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Psicología y Feminismo

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Quaderns de Psicologia | 2010, Vol.

12, No 2, 47-64

ISNN: 0211-3481

http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/771

Las relaciones entre la Psicologa y el Feminismo en tiempos de


igualdad
The Relations between Psychology and Feminism in "Times of Equality
Silvia Garca-Dauder
Universidad Rey Juan Carlos

Resumen
En el artculo analizo las articulaciones entre la Psicologa, como disciplina y conocimiento
cientfico, y el Feminismo como teora crtica y movimiento social. Mi propsito es evaluar
hasta qu punto podemos hablar de "tiempos de igualdad" en la Psicologa, teniendo en
cuenta su pasado histrico y la situacin actual. Para ello, analizo la situacin de las mujeres en la psicologa -como sujetos y como objetos de conocimiento-, la cuestin de la psicologa en el feminismo (hasta qu punto los conocimientos psicolgicos han contribuido a la
opresin o liberalizacin de las mujeres y a fines polticos feministas) y la cuestin del feminismo en la psicologa (hasta qu punto los discursos y prcticas feministas han contribuido a la consecucin de una "mejor" psicologa, ms objetiva y justa socialmente). Vamos a
desplazarnos, as, de la psicologa construye lo femenino' y la mujer', al feminismo reconstruye a la psicologa, para terminar plantendonos las posibilidades de una psicologa feminista.
Palabras clave: Psicologa; Feminismo; Gnero; Mujeres
Abstract
In this article I analyse the articulations between Psychology, as discipline and scientific
knowledge, and Feminism, as critical theory and social movement. My aim is to evaluate to
what extent we can speak about "times of equality" in Psychology, bearing in mind its historical past and the current situation. In doing so, we analyse the situation of women in
psychology -as subjects and objects of knowledge-, the question of psychology in feminism
(how discourses from psychology, as a scientific knowledge, have contributed to the oppression or liberation of women and feminist political aims) and the question of feminism
in psychology (how feminist discourses and practices have contributed to a more objective
and socially fair scientific psychology). The journey we are going to follow is from psychology constructs "the female" and "the feminine", to feminism reconstructs psychology, and
finally we will think about the possibilities of a Feminist Psychology.
Keywords: Psychology; Feminism; Gender; Women

Recogiendo la temtica general de este monogrfico, lo que pretendo con este texto es
analizar las relaciones entre la Psicologa,
como disciplina acadmica institucionalizada
y como produccin y corpus de conocimiento

cientfico, y el Feminismo, como teora crtica


y movimiento social que lucha por la igualdad
de derechos entre hombres y mujeres. Mi
propsito con ello es evaluar hasta qu punto
podemos hablar de tiempos de igualdad en

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la Psicologa, teniendo en cuenta su pasado


histrico y la situacin actual. Para ello, vamos a seguir los desplazamientos de las crticas feministas a la ciencia descritos por Sandra Harding (1996): del anlisis de la situacin de las mujeres en la psicologa como sujetos y como objetos de conocimiento-, a la
cuestin de la psicologa en el feminismo hasta qu punto los conocimientos psicolgicos han contribuido a la opresin o liberalizacin de las mujeres y a fines polticos feministas-, lo que nos conducir finalmente a la
cuestin del feminismo en la psicologa -hasta
qu punto los discursos y prcticas feministas
han contribuido a la consecucin de una mejor psicologa, ms objetiva y justa socialmente. Esto ltimo implica tener en cuenta
las diferentes aportaciones de las epistemologas feministas y las relaciones entre ciencia y
sociedad: entre objetividad, movimientos sociales y democracia. Vamos a desplazarnos,
as, de la psicologa construye lo femenino
y la mujer, al feminismo reconstruye a la
psicologa (Kitzinger, 1993, p. 190), para
terminar plantendonos las posibilidades de
una psicologa feminista.

La situacin de las mujeres en la psicologa como sujetos de conocimiento (I):


estudios histricos y pedaggicos
La teora feminista ha criticado la oposicin
histrica a que las mujeres pudieran situarse
como sujetos de conocimiento a travs de la
educacin. El pensamiento cientfico y racional moderno se ha construido sobre la base de
metforas de mentes y razones masculinas que conocan naturalezas femeninas
(Keller, 1991), reforzando un pensamiento dicotmico que construa a la mujer-cientfica
como una contradiccin en sus propios trminos (Rossiter, 1992). Frente a ello, desde el
feminismo, se han realizado estudios pedaggicos sobre cmo socializar y ensear una
ciencia no-sexista, al tiempo que los estudios
historiogrficos han recuperado a mujeres
cientficas, a tradiciones femeninas olvidadas en los procesos de definicin e historizacin de las disciplinas y, sobre todo, nos han
narrado sus experiencias desiguales de opresin y resistencia marcadas por la diferencia
sexual (Gonzlez Garca y Prez Sedeo,
2002).
En Psicologa, la historiografa feminista ha
evidenciado el mito androcntrico de una psi-

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cologa sin mujeres, y cmo stas han sido un


secreto muy bien guardado. Y as, ms que
preguntarnos por la inexistencia de mujeres,
o por qu tan pocas, tendramos que hacerlo
por su olvido; ya que las hubo, fueron reconocidas por sus contemporneos en mayor o
menor medida- y ocuparon cargos importantes dentro de la institucionalizacin de la disciplina. El trabajo de Elizabeth Scarborough y
Laurel Furumoto (1987) sobre la historia perdida de las dos primeras generaciones de mujeres psiclogas en EEUU ha sido muy revelador en este sentido. Estas pioneras vivieron la
discriminacin de no ser admitidas en las aulas por su sexo, o serlo en calidad de estudiantes especiales; el rechazo al reconocimiento oficial de sus doctorados; la exclusin
de sociedades cientficas -como la de los Experimentalistas de Titchener-; o los obstculos a ejercer como psiclogas dentro de la
academia y, por ello, la bsqueda e invencin
de empleos en trabajos aplicados o en los colleges de mujeres (ambos mbitos desprestigiados por estar feminizados). Y no obstante,
ser en este periodo donde dos mujeres alcanzarn la presidencia de la Asociacin Americana de Psicologa (APA): Mary Calkins en
1905 y Margaret Washburn en 1921, lo cual no
volver a repetirse hasta la dcada de los 70.
La interseccin entre polticas de gnero y
conocimiento se har evidente en estos primeros aos con una clara segregacin sexual
horizontal: la divisin entre una psicologa
pura desde dentro de la academia, masculinizada y legitimada, y una psicologa aplicada
desde los mbitos de reforma, feminizada,
desprestigiada y excluida de los mecanismos
de reconocimiento oficial. As, tras la I Guerra
Mundial1, con la aplicacin masiva de tests
mentales para la seleccin de reclutas, dicha
actividad, antes feminizada y desvalorizada,
pasar a ser lo que colocar a la psicologa en
el mapa de las ciencias (Garca-Dauder,
2005a).
Estas investigaciones han recuperado tambin
tradiciones perdidas: los trabajos empricos
de pioneras desmontando los mitos psicolgicos sobre la inferioridad de las mujeres, e
inaugurando una tradicin psico-social en el
debate herencia-ambiente apenas reconocida; las aportaciones transdisciplinares y co1 Para un anlisis sobre segregacin sexual en psicologa
que tuvo lugar durante la II Guerra Mundial, ver Capshew
y Laszlo (1986) y Russo y Denmark (1987).

Las relaciones entre la Psicologa y el Feminismo

lectivas desde la interseccin de mbitos de


reforma y la universidad, como fueron los
trabajos de las mujeres de la Escuela de
Chicago (Garca Dauder, 2010); o aportaciones individuales como los trabajos psicosociales de Mary Calkins sobre la psicologa del self
o los de Mary Parker Follett sobre los grupos,
el poder y el conflicto (Garca-Dauder, 2005a,
2005b; Domnguez y Garca-Dauder, 2005).
Estos estudios histricos tienen el mrito no
slo de recuperar los nombres de mujeres
eminentes en Psicologa y mostrar sus contribuciones, sino de situar sus trabajos en un
contexto de discriminaciones donde no partan de una situacin de igualdad respecto de
sus compaeros. De esta forma comprendemos que la meritocracia en la historia de la
psicologa no es ms que un mito. Para evaluar las consecuencias de este pasado histrico sesgado, de una psicologa sin mujeres, no
hay ms que echar un vistazo a los manuales
recomendados y ms utilizados de historia de
la disciplina. En un reciente Seminario, ped a
estudiantes de primer curso que recogiesen
diferentes manuales de Historia de Psicologa
presentes en la biblioteca de la Universidad
Rey Juan Carlos (en Madrid) y que buscasen
nombres de mujeres en ellos. La sorpresa fue
doble: primero, la dificultad de reconocer el
sexo a partir de apellidos o iniciales y, despus, la escasez o ausencia total de nombres
de mujeres. Un dato que ha sido corroborado
por un estudio bibliomtrico ms sistemtico
realizado en la Universidad de Barcelona (Gimnez, 2007). Cuando las/os estudiantes
aprendieron despus que hubo pioneras psiclogas que fueron presidentas de la APA, su
desconcierto fue total. Mi experiencia es que
esta es una buena forma de concienciar al
alumnado de las desigualdades de gnero en
Psicologa, junto con otras como las de clase
y nacionalidad.
Pero las experiencias particulares de las pioneras psiclogas slo estn narradas en libros
especializados, ledos por unas pocas psiclogas interesadas en cuestiones de gnero y feminismo. En los pocos manuales de texto en
que vienen sus nombres, aparecen o bien de
forma marginal bajo epgrafes del tipo diversidad en Psicologa, o bien se identifican sus
contribuciones descontextualizadas como si
las condiciones de posibilidad de psiclogos y
psiclogas de la poca hubieran sido las mismas. En mi opinin, una historia de la psico-

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loga ms igualitaria implicara la inclusin de


los nombres y las contribuciones de las mujeres psiclogas donde corresponda, segn la
temtica de sus aportaciones, y no en epgrafes marginales por su identidad grupal; pero
tambin situar sus contribuciones y experiencias en su contexto social, del mismo modo
que las de sus compaeros, siguiendo la tradicin historiogrfica (Buss, 1979; Lerner, 1992;
Bohan, 1992).
En la medida en que la historia de la psicologa no solo adolece de sesgos de gnero, sino
tambin culturales o de nacionalidad, una
mayor igualdad en cuanto a referentes o modelos histricos implicara tambin una recuperacin de mujeres psiclogas ms all de
las estadounidenses, y poder as comparar los
contextos de produccin. Que tanto el alumnado como el profesorado de Psicologa conociera, por ejemplo, trabajos como los de
Carmen Garca Colmenares (2007) que recupera a las pioneras psiclogas espaolas y las
sita en un contexto de menor institucionalizacin de la Psicologa como ciencia y atravesado por una guerra civil y exilios polticos2.
Para ejemplificar la importancia de esta recuperacin histrica en la generacin de modelos, voy a contar otra experiencia en el
Seminario antes descrito. Otro ejercicio que
realizaron los/as estudiantes fue confeccionar
un supuesto cartel desconocan el objetivo
final de la prctica- para unas jornadas. En l
deban aparecer: un profesional de la psicologa, de la filosofa, de la medicina, y una
persona que pasa por la calle cuya profesin
se desconoce. Pues bien, ms del 90% eligieron para el profesional de la psicologa a un
varn blanco, de unos 50 aos y en muchos
casos con barba. El prototipo de profesional
de la filosofa fue muy parecido y slo en el
de la medicina aparecieron algunas mujeres.
Curiosamente, la persona que pasa por la calle representada fue en la mayora de los casos una chica joven. En una carrera con un
alumnado mayoritariamente feminizado en
trminos estadsticos, no slo no existen
nombres de mujeres en los manuales de historia, sino que el modelo actual de profesional
de la psicologa sigue siendo claramente el de
un varn. Me pregunto por las implicaciones
igualitarias que ello tiene respecto a expec-

2 Para un anlisis de la situacin de las pioneras psiclogas en Argentina y Chile, ver Winkler Mller (2007).

Quaderns de Psicologa | 2010, Vol. 12, No 2, 47-64

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tativas y aspiraciones profesionales y en cuanto a reconocimientos de autoridad cientfica


en funcin del sexo. Ms si cabe, porque
cuando se les preguntaba si esta falta de modelos podra tener algn tipo de consecuencias en su formacin, tanto alumnas como
alumnos negaban cualquier tipo de efecto, no
lo tomaban como un ndice de desigualdad de
partida, simplemente representaba un sesgo
del pasado. La referencia a una situacin de
desigualdad en el pasado que terminar reequilibrndose proporciona una visin de progreso lineal de la disciplina, al tiempo que
salvaguarda su neutralidad y evade reconocer
su sexismo (Cabruja, 2008). En mi opinin,
una formacin ms igualitaria implicara ya no
solo una historia ms igualitaria, sino una mayor formacin de conciencia de desigualdad y
de sus posibles consecuencias.
En esta lnea, un alumno coment en el Seminario que no entenda por qu estaban dando
a las mujeres psiclogas como parte de una
actividad anexa a la asignatura de Historia
(como la otra historia), y no como ncleo
de la asignatura. La pregunta refleja la situacin actual paradjica donde, hasta que no se
reconozcan a las mujeres psiclogas como sujetos de conocimiento legtimo por sus contribuciones y se hagan explcitas las desigualdades de reconocimiento, seguir siendo necesario recuperarlas en seminarios o libros
marginales donde se identifiquen como mujeres. Por otro lado, siguiendo a Teresa Cabruja (2008), esta recuperacin compensatoria de mujeres como sujetos de conocimiento
provoca resistencias, bajo la creencia de que
la:
Ciencia es neutra y se constituye por acumulacin
y relevancia de las aportaciones, parece difcil
que si alguien hace algo verdaderamente importante, no se le incluya () Razn por la cual su
recuperacin [la de las mujeres psiclogas] no se
entiende como reparacin a la anterior exclusin (2008, pp. 40-41).

Se construye como una aportacin de dudosa calidad, de inclusin forzada por una
identidad, y no como una forma de reparacin
de desigualdades histricas (2008, pp. 40-41).
Frente a esta postura, me gustara sealar varios proyectos de investigacin actualmente
en desarrollo sobre mujeres cientficas contemporneas en Espaa y Latinoamrica que
rompen precisamente con esta divisin artificial entre los valores externos e internos a la
ciencia. Uno, elaborado por el grupo de inves-

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tigacin GENCIANA de la Universidad de Zaragoza sobre Cientficas que dejan huella: interaccin entre la experiencia vital y la contribucin a la ciencia; el otro, una investigacin comparativa entre Mxico y Cuba sobre
Mujeres acadmicas: entre la ciencia y la vida
(Blzquez et al., 2008). Lo que me interesa
sealar de ambos, no es slo el ejercicio de
reconocimiento de cientficas y psiclogasespaolas y latinoamericanas en vida, construyendo modelos y genealoga, sino su intencin de analizar mediante entrevistas en profundidad e historias de vida la interaccin entre sus trayectorias vitales y sus contribuciones a la ciencia. Es ms, destacan el poder
transformador de estas entrevistas, no solo
para un posible pblico objetivo, sino para las
propias mujeres entrevistadas, que en el
ejercicio de retrospectiva vital toman conciencia de sus logros y en muchos casos conciencia de gnero y de las discriminaciones
que experimentaron (Blzquez, Bustos y Restrepo, 2010). Un ejercicio similar ha sido el
realizado por Amparo Moreno (2009) en Las
psiclogas hablan de Psicologa, un libro cuyo
ttulo reproduce su homnimo masculino escrito en 1977 por David Cohen donde psiclogos clsicos varones- hablaban de psicologa (pero a diferencia del libro de Moreno nadie se apercibi de su sexo). A travs de entrevistas a prestigiosas psiclogas espaolas,
se discuten cuestiones tericas y aplicadas de
la disciplina, pero esto no es bice para introducir tambin cuestiones personales, ticas y polticas, entre otras, la vinculacin entre el gnero y el desarrollo profesional. Este
ejercicio de reflexin sera igualmente recomendable para el caso de la subjetividad
masculina y sus relaciones con la objetividad
cientfica, tal y como ha sealado Evelyn Fox
Keller (1991).

La situacin de las mujeres en la psicologa como sujetos de conocimiento (II):


estudios estadsticos, bibliomtricos y
psicosociales
Junto con estos estudios histricos, tambin
existen investigaciones empricas estadsticas,
sociolgicas y psicosociales sobre desigualdades de gnero en Psicologa, que han descrito
diferentes barreras y exclusiones para reclamar transformaciones en la disciplina. Conviene rescatar, a este respecto, los estudios
de Margaret Rossiter (1995) sobre la situacin
de las acadmicas estadounidenses en el pe-

Las relaciones entre la Psicologa y el Feminismo

riodo conservador posterior a la II Guerra


Mundial. Junto con prcticas discriminatorias
de contratacin a mujeres, se instauraron reglas antinepotistas que impedan a psiclogas
casadas eminentes desempear puestos docentes en las mismas universidades que sus
maridos o las echaban si lo hacan. Esta situacin marginal fue recogida por Jane Loevinger
(1948, p. 551) que demand en un artculo en
la American Psychologist una tica profesional para las mujeres psiclogas, denunciando
su utilizacin como trabajadoras de segunda
clase con sueldos que sonrojaran a cientficos
varones igualmente cualificados. En 1951 la
psicloga feminista Mildred Mitchell tambin
denunci en la American Psychologist el desigual estatus y la baja representacin de mujeres en altos cargos de la APA en proporcin
con su nmero y mritos. Dicho artculo formaba parte de las actividades de investigacin generadas desde el International Council
of Women Psychologists3, creado en 1941 para la promocin de la psicologa como ciencia
y como profesin, particularmente respecto a
la contribucin de las mujeres (Mitchell,
1951, p. 193), y rechazado como Divisin de
la APA en 1948 por su naturaleza inherentemente discriminatoria al constituirse como
grupo de mujeres (Rossiter, 1995).
Pero ser fundamentalmente a partir de la
llamada segunda ola del feminismo de los
70 que la cuestin de las mujeres como sujetos productores de conocimiento cientfico
alcanz relevancia terica y poltica. Las mujeres cientficas adquirieron conciencia y voz
como colectivo en situacin de inferioridad
dentro de las diferentes comunidades cientficas. Artculos como el de la sociloga Alice
Rossi (1965) Women in science: Why so few?
o el de la psicloga social Naomi Weisstein
(1977/1997) How can a little girl like you
teach a great big class of men? the chairman
said, and other adventures of a woman in
science, donde denunciaban las actitudes y
prcticas sexistas en la academia, actuaron
como revulsivos impulsando grupos de concienciacin informales de mujeres acadmi3 El ICWP public en 1950 en el Journal of Social Psychology los resultados de una amplia investigacin sobre la
situacin de las mujeres psiclogas: Women psychologists: Their work, training, and professional opportunities. La ideologa meritocrtica e individualista de la
poca, y el silencio ante las discriminaciones, influyeron
en el ICWP que eliminaba en 1959 la palabra mujeres
de sus siglas

51

cas que comenzaron a organizarse para provocar cambios legales que eliminaran las
prcticas de discriminacin sexual en los procesos de contratacin y salarios. Revistas como Science comenzaron a publicar diferentes
estudios que mostraban evidencia cientfica
sobre prejuicios y discriminaciones sexuales
en los sistemas de contratacin, sueldo y
promocin acadmicos. La American Psychologist publicaba en 1970 Empirical verification of sex discrimination in hiring practices
in Psychology de Linda Fidell (1970). Esta investigacin emprica conclua que los directores de departamento contrataran a varones
con mayor probabilidad que a mujeres con
iguales currculum vtae y que les ofreceran
mayores rangos con menores mritos.
En el marco de estos estudios pioneros de una
psicologa social de la ciencia y del gnero,
destacamos The psychology of tokenism: An
analysis publicado en el nmero inaugural de
Sex Roles en 1975. En dicho artculo, Judith
Laws analizaba lo que ms tarde se denominar el sndrome de la abeja reina: mujeres
excepcionales que han conseguido altos cargos y que han sido socializadas para creer que
el sexo es irrelevante en las interacciones
profesionales meritocrticas. Faye Crosby
(1984) analiz pocos aos despus un fenmeno relacionado: la conciencia selectiva o
negacin de la discriminacin personal en
personas que pertenecen a grupos oprimidos y
se perciben como excepciones. Estos fenmenos describen el difcil equilibrio identitario
de mujeres acadmicas que no estn dispuestas a arriesgar su legitimidad y reconocimiento entre compaeros al identificarse con otras
mujeres o con temas de mujeres, y actan
como si el sistema de sexo/gnero no marcara
diferencia alguna, pero sin desprenderse a su
vez de la mascarada femenina para no ser rechazadas (como ya describi la psicoanalista
Joan Rivire en 1929/2007). Se trata de un
doble vnculo: con la neutralidad masculina
cientfica que no permite adscripciones marcadas de gnero y con las normas sociales que
sancionan desviaciones genricas.
Tambin son importantes los anlisis sobre el
denominado efecto Matilda -en referencia
al efecto Mateo descrito por Merton (Rossiter,
1993)-:
el
olvido
generizado/generalizado de mujeres cientficas clebres, los sesgados mecanismos de seleccin
en los directorios cientficos o el desigual re-

Quaderns de Psicologa | 2010, Vol. 12, No 2, 47-64

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conocimiento de mujeres que firman artculos


e investigaciones en co-autora con sus maridos. En los aos 70, Maxine Bernstein y Nancy
Russo (1974) ya haban analizado dicho efecto
en mujeres psiclogas a consecuencia de diferentes normativas de publicacin cientfica,
entre ellas por ejemplo la omisin de los
nombres de autores/as o su sustitucin por las
iniciales con lo que se atribuye por defecto
la autora masculina-, complicndose todava
ms en aquellos casos donde las mujeres adquieren el apellido de sus maridos y se casan
varias veces. En este sentido, se podra hablar
del efecto [Bluma] Zeigarnik la atribucin
de autora masculina por defecto- o del
efecto Sherif & Sherif o efecto Carolyn el olvido del componente femenino en la coautora de matrimonios acadmicos-.

la distribucin de varones y mujeres a lo largo


de la carrera acadmica siguen mostrando las
tan repetidas grficas con forma de tijera (variando muy poco los valores en 1986 y en el
2005): con porcentajes ligeramente superiores de mujeres estudiantes y la inversin de
los porcentajes a favor de los varones agudizndose desde profesores ayudantes y asociados hasta titulares y catedrticos (Prez Sedeo, 2007). En el curso 2003/04 las mujeres
representaban el 32% del profesorado universitario (un porcentaje que haba disminuido
respecto a dos cursos anteriores, lo cual refleja el mito de que el tiempo reequilibrar
las desigualdades). Casi 9 de cada 10 catedrticos eran varones (el 87%) frente al 13%
de mujeres catedrticas (Alcal, 2007). Esta
infrarrepresentacin en los cargos superiores
(con datos similares en el 2007) se agudiza en
los puestos de decisin unipersonales obtenidos por eleccin: las decanas mujeres constituyen un 16% y las rectoras un 6,5% (son datos
extrados del informe Acadmicas en cifras
del Ministerio de Educacin y Ciencia-2007).
En tiempos de igualdad continan siendo
evidentes los efectos del llamado techo de
cristal y las redes informales de chicos que
impiden que las mujeres lleguen a puestos
superiores cuyo acceso depende de sistemas
informales de cooptacin y revisin de pares.

Se trata de trabajos pioneros sobre la organizacin social de los psiclogos pero que, a diferencia de los estudios mertonianos, incluan
las desigualdades de gnero en sus anlisis.
Iniciaron as una tradicin de investigacin,
continuada en dcadas posteriores, sobre los
mecanismos informales de discriminacin
territorial y jerrquica- en condiciones de
igualdad formal (Pion et al., 1996). Respecto a la discriminacin vertical y en el contexto espaol, las recientes investigaciones sobre
Personalidad,
Evaluacin y Tratamiento Psicol.
Mujeres Varones
Titulares
Catedrticos

Psicologa Social

Psicobiologa

Psicologa Bsica

Psicologa Evolutiva y Educacin

Mujeres

Varones

Mujeres

Varones

Mujeres

Varones

Mujeres

Varones

165

120

92

104

72

63

107

140

143

108

14

35

45

11

14

44

19

44

Tabla 1. Distribucin por puesto y sexo en los departamentos de las facultades de Psicologa en Espaa (MEC, 2007)

En Psicologa en concreto, y en el contexto


espaol, destacamos los siguientes datos obtenidos del informe anteriormente citado que
desglosa las cifras de titulares y catedrticos
por sexo y reas de conocimiento. Se aprecia
perfectamente la inversin de porcentajes
por sexo en la medida en que subimos en el
escalafn docente y las diferencias en funcin
de la carga de gnero del rea (Tabla 1).
Por otro lado, son importantes tambin,
estudios sobre prejuicios y estereotipos
xuales que intervienen en los procesos de
leccin y evaluacin. Resaltamos aqu un

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los
sesees-

tudio bibliomtrico pionero que realiz Concha Fernndez Villanueva (1982). Esta autora
identific los porcentajes diferenciales por
sexo de publicaciones en la American Psychologist, la Journal of Personality and Social
Psychology, la British Journal of Psychology y
la Revista de Psicologa General y Aplicada.
En esta ltima, por ejemplo, el porcentaje de
autores varones durante toda la dcada de los
70 era el 72,8% y el de autoras mujeres el
27,2%. Recientemente, la revista Psicothema
ha realizado un estudio bibliomtrico similar
sobre los porcentajes de autores varones y

Las relaciones entre la Psicologa y el Feminismo

mujeres en dicha revista desde 1989 hasta


2008 (Gonzlez-Alcaide et al., 2010). Sus conclusiones son que, aunque el nmero de mujeres autoras ha experimentado un aumento
importante, han pasado de ser un 35,71% en
1989 a un 48,48% en 2008, persisten desequilibrios en relacin con la productividad y el
orden de las firmas (por ejemplo cuando se
identifican los artculos con slo una firma, el
porcentaje de autores varones es del 73% y el
de mujeres el 27%). No obstante, es de subrayar aqu la creciente preocupacin por la
igualdad de gnero en los organismos gestores
de polticas cientficas y la generacin de estudios al respecto.
Por otro lado, sigue siendo necesario describir
las diferentes formas de segregacin sexual
de ciertas reas y criticar los procesos de
desvalorizacin de aqullas feminizadas, por
ejemplo, el menor reconocimiento de mbitos
aplicados (Barber y Cala, 2008; Moreno,
2009). Todava se sigue dando la frmula de
que el prestigio de una disciplina o rea de
conocimiento es inversamente proporcional al
nmero de mujeres en ella (Gonzlez y Prez
Sedeo, 2002).
Destacar por ltimo, la importancia de los estudios cualitativos que, ms all de cifras estadsticas, permiten profundizar en los mecanismos subjetivos y emocionales, ms sutiles
e invisibles, que estn en la base de las desigualdades: por ejemplo, los diferentes procesos de socializacin generizada y su influencia en la adaptacin cientfica, o ambivalencias identitarias y conflictos de rol en
mujeres acadmicas (Izquierdo, 2004). O
pueden mostrar discursos que legitiman el
statu quo: por ejemplo, la negacin de la
existencia de discriminaciones o la atribucin
a un sedimento del pasado o a elecciones individuales, etc. (Cabruja, 2008). O, como sealbamos en el apartado anterior, permiten
abordar las relaciones entre las trayectorias
de vida y las profesionales.

La construccin de la mujer y lo femenino como objetos de conocimiento psicolgico


La crtica feminista tambin ha abordado la
construccin psicolgica de la mujer y lo
femenino como objeto de estudio, y con ello
la construccin psicolgica de las diferencias
sexuales, de la normalidad-naturalidad sexual
y de una identidad sexual o de gnero fija e

53

inmutable (Lewin, 1984; Bem, 1993; Morawski, 1997). Recogiendo la herencia de las pioneras psiclogas, estos trabajos han criticado
teoras psicolgicas misginas y sexistas, con
esencialismos biologicistas aunque tambin de
otros tipos (Bosch, Ferrer y Gili, 1999; Garca
Dauder, 2005a)4. Junto a ello, se han descrito
los sesgos de gnero a lo largo del proceso de
investigacin; y el androcentrismo de la psicologa al olvidar determinadas experiencias
particulares de las mujeres o al mostrarlas
como deficiencias o patologas respecto a
la norma masculina considerada universal.
Ellen Herman (1995) ha analizado el curioso
cortejo de la psicologa y el feminismo durante la dcada de los 70. Por un lado, el recelo de las feministas frente a la psicologa y
los expertos psiclogos que tras la guerra haban convertido a las madres especialmente
las madres masculinas que trabajaban- en
chivos expiatorios responsables tanto de
neurosis de soldados como de desastres sociales5. A los ojos de muchas feministas, la
psicologa era poco ms que sexismo disfrazado de ciencia (Herman, 1995, p. 279). Pero
segn esta autora, si bien la psicologa ayud
a construir la feminidad, tambin -y en
respuesta a ello- provoc en parte la nueva
ola del feminismo que, a su vez, se vali de
conceptos psicolgicos que ayudaban a explicar los aspectos subjetivos no solo los materiales- de la opresin patriarcal. En su crtica
a Erikson, Kate Millett (1969/1995) utiliz el
concepto de identidad para enfatizar la dimensin social de la experiencia subjetiva y
lo asoci con los procesos de socializacin de
gnero como base ideolgica del poder patriarcal recogiendo el lema de Beauvoir la
mujer no nace se hace-. Millett critic los
escasos trabajos desde la psicologa sobre las
repercusiones psicosociales de la supremaca
masculina. Otro ejemplo fueron las tesis humanistas de Betty Friedan (1963/1974) sobre
el problema que no tiene nombre en las
mujeres estadounidenses blancas de clase
media, producto del sacrificio de su autorrealizacin al servicio de los dems; o los presu4 Un buen ejercicio para relativizar la autoridad de psiclogos clsicos como Watson, Hall, Titchener, o en Espaa,
Ortega y Gasset, es analizar sus teoras sobre la inferioridad de las mujeres y ver cmo sus facultades crticas y
objetivas de vean mermadas cuando abordaban la cuestin femenina.
5 En este sentido, ver el excelente trabajo crtico de Erica Burman (1998b) sobre la psicologa evolutiva.

Quaderns de Psicologa | 2010, Vol. 12, No 2, 47-64

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puestos psicolgico-humanistas implcitos en


los grupos de concienciacin a partir del lema
lo personal es poltico (Kate Millett,
1969/1995). Por ltimo, las psiclogas sociales feministas del momento generaron estudios sobre los estereotipos y prejuicios de gnero, analizaron el poder y la influencia del
contexto social (Unger, 1998).

comprender las condiciones y expectativas


sociales bajo las cuales viven las mujeres.
Weisstein acuda a los experimentos clsicos
en psicologa social presentados en oposicin
a las teoras biologicistas- para demostrar la
necesidad de analizar las influencias del contexto social en el comportamiento de las personas.

En su libro Resisting Gender. Twenty-five


years of Feminist Psychology, Rhoda Unger
(1998) nos cuenta cmo a partir de una charla
informal en un congreso anual de la APA se
gest en 1969 la Association for Women
Psychologists (AWP)6, una asociacin extraacadmica y activista. Su paralelo formal y
acadmico ser la posterior Divisin 35 de la
APA, Psicologa de las Mujeres, creada en
1973, como producto de una comisin de investigacin -el Committee for Women in
Psychology (CWP) dirigida por Martha
Mednick- con el objetivo de promocionar estudios sobre la situacin de las mujeres en la
psicologa como sujetos y como objetos de
conocimiento. Son aos que coinciden con un
nuevo auge del feminismo y curiosamente con
la eleccin de la tercera y cuarta presidentas
de la APA -Ann Anastasi en 1972 y Leona Tyler
en 1973-, rompiendo de este modo con una
ausencia de mujeres presidentas de ms de 50
aos.

Hasta que los psiclogos no comiencen a respetar


la evidencia, hasta que no empiecen a analizar
los contextos sociales en los cuales la gente se
mueve, la psicologa no tendr nada sustancioso
que ofrecer (...) Lo que est claro es que hasta
que las expectativas sociales hacia varones y mujeres no sean iguales, y hasta que no proporcionemos el mismo respeto a varones y mujeres,
nuestra respuestas a esta cuestin [la existencia
de diferencias sexuales inmutables] simplemente
reflejar nuestros prejuicios. (1968/1993, p.
208).

Esta convergencia de la psicologa construye


la feminidad y la psicologa construye a la
feminista se har especialmente evidente en
la figura de Naomi Weisstein y su polmico
Kinder, kche, kirche as scientific law:
Psychology
constructs
the
female
(1968/1993)7. Como ha sealado Celia Kitzinger (1993), Weisstein impuls con este texto
clave el desplazamiento desde la psicologa
construye lo femenino y la mujer al feminismo reconstruye a la psicologa. El argumento central de mi artculo es el siguiente.
La psicologa no tiene nada que decir sobre
cmo son las mujeres, lo que necesitan o lo
que quieren, especialmente porque la psicologa no lo sabe (Weisstein, 1968/1993, p.
197). Y no lo sabe, en opinin de Weisstein,
por su obsesin por los rasgos internos y su
descuido del contexto social. Para explicar el
comportamiento de las mujeres es necesario
6 La historia de esta asociacin feminista en psicologa
puede verse en Leonore Tiefer (1991).
7 Feminism & Psychology ha dedicado un monogrfico especial a dicho texto en su volumen 3(2) de 1993.

http://quadernsdepsicologia.cat

A partir del texto de Weisstein algunas psiclogas se decidieron a reconstruir la psicologa de la mujer, del gnero o de las diferencias sexuales, y en la dcada de los 70 y comienzos de los 80 se publicaron una serie de
artculos revisando de forma crtica los estudios psicolgicos sobre el tema. De especial
inters fueron los recogidos en una de las revistas ms prestigiosas de teora feminista,
Signs: Review Essay: Psychology y Psychology and Women: Review Essay de Mary Parlee (1975,1979), Review Essay. Psychology
de Reesa Vaughter (1976) y Psychology and
Gender de Nancy Henley (1985). Junto a estas revisiones, comienzan a escribirse libros
sobre psicologa de las mujeres firmados
por mujeres no en todos los casos necesariamente feministas- y recopilaciones sobre psicologa de las diferencias sexuales (Maccoby y
Jacklin, 1974; Sherman y Denmark, 1978).
Junto con los artculos de Weisstein, quiero
destacar especialmente tres artculos crticos
de 1979 y un libro de 1978, por la importancia
que tuvieron en la poca y por la vigencia actual de sus aportaciones. Dos artculos tienen
la firma de Carolyn Sherif, What every intelligent person should know about Psychology
and Women (1979) y Ethnocentrism, Androcentism, and Sexist Bias in Psychology(1979/1987), donde de forma irnica nos
presentaba su breve curso sobre cmo perpetuar un mito social sobre diferencias sexuales. El otro artculo es el clsico de Rhoda
Unger Toward a redefinition of sex and gender (1979) donde introdujo el concepto de
gnero en una de las revistas ms prestigio-

Las relaciones entre la Psicologa y el Feminismo

sas, la American Psychologist, y advirti que


centrarse en las diferencias sexuales oscureca el anlisis sobre las semejanzas y sobre los
determinantes situacionales de la conducta
(1979, p. 1090)8. El libro al que me refiero es
el de las psiclogas sociales Suzanne Kessler y
Wendy McKenna, Gender: An ethnomethodological approach (1978)9. En este sorprendente trabajo, y anticipndose a las tesis tericas
de Judith Butler, las autoras ya rechazaban el
dualismo sexo-biolgico y gnero-social, al
cuestionar la realidad natural e invariante
de dos nicos sexos, varn o mujer a los
que se refieren como gneros por su carcter tambin social. Buena parte del libro est
dedicado a explicar cmo se hace el gnero
en las interacciones cotidianas, mediante estrategias de presentacin y passing de formas de hablar, apariencia fsica pblica y privada y la construccin de un pasado personaly mediante atribuciones externas de gnero
comenzando por la primera asignacin de sexo cuando nace un beb. La radicalidad de
este libro y de posteriores trabajos de Kessler (1998) sobre la asignacin de sexo en bebs intersexuales- reside en tomar la dualidad
sexual no slo la de gnero- no como un
apriori incuestionado sino como producto social. Coincido con Carmen Poulin (2007) en
reclamar para futuros manuales de Historia de
la Psicologa los nombres de Naomi Weisstein,
Carolyn Sherif, Rhoda Unger o Suzanne Kessler y sus aportaciones a la psicologa del gnero. No slo eso, un espacio donde se siten
las investigaciones psicolgicas sobre diferencias sexuales en su contexto poltico.
Por otro lado, tambin en la dcada de los
70, diferentes acadmicas feministas criticaron pblicamente el sexismo en la prctica
clnica psicolgica. Phyllis Chesler en la conferencia anual de la APA en 1970 sorprendi a
su audiencia demandando un milln de dlares en reparaciones para aquellas mujeres
que nunca haban sido ayudadas por los profesionales de la salud mental y que en cambio s
haban sido objeto de abuso (Chesler, 1970
en Wilkinson, 1997). Chesler (1972) denunci
cmo las mujeres eran patologizadas tanto si
se conformaban a los dictados de la feminidad
como si se rebelaban a ellos, y cmo los psi8 Feminism & Psychology ha dedicado un monogrfico especial a dicho texto en su volumen 17(4) de 2007.
9 Feminism & Psychology dedic en el 2000 un nmero
monogrfico a la revisin de este libro.

55

clogos y psiquiatras varones haban construido la locura y la feminidad de forma especular. El feminismo en alianza con la antipsiquiatra denunci la autoridad del poder
mdico sobre los cuerpos y vidas de las mujeres, y la patologizacin y psicologizacin de
problemas y conflictos sociales producto de la
dominacin masculina y heterosexual. En diferentes pases, a finales de los 60 se organizaron protestas y boicots de grupos feministas
y de gays y lesbianas en convenciones de asociaciones psiquitricas y psicolgicas, denunciando la construccin social de enfermedades mentales a travs de prejuicios sexistas,
racistas, polticos y homfobos. Estos colectivos exigan proteccin legal frente a prcticas
abusivas de clnicos, pero tambin libertad
para prisioneros polticos y de gays y lesbianas
internados en instituciones mentales. Se iniciaban as las bases de las terapias nosexistas y terapias feministas que abordan
malestares desde el anlisis social de las relaciones de poder sin patologizar a las mujeres
(Sez Buenaventura, 1988; Burin, 1990; Hyde,
1995).
No obstante las alianzas anteriores, la mayor
parte de la psicologa de las mujeres o psicologa feminista ha reproducido a su vez la exclusin de otras diferentes diferencias, siendo
predominantemente una psicologa de y para
mujeres blancas, anglosajonas, heterosexuales y de clase media-alta. Psiclogas feministas lesbianas, negras o no-occidentales, y que
adems quieran dedicarse al estudio sobre los
grupos que representan, se encuentran en situaciones de mayor marginalizacin y exclusin, a veces desde la propia psicologa de
las mujeres y psicologa feminista (Brown,
1989; Squire, 1989; Comas-Daz, 1991; Hall,
1997). La APA no estableci una Sociedad para el Estudio psicolgico sobre cuestiones de
minoras tnicas hasta 1987 -doce aos despus de que se creara la dfivisin de Psicologa de las mujeres-. En 1975 la APA vot
prohibir la discriminacin frente a psiclogos
gays y lesbianas que hasta dos aos antes
1973- estaban etiquetados como enfermos
mentales en el DSM por sus propios compaeros de profesin (Morin, 1977; Herman, 1994).
En 1985 se establece la Sociedad para el Estudio psicolgico sobre cuestiones de gays y
lesbianas. No obstante, estos avances han
tenido un efecto ms bien escaso sobre la
tendencia general de la psicologa, incluida la
psicologa de las mujeres, que representan

Quaderns de Psicologa | 2010, Vol. 12, No 2, 47-64

56 Silvia Garca-Dauder

lo blanco y lo heterosexual como normaneutra-generalizable, construyendo las diferencias como inferiores, invisibilizndolas o
guetizndolas en epgrafes marginales.
Desde la constatacin estadstica de la creciente obsolescencia de una psicologa que
no reconoce las diferencias tanto de sus sujetos practicantes como de sus objetos de estudio-, se han elaborado varios trabajos advirtiendo sobre las consecuencias negativas de
estas exclusiones y proponiendo una mayor
inclusividad democrtica y una revisin de
los contenidos- en la investigacin, enseanza
y prctica (Hall, 1997; Landrine, 1995).
Junto a los estudios que criticaban el sexismo
terico, desde posiciones empiristas feministas se han venido denunciando diferentes
sesgos de gnero a lo largo de todo el proceso de investigacin psicolgica: (1) modelos
tericos o lenguajes sesgados; (2) sesgos en la
formulacin de preguntas planteando determinadas cuestiones y no otras a consecuencia
de estereotipos de gnero; (3) sesgos en la seleccin de las muestras: o bien utilizando con
mayor frecuencia a varones que a mujeres
las teoras sobre la motivacin de logro de
McClelland, el desarrollo moral de Kohlberg
o la categorizacin social de Tajfel se desarrollaron inicialmente a partir de estudios con
muestras exclusivamente masculinas-, o bien
realizando la seleccin en funcin de estereotipos -por ejemplo, los estudios sobre agresin se han realizado con muestras mayoritariamente masculinas-; (4) sesgos de gnero
derivados de los efectos del experimentador;
(5) sesgos en las interpretaciones o en la publicacin exclusivamente de resultados significativos -slo nos enteramos cuando difieren
varones y mujeres y no cuando no lo hacen,
descuidndose las semejanzas, etc10. En este
sentido, varios trabajos han presentado un
conjunto de orientaciones gua para evitar el
sexismo en la investigacin psicolgica (Denmark, Russo, Frieze y Sechzer, 1988; McHugh,
Koeske y Frieze, 1986) y han propuesto tcnicas metodolgicas como el meta-anlisis
con el objetivo de contrarrestar afirmaciones
sobre la diferencia-inferioridad femenina
(Hyde, 1994a).

10 Para un mayor anlisis sobre diferentes investigaciones


empricas indicando sesgos de gnero en el proceso de
investigacin psicolgica, ver Squire (1989), Hyde (1995),
Unger (1998) o Barber (1998).

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En la actualidad, todava se sigue debatiendo


en el seno de la psicologa feminista sobre el
abandono o la reconstruccin del estudio sobre las diferencias sexuales11. La teorizacin
del gnero como rasgo diferencial y no como
relaciones de poder, la reificacin de conceptos como masculinidad y feminidad o
androginia12, la construccin de una polarizacin dicotmica de los sexos y gneros con
su consecuente heterosexismo y homogeneizacin interna, y el olvido de que el gnero
est subjetiva y culturalmente situado, son
algunas de las crticas a la perversin de los
estudios sobre el gnero y la fetichizacin y
obsesin por las diferencias (Fine y Gordon,
1989; Bem, 1993; Kitzinger, 1994; HareMustin y Marecek, 1994). Para estas autoras,
la psicologa se ha reapropiado y ha despolitizado el feminismo precisamente mediante la
investigacin de las diferencias de gnero y
bajo la presuncin de la neutralidad de gnero. El auge de estos estudios y su aceptacin
dentro de la psicologa dominante bajo los
epgrafes de psicologa del gnero o psicologa de las diferencias sexuales puede explicarse en gran medida por su desvinculacin
del anlisis del poder y por su adhesin rgida
a los cnones metodolgicos empiristas. Desde una posicin diferente, psiclogas feministas empiristas han argumentado que no se
puede negar el valor pragmtico -bajo un
contexto hegemnico de empirismo cientfico- de unos datos sobre diferencias sexuales
que puedan ser usados polticamente en un
sentido feminista, y que del mismo modo no
se pueden olvidar las negativas consecuencias
polticas de abandonar un campo marcado
histricamente por el sexismo (Hyde, 1994b;
Eagly, 1994). Muy pertinente en este debate
ha sido la distincin de Rachel Hare-Mustin y
Jeanne Marecek (1994) entre los sesgos alfa
11 El monogrfico de Feminism & Psychology de 1994 tena el ttulo: Debera la Psicologa estudiar las diferencias sexuales?. El mismo debate fue planteado a mediados de los ochenta en la American Psychologist (n42, 43
y 45) y en la Bulletin of the British Psychological Society
(n39 y 40).
12 La androginia ha sido uno de los constructos psicolgicos que ms ha calado en el lenguaje comn y ha
trascendido a la psicologa dominante (Mednick, 1989).
No obstante, sus principales tericas -Sandra Bem y Bernice Lott- se han distanciado crticamente de dicho trmino que reproduca de nuevo la dualidad aunque ahora
bajo dos continuos- y la existencia a priori de lo masculino y lo femenino como algo tangible e independiente, por otro lado solo identificable por expertos psiclogos (Lott, 1994; Bem, 1993; Morawski, 1994).

Las relaciones entre la Psicologa y el Feminismo

o la exageracin de las diferencias y la polarizacin de gnero, y los sesgos beta cuando


las diferencias de gnero son minimizadas y
se considera lo masculino como universal.
Desde otras caras del debate, se ha revalorizado la voz diferente de las mujeres (de
Carol Gilligan)13; se han explicado las diferencias enfatizando la internalizacin de la opresin de las mujeres con conceptos como
miedo al xito (de Martina Horner); o se
han introducido constructos psicolgicos en el
vocabulario poltico como empoderamiento
u homofobia. Para algunas autoras, la repercusin fuera de la psicologa y el xito de
estos trminos psicolgicos se debe a cuestiones ms polticas que intelectuales, ya que,
segn ellas, despolitizan problemas sociales
teorizando el poder o las opresiones en trminos individualizados y privatizados -a veces
reproduciendo esencialismos homogeneizadores y a veces culpabilizando a las vctimaseludiendo anlisis sobre diferencias de poder
o factores socio-estructurales (Mednick, 1989;
Kitzinger y Perkins, 1993; Wilkinson, 1997).
Desde una psicologa feminista socioconstruccionista se sostiene que ms que preguntarse
sobre cules sean las diferencias reales entre varones y mujeres, la psicologa debera
estudiar cmo las personas incluidos los psiclogos- construimos varones y mujeres como
dos sexos naturales y diferentes (Unger, 1998;
Wilkinson, 1997).
La Psicologa en tiempos de igualdad sigue
manufacturando diferencias sexuales bajo determinismos biologicistas, y contribuye as a
la popularizacin meditica y de best sellers
sobre los diferentes planetas de los que
provienen varones y mujeres. En las nuevas
generaciones, se da la situacin paradjica de
un mayor conocimiento del feminismo (en el
contexto espaol avalado por cambios polticos y legislativos), pero a la vez la negacin
de que el sexismo todava exista y la produccin de explicaciones individuales sobre problemas estructurales (Zucker y Ostrove,
2007). Siguen estando vigentes las palabras de
Unger (1979) sobre la falta de atencin a los
estudios sobre semejanzas, que no venden,
y sobre la necesidad de anlisis sobre las
constricciones sociales y sobre el gnero como variable estmulo. En este sentido, para
13 En 1986 Signs dedic un forum interdisciplinario
monogrfico sobre una voz diferente de Gilligan.

57

esta autora, hoy en da, la cuestin sobre las


diferencias sexuales no es una cuestin feminista (Unger, 2007, p. 489). Por otro lado,
recogiendo el legado de Kessler y McKenna
(1978) y atendiendo al auge biologicista en las
explicaciones sobre la transexualidad, otras
autoras abogan por una reestructuracin radical de las ideas sociales sobre el sexo como
categora dualista (no slo sobre el gnero) y
con la necesaria coherencia sexo/gnero que
obliga a cambiar hormonal y quirrgicamente cuerpos (Zucker y Ostrove, 2007). Esta
perspectiva permitira pensar en las variaciones de gnero a travs del sexo (diferentes
masculinidades en mujeres o la proliferacin
de nuevas categoras de gnero no dualistas).
Junto a esto, se reclaman estudios interseccionales que atiendan a otras variables de
opresin constitutivas y que rompan definitivamente el centro de atencin en diferencias
que homogenezan a hombres y mujeres.

Articulaciones Psicologa y Feminismo:


hacia una Psicologa Feminista
Qu ha aportado y qu puede aportar el feminismo a la psicologa para proporcionar una
mayor igualdad? Por un lado, desde posiciones
feministas se han criticado las desigualdades
de gnero en la comunidad psicolgica. Por
otro, se ha criticado el sexismo y androcentrismo en los contenidos psicolgicos, y desde
el empirismo feminista se han elaborado guas
metodolgicas para corregir y eliminar los
sesgos de gnero en el proceso de investigacin. Ms an, desde algunas posiciones se
han relacionado ambos aspectos: desde la crtica al individualismo y la neutralidad del sujeto de conocimiento, y concibiendo la psicologa como prcticas sociales, se ha destacado
la relevancia epistmica tanto de la posicin
social y sexuada del sujeto de conocimiento,
como de la estructura social de la comunidad
cientfica. Desde algunas posiciones se han
propuesto formas alternativas de conocimiento que potencien una objetividad dinmicarelacional reconfigurando las relaciones sujeto-objeto (Keller, 1991) y desde otras se propone una objetividad parcial definida como
conocimientos situados (Haraway, 1991). Harding (1996) defiende el privilegio epistmico
de la articulacin de posiciones marginalizadas no normativas, entre ellas las feministas,
gracias a las crticas que dirigen hacia los
planteamientos hegemnicos, poniendo en
cuestin lo no cuestionado de la ciencia,

Quaderns de Psicologa | 2010, Vol. 12, No 2, 47-64

58 Silvia Garca-Dauder

abriendo campos de ignorancia y denunciando


las complicidades de la produccin cientfica
con el mantenimiento de desigualdades sociales. Helen Longino (2002) ha defendido una
especie de gestin objetiva de la diversidad
en la ciencia que denomina democracia
cognitiva- que garantice la inclusin de la
mxima pluralidad de perspectivas socialmente relevantes con el objeto de anular las idiosincrasias particulares y facilitar el cuestionamiento del trasfondo de los valores hegemnicos. En definitiva, se defiende que es posible incrementar la objetividad democratizando el conocimiento y las prcticas cientficas, y ese sera el efecto positivo que el feminismo como teora crtica y movimiento poltico podra provocar en la psicologa.
Qu puede aportar la psicologa al feminismo? Es posible una psicologa feminista o es
una contradiccin en sus propios trminos?
Nos encontramos con que la retrica de la
psicologa cientfica en tanto a-poltica excluye la investigacin feminista. Incluso la psicologa poltica se ha desvinculado de las aportaciones feministas, perdiendo la riqueza de
sus re-conceptualizaciones de lo poltico
(lo personal es poltico) o de sus teoras sobre los mecanismos psquicos del poder (Capdevila y Unger, 2006). As, a partir de la dcada de los 80, a las investigaciones sobre la
situacin de las mujeres en psicologa se le
aaden las investigaciones sobre la situacin
particular de las feministas en psicologa14:
psiclogas que se especializan en estudios sobre mujeres, gnero o estudios feministas y
que comienzan a darse cuenta que son escasas las revistas que aceptan sus artculos
muchos menos si no contienen estudios experimentales o empricos- con el argumento de
que sus temas y objetos de estudio son demasiado particulares y minoritarios (Kitzinger,
1990; Unger, 1998; Zucker y Ostrove, 2007).
En respuesta a esta necesidad se fundaron las
revistas Sex Roles en 1975 y Psychology of
Women Quarterly en 1976 cuya lnea editorial
se dirige fundamentalmente a estudios empricos sobre psicologa de las mujeres y psicologa del gnero o de las diferencias sexuales. No es hasta 1991 que se crea una revista
que integra las palabras psicologa y femi14 Wilkinson (1990, 1991) ha analizado los mecanismos de
resistencia de la psicologa tradicional frente a la creacin de la Seccin de Psicologa de las Mujeres en la
British Psychological Society.

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nismo -Feminism & Psychology- abriendo un


nuevo espacio para aquellos trabajos no empricos de psicologa feminista. Diversos estudios han analizado tambin el escaso impacto
de las investigaciones sobre la psicologa de
las mujeres en la psicologa mainstream recabando ndices sobre citas y temas en revistas
prestigiosas (Lykes y Stewart, 1986; Fine y
Gordon, 1989). Se plantean nuevos interrogantes: estos trabajos son ignorados o poco
citados porque estn realizados por mujeres?,
porque son sobre mujeres? o porque plantean cambios paradigmticos para los cuales
la comunidad de psiclogos todava no est
preparada? (Unger, 1998). En este sentido,
surgen posteriores anlisis epistemolgicos
sobre cmo la legitimidad profesional tambin depende de relaciones de poder donde
intervienen las hegemonas de gnero y de
conocimiento.
En un proceso de reflexividad sobre su trabajo, psiclogas feministas anglosajonas se han
planteado el dilema activismo versus academicismo (Unger, 1998; Wittig, 1985). En
palabras de Jill Morawski, cmo compaginar
la voz cientfica de la razn templada y la
voz feminista del compromiso apasionado
(1997, p. 10). Un dilema que para muchas se
traduce en una irreconciliable eleccin entre
un trabajo acadmicamente aceptable por
la comunidad de psiclogos utilizando voces
impersonales pasivas y distanciamientos activistas- o el abandono de la academia y la dedicacin a la militancia feminista desde los
mrgenes. Otras en cambio apuestan por el
desarrollo de un feminismo anti-psicologa
desde la propia academia (Squire, 1990); por
mantenerse en un empirismo feminista estratgico conscientes de que ni es el nico
mtodo ni el mejor, pero es necesario y polticamente efectivo (Unger, 1998); o critican
la inoperancia poltica feminista de un relativismo paralizante (Weisstein, 1993). Algunas
alertan sobre los peligros de cooptacin acadmica y el consecuente desinflamiento poltico; otras defienden la existencia de estudios
feministas como un espacio de intervencin
necesaria en y desde la academia15.
Psiclogas feministas han analizado las consecuencias de esta doble alianza, los dobles
estndares, las ambivalencias o contradic-

15 Ver estas posiciones en la compilacin de Erica Burman (1990) Feminists and Psychological Practice.

Las relaciones entre la Psicologa y el Feminismo

ciones que implica la posicin de psiclogasfeministas (Unger, 1998; Fine y Gordon, 1989;
Wilkinson, 1991).
Comprometidas con la prctica feminista somos
excluidas de la categora de psiclogas. Practicando como psiclogas dejamos de actuar como
feministas (...) El hbrido psicologa feminista
puede ser conceptualmente coherente o bien a
travs de una politizacin de la psicologa, o bien
a travs de una despolitizacin del feminismo.
(Kitzinger, 1990, p. 124,132).

Segn estas autoras, bajo los criterios empiristas de objetividad y neutralidad parece que
una buena investigacin psicolgica solo
puede ser realizada a expensas de una buena
teora feminista, evitando mencionar y problematizar el poder y el contexto social, la
existencia de mecanismos de opresin o hablar de patriarcado (Fine y Gordon, 1989; Nicolson, 1995). La marginalidad de publicaciones sobre mujeres -realizadas por y sobre un
grupo no normativo e infravalorado por la disciplina- se torna ilegitimidad si adems se utilizan mtodos o teoras feministas no ortodoxos: los estndares cientfico-acadmicos en
psicologa canalizan una psicologa de la mujer o psicologa del gnero basada en estudios experimentales o estudios empricos
cuantitativos. Por otro lado, la ambivalencia
con la que se encuentran las psiclogas feministas empiristas es que su trabajo es devaluado por la teora feminista por su devocin
por los datos y paradjicamente devaluado
por la psicologa debido a su conexin con la
ideologa feminista (Unger, 1998). Para algunas, la emergencia del paradigma socioconstruccionista en psicologa social ha abierto
nuevos espacios menos malabarsticos para
una psicologa feminista (Gergen, 2001; Burman, 1998a). Partiendo de las crticas al positivismo, al individualismo y al esencialismo,
los problemas surgen ahora ante posibles disoluciones polticas en relativismos paralizantes (Weisstein, 1993); la urgencia poltica de
datos empricos en una sociedad que todava
basa los cambios sociales en hechos cientficos (Kitzinger, 1999); y la importancia de
cambios individuales mientras se espera la
revolucin (Brown, 1992).
En tiempos de igualdad, treinta aos despus de que Rhoda Unger introdujera el concepto de gnero en la psicologa dominante
para diferenciarlo de sexo, psiclogos y psiclogas siguen todava confundiendo los conceptos, es ms se ha producido una co-

59

optacin despolitizada del trmino que lo


aleja cada vez ms de sus orgenes feministas
(Crawford y Fox, 2007). Se da la situacin paradjica de que el boom de los estudios de
gnero ha vaciado de significado la palabra,
hacindola sinnima a sexo y llegando al
absurdo de hablar de diferencias de gnero
en ratas o en el tero. La proliferacin de
los estudios de gnero en Psicologa ha provocado en parte el efecto opuesto al deseado
por Unger: su utilizacin por parte de psiclogos y psiclogas no familiarizados con los argumentos feministas para hablar de diferencias sexuales. Este intercambio ignorante
de los trminos coexiste con la crtica profunda a la distincin sexo/gnero realizada por
autoras como Butler y ya anticipada por Kessler (como hemos sealado). Es por ello que
para muchas autoras todava sigue siendo estratgicamente relevante distinguir ambos
trminos. Si bien los diferentes usos de la
teora feminista han permitido hablar de gnero como categora crtica de anlisis
(perspectiva de gnero) y como categora
social (relaciones de gnero materiales y
simblicas), hoy nos encontramos con otros
usos. Y as nos podemos preguntar: por qu
lo llaman gnero cuando quieren decir sexo?
(p.ej. estadsticas con datos desagregados,
varn-mujer, sin explicaciones sociales de las
diferencias); por qu lo llaman gnero cuando quieren decir mujeres? (p.ej. estudios sobre maternidad o reproduccin sin perspectiva de gnero); o por qu lo llaman gnero
cuando quieren decir feminismo? (un uso polticamente correcto y subvencionable). No slo eso, es el momento de plantearnos, como
hace Teresa Cabruja (2008), cmo hacer para que cuando el gnero entre en el aula [y en
la academia en general, aado yo], el feminismo no salga por la ventana (2008, p. 37).
A partir del anlisis del discurso de profesores
y estudiantes de psicologa, esta autora recoge que frente al trmino gnero percibido
como equitativo o compensado, el concepto feminismo es temido porque no se
asocia con un movimiento que lucha por la
igualdad entre hombres y mujeres, sino por la
desigualdad de los hombres (2008, p. 37).
Todava sigue siendo necesario rescatar la historia.
En el contexto espaol, un uso abusivo e indiscriminado del trmino gnero para hablar
de diferencias sexuales supone un retroceso
terico y rompe con una tradicin de tres d-

Quaderns de Psicologa | 2010, Vol. 12, No 2, 47-64

60 Silvia Garca-Dauder

cadas en las que el trmino haba servido de


puente para unir investigacin psicolgica y
feminista. Ester Barber y M Jess Cala
(2008) han resumido esta evolucin de la
perspectiva de gnero en la psicologa acadmica espaola y las personas, institutos de
investigacin y principales publicaciones que
han dado cuerpo a esta rea de conocimiento,
sobre todo a partir de la dcada de los 9016.
Como publicaciones destacables, mencionar
el manual coordinado por Ester Barber e Isabel Martnez Benlloch (2004), Psicologa y Gnero, donde participan autoras/es referentes
en el rea. Estas aportaciones han partido de
perspectivas tericas y metodolgicas variadas, pudiendo compartir espacio en un mismo
manual el cognitivismo, el psicoanlisis y la
psicologa social. Dentro de una perspectiva
socio-cognitiva y desde un compromiso feminista se han desarrollado investigaciones sobre estereotipos, esquemas y atribuciones de
gnero, sexismo, categorizaciones e identidad
social, etc. Por otro lado, se ha dado un viraje aplicado (Barber y Cala, 2008), pluridisciplinar y cada vez ms interseccional. Se
han abordado mbitos como la violencia, la
educacin, la salud, el trabajo, la inmigracin, el envejecimiento o la sexualidad, quiz
porque los mbitos aplicados han sido tradicionalmente ms flexibles y receptivos a
combinar rigurosidad con subjetividad y activismo, o porque desde lo particular, desde las
prcticas, se puede comprender mejor cmo
se hace el gnero17 . Tambin es destacable
cmo los estudios de gnero y feministas sobre salud mental han incorporado a ese otro
de la psicologa que ha sido el psicoanlisis,
gracias a una larga tradicin de psicoanalistas
feministas en el contexto espaol y con influencias de autoras latinoamericanas 18. Sealar, por ltimo, cmo varios manuales de psicologa social ya incluyen en sus epgrafes el
construccionismo feminista o la psicologa social crtica feminista (Fernndez Villanueva,
2003), incorporando as anlisis foucaultianos
y discursivos sobre la construccin social de
diferencias, patologas o normalidades (Ca16 Las revistas Papeles del Psiclogo, Revista de Psicologa Social y Anuario de Psicologa han dedicado desde el
ao 2000 nmeros monogrficos sobre psicologa y gnero.
17 Una seleccin de estas contribuciones se puede encontrar en Barber y Martnez (2004) y en Barber y Cala
(2008).
18 Sara Velasco (2009, pp. 114-117) ha recogido las autoras y contribuciones ms relevantes en este sentido.

http://quadernsdepsicologia.cat

bruja, 2005); o, con influencias del psicoanlisis, anlisis sobre mecanismos subjetivos del
poder, de sujecin y resistencia, que atienden
a dimensiones emocionales e inconscientes
(Amigot y Pujal, 2006, 2009). Sigue pendiente, no obstante, la problematizacin del sexo
como variable dicotmica y excluyente, lo
que supondra admitir una variabilidad de
cuerpos sexuados equivalente a la asumida
para el gnero. Un ejercicio que autoras que
han analizado la intersexualidad ya estn realizando (Garca Dauder, 2006; Garca Dauder y
Gregori, 2009; Bonilla, 2009).
En tiempos de igualdad, nos movemos en
un momento paradjico en el que, mientras
se deconstruye y problematiza tanto el objeto
de estudio de la psicologa de las mujeres o
de gnero, como el sujeto de conocimiento
de la psicologa feminista -su dualidad y su
homogeneizacin interna que excluye diferentes diferencias-, sigue siendo necesario nombrarlo y recuperarlo para abordar desigualdades. Y siguen siendo necesarias las comillas.

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SILVIA GARCA-DAUDER
Doctora en Psicologa y profesora de Psicologa Social en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Ha
participado en diversos proyectos de investigacin sobre Ciencia, Tecnologa y Gnero. Ha publicado
varios artculos sobre las relaciones entre la Psicologa y el Feminismo y sobre las pioneras psiclogas y
cientficas sociales. Es autora de Psicologa y Feminismo. Historia olvidada de mujeres pioneras en
Psicologa (2005, ed. Narcea) y co-editora de El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y prcticas feministas queer (2005, ed. Traficantes de sueos).

DIRECCIN DE CONTACTO
silvia.dauder@urjc.es

FORMATO DE CITACIN
Garca-Dauder, Silvia (2010). Las relaciones entre la Psicologa y el Feminismo en tiempos de igualdad. Quaderns de Psicologia, 12 (2), 47-64. Extraido el [da] de [mes] del [ao], de
http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/771

HISTORIA EDITORIAL
Recibido: 15/06/2010
Aceptado: 17/09/2010

http://quadernsdepsicologia.cat

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