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Que Despierte El Lenador 1948

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Que despierte el leador (1948)

20/10/2001 - Autor: Annimo

I
Al oeste de Colorado River
hay un sitio que amo.
Acudo all con todo lo que palpitando
transcurre en m, con todo
lo que fui, lo que soy, lo que sostengo.
Hay unas altas piedras rojas, el aire
salvaje de mil manos
las hizo edificadas estructuras:
el escarlata ciego subi desde el abismo
y en ellas se hizo cobre, fuego y fuerza.
Amrica extendida como la piel del bfalo,
area y clara noche del galope,
all haca las alturas estrelladas,
bebo tu copa de verde roco.
SI, por agria Arizona y Wisconsin nudoso,
hasta Milwaukee levantada contra el viento y la nieve
o en los enardecidos pantanos de West Palm,
cerca de los pinares de Tacoma, en el espeso
olor de acero de tus bosques,
anduve pisando tierra madre,
hojas azules, piedras de cascada,
huracanes que temblaban como toda la msica,
ros que rezaban como los monasterios,
nades y manzanas, tierras y aguas,
infinita quietud para que el trigo nazca.
All pude, en mi piedra central, extender al aire
ojos, odos, manos, hasta or
libros, locomotoras, nieve, luchas,
fbricas, tumbas, vegetales pasos,
y de Manhattan la luna en el navo,
el canto de la mquina que hila,
la cuchara de hierro que come tierra,
la perforadora con su golpe de cndor
y cuanto corta, oprime, corre, cose:

seres y ruedas repitiendo y naciendo.


Amo el pequeo hogar del farmer.
Recientes madres duermen
armadas como el jarabe del tamarindo, las telas
recin planchadas. Arde
el fuego en mil hogares rodeados de cebollas.
(Los hombres cuando cantan cerca del ro tienen
una voz ronca como las piedras del fondo:
el tabaco sali de sus anchas hojas
y como un duende del fuego lleg a estos hogares.)
Missouri adentro venid, mirad el queso y la harina,
las tablas olorosas, rojas como violines,
el hombre navegando la cebada,
el potro azul recin montado huele
el aroma del pan y de la alfalfa:
campanas, amapolas, herreras,
y en los destartalados cinemas silvestres
el amor abre su dentadura
en el sueo nacido de la tierra.
Es tu paz lo que amamos, no tu mscara.
No es hermoso tu rostro de guerrero.
Eres hermosa y ancha Norte Amrica.
Vienes de humilde cuna como una lavandera,
junto a tus ros, blanca.
Edificada en lo desconocido,
es tu paz de panal lo dulce tuyo.
Amamos tu hombre con las manos rojas
de barro de Oregn, tu nio negro
que te trajo la msica nacida
en su comarca de marfil:
amamos tu ciudad, tu substancia,
tu luz, tus mecanismos, la energa
del Oeste, la pacfica
miel, de colmenar y aldea,
el gigante muchacho en el tractor,
la avena que heredaste
de Jefferson, la rueda rumorosa
que mide tu terrestre oceana,
el humo de una fbrica y el beso
nmero mil de una colonia nueva:

tu sangre labradora es la que amamos:


tu mano popular llena de aceite.
( ... )
IV.
Pero si armas tus huestes, Norte Amrica,
para destruir esa frontera pura
y llevar al matarife de Chicago
a gobernar la msica y el orden
que amamos,
saldremos de las piedras y del aire
para morderte:
saldremos de la ltima ventana
para volcarte fuego:
saldremos de las olas ms profundas
para clavarte con espinas:
saldremos del surco para que la semilla
golpee como un puo colombiano,
saldremos para negarte el pan y el agua,
saldremos para quemarte en el infierno.
( ... )
En otras guerras existieron fosos con agua
y luego alambradas repetidas, con pas y garras,
pero este foso es ms grande, esta agua ms hondas,
estos alambres ms invencibles que todos los metales.
Son un tomo y otro del metal humano,
son un nudo y mil nudos de vidas y vidas:
son los viejos dolores de los pueblos
de todos los remotos valles y reinos,
de todas las banderas y navos,
de todas las cuevas donde se amontonaron,
de todas las redes que salieron contra la tempestad,
de todas las speras arrugas de la tierra,
de todos los infiernos en las calderas calientes,
de todos los telares y las fundiciones,
de todas las locomotoras perdidas o congregadas.
Este alambre da mil vueltas al mundo:
parece dividido, desterrado,
y de pronto se juntan sus imanes

hasta llenar la tierra.


Pero an
ms all, radiantes y determinados,
acerados, sonrientes,
para cantar o combatir
os esperan
hombres y mujeres de la tundra y la taiga,
guerreros del Volga que vencieron la muerte,
nios de Stalingrado, gigantes de Ucrania,
toda una vasta y alta pared de piedra y sangre,
hierro y canciones, coraje y esperanza.
Si tocis ese muro caeris
quemados como el carbn de las usinas,
las sonrisas de Rochester se harn tinieblas
que luego esparcir el aire estepario
y luego enterrar para siempre la nieve.
Vendrn los que lucharon desde Pedro
hasta los nuevos hroes que asombraron la tierra
y harn de sus medallas pequeas balas fras
que silbarn sin tregua desde toda
la vasta tierra que hoy es alegra.
Y desde el laboratorio cubierto de enredaderas
saldr tambin el tomo desencadenado
hacia vuestras ciudades orgullosas.
V.
Que nada de esto pase.
Que despierte el Leador.
Que venga Abraham con su hacha
y con su plato de madera
a comer con los campesinos.
Que su cabeza de corteza,
sus ojos vistos en las tablas,
en las arrugas de la encina,
vuelvan a mirar el mundo
subiendo sobre los follajes,
ms altos que las sequoias.
Que entre a comprar en las farmacias,
que tome un autobs a Tampa,
que muerda una manzana amarilla,
que entre en un cine, que converse
con toda la gente sencilla.

Que despierte el Leador.


Que venga Abraham, que hinche
su vieja levadura la tierra
dorada y verde de Illinois,
y levante el hacha en su pueblo
contra los nuevos esclavistas,
contra el ltigo del esclavo,
contra el veneno de la imprenta,
contra la mercadera
sangrienta que quieren vender.
Que marchen cantando y sonriendo
el joven blanco. el joven negro,
contra las paredes de oro,
contra el fabricante de odio,
contra el mercader de su sangre,
cantando, sonriendo y venciendo.
Que despierte el leador.
VI.
Paz para los crepsculos que vienen,
paz para el puente, paz para el vino,
paz para las letras que me buscan
y que en mi sangre suben enredando
el viejo canto con tierra y amores,
paz para la ciudad en la maana
cuando despierta el pan, paz para el ro
Mississippi, ro de las races:
paz para la camisa de mi hermano,
paz en el libro como un sello de aire,
paz para el gran koljs de Kiev,
paz para las cenizas de estos muertos
y de estos otros muertos, paz para el hierro
negro de Brooklyn, paz para el cartero
de casa en casa como el da,
paz para el coregrafo que grita
con un embudo a las enredaderas,
paz para mi mano derecha,
que slo sabe escribir Rosario:
paz para el boliviano secreto
como una piedra de estao, paz
para que t te cases, paz para todos

los aserraderos de Bo?Bo,


paz para el corazn desgarrado
de Espaa guerrillera:
paz para el pequeo Museo de Wyoming
en donde lo ms dulce
es una almohada con un corazn bordado,
paz para el panadero y sus amores
y paz para la harina: paz
para todo el trigo que debe nacer,
para todo el amor que buscar follaje,
paz para todos los que viven:
paz para todas las tierras y has aguas.
Yo aqu me despido, vuelvo
a mi casa, en mis sueos,
vuelvo a la Patagonia en donde
el viento golpea los establos
y salpica hielo el Ocano.
Soy nada ms que un poeta: os amo a todos,
ando errante por el mundo que amo:
en mi patria encarcelan mineros
y los soldados mandan a los jueces.
Pero yo amo hasta las races
de mi pequeo pas fro.
Si tuviera que morir mil veces
all quiero morir:
si tuviera que nacer mil veces
all quiero nacer,
cerca de la araucaria salvaje,
del vendaval del viento sur,
de las campanas recin compradas.
Que nadie piense en m.
Pensemos en toda la tierra,
golpeando con amor en la mesa.
No quiero que vuelva la sangre
a empapar el pan, los frijoles,
la msica: quiero que venga
conmigo el minero, la nia,
el abogado, el marinero,
el fabricante de muecas,
que entremos al cine y salgamos
a beber el vino ms rojo.
Yo no vengo a resolver nada.

Yo vine aqu para cantar y para que cantes conmigo.

Webislam

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