Los Sujetos de La Practica
Los Sujetos de La Practica
Los Sujetos de La Practica
Algunos supuestos
El uso cotidiano obliga a menudo a nombrar "los practicantes" sin la necesidad
de aclaraciones adicionales. Hablando de ellos entre colegas, en y desde la
institucin superior, en la escuela donde se realizan las prcticas y con sus
maestros y directivos, se sabe en general a quines se hace referencia cuando
se los nombra. - ' El practicante sera una construccin de las instituciones
formadoras de las propuestas de formacin, que se basara en un conjunto de
supuestos, es decir, un resto de ideas e imgenes que suscita, no explicitadas.
Cul sera ese resto? Se tratara de mltiples acciones o estados, vinculados
a la institucin escolar donde habrn de desplegarse las prcticas; con sus
alumnos, sujetos del aprendizaje; con la institucin en nombre de la cual se
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Los
supuestos
practicante:
en
relacin
con
el
Iniciarse en la docencia
Por qu se recuerdan de maera singular las primeras prcticas? Qu
caractersticas tiene esa experiencia para instalarse como algo particularmente
significativo para quienes la vivencian? Son rasgos que permiten distinguirla de
otras experiencias docentes?
En el anlisis de esta cuestin se acude a los aportes de un enfoque socioantropolgico". intentando una reconstruccin de sentidos desde las condiciones
de esa prctica y su significado para los sujetos que son actores privilegiados.
Como enunciado generalizado en los alumnos y en un sinnmero de docentes e
instituciones, realizar la prctica de la enseanza o. ms condensada y
frecuentemente, realizar las prcticas, significa "iniciarse en la docencia".
En este sentido, los "practicantes" participan de un acto novedoso de
insercin en u n universo de prctica extrao hasta esta experiencia. Por
qu "iniciacin"? Por qu leerlo como rito de institucin? Qu marcas deja en el
sujeto esta experiencia novedosa? De hecho, la acreditacin con un ttulo - l a
credencial que se otorga al concluir la formacin, una vez aprobadas "las
prcticas"- instala ya una diferencia de estado. Ese es un medio por el que se
autoriza el hecho de dejar de ser alumno para pasar a ser docente. Hay un efecto
de distincin que cuenta fundamentalmente con un reconocimiento social, con
cierta legitimacin (determina, por ejemplo, el "poder" ejercer la docencia en uno u
otro nivel del sistema educativo). Tal vez "las prcticas" se recuerden slo, y nada
menos, por ese efecto de distincin. Pero es posible pensar tambin que. junto al
"pasaporte" al trabajo remunerado y socialmente reconocido, operan otras
cuestiones, menos transparentes, ms desafiantes a un desciframiento (Coria.
1992).
Desde esta visualizacin. se propone pensar la prctica como un conjunto de
rituales, acuados y consolidados en el trascurso del tiempo por sus actores
principales, los formadores y practicantes, que dejarn una impronta muy
significativa en los sujetos.
Seran, por ejemplo, signos de rituales las sucesivas presentaciones que se
demandan al practicante para encarar sus prcticas: presentacin en instituciones,
en general formales: presentacin a los docentes a cargo de los grados o cursos;
presentacin de planificaciones a los orientadores, a los maestros o profesores;
presentacin de recursos para las clases, "buena presentacin", entre otras. Pero
es posible dar otro giro con el pensamiento y reconocer qu ocurre tras las
presentaciones, qu se representa en cada pequeo acto.
Las ideas de Pierre Bourdieu, expuestas en su trabajo "Los ritos de institucin" (en Qu
significa hablar, 1985) , han inspirado estas reflexiones. El autor refiere al hecho de que el
sentido de institucin puede ser visto como acto, con la visin del movimiento, que rompe
con la idea de la institucin como lo ya dado, que cuenta con estabilidad y definiciones
tpicas. Cuando algo se instituye, significa que se instala como legtima una diferencia que
puede ser natural. As. las diferencias sociales entre sexos, sobre la base de las diferencias
biolgicas, o las diferencias entre clases sociales, que quedan naturalizadas. Les ritos de
institucin seran los mecanismos posibilitantes de legitimacin de esas diferencias. Un
cierto estado puede ser transformado a travs de actos rituales. Estamos frente a lo que
suele denominarse en antropologa "ritos de iniciacin" (por ejemplo, prcticas de pasaje
de la niez a la adolescencia).
Las diversas historias seran como escenarios que marcan diferencias: la historia
de la institucin formadora en encuentro con la historia de la institucin que recibe
practicantes; la trayectoria socio-cultural de los practicantes; las representaciones de
esos sujetos respecto a i a escuela, al sentido de la experiencia escolar.
El pasado se presentifica. No da lo mismo pertenecer a uno u otro instituto de
formacin cuando se llega a una escuela para asumir las prcticas. As. seria posible
reconocer una gran diversidad en los recorridos formamos en otros mbitos escolares.
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Siguiendo en esto a Edwards y Mercer (1988). al hablar de discurso educacional y sus reglas,bsicas, se hace
referencia a las comprensiones implcitas que deben tener los participantes en las situaciones de intercambio, por
encima de cualquier comportamiento estrictamente lingstico, a fin de dar sentido adecuado a lo que el otro est
intentando decir o intentando conseguir al decir algo. El conocimiento compartido comn, dentro del cual tiene sentido
el discurso, incluye todo tipo de experiencias compartidas, lingsticas, no lingsticas, supuestos, percepciones,
comprensiones. E>as reglas bsicas seran: ''1. Es e: maestro quien hace las preguntas. 2. El maestro conoce las
respuestas. 3. La repeticin de preguntas supone respuestas errneas". Cuando los alumnos preguntan, "pueden estar
buscando informacin, gua o permiso para hacer algo'. en tanto, cuando el maestro pregunta "...est comprobando
que los alumnos i i b e n lo cae deber, saber, poniendo a prueba su conocimiento, comprobando si prestan atencin,
definiendo su agenda en cuanto a pensamiento, accin y discusin I...] la mayora de las preguntas que hacen los
maestros no buscan informacin. Forman parte del armamento discursivo de que disponen los maestros para controlar
temas de discusin, dirigir e! pensamiento y accin de los alumnos y establecer los lmites de la atencin compartida,
de la actividad conjunta y del conocimiento comn'. As. el maestro puede actuar como arbitro de la validez de los
conocimientos.
Sin embargo, en estas instancias podran cobrar fuerza ciertos sntomas de lo que
algunos autores denominan estrategias de "sobrevivencia" en el aula. Qu ocurre
cuando, el practicante se equivoca? Qu ocurre cuando inicia su intercambi
sosteniendo que est en la misma posicin que los alumnos, es decir que es tan
alumno como ellos?
Qu ocurre cuando entre los alumnos comienzan a emerger ciertos "pactos" por los
que las preguntas de saber se transforman en preguntas provocativas, de puesta a
prueba del saber? O cuando, instalados en el descubrimiento de que los practicantes
sern tambin evaluados, comienzan a buscar alianzas para garantizar el xito a doble
va? Qu definira en este caso el xito y el fracaso?
Las respuestas de los practicantes pueden y suelen ser mltiples. He all mucho de lo
que ocupa el tiempo de la lgica de esa prctica: construir reglas implcitas desde las
estrategias, no siempre conscientes, que se esbozan en su trayectoria como sujetos.
Pero en este caso se impone ya quitar el parntesis a la presencia de los
observadores en las aulas: docente-tutor y profesor del curso. Es quizs esa presencia
la que define las condiciones de posibilidad de que este tipo de comportamientos
adquiera fuerza porque, imaginariamente, acta como un lugar de reflejo en el que se
miran las novedades.
Ms all del carcter intencionalmente colaborativo de esta actividad, la observacin
opera en este caso como espejo. En l, no slo se mira el practicante, sino que se
dibujan los perfiles de la interaccin con los sujetos alumnos: ellos mismos lo viven
como un vrtice clave y buscan un punto de existencia.
Para esos alumnos, la presencia del observador opera como refuerzo al espontneo y
libre juego de la complicidad y la simulacin. Estos procesos encuentran en la
observacin una manera de hacerse ms conscientemente sostenidos. Es all donde
puede evidenciarse la falla del practicante, que ser tal en la medida en que se rompe
la autonoma ficcionada de la soledad del aula, porque, si bien nunca se est
definitivamente solo en ella, es cierto que se lo est menos cuando los que participan
prestan atencin a la presencia de cuerpos que no son los que definen la emergencia
en el doble sentido de urgencia y surgimiento- del acto educativo. Ahora bien, va de
suyo que no todo lo que ocurre en el aula es de dominio de lo imaginario, y que. por
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LOS FORMADORES
Al analizar los procesos de prctica de la enseanza, desde .la perspectiva de los
sujetos formadores, se plantean mltiples interrogantes que expresan, de algn modo,
las implicaciones y complicaciones que esta posicin pone en juego. Antes de
considerar un posible enfoque que encuadre el trabajo de formacin en ese proceso,
se propone un ejercicio de reconocimiento de lo que podra caracterizarse como la
dramtica de este lugar. Ocurre que, a pesar de ocupar una posicin relativamente
resguardada, el docente que la asume se hace cargo de un sinnmero de situaciones
que lo implican con altos niveles de exposicin personal. Darse cuenta de esta
problematicidad supone ciertos modos centralmente interrogativos de encarar la tarea.
No obstante, aunque no se sea demasiado consciente de las aristas de la
complicacin, ella se impone con insistencia.
Con diferentes matices, recorre pensamiento, imgenes, percepciones del docente, se
expresa en forma de malestar, habla en parte de cierta cuota de sufrimiento del
docente formador. Un nudo central de la cuestin quedara definido por la variabilidad
de situaciones que debe asumir si su funcin es trabajar con un grupo relativamente
numeroso de practicantes. Ya no se tratar de la clase cuyo recorrido queda delineado
"antes" del encuentro, sino de un trabajo que supone operar con el
peiTsutiiiUQ_de^tro^_en un aqu y un ahora, sin que sea prcticamente programable,
con fuertes intuiciones sobre lo que el otro puede o no hacer, pero abierto al desconcierto de la imposibilidad de predecir tan slo parcialmente. Este esfuerzo de
anticipacin relativa y sin garantas de lo que vendr, por estar sujeto a la lgica del
pensamiento y la produccin de otro, es lo que dotara, en parte, de singularidad al
trabajo de un docente formador de practicantes, haciendo las veces de estructura de
esta funcin. Podra sostenerse que ello dramatiza con crudeza, o al extremo, mucho
de lo que en el fondo ocurre con las prcticas docentes en general cuando lo
planificado pierde lo estrictamente previsto por efecto de sus re significaciones
obligadas en contacto con alumnos. Cmo inicia un docente el dilogo con un
practicante cuando se trata de discutir una propuesta para las prcticas? No se puede
definitivamente apuntar lo que har. Acaso el docente formador de practicantes
formule algn interrogante como disparador, pero es posible suponer que, saleo en
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DOCENTES
DE LAS INSTITUCIONES
Mirar desde el lugar del docente de la institucin en que se realizan las prcticas
plantea un giro sustancial en el anlisis. Exige alterar el orden de los significantes,
poniendo por delante la primaca de otro sujeto, cuya preocupacin central es
asumir procesos de enseanza en diversas disciplinas, y no la formacin de
practicantes, aunque por tradicin los reciba.
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Esta situacin, por s misma, ya propone algunos signos para ser interpretados. El
docente de las instituciones, a menos que se lo convoque explcitamente, no participa
de la intencionalidad que caracteriza esa formacin. Sera factible interrogarse
entonces: por qu y para qu un docente se dispone a facilitar el lugar en que se
reconoce en tanto maestro: para que otro ocupe su lugar? Cul es el sentido que
tiene esta actividad para l? Cules son los beneficios, cules, los. costos? Puede
ser por muchos conocido que hay ocasiones en las que no se trata de una disposicin
en el estricto sentido de una voluntad de apertura.
Suele ocurrir que, en las escuelas en las que se realizan las prcticas, la cuestin de
recibir o no practicantes sea decidida relativamente al margen del deseo del docente a
cargo. Ello tendr sus propias consecuencias; y su tratamiento se deja por ahora en
suspenso. Debe admitirse, sin embargo, que el mero hecho de abrir las puertas de. u n
aula supone, al menos, abrir en simultaneidad u n conjunto de situaciones posibles: la
de ser mirado, mostrar o dejarse ver; su inversa, la posibilidad de mirar a otro;
tambin, un acto de entrega, compartir un tiempo de trabajo, o de relativa bsqueda de
otras condiciones cotidianas, es decir, repartir de algn modo ese tiempo. Cualquiera
sea entonces el motivo, e incluso, el modo en que un docente asume esta actividad,
es preciso reconocer el "valor de exponerse", en el doble sentido de valenta e
importancia, al abrir el espacio donde se producen los que constituiran "secretos" de
las singulares formas de encuentro de un docente con "sus" alumnos. Casi de modo
inevitable, es frecuente escuchar innumerables razones que sostendran la decisin
del docente de recibir practicantes: aprender, actualizarse, conocer mtodos nuevos,
hasta la obligatoriedad, entre otras.
Sin embargo, cuando el docente alude a su historia de formacin, estara dando
cuenta de una razn que tendra tal vez ms peso. Reconocerse en el pasado como
sujeto expuesto a la necesidad de que otro "preste" su grado o curso para realizar las
prcticas, en sus tiempos de iniciacin se transforma en el presente en un acto
solidario. Podra descubrirse otro sentido en ciertas expresiones tpicas, por ejemplo,
"tengo practicantes", que en el acto de habla se pronuncian, al tiempo que un gesto o
el tono de voz sealan pesadumbre, cansancio, signos de interrupcin de la actividad
cotidiana. "Tener practicantes" remitira a una posicin novedosa para el docente:
tener algo que ver con la iniciacin de otro, Ser artfice de una posibilidad, que otro se
inicie, aunque ste no sea el eje de los actos de formacin que asume. Sera posible
pensar que este anlisis se relaciona poco con las "cosas dichas" en los pasillos, en
los recreos, o hasta en el lugar del descanso que se encuentra cuando un practicante
da sus clases. En realidad, es algo de lo que casi no se habla. Ya se ha planteado la
fuerza con que queda registrada la marca de la iniciacin en la docencia. Para ello,
evidentemente, son muchos los sujetos que participan, aportando desde sus propias
perspectivas. El docente que "entrega" su aula para esta experiencia, aunque sean
dbiles los trazos que deje, entrega algo que siente le pertenece y tendr
probablemente como beneficio, una vez ms, alguna sea que, algn da, ser
recordada. Tal vez en la experiencia de "salir a buscar" escuelas y maestros, o
profesores "dispuestos", tengan tambin alguna resonancia ciertas aulas que, al
tiempo que abren sus puertas, las cierran al margen del beneficio que puedan recibir
en el futuro. Ocurre que, considerada en s misma, la presencia de practicantes y
docentes formadores irrumpe en la actividad cotidiana y la interrumpe;
fundamentalmente, presentifica una alteridad que est puesta a prueba, pero que
pone a prueba a la vez los propios modos de desenvolverse. El tiempo de las
prcticas sera como u n tiempo de sobresalto.
El practicante y los docentes orientadores ocupan tiempo y espacio escolar, pero,
fundamentalmente, ocupan parte del tiempo interno del docente a cargo del aula, el
que los imagina de un modo muy particular. Cmo se construye el lugar del
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practicante en el imaginario del docente a cargo del curso o grado? En funcin de los
sujetos y contextos singulares, podran articularse, seguramente, variadas hiptesis
que den cuenta de una superposicin de imgenes acerca de ese lugar, algunas ms
ntidas, otras sin lmites definidos. Ellas sern producto de las formas de relacin
concretas que se construyen en un proceso que se va diversificando segn la historia
de cada institucin, de los docentes participantes y de la relacin misma.
mltiples. Los propios, que remueven lo que estaban acostumbrados a mirar y tambin
la forma de hacerlo.
Tambin la mirada de "sus" alumnos. Lo riesgoso para un maestro o docente a cargo
de un grado o curso son las imgenes que ellos construyen y contrastan; su
exposicin, al "prestar" un curso, a que sean ellos quienes comiencen a transitar por el
sendero de las comparaciones. "~*-~~-__ Finalmente, uno podra preguntarse si
l o que suele ser la constante del "repaso" despus de las prcticas no expresa en
alguna medida que los docentes imaginan que el tiempo en ellas insumido, junto al
beneficio a futuro al que se aluda inicialmente, no representa un tiempo de prdida de
un lugar, que sera aprovechado para y por s mismos de otra manera. En este caso,
se impondra para el maestro o el profesor, reinstalar la comparacin, donde el
antecedente de la actividad cotidiana no sera ese tiempo de prctica, que quedara
entre parntesis, sino lo que haca antes, lo que le permita sentir, con la fuerza del
reconocimiento o aceptacin ele "sus" alumnos, la impronta institucional de estar
nombrado como el docente "real". Podran formularse nuevas preguntas. Cul sera
la posicin que asumen los maestros o los profesores en consonancia o a contrapelo
de esa construccin imaginaria? Cmo suelen expresar su malestar cuando de ello
se trata? Cmo hacen para asumir lo que se pone en juego en el tiempo de las
prcticas? Cul es la historia que suelen escribir de su puo y letra? Los maestros y
profesores llegan a construir relitos paralelos a los de las prcticas, que merecen ser
escuchados.
El tiempo ce la incertidumbre del practicante se encuentra compartiendo otros modos
de vivenciar la urgencia desde la posicin del docente a cargo del curso. Se habrn
reconocido relatos en los que, probablemente, han predominado palabras que ponen
el acento en los tiempos de aprendizaje compartido; otros reconocen tiempos de
reencuentro con la transgresin, con la posibilidad de descanso ante los que seran
sntomas de trabajo alienado: tiempos de complicidad, en los que predomine la
identificacin con el practicante: tiempos de ejercicio de la fuerza normativa y
evaluadora. Tambin tiempos de indiferencia porque es muy difcil soportar y aceptar
las diferencias. Interesa reconstruir algunos relatos, al estilo de la confeccin de un
mapa, sin descuidar que, como en toda geografa, los lmites formales se desdibujan
por efecto de los caminos sinuosos o las trampas del terreno. Cuntas veces se ha
asistido con cierta sorpresa al hecho de observar formas muy peculiares de "recibir"
practicantes, que hablan de alguna dificultad, a pesar del deseo manifiesto y
verdaderamente sentido de maestros de aula o profesores de vivir la experiencia de
"las prcticas"? Cuntas veces se han abierto interrogantes sobre los efectos que
ello tiene en el proceso de formacin? Desde la posicin de docentes formadores,
cuntas veces se ha planteado la necesidad de mediar, de consolar, de responder al
cruce ambiguo que se produce en el encuentro entre docentes de las aulas y
practicantes? Ante la sorpresa, se habrn reconocido, a la vez, algunas pistas que
daran cuenta de estas formas particulares de relacin, sobre todo relativas a
momentos clave de las distintas etapas del proceso de prctica. Seran analizadores:
la primera entrevista o encuentro con el alumno practicante; cuando los practicantes
observan su tarea; el momento de la seleccin y asignacin del tema para la prctica
intensiva; la prctica en s y su culminacin. Se tratar entonces de seguir paso a paso
el recorrido. Estar atentos a las actitudes y a las palabras. Escuchar ms all sin por
ello juzgar: intentar entender para actuar.
El practicante ha sido subestimado o desestimado, es posible al concluir las prcticas
se trate de "hacer todo de nuevo', cose sealaba anteriormente. ambin por momentos
el docente a cargo podra no prestar dejada atencin a lo que ocurre con las prcticas,
aunque su pieria sea permanente como garanta del "buen" comportamiento de
alumnos. n complicidad con el practicante, podr tal vez justificar ante el ente formador
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Edelstein Gloria
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