Devenir Intenso: Marosa Di Giorgio
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Devenir Intenso: Marosa Di Giorgio
POR
ROBERTO ECHAVARREN
Universidad de Nueva York
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ROBERTO ECHAVARREN
Era una poesia que pretendia emplear el lenguaje "natural", o los giros tipicos
de un habla regional, localismos y pacto de la conversaci6n, como si la lengua
pudiese ser verdaderamente espontinea y trasparente. En Di Giorgio, en
cambio, aflora una conciencia muy aguda del artificio, de la extravagancia, la
burla y los disfraces. Lo familiar, en su obra, aparece como no familiar.
Pero esta poesia, que no paga derecho de piso, que no cede a un gusto
timorato o al temor de no comunicar inmediatamente con un piblico siempre
mis o menos imaginario, es una cuesti6n de sujeto y escritura: entabla el
estatuto de la ficci6n a partir de un presente no ausente, no anquilosado, no
obliterado de antemano por el clich6.
Uruguay no tuvo ni un Lezama Lima, ni un Borges, ni un Octavio Paz, ni
un Vallejo, ni un Neruda, es decir, no tuvo un poeta fuerte de vanguardia. Si
tuvo, en la ficci6n, dos figuras cruciales: Juan Carlos Onetti y Felisberto
Hernandez. Pero el momento fuerte de la poesia uruguaya escrita en castellano
fue el modernismo, con Delmira Agustini y el Julio Herrera y Reissig de La torre
de las esfinges. La poesia uruguaya escrita en frances ya habia tenido su
momento culminante en la segunda mitad del siglo diecinueve, cuando los otros
paises latinoamericanos (salvo excepciones, como la Argentina con Jose
Hernandez), adn no tenfan poesia digna de ese nombre. Isidore Ducasse
(Lautreamont) y Jules Laforgue, gracias al hecho de escribir en frances y de
pasar una parte de sus cortas vidas en Europa, proyectaron, como fundadores
delamodernidad, sus trayectorias no s6lo sobre el modernismohispanoamericano
que intent6 digerirlos, sino sobre el simbolismo y el surrealismo franceses, y, en
el caso de Laforgue, sobre el modernismo angloamericano de T.S. Eliot. No me
propongo trazar un arbol geneal6gico de Marosa Di Giorgio, sino alumbrar las
relaciones letrales, las afinidades electivas sin las cuales su obra parece tan
an6mala como la del Presidente Schreber (con la cual se trazan, por lo pronto,
otros paralelos). De Lautreamont, Di Giorgio hereda los rasgos animales o
inhumanos, a ratos feroces, las transformaciones vertiginosas del yo lirico
y de cualquier otra presencia o interlocutor, y la insensatez de un deseo sin
cortapisas, intenso o violento, que tiene su campo de realizaci6n exagerada en
lo increible-creible de la escritura, no en la "realidad". De Jules Laforgue, Di
Giorgio hereda la pantalla complementaria de la luna, la superficie intocable
sobre la que se reflejan los objetos plat6nicos de un apetito de insatisfacci6n,
objetos contemplados por un prisionero en una caverna, bajo la luz de una
linterna m6gica.
En las paginas que siguen voy a referirme, por motivos practicos, a uno solo
de sus libros: La liebre de marzo. Las citas proceden de ese volumen.
LA EXPERIENCIA (IN)SIGNIFICANTE
Los textos de Di Giorgio son hibridos: estan invariablemente construidos
como pequefios poemas en prosa que, al encadenarse en una serie aleatoria,
sugieren una novela podtica. Pero es una novela fabulosa que derrota las
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1Marosa di Giorgio, La liebre de marzo (Montevideo: Area, 1981). En adelante, dar6 s610o
la p&gina de cada cita.
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antropomorfos, sino afectos c6smicos del cuerpo. Pero, muchas veces, esas
experiencias exaltadoras ocurren con un mayor abandono, y un menor
antropomorfismo, que en Poe.
Una de las aventuras euf6ricas, en Marosa, es la del vuelo. Es una
posibilidad olvidada que resurge. La posibilidad de vuelo es una convicci6n
infantil descartada por el adulto. Por lo tanto, y como afirma Freud, el devenir
ninioy la experiencia de lo siniestro se implican. Lo siniestro, segun Freud, serfa
el resurgimiento de una creencia infantil. Lo que antanio result6 familiar, y que
de algun modo sigue siendolo, el adulto lo experimenta como no familiar:
Olvid6 el primer vuelo. Lo recordaba apenas, y volvfa a olvidarlo. Despues, con
la frecuencia, me vino cierta alarma. En el momento preciso, cuando todos
duermen, salgo al cielo ... Aunque no hay nadie, saludo, me rio, hablo. Y
tambien tengo zozobra, verguenza, porque ,qu6 es esto? Lqu6 me sucede? (37)
Zozobra y alarma frente a un ejercicio que segun la leyes del cosmos no es
factible para el cuerpo de los humanos (falta el 6rgano, el ala). El que vuela se
separa irremisiblemente de los otros hombres, que no vuelan. Del Suenio de
Escipion,de Ciceron, hasta el "Suenfo" de Sor Juana, el vuelo nocturno y onirico
es un reves de las representaciones posibles, se abre un orden alternativo del
mundo, no en balde ocurre de noche. No es una experiencia solar, sino lunar y
estelar. Cesar Aira, en Una novela china," describe al vuelo no como una etapa
posterior en la historia, sino como algo que siempre estuvo alli. Es de acuerdo
con Aira, algo asi como una etapa primitiva de la pintura, aunque de hecho
puede ocurrir despues de las etapas no primitivas, o "adultas". El vuelo no es
el resultado de una evolucion, de una superaci6n, ni tampoco es una regresi6n
(decadencia, embotamiento) sino una "involuci6n", 7 un devenir ninio, de la
experiencia siniestra, cuando resurge una creencia descartada "lo mas hermoso
es ... ir con las alas bien blancas y abiertas, aunque creo que no tengo alas" (37,
yo subrayo). Replantea la cuesti6n de la creencia, del "levemente no era cierto",
del "no es cierto pero aun asi ..." relevado por Octave Mannoni. 8 El volar no es
tener alas, sino un devenir pajaro, o devenir la Virgen Maria -que tambi6n
vuela-: ni el pajaro ni la Virgen son resultados reales de la experiencia, pero
la experiencia de devenir pajaro o Virgen si es real.
El momento fantastico abre otro campo sin producir una explicaci6n
realista. Es un campo espectral, no porque contenga espectros, sino porque
completa el espectro de la luz, agrega a la luz solar el reves de la luz nocturna.
Di Giorgio jamAs rompe el efecto siniestro, mantiene la incertidumbre.
C6sar Aira, Una novela china (Buenos Aires: Javier Vergara, 1987).
Es el t6rmino que prefieren Deleuze y Guattari, 304.
8 Octave Mannoni, "Ya lo s6, pero aun asf ...", La otra escena: claves de lo imaginario
(Buenos Aires: Amorrortu, 1973), 9-27. Traducci6n de Clefs pour l'imaginaire,l'autre
scene (Paris: Seuil, 1969).
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de un gato, un poco mas grande ... ojos sesgados y blancos, sin iris ni pupilas. Era
lo inico que vefamos cuando la noche pasaba ..." (59). Lo inico visible son los
ojos que no miran, porque no tienen ni iris ni pupilas para mirar. En Una novela
china, el drag6n, en la noche, no es sino una reverberaci6n de florcitas blancas,
el rebrillo vidrioso de un culebreante invernadero bajo la luz de la luna: "Luz
engaiosa ... el drag6n no mira ... es una pura presencia luminica, ni siquiera
acecha"; su aparecer equivale al dar vuelta el propio ojo como si fuera un guante;
es el reves del ojo: "La noche, nifia, es lo que estA en el fondo de una mirada, y
las miradas son las fundas de la luz, que se dan vuelta siempre al sacarlas, por
eso la noche y el drag6n siempre estan apareciendo".1
La Virgen, cuando, en La liebre, aparece, tampoco mira al yo: "no era que
me mirase, ella miraba hacia abajo, hacia adelante" (71).
LOS NO-PERSONAJES
Aparecen muchas Virgenes, pero no habrd que preguntarse por la sustancia
teol6gica, mitica, o personal, de la aparici6n, sino mas bien con qu6 se fabrica,
que materiales o ingredientes 'hacen Virgen'; no retratos de la Virgen, sino sus
pasajes, sus gestos: una dinamica del efecto Virgen: "La luna es a cada minuto
mas blanca y oscura, y resplandece por todo el prado, aquf y alla, la Virgen de
los Insectos, con ala, y diadema, y muchisimos pies" (57). No hay identidad
compartida entre las diferentes Virgenes, sino un nombre que sefiala una
atm6sfera, un "del costado de Guermantes", o un cicl6n. No mitologia, sino
cuentos de Virgen, una literatura menor de las Virgenes; a cada paso la Virgen
es otra cosa; no representa papeles diversos, porque la Virgen nojuega ni uno
ni varios personajes: sino representa aconteceres, de pronto y por todos lados,
ubicua fosforescencia.
La madre ("mamA", nombrada con frecuencia) es, en algunos lugares,
censora; requiere del yo comportamientos conformes, decoro, silencio, pero la
censura es mas una broma, una estratagema dinamica; la madre se hace
c6mplice de las fechorias o transgresiones en el terreno donde, en rigor, no hay
personajes, no hay identidades, porque no "haba nadie", sino voces de muchas
cosas, estallidos, vientos, silencios. Tambidn ella, la madre, ve -aunque simule
nover-alos Angeles y alas Virgenes, prodigios minerales, vegetales, o animales
en la granja, y es prodigio ella misma, fragmentada en mil ojos, como Argos,
como un Rey: "ella parece reirse sola, y reaparece otra vez, por todas partes"
(55). Las cosas dejan de tener unlugar: las apariciones acechan por todas partes
y sobrecogen, cuasi superficie, cuasi piel: cuando ya no hay nadie, hay cuerpo,
espesor de un cuerpo sin 6rganos.
El protagonista no es una persona, sino un acontecimiento; a saber, las
"heladas" (o, como anota Deleuze, un tif6n, o una tarde):"1
o10
C6sar Aira, 156-157.
11Deleuze y Guattari, 318-319.
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2Quien se va a olvidar de las heladas, cuando el agua se volvia de vidrio, con una
naranja dentro, como una estrella? Mi madre andando en una caparaz6n de
vidrios, los
y los hombres bajo capotes trasparentes. Corrian penitas en
las cosas. El sol con su luz rojiza dorada, y la luna al lado, con su luz celeste, y
pasan carros, animas con muchisimas alas, todas blanquisimas. Nos miramos
y hay un gran peligro de invierno para cada uno (69-70).
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emparentadas con las rosas, las bromelias, y el peral; las consideran s6lo en
suefios representaci6n de los pecados de los hombres ... pero yo de nifita, a la
luz del sol y de la luna, creo en ellas, s6 que son de verdad (64).
Por sf, sin partenaire,alcanzan un goce, un momento turbador. Representan lo
que resulta (im)posible alcanzar, sublime materia de creencia. Dejan de estar
en suspenso para el yo que deviene nifio y tiene fe, y, protegido por la luna,
afianza la faz del sol: " las vi ... en el amor, a solas, retorcerse hasta morir" (6566).
Las fecundaciones no tienen que ver con un apareamiento, con la operaci6n
de los 6rganos genitales. Mss bien ocurren por contagio, contaminaciones
adreas, coincidencias migicas, magnetismo, simpatfas, influjos: "se reproducen
sin tocarse".
El caracol es el emblema de la (in)decisi6n e (in)suficiencia del goce: "el
caracol ... camina como un sefior, una seiorita de los cielos". Recuerdo a Marco
Antonio Ettedgui: "se me pasa de hombre a mujer, basta un parpadeo, un ruido
en su terminologia".2 Para Di Giorgio, el caracol "es a la vez el sefior y la
sefiorita; en ese pedacito blanco estAn Hermes y Afrodita; asf se detiene y se
conjuga, solo, y luego del segundo perturbador, prosigue ..." (66). Este es el
misterio al que se asoman constantemente los textos de Marosa: el autogoce,
fitrado en el rejuego de una tentaci6n terrible, por furiosa y por desesperada. Lo
otro aparece como lo familiar, y viceversa. Momentinea omnipotencia del
devenir caracol, donde cuaja, o se desprende, el espesor corporal: pagina, piel,
membrana gozosa que, al tensionarse, no se corresponde, no equivale, a tal o
cual funci6n particularizada de los 6rganos.
12
Marco
1985), 31.