Doña Barbara Analisis
Doña Barbara Analisis
Doña Barbara Analisis
Umbral
(A manera de presentacin)
Manuel Bermdez
10 11
le pidi al doctor Requena 12 que le leyera el volumen, y los dos se fueron a Las
Delicias con el propsito de conocer un captulo diario.
Pero una tarde el dictador se interes tanto con los cuentos de ganado y las
aventuras campestres, que no quiso interrumpir.
-Siga, doctor... No regresaremos sin saber en qu para eso.
Fueron, pues, devorando pginas, en tanto que oscureca, y tuvieron que terminar a
la luz de los fanales del auto.
Conocido el desenlace, Gmez exclam entusiasmado:
-Muy bueno. Yo no s por qu dicen que ah me atacan. Eso no tiene nada contra
m... Eso era lo que deban estar haciendo todos los literatos, y no revoluciones
pendejas.
13
Desde que se public Doa Brbara, hace cincuenta aos, la novela junto con Los
de abajo (1916), La vorgine (1924) y Don Segundo Sombra (1926) ha alcanzado la
distincin de ser considerada una obra clsica de la literatura hispanoamericana. Su
autor, Rmulo Gallegos, conocido ms tarde como el novelista-presidente3, se convirti
en personaje legendario durante su vida. Doa Brbara que fue universalmente
aclamada por los crticos, evolucion de una manera bastante curiosa segn lo cuenta el
mismo autor.
Despus de haber publicado La trepadora (1925), obra que fue acogida con
entusiasmo, Gallegos dedic sus esfuerzos creativos a escribir otra novela. En abril de
1927, antes de completarla decidi visitar San Fernando de Apure. Una de las razones
principales para emprender el viaje fue que l quera que el relato del viaje que iba a
hacer el protagonista de la novela a esa regin fuera lo ms autntico posible. Esta
narracin, sin embargo, no se entreg a la imprenta porque el escritor la abandon por
un tema que le habla fascinado desde que haba escrito Los aventureros4, unos
veinticinco aos antes. En esta obra haba tratado de civilizacin y barbarie, las dos
fuerzas antagnicas prevalecientes en la estructura social de Venezuela. 14 Fue en
La Candelaria, una de las muchas fincas que pertenecieron al dictador Juan Vicente
Gmez, que el escritor oy por primera vez el cuento de Francisca Vzquez que se
hizo famosa como la hombruna o marimacho del hato Mata El Totumo5. La novela
pronto adquiri forma y a principios de 1928 las primeras pruebas salieron de la
imprenta de la Editorial Elite en Caracas. Pero Gallegos no estaba contento con lo que
lea y no le gustaba el ttulo de La coronela que haba escogido y decidi suspender la
publicacin de la novela. Pasaron varios meses y no fue hasta que la enfermedad de su
esposa los llev a Italia, que Gallegos volvi a mirar el manuscrito de La coronela.
Tras haber revisado la novela tres veces y de haberle cambiado el ttulo por uno ms
fortuito, Doa Brbara, la consider lista para la imprenta. Editada por Araluce en
Barcelona, la obra se public el 15 de febrero de 19296 en una edicin de dos mil
ejemplares7.
En septiembre del mismo ao Doa Brbara fue declarada como la mejor novela
del mes publicada en Espaa. Los miembros del jurado fueron Gmez de Barquero,
Jos Mara Salaverra, Enrique Diez Canedo, Gabriel Mir, Pedro Sinz, Ricardo Baeza
y Azorn. Esto constituy un sealado honor para Gallegos, prcticamente un
desconocido en Espaa. Tambin fue inslito, en cierto sentido, que estos jueces
escogieran para tal honor una novela latinoamericana. Con esta distincin Doa
Brbara recibi la publicidad que mereca y as lleg hasta el gran pblico
internacional8.
Los crticos en Espaa e Hispanoamrica se dieron cuenta casi inmediatamente que
se haba publicado una novela extraordinaria.
Aunque entusiastas en su mayor parte, los crticos en los Estados Unidos, en donde
Doa Brbara se dio a conocer en 1931 en la traduccin de Robert Malloy9, fueron ms
reservados en su juicio.
15
El gran nmero de artculos y reseas que se han publicado a lo largo de los aos
son una indicacin certera de que la novela sigui interesando a los crticos. Es de
utilidad examinar, qu controversias suscit y las comparaciones que se hicieron a causa
de su tema, y finalmente, qu factores contribuyeron para darle fama mundial.
La primera resea de Doa Brbara de que se tiene noticia se public en El
Universal en Caracas el 24 de abril de 1929 y fue escrita por Pedro Sotillo, quien dijo
parafraseando una expresin del captulo titulado La doma: Se va Gallegos tierra
afuera en el corcel de la fama. Denle mundo a Doa Brbara10.
Algunos meses ms tarde Jorge Maach habl de Doa Brbara como una gran
novela americana... Doa Brbara es una magnfica novela de color americano.
Envidimosela a Venezuela... y alcmosla en alto, para que toda Amrica -y toda
Europa- la mire y la aplauda11. En 1930, Picn Salas desde Buenos Aires dijo que
esta obra es -una de las ms completas y henchidas de vida, que nos haya dado la
actual literatura americana12. En un artculo que public ms tarde, Picn Salas indic
que cuando el libro fue publicado por primera vez bajo la dictadura de Juan Vicente
Gmez dio a la obra -a ms de su intrnseca calidad literaria- el valor emblemtico de
cuanto Venezuela necesita redimir... el libro contena una clave simblica; un crtico
'ms all' de la descripcin de la naturaleza y el retrato de los personajes... En la crcel
leyeron la novela los estudiantes prisioneros en las intentonas literarias de 1928 y 1929.
Con el ms generoso mpetu criollo pensaban ellos actuar contra el enmaraado desastre
de la dictadura como Santos Luzardo sobre las ruinas de Altamira13.
Lpez Pacheco va an ms lejos diciendo que el conflicto entre la civilizacin y la
barbarie que Gallegos presenta en Doa Brbara, 16 no es tan slo el problema de
Venezuela sino el conflicto fundamental de la Amrica Latina. A la estirpe de Doa
Brbara pertenecen los tiranos, esos hombres que han aterrorizado, como aqulla el
llano, a las repblicas latinas del nuevo continente14.
Rmulo Betancourt, amigo ntimo de Gallegos, ms tarde presidente de Venezuela,
y en aquel momento exiliado en Barranquilla, dijo que el novelista vivi los problemas
civiles y polticos de su tierra, puso el odo, comprensivamente sobre el haz de la tierra
atormentada y escribi luego en venezolano y con preocupacin venezolana15.
Fernando Alegra cree que el testimonio del escritor adquiere sentido universal
cuando expone las injusticias en el abuso del poder y la explotacin del individuo. As
con su justa y alerta evaluacin de la historia y su sobria visin del futuro, Gallegos
llega a dar respuesta en su obra a algunas de las preguntas ms importantes del
pensamiento poltico y social hispanoamericano16.
Surez Calmano, escribiendo en Nosotros, indic que finalmente se puede hacer un
comentario sobre una gran novela americana, rica en contenido humano, en potencia
descriptiva, construida con una mano firme y jugoso estilo17.
En lo que atae al mrito de Gallegos como novelista, tan slo Doa Brbara sera
suficiente para colocarlo entre los mejores escritores hispanoamericanos. Segn Manuel
Pedro Gonzlez esta novela es una verdadera proeza de arquitectura y de equilibrio
interior... Doa Brbara es toda una novela, como dira don Miguel de Unamuno, mejor
an, toda una gran novela18.
Los crticos espaoles no fueron menos entusiastas y Ricardo Baeza, miembro del
jurado que design a Doa Brbara como el libro 17 del mes en Madrid, anticip
la posicin que esta novela ocupara en las letras hispanas. Baeza escribi: Gallegos es
el primer gran novelista que nos da Suramrica y que ha escrito una de las mejores
novelas que hoy por hoy cuenta el idioma... pudiera considerarse la aparicin de Doa
Brbara como la entrada de la literatura hispanoamericana en la edad viril... Doa
Brbara es una obra absolutamente de norma clsica, y por mi parte la veo ya integrada
en el tiempo a las novelas clsicas del idioma19.
Parece que en los Estados Unidos Hispania y Books Abroad fueron las primeras
revistas que publicaron reseas sobre Doa Brbara. Coester seal a Gallegos como
un autor worth watching20 y Rosenberg dijo: The shortness of this notice is no
measure of the artistic value of this remarkable novel of the llanos of Venezuela... Doa
Brbara will make him the leading American novelist if he is not that already21.
En 1931, cuando apareci la traduccin en ingls de Doa Brbara, Marsh escribi
en el New York Times y deplor el hecho de que los Estados Unidos persistieran en su
poltica de ignorar so far as letters are concerned, the republics to the south. This slight
but vivid novel of ranch life on the Venezuelan plains deserves a warm welcome22.
Keefe, analizando a Doa Brbara en el New York Herald Tribune, indic que en la
Amrica Latina: a great cultural heritage is definitely coming into its own. Now, from
Venezuela we have a book well deserving of the acclaim that it has received throughout
the Spanish speaking world23.
Uno puede preguntarse aqu qu fue precisamente lo que atraa a los lectores en
Doa Brbara? Cuando se public la novela muchos 18 de los crticos la
interpretaron como reflejando las ansias de los venezolanos que intentaban hacer patria
frente a todas las dificultades que el rgimen de Juan Vicente Gmez les opona.
Tambin les pareci que Gallegos como Sarmiento vio el problema de su pas reducido
a la lucha entre civilizacin y barbarie24. Mientras que Liscano cree que Gallegos
anunciaba la Venezuela por venir: la que pudiera nacer del fortalecimiento de la clase
media, sin la cual no es posible asentar democracia alguna25.
Aunque la novela sigui ocupando su lugar preeminente en las letras hispanas26 por
mucho tiempo, un libro publicado en 194427 trat de atacar esta supremaca. Fue la
nica vez que las fuentes y la forma del libro fueron puestos en duda. En su ensayo,
Aez trata de comprobar que Gallegos cometi plagios y que sta es la razn por las
muchas y extraas similitudes y coincidencias que existen28 entre La vorgine y
Doa Brbara. Varios crticos29 inmediatamente defendieron a Gallegos de tan injusta
acusacin porque la historia de cmo la novela fue escrita era bien conocida. El libro de
Aez fue olvidado pronto y Doa Brbara sigui conquistando a nuevos lectores en
muchas partes del mundo como lo atestiguan numerosas traducciones al alemn, checo,
noruego y portugus hechas entre los aos de 1931 a 1952.
Respecto al mrito artstico de la obra se ha dicho que Gallegos es esencialmente un
realista que trabaja su prosa descriptiva con el orgullo de un modernista30. Pero no hay
que olvidar que la obra del 19 novelista no es exclusivamente el producto de la
imaginacin, sino que muestra un sentido profundo de la justicia social. Madrid-Malo
ve en Gallegos uno de los grandes conductores espirituales del pensamiento social
americano31.
En 1944 Doa Brbara alcanz cuarenta y cuatro ediciones y su popularidad poda
compararse tan slo con la Mara de Isaacs.
El 2 de agosto de 1954, Gallegos cumpli los setenta aos, y ese mismo ao marc
tambin el vigsimo quinto aniversario de la publicacin de Doa Brbara. Con motivo
de conmemorar esta fecha el novelista prepar una edicin definitiva32 que se public
en Mxico en donde Gallegos resida en aquel entonces como exiliado poltico. En esa
ocasin se escribieron muchos ensayos y se pronunciaron numerosos discursos reunidos
ms tarde en el Homenaje continental a Rmulo Gallegos y publicados en un nmero
especial de Cuadernos americanos33. Estos artculos son un testimonio vivo de que la
22 23
-La escrib en Caracas, por esa misma poca. La depur durante tres aos y la
publiqu en mi primer viaje a Europa, en 1929.
La prxima obra
Despus de Doa Brbara, Gallegos retrata al Llano en Cantaciaro y vive las
caucheras en Canaima... Todas ellas gustan; pero ninguna 25 ha logrado superar el
xito editorial de la que inspir la barbarie gomecista....
As, pues, el personaje de doa Brbara lo engendr Gallegos en el hato de La
Candelaria, y es, segn sus mismas palabras, ya no un ser de carne y hueso sino una
figura de ficcin, puesto que con los procedimientos de la barragana y sus secuaces y
los de los jueces de San Fernando -la violencia, el soborno y la falta de garantas
ciudadanas- se quiso encarnar a un rgimen, el del dictador Juan Vicente Gmez, que
por tantos aos fue el azote de Venezuela.
Consecuencialmente, Gallegos retrata en Doa Brbara ya no exclusivamente los
inescrupulosos procederes de caciques y autoridades del Llano venezolano, sino a una
dictadura, a toda una barbarie que en determinada poca sojuzg a su pas y cuyas
arbitrariedades lo mismo se sentan en la capital de la repblica que en los ms
apartados villorrios.
Consecuencialmente tambin, Doa Brbara es una obra simblica, fruto de
ficcin, mientras que La vorgine est basada e inspirada en hechos reales, en
acontecimientos absolutamente histricos, lo cual, lgicamente, ya establece entre las
dos producciones una diferencia fundamental.
29
de la brisa del palmar,
y por eso tengo el alma
como el alma primorosa
del cristal.
Amo, lloro, canto, sueo
con claveles de pasin,
para ornar las rubias crines
del potro de mi amador.
arica, etc.-, sino que algunos conceptos de Brisson sobre Casanare, y otros de Gallegos
sobre el Arauca venezolano, ofrecen tal similitud que bien vale la pena cotejarlos.
El informe rendido en forma de diario por el ingeniero Brisson es algo asombroso
desde el punto de vista del detalle. En estilo sencillo va anotando desde su salida de
Bogot, con una minuciosidad nica, el estado de los caminos, situacin topogrfica y
temperatura de las poblaciones, caseros, cerros, pramos o sabanas por donde va
pasando; distancias de uno a otro lugar; medios de transporte. Describe el vestuario y
modales de la gente con que se cruza en el camino y hasta nos refiere ancdotas del
hacendado o de los campesinos con quienes ha pernoctado en los hoteles, que las ms
de las veces no son sino destartaladas fondas.
En cuanto a Casanare se refiere, la relacin no puede ser ms grfica y completa.
All se encuentra, admirablemente bosquejada, la sin par estampa del llanero: desde la
de los gamonales o reyezuelos, como l los llama, orgullosos, astutos e irnicos, pero,
eso s, hospitalarios y generosos, uno de los cuales le regal un perro tigrero, hasta la
del pen, noble, servicial y resignado; refirese a sus bailes, lenguaje y costumbres; nos
cuenta que al llegar al casero de La Virgen estaban sabaneando, acababan de rodear
y apartar y presenci la hierra y castracin del ganado; nos habla de las madrinas, de
la punta de ganado, de los orejanos, de las morrocotas, del atajo, de las
quemas, de los caos, de las tremendas inundaciones y sequas y hasta de las
plagas de mosquitos y zancudos; investiga sobre la naturaleza de los indios slivas,
guahibos, piapocos y achagas; cuando llega a una regin selvtica, a los morichales o
a un bosque de palmeras, con una rigurosidad de inventario cientficamente va anotando
las diferentes calidades de maderas, palmas, resinas y plantas medicinales; no es menos
laboriosa la enumeracin que hace de las grandes variedades de animales y peces y al
anotar las aves nos las describe una por una, dndonos no slo el nombre sino la idea de
su tamao y del fantstico colorido 33 de sus plumajes; nos explica la diferencia
que hay entre el hato y la fundacin, la hacienda y el conuco, y la que existe entre el
bateln o bongo, y la curiara, canoa o fala; sugiere los medios de navegacin ms
apropiados para nuestros ros y hasta nos copia aquella tpica exclamacin del boga que
manejaba la canoa en que viajaba el 21 de marzo de 1894, que tambin trae Prez
Triana en su libro citado, pgina 73, que voy a transcribir, porque coincide con la que
Gallegos pone en boca de los bongueros que Arauca arriba conducen a Luzardo a su
hato de Altamira. (Doa Brbara, pgina 20):
-Vaya con Dios! deca al arrancar de la orilla el patrn de la
curiara, sentado a popa.
-Y con la Virgen!, respondi el boga.
(Prez Triana)
Puso de nuevo el patrn rumbo afuera, a tiempo que
preguntaba alzando la voz:
-Con quin vamos?
(Gallegos)
Tambin los escritores nos hablan de la guarura -concha de pez agujereada, que
produce, al soplarla, un silbido que se oye a gran distancia- en los mismsimos trminos.
Leamos a Brisson en la pgina 86 y a Gallegos en la 45:
Se anuncia un vapor por medio de la guarura...
(Brisson)
Al son de la guarura que anunciaba la llegada de un bongo...
(Gallegos)
(Brisson)
Su compaero de viaje es uno de esos hombres inquietantes,
de facciones asiticas...
(Gallegos)
Como hemos visto, cierto lxico, expresiones, tipo de raza, usos y costumbres que
caracterizaban a los llaneros colombianos en 1894 y 1924 -fechas en que se publicaron
Casanare y La vorgine- son 34 absolutamente los mismos que en 1929 -ao en
que apareci Doa Brbara- caracterizan a los llaneros venezolanos, hermanos y
vecinos de aqullos.
Siendo esto as, claramente se comprende que al seor Gallegos no le asiste ninguna
razn para clasificar como venezolanismos las voces de que hice especial mencin, ora
porque esos provincialismos forman parte del vocabulario de ambas repblicas, ya
porque sera imposible precisar el pas del cual dichos vocablos son oriundos.
***
Volvamos ahora al tema principal de mi escrito:
Dado que Rivera y Gallegos estn describindonos las mismas costumbres, las
mismas personas y el mismo ambiente dentro del cual se desarrollan las obras, (es obvio
que me refiero a la primera parte de La vorgine puesto que las restantes se refieren a la
selva cauchera), no pueden considerarse como plagios o imitaciones las mltiples y
forzosas analogas naturales que por tales causas se advierten en los personajes o en las
escenas en que ellos intervienen, todo lo cual analizaremos detenidamente y a su debido
tiempo.
Mas por estas mismas razones, y desde el punto de vista de la originalidad, no
pueden catalogarse como analogas naturales:
Ni las diversas coincidencias que se desprenden del cotejo de los argumentos de las
obras, porque el de La vorgine est basado e inspirado en hechos reales y el de Doa
Brbara es fruto de la imaginacin de su autor, lo que establece entre ellos una
diferencia fundamental.
Ni la semejanza de muchsimos giros poticos empleados por Rivera y por Gallegos,
referentes a cuestiones bien distintas del ambiente en que se desarrollan las obras.
Ni la identificacin de fondo y forma que se advierte en el relato de la faena lanera
del amansamiento del potro.
Ni el que Gallegos nos presente a una figura como Santos Luzardo, el abogado que
sale de Caracas y empleando la fuerza se cubre de gloria y acaba con el bandidaje de la
llanura venezolana, procedimientos que cinco aos antes puso en prctica Rivera con
Arturo 35 Cova, su hroe y personaje histrico, que de Bogot lo lleva a Casanare
y a la selva cauchera, donde, en circunstancias bastante afines, extermina los grandes
criminales de las caucheras.
Ni tampoco que muchas de las caractersticas de doa Brbara -de esas que hacen
ms interesante su personalidad- sean las mismas de doa Zoraida o la madona Zoraida,
como llama Rivera a la turca que vive en Manaos -no en la selva ni el llano- y que,
movida slo por el inters, de vez en cuando la vemos por los grandes ros a caza de
trabajadores para cambiarles sus corotos por el preciado siringa.
Por estas potsimas razones, Gallegos, en este caso, no es propiamente un escritor
original. Examinemos a grandes rasgos, mientras lo hacemos pormenorizadamente, los
principales personajes. Luego veremos lo dems.
Las doas
Cuando entremos de lleno a estudiar estas hembrotas, de raza e idiosincrasia
diametralmente opuestas y que pertenecen a ambientes completamente distintos, puesto
que una es llanera y otra una turca comerciante de la ciudad de Manaos, veremos que
mientras sta aprovecha la ausencia del amo de las barracas del Guarac para robarle el
caucho que guarda en sus depsitos, la cacica del Arauca le roba las tierras y los
ganados a Santos Luzardo durante el tiempo que ste permanece en Caracas. Ambas son
mujeres tan varoniles que en el momento de peligro no sabemos cul se juega en paro la
vida con ms sangre fra, sin un pestaeo; sus amantes les proponen matrimonio y ellas
responden a esa tontera con el desprecio; entonces, Barquero se suicida con el alcohol,
y Lucianito Silva, despechado, aturdido por el dolor, desdeosamente le escupe a la
madona los pechos lascivos con sus propios sesos; y al hacer el balance de sus sombras
femineidades, no sabemos cul es ms calculadora, ms ambiciosa, ms avara, ms
cruel, ms concupiscente, ms hombruna, ms bellamente romntica o ms guaricha,
como dice Gallegos al referirse a su herona.
36
Cova y Luzardo
Estas figuras no son llaneras ni selvticas sino producto de la civilizacin, a quienes
los novelistas arrancan de la ciudad para llevarlas a actuar en forma similar entre jueces
prevaricadores y asesinos desalmados.
Arturo Cova es un poeta a quien el destino empuj a los llanos de Casanare,
primero, a la selva cauchera, despus; y cuando se da cuenta del ambiente que lo rodea;
cuando comprende que all no hay garantas ciudadanas porque todo es violacin, terror,
codicia, perversidad; que los ms fuertes disponen a su talante de vidas y fortunas
ajenas; que todos los crmenes se quedan impunes porque no hay autoridades que
impartan justicia, ya que las nicas leyes son la violencia y el dolo, su noble corazn se
enciende de coraje, su temperamento se caldea al rojo vivo, y, despreciando la vida, por
conmiseracin a llaneros y gomeros, con el pequeo grupo de amigos que lo rodea, se
les enfrenta a los verdugos con sus mismas armas para tratar de corregir tanta
arbitrariedad. As, les opone fuerza a la fuerza, paga atropello con atropello, cobra
diente por diente. Y este Arturo Cova de La vorgine, por mltiples aspectos es el
Santos Luzardo de Doa Brbara, aunque con bien marcadas variantes psicolgicas,
como tambin las hay entre las doas, que ya veremos cules son.
Y en muchsimos pasajes sus actuaciones son tan uniformes que no sabemos cul de
los dos es ms noble, ms varonil, porque en los llanos o en la selva, especialmente en
esos momentos de opresin, los hombres eran esclavos o hroes. Y para ser hroe entre
esos llaneros o gomeros se necesitaban superhombres. Y Cova y Luzardo lo fueron en
grado mximo.
***
Ahora, echemos de lado las pastas de los libros que a manera de teln de boca nos
impiden apreciar el escenario llanero en todo su esplendor; en compaa de Arturo Cova
y Santos Luzardo sigamos por las mismas rutas que antao siguieron desde Bogot y
Caracas hasta los llanos de Casanare y el Arauca venezolano; lleguemos hasta los
barracones del Guarac, en el corazn de la selva; con nimo sereno contemplemos el
panorama y pongmosle bastante atencin a los hechos que vamos a presenciar, en la
seguridad de que hallaremos muy interesante el anlisis de algunas figuras y ciertas
39
Sinopsis de La vorgine
Arturo Cova, un poeta, ha raptado a Alicia, una muchacha bogotana, y de comn
acuerdo deciden abandonar la capital. Toman el rumbo de los llanos de Casanare y
despus de algunos das llegan, en compaa de don Rafo, un mercader al por menor
que viajaba por la misma ruta, a la fundacin de La Maporita, de propiedad de Fidel
Franco y de su amante la nia Griselda.
En los alrededores de La Maporita la peonada est en la primavera de la vida: ya
nadie trabaja porque todos estn en vsperas de ser ricos. Les ha llegado su salvador en
la persona de don Narciso Barrera, un enganchador que busca gente para las caucheras
del Vichada y les adelanta lo que pidan, no importa que el recibo que les haga firmar sea
de diez pesos por los cuatro o cinco que les ha dado. Lo interesante es que haya
aguardiente, joropos y mujeres. Y todo lo tiene a rodo...
-Que viva don Narciso Barreraaaa!
Evidentemente, el llano ya no sirve para nada. No vale la pena trabajar ms all. Se
establecern en la tierra de la fortuna y de la felicidad.
40
-Que viva el Vichadaaaa!
Griselda est encantada. A su criada, la vieja Bastiana, y a ella, don Narciso les ha
hecho algunos regalos. Y qu regalos! Naturalmente est convenciendo a Franco para
que sigan a tan dadivoso empresario; pero Fidel no es de la opinin de su mujer y se va
con don Rafo al Arauca y a Tame a conseguir dinero y hombres de buena voluntad para
hacer un rodeo, escoger un lote de ganado y realizarlo en Bogot, negocio en el que
Cova tendr una participacin43.
Mientras Fidel est ausente pasan a poder del enganchador los anillos y
candongas que adornaban las manos y las orejas de la simptica Griselda, a cambio
de las chucheras que con tanto gusto le haba regalado; y como el rufin an se
sintiera defraudado, la amenaza con demandar a Franco si no se le cubre ntegra la
deuda. O... por qu no consegua el dinero con el seor Cova?
Al enterarse Alicia de lo ocurrido, ofrcele a Griselda para servir de mediadora a ver
si es posible que Barrera rebaje siquiera el saldo de la deuda. Y comienzan las
entrevistas que despiertan los celos de Arturo, creyendo, errneamente, que Alicia no es
indiferente a los galanteos que Narciso alguna vez le dirigiera, y que Griselda est
sirvindole de cmplice.
El enganchador y las mujeres acuerdan una cita nocturna; Cova se entera de ello, se
emborracha de despecho, se arma y lo espera 41 apostado detrs de una
talanquera; pero avisado Barrera por Miguelito, un pen, de las intenciones de
Arturo, se va para Hato-Grande, cercano a La Maporita, de propiedad del viejo Zubieta,
Aun exponiendo sus vidas llegan a los barracones. A la cabeza de sus compaeros,
Cova apersnase ante el administrador, El Vquiro, uno de tantos criminales, guapo
pal plomo y pa cualquier hombre, y en el discurso que se ve obligado a improvisar
manifiesta que es comisionista, que tiene negocios con la Casa Rosas, de Manaos, en
cuyo poder me queda un ahorro de unas mil libras, que con sus amigos ha dos meses
sali de sus barracas con un cargamento de maoco, sarrapia y goma, que traan por
el Inrida, y al llegar a la boca del Papunagua perdimos todo. Hemos venido en el
colmo de la miseria a pedir amparo!.
-Y qu ser lo que bust quere?
-Que me tripulen una canoa para enviar un correo a Manaos a
llevar aviso de la catstrofe y a traer dinero, sea de la caja de
nuestro cliente, sea de mi cuenta, y que nos den posada a los
cuatro nufragos hasta que regrese la expedicin.
Ella entonces, convencida de que Cova era persona adinerada, se lo seal, como
dicindole que l respondera por el valor de la mercanca, 45 lo que tambin le
haba garantizado a el Vquiro. Por lo que el gabacho, amenazante, encaminose hacia
Arturo, que estaba sentado porque un ataque de beriberi le haba imposibilitado una
pierna:
-Bandido! Sigues alebrestndome los gomeros? Ponte de
pie! Dnde se hallan tus dos amigos?
compaeros!
Cuando llegan al barco, donde estn Franco y el Catire Mesa, el Cayeno, revlver en
mano marcha hacia ellos, stos inesperadamente lo desarman, el gomero lnzase al ro y
entre todos lo acribillan a balas.
As muri aquel extranjero, aquel invasor, que en los lindes
patrios tal las selvas, mat a los indios, esclaviz a mis
compatriotas!
parte que le toca a don Jos el nombre de Altamira, y a la familia Barquero el nuevo
hato, que se bautiza con el nombre de La Barquerea.
Muertos su esposo y su hijo mayor, doa Asuncin se traslada a Caracas con Santos
para educarlo all. Mas durante este tiempo aparece en el Arauca un azote en la persona
de doa Brbara, quien, capitaneando una cuadrilla de criminales, roba haciendas y
mata a su acomodo, con la venia de las autoridades de San Fernando, que han sido
sobornadas por la temible mujerona.
Doa Brbara pas su niez a bordo de un bongo pirata que recorra la selva
cauchera; el capitn del barquichuelo, su taita y protector, quera comerciar con los
quince aos de la seductora Barbarita, que est enamorada de Asdrbal, el joven que
est ensendola a leer y escribir. Un da se asesina a Asdrbal y la marinera abusa de
la muchacha, despus de matar al capitn. As esta mujer, injerto de la india sensual y
del blanco aventurero, desde ese momento lleva en su trgica y agorera naturaleza el
odio implacable al 47 varn y su vida entera la encaminar a vengarse de l. Para
ello se apodera de todos los secretos de la indiada con que pueda causarle algn
maleficio; se especializa en la confeccin de brebajes afrodisacos para destruirle la
vitalidad, anular su voluntad; y se vuelve ladrona, y criminal, para eliminarlo, si fuere
necesario, como efectivamente ocurre. Y como de su hombruna naturaleza ha
desaparecido todo vestigio de amor, no se le entregar sino por vicio o por lucro.
De ah que cuando la dignifica la maternidad se avergence de s misma y su rencor
contra el hombre sea mayor, ya que un hijo en sus entraas slo significaba para ella
una victoria ms del macho; por lo que reniega de su amante, Lorenzo Barquero -su
primera vctima- y repudia a su hija Marisela, que otros pechos tuvieron que
amamantar porque no quiso ni verla siquiera.
Lorenzo haba llegado al llano en plena juventud y, hechizado por los todava no
despreciables encantos de Barbarita, cae en sus redes. Ella, despus de robarle sus
haberes y su juventud, lo deja, y el infeliz, atolondrado y ya degenerado por los vicios,
desprecia la vida y se entrega perdidamente al alcohol.
Tal era la famosa doa Brbara: lujuria y supersticin,
codicia y crueldad, y all en el fondo del alma sombra una
pequea cosa pura y dolorosa: el recuerdo de Asdrbal, el
amor frustrado que pudo hacerla buena.
Mientras los aos pasan, Santos finaliza sus estudios universitarios. Como su madre
ha muerto, decide radicarse en Europa y vender Altamira, que ha venido a menos, pues
gran parte de los ganados y leguas y leguas de sabanas altamireas han pasado a
engrosar el hato colindante de El Miedo, de propiedad de doa Brbara, a fuerza de
arbitrarios deslindes ordenados por los Tribunales del Estado. Vase para el Arauca con
el fin de realizar su finca, pero al comprender que las injusticias de que ha sido vctima
provienen de que sus administradores y las autoridades estn en connivencia con la
terrible mujer; al darse cuenta cabal de que la ley del llano es la ley de doa Brbara,
como por all se la llamaba, porque a fuerza de dinero haba obtenido que se la
elaboraran a la medida de sus desmanes, y que esa ley representaba el bandidaje, su
sangre luzarda 48 reacciona y decide quedarse all, no tan siquiera por buscar la
reivindicacin de sus derechos cuanto por contribuir a la destruccin de las fuerzas
retardatarias de la prosperidad del llano.
Y con unos fieles peones lnzase a la arriesgada lucha de destruir el podero de la
doa; y oponindosele con sus mismos procedimientos -la fuerza armada- logra
exterminar a su cuadrilla de facinerosos con la sonriente complicidad de la mujerona,
que se ha prendado locamente de Luzardo.
Aun cuando la bondad de su corazn y su recia contextura moral admirasen la
virilidad de doa Brbara y en alguna ocasin compadecieran sus arrebatos de
sensibilidad, Luzardo siempre la despreci, no por el hecho de haberle mermado sus
intereses -que ella propuso devolverle- y por ser la responsable de la ruina moral y
material de su primo Lorenzo Barquero, cuanto por un irresistible sentimiento de
repulsin hacia el alma de esa mujer, algo as como una mezcla de brutalidad y dulzura.
Luzardo, a su vez, est enamorado de Marisela, y doa Brbara, al saberlo, murmura
celosa: primero muerta que derrotada. Con este nimo se dirige a Altamira -a donde
Santos la haba llevado con su padre, compadecido del estado de crpula en que vivany, amparada por las sombras de la noche, se dispone a matarla. Pero antes de ver el arma
humeante, al contemplar a la nia embelesada con el coloquio de Santos, se arrepiente,
pues se ve a s misma pendiente de las palabras de Asdrbal, y el doloroso recuerdo le
amans la fiereza. Y en el ms bello arranque de amor maternal con esa hija que haba
odiado durante toda su vida, abandona definitivamente el Arauca despus de nombrarla
heredera de todos sus bienes. Luzardo se casa con Marisela, Altamira recobra su antiguo
esplendor y por fin el Llano se ve libre del sangriento cacicazgo de la doa.
***
Como se ve, la parte bsica de las obras, esto es, los argumentos, tomado e inspirado
uno en la realidad; de ficcin, el otro, lo que de hecho ya establece entre ellos una
diferencia sustancial, y los puntos 49 fundamentales de su desarrollo, lo que es ms
significativo an, son en extremo similares, por estas coincidencias:
Primera: porque si en La vorgine la violencia est enseoreada en Casanare y en la
selva cauchera, en Doa Brbara, el mismo problema se hace ostensible en el Arauca.
Segunda: porque si las autoridades de Casanare han sido sobornadas -en la selva no
las hay-, con las de San Fernando ocurre lo propio.
Tercera: porque los sobornadores de la justicia en ambos lugares son los mismos
criminales: Barrera y doa Brbara.
Cuarta: porque si en la obra de Rivera, Cova, un civilizado, extermina con sus
amigos a los principales criminales, en la de Gallegos, Luzardo, otro civilizado,
secundado por sus peones, acaba con el bandidaje.
Quinta: porque si el personaje central de Rivera, Arturo Cova, al final de la obra
desaparece al internarse en la selva, la principal figura de Gallegos, doa Brbara,
tambin al finalizar la novela, desaparece del llano al abandonar el Arauca44.
51
Doa Brbara45
Dillwyn E Ratcliff
Este es el llamado del gan para la vaca Azucena. Los llaneros, como los gauchos,
gustan de cantar rsticos tenons o repetir el debate pico entre el Diablo y el legendario
Florentino de Arauca. En 53 los bailes del campo, los msicos cantan coplas
mientras interpretan joropos en la guitarra; las maracas sealan el ritmo.
Un crtico venezolano ve esta novela como un cuadro de costumbres:
Nunca se haban contado en Venezuela estas cosas del llano
con tanta exactitud, con tanta lealtad, con tanto fervor: y eso
que el autor no es llanero47
a la manera criollista. Tan pronto como uno adopta una especial manera de escribir es
hora de aprender otro oficio.
Finalmente, una palabra acerca del peligro del provincialismo literario. Puede
preguntarse: Por qu tratar de crear obras de arte de limitados recursos cuando se
puede aspirar a lo universal? La actitud ms propia parece ser no denigrar de los
clsicos o de la universalidad de sus temas, pero reconocer que esos temas necesitan ser
reafirmados una y otra vez en cada siglo, en cada tierra y en cada pas en trminos de la
vida y la ideologa de cada tiempo y lugar. El resultado ser una literatura significativa y
hasta ocasionalmente grande. En Venezuela, los escritores criollistas eran los mejor
dotados para realizar esta importante obra. Ellos estn en estrecho contacto no slo con
el idioma de los hombres y las mujeres de su tiempo y su pas, sino tambin con sus
entusiasmos, aversiones, esperanzas, temores e ideales.
61
I. Apologa
Por fin tambin puedo yo contarme entre los que han saboreado esta obra
considerada como epnima del arte novelstico de la presencia venezolana. Y no qued
desconcertado despus de tanta expectacin, sino que puedo sin vacilacin y sin
oportunismo designar a Doa Brbara como una de las mejores novelas que haya ledo
en toda mi vida. Ese cuento tan fuerte como suave, tan amplio como sutil, tan pico
como lrico, expresin del sentimiento ntimo de gente que habita el corazn poco
accesible de un pas tropical, y, sin embargo, resumen artstico de un aspecto de la vida,
valioso por cada horizonte que contiene existencias humanas: puede competir con
cualquier clebre novela del moderno mundo europeo y americano. Ms que con otros,
me parece emparentada su ndole artstica con tres autores europeos del siglo XIX;
Charles Dickens, Alphonse Daudet y ms estrechamente an, Antonio Fogazzaro. Sin
embargo, no es europea la novela; es ntimamente venezolana.
Qu hace, pues, el llamado crtico -o, como preferimos decir, el intrprete
comprensivo, es decir, el fillogo-; qu hace, ya que no sabe expresar en propias
palabras poticas sino solamente en prosa cientfica una impresin tan fuerte recibida de
una obra de arte? Ya lo dijimos. l trata de comprender las bases de tal impresin
esttica, para s mismo y para los que, como l, estn interesados, no slo en gozar
una impresin esttica, sino en analizar, guiados 62 por la esperanza, nunca
muerta, de acercarse por tal camino de anlisis estilstico, al misterio, enigma y milagro
de lo que se llama arte de la palabra. Permtasenos repetir una frmula nuestra, usada
en ocasin anterior: En la obra de historia de acontecimientos reales es importante lo
que realmente aconteci; en la obra literaria de acontecimientos fingidos es importante
el cmo aconteci; y ms que todo lo otro, la forma artstica, el estilo, como expresin
de la tensin creadora entre el poeta y su asunto.
A tal efecto, debemos acercarnos a Doa Brbara, objeto de nuestro anhelo de
comprensin esttica y analtica, como si hubiera llovido del cielo, para expresarnos
con Sancho Panza, y llegado a una tierra sin libros, y con un solo lector, que es el
crtico. Dejemos a un lado, por el momento, todo lo que quisiera interponerse entre
nosotros y este libro. No nos interesamos por ahora, en la situacin de Doa Brbara
dentro del marco de la historia de la novela venezolana, como lo hicieron con tan buen
xito Rafael Angarita Arvelo y Mrs. Dillwyn F. Ratcliff50; an menos en su posicin
dentro del conjunto de la literatura suramericana, como lo hizo, quizs algo
rpidamente, Luis Alberto Snchez51. No preguntamos, si Doa Brbara en verdad
tenga la originalidad que le reconocemos, o si, como 63 lo sustenta, no sin gran
extraamiento nuestro, F. Aniceto Lugo, no sea sino un hbil trasunto de La
vorgine52.
Aislmonos hermticamente con Doa Brbara. Excluyamos de tal encuentro
ntimo hasta las otras novelas del mismo Gallegos, y que, por supuesto, tienen
cualidades anlogas de simbolismo, moralismo, composicin artstica, como las que
estudiaremos en Doa Brbara, interesndonos en ellas, por ahora, nicamente en
cuanto se refiere a este nico libro. Porque una cosa es seguir el desarrollo del estilo
artstico de un autor por toda su obra, y otra, fijarse monogrficamente y casi con el
microscopio, en el estilo de un solo libro: con esto hay que comenzar, con aquello hay
que terminar.
Digamos aqu que en este estudio de arte nos interesa exclusivamente el arte, y que
nuestro proceder se limitar estrictamente al estudio filolgico. No hablaremos ni del
utopismo y progresismo culturales de ese libro, ni de su idealismo optimista,
despuntando irresistiblemente de un ambiente realista y pesimista, excepto en los casos
en que tales tendencias, sin ser artsticas en s mismas, se nos descubrirn como
elementos de eficacia artstica. Y no intentando criticar (no siendo crtico), sino
comprender (nica tarea digna 64 del fillogo que quisiramos representar), ni
siquiera trataremos de abarcar con nuestra interpretacin algo como un total
estilstico, algo como una sntesis. Trataremos, ms bien, de comprender unos
elementos resaltantes del estilo de la obra que nos interesa, tocando, de tal modo, con
dedo respetuoso en la puerta que conduce al santuario no accesible a ningn mtodo
racional, o sea, mtodo de responsabilidad cientfica.
hay un captulo con el ttulo significativo Las mudanzas de doa Brbara (2,5)-, ese
elemento de autoeducacin, da inters anmico y valor vital tambin a aquellos
personajes que sin tal anhelo moral, muy raro en la novelstica moderna y aun criollista,
se habran quedado ms bien, en el estado infrahumano de adornos de un paisaje,
tomos de vida materialista, no seres humanos de inters autnomo. -Aadamos an
que tal elemento de desarrollo voluntario pertenece como parte integrante a lo que
antes llamamos, en nuestra terminologa especial, la novela del segundo grado o sea
de desarrollo humano: resultando, de tal modo, el tipo novelstico, de nuestro autor
sntesis de la historia literaria del siglo XIX y XX, la novela de desarrollo y la de
vida.
69
Considerado de tal modo, se puede llamar artstico el moralismo dickensiano de
nuestro autor. Sin embargo, lo hemos considerado solamente de paso, para distinguirlo
de aquella humanizacin directamente esttica de la pura descripcin naturalista, por
medio del ahondamiento psicolgico.
Interesmonos ahora en la forma del ahondamiento psicolgico, que ha revestido
aquel elemento de vibracin artstica de nuestra novela, quiero decir, la forma
simblica. Digamos por lo dems que, si Gallegos es artista del simbolismo, por
preferencia, no puede existir obra de arte legtimo que no sea ms o menos simblica,
comprendindose bajo el mote de simbolismo toda forma de lo que tambin
pudiramos llamar representacin potica, o sea, fuera del smbolo en su sentido
estrecho, la comparacin y la metfora, y el alegorismo.
Definamos brevemente dichas tres formas. La comparacin potica (inclusive la
metfora), propone, unidas la imagen y su objeto original, aunque muchas veces con
perjuicio sustancial del original; porque la imagen a veces obscurece ms que aclara a
su objeto, o el poeta casi huye en la imagen, evitando ms o menos la presentacin
sustancial y directa del original. -En la alegora se personifica y poetiza cada vez un
concepto abstracto, y por s mismo poco potico. -En el smbolo artstico, tomado en su
sentido estrecho, se est expresando poticamente algo que directamente no se puede
expresar, por algo capaz de ser poetizado. -La comparacin es aadidura y adorno
esttico dentro de la sustancia autnoma del poema; la alegora es puente entre lo lgico
y lo potico y tiene naturaleza racional; el smbolo brota del fondo de la existencia
irracional y la abre a la expresin potica, salvndola casi de la prisin del silencio
eterno. -La comparacin y con ella la metfora es casi el traje gracioso o la capa
majestuosa, que viste el objeto de la realidad, desapareciendo ste a veces bajo esa
indumentaria. La alegora es la personificacin solemne de lo que como abstracto y
sublime desdea presentarse, si no es transfigurado. El smbolo es la evocacin mgica
de lo inefable e inaccesible en la vida del mundo y del alma con medios poticos.
Comparada con el realismo que representa directamente y casi como una fotografa lo
que el mundo le pone ante los ojos, toda forma de comparacin potica, toda alegora,
todo 70 simbolismo, casi ensancha el horizonte artstico, casi hace sonar la oculta
msica de las cosas, casi ahueca el suelo bajo la superficie realista dndole una
resonancia que antes no tuvo. Ellas establecen la relacin entre las races accesibles de
la oscura existencia y su presentacin a la luz del estilo potico; con ellas comienza a
vibrar la cuerda tensa entre objetos y palabras. Por eso dije que cada obra de arte
verdadero no puede ser establecida sino en un suelo de simbolismo en el sentido ms
amansa a la nia Marisela. An se establece una relacin directa entre el smbolo (el
potro) y la cosa simbolizada (el alma salvaje de Marisela), regalndose a ella el potro ya
domado. El pen malicioso no deja de olfatear el paralelismo diciendo al amo: Ah,
doctor, ya est cogiendo el paso -(el potro)- y a usted cmo le va en el suyo? (p.
149). Y exclama, concluyndose el captulo (porque a tan minucioso arte de realismo
simblico pertenecen, como los ttulos de captulo simblicos, as las conclusiones de
captulos, aludiendo, en forma de lumina orationis a los ttulos y acabando de
recalcarlos)-: ah doctor, como que no somos tan malos amansadores; vale el paso a la
Catira (p. 155); y no olvidemos el sentido doble de la palabra Catira, como nombre
de caballo y sinnimo de rubia56.
Parecido esquema simbolstico se encuentra en el captulo Miel de aricas (2,7): la
miel simbolizando el amor; y la amiga de la amante 74 desconcertada,
concluyendo, otra vez con referencia al ttulo: ese mal tiene la miel de las aricas: es
muy dulce, pero abrasa como fuego (p. 194). La fineza estriba en que la amiga habla
ingenuamente de la miel, y no se da cuenta del sentido simblico de sus propias
palabras, que, para Marisela, encubren la alusin al amor desgraciado. El elemento
simblico, bastante ligero y hasta trivial en s mismo, entra casi subrepticiamente en las
palabras de la muchacha; casi les suple el lector consabido ese sentido doble, del cual la
que habla no puede darse cuenta.
Otro ejemplo parecido, esta vez en la forma exterior de comparacin, pero
refirindose a todo un horizonte de vida y con eso consiguiendo peso y fuerza de
smbolo: Candelas y retoos se llama el captulo (2,8). Se trata de la devastacin
pasajera y malintencionada del hato de Luzardo, por parte de sus enemigos; y despus
de haberse eliminado el peligro, dice la ltima frase del captulo: y todo fue como los
retoos despus de las candelas (p. 202). El lector tiene que acordarse si no lo sinti ya
durante todo el captulo, que algo como la vida misma, inefable y fundamental, fue
agonizando y entonces renaciendo bajo la capa de la descripcin de la candela,
devastando la superficie de la tierra con su paja. La realidad del captulo era la candela
sobre el pajonal; su simbolismo era aquella vida interior, no expresada sino con tal
smbolo, y casi sellada con la ltima frase, refirindose al ttulo. Estamos hablando de
cosas sutilsimas de forma y estilo, pero en las cuales estriba, si no nos equivocamos, la
cualidad especfica de una obra de arte verdadero, distinguindose as de una obra de
diletantismo.
El mismo esquema, aplicado esta vez a materia grosera: Los tetozos de Mster
Danger (3,2). El norteamericano bruto y humorstico retoza no ya con su cunaguaro,
que le haba acompaado por gran parte del libro como juguete de sus caprichos, sino muerto el animalito-, con el mayordomo infiel, traidor traicionado. Esta vez, (y lo
verdaderamente artstico en el estilo del artista que estamos estudiando lo encuentro en
la continua variedad que llena de vida siempre nueva sus esquemas estilsticos), el
simbolismo se hace, no subconscientemente sino con perfecta conciencia del actor
principal, Mster Danger, que goza de sus propias bromas. Ya lo dijo la vctima misma:
quiere decir que Ud. me ha escogido para que 75 le hiciera las veces del
cunaguaro? No sabe Ud. que esos retozos son muy peligrosos? (p. 314). Ya lo mismo
se expresa en la frase final repitiendo como de costumbre la palabra ductora del ttulo,
como si fuera sello formal sobre el smbolo: y despus de este saludable ejercicio de
buen humor se durmi... como en vida del cunaguaro, despus de los retozos sobre la
estera (p. 315).
Comienza, pues, la escena referida con la accin de doa Brbara que se qued sola,
de levantar sus objetos santos y de supersticin, arrojados al suelo por su hija. La
lmpara votiva, que desempear un papel de primera importancia en las pginas
siguientes, arde solamente chisporroteando, porque con la cada se ha mezclado agua
79 al aceite. Eso le proporciona al autor en seguida una imagen para pintar la
situacin psquica de la protagonista. Este (el Socio, el demonio familiar) no
acuda a presentrsele, porque como en la mecha de la lamparilla, tambin haba
inconciliables cosas mezcladas en el pensamiento que lo invocaba. He aqu, pues,
preparada la cmara para la vida nocturna del espectro, pero no el alma, como otras
veces; ya hay establecido algo como un parentesco entre el alma y la lmpara, entre la
psiquis humana y el mundo circundante, con la imagen potica. Cmo se pasar ahora
a la presencia anhelada del demonio? Pero ya parece estar presente el fantasma. Y en
seguida la impresin de haber odo una frase que ella no haba llegado a pronunciar...:
Eran las palabras que haba pensado decirse... pero el Socio se las arrebat de los
labios y las pronunci con esa entonacin familiar y extraa a la vez, que tiene la propia
voz, devuelta por el eco.
Cada palabra, aun cada slaba aqu es magistral. Asistimos, en la soledad espectral
del cuarto cerrado y poco alumbrado por la lmpara chisporroteante, al momento en que
el alma de la mujer comienza a exteriorizar, en formas materiales, su propio interior
psquico. Su pensamiento interior, reflejado del exterior como si fuera eco por eso se le
vuelve extrao a ella misma, y ya no solamente parece sino que en realidad es algo
como la voz anhelada del Socio, quien -es verdad- a su vez no es ms que el reflejo
del alma solitaria de doa Brbara. Los pretritos directos se las arrebat, las
pronunci y otros ms, los dice el autor como reemplazando a la mentalidad de doa
Brbara, segura en su supersticin: l mismo habra dicho: Pareci habrselas
arrebatado... De esta forma sintctico-estilstica de oracin viviente volveremos a
hablar.
Tenemos, pues, la voz del Socio, eco, exteriorizacin, casi materializacin de la
voz de ella; y sigue presentndose la negra silueta del Socio, muy espectacularmente,
en el sitio que hasta all ocupara su sombra, proyectada en la pared por la luz
temblorosa de la lamparilla... Como de costumbre, no pudo distinguirle el rostro.... El
autor, pues, se mantiene en la frontera entre realidad e ilusin: la lmpara, fuente de luz
incierta proyecta... qu? La sombra misma de doa Brbara? (As lo dice tambin el
ttulo: La daera y su sombra: tenemos la relacin ya conocida simblica entre ttulo
80 y texto). O si est alumbrando la figura infernalmente negra del espritu,
llegado repentinamente y en realidad, como un verdadero espectro? No se sabe: la luz es
incierta, como el alma de doa Brbara; nadie ms asiste, y el rostro del espritu, ella no
lo ve, como de costumbre. Nos hallamos ante un tpico caso equvoco de espiritismo,
donde nunca se sabe cundo se trata de sugestin y cundo de realidad; pero es un
espiritismo primitivo, ingenuo, y en el cual el medio y el pblico son una misma
persona, es decir, doa Brbara misma.
Y el autor ahora se atreve a empezar nada menos que un dilogo entre la mujer
primitiva y excitada y el espritu, que quizs no sea ms que su otro yo. Convencida de
haberlas percibido (las palabras), como emanadas de aquel fantasma..., ellas las repite
en otro sentido, se haban trocado en cabalsticas al ser pronunciadas por aqul (el
espritu, de presencia sustancial para ella). Ella se siente desdoblada el alma en dos
porciones: de lo que era ella y de lo que anhelaba ser. He aqu un ejemplo de la gran
importancia artstica, que tiene, en nuestra novela, aquel elemento de desarrollo moral,
en s mismo no esttico, del cual hablamos antes; porque con ese motivo de anhelo
tico, fundamental en sus personajes, el autor aqu consigue la presencia de algo como
dos personas en una, doa Brbara, y entre las cuales en realidad se desarrolla el
dilogo, ms bien interior que exterior, que parece realizarse entre la mujer y el
fantasma. De las dos porciones irreconciliables, levantronse las rplicas. Aqu, pues,
el autor comienza a distanciarse de su personaje, ponindose l del lado de la
explicacin psicolgica y simblica, mientras que ella sigue creyendo ingenuamente en
la sustancialidad de su interlocutor fantstico. Ya no se podra decir cundo
interrogaba ella y replicaba el Socio, porque ella misma no saba dnde haba perdido
el camino: as el autor expresa la situacin dudosa psquica.
Y sigue describiendo el estado de un alma que est preguntando con anhelo y no
logra recibir contestacin satisfactoria (simbolizada por la presencia no segura del
Socio): Se buscaba y sin dejar de hallarse, no se encontraba. Quera or lo que la
aconsejara el Socio; mas... (las dos frases) ambas eran percibidas por sus odos como
ajenas, siendo sentidas como propias, cual si su pensamiento fuera arrastrado... de ella al
fantasma y de ste a ella. Era inslita esta conducta 81 del demonio familiar....
Inslita! doa Brbara ni piensa siquiera en la posibilidad de que toda la aparicin del
Socio sea ficcin: ella no se siente satisfecha esta vez, pero cree antes que todo, en la
legitimidad de la aparicin.
Una frase como la de era inslita tiene carcter particular bajo el punto de vista
estilstico. Ella no sale (parecindose en esto a los pretritos estudiados ms arriba se
las arrebat, las pronunci) directamente de la boca del que cuenta la novela, sino
que el que cuenta la profiere casi en el nombre de su propia herona. Es a doa Brbara
y no a Gallegos, a quien parece inslita la conducta del demonio. Tal forma
sintctico-psicolgica, llamada filolgicamente oracin vivida (Erlebte Rede,
Style indirect libre), se encuentra en la prosa artstica europea desde el siglo XVIII,
pero se elabor ms que por otros, por Gustave Flaubert; Gallegos, usando un
instrumento tan fino y expresivo para la diferenciacin del cuento psicolgico, se
muestra de nuevo y completamente al da de la tcnica de su arte.
Falta, pues, a doa Brbara lo claro y distinto acostumbrado en sus anteriores
dilogos -o imaginados o reales- con su gua espectral, como originados en un
pensamiento que no tuviera comunicacin inmediata con el suyo..., mientras que ahora
senta que todo lo que deca y que escuchaba, estaba ya en ella... no obstante lo cual se
volva incomprensible... al ser formulado por el Socio.
Otra oracin viviente, no opinin directa del autor, sino opinin de la protagonista
que el autor solamente relata. La mujer sigue creyendo que ella se encuentra en medio
de un dilogo con su acostumbrado Socio. Lo que resulta es que el dilogo presunto
no le sirve como otras veces, as es que ella piensa en dirigirlo de otro modo59.
82
La escena ya se realiza en un callejn sin salida, del cual la salva una solucin en
verdad genial del autor, al fin del captulo. A doa Brbara, profundizada en su soledad,
ya no sabiendo cmo proseguir en tal situacin, y mientras sigue chisporroteando ms
fuerte aquella lmpara, cerca de extinguirse; a la mujer, sola en su falta de consejo, le
llega finalmente clara y distinta esta frase... y es la frase que desde ese momento hasta
el fin del libro constituir casi el epgrafe de la conducta de doa Brbara: entregar sus
obras. Epgrafe de alta moralidad, expresin del anhelo por desgracia retardado de
doa Brbara de rehacerse, casi de comenzar su vida de nuevo. Palabras nuevas para
ella, pues, aunque brotadas de las ms ntimas races de su propio ser, o quizs
justamente por eso, ella considera esas palabras como las primeras que en esa noche de
inseguridad y desolacin le haya dicho su consejero el Socio, el fantasma medio
imaginado, medio real. Y entra en la escena por la ltima vez la lmpara para
terminarla, de manera finsima, en el marco de la invencin: alz de nuevo la mirada
hacia la sombra que por fin le deca algo que ella no hubiera pensado; pero la lamparilla
se haba extinguido y todo era sombra en torno suyo. Se fue, pues, con la luz vacilante
que la haba proyectado, la sombra espectral, y nadie sabr nunca si en fin de cuenta la
sombra era la de doa Brbara o la figura oscura y sustancial de un legtimo espectro.
Arte consumado de cuento de fantasma, o para expresar lo mismo ms cientficamente,
de simbolismo psicolgico.
V. Composicin
Ojal no se impacienten mis lectores, viendo que me preparo otra vez para analizar
una escena de nuestra novela! Prcticamente no hay otra posibilidad de darse cuenta
concreta y clara de lo que sustancialmente es una obra de arte palbrica, sino por medio
de tal anlisis. Pido, pues, permiso para tal procedimiento, en apariencia meticuloso, en
verdad ineluctable.
El encanto y misterio estilstico de una obra como lo es Doa Brbara, los
hallamos, hasta la fecha, en el arte sutil y realista de describir las cosas de la naturaleza,
y el entretejido simblico de tal 83 capa descriptiva del mundo exterior, con las
profundidades anmicas de todo lo que est creado. Vamos a echar, ahora, una mirada al
arte formal en el sentido ms estrecho (ya que, en el fondo, todo lo que es arte, es
forma). Y, como he dicho, procedamos inductivamente como procedimos hasta ahora,
renunciando a generalidades, buscando lo concreto que tenemos ante los ojos, en el
texto de nuestra novela.
Me interesa seguir a nuestro poeta en el camino, por el cual l en los captulos La
pasin sin nombre y Soluciones imaginarias: (2, 10, 11) nos conduce desde un
dilogo verdadero y otro fingido, sobre un monlogo pensado solamente y no
pronunciado, hasta el tercer dilogo, y que decide el asunto de que se trat en ambos
captulos: dialogando la ingenuidad ms infantil de muchacha monologando en s
misma la reflexin intelectual del varn maduro, y en fin, pelendose por palabras,
chistosa y amorosamente. Encontrmonos, hablando como habla Hegel, ante algo como
una lnea trazada desde la tesis sentimental sobre la anttesis intelectual hasta una
sntesis de armona vital aunque pasajera.
Encontramos a Marisela en un dilogo (p. 216 y ss.) dramticamente desnudo de
toda introduccin o insercin por parte del autor, y al cual faltan hasta los verbos
alegatorios dijo, contest y otros parecidos, relatando sus desaciertos amorosos a
su amiga confidencial; dilogo formalmente finsimo, escena de teatro ms que de
interlocutor, tiene que ser el autor, y nos acordamos por un momento del dilogo, medio
imaginado, medio real de Doa Brbara con el fantstico 87 Socio. En todo
caso: pasando desde un monlogo silencioso e interior, entrecortado por observaciones
psicolgicas e imgenes poticas, por parte del autor, a un monlogo hablado en alta
voz, y ms all a los sentimientos del hroe expresados ya directa ya indirectamente por
boca del autor, llegamos otra vez al dilogo fingido, en otras palabras, al margen del
dilogo hablado del cual partimos con las escenas dialogadas de Marisela. Despus de
tantas vacilaciones psquicas y estilsticas, de tan variadas formas de oracin,
expresivas de un estado complicado y desgarrador de una alma insegura de hombre
responsable, ya comienza otra vez el dilogo hablado, es decir, legtimo, cumbre y
corona de tan sutil desarrollo de escenitas solitarias, no largas, pero que pueden ser ms
expresivas. Despus de haber conocido a los dos amantes separados uno del otro en el
paralelismo opuesto de sus lucubraciones solitarias, helos aqu finalmente confrontados
corporalmente, juntos en la mesa, solos en la mesa (p. 225), retozando, vigilando,
dialogando en un dilogo no formalmente desnudo como antes, sino entretejido por una
cadena casi ininterrumpida de anotaciones psicolgicas por parte del autor, quien as
publica el resultado de todo lo que por imgenes, smbolos, auto-manifestaciones, ms o
menos inconscientes, en diez pginas se haba amontonado silenciosamente, en el
desarrollo psquico de dos almas jvenes. Del paralelismo opuesto de unas escenas
solitarias sale el conjunto de una escena entre dos, preparada por aqullas; de los
dilogos y monlogos, separados o fingidos, de estilo a veces dramtico, brota como
conclusin, el dilogo novelstico consumado (p. 225 y ss.).
Escenas formalmente paralelas, sustancialmente diferenciadas o aun opuestas, como
las que acabamos de estudiar, sin duda constituyen una de las ms finas formas de
presentacin esttica desde los antiguos tiempos literarios. El muy profundo
fundamento de tal extraordinaria fascinacin esttica quizs consista en que la vida
misma tiene, siempre algo igual y al mismo tiempo, siempre variado; as es que con la
variacin paralelizada, es decir, no desenfrenada sino templada rtmicamente,
representada por el arte, se conseguira en el campo de la forma algo como un smbolo
fundamental de la organizacin fundamental de la vida misma, algo como un realismo
metafsico. Sea como fuere, las anforas variadas, las paronomasias, 88 cada
forma de repeticiones modificadas y rtmicamente eficaces de palabras y, en general,
cada paralelismo no mecnicamente idntico, sino vitalmente matizado: ellos tienen un
encanto en el cual se basa todo el arte retrico y toda simetra con su atraccin esttica
misteriosa, que se opone tan sensiblemente a la trivialidad de la simetra mecnica. El
paralelismo de composicin, no mecnico, sino movido por variacin interior, como
aparece en tales escenas paralelas; sin duda tiene las races de su eficacia potica en
el mismo suelo de las leyes fundamentales de la vida.
Dirijamos, para terminar, las miradas a otro lugar del libro, gozando de un ejemplo
destacado de variacin rtmica, ni meramente formal ni meramente de composicin, y
que representa en s un surtido de toda la encantadora meloda lrica de la prosa pica de
nuestro libro. Estoy hablando del ltimo paseo de doa Brbara fuera de la ciudad de
San Fernando, despus de haber experimentado su atraccin viciosa sobre el mujero
ocioso, curioso y triste del pueblo, y haberse enterado definitivamente de que sus
esperanzas de nuevo amor, de vida nueva, muy probablemente seran ilusorias. En un
estado de resignacin abismal, ella sale fuera de las calles: los hombres se han callado,
comienza a hablar la naturaleza, anocheciendo (p. 336); y nos encontramos frente a
aquel hundimiento, ya de nosotros conocido, del ser humano en las cosas no humanas,
no mira ni escucha nada ms..., y por eso, la noche se calla, (habiendo hablado
solamente para expresar con smbolos poticos, lo que se callaba en el alma de la
herona abandonada a la naturaleza). Sin embargo, hay an una variacin en lo
idntico: ya no se habla en la balsa. Pero el ro se ha puesto a cuchichear con las
negras piraguas.
Termin, pues, finalmente la charla de los hombres. Los han reemplazado las cosas
extrahumanas, el agua misma antes de todas, y la que recibir muy pronto, en su seno
csmico, a la mujer cansada de vivir. Habla ahora el agua con las piraguas. Y a ella
vuelve a escuchar doa Brbara.
Despedida
Con tal mirada sobre la intimidad de la poesa misteriosa y melodiosa de un libro
que tambin, tiene fuerza pica y humorismo jovial, terminemos nuestro ensayo de
comprender, parcialmente, el estilo artstico de Doa Brbara. Nada acabamos;
mucho ni siquiera acometimos: El lado humorstico de esa prosa, aunque no menos
importante en ella que en las de Dickens y Alphonse Daudet, casi ha quedado fuera de
nuestro horizonte. Cunto nos hubiera gustado analizar los colores palbricos con que
pinta nuestro autor dos personajes tan lamentablemente realistas y tan desesperadamente
cmicos como lo son o Pernalete, el todopoderoso y envidiablemente inculto tirano de
despacho, y su esclavo digno de compasin y de desprecio, el inmortal bachiller
Mujiquita! Debemos dejarlo para otra 91 oportunidad. Contentmonos, por ahora,
con la esperanza de haber logrado hacer ver, con el procedimiento inductivo, algo de lo
que, en su fondo y sntesis, siempre quedar oculto: el secreto del arte.
Caracas, abril 1940
92 93
I
Es costumbre general en la vida cultural de las naciones celebrar con ms o menos
fausto sus efemrides literarias. Cincuentenarios, centenarios, sesquicentenarios u otros
lapsos todava ms importantes transcurridos desde el nacimiento o la muerte de un
escritor, desde la aparicin de una obra, permiten tiles conmemoraciones, valiosos
enfoques, exmenes lcidos de tal vida o de tal libro en los cuales, gracias al tiempo a la
vez destructor y revalorizador, quedan relegadas las pasiones ante la serenidad de los
juicios basados en la roca dura y firme de la llamada posteridad.
Esta hora tan temible, y en ciertos casos tan alentadora, de la posteridad, acaba de
sonar para una obra que cumple un cuarto de siglo de publicada, Doa Brbara. Apenas
veinticinco aos, pero estos cinco lustros son suficientes para que podamos ya, a la luz
de la carrera recorrida por este libro famoso, desentraar el significado del
acontecimiento de su primera edicin.
II
La novela venezolana nace tarde como tal, queremos decir como relato bastante
copioso, correspondiente a los lmites que solemos dar a este gnero literario, y no
como cuento o novelita a lo Fermn Toro. Tendremos, en efecto, que llegar casi al
ltimo tercio del siglo XIX antes que las prensas dieran a luz verdaderas novelas, ms
94 o menos buenas, ms o menos dignas de despertar nuestro inters. La prosa
venezolana se haba enrumbado hacia otros derroteros, a pesar del temprano ejemplo
dado por escritores extranjeros como Walter Scott, dolo del sabio Vargas, o la plyade
de novelistas espaoles y sobre todo franceses, muchas veces editados y traducidos en
la misma Caracas. La prensa venezolana moldeaba con preferencia sabios tratados como
los de Bello, la historia de Baralt, indudable obra maestra de estilo, o las extraordinarias
campaas periodsticas de Juan Vicente Gonzlez, escritor monstruo, plagiario de
Michelet y de otros historiadores en sus manuales, pero inmortal autor lleno de colorido,
de fuerza y de movimiento de la biografa de Ribas y de las Mesenianas, uno de los
prosistas de ms temperamento romntico en Hispanoamrica. La prosa se haba
refugiado tambin en la literatura que podramos llamar militar, de la cual Bolvar diera
en sus proclamas muestras insuperables, sin hablar de su epistolario, menos conocido en
aquel entonces, y en la oratoria sagrada y profana. A pesar de que nos faltan,
desgraciadamente, documentos al respecto, podemos suponer sin embargo, segn
fidedignos testimonios, que Venezuela posey en un momento dado una excelente
plyade de oradores sagrados. En un estudio para nosotros valiossimo, declara Juan
Vicente Gonzlez: Parecer a algunos paradoja, pero es un hecho cierto, atestiguado
por varias obras llenas de originalidad y talento, por fragmentos curiosos y por la
tradicin, que es en Venezuela, este pas tan desgraciado y tan bello, donde ha estado a
punto de crearse una gran escuela de elocuencia sagrada, heredera de la fe, el
entusiasmo y el poder de la iglesia primitiva y de la sublimidad y elegancia de la gran
escuela francesa... El estudio de los Santos Padres y el de los grandes oradores franceses
animaron, a fines del pasado siglo, en el ansia de distinguirse por la brillante carrera de
la elocuencia sagrada, a una juventud entusiasta de la virtud y el saber. Eran tiempos de
paz, en que el monopolio mismo del mando, apartando a los hombres de la poltica, los
lanzaba a carreras diferentes, donde luciesen su ingenio, y en que la fiesta de un santo y
el nombre de un orador eran un acontecimiento pblico que arrastraba a los templos a
una multitud creyente pero desocupada, ansiosa de llenar el vaco inmenso que senta.
Ni entonces era el clero lo que hoy. Cada familia, en aquellos das de fervor y 95
piedad, daba al altar el hijo ms distinguido por su moralidad y talento. Sin salir jams
del seno de sus opulentos padres formaban sociedades, verdaderas academias donde se
III
Cuando sale Doa Brbara en 1929, dos corrientes arrastraban hacia destinos
diversos la novela venezolana. Ambas arrancaban de sus mismos orgenes, divididos
segn hemos visto entre la tendencia a lo extico y la tendencia a lo vernculo; ambas
tendencias haban promovido en varias ocasiones polmicas ideolgicas, muy
importantes por cuanto planteaban nada menos que el problema de la legitimidad de tal
o cual clase de inspiracin. Hoy da vemos las cosas de modo diferente y puede
extraarnos cierto fanatismo. Sin embargo, el romanticismo venezolano tuvo, entre
otros mritos, el de ayudar a la literatura nacional a tomar conciencia de s misma. Fue
uno de los servicios ms invalorables que le prest. La prensa de la poca se hace a
menudo eco de las preocupaciones de cierto sector intelectual a este respecto: vase por
ejemplo la serie de artculos sobre Literatura patria, publicada por Jos A. Prez en el
Eco de los Estados en 1864, o los estudios de Gandolphi en el lbum del Hogar de
1875. Haba, hubo, durante mucho tiempo, en Venezuela, cierto malestar literario,
originado por la falta de confianza en los destinos intelectuales de la nacin. Se nos hace
difcil creer ahora que una obra como el Primer libro venezolano de literatura, ciencias
y bellas artes, editado en 1895, se presentara a los lectores como una especie de
testamento desalentado, cuyo Discurso preliminar 99 refleja profunda y
conmovedora melancola: Estamos amenazados -dice el doctor Rafael Fernando Seijas
en un arranque de pesimismo- de ser absorbidos por la inmigracin y el idioma, en la
casa y la ciudadana, perdidas, para nosotros, que quedaremos reducidos a menor
nmero. Casi desierto el pas que habitamos, l ser invadido por el extranjero, que
vendr a conquistar lo que halle a su alcance y se aduear de todo. Para ese da es para
cuando deseamos dejar consignada en este libro la actual literatura, de modo que sirva
de trmino de comparacin entre la civilizacin que se extinga y la que se implante.
Un escritor venezolano de gran valor, Simn Camacho (1824-1882), costumbrista muy
apreciado, publica en su obra A Lima en 1877, una carta a su hijo residente en Estados
Unidos, quien le haba mandado algunos versos, dicindole estas palabras estupendas:
Te mando que no escribas, por lo menos en castellano. Camacho cree que en Cuba ya
no se hablar espaol dentro de un cuarto de siglo. El espaol es ya slo idioma
propio de traductores para las cosas tiles y necesarias en la vida, y herencia de poetas,
si los hay, que estn todava o imitando a Zorrilla, el gran desmoralizador de la juventud
hispanoamericana, o fijando en el papel vaciedades del entendimiento que llaman
composiciones literarias, por no decirles su propio nombre. Espaa, sigue escribiendo
Camacho, es un cadver que se mesmeriza de cuando en cuando y habla bonito por boca
de Castelar; pero al llegar al terreno de los hechos, cuando se figura uno que todo lo que
dijo 'el organito' era verdad, encuentra con dolor que la voz del tribuno es el eco sonso,
si por armonioso grato al odo, que ha quedado vagando entre los escombros de un gran
imperio, cuya huella ser eterna como el tiempo, pero sobre la cual no se volver a
levantar nada ni nadie, excepto el moho con que la naturaleza cubre los letreros de los
sepulcros, como para borrar hasta la memoria de los que no volvern a ser.
He aqu el ambiente moral desolado en el cual transcurren los ltimos aos del siglo
XIX, decisivos sin embargo en la formacin y evolucin de la novela venezolana.
Comprenderemos mejor ahora lo que pudo significar el mensaje de Rmulo Gallegos.
Fue un grito de esperanza, venezolano y continental, porque representaba, despus de
los intentos apreciables de Zrate y de Peona, la ms hermosa flor, nutrida por una
savia ya secular aunque secreta, que brotaba 100 del tronco de la novela verncula.
Editada en Barcelona de Espaa, Doa Brbara no tard mucho en hacerse popular en
su pas de origen, en llevar el nombre de Venezuela a mbitos dilatados, en ser
traducida a varios idiomas. Este xito editorial, en un plano internacional, es sin
precedentes para una novela venezolana. Pero no es slo xito personal, en cuanto
reflejo de un talento dado. Haba llegado el momento en que, despus de tanteos, de
esperanzas decepcionadas o fallidas, de desalientos momentneos, la literatura
venezolana era capaz de dar en prosa una gran obra significativa, de posible resonancia
internacional. La aparicin de esta obra probaba que haba desaparecido para siempre la
poca de los testamentos desengaados o de las predicciones fnebres, para,
abandonando la va de la duda, lanzarse en pos de un porvenir seguro, halageo y
prometedor. No slo la acompa la obra posterior de Gallegos sino tambin la de
novelistas acerca de los cuales es intil, por bien conocidos, hablar aqu. Una de las
ltimas producciones de la novelstica venezolana, cuya resonancia se puede comparar
en cierto modo con la de Doa Brbara, es sin duda, aunque por razones diferentes, el
maravilloso y nunca bastante ponderado Cumboto de Ramn Daz Snchez, obra
cumbre de la actual literatura de este pas, ya traducida a varios idiomas. Doa Brbara
fue piedra miliar. Fue la revelacin de un gran escritor, y fue tambin, en el campo de la
novela, la entrada magistral de Venezuela en la palestra mundial y continental. Gracias
a ella, la tierra donde una raza buena, ama, sufre y espera se hizo acreedora a un
mayor prestigio literario e intelectual.
Las calidades intrnsecas de Doa Brbara, que hicieron precisamente posible el
papel histrico que acabamos de recalcar, han sido destacadas por la crtica, y
tendremos prximamente el gusto de poder leer una obra de Orlando Araujo,
actualmente en prensa, que enriquecer de modo decisivo la bibliografa al respecto. A
decir verdad, Doa Brbara es una mina inagotable de cuadros, de retratos, de
sugerencias; es un mundo fsico y un mundo psicolgico; es folklore y es smbolo; es en
cierto modo historia social y poltica; es libro de reivindicacin y de superacin, es
crtica de un presente a la vez triste y preado de magnfico porvenir; es un libro
venezolano, y es tambin un libro universal, porque, fuera de las fronteras 101 de
una patria dada, nos entrega un mensaje profundamente humano: la confianza en el
progreso, en un futuro mejor, en la posibilidad de redencin, en el triunfo posible de la
civilizacin sobre la barbarie. Como en toda obra literaria autnticamente valiosa, la
riqueza de Doa Brbara se hace suma de conocimientos e impresiones capaces de
alimentar a la vez pensamiento y sensibilidad.
El medio fsico y humano est presente, por lo que se refiere a una regin
determinada de Venezuela, el llano, con poderoso relieve. Son inolvidables, sin duda,
las descripciones de paisajes y lugares evocados por Gallegos. Ancho llano!
Inmensidad brava! Desiertas praderas sin lmites, hondos, mudos y solitarios ros!.
Fiel a la tradicin realista de la novela del siglo XIX, el autor pinta con precisin de
detalles, de contornos y de colores la salvaje soledad de la pampa. Esta se hace visin
obsesionante con su sol enceguecedor, las aguas amarillas de sus ros, sus matas y
rboles (palos de agua, paraguatanes, jobos, dividives, algarrobos, paraparos, totunlos,
hacen de Doa Brbara una obra digna de tomar lugar entre los mejores aciertos de la
novelstica hispanoamericana.
Es probable que, en el porvenir, la novela venezolana, ya tan fecunda y valiosa, d
todava otros frutos dignos de gran estimacin. No nos est prohibido imaginar que tal
vez d algn da una de estas obras maestras excepcionales dignas de proporcionar
perenne esplendor a la literatura de la patria de Bolvar. Pero Doa Brbara seguir
siendo el glorioso punto de partida, en cuanto novela verncula de resonancia
continental e internacional, de la brillante carrera de una rama floreciente de la literatura
de este pas, merecedora por tantos conceptos de nuestra sincera admiracin.
I. Introduccin
106
2. Regionalismo e identidad
En su diversidad estructural, Amrica Latina busca la identidad cultural. La
literatura muestra esa bsqueda, que intenta encontrar en la misma tierra, escenario de la
tensin entre la influencia europea y las culturas locales, las races primordiales. Segn
Octavio Paz, estamos condenados a la busca del origen, o lo que es tambin igual, a
imaginarla62. La soberana de la naturaleza, el mestizaje -resultante de una sociedad
hbrida, el primitivismo que se complace en la exaltacin de las formas elementales, la
interpretacin frecuente de la realidad a travs de smbolos y mitos son caractersticas
de la literatura hispanoamericana.
En el Romanticismo, la descripcin del paisaje forma parte de un proceso de
reconocimiento en que el artista busca volverse conciente de los lmites patrios de la
naturaleza que lo rodea. Lo que es devaneo para los europeos, es para los
hispanoamericanos un acercamiento mayor del suelo patrio, un deseo de ver
objetivamente. Buena parte de las obras de ese perodo enfoca el problema de la
naturaleza a travs de la lucha entre civilizacin y barbarie. En el polo de la civilizacin
estara el orden, el liberalismo (segn modelos europeos y norteamericanos); del lado de
la barbarie, el caciquismo del seor rural o el estrangulamiento de la libertad63.
Desde la literatura del siglo XIX y con la novela de la tierra, el hombre se admira
ante la naturaleza brava y busca introducir la civilizacin en ese medio fsico. La
naturaleza y su transformacin actan como medio de identificacin latinoamericana,
denunciando los males sociales e intentando remediarlos. Generalmente esos autores
tienen una visin romntica, an, del choque entre esos elementos, lo que los lleva a
poetizar la realidad y no slo a reproducirla.
El regionalismo, en los pases desarrollados y en vas de desarrollo ha sido y sigue
siendo una fuerza literaria estimulante, funcionando como descubrimiento,
reconocimiento de la realidad e incorporacin 107 a la literatura. Indigenismo,
criollismo, regionalismo, naturalismo urbano concurren a una tendencia comn -la
documental- que trata de ofrecer un inventario de la realidad-raz-americana.
El regionalismo acentu particularidades culturales que se haban forjado en reas o
sociedades internas contribuyendo para definir su perfil diferencial. Mostraba
inclinacin por la conservacin de los elementos del pasado que haban contribuido al
108
4. Anlisis de la obra
Segn Northrop Frye, la historia romanesca tiene como caracterstica un ideal
proyectado por la clase social dominante (o clase intelectual) donde un hroe representa
este idealismo. En el caso de la novela Doa Brbara, el personaje ttulo es la herona
de la clase oponente, que amenazara el predominio de la otra, representada por Santos
Luzardo, el salvador, el buen patrn. La aventura para Frye significa una sucesin y
progresin de aventuras menores en la historia romanesca, siendo esta aventura-mayor
el elemento principal de la trama. La aventura-mayor es enunciada comnmente desde
el 110 inicio y se completa al final de la obra, dando forma de bsqueda al
conjunto de pequeas aventuras en una totalidad novelesca.
Para que la forma de historia romanesca sea perfecta es necesario que el final sea
favorable al hroe. En el caso, la victoria de la civilizacin sobre la barbarie. Tambin
es necesario una estructura cuaternaria:
1) Conflicto (agon-cap. 1 al XII)-se configura cuando Santos Luzardo resuelve
permanecer en el llano y administrar sus tierras:
dispn de lo necesario para que maana se proceda a la
reparacin de la casa. Ya no vender Altamira.
(p. 53)65
Doa Brbara
elemento racional
supersticiones
demarcacin de tierras
amistad
111
inters comercial
3) Desaparecimiento del hroe (apanagmos) -El hroe adopta una posicin igual a
aqullos contra quienes luchaba.
4) Exaltacin del hroe (anagnorisis) -Santos Luzardo implanta sus valores trados
de la civilizacin, probando ser un bienintencionado hroe romanesco, o sea, el que
pretende y consigue alcanzar sus objetivos. Todo se esclarece (cap. XII, XIII, XIV) y se
anula el conflicto.
(p. 289).
(p. 10).
112
El hroe deja su tierra y su herencia (salida de Altamira despus de la muerte del
padre), recorre el laberinto o espacio de tiempo (poca de su educacin en Caracas), se
perfecciona y despus llega a la Tierra Prometida o Paraso Reconquistado, en una
vuelta a su estado original:
Santos (Luzardo) continu saboreando, sorbo a sorbo, el caf
tinto y oloroso, placer predilecto del llanero, y, mientras
(p. 44).
(p. 57).
Brbara tambin es producto del medio -en su carcter se unen la lujuria, la codicia,
la supersticin. La pureza existe apenas en su memoria, el recuerdo de Barbarita en su
amor irrealizado por Asdrbal.
A Marisela, a Amrica, ya no basta escarbar rastrojos o monear palos para
aplacar el hambre, sino de procurarse medios de subsistencia seguros y permanentes...
el paladar rechazaba aquellos groseros alimentos... (p. 225). Se procesa el pacto de
dos civilizaciones, el noviazgo de la tierra virgen con su colonizador.
Amrica pura y joven, Amrica que sale de la cuna salvaje para la doma necesaria,
tierra de horizontes abiertos donde una raza buena, ama, sufre y espera!....
La funcin del mito en el espacio de Doa Brbara es llenar una carencia que se
establece al nivel de lo real. El personaje al ingresar 115 en el orden de lo real y
perdiendo la ambigedad, puede recobrarla al nivel del sueo.
La estructura romanesca es la bsqueda, por parte de la libido (o el yo que desea) de
una realizacin que la libere de las angustias de la realidad, pero que contenga esa
realidad. En trminos rituales, es la historia de la fertilidad sobre la tierra estril.
La familia paradisaca es la vivencia sin secretos de padre, madre e hijo. La prdida
de uno de los elementos es la deconstruccin, posibilitando el cambio. La manutencin
de la situacin padre-hija, en Doa Brbara implicara la transformacin de Marisela en
la madre, en la medida en que llenara sus funciones. Tal situacin no puede existir al
nivel de lo real. De ah, un viaje de huida al deseo (prisin en lo real).
Lo real y lo imaginario son dos escenas codificadas. Lo real en Doa Brbara es el
lugar de referencia, el campo en oposicin a la ciudad, donde los acontecimientos tienen
lugar. La palabra social o comunitaria es tomada como verdad/realidad. Lo nuevo, lo
distinto, sin lugar en una comunidad donde las posiciones estn definitivamente
sealadas, representa lo imaginario. Los dos rdenes se enfrentan: Santos Luzardo,
preso a lo real, no tiene posibilidad de conocimiento a este nivel. La visin que tiene del
otro (real) es tambin imaginaria.
Doa Brbara Santos Luzardo
real
imaginario
Los dos polos se conmutan entre s. El desconocimiento que un orden tiene de otro
lo lleva a la representacin imaginaria. Los dos rdenes son prisiones. El pasaje de uno
a otro o el nivel de la comunidad no traen la libertacin: ella slo puede darse por el
rompimiento con las formas culturales. La libertacin es la muerte mtica.
El narrador, espacio de trnsito, gua a sus personajes por la estrada de la narrativa.
No perteneciendo a ninguno de los dos rdenes, el narrador es el que puede ver y narrar.
Buscando la ruptura, o sea, el saber, esto le est prohibido: sera perder el lenguaje, o
sea la posibilidad de narrar.
116
La muerte mtica es as, la adquisicin de un saber que se opone al saber
institucional y que no se somete a la palabra social. En ella el sujeto se completa. El otro
lado es el eje vertical de la interioridad, la bsqueda/recuperacin de su identidad, reinstaurando el orden paradisaco. La verdad, nica forma de libertacin, slo puede
darse del otro lado: al nivel de lo real hay sustituciones de orden. La verdad es la
recuperacin de la unidad, de lo pleno y de la totalidad, la identidad perdida por la
aceptacin de la castracin/fragmentacin social.
Gallegos deplora la cisin del sujeto66 cuando de su entrada en la escena simblica
(en lo real) y busca la palabra plena. Tal bsqueda no puede realizarse en lo real pues
a partir de su entrada en lo real el sujeto se pierde, pero puede recobrarse en el sueo, en
el mito, en la literatura. En lo literario se procesa la recuperacin de la totalidad de lo
real, por la posibilidad de la escritura.
5. Conclusiones
Centrada en la contradiccin cultura X barbarie, la eterna contradiccin humana,
Doa Brbara aprehende la realidad en forma dualista, en una estructura bipolar,
acentuando la separacin de categoras, con miras a una denuncia inequvoca del abuso
y de la explotacin, etapa importante en el proceso de dilucidacin de la dinmica
social.
La existencia de esta obra no se explica si se la despoja de la polaridad axiolgica,
proveniente del positivismo y su afn reformista, proyectada simblicamente.
Qu admirable fortuna sta la de un libro que se transform en inventario simblico
de una patria y un continente! Armonizando texto y contexto, ah est todo el proceso de
la realidad americana, verdadero documento histrico y humano.
117
Gallegos, escritor identificado con su contemporaneidad, en esa literatura de
explicitacin, se dedic a una tarea de autointerpretacin, a una reflexin sobre
Amrica, su destino y su historia.
Por todo esto, creemos que Doa Brbara representa el paso de la literatura telrica
a una literatura que quiere adentrarse en el hombre, en aquellos problemas que lo hacen
de aqu y de todas partes: el hombre, con sus interrogantes, frente a su destino.
118 119
I. Perspectivas
Los libros son como ciudades: sucesivas oleadas de lectores los cambian, los
descentran, los reescriben. En 1929, Doa Brbara fue una de las obras maestras de la
novela regionalista latinoamericana, esa narrativa que desde Arturo Torres Rioseco se
llam novela de la tierra. Junto a La vorgine (1924) y a Don Segundo Sombra
(1926), que la precedieron, la novela de Rmulo Gallegos contribuy a certificar una
primera conquista de la narrativa hispanoamericana: la del lector hispnico, en un
movimiento que podra calificarse de mini-boom de los aos veinte y treinta.
Veinticinco aos despus, al celebrarse su primer cuarto de siglo, el mismo libro ya
era ledo por algunos crticos (entre los que me contaba) como un anacronismo:
Asturias, con El seor presidente (1948) y Viento fuerte (1950), as como Carpentier,
con El reino de este mundo (1949) y Los pasos perdidos (1953), ya estaban marcando
otros rumbos del regionalismo. Sus obras (en las que el paso por el surrealismo haba
dejado huellas) apuntaban a lo que habra de bautizarse por entonces, con intolerable
oxmoron, de realismo mgico.
Ahora, cumplidos los cincuenta, Doa Brbara puede y debe ser leda fuera del
tiempo y de las modas: en la pura sincrona de una perspectiva que hace del Quijote y
del Ulysses dos libros estrictamente coetneos, ya que ambos pertenecen al mismo
gnero y tradicin, la parodia, y son ledos (es decir: reescritos) ahora. Desde esa
perspectiva, Doa Brbara no puede ser ya considerada una novela, 120 buena o
mala, convencional o experimental, sino como un texto que escapa a esas
clasificaciones de la retrica al uso para situarse en esa zona en que Facundo es algo
ms que una biografa histrica, Os Sertes trasciende a la vez el documento poltico
como el geopoltico, y El guila y la serpiente no es slo una crnica de la revolucin
mexicana. Doa Brbara, qu claro resulta todo ahora, se convierte as en uno de los
libros fundacionales de nuestras letras: un libro-nacin.
Antes de examinar con ms espacio esta hipottica lectura, quisiera revisar los
contextos (muy particulares) en que yo le y reescrib Doa Brbara en estos ltimos
cuarenta aos. Por demasiado tiempo, los crticos nos hemos empeado en escudriar el
contexto de los autores sin sospechar siquiera que deberamos empezar por el propio.
124
Si se acepta esta caracterizacin de Frye, que no slo se refiere a la forma del
romance sino tambin a su simbolismo psicoanaltico, Doa Brbara dejara de parecer
una novela discutible y anacrnica para revelarse como un romance cabal. No es
necesario practicar una lectura muy detallada para reconocer en este libro la
caracterizacin arquetpica, que est subrayada hasta por los nombres de los personajes,
o sus sobrenombres habituales: Brbara, Santos Luzardo, Mster Danger, el Brujeador, y
tambin por los nombres de lugares: el Miedo, Altamira.
El propio Gallegos aceptara este enfoque. Ms de una vez declar explcitamente
no ser un escritor realista que se limite a copiar y exponer lo que observ y comprob
(como declara en La pura mujer sobre la tierra, 1949), sino que su intencin fue la de
desarrollada. Esta til distincin (propuesta por William Empson en Some Versions of
Pastoral, ya en 1938) es aplicable no slo a la literatura pastoril de Europa o a la novela
proletaria de los aos veinte y treinta, como hace el autor ingls, sino principalmente a
la gauchesca del Ro de la Plata, o a la regionalista de otras reas.
126
As encarado, el regionalismo deja de parecer un producto importado de Europa por
las modas del siglo XIX, Para constituirse en una corriente fecunda. Pero para
entenderlo as hay que ver cunto hay de romance en la narrativa regionalista de nuestra
Amrica. Con excepcin de la picaresca o la parodia, las convenciones del romance han
regido nuestra narrativa. Ni siquiera el naturalismo se vio siempre libre de la
caracterizacin arquetpica, como lo probaran las novelas de Aluizio de Azevedo en el
Brasil, y la incomparable Gaucha, de Javier de Viana (1899). Para encontrar un tipo
distinto de narrativa hay que buscar en parodistas como Machado de Ass, o en los
novelistas de vanguardia de los aos veinte.
En mi artculo de 1954 (publicado tres aos antes de que se editase el libro de Frye),
ya intua algunas de estas cosas pero no consegua explicarlas bien. El ttulo completo
del trabajo era: Doa Brbara: Una novela y una leyenda americanas. Al situar juntas
y contrapuestas las palabras novela y leyenda se insinuaba una posible dicotoma.
La misma resultaba explicitada en el siguiente prrafo:
Slo se salva el contenido simblico, slo se salva Doa
Brbara como personaje mtico, no como ente novelesco.
Porque lo que ha sabido hacer Gallegos es descubrir una
mitologa, intuir su naturaleza y esbozar algunos perfiles.
Al destruir (por la parodia o la alegora) los moldes del realismo impuestos desde la
racional Francia y fomentados por el stalinismo, los narradores latinoamericanos han
encontrado caminos por los que nuestra ficcin puede andar a sus anchas. La parodia,
como la alegora, se basan en la nocin de un doble discurso; en la primera, el discurso
es ajeno, en la segunda, es el mismo texto el que se duplica y espejea. Al discurso
unvoco y castrante del realismo, oponen el discurso que no cesa de emitir mensajes. De
ese modo, alegora y parodia se han constituido en las letras latinoamericanas en una
fuerza autntica de liberacin que oponer a los imperialismos culturales de la derecha o
la izquierda. Por medio de la burla sangrienta en la parodia, o por la dimensin
trascendental en la alegora, la narrativa latinoamericana ha encontrado as una ruta
propia. En ese descubrimiento cabe a Gallegos el papel de adelantado.
129
I
Los aos veinte tienen una importancia particular en el proceso espiritual y cultural
de los pueblos latinoamericanos. La reaccin contra la penetracin imperialista y sus
mltiples consecuencias sociales, el surgimiento de movimientos nacionales,
democrticos y populares y la repercusin de los grandes acontecimientos
internacionales como la Primera Guerra Mundial y la Revolucin Socialista de Octubre
condicionaron as un cambio profundo con respecto al proceso histrico y las corrientes
espirituales y culturales anteriores como el despertar de amplios sectores sociales.
Por consiguiente, los destinos nacionales resultaron uno de los problemas
ideolgicos centrales, y el pueblo que para muchos escritores haba sido hasta entonces
una masa amorfa y annima o una mera figura retrica, comenz a articular sus
intereses y aspiraciones y se convirti paulatinamente as en el destinatario ms o menos
conscientemente avisado como en el protagonista de una larga serie de obras literarias.
Expresar lo nuestro era el gran tema del quehacer literario, y no tanto con la
pretensin de describir realidades ms o menos superficiales, sino mucho ms con la de
definir la identidad y las perspectivas del porvenir de los hombres y las naciones de
Amrica Latina en un mundo que haba entrado en una crisis general cuyo carcter y
vas de solucin preocuparon a prcticamente todos los escritores latinoamericanos de la
poca.
130
Frente a estos cambios se inici una renovacin del arte narrativo que, a travs de
varias etapas y con sus cambios a veces bastante profundos, result en la novela
latinoamericana actual. En este sentido hubo, en los aos veinte, varias innovaciones
que caracterizan la novela latinoamericana de aquel tiempo:
-la preocupacin por el contenido y la dinmica del proceso histrico como
problemtica objetiva as como por la posicin y responsabilidad que los hombres
tienen dentro de l y frente a sus alternativas como problemtica subjetiva;
-la tendencia de definir, dentro de este cuadro general, la identidad de los hombres y
las naciones en Amrica Latina as como las perspectivas de un porvenir que resultara
de su realizacin libre;
-la intencin de convertir el quehacer literario as en la expresin de estas nuevas
preocupaciones y aspiraciones como en un acto comunicativo y llamativo cuyo
destinatario era, por lo menos virtualmente, el pueblo, es decir todos los hombres que
vivan en los pases latinoamericanos.
A estas innovaciones con respecto al contenido y la finalidad del arte novelstico,
que fueron desarrolladas desde diferentes puntos de vista sociales e ideolgicos,
correspondi la bsqueda de mtodos nuevos en la configuracin esttica y la
utilizacin del lenguaje. As, por ejemplo, los personajes novelsticos comenzaron a
cobrar una nueva trascendencia que paulatinamente los hizo representativos no slo de
ciertas fuerzas sociales sino de valores nacionales y universales ms generales. Al
mismo tiempo, la atencin novelstica comenz a desplazarse desde las vivencias
externas de sus protagonistas (peripecias biogrficas, elementos anecdticos, etc.) hacia
las internas (apropiacin espiritual del mundo y de s mismo por los hombres) y sus
distintas motivaciones y formas. Lograr la identidad de los hombres y las naciones de
Amrica Latina result, en este sentido, un acto de conciencia y accin, espiritual y
prctico, realizado en un ambiente dado y determinado dialcticamente por ste as
como por sus propias tradiciones. De ah que la novelstica latinoamericana de aquel
decenio comience a dar pasos nuevos en la significacin de la realidad. Adems, los
autores concibieron la bsqueda de la identidad como una tarea a realizar en la literatura
y la vida, de manera que escribieron sus obras, en cierto sentido, como proyectos de
identidad, 131 con lo cual lograron aadir elementos nuevos a la realidad que
literariamente configuraron, y darles a sus obras la dimensin del porvenir. Dentro de la
realizacin de tal estrategia narrativa -social, ideolgica y estticamente muy
diferenciada- la utilizacin del lenguaje obedeci no slo al propsito de reflejar lo
americano y popular, sino de ser precisamente forma y expresin de esta apropiacin
espiritual del mundo y de la identidad de los hombres en las condiciones concretas de
los pases latinoamericanos. Por fin, la novela dej paso a paso de ser primordialmente
el relato de vivencias o sucesos autnticos para convertirse en metfora compleja de la
vida.
Estas innovaciones se manifestaron en una produccin novelstica muy variada que,
no obstante sus imperfecciones y desigualdades inevitables como enfermedades
infantiles, en no pocos casos contena los grmenes de lo que ms tarde se dio en
llamar nueva novela latinoamericana. Para mostrarlo basta mencionar a Alejo
Carpentier, Miguel ngel Asturias, Roberto Arlt y Manuel Rojas. De una manera tal
vez menos directa, esta observacin se refiere tambin a las tres novelas clsicas de
aquel decenio: Don Segundo Sombra (1926), de Ricardo Giraldes, La vorgine (1924),
de Jos Eustasio Rivera, y Doa Brbara (1929), de Rmulo Gallegos.
Dentro de la brevedad a la cual obligan las condiciones de un congreso, esta
ponencia pretende analizar cmo, desde su punto de vista social e ideolgico, Gallegos
ve los problemas histricos de su tiempo y configura estticamente tal visin en Doa
Brbara. Para resaltar las caractersticas de este proceso, la novela clsica del maestro
venezolano se compara as con Don Segundo Sombra y La vorgine como con algunas
novelas del siglo XIX desde cuya tradicin parte para abrir nuevos caminos a la novela
latinoamericana.
Don Segundo Sombra crea la imagen y el personaje del gaucho como encarnacin
de un supuesto carcter nacional argentino que en lo esencial corresponde a una realidad
socio-histrica ya desaparecida, pero recordada intensamente no slo por el autor y sus
congneres sino -y eso es mucho ms importante- por amplios sectores populares
migrados del campo a la capital, donde haban cado bajo la influencia alienante de
relaciones sociales muy distintas. En el fondo, Giraldes convirti precisamente estos
recuerdos nostlgicos 132 en la encarnacin de un ideal humano que pretendi
ofrecer una alternativa destinada a detener los efectos alienantes de un proceso social
que conduca inevitablemente hacia un porvenir muy incierto. Tratando de hablar
directamente a su pueblo, Giraldes utiliz el lenguaje de ste as como antiguas
tradiciones narrativas que integr en la nueva entidad literaria de su obra. Lo que, en su
manera de escribir el Don Segundo Sombra, resulta interesante, es que no slo trate de
cerrar el camino del proceso histrico considerado como alienante mediante la
evocacin del ideal gauchesco que histricamente ya se haba esfumado, sino tambin
mediante el esquema estructural que utiliza: contar lo que tiene que decir en tres
secuencias narrativas de a nueve partes cada una. Al contrario de lo que permitira la
disposicin biogrfica de la narracin que es de por s abierta por excelencia, la
novela de Giraldes queda encerrada en este esquema, y, por haberse agotado el espacio
narrativo, al final no queda nada ms para contar. La imagen del gaucho como la novela
que lo articula, se cierran en s mismas y, rebozando de realidad, se niegan a seguir
alimentndose de ella y a acercarse al carcter y la dinmica de su proceso evolutivo.
A diferencia de Don Segundo Sombra, La vorgine no es la metfora del
distanciamiento frente a un proceso socio-histrico considerado como alienante y de
perspectivas inciertas, sino del acercamiento a la realidad socio-histrica en su
autenticidad cruel as como a la decisin de hacer algo para cambiarla. Como en Don
Segundo Sombra, el protagonista sale de una vida efmera para integrarse en una vida
autntica que esta vez no es casi un sueo sino dramticamente vivida y, por lo menos
parcialmente, conocida en su funcionamiento. Cuando el protagonista comienza a
integrarse en la vida autntica, la narracin termina. A lo que en Don Segundo Sombra
es el fin algo trivial de hacerle llegar al protagonista la noticia de que es heredero de una
estancia, corresponde en La vorgine el desaparecer del protagonista en la selva, la cual
no lo devora tanto por su exuberancia tropical sino mucho ms porque al autor no le
interesaba mostrar lo que el protagonista haca despus de haberse identificado con un
ideal humano que a partir de este momento iba a orientar su vida. Al acercamiento a la
autntica realidad socio-histrica corresponde la estructura narrativa de La vorgine que
se 133 abre a la realidad, integrando en la trayectoria de Arturo Cova las
trayectorias de varias otras personas referidas por sus propios protagonistas, y creando,
II
Doa Brbara es algo distinta. No pretende en primer lugar que el protagonista y, a
travs de la identificacin con ste, el lector adopte frente a la realidad una posicin
determinada por la fuerza espiritual de un ideal de conducta humana. Quiere ms bien
mostrar cmo se mueve y puede ser promovido un proceso histrico y social que existe
fuera e independientemente del lector, y que ste quede convencido de que el porvenir
ser como lo demuestra la novela. La recepcin del lema de la lucha entre civilizacin y
barbarie, creado por Sarmiento, que se traduce hasta en el nombre alegrico de la
protagonista, es otro indicio muy claro de que Doa Brbara es distinta de las dos
novelas restantes. En ellas, la civilizacin (burguesa) es, en cierta forma, considerada
como vida inautntica, y la autenticidad se busca fuera de ella. En Doa Brbara, por el
contrario, la civilizacin burguesa resulta la meta hacia la cual est orientado el proceso
histrico que quiere poetizar y anticipar la novela, que de esta manera resulta sobre todo
en la anunciacin esperanzadora de lo que va a ser la patria cuando las fuerzas de la
civilizacin hayan triunfado sobre las de la barbarie.
134
Desde este punto de partida -que no resulta tan extrao si se considera que en
aquella poca Venezuela era uno de los pases latinoamericanos ms atrasados- Doa
Brbara participa en la bsqueda de la autenticidad. Pero sta no consiste en que los
protagonistas se busquen y encuentren a s mismos sino que adopten un ideal de
conducta y actuacin que prolonga el liberalismo latinoamericano del siglo XIX. As,
Santos Luzardo es representante consciente del progreso social (lo cual no son ni Fabio
Cceres ni Arturo Cova). Se orienta en un ideal que no conquista y adopta desde y a
travs de sus propias experiencias sino que existe a priori e independientemente de l y
que le fue revelado en la universidad. De esta manera, humanidad y amor son
considerados por Gallegos, en primer lugar, como categoras filosficas (y casi como
fuerzas motrices del proceso histrico). Si en Santos Luzardo hay lucha interna no es
por encontrarse a s mismo sino por no permitir que las fuerzas de la barbarie se
apoderen de l. Y Marisela se convierte en un personaje nuevo precisamente por la
accin educadora (y por ende civilizadora por excelencia) de Santos Luzardo con
respecto a ella. De esta manera, tambin las motivaciones espirituales de la conducta y
actuacin de los hombres resultan objetivizadas y en el fondo, el protagonista es en
III
El hecho ya indicado de que Doa Brbara amalgama elementos de la literatura del
siglo XIX con los de los aos veinte, es manifestado por una serie de rasgos artsticos
que caracterizan la obra. Uno de ellos es la trama, es decir, la historia de las relaciones
amorosas entre Santos Luzardo y Marisela, hija de su antagonista. Si se despoja
137 de su trascendencia algo alegrica, resulta ser una historia de amores casi
imposibles pero con solucin feliz entre las familias de dos latifundistas enemistados
por uno de los litigios ms frecuentes entre ellos: la delimitacin de sus propiedades. En
este sentido, las analogas con la novela latinoamericana del siglo XIX son obvias.
Baste mencionar, en este sentido, el casi paralelismo estructural de la trama de Doa
Brbara y de La parcela (1898), de Jos Lpez Portillo y Rojas, por ejemplo. Lo nuevo
en la novela de Gallegos es, precisamente, que sta quiere ser la configuracin alegrica
de una amplia visin de la historia nacional desde un punto de vista que ofreca, en su
orientacin reformista, muchas analogas con la del autor mexicano. Adems, resulta
interesante que este esquema de la trama, cuyos protagonistas pertenecen a la fraccin
retrgrada y progresista de los latifundistas, respectivamente, ya es, histricamente, algo
secundario. La mayora de las novelas del siglo XIX configuran su trama ms como
conflicto entre burgueses virtuosos y oligarcas (o clrigos) viciosos, como es el caso de
Martn Rivas (1862), de Alberto Blest Gana, y Aves sin nido (1889), de Clorinda Matto
de Turner.
Al igual que Gallegos, Rivera utiliz la trama amorosa de la novela del siglo XIX.
Pero en La vorgine, esta trama que, con todo lo que representaba, ya result anacrnica
en los aos veinte, serva nicamente como pretexto del autor que liquidndola durante
el desarrollo de la accin novelesca, mediante su utilizacin realiz la transicin del
mundo novelesco del siglo XIX hacia una de las zonas ms frecuentadas del mundo
novelesco latinoamericano del siglo XX, procedimiento en cierto sentido ms acorde
con el proceso histrico y literario que el de Gallegos.
Otro de los elementos tradicionales del arte narrativo latinoamericano del siglo XIX
que se utiliza en Doa Brbara, es el cuadro costumbrista. En las novelas de trama
amorosa haba servido como trasfondo totalizador. Como metfora de la realidad, el
cuadro de costumbres corresponde a relaciones sociales en las cuales todo existe porque
s, es decir, como costumbre, bajo el peso de la cual los hombres viven en un mundo en
el cual pueden reconocer la historia nicamente como fluir circular y repetitivo del
tiempo, pero no como proceso de cambios en los cuales ellos mismos tienen una
participacin activa. En este sentido, el cuadro de costumbres es la configuracin
138 metafrica de relaciones semifeudales, y como tal puede contentarse con ser un
retrato en el cual lo general y lo particular existen casi totalmente identificados.
En la novela de Gallegos, los cuadros de costumbres tambin juegan un papel
importante como trasfondo totalizador de la trama. Pero a diferencia de las novelas de
Alberto Blest Gana y Clorinda Matto de Turner, por ejemplo, las relaciones entre las
escenas que marcan los acontecimientos ms importantes de la trama, y los cuadros de
costumbres, resultan desequilibradas porque, no obstante todas las analogas, Doa
Brbara no es, de ninguna manera, una novela romntica del siglo XIX. Prolonga,
utilizndolos, elementos muy importantes de ella hacia el siglo XX, pero sus propsitos
novelescos son otros. Obedecen precisamente a las condiciones e impulsos de un mundo
que acab de entrar en un proceso de movimiento histrico intenso, orientado hacia
cambios profundos que rompieran precisamente con la inmovilidad de las relaciones
feudales caractersticas del mundo de la novela latinoamericana del siglo XIX. En la
misma Venezuela, estos procesos se haban manifestado, un ao antes de la publicacin
de Doa Brbara, a travs de las luchas estudiantiles y populares de 1928, que en cierta
forma ya sobrepasaron a Gallegos y sus aspiraciones. Sin embargo, Gallegos anhelaba
la liquidacin del estancamiento feudal. De ah que debiera utilizar un mtodo
novelesco distinto del de la novela del siglo XIX. Por eso, slo formalmente reproduce
la trama amorosa tpica de ella. Pero no quiere contar la historia particular del triunfo de
un individuo burgus, sino que aspira a configurar una metfora novelesca del proceso
histrico nacional tal como l lo vea. Este propsito narrativo le obliga a Gallegos a
darles as al escenario como a prcticamente todos los protagonistas relacionados con la
trama de su novela, una trascendencia marcable. La misma realidad socio-histrica as
como la intencin narrativa del autor ya no pueden tener su equivalente narrativo en el
relato de acontecimientos real o supuestamente autnticos. Lo que result necesario era
una generalizacin artstica que permitiera configurar lo general a travs de lo
particular.
Debido a este procedimiento el escenario y los personajes de la novela cobran una
trascendencia marcada. Antiguamente, el escenario de la accin novelstica result poco
importante. No as en Doa 139 Brbara: los llanos venezolanos, en los cuales se
desarrolla su accin, eran la regin histrica y econmicamente ms importante de
Venezuela antes de iniciarse la explotacin petrolera. Quien quera buscar las races de
la cultura y del carcter nacional venezolanos, tena que hacerlo precisamente en esta
regin. Escoger los llanos como escenario de Doa Brbara era, pues, darle a la novela
premeditadamente una dimensin eminentemente nacional. De ah que la repetida
crtica de que quince das de visita en los llanos haban sido muy poco tiempo para
documentarse bien, queda ms o menos inhabilitada, porque a Gallegos le interesaba
mucho ms la encarnacin de lo nacional que el retrato documental de una regin
cualquiera.
IV
El anlisis anterior revela que as con respecto a su contenido ideolgico como con
respecto a la configuracin literaria, Don Segundo Sombra y La vorgine, por un lado, y
Doa Brbara, por otro, representan dos caminos de superar la novela latinoamericana
del siglo XIX y abrirle al gnero el camino hacia nuevos horizontes manifestados ahora
en el florecimiento de la novela latinoamericana contempornea.
Ms obviamente que las otras dos novelas, Doa Brbara est, para decirlo as, con
un pie en el siglo XIX y con otro en el XX. Por un lado abre el horizonte histrico ms
amplio de toda la novelstica latinoamericana de su poca, y en esto reside su grandeza.
Por otro, sin embargo, sigue adoptando el antiguo lema liberal de la lucha entre
civilizacin y barbarie como eje conceptual y, debido a los teoremas del liberalismo
decimonnico, Gallegos est en la necesidad de presentarse como autor omnisciente y
contar lo que tiene que decir, de una manera objetiva. Esto lo obliga al lector a ser
testigo de una accin que se desarrolla fuera de l y de la cual no puede apropiarse
mediante la identificacin con los protagonistas y sus vivencias. Le queda dejarse
posesionar por los ideales que animan a Santos Luzardo y ser as objeto de la accin
educadora (y por ende civilizadora por excelencia) de Rmulo Gallegos.
Como ya se dijo, Gallegos consider la civilizacin burguesa, que en aquel entonces
ya haba entrado en su crisis, como meta final del proceso histrico. De este
anacronismo sustancial, hecho patente en la misma Venezuela por los acontecimientos
de 1928, provienen las 142 contradicciones y limitaciones de la obra. De ah que
Gallegos pueda dirigir su palabra novelstica a la nacin para anunciarle un gran
porvenir y hacerse portavoz de ideales humanos algo abstractos, pero que no pueda
pedirle al pueblo o a todos los hombres que sean lo que actualmente se llama lectores
cmplices y que acten esttica y prcticamente por su propia cuenta.
Siendo as, Doa Brbara contribuy en un grado muy alto en el desarrollo de la
conciencia nacional del pueblo venezolano y tuvo una repercusin enorme dentro y
fuera del pas. Pero leda con la perspectiva y conciencia de un lector contemporneo se
revela singularmente contradictoria porque lo que narra es una bella utopa fcilmente
reconocible como tal con las experiencias histricas contemporneas. Su belleza
alegrica impresiona muy bien como monumento histrico, pero el lector actual ya no
puede apoderarse de su mundo y encontrarse a s mismo mediante la identificacin con
la novela. Resulta interesante que Gallegos, quien no era ajeno a los antagonismos de la
civilizacin burguesa, siente en Doa Brbara las bases conceptuales para novelas
144 145
elabor y del medio en que lo fue inventando el escritor. En el caso de Rmulo Gallegos
es fcil reducir nuestra lectura al contenido simblico y a lo permanente y universal del
mensaje de una novela. A pesar de esto, Doa Brbara ha sido leda y sigue sindolo,
como trasunto de una realidad.
Desde luego, reconocemos, con Pedro Daz Seijas (Rmulo Gallegos, calidad y
smbolo, Centro del Libro venezolano, Caracas, 1965), que el alcance universal de la
obra es fruto directo del arte del novelista en captar y restituir las vivencias autnticas
del hombre venezolano.
Las propias condiciones naturales del marco regional constituyen uno de los
aspectos ms duraderos en la materia de la novela, junto con la evocacin de los usos de
la vida diaria y el encanto natural del habla del hombre venezolano, llanero, en sus
tareas y en el descanso.
Ahora bien, el problema est en saber si, para el lector, tales condiciones cambian,
as como cambian los datos econmicos, sociales y polticos, abriendo la tentacin de
considerar la novela como representacin de realidades ya lejanas. En tal caso, slo
quedarla al lector de hoy el nostlgico placer de una pintura del pasado, y, por
aadidura, el derecho de buscar a la leccin moral del libro una aplicacin en el campo
contemporneo.
En mi opinin, la relacin entre el inters simblico de la novela y la concreta
realidad de la Venezuela de principios de siglo y la de 146 hoy, es algo ms
compleja, pues no queda limitado el mensaje a la circunstancia venezolana de las
primeras dcadas del siglo.
Esta ponencia no se propone revisar las perspectivas del estudio de Doa Brbara,
sino, ms modestamente, ajustar y afinar algunos de los enfoques que se le ha dado. Se
funda en la idea de que no es lo ms importante la realidad circunstancial.
tenido por llanero. Por ello, importa ms la tradicin, la recopilacin folklrica, que no
lo estrictamente documental. No ser menos verdadera la pintura, pero no creo que se la
pueda tener por realista en propiedad.
De los llanos, Doa Brbara da una imagen vlida para un tiempo muy amplio. La
evolucin ha sido rpida, desde entonces. Las vas de comunicacin han puesto a San
Fernando al alcance de todos los puntos de actividad del pas. El auge demogrfico ha
provocado un poblamiento acelerado de algunas regiones. Sin embargo, la llanura sigue
siendo la regin en espera de desarrollo; en que slo existen unos polos ms activos,
ms o menos experimentales, y donde se siguen cultivando formas tradicionales del
trabajo y sobre todo del habla y de las diversiones.
La imagen regional dada en la novela no es independiente de las circunstancias
histricas, sino que es como una sntesis. Se mantiene una jerarqua de las formas de
vida y organizacin en los llanos, la idea de la evolucin domina la novela, dando una
imagen diacrnica de lo que ha sido, es y ser la regin. Si R. Gallegos hubiera sealado
la ruta hacia el porvenir, el progreso, como nica, se podra considerar la novela como
animada por el sentido de la historia, estrechamente ligada al tiempo, a una cronologa.
Pero no es Doa Brbara de tan sencilla construccin. La aventura de la
protagonista principal y la de Santos Luzardo, segundo personaje del libro, son de doble
direccin. En cada uno se ilustra la posibilidad de seguir un camino determinado: a la
regresin o al progreso. La historia no es una va de sentido obligatorio; no hay una
necesidad histrica, sino una alternativa.
Como en las leyendas tradicionales, en particular en la pica, el protagonista puede
escoger entre el bien y el mal, entre el amor y el odio, entre la accin constructiva y la
destructiva, en ningn caso se sugiere la eleccin entre las formas del pasado y las del
futuro (excepto 149 al final, cuando Santos Luzardo es mostrado como visionario
en sus proyectos de transformacin de los llanos.
destacado durante largo tiempo el grupo gobernante en el pas. (Cf. Jos Antonio
Castro, Caciquismo y caudillismo en las novelas de Gallegos, in Caciques,
caudillos et dictateurs dans le roman hispano-amricain, bajo la direccin del
Profesor Verdevoye, Editions Hispaniques, Pars, 1978).
Los rasgos principales que permiten remitir al lector a la situacin venezolana
histrica son: -la ley del llano, doa Brbara consigui que se la hicieran a su medida.
-El compadrazgo existente entre doa Brbara y el Presidente a quien le mand una vez
hierbas curativas. -El sistemtico ensanchamiento de las posesiones de El Miedo.
Ninguno de estos rasgos carece de un valor simblico que invita a una interpretacin
ms amplia. Por ejemplo, otros dictadores como Cipriano Castro fueron aficionados a
curaciones extraas. Por otra parte el peculado ha sido denunciado por los narradores y
ensayistas de Venezuela desde los principios de la nacin.
150
La hostilidad de R. Gallegos a la dictadura est fuera de dudas. Buena muestra
tenemos de ello tanto en su primera novela, con la ardiente empresa civilista de
Reinaldo Solar, como en los ensayos que, en tiempos de su juventud, dedic el novelista
a temas sociales. Su carrera poltica ha demostrado que en toda su vida ha guardado la
perfecta coherencia de sus ideas democrticas (cf. Howard Harrisson, Rmulo Gallegos
y la revolucin burguesa en Venezuela, Monte Avila Editores, Caracas, 1976).
Por lo tanto, queda muy ligera la relacin con la circunstancia precisa de la
dictadura de J. V. Gmez. En cambio, los rasgos ms dominantes de la historia de
Venezuela, esta cadena de autcratas que se sucedieron en el pas y tuvieron que hacer
frente a innumerables insurrecciones en nombre del bien, es figurada a travs de la
lucha entre Santos y la devoradora de hombres.
Los bigrafos de R. Gallegos (en particular J. Liscano) han mostrado cmo fue la
gloria literaria de Doa Brbara la que oblig al novelista a afirmar pblicamente su
hostilidad a la dictadura, en 1930. Pero la causa estaba en la necesidad en que se
encontr de no participar en una sesin parlamentaria que se dispona a violar la
Constitucin, para que Gmez pudiera ser de nuevo Presidente de la Repblica; los
motivos dados por Gallegos eran de dignidad personal, no de hostilidad a la persona del
dictador.
En cuanto al contenido de la novela sera difcil afirmar que fuera antidictatorial.
Indudablemente, otros escritores clebres tenan una actitud de franca enemistad para
con Gmez, Jos Rafael Pocaterra y Rufino Blanco Fombona en particular. Este, en el
prlogo a El hombre de oro (1914), denunciaba el poder del dictador Gmez como una
barbarocracia, achacndole la responsabilidad de todos los males econmicos y
sociales del pas. El nombre de doa Brbara deba inspirar sospechas en las esferas del
gobierno. Sin embargo, despus de que le leyeran la novela, el dictador quiso
recompensar al novelista; no vea en la obra de Gallegos ataque a su sistema poltico, a
su teora fundada en el orden y el progreso. Para Gmez, imponer la paz y el progreso
en Venezuela era la justificacin de su autoritarismo. No eran nuevos tales temas; en los
discursos polticos, desde el siglo XIX, se han repetido en sucesivas coyunturas
histricas.
Hoy, la frmula puede variar, pero son muchos los pases en el 151 mundo, y
especialmente en Latinoamrica donde los vocablos orden, progreso, paz social,
pretenden disculpar una violencia institucionalizada.
La originalidad y el valor ms duradero de la obra de R. Gallegos, en este terreno es,
que al orden prefiere el respeto a la ley, los derechos de cada uno; a la paz social
sobrepone la concordia fundada en la comprensin y el amor al prjimo; cifra el
progreso menos en su aspecto tecnolgico que en la transformacin del hombre mismo.
Lo poltico se traspone sobre un plano superior que es el de la tica social.
El humanismo, eje principal de la novela, da a todas las circunstancias un papel de
pura imagen, de smbolo. Slo lo permanente en la naturaleza est desprovisto de
significado, independiente de toda interpretacin, porque su fuerza potica est en su
objetividad. La naturaleza y la conciencia son los dos polos entre los cuales se
desarrolla toda la accin, como en las leyendas tradicionales. El hombre moderno,
apenas difiere del Pulgarcito, perdido en la selva; necesita del camino de piedrecitas
para volver a casa, a la vida organizada, para tener porvenir.
***
Nuestro tiempo est necesitado ms que nunca de mensaje de fe en el porvenir; la
lucha titnica entre la conciencia humana y los instintos sigue vigente lo mismo que
antes. Y el valor de Doa Brbara, para el lector de nuestros das no es menor al que
tena en el momento de su publicacin.
Mejor que en los primeros lectores de la novela, opera en nosotros la grandiosidad
del compendio de la aventura humana en Venezuela, vivida a travs de unos personajes
casi iguales a los campesinos de hoy, capaces de elevarse a la estatura de los gigantes de
la pica, si la circunstancia lo exige.
Para R. Gallegos, no ha de llegar nunca la era de los enanos, su ilimitada confianza
en el hombre es su aporte ms valioso.
152 153
que se manifest. Ninguno convive con ella. Sin embargo, el gran pblico sigue
prestndole devocin. Y cabe imaginar que corriendo el tiempo, pasada ya la irritacin
que produce el enfrentamiento de las promociones literarias, advendrn nuevos
escritores que no necesitarn negar a Gallegos para afirmarse, como sucedi en la
dcada 1958-1968. La vida cotidiana de la literatura est regida por ritmos de
oposiciones y cada nueva hornada de escritores, para imponerse, suele poner en tela de
juicio los valores y las figuras anteriores a ella que la oprimen.
La presin ejercida por la obra y por la personalidad de Gallegos fue y sigue siendo
avasallante. Se conjugaron el prestigio literario internacional, la venta masiva de sus
libros y su biografa poltica. Como si no hubiera bastado la gloria literaria, ya
cimentada a la muerte de Gmez, en 1936, con el triunfo de Doa Brbara y la
publicacin de Cantaclaro y Canaima, se aadi el inicio de una carrera poltica
relevante. Con el ascenso hacia el poder de la generacin del 28 y de sus integrantes
agrupados en el Partido Democrtico Nacional y, despus, en Accin Democrtica,
ascendi tambin la estrella poltica de Gallegos. Alcanz la Presidencia de la
Repblica en las primeras elecciones libres para constituir gobierno. Su derrocamiento
154 lejos de opacar su prestigio, lo fortaleci por su comportamiento de alto
civismo ante los militares insurrectos. La capitalizacin de que fue objeto su nombre, a
lo largo del exilio y, luego, cuando su regreso triunfal al pas, derrumbado el rgimen
corrupto de Prez Jimnez, alcanz los ms altos dividendos. Esos dividendos
beneficiaron no slo su persona, ya alejada de la creacin literaria, sino tambin a su
partido. Y ste no perdi oportunidad de mezclar la resonancia literaria mundial con la
causa partidista. Se cre una verdadera inflacin galleguiana, y sta termin por oprimir
a los escritores noveles, tanto ms cuanto la gran mayora adhera a otros postulados
polticos que los del maestro y su partido, reformistas ambos. Haba sonado la hora del
radicalismo castrista, cheguevarista, coincidente con el proceso mundial de
descolonizacin de frica, del Medio Oriente, de Asia.
En el campo de la creatividad narrativa tambin se radicalizaban las concepciones y
la escritura. La novela tradicional de hroes y de caracteres, de planteamientos
sicolgicos esquemticos, de argumento y escritura lineales, de inspiracin pica, era
desechada y nuevos procedimientos en todos los campos desarticulaban la vieja
estructura fundada en una comunicacin directa y simple con el lector. La irrupcin del
llamado boom calific en Amrica Latina los nuevos procedimientos. Y en Venezuela,
las tendencias renovadoras no slo significaban una atrayente novedad, un ponerse al
da del cual siempre estn pendientes los artistas latinoamericanos, sino la posibilidad
de libertarse de la opresin galleguiana. Se produjo inexorablemente la reaccin general
contra el maestro envejecido y ya alejado del campo literario, hasta el punto de que no
le afectaron en lo personal, ni negaciones ni revisiones a veces crueles y sin
fundamento. Su vida se apag tranquilamente el 5 de abril de 1969, entre las ausencias
de una mente afectada en los ltimos aos por la trombosis cerebral y las vagas
rememoraciones de su gloria. El Gallegos ochentn se adormitaba ante sus estatuas.
Los polticos de su partido y la vasta militancia que los segua, no tenan criterios
literarios. Esto resulta obvio. De modo que con empeo tctico siguieron manteniendo,
inclusive con medios artificiales, la inflacin galleguiana. Tal circunstancia acrecent la
resistencia de las individualidades que se oponan, por lo general, jvenes 155
narradores. Y as los trminos antagnicos de la valoracin galleguiana incurrieron en
dislates, se desviaron hacia lo reverencial exterior sin asomo crtico alguno, o hacia la
negacin tambin acrtica. La diferencia estriba en que los seguidores se cuentan por
miles y los negadores se cuentan con los dedos. Pero estos ltimos son los que
conforman la opinin minorista especializada, son los que aparecen como avanzada de
la literatura, son los que suscitan admiracin en los jvenes creadores. Y el suntuoso
premio de novela Rmulo Gallegos, instituido quinquenalmente por el Estado
venezolano, si bien es apetecido por todos los novelistas de habla espaola, en razn de
la cuantiosa suma que se le asigna y de la resonancia publicitaria que produce, no
implic una revaloracin de la obra de Gallegos, en funcin de nuevos parmetros
crticos, de pticas diferentes a las tradicionales del ciclo novelesco latinoamericano
fundado en la descripcin de las grandiosas escenas naturales y de la lucha entre la
civilizacin europea y la barbarie indgena, entre la inteligencia y la materia que dijo
Sarmiento en su Facundo.
Este ciclo exalta las pruebas vitales del hroe encarado con la naturaleza devoradora
y sus emanaciones humanas malficas, y responde al esquema crtico ulterior llamado
mtico, fundado en el estudio de mitemas y mitologemas que enumeran las etapas
arquetipales por las que pasa el hroe, en el cumplimiento de su misin y en el proceso
de autoidentificacin. Este mtodo mtico que tiene su obra fundadora en el libro El
hroe de las mil caras, de John Campbell, se apoya en muchas concepciones de Jung.
La analoga entre los grandes mitos de las ms diversas colectividades movi a Jung a
buscar el denominador comn, el cual result para l el inconsciente colectivo creador
de formas arquetipales. Pero la limitacin de Jung era que su trabajo no persegua
especficamente penetracin en los mitos, sino aplicarlos teraputicamente, porque antes
que nada, obedeca a su condicin de psiquiatra. Otros estudiosos como Gastn
Bachelard y Mircea Eliade Censillo, han investigado con mayor propiedad la estructura
y la persistencia de los mitos y de los smbolos, en funcin de ellos mismos.
La obra de Rmulo Gallegos, en la actualidad, debe ser revalorada en funcin de
mtodos crticos como el sealado, para lo cual es preciso reducir los valores y colores
localistas, folklricos, nacionalistas, costumbristas, argumentales, textualistas, que son
los que 156 exaltan sus compatriotas y copartidarios y los que an conceden a sus
libros una condicin de best seller. De manera intuitiva y confusa, mis trabajos sobre
Rmulo Gallegos -unos cuatro libros y una decena de ensayos-, se plegaron por una
parte, al ceremonial establecido por su partido y por la fama literaria, contribuyendo as
a su falsificacin y endiosamiento, y por otra sealando siempre la necesidad del rescate
de la revalorizacin profunda en funcin de smbolos, arquetipos, proyecciones
trascendentes y contenidos insuficientemente expresados por los significantes.
Ya sera tarde para retomar el asunto, en lo que se refiere a m. Estoy saturado por el
galleguismo, el publicitario y propagandstico, y el mtico. Pero pienso que este ao
jubileo decretado oficialmente para celebrar los cincuenta aos de la aparicin de la
novela Doa Brbara, sera propicio para intentar dicha revaloracin, empezando por el
descubrimiento de otra doa Brbara, despojada de la fatigante retrica con que la
empobrecieron el propio Gallegos moralizante, los esquemas crticos edificantes, las
alegoras polticas de la democracia triunfante sobre la barbarie, las versiones
cinematogrficas y televisadas y las negociaciones recientes inspiradas quizs
inconscientemente por la necesidad de autoafirmacin o bien, deliberadamente ajustadas
a modelos crticos y gustos de escuela embebida en la creencia de su propia novedad,
cuando no simplemente en la moda de ser irreverente.
La amazona
El psiquiatra Rafael Lpez Pedraza, formado en la lectura y la experiencia
culturalmente enriquecedora de Jung, me aclar hace un tiempo la confusin que yo
tena sobre la psicologa profunda de doa Brbara. No era la devoradora de hombres
como dice Gallegos, sino la amazona cuyo destino arquetipal se desva
momentneamente con el encuentro del amor. Yo andaba proyectando un ensayo sobre
presencias femeninas del folklore venezolano, apariciones en sitios solitarios de bellas
mujeres como ofrecindose, las cuales una vez abordadas por el transente, se
convertan en monstruosas criaturas: sayonas, lloronas, dientonas, empusas.
Relacionaba desacertadamente a doa Brbara con esas fantasmales fminas, en intento
157 de sntesis. Lpez Pedraza me convenci y desist de aunar a doa Brbara con
estas figuraciones de terror que derivan de otras vivencias, principalmente del miedo
ancestral a la fmina, encarnacin de la naturaleza en su aspecto doble de dadora de
vida y muerte, miedo que da origen al mito de la vagina dentada, an presente en los
indios del alto Orinoco y atenuado en la Pulwni de los indios guajiros de la pennsula
del mismo nombre, perteneciente a Colombia y a Venezuela. (El antroplogo francs
Michel Perrin, en su investigacin Le chemin des indiens morts, Payot 1976, obra que
pronto publicar traducida Monte Avila, estudia con profundidad la cultura guajira y el
mito de Pulwni.)
Gallegos, carcter puritano de moralista y maestro de escuela, encarado con su
creacin, en parte inspirada por la realidad y en parte fantaseada por su inconsciente, es
quien pone los calificativos que yo tom por verdades. La esfinge de la sabana, la
devoradora de hombres, la daera, etc., era frgida (lo escribe de paso el propio
Gallegos), detestaba la presencia masculina, defenda celosamente su privacidad
interior, y termina, como amazona, dando todo a la hija. Es, ms bien, mujer sin
hombre, Ulidzan, como en el mito taurepanarekuna-Kamaroto, recogido y publicado por
Mara Manuela de Cora, en su libro Kuai-Mare (Monte Avila, 1972).
El autor suele ser dominado por los fantasmas de su propia creacin. Fue el caso de
Gallegos. Pero la dominacin del fantasma femenino amaznico fue contrarrestado por
su vocacin docente y transferido a una leccin de moral y cvica sobre civilizacin y
barbarie, para lo cual tena que calificar mal al engendro de su imaginacin. Y as lo
hizo. No hay que tomar esos calificativos del propio Gallegos como rasgos reales del
personaje. Una cosa es cmo lo vea Gallegos, con su ptica reformista y moralista, y
otra su contenido especfico, en funcin del smbolo y del arquetipo dominantes.
Gracias a Lpez Pedraza vi otra doa Brbara, la que se despoja de las alegoras
edificantes que la ponen mal, para ingresar en una categora arquetipal, ni de bien ni de
mal, que ratifica el final de la novela, cuando ella desaparece, reintegrndose a la
leyenda, reabsorbindose en la naturaleza y en el smbolo.
La genial institucin creadora de Gallegos no le dej en paz, hasta que perfeccion
el smbolo amaznico. Por eso fue inventada, en 158 Sobre la misma tierra (el
ttulo resulta harto significativo) una doa Brbara benfica y ya francamente sin
hombre. Remota Montiel, la majayura a quien su propio padre rapta, la Ludmila
Weimer de la civilizacin, la significativamente llamada walkiria por los padres
adoptivos. Brbara y Remota son la misma moneda, cara y cruz, representaciones
divalentes de la femineidad amaznica, de las mujeres sin hombre, marcadas en los
Vivencias
La carga vivencial de doa Brbara y de Santos Luzardo, expuesta sin conviccin y
regusto expresivo por Gallegos, apurado por llegar a sus planteamientos edificantes y
por describir una tipologa popular, plantea otra novela, otra perspectiva no propiamente
del libro, puesto que fue escrito explcitamente, sino del mito, del smbolo, de la
imaginacin, de la misma lectura. Yo puedo saltearme el material documental
costumbrista y detenerme en dos hechos impresionantes y universales: la violacin de
una adolescente por una tripulacin de la que forma parte su padre, y el homicidio que
perpetra el padre de Santos Luzardo, don Jos Luzardo, contra su hijo mayor Flix. El
capitn del bongo es asesinado por la tripulacin, la que entonces viola a la codiciada
adolescente. Don Jos Luzardo 159 se deja morir ante el muro donde pens clavar
con la lanza a su hijo, antes del lance en que lo abalea. Estas terribles vivencias de
tragedia griega constituyen los materiales novelescos para una versin universalista del
relato, para un desarrollo que trascienda lo costumbrista y folklrico. Es preciso
penetrar esta creacin por dentro, disociar el argumento, borrar lo lineal, olvidar o
reducir a manchas los materiales accesorios, para asumir la esencia de esa gran tragedia
intemporal que arranca de la sombra del incesto, del filicidio, para contar una historia de
amazona en el escenario de la pampa, un encuentro fijado por el destino de dos seres
marcados por la violencia en su joven edad, acondicionados por los terribles recuerdos,
empeados en identificarse, asentados en una misma tierra de espantos y horizontes
ilmites.
La mestiza
As como se impone una relectura de Doa Brbara, tambin conviene modificar su
representacin visual, a cuya falsificacin contribuy de manera espectacular la actriz
Mara Flix, en la versin cinematogrfica mexicana, obra del propio Gallegos, segn
me refiri Miguel Acosta Saignes, quien asisti al proceso de eleccin de la intrprete.
Conclusin
La relectura y revisualizacin de Doa Brbara plantea, en primer lugar, su
dignificacin. Basta ya de asociarla con los dictadores y con la barbarie poltica. Su
verdadera filiacin es la de las amazonas y as culmina su pasaje por la novela. Entr en
el marco del relato sola, llegada del centro de una regin de selvas, llanuras y ros, y
sola se aleja o se extingue, desaparece sin dejar huellas, en el paisaje despejado, casi
virgen. En segundo lugar, no es una vampiresa de telenovela o de cine, componiendo
siempre su gesto y su cabellera, sino una mestiza que lleva en el rostro los rasgos de
quienes la engendraron, que despus de la violacin convive con los indios, no como
turista o exploradora, sino como uno de ellos mismos y busca su identidad, hasta que su
propia energa la distancia del grupo primitivo y la lanza por el camino que la conducir
al encuentro con el plido y desvado Santos Luzardo, y consigo misma, con su
intransferible y solitaria individuacin.
Dona Brbara71
Orlando Araujo
169
A partir de este testimonio de reconocimiento que hace el maestro Gallegos para con
Antonio Jos Torrealba, se documentan varias referencias sobre la relacin personal y
literaria que existi entre ambos. Al respecto, Subero (1979: 17) recoge parte de esta
informacin, destacando entre otros los nombres de Juan Liscano (1961: 93), Lowell
Durtham (1957: 74) y Arstides Bastidas (1969: D-2).
Bastidas, por ejemplo, en entrevista que hizo a Ricardo Montilla, escribe:
170
Durante los cinco das que dur su permanencia en La
Candelaria, Gallegos cultiv una asidua amistad con el
caporal de la misma, Antonio Torrealba, que aparece como
Antonio Sandoval, Caporal de Altamira. La razn de este
acercamiento estaba en la riqueza narrativa de Torrealba.
Posea un exquisito don de conversacin y relataba los
episodios ms fantsticos sobre la vida llanera, de los cuales
Gallegos atento y silencioso tomaba nota.
llano y de su gente.
Una vez sealada la relacin habida en 1927 entre Gallegos y Torrealba y destacado
el paralelismo realidad-ficcin, Torrealba-Sandoval, Englekirk agrega:
Antonio Torrealba vive ahora en San Fernando a donde lleg
procedente de La Candelaria unos 17 aos atrs. No se presta
a confusin su cara redonda, de color aceitunado. El
tiempo, indudablemente, ha tallado a este araucano buen
mozo, que se acerca a los 50 aos. 171 Su estatura
mediana y su pie izquierdo estropeado parecen acentuar sus
250 libras de peso, y desmentir que fuera el Antonio gua y
consejero de otros das. Actualmente trabaja en una joyera,
donde limpia y pule cuando no est regalando a cuantos le
escuchan con cuentos de la vida llanera, o llenando libros de
contabilidad con coplas de la tradicin oral o de su propia
cosecha.
Al ao siguiente, este trabajo apareci publicado en Hispania (1948: XXXI, 259270) y en 1962, el profesor scar Sambrano Urdaneta lo traduce y lo publica con el
ttulo de Doa Brbara, leyenda del llano en la Revista Nacional de Cultura (N 155:
57-69). En la edicin que hizo de Doa Brbara la editorial Orin (Mxico, 1950),
prologada por Mariano Picn Salas, se menciona el trabajo del profesor Englekirk y se
precisa que el investigador norteamericano ha estudiado en su valioso trabajo lo que
puede llamarse la topografa del libro. (Cfr. Gallegos, 1950: 27).
Este estudio de Englekirk y dos breves testimonios del profesor Ricardo Mendoza
Daz son las nicas referencias, anteriores al prlogo de Gallegos, que he encontrado en
torno a Torrealba. De Mendoza, hablar ms adelante.
ngel Rosenblat, por su parte, en su trabajo Los otomacos y taparitas de los llanos
de Venezuela, seala que Torrealba era un gran conocedor del llano, nieto de
otomaca pura y, adems, que sirvi de gua a Rmulo Gallegos cuando ste lleg en
1927 al hato de la Candelaria, y le dio rica informacin que le sirvi para la elaboracin
de Doa Brbara; en la obra aparece representado en la figura de Antonio Sandoval.
Este juicio de Rosenblat, parece basarse en Englekirk, en Gallegos y en su propia
experiencia, pues de inmediato agrega: Cuando llegamos a Cunaviche haba muerto
haca un ao, pero haba dejado una serie de cuadernos con el ttulo de Diario de un
llanero. (Cfr. Rosenblat, 1964: 284).
En ese viaje que hiciera a Cunaviche en busca de los otomacos, Rosenblat encontr
los manuscritos de Antonio Jos Torrealba. Con l iba su discpulo de entonces Ricardo
Mendoza Daz. A partir de aquel momento los manuscritos recorreran un largo
itinerario lleno de vicisitudes y de polillas, especialmente los que se conocen como los
Libretones de Torrealba.
172
A su regreso de Cunaviche, Mendoza publica el 17 de enero de 1951, en Raudal, un
semanario que l mismo diriga en San Fernando de Apure, una informacin sobre
Torrealba y sobre sus textos. Esa nota periodstica es, despus de la de Englekirk, la
primera informacin que se da acerca de Torrealba. Coincidencialmente, aparece el da
en que, 68 aos atrs, naciera en Cunaviche el informante de Gallegos:
Los habitantes de esta regin tienen la bondad del cuento.
Todo lo dicen, lo comentan, lo explican con frases coloreadas
por las comparaciones y por el tabaco que mastican o por el
caf que absorben a grandes tragos. Representante genuino
de este tipo de hombre es don Antonio Jos Torrealba...
Con relacin a estos materiales, Rosenblat (1964: 285) observa que Torrealba, sin
tener condiciones literarias, fue llenando cuaderno tras cuaderno (ms de cuarenta a dos
columnas), con escenas, coplas, recuerdos de paz y de guerra y relatos y aventuras
diversas. Las 173 mejores escenas son las que describen la vida animal. La
intencin de Rosenblat, de acuerdo con lo que l mismo afirma y de acuerdo con lo que
he documentado, era la de armar una serie de relatos alusivos al llano y sus costumbres,
desde luego podando el lenguaje, corrigiendo las construcciones gramaticales y
transformando las estructuras narrativas:
...los hemos trado a Caracas, por generosidad de Gregorio
Jimnez, su sobrino, biznieto de otomacos, que era entonces
secretario de la Corte Superior de San Fernando de Apure.
De esos cuadernos esperamos extraer un relato de la vieja
vida llanera.
Tambin como parte del estudio que intent el profesor Rosenblat con el Diario de
un Llanero, Carmen de Daz, en una nota sin fecha, destaca:
Tenemos en estudio, en el Instituto Filolgico (sic) Andrs
Bello, que dirige el Profesor ngel Rosenblat, los
numerosos manuscritos de una obra que su autor, el Sr.
Torrealba, titul Diario de un llanero.
Desconozco totalmente si esta nota lleg a publicarse junto con algunos textos del
manuscrito, tal como lo anunciaba su autora. Del mismo modo, destaco que Rosenblat
no posea todo el material de Torrealba. Unos cuadernos del Diario de un llanero,
nueve en total, se perdieron (Los primeros cuadernos -dice Rosenblat- se los envi a
Rmulo Gallegos y parece que se extraviaron). Los Libretones estaban en poder de
Mendoza y hasta ahora, fue cuando llegaron al Instituto de Filologa.
Actualmente, el Instituto tiene 30 de los 41 cuadernos del Diario de un llanero (del
N 10 al 40; los faltantes quizs estn definitivamente perdidos), los tres Libretones y,
adems un cuaderno en el que hay un relato cuyo ttulo es Historia de Azabache, o sea
la historia de un caballo contada por l mismo junto con la de sus compaeros de
trabajo.
La edicin del Diario de un llanero se har mediante un convenio interinstitucional
que se firm, con fecha 2.5.83, entre la U.C.V. y la gobernacin del Estado Apure. En
ese acto, la Universidad fue representada por el Dr. Carlos Moros Ghersi y la
gobernacin por el entonces gobernador de esa entidad el Dr. Ismael Colmenares. De
acuerdo con el convenio, la Universidad se compromete a realizar: a) Un estudio
preliminar que comprenda un acercamiento biogrfico a Torrealba y un anlisis
interpretativo de sus textos y b) Un estudio lxico-semntico de los regionalismos que
aparecen en el Diario de un llanero. La gobernacin, por su parte, se compromete a
subvencionar los gastos de transcripcin mecanogrfica de los manuscritos y su
publicacin.
La otra referencia que da Mendoza sobre Torrealba, la public en 175 El
Precursor, un rgano de expresin de la comunidad educativa del Liceo Francisco de
Miranda de Los Teques. En esa nota, fechada en marzo de 1973, curiosamente,
Mendoza no dice nada con respecto a los Libretones y con relacin al Diario y a su
autor expresa:
Voy a cantarles algunas coplas recogidas por Antonio Jos
Torrealba Osto en 1927, gran amigo de Rmulo Gallegos
distincin de terminus, ratio y res que manejaban los estoicos; o la frmula agustiniana
de
verbum
dictio
res;
dicibile
o a cualquier nominalista de la Escolstica con la frase vox significat mediantibus
conceptibus; o, en fin, un modelo como el de W. von Humboldt que concibe el signo
estructurado a base de espritu, lenguaje y objeto, es decir, a base de tres constituyentes
(los mismos que Umberto Eco describe como el semainon, el semainomenon y el
pragma).
177
Siguiendo tambin a Ullmann y a Baldinger en nuestra hiptesis, el referente es el
objeto, es decir, la cosa o realidad. La base del tringulo es en su composicin
diferente de cualquiera de los otros lados, de manera que entre uno y otro vrtice del
sistema de relaciones que se establezcan siempre ser diferente. Entre el smbolo y el
referente no existe una relacin de hecho sino atribuida. El smbolo y el referente no
estn vinculados en forma directa, en oposicin a una relacin real que se da
recorriendo los lados del tringulo. As, la relacin smbolo-referente no conlleva
ningn compromiso ontolgico; en cambio, entre smbolo y pensamiento y entre
pensamiento y referente los vnculos son causales. Del smbolo al pensamiento hay una
relacin directa y el pensamiento remite siempre al referente.
De este modo, cuando nombramos un objeto, un libro, por ejemplo, la relacin entre
el nombre libro y el objeto constituyente de la realidad es una relacin atribuida, no es
una relacin de esencia. El libro pudo haber sido designado como mesa, como
grabadora, etc., pero una vez que se ha instituido el signo y se ha establecido en una
conveniencia social, o en una necesidad como dira Benveniste, ese signo remite a un
significado, en este caso libro y el significado libro tiene la propiedad de evocar los
elementos pertinentes para una descripcin del objeto. As, el significado se carga con
los semas inherentes al objeto y todo signo, mediante su significado, nos hace pensar, de
hecho, en un elemento abstracto o concreto que es el referente.
As, desde esta perspectiva terico-conceptual, creo, y lo planteo como hiptesis,
que Torrealba es el objeto novelado y que, de este modo, Doa Brbara y Cantaclaro,
en gran medida, fabulan a base de hechos relacionados directa o indirectamente con
Antonio Jos Torrealba. Para demostrar esta hiptesis, voy, en las prximas lneas, a
destacar algunos de los rasgos biogrficos que he compilado en torno a Torrealba. Me
concretar en aqullos que, en una forma u otra, desde una perspectiva semiolgica, son
indicios en funcin de la hiptesis formulada.
Antonio Jos Torrealba Osto naci en San Miguel de Cunaviche el 17 de enero de
1883. Da de San Antonio Abad. Era hijo -segn consta en el Acta N 12 del Libro de
Nacimientos del Municipio 178 Cunaviche de ese ao- de Antonio Jos Torrealba,
de profesin criador y de Josefa Vinicia Osto, hija de una india otomaca y de Manuel
Solrzano. Del viejo Antonio Jos se sabe que fue Prefecto de Cunaviche en varias
ocasiones, que fue gran amigo de Cosme Lpez Hurtado, un hombre culto y sabio que
ya en su poca les hablaba a sus paisanos de teosofa, de literatura, de ciencias naturales
y les incitaba a aprender aunque fuera a leer y a escribir. De doa Josefa Vinicia, en
cambio, poco es lo que se recuerda. Slo que al morir, de tuberculosis, al igual que la
mayora de los miembros de las tribus otomacas, yaruras y taparitas diseminadas por el
Cajn del Arauca, del Cunaviche y del Capanaparo, dej dos hijos. Uno, el mayor, de
nombre Evaristo, de apenas ao y medio. El otro, Antonio Jos, de slo seis meses.
Evaristo morira el 13 de junio de 1917 y Antonio Jos el 14 de julio de 1949 y no el 14
de junio de 1948 como, errneamente, se afirma. (Cfr. Subero, 1979 y Botello, 1979).
Segn el acta de defuncin -la nmero 121 del Distrito San Fernando del ao 49- para el
momento de su muerte, Torrealba era empleado pblico y muri como consecuencia
de una diabetes congnita.
Se cuenta que al morir doa Vinicia, al pequeo Antonio Jos lo amamantaron con
leche de yegua. Una yegua que tambin amamantaba un potro del que Torrealba se
deca hermano. l lo llam Jovial. Y tal vez este hecho, mitad leyenda, mitad realidad,
lo condicion y lo marc para siempre en sus relaciones con los hombres y con los
animales. Lo cierto es que en l se sembr desde entonces un sentimiento de afecto y de
amor por los caballos y por los dems animales. Cuando baaba las yeguas de su hatajo,
les pona zarcillos, flores en las crines, en fin, las trataba como a una mujer que se ha
hecho merecedora del culto de Eros. Con razn, Elizabeth Fuentes, en entrevista que me
hizo en El Nacional del 19.2.84, observa que Torrealba se crea caballo y quien sabe
-agrega- si aquel maldeojo que lo visit tan temprano (su pie equino) fue ms bien las
ganas de ser potro que lo acompaaron hasta despus de viejo.
As, el joven Torrealba creci en medio de una naturaleza salvaje, primitiva y
violenta, a la que arranc su esencia y sus secretos a travs de los conocimientos que los
indios, sus hermanos de sangre, le trasmitieron. Junto con ese conocimiento de la
naturaleza, tambin 179 fue aduendose de todo el significado de las tradiciones y
las costumbres del llano apureo, en particular del llano del Cunaviche y del Cajn del
Arauca.
l y su hermano Evaristo heredaron del viejo Antonio Jos una extensa sabana que,
de acuerdo con el documento de registro, el N 5, del Tercer Trimestre de 1886, del
Distrito San Fernando, abarcaba unas cinco y media leguas de terreno propio para la
cra. Al morir Evaristo en 1917, el joven Antonio Jos quedara como nico
propietario. En verdad -cuenta Gregorio Jimnez- la herencia nunca se reparti porque
eran muchos hermanos, hijos naturales del viejo que como buen llanero era muy
mujeriego... Nadie procur que le dieran su parte sino que to Antonio manejaba todo
eso y tena todo ese gento a su alrededor, entre ellos mi mam y yo, que ramos
Jimnez.
Algunos de los topnimos que identificaban distintos lugares de esta sabana son Las
Tapias, Santa Rita Torrealbera, Burn, Merecurote, Cao Hurtaleo y otros sitios.
Puede, entonces, afirmarse que por herencia, Torrealba fue un llanero de posesin.
Una posesin que, con el transcurso del tiempo, perdi al no poder cancelar una
hipoteca contrada a favor de Esteban Vivas Torrealba. Segn Gregorio Jimnez, el
verdadero causante de esta prdida fue el general Vicencio Prez Soto, para ese
De no ir a Santa Rita
tena veinticinco aos,
donde nac y me cri
donde tena mis rebaos.
De aquellos tiempos tan bellos
de cuando exista el llano,
ya no existen los caminos
slo bosques intrincados.
Llegamos a la laguna,
aquella laguna bella,
no tiene cristalinas aguas
sus aguas estn revueltas.
181
En el hato Los Caitos
a Gallegos conoc,
es un grande novelista
a l le hablaba de ti.
l nos sac en su novela,
hizo conocer el llano,
en la Europa y en Amrica,
una accin de soberano.
Ahora es el Presidente
de la amada Venezuela,
con ese hombre es que yo cuento
porque l es persona buena.
Si me ayuda como pienso
somos de nuevo feliz,
vindote siempre a mi lado
mis coplas sern para ti.
muchachos que estaba criando y, a veces, al llegar a la orilla, les deca ahorita no se
tiren al agua porque hay caribes y rayas. Pasado cierto tiempo -recuerda Pedro
Velsquez, uno de ellos- despus que miraba hacia arriba y miraba hacia el 182
agua, con cierto misterio nos deca: ahora s nos vamos a baar porque las rayas y los
caribes se fueron. Y nunca nos pic una raya ni nos mordi un caribe.
Esto, racionalmente, se explica mediante el conocimiento emprico que Torrealba
tena acerca de la naturaleza, adquirido desde pequeo en un contacto directo con la
tierra, con los animales, con los indios y con los dems hombres. Los llaneros y, en
general, los que conocemos nuestros grandes ros sabemos que donde revolotean las
garzas y las cotas hay carnada, es decir, all anda el cardumen y tras l, desde luego,
van los peces grandes, las rayas y tambin los caribes. Seguro que Torrealba, al ver que
las garzas y las cotas y las otras aves se alejaban, saba que los caribes y las rayas se
haban ido tambin. l -agregan- hablaba con las bestias, con los perros, con los
pjaros. En este sentido, puede pensarse que posea una rara intuicin para comprender
el funcionamiento de varios sistemas de signos. Esta cualidad, esta capacidad para
aprehender el valor semiolgico de los signos naturales, le crearon, desde luego, una
atmsfera de hombre sabio y faculto e hicieron de l, como ya dije, un ente mgico.
De l tambin se dice que era un magnfico intrprete de los capachos llaneros, que
compona valses silbados -la frase es de Carmelo Araca, otro de sus discpulosoyendo a los pjaros cantar, y que, a pesar de su renquera (desde pequeo qued
baldado del pie izquierdo) y de sus 250 libras de peso, era un gran bailador de joropos.
Como pocos -dice Angela Faoro-. Don Antonio bailaba como una pluma. Bailando era
un verdadero prodigio. Angela es la viuda de Faoro, el dueo de la joyera donde
trabajaba Torrealba cuando Englekirk viaj a San Fernando a entrevistarlo. All
permaneci hasta 1948, ao en que Gallegos, ya Presidente de la Repblica, y Pedro
Elas Hernndez, gobernador del Estado, por peticin del mismo Torrealba, lo mandan
de prefecto para Cunaviche, su pueblo natal.
A todas estas creencias y suposiciones en torno a Torrealba, se aade el que
practicara el espiritismo; creyera en la Teosofa y en los Rosacruces; y, tambin, leyera
la tradicin mitolgica greco-latina, la pica espaola y la francesa y, adems, algo de
Hugo, de Cervantes, Dumas, Balzac y de otros como el poeta apureo Torres del Valle,
183 como Arvelo Torrealba, Juan Santaella, Clara Vivas Briceo, Lazo Mart,
Gabriela Mistral, Gaspar Marcano, Ismael Urdaneta, Tefilo Trujillo y varios ms.
Como indicio funcional, y aun como simple curiosidad, vale la pena recordar los
nombres con que identificaba a sus animales. Algunos de esos nombres, inslitos para
su poca si se toma en cuenta el medio, los tom Torrealba de la tradicin literaria y de
lo que podramos llamar su formacin cultural asistemtica. Proserpina, La Gioconda,
Sandokan, Jorge Abril, Sagitario, Azabache, Vainilla, Jovial y Chichulita son nombres
de bestias, caballos y yeguas, que recuerda en sus manuscritos con verdadera devocin.
En la Historia de Azabache, uno de sus textos en prosa, Azabache, que es el
narrador protagonista, recuerda que Don Rmulo conoci a mi amiga la yegua
Chichulita que era ruana frontina y en su novela figura con el nombre de La Catira.
El nombre mismo de Marisela era el de una novilla que -segn cuenta Azabache- era
una de las vacas de ordeo predilecta de mi dueo, que le puso el nombre de Marisela
A lo que agrega:
-Procurar sacar ese diario (...) tan pronto lo saque, ser para
Ud., pero por los momentos le dar lo que pueda darle, slo
quiero que me d su direccin en la Capital.
-Aqu tiene mi direccin en Caracas, de Balconcito a Cuartel
Viejo N 6. All puede dirigir su correspondencia.
190
-Con demasiado gusto, don Rmulo, con esa direccin le
mandar todo lo que pueda mandarle; desde ahora le anticipo
que perdone la mala letra, procure adivinar lo que le escriba,
no he tenido escuela, mucho menos colegio; pero crame
sinceramente, que lo que hago es de buena voluntad.
propio Antonio Jos, en Doa Brbara el nico jinete posible era Santos Luzardo
porque as lo requiere la historia y el sistema de relaciones intersgnicas:
La doma! La prueba mxima de llanera, la demostracin de
valor y de destreza que aquellos hombres esperaban para
acatarlo. Maquinalmente busc con la mirada a Carmelito,
que estaba de codos sobre la palizada, al extremo opuesto de
la corraleja, y con una decisin fulgurante dijo:
-Deje, Venancio. Ser yo quien lo jinetear.
Adems, la cayapa hecha por los tres jinetes al alazano fractura el modelo heroico
que el novelista intenta disear a travs de Santos Luzardo. La novela se hace con el
segundo nivel de metalenguaje, no necesariamente con el primero. Mara Nieves, por
ejemplo, nunca fue pen candelariero y sin embargo, por voluntad soberana del
novelista, del supremo hacedor, aparece en Altamira. Gallegos, tal vez, slo supo de
Mara Nieves por lo que de l se contaba:
192
All supe de Mara Nieves, cabrestero del Apure, cuyas
turbias aguas pobladas de caimanes carniceros cruzaba a
nado, con un chaparro en la diestra y una copla en los labios,
por delante de la punta de ganado que hubiera que pasar de
una a otra margen.
Quizs esta manera de aprehender las cosas, explique esta incongruencia que hay en
el captulo Coplas y pasajes de la misma novela. Cuando las reses van cayendo al
ro, con Mara Nieves adelante, el narrador advierte que ya los corrales del paso se
van vaciando por la manga, y en la margen opuesta del Arauca, en una playa rida y
triste, bajo un cielo de pizarra, se eleva el cabildeo plaidero de centenares de reses que
sern conducidas camino de Caracas, a travs de leguas y leguas de sabanas
anegadas... (Cfr. Gallegos, 1954: 312). En la topografa apurea una playa rida y
triste no es compatible, simultneamente, con leguas y leguas de sabanas anegadas.
Por todo esto, desde esta perspectiva, a travs de la informacin oral o escrita, a
travs de su descripcin y de su proyeccin en historias y personajes diferentes, Antonio
Jos Torrealba es uno de los objetos novelados por Gallegos. As, el discurso
galleguiano formula un planteamiento esttico basado en ese referente. Este discurso, a
veces descriptivo, esencialmente realista, y con una fuerte inyeccin de prdica
ideolgica en su contenido, nos recrea no slo algunas historias vividas o conocidas por
Torrealba, sino tambin un complejo mundo psicolgico en el que Torrealba se reparte
en distintos personajes. Torrealba viene a ser, a travs de esta formulacin, un signo
cataltico que se proyecta, incluso como eje actancial, en diversas historias y conforma
la psique de varios personajes.
A manera de praxis, revisemos algunos ejemplos:
En Doa Brbara, en el captulo Los amansadores, Carmelito, una vez que ha
visto como la Catira coge el paso llevada por Marisela, y una vez que el pen observa
que Marisela coge el paso llevada por Santos Luzardo, sale de su mutismo y con
franqueza responde al requerimiento del dueo de Altamira confesndole:
-Yo no nac pen, doctor Luzardo. Mi familia era una de las
mejores del pueblo de Achaguas, y en San Fernando y en
Caracas mismo tengo muchos parientes que quiz conozca
usted -y cit varios, gente de calidad, en efecto-. Mi padre,
sin ser rico, tena de qu vivir. El 193 hato del Ave
Mara era suyo. Un da -tendra yo quince aos, cuando msasaltaron el hato una pandilla de cuatreros, de las muchas
que, por entradas y salidas de aguas, andaban por todo este
llano, arrasando con lo ajeno. Venan buscando caballos;
pero mi viejo los divis a tiempo y me dijo: Carmelito. Hay
que sacar de carrera esos cuarenta mostrencos que estn en la
corraleja y esconderlos en el monte. Llvese los peones que
estn por ah y no regresen hasta que yo no les mande aviso.
Sacamos las bestias, despus de haberles amarrado a las
colas unas ramas, para que ellas mismas fueran borrando sus
huellas, y nos internamos en el monte, tres peones y yo.
Pastoreando el bestiaje durante el da y velando en la noche,
con el agua a la coraza de la silla, muchas veces -porque
aquel ao fue bravo el invierno y casi todos los montes
estaban anegados- estuvimos durante ms de una semana
pasando hambre.
El pen cuenta su historia. Una historia que, en su primera parte, coincide con lo
que fue Antonio Jos Torrealba. Semnticamente, este momento de la historia es un
rasgo smico del objeto que se novela. El ejemplo sirve, al mismo tiempo, para ilustrar
otra incongruencia. El narrador destaca que borraron las huellas con unas ramas atadas a
las colas de los caballos, sin darse cuenta que luego afirma que pastoreaban y velaban
con el agua a la coraza de la silla. No haba huellas que borrar porque todo estaba
inundado. Un equvoco de esta ndole, si bien no demerita el discurso novelesco en su
orquestacin y estructura, produce cierta distona en la relacin naturaleza-verdad que
es el fundamento esttico del texto.
En Cantaclaro, en el captulo Un zarpazo de Buitrago, hay tambin una
recreacin del informante-referente. En esta seccin del texto, el narrador, siempre
omnisciente y en tercera persona, habla de una situacin en la que el Jefe Civil de la
localidad propone a Jos Luis Coronado que le venda El Aposento:
-Mire, don Jos Luis -le haba dicho haca algn tiempoVndame El Aposento, pero vndamelo barato.
-Pero, Coronel -hubo de replicarle aqul-, si ni barato ni caro
quiero yo venderlo. Adems, no soy su nico dueo y
necesitara el consentimiento de mi madre y de mi hermano,
quienes tampoco estn dispuestos a desprenderse del hato a
ningn precio.
-Ah, caramba, don Jos Luis! No ha odo decir que cuando
a uno le proponen comprarle algo debe venderlo incontinenti,
pues si no despus tendr de qu arrepentirse?
De Cantaclaro tambin son los dos ejemplos que siguen. El primero es del captulo
Al abrigo de las matas. En ste, Florentino, en dilogo con el baquiano del
Caraqueo, oye hablar de un viajero que junto con su familia llega a pernoctar a orillas
del Cunaviche y, finalmente, ante la presencia de un ser de ultratumba que no los deja
dormir, tiene que abandonar aquel extrao paraje en horas de la madrugada. En la
novela, ese personaje es don Manuel Mirabal. A nivel del referente, Manuel Mirabal
Ponce. Un llanero amigo de Gallegos y de Torrealba. El y don Rmulo reciben a
Torrealba cuando ste viene en 1930 a conocer la Capital. De esta visita hay una extensa
relacin en el Diario. En esta relacin Torrealba enfatiza el recorrido que hace por
distintos sitios histricos de Caracas, acompaado de sus dos viejos amigos.
Mirabal Ponce es el mismo que en Fantoches, el 26 de noviembre 195 de 1925,
dos aos antes del viaje de Gallegos, public un texto cuyo ttulo es Florentino el
Cantador. En l, se narra la historia de Florentino y, adems, se incluyen algunos de
los versos cantados por l en su encuentro con el Diablo:
Llaneros del alto llano
llaneros del llano abajo,
ahora mirarn hermanos
al diablo pas trabajo,
vlgame la Virgen Pura
Santsima Trinid
el Santo Nio de Atocha
San Pedro de Bogot...
Este texto presenta un Florentino galanteador como ninguno, que tena fama de
afortunado entre las hembras que siempre se disputaban las glorias de torcer los
cordones de sus barboquejos. Y, aparte de reconstruir cmo fue ese legendario
contrapunteo, poniendo de manifiesto la habilidad de Florentino y del Diablo para
improvisar versos, precisa cmo fue el trgico final de Florentino:
Naturalmente que semejante victoria hizo crecer en mucho la
fama de Florentino, mas no goz de ella mucho tiempo
porque en el verano siguiente un enorme cometa apareci en
el horizonte, y aunque Braca, el llanero de ms experiencia
en todos aquellos contornos, asegur que se trataba de uno de
los Reyes Magos a quienes Dios enviaba algunas veces en
esa forma para que se impusieran de lo que pasaba en la
Tierra, se comprob luego que no era as, cuando un da, el
mismo en que desapareci el cometa en direccin de
Cunaviche, se vio una gran candelada por la noche hacia el
rancho de Florentino, y slo se encontr de ste al da
siguiente, como nico rastro, un montn de cenizas donde
estaba la casa y en el banco cercano a ella, unos huesos
calcinados, acaso los del zaino-vainilla que dorma
Varios de estos topnimos son nombres de hatos donde trabaj Torrealba. Otros son
designaciones de sitios de su propia sabana y, desde luego, se registran en los
documentos de propiedad y venta de la misma:
Y de inmediato agrega:
Ahora, yo tambin le exig una ayuda a la Junta de Fomento
que es la que da ms largo el crdito para que de acuerdo con
Juan Salerno, ver si podamos comprar el fundo de los
terrenos que eran de mi propiedad, que es el punto mejor de
esta comarca; pues tienen dos grandes lagunas donde se
puede pescar todo el verano, y tambin se puede montar una
maquinaria para un aserradero, y tambin se podra montar
una maquinaria para hacer casabe fino, y otras cosas que se
podran ir haciendo poco a poco.
Este proyecto fue del conocimiento del maestro Gallegos quien das despus fue
derrocado. A poco menos de un ao, con Gallegos en el exilio, Torrealba, como uno de
los personajes de Berceo, fin en paz. Era el 14 de julio de 1949 y bramaba el
invierno en Apure.
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Bibliografa
BASTIDAS, Arstides. (1969). En una Semana Santa Gallegos tom del llano la
trama de Doa Brbara. El Nacional. Caracas: 6 de abril; p. D-2.
BERMDEZ, Manuel. (1984). Los escritos de un caporal de sabana. El Nacional.
Caracas: 26 de mayo; p. A-4.
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de El Nacional. Caracas: 19 de febrero; p. 5.
DAZ RODRGUEZ, Manuel. (1935). Apuntes de viaje. Apure y Orinoco. Entre
las colinas en flor. Barcelona (Espaa): Editorial Araluce; pp. 398-411.
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de Cultura. N 155. Caracas: Ministerio de Educacin; Ao XXV, Nov.-Dic.; pp. 57-69.
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