Fischerman Diego - Despues de La Musica
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Despus de la msica
El siglo XX y ms all
PRLOGO
Buenos Aires. 1985. Luigi Nono, uno de los compositores ms importantes del
siglo XX, da una conferencia. El lugar elegido es un centro barrial y all asisten, adems de
compositores y crticos, pblico comn; gente del barrio, curiosos, personas que no tienen
otra cosa que hacer y otras a las que, simplemente, les interesa ver de qu se trata.
Algunos hacen preguntas tcnicas, a las que Nono contesta de mala gana. Una
seora levanta la mano y dice: Yo querra saber qu es la msica contempornea. El
moderador la interrumpe y, como puede, le explica que de lo que se trata es de darle al
encuentro un cariz ms profesional. Rpidamente, se dirige al auditorio y pide otra
pregunta, que sea ms especfica. Nono toma entonces la palabra. Un momento, dice,
esta es la primera pregunta que se me hace que tiene sentido y es la nica que vale la pena
contestar.
Captulo 1
LA PREGUNTA DE NONO
constituye, tambin, una suerte de marginalia), todo lo que all no cabe pasa a ser,
automticamente, contemporneo. O sea, a englobar una categora bastante
indefinida, algo as como los brbaros del mercado aquello que est fuera de
sus lmites y que, de paso, siempre acecha, un simple lo otro donde se incluyen
desde Schnberg y Varse hasta Thomas Ads u Osvaldo Golijov.
Desde las primeras escrituras de msica europea y a partir de lo que puede
suponerse de las msicas orales sobre la base de sus supervivencias actuales, las
msicas que la historia termin identificando como occidentales aparecen
construidas con escalas heredadas de Medio Oriente y del Mediterrneo. En
particular, las usuales en la Grecia antigua, que la Iglesia romana tom para s y
que se cristalizaron en el canto gregoriano. Esas maneras particulares de ordenar
los sonidos en realidad solo dos de ellas sobrevivieron con fuerza dentro de la
tradicin escrita posterior, las llamadas escala mayor y escala menor y los
distintos grados de tensin o reposo que se producan al combinarlos
simultneamente son el esqueleto de todo lo que hoy se conoce como msica
clsica, o sea lo que se desarroll dentro de, o en dilogo preeminente con, la
tradicin musical europea y escrita. Las reglas de ese sistema, llamado tonalidad
funcional, empezaron a consolidarse en el siglo XVI, aproximadamente. Las
escalas, organizadas como relaciones entre lugares con respecto a una nota
fundamental que acta como polo de atraccin (y no entre nombres, como suceda
en las antiguas escalas griegas [2]), y los acordes formados sobre esa estructura
permitan un sistema en que cada combinacin posible de sonidos tena una
funcin, ya fuera de reposo o de tensin. Un sistema que creaba esa ilusin de
narratividad (una narratividad no argumental, desde luego), que, aunque
desechada o cuestionada o reinterpretada por la llamada msica
contempornea, sobrevive en la mayora de las msicas de tradicin popular.
Una simplificacin quizs excesiva permitira decir que cada sonido incluye
a todos los dems: sus armnicos. Pero estos armnicos no aparecen todos juntos,
sino en un orden, y tienen mayor peso se oyen ms los primeros que se
escuchan. En la medida en que la simultaneidad se produce entre sonidos cuyos
primeros armnicos son comunes o guardan afinidad (consonancia), este
sincronismo, que dentro del sistema tonal se llama acorde, tiende al reposo.
Cuando no hay armnicos comunes entre los que aparecen primero en los sonidos
concurrentes disonancia, esta relacin es ms tensa y tiende al conflicto.
La tonalidad funcional fue precisada en el siglo XVIII, en pleno auge del
Iluminismo, por el compositor y terico francs Jean-Philippe Rameau y establece
toda una serie de jerarquas entre sonidos, dispuesta para que la sucesin de
tensiones y reposos momentneos conduzcan al reposo final y, sobre todo, para
permitir la postergacin y dilacin de ese reposo [3]. Esta cadena de postergaciones
se hara ms sutil, ms compleja y elaborada a lo largo del siglo siguiente, hasta
llegar a las puertas de su propia disolucin.
Cuando se dice que la msica del siglo XX fue la de la crisis de la tonalidad,
se comete, entonces, un error. La crisis, como la de todas las estructuras complejas,
ya estaba inscripta desde el principio. Es ms, de alguna manera, era la que le daba
sentido al sistema. El coqueteo entre la tensin y el reposo, el juego alrededor de la
prueba progresivamente ms osada acerca de cunta acumulacin de tensin
poda soportar el sistema, solo poda desembocar, ms tarde o ms temprano, en la
propia desintegracin o en la completa reformulacin de ese sistema.
Es importante, en este sentido, aclarar que cuando se habla de sistema no se
hace referencia a ninguno de sus componentes por separado, sino a su
interrelacin en una estructura compleja de jerarquas. De hecho, la msica no
basada en el sistema tonal/funcional generara tambin una cierta direccionalidad
y muchos de los elementos que haban configurado la tonalidad seguiran siendo
utilizados, aunque en contextos diferentes.
La otra confusin habitual es la de pensar la atonalidad como sinnimo de
disonancia. Si bien es cierto que, en sus comienzos, la ruptura de la tonalidad tuvo
que ver con el uso intensivo de disonancias es decir, de sonidos con pocos
armnicos en comn y por lo tanto en relacin de mayor tensin entre s, lo
esencial no era que estas fueran utilizadas, sino que obedecieran o no a una
funcionalidad tonal.
Obras sumamente disonantes, como las peras Elektra o Salom de Richard
Strauss son tonales a pesar de su ambigedad. El odo no sabe qu anticipar, al no
ser claro dentro de qu escala se encuentra o, dicho de otra manera, dada la
simultaneidad de direcciones posibles provocada por sonidos en tensin entre s;
pero, no obstante, todo se encamina hacia una resolucin tonal y toda esa carga de
tensin no es otra cosa que la postergacin aunque sea una postergacin
gigantesca y hasta monstruosa del clmax. En cambio, composiciones
absolutamente consonantes pueden ser atonales en tanto sus elementos no estn
jugando papeles tonales. Si se piensa en ejemplos posibles del siglo XX como se
ver, una composicin basada en los cambios de volumen y de timbre de una
sola nota o incluso una obra estructurada sobre la ausencia de sonido (y la
escaso en el nivel del sentido comn con respecto a lo sucedido en los ltimos cien
aos.
Responder a la nica pregunta que, segn Luigi Nono, vale la pena contestar
no resulta sencillo cuando la msica actual incluye tanto a las vanguardias como a
quienes reaccionaron contra ellas; a los lenguajes electroacsticos y a los retornos a
instrumentos del pasado, como el clave o la flauta dulce o, en la voz humana, al
registro masculino de contratenor o falsettista; a las tcnicas extendidas[4]; a la nueva
simplicidad y a la nueva complejidad; a los idiomas ms conscientemente
abstractos y a la msica de cine; a las peras y a las antiperas; a los compositores
que desde las msicas populares llegaron a los lenguajes eruditos y a quienes
hicieron el camino inverso; a los nuevos gneros artsticos, pensados en relacin
con la idea de la escucha, generados a partir de tradiciones populares (esto s una
novedad absoluta del siglo XX, relacionada con la aparicin de los medios masivos
de comunicacin, principalmente la radio y el disco) y al minimalismo; al intento
de pautacin de todos los parmetros y a la incorporacin de la improvisacin
como recurso constructivo o a la liberacin de casi todos los parmetros en la
msica aleatoria; al entronizamiento de la obra como esttica y del lenguaje
como obra y a la destruccin del concepto de obra.
Es posible hacer simples listados. Decir que estuvieron estos y aquellos y
limitarse a una enumeracin de estilos. Acceder a algn tipo de patrn comn, a
indicios que permitan hablar de la msica contempornea como un todo, a pesar
de su heterogeneidad evidente, requiere, en cambio, una comprensin bastante
abarcativa del pasado. Es necesario saber de dnde se viene para poder entender
rasgos comunes en las soluciones y en los problemas, desde ya que esa
herencia les plantea a los creadores del siglo XX y a sus herederos. Y es necesario,
tambin, tener en cuenta que el punto de partida establecido por el ao 1901 es tan
arbitrario como cualquier otro.
Esto no es malo. Al contrario. La arbitrariedad es la que permitira alguna
clase de pensamiento conceptual. Sin una esquematizacin no es posible la teora.
As como un mapa cobra sentido como tal en la medida en que es una
simplificacin de la realidad (como lo demuestra el Mandarn citado por Borges,
un mapa igual a la realidad no sera solo imposible sino, sobre todo, intil), la
posibilidad de encontrarles un sentido histrico a los hechos, de ligarlos con un
discurso acerca de ellos, descansa en trabajar, como en un mapa, con una cierta
escala.
funcional del Stravinsky de los aos 1920-1930, el trabajo con modos antiguos de
Michael Tippett, el medievalismo de Arvo Prt, la mirada histrica de Manuel de
Falla en su Concerto, o el transgenerismo de Louis Andriessen en su Facing Death,
de 1990, donde un cuarteto de cuerdas amplificado reelabora Ornithology, de
Charlie Parker (que a su vez reelaboraba How High the Moon), trabajan con
elementos del pasado pero no son iguales al pasado. Puede decirse que algunas de
estas operaciones son superficiales. Pero, sin entrar en juicios de valor, la pasin
por visitar la historia y tomarla como materia prima es algo bien caracterstico
aunque en absoluto una novedad de lo sucedido a partir del siglo XX. Y, dicho
con sencillez, una obra de Tippett no suena igual al canto bizantino; Pulcinella de
Stravinsky no podra ser confundida jams con su modelo preclsico; la diferencia
entre Piazzolla y Vivaldi es evidente a pesar del chiste que los emparenta, ese
que asegura que ambos compusieron, muchas veces, una sola obra, y nadie
creera que se encuentra ante un ejemplo de canto gregoriano al escuchar el
Requiem o las Litany de Prt.
Por lo tanto, y a pesar de la falta de esa distancia en este caso temporal
que siempre facilita las simplificaciones (un mapa, finalmente, no es otra cosa que
un territorio visto desde una lejana suficiente), es posible determinar algunos
lazos, algunas grandes lneas; en definitiva, un discurso histrico que liga a las
obras musicales producidas a partir del siglo XX y a sus estticas. En ese sentido,
no debe confundirse esa necesaria distancia con lo que suele llamarse el filtro
histrico y que, a pesar de su supuesto prestigio legitimador, ms bien esconde el
simple desconocimiento del pasado (o de algn pasado) y no ofrece ningn grado
de credibilidad. Baste pensar, si no, en el siglo durante el cual la msica de Bach
fue olvidada o en los sucesivos perodos de loas y descalificaciones de la figura de
Gustav Mahler que, en la actualidad, es ms interpretado que Beethoven. Es decir,
es difcil lograr una cierta distancia frente a objetos tan presentes, y an ms, poder
asegurar que esa distancia sea confiable. Pero, a cambio, la cercana posibilita un
registro ms acabado de las maneras en que las obras circulan y son recibidas por
la sociedad, de forma directa y, en muchos casos, a medida que esto sucede. La
pregunta, finalmente, sigue siendo la misma que Luigi Nono consideraba
fundamental: qu es la msica contempornea? Y a ella debera agregarse otra:
por qu esa pregunta sigue siendo necesaria?
Y las respuestas son posibles, aun con el riesgo de la reduccin excesiva. La
msica contempornea no es necesariamente tonal o atonal, no es obligatoriamente
electrnica ni se desenvuelve forzosamente en la ultracomplejidad contrapuntstica.
A veces juega con las convenciones anteriores y a veces las niega. En algunas
ocasiones elige circular por los mismos canales que la msica del pasado los
conciertos, las representaciones de pera y en otras intenta fundar, con ella,
nuevas formas de recepcin. La msica compuesta a partir del siglo XX puede ser
casi de cualquier manera pero siempre responde a una especie de vaco inicial. En
todo caso, es la primera en la historia para la que no hay una esttica fijada de
antemano; es la que inaugura la necesidad de, antes de existir, preguntarse y
responder con la obra, es claro acerca de su esttica. Y es la nica que parti,
aunque haya sido para no tener en cuenta ese punto de partida, de la posibilidad
de no ser msica.
Captulo 2
LA CONEXIN FRANCESA
alemanes como de cualquier otra cosa que hubiera sido creada con anterioridad.
El tema de la nacionalidad, en realidad, fue uno de los temas romnticos y
decimonnicos por excelencia. Pero las reacciones musicales contra el
Romanticismo tuvieron, en la mayora de los casos, rasgos tambin absolutamente
romnticos. Esta contradiccin es verificable no solo en la msica; la Revolucin
francesa, por ejemplo, fue al mismo tiempo un programa clasicista vuelta a la
naturaleza, rescate en lo esttico de la sencillez y la pureza de lneas y un
movimiento romntico utopa, pasin y cabezas cortadas. La cuestin de la
nacionalidad del arte, si bien no siempre como fundamento, fue en muchos casos el
origen de la bsqueda de soluciones originales. Tal vez porque a fines del siglo XIX
hablar de msica era hablar de msica alemana y de pera italiana, quiz porque
Francia sala de una guerra con Prusia y no tardara en entrar en otra, con la
formada Alemania o porque los teatros estaban dominados por un tipo de arte
(principalmente en el terreno de la pera, el gnero de consumo preferencial de la
burguesa) que muchos msicos despreciaban, las soluciones personales a los
dilemas de la creacin, en Francia, se convirtieron en soluciones nacionales.
No hay rasgos folklricos en Debussy, como tampoco los haba habido en
Berlioz, Charles Gounod, Jules Massenet y Gabriel Faur. Sin embargo, cierto
acento puesto en el color orquestal, cierto uso preferente de frases meldicas
asimtricas, cierta flexibilidad rtmica, la fragmentacin de lo temtico, el lugar
cada vez ms destacado de los vientos en la orquesta, rompiendo, o por lo menos
matizando, la primaca de las cuerdas de la tradicin alemana y una utilizacin
fluida de lo modal se instituiran de ah en ms como rasgos franceses. El mote de
Claude de France para Debussy no permite demasiadas dudas. Para sus
connacionales, el significado de esa nueva msica tena mucho de esperanza y de
fundacin.
La figura de Erik Satie, un compositor muchas veces subestimado y otras
tantas sobrevalorado, resulta, en ese aspecto, fundamental. Un
antiwagnerianismo radical, sumado a su espritu espantaburgueses, una iconoclasia
en la que mucho tena que ver la reaccin al rechazo que la Academia senta por l
(un ejemplo son sus Piezas en forma de pera, como respuesta al argumento esgrimido
por sus crticos acerca de que sus obras carecan de forma), los contactos con la
patafsica y con los orgenes del surrealismo y un conocimiento ms intuitivo que
profundo de nuevo el malentendido con respecto al pasado, lo llevaron a
inventar, en sus primeras obras, escritas en la dcada de 1890, una suerte de
medievalismo imaginario que, de hecho, termin convirtindose en una de las
compuestas por Richard Strauss o Gustav Mahler. Sin embargo, y a pesar de que
Debussy fue el nico de todos ellos que recibi una educacin musical acadmica
completa y rigurosa, ninguna obra dodecafnica o libremente atonal compuesta en
Viena en la primera mitad del siglo XX se aleja tanto como las suyas, de una
manera radical, de la tradicin clsico-romntica.
Lo que hace Debussy, ms all del uso de ciertas escalas no usuales en la
msica de tradicin europea de ese momento, es cambiar el eje a partir del cual se
organiza el discurso sonoro. La direccionalidad, para l, ya no depende de las
relaciones acrdicas y temticas sino de matices expresivos, del timbre y de las
inflexiones rtmicas. Los acordes pasan a tener igual que en el jazz posterior a
1940, uno de sus grandes herederos ms una funcin colorstica que armnica. El
sentido del acorde en Debussy es casi el de objeto en s mismo, y pierde su funcin
de paso en un camino dilatorio hacia el reposo. Un acorde, para Debussy, no lleva a
otro. Es decir, puede llevar a cualquier otro, o al mismo acorde transportado con la
misma disposicin pero a partir de otra nota (sus caractersticas yuxtaposiciones).
Esto hace, tambin, que el principio constructivo se desplace del desarrollo
temtico hacia unidades ms breves, hacia lo motvico, hacia el montaje y hacia
formas de desarrollo climtico, rtmico o colorstico.
El cambio producido por Debussy, independientemente de que su msica
suene menos rara que otras al odo, fue pensar la msica desde otro lado. Nada de
esto, seguramente, habra sido posible sin el clima de Pars a principios del
siglo XX, en el que mucho tuvieron que ver, para ciertos artistas, los grupos de
msica orientales odos en la Exposicin Internacional de 1889, con la revelacin de
que las formas cultivadas hasta el momento estaban lejos de ser las nicas posibles.
Tambin fueron fundamentales las influencias literarias. Si los poetas
simbolistas, y luego Stphane Mallarm, haban hecho hincapi en la musicalidad
y el ritmo de la palabra como vehculo directo para las sensaciones, nada resultaba
ms lgico que intentar el paso inverso: incorporar a la msica las inflexiones
naturales de la lengua. Debussy, obsesionado durante toda su vida con componer
una pera sobre La cada de la Casa Usher de Edgar Allan Poe, que se bas en
Maeterlinck para su Pellas y Mllisande, lector de Mallarm y Lous, fue, de alguna
manera, quien traslad a la msica esos ideales poticos, al igual que cierto nfasis
en los matices y en la difuminacin del contorno asociable con las escuelas
pictricas impresionistas. De ah el error de considerarlo un compositor
impresionista y de suponer una escuela musical con ese programa.
Captulo 3
LA HERENCIA DE TRISTN
Dicen que la ltima palabra de Franz Liszt, antes de morir, fue Tristn.
Como en el caso de la mayora de las ancdotas que se cuentan sobre compositores,
esta es imposible de comprobar. Pero lo cierto es que esa palabra, referida tanto a la
antigua leyenda germnica de Tristn como al nuevo mito de la fundacin alemana
a partir del arte total inventado por Richard Wagner y llevado a sus mximas
consecuencias, por lo menos en cuanto a los aspectos armnicos, en su Tristn e
Isolda, bien pudo ser dicha no solo por Liszt [9], sino por casi cualquier msico de
finales del siglo XIX y principios del XX.
El Tristn de Wagner lleva hasta sus ltimas consecuencias hasta el abismo,
podra decirse las viejas leyes de la direccionalidad tonal. La dilacin de las
resoluciones es all casi permanente y los acordes, como en el famoso comienzo
al que, por otra parte, remite el acorde del comienzo del Preludio para la siesta de un
fauno de Debussy, pueden llegar a tener una carga de ambigedad tal que, en
algn sentido, la misma naturaleza del sistema en el que se inscriben y dentro
del cual tienen sentido se resquebraja. La sensacin, para sus contemporneos y
herederos inmediatos, fue que quedaba poco por hacerse dentro del sistema tonal
y que el juego de seduccin insatisfecha o siempre satisfecha parcialmente que
se haba desarrollado, a lo largo de dos siglos, alrededor de la modulacin
armnica como eje de desarrollo haba llegado a su lmite.
A pesar de no haber sido Wagner el nico ni el ltimo en aventurarse
hasta las fronteras de la tonalidad funcional, el Sndrome Tristn lleg a ocupar el
lugar de fantasma permanente para el mundo de la composicin musical, tanto
para quienes vieron all la puerta hacia un lenguaje nuevo como para quienes
necesitaron escapar de l. La polmica circulante en el mundo esttico germnico
de fines del siglo XIX, en la que Anton Bruckner, como supuesto seguidor de
Wagner en el terreno sinfnico, fue opuesto por la crtica de la poca a Johannes
Brahms, en el papel del tradicionalista reacio a los cambios, recin iba a ser
saldada, aos despus, por un artculo titulado Brahms, el progresivo, escrito por el
primer compositor capaz de romper con Wagner a partir de los propios postulados
wagnerianos.
Arnold Schnberg llev el cromatismo wagneriano hasta el punto de
desintegrar efectivamente el sistema y, luego, fue capaz de crear un sistema nuevo,
basado en reglas totalmente distintas de las que haban regido la creacin musical
durante casi trescientos aos. Reglas, sin embargo, fundadas en los mismos
principios: los de la tensin entre armnicos.
Schnberg, influido por las teoras de los artistas plsticos enrolados en el
grupo El Jinete Azul, particularmente Vassily Kandinsky, evolucion a partir del
hiperromanticismo de sus primeras obras por ejemplo sus Gurre-Lieder o Noche
transfigurada, deudoras de Wagner y de Gustav Mahler, hacia la bsqueda de una
msica ms abstracta, en la que cada sonido y cada intervalo entre sonidos
pudieran tener valor en s mismos, independientes de una funcionalidad tonal. Y
en ese sentido, la figura de Brahms, la supuesta anttesis del romanticismo
exacerbado al que haba llegado la msica alemana con Wagner y su sucesin,
plasmada en las primeras peras de Richard Strauss y en las sinfonas de Mahler,
resultaba fundamental. Porque Brahms, a pesar o tal vez a causa de su firme
tradicionalismo, era quien representaba al racionalismo; al desarrollo musical
como consecuencia del trabajo casi matemtico con los intervalos. La eleccin de
Brahms como modelo le sirve a Schnberg, sobre todo, para teorizar acerca del
lugar de la razn en el arte, encarnado en la variacin desarrollada y en la idea de
que todo deba partir del tema inicial.
En el centro de un panorama en que la idealizacin de la inspiracin, la
figura del poeta entendido l mismo como obra de arte y las teoras estticas en
que la msica se explicaba como el lenguaje capaz de expresar los sentimientos
ms profundos despojados incluso de argumento la discusin no era en
absoluto menor. Y si bien en su obra Schnberg nunca se desprendi de un gesto
profundamente romntico, en el plano terico sus postulados no persiguen nada
demasiado distinto de lo que llegara a sostener Stravinsky, en el sentido del arte
como algo que no expresa ni transmite otra cosa que arte. El matiz de esta
aseveracin era, en cambio, totalmente opuesto para uno y para otro. Si para
Stravinsky la exposicin de los mecanismos racionales en la creacin llevaba a un
antisentimentalismo radical, para Schnberg funcionaba ms bien como una
especie de disculpa. Todas las obras, incluso las ms lricas y romnticas como el
primer movimiento de la Sinfona N. 4 de Brahms, que l toma como ejemplo
Captulo 4
DODECAFONISMO:
TRAGEDIA Y ABSTRACCIN
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Por un lado, no haba nada que
romantizar, en tanto el atonalismo libre, primero, y el dodecafonismo, despus,
surgan de un espritu romntico y de la exacerbacin de lo expresivo que signific
el movimiento expresionista en Viena y en Berln. As, Berg no fue quien abland a
Schnberg, aunque quiz sea cierto que Webern lo endureci. En este punto es
donde entra a jugar la idea del clculo matemtico aplicado a la msica. Los
procedimientos a los que se somete un material en la msica dodecafnica
responden, indudablemente, a clculos. Las crticas adversas de la poca y no
solo de la poca sealaban este hecho justamente como descalificatorio. El arte,
segn los preceptos decimonnicos, expresaba sentimientos e ideas profundas y
funcionaba aproximadamente como una forma de filosofa aplicada. La jerarqua
ontolgica superior que asume la msica para los filsofos de la poca tiene que
ver, precisamente, con su supuesta capacidad para representar ideas y sentimientos
en estado puro.
Desde la Edad Media y aun antes, si se atiende a los pitagricos, a Platn
cuando en el Timeo dice que la msica es una operacin del intelecto y a quienes
afirman que el msico no es quien hace msica sino quien entiende sus reglas (tal
la analoga hecha por San Agustn entre el canto de las bestias, que, aunque
hermoso, no es arte, y el de quienes hacen msica sin conocer las reglas y se
deleitan tan solo con el resultado), el tema del significado en msica no solo haba
sido relevante, sino que haba sido el origen de la mayora de las polmicas
estticas hasta el momento. La msica como ciencia superior, en tanto era el reflejo
humano de las leyes de la armona csmica y la msica como arte inferior, en
relacin con su desventaja respecto al drama como posible transmisora de ideas,
son los dos ejes complementarios por los que circula la discusin principal acerca
de la msica desde la Antigedad hasta el positivismo.
El sentido comn, todava hoy, registra los ecos de estas polmicas. La
msica expresa sentimientos, se suele decir, y cmo podra llegar a hacerlo, se
pregunta, a partir del clculo prefijado. El trabajo con las series implica,
efectivamente, un grado de especulacin intelectual, de decisiones tomadas de
antemano. Ni ms ni menos que lo contrario a la idea acerca de la creacin como
algo casi espontneo, dictado por las musas o, a lo sumo, por la asociacin libre.
Este ideal romntico, en realidad, no fue cierto ni siquiera durante el
Romanticismo, y cuando Schnberg toma a Brahms como ejemplo, lo que dice es
que la msica dodecafnica no es ni ms racional ni menos expresiva que la
compuesta dentro del sistema tonal. El sujeto de una fuga del Barroco, un motete a
cuatro voces del Renacimiento ni hablar de los que se llegaron a escribir para
cuarenta voces distintas, un movimiento de una sonata clsica, intenta decir, son
tan especulativos como la msica dodecafnica.
Y quien de alguna manera lo pone en escena es Berg. Su obra es la ms lrica
entre las dodecafnicas, la que dentro de los lmites del caso goza de una mayor
aceptacin entre el pblico y, al mismo tiempo, incluye sin embargo en su
estructura tal profusin de clculos, relaciones matemticas y especulaciones
formales que hace empalidecer al propio Webern, a quien las vanguardias
europeas de los aos cincuenta y sesenta tomaran como padre y fundador. En un
sentido, tambin es paradjico el lugar que cada uno de estos autores ocup en su
poca y el reconocimiento que obtuvieron por parte del mercado, en relacin con
su importancia respecto de lo que vendra.
As como Schnberg es reconocido como terico y es identificado por sus
contemporneos como un compositor de peso aun por quienes no escuchaban su
msica[15] y Berg entra inmediatamente en el mercado musical, por lo menos el
operstico, como un autor de repertorio repertorio ms infrecuente que otros
pero repertorio al fin, Webern casi no tiene entidad social como compositor
mientras vive. Sus composiciones no tienen entrada en el cuerpo definido por
conciertos y grabaciones discogrficas hasta varios aos despus de su muerte, en
1945. Y, sin embargo, empieza a circular un Mito Webern, una especie de religin
espontnea constituida como credo esttico a partir de esas obras breves, de una
poesa descarnada y hasta cruel en su concentracin, donde por primera vez el
gesto se desprende del Romanticismo. En un sentido, y visto a la luz de lo que sera
el serialismo integral (o serialismo total) de los aos cincuenta, las composiciones
de Webern, por ejemplo sus fundamentales Seis piezas para orquesta Op. 6, las
epigramticas Piezas para violoncello y piano Op. 11 o las Seis bagatelas para cuarteto de
cuerdas Op. 9, inauguran una nueva concepcin potica: la del sonido como objeto
en s mismo.
Y adems en sus ltimas composiciones, con las que lleva an ms lejos el
concepto de obra predeterminada es decir que todo (nunca es todo pero a veces
es bastante) el material escuchado proviene de un nmero muy reducido de
elementos que son presentados al principio de la obra, sienta el precedente para
los sistemas que pretenderan derivar, mediante procedimientos lgicos, todas las
variables sonoras incluyendo las rtmicas, dinmicas y cuestiones como los
modos de ataque de una serie original de sonidos.
Estas obras de Webern (por ejemplo el Cuarteto Op. 28, el Concerto Op. 24 o
las deslumbrantes Variaciones para orquesta Op. 30) no solo son seriales sino que
parecen seriales. All el sonido se manifiesta inauguralmente desnudo y ese peso
semntico puesto en el sonido en s, la puerta abierta en relacin con la abolicin
o su intento de la direccionalidad (por lo menos entendida en los trminos
vlidos hasta ese momento) seran fundamentales, a partir de all, para pensar la
msica. Fundamentales y, hasta cierto punto, inevitables.
Captulo 5
RITMO Y COLOR
que ver con su asimetra rtmica, con el uso de repeticiones y bloques sonoros, con
su fenomenal impulso, sino con cmo estos elementos son los que en realidad
organizan la trama. Los acordes jams aparecen all en funcin de una narratividad
tonal, nunca obedecen a una funcin conclusiva o dilatoria. El juego planteado en
esta obra es bien diferente del de la satisfaccin relativa, los reposos y tensiones
dados por determinadas combinaciones intervlicas. Aqu el fluir es
exclusivamente rtmico y el ritmo ya no es un simple aditamento pintoresquista o
un detalle de color local, sino el parmetro a partir del cual se determinan las otras
variables sonoras. Stravinsky es, por otra parte, el primero y tal vez el que lo
logra de una manera ms acabada en entender y en plantear como esttica uno
de los grandes temas del siglo XX: la relacin y las posibles confluencias entre
la cultura alta y la baja.
El nico compositor que en esa poca se acerca a una concepcin tan radical
y tan moderna, en el sentido de pensar la msica desde un lugar absolutamente
diferenciado del de la tradicin es Edgar Varse. Su tiempo termin pero l
comienza, escribi Pierre Boulez en 1965, despus de la muerte de este autor
nacido en 1883, formado inicialmente como matemtico, que ya en 1920 prefigur
lo que sera la msica electroacstica. Discpulo en Francia de Vincent DIndy,
Albert Roussel y Charles-Marie Widor y amigo en Berln del italiano Ferruccio
Busoni, uno de los compositores y tericos ms influyentes del siglo XX mucho
ms influyente como terico que como compositor, fue poco despus el
fundador, ya en Estados Unidos, de una esttica cuyas reverberaciones siguen
interpelando a los compositores del presente.
Ya en Amriques, compuesta entre 1920 y 1921, aparecen algunas de las ideas
que convertiran a este autor en uno de los ms personales y visionarios. Una gran
orquesta, conformada por veinte maderas, veintin bronces, dos arpas, dieciocho
percusionistas y una inmensa masa de cuerdas, no es trabajada all, en ningn
momento, a la manera del posromanticismo diseado a la sombra de Wagner. Los
grupos orquestales funcionan como bloques y rara vez se fusionan entre s y, sobre
todo, las alturas, elemento que durante toda la tradicin tonal y tambin durante
la sucesin atonal, dodecafnica y serial haba sido fundamental para el
desarrollo, en Varse son aspectos del timbre y del acento. En su obra, precursora
de la msica electroacstica en realidad, l mismo llegara a componer con cintas
en el final de su carrera, el color es el gran organizador de la forma, y se
prescinde totalmente de lo temtico como principio constructivo (aun del intervalo
aislado entendido como tema).
Captulo 6
EN LOS MRGENES
sumadas al papel fundamental jugado por el teatro dentro del consumo artstico de
la poblacin determinaron caractersticas sumamente diferentes a las de Pars, de
Berln y de Viena. Ni el cabaret, ni el expresionismo, ni la fascinacin por culturas
exticas y gneros populares tuvieron all el menor eco. S, en cambio, las viejas
tradiciones del teatro shakesperiano, un sinfonismo de cuo imperial, el
redescubrimiento de la cancin isabelina del siglo XVI y de Henry Purcell y, como
sostn estilstico, una lectura del estilo de Debussy sumamente adaptada a las
pompas y circunstancias requeridas, herederas del estilo victoriano acuado por
sir Edward Elgar pero, tambin, de su inmensa originalidad y sutileza como
orquestador y su imaginacin en el uso de los viejos recursos clsico-romnticos.
En otros casos, como el de Rusia y la regin que qued en su rbita a partir
de la Segunda Guerra, factores polticos y una fuerte reglamentacin esttica oficial
fijaron tambin pautas diferentes a las del lenguaje dominante en las metrpolis
artsticas. Podra decirse que all los compositores debieron arreglrselas para
generar lenguajes propios siguiendo reglas marcadamente conservadoras y que ese
desafo en algunos casos, como en el de Dmitri Shostakovich, donde la tensin
entre lenguaje y dialecto[20] est puesta en escena, logr plasmarse en una esttica.
Estados Unidos, por su parte, convertido en centro de consumo musical de
inmenso poder econmico, con una burguesa lo suficientemente floreciente como
para determinar la creacin de orquestas nuevas surgidas virtualmente de la
nada del nivel de las europeas y conducidas por grandes maestros del viejo
continente, y la fundacin de grandes teatros de pera, tena, a la vez, una falta de
tradicin propia que deriv en una especie de genealoga nueva, sin demasiados
lazos con lo conocido.
Charles Ives, un vendedor de seguros nacido en 1874 y muerto en 1954,
produce, por ejemplo, dentro de un marco estilstico que podra asimilarse al
Romanticismo decimonnico, un conjunto de obras que anticipa muchos de los
recursos de las vanguardias europeas. Sus sinfonas, europeas en apariencia, ms
all de la utilizacin de himnos norteamericanos como material en algunos de los
casos, tienen sobre todo la cuarta una relacin absolutamente libre, casi
iconoclasta, con la forma.
La sensacin no es demasiado distinta a la transmitida por la sociedad
estadounidense durante el siglo XX: el poder para apropiarse de cualquier
tradicin, la libertad para transformarla, usarla e incluso subvertirla sin ninguna
clase de sentimiento de culpa y una suerte de ingenuidad terrorista, de eclecticismo
radical por el cual todo vale, en la medida en que no se le deben rendir cuentas a
nadie. Si la imagen de los padres estticos, para la cultura europea, fue un tema
omnipresente tanto para tenerlos en cuenta como para negarlos y esos padres,
en la rbita de influencia germnica, se remontaban a Bach, a Beethoven y a
Wagner, en Estados Unidos, ciertamente, la situacin era otra.
Si bien el origen de la cultura norteamericana era indudablemente europeo,
la fantasa de fundacin, el mito acerca de lo nuevo asociado con lo potente [21], la
certeza acerca del dominio de la naturaleza y cada vez ms del mundo de los
hombres fueron, para Estados Unidos, un filtro en el cual ese origen mut y
termin convirtindose en otra cosa.
Dos obras de Ives, ambas para piano aunque una de ellas para un piano
especial y ambas escritas alrededor de 1920, sintetizan estas cuestiones. Una es la
monumental Sonata N. 2 Concord, Mass., 1840-1860, a la que, en realidad,
continu hacindole agregados hasta 1947. La otra, an ms atpica para el
momento en que fue escrita por lo menos en apariencia, ya que la Concord
responda, en su forma externa, ms o menos al modelo clsico, es Three Quartertone Pieces. El instrumento para el que fue pensada originalmente era un piano con
dos teclados, afinados entre s con un cuarto de tono de diferencia y construido por
su amigo Hans Barth, quien estren la obra junto a Siegmund Klein en Nueva York
el 14 de febrero de 1925.
La manera en que son utilizados los cuartos de tono [22] difiere de una pieza a
la otra. En la primera, la funcin es ms bien ornamental sobre un tema de fuerte
estructura diatnica[23]; la segunda es una especie de ragtime donde las
desafinaciones tienen un papel ms estructural, y en la tercera cumplen una funcin
virtualmente pardica al superponer La Marsellesa a una suerte de decoracin de la
meloda absolutamente disonante. La idea de collage, no solo temtico sino
tambin armnico, que maneja polifonas sobre tonalidades diferentes, fue
fundamental en la produccin de Ives y, tal como haba sucedido con la obra de
otro precursor, el ruso Alexander Scriabin, muchas de sus audacias provenan de
un andamiaje filosfico bastante crptico. En particular, las ideas de Emerson y
Thoreau, sobre todo en lo concerniente al entendimiento de la msica como
lenguaje espiritual de la naturaleza.
En la Sonata Concord, sobre la que el propio Ives escribi un ensayo titulado
Essays Before a Sonata, con la intencin de que fuera publicado junto con la
partitura, el autor trabaja con un discurso musical nuevo, simblico y esotrico, en
Captulo 7
MSICA Y POLTICA
La relacin entre poltica y arte no es una novedad del siglo XX. Por solo
citar un ejemplo, basten las sucesivas conversiones del compositor John Dowland,
del catolicismo al anglicanismo y viceversa, durante la Inglaterra de principios del
siglo XVII, segn quin fuera el rey de turno. Pero lo que importa es en qu
aspectos estas posibles relaciones modifican la esttica. La ideologa poltica del
artista, elegida o forzada, no es relevante para este anlisis a menos que implique
rasgos determinados en su obra.
Tampoco interesa, en este caso, considerar lo que ms ampliamente podra
denominarse ideas de poca, ya que la influencia una influencia no mecnica,
por cierto de estas en la creacin se da por descontada. Se trata ms bien de
ahondar en un fenmeno que s pertenece al siglo XX, aun cuando sus
fundamentos se remonten a la Edad Media, y es el de esttica oficial[26].
La pretensin de que las reglas de la msica obedecen a reglas superiores
(por ejemplo, las del equilibrio entre las esferas del Universo, segn los tericos
medievales) o a su relacin con los afectos, segn la teora patentada durante fines
del Renacimiento, que dio lugar al melodrama y a todo el lenguaje del Barroco [27],
sigui, de manera a veces velada, vigente durante casi todo el Romanticismo.
Y en el siglo XX, el cine, a la manera de una profeca que se autorrealizaba,
termin hacindolo cierto. Poco importa si determinado uso de los parmetros
musicales conlleva necesariamente reacciones de los sentimientos por razones de la
naturaleza o de la cultura (una cultura que, en el caso de la msica incidental,
trabaja sistemticamente alrededor de esa creencia); lo cierto es que, todava hoy,
para el sentido comn, existen msicas tristes, msicas alegres, melanclicas,
heroicas o deprimentes. Y en una poca en que, como nunca antes, gracias a los
medios de comunicacin masiva, determinadas ideologas dominantes pudieron
abrazar la fantasa de la hegemona absoluta, la msica no poda dejar de ser tenida
en cuenta.
Si en los aos de la Revolucin francesa los ideales de la vuelta a la
naturaleza pregonados por Rousseau tuvieron su incidencia en la formulacin del
Clasicismo; si la incorporacin de elementos masnicos fue de importancia en las
obras tardas de Mozart y de Haydn y si Beethoven utiliz himnos revolucionarios
en sus sinfonas; si el anarquismo recorre la Tetraloga wagneriana y si es posible
encontrar elementos que remiten a los movimientos sociales de la Francia de 1830
en la obra de Berlioz, la situacin a partir del siglo XX fue, si no ms clara, por lo
menos mucho ms colectiva que individual.
La discusin poltica, las polmicas acerca del arte revolucionario y del lugar
del artista en la revolucin fueron moneda corriente en las dcadas del cincuenta y
del setenta de ese siglo. Y, claramente, la Revolucin rusa, el nazismo y el
stalinismo produjeron sus estticas oficiales, con mayor o menor poder de
reglamentacin y control. Tanto las creaciones que tuvieron lugar siguiendo esos
lineamientos oficiales (o en permanente tensin con ellos, como es el caso de
Dmitri Shostakovich en Rusia) como aquellas que se plantearon en su contra deben
ser entendidas en ese contexto.
Ms all de la obra de compositores que trabajaron alrededor de
preocupaciones polticas el caso del italiano Luigi Nono o del alemn HansWerner Henze de lo que se trata en este captulo es de recorrer la influencia de
algunas lneas polticas oficiales en grandes movimientos estticos. La Rusia
revolucionaria tuvo, en ese sentido, dos momentos altamente caracterizados y
sumamente importantes, aun cuando el primero de ellos haya desaparecido casi
por completo de las salas de concierto y de las grabaciones discogrficas y el otro
se encuentre cada vez ms desprestigiado. Situados histricamente, el primero en
el perodo comprendido durante la gran discusin esttica que sigui a la
Revolucin de 1917, hasta la muerte de Lenin, con el Futurismo y el Formalismo
como teln de fondo, y el segundo durante la consolidacin y cristalizacin del
Realismo socialista como esttica oficial, a partir del advenimiento de Stalin al
poder, estos dos momentos de la msica sovitica tienen, desde ya, signos
contrarios entre s.
En el primero, influido por las ideas acerca del extraamiento como
elemento determinante de lo artstico y por el culto a la mquina como cono del
progreso, caractersticos del movimiento futurista, aparecieron algunos autores,
con lazos a su vez con las vanguardias parisinas del momento, que trabajaron estos
aos.
Lo interesante es cmo, a partir de imposiciones que, en los hechos, se
referan a la continuacin del uso de la tonalidad y el mantenimiento de patrones
rtmicos reconocibles, Prokofiev y Shostakovich lograron desarrollar lenguajes
indudablemente contemporneos. Y, en ambos casos, lo ms importante de sus
producciones se situ dentro de los gneros consolidados en los siglos XVIII y XIX:
la sinfona, la sonata para instrumento solista, el cuarteto de cuerdas y la pera.
En el caso de las primeras obras de Prokofiev, las escritas alrededor de los
aos veinte, la influencia francesa[28] era notoria y su estilo de esos aos,
paralelamente al de Stravinsky, llega a puntos similares, por lo menos en cuanto al
papel de lo rtmico entendido como motor. Las obras juveniles de Shostakovich,
por su parte, tienen un contenido satrico y un uso del grotesco como material que
lo coloca, con composiciones como la pera La nariz, basada en el relato de Nikolai
Gogol, o su primera sinfona, en un lugar cercano a las vanguardias. No obstante,
la tradicin en la que tanto uno como el otro se inscriben es la beethoveniana. No
debe olvidarse, en ese sentido, que Beethoven, para la crtica sovitica, fue el
primer compositor realista socialista.
Ni Prokofiev ni Shostakovich generan lenguajes nuevos o formas inditas de
organizar el material. Sus procedimientos habituales derivan del tema con
variaciones y de la vieja forma sonata[29], tal como haba sido ampliada en sus
dimensiones por Gustav Mahler. Ambos, sin embargo, tienen obras originales y
difcilmente posibles fuera del marco esttico del siglo XX. La pera simbolista El
ngel de fuego, la tercera sinfona o la sptima sonata para piano de Prokofiev; las
primeras sinfonas, el octavo cuarteto para cuerdas, el Concierto para piano, trompeta
y orquesta o las peras La nariz y Lady Macbeth del Distrito de Mtsensk de
Shostakovich son hoy, sin duda, una parte importante de lo que dej la msica de
ese siglo.
Otro caso ligado a la poltica, aunque de una manera ms individual, fue el
de Kurt Weill, un compositor vinculado inicialmente con el Expresionismo y luego
con el estilo seco, fuertemente objetivista, que derivaba del Stravinsky posterior a
La consagracin de la primavera, que, en la bsqueda de un arte revolucionario y
accesible a las masas, en conjunto con el dramaturgo Bertolt Brecht, se dedic a la
comedia musical, incorporando en ella la rica tradicin del cabaret berlins de la
poca y, obviamente, el music-hall de origen estadounidense. Ascenso y cada de la
ciudad de Mahagonny, Los siete pecados capitales, La pera de tres centavos, el Requiem
Captulo 8
posicin en la serie. Las series meldicas no necesariamente son las mismas que las
que determinan la duracin de sus sonidos. As, por ejemplo, mientras el primer
piano ejecuta la primera serie, sus duraciones son las de la decimoquinta serie del
cuadro, retrogradada.
No todos los parmetros estn totalmente fijados (tal como se vio no todos
los nmeros de la serie se corresponden con un matiz), pero el efecto final, por lo
menos en la partitura, es el de una obra notablemente coherente desde el punto de
vista de la estructura y fuertemente predeterminada por su material inicial.
Otros autores, como el griego-rumano Iannis Xenakis, trabajaron con el
tringulo de Pascal una formacin infinita en que los nmeros se expanden
binariamente o las derivadas de series de logaritmos. Pero lo importante es lo
que sucede con el sonido y all, el nico terreno que finalmente importa, las cosas
son menos complejas: las obras funcionan o no. Una de las composiciones
musicales ms emocionantes, intensas y originales del siglo XX, Il canto sospesso de
Luigi Nono, est montada ntegramente a partir de matrices numricas. Un sistema
de composicin, se supone, sirve para dotar de coherencia a una obra. En el caso
del serialismo integral las regulaciones son tantas y tan externas a lo que el
sentido comn identifica como inspiracin y creatividad artstica que, en obras
como Il canto sospesso la pregunta sera, ms bien, cmo Nono logr hacer msica
con l.
Durante la Edad Media tambin se le atribuy al nmero una cualidad
esencial en la msica y, finalmente, los compositores de todas las pocas trabajaron
con sistemas externos a ellos, conocieran o no sus fundamentos tericos. En todos
los casos, la creacin se jug en el terreno no de la invencin de sistemas, sino de su
utilizacin personal. Lo que tal vez sea distinto en el siglo XX es esa necesidad
inaugural, esa compulsin por crear sistemas nuevos, a veces ya no para cada
compositor, sino para cada obra. Resulta interesante, en relacin con esta cuestin,
leer lo escrito por Xenakis en el texto Musiques formelles[35] quien adems se form
como arquitecto y trabaj junto a Le Corbusier, lo que posiblemente explique su
obsesin con la proporcin urea (una obsesin que, por otra parte, no era nueva
en la historia de la msica y ya haba aparecido en artistas como Bach o Bartk)
cuando habla del esfuerzo de analizar algunas sensaciones sonoras, disecarlas,
dominarlas y luego usarlas en nuestras propias construcciones El esfuerzo de
hacer arte a travs de la geometra, dndole as una sustancia razonable que es
menos perecedera que el impulso del momento, y por lo tanto ms seria, ms
digna de esa lucha por las cosas superiores que existe en todos los dominios de la
inteligencia humana.
Compositores como Stockhausen llegaron, en ese sentido, a predeterminar,
en obras como Kontrapunkte o las Klavierstcke I-IV, aspectos de la composicin
como la densidad de las masas sonoras, el nmero de eventos que deban ocurrir
en un lapso determinado de tiempo, la eleccin del registro, la amplitud de los
intervalos, la proporcin en los cambios de textura y de color tmbrico y los tipos
de ataque y articulacin que deban emplearse. Pasajes de una composicin
fundante, como Le Marteau sans maitre, de Boulez, requieren, por ejemplo, que, a
gran velocidad, cada nota sea tocada con un matiz diferente, en los que abundan
los acentos y sforzati, y que, en un mismo acorde, coexistan notas mf y ff. Y, sin
embargo, ms all de la dificultad y la casi necesaria versin aproximada de la
ejecucin, aun en esta composicin ortodoxa en muchos aspectos, hay elementos de
originalidad que prueban que el arte es ms que los sistemas con los que se
estructura. Sin ir ms lejos, el uso de ostinatos y configuraciones rtmicas que
contradicen la tendencia puntillista dominante en el serialismo, y que parecen
emparentarse, ms bien, con los gamelanes[36] de Bali.
Derivada por una parte del propio avance tecnolgico, de la tradicin del
Futurismo de los aos veinte y de la msica concreta de Pierre Schaeffer en que
se trabajaba con sonidos grabados, no producidos de manera electrnica; pero
por otra, al menos en una primera instancia, del afn de controlar todos los
parmetros sonoros lo que en los hechos resultaba casi imposible con la
interpretacin humana, por ms precisin que hubiera en las partituras, debe
considerarse aqu la composicin con medios electrnicos.
Con un desarrollo propio a partir de los aos sesenta y, podra decirse, con
sus propias reglas de juego en cuanto a la naturaleza del discurso sonoro, la msica
electrnica o, ms precisamente, electroacstica interes a muchos de los
compositores importantes a partir de la segunda mitad del siglo XX (Nono, Berio,
Ligeti, Boulez, Stockhausen) pero, adems, gener su propia constelacin de
autores (entre los que el espaol Francisco Guerrero es uno de los ms originales e
interesantes). De la composicin mediante la transformacin de sonidos grabados y
el corte y montaje de cintas lo que permita, entre otras cosas, la absoluta
exactitud en las proporciones entre las duraciones de los sonidos, uno de los
aspectos ms conflictivos de la interpretacin humana en las obras del serialismo
integral hasta la modulacin del sonido por frecuencia y, actualmente, las
computadoras, el desarrollo de esta especie de subgnero de la msica (o, como
aseguran algunos, de arte sonoro paralelo a la msica, derivado de ella pero ya
independiente) tiene su propia historia. Si bien detallarla est fuera de los alcances
de este libro, como resumen provisional y seguramente insuficiente, puede
sealarse que, en ese campo tambin, las fantasas del control total fueron siendo
abandonadas en favor de formas de hacer msica en que los medios electrnicos
interactan con intrpretes en vivo y que la revolucin de lo aleatorio, que se
tratar en el captulo siguiente, encontr en la electrnica un terreno tan propicio
para su crecimiento como el de la composicin para medios tradicionales.
Captulo 9
Ives, volvi a ser Estados Unidos el lugar desde el cual, por afuera o, por lo menos,
con un desplazamiento fuerte con respecto a la tradicin, se plasmaba aquello que
los europeos venan buscando desde la tradicin.
En relacin con este aspecto resulta interesante lo escrito por el propio Cage
en Silence, publicado originalmente en 1961, cuando reconoce los mritos como
pionero de otro de los experimentalistas estadounidenses de la poca, Christian
Wolff: Ah donde la gente senta la necesidad de pegar los sonidos para lograr una
continuidad, nosotros sentamos la urgente necesidad de deshacernos de esa goma
de pegar para que los sonidos fueran ellos mismos, Christian Wolff fue el primero
en hacerlo. Escribi algunas piezas verticalmente en el papel pero recomendaba
que se las interpretara horizontalmente, de izquierda a derecha, como es la
convencin. Ms tarde descubri otros medios geomtricos de liberar su msica de
la continuidad intencional.
El experimentalismo norteamericano que, como se ver ms adelante, fue
nuevamente protagonista en los setenta y ochenta tuvo el efecto de lograr que, a
partir de l, el hecho musical no pudiera volver a ser pensado como en el pasado.
Aun para quienes no adscribieron claramente a esta tendencia, incluso en Estados
Unidos, la sensacin fue la de haber tocado un lmite, la de una frontera definitiva
en la manera de entender la creacin.
Captulo 10
demasiado alejado de lo que sucede con el arte en general, donde la creacin puede
medirse en la distancia existente entre la convencin la retrica de cada gnero
y la obra. Haydn, Mozart, Beethoven, Berlioz, Schumann, Weber y, obviamente,
Wagner fuerzan las formas existentes, tratan de darles caractersticas propias,
capaces de dotar nuevamente de significado lo que, en muchos casos, se haba
convertido en palabra vaca.
Pero es en el siglo XX donde, en el centro de una crisis general de valores
estticos y no solo estticos, la pera es vista por los compositores, cada vez
ms, como el lugar de la reaccin. Como el gnero conservador por excelencia. Si
bien no llega a tener un desarrollo musical con caractersticas propias de hecho,
las peras compuestas a partir del siglo XX, lejos de establecer pautas propias,
comparten las normas estilsticas establecidas en los otros gneros, se hace
necesaria una mnima descripcin de su evolucin, sobre todo por su concepcin
de lo escnico, por la nueva relacin que la pera establece con el texto literario y
por el hecho de entroncarse, aunque lateralmente y nunca de manera plena, con
una tradicin de consumo diferenciada.
Si bien es cierto que gran parte de la pera parece refractaria a los nuevos
lenguajes que van surgiendo en el siglo XX, tambin puede verse que varios de los
logros ms acabados de estos lenguajes se dan, justamente, en el terreno de la
pera. Por un lado, los herederos del Naturalismo literario y del Romanticismo
musical siguen, como si nada hubiera sucedido, componiendo reciclajes de Verdi,
mientras en otros lugares se estrenan obras como La consagracin de la primavera de
Stravinsky o Pierrot Lunaire de Arnold Schnberg. Por otro lado, empezando por
Tristn e Isolda de Wagner, como se ha visto, ya en la segunda mitad del siglo XIX se
haba planteado una revolucin musical gestada dentro de la pera y que tendra
consecuencias fundamentales para el arte a partir del siglo XX.
Adems, en el anatema de reaccionaria, cado particularmente sobre la pera
italiana de principios del siglo XX, pagan, tambin, justos por pecadores. Tal es el
caso de Giacomo Puccini, compositor admirado, entre otros, por Arnold
Schnberg. Si bien nadie se atrevera a catalogar a Puccini como vanguardista, lo
cierto es que su msica no podra haber sido escrita en otro momento que cuando
lo fue y que, sin identificarse con ella mimticamente, us a la vanguardia cada vez
que le sirvi.
Eventualmente, para Puccini, la tonalidad o la atonalidad, el uso de pasajes
modales o recursos politonales son, simplemente, cuestiones de efecto, ceidas a
Captulo 11
polaco Krzysztof Penderecki en los aos cincuenta y sesenta su Pasin segn San
Lucas, el Cuarteto para cuerdas (que fue utilizado como msica incidental en la
pelcula El exorcista) o el Treno para las vctimas de Hiroshima; las notables
composiciones de Witold Lutoslawski (otro autor nacido en Polonia), y la
impactante coherencia del hngaro Gyrgy Ligeti marcan una suerte de manera
europea-oriental de entender los cambios estticos del siglo. Con sus matices y
diferencias, en los tres casos el componente expresivo resulta altamente
significativo.
Si Penderecki abandon en los aos setenta el lugar que se haba ganado con
las composiciones anteriores, y se aboc a una especie de neorromaticismo
mahleriano, Lutoslawski, a partir de un uso sumamente personal del serialismo,
lleg a una suerte de esttica de contrastes rtmicos y tmbricos entre bloques, con
caractersticas fuertemente expresivas, que mantuvo hasta su muerte, en 1994.
Ligeti, an activo, es posiblemente quien aparece con mayor claridad como ejemplo
de la idea del compositor a la manera del siglo XIX. Es decir del autor de gran arte,
del que es capaz de desarrollar a lo largo de su vida una obra que sea, a la vez, un
manifiesto. Una apuesta que, relacionada con muchos de los aportes de las escuelas
dominantes algunos, incluso, fueron introducidos por l tiene en su figura
rasgos de originalidad avasallante.
Un primer perodo, casi secreto, de obras compuestas en Hungra y bajo la
fuerte influencia de Bartk; una segunda etapa, relacionada con su radicacin en
Austria, en la que logr plasmar una potica de los volmenes sonoros (en obras
como Lux aeterna y Aventures, para coro, Volumina, para rgano, el Concierto de
cmara para 13 instrumentos y el Doble concierto para flauta, oboe y orquesta), y un tercer
momento, en que a partir de estmulos heterogneos, como su fascinacin por la
literatura de Jorge Luis Borges, por la pintura de Escher, por la msica
centroafricana y por la intrincadsima polirritmia de las piezas para piano
mecnico de Conlon Nancarrow un estadounidense ermitao y genial, que se
radic en Mxico hasta su muerte, en 1997, por nombrar algunos, dise un
estilo inconfundible, en que los microdesplazamientos rtmicos juegan un papel
fundamental, que se articula en sus Estudios para piano de los que complet dos
libros, con un tercero en proceso, en el Tro para corno, violn y piano y en el
Concierto para piano.
Otro autor de fuerte personalidad es el italiano Luciano Berio, quien
particip lateralmente del serialismo, de las corrientes que incorporaron lo
aleatorio y del teatro musical, pero, en todos los casos, con rasgos sumamente
Captulo 12
poco tiempo antes solo poda disfrutar participando in situ del hecho social del que
formaba parte. De esta manera, la msica popular, al mismo tiempo que
comenzaba a tener entidad propia como categora de mercado, dejaba de ser
popular en un sentido estricto y de poseer algunas de las condiciones que le haban
sido esenciales hasta el momento. Dicho de otra manera, comenzaba a tener,
paulatinamente y cada vez ms, muchas de las caractersticas que hasta ese
momento haban sido exclusivas de la msica artstica de tradicin europea y
escrita.
Comienzan a aparecer autores populares; la funcin esttica desplaza del
primer plano a otras, como el baile; aparecen tambin cierto grado de especulacin
con el lenguaje en algunos casos altsima y los conciertos de msica popular, y,
si bien no en todos los casos, se desarrollan alfabetos nuevos en que lo popular, tal
como haba sucedido en el pasado con las colecciones de danzas publicadas para el
uso de nobles y burgueses acomodados, no es ms que el remoto origen a partir
del cual los compositores eligen trabajar.
A lo largo del siglo persistiran las formas ms ligadas a funcionalidades
extra estticas la danza, los ritos sociales de seduccin y nuevos usos como la
meditacin o la ambientacin al tiempo que, no siempre de manera consciente,
algunos msicos buscaran y encontraran formas de trascender esas funciones
incidentales y de ahondar en la especificidad musical, es decir, en su posibilidad de
ser escuchada con atencin excluyente.
Es importante discriminar estos hechos en que se configuran estticas nuevas
y propias del siglo XX, de la modalidad (tambin nueva pero de caractersticas
distintas) de consumo artstico de expresiones no artsticas en su origen. El disco y
la radio tambin provocaron la circulacin de msicas tnicas y folklricas pero, en
estos casos, el desplazamiento de la funcin esttica al primer plano estuvo dado,
exclusivamente, por la recepcin. Es distinto, en ese aspecto, un gameln de Bali,
una vidala del noroeste argentino o el canto de guerra de un pueblo del centro de
frica, que las composiciones de autores que pudieran haberlos tomado como
material. Y si pueden no ser diferentes en el placer que son capaces de deparar a
un hipottico oyente o en su valor esttico intrnseco, s lo son en el grado de
participacin en las reglas que definen el cuerpo de la msica de tradicin
occidental y escrita. Puede argumentarse, por ejemplo, que en el jazz e incluso en el
rock, es esencial la tradicin africana y que lo escrito no participa ms que
lateralmente en sus lenguajes. Sin embargo, ms all de sus orgenes, el jazz y el
rock, una vez constituidos como lenguajes sobre todo en sus expresiones ms
Horacio Salgn y Francini-Pontier, con las que parte del pblico deja de moverse
para ponerse a escuchar con atencin, empiezan a aparecer las expresiones
pensadas desde el principio para el concierto y el disco. Algo similar sucedera en
los aos sesenta, cuando The Beatles decidieran convertirse en una banda que
existira exclusivamente en el disco.
Ese gesto en que el antiguo grupo de rocknroll bailable se asuma como
productor de msica que no solo poda ser tambin escuchada sino que se
planteaba desde su origen como exclusivamente para ser oda (aunque, tambin,
pudiera bailarse, invirtiendo la ecuacin anterior) resultara altamente significativo.
As como Piazzolla aparecera en el tango y el jazz incluira una largusima lista de
msicos entre los que aportaron y aportan lenguajes propios y originales al
siglo XX, el rock llegara tambin a trascender su funcionalidad y a constituirse
como productor de lenguajes especulativos.
La lista de msicos a los que el mercado denomina populares y que resultan
significativos en el panorama de la msica de siglo XX es inmensa y excede
largamente las posibilidades de este libro. Cada uno de ellos merecera por lo
menos un prrafo acerca de los rasgos esenciales de sus discursos y, en todo caso,
todo ese captulo demandara un desarrollo muchsimo ms amplio. Sin embargo,
es necesario dejar constancia de que los usos de la armona de pianistas de jazz
como Lennie Tristano, Bill Evans, Herbie Hancock, Thelonious Monk o Keith
Jarrett; el trabajo climtico de un trompetista como Miles Davis; las formas abiertas
de Ornette Coleman, Eric Dolphy o John Coltrane; el recurrir a la idea de montaje
como principio constructivo de algunos grupos de rock ingleses como Genesis,
Gentle Giant o Jethro Tull; la utilizacin del ruido como material y las melodas
libremente atonales de King Crimson, o la corporizacin del timbre como objeto en
s mismo lograda por Jimi Hendrix son fenmenos altamente representativos del
arte creado a partir del siglo XX y trascienden ampliamente las funcionalidades
que, en su origen, podan ubicarlos dentro de la tradicin popular. No se trata de
que pertenezcan a una categora superior. No es una cuestin de grados ni, mucho
menos, de valor. Lo que sucede es que, a partir de su manera particular de dialogar
con las tradiciones de sus propios gneros, incorporaron tambin y lo hicieron
eficazmente el dilogo con la tradicin clsica. No dejaron de ser populares, en
todo caso, pero deben ser considerados, con justicia, como hacedores de parte de lo
ms importante sucedido a partir de 1900 en el terreno de la msica para ser
escuchada, un mbito que, sin duda, comparten con los clsicos. De lo que se
trata es de gneros que dialogan de manera predominante con tradiciones
populares pero absolutamente artsticos en cuanto a sus funcionalidades. Msicas
que bien pueden ser definidas como artsticas y de tradicin popular, a despecho
de la clasificacin corriente en la musicologa anglosajona, que considera art music
a la msica clsica, folk o ethnic a las tradicionales (con discusiones acerca de qu le
corresponde a cada una) y popular music a todas las dems.
Captulo 13
Si se piensa que a finales del siglo XIX coexistan las ltimas obras de
Brahms con las primeras de Debussy o que, en los comienzos del siglo XVII el
nuevo estilo del melodrama barroco comparta el mundo esttico con la antigua
polifona eclesistica diseada por los maestros flamencos (de hecho, Monteverdi
escribi en ambos estilos), el panorama hacia el fin del siglo XX no era distinto.
Muchos de los clsicos de posguerra seguan en actividad, o como en el caso
de Messiaen, Cage, Lutoslawski o Nono, haban muerto recientemente. Y Ligeti,
Boulez, Stockhausen o Berio continuaban revisando sus estticas.
En este momento algunos de ellos an componen (Berio muri en 2002;
Ligeti, en 2006) y estn, tambin, quienes de una u otra manera han heredado y
continuado los aportes realizados por estos mismos autores en etapas anteriores.
La ultracomplejidad rtmica y el racionalismo del ingls Brian Ferneyhough, por
ejemplo, podran considerarse derivados de algunas de las experiencias del
serialismo integral. Estn tambin los que buscan una especie de
neorromanticismo no tonal, como el alemn Wolfgang Rihm; quienes trabajan con
timbres y elementos rtmicos del rock y del jazz, como el ingls Steve Martland, el
alemn Heiner Goebbels o, en alguna medida y en algunas de sus obras, el
argentino Martn Mataln; estn quienes, como el tambin argentino Gerardo
Gandini, desarrollan una esttica alrededor de la historicidad y la no inocencia de
los materiales; los que, como el hngaro Gyrgy Kurtag, abordan lenguajes
inmensamente expresivos, concentrados y personales, ms all de cualquier
encasillamiento; quienes cultivan un eclecticismo a ultranza, entroncado con la
tradicin de la msica para cine, como el estadounidense John Corigliano; los que,
como Osvaldo Golijov, nacido en la Argentina pero incorporado a la escena
estadounidense, trabajan casi como disc jockey, eligiendo lo que necesitan de una
amplia paleta de posibles objets trouvs, que va desde el canto gregoriano a las
canciones de Milton Nascimento, las msicas folklricas de distintas culturas del
mundo o la obra de Astor Piazzolla. Y, tambin, autores de inmensa originalidad
que cultivan una suerte de potica del sonido, como Salvatore Sciarrino, o que
bucean en la teatralidad de lo sonoro, como Georges Aperghis; y estn los que, ms
all de sus filiaciones estticas, se destacan por su originalidad, como uno de los
grandes autores de la escuela espectralista, el francs Grard Grisey, fallecido a los
cincuenta y dos aos en 1998, el finlands Magnus Lindberg o su compatriota Kaija
Saariaho, surgida tambin del espectralismo pero capaz de encontrar un camino
absolutamente propio, donde la exploracin de las cualidades intrnsecas al sonido
se potencia con una cierta idea de direccionalidad y, sobre todo, de expresividad.
En el centro de esta pluralidad esttica, el rasgo comn parece ser una
libertad impensable hace unas pocas dcadas, una suerte de asuncin de que todo
est disponible y, por lo tanto, se convierte en tradicin, aun cuando pueda
afirmarse que no en todos estos casos las operaciones con los materiales histricos
tienen el mismo grado de compromiso y profundidad.
En los aos setenta surgi una tendencia de mucho peso, por lo menos en
cuanto a su presencia en el mercado. Se trata del minimalismo, que a partir de la
repeticin y del trabajo con variaciones mnimas, busc por otro camino una
respuesta a cuestiones similares a las que se haban planteado Cage y, sobre todo,
Feldman. Cmo lograr que un evento apareciera como nico, despojado de
relaciones contextuales? Y si la respuesta de Feldman haba sido la del vaco activo
real (grandes espacios de silencio) la de los minimalistas como Steve Reich, Terry
Riley o John Adams fue la de lograr un vaco activo virtual y casi paradjico. Aqu,
lo que produce la jerarquizacin de cada evento no es su aislamiento, sino su
diferencia. En el medio de la repeticin de ostinatos donde adems, como para
despejar variables y evitar cualquier informacin accesoria al hecho en s, estos son
casi siempre absolutamente consonantes se busca que cada pequea desviacin
de esa norma afianzada en la recurrencia tenga el valor de un acontecimiento
claramente sealizado. Es posible que en esta tendencia hayan tenido influencia
ciertos usos de la msica electroacstica (como el loop[38]) y tambin que en sus
orgenes hayan estado la bsqueda de una manera de decir cosas nuevas acerca del
sonido que no fueran rechazadas por el pblico general y la preocupacin acerca
del supuesto divorcio entre las estticas ms avanzadas y los receptores
privilegiada. Con los lmites dados por el mercado [39], tiene ni ms ni menos que
todo el panorama a su disposicin. El futuro siempre es desconocido, pero nadie
est en mejores condiciones para acercarse al presente que quien vive en el
presente.
POSDATA
Tambin hay una cierta idea de poca que las msicas traducen y parte del valor
que en ella encuentra el oyente es su representatividad de un determinado
perodo, de una cierta cultura, de un mundo. Si bien en las ltimas dcadas del
siglo XX y los comienzos del XXI se han ablandado las categoras y,
consecuentemente, las normas de valoracin, an sigue siendo importante para el
receptor escuchar en una msica la poca que la ha producido.
Por otra parte, no vale lo mismo, para el arte, un experimento que abri
determinadas puertas estticas incluso para mostrar qu caminos no deban ser
tomados (experimento muchas veces necesario y de un valor histrico
innegable), que una obra artstica lograda, haya sido o no experimental, y haya o no
abierto puertas de cualquier clase ms all de las puertas de la percepcin, que
son las que abren las obras de arte valiosas.
Mucho de lo importante histricamente, entre lo producido en el siglo XX,
es, en rigor, inescuchable para cualquiera que no sea un especialista y que no posea
un inters puramente acadmico. Todo lo producido por la generacin de
posguerra, que fue virtualmente hegemnico durante tres dcadas, termin
resultando una lnea casi estril. Las seriales estrictas han desaparecido de discos y
programaciones de conciertos, salvo en aquellos casos en que las trampas
(confesadas o no) de los compositores con respecto a las reglas las vuelven
interesantes. O, dicho de otra manera, siempre, en un sistema (la Fuga para Bach o
Beethoven, la Forma sonata para Schumann, Brahms, Mahler o Shostakovich) lo que
importa el lugar donde la obra tiene lugar son las trampas.
En el caso de la msica concreta primero y de la electroacstica despus,
pasa algo similar. Quedan en la memoria aquellas que fueron escritas por msicos
y no por tcnicos o ingenieros, o sea aquellas en que compositores de talento
recurrieron a elementos de la tecnologa electrnica. Ni Varse, ni Nono, ni Boulez,
ni Stockhausen o Berio son considerados autores de msica electroacstica y, sin
embargo, la mayora de las obras electroacsticas que tienen para un oyente
hipottico algn valor artstico les pertenecen. Queda de ellas lo que el pop ha
hecho con sus aportes, la idea de espacializacin del sonido hasta un punto
imposible de lograr sin su concurso y los medios que la electrnica brinda, en la
actualidad, para la elaboracin de gramticas tridimensionales.
Un caso aparte es el de muchas obras, sobre todo estadounidenses, de gran
valor terico, en tanto exponen, ponen en tela de juicio y reflexionan acerca de la
propia naturaleza del arte. Muchas de ellas, sin embargo, incluyen en su hiptesis
quiera acercarse a alguna de estas msicas deber dejar en las puertas del templo
sus vestiduras, sus pecados y, sobre todo, su memoria. Deber ignorar gran parte
de sus nociones previas acerca de qu es lo artstico y cmo se recibe el arte y estar
dispuesto a recibir una nueva clase de conocimiento.
Puede sostenerse, como lo haca Theodor W. Adorno, que existe un oyente
ideal, el experto, el absolutamente adecuado. Este oyente hipottico, definido en
su Introduccin a la sociologa de la msica, sera el oyente totalmente consciente
cuya atencin lo capta todo tendencialmente y que, al mismo tiempo, almacena
todo lo que ha odo. Un oyente que, en realidad, ni siquiera coincidira con la
tipologa de la mayora de los msicos profesionales, lo que llevara a suponer una
existencia objetiva y virtual de la msica, una entidad abstracta, independiente de su
recepcin y perteneciente al reino de las ideas. O sea, una entidad en s aunque
nadie o casi nadie, que es lo mismo pudiera aprehenderla. Y el oyente actual,
por otra parte, es bien distinto del que Adorno observaba. La computadora
personal ha reemplazado en gran medida al equipo de audio familiar, las bajadas
de Internet permiten una enciclopedia casi instantnea (aunque, como toda
enciclopedia, no necesariamente consultada) y las escuchas se han vuelto, en
muchos casos, fragmentarias. Obras como Einsten en la playa permitan
explcitamente que el pblico entrara y saliera cuando se le antojara y el iPod, sin
duda, genera maneras de recepcin y circulacin sumamente diferentes a las del
concierto pblico del siglo XIX y aun el concierto de vanguardia de fines del XX.
Tambin podra pensarse, en contra de ese oyente ideal imaginado por
Adorno y en un registro seguramente afn al de los minimalistas, entre otros,
que la msica solo lo es cabalmente cuando alguien la escucha. Que no existe en la
partitura, sino en la ejecucin. Esto implica, adems, una discusin ms amplia: si
la msica es o no un lenguaje y, en caso de serlo, qu es lo que expresa. Para el
sentido comn, ciertamente es as y lo que la msica expresa son sentimientos. Sin
embargo, existen numerosas pruebas de lo contrario. Algunos aseguran que la
msica es un lenguaje que expresa solo lenguaje, ms all de que produzca en el
receptor sentimientos debidos, sobre todo, a la propia carga cultural y emotiva de
ese receptor. Podra suponerse que determinados sentimientos son traducidos al
lenguaje musical por el compositor y que esta msica luego provocar sentimientos
posiblemente distintos y a veces incluso contrarios a los que motivaron al autor
en el receptor. Existen, desde ya, argumentaciones a favor y en contra de cada
una de estas hiptesis, pero el hecho incontrastable es que el receptor decide sobre
lo que escucha la audicin en s conlleva una serie de decisiones, conscientes o
inconscientes, voluntarias o no, acerca de lo que se oye y en esa decisin siempre
Apndice
DISCOGRAFA SELECCIONADA
Esta discografa se propone como una gua para escuchar la msica escrita a
partir del siglo XX. No intenta, desde ya, ser exhaustiva sino, por el contrario,
servir a un panorama general y abarcativo. En todos los casos se han tenido en
cuenta grabaciones editadas en formato de compact disc y, salvo en los casos en que
existe una sola versin de determinada obra, se ha optado por registros recientes,
dando preeminencia a la facilidad de obtencin y a la calidad sonora por sobre
cuestiones que ataen nicamente a los coleccionistas. El mito de que toda
interpretacin pasada fue mejor es, justamente, eso: un mito. Y an en los casos en
que alguna versin histrica resulta insuperable de acuerdo con algn parmetro
(nunca de acuerdo con todos, eso es obvio) de poco sirve si solo puede obtenerse
en vinilo y recorriendo disqueras de viejo en Amberes o Bucarest.
En relacin con el perodo del principio del siglo XX francs, existe una
amplia oferta. La antologa 3 Gymnopdies & Other Piano Works (Decca), del pianista
Pascal Rog, ofrece un buen panorama de la msica para piano de Erik Satie. De la
msica orquestal de Claude Debussy, se recomiendan los dos volmenes dirigidos
por Pierre Boulez (Deutsche Grammophon). Plleas et Mlisande, en la
interpretacin dirigida por Bernard Haitink (Auvidis-Nave), los Preludios para
piano por Jean-Yves Thibaudet (Decca) y la versin de las sonatas para flauta, viola
y arpa, para violn y piano y para cello y piano, junto a Syrinx y el Cuarteto para
cuerdas Op. 10, a cargo de Sigiswald, Veronica, Sara, Wieland, Barthold y Piet
Kuijken y Sophie Hallynck, tocando con instrumentos de la poca de Debussy
(Arcana), pueden completar un registro bastante representativo de su estilo.
Para recorrer la obra de Stravinsky se recomiendan El pjaro de fuego,
Petrushka y La consagracin de la primavera en las versiones de Boulez (reunidas en
dos discos DG[40]), La Historia del soldado (dirigida por Mintz, Valois), Oedipus Rex
(por Welser-Mst, EMI), The Rakes Progress (por John Eliot Gardiner, DG),
Variations: Aldous Huxley In Memorian, La inundacin, Requiem Canticles y Abraham e
Isaac (por Knussen, DG) y Agon y Concertino para 12 instrumentos (por Tilson
Thomas, RCA Victor). Adems, como material de consulta indispensable para
profesionales y lleno de inters para aficionados, las versiones dirigidas por el
propio Stravinsky (Sony).
Para escuchar la produccin de la Segunda Escuela de Viena se seleccionan
los siguientes ttulos:
Arnold Schnberg
Noche transfigurada (Barenboim, Teldec).
Pierrot Lunaire (Herreweghe, Harmonia Mundi).
Suite para piano Op. 25 (Glenn Gould, Sony).
Erwartung (Jessie Norman, Philips).
Un sobreviviente de Varsovia (Abbado, DG).
Moiss y Aarn (Boulez, DG).
Alban Berg
Altenberg Lieder (Banse, Abbado, DG).
Suite lrica (Barenboim, DG).
Wozzeck (Barenboim, Teldec).
Lulu (Tate, EMI).
Anton Webern
Boulez conducts Webern, volmenes I, II y III (DG) o, del mismo sello y el
mismo director, Complete Webern (6 CD).
Un lbum doble dirigido por Riccardo Chailly, para DG, abarca toda la obra
de Edgar Varse.
Las sinfonas, dirigidas por Tilson Thomas (Sony), y la Sonata Concord, por
grabadas por Schleiermacher para el sello Hat-Hut y con Rothko Chapell (Wergo).
La Sinfona de Luciano Berio, dirigida por Chailly (London), su Recital I for
Cathy y las Folk Songs (Berberian, RCA), las Sequenze (DG) y Coro (DG); Il canto
sospesso de Luigi Nono (Abbado, Sony) y, del mismo autor, A Carlo Scarpa,
Variaciones cannicas y No hay caminos (Gielen, Astre) y La lontananza nostalgica
utopica futura y Hay que caminar (Kremer, DG) ofrecen un buen panorama del
serialismo y post serialismo italiano y de dos de los compositores ms destacados
de la segunda mitad del siglo XX.
La Ligeti Edition, coordinada por el propio Gyrgy Ligeti, editada por Sony, y
su continuacin, coordinada por Reinbert DeLeuw, para Teldec, la Sinfona N. 3 y
el Concierto para orquesta de Lutoslawski (Barenboim, Erato), el Cuarteto de cuerdas
N. 1 (LaSalle Qt, DG), Threni para las vctimas de Hiroshima (Penderecki, EMI) y la
Pasin segn San Lucas (Penderecki, Argo), de Krzysztof Penderecki y los discos con
obras para cuarteto de cuerdas (Keller Qt, ECM) y con canciones y composiciones
de cmara (Ensemble Modern, Sony) de Gyrgy Kurtag, dan una buena visin de
los estilos expresivistas de Europa Central.
Los tres volmenes dirigidos por Abbado, con el nombre de Wien Modern I,
II y III, que incluyen obras de Nono, Rihm, Kurtag, Ligeti, Boulez, Dallapiccola,
Xenakis, Perezzani y Henze, ofrecen, por su parte, un panorama variado y en
interpretaciones de primer nivel.
Los cuartetos de Brian Ferneyhough (Arditti Qt, Montaigne) posibilitan
acercarse a la tendencia de la ultracomplejidad, mientras que Tabula Rasa, de Arvo
Prt (ECM), hace lo propio con la ultrasimplicidad, mientras que el disco que
incluye Music for a Large Ensemble de Steve Reich (ECM) est entre lo ms
representativo e interesante del minimalismo. La obra de John Adams cuenta con
una abundante discografa dentro de la cual las ediciones de autor, publicadas por el
sello Nonesuch, ocupan un lugar privilegiado. Entre ellos, El Dorado (dirigido por
Kent Nagano); Road Movies, dedicado a obras de cmara; Century Rolls (con
Emanuel Ax como solista y conducido por Christoph von Dohnnyi); Naive and
Sentimental Music (con direccin de Esa-Pekka Salonen) y On The Transmigration of
Souls (por la Filarmnica de Nueva York dirigida por Lorin Maazel) ofrecen una
visin inmejorable de su esttica. Los lbumes conducidos por Salonen con obras
de Magnus Lindberg y de Kahia Saariaho, ambos para Sony y con el extraordinario
cellista Anssi Karttunen como solista, renen alguna de la mejor msica compuesta
en los ltimos aos, as como el volumen de la Serie XX/XXI de DG dedicado a
(London).
Paul Hindemith: Cardillac (1926). Nimsgem, Schweizer, G. Albrecht (Wergo).
Igor Stravinsky: Oedipus Rex (1927). Rolfe-Johnson, Lipovsek, F. Welser-Mst
(EMI).
Sergei Prokofiev: El ngel de fuego (1927). Gorchakova, Leiferkus, V. Gergiev
(Philips).
Ernst Krenek: Johnny Spielt Auf (1927). St. Hill, Kruse, L. Zagrosek (London).
Kurt Weill: Ascenso y cada de Mahagonny (1930). Lenya, Sauerbaum, W.
Bruckner-Rggeberg (Sony).
Arnold Schnberg: Moses und Aaron (1932). Pittman-Jennings, C. Merritt, P.
Boulez (DG).
Alban Berg: Lulu (1934). Wise, Fassbaender, Hotter, J. Tate (EMI).
Dmitri Shostakovich: Lady Macbeth del distrito Mtsensk (1934). Ewing, Larin,
Langridge, M. Chung (DG).
George Gershwin: Porgy & Bess (1935). White, Haymon, S. Rattle. (EMI).
Benjamin Britten: Peter Grimes (1945). Langridge, Watson, Opie, R. Hickox
(Chandos).
Benjamin Britten: The Turn of the Screw (1954). Langridge, Lott, S. Bedford
(Collins).
Gian Carlo Menotti: El telfono (1947). Banks, Ricci, Vaglieri (Nuova Era).
Luigi Dallapiccola: Il Prigionero (1948). Hynninen, Bryn-Julson, E. P. Salonen
(Sony).
Luigi Nono: Intolleranza 1960 (1960). Rampy, Koszut, B. Kontarsky (traducida
al alemn). (Teldec).
Bernd-Alois Zimmermann: Die Soldaten (1964). Munkittrick, Shade, B.
Kontarsky (Teldec).
BIBLIOGRAFA
AGRADECIMIENTOS
Las personas que directa o indirectamente colaboraron con este libro son
muchas. Mi to y en ms de un sentido maestro, el cineasta Alberto Fischerman,
fallecido en 1995, sigue teniendo que ver con muchas de las ideas que aqu se
exponen, al igual que amigos como el compositor Teodoro Cromberg, Abel Gilbert,
msico y escritor que acompa este libro (y no solamente) a travs de todas sus
etapas, el poeta, traductor y ensayista Jorge Fondebrider y Martn Liut, tambin
signado por su doble condicin de msico y escritor, adems de queridos colegas
como Federico Monjeau, Pablo Gianera y Gustavo Fernndez Walker, que con sus
lecturas de borradores, prstamos de libros y partituras y en charlas innumerables,
aportaron elementos insustituibles. Mi reconocimiento, tambin, para Claudio
Uriarte, alguien con quien compartimos largas escuchas (de msicas largas, que
eran las que l prefera) y siempre enriquecedoras discusiones. Analista y escritor
brillante, adems de amante apasionado de la msica romntica aunque no solo
de ella falleci en 2007, de manera sorpresiva y absurda (aunque quiz todas las
muertes sean sorpresivas y absurdas), dejndonos ms solos.
Agradezco a los compositores Gerardo Gandini, Manolo Jurez, Francisco
Kropfl y Gabriel Valverde y a la coregrafa Diana Theocharidis, quienes realizaron
aportes fundamentales, y a Eduardo Dulitzky, que facilit generosamente
muchsimo material imprescindible para esta tarea. Tambin, por supuesto, a
Marcos Mayer, el editor de la primera versin de este libro, que contribuy con su
claridad. Y a Leonora Djament, de Eterna Cadencia, que confi en la conveniencia
de su actualizacin.
Notas
[1]
<<
[4]
[5]
Las escalas, en su uso actual, cuando una persona canta, por ejemplo, do,
re, mi, fa, sol, la, si, estn dadas por una relacin entre lugares y no entre nombres.
Lo que importa all es la relacin entre uno y otro sonido y no de qu sonidos se
trata. Es posible que la persona que cant esa escala no la haya empezado en do,
sin embargo conserv la relacin y por eso lo que cant son a una escala. Ese
transporte es el que realizan los cantantes cuando dicen que una cancin les queda
alta o baja para su voz. Parten de otro punto, pero mantienen las distancias entre
sonido y sonido. As, en la escala mayor, siempre habr un tono entre el primer y el
segundo grado (do y re en la escala de Do) y entre el segundo y el tercero (re y mi).
Entre este y el siguiente (mi y fa), en cambio, la distancia es menor, de un semitono.
En una escala antigua de Mi, por ejemplo, las cosas eran distintas. Las relaciones
no se transportaban, de manera que entre el primer y el segundo grado haba un
semitono y entre el tercero y el cuarto, un tono entero. Estos ordenamientos y
cualquier otro posible en el que las notas no se distribuyan de acuerdo con las
relaciones de la escala mayor producirn relaciones funcionales distintas de las
relaciones del sistema tonal habitual, conclusiones menos conclusivas y relaciones
de tensin menos direccionales. <<
[7]
Esta msica popular para ser escuchada o msica artstica de tradicin popular
ser desarrollada especficamente como tema del captulo 12. <<
[19]
Se llama diatnica a la meloda que utiliza solo los sonidos de una escala
mayor o menor, o sea, la que podra tocarse sobre las teclas blancas de un piano.
Cuando incluye los semitonos intermedios a estas notas, la meloda se denomina
cromtica. <<
[24]
[25]
Esta teora, originada en los experimentos fsicos con los fluidos y en las
primeras hiptesis de mdica clnica, relacionadas con las sangras como manera
de limpiar los fluidos de los malos humores, atribua a cada intervalo meldico,
cada modo armnico, cada disposicin acrdica, cada ritmo, cada timbre y cada
manera de conducir la meloda, una relacin directa con determinado afecto
clera, piedad, alegra, furia, etc.; como ejemplo puede observarse, en las
primeras peras de Monteverdi o en cualquier madrigal de la poca, cmo el
carcter musical puede cambiar de manera absoluta de una palabra a otra de la
cancin. Si el texto deca amor y muerte, la primera de las palabras apareca con
una meloda casi siempre ascendente y sumamente ornamentada, mientras que la
segunda llevaba un ritmo mucho ms lento, con notas largas y descendentes, casi
siempre en movimiento cromtico (por semitono). <<
[28]
[30]
original, usando los sonidos impares primero y los pares luego o viceversa,
saltando primero una nota, luego dos y despus tres o, como en la segunda y
tercera serie de Structures, conformadas la primera con los sonidos 2, 8, 4, 5, 6, 11, 1,
9, 12, 3, 7 y 10 de la serie original y, la segunda, con los sonidos 3, 4, 1, 2, 8, 9, 10, 5,
6, 7, 12 y 11. <<
[35]
Citado por Reginald Smith Brindle en The New Music. The Avant Garde
since 1945, Buenos Aires, Ricordi, 1996. Traduccin al espaol de Alicia Artal. <<
[36]
<<