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nacin neogranadina1
Oscar Guarn Martnez2
Pontificia Universidad Javeriana, Bogot, Colombia3
guarino@javeriana.edu.co
Recibido: 06 de mayo de 2010
Aceptado: 07 de septiembre de 2010
Este artculo es resultado de una investigacin enmarcada en la lnea Cultura de la Imagen, del grupo de investigacin
Prcticas culturales, imaginarios y representaciones (Pontificia Universidad Javeriana, Universidad de los Andes, Universidad
Nacional), realizada en el ao 2009. Una versin preliminar fue presentada en el 53 Congreso de Americanistas, Ciudad de
Mxico, julio de 2009.
2
Estudiante del Doctorado de Ciencias Sociales, Universidade Estadual de Campinas, Brasil.
3
Profesor asistente del Departamento de Historia y Geografa.
1
Abstract
The emergence of Chibcha civilization does not have any antecedent previous to the 1900s, when it
emerged in the nineteenth-century historiography. This paper problematizes and analyzes how the idea
of Chibcha civilization, preceding the formation of a nation, was an argument put forward by 19th century
historiography to create the idea of historic continuity and political unity in the New Granada nation.
Key words: Chibcha civilization, historiographic representation, historiographic images, historiography,
nation construction, prehispanic past, indigenous communities.
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Introduccin
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A lo largo del siglo XIX y tras el proceso de independencia, las naciones latinoamericanas
se dieron a la tarea de construir sus historias nacionales de manera que articularan
la ruptura con el pasado colonial al presente republicano. La configuracin de dichas
historias nacionales se estableci en trminos narrativos y de apropiacin del pasado,
sealando y determinando una serie de particularidades propias para cada nacin;
se les atribuyeron una serie de rasgos identitarios distintivos y se crearon unas
historias patrias signadas por pretensiones de homogeneidad y continuidad histrica,
cultural, territorial y poltica. Segn Germn Colmenares, su concepcin original
representaba la solucin, en un plano ideolgico, de conflictos culturales profundos
(1997: XVII), y pretendan, mediante una construccin narrativa, establecer las
condiciones de posibilidad de las naciones emergidas tras la independencia. No eran,
estrictamente hablando, historias del pasado, sino expresiones de la manera en que
dichas naciones se pensaban respecto de sus orgenes y se proyectaban al futuro
promisorio de la vida republicana.
medida un desarrollo similar caracterizado por una paradoja: a la vez que se mitificaba
el pasado indgena se daba un proceso de distanciamiento y de marginacin de los
indios contemporneos. Cada una de estas naciones, en distintos grados y de diversas
maneras, incorpor el pasado prehispnico al discurso de la nacin y lo constituy en el
fundamento mtico del origen de la nacionalidad, pero al mismo tiempo estableci los
mecanismos necesarios para darle un lugar subalterno al indio en el presente republicano.
Lo que s resulta particular para la Nueva Granada es la manera en que esto se llev a
cabo: por un lado, el pasado neogranadino se inspir exclusivamente en los habitantes
del altiplano cundiboyacense, ignorando deliberadamente a aquellos otros pueblos que
a los ojos de los historiadores aparecan como brbaros y en un estado de desarrollo
bastante elemental. Por otro lado, ante la ausencia evidente de rastros y evidencias de
una cultura material importante, e incluso sin tener la amplitud y dimensin de otros
grupos aborgenes, se argument entonces la existencia de una elevada condicin moral
entre los muiscas, lo que en buena medida reflejaba los ideales e imaginarios de los
historiadores decimonnicos. A los muiscas, entonces, se les atribuy la existencia de
un Estado jerarquizado en proceso de unificacin, con un ejrcito permanente, con
instituciones religiosas, y se les hizo poseedores de un aparato legal y de un nivel moral
superiores al del resto de habitantes del territorio neogranadino, elementos retricos
con los cuales fueron constituidos como la tercera civilizacin de Amrica.
Estas circunstancias particulares condujeron a que, en contraste con lo que sucedi
en otros pases latinoamericanos, en la Nueva Granada el pasado prehispnico fuera
asumido en su interpretacin historiogrfica de una manera paradjica: a travs de
una lectura por medio de la cual se constituy la idea de un tiempo pasado de la
nacin truncado por la llegada de los espaoles, pero a la vez superado gracias a
que trajeron consigo la civilizacin6. En el transcurso del siglo XIX, los muiscas
prehispnicos fueron convertidos en los Chibchas republicanos y elevados al grado
de civilizacin, sin embargo, no fue esta una caracterstica positiva que heredase la
nueva nacin; por el contrario, los historiadores decimonnicos sealaron que dicho
pueblo se degrad tras la conquista, y con ello argumentaron en favor del proceso de
independencia, que fue interpretado como un tiempo de liberacin y de civilizacin.
En la construccin de la historia del pasado muisca se recurri a un proceso
narrativo, retrico y argumentativo que se vali de una serie de instrumentos para
constituir una historia que a la vez que reelaboraba el pasado, separaba, marginaba
y deslegitimaba en el presente. As, en los primeros aos de la repblica, se formul
un discurso de carcter retrico sobre la nacin en el que el pasado prehispnico
jug un papel importante como elemento simblico que aglutinaba una serie de
imaginarios polticos, y que pretendi movilizar a los sectores sociales populares7.
Posteriormente, dicho pasado sera integrado a la narracin sobre la nacin de
manera mucho ms compleja y sofisticada: a travs de la elaboracin de un discurso
Se hace referencia de manera exclusiva al discurso historiogrfico, que no necesariamente reconoci las continuidades
indgenas en el presente republicano, ni mucho menos los procesos reconstitutivos de la memoria de los pueblos indgenas.
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[] el llamado a mantener vivo el pasado comn procedi de los criollos neogranadinos [y no de los indios], quienes
convirtieron al indio en punto central de referencia. As, tal como ya haba sucedido durante la insurreccin de los Comuneros,
se evocaba el pasado nacional, es decir la historia como instrumento promotor de la identidad (Knig, 1994: 236).
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con elementos del anlisis y del lenguaje de las ciencias, que produjo la conversin
de los muiscas en la civilizacin Chibcha, una especie de matriz protonacional sobre
la cual se asentara la nacin neogranadina.
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cuales basara todas sus observaciones y sus reflexiones, y que seran retomados de
manera recurrente en los futuros textos y escritos que en relacin al pasado indgena
se haran en el siglo XIX: la idea de que aquellos habitantes de las tierras bajas
coincidan con ser los ms salvajes, fieros y atrasados, frente a aquellos de las tierras
altas, cuyos comportamientos eran notoriamente ms civilizados.
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Por otra parte, un texto aparecido en 1808 tendra una importancia capital, no solo
por su influencia en escritos posteriores, sino tambin porque permite mostrar la
manera en que los argumentos de Caldas sobre el influjo del clima se vincularon
al discurso histrico, estableciendo claramente la idea de un pasado muisca ligado
a la historia de la Repblica. Se trataba de la Memoria descriptiva del pas de Santa
Fe de Bogot, escrita por Jos Mara Salazar9. En ella, el autor refutaba varias de
las apreciaciones hechas por Juan Bautista Leblond sobre la sabana de Bogot en
tiempos anteriores a la conquista, y que fueran ledas en la Academia Real de Ciencias
de Pars en el ao de 1786. El texto de Salazar iniciaba sealando a los muiscas como
nuestros antiguos, aquellos que haban dejado pequeas poblaciones que
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han conservado hasta nuestro tiempo sus nombres primitivos, y son habitadas
por los descendientes de los Mozcas, restos de una nacin que ya no existe y que, por
una desgracia funesta al aumento de la poblacin, o por estar confundida su raza
con la de sus propios conquistadores, van desapareciendo cada da de nuestro suelo
(citado en Caldas, 1942: 198).
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los ilustrados de fines del siglo XVIII. El resultado de esta circunstancia fue que el
pasado indgena se incorpor de manera particular al presente de la nacin a travs del
discurso histrico, que justific y naturaliz el presente republicano.
En este sentido, la obra del historiador Joaqun Acosta, Compendio histrico del
descubrimiento y colonizacin de la Nueva Granada en el siglo dcimo sexto, publicada en
Pars en 1848, fue la primera que pretendi construir una historia que diera cuenta del
tiempo anterior a la llegada de los espaoles y se prolongara hasta la independencia.
Sin embargo, quedara trunca tras su muerte ocurrida en 1852, y tan slo aparecera
la primera parte del Compendio referida al siglo XVI.
Para Acosta, la historia de Amrica se iniciaba en Europa, con el viaje de Coln. El
Nuevo Mundo apareca tras el descubrimiento y esto marcaba el inicio de su historia.
El pasado anterior a la conquista iba siendo develado a medida que los conquistadores
se internaban al interior del continente. Esta no slo era una interpretacin histrica,
se trataba tambin de una estrategia narrativa establecida por Acosta, que le evitaba
hacer referencias explcitas a ciertas cuestiones problemticas, tales como las del
origen de los pueblos indgenas.
Acosta ubic el pasado Chibcha en un vaco histrico, al sealar que el silenciamiento
de dicho pueblo dejaba a quienes quisieran indagar sobre su pasado, en la confusin
y en la duda de los tiempos fabulosos. Ello no significaba otra cosa sino que aquel
pasado, dicho vaco, deba ser llenado, y al no haber certezas ni testimonios confiables,
era preciso tratar de establecerlos. Esta idea tendra un efecto fundamental en los
trabajos posteriores sobre los Chibchas, pues dicho vaco histrico, el pasado Chibcha,
se constituira en el escenario narrativo donde se llevara a cabo su invencin,
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Como lo seala Gnecco, La construccin nacional se fund en la proyeccin al pasado de una comunidad histrica
construida (imaginada) en el presente (2002: 135).
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civilizatorios del presente y del futuro (De Plaza, 1850: 135). Por su parte, la explicacin
catastrofista, basada en la aniquilacin y la desaparicin de los pueblos indgenas, les
neg cualquier posibilidad de cambio y transformacin. Para nuestro caso, los muiscas
desaparecieron, se disolvieron en el tiempo y en el espacio sin ninguna posibilidad de
permanencia ni continuidad histrica. Por ejemplo, Jos Antonio de Plaza explicaba la
desaparicin de los Chibchas a travs de una difusa migracin: Con la invasin de los
castellanos se despovlaron las antes florecientes habitaciones, i grandes parcialidades,
recojieron los huesos de sus padres huyendo en busca de otra patria (VIII). De esta forma,
De Plaza despoblaba la tierra de los Chibchas, les otorgaba un lugar incierto ya no slo
en la historia, sino ahora tambin en la geografa, y les expropiaba definitivamente de
cualquier posibilidad en el futuro. Los descendientes de los Chibchas ya no tendran
una historia propia, una memoria propia, ni mucho menos un lugar propio. Con este
contundente argumento, De Plaza desapareci a los Chibchas del pasado y fractur la
continuidad histrica de estos con el presente republicano.
Jos Mara Samper, por su parte, afirmaba en 1863 que la Conquista haba sido una
epopeya en que se ve la lucha de la civilizacin maliciosa y cruel contra la barbarie
inocente, dbil y confiada (19). Sealaba que los conquistadores se apoderaron con
relativa facilidad de los tres imperios ms avanzados de ese momento en Amrica:
los Aztecas, los Chibchas y los Quichuas (20), y el resultado fue su destruccin, su
embrutecimiento y la exclusin de toda personalidad y todo cruzamiento con las
razas peninsulares (21). Para Samper, Amrica antes de la conquista representaba
una naturaleza hermosa, virginal y potica, a la cual los conquistadores no pudieron
comprender ni asimilar (23). Samper seal entonces que los espaoles no supieron
apreciar las cualidades de estas razas infantiles, desarticularon su organizacin
social y las condenaron a perecer o degenerar. En efecto, Samper estableci tan
slo dos caminos posibles para los indios: Donde no fueron totalmente aniquilados,
gracias a la bondad de los climas y a los hbitos tradicionales de labor, o se degradaron
y embrutecieron lastimosamente o desertaron de la civilizacin volviendo a la vida
salvaje, para sucumbir ms tarde (37).
La no simultaneidad del tiempo histrico
Como se ha sealado, la historiografa decimonnica estableci la manera en que
debi ser el pasado prehispnico y lo conden moralmente, a la vez que lo constituy
en parte del pasado de la nacin. Este proceso fue posible gracias a un elemento que
caracteriz el discurso histrico decimonnico: la negacin de la simultaneidad. Esto
se refiere particularmente a que el extraamiento de los indios y su marginacin en el
presente republicano fueron posibles por un discurso de la alteridad que estableca su
pertenencia a dicho pasado. En otras palabras, si an en el siglo XIX existan indios,
estos hacan parte de otro tiempo y por ms que su existencia fuese simultnea en el
presente, stos no estaban integrados a l.
Esta forma particular de comprender el tiempo histrico fue construida durante
la ilustracin como una forma de ubicar a aquellos pueblos que no entraban en
los patrones de civilizacin y que inexplicablemente haban pervivido hasta el
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A mediados de siglo, esta idea fue retomada por Joaqun Acosta, quien estableci
una compleja relacin entre la llegada de los espaoles, la dominacin de los
Chibchas y, de manera velada, la independencia de los criollos. Como la ms cruel,
ciega y perseverante persecucin denunciaba la dominacin espaola, a la vez que
condenaba a los Chibchas a su rpida y total desaparicin de la historia. l sealaba
que haban bastado tan solo dos aos para esto y que haba una evidente ruptura con
sus descendientes, quienes haban sido condenados al olvido total de su cuna. Esta
idea era fundamental. Se trataba de un extraamiento de los indios presentes y el
rescate de unos indios del pasado, desaparecidos, con una serie de caractersticas que
los contemporneos ya no podan reivindicar. Con esta idea, el pasado Chibcha de los
historiadores expropiaba a los descendientes muiscas del siglo XIX de su presente.
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y consecuente desaparicin estableci un corte con el presente: fue una historia que
no perpetu una tradicin. Por ello, fue frecuente encontrar entre los intelectuales
neogranadinos exteriorizaciones de este sentimiento de deuda con los desaparecidos
chibchas, mientras expresaban su desprecio por los indios del presente.
Desde esta perspectiva, la conquista constituy un punto de inflexin histrica
particular, el encuentro de dos temporalidades: una que finalizaba y otra que
iniciaba. El pasado chibcha tuvo entonces un lmite insalvable y no trascendi
el presente. El liberal Manuel Anczar, miembro de la Comisin Corogrfica
iniciada en 1851, expresaba que a los indios de Sogamoso es intil preguntarles
nada relativo a la conquista; la esclavitud los degrad hasta el punto de perder la
memoria de s mismos (1987: 28).
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