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Demos Gracias A Dios - Padre Federico Guillermo Faber

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DEMOS GRACIAS A DIOS

LA ACCIN DE GRACIAS
por el P. Faber

CON LICENCIA ECLESISTICA


El P. Federico Guillermo Fber (1814- 1863), dice el P. Antonio
Royo Marn que, es considerado como el prncipe de los autores
espirituales ingleses. Se inspira en las escuelas italiana y francesa,
aunque con muchas aportaciones personales. Sus obras han sido de las
ms ledas y apreciadas en todos los idiomas a que se han traducido.
Fundado en el dogma que conoce bien, y en su larga experiencia de
director de almas, trata de llevar a sus lectores al conocimiento ntimo
de los misterios de Cristo para hacrselos vivir intensamente... Su
obra principal y ms leda se titula: Todo por Jess, pero por ser
demasiado extensa, hemos entresacado de ella los captulos principales
y con ellos hemos hecho dos libros: este titulado Demos Gracias a
Dios, y otro que se titula Los Intereses de Jess.
Accin de gracias

Olvido de la accin de, gracias. -Espritu de la Eucarista. -Faltas


de las personas piadosas. -Los tibios, ordinariamente pagados de s
mismos. -Paternal providencia de Dios. -El espritu de accin de
gracias, caracterstico de los Santos. -Devocin al Verbo eterno. Prcticas. -Tradicin juda de Filn. -Varios objetos de accin de
gracias. -1. Beneficios comunes. -2. Beneficios personales. -3.
Aflicciones. -4.a Beneficios insignificantes. -5. Beneficios varios. -6.a
Criaturas irracionales. -7. Beneficios de nuestros enemigos.
Apostolado, de la Oracin. -8.Angeles y Santos. -9.
Sobrenaturalismo de la Iglesia y don de la fe. -Santa Juana Francisca
de Chantal. -10. La Santa Misa. -Materiales para la accin de gracias
despus de la Misa y Comunin. -Nuestra correspondencia hasta el
presente a los beneficios divinos. -Frutos espirituales de la accin de
gracias. -Aplicacin de la accin de gracias a los tres instintos de los
Santos.
SECCIN 1

Olvido de la accin de gracias.


Todo cuanto llevamos dicho en las pginas anteriores se reduce
evidentemente a esto; es a saber: que como el Evangelio no sea ms
que una ley de puro amor, no debemos contentamos simplemente con
salvar nuestra alma; o mejor dicho, que arriesgamos nuestra propia

salvacin si no tratamos de hacer algo, bien con obras, o ya con


oraciones, a favor del alma de nuestros hermanos.
Adems, siendo el Evangelio una ley de amor, preciso es que
nuestra religin sea asimismo en lo posible un servicio de amor; y, en
su consecuencia, que corremos un grave peligro de condenarnos si
miramos la vida presente slo como una oportunidad de alcanzar el
Cielo por los medios ms fciles posibles y con la mera observancia de
los preceptos rigurosamente necesarios, poniendo a un lado, cual
asuntos que no nos conciernen; la gloria de Dios, intereses de Jess y
salvacin de las almas.
Parceme que no he sido demasiado exigente con vosotros; yo no
os he propuesto, bien lo sabis, austeridad alguna corporal, ni un
extrao alejamiento del mundo en que vivs; tampoco os he ordenado
que aspiris a la cumbre de la contemplacin, al amor del sufrimiento,
o a que vayis en pos de algn penoso recogimiento interior a una
singular y difcil presencia sensible de Dios nuestro Seor.
Me he contentado con poner delante de vuestros ojos aquellas
prcticas y consejos de los Santos con cuyo auxilio podis dulcemente
ocuparos un poco ms de Dios con alguna mayor facilidad y no menor
amor. Ni siquiera he llegado a deciros: Haced esto a lo menos; es
necesario que no omitis aquello; -todo lo he dejado a vuestra eleccin
y a vuestro amor.
Mi nico objeto no es otro que persuadir a alguno de mis hermanos;
uno solo que fuese me dara entonces por muy satisfecho que ame un
poquito ms a Dios por ser quien es. El orden de mi plan me lleva
naturalmente, y como por la mano, a ocuparme ahora en la accin de
gracias.

Ya hemos visto cmo Nuestro Seor dulcsimo; en su amor


inefable, nos hace primeramente donacin de todos sus tesoros, para
que nuestra intercesin, unida al ofrecimiento de semejantes riquezas,
sea ms eficaz y provechosa; y en segundo lugar, cmo, adems de tan
incomparable fineza de su abrasada caridad, nos permite que
engrandezcamos nuestras ms triviales acciones, unindolas a sus
divinos merecimientos y santas intenciones.
Pero aquellos ricos tesoros, no menos que el privilegio inestimable
del engrandecimiento de nuestras ms pequeas acciones, no son
aplicables nicamente a la oracin de intercesin, sino que sirven
tambin para la accin de gracias, y las alabanzas y deseos; en el presente captulo me ocupar en la accin de gracias, y las alabanzas y
deseos sern objeto exclusivo del inmediato.
No hay cosa que se halle ms en abierta oposicin con la religin
prctica de la mayor parte de los hombres que el deber de la accin de
gracias; as es que no es fcil llegar a encarecer debidamente el extrao
olvido del agradecimiento.
Poco es, en efecto, y bien escaso el tiempo que hoy se consagra a la
prctica de la oracin; pero todava es menor el que se dedica a la
accin de gracias; por cada milln de Padrenuestros y Avemarias que
elevan los hombres de la tierra al Cielo, ya para preservarse de algn
mal, o bien para conseguir cualquier beneficio, cuntos creis que
dirigen al trono del Altsimo en accin de gracias por los males
evitados o beneficios recibidos?
Y no es difcil hallar la razn de conducta tan extraa. En efecto:
nuestro propio inters nos lleva, naturalmente, a la oracin, y slo el
amor nos conduce a la accin de gracias; quien solamente desea

librarse de las penas del infierno sabe a ciencia cierta que tiene que rogar; pero semejante sujeto vese privado de un estmulo parecido que le
impulsa fuertemente a la prctica de la accin de gracias.
Y no se vaya a creer que esto es de ahora: nunca oracin sali ms
de corazn que aquella fervorosa splica y exclamacin piadosa de los
diez leprosos del Evangelio luego que vieron a Jess entrando en una
aldea: el deseo mismo de ser odos les hizo atentos y corteses;
parronse de lejos por miedo de disgustarle si se le acercaban con
enfermedad tan asquerosa como la suya; proceder que nos descubre
muy a las claras que no conocan a nuestro Seor amoroso, ni saban
asimismo que haba llegado su humillacin hasta el punto de ser
contado por un leproso entre los hijos de los hombres.
Alzaron su voz, diciendo: Jess, Maestro, ten misericordia de
nosotros! Luego que se obr el milagro, nueve, llenos de un gozo
egosta, continuaron su camino para mostrarse al sacerdote; pero uno,
uno solamente!, y ste un infeliz y proscrito samaritano!, apenas vio
que haba quedado limpio, volvise glorificando a Dios a grandes
voces y se postr en tierra a los pies de Jess, dndole gracias por la
merced que le haba otorgado!
Hasta el Sagrado Corazn de Jess qued entonces como atnito y
asombrado, y le dijo: Por ventura no fueron diez los limpios? Dnde, pues, estn los nueves? Ay, no hubo quien volviese a dar las
gracias a Dios sino este extranjero! Cuntas veces no hemos nosotros
causado la misma desagradable sorpresa al Sacratsimo Corazn de
Jess!
Cuando el olvid de un deber llega hasta el punto de espantarnos,
cul nos sucede indudablemente con el olvido de la accin de gracias,

natural es que se desee saber cunta es la obligacin que pesa sobre


nosotros acerca del asunto; y para ello, ningn medio existe ms a
propsito que la autoridad de las Escrituras.
Dice San Pablo, escribiendo a los de Efeso, que debemos ocuparnos
en dar siempre gracias por todas las cosas al Padre y Dios, en el
nombre de nuestro Seor Jesucristo (1); que abundemos en toda
sencillez, la cual hace que demos gracias a Dios.
Amonesta igualmente a los Filipenses a no ser solcitos de cosa
alguna, sino con toda oracin y ruegos, con hacimiento de gracias,
sean manifiestas sus peticiones delante de Dios; y a los de Colosa les
escribe el mismo Apstol, que as como recibieron al Seor Jesucristo,
procuren andar en El, arraigados y sobreedificados en su Persona,
confirmados en la fe, segn la aprendieron, creciendo y abundando en
El mismo con accin de gracias (4); y aade en otro pasaje de la carta,
que perseveren en oracin, velando en ella con hacimiento de gracias.
Dcese, prosigue San Pablo, hablando a Timoteo, que Dios nuestro
, Seor cri las viandas para que fuesen recibidas con acciones de
gracias por los fieles y aquellos que conocieron la verdad; porque es
buena toda criatura de Dios, y no es de desechar nada de cuanto se
recibe con accin de gracias.
El desagradecimiento, concluye el Apstol, era lo que
caracterizaba a los gentiles, pues conociendo a Dios no le glorificaron
como a tal, ni le dieron gracias .
Qu es nuestra vida en la tierra ms que una preparacin para la
vida real del Cielo? Y en cul otra ocupacin emplearemos all
nuestra vida sino en alabanzas y acciones de gracias.? Qu lenguaje es
el de los ngeles, ancianos y criaturas vivientes del Apocalipsis ms

que bendicin, y gloria, y sabidura, y accin d gracias, honra, y


virtud; y fortaleza a nuestro Dios por los siglos de los siglos, Amn ?
Cierto es que estamos incesantemente invocando a la Santsima
Virgen, a los ngeles y Santos de la Corte celestial; que sabemos y
tenemos seguridad que se ocupan all sin descanso en rogar por
nosotros; pero con todo, me faltan a m acaso razones para sostener
que al representamos el Cielo en nuestra mente, las ms de las veces
nos le imaginamos como mansin de alabanzas y acciones de gracias, y
no como lugar de oracin?
Ms an: algunos siervos de Dios, teniendo la muerte ante los ojos,
luego que la vida del Cielo comienza sobre ellos a proyectar rayos de
vivsima luz, como si ya estuviesen oyendo los cantares anglicos y
gozando, embelesados, de su dulce meloda, gastan en acciones de
gracias aquellas horas espantosas que, ms que todas las de la vida,
exigen humildes peticiones, oraciones de compuncin y de lgrimas.
As es que, cuando San Pablo de la Cruz cay gravemente enfermo,
pasaba los das ocupado en alabanzas y acciones de gracias, repitiendo
a menudo, con singular devocin, aquellas palabras del Gloria: Os
damos gracias por vuestra grande gloria; palabras que haban sido
siempre su jaculatoria favorita, y exhortaba con frecuencia a sus
religiosos a usarla todas las veces que tuviesen entre manos algn
negocio particular, diciendo con encendido fervor de su corazn: A la
mayor gloria de Dios.
Otras veces, postrndose el siervo de Dios en espritu del trono de
la Beatsima Trinidad, exclamaba inflamado en la llama del divino
amor: Santo, santo!, o Bendicin y claridad!, etc., alabanza que sola
llamar la cancin del paraso.

Ahora bien: la Iglesia militante es un reflejo de la Iglesia triunfante;


el culto de la una es el eco e irradiacin del culto de la otra; y como la
vida del Cielo es una vida de alabanzas y accin de gracias, as en su
medida debe ser la medida de la tierra.
EL centro de todas nuestras adoraciones es la Eucarista, esto es,
segn expresa la palabra, el sacrificio de accin de gracias; todo toma
su tono de la Eucarista; todo en la Iglesia de Dios recibe su irradiacin
del Santsimo Sacramento, y el espritu de la Eucarista debe hallarse
por doquiera.
As es que hasta los judos crean, segn testimonio de Wetstein,
apoyado en el Talmud, que llegara un da en que cesare toda oracin,
excepto la oracin de accin de gracias. Pero volvamos a nuestro
asunto, el cual no es otro ms que la accin de gracias considerada
como parte de nuestro servicio de amor.
Supongamos, pues, que la verdadera idea del culto fuese aquella
que envuelve la prctica comn de la mayor parte de los hombres, es
decir, una simple oracin al Omnipotente. Qu relaciones seran
entonces las nuestras para con nuestro Dios y Seor? El es nuestro Rey,
nuestro Superior, el Guardin de nuestros tesoros y la riqueza misma
por esencia; acudimos ante su divino acatamiento para pedirle algn
favor, y es para nosotros lo que un rico para un mendigo; el propio
inters, he aqu cul sera entonces el objeto principal de todas nuestras
adoraciones. O bien tememos su divina justicia, y deseamos vemos
libres del castigo que merecemos y que se nos perdonen nuestras
culpas; es compasivo, y oir nuestras plegarias como seamos
importunos.

Si, pues, todo nuestro culto consistiese solamente en la oracin,


claro est que no podramos en tal caso elevamos a otras consideraciones ms levantadas. Pero no se vaya por eso a creer que ya
excluya, la oracin del culto catlico; no desconozco que es uno de sus
constitutivos esenciales, y, en su consecuencia, enteramente necesaria
para nuestro adelantamiento en la vida espiritual, porque la oracin nos
ensea a depender de Dios, y la oracin despachada, a poner en El toda
nuestro confianza.
Mas no se contenta la infinita Bondad con esto solamente: quiere
que pasemos ms adelante todava, pues que tenemos que vivir en
compaa suya por toda la eternidad; y Dios ha de ser nuestro gozo
perdurable, y la verdadera felicidad del hombre consiste en conocerle y
amarle, y el amor divino es la dulce y sempiterna alabanza que se rinde
al Altsimo por los siglos de los siglos.
As como el espritu de oblacin, esto es, la facultad de ofrecer al
Seor presentes, nos pone en relaciones ms afectuosas y familiares
hacia su divina Persona, as igualmente sucede con el espritu de accin
de gracias. Mostrarnos agradecidos a un bienhechor nicamente con el
fin de conseguir de l mayores beneficios, semejante agradecimiento
no es un acto de accin de gracias, sino una forma halagea de
oracin, una peticin disfrazada.
Menester es, pues, que demos rendidas acciones de gracias a Dios
nuestro Seor porque le amamos, porque el amor que tiene la
dignacin de profesamos hiere, y eleva, y embelesa, y domina, y
arrebata nuestro nimo, igualmente que nuestro corazn.
En efecto: tan cierto es que la accin de gracias es asunto de amor,
que all en el Cielo el agradecimiento al Dios omnipotente ser nuestra

eterna ocupacin, luego que nos haya dado la corona de la Visin


Beatfica, cuando nos haya otorgado todo lo que seamos capaces de
contener y no pueda ya quedarnos cosa alguna por recibir.
La accin de gracias es, pues, la verdadera esencia del culto
catlico; y as como la prctica de tan piadoso ejercicio acrecienta
nuestro amor, as su olvido nos descubre claramente el poco amor que
atesora nuestro corazn.
Si tenemos fundado motivo para apiadarnos de Dios, permtasenos
este lenguaje atrevido de San Alfonso de Ligorio, por los ultrajes
conque los hombres ofenden a su Majestad soberana, con ms sobrada
razn deberemos compadecerle viendo la ruindad y miseria de las
acciones de gracias que se atreven a ofrecerle en agradecimiento a sus
singulares mercedes y ddivas graciosas.
Aun entre nosotros no hay cosa tan odiosa como la ingratitud; y la
ingratitud es, sin embargo, el alimento diario que osamos ofrecer al
mismo Dios omnipotente. No existen palabras que puedan encarecer
las infinitas larguezas con que el Seor se ha servido colmar a sus
criaturas; son inagotables los riqusimos mineros de incomparable
misericordia que encierran los ttulos que tanto le enaltecen, a saber: de
Creador, Rey, Redentor, Padre y Pastor; gusta sobremanera que sus
hijos, los hombres, se muestren agradecidos a las singulares mercedes
que tiene la dignacin de otorgarles porque todo cuanto exige de
nosotros es amor, y semejante deseo de parte suya es en s mismo un
acto de infinita caridad hacia sus criaturas; fue, ltimamente, voluntad
de Dios hacer depender su gloria divina de nuestro agradecimiento; y
llegar a tal punto nuestra perfidia que nos atrevamos a negrsela con
la ms negra ingratitud!

Pero lo peor de todo es que semejante ultraje no se lo hacen


aquellos que son enemigos suyos, y en cuya conversin puede su
infinita misericordia ganar ricos tesoros de gloria entre los hijos de los
hombres; le recibe de su propio pueblo predilecto, de aquellos que
frecuentan los Sacramentos y hacen profesin de piedad; de aquellos,
en fin, a quienes est l diariamente enriqueciendo y colmando con
singulares dones y especiales larguezas del Espritu Santo.
No pocos de nosotros llegamos a horrorizarnos a la vista del pecado
y sacrilegio; aflgennos y angustian nuestro corazn los das del
Carnaval; los escndalos punzan vivamente nuestra alma, y la hereja
causa en nuestro espritu un verdadero sufrimiento, un escozor
desagradable, bastante parecido al que produce el humo en los ojos.
Todo esto es muy bueno y soberanamente loable; pero con nuestro
culpable olvido de la accin de gracias continuamos rehusando a Dios
la gloria que le es debida; a muy poca costa podramos glorificar a
nuestro Padre Celestial, y difcilmente llega, no obstante, a ocurrimos
semejante pensamiento, y nos atreveremos todava a sostener que le
amamos real y verdaderamente?
Lo nico que nosotros debemos hacer -cuntas veces habr que
repetir lo mismo?- es amar a Dios y promover su mayor gloria.
Lbrenos el Seor de que lleguemos a imaginar que tenemos alguna
otra cosa ms en que emplearnos! Corramos, pues, el mundo; demos
vueltas por toda la redondez del globo buscando estas olvidadas perlas
de la corona de gloria de nuestro Padre Celestial, y ofrezcmoselas en
rendida adoracin.
Cmo tenemos valor para desear ocuparnos en cualquier otro
asunto menos en el importantsimo negoci de la gloria de Dios?

Siervos suyos ha habido que llegaron hasta desear no morir nunca, para
que, viviendo siempre en la tierra, glorificasen a Dios con mayores
sufrimientos.
Claro est que no es fcil abriguemos nosotros semejantes deseos;
mas pueden aprovechamos grandemente, porque nos descubren el poco
amor que profesamos a tan carioso Padre, y parceme que semejante
manifestacin es ya una gran cosa.
Concbese fcilmente que se engaen los hombres, llegando a
persuadirse que aman a Dios cuado ni siquiera mantienen viva una
sola centella de ese fuego celestial; o bien que abriguen deseos de
amarle y no sepan cmo hacerlo; pero es posible que uno conozca lo
poco que ama a Dios, y la facilidad que tiene para amarle ms cada da,
y con todo no desee hacerlo as? Jess muri para impedir semejante
posibilidad; y habr muerto en vano?
Perdneseme si vuelvo a repetir que no encuentro cosa alguna
reprensible en el olvido de la accin de gracias por parte de los pecadores que viven separados de la gracia de Dios y alejados de los
Sacramentos; porque semejantes sujetos tienen que ocuparse en otros
negocios, es a saber: en hacer penitencia, reconciliarse con su Dios y
Seor y lavar de nuevo sus almas en la preciosa Sangre de Jesucristo.
El olvido de la accin de gracias es una ingratitud que Nuestro
Seor dulcsimo ha de echar en cara solamente a aquellos hijos suyos a
quienes ha perdonado sus culpas; a aquellos que viven en su amistad y
estn gozando pacficamente de todos sus privilegios y divinas
mercedes; y he aqu una ingratitud que merece ser notada con especial
cuidado, y sobre la cual es menester que fijemos toda nuestra atencin.

Efectivamente: tengo para m que las faltas de las personas piadosas


-no hablo de aquellos ligeros deslices y flaquezas propios de la msera
condicin humana, sino de las faltas de tibieza y frialdad- encierra una
especial odiosidad que les es propia, y acaso sea sta la razn por que
emplea Dios en el Apocalipsis un lenguaje tan inusitado y lleno de
viveza y energa contra la flojedad y tibieza.
Cuando los ngeles preguntaron al Seor, despus de la Ascensin
gloriosa a los Cielos, qu heridas eran aquellas que llevaba en sus
manos, oh cun significativa es la contestacin que Nuestro Seor
adorable tuvo la dignacin de darles! Son, les dijo, las heridas que he
recibido en la casa de mis amigos.
Parceme no estara de ms que se escribiese un tratado cuyo ttulo
fuese el siguiente: Pecados de las personas piadosas; porque son
dichas culpas muy numerosas y variadas, y contienen una particular
malicia y odiosidad, siendo la ingratitud uno de sus principales
caracteres; tenedlo bien presente, siquiera mientras nos ocupamos en la
accin de gracias.
He aqu, pues, un asunto que slo interesa a los buenos catlicos,
esto es, a los hombres y mujeres que oran, que frecuentan los Sacramentos y forman la porcin escogida y devota de nuestras
congregaciones; y cualquiera reconvencin sobre el particular se dirige
nicamente contra dichos sujetos.
Y no es, por cierto, pequea consolacin que pueda uno expresarse
con semejante franqueza; porque las gentes tibias estn por lo comn
tan pagadas de s mismas, que, como digo, es un verdadero consuelo
poder llamarlas aparte, hablndolas all al odo de la manera siguiente:

Al presente nada tenemos que ver con los pecadores; no podis


hacerles responsables de cosa alguna; vosotros sois los nicos
culpables, y la reprobacin, exclusivamente vuestra; trtase aqu de una
obligacin que si no la practicis por amor de Dios, sois unos
miserables y unos malvados; malvados, s, bien lo sabis que ste es el
trmino propio, el epteto conocido que se da a los ingratos; y con todas
vuestras oraciones y sacramentos no cumpls, sin embargo, odlo
bien!, con el sagrado deber del agradecimiento a los beneficios divinos.
Dura es ciertamente, ya lo veo, la consecuencia que de aqu tenis
que inferir; mas por qu no nos resolvemos, as yo como vosotros, a
recitar un humilde Confteor, rogando a Dios que nos otorgue un
pequeo aumento de gracia, para de esta suerte proporcionar a tan carioso Padre el singular contentamiento de ver cun diferente es
nuestra conducta en lo venidero? No sin razn dbenos repetir con frecuencia: De las faltas particulares de las personas piadosas, lbranos,
Seor.
Existen Sacramentos, es verdad para borrar el pecado; mas para la
tibieza no hay absolutamente ninguno. Qu digo ninguno! Si es peor
todava! Pues quin que haya tenido a su cargo la direccin de las
almas no sabe cunto endurece la Comunin frecuente a los corazones
tibios? Por ventura habis vosotros conocido diez personas
contagiadas de la tibieza que fuesen todas curadas de semejante
enfermedad? Y las nueve, a qu debieron su curacin ms que a la
vergenza que causaron en su nimo las cadas en culpas mortales?
Juego es, ay!, ciertamente bien desesperado, el aguardar que las
crceles del infierno hagan las veces de las medicinas del Cielo, arriesgando en semejante experimento nada menos que la eternidad!

La Biblia es una revelacin de amor, mas no la nica; para cada uno


de nosotros existe adems una revelacin particular y personal del
divino amor, la cual consiste en la consideracin de aquella
providencia paternal con que Dios ha tenido la dignacin de velar por
nosotros durante todo el curso de nuestra vida mortal.
Porque quin es capaz de contemplar la larga cadena de gracias de
que se va componiendo su vida desde la hora en que recibi el
bautismo hasta el presente, sin un sentimiento de sorpresa a la vista del
infatigable esmero y cuidadosa solicitud que el amor de Dios ha
desplegado hacia su persona?
La manera como se han dispuesto las cosas para su dicha y mayor
felicidad; la desaparicin de obstculos, mientras a ellos se acercaba, y
puntualmente cuando le parecan insuperables; las tentaciones trocadas
en mercedes, y aquello mismo que a primera vista crea un castigo,
enteramente cambiado en prueba muy regalada del divino amor; toda
tribulacin ha sido para l un singular beneficio del Cielo; los
conocimientos casuales tuvieron su significacin e hicieron su oficio a
las mil maravillas; cualquiera dira que el mismo amor, con toda su
previsin, no hubiera podido tejer diferentemente la tela de su vida;
aun cuando los hilos hubiesen sido puro amor, y nada ms que amor, al
pronto ni siquiera tena conciencia de semejantes portentos, ni saba
que Dios s hallaba tan cerca de su persona, porque no hay cosa de
menos ostentacin que el amor paternal.
Cuando Jacob form su cabecera de duras piedras, y se ech a
dormir, aunque tuvo la visin de la escala, nada vi de extraordinario
en aquel sitio; despert del sueo y exclam: Verdaderamente, el Seor
se encuentra en este lugar, y yo no lo saba.

Deseando Moiss ver a Dios, colcole el Seor en un agujero de la


pea, le ampar con su diestra mientras pasaba su gloria inefable, y le
dijo: Quitar luego mi mano, y vers mis espaldas, pero no podrs ver
mi rostro.
Tal es siempre la conducta de Dios: mustrase con nosotros tierno,
y amoroso, y benigno, y compasivo; arde nuestro corazn dentro del
pecho, como arda el de aquellos dos discpulos que iban hablando con
Jess por el camino de Emaus; pero hasta despus de haberse alejado
de nuestra vista no sabemos con entera certidumbre que fuese el mismo
Dios, Seor nuestro.
As es que slo por la meditacin podemos llegar conocer a Dios;
es menester que, a semejanza de la Santsima Virgen Mara,
ponderemos las cosas que se van sucediendo; que, cual otro Isaas,
rumiemos y pensemos detenidamente las maravillas del Seor; que a
ejemplo, en fin, de Jacob y David, guardemos en la memoria las
divinas misericordias; que las pesemos y contemos, y hagamos de ellas
una grande estimacin.
Incesantemente estaba el primero ocupado en recordar su vida
aventurera; Dios era para aquel Patriarca el Dios de Bethel, el Dios de
Abrahn, el Dios de Isaac. Cul fu tambin la reprensin de David a
su pueblo, sino que haba olvidado al Dios que hizo cosas grandes en
Egipto, obras maravillosas en la tierra de Canan. y terribles y
espantosos portentos en el mar Rojo?
Los beneficios que conocemos son ms que suficientes para
encendernos en la llama del divino amor, y eso que nunca llegaremos a
conocer la mitad de ellos hasta el da del juici; porque, quines
somos nosotros para que Dios haya tenido la dignacin de legislar en

favor nuestro, y hecho al mismo tiempo todos los esfuerzos posibles


para complacemos? No tena ningn otro mundo que gobernar? No
existan otras criaturas ms sabias, y ms santas, y ms bellas que
nosotros?
Sin embargo, lo que a nosotros ms nos preocupa es la
predestinacin y el castigo eterno del infierno, devanndonos los sesos
discurriendo sobre aquello que no podemos alterar ni aun comprender.
Parceme que semejante conducta es la cosa ms irracional del
mundo; porque si bien poseemos bastantes nociones acerca de la Divinidad, pocas, o acaso ninguna, tenemos fuera de aquellas que el
mismo Seor ha tenido la dignacin de revelamos; as es que, cuando
argimos contra Dios, apyanse nuestros razonamientos no sobre
aquello que vemos, sino sobre lo que el Seor en su infinita bondad se
ha servido ensearnos de s mismo.
Ahora bien: es preciso observar aqu, y por lo comn pasa
enteramente desapercibido que el objeto principal de las enseanzas de
Dios es su misericordia infinita e inefable condescendencia.
La severidad divina es el lado obscuro de la Majestad soberana y
tremenda del Altsimo, no slo a causa del espanto que infunde en el
nimo, sino tambin por habernos dado el Eterno acerca de ella
nociones muy escasas.
Pero tratndose del amor ha sido copioso, explcito, minucioso;
explica, repite, razona, arguye, persuade, se queja, invita, halaga, ensalza; de su inexorable indignacin solamente una que otra vez deja
caer alguna expresin de sus divinos labios; asstanos con la revelacin de sus terribles juicios, mas como espanta nicamente movido del

amor hacia sus hijos los hombres, afnase luego por explicarla, y
suavizarla, y armonizarla.
Pero no es esto slo: las expresiones ms espantosas sobre la alteza
de sus juicios son desahogos ms bien que revelaciones salidas de su
boca divina; explosiones del asombro que embargaba el nimo de sus
criaturas, de Job, por ejemplo; de Isaas, de Pedro y de Pablo.
Y aun cuando as no fuese, la terribilidad de semejantes frases es en
s misma una nueva prueba de su amor; porque podemos acaso
nosotros adivinar lo que su sabidura y misericordia infinitas quieren
darnos a entender con semejante manera de conducirse?
As como no vemos sino un slo lado de la luna, as tampoco nos es
concedido ver ms que un lado de Dios; cmo conocer, pues, aquello
que no vemos? Quin es capaz, en efecto, de contar las varias
manifestaciones de la infinita bondad de Dios, los ingeniosos artificios
de su misericordia y las maravillas de su compasin hacia los hombres,
criaturas suyas? Esfurzase por llamar nuestra atencin acerca de
semejantes finezas de su amor, pero nosotros de todo nos cuidamos
menos de esto; afanmonos por aquello mismo que El quisiera que
apenas pensramos, y desdeamos ponderar todas aquellas inefables
muestras de cario paternal que se digna darnos, y que son personales
entre l y nosotros, toques reales y sensibles de su abrasada caridad.
Mientras el Seor se est dando trazas por ordenar y enderezar las
cosas para ganar nuestro amor, nosotros, con descaro inconcebible,
trabajamos por contrariar y poner estorbos a su ternura y excesiva
longanimidad y paciencia.
Considerad por un momento la incomparable grandeza de ser
dichosos por Dios; poneos en la balanza y pesaos con El, y entonces

veris qu cosa es ocupar su divino entendimiento, llamar su atencin,


probar su paciencia y provocar su amor.
El mismo pensar en Dios es un blando lecho donde podemos
acostarnos y descansar- tranquilamente cuando ms nos agrade; el recuerdo de su Majestad soberana causa en nuestro nimo un gozo mayor
que la visin de un ngel, y es ms vistoso y regalado que el rostro
bellsimo de Mara, que tan embelesador y hechicero le har aquella su
dulce y agraciada sonrisa al saludar, gozosa, en la gloria a nuestras
almas justificadas y ricamente engalanadas con el precioso ropaje de la
santificacin y los brillantes aderezos de todas las virtudes.
Que sea un Dios tan rico en perfecciones y misericordia es ms,
incomparablemente ms, que un simple reposo y descanso apacible; es
un gozo y dicha inefable que se haya servido amarnos con eterno amor,
y que sea nuestro Padre muy carioso es un gozo sobre todo gozo, y el
mismo Cielo incoado en la tierra.
No ser, pues, una maravilla del mundo que se tributen al Altsimo
tan escasas acciones de gracias; un prodigio ms grande que el raro
ejercicio de la oracin, y un portento, ltimamente, casi tan asombroso
como el por- tent incomparable de que Dios tenga la dignacin de
amarnos con tan encendido amor de su corazn?
SECCIN 2
El espritu de los Santos es un espritu de accin de gracias.
El espritu, caracterstico de los Santos ha sido en todas las pocas
un espritu de accin de gracias; la accin de gracias fue siempre su

oracin favorita, y cuando la humana ingratitud angustiaba su amor


divino, convidaban entonces a los animales y criaturas inanimadas a
bendecir a la infinita bondad de su Hacedor y Padre misericordioso y
compasivo.
Traslademos aqu un bellsimo pasaje de San Lorenzo Justiniano en
su Tratado de la obediencia: Quienquiera que -son palabras del
Santo- intentare enumerar todos los beneficios divinos, se asemejara a
aquel que tratase de encerrar en un pequeo vaso el inmenso pilago de
aguas del vasto Ocano; y todava sera ms fcil esta operacin que la
de publicar con la humana elocuencia las innumerables larguezas
divinas.
Pero si bien semejantes mercedes son inexplicables, no menos por
su muchedumbre y grandeza, qu por su incomprensibilidad, no deben,
sin embargo, pasarse en silencio, abandonndolas a un olvido
completo; porque aunque nos sea imposible apreciarlas debidamente,
preciso es, con todo, que sean confesadas con la boca, reverenciadas
con el corazn y honradas con cristiana religiosidad, segn es dado a
nuestra msera flaqueza humana.
La lengua, ciertamente, es incapaz de explicarlas, cero fcil cosa es
encarecerlas con los tiernos y piadosos afectos de nuestro corazn; y la
misericordia infinita de nuestro eterno Creador y Seor se dignar
aceptar benigna no slo lo que podemos practicar, mas tambin aquello
mismo que deseamos poner por obra, pues que cuenta como mritos
del justo, as las obras buenas que ejecuta, como el deseo de su
voluntad.
Cuntase que el Eterno Padre revel a Santa Catalina de Sena que
el hacimiento de gracias hace al alma deleitarse incesantemente en su

soberana Majestad, que libra a los hombres de toda negligencia y


tibieza en el servicio divino, e inspira en su nimo vivsimos deseos de
complacerle ms y ms cada da en todas las cosas.
El aumento de la accin de gracias es la razn que el Seor da a
Santa Brgida para la institucin del sacrificio augusto de la Misa:
Diariamente; le dice, se est inmolando mi Cuerpo sobre el ara del
altar, para que el hombre se encienda en la llama del divino amor y
recuerde con ms frecuencia mis beneficios.
Dichoso aquel, exclama San Bernardo, que a cada gracia que
recibe se vuelve con el pensamiento a Aquel en quien se halla la
plenitud de todas las gracias; porque si correspondemos agradecidos a
los favores que nos ha otorgado, alcanzaremos ulteriores mercedes de
sus divinas manos.
Y en otro lugar aade el mismo Santo Doctor: Hablad a Dios con
hacimiento de gracias, y veris cmo consegus abundantes beneficios
de su infinita liberalidad.
Oigamos a este propsito a San Lorenzo Justiniano: Como observe
el Seor que correspondis agradecidos a sus divinas larguezas, os
colmar entonces de singulares dones, a cuales ms ricos y regalados.
ltimamente, le fue revelado a Santa Mara Magdalena de Pazzi que la
accin de gracias dispona el alma a recibir las infinitas larguezas del
Verbo Eterno.
Detente ahora, lector amado, y medita unos cuantos minutos sobre
el Verbo Eterno; recuerda que es la segunda persona de la Beatsima
Trinidad, el Hijo Unignito del Padre, el esplendor de su divina
Majestad, la Sabidura increada, la Persona misma que encam y muri
por nosotros, Aquel que envi al Espritu Santo, quien nos dio a Mara

y se da a s mismo en el Santsimo Sacramento; Aquel en cuya mente


se revuelven en este momento los innumerables lustros de todas las
criaturas posibles.
Pondera igualmente que sus infinitas larguezas carecen de lmites y
medida, que nos es imposible contar su nmero, secar su frescura,
penetrar su excelencia, abarcar su plenitud y dar inteligibles nombres
humanos a sus especies, invenciones, variedades, portentos y
singulares maravillas.
Oh si tuvisemos una muy especial devocin a la Persona del
Verbo Eterno! Si nos fuese dado leer todas las grandezas que la Iglesia
puede de l contarnos, y luego nos resolvisemos a meditar y hacer
actos de amor sobre aquello mismo que estamos leyendo!
Oh qu medio este tan eficaz para aumentar nuestra devocin
hacia la Sacratsima Humanidad del Hijo Unignito del Padre para
velar en su pesebre, y gemir sobre su Cruz, y adorarle en su
tabernculo, y ampararnos y guarecernos en el seno de su Sagrado
Corazn!
Pide, pues, a San Miguel, San Juan Evangelista y San Atanasio, que
te alcancen esta devocin, pues que sus ruegos tienen un especial
valimiento ante el acatamiento divino para procurarnos tan singular
beneficio, y vers cmo corres por los caminos de Dios luego que el
calor de dicha devocin haya convertido tu corazn en homo de fuego.
Ten igualmente presente que el mismo Seor nos ha dicho, por
boca de su sierva Santa Mara Magdalena de Pazzi, que la accin de
gracias prepara el alma a las divinas larguezas del Verbo Eterno.
Ya ves, pues, la necesidad en que ests de empezar desde hoy,
ahora mismo, un nuevo gnero de gracias ms digno del Rey de la ma-

jestad que aquellas poco frecuentes formalidades, simples cortesas y


meros respetos con que hasta aqu te has contentado para corresponder
agradecido a los inestimables favores y sealadas larguezas con que el
Seor se ha dignado colmarte a pesar de tu ruindad y bajeza.
Hazle, s, en este mismo momento semejante promesa, y en
seguida, ms encendido el corazn en la llama del divino amor,
prosigue leyendo.
Cuenta San Buenaventura, o mejor dicho, el autor de las
Meditaciones sobre la Vida de Cristo, que la Santsima Virgen daba
gracias a Dios sin intermisin; y a fin de que las salutaciones ordinarias
no la distrajesen en sus alabanzas al Altsimo, cuando alguno la saludaba, tena la costumbre de contestarle; Deo gradas; adoptando no pocos
Santos, a ejemplo suyo, la misma prctica piadosa.
El P. Diego Martnez, de la Compaa de Jess, llamado el
Apstol del Per por su celo por la salvacin de las almas e
infatigable laboriosidad en aquella provincia, sola diariamente decir
cuatrocientos y hasta seiscientos Deo gratias, llevando consigo cierta
especie de rosario para ser puntual en el nmero de veces que se haba
propuesto recitar semejantes palabras; y sin cesar estaba induciendo a
los dems a practicar la misma devocin, asegurando que ignoraba
hubiese ninguna breve jaculatoria ms acepta a los divinos ojos, siempre, por de contado, que se dijese con devota intencin.
Cuntase igualmente de este religioso, en el sumario de su proceso,
que los actos formales de amor de Dios que cada da practicaba
llegaban no raras veces a varios miles.
Refiere Lancisio, tomndolo de Filn, que exista entre los judos
una tradicin bastante original, la cual es como sigue: Luego que Dios

hubo creado el mundo, pregunt a los ngeles qu juicio haban


formado sobre esta obra de sus divinas manos, y uno de ellos se atrevi
a contestarle, diciendo: que como era tan grandiosa y perfecta, le
pareca que faltaba una cosa solamente, es a saber: una voz clara,
sonora y armoniosa que estuviese sin cesar llenando con su eco todos
los ngulos del mundo, para de esta suerte ofrecer da y noche a su
Hacedor continuas acciones de gracias por los beneficios e
incomparables mercedes con que la haba enriquecido.
Ignoraban aquellos espritus bienaventurados que haba de llegar
poca en la cual tena que llenar el Santsimo Sacramento la funcin
sublime de alabar, y glorificar al Creador del universo; y ved aqu la
razn por qu nuestra accin de gracias no deba ser un ejercicio de
devocin practicado de vez en cuando, pues la voz del amor que se
mantiene siempre vivo y lleno de frescura y lozana en el fondo de
nuestros corazones preciso es que se oiga sin cesar.
En varios de los pasajes de San Pablo arriba citados habla el
Apstol de los ruegos con accin de gracias como si no pudiese haber
oracin alguna de la cual no forme parte el hacimiento de gracias; cuyo
lenguaje es asimismo una confirmacin de lo que llevo dicho, esto es,
que el Espritu de la Eucarista se encuentra en todo acto de devocin
catlica.
Parceme -afirma San Gregorio Niseno- que si durante toda
nuestra vida estuvisemos conversando con Dios sin interrupcin ni
distraccin alguna, y no haciendo otra cosa ms que rendirle acciones
de gracias por sus inefables larguezas, tan lejos estaramos de corresponder agradecidos a nuestro celestial Bienhechor, como si nunca nos
hubiese ocurrido semejante pensamiento.

Efectivamente, el tiempo comprende tres partes: pasado, presente y


futuro. Si examinamos el presente, veremos que Dios es por quien
vivimos; si el futuro, l es el objeto de todas nuestras esperanzas, y si
consideramos, por fin, el pasado, veremos igualmente que jams hubiramos existido si Dios no nos hubiese creado. Beneficio suyo fue,
pues, el que nacisemos, y aun despus de nacidos, nuestra vida y hasta
nuestra misma muerte fueron, como asegura San Pablo, singulares
mercedes de sus liberales manos, y cualesquiera que sean nuestras
esperanzas futuras, estn asimismo pendientes de los beneficios
divinos.
Slo, pues, somos dueos del presente, y, en su consecuencia,
aunque nunca jams interrumpisemos las acciones de gracias durante
todo el curso de nuestra vida, difcilmente haramos todava lo bastante
para corresponder agradecidos al favor, que es siempre presente; pero
nuestra imaginacin no puede concebir ningn mtodo posible para
mostrar nuestro reconocimiento por el pasado, y el tiempo futuro.
Como por va de apndice a estas autoridades, parceme que no
ser inoportuno aadir que la Iglesia ha concedido indulgencias a
varias frmulas de acciones de gracias para aficionar ms y ms a sus
hijos a que glorifiquen a Dios con tan santas devociones.
Ya se nos ofrecer ocasin de recordar que no pocas de estas
prcticas son acciones de gracias a la Beatsima Trinidad por los
singulares dones y sealadas mercedes con que enriqueciera a la
Virgen Mana, Reina y Seora nuestra.
Nos servir, ciertamente, de poderoso auxiliar en nuestro
agradecimiento la clasificacin de los principales beneficios por los
cuales estamos obligados a rendir a Dios continuas acciones de gracias,

y yo aconsejara que en esta materia, como en muchas otras, siguisemos el orden y mtodo que propone el Padre Lancisio.
SECCIN 3
Varios objetos de accin de gracias.
1, Debemos dar gracias a Dios, en primer lugar, por los beneficios
comunes a todo el humano linaje; San Juan Crisstomo es muy enrgico acerca de este punto, y nuestro Seor lleg a llamar a la prctica
de accin de gracias por los beneficios comunes el collar de su
esposa, cuando, habindose dignado desposarse con Santa Gertrudis,
e instruyndola sobre los adornos espirituales con que deba vestir y
engalanar su alma, dijo:
La esposa tiene que llevar sobre su cuello las seales del
desposorio, esto es, la memoria de los favores que te he otorgado; la
soberana generosidad con que te creara, dndote cuerpo y alma; la
inefable largueza con que te he concedido salud y bienes temporales;
la abrasada caridad con que te he separado de los devaneos del mudo,
muriendo por ti y restituyndote, si as es voluntad tuya, tu antigua
herencia.
Cuenta Orlandini que el hacimiento de gracias por los beneficios
comunes fue una de las devociones caractersticas del P. Pedro Fabro,
de la Compaa de Jess. Ocupbase sin cesar este siervo de Dios en
traer a la memoria con singular agradecimiento no slo los divinos
oficios particulares, sino tambin aquellos que son comunes a todo el
gnero humano, y siempre tuvo presente la estrechsima obligacin de

dar gracias a la infinita liberalidad de Dios por los beneficios comunes,


no menos que por los especiales, siendo para l motivo de grande
afliccin ver el poco aprecio que de ellos haca la generalidad de los
cristianos, por conceptuarlos asunto de escasa importancia.
Lamentbase de que los hombres rara vez bendijesen aquella dulce
voluntad y caridad inmensa de Dios, que movieron sus paternales
entraas a crear el mundo y redimirle despus a costa de su Sangre
preciossima, abrindonos as las puertas de la eterna bienaventuranza,
y dignndose en todas estas finezas de su encendido amor, pensar
particular y distintamente en cada uno de nosotros.
Bajo el nombre de beneficios comunes van comprendidas las
gracias todas de la sagrada Humanidad de Jess, los gloriosos dones y
singulares prerrogativas de la Madre de Dios, y todo el esplendor y
hermosura de los ngeles y Santos de la Jerusaln celestial.
Entr otras promesas que hizo Dios a Santa Gertrudis, fue una la
siguiente: Todo aquel que alabe a Dios con devota intencin, y le d
gracias por los favores otorgados a Gertrudis, ser misericordiosamente
enriquecido por el Altsimo, si no al presente, a lo menos en alguna
ocasin propicia, con tantos dones espirituales cuantas fueren las
acciones de gracias que l ofreciera.
Cuenta Orlandini que el Padre Fabro sola estar continuamente
congratulando a los ngeles y Bienaventurados del Cielo por todos los
dones que haban recibido de las manos de su Creador, ponderando con
especial asiduidad las gracias particulares con que les enriqueciera, y
luego, separadamente por cada una de ellas, nombrando las ms que le
era posible, daba a Dios en nombre de estos cortesanos del Cielo
rendidas acciones de gracias por semejantes mercedes; porque deca

que era una devocin provechossima a nuestras almas y muy


agradable a los habitantes de la Jerusaln celestial, quienes vean
claramente la inconmensurabilidad de la deuda de gratitud que deben a
Dios, as como la imposibilidad en que se hallan de satisfacerla
cumplidamente.
Y lleg Fabro a remontarse a regiones tan elevadas con el continuo
ejercicio de esta devocin, que no haba una sola ddiva otorgada por
la Bondad divina a cualquier individuo que no considerase como deuda
personal que deba pagar al Seor su Dios; as es que apenas llegaba a
apercibirse de algn prspero acontecimiento sobrevenido a un
hermano suyo, cuando, lleno de alborozo, entonaba al Rey de los siglos
un cntico de alabanzas y hacimiento de gracias.
Ms an: contemplaba arrobado y con los ojos rebosando jbilo las
lindas y hermosas ciudades, las frtiles campias, los hechiceros
olivares, los deliciosos viedos, los risueos prados, los alegres valles,
y como semejantes objetos no podan hablar por s mismos, supla l
esta falta suya dando rendidas gracias al Seor, dueo universal de
todas las cosas, por la hermosura y encantos que sobre ellos haba
derramado a manos llenas, ofrecindoselas igualmente a nombre de sus
arrendatarios y poseedores, por el usufructo y dominio que Dios les
otorgara.
Oh, qu riquezas deba atesorar el interior del alma de este santo
varn, adornada de dones tan excelentes y variados, embellecida y
exornada con gracias tan exquisitas y singulares, y, sobre todo, ataviada
con aquel precioso e inestimable caudal, de disposiciones interiores
que constituan su peculiar carcter espiritual, y en lo cul difcilmente
exista santo alguno canonizado que llegara a sobrepujrle!

No es, pues, maravilla que San Francisco Javier aadiese su nombre


a la letana de los Santos, ni qu San Francisco de Sales hablase del
gozo incomparable e indecible consolacin que experiment al
consagrar un altar en Saboya, cuna de varn tan insigne.
Pero a semejanza de Baltasar Alvarez, a quien Santa Teresa vio en
espritu gozando en el Cielo mayor gloria que todos sus contemporneos, incluso no pocos santos canonizados, as Pedro Fabro no est
colocado sobre los altares de la Iglesia, sino que descansa en el seno de
Dios como uno de sus santos ocultos. Loor, pues, y gloria a la Trinidad
Beatsima por cada uno de los dones y prerrogativas con que se dign
embellecer el alma angelical de este varn venerable!
Alabanza y bendicin a tan augustas Personas por todos los tesoros
de gracia con que enriquecieron a los santos que actualmente viven
ocultos en su divino seno, y por cuyo motivo nos es imposible
glorificarlas en ellos con perpetuos loores!
2 La segunda clase de misericordias divinas, por las cuales
tenemos obligacin de corresponder agradecidos ofreciendo continuas
acciones de gracias, comprende los innumerables beneficios personales
que hemos recibido de la bondad y liberalidad de nuestro Dios y Seor.
Oigamos a. este propsito a San Bernardo en su primer sermn
sobre los Cantares: En las guerras y en los combates -son sus
palabras- que deben reir con el demonio, mundo y carne todos
aquellos que viven piadosamente en Cristo -pues la vida del hombre,
como habris experimentado en vosotros mismos, es una milicia sobre
la tierra-; en todos stos combates repito, es menester que volvamos a
cantar aquellas nuestras canciones de agradecimiento por las victorias
alcnzalas anteriormente.

Cuando la tentacin es vencida, y el vicio dominado; y el


inminente peligro precavido, y descubiertos en tiempo oportuno
cualquier lazo y asechanza del enemigo, y la vieja e inveterada pasin
del alma amansada, y la virtud, tan codiciada y pedida con vivas ansias, alcanzada al fin por la misericordia divina, qu otra cosa
debemos hacer ms que, a dicho del Profeta, entonar entonces un
himno glorioso de alabanza y accin de gracias, y bendecir a Dios por
todos los dones y regalos de su infinita liberalidad? Porque en el da
del juicio ser contado entre los ingratos aquel que no puede decir al
Seor: Tus justicias fueron asunto de mis canciones de alabanza en el
lugar de mi peregrinacin.
Qu ms!, por cada paso que demos en la senda de la virtud, y
por cada escaln que subamos en la vida espiritual, menester es que
cantemos otras tantas canciones en alabanza y gloria de Aquel que as
se ha dignado levantamos:
Yo instara con todas las fuerzas de mi alma -escribe Lancisio- a
todos aquellos que sirven fielmente a Dios, que le ofrezcan rendidas
gracias con particular agradecimiento y encendido afecto de su
corazn, a lo menos cuatro veces al da: primera, por la maana, durante la meditacin; segunda, al medioda o antes de la comida; tercera;
en el examen de conciencia; cuarta, al tiempo de irse a la cama.
Entre los, beneficios personales ocupaba el primer lugar aquella
gracia con que nos ha llamado de la hereja a la fe catlica, o del olvido
completo de los Sacramentos y continuas recadas en la culpa, a una
verdadera conversin y vida ejemplar.
Nuestro Seor habl as en cierta ocasin a Santa Brgida: La
esposa, hija ma, debe estar ataviada con el blanco ropaje y los ricos

adornos del desposorio al tiempo que va el Esposo a las bodas; y


brillarn por su blancura esos tus vestidos y preciosas galas, cuando recuerdes con afecto de agradecimiento aquella ddiva graciosa que te he
otorgado en el bautismo, purificndote del pecado de Adn; aquella
infinita paciencia con que te he sufrido cuando caste en la culpa, y
aquella generosa largueza con que te he sostenido para que no volvieses a cometer nuevas y ms enormes maldades.
Otro de los beneficios personales que debemos agradecer a Dios es
la conservacin de la vida y la salud, medio eficacsimo con el cual
podemos acumular diariamente riqusimos tesoros de merecimientos y
glorificar con numerosos y variados actos de amor divino a la Majestad
soberana del Altsimo.
Tenemos asimismo la obligacin de darle sealadas gracias por las
humillaciones pasadas y presentes, por las calumnias y malvolas
interpretaciones que han dado a nuestras palabras, obras, omisiones e
intenciones; por las detracciones malignas que tanto nos han hecho
sufrir, y ltimamente, por todo cuanto ha contribuido a mortificar
nuestro amor propio.
Porque si consideramos los verdaderos intereses de nuestra alma,
no podremos menos de convenir en que es un beneficio inestimable del
Cielo la humillacin y abatimiento, no slo por el auxilio que nos
ofrecen para adelantar en el camino de la perfeccin cristiana, sino
tambin a causa de las innumerables ocasiones que nos proporcionan
de glorificar a Dios y adquirir un riqusimo caudal de merecimientos, y
llegar, en fin, un da a ocupar un lugar muy alto y encumbrado en la
patria del Cielo.

Pues no es fcil concebir un medio tan poderoso para glorificar a


Dios nuestro Seor como el ejercicio devoto de las virtudes cristianas,
mientras el alma se ve perseguida por la humillacin y el abatimiento.
Si, pues, nuestro estado o condicin de la vida no nos granjea el
aprecio y las alabanzas de los hombres, demos por ello las ms rendidas gracias a Dios nuestro Seor, que ha tenido la dignacin de
librarnos del peligro que de otra suerte hubiramos corrido en el mundo
ocupando un puesto ms elevado y honroso.
La paciencia infinita que Dios ha usado con nosotros es asimismo
un beneficio inestimable que merece todo nuestro reconocimiento,
porque no es un espectculo digno de la mayor admiracin el
contemplar por una parte la soberana mansedumbre con que el Seor
nos ha sufrido, y por otra, la perversidad inconcebible de nuestro
corazn a tan regalada muestra de su caridad paternal?
Cuntas absoluciones no hemos recibido? Cuntos mritos
perdidos, nuevamente recobrados? Cuntas gracias alcanzadas de las
misericordiosas entraas del Rey soberano de la Gloria?
Oh, qu milagro tan estupendo de paciencia ha sido Dios para con
nosotros! Parceme que no sin sobrado motivo podramos penetrar en
espritu dentro del corazn inmaculado de aquella doncella espaola
que sola decir, segn afirma el P. Rho, que si tuviese que levantar un
templo en honor de los atributos de Dios, le dedicara a la divina
Paciencia. Cun bella y agraciada no deba ser aquella alma angelical,
y qu cosas tan ntimas y secretas no pasaran entre ella y su Esposo
divino!
Adems, cuntas culpas no hubiramos cometido si la
misericordia divina, no hubiese salido luego al punto a nuestro

encuentro, tenindonos de su mano? Cuntas tentaciones, tan fatales a


los dems, que ni siquiera han llegado a mortificamos un solo
momento de la vida?
El emperador Antonino, aunque pagano, daba gracias a Dios por las
ocasiones de pecado a que nunca se haba visto expuesto; y he aqu
otro de los beneficios personales, objeto especial de nuestro
agradecimiento.
Pero todava existen tres beneficios personales que un catlico no
debera perder jams de vista, y son los siguientes: 1,, la eleccin
divina por la cual es cristiano, y no judo, mahometano o hereje; 2., la
paternal providencia de Dios, que desde que vinimos al mundo ha sido
siempre nuestra defensa, y armadura, y escudo tortsimo; 3., la divina
liberalidad con que nos ha colmado y enriquecido de innumerables
dones y singulares ddivas graciosas para adornar nuestra alma y
aumentar nuestro gozo en el Seor.
Aconsjanos San Juan Crisstomo que correspondamos tambin
agradecidos a los inestimables beneficios ocultos que Dios, en su
misericordia infinita, se ha servido derramar sobre nosotros a manos
llenas: Dios -dice es una fuente perenne de clemencia que continuamente est inundndonos con las cristalinas aguas de su divina
liberalidad, aun cuando no lo conozcamos.
Cuenta asimismo Orlandini que el P. Pedro Fabro lleg a sealarse
de un modo singularsimo en el agradecimiento a los beneficios
ocultos. Sola decir este varn insigne que difcilmente habra ningn
otro beneficio por el cual debiramos ser ms escrupulosos en dar
gracias a Dios, como por aquel que nunca solicitamos, viniendo a
nuestras manos sin que lleguemos a conocerlo.

Probablemente, no pocos de nosotros sabremos en el da de la


cuenta que semejantes ddivas, ocultas a nuestras miradas, fueron el
verdadero eje sobre el cual girara toda nuestra vida mortal, y con cuyo
auxilio lleg a obrarse nuestra predestinacin y eterno descanso en la
gloria del Cielo.
3. Ni vayamos tampoco a creer que se nos exige demasiado al
recomendarnos los escritores espirituales la obligacin de dar rendidas
acciones de gracias a Dios nuestro Seor por las aflicciones y
tribulaciones pasadas, igualmente que por aquellas otras que tengamos
que sufrir en el tiempo presente.
No es ste, claro est, lugar oportuno para entrar en averiguaciones
acerca de los riqusimos tesoros que la Providencia divina, en sus altos
y secretos designios, pretende sacar de las aflicciones, pues fcilmente
ocurrirn a cualquiera. El Santo Juan de vila sola decir que un solo
Deo gracias en la adversidad tena ms valor ante los divinos ojos que
seis mil en tiempo de prosperidad.
Pero volvamos otra vez a Orlandini, quien es inimitable en aquella
magnfica descripcin donde pinta a las mil maravillas el don especial
de accin de gracias que adornaba el alma angelical de Pedro Fabro.
Crea este siervo de Dios, y con fundado motivo, que no deban los
hombres darse por satisfechos humillndose bajo la mano del
Todopoderoso cuando los probaba con pblicas calamidades, sino que
era menester que tributasen entonces al Seor las ms rendidas gracias
por semejantes adversidades, es decir, por el hambre y escasez, por las
guerras, pestes, tempestades y por todos los otros azotes del Cielo.
Y era para su corazn compasivo motivo de dolor vehementsimo
ver que los hombres no conocan claramente los amorosos intentos de

Dios al afligirlos con semejantes trabajos; ceguera que causaba en su


nimo la mayor pesadumbre, cuando gema compasivo sobre las
desventuras con que Dios se dignaba visitarlos; porque no es
ciertamente perfecto agradecimiento aquel que slo se alimenta de
favores y regaladas mercedes.
-No! -exclama San Antoco-, no podemos nosotros afirmar que
un sujeto es verdaderamente agradecido hasta que no le vemos dar
a Dios sinceras y cordiales acciones de gracias en medio de las
calamidades.

Y San Juan Crisstomo, en sus Homilas sobre la carta de San


Pablo a los de Efeso, escribe que: debemos dar gracias a Dios hasta
por la existencia del mismo infierno, y por todas las penas y
tormentos que all se padecen, pues son un freno eficaz para domar
nuestras desordenadas pasiones.
4: Es tambin una devocin muy regalada el dar gracias a Dios,
Padre amoroso, por aquellos beneficios que llamamos insignificantes y
livianos, no porque exista largueza alguna insignificante para nosotros,
criaturas harto indignas de semejantes favores, sino con relacin a las
otras misericordias de Dios ms soberanas y de ms alta estimacin.
San Bernardo no teme aplicar a este ejercicio piadoso de accin de
gracias por los beneficios de escasa vala el encargo que hizo el Seor
a sus discpulos de recoger con exquisito cuido todos los fragmentos y
sobras, para que no se desperdiciase absolutamente ninguna.

Leemos en la Vida de la Beata Battista Varani, de la Orden de San


Francisco, que en cierta ocasin la habl el Seor de esta manera: Si
no volvieses nunca ms a pecar; si t sola hicieses ms penitencia que
cuantas han hecho todos los Santos del Cielo mientras vivieron sobre la
tierra; si derramases tantas lgrimas como gotas de agua encierran
todos los inmensos mares; si sufrieses, en fin, tantas penas y trabajos
cuantos eres capaz de sufrir, todos estos sacrificios no seran
suficientes para corresponder agradecida al ms pequeo beneficio que
liberalmente te he concedido.
Cuenta la misma Varani, que en otra ocasin le dio el Seor a
entender cmo ni la Madre gloriossima del Verbo Eterno. Mara
Santsima, ni todos los ngeles y bienaventurados de la Corte celestial,
con cuantos encantos y perfecciones engalanan su gentileza, podrn
nunca rendirle las debidas gracias por la creacin de la ms pequea
flor del campo qu el Omnipotente creara para deleitar nuestra vista, y
no por otra razn sino a causa del abismo infinito que existe entre su
divina excelencia y soberana grandeza, y nuestra ruindad e
inconmensurable bajeza.
Tambin en esta devocin, segn refiere Orlandini, lleg a
sobresalir el P. Pedro Fabro, quien sola decir que en toda ddiva
divina, por liviana que fuese, deban ponderarse tres cosas, a saber: el
Dador, el don y el afecto de caridad con que la conceda; y que si
nosotros considersemos devotamente estos tres objetos, veramos
entonces con toda claridad la grandeza que campea en las ms
pequeas misericordias divinas.
Indudablemente -contina su bigrafo-, fue sta la causa por la
cual su alma bienaventurada se hallaba siempre nadando en la abun-

dancia de las divinas larguezas; porque siendo Dios un ocano


inagotable de bondad, es imposible que llegue a secarse la fuente de la
liberalidad infinita all donde da con un corazn sumamente devoto y
agradecido, en cuyos senos pueda derramar las cristalinas aguas de sus
inefables misericordias.
As es que Toms de Kempis asegura que si nos detuvisemos a
considerar la majestad y grandeza del Dador, ningn don tendramos
entonces por pequeo, mucho ms sabiendo que el mismo Seor lleg
a encargar a Santa Gertrudis que le diese gracias hasta por los
beneficios futuros no recibidos todava; tan acepta es a sus divinos
ojos la prctica de accin de gracias!
5. No raras veces se le oy decir a San Ignacio que eran muy
pocas las personas, acaso ninguna, que penetrasen a fondo el enorme
impedimento que oponemos a Dios cuando desea en su inefable
liberalidad obrar cosas grandes en nuestras almas, pues apenas son
crebles los portentos que obrara en ellas slo con que nosotros se lo
permitisemos.
He aqu por qu no pocas personas espirituales han hecho una
devocin especial de accin de gracias a la Divina Majestad de los
beneficios que el Omnipotente les hubiera concedido si ellas no se lo
hubiesen estorbado, y de aquellas otras mercedes a que no correspondieron agradecidas al tiempo de recibirlas.
Fabro sola celebrar misas, o las mandaba decir, en expiacin de su
desagradecimiento y el de sus prjimos al recibir los beneficios de las
manos de Dios nuestro Seor; y siempre que vea algn rico o
poderoso de la tierra, acostumbraba a hacer actos de reparacin amo-

rosa por la negligencia posible de semejante sujeto en dar gracias a su


divino Bienhechor.
Otras personas devotas llegaron a formarse tan elevado concepto de
aquellos beneficios divinos, por los cuales dieron gracias al Altsimo al
tiempo, de recibirlos, que ahora, no satisfechas con semejante
correspondencia, parceles que aquel agradecimiento suyo no fue tan
grande y afectuoso cual pudiera haberlo sido, devocin generosa y
grandemente regalada que, segn afirma San Lorenzo Justiniano, entra
en la accin de gracias que rinden al Rey de la Majestad los
bienaventurados de la gloria del Cielo.
Aquellos beneficios, pues, de que abusamos o recibimos con
desdeosa indiferencia aconseja San Bernardo que debemos
considerarlos como asunto de un especial hacinamiento de gracias.
Otras personas, ltimamente ejercitaron la devocin de dar gracias
a Dios hasta por los beneficios a que se fuesen preparando sus prjimos, y por cuanto bueno les acaeciera mientras se hallasen dormidos,
prctica piadosa que nos demuestra a lo menos el amor ingenioso de
los corazones agradecidos.
Pero todava existe otra devocin en la cual sola ejercitarse Pedro
Fabro, segn ensea Orlandini, y que bajo ningn concepto debemos
pasar en silencio, la cual consiste en dar a Dios gracias muy sealadas
por haber impedido que no pocas de nuestras acciones y palabras
causasen el escndalo que de suyo hubieran producido; concbase,
pues, misericordia ms dulce regalada que la presente?
6. Otra de las devociones de las personas piadosas consiste en dar
gracias al Hacedor del mundo por todas las criaturas irracionales, cuya
prctica es sumamente agradable a sus divinos ojos como Creador

sapientsimo del universo, y tiene asimismo la ventaja de ser una de las


devociones ms excelentes de la presencia de Dios, pues que nos
dispone en todo tiempo y lugar a elevarnos hasta l por la
contemplacin de las criaturas.
Pero en semejante devocin no debemos atender principalmente al
uso y seoro que Dios en su liberalidad infinita se ha dignado
concedemos sobre los seres de la naturaleza, sino ms bien al amor que
nos tuviera al crearlos, segn l mismo asegur a Santa Catalina de
Sena.
Cuando el alma -le dijo- ha llegado al estado de perfecto amor,
recibiendo los dones y gracias de mis manos, no tanto considera la
ddiva ma, como el afecto de caridad que moviera mis paternales
entraas a conferrsela.
7.
Glorificaremos igualmente a Dios nuestro Seor dndole
rendidas gracias por todos los beneficios otorgados a nuestros enemigos.
Semejante devocin es el ejercicio ms excelente del amor
fraternal, y altamente agradable a los divinos ojos; porque es imposible
que llegue uno a practicarla por mucho tiempo sin que la indiferencia y
resentimiento que abriga en el corazn contra su prjimo no cedan
luego el paso a la dulzura y cario hasta por aquellos hermanos
nuestros que ms nos ofendieron y mayor aversin llegaron a tenernos.
Ms como mi principal objeto al escribir la presente obrita no es
otro que el acumular una abundancia de medios, a cul ms tiernos e
ingeniosos, para procurar a nuestro Seor dulcsimo siquiera un
pequeo grado ms de gloria; como mi nimo es mover suavemente a
mis lectores a ejercitarse en actos de reparacin amorosa por las

ofensas y ultrajes que reciben diariamente la honra de Dios y los sagrados intereses de Jess, parceme que n ser inoportuno aadir aqu
algunos otros mtodos de accin de gracias que tanto hacen a mi propsito.
Trasladmonos, pues, con la consideracin a las cavernas del
infierno, y contemplemos all aquellas almas infelices que habitan esa
regin de tinieblas y sempiterno llanto; no existe ni una sola a quien
Dios no colmara de bendiciones, enriqueciera de dones muy sealados
y exornara con las caricias divinas del Espritu Santo.
Pero en aquellas crceles tenebrosas no se canta ninguna cancin de
gracias al Altsimo; all slo levanta su voz la justicia inexorable del
Rey de la majestad; y el divino amor permanece silencioso.
He aqu por qu el Venerable P. Luis de la Puente, en el Prefacio a
sus Meditaciones, nos recomienda encarecidamente la prctica devota
de accin de gracias a Dios nuestro Seor por todos los beneficios de
naturaleza y gracia que ha derramado sobre los mismos condenados.
Otros han ido an ms lejos todava: era tal su celo por la gloria de
Dios, y tan grande su temor de que pudiese haber algn rincn del
mundo donde no se tributasen al Creador omnipotente las gracias
debidas a sus divinas misericordias y soberanas larguezas, que llegaron
a ofrecerle alabanzas por haber tenido su bondad la dignacin de
contentarse con castigar a los rprobos citra condignum, esto es, menos
de lo que merecen sus culpas; cun prdigo, pues, no ha sido Dios de
su bondad infinita, y cun cierto es asimismo que sobrepujan al clculo
los innumerables dones y mercedes que concediera liberal a los
condenados.

Aadamos ahora la muchedumbre de judos; infieles y herejes que


existen en toda la redondez de la tierra sin cuidarse de corresponder
agradecidos a los divinos beneficios, y agreguemos igualmente tantos
malos catlicos que estn viviendo en pecado mortal, hollando bajo sus
pies los santos Sacramentos, crucificando de nuevo a nuestro Seor
dulcsimo y exponindole descaradamente a la pblica vergenza.
Gloria, pues, a Dios por cada una de las larguezas que ha otorgado
a estas infelices criaturas suyas! Albele ahora en su memoria el
Santsimo Sacramento desde todos los tabernculos del universo
mundo; porque mil veces ms dulce y melodiosa es la voz de Jess
sacramentado que pudiera haberlo sido aquella otra voz clara, llena,
sonora y armoniosa que, segn la judaica tradicin, solicitara el
abrasado amor anglico.
Si queris poner en prctica esta devocin del, hacimiento de
gracias por todos los beneficios que el Creador omnipotente ha derramado a manos llenas sobre sus criaturas, yo me atrevera a aconsejaros
que adoptarais el plan del Apostolado de la Oracin; y no vayis a
persuadiros que cambiando la oracin en acciones de gracias deje por
eso de ser verdadera oracin; al contrario, aumentar as su excelencia.
El domingo, bajo la invocacin de la Santsima Trinidad, ofreced a
Dios rendidas gracias por la Iglesia, el Papa, el Clero y por todos los
fieles que viven en estado de gracia.
El lunes, en unin con todos los Santos de la Corte celestial, dad al
Seor Dios nuestro infinitas gracias por todo cuanto ha hecho, hace y
har graciosamente en lo sucesivo por las necesidades del catolicismo
en Europa.

El martes, convidad a los ngeles que tengan la dignacin de unirse


con vosotros para rendir gracias a la Divina Majestad por todas las
misericordias que ha otorgado a los que por no conocerle, no le rinden
accin de gracias.
El mircoles, invocad a San Jos, y, en unin suya, dad gracias a
Dios nuestro Seor por todo el amor que prdigamente ha derramado
sobre todos los gentiles que pueblan el Asia Oriental.
El jueves, unios con Jess en el Santsimo Sacramento, y suplid el
desagradecimiento de todos los infieles del Asia Occidental.
El viernes, cobijaos dentro del Sagrado Corazn de Jess,, y
enfervorizados all con la memoria de su Pasin santsima, suplid la
ingratitud de todos los herejes y cismticos que viven diseminados por
toda la redondez de la tierra.
Y ltimamente, el sbado, ofreced a Dios el Inmaculado Corazn
de nuestra Madre benditsima por todos los pecadores del mundo, en
justo agradecimiento a los innumerables beneficios con que se ha
servido enriquecemos.
Oh Dios y Padre mo! Pluguiera al Cielo que esta pequea
ofrenda que me atrevo a presentar a tus divinos pies pudiese procuraros
un poquito de gloria, siquiera no fuese ms que un solo grado, y
sirviese asimismo para aumentar diariamente el nmero de corazones
que anhelan con vivas ansias amar a tu hijo Jess y Salvador nuestro,
gimiendo inconsolables por ser tan poco amado de los hombres!
Qu me importa la vida ni la misma muerte, si a costa suya lograse
que Dios fuese ms y ms amado cada da?
Oh dulcsimo Jess mo!, cundo se encender nuestro corazn en
la llama del divino amor! Cundo, Jess mo y Salvador mo, cundo!

Dnde est, Dueo mo, aqul luego que viniste a encender sobre la
tierra? Dnde est, que no llega a consumirse mi corazn?
Seor amorossimo, ya que tan poco os amamos, avergoncmonos
siquiera y llenmonos de un santo rubor por no profesaros aquel amor
que se merece vuestra grandeza soberana, y la hermosura y embeleso
de vuestra divina naturaleza que roba los ojos del Querubn!
8. El objeto de la presente prctica consiste en dar gracias a Dios
nuestro Seor con el mayor regocijo posible y el ms encendido fervor
del corazn por la inmensa muchedumbre de ngeles y Santos que
pueblan los Cielos, adorndole como a su cabeza y rindindole infinitas
gracias como autor de toda gracia y dador de todos los dones.
Porque si nosotros le profesramos un verdadero amor, nuestra
mayor pesadumbre sera considerar esta nuestra incapacidad para
amarle dignamente y cual se merece, y en su consecuencia, tendramos
como un beneficio inestimable que su liberalidad infinita se hubiese
servido dispensamos la creacin de sa multitud innumerable de seres
bienaventurados capaces de amarle ms, incomparablemente ms que
nosotros le amamos a pesar de todos nuestros esfuerzos.
Algunas personas piadosas han aadido a esta prctica devota la de
la accin de gracias por todo el culto y adoracin que al presente est
recibiendo el Altsimo en toda la redondez de la tierra y mansiones del
purgatorio; por todos los sacrificios que ahora le ofrecen millares y
millares de ministros suyos y almas puras; por todas las oraciones que
desde innumerables iglesias y santuarios suben en olorosa espiral a los
pies del excelso trono que ocupa en el empreo cul Rey de la
majestad; por los votos con que se estn ligando los fervorosos fieles
para ofrecerse en su servicio cual vctima de expiacin, y, finalmente,

por todos los grados de aumento que recibe el amor divino en aquellos
corazones que viven la vida regalada de la gracia santificante.
Otras personas devotas se han sentido asimismo dulcemente
atradas a rendir a Jess continuas acciones de gracias por los misterios
gloriosos de su vida santsima, alabndole con perpetuos loores por la
gloria inefable que en ellos gozara, por la que procuraran a su Eterno
Padre y por los inestimables beneficios que de ellos hemos nosotros
conseguido; de aqu es que a todos los siervos de Dios que profesaron
una especial devocin a la resurreccin triunfante y gloriosa de
Jesucristo, Salvador nuestro, se les ha visto casi siempre
aficionadsimos a la prctica amorosa de la accin de gracias.
SECCIN 4
Accin de gracias por el don inestimable de la fe.
Otras personas llegaron a sealarse por un afecto profundo de
agradecimiento hacia el don inestimable de la fe y a todas aquellas
maravillas sobrenaturales de nuestra sacrosanta Religin cristiana,
dones que forman dos fuentes distintas y muy abundantes de tierna
devocin.
La primera, esto es, la fe, induce a los hombres a regocijarse no
menos en la absoluta soberana de Dios y supremaca ilimitada de su
excelencia y adorable Majestad, que en su impropia dignidad y vileza,
que sobrepujan a todo humano encarecimiento.
A semejanza de Pedro Consolimi, se ven inclinados a favor de
aquella opinin teolgica relativa a la naturaleza y eficacia de la gracia
9.

que favorece ms a la eleccin divina que al libre albedro del hombre;


y si adoptan con Lessio la opinin contraria, es solamente porque;
ajuicio suyo, procura ms gloria a Dios que la primera.
Imagnanse que nunca podrn ellos agradecer a Dios debidamente
el singular beneficio, digno de perpetuos loores, que se les ha otorgado
de hallarse tan completa y absolutamente abandonados en las manos de
su Creador omnipotente, y por nada del mundo cambiaran de
condicin.
Apenas pueden concebir que existan personas que no abriguen los
mismos sentimientos; y si bien bendicen a Dios, rico en misericordias
por sus inefables promesas, el instinto habitual suyo consiste
principalmente en poner toda su confianza en el amor divino; cudanse
muy poco o nada del mrito, y su nica solicitud es la gloria de Dios
nuestro Seor: No podemos sufrir este lenguaje acerca del mrito,
dicen con San Francisco de Sales: aunque de aqu no se sigue que todo
el mundo est obligado a sentir y hablar de la misma manera.
El dulce pensamiento de la soberana de Dios, ms bien que el de
su inquebrantable fidelidad, es para los espritus melanclicos y
abatidos el blando lecho de su reposo y descanso apacible; semejantes
sujetos gozan en la religin de una dicha inefable, excepto cundo
Dios les retira por algn tiempo, para su mayor santificacin, aquella
dulce confianza, y aun entonces es su lenguaje el de Job: Aunque me
mate, en El pondr todava mi confianza.
Dichas personas parece que poseen el don especial de la
abnegacin propia y del desapego completo a las cosas del mundo:
delitanse en los planes y espirituales empresas que acometen los
dems hombres y aquellas Ordenes religiosas rivales a la suya.

Complcense de que sea enteramente sobrenatural todo lo relativo


al mrito, satisfacciones, absoluciones, hbitos infusos e indulgencias;
profesan una reverencia profunda a todas las bendiciones de la Iglesia,
a los Sacramentos, materias, formas, administracin de los mismos y a
las rbricas que se observan en sus ceremonias, que ms bien que un
ritual y directorio de las pompas de la tierra, parecen resplandores y
centellas del cielo.
Gloranse de que los principios del Evangelio y la vitalidad de la
Iglesia sean opuestos a todos los clculos y mximas del mundo:
algranse en la fuerza de la flaqueza, en la exaltacin de la santa
pobreza, en el esplendor de la humillacin, de la omnipotencia del
sufrimiento, en el triunfo de la derrota.
Todas estas cosas son para ellos como los suaves y olorosos
perfumes de las Molucas, que lleva el viento al fatigado navegante, la
fragancia del cielo y el exquisito aroma de la Divinidad.
Regocjanse de que los hombres se conviertan por la eficacia
inefable del don invisible de la gracia, ms bien que por los razonamientos de la controversia, y sienten su corazn inundado de indecible
placer cuando se persuaden que Dios no raras veces toma de su propia
cuenta el negocio de nuestra salud, trabajando en l por s mismo, sin
valerse para nada de nuestra cooperacin.
No se agitan en su mente arcanos impenetrables sobre Dios y la
naturaleza, porque no consideran al hombre, conforme ensean los
Tratados Bridgewater y otras publicaciones por el estilo, como el
centro del sistema del universo, como la razn ltima de la creacin y
el blanco principal de los designios divinos; imagnanse que semejante
teora disminuye el campo de sus vistas espirituales, como limita el de

las vistas humanas de la naturaleza la hiptesis de que la tierra es el


centro del sistema solar, o bien que el sistema solar es el centro del
universo, sino que contemplan a Jess como centro de todas las cosas,
cmo la razn ltima de la creacin; como el blanco de los designios
divinos.
Figranse que la predestinacin de Jess todo lo explica, todo lo
armoniza y todo lo gobierna; cuya predestinacin, juntamente con la de
su Madre bendita,, Reina y Seora nuestra, es la fuente de todo cuanto
existe fuera de la unidad de la Trinidad.
El fin exclusivo de todos sus desvelos en este valle de lgrimas es
seguir las sendas de Jess, y a excepcin de la excelsa dignidad de ser
objeto predilecto de las caricias divinas,- todo lo dems no tiene inters
ni importancia alguna ante sus ojos; as como los luminosos rayos
solares ocultan a nuestra vista las estrellas del firmamento, as el rico y
alegre esplendor de la predestinacin de Jess apenas permite a estas
almas bienaventuradas ver y distinguir los misterios impenetrables de
la fe, la permisin del mal, la eternidad de las penas del infierno y otros
dogmas por el estilo.
La accin de gracias por el don inestimable de la fe es una prctica
que nunca podr ser bastantemente recomendada en el siglo en que
vivimos.
Semejante prctica fue la devocin favorita de Santa Juana
Francisca de Chantal, una de las almas ms bellas y angelicales que
han existido sobre la tierra, y de cuya vida voy a trasladar aqu, sin el
menor escrpulo, un extenso prrafo; porque entre todas las variedades
de la vida espiritual y las manifestaciones del espritu de santidad,
parceme que no existe ninguna ms conveniente y provechosa a nues-

tras almas que el dulce y suave espritu de la Orden de la Visitacin,


que tanta semejanza tiene con el Oratorio de San Felipe.
Cuando San Francisco de Sales se hallaba en Roma durante su
juventud, pasaba no pocas horas del da en el Oratorio, cuya regla sola
llamar manera admirable de vivir santamente; y uno de sus amigos
ms ntimos era el venerable Juvenal Ancina, en cuyo proceso de
canonizacin figura como testigo el mismo San Francisco.
Queriendo, pues, ste varn insign consolidar en el Chablais su
obra de la conversin de las almas, cre en Thonon un Oratorio de
San Felipe, compuesto d siete Padres, de los cuales fue l mismo su
prepsito; as es que la Santa Sede ha autorizado a varias de nuestras
Congregaciones para que guarden la fiesta de San Francisco como si
fuese la fiesta de un Santo de la Orden; y la regla de la Visitacin tiene
no pocos puntos de semejanza con la de San Felipe Neri.
No es, pues, extrao que la edicin de las obras del Obispo de
Ginebra, impresa en Venecia, lleve por ttulo: Obras espirituales de
San Francisco de Sales, Prepsito del Oratorio de honor y
Fundador de la Orden de la Visitacin de Santa Mara; ni que la
traslacin de la Vida de la Venerable M. Blonay, de Carlos Augusto
de Sales, publicada en Npoles, ao 1694, tenga en su portada las
siguientes palabras: Por un humilde siervo muy amante del espritu
de San Francisco de Sales y San Felipe Neri.
Pero volvamos a Santa Juana Francisca.
En la Vida de esta sierva de Dios leemos lo que a continuacin
vamos a copiar: Cuando despus de casada se fue a vivir al campo, e

igualmente en su estado de viuda, mand aprender el canto del Credo a


aquellos de sus criados que mejor voz tenan, a fin de que
acompaasen, cantndole con gran solemnidad, en la Misa parroquial,
el cual oa la Santa con indecible placer de su alma; y luego despus
que se hizo religiosa, ella misma sola cantarle durante la recreacin.
Profesaba una singular devocin a los santos Mrtires porque
haban generosamente derramado su sangre por la fe, e igual reverencia
tena a aquellos grandes Santos de los primeros siglos que defendieron
palmo a palmo tan rico tesoro, as de palabra como por escrito; de
suerte que era ya proverbial entre sus religiosas decir en las
festividades de los grandes Santos de la primitiva Iglesia: Es uno de los
Santos de nuestra Madre.
No se contentaba con or leer sus vidas en el refectorio, hablando
de ellas luego despus mientras la recreacin, sino que se llevaba no
raras veces el libro a su celda para volverlas a leer privadamente.
Y en los ltimos aos de su peregrinacin en este valle de lgrimas
compr las Vidas de los Santos, en dos volmenes, anotando las de
aquellos grandes siervos de Dios y primeros hijos de la Iglesia, que lea
con mayor devocin; profesaba una especial reverencia a San
Espiridin, por haber este varn insigne cautivado en obsequio del
Credo catlico su razn de filsofo sutil.
Saba de memoria el himno de Santo Toms, Adoro te devote, que
recitaba con bastante frecuencia, cuyo himno hizo aprender a varias de
sus religiosas, declarndolas al propio tiempo que ella siempre repeta
dos o tres veces el verso siguiente

Credo quidquid dixit Dei Films.


Al principio de su viudez entregse tan de lleno a esta su devocin
favorita, que la mayor complacencia suya consista en convencer a su
entendimiento de la presencia real de Jesucristo en la Eucarista con las
siguientes palabras: Veo vino, y creo que es la Sangre del Cordero de
Dios; gusto el sabor de pan, y creo que es la verdadera Carne de mi
Salvador.
Mas luego que se puso bajo la direccin de San Francisco, aprendi
del Santo a simplificar su smbolo y recitar cortos y fervorosos actos de
fe, demostrndole aquel Prelado ilustre que la fe ms sencilla y
humilde era tambin la ms slida y agradable a los divinos ojos.
Diariamente repeta la sierva de Dios, al fin del Evangelio de la
Misa, el Credo y el Confteor; y un da, exhortando a sus religiosas a
practicar la misma devocin, exclam: Pero, Dios mo de mi alma!,
qu necesidad tenemos nosotras de humillarnos cuando ni por
sueos siquiera se nos juzga dignas de confesar la fe delante de
todos los tiranos de la tierra?
Un espritu parecido fu el que movi a San Felipe a levantarse una
noche en el Oratorio, lleno todo de agitacin y de espanto, recelando
que lo que haba dicho a sus oyentes el predicador de la tarde de aquel
da podra acaso haberles dado una idea favorable del instituto, y
prorrumpi en estas sentidas expresiones: No hay motivo para
vanagloriarse! Nada somos nosotros; ningn individuo de la Congregacin ha derramado todava su sangre en defensa de la fe.

Santa Juana Francisca haba asimismo escrito ciertas sentencias en


las paredes de su celda, habitacin que despus fu destinada para
noviciado; y en la pared, debajo del Crucifijo, puso el versculo
siguiente del Libro de los Cantares: Sentme debajo de la sombra de
mi Amado, y su fruto fu dulce a mi paladar.
Rogndole una hermana suya de comunidad que tuviese la
dignacin de decirle por qu pona esta sentencia en aquel lugar.
Para estar frecuentemente, le replic, haciendo actos breves y
sencillos de fe; porque si bien la fe es en s misma una clara luz.
para la razn humana, es, no obstante, una sombra, y quiero que
mi razn se siente a descansar bajo la sombra de la fe, la cual me
manda creer que Aquel que con tanta ignominia est clavado en la
Cruz es el verdadero Hijo de Dios.
Declar igualmente en otra ocasin que siempre que contemplaba
el Crucifijo tena la intencin de que la simple mirada suya fuese un
acto de fe semejante al del Centurin, quien, dndose golpes de pecho,
deca: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.
La misma Santa revel un da en confianza a cierta persona, que,
aun viviendo en el mundo, se haba Dios servido comunicarla luces
inefables acerca de la pureza de la fe, manifestndole al propio tiempo
que la perfeccin de nuestra inteligencia, ac en la tierra, consiste en su
cautiverio y sumisin a las verdades obscuras de la fe; que sera
iluminada dicha potencia con esplendorosas claridades de vivsima luz
a medida que fuese ms humildemente rendida a las obscuridades de
los dogmas divinos; que siempre haba ella detestado aquellos sermones en los cuales se intentaba probar por la razn. natural el misterio de

la augusta y adorable Trinidad y los otros artculos de nuestra fe; que


no deba el fiel cristiano buscar en los dogmas ninguna otra razn sino
aquella nica, soberana y universal razn, es a saber, que Dios los ha
revelado a su Iglesia.
As es que nunca se cuidaba de or hablar de milagros, revelaciones,
etc., en confirmacin de la fe, y no raras veces orden que pasasen por
alto semejantes motivos de credibilidad cuando lean en el refectorio
las Vidas de los Santos o los Sermones sobre las festividades y
misterios de Nuestro Seor y de la Santsima Virgen Mara.
Parecase en esto al gran rey San Luis de Francia, quien llamado en
una ocasin a su capilla privada para que viese cierta especie de
milagro que haba tenido lugar durante la Misa, rehus el ir, diciendo
que l, gracias a Dios, crea en el Santsimo Sacramento del Altar; que
no aumentaran su fe en tan soberano misterio todos los milagros del
mundo, y que no quera ver a Jess con los ojos de la carne, no fuese
caso que perdiese la especial bendicin que el Salvador prometiera a
aquellos que no vieron y, no obstante, creyeron.
Tena igualmente Chantal la costumbre de repetir a sus religiosas
las siguientes palabras: Qu tenemos nosotras que ver, hijas mas,
con pruebas, milagros y revelaciones, a no ser para bendecir y
glorificar a Dios nuestro Seor, que en su infinita misericordia se
ha dignado proveer de semejantes auxilios a aquellos que los
necesitan ? Bstanos saber que Dios nos ha revelado, por
mediacin de su Iglesia, todo cuanto es necesario para nuestra
felicidad temporal y salvacin eterna.

Cuando escribi las meditaciones para los ejercicios espirituales,


extractadas de los escritos de San Francisco, compuso una sobre el
beneficio inestimable que Dios nos ha otorgado hacindonos hijos de la
Santa Iglesia catlica, cuya meditacin haba escrito en pliego
separado, y declar a sus religiosas que no haba apartado su mente de
dicha meditacin durante los dos primeros das de su retiro espiritual.
Lea las Santas Escrituras con licencia de sus superiores; pero entre
todos los libros divinos, el ms favorito de este Cdigo sagrado era el
de los Hechos de los Apstoles; imposible es decir las veces que ley y
reley, relatando su contenido a la comunidad cada da con nuevo
fervor, y no pareca sino que siempre que les hablaba de la primitiva
Iglesia anuncibales cosas que nunca antes haban odo.
Cuando supo que su hijo haba muerto en la isla de Rhe
combatiendo contra los ingleses, postrse en tierra, cruzadas las
manos, los ojos levantados al cielo, y exclam: Concdeme, Seor y
Dios mo, concdeme licencia para hablar y dar rienda suelta a mi
dolor; y qu dir, Dios mo de mi alma, sino rendiros gracias por
la honra singular que me habis hecho llevndoos a mi nico hijo
mientras estaba combatiendo en defensa de la Iglesia romana ?
Y tomando luego un crucifijo en sus manos, le besaba y deca:
Acepto este cliz, amargo, Redentor mo, con la ms profunda
sumisin posible, y rugoos que recibis a ese hijo de mis entraas
en los brazos de vuestra divina misericordia.

Apenas acab esta plegaria, apostrof a su hijo con estas sentidas


palabras: Oh hijo mo querido!, qu dicha la tuya haber sellado
con tu sangre la fidelidad nunca desmentida que tus abuelos
profesaron siempre a la Santa Iglesia romana! Y crome en esto
muy feliz, y doy gracias a Dios porque me ha cabido la suerte
incomparable de ser tu madre.
SECCIN 5
Accin de gracias, despus de la Misa y Comunin
Pero todava existe una prctica de gracias que debe entrar con
todas las otras devociones de agradecimiento, juntndose a ellas:
devocin, digmoslo as, de lgrimas, ms bien que de palabras, la cual
consiste en dar rendidas gracias a Dios nuestro Seor por el adorable
sacrificio de la Misa y real presencia de Jess sacramentado en su
Iglesia.
Pero no solamente el beneficio inestimable del sacrificio augusto
del Altar es quien reclama continuas acciones de gracias, ni tampoco el
inefable amor e indecible condescendencia que envuelve semejante
misterio, sino ms bien el gozo celestial y divino que se experimenta
viendo que ahora, al menos, se ofrecen a Dios gracias infinitas dignas
de su grandeza soberana.
En efecto, ya no tenemos necesidad de sentarnos a las orillas de los
caminos del mundo gimiendo y llorando porque la Divina Majestad no
es reverenciada, alabada y glorificada cual se merece, pues que una
sola Misa es una alabanza infinita al Rey de la gloria, y apenas se pasa
10.

un momento del da y de la noche en que no se celebre tan augusto


sacrificio, as en nuestro hemisferio como en el de nuestros antpodas.
El Santsimo Sacramento s halla en todas las iglesias del orbe
catlico, ora en las que concurre una inmensa muchedumbre de fieles,
ora en aquellas que se ven enteramente desiertas y abandonadas; y
doquiera se encuentre Jess sacramentado, all se rinden al Eterno
infinitas alabanzas, dulces adoraciones e indecibles acciones de gracias.
La funcin especial de la Santa Misa consiste en la Eucarista, esto
es, en el culto de accin de gracias; as es que la simple criatura, por
medio del Santsimo Sacramento, puede ofrecer al Altsimo un acto de
adoracin ms excelso y sublime que aquel que pudiera ella haberse
imaginado jams, porque es imposible que la criatura tribute y pague a
su Creador un homenaje ms soberano como recibindol real y
verdaderamente en el augusto misterio del Altar.
Oh qu dulce reposo no siente el alma al ocuparse en tan tiernos
pensamientos! Cuntas querellas secretas no podemos apaciguar con
tan suaves recuerdos! Cuntas inquietudes altaneras contra nuestra
propia pequeez y ruindad, contra nuestros bajos deseos y contra
nuestra imposibilidad para amar a Dios cual debe ser amado no
podemos sosegar y calmar con el dulce embeleso de semejantes
maravillas y grandezas del divino amor! Loor eterno a Jess, que es
todo para nosotros! Gloria y alabanza a nuestro Salvador adorable, de
quien nos viene todo cuanto apetecemos por muy extraos medios y
sendas las ms inconcebibles!
No tenemos, pues, sobrada razn para afirmar que amamos a Dios
dignamente, y que le adoramos con adoraciones propias de su grandeza
soberana, siendo Jess nuestro amor y nuestra adoracin? Oh cun

dichosos somos, inmensamente dichosos, con las inefables larguezas y


divinas misericordias de nuestro Jess dulcsimo!
No parece sino que es mayor consolacin el deberlo todo a Jess,
que el adquirirlo, a ser posible, a costa de nuestra propia cosecha; y he
aqu por qu no hay placer en la vida presente que se iguale al
sentimiento de la multiplicacin y reduplicacin de nuestros deberes
para con nuestro Seor adorable.
Cuanto mayores sean nuestras deudas, tanto mayor ser nuestro
gozo; cuanto ms complicadas y enmaraadas nuestras obligaciones,
ms alegre y risuea ser nuestra libertad; el conocimiento de que por
toda la eternidad no satisfaremos la deuda del amor que Jess nos
profesa, y la seguridad de que siempre existir en nosotros la misma
imposibilidad de pagarle cuanto le debemos, es el mayor gozo de los
gozos.
Mientras tanto, gracias, un milln de gracias y loores sean dados a
Jess, Salvador nuestro, por su dignacin en ofrecer por nosotros al
Dios omnipotente alabanzas, adoraciones y acciones de gracias
inefables, soberanas, infinitas como el mismo Rey de la majestad.
Quiz estas finezas de Jess contribuyan grandemente a que nos
formemos una idea cabal de cun lejos estamos de corresponder
agradecidos a nuestro Seor dulcsimo, y cun grande ha sido la
distancia para llenar la obligacin del hacimiento de gracias.
Cualquiera que sea el juicio que uno pueda haberse formado sobre
los mtodos particulares para ejercitar la devocin del agradecimiento
practicados por los Santos o sugeridos por los escritores espirituales, la
Iglesia toda entera conviene, sin embargo, en la utilidad y necesidad de
una devocin especial de gracias para despus de la Comunin.

Si hay algn momento en la vida del hombre para el


agradecimiento a las divinas larguezas en el cual tenga la lengua que
enmudecer, es ciertamente aquel en que el Creador se digna abrumar a
su criatura con el don estupendo de darse a s mismo en mantenimiento
y de hallarse realmente morando dentro de nuestro pecho.
As es que aconsejan los escritores espirituales que no abramos
libro alguno en los primeros instantes despus de haber comulgado,
empleando tiempo tan precioso en dulces coloquios con Jess Seor
nuestro, que no poco seguramente tendremos que contarle; y aunque
as no fuese, no por eso dejar l de hablarnos alguna cosa en el
silencio profundo de nuestro corazn, siempre que nosotros queramos
escucharle.
Pero qu es lo que pasa en realidad cuando el Seor se digna
sentarnos a su divina Mesa? Si el fervor y regularidad de nuestro
hacimiento de gracias despus de la Comunin fuese el termmetro del
amor que profesamos a Jess, ni una sola centella de ese fuego sagrado
se mantendra entonces viva en el fondo de nuestro endurecido
corazn.
En efecto, para no pocos de nosotros difcilmente exista un cuarto
de hora de la vida que nos sea ms enojoso y de todo punto intil que
aquel que consagramos a dar, segn decimos, infinitas gracias a Dios
nuestro Seor despus de haber comulgado; nada tenemos que contar
a nuestro Jess adorable! Nuestro corazn permanece insensible a tan
regaladas caricias a pesar de ser el don recibido el ms excelente que
pueda otorgrsenos durante toda nuestra vida mortal!
Cada vez que uno comulga, desenvulvese semejante prodigio ante
nuestros ojos en lbrega obscuridad, tomando dicho favor gigantescas

proporciones, al propio tiempo que nuestra tibieza y desagradecimiento


transforman la continuacin de la entraable caridad divina en una
maravilla grandemente singular y extraa.
Hospeddose ha dentro de nuestro pecho Aquel que ha de ser
nuestro gozo sempiterno en la gloria del Cielo, y nada tenemos que
decirle!, y nos produce cansancio su dulce compaa!, y es una
consolacin no pequea para nuestro espritu cuando creemos que se
ha ido!
Fuimos para con l ciertamente urbanos y corteses, y le pedimos su
bendicin como a nuestro superior; es decir, que todas nuestras
consideraciones y tratamientos hacia tan carioso husped redujronse
a meras atenciones de buena crianza, o cuando ms a simples respetos
de un vasallo para con su Rey y Seor.
Intil es, pues, el exhortar a los hombres que adopten diferentes
prcticas de acciones de gracias, supuesto que la visita que el mismo
Seor se digna hacerles en persona apenas consigue de ellos que
ejerciten una solamente; no parece sino que la accin de gracias no
tiene ms que una sola mansin sobre la tierra, y que hasta este
dominio suyo va siendo cada da ms precario.
Y menos mal si semejantes acciones de gracias, llenas de tibieza y
frialdad, nos hicieran comprender siquiera el escaso inters que
tomamos por Jess; as como el apreciar de que sera la religin de
nuestro gusto recibir la gracia sin tomarnos la molestia de recibir a su
Autor en el augusto Sacramento.
Oh adorable Seor sacramentado!, y conociendo T esta nuestra
mala correspondencia al beneficio inestimable que tienes la dignacin
de otorgamos, dndote en manjar y bebida de nuestras almas, que

todava hagas asiento en el tabernculo!, que todava quieras servirnos


el dulce y regalado plato de tu sagrado Cuerpo y Sangre preciossima!
Pero diris vosotros: Dura cosa es, ciertamente, el abandonarnos
as en situacin tan angustiosa cual parece ser la nuestra, segn auguran esas vuestras expresiones de desenfado y ms o menos amargas
que habis tenido la amabilidad de dirigirnos. Pues si nuestras acciones
de gracias son tan defectuosas; propngansenos los medios para
mejorarlas, que acaso tratemos de ponerlos en ejecucin para el logro
de semejante fin. Bien: veamos, pues, qu nos ensean los libros
espirituales acerca del particular.
Parceme que existen pocas dificultades ms universalmente
sentidas que la de una buena accin de gracias despus de la Comunin.
Ya dije arriba que los escritores espirituales recomiendan que, al
menos en los primeros minutos despus de haber comulgado, no se
abra libro alguno, por ms devoto que sea; asegurndonos que si la
gracia tiene ciertos momentos solemnes, crticos y decisivos en la vida
del hombre, son, a no dudarlo, aquellos que van sucedindose mientras
Jess permanece sacramentalmente presente en nuestro corazn.
La gran maestra y doctora de la accin de gracias despus de la
Comunin es la insigne espaola Santa Teresa de Jess; el ahnco con
que insiste en hacer resaltar maravillosamente las grandezas y
excelencias de tan piadosa devocin; la frecuencia con que vuelve una
y otra vez a ocuparse en el mismo asunto; los consejos prcticos llenos
de sabidura que da acerca de la manera como hemos de ejercitarnos en
ella para que sea grandemente provechosa a nuestras almas, vienen a

constituir uno de los rasgos ms notables de su enseanza celestial y


divina.
Santa Teresa fue, en efecto, MADRE de la Iglesia, como la llama
un escritor francs; toda la materia relativa a la accin de gracias despus de la Comunin forma una de sus ms caractersticas y sabias
lecciones de ciencia espiritual; creyndose igualmente (as al menos lo
aprendi por experiencia uno de los panegiristas ms entusiastas de la
sierva de Dios) que esta espaola ilustre goza de un especial favor del
Cielo para hacer aprovechar a los hombres en la dulce prctica de
accin de gracias despus de la sagrada Comunin, cuyo
aprovechamiento es de importancia incalculable para toda la vida
espiritual.
Una buena y metdica accin de gracias despus de la Misa y
Comunin obrara ciertamente la ms completa, rpida y eficaz reforma del clero, al propio tiempo que movera a los seglares a
comulgar ms a menudo, aparejndoles para que aprovechasen ms y
ms cada da en la virtud, con la frecuencia en recibir la sagrada
Comunin.
Si, pues, nuestros hacimientos de gracias son ruines y
despreciables, rogad encarecidamente a Santa Teresa que os alcanc
del Seor la gracia de hacerlos bien; cuyos efectos de don tan singular,
que ella os procure, los sentiris sensiblemente dentro de vuestra alma.
Toda la eternidad no es bastante larga para alabar debidamente a
Dios por una sola de sus ms livianas mercedes que haya tenido la
dignacin de concedemos, y seran necesarias innumerables
eternidades para pagarle el beneficio inestimable que nos dispensara,

dndonos, as a nosotros como a su Santa Iglesia, la Serfica Madre


Santa Teresa de Jess.
San Alfonso y otros escritores de ciencia espiritual no han temido
asegurar que una sola Comunin bien hecha es suficiente para disponer
al hombre a la canonizacin y a que se le coloque sobre los altares; que
la accin de gracias es el tiempo precioso en que el alma se apropia la
abundancia de las divinas larguezas, y se embriaga en las fuentes de la
luz y de la vida.
El consejo de San Felipe acerca del particular est respirando
aquella exquisita sabidura que tanto resplandece en los documentos
espirituales de este varn insigne; recomindanos, pues, que, si hemos
tenido la meditacin antes de la Misa, no derramemos el espritu despus de haber comulgado, discurriendo otras nuevas consideraciones,
sino que continuemos aquel pensamiento que inspiraran en nuestra
alma una suave uncin celestial y divina durante nuestra meditacin, y
as es como evitaremos malgastar malamente no poco tiempo en
nuestra accin de gracias, ora devanndonos los sesos en busca de un
asunto particular, o bien afanndonos, por no saber, entre tantas cosas
como tenemos que decir al Seor, cul sea la primera por donde
debemos comenzar, aviso excelentsimo que est enteramente
conforme con todos los otros documentos fciles y gustosos del Santo
en cosas espirituales.
Quisiera este siervo de Dios que fuese tal nuestra familiaridad con
el Seor nuestro Creador y Padre amorossimo; que en cualquier
visitacin suya inusitada e imprevista que tuviese la dignacin de
hacemos, propusisemos la actividad menos perfecta de Marta al reposo y unin de Mara su hermana; y he aqu el espritu que animaba a

varn tan insigne al aconsejar a los Padres de su Congregacin que no


tuviesen hora fija para decir la Misa, sino que fuesen a celebrarla
cuando el sacristn les llamase.
Pero muchas personas que viven en medio del mundo no pueden
tener una meditacin formal y metdica antes de la sagrada Comunin,
y no pocas otras practican la oracin mental de diferente manera,
ejercitando la oracin llamada afectiva, en la cual obra ms bien la
voluntad que el entendimiento; y semejantes sujetos no raras veces se
encuentran embarazados, no sabiendo cmo volver a seguir el hilo de
su oracin despus que han recibido el Pan de los ngeles.
Otras personas igualmente, en particular aquellas que, si bien
profesan una especialsima devocin al Santsimo Sacramento, no
pueden, sin embargo, lisonjearse de una habitual unin con Dios, ven
por experiencia que la recomendacin de San Felipe no es acomodada
al espiritual aprovechamiento de sus almas y, en consecuencia, tienen
que consagrar aquellos momentos a la meditacin sobre el Santsimo
Sacramento y real presencia de Jess dentro de, su corazn.
Atendidas, pues, todas estas circunstancias, y considerando al
propio tiempo as la dificultad como la importancia de una buena
accin de gracias despus de la Comunin, no me parece inoportuno
proveer a mis lectores de abundantes materiales para el hacimiento de
gracias despus de haber comulgado, presentndoles a este objeto un
anlisis del mtodo recomendado por Lancisio, y copiado por este
mismo escritor en dos diferentes tratados suyos espirituales.
Pero no se vaya por eso a creer que mi nimo sea aconsejar a nadie
semejante mtodo, tal como se halla en el autor citado; es demasiado
largo y bastante minucioso; y parceme que raro haba de ser el caso en

que no entibiase la devocin con la multiplicidad de actos que


envuelve; el corazn debe jugar holgada y libremente, y todas sus
funciones y ejercicios han de ser asimismo lo ms simplificados que
sea posible.
Mi intencin; pues, como llevo indicado, al trasladarle a la presente
obrita, no es otra que proveer de materiales, ya que dicho mtodo es
una especie de rica mina en la cual pueden abastecerse las personas de
diferentes gustos, y hasta unos mismos sujetos, segn las ocasiones y
circunstancias, de pasto espiritual para la reflexin, como para el
ejercicio de las aspiraciones, pues que abunda en pensamientos
profundos y sublimes.
1.
Los actos que, segn el P. Lancisio, deben seguir
inmediatamente despus de haber comulgado, son de humillacin.
Humillmonos profundamente delante de Dios, Rey de reyes, por su
dignacin en venirnos a visitar siendo un Seor tan lleno de majestad y
grandeza; ponderando: L, los pecados de nuestra vida pasada; 2.,
nuestras actuales imperfecciones y criminal flojedad y tibieza; 3., la
ruindad de nuestra naturaleza comparada con la Divinidad excelsa de
Cristo; 4., las perfecciones de la naturaleza divina y humana de
nuestro Seor sacramentado.
2. Ahora vienen los actos de adoracin. Adoremos: 1., a la
Trinidad Beatsima en el misterio augusto del Altar,-. 2., adoremos a
la Sacratsima Humanidad de Jess; realmente presente en nuestro
corazn y en las innumerables iglesias donde se halla reservado el
Santsimo Sacramento, regocijndonos en el culto y adoraciones que le
estn los fieles actualmente ofreciendo en oloroso holocausto,
gimiendo y llorando los ultrajes, y quiz hasta blasfemias, con que los

hombres le ofenden en su propia casa; 3, adoremos con rendida


adoracin el Alma inmaculada d Jess sacramentado, ricamente
engalanada con los vistosos ornatos de la santidad, y hermosamente
ataviada con los brillantes aderezos de todos los merecimientos, y aquel
antiguo, constante, copioso y abrasado amor que nos profesa; 4.,
adoremos igualmente, con el corazn hincado en la tierra, el
Sacratsimo Cuerpo de Jesucristo, por haberse dignado sufrir los
amargos y crueles tormentos para nuestra salvacin, hasta el punto de
ser enclavado en una cruz; y abrazndole dulcemente dentro de nuestro
corazn, imprimmosle mil besos espirituales en aquellos de sus
miembros castsimos que padecieron mayores dolores con los golpes y
las heridas...
SECCIN 6
Reflexiones prcticas sobre el mismo asunto
Pero ya creo que es hora de hacemos las importantes preguntas
siguientes: Cul ha sido hasta aqu nuestra conducta relativa al
cumplimiento del deber de la accin de gracias en general? Cul es
nuestro sentimiento habitual acerca de los innumerables beneficios
divinos que se nos han otorgado? Cunto tiempo hemos empleado,
aun durante nuestros ejercicios espirituales y otros das de retiro, en
contar las divinas larguezas que el Seor, ha tenido la dignacin de
concedemos a manos llenas?
Aconsjanos sabiamente San Ignacio que comencemos todos los
das nuestro examen de conciencia contando las misericordias de Dios

y dndole luego por ellas infinitas gracias; hemos guardado fielmente


siquiera esta pequea prctica de devocin y agradecimiento?
No pocas personas llegan a consagrar ciertas horas del da al
cumplimiento de diferentes deberes espirituales: hemos dedicado nosotros algn breve rato la accin de gracias?
Muchos otros cristianos conservan asimismo, en su devocionario, una
notita de aquellas cosas y personas por quienes tiene intencin de
rogar: guardamos nosotros una minuta parecida de los beneficios por
los cuales, deseamos rendir diariamente las debidas gracias a nuestro
Padre celestial?
Cuntas veces, para alcanzar algn especial favor del Cielo, nos
hemos estado asediando el trono de la gracia, durante semanas enteras,
con padrenuestros, avemarias, misereres, memorares, rosarios,
comuniones y hasta penitencias! Cul es, pues, y en qu proporcin ha
estado nuestro hacimiento de gracias con las splicas que elevamos a
los pies del Rey de la majestad, luego que el Seor tuvo al fin la
dignacin de condescender, benigno, a nuestros ruegos importunos?
Cunto tiempo gastamos entonces en la prctica del
agradecimiento por el beneficio recibido? En qu consisti semejante
ejercicio? Con qu nuevo fervor y aumento de amor divino iba
acompaado? Redjose acaso a un solo Te Deum, a un simple y
atropellado Deo grafas, lanzndonos en seguida precipitada y
descortsmente a tomar afanosos el don que Dios nos ofreca,
arrancndoselo, digmoslo as, de sus benditas manos, cual si fuese un
salario, para no volvernos despus a acordar jams de semejante ddiva
graciosa, contentndonos con aquel general y vago afecto de
agradecimiento que tuvimos al tiempo de recibirla?

Sobrados motivos, ay!, existen ciertamente para avergonzamos de


esta nuestra mala correspondencia a los beneficios divinos; porque
lejos de abrigar en nuestro corazn un espritu constante de gratitud, un
vivo y perpetuo recuerdo de las misericordias divinas, una regularidad
amorosa y no interrumpida en nuestras adoraciones y sacrificios de
accin de gracias continuamos esperando que el Espritu Santo toque
por s mismo nuestra voluntad con el sentimiento ntimo de nuestras
obligaciones para con Dios, y con la conciencia de nuestra dependencia
hacia su divina Majestad, cruzndonos, digmoslo as, de brazos, hasta
despus que aquel Espritu consolador ha desempeado semejante
ministerio; y aun as correspondemos framente a su divino
llamamiento, por manera que dejamos a cargo suyo que El supla
nuestro agradecimiento, cuando debiramos nosotros ofrecrselo de
muy buena voluntad y con generoso y abundante amor divino.
Verdad es que nunca podremos anticiparnos a sus divinos auxilios,
ni siquiera para concebir un solo pensamiento bueno; y as, nuestra
falta est nicamente en no corresponder a su primer toque o
llamamiento, aguardando a que nos obligue por una fuerte presin
interior.
Si un hermano nuestro se portase con nosotros segn nos
conducimos con nuestro Dios y Seor, de seguro que no hallaramos
expresiones con qu ponderar la bajeza de semejante conducta, indigna
de un alma, verdaderamente agradecida.
Responded, pues, con la mano puesta en el corazn a vuestro ngel
de la Guarda, y decidme luego si todava creis que exageraba al
aseguraros que la desproporcin entre el hacimiento de gracias y la
oracin es uno de los fenmenos ms espantosos de la naturaleza.

Y bien: cul es la causa de semejantes anomalas? Imprtame muy


poco repetirlo una y mil veces, hasta el punto de que llegue a causaros
fastidio el leerlo, si yo consigo grabarlo profundamente en vuestra
memoria. La causa, digo, de conducta tan extraa no es otra ms que
nuestra perversa obstinacin en rehusar mirar a Dios como a nuestro
Padre.
Prescindiendo de la culpa manifiesta, difcilmente existe una sola
miseria de la vida que no proceda de esas severas, ttricas y ruines
nociones que nos forjamos en nuestra mente acerca de Dios nuestro
Seor: he aqu, pues, la raz del mal.
As es que si deseis de todas veras ser muy otros de lo que sois,
menester es que la aplaquis luego la segur; cualquier otro medio no
curar vuestras dolencias espirituales, a pesar de vuestra meditacin,
examen de conciencia, rosario, etc., segn ya tantas veces lo habis
experimentado.
En efecto: cuntos sujetos no estamos viendo ejercitarse
diariamente con admirable constancia en la prctica de la meditacin,
sin que hayan logrado adelantar un solo paso en el camino de la virtud,
ni enfrenado sus malas pasiones, ni suavizado su carcter agreste y
desabrido? Tienen el hbito, no el don, de la oracin.
En su consecuencia, bien podis hacer cuantas penitencias os
agraden, que, lejos de inflamaros en el fuego de un puro y sincero amor
de Dios, endurecern vuestro corazn con el engao de una humildad
llena de vanagloria, y los mismos Sacramentos funcionarn en vuestras
almas nicamente cual mquinas descompuestas.
Ora os lamentis de vuestro escaso aprovechamiento en la vida
espiritual; ora deploris con lgrimas amargas la ausencia de toda de-

vocin sensible; bien os angustie vuestra incapacidad para formar y


cumplir resoluciones generosas; que os apesadumbren aquellas molestas reincidencias en imperfecciones indignas de un verdadero
cristiano; ya os desconsuele la falta de reverencia en la oracin, o la
dureza y desabrimiento con que os atrevis a tratar a vuestros prjimos,
semejantes defectos, tenedlo bien entendido, casi siempre nacen de
aquellas severas nociones que os habis formado de Dios nuestro
Seor, y, por tanto, si deseis de todas veras cambiar de vida, menester
es que arranquis de cuajo dichas ideas acerca de la Divinidad; que
cultivis un afecto filial hacia tan carioso Dueo; que pidis con vivas
ansias al Espritu Santo el don de piedad, cuyo oficio especial consiste
en producir en el alma de los cristianos semejante afecto devoto; que
vuestro culminante y primordial concepto sobre Dios sea de aquel
Seor de quien procede toda la paternidad que existe en el cielo y en la
tierra; que recordis que el espritu de Jess es el nico espritu
verdadero, y el espritu de adopcin por el cual clamamos Abba, Padre.
Jams, repito, lograris llevar una vida verdaderamente cristiana
mientras vuestras nociones de Dios como Padre amoroso no desvanezcan todas las otras nociones que de l os habis formado, o a lo
menos hasta que estas ltimas no se encuentren colocadas en subordinacin armoniosa con las primeras, que es lo que constituye la
esencia, el alma del Evangelio y la vida misma de las enseanzas de
nuestro Salvador adorable; no poda un hombre hacer obra ms
excelente que consagrar toda su vida al apostolado de esta nica idea:
la paternidad compasiva de Dios.
En materia de progreso espiritual, nuestros intereses se identifican
con la gloria divina; y ved aqu otra nueva invencin de la caridad

ingeniosa del Creador hacia los hombres que inspirar en nuestro


nimo mayor aficin a la prctica de la accin de gracias, considerando
los beneficios que desde el punto de vista espiritual nos resultan de
semejante ejercicio piadoso.
El adelantamiento en la santidad no es ms que el descenso
continuo, sobre nuestras almas, de aquellas gracias que coronan todo
acto de correspondencia por nuestra parte a las gracias anteriormente
recibidas.
Y nada hay, a juicio nuestro, que tanto multiplique en nosotros las
gracias, ni que con ms eficacia mueva a Dios a abrirnos de par en par
las puertas de sus riqusimos tesoros, como la prctica devota de la
accin de gracias.
Pero no es sta la nica ventaja que nos ofrece el hacimiento de
gracias para alcanzar la santidad; es menester que tomemos asimismo
en cuenta los efectos maravillosos que semejante devocin produce
sobre nuestras almas; no pocas personas se afanan por adelantar en el
camino de la virtud, mas no parece sino que una especie de mano
oculta las estorba el paso: porque el hecho es, y no lo conocen siquiera
que jams han llegado a convertirse enteramente a Dios;
permanecieron muy poco tiempo en la va purgativa de la virtud
cristiana; regatearon con Dios los servicios que de justicia le son
debidos; se reservaron ciertos alejamientos poco agradables a los
divinos ojos, o desearon despojarse de los hbitos viciosos floja y
gradualmente, para de esta suerte evitarse la molestia de una pronta y
eficaz conversin.
Ahora bien: la accin de gracias, suave, pero imperceptiblemente,
cambia nuestra religin en un servicio de amor; indcenos a mirar

todas las cosas desde el punto de vista divino; a ponemos del lado de
Dios, aun contra nosotros mismos; a identificarnos con sus intereses
hasta cuando parece que se hallan en abierta oposicin con los
nuestros; a romper, en su consecuencia, ms eficazmente con el
mundo, renunciando de lleno a todas sus pompas y vanidades; a
profundizar hasta el origen y raz del conocimiento de nuestra propia
vileza, la cual es peor todava que la misma nada en la presencia de
Dios; y qu es todo esto sino hacer nuestra conversin ms total y
completa?
Ni es menor el efecto de la accin de gracias sobre nuestro
adelantamiento en la santidad; todo progreso en la vida espiritual nace
del amor, y el amor es, al mismo tiempo, causa y efecto de la accin de
gracias.
Lo que el aire y la luz son a las plantas, eso es a las virtudes la
presencia de Dios; y la prctica de la accin de gracias es la que hace
casi habitual en nuestras almas semejante presencia sensible de Dios,
porque continuamente est excitndonos a contemplar las misericordias
divinas, que de otro modo no hubiramos notado, y colocndonos en
disposicin ms conveniente para apreciar su valor, sondeando algunos
grados el abismo inconmensurable de la condescendencia de Dios,
fuente inagotable de dichas bondades para con los hombres.
Muvenos, adems, el ejercicio de la accin de gracias a lamentar,
con lgrimas amargas, la ausencia de semejante devocin en nuestros
hermanos, cuya afliccin y tierno llanto mantienen nuestro amor de
Dios en toda su delicadeza y sensibilidad, y engendran en nuestra alma
aquel dulce espritu de reparacin, especial prerrogativa del
adelantamiento en la santidad.

Se dilatan los senos de nuestro corazn mientras estamos


engrandeciendo a Dios, dilatacin que nos solicita a correr con ligereza
por el camino de los divinos mandamientos, que antes andbamos
solamente a paso lento y como a remolque.
Sentimos asimismo dentro de nosotros una fuerza secreta para
vencer los obstculos que se nos ponen delante, para desvanecer y menospreciar toda suerte de temor; una completa libertad de espritu en el
bien obrar, que anteriormente no solamos, sentir.
Y todo esto es porque la accin de gracias nos ha hecho medir la
altura inconmensurable de la bondad infinita de Dios y la profundidad
de nuestra vileza, y as, nada nos parece demasiado, nada difcil y
grandemente penoso cuando en ello est interesada la gloria del Altsimo; como Areuna, en el tiempo de la pestilencia, ofrecemos al Rey
de la majestad ricos presentes, cual suelen hacerlo con nosotros los
monarcas de la tierra, esto es, con profusin y a manos llenas, pues,
nuestros corazones cien la brillante corona de la accin de gracias.
Yerran, pues, gravemente todos aquellos que menosprecian las
consolaciones y felicidad que se experimentan en la religin, el gozo
en los divinos servicios, la dulzura en la oracin, la suavidad y alegra
en la mortificacin y los regalos en la devocin. Verdad es que cuando
Dios rehsa a los fieles semejantes recreaciones espirituales,
ciertamente que no siempre lo hace por estar airado con ellos, o en
castigo de alguna maldad.
Y cualquiera que sea la causa que mueva al Seor a privarnos de
dichas consolaciones, nuestra principal obligacin es resignarnos
humildemente a su dulce aunque inescrutable voluntad divina; pero
esto no impide que todas las consolaciones susodichas sean instru-

mentos muy eficaces para la santidad y la perfeccin, y en su


consecuencia, que no puedan desearse y codiciarse ardientemente, si
bien con espritu humilde y rendido.
Cuntas veces no sucede que personas que no gozan de ninguna
dicha en la religin, que estn continuamente viviendo en sequedad de
corazn, privadas de las dulzuras y consolaciones espirituales, llegan a
caer en un desmayo o desfallecimiento tal, que no parece sino que todo
lo van abandonando; hasta descuidar el mismo cumplimiento de sus
ms sagradas obligaciones!
Aun durante la Misa y las grandes solemnidades de la Iglesia, un
tupido velo cubre tan fuertemente el corazn de semejantes sujetos, que
ni la msica, ni la magnificencia y esplendor del culto, ni la real
presencia de Dios son capaces de penetrar ni causar en l la ms ligera
conmocin; los beneficios divinos les son tan enojosos, como los
castigos para la generalidad de los mortales; la oracin es una
penitencia, la confesin un tormento, la comunin un verdadero
suplicio; aquello que Dios bendice por amor suyo, les desazona como
una lcera; lo que l llena de dulce paz, les incomoda; no apetecen
ninguna otra luz ms que la lobreguez de su perversa extravagancia, ni
gustan or otra cancin que la de su mal humor y propia ridiculez.
Indagad, pues, si han posedo alguna vez semejantes personas un
espritu de accin de gracias, y habris entonces exactamente dado con
el hilo de la dificultad; acaso sean convertidos a la santa fe catlica
quienes obedecieron a la gracia de la vocacin con cierta repugnancia;
que cuando entraron en el gremio de la Iglesia veran dificultades por
todas partes, desde el Papa y Cardenales, hasta el ltimo fiel de la
cristiandad; que doquiera les rodearan males imaginarios sin cuento;

que de todo criticaban, que nada les pareca bueno, que todo en la
Iglesia era, en fin, para ellos desabrido, vulgar, montono, prosaico.
As es que, sea por lo que sea, estos infelices convertidos han sido
verdaderamente unos desgraciados desde el principio de su conversin;
y por qu? Encerrados en s mismos, llenos de amor propio, no
buscando ms que consolaciones, y hambrientos de simpatas, difcilmente han cado alguna vez de hinojos, cual nios inocentes y
candorosos, a los pies del trono de Dios, para darle gracias por el milagro de amor que l obrara en favor suyo introducindoles dentro del
seno de la verdadera Iglesia, donde al presente se encuentran viviendo.
Un corazn agradecido hubiera recibido gozosa y alegremente
todas esas dificultades, propias de principiantes, esto es, de su nueva
situacin y gnero de vida, como una penitencia merecida de justicia
por la dureza de su corazn, que tanto dio que hacer a la gracia y tan
heroicos esfuerzos le ha costado, para ver de ablandarle durante todo el
proceso de la conversin.
Pero semejantes personas fueron desagradecidas, y as es como no
son felices y dichosas en la religin: demos rendidas gracias a Dios por
ser tan escaso el nmero de tales sujetos. Ved aqu, pues, en todo
cuanto acabamos de exponer, otro punto que debe tenerse muy en
cuenta: la felicidad en la religin nace del espritu de accin de gracias.
Expliquemos ahora en dos palabras cmo por medio de la devocin
de accin de gracias debemos ejercitar los tres instintos o caracteres de
los Santos, es decir, promover la gloria de Dios, fomentar los intereses
de Jess y procurar la salvacin de las almas.
Primeramente, la gloria de Dios. -Nuestro Dios y Seor, en sus
entraas de misericordia, ha querido que su gloria inefable dependa en

gran parte de las alabanzas y acciones de gracias de sus criaturas; la


accin de gracias fue uno de los fines que le movieron a crearnos.
As es que no hay cosa alguna que ms contribuya a defraudar la
gloria del Altsimo que la negligencia y olvido de la accin de gracias;
y consiguientemente, nada hay asimismo que l anhele con tan vivas
ansias de sus fieles siervos como la reparacin de semejante ultraje con
que le estn ofendiendo no pocos hijos ingratos en todos los instantes
del da y de la noche; porque es imposible tributarle con devota
atencin las debidas acciones de gracias sin que al propio tiempo
estemos promoviendo su mayor honra y gloria.
Ya llevo dicho que el gozo resulta de la accin de gracias; y el
espritu de gracias, no slo parece que acompaa al gozo, fruto especial
del Espritu Santo, sino que se manifiesta claramente en todas aquellas
devociones que tienen alguna relacin con el gozo.
En efecto; aquellos que han profesado una- singular devocin a San
Rafael, el ngel del gozo, generalmente han atesorado en su corazn un
don ms que ordinario de accin de gracias; y prescindiendo ahora de
los ejemplos de los Santos que ms llegaron a sealarse en la devocin
de la, accin de gracias, como San Juan de la Cruz, la Beata
Benvenuta, Santa Jacinta Mariscotti y otros, lo vemos hasta en el
mismo libro de Tobas -Padre!, causme goz-: he aqu el carcter
que el joven Tobas atribuye a San Rafael.
Estando ya este espritu bienaventurado a punto de darse a conocer,
les dijo: Bendecid a Dios del Cielo y glorificadle delante de todos los
vivientes por haberos mostrado su misericordia; porque bueno es
ocultar el secreto de un rey. pero es honroso el descubrir y confesar las
obras de Dios... Cuando me hallaba con vosotros, estaba por voluntad

de Dios; bendecidle; pues, y cantadle alabanzas... Tiempo es ya de que


vuelva a Aquel que me envi; mas vosotros bendecid a Dios y publicad
todas sus maravillas.
Probablemente, al separarse de ellos les permiti ver una vislumbre
o destello de la hermosura angelical que le engalana, pues inmediatamente entraron en un xtasis de tres horas, y lo que dej tras s fue
el espritu de accin de gracias.
Postrndose entonces por tres horas sobre su rostro, bendijeron a
Dios, y levantndose; contaron todas las maravillas del Altsimo, y
abriendo luego su boca el viejo Tobas, dijo: Glorificad al Seor, hijos
de Israel: ved lo que ha hecho por nosotros, y alabadle con temor y
temblor, y ensalzad al Rey de los siglos. Bendecid al Seor todos sus
escogidos, celebrad das de alegra y glorificadle. Jerusaln, ciudad de
Dios, glorifica al Seor en tus bienes.
Y cun dulces y regalados no fueron los ltimos das del santo
anciano, desde que el ngel le adorn con el rico ropaje del gozo y las
vistosas galas de la accin de gracias! Pas en gozo el resto de su
vida, y con grande aprovechamiento en el santo temor de Dios, descans y parti de este mundo en paz.
Qu ms!, si an lleg el gozo a sobrevivirle, supliendo en su
muerte el oficio del llanto, pues dcese que habiendo cumplido noventa
y nueve aos en el temor del Seor, le sepultaron con gozo,
puntualmente, como sucede con demasiada frecuencia en las casas
religiosas, luego que Dios llama para S a alguno de la comunidad,
gozo que no raras veces es motivo de escndalo para aquellos que no
comprenden el rendido y celestial espritu del claustro.

En segundo lugar, ofrcenos igualmente la prctica devota de la


accin de gracias medios eficaces para fomentar los intereses de Jess.
Qu haba sobr la tierra que l Salvador anhelase con ms
vehemencia que la gloria de su Padre?
Aunque de l se dice que penetraba en el interior de los hombres, y
que no quera fiarse de ellos, con todo eso, tuvo la dignacin de
aparecer sorprendido viendo que slo uno de los diez leprosos volva a
dar gracias a Dios por el beneficio recibido.
Y cun lleno de misterio no est asimismo aquel exabrupto suyo
de accin de gracias cuando agradeci a su Padre y le confes por qu
haba escondido sus misterios a los sabios y prudentes y revelndoselos
a los prvulos!
Ahora bien: existe un mtodo especialsimo para promover los
intereses de Jess de una manera fcil y gustosa, que yo me atrevera a
aconsejaros, el cual consiste en asumir un pequeo apostolado para
extender la prctica de la accin de gracias; porque, ciertamente, apenas habr uno solo de entre nosotros que no ejerza alguna influencia
sobre sus prjimos, ora sean hijos, criados o bien conocidos y amigos.
Ensemosles, pues; a practicar frecuentes, metdicas y fervorosas
acciones de gracias por los beneficios recibidos; dejemos discretamente
caer de nuestros labios, siempre que se nos ofrezca la ocasin, alguna
palabra en favor de semejante ejercicio.
Si cada uno de los cuarenta mil miembros de la Confraternidad de
la Preciosa Sangre tuviese la dicha incomparable de persuadir a cinco
personas, en honra de las cinco llagas de nuestro Seor Jesucristo, el
ejercicio diario de la accin de gracias; si estos cinco, a su vez,
lograsen asimismo extender semejante devocin piadosa entre otros

tantos hermanos suyos, como se extienden las ondas sobre la superficie


de un lago, y estos ltimos a otros, y as sucesivamente, cunto no se
regocijara entonces Jess en este riqusimo tesoro de gloria divina,
que, cual oloroso perfume, ofrecan a los pies del trono del Altsimo,
aunque no fuesen ms que las primeras doscientas mil personas,
practicando cada da un solo acto de agradecimiento, un simple Deo
grcitias nada ms, pronunciado, si no con los labios, con la lengua del
corazn?
Ponderad la gracia, y el mrito, y la gloria, y la adoracin, y la
honra, y el jbilo, y la alabanza que envuelve un solo Deo gratias
dicho con devota intencin; y esto no obstante, la Confraternidad, con
tan brevsima jaculatoria, podra presentar anualmente a la Majestad
ultrajada del Rey de la gloria setenta y tres millones de actos sobrenaturales de accin de gracias.
Por qu, pues, no ensayamos siquiera este medio, que procurara a
Dios un riqusimo tesoro de gloria? Oh; qu homenaje de amor a Jess
no sera este fcil apostolado de accin de gracias!
A la obra; pues, hermanos mos! Comencemos luego a trabajar en
tan santa empresa!, hoy!, ahora mismo!, que el tiempo vuela, y harto
hemos hecho estar esperando a la gloria de Dios nuestro Seor!
En las escuelas, en los Seminarios y en el seno de las familias,
especialmente en aquellas donde hay muchos jovencitos; de cuyas
bocas puras ha Dios ordenado su alabanza, podrn tambin
establecerse pequeas asociaciones para que cada uno de sus miembros
dijese en particular, todos los das, alguna breve jaculatoria de accin
de gracias; y donde se creyese oportuno, no sera intil mandar que
hiciesen en comn algn pequeo acto de agradecimiento, para de esta

suerte animar y esforzar a los tiernos nios y dems jovencitos a poner


mayor atencin en las oraciones que suelen decirse antes y despus de
la comida.
Semejantes asociaciones podran tener por objeto el dar gracias a
Dios por todas las misericordias que ha otorgado a sus criaturas,
sealadamente por el beneficio inestimable de la Encamacin y por
aquella singular largueza que movi sus entraas de bondad a
regalarnos a Mara para que fuese nuestra Madre igualmente que suya.
Supongamos, pues, por un momento, que los nios de una escuela
cristiana se reuniesen maana y tarde para practicar un breve acto de
gracias por el don singularsimo de la santa fe catlica, apostlica,
romana; los jovencitos entonces, a la vez que obrando as, bendeciran
a Dios por la fe nacional de su pas y repararan las apostasas,
adquiriran tambin para s un hbito que les servira de eficaz preservativo contra las tentaciones que experimentarn en lo por venir.
Dichas asociaciones, si se juzgase conveniente, podran asimismo
tener por objeto la devocin a los santos ngeles, cuya incesante
ocupacin en el Cielo es una cancin no interrumpida de melodiosas
alabanzas y acciones de gracias; y de esta suerte la virtud de la santa
pureza, don especial de la devocin a los espritus bienaventurados,
crecera y echara hondas races en las almas inocentes de los jvenes
asociados.
Si profesamos una grande estimacin a la gloria de Dios; en una
palabra, si amamos entraablemente a nuestro Padre Celestial, no nos
parecern livianas todas estas cosas ni insignificantes sus resultados; y
trataremos de recobrar en lo posible con tan ingenioso artificio de

accin de gracias aquel tiempo precioso que hemos malamente


perdido.
Oh, qu rico tesoro de gloria no podra un hombre solo ganar para
nuestro Seor dulcsimo, consagrndose de todas veras a tan santa
ocupacin!
Cuando San Jernimo viva en el Oriente, oy con frecuencia
entonar a los monjes la doxologa Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espritu Santo, y se qued tan prendado de semejante doxologa, que se
resolvi a pedir al Papa San Dmaso que se dignase establecerla en la
Iglesia Occidental, donde, humanamente hablando, a no ser por los
ruegos del santo Doctor, difcilmente hubiera llegado a usarse jams.
Ahora bien: quin es capaz de contar los millones y millones de
veces que los fieles de Occidente han rezado o cantado, con amorosa y
devota intencin, semejante doxologa?
Cada vez que Santa Mara Magdalena de Pazzi recitaba o entonaba
tan regalada cancin, acompabala con la ofrenda mental de s misma
en olor de la Beatsima Trinidad, doblando al propio tiempo el cuello al
golpe del hacha, cual si estuviese ya a punto de ser matirizada en
defensa de la fe catlica.
Dcese de San Alfonso de Ligorio que, en su vejez, apenas llegaba a
sus odos alguna noticia o buena nueva favorable a la gloria de Dios o
prosperidad de la Iglesia, exclamaba, inundado de alegra: Gloria
Patri, et Filio, el Spiritui Sancto.
Se cuentan igualmente maravillas de la devocin del Beato Pablo
de la Cruz hacia esta doxologa. devocin que el siervo de Dios estaba
sin cesar inculcando a todos sus religiosos; y las Vidas de los Santos,
cuntos ejemplos no podran asimismo ofrecernos de muchas otras

devociones de amor heroico, estrechamente ligadas con semejante


cancin gloriosa?
Pues bien: si San Jernimo no hubiese rogado un da al Papa San
Dmaso que la introdujese en la Iglesia Occidental, claro est que se
hubieran entonces perdido para Dios todos estos riqusimos tesoros de
gloria; cuando los hombres ejecutan alguna buena obra, por liviana que
sea. a la mayor gloria de Dios, jams llegan a conocer hasta dnde
alcanzar su eficacia ni qu nmero de maravillas podr obrar, en
honra y alabanza del Altsimo, en el transcurso de los siglos.
El secreto del amor, por tanto, consiste en estar constantemente
ejecutando obras a la mayor gloria de Dios, sin cuidarnos para nada de
su grandeza o pequeez: Echa tu pan -dice el Sabio- sobre las aguas
que corren, pues al cabo de mucho tiempo lo hallars. Por la maana
siembra tu simiente, y no permitas que por la tarde cese tu mano,
porque no sabes si nacer antes esto o aquello; y si ambos a la vez,
ignoras cul ser lo mejor
ltimamente, el ejercicio devoto de la. accin de gracias es-un
poderoso auxiliar para la salvacin .de las almas.
En efecto : nosotros mismos, practicando semejante devocin,
gozaramos de un valimento tan sealado para con Dios nuestro Seor,
que nos habilitara para impetrar gracias que sobrepujasen a nuestros
deseos y al alcance de la pobreza de nuestras actuales oraciones;
veramos abrirse delante de nuestros ojos los riqusimos tesoros de las
misericordias divinas; correran por doquiera ros caudalosos de
gracias; se ablandaran los corazones ms empedernidos; lloveran
raudales de bendiciones sobre toda la Iglesia; desagraviaramos a Dios
por las ofensas con que los pecadores le estn ultrajando con su

ingratitud y negligencia; aplacaramos la clera del justo Juez y


detendramos el brazo del Rey airado, levantado ya para descargar
contra ellos rayos de castigos espirituales y temporales.
Con cunta muchedumbre, pues, de medios indirectos no nos
permite Dios, en su infinita misericordia, cooperar a la salvacin de las
almas, solicitndonos incesantemente, con entraas de caridad; a ser
ms ingeniosos que hasta aqu en buscarlos, y muy solcitos, una vez
adquiridos, en ponerlos luego al punto en ejecucin!
Oh pobrecitas almas desgraciadas, que con tanta frecuencia os
hemos escandalizado con nuestras maldades! Pluguiera al Cielo que
nuestros ruegos actuales y acciones de gracias llegasen siquiera a
igualar el nmero de escndalos que os hemos dado con descaro inconcebible, porque nos parece imposible que sea enteramente nuestra
la preciosa Sangre de Jesucristo hasta tanto que no os hagamos a
vosotras igualmente participantes de ese riqusimo tesoro!
No olvidemos, pues, nunca, hermanos mos, que acaso existan
sobre la tierra algunas almas cuya salvacin perdurable habr Dios
vinculado a nuestro celo y oraciones! No perdamos jams de vista que
quiz haya en el mundo un alma querida a quien el Altsimo am desde
toda la eternidad, decretando sacarla de la nada con preferencia a
millones de almas que pudo haber criado en lugar suyo! Un alma
querida cuyo nombre tuvo Jess grabado en su mente soberana aun
estando pendiente en la Cruz! Un alma querida por cuya compaa
est suspirando Mara en la gloria del Cielo! Un alma querida cuya
felicidad sempiterna, esto es, el ver a Dios cara a cara, y ser por toda
una eternidad feliz y dichosa, y hallarse adornada con una belleza
incomparable, y coronada con bellsimos dones y esclarecidas gracias

sobrenaturales, y hermosamente engalanada con los preciosos atavos


de la Jerusaln celestial, y anegada en un mar inmenso y perdurable de
dulzuras, y de gozo, y de deleites, que sobrepujan a todo humano
encarecimiento!
Acaso se halle todo esto, repito, por un especial arrojo,
permtasenos la expresin, y un adorable atrevimiento del amor divino,
pendiente y como colgado, sin que lo conozcamos, de cualquiera de
nuestras oraciones! Oh, qu posibilidad sta tan espantosa a la vez que
arrebatadora!
Seor!, cundo os vimos hambriento, y no os alimentamos;
sediento, y no os dimos de beber? Ojal que no cese nunca de resonar
en nuestro odo el eco espantoso de aquella su contestacin: Cuando no
lo hicisteis con el ms pequeuelo de estos mis hermanos, ni a m lo
hicisteis!

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