunturales.
La educación ha de enseñar a vivir bien, moral y físicamente. Hay que enseñar a
decir "no" a lo que destruye. Es imprescindible educar la voluntad y la libertad
mediante el autodominio y la motivación.
40. ¿Por qué esa responsabilidad educativa recae sobre todos los
sectores de la sociedad? ¿No es primariamente responsabilidad de
los poderes públicos?
En modo alguno. Esta responsabilidad afecta, desde luego, a los poderes
públicos, pero recae con más gravedad en los padres, y también en los
educadores, los amigos, los vecinos y los medios de comunicación. Una sociedad
libre y pluralista no es sinónimo de una sociedad neutra que carezca de
convicciones, sino un marco estructurado que permita la convivencia dinámica,
con ciertos valores éticos compartidos por todos, que reclame una actitud de
compromiso con los valores propios que cada grupo social desee que se
mantengan vivos en la sociedad. Esto afecta gravemente a los padres, y les exige
asumir la responsabilidad de transmitir a sus hijos, en el calor del hogar, los
grandes principios de la vida moral. Uno muy importante, que no se debería
soslayar, es una educación orientada a una cultura de la vida capaz de superar la
contra-cultura de muerte, en la cual prolifera el uso de las drogas y el desorden
de la sexualidad y de la afectividad. Esto requiere, en conciencia, una propia
reflexión acerca del significado integral de la sexualidad en la vida conyugal.
Exige la adquisición de una experiencia pedagógica que haga asequible y eficaz
la transmisión de estos valores. Y exige, finalmente, una inteligente actitud, a
través de los años, para corregir en los hijos los influjos negativos de otros
valores u otros significados de la sexualidad latentes en determinadas épocas en
la sociedad.
La familia es la principal escuela para la vida, pero también lo son los distintos
ambientes en que crecen los niños y adolescentes. Los centros docentes, las
amistades, los medios de comunicación (singularmente, por su capacidad de
penetración, la televisión), deben estar en sintonía con esos valores básicos -que
no excluyen de ninguna manera el pluralismo- para lograr una sociedad sana,
física y moralmente.
41. ¿Tienen los medios de comunicación una responsabilidad
especial en la lucha contra el SIDA?
Sí, como la tienen también en tantos otros órdenes de la vida. Los medios de
comunicación forman parte de un mecanismo bien conocido de interacción
social: reflejan la sociedad en la que viven, pero también contribuyen a darle
forma. Lo que aparece en los medios es la crónica de las cosas que pasan, pero
también, se quiera o no, tiene un valor pedagógico, y aun ejemplar, para el
público. Los responsables de los medios de comunicación no pueden, si son
consecuentes, ignorar esta capacidad de influencia, sobre todo en la
configuración del sistema de valores socialmente aceptados, si ese sistema
incide en la aceptación social de conductas que favorecen la extensión del SIDA.
Si el público percibe por los medios de comunicación que las prácticas
homosexuales, la drogadicción, la promiscuidad sexual, la trivialización de la
palabra dada en el matrimonio, son comportamientos al menos tan respetables
como sus contrarios, carecerán de todo valor y de toda autoridad las campañas
seudo-moralizantes que desde esos medios se organicen contra el SIDA, porque
igualmente será perceptible que hay una actitud radicalmente incoherente
cuando se lucha contra las consecuencias, pero no se influye adecuadamente en
las conductas de riesgo que causan la propagación del mal.
Cosa distinta de la lucha contra el SIDA y sus causas, es la actitud de ayuda, de
acogida y solidaridad que hay que tener respecto de las personas que padecen la
enfermedad; actitud que se ha de transmitir desde los medios de comunicación,
como también desde la familia o la escuela.
42. ¿Cómo debe entenderse el papel de la sociedad ante los enfermos
de SIDA?
Ante los enfermos de SIDA el papel de la sociedad, de sus instituciones y de
cada una de las personas concretas que la integramos, sólo puede ser el que se
adopta con un enfermo: de solidaridad, acogida y ayuda. Los enfermos de SIDA
tienen los mismos derechos humanos que los sanos. Y, uno más: el de
-precisamente por ser enfermos- ser acogidos y ser beneficiarios de la
solidaridad de los demás, lo que conlleva el esfuerzo correspondiente de todas
las instituciones sociales y los poderes públicos. Rechazar a los enfermos de
SIDA, por ser tales, en la escuela, en el mundo laboral, en la función pública o
en las instituciones sociales, es inhumano e injusto. La sociedad está obligada
positivamente, como respecto de cualesquiera otros de sus miembros dolientes
o enfermos, a arbitrar los medios a su alcance para hacerles la vida lo más
llevadera posible. En contrapartida, la sociedad tiene derecho a exigir de los
enfermos de SIDA que eviten los riesgos de transmisión de esta enfermedad.
Sólo si voluntariamente alguien se negase a poner los medios adecuados para
evitar que por su culpa otras personas puedan ser contagiadas, cabría legitimar
moralmente una conducta proporcional de rechazo o limitación de los derechos
de estas personas. La solidaridad debe poner también los medios económicos
para la investigación que permita obtener tratamientos, para crear centros de
acogida u hospitales cuando la enfermedad llega a su fase terminal, etc.
43. ¿Se pueden enunciar algunas actitudes concretas en esa actitud
de solidaridad social con las personas enfermas de SIDA?
Sí. Además de las exigibles con todos los seres humanos cuya enfermedad les
condiciona la vida, pueden enunciarse éstas: la primera, ayudar a las estructuras
sanitarias, demandando de los poderes públicos una respuesta justa y generosa,
y reclamando programas de prevención integrales que respeten la dignidad
humana. La segunda, contribuir a movilizar los recursos suficientes para ayudar
a las iniciativas que la sociedad promueva libremente para el cuidado de estos
enfermos. Un camino concreto es ayudar económicamente a los dispensarios,
servicios clínicos y casas de salud para enfermos de SIDA promovidas por la
generosidad de personas particulares o instituciones, como la Iglesia. Otra,
tutelar siempre que sea posible, a nivel personal, la dignidad de los seropositivos
de forma que se eviten fenómenos de marginación de cualquier naturaleza, en el
uso de los servicios públicos, en el acceso al empleo, en el trabajo, en las
escuelas, etc.
44. ¿Qué añadir respecto al caso de tener que convivir con un
enfermo de SIDA en la familia?
El ámbito primigenio de acogida y solidaridad es la familia, que debe estar muy
especialmente al servicio de esta misión. Esta obligación de solidaridad, que,
por desgracia, desaparece en algunos sectores de nuestra sociedad al socaire de
los prejuicios y los miedos existentes frente al SIDA, es una exigencia inmediata
de justicia que en conciencia nos obliga a todos.
En el ambiente familiar, el estado de enfermedad no disminuye, sino que
acrecienta el deber de asistencia y de solidaridad con el enfermo, porque, por su
propia naturaleza, está ligado a la mutua ayuda que caracteriza a la comunidad
familiar. Si acaso se añade el deber que la sociedad y las instituciones tienen de
facilitar y de sostener a las familias en el cumplimiento de esta tarea con todas
las medidas económicas y sanitarias adecuadas, que les permita enfrentarse a
tan acentuada dificultad. Pero la obligación (obligación de amor) de cuidar a los
enfermos de SIDA o de convivir con los seropositivos implica recíprocamente el
deber de éstos de no dañar, en el mismo ámbito, la salud del cónyuge, de los
hijos o de otros familiares, y por tanto de cumplir rigurosamente con las lógicas
precauciones a fin de evitar el contagio.
45. ¿Y en relación con la presencia de niños seropositivos
conviviendo con niños sanos en las escuelas?
En la medida en que existe la prueba fehaciente de que la mera convivencia no
implica riesgo de transmisión del virus -siempre que se tomen las elementales
medidas cautelares, necesarias y razonables-, no existe razón alguna para que
los padres de niños sanos rechacen la presencia en la escuela de niños
seropositivos. Esta actitud hostil, si se produjese en las condiciones
mencionadas, sería una manifestación de discriminación injusta, de rechazo
hacia niños inocentes y, por lo tanto, no se puede justificar. Rechazar la
presencia en la escuela de niños seropositivos es una discriminación injusta, una
manifestación de insolidaridad y un atentado a la dignidad de estos niños.
Lo mismo se puede decir de los ámbitos laborales o de la función pública, donde
convivan personas seropositivas con otras que no lo sean. Mientras no exista
una activa y voluntaria creación de situaciones de riesgo o ésta dimane de la
naturaleza de la convivencia, discriminar a los enfermos será un acto de
injusticia, inhumano e inadmisible.
46. ¿Cual debería ser la actitud del Estado frente al SIDA?
El SIDA no es la primera pandemia que sufre nuestra sociedad, ni la primera
enfermedad contagiosa con que los pueblos se enfrentan, aunque
probablemente sea la de mayores dimensiones. Obligaciones del Estado
respecto a enfermedades especialmente graves como lo es el SIDA, de incidencia
importante y carácter contagioso son:
a) Informar a los ciudadanos a cerca de la naturaleza y características de la
enfermedad, así como de las conductas que deben evitarse para eliminar los
riesgos de contagio.
b) Poner los medios razonables a su alcance para que se llegue a obtener la
curación de los afectados, incluyendo las ayudas al efecto a los países en vías de
desarrollo.
c) Arbitrar los instrumentos asistenciales y jurídicos aptos para fomentar la
correcta atención de quienes padecen la enfermedad.
d) Sancionar a quienes son creadores de riesgos graves y evitables para la salud
de los ciudadanos.
e) No emitir nunca mensajes que transmitan o escondan una aprobación tácita a
los estilos de vida que son responsables de la epidemia.
47. Esto parece muy sencillo de comprender, pero lo cierto es que, en
el caso del SIDA, existe un debate que no se ha dado con otras
enfermedades. ¿Por qué?
Porque el SIDA pone sobre el tapete una cuestión esencial para las modernas
sociedades laicistas: la neutralidad ética del Estado, que algunos parecen
entender como compromiso activo del poder público con una moral permisiva,
con la ideología del "todo vale" en el campo moral.
Muchos Estados han aceptado como algo indiscutible el que la sexualidad
pertenece a la esfera privada del individuo, de suerte que no puede darse una
interferencia de los poderes públicos en esta materia. De acuerdo con esto, el
Estado debería abstenerse de toda actuación o juicio sobre cualesquiera
conductas sexuales, porque todas serían igualmente aceptables.
Pero el SIDA ha emergido como fuente de problemas para los poderes públicos,
no sólo en el aspecto asistencial, sino también en el de la prevención, porque la
única forma seria de prevenirlo es actuando sobre las conductas de riesgo y
éstas son, en parte importante, las que simbolizan la mencionada ideología del
"todo vale" de la moral permisiva. Ante esta evidencia empírica, los Gobiernos
se encuentran, por un lado, con que están obligados a presentar el compartir el
material de inyección para la droga, la promiscuidad sexual y el
comportamiento homosexual como de riesgo mortal; pero, por otro, con que
esto atenta frontalmente contra los postulados básicos del relativismo ético. Y,
en esta situación, no existe muchas veces una disposición honesta y valiente a
revisar sus prejuicios a la luz de los hechos.
48. ¿Cuál es, en definitiva, la causa de que sean polémicas las
actitudes de los Estados en relación con el SIDA?
La causa es que los poderes públicos quieren sinceramente combatir la
enfermedad, evitar su propagación y eliminar sus causas, pero se resisten a
admitir que esto exige calificar públicamente ciertos comportamientos "de
riesgo", que no sólo expresan opciones individuales, sino que lleva consigo una
amenaza para la salud pública ante la cual el Estado no puede ser indiferente.
Los prejuicios ideológicos de algunos políticos y la aceptación de una infra-
cultura de muerte y de relativismo ético, los enfrenta así a sus obligaciones en
materia de salud pública. En esta situación, ni siquiera la amenaza del SIDA ha
impedido a muchos Gobiernos favorecer ciertas ideologías, aun a riesgo de
comprometer la salud pública, minusvalorando los efectos propagadores de la
enfermedad.
49. ¿No exige la deseable neutralidad ética del Estado que éste se
inhiba de todo juicio de valor sobre las conductas personales de los
individuos en cuanto que -como la sexualidad- se limitan a expresar
el derecho a la intimidad personal?
No. La pregunta da por supuestas dos afirmaciones que son falsas o, al menos,
matizables: ni el Estado puede ser éticamente neutro, ni la droga y
determinados modos de vivir la sexualidad implican sólo dimensiones de la
persona concernientes a la intimidad individual.
50. ¿Por qué el Estado no puede ser éticamente neutro?
El Estado no puede ser éticamente neutro, aunque quisiera, porque es una
organización hecha por hombres y al servicio de los hombres; y donde actúa un
ser humano respecto a otros, hay un actuar ético o contrario a la ética, y es
imposible la neutralidad. La misma "neutralidad" es también una toma de
postura con consecuencias previsibles y queridas, sin olvidar el valor pedagógico
de las leyes. Esto no quiere decir que el Estado deba convertir en jurídicamente
relevantes todos y cada uno de los contenidos de la moral, o que sea confesional
y se ponga al servicio de una organización religiosa concreta.
La ética y la moral suponen una ciencia o sabiduría sobre la verdad de la
conducta humana de contenido más amplio que la política, y de ellas no se
deriva una ideología política concreta; pero desde ellas se puede y se debe juzgar
la actuación de los políticos y las políticas concretas que desarrollan, pues en
cuanto se trata de actos humanos y para una sociedad de hombres, son
susceptibles de un enjuiciamiento ético, por lo demás inevitable.
51. ¿Por qué la sexualidad no implica sólo dimensiones que
conciernen a la intimidad individual?
En lo que respecta a la sexualidad como expresión de la intimidad personal,
efectivamente el Estado no ha de entrometerse en la vida privada, pero es que la
sexualidad humana tiene dimensiones que exceden lo meramente privado. Esto
ocurre, por ejemplo, cuando del ejercicio de la capacidad sexual surgen
instituciones sociales como el matrimonio y la paternidad / maternidad; cuando
ese ejercicio atenta a la moral común (pornografía, escándalo público); cuando
atenta a los derechos de los menores (pederastia); o cuando el uso del sexo
implica la creación de un riesgo para otros y, a la postre, para la salud pública,
como sucede con el SIDA.
En este caso -y otros que se podrían aducir (turismo sexual, mafias de
prostitución)- el sexo desborda el ámbito privado de la persona y lleva consigo
connotaciones positivas o negativas para los demás, que afectan al bien común
y, por ello, legitiman la intervención de las autoridades públicas.
52. Sin embargo, la tolerancia es también un valor moral. ¿No
implica esto que el Estado no debe hacer juicio de valor alguno sobre
las opciones de conducta de los ciudadanos, tratándolos a todos por
igual?
No. La tolerancia es un valor relativo y que se dirige a permitir el mal por otra
causa mayor, no a fomentar el bien. Por ello, la tolerancia puede ser una
obligación moral cuando hay que convivir con algo malo o cuando intentar
erradicarlo implicaría causar mayores males. Pero tolerar el mal no significa
considerarlo como un bien. El bien no se tolera; el bien se promueve, se ama.
Tolerancia no es lo mismo que benevolencia.
Sin embargo, en materia de droga y de sexualidad las sociedades occidentales
han dado el paso que va de la mera tolerancia con todo tipo de comportamientos
al relativismo ético: todos ellos son considerados en modo indiferente. Este
relativismo ético no puede ser confundido con la tolerancia.
53. En el ámbito de la prevención, que es donde surgen las
discrepancias, ¿cuáles son las obligaciones del Estado?
El Estado está obligado a prevenir la extensión del SIDA. Para ello ha de
promover la información a los ciudadanos sobre los medios por los que el SIDA
se transmite, y ha de comprometerse en la erradicación de las conductas de
riesgo, lo que conduce necesariamente a una educación de los ciudadanos. Todo
ello con exquisito respeto a los derechos de la persona, pero con firmeza
proporcional al riesgo de transmisión de una enfermedad tan dañina como el
SIDA.
54. ¿Cumple el Estado estas obligaciones?
En algunos aspectos, más o menos importantes, podría decirse que sí; pero no
las cumple del todo, porque da una información insuficiente, que lleva a los
ciudadanos a concebir una falsa seguridad, y, en consecuencia, se dificulta una
estrategia completa en la lucha contra el contagio.
55. ¿Y en las campañas de difusión del preservativo y similares?
Las campañas sobre el preservativo o condón del estilo de la que se desarrolló
en España bajo el zafio eslogan Póntelo, pónselo, y otras posteriores (Sí da-No
da; Juega sin riesgo; Por ti, por mí, etc.), incurren en grave irresponsabilidad
por tres razones: porque inducen a engaño, porque ocultan información y
porque no colaboran a la prevención, sino a una mayor difusión de las
conductas de riesgo, ya que implican que las autoridades sanitarias están dando
su visto bueno a las conductas y estilos de vida que son responsables de la
epidemia.
56. ¿Por qué inducen a engaño estas campañas?
Porque llevan a creer que, usando preservativos, desaparece el riesgo de
infección, cuando lo cierto es que ese riesgo disminuye, pero no desaparece. Si
se hiciese publicidad de cualquier otro producto farmacéutico o alimenticio
ocultando que existe un riesgo parecido de efectos tóxicos o mortales por su
consumo, se consideraría a los responsables, sin ningún género de dudas, como
negligentes en su cuidado de la salud pública.
57. ¿Por qué ocultan información?
Porque silencian que la verdadera forma segura de anular todo riesgo de
contagio por vía sexual es o bien la abstinencia sexual, o bien el acto conyugal
monógamo, mutuamente fiel, entre un hombre y una mujer que no hayan
tenido antes relaciones extramatrimoniales con terceros. Y además, porque
callan el riesgo de contagio que existe a pesar del preservativo, como antes se
indicó.

También podría gustarte