Demos Gracias A Dios - Padre Federico Guillermo Faber
Demos Gracias A Dios - Padre Federico Guillermo Faber
Demos Gracias A Dios - Padre Federico Guillermo Faber
LA ACCIN DE GRACIAS
por el P. Faber
librarse de las penas del infierno sabe a ciencia cierta que tiene que rogar; pero semejante sujeto vese privado de un estmulo parecido que le
impulsa fuertemente a la prctica de la accin de gracias.
Y no se vaya a creer que esto es de ahora: nunca oracin sali ms
de corazn que aquella fervorosa splica y exclamacin piadosa de los
diez leprosos del Evangelio luego que vieron a Jess entrando en una
aldea: el deseo mismo de ser odos les hizo atentos y corteses;
parronse de lejos por miedo de disgustarle si se le acercaban con
enfermedad tan asquerosa como la suya; proceder que nos descubre
muy a las claras que no conocan a nuestro Seor amoroso, ni saban
asimismo que haba llegado su humillacin hasta el punto de ser
contado por un leproso entre los hijos de los hombres.
Alzaron su voz, diciendo: Jess, Maestro, ten misericordia de
nosotros! Luego que se obr el milagro, nueve, llenos de un gozo
egosta, continuaron su camino para mostrarse al sacerdote; pero uno,
uno solamente!, y ste un infeliz y proscrito samaritano!, apenas vio
que haba quedado limpio, volvise glorificando a Dios a grandes
voces y se postr en tierra a los pies de Jess, dndole gracias por la
merced que le haba otorgado!
Hasta el Sagrado Corazn de Jess qued entonces como atnito y
asombrado, y le dijo: Por ventura no fueron diez los limpios? Dnde, pues, estn los nueves? Ay, no hubo quien volviese a dar las
gracias a Dios sino este extranjero! Cuntas veces no hemos nosotros
causado la misma desagradable sorpresa al Sacratsimo Corazn de
Jess!
Cuando el olvid de un deber llega hasta el punto de espantarnos,
cul nos sucede indudablemente con el olvido de la accin de gracias,
Siervos suyos ha habido que llegaron hasta desear no morir nunca, para
que, viviendo siempre en la tierra, glorificasen a Dios con mayores
sufrimientos.
Claro est que no es fcil abriguemos nosotros semejantes deseos;
mas pueden aprovechamos grandemente, porque nos descubren el poco
amor que profesamos a tan carioso Padre, y parceme que semejante
manifestacin es ya una gran cosa.
Concbese fcilmente que se engaen los hombres, llegando a
persuadirse que aman a Dios cuado ni siquiera mantienen viva una
sola centella de ese fuego celestial; o bien que abriguen deseos de
amarle y no sepan cmo hacerlo; pero es posible que uno conozca lo
poco que ama a Dios, y la facilidad que tiene para amarle ms cada da,
y con todo no desee hacerlo as? Jess muri para impedir semejante
posibilidad; y habr muerto en vano?
Perdneseme si vuelvo a repetir que no encuentro cosa alguna
reprensible en el olvido de la accin de gracias por parte de los pecadores que viven separados de la gracia de Dios y alejados de los
Sacramentos; porque semejantes sujetos tienen que ocuparse en otros
negocios, es a saber: en hacer penitencia, reconciliarse con su Dios y
Seor y lavar de nuevo sus almas en la preciosa Sangre de Jesucristo.
El olvido de la accin de gracias es una ingratitud que Nuestro
Seor dulcsimo ha de echar en cara solamente a aquellos hijos suyos a
quienes ha perdonado sus culpas; a aquellos que viven en su amistad y
estn gozando pacficamente de todos sus privilegios y divinas
mercedes; y he aqu una ingratitud que merece ser notada con especial
cuidado, y sobre la cual es menester que fijemos toda nuestra atencin.
amor hacia sus hijos los hombres, afnase luego por explicarla, y
suavizarla, y armonizarla.
Pero no es esto slo: las expresiones ms espantosas sobre la alteza
de sus juicios son desahogos ms bien que revelaciones salidas de su
boca divina; explosiones del asombro que embargaba el nimo de sus
criaturas, de Job, por ejemplo; de Isaas, de Pedro y de Pablo.
Y aun cuando as no fuese, la terribilidad de semejantes frases es en
s misma una nueva prueba de su amor; porque podemos acaso
nosotros adivinar lo que su sabidura y misericordia infinitas quieren
darnos a entender con semejante manera de conducirse?
As como no vemos sino un slo lado de la luna, as tampoco nos es
concedido ver ms que un lado de Dios; cmo conocer, pues, aquello
que no vemos? Quin es capaz, en efecto, de contar las varias
manifestaciones de la infinita bondad de Dios, los ingeniosos artificios
de su misericordia y las maravillas de su compasin hacia los hombres,
criaturas suyas? Esfurzase por llamar nuestra atencin acerca de
semejantes finezas de su amor, pero nosotros de todo nos cuidamos
menos de esto; afanmonos por aquello mismo que El quisiera que
apenas pensramos, y desdeamos ponderar todas aquellas inefables
muestras de cario paternal que se digna darnos, y que son personales
entre l y nosotros, toques reales y sensibles de su abrasada caridad.
Mientras el Seor se est dando trazas por ordenar y enderezar las
cosas para ganar nuestro amor, nosotros, con descaro inconcebible,
trabajamos por contrariar y poner estorbos a su ternura y excesiva
longanimidad y paciencia.
Considerad por un momento la incomparable grandeza de ser
dichosos por Dios; poneos en la balanza y pesaos con El, y entonces
y yo aconsejara que en esta materia, como en muchas otras, siguisemos el orden y mtodo que propone el Padre Lancisio.
SECCIN 3
Varios objetos de accin de gracias.
1, Debemos dar gracias a Dios, en primer lugar, por los beneficios
comunes a todo el humano linaje; San Juan Crisstomo es muy enrgico acerca de este punto, y nuestro Seor lleg a llamar a la prctica
de accin de gracias por los beneficios comunes el collar de su
esposa, cuando, habindose dignado desposarse con Santa Gertrudis,
e instruyndola sobre los adornos espirituales con que deba vestir y
engalanar su alma, dijo:
La esposa tiene que llevar sobre su cuello las seales del
desposorio, esto es, la memoria de los favores que te he otorgado; la
soberana generosidad con que te creara, dndote cuerpo y alma; la
inefable largueza con que te he concedido salud y bienes temporales;
la abrasada caridad con que te he separado de los devaneos del mudo,
muriendo por ti y restituyndote, si as es voluntad tuya, tu antigua
herencia.
Cuenta Orlandini que el hacimiento de gracias por los beneficios
comunes fue una de las devociones caractersticas del P. Pedro Fabro,
de la Compaa de Jess. Ocupbase sin cesar este siervo de Dios en
traer a la memoria con singular agradecimiento no slo los divinos
oficios particulares, sino tambin aquellos que son comunes a todo el
gnero humano, y siempre tuvo presente la estrechsima obligacin de
ofensas y ultrajes que reciben diariamente la honra de Dios y los sagrados intereses de Jess, parceme que n ser inoportuno aadir aqu
algunos otros mtodos de accin de gracias que tanto hacen a mi propsito.
Trasladmonos, pues, con la consideracin a las cavernas del
infierno, y contemplemos all aquellas almas infelices que habitan esa
regin de tinieblas y sempiterno llanto; no existe ni una sola a quien
Dios no colmara de bendiciones, enriqueciera de dones muy sealados
y exornara con las caricias divinas del Espritu Santo.
Pero en aquellas crceles tenebrosas no se canta ninguna cancin de
gracias al Altsimo; all slo levanta su voz la justicia inexorable del
Rey de la majestad; y el divino amor permanece silencioso.
He aqu por qu el Venerable P. Luis de la Puente, en el Prefacio a
sus Meditaciones, nos recomienda encarecidamente la prctica devota
de accin de gracias a Dios nuestro Seor por todos los beneficios de
naturaleza y gracia que ha derramado sobre los mismos condenados.
Otros han ido an ms lejos todava: era tal su celo por la gloria de
Dios, y tan grande su temor de que pudiese haber algn rincn del
mundo donde no se tributasen al Creador omnipotente las gracias
debidas a sus divinas misericordias y soberanas larguezas, que llegaron
a ofrecerle alabanzas por haber tenido su bondad la dignacin de
contentarse con castigar a los rprobos citra condignum, esto es, menos
de lo que merecen sus culpas; cun prdigo, pues, no ha sido Dios de
su bondad infinita, y cun cierto es asimismo que sobrepujan al clculo
los innumerables dones y mercedes que concediera liberal a los
condenados.
Dnde est, Dueo mo, aqul luego que viniste a encender sobre la
tierra? Dnde est, que no llega a consumirse mi corazn?
Seor amorossimo, ya que tan poco os amamos, avergoncmonos
siquiera y llenmonos de un santo rubor por no profesaros aquel amor
que se merece vuestra grandeza soberana, y la hermosura y embeleso
de vuestra divina naturaleza que roba los ojos del Querubn!
8. El objeto de la presente prctica consiste en dar gracias a Dios
nuestro Seor con el mayor regocijo posible y el ms encendido fervor
del corazn por la inmensa muchedumbre de ngeles y Santos que
pueblan los Cielos, adorndole como a su cabeza y rindindole infinitas
gracias como autor de toda gracia y dador de todos los dones.
Porque si nosotros le profesramos un verdadero amor, nuestra
mayor pesadumbre sera considerar esta nuestra incapacidad para
amarle dignamente y cual se merece, y en su consecuencia, tendramos
como un beneficio inestimable que su liberalidad infinita se hubiese
servido dispensamos la creacin de sa multitud innumerable de seres
bienaventurados capaces de amarle ms, incomparablemente ms que
nosotros le amamos a pesar de todos nuestros esfuerzos.
Algunas personas piadosas han aadido a esta prctica devota la de
la accin de gracias por todo el culto y adoracin que al presente est
recibiendo el Altsimo en toda la redondez de la tierra y mansiones del
purgatorio; por todos los sacrificios que ahora le ofrecen millares y
millares de ministros suyos y almas puras; por todas las oraciones que
desde innumerables iglesias y santuarios suben en olorosa espiral a los
pies del excelso trono que ocupa en el empreo cul Rey de la
majestad; por los votos con que se estn ligando los fervorosos fieles
para ofrecerse en su servicio cual vctima de expiacin, y, finalmente,
por todos los grados de aumento que recibe el amor divino en aquellos
corazones que viven la vida regalada de la gracia santificante.
Otras personas devotas se han sentido asimismo dulcemente
atradas a rendir a Jess continuas acciones de gracias por los misterios
gloriosos de su vida santsima, alabndole con perpetuos loores por la
gloria inefable que en ellos gozara, por la que procuraran a su Eterno
Padre y por los inestimables beneficios que de ellos hemos nosotros
conseguido; de aqu es que a todos los siervos de Dios que profesaron
una especial devocin a la resurreccin triunfante y gloriosa de
Jesucristo, Salvador nuestro, se les ha visto casi siempre
aficionadsimos a la prctica amorosa de la accin de gracias.
SECCIN 4
Accin de gracias por el don inestimable de la fe.
Otras personas llegaron a sealarse por un afecto profundo de
agradecimiento hacia el don inestimable de la fe y a todas aquellas
maravillas sobrenaturales de nuestra sacrosanta Religin cristiana,
dones que forman dos fuentes distintas y muy abundantes de tierna
devocin.
La primera, esto es, la fe, induce a los hombres a regocijarse no
menos en la absoluta soberana de Dios y supremaca ilimitada de su
excelencia y adorable Majestad, que en su impropia dignidad y vileza,
que sobrepujan a todo humano encarecimiento.
A semejanza de Pedro Consolimi, se ven inclinados a favor de
aquella opinin teolgica relativa a la naturaleza y eficacia de la gracia
9.
todas las cosas desde el punto de vista divino; a ponemos del lado de
Dios, aun contra nosotros mismos; a identificarnos con sus intereses
hasta cuando parece que se hallan en abierta oposicin con los
nuestros; a romper, en su consecuencia, ms eficazmente con el
mundo, renunciando de lleno a todas sus pompas y vanidades; a
profundizar hasta el origen y raz del conocimiento de nuestra propia
vileza, la cual es peor todava que la misma nada en la presencia de
Dios; y qu es todo esto sino hacer nuestra conversin ms total y
completa?
Ni es menor el efecto de la accin de gracias sobre nuestro
adelantamiento en la santidad; todo progreso en la vida espiritual nace
del amor, y el amor es, al mismo tiempo, causa y efecto de la accin de
gracias.
Lo que el aire y la luz son a las plantas, eso es a las virtudes la
presencia de Dios; y la prctica de la accin de gracias es la que hace
casi habitual en nuestras almas semejante presencia sensible de Dios,
porque continuamente est excitndonos a contemplar las misericordias
divinas, que de otro modo no hubiramos notado, y colocndonos en
disposicin ms conveniente para apreciar su valor, sondeando algunos
grados el abismo inconmensurable de la condescendencia de Dios,
fuente inagotable de dichas bondades para con los hombres.
Muvenos, adems, el ejercicio de la accin de gracias a lamentar,
con lgrimas amargas, la ausencia de semejante devocin en nuestros
hermanos, cuya afliccin y tierno llanto mantienen nuestro amor de
Dios en toda su delicadeza y sensibilidad, y engendran en nuestra alma
aquel dulce espritu de reparacin, especial prerrogativa del
adelantamiento en la santidad.
que de todo criticaban, que nada les pareca bueno, que todo en la
Iglesia era, en fin, para ellos desabrido, vulgar, montono, prosaico.
As es que, sea por lo que sea, estos infelices convertidos han sido
verdaderamente unos desgraciados desde el principio de su conversin;
y por qu? Encerrados en s mismos, llenos de amor propio, no
buscando ms que consolaciones, y hambrientos de simpatas, difcilmente han cado alguna vez de hinojos, cual nios inocentes y
candorosos, a los pies del trono de Dios, para darle gracias por el milagro de amor que l obrara en favor suyo introducindoles dentro del
seno de la verdadera Iglesia, donde al presente se encuentran viviendo.
Un corazn agradecido hubiera recibido gozosa y alegremente
todas esas dificultades, propias de principiantes, esto es, de su nueva
situacin y gnero de vida, como una penitencia merecida de justicia
por la dureza de su corazn, que tanto dio que hacer a la gracia y tan
heroicos esfuerzos le ha costado, para ver de ablandarle durante todo el
proceso de la conversin.
Pero semejantes personas fueron desagradecidas, y as es como no
son felices y dichosas en la religin: demos rendidas gracias a Dios por
ser tan escaso el nmero de tales sujetos. Ved aqu, pues, en todo
cuanto acabamos de exponer, otro punto que debe tenerse muy en
cuenta: la felicidad en la religin nace del espritu de accin de gracias.
Expliquemos ahora en dos palabras cmo por medio de la devocin
de accin de gracias debemos ejercitar los tres instintos o caracteres de
los Santos, es decir, promover la gloria de Dios, fomentar los intereses
de Jess y procurar la salvacin de las almas.
Primeramente, la gloria de Dios. -Nuestro Dios y Seor, en sus
entraas de misericordia, ha querido que su gloria inefable dependa en