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Cabral - Pensar La Intersexualidad, Hoy

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Pensar la intersexualidad, hoy

Dedicado a Mario Perelstein

Mauro Cabral

Los registros de la historia social de la medicina son


usualmente realizados por quienes la practican, por
trabajadores sociales o por investigadores. Sus vctimas o quienes reciben tratamiento dejan pocas crnicas. Los enfermos, como los pobres, dejan pocos
archivos tras de s.
Donald Bateman
Ha llegado el momento para denunciar nuestro tratamiento como abuso, para manifestar y afirmar abiertamente nuestra identidad como personas intersex,
para enfrentar intencionadamente esa suerte de razn que requiere que seamos mutilados y silenciados.
Cheryl Chase
Cuando fui invitado a participar de este libro,1 convocado
desde el signo de la discusin que tensiona gnero y transgeneridad, no pude evitar un momento de vacilacin: ni yo estoy
acostumbrado a ser visiblemente una persona intersex en el
contexto de la produccin y discusin acadmicas, ni este tipo de
contextos est acostumbrado a tomar en cuenta las experiencias de
la intersexualidad como cuestiones filosficamente discernibles. Sin
embargo, acept participar debido a lo que, a ttulo personal,
considero lo ms importante de la propuesta articulada por esta
publicacin: su carcter de intervencin fuertemente poltica. Intervencin que excede, por muchas razones, el mbito restringido de
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la teora, pero que a la vez la implica interpelndola. Intervencin


a mi juicio decisiva en lo que ha venido a ser el lugar domesticado
del gnero en la reflexin filosfica; intervencin en la ontologa
binaria que sigue trabajando en el interior de la ortodoxia de los
llamados estudios de gnero; intervencin que, por tanto, obra a
favor de la inclusin en dicha reflexin y, de un modo central, en
la escena poltica ms amplia de formas de la subjetividad
excluidas de lo tematizable en tanto no conforman el uno-dos
genrico. Intervencin que quisiera, adems, y desde un principio,
instalar en el lugar de una demanda tica inscripta en el orden de
lo que urge: cerrando los ojos, de un modo tal vez o ciertamente
odioso, es posible para m trazar una lnea imaginaria que conecta
la lenta sucesin de estas palabras de este texto con la morosidad
de una sala de espera hospitalaria, en algn otro lugar; con los
quehaceres de un consultorio o an ms, de un quirfano, donde
la vida actual y futura de alguien que an no puede decidir est
siendo decidida sin su consentimiento, ahora mismo.
Es por todas esas razones que esta no es, no pretende ser, una
presentacin convencional. No podra serlo, siquiera, ni por el
lugar de la enunciacin, ni por la posicin desde la que se presenta.
No intenta constituirse en un recorrido exhaustivo de las teoras,
discusiones y alegatos que circundan y atraviesan la intersexualidad, sino proporcionar, desde un lugar que anuda el testimonio
vivencial y el compromiso terico y activista, una perspectiva sobre
algunos de los rasgos sobresalientes de la experiencia intersex
contempornea, en primera persona.
Qu es, entonces, a qu llamamos intersexualidad? Si nos
acercamos a sus sentidos posibles, nos encontramos con un
concepto relativamente nuevo, ciertamente despojado del estigma
de sus sinnimos aproximados; una designacin casi sin historia,
puesta a nombrar aspticamente una cierta disposicin fantstica
de los cuerpos, anclada a la vez en la imaginacin atormentada y
la mitologa; una reescritura en clave polticamente correcta de las
conjugaciones mltiples del hermafroditismo victoriano, una coleccin de alteraciones diversas de los genitales,2 de orgenes diversos, que se hace presente en la marcha de uno cada dos mil
nacimientos; una seal para la rapidez imprescindible y al parecer
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inapelable de la intervencin quirrgica y hormonal sobre los


cuerpos de recin nacidos; una remisin obligatoria a las teoras de
John Money y a su aplicacin en la historia de la medicina y de la
vida de las gentes, el modelo que desde la psiquiatra, la urologa
peditrica, la endocrinologa y la ciruga ha normalizado durante
dcadas, y normaliza, los genitales indescifrables de las personas intersexuales; el movimiento poltico organizado de esas
mismas personas, quienes abiertamente desafiamos la normalizacin compulsiva de nuestra identidad y la necesidad de volverla
literal sobre nuestros cuerpos, volviendo a un reclamo tico desodo
por casi todos en casi todas partes, y que sin embargo hoy, otra vez,
en este lugar, quiere hacerse or: el respeto fundamental por nuestra
autonoma. Pensar la intersexualidad hoy, demanda por tanto la
consideracin de un cierto entramado de imaginarios culturales,
instancias normativas y binarios genricos que se desplazan
indefectiblemente y con una consistencia siempre distinta, de las
discusiones acadmicas a los comits de biotica, de las aulas
universitarias a los quirfanos, de las decisiones consensuadas de
los comits interdisciplinarios a la soledad de la experiencia
personal, de los grficos en un papel a las pulsaciones de la vida,
de las palabras y los libros a las personas y sus cuerpos.
Somos inaugurados e inauguradas en el mundo a travs
de la respuesta a la pregunta primera, esencial: es un varn o es
una nena? La intersexualidad pone en suspenso, en muchos casos,
la respuesta. Es una nena o es un varn? La pone en suspenso, es
cierto, pero slo hasta que la verdad, que alguna verdad sea
encontrada, vuelta posible y transmisible, una verdad de la que
poco importa que en realidad no sea verdadera, mientras pueda
sostenerse en el mundo como tal a precio de vergenza, soledad
y silencio. La extrema rareza de los casos conceptuados como de
hermafroditismo verdadero; la sucesin peridica, en cambio, de
alteraciones ms comunes y sin embargo perturbadoras un cltoris
demasiado largo, un pene que no crecer, una vagina ausente- esa
misma sucesin de perturbaciones en lo real y su tratamiento ponen
para nosotros bajo escrutinio el ideal regulativo de los cuerpos
deseables y las vidas posibles.
Tras un diagnstico de intersexualidad, al momento de nacer
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o poco ms tarde en la vida, las preguntas teidas de angustia se


suceden: Podr ser una mujer feliz con ese cuerpo? Ser feliz la
buena mam que quiere llevarse, al fin, a su hija recin nacida a
su casa, ser feliz si no se interviene y se le asegura que despus
del quirfano podr cambiar sus paales sin la angustia de la
diferencia, que podr mostrarla desnudita a sus hermanas, y
sobrinas, y vecinas, sin sentir el azote de la vergenza de otro
cuerpo, indebido para una nia, un cuerpo fuera de la correcta
conjugacin de los gneros, capaz de suscitar confusiones, y
espanto, y desvo? Ser capaz de crecer como una nia entre otras
nias? Ser capaz de encontrar, con ese cuerpo, a un hombre que
la desee y que la ame puesto que toda mujer crece para convertirse
en el objeto de deseo amoroso y sexual de un hombre cuyas
elecciones y posibilidades tambin son estadsticos? Y qu decir
si el recin nacido es un varn, un varn intersex cuyo pene no
crecer, o que manifiesta alteraciones insalvables?. Un varn que,
de no intervenir la ciruga, se formar entonces privado de algunas
de las experiencias constitutivas de la masculinidad orinar parado, cambiarse en el vestuario de varones de la escuela, comparar
el tamao triunfal de su pene con otros adolescentes, privado de
penetrar a una mujer cuyo deseo tambin ha sido reconocido,
regulado y limitado desde su nacimiento. Las intervenciones normalizadoras inmediatas son necesarias entonces, se argumenta, para
sostener el legado experiencial de la especie, que autoriza y
reconoce slo un repertorio limitado de identidades posibles,
articuladas en vivencias de los corporal que pertenecen, en nuestra
experiencia, ms a la cultura, a los psiquiatras y a los mdicos, a
los maestros y a los padres, antes que a las mismas personas
intersex, que excepto en contadas oportunidades nunca son consultadas en la modificacin quirrgica de sus genitales y en muchos
casos, de su identidad de gnero. Las intervenciones quirrgicohormonales aparecen justificadas desde la urgencia: la urgencia de
anclar firmemente el gnero en un cuerpo que lo autorice, que lo
manifieste reafirmndolo en su carcter de verdad natural.
Poltica cultural de la mirada, la intersexualidad como marca
identificatoria plantea, en el discurso y la prctica del protocolo
habitual de atencin, la ilegibilidad social de nuestros cuerpos, y
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la necesidad imperativa de volverlos genricamente legibles, en la


conjugacin de una correspondencia ineludible entre gneros
establecidos y cuerpos transparentes. Tal y como relata la activista
intersex Cheryl Chase,
Desde mi nacimiento hasta la ciruga, mientras yo era
Charlie, mis padres y doctores consideraron que mi pene era
monstruosamente pequeo, y con la uretra en la posicin
equivocada. Mis padres se sintieron tan avergonzados y
traumatizados por la apariencia de mis genitales que no
permitieron a nadie que los viera: no hubo nieras, no existi
la posibilidad de que mis padres, cansados, fueran relevados
en el cambio de paales por una solcita abuela o ta.
Entonces, en el momento en que los mdicos especialistas en
intersexualidad sentenciaron que mi verdadero sexo era
femenino, mi cltoris fue de pronto monstruosamente largo.
Todo esto ocurri sin ningn cambio en el tamao objetivo o
la apariencia del apndice que se hallaba entre mis piernas.3
La intersexualidad no es una enfermedad, sino una condicin
de no conformidad fsica con criterios culturalmente definidos de
normalidad corporal, criterios que establecen, como vimos en el
ejemplo anterior, un mnimo posible para el largo de un pene
culturalmente admisible, la mxima extencin de un cltoris culturalmente aceptable. Porque dejando de lado aquellos componentes
especficos que pueden tener consecuencias comprobables en el
bienestar fsico de las personas intersex, el abordaje contemporneo de la intersexualidad, la identificacin y eliminacin de la
ambigedad y de la diferencia estn basados en supuestos que
carecen de una base mdica real. Se trata ms bien de juicios
valorativos acerca de lo que son y deben ser las mujeres, los
hombres, y su sexualidad. Ninguno de estos supuestos es inocente:
bajo su apariencia de restauracin del orden natural violentado por
un sndrome u otro trabajan el temor a la homosexualidad (un
hombre con un pene demasiado pequeo o disfuncional no
terminar convirtindose en homosexual? un cltoris demasiado
largo no abre el camino al lesbianismo?), el temor a una sexualidad
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femenina emancipada (acaso es posible que una mujer goce


sexualmente de algo distinto, algo ms que el sexo vaginal? cmo
seran aprendidas, contenidas, controladas las mujeres con otros
cuerpos?), el temor a la destruccin de ese mismo orden que le sirve
de fundamento. Ninguno de estos supuestos es inocuo: las personas
sometidas a cirugas correctivas sufrimos durante aos, y muchas
veces durante toda la vida, las secuelas de la intervencin destinada a normalizar nuestros genitales: insensibilidad, cicatrices internas y externas, infecciones urinarias a repeticin, hemorragias,
traumas post quirrgicos. Pero las cirugas intersex no solamente
conllevan una prdida irreparable e innecesaria de la integridad
corporal sino tambin, en muchos casos y deliberadamente, la de
la historia personal.
La intersexualidad funciona como un orden donde el secreto
es el trabajo imperativo. Secreto de lo fallado, secreto en la novela
familiar que esconde, en la mayor parte de los casos por consejo
mdico- la historia de la intervencin sobre los cuerpos. - La idea es
instalar la posibilidad de iniciar, esta vez sin pasos en falso, una
vida anclada en una corporalidad descifrable, legible y deseable,
no subversiva, no vergonzante. Las intervenciones quirrgicas
intersex suelen ser prolijamente olvidadas en historias clnicas
vedadas a los pacientes durante la mayor parte de sus vidas, como
si la ciruga perteneciera a una prehistoria de los sujetos, a un
tiempo tan mtico y tan velado como la misma existencia de
hermafroditas en el imaginario de los pueblos. Y no hablamos
solamente de los nios intersex transformados en nias para librar
a la cultura del infierno de un hombre fallado. Hablamos de las
nias mutiladas en pro de su femineidad, de los cltoris reducidos,
las vaginas fabricadas, los labios mayores y menores mejorados,
las intervenciones que convierten a personas sanas en dependientes de un cirujano por el resto de su vida. Hablamos de los nios y
nias sometidos a cirugas normalizadoras y a terapias hormonales
antes siquiera de aprender a decir sus nombres y, mucho menos, a
dar su consentimiento. Nios y nias que crecern, en muchos
casos, sin conocer la historia verdadera del cmo llegaron a ser
quienes son, que aprendern desde pequeos que la diferencia es
algo que debe ser ocultado, callado y corregido. Las cirugas, que
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pretenden instalar un orden esencial, prequirrgico en nuestros


cuerpos, inauguran la realidad de un orden posquirrgico: la
restauracin es una fantasa en los libros, pero una pesadilla en la
carne. La tensin entre verdad, memoria, silencio vergenza y
olvido ha atravesado y atraviesa la experiencia actual de la
intersexualidad, verdadera puesta en bistur del axioma de los
gneros. Para muchos de nosotros y nosotras, la experiencia de la
intersexualidad constituye la evidencia de una autntica mutilacin
genital infantil que debe detenerse.
Una aclaracin es necesaria. El movimiento poltico de personas intersex sometidas o no en su historia de vida a normalizaciones quirrgicas y hormonales no es un movimiento en contra de la
psiquiatra, la endocrinologa, la ciruga y/o la urologa peditricas. No es un movimiento en contra de las familias que se ven
urgidas a decidir, con frecuencia privadas de informacin esencial
sobre las consecuencias a posteriori del tratamiento quirrgico de
sus hijas e hijos. No es un movimiento en contra de aquellas
intervenciones necesarias, justificadas plenamente desde la medicina, y no desde la ansiedad y el malestar cultural. No es, por lo
tanto, un movimiento en contra de nadie, sino que se trata de un
movimiento de afirmacin de posibilidades no normativizadas de
la corporalidad. Es una demanda de situar el cambio en el afuera,
en su necesidad imperiosa de sostener al gnero como orden
binario, firmemente establecido en la polaridad normativa de los
cuerpos.
Qu demanda el movimiento poltico de personas intersex?.
La respuesta es a la vez simple y compleja, y puede traducirse en
una demanda universal por el respeto a nuestra autonoma.
Autonoma corporal. Autonoma de la decisin. Derecho a identidad y a la memoria. No es una sociedad sin gneros la que se
pretende, sino el reconocimiento de la libertad inalienable de las
personas para decidir sobre sus cuerpos. Las intervenciones quirrgicas intersex realizadas durante los primeros das y/o meses de un
recin nacido y que se prolongan, en muchos casos, a lo largo de
toda la infancia y la adolescencia no slo no nos devuelven a una
supuesta normalidad corporal, sino que mutilan la diversidad de
nuestros cuerpos; mutilan nuestra sensibilidad genital y nuestra
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capacidad para el goce sexual, nuestra identidad y, en muchos


casos, nuestra capacidad para optar por cirugas deseadas al
llegar a ser adultos. Mutilan nuestro derecho a decidir aspectos
centrales de nuestras vidas, y nuestro sentido de merecer ser
queridos y aceptados an sin cirugas.
Tal y como expresa la declaracin de IGLHRC sobre derechos
de gnero, hacer de una intervencin quirrgica algo obligatorio
viola el artculo 7 del Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y
Polticos, segn el cual en particular, nadie debe ser sometido a
experimentacin mdica o cientfica sin su libre consentimiento.[]
Hacer que alguien deba consentir someterse a una intervencin
quirrgica como precio a pagar por el reconocimiento civil, exigir
la realizacin de una intervencin de ese tipo para poder gozar de
derechos, viola todos esos principios. Los derechos no pueden ser
objeto de chantaje a punta de bistur.4
Nosotros y nosotras sostenemos la posibilidad de un modelo
de atencin alternativo, basado en la autonoma de los sujetos y no
en los imperativos corporales de la cultura. Ese modelo se sostiene
en el acceso pleno a la informacin; en la distincin entre la
necesidad mdica y la angustia cultural; en la presencia de grupos
de apoyo de pares, que haga visible la existencia de personas
intersex y sus experiencias; en la difusin de los verdaderos
resultados quirrgicos obtenidos; en la crtica a los binarios
genricos que sostienen slo dos formas posibles de encarnar
masculinos y femeninos; en la emergencia de voces que hablen en
primera persona y planteen, abiertamente, la realidad de nuestras
vidas distintas, tal vez en principio perturbadoras, tal vez en
principio difcilmente aprehensibles... voces intersex que, relatando
historias extraas, empiecen a hacer realidad las palabras de
Montaigne, para quien en la familiaridad resida la clave ltima
para la superacin de la extraeza.
Mientras hablo, yo s que para mi cirujano formo parte de
su pasado, de un pasado nebuloso de pacientes que van y
vienen. Mientras yo viva l no podr formar parte del mo:
llevo las marcas de sus ideas sobre el gnero y la sexualidad
grabadas en el cuerpo para siempre. Convivo con ellas todos
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los das, forman el paisaje cotidiano de mi piel, estn ah para


ser explicadas cada vez que me desnudo, responden con el
silencio de la insensibilidad que su prctica instal en mi
experiencia ntima de lo corporal.
Mi recuerdo de esa poca no tiene la forma del rencor, sino
la de un aprendizaje pagado a precio de sangre. Pero tiene
tambin la solidez de una victoria sostenida. Forma parte de
una verdad personal construida entre salas de espera, y
enfermeras, y obras sociales, y balones neumticos, y culpabilizaciones, y angustias, y fiebre, y dolores, y palabras, y
curaciones, y noches y das en terapia intensiva, y terapias
fsicas para empezar a curar algo de lo que jams estuve
enfermo hasta que alguien quiso curarlo, y el amor de los y las
que no necesitaron nunca el cuerpo que mi mdico quiso para
m y que puso sobre mi cuerpo como una carga. Ese recuerdo
forma parte de la victoria de mirarlo y sentir, en ese mismo
momento, que aunque l no se acuerde de quin soy yo, que
aunque la letana interminable de hechos que he deshilvanado en esta carta le resulte tan lejana como una historia de la
matachina, mis palabras en este y en otros sitios como ste
harn que tal vez en otro lugar alguien pueda hablar, y que
sus deseos sean por una vez, por fin escuchados, comprendidos, y respetados.
Notas
Una versin anterior de este trabajo fue presentada en las II
Jornadas Provinciales de Bioticas Crdoba, 2001.
2
La informacin especfica sobre los sndromes intersex, as
como las discusiones entre paradigmas de atencin, puede ser
consultada en los libros que en la bibliografa aparecen signados
con (*), como tambin en el sitio web de la Intersex Society of North
America (ISNA): www.isna.org
3
Chase, Cheryl, sitio web de la ISNA. (la traduccin es ma).
4
International Gay and Lesbian Human Right Comission:
www.iglhrc.org
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Bibliografa
Bornstein, Kate (1995): Gender Outlaw. On Men, Women,
and the Rest of Us. Vintage, NYC, EE.UU.
Califia, Pat (1997): Sex Changes. The Politics of
Transgenderism. Cleiss Press, San Francisco, EE.UU.
Dreger, Alice D. (1998): Hermaphrodites and the Medical
Invention of Sex. Harvard University Press, Massachusetts, EE.UU. (*)
Kessler, Suzanne J (1998): Lessons from the Intersexed. Rutger
University Press. New Jersey, EE.UU. (*)
Fausto-Sterling, Anne (2000): Sexing the Body. Gender Politics
and the Construction of Sexuality. Basic Books, NYC, USA. (*)
Laqueur, Thomas (1994): La construccin del sexo. Ctedra,
Madrid, Espaa.
Wilchins, Riki Anne (1997): Read my lips. Sexual Subversion
and the End of Gender. Firebranks Books, Toronto, Canada.

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