Conservadores Espaòoles S. XX
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Nada más fácil, hace unos años, que escribir la historia de la derecha española. En
muchos casos, el estudio se convertía en un compendio paradigmático de lo grotesco
y lo repugnante; algo que producía indignación y,al mismo tiempo, superaba los límites
de lo absurdo. Ciertamente, la historia de la derecha española no ha sido -tampoco la
de la izquierda- ejemplar. Pero ese monolitismo condenatorio no podía explicar un
fenómeno histórico de tal complejidad. Como destacó Renzo de Felice, fórmulas
como el mal absoluto o locura histórica carecen de función pedagógica y no explican nada 1.
Afortunadamente, las cosas han comenzado a cambiar; y numerosos estudios han
demostrado que históricamente, lo que de forma genérica podemos llamar derecha espa-
ñola no ha sido nunca, ni lo es actualmente, un ente monolítico, ni estático; se trata,
muy al contrario, de una realidad profundamente plural y dinámica. En consecuencia,
su historia no puede ser entendida sino como una compleja síntesis de tradiciones2 diver-
sas unidas por visiones, ideas e intereses comunes, pero igualmente enfrentadas entre sí
en no pocos aspectos. Las tradiciones ideológicas, como las formas culturales y artísti-
cas, pueden clasificarse, así, en residuales, dominantes y emergentes3, según sea su vigencia
social. Por todo ello, conviene, en principio, hacer una primera distinción entre dere-
cha y extrema derecha. El término extremismo describe ante todo a los sectores políti-
cos que parten de la suposición monista de estar investido s del monopolio de la ver-
dad política 4• Mientras que la derecha conservadora-liberal-y luego la democrática-
toma un aspecto agonal, es decir, evita el recurso a la violencia y acepta la reglas del
juego parlamentario, los extremistas toman un aspecto polemológico, porque, por lo gene-
ral, recurren a la violencia. Los primeros basan su acción política en la distinción
amigo/ adversario; mientras que los segundos lo hacen en la de amigo/enemigos. Entre
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6 GONZÁLEZ CUEVAS, P. c., Historia de las derechas españolas. De la Ilustración a nuestros días. Madrid, 2000,
pp. 65 Y ss.
7 VARELA ORTEGA,]., Los amigos políticos. Partidos, elecciones y caciquismo en la Restauración (1875-1900). Madrid,
1977.
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de los liberales dinásticos, que de esta forma rompieron la solidaridad del «turno».
Alfonso XIII cesó al político mallorquín, abriendo paso a los liberales.
13 MONTERO, F., El Movimiento Católico en España. Madrid, 1993. GALLEGO,].A., Política religiosa en España,
1889-1913. Madrid, 1975.
14 BENAVIDES,B., Democracia y cristianismo en la España de la Restauración 1875-1931. Madrid, 1978. ORDO-
vÁs, O., Historia de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. Pamplona, 1993. 5ÁE2 ALBA,A., La ACNP La
otra cosa nostra. París, 1974.
15 AYALA,A., «Formación de selectos», en Obras Completas. Madrid, 1947. HERRERA ORlA, A., Obras selec-
tas. Madrid, 1965.
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Al mismo tiempo, los católicos intentaron organizar sindicatos . Sin embargo, sus
pasos resultaron decepcionantes, sobre todo en los ámbitos industriales, a causa de su
paternalismo. La acción social católica fue incapaz de seguir una estrategia unitaria; y
fluctuó entre el paternalismo defendido por el marqués de Comillas y las actitudes más
reivindicativas patrocinadas por los padres Gerard, Gafo y Arboleya 16. Con todo, el cato-
licismo social logró mayores éxitos en las zonas rurales, a través de una serie de sindi-
catos agrícolas que en 1917 cristalizaron en la Confederación Católíco-Agraría17.
La crisis del conservadurismo dinástico iba a reforzar las tendencias autoritarias de la
derecha española. La caída de Maura en 1909 tuvo graves consecuencias para la estabi-
lidad del sistema, acabando de hecho con el «turno» entre liberales y conservadores. La
posterior promoción del grupo conservador «idóneo» cuya cabeza visible era Eduardo
Dato provocó la aparición del maurismo como grupo político diferenciado. Su irrup-
ción en la vida política supuso un cambio importante en las estrategias y prácticas
políticas del conservadurismo dinástico. Una nueva promoción de jóvenes políticos
-Antonio Goicoechea,José Calvo Sotelo,José Félix de Lequerica, César Silió, Ángel
Ossorio, etc.- entraba en liza; y con ella nuevas ideas y planteamientos: corporativis-
mo, nacionalismo integral, intervencionismo económico, catolicismo social, etc. 18. Por de
pronto, el maurismo se auto definió como la antítesis del canovismo: no el liberalismo
doctrinario, sino la «democracia conservadora»; no el individualismo posesivo,sino el cor-
porativismo y el intervencionismo estatal;no el centralismo, sino la autonomía munici-
pal; y sobre todo no el resignado pesimismo canovista, sino la «fe en el espíritu creador
y en las inagotables energías de la raza»19. Y aunque en un principio los mauristas no
renunciaron a la tradición conservadora liberal, fueron elaborando un proyecto de moder-
nízación conservadora, en el que los contenidos autoritarios adquirieron una clara prima-
cía: construcción de un Estado intervencionista, nacionalista y corporativ02o.
El conservadurismo «idóneo» acaudillado por Dato, cuyas figuras más reseñables
fueron Joaquín Sánchez de Toca, Manuel Burgos y Mazo, José Sánchez Guerra y el
vizconde de Eza, en ningún momento intentó la movilización de su potencial electo-
rado, ni la transformación del régimen. Su interés se centró en la cuestión social, abor-
dada desde una óptica transaccionista, y en la defensa del parlamentarism021.
16 Vid. WINSTON, c., La clase trabajadora y la derecha en España 1900-1936. Madrid, 1989. GALLEGO,]. A.,
Pensamiento y acción social de la Iglesia en España. Madrid, 1984. CASTILLO,].]., El sindicalismo amarillo en España.
Madrid, 1977. CARRASCO CALVO,S., Los sindicatos de los dominicos Pedro Gerard y José Gafo. De la innovación neo-
tomista a la Dictadura. Bellaterra, 1982. DOMINGO BANAVIDES,El fracaso social del catolicismo español. Arboleya Mar-
tínez. Barcelona, 1974.
17 CASTILLO,].]., Propietarios muy pobres. Sobre la subordinación del pequeño campesinado. Madrid, 1979.
18 TUSELL,]. y AVILÉS,]., La derecha española contemporánea. Sus orígenes: el maurismo. Madrid, 1983. GONZÁ-
LEZHERNÁNDEZ, M.]., Ciudadanía y acción. El conservadurismo maurista. Madrid, 1990.
19 GOICOECHEA, A., Hacia la democracia conservadora. Madrid, 1914, pp. 172 Y ss.
20 GONZÁLEZ CUEVAS,P. c., «El pensamiento sociopolítico de la derecha maurista», en Boletín de la Real
Academia de la Histori, tomo CXC, cuaderno III. Madrid, 1993.
21 DATO, E.,Justicia social. Madrid, 1910. SÁNCHEZ DE TOCA,]., La crisis de nuestro parlamentarismo. Madrid,
1914. BURGOS y MAZO, M., El problema social y la democracia cristiana. Barcelona, 1914. VIZCONDE DE EZA, La
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organización económica nacional. Madrid, 1919. SÁNCHEZ GUERRA, J., La crisis del régimen parlamentario: la opinión
y los partidos. Madrid, 1923.
22 S. MAIER, c., La refundación de la Europa burguesa. Madrid, 1988.
23 GONZÁLEZ CALLEJA,E. Y REy REGUILLO, F.DEL, La defensa armada contra la revolución. Una historia de las
guardias civicas en la España del siglo xx. Madrid, 1995. GONZÁLEZ CALLEJA,E., La razón de lafuerza. Madrid, 1998;
y El máuser y el sufragio. Madrid, 2000.
24 ALZAGA,O., La primera democracia cristiana en España. Barcelona, 1973. TUSELL,J., Historia de la democracia
cristiana en España, tomo I. Madrid, 1974.
25 GOICOECHEA, A., Política de derechas. Madrid, 1922.
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26 Vid. GONZÁLEZ CALBET, M.T., La Dictadura de Primo de Rivera. El Directorio militar. Madrid, 1987. GÓMEZ
NAVARRO,]. L., El régimen de Primo de Rivera. Madrid, 1991.
27 SCHMITT, c., La dictadura. Madrid, 1968.
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2H Vid. GARCÍA CANALES, M., El problema comtittlcional en la Dictadura de Primo de Rivera. Madrid, 1980.
29 «Ante la nueva constitución», «Teoría y práctica", en El Debate, 7-VII y 23-VII-1929.
30 CABRERA, M., «El testamento político de Antonio Maura», en Estudios de Historia Social, núms. 32-33,
1985.
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republicana vino de golpe, no como producto de una lenta evolución. Y como una
revolución fue percibida por las derechas, que obraron en consecuencia.
34 La asimilación de la derecha al fascismo está presente de manera directa en las obras de MORaDO, R.,
Acción Española. Orígenes ideológicos del jranquismo. Madrid, 1980. PRESTaN, P, La destrucción de la democracia en
España. Madrid, 1978. TUÑÓN DE LARA, M., La II República española. Madrid, 1976.
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35 AVILÉS,].,«La derecha republicana, 1930-1935,>, en Revista de Estudios Sociales, núm. 14, enero-abriI197f>.
FERNÁNDEZ,L.l., Republicanos de ordol. Liberales Demócratas, Progresistas y Conservadores durante la II República (1931-
1936), tesis doctoral inédita. Madrid, 1998.
36 GOICOECHEA, A., Posición de las derechas en el momento actual. Madrid, 1931, pp. 20. HERRERA ORlA, A.,
Obras selectas. Madrid, 1963, pp. 36 Y ss.
37 GONZÁLEZCUEVAS,P. c., Acción Española. Ieología política y nacionalismo autoritario e11España (1913-1936).
Madrid, 1998.
38VALLS,R., La Derecha Regional Valenciana. Valencia, 1992. GRANDÍO SEOANE, E., Los orígenes de la derecha
gallega: La CEDA en Galícia (1931-1936). A Coruña, 1998. COMES, V, Lafigura humana y política de Luis Lucia,
1888-1943, tesis doctoral inédita. Universidad de Valencia, 1999.
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39 Vid. MONTERO GIBERT,]. R., La CEDA. El catolicismo social y político en la II República, dos ternos. Madrid,
1976. MONGE BERNAL,]., Acción Popular (Estudios de biología política). Madrid, 1935.
40 GIL PECHARROMÁN,]., Conservadores subversivos. Madrid, 1994.
41 GIL ROBLES,]. M., Discursos parlamentarios. Madrid, 1969, pp. 269-270.
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de su programa político. Lo cual fue calificado de «traición» por parte de los secto-
res de la extrema derecha monárquica. Sin embargo, estos sectores se vieron bene-
ficiados por la táctica cedista, dado que en mayo se decretó una polémica amnistía,
gracias a la cual Sanjurjo y otros militares implicados en ellO de agosto pudieron
salir de la cárcel; mientras que el ex ministro de la Dictadura José Calvo Sotelo pudo
volver de su exilio en París. Todo lo cual supuso un serio refuerzo político para el
conservadurismo autoritario. Calvo Sotelo no tardó en propugnar un Bloque Nacio-
nal que aglutinara al conjunto de las derechas antirrepublicanas. Alfonsinos y carlis-
tas concertaron un pacto con la Italia fascista de cara a un futuro golpe de Estado
contra la República.
La crisis más grave quedó planteada cuando Gil Robles pidió participación en el
gobierno. De inmediato, los socialistas amenazaron con una huelga general revolucio-
naria. Tras no pocas discusiones y amenazas, la CEDA entró en el gobierno en octu-
bre con tres carteras: Agricultura, Trabajo y Justicia. La noticia sonó como una decla-
ración de guerra en el conjunto de la izquierda. Los socialistas declararon la huelga
general revolucionaria, que sólo triunfó en Asturias, donde tuvo todas las característi-
cas de una guerra civil localizada. La extrema derecha monárquica llamó a un golpe
de Estado militar. El propio Gil Robles tanteó la posibilidad de un pronunciamiento,
pero no encontró suficiente apoyo en los cuarteles.
Derrotada la insurrección socialista por el Ejército, tuvieron lugar nuevos movi-
mientos tácticos en el ámbito de las derechas. Calvo Sotelo intentó relanzar su pro-
yecto de alianza; y el 8 de diciembre salió a la luz el manifiesto del llamado Bloque
Nacional, firmado por alfonsinos y carlistas, y que era una síntesis del proyecto políti-
co contrarrevolucionario de Acción Española: retorno a los valores sociales y religiosos
de la Monarquía tradicional católica, dirigismo económico, corporativismo social y polí-
tico. El Ejército, definido en el manifiesto como «columna vertebral de la Patria», apa-
recía como el sujeto de la acción contrarrevolucionaria.
Por su parte, la CEDA, que recibió muy malla aparición del Bloque Nacional, con-
tinuó con su táctica posibilista. Especial referencia merece, a ese respecto, la labor del
democristiano Manuel Giménez Fernández, al frente del Ministerio de Agricultura.
El político andaluz no era un contrarrevolucionario; era uno de los pocos cedistas que
se declaraba abiertamente republicano y que intentaba aplicar los esquemas socialca-
tólicos a la realidad agraria, dando preferencia a los asentamientos. No es extraño que
fuese muy criticado por la extrema derecha monárquica42.
En abril de 1935, estalló una nueva crisis de gobierno y Lerroux intentó formar
gobierno sin ministros cedistas, pero poco después Gil Robles consiguió imponer el
retorno de su partido con cinco ministerios; y con él, personalmente, en el Ministe-
rio de la Guerra. Significativamente, Giménez Fernández no estuvo entre los nuevos
ministros. Agricultura cayó en manos del agrario Nicasio Velayos, quien se distinguió
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43 ALCALÁ ZAMORA, N., Los defectos de la Constitución de 1931 Y tres años de experiencia constitucional. Madrid,
1981.
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Mal planeado, el golpe de Estado degeneró en una cruenta y larga guerra civil. El
general Francisco Franco fue elevado a la jefatura de la sublevación. Franco siempre se
consideró monárquico, durante el período republicano votó a la CEDA y fue suscriptor
de AcciÓn Española44. Gracias a la actividad de su cuñado, Ramón Serrano Suñer, antiguo
diputado de la CEDA seducido por la experiencia fascista, Franco logró asentarse sóli-
damente en el poder, convirtiéndose en el auténtico árbitro de la situación. En abril de
1937 se hizo público el decreto de unificación, redactado por Serrano Suñer, dando por
hecho que en España se establecía un «régimen totalitario». Sólo se nombraba a Falan-
ge y el Requeté, pero se dejaba abierta la posibilidad de «instauración» de la Monarquía.
AcciÓn Española quedó integrada en el nuevo partido -FET-JONS-;Antonio Goico-
echea disolvió RenovaciÓn Española y Gil Robles dio su adhesión al decreto unificador.
No obstante, el nuevo régimen fue, desde el principio, plural; en su seno, existieron
siempre luchas de concepciones ideológicas heterogéneas. El predominio de una u otra
corriente cambiaría según los períodos, las coyunturas y la voluntad de Franco, autén-
tico dictador soberano, que tuvo hasta el final el papel de árbitro y mediador entre los com-
ponentes de aquella constelación de fuerzas políticas y sociales. La base real de su poder
fue el Ejército. No menos importante, aunque no tan incondicional, fue el apoyo de la
Iglesia católica. Los símbolos y la liturgia católicos expresaron, en el fondo y en la forma,
el consenso normativo de la España rebelde. En realidad, la originalidad del régimen
radicó en su pretensión de ser el exponente más claro en Europa del intento restaura-
dor del catolicismo. Y, por ello, el sistema político nacido de la guerra civil no llegó a
ser nunca lo que hubiese querido un fascista español; fue, en sus líneas generales, el dese-
ado por la inmensa mayoría de los representantes del conservadurismo autoritario: la
religión católica, la patria, la familia, el orden, la unidad nacional, la propiedad privada
fueron, a un tiempo, los valores más protegidos y las columnas vertebrales del régimen 45.
Mientras duró la hegemonía alemana durante la guerra mundial, el falangismo
logró influir de manera importante en la gestación de las leyes y de las instituciones.
Pero cuando la estrella del Eje comenzó a declinar sonó la hora de las conservado-
res, es decir, de los propagandistas católicos y de los monárquicos. Bajo la batuta de
Ángel Herrera y de Alberto Martín Artajo, y con la ayuda de la eminencia gris de
Franco, Luis Carrero Blanco, los propagandistas católicos comenzaron a dar un per-
fil institucional al régimen, acabando paulatinamente con la influencia falangista. Se
promulgó el Fuero de los Españoles, que venía a ser una declaración de derechos
44 Vid. CIERVA.R. DE LA. Franásco Fratlco. Un s(~lo de España. Madrid, 1973. FUSI, J. P, 1-"1I1m. Autoritarismo
y poder personal. Madrid, 1985. PRESTON, P, Franm. Caudillo de ESpal1a. Barcelona, 1992.
45 Vid. «El régimen franquista», en Papers, nÚm. 8. Barcelona, 1978. En este nÚmero se recogen las diversas
teorías sobre el sistema politico nacido de la guerra civil, desde la de JuanJosé Linz hasta las de Juan MARTíNF.7
AUER. Benjamín OLTRA,Amando DE MIGUEL. Eduardo SEVILLAGUZMÁN, etc. La caracterización del franquismo
como sistema fascista está en TUÑÓN DE LARA, M., España bajo la dictadurafratlquista. Barcelona, 1982.
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como Rafael Calvo Serer, Florentino Pérez Embid,Antonio Millán Puelles, Leopoldo-
Eulogio Palacios, Ángel López Amo, Federico Suárez, ete., procedían de la sociedad
religiosa Opus Dei, fundada en los años veinte por el sacerdote José María Escrivá de
Balaguer. Dentro de aquel grupo había igualmente personalidades independientes,
como Gonzalo Fernández de la Mora49. Esta nueva alternativa era defensora de una
concepción política que pretendía mantener incólume el depósito de la tradición, al
tiempo que se mostraba partidaria de la modernización de las estructuras económicas
y administrativas. Favorables a un entendimiento entre Franco y don Juan, su alterna-
tiva institucional era la Monarquía tradicional corporativa50. Sus enemigos naturales
eran los falangistas «liberales» de la revista Escorial, al igual que e! ministro de Educa-
ción NacionalJoaquín Ruiz Giménez51. Con el tiempo, el grupo organizado en torno
a Arbor acabó disolviéndose. Algunos de sus miembros, como Calvo Serer, evolucio-
naron hacia posturas liberales; mientras que Pérez-Embid y Fernández de la Mora se
integraron en e! régimen franquista.
La causa monárquica siguió fluctuando hasta e! final entre la colaboración con el régi-
men y una oposición más alegal que propiamente ilegal. Frente a los partidarios de! pacto
con Franco, cuya cabeza visible fue e! conde de Ruiseñada, surgió en 1957 el grupo Unión
Española, dirigido por Joaquín Satrústegui. Su ideario era liberal-conservador. Se trataba
de una semioposición de notables, sin conexiones reales con la sociedad, ni organización
propiamente dicha52. Igualmente, se constituyeron por aquellas fechas una serie de mino-
ritarios grupos democristianos: la UtlÍón Demócrata Cristiana, Izquierda Demócrata Cristia-
na, Democracia Social Cristiana, dirigidos por Giménez Fernández y Gil Robles.
En ese momento, tuvo lugar en e! seno del régimen franquista una grave crisis polí-
tica, cuyo punto álgido fueron los sucesos de febrero de 1956. Pero la crisis no sólo fue
un reflejo de! surgimiento de una nueva oposición interior, sino de las pugnas entre
los distintos sectores del régimen. Fueron cesados Ruiz Giménez y Raimundo Fer-
nández Cuesta. Los falangistas veían con inquietud el progreso de los conservadores
católicos y de los monárquicos, sobre todo porque en una Monarquía como la perfi-
lada en la Ley de Sucesión, no existía lugar para el partido único. El nuevo secretario
general del Movimiento, José Luis de Arrese, presentó un proyecto de Leyes Funda-
mentales, que fue rechazado, alegando su carácter totalitario, por católicos y monár-
quicos, pero sobre todo por la jerarquía eclesiástica.Al mismo tiempo, una de las emi-
nencias del Opus Dei, Laureano López Rodó, presentó a Carrero Blanco un informe
que suponía la alternativa conservadora autoritaria al proyecto falangista: instituciona-
lización monárquica, definición de los principios esenciales de! Movimiento Nacional,
49 ARTIGUES, n., El 01'".1' Dei 1'11 Esp",ia. París, 1971. FFRRARY, A., Elfranq1lismo: minorías políticas y ((Jnflictos
ideológicos 1936-1956. I'amplona, 1993.
50 Vid. CALVO SERER, R., Es¡Ja/ia sin prohlema. Madrid, 1948. LÓI'Ez-AMO, A., Poder políti((J y líhertad.La Alo11ar-
quía de la reforma social. Madrid,1951. PÉREZ-EMBID, F, Amhiciones españolas. Madrid, 1953.
51 TUSELL,j., Franco y los catÓlicos. Madrid, 1985.
52 TUSELL, X., La oposiciÓn democrática alfranquismo. Barcelona, 1976, pp. 341 Y ss.
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53 LÓI'EZ RODÓ, L., La larga marcha hacia la 1Honarquía. Barcelona, 1976. FERNÁNDEZ DE LAMORA, G., Río
Barcelona, 1995.
arriba. lvfemorias.
54 Leyes
Fundamentales del Reino. Madrid, 1971, pp. 37-40.
55RUIZ GIMÉNEZ,]. y BELOSILLO,P. (coord.), El Concilio del siglo XXI. Reflexiones sobre el Vaticano II. Madrid,
1987. MONTERO, F, «La Iglesia y la transición», en Ayer, núm. 15, 1994, pp. 223-241.
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56 SATRÚSTEGUI,]. (ed.). el/dl"lo lo transición se hizo posible. El «{olltl/rbe,Úo') de múnicll. Madrid, 1993 .
.57GONZÁLEZ CUFV.~S,1'.c:., "Gonzalo Fernández de la Mora y la legitimación del tranquismo», en Siste-
ma, núm. 91 ,julio 19H9.
58 HUNEEUS, c., La UCD y la trallSiciólI a la democracia ell España. Madrid, 1985. Tácito. Madrid, 1975.
59 FRAGA,M., El desarrollo políti((l. Barcelona, 1972, pp. 75 Y ss.
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una derecha utópicamente continuista, cuyo grupo más significativo fue Fuerza Nueva,
dirigida por el integrista Blas Piñar; por otro, una realísticamente reformista, la enca-
bezada por Fraga. Pero con el paso del tiempo los reformadores acabaron por escin-
dirse, y de allí salió la Unión del Centro Democrático, de Adolfo Suárez. Por otra parte,
no puede entenderse la trayectoria del conservadurismo español en esta nueva etapa
sin tener en cuenta un fenómeno que condicionaría toda su acción política posterior;
era la culpa, o, si se quiere, el complejo de derecha, es decir, una especie de mala concien-
cia, basada en la certeza de haber abusado demasiado y durante excesivo tiempo del
poder. Además, «derecha» o «conservadon> adquirieron un sentido abiertamente peyo-
rativo en el vocabulario político de un importante sector de la sociedad española. En
tan desfavorable contexto, era evidente que cualquier proyecto conservador con voca-
ción de futuro necesitaba urgentemente un nuevo edificio ideológico. La «transición»
hacia la democracia liberal llevaba consigo un proceso de invención de la tradición, que
supuso, no sin dificultades, una revalorización de la tradición conservadora-liberal.
La táctica reformista preconizada por Fraga no tardó en fracasar,enfrentándose tanto
a los inmovilistas del régimen como a la oposición de izquierdas; lo que provocó que
el nuevo monarca destituyera a Arias Navarro, eligiendo en su lugar a Adolfo Suárez.
Juan Carlos siguió, en ese sentido, los consejos de Torcuato Fernández Miranda, parti-
dario de desmontar las Leyes Fundamentales desde ellas mismas. Político ante todo prag-
mático, los planteamientos de Suárez era transaccionistas. Reclutó su gobierno entre
jóvenes falangistas reformistas, «tácitos» y democristianos. Entablando diálogo con la
oposición más moderada y los reformistas del régimen, Suárez logró sacar adelante
la Ley de Reforma Política.
En octubre, apareció Alianza Popular, coalición en la que, bajo el liderazgo de
Fraga, se integró lo más representativo de la derecha franquista: Laureano López Rodó,
Federico Silva, Licinio de la Fuente, Gonzalo Fernández de la Mora, etc. Su proyecto
político tenía por objetivo la reforma de las Leyes Fundamentales, la defensa de la uni-
dad nacional, el regionalismo, la monarquía, la economía de mercado y la democracia
«plena, fuerte y representativa» 60.
Por su parte, Adolfo Suárez optó, tras sus éxitos iniciales,por presentarse a las eleccio-
nes, haciéndose con la dirección del llamado Centro Democrático, pronto convertido en
Unión del Centro Democrático. Se trataba de una coalición asombrosamente plural, en
la que coexistieron liberales,democristianos «tácitos»,socialdemócratas,antiguos franquistas
y falangistasreformistas, etc. Suárez contó con el apoyo de un importante sector de la Igle-
sia católica y del aparato del antiguo Movimiento Nacional. Su ideología fue, en realidad,
una yuxtaposición no excesivamente coherente de tradiciones diversas,que podría sinte-
tizarse en la defensa de la tradición cristiana, del liberalismo y de una econollÚa mixta61.
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Conclusiones
62 GONZÁLEZ CUEVAS, P. c., «El retorno de la tradición liberal-conservadora», en Ayer, núm. 22,1996.
63 (,La derecha ha desaparecido», en Cambio 16, 5-1-1996, pp. 20 Y ss.
ó4 Un balance coyuntural en TUSELL,j., El gobiemo de Aznar. Barcelona, 2000.
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