La Ausencia VERDU
La Ausencia VERDU
La Ausencia VERDU
burstiles y del sistema econmico en general, se extiende ya al sistema global del valor. Lo
inestable frente a lo estable, lo efimero frente a lo duradero, la contingencia frente a la
sustancia, la desesperanza frente a la confianza en el porvenir mejor.Todo lo slido que
pesa mucho pertenece a otra poca. Desde el telfono a los zapatos, desde el gabn al
abrigo, las nuevas producciones tienden hoy a no pesar nada o a pesar poco.
En conjunto, el mundo, descargado de races, se hace ms volandero.Vuelan las
parejas, vuelan los empleos, vuelan los sueldos, vuela casi todo en un torbellino de low
cos.
Una casa propia? As como ya no existe un claro cabeza de familia -hombre o
mujer-, no hay familia que pueda asentarse. O que, asentada, pueda aferrarse al lugar.
Frente al notorio peso de las ferramentas industriales del siglo xx, ha llegado el flaco perfil
de los mviles escurridizos. El mundo se desliza hacia un estadio del que no se conoce bien
su carcter pero que perder sin duda comparecencia y profundidad.
La cultura de arena
La idea fija, la fe de hierro, la obra maestra han dejado de ser elementos ajustados a
la actualidad. Ms bien se tratara de adoptar una actitud laxa para que el sujeto y su objeto
se relacionen de forma ms diversa.
En lugar de calificar lo voluble de deshonroso y la veleidad de alma de cntaro, lo
voltil ha alcanzado su rango de pura contemporaneidad.Y esto podra resumirse en el
hecho de la hipervelocidad, porque, como consecuencia de ella, lo sustancial puede ser
demasiado pesado para circular deprisa mientras lo circunstancial es lo idneo en la marcha
del convoy.
Las divisas suben y bajan, los valores financieros se agrandan o se arruinan en una
espiral de audacias, delitos y miedos globales.Y no son estos factores negativos o positivos;
solo son nudos, hubs, del universo que tejen la obra de la actualidad.
De este armazn se desprenden esquirlas humanas, pedazos de orden, pero, sobre
todo, un sistema que fabrica, con terrible velocidad y dureza, verdugos y vctimas. Vctimas
-humanas o noque no deben considerarse ya subproductos del sistema, sino oportunas
materias primas para el reciclaje, combustibles para la siguiente jugada que trace, aun
superficialmente, el camino para seguir despiertos de noche y de da, de un confin al otro de
la irrealidad.
La desorientacin, el caos, el extravo del valor o el pudor. Cualquiera de estas
condiciones o todas ellas pueblan el mundo de la economa, la poltica o el arte. As, de la
misma manera que no hay centro para los mercados de divisas, ni lugar para los mercados,
ni explicacin para la cotizacin, se han desvanecido tambin los cnones que permitan
hacer caer el peso de la ley sobre cualquier delito. Las producciones se cruzan en una
madeja que hace dificil diferenciar la pintura del diseo, la literatura de calidad y la de
consumo, el cine de entretenimiento y la exigencia del buen cine.
libro y del espejo grande en los hogares, desaparicin o ausencia acordes con las mgicas
conquistas de la electrnica y la mstica de la digitalizacin.
El mundo se desviste de objetos palpables, se descarga de espesura para ingresar en
una fase de desmaterializacin constante: virtual en los juegos de guerra, inasible en los
juegos econmicos, invisible en las conspiraciones polticas, divertido en el sexo y ldico
en lo moral.
No hay contenidos ni conceptos que pesen demasiado. Y tambin los medios pesan
cada vez menos. La cultura deja de ser la grave entidad que nos acompaaba fsicamente
(en las libreras, las galeras, las salas de cine, los museos) para hacerse un vaho errante por
todas las pantallas sin profundidad, por todas las fachadas de vidrio y sus vinilos.
El peridico o el libro vuelan a la nube de la red, los cuadros se esfuman en el netart, la pelcula ms comn es la pelcula pirata y, en general, todo el comercio se desarrolla
en el vaco de la red sin empleados ni empleadas. No nos movemos y todo est aqu. Nos
movemos y casi todo nos acompaa en un delgado y menudo artefacto que nos dispara a la
velocidad de la luz.
Nos morimos, en fin, y nada de la cultura que fuimos (o creamos ser) nos entierra
porque, en realidad, sin pesadas pertenencias, sin los libros que nos han ledo, sin muebles
que simbolizan nuestra identidad, es imposible grabar la sepultura.
Sin libros, sin revistas, sin diarios, sin panfletos nos quedamos literalmente sin
papel que interpretar. Nuestra representacin histrica ha terminado. Ha concluido nuestra
representacin del mundo y tambin nuestra poltica representacin.
Lastre cero
En 2001 la Universidad de Harvard concluy que para conseguir empleo no era ya
tan importante saber mucho de una determinada especialidad. Lo ms decisivo es mostrarse
curioso, despierto, flexible y emptico. Con ser emptico, simptico, flexible y despierto se
adelantaba mucho ante la mayora de los empresarios, quienes lograran as, al contratarlo,
disponer de trabajadores ms apropiados a la cambiante condicin de la produccin actual,
mayoritariamente basada en artculos y contactos personalizados.
Lo importante, pues, en una economa de servicios altamente dependiente del trato
personal, sera tanto la prestancia fisica y la apertura mental como la capacidad para
hacerse cargo de las fluctuaciones en las demandas. El empleado de una pieza
significara hoy la anttesis de lo mejor. La representacin en cuanto pieza de una
economa mecnica y no electrnica; industrial y no de servicios.
Los amateurs y no los profesionales, los advenedizos y no los veteranos son los
elementos idneos para promover la invencin y la captacin de nuevos clientes. Esto, por
un lado. Por otro, complementariamente, crece la cotizacin de todos aquellos candidatos
que denoten un lastre cero.
extiende como un cuerpo sin cabeza, sin otra ley que la ocupacin del territorio y la
conexin decapitada con la fase anterior.
Las ltimas urbanizaciones en el litoral no miran ya al mar; mirarn a las anteriores
urbanizaciones que miraron a las anteriores urbanizaciones que miraron a las anteriores
urbanizaciones que llegaron a avistar la orilla. La consecuencia final de este rosario
desemboca en conjuntos alejados de la costa imaginaria que giran finalmente su fachada a
la carretera porque en la tesitura de no ver prcticamente nada se prefiere ver a los coches
pasar.
De esta aberracin son partcipes millones de metros cuadrados construidos y
centenares de miles de viviendas, primarias o secundarias. La especulacin forj esta clase
de estructura habitacional (especular o especulativa) y, en consecuencia, no puede
entenderse al observarla desde su exterior. La inexplicable demanda de tantas residencias
emplazadas en lugares sin gratificacin ser acaso resuelta por la lgica interna de esa
misma construccin alienada, alineada y adosada a otras construcciones y cuya base se
encuentra en el protocolo de la compulsin, el engranaje de la neurosis o la patologa del
urbanismo sin civilizacin.
El avatar da vida
En este entramado de ausencias habitacionales, la red representa el mximo
paradigma de las habitaciones sin cimientos. Los nexos, la relacin interpersonal o
personista crece exponencialmente. Todos estn presentes, congregados en la
globalizacin, como nunca antes, pero a la vez se trata de una descomunal constelacin de
aceptados fantasmas. Centenares de miles de personas en Myspace, quinientos millones de
personas enYouTube, miles de millones en Twitter y otros tantos ocanos de blogueros van
sumando sus nombres intangibles, traducciones de la carne y el hueso en el silencioso
planeta de la ausencia. No se trata, sin embargo, de muertos o espectros de cuyo rastro se
desprendiera un dolor temible o luctuoso, sino de seres tan extraos como impalpables, tan
inesperados como crecientes. Con una particularidad determinante: su apilamiento se
experimentar sin peso, su concierto se escuchar sin ruido, su presencia se corresponder
con el tamao exacto de su ausencia.
Podemos sentirnos multitudinariamente comunicados, pero basta un clic para hacer
desaparecer la red y tener entonces la sensacin de haber abandonado a gran parte del
mundo o haber dictado su desaparicin. La facilidad con que se pasa de lo presente a lo
ausente y de lo ms importante a lo ms trivial determina el peso voluble de la presencia y
de su ausencia. Pero, evidentemente, no habra de terminar en ello todo el gran suceso de la
red. All se vive y se ama, se comercia, se gana o se pierde, pero tambin dentro de la red se
muere.A la vida de la interaccin corresponde la muerte de una interrelacin sin final. La
comunicacin con el internauta puede cesar, pero es el efecto de su distanciamiento o de
su ausencia definitiva?
Con sede en Madison (Wisconsin), Entrustet es una organizacin cuyo fin es
salvaguardar los bienes fisicos y sentimentales de quienes perecen. No es una invencin de
alguien prximo a la muerte, sino la fundacin, en 2008, de unos jvenes, Jesse Davis y
Nathan Lustig, que ponderaron la importancia del patrimonio econmico y emocional que
cada internauta dejara sin destino ni conocimiento al dejar de existir. Fsicamente su
existencia haba terminado, pero quin podra afirmar que all habra terminado todo? Sus
contactos en la red, los filamentos de sus adhesiones romnticas y amistosas, sus
contribuciones a la vida de los dems, sus conocimientos y posesiones tanto intelectuales
como econmicas podran quedar suspendidos en un lim-bo sin que nadie, ignorante de su
password, pudiera acceder a ellas. Morir no significa lo mismo que dejar de estar, pues esa
continuidad de la estancia hasta el infinito, hasta la simulacin de la inmortalidad, queda
amparada por una empresa que, si bien no ofrece la criogenizacin, brinda una oferta de
persistencia an ms efectiva.
Jesse Davis relata la idea que le llev a fundar Entrustet a partir de la lectura de La
tierra es plana de Thomas Friedman (Martnez Roca, Madrid, 2009), donde aparece el caso
de Justin Ellsworth, quien, muerto en una accin militar en Irak, deja pendiente en la red un
caudal de contactos, deseos y pensamientos que se habran perdido si alguien como la
empresa Entrustet no poseyera la clave para acceder al bal de sus pertenencias. Unas veces
se trata de cuestiones de herencia, pero tambin, otras muchas, de asuntos relacionados con
el odio o el amor a los dems, con los secretos y los subsecretos que cualquiera lleva
consigo.
La diferencia, sin embargo, es que esa constelacin de ideas, emociones y recuerdos
se hallan ilustrados mediante textos e imgenes patentes en la red. No est ya en cuerpo
presente, pero tampoco lo estuvo antes, de manera que su existencia se prolonga por los
siglos de los siglos o por los das de los das. Ms vivo que en el recuerdo, ms presente
que en el corazn de los seres amados.Vivo de por s.Vivo en sus cosas. Vivo en sus
secretos, recuperado para la inmortalidad en las cintas de vdeos que le dan vida o en los
textos que prolongan su carcter, su expresin y su sonrisa. De otra parte,
VirtualEternity.com, perteneciente a una compaa llamada Intellitar, promete convertir los
datos personales que se obtienen de la persona fallecida en un personaje o avatar que podra
formar parte de las historias o juegos en los que participan miles o millones de cibernautas
en la red. La vida del avatar da vida, el avatar del avatar salva de la muerte, ya sin aventura.
De la ausencia, en fin, en cuyo mbito lo peor es no ser nadie.
As que nos hallamos iluminados (..) sin poder refractar esa luz, y estamos
entregados a una actividad blanca, a una sociedad blanca, al blanqueo de los cuerpos como
del dinero, el cerebro y la memoria, a una asepsia total. Se blanquea la violencia, se
blanquea la historia en una gigantesca maniobra de ciruga esttica al trmino de la cual
solo existen una sociedad y unos individuos incapaces de violencia, incapaces de
negatividad.
JEAN BAUDRILLARD, La transparencia del mal
a misma poltica actual es una bolsa blanca en la que los sondeos de uno u
otro partido van anotando los puntos del programa electoral. El juego es tan burdo, tan
claro y lelo, que el color blanco lo representa bien. La revolucin verde, la naranja y la
violeta son revoluciones cuya vibracin se dirige a conseguir el color blanco. Sobre el
blanco todo se puede pintar y en los papeles cualquier texto logra una destacada
imprimacin. El blanco representa, en determinado sentido, la ausencia de color: el
desfalco en el dinero, la eterna espera en el amor, la poltica sin ideologa, los lderes sin
proyeccin.
En general los actuales lderes se avienen bien con esta idea de crear un talante lo
bastante incoloro para virar hacia el cromatismo que les convenga ms a la hora de alcanzar
o mantener el poder. El blanco es el principio de la escritura, la base de la pintura, el
soporte neutral del proyecto, la hoja donde se dibuja el edificio, la matriz insonora de
cualquier advocacin, santa o cerril.
En la psicologa de los colores, el blanco alude a la idea sin ideologa, a la novia sin
coito, al papel sin declaracin. Todos los coches, en su origen, fueron completamente
negros, como las cacerolas, los telfonos, los paraguas, las mquinas de escribir y las
locomotoras. Solo el jbilo de los aos cincuenta del siglo xx norteamericano cubri las
carroceras de cromados y de cromatismos, combinaciones bicolores o tricolores basadas en
una escala feliz, inspirada sin duda en la festividad inherente a los felices helados de varios
gustos.
Pero ahora ha vuelto, de nuevo, el blanco. El blanco del esmoquin distinguido, el
blanco de la novia y su pastel, el de los hospitales y los repartidores de pan, el de las
botellas de leche y las ambulancias.
Los nuevos Salones del Automvil en Madrid, Detroit, Ginebra, Tokio o Pars
exhibieron en 2009 y 2010 los nuevos modelos de cada marca a travs de relucientes
blancos. No mediante el blanco lechoso de los taxis y las camionetas de la seguridad social,
sino con blancos rotos, amarfilados, aporcelanados, perlados, en un retroamor que
desvalorizacin del precio. En Free [Gratis], de Chris Anderson, editor jefe de la revista
Wired y autor del best seller La economa Long Tail (Empresa activa, Barcelona, 2009), se
trata el fenmeno de numerosos artculos a valer cada vez menos y a escenificar su decidida
inclinacin a no costar nada. A la ausencia de los materiales palpables, a la expansin de la
realidad virtual, al progreso de la nanotecnologa se suma, como una ausencia adicional, la
prdida de peso y de precio. En 1961 un transistor costaba 10 dlares; ahora el ltimo chip
de Intel contiene dos mil millones de transistores y cuesta 300 dlares, es decir, 0,000015
cntimos de dlar por transistor. Pero hay algo ms profundo que esta rebaja, y es el hecho
de que un nmero cada vez mayor de compaas ganan dinero a travs de la red ofreciendo
productos que los clientes no pagan.
Desde el siglo xix la entrega de objetos gratis como promocin fue una prctica
conocida. Despus, desde hace aos, lo innovador consista en donar una mquina de
afeitar, un mvil o una consola y cobrar por las cuchillas, por las llamadas o por los juegos.
Pero no es esta la caracterstica ms singular de la economa gratis. El siglo xx fue
una economa del tomo. El siglo xxi es una economa apoyada en los bits. Los artculos
basados en el tomo pueden ir rebajndose con el tiempo; los artculos basados en el bit
nacen gratis.
La gente se muestra escptica cuando se le ofrece algo gratis de la economa del
tomo, pero asume naturalmente que lo relativo al mundo digital sea gratuito. Los diarios y
revistas gratis en la red, ms las pelculas, los vdeos y las melodas que pueden descargarse
sin coste componen un universo incorporado a la vida comn. La misma realizacin de
negocios on line tiene un coste igual a cero.
Y no es que no se pague nada ahora por razn de que luego se pagar algo, sino que
no se paga ni antes ni despus. Este es el caso, ya experimentado durante dcadas, de la
sanidad pblica o, sencillamente, de los servicios de la radio y la televisin. Ahora, adems,
los blogs son gratis y tambin el libro que se cuelga en la red. Es gratis la informacin
sobre restaurantes o sobre ofertas de empleo; son gratis la pornografia, las clases de ingls o
el servicio de drogas a travs de la red. Los peridicos y revistas prcticamente regalan toda
suerte de artculos por adquirir un ejemplar. Pero, a su vez, hace tiempo que se ofrecen
revistas y peridicos gratis. Y cmo pasar por alto que YouTube, gratis, est arruinando a
las emisoras de televisin?
Hay incluso otras frmulas ms ingeniosas que las de agasajar al cliente sin ms. En
China, algunos doctores se hacen pagar mensualmente mientras el paciente est sano. Si
enferma, ellos asumen este cambio como culpa suya y entonces no cobran.
En Dinamarca, un gimnasio ofrece gratuitamente a sus miembros un programa de
ejercicios si no faltan a las sesiones establecidas. Un fallo acarrea que se paga el mes
completo. El cliente ser, pues, el cul pable del desembolso, y la empresa la parte munfica.
Como signo de esta poca, lo que no cuesta nada viene a ser el denominador comn de las
vanguardias tecnolgicas, desde la energa solar o elica a los efectos de enzimas que
convierten la hierba en etanol.
Y la nube
Actualmente Google ofrece cientos de productos, desde un software para editar
fotograflas a procesadores de palabras, libres de toda carga. Google gana ms dinero con la
publicidad que con un alto nmero de servicios, muchos de ellos gratis. Otras innumerables
compaas, pequeas y grandes (pero menos grandes que Google), emplean la misma
frmula. La valoracin de la empresa Google era de 20.000 millones de dlares antes de la
crisis y haba obtenido un beneficio de 4.000 millones de dlares en 2007, tanto como la
suma de los beneficios de todas las compaas areas y automovilsticas norteamericanas
juntas.
Google no es solo la primera introductora de este modelo de negocio con gratuidad,
sino que sus avances han trasladado cada vez ms funciones desde nuestro ordenador
personal a la nube, lo cual es como decir que se gestionan en un centro remoto accesible
a travs de buscadores como Chrome, propiedad tambin de Google.
Que dnde est esa nube? En una semisecreta direccin en Oregn, un rea a lo
largo del ro Columbia. All se halla una divisin del centro de datos de Google: inmensa
factora dotada con miles de computadores conectados entre s y todos ellos prolongados
por cables de fibras pticas que unen el edificio a Internet. Se trata de los centros de datos
de Google que progresan de tal manera que, cada dieciocho meses, el coste del Gmail cae
un 50 por ciento, y lo mismo sucede con el Google Maps, Google News y los
entretenimientos de tres minutos en YouTube. La caracterstica comn es su coste cero. Un
concepto integrado en el viaje general hacia la meta de la desaparicin.
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Tu voto puede, dice el eslogan en seal de que los votantes ya han experimentado
sobradamente que no pueden. Han votado y votado sin lograr las casas o los empleos que
necesitaban, han votado y votado generando unos poderes que tomaron los polticos para
emprender sus carreras.
La poltica fue terminando hace tiempo con el mismo prestigio de la poltica y,
efectivamente, no puede decirse que todos los polticos sean iguales; son cada vez peores.
Confianza en el futuro. El cambio, ya. Nada ms inane para un cartel
cualquiera que los eslganes que utilizan. No se les ocurre ni a ellos ni a sus publicitarios
nada ms, pero qu podran decir cuando no queda nada por hablar? Sin embargo,
consideran los electores actuales, ya instruidos en la publicidad, cnicos, infieles y crticos
de cualquier marca, que el candidato posee una oferta inslita de verdad-verdad? Sigue
siendo tan crdulo el votante como para poner su voto -parcelas de su vida- en manos de
esta patulea que aqu o all acaba a menudo en prisin?
En qu mundo vive el partido y sus paniaguados representantes tan vetustos que
siguen expresndose con las mismas triquiuelas de muchos aos atrs? Si el ciudadano ya
no es el dcil consumidor de antes, si no es, desde luego, el analfabeto, incomunicado y
menesteroso de ayer, cmo esperar que siga tragndose las mismas bolas?
De hecho, las mentiras polticas apenas constituyen ahora desviaciones del sistema,
sino que lo componen. Forman parte sustantiva de l y, precisamente en la campaa
electoral, adornan su grotesca y pretendida condicin sagrada. La veneracin del derecho a
votar, la metfora de la urna en cuanto sagrario en donde comulgamos todos, el horrendo
pecado de abstenerse, el gozo de la libertad por el ensalmo de la papeleta, etctera,
confieren un aura seudorreligiosa al proceso que los polticos, supuestamente astutos,
cultivan con su aire de magia o de superior irrealidad.
El elegido ser un representante legtimo y mucho ms que un ciudadano ms:
corrupto o no, su condicin queda aforada y amparada para facilitarle el bien y el mal. La
poltica ha perdido casi toda ideologa, pero tambin categora. Ha perdido casi todo
crdito, pero sobre todo marca, que es lo peor que le pudiera pasar. Compensatoriamente,
hipcritamente, ha sostenido el ritual con dotaciones de millones de euros, pero ni aun as, a
la altura de la segunda dcada del siglo xxi, consiguen camuflar su guiol.Y lo que es ms
decisivo: ni ms mtines, medios de comunicacin, comunicados persona a persona y
propagandas electrnicas logran evitar el mal de su farsa, la tragedia de su ausencia, la
presencia de la organizada comedia cuatrienal.
Lo que se ve no es ya la visin de la poltica, sino un remedo de su antigua
vitalidad. Hacen, ciertamente, como si nos representaran, pero ellos son la misma
representacin de la representacin.
Cierto. A la democracia representativa no la ha abatido nadie todava; an contina
repitindose la liturgia de las sagradas elecciones y se siguen reproduciendo las
campanudas sentencias del siglo xix: han hablado las urnas, la legitimidad recibida del
con mayor significacin, la poltica de una presencia sin presencia. Ms an: el xito capital
de las convocatorias polticas en la red se deducen de la autoridad de la ausencia y su
remedo de una bblica voz.
Las masas, y su posible agitacin social, han sido reemplazadas por aglomeraciones
de Anonymous convocados a travs de la red. No son tanto acciones pertenecientes a
programas como golpes de protesta al estilo del 15-M. La masa se rene, se manifiesta y
pronto se dispersa. Sin ambicin roja ni intencin trascendente, el levantamiento culmina
en la negacin sin determinado proyecto futuro. Aglomeracin o acumulaciones, montables
y desmontables en minutos, porque la masa no acta ya en rebelda revolucionaria, sino en
unidad comunicativa, en revueltas sonoras no dirigidas a transformar toda la sociedad, sino
a ahuyentar fieramente una parte indeseable de ella, como ha sucedido ya en Espaa, en el
este de Europa o en diferentes pases rabes.
No hay propuesta de una alternativa determinada, pero s una determinacin del
malestar. Contra la corrupcin, contra la falsa representacin, contra la especulacin, contra
la guerra, la metfora de la protesta viene a ser un blasn blanco. El enarbolar de la
abstencin, la desafeccin y el hasto frente al repetido tedio de la poltica falaz.
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Casi cualquier artculo asimilable a esta cultura entra y sale del receptor como un
diurtico, se bebe y no embebe. Se engulle y no empacha, se metaboliza y no engorda. Se
expone, en fin, y al momento se marchita tal como en la exposicin on&on, que ha viajado
por medio mundo en el ao 2010 y mostraba un arte destinado a la descomposicin. Un arte
al que no desintegran las circunstancias externas sino que l mismo escoge componentes
propensos a su rpida desintegracin.
As, frente a materiales como el bronce o el oro o incluso el lino, que perduran a lo
largo de aos, las obras de on&on y tantos otros ejemplos tienen como fin la degradacin.
Son tan actuales que se degradan porque son tan biodegradables como las nuevas bolsas de
la compra o un creciente nmero de objetos que, apenas se usan, emprenden la senda de su
desaparicin.
La on&on que comisariaban Flora Fairbairn (Reino Unido, 1972) y Olivier Varenne
(Francia, 1977) haba seleccionado trece artistas de diez pases distintos, pero todos ellos
volcados en hacer de lo efimero el tema de su trabajo. Trabajo que se hace y se deshace,
que aparece y se desvanece enseguida. Que va de un sitio a otro donde la exposicin, una y
otra vez, debe montarse desde cero para completar desde ese origen el cero del final. El
proceso, en definitiva, se impone a cualquier meta concreta, el fin se sita por debajo de los
medios y el resultado efectivo ser la idea que, aunque entre pavesas, humea como
creacin.
El texting total
En el textng, o lenguaje abreviado que se transmite por los mviles y en los chats,
desaparecen sobre todo las vocales. Pero las vocales seran, sin embargo, como los sonidos
natales del habla, los sonidos primeros que emite el beb.
Los vacos que dejan las letras entre s mellan los signos inaugurales y permanecen,
en cambio, los sonidos convencionales que deciden el mecanismo de la comunicacin.
Twitter aporta instantaneidad tanto a las redes sociales ms flexibles como a las ms
friables: permite enviar y recibir en el mvil o en la computadora mensajes con un mximo
de 140 caracteres.Y no hay ms all.
En ingls, twit quiere decir imbcil y to twt pinchar. To twitter es gorjear.
Lenguajes, pues, como de pjaro, comidas como de pjaro, coitos como de pjaro. Todo
parece buscar ser comprimido para poder volar. Hablar y hablar fue y es la terapia
psicoanaltica, la terapia de darle al pico sin tasa, no picoteando, sino parafraseando, en
todas sus lneas el posible coste de la enfermedad.
El futurista Jamais Cascio suea actualmente con un Twitter equipado con un robot
virtual capaz de entender qu mensajes merecen atencin y cules no, para finalmente
eliminar todo lo que no sirve y dejar tan solo aquello que permite orientar hacia la accin.
Es decir, crear en el otro no ya un mundo de pensamientos, reflexiones, contradicciones o
ensueos, sino operaciones inequvocas: positivo, negativo, cambio, a la manera de
los pilotos a la velocidad del Mach 2. El lenguaje escrito pasa pues a hacer de la escritura
El dinero, los celos, la belleza o la defuncin sern hijos naturales del accidente. El
mundo entero tiende a ser accidental y la cultura en marcha ser heredera del desastre. El
desastre entendido no como un fenmeno negativo, sino como oportunidad. El mismo
desorden, representado en los modos, modas y dormitorios de los adolescentes, viene a ser
la progresiva ley general del valor y la va para acceder al conocimiento, la solidaridad o las
brillantes esquirlas de cualquier amor, cierto o no.
Adis a la verdad titul Gianni Vattimo un libro suyo (Gedisa, Barcelona, 2010).
Pero, realmente, estuvo antes la verdad aqu y ahora se muda? Ms bien podra decirse que
con la slida verdad no se va a ninguna parte, y si ahora, supuestamente, se borrara del
mapa, habramos alcanzado el diagnstico puro.
Todas las utopas se basaban en una imaginacin conscientemente irreal pero grave
o pesada. Todo lo irreal no es necesariamente mentira, pero si la mentira niega la
consistencia de lo irreal es imposible que perviva demasiado.
Si las mentiras son eternas es a causa de su virtud de no errar jams, de sortear
como tales cualquier latitud verificable o cierta. Dios mismo se vio obligado a decir
escuetamente: Yo soy el que soy. Si hubiera ofrecido una explicacin, por pequea que
fuera, se habra hundido. El mximo ndice de la inteligencia divina radica en no hablar, no
hacerse ver, ausentarse, no existir. En estas condiciones vuela, no habla, no miente. Miente
o resplandece.
El saber de la fisura
En toda la historia de las lecturas personales, los mejores libros no fueron aquellos
que se entendieron del todo ni tampoco los que no se entendieron nada, sino aquellos que
de vez en cuando no se entendan y cuyas pginas, en conjunto, no venan a ilustrarnos
como escolares sino a cortejarnos como amantes.
Hay escritores que poseen ese don seductor del habla a medias y otros no, por
brillantes que sean. De hecho, la cultura y el amor importantes o turbadores solo se
encuentran en los objetos y sujetos que no llegamos a poseer del todo. Lo que en la
memoria arde es el filo de una ausencia que brilla entre la pared del sentido y el sinsentido
del conocimiento. Un habitculo que ocupa con frecuencia la buena poesa o esa esttica
que, como en el mejor arte abstracto, no trata de decirnos algo exacto a travs del
pensamiento lgico, sino algo incierto a la luz de la emocin en cuyos pliegues anida el
pigmento secreto.
Si la poesa se considera como aquella escritura de imposible traduccin no es solo
porque en el otro idioma falten trminos sino por la imposibilidad de reproducir, en otras
lenguas, la proporcin, el peso y la categora de los silencios. O sencillamente: un poema de
Eliot es intraducible no por lo que est escrito, sino por lo que no lo est y solo se lee en el
silencio singular del cuerpo.
Lo escrito o, mejor, inscrito se hallar a menudo bajo la palabra, al costado
indeterminable del adjetivo o del sustantivo. Incluso la posicin eficaz de esos silencios es
imposible de averiguar, puesto que las palabras en cada idioma poseen su particular
copulacin a travs de la cadencia, la ausencia y su luminiscencia.
De hecho, resulta tan impertinente una traduccin de los poemas de Vallejo como
demencial tratar de explicar las formas, los colores y los efectos de un Kandinsky. El
lenguaje es, en semitica, el patrn de la comunicacin, pero dista de ser Dios. El Dios de
la poesa no se dice, como tampoco la autntica creacin puede narrarse. En los museos,
como en las capillas, se pide silencio porque ni ante los cuadros ni ante el altar hay nada
que decir, y menos en un idioma conocido.
Parece que aprendimos del maestro que nos hablaba como un libro abierto, pero, en
realidad, no es all donde el docente pone el dedo, el lugar en el que se aprende la leccin
idnea. Todos los libros, todos los cuadros, todas las arquitecturas, todas las msicas se
velan en los intervalos para producir milagros.
El autntico valor del conocimiento se encuentra, pues, en la inspiracin, que no
viene a ser otra cosa que una limpia transpiracin del buen silencio. Porque hay silencios
ganga, silencios trampa, escorias de silencio que se desprenden de la impotencia, pero, al
revs, tambin hay silencios potentes que siguen dando de beber alcohol al que solo
esperaba recibir agua. Inoculando luz inslita al que esperaba saber comn.
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puede asimilarse, sin embargo, a la nada. La nada es una minucia si se compara con la
gigantesca talla del vaco. Si de una habitacin se extrae hasta el ms nfimo y ltimo
residuo, el resultado no es simplemente la nada, sino un cuerpo inconmensurable. Una
evidencia que en el arte ha permitido a la escultora Rachel Whiteread mostrar moldeado en
polivinilo el minucioso interior de una vivienda que dibuja el cuerpo ausente, el espectculo
de la librera desalojada de sus libros o el hueco de toda clase de contenedores que cambian
instantneamente su lenguaje cuando pasan de la plenitud a la vaciedad, cuando la muda
voz amordazada se libera de su negativa consideracin y se expresa en libertad completa.
Los cuerpos celestes, las galaxias, se ven condenadas a atraerse por la fuerza de la
gravedad, pero se sienten empujadas a alejarse entre s por la influencia del vaco. Una
fuerza primordialmente aciaga, puesto que si lo que aproxima es amor, lo que distancia as
es odio puro. O no. Acaso se trate de la forma exasperada del amor que se deshace en la
impotencia de fundirse con lo amado.
El vaco es transparencia, pero, a la vez, esa transparencia viene a empaarse con la
identidad del mal que nos empuja a volar con lo invisible, ver lo imperceptible, darle valor
a las corrientes que sin viento promueven el incansable morir del mundo.
Estos nuevos descubrimientos sobre el vaco dan la razn a Einstein, tras sus
vacilaciones respecto al universo en expansin. De hecho, esta misma vacila cin resulta
ser, en su vaivn, el nombre (vaciln) que cientficos como lvaro de Rjula han elegido
para designar las partculas de un vaco.
Partculas, chispas del vaco enfurecido en su quehacer? Porque, a primera vista, el
vaco se ve como un elemento aforado y liso. Una bola de luz sin luz o una exhalacin sin
aire, ahogada de nulidad. Pero las partculas pululan en el vaco, igual que en lo lleno. No
se ven, pero cuando el LHC hace vibrar la sustancia que forman se las ve brincar, tal como
sucede con el polvo al sacudir una alfombra.
Su composicin es la incgnita en que se empean actualmente muchos fisicos
internacionales, con la esperanza de hallar una explicacin sobre la relacin entre lo ms
grande y lo ms pequeo, siendo esto ltimo hasta hace poco el nivel cero de la inanidad.
El mal, la nada, las partculas malditas (goddamed particle) vienen a ser como las
semillas del diablo del universo. No todo el universo existe en virtud de estas simientes,
pero si el universo se expande, si no cae el cielo sobre nuestras cabezas, ser gracias a la
suprema conducta del vaco, que impulsa la dilatacin y acta con una superior energa de
distanciamiento.
Amar al universo? Abrazarse a la Naturaleza? Quin puede asegurar que en ese
movimiento no perezcamos? La vida misma, la ansiedad permanente por ayuntarnos, el
deseo eternamente insatisfecho de ser abrazados se frustra en el trance que tiende a
vaciarnos o eviscerarnos.
La ausencia del amado
de tal modo por continuar aqu? Fugarse, escapar, decir adis a todo esto, compone la
constelacin de exclamaciones que pugnan por hacer efectiva la traslacin. Seramos otros
en otra parte y esa otra parte ser siempre aquella porcin ideal que nos hace soar tanto y
sufrir con su distancia.
La presencia, sin embargo, de esa ausencia deseada constituye aquello a lo que ms
habr que temer, porque el da en que el mbito ideal se pose sobre el mbito real habr
terminado nuestro mundo. Entendiendo por nuestro mundo, por el mundo humano, al par
compuesto por el sentido comn y su delirio, lo patente y lo latente, el dolor y su anestesia.
De la misma manera, no hay obra de arte sin la colaboracin de lo que no hay en
ella; lo presente y lo ausente son parte de la misma composicin.
Esta regla, sin embargo, no es fcil de transmitir. Tanto en la seduccin de la obra
como en el amor de los amantes la dosis de lo no visto, no alcanzable o no expresable acta
como el resorte de la genialidad y, sin duda, como la originalidad suprema.
No somos, contra las evidencias, cuanto consta sobre nuestras realizaciones o
avatares, sino que habitamos especialmente en aquello que, al no poder concretarse, acta
como un incontaminado truco del yo. O tambin: somos exclusivos, nicos y perennes en lo
que, no estando propiamente presente, no puede igualarse ni morir.
La mxima inmortalidad se corresponde con la repetida singularidad de cada
ausencia.Y la inmortalidad a secas coincide con el vaho de nuestra ocultacin, el rastro
afinado de nuestra memoria evaporndose.
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su contenido, eliminando todos aquellos pasajes sonoros que no pueden ser captados por el
odo. Aquello que tcnicamente no omos desaparece de la grabacin y el resultado es
espacio para un mayor almacenamiento. Cul es la consecuencia? La consecuencia es que
all donde se hallaba el silencio latente, el silencio musical, ya no queda nada. La presencia
de ese silencio musical deja de existir para ser sustituida por el vaco. De este modo la
msica parece orse ms o menos igual en el habitculo ruidoso de un coche o en los
auriculares de un porttil, pero, escuchada en el saln de casa, la msica sin silencios se
muestra desvitalizada. O bien: el cuerpo de la msica sin la mdula del silencio tiende hacia
la anemia del cuerpo sin vida.
No omos fisicamente el silencio de la orquesta, pero fisica y psquicamente nos
penetra. Su amputacin nos amputa y su eliminacin nos demedia. Con ello perdemos no
solo la audicin de la msica sino la audicin de nosotros mismos, convertidos, a travs del
asiduo contacto con lo audiovisual comprimido (IPod, mviles, Internet), en entes
decrecidos, entes entecos y quin sabe si ya arteramente embalados para el mausoleo.
La palabra est llena de xitos y de fracasos, exornos, sentencias y oropeles, pero el
silencio es divino. Dios es aquel que es gracias a su extremo silencio. No hay modo de
arrancarle una palabra, y de eso se deduce que lo posee y lo sabe todo. No dice una sola
palabra, pero puede decirse que es el amo del verbo. La autoridad, la riqueza, el respeto, la
devocin de los dems a causa de su silencio son tan desorbitadas que no la igualan todas
las fortunas y ejrcitos de este ruidoso mundo. Como sucede con el puado de elementos
nucleares que compone el mundo conocido, el silencio se encuentra entre aquellos de
corazn ms disolvente, inteligente y duro. Deshace o edifica con una solvencia y
rotundidad, con una habilidad y astucia, que ningn otro sonido puede igualar. Ms que
eso: el silencio es la base sonora germinal y, en las ocasiones ms graves, aquellas que
exigen eliminar al enemigo, no hay mejor arma letal que la de administrarle silencio
exclusivo.
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impostura de almbar.
Todo sabor placentero en los labios, en el sexo, en el cerebro es seal de que el
demonio ha deposi tado su dorado excremento en nuestro organismo y, a partir de esa
deposicin, empezar la destruccin. Lo mejor nos saja, lo bueno nos embota, lo feliz nos
envenena. En la insatisfaccin hallamos los componentes que configurarn al animal
humano.
La sensacin de ausencia, ese dolor, es en todo caso la base de la existencia
humana. Los animales sienten menos esa rara sed y, en consecuencia, menguan
extraordinariamente su sensacin de vivir.
Vivir es un no vivir algo ms. Es un sinvivir por el mal de la ausencia. Su reino
desprende una especial ansiedad que, mezclada con la vida, le confiere una condicin
particular, mitad dulzura y mitad tragedia. El anhelo vuela hacia la ausencia para tratar de
condensarla en una presencia, y su fracaso decide la infelicidad latente en casi todo
instante, bajo la felicidad incluso. O precisamente.
Pero no son ya las cosas de este sacrificial modo. La felicidad ha pasado a ser
asunto central, rosa prpura, ambisex, en los ltimos tiempos del capitalismo de consumo.
Presente en los libros, los vdeos de autoayuda, las pldoras de la felicidad, los spas o los
antidepresivos. La cultura de consumo ha liquidado, en fin, el miedo a ser feliz y su
identificacin con el desfallecido suspiro afeminado.
Tanto la formidable influencia femenina, convertida en el estilo del mundo, como la
proclamacin de la felicidad por el consumo han sacudido la vieja ecuacin que divida
hroes y mujeres. Unos con la obligacin de trazarse un proyecto para llegar a ser grandes y
ellas con la impulsin a ser madres para realizarse plenamente.
En el cruce cultural de ambos mundos el nuevo afn consistira no ya en el diseo
de metas muy solemnes, sino en la golosina de objetivos ms cercanos. O, en suma, en
lugar de aspirar a una culminacin a la manera metafisica, la alternativa ser una
degustacin a la manera turstica.
La existencia, ciertamente, se contempl como un viaje; la novedad es que ahora no
hay un ms all repleto de regalos celestes, sino tan solo un vaco. O, dicho de otro modo,
en ausencia de itinerarios fijos, desprendidos del mapa sagrado, todo lugar es holgura y
todo tiempo viene a ser un aforo sin atender, una cavidad en la que la ausencia del ms all
reclama en justa compensacin porciones de sentido aqu.
Los hijos solos
En La sociedad de los hijos hurfanos (Ediciones B, Buenos Aires, 2010), Sergio
Sinay analiza el caso de los nios que, en ausencia de normas, prohibiciones o dictmenes
fuertes, se desenvuelven a su antojo y crecen entre sus pandillas, sus msicas y sus
pantallas. Se trata de una orfandad familiar que, al prolongarse, les empuja a viajar por un
espacio en el que la orden, o incluso las sugerencias paternas, los rayan. Pasan del
padre que no est y de la madre que les incomoda, pasan de educaciones y enseanzas
temporalmente pasadas.
Acostumbrados a desenvolverse sin padres (o dioses), cuando los padres aparecen
ocupan espacios que ya estaban conquistados o barridos. Antes, los hijos deban querer a
los padres y los padres deban querer a los hijos. Sin embargo, hoy, a fuerza de estar solos,
los hijos no experimentan que los padres se interesen realmente por ellos, y ellos, a su vez,
se desinteresan de los padres. Puede que an se quieran, pero esa relacin se ha vuelto lo
bastante laxa como para que los lenguajes no enlacen y mucho menos se ensamblen. De
uno y otro lado, acostumbrados unos y otros a no hablar o a hablar poco entre s (unos
veinte minutos semanales de media en Estados Unidos), las respectivas historias
evolucionan demasiado a su aire como para no hacer fatigosa la tarea de referirse a su
principio y a sus significados.
No son hurfanos fisicos los hijos, ni tampoco los padres carecen de su funcin. Ni
unos ni otros se hallan privados de esa condicin paternofilial, pero el efecto real es que los
padres viven sin hijos y los hijos sin padres. Todo ello entre silencios, malentendidos,
reproches y estruendos de puertas.
Un ejemplo de estos nios hurfanos lo represent la aparicin de las Salus o
Salus Infirmorum formadas en la Universidad Pontificia de Salamanca para cuidar bebs.
Las Salus surgieron, pues, como enfermeras especializadas en recin nacidos que
contrataban los padres para mitigar sus esfuerzos nocturnos cuando tenan mellizos o
trillizos. Pero ahora las Salus no solo acuden a las casas donde han nacido dos o tres nios a
la vez; basta con uno, y no importa si ya ha crecido unos aos.
La Salus suele llegar a su lugar de trabajo de nueve a diez de la noche y toma a su
cargo la criatura. La baa, le da de cenar, le cuenta un cuento, la duerme, la custodia
durante la noche y, a la maana siguiente, la despierta, le da el desayuno, la arregla y la deja
a punto para ir al colegio. Puede que incluso acompae al nio o a los nios hasta la
escuela, pero antes despierta a los padres para darles ocasin de hacerlo ellos y, en todo
caso, para que les den un beso y brindarles algn consejo.
Todava siguen vivas, y con salud, las Salus. Los padres tienen hijos, adoptados o
no, pero deben lograr -si pueden- que no les pesen; los padres besaban a los nios antes de
ir a la cama, pero, como cuenta Proust en un pasaje inicial de En busca del tiempo perdido,
ese gesto era un delicado regalo de oro.
Qu piensan los nios de todo ello? Hace aproximadamente un siglo, como tan
detenidamente cuenta Marcel Proust, el padre y la madre eran intactas figuras sagradas. No
haba que desobedecerlas, pero incluso desobedecindolas no se las hara padecer porque el
servicio se encargaba de absorber la travesura, taponar la pequea rebelda o encubrir el
leve destrozo infantil.
Esta familia, claro est, hace tiempo que es polvo de biblioteca, pero la otra gran
familia santa, la Sagrada Familia de la Iglesia catlica de la segunda posguerra, esa que
desvela todava al Papa y se halla permanentemente amenazada, tambin ha ido
desdeable pero tampoco ha de tomarse como el aglutinante mayor. As como los alumnos
menosprecian a los profesores que ensean, en forma y contenido, materias ajenas a su
curiosidad, los hijos ven desacreditarse a los padres despistados, descolocados o en trabajos
de poco inters.
Todo ello sin contar que, en la actualidad, prcticamente todos los amores, en la
pareja o en la familia, en el consumo de marcas o en el lazo profesional, son de quita y pon.
De este modo, los dramas tremebundos, las tragedias familiares al modo de Dostoievski o
Ella Kazan han ido cayendo desecadas a los pies de Freud.
No todos los nios son hurfanos, pero si Sergio Sinay llama a nuestra poca La
sociedad de los hijos hurfanos es porque observa con melancola que ni emocionalmente,
ni ticamente, ni espiritual o normativamente, los hijos son amparados por la presencia de
sus padres.
Ni falta que les hace? Les hace falta, pero esa falta en la casa paterna se
corresponde con el Estado de Ausencia General. Ausencia de lderes, de valores, de
intelectuales, de objetos y sujetos con peso.
En esta sociedad en la que los artefactos pesan cada vez menos y se desmenuzan
hasta los extremos de la nanotecnologa, los herrajes se oponen a la dura categora del
binomio padre-hijo, que va aflojndose sin remisin.
Si se piensa que para una gran mayora de hombres de hace apenas medio siglo, el
sexo era una fuerza de atraccin decisiva para casarse de por vida, se comprender el gran
abismo mental que separa aquellas trascendentes bodas de las voltiles bodas de hoy.
Pero el amor a un hijo no ser lo mismo ayer que hoy? Pues no.A la idea sagrada
de la familia perteneca la idea sagrada del padre y del hijo, de la madre, el abuelo y el
intachable honor del apellido en sociedad. Ser hijo de tal obligaba a mantener guarda y
fidelidad a unos fundamentos, unos feudos y unas figuras. Formar parte de una familia
conllevaba pertenecer a una historia esencial y su acarreo vital mediatizaba la buena o la
mala imagen del nombre. Un pecado de los antepasados flua de generacin en generacin
y un aura heroica baaba de orgullo una dinasta.
El individualismo y el superindividualismo terminaron, en la segunda mitad del
siglo xx, con los efectos de esa cadena de chatarra y oro.Antes se quera a los hijos -se
deca- como carne de nuestra carne. Se les quera intravenosamente. Pero ahora, liberados
los hijos de los padres, avanzados los injertos, los trasplantes y las clulas madre, todos
podemos llegar a ser hijos de extraos o los extraos llegar a ser padres, madres e hijos de
uno o de dos. Los hijos no elegan a los padres al nacer, pero los padres enseguida deban
hacer algo para hacerse dignos de ese azar. Igualmente, los hijos deban hacerse dignos
acreedores de los santos padres. Honrarlos incluso como sbditos siguiendo sus mismas
carreras para cumplir as una vida a imagen y semejanza del progenitor, tal y como Dios
habra escrito en su virtuosa ecuacin del mundo.
El mundo de hoy? Si se desea tener una familia habr que montrsela, como los
muebles utilitarios, con las propias manos y sacndola del atiborrado almacn. Pero
tambin, hartos de tragedias y de transfusiones, de dbitos y culpas, puede decidirse no
montar una familia en absoluto, tal como ya elige casi el 50 por ciento de la poblacin en
los pases de democracia ms avanzada.
El amor es democrtico, el sexo es divertido, la boda es un juguete, los hijos una
frmula, los padres un mecano. La comunicacin familiar? De su historia hablarn los
libros, si es que existen, los aos que vienen.
La maternidad? La paternidad? Cualquier funcin, por primordial que sea, se
acomoda a los tiempos, y las diferentes pocas conllevan ofertas y demandas surtidas,
como en las ferias de antes.
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Demostrar el espritu por la ausencia del espritu, demostrar la idea por la ausencia
de la idea, demostrar la vida por la ausencia de la vida, tal era la paradjica tarea de la obra
de arte.
YuKIO MISHIMA, El color prohibido
otros y olvidar las cuestiones propias, conduce a un raro consuelo de la ausencia. Uno
mismo llega a ser demasiado lo mismo, mientras los numerosos argumentos de los seres de
alrededor se revelan como versiones tan incomprensibles como diferentes del repertorio
amigo.
Sin este don que ayuda a poner atencin sobre los problemas del prjimo, se pierde
la larga experiencia de historias y visiones del mundo que, en conjunto, componen un
programa soportable para la tercera edad. No se trata de caridad ni de curiosidad tan solo.
Se obtiene un placer sabroso y fcil a partir de la felicidad del otro, sea un nieto, sea un
hijo, y se alcanza un confort de segundo orden que, en las postrimeras, brindamos a los
dems.
Los otros son el patrimonio. Sin ellos nos arruinaramos de un golpe en nuestras
quiebras crecientes. Continuar, tras una edad, cultivando el yo resulta tan feo como
incestuoso. El narcisismo, como fumar o beber mucho, son conductas grotescas despus de
la juventud. Nada se hace ms valioso en la edad avanzada que sentirse apaciguado con la
naturaleza de uno mismo.Toda lmina de serenidad equivale a un bucle con la circunstancia
que antes combatimos, colonizamos, excluimos, cabalgamos o desafiamos. Ser horizontal
como la naturaleza, ni ms ni menos, hallarse entretejido y no ser nada, ningn nudo
relevante, es la terapia geritrica que confiere mayor salud.
Interesarse, en fin, por los dems no significa otra cosa que culminar el crculo de la
intemporal medicina amorosa. Somos ms felices aproximando nuestro curso al curso de
los otros y favoreciendo tambin que ellos disfruten de esa actitud que, con el auge de las
interconexiones, aumenta el inters y la cate gora humana del texto. El texto o la textura
acaso que nos lea y nos empapele juntos.Y como un ovillo nos facture.
Oros y heridas
Si se quiere, la melancola puede dar mucho de s, pero tambin, tras haberla
probado varias veces, parece iluso alancearse con ella. Los hechos son y se ajustan uno a
otro construyendo el azar de la vida. Uno a uno parecen tan pesados o ligeros, tan
singulares en s mismos, que el tiempo tiende a sintetizarse dentro de sus trminos y, por si
fuera poco, se empina sobre ellos para otear el pasado y su futuro.
La estructura completa de una existencia desdice la supuesta magia del fragmento
que, a diferencia de lo que se cree, expone el cdigo en su apogeo y desdice la fractalidad.
Entendiendo por fractal aquella composicin cuya forma superior procede de la reunin de
otras hijuelas de su misma morfologa.
As, ciertos tramos de vida componen un argumento tan integrado como intenso,
pero, una vez finaliza esta trama, por tupida que fuera, vuelve a empezar el modelo. Se
inaugurar espontneamente -como hacen las clulas madre- un nuevo periodo con
personajes distintos, unos venidos de lejos y otros llegados del propio interior, como ideas y
sentimientos que surgen de forma inesperada. Hijos estos del mismo cuerpo, pero no de la
misma estacin sentimental.
destilada y extrada de una reelaboracin del charol letal, del alquitrn fnebre o del final
travestido en el principio creador. Vacuna que envenena para no morir nunca de aquello.
Vicio que nos hace mucho ms santos que cualquier conjura de la virtud.
Bajo la tesis de que quien olvida la historia puede volver a incurrir en los mismos
errores, la idea de recordar y, cuanto ms minuciosamente, mejorse ha instalado como una
virtud. En el polo opuesto se ubica, por tanto, el olvido. El desmemoriado pasa por ser
trivial, cuando no, sospechosamente, un desalmado.
Se dira que la moral se funda en la memoria y la inmoralidad en el olvido. Quien
perdona solo puede salvarse si, simultneamente, no olvida. Se sugiere de este modo que en
los sujetos sin la debida densidad se borran las huellas del pasado, mientras que, por el
contrario, las personas de valor guardan los recuerdos a fuego.
Debemos seguir alentando esta ecuacin tan del medievo? En realidad pocas veces
se exalta la memoria histrica para aumentar el gozo de vivir. La memoria ha adquirido una
consideracin tan grave que sin dificultad se emparenta con toda clase de tragedias,
holocaustos, crceles, hambrunas, represin y guerras. De este modo, la facultad
memorstica acta como una esponja que absorbe toda amargura y baa el presente con sus
escurriduras.
Gracias a la memoria podemos seguir odiando, gracias a la memoria podemos
continuar regurgitando y volviendo a paladear el mal. La felicidad? Queda asumido que
mientras la desventura se clava, la felicidad resbala. De este modo, resulta la desgracia de
ms fcil succin porque, en general, nos hallamos ms instruidos en la recreacin del dolor
que del placer, aunque de los dos sea posible alguna formacin fantstica. La memoria
opera sobre el pasado como la pala excavadora sobre una montaa de residuos y no ser
raro que, como en los vertederos, esa remocin apeste.
El alumbrado mgico
Pero no siempre es as. Paradjicamente el recuerdo hace presente a la cosa
memorada no en cuanto una presencia ms, sino en cuanto purificada ausencia. Podra
pensarse que el vaco de no estar aquello acaba con toda su residencia, pero de nuevo,
paradjicamente, la reclamada ausencia llega a ser ms poderosa que la presencia y ms
decisiva, porque el producto que el recuerdo obtiene del pasado requiere de una fuerza que
mide su poder con la inercia del olvido.
Todo mundo pasado, toda persona o poca desaparecidas viajan incesantemente en
irrefrenable direccin hacia la prdida. Sofrenar esa marcha primero e iniciar despus un
arduo regreso con el cuerpo a cuestas, recuperado de la fatalidad, supone emplear una
energa que vuelve la ausencia en potencia pura. Potencia excepcional en el presente: lo
ausente arrancado del pretrito para venir a ocupar un fulgente lugar al lado del relente
comn de la presencia.
Giordano Bruno, un gigante en el arte de la memoria, propuso un severo y
pormenorizado sistema nemotcnico no para recordar algo, sino para comprender, recrearlo
casa; pero esta reclusin definitiva hacasela cmoda por la misma razn que, segn
nosotros, debiera serle ms dolorosa; y es que aquella reclusin se la impona la
disminucin, perceptible para ella cada da que pasaba, de sus fuerzas, y que al convertir
todo acto y movimiento en cansancio o en sufrimiento, revestan a la inaccin, al
aislamiento y al silencio de la suavidad reparadora y bendita del descanso. (Por el camino
de Swann,Alianza Editorial, Madrid, 1988, p. 179).
Y as era.
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En el fondo, adems, siempre estamos solos. Ms solos que la una y a casi cualquier
hora, pobres o ricos, sanos o enfermos. Proust escriba: Nos comunica alguien su
enfermedad o su revs econmico, lo escuchamos, lo compadecemos, tratamos de
reconfortarle y volvemos a nuestros asuntos. Qu solas estamos las personas!.Y qu bello
disfrute hallamos en esa oquedad cuando por momentos, voluptuosamente, la escogemos.
La ausencia ms demoledora tiene lugar cuando los dems crean tu ausencia.
Podran tenerte presente pero optan por tenerte ausente. O todava peor: ni siquiera optan.
La opcin de pensar se ha desvanecido como un tejido cada vez ms liviano y transparente,
y la transparencia viene a ser el resultado de tu ser. No te rechazan ni te tachan;
simplemente tu ser se ha consumido y solo una fumarola dara cuenta de su lbil
consistencia.
La prdida de presencia moral se confunde as con la desintegracin de los cuerpos,
bien en la fsica o en la ptica, bien en la sustancia o en la consideracin. En todos los casos
viene a ser la consistencia la que cede y se desliza vagamente, como una onda de olor hacia
la prdida completa de olfato. Prdida de olor, de color, de tacto: la muerte acenta la
transmisin del suceso a travs de estos sentidos. La ausencia transmite su realizacin
mediante la irrea lizacin de las facultades, el aroma sin partculas, el color sin vibraciones,
el tacto sin rozaduras.
La ausencia es una suave entidad deslizante, inasible y, al cabo, insaciable. No estar
presente en los dems tiende en su punto extremo hacia la zona absoluta de la nada. Es as
como la ausencia que los dems nos procuran sin saberlo consigue el mximo efecto del
universo primigenio (o final). El espacio donde no hay lmites ni paramentos vestidos de
espejos. El espacio se refleja a s mismo en una infinita repeticin donde la igualacin
contribuye a mantener la masa en su nivel absoluto, cenital como un inmarcesible cristal de
cuarzo, y a la vez, indefinible, puesto que incluso la simple vaciedad es un rango que no le
conviene: la ausencia es el vaco ms el vaco definitivo.
Dentro de tal vaco explota la falta total, y el resultado es el dolor que desborda la
cabida del dolor y se convierte en una masa deslizante pero inmvil, plateada pero
transparente. Esto es la ausencia. Ninguna circunstancia lograra el prodigio de hacernos
ausentes si proviniera del quehacer consciente. La mayor ausencia procede de la
indiferencia y a travs de la impasible diferencia ajena.
Somos ausentes como hijos del coro sepulcral que nos da luz, y el coro nos hace
ausentes con su circulacin cerrada. Somos ausentes en la ausencia del pensamiento que
nos anula no por su despecho sino por su despiste. Su indiferencia nos ciega y la ceguera a
la que surgimos nos vela ante cualquier mirada.
Tambin ante la nuestra? No es seguro. Sentirse ausente en los dems crea una
segunda vida propia. Una vida amoral y flotante en la que se va fundando un mausoleo
alejado todava de la muerte perfecta. Porque la muerte real, perfecta, volvera a darnos
presencia, llegara a producir un suceso y, en consecuencia, a extraernos de la pena en vano.
El catafalco del ausente no es, pues, en verdad, el de su muerte fisica, sino el de su vaco, la
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n dictamen de los sabios dice que el mejor modo de ser feliz, eficaz,
poderoso y acaso superior es conocerse a s mismo. Nadie, sin embargo, lo ha conseguido.
La identidad, sea esto lo que sea, no es nunca identificable, gracias a Dios.
Saber cmo se es o consagrar la vida a lograr la coincidencia entre el propio yo
-supuestamente originario- y su gemelo fugitivo constituyen tareas tan mprobas como
estpidas. Pero tambin tan aburridas como fracasadas, diga lo que diga la doxia, la
ortodoxia y los manuales para triunfar.
En un librito de Clment Rosset, Lejos de m (Marbot, Barcelona, 2007), se insiste
en la soberana tontera de pretender coronarse como el sabio de uno mismo. En realidad, no
hay mayor aliciente para seguir vivo y coleando que la incertidumbre sobre el yo. De otro
modo, cmo soportar la asidua convivencia con esta pareja obtenida del yo mismo?
Cmo no bostezar ante este sujeto-sujeto, meticulosamente censado, privado de enigma,
sin ms cara que no sea la cara o cruz de su nica moneda?
Cmo saber de s sin el saber del otro? De hecho, no solo el amor parece
insustituible para sen tirse feliz; sin alguna forma de buen amor caeramos como annimos
muertos.
De esta manera se entiende la condicin humana, puesto que no hay humanidad sin
su carne amorosa, no hay red social sin enlace humano, no hay efectividad sin afectividad.
De una manera u otra, incluso las empresas, los asesinos, los financieros se aman, se
requieren, se asocian o se coaligan para sobrevivir como tales o como algo ms. Todo
comercio, a su vez, reproduce en sus canjes el modelo matriz del intercambio amoroso que
es la base de la pareja, su sentido del acoplamiento y la magia de la copulacin.
Cualquier doctrina que haya credo ver en el amor tan solo donacin no ha
entendido nada del bsico bien de la coyunda, representada desde el duro encastramiento de
los seres humanos al engranaje de las mquinas, desde el motor de la vida al motor de
explosin donde los mbolos del t y el yo se presionan y dialogan.
Empezando por Dios, la contraprestacin es ineludible. Si la divinidad se sostiene es
gracias a la creencia de los fieles en el suculento alimento que el intercambio religioso
provee. No es Dios el creador de los hombres, sino que Dios resulta de la interesada
fantasa econmica que, a cambio de fe, brindar su fortuna y su bondad.
Pero, tambin, una vez Dios en la escena del negocio, se hace verdad que los seres
humanos se ven respecto a l como hambrientos e indigentes. Dios es, por esa causa, panal
o dulce coagulacin del amor, licor del polo que alcoholiza la soledad suavemente, que
azucara la desesperanza y espolvorea la ausencia de ans.
El espejo y yo
En trminos de manual, la prdida de la autoestima constituye una enfermedad casi
mortal que nicamente se cura mediante un remedo del soplo de Dios que recalienta las
vsceras. Auto estima del corazn conectado con otros corazones, nexos de amor que
generan un escudo contra el descrdito personal o contra el simple despeamiento del yo
que, ciego, podra caer falto de conviccin alguna.
Todo yo, cualquier yo, solo existe en relacin con otro. Todo yo crea
automticamente un mundo a travs de otra presencia, pero ese mundo, a la vez, se encarga
de crear al yo. No hay un mundo sin yo, ni un yo sin mundo. Esta es la primera evidencia y
la primera soledad de la filosofa, pero la oportuna presencia del otro inaugura un nuevo
punto de vista, una mirada ms que mutuamente genera el mundo como un mbito
habitable, hogar que nace con la pareja del yo.
En el principio, mundo y yo, crendose mutuamente, forman un absoluto tan
inexorable como deshabitado. Segn confirma la fisica moderna y el paradigma
hologramtico en todas las ciencias, la percepcin y lo percibido, lo percibido y la
percepcin son parte de un continuo similar a una tinta desleda a lo largo del agua. En ese
movimiento el yo se deshace y se liquidara sin la asistencia de alguien que, sobre la
hemorragia, introdujera una aleacin y creara de su azogue un nuevo espejo.
No hay preexistencia del espacio ni preexistencia del tiempo, no hay universo antes
de nuestra llegada, de manera que la slida realidad del yo se encuentra necesariamente
unida a la imagen del mundo que brota con su presencia y el certificado aadido de la
coexistencia. De esta frmula se deduce que la soledad constituye un veneno casi letal y
que en su constatacin se prueba el insoportable sabor del yo nico. Hace falta alguien ms
para que la escena persista y la mesa se sirva.
La ausencia de los dems equivale a dejar de vivir. La muerte anida en el vaco o en
la oquedad de una ausencia. Gracias al amor de otro, sin embargo, se tiende un lienzo que
embolsa el viento y crea una calma medicinal, la medicina primordial de estar unidos.
De este proceso radical que va de la soledad a la reunin, hay incontables ejemplos
en el arte, en la economa, en la ciencia o en las investigaciones de la neurobiologa.
Pervivimos en cuanto seres que estamos juntos, y La Crisis no es otra cosa que la rotura
progresiva de la confianza o de la aproximacin, la ruina provocada por la liquidacin de
los cuerpos o la escasez de su liquidez en grupo.
Es tan dificil llegar a conocerse que a casi cualquier opinin que omos verter sobre
nosotros, le concedemos un desaforado valor. Desaforado? La medida de la resonancia que
La presencia, en fin, de aquel otro que nos lee y ampara, que nos acompaa y nos
confiere destino, convierte la azarosa tarea de escribir en algo tan razonable como una
aventura controlada. Es efectivamente as? Desde luego que no.
Para ser de verdad atrayente, la escritura, al igual que la pintura, la arquitectura o la
msica, necesita desconcertar a su propio autor. Sorprenderlo y materializarse a travs de la
temeridad. La frmula completa ser un misterio y su repeticin casi imposible.
No hay un ojo que juzgue toda la produccin, pero tampoco un ojo que ajuste la
primera idea con su xito. Se escribe, a menudo, creyendo que se puede decir esto o lo otro
gracias a las herramientas que ha procurado la experiencia, pero el xito final depende
(precisamente) de que lo hecho desdiga la previsin del resultado. Esta es la sal, la pimienta
y el azcar de cualquier creacin. Sin asombro (y autoasombro) no hay arte.Y la obra de
arte se llama a s misma maestra cuando, nacida de una mente, no se identifica como una
derivacin de ella, sino como una autoridad superior.
Que la mano que escribe ignore siempre el ojo que lee!. La sentencia viene a ser,
en rigor, irrealizable, porque aun pretendiendo escribir sin mirada, la pgina es un espejo
que refleja otra pupila mayor. Sin embargo, nadie sera capaz de escribir bien si escribiera
para sentar bien a una imagen preconcebida. La obra gloriosa, sea cual sea el significado de
esta exageracin, solo llega a travs del vrtigo del yo paradjicamente entregado no a ser
el yo propio y apropiado, sino el ser todava por ver. O por venir.
Una vez le esto: El porvenir es inocente porque no tiene sentido.Volv a leerlo y
fui ganando una inesperada paz. Si el futuro no est en nuestras manos, somos inocentes
desde ahora. Pero la sentencia no quera decir esto exactamente. O acaso s, porque toda
lectura de lo escrito constituye una traduccin. Hay diferentes traducciones para cada frase.
Ms an, casi la totalidad de los lectores leen antes lo que esperan encontrar escrito que lo
que realmente se encuentra en la escritura. La opinin propia se impone sobre la expuesta;
la aplasta y la modula para recobrarla como confirmacin. La lectura es la hora del
lector.
El porvenir es inocente porque no tiene sentido. En cierto modo, podra tratarse
de la vida misma, la que carecera de sentido al ingresar a cada instante en el porvenir y, de
este modo, sin sentido, la vida se revelara tan pacfica como inocente. S? No es tampoco
seguro. No hay nada seguro, porque el porvenir en cuanto tal no llega nunca, nunca
aparece, puesto que definitivamente se encuentra por venir.
Pero si siempre se halla as pendiente de venir, impotente para llegar, qu sentido
tiene pensar en ello. Si nunca va a llegar el porvenir, qu importancia tiene? O, por
extensin, qu sentido tiene pensarse muerto o no, curado o herido, desdichado o feliz,
amado o despechado en un espacio ausente que nunca tendr sitio en ningn lugar?
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Pertenecer a una etnia, ser un profesional de una pieza o un enamorado sin reservas
son circunstancias que forman parte de los postulados de otra poca. La poca en que ser y
comportarse como una pieza era el correlato de la perfeccin y de la ley.
Ser de una pieza, un bloque sin fisuras, se equiparaba rotundamente a la honradez,
la franqueza y la autenticidad. Ahora, sin embargo, ha venido a abrirse un intermedio entre
el medio y su fin, entre un fin y su medio y entre los medios o los fines en s.
La ausencia de la continuidad, la condicionada fortaleza de los vnculos o las
adhesiones con grados de fidelidad se oponen a la entrega sin anlisis, la pasin ciega, la
unin eterna, en cuerpo y alma, que form parte de la mecnica clsica y el amor
romntico. De la mquina proceda la fabricacin del producto y del amor se llegaba a la
procreacin.
El producto era el efecto previamente calculado, y tanto en la mecnica como en las
matemticas del amor el resultado desembocaba en la unin del matrimonio productivo y
sacramental. De este modo, tanto en la teora mecnica como amorosa se llegaba a la
obtencin de una pieza resistente y experimentada.
Toda produccin lograba su perfeccin en esa realizacin probada y compacta. Un
bloque acorde con el desarrollo de un procedimiento sin dudas. Los rodamientos marcaban
con su contacto lubricado la permanencia de la precisin y, a imagen y semejanza de la fe
religiosa sin flaquezas, la produccin material se cumpla en el encaje del mbolo y el
cilindro, sin intermisin.
La vacilacin en la fe, el mal ajuste en la mecnica y la lasitud en el matrimonio
componan las bases de una contracultura donde la ausencia de la cincha simblica daba pie
a la desafeccin, la insumisin, la informalidad y el caos.
Hoy, en cambio, esta fistula o porcin de ausencia entrometida, esta fisura o
albergue de la indeterminacin, es la clave de la economa, del pensamiento, la ciencia y el
amor.
Ni se quiere como una pieza de proyecto perdurable, ni, como se ejemplifica en los
muebles desmontables o las familias mecanos, se quiere sin condiciones ni precisos
juramentos de acero. En cada composicin, la ausencia de continuidad o el vaco intersticial
hacen las veces del antiguo cemento armado.
La ausencia es el intersticio, la clave del amor, duradero o no duradero. Es la
residencia de la crtica, el solar de la duda, la base del s o el no.Y desde este espacio se
decide la variabilidad del destino. Ms an: toda creencia cimentada es hija de otro tiempo.
El tiempo macizo de la presencia.
O, en suma, puede afirmarse que lo esencial del mundo ha mutado su carcter y, en
lugar de hacer referencia a una cosa perfilada y concreta, la hace, simultneamente, a ella y
a su sombra. Con solo la ausencia no podra representarse el mundo, pero tampoco con la
presencia constante se podra llegar a ser entendido cabalmente. En la fisica cuntica la
gran ausencia de una teora final provoca un vaco entre la realidad y su percepcin, entre la
realidad y su intuicin.
No es necesario ejemplificar esta dialctica a travs de ejemplos trascendentes. La
misma discontinuidad de las relaciones amorosas impuesta por el mercado y las residencias
en lugares distantes crea el mundo cada vez ms numeroso de los commuters. Commuters,
parejas casadas o no, que trabajan fuera de casa, tienen su empleo en diferentes localidades
y se renen solo de vez en cuando. Son commuters que se ven cada fin de semana, cada
quince das o algunos das al mes.
La relacin pervive, sin embargo, tanto o ms tiempo que aquella en que sus
componentes duermen juntos cada da y en el mismo lecho. Sin la independencia de las
mujeres y el abaratamiento de los transportes no habra sido posible este modelo, pero, a la
vez, esta modalidad, hija del mercado, introduce un tipo de vinculacin institucional hasta
ahora inslito y del que se deriva una creciente alteracin de la naturaleza familiar, de la
paternidad y del devaneo.
Es duro decirlo, pero la pareja constituida al modo tradicional acta como el
personaje de mayor entidad represora en nuestras vidas. Por nuestra pareja lo
condicionamos casi todo. Por ella renunciamos, nos avenimos, condescendemos, dejamos
de salir o de alternar, cambiamos aficiones, horarios, msicas, ropas, amigos.
La pareja se comporta no solo como una tarea a cultivar, atender y vigilar, sino
tambin como una pantalla. Parejas esbeltas pueden proporcionar una ptica aguzada en
algn determinado ngulo, pero, en general, todas son bultos que ciegan, total o
parcialmente, el panorama.
Una pareja es una mampara. Se trate de la pareja amorosa o de la pareja sin ms,
siempre son mampara, pero la pareja amorosa es la mampara maestra porque, as como el
nio ve primeramente el mundo a travs del amor que le procuran sus padres, el sujeto de la
relacin didica ve la realidad filtrada a travs de su concreta relacin de amor.Y no solo en
sentido potico o romntico sino en su ms rudo significado. Amor -dice Lvinas en Fuera
del sujetoes existir como si el amante y el amado estuvieran solos en el mundo. La relacin
intersubjetiva del amor no es el comienzo sino la negacin de la sociedad. La presencia del
otro agota el contenido de tal sociedad.
El amor crea efectivamente en su entorno mucho ms que un velo. Dentro de las
emanaciones del amor se encuentran la atencin, la vista, el olfato, el es tado de nimo, la
disposicin de espritu, el odo, la interpretacin. La multiplicidad de factores que se
incluyen en la relacin de amor causa que su mismo funcionamiento se convierta en un
espeso filtro. No solo decide el tono de las cosas sino la mera presencia de ellas. Con la
pareja, en ocasiones, no se ve ms all.
La pareja, no importa si a su pesar, nos confina. Puede creerse que una compaa
estimulante lanza a universos que no se hubieran podido imaginar. Pero incluso as ese
lanzamiento determina que no podamos asir pasajes que hubiramos tenido a mano. De la
mano de la pareja nos alejamos, y no hay mejor prueba de este alejamiento que el contraste
sentido al perder la compaa de aquel amor. De golpe, como en una milagrosa aparicin, el
mundo se presenta como un gran desconocido. Sea porque abandonamos a nuestra pareja,
sea porque la pareja nos deja, el mundo alrededor se altera. En el dolor de la separacin, en
medio de una naciente oscuridad, el espacio se ensancha y sus elementos antes sintetizados
se despliegan y multiplican.
El amor abre las ganas de vivir pero reduce a menudo el objetivo. Conquistada la
plenitud del corazn, el entorno se aminora. Se gana en nimo tanto como se pierde en
amenidad. No significa que la pareja aburra, solo que intensifica la animacin sin necesidad
de acrecentar su surtido. Efectivamente, todo parece ms brillante y atractivo si se
contempla desde un amor en ebullicin, pero ese mismo barniz homogeneiza acaso la
diversidad del paisaje.
Cmo conjugar, pues, el deseo de entraarse con el otro y la ansiada ventilacin de
nuestro mundo? Los commuters vienen parcialmente al quite. Al contrario de la naturaleza
fundacional y estable que la consagraba en los aos cincuenta, la pareja es hoy una variante
y no una constante. Los factores que le dan argumento repiten, en lo esencial, los
enunciados de Ovidio, pero no por vocacin de eternidad sino recuperando, en este mundo
apartado de lo sagrado, los presupuestos de una paganidad perfeccionada.
La holgura entre uno y otro, la preservacin de historias, pensamientos y secretos,
de asuntos y palabras nunca pronunciadas no perjudican la unin: acrecientan el inters de
perseguirse y de reunirse. No tan reunidos, apilados o unidos como para mezclar los
humores personales, pero s juntos para procurarse calor sin necesidad de ahogarse con sus
vaharadas.
Pero es igual ser amado y amar que hallarse conscientemente enamorado? S y no.
De un lado el enamoramiento proporciona un viaje sentimental extraordinario que, dentro
de la pasin turstica, es acaso el destino mximo al que se puede aspirar. Pero, adems,
siendo la vida un viaje que acaba aqu, sin metafsicas, el tour del enamoramiento conlleva
una experiencia inslita y de primera calidad. No hay, por tanto, ms que decir en su
calificacin?
Hay que decir mucho ms. Enamorarse comporta asumir los efectos de una
ecuacin de doble signo que, si en un sentido nos arroba integralmente, en el otro nos roba
el cuerpo y la mente de la circulacin general.
La pareja que se va
Mejor es que tu pareja te deje que dejarla t. Contra la lista de consideraciones
negativas que provoca el que se va, justas o injustas, la pareja abandonada se nimba de un
halo de dolor que la santifica. No importar, al cabo, de quin fuera la culpa, si es que
puede hablarse as. Lo importante es el cuchillo que se clav en el cuerpo que antes
llamamos nuestro amor, nuestro corazn, nuestro mximo deseo. Sobre ese adorado
monumento del otro hemos cometido el crimen, cmo no sentirse de una parte un canalla
y aparecer ante los dems como asesino?
Cmo rebajar, por tanto, esta ecuacin dorada a la ordinaria categora de una ancdota?
Ningn ex deja de amar (o vivir) a su ex, ni deja tampoco de estar interesado por su
peripecia, su felicidad, su xito o su desgracia. Ese ser extirpado de la vida sigue coleteando
entre nosotros, a la manera en que la cola de la lagartija contina sus espasmos seccionada
del cuerpo.
El ex, relativamente olvidado, sorteado en la conversacin, negado en la
interrogacin, sigue vivo en el sentido de la vida. No ya la desgracia del que abandon la
relacin interesar como un desquite, la posible felicidad o desdicha de uno u otra se hallan
unidas, aun silenciosamente, a aquel que ya no est. No est $sicamente aqu pero,
paradjicamente, por el poderoso efecto de la ausencia, se halla aqu y all, dentro y fuera,
en el llanto y en la risa, en la salud y la enfermedad, en verano y en Navidad. En ninguna
parte, en ningn tiempo y en casi todos.
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La prdida de placer, por sbita que sea, se registra como un regreso a la comn
realidad, pero la ausencia repentina del insufrible dolor dibuja una ausencia primordial, tal
como si su retirada abriera un solar de vida y muerte soleadas. Una existencia, en fin, tan
soportable (o nadable) como la nada. Tras la desaparicin del dolor, en suma, nace un
vaco ahora sin habla, sin reflexin, sin mente, que nos deja anestesiados y abandonados en
la inocencia.Tan puros que el efecto se asemeja al de haber sido expurgados de todo lazo
con los detritus de la vida, felizmente muertos o recin nacidos en un ocano sin dimensin.
El consuelo del dolor
Hay, efectivamente, una ausencia que duele y otra, en cambio, que se comporta
como un preciado lenitivo. O incluso como una depurada luz que, al mostrarse en su
envergadura, sorprende cmo pudo haber sido ignorada. La ausencia abre un espacio
propicio a que la herida sane y cicatrice en su espacio de seda y se exprese
inesperadamente. De este modo, las separaciones, por dolorosas que sean, aaden toneladas
de cavilaciones vacilantes. De hecho, toda rup tura amorosa procura, entre sus cuerdas, un
nuevo yo dispuesto a sentir con ahnco algo consolador o bueno. Toda unin sostenida a
pesar, en el pesar, no es otra cosa que un vicioso sinsentido o incluso un vicio orientado
hacia el suicidio, real o referido. Lo que no es en absoluto tan inslito, porque la muerte,
junto al amor, constituye el ms potente imn una vez que se consigue asumir su vrtigo.
El suicidio es as una tentacin para pasar la vida. Enviscarse en el martirio de la
relacin o en el maltrato recproco obsequia con un significado de bulto donde nada haba.
Ms que el trabajo rutinario, la distraccin efimera o el alcohol vulgar, la destruccin mutua
y muy feroz genera una necesidad de la que muchas parejas no saben ni ven razn mayor
para sustraerse.
Sufrir, destruir, no es un mal absoluto. Como tampoco gozar o edificar es un
incuestionable bien. En una u otra especialidad la extensa gama de posibilidades permite
crear una compleja sinfona del padecimiento o del placer, recorrer las mil caras del pesar y
del jbilo.
Pero incluso en determinados puntos, el dolor recobrado all donde prevemos que
est nos asiste como un extrao compaero de vida. Duele all donde incidimos y sin fallar,
por lo comn, a la cita. Se sufre all donde conocemos la sede del sufrimiento que fijamos,
y as nos fijamos y nos afirmamos como teas. Izndonos en ellas tan brillantes como
ardientes, carbonizados o candentes. Hacia la desaparicin o la iluminacin.
El dolor insoportable deja pues sin aliento, pero aquel que permite ser consuela
astutamente porque ocupa un espacio en el que no cabe sentirse a solas. Dolor obediente o
destruccin controlada hacia un final vital. Destino o muerte que persigue la demolicin del
mal.
El bien del dolor
El dolor fue un capital en la cultura anterior a la sociedad de consumo. Mediante el
buen aprovechamiento del dolor se obtena la salvacin del alma. Por el dolor se acceda al
saber (la letra con sangre entra) y a travs del dolor, la enfermedad, la sfilis, los artistas
creaban la obra suprema. En general, nada posea valor si no proceda del esfuerzo o la
experiencia dolorosa, la disciplina y el llanto. Paralelamente, el martirio produca santos a
granel. Primero el dolor y despus la recompensa del unto gozoso, siendo uno la esencia del
otro, puesto que en la ecuacin ejemplar el dolor deba ir siempre por delante. Ahorrar para
comprar, abstenerse sexualmente antes del sacramento, ayunar antes de alcanzar la
plenitud. Cilicios, disciplinas, sogas, duchas fras, lapidaciones. Solo as el cuerpo dolorido
y macerado empezaba a cambiar su endiablada ignominia por una santa ignicin.
Pero qu ocurre, sin embargo, cuando el cuerpo vale mucho y la cultura le
reconoce mrito para recibir cuidados, desde el lifting al wellness, desde el bal neario a la
cosmtica, desde el derecho a abortar hasta el derecho a la muerte?
El alma aparece como una invencin infantil. Asunto de tiempos cmicamente
pretritos en los que no exista el crdito fcil, el inters cero, el aprobado antes que el
estudio, el placer antes que la renuncia, el piso antes que el ahorro, el endeudamiento
fundido con un cambio de eje: desde el eje del dolor al eje del placer, desde el reemplazo de
la dolorosa espera a la inmediatez de la satisfaccin. Crisis financiera o cambio de poca?
Crisis econmica o cambio de sistema? De la economa del dolor a la economa del
amor.
La sociedad laica ha abatido el valor del dolor hasta la nada. Quien lo sufre ser
compadecido, pero en ningn caso se le supondr por ello encarrilado hacia la santidad.
Ninguna desdicha terrenal se convalida por una dicha divina.
Los grupos religiosos siguen rigindose por este intercambio del martirio, pero su
significacin cultural se ha reducido de tal modo que aquella especie de oro metafisico,
representado por el dolor, ha pasado a convertirse en hojalata en manos del analgsico.
Pena sin utilidad alguna. As, las mismas materias del saber que se estimaron como
disciplinas en seal del bien que aportaban, ahora se llaman y se tratan- como crditos.
No se asimilan mediante el dolor, sino que simblicamente se reciben como prstamos. En
consecuencia, cmo puede tratarse todava a esta Gran Crisis de ausencias como un asunto
financiero?
No comprar o comprar poco o comprar gratis reaparece como un estilo del tiempo.
Lo chic es el ayuno, el ahorro, la segunda mano, las marcas blancas y la vida, en general,
sin entorchados. La simplicidad (la vida simple que introdujo hace una dcada el
downshifting) renace fortalecida por la indigencia. Tambin la lentitud (aquellas slowfood y
slow city de los noventa) se cotiza frente a la aceleracin general, de la que es fcil deducir
el crash o el accidente.
Justamente, cuando las autoridades polticas y econmicas impulsan a comprar, el
consumidor encuentra la hipstasis de su existencia en la escasez y su mantra en la
recuperada voluntad de ahorrar. De rellenar, en fin, el presente de pertenencias frente a la
dura ausencia que representa la deuda, la cavidad de la hipoteca.
Porque, adems, cuando la escasez no se halla en los mrgenes sino que ha
Leyes o torturas fuera del tiempo, fuera del mundo que induce a vivir sin sufrir y
sufrir sin correlato religioso o pasional alguno. Pero, en todo caso, hay en verdad pasin
sin dolor? En un librito del filsofo Alain Badiou publicado por La Esfera de los Libros
(Elogio del amor, 2011) se recuerdan los esl ganes que la web de encuentros Meetic
lanzaba para atraer clientes. Uno de estos eslganes deca exactamente: Puede usted estar
enamorado sin sufrir por ello. Pero cmo? Meetic se las haba ingeniado para que la
relacin se dotara de reservas, salvavidas y salvaguardas que neutralizaran los efectos de la
traicin, la decepcin o el hasto.
Se puede estar enamorado sin caer enamorado!. Ciertamente elfall in love ingls
alude a una suerte de cada en un abismo. Los directores de Meetic trataban, por tanto, de
hacerse ricos eludiendo del amor su porrazo. No habr desdicha despus de la dicha como
no hay azcar para el diabtico tras ingerir un hermoso polvorn.
Contra el viejo binomio del bien y el mal, la actualidad crea una traza continua que
lleva, como en las pistas de peaje, por caminos sin tropiezos, pasos sin peatones,
velocidades sin accidentes, accidentes sin dolor. El cielo est aqu y no precisamente tras
haber trasladado a la tierra paladas de su divinidad, sino tras haber acabado con el vicioso
par de indignidad y dignidad, inocencia y culpa, condena y salvacin.
Esta magna idea, para ser exactos, es la que habr de regir todo el pensamiento
futuro -en caso de que lo haya- como un continuum que llevar de un universo a otro, de un
castillo a otro, de un polo al polo opuesto: al polo de lo puesto. Lo puesto y nada ms. Sin
fin, sin ceremoniosa procesin, sin penitencia.
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columna, por ejemplo, se enredan con los problemas de la vertebracin personal o familiar.
Nunca habamos llegado a conocer con tan sabia precisin que, frente a la idea mecanicista
de la Ilustracin, la teora de la complejidad lo explica todo.
Paralelamente, mientras la fuerza fsica ha perdido su carcter productivo, la
musculatura ha pasado de la milicia al orden de la cosmtica. Ser fuerte sirve ms en cuanto
apariencia, de la misma manera que la juventud cotiza ms en cuanto aspecto que como
documento.
La contumacia del agua
En el corazn de ese escenario atemporal y alardeando de una naturalidad
paradisaca se ubican hoy, especialmente, los spas. El gimnasio procura la belleza del
nimo a travs de trabajar la prestancia del cuerpo, mientras el spa trata el sistema linftico
para embellecer la elegancia del gesto. En el gimnasio se acentan las sensaciones tctiles y
en el spa se trata de desproveernos de ellas. Gracias a insistir sobre la musculatura, el
gimnasio menciona repetidamente el yo, mientras que el spa, por su parte, procura diluirlo,
desguazarlo.
La experiencia en el spa hace caer en la cuenta de que nuestra felicidad llega tras
ausentarse el ego. Gracias a la contumacia del agua, el egotismo cede como un metal
licuado.
El agua se impone as una y otra vez como reina absoluta. Agua fra, templada,
pulverizada, ardiente, coloreada, aromatizada, gloriosa.
Esa agua que aparece por doquier se empea en disolvernos las carnes y sorbernos
la consciencia y la enfermedad. De este modo, cuando se recorre el circuito antiestrs, en
un spa de lujo, el sujeto siente aflojada la identidad y, en consecuencia, puede ir o no al
trabajo, volver o no al hogar, todo ello sin que nadie, en adelante, se percate de su ausencia
(o su presencia).
El trmino spa, que para unos fue el nombre de una antigua y saludable localidad
belga y, para otros, es el acrnimo de salas per aquam, procura nuestra salud
aproximndonos silenciosamente a la nada. El gimnasio buscaba nuestra felicidad
hacindonos ms corpulentos; el spa desea nuestro bien mengundonos.
El sudor, que fue la materia por la que purgbamos el castigo divino y el flujo por el
que escapaban los pecados, ha pasado a ser el vehculo que elimina las toxinas. No elimina
el mal ajeno a Dios, sino ajeno a la salud erigida en el dios ateo. La paz que se adquiere tras
la hora y media de spa se asemeja, como dos gotas, a la serenidad que confera el bautismo
a los adultos del Jordn. Porque la religin nunca desaparece; solo cambia de naturaleza. El
cuerpo nunca muere, solo se diluye y se transforma.
O estar gordo
Pero puede ser que cuatro o cinco kilos de ms cambien no ya la imagen de una
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La parlisis del tiempo infeliz en plena crisis condena a tragar la crasa saciedad del
mal. Ser presa de un posible mal interminable equivale a padecer, fibra a fibra, un
apresamiento de hierros o grumos que, desde el origen, los nios perciben en el sabor del
aburrimiento. Y el elemento medicinal, muy popularizado, se llama simplemente
distraccin. La distraccin nos protege o nos libra del asedio, porque mientras el asedio
trata de cegar las salidas neuronales y provocar peste interior, la distraccin brinda aire al
corazn y lo expande hacia una fisica de la que ha desaparecido tanto la entropa como el
reloj. Un mbito en el que no morimos materialmente puesto que no estamos vindonos y,
en consecuencia, al no observarnos, no podemos ya contarnos ms.
Los que han muerto
La presencia y la ausencia no pueden concebirse, pues, como el haz y el envs de
algo. No hay esta doble cara a la que la mente se dirige alternativamente y excluyendo al
trmino abandonado. As como no hay presencia absoluta del otro, objeto o sujeto, no hay
ausencia completa, ni siquiera tras su extincin. Por muy pura y afectiva que sea.
Nos acordamos con gran dolor de quienes quisimos y ya han muerto, pero la muerte
llega a ser an ms intensa que nuestro dolor. Los muertos que tanto amamos traspasan la
barrera de su desaparicin y acuden a nosotros enseguida, pero al llegar carecen de esa
carga central de la que les ha desposedo la muerte. Ese odioso mundo, en fin, succiona
para s el espesor de nuestros seres queridos y apenas nos permite recuperar una descolorida
lmina.
Son ellos, sin duda, pero inexplicablemente simplificados y casi transparentes,
desprovistos de toda temperatura capaz de abrazarnos cuando intentamos abrazarlos, de
toda habla para respondernos. Seres que perviven siempre pero solo dentro del autoclave de
la muerte. Siguen vivos all pero solo en cuanto han permutado su cuerpo por la estela de su
memoria, apresada en el gran almacn de la muerte.
Y la ausencia es tambin la forma suprema de lo elegante, siendo esta el efecto
esencial que nunca se pronuncia, se oye o se apresa. La ausencia llega an ms lejos: no se
ve, no se toca, pero, adems, no se hace por s ilocalizable. Es lo ilocalizable hasta la
extenuacin total.
Su fuerza deriva precisamente de esta imposibilidad para calcular su ubicacin y
atribuir alguna medida a su encuentro. Impenetrable, niquelada, la ausencia se hace
resistente a toda herramienta, a cualquier ley, y su fuga incluye la fuga de la esperanza.
Como en los solares devastados, la ausencia crea un cosmos sin confines y manifiesta, sin
darse a conocer, una fuerza superior que abate.
El cuerpo amado que se ausenta deja tras de s un fresco rastro de memoria dolorida,
pero, gradualmente, agranda su huella incolora y todo l se transforma en un gigante
transparente en el que los sentidos se extravan y ya cualquier intento de reconstruccin
topa con la demolicin que la ausencia extiende, da tras da, sobre el ms nfimo vestigio
del pretrito.
Para bien o para mal, para uno u otro reflejo concreto, ese libro que ahora camufla
la ausencia habra actuado como un molde principal, una mscara de hierro. Merecera la
pena, pues, sopesar, recrear, investigar el no de su realizacin? Se err o se atin
negndole evidencia? Preguntas sin respuesta desde el mismo tiempo vivido. Preguntas
propensas a la mxima corrupcin si fueran enunciadas despus.
Los libros no se escriben mejor porque se les otorgue mayor esfuerzo. Bien porque
el esfuerzo podra obcecarse en una falsa direccin, bien porque su escritura se resistiera o
bien, finalmente, porque son en verdad libros de otros. Libros, en suma, que, abandonados a
su suerte, el tiempo se encarga de engullir y metabolizar convertidos en materia para otra
obra en la que la ausencia primera actuar como presencia, abono efectivo que generar
vida y luz. Luz benfica de todo el conjunto escrito (y no escrito) o luz malfica que
fomentar un turbin de interpretaciones erradas y de las que tantas veces se sirve la
leyenda para bien o para mal. Para el azar. Porque lo ms importante sera conocer si ese
libro pensado, anotado, imaginado pero no escrito, contuviera el sino de su no creador.
Porque, entonces, sera el sino del autor no haber escrito ese libro en lugar de verse
determinado por aquel otro que, como en el amor, le dijo s? Ser su sino ese s? Ser su
sino aquel no?
La interrelacin con la escritura asusta. Las obras nos obran y las obras nos
destruyen sin conocer de antemano su intencin. Como en el amor, creemos que su
intencin es parte integral de la nuestra, pero, lanzada al tumulto de la vida general, la
intencionalidad adquiere caracteres errticos y, por ello, amenazantes.
El pblico escribe a travs del tiempo el rostro del autor cuya fisonoma va
gestndose con el transcurrir de la obra. Es decir, la ausencia del libro sin escribir y la
presencia del libro escrito forman un todo continuo. Un todo holstico u hologramtico tal
como el sistema de llenos y vacos de la vida personal, el cosmos de agujeros y masas, la
involuntaria voluntad de representacin que construye tanto como destruye al ser: un
concepto tan extrao, tan virtual, tan intangible como la dialctica de la ausencia que
permite, con su fuerza, gozar del efecto presencial.
El supremo ideal del arte es hacer olvidar el arte. El arte de la espada, el arte del
baile, el arte del toreo o el arte de la pintura aspiran a lograr un punto mgico en que
desaparece el ejercicio de la esgrima, la danza, la lidia o el proceder del cuadro. Esto logr
Rembrandt, entre otros elegidos, durante los ltimos aos de su vida. La contemplacin de
sus lienzos se convierte en la experiencia misma de un suceso que no ampara ninguna
escuela o estilo de pintura. Se trata de un hecho sin ms para cuyo hacer ha desaparecido la
cuestin de la materia, el dibujo, la composicin o los colores concretos. El oficio se ha
incluido de modo tan ntimo en la accin que convierte el resultado en un accidente, belleza
verdadera. Y ocurre tambin as, aunque de un modo levemente diferente, cuando la msica
en su gloria o su embeleso absorbe el surtido de sus notas y pasa de ser composicin a pieza
de una pieza. La pieza de una experiencia viva que adviene al mundo de los objetos y los
seres vivos, como si se tratara de un viento. El arte se naturaliza hasta el punto en que el
artificio se deshace, se hunde en lo natural y se vuelve por lo tanto incomparable. El
mximo atractivo de una exposicin de Rembrandt no es ya la excelencia del pintor o de su
obra, sino la excelencia de la vista, la vida y la visita.
La piedra funeraria
Toda prdida deja un rastro de ausencias. Un rastro de sangre? Un rastro cuyo
amargo sabor evoca el resabio de la sangre que, si hmeda enciende los sentidos, al
desecarse deja un residuo msero y oscuro, oxidado mineral en cuya textura se junta la
desecacin del pecho y el vahdo de la piedra. No silenciado sino radicalmente acallado. La
piedra, por tanto, no es la marca de una ausencia sino la oposicin a todo ello. La ausencia
vibra, ondea, irradia y se transforma, puesto que procede de un sentir, y este solo llegara a
ser piedra cuando, si fuera posible, cesara.
El rastro de la ausencia nunca se apega, pues, a la naturaleza de la piedra, y tampoco
a la piedra funeraria. La piedra se muestra como nota herldica del dolor, pero en realidad
su accin consiste en matar basalmente al muerto, acabar con todo su residuo emocional y
saldar su ausencia.
Contra la convencin popular, la tumba no acerca al cuerpo del difunto ni tampoco a
su recuerdo. La piedra secuestra el cuerpo para s y con ello petrifica el poder de su
ausencia.
Fuera del cementerio, unos pasos ms all, la ausencia regresa, pero el camposanto
es piedra, presidio. La muerte de la ausencia. Piedra compacta, sin porosidades ni
pasadizos. Piedra que repele la visita o el abrazo.
El cementerio que acoge los muertos a granel y los guarda posee como
caracterstica decisiva su capacidad para hacer desaparecer con este encierro los rastros.
Dentro del cementerio, precisamente, no se siente al ser querido, y los llantos que se
desprenden son parte de la decoracin mineralizada. El ser querido se ha hundido en el
cementerio a los niveles primitivos de la piedra y con ella pervive en su perpetuidad inane.
Esta es la produccin especfica de los camposantos: hacer desaparecer al muerto y
desvanecer su sentido, el sentir de su ausencia. Son as como fbricas donde se procesa la
materia untuosa del muerto para transmutar su ras tro en la desaparicin de su huella y, con
ello, de su clamante ausencia.
De esta manera se comportan como recintos de paz. Paz incombustible, paz sin
anverso o diferencia. La muerte temible no est en ninguna de las tumbas ni tampoco en el
recinto total. El cementerio, saturado de muertos, acta no para ensalzar la muerte, sino
para convertir su significado en una talla o inscripcin intil.
Nada hace evocar menos la vida del muerto que la teatralidad del cementerio all
donde no se representa la vida o la muerte de la persona, sino una funcin litrgica apoyada
en el laconismo del mrmol o en la retrica de la literatura funeraria.
Lejos de actuar como un vnculo entre el aqu y el ms all, la presencia y la
ausencia verdaderas, este sitio es fatuidad pura. Cmara de anulacin, el cementerio lleva
hasta el punto cero todo indicio de existencia, y en su seno habita el banal garabato de la
nada.
De hecho, acercarse a sus mausoleos devuelve al visitante una paz entre insulsa y
cnica, puesto que a grandes dosis su oferta consiste en vivir un interior sin nada. No hay
siquiera dolor si no es que se imposte, puesto que el cementerio gusta porque es indoloro,
inocuo, inclume. Aparta todo posible dolor de l, repudia las lgrimas y repele cualquier
hmeda sensibilidad del corazn, porque su carcter consiste en la estricta desecacin de
todo. La ausencia, por el contrario, se manifestar en cualquier parte ajena a ese tropo y se
mostrar con intensidad especial cuando no aparece sobre un escenario especializado. La
ausencia acomete, acompaa y angustia ms cuando carece de domicilio fijo y ondea en
cualquier punto interior o exterior ocupndolo y regentndolo.
El color del veneno
Siempre, en el fondo de cualquier dicha puede detectarse un regusto amargo y en el
poso de la peor tristeza una extraa felicidad de cuarzo.
El desconsuelo representa esta dualidad de una manera especial, porque en el
desconsuelo se une tanto el sano hundimiento del yo como una sucia descolgadura respecto
al nivel del otro.
El desconsuelo conlleva por s mismo una desdicha, pero cualquier efecto de
consolacin, protagonizado como actor o como vctima, adentra la voz en una bveda an
ms deshabitada. Cunto ms no sentir ese desconsuelo en forma pura, entregado como un
bulto aciago con el que cargar, tragar, deglutir!
El caldo cido y pesado lo simboliza bien. Un caldo absorbido de golpe se deposita
en el cardias sin aparente consecuencia, pero, al llegar hasta el estmago, se expresa con su
oratoria de plomo, su color de amianto y la acidez de un animal en dentelladas. De esta
experiencia se deduce una prdida de la firmeza y una dejacin sensorial que induce, an de
forma atormentada, a dar otro sorbo del veneno. De este modo el desconsuelo se
desconsuela de s, una y otra vez, hasta el punto en que solo parece posible ahogarse
desarboladamente en l.
Pero en l solo se hallar la salvacin posible. Y as, el desconsuelo por un amor
perdido solo se recompone mediante una consolacin de otro amor ganado, y tambin el
desconsuelo de una traicin solo se cura en un episodio donde el traidor encuentra su
castigo en el padecimiento de una infamia paralela.
Se comporta, en fin, el mayor desconsuelo como una emocin telescpica que se
alarga y contrae, luce o se oculta, dentro de una procesin. De este modo se explica que, sin
pensarlo, vaya uno incluso a beber de su propio jugo, tal como si un plus adicional de
desconsuelo deshiciera su peor dolor y le hiciera regresar, por el mismo carril, hacia la cota
suficiente para no sufrir la desconsolacin incurable. Es decir, la desnuda y anacarada
majestad de la ausencia.