El Taller Del Orfebre - Karol Wojtila 2
El Taller Del Orfebre - Karol Wojtila 2
El Taller Del Orfebre - Karol Wojtila 2
del
orfebre
Karol Wojtila
IN DI CE
Pgs.
IX
ACTO PRIMERO
LOS SIGNOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
ACTO SEGUNDO
EL ESPOSO ................................................................... 35
ACTO TERCERO
l.
L O S SI GN O S
l.
T E R E SA
Andrs me ha elegido y ha pedido mi mano.
Ha ocurrido hoy, entre las cinco y las seis
de la tarde.
No recuerdo exactamente, no tuve tiempo de
consultar el reloj
ni ver la hora en la torre del viejo ayuntamiento.
En momentos as no se comprueba la hora,
momentos as surgen en el hombre
ms all del tiempo.
Pero incluso si me hubiera acordado de que tena
que mirar
el reloj del ayuntamiento,
no hubiera podido hacerlo, pues hubiera tenido
que mirar
por encima de la cabeza de Andrs.
Caminbamos precisamente por el lado derecho
de la plaza,
cuando Andrs se volvi hacia m y dijo:
Quieres ser la compaera de mi vida?
Lo dijo as. No dijo: quieres ser mi mujer,
sino: la compaera de mi vida.
Lo que iba a decirme era, pues, premeditado.
3
ANDRES
Llegu hasta Teresa por un camino largo,
no la descubr en seguida.
No recuerdo siquiera si nuestro primer encuentro
estuvo acompaado de algn presentimiento o algo
parecido.
Ni tan slo s qu significa amor a primera
vista.
Despus de un cierto tiempo not
que ella se encontraba en el mbito
de mi atencin,
es decir, que deba interesarme por ella,
y que aceptaba con gusto la idea de tener que
hacerlo.
Sin duda habra podido no actuar tal y como
senta,
pero comprend que esto hubiera carecido
de sentido.
Era evidente que en Teresa haba algo
que sintonizaba con mi personalidad.
En aquella poca pensaba mucho
en mi alter ego .
Teresa era todo un mu ndo, tan distante
como cualquier otro hombre, como cualquier otra
mujer
-sin embargo, algo permita pensar en tender
un puente.
5
TE R E SA
Debo reconocer que la declaracin de Andrs
ha sido para m algo totalmente imprevisto.
No tena ningn motivo para esperarla.
Siempre haba credo que Andrs haca
todo lo posible
para que yo le fuera innecesaria
y para convencerme de ello.
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AN DR ES
Hoy Teresa me ha preguntado:
Andrs, crees en los signos?
Y cuando, extraado de su pregunta,
me he detenido un instante
a mirar, sorprendido, a los ojos
de mi prometida -desde haca un cuarto de
horame ha contado los pensamientos
que no se alejan de su mente
desde aquella noche en las montaas.
Teresa - Teresa - Teresa como un punto singular en mi maduracinya no prisma de rayos aparentes, sino ser de luz
verdadera.
Y s que ya no puedo ir ms lejos.
S que ya no seguir buscando.
Slo me estremezco al pensar cun fcilmente
hubiera podido perderla.
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2.
AN DR ES
En nuestra antigua ciudad , al anochecer,
(en octu bre la noche llega pronto)
los hombres salen de sus despachos,
donde proyectan la construccin de nuevas
viviendas,
las mujeres y las chicas antes de volver a casa
se entretienen mirando los escaparates.
Encontr a Teresa cuando se hallaba parada
frente a u n amplio escaparate,
lleno de zapatos de mujer.
Me par ju nto a ella, en silencio
e inesperadamente
-y de pronto nos hallamos ju ntos
a ambos lados de la gran lu na transparente
baada a chorros de luces deslumbrantes.
Vimos nuestras imgenes ju ntas,
pues el escaparate, cerrado por detrs
por un espejo grande, enorme,
refleja al mismo tiempo las hileras de zapatos
y las personas que pasan por la acera,
15
T E R E SA
Entonces ya no pensaba en los signos.
Y en realidad tampoco pensaba en Andrs.
Mis ojos buscaban zapatos de tacn alto.
Haba all zapatos de todas clases,
zapatos cmodos para andar y hacer deporte,
pero yo prefera mirar
los zapatos de tacn alto.
Andrs es ms alto que yo,
as que necesito aumentar un poco mi estatura
-pensaba, por tanto, en Andrs,
en Andrs y en m misma.
Ahora ya siempre pensaba en los dos,
y a l seguramente le ocurra lo mismo
-se hubiera alegrado de haberlo sabido.
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A N DR ES
Pero no entramos en seguida.
Nos detuvo de pronto el pensamiento
que surgi en el mismo instante -lo sentamos
bien los dos- en ella y en m.
2.-El taller del orfebre
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17
(A L G U 1 E N)
Es la tienda del orfebre. Qu oficio tan peculiar!
Crea objetos que pueden inducirnos
a reflexionar sobre el destino.
As, por ejemplo, dora relojes que miden
el tiempo
y le dicen al hombre
que todo cambia, que todo pasa.
TER E SA
Ha callado la voz. Aquel hombre se ha acercado
mucho
a nuestro pensamiento. Hemos seguido en silencio.
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20
...quiero volver a referirme, Andrs, a aquella excursin nuestra del mes de agosto, a aquella noche en
que omos los extraos clamores. Se cre entonces,
como recordars, una cierta confusin y divisin de
pareceres. Pensaban unos que debamos salir en busca
de los montaeros presuntamente extraviados en la
espesura del bosque, mientras que los dems aseguraban que se trataba slo del grito de un pjaro rezagado
y no de un hombre. T eras de stos.
Fue una noche memorable, y lo fue tambin por el
hecho de que entonces -al menos as me lo parece,
Andrs- te vi verdaderamente. Y creme-, casi me
saltaron a la vista las desproporciones que dormitan
en ti. Es inevitable la desproporcin entre el deseo de
felicidad del hombre y sus posibilidades. Pero t tratas a toda costa de computar tu felicidad, como lo calculas todo en tu oficina de proyectos. Te faltan el valor y la confianza -en qu?, en quin?- en la vida,
en el propio destino, en los hombres, en Dios ...
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(FRAGMENTOS DE U NA CARTA
DE ANDRES A TERESA)
...de modo que t eres valiente y ests llena de confianza- sin embargo, cuntas veces he ledo lgrimas
en tu semblante, aunque los ojos permanecan secos.
Quiz tambin t piensas llegar a la felicidad slo con
valenta, pero en realidad no es ms que una forma
distinta de temor -o al menos de prudencia.
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TER ESA
La imaginacin segua trabajando con intensidad
creciente,
volaba sobre los recuerdos y el pasado,
hacia u n futuro, cuya imagen era cada vez ms
cercana.
Me veo junto a Andrs, le igualo en estatura.
Nos sentimos elegantes y en cierta manera
maduros
-hemos ido madurando a lo largo de tantas cartas
intercambiadas durante aquellos aos.
Seguimos frente a aquella tienda
para escoger ju ntos nuestro destino.
Pero el escaparate se ha convertido en el espejo
de nuestro futuro
y refleja ahora su forma.
AN DRES
Las alianzas no se quedaron en el escaparate.
El orfebre nos mir largamente a los ojos.
Y mientras tomaba la ltima medida del precioso
metal,
23
4.
El peso de estas alianzas de oro
-dijo- no es el peso del metal,
sino el peso especfico del hombre,
de cada uno de vosotros por separado
y de los dos ju ntos.
Ah, el peso especfico del hombre,
el peso particular de cada hombre!
Hay algo ms abru mador
y al mismo tiempo ms inaprehensible?
Es fuerza de gravitacin continua
encadenada a un breve vuelo.
El vuelo tiene forma de espiral, de elipse,
- y forma de corazn ....
Ah, el peso propio del hombre!
Estas fisuras, esta maraa, y esta profundidadestas adherencias, cuando es tan difcil
despegar la mente del corazn ....
Y en medio de todo ello, la libertad
-una cierta libertad, a veces incluso locura,
una locura de libertad envuelta en esta maraa.
Y en medio de todo ello, el amor,
que mana de la libertad ,
como fuente de tajo recin abierta.
He aqu el hombre! No es transparente
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y no es monumental
y no es simple,
ms bien pobre.
Esto es un hombre -pero y dos
y cuatro y cien y un milln?Multiplica todo esto por ti mismo
(multiplica esta magnitud por la debilidad);
y obtendrs el producto de la hu manidad ,
el producto de la vida hu mana.
As habl aquel singular orfebre,
mientras tomaba la medida de nuestras alianzas.
Luego las puli con u na gamuza,
las puso de nuevo en la cajita
que antes estaba en el escaparate,
y comenz por fin a envolverlas en papel de seda.
En todo este tiempo no dej de mirarnos a los
ojos,
como si quisiera explorar nuestros corazones.
Tena razn en todo lo que nos deca?
Eran stos tambin nuestros pensamientos?
Ningu no de nosotros hu biera podido decirlo
en tan poco tiempoEl amor es ms entusiasmo que reflexin.
TER E SA
Nos vemos reflejados en el escaparate
como en u n espejo que encierra el futuro:
26
5.
CORO
l.
La situacin es mu y hermosa
y despierta tantas sugerencias.
Miremos slo lo que es!
4.
5.
30
6.
AN DR ES
Aunque seguamos frente a la tienda del orfebre ...
el escaparate de su taller haba dejado de ser evidentemente un espectculo en el que todos podan encontrar un objeto para s. Se convirti, en cambio, en un
espejo que nos reflejaba a los dos -a Teresa y a m.
Es ms- no se trataba ya de un espejo plano corriente, sino ms bien de una lente que absorba su
objeto. Estbamos no slo reflejados, sino absorbidos. Me senta como observado y reconocido por alguien que se hubiera escondido al fondo de aquel escaparate.
TER E SA
Se vea en l el da de nuestra boda. Nosotros dos
vestidos de gala, y detrs de nosotros mucha gente:
los invitados. El escaparate absorbi mi imagen en varios momentos y situaciones- primero, cuando estaba de pie y luego arrodillada junto a Andrs, ms
tarde cuando nos cambibamos las alianzas ... Estoy
convencida, adems, de que nuestra imagen reflejada
al fondo del espejo ha quedado all para siempre y ya
31
AN DRES
El joyero, como deca, nos miraba de un modo particular. Su mirada era a un mismo tiempo bondadosa y
penetrante. Sent que nos abrazaba con aquella mirada, mientras escoga y pesaba las alianzas. Luego
las coloc en nuestro dedo para probarlas. Tuve entonces la sensacin de que buscaba con su mirada
nuestros corazones, adentrndose en su pasado.
Abarcar tambin el futuro? La expresin de sus
ojos era u na mezcla de bondad y de firmeza. El futuro
segua siendo u na incgnita que ahora aceptbamos
sin inquietud. El amor vence la inquietud. El futuro
depende del amor.
TER ESA
El futuro depende del amor.
AN DRES
En cierto momento volvi a cruzarse mi mirada con
la del viejo orfebre. Sent entonces que Sus ojos no
31
TER E SA
Estuvimos mucho tiempo ante la tienda del mfebre,
sin sentir el paso del tiempo ni el fro que seguramente
haca aquella tarde de octubre. Por fin despertamos
-a nuestras espaldas un transente dijo en voz alta
las siguientes palabras:
(A L G U 1 E N)
Es tarde ya y las tiendas estn cerradas. Por qu
hay luz todava en el taller del viejo joyero? Deba
haber cerrado ya e irse a casa.
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3.-E/ taller del orfebre
33
11.
EL
E SPO SO
(A N A
E S T E B A N)
l.
ANA
Los acontecimientos de los ltimos das
me han trastornado.
No pude evitar la amargura al recordarlos.
Lo amargo es el sabor de la comida y la bebida,
pero tambin es sabor interior -sabor del alma,
que siente la decepcin o el desengao.
Este sabor penetra en todo lo que hacemos,
decimos o pensamos; aparece incluso en nuestra
sonrisa.
Es que realmente he experimentado
una decepcin y un desengao?
No ser el curso normal de las cosas
determinado por la historia de dos personas?
De este modo trata de explicrmelo Esteban,
al que confes en seguida
la primera pena que en mi surgi.
Esteban me escuchaba, pero no not
que le impresionaran demasiado mis palabras.
Por ello me sent cada vez ms dolida.
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40
2.
UN INTERLOCU TOR CASUAL
Es la segunda vez que encuentro aqu a esta
mujer.
Pasaba ju nto a la tienda del viejo orfebre.
Las contraventanas ya estaban cerradas
y la puerta asegurada con llave.
El joyero termina su trabajo a las siete
y se marcha.
Trabajando todo el da, quiz no se da cuenta
de que su profesin invade totalmente la vida
del hombre.
Habl un da con l sobre este tema.
La puerta de la tienda estaba abierta, y el orfebre,
desde el umbral,
observaba a los transentes
con aparente indiferencia.
Un sol resplandeciente llenaba la calle de luz
tan cegadora,
que obligaba a cerrar los ojos.
Hombres y mujeres se ponan gafas de sol
para protegerse del resplandor.
A travs de las gafas oscuras no se distingue
ANA
He pasado por aqu muchas veces.
Era mi camino diario al salir del trabajo
(para ir a trabajar echaba por el atajo).
Anteriormente no me fijaba
en esta tienda.
Pero desde que fue u n hecho
la ruptura de nuestro amor
miraba muchas veces las alianzas de oro
-smbolos del amor humano y de la fidelidad
conyugal.
Recuerdo que hace mucho tiempo, cuando el amor
era algo indiscutible,
este smbolo me hablaba
como un cntico entonado
por todas las cuerdas del corazn.
Luego las cuerdas comenzaron a callar,
y ninguno de los dos supo encontrar el remedio.
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UN INTERLOCUTOR CASUAL
La mujer que encontr junto a la tienda del
oifebre
no estaba all al acasoestoy completamente seguro.
Pienso, en cambio, que fue pura casualidad
el que trabase conversacin con ella,
.y por eso sin duda
la mujer me abri toda su vida.
Se lamentaba, al final, de que el vieJo oifebre
no quisiese comprarle la alianza,
que ahora le pareca a ella peifectamente intil.
Durante esta conversacin me di cuenta
de dnde arranca y hasta dnde llega el amor
humano
y qu tajos tan abruptos tiene.
Quien resbala por una escarpa as
difcilmente puede volver a remontarla
y queda all abajo caminando a solas
por su propio camino.
Muchas cosas me cont Ana a propsito de
Esteban,
como si yo tuviese que ser su juez y ejecutor del
veredicto.
Pero el oifebre no estaba,
y nadie haba que pudiera confirmar las palabras
de Ana.
45
AN A
Qued sorprendida
de haber entablado una conversacin de este tipo
con un hombre completamente desconocido.
Le habl de Esteban y de m,
aprovechando que me escuchaba
y no me interrumpa.
En realidad se trataba de u n monlogo,
perfectamente construido de antemano
en mi mente.
Fui exponiendo, uno tras otro, los cargos
contra Esteban.
Estaba segura de la verdad de mis juicios.
Pero le habl tambin como mujer
herida en lo ms ntimo de su amor,
de su amor roto y dolorido ...
Aquel hombre me escuchaba pensativo.
No saba su nombre.
Tampoco l me pregunt por el mo.
Sin embargo, en cierto momento
dijo: Ana (pronunci mi nombre),
Cmo te pareces a m,
-t y tambin Esteban,
los dos os parecis a m.
Mi nombre es Adn .
Quise pedirle su direccin
(tal vez, algn da, podra escribirle).
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ADAN
Le dije a aquella mujer (Ana):
Dentro de poco pasar por aqu el EsposoY se lo dije pensando en el amor,
que tan apagado estaba en su alma.
El Esposo pasa por muchas calles
y se cruza con muchas personas.
Al pasar, pulsa el amor
que hay en ellas. Si el amor es malo,
sufre por ello. El amor es malo
tambin cuando falta.
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9
50
3.
El primero que encontr ni siquiera me mir. Andaba visiblemente ensimismado. Deba estar pensando
en sus negocios. Poda tratarse, por ejemplo, del director de una empresa o del primer contable de u n
gran comercio. Sin volver siquiera la cabeza, dijo solamente perdn.
Perdn.
(A N A)
No trat de retenerle, pero estaba decidida a llamar
su atencin. No s cmo ocurri, pero estaba ahora
decidida a llamar la atencin de todos los hombres.
Quiz era slo un simple reflejo de la nostalgia, pero
llegu a la conclusin de que nadie poda privarme de
aquel derecho.
***
50
(A D A N)
Esto es precisamente lo que me obliga a meditar
sobre el amor humano. Nada hay que permanezca
tanto en la superficie de la vida humana como el
amor, ni nada que sea ms desconocido y misterioso.
La diferencia entre lo que hay en la superficie y lo que
est escondido en el amor origina precisamente el
drama. Es ste uno de los mayores dramas de la existencia humana. La superficie del amor posee su propia corriente, u na corriente rpida, centelleante, variable. Un calidoscopio de olas y situaciones llenas de
encanto. Esta corriente se vuelve a veces tan vertiginosa que arrastra con ella a las personas, hombres y
mujeres. Los que se dejan arrastrar, se imaginan haber captado todo el misterio del amor, cuando en realidad no lo han rozado siquiera. Por un momento son
felices, porque creen haber alcanzado los lmites de la
existencia y haberle arrancado todos sus secretos,
como si ya nada quedase. As es: al otro lado de esta
exaltacin ya no queda nada, al otro lado slo est la
nada. Pero no puede ser, no es posible que no quede
nada! Escuchadme, no puede ser! El hombre es un
continuum , una totalidad y continuidad. Y no puede
reducirse a la nada!
***
52
(A N A)
El segundo transente que encontr reaccion de
distinta manera. Cuando le mir a la cara, advirti mi
mirada y se par. Sin dejar de mirarme se acerc un
poco y dijo: Creo haberla visto en otra ocasin ...
11
...Creo haberla visto en otra ocasin ...
(A N A)
Estaba casi decidida a cogerme de su brazo. La
tarde era tan clida y se filtraban tantas luces a travs
del xido rojizo de las hojas de octubre. A decir verdad, cuando anochece, el xido no se distingue apenas. Pero yo deseaba tanto el brazo de un hombre;
deseaba tan ardientemente pasear con l por la avenida de los castaos otoales! El aadi: Podramos
entrar en aquel local ... un poco de msica ligera no
nos vendra mal...
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...podramos entrar en aquel local ... un poco de msica ligera no nos vendra mal...
53
(A N A)
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111
...no, no la conozco...
(A N A)
Ahora voy por el borde de la acera. Por el bordillo.
Voy siguindolo, como haca cuando era nia. Saba
entonces correr a lo largo del bordillo sin que mi pie
resbalara nunca a la calzada. Era el juego preferido de
mis compaeras. A menudo discutamos: Yo he recorrido toda la calle Chlodna y la de Prus y slo me he
cado una vez , yo, en cambio, ni una sola vez; a ver
cul de las dos es mejor ...
Ahora de nuevo ando siguiendo al bordillo, pero no
corro. Tengo los ojos secos, pero s que no brillan. Se
acerca un coche, u n modelo elegante. La ventanilla
entreabierta, u n hombre al volante. Me paro.
* * *
(A D A N)
El amor no es u na aventura. Posee el sabor de toda
la persona. Tiene su peso especfico. Y el peso de
todo su destino. No puede durar slo u n instante. La
eternidad del hombre lo compenetra. Por esto se le
55
* * *
(A N A)
56
(A N A)
Me indicaba el asiento de al lado. Un instante ms y
pondra el motor en marcha. Habramos partido. Correramos hacia lo desconocido. U nas manos masculinas al volante. Podr apoyarme ligeramente en este
brazo que va desenrollando la cinta del cami no. Ms
tarde, las luces de lo alto ... Volver a ser alguien. l
repiti aquellas palabras.
IV
(A N A)
S, lo deseo, lo deseo muchsi mo. Puse la mano sobre la manecilla de la puerta. No tena ms que presionarla. De pronto sent sobre mi mano una mano
masculina. Alc los ojos. A mi lado estaba de nuevo
Adn. Vea su rostro, que pareca cansado; denotaba
emocin. Adn me miraba fijamente a los ojos. Permaneca callado. Segua con su mano sobre la ma. En
cierto momento dijo no .
(A D A N)
No.
57
(A N A)
Sent cmo el coche .se pona en marcha. A los pocos segundos haba desaparecido. Adn solt mi
mano. Dije algo as: es extrao que hayas vuelto, yo
crea que te habas ido para siempre. Dnde has estado todo este tiempo?
(A D A N)
He vuelto para indicarte la calle. Es extraa. Es extraa no por el hecho de estar llena de tiendas, de
luces de nen y de arquitectura, sino -por la gente.
Mira, por el otro lado de la calle pasan unas jvenes.
Van riendo y hablando en voz alta. Seguro que no sabes a dnde se dirigenSe les han apagado las lmparas y van a comprar
aceite. Echarn aceite en las lmparas y stas volvern a lucir.
(A N A)
Ah, s...
(A D A N)
Son las vrgenes prudentes. Cuenta cuntas hay.
Tendran que ser cinco. Ya han pasado. Te habr ex-
58
(A N A)
(A D A N)
(A N A)
Es verdad, las lmparas han rodado hasta la calle, y
el hombre, cuando se despierta sobresaltado, durante
un instante sigue cargado de sueo. El Esposo pasar
deprisa. Seguro que es un hombre joven y no esperar.
(A D A N)
A decir verdad El siempre espera. Vive siempre esperando. Slo que -como ves- est como al otro
lado de todos esos amores, sin los que el hombre no
puede vivir. Como t, por ejemplo. No puedes vivir
sin amor. He observado desde lejos cmo andabas por
esta calle y procurabas despertar el inters de los
hombres. Casi me pareca or tu alma. Llamabas desesperadamente al amor, que no tienes. Buscabas a
alguien que te cogiera de la mano y te atrajera hacia
s...
Oh, Ana, tengo que convencerte de que al otro
lado de todos estos amores nuestros, que nos llenan
de vida -est el Amor! El Esposo pasa por esta calle
y por todas las dems! Cmo podra demostrarte que
eres t la esposa? Sera menester peiforar un estrato
60
(A N A)
(A D A N)
61
(A N A)
He vuelto a ver a esas jvenes. Sus rostros no denotaban u n recogimiento especial. Son realmente puras y nobles, o es slo que la vida las ha tratado mejor
que a m?
Oh, necia, necia mujer, despertada slo para seguir
durmiendo!
Segu mirando. Un Hombre avanzaba, vestido con
un abrigo ligero, sin sombrero. Al principio no pude
distinguir su rostro, porque caminaba pensativo, con
la cabeza baja. Instintivamente comenc a dirigirme
hacia l. Pero cuando levant la cabeza, poco falt
para que yo diera un grito. Me pareci ver claramente
el rostro de Esteban. Retroced al punto adonde estaba Adn. Le cog la mano con fuerza. Adn me dijo:
(A D A N)
S por qu has retrocedido. No has soportado la vista
de ese rostro.
(A N A)
He visto el rostro que aborrezco, y he visto tambin
el rostro que debera amar. Por qu me sometes a tal
prueba?
62
(A D A N)
En el rostro del Esposo cada uno de nosotros descubre el parecido de los rostros de aquellos seres con
los que el amor nos ha unido de este lado de la vida y
de la existencia. Todos estn en l.
(A N A)
Tengo miedo.
(A D A N)
(A N A)
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64
4.
(C O R O . E S T E B A N)
l. Una pausa en las luces y en las palabras,
pero el pensamiento y el drama siguen.
Los personajes son los mismos.
El destino los separa,
l es la causa de que cambien
y no formen u nidad.
2.
66
67
5.
A N A
Cuando despert de mis visiones y reflexiones,
an segua en el mi&_mo lugar.
La tienda del orfebre continuaba cerrada.
Recuerdo la expresin de sus ojos,
que independientemente de sus palabras,
me ordenaban:
jams te ser permitido estar por debajo
de lo que mi vista alcanza,
no te est permitido decaer, puesto que son mis
balanzas
la_s que han de indicar el peso de tu vida.
Cuando ms tarde corr, llena de ntima esperanza,
al encuentro del Esposo que de pronto
se me haba anunciado,
descubr el rostro de Esteban.
El haba de tener aquel rostro para m?
Por qu? Por qu?
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111.
L O S H 1J O S
(MONICA Y CRISTOBAL)
l.
TER E SA
El da en que Cristbal me habl de Mnica,
volv a casa ms despacio que de costumbre,
dando un rodeo, como si buscara adrede calles
nuevas.
Deseaba reflexionar sobre las palabras de mi hijo
y encontrarles en m el clima del corazn.
2.
(CONVERSACION
DE CRISTOBAL Y MONICA)
CRISTOBA L
Soy hijo de mi madre y en ti tambin la
descubro.
No he conocido a mi padre -y no s, por tanto,
cmo debe ser un hombre.
Comienzo de nuevo la vida. No tengo modelos
a mano.
Mi padre qued en mi madre, cuando muri
en algn lugar del frente,
y ya no me volvi a ver, ni lo he tenido conmigo
a diario.
Mi madre ha inculcado en m la idea de mi padre
-as he crecido,
pensando ms a menudo de lo que imaginas
en su destino de mujer,
en su soledad llena del hombre ausente,
al que yo representoPero no deseo para ti este destino. Deseo
la presencia,
y esta mutua compenetracin, como ahora.
77
77
MONICA
Siento miedo de m misma y temo tambin por ti.
Hace mucho senta miedo de ti , temiendo tambin
por m.
Tu padre se fue y cay en el frente, pero la
unin ha perdurado
-t has sido su protector, el amor ha pasado a
travs de ti.
Mis padres viven como dos extraos,
no existe aquella unidad en la que todos soamos
cuando se quiere aceptar una vida compartida,
cuando deseamos darla.
No ser todo una equivocacin, querido,
no pasar?
Te alejars algn da, como mi padre,
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79
CRISTOBAL
Hemos de aceptar que el amor se entrelaza
con el destino.
Si el destino no divide el amor, alcanzarn
los hombres la victoria.
Nada hay fuera de esto -nada hay por encima.
He aqu los lmites del hombre.
Ms de una vez me he despertado de noche
-y al punto mi conciencia
estaba junto a ti. Te he preguntado si poda
tomar tus manos heladas y calentarlas
entre las mas:
-y aparecer una unin, visin de nueva
existencia,
que nos enlazar a los dos. No se desvanecer
ms tarde?
As luchaba horas enteras,
sin poder conciliar el sueo hasta la madrugada
con una especie de tentacin de huida
-i>ero ya no puedo ms.
Desde hoy hemos de ir juntos, Mnica, juntos,
aunque tenga que dejarte tan pronto
como mi padre dej a mi madre.
MONICA
Desde ahora hemos de ir juntos, Cristbal, ju ntos,
aunque un da llegara a ser una extraa para ti,
como mi madre lo es para mi padre.
Por esto, durante mucho tiempo, he tenido miedo
del amor. Hoy,
temo todava por el amor, por este desafo
del hombre.
Tomas una muchacha difcil, demasiado sensible,
que se encierra fcilmente en s misma y rompe
con dificultad
el crculo en el que su propio YO la reclu ye
sin cesar.
Tomas una persona que absorbe quiz ms
de lo que t eres capaz de darle,
y da, a cambio, con excesiva parquedad.
Mi madre me lo ha reprochado a menudo
-y, ciertamente, es as.
Ahora incluso lo veo con mayor claridad
y precisin
de como ella pareca verlo.
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81
CR I STOBA L
No puedo pasar ms all de ti misma. No se ama
a una persona
porque tenga buen carcter. A decir verdad,
por qu se ama?
Por qu te amo, Mnica? No me obligues
a contestar.
No sabra responderte. El amor trasciende
su propio objeto,
o bien se acerca tanto a l, que casi lo pierde
de vista.
Entonces el hombre tiene que pensar de otra
manera,
debe despojarse de las fras razones
-y en este su ardiente pensar u na cuestin
adquiere
la mxima importancia: crea algo?
Pero esto ni siquiera lo sabe, tan cerca est del
objeto.
Importante ser lo que quede cuando la onda
de las emociones decrezca.
Todo esto es cierto, Mnica. Y sabes qu me
hace ms dichoso?
Que, a pesar de todo, poseemos tanta verdad
que descubrimos ms libremente
en el torbellino de la exaltacin las humildes cosas
de siempre.
82
3.
TE R E SA
Aquella tarde, Andrs, deb comprender claramente
hasta qu punto pesamos todos nosotros
sobre el destino de los hijos.
He aqu la herencia de Mnica: la grieta
de aquel amor
ha penetrado en ella tan hondamente,
que su mismo amor
parte tambin de una ruptura. Cristbal trata
de curarla.
En l ha perdurado tu amor por m, pero tambin
tu ausencia
-el miedo de amar a un ausente.
Pero no es nuestra la culpa.
Nos hemos convertido para ellos en el umbral
que cruzan con esfuerzo,
para hallarse en nuevas moradas
-las moradas de sus propias almas.
Todo va bien, aunque tropiecen- Vivimos en ellos hace ya tiempo.
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3
CRISTOBAL
Cuando recogimos las alianzas, sent
que te temblaba la mano ...
Nos olvidamos de mirar el rostro de aquel anciano
de quien mi madre me hablaba:
al parecer sus ojos expresan muchas cosas.
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5
MONI CA
Vivamos intensamente el momento, no podamos
distraernos ...
Nada hizo por fascinarnos ...
Sencillamente, nos tom la medida, primero de los
dedos,
despus de las alianzas,
como un artesano cualquiera.
Ni siquiera haba en ello arte alguno.
Nada hizo por acercarse a nosotros. Toda
la belleza qued
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T E R E SA
Esto me asust... Acaso el anciano orfebre
no acta ya con la fuerza de su mirada
y de su palabra?
Acaso son ellos incapaces de captar el poder
oculto en Su mirada y en Sus palabras? Sern
distintos?
Les dije buenas tardes y, acto seguido,
la conversacin
pas al tema de la boda. Mnica mencion
en seguida
a sus padres. Estaban ausentes de su espritu?
El amor de Mnica se haba formado sin ellos,
e incluso
a pesar de ellos -as pensaba. Pero yo s
que ha nacido tambin de la raz
que sus padres han dejado en ella.Mnica no se avergonzaba de aquella rotura
que se iba curando
en sus almas, pero que en ella todava resonaba.
Qu estis construyendo,
hijos mos? Qu cohesin
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MONICA
Pienso en mis padres, pienso en mis padres
-pues trato de imaginarme, Cristbal,
el da de nuestra boda -a menudo hago esta
clase de ensayos.
Deben de ser algo parecido a un ensayo teatral:
el teatro de mi fantasa y el teatro de mi mente.
Mi padre representar el papel de padre y marido,
mi madre aceptar este papel y a l ajustar
el suyo.
Para m sus rostros sern una tortura ...
Ah, cundo comenzaremos a vivir
por fin nuestra propia vida! Cundo por fin
comenzar a creer
que no eres como mi padre! Cundo sers slo
Cristbal,
libre de aquellos recuerdos! Deseo tanto ser tuya,
y me lo impide siempre el ser yo misma.
CRISTOBA L
Madre querida, es extraa la historia
de nuestro amor
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89
T E R E SA
Cristbal, mi hijo, es bueno con Mnica,
como si quisiera ocupar el lugar de su padre,
al que nunca ha conocido
y al que cree simplemente haber perdido(Qu extrao proceso, Mnica: cuando se aleja
de nosotros una persona
viva, se aparta porque no la retenemos-pero hay un proceso todava ms extrao:
cuando con la intuicin
creamos en nosotros lo que no existe.
De este modo Cristbal te ha creado a ti, Andrs,
y desea tambin crear en Mnica
a sus progenitores: Esteban y Ana).
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4.
TE R E SA
Cuando lleg el da de la boda, sus padres
estuvieron presentes
y Mnica estaba entre ellos, vestida de blanco.
Y Cristbal iba a mi lado, Adn haca las veces
de padre.
Adn fue la ltima persona que vio a Andrs.
Perteneca a la misma compaa. Al volver
del frente
vino en seguida a visitarme y me repiti muchas
de sus palabras.
Tal vez guard en su corazn algo
de los grandes amores de Andrs,
porque amaba mucho a Cristbal, quien le
corresponda de corazn.
A menudo los encontraba en casa, discutiendo
animadamente.
Adn no escatimaba tiempo para hacerle de padre
al chico.
A veces me senta algo incmoda imaginando
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s.
ANA
Nunca cre encontrarte en este lugar, Adn.
Incluso ahora este nombre suena un tanto extrao
en mis labios.
Recuerda: aquel da comenzaste a hablarme
de pronto,
precisamente aqume dijiste: por esta calle pasar el Esposo ...
Esper medio llorando entre las jvenes que se
haban dormido,
mientras las otras llevaban las lmparas e iban
al encuentro del Esposo.
Me fui con ellas. Cuando lleg, le mir de cerca
a la cara.
Era el rostro de Esteban. Quise huir a toda prisa.
Crees acaso que he conseguido aceptarlo?
El sentido de la desproporcin sigue actuando
en m.
No poda, no puedo unir estos dos rostros,
no puedo identificarlos.
El antiguo amor juvenil por aquel hombre
se ha secado,
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ADAN
Volv a ver a Ana aquella tarde. Despus de tantos
aos an segua vivo en ella el encuentro con el Esposo. Ana ha entrado en el camino del amor que perfecciona. Haba que perfeccionar dando y recibiendo
en proporcin diferente a la de antes. La crisis tuvo
lugar aquel anochecer, hace ya tantos aos. Entonces
todo amenazaba destruccin. Slo poda comenzar el
nuevo amor a raz del encuentro con el Esposo. Al
principio lo nico que Ana sinti por El fue sufrimiento. Con el paso del tiempo vino gradualmente la
quietud. Lo nuevo que iba creciendo era difcil de
asir, y sobre todo no tena sabor alguno de amor.
Quiz algn da aprendern los dos a saborear lo
nuevo ... De todos modos, Ana est ms cerca de ello
que Esteban.
El motivo hay que buscarlo en el pasado. Casi
siempre el error se encuentra all. Es el amor que,
despojado de dimensiones absolutas, arrebata a los
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7.--El taller del orfebre
Mnica!
Cristbal!
TE R E SA
Adn nos fue nombrando uno tras otro. Call
su nombre,
porque era el nombre de todos nosotros,
y su propio nombre que, al mismo tiempo, haca
de defensor y juez.
En silencio, sin saber cmo, nos bamos confiando
a su juicio,
a su anlisis, a su corazn.
Todo lo que fue y pas, o pasaba a ser
lentamente en un conjunto distinto.
No era fcil apartar el pensamiento y el corazn
de la joven pareja:
Mnica y Cristbal reflejan de nuevo, en cierta
manera,
la Existencia absoluta y el Amor.
No entiendo nada de lo que significa eso de reflejar la Existencia absoluta y el Amor -pero si Mnica desea tanto alejarse de nosotros, s con seguridad el porqu: nosotros dos, Ana y yo, los reflejamos
muy mal. Lo he visto con claridad y esto, no s cmo,
ha comenzado a hacerme dao.
Y en ese momento -por primera vez desde hace
muchos aos- he sentido la necesidad de decir algo
que pusiese al descubierto mi alma entera y decrselo
precisamente a Ana (era como un intento de autoacusacin, o ms bien un intento de repartir la culpa entre
los dos--)
Me acerqu a ella y puse mi mano sobre su brazo
(cosa que no haba hcho en mucho, muchsimo
tiempo). Le dije adems estas palabras:
Lstima que durante tantos aos
no nos hayamos sentido como dos nios!
Ana, Ana, cunto tiempo perdido!
FIN
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