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Un Falangista de Filas

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Fernando Mrquez Horrillo - Un falangista de filas

Digitalizado por FE de las JONS

Un falangista de filas

Fernando Mrquez Horrillo

Falange Espaola de las JONS

-1-

Fernando Mrquez Horrillo naci en Pearroya-Pueblonuevo (Crdoba), en


1930. Se licenci en Derecho en 1956, en la Universidad Central de Madrid,
habiendo ejercido como Abogado durante cuarenta aos, en los Ilustres
Colegios de Ciudad Real, Albacete, Cartagena, Murcia v Madrid. Durante
treinta y tres aos fue Abogado de una importante Empresa Minera,
especializndose en Derecho Minero y en Derecho del Trabajo, as como en el
Contencioso-Administrativo.
Posteriormente se ha diplomado en Derecho Comunitario Europeo en ICADE
(Universidad Comillas). Polticamente, ha militado en Falange Espaola de las
JONS desde los seis aos (1936) como Balilla, hasta la actualidad, sin
interrupcin, siguiendo todos los avatares de dicha organizacin, sin perder en
ningn momento el sentido del humor.

Fernando Mrquez Horrillo - Un falangista de filas

Digitalizado por FE de las JONS

INDICE
PROLOGO ................................................................................................................. 5
INTRODUCCIN........................................................................................................ 9
CAPITULO I: de 1936: El Alzamiento
Nacional, a 1947: La promulgacin de la Ley de
Sucesin. ............................................................................................................................. 11
CAPITULO II: De 1947 a 1957, en que,
tras los sucesos de febrero de 1956, se produce
la primera y gran crisis del Rgimen. ................................................................................... 49
CAPITULO III: De 1957 a 1967, en que se
promulga la Ley Orgnica del Estado (Leyes
Fundamentales del Reino), que difumina an
ms el Movimiento Nacional, desapareciendo de
la misma cualquier referencia a la Falange. ....................................................................... 116
CAPITULO IV: De 1967 a la muerte de
Franco, en 1975, periodo en el que los
falangistas
vamos
siendo
arrinconados
definitivamente. Desde "La Ley Orgnica del
Estado. Los Crculos..etc" hasta "20 de
Noviembre de 1975. Muerte de Franco"............................................................................. 126
CAPITULO V: De 1975 a 1989, en que
Oh milagro! Se produce la Santa Transicin..................................................................... 138
CONSIDERACIONES FINALES ............................................................................. 155

Ttulo: Un falangista de filas


Autor: Fernando Mrquez Horrillo
1 edicin: Noviembre 2004
(c) 2004, Fernando Mrquez Horrillo
Printed in Spain ISBN: 84-96129-48-9 Depsito Legal: 50.262/2004 Impreso por
LIBERDUPLEX C/. Constitucin 19 bloque 4 local 1-5 08014 Barcelona.

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Fernando Mrquez Horrillo - Un falangista de filas

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DEDICATORIA
A mi mujer, Mara Dez de las Heras, "Mary para los amigos, que adems de esposa
y madre de mis hijos, ha sido durante los ltimos cuarenta y siete aos mi mejor amiga,
acompandome en todas mis aventuras y desventuras, animndome a poner por escrito
todo lo que sigue, y compartiendo conmigo una vida algo agitada, pero francamente
interesante.
A mis cuatro hijos: Fernando, Jos Antonio, Cristina y Pablo, los cuales, contrariando
la moda imperante entre los hijos de su generacin de situarse en posiciones antagnicas a
las de sus padres, no solo no lo han hecho, sino que siempre me han apoyado, y cuando ha
sido preciso han compartido conmigo las incomodidades que supone el vestir la camisa azul.
A mi hermano Diego, IV Jefe Nacional de Falange Espaola de las JONS, que ha
mantenido y an mantiene, contra viento y marea, la bandera del Nacionalsindicalismo, a la
que ha sacrificado su vida y sus intereses.
Queda rigurosamente prohibida, sin autorizacin escrita de los titulares del copyright,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico.
A mi nieto Alberto, soldado profesional del Ejrcito del Aire, continuador del espritu
castrense de los Mrquez.
Y a todos los que visten o han vestido la camisa azul con honor, con honradez y con
dignidad.
Madrid, abril de 2003,
Centenario del nacimiento de Jos Antonio Primo de Rivera

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Fernando Mrquez Horrillo - Un falangista de filas

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AGRADECIMIENTO
A mis hijos, Fernando que ha ordenado, corregido y "organizado" ste libro y Jos
Antonio que se ha ocupado de la edicin del mismo y sin cuya dedicacin no me hubiera sido
posible publicarlo.

NOTA DE AUTOR
He dividido mis recuerdos y experiencias en Captulos o periodos que coinciden, ms
o menos, con los cuatro periodos o dcadas del Rgimen de Franco que fueron configurando
mi actitud y actividades dentro del mismo, pues los cambios operados al final de cada periodo
fueron otros tantos pasos hacia la difuminacin, primero, y desaparicin despus, de la
Falange. A ellos se aade un quinto captulo, que va del inicio de la Transicin poltica hasta
1989.

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Fernando Mrquez Horrillo - Un falangista de filas

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PRLOGO
Con Fernando Mrquez, autor de este libro, me liga una antigua, larga y permanente
amistad. Este concepto de "amistad" implica, a mi entender, un haz comn de creencias y
sentimientos a los que se pueden - y hasta se deben - aadir otros tan respetables y hondos
como el compaerismo, la camaradera y la hermandad. Estos sin embargo, quedan
subsumidos en la idea central de "amistad", no porque sta los menosprecie o minusvalore
sino porque los trasciende y les otorga su exacto peso y su cabal medida.
Una serie de ilustres pensadores desde la antigedad clsica hasta nuestros das
subrayan la importancia de la amistad y a lo que ella obliga. Aristteles afirma que la amistad
es lo ms necesario en la vida; Gracin, en nuestro Siglo de Oro, llega a decir que no hay
desierto tan duro como el vivir sin amigos porque la amistad multiplica los bienes y reparte los
males y constituye el nico remedio contra la adversa fortuna y un desahogo del alma;
Bergamn, ya en nuestro tiempo, considera a la amistad como una religin, una creencia y
hasta un arte.
Nada tiene de extrao que un amigo pida a otro cualquier quehacer, por dificultoso
que sea. La peticin, en cualquier caso, obliga a quien la recibe porque suele honrarle con la
confianza del demandante y ratifica y enriquece la amistad que los une. Estas son,
precisamente, las razones que me obligan al solicitarme Fernando que le intente escribir un
Prlogo a su libro "Un falangista de filas".
Escribo "intente" con plena conciencia porque, cuando llevado por el entusiasmo
amistoso acept la peticin de Fernando, no tena ni idea de las dificultades que asuma ni del
berenjenal en el que me haba metido.
Para empezar, el libro de Fernando no constituye unas memorias, tan en boga en
nuestros das, ni una autobiografa. El propio autor niega estas similitudes a las pginas que
siguen a este prlogo. Para l solo constituyen el relato de las vivencias humanas y polticas
en que se ha visto "sumergido" en los ltimos setenta aos de vida espaola. He empleado el
calificativo de "sumergido" porque, en la mayora de los casos, no es Fernando el que decide
su circunstancia, sino que esta le sobreviene y todo su trabajo - duro, spero y continuo
trabajo - consiste en como logra salvar esa circunstancia porque es plenamente consciente
de que ni l salva a ella, se salva l - como dira D. Jos Ortega - y si ocurre lo contrario l
tambin se pierde.
Las fuentes que Fernando ha utilizado para escribir ste relato no son otras que su
propia memoria. Las referencias que en l se hacen a personas, personajes, acontecimientos
y sucesos se apoyan solo en la veracidad de su testimonio, aunque pueden constatarse en
los numerosos libros que sobre ese largo periodo histrico de 70 aos se han escrito.
Con esto quiero decir que el relato de lo acaecido tiene la frescura de lo vivido
directamente y carece del adorno de las insoslayables citas de autores, citas que, con
demasiada frecuencia, implican el pase de matute de mercanca averiada o la introduccin de
minas ideolgicas que pueden explotar si el autor poco avisado vuelve a pisar terreno ya
minado.
Este no es, por tanto, un libro de Historia. Los grandes acontecimientos son
registrados por Fernando en cuanto le afectan a l y a sus camaradas y amigos, pero no - al
menos directamente - con el intento de analizar sus causas y sus consecuencias. S puede
ser, en cambio, un libro de intrahistoria, si ste pudiera escribirse. Se relatan como hechos la
huella que los grandes sucesos proyectan sobre el trabajo diario de las familias, de los
estudiantes, de las profesiones, de los militantes polticos. En ste sentido se puede decir que
Fernando relata como hechos la vida normal y ordinaria del pueblo que se desarrolla a la
sombra de los grandes sucesos, que no existiran si el pueblo en su trabajo diario no les diese
consistencia y realidad cotidiana. El libro es una reflexin sobre la "intrahistoria" de los ltimos
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Fernando Mrquez Horrillo - Un falangista de filas

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70 aos de Espaa, vista y vivida por Fernando Mrquez. Una reflexin de un falangista de
filas.
Esa condicin de "falangista de filas" constituye la perspectiva intelectual, moral y
poltica desde la que Fernando enfoca la realidad que le circunda y en la que, humana y
vitalmente se va haciendo y creciendo, en la que va labrando su propia personalidad al
comps de los acontecimientos de toda ndole que le acaecen. Fernando pertenece desde su
infancia a la Falange y est en todas sus mutaciones. Est en la Falange Espaola de las
JONS que pretende poner a Espaa en forma mediante la Revolucin Nacional; est en la
Falange sin la jefatura de Jos Antonio, a la que sobreviene, por decisin de Franco,
necesidades de la guerra civil y exigencia de un Mando nico militar y poltico, la T de
Tradicionalista y la avalancha de las juventudes de la Zona sublevada y de todas las fuerzas
polticas conservadoras. Est en la Falange que bajo la Autoridad y poder personal, se
transforma en Movimiento Nacional; en la Falange que simul ser totalitaria y en la que tuvo
que ser silenciada por exigencias del guin de subsistencia. En la Falange que acompa el
despliegue del nacional-catolicismo, y en la que apoy el poder de los tecncratas solicitando
junto al Desarrollo econmico y social, el Desarrollo y la apertura poltica. Est, por ltimo, en
la que, al disolverse la maquinaria poltica del Movimiento, con el advenimiento de la
Democracia y el Estado de partidos, se convirti en varios y distintos grupos falangistas,
impulsados, en algunos casos, por el morbo de la disgregacin.
Las vivencias de las que Fernando da testimonio parten siempre - y eso es lo que les
otorga una cierta unidad social e ideolgica - de las reflexiones polticas de Jos Antonio, a
las que presta una continua y constante lealtad. Esas reflexiones, mantenidas como retrica
oficial durante lo que ahora se llama "el franquismo" no solo sirvieron como "coreografa" de
un Rgimen sino que, adems, impulsaron importantes realizaciones de todo tipo que
abrieron para Espaa los caminos de la modernidad.
Sirvieron sobre todo para convertir la Victoria de unos espaoles sobre otros en la Paz
que, con todas las limitaciones que se quieran, permiti la construccin de una sociedad ms
moderna y ms acorde con la realidad de un mundo que se transformaba en "aldea global", y
en el que se iba difuminando la bipolaridad del poder mundial. Sirvieron tambin para que los
espaoles ms jvenes pudieran entroncar, cada da con ms claridad, con la vena poltica y
cultural, ancha y generosa que recorre nuestra Historia moderna: la Espaa de los "ilustrados"
de finales del siglo XVIII, la de los liberales frente al Absolutismo, la de la Institucin Libre de
Enseanza, la de la generacin del 98 y la de la "alegra del 14 de abril", pronto disipada por
los rencores, los odios y la barbarie; la Espaa que surgi de la desesperacin de la guerra
civil, dispuesta a que nunca se repitiese entre los espaoles el drama del enfrentamiento civil,
dilema trgico de las dos Espaas.
Fue Jos Antonio, en los aos de la II Repblica y los inicios de la guerra civil, quien
elev a la categora poltica, social y cultural de "piedra angular" de la concordia espaola, la
necesidad de asumir y superar el legado de las dos Espaas. El quiso trascender los odios y
los enfrentamientos civiles para alcanzar un proyecto sugestivo de vida en comn, basado en
el respeto a la dignidad de la persona humana, a su libertad profunda y por ende a sus
derechos inalienables e imprescriptibles. Un proyecto fundado en la justicia y en los valores
de la Cultura occidental, frente a la amenaza siempre presente de la "barbarie". El proyecto
de una Patria comn que debe ser obra de todos y en el que todos deben poder desplegar
sus posibilidades en la unidad de una Nacin moderna y avanzada que se enriquece en el
reconocimiento de la personalidad de sus regiones y territorios y en el papel que, como
Nacin y como Estado, debe jugar en la Unin Europea y en el concierto mundial.
Jos Antonio supo reconocer, en el turbulento mundo en que le toc vivir y morir, los
valores de la Derecha y de la Izquierda y su necesaria integracin en un proyecto sugestivo
de concordia nacional. Su ltimo pensamiento que constituye su autntico testamento poltico:
"Ojal fuera mi sangre la ltima que se vertiera en contiendas civiles", coincide
dramticamente con la angustiosa demanda de "Paz, Piedad, Perdn" que Azaa dirige a
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todos los espaoles ante el final de la guerra que presiente y con la amarga reflexin de
Indalecio Prieto que lamenta la incapacidad de los polticos espaoles del momento para
alcanzar un entendimiento recproco que descubriese todo lo que une a los espaoles y como
se puede siempre superar lo que los separa.
Por eso Jos Antonio, iniciada ya la guerra civil, se ofreci al Gobierno de la Repblica
para mediar en la contienda y evitar, en lo posible, sus terribles consecuencias. Traz incluso
el diseo de la poltica que, en aquellas circunstancias, deba desarrollarse y hasta el nuevo
Gobierno que poda llevarla a cabo. Pero era ya demasiado tarde.
El relato que Fernando hace de los 70 aos que l ha vivido, se inicia precisamente a
raz de estos hechos. En l pasan la Espaa que ha de reconstruir su propia vida; la Espaa
que debe sortear los peligros dela II Guerra Mundial; la que va conquistando la paz, primero
en el ms absoluto aislamiento internacional y despus, paulatinamente en el reconocimiento
de los pases occidentales; la Espaa de la estabilidad econmica y el Desarrollo social; la
Espaa del gran cambio social y los primeros atisbos de modernizacin; la Espaa que se
abre a una inicial prosperidad, aunque nunca a la modernizacin poltica.
No es tarea fcil. En el relato Fernando ha de explicarse a s mismo - y ahora a sus
lectores - las contradicciones profundas del Rgimen al que l es leal y asumir las
consecuencias de las mismas. Y todo ello desde su posicin, nunca desmentida, de
"falangista de filas".
El valor de este relato consiste, a mi entender, en que Fernando lleva a cabo esta
difcil tarea sin una gota de resentimiento, sin una actitud de odio o enemistad. Comprende a
las personas, pero no ceja un pice en su lealtad al ideario que, desde su infancia, le ha
marcado. No es que se site "ms all del bien y del mal". Las cosas y los acontecimientos en
los que participa son acogidas y comprendidas desde el camino de la crtica, pero el fondo de
esa crtica no es la amargura, sino una cierta melancola teida por un sentido del humor
cuyas races hay que encontrar entre Chesterton y Cervantes, entre el humor anglosajn y la
alta sorna castellana y manchega. El sabe muy bien que los molinos son molinos y los
gigantes son gigantes pero si hay que arremeter contra los molinos como si fueran gigantes,
se ve fuertemente tentado a hacerlo sin que le tiemble el pulso. Despus, eso s, de advertir a
sus camaradas y amigos de la confusin en que, los altos designios, los han metido. Por eso
su sentido del humor es siempre sosegado y solidario.
Fernando descubre muy pronto que la politica espaola - y, tal vez, cualquier politica consiste, se asemeja, a una rueda giratoria en la que la continua sucesin entre "nosotros" y
"ellos" constituye su motor esencial. Unos, "nosotros" somos los "buenos", ellos, los "otros"
son los "malos".
En cuanto "buenos" los espaoles en la II Guerra Mundial fuimos, en su gran mayora,
"germanfilos" y "fascistas"; despus de la derrota del Eje fuimos "aliadfilos" y demcratas,
si bien stos se adjetivaban como "orgnicos". En cuanto "buenos", en la posguerra espaola,
los espaoles fuimos catlicos "a macha martillo"; despus del desarrollo, la emigracin de
nuestros trabajadores y el Concilio Vaticano II nos convertimos en ejemplo seero de
tolerancia, relativismo y descreimiento. En cuanto "buenos", durante el franquismo los
espaoles rendimos culto a los valores morales ms estrictos; hoy somos la "tierra prometida"
del desgarro moral. No es mala filosofa desde la que se puede contemplar el devenir de 70
aos.
Una de las contradicciones ms difciles de superar para un "falangista de filas" es, sin
duda, lo que implicaba los dos grandes objetivos del propio franquismo. Por una parte la
Revolucin Nacional Sindicalista que deba vertebrar el Estado y lograr la transformacin y
modernizacin de Espaa. Por la otra la Monarqua social y representativa, en la que los
falangistas cifraban todos los desastres sufridos por Espaa desde haca dos siglos.
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Los falangistas deban lealtad a Franco como Jefe Nacional del Movimiento y
conductor de esa Revolucin, pero no a la Monarqua que l proclam desde la Ley de
Sucesin como objetivo sustancial a largo plazo, cuando se cumplieran las "previsiones
sucesorias". La realidad es que el "ritmo poltico" de Franco ante este dilema consisti
esencialmente en la dilacin de uno y otro objetivo, alentando a unos para frenar el mpetu
excesivo de los otros. La transformacin de Espaa fue innegable, pero se sirvi de los
falangistas solo como "squito" personal, movilizados de concentraciones y manifestaciones y
como "impulsores intermitentes" de importantes realizaciones sociales. El peso de esa
transformacin, ya en los aos 60, qued en manos de la tecnocracia apoltica.
La instauracin de la Monarqua sufri una larga marcha" en la que los monrquicos
tuvieron poco que hacer. Ni siquiera desempearon un papel fundamental en la transicin
politica, obra, en parte, de personalidades procedentes del Movimiento.
Cada paso que el Jefe del Estado daba en una u otra direccin suscitaba la adhesin
de los falangistas - al menos de los falangistas oficiales - o su atemperada y vigilada rebelda.
Entre lealtad y rebelda transcurri la intrahistoria de los falangistas durante el franquismo,
concentrada, sobre todo, en las organizaciones juveniles y la extraordinaria labor de la
Seccin Femenina. El poder personal de Franco fue atemperando hasta llegar a las
"previsiones sucesorias". En su testamento poltico Franco no se acord ni de la Falange ni
del Movimiento, reducido ya "en la comunin de los espaoles en los Principios
fundamentales". Posiblemente no deba hacerlo. Los falangistas haban perdido todo peso
poltico y haban acumulado varios sacos de lealtades y silencios.
Fernando Mrquez narra todo esto con singular gracia y acierto. En su relato aporta,
adems, datos nuevos e importantes en relacin con los sucesos y acontecimientos de los
que da cuenta. Pienso que su labor en este libro no puede caer en el olvido. Forma parte de
la vida de muchos espaoles que han superado ya la madurez. Est relatada con elegancia y
optimismo. Tiene "estilo". Fernando sigue siendo "un falangista de filas". Desde esas filas ha
construido un observatorio inteligente y profundo y nos presenta un haz de recuerdos
rigurosos y entraables. Tambin nos invita a la esperanza. Personas como Fernando no
dejan transcurrir su vida en balde, Ni dejan tras de s el vaco humano y poltico que algunos
desearan constatar.
Por mi parte solo he querido cumplir, en la medida de mis posibilidades, el encargo de
Prlogo que me hizo. Y recordar el viejo aforismo: "Solo el amor es ms fuerte que el fracaso
y que la muerte". El amor a Espaa lo es.
Eduardo Navarro lvarez Enero 2004

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INTRODUCCION
Lo que a continuacin se relata no es una biografa. Tampoco pretende ser un libro
histrico: para ello tendra que ponerme a copiar lo que han escrito antes multitud de
historiadores, que a su vez han copiado lo que han escrito otros historiadores, y as hasta
Adn y Eva, que encima, no existieron. As que no voy a hacer nada de eso.
Me voy a limitar a relatar mis vivencias a lo largo de los ltimos setenta aos, que son
los que tengo en estos momentos. Pero que no se asuste el audaz lector: fundamentalmente
voy a relatar mis vivencias polticas, que desde luego puedo garantizar que son verdaderas. Y
no voy a utilizar ms fuentes que mi memoria, que por el momento es excelente, aunque es
posible que trastoque alguna fecha o algn nombre.
Y porqu molestarme en escudriar los recovecos de mi memoria a stas alturas de
curso?. Pues ms que nada por el asombro que me produce que ahora me cuenten lo que yo
he vivido presuntos historiadores - de esos que se copian unos a otros - muchos de los cuales
no haban nacido cuando se produjeron los hechos, o que a lo sumo eran mamones (de la
leche materna) o estaban instalados en la adiccin a los potitos y al Cola-Cao. stos cretinitos
de diverso pelaje sientan ctedra ante sus admiradores con un desparpajo parejo a su
ignorancia, y tergiversan la Historia de forma tan indignante, que los que hemos vivido
muchos de los acontecimientos que relatan asistimos perplejos a tamaos dislates, dudando
a veces de si habitamos el mismo planeta que ellos.
As que voy a contar las cosas tal y como las viv. Naturalmente, yo no soy ni objetivo
ni asptico, por lo que mis opiniones van a ser casi siempre favorables a "los nuestros", que
para eso son los nuestros, pero sin pasarme, pues en todas partes se cocieron habas.
A lo largo de mis setenta aos he asistido a variados y cnicos "chaqueteos" polticos
de mis compatriotas, sabiamente dirigidos por los polticos de turno, y he visto como los
"buenos" de ayer se transformaban en los "malos" de hoy, y viceversa.
Actualmente a los "nuestros" les toca ser los "malos" de la pelcula, en justa
reciprocidad por haber sido los "buenos" durante casi cuarenta aos, (que ya es ser buenos)
as que, a jorobarse tocan, y cartuchera al can.
Por supuesto, ste trajn histrico del cambio de papeles - ce buenos a malos y
viceversa -, no es exclusivo del pueblo espaol, sin que est muy extendido por esos mundos
de Dios; lo que pasa es que a los espaoles se nos nota todo mucho, y resulta especialmente
chocante. Por poner un ejemplo: Yo he ledo hace unos aos - ya en plena y gloriosa
transicin democrtica - unas declaraciones de una buena seora a la que conoc en su da
ocupando un cargo remunerado en eI SEU de FET y de las JONS (en el que haca alarde de
su acendraa falangismo cada lunes y cada martes), en las cuales vena a decir que estuvo en
dicho cargo en plan de "espa", pues ella, ya entonces en una demcrata de aqu te espero, lo
que pasa es que tena que disimular. (Desde luego lo que no hizo, que yo sepa, fue renunciar
a su nmina a favor de los hurfanos de Demcratas sin Fronteras).
Tambin veo, con asombro, como individuos que fueron funcionarios de la Censura
durante el Rgimen de Franco, se han convertido ahora en "censores" de aquella Censura y
en los crticos ms severos de un Rgimen que ellos mismos sostuvieron durare cuarenta
aos.
En el fondo lo que ocurre es que a la gente le gusta estar cono Poder (o sea, con el
dinero) y cuando el Poder cambia de mane, cualquier pretexto es bueno para acomodarse a
la nueva situacin, El ejemplo ms clamoroso en la Historia reciente de Espaa lo termos en
la cada de la Monarqua en 1931, a manos de una Repblica sedicente, tras unas elecciones
municipales - en las que por supuesto no se cuestionaba la forma de Estado - ganadas por
las candidatura monrquicas a nivel nacional. Sorprendentemente, el triunfo e atribuy a los
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republicanos, porque en las grandes ciudades haban ganado los candidatos republicanos, y
claro, sus votos, al parea, valian ms que los de los catetos de pueblo.

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CAPITULO I
PRIMERA INFANCIA
Mis recuerdos de la primera infancia - antes de cumplir seis aos - son, como puede
comprenderse, escasos y aislados, pero ntidos y concretos, casi fotogrficos. Tengo
recuerdos muy claros de mi abuelo materno, Fermn Hornillo Infante, que fue mdico de
Pearroya (Crdoba) hasta su fallecimiento en 1936, a poco de comenzar la Guerra.
Seguramente no pudo resistir el espectculo de barbarie que se inici aquel ao, y en cuyos
primeros meses cay asesinado uno de sus hijos, Carlos Hornillo Manzanares y uno de sus
yernos: Amador Martn. Tambin vio partir hacia el frente a sus otros dos hijos varones:
Fermn y Manuel Hornillo Manzanares, amn de otras desgracias familiares. Su corazn, ya
enfermo, no pudo aguantar ms y se par definitivamente.
Mi abuelo era un hombre de extraordinaria personalidad: Alto y fuerte, con una voz
atronadora y unos grandes bigotes a lo "Kaiser", fumador de pipa y aficionado a la caza.
Atenda como mdico no solo al pueblo de Pearroya, sino a todas las aldeas y cortijos en
muchas leguas - entonces las distancias se medan por leguas - a las cuales se desplazaba
en un caballo de su propiedad, y lo mismo atenda partos que apoplejas, gripes que infartos;
en invierno y en verano, con lluvia o con sol, all que iba Don Fermn a donde lo llamasen.
Algunas veces nos llevaba de caza a mi hermano o a m, y nos confiaba la misin de
llevarle el silln, una especie de sillita triangular de cuero, con tres patas y plegable, en la cual
se sentaba, en el puesto, a esperar la caza. A nosotros, para que nos estuvisemos quietos,
nos deca que ni nos atrevisemos a levantar la vista, pues los cuervos estaban al acecho y
podan sacarnos los ojos. As que nos quedbamos como paralticos, mirando fijamente al
suelo y sin rechistar.
Un da nos llevaron a casa del abuelo a los dos hermanos, a pasar all la tarde. Las
hermanas de mi madre, juguetonas ellas, nos peinaron artsticamente, con una especie de
"lengua de vaca" en la frente, con lo que, segn ellas, estbamos guapsimos. De semejante
guisa nos introdujeron en el despacho del abuelo, que estaba el hombre tan tranquilo leyendo
y fumando su pipa. El bueno del abuelo 11 vernos entrar, levant la vista del libro, repar en
nuestros artsticos peinados, y grit con su voz atronadora: Pero donde van estos des
maricones? Ni que decir tiene que salimos del despacho enfurecidas como dos tigres, y la
emprendimos a patadas con las "peluqueras' que se moran de risa tras someternos al
escarnio aqul.
Tambin recuerdo haber pasado temporadas en una fina, llamada La Segoviana,
donde me familiaric con el campo y todos los bichos que lo habitan. Aquella finca, que
supongo yo que mis abuelos alquilaban para pasar temporadas, seguramente en verano,
careca de luz elctrica y de agua corriente - el agua haba que sacarla de un pozo, y lo le la
luz se supla con candiles o lmparas de carburo - lo que le daba un mayor aliciente, al
menos para m, pues la reunin de la familia alrededor del candil se prestaba a los relatos
fantsticos, generalmente terrorficos, con lo que nos bamos a la cama cagaditos de miedo
pero felices, pues a los nios de mi generacin lo que ms nos gustaba eran las historias "le
miedo". Parece ser que a los nios de ahora esas cosas les producen "tramas", que no se
sabe muy bien lo que es, pero que queda muy fino. A m no me ha pasado nada de eso, y
tengo verdadera nostalgia de nuestros "monstruos" de la infancia: El To del Saco, El
Sacamantecas, El Lobo, El Camuas, La Viuda Negra, y tantos y tantos otros personajes ms
o menos siniestros, que alegraron mis primeros aos.
Pero todo aquello estaba a punto de cambiar. Los entraables monstruos de
mentiriillas iban a ser sustituidos por otros de verdal, que se iban a emplear a fondo durante
casi tres aos.

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FEBRERO, 1936
Tras las elecciones de febrero de 1936, ganadas por el Frene Popular, que agrupaba
a todos los partidos polticos de izquierdas, el ambiente poltico se enrareci mucho ms de lo
que ya lo estaba, tras la Revolucin de Asturias de 1934, organizada por el PSOE y la UGT,
(tambin la Izquierda da sus golpes armados) y su consiguiente represin por el Gobierno de
la Repblica, que meti en la crcel a unas treinta mil personas, mas o menos implicadas en
el fallido golpe de Estado. Se ola en el aire el afn de revancha, y las masas ya se haban
echado a la calle, quemando iglesias y conventos, que es lo primero que se le ocurre al
personal cuando se cabrea a gran escala.
Nuestro pueblo, Pearroya-Pueblonuevo del Terrible, centro de una importante cuenca
minera carbonfera, no escapaba al ambiente crispado que sucedi al triunfo del Frente
Popular en las elecciones. La clase obrera miraba con desconfianza, si no con odio, a la clase
media de la que sospechaba que votaba a la Derecha, horrendo delito que muchos iban a
pagar caro meses despus.
Yo, como es lgico, a mis cinco aos ignoraba todo esto, pero pronto fui puesto al da
por un par de "intelectuales" de izquierdas:
Mralos: Esos son los hijos de los "fascistas". Mi hermano y yo, que a la sazn
contbamos siete y cinco aos, apenas levantamos la cabeza para mirar a dos mujeres
gordas que nos observaban a travs de la empalizada del jardn de nuestra casa.
Inmediatamente volvimos a sumergirnos en la apasionante tarea de arrear, con sendos
palitroques, a un rebao de cochinitas, esa especie de insecto acorazado, que a la menor
alarma se convierte en un bolita, y en qu te ves para que se vuelva a estirar y a caminar
como un bicho decente.
Pero la frase de aquellas gordas se me qued grabada en la mente: Por primera vez
en mi vida, y aunque fuese a ttulo hereditario, me haban llamado fascista, denominacin
equvoca donde las haya, pero que habra de orla, generalmente aplicada como insulto,
muchas veces en mi vida.
Supongo yo que deba ser Carnaval, porque a mi madre se le haba ocurrido vestirme
con un uniforme de Guardia de Asalto, con dos estrellas de Teniente en la gorra y sobre las
bocamangas. El millar en potencia que siempre ha habido en m, se esponjaba de
satisfaccin, dentro de aquel uniforme. Haba salido a lucirlo por mi barrio, una colonia de
chalets en la que vivan los empleados - algunos de ellos franceses - de la empresa en que
trabajaba mi padre. De repente, del jardn de uno de los chalets sali un gigantesco perrolobo, propiedad de un Ingeniero francs, que se abalanz sobre m hecho un basilisco. La
huida se impona; como pude, me libr del perro, no sin perder la gorra y una de las estrellas
de la bocamanga, y emprend una veloz carrera hacia mi casa. Cuando llegu a la puerta del
jardn, ;in aliento, me di de manos a boca con un nio mal vestido que, sealndome con un
dedo sucio empez a gritar: And! un guardia de Asalto con melenas!. Hay que aclarar que,
por aquellas fechas, a los nios "finos" nos dejaban crecer una melenita, no sin furiosa
oposicin por nuestra parte. La ma era rubia, e indudablemente no iba muy bien con el
uniforme del austero Cuerpo de Asalto. El caso es que la burla de aquel alevn de proletario
dio de lleno en la diana de mi dignidad, as que, empuando la llave de la puerta del jardn, de
buen tamao, ene fui hacia l y se la estamp en la cabeza rapada. El nio sali huyendo,
abandonando el campo, mientras yo con mi honor lavado repasaba los araazos que me
haba ocasionado el perro.
Sin saberlo, haba tenido mi primer encuentro con las derechas - el perro del Ingeniero
- y con las izquierdas, representadas por el nio proletario. Y yo en medio, de fascista. Tcate
las narices. Y as sesenta y cinco aos.

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JULIO 1936
Una maana nos despert a mi hermano y a m un extrao y amenazador pitido que
no habamos odo nunca. Luego me enter de que aquello era una sirena. Casi
inmediatamente apareci nuestro padre en el dormitorio, y sin decir palabra nos cogi en
brazos y nos llev al stano de la casa. Hasta all llegaba, ms atenuado, el lgubre pitido Un
poco despus comenz a orse un ruido de motores que cada vez se acercaba ms. Cuando
los motores pareca que estaban encima de nuestra casa, comenzaron a orse explosiones,
acompaadas de un lejano tableteo. Por las caras de los mayores dedujimos que todo aquello
no era precisamente una fiesta, en vista de lo cual yo me puse a llorar. Ms adelante me
enter de que habamos sufrido nuestro primer bombardeo. Luego haban de repetirse con
gran frecuencia, y lo que al principio me provocaba un terror indescriptible, acab siendo una
diversin ms en aquella guerra, que desde las perspectiva de mis seis aos, traa sorpresa
tras sorpresa, a cual ms apasionante. Acab tratando, como el resto de los nios, con gran
familiaridad a los al principio temidos aviones: A una avioneta pintada de verde, que sola
preceder en unas horas a los bombarderos, posiblemente en misin de reconocimiento, le
llambamos "la chivata", denominacin que le iba al pelo, pues evidentemente se "chivaba" a
sus hermanas mayores, "las pavas" - a las que yo, ms tcnicamente, aunque con las
limitaciones propias de mi edad, llamaba "primotores" (trimotores), las cuales se presentaban
despus y armaban la marimorena.
Un buen da se present en mi casa un grupo de milicianos, a efectuar un registro,
para ver si tenamos armas. Lo de las armas era una verdadera obsesin para "el Comit",
que era quien mandaba en el pueblo - y en todos los pueblos - desde que se conoci el
alzamiento militar. El poder de la Repblica, como Estado, haba desaparecido casi por
completo, y el Orden Pblico - o el desorden, segn se mire - estaba en manos del "Comit",
compuesto por representantes de la FAI-CNT, PSOE y Partido Comunista, los cuales
disponan de milicias armadas que se haban adueado de las calles, y que campaban por
sus respetos. Grupos de stas milicias eran los que se dedicaban a los registros, previa
seleccin de las casas a registrar, que eran las de los "fascistas". Por "fascista" se entenda
todo lo que oliese a Derechas, burguesa, curas, Monarqua, Ejrcito, y un largo etctera; se
poda ser acusado de fascista por usar corbata, tener las manos sin callos o ir a Misa los
domingos. En mi padre concurran varios de stos nefastos vicios: Iba a Misa, usaba corbata,
en su condicin de empleado administrativo de la Sociedad de Pearroya - en la cual
desempeaba el puesto de Jefe de la Secretara de la Direccin - y era sospechoso de votar
a la Derecha; As que estaba claro: Haba que registrar su casa, que seguro que era un
autntico polvorn.
Los aguerridos milicianos llamaron enrgicamente a la puerta, y sali mi madre a abrir.
Antes de que pudiese abrir la boca, el jefe del grupo le espet: Las armas! dnde estn las
armas?. Mi madre, que no sala de su asombro, pregunt: Qu armas? Pues las que tenis
escondidas todos los fascistas! Venga! vamos a registrar!.
El grupo entr en tropel, y empezaron a registrar habitacin pop habitacin, sin
encontrar "las armas" por ninguna parte. Yo les segu divertidsimo, pues los fusiles que
portaban y los uniformes todos distintos entre s y de confeccin casera - me llamaban mucho
la atencin. Lo peor de todo era el olor a pies: casi todos llevaban alpargatas de camo, y la
mezcla del sudor con el camo produca unos efluvios como de queso de Cabrales, que me
empezaba a marear. Viendo que no haba armas de clase alguna, el jefe, que era el
intelectual del grupo, empez a fijarse en detalles: Con aire de triunfo seal una pequea
imagen de la Virgen que tena mi madre en la cmoda de su dormitorio, y dictamin: Eso no
se puede tener. Est prohibido. Y eso tambin est prohibido. Se refera a una caja de
hojalata, de las que se vendan en aquella poca conteniendo dulce de membrillo, que estaba
en el armario del dormitorio, y que mi madre, una vez que consumimos el dulce, la usaba
como caja "de la costura". Pero la maldita caja, en su tapa, estaba decorada con una especie
de matrona, que se adornaba con la bandera de Espaa: Roja, amarilla y roja. Como es
sabido, la Repblica cambi la bandera, sustituyendo una de las franjas rojas por otra
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morada. Mi madre, ya un poco harta de aquel imbcil, le dijo que si aquellas eran todas las
armas que haban encontrado, ya se podan ir por donde haban venido. Los milicianos
dudaron: Deberan requisar el "cuerpo del delito?". Finalmente, despus de algunos
cabildeos, decidieron marcharse, dejando en su sitio la imagen y la caja rebelde, pero no sin
advertir que nos anduvisemos con cuidado y que no provocsemos al Pueblo.
Unos das despus detuvieron a mi padre, sin ninguna acusacin concreta; pero a las
veinticuatro horas lo pusieron en libertad, previa fianza de quinientas pesetas, que pag la
Sociedad de Pearroya, pues en mi casa no se recordaba haber visto junta tal cantidad
jams.
Poco despus comenzaron los fusilamientos. Por suerte, y a pesar de ser PearroyaPueblonuevo una zona minera, no hubo grandes masacres, debido a que los mineros fueron
encuadrados en varias columnas y enviados al frente de Crdoba, que ya estaba en poder de
los Nacionales. Sin embargo, una noche se present en el pueblo un grupo de milicianos
procedente de Villanueva del Duque, reclamando a los "fascistas" presos para fusilarlos.
Entraron en el Ayuntamiento, donde estaban detenidas varias docenas de personas, y sin
ms miramientos los pusieron contra el muro que cerraba "el Cerco" (mala traduccin del
francs "le Cercle'~ y empezaron a asesinarlos.
El Cerco en cuestin era un recinto donde estaba situada la residencia del Director de
la Sociedad de Pearroya, con un gran jardn y algunas instalaciones que usaban los
Ingenieros y el personal titulado como lugar de esparcimiento; de ah lo del "Cercle".
Al or las descargas, El Director, que estaba el hombre durmiendo, se levant, se puso
un elegante batn de seda roja y se present ante los asesinos, identificndose como el
Cnsul de Francia (El Director de la Sociedad de Pearroya desempeaba el cargo de Cnsul
honorario de la Repblica Francesa, debido al gran nmero de empleados franceses que
haba en la misma y a los intereses franceses en la minera de la zona). El bueno de D. Jos
Le Rumeur - que as se llamaba aqul valiente -, echndole un par de cataplines al asunto,
orden a aquellos cafres que dejasen de disparar sobre los presos, todo a grandes voces y
con ademanes enrgicos, bajo amenaza de poner aquello en conocimiento de su Gobierno,
pues todo el Cerco estaba bajo soberana francesa, como lo indicaba la gran bandera azul
blanca y roja que haba izado en el mismo. Le Rumeur, chapoteando sobre la sangre de los
que ya haban sido asesinados, se puso frente a los fusiles, para impedir que siguieran los
asesinatos.
Los milicianos, impresionados por el gesto de valor de aqul hombre, se miraron entre
s, dudando entre matarlo tambin a l o largarse, por si aquello les poda traer
complicaciones. Finalmente optaron por lo segundo, con lo que varias decenas de presos
salvaron el pellejo aquella noche, gracias a la valenta de un hombre bueno que no dud en
jugarse la vida por salvar la de varios de sus semejantes. Aos despus, al terminar la guerra
y siendo mi padre Alcalde de Pearroya-Pueblonuevo, se le rindi un homenaje y se puso su
nombre a una calle de la ciudad.

CADOS Y COMBATIENTES DE MI FAMILIA


El 18 de julio, da en que se levant en armas el Ejrcito de Africa, la mayor parte de
los militares en la pennsula no estaba al tanto de la sublevacin, cosa lgica, pues no se
puede llevar a efecto una conspiracin de esa envergadura contando con tanta gente; lo que
se esperaba es que, tras la sublevacin en Africa y en algunos puntas de la pennsula, se
produjese una especie de "efecto domin", y 'e fuesen uniendo al alzamiento todas las
guarniciones, cosa que ocurri en parte, con distinta fortuna, como se sabe.

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En Pearroya-Pueblonuevo, poblacin que contaba por aquel entonces con unos


treinta mil habitantes, la nica guarnicin estiba constituida por una Compaa de la Guardia
Civil, distribuida por los pueblos de la comarca - la Lnea, en lenguaje de la G.C. - con lo que
en la ciudad propiamente dicha haba solo unos treinta Guardias.
La Compaa la mandaba el Capitn Amador Martn, casado con hermana de mi
madre Irene Horrillo, to Poltico mo, por lo tanto. Amador Martn era un Guardia Civil de los
pies a la caliza. Aunque proceda de Infantera, Arma en la que haba combatido como
Teniente en las campaas de Marruecos de los aos veinte, haba pasado posteriormente a
la Guardia Civil, asimilando todas las virtudes de este Cuerpo, entre las que se encuentra
muy destacada la disciplina. Por eso, al conocer la sublevacin de Africa, antes de tomar
iniciativa alguna requiri instrucciones de sus mandos superiores en la capital, Crdoba. Intil
empeo: No recibi respuesta concreta de ninguna clase, por lo que decidi esperar
acontecimientos. En sta espera, las Milicias del Frente Popular, que contaban con varios
miles de hombres, se armaron hasta los dientes, echndose a la calle. Las rdenes de
Crdoba no llegaban, y la situacin se volva insostenible. En vista de que no reciba noticias
de sus superiores, decidi enviar un motorista a Crdoba, con un mensaje cifrado; pero el
motorista fue interceptado por las Milicias y no lleg a su destino.
Poco despus, y sin que hubiese llegado a tomar la decisin de sublevar a las fuerzas
bajo su mando, fue relevado del mando de la Compaa por el Gobierno, siendo detenido por
su Teniente, Jess del Amo - republicano y masn - y enviado a Madrid, escoltado por dos de
sus Guardias. Y aqu empezaron las incongruencias: En Madrid fue puesto en libertad, y se le
orden que se presentase al da siguiente en el Ministerio de la Guerra. As lo hizo, y all le
comunicaron que iba a ser destinado a instruir Guardias Civiles de reciente ingreso. Sin
embargo, al da siguiente fue detenido otra vez, e ingresado en la Crcel Modelo, de donde
fue sacado el 7 de noviembre de 1936 y fusilado, sin previo juicio, en Paracuellos del Jarama,
junto con varios miles de personas ms. Mi ta Irene, cuando se lo llevaron detenido a Madrid,
cogi a sus dos hijos, Antonio y Mara Teresa, de 8 y 4 aos respectivamente, y se march a
Madrid tras l, con lo que le toc pasar todas las penalidades que son de suponer en una
viuda con dos hijos en una capital hambrienta, hasta el punto que mi primo Antonio muri,
prcticamente de hambre, meses despus.
No volveramos a ver a las dos supervivientes - mi ta Irene y mi prima Mara Teresa hasta que Madrid fue liberado por las tropas Nacionales; depauperadas y hechas una pena,
pero vivas.
Otro hermano de mi madre, Carlos Horrillo Manzanares, haba de morir asesinado por
los rojos (hoy llamados "demcratas") en Paterna (Valencia), sin previo juicio - segn la
democrtica costumbre instaurada por el Frente Popular - a donde haba sido trasladado
despus de sufrir duro cautiverio en el barco-prisin "Espaa n 3".
Carlos era Guardia Civil, y al iniciarse la Guerra estaba destinado en Pozoblanco, muy
cerca de Pearroya-Pueblonuevo. El Capitn4ue mandaba la Compaa de Pozoblanco s se
uni al Alzamiento, hacindose fuerte en la Casa Cuartel, donde resisti varios das las
acometidas de miles de milicianos, hasta que se le acab la municin. Los Guardias
supervivientes - entre ellos mi to Carlos -, fueron hechos prisioneras y enviados a Cartagena,
donde los encerraron, junto con varios centenares de presos ms. Luego, no se sabe por qu,
Carlos fue llevado a Patena, y fusilado sin ms explicaciones.
Los otros dos hermanos de mi madre: Fermn y Manuel Horillo Manzanares, tambin
sufrieron los avatares de la guerra, con mudas vicisitudes, pero salvando la piel finalmente.
Fermn, el 18 de julio de 1936, estaba haciendo el Servcio Militar en San Sebastin, en
la Guardia Civil. En aquella poca ex>ta la posibilidad de hacer dicho Servicio en la
Benemrita, como Guadia Civil Auxiliar; algo que recientemente se ha vuelto a instaurar. Ello
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le permita ayudarse con el pequeo sueldo que perciba para realizarlos estudios de la
Licenciatura de Medicina, que haba iniciado poco artes de empezar la Guerra.
Al iniciarse el conflicto, fue enviado al frente, a combatir costra las fuerzas militares
sublevadas; pero ni l ni la mayora de los Cardias Civiles estaban por la labor, y menos para
defender al Gobierno Vasco separatista, del que en esos momentos dependan. As que,
dicho y hecho: Decidi, junto con otros seis Guardias, pasarse alas lneas Nacionales, que
eran con las que ellos se identificaban. Por otra parte, todos tenan a las familias en zona
Nacional, y queran estar en su sitio. Lo de pasarse al otro lado era bastante peliagudo: haba
que abandonar las trincheras rojas, y a la carrera, alcanzar las lineas nacionales, con la ms
que probable ensalada de tiros que se iba a organizar, procedente de ambos lados, por lo que
decidieron "mecanizare". Convencieron al conductor de un camin blindado para que se
pasase con ellos, as que, montados en el blindado y con todo su armamento, iniciaron la
aventura, enfilando un camino que conduca a las lineas nacionales. Al principio todo fue bien:
El blindado marchaba en la direccin correcta y viento en popa. Hasta que los rojos se
percataron de que se les escapaba un grupo de Guardias con un blindado, momento en el
que iniciaron un fuego terrorfico contra el vehculo, con toda clase de armas. Naturalmente,
los nacionales no iban a ser menos: Al ver que se acercaba un blindado desde las lneas
enemigas, lo recibieron con el mismo alarde "pirotcnico" con que era despedido por los rojos,
consiguiendo entre unos y otros inmovilizar el vehculo, que qued empotrado contra una
pequea casilla, con las puertas encajadas, rociado de balas procedentes de ambos lados, y
con sus pasajeros encerrados. Como no podan abrir las puertas, desmontaron las planchas
del suelo del vehculo, consiguiendo practicar una abertura, por la que salieron a rastras,
intentando alcanzar la cuneta del camino, para protegerse de la lluvia de proyectiles que les
caa de todas partes. Solo lo consiguieron cuatro: Los otros tres fueron alcanzados por el
fuego, y quedaron muertos sobre el camino.
Los cuatro supervivientes pudieron llegar a un pequeo ro, que se interpona entre
ellos y las lneas nacionales. En el cruce del ro, murieron otros dos, llegando solamente mi
to Fermn y el otro Guardia. Cuando se acercaban a las lneas nacionales, gritaban como
descosidos, dando vivas a Espaa y aclarando que eran "pasados". Fermn lleg con tres
balazos en el cuerpo: Uno en un hombro, causado seguramente por los nacionales, pues la
entrada del proyectil era por delante, saliendo por la regin escapular; otro, gravsimo, en la
zona lumbar, interesando un rin, que estuvo a punto de perder; este disparo proceda con
seguridad de las trincheras rojas; y el tercero en un brazo, que poda provenir de cualquier
parte.
Medio desangrado, lo atendieron en un hospitalillo de campaa, pero con tan mala
suerte que aquella misma noche aviones rojos bombardearon el hospitalillo, siendo
evacuados en carretas tiradas por bueyes los heridos supervivientes del bombardeo, hasta un
hospital militar de Pamplona, donde Fermn, que indudablemente era un hombre fuerte, se
repuso de sus heridas.
Aclarada su identidad por las autoridades militares - que, como es lgico abrieron un
expediente informativo para averiguar el porqu de la arriesgadsima aventura que supuso
para l atravesar la "tierra de nadie" - se incorpor al Ejrcito Nacional, en el que combati el
resto de la guerra, primero en las Brigadas Navarras y despus, tras hacer el correspondiente
Curso, como Alfrez Provisional.
Manuel Horrillo Manzanares, el mas joven de los hermanos de mi madre, contaba
solamente veinte aos al iniciarse la guerra. Estaba estudiando Derecho en Madrid, pero en
el mes de Julio, como todos los estudiantes, se encontraba de vacaciones, por lo que le
sorprendi el Alzamiento en Pearroya. Cuando las tropas nacionales entraron en nuestra
ciudad, se incorpor a una Bandera de Falange, haciendo posteriormente el curso de Alfrez
Provisional. Obtenida la estrella de Alfrez, fue destinado a mandar una Seccin de Tiradores
de Ifni, Cuerpo indgena procedente de dicho territorio africano, y considerada como Tropas
de Choque - lo que hoy se llamaran Unidades de Elite - en las que permaneci toda la
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guerra, participando en todos los frentes ms duros: Teruel, batalla del Ebro, campaa de
Catalua, etc., de todo lo cual result milagrosamente ileso y con numerosas
condecoraciones.
Finalmente, tambin haba de morir el marido de una hermana de mi padre, Bernab
Rodrguez Frias, Capitn de Infantera con destino en la 60 Divisin, vctima de la Artillera
enemiga, cuando con su Divisin se dispona a entrar en lnea en la batalla del cierre de la
bolsa de La Serena.

OCTUBRE, 1936: LA LIBERACIN


A primeros de octubre de 1936 empez a rumorearse que los nacionales se
acercaban a nuestro pueblo. El primer aviso nos lo dio el novio de la criada, entusiasta
miliciano, que lleg un da despavorido, con la pretensin de que Adela, que as se llamaba la
criada, le acompaase en la retirada, que estaba iniciando el ejrcito rojo. Adela, con muy
buen acuerdo, se neg rotundamente, a pesar del abracadabrante panorama que le describi
su novio con todo lujo de detalles, y en el que los moros desempeaban un destacado papel.
En vista de la negativa de su novia, el asustado miliciano, agotado su extenso
repertorio de descripciones espeluznantes sobre las actividades predilectas de los fascistas, y
muy en especial de los moros, se torn sarcstico, lanzando una frase lapidaria: "Pues ah te
quedas, pa los fascistas!" Despus de lo cual se march a paso de carga.
Durante varios das vivimos un "suspense" emocionante: Nadie saba si estbamos en
poder de los rojos o de los nacionales. Se oa el caoneo cada vez ms cerca, pero en la
poblacin no haba signos de guerra. Ante sta situacin, varios vecinos de nuestra calle,
todos empleados de la Sociedad de Pearroya, y entre ellos mi padre, haban acordado
reunirse, con las respectivas familias, en la casa de uno de ellos, Manuel Vera. Aunque todas
las casas eran iguales: Chalets individuales de la Empresa, la de Manuel Vera tena un
stano ms amplio, y como de lo que se trataba era de refugiarse sobre todo de los
bombardeos de la Aviacin y de la Artillera, se eligi su casa como improvisado refugio
subterrneo. As que, despus de hacer acopio de vveres, all que nos metimos seis u ocho
familias, con un buen contingente de nios. Se instalaron varios colchones, donde al menos
los nios podamos dormir, a seis nios por colchn; a lo ancho, naturalmente.
Ni que decir tiene que, contrastando con la seriedad y preocupacin de los mayores,
para los nios aquello era un continuo jolgorio. Los que describen lastimeramente los
sufrimientos de los nios en la guerra, se ve que no les pill ninguna durante su infancia.
Como yo s lo he vivido, puedo asegurar que no sufr lo ms mnimo: Por el contrario, me
divert enormemente, y como yo, creo que todos los nios que haba a mi alrededor. La cosa
no era para menos: Habamos dejado de ir al colegio, nuestros padres no se preocupaban de
si estbamos sucios o limpios, haba un trasiego de tropas continuo y el asunto, segn
oamos a los mayores, iba para largo. Si esto no es todo un programa para un nio, que
venga Dios y lo vea.
Los que indudablemente pasaban muy malos ratos eran los mayores. Un da,
cansados de la reclusin en el stano, varios de los cabezas de familia - entre ellos mi padre decidieron hacer una descubriera, saliendo en grupo a recorrer las calles de alrededor, para
tratar de averiguar en poder de quin estbamos. Las calles estaban totalmente desiertas, y
no oan ms pasos que los suyos. De repente, al desembocar en una calle, vieron en el otro
extremo de la misma a dos soldados, vestid)s con "monos" azules y cascos franceses, de los
de la "cresta". stos, al verlos tambin a ellos, les dieron el alto, echndose los fusiles a la
casa. El grupo de audaces expedicionarios no se entretuvo en averiguar el bando al que
pertenecan los dos fusileros: Volviendo grupas emprendieron veloz carrera hasta llegar,
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lvidos y sin aliento nuevamente al stano, cuya escalera bajaron en "confuso tropel", gritando
nerviosamente: Las hachas!, traed las hachas!, nos vienen persiguiendo!
Las hachas - tres o cuatro - que tan perentoriamente pedan en las nicas armas de
que disponamos en aqul divertidsimo stano, ya se haban guardado en l - junto con
algunos picos y azadones - ms que con guerreros propsitos, con fines de desescombro en
el caso de que cayese alguna bomba sobre la casa y hubiera que salir del stano.
El asunto se resolvi pacficamente, pues los soldados - que nunca lleg a averiguarse
si eran "rojos" o "fascistas", ya que la uniformidad en aquella guerra no sola dar grandes
pistas para identifica) a los combatientes - abandonaron la persecucin; al menos, all no
llegaron. No obstante, aquella noche no durmi nadie en el stano, estirando de un momento
a otro la aparicin de algn grupo de milician5, que en la retirada decidiese hacer una
escabechina con nosotros. Cada vez que se oa el ruido del motor de algn coche o camin
se detenan todas las respiraciones. Aquella noche se respir muy poco en el sol_ no, pues el
ruido de vehculos era continuo. Seguramente, los rojos se retiraban en toda clase de coches
y camiones, y el paso de las columnas dur hasta la madrugada.
El da siguiente amaneci luminoso. Era el doce de octubre de 1936. Otros vecinos
corrieron a avisarnos: Estn entrando los nacionales! Salimos todos tumultuosamente del
stano, y nos dirigimos, a todo correr, a la carretera que separa Pearroya de Pueblonuevo.
Yo iba de la mano de mi padre, y a mi vez arrastraba a mi primo Federico, algo ms pequeo
que yo, el cual, comindose un tarugo de pan y sorbindose unos impresionantes mocos, me
preguntaba despreocupadamente "que si nos iban a matar". Yo, que no las tena todas
conmigo, opt por callarme y esperar acontecimientos.
Cuando llegamos a la carretera, omos por primera vez en nuestra vida cantar el "Cara
al Sol", entonado por los falangistas que, junto con los requets y los moros formaban las
fuerzas de choque de la Columna Gmez Cobin, que era la que nos liberaba.
Mi padre, que era Teniente de Complemento del Cuerpo de Intendencia del Ejrcito,
se present a los primeros oficiales que vio, los cuales le pusieron en comunicacin con el
jefe de la Columna. Desde ese momento qued incorporado a las fuerzas nacionales, siendo
su primer destino la jefatura del Depsito de Intendencia en Pearroya-Pueblonuevo, donde
se estabiliz el frente. Luego sera destinado a Sevilla, y despus al frente de Granada, al
mando de una Compaa de Intendencia de Montaa con destino en Lanjarn, donde tena su
Cuartel General la 33 Divisin, Mandada por el Coronel D. Francisco Rosaleny Burguet. (Eran
muchos los Coroneles que mandaban Divisiones, pues contra la creencia general, muy pocos
Generales se haban sumado al Alzamiento.)
Yo fui "movilizado" muy pocos das despus: De la mano de Adela, junto con mi
hermano, hice mi presentacin en el Cuartel de Milicias de la Falange, siendo encuadrado en
la Seccin de Balillas de dichas Milicias. Ese mismo da nos dieron el uniforme: Camisa azul,
con las cinco flechas bordadas en verde sobre el bolsillo izquierdo, pantaln negro, botas y
correaje, todo ello rematado por el gorro cuartelero, tambin negro, con borln y listas verdes.
Mi alegra no tena lmites. Y no digamos nada cuando me entregaron el "armamento":
Un precioso mosquetn de juguete, con su cerrojo y toda la pesca, con el que nos hicieron
enseguida montar unas interminables y misteriosas guardias en las dependencias del Cuartel:
T ponte en esta puerta, con el fusil, y que no pase nadie!, nos deca un enrgico jefe de
Centuria, al que inmediatamente se le olvidaba nuestra existencia, con lo que la guardia
duraba horas y horas, hasta que algn otro jefe pasaba por all y nos deca: T qu pintas
aqu? Mrchate a tu casa!. A pesar de stas rdenes contradictorias, aquello me encantaba.
Un da recuerdo que nos arrestaron, por no s qu minucia, y nos dejaron, en posicin
de "firmes" y en formacin, en un gran saln que haba en el Cuartel. Eran las diez de la
noche - hora algo terrorfica para unos nios de entre seis y diez aos - y seguamos en
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posicin de "firmes", ya con las piernecillas temblndonos un poco. Nuestro jefe de Centuria,
que era otro mierdecilla, solo que con trece o catorce aos, no se apiadaba de nosotros, y
pasaba por entre las filas corrigiendo la posicin de los que se arrugaban, y mirndonos con
cara "feroche". A mi lado estaba mi amigo Luis Prez, al que empezaron a carsele unos
grandes lagrimones. Qu te pasa, Luis?, le pregunt. Es que por la noche hay Lobo, me
contest acongojado. Aquello no me tranquiliz nada, pues a los seis aos yo todava no
tena nada claro lo del maldito Lobo con el que nos solan atemorizar nuestras madres.
Finalmente, a eso de las once de la noche nos levantaron el arresto, fundamentalmente ante
las protestas de Adela y otras criadas que haban acudido a recogernos y ya estaban hartas
de esperar en la puerta del Cuartel a sus "rorros".
Lo que peor sobrellevaba era la instruccin. La instruccin la hacamos en un campo
de ftbol, a donde nos llevaban formados desde el Cuartel a primera hora de la maana, casi
al amanecer. Recuerdo que, para desayunar, nos pona mi madre dos tortas de Ins Rosales
con una onza de chocolate, que nos comamos con gran entusiasmo en un alto durante el
desarrollo de los ejercicios. Estos consistan en la instruccin en orden cerrado, con fusil.
Adems de los ejercicios habituales, aprend, a mis recin estrenados seis aos, la esgrima
del fusil, una serie de complicados ejercicios para defenderse de un ataque con sable o con
bayoneta, lo cual no dejaba de tener castaa; pero aquella guerra era as: con sus
implicaciones medievales y su preparacin para el combate a garrotazos, que de todo haba.
De vez en cuando, a mitad de la instruccin, se oan las sirenas que anunciaban
alarma area: Entonces nos ordenaban "desplegar y cuerpo a tierra", orden que obedecamos
entre cierta confusin, buscando abrigo en las irregularidades del terreno que rodeaba el
campo de ftbol. Afortunadamente, los aviones no repararon nunca en nosotros: Pasaban de
largo hacia el frente de combate, que se hallaba a tres o cuatro kilmetros de la poblacin.
Das despus de la liberacin del pueblo, particip en mi primera accin "guerrera": El
saqueo de varias casas de rojos ilustres que haban huido al llegar las tropas nacionales. Ya
entonces pude darme cuenta de que ni todos los rojos eran proletarios, ni todos los fascistas
ramos millonarios. Esto ltimo lo tena ampliamente comprobado en mi casa, donde no
deban sobrar los duros, a juzgar por el austero cocido que trasegbamos a diario, cayese
quien cayese; y lo primero lo deduje de que las casas que saquebamos eran bastante
lujosas: Al menos a m me lo parecieron, comparativamente con la ma. Uno de los inmuebles
que saqueamos era un establecimiento de zapatera, propiedad de un zapatero "bolchevique",
que huy, abandonando los zapatos a merced del enemigo. Haba que ver a la multitud de
Flechas y Balillas, cargados de zapatos camino del Cuartel. Parecamos un reguero de
hormigas, que iban y venan por el mismo camino, con la seriedad de quienes estn
realizando una importante operacin de guerra.
En otra casa de las que asaltamos nos apoderamos de un enorme armario, que nos
cost sudores de muerte sacar a la calle. Una vez en ella, el armario se puso en marcha
llevado por una turbamulta de Flechas minsculos, de los que solo se vean los pies. Yo, an
no s por qu, me apoder de un macetero de hierro, que pesaba horrores, y llegu al Cuartel
con la lengua fuera, para depositar mi trofeo, que yo juzgaba decisivo, en un gran montn,
donde un camarada con cara de enterado iba haciendo la seleccin de los objetos que
servan de los que no. Mi desilusin fue enorme cuando me dijo despectivamente: "Ese
macetero ya te lo ests llevando otra vez a donde lo hayas cogido. Y haced el favor de no
traer ms chatarra".
Pero mi entusiasmo guerrero se repuso pronto de aqul desprecio hacia mis
cualidades de saqueador de choque.
En los ratos en que el "servicio" nos dejaba libres, nos dedicbamos a establecer lazos
comerciales con las tropas que guarnecan el pueblo o con las que pasaban camino del
frente, especialmente con los moros, muy dados al trueque: Nosotros les facilitbamos
hierbabuena - que arrancbamos de nuestros jardines y de los ajenos - con la que
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preparaban el t moruno, y ellos nos daban a cambio considerables cantidades de cartuchos


de fusil, con los que confeccionbamos toda clase de fuegos de artificio y objetos diversos:
Con la plvora ponamos nuestro nombre en el cemento de las aceras; luego le prendamos
una cerilla, con lo que las letras quedaban marcadas a fuego. Tambin utilizbamos la
plvora para echarla en los hormigueros y prenderle fuego, y en otras muchas aplicaciones
de diversas ndoles. Con los casquillos ponamos la msica de fondo: Los hacamos estallar,
bien picando el detonador con algn objeto punzante, golpeado con una piedra, bien por el
medio ms expeditivo y directo: Dejando caer sobre ellos grandes piedras. Tambin
fabricbamos una especie de pitos de afilador, aunque sta aplicacin buclica tena menos
xito, en parte porque nosotros ramos poco virgilianos y en parte porque era
endemoniadamente difcil cortar los casquillos a distintas alturas para obtener la variedad de
pitidos necesaria. Con los proyectiles propiamente dichos - balines, les llambamos nosotros adornbamos muequeras de correa, que luego lucamos ostentosamente, pavonendonos
delante de las nias.
Nunca podr imaginar el que invent la bala de fusil la cantidad de aplicaciones que
un nio puede encontrar en ella, ni los ratos de diversin que con ste motivo proporciona.
Valga ello como compensacin a su siniestra finalidad especfica de matar gente.
Aquellos das, felices para nosotros, transcurran entre nuestras actividades militares
que podramos llamar "regulares": Instruccin, desfiles, guardias etc, y las actividades
militares "particulares" o guerrilleras, consistentes en buscar tres pies al gato de cuanta
municin o avituallamiento general caa en nuestras nada inocentes manos. Naturalmente
haba sus vctimas: A uno de la pandilla, Carlos Pedrosa (Carln), le vol el dedo pulgar de
una mano, no recuerdo si la izquierda o la derecha, amn de otras lesiones, al hacer estallar
sin las debidas precauciones un fulminante. Pero stos accidentes no nos acobardaban, ni
mucho menos. A veces rizbamos el rizo de la temeridad con nmeros francamente
espeluznantes: Sobre una hoguera encendida en un descampado arrojbamos un buen
puado de cartuchos de fusil, tirndonos luego al suelo al grito de cuerpo a tierra!, y
esperbamos, entre divertidos y aterrorizados, a que terminasen de estallar las municiones.
Como teln de fondo de nuestras inquietantes actividades, el frente, que se hallaba a
escasos kilmetros de las ltimas casas del pueblo, y cuyo caoneo se oa perfectamente;
por la noche veamos desde nuestro jardn el resplandor de las explosiones, oamos el
tableteo de las ametralladoras y a veces casi nos pareca or los gritos de los combatientes.
Entre la artillera de ambos bandos haba dos piezas de gran calibre, cuyos zambombazos se
distinguan perfectamente: El "Felipe" - un enorme can ruso, de los rojos, naturalmente - y
la "Leona", de origen seguramente alemn, de los nacionales, tambin naturalmente. Hay que
reconocer que los caonazos del "Felipe" y el silbido que preceda a la explosin de sus
proyectiles eran ms apabullantes que los de la "Leona", que inmediatamente contestaba al
fuego de su rival.
En el pueblo haba un continuo trasiego de tropas: Infantes, artilleros, moros,
legionarios, falangistas y requets. Entre ellos haba una amistosa rivalidad, que se traduca
en canciones como sta:
Las nias de Pearroya le dicen al Comandante:
Si se van los falangistas nosotras vamos delante.
Y el Comandante les dice con mucha gracia y salero:
Si se van los falangistas se quedan los artilleros.
Mientras tanto, nuestra mini-instruccin militar segua su curso, pues al parecer
nuestros jefes no perdan la esperanza de que llegsemos a la edad militar antes de que
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terminase la guerra, que segn tales previsiones no iba a tener mucho que envidiar a la
Guerra de los Treinta Aos.

SEVILLA 1937
Sin embargo un buen da - debi ser hacia enero o febrero de 1937 - ste belicoso
periodo de mi infancia qued interrumpido al ser trasladado mi padre a Sevilla. Das despus
libamos unos locos brtulos y aparecamos en Sevilla toda la familia: mis padres, mi
hermano Diego y yo. Como, naturalmente, no tenamos casa donde meternos, fuimos a parar
al hotel Italia (era la poca de os hoteles y establecimientos con nombres como Roma, Berln,
Alemania, etc que estaba, creo recordar, en la calle Mndez-Nez), donde solo estuvimos
unos das, pues el sueldo de Teniente "estampillado" de Capitn de mi padre no deba dar
para muchos hijos. Al fin, y mientras encontrbamos casa, nos aposentamos en una especie
de fonda que ostentaba el pomposo nombre de "hotel la Paz", no s si porque la duea se
llamaba Paz o porque ya enlazaban a florecer los primeros pacifistas.
De todas formas la clientela del hotel estaba formada en su mayor parte por
combatientes de permiso, con lo que el pacfco nombre quedaba desvirtuado; y en su menor
parte por algunas familias desplazadas de sus pueblos por la guerra. Los famosos
"evacuados".
El hotel era un inrnueble tpicamente sevillano, con su patio central, con su zcalo de
mosaicos y el suelo de mrmol, todo l ornamentado con macetas; al patio daban los
corredores de sus dos plantas, en las que estaban situadas las habitaciones. En ste patio
era donde se organizaban las tertulias de los clientes, alrededor de varios veladores, por
entre los que circulaban numerosos gatos francos de servicio. Estos gatos, que se tenan en
muchas casas de Sevilla para atemorizar a los ratones - muy abundantes por aqul entonces
- eran tratados con cierta rudeza por los bizarros clientes, que les propinaban fuertes patadas,
a ver quien los lanzaba ms lejos.
De entre aquellos combatientes recuerdo a dos, un falangista y un requet - ste
ltimo llevaba un brazo escayolado en "avin" - que convalecan de heridas recibidas en el
frente. Aparentemente eran muy amigos, y siempre estaban juntos, a pesar de sus diferencias
ideolgicas, que nicamente se manifestaban a travs de amistosas discusiones. Por cierto,
el requet era de nacionalidad portuguesa, aunque hablaba el espaol perfectamente. Un
buen da desapareci el requet, y cuando le preguntamos a su amigo por l, nos dijo que
haba resultado ser un espa del enemigo, y que en la escayola del brazo esconda los
documentos que pensaba pasar a la otra zona. Termin su informacin con el significativo
gesto de pasarse el dedo ndice de la mano derecha por la nuez, con lo que nos dimos por
enterados de que el espa en cuestin haba pasado a mejor vida.
As era aquella guerra, con portugueses espas disfrazados de requets, y misteriosos
jefes de Milicias que al parecer hacan la guerra por su cuenta, vestidos con aparatosos
uniformes y acompaados de escoltas armados hasta los dientes, que se desplazaban
continuamente en automviles requisados, y que no estaban adscritos a ninguna Unidad en
concreto. Claro que, en la zona nacional, ste atisbo de desbarajuste dur muy poco, pues
enseguida fueron totalmente militarizadas las Milicias, y encuadradas en Banderas - las
falangistas - y en Tercios, las procedentes del Requet, bajo mandos militares y sujetas,
como todo el Ejrcito, a las Ordenanzas Militares y al Cdigo de justicia Militar. Este
sometimiento de todos los combatientes a la disciplina militar, adems de evitar muchos
desmanes, fue lo que le dio la victoria al bando nacional . En el bando rojo, por eI contrario,
las Milicias - tanto socialistas y comunistas corno anarquistas - conservaron su independencia
del jrcito republicano, negndose a someterse a la disciplina militar, que sensatamente
intentaban imponer los mandos de dicho Ejrcito. Esta anarqua y la consiguiente dificultad
para operar con un Ejrcito en el que las Milicias tenan una clara tendencia a funcionar por
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su cuenta, fue la que llev a la derrota al Ejrcito republicano, no sin que antes se desataran
un par de mini-guerras civiles dentro de la zona roja: La aniquilacin del POUM por los
comunistas en Barcelona, y la sublevacin del Coronel Casado en Madrid, das antes de la
entrada de los nacionales en la capital.
Pero sigamos con nuestra historia. Despus de vivir varios meses en aquella
divertidsima fonda, con sus gatos, sus espas y sus criados, que eran dos, y los dos
mariquitas, encontramos por fin una casa en la calle Otumba nmero cuatro, en el mismo
centro de Sevilla, a la que nos trasladamos inmediatamente. Una vez aposentados en ella,
comenzamos a normalizar nuestra vida. El primer sntoma de normalizacin que yo advert
fue que empezamos a ir al colegio; de momento, y hasta que acabase aqul ajetreado curso,
a una especie de academia particular, regida y pastoreada por un maestro metido en aos al
que llambamos "Canillas", no s si por la delgadez de la parte inferior de sus piernas o
porque le blanqueaba el pelo. Aquel buen hombre, fiel seguidor de que " la letra con sangre
entra", nos hizo asimilar la tabla de multiplicar y otros numerosos bienes de la cultura
occidental mediante sabios estacazos, administrados con largueza, sirvindose de una
robusta regla que descargaba sobre nuestras nada inocentes cabezas cada vez que se nos
encasquillaba la tabla del nueve o algn rey godo. Desgraciadamente para nosotros, an no
se haba inventado todo eso que dicen que les pasa a los nios si se les pega. La verdad es
que a los nios de mi generacin nos zurraron la badana a base de bien y hemos resultado
gente bastante normalita.
En aquellos tiempos, de los nios se hablaba poco; en realidad nadie reparaba en
nosotros, con lo cual creo que vivamos ms felices que los nios de hoy, en cuyo mundo se
han inmiscuido los mayores para organizarles la vida con tal gnero de detalles que se
aburren como demonios. Por otra parte, los nios de entonces nos guardbamos muy mucho
de perturbar la vida de los mayores, pues cuando algn imprudente lo haca, era
recompensado con sonoras bofetadas que le hacan volver al camino del bien.
Mis actividades blico-politicas haban quedado en suspenso desde nuestra llegada a
Sevilla, pues las organizaciones juveniles que funcionaban all (Flechas y Pelayos) nos
parecan tanto a mi hermano como a m blandengues y heterodoxas. Para nosotros, que
venamos del "frente", aquellos camaradas, que no haban odo un tiro en su vida, no
merecan codearse con nosotros. Los considerbamos "emboscados", palabreja muy al uso
entonces, y que aprendimos a manejar enseguida. Por todo ello juzgamos ms honorable
seguir perteneciendo, aunque de lejos, a la Organizacin Juvenil de nuestro pueblo, donde
tan provechosas enseanzas guerreras habamos recibido.
No obstante ello, nos sumbamos magnnimamente a las manifestaciones patriticas
cada vez que caa en manos de los nacionales alguna poblacin importante, cosa que ocurra
con gran frecuencia; recuerdo que el grito predominante en dichas manifestaciones tena
reminiscencias futbolsticas: Uno dos y tres! Bilbao nuestro es, y Madrid est al caer!
Tambin, naturalmente, entonbamos canciones patriticas, y algunas semiromnticas y un tanto cursis, como aquello que, con msica de "Faceta Nera", trado por los
voluntarios italianos, compuso algn insensato al que Dios habr perdonado:
Madrid esclavizada y destruida
Ya llegarn tus das de victoria
Y subirs al trono de la vida
Envuelta entre los lauros de la gloria.

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La verdad es que en la Sevilla de 1937-1939 la vida era francamente agradable. No


haba escasez de alimentos, el frente estaba muy lejos - precisamente estabilizado en la zona
de Pearroya - y nica mente se produca de vez en cuando alguna alarma area sin grandes
consecuencias, pues inmediatamente despegaban los "cazas" de la base de Tablada y
ahuyentaban a los bombarderos enemigos sin dejarlos acercarse al centro de la poblacin,
hacindoles soltar las bombas donde buenamente podan.
La animacin en las calles era continua, con el ir y venir de toda clase de tropas.
Sevilla fue, para los frentes del Sur, lo que San Sebastin o Burgos para los del Norte: Punto
de descanso de combatientes de permiso y centro poltico del nuevo Rgimen, que
empezaba ya a dibujarse con sus contradicciones - que no haban de abandonarle nunca virtudes y defectos.
A mis siete aos ya me daba cuenta de que falangistas y requets no se llevaban
bien, aunque no entenda porqu. Los Flechas y los Pelayos - las dos organizaciones
juveniles de la Falange y el Requet respectivamente - nos mirbamos con cierta antipata, a
pesar de lo cual, a la hora de la verdad los mayores en el frente luchaban codo con codo sin
rechistar contra el enemigo comn. Pero de stas contradicciones, que luego habra de vivir
intensamente, protagonizndolas durante muchos aos, ya hablar ms adelante.

LAS PRIMERAS CANCIONES


Durante la guerra y el primer ao de posguerra, el cancionero juvenil era ms bien
escaso: aparte de el "Cara al Sol", el "Prietas la filas", el "Yo tena un camarada" (adaptacin
de la cancin alemana "Der gute Kamerad"), el "Camisa azul" - tambin adaptacin del "Horst
Wessel" - y alguna otra cancin, no disponamos de gran cosa para marchas y desfiles, por lo
que nos arreglbamos con algunas canciones de origen desconocido. Recuerdo una que
cantbamos reiteradamente los Flechas de mi pueblo, cuya procedencia nunca llegu a
averiguar; lo mismo vena de las guerras carlistas que de las de Marruecos, vaya usted a
saber. Deca as:
"Madre deja de llorar
porque estoy en las trincheras
que all defiendo mi hogar
defendiendo mi bandera;
mi bandera galardn para morir
me reviste de valor para luchar,
y teniendo a mis pies al traidor,
yo la aclamo con ardor, misin sin par.

Las palomas que pasan volando


A la aldea llegarn
A decirte que sigo luchando
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Por la Patria con afn.


Y si llegan al huerto en que flores,
Para ti solo cuid,
Que te digan mis ansias de amores
Y los rezos de mi Fe.

Abre madre el mirador


Y contenta espera all
Que all va un beso de amor
Para Espaa y para ti."

A m esta cancin me daba mucha lstima. Cada vez que la cantbamos se me


saltaban las lgrimas. Me vea en las trincheras, hecho un guarro, tiro va y tiro viene, y a todo
esto mi rriadre en la ventana (en mi casa no haba mirador), llorando a moco y baba,
esperando mi regreso.
Haba otra cancioncilla -sta s se vea que era de composicin ms reciente- que
tambin me impresionaba mucho. El autor de la letra era evidentemente del elenco local, y el
hombre haba hecho grandes esfuerzos para meter la letra dentro de la msica, por lo que
algunos versos le salieron algo telegrficos, como puede verse:
"Cantando siempre van
quemados por el Sol,
con la camisa rota
y al hombro el mosquetn.

Somos Flechas de Pueblonuevo


De Falange de las JONS
De Falange de las JONS.
Peleamos con entusiasmo,
Viva Flechas Pueblonuevo
de Falange de las JONS.

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Camisa azul de la Falange,


Que Jos Antonio edific,
Unmonos todos al grito:
Viva Flechas Pueblonuevo
de Falange de las JONS.

Tambin me identificaba con sta cancin -reiteradamente aclamatoria de nosotros


mismos- salvo en lo de la camisa rota. La ma estaba nuevecita y planchada, y daba gloria
verla.
Tras la guerra, el cancionero juvenil creci enormemente; as lo demandaba la gran
actividad campamental del Frente de juventudes, cuyas marchas y desfiles se hacan siempre
al son de canciones. Fuimos una generacin muy "cantora". Yo creo que por eso hemos
salido tan sanos de espritu. Y es que, "gallo que no canta, algo tiene en la garganta". Por ah
andan muchos "cassetes" y CD's conteniendo magnficas canciones - es una pena que en
aquella poca no se pudiese grabar en estreo - que lo atestiguan.

LAS VISITAS
En los aos de mi infancia - aos treinta y principios de los cuarenta - la gente "iba de
visita". Ir de visita era una especie de rito que solan cumplir las familias de clase media.
Consista en que, un buen da, la familia visitadora decida que haca mucho tiempo que no
visitaba a los "Fulanez", tras un cuidadoso recuento de las ltimas relaciones con stos,
recuento del que se deduca que les tocaba ser visitados. Entonces, la familia visitadora se
compona y acicalaba - incluidos los nios - y se diriga en corporacin, a primeras horas de la
tarde, a casa de los "Fulanez", a los que generalmente se coga desprevenidos, pues casi
nadie tena telfono, por lo que era imposible anunciar la visita con la antelacin que la
prudencia demanda.
Como es natural, a nosotros tambin nos visitaban. Cuando llegaba una visita de
improviso, haba "generala" o "zafarrancho de combate", segn fuese el caso de grave.
Nios!, que hay visita!. Los nios, que ramos nosotros, nos componamos lo mejor que
podamos: nos quitbamos los churretes que adornaban nuestra cara, nos limpibamos las
rodillas - que solamos tener sucias de arrastrarnos por el suelo - y nos disponamos a
esperar acontecimientos, que no tardaban en producirse: nios, venid al saln! (aos ms
tarde volveramos a or una invitacin parecida en sitios "non sanctos", solo que dirigidas a
ciertas "nias"). Los requeridos nios - mi hermano Diego y yo - nos dirigamos al saln de
mala gana, y al entrar componamos una especie de mueca estpida que ya no abandonaba
nuestro rostro hasta que terminaba el interrogatorio.
La visita, que sola estar compuesta mayormente de seoras, lanzaba grititos de
asombro: uy, que altos estn!; sobre todo Dieguito! Dieguito es ms alto, pero Fernandito
es ms guapito de cara! Mi madre nos miraba orgullosa, ante los piropos dirigidos a sus
retoos, que no dejbamos de sonrer con una mueca de oreja a oreja que amenazaba con
descoyuntarnos definitivamente las mandbulas.
La primera pregunta era inevitable: estudiis mucho?. Diego y yo nos mirbamos y
contestbamos al unsono: regular!. Ante contestacin tan ambigua, la visita derivaba por
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otros derroteros: Qu os gusta ms, Madrid o el pueblo?. El pueblo!, contestbamos como


un silo hombre. sta respuesta provocaba un asombro indescriptible en la risita: oy! oy, oy,
oy! con lo grande y bonito que es Madrid! Mi madre aclaraba: Es que en Madrid tienen que
estudiar, y en el pueblo, cono van de vacaciones, estn todo el da jugando, y claro...
Las preguntas iban siendo cada vez ms cicotrinas: qu os gesta ms, jugar o
estudiar?; y cosas por el estilo de ingeniosas. Poco a poco, el interrogatorio iba decayendo,
hasta que alcanzaba un punto de total imbecilidad, momento en que se nos autorizaba para
abandonar el saben. Nada ms abandonar ste, recuperbamos nuestra cara normal, y
huamos a la carrera por el pasillo, haciendo rapidsimos "cortes de marga" dirigidos a la
visita, una vez fuera de su campo visual.
Por supuesto, nosotros tambin bamos de visita de vez en cuando. Una vez decidido
por mi madre el objetivo - eran las madres las que generalmente se ocupaban del protocolo
familiar - nos portan nuestras mejores galas, y bien lavados y repeinados nos dirigamos a
"dar el plomo" a casa de la vctima.
Recuerdo una visita que me trajo algunas satisfacciones, no exentas de posteriores
complicaciones. Deba de ser el ao 1937, en Sevilla - contaba yo siete aos - y visitbamos
a un compaero de mi padre, Comandante de Aviacin, que viva en la barriada de Helipolis.
Desde que entr en el saln, mi pecadora mirada se pos en el piano, y no porque yo fuese
aficionado a la msica, sino porque encima del piano haba un pequeo carro de combate de
juguete, precioso, segn la mirada de experto que rpidamente le dirig. En aqul mismo
instante decid que el tanque aqul iba a pasar a ser de mi propiedad; as que en un momento
en que todos los circunstantes estaban enfrascados en la conversacin, con un rpido
movimiento le ech mano y me lo met en el bolsillo. Como el bulto era un poco aparatoso,
apretando con los dedos consegu agujerear el bolsillo, cayendo el tanque al pantaln
bombacho, donde se qued a la altura de la pantorrilla, que es donde se sujetaba el
susodicho pantaln.
Una vez en el Hotel "La Paz" (todava no habamos encontrado casa en Sevilla) saqu
a hurtadillas mi botn, comprobando que mi apreciacin a primera vista no haba sido errnea:
el juguete era una preciosidad. Dndole cuerda, caminaba sobre orugas de goma, a la vez
que disparaba el can, soltando fuego por el mismo mediante una piedra de mechero que
tena en el interior. Una monada. Lo malo es que rpidamente fui descubierto por mi madre,
que tras darme unos zapatillazos, se empe en que haba que devolver el tanque; y en stas
estbamos, tras varios das de tira y afloja, cuando desapareci el juguete misteriosamente.
Mis sospechas recayeron en un Alfrez Provisional, apellidado Daz Cara, que estaba de
permiso y se alojaba en el Hotel, y ante el cual haba yo hecho, imprudentemente, una
exhibicin de las habilidades de mi tanque. Debi considerar que su condicin de Alfrez le
obligaba a confiscar el material de guerra, y me lo "mang", igual que haba hecho yo
anteriormente. Das despus se march al frente, y no volvimos a saber nada de l ni de mi
tanque, por supuesto. Ya que no poda devolverlo, fui obligado a confesarme - se acercaba mi
Primera Comunin - con lo que las cosas quedaron medianamente. Mi madre prometi no
decrselo a mi padre - que estaba en el frente - y mi hurto, que creo que fue el primero y el
ltimo de mi vida (durante la cual he sido honrado hasta el ridculo) qued en el olvido.

LA LEGIN CNDOR
Mi admiracin por los alemanes naci en aquellos das, de la mano de la Legin
Cndor, el Cuerpo de voluntarios alemanes que tan eficazmente colabor al triunfo de las
armas nacionales. No haba ms que ver a aquella gente desenvolverse para darse cuenta de
que, all donde llegasen, daran mucho quehacer, como luego se demostrara en la II Guerra
Mundial, en la que para doblegarlos tuvieron que unirse, "contra natura", las mayores
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potencias de la Tierra, e incluso as les cost descornarse contra Alemania durante cinco
aos largos.
Como digo, la Legin Cndor me impresion favorablemente desde que vi a sus
soldados impecablemente uniformados - cosa que resaltaba enormemente en el Ejrcito
Nacional, en el que la uniformidad se permita numerosas licencias al gusto de cada cual - y
haciendo gala de una disciplina frrea, que no estaba reida con un exquisito trato a la
poblacin civil y a sus camaradas espaoles.
Pero no es solo admiracin lo que me produjo en aquellos momentos la Legin
Cndor, sino tambin agradecimiento, por lo que voy a relatar:
Mi padre, que desde mediados de 1937 estaba en el frente de Granada, destinado en
la 33 Divisin como Capitn de una Compaa de Intendencia de Montaa, sufri una herida
gravsima en la cabeza, con fractura del frontal y entrada de esquirlas en la masa enceflica.
Evacuado al Hospital Militar de Sevilla, los mdicos dijeron a m madre que el pronstico era
muy pesimista, pues era necesaria una complicada intervencin quirrgica, y en aqul
hospital no haba ningn cirujano capacitado para realizarla. Mi madre les pregunt si en
algn hospital situado en zona nacional haba posibilidad de que lo operasen: Efectivamente
lo haba. Le informaron que en el Hospital Militar de Valladolid haba un neurocirujano que
podra efectuar la intervencin. El problema era llegar a Valladolid desde Sevilla, cosa
impracticable por tierra, pues la zona nacional solo llegaba hasta el norte de la provincia de
Crdoba, y por el oeste, aunque haba comunicacin a travs de Extremadura con la zona
norte ocupada por los nacionales y por tanto se poda llegar a Valladolid, era impensable que
llegase vivo, pues el viaje, por carreteras infames y expuestas a la aviacin enemiga, poda
durar varios das. As que, prcticamente vinieron a decirle que "a morir por Dios". Mi madre,
que era una mujer muy decidida, no se conform con la perspectiva de quedarse viuda y con
dos hijos, y decidi intentar algo que, segn le dijeron los enterados, era absolutamente
imposible: Trasladar a mi padre a Valladolid en avin. Y dicho y hecho: Se fue a ver a un
Comandante de Aviacin amigo de mi padre, que estaba destinado en la base de Tablada (el
Comandante Labra) para exponerle su pretensin. Este le dijo que al da siguiente sala un
avin de transporte de la Legin Cndor hacia Valladolid; as que habl con los pilotos, que
dieron toda clase de facilidades para el traslado, y dicho y hecho: llevaron a mi padre a
Valladolid, donde lo operaron con total xito, con lo cual ni mi madre se qued viuda ni
nosotros hurfanos. As que a m que no me hablen mal de la Legin Cndor.
A la Legin Cndor se le achaca, como un hecho monstruoso, el bombardeo de la
ciudad de Guernica, hasta el punto de que el mismsimo Picasso pint el famoso mamarracho
de todos conocido, en el que se han querido simbolizar "los horrores de la guerra". En
realidad lo que estaba pintando Picasso cuando le encargaron el cuadro era una corrida de
toros, como fcilmente se deduce del toro, el caballo y la llorona que aparecen en el lienzo.
Pero los intelectuales de la Izquierda, que tan buena prensa tenan entonces y siguen
teniendo ahora, decidieron convertir el bodrio en el bombardeo de Guernica, con el aplauso
de los intelectuales de la derecha, tan originales ellos; y as andamos desde entonces, como
si no hubiese habido en la Historia ms bombardeo que el de Guernica. Al parecer, lo que
pas en Hiroshima, Nagasaki, Dresde, Hamburgo, Colonia, Vietnam, fueron unos fuegos
artificiales para solaz de los destinatarios.
Lo que en realidad ocurri en Guernica lo relata un historiador britnico - siempre hay
que buscar la objetividad entre los britnicos - David Irving, en su libro "Gring" (Editorial
Planeta, edicin 1989, pag. 179), una biografia sobre el mariscal del Reich, Hermann Gring,
en la que por cierto no sale ste muy bien parado, pero que pone las cosas en su sitio.
David Irving no es de los historiadores que copian de lo que otros han escrito, sino que
ha ido a las fuentes, que es donde se debe investigar. En primer lugar, al diario de
operaciones del coronel Von Richthofen, Comandante de la Legin Cndor, en el que ste
relata toda la operacin: El bombardeo fue realizado, a peticin del General jefe del Ejrcito
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del Norte, el 26 de abril de 1937, por nueve bombarderos Junker-52, que lanzaron nueve
bombas de 250 kilos y 114 de 50 kilos. Su destino eran las carreteras al sur de la ciudad, pero
debido al humo procedente de los incendios provocados por los milicianos en su retirada, los
aviadores alemanes no pudieron distinguir los blancos, por lo que la mayor parte de las
bombas cayeron en el pueblo. Como ste haba sido evacuado ante la inminente entrada de
las tropas nacionales, el nmero de vctimas, fue escaso: 90 personas, la mayora de ellas a
consecuencia de las bombas que cayeron sobre un refugio antiareo improvisado y sobre un
hospital psiquitrico. Tambin hubo 32 heridos, segn la lista que public el diario comunista.
Como puede verse, un resultado lamentable, pero lejos de las exageraciones que an hoy
siguen siendo dogma de Fe para la progresa de izquierdas y para la estupidez de derechas.
Mis ideas polticas en aquellos momentos, como es de suponer y dada mi edad, eran
elementales: Haba una guerra, cuyas causas ignoraba, en la que peleaban los "buenos", que
naturalmente eran los nacionales, contra los "malos", que eran los "rojos". Los buenos, con
los que estaba Dios y toda la Corte celestial, estaban adornados de todas las virtudes, y su
bondad no tena mezcla alguna de mal; y los malos, por lgica deduccin, tenan la eficaz
ayuda del Demonio y su gente, y hacan alarde de todos los vicios y pecados capitales
incluidos en el repertorio del Ripalda. Ante semejante panorama, la eleccin no era dudosa:
Yo estaba con los buenos. Adems, y como he relatado, todos los hombres de mi familia en
edad militar vestan el uniforme de los "buenos", as que la cosa estaba clara.
El clima, pues, en que comenc a tener uso de razn, era belicoso y guerrero, por lo
que no se poda esperar de m que me convirtiese en un nio apacible, amante de las flores y
los pajarillos. A m lo que me gustaba era jugar a la guerra, a ser posible con "material" de
verdad.
Nuestra estancia, durante los primeros meses de la guerra, en las cercanas
"cercansimas" del frente de batalla, nos haban familiarizado tanto con las alarmas areas y
el subsiguiente bombardeo, que cuando sonaba la sirena, en lugar de correr a los refugios
subamos a la azotea de nuestra casa para ver el espectculo. Como he dicho antes, pocas
veces llegaban los aviones enemigos a sobrevolar Sevilla; entre los "cazas" de Tablada y el
fuego antiareo los mantenan a raya. Pero alguna vez llegaban, y soltaban sus ruidosos
"encarguitos" sobre la poblacin. Nuestra casa estaba muy cerca de la plaza de La
Magdalena, donde tena su Cuartel el CTV (Corpo di Truppe Volontarie). Los italianos, un
tanto novelescos, haban instalado en la terraza de su Cuartel varias ametralladoras
antiareas, con las que disparaban sobre los aviones enemigos si llegaban a avistarlos.
Tengo grabada en la mente un bombardeo nocturno - ms bien un amago - con decenas de
reflectores intentando descubrir los aviones rojos, y la localizacin de uno, sobre el que se
concentraron todos los reflectores, y seguidamente todo el fuego antiareo. El pobre,
asediado por todas partes, se vio francamente mal, pero consigui escapar.
En Sevilla, de vez en cuando, apareca el General - ya Generalsimo - Franco. Aunque
era recibido con gran entusiasmo por las multitudes, para los sevillanos el hroe era el
General Queipo de llano. Desde que tom Sevilla - donde las Milicias marxistas tenan sobre
las armas a decenas de miles de milicianos - con algo ms de cuatro o cinco secciones de
legionarios, a base de pasearlos en seis u ocho camiones a toda velocidad por las calles, lo
que daba la impresin de que haba llegado toda la Legin, los sevillanos solo vean por sus
ojos. Si a eso unimos sus famosas y desenfadadas "charlas" todas las noches por Radio
Sevilla - fue el inventor de la guerra psicolgica - el cuadro queda completo. No es ningn
secreto que Franco y l no se tenan mucha simpata. En pblico, Queipo guardaba las
formas, pero en privado se despachaba a gusto. Sola llamar a Franco "Paca la culona", y lo
malo es que Franco lo saba. A pesar de todo, durante la guerra, la sangre no lleg al ro;
incluso, al terminar la contienda, Franco recompens a Queipo de llano con la Cruz Laureada
de San Fernando, la mxima condecoracin del Ejrcito Espaol, y le dio, dentro del Ejrcito,
importantes cargos. Luego se fueron distanciando, y cuando Queipo pas a la reserva - era
bastante mayor que Franco el distanciamiento fue total. Cosas de la poltica.

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MI PRIMER VERANEO
Lleg el verano de 1937, y con l algo indito para m: El "veraneo". En vista de que
en Sevilla, al decir de sus habitantes (un tanto exagerados) durante el mes de agosto se
puede frer un huevo sobre el pavimento de sus calles, mi madre decidi, antes de que
perecisemos achicharrados, liar los brtulos y emprender la marcha sobre alguna de las
pocas playas que "caan" en zona nacional; y as fue como conoc el Puerto de Santa Mara, y
vi por primera vez el mar (o la mar, como dicen los marinos que se debe decir).
Despus de un largusimo y accidentado viaje en tren, en la alegre y ruidosa compaa
de las abigarradas tropas que iban y venan continuamente de un lado para otro, llegamos al
Puerto de Santa Mara y nos alojamos en una fonda llamada "hotel" Loreto. Estaban an muy
lejos los tiempos del seor Fraga, y desde luego aquello no era "El Pez Espada", pero el
ambiente era agradable - muy parecido al que habamos conocido en el Hotel La Paz, de
Sevilla - las comidas aceptables, y el precio mdico: cinco duros pensin completa toda la
familia. Aunque por aquel entonces un duro era un duro, no dejaba de ser barato.
Mi primera visin del mar me dej estupefacto. (Aqu s que ha llovido, pens para mis
adentros). La visin de tanta agua me provoc un imperioso deseo de hacer pip. Una vez
satisfecho tan legtimo deseo hice las preguntas de rigor en un nio de mi edad ante algo tan
incomprensible: Que donde se acababa aquello, que porqu flotaban los bar' cos, siendo tan
grandes y de hierro, que por donde caa Amrica, etc.
Aclarados stos importantes extremos, empec a preocuparme por mi seguridad
personal, pues intu que de un momento a otro como as fue - pretenderan que yo me
metiese en "aquello". Y conste que no me met: Me metieron, no sin ruda oposicin por mi
parte, pues crea llegada mi ltima hora: Sobre todo cuando unas nias mayorcitas, vecinas
de toldo, con aire de sabihondas martimas, sentenciaron que para quitarme el miedo, lo
mejor era darme unas "jogahllas" (ahogadillas), que es como all llamaban al expeditivo
sistema de meter por la fuerza bruta la cabeza de la vctima debajo del agua. Y en efecto, as
lo hicieron, consiguiendo exactamente lo contrario de lo que se proponan, pues el miedo
razonado que yo tena se convirti en terror insuperable. Cuando pude deshacerme de
aquellas energmenas, me alej del agua a una prudencial distancia barbotando insultos, que
solo cedieron ante la aparicin del hombre de las patatas fritas, uno de los mercaderes ms
unnimemente apreciados por la infancia de aquella poca. As, entre las patatas fritas que
me compraron y una ojeada que me permitieron echar a travs de un catalejo que tenan en
un aguaducho cercano, me tranquilic relativamente, pero decid establecer en mi fuero
interno y para el futuro unas relaciones ms bien fras entre el mar y yo.
Aqul verano supuso para m una especie de descanso en mis preocupaciones
poltico-castrenses, pues el Puerto de Santa Mara era la mxima expresin de la retaguardia;
aunque se vean uniformes, como en todas partes, la lejana de los frentes de guerra le
restaba el clima que se respiraba en otras ciudades.
Desde el Puerto de Santa Mara hacamos frecuentes excursiones a Cdiz, en un
barquito - el Adriano III - que atravesaba la baha en poco ms de media hora. En Cdiz vi por
primera vez barcos de guerra, que me causaron una gran impresin, sobre todo un submarino
alemn, atracado en el puerto; tanto es as que inmediatamente requer a mi madre para que
me comprase unas cuartillas y lpices de colores, con objeto de reproducir sobre el terreno
aqul submarino que tanto me haba impresionado.
Aqul verano transcurri tranquilo y feliz para m. Hice lo que hacen todos los nios en
la playa: Castillos de arena, pozos, barreras de arena para detener el agua cuando sube la
marea y tirar puados de arena a diestro y siniestro, con gran disgusto de las personas
mayores, que no comprendan lo entretenido que resulta esto ltimo.
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La vuelta a Sevilla a finales de septiembre trajo consigo una novedad: El ingreso de mi


hermano y yo en el Colegio del Sagrado Corazn, de los Padres Escolapios. A l habamos
de asistir durante los aos que dur la guerra, y que fueron los que permanecimos en Sevilla.
Aqul Colegio ya era ms serio que la Academia de "Canillas", y nos oblig a normalizar
nuestra vida "intelectual". All aprend definitivamente la tabla de multiplicar, que a juzgar por
el empeo que ponan en ello los austeros padres Escolapios debe de constituir uno de los
ms firmes pilares de la Ciencia.
La guerra segua su curso, claramente favorable a las armas nacionales. Todos los
das se ocupaba alguna ciudad importante, y exista la absoluta confianza en el triunfo. Los
rojos se batan en retirada en todos los frentes, con gran valenta - todo hay que decirlo - pero
en medio de una colosal desorganizacin de su Ejrcito, que careca de mandos
profesionales, pues los militares que haban permanecido leales al Gobierno eran mal
mirados por los partidos de izquierdas, y motejados tambin de "fascistas". Ms de uno y de
dos fueron fusilados por denuncias o por capricho de los Comisarios politicos que haba en
todas las unidades del Ejrcito Rojo.
Aqu debo hacer una aclaracin para la gente que no vivi la guerra: Lo de llamar
"rojos" a los rojos, cosa que hacemos los que s la vivimos, no es ningn insulto ni una
denominacin peyorativa; es como ellos se denominaban a s mismos. A mediados de 1937,
ante el desastre en que se haba convertido el Ejrcito de la Repblica, Indalecio Prieto lo
reorganiz, con la ayuda de los asesores del Ejrcito Sovitico que asistan al Gobierno de la
Repblica. Pas a denominarse "Ejrcito Popular de la Repblica", y adopt las divisas del
Ejrcito Sovitico: La estrella roja, los distintivos de mando (se sustituyeron las tradicionales
estrellas doradas de los oficiales por barras horizontales); el saludo militar clsico se sustituy
por llevarse la mano a la gorra con el puo cerrado, etc., as que lo de "Ejrcito Rojo" no son
ganas de enredar, sino de llamar a las cosas por su nombre. Y no digamos nada del
nombramiento de los Comisarios politicos en todas las Unidades del Ejrcito Rojo, para vigilar
el pensamiento politico de los soldados y oficiales, y con un poder omnmodo para fusilar a
cualquier combatiente del que sospechasen "ideas fascistas". Por otra parte, el Socorro Rojo,
organizacin asistencial que funcionaba en la zona roja, no fue bautizado as por sus
enemigos, sino por ellos mismos; as que no se la cojan ahora con papel de fumar. El recurso
a llamar "zona republicana" a lo que era zona roja es un eufemismo como otro cualquiera, que
se ha impuesto a posteriori para quitarle hierro al asunto. Pero los que vivieron aquello saben
de sobra quin mandaba en aquella zona.
Finalmente, ni "Ejrcito Popular" ni historias; con un nombre o con otro, la retirada era
general en todos los frentes. Hasta que un buen da, el uno de abril de 1939 precisamente, el
Cuartel General del Generalisimo dio su ltimo parte de guerra: "En el da de hoy, cautivo y
desarmado el Ejrcito rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus ltimos objetivos
militares. La guerra ha terminado".
El fin de la guerra supuso para nosotros, como para todos los espaoles, la vuelta a la
normalidad, aunque ya condicionada por aquellos tres aos, que haban marcado a sangre y
fuego la vida de toda una generacin, y cuyos efectos haban de alcanzarnos por supuesto a
los que, por nuestra edad, no habamos tomado parte en ella, pero que por ser los herederos
directos de los combatientes bamos a sufrir las consecuencias de la misma.

MADRID. LA POSGUERRA
Terminada la guerra, no por eso se acabaron los problemas. Mi padre, que como
tengo dicho era militar, pero de la Escala de Complemento, solicit su licenciamiento, para
volver a su empleo civil en la Sociedad de Pearroya, la cual ya le haba puesto un plazo de
reincorporacin, pasado el cual procederan a cubrir su puesto de trabajo, Pero el Ejrcito no
estaba por la labor: La 33 Divisin, en la que segua destinado como Capitn, fue trasladada
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al Campo de Gibraltar, pues las cosas con los ingleses no estaban nada claras. As que el
hombre no tuvo ms narices que obedecer y marchar con su Divisin a su nuevo destino.
Afortunadamente lo de los ingleses iba de farol - no s si por parte nuestra o de ellos y no lleg la sangre al ro, consiguiendo mi padre por fin su licenciamiento y su regreso a su
empleo civil en las oficinas de la Direccin de la Sociedad de Pearroya, en PearroyaPueblonuevo. As que abandonamos Sevilla y nos reintegramos a nuestra casa, que
milagrosamente se haba salvado de saqueos, bombardeos y confiscaciones. nicamente
qued en Sevilla mi hermano Diego, como alumno interno en el Colegio de los Escolapios,
pues haba comenzado el Bachillerato, y en nuestro pueblo no haba Instituto ni nada que se
le pareciese donde poder seguir los estudios de ste grado.
Yo, que contaba nueve aos, fui inscrito en un Colegio de monjas francesas que haba
en mi pueblo, donde prosegu mis estudios primarios y aprend algo de francs. Meses
despus, mi padre era nombrado Alcalde y jefe Local de la Falange.
Al terminar aquel curso, mi hermano y yo fuimos enviados a Madrid con nuestra
abuela materna, que al haberse quedado viuda 1' haber pasado mil vicisitudes, decidi
marcharse a Madrid con sus hijas solteras, pues ya no le ataba nada a Pearroya, al haber
muerto ml abuelo al principio de la guerra.
El enviarnos a Madrid fundamentalmente fue para que pudisemos proseguir nuestros
estudios, ante la imposibilidad de hacerlo en el pueblo; as que nos inscribieron en el Colegio
de San Antn, de los Escolapios, situado en la calle Hortaleza, muy cerca de la calle de San
Bartolom, que es el sitio donde viva mi abuela.
El Colegio de San Antn, durante la guerra, haba sido utilizado por los rojos como
prisin; all estuvieron encerrados, como en las crceles de Porlier, Modelo y decenas de
"checas" ms, miles de presos polticos, muchos de los cuales acabaron fusilados en
Paracuellos del Jarama y en otros puntos de ejecuciones, aunque lo de ejecuciones est mal
dicho, pues una ejecucin, en sentido estricto quiere decir que se ha ejecutado una sentencia
de muerte dictada por un Tribunal; y en la zona roja la mayor parte de las "ejecuciones" se
producan mediante el expeditivo sistema de sacar (de ah las famosas "sacas") un nmero
determinado de presos de la crcel, llevarlos en camiones al lugar de la "ejecucin" y all
liquidarlos sin ms ceremonias. En la zona nacional en cambio se guardaban ms las formas,
sin que por ello dejase tambin de ser una barbaridad; generalmente las ejecuciones iban
precedidas de una sentencia, dictada siempre por un Tribunal Militar reunido en Consejo de
Guerra.
Pues bien, los nacionales no iban a ser menos: al terminar la guerra, el Real Colegio
de Escuelas Pas de San Antn - que ese era su nombre completo - sigui estando habilitado,
en parte, para crcel, aunque cambiando los inquilinos: ahora les tocaba estar all a los
presos polticos del otro bando, aunque no deban ser gente muy sealada ni condenada a
penas graves, pues convivan pacficamente con los oficiales de Prisiones en plan bastante
familiar: Recuerdo, en los primeros aos cuarenta, que a veces los de "Primaria" hacamos
gimnasia en el "patio pequeo", por donde se paseaban los presos sin vigilancia armada, de
palique con los oficiales de Prisiones, de los que recuerdo que llevaban un uniforme verde,
parecido al de la Guardia Civil. Hacia 1942, la parte del colegio que estaba destinada a crcel,
fue evacuada por los presos, y recuperada por los padres Escolapios, que la dedicaron a la
seccin de "gratuitos", que, como bien indica su nombre, no pagaban, por ser gente sin
posibles.
Mi adaptacin a la convivencia con mis nuevos compaeros fue dificultosa al principio:
la psicologa de los nios que haban vivido el Madrid rojo era muy distinta a la de los que
procedamos de la zona nacional; por otra parte mi acento andaluz - muy marcado, pues no
en vano estaba recin llegado de Sevilla - provocaba la hilaridad de mis compaeros de
clase, cosa que me irritaba en extremo; a mi vez encontraba ridcula la excesiva
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pronunciacin de la "ese" y de la "jota" de los madrileos. En definitiva, stas diferencias de


apreciacin lingstica provocaban frecuentes rias que me llevaban agotado.
Donde yo aventajaba claramente a mis compaeros era en el terreno cientfico: en
efecto, durante la guerra, en Sevilla, haba seguido normalmente la Enseanza Primaria,
mientras que los nios de Madrid, al parecer, haban estado en su mayora sin acudir a
escuela de clase alguna; por ello mi sapiencia al lado de aquellos ignorantes era
enciclopdica, lo que me situaba, sin esfuerzo por mi parte, en los primeros puestos de la
clase, con lo que compensaba los disgustos que me proporcionaba mi acento meridional.
Haba un dicharacho, que me repetan con gran frecuencia, y que no s porqu me
provocaba una rabia incontenible: "Andaluz, alza la pata y enciende la luz!". Y efectivamente
yo alzaba la pata, pero era para emprenderla a patadas con mis oponentes.
Mis recuerdos del Madrid de los primeros aos cuarenta son tristes y sombros. Sobre
el hecho de estar separado de mis padres, a los que solo vea en vacaciones, el hambre y las
enfermedades, que hacan estragos a mi alrededor, me encogan el nimo. Todo lo que haba
disfrutado en la guerra, lo pagu en stos aos tenebrosos, en que el problema fundamental
era sobrevivir, con la Cartilla de Racionamiento, la "bola" (aquel repugnante pan hecho con
rayos y centellas) y otras porqueras semejantes, que recordarn muy bien los que vivieron
aquella experiencia.
Mi da comenzaba a las siete y media de la maana, hora en que me levantaba para ir
al colegio, tiritando de fro, pues en la casa no haba mas calefaccin que un brasero en el
cuarto de estar, alrededor del cual, en la mesa camilla nos apretujbamos todos los
habitantes de la casa; aquellos inviernos de los aos cuarenta fueron espantosamente fros.
Nevaba con gran frecuencia, y continuamente tenamos las manos llenas de sabaones.
Antes de ir al colegio me mandaban a la "cola" de la leche. En el Madrid de aquellos
aos haba que hacer cola para todo. En eso s haban disciplinado los rojos a la gente, que
guardaba cola con ejemplar resignacin, solo alterada cuando algn listo intentaba colarse.
Una vez conseguida la leche, haba que ponerse en la cola del pan, o sea, de la
"bola", la cual, una vez en poder del consumidor, haba que administrar de forma que durase
todo el da, es decir, para el desayuno, la comida, la merienda y la cena. Esto se consegua
por el simple procedimiento de partirlo en cuatro trozos, cada uno de los cuales equivala en
tamao a un cuarto de naranja. Y ale!; a hartarse de comer!. As estbamos nosotros de
canijos, que cualquier gripe nos pona al borde de la tumba. Ante nuestra "canijez", de vez en
cuando nos ponan una tanda de inyecciones de calcio. Recuerdo que el practicante que nos
las pona, tirando el hombre piedras contra su propio tejado y en un arranque de sinceridad le
deca a mi madre: seora, desengese usted; lo que estos nios necesitan son inyecciones
de jamn.
Haba ya, sin embargo, algunos privilegiados entre mis compaeros de colegio; a la
hora del recreo estos indinos desliaban solemnemente sus bocadillos de pan blanco (De
donde lo sacaran?) con algo dentro y se lo coman solemnemente ante la admiracin de la
mayora silenciosa, que tena que conformarse con su trozo de "bola" o simplemente con
tragar saliva.
Fue por aquel entonces cuando empec a or hablar del "estraperlo", bonito negocio
consistente en acaparar alimentos, comprados en las zonas rurales a bajo precio y burlando
los controles oficiales, o sobornando a los controles oficiales, que de todo hubo en la via del
Seor, y vender luego dichos alimentos a la poblacin hambrienta a precios abusivos, a
travs de intermediarios, en la mayora de los casos pobres mujerucas, - las famosas
estraperlistas - que ofrecan su mercanca en las bocas del Metro o en las cercanas de los
mercados, en voz susurrante: Barras, tengo barras!, o aquello de "Ideales y de noventa!
"referido al tabaco, claro, que tampoco sobraba. De vez en cuando la Polica las detena, les
confiscaba la mercanca y las encerraba unos das; pero la investigacin no iba ms all, y
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quedaban en la sombra los verdaderos y misteriosos beneficiarios del negocio, que deba ser
de los que dejan el mil por cien de beneficio neto, y creo que no peco de exagerado. En
aquella poca, en que un funcionario de tipo medio cobraba sus buenas quinientas pesetas
mensuales, una barra de pan de 200 gramos, en el mercado negro, costaba cinco pesetas.
Claro que el negocio exiga el pago de los intermediarios, y evidentemente tena sus riesgos;
pero deba merecer la pena, a juzgar por como se extendi por todo el territorio nacional.
Por supuesto el estraperlo abarcaba todo gnero de mercancas, desde el pan hasta
los neumticos de automvil; pero incida fundamentalmente en los artculos de alimentacin,
y de stos, en los de primera necesidad: Aceite, leche, pan, azcar, etc. No digo carne porque
carne, lo que se dice carne, no recuerdo haberla probado en aquellos aos. Debe ser que se
haban terminado los bichos y no haba nada que rascar. nicamente recuerdo haber comido
con alguna frecuencia carne de caballo en conserva, que nos enviaban los alemanes - a
pesar de estar enredados en su propia guerra - y que por cierto estaba bastante buena. Saba
a algo as como el jamn de York enlatado.
La leche si que era un buen negocio. No haca falta venderla de estraperlo. apara
qu?. Teniendo un buen grifo de agua fresca, de cada litro extrado de una famlica vaca
criada en establo urbano, salian tres cuatro o cinco litros de "cosa" blanquecina. Los precios
variaban, segn el grado de transparencia del liquido: si se quera beber algo que recordase
el sabor de la leche, haba que pagarlo a precio de oro, despus de hacer la correspondiente
cola en la lechera.
El caf tambin era objeto de mltiples manipulaciones: Lo que se venda como tal era
un mezcla de malta, achicoria y cuernos del demonio, que saba lgicamente a todo menos a
caf. El azcar blanco escaseaba muchsimo; lo que ms se consuma era una especie de
azcar moreno de color "achocolatado", que endulzaba poco y que pringaba mucho, pues lo
vendan completamente mojado.
El tabaco, aunque para m no constitua problema, pues dada mi edad no fumaba,
tambin tena su historia: como todo lo dems, estaba racionado, pero como la racin era
escassima, los fumadores tenan tambin que caer en las garras de las estraperlistas, que
les sacaban los ojos por un msero paquete de Ideales. Era tal la escasez de tabaco y
constitua tal negocio su venta en el mercado negro, que apareci un nuevo y brillante oficio:
el colillero. El colillero, que se reclutaba entre personas de todas las edades, pero
preferentemente entre nios y ancianos, era un sujeto que caminaba por las calles cabizbajo,
pero no porque estuviese triste, sino para descubrir colillas de cigarrillos, que recoga y
guardaba en un bote vaco de conservas que llevaba al efecto. Algunos, bien porque les
molestaba agacharse a por las colillas, bien porque haban decidido mecanizarse, llevaban un
palo con un alfiler en la punta, y con un habilidoso movimiento pinchaban la colilla y la
introducan en el bote.
Haba algunos especialistas que trabajaban preferentemente en las estaciones del
Metro, recogiendo las colillas de los andenes, que solan estar menos apuradas que las de la
calle, ya que, al estar "prohibido fumar en el interior de los coches", los viajeros se vean en la
necesidad de tirar los cigarrillos antes de subir al tren. Claro que algunos tacaos los
apagaban, para volver a encenderlos cuando bajaban. stos especialistas del Metro
ejercitaban una variedad francamente emocionante: consista en pescar, materialmente
hablando, las colillas que los viajeros arrojaban a la caja de la va, para lo cual se servan de
un hilo fuerte o bramante de un par de metros de largo, en cuyo extremo, a guisa de anzuelo,
ataban una piedrecita u otro objeto relativamente pesado, impregnado de una sustancia
peguntosa. Con extraordinaria habilidad hacan oscilar dicho anzuelo, dando pasadas sobre
la colilla, hasta que conseguan que se adhiriese al mismo.
Pues bien, todo ste tabaco de segunda chupada, por as decirlo, una vez
desmenuzadas las colillas, era revendido bajo el genrico nombre de "picadura". Y tan
picadura! A ms de cuatro le picara el "bacilo de Koch" gracias a ste magnfico vehculo de
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contagio, ya que dicho animalejo anidaba por aqul entonces en un gran porcentaje de la
poblacin.
Mi inquietud poltica en aquellos aos segua vinculada a la Organizacin juvenil de mi
pueblo, a cuyas actividades me incorporaba en vacaciones de Navidad, Semana Santa y
verano. En Madrid me limitaba a chulearme ante mis condiscpulos de pertenecer a una
Organizacin juvenil incontaminada, y de ser falangista desde 1936 - de cuando an no se
saba quien iba a ganar la guerra - y no como ellos, que se haban apuntado a "los trenes
baratos" de 1939.

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


El comienzo de la Segunda Guerra Mundial el uno de septiembre de 1939, con la
entrada de los alemanes en Polonia, tengo que reconocer que me llen de jbilo: de una
parte presenta que se iban a repetir los aos de jolgorio que para mi infancia haba supuesto
la guerra de Espaa, y de otra parte el ver a los alemanes nuevamente en accin,
merendndose a la Europa que tan activamente haba ayudado a los rojos, me entusiasmaba.
Por supuesto la propaganda oficial del Rgimen, sobre todo cuando Francia e
Inglaterra declararon la guerra al III Reich, se volc a favor de ste. En los cines solo se vean
noticiarios UFA, y toda la prensa y la radio, sin excepcin, apoyaba la causa de Alemania.
Todo eran recuerdos para la Legin Cndor y protestas de desenfrenado amor al Nacionalsocialismo y al Fhrer, que se manifestaba a travs de una enorme proliferacin de cruces
gamadas en la solapa de miles de espaoles.
Es preciso decir, y es de justicia, que en aquellos aos de hambre de nuestra
posguerra el nico pas que nos envi - a pesar de estar enredado en su propia guerra alimentos, medicinas y todo gnero de ayuda, fue Alemania, mientras que los pases
democrticos solo nos obsequiaban con coces en la boca de nuestros vacos estmagos, y
con insultos y amenazas, que recuerdo muy bien, a travs de las emisiones en espaol de la
BBC de Londres; por todo ello era lgico que una gran parte de los espaoles simpatizase
con la causa de Alemania: entre ellos estaba yo, por supuesto, que en cuanto dispona de dos
pesetas me compraba las revistas SIGNAL o ADLER, que se editaban en espaol y que
traan magnficos reportajes y fotografas de la guerra.
Cuando en 1941 las tropas alemanas entraron en Rusia, el entusiasmo creci
enormemente. No en vano Rusia - la URSS, para ser ms exactos - haba apoyado
incondicionalmente al Gobierno rojo durante la guerra civil, y segua enredando con su ayuda
a los grupos comunistas que, en la clandestinidad, se oponan al Rgimen. Desde luego
tambin influa en la euforia germanfila el eficacsimo aparato de propaganda de Goebbels,
pero es lo cierto que incluso sin dicho aparato la gran mayora de los espaoles se
manifestaba a favor del Eje, y desde luego la lnea oficial del Rgimen iba por los mismos
senderos. Recuerdo perfectamente que la aparicin de Hitler en la pantalla de los cines al
proyectarse algn noticiario UFA era acogida siempre con grandes aplausos; y no creo que
en todos los cines hubiese agentes de la Gestapo o espas alemanes para hacer de "claque".
Era sencillamente que la figura de Adolfo Hitler tena algo que, aunque no entendisemos ni
jota de lo que deca, despertaba un entusiasmo delirante. No s si esto era o no sensato: Me
limito a constatar un hecho que pude presenciar multitud de veces en los cines de Madrid.
Todo este entusiasmo por la causa alemana fue, supongo que sabiamente, encauzado
al reclutamiento de la Divisin Azul o Divisin Espaola de Voluntarios, que es como
oficialmente se llamaba sta Unidad en la terminologa militar. Lo de "Azul" fue debido a que
una gran mayora de sus integrantes eran falangistas; el trmino hizo fortuna, y
definitivamente es as como se la conoci y como ha pasado a la posteridad. La formacin de
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la Divisin Azul dio ocasin a que los que adems de entusiasmo estaban dispuestos a poner
la carne en el asador, la pusieran.
Si en algn momento de mi vida he deseado tener diez aos ms, ese momento fue
en el verano de 1941: Se me iban los ojos detrs de los flamantes voluntarios, de uniforme
caqui con camisa azul y boina roja. Pero por suerte o por desgracia para m no admitan
soldaditos de diez aos, as que me tuve que conformar con seguir aplaudiendo en los cines.
Mi regocijo era continuo durante aquellos primeros aos de la guerra: Todos los
ejrcitos europeos sucumban ante las divisiones alemanas, que se paseaban a sus anchas
por Europa. La conviccin de que la guerra estaba ganada haba hecho presa en la
conciencia del pas; por eso, cuando el asunto cambi de signo, el chaqueteo nacional fue
ms aparatoso y vergonzante.
El primer disgusto nos lo llevamos con lo de Stalingrado. Aunque la propaganda
alemana ocult cuanto pudo el desastre, o lo minimiz, para evitar "espantadas" prematuras,
los entendidos empezaron a decir que ya no estaba tan clara la victoria alemana. No obstante
ello, y hasta el desembarco aliado en el norte de frica, casi nadie crea en la derrota de
Alemania; pero la duda empez a atenazarnos cuando Italia hizo el nmero increble pero
cierto de pasarse limpiamente (es un decir) al enemigo. Y no digamos cuando los americanos
pusieron pi en Normanda: Aqu empezaron las "madres mas", y la desbandada tom
caracteres de estampa. Desaparecieron de las solapas hispanas las svsticas - recuerdo un
emblema que consista en una "V" de "Victoria" en esmalte rojo en cuyo ngulo interior iba
una cru2 gamada en esmalte negro, que proliferaba como los hongos - y, aunque todava
tmidamente comenzaron a verse emblemas de solapa con la bandera norteamericana.
Sin embargo, los leales seguamos "erre que erre", leyendo "UNUS" (Vctor de La
Serna), que todos los das en el diario INFORMACIONES nos reforzaba la moral,
hablndonos de las famosas "armas secretas" (la NV-1 y la V-2), con las que bamos a
remontar todos los contratiempos, volviendo a cambiar el signo de la guerra.

Cuando en 1944 regresaron los ltimos voluntarios de la Divisin Azul, que haban
permanecido en el frente ruso bajo el nombre de Legin Azul, e recibimiento no fue el
entusiasta y multitudinario que haba acogida a la primera expedicin cuando volvi.
En mi mente de trece aos, ya polticamente ms desarrollada, comenz a fraguarse
la sospecha de que el cambio de chaqueta es una costumbre muy extendida, que no cabe
atribuir en exclusiva a los italianos, aunque stos sean especialmente proclives al mismo; el
ejemplo lo tena a mi alrededor, en el deprimente espectculo nacional: las hasta entonces
multitudinarias concentraciones de FET y de las JONS - se dice que en los aos eufricos
lleg a haber dos millones de militantes del Partido, sin contar los adheridos - quedaron
reducidas a modestas formaciones, compuestas por esas pocas personas que anteponen la
lealtad a sus Ideales al miedo cerval y a la asquerosa costumbre de acudir solicitarnente en
socorro del vencedor.

EL FINAL DE LA II GUERRA MUNDIAL


El aldabonazo que a m me hizo pasar de la infancia poltica y de una relativa
inactividad a la militancia y al activismo - que llegara a ser desenfrenado - fue el asesinato de
dos falangistas: Mora y Lara, perpetrado por un grupo terrorista, que entr en la jefatura de
Falange del distrito de Chamber y mat de sendos tiros en la nuca al conserje y a otro
camarada que estaba con l - los nicos que en aquel momento permanecan en el local - 35 -

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dndose a la fuga tras tan "heroica" accin. Aquel da decid que una de aquellas bajas tena
que cubrirla yo, por lo que me present en el Distrito Centro, que es el que me corresponda,
y que estaba situado en la calle de San Lorenzo nmero 15, muy cerca de mi Colegio. All
solicit el traslado de mi ficha al Frente de juventudes de Madrid, y como, dada la
desbandada que se acusaba incluso en sta Organizacin mi caso era inslito, todo fue fcil,
e inmediatamente qued encuadrado en la Centuria de Cadetes "Batalla de Trafalgar".
Nuevamente dentro de un uniforme, me senta como "pez en el agua". Aunque el
uniforme del Frente de juventudes era menos marcial que el de los antiguos Flechas y el de la
O J., pues en l haba sido sustituido el gorro negro de corte militar por la boina roja, y haban
desaparecido las trinchas del correaje, no por ello estaba yo menos ufano; los domingos en
que haba formacin y los das de concentraciones, desfiles o actos polticos, me pavoneaba
por las calles de Madrid, todo feliz con mis botas de tachuelas resonando en los adoquines.
Fue por aquel entonces, de la mano del Frente de juventudes, cuando, como tantos
chicos madrileos, descubr la Sierra de Guadarrama y la nieve. Los domingos de invierno
haba "marcha": Nos encaminbamos con nuestros equipos de nieve ms bien pobretones
(Aquellas ataduras de muelle "Candanch"!) al puerto de Navacerrada, donde llegbamos
exhaustos, pues nuestras posibilidades no nos permitan nada ms que pagar el billete de
tercera clase Madrid-Cercedilla y regreso en los trenes de cercanas. Desde Cercedilla al
puerto subamos a golpe de calcetn. Para consolarnos, a los que suban en el tranva (el
funicular, para nosotros) les llambamos capitalistas y burgueses. El asunto no era para
menos: Disponan de once pesetas para pagar el trayecto desde Cercedilla al puerto.
Nosotros sin embargo subamos a pie, con el "celta" y los esqus a la espalda, por el Calvario
(Que bien puesto est ese nombre!) hasta la Fuente de los Gelogos, y desde all por la
carretera hasta el puerto. Si en el puerto no haba nieve suficiente, no por ello nos
arredrbamos: Seguamos subiendo - siempre a bordo de nuestros calcetines, por supuesto por la vaguada artificial de El Cable, hasta la Bola del Mundo y las Cabezas de Hierro. Una
vez all nos calzbamos los esqus y estbamos dndonos coscorrones hasta las cuatro de la
tarde, en que bajbamos al puerto a comer en el albergue juvenil "Franco", bien de lo que
llevbamos en el "celta" o bien del rancho del albergue, donde por el mdico precio de peseta
y media nos servan un abundante plato de judas con tropezones, bajo la vigilante mirada de
Aurelio Garca, el eficientsimo jefe del albergue.
Finalizaba por aquel entonces el ao 1944 - yo acababa de cumplir catorce aos - y la
segunda guerra mundial, con la victoria claramente inclinada del lado Aliado se aproximaba a
su fin. No obstante y como he relatado antes, las derrotas de las tropas alemanas, salvo la de
Stalingrado, no eran estruendosas. Los Generales alemanes eran muy habilidosos y aunque
perdan terreno conseguan casi siempre salvar el grueso de sus ejrcitos de grandes
desastres. Pero la casi total falta de combustible - con la prdida de los yacimientos de
petrleo de Rumana y los continuos bombardeos masivos de los Anglo-americanos sobre las
refineras alemanas - tenan prcticamente inactiva a la Luftwafe y sin gasolina a las
divisiones acorazadas.
No obstante y como ya he dicho, las derrotas de las tropas alemanas llegaban a
Espaa con sordina. Todava se confiaba en las famosas armas secretas de Hitler (aunque ya
estaban en uso las V-1 y V-2 de Von Braum y algunos cazas con motor a reaccin en periodo
experimental) y se esperaba que de pronto surgiese el milagro que hiciera cambiar de signo
otra vez la guerra.
La ofensiva de las Ardenas, desencadenada por los alemanes, que concentraron en la
zona lo mejor que quedaba de las SS Panzer Divisionen y los Comandos del Coronel
Skorzeny a punto estuvo de devolver a los norteamericanos al mar; pero tras unos das de
impetuoso avance y de hacer correr a las tropas aliadas en una confusa retirada, el ataque
fue perdiendo fuelle por falta de apoyo logstico y areo, y sobre todo, de combustible para los
carros de combate de las fuerzas acorazadas, y termin diluyndose ante la inmensa

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superioridad de medios que los norteamericanos llevaron rpidamente al teatro de


operaciones.
La brillante ofensiva alemana consigui que volviese a renacer momentneamente la
esperanza; pero ya era irreversible la victoria aliada.
El da en que a travs de Radio Berln en su emisin en espaol dieron la noticia de la
muerte de Adolfo Hitler en el bunker del Reichstag, frente a las tropas rusas, se me cayeron
todos los palos del sombrajo. Aquello se acababa sin remedio. Mi cabreo no tena lmites, as
que decid hacer algo.
Como primera providencia me fui, junto con varios amigos tan germanfilos como yo, a
la embajada alemana, donde se haban formado grandes colas - no todo iba a ser chaqueteo
- para firmar en los pliegos de psame que la representacin diplomtica germana haba
colocado en el vestbulo del edificio. Una vez que firm con mi nombre, dos apellidos y
domicilio, (no era yo chulo ni nada!) me cuadr y salud brazo en alto ante el gran retrato del
Fhrer que, bajo una gran bandera alemana rodeada de crespones negros, presida el hall de
la embajada.
Desde all nos fuimos, llenos de ardor combativo, a la embajada britnica, en la calle
Fernando el Santo, donde a esas horas se estaba celebrando una recepcin, probablemente
para festejar la inminente victoria aliada. All, tambin en el hall, los britnicos haban
colocado sobre varias mesas montones de hojas impresas a multicopista, en espaol, en las
cuales los britnicos relataban la muerte de Hitler, con el cachondeo que es de suponer. (Por
cierto, en el relato no se hablaba de suicidio: se deca que haba muerto como consecuencia
del bombardeo de la artillera sovitica sobre el bunker de la Cancillera. La historia del
suicidio, Eva Braum, etc., vino despus de terminar la guerra.) Presas de la indignacin, y
ante la mirada flemtica de unos ordenanzas inalterables, cogimos varios puados de
aquellas hojas, que rompimos ostensiblemente ante la puerta de la embajada. Despus nos
dedicamos a arrancar las banderitas britnicas de los coches de la representacin
diplomtica, estacionados frente al edificio. Tras sta accin blica contra el Imperio Britnico,
nos fuimos al Colegio Alemn, Donde tena su sede la Seccin, en Espaa, de la
Hitlerjugend. All, un muchacho algo mayor que nosotros, con gesto compungido y lgrimas
en los ojos estaba arriando la bandera de Alemania que ondeaba en un gran mstil en el
jardn. Le dijimos que queramos irnos voluntarios a luchar contra los rusos, que estaban a
punto de entrar en Berlin (veamos los noticiarios alemanes y estbamos soliviantados al ver
a los chavales de las Juventudes Hitlerianas, de nuestra edad, combatir contra los carros
rusos con granadas de mano y con los famosos "panzerfaust"; lo que hoy llamaramos
lanzagranadas). El chico nos dijo que ya todo era intil, y tras doblar cuidadosamente la
bandera, se despidi de nosotros y entr en el edificio. Ah se termin mi voluntarioso intento
de intervenir en la Segunda Guerra Mundial. La verdad es que Franco haba dicho, en
momentos de euforia y cuando an "ganbamos los alemanes", que si los ejrcitos soviticos
llegaban algn da a las puertas de Berln, se encontraran "un milln de pechos espaoles
defendiendo a Europa del Comunismo". La cruda realidad vino a demostrar que nunca se
debe ir "de farol", por si luego hay que tragarse las bravatas.
Ya desde finales de 1943 y principios de 1944, las facilidades que se daban a los
submarinos alemanes para abastecerse en puertos espaoles, y a los aviones de la Luftwafe
para aterrizar y repostar en bases espaolas, fueron reducindose poco a poco, y se
empezaron a dar las mismas facilidades a los americanos. Cosas de la politica pragmtica de
Don Francisco, que no se casaba con nadie, excepto con Doa Carmen. Lo del "milln de
pechos espaoles etc" solo se haba hecho realidad con la Divisin Azul, que se dej en
Rusia cinco mil muertos y mil quinientos prisioneros, de los que regresaran vivos solo unos
centenares, tras diez u once aos de dursimo cautiverio en los campos de concentracin
soviticos. (Es cierto que la promesa de Franco se cumpli en mnima parte, aunque sin
contar con l, e incluso contra sus rdenes, y reducida a dos Compaas: La SS Freiwilligen
Kompanie 101 y la SS Freiwilligen Kompanie 102, de antiguos integrantes de la Divisin Azul
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y de la posterior Legin Azul, que al menos salvaron el honor del Ejrcito Espaol, negndose
a regresar cuando regres la Legin, y combatiendo junto a los alemanes en Berlin hasta el
ltimo momento. Los supervivientes fueron hechos prisioneros por los rusos e internados en
campos de concentracin, de los que regresaron, con el resto de prisioneros de la Divisin los pocos que quedaron vivos - al cabo de once aos).
Quince o veinte das despus, a mediados de mayo de 1945 acababa la SGM. A partir
de ah, los "buenos" dejaron de serlo, para pasar a ser los "malos". Y de qu manera. En
1945 se instal en la Historia Universal una interpretacin maniquea de la misma, con una
serie de axiomas indiscutibles que han pasado a las generaciones posteriores sin posibilidad
alguna de contradiccin. Y ay de ti si te atreves a contradecirlos! Puedes ser procesado,
condenado y encarcelado en nombre de la libertad, si intentas ejercer una de las libertades
fundamentales: La de expresin. sta solo la pueden ejercer los vencedores. Nada nuevo
sobre la faz de la Tierra: La Historia, esa vieja prostituta, siempre la escriben los vencedores.
Vae victis! ("Ay de los vencidos!", para los que no estudiaron latn).

EL COLEGIO Y EL FRENTE DE JUVENTUDES


Mi vida transcurra entre el Colegio y el "Distrito", como llambamos, para abreviar, al
Centro poltico donde desarrollaba sus actividades mi Centuria del Frente de juventudes.
Ambas cosas: Colegio y Distrito, estaban muy cerca: El Colegio en el nmero 65 de la calle
Hortaleza, y el Distrito en el 15 de San Lorenzo, una bocacalle de Hortaleza muy cercana.
sta proximidad facilitaba mi tracamundeo poltico-escolar sin necesidad de grandes
desplazamientos; cuando sala del Colegio a las seis y media de la tarde (si no estaba
castigado), sola darme una vuelta por el Distrito, en el cual cada Centuria tena un pequeo
despacho y una sala de reuniones y de juegos.
En el Colegio, mi rendimiento escolar, que haba sido muy brillante en los primeros
cursos del bachillerato, se estacion en el tercer y cuarto curso, donde me instal en una
mediana que ni f ni f4. Mi conducta era bastante mala: Era inquieto y rebelde, y no
soportaba las injusticias, o lo que yo calificaba como injusticias. Con stas Cualidades llovan
sobre m coscorrones sin cuento, que no me haca mucha mella; por el contrario, me
animaban a la sublevacin Y al potreo de aquellos adustos clrigos, que resolvan los casos
como el mo por la va rpida del guantazo, o bien por los castigos escritos. Recuerdo haber
escrito - no s con motivo de qu barrabasada - cuatrocientas veces, en latn y en castellano,
el primer captulo de la Guerra de las Galias. Me enter a base de bien que "omnia Galia est
divisa in partes tres".
Bien es verdad que entre los profesores - la mayora paisanos, pues los rojos durante
la guerra haban hecho una buena escabechina entre el Clero de Madrid - haba algunos muy
buenos. Mi profesor de literatura en cuarto curso, el Padre Olea, era uno de ellos. Magnifico
pedagogo, consigui de unas pequeas acmilas como nosotros que nos interesramos por
la Literatura Espaola y Universal. Y aqu tengo que desmentir esas falsedades propagadas
por cuatro cretinos que afirman que Lorca, Machado, etc., durante el Rgimen de Franco
estuvieron "prohibidos", pues concretamente el bueno del Padre Olea nos oblig a sus
alumnos a comprar "El Romancero Gitano", de Federico Garca Lorca, y a estudiarlo durante
el curso. Yo lo compr en una librera - ya desaparecida - que estaba situada en la calle de la
Princesa, entre Altamirano y Benito Gutierrez. El libro en cuestin, una edicin argentina,
llevaba en la portada una navaja entreabierta, dibujada sobre fondo azul, y estaba en el
centro del escaparate, sin que "la Polica franquista" detuviese al librero por semejante
crimen. Y eso que estbamos en 1944, es decir, en todo el apogeo del Rgimen "represor de
la Cultura".
Tambin tengo que decir, en honor a la verdad, que lo que ms nos gustaba a los
prematuros viejos verdes que ramos mis compaeros y yo, del "Romancero", era el romance
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de "la casada infiel" (Y que yo me la llev al ro creyendo que era soltera, pero tena "maro").
El Padre Olea, aunque era muy liberal, intentaba pasar sobre el tema como sobre ascuas,
para evitar los "pensamientos pecaminosos" que nos evocaban, con gran regocijo, los versos
de Lorca.
La verdad es que, visto a distancia, no les faltaba razn a los curas aquellos para
maltratarnos, porque ramos unos brbaros. En una ocasin, para demostrar nuestro amor a la vez que nuestra fuerza - a Blanquita, una nia pizpireta que nos haca cucamonas desde
un balcn, y a la que ambamos apasionadamente todos los alumnos de cuarto curso,
tiramos por una ventana un banco de tres metros de largo, tras coger carrerilla por el pasillo.
El banco atraves volando la calle Farmacia y cay, afortunadamente sin causar desgracias
personales, en un solar situado enfrente del Colegio. El estrpito alert al Padre Samuel,
Prefecto de Estudios, al que temamos por su mirada glacial y sus impresionantes bofetones.
Sin embargo y a pesar de sus minuciosas investigaciones e interrogatorios, no pudo sacar
nada en limpio, y los autores del lanzamiento quedamos en el anonimato. (Los chivatos
estaban muy mal vistos, y cuando eran descubiertos sufran duros castigos a manos del
pueblo.)
En mi Centuria del Frente de Juventudes mi actitud era muy distinta: Disciplinado,
entusiasta y cumplidor, no perda reunin de Centuria - que era semanal - ni actividad de
clase alguna. Las reuniones consistan en una charla de formacin politica, a cargo del
Asesor de dicha actividad, Jos Luis Rubio Cordn, y otra charla de formacin religiosa, que
nos daba un cura de pelo cano, cuyo nombre no recuerdo, y que solia insistir en el Sexto
Mandamiento y en los peligros de la carne.
Las actividades al aire libre solan ser las marchas - generalmente a la Sierra - y las
formaciones y desfiles en los numerosos das en que se conmemoraba algo: Da de los
Cados, Da del Caudillo, Da de la Victoria, etc.
Compartan con nosotros la primera planta del Distrito las centurias Batalla de Brunete,
de Flechas, y Batalla de Lepanto, de Cadetes y Guas; sta ltima la mandaba Rafael Sainz,
y tena como asesor religioso nada menos que al jesuita Jos Mara de Llanos, el famoso
Padre Llanos. Este cura con el que ms tarde, en mi etapa "seusta" volvera a encontrarme,
provocaba entre la muchachada autnticos arrebatos msticos, hasta el punto de que en un
campamento volante con la Centuria Lepanto consigui alrededor de treinta vocaciones para
el Seminario de los Jesuitas. En aquella etapa de su vida, el Padre Llanos era enrgico,
dominador y apocaliptico; con su sotana al viento y el brazalete de las Falanges Juveniles,
hablaba con gran fuerza y conviccin, y desde luego no se le notaba nada - como a tantos
otros - que algn da cambiara de bando politico. No me atrevo a juzgarlo (no juzguis y no
seris juzgados), pero s he de decir que su cambio de chaqueta me caus en su da una
gran decepcin, como la de otros muchos, que durante aquellos largos aos nos
adoctrinaron, nos entusiasmaron nos galvanizaron y nos prepararon para la hermosa tarea decan ellos - de construir la gran Espaa que preconizaban en sus discursos, ensayos,
revistas y sesudos libros doctrinales, y que, cuando las cosas han venido mal dadas, se han
apresurado a "descargar sus conciencias" y han dado un giro de ciento ochenta grados,
embutindose en nuevas chaquetas politicas. stas cadas del caballo como la de Saulo
camino de Damasco, que en muchos casos no dudo que sean sinceras - repito que no juzgo
para no ser juzgado - a m me parecen, as a bote pronto, raras. Pero en fin, las respeto. All
cada cual con su conciencia, descargada o no.
El Frente de Juventudes, y ms concretamente las Falanges Juveniles de Franco, que
eran las unidades voluntarias (al FJ pertenecan por Ley todos los jvenes hasta los 21 aos,
pero sta pertenencia no les obligaba absolutamente a nada. En todo caso les daba derecho
a asistir voluntariamente a los Campamentos de verano o Albergues de invierno en los turnos
para Escolares o Aprendices) en que nos encuadrbamos un escaso porcentaje - algo as
como el dos por ciento - de la juventud espaola, jug segn mi opinin un importantsimo

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papel en la consolidacin del Rgimen. (No en vano Franco repeta machaconamente que el
Frente de Juventudes era "la obra predilecta del Rgimen".)
Cuando la derrota de Alemania nos puso contra la pared, la moral nacional peg un
bajn de padre y muy seor mo. La quema domiciliaria de camisas azules y carnets de
afiliados y adheridos al Partido proliferaba de forma alarmante. Las masas falangistas de las
primeras concentraciones de la posguerra se redujeron a esculidas formaciones, como he
relatado antes, y cada mochuelo intentaba volver a su olivo. Los rojos arrepentidos que se
haban "apuntado a Falange" para camuflarse, empezaban a rebuscar en sus bales los
viejos carnets de la UGT, de la FAI-CNT, etc., por si haba que revalidarlos. La burguesa
espaola, tan exquisita, se "borraba de Falange" tambin, so pretexto de que all "se haba
metido mucho rojo". Y no solo se borraban ellos, sino que impedan a sus hijos la militancia
en las Falanges juveniles, con diversas excusas. Era frecuente or a la gente de derechas
criticar a la Falange porque era "atea". Se ve que no haban estado nunca en un
Campamento del FJ, en los que era reglamentaria la presencia, como Mando, de un
Capelln, el cual diriga espiritualmente a los acampados, deca Misa, presida el Rosario,
confesaba, etc.; as que no s yo de qu clase de atesmo nos acusaban. Lo del "atesmo" de
la Falange - para la Derecha - vena de antiguo: No les gustaba el Punto de la Falange en el
que se deca que en el futuro Estado "La Iglesia y el Estado concordaran sus competencias,
sin que se admitiesen intromisiones que menoscabasen la dignidad del mismo". Terrorfica
declaracin de atesmo, como puede verse.
Otra de las razones que aduca la burguesa para alejar a sus hijos del FJ era que en
dicha Organizacin haba mucho "hijo de obrero", y claro, podan aprender palabras
malsonantes, pues ya se sabe que el personal es muy mal hablado.
La realidad es que las Falanges juveniles fueron una autntica comunidad al servicio
de la Nacin. Los que militbamos en ellas carecamos de prejuicios sociales y convivamos
con absoluta camaradera, sin preguntarle a nadie su procedencia social, que se nos daba
una higa, ni quin era o qu era el padre de cada cual.
Bajo las lonas de los Campamentos se produjo, ya desde los aos 40, el hermoso
milagro de que nos cobijsemos como hermanos los hijos de los vencedores y los de los
vencidos; y eso fue treinta aos antes de que se anunciase la tan cacareada "reconciliacin
nacional", que desde que se ha proclamado oficialmente no paramos J' patearnos los
"congojos" unos a otros como verdaderos energmenos'

EL MAQUIS
A las Falanges juveniles correspondi la misin de levantar la moral de los espaoles,
quebrantada por el hambre, el cerco internacional y, en los campos, por el terrorismo rural
desencadenado por el mal llamado "Maquis"; esta denominacin se populariz muy tarde, por
mimetismo con la Resistencia francesa contra la ocupacin alemana, cosa que tena poco
que ver con las actividades de nuestros presuntos "maquis", los cuales se llevaban los
corderos, los chorizos y los jamones que los campesinos tenan en sus cortijos y caseros, so
pretexto de "la lucha contra el Fascismo". En los aos cuarenta se les llamaba "los rojos de la
Sierra", pues en un principio las partidas eran restos del Ejrcito vencido, que se refugiaron
en zonas montaosas, viviendo sobre el terreno. Con el tiempo, aquello fue degenerando, y
acab convirtindose en grupos , generalmente pequeos, cuyos integrantes muchas veces
vivan en los pueblos y que de vez en cuando salan "de correra".
Las grandes "hazaas blicas" de estas partidas pueden resumirse en algunos
destrozos en vas frreas - que nunca provocaron ningn gran desastre ferroviario - y algunos
asesinatos en pueblos perdidos, con ms ribetes de venganzas personales que de "acciones
militares", como ahora pretenden los inventores de una guerrilla que nunca existi, y que
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desde luego nunca inquiet al Rgimen demasiado. En los primeros aos de la posguerra,
cuando estas partidas tenan alguna importancia numrica, se llegaron a utilizar para su
eliminacin algunas Banderas de la Legin. Posteriormente, y al disminuir su nmero e
importancia, sta misin le fue confiada a la Guardia Civil exclusivamente, que con la eficacia
que le caracteriza, acab resolviendo el problema por el sistema de las "contrapartidas":
Grupos de Guardias Civiles vestidos como los "maquis" y armados, que se "echaban al
monte" como si fuesen tambin maquis, para darles confianza a stos, y que en vez de
confianza les daban "pasaporte" en cuanto se los encontraban. Naturalmente, la Guardia Civil
tambin tuvo sus bajas, pues en esta clase de confrontaciones todo el mundo tira a dar.
La actuacin del Maquis, aunque de escasa importancia real, si consigui crear
bastante inquietud en los campos y en los pueblos aislados; los campesinos se resistan a
vivir en zonas aisladas, sobre todo en las serranas, que es donde ms actuaban stas
partidas; y no digamos los propietarios de grandes fincas, de los que algunos pagaron con su
vida por atreverse a visitarlas.
Fue entonces cuando se puso en marcha una campaa a escala nacional de
Campamentos "volantes" del Frente de Juventudes. Aquello consista en la organizacin de
marchas, generalmente integradas por una Centuria, que durante el verano y en turnos de
veinte das recorran zonas rurales, montaosas preferentemente, acampando sobre el
terreno, en las cercanas de pueblos y aldeas. All se conviva con los habitantes de la zona,
estableciendo lazos de amistad y camaradera con ellos, especialmente con los jvenes. Las
carreteras - haba en aquellos aos una escassima circulacin de vehculos - los caminos y
los senderos de Espaa se llenaban de Centurias de Flechas y Cadetes, con lo que entre
otras cosas se consegua que en los campos, en los pueblos y en las aldeas de todo el pas
se recuperase poco a poco la confianza y se fuese perdiendo el miedo al "Maquis", pues era
evidente que con tanto chaval suelto por los cerros, no deba ser tan peligroso el asunto.
Por otro lado los Campamentos Volantes o Marchas por etapas eran una autntica
escuela de hombra y formacin en todos los rdenes. Alli todo consista en superar
dificultades: el cansancio, el hambre, el fro por la noche y el calor por el da, y todas los
inconvenientes que comporta la vida al aire libre bajo una disciplina aceptada
voluntariamente, pero que a veces haba que imponer con energa.
Las marchas, a veces agotadoras, ponan a prueba la resistencia fsica y moral de los
chicos; con el "celta" a la espalda devorbamos etapas de decenas de kilmetros sin
rechistar. En estas circunstancias y ante las dificultades, afloraban las mejores virtudes del
ser humano y - por qu no decirlo - tambin sus peores defectos. Era edificante ver como, por
ejemplo, durante la marcha bajo el sol abrasador, con los veinte o veinticinco kilos del "celta"
encima, si algn flecha ms dbil o flacucho empezaba a renquear, rezagndose en la
formacin de dos hileras que flanqueaban la carretera, siempre haba un camarada que sin
decir nada a nadie, se rezagaba tambin, y desembarazndole del morral, cargaba con el
propio y con el ajeno. Estos gestos de autntica generosidad contrastaban a veces con
algunos otros - escasos desde luego - de egosmo, que solian manifestarse en materia de
alimentacin; algunos desaprensivos asaltaban la tienda de campaa del Intendente y
dejaban sin merienda al "camarada medio", que no estaba para ayunos.
Recuerdo que en una Marcha Volante que hice con mi Centuria, mandada por el
Subjefe de la misma, Feliciano Lorenzo Gelices, llegamos al pueblo segoviano de Coca,
donde debamos recoger las provisiones enviadas por tren desde Madrid, para proseguir
nuestra marcha. Pues bien, nos personamos en la Delegacin Local del FJ de Coca, a donde
iban consignadas las cajas conteniendo las provisiones, y alli encontramos las cajas, pero
abiertas y despojadas de todo lo que era susceptible de expolio: Aceite, chocolate, galletas,
etc.; solo haban dejado, los desgraciados, las lentejas, los garbanzos, el arroz y las patatas.
Se ve que eran unos exquisitos los tos aquellos de Coca. De poco le vali al bueno de
Gelices montar un broncazo fenomenal exigiendo responsabilidades; all nadie saba nada de
la manduca desaparecida. Los del FJ de Coca le echaban la culpa a la RENFE, y los de la
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RENFE a los del FJ. de Coca; total, un tpico caso de picaresca hispnica, y los flechitas que
nos quedamos a dos velas. Menos mal que tenamos muy buen conformar, y proseguimos
nuestra marcha cantando aquello de "Gibraltar, Gibraltar, avanzada de nuestra Nacin", que
tanto nos gustaba a nosotros y tanto le disgustaba a Sir Samuel Hoare, ilustre hijo de la Gran
Bretaa, que por aqul entonces representaba a su pas en Espaa, conspirando a la par
contra Franco y su Rgimen.

EL CERCO INTERNACIONAL
Fueron aquellos aos muy comprometidos para el Rgimen de Franco. Ahora se dir
lo que se quiera, pero es evidente que aqul tinglado no se sustentaba solo sobre las
bayonetas. Si Franco no hubiese tenido el apoyo entusiasta de la mayor parte de los
espaoles, su Rgimen, a pesar de las bayonetas - que eran cuatro y mal afiladas - se
hubiese desmoronado ante el acoso implacable de Europa entera, azuzada por la Unin
Sovitica.
La espectacular condena del Rgimen de Franco en la ONU, con la recomendacin de
retirada de embajadores, que cumplieron todos los pases de las "claques" americana y
sovitica, fue algo como para encogerle el ombligo a un legionario. Pues nada; aqu nos lo
tomamos a cachondeo, mire usted por donde. Una vez conocida la condena internacional, se
organiz una manifestacin monstruo - por ah andan las fotos del evento - que se concentr
en la Plaza de Oriente de Madrid, y al grito de "si ellos tienen UNO (ONU en ingls) nosotros
tenemos DOS", clara alusin al asunto genital, al que tan aficionado es el celtbero, demostr
fehacientemente que el pueblo apoyaba multitudinaria y entusisticamente al Rgimen de
Franco, el cual en aquellas fechas estaba hecho un mozo y para durar, como luego se ha
confirmado.
Despus de la manifestacin en Madrid del 9 de diciembre de 1946, seguida de
manifestaciones igualmente multitudinarias y entusiastas en todas las capitales y poblaciones
importantes de Espaa, qued claro que si los Aliados queran avasallarnos, les iba a costar
un huevo de la cara y la yema del otro (por seguir con las alusiones genitales), as que
decidieron abandonar la va directa y emprendieron la va tortuosa de cercarnos por hambre.
Mal asunto ste de querer que los espaoles metisemos los dos pies por un calzn.
Lo tomamos tan a mal que a todo el mundo se le olvid si haba sido rojo o azul aos antes, y
todos cerramos filas en torno a Franco y su Rgimen. Recuerdo perfectamente que en la
manifestacin del 9 de diciembre de 1946 vi a un grupo de personas que llevaban prendidos
en las solapas carnets de antiguos militantes o afiliados del Partido Socialista y de la UGT,
gritando que ese da estaban con Franco. As somos los espaoles de raros.
Fue entonces cuando los espaoles empezamos a or hablar de Juan Domingo Pern,
Presidente de la Repblica Argentina, recin llegado al poder; ste hombre, con cuya
posterior trayectoria se podr estar de acuerdo o no, tuvo el gesto de sin igual gallarda
hispnica de enviar a Espaa a su Embajador, el Dr. Rado, justamente cuando abandonaban
Madrid, cual mansa punta de ganado, todas las representaciones diplomticas acreditadas en
la capital, con las que materialmente se cruz.
Naturalmente aquello se mereca un recibimiento, y se lo hicimos por todo lo alto:
Medio Madrid se concentr en la estacin de Atocha y alrededores para recibir al Embajador
de Argentina, al que escoltamos con gran algazara hasta el Hotel Ritz, donde se hosped por
el momento. All dirigi a la multitud una alocucin desde un balcn, de la que no omos
mucho, pero que aplaudimos con gran entusiasmo.
Al da siguiente y en la misma linea de nuevas relaciones con Argentina, se celebr un
partido amistoso de ftbol entre la seleccin nacional - no recuerdo bien - o el Atltico
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Aviacin (hoy Atltico de Madrid) y el San Lorenzo de Almagro, equipo puntero entonces de la
Liga de aqul pas; el equipo visitante, que gan por goleada, fue generosamente aplaudido
por un pblico sensibilizado por la valiente actitud de los argentinos frente a la ONU.
La generosa actitud de los argentinos no se qued solamente en palabras: El envo
del nuevo Embajador fue seguido de la firma del Protocolo Franco-Pern, miediante el cual
Argentina nos envi grandes cantidades de trigo y otros productos alimenticios, que sirvieron
para paliar los efectos de varios aos seguidos de malas cosechas (la famosa "pertinaz
sequa'~ y para que lo s espaolitos que estbamos en plena edad del crecimiento no nos
quedsemos definitivamente raquticos. La generosa y valiente actitud de los argentinos para
con Espaa en aquellos terribles aos de cuarentena a que nos sometieron los "demcratas"
de la ONU para dar gusto a la URSS, es algo que, al margen de cualquier ideologa, creo que
agradecimos todos; pronto tuvimos ocasin de exteriorizarlo, cuando nos visit Eva Duarte de
Pern, y una multitud impresionante acudi a la plaza de Oriente para mostrarle su cario y
adhesin.
A partir de la condena de Espaa por la ONU, las manifestaciones se convirtieron en
una especie de continuo refrendo de apoyo popular al Rgimen. Cualquier motivo era bueno:
Cada vez que Franco haca acto de presencia donde fuera, all haba una multitud que
espontneamente acuda a aplaudirle y vitorearle hasta enronquecer. Muy especialmente
recuerdo las manifestaciones que se organizaban cada 1 de abril, despus del desfile de la
Victoria en Madrid; cuando Franco abandonaba la tribuna, desde la que se diriga a la
recepcin tradicional en el palacio Real, cientos de miles de madrileos le seguan, ocupando
la plaza de Oriente y aledaos, donde le vitoreaban horas y horas, obligndole a salir varias
veces al balcn principal. Yo desde luego no me perda ni una de estas manifestaciones; all
donde olfateaba el jolgorio, me personaba y enronqueca como estaba mandado.

LOS "JUANITOS"
Fue por aquellas fechas cuando yo empec a or hablar de Don Juan de Borbn. Mi
buen amigo Jos Mara Menndez, compaero de colegio, era un entusiasta monrquico, y
con la sana intencin de llevarme a los reales senderos, me regal un libro delirante de
Bonmat de Codecido, en el que ste eximio periodista relataba una especie de oa
biografa de Don Juan; en ella contaba la presentacin de Don Juan "en el frente de combate
de Salamanca" ponindose a disposicin del Caudillo para lo que ste "gustase mandar" en
materia blica, y cmo Franco ( siempre precavido y desconfiado), le haba dicho que su vida
era preciosa para Espaa, por lo que deba regresar a Lausanne y estarse quietecito hasta
que se aclarase la pescozolera nacional que a la sazn se ventilaba. El libro terminaba con
los siguientes prrafos:
"El Prncipe Don Juan de Espaa, desde entonces, como un soldado ms de las
Falanges gloriosas de la Reconquista espaola, est en el puesto que le destin el Mando,
disciplinado y firme, cara al sol de amanecer del nuevo Imperio espaol, dispuesto siempre,
con el brazo extendido y al grito de Viva Espaa!, y Arriba Espaa!, a ejecutar las rdenes
que le d el Caudillo de su Gloriosa Gesta de Reconquista en nombre de Dios, de la Raza y
de la Historia".
Toma ya!. El delirio. (Que conste que no me invento nada: Tengo en mi poder el libro,
cuyos datos son los siguientes: Ttulo El Prncipe Don Juan de Espaa. Autor: Francisco
Bonmat de Codecido. Librera Santarern, Fuente Dorada 27. Valladolid. Imprenta Castellana.
Valladolid. Es propiedad. Francisco Bonmat de Codecido. 1938.)
Desde luego era evidente que el autor no haba consultado con Don Juan antes de dar
a luz semejante bodrio, sobre todo en lo referente al "devouernent" que ste senta por
Franco. Claro es que en 1938 los monrquicos, que se haban sumado al Alzamiento todos:
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Tanto los de la rama borbnica - que era la que realmente ostentaba la legitimidad - corno los
de la rama carlista-tradicionalista - esperaban la restauracin monrquica cuando terminase
la guerra, cosa que evidentemente no ocurri, pues tras la victoria de Franco se desencaden
la Segunda Guerra Mundial, que vino a complicarlo todo. Ello sin contar con que Franco se
encontr a gusto en el silln, y no hubo quien lo apease en cuarenta aos, salvo la muerte,
claro.
La verdad es que Don Juan intent incorporarse al ejrcito de Franco con reiteracin:
despus de lo de Salamanca lo intent nuevamente, y solicit su admisin en la Armada
nacional, aprovechando su condicin de oficial de Marina (tanto de la espaola como de la
britnica); pero nuevamente fue rechazado por Franco, con los mismos pretextos que
atenormente, que daban a entender que ste pensaba en una restauracin monrquica
inmediata tras el final de la guerra. Lo cierto es que pasaron los aos, termin la guerra
mundial, y Franco, sin decir nunca que no, tampoco deca que s, con lo que Don Juan perdi
la paciencia y empez a largar "andanadas de proa" contra Franco y su Rgimen,
aprovechando que los alemanes haban perdido la guerra y pareca que los Aliados la iban a
emprender con nosotros sin solucin de continuidad. Se le olvidaron a Don Juan todas esas
cosas que Bonmat deca en su libro de l, y larg los "manifiestos" de Lausanne y Estoril,
poniendo a Franco de "chupa de dmine", preconizando elecciones libres y democracia a
todo pasto, con la dimisin del General, naturalmente para sentarse l en el trono. (Por cierto,
recuerdo un chiste que por entonces circul mucho - un tanto grosero, pero muy expresivo sobre las aspiraciones de Don Juan: Se deca que ste tena puestos los dos ojos en el
Trono, pero no acababa de poner el tercero).
Aquellos manifiestos cayeron muy mal en la opinin pblica. Ya s que me dirn que
entonces la opinin pblica solo tena una opinin, valga la redundancia; pero siendo ello
verdad, tambin lo es que Franco se las ingeni para que todas las fuerzas polticas del
Rgimen asumieran su postura, criticando duramente los "manifiestos", en los que se vea
una connivencia con el "rojero" del exilio. Desde luego lo que s ocurri es que los
manifiestos en cuestin impidieron para los restos la restauracin monrquica en la persona
de Don Juan. Si los redactores de tales documentos - algunos de los consejeros de Don
Juan, seguramente - crean que el Rgimen se iba a derrumbar tras su publicacin, "se dieron
en los cables". Franco se empestill en El Pardo y aguant como un jabato hasta que lo
metieron en la caja.
Por lo que a m concierne, la verdad es que no haba odo hablar mucho de Don Juan,
hasta que le en los peridicos - los publicaron absolutamente todos - los famosos
manifiestos, que me indignaron como a tantsimos espaoles. Lo que ms me indign fue
enterarme de que Don Juan era oficial de la Royal Navy. A cuento de qu un espaol tena
que ser oficial, aunque lo fuese a ttulo honorfico, de una Marina extranjera tradicionalmente
enemiga de Espaa?
A raz de los manifiestos comenzaron a aparecer en Madrid los "Juanitos". Los
Juanitos eran una sub-especie poltica, que como su nombre indica constituan la "joven
Guardia" de Don Juan. Ellos se llamaban a s mismos Juanistas, pero nosotros los dejbamos
en Juanitos, que resultaba ms familiar y menos solemne. Los Juanitos habitaban y
proliferaban principalmente en el barrio de Salamanca, teniendo su centro de operaciones al
principio en el Paseo de la Castellana, en el sector comprendido entre Coln y la calle Lista
(hoy Ortega y Gasset), ms o menos. Sus actividades se reducan a pasear - preferentemente
los domingos por la maana, despus de Misa de doce - por la acera central del Paseo,
donde tomaban sus "caas" en las terrazas de los kioscos que all existan. Su atuendo era
inconfundible: Traje bien cortado - a medida - del color de moda en cada momento: (Primero
azul marino, luego gris marengo, despus verde "Ike", etc), sombrero de fieltro de ala ms
bien ancha y copa muy baja, corbata casi siempre verde (V.E.R.D.E: Viva El Rey De Espaa.
Ingenioso, verdad?) y para remate, un anagrama en la solapa consistente en una jota
artsticamente labrada en plata con el tres en nmeros romanos (Juan III) dentro.

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Enjaezados los Juanitos con tan elegantes abalorios, se pavoneaban orgullosos por
sus dominios, con sus novias o amigas - las Juanitas - que justo es reconocer que solan
estar muy buenas.
Por supuesto los Juanitos en la mayora de los casos eran hijos de altos dignatarios
del Rgimen, de la Aristocracia, ms o menos rancia, o de presidentes de Consejos de
Administracin, sin que faltasen alevines de la Industria o del Comercio de alto copete.
Tambin haba bastantes militares, sobre todo - no s bien por qu - del Arma de Caballera.
Estos militares compaginaban sin dificultad su devocin por Don Juan con la lealtad a Franco,
su jefe Supremo. Eran monrquicos, pero formaban parte indisoluble del Rgimen de Franco,
con el que se haban sublevado el 18 de julio de 1936, al igual que falangistas, requets y
resto de partidos no marxistas. As que no nos vengan ahora con historias de "terribles
persecuciones" por parte del Rgimen, que los que vivimos aquellos acontecimientos
sabemos lo que pasaba: Todos eran franquistas acrrimos, a la vez que monrquicos
convencidos.
El movimiento juanista estaba discretamente animado por el diario ABC, que daba una
de cal y otra de arena, entre su fidelidad a Franco y a Don Juan al mismo tiempo. Recuerdo
haber visto al Luca de Tena de turno muchas veces en la zona de "combate", vapuleado por
el "camarada medio"; Tambin haba una revoltosuela Duquesa que animaba el cotarro, e
incluso en FET y de las JONS tenamos a nuestros juanistas: Valga como ejemplo el inefable
camarada Sancho Dvila, de la ms clara estirpe de la Falange Sevillana. O sea, filigranas de
la politica, en la que cabe todo.
Aquello, como era de esperar, acab a bofetadas. El pretexto, segn versin que o a
mis camaradas, fue que un domingo en que varios Flechas de corta edad - diez o doce aos regresaban uniformados de algn acto, al pasar por la zona juanista de La Castellana fueron
provocados por un grupo de juanitos; al contestar a la provocacin los Flechas, fueron
vapuleados y escarnacidos por un enemigo superior en nmero y en edad. Como el asunto
no poda quedar as, decidimos tomar cumplida venganza. Conviene precisar que en stas
acciones la iniciativa parta siempre de la militancia y como mucho de los Jefes de Centuria;
de Jefes de Distrito para arriba no solo no secundaban nuestras iniciativas, sino que las
prohiban rigurosamente. Lo que pasa es que la militancia, que era agresiva de por s, haca
caso omiso de las prohibiciones y campaba por sus respetos.
Pues bien, al domingo siguiente del incidente que he relatado, nos personamos en La
Castellana varias docenas de miembros del FJ, comprendidos entre los diecisis y los
veintin aos; bamos vestidos de paisano, aunque con distintivos en la solapa, para no
confundirnos con el enemigo. Nuestra presencia no fue acogida precisamente con
entusiasmo por los juanitos; al contrario, pronto empezaron los insultos, y a continuacin las
bofetadas, generosamente repartidas por ambas partes. Los juanitos generalmente se batan
bien, pero fueron arrollados por la sorpresa y el mayor grado de cabreo que llevbamos
nosotros, abandonando el campo, en el que quedaron algunos sombreros, que fueron nuestro
botn de guerra. Tambin arrancamos de algunas solapas los distintivos juanistas, con lo que
el entusiasmo de la tropa no tena limite. Naturalmente acudi la Polica Armada, pero el
incidente ya estaba terminado; hubo algunas detenciones, tanto de juanistas como de
falangistas, pero inmediatamente soltaron a todos.
Nuestras jerarquas, siempre legales y acojonaditas, que haban recibido las amargas
quejas de los paps de algunos de los juanitos vapuleados, nos abroncaron por nuestra
actuacin, volviendo a prohibirnos aparecer por La Castellana bajo ningn pretexto. Mejor
hubieran quedado callndose, porque al domingo siguiente las docenas del primer da se
haban convertido en varios cientos, ya mejor pertrechados con porras y otros objetos
contundentes. Tambin los juanitos, a los que indudablemente les iba la marcha, lgicamente
estaban mejor preparados y ofrecieron mayor resistencia, con lo que la batalla result
interesantsima. Para mayor animacin, al rato de iniciarse las hostilidades apareci la Polica
Armada, virtuoso Cuerpo que nunca hizo distingos entre brios y troyanos: Todos por igual
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ramos dignos de ser apaleados por las "defensas" (las porras de los policas no se llaman
porras, sino defensas) de la "Gristapo" - como ingeniosamente se la empezaba a llamar - con
lo que la confusin lleg a ser horrorosa. Al final de aquel combate a tres bandas qued
victoriosa la Polica Armada, que hizo numerosos prisioneros entre juanitos y falangistas.
Cuando stos prisioneros eran encerrados en los coches celulares, dentro de los vehculos se
reproduca la lucha si coincidan pasajeros de ambos bandos, con lo que los guardias tenan
que hacer una previa seleccin entre ellos y repartirlos homogneamente.
El tercer domingo - hay que ver que forma tenamos de santificar las fiestas - la batalla
se present todava ms dura, aunque cambi la zona de las escaramuzas. La Polica
Armada desde muy tempranotena tomada La Castellana, en especial el paseo central, con lo
que los juanitos, que eran los hijos de gente importante, se sentan ms protegidos. Sin
embargo, muchos de ellos, hartos de que todos los domingos les estropeasen un traje y les
pateasen sus historiados sombreros, decidieron cambiar de paseo, y se marcharon con sus
"juanitas" (buensimas ellas) a la cercana calle de Serrano. Ni que decir tiene que en cuanto
nos percatamos de la estratgica retirada del enemigo a posiciones de segunda lnea, all
que nos fuimos en busca de la correspondiente camorra, trasladando el campo de batalla a la
calle de Serrano. All volaban los sifones, las botellas, las sillas de las terrazas de los bares y
los inevitables sombreros de los juanitos. Lo del sombrero era verdaderamente notable, por lo
que significaba para sus dueos. Los juanitos, ya lo he dicho antes, se batan bien, incluso
con bravura, sobre todo teniendo en cuenta que generalmente estaban en inferioridad
numrica. Sin embargo, cuando perdan el sombrero en el fragor de la batalla, se
desconcertaban totalmente y ya no hacan carrerade ellos mismos. Yo, inconscientemente, al
verlos perder la moral combativa a la vez que perdan el sombrero, pensaba para mis
adentros que aquello lo hubieran solucionado fcilmente con un barbuquejo.
Lo que ms me dola de aquellas escaramuzas eran los insultos que nos espetaban
las "juanitas", con lo monas que eran y lo finas. Con sus preciosas caritas de nias de
Serrano nos llamaban "rojos", comunistas y milicianos (no saban ellas la escabechina que
haban hecho los tales en mi familia aos antes), desconcertantes insultos que ponan de
manifiesto el abismo que nos separaba a los falangistas de la derecha burguesa; ya he dicho
antes, y lo repito ahora, que en las organizaciones falangistas no haba "hijos de pap"; en el
Frente de juventudes el noventa por ciento de los militantes ramos chicos de familias de
clase media u obrera, y desprecibamos ostentosamente a la Derecha instalada, que era la
que realmente detentaba el poder. Preci4a" mente los "paps" de muchos de aquellos
juanitos que jugaban a la poltica en la calle de Serrano eran los que desde los Ministerios, los
Bancos y las caceras gobernaban el pas; por eso, el vapuleo sistemtico a que sometamos
a sus criaturas todos los domingos y fiestas de guardar, era entorpecido por la Polica, que
naturalmente haca lo que le mandaban los mandamases; y como en definitiva los agresores
ramos nosotros, ni que decir tiene que llevbamos la peor parte en cuanto apareca el
personal de gris.
Los enfrentamientos entre falangistas y juanitos continuaron durante semanas y
semanas, hasta que el cansancio fsico de los contendientes y la presencia continua de la
Polica consiguieron que las batallas campales de un principio fueran reducindose a
pequeas escaramuzas y golpes de mano cada vez ms espaciados; nicamente se
reavivaba la llama guerrera cuando Don Juan o alguno de sus partidarios - que eran muchos
y de campanillas - se manifestaba pblicamente, o cuando con motivo de algn aniversario
monrquico se organizaba por los juanistas algn acto, Misa o necrolgica. En ese momento
aparecamos para reventar el festejo, y terminbamos generalmente en la Comisara, donde
despus de tomarnos el nombre nos soltaban sin ms ceremonias.
A pesar de la notable violencia que caracterizaba los encuentros, nunca se produjeron
ni siquiera heridos graves, afortunadamente. Todo quedaba en magulladuras, moratones o
heridas leves. Nunca, que yo sepa, salieron a relucir, por ninguna de las partes
contendientes, armas blancas ni de fuego.

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Aos ms tarde, en la Universidad volvera a encontrarme con los juanitos, con los
que proseguira el abofeteamiento a discrecin; la cosa se complicara con otra faccin
monrquica que a la sazn tambin se mova: Los tradicionalistas, divididos a su vez en
Falcondistas (de Fal Conde), partidarios de D. Francisco Javier de Borbn Parma, y los
Carlos Octavistas, que como claramente se infiere se inclinaban por Carlos VIII.

HIPLITO MORENO
En octubre de 1946 muri, como consecuencia de un enfrentamiento con un grupo
terrorista, un chico del Frente de juventudes, Hiplito Moreno, de 18 aos. Segn parece ste
patrullaba junto con otros camaradas del FJ y de la Guardia de Franco por el barrio de
Vallecas, cuando tropezaron con un grupo en actitud sospechosa al que dieron el alto; los
componentes del grupo, de improviso, comenzaron a disparar contra la patrulla, hiriendo muy
gravemente a Hiplito Moreno, el cual falleci das despus en el hospital de San Carlos.
En aquellas fechas haba comenzado, sobre todo en Madrid, una especie de
terrorismo urbano - sincronizado con el que a cargo de los "maquis" atemorizaba a los
habitantes de las zonas montaosas -que, aunque sin acciones demasiado espectaculares, s
inquietaba a los ciudadanos. No s porqu a los terroristas aquellos les dio por colocar
bombas en mantequeras y tiendas de ultramarinos, y eran muchas las noches en que se
producan atentados contra stos establecimientos, que los terroristas deban considerar el
"no va ms" del Fascismo galopante. La cosa no pasaba de la rotura de los escaparates, con
las latas de tomates y pimientos fascistas volando por los aires.
Para combatir aquel terrorismo "de baja intensidad", como se llamara ahora, y para
evitar que pasase a mayores, las fuerzas de orden pblico, que paradjicamente en un
rgimen de fuerza eran muy escasas en efectivos, recurrieron a las organizaciones
falangistas, especialmente a la Guardia de Franco y a las centurias de Guas del FJ - chicos
de entre 18 y 21 aos - con cuya ayuda podan montar un dispositivo de vigilancia nocturna
relativamente eficaz, a base de patrullas mixtas de policas y falangistas (stos
deficientemente armados o totalmente desarmados) que recorran Madrid durante la noche,
guardando el sueo de los madrileos, que, debido a la censura no solan enterarse de los
atentados, salvo que vivieran cerca del lugar de la ocurrencia. Los peridicos daban como
mucho una breve nota del suceso, con lo que la gente no se asustaba en exceso. Se
patrullaba especialmente en las barriadas de mayor tradicin marxista: Vallecas, Cuatro
Caminos, Tetun, etc.; precisamente en Vallecas ocurri el tiroteo del que despus resultara
muerto Hiplito Moreno, tras varios das de agona en el Hospital.
El entierro fue impresionante, al menos para m, que contaba diecisis aos. Sali del
Hospital de San Carlos, para dirigirse, atravesando la Glorieta de Atocha, hacia el pueblo de
Vallecas, de donde era oriundo el fallecido, y en cuyo Cementerio sera inhumado su cadver.
El pblico asistente - treinta o cuarenta mil personas - estaba extraordinariamente
excitado. Las circunstancias de la muerte, la edad de la vctima y la situacin que atravesaba
Espaa, con el acoso de absolutamente toda Europa, tanto del mundo occidental y capitalista
como del oriental y comunista, tenan sensibilizado al pueblo espaol, que, contrastando con
el chaqueteo que sucedi a la terminacin de la guerra mundial, reaccionaba ante el cerco
internacional con enorme violencia y gallarda ante cualquier acto que se considerase
orquestado fuera de nuestras fronteras; y la muerte de aquel chico, a manos de terroristas
movidos desde fuera, se consider por el pueblo de Madrid como una agresin ms a
Espaa.
El fretro fue llevado a hombros desde el Hospital de San Carlos hasta el cementerio
del pueblo de Vallecas, lo que supuso varias horas de camino. La multitud, entre la que se
vean muchas camisas azules, entonaba marchas y canciones, y el entierro se convirti en un
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acto de afirmacin patritica y de desafo a las fuerzas que desde el extranjero nos cercaban
y acosaban. Para m el momento ms emocionante fue cuando, tras el responso y unas
palabras de Jos Antonio Elola, Delegado Nacional del FJ, el fretro fue bajado a la fosa; en
ese momento se cant el Cara al Sol ms vibrante y guerrero que he odo en mi vida. Todo
aquello me impresion enormemente - tena yo en aquellos momentos diecisis aos recin
cumplidos - y en aquel cementerio de Vallecas me jur a m mismo que siempre sera leal a la
camisa azul que llevaba y a los ideales que ello comportaba.

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CAPTULO II
LA LEY DE SUCESIN DE 1947
La promulgacin de la Ley de Sucesin en 1947 supuso un duro golpe a la devocin
que los falangistas sentamos por Franco. (Siempre que me refiero a los falangistas hay que
entender que para m falangistas eran los que no comerciaban con la camisa azul ni haban
renunciado a ninguno de los postulados revolucionarios de la Falange, entre los que por
supuesto no se contaba ninguna clase de restauracin monrquica; o sea que me refiero a
muy poca gente, para entendernos). Pues bien, como deca, aquello de la Ley de Sucesin
nos pareci una completa marranada, ya que tras la restauracin monrquica que
comportaba veamos desvanecerse nuestros sueos revolucionarios. Aquella Revolucin
Nacionalsindicalista que era la nica razn de existir de la Falange, demorada primero por la
guerra civil, despus por la segunda guerra mundial y a la sazn "congelada" mientras se
aclaraba el asunto del cerco internacional y la condena de la ONU, con la Ley de Sucesin,
que claramente supona un retorno al rgimen monrquico burgus y reaccionario anterior a
la Repblica, amenazaba con frustrarse definitivamente a manos de un eventual sucesor
coronado, que lgicamente hara mofa y befa de cualquier planteamiento socialmente
revolucionario, pues l mismo vendra arropado y apoyado por el gran capital y las clases
tradicionalmente dominantes en Espaa. Todo esto, en parecidos trminos, se lo espetamos
en la cara a nuestras jerarquas provinciales y nacionales sin ninguna clase de timidez, pues
a pesar de nuestra juventud tenamos muchos arrestos y la lengua lo suficientemente suelta
para explicarnos en castellano. Naturalmente, se nos dieron por nuestras jerarquas toda
clase de razones y explicaciones: La Ley de Sucesin era solamente un "paraguas" para
guarecernos de la campaa exterior, dando la impresin de que el Rgimen adoptaba formas
ms democrticas; en realidad Franco no tena intencin 21 1na de restaurar la Monarqua;
por supuesto Don Juan no se sentara nunca en el Trono (eso s result verdad) etc. etc.
A pesar de nuestra juventud y de nuestra inexperiencia poltica, las razones que se
nos daban nos olan a camelo y a encerrona. Lo cierto es que ah estaba la Ley, ms clara
que el agua, y ah estaba, para ratificarla, el Referndum popular, primero que se celebraba
en Espaa bajo el Rgimen de Franco. Mucho se ha dicho sobre los resultados "preparados"
de aquel Referndum: Que si votaron los muertos, que si se obligaba en las mesas
electorales a votar SI por el procedimiento de no tener ms que papeletas afirmativas, etc.;
posiblemente algo de esto hubo, sobre todo en zonas donde el responsable del asunto
temiese que sus resultados no fuesen excesivamente brillantes, en detrimento de su carrera
poltica. Pero la verdad es que el pueblo vot afirmativamente en cantidades abrumadoras. Y
no porque hubiesen ledo la Ley -que en Espaa se le tiene un respeto tal a las leyes que se
votan, se desacatan o se incumplen sin leerlas previamente, qu tontera- sino porque Franco
haba dicho que haba que votar SI, y la adhesin popular al Caudillo era totalmente
emocional en aquellos momentos. Cualquier cosa que hubiese propuesto habra obtenido un
xito igual, por el sirrnple hecho de ser propuesta por l.
Sin embargo, como digo antes, los falangistas comprendimos que aquello supona la
"puntilla" para la Revolucin que Espaa necesitaba. La "estocada hasta la bola" haba sido
otra Ley, promulgada el 19 de abril de 1937, en plena guerra, por la que desapareci la
Falange subsumida en aquel hbrido que se llam, con nombre complicadsimo, Falange
Espaola Tradicionalista y de las juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista. (Y de los Grandes
Expresos Europeos, aadira el gran poeta -y gran cachondo- falangista Agustn de Fox); la
"Unificacin" famosa, que si bien ayud a ganar la guerra al bando nacional, convirti a la
Falange en un componente ms, y no precisamente el ms influyente, en el "Movimiento
Nacional", como tambin se denominaba al hbrido para abreviar, y al mismo tiempo para ir
borrando la palabra "Falange", que tanto molestaba de fronteras para afuera.

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Pero volvamos a nuestra historia. A partir de la Ley de Sucesin, se puiede decir que
se inicia la semi-ruptura de los falangistas de filas, y muy concretamente de los componentes
de las organizaciones militantes de la Falange: Frente de juventudes, Guardia de Franco y
SEU, con Franco. Y digo semi-ruptura porque aunque adoptamos a partir de aquel momento
una actitud crtica contra el Rgimen, seguimos militando en nuestras Organizaciones,
aunque sin mordernos la lengua y poniendo en solfa a cuanto gerifalte se nos enfrentaba;
stos, convencidos de que en el fondo tenamos razn, nos soportaban con resignacin
cristiana, pues si nos echaban se quedaban sin militantes que justificasen sus cargos y
nminas. Y nosotros, como no tenamos nada que perder, no desperdicibamos ocasin de
zumbarle la pandereta a todo bicho viviente, muchas veces de forma un tanto ingenua. Haba
una cancin de marcha, una de cuyas estrofas deca: "Unidos todos a Franco, nico Capitn,
que en sus manos nuestra Patria, a buen puerto arribar"; bueno, pues nosotros, con el
cachondello, acomodbamos la ltima parte y la cantbamos as: "Unidos todos a Franco,
nico Capitn, que en sus manos nuestra Patria, sabe Dios a donde ir".
Claro que no todo era desacuerdo con el Rgimen; nuestro disgusto, como digo, tena
su origen en lo que considerbamos frustracin de la Revolucin por el claro aposentamiento
de la Derecha burguesa y conservadora en el Poder. En todo aquello que significase defensa
de la Unidad Nacional y de la dignidad de Espaa, estbamos con Franco hasta la muerte.
Asimismo, las medidas que en el terreno laboral o social - obra siempre de los escasos
falangistas que ocupaban puestos de importancia en el Gobierno - las apoybamos y
aplaudamos con entusiasmo. Por eso se daba la paradoja, inexplicable para los que no lo
vivan de cerca o estaban en el "ajo" de que en un mismo da nos enfrentsemos a la Polica
con motivo de algn evento monrquico y esa noche salisemos de patrulla con la misma
Polica para proteger la seguridad de Madrid. Era una especie de esquizofrenia o
desdoblamiento de personalidad poltica, ininteligible para cualquier profano, pero que
nosotros entendamos a la perfeccin. Aquello creo yo que funcionaba ya en el
subconsciente, y automticamente, ante cualquier problema, reaccionbamos en "franquistas"
o "no franquistas" sin ponernos previamente de acuerdo.
Esta "esquizofrenia poltica" es la explicacin de muchas de las cosas que relatar en
las pginas siguientes, y que tan difcil resulta hacer entender ahora a quien tiene la paciencia
de escuchar a un falangista de los que vivieron activamente aquellos sucesos. El ser
franquistas y no franquistas, todo en una pieza, era una autntica filigrana propia del
Renacimiento; pero lo fuimos, y yo creo que lo seguimos siendo, ya que aquello nos marc de
por vida.
Hay que aclarar que sta actitud nuestra de rebelda contra lo que juzgbamos una
frustracin - nosotros le llambamos ms radicalmente traicin - no era en principio
compartida abiertamente por todos los militantes de las organizaciones falangistas;
fundamentalmente, aquel espritu "jacobino" anidaba en concreto en el Frente de juventudes,
y de ste, en determinados Distritos y Centurias de Madrid capital. No tengo datos para
afirmar ni para negar la extensin de la rebelin latente y parcial que supona nuestra actitud
a otras capitales o ciudades espaolas, aunque pienso que al igual que reaccionamos los
jvenes falangistas madrileos, lo haran, en mayor o menor escala, los de otras poblaciones.
De todas formas, incluso en el Frente de juventudes de Madrid, ramos una minora que
radicaba en los Distritos de Congreso y Universidad; pero que en muchas ocasiones
arrastrbamos tras nosotros al resto de Distritos y Centurias. Posteriormente, con el paso del
tiempo y la confirmacin de nuestros temores de que la Revolucin haba pasado
definitivamente, como en la cancin de Machn, a lo que "pudo haber sido y no fue", aument
considerablemente el nmero de los rebeldes, y yo creo que, salvo los falangistas que
ocupaban puestos remunerados, la mayora de los militantes de filas, que militaban por puro
idealismo, acabaron por venir a nuestro terreno.
He dicho antes que los Distritos ms rebeldes eran los de Congreso y Universidad. En
el de Congreso radicaba la Centuria de Guas "Navas de Tolosa", que mandaba Augusto Aldir
Albert, y en la que militaba mi hermano Diego. sta Centuria fue, creo yo, el vivero y origen de
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aquella postura de oposicin parcial al Rgimen; de ste grupo haban de nacer en su da la


Centuria "Hiplito Moreno", nmero 18 de la Guardia de Franco, y la Centuria "Alejandro
Salazar", nmero 20 de dicha Organizacin, la famosa "Centuria 20", que tanto quehacer
haba de dar posteriormente.
Yo militaba en la Centuria de cadetes "Batalla de Trafalgar" del Distrito Centro.
Mandaba la Centuria Mariano Faura, siendo el Subjefe Feliciano Lorenzo Gelices, y asesor
poltico Jos Luis Rubio Cordn. Era una Centuria tpica del Frente de Juventudes de Madrid:
Funcionaba perfectamente en el terreno formativo, de actividades deportivas, etc., pero
careca de "toma de postura" ante los acontecimientos politicos que se estaban sucediendo.
Quiz la mayora de sus componentes era demasiado joven - entre los catorce y los diecisiete
aos, pero abundando ms los primeros - y los responsables del mando, que me consta que
eran falangistas de verdad, no consideraban oportuno transmitirnos su inquietud para no
desmoralizarnos. Lo cierto es que en las reuniones semanales de Centuria no se planteaba
nunca el problema poltico que supona para la Falange la Ley de Sucesin, con lo que yo,
contagiado por mi hermano Diego del espritu rebelde de la "Navas de Tolosa", reventaba de
ganas de tirar las patas por alto en una de aquellas reuniones. Y eso fue exactamente lo que
hice. Abierto el dilogo al terminar la charla de formacin - los falangistas siempre hemos
dialogado a pesar de la fama de "fascistas" que llevamos encima - me levant y dije (recuerdo
exactamente las palabras), que yo "no le vea la punta" a aquella Centuria. A1 preguntarme
Gelices que de que punta se trataba, le expliqu que, segn mi criterio, se prestaba
demasiada atencin a las actividades deportivas, marchas, formaciones, etc., y ninguna a los
acontecimientos polticos que estbamos viviendo, con la traicin-frustracin de nuestras
ansias revolucionarias a manos de un Rgimen que nos utilizaba como simples comparsas,
pero sin intencin alguna de implantar jams el Nacionalsindicalismo. Mi encendida perorata
caus cierto impacto en los componentes, y sobre todo en los mandos de la Centuria. Gelices
me miraba de hito en hito, sin salir de su asombro. Mrquez, el cadete modelo y disciplinado,
sala ahora por peteneras, y se alzaba como una especie de Catilina, soliviantando los
nimos del pueblo contra Csar. Intent calmarme como pudo, pero mi decisin estaba
tomada: Peda mi baja en la Centuria Trafalgar y en el Disrito Centro, y el alta en la Centuria
Navas de Tolosa, de Congreso, donde consideraba que haba un espritu ms revolucionario.
Como ya tena cumplidos los diecisiete aos, no hubo inconveniente burocrtico alguno: Pas
a formar parte de la Navas de Tolosa, que al ser Centuria de Guas requera esa edad,
inmediatamente.
A partir de ese momento "me puse de largo" no solo politicamente, sino materialmente
hablando, ya que las Centurias de Guas, en las formaciones, no llevaban el clsico pantaln
corto gris, caracterstico del FJ, sino pantaln largo negro, que en la Centuria Navas de
Tolosa se acompaaba con botas negras de media caa. Por supuesto, y como seal externa
de nuestra rebelda anti-monrquica y anti-Unificacin, en las formaciones jams llevbamos
la boina roja, smbolo del Tradicionalismo, omisin que sacaba de quicio a las jerarquas, y
que serva para identificar, por el atuendo, a las Unidades "rebeldes".
La Centuria Navas de Tolosa, a pesar de pertenecer al Distrito de Congreso, tena sus
reuniones en la Delegacin Provincial del FJ, situada en la calle de Ibiza n 11. Ni que decir
tiene que la cercana fsica de las jerarquas provinciales de la Organizacin, era un acicate
ms para nuestra rebelda; las reuniones semanales de Centuria, que empezaban a las
nueve de la noche, rara vez terminaban antes de las doce o la una de la madrugada. En stas
reuniones, en que peroraban por su orden el Jefe de Centuria y el Asesor de Formacin
Politica, se pona al rojo vivo el espritu revolucionario que caracterizaba a la Centuria: Se
pona en solfa la politica claramente pro-capitalista del Rgimen, que casi desde sus
comienzos se haba echado en brazos de los capitostes del Poder econmico, renunciando a
la famosa Revolucin siempre anunciada y nunca siquiera iniciada; sustituida por una politica
social paternalista: demagogia a todo pasto y mano de hierro ante cualquier intento de
subvertir el orden econmico establecido, que era exactamente el mismo que imperaba antes
de la guerra, lo que haca preguntarse a muchos si haba merecido la pena tanta violencia y
tanta sangre para volver al mismo sitio. En aquellas reuniones nos cabrebamos a nosotros
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mismos, y saliamos de ellas como si hubisemos comido filetes de tigre. Lo que pasa es que
luego no tenamos contra quien desfogar, porque el Capitalismo no tiene forma fsica y no se
le pueden arrear bofetones; y la moda de quemar sucursales bancarias a lo tonto an no se
haba inventado, ni parece que d mucho resultado.
La famosa profeca de Jos Antonio, incluida en una circular enviada a todas las
jefaturas Territoriales de la Falange el 24 de junio de 1936, pocos das antes del Alzamiento,
era citada con gran frecuencia en nuestros panfletos a multicopista, pues nos veamos
reflejados en ella. Dice as:
"Consideren todos los camaradas hasta que punto es ofensivo para la Falange el que
se la proponga tomar parte como comparsa en un movimiento que no va a conducir a la
implantacin del Estado Nacionalsindicalista, al alborear de la inmensa tarea de
reconstruccin patria bosquejada en nuestros 27 puntos, sino a reinstaurar una mediocridad
burguesa conservadora (de las que Espaa ha conocido tan largas muestras) orlada, para
mayor escarnio, con el acompaamiento coreogrfico de nuestras camisas azules".
Con estas hechuras, las actividades de la Centuria Navas de Tolosa - la CNT, como la
denominbamos nosotros a veces, aprovechando la coincidencia de las siglas y un cierto aire
anarquista que nos caracterizaba - eran variadas y generalmente poco tranquilizadoras para
el Mando. El denominador comn de stas actividades era el inconformismo con el rumbo
poltico de FET, (si es que tena alguno), el desacuerdo total con las "previsiones sucesorias"
explicitadas en la Ley de Sucesin, y la demora "sine die" de la Revolucin eternamente
anunciada y al parecer definitivamente aparcada bajo la denominacin de "pendiente", invento
de los pseudo-falangistas que ocupaban los escasos puestos de alguna importancia en el
Gobierno. En cuanto a poltica exterior, nos asqueaba por igual el mundo capitalista,
representado por los EEUU, y el mundo comunista, capitaneado por la URSS. Si se me
apura, creo que ramos incluso ms antiamericanos que antisoviticos, quiz porque ya
empezaba a perfilarse la presencia de los yanquis en Espaa, que, en su ignorancia, crean
que se encontraban en un pas ms de Europa de los que acababan de ocupar. sta
ignorancia les llev a mltiples abofeteamientos a cargo del personal celtibrico, que no
soportaba la arrogancia ni el aire de vencedores de los militares americanos: Hubo multitud
de incidentes en Madrid - sobre todo en los locales nocturnos, que eran los ms visitados por
los chicos de los USA - de los que siempre salan malparados los americanos, pues en
cuanto la gente se percataba de la nacionalidad de los provocadores, los aporreaba sin
piedad, hasta que llegaba la Polica, que los entregaba a la "Military Police", ya bien
calentitos.
Y es que los espaoles somos raros para todo. Al chaqueteo que se haba producido
aos antes al cambiar de signo la guerra mundial, le sucedi un orgullo patritico desaforado,
que reaccionaba violentamente ante cualquier provocacin o intento de menosprecio de
aquellos mozalbetes repelados, que, con aire de suficiencia y a bordo de sus lujosos
automviles, nos miraban por encima del hombro. Tremendo error, ese de mirar por encima
del hombro a un espaol, cualquiera que sea su ideologa, estatura o posicin social.

LA CRUZ DE LOS CADOS


Un buen da, en una de aquellas reuniones de Centuria, alguien constat que en
Madrid no haba Cruz de los Cados. Efectivamente era as; ese monumento a los Cados en
nuestra guerra - del bando Nacional, se entiende - que exista, ostentoso o humilde, segn la
poblacin, en todos los pueblos y ciudades de Espaa, brillaba por su ausencia en la capital
de Espaa. Para paliar sta omisin, el da de los Cados, que se celebraba el 29 de octubre,
el Ayuntamiento eriga una gran cruz de madera en los jardines de lo que hoy es el templo de
Debod, y donde en su da estuvo emplazado el Cuartel de la Montaa. Junto a la Cruz, y
durante toda la noche, montaban guardia escuadras del Frente de juventudes, hasta el da
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29, en el que se celebraba un acto en dicho lugar, tras el cual se desmontaba la Cruz, y hasta
el ao prximo.
Ya por aquellas calendas, y mientras honrbamos la memoria de nuestros cados,
empezbamos a cuestionar la incongruencia que significaba recordar en nuestras
conmemoraciones nicamente a los que haban muerto en uno de los dos bandos en lucha.
Sobre todo nos pareca incongruente no honrar tambin a los que haban muerto limpiamente
en el campo de batalla, con el honor que a todo soldado se le supone. A ello contribua la
evidencia de que la inmensa mayora de los combatientes en ambas zonas haban sido
reclutados en levas obligatorias, tanto por el Gobierno de la Repblica como por el Gobierno
de la Espaa Nacional; y los que combatan como voluntarios, no cabe duda que lo hicieron
tambin bajo la influencia psicolgica de la propaganda militar y poltica de cada faccin. Si a
ello unimos que ya por aquel entonces se haba iniciado la construccin de la Baslica del
Valle de los Cados, bajo la directa supervisin de Franco y por idea personalsima del mismo,
con el fin de enterrar en su cripta los restos de los combatientes cados de ambos bandos,
con igual consideracin y honor, la conclusin era de una lgica aplastante: Todos los cados
- por expresa decisin del Caudillo - merecan la honra y el recuerdo respetuoso sin
discriminacin alguna.
Esta especie de "reconciliacin nacional" empezando por los muertos, que ms tarde
volveramos a intentar aprovechando el traslado de los restos de Jos Antonio del Monasterio
del Escorial al Valle de los Cados, no tuvo gran xito en las altas esferas; pero doy f de que
a nivel de militantes la opinin era unnime, incluso entre los que haban hecho la guerra.
Curiosamente, los que han combatido con las armas en la mano suelen ser ms generosos
con sus antiguos enemigos que los beneficiarios de la victoria no combatientes. Ya se ha
dicho ms de una vez: Unos ganaron la guerra y otros administraron la victoria.
Pero volvamos a nuestra historia. Madrid no tena Cruz de los cados, y ese entuerto
tenamos que "desfacerlo" nosotros. Estudiamos con todo detalle la operacin. Se trataba de
hacer algo, por supuesto simblico, pero que fuese lo suficientemente sonado como para
inquietar a las autoridades, especialmente al Alcalde de Madrid, que por aquellas fechas creo
recordar que era Moreno Torres.
Despus de muchas discusiones acordamos que en la noche del 28 al 29 de octubre,
una escuadra colocara en un lugar de Madrid una Cruz de los Cados. Al mismo tiempo seis
u ocho escuadras saldran de otros tantos puntos del extrarradio de Madrid con un recorrido
previamente determinado y que inclua en su itinerario las principales arterias de la capital,
para confluir en el kilmetro 0, justamente delante de la Direccin General de Seguridad, para
mayor "Inri". (Alguien aport esta idea, algo temeraria, aduciendo que donde menos nos iban
a buscar era justamente en la puerta de la sede de la Polica. La cosa sali bien porque Dios
es misericordioso con sus criaturas). Durante el recorrido, los integrantes de estos grupos
iran pegando pasquines en los que brevemente se relataba la accin y sus causas, no sin
una alusin poco agradable para las autoridades y en especial para el Ayuntamiento de
Madrid, por carecer de Cruz de los Cados. Terminaba la breve leyenda indicando donde
habamos colocado la Cruz, con una invitacin al presunto lector a manifestarse en dicho
lugar al da siguiente, que era el 29 de octubre.
La operacin, que se inici a las 11 de la noche para terminar sobre las 5 de la
madrugada del da siguiente, se desarroll con una precisin milimtrica: no hubo el menor
fallo en ninguno de los grupos, y sobre las cinco de la maana coincidamos todos en la
Puerta del Sol, dando las novedades al jefe de Centuria.
Por supuesto, la escuadra encargada de la colocacin de la Cruz haba realizado
previamente su cometido, comunicndolo telefnicamente a las escuadras que se hallaban a
la espera de la noticia en los puntos perifricos de Madrid, para que stas iniciaran su
cometido sobre seguro.

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El lugar elegido para la colocacin fue una artstica fuente en construccin que se
estaba edificando en la entonces llamada Plaza de Ramiro Ledesma, frente a la Estacin del
Norte. (Esa misma fuente es la que actualmente est situada en el principio del Paseo de
Camoens, a donde fue trasladada posteriormente).
La operacin, con sus visos tragicmicos, merece la pena relatarse. El grupo que la
llev a cabo estaba compuesto por seis o siete camaradas, mandados por Augusto Aldir, el
Jefe de la Centuria. Vestidos con ropas oscuras para mejor camuflarse en la oscuridad de la
noche y portando con aire furtivo una cruz de fabricacin casera, hecha de madera en su
armazn y de contrachapado en sus caras, de un par de metros de altura, se encaminaron
sigilosamente hacia su objetivo. En el camino, a uno de los integrantes del grupo - no s si a
Mariano Vera, de carcter un tanto zumbn - se le ocurri decir en voz alta: Parecemos
sacristanes que se mudan de iglesia!. La ocurrencia, muy oportuna, provoc la hilaridad del
grupo, que necesit un buen rato para recuperar la seriedad necesaria que requera la misin.
Al llegar a la plaza, en cuyo centro se estaba construyendo la fuente, se encontraron con que
la puerta del murete que protega la obra estaba cerrada, por lo que, suponiendo que dentro
haba algn guarda, llamaron con toda naturalidad. A1 no abrirles nadie decidieron saltar la
tapia, momento en que apareci el guarda armado de un garrote y en actitud nada pacfica,
por lo que hubieron de encaonarle para bajarle los humos y para que soltase el garrote.
Seguidamente pasaron a explicarle lo que pretendan, pero el guarda, poco versado en
filigranas politicas, se puso reticente intentando recuperar su garrote, por lo que hubieron de
darle unos tantarantanes que acabaron por apaciguarle. Finalmente convencido, acab
colaborando, facilitndoles una escalera, con la que subieron a la parte alta de la fuente
donde, no sin gran trabajo, consiguieron colocar la cruz, cuyo pedestal cubrieron con una
bandera nacional y otra de Falange.
Culminado la operacin con xito, tanto la colocacin de la cruz como su anuncio
simultneo mediante la pega de pasquines en las calles, no haba ms que recoger los frutos,
cosa que intentamos y conseguimos a medias, al menos en cuanto a la manifestacin que
pretendamos llevar desde el Teatro de la Comedia hasta la plaza de Ramiro Ledesma
Ramos. Al finalizar el acto conmemorativo de la fundacin de la Falange, que se celebraba,
como todos los aos, el 29 de octubre a las 12 de la maana en dicho teatro, organizamos
una manifestacin con los asistentes al acto - despus de lanzar unas octavillas _ y nos
encaminamos al lugar donde habamos colocado la Cruz; pero sea porque bamos demasiado
deprisa los que encabezbamos la manifestacin, sea porque muchos de los asistentes al
acto no saban de lo que iba, lo cierto es que al lugar de los hechos llegamos solamente unos
quinientos o seiscientos, todos jvenes, por supuesto, y entusiastas. Augusto Aldir dirigi una
breve soflama a la multitud, en la que atac duramente a la burocracia del Rgimen en
general y del Movimiento en particular, culpndoles del desencanto que invada a la juventud
falangista, frustrada por tanta gaita monrquica y tanta monserga paternalista. Fue aplaudido
por la joven concurrencia con entusiasmo, y tras cantar el "Cara al Sol" y el "Viva la
Revolucin" - esa cancioncilla que siempre ha servido para distinguir al falangista de filas,
revolucionario y comprometido, del burcrata-movimientista, legalista y pacfico - nos
disolvimos felices, antes de que la Polica Armada - que acababa de llegar - lo hiciese "manu
militari".
Lo que s tuvo un rotundo xito fue la Cruz propiamente dicha, ya que estuvo en lo alto
de la fuente casi un ao. Segn supimos, cuando intentaron quitarla para seguir con la obra
de la fuente, el Arzobispo de Madrid, que creo que era en aquella poca Don Casimiro
Morcillo, puso objeciones a su retirada, alegando que se trataba de un smbolo sagrado y que
deban retirarla los que la haban puesto; as que, entre unas cosas y otras, la Cruz sigui en
su sitio una buen temporada, hasta que el constructor de la fuente consigui contactar con
nosotros, y nos convenci para que le autorizsemos a quitarla.
No resisto la tentacin de transcribir la letra del "Viva la Revolucin", pues creo que de
forma un tanto simplista, pero contundente, define el ansia revolucionaria del falangista, en
los antpodas de cualquier posicin derechista, por ms que se empeen los "politlogos
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cretinceos" en encuadrarnos en la "extrema derecha" La cancin, cuya msica procede de la


opereta "El Rey vagabundo" (menuda paradoja), es de origen jonsista, y prendi en todas las
generaciones de 1934 para ac. Y si Dios no lo remedia se seguir cantando cada vez que se
renan cuatro falangistas cabreados, donde quiera que sea. Dice as:
"Cuando avanza la Falange,
no hay quien la detenga,
pues lleva a Jos Antonio en el corazn.

Viva, viva, La Revolucin,


viva, viva Falange de las JONS!
Muera, muera, muera el Capital,
viva, viva, el Estado Sindical!

Son las escuadras de Jos Antonio,


las que tienen que triunfar,
Y triunfaremos, e implantaremos
el Estado Sindical.

Viva, viva, la Revolucin, viva,


viva Falange de las JONS!
Muera, muera, muera el Capital,
viva, viva el Estado Sindical!

Que no queremos Reyes idiotas


que no sepan gobernar.
Solo queremos, e implantaremos
el Estado Sindical.

Viva, viva, la Revolucin, etc."

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Evidentemente la letrilla es demaggica por los cuatro costados; estoy seguro de que
Jos Antonio no la aprob jams. Pero es lo cierto que al camarada medio le gusta, y no hay
quien la desarraigue ya.
Una cosa curiosa: El autor de la letra fue uno de los Fundadores de las JONS, que
despus devino en importantsimo personaje durante el Rgimen de Franco, simultaneando,
como tantos otros, su lealtad a ste con su devocin por Don Juan de Borbn. "Pecadillos" de
juventud. Muerto Franco, se convirti en un demcrata de toda la vida, hasta su muerte,
acaecida hace unos aos. Muchos falangistas adivinarn de quien hablo.

REFUGIADOS POLITICOS SIN "STATUS" DE REFUGIADOS POLITICOS


Fue por sta poca cuando conoc a algunos alemanes refugiados en Espaa tras el
hundimiento del III Reich, y a bastantes italianos, croatas, rumanos y belgas, refugiados en
nuestra Patria por motivos polticos tambin.
Lo del derecho de asilo y la no extradicin por motivos politicos no rega al parecer
para los antiguos miembros del Partido Nacionalsocialista Alemn, del Partido Nacional
Fascista Italiano, del Partido Rexista Belga, de la Guardia de Hierro Rumana o del movimiento
Ustacha Croata. Estos refugiados eran buscados por el Consejo Aliado de Control, que
campaba por sus respetos en Espaa - tolerado por el acojonado Gobierno Espaol, que
buscaba el desmarque de anteriores entusiasmos - y cuando eran capturados los enviaban a
sus pases de origen, donde los Gobiernos recin impuestos por los norteamericanos o por
los rusos, segn la "zona de influencia" que correspondiese a lo acordado en las conferencias
de Yalta y Postdam, los sometan a la correspondiente "depuracin", que con gran frecuencia
era una forma de denominar el patbulo.
De mi amistad con muchos de estos refugiados pude constatar que se trataba de
personas absolutamente normales, que haban combatido por su patria como es obligacin
de todo bien nacido, cualquiera que sean sus ideas politicas. Solamente haban cometido un
delito imperdonable: Perder la guerra. Esto les haba convertido automticamente en
"criminales de guerra", naturalmente para el criterio categrico e irrecurrible de los
vencedores, que borrachos con su trabajosa victoria, se empecinaron en el placer de la
venganza, el cual debe ser gustoso, pues transcurrido ms de medio siglo de la terminacin
de la guerra, an les dura.
Tras la aberracin jurdica del proceso de Nuremberg, en el que los pretendidos
demcratas patalearon (y se pasaron por los "mismsimos' principios generales de derecho
tan elementales como el de que "nadie puede ser juez y parte en un proceso", o el de "pulla
crime Bine lege", ya a tumba abierta han llegado al paroxismo, y cuando se cumplieron treinta
aos de finalizada la guerra, plazo que en todas las legislaciones supone la prescripcin de
toda clase de delitos, han decidido seguir con la diversin, decretando que los "crmenes de
guerra" (denominacin vaga y confusa donde las haya, porque toda guerra ya es un crimen
en s misma) son imprescriptibles, con lo que los "cazadores de nazis" de cuando en cuando
se alzan con sus valerosas capturas, llevando a algn que otro anciano de ochenta y cinco
aos a la horca.
Este maniquesmo absolutamente infantil - alemanes malos y aliados buenos - tiene
su mxima expresin en el cine: Desde 1945, Hollywood sobre todo nos obsequia
continuamente con pelculas que relatan la maldad sin limites de los alemanes,"nazis",
naturalmente, y la bondad franciscana de los aliados, de los americanos especialmente. Por
si se les agota el tema, yo le sugerira concretamente a Steven Spielberg, maesttro de los
efectos especiales, que realizase una pelicula, por ejemplo, sobre el lanzamiento de la bomba
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atmica sobre Hiroshima, con el achicharramiento instantneo de ciento cuarenta mil


japoneses. (~ sobre el bombardeo, con la guerra prcticamente terminada, de la ciudad
alemana de Dresde, atestada de refugiados que huan de las tropas soviticas, y que caus,
as por encima, trescientas mil vctimas. A esos no les dio tiempo a hacer ninguna "lista de
Schindler", tVerdad Steven, majo?. Es una pena que a Picasso no le encargase nadie un
cuadro que se llamase "Hiroshima" o "Dresde", para ponerlo en el Museo de Nueva York.
Por aquellas fechas conoc, entre otros, al Coronel Otto Skorzeny, un guerrero
legendario, que llev a cabo la liberacin de Mussolini en un extraordinario golpe de mano,
cuando ste se hallaba detenido en un Hotel del Gran Sasso, despus de la traicin del
Mariscal Badogglio, refrendada por el Rey de Italia, Victor Manuel III. Todos los aos, cuando
se celebraba la Misa de aniversario del asesinato del Duce, Otto Skorzeny acuda
puntualmente a la cita, junto con otros alemanes y un numeroso grupo de italianos, de los
pocos que tras el hundimiento de Italia y la traicin del Rey continuaron siendo leales a
Mussolini y al Fascismo. Tambin asista, justo es consignarlo, Ramn Serrano Suer. De los
italianos recuerdo a Andreani, por aquel entonces representante del MSI (Movimiento Social
Italiano) en Madrid, y de los rumanos a Horia Sima, que haba sido lugarteniente de Cornelio
Codreanu, Fundador de la Guardia de Hierro Rumana.

LA GUARDIA DE FRANCO
En octubre de 1948 ingres en la Guardia de Franco, al cumplir dieciocho aos. La
Guardia de Franco, organizacin creada tras el regreso de la Divisin Azul, y constituida en
sus primeras Centurias por excombatientes de dicha Unidad, quiso ser y lo fue, desde su
creacin, la vanguardia de la Falange, cuya Milicia haba desaparecido tras la desmovilizacin
subsiguiente al trmino de la guerra civil y por imposicin del General Varela, conocido antifalangista del Rgimen. Es cierto que dicha Milicia segua existiendo sobre el papel, y se
conservaba su organizacin y estructura, con su Cuartel General, su General Jefe (un
Teniente General del Ejrcito), sus jefaturas Territoriales, etc. etc.; pero toda esta
organizacin en esquema careca de Unidades, y se conservaba exclusivamente a efectos de
una hipottica movilizacin, que nunca se produjo. (A ttulo simblico solamente sobrevivieron
durante bastante tiempo unas escuadras al mando de un Sargento, que montaban guardia en
la Secretara General del Movimiento, situada en la calle de Alcal 44, con unos viejos
mosquetones del tiempo de Matusaln).
La Guardia de Franco, pues, vino a llenar el vaco existente desde el trmino de la
guerra, pues sorprendentemente el llamado "Partido Unico" (FET y de las JONS) careca de
cualquier tipo de organizacin poltica que agrupase a los militantes mayores de edad; los
llamados "militantes" se limitaban a tener un carnet y pagar - o no pagar - una modesta cuota,
y permanecer en sus casas, tan contentos de estar apuntados a una "cosa" que tan pocas
exigencias llevaba consigo. De vez en cuando eran convocados a algn acto por sus jefes de
Distrito, pero lo que se dice herniarse por su condicin de militantes no se herniaban.
La Guardia de Franco por el contrario s fue, o intent serlo, escuela de falangismo y
vanguardia ay! de la Revolucin, como deca su himno:
"Gloria de cruces nostlgicas,
muere en mi pecho de eterna sed.
Como otras veces llorars mi adis,
Que mi camisa vieja vestir

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Por la Revolucin.

No quiero la vida plcida,


mientras los hombres vivan sin pan
mis camaradas con fe y valor
siempre al combate irn.

De Jos Antonio luz vendr,


Se oye su voz enrgica
Que nos invita a pelear,
Dame la mano y djame marchar.

Yo morir con jbilo


En la vanguardia del Hroe,
Cara al camino valiente
De nuestra Revolucin".

Estaba claro que la Guardia de Franco naca con un evidente espritu revolucionario y
guerrero, y que la inquietud social anidaba, muy acentuada, en sus Centurias, formadas como
ya he dicho, en su inicio por divisionarios azules, a los que nos bamos uniendo los jvenes
procedentes de las Falanges Juveniles al cumplir dieciocho aos.
Conviene aclarar, con respecto al nombre de la organizacin, que la Guardia de
Franco jams fue una guardia pretoriana; se llam as no s si porque entonces todo era de
Franco o por la permanente adulacin de algunos jerarcas del Partido; pero lo cierto es que el
nico servicio que justificaba el nombre era el dispositivo de vigilancia que montbamos,
requeridos por la autoridad gubernativa, todos los das 1 de abril, con motivo del Desfile de la
Victoria. Dicho da nos distribuamos a lo largo de la Castellana, Alcal, Gran Va, etc., de
paisano y mezclados con el pblico, para prevenir un hipottico aten_ todo que jams se
produjo. El Caudillo, una vez terminado el Desfile, abandonaba la tribuna en la Castellana y
se diriga, escoltado por el escuadrn de la Guardia Mora, al Palacio Real, en la plaza de
Oriente, donde se celebraba una recepcin. El pblico que haba asistido al Desfile, ms el
que se situaba a lo largo del recorrido desde la Castellana hasta el palacio Real, segn iba
pasando la comitiva se una a la misma en impresionante manifestacin, siguiendo hasta la
plaza de Oriente, donde permaneca durante horas aclamando al Jefe del Estado; ste solio
varias veces al balcn, dndose un bao de multitudes del que hay en las hemerotecas
amplios testimonios; as fue, mal que les pese a los detractores de Franco hoy. ste tuvo,
durante los casi cuarenta aos en que gobern Espaa, la adhesin entusiasta de la mayor
parte de los espaoles, que se manifestaban multitudinariamente cada vez que apareca en
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pblico en cualquier poblacin de Espaa, incluidas Barcelona, Bilbao o San Sebastin,


donde por cierto veraneaba l y toda su familia, y donde se trasladaba el Gobierno durante su
estancia en dicha ciudad. As que no nos vengan ahora con milongas, que bien a gusto
estaban los vascos con Franco de turista todo el verano, y con la industrializacin de las
provincias vascongadas, que potenci hasta el mximo, en detrimento, por cierto, de otras
provincias, que lo necesitaban bastante ms.
Pues bien, aparte de sta misin de vigilancia y prevencin que desempebamos
todos los aos el 1 de abril, no recuerdo ninguna otra actividad de la Guardia de Franco
relacionada con el nombre durante los muchos aos en que milit en la organizacin.
La condicin social de los militantes de la Guardia de Franco era variada: clase media
en general, estudiantes, funcionarios, profesionales, comerciantes modestos y trabajadores
manuales. Como en el Frente de Juventudes, la camaradera era perfecta, y las diversas
procedencias sociales no constituan obstculo alguno a sta camaradera, que por otra parte
era un mandato del Declogo de la Guardia de Franco:
"Camaradera: Ella une a todos dentro de la Falange, sin distincin de categoras, en
la empresa comn. Todas las virtudes del falangista son nulas si la camaradera no las
acompaa. Ella realiza dentro de la Falange la autntica hermandad entre los hombres".
El uniforme que adopt la Guardia de Franco traa una clara reminiscencia del de la
Whermacht, que haban vestido sus primeros componentes - procedentes de la Divisin Azul en la campaa de Rusia: guerrera y pantaln verde-gris (feld-grau), botas negras de media
caa con el pantaln embutido en ellas, correaje negro, camisa azul de cuello legionario y
boina roja. El distintivo de la Guardia de Franco era un brazalete negro sobre el brazo
derecho, con cinco flechas bordadas en rojo, sobre las que lucan dos espadas de plata
cruzadas y tres luceros en oro, clara alusin al nombre de la organizacin, ya que las
insignias del Jefe Nacional - Franco - eran tres luceros en oro.
La Guardia de Franco estaba mandada por un Lugarteniente General, que tena su
sede en el antiguo Cuartel General de la Milicia, en la planta 4a de Alcal 44, y en las
provincias por los respectivos Lugartenientes Provinciales, que a su vez mandaban sobre los
Lugartenientes Locales, en los pueblos en que exista la organizacin.
En Madrid, la Guardia de Franco lleg a tener 26 Centurias, constituidas tericamente - por cien hombres cada una, y divididas en tres Falanges, que a su vez se
subdividan en Escuadras. Cada tres Centurias formaban una Bandera; en definitiva, la
Guardia de Franco adopt la organizacin clsica de la Falange. Cada Centuria tena su
guin o bandern, en el cual figuraba, por una cara, la bandera falangista con las insignias de
la Guardia de Franco bordadas sobre ella; en la otra cara iba bordado el escudo de la
provincia correspondiente.
La Guardia de Franco de Madrid tena su sede en un palacete, ya desaparecido,
situado en la calle Martn de los Heros n 60, en el barrio de Argelles; all radicaba la
Lugartenencia Provincial y dems servicios de la misma. Era un pequeo edificio de ladrillo
rojo, de dos plantas, con jardn y garaje. En la planta baja haba un saln de actos y un
pequeo bar con barra y varias mesas; en l se servan comidas a un precio mdico a los
camaradas de provincias de paso por Madrid y a muchos ex-combatientes europeos
(alemanes, italianos, rumanos, etc) refugiados en Espaa tras la 11 Guerra Mundial. En el
piso alto estaba la Sala de Banderas, para los banderines de las distintas Centurias; tambin
se conservaban viejas banderas de la guerra civil y de la Divisin Azul, as como banderas,
gorras y uniformes soviticos cogidos a los rusos en campaa.
En el jardn haba un enorme garaje, habilitado como saln de reuniones; y junto a la
puerta de entrada al jardn, un pequeo Cuerpo de Guardia, en el que se guareca la
Escuadra de servicio, que se nombraba a diario para custodiar la entrada y el resto del
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edificio. Tambin haba un perro pastor alemn, con fines disuasorios o de defensa; pero el
tal can tena un carcter tan bondadoso que se limitaba a lamernos las manos a los de la
casa y a todo viandante que pasase por las cercanas, con lo que cualquier parecido con el
Lobo Feroz era pura imaginacin.
El acto del pase de varias Centurias del Frente de juventudes (siempre que hablo del
Frente de juventudes me refiero a las Falanges juveniles de Franco, que era la Organizacin
voluntaria del FJ) a la Guardia de Franco, entre ellas la ma - la Navas de Tolosa - se realiz
en el frontn Recoletos, de Madrid, el 29 de octubre de 1948. Fue una ceremonia austera,
solemne y muy castrense: Entre el redoblar de los tambores y el sonar de las cornetas de la
Centuria Pedro Valdivia, que mandaba el camarada Vilches, y que constitua la Banda
Provincial del FJ de Madrid, los jefes de las Centurias veteranas de la Guardia de Franco
entregaban los nuevos guiones a las Centurias juveniles que se incorporaban a la
Organizacin, todo bajo la presidencia del Delegado Nacional del FJ, Jos Antonio Elola, y el
Lugarteniente General de la Guardia de Franco, Luis Gonzlez Vicn. (Por cierto, ste ltimo,
que cerr el acto con un discurso, critic duramente la Ley de Sucesin a la jefatura del
Estado, recientemente aprobada en Referndum, lo que pocos das despus supuso su
destitucin, segn supimos posteriormente). Terminado el acto, desfilamos todos desde el
frontn Recoletos hasta la jefatura Provincial del Movimiento, que estaba en la calle Gnova,
en un palacete que no s porqu derribaron hace aos, para construir ese edificio monstruoso
donde hoy se alberga la Audiencia Nacional.
El desfile lo encabezaban las Centurias veteranas, formadas en su totalidad por
excombatientes de nuestra guerra civil y de la Divisin Azul, con sus guiones y estandartes.
Sus integrantes lucan sus condecoraciones: Cruces de Hierro, cruces de Guerra, del Mrito
militar, etc. Detrs marchaban las Centurias mixtas, integradas por vete ranos y por los recin
ingresados del FJ, entre las cuales estaba la ma: La Centuria 12, compuesta mitad y mitad
por veteranos y bisoos, que junto con otras dos Centurias formaban la Bandera "Possad".
(Hay que explicar que Possad es el nombre de una aldea rusa a orillas del ro Volchow, aldea
en la que la Divisin Azul escribi una gloriosa pgina, dejndose all ms de quinientos
muertos, manteniendo una cabeza de puente al otro lado del ro durante meses, ante fuerzas
soviticas que les quintuplicaban en nmero. De ah que el nombre de Possad fuera elegido
para nominar la Bandera).
Como he dicho antes, el Lugarteniente General, Luis Gonzlez Vicn (apodado "El
Negro" porque era de tez bastante oscura) dur muy poco en el cargo: Sus duras crticas a la
Ley de Sucesin le valieron la destitucin; aunque Franco se resisti - le apreciaba mucho tuvo que hacerlo para no provocar una crisis en el Gobierno, pues varios Ministros
amenazaron con dimitir si Vicn no era destitudo. Ya entonces -1948 - se manifestaba el antifalangismo de la mayor parte del Gobierno, y Franco se vea obligado a "pastelear", cosa que
se le daba muy bien, para tratar de contentar a las distintas "tendencias", entre las cuales la
falangista era la menos influyente: nunca hubo en el Gobierno ms de dos o tres Ministros
falangistas, y siempre en Ministerios poco importantes. Las carteras importantes las ocupaban
siempre los demcrata-cristianos (la famosa ACNDP), los militares y los monrquicos, tanto
los defensores de la dinasta Borbnica - que son los que finalmente se han llevado el gato al
agua - como los de la rama Carlista, que a pesar de su notable contribucin al triunfo de las
armas Nacionales no consiguieron imponer sus candidatos al Trono.
La destitucin de Vicn cay muy mal entre nosotros, ya que ste era un tipo de una
vala extraordinaria, que no se casaba con nadie. Mdico cirujano de profesin, su historial
poltico y militar era muy brillante. Haba combatido en las campaas de nuestra guerra civil y
en la de Rusia, y haba prestado importantsimos servicios en la lucha contra el "maquis", en
el que haba logrado infiltrarse a travs de la Escuela de Terrorismo de Toulouse,
colaborando con la Guardia Civil en la eliminacin y detencin de numerosas Partidas que
operaban en las montaas del Norte.

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Fue sustituido en el cargo por Francisco Herranz, tambin un buen falangista con un
gran historial, pero sin la talla de Vicn. (Por cierto, Herranz, muchos aos despus, ya en
plena transicin a la democracia - o lo que quiera qu demonios sea esto - un buen da se
suicid, pegndose un tiro en la cabeza, en la puerta de la iglesia de Santa Brbara de
Madrid; al parecer sufra una depresin fortsima ante el cambio de Rgimen, y no pudo
soportar el "chaqueteo" de tanto sinvergenza)
El espritu revolucionario de la Centuria Navas de Tolosa, al integrarse en la Guardia
de Franco, creci y se multiplic, contagiando a gran parte de los "guardistas", tanto
veteranos como bisoos, constituyndose como Centuria "Hiplito Moreno", con el n 18, y en
la que nos integramos los que ya pertenecamos a la 12.
Ni que decir tiene que nuestra actitud de continuo cuestionamiento del Rgimen, al
que veamos cada vez ms lejos de nuestros postulados falangistas y ms cerca de
posiciones blandengues y derechistas, acab resultando francamente incmoda para el
Mando, que no saba qu hacer con nosotros. De buena gana nos hubieran expulsado a
todos, pero eso supona quedarse sin militancia, como he dicho antes, por lo que optaron por
aguantar el chaparrn cada vez que les dbamos un berrinche.

EL MOTN DE LABAJOS
El cuatro de marzo de 1949, como todos los aos, se celebraba en Valladolid, en el
Teatro Caldern, el aniversario de la fusin de Falange Espaola con las JONS. Con ste
motivo nos desplazamos a dicha ciudad alrededor de mil quinientos falangistas madrileos,
casi todos de la Guardia de Franco, SEU y Frente de juventudes, para asistir al acto, en el
que iban a intervenir, entre otros, Jos Antonio Girn, Ministro de Trabajo, y Raimundo
Fernndez Cuesta, Secretario General del Movimiento. bamos con mucha expectacin
(ingenuos de nosotros) porque corra el rumor de que los oradores al fin! Iban a poner las
cosas en su sitio: iban a reivindicar el papel de la Falange en el Rgimen, y a proclamar la
urgencia de la Revolucin Nacional-sindicalista contra viento y marea, ahuyentando el
fantasma de la restauracin Borbnica, que nos amenazaba tras la Ley de Sucesin.
El Teatro Caldern estaba adornado, como todos los aos, con banderas, gallardetes
y colgaduras rojinegras, y el ambiente - como es tradicional en los actos falangistas - era
electrizante e inquietante a la vez. Nuestros actos se sabe como empiezan, pero nunca se
puede predecir como van a terminar, pues se caracterizan por una mezcla de entusiasmo,
pasin y emocin, a lo que hay que aadir una interpretacin de la ortodoxia falangista que
suele ser personal e intransferible de cada camarada. sta combinacin explosiva, en la que
cuentan ms las emociones y los sentimientos que la razn y la cordura, puede desembocar
en cualquier cosa, como he comprobado a lo largo de mi vida muchas veces.
Con la sala rebosante de camisas azules, iniciaron sus discursos los dos oradores
principales, Raimundo Fernndez-Cuesta y Jos Antonio Girn. Desde el primer momento se
vio que ninguno de los dos haba ido all a jugarse la cartera ministerial: hablaron de todo,
menos de lo que nosotros esperbamos. Se perdieron en disquisiciones histricas,
ensalzando una vez ms a los Reyes Catlicos y al Emperador Carlos I. Se nos inform
concienzudamente del inexplicable fenmeno meteorolgico consistente en que en sus
dominios nunca se pona el Sol, de la grandeza de Castilla, de la austeridad de sus gentes,
etc, etc.; en fin, todos los tpicos de la retrica al uso, menos "mentar la bicha" de la
Revolucin pendiente - que ya llevaba "pendiendo" muchos aos - y mucho menos tocar el
tema de la Ley de Sucesin, que tanto nos preocupaba.
A medida que avanzaba el acto los discursos se fueron haciendo ms pesados, y el
sopor invadi a la militancia, apagando el entusiasmo inicial. La gente se remeneaba en las
butacas, sntoma inequvoco de aburrimiento. De pronto, de un palco sali un impresionante
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vozarrn que grit: vivan los "seores" (seores en plan paleto) ministros!!!, que fue coreada
con una carcajada unnime del somnoliento pblico. Los dos ministros oradores de momento
se quedaron desconcertados, pues no saban si tan entusiasta viva! iba en serio o era puro
cachondeo. Por supuesto era puro cachondeo: el del vozarrn era un camarada annimo, que
harto de tantos tpicos y lugares comunes como estaban diciendo los "seores" ministros,
decidi alegrar un poco el ambiente. La ancdota, que est en la Hemeroteca Nacional, fue
tomada en serio por el peridico "Arriba", que al da siguiente, al hacer la resea del acto,
relataba el incidente como "el grito ingenuo de un austero labriego castellano, que quiso
mostrar as su devocin por los oradores y por el Rgimen". Menudo labriego.
Despus de ste pequeo, pero un poco inquietante incidente, los oradores
terminaron rpidamente sus discursos, se cant el "Cara al Sol", y sin transicin nos montaron
en los autobuses en que habamos ido a Valladolid y nos empaquetaron de vuelta para
Madrid.
La frustracin era palpable en todos los camaradas: Habamos ido a or hablar de la
Revolucin, y nos haban contado una vez ms la Historia de Espaa en plan triunfalista. El
"cuento del hurfano", vamos.
Durante el regreso en los autobuses el cabreo iba "in crescendo". Se cantaba
incesantemente el "Viva la Revolucin", sntoma evidente de que el "camarada medio" iba a
explotar por donde fuera.
Estaba previsto que al regreso se celebrase el acto de inauguracin del monumento a
Onsimo Redondo, Capitn de la Falange de Castilla, en el pueblo de Labajos, lugar donde
en 1936 haba muerto en una emboscada, cuando se diriga al frente de combate en el Alto
del Len. La inauguracin corra a cargo de los "seores Ministros" (Raimundo y Girn) y de
otras Autoridades y Jerarquas: Gobernadores Civiles de Madrid, Valladolid y Segovia, etc.
Tambin asistan la viuda de Onsimo, Pilar Primo de Rivera, etc., o sea, una nutrida
representacin de la Falange, ms o menos instalada. Y de coreografa, naturalmente
nosotros. Bueno, esto era lo que estaba previsto, que como se ver despus se sali un poco
del guin.
Antes de llegar a Labajos, y como era la hora de comer, la Intendencia haba previsto
la comida de los expedicionarios, para lo cual pararon los autobuses junto a un bosquecillo,
donde bajamos todos, y all nos dieron un rancho fro, consistente en un par de bocadillos y,
aqu se perdieron!, una botella de vino que aunque no era de marca de lujo, pegaba lo suyo.
Nos comimos los bocadillos, nos bebimos la botella y volvimos a embarcar en los
autobuses, ya ms entonados, pero tambin ms agresivos y revoltosos, efecto evidente del
vino. Solo se cantaba el "Viva la Revolucin", pero cambiando la letra a peor: En lugar de
decir "que no queremos reyes idiotas que no sepan gobernar", decamos algo un tanto
aberrante: "que no queremos reyes idiotas aunque sepan gobernar". (Si saben gobernar
habr que dejarlos, no?). Estaba claro que no queramos reyes de clase alguna.
Una vez que llegamos a Labajos, un cornetn de rdenes toc "a formar", orden que
obedecimos no sin un cierto barullo. Formamos las Unidades uniformadas de la Guardia de
Franco y de las Falanges juveniles, frente al monumento que se iba a inaugurar, delante del
cual se haba situado una tribuna desde la que, presuntamente, nos iban a dirigir la palabra
nuevamente los mismos oradores que lo haban hecho horas antes en el Teatro Caldern de
Valladolid, con efectos tan somnferos y a la vez tan soliviantadores como queda relatado.
Junto a las formaciones se situ el pblico, formado por un nutrido grupo de miembros
del SEU y algunos de la Guardia de Franco que vestan de paisano; asimismo haba una
relativa multitud, formada por los habitantes del pueblo de Labajos, que se haban
concentrado prcticamente en su totalidad, pues no todos los das se produca en un pueblo
pequeo un evento de aquella categora, con dos "seores" ministros y "tantsmas"
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autoridades. La tribuna la protegan los cinco o seis Guardias Civiles que constituan el
puesto, mandados por un Cabo Primero de la Benemrita.
Al llegar los Ministros y su squito el cornetn toc "atencin" y seguidamente "firmes".
El taconazo, seguramente por efecto del vino ingerido, no son con un solo golpe, sino ms
bien en plan traca. Los ministros nos pasaron revista, subiendo a continuacin a la tribuna.
Nuevamente renaci entre las huestes la esperanza de or algo que mereciese la
pena. (Claro, pensbamos con nuestra impenitente ingenuidad: En Valladolid no han querido
soltar la lengua delante de los periodistas y los micrfonos; pero aqu, en medio del campo y
ante sus camaradas y un puado de campesinos es donde van a hablar clarito y de corrido).
Vana esperanza: Se nos volvi a informar con todo lujo de detalles sobre los avatares del
descubrimiento y colonizacin de Amrica, y de que Felipe II no mand sus naves a luchar
contra los elementos, amn de recordarnos los ocho siglos en que nos entretuvimos los
espaoles en expulsar al sarraceno de nuestros lares.
Entre la formacin, que estaba en posicin de "en su lugar descanso", empez a orse
un murmullo de indignacin, cada vez ms perceptible. De pronto alguien inici el "Viva la
Revolucin", que fue seguido entusisticamente por todos los asistentes, menos por los de la
tribuna, claro. El orador, que en esos momentos era Jos Antonio Girn, interrumpi su
discurso, completamente desconcertado; pero pronto reaccion, gritando por el micrfono:
Camaradas, silencio! Firmes!. Nadie le hizo caso. Por el contrario, el cntico arreci, y para
que quedase claro qu era lo que nos pasaba, seguimos cantando solo el estribillo: "Viva,
viva la Revolucin, viva, viva la Revolucin!". La formacin empez a romperse, y las
autoridades, protegidas por los seis Guardias Civiles, optaron por bajar de la tribuna y
empezaron a meterse en sus automviles oficiales, para largarse de all cuanto antes. Los
Guardias Civiles, que al principio del barullo haban comenzado a descolgarse los fusiles,
optaron por la prudencia, pues solo eran seis o siete, y nosotros ramos ms de mil, muchos
luciendo armas cortas; y a la vista de que quienes las portaban tambin lucan un amplio
"medallero" de condecoraciones militares de las campaas de Espaa y Rusia, signo evidente
de que no dudaran en usar dicho armamento, se mantuvieron en actitud expectante.
La formacin, sin que nadie lo ordenase, se rompi definitivamente, y sus integrantes,
junto con los que iban de paisano, nos agrupamos en masa alrededor de los automviles,
dando golpes con las manos en las carroceras, sin dejar de cantar el "Viva la Revolucin" a
grito pelado. Los automviles intentaban arrancar, pero lo hacan con dificultades, pues
estaban rodeados de la masa de falangistas, que gritbamos sin parar y sin dejar de golpear.
Con tanto entusiasmo golpebamos que el camarada Agustn Estbanez decidi atizarle con
su pistola - un nueve largo - al cristal trasero de uno de los coches, rompiendo dicho cristal y
cayendo sobre los ocupantes del asiento trasero el cargador de la pistola, que se desabroch
con el golpe. Los ocupantes, que eran el Vicesecretario General del Movimiento y el
Gobernador Civil de Madrid, Coronel de Infantera Carlos Ruiz, salieron del mismo entre
indignados y asustados. Carlos Ruiz, con el cargador en la mano, pregunt con gesto
amenazador que de quien era aquello. Estbanez, sin dudarlo un momento , se adelant
desafiante: Es mo! T eres un comunista! le espet Carlos Ruiz. Entonces Estbanez, que
era ms bien pequeo de estatura, pero con dos cataplines, se quit el abrigo (iba de
paisano, con el SEU) y se qued en mangas de camisa azul, luciendo sus muchas
condecoraciones ganadas en la Divisin Azul. Comunista yo? Dijo con los ojos fuera de las
rbitas. Y qu he hecho en Rusia para que me dieran stas medallas?. Ante la actitud de
Estbanez, nada sumisa, Carlos Ruiz opt por devolverle el cargador, se meti otra vez en el
coche y sali zumbando de aquel lugar tan incmodo.
Igualmente hicieron el resto de los coches, la mayora de los cuales se fueron bastante
abollados, pues los camaradas, envalentonados por la actitud de Estbanez, la emprendieron
a patadas con los mismos hasta que se perdieron de vista.

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Una vez que el terreno qued "despejado" de jerarquas, el personal se tranquiliz,


volviendo a los autobuses, que emprendieron el regreso a Madrid. Volvamos satisfechos de
nuestro motn, pues creamos que habamos demostrado a nuestras ms altas jerarquas el
descontento que reinaba en las filas falangistas por el olvido de todos los postulados
revolucionarios que eran la razn de ser de la Falange.
Durante los das siguientes al motn estuvimos esperando la reaccin del Mando:
Suponamos que habra destituciones, expulsiones y arrestos, por lo menos de los Mandos de
las Unidades de la Guardia de Franco que haban asistido a los actos de Valladolid. Sin
embargo, nada de esto se produjo: ni la menor represalia contra ninguno de los que
habamos intervenido en la revuelta. Ni siquiera fue llamado a captulo el camarada Agustn
Estbanez, a pesar de que estaba perfectamente identificado.
Se ve que nuestros jefes no tenan la conciencia nada tranquila, y decidieron
"perdonar y olvidar". Los muy cabrones. Esta tnica de ausencia de represalias directas
contra nuestras sucesivas "pataletas" se repiti en posteriores motines e insubordinaciones,
algunos de los cuales fueron bastante ms graves que el de Labajos, por la persona a la que
iban dirigidas.

INSUBORDINACIN EN EL ESCORIAL: VOLVEMOS LA ESPALDA A FRANCO


Lo que voy a relatar a continuacin es un suceso sobre el que han escrito diversos
"enterados", pseudo-historiadores de tres al cuarto metidos a cronistas de una poca en la
que la mayora de ellos estaba en el jardn de Infancia o ni siquiera haba nacido. Describen el
suceso con tal falta de informacin y con tales errores, que a los que fuimos protagonistas del
mismo nos hace revolcarnos de risa. Algunos de los tales - que suelen confundir a la Vieja
Guardia con la Guardia de Franco, y hablan de la "Vieja Guardia de Franco", en una especie
de hbrido que nunca existi, han relatado lo que sigue confundiendo a la Guardia de Franco
con el Frente de Juventudes, y el culo con las tmporas.
Como yo s estaba all, voy a contar las cosas tal y como sucedieron. Era el 20 de
noviembre de 1949, y estaba muy reciente el motn de Labajos. Los nimos seguan muy
exaltados entre los camaradas, pues nadie nos aclaraba qu iba a pasar con la Monarqua,
tan explcitamente anunciada en la Ley de Sucesin, ni con la Revolucin, permanentemente
aplazada.
Para colmo de males, y para no dejar ninguna duda al respecto, haba llegado a
Madrid, procedente de Estoril, el entonces Infante Don Juan Carlos de Borbn, tras el
acuerdo entre Franco y Don Juan para que fuese educado en Espaa.
Con stos inquietantes antecedentes lleg, como digo, el 2p de noviembre, aniversario
del fusilamiento de Jos Antonio en Alicante en 1936; y como todos los aos desde 1939, en
que fueron trasladados sus restos desde el Cementerio de Alicante a la Baslica de San
Lorenzo de El Escorial, se celebraba en dicho templo un solemne funeral, con asistencia del
Jefe del Estado, Gobierno, Cuerpo Diplomtico, etc. etc.
Como es lgico, tambin asistamos los falangistas, aunque relegados al papel de
comparsas: Mientras todos los invitados - la mayora de los cuales no tena nada que ver con
la Falange - ocupaban el templo, los falangistas de filas formbamos a la intemperie: En el
patio de los Reyes formaba la Guardia de Franco (a la derecha, segn se entra) y el Frente
de Juventudes (a la izquierda) de Madrid.
Aqul ao el Mando, inocentemente, haba dispuesto que las Unidades ms
distinguidas (ahora se dira de "elite", pero entonces no se estilaba esa palabreja) de la
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Guardia de Franco rindiesen honores a ste en el exterior de la Baslica, es decir, en la Lonja,


frente a la puerta de acceso al patio de los Reyes. Ah se perdieron otra vez, como con lo del
vino en Labajos.
Las Unidades elegidas para rendir honores fueron precisamente la Centuria de
Montaeros de la Guardia de Franco, la Centuria Hiplito Moreno n 18, y la Centuria
Alejandro Salazar n 20. "La Veinte" como se la conocera en lo sucesivo, era de reciente
formacin, y an no contaba con muchos miembros, por lo que fue reforzada por la 18 para
aquella ocasin. Se haba fundado el 15 de mayo de 1949 en la Universidad Central,
concretamente en la Facultad de Derecho, y todos sus miembros eran universitarios. Yo
haba sido trasvasado a ella desde la 18, y ostentaba el Mando de la Falange, formada en su
totalidad por estudiantes de Derecho. La 2a Falange estaba formada por estudiantes de
Medicina, Farmacia, Ciencias, etc. y la 3a por un "totum revolutum": Ingenieros de diversas
Escuelas, algunos de Peritos Industriales, etc. (Posteriormente hubo intercambios de
Escuadras, y no era tan ntida la composicin).
Como digo, al ser pocos los de la 20, para rendir honores se form una Centuria mixta
entre la 18 y la 20, al mando de mi hermano Diego, que era el Sub-jefe de la 20 (el Jefe, que
no recuerdo si en aquellos momentos era Augusto Aldir o Manolo Puente, no pudo asistir por
enfermedad), junto con la Centuria de Montaeros, al mando de Manolo Cepeda, que a su
vez, y al ser el Jefe de Centuria ms antiguo, mandaba toda la formacin.
Y digo que el Mando "se perdi" al decidir lo de que rindisemos honores fuera del
Patio de los Reyes, porque la formacin que estaba en l reciba las rdenes de un cornetn
de "dem" de la Banda del FJ, cornetn que no se despegaba del Teniente Coronel Carlos
Ruiz, Gobernador Civil de Madrid y Jefe Provincial del Movimiento, quien indicaba al cornetn
los toques que correspondan en cada momento, ya que ostentaba el mando de todas las
Unidades falangistas presentes en el acto.
Sin embargo, la formacin de fuera - la nuestra - al estar situada en la Lonja, y por
tanto fuera del alcance del cornetn de rdenes - aparte de que su funcin era distinta de la
formacin del patio - no poda obedecer ms rdenes que las de Manuel Cepeda.
As las cosas, formamos en la Lonja, despus de la agotadora marcha desde Madrid
acompaando la corona de laurel que haba salido, como todos los aos, a las 22,30 del da
19 de la Cuesta de Santo Domingo 3, donde Jos Antonio haba tenido su ltimo despacho
de abogado. A pesar de la dureza de la marcha: Cincuenta kilmetros en poco ms de ocho
horas, ms la espera en formacin, tras desayunar, hasta las doce, hora en que llegaba
Franco, la formacin era impecable.
Formamos en forma de L, siendo la parte ms corta de dicha L la Centuria de
Montaeros, que vesta su uniforme de montaa: Anorak blanco, pantaln "tubo" azul marino,
con botas de montaa, y gorra noruega tambin azul. La parte ms larga de la L estaba
constituida por la Centuria mixta de la 18 y la 20, que vestamos el uniforme verde-gris de la
Guardia de Franco, aunque sin guerrera: bamos a cuerpo limpio, es decir, en mangas de
camisa azul. Este atuendo, ms propio del verano que de un 20 de noviembre en San
Lorenzo de el Escorial la temperatura deba rozar los 0 grados, pues de vez en cuando caan
algunos copos de nieve - no presagiaba nada bueno. Adems, siguiendo la costumbre de la
Centuria Navas de Tolosa del FJ, de la que provenamos muchos de los presentes, nos
habamos despojado de la boina roja, cosa que tambin daba pistas poco tranquilizadoras
respecto a nuestras intenciones.
De todas formas he de decir que ninguno de los que formbamos tenamos una idea
clara de lo que iba a ocurrir, y a stas alturas an no s si aquello estaba preparado o fue una
de esas improvisaciones a que tan aficionados hemos sido siempre los falangistas.

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Frente a nosotros y junto a la puerta de acceso al Patio de los Reyes - por donde
deba entrar Franco - formaba una Compaa con Bandera y Msica del Batalln Contracarros de guarnicin en San Lorenzo de El Escorial.
Pues bien, con ste bonito escenario, a las 12 en punto (con puntualidad militar) lleg
el Caudillo. Su coche fue directamente a la puerta del Patio de los Reyes, haciendo caso
omiso de nuestra formacin, que como digo estaba frente a dicha puerta, a una distancia de
unos ochenta o noventa metros; se ve que llevaba prisa, y se limit a pasar revista a la fuerza
militar, que presentaba armas, mientras la Banda de msica tocaba el Himno Nacional.
Franco vesta uniforme militar - haba abandonado el atuendo de jefe Nacional de FET
desde que en 19461a ONU nos puso la proa - cosa que a los falangistas nos indignaba.
Pensbamos que al menos el 20 de noviembre, la fecha ms emotiva para la Falange, deba
vestir el uniforme falangista.
Una vez pasada revista a los soldados, se meti rpidamente en el Monasterio para
asistir al funeral. "A la salida te espero", debi pensar quien tena previsto hacer lo que luego
hizo.
Mientras se oficiaba el funeral - tres cuartos de hora largos - nuestra formacin estuvo
en posicin de "en su lugar descanso", pero en plan relajado; se comentaban con indignacin
las dos afrentas que nos haba hecho el Caudillo: No vestir el uniforme falangista y no
habernos revistado. A ello se una el cabreo continuo que nos produca la Ley de Sucesin y
la llegada de Don Juan Carlos a Madrid, claro indicio - como se ha confirmado - de que la
restauracin de la Monarqua era un hecho a ms largo o corto plazo (result ms bien largo),
cosa que nos sacaba de nuestras casillas, pues supona el abandono definitivo de todo sueo
revolucionario.
El poco efecto que haba causado en el Gobierno (no se olvide que "burreamos" a dos
Ministros) el motn de Labajos, tambin nos pona "a punto de caramelo" de cualquier
desafuero.
Lo cierto es que sobre las 12,45 termin el funeral. En el Patio de los Reyes, donde
formaba el FJ de Madrid y la Guardia de Franco, excepto las Centurias que rendamos
honores en el exterior, son el cornetn de rdenes del FJ, a cuyo toque las formaciones se
pusieron firmes, mientras Franco pasaba ante ellas. Al aparecer el Caudillo en la Lonja, el
cornetn de rdenes de la formacin militar que renda honores tambin toc "atencin, firmes
y presenten armas", y el Caudillo, a los sones del Himno Nacional, los revist al igual que a la
entrada. Una vez que el capitn que mandaba la Compaa lo despidi con el ceremonioso
saludo del sable, Franco, seguramente advertido del error que tuvo al entrar, de no
revistarnos tambin a nosotros, se dirigi hacia nuestra formacin, con intencin de reparar
su error y dejarnos contentos. Le acompaaban Raimundo Fernndez Cuesta y Jos Antonio
Girn, mximas jerarquas falangistas presentes en el acto, que caminaban unos pasos
detrs de l. Cuando lleg a la altura de la Centuria de Montaeros, Manolo Cepeda, con un
vozarrn impresionante, grit atencin! firmes!. Se oy un taconazo unnime y nos
quedamos como estatuas. Franco inici la revista, en la que no le acompaaba Cepeda, cosa
indita en los manuales de "instruccin en orden cerrado"; pero el Caudillo no se inmut ante
la irregularidad: sigui su marcha impasible, con cara de pker, cuando de pronto Cepeda,
con un vozarrn todava ms estruendoso, grit: "Media vuelta! Ar!. Por si no haba quedado
claro, mi hermano Diego repiti la orden de Cepeda. Toda la formacin, como un solo
hombre, obedeci la orden, cerrada con otros dos taconazos de libro, quedndonos todos de
espaldas a Franco. Yo estaba, como Jefe de la la Falange de la 20, en cabeza de la
formacin que haca el brazo largo de la L, y al dar la media vuelta me qued de cara al
pblico, que estaba subido en el grueso muro de granito que rodea toda la Lonja. Ello me
permita ver la cara de asombro, cuando no de susto, del pblico en cuestin, que no saba a
ciencia cierta lo que pasaba, pero lo intua, pues entre dicho pblico predominaban los
falangistas.
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En medio de un silencio ominoso - el pblico haba cesado en sus aclamaciones Franco se par, desconcertado, y as estuvo unos segundos. A1 principio debi pensar que
se trataba de una innovacin en el protocolo de revistas (estos falangistas! dira l para su
capote). Pero en vista de que persistamos en darle la espalda y nadie rectificaba la orden,
opt, como buen gallego, por seguirnos la corriente, y reanud su marcha, revistndonos los
"traseros" a los casi doscientos falangistas que le rendamos honores de forma tan inslita. Se
oan solamente sus pasitos cortos y el ruido de las espuelas.
Una vez que termin la revista, como nadie le despeda - tanto Diego como Cepeda
estaban al mando de la formacin, vueltos de espaldas tambin - se dirigi a su automvil,
con una mala leche impresionante. Junto al coche le esperaban Fernndez-Cuesta y Girn,
con caras compungidas y las gorras en la mano, dndoles vueltas nerviosamente, esperando
el chaparrn, que por supuesto les cay: El Caudillo se dirigi a ellos a gritos, pidindoles
explicaciones de nuestra actitud, entre palabras gruesas e imprecaciones. (Como buen
militar, la bronca no se la dio a la tropa, sino a sus "Generales"). La conocida y proverbial
mala boca del General se puso de manifiesto una vez ms, y los dos Ministros seguramente
aqul da hubiesen deseado que se los tragase la tierra; pero ste milagro que evidentemente
resultara utilsimo en algunas ocasiones, no se produce nunca; en aquella tampoco, as que
los dos infelices aguantaron como pudieron la borrasca, hasta que Franco se meti en su
coche y sali arreando, barbotando frases malsonantes en el cuello de su Ayudante y del
chofer, que debieron llegar a El Pardo acojonaditos vivos.
Los dos "chorreados", despus de lanzarnos unas miradas con las que hubieran
deseado fulminarnos, se metieron tambin en sus coches sin decir palabra y se volvieron a
Madrid.
Una vez que se march Franco y dems Autoridades y Jerarquas que haban asistido
al funeral, la formacin militar se volvi a su cuartel, con su Bandera y su Msica, y nosotros,
a las voces de media vuelta! cubrirse! firmes! Y de frente, cabeza variacin izquierda, ar!,
proferidas por Manuel Cepeda con su nada cantarina voz, nos marchamos tambin con viento
fresco; y nunca tan bien trada la frase, ya que haca un fro que nos calaba hasta el alma,
pues a la bajsima temperatura haba que aadir el hecho de que la 18 y la 20 estbamos en
mangas de camisa y llevbamos parados frente al Monasterio y al aire libre varias horas. A
paso legionario y cantando el "Viva la Revolucin" nos dirigimos a la estacin de El Escorial,
donde embarcamos en un tren rumbo a Madrid.
Igual que tras el motn de Labajos, nadie, absolutamente nadie nos recrimin la
clamorosa insubordinacin, a pesar de que estbamos todos perfectamente identificados,
mucho ms que en Labajos; Aqu haban sido tres Centurias de la Guardia de Franco, con
sus mandos al frente, las que haban dado el espectculo indito de volver la espalda a
Franco, vestido de Capitn General de los Ejrcitos, cuando les pasaba revista.
nicamente, en los das posteriores al suceso, se descolgaron por el Hogar de la
Guardia de Franco - el pequeo palacete de la calle Martn de los Heros - dos o tres
individuos de la Delegacin Nacional de Informacin e Investigacin, para pegar la oreja y
enterarse de no se sabe qu, pues lo sucedido, sus actores y la motivacin que nos llev a
tan temerario "nmero" eran del dominio pblico. Es ms, estbamos deseando que alguien
nos preguntase algo para explicarnos con nuestra caracterstica - y temida por las jerarquas claridad.
Aqu creo que hay que relatar qu era eso de la Delegacin Nacional de Informacin e
Investigacin de FET y de las JONS. sta Delegacin, creada en los primeros aos cuarenta,
surgi, como tantas otras Delegaciones Nacionales, con un claro intento de establecer una
especie de organizacin paralela a la del Estado: Delegacin Nacional de justicia y Derecho,
Delegacin Nacional del Servicio Exterior, etc.; pero pasados los primeros fervores falangistas
del Rgimen (que le duraron bien poco) y tras la cada de Alemania e Italia, en cuyos
regmenes polticos se inspiraba sta duplicidad entre el Partido nico y el Estado, stas
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Delegaciones Nacionales perdieron competencias e importancia - como toda la organizacin


de FET y de las JONS - y quedaron reducidas al mbito del Partido. Concretamente la
Delegacin de Informacin e Investigacin, que naci con pujos de ser una especie de Polica
Poltica, perdi enseguida hasta las mnimas competencias que tena en ese terreno,
desplazada por la Brigada PolticoSocial de la Polica del Estado.
Por ello, la D. N. De Informacin e Investigacin qued reducida a lo que hoy
llamaramos en trminos policiaco-cinematogrficos "Asuntos Internos", es decir, hablando en
plata, una organizacin dedicada al chivateo dentro de la Falange.
Como es lgico, estos chivatos eran acogidos por los camaradas con la general
rechifla y desprecio, pues disimulaban muy mal su condicin, y se les *conoca a la legua.
Solan llevar su distintivo, que era una aparatosa placa parecida a la de la Polica, debajo-de
la solapa de la chaqueta; y en cuanto sospechbamos de alguno, le levantbamos la solapa
para confirmar y seguidamente expulsarlo sin grandes miramientos del Hogar.
Pues bien, aquellos infelices que fueron a por lana, salieron trasquilados, y puestos de
patitas en la calle en cuanto hicieron dos o tres preguntas "ingenuas", a las que desde luego
contestamos debidamente en un lenguaje un tanto soez, para que se lo transmitieran a
quien4es les haban mandado.

EL PRIMER (Y CREO QUE NICO EN LA HISTORIA) ABUCHEO A FRANCO


El veinte de noviembre siguiente a nuestro "plante" en El Escorial, el Mando,
lgicamente escarmentado, decidi que ese da no se desplazase a El Escorial ni la Guardia
de Franco ni el Frente de juventudes de Madrid - organizaciones ambas, como he dicho,
donde anidaba el espritu levantisco y revolucionario - y en su lugar fuesen a "hacer bulto"
varios cientos de Flechas y Cadetes de los pueblos de la provincia, los cuales, sin
menospreciarlos, estaban menos evolucionados polticamente que nosotros, por lo que dicho
Mando no tema travesura alguna proveniente de ellos.
Pero no contaba el Mando, que era algo lerdo, con nuestra contumacia, En vista de
que no haba "marcha expedicionaria" oficial a los actos del veinte de noviembre, varios
cientos de falangistas del FJ, Guardia de Franco y SEU, nos desplazamos por nuestra cuenta
a El Escorial en el tren; y para cuando lleg Franco al Monasterio - a las doce en punto, con
su ejemplar puntualidad - ya estbamos apostados entre el pblico, tras y sobre el muro que
rodea la Lonja.
Junto a la puerta de entrada al patio de los Reyes renda honores, como siempre, la
Compaa del Batalln Contra-carros de El Escorial, y en el interior del patio estaban las
formaciones del FJ que haban trado de los pueblos. No haba ninguna Centuria de la
Guardia de Franco que rindiese honores; se ve que haban decidido que "para poca salud,
ninguna".
Franco, que como de costumbre vesta uniforme militar, entr rpidamente en el
Monasterio tras revistar a la tropa, no sin mirar hacia donde estbamos nosotros con cierta
aprensin, pues estbamos situados en el mismo sitio que el ao anterior, aunque, como he
dicho, de paisano y "en confuso tropel". Mientras dur el funeral amenizamos la espera con
canciones revolucionarias, incidiendo preferentemente en el "Viva la Revolucin", para
caldear el ambiente.
Cuarenta y cinco minutos ms tarde se produca el primer abucheo a Franco de la
Historia - y seguramente el nico - al salir ste por la puerta del Patio de los Reyes tras el
funeral. Pero hay que ser veraces: El abucheo, que se lo proporcionamos los doscientos o
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trescientos falangistas que estbamos frente a dicha puerta, en principio no iba dirigido a l,
aunque se lo trag ntegro.
Lo que ocurri fue lo siguiente: Al terminar el funeral, el cornetn de rdenes de la
formacin del FJ que estaba en el patio toc "atencin" y "firmes", pues Franco sala en ese
momento del templo y se dispona a atravesar el patio para salir a la Lonja, tras revistar a
dicha formacin. Pero mira por donde un jefe de Centuria de la formacin, que el pobre haba
salido a hacer "pip" fuera del patio, al or el cornetn intent volver a entrar para ponerse al
frente de su Centuria; pero ya era tarde: En la puerta haban aparecido los seis o siete
"escoltas" de Franco - aquellos fornidos individuos del Regimiento de la Guardia que vestan
el uniforme militar con boina roja y portaban un sub-fusil "Smeisser", prestos a usarlo - y como
Franco vena unos metros detrs de ellos, no dejaron pasar al "men". ste se encampan
(craso error) con los escoltas, y uno de ellos, sin grandes miramientos, le sacudi un culatazo
en la cabeza que lo dej tambalendose. Nosotros, que estbamos presenciando la escena
materialmente desde la barrera (sobre el murete de la Lonja) iniciamos un sonoro abucheo
dirigido al escolta, justo en el momento en que Franco sala por la puerta, por lo que el
abucheo tuvo todas las apariencias de que iba dirigido a l. Lo cierto es que, iniciado el
abucheo al escolta, ya sigui sin solucin de continuidad dirigido a Franco, que totalmente
desconcertado, pas revista a los soldados, se meti en su coche y, como el ao anterior,
sali arreando para El Pardo con su escolta de motoristas.
Nosotros, animados por el inesperado xito, seguimos con nuestro abucheo, ya
dirigido a nuestras jerarquas, que iban saliendo del Monasterio. La mayor parte del pblico
que rodeaba la Lonja - unas dos o tres mil personas - se contagiaron de nuestra rebelda,
pues casi todos eran falangistas, y nos siguieron en nuestra actitud.
Aquello se pareca mucho a lo de Labajos: Los coches de los jerarcas del Rgimen,
rodeados de una multitud vociferante, arrancaban a gran velocidad, entre golpes en las
carroceras, gritos y cnticos. El Cuerpo Diplomtico, que tradicionalmente era invitado a los
actos del 20 de noviembre, asista atnito al espectculo, sin entender absolutamente nada.
(Los Embajadores, que se marcharon tumultuariamente de Espaa tras la condena del
Rgimen de Franco por la ONU en 1946, haban regresado otra vez en masa, tras comprobar
que al Caudillo no lo mova de la silla ni la madre que pari al to de los caballitos).
Las autoridades militares, aunque con ellos no iba la cosa, se escurran tambin como
podan, quitndose de en medio por si acaso les alcanzaba el chorreo. Unicamente el
General Don Juan Vign, que en aquellos momentos creo recordar que era el jefe del Estado
Mayor del Ejrcito, cuando iba a entrar en su coche, se dirigi a nosotros airadamente,
recriminndonos. La respuesta fue la que caba esperar: El "Viva, viva la Revolucin", ms
ladrado que cantado, y los brazos en alto metindose por las ventanillas del coche, que a su
vez era furiosamente golpeado. El conductor del General, una vez que ste, ms
desconcertado que asustado, entr en el coche, arranc velozmente.
Despus de desaparecer - en menos de diez minutos - todos los coches oficiales, la
multitud enardecida sigui cantando y vociferando, hasta que, agotados y roncos, decidimos
disolvernos y volver a Madrid en el tren, como habamos venido.
Pues bien: Tampoco ste tercer motn desat ningn tipo de represin o castigo contra
nosotros. Bien es verdad que, as como en Labajos, y sobre todo en la "revista de traseros"
estbamos ms identificados, aqu haba sido una reaccin espontnea de una multitud de
falangistas, y con una causa desencadenante ajena al Caudillo, aunque luego la
aprovechsemos para abuchearle a l.
Lo cierto es que nadie nos recrimin nada. nicamente volvieron a aparecer los de
"Asuntos Internos", con su aire de "Torrente, el brazo tonto de la Ley", que como de
costumbre fueron descubiertos, escarnecidos e insultados por la militancia, que estaba ms
crecida que nunca.
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Una vez ms comprobbamos que el Rgimen, al que tanto se ha acusado de


dictatorial y totalitario, era blandengue y asustadizo cuando se le desmandaba la militancia
falangista, contra la que generalmente no osaba tomar actitudes punitivas. Y esto no era
precisamente porque nosotros fusemos una fuerza temible ni demasiado numerosa: Una
Compaa de la Polica Armada nos hubiese podido barrer en cinco minutos. Yo creo que se
deba, en primer lugar a la mala conciencia de los jerifaltes, que encaramados en sus
poltronas se haban olvidado definitivamente de los postulados revolucionarios que
justificaban un Rgimen poltico autoritario. Y en segundo lugar a que tras cualquiera de estos
motines o "rabietas" nuestras, crean ver conspiraciones de ms altos vuelos: En los
cenculos de la poltica se susurraban a media voz nombres de presuntos conspiradores:
"Esto es cosa de Serrano Suer..." o "esto lo ha organizado Arrese..." etc. Siempre se aluda
a nombres de polticos postergados en esos momentos, pero temidos por los que estaban en
el machito, por si volvan y les quitaban la mamandurria.
La verdad de Dios era mucho ms simple: Sencillamente nos cabreaba cada vez ms
la derechizacin del Rgimen, la nula influencia de la Falange en el Gobierno de la Nacin (el
"Movimiento" para nosotros y para cualquiera que estudiase su ideario, desarrollo y actuacin,
no era la Falange) y la definitivamente inexorable vuelta a la Monarqua, una vez muerto
Franco, como as ha sido. Nunca hubo nadie detrs de nosotros: Todas nuestras actuaciones
u operaciones de "castigo" al Rgimen se fraguaban de jefe de Centuria para abajo, y luego
en la Universidad, de Delegado del SEU de Facultad para abajo.

CAMBIAMOS DE LUGARTENIENTE GENERAL Y DE UNIFORME


Poco tiempo despus de nuestro desplante ante el Caudillo, fue destituido el
Lugarteniente General de la Guardia de Franco, Francisco Herranz, quien por supuesto no
haba tenido ni arte ni parte en el suceso; pero ya se sabe que en stas cosas siempre paga
el que ms galones tiene. Como nuevo Lugarteniente General fue nombrado Nicols Murga
Santos, Teniente Coronel de Infantera en situacin de "al servicio de otros Ministerios". (Creo
que proceda de la jefatura Territorial de FET de Burgos). sta medida de recurrir a un militar
cuando alguna organizacin falangista se insubordinaba o alguna provincia "andaba mal" era
muy habitual en el Rgimen, probablemente inspirada, si no decidida, por el mismo Franco.
Nicols Murga, que era una bellsima persona y buen falangista, aunque con las
limitaciones que le impona su condicin de militar, tena un historial increble. Haba hecho
las campaas de frica de 1920-1926 siendo Teniente y Capitn, y haba salvado el pellejo
de chiripa en aquella guerra, la ltima guerra colonial que sostuvo el Ejrcito Espaol en
Marruecos. (La penltima, ahora que caigo: La ltima - y cuidadosamente ocultada por el
Rgimen, aun no s por qu - fue la de lfni en 1956. Lo de la retirada del Sahara Occidental
tras la Marcha Verde en 1975, dejando al pueblo saharaui abandonado frente al "primito"
Hassan II, fue uno de los hechos ms vergonzosos de nuestra Historia, que an colea).
Pero volvamos a Nicols Murga. En la guerra civil, en los primeros das del
Alzamiento, fue detenido junto con otros oficiales por las autoridades del Frente Popular, tras
sumarse a la sublevacin. Trasladado a la prisin de Guadalajara, una madrugada, junto con
un numeroso grupo de militares y civiles, fue sacado por los milicianos de la prisin y llevado
a las afueras de la ciudad para ser fusilado. Y en efecto fue fusilado, pero deficientemente.
Tras la descarga, realizada por un grupo de desalmados incompetentes, los ejecutados
cayeron amontonados unos con otros. Como aquellos borricos carecan de la mnima
instruccin militar, desconocan que a la gente, cuando se la fusila en condiciones, hay que
darles el tiro de gracia, para evitarles sufrimientos y para cerciorarse de que estn muertos.
Esto fue lo que salv al bueno de Murga, pues al or la descarga se tir al suelo como los
dems - que s estaban muertos - quedando debajo de algunos cuerpos. Realizada su
hazaa, los milicianos se subieron a un camin y se fueron, dejando a uno de ellos de guardia
en el lugar. Murga, cuando comprob que se haban marchado y cuando se cercior de que
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no le haba tocado ninguna bala, se zaf como pudo de los cuerpos que tena encima, y
aprovechando que el miliciano de guardia se haba alejado unos metros para fumarse un
cigarro, se arrastr hasta el murete contra el que los haban fusilado, y lo salt. Al otro lado
del murete haba una pronunciada pendiente, que baj a la carrera como alma que lleva el
diablo. No par de correr hasta que lleg, cubierto de la sangre de sus compaeros de
fusilamiento, a una pequea casa de campo, cuyos habitantes le atendieron, le dieron de
comer y le proporcionaron ropa limpia, con la que sigui su camino, y tras varias caminatas
agotadoras logr llegar a las lineas nacionales, donde se dio a conocer, incorporndose, una
vez identificado, al Ejrcito nacional, donde hizo el resto de la campaa.
Toda sta historia nos la cont l mismo a los mandos de la 20 (su fusilamiento, junto
con el de sus compaeros, est recogido en algunos libros de Historia de la guerra civil, en
los que he podido comprobar que los autores ignoran que Murga se salv, y le dan por
muerto. Por lo que decimos de los pseudo-historiadores) un da en su despacho de la
Lugartenencia General; y nos lo cont tan a lo vivo - era un actor de teatro frustrado - que
para explicarnos como salt la tapia se subi al sof del despacho y se tir por la parte de
atrs, dndose un "legonazo" de mucho cuidado.
Murga, que tena un gran sentido del humor, presuma de decirle a Franco, cuando
ste le daba pi, las verdades del barquero. Seguramente era cierto, pues su filosofa era
que, como ya lo haban fusilado mal los rojos, poda exponerse a que lo fusilase otra vez
Franco, a ver si segua la "baraka" (suerte, en rabe) y lo fusilaba tambin mal.
Lo cierto es que tras el nombramiento de Murga creamos que bamos a entrar en un
periodo de "libertad vigilada" y de disciplina castrense, impuesta por ste Teniente Coronel de
historial tan inslito. En realidad, fue as solo a medias. Murga, como digo, era muy buena
persona, y buen falangista a su manera, acab entendindonos, y compartiendo nuestra
desazn, al menos cuando estbamos en "petit comit" en su despacho. Lo cierto es que
nunca nos traicion, y cuando nos metamos en algn lo (cosa bastante frecuente) daba la
cara por nosotros y nos sacaba del atolladero.
Lo primero que hizo a raz de su nombramiento fue cambiarnos el uniforme. Segn l,
con el uniforme gris-verde parecamos guardias civiles; as que decidi uniformarnos de
negro, prcticamente como la antigua Milicia Falangista, de la que l proceda como jefe
Territorial: Guerrera negra con botones plateados, pantaln negro con botas de media caa
(bota alta para jefes de Centuria y Falange) cinto de cuero negro y boina roja, con una chapa
dorada con el emblema de la Guardia. Las divisas de mando, emblemas y distintivos
permanecan como antes. El camarada Murga, para que no se nos olvidase su rango militar,
luca en su uniforme, adems de las divisas de mando falangistas, sus dos estrellas de
Teniente Coronel del Ejrcito en las bocamangas. Para el invierno nos dotaron de unos
magnficos capotes tambin negros y con botones plateados, que se guardaban en un
almacn, destinados a una hipottica movilizacin de la Milicia. En realidad se nos uniform
como a la Milicia, que haba sido desmovilizada muy poco despus de terminar la guerra, por
presiones del General Varela - el bilaureado - el cual tena una gran antipata por la Falange.
No en vano era un conocido monrquico, atemperado por su franquismo, no menos conocido.
Lo de la Guardia de Franco fue una forma de recuperar la Milicia, solo que sin armas
(oficialmente).

LA FACULTAD DE DERECHO DE MADRID


En el curso 1950-51 ingres en la Facultad de Derecho de la Universidad Central, la
nica que haba en Madrid. Estaban todava muy lejos los tiempos de la diarrea de
Universidades que sufre nuestro pas, consecuencia lgica de la diarrea autonmica que
ataca con virulencia inmisericorde al sufrido pueblo espaol; creo recordar que haba doce
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Universidades en toda Espaa, y an as, ya sobraban titulados universitarios, as que no hay


por qu asombrarse de lo que pasa ahora.
La Facultad de Derecho estaba situada en "el viejo casern de San Bernardo", como
tpicamente se denomina al efectivamente decrpito edificio en el que se albergaban las
Facultades de Derecho y Ciencias Polticas y Econmicas, as como algunas aulas de la
Facultad de Ciencias. El resto de Facultades estaba ya en la Ciudad Universitaria.
Yo haba superado con xito - no sin algn revolcn previo - el temido "Examen de
Estado", que era la terrorfica prueba de acceso a la Universidad, y me dispona a convertirme
en Licenciado en Derecho, para luego coadyuvar gloriosamente al triunfo de la Justicia.
Cosas de la juventud.
Tambin en 1950 inici mi Servicio Militar, como voluntario, en el Regimiento de
Infantera Wad-Ras nmero 55, con bastante comodidad, pues me permita estudiar sin
problemas; por otra parte mi instruccin militar era bastante completa: Desde muy joven
conoca la instruccin en orden cerrado y el manejo del fusil, que era ms o menos lo que se
enseaba a un soldado de Infantera en aquella poca. La Guardia de Franco y mi
pertenencia a la Federacin Nacional del Tiro de Espaa haban completado mis
conocimientos sobre el armamento ms usual del Ejrcito, habiendo hecho seguramente ms
prcticas de tiro que las que se hacan en ste, donde primaba el ahorro de municin.
Haba comenzado para m "la dcada prodigiosa": Entre 1950 y 1960 haba de hacer
la carrera, el Servicio militar, buscar novia, encontrar trabajo, casarme y tener mi primer hijo.
Ah! Y hacer la Revolucin. Hice todo menos la Revolucin, que sigue sin hacer, y adems
muy desprestigiada.
La Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, en aquella poca, era un pozo
de sabidura jurdica. Era la "reserva jurdica de Occidente". La verdad es que, hablando
completamente en serio, no creo que en ninguna otra poca haya habido un plantel de
catedrticos de la categora de los que integraban nuestro cuadro de profesores, cuya fama
se mantiene hoy y se mantendr mucho tiempo a travs de sus Tratados: Baste mencionar a
Ursicino lvarez en Derecho Romano, a Garca Gallo en Historia del Derecho, a Nicols
Prez Serrano en Derecho Politico, a Eugenio Cuello Caln en Derecho Penal, a Garrigues
en Derecho Mercantil, a Jaime Guasp y a Prieto Castro en Derecho procesal, a Federico De
Castro, Hernndez Gil y Garca Valdecasas en Derecho Civil, a Yangas-Messa en Derecho
Internacional, etc. etc.
Ahora, los pontfices de la Democracia y de lo politicamente correcto, todos ellos con
el paal pegado al culo, ilustran a las actuales generaciones - que son las suyas - sobre "el
pramo cultural" de la Dictadura, haciendo creer a sus devotos que en aquella poca poco
menos que sabamos leer y escribir a duras penas. Como son tan lerdos, ignoran que
prcticamente todos los intelectuales ante los cuales se asombran hoy, ya lo eran entonces, y
tan reconocidos y admirados como ahora.
Los estudiantes de entonces, como estbamos acostumbrados a tener stos
profesores, no le dbamos demasiada importancia, e incluso algunos desaprensivos - entre
los que humildemente me cuento - nos fumbamos alguna que otra clase; claro es que hay
que decir que haba catedrticos que ostentaban, adems de la ctedra, cargos pblicos o
privados, por lo que de vez en cuando tambin ellos hacan "pellas", dejando algunas clases
en manos de Profesores Auxiliares; y claro, no era lo mismo or a Prez Serrano en la ctedra
de Derecho Poltico que a su Ayudante Valero, monrquico Juanista de pro, contarnos con su
voz meliflua y un tanto amanerada, sus conversaciones con Carmencita Franco (la hija del
Caudillo) con la que presuma de gran amistad: "Nenuca, nenuca, que mal lo est haciendo
tu pap! ha ganado la batalla de la gasolina, pero est perdiendo la de la restauracin
monrquica!".
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Luego, en plan confidencial y suplicante nos peda: " No digis a nadie que tengo una
tienda de mquinas de coser, que me hunds socialmente!". Efectivamente, el tal Valero tena
una pequea tienda de mquinas de coser en la Gran Va, al lado de donde entonces estaba
el Crculo de la Unin Mercantil. Cada vez que pasbamos por all, nos parbamos en la
puerta y gritbamos: Valero, vndenos una Singer!. El pobre Valero, que sola estar en la
tienda por las tardes, en cuanto nos vea se agachaba detrs del mostrador, hasta que, hartos
de pedirle "gnero" infructuosamente, nos bamos entre grandes risotadas.
El tal Valero, aunque pequeajo e insignificante fsicamente, era un personaje en el
mundillo monrquico de Madrid, y se mova mucho entre la Aristocracia; de ah su temor a ser
descubierto como vulgar mercachifle de maquinas de coser. Tambin se mova en las altas
esferas del Rgimen - o al menos eso deca l - y mantena relaciones amistosas con los
falangistas de la Universidad, que ramos nosotros. Se ve que como era Ayudante de ctedra
de Derecho Poltico, daba a todos los palos, por si acaso.
Los monrquicos en la Facultad de Derecho no eran muchos, pero eso s: estaban
divididos en tres facciones, a saber: Juanistas (rama Borbnica), Carlistas Falcondistas (de
Fal Conde, que representaba a Don Francisco Javier de Borbn-Parma) y Carlistas
Octavistas, (de Carlos VIII), y naturalmente no se podan ver entre ellos. Los Carlistas de
ambas ramas se llevaban bastante bien con nosotros. No en vano, en la guerra civil, que no
estaba tan lejana, haban estado en la misma trinchera que los falangistas, y aunque no
tragaban lo de la Unificacin con la Falange, decretada "manu militari" por Franco en 1937
(tampoco nos hizo ninguna gracia a los falangistas, como es notorio), nos consideraban, al
menos a los falangistas de la Universidad, buena gente y dignos de su amistad. Incluso
colaboraron con el SEU en algunas actividades, y hasta en algn golpe de mano "nacionalcatlico", como el que voy a relatar a continuacin, que si alguien lo hubiese filmado, le habra
quitado el puesto a Fellini, y la pelcula hubiese desplazado a Amarcord, pues fue de
verdadera pelcula italiana de posguerra. En ste alucinante golpe de mano no particip
personalmente, pues estaba enfermo con gripe; pero si lo hizo rni hermano Diego y un grupo
de la Centuria 20, por lo que conozco la historia de primera mano, con bastante detalle.
El promotor del asunto fue el jesuita Padre Llanos, que en uno de sus arrebatos
msticos decidi declarar la guerra al Hereje. Haba descubierto que en la calle Trafalgar,
junto a la glorieta de Quevedo, haba una capilla protestante (anglicana) abierta al culto,
donde todos los sbados se celebraban los correspondientes oficios para los escasos fieles
de dicho culto que se atrevan a asistir. (En aquella poca no ser catlico estaba mal visto,
pero se toleraba; pero ser protestante era poco menos que ser un sbdito de Satans).
Ante semejante provocacin, el animoso jesuita inflam de ardor guerrero el corazn
de un grupo de sus seguidores: Gentes de Accin Catlica, principalmente, para que hiciesen
una demostracin de F catlica a aquellas almas descarriadas seguidoras del nefasto
Lutero. Como los conjurados eran pocos, y no muy avezados a las escaramuzas, requirieron
la ayuda del SEU, as como de la ACI (luego explicar lo que era eso). Para incitar a los
falangistas del SEU y de la Centuria 20 (que no ramos muy de Misas, precisamente) a
aquella "Cruzada", aseguraron que la Capilla anglicana en realidad era una tapadera para las
actividades de grupos de la oposicin clandestina al Rgimen, amparados por la Embajada
Britnica, que al parecer era quien sostena econmicamente el culto en dicha capilla.
Con la perspectiva de poder repartir algn que otro pescozn entre los sbditos del
Imperio Britnico o de quien demonios estuviese all, varios camaradas ofrecieron su
colaboracin ms entusiasta. Asimismo, enterados los carlistas del evento, se sumaron
gustosos al "comando", que finalmente qued constituido por una cincuentena de miembros,
como decimos de procedencia heterognea.
Comandados por un par de miembros de la ACI, (cuyos nombres omito, pues uno de
ellos es actualmente un importante poltico de los que, deslumbrados por un rayo divino,
cayeron oportunamente del caballo camino de Damasco, y se han convertido en demcratas
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de toda la vida) se dirigieron a la capilla un sbado por la tarde, a la hora en que, segn les
haban asegurado, se celebraban los oficios. Cuando llegaron, se encontraron la capilla
abierta, pero vaca. Se ve que, o bien se haban equivocado de hora, o bien los "herejes",
advertidos del peligro, se haban quedado en sus casas.
Despus de unos minutos de desconcierto, al ver que no haba enemigo alguno al que
vapulear, al citado "cruzado" se le ocurri una santa idea: Ya que los protestantes, entre sus
muchos nefastos errores, no creen en la Santsima Virgen como es debido, era preciso
desagraviar a sta, para lo cual, con voz hueca, inici el canto de la Salve en latn: "Salve
Regina, mater misericordiae, vita dulcedo, spes nostra salve...", cntico que fue seguido con
desigual entonacin por el resto de los "cruzados". Pero claro, aquello no tena color; ellos no
haban ido all a un concurso de cnticos. As que decidieron emprenderla con el mobiliario,
que fundamentalmente eran bancos y un armonium. Poniendo los bancos en posicin vertical,
los dejaban caer sobre las cristaleras de colores que adornaban los laterales de la capilla,
consiguiendo un bonito efecto de sonido, luz y color, al hacer trizas los cristales. Entre los
asaltantes haba un carlista al que llambamos "Juan Vampiro", por su notable parecido con
el Conde Drcula; ste descubri que tambin era de mucho efecto dejar caer los bancos
sobre el armonium, pues al golpear las teclas emita una especie de gemidos lastimeros. Una
vez que saltaron por los aires todas las teclas, con un palo termin de destrozar el armonium,
pasando a otros menesteres.
Despus entraron en una especie de sacrista, donde se cruzaron con un guarda cojo,
que dando trompicones y saltos se dirigi a un telfono para llamar a la Polica. An les dio
tiempo, antes de que llegara la "Madera", de destrozar unas cuantas Biblias "herticas" que
haba por all, as como un montn de folios escritos a mquina y reproducidos en
multicopista que contenan al parecer propaganda antiRgimen, editada por quienes
regentaban la capilla.
Una vez terminada la faena salieron rpidamente de la capilla y se dispersaron
momentos antes de que llegase la Polica Armada, por lo que sta no pudo detener a ninguno
de los asaltantes. Sin embargo, al poco rato de irse el grupo a carrera abierta, llegaron dos
muchachitos de Accin Catlica, que se haban confundido de hora y llegaban tarde. La
Polica, a falta de otra cosa, detuvo a los dos y se los llev a Comisara, donde estuvieron
solo un rato, pues aparte de que al llegar tarde no haban participado en nada, el Padre
Llanos intervino rpidamente para que los soltaran, como as fue.
Y as termin aquella especie de sainete, promovido a medias por el Padre Llanos, la
Accin Catlica y la ACI, con colaboracin especial de algunos falangistas y requets.
La ACI - Asociacin Cultural Iberoamericana - era una especie de grupo militante de
universitarios, nacido al amparo del Instituto de Cultura Hispnica, pero que no se limitaba a
las actividades puramente culturales de ste, sino que actuaba contra el "imperialismo yanky"
o britnico en nombre de la Hispanidad, con ocasin o sin ella. Y esto del asalto a la capilla
protestante se ve que lo consideraron apropiado y se sumaron gustosos, como los falangistas
y requets, a la iniciativa naciona1-catlica del Padre Llanos.
Con la ACI estuvimos colaborando durante algn tiempo, participando tanto en sus
actividades culturales como en sus "golpes de mano" contra el "imperialismo yanky"; pero
poco a poco y segn se iban estrechando los lazos amistosos entre el Rgimen y el Gobierno
de los Estados Unidos, la ACI se fue volviendo ms conservadora, y termin siendo lo que
empez a ser en sus comienzos: Una especie de rama juvenil del Instituto de Cultura
Hispnica para llenar de pblico universitario los plmbeos actos de exaltacin de la
Hispanidad, con lo que nuestro entusiasmo decay bastante, y acabamos abandonndolo.
Fue una pena, porque a travs de la ACI conocimos a muchos universitarios
hispanoamericanos-argentinos, chilenos, bolivianos, venezolanos, etc. - interesados en la
ideologa falangista, hasta el punto de que algunos de ellos, al regresar a sus pases tras
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licenciarse en las Universidades espaolas, crearon all grupos politicos inspirados en la


Falange; fue entonces, en los aos cincuenta, cuando surgieron la Falange Boliviana, la
Falange Chilena y muchos ms grupos, algunos de los cuales an existen.

LA TUNA
Un buen da del mes de noviembre de 1952, en que mi amigo Pepe Muoz Ramrez y
yo estbamos soportando estoicamente una clase de Derecho Politico impartida por el
soporfero y duerme-almas profesor D. Francisco Javier Conde (cuyo libro de texto,
"Introduccin al Derecho Politico" comenzaba as: "Con qu haz de posibilidades se
encuentra el hombre cuando por su propia voluntad se segrega de su Creador?. Es harto
menguado.', gran remediador del insomnio de sus alumnos, se nos ocurri crear la Tuna en la
Facultad de Derecho, pues no exista. Y dicho y hecho: En ese mismo momento nos pusimos
manos a la obra, y decidimos comenzar la casa por el tejado: Haba que nombrar, lo primero,
una madrina de campanillas, y todo lo dems se nos dara por aadidura. Nos pusimos a
cavilar, y de pronto a Pepe Muoz se le ilumin la cara: Ya est! vamos a nombrar madrina
a la nieta de Franco!. Te has vuelto loco, Pepe, le contest yo, siempre excptico. Pero el to
ya estaba manos a la obra: Sac un folio de su carpeta y se puso a escribir, a mano,
naturalmente, una carta a Franco, un tanto churretosa, pero convincente, proponindole el
madrinazgo para la Tuna de Derecho de su, en aquellos momentos nica nieta, Mara del
Carmen Martnez-Bordi y Franco, que a la sazn contaba tres aitos.
Al salir de clase, fuimos al estanco, donde compramos un sobre y un sello. En el
sobre, el increble Pepe Muoz, natural de Pozoblanco (Crdoba), con la audacia que
caracteriza al insolvente, escribi: " Sr. Don Francisco Franco Bahamonde. Palacio de El
Pardo. Madrid. (Espaa)," y meti la carta, con su correspondiente sello, en el buzn que
haba en la calle de San Bernardo, frente al Ministerio de Justicia.
Durante la semana siguiente estuvimos haciendo especulaciones sobre el destino de
la carta: Yo estaba convencido de que haba ido directamente al cesto de los papeles de
cualquier Secretara del Palacio de El Pardo; pero Pepe, con la f inquebrantable de los
predestinados, aseguraba que tendramos respuesta. Y as fue: Al cabo de ocho o diez das
recibi una carta de la Casa Civil de su Excelencia el Jefe del Estado diciendo que el
susodicho estaba encantado con la idea, y que la Tuna podra acudir al Palacio de El Pardo
un mes despus. (No recuerdo la fecha, pero se fijaba concretamente para un da de
mediados de diciembre).
Y ah fueron la madres mas; tras la sorpresa y la alegra, el acojonamiento total:
Habamos vendido la piel del oso antes de cazarlo. En una palabra, haba que crear una Tuna
que no exista en el plazo de un mes, ms o menos, y presentarse con ella nada menos que
en El Pardo, ante Francisco Franco, al que tan mala vida le habamos dado recientemente (y
le bamos a seguir dando, si el paciente lector lee ste libro hasta el final).
Como Dios protege a los nios y a los locos, todo se nos puso a favor: a los anuncios
que pusimos en el tabln de anuncios del SEU, pidiendo gente que supiese tocar
instrumentos de msica - sobre todo de cuerda - acudieron treinta y tantos aspirantes, que
fueron admitidos todos sin excepcin. Haba varias guitarras y bandurrias, un laud (el Lucas),
una Flauta (el Montoro) y claro, seis o siete aspirantes a panderetas, entre ellos yo, que me
erig en Cabo de Panderetas, al frente de una escuadra formada por Fernando Moreno, Eloy
"el Bufn", "Popeye", etc.
Necesitbamos un director musical, y lo encontramos en el Conservatorio Nacional de
Msica, que estaba en la calle de San Bernardo, justo enfrente de la Universidad. Se llamaba
Fernando Espaa, maestro de violn, y result un magnfico director. Se uni a la Tuna junto a
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otro violn, tambin del Conservatorio: "la bien Pein" (era calvo), que era un verdadero
artista.
Empezamos los ensayos en el Hogar "Jos Miguel Guitarte" del SEU, situado en el
patio de la Universidad, encima del comedor del SEU. El Hogar, compuesto por un gran saln
y un pequeo despacho, lo ocupaba la Centuria 20, que prest gustosamente sus
"instalaciones" a la Tuna: No en vano mi hermano Diego - abanderado de la Tuna - era Subjefe de la Centuria; y tanto Pepe como yo y algn otro tuno pertenecamos a la misma, as
que todo quedaba en casa. (El camarada Jess Solana, concretamente, result un habilidoso
instrumentista del triangulillo. Haba que verlo con su impresionante corpachn de luchador
de lucha libre y su enorme bigote a lo Pancho Villa tocar delicadamente el triangulillo).
En quince o veinte das Fernando Espaa consigui que aquello sonase como una
orquesta de cmara, y no es exageracin: Adems de lograr que tocsemos con mucho
salero los pasacalles clsicos de la Tuna: "Carrascosa", "Sebastopol", etc. y cinco o seis
canciones de ronda, consigui ensearnos (ensearles, ms bien, pues los panderetas
intervenamos poco en la msica clsica) varias sonatas de Schubert, Mozart, etc., que
dejaban asombrado al respetable.
Ya no nos faltaban ms que los trajes. Cuestin peliaguda, pues los tunos no
tenamos un duro; El SEU de Derecho tena muy buena voluntad, pero adoleca del mismo
mal que nosotros. Y la jefatura de Distrito (la "Provincial", para los amigos) del SEU nos dijo
que solo subvencionaba a la Tuna del Distrito: la de Scapa, los Gemelos, el Lupas, etc., por lo
que hubo que renunciar, de momento, a que nos hicieran los trajes en una sastrera, y optar
por alquilarlos, as que nos fuimos a Cornejo, en la calle Atocha, de donde salimos con un
aspecto un tanto atrabiliario, pero felices. Ms que tunos parecamos personajes de El Greco,
del cuadro del Entierro del Conde de Orgaz; pero pronto arreglamos aquello con las
escarapelas y las cintas que nuestras admiradoras nos regalaron.
Con la Tuna vestida y bien entrenada, ya estbamos preparados para ir al palacio de
El Pardo, a rondar a nuestra flamante madrina y a hacerle entrega solemne del nombramiento
como tal.
Llegado el da, nos embarcamos en un autobs, pagado por la jefatura de Distrito del
SEU (menos mal que en esto se estiraron los tos) y encabezados por Antonio Villar Mass,
Delegado del SEU en la Facultad de Derecho, nos presentamos en Palacio en poco ms de
un cuarto de hora.
Entramos en los jardines del recinto cerrado del Palacio sin ningn tipo de dificultad.
Sorprenda la ausencia total de medidas de seguridad: Nadie nos pidi identificacin alguna.
Solamente un Oficial del Regimiento de la Guardia del jefe del Estado (sta s que era la
Guardia de Franco en sentido literal) nos solicit la lista de los integrantes de la Tuna - en la
que no iba incluido Antonio Villar, que vesta de paisano - y seguidamente formamos de a
tres: Al frente la bandera de la Tuna, que era negra, con el cisne del SEU bordado en el
centro, portada por mi hermano Diego; junto a l Pepe Muoz, como Jefe de la Tuna, llevaba
los regalos para la madrina: Un bonito mueco vestido de tuno, una caja de bombones y el
pergamino con el nombramiento. Y detrs los panderetas en primer lugar, dando los saltos y
contorsiones caractersticos de la "especialidad", y el grueso de los msicos propiamente
dichos, tocando briosamente el "Carrascosa". Pasamos ante dos centinelas de la Guardia
Mora, que presentaron armas al paso de nuestra bandera, y entramos en el patio interior de
Palacio. All nos desplegamos: detrs guitarras, bandurrias y lades; delante, violines, F1
Montoro con su flauta y el camarada Solana dale que te pego al triangulillo; en el centro los
panderetas, ms epilpticos que nunca, Diego con la bandera y Pepe, que no soltaba los
regalos. Iniciamos una cancin de ronda - creo que "Clavelitos" - y enseguida se asom a una
ventana nuestra madrina, en brazos de su abuela Da. Carmen Polo. Despus de cantar un
par de canciones, nos hicieron pasar a un saln elegantsimo, donde estaba la nia con su
abuela. All le hicimos entrega de los presentes: El pergamino con el nombramiento, que
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cogi con tal entusiasmo que lo parti en dos, y el mueco, al que se abraz
desesperadamente hasta que descubri los bombones, momento en el cual pasamos a un
segundo trmino de sus intereses vitales, sustituidos por los bombones, que empez a
devorar con grandes ansias. A continuacin la Tuna interpret algunas piezas de msica de
cmara, que sonaron maravillosamente. Al rato apareci Don Fernando Fuertes de
Villavicencio, Segundo Jefe de la Casa Civil (el Primer Jefe era el Marqus de Hutor de
Santilln) de su Excelencia, para decirnos que el General no poda hacerse presente, pues
estaba despachando con el Ministro de Marina, pero que nos haba odo cantar y tocar en el
patio, y nos mandaba con l un saludo afectuoso y su enhorabuena por tal maravilla de
interpretacin. Todo muy palaciego; pero era de agradecer, pues algunos de los all
presentes, concretamente los que pertenecamos a la Centuria 20, habamos sido
protagonistas del "espaldarazo" de El Escorial. Se ve que el hombre, o no lo saba (lo ms
probable), o nos haba perdonado.
Despus nos sirvieron en el mismo saln un suculento aperitivo, portado en bandejas
por unos camareros vestidos de librea. Mientras estuvieron presentes Da. Carmen, su nieta
y D. Fernando Fuertes, nos comportamos con gran mesura, cogiendo delicadamente los
canaps con dos dedos y llevndonoslos a la boca con un desmayado gesto dieciochesco;
incluso algunos canallas dejaban el dedo meique tieso, como descuidadamente. Pero
cuando, discretamente, hicieron "mutis por el foro", nos lanzamos como lobos sobre las
bandejas - eran las doce del medioda y tenamos el hambre que caracteriza a los estudiantes
de todos los tiempos - y las dejamos limpias como patenas en quince segundos.
Es de justicia decir que Da. Carmen, que tena fama de estirada y antiptica, con
nosotros se mostr muy agradable y cercana; una vez que calcularon que habamos
devorado el aperitivo, volvieron a entrar, ella, la nia y D. Fernando Fuertes para despedirse.
Volvimos a cantar una cancioncilla, bajamos la escalera, formamos otra vez de a tres, y nos
dimos el piro a los acordes de otro pasacalles. Antes de que nos marchsemos, Fuertes de
Villavicencio nos cit en el palacio Nacional (hoy palacio Real) para unos das despus, al
objeto de entregarnos un obsequio en nombre del Jefe del Estado.
Y all que nos presentamos Pepe Muoz y yo, con nuestras mejores galas, a los
cuatro o cinco das del evento. Entramos en Palacio (tampoco aqu haba grandes medidas
de seguridad) donde ya nos esperaban, y nos pasaron a un gran saln de estilo isabelino,
donde nos dijeron que aguardsemos unos minutos, pues Don Fernando Fuertes estaba
atendiendo a otra visita. A la vista de ello, una vez que el ujier que nos haba acompaado
nos dej solos, nos arrellanamos en sendos sillones dorados y nos dispusimos a esperar
acontecimientos. De pronto Pepe descubri que sobre un sof haba un bonito sombrero gris
perla, con su cinta de seda negra y los rebordes de las alas levemente vueltos y forrados
tambin de seda gris perla. Una preciosidad de sombrero, vamos. Tena toda la pinta de
pertenecer a un seor muy importante, que con toda seguridad era la visita que nos preceda,
y a la que estaba atendiendo D. Fernando Fuertes.
Pepe y yo nos miramos. Despus miramos al sombrero. La suerte del sombrero
estaba echada. Pepe se levant, cogi el sombrero delicadamente en sus pecadoras manos,
y tras tantear y calibrar su peso, lo dej caer con suavidad, rematndolo en el aire con una
patada digna de Molowny, que en aquellos momentos era el delantero del Real Madrid de
mayor fama. Pero no fue menos espectacular mi parada, pues previendo la jugada de Pepe,
me haba situado estratgicamente a cinco o seis metros, y me lanc en una bonita parada,
no sin revolcarme los tocinos en las mullidas alfombras palaciegas. Le devolv el sombrero
con una especie de "espoliniqui ingls" a la media vuelta, que l remat con fuerza antes de
que el sombrero tocase tierra. Aquello se animaba. El sombrero iba y vena, ya algo
deformado, atravesando el saln de punta a punta. Cuando ms embebidos estbamos en el
juego, se abri una puerta de repente y apareci Don Fernando Fuertes con un anciano
venerable, que tena toda la pinta de ser el propietario del sombrero. En aquel preciso
momento, Pepe acababa de hacer una meritoria parada, y tena el sombrero entre las manos.
Con gran sangre fra, sacudi el polvo del sombrero, le -dio unos retoques para volverlo a su
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forma primitiva (con las patadas haba tomado el aspecto del hongo de Jaimito) y se lo
entreg a su dueo - que nos miraba aterrado - no sin decirle lo bonito que era su sombrero.
El buen seor se despidi de Don Fernando Fuertes, que haca enormes esfuerzos para
contener la risa, y se march como alma que lleva el Diablo. El pobre hombre, que
seguramente haba ido a pedir alguna gracia del Altsimo (Franco, vamos) de momento solo
se llevaba el sombrero hecho un higo.
Tras el bonito espectculo deportivo que habamos protagonizado Pepe y yo, Don
Fernando Fuertes sac de su bolsillo un cheque de cinco mil pesetas (tngase en cuenta que
estbamos en 1952) y nos lo entreg en nombre del jefe del Estado. Pepe mir el documento
con aire displicente. Fuertes se adelant: "no es mucho, pero es que ahora no hay dinero en
la Casa". (Se supone que se refera a la Casa Civil). Le miramos con cierta socarronera, pero
cogimos el cheque - nunca habamos visto cinco mil pesetas juntas - y despus de
despedirnos salimos escopeteados del Palacio, por si se arrepentan.
Aquel dinero lo dedicamos a la confeccin de los trajes de tunos; lo dimos de "entrada"
(y de salida, porque no volvimos a dar un duro ms) en el taller Jos Antonio, de la Seccin
Femenina, que estaba en la Costanilla de los ngeles, junto a la Plaza de Santo Domingo. El
importe de los treinta trajes (con capa incluida) era, creo recordar, de dieciocho mil pesetas;
as que entregamos las cinco mil que nos haba regalado Franco, y si te he visto no me
acuerdo: Una vez que los terminaron, nos los llevamos, no sin prometer (promesa de tunos)
que las trece mil pesetas que restaban las pagaramos " a la mayor brevedad". Y no es que
no tuviramos voluntad de pagar; es que no tenamos una peseta.
La jefe del taller nos persigui intilmente durante meses; y ante lo infructuoso de su
persecucin, prometi solemnemente presentarse con sus chicas en una actuacin de la
Tuna y arrancarnos los trajes hasta dejarnos en calzoncillos. Por suerte no pudo cumplir su
promesa, que por otra parte hubiese resultado interesante, dadas las morigeradas
costumbres de la poca.
Ya con nuestros flamantes trajes de tunos, las actuaciones se multiplicaban.
Acostumbrbamos a salir los sbados por la noche (an no se haba inventado "la fiebre del
viernes noche") y brujulebamos por las calles, rondando a novias, amigas y conocidas hasta
altas horas de la madrugada. A esa hora la circulacin era escasa, e incluso podamos ir por
el centro de las calles en formacin. Cuando necesitbamos dinero, entrbamos en los bares,
cafeteras, etc. de la Gran Va y de las zonas cntricas de Madrid, y "obsequibamos" a los
presentes con nuestro repertorio. Despus pasbamos la pandereta pidiendo para los
estudiantes pobres (que ramos nosotros). La verdad es que podamos haber ido pagando,
con lo que recaudbamos, nuestra deuda con el taller Jos Antonio, pero otras necesidades
"perentorias" nos lo impedan.
Tambin visitbamos casas particulares, Embajadas, redacciones de peridicos,
Ministerios, etc.
En una embajada, despus de una lucida actuacin que mereci no solo el aplauso de
los asistentes, sino un magnfico aperitivo con abundancia de bebidas alcohlicas, se desat
nuestro entusiasmo, ). rompimos en estentreos gritos de viva el Paraguay!. Cuando ya
estbamos roncos de gritar, se nos acerc muy diplomticamente el seor Embajador para
agradecernos aquel delirio hispnico; pero nos aclar que aquella era la embajada de
Uruguay, no de Paraguay.
Tambin recuerdo la visita a la casa de Don Joaqun Rodrigo, el famoso msico.
Fuimos a rondar a su hija y unas amigas, y tras la ronda en la calle nos invitaron a subir a la
casa, donde Don Joaqun nos obsequi con una interpretacin maravillosa, al piano, de varios
fragmentos de su "Concierto de Aranjuez".

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LA CARTA ABIERTA AL GENERAL FRANCO


De vez en cuando, y siempre en colaboracin con otras Centurias de la Guardia de
Franco - la 18 y la 21 sobre todo, formadas ntegramente por gente procedente del Frente de
Juventudes - organizbamos una "siembra de pasquines" ms o menos subversivos, siempre
con el mismo tema: El olvido de la Revolucin por parte del Rgimen y la entrega de ste al
Capitalismo ms cerril y a la Monarqua decadente.
Los pasquines soliamos confeccionarlos a multicopista, aquel artilugio impresionante,
con su manivela, su tinta - con la que se guarreaba todo - y su olor caracterstico, que
recordarn todos los que hayan estado en semejantes trajines, hayan sido rojos o azules.
La ms comprometido era el reparto, pues haba que procurar que no detuvieran a
ninguno de los conjurados. Para ello usbamos diversas tcnicas: Una de ellas era el reparto
en el Metro, y consista en situarse en el andn, entre la gente. Cuando llegaba un tren,
esperbamos a que la gente entrase en el mismo, y una vez cerradas las puertas y ya en
marcha el tren, metamos a puados los pasquines por los respiraderos que, en aquella
poca, llevaba cada vagn al principio y al final, quedndonos con las manos limpias del
"cuerpo del delito". Si por casualidad haba en el andn algn guardia o polica que nos
preguntaba qu era lo que tirbamos, le decamos que se trataba de propaganda comercial, y
como nos quedbamos sin ningn papel en las manos, no tena forma de comprobar nada.
Tambin repartamos desde los autobuses urbanos, que por aquel entonces eran de
dos pisos, como los de Londres. Estos autobuses en el piso alto tenan, al nivel de los pies de
los primeros asientos - los que quedaban a la altura del conductor - unas ranuras alargadas
para ventilacin. Los "panfletistas" de turno se sentaban en dichos asientos desde el principio
de la lnea, y al pasar por zonas cntricas - Serrano, y sobre todo Gran Va a la hora de
entrada o salida de los cines en sbado - lanzaban los pasquines por las ranuras en cuestin,
por el simple procedimiento de colocar montoncitos junto a estos, e irles empujando con los
pies. Con ello se consegua una bonita lluvia de papeles, que parecan cados del cielo, ante
el asombro de los transentes, que no lograban localizar el punto de lanzamiento.
Hubo un panfleto con el que llegamos a rizar el rizo de la temeridad: La "Carta abierta
al General Franco". As como suena.
Hartos de dar espectculos como los de Labajos y El Escorial, sin que al parecer
nadie captase la "indirecta", decidimos ir por lo derecho, agarrar el toro por los cuernos y
contarle a Franco por escrito todo lo que pensbamos, naturalmente con publicidad. A tal
efecto, confeccionamos una larga carta, encabezada con la frase "Carta abierta al General
Franco". En ella, con lenguaje correcto y respetuoso, pero claro y difano, le decamos a
Franco todo lo que pensbamos los jvenes falangistas sobre nuestra Revolucin traicionada,
el desencanto de la juventud, la vuelta de la Derecha egosta, del Capitalismo cerril, etc. etc.;
y naturalmente llegbamos a la conclusin de que el culpable de todo era l, por accin o por
omisin. El firmante, annimo por supuesto, era "un viejo Jefe de Centuria de sus Falanges
Juveniles".
Hecha la carta, vena lo ms peliagudo: Editarla en una imprenta que se prestase a tal
desafuero, y reunir el dinero necesario para la operacin: Pagar la edicin del panfleto y
difundirlo por correo ordinario. Lo de la imprenta se resolvi pronto: Un camarada de la
Centuria 20, Jos Antonio Garzn, tena un pequeo establecimiento de imprenta, creo
recordar que en el Puente de Vallecas, y el muy insensato se ofreci a imprimir gratuitamente
la carta. Naturalmente, se tomaron algunas precauciones: El trabajo se hizo un sbado por la
tarde, sin los operarios que trabajaban en la imprenta. El propio Jos Antonio Garzn, con la
ayuda de dos o tres camaradas, improvisados cajistas, confeccion la carta, usando guantes
de goma para no dejar huellas, guantes que luego quemaron, junto con los tipos de imprenta.
Hicieron varios miles de ejemplares, y todo qued listo para la distribucin.
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Decidimos que para que aquello tuviese la mayor trascendencia posible haba que
enviar la carta por correo a toda clase de autoridades, "civiles, militares y eclesisticas", como
se deca entonces; a todos los jefes de Sindicatos, nacionales, provinciales y locales; a todas
las jerarquas del Movimiento, etc. etc., es decir, a todo bicho viviente y semoviente. As que
nos pusimos manos a la obra: Compramos con el fondo de la Centuria - unos miles de
pesetejas, a las que aadimos cada cual lo que pudo - varios centenares de sellos de correos
y sobres baratos, y entre diez o doce camaradas nos dedicamos a introducir cartas en los
sobres y pegar los sellos. Terminada la tarea, pusimos las direcciones a mano en los sobres.
Como divertimento, ponamos remites imaginarios en los sobres: por ejemplo, el dirigido al
Capitn General de la primera Regin Militar, llevaba el remite del Obispo de Madrid-Alcal, y
cosas por el estilo; ms que nada por enredar. Por supuesto, uno de los sobres iba dirigido a
Don Francisco Franco Bahamonde, Palacio de El Pardo, Madrid. (igual que cuando Pepe
Muoz le escribi para nombrar Madrina de la Tuna de Derecho a su nieta Mari-Carmen).
Cuando se nos acabaron los sobres y los sellos, acordamos repartir las cartas que nos
sobraban a mano, cosa que hicimos en la Universidad, a la salida de los cines, etc.
A los dos das, aquello empez a hacer efecto. Y como siempre en estos casos,
comenzaron a correr rumores. Por supuesto la Polica (la Brigada de Investigacin PolticoSocial) nos localiz a los autores rpidamente. Aunque habamos tomado todas las
precauciones posibles, dado que el nmero de los que haban intervenido era considerable:
Varias docenas de camaradas, no solo de la Centuria 20, sino tambin de la 18 y la 21,
alguien se fue de la lengua - ms que por mala fe por farolear delante de alguna nia - y nos
pillaron.
La Polica, en cuarenta y ocho horas, haba localizado la imprenta y detenido a Jos
Antonio Garzn, su propietario. Asimismo citaron en la sede de la B.I.P.S. a los mandos de
las Centurias 20 y 18. Yo recib el encargo, a la vista de cmo se ponan las cosas, de
quemar varios miles de ejemplares de la carta que haban sobrado o que an no se haban
distribuido; as que aquella noche, "entre las sombras nocturnas", totalmente solo, me fui al
Hogar de la Centuria 20, el clebre Hogar Jos Miguel Guitarte, situado, como tengo dicho,
en el patio de la Universidad (San Bernardo), en el piso superior del Comedor universitario, y
en una lata enorme y vaca de sardinas, que requis en la cocina, me dediqu a quemar,
poco a poco, el "cuerpo del delito". No me atreva a abrir la ventana, pues es bien sabido que
por el humo se sabe donde est el fuego. Y como tenamos a la Polica pegada al culo, yo
esperaba que de un momento a otro irrumpiesen en el Hogar y me cogiesen con las manos
en la masa. La cosa no era ninguna broma, pues yo estaba "bajo las armas": estaba haciendo
el Servicio Militar, como he dicho, en el Regimiento de Infantera Wad-Ras n 55, con lo que,
si me cogan en aquellos menesteres, el Consejo de Guerra lo tena asegurado. Por eso,
tosiendo como un condenado por el humo, consegu quemar todas las cartas, entreabriendo
un poco la ventana para no perecer.
Mientras tanto, los que haban sido citados en la BIPS ( cuya Jefatura estaba situada
en la calle Pontejos) se presentaron - con sus camisas azules, por supuesto - ante el
Comisario Jefe de la Brigada, que los recibi de pi, en su despacho. Muy framente, les
mostr un ejemplar de la famosa carta, y con evidente recochineo les pregunt que si saban
quien era el autor de "la letra". Los camaradas, acojonados por dentro, pero con gran sangre
fra por fuera, contestaron que lo ignoraban, pero que estaban de acuerdo con el contenido.
El Comisario, con aires de superioridad, dijo que si a l le dieran carta blanca, en
veinticuatro horas estaran detenidos todos los autores; pero claro, se trataba de un asunto
poltico, y no poda obrar con libertad. Aquello envalenton a los camaradas. Uno de ellos creo que fue Mariano Vera, de la Centuria 18 - le contest, con el mismo tono de superioridad
que el Comisario, que si a ellos les dieran carta blanca, en veinticuatro horas poda haber en
la puerta de la BIPS veinte mil falangistas (evidente exageracin) pidiendo su cabeza (la del
Comisario, claro).

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Despus de ste cruce de amenazas condicionales, los camaradas dedujeron que el


Comisario estaba "tocado", para que no actuase, por sus superiores; el Comisario dio por
terminada la entrevista, y los "presuntos" se marcharon, no sin cierta flamenquera; al menos
hasta que traspusieron la puerta del despacho. Una vez que se vieron en la escalera, se
precipitaron hacia la calle bajando los escalones de cuatro en cuatro, por si el hombre aquel
se arrepenta y los enchironaba.
Y aqu termin todo. Como siempre que hacamos alguna de las nuestras, en el
Gobierno y entre las altas jerarquas del Movimiento, empezaban a circular rumores y
sospechas; aquella vez recayeron en Serrano Suer, el "Cuadsimo", que el hombre estaba
apartado de la poltica desde que "empezaron a perder los alemanes" y "empezamos a ganar
los americanos". Se dijo que estaba querindole mover la silla a Franco, aprovechando el
descontento de los falangistas con ste. Nada ms lejos de la realidad: A Serrano Suer, solo
lo conocamos de los noticiarios de los aos 40, y desde 1942 0 1943 haba desaparecido de
la escena poltica, a la que no volvi jams.
El camarada Murga, que saba perfectamente que los autores del panfleto ramos
nosotros, se present un da en nuestra reunin de Centuria y se limit a abroncarnos sin
mucha conviccin, marchndose por donde haba venido.
Por aquellas fechas - primeros aos cincuenta - comenzaba a moverse cierta
oposicin al Rgimen de forma un tanto confusa y literaria. Uno de los lugares preferidos que por cierto inauguramos los falangistas "rebeldes" - era la cueva de Ssamo, una especie
de local, mitad taberna mitad caf con pianola, ubicado en unos stanos de la calle del
Prncipe. All nos reunamos un grupo de falangistas; entre ellos recuerdo a Antonio Villar
Mass, Delegado del SEU en la Facultad de Derecho, gentes de la Centuria 20: Gabriel
Elorriaga, Eugenio Martnez Pastor y su hermano Manolo, que aunque no perteneca a la
Centuria se apuntaba a estos eventos. Estaba tambin el camarada Roj, un cataln de lo
ms pintoresco, que el primer da que fue a la Cueva de Ssamo, ataviado con un enorme
sombrero negro de grandes alas y una capa, tambin negra, hasta el suelo (igualito que
Drcula) se le enredaron los pies en la capa al empezar a bajar la escalera y lleg rodando
hasta abajo como una exhalacin. Pero no se inmut: Se levant milagrosamente ileso, se
sacudi el polvo de la capa, recogi su sombrero y asegur que l siempre bajaba as las
escaleras.
All ingeramos grandes cantidades de vino ms bien pelen, junto con un sin fin de
"conspiradores" de todas las "leches"; frecuentaban la Cueva Alfonso Sastre, Jos Antonio
Novais y muchos ms. Recuerdo que un da, al salir de la Cueva algo cargados de tintorro
barato, Jos Antonio Novals se subi a una farola y se puso a gritar: Viva Dios, que no
existe, y muera Franco, que s existe!. Hubo que bajarlo de la farola antes de que apareciese
alguna pareja de la Polica Armada, que no solia estar muy ducha en stas filigranas
metafsicas.
Una de las cosas que los actuales historiadores de tres al cuarto sostienen con
denuedo es que durante el franquismo "estaban prohibidos" poetas como Garca Lorca ,
Antonio Machado o Alberti. Lo de Garca Lorca ya he explicado anteriormente que no solo no
estaba prohibido, sino que nos lo hacan estudiar en el bachillerato, incluso en los colegios de
frailes, como el mo. Y lo de otros intelectuales - de todos los campos - considerados de
"izquierdas" por esa gente que se empea en clasificar politicamente a todo el mundo, todos
los que tenan uso de razn en aquellos aos saben que eran ledos y admirados por
cualquier persona de mediana cultura que tuviera inters en cultivarla. Por va de ejemplo,
tengo en mi poder una revista editada por la jefatura Provincial del SEU de Madrid en febrero
de 1953 - o sea, en pleno franquismo rampante - en la que se publica una encuesta realizada
entre estudiantes universitarios de Madrid y de provincias, y en la que se pregunta por las
preferencias de los encuestados, con el siguiente resultado:

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Poesa: En primer lugar, y muy destacado, Federico Garca Lorca. Le siguen Miguel
Hernndez, Rafael Alberti, Antonio Machado, Gerardo Diego y Pedro Salinas; y despus, con
menos votos, Juan Ramn Jimnez, Jorge Guilln y Unamuno.
Novela: Camilo Jos Cela, Po Baroja, Fernndez Flores, Concha Espina y despus,
con menos votos, Ramn J. Sender, Snchez Mazas, Garca Serrano, Prez de Ayala,
Carmen Laforet, Gabriel Mir, Zunzunegui y Blasco Ibez.
Ensayo y Filosofa: Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, Eugenio D'Ors, Gregorio Maran
y Pedro Lan, Dmaso Alonso y Julin Maras.
Como puede verse, los universitarios de la poca leamos a los autores "prohibidos", y
hacamos gala de ello en las revistas que publicaba el SEU falangista, de donde se deduce
que no estaban tan prohibidos, no?. Pues nada; ahora cualquier mequetrefe recin salido de
la guardera nos informa a las "vctimas de la represin intelectual del franquismo" que no
podamos leer a Lorca, Alberti, Machado (Antonio), Hernndez, etc.; autores, al parecer,
descubiertos a partir de la muerte de Franco por dichos mequetrefes.

LOS GUATEQUES
No todo era, en aquellos aos, Poltica y Revolucin. Tambin tenamos nuestro
corazoncito, y de vez en cuando organizbamos un guateque".
El guateque era una institucin consistente en reunirnos un grupo de chicos y chicas
en casa de alguien, alrededor de un tocadiscos, para bailar y "alternar". Para animarnos,
bebamos una especie de cosa a la que llambamos "cup" (los poliglotas pronunciaban "cap")
y que consista en vino blanco que se echaba en una sopera, y al que se aada ginebra,
coac y alguna otra bebida de alta graduacin, para animarlo. Tambin se le echaba fruta y
hielo. Se serva con un cazo, en vasos largos, y nos ponamos tan contentos. Haba una
variante, consistente en que el vino era tinto, en cuyo caso se converta en la socorrida
"sangra", de tan slida tradicin hispana.
Bailbamos al son de la msica de la poca, en la que predominaba el bolero, la
rumba, el tango, el vals, el fox, etc., grabada en los discos de pasta de treinta y ocho
revoluciones, que se rayaban con nada. Nuestros hroes eran Jorge Seplveda, Antonio
Machn, Los Panchos, El Tro Calaveras, etc.etc.
Como deca un amigo mo, el baile en s parece una gilipollez; pero ya sobre la pista
"se ven ms cosas". En efecto, el baile era un bonito pretexto para abrazar a las chicas, pues
en aquella poca las chicas no se dejaban abrazar ni para salvarse de un naufragio. Sin
embargo, con el tonteo del baile, se dejaban coger por la cintura y ponan carita lnguida,
signo evidente de que les gustaba la cosa. Entonces t apretabas con el brazo derecho, a ver
hasta donde podas llegar, y ellas, cuando consideraban que su decencia empezaba a estar
comprometida, te ponan el codo en el pecho para congelar la posicin, con lo que te dabas
por enterado de que habas tocado fondo en tus aproximaciones.
Yo, que aunque me est mal el decirlo he sido siempre muy buena persona, caritativo
y todo eso, en los guateques siempre me crea obligado a ejercer de buen samaritano. No s
porqu, en aquellos eventos siempre haba una coja o una gorda, a las que nadie sacaba a
bailar. Pero all estaba yo para remediarlo y para hacer de Prncipe Azul. As que sacaba a
bailar a la coja, o a la gorda, en su caso. Lo de la gorda, vaya que vaya. Era cuestin de
brazo. Si no podas abarcarla, por exceso de tonelaje, intentabas gobernarla ponindole la
mano en la cadera, y medio sallas del paso. Lo de la coja ya era harina de otro costal.
Dependa mucho del tipo de cojera. Pero con buena voluntad, se salla airosamente del paso,
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incluso marcndose un tango, que era lo ms complicado, por el sube y baja de la cojera.
Naturalmente, las guapetonas del guateque se quedaban entre desconcertadas y frustradas
ante mi predileccin por las marginadas; pero solan comentar favorablemente mi buen
corazn.
Lo que s era un verdadero peligro en los guateques era el "cantor". Igual que haba la
coja o la gorda - que las pobres eran totalmente inofensivas -, haba el "cantor", que ese s
que era un animal daino y persistente.
El cantor sola ser un individuo taciturno, ceudo y solitario. Circulaba entre las parejas
con un vaso en la mano, tarareando por lo bajini, sin reparar en nadie. De pronto tosa un
poco, se aclaraba la voz, y se arrancaba con un alarido horripilante: Muuuuuequita linda,
de cabellos de oro, dientes como perlas, labios de rub!!!. Alguien desconectaba el tocadiscos,
para no entorpecer al divo, y las chicas se arracimaban alrededor del cabronazo aquel,
mientras los chicos resignados nos refugibamos en el alcohol.
El cantor continuaba, impertrrito, con la canzoneta. La cosa llegaba al paroxismo con
aquello de: a veces escucho, un ecooooooo, (sostenido durante quince o veinte segundos)
divino!!!. Las chicas se desmoronaban de emocin. Algunas, al terminar la cancin, aplaudan
entusiasmadas, y pedan histricamente: otra, otra!, y aquel mamn segua, erre que erre,
con "Amapola, lindsima amapola", "O sole mo", y en fin, todo el repertorio talo-hispanoamericano, con lo que el guateque se converta en una especie de Festival de Benidorm con
un solo participante. Y el to que no se renda. Hasta que alguien, harto de la exhibicin de
aquel desgraciado, se arrancaba con el "Asturias, patria querida", que era coreado por toda la
concurrencia. Seguamos con la msica coral espaola: "Palmero, sube a la palma", "una
maana de mayo", etc. etc., hasta que algn imprudente introduca aquello de "los
estudiantes navarros chin pm ", y ya, en clara francachela, se derivaba a lo de "una vieja en
Logroo, se se se ", etc., con lo que las chicas empezaban a despedirse, antes de que
aquello terminase en una exhibicin de pornografa polifnica.

ROMANCE DE DON JUAN CARLOS


Lo que s se vea claramente es que Franco se propona restaurar la Monarqua, pero
saltndose a pies juntos a un Pretendiente: Don Juan. Desde que ste tuvo la desafortunada
idea de lanzar sus Manifiestos, Franco, que era persistente en sus fobias, se la guard para
los restos.
Sin decirlo claramente nunca, Franco haba decidido para sus adentros que a l no le
iba a suceder Don Juan, sino su hijo Don Juan Carlos, que haba llegado a Madrid en 1949, y
estaba preparando las "oposiciones" a Rey con todas las papeletas a su favor. Cuando tuvo
edad para ello, ingres en la Academia General Militar de Zaragoza, donde estuvo un curso,
pasando luego por la Escuela Naval de Marn y por la Academia General del Aire de San
Javier, despus de lo cual realiz algn curso en la Universidad, ms que nada para dar la
sensacin de que no todo iba a ser formacin castrense, aunque para Franco eso era lo
importante. Se ve que lo que quera es que le sucediese un Rey al estilo de los reyes godos,
espada en ristre.
A los falangistas, lo de Don Juan Carlos nos cay regular. Haba venido a Espaa con
nueve o diez aos a educarse para ser Rey, de todo lo cual l no tena culpa alguna. Lo
nuestro era ms bien contra la Institucin, pues presentamos que la Monarqua preconizada
en la Ley de Sucesin - Reino Catlico y Social y dems zarandajas - acabara convirtindose
en una Monarqua Constitucional al estilo de la del siglo XIX, como la que haba cado, con
ms pena que gloria, en 1931, con la colaboracin de los ms reputados monrquicos.

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Fernando Mrquez Horrillo - Un falangista de filas

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Franco desde luego intentaba por todos los medios introducir a Don Juan Carlos en
las Instituciones y usos del Rgimen; y el buen hombre, como es lgico, iba donde le
mandaban. Lo mismo arengaba a los excombatientes de los Tercios de Requets que a los
de las antiguas banderas de Falange, o a los de la Legin. El lea los discursos que le
preparaban sus asesores, como todo Rey o Prncipe que se precie, y los "discurseados" se
quedaban tan "gallsperus", que dicen los asturianos. Por ah anda todava un libro, editado
por el Rgimen en los aos setenta, en el que se recogen todos estos discursos de "adhesin
inquebrantable", bajo el ttulo de "Palabras del Prncipe". As es la vida.
Aquello indudablemente era todo un poco raro desde el punto de vista del Derecho
Politico y Constitucional, pues si Don Juan Carlos era Prncipe, evidentemente era hijo de un
Rey; pero era un Rey sin reconocer como tal. O sea, un lio. Pero como Franco haca lo que le
salla de los mismsimos, todos tan contentos. Menos Don Juan, claro. Don Juan vea la
jugarreta que le preparaba el gallego, y se lo llevaban los demonios.
A Don Juan Carlos, en el afn de aproximarlo incluso a los falangistas jvenes, le
llevaron un buen da a visitar un campamento del Frente de Juventudes. Alli ech su
correspondiente discurso, y luego confraterniz con los acampados, que incluso le gastaron
bromas: Le ofrecieron un botijo para beber, con un agujero debajo del pitorro, por lo que al
levantarlo para enfilar el chorro, el agua sali por el agujero, mojndole la pechera del
uniforme de cadete del Ejrcito que vesta. Como tiene buen carcter, encaj bien la
cuchufleta.
Un buen da, los monrquicos oficiales del Rgimen organizaron una conferencia en el
Ateneo de Madrid, y trajeron como conferenciante de lujo al Honorabile signore Cantalupo, un
diplomtico italiano que en su da fue el primer embajador de la Italia fascista ante el
Gobierno de Franco instalado en Burgos. (1937)
El seor Cantalupo vena con la encomienda de hacernos ver a los espaoles las
excelencias de la institucin monrquica. No se sabe muy bien porqu haban elegido para
ello a un antiguo funcionario fascista-monrquico italiano, despus de la suerte que corri la
Monarqua en Italia, que tras ser elevada a Imperio por el Fascismo, primero traicion a
Mussolini, y despus - Roma no paga a traidores - fue despedida con cajas destempladas por
el pueblo italiano, que prefiri la Repblica. El caso es que el seor Cantalupo debi correr un
tupido velo sobre la Historia reciente de su pas, y vino a aleccionarnos a los espaoles. Y
claro: Entre los presuntos aleccionados haba, como no! Un nutrido grupo de camaradas de
la Centuria 20, que decidi no perderse el espectculo.
Nada ms iniciar su perorata el seor Cantalupo con un "seoras y seores", los
camaradas prorrumpieron en un entusiasta aplauso cerrado, que fue, - el contagio de las
masas - secundado por todos los asistentes, que en su mayora eran personas de cierta
edad; pblico bien trajeado, las seoras con sombrero, etc. Hecho el silencio, el seor
Cantalupo, algo desconcertado por el entusiasmo que haban despertado sus primeras
palabras ("seoras y seores"), comenz su conferencia. A los quince segundos, los
camaradas decidieron que aquello era digno de otro entusiasta aplauso, as que se
arrancaron con otra ovacin de las de oreja y vuelta. El resto del pblico los sigui, pero ya
con menos decisin. A la cuarta interrupcin se vio claramente que aquel "entusiasmo
indescriptible" iba de cachondeo, por lo que el pblico normal comenz a protestar. Los
camaradas, que ocupaban dos o tres filas de la sala, puestos en pie y en el paroxismo del
entusiasmo seguan aplaudiendo como condenados, con lo que se arm un guirigay de padre
y muy seor mo.
De repente se oy una voz atronadora: Silencio!. Todo el mundo se call, mirando
expectante al dueo de aquel vozarrn, que no era otro que el camarada Pousa Medal, que
se haba puesto en pie, al parecer para lanzar una arenga. Pousa se qued perplejo ante el
efecto de su peticin de silencio, pero pronto reaccion, y con la misma potencia de voz grit:

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Seoras y seores! calma y disciplina! Y se sent, recibiendo una calurosa ovacin de las
dos filas de camaradas.
Como aquello tena todo el aspecto de no acabar nunca, alguien llam a la Polica.
Pero mientras tanto, lanzadas por varios camaradas preparados al efecto, empezaron a llover
hojas de papel tamao folio conteniendo el "Romance de Don Juan Carlos", un romancillo
compuesto por alguien - a stas alturas no he llegado a averiguar con certeza por quin - y
que deca as:
De Portugal ha venido,
de Portugal ha llegado
el que dicen Rey de Espaa,
que se llama Don Juan Carlos.

A la estacin de Delicias
Salieron a recibirle
La Aristocracia espaola,
El Clero y guardias civiles.

El maquinista era un Duque


Marqueses los revisores
Y la mujer del lavabo
una Roca de Togores!

Cuatro caballos veloces


Arrastran una berlina
Y lo llevan al palacio
Donde despus vivira

All le esperan ms nobles,


cortesanos y familia,
y el Infante Don Alfonso,

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un hermano que tena.

Los salones de Madrid


Recobran de nuevo vida:
Habr fiesta en el Real,
saraos en las casas finas.

Los seores de chaqu,


Las seoras de mantilla,
Y el pueblo muy satisfecho
De ver tanta maravilla.

Ay pueblo sufrido y firme


de Madrid y las provincias!
ya empiezan los Conde-Duques!
Y aqu el romance termina.

Bueno, lo que termin definitivamente fue la fiesta, pues la Polica Armada irrumpi en
el local, y sin grandes miramientos y a empujones sac a las dos o tres filas de alborotadores,
a los que se llev a la Comisara, donde, como de costumbre, les tomaron el nombre y los
soltaron al poco rato. (Estas detenciones de falangistas, que si no provenan de un hecho
grave terminaban sin grandes consecuencias, solo tenan el inconveniente de que te tomaban
el nombre y te fichaban, con lo cual, si se repeta muchas veces el numerito, pasabas a tener
"antecedentes policiales" como "alborotador y revolucionario", cosas ambas que en s no son
malas, pero que ante un juez un poco "carca" - en caso de acabar procesado - le
predisponan desfavorablemente).

CURSOS DE MANDOS
Yo nunca llegu a ostentar ningn mando de cierta envergadura en las diversas
organizaciones falangistas en las que milit: A lo ms que llegu fue a Jefe de Falange en la
Centuria 20 de la Guardia de Franco; pero eso, ms que un mando politico, era una especie
de graduacin en una organizacin para-militar como la Guardia de Franco, que como he
relatado antes, vino a sustituir a la Milicia Falangista, licenciada tras la guerra y
definitivamente disuelta a mediados de los aos cuarenta, y que solo sobrevivi como

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estructura terica para una hipottica movilizacin que no se produjo - afortunadamente jams.
(En los aos en que viv y trabaj en Puertollano, fui concejal de su Ayuntamiento;
pero eso ya lo relatar oportunamente.)
Sin embargo lo que s hice fue un cierto nmero de Cursos de Mandos: Curso de
Mandos del SEU para Distrito Universitario, Curso de Jefes de Albergue del SEU y FJ, Curso
de Mandos de la Guardia de Franco, etc.
El Curso de Mandos del SEU para Distrito Universitario lo hice en San Lorenzo de El
Escorial, en lo que hoy es la Universidad de verano. A l asistimos cuarenta o cincuenta
seuistas, elegidos por la Jefatura del SEU del Distrito de Madrid, entre estudiantes de todas
las Facultades.
Entre los que asistimos al Curso recuerdo a Antonio Villar Mass, los hermanos
Eugenio y Manolo Martnez Pastor, Jos Antonio Pascual, Fernando Elena, Antonio Izquierdo,
De Ory, Raul Chvarri Porpeta, Agustn Estbanez, Jess Solana, y as hasta una
cincuentena, como digo, abundando los pertenecientes a la Centuria 20.
El cuadro de profesores del Curso era francamente bueno y variopinto; entre ellos
estaba Francisco Carbajosa, un tal Jareo, Jorge Jordana, Jaime Surez, Jess Gay, y otros
ms que no recuerdo, pero todo gente muy valiosa.
Por supuesto alternbamos las clases y el estudio con otras actividades, entre las que
se contaban las "timbas" de pker hasta altas horas de la madrugada, generalmente
organizadas por los camaradas Solana y Villar, los cuales, animados por alguna botella de
whisky subrepticiamente introducida en el Albergue, decidan informar al camarada De Ory
cada media hora de cmo iba la partida. De Ory, que era muy buena persona, aunque algo
ingenuo, pretenda dormir por la noche, cosa que solo consegua a medias, pues cada treinta
minutos aparecan en su cuarto los citados desalmados, que enfocando con una linterna a su
vctima, le contaban con pelos y seales todas las incidencias del juego. Al principio De Ory
les escuchaba pacientemente; pero al cuarto "informativo", con los ojos enrojecidos de sueo,
se sentaba en la cama y les reprenda - su bondad le impeda perder los estribos o decir
palabras malsonantes - llamndoles "mal educados".
De aquel Curso salimos con un rimbombante ttulo de "Mandos del SEU para Distrito
Universitario". Yo jams llegu a ejercer como tal, pues luego no s que es lo que pasaba que
los cargos eran casi siempre ocupados por gente que no proceda de las filas de la Primera
Lnea del SEU, sino del "paisanaje" desconocido, aunque enchufado.
Tambin hice un Curso de Mandos de la Guardia de Franco, revalidando mi
nombramiento de Jefe de Falange en la Centuria 20.
El Curso de Jefe de Albergue e Inspector de Marchas del SEU y FJ lo hice dos veces:
La primera en el Albergue Juvenil "Franco", del Puerto de Navacerrada, y la segunda en el
Albergue del SEU del Pueyo de Jaca, en el valle de Tena, (Pirineo Aragons). sta repeticin
se debi a que en el primer Curso, el de Navacerrada, fuimos "reprobados" todos los
cursillistas que pertenecamos a la Centuria 20, pues dada nuestra ampliamente probada
rebelda ante la estolidez del Rgimen, su inmovilismo social y su tendencia al
restablecimiento de la Monarqua, las altas Jerarquas del Movimiento debieron
juzgarpeligroso darnos el ttulo que nos facultaba para mandar turnos de Albergue, por si
"pervertamos" a los futuros alberguistas; as que fuimos suspendidos en bloque. (En aquel
Curso tuvimos como asesor religioso al Padre Llanos, que a pesar de su posterior evolucin
hacia el Comunismo, por aquel entonces era un "integrista" de aqu teespero.) Aos despus,
esta manifiesta cacicada fue corregida por el siguiente jefe Nacional del SEU, a instancias de
Miguel Angel Castiella, y en 1955 fuimos nuevamente convocados al Curso, que se celebr
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en el citado albergue de El Pueyo de jaca, donde, precisamente bajo el mando de Miguel


Angel Castiella, obtuvimos el ttulo todos los seuistas de la Centuria 20 que hicimos el Curso:
De entre ellos recuerdo,adems de mi hermano Diego, a Antonio Snchez Prez de Castro
(Tanaka), Sergio Panadero, Eusebio Gamo, jess Solana, Eduardo Navarro...
La Guardia de Franco tena un albergue en la isla de San Simn, en la ra de Vigo,
frente a Redondela. Era un viejo edificio que en su da haba servido de lazareto. Cado en
desuso, fue acondicionado para albergue de verano, y en los aos cincuenta era utilizado por
la Guardia de Franco, que, durante los meses de julio y agosto, realizaba all varios turnos de
veinte das con camaradas procedentes de las distintas provincias.
En el mes de agosto de 1950, y durante un turno del albergue, ocurri una terrible
catstrofe, con el resultado de cuarenta y tantos alberguistas fallecidos: la mayor parte de los
que integraban el turno.
Se celebraba un partido de ftbol en Redondela, y casi todos los alberguistas
decidieron asistir al mismo. Para ir de la isla a Redondela, el albergue dispona de una
barcaza con motor, capaz para veinticinco o treinta personas a lo sumo; pero se metieron en
ella algo as como el doble, con lo que el agua quedaba a escasos centmetros de la borda. A
poco de iniciar la navegacin, y aunque el agua en la ra estaba totalmente tranquila, uno de
los pasajeros se puso nervioso, seguramente al ver que el nivel del agua se acercaba
peligrosamente a la borda, y se arroj al agua. Los que estaban cerca de l se inclinaron
instintivamente para intentar reembarcarlo, acumulando demasiado peso sobre la borda, lo
que desestabiliz la barcaza, que volc, quedando con la quilla hacia arriba, y arrastrando al
fondo a la mayor parte de los pasajeros, que iban arracimados, tanto en la cubierta como en
la cabina, pereciendo ahogados cuarenta y seis de ellos, muchos de los cuales saban nadar,
aunque no les sirvi de nada, pues quedaron aprisionados en el fondo bajo la barcaza.
La censura del Rgimen, que ms que perversa era imbcil, silenci prcticamente
ste accidente martimo, sin que hasta el presente se haya podido averiguar la causa de la
censura. Lo cierto es que, aparte de los camaradas de los fallecidos, de los equipos que
rescataron los cadveres y de los habitantes de la zona, poca gente se enter de lo ocurrido,
a pesar de que la magnitud del desastre justificaba su amplia difusin. Misterios de una
censura, que reprima la difusin de noticias importantes y de inters general, y a la que luego
se la "colaba" cualquiera con un poco de astucia.
Tras ste espantoso accidente, se cerr definitivamente el albergue de la isla de San
Simn. Meses despus, Nicols Murga Santos, nuevo Lugarteniente General de la Guardia
de Franco, adquiri en Solrzano, un pueblecito de Cantabria (de soltera Santander, como
dira Cela), un palacete con un edificio adjunto en una parcela de cinco o seis mil metros
cuadrados, que al parecer haba pertenecido al Conde de Romanones, acondicionando el
palacete y el edificio como albergue para la Organizacin.
En el verano - creo que de 1952 - asistimos un grupo de la Centuria 20 a un turno en
ste albergue, junto a un buen nmero de camaradas de otras Centurias de Madrid y
provincias, casi todos veteranos de la Divisin Azul. Al principio tuvimos algunos "rifirafes" con
ellos, pues nuestra condicin de Centuria universitaria les produca algunos recelos (stos
jodos seoritos!); pero a los pocos das se impuso una cordial camaradera - lo mejor de la
Falange - y aquellos duros excombatientes, muchos de ellos tambin de la guerra civil,
acabaron por venir a nuestro terreno, coincidiendo con nosotros en nuestra actitud crtica ante
los derroteros que iba tomando el Rgimen, cada vez ms pro-capitalista y ms olvidado de la
Revolucin social prometida.
Nuestra estancia en Solrzano coincidi con la fuga del "Juann", uno de los ltimos
maquis, del penal de Santoa, donde cumpla condena por diversos delitos; tras la fuga, se
refugi en la zona montaosa cercana a Solrzano, por lo que la Guardia Civil del puesto nos
avis de ello, pidindonos colaboracin para la bsqueda del fugitivo. Desempolvamos media
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docena de viejos fusiles que haba en el albergue, montndose guardia en el mismo durante
algunos das, por si acaso, y saliendo al monte algunas patrullas, con la Guardia Civil, en
busca del Juann, al que por supuesto no encontramos.

LAS MANIFESTACIONES ANTI-BRITNICAS DE 1954


En el ao 1954, la Reina de Inglaterra, Isabel II, decidi conmemorar su reciente
subida al trono dndose una vueltecita por las colonias de su Imperio, y tuvo la malhadada
idea de comenzar su periplo precisamente por Gibraltar.
Antes de la visita hubo una campaa de prensa contra la misma, en la que se
emplearon todos los argumentos - y tpicos - sobre el tema, a los que se aadan otros
nuevos: Pareca mentira que Inglaterra nos afrentase de aquella manera, despus de lo que
habamos hecho a favor de los Aliados en los ltimos aos de la II Guerra Mundial (en que los
alemanes dejaron de ser los "buenos" para convertirse definitivamente en los "malos". En los
primeros aos, como es sabido, habamos sido incondicionales de los alemanes: No en vano,
por aquel entonces eran los "buenos", ms que nada porque iban ganando).
El Rgimen, que se iba acomodando con los vencedores, haba recibido en 1953 el
espaldarazo de los Estados Unidos de Norteamrica, con la visita del Almirante Shermann, de
la U.S. Navy, pas con el que se firmaron unos acuerdos de ayuda militar - estbamos en
plena guerra fra con la URSS - gracias a los cuales el Ejrcito Espaol fue obsequiado con
toda la chatarra sobrante de la II guerra mundial, que vino a sustituir o complementar a la
chatarra procedente de nuestra guerra civil. (Por cierto, el pobre Almirante Shermann
inaugur la serie de fallecidos tras abrazar a Franco: Al da siguiente de su entrevista con
ste - que le dio un abrazo - muri de un infarto en Roma.
El rey Abdullah de Jordania, tras ser abrazado por Franco en la visita que nos hizo,
recibi, al regresar a su pas, varios tiros al salir de una mezquita, falleciendo en el acto. Eva
Duarte de Pern tampoco dur mucho tras el abrazo de Franco cuando visit Espaa; el
presidente de Filipinas, Quirino, que tambin visit Espaa, no muri al regresar, pero perdi
el poder de forma violenta. Cosas parecidas les ocurrieron a otros visitantes ilustres, por lo
que a aquella extraa gafancia comenz a llamrsele "el abrazo de la muerte").
Tambin por aquellas fechas, tras los acuerdos con los Estados Unidos, se inici la
construccin de la bases militares "de utilizacin conjunta" de Torrejn, Zaragoza y Rota, que
an perduran.
Pues bien, volviendo a lo de Gibraltar, a pesar de las protestas espaolas en la prensa
- creo que las hubo tambin por la va diplomtica - la visita de Doa Isabel no se suspendi.
En la Universidad, muy sensible entonces a stas cosas, el viajecito imperial cay fatal, as
que inmediatamente en el SEU de Derecho nos pusimos manos a la obra: Haba que hacer
algo, y ste algo se concret en un llamamiento por escrito convocando a una manifestacin
de protesta ante la Embajada Britnica.
Distribuimos el panfleto en las Facultades de Derecho y Ciencias Politicas y
Econmicas, en San Bernardo, con gran xito de pblico y crtica: conseguimos una
manifestacin al da siguiente de dos o tres mil estudiantes, al frente de los cuales nos
dirigimos, al grito de Gibraltar espaol!, hacia la Embajada Britnica, situada en la calle de
Fernando el Santo. La Polica Armada - siempre tan quisquillosa con nuestras actividades no apareci en ningn momento, con lo que llegamos sin dificultades a la plaza de Alonso
Martnez, desde donde, por la calle Almagro, pensbamos entrar en Fernando el Santo.
Alguien, sin embargo, divis la bandera inglesa en el Instituto Britnico, situado en dicha calle,
casi enfrente de Fernando el Santo, con lo que decidimos hacer parada y fonda en dicho
establecimiento docente, al que obsequiamos con una rociada de piedras que rompi todos
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los cristales. Despus seguimos hasta la Embajada, que sorprendentemente no estaba


protegida por la Polica, circunstancia que aprovechamos para seguir dando trabajo a los
cristaleros: Rompimos los cristales de los balcones de los dos primeros pisos - que eran los
que quedaban ms a nuestro alcance - despus de lo cual nos disolvimos con la satisfaccin
del deber cumplido. Aquella haba sido nuestra maana de "los cristales rotos". Cuando lleg
la Polica Armada, solo quedaban sobre el terreno unas docenas de recalcitrantes, a los que
apalearon sin mucha conviccin.
Pero lo gordo vino al da siguiente, cuando el grueso de los estudiantes universitarios
de Madrid se enter de nuestra hazaa, y quiso emularla. Desde primeras horas de la
maana empezaron a concentrarse en todas las Facultades de la Ciudad Universitaria:
Medicina, Farmacia, Ciencias, Veterinaria, Filosofa... marchando hacia Madrid, para reunirse
todos en Moncloa, desde donde, por Princesa, bajaron hasta la Plaza de Espaa, siguiendo
luego Gran Va arriba. Al llegar al cruce con San Bernardo, estbamos esperndolos los
estudiantes de Derecho, Polticas y Econmicas, que nos unimos entusisticamente a la
multitud. Seguimos por la Gran Va hasta Callao, dirigindonos por Preciados y Carmen a la
Puerta del Sol, y desde alli a la Plaza de Santa Cruz, en la que estaba el Ministerio de
Asuntos Exteriores, en el Palacio del mismo nombre. All, y desde el balcn principal, nos
dirigi una arenga el Ministro del ramo, Alberto Martn Artajo, el cual, lejos de intentar calmar
los nimos, nos vino a decir - en palabras ms finas - que la reina de Inglaterra era una
guarra, y que lo de la visita a Gibraltar no se poda consentir, en vista de lo cual le
obsequiamos con una fuerte ovacin, seguida del "Cara al Sol" (que por aquel entonces se lo
saba todo el mundo, incluidos los rojos), y sin perder ms tiempo nos encaminamos a la
embajada Britnica, con la peor de las intenciones. Bien es verdad que Martn Artajo, al
acabar su arenga, nos invit a disolvernos pacficamente; pero no le hicimos ningn caso.
Todos pensbamos que de un momento a otro aparecera la Polica para disolvernos
"manu militari", pero no fue as. Al bajar por la Gran Va hacia Alcal pasamos frente al Banco
Anglo-Sudamericano, que estaba en la esquina de Gran Va con la calle del Clavel, y en la
que luca una enorme bandera inglesa en el balcn principal del primer piso. Un estudiante
escal la fachada y tir de la bandera, que cay a la calle entre el regocijo del personal, que
enseguida se anim a lanzar piedras contra las ventanas, no dejando un cristal sano. (Yo no
s de donde demonios sala tanta piedra). En el apedreo de ste Banco unamos nuestra
aversin a Inglaterra y nuestro repudio al Capitalismo. No se poda pedir ms.
Donde s esperbamos encontrarnos a la Polica era en Cibeles, lugar ideal para
disolver una manifestacin; pero sorprendentemente tampoco all haba un solo guardia.
Empezamos a sospechar la cruda realidad: Los guardias iban a estar precisamente en la
Embajada. Y as fue: All estaban TODOS los guardias. Cerrando la entrada a la calle
Fernando el Santo haba un escuadrn de guardias a caballo, provistos de largas fustas como
de metro y medio, para dar fustazos desde el caballo a la "infantera" estudiantil. Tras ellos se
vea una masa gris de guardias a pie, con las "defensas" empuadas y protegindose con
escudos. Al ver que la Caballera nos cerraba el paso, nos pusimos a cantar el "Cara al SoV,
cosa que no enterneci en absoluto al Comandante que mandaba el Escuadrn, mxime
cuando una piedra lanzada por un imprudente le sacudi en la cabeza a un Teniente, que
cay a plomo desde el caballo. El Comandante, francamente cabreado, orden al cornetn de
rdenes el "toque de carga", y vaya si cargaron. Se nos vinieron encima los cuatrocientos
caballos - a lo mejor no eran ms que cuarenta, pero a m me pareci "el Sptimo de
Mchigan" o "la carga de la Brigada Ligera" - as que volvimos grupas y nos retiramos
estratgicamente hacia el centro de la Castellana a carrera abierta. Hasta all nos perseguan
los caballos, con una contumacia digna de mejor causa. Algunos de los manifestantes,
expertos en guerrilla urbana, cuando los caballos les perseguan, soltaban tras ellos canicas
de piedra o rodamientos de acero, con lo que los caballos patinaban y se caan, arrastrando a
sus jinetes, que se pegaban unos costalazos de mucho cuidado.
Yo fui perseguido individualmente por un jinete contumaz que se fij seguramente en
mi gabardina casi blanca, y se empe en sacudirme con la largusima fusta, cuyo silbido
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sonaba amenazadoramente a dos palmos de mi cuello, mientras yo bata la marca mundial de


los cien metros lisos y mantena la distancia con el jodido caballo. Afortunadamente, en su
loco galope el guardia perdi la gorra, y decidi frenar en seco para recuperarla,
abandonando mi persecucin, con lo que me libr de los zurriagazos que se propona
administrarme el cabrn aquel. (Decid sobre la marcha y para mi fuero interno no volver a
ponerme nunca ms mi llamativa gabardina para la lucha callejera, en vista de la predileccin
que despertaba en los honestos miembros de la Fuerza Pblica).
Los caballos se haban desplegado tanto en el centro de la Castellana que perdieron
toda su eficacia, con lo que, sorteando a los que estaban desperdigados, volvimos a
reagruparnos, haciendo otro intento para volver a entrar en la calle Fernando el Santo y llegar
hasta la Embajada.
A la entrada de la calle nos encontramos con los guardias de a pi, que cerraban
como un muro gris el paso, de acera a acera. Empezamos a achucharles y rompimos la
primera fila; pero detrs haba otra, y otra, y otra.
Lleg un momento en que pareca que bamos a alcanzar la Embajada; entonces
sonaron unos disparos de pistola, salidos de las filas grises, con lo que tuvimos que volver
grupas otra vez, perseguidos por los guardias, que seguan disparando, se supone que al
aire, pues de momento no cay nadie herido.
En vista de que no haba forma de acercarse a la Embajada entrando por la calle
Fernando el Santo, un grupo de cuarenta o cincuenta estudiantes intentamos un golpe de
mano, atacando por un flanco: Entramos por la calle Fortuny, que sorprendentemente no
estaba cortada por la Polica, y por ella nos aproximamos a la Embajada, cercana al cruce de
ambas calles. Cuando nos faltaban unas decenas de metros para llegar a nuestro objetivo, un
guardia de los que se afanaban en contener a la masa de estudiantes que intentaba entrar
por Fernando el Santo, volvi la cara y vio a nuestro pequeo "comando", por lo que dio el
"keo" a sus compaeros, de los que se destac un grupo que vino a la carrera hacia nosotros
con la peor de las intenciones y pistola en mano, por lo que salimos otra vez echando leches
ante actitud tan inamistosa, metindonos, dada la urgencia, en el primer portal que
encontramos abierto, cerrando el portn tras nosotros con un enorme cerrojo de hierro con el
que estaba dotado.
Los guardias, cabreados porque les habamos dado con la puerta en las narices
materialmente hablando, empezaron a gritar: Abran a la Polica! Abran en nombre de la
Ley!. Nosotros les contestbamos desde dentro, protegidos por el grueso portn: Una mierda
que os comais, vamos a abrir!. En estas apareci, saliendo de la portera, el conserje de la
finca, que sentenci solemnemente: Hay que abrir!. Alguien le cogi del pescuezo y le
zarande un poco, con lo que decidi no insistir en la rendicin y se retir a su covacha
mascullando insultos. Los guardias, que se ve que se haban encaprichado con nosotros,
seguan erre que erre, dando con las porras en la puerta. En vista de que no abramos,
soltaron varios tiros para amedrentarnos, cosa que consiguieron con los ms pusilnimes,
que la emprendieron con la escalera de la finca como meteoros, y llegaron exhaustos hasta el
sexto piso, tocando nerviosa e infructuosamente en todos los timbres, seguramente con
intencin de pedir asilo politico. Los ms avezados no nos movimos del portal, contestando a
las voces de los guardias con reiteradas menciones a supuestas actividades adulterinas de
sus seoras madres, cuando no a la contumaz soltera de las mismas. Tambin les
espetbamos un insulto muy en boga contra la Polica Armada: Asesinos de Calvo Sotelo!
(como es sabido, la Polica Armada se cre en 1940 0 41, e integr en sus filas, previa
depuracin, a gran nmero de los Guardias de Asalto de la Repblica, un grupo de los cuales
"dio el paseo" al Jefe de la Oposicin Monrquica Don Jos Calvo Sotelo el 14 de julio de
1936, asesinato que fue el detonante del Alzamiento militar cuatro das despus.
Naturalmente el insulto dirigido a la Polica Armada era absolutamente injusto; pero en
situaciones tirantes cumpla su objetivo de cabrear a sus miembros hasta el paroxismo).

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Finalmente los guardias se marcharon, abandonando su presa. Tras unos minutos de


silencio en la calle, omos la algaraba estudiantil, por lo que dedujimos que "los nuestros"
ocupaban la zona; as que abrimos el portn con mucho cuidado, y al comprobar que no
haba moros en la costa, salimos como alma que lleva el diablo y nos reintegramos a la
ofensiva contra la Embajada, que ya era totalmente inaccesible: Todos los guardias del
mundo estaban protegindola. (Meses ms tarde, algunos policas a los que conocamos nos
aseguraron que apalendonos nos haban protegido de algo peor: En el interior del portal de
la Embajada, un piquete de soldados britnicos que integraban la escolta de la misma, haba
instalado una ametralladora para usarla contra nosotros en el caso de que hubisemos
traspasado la entrada. No s si nos contaron esto para justificar la lea que nos haban
repartido, o era verdad).
No obstante, la masa estudiantil - que iba mermando ostensiblemente tras dos o tres
horas de forcejeo con la Polica - sigui hostigando a sta; pero poco a poco aquello fue
degenerando en pequeas escaramuzas, hasta que sobre las cuatro de la tarde (habamos
inaugurado los festejos a las doce de la maana) nos retiramos los ltimos manifestantes,
que no podamos tirar de nuestro cuerpo, despus de tanta carrera ante la caballera e
infantera gris.
Al da siguiente, en todas las Facultades corri la voz de que haba muerto un
estudiante, del que incluso se daba el nombre: Alfonso Garca, o algo as, que segn el rumor
haba muerto pisoteado por los caballos. Aquello tena toda la pinta de ser un bulo; no
obstante, el jefe Nacional del SEU, Jorge Jordana, hizo las indagaciones pertinentes, con
resultado negativo: Ni en hospitales ni en el depsito de cadveres apareca el tal Garca.
Evidentemente el bulo lo haban propalado gentes interesadas en conseguir que los
estudiantes, que haban sido convocados a manifestarse contra Inglaterra, se volvieran contra
la Polica, y por ende contra el Rgimen. Y efectivamente lo consiguieron, pues a pesar de
que en todas las delegaciones del SEU de las Facultades se aclar a los estudiantes que no
haba ningn muerto, la noticia ya haba hecho cuerpo. La gente se encari con el difunto, y
volvi a salir a la calle, pero ya convocados por los grupos que, tmidamente an,
comenzaban a aflorar en la Universidad, bajo el genrico nombre de "liberales".
Nosotros, los estudiantes falangistas que militbamos en el SEU - una cosa ramos
los militantes del SEU y otra los afiliados por Ley, que eran todos - recibimos rdenes de no
participar en las posteriores manifestaciones, que haban perdido su carcter reivindicativo
por el tema de Gibraltar, para convertirse en una protesta contra la "brutalidad policial". La
orden fue obedecida a medias: En las Facultades de la Ciudad Universitaria, que eran casi
todas - excepto Derecho y Ciencias Polticas y Econmicas - los estudiantes siguieron
estando dirigidos por el SEU militante, igual que al principio. En San Bernardo, donde una
gran parte de los estudiantes falangistas tenamos la doble vinculacin con el SEU y la
Guardia de Franco - la Centuria 20 - recibimos tambin la orden por partida doble: Abstencin
de manifestaciones.
As las cosas, se volvi a organizar otra gran manifestacin, que portando pancartas
con crespones negros, protestaba por la muerte de "Garca", el estudiante desconocido, cuyo
"cadver" no haba modo de encontrar, a pesar de la bsqueda exhaustiva. La manifestacin
se concentr en la Puerta del Sol, precisamente ante la Direccin General de Seguridad, y
naturalmente fueron apaleados a placer por los guardias del cercano Cuartel de Pontejos, en
vista de lo cual las siguientes algaradas se organizaron en los alrededores de las respectivas
Facultades.
En la Universidad de San Bernardo, dada su situacin en el centro de la ciudad, el
folln era continuo: Los estudiantes - incluidos nosotros, que acabamos sumndonos todos, a
pesar de la prohibicin - cortaban la circulacin en la calle de San Bernardo, con lo que se
montaba un monumental atasco que llegaba a la Gran Va y a la Glorieta de San Bernardo.
Cuando la Polica atacaba, nos refugibamos en el interior de la Universidad, desde cuyos
balcones se arrojaban bancos y pupitres a los sufridos guardias. Indudablemente, aquello se
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haba desmandado por completo, y ya no haba modo de controlarlo. La polica acab


rodeando la Universidad, con los estudiantes dentro, y stos de vez en cuando hacan
incursiones al exterior para provocar contra-ataques, que cada vez eran ms violentos. Los
guardias, que llevaban tres o cuatro das de continuo vapuleo - igual que nosotros - estaban
perdiendo los nervios. En una de las acometidas contra los estudiantes en el patio trasero de
la Universidad, que daba a la calle de los Reyes, fue tal la lluvia de piedras y objetos que
recibieron, que uno de los guardias, tras encajar una pedrada en la cabeza que le tir la gorra
- en aquella poca an no existan los antidisturbios, y no llevaban casco protector - sac la
pistola y la emprendi a tiros con los estudiantes, hasta que un oficial le arrebat el arma de
un manotazo y se lo llev violentamente de la escena. Este incidente lo presenciamos
perfectamente desde la ventana del Hogar "Jos Miguel Guitarte", donde estbamos
concentrados los miembros de la Centuria 20. Los disparos del guardia, milagrosamente solo
produjeron un herido: Muoz Salvadores, estudiante de Derecho, que recibi un balazo sin
orificio de salida en un muslo, siendo evacuado al Hogar, donde le atendieron varios
camaradas estudiantes de Medicina, que le hicieron un torniquete de urgencia. Igual que a
Muoz Salvadores atendimos en el Hogar a seis o siete heridos ms, con diversas
descalabraduras en la cabeza, algunas de consideracin, por lo que se haca preciso
evacuarlos a un hospital, ya que all no tenamos ni el ms elemental botiqun. Como tampoco
tenamos telfono, decidimos salir un pequeo grupo para llegar a un bar cercano, y desde
all llamar a alguien que nos enviase ambulancias. Y dicho y hecho: En uno de los frecuentes
ataques y contra-ataques de guardias y estudiantes conseguimos atravesar la lnea de los
guardias y entrar en un bar de la calle de los Reyes. Al entrar nos cruzamos con un Teniente
de la Polica Armada con una cara de bestia acojonante, que nos interpel desabridamente:
"tDnde vais vosotros?" "A llamar por telfono", le contestamos. "A quin?", insisti el
ceporro. "Al Coronel Don Nicols Murga Santos". Al or lo de "Coronel" se le dulcific un poco
el gesto, pero sigui preguntando: "tQu sois vosotros?". "Miembros de la Guardia de
Franco". Aquello le desconcert totalmente, pues entonces, como ahora, casi todo el mundo
confunda a la Guardia de Franco con la Escolta de Franco, con lo que el Teniente aquel
empez a pensar que se estaba metiendo en un lio. No obstante nos sigui hasta el telfono,
para ver si le estbamos engaando. Cuando oy que nos dirigamos a Murga diciendo
continuamente "mi Coronel", y que para mayor "inri" le invitbamos a ponerse al telfono y
hablar directamente con l, se desbarat definitivamente y se larg, mascullando que l tena
su propio Coronel y no tena intencin de conocer a otro, y menos de la Guardia de Franco.
Lo cierto es que nos dej en paz, con lo que pedimos a Murga que nos enviase dos o tres
ambulancias para evacuar varios heridos. El camarada Murga se sobresalt: "Hijos! ~En qu
os habis metido?". Le tranquilizamos asegurndole que nosotros no tenamos ningn herido,
pero que nos sentamos obligados a atender a los seis o siete estudiantes que tenamos en
nuestro local. Nos prometi el envi de ambulancias, y nos anunci que en ese momento
salla paxa la Universidad, para aguantar el tirn con nosotros. Ya lo he dicho antes: Nicols
Murga era un to fenomenal, que no abandonaba a su gente pasase lo que pasase.
En el intermedio, el Jefe Nacional del SEU, Jorge Jordana Fuentes, intent acercarse
a la Universidad, pero la Polica se lo impidi. A la Jefatura Nacional del SEU todo aquel
asunto le haba pillado en "fuera de juego", y le llovan las broncas por todas partes: Desde El
Pardo, desde Secretara General del Movimiento, desde la Direccin General de Seguridad...
y el pobre Jorge, que no haba organizado aquel "pandemonium" se dibujaba como la vctima
propiciatoria. Tardara muy pocos das en ser destituido, por no haber controlado a la masa
estudiantil.
Las ambulancias enviadas por Murga no llegaban a la Universidad, pues la Polica las
interceptaba para meter en ellas a sus propios heridos, que eran bastantes. Finalmente lleg
una, en la que metimos a todos los heridos. Casi a la vez lleg Murga, el cual se abri paso
entre los contendientes con su bastn y su elegante sombrero, siempre un poco ladeado, y
con su identificacin militar en la mano, para que los guardias no le apaleasen.

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La intensidad de la lucha fue decayendo por puro cansancio, como el da anterior en la


Embajada inglesa, hasta que los guardias se retiraron y poco a poco volvi la calma a la
zona.
An en los das siguientes hubo otra serie de encuentros entre estudiantes y Polica,
pero ya de menos intensidad y totalmente ajenos a nosotros: los organizadores eran, como
he dicho antes, gentes interesadas en el enfrentamiento con la Polica, y que haban olvidado
totalmente el objetivo de las primeras manifestaciones, que era mostrar nuestra repulsa por la
visita a Gibraltar de Isabel de Inglaterra, para sustituirlo por una protesta por la brutalidad
policial, que efectivamente existi, aunque para ser veraces hay que decir que tambin
nosotros fuimos bastante brutos: Los heridos de ambos bandos se equilibraron bastante,
aunque por suerte no hubo ninguno de gravedad - excepto Muoz Salvadores con su tiro en
el muslo, que cur sin complicaciones - y desde luego no hubo ningn muerto, pues lo del tal
Garca result un bulo, como ya he dicho.
Lo que s constatamos los seustas es que las manifestaciones se nos haban ido de
las manos despus de los dos primeros das, y que "alguien" haba tomado el relevo para
desviar el objetivo de las mismas.

LOS "LIBERALES"
Despus de las manifestaciones y las sucesivas trifulcas con la Polica Armada, el
prestigio del SEU ante los estudiantes qued en entredicho. De ello se ocuparon algunas
minoras de pequeos zascandiles, que culpaban al SEU de haber movilizado a los
estudiantes, sacndolos a la calle, para despus abandonarlos a merced de la polica. El
argumento era bastante estpido, pues es bien sabido que cuntas veces salen los
estudiantes a la calle y se desmandan, que ese haba sido el caso, acude la polica a
reprimirlos, aqu y en Sebastopol. No hay policas "fascistas" y policas "demcratas"; todos
sacuden con la porra con la misma contundencia, pues esa es su obligacin y para eso les
pagan. Pero lo cierto es que despus de aquellos sucesos el SEU de Madrid, que es el que
yo conoca, perdi influencia entre los estudiantes apolticos, que eran la inmensa mayora,
como en todas las pocas.
La realidad es que la gran masa universitaria no se meta en grandes disquisiciones
polticas, y aceptaba de buen grado la situacin. Aspiraba a terminar la carrera cuanto antes,
y a situarse profesionalmente, y que la dejaran de "historias para no dormir".
Pertenecer al Sindicato Espaol Universitario como afiliado era obligatorio para todo
aquel que se matriculase en una Facultad universitaria o Escuela Especial de Ingeniera.
Dicha afiliacin no comprometa absolutamente a nada: Contrariamente, comportaba
bastantes ventajas, al menos en teora: Se tena acceso a los Colegios Mayores del SEU, se
poda asistir en vacaciones (verano, Semana Santa y Navidad) a los turnos de albergues del
SEU de montaa o playa - Bergondo, Navia, Pueyo de jaca y un largo etctera - se poda
comer por una mdica cantidad en los comedores universitarios, se podan utilizar las
instalaciones deportivas del SEU y las bibliotecas, obtener los famosos "apuntes" en las
asignaturas en las que no haba libro porque el catedrtico no juzgaba digno de su sapiencia
ninguno, y no haba ms remedio que tomar apuntes - cosa que hacan taqugrafos
contratados por el SEU - y otras muchas y variadas ofertas, como las Tunas, el TEU (Teatro
Espaol Universitario) de cuyas filas sali lo ms granado de la actual escena teatral
espaola. Y todo ello con la nica contraprestacin del pago de una cuota simblica (48
pesetas en 1950) que se pagaban junto con los dems gastos de matrcula al iniciarse cada
curso escolar.
Eran decenas de miles los estudiantes universitarios que aprovechaban stas
ventajas, sin que por ello tuvieran que prestar adhesin poltica de clase alguna al SEU. Ms
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de cuatro y de cuatrocientos de los polticos "demcratas" que hoy se pavonean en el


Congreso o en altos puestos polticos "chuparon de la canoa" y disfrutaron de sustanciosas
becas del SEU - otra de las ofertas que ofreca el Sindicato - incluso para ampliar estudios en
el extranjero. Claro que entonces ellos no saban que iban a ser demcratas de toda la vida.
Como tengo ya relatado, en la Universidad Central la nica oposicin visible al
Rgimen era la monrquica, sobre todo la de los juanistas; y an sta, se limitaba a mantener
la idea de que Franco deba ceder el puesto a Don Juan, pero sin que ello supusiera grandes
cambios polticos: Qutate t, que me pongo yo. Es de suponer, lgicamente, que llegado Don
Juan al poder, hubiese promovido los cambios polticos que preconizaba en sus manifiestos;
pero los juanistas no se metan en esos berenjenales, entre otras cosas porque todos los
monrquicos de todas las ramas dinsticas - borbnica y carlista en sus dos variantes haban luchado (los que en su da tuvieron edad para ello) en la guerra civil en el bando de
Franco, y muchos ocupaban altos cargos en la poltica y en el Ejrcito.
Esta oposicin monrquica, en general, era puramente dialctica, y salvo algunas
pequeas escaramuzas que ocurrieron en la Universidad, sobre todo en San Bernardo, no se
manifestaba abiertamente. La mayor parte del tiempo convivamos en paz falangistas del
SEU y monrquicos. Yo concretamente tena amistad con muchos de ellos, especialmente
con mi amigo Jos Mara Menndez, compaero de estudios desde el Colegio de San Antn,
en el que hicimos el bachillerato. Bien es verdad que en los aos 1946 a 1950 hubo, en los
inamistosos encuentros de la Castellana y Serrano, sus ms y sus menos; pero no pasamos
de las bofetadas y los estacazos, en los que, como he contado, siempre ganaba la Polica
Armada por goleada.
A partir de las manifestaciones de Gibraltar fue cuando se empez a notar que, aparte
de los monrquicos, comenzaba a surgir suavemente una oposicin que se denominaba a s
misma como "liberal", y que se limitaba a exponer sus teoras - ms bien decimonnicas - en
aulas y pasillos, en pequeos concilibulos a los que la gran mayora de estudiantes no
prestaba mucha atencin. Incluso a veces nos visitaban en los locales del SEU y en el hogar
"Jos Miguel Ganarte" - donde tena la sede la Centuria 20 - en el que charlbamos
pacficamente de poltica, del mar y de los peces. Con estos "opositores" la verdad es que
nunca tuvimos ni siquiera una discusin violenta.
Incluso algunos de ellos participaban en actividades culturales del SEU, sin que nadie
les echase en cara sus ideas politicas. Naturalmente me estoy refiriendo a los cursos 1950-51
a 1955-56, en los que honr con mi presencia la Universidad; despus las cosas se
complicaron para sta gente.
Los ms destacados - ambos compaeros mos de curso - eran Enrique Mgica
Herzog y Ramn Tamames.
Enrique Mgica era un chico ms bien tristn, taciturno, tmido y de mirada huidiza. La
verdad es que no se manifestaba muy abiertamente; hablaba con nosotros de politica, pero
no pona demasiada vehemencia en su argumentacin. Quiz en aquellos aos no tena muy
definidas sus ideas - ramos todos muy jvenes - o quiz temiese manifestarse demasiado
claramente. Lo cierto es que yo nunca le o decir que era socialista; esa vocacin debi
venirle despus.
Ramn Tamames era otra cosa. Abierto y expansivo, adems de muy inteligente,
argumentaba sus ideas brillantemente. Tampoco se manifestaba como socialista, y mucho
menos como comunista. Era de muy buena familia, y eso del Comunismo es cosa de pobres.
El deca que era liberal. Lo que le perda es que tena muy poco sentido del humor, y era fcil
"quedarse" con l.
Cuando muri Don Jos Ortega y Gasset, todo el mundo se apunt a su entierro. En la
Facultad de Derecho, los llamados "liberales", entre ellos Mjica y Tamames, repartieron unas
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esquelas en las que se anunciaba el entierro, y en las que poda leerse: "Don Jos Ortega y
Gasset", y debajo, como toda profesin: "liberal". El camarada Manolo Ferrero, que era un
guasn de mucho cuidado, se dirigi a Tamames con una de las esquelas en la mano y le
pregunt con falsa ingenuidad: "Oye Ramn, qu quiere decir liberal? dadivoso?" "No
hombre, no!" contest Ramn entrando al trapo; "liberal quiere decir..." y aqu le espet un
discurso a Manolo Ferrero, que le escuchaba aparentemente extasiado.
En el entierro de Ortega y Gasset nos juntamos todos: falangistas, liberales, brios y
troyanos. Todo el mundo reivindicaba al ilustre filsofo como propio, as que lo enterramos en
olor de multitudes, en una especie de consenso mortuorio nacional.
Despus de los sucesos ante la Embajada inglesa, comenz a percibirse en la
Universidad la labor subterrnea de stos grupos politicos, que bajo la denominacin genrica
de "liberales", trataban de explotar el descontento estudiantil tras los vapuleos policiales.
Incluso, sabedores de que los falangistas universitarios estbamos tambin descontentos con
el Rgimen -aunque por razones distintas a las suyas - intentaron llevarnos a su terreno,
pidiendo nuestra colaboracin en una actuacin concreta: boicotear el nombramiento del
nuevo Jefe Nacional del SEU.
A raz de las manifestaciones dichosas, haba sido destituido, como he dicho antes, el
Jefe Nacional del SEU Jorge Jordana Fuentes. Para sustituirle estaba previsto el
nombramiento de Jos Antonio Serrano Montalvo, un desconocido para el SEU de Madrid, y
del que sospechbamos que nos iba a ser impuesto por la Secretara General del Movimiento
para meternos en cintura. As las cosas, un buen da Ramn Tamames nos propuso una
reunin informal para tratar el tema. Nos reunimos con l un pequeo grupo de seustas,
todos miembros tambin de la Centuria 20: Recuerdo a mi hermano Diego, a Manolo Puente,
Eduardo Navarro y yo; si haba alguno ms, que me perdone el olvido, pero ha pasado casi
medio siglo y no tengo ms notas que mi memoria.
La reunin fue en el bar Capitol, conocido tambin por "el nido de vboras". El
sobrenombre merece una explicacin. El bar Capitol estaba situado en los bajos del cine del
mismo nombre, en la Gran Va, y para acceder a l haba que bajar una escalera en
semicaracol, desde la que se dominaba todo el local, en el que a partir de las doce de la
noche, ms o menos, todas las mesas estaban ocupadas por "chicas de alterne", o sea,
putas; para qu vamos a andarnos con eufemismos.
Las suripantas aquellas, cada vez que vean bajar las escaleras a alguien, levantaban
las cabezas para ver bien al posible cliente, el cual desde arriba tena la sensacin de entrar
en un nido de vboras que estiraban el pescuezo. De ah el sobrenombre del bar.
Pues bien, haciendo caso omiso del interesante pblico que se acomodaba en las
mesas, buscamos un rincn discreto, pedimos unos cafs y unas copas de coac y nos
dispusimos a esperar a Ramn Tamames, que no tard en llegar. Durante un par de horas le
dimos un amplio repaso a la poltica espaola, coincidiendo con Ramn en bastantes cosas,
sobre todo en el diagnstico de la situacin de la Universidad; sin embargo no coincidamos
en absoluto en el "tratamiento" a seguir, cosa lgica, dadas nuestras diferencias polticas.
Intent convencernos - cuando conoci nuestro disgusto por el nombramiento del nuevo jefe
Nacional del SEU - para que boicotesemos su toma de posesin, que iba a tener lugar en la
inauguracin del curso 195455 en el Paraninfo de la Universidad. No llegamos a ningn
acuerdo, aunque nos despedimos amistosa y educadamente. Y ste fue seguramente el
nico contacto "oficial" que tuvimos con la oposicin "liberal-democrtica" de la Universidad
de Madrid.
Serrano Montalvo tom posesin de su cargo sin ningn problema por nuestra parte, y
acabamos aceptndolo disciplinadamente como nuevo jefe Nacional del SEU.

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Adems de Mgica y Tamames, tambin se movan en la Universidad otros


oponentes: Javier Pradera, julio Diamante, Muguerza, Snchez Drag... aunque su oposicin
era ms bien de tipo dialctico: Conversaciones en los pasillos y en los bares de las
Facultades, y algn que otro panfleto de escasa difusin. Nada demasiado inquietante para el
Rgimen, que no reparaba en esas minucias. Franco disfrutaba de una excelente salud, y en
Espaa no se mova ni "el epicentro". La Polica no los tomaba demasiado en serio, pues para
la Brigada Poltico-Social, todo lo que no fueran actividades del Partido Comunista
clandestino no mereca excesiva atencin.
Sin embargo, a mediados del curso 54-55 tuvimos una informacin en el SEU de
Derecho sobre un viaje realizado a Mosc por algunos de stos "liberales", con motivo de una
reunin de intelectuales "antifascistas" (comunistas, para entendernos) que se celebr en la
capital sovitica. Por aquellas fechas llevbamos ya unos aitos de "guerra fra" con la URSS,
para no desmerecer con nuestros nuevos amigos americanos, a los que el Rgimen haba
trasladado su anterior pasin por los alemanes, que irremisiblemente haban pasado al papel
de los "malos requetemalos".
As que viajar a Rusia, con la que no mantenamos relacin de clase alguna - los
pasaportes emitidos por la Direccin General de Seguridad llevaban todos una coletilla en la
que se autorizaba a viajar a todos los pases del mundo, "excepto Rusia y pases satlites" era prcticamente imposible, salvo que se hiciera clandestinamente y a travs de terceros
pases, que es lo que seguramente hicieron los intrpidos "liberales".
Se discuti ampliamente por los falangistas del SEU si debamos facilitar sta
informacin a la Polica, pero finalmente prevaleci el compaerismo estudiantil sobre las
ideas polticas, y decidimos por unanimidad callarnos lo que sabamos. El papel de "chivatos"
no fue nunca del agrado de los falangistas - algo bueno habamos de tener - as que llegamos
a la conclusin de que si la Polica quera saber, que investigara, que es su oficio.

LOS SUCESOS DEL 9 DE FEBRERO DE 1956. MIGUEL ALVAREZ.


El curso 1954-55 termin sin grandes problemas. Acadmicamente hice un esfuerzo, y
consegu aprobar siete asignaturas entre junio y septiembre. Esto me dej - adems de
exhausto - de cara al curso siguiente con solo tres asignaturas para terminar la carrera, con lo
que si consegua examinarme en la convocatoria extraordinaria de febrero y aprobarlas,
terminara la carrera dentro del periodo acadmico de los cinco cursos.
Pero el curso 1955-56 se present en la Universidad fuertemente conflictivo. Se ve
que las fuerzas de la oposicin se haban organizado durante el verano, y haban decidido
actuar unidas. Haban aprovechado la inercia que les proporcion la dura actuacin policial en
las manifestaciones de Gibraltar, y decidieron concentrar sus esfuerzos contra el SEU, al que
seguan acusando de haber " traicionado" a los estudiantes.
En diciembre de 1955, aprovechando las vacaciones de Navidad, un buen nmero de
camaradas de la Centuria 20 hicimos el Curso de Jefe de Albergue del SEU, en el Pueyo de
Jaca, como tengo ya relatado; y as terminamos el ao con nuestro flamante ttulo en el
bolsillo, gracias a Miguel Angel Castiella, que dirigi el Curso y que senta un gran aprecio por
la Centuria 20.
Cuando se reanudaron las clases en la Universidad en enero de 1956, el ambiente
escolar estaba enrarecido. Circulaban panfletos antiSEU, y aunque la masa estudiantil
prestaba poca atencin a la politica, los grupos de la oposicin no se limitaban, como antes, a
discusiones y charletas en los pasillos, sino que se iban perfilando y perfeccionando,
siguiendo un calendario de actuaciones.
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La causa desencadenante de todo lo que vendra despus fue el clebre "Manifiesto a


los estudiantes", redactado por manos annimas (despus le han salido muchos padres,
cuando los "malos" han pasado a ser los "buenos") y repartido en las distintas Facultades
universitarias, a la vez qt:e se recogan firmas al pi de los ejemplares. Segn sus presuntos
redactores se recogieron tres mil firmas (segn pude ver yo personalmente, en la Facultad de
Derecho no pasaron de doscientas o trescientas) lo que no es mucho en una poblacin
universitaria que deba contar en aquellos aos con veinte o veinticinco mil estudiantes. Las
firmas, por supuesto, carecan en su mayora del nmero del DNI, mnimo requisito para que
este tipo de chorradas sean medianamente crebles. No obstante, los autores del Manifiesto
magnificaron el xito del mismo, que proclamaron con grandes aspavientos.
El contenido del panfleto, en el que se notaba mucho la mano de los comunistas, era
una sucesin de lugares comunes en los que se atacaba fundamentalmente al SEU, causa,
segn ellos, de todos los males que afligan a la Universidad. Pedan - los comunistas libertad y democracia a todo pasto (meses despus los carros de combate soviticos
arrasaran "democrticamente" Hungra, y aos despus haran lo mismo con
Checoslovaquia; pero entonces no protestaron los "jodos". Solo protestamos los "fascistas").
El Manifiesto vino a coincidir con las elecciones a Delegados de Curso, que se
celebraban peridicamente en las Facultades. Estos Delegados, pese a lo que diga ahora "el
rojero", se elegan democrticamente por los alumnos, y representaban a stos ante el
Decanato y ante los catedrticos, y en general se ocupaban de defender sus intereses en
todos los campos.
En la Facultad de Derecho estaban fijadas las elecciones para los primeros das de
febrero; ya estaban confeccionadas las listas de los candidatos, y preparadas las urnas en las
aulas que hacan de colegios electorales; en fin, la parafernalia propia de todo comicio que se
precie.
Sin embargo, el Manifiesto vino a aumentar el clima de tensin ya existente, que no
era el ms propio para celebrar unas elecciones. Por ello, la jefatura Nacional del SEU, en
uso de sus atribuciones, decidi suspenderlas temporalmente, hasta que se tranquilizase el
personal, y se pudiesen llevar a cabo con sosiego. A tal efecto, dirigi un oficio al Delegado
del SEU en la Facultad de Derecho, comunicando la suspensin. Este oficio fue fijado por
nosotros en el tabln de anuncios del Sindicato, para conocimiento general.
A los pocos minutos de su colocacin, fue arrancado violentamente por un grupo de
estudiantes, que con l en la mano se fueron al Decanato, que estaba situado justamente
frente al tabln de anuncios, para protestar ante el Decano por la suspensin de las
elecciones, pues al parecer estaban locos por votar, y no podan esperar ni un momento ms.
El sitio para protestar era el equivocado, pues el Decano, profesor Torres Lpez, no
tocaba pito en la cuestiones sindicales. No obstante los recibi - saltndose a la torera al
Delegado del SEU de la Facultad - y no contento con ello, y vindose rodeado de unos
cientos de estudiantes, se enardeci y lanz una pequea arenga, en la que, ms o menos
vino a decir que no acataba la orden de suspensin de las elecciones, y que por tanto se
poda votar ya!.
Ah empez el folln. En efecto, previendo todo lo que poda pasar - que pas habamos convocado a la Centuria 20 y a la Primera Lnea del SEU en la Facultad de
Derecho, por si se haca preciso mantener "manu militar" la orden de suspensin de las
elecciones. Disponamos para tal menester de unos sesenta camaradas (Cuando se huelen
las "leches" escasea el voluntariado), de los cuales se situaron dos escuadras frente a las
aulas 19 y 20, que es donde se haban dispuesto las urnas antes de que se conociese la
orden de suspensin. El resto se distribuy por la escalera monumental que suba desde la
calle al primer piso, que es donde estaba la Facultad de Derecho, y por los pasillos que
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rodeaban el patio central del edificio. Yo me puse al frente de las dos escuadras situadas
frente a las aulas 19 y 20, dispuesto con tan exiguas fuerzas a que no pasara nadie.
Bien es verdad que, antes de emplear la violencia, advertimos al seor Decano que
haba que cumplir la orden de suspensin de las elecciones, emanada de quien poda dar
dicha orden; pero el Decano, ya en la cuesta abajo, nos dijo que all era l quien mandaba, y
mandaba a votar!. Tras este arranque demaggico, dicho a grandes voces, un nutrido grupo
de estudiantes se dirigi a la carrera hacia las aulas 19 y 20. Como no hay mejor defensa que
un buen contra-ataque, orden una carga en sentido contrario, por lo que el choque fue
violentsimo. Ms o menos, y salvando las distancias, como cuando en un adelantamiento
indebido chocan de frente dos coches sin tiempo para frenar. Al Decano le pill el
encontronazo aproximadamente en el centro del tumulto, por lo que recibi algunos golpes y
empellones, antes de refugiarse en su despacho.
En la refriega que se organiz, los falangistas llevamos la mejor parte, a pesar de que
nos centuplicaban en nmero, pues estbamos mejor preparados y nuestra moral era muy
alta. Conseguimos no solo rechazarlos con las dos escuadras situadas en la puerta de las
aulas 19 y 20, sino hacer huir a la masa hacia el amplio pasillo donde estaba el Decanato,
junto a la gran escalera de bajada. All los esperaba el resto de los camaradas, que los
hicieron bajar la escalera a pescozn limpio, hasta que todos salieron a la calle como alma
que lleva el diablo. (Sin haber votado, por supuesto).
Una vez dueos de la situacin y del terreno, consolidamos posiciones, cantamos
unas cuantas canciones guerreras para animarnos, y nos quedamos ocupando la Facultad
durante un par de horas. A eso de las dos de la tarde, exhaustos por el esfuerzo realizado,
nos retiramos a descansar al Hogar de la Centuria, donde constatamos que prcticamente no
habamos tenido heridos, salvo algn moratn y traumatismos leves.
De pronto lleg un camarada con la noticia de que un pequeo grupo de estudiantes
haba vuelto a entrar en el edificio, y la haba emprendido con la lpida de los Cados situada
en el frontal del descansillo de la escalera, arrancando un par de flechas del emblema que
presida la lpida. Para corroborar la informacin, traa un trozo de flecha en la mano.
Rpidamente sali un grupo de camaradas hacia el lugar, para reprimir el desmn,
pero cuando llegaron ya haban huido los autores.
Los acontecimientos se precipitaban uno tras otro, y el asunto iba tomando cada vez
peor cariz. Cuando la noticia del destrozo en la lpida lleg a la Secretara General del
Movimiento, a cuyo frente estaba el Vice-Secretario, Toms Romojaro (Fernndez Cuesta,
que era el Ministro Secretario General, estaba de viaje oficial en Brasil), ste orden la
reposicin de la lpida, acompaada de un acto de desagravio que se program para el da
siguiente, que deba ser el 8 de febrero.
El acto fue presidido por el Vice-Secretario General, Romojaro, y asistimos, adems
de los falangistas de la Universidad: Primera Lnea del SEU y Centuria 20, un buen nmero
de falangistas no universitarios: Miembros de la Vieja Guardia, excombatientes de la Divisin
Azul, Guardia de Franco, etc. Tambin haba un buen nmero de estudiantes que
simpatizaban con nosotros; no todos iban a ser "liberales".
En un ambiente muy tenso, se ley la oracin de los Cados, de Snchez Mazas.
Luego Romojaro nos dirigi brevemente la palabra, y finalmente se cant el "Cara al Sol".
Los incidentes no tardaron en llegar: Un numeroso grupo de estudiantes - haba
huelga desde los incidentes de las elecciones - que permaneca en la calle, al ver las camisas
azules, que llevbamos casi todos los asistentes al acto bajo la ropa de paisano, empezaron
a lanzar gritos contra el SEU y la Falange. La reaccin nuestra fue rpida y contundente:
Arremetimos contra ellos, despejando el terreno en cinco minutos, no sin dejar varios heridos
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entre los provocadores. Con especial dureza se emple la Centuria de la Guardia de Franco
del Distrito de Vallecas, gente muy avezada a este tipo de escaramuzas, y que no se andaba
con muchas contemplaciones con aquellos seoritos "del pan pringan" que se haban atrevido
a atacar un smbolo tan sagrado para nosotros - y para cualquier bien nacido - como es un
memorial que contena los nombres de varios centenares de cados en la ante-guerra, en la
guerra civil y en la Divisin Azul. Rpidamente lleg la Polica, que como de costumbre arre
estopa a todo el mundo, para no equivocarse, y deteniendo a unos cuantos de cada bando.
Esa noche, la del 8 al 9 de febrero, ocurri un suceso en Madrid absolutamente
desconocido por los pseudo-historiadores que han relatado estos acontecimientos valindose
de testimonios de segunda o tercera mano, suceso que pudo tener relacin con la actuacin
de grupos del Partido Comunista clandestino, infiltrado desde haca algn tiempo en la
Universidad, y que indudablemente eran los que alentaban la protesta contra el SEU y la
Falange.
Lo relato tal y como se lo o al protagonista del suceso, Carlos Rivas, en el Hogar de la
Guardia de Franco de la plaza de Pontejos. (El palacete de Martn de los Henos haba sido
devuelto a su propietario, y la Guardia de Franco de Madrid haba sido "transferida" a un piso
ms bien modesto situado en una tercera planta - o cuarta, no recuerdo bien - de un viejo
edificio situado en la plaza de Pontejos, junto a la Puerta del Sol).
El suceso es el siguiente: Carlos Rivas, un veterano falangista de la Vieja Guardia
(condicin que tenan todos los afiliados a la Falange antes de las elecciones de febrero de
1936), y que ostentaba el cargo - no remunerado - de Asesor Provincial de Formacin Politica
de la Guardia de Franco, se encontr, sobre las diez de la noche y en la Red de San Luis
(Montera esquina a la Gran Va) de manos a boca con Vicente Uribe, conocido comunista que
tericamente viva exiliado en Rusia desde 1939. Ambos se reconocieron, pues en los
primeros aos treinta los dos pertenecan al Partido Comunista, y haban asistido juntos en
Mosc en 1933 a una reunin de la "Komintern". (Luego Carlos Rivas conoci a Jos Antonio
Primo de Rivera, y al igual que el Sindicalista Manuel Mateo abandon el PC, afilindose a la
Falange, en la que prest grandes servicios, antes, durante y despus de la guerra). Tras
unos instantes de sorpresa, Uribe, que haba bajado de un coche de matrcula extranjera,
volvi a meterse en el mismo y se perdi calle Montera abajo. Carlos Rivas intent seguirlo a
la carrera, pero no consigui ni retener la matrcula del coche. Pues bien, esa misma noche un par de horas despus del encuentro con Uribe - al regresar Carlos Rivas a su domicilio, y
cuando abra la puerta del edificio, le dispararon varios tiros de pistola, que afortunadamente
no dieron en el blanco.
Con estos inquietantes antecedentes amaneci el 9 de febrero de 1956: Da del
Estudiante Cado, en el que se conmemoraba, como todos los aos, el asesinato a manos de
pistoleros socialistas del estudiante del SEU Matas Montero y Rodrguez de Trujillo, ocurrido
el 9 de febrero de 1934 en la calle Alvarez de Mendizbal, cerca de Marqus de Urquijo.
Matas Montero; Estudiante de Derecho y fundador del SEU, era un smbolo para los
estudiantes falangistas, y todos los aos se celebraba un sencillo acto de homenaje frente a
la lpida que conmemoraba su asesinato: Se colocaban las cinco rosas simblicas en la
misma, se lea la Oracin de los Cados, se rezaba un Padrenuestro y se cantaba el Cara al
Sol. A tal acto acudan normalmente unos cientos de estudiantes, alguna jerarqua de
Secretara General, el jefe Nacional del SEU y representaciones del Frente de juventudes,
Vieja Guardia, etc., adems de los curiosos que pasaban por las inmediaciones.
Dada la situacin de inseguridad e inquietud que se haba creado en la Universidad, y
con el preocupante suceso del intento de asesinato de Carlos Rivas la noche anterior, se
tema lo peor durante el acto ante la lpida de Matas Montero: se esperaban provocaciones
de los opositores al SEU y a la Falange, por lo que montamos un servicio de seguridad
alrededor de la zona, y mantuvimos comunicacin telefnica desde una farmacia cercana con
el SEU de Derecho en la Universidad de San Bernardo, para que en todo momento nos
tuviesen al corriente de lo que ocurra all.
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Sobre las doce de la maana se inici el acto, que presida el Vicesecretario General
del Movimiento, Toms Romojaro, pues como he dicho antes, el Secretario General,
Fernndez-Cuesta, estaba de viaje oficial en Brasil. Asistan varios centenares de falangistas,
predominantemente estudiantes, aunque tambin haba miembros de la Guardia de Franco,
Vieja Guardia, Frente de juventudes, etc.
Nada ms iniciarse el acto, nos comunicaron telefnicamente que en la Facultad de
Derecho se estaba poniendo en marcha una manifestacin, cuya cabeza haba comenzado a
subir, calle de San Bernardo arriba, con la ms que probable intencin de dirigirse, por
Alberto Aguilera y Marqus de Urquijo, al cruce de sta ltima con Victor Pradera (hoy lvarez
Mendizbal), para all encontrarse con la concentracin falangista, en un encuentro que no se
presagiaba precisamente amistoso. Una gran masa de estudiantes - no todos, desde luego estaba muy soliviantada contra el SEU por los sucesos de los das anteriores, en los que
haban resultado heridos - todos leves, por supuesto -bastantes de ellos. Este solivianto lo
haban encauzado los agentes comunistas infiltrados en la Universidad, (so capa de liberales
y demcratas) que eran precisamente los que encabezaban la manifestacin, a la que
llevaban indudablemente a chocar con los estudiantes falangistas que estbamos celebrando
el acto de homenaje a Matas Montero.
Cuando comunicamos a Romojaro la noticia de que una manifestacin hostil se diriga
hacia el lugar, ste decidi - y as lo dijo nada ms terminar el acto - que nos disolviramos
pacficamente y que evitsemos la confrontacin, pues en la calle no era misin nuestra
mantener el orden: para eso estaba la Polica. La verdad es que, cosa rara, fuimos bastante
obedientes y disciplinados: tras cantar el Cara al Sol, comenzamos a dispersarnos, y a eso de
las doce y media solo quedbamos en el lugar unas docenas de personas. Entonces ocurri
algo extrao: en la esquina de Vctor Pradera con Marqus de Urquijo se detuvo un automvil
de matrcula extranjera, del que baj un individuo mal encarado que llevaba camisa azul y
que se dirigi al pequeo grupo para decirnos que nos encaminsemos hacia Alberto
Aguilera, por donde vena una manifestacin, cuyos cabecillas evidentemente pretendan
llevarla hasta el lugar de la conmemoracin, para conseguir un choque violento con nosotros.
Preguntndonos quien sera aquel tipejo - nadie lo conoca - del coche extranjero, pero
sospechando que era un falso falangista, subimos no obstante por Marqus de Urquijo hasta
Princesa. All nos encontramos con un numeroso grupo de personas absolutamente pacficas
que salan del Hospital del Ejrcito del Aire, situado entonces junto a la Iglesia del Buen
Suceso; entre ellos haba muchos jefes y Oficiales de Aviacin, que asistan al entierro de
siete aviadores militares que haban muerto el da anterior al estrellarse el Junker- 52 en el
que volaban.
Al comprobar que la tal manifestacin era un entierro, nos relajamos, y el grupo
comenz a dispersarse, quedando nicamente diecisis o dieciocho, la mayor parte
colegiales del Colegio Mayor Santa Mara, situado en la calle Cea Bermdez, por lo que el ya
mermado grupo se dirigi por Alberto Aguilera hacia Guzmn el Bueno, para subir por dicha
calle hacia Cea Bermdez, y reintegrarse al Colegio Mayor, pues ya era la hora de comer.
Con dichos colegiales del Santa Mara bamos un pequeo grupo de la Centuria 20: Recuerdo
a mi hermano Diego, Antonio Snchez Prez de Castro (Tanaka), Eusebio Gamo y algn
otro. Tambin nos acompaaban algunos camaradas de otras Centurias de la Guardia de
Franco: Recuerdo a Luis Martnez Eguilaz, creo que de la 17, y a Fernando Garrigs, de una
de las Centurias de veteranos de la Divisin Azul, quiz de la 5a. Asimismo se unieron al
grupo algunos chavales del FJ, entre los que se encontraba Miguel lvarez, a quien no
conocamos en aquel momento. En resumen, un reducidsimo grupo sin ninguna intencin
agresiva, que regresaba de un acto conmemorativo.
Caminbamos por el paseo central de Alberto Aguilera existente por aquel entonces los bulevares, como se deca en la poca - charlando tranquilamente al haber comprobado
que la tal manifestacin era un entierro militar. Pensbamos que la manifestacin de la que
nos haban advertido por telfono cuando estbamos en el acto de Victor Pradera se habra
disuelto antes de llegar a los bulevares. Pero al llegar a la altura de Guzmn el Bueno, nos
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topamos de frente con la manifestacin anunciada: una multitud de tres o cuatro mil personas,
muchas de las cuales portaban palos, "sticks" de hockey, restos de sillas y mesas de bares
que haban arrasado a su paso por el bulevar, y que lanzaban como condenados unos gritos
un tanto extraos: Franco s, Falange no! ; y Franco si, SEU no! Incluso traan alguna
pancarta con estos lemas, bastante chocantes para ser antifranquistas, como han proclamado
luego. Los cabecillas de la manifestacin - entre los que pudimos divisar algunos cuarentones
que evidentemente no eran estudiantes - al ver a nuestro pequeo grupo, en el que casi todos
llevbamos camisa azul bajo los trajes de paisano, se quedaron unos momentos quietos, algo
desconcertados; pero rpidamente comenzaron a tirarnos objetos: palos, trozos de ladrillo
procedentes de alguna obra cercana, etc.
La situacin no era nada halagea para nosotros: Docena y media de falangistas
contra tres o cuatro mil manifestantes. Solo haba dos opciones: huir o contraatacar. Tengo
que decir con orgullo que el "chaqueteo" no ha sido nunca la opcin de un VERDADERO
falangista (de esos que hay tan pocos): ni el chaqueteo poltico ni el chaqueteo ante el
enemigo fsico. As que contraatacamos con energa: entramos a paso ligero como una cua
en el centro de la manifestacin, cuyo frente abarcaba toda la calle Alberto Aguilera, y
chocamos con los primeros manifestantes. En ese momento sonaron varios disparos de
pistola, y cayeron heridos tres falangistas: Miguel lvarez, otro seuista llamado Joaqun
Ferrero (no el de la Centuria 20) y un tercero cuyo nombre no llegu a averiguar. Al sonar los
disparos, la multitud se dispers, huyendo la mayor parte hacia Vallehermoso y las calles
adyacentes, y un numeroso grupo se refugi en el Colegio de Areneros Jesuitas), hoy
Universidad Pontificia de Comillas (ICAI-ICADE). Nos quedamos solos en la calle doce o
catorce falangistas de pie y tres heridos. A Miguel lvarez, el ms grave, con un tiro en la
cabeza, lo recogi un coche que lo llev rpidamente a la Clinica de la Concepcin, donde lo
intervino el famoso neuro-cirujano Don Sixto Obrador, que se hallaba en la Clinica. Los otros
dos heridos, uno con un tiro en un hombro - que no interes ningn rgano vital - y el otro con
un refilonazo en la cabeza, que le "hizo la raya", segn deca l nerviosamente, se fueron por
su pie a curarse a la Casa de Socorro.
Nosotros, tras la dispersin de la manifestacin, - recuerdo a Eusebio Gamo dando
patadas en el culo a los manifestantes que huan - nos dedicamos infructuosamente a buscar
entre los estudiantes refugiados en los portales cercanos y en el Colegio de Areneros a
alguno que portase armas, para tratar de identificar a los autores de la agresin. Tarea intil,
pues los que dispararon sobre nosotros - que indudablemente no fueron estudiantes, sino
alguno de los cuarentones que venan al frente de la manifestacin - se haban puesto a buen
recaudo tras descargar sus armas sobre el pequeo grupo de falangistas.
No detuvimos a ningn estudiante, pues no encontramos armas, y todos a los que
pudimos registrar eran chavales de los primeros cursos de Derecho y Ciencias Politicas y
Econmicas, que asustados, nos mostraban sus carnets del SEU obligatorio, dicindonos que
ellos tambin eran "de Falange".
En vista de lo cual y dado que los heridos - los tres falangistas - haban sido
evacuados, nos fuimos a la Lugartenencia General de la Guardia de Franco - situada en
Alcal 44 - para dar cuenta a Murga de lo acaecido.
La Polica lleg al lugar del tiroteo diez minutos despus de los sucesos, con mucho
alarde de "jeeps" y coche bomba de agua, y claro, solo encontr a un pequeo grupo de
falangistas que rodeaban el charco de sangre que haba dejado Miguel lvarez en el suelo,
con los que tuvieron un peligroso rifirafe, al intentar regax con el coche bomba la sangre que
custodiaban, e impedirlo los falangistas. Finalmente la Polica opt por marcharse del lugar,
en vista de que no era bien recibida por nadie.
Cuando llegamos al despacho de Murga encontramos a ste bastante inquieto: Tena
encima de la mesa un "naranjero" Smeisser - vulgarmente llamado metralleta, y cuyo
verdadero nombre es sub-fusil - y estaba dispuesto a iniciar la guerra otra vez. Tena una
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informacin bastante deficiente de lo sucedido: Segn le haban contado haba un muerto,


pero del lado contrario, por lo que nos pronostic como mnimo unas largas vacaciones en
Villa Cisneros - bonita ciudad del Sahara Espaol, donde se cumplian por aqul entonces las
penas de destierro - pues indudablemente nos iban a responsabilizar de todo lo sucedido.
Poco despus lleg Manolo Puente, que vena justamente del lugar de los hechos, y que
corrobor nuestro relato: todos los heridos de bala eran falangistas, dos ~el SEU y uno del
Frente de Juventudes, y en el lado contrario no haba resultado nadie herido, ni mucho menos
muerto. De los tres heridos, Miguel lvarez estaba gravsimo: haba recibido un disparo en la
cabeza, con entrada por el temporal derecho y salida por el occipital del mismo lado. A la
vista de ello, la Polica dedujo que el disparo se haba efectuado desde un plano superior,
probablemente desde un balcn cercano; pero no fue as. Nadie dispar desde ningn
balcn: todos los disparos vinieron de la acera de los impares, a la altura de la Universidad de
Comillas, es decir, desde la izquierda de la cabecera de la manifestacin, en la que con toda
seguridad se haban infiltrado individuos armados que una vez hechos los disparos - de los
que fallaron pocos, pues consiguieron tres bajas - se quitaron rpidamente de en medio,
haciendo imposible su localizacin y detencin. El hecho de que el disparo entrase en la
cabeza de Miguel lvarez con una trayectoria inclinada de arriba abajo se debi a que cuando
empezaron a caernos piedras y objetos y a sonar los tiros, todos los falangistas nos
agachamos para protegernos la cabeza instintivamente.
Al da siguiente todos los peridicos daban cuenta de los sucesos en primera plana,
atribuyendo el atentado a elementos comunistas infiltrados entre los estudiantes. (De la
actividad de los comunistas en este tipo de atentados haba numerosos precedentes: el
asesinato de los falangistas Mora y Lara en el Distrito de Chamber, en 1944, la muerte de
Hiplito Moreno en 1946, ms todos los asesinatos y atentados cometidos por el llamado
"maquis" en campos y poblados, muchos de ellos sin intencionalidad poltica).
Los peridicos de la maana: ABC, Arriba y YA, reproducan entrevistas hechas al
Doctor Obrador, el neurocirujano que con su rpida intervencin salv la vida a Miguel
lvarez, en las cuales ste especificaba con todo detalle las heridas sufridas por el chaval, as
como la trayectoria del disparo: entrada por el temporal derecho y salida por el occipital del
mismo lado. Todo ello puede comprobarse en la Hemeroteca Nacional, donde se conservan
los peridicos citados, y en el archivo - si es que se conserva - del Servicio de Neurociruga
de la Fundacin "Jimnez Daz", Clnica de la Concepcin.
Tiene mucha importancia la verdad sobre la trayectoria de la bala que hiri a Miguel
lvarez, pues a los pocos das de los sucesos, la oposicin poltica, ignorando
maliciosamente la trayectoria descrita por el Dr. Obrador, hizo circular el rumor de que a
Miguel Alvarez lo haban herido, por error o imprudencia, sus propios camaradas; y para ello
cambiaron dicha trayectoria: La bala, segn ellos, haba entrado por el occipital y salido por el
frontal o temporal, es decir, exactamente lo contrario de lo que el Dr. Obrador deca en su
parte mdico. Con ste mal intencionado cambio, que an sostienen muchos indocumentados
- simpatizantes del Comunismo o militantes y exmilitantes del PCE, Por ejemplo Gregorio
Morn en su libro "Gloria y miseria del Partido Comunista de Espaa" - apoyaban su teora de
que el disparo, al haber entrado por la parte trasera de la cabeza del muchacho, tena que
haber sido hecho por sus propios camaradas, ya que el pequeo grupo de falangistas
avanzaba a la carrera, en direccin Princesa - San Bernardo, para chocar con la
manifestacin, que vena en sentido contrario: San Bernardo - Princesa. En esta versin,
falseada deliberadamente, se ignoraban los otros dos heridos falangistas, as como el hecho
de que no hubiese ningn herido entre los manifestantes, a pesar de constituir una masa de
tres o cuatro mil personas. Estaba claro que entre nosotros no haba ningn asesino: Los
asesinos, que saban muy bien lo que hacan, se haban infiltrado en la manifestacin de
estudiantes, y eran gente avezada en el uso de las armas: Con seis u ocho disparos
consiguieron tres vctimas, afortunadamente ninguna mortal, aunque pudieron serlo las tres,
dados los blancos que hicieron: Dos heridos en la cabeza y uno en un hombro, que pudo
serlo en el pecho. Y todo ello disparando sobre blancos mviles y muy separados, pues como
he relatado, bamos a la carrera. Buenos tiradores, como digo, pero con mala leche.
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Tras estos gravsimos sucesos el Gobierno se inquiet, pues era la primera vez desde
1939 que se producan manifestaciones anti-Rgimen en la calle, aunque, como he contado
antes, los manifestantes gritaban Franco si, SEU no!, es posible que para despistar y evitar
la accin contundente de la Polica. Lo cierto es que Franco no tard en tomar medidas:
Destituy a Fernndez Cuesta como Secretario General del Movimiento, a Ruiz Jimnez
como Ministro de Educacin Nacional, a Pedro Lan Entralgo como Rector de la Universidad
Central, y a Toms Romojaro como Vice-Secretario General del Movimiento. La verdad es
que ninguno de los cuatro tena la culpa de nada: Fernndez Cuesta estaba de viaje en
Brasil, Ruiz Jimnez, como Ministro de Educacin Nacional, tena una actitud
contemporizadora con todo el mundo, como buen demcrata-cristiano, y Pedro Lan Entralgo
era para los falangistas, y especialmente para el SEU, nuestro maestro y gua en filosofa
poltica y en Nacional-sindicalismo, junto con Antonio Tovar y Adolfo Muoz Alonso. Romojaro
se limit a cumplir su papel sustituyendo a Fernndez Cuesta.
Con Ruiz Jimnez nos llevbamos muy bien: Recuerdo que tras su toma de posesin
como Ministro recibi a los Mandos del SEU vestido con camisa azul bajo la guerrera blanca
del uniforme "ministril" y nos dijo, con gesto emocionado y sincero, que era la primera vez que
vesta la camisa azul, pero que ya no se la quitara nunca. Ya ves qu cosas.
En todo caso, y puestos a buscar la causa desencadenante de todo lo que vino
despus, (adems del famoso "Manifiesto") quiz lo fue la imprudente actitud del Decano de
Derecho, Manuel Torres Lpez, al animar a los estudiantes a votar, en contra de lo que haba
dispuesto la Jefatura Nacional del SEU, lo que constituy el detonador de la primera trifulca
en dicha Facultad, a la que sigui todo lo que he relatado. Bien es verdad que aunque no
hubiese ocurrido nada aqul da, cualquier otro incidente habra tenido parecidas
consecuencias, pues la infiltracin comunista en la Universidad aprovechaba, desde las
manifestaciones de Gibraltar, cualquier pretexto para montar la bronca.
En los das siguientes a los sucesos, empezaron a correr rumores sobre "listas
negras" elaboradas por los falangistas (se supone que nosotros) para eliminar a un montn
de gente, venganza que se pondra en marcha si mora Miguel lvarez. F1 Mando, que no las
tena todas consigo, orden a Murga acuartelar a la Centuria 20, por si acaso, y as estuvimos
tres o cuatro das encerrados en el Hogar de la Guardia de Franco de Pontejos, comiendo
bocadillos y oyendo msica, hasta que Miguel lvarez sali del peligro y fue dado de alta,
aunque con algunas graves secuelas.
Por supuesto lo de las listas negras era totalmente falso, pero hubo un buen nmero
de gilipollas que se largaron unos das a Pars, por si las moscas. Los hroes de la
Democracia.
Despus de las destituciones vinieron las detenciones, tan desacertadas como
aquellas: fueron detenidas siete personas, de las cuales, en aquellos momentos creo que
ninguna era estudiante: Dionisio Ridruejo, el poeta de la Falange y uno de los fundadores de
la misma, Consejero Nacional de FET y combatiente de la Divisin Azul, de la que regres
condecorado y gravemente enfermo. Despus se haba apartado del Rgimen, al comprobar
que ste estaba en las antpodas de lo que quera la Falange, y haba comenzado a contactar
con socialistas exiliados, situndose en una postura politica contestataria contra Franco y el
Rgimen, postura que los falangistas comprendamos y respetbamos.
Miguel Snchez Ferlosio, hijo de otro poeta y fundador de la Falange: Rafael Snchez
Mazas, tambin opuesto al Rgimen (el hijo) por aquello de llevar la contraria a pap.
Gabriel Elorriaga, distinguido seusta y miembro fundador de nuestra Centuria 20 de la
Guardia de Franco, en la que caus baja al terminar la carrera, pero de la que nunca fue
separado.

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Jos Mara Ruiz Gallardn, de Accin Catlica de toda la vida e incapaz de matar a
una mosca.
Javier Pradera, hijo y nieto de padre y abuelo monrquicos (el abuelo, prcer del
Carlismo tradicionalista, Victor Pradera, daba nombre precisamente a la calle donde fue
asesinado Matas Montero) ambos asesinados por los rojos.
Ramn Tamarnes y Enrique Mgica, que eran los nicos con reciente contacto con la
Universidad, pues haban terminado los estudios de Derecho (al menos Tamames) el curso
anterior. Ambos, como he relatado antes, alardeaban de liberales, pero en plan neblinoso y
por supuesto pacfico.
En una palabra: rojo, lo que se dice rojo, no lo era ninguno de los detenidos. Los de
origen falangista: Ridruejo y Elorriaga, eran en todo caso disidentes; y los otros, opositores al
Rgimen, pero en plan blandorro. Por supuesto, movimos Roma con Santiago para que
Elorriaga saliese en libertad (recuerdo que Coro, la novia de Elorriaga, estuvo hablando con
mi hermano Diego y conmigo del tema a los pocos das de la detencin, y le prometimos
hacer todo lo que pudisemos por que lo soltaran), pero no hizo falta mucho esfuerzo: sali a
los pocos das. Todo lo que haban hecho era participar en la fallida convocatoria de un
Congreso de Escritores Jvenes, y alguno de ellos en la redaccin del Manifiesto contra el
SEU, en el cual indudablemente haban puesto sus manos los comunistas, que eran los
inspiradores de todo el cotarro, en el que, segn la tctica utilizada por aqul entonces por la
URSS y todos los partidos comunistas de Europa, se usaba a los que se llamaba "tontos
tiles" para desbrozar el camino y para que recibieran las bofetadas.
Naturalmente, a los pocos das todos los detenidos fueron puestos en libertad, pues
los cargos contra ellos eran evanescentes.
La Polica, a pesar de tener la evidencia de que en Espaa haban entrado activistas
del PC, no consigui detener a ninguno. La inquietante presencia en Madrid de Vicente Uribe,
detectada, como he dicho, por Carlos Rivas, indicaba claramente que el PC estaba detrs de
los disturbios y del atentado, como aos atrs lo estuvo en el asesinato de los falangistas
Mora y Lara, y del miembro del FJ Hiplito Moreno. Tngase en cuenta que en 1956 estaba
en todo su apogeo la "guerra fra", y la URSS exportaba y financiaba a los grupos terroristas
que operaban en los pases del bloque occidental, en especial Espaa, bastin anticomunista
y firme aliada de Estados Unidos.
Aunque la actividad del "maquis" en las serranas casi haba desaparecido en 1956,
erradicado por la eficaz actuacin de la Guardia Civil, la actividad terrorista se haba
trasladado a las ciudades, y de vez en cuando daba seales de vida, o mejor dicho, de
muerte.

LA CRISIS POLITICA TRAS LOS SUCESOS DE 1956


Tambin fue relevado el Delegado Nacional del Frente de Juventudes, Jos Antonio
Elola Olaso; nombraron en su lugar a Jess Lpez Cancio.
Por cierto, mi hermano Diego y yo recibimos de l la primicia de lo que iba a hacer con
el Frente de juventudes: Recin nombrado para el cargo, hubo de asistir, con varios cientos
de invitados ms, a la fiesta-recepcin que ofreca Franco el 18 de julio de todos los aos en
los jardines de la Granja de San Ildefonso, y a la que asistan jerarquas, Gobierno, altos
Mandos de los Ejrcitos, Cuerpo Diplomtico, etc., siendo amenizada la fiesta por los artistas
del momento, entre ellos algunos "rojos" actuales, que entonces eran "franquistas" hasta la
mdula. No reproduzco los nombres de los tales - que hoy cuentan como "se jugaban la vida"
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luchando por la "Libertad y la Democracia" - porque estn, para quien tenga curiosidad, todos
puntualmente citados en los peridicos del da siguiente a cada 18 de Julio. Y es que la
Hemeroteca Nacional es de un impertinente!. Claro que darle la mano al Caudillo y poner el
"cazo" no lo resista ningn artista, por demcrata que fuera.
Aquella fue la primera gran crisis del Rgimen, que Franco, siempre pragmtico,
aprovech para, virtualmente, liquidar a la Falange, que ya le estaba jodiendo mucho con
tanto cuestionar su Ley de Sucesin, que era la "perla" de las Leyes Fundamentales. Creo
que fue por entonces cuando el Ministro Secretario General del Movimiento perdi
prcticamente su categora de Ministro (se llamaba "Ministro sin Cartera" Secretario General
del Movimiento) y se qued en una cosa rara que no se saba muy bien de quin dependa,
aunque pintaba muy poco. Nombr para el cargo a Jos Solis Ruiz, un jurdico militar en
situacin de "al servicio de otros Ministerios", y que a la sazn era Delegado Nacional de
Sindicatos. Era un hombre simptico, de trato cordial y siempre sonriente ( "la sonrisa del
Rgimen"), pero estaba claro que vena a iniciar el desmantelamiento del Movimiento, y por
ende, el de lo que quedaba de la Falange dentro del mismo. Inmediatamente le pusimos un
mote: "Pepe el Enterrador", que le vena muy propio.
Pues bien, y volviendo al camarada Lpez Cancio, flamante nuevo jefe Nacional del
FJ, ste pas por el Puerto de Navacerrada, camino de La Granja.
Como era preceptivo el uniforme de gala del Movimiento para asistir al festejo
(guerrera blanca y dems abalorios), al pasar por el Puerto aprovech para parar en el
Albergue juvenil Franco, y all ponerse dicho uniforme, pues de Madrid vena de paisano. Era
la hora de comer - la recepcin era por la tarde - por lo que Aurelio Garca, jefe del Albergue,
le invit al austero potaje de garbanzos que nos disponamos a despachar Aurelio, Diego y
yo, pues estbamos pasando unos das en el Albergue de la Sociedad Pealara, de la que
ramos socios, y de vez en cuando comamos con Aurelio. Lpez Cancio acept la invitacin
- el potaje, aunque austero, tena muy buena cara - y nos honr con su compaa. Diego y yo,
poco diplomticos, aunque expertos en "ir al grano" con el Mando, antes de acabar con los
garbanzos ya le estbamos preguntando qu pensaba hacer en su recin estrenado cargo.
Nos dijo que pensaba despolitizar el Frente de Juventudes, pues los "chicos" no deban
ocuparse de poltica, sino de hacer deporte, excursiones, campamentos, etc.; para ello iba a
empezar por cambiar el uniforme: La camisa azul sera sustituida por una camisa color
"beige" o crudo, y la boina roja por una boina negra (esa no era una mala idea: Nosotros
llevbamos casi veinte aos eludiendo ponrnosla siempre que podamos). Desapareca el
yugo y las flechas del bolsillo izquierdo, sustituido por una especie de cisne bicfalo que no
sabamos de donde salla. Tambin pensaba cambiarle el nombre: En adelante se llamara
Organizacin juvenil Espaola (OJE).
Le contestamos que eso ya estaba inventado y funcionaba en medio mundo: Los Boys
Scouts, o los "Exploradores". Le dijimos - premonitoriamente - que si despolitizaba a la
juventud, a la larga se la encontrara politizada, pero por otros. Discutimos amistosamente,
pero el se fue con su idea y nosotros nos quedamos con la nuestra. No se si aquello se le
haba ocurrido a l o eran "instrucciones" de El Pardo va Sols, pero lo cierto es que los
cambios que anunciaba tenan todo el aspecto de ser un intento de acabar con la rebelda,
cada vez ms manifiesta, de la juventud falangista contra un Rgimen que traicionaba, ya
abiertamente, todos los postulados de la Falange.
La crisis poltica le sirvi a Franco para a lo largo del tiempo - l lo haca todo con
calma - relegar al Movimiento a un segundo o tercer plano de la poltica, y dar paso a la
nueva "estrella": El Opus Dei. Nombr a tantos Ministros "opusianos" que enseguida empez
a circular un chiste: Entraba Franco en el Consejo de Ministros de los viernes y todos los
Ministros lo reciban respetuosamente en pi. Entonces Franco se diriga a ellos y les deca:
"Opusdeis sentar".

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Empez la poca de los tecncratas, los Planes de Desarrollo, etc., y el Rgimen


comenz a abrirse al exterior: Espaa fue admitida en la ONU, se firmaron Acuerdos
Preferenciales con la Comunidad Econmica Europea y en definitiva, salvo la admisin de los
partidos polticos - que puetera la falta que hacan - el pas funcionaba poco ms o menos
como el resto de Europa, aunque con un nivel de vida ms bajo, solo por encima de Portugal,
Grecia e Irlanda (como ahora, vamos). Y digo que no haba partidos polticos porque
legalmente no estaban permitidos; pero soterradamente existan casi todas las tendencias,
las cuales tenan sus representantes en el Consejo de Ministros, en el que haba Ministros
monrquicos y tradicionalistas, demcrata cristianos, "opusistas" (la mayora) y hasta algn
falangista domesticado, aunque nunca ms de dos. La Izquierda se refugiaba en la
Organizacin Sindical; buena prueba de ello es que casi todos los dirigentes posteriores de
UGT y CCOO procedan de los antiguos Enlaces Sindicales y jurados de Empresa, incluidos
Marcelino Camacho y Nicols Redondo (padre).
Se puede decir que la transicin poltica empez en aquellos aos: ltimos de los
cincuenta y primeros de los sesenta. La poltica haba dejado de interesarle a la gente en
general. El espaol medio aspiraba a comprarse su casa, su "seiscientos", y en muchos
casos su apartamento en la playa o en la sierra, y que lo dejasen de monsergas.
Ese es el tan cacareado milagro de la transicin famosa de la Dictadura a la
Democracia: Que no empez en 1975 con la muerte de Franco, sino en los aos sesenta, con
el asalto al poder de la Tecnocracia, y con Franco todava hecho un mozo.
Franco, que careca absolutamente de cualquier clase de ideologa poltica, encontr
que aquellos bravos tecncratas del Opus Dei podan lavarle la cara a su Rgimen ante el
mundo, as que no lo dud un momento: Les entreg el poder al 100%.

CONOZCO A LA QUE HABA DE SER MI MUJER, Y LA EXTRAORDINARIA


HISTORIA DE SU MADRE
Das despus de los sucesos conoc a la que dos aos despus habra de ser mi
mujer, Mara Dez de las Heras. Fue un encuentro de lo ms universitario: Se celebraba un
partido de baloncesto entre los equipos de Derecho y Filosofa y Letras, y yo haba ido a los
campos de deportes de la Ciudad Universitaria a animar a mi equipo y a intentar ligar, que
todo hay que decirlo. Y ligu, vaya si ligu. Coincid en la grada con una muchachita rubia, de
ojos azules, que animaba al equipo de Filosofa con gran entusiasmo. Entablamos
conversacin, y a los pocos minutos comprobamos que tenamos muchas cosas en comn:
Ella perteneca tambin al SEU militante de su Facultad, era Instructora General de la
Seccin Femenina y estaba en la misma lnea de rebelda falangista que estbamos nosotros,
"los de la Veinte", como ramos conocidos en los mbitos falangistas. Nuestro objetivo ltimo
era "hacer la Revolucin", pese a Franco, y decidimos hacerla juntos. Ocho das despus
ramos novios, y transcurridos dos aos nos casaramos; pero no adelantemos
acontecimientos, que todo se andar. Mary, como era conocida en la Seccin Femenina,
estudiaba Filosofa y Letras, rama de Pedagoga, y a la vez - por las tardes - imparta clases
de Formacin Politica en varios Colegios, en una Casa de Flechas y en dos pueblos de la
Sierra madrilea; o sea, que no le quedaba ms que un par de horas por la tarde para salir
conmigo. Y digo dos horas porque su madre - una mujer de las que entran pocas en docena Doa Mara Cortes Heras y Enrquez de Salamanca, viuda de guerra, le tena puesta como
hora tope de llegada a su casa las diez de la noche; y en aquella poca estas rdenes
paternas y maternas se obedecan sin rechistar.
Y digo que su madre era una mujer fuera de lo comn por lo que voy a contar: El
padre de Mary, Csar Dez Hurtado de Mendoza, era, al estallar la guerra el 18 de julio de
1936, catedrtico de Fsica en Ciudad Real, adems de Delegado de Estadstica. Daba
clases de Fsica en el Colegio de los Marianistas, y dado que el Gobierno de la Repblica - 107 -

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con sus caractersticos modos democrticos - haba prohibido que los Religiosos pudieran
dirigir centros de enseanza, los Marianistas le pidieron que se hiciese cargo de la Direccin
del Colegio, pues necesariamente tena que ser un seglar. Inocentemente, y pensando que
era su deber, acept la peticin. Surgido el Alzamiento, que en Ciudad Real fracas - no
haba fuerzas del Ejrcito, y la Guardia Civil permaneci leal a la Repblica - comenzaron las
detenciones, absolutamente arbitrarias, de los "fascistas", es decir, de todas aquellas
personas que el Comit estimaba que eran enemigas de la Repblica: Curas y frailes,
militares, falangistas, monrquicos, jueces, notarios, abogados, terratenientes, y en general
personas sospechosas de haber votado a la Derecha (la CEDA). Las detenciones, dado que
en Ciudad Real, (como en todo el territorio en el que no haba triunfado el Alzamiento) haba
desaparecido prcticamente toda autoridad del Estado, las llevaban a cabo "las milicias":
Grupos de milicianos armados, que se presentaban en las casas de los "fascistas" (nada de
presuntos) y se los llevaban detenidos por las buenas o por las malas. Al bueno de Don
Csar Dez, al que ya le haban advertido algunos amigos que huyese de Ciudad Real, sin
que l hiciese caso, pues nunca se haba metido en politica, y estaba seguro de con l no iba
aquello, se le acumulaban los cargos: Adems de ser Director de un Colegio religioso - el de
los Marianistas - era propietario de tierras y miembro de la Adoracin Nocturna, as que su
suerte estaba echada: El 20 de octubre se presentaron en su casa los milicianos - en aquellos
momentos tena en brazos a su hija de un ao, Mara, (que al cabo de los aos sera mi
mujer) - y se lo llevaron "a declarar". Al da siguiente, y pensando que estara en la Crcel, su
mujer envi a la muchacha de servicio a enterarse de si necesitaba ropa, mantas, etc., pero al
cabo de un rato regres hecha un mar de lgrimas. Doa Mara Cortes no necesit muchas
aclaraciones, a la vista del llanto de Aurora. Por si le quedaba alguna duda, se la termin de
aclarar Milagros, una miliciana de 20 aos que viva en la misma casa, y que al or el revuelo
sali, como todos los vecinos, al patio de la casa: "No se preocupe usted ms por su marido,
Doa Cortes: anoche lo hemos matado, en el pozo de Camin, junto con muchos fascistas
ms. Yo misma le di el tiro de gracia". Doa Cortes - era mucho Doa Cortes - no se inmut:
"Gracias Milagros, por la informacin. Que Dios te lo pague". Y cogi a sus cuatro hijos:
Csar, Jess, Carmen y Mara, de 14, 12, 10 y 1 aos respectivamente, que lloraban
desconsolados, y les dijo: "No lloris, que a vuestro padre nos lo han quitado, pero a Dios no
nos lo pueden quitar". Y entr en su casa, llena de dignidad y sin derramar una lgrima
delante de los vecinos.
Efectivamente, la informacin de Milagros se confirm: En la madrugada del da
siguiente a la detencin, junto con varios detenidos ms, Don Csar fue llevado a Carrin de
Calatrava, un pueblo muy prximo a Ciudad Real, donde los fusilaron, arrojando los
cadveres a un antiguo pozo de noria que haba quedado dentro del Cementerio tras la
ampliacin del mismo. A ste pozo, el famoso "Pozo de Carrin", fueron arrojados ms de
600 cadveres de fusilados entre agosto y diciembre de 1936. (Datos tomados del libro "La
Guerra Civil en retaguardia, Ciudad Real 1936-1939," de Francisco Ala Miranda. Editado por
el Area de Cultura de la Diputacin de Ciudad Real, en 1994). Entre capa y capa de
cadveres los milicianos echaban cal viva, para acelerar la disolucin de los cuerpos, que fue
efectiva, pues cuando en los aos sesenta fueron exhumados para trasladarlos al Valle de los
Cados, exhumacin que presenci, junto con mi mujer, solo quedaban los crneos y algunos
huesos, con restos de zapatos, hebillas de cinturn, etc.
Adems de asesinar a su marido, a mi suegra le fueron confiscadas todas sus
propiedades: Tierras y casas, dejndole nicamente la vivienda que ocupaba y de la que era
propietaria. Ya se puede suponer lo que fue su vida y la de sus hijos durante la guerra, que
vivi en su totalidad bajo el dominio rojo, pues Ciudad Real fue liberada unos das antes de
finalizar la guerra. Pas toda clase de calamidades, no teniendo muchos das con qu
alimentar a sus hijos, pues a la escasez de alimentos que sufra la ciudad, se una su
condicin de viuda de un "fascista". Menos mal que, de vez en cuando, algn antiguo
arrendatario de sus tierras, le proporcionaba subrepticiamente algunos productos del campo,
con los que alimentaba mnimamente a sus cuatro hijos.

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En los ltimos das de la guerra, los individuos que haban cometido crmenes, por
accin o induccin, buscaban la huida, pues sospechaban - y no se equivocaban - que se
cerna sobre ellos la sombra cercana de la justicia.
Milagros, la miliciana que se jact de haber dado el tiro de gracia al padre de mi mujer,
se present en la casa de Doa Mara Cortes, su viuda, con la pretensin de que sta le
proporcionase unas maletas para emprender la huida. Sin perder la compostura, doa Mara
le dijo que no tena ninguna maleta, pues se lo haban confiscado todo; pero que conservaba
varias cajas de sombreros, de piel, que podan servirle de maletas. En ese momento la
energmena sac una pistola y le dijo que lo de las maletas era un pretexto; que a lo que
vena era a matarla, para evitar que la denunciase a las tropas Nacionales, que estaban a
punto de entrar en la ciudad. Sin embargo, aadi, "voy a perdonarle la vida, a cambio de que
cuide usted de mi madre, a la que no puedo llevarme, pues est impedida". Doa Mara, con
toda serenidad, le contest que no se preocupase, que ella se cuidara de su madre mientras
viviese. Milagros sali arreando, y Doa Mara, en los meses y aos siguientes se cuid de
que a la madre de la tal Milagros no le faltase ni alimentacin, ni asistencia mdica; todos los
domingos iba a visitarla, con su hija pequea (mi futura mujer) y le llevaba cuanto necesitaba,
hasta que aos despus falleci.
A finales de marzo de 1939 entraron las tropas Nacionales en Ciudad Real, y a los
pocos das se personaron en casa de mi suegra las autoridades militares que investigaban los
asesinatos cometidos durante la dominacin roja, con la pretensin de que les diese los
nombres de las personas que haban intervenido concretamente en el asesinato de su
marido. Doa Mara Cortes, imperturbable, les contest que ella "haba perdonado y
olvidado", por lo que no poda ayudarles en su investigacin. Aadi que, como nadie poda
devolverle a su marido, "no quera ms muertes", por lo que no pensaba dar ningn nombre.
Y as quedaron las cosas.
Sin embargo se ve que hubo otras personas que no optaron por actitud tan cristiana, y
Milagros - que tena otros muchos crmenes sobre sus espaldas - acab ante un Consejo de
Guerra, que la conden a muerte.
Los hermanos de Milagros, tambin milicianos, tuvieron mas suerte: Conocedores de
la increble actitud de Doa Mara, acudieron a ella para que los "avalase" ante las nuevas
autoridades, cosa que hizo, y que probablemente los libr del pelotn de ejecucin, pues el
"aval" de una persona de la categora moral de mi suegra era una autntica garanta ante los
tribunales en aquellos momentos.
Y sta era Doa Mara Cortes Heras y Enrquez de Salamanca. Una persona
irrepetible, de las que, desafortunadamente, hay pocas.
Dir, como resumen, y tomando los datos de la obra de Francisco Alia Miranda antes
citada, que en la provincia de Ciudad Real, capital incluida, se cometieron por los Rojos 2.246
asesinatos durante la Guerra Civil, y que la represin subsiguiente de los Nacionales conllev
la ejecucin, tras los correspondientes Consejos de Guerra, de 2.263 personas. Una autntica
barbaridad por ambas partes, se mire por donde se mire. sta orga de sangre haba de
arrastrar, durante muchos aos - al igual que en el resto de Espaa - odios y rencores, que en
algunas personas an subsisten, aunque sea a ttulo hereditario.

1 DE NOVIEMBRE DE 1956: EMPIEZO A TRABAJAR


Al volver a Espaa y tras unos das de indagaciones, me ofrecieron trabajo como
Abogado - con nula experiencia, como es lgico - en la S.M.M.P: Societ Minire et
Metalurgique de Pearroya, empresa francesa implantada en Espaa en 1881, ms o menos,
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y en la que haba trabajado mi abuelo paterno y trabajaba mi padre; es decir, me convert en


la tercera generacin familiar en la misma empresa.
Me destinaron a los Servicios de la Empresa en Puertollano (Ciudad Real), donde sta
tena una importante explotacin hullera, con unos tres mil quinientos mineros, adems de
una Central Trmica, una Planta de Destilacin de pizarras bituminosas, para obtener gas-oil,
gasolina y aceites minerales, talleres para fabricacin y reparacin de maquinaria, y una mina
de extraccin de mineral de plomo - Mina Digenes - situada en Solana del Pino, a unos
treinta kilmetros de Puertollano. Se remataba el lote con una explotacin Agrcola y Forestal
en la finca de "La Garganta", un "fincn" de 17.000 hectreas, situada en el poblado de El
Horcajo, cerca de Fuencaliente. El conjunto de los Servicios citados daba trabajo a casi cinco
mil personas.
Puertollano era, junto con Pearroya Pueblonuevo (mi pueblo natal) uno de los
Servicios ms importantes de la Sociedad; en Pearroya tambin tena explotaciones mineras
de carbn, ms importantes que las de Puertollano, talleres generales, fbrica de tejidos,
fbrica de papel, central elctrica, etc. etc., con un nmero parecido de operarios: Alrededor
de cinco mil.
Adems la empresa tena explotaciones mineras de plomo en la Sierra de Cartagena
(La Unin), en El Centenillo (Jan), rgiva (Granada), Aznalcllar (Sevilla), Linares Qan),
etc. Para resumir dir que en los aos cincuenta la S.M.M.P empleaba en Espaa a unos
diecisiete mil trabajadores. Fuera de Espaa estaba implantada en muchos pases: Tena
explotaciones mineras o fundiciones de minerales en Francia, Italia, Grecia, Marruecos,
Argelia. Gabn... y al otro lado del charco, en Chile (minas de cobre), y algn otro pas. Total,
una gran empresa de la minera, en la que habra de desarrollarse toda mi vida laboral.
Mi llegada a Puertollano, el uno de noviembre de 1956, recin cumplidos los 26 aos,
con mi maleta y mi gabardina, fue algo cmica: En la estacin me estaba esperando un
automvil, y el chofer, que me identific enseguida (mi aspecto no deba dejar lugar a dudas
de que era "el nuevo abogado") se dirigi hacia m, llevndome hasta el coche; abri la
portezuela y dijo: "Entre usted, Don Fernando". Como a m, hasta aquel momento, nadie me
haba llamado "Don" Fernando, ignor la invitacin, pensando que detrs de m estaba el tal
Don Fernando; as que me apart a un lado para dejar entrar al personaje. No haba nadie,
claro. Don Fernando era yo, as que entr en el coche con toda la naturalidad que pude.
Me alojaron en la Residencia de Ingenieros, un destartalado chalet con varias
habitaciones, en el que vivan los Ingenieros solteros hasta que se casaban, o los que,
procedentes de otros servicios, estaban de paso en Puertollano. En aquellos momentos no
haba ninguno, as que me aposent como nico habitante de la Residencia, que estaba
gobernada por la cocinera, Eugenia. Su hija Jacoba haca de camarera y doncella, todo al
tiempo.
La Residencia estaba situada en la barriada de "Mina Asdrbal", un pequeo poblado
minero a cinco kilmetros de Puertollano, en el que vivan algunos ingenieros, empleados y
obreros de la Empresa.
Al da siguiente, a las ocho de la maana, me present en las oficinas de la Direccin,
donde conoc al Director del Servicio, D. Mauricio Bremer, un Ingeniero de Minas belga, que
no dominaba el espaol, y que adems sola hablar sin quitarse la pipa de la boca, con lo que
no era fcil entenderlo. (Tard algn tiempo en colegir que cuando me deca "siente,
Magqus", quera decir "oiga, Mrquez", por lo cual, yo me sentaba como un rayo, ante su
desconcierto)
Mi jefe directo era Joaqun Lozano, Abogado cartagenero de treinta y ocho aos - un
anciano para m, que tena 26 - quien me present al resto de los directivos (todos Ingenieros
de Minas) que tenan sus despachos en la Direccin. Las oficinas estaban ubicadas a
- 110 -

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escasos metros del poblado y junto al pozo "Santa Mara", un pozo de extraccin de mineral,
con su correspondiente instalacin de cribas y servicios anejos. Adems de los Ingenieros y
de los Facultativos de Minas, en la Direccin trabajaban veinticinco o treinta empleados,
tcnicos (topgrafos, delineantes, etc) y administrativos, ms algunos subalternos.
A los pocos das de iniciar mi trabajo entr en contacto con los mineros: Me ordenaron
presidir - en va de prueba - una reunin del jurado de Empresa, que estaba compuesto por
doce representantes de los trabajadores. Aquello se me dio bien, creo que ms que por mis
mritos por la buena disposicin de los obreros, que al ver mi "novatez" decidieron no
complicarme la vida en mi primera actuacin. De todas formas, y dada mi soltura en el trato
con el personal, a partir de aquel momento qued nombrado vice-presidente del jurado de
Empresa de los Servicios de Puertollano y presidente del jurado de Empresa de la Mina
"Digenes", la explotacin de plomo situada en Solana del Pino. La vice-presidencia del
jurado de Puertollano acab convirtindose en presidencia prcticamente, pues el presidente,
que era Joaqun Lozano, me cedi rpidamente "los trastos", en vista de mi facilidad para
entenderme con los trabajadores.
Tengo que decir que a lo largo de mi vida laboral en sta empresa minera (diez aos
en minera del Carbn y veintitrs aos en minera del plomo y fundicin del mismo), mi
relacin con los trabajadores y con los mineros en especial fue siempre cordial y amistosa, a
pesar de que el puesto que yo desempeaba era justamente el de "parachoques", pues como
presidente de los jurados de Empresa que siempre me toc gestionar, mi misin era
precisamente velar por los criterios e intereses de la empresa, que, llegado el caso, tena que
defender ante los tribunales de justicia. Creo que intent siempre ser honrado y consecuente
con mis ideales de justicia social, que a veces chocaban con los intereses de quien me
pagaba. No obstante, siempre logr salir del paso airosamente, apaciguando los nimos
cuando estaban exaltados y encauzando de la mejor manera posible los conflictos, que nunca
faltaron, ni durante el franquismo ni luego con la democracia. Creo que logr, a lo largo de mi
larga etapa en la minera, muchos amigos y muy pocos enemigos; o al menos eso creo yo. Y
eso que tuve que informar, a lo largo de 33 aos, alrededor de dos mil veces en los tribunales
laborales (Magistraturas de Trabajo durante el franquismo o juzgados de lo Social despus),
ms los correspondientes recursos ante el Tribunal Central de Trabajo o el Tribunal Supremo.
Tambin me ocupaba de las restantes ramas del Derecho, asesorando a la Empresa
en cuestiones penales, administrativas civiles, etc., y defendiendo sus intereses en las
correspondientes jurisdicciones cuando era necesario. 0 sea, que aburrirme no me aburra.
La situacin social y econmica en el Puertollano de 1956 era regular. Haba trabajo
para todo el mundo - solo haba unas cien personas en el paro, y esas eran de las que no
haban trabajado nunca ni tenan la menor intencin de trabajar jams -. La poblacin de
Puertollano era de unas 80.000 personas, por lo que el paro era exclusivamente de un sector
marginal. Sin embargo los salarios no eran muy boyantes, y la gente viva con bastantes
escaseces. nicamente algunas categoras de mineros de Interior (perforadores, maquinistas
de rozadora, etc) ganaban salarios decentes; el resto pasaba bastantes apuros.
Las viviendas de los trabajadores, salvo las de los que disponan de casas de la
Empresa, que eran minora, eran bastante deficientes; en algunas incluso faltaba el agua
corriente. El medio de transporte que utilizaban los mineros para trasladarse a sus lugares de
trabajo era la bicicleta, cosa que, dicha as, parece de lo ms ecolgico; pero hay que tener
en cuenta que muchos trabajadores venan a trabajar a Puertollano desde los pueblos
cercanos: Argamasilla de Calatrava, Almodvar del Campo, etc., y no era precisamente un
placer coger la bicicleta antes o despus de una agotadora jornada de trabajo en la mina o en
cualquiera de los servicios auxiliares.
El ambiente poltico entre los trabajadores era bastante tranquilo; tanto los Enlaces
Sindicales como los miembros del jurado de Empresa - estamos hablando de los Sindicatos
Verticales del Rgimen de Franco - eran, en muchos casos (sobre todo los mayores de
- 111 -

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cuarenta aos) antiguos miembros de la UGT o de la CNT, origen que no ocultaban, y hacan
la poltica sindical que las circunstancias les permitan. Eran, por as decirlo, la "Izquierda
tolerada" del Movimiento.
Estaba recin estrenada la Reglamentacin Nacional para las Minas de Carbn, que
aunque no poda ser calificada de Convenio Colectivo - an haba de tardar unos aos en
promulgarse la primera Ley de Convenios Colectivos - s haba sido redactada oyendo a los
Vocales Sociales y Econmicos del Sindicato Nacional del Combustible, por lo que, dentro de
sus deficiencias, serva para regular al menos los salarios mnimos en la Minera del Carbn,
as como el resto de los derechos y obligaciones de empresas y trabajadores. La realidad era
que los salarios especificados para todas las categoras en las correspondientes tablas de la
Reglamentacin, que como digo eran los mnimos, solo los cobraban los obreros que
trabajaban "por administracin", que en la mina suele ser el personal de Exterior - el que
trabaja fuera de la mina - pues los mineros de Interior casi todos trabajaban "a contrato", y el
precio de cada contrato era discutido con los Ingenieros, segn cada labor: Por nmero de
vagones cargados y transportados para los vagoneros, por metros de avance para los
perforistas, por nmero de metros de entibacin para los entibadores, etc.; lo obtenido por
cada contratista o grupo de contratistas se aada al salario base, puntos por hijos, primas,
etc., con lo que estos trabajadores a contrata podan vivir medianamente, e incluso algunos,
bastante bien; pero el grueso de la plantilla no se puede decir que viviera holgadamente: Con
lo justito para sacar adelante a sus familias, que en muchos casos eran de las llamadas
"numerosas": de cuatro hijos o ms.
En cuanto a la ciudad en s, era muy destartalada; nicamente el centro y algunas
barriadas de reciente construccin estaba debidamente urbanizado; en el resto,
predominaban las calles de tierra, con casas de una sola planta, y el "alcantarillado" consista
en un reguero de aguas malolientes por el centro de la calle, en el que desembocaban los
desages de las viviendas. Hay que decir, en descargo de las autoridades municipales de
aqul entonces, que la poblacin haba crecido mucho tras la guerra (en 1956 Puertollano
tena alrededor de 80.000 habitantes), pues adems de las minas de carbn se haba
instalado en ella la Empresa Nacional Calvo Sotelo (que luego acabara siendo la actual
REPSOL), con un nmero similar de obreros al de Pearroya. Ello haba trado como
consecuencia una gran inmigracin de los pueblos de la provincia de Ciudad Real y de otras
muchas provincias, con la consiguiente construccin de viviendas "al buen tun tun", por lo que
la pavimentacin y alcantarillado de calles no poda seguir el ritmo deseable. A ello haba que
aadir la penuria de los Ayuntamientos de aqul entonces - en aquellas fechas se pagaban
muy pocos impuestos - con lo que el resultado era bastante desalentador.
Las barriadas mineras sin embargo tenan un nivel de "habitabilidad" bastante ms
decente, pues su mantenimiento corra a cargo de la Empresa. La Sociedad de Pearroya
mantena tres barriadas: "Mina Asdrbal", construida junto al Pozo "Santa Mara" - y en la que
estaban las oficinas de la Direccin, la Residencia y las viviendas de casi todo el Personal
directivo -; "Pozo Norte", junto al Pozo del mismo nombre, y "Argelles", junto al Pozo
"Argelles". En ellas vivan, adems del personal directivo - ingenieros, abogados, mdicos,
etc., - obreros y empleados, aunque en zonas distintas y en viviendas bastante ms
modestas. O sea, "juntos, pero no revueltos".
Sin embargo, el ambiente en la barriada era bastante cordial y familiar; nos
conocamos todos y convivamos en paz y armona, sin grandes problemas.
Quienes venan "partiendo la pana" eran los de la "Calvo Sotelo" (ENGASO). Tiraban
con plvora del Rey, es decir, del Erario Pblico, as que tanto su barriada como sus
instalaciones industriales eran modlicas: La barriada - compartimentada, como en
Pearroya, en personal directivo, empleado y obrero - dispona de jardines, piscinas,
magnficas residencias, etc.; aquello pareca "Amrica", comparado con el resto de la
poblacin.

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Lo que no estaba tan claro era la rentabilidad de la industria montada sobre la base de
la destilacin de pizarras bituminosas para obtener carburantes y productos derivados de
dicha destilacin. Aquello se le haba ocurrido a Franco, en un viaje que hizo a Puertollano en
los primeros aos cuarenta (cuando an "ganbamos los alemanes', y visit la planta de
destilacin de pizarras que tena la Sociedad de Pearroya, y en la que, a pequea escala, se
producan combustibles - gasolina y gasoil, adems de aceites minerales - aunque a precios
prohibitivos. All, los ingenieros franceses le explicaron que en Alemania, y debido a la
escasez de petrleo - el bloqueo angloamericano impeda la llegada de petroleros a los
puertos alemanes - se haban instalado grandes destileras de pizarras bituminosas, en las
que se obtenan productos petroliferos que paliaban la escasez de ellos que padeca la
Alemania en guerra. Franco, asesorado por Suances, decidi que si aquello se haca en
Alemania, tambin se poda hacer en Espaa, sobre todo teniendo en cuenta que en la
cuenca minera de Puertollano exista, bajo las capas carbonferas de hulla, un enorme
yacimiento de pizarras bituminosas, con reservas para ms de cien aos. As que dicho y
hecho: Encarg al recin creado INI (Instituto Nacional de Industria) la construccin de una
planta de destilacin de pizarras, segn el modelo de las que funcionaban en Alemania, y
asesorado por tcnicos y montadores alemanes. Sin embargo la construccin se retras, y
prcticamente se inici una vez finalizada la guerra en Europa, con lo que su oportunidad era
ms que discutible, pues a pesar de la escasez de productos petroliferos en Espaa - las
democracias nos obsequiaron recin terminada la guerra con un simptico embargo
petrolifero - a la larga era de prever que lo suyo, para que anden los coches y dems
vehculos de motor, son la gasolina y el gas-oil obtenidos del petrleo.
As que, no obstante lo antieconmico del proyecto, ste se llev a cabo, y desde
luego sirvi para crear miles de puestos de trabajo, directos e indirectos, en Puertollano y
comarcas limtrofes. Con el tiempo, y cuando el INI se decidi por la rentabilidad de sus
empresas, se construy el oleoducto Mlaga-Puertollano, para llevar el petrleo a dicha
ciudad y transformar la planta de destilacin de pizarras en una refinera de petrleo de las de
toda la vida, alrededor de la cual surgieron importantes industrias petroqumicas, auxiliares y
complementarias, con lo que Puertollano se convirti en un importante "polo de desarrollo",
como se deca en la poca de los planes de desarrollo de Lpez Rod y dems "Lpezes".

FRANCIA, 1956
Volviendo a nuestra historia, el curso acadmico 1955-56 haba terminado como el
Rosario de la aurora, segn he contado. Mi intencin de acabar la carrera en febrero, en los
exmenes extraordinarios que se convocaban para aquellos que tuviesen solo dos
asignaturas pendientes, se frustr totalmente: Entre los disturbios, el cierre de la Universidad,
etc., no me pude presentar a los exmenes, por lo que hube de demorarlo hasta junio, en
cuya convocatoria aprob por fin las dos malditas asignaturas: Procesal 2 y Mercantil 2, con
lo que me convert en un flamante licenciado en Derecho, dispuesto a engrosar las listas del
Paro, que aunque no haba tanto como ahora, para los universitarios ya era un problema
encontrar trabajo en las respectivas profesiones.
Como premio por la finalizacin de la carrera, mi padre me recompens con cinco mil
pesetas de las de entonces, as que decid irme a Francia el mes de Agosto a visitar a mi
novia, que estaba como Instructora en el castillo de La Valette, en Presigny-les-Pins (Loiret),
a unos doscientos kilmetros al sur de Pars.
As que saqu un billete de ida y vuelta Madrid-Pars por tres mil pesetas (en tercera
clase en Espaa y en segunda en Francia) y con las dos mil restantes me dispuse a
sobrevivir durante veinte das en Francia, que ya es sobrevivir, a base de alojarme en los
"Youth-hostel's" o "Auberges de la Jeuneusse", que en aquella poca proliferaban en Europa
y resolvan por muy poco dinero el alojamiento de los estudiantes viajeros. Con mi mochila y

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una manta me embarqu en la Estacin del Norte camino de Hendaya, donde transbord al
Sud-Express, que me dej en Pars a la maana siguiente.
Me aloj en un "Auberge" en una calle cercana al Boulevard Clichy, donde compart
varios das con un numeroso grupo de estudiantes de varios pases: Ingleses, alemanes,
italianos, hindes, etc. Tambin haba algunos espaoles, pues contra lo que sostienen los
"intelectuales" espaoles panegiristas del Mayo francs del 68, la generacin del "50" tambin
viajaba al extranjero; claro que sin las becas ni subvenciones del Rgimen que luego
disfrutaron ellos, cuando fueron a Francia para informarse de la famosa Revolucin de la
nada, que trasladada a Espaa consisti en escribir en las paredes aquello de "prohibido
prohibir" y "la imaginacin al Poder", que tanto juego ha dado, y en dar algunas carreras ante
la Polica Armada, cosa que, como tengo relatado, ya habamos hecho nosotros veinte aos
antes, sin tanto presumir.
En aquel albergue hice amistad con dos italianos y un alemn (yo siempre con el Eje)
adems de con un espaol de Bilbao, con los que durante ocho o diez das recorr todos los
monumentos de la ciudad, que estaba absolutamente vaca de parisinos; stos, con muy
buen acuerdo, haban huido en masa hacia el mar o la montaa, pues el calor de Pars en
agosto no tiene mucho que envidiarle al de Sevilla.
Tras mi estancia en Pars, cog un tren que me llev a Presignyles-Pies, en cuyo
castillo de La Valette estaba Mary como Instructora.
Lo del castillo de La Valette es una historia increble; que merece ser contada por lo
inslita. Es un castillo (supongo que seguir existiendo) del estilo de todos los castillos del
Loira, rodeado de un gran jardn, al que se accede por una gran puerta de artsticos herrajes.
Pues bien, el castillo era propiedad de la Embajada de Espaa, que lo dedicaba durante el
verano a Colonia infantil de vacaciones. Las nias - solo haba nias - que integraban los
turnos de la Colonia eran todas hijas de exiliados espaoles; la administracin la llevaban los
Padres Claretianos establecidos en Pars (en la Parroquia de la rue de la Pompe, en el centro
de Pars, y en el barrio obrero de Samt Denis); el servicio - camareras, jardineros, cocineros,
etc., eran exiliados espaoles de la Guerra Civil que vivan en Presigny; y para remate, el
personal docente eran cinco Instructoras de la Seccin Femenina, entre ellas mi novia.
O sea, la Reconciliacin Nacional Espaola realizada en "petit comit", veinte aos
antes de la "Santa Transicin". Doy fe de que aquello funcionaba: Todos, "rojos" y
"nacionales", curas incluidos, se llevaban muy bien, y no surga problema poltico alguno.
nicamente, al izar banderas por la maana (la francesa y la espaola), las nias oan "la
Marsellesa" con ms recogimiento que la "Marcha Real"; cosa lgica, pues la mayora de
ellas haba nacido en Francia, tras el exilio de sus padres, y se sentan ms francesas que
espaolas.
En medio de aquella "reconciliacin nacional" anticipada ca yo, y rpidamente me
integr en la misma, sin grandes problemas. Me aloj en una modesta casa de campesinos
franceses que me haba buscado mi novia. Y digo modesta porque, por no tener, no tena ni
cuarto de bao: Haba un cobertizo en el corral, pomposamente denominado "le cabinet",
para las aguas "mayores y menores". Ni que decir tiene que yo prefera un bosque cercano,
ms ecolgico, y amenizado por el canto de los pajarillos, que "suelta" mucho. Y para
lavarme, la clsica palangana con espejo y una jarra de agua. Una hermosura. Pero yo era
joven, y esos no son inconvenientes para la juventud.
Todos los das iba a comer (en la casa donde me alojaba solo me daban el desayuno)
a "Fepicerie", esa suerte de "general store" (como en el Far-West), que haba en todos los
pueblecitos franceses, y donde lo mismo te vendan judas, conservas o pan, que unos
alicates o un cepo para ratones. Bueno, pues tambin servan comidas a un precio muy
asequible, por lo que me abon a diario. Tambin coma all un grupo de cinco o seis
espaoles - exiliados, naturalmente - que me observaban con curiosidad. Hablaban en
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francs, pero se les vea la espaolidad por encima del pelo. Formaban parte de la colonia
espaola de Presigny, compuesta por treinta o cuarenta espaoles; muchos, pues el pueblo
no tena ms de trescientos habitantes.
Un da, del grupo de espaoles que coma en una mesa no muy cercana a la ma, se
destac uno de los comensales, que iba en una silla de ruedas arrastrada por un enorme
perro. Le faltaban las dos piernas, y era un hombre rollizo, como de unos cuarenta y cinco a
cincuenta aos. Se plant ante m y me espet: Eres espaol, verdad?. Si, le contest.
Fascista, claro!, dictamin. Falangista, precis yo. Se qued silencioso unos momentos, pero
enseguida reaccion: Yo soy comunista. Y aadi: Te gustan las judas con chorizo?. Le
contest afirmativamente. Te invito maana a comer judas con chorizo en mi casa, hace?.
De acuerdo, le respond. Me dio su direccin, y all que me present al da siguiente. Haba
preparado el to unas judas impresionantes, que nos comimos con gran apetito. Como
buenos espaoles, no tardamos ms de cinco minutos en contarnos nuestra vida. Se llamaba
Escobedo, y haba perdido las dos piernas en la Guerra Civil: Era un mutilado de guerra, pero
del otro lado. (Enseguida se me vino a las mientes el famoso chiste que se contaba en el
Madrid de la posguerra: En un tranva coinciden dos hombres a los que les falta una pierna a
cada uno. Uno de ellos se sienta trabajosamente en el asiento "reservado para Caballeros
Mutilados". El otro, de pi a su lado, le pregunta: "Qu! De la guerra, eh?. El otro le
contesta: S seor. Perd la pierna en la batalla del Ebro, luchando por Espaa, y soy
Caballero Mutilado de Guerra por la Patria; y t?. El otro, que est de pi, y que tambin
perdi la pierna en la batalla del Ebro, pero luchando en el bando rojo, contesta pensativo:
yo? Yo soy un jodo cojo")
Departimos amigablemente el tal Escobedo y yo; me cont su anecdotario poltico y
guerrero, y llegamos a la conclusin de eran muchas ms las cosas que nos unan que las
que nos separaban, y que aquella guerra civil no se deba haber "celebrado" nunca (hay que
ver lo que pueden hacer unas buenas judas con chorizo consumidas en paz y armona!). Era,
como todos los exiliados, un nostlgico de Espaa. Me pidi que cuando regresara le enviase
un diccionario, pues no quera olvidar su idioma, ni como se escriban las palabras, ni su
verdadero significado. A mi vuelta cumpl el encargo, que no s si le lleg, pues no volv a
tener noticias suyas.
Con el resto de espaoles exiliados acab tambin haciendo amistad, y aunque me
llamaba "el fascista", se reunan conmigo en "l'epicerie" a la hora de comer, para preguntarme
cosas de Espaa. El nico que me miraba con desconfianza era un vasco, antiguo "gudari",
que estaba empeado en que yo era un espa de Franco. Un da en que volv de improviso a
la casa en que estaba alojado, me lo encontr en mi habitacin, registrando mi mochila, con
mi pasaporte en la mano. Cuando le pregunt qu haca all, me dijo "que cumpla rdenes", y
se march precipitadamente, ante la consternacin de la duea de la casa - que la muy
cabrona le haba dejado entrar en mi habitacin para registrarla - y que se deshaca en
excusas: Pardon, monsieur, pardon!. Lo dicho, una cabronaza.
Mi permanencia en Francia durante veintitantos das - y no solo en Pars, donde
nicamente estuve una semana - me permiti averiguar que el cateto francs, cuando dice a
ser cateto, supera al ms ignaro de los celtberos. Por otra parte, el nivel de vida en el campo
francs - en la Francia "profunda", que es en la que yo estuve, era, a pesar de la riqueza de la
tierra, donde hay agua por todas partes, muy semejante al de Espaa. Constat asimismo
que los miles de espaoles exiliados tras la guerra, que vivan en Francia, eran discriminados
claramente, y trabajaban en las labores que los franceses no queran, casi al nivel de los
argelinos, tan abundantes como los espaoles, y tan discriminados como ellos.
O sea, que no era para tanto aquello de Francia.

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CAPITULO III
ITALIA, VERANO DE 1957. LOS LEALES, "RARA AVIS"
En el mes de julio de 1957 pude comprobar que, incluso en Italia, hay gente leal, poca,
pero la hay. Es gente rara por lo escasa, pero es la clase de gente que te devuelve la fe en la
condicin humana. Lo cuento:
En los ltimos aos cuarenta y primeros cincuenta, algunos miembros de la Centuria
20 habamos tomado contacto con un pequeo grupo de italianos, refugiados en Espaa para
librarse de la "vendetta" desatada en su pas tras la entrada de las tropas aliadas en el
mismo. Los llamados "partigiani", que se haban guardado muy mucho de asomar el hociquito
mientras hubo tropas alemanas en Italia, cuando se percataron de que ya no haba ningn
peligro y de que el matar era " de balde" - las tropas aliadas miraban para otro lado, cuando
no colaboraban en las masacres - iniciaron un periodo de terror, la "primavera de la sangre"
se le llam en la poca, que se llev por delante a cerca de cuatrocientas mil personas
(calificadas de fascistas por sus asesinos, y en realidad personas de toda clase y condicin).
Es la historia de Italia no escrita, pero de la que hay vestigios en forma de fosas comunes, por
ejemplo en el "Campo Dcimo de Musocco", cementerio de Miln, con varias decenas de
miles de personas fusiladas y enterradas all. Un Paracuellos a la italiana.
Pues bien, estos italianos residentes en Espaa desde 1945, representantes en
nuestro pas del MSI (Movimiento Social Italiano), de los "Ardid d'Italia" y de la FNCRSI
(Federacin Nacional de Combatientes de la Repblica Social Italiana), en los aos 50,
pasada la furia asesina de la posguerra en Italia, haban regresado a su pas para intentar
rehacer sus vidas; pero fieles a sus ideales, mantenan stos contra viento y marea, militando
en las organizaciones antedichas. En 1957, los miembros de la FNCRSI residentes en Miln
nos invitaron a la Centuria 20 a visitarles en su ciudad en el mes de julio (mes en el que
tomaba yo mis vacaciones), as que montamos una expedicin compuesta por unos
veintitantos miembros de la Centuria, ms algunos seustas muy cercanos a nosotros:
Recuerdo a Rafael Viars, Augusto Blanco Galdn y algunos otros; en total, treinta
camaradas.
La Secretara General del Movimiento por una vez "se estir" y nos cedi un autobs
con su conductor: Jernimo (no recuerdo su apellido), al que rpidamente rebautizamos como
"Jeromn". Era un excombatiente de la guerra de Espaa, parte de la cual la pas encuadrado
en la Divisin "Flechas Negras", del CTV italiano, a la que se destinaban soldados espaoles
para reforzarla y cubrir bajas. Tambin nos dejaron varias tiendas de campaa y material de
acampada, pues nos disponamos a vivir veintitantos das al raso, cosa a la que estbamos
habituados, unos en los campamentos del FJ y otros en los de la Milicia Universitaria, y la
mayora en ambos. El resto lo pusimos nosotros: Mil pesetas por cabeza, para gastos de
avituallamiento y gas-oil, ms el dinero de bolsillo que cada cual llevase, segn sus
posibilidades.
As que a primeros de julio de 1957 partimos de Madrid camino de la frontera
francesa, va Zaragoza, Barcelona y Gerona, para pasar a Francia por el puesto fronterizo de
Port-Bou. El autobs era bastante cmodo, para lo que haba en la poca; pero tena el grave
inconveniente de que no pasaba de los sesenta kilmetros por hora, por ms que el
voluntarioso Jeromn se afanase en pisar con toda su alma el acelerador, animado por el
clsico canto de "para ser conductor de primera, acelera, acelera," etc.
Hicimos un alto en Zaragoza para reponer la luna trasera que se rompi nada ms
iniciar el viaje, y acampamos en Barcelona una noche, para al da siguiente entrar en Francia
por Port-Bou, camino de la Costa Azul. En nuestra marcha hacia Italia, hicimos alto en
Cannes y en Niza, visitando dichas ciudades. Por supuesto, acampbamos en los "campings"
de las afueras, en los que, si haba suficiente espacio, colocbamos las tiendas en crculo,
con nuestro mstil y la bandera en el centro, ante la curiosidad del resto de los acampados de
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todas las nacionalidades, que nos miraban con asombro y sin saber muy bien a qu atenerse;
aunque viajbamos en plan de "disciplina de baja intensidad", - el viaje era mitad turstico
mitad poltico - se nos vea por encima del pelo que clase de turistas ramos nosotros, sobre
todo cuando izbamos bandera por la maana. Lo de las camisas azules tambin les daba
algunas pistas a los ms enterados; pero lo cierto es que no tuvimos en Francia incidente de
clase alguna.
Entramos en Italia por Ventimiglia, y tras acampar en Alassio, llegamos a Gnova,
donde ya nos dieron la bienvenida algunos camaradas italianos de la FNCRSI. Desde all y de
un tirn - Jeromn estaba hecho un jabato y no levantaba el pi del acelerador, aunque el
cabrn del autobs se negaba a pasar de 60 - llegamos a Miln con cara de velocidad.
El mismo da que llegamos a Miln - el cuatro de julio de 1957 - fuimos recibidos en la
sede de la FNCRSI, situada en la Via Corso Venezia, por El General Farina y el Capitn
Barbesino, junto con un grupo de antiguos combatientes de la RSI, algunos de ellos tambin
excombatientes del CTV italiano en nuestra guerra civil. All nos dieron un refresco - que no
nos vino nada mal, pues haca un calor espantoso - y despus nos acompaaron al hotel en
el que nos haban preparado el alojamiento. (En Miln fue en la nica ciudad, en todo el viaje,
en que dormimos en camas como Dios manda, gracias a la generosidad de los camaradas
italianos).
Por la tarde, y tras ducharnos y acicalarnos un poco, volvimos a la sede de Corso
Venezia, donde se iba a celebrar un acto en nuestro honor. Vestamos nuestras camisas
azules, y al frente llevbamos el bandern de la Centuria. En una gran sala, presidida por
grandes banderas de Italia y Espaa, estaba situada la presidencia, en la que estaba
presente el General Bergonzoli, Medalla de Oro al Valor del Ejrcito italiano, El General
Farina, el Coronel Nebbia y el Capitn Barbesino, Inspector para la Alta Italia de la FNCRSI. A
ambos lados se situaron los banderines del MSI, de los Arditi, de la FNCRSI y de nuestra
Centuria. Tambin estaba presente, aunque no en la presidencia, sino en la primera fila del
pblico, el Cnsul de Espaa en Miln, tratando de pasar desapercibido y con cara de susto,
el cual no abri la boca en todo el acto. Seguramente tena instrucciones de "estar, pero no
estar". No obstante, all estaba el hombre.
Hablaron por orden jerrquico los Generales Bergonzoli y Farina, ambos
excombatientes de la guerra de Espaa, que hicieron alusin, como es lgico, a su campaa.
Luego habl el Capitn Barbesino, y finalmente dijo unas palabras el camarada Aragn
Gavia, cerrndose el acto con el "Cara al Sol".
Al da siguiente estaba previsto que por la maana fusemos a Giulino di Mezzegra,
junto al lago de Como, lugar donde fue asesinado Benito Mussolini, junto a Clara Petacci y
varios dirigentes fascistas por los partisanos de Walter Audisio, cuando el matar era de balde,
es decir, cuando todo el norte de Italia estaba ya ocupado por las tropas aliadas.
Una vez terminado el acto en la sede de la FNCRSI, y cuando nos disponamos a
reintegrarnos al hotel, se presentaron un Comisario de Polica y un Comandante de los
"Carabinieri", preguntando por el "Capitano" espaol, para comunicarnos una noticia. Algo
intrigados, Manolo Puente - que era el jefe de la Centuria - mi hermano Diego - el Sub-jefe - y
yo Jefe de la Falange), pasamos a la estancia donde nos esperaban los dos mandos
policiales, los cuales, tras saludarnos cortsmente, nos informaron de que el Partido
Comunista de la Alta Italia haba convocado una concentracin en Giulino di Mezzegra de
antiguos partisanos y miembros del Partido Comunista, para impedir el acto de homenaje a
Mussolini que proyectbamos para el da siguiente; nos dijeron que ramos libres de realizar
el acto, pues Italia era un pas democrtico, y el Gobierno no se opona a ello; pero era muy
posible que en Giulino di Mezzegra nos encontrsemos con varios miles de comunistas, y las
tortas estaban casi garantizadas. Aunque, repitieron, no nos impedan realizar el acto, ms
bien nos aconsejaban suspenderlo.

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Tras un breve concilibulo, tanto Manolo Puente como Diego y yo decidimos que de
"chaqueteo", nada; as que acordamos continuar con el programa previsto, y mantener el acto
en Giulino di Mezzegra contra viento y marea. As se lo comunicamos al Comisario y al
Comandante de Carabineros. Este ltimo no pudo reprimir un "no esperaba menos de los
espaoles!". Nos prometieron proteccin, aunque sin garantizarnos que no hubiese
incidentes.
Tras sta conversacin, se marcharon los dos "maderos" (se dir "maderi" en
italiano?), y nos quedamos los tres, ya sin necesidad de farolear, un tanto preocupados.
Decidimos no comunicar la noticia al resto de los camaradas; ya se enteraran a su tiempo.
Al da siguiente, de buena maana, salimos de Miln en nuestro renqueante autobs,
camino de Como, entonando "alegres cancioncillas", pues la tropa ignoraba lo que se nos
poda venir encima. (Yo me acordaba del chiste de chufla, chufla, que en cenando...!). Nos
acompaaban varios excombatientes fascistas italianos: Recuerdo al Coronel Nebbia, El
Teniente Cavalli, el legionario Bojardi y un ex paracaidista de las SS. Nada ms salir de Miln
y ya en la carretera nos adelantaron varios "jeeps" descapotados cargados de "carabinieri"
armados hasta los dientes; En uno de ellos viajaba el Comandante que nos haba visitado la
noche anterior, el cual, al sobrepasar a nuestro autobs, nos salud con el brazo, con un "s
es no es" de saludo romano. (Los italianos son muy adaptables al medio). Los camaradas,
que al ver los "jeeps" creyeron que eran militares de maniobras, se empezaron a mosquear al
ver al simptico Comandante: "Oye Fernando, ese no estuvo ayer con vosotros? Qu
quera?". Tras los "jeeps" de los Carabineros, nos sobrepasaron dos autobuses cargados de
agentes de la "Guardia della Finanzza", (el equivalente a nuestra Polica Nacional as como
los "Carabinieri" lo son a la Guardia Civil). La inquietud comenz a apoderarse de los
camaradas, por lo que cremos oportuno contarles lo que sabamos. Manolo Puente, muy
puesto y sabiendo de antemano la respuesta, dej en manos de la tropa la decisin: Quedar
como lo que somos: Falangistas y espaoles, o rehuir el peligro como jodidos caguetas. Un
viento heroico recorri el autobs: Como lo que somos, qu coo. Jeromn pis a fondo el
acelerador, con los escasos resultados de costumbre, y a los sones del Himno de Infantera
(Ardor guerrero, etc.) entramos en Giulino di Mezzegra, dispuestos a lo que fuera. Llegamos a
la plaza del pueblo, que era muy amplia, y all nos esperaban los partisanos, medio
uniformados con camisas azul celeste y pauelos rojos al cuello, con grandes banderas rojas
con la hoz y el martillo y toda la parafernalia comunista, que en el caso de Italia es algo
folklrica. Junto a los partisanos, que seran varios centenares, haba una multitud de
presuntos comunistas, en actitud expectante, pero que no nos pareci muy amenazadora.
Delante de la multitud se haban desplegado los "Carabinieri", y a alguna distancia se situaron
los Guardias de la Finanzza. El bueno de Jeromn, "con un par", avanz con el autobs y lo
detuvo en el centro de la plaza, donde desembarcamos. Tras quedarnos en mangas de
camisa azul - no bamos a ser menos que los partisanos aquellos - y a la voz de a formar!,
formamos de a tres en fondo, y con el bandern de la Centuria al frente y cantando "La mirada
clara y lejos...", nos encaminamos al lugar donde se produjo el fusilamiento de Mussolini y sus
compaeros. El silencio en la plaza, si se excepta nuestra cancin, se poda cortar. Yo creo
que si alguien de los que estaban en la plaza se hubiera puesto a aplaudir, lo mismo nos
ovacionan los partisanos aquellos. O nos machacan, cualquiera sabe.
Lo cierto es que nadie nos impidi el acto: llegamos al lugar del fusilamiento, a la
entrada de una villa de veraneo (Giulino, al lado del lago de Como, es un pueblecito turstico),
en cuyo muro haba una sola inscripcin en pintura negra: Presente!. All colocamos un ramo
de flores rojas y amarillas, rezamos un Padrenuestro, cantamos el Cara al Sol, luego los
italianos que nos acompaaban cantaron su "Giovinezza", y nos volvimos en formacin a la
plaza del pueblo, donde seguan los partisanos y su gente, pero ya ms relajados. Tambin
los policas estaban menos serios, de todo lo cual nos congratulamos. Rompimos filas, y nos
mezclamos entre la gente, un tanto asombrada de nuestra desenvoltura. Acabamos entrando
en los bares y pagando unas rondas de vino de "Chianti" a algunos partisanos, que no solo
las aceptaron, sino que nos invitaron a su vez, entrando en conversacin con ellos. Algunos
nos ensearon sus carnets del Partido Fascista de los aos veinte, y nos explicaron que el
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Fascismo italiano, que en sus principios era socialista - Mussolini era de esa procedencia
politica - los defraud luego, alindose con la oligarqua y el capitalismo, por lo que muchos
de ellos lo abandonaron. (A ms de uno se nos vinieron a las mientes lo que haba pasado en
Espaa con nuestra Falange).
Despus de sta especie de "confraternizacin" con aquellos simpticos rojetes,
volvimos al autobs, regresando a Miln, donde hicimos la clsica visita turstica, sin que
faltase la subida al tejado del "Duomo", para ver la ciudad desde la altura. Por la tarde
visitamos la sede de los `Ardid" (una especie de cuerpo de elite del ejrcito italiano), cuyos
veteranos - muchos de ellos antiguos legionarios del CTV - nos obsequiaron con un aperitivo.
Al da siguiente, 6 de julio, nos presentamos con toda nuestra parafernalia en la
Piazza S. Ambrogio, donde est el monumento a los Cados italianos en todas las guerras;
all colocamos una corona de flores con los colores nacionales y montamos una guardia
simblica durante unos minutos. Despus nos trasladamos al Campo Dcimo de Musoco,
donde, en fosas comunes - estilo Paracuellos - hay enterradas varios miles de personas,
ejecutadas por los partisanos al trmino de la segunda guerra mundial, bajo la genrica y
polivalente acusacin de "fascistas"; en realidad, como ocurre en todas stas masacres, se
saldan toda clase de cuentas, no solo las politicas, aprovechando la ausencia de cualquier
tipo de autoridad que lo impida. Tambin aqu formamos de a tres en fondo y pusimos otra
corona, cantando finalmente el Cara al Sol.
Despus, acompaados por el Coronel Nebbia, fuimos al Consulado de Espaa para
despedirnos del Cnsul. Por la tarde, asistimos a una demostracin area en Linate, en la
que intervino una escuadrilla del Ejrcito del Aire Espaol.
La visita a Miln concluy con una cena que nos ofreci el "Ispettorato de la Alta Italia
de la FNCRSI" en un restaurante de Pava, sobre el ro Tizino; a su trmino nos despedimos
de los camaradas milaneses, que con tanta cordialidad y simpata nos haban tratado durante
nuestra estancia en su ciudad.
A la maana siguiente salimos para Venecia, donde estuvimos dos das en visita
puramente turstica; de all fuimos a Florencia, donde permanecimos tres das - en menos no
es posible ver todas las maravillas que encierra la ciudad - y finalmente llegamos a Roma,
donde acampamos en Monte Antenne, en un magnco camping a pocos kilmetros de la
ciudad. All estuvimos cinco das, en los que, adems de ver todo lo que hay que ver en
Roma, tomamos contacto con la Seccin Universitaria del MSI; stos camaradas nos llevaron
a visitar al Prncipe Valerio Borghese, bravo oficial de la "Marina Militare" italiana, que al
mando de la "Dcima Flotiglia MAS" tuvo en jaque, durante la 2a guerra mundial, a la
poderosa escuadra britnica en el Mediterrneo, a la que caus numerosos hundimientos con
los "MAS", una especie de pequeas y rpidas lanchas torpederas que se acercaban a los
navos ingleses y les "colocaban" los torpedos a domicilio. La actuacin de ste y otros
marinos compens la escasa actividad de la Marina de Guerra italiana durante el conflicto,
que finalmente y tras "el cambio de campo" del Mariscal Badoglio y el Rey en 1943, fue
entregada intacta al enemigo. Valerio Borghese, cuya valerosa actuacin en la guerra le vali
el respeto y la consideracin hasta de sus enemigos, nos recibi en su palacio, situado en
una zona residencial de Roma; era un hombre de gran estatura, fuerte y robusto y de una
gran personalidad. Departi un buen rato con nosotros - tambin haba participado en la
guerra de Espaa colaborando con la Armada Nacional - y tras entregarle algunos libros y un
bandern de la Centuria nos despedimos de l y de los camaradas del MSI.
Tras nuestra estancia en Roma, regresamos a Espaa va Pisa, Gnova, Alassio y
Ventimiglia. Y sta fue nuestra aventura italiana, cuya parte poltica qued reflejada en una
pequea revista que editaba la FNCRSI de Miln: "La Legione. Quindicinale dei combattenti",
que an conservo.

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CRCULO MARZO. CRCULO JOS ANTONIO


Despus de los sucesos de febrero de 1956, como tengo dicho, el "Movimiento", en el
que nos integrbamos los falangistas, perdi prcticamente casi toda su influencia en el
Rgimen, convirtindose en un organismo inoperante; las organizaciones falangistas
sobrevivieron, pero relegadas por el Rgimen al ltimo lugar del menosprecio. El meritorio
intento de Jos Luis de Arrese por institucionalizar el Movimiento durante el breve periodo en
que ejerci como Ministro Secretario General, (entre 1956 y 1957) fracas ante la falta de
inters de Franco por el tema y la oposicin de las fuerzas polticas que se movan a sus
anchas en todos los mbitos del Poder (monrquicos, demo-cristianos, "opusistas" sobre
todo, etc.). Jos Luis de Arrese fue nombrado por Franco Ministro de la Vivienda - Ministerio
creado para l y por l - y abandon su intento de institucionalizacin del Movimiento. A partir
de entonces, los falangistas, an siguiendo militando en las Organizaciones del mismo,
empezamos a crear entidades "paralelas" que funcionaban al margen de la poltica oficial - e
incluso en contra de la misma - y en las que nos encontrbamos ms a gusto, pues no
tenamos el control de ninguna jerarqua oficial. As surgi el "Crculo Marzo", creado por
universitarios falangistas de Madrid, y en el que rpidamente nos agrupamos las "mesnadas
rebeldes" de la Primera Lnea del SEU, de la Centuria 20 y de otras organizaciones.
Tenamos la sede en la calle Barquillo, y en ella "conspirbamos" ms a gusto que en los
locales oficiales del Movimiento. Por otra parte, los fundadores de la Centuria 20, habamos
ido terminando nuestros estudios universitarios, y muchos - ese era mi caso - residamos
fuera de Madrid, por lo que ya los contactos con los viejos camaradas eran espordicos. Por
stas circunstancias, tuve pocas actividades en el citado Crculo Marzo; la corta vida de ste y
sus actuaciones pueden contarla otros falangistas con ms autoridad que yo.
A finales de los aos cincuenta o principios de los sesenta - ah me falla la memoria y
no dispongo de documentacin que precise la fecha - se cre el "Crculo Doctrinal Jos
Antonio" en Madrid, por un grupo de falangistas disconformes con la linea poltica del
Rgimen. Su sede se estableci en la calle Ferraz n 80, muy cerca de donde actualmente
tiene su Centro el PSOE. En principio, los fines del Crculo eran solamente de tipo intelectual:
Preservar, ampliar y difundir el pensamiento de Jos Antonio, tan manipulado y tergiversado
por el Rgimen, que lo haba reducido a cuatro frases sacadas de contexto y que se haban
convertido en tpicos repetidos hasta el cansancio.
El creador y primer Presidente del Crculo fue Luis Gonzlez Vicn, el antiguo
Lugarteniente General de la Guardia de Franco, que fue destituido en 1948 por sus dursimas
crticas a la Ley de Sucesin. Retirado desde entonces a sus actividades profesionales como
Mdico cirujano, regres a la poltica, pero ya en plan crtico - que era lo suyo - para poner
nervioso al Rgimen desde el Crculo Jos Antonio. En un principio se interesaron por el
Crculo algunas personalidades del Rgimen: Como era lgico, la primera, la hermana de
Jos Antonio, Pilar Primo de Rivera. Recuerdo tambin al General Rodrigo y a algunos otros
militares de alta graduacin. Pero segn las actividades y las publicaciones del Crculo iban
siendo ms crticas con la situacin poltica, stas personalidades fueron desapareciendo de
los cargos directivos de ste, y finalmente, ya con ms soltura, el Crculo se convirti en una
de las fuentes de mayores "jaquecas" del Rgimen, que se vea atado de pies y manos para
actuar contra la entidad, pues sta fundamentaba todo su discurso en la pura doctrina
joseantoniana. Y aunque el Rgimen ignoraba deliberadamente sta doctrina, sobre todo en
lo referente al desmontaje del "armatoste" capitalista, a la nacionalizacin del Crdito y en
resumen a la instauracin de un Estado Nacionalsindicalista que llevase a cabo la Revolucin
que Espaa - no la Falange - necesitaba, dicho Rgimen no poda actuar directamente contra
una entidad que se llamaba "Crculo Jos Antonio", pues el retrato de ste figuraba, junto con
el de Franco, en todos los despachos oficiales, aulas de escuelas y universidades, cuarteles,
etc., como clara demostracin de que era el inspirador de la poltica del Rgimen; aunque
como digo, sta inspiracin se encontrase indita en su realizacin, y reducida a algunas
frases poticas o retricas de Jos Antonio.

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Pronto, el Crculo Doctrinal Jos Antonio de Madrid se convirti en "los Crculos" Jos
Antonio de toda Espaa. En efecto, muchos falangistas de todas las provincias, hartos de las
monsergas oficialistas del Movimiento, petrificado por el Rgimen en unas organizaciones
inoperantes y sin contenido poltico, se agruparon con entusiasmo en los Crculos, que
crecan y se multiplicaban no solo en las capitales de provincia, sino en muchas ciudades
importantes e incluso en pueblos pequeos, promovidos por falangistas de filas, que
"rascndose" el bolsillo, - el Movimiento rara vez subvencionaba a quienes intentaban
suplantarle - alquilaban modestos locales para desarrollar sus actividades, presididas siempre
por una rigurosa interpretacin de la doctrina falangista ante cualquier situacin politica o
social que surgiese.
Los Crculos Jos Antonio adoptaron como emblema un Crculo con tres luceros en
oro - distintivo de nuestro primer jefe Nacional, Jos Antonio - y una Palma de Oro, la mxima
condecoracin de la Falange, rodeados por una corona de laurel.
Yo, aunque resida en Puertollano, cada vez que me desplazaba a Madrid por asuntos
oficiales de mi Empresa, me daba una vuelta por el Crculo, para ponerme al da de cmo
andaban las cosas. En aquella poca, la poltica se haca en Madrid; en las provincias se
viva en una especie de "Nirvana", pendientes siempre de lo que pasaba en la capital de la
Nacin, en la que, por cierto, tampoco ocurran grandes cosas. Pasados los sucesos de 1956,
la poltica haba entrado en una especie de sopor, en el que los tecncratas del Opus, que
haban ocupado sobre todo el Poder econmico, se movan a sus anchas y - justo es decirlo con eficacia. Los aos sesenta marcaron el despegue industrial y econmico de Espaa, con
los "planes de desarrollo" de Laureano Lpez Rod, de los que se beneficiaron muchas zonas
de Espaa, en las que se crearon polos de desarrollo industrial, que llevaban consigo la
creacin de muchos puestos de trabajo.
Sin embargo, ste despegue econmico no iba emparejado con demasiadas mejoras
sociales, y la "parte del len" se la llevaba el Capital, sin que los trabajadores acabasen de
ver las ventajas del indudable progreso que se estaba produciendo. La verdad es que haba
pleno empleo - el nmero de parados era mnimo, y por lo que yo conoca en Puertollano
reducido a unas decenas de parados "vocacionales" - y la creacin de nuevas industrias
absorba a las nuevas generaciones de jvenes trabajadores que salan de las Universidades
Laborales y las Escuelas de Formacin Profesional. Por si esto fuera poco, Alemania, en
plena reconstruccin tras la 2a G. M., ofreca miles de puestos de trabajo - ellos estaban
faltos de personal, por los millones de bajas ocasionadas por la guerra - remunerados con
salarios inalcanzables en Espaa. sta oferta hizo que muchos trabajadores espaoles
emigrasen a Alemania con contratos temporales, que les permitan hacer unos ahorros y
regresar a Espaa, donde fcilmente volvan a encontrar trabajo.
Se ha dicho que el Rgimen de Franco no tena parados porque un milln de
espaoles trabajaba en Alemania; esto precisa una matizacin: no todos los que se
marchaban a Alemania eran parados. La mayor parte eran trabajadores en activo, en busca
de salarios ms altos. La prueba es que a finales de los aos sesenta, cuando fue regresando
el grueso de la emigracin, en Espaa haba prcticamente pleno empleo. Lo que si es cierto
es que las remesas de divisas de los emigrantes ayudaron eficazmente al despegue de la
Economa espaola, tan necesitada de dichas divisas.
De Puertollano, en aquellos aos, se marcharon a Alemania muchos mineros, sobre
todo los que trabajaban en los servicios exteriores de la mina, que eran los que perciban
salarios ms bajos. Conoc personalmente a muchos de ellos, por lo que hablo con
conocimiento de causa (lo s "de ciencia propia", para decirlo en lenguaje procesal). Cuando
volvan, fardaban lo suyo, con sus automviles de segunda mano, pero automviles al fin.
Y aqu es preciso mencionar otra emigracin de trabajadores espaoles a Alemania
que se haba producido veinte aos antes: en efecto, a partir de 1941 - despus de la marcha
de la Divisin Azul al Frente Ruso - Alemania empez a necesitar trabajadores, pues la
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movilizacin de todos los hombres en edad militar dejaba numerosos huecos en las empresas
alemanas, que era preciso cubrir, por lo que la Embajada de dicho pas ofert miles de
puestos de trabajo que se cubrieron rpidamente, pues los salarios ofrecidos eran muy
superiores a los que se ganaban en Espaa. Tambin entonces - como ocurrira en los aos
sesenta - los que se iban no eran parados, pues tras la guerra civil no los haba; eran
trabajadores en activo, que se marchaban en busca de mejores salarios, y que regresaban
cuando terminaban su compromiso con las empresas contratantes. As que de "esclavos de
Hitler" (como han dicho algunos ignorantes), nada. Conoc personalmente a algunos de stos
obreros voluntarios de mi pueblo, y se fueron a trabajar a Alemania porque les interes y
porque les dio la gana. (Otra cosa es que, a partir de 1943 sobre todo, tuviesen que soportar,
como los alemanes, los bombardeos terroristas de los Aliados sobre Alemania.) Uno de ellos
era hermano de Manija, la muchacha de servicio que haba en casa de mis padres, el cual,
cuando termin su contrato de trabajo, se enrol en la Marina de Guerra alemana, en la que
combati hasta que hundieron su barco los ingleses, siendo hecho prisionero por stos y
enviado a un campo de concentracin en Francia; all le ofrecieron enrolarse en la Legin
Extranjera francesa, cosa que acept para salir del campo, y lo enviaron, tras el periodo de
instruccin, a Indochina, donde los franceses comenzaban a tener problemas; y all se "trag"
su segunda guerra. (Y es que los de mi pueblo son gente aventurera y no se arredran por
guerra ms o menos.)
El ltimo contingente de stos trabajadores espaoles regres a Espaa en cuanto
termin la II Guerra Mundial; fue a recogerlos a Alemania un grupo de miembros de la CNS
(Central Nacional-Sindicalista), y cuando su tren atravesaba Francia, en la estacin de la
ciudad de Chambry fueron cobardemente agredidos por una turba convocada por el Partido
Comunista Francs, siendo apaleados dentro del tren ante la complacencia de la
Gendarmera, que no movi un dedo para impedirlo. ste suceso, que recogi la Prensa en
su da, y que motiv una protesta formal del Gobierno Espaol ante el Francs, me lo relat
con todo detalle el camarada Miguel Ramos, de Murcia, uno de los sindicalistas que fueron a
recoger a los expedicionarios, y que sufri en sus lomos la barbarie de los comunistas
"gabachos".
Volviendo a los Crculos Jos Antonio, en Puertollano tambin se cre uno, en el que
naturalmente me integr. En l militbamos pocos falangistas, pero creo que buenos.
Recuerdo a los hermanos Manuel y Alfredo Jimeno Mesa, a Castro y a algunos ms. Aunque
las actividades en la poblacin eran escasas - ya he dicho que la poltica se haca en Madrid mantenamos la bandera del falangismo joseantoniano, tan orillado por el Rgimen.

LA HUELGA DE 1962: LOS MINEROS ESTRENAN HUELGA, ANTE EL


DESCONCIERTO DEL RGIMEN, QUE NO SALE DE SU ASOMBRO
Un buen da - deba ser en la primavera de 1962 - en que Joaqun Lozano (mi
compaero y jefe en el Servicio jurdico de la Empresa en Puertollano) y yo estbamos en su
despacho de "Mina Asdrbal", apareci Enrique Poblet, Ingeniero de Minas con destino en el
Pozo Norte, ms desconcertado que alterado, y nos notific que el relevo que tena su
trmino a ltima hora de la maana no haba salido del Pozo. Todas sus gestiones telefnicas
con el interior de la mina, para intentar averiguar la causa, haban fracasado. Los que se
ponan al telfono, al ser preguntados, contestaban con evasivas. Tampoco haba conseguido
comunicar con ninguno de los Ingenieros o Facultativos que se encontraban en el interior, y
que igual que los mineros, no haban salido.
Intentamos comunicar con algn miembro del jurado de Empresa, pero los que
representaban al personal del Pozo Norte estaban tambin en el interior, y no se ponan al
telfono. En vista de que el tiempo pasaba y nadie salla de la Mina, comunicamos el suceso
al Sargento de la Guardia Civil de la Barriada de Mina Asdrbal, el cual a su vez lo comunic

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a sus superiores, y stos al Gobernador Civil, que en aquellos momentos era un Teniente
Coronel del Cuerpo de Mutilados, al que le faltaba un ojo, cuyo nombre no recuerdo.
El desconcierto era total. Nadie, ni las Autoridades ni la Empresa, saba qu hacer. La
falta de entrenamiento para este tipo de cosas era absoluta, y a ello contribua el hecho de
que no exista reclamacin previa que justificase la actitud de los mineros. A nadie se le
ocurra pensar que aquello era una huelga poltica, que es lo que era. Yo repasaba mi carpeta
de "reclamaciones pendientes" en el jurado de Empresa, y no consegua encontrar nada que
justificase el plante: todo lo que tena pendiente eran algunas reclamaciones individuales de
poca monta, de salarios, clasificacin profesional, etc., pero ninguna de la suficiente entidad
como para que varios centenares de mineros se encerrasen en la Mina. La ltima reunin del
jurado de Empresa se haba celebrado sin novedad alguna digna de mencin, y el ambiente
entre los trabajadores en aquellos momentos era de tranquilidad. Por eso el suceso era
desconcertante.
Con una falta de criterio total, no se suspendi la bajada de los relevos de tarde al
resto de los pozos: Santa Mara, Don Rodrigo, Argelles y Pozo Este, con lo que sus
integrantes, ante tal gnero de facilidades, decidieron quedarse tambin en el interior de la
Mina, negndose a salir cuando termin su turno, con lo que conseguimos el bonito nmero
de, en horas veinticuatro, tener a cerca de mil mineros en el Interior, y lo que es peor, sin
saber lo que les pasaba, pues no haba interlocutores con los que negociar. Casi todos los
miembros del jurado de Empresa - que es con los que se podra hablar - rehuan ponerse al
telfono, y los que se ponan contestaban con evasivas; lo ms concreto que pudimos or de
ellos es que "se ganaba poco", y que aquello era una forma de protesta.
Como pasaban las horas y los encerrados seguan sin salir, alrededor de los pozos
empezaron a congregarse las mujeres de los mineros, as como los compaeros de otros
relevos que estaban fuera; las mujeres, con toda lgica, pedan que se les bajase comida,
pues llevaban muchas horas sin alimentarse.
Tambin las mujeres de los Ingenieros y Facultativos retenidos estaban inquietas,
aunque se poda hablar con ellos y aseguraban estar bien. Los mineros decan que ellos no
los retenan; pero como no funcionaba la mquina de extraccin, que acciona la "jaula" (el
ascensor, para los profanos), no podan salir, por lo que tenan que resignarse a compartir el
encierro con los dems.
Poco a poco llegaban noticias de los restantes servicios de la Empresa, que se iban
sumando a los mineros en su actitud, aunque sin que los trabajadores ocupasen los centros
de trabajo; se limitaban a estacionarse ante las instalaciones, esperando acontecimientos.
Tambin llegaban noticias de la Empresa Nacional "Calvo Sotelo", donde estaban ocurriendo
cosas parecidas, con los trabajadores concentrados alrededor de los Centros de trabajo.
Ya no caba la menor duda: estbamos ante una huelga general no declarada, de la
que nadie se haca responsable, y en la que nadie - ni los mineros, ni la Empresa ni las
Autoridades - saban lo que tenan que hacer. La falta de entrenamiento era total; todo eran
cabildeos de un sitio para otro, pero nadie resolva nada. Empezaron a pasar los das, y nadie
mova pieza. El problema ms grave era el mantenimiento de las instalaciones, sobre todo en
la mina, en la que si se deja de bombear, se inundan algunas zonas, con los consiguientes
problemas a la hora de reanudar el trabajo. Haba pues que encontrar a alguien que
coordinase los servicios de mantenimiento y consiguiese que los trabajadores designados
para los mismos llegasen sin impedimentos a sus puestos. Finalmente se contact, en una
especie de "puesto de mando" que los huelguistas tenan cerca del pozo "Don Rodrigo", con
un Entibador de Primera, que se llamaba Urbano Vozmediano - falangista y excombatiente de
la Divisin Azul - que era el que "parta la pana", al menos en la cuenca Sur. Este hombre,
que presida lo que pareca ser una especie de comit de huelga, pidi a los Ingenieros que
designasen a los trabajadores de los servicios de mantenimiento, cosa que hicieron; los
provey de una especie de salvoconductos, firmados por "el comit", y con sta
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documentacin pudieron acceder a las instalaciones para cumplir su cometido, sin que los
huelguistas, que se repartan entre los que estaban encerrados en la mina y los de los relevos
a los que, finalmente, se impidi bajar, les pusieran inconvenientes.
Aunque, como digo, la actitud de los huelguistas era pacfica, la Guardia Civil
estableci una discreta vigilancia alrededor de los pozos y centros de trabajo, sin que se
produjesen incidentes dignos de mencin. Sin embargo, comenzaron a pasar das, y nadie
resolva nada; los alrededores de los centros de trabajo se fueron convirtiendo en
campamentos, donde permanecan da y noche mineros y familiares de los que estaban
encerrados. De Asturias llegaban noticias de que en la cuenca minera estaba ocurriendo algo
parecido a lo de Puertollano. Se empezaba a hablar de que la huelga la haban organizado lo
que se comenzaba a llamar "Comisiones de Obreros", que a la larga haba de convertirse en
Comisiones Obreras.
Como la cosa no tena trazas de resolverse - no haba ninguna reclamacin concreta,
salvo la muy difusa de que "se ganaba poco" - al fin el Gobernador Civil decidi poner trmino
a la huelga "manu militari". Concentr en Puertollano a dos Compaas de la Guardia Civil y
una Bandera Mvil de la Polica Armada (que vino de Sevilla), todo bajo el mando del
Teniente Coronel Prieto, de la GC, y orden disolver los grupos que estaban acampados
alrededor de los pozos. Las "cargas" fueron un poco tontorronas, dado que los trabajadores
estaban en plan pacfico, y no ofrecieron resistencia. Yo pude ver concretamente la carga en
los alrededores del pozo Don Rodrigo, y result un poco como de pelicula italiana; los
guardias, con un trotecillo cansino y las "defensas" en la mano, gritaban a los huelguistas:a
correr! a correr!, y los huelguistas emprendan la huida con el mismo trotecillo que los
guardias. Daba la impresin de que se estaba rodando una pelicula, y que ni obreros ni
guardias se tomaba aquello muy en serio. No hubo en ninguna de las cargas heridos, salvo
algn zurriagazo en la espalda a los que se retrasaban en el trote. Una vez despejado el
exterior de los pozos y talleres, quedaba el problema de los encerrados en la mina, que
seguan sin salir (llevaban en el interior alrededor de quince das). All no haba "carga" que
valiese: la mina no es una verbena, a pesar de que algn insensato, al que nadie hizo caso,
propuso meter a la Guardia Civil en la mina para sacar a los huelguistas. Estaba claro que
stos saldran cuando les diese la gana, y de momento, no les daba.
Al fin el Gobierno decidi darse por enterado, y asumiendo como motivo de la huelga
que "se ganaba poco", decidi remediarlo a costa de quien, en todos los regmenes, acaba
pagando el pato: el contribuyente. Se promulg una Orden Ministerial (del Ministerio de
Industria) estableciendo un "plus" de 60 pesetas sobre tonelada de carbn facturada, que
pagara el comprador del carbn (Centrales Trmicas, RENFE, Cementeras, etc), el cual lo
acabara repercutiendo en el precio del producto, que como es sabido, lo paga el sufrido
contribuyente.
Con ste "plus" se constituira un fondo en cada empresa carbonfera, que
administrara el jurado de Empresa, para repartirlo entre los trabajadores como les pareciese
oportuno.
La solucin pareci gustar a los huelguistas, aunque antes de abandonar su encierro
quisieron dejar bien amarrados todos los cabos. Salieron de la mina los miembros del jurado
de Empresa y varias decenas de Enlaces Sindicales, y se convoc una reunin en el Pozo
Norte; la Empresa me design a m para representarla como Presidente del jurado (para
estas cosas me llenaban las bocamangas de galones), y all que me encamin "como oveja
entre lobos" - es un decir, pues los mineros son la mejor gente con la que me he tropezado en
mi vida - para dilucidar qu productos de la mina estaran sujetos al sobreprecio y cuales no.
La reunin fue tensa, pero correcta; seguramente debido a mi buen carcter y a que
los mineros no queran emplearse a fondo contra m, acab consiguiendo de ellos que se
exceptuasen de la sobrecarga de las 60 pesetas el carbn que se suministraba gratuitamente
a todos los empleados de la Empresa (pues lgicamente el "plus" lo hubiera tenido que pagar
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sta) y los "schlamns", que eran los lodos residuales que quedaban tras el lavado del carbn
en el Lavadero de Lquidos Densos, y que se venda a determinadas industrias, pues posean
gran valor calrico y escaso ndice de cenizas.
stos logros, en una situacin tan comprometida, me valieron grandes felicitaciones
por parte de la Empresa, que no esperaba conseguir nada en absoluto.
Lo que qued demostrado fehacientemente es que, aunque la huelga estaba prohibida
e incluso castigada como delito en el Cdigo Penal, se haba "celebrado" una, y el Gobierno,
sin que hubiese una peticin concreta, haba subido los salarios de los mineros de una forma
un tanto heterodoxa. El camino estaba abierto. Y estbamos en 1962. Tambin qued
demostrada la escasa capacidad de reaccin de las autoridades, que se pasaron quince das
sin saber qu hacer.
A la vista del xito, dos aos despus - en 1964 - los mineros volvieron a las andadas,
y organizaron otra huelga, a ver qu pasaba. Esta vez, el Gobernador Civil se pas un peln:
orden a la Empresa que despidiese a quinientos mineros - a la Calvo Sotelo le orden lo
mismo - en plan de escarmiento. Naturalmente le dijimos que eso era una barbaridad, pues
supona, adems de un castigo desproporcionado, una gravsima merma de la capacidad de
produccin. El hombre se lo pens, y redujo el despido a trescientos. Ante nuestra insistencia,
fue reduciendo el nmero, que finalmente qued en treinta y cinco, que ya es despedir. Todos
recurrieron el despido ante la Magistratura de Trabajo de Ciudad Real, que los confirm,
aplicando la legislacin vigente. Como Letrado de la Empresa, hube de asumir el
desagradable papel de "malo de la pelcula", aunque algunos de los despedidos me
consolaron, dicindome que comprendan mi papel, y que conmigo "no iba n". (En 1977,
cuando se promulg la Ley de Amnista, todos fueron readmitidos o indemnizados).

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CAPITULO IV
LA LEY ORGNICA DEL ESTADO. LOS CRCULOS DOCTRINALES JOS
ANTONIO LA CUESTIONAN MEDIANTE UN MANIFIESTO
En 1966, el Rgimen decidi vestirse de limpio. Ya haban pasado los fervores
presuntamente Nacional-Sindicalistas, y los falangistas estaba claro que estorbbamos los
planes de lavarle la cara al "Reino Catlico y Social" preconizado en la Ley de Sucesin de
1947. Franco, siempre pragmtico, se haba echado en brazos de los polticos del Opus, de
los demcrata-cristianos de la ACNDP y de los monrquicos, (con Don Juan mantena un
perpetuo "tira y afloja", pero sin soltar la cuerda) todos los cuales le haban preparado una
Ley, la Ley Orgnica del Estado, que desarrollaba la Ley de Sucesin y dems Leyes
Fundamentales, y daba forma jurdica a aquella cosa extraa que no era ni chicha ni limon,
pero en la que quedaba claro que el que mandaba era l mientras alentase.
A los falangistas, en cuanto se empez a hablar de aquel Proyecto de Ley, que
englobaba lo que se llamaban "las Leyes Fundamentales del Reino" se nos abrieron las
carnes y nos entr un mosqueo de muerte. La verdad es que no s bien porqu, pues ya
debamos estar acostumbrados a los sucesivos intentos de neutralizarnos primero y de
eliminarnos despus: El Decreto de Unificacin en 1937 y la Ley de Sucesin en 1947.
Bueno, pues sta era "la refinitiva", como dira Angel Gar. En sta Ley, sin decirlo, se
ratificaba nuestro "apuntillamiento" y arrastre. All no caba el menor resquicio para ninguna
clase de Revolucin, ni para la Nacional-Sindicalista ni para ninguna otra que pretendiese
cambiar el status alcanzado en aquella extraa Dictadura (nunca, se diga lo que se diga, lleg
a ser una Dictadura de verdad ) por el Capitalismo financiero y las clases tradicionalmente
dirigentes de nuestro pas.
Naturalmente, nos quedaba el derecho al pataleo, y decidimos ejercitarlo por escrito.
As que los Crculos Doctrinales Jos Antonio, antes de que saliese la Ley a la luz pblica y a
su aprobacin por Referendum, pero con cierto conocimiento de su contenido - que haba
llegado a las manos de Luis Gonzlez Vicn, Presidente de los Crculos - publicamos un
manifiesto claramente condenatorio no solo de la Ley que se preparaba, sino de cmo se
preparaba.
Entresaco algunos de los prrafos del manifiesto, del que conservo un ejemplar:
"ESCRITO DIRIGIDO POR LOS CRCULOS DOCTRINALES JOS ANTONIO AL
GOBIERNO.
Terminada, al parecer, la redaccin de las Leyes Fundamentales y ya apunto de
hacerse pblico su contenido, ha llegado el momento de que los Crculos Doctrinales Jos
Antonio, nicamente sujetos a sus compromisos ideolgicos y responsables tan solo ante el
pueblo espaol, al que se deben, expresen su opinin sobre dichas leyesy las eleven al
Gobierno.
Por la trascendencia que las mencionadas Leyes puedan tener para el porvenir de
nuestra Patria y para la futura convivencia y tranquilidad de los espaoles, as como por
considerar que cualquier fracaso en su contenido o en su forma de realizacin pudiera
significar un testamento final del Re gimen, en lugar de ser algo que le diera principio y
continuidad, nos vemos obligados a tratar ste tema con el mayor rigor. El temor de que stas
leyes no se ajusten a unos principios eternos e inmutables, sino ms bien a conveniencias
particulares, de clases o de sectas, nos mueve a exponer cuales son stos principios, a
nuestra manera de ver, para que todos aquellos que han sido permanentemente fieles a ellos
puedan jugar las Leyes, prximas a publicarse, a travs de stos conceptos bsicos.
Los principios que deben regir la estructura de las Leyes constituyentes son los
siguientes:
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1. Todo el poder dimana de Dios y el pueblo es su depositario.


2. Los gobernantes ejercen el poder como representantes del pueblo y depositarios de
l, por mandato expreso o tcito de los gobernados.
3. El poder que se entrega a los gobernantes es para el buen gobierno y beneficio de
los gobernados. No existe delegacin para el abuso o desviacin.
4. El pueblo tiene derecho y deber de vigilancia ante el desvo o la mala
administracin, de una manera continuada y clara.
5. La intervencin del pueblo en la Administracin debe realizarse en toda la escala
del poder, desde la Jefatura del Estado hasta la Administracin de Gobierno.
6. Por razn del origen divino del poder, depositado en el pueblo, ste debe tener una
intervencin clara en toda accin que hipoteque o modifique su porvenir.
7. Para el ejercicio de stas obligaciones y derechos, o - lo que es lo mismo - su
vertebracin, organizacin poltica e instituciones, deben ser absolutamente independientes
del Gobierno.
8. Las libertades fundamentales del hombre, consecuencia lgica de su libre albedro,
deben, no solo ser proclamadas, sino garantizadas, ya que sin ellas el pueblo no podra
desarrollar sus derechos y deberes. ste fallo traera como consecuencia la ruptura de la
unin entre gobernantes y gobernados, y por ello, la relacin de los primeros con los
segundos sera de dominio a tirnica.
9. El Estado tiene la obligacin de marcar cauces para el ejercicio de los derechos y
deberes de los ciudadanos, bien sean plurales o singulares, por medio de los cuales puedan
ser realizados stos derechos y deberes dentro de la ley con absoluta independencia del
poder.
10. Son respetables y deben ser respetadas las Instituciones, el Estado y el Gobierno,
pero no con el mismo rango los hombres que los representen. Partiendo del principio de la
mutabilidad del hombre y de su libertad de actuar bien o mal, el representante de una
Institucin merece el mismo respeto que ella misma en tanto y en cuanto utilice su cargo para
el bien comn; desde el momento en que lo haga para el bien propio o del grupo no
representativo, el poder es ejercido por l ilcitamente, y por tanto, tirnicamente. Por eso
necesita el pueblo resortes concretos para separar del Gobierno los hombres desviados, as
como Tribunales que analicen y jueguen las responsabilidades en que pudieran incurrir.
Para lograr un Estado democrtico y representativo es preciso acudir a la votacin en
determinados casos, pero es necesario asimismo que concurran determinadas condiciones
para llegar, con la mxima precisin, al conocimiento de la opinin del pueblo sobre la materia
consultada. stas condiciones pueden resumirse en las siguientes:
a) Publicar con la suficiente antelacin la materia a consultar para que el pueblo tenga
un previo conocimiento de la misma.
b) Vertebracin natural del pueblo para conseguir, a travs de ella, una mejor
preparacin poltica y una ms eficaz actuacin.
c) Periodo de discusin con libertad y garantas.
d) Posibilidad de constituir las Instituciones representativas del pueblo, para anlisis y
rectificacin o modificacin, en su caso, de lo propuesto.
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e) Absoluta y total independencia de las presiones e influencias que pudieran provenir


del extranjero.
Sobre stas condiciones hay que subrayar dos principios que, necesariamente, han de
fundamentar las Leyes que pretendan organizar, para un largo periodo histrico, la vida social
de un pas con eficacia y con garanta de continuidad.
1) Que su fondo doctrinal se ajuste a los principios de derecho que rigen los pueblos.
2) Que su elaboracin, tramitacin y promulgacin se ajan rigurosamente por la
trayectoria democrtica que siga el poder.
Si las leyes, en lugar de observar honestamente stos principios, SON UNA ESPECIE
DE ENCAJE A LA FUERZA, IMPUESTO POR LOS GRUPOS DE PRESIN, POR LAS
CASTAS O LAS CLASES MS PODEROSAS, SU FINAL ES, LGICAMENTE, NO SER
RESPETADAS POR LOS GOBERNADOS Y POR TANTO, NO SER APTAS PARA
ORDENAR EL FTTTCIRO.
DEBEMOS ADVERTIR QUE LA FORMA EN QUE, AL PARECER, SE IZAN
CONFECCIONADO LAS LEYES QUE ESTNA PUNTO DE APARECER, ES IRREGULAR, Y
POR ELLO TEMEMOS QUE NO TENGAN LA EFICACIA NI LA GARANTA DE
CONTTNUIDADQUE, POR NUESTRO AMOR A ESPAA, DESEAMOS PARA SU FUTURO.
LA COMISIN QUE AL PARECER HA REDACTADO LAS LEYES DE QUE
TRATAMOS NO REUNE LAS MNIMAS CONDICIONES DE REPRESENTANTES, NI
SIQUIERA EN CUANTO A COMUNIN IDEOLGICA, DEL PUEBLO ESPAOL, YA QUE,
EN SU MAYORA, PROFESAN, COMO DOCTRINA POLTICA, UN DETERMINADO TIPO
DE MONARQUISMO; MS CLARO: LA AFECCIN A LA PERSONA DE DON JUAN DE
BORBN. PUEDE, POR TANTO, SORPRENDER A ALGUIENQUE LAS NUEVAS LEYES
SE INCLINEN HACIA LA MONARQUA LIBERAL, A PESAR DEL SENTIMIENTO
CONTRARIO A ESA MONARQUA DE LA MAYORA DE LOS ESPAOLES?
EL SECRETO EN QUE HAN SIDO ELABORADAS SITUA FUERA DE LA VIDA
DEMOCRTICA A LAS PRESENTES LEYES, PUESTO QUE EL DESCONOCIMIENTO DEL
PUEBLO, E INCLUSO DE LAS INSTITUCIONES POLLICAS DEL PAIS, CIERRAN LA
POSIBILIDAD DE TOMAR POSTURA EN EL SUPUESTO DE QUE NO CONVINIESE A
AQUELLOS LO ELABORADO.
SE NOS DIR QUE, EN LTIMO TRMINO, EL REFERNDUM DECIDIR. PERO
ESA OBJECIN NO ES VLIDA, YA QUE ENTENDEMOS QUE EL CITADO REFERNDUM
ES TIL Y LCITO CUANDO LA CUESTINQUE A L SE SOMETE ES TAN CONCRETA 0
TAN SENCILLA QUE PUEDE RESOLVERSE, SIN NINGUNA DUDA, CON UNA
AFIRMACIN 0 UNA NEGACIN. PERO ES PELIGROSO E ILCITO CUANDO LO QUE SE
SOMETE A REFERNDUM, POR SU COMPLEJIDAD 0 SU INCONCRECIN, NO PUEDE
SALVARSE CON UN SIMPLE MONOSLABO.
Con lo que exponemos a lo largo de todo ste escrito, los falangistas que formamos
en los Crculos Jos Antonio de toda Espaa creemos que queda clara nuestra postura ante
las Leyes Fundamentales que van a aparecer en breve. nicamente nos mueve, como
decimos antes, a dar a conocer nuestra opinin, un deber de lealtad. Lealtad a los muertos, a
Espaa, a nosotros mismos y a la propia Jefatura del Estado. Si en sta coyuntura
guardsemos silencio por un mal entendido principio de disciplina, nos quedara dentro la
amargura de no haber sido capaces de actuar con autntica lealtad a todo lo que
consideramos serio, en un momento decisivo para el futuro de Espaa. "

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Hecho el Manifiesto, haba que distribuirlo, a ser posible en toda Espaa, o al menos
en aquellas poblaciones o provincias en que hubiese algn miembro de los Crculos. Como yo
estaba en Puertollano, me toc distribuirlo en la provincia de Ciudad Real, as que mi
hermano Diego, que era el Vicepresidente de los Crculos, vino de Madrid a traerme varios
centenares de ejemplares.
Interesaba sobre todo que el Manifiesto llegase a la mayor cantidad posible de cargos
polticos y jerarquas del Movimiento, as que me puse manos a la obra, como en los mejores
tiempos de la "carta abierta al General Franco", en los ya lejanos tiempos de la Universidad.
Confeccion una lista de jerifaltes lo ms amplia que pude, y me dispuse a enviar los
Manifiestos en los tpicos sobres marrones, que son los ms baratos. La verdad es que, como
conspirador, yo no he sido nunca muy fino; en vez de coger el coche y marcharme a otra
poblacin para echar los sobres, qu coo! Me fui a la estacin de RENFE de Puertollano y
ech todos los sobres en el buzn de dicha estacin, que era muy hermoso. Y que le fueran
dando por saco al cabo furriel!
Naturalmente tardaron muy poco en averiguar quin era el astuto cartero; pero no me
atacaron "por lo derecho", para evitarse el mal trago de que les dijese algunas ordinarieces
con las que solamos obsequiar a nuestras jerarquas cuando nos tocaban las narices. Por
otra parte, y ya lo tengo dicho en pginas anteriores, el Rgimen y sus jerarcas eran muy
aprensivos con stas cosas; siempre pensaban que haba alguien importante detrs, por lo
que iban con pies de plomo y mirando a todos los lados, por si acaso. As que el ataque fue
indirecto: El Sub-jefe Provincial del Movimiento de Ciudad Real, que a la sazn era Jos
Mara Martnez Val, llam por telfono al Director de mi Empresa en Puertollano, Pablo
Pleyber - un Ingeniero de Minas francs de origen alsaciano con el que me llevaba muy bien,
despus dir porqu - para decirle que me advirtiese de que la prxima cartita que
distribuyese en la provincia atacando a las "Instituciones", dara lugar a mi puesta en el lmite
de dicha provincia, amenaza que se utilizaba mucho por los Gobernadores Civiles para
asustar a los disidentes pusilnimes, que, modestia aparte, no era mi caso, pues de siempre
me he crecido con "el castigo". As que le dije a mi amigo Pleyber que si le volva a llamar
Martnez Val, me avisase para ponerme yo al telfono. Pleyber me miraba, asombrado de que
en Espaa pasasen stas cosas tan raras, pero como extranjero que era, no quiso
profundizar ms en el tema. Martnez Val no volvi a llamarle, con lo que la cosa qued
zanjada aparentemente. Y digo aparentemente, porque das despus me llam el Alcalde de
Puertollano, Emilio Caballero, al que estaban a punto de nombrar para otro cargo poltico; me
dijo que si quera ser Alcalde de Puertollano, para lo cual estaba propuesto formalmente por
l, tena que moverme, pues haba "problemas". Los "problemas", naturalmente, provenan de
mi participacin en la difusin del Manifiesto de los Crculos, que al Gobierno le haba cado
como un tiro. Le contest que mi inters por ser Alcalde era nulo, no por eludir el compromiso,
sino porque entenda que ocupar un cargo pblico en un Rgimen que haca mofa y befa de
la doctrina falangista me pareca traicionarme a m mismo; as que ya me podan borrar de la
terna y que ascendieran los que me seguan en el "orden sucesorio": Sanchez Ramrez y
Milln Aguilar. Finalmente nombraron a Milln, un farmacutico de la poblacin, pues
Snchez Ramrez, al ser Letrado del Ayuntamiento, tena incompatibilidad; yo segu de
Concejal, que era un cargo electo del que no me podan despojar. Ventajas de la Democracia,
incluso de la Orgnica.
Para remachar mi negativa, escrib una solemne carta al Gobernador Civil, rogndole
mi eliminacin de la terna, "por no interesarme el cargo." Toma ya!. Chulo que es uno.
Das despus apareci en el diario LANZA, de Ciudad Real, un "suelto", del que muy
probablemente era autor Martnez Val, aludiendo a nuestro Manifiesto contra la Ley Orgnica
del Estado; en el se refera "a ciertos crculos" cuyas tesis "coincidan sospechosamente con
las de Santiago Carrillo".(?). Increble, pero cierto. Ahora resultaba que ramos rojos.

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Poco tiempo despus visit Franco Puertollano, para inaugurar, adems de la Casa
Sindical - sede de los Sindicatos - algunas nuevas instalaciones del complejo industrial de la
"Calvo Sotelo". Como Concejal, asist a lo de la Casa Sindical, donde tuve un "rifi-rafe"
precisamente con Nicols Murga, todava Lugarteniente General de la Guardia de Franco (no
de la Escolta, recordemos: La Guardia de Franco no tena nada que ver con la Escolta de
Franco. sta confusin an trae locos a los "enterados" ). El bueno de Murga, al que no vea
desde haca diez aos, en que me march de Madrid para trabajar en Puertollano, en cuanto
me vio, vino a darme un efusivo y sincero abrazo; (siempre tuvo predileccin por la Centuria
20). Vena acompaando, junto con otras personalidades, al Caudillo. Pero tras el abrazo se
sac de un bolsillo un ejemplar del Manifiesto de los Crculos, me lo mostr y me espet:
hijos! sois unos cabrones! cmo habis escrito esto?. Yo, que en el asunto del manifiesto
solo haba intervenido en su distribucin, empec con toda paciencia a explicarle lo
disgustados que estbamos los jvenes falangistas con el rumbo que llevaba el Rgimen, por
el que nos sentamos definitivamente traicionados. A todas stas, comenzaban a llegar a la
Casa Sindical las personalidades que acompaaban a Franco, ante cuya entrada,
discutamos Murga y yo, cada vez en un tono ms alterado. Las tales Autoridades nos
miraban con asombro, pues Franco estaba a punto de llegar, y los miembros des su Escolta los de las metralletas - estaban tomando posiciones ante el edificio. Murga, midiendo mal sus
fuerzas, cometi un grave error: con voz alterada, me dijo que lo del Manifiesto era una
cobarda, pues "iba sin firmar". Ah perd yo los papeles, y a grandes voces le dije que si era
por eso, yo lo firmaba all mismo, y luego se lo dbamos a Franco en mano, aprovechando
que estaba al llegar; as que saqu mi estilogrfica solemnemente; Murga se aterr, pues
efectivamente el Rolls Roice del Caudillo acababa de aparecer por la esquina, as que se
guard otra vez el Manifiesto en el bolsillo, me dijo que estbamos todos locos, y ah termin
el incidente; l se sum al cortejo, y yo me puse en la fila de los Concejales, para recibir a
Franco, quien nos dio a todos la mano, con su rostro inescrutable y tostado por el sol. Era
1966 y tena un aspecto fenomenal, aunque ya se le notaba levemente el Parkinson.
Y aclaro lo de mi amistad con Pablo Pleyber, a pesar de que l era el Director y
adems me llevaba quince o veinte aos de edad.
Pablo (Paul) Pleyber tena una historia bastante complicada, como muchsimos
franceses de los que vivieron la segunda guerra mundial. En su juventud haba militado en el
partido "Action Francalse", de Charles Maurras; al comenzar la guerra, y estar en edad militar,
fue movilizado y enviado al frente a combatir a los alemanes, como era su obligacin.
Derrumbado el frente y derrotado el Ejrcito francs, fue hecho prisionero, e internado en un
campo de prisioneros de guerra. Firmado el Armisticio con Alemania y ya bajo el Gobierno de
Vichy, presidido por el Mariscal Petain, al iniciarse la invasin de Rusia por parte de Alemania,
Pleyber, junto con muchos otros franceses, se fue voluntario a combatir contra el
bolchevismo. Form parte de la Divisin Carlomagno, que reclut a 60.000 hombres, y
combati en Rusia hasta el trmino de la guerra. Durante sta, la Divisin Carlomagno, que
se distingui por su valor y combatividad, pas a ser una Divisin de las Waffen-SS, y mi
amigo Pablo alcanz en ella el grado de Obersturmbannfhrer, algo as como Teniente
Coronel, siendo herido varias veces y condecorado ampliamente. Al finalizar la guerra, fue
hecho prisionero por los rusos, quienes lo enviaron a Francia, donde sus compatriotas,
despus de someterlo a un trato vejatorio y maltratarlo reiterada y gravemente - un gendarme
de los que le custodiaban le propin un golpe con la culata del fusil en el pecho, que le
ocasion la fractura de varias costillas y una grave lesin en un pulmn - lo condenaron a
muerte. Alguien debi interceder por l, pues la pena le fue conmutada por la de destierro en
Argelia, con prohibicin de regresar a Francia. En Argelia entr en contacto con la Empresa
Pearroya, que lo admiti como Ingeniero de Minas; y de all, al cabo de unos aos, fue
destinado a Espaa, primero a Cartagena y despus a Puertollano, donde yo lo conoc.
Con ste historial, se comprende que desde el principio me cayese bien e hicisemos
amistad.

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Y volviendo a la Ley Orgnica del Estado, y a pesar de nuestras reticencias - que el


Gobierno se pas por los mismsimos - fue aprobada en Referendum popular por un noventa
y tantos por ciento de votos, al igual que la Ley de Sucesin diez aos antes. Como entonces,
y digan lo que digan los "listos" de ahora, no hubo trampas. El pueblo, en Espaa, siempre
vota a favor de lo que intuye que va a salir, para no quedarse entre los perdedores. Adems
la propaganda, en los Referendums, siempre la hace el Gobierno, como es lgico, a favor de
lo que propone, ya sea una Dictadura, una Democracia o una merienda de negros.
Con la Ley Orgnica qued institucionalizado el Rgimen, consolidado el mandato
vitalicio de Franco, neutralizado el Movimiento, desaparecida la Falange y claramente abierto
el camino hacia la Monarqua. Una hermosura."Y el pueblo muy satisfecho de ver tanta
maravilla", como deca el Romance.
Transcurridos los aos y "cumplidas las previsiones sucesorias", algunos eximios
franquistas, reciclados en demcratas de toda la vida, haran meritorias filigranas jurdicas (el
Derecho Politico se deja hacer de todo; el papel es "muy dcil) con sta Ley para pasar "de la
legalidad a la legalidad", y "mutatis mutandi" convertir a Espaa en una Democracia de las de
Pata Negra, o al menos, de Jabugo.

DICIEMBRE DE 1966: SOY TRASLADADO A CARTAGENA POR MI EMPRESA


A principios de diciembre de 1966 mi Empresa me comunic que haba decidido
trasladarme a los Servicios Jurdicos en Cartagena, a donde debera incorporarme en un
plazo de quince das. As que cog el petate, a mis tres hijos y a mi mujer - que traa de
camino el cuarto - (en aquella poca ramos as de valientes), y "llegu a puerto, al que los
de Cartago dieron nombre...", como dice Cervantes.
Daba la impresin de que el traslado tena
enfrentamiento con las autoridades de Ciudad Real,
Empresa a mandarme a Cartagena; pero no era as,
Manifiesto ya me haban hablado de la posibilidad del
Cartagena requeran otro Abogado.

como origen mi nada disimulado


y que stas haban forzado a mi
pues meses antes del "affaire" del
traslado, dado que los Servicios de

Lo cierto es que llegu a Cartagena el 15 de diciembre de 1966, y en sta ciudad


vivira una gran parte de mi vida, hasta el 17 de noviembre de 1989: 23 aos.
Los primeros das de mi estancia en Cartagena fueron en el Gran Hotel, en pleno
centro de la ciudad, muy cerca de Capitana; all me aposent con toda mi familia durante
unos das, hasta que lleg el capiton con mis enseres y los acomod en la vivienda que me
haban destinado: Un pequeo chalet de dos plantas, situado en el barrio de la Conciliacin,
tambin llamado de la Concepcin, pero conocido por los cartageneros como barrio de
Quitapellejos.
Al da siguiente de llegar hice mi presentacin en las oficinas centrales de la Empresa,
situadas en un bonito palacete de principios del siglo XX, en el Paseo de Alfonso XIII esquina
a la calle Angel Bruna; constaba (y consta, pues sigue existiendo) de dos plantas, y estaba
rodeado por un bonito jardn, que por cierto ha desaparecido tras la venta del palacete
cuando Pearroya levant el vuelo de Cartagena, dejando paso a un horroroso edificio de
diez o doce plantas, que en forma curvada rodea al palacete, el cual, con semejante
mamotreto detrs ha perdido todo su encanto.
El Director de los Servicios de Cartagena (aunque en el rgimen interno de la
Empresa se le llamaba Sub-director, para no coincidir en el tratamiento con el Director
General, que resida en Madrid) era Don Wladimiro Vovk Jmielovsky, francs de nacionalidad,
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pero ruso de origen; era hijo de rusos emigrados a Francia tras la Revolucin bolchevique, y
estaba casado con una espaola. Don Wladimiro, que hablaba el espaol perfectamente mejor que muchos espaoles que yo conozco - me recibi afectuosamente, as como mi
nuevo compaero, Mwo Gonzlez Alzugaray, jefe del Servicio jurdico de la Empresa en
Cartagena. Me destinaron a un pequeo despacho en la planta baja, y en los das siguientes
fui conociendo y tomando contacto con los distintos Servicios: las explotaciones mineras (de
mineral de plomo) compuestas por varias canteras - explotaciones a cielo abierto
escalonadas - situadas en la Sierra de Cartagena-La Unin; el Lavadero de minerales, en la
baha de Portman; los Talleres de "La Maquinista de Levante", en La Unin, y la Fundicin de
Santa Luca, situada en el barrio del mismo nombre en Cartagena. Por aquellas fechas, entre
todos stos servicios haba unos 1.500 trabajadores.
Naturalmente, enseguida contact con el Crculo Jos Antonio de Cartagena; en l
militaba un pequeo grupo de jvenes falangistas, que se reuna donde poda. El Presidente
era julio Daz Sales, y el Secretario Pascual Snchez Miquez. Recuerdo tambin a Flix
Mndez llamas, y algunos otros camaradas, la mayora muy jvenes.
Tambin contact con viejos conocidos del SEU y alguno de los fundadores de la
Centuria 20: Concretamente con Eugenio Martnez Pastor, el cual haba dado un giro de 180
grados en sus ideas polticas, y se haba situado a la izquierda de la Izquierda. Asimismo
contact con Francisco Carbajosa, al que conoca del SEU de Madrid y de los cursos de
Mandos a los que haba asistido; trabajaba en Cartagena como Arquitecto.
Cartagena, en aquellos aos, era una ciudad prspera y tranquila. Su potente industria
pesada la converta en la poblacin ms importante del sureste de Espaa: adems de la
Empresa Nacional Bazn, de construcciones navales militares, y el complejo petroqumico del
valle de Escombreras, con la Refinera, Central Trmica, etc., contaba con varias e
importantes industrias: Espaola del Zinc, Explosivos Riotinto, Pearroya, etc, alrededor de
todas las cuales proliferaban multitud de industrias auxiliares y complementarias. A todo ello
hay que sumar la Marina de Guerra, que en Cartagena era - y es - determinante de la
importancia de la ciudad.
En ste escenario, pues, inici una nueva etapa de mi vida, junto con mi familia, que a
poco de llegar se convirti en "Familia Numerosa" legalmente hablando, pues naci mi cuarto
hijo, que vino a completar el "cuarteto" que en aquella poca era necesario para conseguir tan
honroso ttulo. As que Pablo, que as se llamaba y se llama el nefito, vino a incorporarse a
mi animosa familia, compuesta por mi mujer, Mary, y mis otros tres hijos: Fernando, Jos
Antonio y Cristina. Todos gente de empuje, pues a ninguno de ellos se lo lleva el viento, por
mucho que sople.

EL 23 DE NOVIEMBRE DE 1970 EN ALICANTE: LA POLICA ARMADA REPRIME Y


PERSIGUE A LOS FALANGISTAS DE LOS CRCULOS JOS ANTONIO
El 23 de noviembre de 1970 marc un antes y un despus en las relaciones de los
Crculos Jos Antonio con el Rgimen y con el Movimiento. Hasta ese momento nos
movamos en una especie de ambigedad en la que nuestras crticas, siempre leales y claras
- aunque duras y explcitas - eran toleradas de mala gana por las Autoridades, que bastante
tenan con la cada vez ms activa oposicin poltica, que se manifestaba sobre todo en el
terreno laboral, enredando todo lo que poda en los conflictos laborales a travs de las
clandestinas, aunque semi-toleradas, organizaciones sindicales: OSO, USO, CCOO, etc. (Lo
de la semi-tolerancia puedo corroborarlo personalmente, pues como Presidente del jurado de
Empresa saba cuales de los miembros de dicho jurado pertenecan a las organizaciones
clandestinas, con los que era conveniente contar siempre que se planteaba un conflicto
laboral, para su resolucin).
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Pues bien, en ste clima cada vez ms deteriorado de eso que pomposamente se
llama "la paz social", lleg el 20 de noviembre de 1970, fecha en la que, como es sabido,
conmemoramos los falangistas el fusilamiento de Jos Antonio Primo de Rivera en Alicante el
20 de noviembre de 1936.
Adems de los actos que se celebraban en la Baslica de San Lorenzo de El Escorial,
y despus en la del Valle de los Cados tras el traslado de Jos Antonio al mismo, en Alicante
se celebraba tambin un sencillo acto en la Casa-Prisin, donde estuvo encarcelado y donde
fue fusilado en la madrugada del 20 de noviembre de 1936.
Las conmemoraciones de la muerte de Jos Antonio traan cada vez ms
complicaciones al Rgimen. Unos aos antes, durante el funeral en el Valle de los Cados,
haba ocurrido un incidente todava peor que el de la "revista de traseros" que
protagonizamos las Centurias 18, 20 y la de Montaeros de la Guardia de Franco. Aqul
incidente, con ser grave, fue silencioso, y cuando ocurri solo lo presenciaron algunos cientos
de personas. Como la Prensa no lo recogi (para eso estaban los Censores, algunos de los
cuales "censuran" ahora la Censura que ellos ejercitaban), casi nadie se enter. Pero ste del
Valle de los Cados s que fue sonoro, y de tintes apocalpticos. No lo presenci, pues desde
que sal de Madrid para trabajar en Puertollano me resultaba difcil - ya era un jodido
trabajador - desplazarme a la capital a eventos polticos. Me lo relataron muchos camaradas
que s estuvieron presentes.
El incidente, que fue tan espontneo e improvisado como casi todo lo que hacemos
los falangistas, fue el siguiente: el funeral se estaba celebrando como todos los funerales:
consista en una Misa solemne, en el altar Mayor de la Baslica. Franco se sentaba en el
presbiterio, igual que cuando se celebraba en El Escorial, y el Gobierno, Autoridades, Cuerpo
Diplomtico, etc. ocupaban los primeros bancos. El resto de asistentes, hasta llenar
completamente el gran tnel en que consiste la Baslica, lo llenaban falangistas de todas "las
leches", es decir, los acomodados en el Rgimen y los que lo cuestionaban. En el momento
de la Consagracin, en que se apagaban todas las luces y solo permaneca iluminado el gran
Cristo que cuelga sobre el Altar Mayor, son una gran voz, que reson en todo el templo,
como venida de ultratumba: FRANCO!!!; TRAIDOR!!! Todos los asistentes se quedaron
sobrecogidos, sobre todo Franco, que no saba bien si la voz proceda del otro mundo o de
algn falangista de los que llenaban la Baslica. Pasados los primeros momentos de sorpresa,
se confirm la procedencia no sobrenatural del grito, y el autor del mismo fue retenido por
algunos oficiosos, a pesar de que otros "no oficiosos" intentaron facilitarle la salida al exterior,
sin conseguirlo. Fue entregado a la Polica, y posteriormente fue juzgado y condenado a
prisin por "injurias al jefe del Estado". Nunca llegu a averiguar quien fue el protagonista del
incidente; parece que fue un espontneo exaltado que obr por su cuenta, demostrando
desde luego un valor un tanto temerario; pero as estaban las cosas entre Franco y los
falangistas de filas.
Con stos precedentes escasamente tranquilizadores para el Rgimen, el 20 de
noviembre de 1970 se presentaba amenazador para el mismo, pues los Crculos Jos
Antonio habamos convocado para el domingo 23 de noviembre (el 20 era laborable, y
trasladamos la conmemoracin al 23, que era domingo) a todos los afiliados de Espaa, y a
todos los falangistas que quisieran acudir a los actos a celebrar en Alicante, a una
concentracin en la Explanada, el gran paseo de palmeras de la ciudad.
Desde unos das antes, el Servicio de Informacin y Documentacin de la Presidencia
del Gobierno (antecesor inmediato del CESID), haba informado a Don Luis Carrero Blanco, al que haba nombrado Franco Presidente del Gobierno, seguramente para quitarse de
encima la "plasta" de los Consejos de ministros - de algo un tanto alucinante: segn dichos
Servicios, los Crculos Jos Antonio habamos convocado la concentracin en Alicante para
nombrar a un jefe Nacional de la Falange, lo cual pareca llevar consigo la destitucin de
Franco como jefe Nacional del Movimiento, en el cual se englobaba sta. Segn sta
informacin tan extravagante, el nuevo jefe Nacional iba a ser mi hermano Diego, Presidente
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de los Crculos Jos Antonio de toda Espaa, al que bamos a nombrar por aclamacin. Con
sta informacin, proporcionada seguramente por algn infiltrado un tanto imbcil, el
Gobierno (Don Luis Carrero Blanco) decidi prohibir la concentracin, prohibicin que,
siguiendo nuestra costumbre, decidimos ignorar, por lo que los Gobernadores Civiles de toda
Espaa recibieron instrucciones para que la Guardia Civil impidiera, en las carreteras de cada
provincia, el paso de autobuses hacia Alicante, para lo cual la Benemrita paraba a todos los
autobuses que vea ocupados por gente joven y bullanguera vistiendo camisa azul, y los
haca regresar a sus puntos de origen. Enterados de que el sbado 22 haban impedido el
paso a numerosos autobuses procedentes de las provincias ms lejanas, dimos rdenes de
viajar a Alicante en turismos: cuatro o cinco camaradas por automvil, y con las camisas
azules ocultas, rara astucia con la que conseguimos entrar en la ciudad alrededor de 1.500
falangistas, pues la Guardia Civil no paraba a los turismos. (Ya por aqul entonces, los fines
de semana aumentaba enormemente el trfico).
Como era domingo, yo me encontraba en la Dehesa de Campoamor (en la costa sur
alicantina), pasando el fin de semana con mi familia, as que llegar a Alicante no me costaba
ms de tres cuartos de hora. As que, despus de dejar a mi hijo pequeo (3 aos) Pablo en
Campoamor, bajo la custodia de mi amigo Enrique Garcern y su mujer, Josefina, mont al
resto de la familia: mi mujer y mis hijos Fernando, Jos Antonio y Cristina, en mi Simca1000
(cinco plazas con nervio), y enfil la carretera Nacional 332, direccin Alicante. Por si acaso,
tanto mi mujer como yo llevbamos las camisas azules camufladas bajo un jersey, para evitar
identificaciones no deseadas. Llegamos a Alicante sin novedad, y aparcamos en la
mismsima Explanada, entre dos autobuses cargados de guardias de la Polica Armada, ante
los cuales, que nos miraban sorprendidos, nos quitamos los jerseys, quedndonos en
mangas de camisa azul. Como las bofetadas parecan estar aseguradas, a continuacin
dejamos a nuestros tres hijos en casa de un militar, amigo de nuestro amigo Alfredo Casais,
militar tambin, destinado en Cartagena. ste militar nos inform de que las tropas de
guarnicin en Alicante estaban acuarteladas, y de que los hospitales de la ciudad haban
recibido grandes cantidades de plasma, y estaban tambin en alerta.
Ante semejantes noticias, que por una parte "acongojaban" nuestro nimo, pero por
otra halagaban nuestra vanidad, al haber conseguido semejante xito de pblico y crtica con
nuestra presencia en Alicante, regresamos a la Explanada, para incorporarnos a la presunta
concentracin de la que tan inquietantes novedades esperaba el Gobierno. Llegados al lugar
de la ocurrencia, intentamos "concentrarnos" reiteradamente: en cuanto veamos un grupo de
gente con camisa azul, nos unamos a ellos, pero enseguida llegaban los guardias y nos
dispersaban. A los que se resistan a "disolverse" les aplicaban "las defensas" en los lomos,
con lo que no haba forma de reunir un grupo lo suficientemente significativo para cantar un
"Cara al Sol" decente.
En vista de la imposibilidad de agruparnos, corrimos la voz de reunirnos en la iglesia
de San Nicols, en el centro de la ciudad, as que all nos encaminamos, irrumpiendo en
Misa de doce, aprovechando, ya que estbamos all, para cumplir con el precepto dominical.
Entramos en la iglesia unos quinientos o seiscientos falangistas, luciendo nuestras camisas
azules, muchas de ellas cargadas de condecoraciones militares, pues un gran nmero de los
concentrados eran excombatientes de la guerra civil y de la Divisin Azul. El cura que
celebraba la Misa no sala de su asombro, al ver el celo litrgico que nos haba entrado a los
falangistas aqul domingo. Pero el hombre termin su Misa y se meti en la Sacrista.
De fuera nos llegaban noticias alarmantes: la iglesia estaba rodeada por cientos de
guardias con casco, escudo y porra en mano, seal inequvoca de que nos esperaba una
salida del templo algo accidentada. En vista de la situacin, decidimos aguardar unos minutos
hasta que saliera de la iglesia la feligresa "normal", es decir, la gente que haba ido a Misa
como todos los domingos, y a la que no queramos involucrar en nuestros asuntos, que
prometan ponerse al rojo vivo en breves momentos. Una vez que confirmamos que dentro
del templo no quedbamos ms que nosotros, tras un pequeo concilibulo decidimos salir,
pues los encierros en los templos, que se haban puesto de moda entre los trabajadores
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protestones, no nos parecan lo ms adecuado para nuestro caso. As que salimos,


encontrndonos que efectivamente la pequea plazoleta que hay frente a la iglesia de San
Nicols estaba ocupada prcticamente por varios centenares de guardias, con toda la
parafernalia antidisturbios, que la Polica Armada haba adquirido haca poco tiempo, y que al
parecer se dispona a estrenar brillantemente en nuestros cuerpos serranos.
En la plaza casi no haba sitio para los guardias y nosotros, por lo que nos quedamos
unos instantes frente a frente, falangistas y policas, en un silencio amenazador. (Nunca se
saba la cantidad de armas cortas que poda haber en un grupo tan numeroso y tan
cualificado de falangistas, muchos de los cuales eran excombatientes de dos guerras, segn
atestiguaban las condecoraciones militares que lucan). El Comandante que mandaba la
fuerza, francamente nervioso, se dirigi a mi hermano, para decirle que tena rdenes de
disolvernos sin contemplaciones y con la mxima contundencia; y bien que lo senta, pues
nos dijo que l tambin haba sido Jefe de Centuria del FJ; pero las rdenes son las rdenes.
Mi hermano le dijo que bueno, pero que antes de disolvernos bamos a cantar el Cara al Sol.
El Comandante asinti, y los guardias retrocedieron unos metros para dejarnos sitio en la
plaza, as que cantamos el Cara al Sol casi metindoles los brazos levantados en la cara.
Terminada nuestra breve ceremonia, comenzamos a dispersarnos por las calles adyacentes.
En otros lugares de la ciudad hubo numerosos incidentes con la Polica, con algunos heridos,
pero no lleg la sangre al ro, por suerte para nosotros, pues segn supimos luego, la Polica
tena rdenes de actuar con toda dureza. Se ve que la presunta "destitucin" de Franco como
Jefe Nacional de la Falange haba "llenado el gorro de migas" (como dicen los manchegos) al
Gobierno y ste haba decidido cortar por lo sano.
La noche anterior a stos sucesos haba llamado a mi hermano un alto preboste del
Movimiento para decirle que saba que "de lo ms alto" (no se sabe si del Altsimo, de Franco
o de Carrero) le haban asegurado que si se produca algn muerto en los disturbios, "le
formaran Consejo de Guerra y lo fusilaran", a lo que mi hermano le contest que en ese
caso se podan ahorrar el Consejo de Guerra. (Para evitar gastos).
Afortunadamente no hubo ningn muerto, por lo que no hubo que fusilar a nadie; pero
qued claro que el Rgimen actuaba contra nosotros como contra cualquiera que no se
ajustase a sus criterios. Se ve que haba perdido los complejos de culpa frente a los
falangistas, y estaba dispuesto a "darnos para el pelo" en cuantas ocasiones se presentasen.
Antes de regresar a Campoamor decid hacer una visita al Gobernador Civil de
Alicante, que era Mariano Nicols, viejo camarada del SEU, para preguntarle como se senta
despus de saber que sus guardias haban apaleado a numerosos camaradas suyos. Entr
en el Gobierno Civil, donde mi ostentosa camisa azul puso en guardia a los policas de la
puerta, y consegu llegar al piso de arriba, donde un secretario me asegur que el seor
Gobernador no se encontraba en su despacho, en vista de lo cual le dej una tarjeta,
agradecindole el trato dispensado aqul da a tanto falangista de filas.

1973: EL ASESINATO DE CARRERO BLANCO


Despus de los sucesos de Alicante, los numerosos y descoordinados Servicios de
Inteligencia del Rgimen decidieron vigilarnos y espiarnos, cada uno por su cuenta. Lo ms
socorrido eran las escuchas telefnicas, seguramente no autorizadas por ningn juez. Como
los sistemas de control eran bastante rudimentarios, cada vez que nos ponamos en contacto
con el Crculo de Madrid, e incluso entre nuestros telfonos particulares, se oan unos ruidos
extrasimos, con lo que deducamos que los "espas" o sus cintas magnetofnicas estaban a
la escucha. Entonces inicibamos una conversacin cicotrina, llena de frases misteriosas que
parecan dar a entender que preparbamos horribles confabulaciones antigubernamentales y
estropicios sin cuento. Despus de agotar el repertorio de excentricidades que se nos
ocurran, y antes de colgar, insultbamos groseramente a los presuntos oyentes y a sus
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madres (qu culpa tendrn las madres de todo esto?), por lo que a veces se cortaba
repentinamente la comunicacin, seal inequvoca de que estaban a la escucha directa, y se
cabreaban al or tantas alusiones obscenas a sus presuntamente ilegtimos nacimientos.
Aparte de stos divertimentos, las actividades de los Crculos - que con tanto acoso
crecan como las setas - se multiplicaban. Celebrbamos actos polticos en toda Espaa, y
pareca que la Falange renaca de sus cenizas. Las crticas al Rgimen, siempre por las
claras y sin tapujos de ninguna clase, eran continuas, y se centraban en la clarsima intencin
del Rgimen de restaurar la Monarqua liberal "cuando se cumplieran las previsiones
sucesorias", a pesar de todas aquellas monsergas del "Reino Catlico y Social", y que "el
Movimiento sucedera al Movimiento", frase que tanto repeta Franco. La realidad es que la
mayora de los polticos que rodeaban y adulaban a Franco aspiraban a perpetuarse, en ellos
o en sus hijos, en el Sistema que sucediera al Rgimen de Franco, cada vez ms desvirtuado
de sus orgenes y ms titubeante ante los mil problemas internos y externos que se sucedan
uno tras otro. Esta perpetuacin se ha cumplido rigurosamente, y desde que se instaur la
llamada Democracia hemos podido ver en el Gobierno, (tanto en el del PP como en el del
PSOE) en la Administracin, en las grandes empresas pblicas y privadas, en los grandes
bancos, en los medios de comunicacin, etc., a los hijos, sobrinos y nietos de los ms ilustres
prebostes del Rgimen de Franco, cuando no a los mismos prebostes reconvertidos en
demcratas de pata negra. Vivir para ver.
Franco ya no era lo que fue. Cada vez ms apartado de la poltica, dejaba sta en
manos del Presidente del Gobierno, Carrero, y l se limitaba a asistir a actos protocolarios o
inauguraciones, amn de las consabidas caceras. Tambin su salud se resenta; la flebitis y
el Parkinson le mermaban a luces vistas, pero oficialmente estaba sano como una pera.
La "Revolucin de los claveles" en el "fraterno Portugal" (como l deca) le sumi en
una gran tristeza, sobre todo cuando unos energmenos profanaron la tumba de Oliveira
Salazar.
Pero el golpe definitivo a su salud y a su moral fue el asesinato de Camero Blanco
perpetrado por ETA en Madrid, y jaleado por la llamada oposicin democrtica, esa que tanto
alent a ETA "en la lucha antifranquista", y que luego se ha convertido tambin en el blanco
de la misma, que ya no distingue, para matar, entre franquistas o antifranquistas. Cra
cuervos...
A los falangistas, que se quiera o no somos buena gente, aqul asesinato nos pareci
una vileza y una canallada. El hecho de que Camero no fuese santo de nuestra devocin, no
le quitaba dramatismo al asunto. Una cosa es que no nos tuviese simpata - nadie est
obligado a tenrnosla - y otra es jalear un crimen. Por otra parte Camero era un brillante
Marino, que siempre sirvi a su Patria con lealtad, y eso, ideas politicas aparte, es para los
falangistas lo ms importante.
Lo cierto es que con aqul asesinato, el Rgimen comenz a declinar
irremisiblemente. Camero era, desde haca aos, el que gobernaba el timn - muy acorde con
su profesin - del Estado. Su desaparicin dej expedito el camino a los reformadores de
dentro y de fuera del Rgimen, en espera de que el Caudillo, ya muy mermado, falleciese.
ciego a diestro y siniestro, pero con poca fuerza. La Universidad viva en pura
anarqua desde que llegaron a ella los ecos de la famosa - no se sabe porqu - Revolucin
del "mayo francs", denominacin que no viene de ninguna variante ertica de la cosa, sino
de que surgi en mayo de 1968, promovida en Nanterre por unos estudiantes pillines a los
que la autoridad acadmica de aquella Universidad prohibi acceder a las residencias de las
chicas; los pillines en cuestin protestaron violentamente, y ya puestos, inventaron una
Revolucin, consistente mayormente en difundir frases ms o menos altisonantes de Sartre y
otros franceses de lustre, y en dejarse crecer vistosas melenas que lucan al viento en sus
barricadas parisinas, emulando a "los Miserables" de Vctor Hugo. Precioso todo. Los obreros
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franceses, que son muy prcticos, enseguida se dieron cuenta de que aquello era una
"boutade" ms de cuatro seoritos ociosos, por lo que pronto abandonaron aquella
revolucionceja de pacotilla, a la que se haban sumado por si sacaban algo.
La anarqua en que vivi la Universidad espaola - especialmente la de Madrid desde finales de los sesenta hasta la muerte de Franco, e incluso durante los primeros aos
de la transicin, tiempo durante el cual los das de
huelga eran casi tantos como los de clase, traera ms tarde como consecuencia
dificultades para encontrar trabajo a los graduados universitarios que terminaron sus estudios
tras ese periodo, pues muchas empresas privadas, desconfiando de la formacin recibida por
stos en poca tan tumultuosa, rechazaban a los que se haban graduado en esos aos.

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CAPITULO V
20 DE NOVIEMBRE DE 1975. MUERTE DE FRANCO
Tras la muerte de Camero, era fcil vaticinar lo que se avecinaba. Las ratas, ante el
naufragio, se apresuraban a abandonar el barco, que haca aguas por todas partes. Los
problemas se multiplicaban, tanto en el exterior como en el interior, y el Gobierno daba palos
de
En el campo laboral, el panorama era parecido; las huelgas y los conflictos se
sucedan, sobre todo en la empresas pblicas y en las dependientes del INI; Comisiones
Obreras y Unin Sindical Obrera (USO)
actuaban ya por las claras, y estaban totalmente infiltradas en la Organizacin Sindical
del Rgimen, por lo que los que tenamos que entendernos con los representantes de los
trabajadores en cualquier tipo de conflicto, sabamos perfectamente con quin
parlamentbamos.
Ante semejante panorama, el Rgimen se endureci, como suele ocurrir cuando un
sistema poltico se hunde sin remedio. Cre el TOP (Tribunal de Orden Pblico), por el que
pasaba todo aqul que se opona al Rgimen, aunque las condenas no solan ser muy
severas. Los actos de terrorismo - a cargo fundamentalmente de ETA - eran juzgados por la
jurisdiccin Militar en Consejos de Guerra cuando conseguan detener a los autores; la pena
de muerte se aplic en muy pocos casos, aunque sonados.
A todas stas, Franco no sala de una crisis de flebitis para meterse en otra, y su papel
en el Rgimen era ms simblico que otra cosa. Sabiendo que su final se acercaba, decidi
formalizar la sucesin a la jefatura del Estado, por lo que, el 23 de julio de 1969 el Prncipe
Don Juan Carlos jur ante las Cortes Espaolas las Leyes Fundamentales y los Principios del
Movimiento como sucesor de Franco a ttulo de Rey. Para Don Juan Carlos se inici una
poca de muchsimo trajn con tanto juramento: el 22 de noviembre de 1975, recin enterrado
Franco, volvi a reiterarlo al acceder al Trono, cosa que no signific un gran obstculo para
que tres aos despus jurase una Constitucin cuyo contenido es bastante diferente a todo lo
jurado anteriormente. Y es que los juramentos en poltica son como los juramentos de amor
eterno para algunos amantes: duran lo que un merengue en la puerta de una escuela.
La Iglesia por su parte tambin preparaba el desembarco. Los Obispos que hasta
entonces paseaban a Franco bajo palio, le empezaron a disparar buenas andanadas en la
lnea de flotacin. Y no digamos nada de los curas "progres"; stos se despachaban todos los
domingos y fiestas de guardar con estrambticas homilas poltico-sociales, ante una
feligresa que no sala de su asombro al ver semejante espectculo. Era frecuente en aquella
poca que algunos feligreses, ante semejantes homilas, abandonasen el templo indignados
por el "chaqueteo" clerical.
Las Fuerzas Armadas, a pesar de que iban de desconcierto en desconcierto, eran
leales a Franco en un 99'99 por ciento. Y dejo esa centsima para que quepan algunos
zascandiles de ltima hora, que siempre los hay, incluso en una Institucin tan decente como
es el Ejrcito. Lo del desconcierto viene a cuento de las sucesivas retiradas a que los polticos
les obligaron en aquellos aos. Despus de la retirada del territorio de Ifni - tras una pequea,
pero sangrienta guerra desconocida por los espaoles, pero en la que las Banderas
Paracaidistas y de la Legin se dejaron un buen nmero de muertos - vino lo del Sahara, con
su "Marcha Verde" organizada por el "hermano" Hassan, que termin como todos sabemos, y
cuyas consecuencias an estn coleando. (Y lo que te rondar, morena).
Y el Movimiento? Se preguntar el curioso lector. Pues el Movimiento, segn
sesudas frmulas elaboradas por Don Torcuato Fernndez Miranda y otros sabios de la
poca, convertido en una cosa que se defini por stos portentosos idelogos como "la
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comunin de todos los espaoles en los principios del Movimiento y dems Leyes
Fundamentales". (O algo as). O sea, todos, menos algn que otro rojo recalcitrante. Y la
Falange?. Esa es la que estaba mejor: se la defini como "en estado gaseoso" dentro del
Movimiento.
Bueno, la realidad era bastante peor: las organizaciones falangistas que an existan
dentro del Movimiento, vivan un desconcierto peor que el que viva el Ejrcito, pues intuan
su prxima disolucin y su pase al "estado gaseoso" que se les haba asignado.
Franco, que llevaba gravemente enfermo varios meses, no levantaba cabeza. Por
aquellas fechas se produjo la Marcha Verde organizada por Hassan y apoyada en la sombra
por nuestros "amigos" los americanos, que ya estaban al acecho de los fosfatos y otras
presuntas riquezas de los territorios saharianos. El apoyo americano a Hassan no era
explcito, pero daba qu pensar el hecho de que por aquellas fechas el Ejrcito Marroqu
fuese reforzado con cien carros de combate por nuestros "amigos" americanos, que al
parecer eran amigos de todo el mundo, o les sobraban carros de combate por todas partes.
As que Hassan, que era cualquier cosa menos tonto, mont el numerito de la Marcha Verde,
aprovechando circunstancias tan favorables como eran la enfermedad de Franco y la
ambigedad de los americanos respecto a nuestros problemas con Marruecos. Y all que
mand a trescientas mil personas desarmadas, hombres, mujeres y nios, a invadir la hasta
entonces provincia espaola del Sahara Occidental. Nuestro Ejrcito, que estaba preparado
para todo menos para enfrentarse a aquella turba de desgraciados, se qued desconcertado,
desconcierto que se torn en indignacin cuando recibi la orden de retirarse y abandonar el
territorio en manos de aquellos desarrapados. Don Juan Carlos, ya Prncipe de Espaa, visit
a nuestros soldados para darles moral, gesto que le honr, pero la suerte del territorio ya
estaba echada, y por arte de birlibirloque pas a manos del moro.
La enfermedad de Franco era ya irreversible y todos los espaoles lo sabamos; se
trasluca a travs de los comunicados diarios del "equipo mdico habitual" que atenda al jefe
del Estado.
Y as estaban las cosas cuando lleg el 20 de noviembre de 1975.
Como todos los aos, al llegar el 20 de noviembre, adems de los funerales por el
alma de Jos Antonio que se celebraban en la Baslica del Valle de los Cados, en todas las
poblaciones, las jefaturas locales del Movimiento organizaban tambin funerales con la
misma intencin. En Cartagena, donde yo resida desde 1966, tambin se celebraban,
precisamente en la Consagrada Iglesia de nuestra Seora de la Caridad, Patrona de la
ciudad. La Misa-funeral era a las 6 de la maana, coincidiendo con la hora en que fue fusilado
Jos Antonio.
Presida la ceremonia el Alcalde y jefe Local del Movimiento, que en aquellos
momentos era Luis Roch, una excelente persona con la que los falangistas de los Crculos
Jos Antonio nos llevbamos muy bien, a pesar de nuestras reticencias hacia el Movimiento.
Debido a sta buena relacin, me invit, como Presidente del Crculo de Cartagena, a que me
situase junto a l en la presidencia del funeral.
Mediada la Misa (seran las 6'20), se acerc al Alcalde el jefe de la Polica Municipal y
le dio la noticia: El jefe del Estado acababa de fallecer, o al menos a l se lo acababan de
comunicar. (Luego se dijo que haba muerto el da 19, pero que se retras la hora oficial del
fallecimiento para hacerlo coincidir con el aniversario de la muerte de Jos Antonio. Vaya
usted a saber). Lo cierto es que haba muerto. Tengo que reconocer que la noticia, aunque
esperada, me impresion y me tiltristeci profundamente, como a la mayora de los
espaoles, aunque ahora la "Censura blanca" sostenga lo contrario. No comprendo a esa
gente que ahora, a toro pasado y cuando stas fanfarronadas son de balde, presume de
haber brindado con champagne (hay que ser desalmados, adems de cursis!) al conocer la
noticia.
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Yo, que hasta ese momento - como tantos falangistas - haba cuestionado la actitud
de Franco hacia la Falange, (vanse los captulos anteriores) de la que se aprovech
mientras le fue til, y que abandon a su suerte cuando ya no le serva, comenc, fiel a mi
costumbre de apuntarme a todas las causas perdidas, a reconvertirme en franquista,
justamente lo contrario de lo que millones de espaoles empezaron a hacer. Se inauguraba
una poca, que perdura y perdurar durante decenios, en que el chaqueteo nacional, una vez
ms en nuestra Historia, arrastra por los suelos a quien antes enalteci y aclam hasta el
paroxismo e incluso hasta el ridculo. Visto ahora el asunto, con una perspectiva de veintisiete
aos, y oyendo y leyendo lo que se dice y escribe por lo ms granado de la intelectualidad y
de la poltica, segn los cuales parece que durante 40 aos no hubo ms de seis o siete
franquistas en toda Espaa, podra parodiarse la famosa frase de Churchill: "nunca tantos
estuvieron tan acojonados durante tanto tiempo por tan pocos".

TRAS EL ENTIERRO DE FRANCO, COMIENZA LA PREVISTA DEMOLICIN DE SU


RGIMEN, QUE SE PRODUCIR GRACIAS A LA MILAGROSA CONVERSIN A LA
DEMOCRACIA DE MUCHOS DE LOS DIRIGENTES DE AQUEL, ANSIOSOS DE
AFERRARSE A LA NUEVA TETA QUE SE AVECINA
El entierro de Franco fue sonado. Ahora dirn lo que quieran, pero ah est la
filmoteca de Televisin Espaola - las cmaras no mienten - que da testimonio grfico de lo
que fue aquello. El cadver, expuesto en el Palacio Real, recibi el homenaje de varios
cientos de miles de espaoles, muchos de los cuales se desplazaron expresamente a Madrid
para el acontecimiento. Las colas para entrar un momento en el vestbulo y pasar ante el
fretro, eran kilomtricas; iban desde el Palacio, por la calle Bailn, Mayor, Puerta del Sol,
Alcal ... y la gente aguantaba en pi horas y horas, con caras compungidas y preocupadas,
pues muchos no las tenan todas consigo. La desaparicin de Franco, a pesar de lo del
"atado y bien atado", desasosegaba a la mayora de los espaoles, acostumbrados desde
1939 a que no pasara nada. El fantasma de la guerra civil estaba presente en la memoria de
todos los que la habamos vivido, aunque muchos como yo, lo hubiera sido en la infancia.
La nueva jura, tres das despus del entierro, de "los Principios del Movimiento y
dems Leyes Fundamentales del Reino" (ya no se deca Rgimen, sino Reino) por el Prncipe
Don Juan Carlos - que se convirti automticamente en Rey - tranquiliz a mucha gente, que
lo que quera ver era a alguien de uniforme militar al frente del cotarro, por si acaso.
El Presidente del Gobierno, Arias Navarro, se enfrentaba a la nueva situacin con
desconcierto, pues la presin de los medios de comunicacin - radio y prensa, pues TV no
haba ms que la oficial - y de la naciente oposicin del Partido Socialista recin reinventado,
le traan a maltraer: todo el mundo peda cambios polticos profundos, y el daba palos de
ciego a diestro y siniestro, sin decir ni s ni no, sino todo lo contrario.
El Movimiento, absolutamente desvirtuado, haba dado paso a las "Asociaciones
Politicas", invento de algunos cerebros privilegiados de polticos en trance de conversin a la
democracia, que pretenda el funcionamiento de diversas tendencias dentro del mismo: una
especie de partidos politicos de mentirijillas, que no se saliesen del tiesto en demasa.
Los falangistas, que nos resistamos a quedar reducidos al "estado gaseoso" que se
nos haba asignado, seguamos agrupados en los Crculos Jos Antonio y en otras
organizaciones, ya en franca divergencia con el Movimiento, que se haba convertido en una
cosa estropajosa que ni la madre que lo pari saba lo que era.
Un buen da fui llamado a una reunin, como Presidente del Crculo Jos Antonio de
Cartagena, convocada por la Jefatura Local del Movimiento, desempeada an por Luis
Roch. En aquella reunin - supongo que se celebraron otras similares en todas las Jefaturas
del Movimiento en Espaa - se pretenda conciencias a los militantes del Movimiento para
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que se agrupasen en una "Asociacin poltica" que iba a sustituir al Movimiento y que iba a
ser la repera; yo le dije claramente a Luis Roch que nos olvidsemos de mandangas, que lo
que venan eran los partidos polticos, y lo que haba que hacer, aprovechando los restos de
poder que le quedaban al Movimiento, era crear un partido que se llamase Falange Espaola
de las JONS, para estar en las mejores condiciones posibles cuando llegase lo que
claramente se avecinaba.
Los Crculos Jos Antonio, previendo el futuro, ya habamos puesto en marcha las
"Juntas Promotoras de Falange Espaola de las JONS", para, en cuanto se autorizasen los
partidos polticos, legalizar a sta.
La vida de las Asociaciones polticas dentro del Movimiento fue corta, por no decir
inexistente. Tras la Ley de Reforma Poltica, que dio la autntica "vuelta de la tortilla" al
Rgimen, rpidamente vinieron los partidos polticos, como se esperaba, y se abri la
ventanilla de inscripciones.
El Movimiento, antes de desaparecer, prest su infraestructura - extendida por toda
Espaa - a su ltimo Secretario General, Adolfo Surez (el "converso" ms famoso de todos)
gracias a lo cual ste consigui organizar un partido de Centro (el tan trado y llevado Centro
por el que todos se pelean) con el que consigui ganar las primeras elecciones generales:
UCD.

UN "CLSICO": LA DIVISIN DE LOS FALANGISTAS


Los falangistas, fieles a nuestra inveterada costumbre, estbamos divididos en varios
grupos irreconciliables, todos los cuales pretendan tener la autntica ortodoxia de la Falange,
ahora que desaparecido el Movimiento pareca llegada la hora de la verdad. La batalla
consista en discutir quin era "ms" falangista que el otro, hasta el punto de que hubo quien
pens (entre los falangistas nunca falt el sentido del humor) en inventar un aparato que
midiese el falangismo de cada cual: el "falangistmetro". A pesar de las divergencias, se lleg
a un acuerdo de todos los grupos, entre los que estbamos los Crculos, (los primeros que
habamos creado las juntas Promotoras de FE de las JONS): el acuerdo consista en que, el
grupo que consiguiese el nombre de Falange Espaola de las JONS, convocara a un
Congreso de todos los grupos, del que saldran los dirigentes del partido y sus rganos de
gobierno.
Finalmente, el nombre lo consigui el grupo que lideraba Raimundo Fernndez
Cuesta, uno de los pocos "falangistas movimientistas" que no haba cado del caballo tocado
por el rayo divino camino de Damasco, como San Pablo; no en vano haba sido Ministro del
Rgimen durante casi toda la vida de ste, y el Ministerio de la Gobernacin an le tena
ciertas consideraciones.
Cuando los restantes grupos le pedimos que, cumpliendo lo acordado, convocase un
Congreso para elegir entre todos los rganos de Gobierno, el camarada Raimundo dijo que
cscaras, que el juguete era suyo y que quien quisiera que se apuntase, pero de soldado
raso. A la vista de tan desoladora respuesta, los Crculos Jos Antonio, liderados por mi
hermano Diego, continuamos funcionando por nuestra cuenta, igual que los otros dos grupos
falangistas: Falange Espaola Autntica, presidida por el Dr. Narciso Perales, y Falange
Espaola Independiente, liderada por Sigfredo Hillers.
Las diferencias ideolgicas entre los cuatro grupos eran mnimas: todos nos regamos
por los 27 puntos fundacionales de la Falange, aunque la Autntica se haba sacado de la
manga lo de la Autogestin" de las empresas por los trabajadores, cosa que no entendan ni
ellos; pero todos coincidamos en que Espaa necesitaba, ms que un cambio de Rgimen,
una Revolucin que cambiase las estructuras sociales y econmicas, desplazase al
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Capitalismo - o al menos pusiera al Capital en su sitio - e implantase una verdadera justicia


social.
Las diferencias entre los grupos nacan del pasado. El grupo de Fernndez Cuesta,
formado por los falangistas ms viejos, segua aferrado al pasado y a su vinculacin con el
Rgimen de Franco. En l militaban muchos de los falangistas que haban colaborado con el
Rgimen y haban ocupado en l puestos de responsabilidad, los cuales se sentan obligados
a la lealtad a Franco "post morten".
El grupo de Narciso Perales (la "Autntica"), por el contrario, renegaba del Rgimen,
pues se consideraba heredera de la rebelin de Manuel Hedilla en 1937 contra el decreto de
Unificacin, e ignoraba por tanto todo lo ocurrido a partir de dicha fecha.
La "Independiente" de Sigfredo Hillers era menos tajante que la "Autntica" en su
apreciacin del pasado, pero circulaba por parecidos senderos.
Finalmente, los Crculos Jos Antonio, creo que con mayor realismo, asumamos el
pasado ntegro de la Falange, con sus xitos y fracasos, con su colaboracin con el Rgimen
y con su posterior alejamiento del mismo al comprobar que ste jams hara la Revolucin
que Espaa necesitaba. Respetbamos la figura de Franco, sin sumarnos a la repugnante
orga de insultos que se haba desatado contra l, una vez comprobado que no iba a
resucitar. (Durante algn tiempo hubo sus dudas). Y sobre todo, en los Crculos mantenamos
que mirar al pasado no conduce a nada, a no ser a convertirse en estatuas de sal, como la
mujer de Lot.
Naturalmente, de sta divisin de los falangistas, no poda salir nada positivo. La
concurrencia a las elecciones bajo distintas "advocaciones" desconcertaba totalmente a los
posibles votantes, que no saban a qu atenerse. Se impona el sentido comn: haba que
intentar la unidad de todos, para constituir un solo partido. Los falangistas de los Crculos
Jos Antonio, tragndonos algunos sapos, volvimos a la carga con la Falange Espaola de
las JONS de Fernndez Cuesta, que por otra parte adoleca de militancia, sobre todo joven.
Tras arduas conversaciones, nos integramos en dicho partido, siendo nombrado Diego
Mrquez, hasta entonces Presidente de los Crculos, Sub-jefe Nacional de FE de las JONS.
Los otros dos grupos falangistas (FEA y FEI) siguieron empecinados en la discordia,
sumidos en viejos agravios, que al parecer les imposibilitaban para unirse a nadie.
En Cartagena, el Crculo Jos Antonio acat disciplinadamente la "unificacin", y ya
bajo el nombre de Falange Espaola de las JONS, comenzamos a funcionar, en perfecta
sintona con los camaradas de otras procedencias. No ramos muchos, pues las escassimas
probabilidades de nuestra llegada al poder no atraa precisamente a masas ingentes; pero
ramos los suficientes para dar testimonio de nuestra existencia, al menos en Cartagena.

ORGANIZAMOS LA FALANGE EN CARTAGENA. ANECDOTARIO DE LAS


ELECCIONES, DONDE SE VE QUE NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE
En las primeras elecciones generales en que participamos, lo hicimos en una especie
de "totum revolutum": aquello se llam Unin Nacional, que era una coalicin con otras
fuerzas "nacionales", entre las que destacaba Fuerza Nueva. No era, desde luego, la
coalicin de nuestra vida, pero por algo haba que empezar.
A m me toc dirigir el asunto en Cartagena, donde se sacaron bastantes votos, pero
no los suficientes como para obtener un acta de diputado en Murcia. A nivel nacional, solo se
obtuvo un diputado: Blas Piar, lides de Fuerza Nueva, que haba impuesto su nombre en el
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primer puesto de la candidatura de Madrid. Para ese viaje no hacan falta alforjas. La Falange
no sacaba nada, y encima nos identificaban con la extrema derecha, que usaba nuestros
smbolos, nuestra camisa azul y nuestra bandera. Y vete t a explicar a la gente que la
Falange no tiene nada que ver con la extrema derecha. (Esa extrema derecha que ha
desaparecido, pero que no es que se hayan muerto todos, no; es que vota al Partido Popular,
que es la derecha, aunque sea sin "extremar"). En aquellas elecciones hubo bastantes
irregularidades e incidentes: recin comenzadas, a primeras horas de la maana, me
comunicaron que en muchas mesas electorales de las barriadas perifricas se haban
acabado las candidaturas de Unin Nacional. Los chavales que trajeron la noticia venan
entusiasmados ante lo que pareca el comienzo de un triunfo electoral inesperado; pero
pronto se descubri la causa de tan sorprendente suceso; algunos militantes de los partidos
de extrema izquierda se dedicaban a llevarse subrepticiamente de los colegios electorales las
papeletas de Unin Nacional, y los presidentes de aquellas mesas, en lugar de suspender la
eleccin hasta que se repusieran, o no se enteraban de lo que pasaba, o les daba igual, y
seguan adelante con la eleccin. Inmediatamente denunci la irregularidad ante la junta
Electoral. (an estoy esperando, veintitantos aos despus, la resolucin de la denuncia).
Despus de tan desgraciado estreno en las urnas, nos olvidamos del tema, y nos
dedicamos a organizarnos en Cartagena. Lo primero era buscar un local cntrico, para que la
gente supiese de nuestra existencia. Lo encontramos precisamente en la calle Mayor. Era
muy pequeo (20 o 25 metros cuadrados), pero tena un hermoso balcn a la calle, en el que
pusimos un mstil con una enorme bandera roja y negra, que colgaba desde nuestro segundo
piso hasta el primero, y era visible para todo el que pasase por la calle Mayor. (Por la calle
Mayor de Cartagena suelen pasar a diario casi todos los cartageneros: "tvamo a d una
vueltesica por la calle Mayor?'~ (No corregir la ortografa. Es que los cartageneros hablan
as). As que el escaparate ya lo tenamos puesto.
La militancia no era multitudinaria, pero aunque heterognea, era entusiasta. Estaba
formada por los miembros del Crculo Jos Antonio de Cartagena, que eran los ms jvenes,
y por los que se integraban en la FE de las JONS ya reconocida a Fernndez Cuesta; a stos
dos grupos se fueron uniendo camaradas de otras procedencias: de la Agrupacin de
Antiguos miembros del Frente de juventudes, de la Vieja Guardia, Excombatientes,
Excautivos, etc.
Yo fui nombrado jefe Local, y empezamos a funcionar, sin ms ayudas econmicas
que nuestra cuotas mensuales, con las que pagbamos el alquiler del piso y otros pequeos
gastos.
De aquellos primeros y difciles tiempos recuerdo con afecto a los camaradas que
hicieron posible la reorganizacin de la Falange en Cartagena; un pequeo y entusiasta
grupo, de las ms variadas procedencias, edades y profesiones, que consiguieron, contra
viento y marea, dejar constancia de que la Falange no haba muerto con el Rgimen de
Franco, sino que por el contrario, comenzaba a aclararse de la confusin en la que haba
vivido en aqul "cajn de sastre" que fue el Movimiento.
Empezando por los ms veteranos, mencionar a Leandro Navarro, Excautivo y Vieja
Guardia; Francisco Bueno Sanabria, Excombatiente y Teniente Coronel de Infantera de
Marina; Manuel Roig Serrano de Pablo, Carlos Len Roch, Emilio Prez Pujol, y Javier (un
navarro recio cuyo apellido no recuerdo) mdicos todos ellos; Pascual Snchez Miquez y
Fulgencio Segado (Pencho), agentes de seguros; Francisco Banegas, profesor de EGB;
Carmelo, empleado de banca; Antonio Macin Bobadilla, marino mercante y detective
privado; Pepe Torres, industrial; el Teniente Garrido, (un Teniente de la Guardia Civil
retirado); Pepe Gonzlez, empleado de Iberdrola; Julin Galindo, antiguo Oficial Instructor del
FJ; Javier Pava, "Nelson", y otros varios estudiantes y chavales, jvenes y entusiastas, cuyos
nombres tampoco recuerdo (la edad no perdona).

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LA CONSTITUCIN
Por aquellas fechas, las Cortes constituyentes recin constituidas (valga la
redundancia) estaban redactando la Constitucin, en la que trataban de encajar eso tan difcil
que es darle gusto a todo el mundo, incluidos los nacionalistas vascos y catalanes.
Aparentemente les dieron gusto, con aquello del reconocimiento de las "nacionalidades".
Luego se ha visto que no ha sido suficiente, pero ese reconocimiento les ha dado pie para lo
que estamos viendo y para lo que nos falta por ver. Los falangistas, en cuanto se conoci el
texto de la Constitucin, pusimos el grito en el cielo, pues mantenamos que de reconocer
"nacionalidades" a que los nacionalistas empezaran a hablar de "Naciones" no haba ms que
un paso. Pero nadie nos hizo puetero caso. ramos unos agoreros. Ya te digo. (Ya Jos
Antonio dijo que los falangistas somos "aguafiestas iluminados")
El nuevo Rgimen esperaba consolidarse con la aprobacin de la Constitucin en
Referndum, para lo cual antes de la consulta a los ciudadanos, sus edecanes trataban de
recabar opiniones, sobre todo de lo que entonces se llamaban los "poderes fcticos", o sea, el
Ejrcito. (Fuerzas Armadas, para ser ms exactos). A tal efecto, un buen da se present en
Cartagena el Vicepresidente del Gobierno, General Gutirrez Mellado, para reunirse con una
abundante representacin de mandos altos y medios de la Armada y Ejrcito de Tierra. (Creo
que tambin haba representaciones del Ejrcito del Aire) Tambin haba Comisiones de
Suboficiales. Entre los altos mandos estaba el Capitn General de la Regin Militar de
Valencia, Don Jaime Milns del Bosch y varios generales ms, adems de todos los altos
mandos de la Marina del Departamento.
Conoc de primera mano lo que ocurri en aquella reunin, relatado por un buen
amigo mo, alto mando de la Armada, que estaba invitado a comer en mi casa precisamente
tras la reunin, que por cierto result tempestuosa.
La intencin de Gutirrez Mellado era dar a conocer las lneas maestras de la
Constitucin a los militares, para cerciorarse de que en el futuro no le dieran un susto (que a
pesar de todo se lo daran tres aos despus). La reunin se celebr en el Arsenal Naval de
Cartagena, en una gran sala en la que se situaron, por orden jerrquico, las distintas
representaciones militares: en las primeras filas Generales y Almirantes, y detrs y por su
orden el resto de mandos, terminando por los Suboficiales.
El General Gutirrez Mellado disert sobre el contenido de la Constitucin, de la que
se declar "partidario", como era de esperar. En el turno de preguntas, un Capitn de Corbeta
le hizo algunas que no le gustaron, por lo que lo despach sin grandes miramientos. Pero lo
peor estaba por llegar. El General Atars, de la Guardia Civil, (que por cierto sera asesinado
por ETA aos despus) interrumpi a Gutirrez Mellado en sus explicaciones, llamndole
traidor y otros variados insultos, ante la estupefaccin general de los presentes, que no
saban donde meterse. Una considerable parte de la concurrencia inici un aplauso al
General Atars, ante la ira de Gutirrez Mellado, que recurriendo a su jerarqua, orden
firmes! a todos los presentes; despus orden al General Milans del Bosch (el de mayor
graduacin de los presentes) el arresto del General Atars, que sali de la sala acompaado
por aqul.
Tras el incidente, que dej muy mal cuerpo a todos los asistentes, termin el acto, y
cada mochuelo volvi a su olivo. Parece que lo que inquietaba a los militares, o al menos a un
buen porcentaje de los alli presentes, era lo mismo que nos inquietaba a los falangistas: el
separatismo, al que se daban alas en la Constitucin al amparo de la milonga esa de las
"nacionalidades", a pesar de la afirmacin que contiene el texto sobre la "indisoluble unidad
de Espaa".

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El Referndum para la aprobacin de la Constitucin tuvo las mismas trazas que,


durante el Rgimen anterior, tuvieron los similares para la aprobacin de la Ley de Sucesin y
la Ley Orgnica del Estado y Leyes Fundamentales del Reino: todos los medios de
comunicacin en manos del Gobierno de UCD - que eran prcticamente los mismos que tuvo
el Rgimen anterior - se volcaron a favor del "Si" y del vituperio del "No".
El "No" tuvo poco predicamento, a pesar de que la libertad de expresin era total; pero
claro, la libertad de expresin solo est al alcance de los que poseen los medios pblicos de
expresin: peridicos, revistas, emisoras de radio, etc.
Por otra parte, el texto en su conjunto, y desde la perspectiva del ciudadano medio,
era aceptable; sin olvidar que en Espaa, tradicionalmente, lo que propone el que est en el
poder se suele aceptar, pues la gente piensa que cuando est en el poder por algo ser.
Los falangistas, en principio, no nos oponamos cerrilmente a la Constitucin, pero s
nos oponamos a algunos de sus contenidos, en los que veamos un peligro latente de
exacerbacin de los nacionalismos perifricos que acabaran en separatismo puro y duro.
Creo que el tiempo nos est dando la razn.
De otro lado, los Referndums tienen el inconveniente de que se plantean para ser
respondidos con un S o un No a todo un texto legal bastante complejo, que la inmensa
mayora de los votantes no ha ledo, y que en el caso de los que s lo han ledo, se puede
estar de acuerdo con unas cosas s y con otras no, por lo que responder a todo s o a todo no
resulta un tanto aberrante.
En definitiva, lo prudente nos pareci votar "No" o sencillamente votar en blanco o
abstenernos, y eso hicimos. Por supuesto el S sali adelante por goleada, igual que haba
sucedido en 1947 con la Ley de Sucesin y aos despus con la Ley Orgnica. Y es que
ningn Rgimen, sea autoritario o democrtico, plantea un Referndum para perderlo. (Eso
solo le pas a De Gaulle, que no deba ser tan listo como pretenden sus exgetas).
Tras la aprobacin de la Constitucin, las "conversiones" a la Democracia, ya
consagrada como Dios manda, se centuplicaron. Fue algo portentoso: todo el mundo haba
sido antifranquista, incluso los franquistas ms acrrimos. Todo el mundo haba estado en la
crcel o perseguido. Incluso muchos que haban estado en el extranjero una temporada
disfrutando de alguna beca del Rgimen, decan que haban estado "exiliados". Haba que
hacer "curriculum" para optar a las nuevas mamandurrias, que se adivinaban sustanciosas, o
simplemente para permanecer en los cargos o en los empleos obtenidos durante la Dictadura:
Periodistas, escritores, actores, directores de cine, humoristas, intelectuales, presentadores
de radio o televisin (muchos de ellos de la Cadena Azul del Movimiento), se revestan con el
impluto manto democrtico. Algunos intelectuales incluso escriban libros para "descargar
sus conciencias" del tiempo en que haban sido "malos". Era la Transicin, palabra en la que
entran las letras de la palabra "traicin", y que rima con ella.
Mi reaccin personal ante tanta indignidad, como la de muchos falangistas, fue
primero de asco, y luego, sorprendentemente incluso para m mismo, de defensa de Franco
cada vez que era insultado o escarnecido. Mi sentido de la lealtad, que reconozco que es casi
enfermizo, me hizo reaccionar en "franquista", a m, que en vida de Franco haba cuestionado
su Rgimen por considerar que haba traicionado todos los postulados de la Falange y nos
haba reducido a simple coreografa en los tiempos en que le interes la coreografa de
nuestras formaciones. Pero es que aquello se pasaba de la raya. La Historia se repeta,
aunque ahora ms lentamente (40 aos no se borran en un soplo). Igual que el 14 de abril de
1931 Espaa "se acost monrquica y se levant republicana", despidiendo a Don Alfonso
XIII con cajas destempladas, despus de que muchos monrquicos de campanillas se
convirtieran en republicanos en cuestin de horas, en 1975 y no digamos a partir de 1978,
miles de franquistas de aquellos de las "adhesiones inquebrantables" no solo se cambiaron
de chaqueta, sino que lo hicieron sin elegancia y a lo bestia. Muchos falsearon sus biografias,
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o sencillamente se las inventaron. Algunos, que haban sido "camaradas" en la Falange


(lase Movimiento), se convertan en "camaradas" del Partido Comunista o "compaeros" del
PSOE. Podra dar nombres a punta de pala, pero son tantos y me da tanto asco que
renuncio. Ellos saben quienes son.
Dnde estaban los dos millones de afiliados del Movimiento? Pues sencillamente en
UCD, en Alianza Popular, en el PSOE y hasta en el PC recin legalizado. Y que haba
pasado con los miles de funcionarios de todos los niveles de los Sindicatos, del Movimiento,
de las Mutualidades Laborales, etc.?. Eso lo haba resuelto Adolfo Surez a golpe de Decreto:
todos haban sido integrados en los escalafones de diversos Ministerios como funcionarios de
los mismos, lo que les garantizaba el pan, y a Surez la tranquilidad. (La de conciencia y la
otra).
Los falangistas (los de verdad) nos habamos quedado a la intemperie, y en un
nmero de militantes que se pareca mucho al que tena la Falange antes del 18 de julio de
1936. (Diez o doce mil). Ya Jos Antonio haba dicho aquello de "bienvenidos los tiempos
difciles, porque ellos harn la depuracin de los cobardes". Y qu depuracin! y cunto
cobarde!.
Bueno, pues eso es lo que haba. Pocos y encima mal avenidos, siempre discutiendo
de si Franco s o si Franco no; de "lo que pudo haber sido y no fue", como en la cancin de
Machn, y de que si la "Autntica", la "Falsa", la "Independiente" o la de plstico; la "Histrica"
o la "Histrica". Un horror.
A pesar de todo, funcionbamos. (Como en lo de "eppur si muove", de Galileo). Con
escassimos medios, pero funcionbamos. Nos presentbamos a todas las elecciones que se
convocaban, convencidos de que no bamos a sacar nada en limpio, salvo tener acceso a los
espacios de propaganda obligatorios. Pegbamos nuestra propaganda, modestita ella, pero
muy bien pegada en las paredes, aunque al da siguiente los "demcratas" ya la haban
arrancado. Curiosamente, los arrancadores de carteles solo se empleaban con los nuestros, y
dejaban en las paredes los de los dems partidos, que se ve que les caan mejor.
Como ya he dicho, falangistas "apuntados" ramos muy pocos; sin embargo,
falangistas "in pctore" haba bastantes ms. Les llambamos "in pctore" porque cada vez
que te los encontrabas por la calle y les recordabas donde tenamos la sede, invariablemente
contestaban lo mismo: "oye! ya me conoces! Cuando empiecen los tiros, aqu estoy yo! ". Y
se daban un enrgico golpe en el esternn, (de ah lo de falangistas "in pctore'D para que
visemos claramente que all estaba l, dispuesto a realizar las hazaas blicas que fuesen
precisas para demostrar su acendrado falangismo. Pero de apuntarse, nada. Eso eran
tonteras. Y de soltar un duro, menos.

MS ELECCIONES
A las primeras elecciones municipales que se convocaron, nos presentamos, a
sabiendas de que no bamos a sacar nada en limpio. Pero nuestra moral no tena nada que
envidiarle a la del Alcoyano. Yo encabezaba la candidatura por Cartagena, "sin fe y sin
respeto" Jos Antonio dixit - pero dispuesto al menos a que la gente se enterase de que
existamos. Recorr todas las emisoras, fui entrevistado por los periodistas locales, y, en fin,
hice todas las chuminadas campestres que corresponden a un candidato como Dios manda.
La verdad es que me divert bastante, pues al carecer de toda esperanza de salir elegido,
soltaba por mi boca todo lo que se me vena a las "mientes". O sea, lo que haba hecho toda
mi vida. Hay que reconocer que la libertad de expresin tiene sus ventajas, siempre que te
dejen asomarte a un medio de comunicacin, claro.

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Recuerdo, por lo chusco, un acto electoral organizado por una Asociacin de barrio en
su sede del Ensanche de Cartagena. Nos haban invitado a los candidatos de los partidos,
para que expusiramos ante el vecindario nuestro programa municipal. Como el acto no era
muy vistoso, los partidos - excepto el mo - haban mandado a los segundones de las
candidaturas, con todos los cuales me sent en una especie de mesa presidencial. El pblico
estaba compuesto casi exclusivamente por amas de casa, que seguramente haban
terminado de recoger la cocina, (el acto era a la cinco de la tarde), se haban compuesto y
haban acudido a or las tremendas revelaciones que bamos a espetarles los aspirantes al
gobierno municipal.
Hablaron sucesivamente los representantes de AP, PSOE, PCE y Partido Cantonal,
que expusieron solemnemente las maravillas que esperaban al honrado pueblo si les hacan
la gracia de su voto. Todos ellos hablaron sentados desde detrs de la mesa. Cuando me
toc a m el turno, me levant muy fino y dije que ante un auditorio compuesto por tan
elegantes y guapsimas seoras, no tena ms remedio que ponerme de pie. Una ovacin
cerrada acogi mi evidentemente populista y demaggico gesto, que cay fatal a mis
compaeros de mesa. Me contest, algo cabreado, el representante del PSOE, Froiln Reina,
un Profesor de EGB buena persona, pero sin sentido del humor, diciendo que "las mujeres del
pueblo" no necesitaban esos gestos. Pero claro, lo suyo no tena color. A las "mujeres del
pueblo", como a las de la capital, les gusta que las piropeen, as que a l no le hicieron
palmas.
Despus de mi intervencin, en la que dije que si llegaba al poder municipal lo primero
que hara sera ordenar una auditora - ya los ayuntamientos empezaban a ir manga por
hombro, gastando ms de lo que ingresaban - se abri una especie de debate entre los
candidatos. Uno de ellos, un chico joven del PSOE, dijo que lo que haba que hacer era una
poltica de juventud, organizando para la misma actividades, campamentos, etc.; le contest
que me pareca muy bien, pero que eso ya estaba inventado: el Frente de juventudes, al que
yo haba pertenecido, de lo que estaba muy orgulloso. Entonces, sorprendentemente, se
levant el candidato comunista y dijo que l tambin haba sido del Frente de juventudes, de
la Centuria "Fernando el Santo"; tras l, otros dos candidatos, para no ser menos, nos
informaron de su pertenencia al Frente de juventudes, as que, mira por donde, acab entre
camaradas. No nos falt ms que cantar el Cara al Sol al finalizar el acto.
Por supuesto, en aquellas elecciones, como en las precedentes, tampoco obtuvimos
mucho xito, ni lo esperbamos: algo ms de quinientos votos. Pero al menos dimos seales
de nuestra existencia, que a juzgar por la contumacia con que arrancaban nuestra
propaganda, molestaba a algunos.

EL 23 DE FEBRERO DE 1981 (EL 23-F, VAYA)


A partir de las primeras elecciones municipales, en muchos Ayuntamientos de Espaa
triunfaron las candidaturas de izquierdas (PSOE y PCE), sin que Cartagena se librase de tan
glorioso evento: La mayora absoluta fue para el PSOE, aunque quedaron algunas
concejalas para UCD y AP Recuerdo a los animosos (y recin inventados) militantes del
PSOE gritando en la plaza del Ayuntamiento, llenos de jbilo : Cartagena es roja!. La verdad
es que no se portaron mal. Aparte de stos gritos anacrnicos, disculpables, dados los
cuarenta aos en que sus ancestros no haban podido mojar en el chocolate, se limitaban a
silbar cuando pasaban en grupo frente a nuestra sede y nuestra enorme bandera roja y
negra, sin pasar a mayores.
Cuando fue nombrado el Alcalde, se vio que aquello vena en plan pacfico y, en cierto
modo continuista, al menos en cuanto a las personas; en efecto, el primer Alcalde socialista
de Cartagena, Enrique Escudero, haba sido locutor de Radio Juventud (de la cadena Azul de
Radiodifusin del Movimiento), que al terminar las emisiones por la noche deca aquello de
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gloriosos cados por Dios y por Espaa! presentes! (y a continuacin sonaba aqul "ppurr"
del Oriamendi, el Cara al Sol y el Himno Nacional). As que la cosa no era para preocuparse
mucho. El peligro estaba conjurado. Eran rojos de mentirijillas.
Por cierto con Enrique Escudero, a poco de tomar posesin de la Alcalda, nos ocurri
una ancdota muy divertida. Una noche en que, acompaado de varios concejales socialistas
se diriga al Ayuntamiento, seguramente a un Pleno, al pasar frente a nuestra sede, situada
como he dicho en la calle Mayor, coincidi con nuestra salida de una reunin. Entre los que
saliamos estaba Paco Banegas, que tena amistad con Escudero de los tiempos del Frente de
Juventudes. Se pararon ambos a hablar, mientras los compaeros de Escudero, un poco
apartados, lo esperaban. Al despedirse, Paco Banegas, que era imprevisible, levant el brazo
y le dijo: bueno, adis! arriba Espaal. Escudero, cogido de improviso y mirando de reojo a
sus compaeros, que estaban a su espalda, levant tmidamente el brazo derecho hasta la
cintura y contest en un susurro: arriba siempre!. (Para los lectores ms jvenes hay que
aclarar que esa era la frmula tradicional de despedida entre dos falangistas).
Con la izquierda en el poder municipal, el Ayuntamiento de Cartagena se desmadr.
Cada partido politico tena su despacho, en el que "despachaban" los concejales
correspondientes. Recuerdo que el del Partido Comunista se ocupaba de las cuestiones
urbansticas; estaba adornado con retratos de las momias comunistas ms renombradas:
Marx, Lenin, La Pasionaria, etc., y los despachantes lucan hermosas barbas, acordes con las
rgidas normas de la progresa triunfante. Los asuntos urbansticos a resolver se atrancaban
como antes, pero ellos disfrutaban en sus despachos como nios.
Sin embargo, no todo el monte era organo. Pronto, muchos ayuntamientos
gobernados por la Izquierda e incluso por UCD (aquello haca chiquito el pie) se dedicaron al
bonito deporte de quitar monumentos a los Cados, estatuas, monumentos varios, etc. del
antiguo Rgimen (deporte en el que por cierto siguen empecinados con una contumacia digna
de mejor causa).
En Mota del Cuervo, provincia de Cuenca, haba uno de los escassimos monumentos
a Jos Antonio levantados durante el Rgimen de Franco. Fue erigido en conmemoracin de
un mitin que dio en dicho pueblo, creo recordar, en 1935.
Pues bien, el Ayuntamiento de Mota del Cuervo, para estar "a la pge", decidi un
buen da cargarse el monumento (un modesto busto) de Jos Antonio, so pretexto de
"remodelacin de los jardines pblicos". (La Izquierda nunca va por lo derecho. Claro, sera
un contrasentido).
En vista de tan torticera iconoclastia, nuestro Jefe Nacional, a la sazn Raimundo
Fernndez Cuesta, decidi organizar un acto de desagravio a Jos Antonio, fijando dicho acto
para el da 22 de febrero de 1981, domingo.
As que el da 22 de febrero nos concentramos en Mota del Cuervo unos mil
quinientos falangistas, hombres, mujeres y algunos chavales, procedentes mayoritariamente
de Madrid, pero tambin de provincias limtrofes o cercanas. De Cartagena tambin se
desplaz un pequeo grupo, al que me un - yo vena de Madrid, donde haba estado el fin de
semana - con mi mujer y mi hija Cristina. El acto de desagravio se celebr sin incidentes, y
una vez terminado, la concentracin se disolvi, regresando cada cual a su procedencia.
sta concentracin, que por puetera casualidad organizamos el 22 de febrero de
1981, fue relacionada das despus con el golpe militar del da siguiente por el famoso
rotativo del PSOE "El Socialista" ( de tirada, como se sabe, similar al "New York Times"), el
cual con grandes titulares, publicaba una fotografa de unas nias como de diez o doce aos,
con camisa azul, en la concentracin de Mota del Cuervo, bajo la siguiente leyenda: "La
Extrema Derecha preparaba el golpe militar!". (Y dale con la Extrema Derecha).
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Como se ve, la sentencia de la Biblia se cumple rigurosamente: "Stultorum numerus


infinitus ese" (el nmero de los tontos es infinito).

ANTECEDENTES DEL GOLPE MILITAR


Los ltimos aos setenta y primeros de los ochenta fueron bastante inquietantes; la
ETA multiplicaba sus atentados, especialmente contra la Guardia Civil, la Polica y los
militares en general. Los entierros de las vctimas se celebraban poco menos que de
tapadillo, y la indignacin creca en las Fuerzas Armadas, que no vean en el Gobierno de
UCD una clara decisin de acabar con el terrorismo. Por otra parte haba sido legalizado el
Partido Comunista, cosa que en el Ejrcito haba cado bastante mal; an haba en activo un
gran nmero de militares de alta graduacin que haba participado en la guerra civil, y no
vean claro el futuro, entre un separatismo cada vez ms descarado y un Partido Comunista
que rpidamente se haba convertido en la tercera fuerza poltica en el Parlamento.
El panorama laboral tampoco era especialmente brillante: se sucedan la huelgas y los
conflictos, y el paro creca alarmantemente.
La situacin era tan tirante entre los militares y el Gobierno, que las presiones de
aquellos acabaron por forzar la dimisin del Presidente del Gobierno, el "converso" Adolfo
Surez, cuya UCD no necesitaba de stos estmulos para comenzar su descomposicin,
acelerada por los muchos ambiciosos que componan la cpula del partido.
Por aquellas fechas se produjo tambin la afrenta al Rey en la Casa de juntas de
Guernica por los energmenos de Herri Batasuna, que todos pudimos ver por TVE, y que fue
una afrenta a toda Espaa.
Con stos antecedentes, estaba preparada la eleccin del nuevo presidente del
Gobierno en el Congreso de los diputados para el da 23 de febrero de 1981.

EL 23-F PROPIAMENTE DICHO


Desde primeras horas de la maana del lunes 23 de febrero de 1981, una megafona
seguramente en fase de pruebas - tambin es casualidad - instalada en el Parque de Artillera
de Cartagena, atronaba el aire con marchas militares. Yo, que viva justamente en la plaza de
Juan XXIII y las ventanas de mi dormitorio daban al enorme patio del cuartel, no di mayor
importancia (seguramente no tena relacin alguna con lo que iba a suceder por la tarde) al
concierto en cuestin; por otra parte, estaba acostumbrado a que todos los das me
despertase el toque de diana "alegre y espaol", que sonaba en el patio del cuartel de buena
maana, as que me arregl y me fui a trabajar. Aqul fue un da tranquilo de trabajo, porque
a las seis y media de la tarde me march de mi despacho, llegando minutos despus a mi
casa. En el portal estaba Pencho, el conserje del edificio, muy alterado; en cuanto me vio, me
dio la noticia: Don Fernando, la Guardia Civil ha entrado en el Congreso, se ha liado a tiros y
ha matado a doscientos!. Como Pencho, adems de ser una de las mejores personas que he
conocido en mi vida, era un tanto catastrofista, no me impresion demasiado, y sub a mi
casa para confirmar tan luctuosa noticia.
Mi hijo Fernando, que estaba estudiando en su cuarto, y que a la vez estaba siguiendo
por la radio la votacin en el Congreso, haba tenido el reflejo de, al or el primer barullo que
se organiz al entrar Tejero en el hemiciclo, conectar la grabadora de la radio, con lo que
grab el suceso ntegro, incluidos los tiros. Me puso la grabacin completa: "quieto todo el
mundo! al suelo! al suelo!" etc, y los tiros sueltos, ms algunas rfagas de sub-fusil. Eso es
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la ETA, que ha entrado en el Congreso, opin mi hijo Fernando. Yo, con ms veterana, opin
justamente lo contrario: eso es la Guardia Civil. La continuacin de la grabacin era ms
tranquilizados: no se oan ayes lastimeros, y alguien, con voz de bartono acostumbrado a
mandar, organizaba el acojonamiento de sus seoras, algunas de las cuales se fueron por la
patilla, segn se supo despus. (No era para menos).
Inmediatamente intent llamar por telfono al Jefe Provincial de FE de las JONS de
Murcia, Miguel Hernndez Cegarra, para ver si saba algo de lo que estaba pasando; tarea
intil: el telfono se haba vuelto sordomudo, y ni siquiera daba la seal para comunicar. En la
calle no se notaba absolutamente nada: la gente iba y vena como si tal cosa, y daba la
impresin de que la mayora no se haba enterado de lo que pasaba. La Televisin, (entonces
solo exista la pblica) no tena imagen, pero s sonido, consistente en marchas militares, que
se sucedan unas a otras sin que ningn locutor apareciese en pantalla para explicarnos
nada. La radio, tres cuartos de lo mismo, aunque sobre las siete o siete y media de la tarde
emiti el bando de la Capitana General de Valencia - cuya jurisdiccin militar alcanza a
Cartagena - con lo que nos dimos por enterados de que el Ejrcito controlaba la situacin.
Poco a poco las calles se fueron despejando, aunque ms que por efecto del bando, porque
en Cartagena, en invierno y a partir de las nueve de la noche, la gente se recoge en sus
casas, y las calles se quedan medio desiertas.
Como el telfono no serva para nada y no haba forma de comunicar con nadie, los
camaradas empezaron a presentarse en mi casa, esperando instrucciones para no saban
qu. Yo, por si acaso, y como el Secretario Local, Paco Banegas, era uno de los que estaban
presentes, le di dos rdenes: la primera, que a partir de aqul momento, quedaba suspendida
la admisin de afiliados, y la segunda que se acercase a nuestra sede y retirase el exiguo
fichero de militantes. La suspensin de admisiones era porque si todo aquello vena "a favor",
al da siguiente habra bofetadas por apuntarse otra vez a Falange, como en 1939; y la
segunda, porque si vena "en contra" era prudente no dar facilidades a los presuntos
"depuradores", que no faltaran.
A ltima hora de la noche, antes de que saliera el Rey en pantalla dando orden a los
militares "pronunciados" de volver a sus cuarteles, consegu por fin hablar por telfono con mi
hermano Diego, que era en aquellos momentos el Subjefe Nacional de FE de las JONS, y
que me cont lo que saba de primera mano: nuestro Jefe Nacional Raimundo FernndezCuesta, que era Ministro Togado de la Armada en la reserva, aprovechando su graduacin se
haba personado en el Congreso, que es donde estaba el mogolln, y all le haban contado con Tejero an dominando la situacin en el interior - que todo se reduca a una especie de
pronunciamiento de varios generales monrquicos, que en cuanto el Rey lo ordenase, (como
as fue) volveran a sus cuarteles. Efectivamente, mi hermano tena una informacin exacta,
porque media hora despus el Rey sala en pantalla y acababa con el pronunciamiento,
aunque todo el mundo opin que tard mucho en ello. Luego se justific la tardanza porque
se dijo que estuvo previamente hablando con todos los Capitanes Generales para asegurarse
su lealtad.
Tras la intervencin del Rey, todos nos fuimos a dormir, con la sensacin de que en
aqul rompecabezas faltaban piezas; pero no ramos nosotros quienes tenan que
encontrarlas. El mal llamado golpe militar del 23-F - en realidad no pas de ser un
pronunciamiento militar de los que tanto abundaron en el siglo XIX -fue absolutamente
incruento, salvo el trocito de escayola que le dio al diputado Sagaseta en la nariz tras los
disparos de los Guardias al techo del hemiciclo, y las diarreas desencadenadas entre algunas
de sus seoras, que curaron sin secuelas.
En Valencia, nico lugar en que se not presencia militar en las calles, los carros de
combate que se dieron un paseo por la ciudad lo hicieron parndose en los semforos, igual
que los taxis, por lo que aquello se pareci ms a unas maniobras urbanas que a un golpe
militar.

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LAS SECUELAS DEL 23-F Y LA POSTERIOR ORGIA DE "GOLPES", MAS O


MENOS COMPROBADOS
A partir del 23 de febrero de 1981, se desat una autntica caza de brujas por parte de
la prensa amarilla y de los pretendidos "periodistas de investigacin", que todos los das
descubran tramas terrorficas para "acabar con la Democracia". Naturalmente en sus
elucubraciones intentaban siempre involucrar a lo que ellos llamaban, con la simplicidad de
los necios que les caracteriza, "la Extrema Derecha", en la que incluan a la Falange, (de la
que nunca se han molestado en estudiar su ideologa, que est en las antpodas de la
Derecha y de la Extrema Derecha), y a miembros del Ejrcito.
Se puso de moda bautizar los golpes como el del 23-F: as tuvimos el 24 J, el 27-0,
etc. Algunos de ellos rozaban el delirio, como aquello de los militares que se dejaban una
cartera conteniendo todos los documentos del golpe, con listas de los golpistas, en el
portamaletas de su coche, olvido que aprovechaban los agentes del CESID (me los imagino
corriendo de rbol en rbol, con pasitos cortos como la Pantera Rosa) para abrir el
portamaletas mientras los conspiradores se tomaban unos vinos, fotografiar los documentos y
dejar otra vez la cartera en su sitio. De pelcula del agente 007, o de la Pantera Rosa, segn
se mire. Y es que no se puede ir tanto al cine.

LA FALANGE SE RENUEVA, Y LA CONJURACIN DE LOS NECIOS INTENTA


INVOLUCRARLA EN GOLPES IMAGINARIOS
En 1983 se celebr la Asamblea General de militantes de FE de las JONS, en la que
Raimundo Fernndez-Cuesta ( cuyo mandato terminaba aqul ao) renunci a presentarse a
la reeleccin, por lo que proceda el nombramiento de un nuevo Jefe Nacional. El
nombramiento recay en mi hermano Diego Mrquez, por inmensa mayora de los votos
emitidos por los compromisarios procedentes de todas las provincias; tras el nombramiento
de nuevo Jefe Nacional, se renovaron todos los cargos, y una nueva generacin falangista
tom el relevo de la anterior. No dir que ramos mejores ni peores que aquellos a quienes
relevbamos, pero s que, al ser ms jvenes, pertenecamos a la generacin falangista que
cuestion al Rgimen de Franco fundamentalmente por el escamoteo que ste hizo de la
Revolucin, al dejarla en "grado de frustracin", por decirlo en lenguaje jurdico. Este "no
franquismo" nuestro (jams lo llamar antifranquismo, no sea que nos identifiquen con
tantsimo gilipollas) nos permita desenvolvernos en los nuevos tiempos con ms soltura que
a los falangistas "franquistas", demasiado inmersos en la nostalgia de un Rgimen fenecido
sin remedio.
Esta Falange renovada en 1983, libre de ataduras al antiguo Rgimen, no gust nada
a la Prensa amarilla, que rpidamente prepar sus bateras para tratar de hundirla.
En efecto, en el verano de aqul mismo ao, la revista Tiempo, que entonces diriga el
inefable Julin Lago con su peluqun, public un reportaje sensacionalista, al que dio los
honores de portada con una foto a todo color bajo el ttulo de "Falange se echa al monte". En
el interior de la revista apareca un reportaje delirante, en el que se relataba que la Falange
preparaba, para el Curso acadmico que se iba a iniciar en octubre, un asalto a la
Universidad, para lo cual haba organizado un campamento en Candelario (Salamanca) en el
que haba estado entrenando comandos armados, con la colaboracin de militares, que
acudan en jeeps con las armas y una vez terminado el entrenamiento recogan stas y los
casquillos de la municin, (que ya es tarea) y se largaban con viento fresco. (El reportaje no
aclaraba qu coo bamos a hacer en la Universidad despus de tan rocambolesco asalto: si
dar clases de tiro a los bedeles o tontear con las nias de Filosofa, como en los buenos
tiempos). El reportaje contena un sinfn de estupideces ms, y unas cuantas fotografas, con
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su correspondiente explicacin: en una apareca Diego, sentado alrededor de una mesa con
los mandos del campamento hablando de sus cosas, y el pie de la fotografa deca: "el jefe
Nacional, dirigiendo las maniobras militares". En otra se vea a un muchacho con un pacfico
perro, y el pie de la foto rezaba: "los falangistas tienen perros adiestrados para atacar".
Aunque el reportaje, de puro imbcil, careca de todo atisbo de credibilidad, hizo su
dao, pues "calumnia, que algo queda"; as que no hubo ms remedio que acudir a los
Tribunales y demandar a la revista Tiempo. Por supuesto, la justicia dio la razn a Diego, pero
la sentencia firme del Tribunal Supremo se obtuvo casi diez aos despus de la demanda,
con lo cual a Julin Lago le dio tiempo a cambiar de revista y de peluqun, perdindose la
ejemplaridad de la condena.
Tambin, y por las mismas fechas, la revista Intervi public otro reportaje
involucrndonos en uno de los muchos "golpes" (existentes solo en la imaginacin de algunos
meritorios del periodismo amarillo) que eran descubiertos por los esforzados reporteros;
naturalmente se les llev a los Tribunales, que condenaron a la revista, aunque con el retraso
tradicional de la justicia espaola, de la que se puede decir que casi siempre es justa, pero
ms lenta que el caballo del malo.
A pesar de tantsimo cabrito (y les quito muchos aos) como nos atacaba, la Falange
en aquellos aos creca y se consolidaba, e incluso obtena bastantes concejales en las
elecciones municipales de muchos pueblos.
Yo fui nombrado jefe Territorial de las provincias de Murcia y Albacete, cuyos jefes
Provinciales eran dos magnficos falangistas: Miguel Hernndez Cegarra y Ventura Abelln.
En la jefatura Local de Cartagena me sucedi Manolo Roig Serrano de Pablos, inmejorable
como mdico, como falangista y como persona, as que la Falange de la antigua regin
(Murcia y Albacete) tena futuro y prestigio. (no le faltaba ms que dinero).
Pero a pesar de nuestra absoluta pobreza, concurramos a todas las elecciones que
se convocaban: Generales, Autonmicas y Municipales, y al menos nos hacamos or en los
medios que estaban a nuestro alcance, dando a conocer nuestras ideas.
En todas las poblaciones importantes de las provincias de Murcia y Albacete tenamos
jefaturas Locales, con bastantes militantes, sobre todo en las capitales; de vez en cuando
celebrbamos reuniones con la vecina jefatura Territorial de Valencia, que tambin contaba
con gran nmero de jefaturas Locales en sus tres provincias.
La Falange demostr que a pesar de los ataques e insidias que se nos lanzaban tanto
desde la Derecha como desde la Izquierda, habamos sido capaces de resurgir sin contar con
la ayuda de nadie, sino ms bien todo lo contrario.
Los ms indignantes eran los ataques procedentes de la Derecha; esa Derecha que
estuvo en el poder absoluto con Franco cuarenta aos, y que a la muerte de ste, no "le
guard el luto" ni cinco minutos, apresurndose a "chaquetear" de la manera ms
vergonzosa; aquello recordaba mucho a lo que hicieron tantos monrquicos con Don Alfonso
XIII cuarenta y cuatro aos antes.
Vivir para ver.
En 1986 se inaugur la sede de Falange Espaola de las JONS en Bilbao. All, un
puado de jvenes falangistas, que antes constituan el Crculo Jos Antonio de Bilbao,
mandados por Santiago Pisonero, se haban empeado en que tambin resurgiese la
Falange en las Vascongadas, contra viento y marea y contra todo pronstico. Y en efecto, no
solo lo consiguieron, sino que asimismo lograron abrir un local en una calle cntrica de Bilbao,
a base de rascarse el bolsillo. A la inauguracin del local, adems del jefe Nacional y dems
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Mandos Nacionales, asisti una abundante representacin de falangistas de toda Espaa,


para "arropar" a los camaradas bilbanos, que estaban "solos frente al peligro". De Cartagena
nos desplazamos ocho camaradas: recuerdo a Carlos Len, Fulgencio Segado, Pascual
Snchez Miquez, Antonio Macin, Javier... En total, de toda Espaa acudimos alrededor de
ochocientos, que nos alojamos en hoteles y pensiones.
Despus de la inauguracin del local, cenamos y nos dimos una vuelta por Bilbao, sin
despojarnos de nuestra camisa azul, "alegre y postinera", como deca la cancioncilla. La
gente nos miraba como si viera visiones, pero nadie se meta con nosotros. A eso de las once
de la noche, los cartageneros nos retiramos a nuestra pensin, salvo el camarada Macin y
yo, que nos fuimos a tomar una copa en un bar de aspecto abertzale. Nuestra entrada en el
bar, con las camisas azules "al viento", fue acogida con miradas ms bien torvas por los
parroquianos, que se tocaban con enormes boinas negras encasquetadas hasta las orejas;
pero una vez pasada la sorpresa, se sumergieron en el consumo de sus "chiquitos", no sin
dejar de mirarnos de reojo. Nosotros dos, en la barra, pedimos un par de copas de coac,
momento que aprovech Antonio Macin para decir en voz alta que "Espaa es lo ms
grande, hombre". Yo asent con la cabeza, sin perder de vista a los de las boinas, que se
hacan los locos y miraban para otro lado. Antonio repiti su aseveracin de que "Espaa es
lo ms grande, hombre", sta vez en voz ms alta. Los de las boinas se concentraron una vez
ms en sus "chiquitos", sin mirarnos. Luego, Macin dio un par de vivas a Espaa, semicontestados tmidamente por algunos de los "emboinados", y tras pagar, nos humos del bar.
Hay que aclarar que Antonio Macin tiene un complexin muy robusta, que incita poco a
llevarle la contraria. Una vez fuera del bar, se empe en que entrsemos en otro, a tomar la
ltima copa. Le ped por su madre que no repitiese el nmero, pero le haba cogido gusto al
asunto, y lo repiti, tambin con xito, pues nadie nos llev la contraria. Finalmente consegu
que se metiera en la cama - era mi compaero de cuarto - donde inici un interesante
concierto de ronquidos, durmindose con el sueo de los justos.
Al da siguiente, que era domingo, nos concentramos en la glorieta Elptica los
ochocientos falangistas que habamos acudido a Bilbao; desde all, y con una enorme
bandera espaola (sin escudo, para evitar polmicas) al frente y bajo la lluvia, iniciamos una
marcha pacfica ("paseo cvico" es como le llamamos para que nos dieran el permiso) y en
silencio por la Gran Va; dimos una vuelta a toda la ciudad, incluidos los barrios
tradicionalmente batasunos, y regresamos otra vez a la glorieta, donde tras cantar el Cara al
Sol (con gran contento de los Guardias Civiles que custodiaban el Gobierno Civil) nos
disolvimos, para entrar en el Hotel Carlton, donde celebramos un acto poltico. La verdad es
que no tuvimos el menor incidente durante los dos das que estuvimos en Bilbao; todos
regresamos sin novedad a nuestras ciudades de origen, con el agradecimiento de los
camaradas bilbanos, que al menos aquellos dos das no se sintieron solos.
Cuando relato sta concentracin falangista en Bilbao y nuestro "paseo cvico" por la
ciudad con la bandera de Espaa, hay gente que me dice que eso fue una provocacin.
Hemos llegado en "ste pas" a tal grado de extravagancia y gilipollez, que exhibir la bandera
espaola en Espaa se considera una provocacin. Seguramente es que estamos
equivocados, y lo que deberamos exhibir es la bandera de Islandia, para no provocar.
En noviembre de 1989, con 59 aos de edad, pas a engrosar las filas del paro. Mi
empresa, que ya haba cerrado casi todos sus establecimientos en Espaa, decidi que "para
poca salud, ninguna", y en 1988 comenz el desmantelamiento de las instalaciones en
Cartagena y en la Unin; primero se deshizo de los talleres de La Maquinista de Levante,
para seguidamente ceder a otra Empresa (Portman-Golf) las explotaciones mineras de la
sierra de Cartagena-La Unin y todos los terrenos afectados a dichas explotaciones (24
millones de metros cuadrados) situados en los trminos municipales de Cartagena y La
Unin. nicamente conserv (aunque por poco tiempo) la Fundicin de Santa Luca, situada
junto al Puerto y en la barriada del mismo nombre.

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La causa principal del cierre (que acab en una suspensin de pagos) fue la crisis
irreversible de la minera en general y de la minera del Plomo en particular; y como causas
aadidas, el acoso a que fue sometida irreflexivamente por las distintas Administraciones,
(Central, Autonmica y Municipal) por los ecologistas y por los Sindicatos, que en vez de
intentar ayudar a mantener los puestos de trabajo, se dedicaron con gran porfia a ver quien
"daba por saco" con mayor brillantez, consiguiendo finalmente que Pearroya tirase la toalla y
se marchase con viento fresco a pases menos conflictivos o ms inteligentes. Las empresas
creadas "ad hoc" para recoger los despojos y "vestir el mueco" tardaron poco en
desaparecer, y como siempre ocurre, la plantilla fue la que se qued a la intemperie, o sea,
en la puta calle.
Ni que decir tiene que los dos ltimos aos de mi vida laboral - abogado de una
empresa abocada al cierre - no fueron precisamente la Feria de Sevilla, por poner un ejemplo
de cosa agradable y divertida. Por el contrario, fueron dos aos para olvidar: todo eran
conflictos, huelgas, plantes, multas..., as que el paro fue un autntico blsamo para tan
ajetreado final.
Por pura profesionalidad, termin los asuntos que Pearroya tena pendientes en los
distintos Organismos y Tribunales, y me traslad a vivir en Madrid, de donde haba salido, con
mi maleta y mi gabardina, un lejano da de noviembre de 1956, es decir, treinta y tres aos
antes.
Durante los dos aos en que percib las prestaciones por desempleo, y dado que
dicha percepcin es incompatible con el ejercicio de la profesin, aprovech para hacer una
Diplomatura de Derecho Comunitario Europeo en ICADE; despus ejerc como abogado
varios aos, hasta que, perplejo y estupefacto de ver cmo funciona la justicia en ESTEPAIS
(de soltera Espaa), no pude resistir tanta maravilla y decid colgar la toga, que haba vestido
durante cuarenta aos.
En cuanto a mi actividad poltica, la dej en suspenso en 1989; despus se han
producido lamentables escisiones en Falange Espaola de las JONS, que han hecho perder a
sta importancia y operatividad.
Confo en que algn da se imponga la cordura, y todos los falangistas comprendan
que con las subdivisiones "ad infinitum" solamente se va al desastre y finalmente a la
desaparicin, cosa que no debemos permitir que ocurra, pues la Falange, con todas sus
virtudes y defectos, con todos sus aciertos y errores, es con absoluta seguridad la ideologa
ms limpia que ha conocido Espaa en el siglo veinte.

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CONSIDERACIONES FINALES, O HABLANDO CONMIGO MISMO


Despus de sesenta y seis aos militando en la Falange (desde los seis hasta los
setenta y uno, que ya es contumacia), he llegado a la conclusin de que "algo tiene el agua
cuando la bendicen". Seguramente cuando "me apuntaron", a los seis aitos, yo no era
consciente en absoluto de en lo que me estaba metiendo; y est claro que luego, pasados los
aos, y ya responsable de mis actos, tuve mil ocasiones y pretextos para abandonar tan
incmoda y poco rentable ideologa, como han hecho tantos y tantos. All ellos. Pienso que a
algunos les quedar por lo menos algo del estilo y "modo de ser" que debieron aprender en la
Falange, y consciente o inconscientemente lo ejercitarn all donde estn. Ser lo mejor que
tengan en sus vidas.
Lo que pasa es que esto de ser falangista no trae ms que incomodidades y
problemas, y desde luego, dinero ninguno. Y menos ahora, en que los falangistas hemos
quedado como los nicos y extraos seres que inventaron y mantuvieron el franquismo
durante cuarenta aos. Al parecer, los tenamos como el caballo de Espartero, pues
mantuvimos un Rgimen abominable (la oprobiosa Dictadura) casi medio siglo, contra la
voluntad del resto de los espaoles y del resto de la humanidad. Hacen falta cataplines para
eso, eh?
La verdad es que cataplines no nos faltaron nunca, pero no fue precisamente por eso.
Al franquismo lo sostuvo, con la anuencia y el aplauso de casi todos los espaoles, la
Derecha (poltica y econmica) que nunca ha dejado de estar en el poder. Esa Derecha que
cuando le convino se visti de camisa azul - eso dur poco - y en cuanto vinieron mal dadas
(all por 1945), se visti de lo que hiciera falta para no perder comba.
Nosotros, con una ingenuidad (la famosa "ardorosa ingenuidad' rayana en la estulticia,
nos dejamos manejar por el Rgimen (la Derecha), que se apropi de nuestros smbolos y
consignas ms retricas, pero que releg al ltimo lugar del olvido lo nico que realmente
justificaba la existencia de la Falange: la Revolucin Nacionalsindicalista. Bien es verdad que
no es que se olvidase de ella; es que la "nombr" tanto que la dej hecha unos zorros sin
estrenarla. La convirti en un tpico que devino en otro tpico: la Revolucin pendiente, que
esa es otra.
Y as andamos, que en esto de la Revolucin yo ya no s "si soy de los nuestros";
como dira el famoso Ramonet, "hasta vergenza me da de nombrarla".
Y es que las revoluciones no hay que nombrarlas; hay que hacerlas, sin amagar tanto.
Y no la hicimos, que es nuestro pecado. Y en el pecado llevamos la penitencia.
Pero no es mi intencin filosofar, y menos a estas alturas de la vida. Lo que s quiero
dejar claro es que a m la Falange me hizo ser como soy, y estoy muy satisfecho de ser como
soy. En la Falange aprend - al menos aprend a intentarlo siempre - a ser honrado conmigo
mismo y con los dems; a no tolerar la injusticia, ni el abuso de los poderosos; a hacer lo que
tengo que hacer, me apetezca o no; a decir la verdad, duela a quien duela; a ser leal a mis
convicciones y a mis amigos hasta la muerte; a amar a Espaa a pesar de muchos
espaoles; a ser leal a la ideologa falangista, aunque hoy cotice a la baja; y a muchas cosas
ms que configuran mi forma de ser, y que no voy a seguir poniendo aqu, porque tambin
aprend a no vanagloriarme en demasa de mis presuntas virtudes.
As que, al menos, a m la Falange s que me "revolucion" personalmente, y por ah
es por donde deben empezar las Revoluciones como Dios manda.
Y hemos llegado al final. Yo no he tenido que descargar mi conciencia, como otros ellos sabrn por qu - pues mi conciencia est limpia como una patena. Me he limitado a
descargar mi memoria poltica en el mbito en que me desenvolv. Otros, con ms autoridad y
perspectiva que yo, podrn escribir la historia de la Falange y sus vicisitudes con el Rgimen
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Fernando Mrquez Horrillo - Un falangista de filas

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de Franco, cosas complicadas donde las haya; pero alguien debera hacerlo, y no dejar sta
tarea a nuestros enemigos.

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Fotos del libro "Un falangista de filas"

Fermn Hornillo Manzanares

Manuel Hornillo Manzanares

Isidro Mrquez y Ramrez de Arellano con sus oficiales

Con mi escuadra en un campamento volante en La


Salceda (Segovia). 1946.

Con mi escuadra en un campamento volante en La


Salceda (Segovia). 1946.

Con mi escuadra en un campamento volante en La


Salceda (Segovia). 1946.

Mandos de la Guardia de Franco de Madrid

En el cementerio de Aravaca, poniendo una corona de


laurel en la tumba de Ramiro Ledesma Ramos, que
descansa en una fosa comn junto a varios cientos de
personas ms, fusiladas por los rojos en octubre y
noviembre de 1936. 1951.

Con mi escuadra en un campamento volante en La


Salceda (Segovia). 1946.

El Escorial, Curso de Mandos del SEU, diciembre de


1951.

En la base area de Getafe ante un C-3 Douglas. 1951.

El Escorial, Curso de Mandos del SEU, con Flix


Izquierdo y Fernando Elena. 1951.

El Autor entre dos futuros "disidentes": Eugenio


Martnez Pastor y Gabriel Elorriaga.

La Tuna de Derecho marcha por la calle de San


Bernardo, diciembre de 1951.

Los panderetas de la Tuna alegran con sus repiqueteos


los pasillos del Ministerio de justicia en Madrid.

La Tuna Universitaria de Derecho visita la casa del


diario ARRIBA.

Poniendo una corona de laurel en la fosa comn de los


asesinados en Paracuellos el 7 de noviembre de 1936
(entre ellos, mi to Amador Martn). En total fueron
asesinadas ms de 10.000 personas en Paracuellos del
Jarama con la eficaz ayuda de las Brigadas
Internacionales.

La Tuna de Derecho entrando en el Palacio del Pardo,


diciembre de 1951.

9 de febrero de 1952. Homenaje a los Cados en la


lpida de la Universidad Central de Madrid. Colocando
El jefe Nacional del SEU, Jorge Jordana, pone una
la corona: Jos Antonio Elola, Delegado Nacional del FJ En Solrzano, Santander; en el centro, Nicols Murga,
corona de laurel en la tumba de Matas Montero, primer
y Jorge Jordana, jefe Nacional del SEU; en primer
Lugarteniente General de la Guardia de Franco.
seusta asesinado por los rojos en 1934.
trmino, junto al Autor, Luis Teigell, jefe Provincial del
SEU.

El Pueyo de jaca, Pirineos, con Eusebio Gamo y m


hermano Diego.

Navacerrada, con Gabriel Elorriaga, Eugenio Martnez


Pastor y Ral Chavarri Porpeta. 1952.

La Centuria 20 desfilando por el Paseo de Rosales en


Madrid. 1955.

Formacin en la calle Quintana de Madrid. 15 de mayo


de 1956: VII Aniversario de la Centuria 20.

Viaje a Italia; al fondo el "Blido" con el que recorrimos


el pas a 60 km. por hora. 1957.

Giulino di Mezzegra. Al fondo grupo de "Carabinieri"


que acudieron para protegernos de la anunciada
"agresin" comunista. Al fondo puede verse nuestro
"Blido". 1957.

Pepe Aragn, Manolo Puente y el autor, poniendo unas


En el Campo 10 de Musoco (Miln), colocando una
flores en el lugar donde fue asesinado Mussoloni, en corona de laurel en la tumba a los Cados del RSI, julio
Giulino di Mezzegra, julio de 1957
1957.

Publicada en el "La Legione", Miln 24 de julio de 1957,


rgano de prensa de la "Federazione Nacionale
Combattenti Repubblica Sociale Italiana. Musocco,
Campo 10 Depositando una corona de laurel con los
colores espaoles.

Publicada en el "La Legione", Miln 24 de julio de 1957, Publicada en el "La Legione", Miln 24 de julio de 1957,
rgano de prensa de la "Federazione Nacionale
rgano de prensa de la "Federazione Nacionale
Combattenti Repubblica Sociale Italiana. Cantando el
Combattenti Repubblica Sociale Italiana. El General
Cara al Sol.
Bergonzoli pronunciando su discurso.

Publicada en el "La Legione", Miln 24 de julio de 1957,


rgano de prensa de la "Federazione Nacionale
Combattenti Repubblica Sociale Italiana. Frente a la
tumba de los Caidos del RSI en el Campo 10 de
Musocco.

Puertollano, en m despacho de Abogado de la SMMPE


en la mina Asdrbal.

El Autor, recibiendo la Medalla de Oro a la Constancia


del FJ en el Campamento de la Peota. 8 de julio de
1959.

Los Concejales de Puertollano saludando a Franco en


la inauguracin de la Casa Sindical. Junto a Franco,
Lpez Bravo y Solis (minutos antes, tuve el incidente
con Murga que relato en estas pginas), junio de 1966.

El Autor con los jvenes falangistas cartageneros en


Cabo de Palos, julio de 1982.

El Autor con un grupo de falangistas cartageneros:


Leandro, Pencho Segado, Carlos Len, Julin Galindo,
Antonio Macin, Pascual S. Maquez ... en Cabo de
Palos. 1982.

Comida de Hermandad en "El Soto", Murcia. 1983.

El Autor con Antonio Macin en un bar del barrio viejo de


Acto politico con motivo de la inauguracin de la sede de
Bilbao, tras reiterar a los parroquianos que "Espaa es lo
FE de las JONS en Bilbao. 1986.
ms grande, hombre!". 1986.

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