La Burguesía Revolucionaria (M. Artola)
La Burguesía Revolucionaria (M. Artola)
La Burguesía Revolucionaria (M. Artola)
Miguel ARTOLA.
La burguesa revolucionaria (1808-1874).
Madrid, Alianza, s/f.
ANTIGUO RGIMEN ----- REVOLUCIN ----- NUEVO RGIMEN
(CONSTITUCIN)
LO VIEJO, LA TRADICIN VS. LO NUEVO, LA INNOVACIN
Concepto de revolucin
...muchos cambios en poco tiempo o proceso acelerado (J. L. Comellas,
Historia de Espaa Contempornea, Madrid, Rialp, 1988, p. 18). En todo proceso
revolucionario cabe distinguir tres actividades fundamentales: [a] las que apuntan
a la conquista del poder (en Espaa e Indias: juntas soberanas, revolucionarias);
[b] las destinadas a crear un nuevo rgimen (Monarquas absolutas por monarquas
constitucionales o, por repblicas democrticas (ej. Repblica Argentina, en
1853), es decir: autoritarismo por liberalismo y [c] las que tienden a configurar la
sociedad sobre bases tericas distintas a las vigentes, (sociedad estamental de
Espaa (sangre) e Indias (color de la piel) por una sociedad de clases, en la que
los ciudadanos son iguales ante la ley (M. Artola, p. 9).
Caractersticas del Antiguo y del Nuevo Rgimen
I. Antiguo rgimen
a) Ideolgico: 1. unicidad de pensamiento (Dios, hombre, vida, etc.); 2.
convicciones profundas: respeto al dogma, al principio de autoridad, a la
tradicin, a la costumbre; 3. el ms perfecto sistema poltico es una monarqua
moderada; 4. la ms justa distribucin social es la sociedad estamental (dividida
en tres estamentos, segn sus funciones): a. en la que unos piensan y ensean
(clero), b. otros defienden (nobles que son militares) y c. otros trabajan (el
pueblo o tercer estado o estado llano); 5. que la costumbre determina la ley y
normas de conducta; 6. que la ms conveniente organizacin del trabajo es la
corporativa (gremios).
b) En lo poltico: monarqua absoluta o autoritaria (AUTORITARISMO), en la que el
Rey reina y gobierna y asume esa autoridad en todos los poderes (legislativo,
ejecutivo y judicial); el monarca estaba absuelto de dar cuenta de sus actos, slo
era responsable ante Dios. En Espaa el absolutismo fue ms moderado debido: 1.
a que crean en el origen popular del poder, que reside en la sociedad, en la que
hay dos pactos: asociacin y sumisin (Vitoria, Surez). 2. El poder de las
instituciones era muy grande y frenaban el poder real.
c) En lo institucional: variedad y diversidad (justicia, fueros, usos, costumbres).
d) En lo social: divisin en estados o estamentos. La distribucin estamental tiene
su fundamento filosfico en la teora organicista de Platn sustentada en La
Repblica, para el cual la sociedad perfecta es aquella en la que cada estamento
tiene una funcin: unos ensean (clero), otros defienden (militares) y otros
trabajan (estado llano, pueblo o tercer estado). En dicha sociedad los dos
estamentos privilegiados son la nobleza y el clero.
e) En lo econmico: ordenacismo y reglamentarismo, economa patriarcal dirigida
por convenciones rgidas y acuerdos corporativos que impedan su libre
desenvolvimiento; la produccin estaba limitada, el transporte dificultado por
aduanas e impuestos de peaje; el trabajo organizado en corporaciones sin libre
competencia; escasos propietarios de los campos.
II. Nuevo rgimen
a) En lo ideolgico: pluralismo que consiste en la libertad de pensar, de defender
las distintas concepciones: tolerancia, sistema de libre concurrencia de
pareceres, disidencia, discrepancia, progreso, relatividad.
b) En lo poltico: Liberalismo o Demo-Liberalismo (liberalismo poltico). Divisin
de poderes; principio representativo; la soberana reside en el pueblo o nacin,
es inalienable: el pueblo no la cede al gobernante sino su ejercicio; sistemas de
eleccin (el pueblo designa a sus representantes), establece una ley fundamental
(por medio de Asambleas o Congresos Constituyentes): la CONSTITUCIN; partidos
polticos.
c) En lo institucional: tiende a la unidad, racionalizacin y regulacin de leyes y
organismos: leyes e instituciones iguales; fin de los privilegios; centralizacin
territorial.
d) En lo social: sociedad de clases, el liberalismo defiende la igualdad de todos
los hombres: (igualdad, libertad); surge el clasismo; los ciudadanos son iguales
ante la ley.
e) En lo econmico: liberalismo econmico (Adam Smith); supresin de todas las
leyes econmicas: absoluta libertad, ley de oferta y demanda; progreso, proceso
de desarrollo, dar lugar a concentracin de capital: capitalismo y grandes masas
de trabajadores (proletariado). Obstculos en Espaa: amortizacin y gremios.
1. La Edad Contempornea
Con el presente volumen se inicia la que muchos autores siguen llamando Edad
Contempornea. No hace falta decir que la expresin Edad Contempornea es
inadecuada, o por lo menos adolece de numerosos inconvenientes. Por de pronto,
y an en el supuesto de que sea contempornea, lo es para nosotros, no para
los hombres que, andando las generaciones, puedan sucedernos en un futuro ms
o menos lejano. Y, o bien se procede a un corrimiento de escalas cronolgicas,
con lo que la edad contempornea sera una poca mvil, aplicado el trmino a
lapsos distintos y sucesivos, o seguimos llamando contempornea a la edad que
hoy entendemos como tal: y en este segundo caso, o la duracin de la Edad
Contempornea es infinita (en tanto perdure el gnero humano), o llegar un
momento en que la metodologa histrica habr de arbitrar la compartimentacin
de una edad posterior a la contempornea, incurriendo as en una flagrante
suscribieron, desde puntos de vista tan diversos, Croce o Toynbee) de que toda la
Historia Universal es Historia Contempornea.
La Revolucin o frontera
Sea lo que fuere, parece intuirse, si nos colocamos en un plano analtico y
realista, que la cesura que abren las Revoluciones a fines del siglo XVIII o
principios del XIX, en la Historia de Occidente, no es en absoluto despreciable;
que esta cesura es ms importante que otras muchas que pudiramos escoger al
azar; que si en el devenir humano se plantean cuestiones que resultan
actuales, la poca revolucionaria plantea cuestiones de este tipo en una
proporcin poco comn. Y que, si analizamos el ritmo histrico antes y despus
de la Revolucin, advertimos que no es el mismo; y que el ritmo posterior a la
Revolucin es mucho ms parecido al nuestro al de los hombres del ltimo
cuarto del siglo XX que el anterior. Y que si queremos llamar a este tipo de
ritmo Edad Contempornea, puede que no haya gran inconveniente en ello.
Por de pronto, este volumen habr de incidir en una dinmica muy distinta a la
que conoci el tomo anterior. Ni siquiera admitir un tratamiento metodolgico
similar. Las Revoluciones llenan con su presencia ensordecedora todo el
panorama histrico, y sera imposible y anticientfico tratar de estudiar
cualesquier hechos o realidades de fondo como si las Revoluciones no existiesen.
Slo una vez que haya terminado el relato del vuelco revolucionario, y el del
subsecuente turbin napolenico, ser posible intentar un vistazo de conjunto
para observar en qu se parece y en qu se diferencia el mundo del mundo
anterior. Es evidente que con el paso del Antiguo al Nuevo Rgimen la Historia
contra lo que pudieran creer los jacobinos no vuelve a empezar. Tambin es
evidente que muchas cosas ya no son las mismas. Ni pueden volver a ser las
mismas en los tomos que siguen de nuestra Historia.
2. El Antiguo Rgimen
Trminos y conceptos
Corresponde a la Historia de la Cultura el haber elevado las denominaciones de
Antiguo y Nuevo Rgimen al nivel de categoras histricas. Desde que los
historiadores de la Cultura las consagraron, tales palabras se escriben con
mayscula y poseen un significado muy preciso. Realmente, ya en 1792 Barnave,
un historiador que vivi como protagonista activo los hechos revolucionarios en
Francia, habla sistemticamente del antiguo rgimen cuando se refiere al
sistema vigente antes de la Revolucin; de lo que se infiere que el sistema salido
de la Revolucin debe designarse como nuevo rgimen. Tambin emplea en
Espaa estos trminos, por ejemplo, el conde de Toreno.
Pero son los historiadores del primer tercio del siglo XX quienes fijan
definitivamente no slo los trminos, sino los conceptos. Y aunque hoy la Historia
de la Cultura y sus mtodos no estn precisamente de moda en las tendencias
historiogrficas, las palabras y las ideas a que ahora nos referimos no han
padecido por ello: seal, probablemente, de que resultan necesarias. El Antiguo
Rgimen se refiere a una poca histrica anterior a la Revolucin, y el Nuevo a
Dios, a quien tena que dar cuenta de sus actos con ms rigor que otros mortales,
y estaba gravemente obligado a buscar el bien comn y la realizacin de la
justicia en este mundo. Luego observaremos una serie de diferencias de matiz en
las apreciaciones sobre el absolutismo.
Caracteres institucionales
En lo institucional, el Antiguo Rgimen, como ha visto P. Gaxotte a la Francia de
entonces, era un edificio muy grande y muy viejo, que conservaba unos
cimientos inconmovibles y que se consideraban intocables, al que las
necesidades de los siglos haban ido dotando de reparaciones, postizos y
revoques, unos antiguos, otros modernos, apareciendo ya en su momento final
como una contrahecha, aunque no del todo intil multiformidad. En general, una
institucin nueva no supona la desaparicin de la antigua. El respeto por las
viejas leyes, por los usos y costumbres, por las peculiaridades consagradas con el
tiempo, era casi absoluto, y conduca muchas veces a diferencias que entonces no
se consideraban indignantes. Dos hombres podan ser juzgados de forma distinta
por el mismo delito, ya fuera por razn de su nacimiento, ya por la ciudad o
regin que habitaran, ya por el fuero a que se hallaran acogidos. Eran distintos
los impuestos, la obligacin de hacer el servicio militar, los horarios de trabajo,
los sistemas de pesas y medidas, los vnculos de relacin social, el rgimen local o
provincial de circunscripciones determinadas. Los intentos uniformadores que de
vez en cuando realizaba el Estado se estrellaban casi siempre contra el celoso
apego de cada comunidad a sus costumbres y a sus ordenamientos particulares.
La disparidad poda dar lugar a autnticas deformidades ms o menos
monstruosas en el cuerpo social: en todo caso, hubiera resultado poco racional y
poco funcional a cualquier observador con mentalidad del Nuevo Rgimen.
Caracteres sociales
En lo social, era una verdad oficial, amparada por el ordenamiento jurdico, la
divisin de los miembros de la comunidad en estamentos. El orden estamental
arranca de una visin muy antigua, que podramos encontrar enunciada en la
Repblica de Platn, y ms tarde en la filosofa tomista. Su idea base no se apoya
en la conveniencia del privilegio, o de las lites, ni siquiera en el reconocimiento
de una desigualdad natural entre los hombres, sino en la necesidad de una
distribucin de funciones. El principio originario de la filosofa que rige el orden
estamental no es clasista, ni propende a la estratificacin de la sociedad en
niveles, sino que divide a sta en sectores. La idea de que unos deben aportar al
comn su inteligencia, otros su fuerza y otros su trabajo nutricio, se compagina
con el reconocimiento de tres estamentos fundamentales: el clero, la nobleza y
el estado llano o tiers tat. La misin del clero de la Iglesia, en general, como
institucin es iluminadora. No slo tiene la obligacin de ensear los caminos de
la salvacin eterna, es decir, de la otra vida, sino que debe ilustrar los caminos
de la de aqu abajo. La Iglesia fue el nico estamento docente a todos los
niveles en la Edad Media; y a pesar de la progresiva secularizacin de la
enseanza a raz del Renacimiento, no abandon esta funcin en la Moderna.
Gran parte de las Universidades, de los liceos o colegios de latinidad, y de los
centros de las primeras letras seguan directa o indirectamente en manos o bajo
el control de la Iglesia. La asuncin de las funciones educativas por parte del
campo revolucionario, una vez que hubo llegado la hora. En estas condiciones, el
brazo militar tendra tan pocos o menos argumentos an que la monarqua
absoluta para defenderse. En muchos caos, estaba convencida de la razn de las
nuevas ideas; en otros casos, se aferraba al orden antiguo slo por intereses, casi
nunca por ideales. Se sinti vencida de antemano, cuando no pas como hicieron
tantos nobles, idealistas u oportunistas, al campo de la Revolucin.
Por lo que se refiere al estado llano, no cabe imaginar un grupo social menos
llano que el que lleg con esta denominacin a los ltimos lustros del siglo
XVIII. A l pertenecan los ms opulentos banqueros y los ms infelices mendigos;
los intelectuales refinados y exquisitos de la Ilustracin o los analfabetos palurdos
del bajo campesinado. En realidad, el tiers tat se haba definido siempre por un
rasgo negativo: la carencia de cualidad noble o eclesistica. Pero el progresivo
desarrollo de la burguesa, el ejercicio por sta de las actividades mercantiles o
intelectuales, la conquista por la mesocracia del cargo, el magisterio, el
prestigio, y en ocasiones el mando poltico o administrativo, haban aumentado
monstruosamente las distancias, hasta el punto de que ya en los estadios finales
del Antiguo Rgimen resulta absurdo hablar, para los no nobles ni clrigos, de un
solo estamento. Por eso la Revolucin no necesitar, ni siquiera podr, ser obra
del Tercer Estado como grupo, sino de determinados subgrupos dentro de l; y a
su cabeza, los menos infelices de los no privilegiados. Siempre se ha hablado de
la Revolucin como obra de la buena burguesa, de las clases ms prximas a las
favorecidas del Antiguo Rgimen; y aunque haya en estas afirmaciones una parte
de tpico, no dejan de encerrar una buena parte de verdad. La burguesa
acomodada ser, si no el nico elemento de la Revolucin, s el ms
caracterizado, el que lleve la iniciativa de los acontecimientos, y el que los
canalice en su propio provecho. Con ello, la Revolucin pierde un poco su terico
planteamiento de lucha de clases, y adquiere unos matices un poco ms sutiles.
Se trata, en muchos casos, del afn de unos hombres que ya han alcanzado la
preeminencia de hecho, por conquistarla de derecho. Cuando Sieys afirma el
tiers tat lo es todo, no est pensando en los jornaleros o en los apacibles
oficiales de los gremios, aunque su alegato parezca estar revestido de un cierto
sentido social. El Tercer Estado lo es todo, porque posee la riqueza, la
inteligencia, la capacidad, en sus manos estn las ideas dominantes, las
iniciativas frtiles, hasta las modas y las corrientes de los tiempos. Y sin
embargo, aunque el Tercer Estado (lo que Sieys est pensando como Tercer
Estado, esto es la burguesa prspera e intelectual) lo es todo, jurdicamente no
le es admitida su superioridad moral, esa preeminencia que ya tiene virtualmente
conquistada con el mrito y la iniciativa. La Revolucin buscar, por tanto,
hermanar de forma ms realista la teora con la prctica, y conceder el trato de
clase superior no al Estado Llano, sino a una parte del mismo, la ms preparada
para asumir el relevo de las antiguas clases privilegiadas. La Revolucin, al fin y
al cabo, sealar, con el encumbramiento de slo una parte una minora del
Tercer Estado, la desmembracin de ste, y dejar abiertas las puertas cuando
llegue el momento, a una nueva revolucin del Cuarto Estado.
4. La Revolucin
Teora de la Revolucin
las distintas Constituciones procuran solventar del mejor modo posible, buscando
frmulas intermedias, ms o menos capaces de salvaguardar la independencia de
las dos potestades. Es de notar que an en los casos en que el poder ejecutivo ha
de aceptar sin reservar las imposiciones del legislativo, cuenta con una vlvula de
escape, el decreto, que en principio no es ms que una explicitacin de alguna
ley ya preexistente, pero que en la prctica permite una cierta holgura de
interpretaciones, y hace posible una labor de gobierno efectivo. Esta labor de
Gobierno corresponde normalmente a los ministros, no al monarca. En el Nuevo
Rgimen, el Rey, aceptando la frmula inglesa, reina pero no gobierna; si bien su
influjo directo o indirecto en la marcha de la poltica no es casi nunca
despreciable.
Otros ingredientes prcticamente imprescindibles del orden poltico son la
Constitucin y los partidos. La Constitucin es, como queda dicho, un intento de
simbolizar la nueva forma de soberana en un monumento paradigmtico e
inatacable. Suele contemplar la naturaleza del gobierno, la relacin de poderes y
su mecanismo, los derechos y deberes de los ciudadanos: y da pie, con mayor o
menor holgura, segn los casos, a una serie de leyes orgnicas complementarias.
Hay constituciones abiertas y cerradas, rgidas y flexibles: cada cual tiene sus
ventajas y sus defectos funcionales, y de ellos depende tambin de la coyuntura
poltica la duracin de su vida. La Constitucin, aunque se elabora para
siempre, es por lo general perecedera. Pero el sistema constitucional no perece
por ello. Apenas cada una Constitucin, quienes la han derribado se apresuran a
elaborar otra nueva.
Si la Constitucin es la forma ms estentrea de la realidad poltica del Nuevo
Rgimen hasta el punto de que en el siglo XIX se identifican oficialmente sistema
liberal y sistema constitucional, el partido poltico no est, por lo general,
contemplado en ninguna Constitucin, ninguna ley orgnica, ni siquiera en
ninguna ley ordinaria. Parece como si los legisladores se hubiesen olvidado de la
inherencia del partido poltico al Nuevo Rgimen. Porque efectivamente, este
tipo de organismos prolifera en los estado liberales ms tarde tambin en los
democrticos como un elemento necesario e insustituible del sistema. Es curioso
pensar que el partido no est previsto en principio por la Revolucin, como no lo
est la oposicin. No parece, en los estadios iniciales, que deba haber ms
partido que el partido revolucionario, o partido liberal, que engloba a todos los
individuos que desean el Nuevo Rgimen; como no se concibe otra oposicin que
la oposicin al rgimen mismo. Pero el pluralismo que deriva de la propia
esencia de la libertad de pensar y manifestar cada cual su propia opinin, genera
la propensin, casi biolgica, a la agrupacin de aqullos que piensan de igual o
de forma suficientemente parecida. O bien de aqullos que tienen intereses
comunes y persiguen un mismo objetivo. As, la Revolucin, basada en principio
en la voluntad general, tiene que admitir la existencia de una serie de
voluntades particulares, que conciben de forma distinta qu es lo que debe ser y
lo que debe hacer la propia Revolucin. Y como nadie representa la voluntad
general, han de gobernar aqul o aqullos que representen cuando menos la
voluntad mayoritaria, en tanto que las voluntades minoritarias se oponen, no a la
slidas posiciones Per y Antillas, que sirvieron como base desde las que lanzar
campaas restauradoras que liquidaron los gobiernos insurreccionales, salvo en el
virreinato del Ro de la Plata del que lograron separar los territorios del Alto Per
y Paraguay que el virrey Abascal puso bajo su autoridad (...).
La crisis del rgimen y la constitucin de un poder revolucionario. En todo
proceso revolucionario cabe distinguir tres actividades fundamentales: las que
apuntan a [1] la conquista del poder, [2] las destinadas a crear un nuevo rgimen
y [3] las que tienen a configurar la sociedad sobre bases tericas distintas a las
vigentes. El primero de estos fenmenos se inicia con la formacin de las juntas
provinciales aunque no desarrollar sus posibilidades hasta la reunin de las
Cortes de Cdiz dos aos despus. [La legislacin de dichas Cortes responde en
lneas generales a dos objetivos bsicos: constituir un nuevo rgimen y promover
la transformacin de la sociedad]. La constitucin de un poder revolucionario
implica la simultnea desaparicin del poder constituido. En Espaa el motn de
Aranjuez y las abdicaciones de Bayona son los elementos decisivos en la crisis de
la monarqua, en tanto la pasividad de las autoridades ante la presencia de los
franceses lo son de la del gobierno. El vaco de poder resultante facilitar las
iniciativas de las autoridades inferiores alcalde de Mstoles y la constitucin de
instituciones inditas Juntas Provinciales, Junta Central, que no vacilarn en
asumirlo con todas las responsabilidades que implicaba, pero una vez conquistado
se negarn a devolverlo a sus antiguos titulares.
El motn de Aranjuez, cuyo desarrollo se extiende desde la noche del 17 a la
tarde del 19 de marzo [1808], es la culminacin de la poltica personal del
prncipe de Asturias [hijo de Carlos IV, futuro Fernando VII] quien, a merced de
una revuelta callejera, que es el resultado de una conspiracin, lograr forzar la
mano del viejo monarca al que pone en trance de abdicar. El procedimiento, por
popular que fuese el nuevo rey y cualquiera que fuese el odio contra Godoy, no
poda dejar inclume el prestigio de la corona. Una vez en el trono Fernando VII
se encontr en difcil postura de resultas del inquietante silencio de Napolen,
cuyos ejrcitos cubren parte de la Pennsula, ante los acontecimientos espaoles.
La bsqueda del reconocimiento imperial llevar a Fernando VII a ponerse en
manos de Napolen, abandonando incluso el territorio nacional para acudir a
Bayona. [All, el 29 de abril de 1808] ...Napolen, cuyos planes en relacin a la
Pennsula sufrieron un decisivo cambio al tener noticia del la abdicacin de Carlos
IV, reuni a los dos monarcas espaoles y les impuso la renuncia a sus derechos,
renuncia que se hizo extensiva a los infantes don Carlos y don Antonio.
Formalmente Fernando VII reintegr la corona a Carlos IV, quien, sin esperar esta
renuncia, haba cedido al emperador todos sus derechos al trono de Espaa e
Indias.
La capitulacin de los monarcas y los infantes no poda dejar de comprometer el
prestigio de la corona y contribuy decisivamente al desconcierto de las
autoridades establecidas en el pas, incapaces de tomar una decisin irreversible
la guerra contra Francia sin haber recibido las oportunas rdenes.
esta nueva institucin la regencia no fue reconocida por los rioplatenses, lo que
determin el inicio de la revolucin por la independencia].
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