Elogio de La Afectividad
Elogio de La Afectividad
Elogio de La Afectividad
LA Toms Melendo y
AFECTIVIDAD Gabriel Mart
Este documento fue recuperado de la revista Abril:
http://www.arbil.org/arbil127.htm; el 29 de julio del 2016
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
NDICE1
SECCIN PRIMERA
I INTRODUCCIN
1. Es posible conocer la afectividad?
2. Cmo abordar su estudio?
3. Un punto de partida
4. Descripcin inaugural: el afecto como pasin
5. La complejidad de nuestras emociones
6. Cuando el amor no es un sentimiento
II ADENTRO!
1. Por qu la afectividad
2. Por qu la afectividad hoy
3. Motivos complementarios y/o ms desarrollados
4. Hacia el fondo de la cuestin
SECCIN SEGUNDA
HACIA UNA AFECTIVIDAD RICA, JUGOSA Y
1 No posee pginas ya que es seguro que la numeracin no concuerde con la del libro
original
1
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
EFICAZ
VI LA AFECTIVIDAD EN SU SENTIDO MS PROPIO
1. Dimensiones humanas desatendidas
2. Races de la afectividad propiamente dicha
3. Afectos espirituales
4. Confirmacin autorizada y sumamente relajante
5. Niveles de la afectividad humano-personal
IX EN LA RAZ DE LA RAZ
1. La compleja unidad de la persona humana
2. Inteligencia, voluntad y sensibilidad
3. La opcin entre el ser o el yo: fundamentos
4. Cuando el yo se convierte en absoluto
2
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
1.2. O que, en cierto modo, la voluntad lleva las riendas de toda la persona y la va
convirtiendo en buena o mala, honrada o deshonesta, cruel o compasiva, movindola a
obrar de una u otra manera.
2. Y algo anlogo ocurre con nuestra inteligencia:
2.1. Tampoco puede entenderse del todo sin apelar a los sentidos externos e internos,
como la memoria y la imaginacin, a la propia voluntad y a los afectos
2.2. Pero cabe sealar una actividad como la ms especfica de ella: entender, conocer-
comprendiendo; y tambin unos caracteres definidos e inconfundibles, que la distinguen
de los sentidos o, en otra esfera, de posibles entendimientos ms perfectos, como el de los
ngeles o Dios, segn sostiene la religin cristiana, o el de otros seres tambin superiores,
en el decir de distintas tradiciones o de lo que hoy se encuadra en la expresin ambigua
de ciencia ficcin o en la tampoco muy precisa de esoterismo.
Volver una y otra vez sobre lo ya aprendido
Por el contrario, la afectividad engloba un sinfn de potencias y facultades, atracciones,
desganas y repulsas, actos y reacciones o resonancias de esos actos, aspectos fsico-
orgnicos, psquicos y espirituales que, por separado, expresan algo de s mismos,
pero prcticamente nada de los sentimientos o emociones, de los estados de nimo, del
tono vital caracterstico, tal como los experimentamos da a da.
De ah la necesidad de mantenerse en estado de espera a medida que vamos adquiriendo
las primeras nociones sobre este tema, de contrastarlas constantemente con lo que cada
uno vive y de que, tras cada adquisicin de un conocimiento de cierta envergadura, se
repasen los anteriores, con el fin de integrarlos en la nueva visin y de hacer que lo recin
aprendido adquiera mayor precisin y relieve.
Pero no solo parece conveniente realizar esa tarea de revisin continua, sino incluso
abordar el anlisis de la afectividad en dos fases sucesivas:
1. Una inicial, para conocer los elementos y mecanismos imprescindibles que nos
permitan indagar en las emociones y sentimientos y empezar a comprenderlos.
2. Y otra, posterior, en la que se determine la naturaleza, el alcance y el papel de cada
una de esas piezas y se obtenga un panorama global y mnimamente adecuado de la vida
afectiva.
Sin duda, este modo de enfocar el asunto lleva consigo algunas repeticiones, que, aunque
inevitables, pudieran provocar cierto cansancio o aburrimiento. Mxime cuando, por
tratarse de cuestiones que pueden resultar ajenas a los planteamientos habituales, ms de
una vez volveremos sobre lo ya visto, con la intencin de agregarle un nico nuevo matiz,
para ms adelante estudiarlo de nuevo y reforzar lo ya sabido o aadir otra dimensin
indita o antes solo esbozada.
Como contrapartida, la comprensin de la afectividad, una vez adquirida o en la medida
en que se va logrando, otorga al hombre de hoy un saber de s mismo y de sus congneres
muy superior al que obtiene mediante el estudio de las restantes esferas del ser humano.
De hecho, y segn nos ensea la experiencia, la vida sentimental implica de tal manera a
la totalidad de la persona que su estudio constituye la mejor va para llegar a comprender
al varn y a la mujer, tambin en sus diferencias y complementariedad recprocas, sin
dejar de lado ningn elemento o aspecto significativo.
III. Un punto de partida
Uno entre muchos
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
El entrecomillado del un/uno pretende sugerir que, en cierto modo, el anlisis que se va
a bosquejar podra ser sustituido por bastantes otros y relativamente distintos.
Por qu?
Porque solo aspira a que el lector compare lo que aqu se expone con su propia
experiencia y se haga una idea inicial de lo que entendemos por emociones y
sentimientos. Para que despus, una vez logrado ese acuerdo de base, profundicemos poco
a poco, hasta entender mejor la vida sentimental.
La consecuencia es que nadie debera desanimarse por no alcanzar una plena comprensin
de lo que estudia o por estar en desacuerdo con ello. Basta con que el asunto le vaya
resultando familiar y no del todo ajeno a su propia vida vivida.
De momento, tampoco nosotros pretendemos exponerlo de forma rigurosa y acabada.
Lo que dicen las autoridades
As planteada la cuestin, y puesto que podramos comenzar por cualquier lado, veamos
lo que sostienen un par de autores contemporneos, especialistas en el uso del lenguaje.
1. Mara Molin, en su Diccionario del uso del espaol, escribe:
Afecto. (Del lat. affectus, participio de affcere, poner en cierto estado, de fcere,
HACER; v. desafecto.)
En sentido amplio, *sentimiento o *pasin. Cualquier estado de nimo que consiste en
alegrarse o entristecerse, amar u odiar: 'Los afectos que mueven el nimo'. (Sentir, Tener;
Cobrar, Coger, Tomar) [3] .
2. A su vez, en una de las ltimas ediciones de su Diccionario, Zingarelli define el afecto
como:
Cualquier modificacin de la conciencia del yo debida a la accin de algo o de alguien
fuera de m [4] .
3. Un tercer experto Scola, ahora en el mbito de la filosofa, aporta algunos datos
complementarios y un poco ms complicados.
En concreto, comenta que la definicin de Zingarelli
conserva la sustancia del significado etimolgico de la palabra latina afectio. Esta
deriva de afficere y con ella se conecta affici aliqua re (ser afectado por algo). El
significado ms elemental es ser afectado por algo que est fuera del yo (ej.: affici
aegritudine = ser afectado por una enfermedad). La experiencia afectiva aparece entonces
en el plano fenomenolgico como una modificacin del sujeto dependiente de una
provocacin exterior [5] .
La verdad es que, si reflexionamos un poco, esto es lo que experimentamos cuando
decimos que algo nos ha afectado, que nos turba, excita o conmociona. Advertimos que el
conocimiento de una realidad provoca en nosotros una especie de trepidacin interior, a la
que normalmente siguen, como en cadena, otro cmulo de experiencias y/o actividades
y nuevas sacudidas, actuaciones, vivencias, etc.
Una puntualizacin
Adelantamos ya que la definicin de Zingarelli tiene un lmite muy claro. Y es que parece
reducir el fenmeno completo de la emocin a la simple conciencia, al mero conocer.
1. Da la impresin de que, al emocionarnos, se diera un nico cambio: el de nuestra
percepcin o conocimiento. Y es cierto que toda emocin o estado de nimo se forja sobre
la base de una percepcin, de una imaginacin, de un recuerdo, de la anticipacin de un
futuro que nos atrae o repele Pero esto es ms bien algo previo al sentimiento en cuanto
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
tal.
2. Pues, en realidad, todos advertimos que, cuando me turbo o conmuevo, adems del
simple saber y como consecuencia de l, otra cosa ha variado en m y que ah radica
propiamente la emocin: por ejemplo, tras conocerlos y recordarlos, descubro que soy
atrado por alguien o que algo me produce repugnancia, que la carne se me ha puesto de
gallina o el pulso se me ha acelerado, que el corazn late con ms fuerza y rapidez o, al
contrario, que me quedo sin voz o sin aliento
Y, adems en este extremo fundamental acierta Zingarelli, soy bastante consciente de
todos o buena porcin de esos cambios, aunque los perciba con cierta confusin.
Y dos modos de entender los sentimientos
Por otro lado, solemos hablar de sentimientos, emociones o, ms an, de afectividad, de
dos maneras:
1. O para referirnos fundamental o exclusivamente a lo que aqu acabamos de llamar
afecto y, todava ms en particular, al impacto y la conmocin inicial que uno experimenta
y, en todo caso, a la re-accin inmediata que le sigue y basta.
2. O para aludir a eso y al cmulo de fenmenos que una emocin, sentimiento o estado
de nimo suele llevar consigo: reacciones, actividades, nuevos sentimientos, ms y ms
operaciones, etc. [6]
IV. Descripcin inaugural: el afecto como pasin
Para empezar a describir ese conjunto, y aunque de entrada resulte extrao, acudiremos a
un filsofo clsico, adaptando su lenguaje a un modo de expresarse ms actual.
Toms de Aquino define el afecto de manera muy similar a Zingarelli: como una passio,
una pasin.
Por qu? Pues porque considera las emociones como el efecto particular de un agente
sobre un paciente: passio est effectus agentis in patiente.
En este sentido el afecto sera, antes que nada, la modificacin o impresin que
algo deseable produce sobre el apetito.
Con otras palabras: el tipo bsico de emocin es el que tiene lugar cuando una o ms de
nuestras tendencias o inclinaciones a la comida o a la bebida, al conocimiento, al amor,
a la entrega a otras personas o a cierto ideal, al rendimiento o al xito profesional o social,
al descanso o a la diversin son modificadas por algo que les resulta apetecible o,
ms en general, conveniente.
Immutatio appetitus ab appetibili significa algo as como una variacin, excitacin o
despertarse de nuestra capacidad de anhelar, producida por el conocimiento de un bien
deseable en el mbito esttico, tico, cognoscitivo, vital y un gran etctera.
Por defecto o por exceso
Interesa dejar claro desde ahora dos extremos que no suelen considerarse correctamente y
cuya importancia estimamos fundamental, por lo que volveremos a analizarlos ms de una
vez y, de forma ya definitiva, en la parte final del escrito:
1. En primer trmino, que el anhelo que est en la base de nuestras emociones o afectos:
1.1. No deriva forzosa y exclusivamente de lo que solemos entender
como necesidad o indigencia: de comida, de cario, de triunfos
1.2. Sino tambin de la tendencia provocada por nuestra
propia abundancia o grandeza como personas, que nos inclina a buscar bienes ms altos
para nosotros mismos o para los dems: una mejor distribucin de las riquezas, la
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
nuevo ms adelante:
Es el nivel de la voluntas ut ratio [del ejercicio de la voluntad una vez que ya ha
intervenido y deliberado el entendimiento o razn], en que el amor se convierte en una
eleccin [activa] libre y consciente [10] .
Y aade:
Toms lo llama amor de dilectio o de benevolencia precisamente porque sigue a
una electio [11] .
Es decir, a una eleccin, considerada por algunos como la mxima manifestacin del obrar
libre. Cuestin que, de nuevo, se muestra ms patentemente cuando porque queremos,
poniendo en juego nuestra libertad! decidimos hacer un bien a alguien por quien
no sentimos una particular inclinacin o que incluso nos repele: ayudar a levantarse al
jugador que durante un partido nos ha puesto intencionadamente una zancadilla, a
consecuencia de la cual tambin l ha cado al suelo; prestar unos apuntes a un compaero
o compaera que, tiempo atrs, no quiso dejarnos los suyos; apoyar a un colega que nos
hizo una jugarreta, etc.
3. Acto por excelencia
Aqu se marca la contraposicin a la que desde hace un rato pretendemos referirnos y que
estimamos muy importante tener en cuenta, entre otros motivos, porque como dijimos
la distincin entre los dos significados del amor se ignora habitualmente en nuestra
cultura, con consecuencias vitales a veces muy graves y dolorosas:
Si el amor de deseo es una passio afectiva [algo que se padece sin poderlo eludir: un
sentimiento], el amor electivo es eleccin efectiva [un acto].
O, con trminos equivalentes y ya utilizados:
3.1. Los afectos, emociones o sentimientos son, en su ncleo ms ntimo y primordial,
pasivos o/y re-activos.
3.2. Por el contrario, el amor en su acepcin ms rigurosa que esbozaremos poco a
poco y hemos tratado con detenimiento en otros escritos [12] , es eminentemente
activo: la operacin suprema y supremamente autnoma, eficiente y libre; y de ah que
el amor, en este segundo sentido ms propio y elevado, jams puede coaccionarse.
Todo lo anterior se manifiesta con claridad tambin en otras situaciones, en que la mujer o
el varn hacen que su libertad la eleccin de un modo particular de obrar prevalezca
sobre sus inclinaciones espontneas, entre las que figuran los sentimientos. Las palabras
que siguen, referentes al perdn mxima expresin de amor, por otra parte, tal vez
nos ayuden a entenderlo:
Las heridas no curadas pueden reducir enormemente nuestra libertad. Pueden dar origen a
reacciones desproporcionadas y violentas, que nos sorprenden a nosotros mismos. Una
persona herida, hiere a los dems. Y, como muchas veces oculta su corazn detrs de una
coraza, puede parecer dura, inaccesible e intratable. En realidad, no es as. Solo necesita
defenderse. Parece dura, pero es insegura; est atormentada por malas experiencias.
Hace falta descubrir las llagas para poder limpiarlas y curarlas. Poner orden en el propio
interior, puede ser un paso para hacer posible el perdn. Pero este paso es sumamente
difcil y, en ocasiones, no conseguimos darlo. Podemos renunciar a la venganza, pero no
al dolor. Aqu se ve claramente que el perdn, aunque est estrechamente unido a
vivencias afectivas, no es un sentimiento. Es un acto de la voluntad que no se reduce a
nuestro estado psquico. Se puede perdonar llorando.
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Cuando una persona ha realizado este acto eminentemente libre, el sufrimiento pierde
ordinariamente su amargura, y puede ser que desaparezca con el tiempo. Las heridas se
cambian en perlas [13] .
4. Y estrictamente personal
Sin esta doble consideracin, viene a concluir Scola, toda doctrina sobre la afectividad
quedara coja, incapaz de explicar lo que es el ser humano en una de sus dimensiones
esenciales la emotividad, los sentimientos o afectos, entre los que hoy se engloba el
amor y de ensearle a utilizarla para su propio bien y, sobre todo, para el bien de
quienes lo rodean esencial asimismo para su propia felicidad.
Por qu motivos?
En esencia, porque el amor autnticamente humano y personal no pertenece a la esfera de
lo que esbozamos antes (la pasin, el sentimiento que uno padece sin poder resistirse),
sino que, como estamos insinuando, se coloca en sus antpodas: es el acto ms libre
y activamente activo que puede ponerse en acto algo parecido al perdn que ha servido
de ejemplo aunque a menudo, como apuntamos, vaya tambin precedido de una
atraccin ejercida sobre la voluntad y sobre los apetitos sensibles.
De todos modos, ahora nos interesa seguir esclareciendo en qu consisten los afectos o
sentimientos propiamente dichos.
- ---
Toms Melendo y Lourdes Milln-Puelles
[1] Como puente entre esta afirmacin y el apartado que sigue sirvan estas palabras de
Lukas: Pero al espritu investigador del hombre no le gusta lo desconocido. Cuando no
puede explicar una cosa, procura al menos ponerle un nombre; y cuando algo recibe un
nombre empieza a tomar forma (LUKAS, Elisabeth, Tu familia necesita sentido, Ed.
S.M., Madrid 1983, p. 12).
[2] Frankl, Viktor, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona, 2004, p. 71.
[3] Molin, Mara, Diccionario del uso del espaol, Gredos, Madrid 1982.
[4] Cit. por Scola, Angelo, Identidad y diferencia, Ed. Encuentro, Madrid 1989, p. 14.
[5] Scola, Angelo, Identidad y diferencia, Ed. Encuentro, Madrid 1989, p. 14.
[6] Que es lo que esbozar dentro de unos momentos, en el apartado: 5. La complejidad
de nuestras emociones.
[7] Roquei, Jos Manuel, Educacin de la afectividad, Eunsa, Pamplona, 2005, p. 44.
[8] Maras, Julin, La educacin sentimental, Alianza Editorial, Madrid, 1992, p. 26.
[9] Scola, Angelo, Identidad y diferencia, Ed. Encuentro, Madrid 1989, p. 22.
[10] Scola, Angelo, Identidad y diferencia, Ed. Encuentro, Madrid 1989, p. 22.
[11] Scola, Angelo, Identidad y diferencia, Ed. Encuentro, Madrid 1989, p. 23.
[12] Cfr. por ejemplo, Melendo, Toms, El verdadero rostro del amor, Eiunsa, Pamplona
2006; Ocho lecciones sobre el amor humano, Rialp, Madrid, 4 ed. 2002.
[13] Burggraf, Jutta, Aprender a perdonar, en Otero<, Oliveros (Coord.), Retos de
futuro en educacin. Aprender a perdonar, EIUNSA, Madrid 2004, pp. 164-5.
Elogio de la afectividad (2): Adentro!
por Toms Melendo y M Esperanza Aguilera
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
mismos. A nivel intuitivo, todos sabemos que la belleza desempea un papel que no
puede compararse con nada ms en su impacto en el espritu humano, ya que libera
todas nuestras energas y reflexiones ms profundas y nos conecta con nuestros
afectos ms elevados [4] .
Con gran influjo en nuestro modo de percibir la realidad
Pero hay ms. Muy frecuentemente, nuestro primer contacto con el mundo y con
cada uno de sus componentes, nuestra la percepcin inicial de todo ello, es de tipo
sentimental o emotivo; bastante a menudo, nuestra afectividad selecciona, canaliza y
modula de entrada cuanto llega hasta nosotros, haciendo que lo conozcamos de un
modo u otro o que no le prestemos la menor atencin.
1. Si nos encontramos ante realidades que a primera vista nos agradan, ese
sentimiento intensifica nuestro discernimiento y nos permite apreciar detalles de
bondad o belleza o virtud que a otros pasaran inadvertidos, o bien impide que
captemos aspectos negativos patentes.
2. Por el contrario, el surgir de una sensacin de repulsa ante aquello que se nos
presenta como molesto o desagradable, hace que ni siquiera reparemos en algo o
alguien, que apartemos la vista o que distorsionemos su conocimiento y obtengamos
de ellos una imagen deformada y empobrecida.
Con palabras de un notable psiclogo y neurlogo argentino, Abelardo Pithod, al que
citaremos con frecuencia en estos ensayos:
Desde el sentimiento de autoestima que acompaa o no a una persona, a las
distorsiones en la percepcin del prjimo debido a oscuros sentimientos de antipata,
la afectividad es un ingrediente decisivo en la construccin de nuestro mundo.
Como dice J. Nuttin, en trminos de anlisis fenomenolgico, el Yo (el self de la
psicologa norteamericana) se llena de contenidos provenientes del Mundo en el
que habita y al que l mismo ha contribuido a construir. As, la realidad es percibida
como amenazante por la persona con tendencias paranoides, como triste por el
depresivo, o como carente de sentido, y tantos otros modos de proyeccin del estado
afectivo del Yo. Es aquello de que todo es del color del cristal con que se mira [5] .
3. Y an ms: la primera impresin de las personas, objetos o situaciones, que
habitualmente se halla condicionada o incluso determinada por los sentimientos, con
bastante frecuencia acaba por convertirse en definitiva.
3.1. No es extrao que, al ver acercarse a alguien, antes incluso de hablar con l o
despus de intercambiar una mirada o un par de frases, se instale en nosotros un
sentimiento de agrado o desagrado (me cae bien o mal), de confianza o desconfianza
(es o no es de fiar), de admiracin o menosprecio (qu suerte haberlo conocido; ni
siquiera vale la pena cambiar con l dos palabras), etc.
3.2. Y esta opinin, no rara vez injustificada e incorrecta, no la sabemos, queremos
o podemos eliminar justo por la presin que ejercen nuestros sentimientos. Cosa
que, como leamos en la cita de Pithod, llega a lmites insospechados en las personas
con un desajuste psquico ms o menos grave: neurticos, paranoicos, etc.
A todo ello apuntan, de manera global pero significativa, y aplicadas a un estado de
nimo o sentimiento concretos, las palabras que siguen:
las emociones pueden afectar con gravedad los principios que dirigen la conducta.
De esta forma al hombre afectado por una pasin le parecen las cosas mayores o
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
ejemplo:
Por cada alumno que precisa ser protegido de un frgil exceso de sensibilidad hay
tres que necesitan que se los despierte del letargo de la fra mediocridad. El objetivo
del educador moderno no es el de talar bosques, sino el de irrigar desiertos. La
correcta precaucin contra el sentimentalismo es la de inculcar sentimientos
adecuados. Agostar la sensibilidad de nuestros alumnos es hacerlos presa fcil del
proselitista de turno. Su propia naturaleza les empujar a vengarse, y un corazn
duro no es proteccin infalible frente a una mente dbil [9] .
6. En la misma lnea, aunque el texto incluya afirmaciones que matizaremos ms
adelante, se mueve Lpez Ibor, cuando escribe:
Existe una forma de contacto superior, a travs de la ms pura vida del espritu; pero
existen contactos ms inferiores a travs de los instintos y de los afectos. Su
inferioridad no le quita importancia, sino todo lo contrario, ya que en la vida
cotidiana, instintos y afectos la integran y aun la dominan en buena parte.
Es ms fcil penetrar en un ser a travs del plano afectivo que a travs del plano de
la pura razn. Aquel ofrece una permeabilidad especial. Incluso algo ms que
permeabilidad, un ansia de contacto, que no es tan ingente en el plano racional,
menos dinmico y de arquitectura ms contemplativa. Amistad, amor, odio y toda la
variada escala de los sentimientos son va de penetracin en nuestros
semejantes [10] .
7. A lo que cabra aadir, como el mejor colofn, si atendemos a la popularidad de
su pensamiento en este campo, las siguientes palabras de Dietrich von Hildebrand,
tambin necesitadas de correcciones:
Mientras respete la cooperacin [] entre el corazn, el intelecto y la voluntad, la
afectividad nunca puede ser demasiado intensa. Y en un hombre cuyo centro de
respuesta al valor y al amor ha superado victoriosamente el orgullo y la
concupiscencia, la afectividad nunca puede ser demasiado grande. Cuanto ms
grande y profunda sea la capacidad afectiva del hombre, mejor. No hay un grado en
la capacidad de amar que pueda constituir un peligro o, ms bien, lo constituye en la
misma medida que una gran fuerza de voluntad o una elevada capacidad intelectual.
Cuanto ms grande es el hombre, ms profundo es su amor, como dijo Leonardo da
Vinci [11] .
II. Por qu la afectividad hoy
Ensalzamiento de la afectividad en la civilizacin contempornea
En la poca actual es decir, ahora, cuando ests leyendo estas lneas, existen
motivos complementarios para conocer de una manera especial en qu consisten
nuestros sentimientos y emociones; cul es su naturaleza en general y cmo se
modula y manifiesta cada uno: temor, pnico, vergenza, ansiedad, alegra, gozo,
satisfaccin, despecho, inquietud, embeleso, rencor, exultacin, resquemor, envidia,
zozobra, desazn, pena, entusiasmo, delirio, frenes, xtasis
1. Tales razones podran resumirse diciendo que la afectividad ha alcanzado hoy un
relieve inusitado, en los estudios tericos y, sobre todo, en la vida vivida de la
mayora de nuestros contemporneos.
2. O, con otras palabras, bastara recordar que una gran porcin de los ciudadanos
de nuestro mundo acta ms en funcin de lo que siente o experimenta (placer, dolor,
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Mas ninguno de ellos logra alcanzar resultados concluyentes, que de veras nos
ayuden a disfrutar ms de nuestra existencia. Y esto, por un motivo muy claro, cuyos
escollos estamos intentando evitar en las presentes pginas:
2.1. Falta una adecuada antropologa, una visin del hombre como persona, que
permita situar la vida afectiva en el lugar que le corresponde en el conjunto de la
existencia humana, as como explicar su enorme complejidad.
2.2. Precisamente por eso, una de las tareas principales de estos escritos es
encontrar el lugar adecuado de la afectividad en el conjunto o integridad de nuestras
personas y de nuestras vidas, consideradas justo como todos-globales en los que los
distintos elementos y mecanismos y, de manera muy incisiva, la afectividad
inter-actan decisivamente unos en otros.
Al respecto, afirma Polo, con expresiones un tanto tcnicas, pero certeras e
inteligibles:
El hombre no es una mquina; por tanto, la antropologa no puede plantearse
analticamente [estudiando los elementos por separado]. Para alcanzar la verdad del
ser humano es preciso atenerse a su complejidad. Sin duda, cabe estudiar
analticamente al hombre (en otro caso, por ejemplo, no habra medicina), pero as
no se considera realmente su plenitud (el hgado, enfocado analticamente, separado
del cuerpo, no es el hgado vivo). Lo caracterstico de la verdad del hombre es su
integridad dinmica. El hombre es una unidad que no se reconstituye partiendo de
su anlisis. Las diferencias en el hombre son internas, tanto si lo consideramos
somtica como anmica y espiritualmente. Un punto no tiene ni puede tener
intimidad; el hombre es intimidad antes que composicin.
Los posmodernos dicen que el hombre es desde fuera. Pero con ello niegan la
evidencia, porque es evidente que el hombre es desde dentro. Tenemos pruebas de la
interioridad humana que ni Derrida puede negar: los sentimientos no son
exterioridades. No se puede tener una idea clara y distinta del sentimiento, porque es
bastante confuso desde el punto de vista analtico. La antropologa tiene que
plantearse el problema de la unidad, que es a la vez el problema de lo radical, pero
no analticamente. Si no lo hace, no hay tal antropologa [16] .
De nuevo en la prctica
Como fcilmente podemos comprobar y ya se ha sugerido, bastantes de nuestros
contemporneos toman sus decisiones, desde las ms menudas hasta las ms
trascendentes, con base exclusiva en lo que sienten; o, con las expresiones que ms
suelen utilizarse, segn lo que les apetece, les agrada, les interesa, les
mola o sus contrarios.
A la vista del descalabro afectivo generalizado al que venimos aludiendo, parece que
sera preferible que esto no ocurriera. Pues, segn afirma Mara del Rosario
Gonzlez Martn:
los sentimientos no son el criterio verdad, ni de autenticidad: son algo que nos
sucede a la vez que parte de uno mismo [17] .
Pero, de hecho, es lo que hay.
En este sentido, vale la pena contar una ancdota nimia, pero significativa, de uno de
los dos firmantes de este escrito.
Cuando en cursos y conferencias comenta que tiene siete hijos, es bastante habitual
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
repudiarla?
Ms a fondo todava
Pero existe un error de comprensin an ms radical y ms difundido, ya tambin
entre los pensadores y los distintos expertos en estos temas. Debido a causas diversas
de orden histrico, filosfico y cultural, se ha olvidado algo de la mayor importancia,
que no cejaremos de repetir como el sufrido lector est ya comprobando. A saber,
que:
1. El acto por excelencia de cualquier voluntad y, en particular, de la voluntad
humana, no es el empeo ni la constancia ni la fortaleza ni ninguna otra
actividad dura e implacable de ese tipo, sino el amor, recio y jugoso al mismo tiempo.
De nuevo, pues resulta clave: el acto fundamental de la voluntad es el amor, en el
sentido ms noble de este trmino, ya antes recordado. Afirmar el ser, querer el bien
del otro en cuanto otro y entregarse a l con o sin esfuerzo: esto, que nos cueste
ms o menos, es muy, pero que muy secundario, aunque hoy da tienda a drsele una
importancia desmesurada, casi exclusiva.
2. Pero la voluntad humana es limitada, como cualquiera puede advertir por propia
experiencia; y de ah que el amor meramente voluntario (el-simple-acto-de-
voluntad), por ms sincero que fuere, resulte insuficiente y deba ser completado,
prolongado y reforzado:
2.1. Por determinados afectos, como la ternura, la delicadeza, la compasin, el
cario
2.2. Por manifestaciones externas de esos sentimientos: caricias, miradas de amistad
y gratitud, peticiones de comprensin y perdn o expresiones de simpata o de
condolencia
2.3. Y, sobre todo, por las obras o actividades que efectiva y eficazmente construyen
los bienes que queremos otorgar al ser querido y que son las que muchas veces
exigen constancia, tenacidad, superacin costosa de los obstculos, tensiones, etc.
De hecho, si no sentimos nuestro amor y lo expresamos mediante los gestos
oportunos es probable que realmente no queramos a quien decimos amar o, al
menos, que no lo amemos con la intensidad y del modo en que debemos hacerlo.
Y, si ese amor no se concreta en obras, tambin es muy posible que se reduzca a
meras palabras vacas: obras son amores y no buenas razones, afirma con razn el
refrn popular.
Y ms an
Retomando la cuestin de fondo, conviene aclarar, en contra de lo que a menudo se
afirma, que la bondad de un acto no reside ni primaria ni esencialmente en el
esfuerzo o dificultad que lleva consigo ni, mucho menos, como algunos se empean
en repetir, en una especie de oposicin a la naturaleza.
Toms de Aquino, por citar a un autor poco sospechoso al respecto, sostena sin
tapujos, aunque con el lenguaje propio de su tiempo, que
la esencia de la virtud reside ms en el bien que en la dificultad [18]
y que,
por tanto, no todo lo que es ms difcil es ms meritorio, sino que [para que valga
ms], si es ms difcil, ha de serlo de tal forma que sea al mismo tiempo mayor
bien [19] .
30
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
En esta misma lnea, no duda en recordar que lo propio de la virtud (una palabra
hoy no muy de moda) es hacernos dueos de nuestras inclinaciones naturales, de
forma que podamos seguirlas sin dificultad, con menos posibilidad de equivocarnos
y disfrutando al obrar de la manera adecuada.
En trminos ms actuales, cabra resumir la esencia de la tica diciendo que su
misin es facilitar y hacer agradable e incluso divertido el ejercicio del bien.
Confusin vital
Como se habr advertido, el error de base fuente a su vez de otros muchos
desaciertos y malestares consiste en concebir de forma incorrecta la voluntad:
1. En abrir un abismo insalvable entre ella y su acto ms propio, que es el amor,
como si nada tuvieran que ver una y otro.
2. Y en entenderla, al modo kantiano, como una instancia frrea e inhumana que se
opone y tiende a fastidiar a las tendencias naturales, en particular, las sensibles; y,
como consecuencia, sofoca lo mejor y ms autntico que existe en cada hombre y lo
obliga a realizar acciones poco o nada agradables, arbitrariamente calificadas como
buenas en funcin casi exclusiva del esfuerzo o incluso de la repugnancia que
llevan consigo!
Las consecuencias prcticas de este error son muchas. Por ejemplo:
2.1. Lo que hoy se califica equivocadamente como educacin de la voluntad tiene
poco o nada que ver con el amor, y mucho con la fortaleza o con la fuerza de
voluntad, al estilo espartano, estoico o hitleriano.
2.2. Y el uso de esta potencia se confunde sin razn con el tan justamente
denostado voluntarismo o con el cerrilismo seco, irracional, fantico e intransigente,
a los que ms tarde volveremos a aludir.
2.3. Con lo que se origina, de manera instintiva y arraigada, un radical rechazo de
cuanto huela o suene a voluntad sin sospechar siquiera que su acto ms propio es
justo el amor.
Como consecuencia, en los asuntos que ms afectan a nuestra vida vivida, bastantes
de nosotros quedamos al arbitrio de los sentimientos en estado puro, desligados de la
inteligencia y de la voluntad; y, por eso, por carecer de una gua que lo oriente de
manera estable y coherente, nuestro comportamiento se transforma en fuente de
desilusiones y molestias, cuando debera serlo de disfrute y dicha.
La represin!
Aunque merecera un estudio ms detallado, nos limitaremos a sugerir una de las
manifestaciones ms netas de esa afectividad desasistida del entendimiento y, sobre
todo, de la voluntad, del autntico amor.
Ojal logremos explicarnos, porque la cuestin tiene su inters!
El trmino represin se utiliza hoy da con mucha frecuencia, como fruto de una
incorrecta divulgacin de los hallazgos de psiclogos y psiquiatras. Y el matiz que la
acompaa es claramente negativo:reprimir lo que sea! va siempre seguido
segn se dice de consecuencias prcticamente irreparables.
Y, mire usted por dnde!, nos da la impresin de que esa afirmacin es acertada. Lo
que ya no lo es tanto es el modo indiscriminado con que se aplica el vocablo
reprimir. Y, en el fondo y como acabamos de sealar, la confusin proviene de no
entender correctamente lo que es la voluntad, cmo es su ejercicio y cul su acto ms
31
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
propio.
Pues, en realidad, y sin utilizar trminos muy tcnicos ni difciles, hay represin, con
las consecuencias que suelen sealarse u otras parecidas, cuando un
apetito sensible en busca de su objeto y del correspondiente deleite
resulta violentamente sofocado por otra instancia, tambin sensible!, pero de signo
contrario.
En trminos tradicionales, cuando los apetitos irascibles sofocan a
los concupiscibles. Con expresiones ms corrientes, cuando algo que me apetece o
interesa dejo de hacerlo porque s, sin descubrir las razones que aconsejan su
omisin ni buscar y dejar claros los motivos de amor que inducen a obrar de ese
modo. Es decir, justo cuando no intervienen la inteligencia ni la voluntad amorosa
por ms que a esose le llame voluntarismo.
Sin embargo, el carcter agresivo y los frutos lamentables desaparecen cuando la
accin prevista deja de llevarse a cabo porque el entendimiento advierte que, en fin
de cuentas, su realizacin acarreara daos a m mismo y a las personas queridas y,
justo por ese motivo, por amor!, decido abstenerme del placer que me atrae o, en el
extremo contrario, opto por llevar a cabo algo que me molesta e incomoda. Es decir,
justo cuando s interviene la voluntad con su acto ms propio: amar.
Aunque el ejemplo no es todo lo bueno que quiere, la primera situacin es similar a
la de un hermano de 10 12 aos que, por la fuerza y sin aducir razones, impide a
otro de 5 6 llevar a cabo algo que este desea pero que al mayor le parece
equivocado; la segunda, a la de un buen amigo que, haciendo ver los males que se
seguiran de ello, induce a otro a no hacer porque, tras asimilar los argumentos
ofrecidos por su amigo, ya no quiere hacerlo! lo que, en fin de cuentas,
desembocara en un mal.
Como no cabe extenderse ms, aducimos el testimonio de dos especialistas: A. Pithod,
un psiclogo-neurlogo, y G. Torell, psiquiatra [20] .
Pithod:
Hay una afectividad sensible y una afectividad espiritual, que deriva de la voluntad,
pues toda inclinacin lleva consigo una afeccin o emocin. [] La actividad sensible
puede integrarse con la afectividad superior. Pero en el caso de que en lugar de
asuncin haya represin, sub-desarrollo o malformacin, aparecern perturbaciones
[] La represin que del concupiscible puede hacer el irascible sin intervencin del
apetito racional, es causa de perturbaciones [21] .
Torell, aplicado a un tema donde la acusacin de represin suele ser ms frecuente,
asegura:
La observacin libre de prejuicios del comportamiento humano ha hecho posible que
la psicologa ms reciente reconozca que la represin [lase dominio] del instinto es
tan humana y natural como la satisfaccin del mismo, y que la una y la otra son
causa de salud o enfermedad, de serenidad o de inquietud, de placer o de disgusto,
segn la relacin que mantienen con la entera escala de valores especficamente
humanos. Respecto al llamado instinto sexual, tiene el amor un papel decisivo:
la continencia por amor produce calma y libertad de espritu, lo mismo que la
relacin sexual llevada a cabo tambin por amor. La disposicin ntima de la
persona, que plasma y colorea el mundo entero, se traduce en las relaciones
32
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
45.
[7] AGUSTN DE HIPONA, De Civitate Dei, 14, 9, 6.
[8]Wadell, Paul J., La primaca del amor, Palabra, Madrid 2002, p. 171.
[9]Lewis, Clave Staple, La abolicin del hombre, Ed. Encuentro, Madrid 1990, p. 18.
[10]Lpez Ibor, Juan Jos, Rebeldes, Rialp, Madrid 1965, p. 78.
[11]Hildebrand, Dietrich von, El corazn, Ed. Palabra, Madrid 1997, p. 111.
[12]Choza, Jacinto, en AA.VV., Sentimientos y comportamiento, Fundacin
Universitaria San Antonio, Murcia 2003, pp. 36-37.
[13]Choza, Jacinto, en AA.VV., Sentimientos y comportamiento, Fundacin
Universitaria San Antonio, Murcia 2003, p. 35.
[14]Pithod, Abelardo, Psicologa y tica de la conducta, Editorial Dunken, Buenos
Aires 2006, p. 61.
[15]Powell, John, Por qu temo decirte quin soy?, Sal Terrae, 15 ed., 1989, p. 64.
[16]Polo, Leonardo, Quin es el hombre, Rialp, Madrid 1997, pp. 47-48.
[17]Gonzlez Martn, M del Rosario, La educacin de los sentimientos, en
AA.VV., Sentimientos y comportamiento, Fundacin Universitaria San Antonio,
Murcia 2003, p. 232.
[18]Toms de Aquino, Suma Teolgica, II-II, 123, 12, ad 2.
[19]Toms de Aquino, Suma Teolgica, II-II, 27, 8, ad 3.
[20] Elimino de la citas, a veces sin utilizar corchetes, lo que de momento resultara
no inteligible.
[21]Pithod, Abelardo, Psicologa y tica de la conducta, Editorial Dunken, Buenos
Aires 2006, pp. 138-140.
[22]Torell, Juan Bautista, Psicologa abierta, Rialp, Madrid 1972, pp. 91-92.
[23]Hildebrand, Dietrich von, El corazn, Ed. Palabra, Madrid 1997, p. 58.
[24]Pithod, Abelardo, Psicologa y tica de la conducta, Editorial Dunken, Buenos
Aires 2006, p. 84.
[25] Cit. por Pithod, Abelardo, Psicologa y tica de la conducta, Editorial Dunken,
Buenos Aires 2006, p. 100.
Elogio de la afectividad (3): Definir los sentimientos?
por Toms Melendo y Luis Gmez A.
Jugando un poco con las palabras, estimo que si algo resulta claro respecto a los
sentimientos es que no son ni estn nada claros
I. Anlisis introductorio
Una realidad huidiza
Por una parte, no resulta fcil descubrir en qu consisten los sentimientos: ni en
general, ni cada uno de ellos.
Un sntoma de lo ms elemental y ya apuntado. Cuando una persona, incluidos t y
yo, quiere explicar un estado afectivo relativamente complejo de dejadez y
desgana, pongo por caso, pero tambin de alegra o euforia inesperadas, suele
iniciar la conversacin con una frase del tipo: la verdad es que no s lo que me pasa,
pero desde hace das.
Y algo parecido ocurre con quienes investigan de manera cientfica o filosfica la
vida afectiva.
Por ejemplo, Teodoro Haecker ha dedicado toda una monografa al anlisis de la
34
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
apetitos en cuanto que han sido afectados por alguna realidad externa o interna
(afecciones o afectos).
2. Pero agregando de inmediato que, para hablar propiamente de emociones o
sentimientos, es preciso que ese estar siendo tocado sea percibido que uno se
sienta afectado y re-accione ante ello.
3. Y, adems y esto es lo que hasta ahora no haba dicho de forma tan clara, que
semejante sentirse es, en fin de cuentas, un sentirse bien o mal, en la acepcin ms
amplia de estos trminos; experimentarplacer o displacer, bien-estar o mal-
estar, agrado o des-agrado.
Fabro lo resume del siguiente modo:
El placer comporta en los seres finitos un elemento cognoscitivo que es la aprensin
de cierto bien real o aparente, para alcanzar o ya alcanzado, y un elemento afectivo,
es decir, el sentimiento de bienestar que es la complacencia de la esfera
emocional [3] .
No solo sentir-se
Concluyendo:
1. En una primera consideracin, es propio del sentimiento el dar a conocer algo del
sujeto al sujeto mismo.
2. Pero, aunque resulte muy relevante, el hecho de que el sentimiento indique
siempre algo subjetivo (el modo como uno se siente = se conoce + est, conoce
cmo est), no basta para describirlo de manera adecuada.
La sensacin de fro o calor, pongamos por caso, no constituye propiamente un
sentimiento y muy pocas veces se lo considera como tal; ni tan siquiera lo son, en su
acepcin ms estricta, las sensaciones de mero dolor o placer o mareo o vrtigo si
es que estas percepciones o las anteriores pudieran darse separadas: y esto deja
todava ms claro que los lmites entre simples sensaciones y sentimientos resultan
difusos, y la definicin neta de unas y otros es poco menos que imposible.
Sino sentir-se bien o mal
Para advertir en qu consiste un sentimiento o una emocin, tal vez lo ms sencillo
sea partir de la experiencia de lo visto hasta ahora y sacar a la luz el elemento nuevo
y especfico que interviene en la vida emotiva.
Dejando a un lado los otros componentes que ya analizamos, semejante elemento
puede calificarse, inicialmente y de manera un tanto vaga, como un deseo, que se
convierte en e-mocin en la medida en que lo advierto en m porque se mueve, es
decir, en cuanto que se despereza o despierta, intensifica, apacigua o desaparece.
Con lo que, un tanto simplificadamente, el sentimiento sera la percepcin
placentera o no, segn los casos de que un deseo se ha activado o intensificado y,
ms tarde, sucesivamente, de la satisfaccin por estar acercndose o por haber
conseguido aquello que se anhelaba, o el desencanto por estar alejndose de ello o no
haberlo logrado.
O, tambin, desde el extremo contrario, la activacin o apaciguamiento o
intensificacin o relajacin o reposo total de una tendencia o anhelo, pero justo en
cuanto est siendo advertido.
II. La msica ambiental de nuestro vivir
Un balance de nuestro estado interior
37
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
sino el individuo o el sujeto, puede traducirse diciendo que, en todas y en cada una de
nuestras acciones, pasiones y reacciones del tipo que fueren, aunque de formas
diversas y con distinta intensidad se pone en juego todo lo que hemos vivido y
asimilado a lo largo de nuestra existencia: en el plano individual, familiar, social,
etc.; es justamente aqu donde se insertara el difcil y tan relevante discurso relativo
a la educacin, la cultura, la historia, el lenguaje
Sentir-se vivo
As enfocado, y segn Garca-Morato, podra describirse el sentimiento humano
como la percepcin de que estamos mejorando o empeorando como personas o
adelantando en unos aspectos y retrocediendo en otros.
Con sus propias palabras, el sentimiento sera:
La reaccin del ser espiritual ante la propia vitalidad. En nuestro interior hay un
enjambre de fuerzas que chocan y se entrecruzan. Los sentimientos son la manera
que tenemos de percibirlas y as sabemos qu pasa. En el nimo, cada persona
experimenta el eco del desarrollo o menoscabo de su ser, y la satisfaccin o
insatisfaccin de sus impulsos vitales [5] .
O tambin, con expresiones del mismo autor:
Se podra concluir diciendo que la afectividad es la resonancia activa, en la
conciencia de la persona, de su relacin existencial con el ambiente y de su estado
vital. Y que esto se muestra en los sentimientos, emociones, pasiones y motivaciones,
que se vivencian personal y subjetivamente de acuerdo con nuestro temperamento,
carcter, cultura, lucha personal, etc. [6]
El sentimiento como vivencia
Tras cuanto llevamos visto, quizs resulte ilustrativo encuadrar el sentimiento, con
toda la complejidad que implica, en los dominios de las vivencias, tan de moda de un
tiempo a esta parte.
En efecto, segn sostiene Kng:
Todos conocemos la sociedad en que estarnos insertos. El trabajo ya no ocupa el
centro de ella, pues ha sido desplazado por la vivencia. En gran medida, la vivencia
se ha transformado en una meta en s. Hay infinidad de cosas que no necesitamos,
pero desearamos tener: desde la vestimenta al automvil nuevo, el valor de la
vivencia es a menudo ms importante que el de uso. El sentido de la vida ya no lo
proporciona el trabajo, sino la bsqueda de experiencias agradables y la
"estetizacin" de la vida cotidiana. Todo debe ser ms placentero, ms bello y ms
ameno, pues "todo lo que divierte est permitido".
No es de sorprender que en nuestra sociedad, a la par del mercado de trabajo, el
mercado de las experiencias se haya convertido en un factor dominante de la vida
cotidiana, donde la oferta es cada vez ms refinada y la demanda ms rutinaria [7] .
Afirmamos antes que el sentimiento es un sentir-se e incluso un sentirse-sintiendo.
Podra tambin describirse como un vivir-se viviendo, puesto que la vida sensible, a
diferencia de la simplemente vegetativa, implica el sentir y el sentirse; es decir: el
sentirse sintiendo, que equivale entonces al sentirse viviendo con lo que la emocin
se introduce claramente en los dominios de las vivencias.
Pues, siguiendo el resumen que realiza Malo,
la vivencia puede definirse como la iluminacin de la vida desde dentro, o sea,
39
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
como el darse cuenta en mayor o menor medida del propio vivir [8] .
Siempre en el decir de Malo, esta descripcin inicial puede desarrollarse en los tres
pasos que siguen y que expongo con palabras literales, omitiendo lo que estimo
menos pertinente:
1. La vivencia presupone, ante todo, la comunicacin o el dilogo del ser vivo con la
realidad circunstante a travs de los instintos, en el animal, y de las tendencias, en el
hombre [].
2. En segundo lugar, puesto que la simple relacin instintiva o tendencial no basta
para la comunicacin, el individuo animal necesita percibir o darse cuenta del
ambiente o del mundo []. La percepcin hace descubrir al animal en el ambiente
conjuntos de significado; por ejemplo, el reclamo del macho percibido por la hembra
en celo, el agua percibida por el animal sediento El grado de percepcin depende
de la capacidad para descubrir esos significados: el grado ms elemental es la
percepcin sensorial, comn a todos los animales; el ms elevado es la comprensin
intelectual [].
3. La vivencia est integrada por tres elementos: a) la percepcin de la realidad
circunstante como positiva o negativa en relacin a los instintos animales y a las
tendencias humanas; b) el centro vital del sujeto, es decir, el ncleo de donde salen
las inclinaciones en busca de lo que las satisface; c) la conducta activa consiguiente a
la interiorizacin del mundo percibido. Estos elementos se unen entre s de acuerdo
con el esquema pregunta-respuesta y forman el crculo funcional de la vivencia [9] .
La expresin crculo funcional de la vivencia fue acuada por Philip Lersch. Con ella
quera indicar que
los hechos anmicos de la pulsin, de la percepcin del mundo, del sentimiento y
de la conducta activa no son elementos aislados, sino que forman un conjunto que se
desarrolla travs de un feed-backcontinuo [10] .
Que es otro modo de referirse a la idea central que gua esta exposicin: la
complejidad del mundo afectivo y la unidad de la persona.
III. Componentes de la vida afectiva
Dos elementos en toda emocin
En el sentimiento intervienen, pues, dos factores, que ahora simplemente
enunciamos, para estudiarlos despus con ms detalle:
1. El conocimiento.
2. Las tendencias o inclinaciones, que dan lugar a los deseos o rechazos.
El conocimiento
Resulta fcil de comprobar, puesto que nadie habla de sentimiento o afecto si
no percibe nada en su interior.
En relacin a este extremo, conviene puntualizar que:
1. Por una parte, no es cierto que, si careciramos de tendencias o inclinaciones, no
sentiramos nada, ya que la percepcin de fro, calor, estabilidad o inestabilidad
corporal, equilibrio, cansancio, dolor, etc., a las que con rigor cabe
llamar sensaciones o percepciones, no van por fuerza e inmediatamente aparejadas a
una tendencia y, por eso, en sentido estrictsimo, no seran sentimientos.
Admitimos sin reparos, pues nos parece certero, que tambin aqu podra hablarse
de cierta tendencia al bienestar fsico emparejada con el instinto vital de
40
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
conservacin: vivir y vivir bien, que es justo lo que tie con un cariz emotivo lo
que en su acepcin ms rgida calificbamos de meras sensaciones; pero esto es algo
que ya apuntamos y ahora no cabe desarrollar con ms calma.
2. Sin embargo, los sentimientos propiamente dichos las emociones
o palpitaciones o estados de nimo s que se encuentran ligados a esas
inclinaciones, y pueden calificarse con ms propiedad como sentimientos en la
medida en que ms comprometan a la persona en cuanto tal.
2.1. Esto equivale a sostener que, de manera ms directa, se relacionan con la
perfeccin o el fin del hombre, real o percibido o, al menos, barruntado como tal.
2.2. Y es justo esa remota referencia a nuestro destino o bien final lo que hace que
nos impliquen o comprometan: que nos hagan vibrar o con-movernos de una manera
ntima y total.
De ah deriva, en parte, su gran relevancia y la atencin que les estamos prestando:
pues probablemente este tema ocupar ms espacio que cualquiera de los que
preceden y siguen.
Cabe, entonces, concluir que los sentimientos surgen cuando est en juego un valor,
propio o ajeno, que nosotros percibimos o vislumbramos como tal y de algn modo
nos afecta.
Comprometido con?
La metafsica nos llevara a referir principalmente esos valores a la unidad, verdad,
bondad y belleza, que acompaan a todo lo que es, en proporcin directa a su
grandeza.
Pero no es muy distinto lo que sostiene Harold Bloom en Dnde se encuentra la
sabidura? A saber:
La mente retorna siempre a su necesidad de belleza, verdad, discernimiento.
Ms claro todava, y para explicar cmo asegurarse el xito en los negocios!, resulta
Morris (tomo de nuevo la cita de Si Aristteles dirigiera la General Motors):
Durante toda la historia, y en todas las culturas del mundo, ha habido cuatro
dimensiones bsicas de la experiencia humana, que en la actualidad son tan
importantes como lo han sido a lo largo de los siglos. Son las claves para lograr la
felicidad personal en el trabajo, as como una excelencia corporativa sostenible. []
Cada una de las expresiones lleva a un objetivo, una finalidad que es en s misma una
slida base para la satisfaccin humana duradera. Estas bases son:
1) La dimensin intelectual, que aspira a la verdad.
2) La dimensin esttica, que aspira a la belleza.
3) La dimensin moral, que aspira a la bondad.
4) La dimensin espiritual, que aspira a la unidad.
Lo intelectual, lo esttico, lo moral y lo espiritual: verdad, belleza, bondad y unidad.
Estos son los elementos que estructuran toda la vida humana y nos proporcionan
cuatro bases para la excelencia humana sostenible. A menudo, y en nuestro
detrimento, las olvidamos en el mundo de los negocios [11] .
Nada de lo anterior est muy lejos de la afirmacin de Einstein:
Los ideales que han iluminado mi camino y que me han dado siempre nuevo valor
para afrontar la vida con alegra han sido la verdad, la belleza y la bondad [12] .
Y, en general, podra hablarse de cualquier tipo de valores que, en efecto, lo sean o
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
comida: algo que nos sacie, eliminando el estado y la sensacin de mal-estar o des-
equilibrio orgnico.
2. Por otro, empleado de manera genrica, es utilizado tambin para aludir, con ms
o menos propiedad, a cualquier tendencia, inclinacin o pulsin: a esas ganas de ver
un partido de ftbol o baloncesto o una pelcula, de estar con unos amigos, con la
mujer o la novia, de cambiar de ocupacin, de intentar eliminar a Dios de nuestra
conciencia o de tratarlo con ms intimidad, de aprender matemticas o filosofa o
fsica, de librarnos de una situacin embarazosa, de romper a cantar, de bailar, de
morirnos o de vivir a tope
Todos esos deseos o apetitos, que en los animales atribuiramos a sus instintos, en los
seres humanos estn provocados por las distintas tendencias, que ms tarde
procuraremos enumerar, distinguir y relacionar de nuevo porque solo as es como
existen: en mutua interconexin y dependencia y en unin con el resto de la vida de
cada individuo.
Cmo se caracterizan?
Entre los rasgos capitales de las tendencias humanas, cabe apuntar por ahora, de
acuerdo con nuestra experiencia, y con el fin de completarlos y concretarlos ms
tarde:
1. Multiplicidad no armnica
Que son mltiples y no siempre se encuentran en armona. Centrndonos adrede en
una esfera muy particular:
1.1. Tenemos inclinaciones a echar una mano a quienes nos rodean, complicndonos
la existencia y a vivir una vida lo ms tranquila y regalada posible.
1.2. A mantener o mejorar la lnea y a comer en exceso o no hacer ejercicio fsico
regular y continuado.
1.3. A pasar desapercibidos, incluso por timidez, y a ser el perejil de todas las
salsas, enfadndonos cuando no nos tienen en cuenta o no aprecian lo que valemos.
1.4. A multiplicar el nmero de nuestros amigos y conocidos y a aislarnos en
nuestro propio mundo, donde aparentemente reina la paz y el sosiego.
1.5. Y pare usted de contar, porque el elenco sera infinito!
2. No deterministas
Que, en condiciones normales, las tendencias humanas pueden seguirse o no, incluso
aunque las experimentemos con una gran intensidad a diferencia de lo que sucede
con los instintos, que se imponen alanimal de forma casi maquinal o automtica, sin
que este pueda resistirse.
Recogemos de momento un texto significativo, en espera de tratar este asunto con
ms detalle. Como fruto de sus vivencias en distintos campos de concentracin y de
su prctica como psiquiatra, Frankl asegura:
Sin ninguna duda, el hombre es un ser finito y su libertad limitada. No se trata, pues,
de librarse de los condicionantes (biolgicos, psquicos, sociolgicos), sino de la
libertad para adoptar una postura personal frente a esos condicionantes. Ya lo
afirm con claridad en cierta ocasin: Como profesor de dos disciplinas, neurologa
y psiquiatra, soy plenamente consciente de en qu medida el hombre est sujeto a las
condiciones biolgicas, psicolgicas y sociales. Pero adems de profesor en estos dos
campos soy superviviente de otros cuatro de concentracin, se entiende y como
43
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
tal quiero testimoniar el incalculable poder del hombre para desafiar y luchar contra
las peores circunstancias que quepa imaginar [13] .
3. Finalizadas
Que, como repeta Aristteles, toda tendencia inclina hacia su bien propio y en l se
deleita [14] , aunque deba ser educada, pues, en el hombre, lo natural es la
educacin y aunque una falta de educacin o una educacin incorrecta la desve de
tal objetivo:
3.1. La vista aspira a ver (y a ver lo digno de verse), el odo a escuchar sonidos
armnicos, el gusto a paladear manjares o bebidas exquisitas o exticas
3.2. El entendimiento, aunque a veces no lo parezca, a conocer ms y mejor (aqu s
que es imprescindible la educacin!).
3.3. El apetito sexual, a unirse con una persona del sexo complementario (ms an:
con el propio cnyuge, si hemos hecho madurar esta tendencia, humanizndola, de
manera anloga a como actuamos con las restantes).
3.4. Y asimismo existen, entre otras muchas, inclinaciones a la comodidad, a gozar de
la temperatura adecuada, a moverse o descansar, a buscar la horizontal, a relajarse
cuando nuestros msculos soportan una tensin excesiva: es decir, a lo que, en
principio, sera el bien-estar fsico.
4. Ms o menos adecuadas
A todo lo cual es imprescindible aadir lo que ya hemos medio sugerido: que el
hombre no acta determinado por sus instintos, sino que en l intervienen otros
factores, que de manera genrica, podemos llamar formacin o carencia de ella. Y,
por tanto, que el bien aludido puede ser:
4.1. Incluso para la misma tendencia particular, un bien real o solo aparente.
4.2. Y, para el conjunto de la persona: global o enterizo, por cuanto, en efecto,
mejora al individuo en su totalidad; o parcial, porque no perfecciona al ser humano
en cuanto tal, sino solo de un aspecto u otro.
Es decir, porque no conviene a la totalidad de la persona, aunque el apetito concreto
quede a gusto y disfrute: pongamos el ejemplo sencillo del alcohol, del exceso de
azcar o de sal, de condimentos, etc.
4.3. Como es obvio, en cualquiera de estos dos ltimos casos, si atendemos al
progreso radical de la persona como persona, el bien solo parcial o aparente puede
en definitiva ser un mal respecto al bien real o al global y superior: al de la persona
en cuanto tal, en cuanto persona.
Sus dos estados principales
Aunque de momento no se entienda el porqu del excursus, y aun tratndose de
cuestiones un tanto tcnicas, solicitamos un voto de confianza para desarrollar
algunos rasgos caractersticos de las tendencias humanas que en su momento
manifestarn su importancia.
1. La pura tendencia
Con las tendencias sucede algo muy parecido a lo de aquella potencia que, quien ms
quien menos, estudiamos al cursar filosofa, cuando nos hablaron de Aristteles y
cmo no! de la potencia y el acto.
Muy probablemente, las explicaciones de entonces nos llevaron a pensar que la
potencia resulta suprimida cuando adviene o se ejerce el acto: as solemos o solamos
44
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
esa capacidad justo cuando alcanza o supera los 300 por hora: ms bien es entonces
cuando podemos estar seguros de que tena (de que tiene!) esa potencia.
2.3. Acudiendo a otro supuesto: resulta bastante obvio que nadie vera en acto si en
ese preciso instante, por desvanecerse la potencia o capacidad de ver, no pudiera ver.
El que est viendo es la prueba ms clara de que puede ver, de que tiene capacidad o
potencia real para ello.
Esa potencia la posee tambin cuando cierra los ojos o se encuentra a oscuras; pero
sera absurdo afirmar que la pierde (que ya no puede ver) justo cuando est viendo
de nuevo, al abrir los ojos o encender la luz.
A oscuras, la potencia est sin actualizar: puede ver, pero no ve; con luz, sigue la
potencia o posibilidad (de ver), pero actualizada: hasta tal punto puede ver que, de
hecho, est haciendo lo que puede hacer: est viendo. No parece muy difcil de
entender y admitir.
Las tendencias no desaparecen cuando se las colma
Y, segn se acaba de sostener, algo similar sucede a las tendencias o apetitos: tambin
ellos persisten una vez actualizados o colmados a no ser que, en el instante en que
logran su objetivo, o con el paso del tiempo, desaparezca o se embote la inclinacin
hacia aquello que antes atraa.
Es lo que solemos llamar perder el gusto por; y, en efecto, la prueba ms clara
de que la tendencia no sigue operativa bien por haber sido suprimida, bien porque
una inclinacin opuesta y ms fuerte la ahoga es que el sujeto en cuestin ya no
goza con el bien posedo: aquello deja de gustarle.
Por el contrario, mientras disfrute con lo que ha alcanzado, est claro que la
tendencia a aquello sigue presente aunque satisfecha o hecha plena: actualizada.
Es sencillo entender que, si en el momento en que ya conquisto lo que ando largo
tiempo persiguiendo un ttulo universitario, un trabajo, un vino de marca,
casarme con la persona a la que amo, desapareciera la inclinacin a tenerlo o a
convivir con esa persona, cmo podra disfrutar de lo obtenido? Puede alguien
gozarse en lo que ya no quiere, le atrae o apetece justo porque lo posee?
Cierto que esto ocurre a menudo, y acaso ms en el mundo contemporneo. Pero
indica, tal vez entre otras cosas, que en demasiadas ocasiones ponemos nuestra
ilusin en realidades incapaces de colmarla. En tales circunstancias s que es posible
(e incluso inevitable) que, al conquistar lo que deseaba, pierda las ganas de tenerlo
y la ilusin y el gozo por haberlo conseguido: que me des-ilusione.
Luego? Luego el problema es que estaba buscando llenar mis ansias de bien (de
felicidad, como suele decirse, de forma un tanto ambigua) con algo que, por no ser lo
bastante bueno, no puede lograrlo. Y de ah que, hoy da, como antes apunt, existan
tantas personas perpetuamente insatisfechas, que, desengaadas con las anteriores,
buscan de continuo nuevas emociones, vivencias, sensaciones
No cuesta demasiado intuir cunto tiene que ver todo esto con la felicidad y sus
aledaos [16] .
A qu tienden las tendencias?
Son muchas, y enormemente variadas, las clasificaciones y enumeraciones de las
tendencias humanas propuestas por los distintos autores.
Sin pretender en absoluto que sea la mejor, y en espera de lo que luego expondremos,
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
transcribimos una de ellas recogida por Pinckaers, para despus agregar dos
puntualizaciones claves.
Primero, sus palabras:
Podemos distinguir cinco inclinaciones fundamentales. Se derivan de los elementos
esenciales de nuestra naturaleza y recogen singularmente las ideas generales que los
filsofos llaman trascendentales o cualidades universales.
La inclinacin primera, en el origen de todo acto humano, es la inclinacin al bien,
una aspiracin que [] es inseparable de la atraccin de la felicidad. [] Rene las
dems inclinaciones en un haz dinmico.
Bajo la gida de la aspiracin al bien, viene en primer lugar la inclinacin a la
conservacin del ser, tan fundamental como la misma existencia. Se manifiesta en la
idea y la experiencia del ser, en el sentido de lo real. Nos pone en comunin con todos
los seres.
El hombre es un ser vivo y tiene la facultad de transmitir la vida por medio del
ejercicio de la sexualidad. El gnero humano est dividido en varones y mujeres
una distincin de gneros expresada a travs de las ideas y del lenguaje, llamados a
la generacin y a la educacin. En este sentido somos semejantes a todos los seres
vivos de la tierra.
La cuarta inclinacin es profundamente espiritual: consiste en la aspiracin a la
verdad que se manifiesta en la idea y en el conocimiento de la verdad como el objeto
propio y la luz de la inteligencia en sus funciones terica y prctica. []
Por ltimo, el hombre posee una inclinacin natural a la vida en sociedad que
procede del sentido del otro, constitutivo de nuestro ser personal junto al sentido del
bien. Da paso al deseo de la comunicacin y de la comunin, y se manifiesta a travs
del lenguaje [17] .
Nuestra propuesta provisional:
1 . Resumiendo lo ms posible y acudiendo al sentir general, cabra decir que el
conjunto de las tendencias humanas aspiran en ltima instancia a un mismo fin, que
llamamos felicidad o vida lograda (o plena) y que incluye otros muchos sub-objetivos
o bienes intermedios.
2. A esto habra que aadir una observacin ya conocida, pero de enorme relevancia
para la correcta comprensin de la afectividad y de la persona humana. Y es que la
tendencia ms perfecta que hay en cualquier persona, justo en cuanto persona, es la
propensin a amar: a comunicar libremente el bien que posee (en el fondo, uno
mismo: lo mejor de s), y no a conseguir aquel del que se carece que es siempre
signo de imperfeccin.
La grandeza de la persona
Estamos ante una de las exigencias ms claras de la interpretacin metafsica y no
reduccionista de la persona: la que marca la diferencia infinitamente infinita entre el
hombre y los animales, como quera Pascal, y tal vez segn se dijo casi al principio
la causa de que naufraguen bastantes de los intentos actuales de explicar la
afectividad, que olvidan este dato fundamentalsimo la sublimidad de la persona
, principalmente por dos motivos.
1. O bien por moverse de abajo a arriba, al estilo de Freud y tantos otros en la
cultura contempornea, que, como bien explica Denis de Rougemont, se empea en
47
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
no se ponga nada que la impida. Lo [] esencial del amor es, por tanto, la accin
edificante y edificadora en y sobre el mundo. Quien mira en silencio en torno suyo,
ve cmo edifica el amor (Goethe) [2] .
Amor-deseo
Si aqu lo usamos en tal acepcin es por estimar que, precisamente atendiendo a este
sentido tradicional de amor-deseo o amor-inclinacin, resulta ms fcil:
1. Entender por qu bastantes personas consideran hoy el amor, en su significado
ms alto, como un sentimiento.
2. Establecer las diferencias entre los dos gneros de amor ya bastantes vences
aludidos.
As enfocado, como activacin de la inclinacin a un bien, el amor percibido, o la
percepcin del amor, constituye el primer sentimiento y la raz de cualquier
sentimiento posterior.
De qu manera?
1. style='font-family:"Times New Roman"'>Recuerden que empleamos ahora el
vocablo amor con un significado excesivamente amplio, casi equvoco, referido a
cualquier tensin hacia un bien, a la inclinacin o tendencia que nos lleva a
confirmar y a poseer o gozar y a difundir, de la forma en que fuere, algo que
consideramos bueno y, por consiguiente, a evitar o a eliminar lo que se opone a ese
bien concreto o a cualquier otro bien ya posedo.
Desde este punto de vista, lo que impide un bien, en cualquiera de las formas
sealadas, tendra razn de mal.
2. Adoptando tal perspectiva, y para evitar los equvocos derivados de la
ambigedad del trmino amor, tal vez convenga denominar este impulso
primordial con el vocablo aspiracin o con alguno de sus
sinnimos: anhelo, impulso, apetencia a la consecucin o logro de algo o a la
realizacin de cierta actividad.
Los dos estados del amor-inclinacin
Al analizar esta realidad, el bien a que nos estamos refiriendo puede hallarse en dos
situaciones: ausente o presente.
1. style='font-family:"Times New Roman"'>Si el bien todava no es posedo, si no se
encuentra ya a nuestro alcance, pero queremos que lo est, la aspiracin que nos
impulsa hacia l se configura como deseo.
2. Por el contrario, cuandoya hemos alcanzado lo que perseguamos, semejante
aspiracin, lejos de desaparecer excepto en casos de bienes solo aparentes o de
muy baja calidad, en los que sobrevendra una desilusin o decepcin, engendra en
nosotros el gozo.
2.1. El deseo sera, entonces, la vivencia de la aspiracin mientras todava no ha sido
satisfecha.
2.2. El gozo, por el contrario, la experiencia de la satisfaccin de esa misma
tendencia, ya colmada
2.3. Y, como antes apunt, a lo largo de cualquier proceso que se extienda en el
tiempo, la tonalidad afectiva ir variando a tenor de la confianza o esperanza de
lograr o no el objetivo deseado.
Los ejemplos pueden multiplicarse. Desde los ms sencillos, como los que se refieren
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
ms amplia de estos vocablos, que reviste la forma de aversin cuando el estorbo est
todava lejos, ausente, y que provoca tristeza o dolor cuando, de forma efectiva, ese
mal est presente e impide que poseamos y nos deleitemos en el bien deseado [4] .
Por acudir a un ejemplo relativamente comn, un joven que siente atraccin ante
una chica puedever dificultada la posibilidad de abordarla y entablar amistad con
ella por varios motivos, unos de orden interno y otros de carcter externo:
1.1. Entre los primeros, por una suerte de timidez que hace problemtico su trato con
las personasdel otro sexo.
1.2. Entre los segundos, el hecho de que la chica vaya siempre acompaada por un
conjunto de amigas, de las que difcilmente se separa, o por su padre.
2. Ante estos dos tipos de trabas, nuestro joven sentir rechazo u odio, dando a este
vocablo el sentido amplsimo que estoy utilizando: es decir pues el trmino odio
reviste hoy unas connotaciones mucho ms duras que las que aqu queremos
expresar, desear con todas sus fuerzas que tales impedimentos desaparezcan y,
dentro de sus posibilidades, pondr los medios para eliminarlos o sortearlos:
losrechazar.
2.1. Ese odio suele llamarse aversin mientras el chico est dudando si abordar o no
a la muchacha o ya lo ha decidido pero no intentado, esto es, cuando todava los
obstculos solo amenazan, pero ni han sido superados ni han hecho que fracase en su
propsito.
2.2. Por el contrario, la aversin se transformara en tristeza o dolor,en la acepcin
tambin amplia de estos trminos, si la timidez o los impedimentos generados por los
acompaantes fueran de tal grado que, al acercarse a la chica, de hecho no lograra
dirigirle la palabra ni, como consecuencia, iniciar ningn tipo de relacin con ella.
Una vez ms, esta situacin en apariencia tan simple resulta por fuerza ms
compleja: y los sentimientos se superpondrn y/o alternarn, por decir algo,
mientras nuestro protagonista delibera sobre el mejor modo de hacerse el
encontradizo con la chica, ensaye lo que le dir cuando se la tope y en funcin de
que se vaya viendo ms o menos capaz de lograr su propsito, incluso cuando las
circunstancias externas no varen, sino solo la percepcin de s mismo.
3. Con lo que los sentimientos primarios de aspiracin, deseo y gozo se veran ahora
completados por otros tres, de signo estrictamente contrario: rechazo, aversin y
tristeza o dolor.
Tambin en este caso, y con puntualizaciones similares a las realizadas respecto al
amor, realmente se dan solo dos sentimientos:
3.1. Aversin o repudio, cuando todava no se ha puesto medio alguno para eliminar
los obstculos.
3.2. Tristeza, cuando ya se han procurado suprimir, pero sin xito.
Sentimientos derivados
Aunque es fcil advertirlo con solo reflexionar un poco, vale la pena dejar claro que
los tres sentimientos fundamentales enunciados en segundo lugar, los negativos, se
derivan realmente de los anteriores, por oposicin, y que de ningn modo existiran
si aquellos los que llamaremos bsicos no se dieran.
Por ejemplo, la timidez (mal) no sera problema para nadie si esa persona no tuviera
nunca que relacionarse con otras (bien).
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
De hecho, es la dificultad para alternar con otras personas lo que lleva a bastantes
jvenes de manera muy particular en ciertos pases a construir un mundo
alternativo con el ordenador, donde todo parecefuncionar ms fcilmente a costa,
nada menos!, que de la realidad-realmente-real.
1. Queda claro, entonces, que algo es malo, segn intuye el sentido comn, por
cuanto impide o se opone a un bien o lo ahoga o deshace.
2. Por consiguiente, el odio o rechazo, sentimiento primordial de la esfera negativa,
depende o se deriva del amor o aspiracin, su simtrico en la afirmativa: rechazamos
el mal que estorba la consecucin o la permanencia en la posesin del bien amado o
deseado.
Como escribe Bossuet:
El odio que se experimenta contra cualquier cosa procede tan solo del amor que se
siente por otra; odio a la enfermedad tan solo porque amo la salud [5] .
Tal vez ahora se entienda mejor por qu, al proponer un primer y
elemental modelo de emocin o afecto, acudimos a un ejemplo positivo: todo lo que
resulta de percibir un bien por el que uno se siente con-movido y trans-formado.
Dos sentimientos ms
El bien que dispara una tendencia puede ser difcil de conseguir.
En tal supuesto, se tratar siempre de una realidad ausente ofutura: pues, por muy
complicado que nos resulte lograr algo, cuando ya lo poseemos desaparece su
carcter penoso o arduo; de acuerdo con el dicho inmemorial, cuando la madre ha
dado a luz, la presencia del nio le hace olvidar las molestias y dolores del embarazo
y del parto.
(Esas molestias pueden perdurar en el recuerdo aunque parece que no es o no
era? muy comn, y de ah el famoso fragmento de Manrique que sostiene cmo, a
nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor).
<1>1. En todo caso, si el bien ausente nos parece posible de lograr, aun en medio de
las dificultades, surge un sentimiento de esperanza, contodas las emociones que
suelen enriquecerla.
2. Al contrario, si se nos presenta como imposible, da origen a la desesperanza o, si
esta es muy fuerte, a la desesperacin.
La consecucin de un ttulo universitario o de un mster, que la mayora de los
jvenes actuales consideran como algo positivo, por cuanto tericamente les abrir
un ms fcil acceso al mundo laboral y a la remuneracin que lleva unida, se
presenta de ordinario difcil de conseguir, aunque no fuera ms que por la necesidad
de mantener el esfuerzo continuado de la presencia ms o menos activa en la
Universidad durante cuatro, cinco o ms aos, en el primer caso, y durante uno o
dos, por lo normal con alto costo econmico, en el segundo.
De todos modos, a la mayora de las personas, la conquista de esos ttulos se les
antoja posible: en consecuencia, inician la carrera o el mster con la esperanza de
llevarlos a cumplimiento; y mientras esa esperanza siga viva, los problemas que
vayan surgiendo resultarn relativamente fciles de sobrellevar.
Por el contrario, si a medida que avanzan los meses o incluso los aos, uno fuera
descubriendo que las materias que debe aprobar son inasequibles para su aptitud
intelectual o su capacidad de esfuerzo, o que el tiempo que puede consagrar al
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
rememorarlos.
1.2. Y por los futuros, que en realidad ni siquiera sabemos si llegarn a cobrar vida y,
en cualquier caso, ahora no tienen por qu afectarnos. No los podemos superar,
porque sencillamente no existen y porque no tenemos en el presente! los medios
para vencerlos: cmo derrotar a lo que an no existe y tal vez nunca existir? Ni,
menos an, ahora nos producirn el ms mnimo perjuicio si no cedemos a la
tentacin de adelantarlos.
1.3. Y, en este sentido, es signo de honda sabidura vivir slo el-y-en-el presente.
2. A veces, la solucin para nuestros problemas consiste simplemente en tener
paciencia y esperar que el tiempo pase, ya que ineluctablemente lo hace.
Por eso, una magnfica terapia ante el miedo consiste en no anticipar los problemas
ni intentar resolverlos antes de que surjan; porque, en el caso de que ms tarde
lleguen a presentarse, ser entonces nunca antes cuando podremos darle
solucin.
De ah que a veces se diga, y no es una salida de tono, que los peores problemas son
los que nunca llegan a existir: los que nos imaginamos y anticipamos.
Un paso ms, en el mismo sentido, lo aconsejan estas palabras de Pithod:
Le transmito mi conviccin: No luche con sus fantasmas, ignrelos. A fuerza de no
buscar ser feliz, de no querer disfrutar como las personas normales de los buenos
momentos, a fuerza de oponer todo su poder de resistencia, podr colocarse por
encima de sus miedos, obsesiones y fobias, aunque persistan, y ser Ud. mismo
extrao a tan fieros vecinos. Si le aterroriza hablar en pblico, ofrzcase para
hacerlo; si teme que Ud. ser el nico en la fiesta que no gozar de ella, concurra, se
sentir mejor si no antes al menos durante y despus, y quiz logre aparecer
animado, cosa que le har bien a Ud. y a los otros. Riendo exteriormente uno
combate la tristeza, llorando se terminar sintiendo dolor. Mate sus fantasmas con el
humor. Aprenda chistes, dgalos, bromee, pngase en ridculo (solo le pasar alguna
vez y ver que no es tan terrible). En fin, rase de s mismo [6] .
Resumen
De tal suerte, los once sentimientos fundamentales que modulan y dan tono a la vida
de una persona seran:
1. Ante un bien considerado en general, aspiracin.
2. Si el bien an no se posee, deseo.
3. Y si el bien ya se ha conseguido, gozo.
A estos tres, y de manera particular alamor o aspiracin, los denomino sentimientos
fundamentales bsicos o primarios.
4. Ante un mal, tambin en general, rechazo.
5. Aversin , si el mal est ausente.
6. Y dolor o tristeza,si ya se ha hecho presente y resulta insuperable.
7. Ante un bien arduo, pero que suponemos asequible, esperanza.
8. Y desesperacin , sinos sentimos incapaces de conquistarlo.
9. Ante un mal difcil de vencer, ira, siel mal est presente.
10. Audacia , si el mal es poderoso pero lo advertimos superable.
11. Y temor , siel obstculo resulta tan fuerte que pensamos que no lo podremos
eliminar o eludir.
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
En esquema: aspiracin,
deseo, gozo; rechazo,aversin,dolor;esperanza,desesperacin, ira,
audacia,temor.
De nuevo se observa que, realmente, la aspiracin, el rechazo, la y la ira es muy
difcil, casi imposible, que se den como tales, aislados o en estado puro; ms bien se
presentarn como deseo o gozo, como aversin o dolor, como esperanza o
desesperacin y como audacia o temor mezclados o contaminados, adems, unos
con otros: deseo de un bien con aversin al estorbo que lo dificulta, esperanzade
alcanzarlo y audacia, porque uno se considera capaz de lograrlo, superando esa
barrera y un sinfn de combinaciones.
Addenda
Y con un aadido clave:
Si queremos hacernos mnimamente cargo de la variedad sin fin de nuestros
sentimientos que enseguida abordaremos, habra que aplicar todo lo visto
y todo cuanto a partir de este momento se estudie a cada uno de los apetitos o
afanes particulares-y-concretos que pueden surgir en nuestra vida, tanto en los
dominios sensibles como psquicos y propiamente espirituales, como, sobre todo, en
la conjuncin de las tres esferas.
1. Particulares: referir todo ello no tanto al afn de comer, sino al de probar
alimentos dulces o salados, fuertes o delicados, enjundiosos o magros; al deseo de
bebidas alcohlicas o no, frescas o del tiempo, con o sin gas; al anhelo de saber
puro (o teortico) o al de conocer las aplicaciones prcticas de una doctrina; a la
decisin de superar cada uno de nuestros defectos o de alcanzar esta o esa o aquella
otra particular virtud
2. Y concretos (segn la etimologa al uso, con-creto provendra de quasi
congregatum, como fruto de la unin de distintos elementos): referirlo no
exclusivamente al deseo de probar un particular alimento para saciar el hambre o
gozar sensiblemente de su gusto, sino para conocer en su acepcin ms honda una de
las manifestaciones caractersticas de determinada cultura (su gastronoma, en la
que a menudo cristaliza la historia y las circunstancias de un pueblo); ni tampoco a
la contemplacin de un monumento arcaico por el placer esttico que nos produce y
recrearnos en la armona del cosmos y de las labores humanas, sino, de nuevo,
para saber, adems-y-en-unin-con-ello, cmo trabajaban las personas de aquellos
tiempos y lo que as pueda inferirse respecto al modo de organizarse
Y as hasta el agotamiento si es que ese agotamiento no se ha hecho ya presente!
II. La riqueza del mundo afectivo
Ampliando el panorama
Somos conscientes de que por encima de los cuatro o cinco ltimos prrafos la
clasificacin recin esbozada, puede parecer excesivamente sencilla e incluso
ingenua y que en efecto lo es; o, mejor, resulta verdadera, aunque esquemtica y
bsica, fundamental.
Pero esa misma simplicidad facilita su comprensin y nos servir de ayuda a la hora
de elaborarla ulteriormente y de examinar la propia vida.
Si comenzamos con el segundo paso, en cuanto echamos una mirada a nuestro
interior advertimos una vez ms, antes que nada, que:
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
fundamentales.
1.2. De lo que s puedehablarse, y es lo que se tratara de determinar, es de
sentimiento o sentimientos dominantes, que,si se tornan estables, desembocaran,a su
vez, en un estado de nimo e incluso en uncarcter: bonachn, complaciente, agrio,
exaltado o con terminologa ms compleja y tcnica, que ahora no hace al
caso; pero no de sentimiento exclusivo.
2. Resulta muy problemtico que, entre la multiplicidad de factores que componen el
tono vital de una persona en un momento dado, no figuren simultneamente ms de
una realidad (anhelada o presente) calificable como bien yms de una de las que
pueden considerarse males (y, adems cada cual puede hacerse cargo de lo que
esto implica, de bienes o malesparticulares y concretos):
2.1 Y as, la ilusin de terminar la carrera o de pasar un rato con la novia o el esposo
convive en ocasiones con el pesar por un posible fracaso en los estudios o, en
determinadas coyunturas, con la amenaza o el presagio de una discusin o de un
desaire.
2.2. La alegra por la victoria del equipo favorito o por el triunfo de un amigo, con
cierta envidia hacia este ltimo (as somos, a veces y ojal sea solo a veces!) o, en
trminos ms amplios, y acudiendo a mbitos distintos, por la preocupacin por la
propia figura corporal, el mal estado de la piel, el modo de vestir y mil
posibilidades ms.
3. La conjuncin de esa multiplicidad de bienes y males, junto con el peso otorgado a
cada uno de ellos, su ndole de presentes o ausentes, de superables o insuperables,
etc., acabar por definir, en unin con el propio temperamento y la intervencin
activa de la inteligencia y de la voluntad y de la conducta derivada de ellas, el tono
emotivo de una persona durante un perodo ms o menos largo de su existencia y,
hasta cierto punto, durante toda su vida.
Porque complejo es el hombre
En este sentido, subraya Philip Lersch que:
la conducta objetiva de un hombre no sera referible, muchas veces, a una sola
tendencia, sino que representara un haz, un complejo, una mezcla de varias. Lo
mismo puede decirse de las emociones. Lo que en las distintas situaciones de la vida
experimentamos emocionalmente es casi siempre una mezcla de diversas tonalidades
afectivas. As, en la tristeza resuena el movimiento afectivo del dolor, en el amor el de
la alegra, en el resentimiento el del fastidio, en la envidia el del resentimiento. [7]
Y, con ms vigor y desenfado, de nuevo Gadda:
El hombre es fisiologa, es religio, es movimiento, es ser, es patria, es s mismo, es los
otros, es viajar a Roma, es engendrar, es tener hermanos, es tener madre, y la madre
es en la madre de la madre, etc., y todo interacta en un ovillo indescriptible de
relaciones. Por consiguiente, cada aspecto (o atributo, en trminos de Spinoza) del
sistema-sntesis yo posee su devenir y su ser; y sus relaciones de equilibrio ser-
devenir, es decir, sus sentimientos elementales. Y la suma geomtrica o resultante de
estos infinitos subsistemas constituye el sentimiento [8] .
Para aadir:
Con otras palabras, a la persona humana (que nosotros estudiamos de forma
abstracta) le corresponden mltiples tensiones o impulsos y el
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
[1] Gadda , Carlo Emilio, Meditazione milanese, Einuadi, Torino 1974, p. 238.
[2] Scheler, Max, Ordo amoris, Caparrs Ed., Madrid 1996, pp. 44-45.
[3] A veces se llama amor a la simple complacencia que experimentamos al conocer
una realidad; as entendido, ms que una abstraccin, el amor sera el componente
primario tanto del deseo como del gozo, que resulta
siempre matizado o coloreado por uno por otro.
Es lo que recoge esta cita: Ahora bien, el proceso afectivo de tendencia hacia el bien
consiste en que "un agente natural produce un doble efecto en el paciente, pues
primero le da una forma (amor) y luego el movimiento consiguiente a ella (deseo)
[] el objeto del apetito le da a este, desde un principio, cierta adaptacin para con
l, que es la complacencia en el objeto, de la cual se sigue el movimiento hacia l. El
movimiento del apetito se desarrolla en crculo" [ Toms de Aquino, S. Th., I-II, q.
26, a 2] ( Roquei , Jos Manuel, Educacin de la afectividad, Eunsa, Pamplona,
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
2005, p. 34).
[4] Aversin: no quiero ver a esa persona, asistir a esa reunin; tristeza: me ha sido
imposible evitar esas situaciones, estoy pasndolo mal y deseando que se acaben.
[5] Bossuet , Tratado del conocimiento de Dios y de s mismo, c. I. Cit. por Scheler,
Max, Ordo amoris, Caparrs Ed., Madrid 1996, pp. 67.
[6] Pithod, Abelardo, Psicologa y tica de la conducta, Editorial Dunken, Buenos
Aires 2006, p. 101.
[7] Lersch, Philip, La estructura de la personalidad, Scientia, Barcelona 1971, p. 256.
[8] Gadda , Carlo Emilio, Meditazione milanese, Einuadi, Torino 1974, p. 238.
[9] Gadda , Carlo Emilio, Meditazione milanese, Einuadi, Torino 1974, p. 238.
[10] Scheler , Max, Ordo amoris, Caparrs Ed., Madrid 1996, pp. 67-69.
[11] Scheler , Max, Ordo amoris, Caparrs Ed., Madrid 1996, pp. 67-69.
[12] Philippe , Jacques, La libertad interior, Rialp, Madrid 3 ed. 2004, p. 122.
[13] Philippe, Jacques, La libertad interior, Rialp, Madrid 3 ed. 2004, p. 122, nota
15.
[14] Lersch, Philip, La estructura de la personalidad, Scientia, Barcelona 1971, p.
256.
[15] Lersch, Philip, La estructura de la personalidad, Scientia, Barcelona 1971, p.
256.
[16] Lukas, Elisabeth, Libertad e identidad. Logoterapia y problemas de adiccin,
Paids, Barcelona, 2005, pp. 81-82.
[17] Lukas, Elisabeth, Paz vital, plenitud y placer de vivir, Paids, Barcelona, 2001,
p. 37.
Elogio de la afectividad (5): El ambiguo valor de las emociones
por Toms Melendo y Antonio Porras
Se establecen una suerte de criterios, que nos permitan distinguir cundo y con qu
condiciones la afectividad sirve de apoyo al desarrollo personal y cundo, por el
contrario, constituye ms bien un freno para lograr tal plenitud y la consiguiente
dicha.
I. A modo de conclusin provisional
Introduccin
Quizs nada como estas palabras de Ricardo Yepes para resumir lo expuesto hasta
ahora y preparar el balance anunciado:
Los sentimientos son importantes, y muy humanos, porque intensifican las
tendencias. El peligro que tenemos respecto de ellos es ms bien un exceso en esta
valoracin positiva, el cual conduce a otorgarles la direccin de la
conducta, tomarlos como criterio para la accin y buscarlos como fines en s
mismos: esto se llama sentimentalismo, y es hoy corrientsimo, sobre todo en lo
referente al amor[1] .
Como podemos ver, encontramos en este juicio:
1. Una afirmacin sin reservas de la enorme importancia de la vida afectiva.
2. Una exposicin sencilla y somera del papel de los sentimientos: aumentar la
eficacia de las tendencias que nos conducen a obtener nuestro fin como personas.
3. Una denuncia del riesgo que corremos hoy da que es justo el que anunciamos
en los primeros pasos de este estudio.
65
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Sentimentalismo
Tal vez recuerde el lector que las pginas inaugurales de este conjunto de escritos
insinuaban que la hipertrofia o aprecio desmesurado de las emociones se vean
agravados por el hecho de que bastantes profesionales del obrar humano
psiquiatras, psiclogos, filsofos, pedagogos, educadores conceden carta de
ciudadana y refrendo cientfico a este modo de encarar la propia existencia,
presidida de manera casi absoluta por los sentimientos.
1. As ocurre en cuestiones globales y de notable envergadura, como la desmesurada
importancia que se otorga a una mal entendida autoestima, a un equivocado
sentimiento de la propia vala, con sus ventajas y con las confusiones y peligros que
hemos estudiado en otros lugares [2] .
2. En la bsqueda del placer y, ms todava, en la huida a toda costa del dolor y
sufrimiento.
Es este, en la civilizacin que nos acoge, uno de las caracteres ms patentes y, a la
par, ms demoledor, pues paradjicamente consigue el efecto contrario al que
persigue: un aumento del malestar, de visitas al psiclogo y al psiquiatra, etctera.
Podemos considerarlo en tres pasos.
2.1. De manera an genrica, sostiene Frankl:
el placer no puede ser intentado, es decir, ser objeto de un intento, sino que ha
de resultar, venir espontneamente sin ser perseguido directamente, quiero decir, ha
de derivarse en el sentido de una consecuencia. Porque cuanto ms uno se esfuerza
en buscar el placer, tanto ms se aleja del mismo. El placer elevado a principio, y
mantenido consecuentemente como tal, fracasa en s mismo, porque a s mismo se
cierra el camino. Cuanto ms ansiosamente buscamos algo, tanto ms dificultamos el
conseguirlo. Y si antes decamos que la angustia realiza aquello mismo que teme,
ahora podemos decir que el deseo vivido con excesiva intensidad ahoga aquello
mismo que tanto anhela [3] .
2.2. De forma ms concreta y aplicada a nuestros das, lo explica Edith Weisskopf-
Joelson, profesora de Psicologa en la Universidad de Georgia:
nuestra actual filosofa de la higiene mental enfatiza la idea de que las personas
deberan ser felices, por ello la infelicidad resultara un sntoma de desajuste. Este
sistema de valores puede ser responsable, ante la realidad de la infelicidad inevitable,
del incremento del sentimiento de desdicha por el hecho de no ser plenamente
feliz [4] .
2.3. Y yendo ya hasta el mismo ncleo de la cuestin, sostiene Bruckner:
el hombre de hoy en da sufre tambin por no querer sufrir, igual que podemos
enfermar a fuerza de buscar la salud perfecta. Por otra parte, nuestra poca cuenta
una extraa fbula: la de una sociedad entregada al hedonismo a la que todo le
produce irritacin y le parece un suplicio. La desdicha no solo es la desdicha, es algo
peor: el fracaso de la felicidad [5] .
3. El desmesurado predominio de los sentimientos se manifiesta asimismo en la
relevancia que ha adquirido el concepto de calidad de vida, tambin falsamente
interpretado con distintos matices como mero bienestar fsico-psquico, o incluso
simplemente fsico pensando que este es la raz del equilibrio psquico y espiritual.
Resultados? Entre muchos otros, tabaco-fobia desproporcionada, obsesin
66
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
autntica, y a veces letal, por una dieta sana, por mantenerse en forma origen
incluso de enfermedades, como la anorexia o la bulimia, la vigorexia y bastantes ms.
4. Dentro de la familia, mbito principal de la forja de caracteres, semejante huida
del dolor vicia a veces el proceso educativo.
Los padres, por motivos no siempre conscientes, a menudo inconfesables y nunca
atinados, se plantean como objetivo supremo el evitar contrariedades y sufrimientos
a sus hijos, adelantndose a sus caprichos y satisfaciendo todo lo que les demandan:
el resultado suelen ser jvenes carentes del vigor e imperio sobre s mismos,
incapaces de resistir ms tarde a las solicitaciones del ambiente y soportar el ms
leve contratiempo.
Y es que, segn explica Pithod,
el alternarse de las experiencias placenteras y desagradables es [] un factor de
importancia primaria en el desarrollo de la vida afectiva (y aun del pensamiento y de
la accin). Spitz afirma que el disgusto constituye para la maduracin una
experiencia tan importante como la del placer y condena los criterios de educacin
del nio inspirados en la absoluta gratificacin, incluso en el primer ao de vida [6] .
5. Una ltima manifestacin de este desorden es la costumbre de establecer la vala
de una persona en funcin exclusiva de sus buenos sentimientos.
Y as, se oyen a menudo frases del estilo: mi hijo (o mi nieto o mi sobrino) es
buensimo; lo que ocurre es que no estudia.
Ante lo que a menudo se experimenta una fuerte inclinacin a corregir: lo siento,
seora (o seor, tanto da), pero si su hijo no cumple con una de sus principales
obligaciones, la de estudiar, ser bondadoso o bonachn o buenecito o como prefiera
llamarlo!; pero, desde luego, nunca podr convencerme de que es bueno, si esta
afirmacin pretende tener algn sentido serio [7] .
6. El peligro que todo lo anterior lleva consigo resulta patente en estas nuevas
palabras de Yepes:
La conducta no mediada por la reflexin y la voluntad, es decir, la conducta apoyada
nicamente en los sentimientos, el sentimentalismo, produce insatisfaccin con uno
mismo y baja autoestima: adoptar como criterio para una determinada conducta la
presencia o ausencia de sentimientos que la justifican genera una vida dependiente
de los estados de nimo, que son cclicos y terriblemente cambiantes: las euforias y
los desnimos se van entonces sucediendo, sobre todo en los caracteres ms
sentimentales, ya la conducta no responde a un criterio racional, sino a cmo nos
sintamos. El ejemplo ms claro son las ganas(de estudiar, de trabajar, de discutir,
de dar explicaciones, etc.). Las ganas como criterio de conducta no conducen a la
excelencia [8]
II. Sobre sentimentalismos, subjetivismos y egosmos
La inmersin en el yo
Para hacer frente a la situacin descrita, en lo que tiene de mejorable, y para sacar
todo el partido posible a sus aspectos de ms valor, debemos intentar conocer sus
causas ms ntimas.
Existen unas afirmaciones de von Hildebrand que nos sitan tras la pista correcta. l
las atribuye a ciertos enfermos de sentimentalismo, pero tal vez describan el tono
general de nuestra poca enferma precisamente de sentimentalismo.
67
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Von Hildebrand explica que existen dos modos fundamentales de vivir mal la
afectividad. Y aade que, frente a lo que en sus tiempos sola calificarse
como histeria y hoy normalmente como neurosis, que es el primero de ellos,
otro tipo de falta de autenticidad afectiva est causado por una profunda
inmersin en uno mismo. Este tipo no es retrico, no es dado a frases ampulosas y no
se deleita en la declamacin y en la gesticulacin de respuestas afectivas, pero
disfruta del sentimiento en cuanto tal. El rasgo especfico de esta falta de
autenticidad estriba en que, en lugar de centrarse en el bien que nos afecta o que
origina una respuesta afectiva, la persona se centra en su propio sentimiento. El
contenido de la experiencia se desplaza de su objeto al sentimiento ocasionado por el
objeto. El objeto asume as el papel de un medio cuya funcin es proporcionarnos
cierto tipo de sentimiento. Un tpico ejemplo de esa falta de autenticidad introvertida
lo constituye la persona sentimental que goza conmovindose hasta las lgrimas
como medio de procurarse un sentimiento placentero. Mientras que conmoverse,
en su sentido genuino, implica concentrarse (being focused) en el objeto, en la
persona sentimental [sentimentaloide, dira yo] el objeto queda reducido a la funcin
de un puro medio que sirve para originar la propia emocin. Lo que debera ser algo
que nos afecta intencionalmente, queda as degradado a un puro estado emocional
originado o activado por un objeto [9] .
Formularemos, entonces, no sin cierta prevencin, la pregunta clave: qu
caracterstica del mundo contemporneo deja una huella ms profunda en el modo
de (mal)-entender y (mal)-vivir la afectividad?
Dicho en pocas y muy graves y un tanto ofensivas palabras, aunque sin afn de
molestar a nadie, lo que hay es un predominio exacerbado del yo, una especie de
egocentrismo (y egolatra y, a veces, egosmo) disparatado y universal, que contrara
a lo ms elevado del ser humano que, por su condicin de persona, se encuentra
llamado a amar a los dems y entregarse a ellos y llega a producir, por eso, incluso
enfermedades mentales severas.
El testimonio de la medicina
No extraa, entonces, que la escuela de psiquiatra varias veces mencionada la
logoterapia, fundada y dirigida durante aos por Viktor Frankl haya acentuado,
con notable insistencia, la necesidad de poner remedio a este desenfoque: la
conveniencia absoluta de recuperar la grandeza de nuestra condicin de personas, es
decir, de apartar la mirada y la atencin del propio ego para dirigirlas hacia el
entorno y, muy en particular, hacia las personas que nos rodean.
Por la enorme relevancia existencial del problema, se aducen algunos ejemplos
textuales, entre muchsimos posibles, respecto a la actitud adecuada a la persona
humana, para desarrollarse como tal e incluso para no enfermar psquicamente:
1 . Del propio Frankl:
La segunda capacidad humana, la de la auto-trascendencia, denota el hecho de que
el ser humano siempre apunta y se dirige a algo o alguien distinto de s mismo para
realizar un sentido o para lograr un encuentro amoroso en su relacin con otros seres
humanos. Solo en la medida en que vivimos expansivamente nuestra
autotrascendencia, nos convertimos realmente en seres humanos y nos realizamos a
nosotros mismos.
68
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
sensaciones inmanentes. As como el sentido de la vida dice Igor Caruso solo se revela
por la adhesin a una jerarqua de valores estables, as se oscurece ms y ms por el
subjetivismo consiguiente a la precaria apoyatura en el propio yo.
As, el criterio fundamental de valoracin se deposita en la sensacin, en la bsqueda
de placer, que continuamente necesita nuevas comprobaciones. Tomar el placer como
criterio de vida conduce forzosamente a un profundo disgusto y a la tristeza [15] .
Que cmo me siento?
Para intuir el peligro que engendra la actitud recin dibujada el sentimentalismo
, de momento bastara rememorar que los sentimientos, afectos, emociones, etc.,
son siempre percepcin del estado en que se encuentra el propio yo o alguno de
sus componentes, que redunda en los restantes, aunque sea en relacin a otras
personas, situaciones o realidades, o incluso causado o motivado por ellas.
En lo que ahora nos importa, la manifestacin de cualquier estado de nimo
comienza siempre con un (yo) me siento o (yo) me encuentro, en los que
queda claro que el primer punto de referencia de la afectividad es uno mismo, el
propio yo.
Por poner ejemplos comprensibles, aunque un tanto banales, resulta muy distinto
afirmar:
1. Me arrebata la belleza de este paisaje, s, no me parece mal la puesta del sol o,
yendo al extremo, la exposicin ser preciosa, pero a m me importa un bledo.
2. Que sostener: este atardecer es impresionante, aunque hoy no me diga nada, El
Quijote es la mxima expresin de la novela castellana, por ms que algunos no
sepan advertirlo, la pelcula es fantstica, sin duda, con independencia de cuntos
y quines logren apreciarla.
En los tres primeros supuestos, el centro de inters y lo especialmente resaltado,
aunque de distinto modo, es el yo.
En los siguientes, por el contrario, nuestra afirmacin recae y subraya un atributo de
la realidad, haciendo pasar a segundo plano, o simplemente omitiendo, nuestra
reaccin frente a ella y manifestando de este modo, al menos de manera implcita,
que lo que a m me suceda o deje de suceder, aunque relevante, no resulta, en fin de
cuentas, lo decisivo.
Que es, como leemos en las citas precedentes, lo defendido por la logoterapia como
condicin de salud mental y perfeccionamiento humano.
Pues fatal!
Con otras palabras: la prioridad concedida al yo se expresa de manera muy clara en
una atencin exagerada a uno mismo y, para lo que nos interesa, en una percepcin
obsesiva de cmo me encuentro, de si me siento bien o mal, satisfecho o incmodo,
pletrico o hundido, triunfante o fracasado; es decir, en una especie
de dictadura de los sentimientos.
Lo cual aunque dicho con cierto retintn irnico suele conducir a la hipocondra
e incluso a la neurosis.
1. Como sentenciaba aquel viejo amigo: si, cumplidos los 40 aos, un da te levantas
y no te duele nada, es que ests muerto; de ah que, dentro de unos lmites
razonables, resulte preferible levantarse y seguir levantado sin atender siquiera
a lo que a uno le duele o le deja de doler, a si ha dormido bien o mal o, simplemente,
71
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
[15] Cardona Pescador, Juan, Los miedos del hombre, Rialp, Madrid 1998, p. 43.
[16] Cit. por Frankl, Viktor, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona, 2004,
p. 148, nota 33.
[17]< Lukas, Elisabeth, Paz vital, plenitud y placer de vivir, Ed. Paids, Barcelona,
2001, p. 65.
[18] Lukas, Elisabeth, Tambin tu sufrimiento tiene sentido, Ediciones LAG, Mxico
D.F., 2 reimp., 2006, pp. 37-38.
[19] Lukas, Elisabeth, Tambin tu sufrimiento tiene sentido, Ediciones LAG, Mxico
D.F., 2 reimp., 2006, p. 47.
[20] Lukas, Elisabeth, Tambin tu sufrimiento tiene sentido, Ediciones LAG, Mxico
D.F., 2 reimp., 2006, pp. 60-61.
[21] Hildebrand, Dietrich von, El corazn, Ed. Palabra, Madrid 1997, p. 36.
[22] Scheler, Max, Ordo amoris, Caparrs Ed., Madrid 1996, p. 37.
Elogio de la afectividad (6): La afectividad propiamente dicha
por Toms Melendo y Carmen Martnez Albarracn
Despus de la sumaria aproximacin a la vida sentimental realizada en los artculos
que preceden, y en consonancia con lo all afirmado, se inicia ahora un anlisis ms
detallado y preciso y esperamos que ms fecundo de la afectividad.
I. Dimensiones humanas desatendidas
Como apuntamos en su momento, para entenderla a fondo, igual que para
comprender muchas de las afirmaciones que irn surgiendo en este y los ensayos
sucesivos, es imprescindible poseer un conocimiento ajustado de la persona humana
y, muy en particular, de su grandeza o dignidad incomparables.
Aunque algunos de esos puntos ya han sido esbozados o saldrn de nuevo a colacin,
aconsejamos, para quien lo necesite, la lectura o el estudio de algn tratado de
conjunto sobre la persona [1] .
El hombre redivivo
Dentro de tal contexto, y por los motivos que a continuacin se esbozarn,
concedemos una muy especial relevancia a la afirmacin y el anlisis de los
distintos niveles de sentimientos que se dan de ordinario en el ser humano, frente a la
pretensin casi generalizada, al menos hasta hace cierto tiempo y en la mayora de
los autores, de que la vida afectiva se desarrolla exclusiva o muy fundamentalmente
en un solo plano el psquico, que servira de enlace o bisagra entre las
dimensiones sensibles y las propiamente espirituales, en las que, por
consiguiente, no habra ni afectos, ni emociones o sentimientos, ni estados de
nimo
Y lo estimamos de importancia extrema porque el planteamiento ms comn
afectividad-psiquismo y para de contar, no hace justicia a la condicin ni a
la grandeza de la persona humana, por lo que, en fin de cuentas, resulta errneo y
plantea aporas insolubles desde el punto de vista terico y problemas vitales difciles
o imposibles de superar.
Vale la pena leer esta extensa cita de Pithod, que ayuda a comprender bastante bien,
y de manera intuitiva, todo lo que hemos perdido y en este artculo intentamos
recuperar:
1. La unidad del ser humano, encarnada simblicamente en el corazn
75
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
los autnticos conocedores y expertos, que poseen una visin ms certera y matizada.
Segn Frankl, y frente a lo que sostiene la psicodinmica, el ser humano no es
arrastrado solo por instintos, sino que tambin se mueve a s mismo
por razones o motivos, que apelan a su libertad:
Propiamente hablando, el Psicoanlisis no ha sido nunca pansexualista. Y hoy lo es
menos que nunca. De lo que en realidad se trata es de que el Psicoanlisis, ms en
concreto el psicodinamismo, describe al hombre como un ser accionado
exclusivamente por instintos: y el que sea el Yo puesto en accin por el Ello o por un
Super-yo en otros trminos, el que el hombre sea impulsado solo desde abajo o que
lo sea desde abajo y desde arriba es una cuestin accesoria. Porque en ambos casos
no deja de ser el hombre un ser a quien solo mueven los instintos, un ser cuya esencia
consiste en satisfacer instintos [4] .
Y aadimos otro texto, todava ms explcito, donde Frankl se apoya en la autoridad
de dos de los psiquiatras de ms renombre de su poca:
Dentro del marco de la antropologa psicodinmica se nos ha ofrecido el cuadro de
un hombre accionado solo por instintos, el cuadro del hombre como un ser aplacador
de instintos y tendencias del Ello y del Super-yo, como una esencia orientada al
compromiso entre las instancias conflictuales del Yo, Ello y Super-yo. Este bosquejo
psicodinmico de una imagen del hombre est, sin embargo, en directa oposicin ala
idea que la humanidad tiene sobre el ser del hombre, y de un modo particular a su
idea sobre lo que constituye la caracterstica primaria y fundamental del hombre,
que es su impronta espiritual y su orientacin a un sentido. Esto es una caricatura,
un retrato que desfigura y deforma la verdadera imagen del hombre, pues
volviendo por ltima vez y resumiendo la crtica a la antropologa implcita en el
psicodinamismo en lugar de la primaria orientacin del hombre a un sentido se ha
puesto su pretendida determinacin por los instintos, y en lugar de su tendencia a los
valores, que tan caracterstica es del hombre, se ha puesto una tendencia ciega al
placer. []
Mas ahora resulta que, en realidad, todos los instintos estn personalizados,
asumidos en y por la persona. Pues los instintos del hombre en oposicin a los del
animal estn siempre invadidos y gobernados en su dinmica interna por el
espritu; todos los instintos del hombre estn siempre incorporados dentro de esta
espiritualidad, de suerte que no solo cuando los instintos son frenados, sino
tambin cuando se les ha dado rienda suelta, ha tenido que actuar el espritu; l ha
tenido que decir la ltima palabra, o por el contrario, se la ha callado. No impulsan
los impulsos a la persona; estos impulsos estn siempre inundados en su ser por la
persona; a travs de ellos omos el eco de su voz. La impulsividad humana est
siempre gobernada de un modo personal (W. J. Revers). Indudablemente hay
mecanismos apersonales en el hombre (V. Gebsattel), pero no nos est permitido
situarlos donde en realidad no estn; no pretendamos buscarlos en el mbito de lo
psquico, cuando los podemos encontrar en el de lo somtico [5] .
Ms sinttico, y tal vez ms claro, es el testimonio de Cardona Pescador:
Hoy se impone con urgencia reinstaurar la concepcin tridimensional (biolgica,
psicosocial y espiritual) del hombre si se quiere evitar los reduccionismos unilaterales
que pretenden dar explicacin de las diversas distorsiones psquicas recurriendo a
77
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
fenmeno que deriva de la fusin-tensin entre las emociones, del tipo que fueren, y
las dos potencias humanas superiores o estrictamente espirituales: el entendimiento
y, sobre todo, la voluntad.
O, si se prefiere, al resultado de la modificacin que introduce en los sentimientos
humanos la presencia del espritu y, en concreto, de la inteligencia y, ms an, de la
voluntad.
La cuestin puede perfilarse, copiando y comentando las palabras de otros dos
especialistas, que tambin cita Roquei.
1. El primero afirma:
La afectividad es un fenmeno que abarca la totalidad del hombre. En la vida
humana "existen factores aparte de la razn que influyen poderosamente en nuestra
vida (...) son los sentimientos, la vida afectiva, osi se prefiere, emocional" [10]
De acuerdo, excepto que de ningn modo preferimos llamarla emocional, sino
justamente vida-afectiva o, mejor, afectividad (qu habramos ganado, de lo
contrario?).
2. Leamos al segundo:
La afectividad es aquella "zona intermedia en la que se unen lo sensible y lo
intelectual, y en la cual se comprueba la indiscernible unidad de cuerpo y alma que
es el hombre" [11]
Y ahora ya no tan de acuerdo.
2.1. Porque, como se ha apuntado de manera expresa, la afectividad no es en modo
alguno una zona intermedia, colocada no se sabe dnde: qu es lo que
habra entre el alma espiritual y el cuerpo, capaz de hacernos comprobar la unidad
entre una y otro?
2.2. Sino que fundamentada, en fin de cuentas, en un acto de ser nico y en la
elevacin del cuerpo por el alma espiritual que la informa abarca en indisoluble
unidad los sentimientos que penetran los tres mbitos a los que nos referiremos
una y otra vez: el intermedio [12] , el inferior y el superior!, pero en cualquier caso
teidos por lo que es propio de cada sujeto humano y que deriva, como acaba de
recordarse, de la unicidad de su acto personal de ser.
Pues, justo en virtud de ese nico acto de ser, cada sujeto humano es una persona
indisolublemente compuesta de cuerpo y alma espiritual, nica e irrepetible, que
deja su huella personal, peculiar y exclusiva, en todo cuanto realiza o experimenta.
Hablamos, entonces, de afectividad porque, en funcin del nico actus essendi de
cualquier varn o mujer, todo cuanto en ellos se da o cuanto ejercen se encuentra
teido y penetrado de un modo particular de ser, que es justo el de cada persona
humana, distinta no solo de los animales, sino de cualquier otro gnero de
personas as como de cualquier otro varn o mujer
Asentado lo cual, y con conciencia de repetirnos, por ser este uno de los momentos-
clave de nuestros ensayos, describimos lo que a partir de ahora entenderemos por
afectividad.
La tensin hacia lo infinito
En primer trmino, conviene dejar claro que la afectividad es una realidad
estrictamente personal, que, en su sentido ms cabal y propio, corresponde a las
personas creadas y, ms concretamente, a las personas humanas, varn o mujer.
79
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Con otras palabras, dentro de los dominios de los sentimientos, afectos, emociones,
etc., tal como hasta ahora los hemos considerado:
1. La afectividad se constituye all donde existen tendencias limitadas, pero que
admiten un desarrollo o intensificacin sin lmite.
2. Y su tarea especfica es la de contribuir a ese crecimiento, apoyando y reforzando
tales tendencias.
que impregna a toda la persona
Como consecuencia, y atendiendo a lo que iremos explicitando, existe propiamente
afectividad:
1. En los espritus puros (que la tradicin cristiana llama ngeles)
Por cuanto su entendimiento y su voluntad:
1.1. Estn abiertos a toda la verdad y a todo el bien, que, sin embargo, nunca
alcanzan ni alcanzarn con una sola operacin.
1.2. Lo que no excluye, sino al contrario, que progresivamente se acerquen a la
plenitud de lo verdadero y bueno, justo con el recto ejercicio de tales facultades el
conocimiento y el amor, que va originando en ellas hbitos operativos buenos,
cuyo papel es el de incrementar su vigor y favorecer y hacer ms gozoso el ejercicio
de las mismas.
1.3. Dentro de semejante marco, los sentimientos placenteros, que se derivan del
recto uso de las potencias y hbitos a los que venimos aludiendo, componen un
estmulo o acicate para la reiteracin de actos cada vez ms intensos y perfectos.
2. Y, de manera anloga, en los seres humanos.
Anloga, por cuanto tambin gozan de entendimiento y voluntad, pero inferiores a
los de los puros espritus y necesitados del complemento de las facultades sensibles,
intrnsecamente ligadas a la materia, aunque potenciadas o elevadas por su
continuidad con el alma espiritual y sus respectivas facultades.
2.1. Hablando de nuevo de forma hipottica, en la sensibilidad humana, considerada
aisladamente, pueden darse pasiones, afectos, sentimientos o como prefiramos
denominarlos, de manera similar a como existen en los animales.
2.2. Pero tales supuestos afectos no compondran ninguna afectividad porque no
serviran de refuerzo para el incremento del vigor y alcance de sus facultades y, en
fin de cuentas, de la operatividad terminal y definitiva de cada varn o mujer,
considerados como un todo unitario.
2.3. Y no daran lugar a afectividad alguna porque, igual que en el animal, el placer
derivado del ejercicio aislado de las facultades sensibles inclinara a repetir las
correspondientes operaciones, de una maneracualitativamente idntica a las
anteriores y, en cualquier caso, definitivamente limitada por las condiciones que
marca el sustrato orgnico y su tambin determinado y restringido despliegue
(orgnico).
2.4. Con otras palabras: por s mismas, las facultades sensibles no
pueden trascender las fronteras que sealan las condiciones originarias establecidas
para cada una de ellas, aun cuando tales condiciones admitan el desarrollo derivado
de la maduracin preestablecida de los rganos de esas facultades y nada ms!
En conclusin
Por eso, siguiendo a Toms de Aquino, Roquei distingue con claridad el simple
80
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
inteligente.
III. Afectos espirituales
Asentado lo cual, retomamos la calma de la exposicin, afirmando sin reservas y en
primer trmino
la afectividad del espritu
No hemos encontrado en Frankl un desarrollo explcito de la afectividad espiritual,
que sin duda es coherente con sus hallazgos y con su defensa de la integridad y
plenitud humana, e incluso exigido por ellos. Pero las bases, al menos, se encuentran
ms que puestas, por lo que Lukas puede sostener:
El concepto de Frankl, del ser humano como una unidad tridimensional, implica que
el gozo y la emocin no pertenecen exclusivamente a la dimensin de la psique. El
gozo es tambin una parte del espritu y afecta al organismo. Cualquier cosa que
influya en nosotros afecta las tres dimensiones humanas [14] .
La misma inspiracin, e incluso ampliada, la hallamos en otros autores.
Por ejemplo, en D. von Hildebrand, para quien
la esfera afectiva comprende experiencias de nivel muy diferente, que van desde
las sensaciones corporales a las ms altas experiencias de amor, alegra santa o
contricin profunda [emplazadas, como l mismo repetir a menudo, en los dominios
espirituales] [15] .
Por tanto, aun no habindolo todava mostrado, nos gustara insistir en que el
espritu del hombre goza de una muy rica e intensa vida afectiva bastante difcil de
denominar; y que el desconocimiento o el desprecio de este hecho tergiversa
enormemente en la teora lo que es la persona humana (en particular, su grandeza), y
puede llevar consigo errores prcticos tan graves como para arruinar toda una
existencia.
El primer extremo, el de la existencia de una afectividad propia del espritu, es
afirmado de manera tajante por Antonio Malo en su Antropologa de la afectividad,
atribuyndolo expresamente a Toms de Aquino:
existe un amor, una esperanza y un gozo puramente espirituales. Estos afectos, sin
embargo, no deben ser considerados pasiones, pues nacen directamente de un acto de
la voluntad. Por ese motivo, el Aquinate habla de amor y gozo no solo en el hombre,
sino tambin en los ngeles e, incluso, en Dios, pues el amor y el gozo expresan un
simple acto de la voluntad por una semejanza de afectos, pero sin pasin [16] .
la necesidad de tenerla en cuenta
Los errores teortico-prcticos que lleva consigo la ignorancia de este estrato de la
vida afectiva constituyen un lugar comn de la logoterapia. Veamos un par de textos:
El ser humano est relacionado espiritualmente con el mundo (e incluso con el otro
mundo) y orientado al logos. Si, errneamente, lo reducimos al nivel inmediatamente
inferior, se reflejar en el terreno psicolgico-sociolgico como un sistema cerrado en
s mismo, compuesto de funciones y reacciones psicolgicas. Entonces, la
autotrascendencia de la persona pierde su transparencia. No cabe duda de que, en el
terreno puramente psquico, el placer y la ausencia de placer, el instinto y la
satisfaccin del instinto son realmente los motores que impulsan a un ser vivo,
aunque sea dentro de una jerarqua de necesidades tan compleja como la pirmide
de Maslow, que llega hasta la cima de la realizacin personal. Pero ni siquiera la
82
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Quizs nada tan claro como esta cita de Frankl, que, adems, sita esa diferencia en
el contexto ms pertinente para nuestros fines:
Tan pronto como proyectamos al ser humano a la dimensin de una psicologa que
sea concebida en forma estrictamente cientfica, lo recortamos, lo separamos del
medio, de las motivaciones potenciales. Lo que queda, en lugar de razones y
motivaciones, son causas [interpretadas en sentido eficiente-mecnico-determinista].
Las razones me motivan para actuar en la forma que yo elijo. Las causas determinan
mi conducta inconscientemente, sin saberlo, tanto si las conozco como si no. Cuando
al cortar cebollas lloro, mis lgrimas tienen una causa, pero yo no tengo una razn,
un motivo para llorar. Cuando pierdo a un amigo, tengo una razn para llorar [19] .
Diferenciemos, por tanto:
2.1. La causa orgnica o cuasi eficiente, situada de ordinario en el origen de la
percepcin de un estado fisiolgico, como el cansancio, pero que tambin puede dar
pi a un sentimiento ms rico y menos localizado, como el aburrimiento endmico o
la apata y a otros, muchsimo ms complejos, como los mencionados por el
neurlogo Oliver Sacks en varios de sus sugerentes estudios.
2.2. El motivo de una emocin o sentimiento, con el que se alude por lo comn a un
suceso o actividad, cuyo conocimiento (de ah que a veces se califique como razn)
provoca en nosotros una determinada trepidacin o genera un estado de nimo, pero
que asimismo produce con frecuencia una excitacin orgnica o fisiolgica.
Se trata de un fenmeno habitual, que cualquiera puede reconocer en s mismo o en
quienes lo rodean. Por ejemplo, la noticia de la muerte de un ser querido, motivo ms
que fundado de profunda tristeza, puede hacer que disminuya el riego sanguneo o
provocar una prdida de tono muscular e incluso un desvanecimiento; un acto de
generosidad de alguien que considerbamos egosta, y que despierta nuestro
asombro y posterior alegra, lleva consigo a veces un incremento de la fuerza fsica o
la sensacin de que ese vigor ha crecido, y algo relativamente parecido sucede ante
la presencia de un dolo de la cancin, del deporte, de la televisin, etc.; el
descubrimiento de que falla uno de los motores del avin en que viajamos, origen del
sentimiento de pnico, suele ir acompaado de sudoracin, palpitaciones, y un largo
etctera.
3. La interaccin entre los distintos mbitos
Por fin, conviene sealar la interaccin mutua entre los tres planos recin resumidos.
A este respecto, y sin necesidad de ahondar ms en el asunto, baste por ahora
apuntar, acudiendo a la experiencia propia o ajena, que:
3.1. A menudo un estado psquico-espiritual de abatimiento tiene un origen
exclusivamente orgnico, como puede ser el agotamiento fsico o una anomala en la
transmisin neuronal; y uno de euforia o dextasis, que incluye elementos psquico-
espirituales, es a veces el fruto de la ingesta consciente o no de sustancias
qumicas, entre las que ocupan un lugar destacado las conocidas habitualmente como
drogas.
3.2. O, al contrario, que las fuerzas fsicas aumentan realmente como consecuencia
de una alegra, de la asuncin de un gran ideal o, de manera diferente aunque con
efectos similares, de un arrebato de ira o de indignacin.
3.3. Como, tambin, que existen neurosis nogenas (de origen psquico-espiritual o
84
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
han hecho, habis pensado que las arterias se iban a relajar y lo han hecho.
En eso consistira la psicoplasia: en que el pensamiento tiende a convertirse en
accin, aunque algunas veces llega a ser acto y otras no [22] .
De inmediato, la primera aplicacin, en perfecta consonancia con el ncleo de este
escrito, a saber, la importancia y la capacidad de modular los propios sentimientos:
Si esto es as, y parece que lo es, fijaos en la importancia que tiene el cmo utilicemos
nuestro pensamiento. Ser completamente diferente que seamos personas que
habitualmente pensemos de una manera positiva, agradable y constructiva, o que
vayamos siempre buscando el aspecto negativo de cada situacin. Quizs todo esto
tenga que ver con la buena suerte de mucha gente optimista y la mala suerte de
algunas personas pesimistas. La persona pesimista puede estar pensando en cosas
negativas que le han sucedido o le van a suceder, y de alguna manera puede que
determine el que este tipo de cosas le ocurran. Lo contrario podra ser cierto en el
caso de personas optimistas y positivas [23]
Por fin, aquello que se acaba de apuntar, es decir, la incidencia del pensamiento en
nuestro equilibrio psquico y biolgico.
Otro punto es si lo que llevo dicho hasta ahora con respecto a los efectos de la
relajacin, es decir, que esta puede ser una forma de autopsicoterapia, es verdad.
Desde el momento en que la relajacin sirve para combatir la angustia y la
depresin, es una forma de psicoterapia que uno se hace a s mismo. Y yo dira que
no solo de autopsicoterapia, sino tambin de autofarmacoterapia, puesto que hace un
momento he dicho que el hipotlamo produce substancias parecidas a las medicinas
que compramos en las farmacias para combatir la angustia o la depresin.
Qu beneficios pensis pueden derivarse del ejercicio de relajacin vascular?
Si con l se consigue producir una dilatacin del sistema vascular ocurrir que
llegar ms sangre a los tejidos y con esa sangre ms oxgeno y ms alimentos,
limpindose adems con ms facilidad del CO y de los productos de desecho que van
soltando las clulas. De esa manera, las clulas y los tejidos podrn trabajar mejor.
Si ahora pensis en las arterias coronarias (las que riegan el propio corazn),
dilatndolas, estaremos consiguiendo lo contrario de lo que ocurre en la isquemia
coronaria, que es la enfermedad que origina la angina de pecho y el infarto por
disminucin del calibre de las mismas. Es decir, estaremos haciendo prevencin de
estos problemas; y tambin de los problemas vasculares cerebrales: por ejemplo, hay
personas que tienen dolores de cabeza de origen vascular (jaquecas) producidos por
el espasmo de los vasos cerebrales. Este ejercicio es una forma de mejorarlos y
curarlos.
La hipertensin arterial se puede considerar, de forma esquemtica, como el
resultado de una contraccin excesiva de las arterias. Las arterias estn ms
contradas de lo necesario y, por lo tanto, la presin dentro de ellas aumenta. Pues
bien, si relajamos y dilatamos las arterias, la tensin arterial disminuir. Y
efectivamente se ha comprobado que la tensin arterial, cuando uno hace relajacin,
disminuye (por ejemplo de 20 a 16). Al salir de la relajacin de nuevo aumenta, pero
puede que se mantenga algo ms baja (digamos en 19). Al cabo del tiempo volver a
la cifra inicial (20), pero si se hace la relajacin regularmente varias veces al da,
poco a poco, a lo largo de unas semanas, se consigue que la tensin arterial
86
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
disminuya permanentemente.
Generalmente se necesitan varias semanas, a veces meses, de ejercicio para conseguir
resultados, pero no hay que olvidar que la tensin arterial ha estado subiendo poco
a poco durante aos!
Tambin se ha visto, en los laboratorios de investigacin, que si se mide la cantidad
de colesterol en la sangre de personas voluntarias antes y despus de la relajacin, el
colesterol disminuye al relajarse.
Si con la relajacin conseguimos disminuir la tensin arterial y la cantidad de
colesterol en la sangre, estaremos previniendo la arteriosclerosis, que no es sino un
endurecimiento y envejecimiento prematuro de las arterias que se favorece si estn
elevados la tensin arterial y el colesterol. En resumen, con la relajacin estaremos
favoreciendo el funcionamiento de nuestro corazn y, en general, de todos nuestros
rganos y tejidos.
Adems se ha visto que con la relajacin aumenta el nmero de leucocitos que
circulan en la sangre. Los leucocitos (glbulos blancos) son las clulas encargadas de
defendernos contra las infecciones. Esta sera, pues, una razn ms que explicara
por qu con la relajacin pueden disminuir las enfermedades infecciosas (resfriados,
gripe, etc.). En realidad el stress y la tensin continuada alteran el funcionamiento de
todo el sistema inmunitario encargado de protegernos de las infecciones. La
relajacin contribuir a mejorar su funcionamiento [24] .
5. Niveles de la afectividad humano-personal
Afectividad espiritual
Esbozadas e ilustradas las distinciones pertinentes, retomamos el hilo del discurso y
advertimos que, al hablar de afectos del espritu no pretendemos referirnos a aquello
que origina o motiva un sentimiento, sino al sentimiento mismo.
Es decir, a la conmocin-o/y-reposo-percibidos, de forma ms o menos clara y fuerte,
pasajera o estable, que experimentamos en el mbito propiamente espiritual
En tales circunstancias, no tiene por qu darse una alteracin orgnica; basta con
el cambio que experimenta una facultad finita (es decir, todas las del hombre y, en
este caso concreto, el entendimiento o la voluntad) cuando se actualiza o incrementa
su operatividad o cuando, por el contrario, la disminuye o pasa de la actividad al
reposo.
Y no es precisa ni posible una modificacin fsica constitutiva del
sentimiento espiritual, justo porque ni la inteligencia ni la voluntad tienen rgano.
De ah que, como vimos en una cita precedente, los clsicos no les aplicaran el
trmino pasin [25] .
que debemos aprender a desarrollar
Y de ah estamos ante una cuestin relevante que haya que aprender a percibir
estos sentimientos, sobre todo cuando la costumbre y el influjo cultural nos han
conducido a tomar como modelo prcticamente exclusivo de emociones las de tipo
psquico, que son las ms frecuentes hoy da y las que sabemos experimentar.
Pero, por su misma naturaleza, los afectos espirituales no son ni se sienten del mismo
modo que los restantes. De donde deriva la necesidad de un entrenamiento para
advertir este tipo de emociones, desarrolladas formalmente en el mbito del espritu.
Aunque eso no elimina, en virtud de la estrecha e ntima unidad de la persona, que
87
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Para la mayora, las explicaciones [de Wittgenstein] sobre este tipo de conducta no
solo resultan decepcionantes, sino incluso inconcebibles. Y no es difcil explicar esta
incomprensin: basta pensar que solo quien practica la ascesis puede entenderla,
porque solo l conoce sus efectos. Los lugares comunes que se han formado en torno
a la ascesis no derivan nicamente de prejuicios, sino que dependen sencillamente de
una falta de habilidad en relacin consigo mismo. Lo grave de esta situacin es
asumir la propia falta de habilidad como un mrito o, de forma todava ms torpe,
como algo obvio [28] .
Caben afirmaciones ms netas y directas?
- - --
Toms Melendo y Carmen Martnez Albarracn
[14] Tambin tu sufrimiento tiene sentido, Ediciones LAG, Mxico D.F., 2 reimp.,
2006, p. 143.
[15] Hildebrand, Dietrich von, El corazn, Ed. Palabra, Madrid 1997, p. 34.
[16] Malo P, Antonio, Antropologia dellafettivit, Armando Editore, Roma 1999, p.
167.
[17] Lukas, Elisabeth, Logoterapia. La bsqueda del sentido, Paids, Barcelona,
2003, pp. 55-56.
[18] Lukas, Elisabeth, Logoterapia. La bsqueda del sentido, Paids, Barcelona,
2003, pp. 53-55.
[19] Frankl, Viktor, La idea psicolgica del hombre, Rialp, Madrid, 6 ed., pp. 28-29.
[20] Cardona Pescador, Juan, Los miedos del hombre, Rialp, Madrid 1998, p. 124.
[21] Roquei, Jos Manuel, Educacin de la afectividad, Eunsa, Pamplona, 2005, pp.
79-80.
[22] Herrero Lozano, Eugenio, Entrenamiento en relajacin creativa, Barrero y
Azedo, Madrid, 10 ed. 1998, p. 53.
[23] Herrero Lozano, Eugenio, Entrenamiento en relajacin creativa, Barrero y
Azedo, Madrid, 10 ed. 1998, p. 53.
[24] Herrero Lozano, Eugenio, Entrenamiento en relajacin creativa, Barrero y
Azedo, Madrid, 10 ed. 1998, pp. 54-56.
[25] Ni, propiamente, el de afecto ni el de emocin, en cuanto que todos ellos
implican movimiento, en la acepcin ms rigurosa de este vocablo, y el movimiento,
en sentido estricto, solo se da cuando interviene la materia:
Conforme a lo dicho hasta ahora, al ser el objeto quien determina al apetito la
emocin es un movimiento eminentemente pasivo. Efectivamente "a la naturaleza de
la pasin pertenece, en primer lugar, el ser un movimiento de una virtud pasiva, a la
cual se compara su objeto a manera de motor activo, por lo mismo que la pasin es
efecto del agente [] En segundo lugar, y ms propiamente, se llama pasin al
movimiento de una potencia apetitiva que tiene un rgano corporal y que se realiza
con alguna alteracin corporal. Y todava con mucha ms propiedad se llaman
pasiones aquellos movimientos que implican algn dao" [Toms de Aquino, S.
Th., I-II, q. 41, a. 2 ad 2] ( Roquei, Jos Manuel, Educacin de la afectividad,
Eunsa, Pamplona, 2005, p. 34).
[26] Pithod, Abelardo, El alma y su cuerpo, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos
Aires 1994, p. 163.
[27] Hildebrand, Dietrich von, El corazn, Ed. Palabra, Madrid 1997, p. 65.
[28] < Natoli , Salvatore, La felicit. Saggio di teoria degli affetti, Feltrinelli, Milano
2003, p. 31.
Elogio de la afectividad (7): Unidad de la vida afectiva
por Toms Melendo y Bartolom Menchn
En artculos anteriores mostramos que la afectividad, tal como parece que debe
entenderse, es una realidad propia y especficamente humana, resultado de
humanizar, mediante la inteligencia y la voluntad libre, todos nuestros afectos
I. La afectividad humana!
Todo en el hombre es humano
Se trata de una adquisicin que conviene no olvidar nunca, aunque los temas que
91
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
acepcin ms amplia; los sentidos y los apetitos sensibles; cierta relacin con su
entorno fsico y con otros seres vivos y un dilatado y amplio elenco, muy difcil de
colmar.
Pero ese parecen que figura en el prrafo precedente es fundamental, y nos
ayudar a entender lo que sigue.
De hecho, como acabamos de sostener y hemos mostrado otras veces:
1. Podra hablarse de cierta igualdad si cada uno de los elementos se considerara
aislado en s mismo o, lo que en la mayora de los casos viene a coincidir, desde la
perspectiva limitada de las ciencias experimentales: fsica, qumica, biologa,
ptica Bajo semejantes prismas se equiparan, en los hombres y en el resto de los
animales, la digestin o la respiracin, pongo por caso, la accin de ver u or, etc.
2. Sin embargo, esa presunta igualdad se desdibuja o desvanece si atendemos a cada
uno de los elementos dentro del conjunto (el animal o el hombre, en el supuesto que
estoy considerando), que es donderealmente se llevan a cabo: es decir,
donde nicamente tienen lugar o se dan de hecho.
Al primer modo de enfocar la cuestin lo llamo meramente formal o abstracto,
puesto que aquello de lo que se habla es resultado de una abstraccin; resultado que,
como tal, no existe en la naturaleza, sino solo en la mente: nunca puede darse un
proceso de digestin o un acto de ver independientes, aislados, ejercidos al
margen del sujeto que los realiza.
La segunda, por el contrario, es una consideracin real (filosfica, metafsica!,
aunque normalmente se opine ms bien lo contrario), pues toma buena nota del
sujeto que ve u oye, por citar un caso significativo, que efectivamente digiere o
respira y que hace muy distintos los procesos o las actividades
que aparentemente son idnticos.
Podemos comprobarlo mediante un ejemplo no demasiado complicado: la digestin
del animal se encuentra exclusivamente determinada por elementos biolgicos (en el
sentido ms lato del adjetivo), mientras que en un ser humano en iguales condiciones
orgnicas el mismo proceso puede resultar profundamente alterado por el
conocimiento intelectual de algo que genera una profunda alegra o, en el extremo
opuesto, por el de una desgracia, origen de una total desolacin, que llega incluso a
paralizar sus funciones vitales bsicas.
Acudamos a la experiencia
Desde la perspectiva metafsico-real, la cuestin se muestra bastante clara.
Pues, de acuerdo con lo que apuntamos, es fcil advertir que no son las piernas las
que andan, sino el perro o el caballo, ponindolas en movimiento; no es el estmago
el que asimila los alimentos, sino el animal o el hombre en los que ese estmago y el
conjunto del organismo existen y operan; no es el ojo el que ve, sino el ciervo, el
guila o un determinado varn o mujer, a travs de la correspondiente facultad
visiva
Si nos centramos en la visin y la consideramos de manera formal o abstracta (segn
lo hacen necesariamente, en funcin del propio mtodo, las ciencias experimentales
perdn por la insistencia), cabra sostener que el ojo cualquier ojo!
vera siempre y solamente colores.
Pero, lo repetimos por considerarlo clave, no es el ojo el que ve, sino un concreto
93
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
4. hasta acabar forjando (para bien o para mal) un determinado carcter o falta de
carcter.
Recuerdo, a estos efectos, la primera vez que a un buen amigo y magnfico
profesional se le borr del ordenador el trabajo de toda una maana, que consista
en el planteamiento detallado de un ambicioso proyecto de investigacin; por ms
que resulte extrao, la consecuencia de ese fallo elctrico fue una depresin
profunda, que se prolong durante ms de tres meses.
2. Psquico
De esta suerte nos hemos introducido en la esfera de los sentimientos psquicos, que
son los ms habitualmente tratados en los estudios sobre la afectividad.
Precisamente por este motivo, y en espera de posteriores puntualizaciones, nos
limitamos a mencionarlos y sealar algunos de los ms comunes.
Entre ellos se cuentan, adems o incluyendo a bastantes de los ya nombrados:
2.1. Los de signo o valencia positiva, como la alegra, la paz, la ilusin, la seguridad,
el (sentimiento de) dominio de s o del entorno
2.2. Y, entre los negativos, sus opuestos, como el temor, la angustia y ansiedad, la
inseguridad, el rencor y el resentimiento
Refirindose tanto a estos como a los antes citados, escribe muy acertadamente von
Hildebrand:
Pero incluso en el caso de que estos humores estn causados por nuestro cuerpo, no
se presentan como la voz de nuestro cuerpo ni son estados de nuestro cuerpo. Son
mucho ms subjetivos, es decir, estn ms radicados en el sujeto que las
sensaciones corporales. Podemos estar alegres mientras padecemos un dolor fsico; y
este estado de nimo positivo se manifiesta en el mbito de nuestras experiencias
psquicas: el mundo aparece de color de rosa, el mal humor desaparece y la alegra
inunda todo nuestro ser [4].
3. Espiritual
Segn ya apuntamos, la afectividad del espritu plantea, como primer problema, el
de su denominacin: a los movimientos o reposos anmicos de este nivel, es
preferible llamarlos afectos, sentimientos, emociones, estados de nimo
o inventar un nombre nuevo para designarlos?
Cada una de esas opciones presenta ventajas y perjuicios, como ya he esbozado y tal
vez veamos ms tarde.
En cualquier caso, conviene evitar que el uso de esos vocablos lleve a
una identificacin semiconsciente con los sentimientos o emociones tal como se dan
en el mbito biopsquico.
En rigor, habr que hablar de analoga, con lo que esta implica de semejanza y de
mucha mayor disimilitud.
En dicho sentido, lo nico que puede afirmarse con seguridad es que tales
sentimientos se encuentran unidos a las dos facultades superiores, reconocidas
tradicionalmente como estrictamente espirituales: el entendimiento y la voluntad.
Consecuencias?
La afectividad del espritu gira inicialmente en torno a dos o tres ncleos:
3.1. El del conocimiento en su sentido ms puro.
3.2. El del amor, tambin en su acepcin suprema.
96
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
2.2. gratifiquen a la persona de forma tan recia y plena, que ayuden a superar sin
excesivo esfuerzo (y, en ocasiones, con muy poco o ninguno) las quejas que se
produzcan en los apetitos sensibles y las que genere el amor de s anclado en la
voluntad cuando el bien del otro en cuanto otro implique contrariar la tendencia
natural de estas inclinaciones hacia sus bienes propios, natural o infranaturalmente
egocentrados.
- - --
Toms Melendo y Bartolom Menchn
[1] Hildebrand , Dietrich von, El corazn, Ed. Palabra, Madrid 1997, p. 62.
[2] ipsa anima habet esse subsistens [], et corpus trahitur ad esse eius ( Toms
de Aquino, De spirit. Creat., q. un., a. 2 ad 8).
[3] Toms de Aquino, De ente et essentia, c. 4, nm. 29.
[4] Hildebrand, Dietrich von, El corazn, Ed. Palabra, Madrid 1997, pp. 64-65.
[5] Fabro, Cornelio, Introduccin al problema del hombre (la realidad del
alma), Rialp, Madrid 1982, p. 114.
[6] Garca-Morato, Juan Ramn, Crecer, sentir, amar. Afectividad y corporalidad,
Eunsa, Pamplona 2002, p. 55.
[7] Noriega , Jos, El Destino del Eros, Palabra, Madrid 2005, p. 47.
[8] Frankl , Viktor, La idea psicolgica del hombre, Rialp, Madrid, 6 ed., pp. 68-69.
[9] Pithod, Abelardo, El alma y su cuerpo, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos
Aires 1994, pp. 158-159.
[10] CARDONA PESCADOR, Juan, Los miedos del hombre, Rialp, Madrid 1998, p.
124.
[11] Cardona Pescador , Juan, Los miedos del hombre, Rialp, Madrid 1988, p. 94.
[12] Cardona Pescador , Juan, El sndrome de soledad (I), en Mundo Cristiano,
enero 2000, p. 46.
[13] Cardona Pescador , Juan, El sndrome de soledad (I), en Mundo Cristiano,
enero 2000, p. 40).
[14] San Josemara Escriv, Notas de una meditacin 27-V-1937, en ( Echevarra ,
Javier, Getseman, Planeta, Barcelona 2005, p. 267.
[15] Echevarra , Javier, Getseman, Planeta, Barcelona 2005, pp. 62-63.
Elogio de la afectividad (8): Peculiaridades y estructura de la afectividad humana
por Toms Melendo y Jos Carlos Rodrguez Navarro
Este artculo, que asume lo esbozado en los anteriores, persigue dos objetivos: 1.
Esclarecer con mayor hondura en qu consiste la afectividad humana. 2. Ver,
entonces, cmo es posible sacarle el mayor partido, mediante la educacin oportuna.
Pretensin
Procuraremos llevarlo a trmino de manera simultnea, alternando los apuntes
descriptivos y las explicaciones con las sugerencias sobre el mejor modo
de manejar los propios sentimientos: esto es, de descubrir y potenciar nuestros
puntos fuertes, y aprender a conformar de la manera adecuada las carencias
afectivas, de modo que esas faltas nunca influyan ms de lo debido en la calidad de
103
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
De nuevo como resumen, podra decirse que en los seres humanos, incluso las
tendencias ms bsicas conservacin individual y especfica estn impregnadas
de humanidad
Las necesidades primarias, indefinidas e indefinibles!
En lo que atae al primer punto, no resultara complicado enumerar, al menos en sus
lneas elementales, qu necesita un animal para sobrevivir: comida y bebida, un
ambiente propicio, cierta proteccin material contra sus enemigos
1. Un (des)acuerdo inicial
Sin embargo, cuando estudiamos con detenimiento lo que precisan los seres humanos
para mantenerse en vida, nos encontramos con los resultados ms asombrosos.
1.1. No solo es que varen de forma espectacular entre un sujeto y otro a lo largo de
los siglos, en las distintas culturas, o incluso en ambientes muy parecidos del mismo
momento histrico de una misma civilizacin, entre los componentes de la misma
familia o en mismo individuo en dos instantes relativamente cercanos de su
biografa!
1.2. Sucede tambin algo muy significativo y como a caballo de lo anterior: que la
mayor parte de los intentos teorticos de descubrir y establecer cules son esas
exigencias ha fracasado rotundamente.
Sin alejarse de la realidad y de los textos, aunque tratndolos con un punto de irona
y buen humor, Carlos Llano expone la respuesta que dieron a este interrogante tres
de los ms grandes pensadores occidentales, bastante distantes entre s en el tiempo y
en la forma de concebirla realidad: Platn, Toms de Aquino y Marx.
Y hay que reconocer que la cuestin tiene su encanto.
En un primer momento, como hara cualquiera de nosotros, Platn
seala tres necesidades perentorias, sin cuya satisfaccin el hombre apenas podra
subsistir en este mundo: alimentacin, vestido y cobijo.
A rengln seguido, contento con su hallazgo, parece que sali a celebrarlo, dando
unas vueltas por la ciudad de Atenas, cuyas calles y plazas al menos las que l
recorri entonces no eran un prodigio de pavimentacin y ni siquiera de
empedrado (o s!, depende como se entienda lo de empedrado). No extraa,
entonces, que en un texto algo posterior, agregara sin vacilar: alimentos, vestimenta,
habitacin y calzado; si uno quera festejar los grande descubrimientos,
pareca imprescindible caminar por la ciudad sin demasiadas incomodidades!
2. Y el terrible etctera
Pero como se trataba de una persona inteligente, pronto advirti la alta
probabilidad de que en alguna otra circunstancia se topara con nuevos
requerimientos, tambin perentorios; y, despus de pensrselo bien, complement el
elenco con un etctera con el que desista de cualquier intento de clasificacin.
Toms de Aquino y Marx coinciden con el filsofo ateniense en la enumeracin de
las tres exigencias primariamente primarias: alimento, ropa y vivienda.
Y cada uno de ellos aade por su cuenta lo que, al parecer, le dictan sus particulares
circunstancias:
2.1. El rigor de los inviernos alemanes lleva a Marx a incluir entre lo esencial para la
supervivencia nada menos que la calefaccin.
2.2. Y Toms de Aquino, a cuya notable corpulencia aluden sus distintos bigrafos,
105
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Lo que trae como consecuencia, en la que de momento no hay que detenerse, que el
ser humano que acta slo en funcin de su placer o dolor en cierto modo se
animaliza.
S conviene resaltar, por el contrario, que el conocimiento animal se encuentra por
completo subordinado a la accin: no tiene otra funcin que dirigir la conducta de la
manera adecuada
El conocimiento humano
En el hombre todo es ms complicado y tambin ms rico y flexible o viceversa,
segn nuestro humor y nuestro estado de nimo.
1. Por ejemplo, sin pretender ni mucho menos agotar los detalles, el beb de pocos
das manifiesta mediante el llanto una especie de privacin, que puede ser de muy
distinta especie y que toca a los padres desentraar.
De suerte que, con la misma expresin llorar y patalear indica, pongo por caso:
1.1. Que tiene hambre o sed.
1.2. Que est incmodo: paales mojados, calor, fro, cuna deshecha, etc.
1.3. La necesidad de la presencia de la madre o del padre, para sentirse
acompaado y querido!
Aunque, como es bastante obvio, no sepa exactamente qu es lo que le pasa ni lo que
est demandando.
2. Conforme va creciendo esa persona, la situacin en cierto modo se esclarece, pero
fundamentalmente se enriquece y complica.
2.1. El joven o el hombre adulto advierte los sntomas de la sed y del hambre;
pero tambin, y esto marca ya una distancia insalvable respecto al animal, sabe de
ordinario, gracias a su inteligencia, que esas son seales dispuestas por la naturaleza
para poder dar cumplimiento a una necesidad vital la de alimentarse, en nuestro
caso, sin cuya satisfaccin no podra seguir en este mundo durante mucho tiempo.
Gracias a semejante saber, puede ingerir alimentos aun sin experimentar hambre,
con el fin de recobrar la salud perdida o no deteriorarla ms todava, incluso cuando
la simple idea de comer le repugne, como en ciertos casos de enfermedad; o engullir
slidos y lquidos cuando ya est ms que harto, por simple glotonera, al margen de
toda exigencia biolgica.
Es decir, su inteligencia y su voluntad deciden a qu tipo de tendencias responder
cundo se han activado varias y reclaman respuestas distintas o incluso opuestas.
2.2. Adems, con el tiempo descubre que a la satisfaccin material de la necesidad se
encuentra normalmente aparejada una satisfaccin formal o deleite y que es posible
disociar ambas realidades y perseguir de manera exclusiva el gozo o placer, aunque
no exista en ese instante el requerimiento fsico: lo que logra, bien provocndolo de
manera artificial, bien buscando formas refinadas de darle cumplimiento, ms all
de lo fisiolgicamente exigido, etc.
Todo lo anterior manifiesta ya algo fundamental, cuyo estudio reservamos para ms
adelante.
A saber:
Que el conocimiento humano no se limita a ser un medio o instrumento para
actuar correctamente.
O, con otras palabras, que ese conocimiento tiene un carcter sustantivo, de algo-
110
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
que-vale-por-s-mismo.
De lo que puede inferirse, como ms tarde veremos, que en el hombre existe una
tendencia natural a conocer por conocer: al saber estrictamente teortico (o saber
por excelencia) [4] .
Y esto, el que el conocimiento no sea en el hombre un mero instrumento de
supervivencia, sino, al menos en determinados casos, un fin en s mismo, apunta a
otros rasgos provocados en buena medida por la conexin entre el entendimiento y
las tendencias humanas.
Sealemos algunos.
Y su uso adecuado
1. El ejemplo hasta aqu utilizado aprovechar una tendencia bsica para lograr
deleites ligados a su satisfaccin manifiesta cierta perversin del destino natural de
esas inclinaciones; como se ha apuntado, esto es posible justo porque el conocimiento
humano es superior al de los animales brutos y le lleva a distinguir en casi todas sus
acciones tres elementos: los medios, el fin y las consecuencias de esa actividad.
Algo similar hay que decir respecto al hecho, tan comn en buena parte de la
civilizacin presente, de que el hombre aumente de forma artificial lo que llega a
considerar como exigencias ineludibles para su supervivencia y, en cierto modo, a
transformarlas en ellas: de manera que el no poder colmarlas se experimenta como
una privacin tremendamente dolorosa e injusta.
Dolorosa e injusta, subraya Pithod, precisamente porque ha convertido en
necesidades imprescindibles lo que en modo alguno lo eran:
La frustracin es generalmente relativa a. Uno se siente frustrado si los dems que
son como uno, tienen auto y uno no. Nuestros referentes en aquella poca [se refiere a
la de su juventud] eran gentes como nosotros, ms o menos, por lo cual no tenamos
una privacin relativa grave. Hoy los muchachos con pocos recursos tienen
referentes ricos, muy distantes, llenos de satisfacciones materiales, es decir provocan
ms frustracin en los carenciados que la que pudimos tener nosotros. Pero hay otro
fenmeno que contribuye a la frustracin. Los marcos de referencia estn ahora
constantemente presentes en los medios de comunicacin. Es el obsesivo efecto de
mostracin. La moda, por ejemplo, la conocen hasta los ms pobres, y adems
alcanza nuestro subconsciente por su omnipresencia, y nos golpea de manera
inevitable. La frustracin relativa es hoy ms odiosa, ms incisiva que nunca [5] .
2. < Mas asimismo cabe, en el extremo contrario, demonizar hasta tal punto la
satisfaccin de los requerimientos materiales, a causa del deleite que los acompaa,
que se desemboque en un puritanismo ajeno por completo a la naturaleza y, frente a
lo que con frecuencia se sostiene, a la verdadera religin.
Pues tanto esta como la tica natural llevan:
2.1. A mantener en todo momento la jerarqua objetiva de los bienes y, ms en
particular, a no anteponer un simple goce del gnero que fuere al cumplimiento
amoroso de una obligacin, que reporta un beneficio para quienes nos rodean o para
nosotros mismos.
2.2. A negarse ciertos caprichos para asegurar en lo posible el dominio de la
inteligencia y la voluntad sobre los apetitos.
2.3. Pero tambin, con la misma o mayor fuerza, a disfrutar templada y noblemente
111
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
de todos los bienes lcitos que Dios ha otorgado al ser humano para contribuir a su
felicidad, agradeciendo de forma expresa esos detalles Paternales.
Lo contrario, esa suerte de deber por el deber de corte kantiano, al que hemos
aludido en varias ocasiones un deber que resultara maleado en cuanto produjera
el ms mnimo gozo, est muy cerca del protestantismo puritano, inexorable e
inflexible, en lo que tiene de antihumano, antirreligioso y antinatural.
III. Voluntad libre
La misin y el influjo de la voluntad
Lo considerado hasta ahora ilustra el papel del entendimiento en el juego de las
tendencias y, derivadamente, en el conjunto de la vida afectiva.
Los detalles que exponemos a continuacin, adems de esclarecer ulteriormente estos
mismos aspectos, aspiran a poner de relieve la misin central que en todo ello
corresponde a la otra gran facultad espiritual humana: la voluntad, sede inmediata y
columna vertebral del buen amor, tomando esta ltima expresin en su acepcin ms
noble.
Mediada por el entendimiento
Sabemos que una separacin tajante entre entendimiento y voluntad resultara
siempre falsificadora. Las dos potencias superiores del hombre actan normalmente
de manera conjunta, en una especie de circuito una y otra vez reiterado en el que
resulta difcil y artificial sealar prioridades (al menos, absolutas).
Por eso, lo que conviene subrayar como fundamentalsimo para el correcto ejercicio
de la voluntad en el conjunto de la vida humana deriva de una propiedad tambin
clave del entendimiento.
En concreto, la afectividad humana no puede ni entenderse ni manejarse de la
manera adecuada sin tener de nuevo en cuenta:
1. Que la voluntad est abierta a cualquier bien que el entendimiento le presente
como tal.
2. Que el entendimiento es capaz de apreciar, en principio y con la adecuada
educacin, todos los bienes existentes: incluidos los realizables o alcanzables en el
futuro, que gozan de excepcional importancia para la orientacin de la propia vida.
3. Por fin y como conclusin, que, de ordinario, el entendimiento y la voluntad
actan en el ser humano de manera conjunta y coordinada.
Abierta a cualquier bien
Qu consecuencias trae el que la voluntad est abierta o resulte atrada por todo
bien?
Tantas, que nos limitaremos a enumerar las dos o tres ms pertinentes para el
propsito de este escrito, directamente relacionadas con lo
llambamos afectividad en su ms estricta acepcin:
A. Insaciable
En primer trmino, que ninguna realidad finita o participada resulta capaz de
saturar su afn de bondad y de felicidad: segn sostienen la mayora de las
religiones, ese anhelo solo podra colmarlo Dios, Bien Sumo, si fuera conocido de
manera adecuada, y no simplemente entrevisto (mal visto o no visto!) a travs de las
criaturas.
As lo expone Buenaventura de Bagnoreggio:
112
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
s misma: en causa sui, que decan los clsicos latinos, en la estela de Aristteles.
As lo expone Caffarra:
Con la reflexin sobre la voluntad, entramos en el corazn mismo de la persona:
nada es ms ntimo, ms interno a la persona que la voluntad en cuanto facultad de
los actos libres. El acto libre es el acto de la persona en sentido eminente; todo otro
acto es de la persona en tanto en cuanto que es imperado por la voluntad libre.
Mediante el acto libre la persona se genera a s misma: llega a ser padre-madre de s
misma[12]
El hombre cada mujer y cada varn! acaba siendo, en definitiva, lo que
libremente ha querido ser. Apoyado en el supuesto biolgico que recibe de sus
padres, cada varn o mujer va estructurando su propia personalidad, sobre todo
gracias a sus elecciones libres.
Algunos testimonios cientficos
Pruebas de uno y otro aspecto?
Segn afirma un excelente psiquiatra espaol, A. Polaino-Lorente, la marca
gentica inmodificable no determina el desarrollo de la persona en cuanto tal
porque la persona no se reduce a biologa:
Una vez producido el parto, las hormonas ya no dirigirn el comportamiento ni la
mayora de las facultades y funciones de la persona, sino que lo har el sistema
nervioso central, previamente diferenciado. Esa modalidad en que cada persona est
constituida, que tiene un sello gentico inmodificable, no nos puede hacer suponer
que estamos ante un determinismo biolgico irrenunciable e inmodificable, por la
sencilla razn de que la persona humana no es pura biologa [13]
A su vez, Pithod sostiene la existencia de determinismos en el plano biopsquico, que
no determinan, sin embargo, el desarrollo propiamente personal, en el que la ltima
palabra corresponde a la libertad.
1. En primer trmino, en lo que atae a la importancia de lo biopsquico:
nuestra visin del hombre incluye lo biopsquico como un aspecto esencial del
mismo. Ms an, el hombre no est solo condicionado por l sino sometido a
verdaderos determinismos en ese nivel. Esta concepcin de la hominidad [] estar
presente a lo largo de nuestra exposicin. Bios y psique conforman una unidad con lo
espiritual [14]
2. Despus, a su alcance y a sus lmites:
La vivencia de los valores espirituales y la resonancia que estos hallan en la persona
dependen en alguna medida del sustrato biopsquico de la misma. Desde el
sentimiento de culpa a la adhesin o repulsin afectiva frente a valores morales, la
experiencia moral est en relacin con el trasfondo endotmico de la persona y con
los "fantasmas" imagino-afectivos que la pueblan. Cegueras y sorderas morales []
pueden tener una base biopsquica. Si hay algo impenetrable e ntimo en la persona
es el modo de vivenciar los valores objetivos. Aqu el "no juzguis" evanglico
alcanza una dimensin relevante de su sentido.
En efecto, desde el temperamento, segn la disposicin del sistema neuro-endocrino,
pasando luego por la positividad o negatividad de los "fantasmas" afectivo-
imaginativos de la primera infancia hasta las experiencias de la adolescencia, todo
contribuye a formar un campo ms o menos propicio para la vivencia autntica de
118
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Resumen
Con trminos ms tcnicos, y de nuevo con palabras de Pithod, la cuestin se
enunciara as:
Sea lo que fuere de estas especulaciones psicolgicas, el hecho fundamental es que la
experiencia moral propiamente dicha, es decir, la vivida por la persona espiritual en
el nivel espiritual no puede hacerse totalmente al margen de las estructuras psquicas
formadas tempranamente y que permanecen en un nivel diferente pero que la
influyen. Por cierto no es que definan la experiencia moral como si se tratara de un
constitutivo formal, sino que la experiencia moral se da concretamente (o
existencialmente, si se quiere) con ese trasfondo psicolgico.
Es sobre tal sedimento profundo y ubicado ms all de la conciencia lcida (aunque
no necesariamente inconsciente, como quera Freud, pues el sujeto puede advertirlo)
que tendr que elevarse el edificio de la experiencia de los valores, sobre todo en la
adolescencia. J. Rof Carballo ha elaborado el concepto de urdimbre para referirse
a este entrelazamiento tanto de las instancias constitutivas cuanto de
lasvicisitudes de la existencia y del desarrollo [17]
Y podra compendiarse en estas afirmaciones elementales, resumen y reiteracin
consciente de lo recientemente expuesto.
1. La dotacin gentica origina o constituye un preciso temperamento, que se
concreta en un conjunto de aptitudes-actitudes y capacidades tambin particulares y
nicas.
2. Pero, aunque en parte lo condicione, nada de ello determina el futuro desarrollo de
la persona, sino que es susceptible de ser educado y reclama ese complemento de
hetero- y, al cabo, de auto-educacin, en la que el papel de honor corresponde a la
libertad.
El temperamento individual, originado muy particularmente por la dotacin
gentica, se modifica a travs de la educacin y, sobre todo, de las elecciones libres: el
resultado es lo que solemos llamar carcter o personalidad.
Y un ltimo y definitivo testimonio!
A todo ello, con la energa y el ardor apasionado de quien est viendo en peligro la
felicidad de tantas personas, se refiere expresamente, una vez ms, Vktor Frankl.
1. Afirma, en primer trmino, que la imagen del ser humano sobre la que se basa la
mayor parte de la Psiquiatra actual, es la de un hombre disminuido, contrahecho; lo
que en otros lugares hemos denominado una mini-persona y Frankl llama
aqu homnculo:
La Antropologa, que sirve de base a la Psicoterapia, no tiene, hoy por hoy, nada que
ver con una concepcin o imagen del hombre verdadero, sino con la imagen de un
hombre a quien ella concibe, en mayor o menor grado, como la resultante de un
paralelogramo de composicin de las fuerzas, cuyas componentes se llaman Yo, Ello
y Sper-yo, o bien como un producto cuyos factores son: instintos, herencia y mundo
entorno; este producto no es un hombre, sino un homnculo [18] .
2. Aade que, para superar esa visin estrecha y degradante, es necesario recuperar
la libertad y la responsabilidad correspondientes, ancladas ambas en los dominios del
espritu:
Por otro lado, difcilmente se puede superar la patologa del espritu del tiempo,
120
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
vivencia. Todo presente vivido es anticipacin del futuro. Esto es cierto en la medida
en que cada momento de la vida anmica est entretejido por la dinmica y la
temtica de la tendencia que se dirigen hacia la realizacin de un estado todava no
existente y que constituye una constante en la direccin y configuracin de la vida.
As, pues, la vivencia presente implica siempre un preludio, una bsqueda
anticipada [25]
En el mbito filosfico, han concedido especial importancia a esta dimensin
estrictamente humana muchos y grandes autores, tambin contemporneos, casi
todos ellos tras las huellas de Heidegger. Sealemos, entre los ms cercanos, a
Maras, que caracteriza al hombre como un ser futurizo, y a Polo, una de cuyas
propuestas de fondo consiste en futurizar el presente.
Tambin los psiquiatras han tematizado el carcter intrnsecamente temporal del
varn y la mujer. Pero con matices diversos, hasta llegar a la estricta contraposicin.
Y as, Freud y sus seguidores, dotan de especial relieve al pasado, sobre todo en las
primersimas etapas. Un pasado conservado en el subconsciente, que determinara
buena parte de las actuaciones y, ms que nada, de los conflictos y los traumas del
sujeto, que de este modo acabara por no ser responsable de sus actos.
2. Por el contrario, la logoterapia se desentiende de ese pasado remoto, e intenta que
la persona responda a las solicitaciones del presente y del futuro desde la parte ms
sana de s misma el espritu, poniendo en juego los resortes de su libertad.
Elementos que la conforman
En efecto, como exponen intensamente las palabras del poeta, habra al menos que
apuntar que en el despliegue de una personalidad se entrecruzan:
1. El punto de partida: la gentica, que podramos calificar como condiciones fsico-
psquicas iniciales o temperamento.
2. La educacin, en su acepcin ms amplia.
3. Y, sobre todo, el sinfn de decisiones personales y, por tanto, libres que ese
individuo va adoptando con el pasar del tiempo, a medida que crece y se despliega.
Son muchos los ejemplos que ponen de manifiesto, por un lado, que la peculiar
constitucin psico-fsica de un individuo insina ya por s misma un sentido o
direccin para su posterior desarrollo.
Pero que, tanto o ms que esas condiciones de partida, interviene en su xito o
fracaso futuro la educacin y los dems influjos recibidos, sobre todo en sus primeros
aos de vida.
Y que, con relativa independencia de lo anterior, el factor determinantemente
determinante es justo la libertad personal, que debe tener en cuenta la situacin en
que se encuentra, con todos los elementos de relieve, pero que casi siempre resulta
capaz de superar condiciones incluso muy precarias, en ocasiones haciendo un uso
estratgico tambin de los propios dficits.
Adems de lo que nos ensea lo mejor de la neurologa contempornea (pienso, entre
otros, en los magnficos estudios de Sacks) y tambin lo ms excelente de la
psiquiatra (ahora me vienen a la memoria, entre muchos, los ensayos de Frankl, de
Lukas y de Cardona Pescador), lo que llamamos conversiones o rectificaciones
radicales de toda una vida, constituyen pruebas palpables del alcance de la libertad
humana.
123
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Asentado lo cual, importa dejar claro que existe un entrecruzarse y un influjo mutuo
de los elementos en cuestin. Una interaccin recproca que lleva a que en cada
instante de nuestra historia, en las grandes decisiones y en las menudas, se parta de
un estado concreto y nico, en el que los sentimientos y el tono vital revisten gran
inters, pues a veces su influjo es de hecho contra lo que la propia naturaleza del
hombre en cierto modo reclama muy superior a los del entendimiento y la
voluntad.
Y, como veremos, importa mucho todo! aprender a sacar partido a ese estado
en particular, sin aoranzas ni utopas sobre lo que uno hubiera podido ser, que no
suelen pasar de simples escapatorias semiconscientes y condenan a menudo a la
inaccin.
Para comprender esa interaccin, conviene insistir en algunos extremos:
1. Antes que nada, y con plena conciencia de estar repitindonos en parte para
contrarrestar la insistencia carente de argumentos con que se afirma lo contrario,
que la dotacin gentica y el desarrollo biolgico de cada individuo no determinan
ninguno de los resultados, al menos en lo que afecta al carcter, al tono de la
afectividad y a su mayor o menor peso en la existencia, al triunfo o fracaso conyugal,
en el trabajo, en la vida social, aunque influyan, e incluso notablemente, en todos
ellos.
1.1. Que esto es as, porque la educacin familiar y la escolar, mutuamente
imbricadas, inciden con enorme vigor sobre los elementos biolgicos y
temperamentales y los modifican, pero, a la par, se apoyan por fuerza en ellos.
1.2. Que, como fruto de ese interactuar mltiple, se va produciendo una
sedimentacin biogrfica no siempre consciente, que compone la plataforma de base
a partir de la que cada cual obra, y en la que algunas experiencias o sucesos, sobre
todo de la infancia, resultan ms definitivos que otros, sin ms concesiones al
psicoanlisis de las que hay que hacerle, que a menudo implican matices y
correcciones.
2. Asimismo, interesa ahora sealar que tampoco cabe atribuir la responsabilidad de
nuestros actos al influjo de la cultura ambiental o de la educacin no
institucionalizada, aunque tales influencias resulten cada vez mayores en el mundo
de hoy.
2.1. Y nos referimos a factores espacialmente inmediatos, como las costumbres que se
observan en la vida cotidiana del propio entorno.
2.2. Y a los geogrficamente ms lejanos, como el modo de vida de otros pases,
incluso muy apartados, que marcan incluso con ms vigor las pautas de
comportamiento, sobre todo a determinadas edades.
Los dos tipos de estmulos se cuelan hoy en cualquier hogar, si es que no se los invita
a que entren y se acomoden, sobre todo a travs de los media y de las modernas
tecnologas unidas a la informtica.
Al respecto, considero oportuno recordar algo que hemos desarrollado por extenso
en otros lugares.
Precisamente en virtud de lo sealado, es menester incrementar activa y
conscientemente, con el vigor y el tesn necesarios, el temple y los contenidos de
nuestra vida familiar.
128
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Por qu? Porque el peso del ambiente en cada uno de los hogares en el propio
matrimonio y, de manera derivada, en los hijos resulta inversamente proporcional
al que ejerza la propia familia, y muy en particular los padres: sobre todo, el padre,
que fcilmente pone entre parntesis la relevancia de su presencia ante los hijos y se
desentiende de esa tarea.
La consecuencia no podra ser ms clara: cada uno de nosotros hemos de procurar
llenar de ideales, valores, actividades, entretenimientos y, en definitiva, de amor, la
propia familia y el propio hogar. No solo ni especialmente en lo que atae a los hijos,
sino, de manera muy particular, al respectivo cnyuge. Pues, como ensea la
experiencia, si no se mima da a da la relacin con el esposo o esposa, se estn
poniendo todos los medios para que el matrimonio desemboque en un rotundo
fracaso y arrastre en su cada al resto de la familia.
2.3. Por otra parte, de acuerdo con lo que apuntamos, al hablar del ambiente o
cultura, se apela tambin a la dimensin temporal, al modo de vivir actual y
pretrito: pues el conocimiento de la Historia, lo mismo que el de otros lugares o
costumbres, puede muy bien corregir los dficits o resaltar por contraste los logros
del momento presente.
Y todo esto influye en el comportamiento de las personas pero nunca lo determina.
Es uno de los asuntos en los que ms insiste Lukas, incluso en los casos,
aparentemente desesperados, de neurosis.
Otra vez la libertad
Bosquejado lo anterior, y antes de proseguir, reiteramos conscientes, por ensima
vez, el principio maestro o la conviccin clave. A saber, que: por encima de los
factores indicados hasta ahora la dotacin biolgica, por un lado, y el influjo
educativo-cultural, en el opuesto, lo determinante para el despliegue afectivo sigue
siendo el desarrollo y el ejercicio del entendimiento y la voluntad, es decir, de la
libertad.
De nuevo el binomio Frankl-Lukas permite perfilar la cuestin:
Los extremos crean sus propias limitaciones. El determinismo que ha dominado el
pensamiento psicolgico por ms de medio siglo, est siendo cuestionado. El ms
importante entre aquellos que cuestionan, est el psiquiatra viens Vktor E. Frankl,
que va ms all de la psicologa profunda y del conductismo. l considera la
dimensin del espritu humano, ms all de todas las interacciones psicofsicas y
psicolgicas. El espritu humano, por definicin, es la dimensin de la libertad
humana y, por lo tanto, no est sujeto a leyes deterministas.
Libertad es una palabra a menudo mal empleada. Para evitar malas
interpretaciones, Frankl no habla de libertad de algo, especialmente no de
condiciones (nadie est libre de sus condiciones fsicas o psicolgicas), sino de
libertad para algo, una actitud libremente tomada hacia estas condiciones. l
refuerza la actitud de a pesar de, nuestra eleccin de respuesta al destino.
Aqu se da una base para consolar y ayudar a la gente, sin importar cun inescapable
sea el sufrimiento. Solo venciendo el determinismo es posible consolar; esto se hace al
reconocer la dimensin del espritu humano [30]
VII. La voluntad-inteligente, clave de todo el entramado
El peculiar modo de ser de cada persona
129
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Resumiendo lo visto bajo un prisma un tanto diverso, cabra sostener que los
elementos aludidos en los prrafos que preceden van cristalizando o se posan a modo
de hbitos y costumbres, de distinto alcance y profundidad y estabilidad, dando
como resultado personalidades que se inclinan hacia algunos de los polos del tipo:
pesimista u optimista, confiado o suspicaz, superficial o profundo, autnomo o
influenciable, soso o bullanguero, sociable o hurao
Para lo que nos atae, este modo de ser facilita o dificulta las acciones concretas y el
manejo de los estados anmicos y de los sentimientos momentneos, de tanto alcance
para la vida vivida y para la comprensin de la persona humana.
A. Sus componentes desde otra perspectiva
Cules son los integrantes bsicos de ese peculiarsimo modo de ser? Como
complemento a lo ya expuesto, cabra afirmar que, para cada individuo, todos ellos
cristalizan en la existencia de:
1. Una constelacin de bienes, extremadamente diversos y de muy distinta densidad,
a los que cada cual es ms sensible, en virtud del desarrollo y configuracin
singulares de las respectivas tendencias.
Como ya vimos, precisamente en cuanto se refieren a cada sujeto particular y ejercen
mayor o menor influjo en l, tales bienes suelen llamarse valores.
Y tambin qued apuntado el papel sin igual que en cualquier existencia humana
desempean la presencia o ausencia de esos ideales y la calidad de los mismos.
2. Una mayor o menor capacidad de responder a esos bienes concretos, con exclusin
de otros y de hacerlo o no de un modo pertinente.
Dentro de este contexto, suele hablarse de ms o menos coherencia de vida, de
unidad o disociacin entre teora y prctica, de fuerza de voluntad o carencia de
ella
Por otra parte, y parece lgico, no se trata de un organismo estable, sino de algo que
va variando justo en virtud de que se responda o no a los mltiples valores y de la
mayor o menor flexibilidad para hacerlo: en este sentido, los caracteres se disponen
en una amplia gama que va desde el perfeccionismo hasta, en el extremo contrario, la
cara dura, el fingimiento sistemtico o el cinismo.
3. Una manera propia y ms o menos pronunciada de vibrar o no con todo ello: la
distincin con el rasgo que precede resulta ms clara en el supuesto de dos personas
que s responden a la llamada del deber, pero una de ellas lo hace fra y
racionalmente, y la otra poniendo en juego todas las fibras que la constituyen.
Encontramos en esta lnea personas ms racionales, cuyo punto de referencia es la
bondad objetiva de los hechos y situaciones, y que, por lo mismo, suelen tener un
comportamiento ms estable y predecible.
Y otras, ms sentimentales o afectivas y, con frecuencia, ms intuitivas, en las
que la primaca compete ms bien a la resonancia de los valores en su intimidad;
personas ms dependientes, por eso, del modo como se encuentran en cada instante
y, por lo mismo, a menudo, ms inconstantes o lbiles.
Este modo de ser, muy relacionado con lo que llamamos personalidad, se manifiesta
en la orientacin general de la vida de cada individuo y presenta mltiples variantes.
Podemos hablar, entonces, de personas ms sensibles a los bienes espirituales o a los
materiales, hasta el punto de ignorar o no advertir los primeros o, ms raramente,
130
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
los segundos; ms pendientes del propio yo o del bien ajeno, cosa bastante unida a la
anterior; que atienden ms al estado de nimo o a la accin en s o llamada del
deber; a la belleza y el arte o a lo pragmtico y utilitario; a lo propia y hondamente
humano, como la vala interior, en la ms amplia acepcin de estos vocablos, o a lo
accesorio, pasajero y superficial, entre los que se cuentan los caracteres meramente
fsicos, las posesiones, el xito o fracaso, el prestigio
Concluyendo, la peculiar afectividad de cada persona depende del conjunto de bienes
que ms influyen en ella, de la capacidad de responder a tales valores y de la mayor o
menor vibracin con que lo haga.
B. Pero siempre modificables
Sea como fuere, tan o ms importante que una buena descripcin de los componentes
de tal modo de ser, as como de su imbricacin mutua, es recordar que:
1. Todo ello es educable, al menos dentro de ciertos lmites, y hay que educarlo en
nosotros mismos y en quienes se encuentran a nuestro alrededor!
2. Como resultado de esa educacin y como respuesta a la dotacin gentica esto
es, a la compenetracin de ambas, pueden darse casos extremos de hiper-
desarrollo de la sensibilidad-sentimiento, y tambin de atrofia de la capacidad de
sentir, temporal o cuasi definitiva: lo observamos en muchos criminales, en lo que
sabemos de los campos de concentracin, en cierto modo de ejercer el propio trabajo
y, y si no se andan con cuidado, en bastantes profesionales de la salud y de otros
mbitos.
De acuerdo con lo que ocurre habitualmente, tampoco aqu existe una manera de ser
preferible de forma absoluta, sino que cada cual lleva consigo sus ventajas y sus
inconvenientes: por ejemplo, las personas ms fras suelen conservar la calma
suficiente para resolver problemas complicados, all donde los ms sentimentales ven
ofuscada su razn, pero estos ltimos se implican normalmente ms en los asuntos,
por lo que en ocasiones son ms tenaces, adems de arrastrar y prestar apoyo
emotivo a quienes lo necesitan
3. En cualquier caso, y teniendo en cuenta el contexto en que se sita este escrito,
reiteramos con plena conciencia que en la formacin del modo de ser de cualquier
persona presenta una importancia decisiva la educacin, sobre todo la de los
primeros aos, y, ms todava, la educacin de la libertad, fruto en gran medida del
uso de la libertad misma que se educa.
En consecuencia, poniendo medios concretos, hemos de huir positivamente tanto del
sentimentalismo como de la frialdad, muchas veces provocados-transmitidos por los
padres y las madres.
Pero, ms importante, a la hora de encarar la propia educacin o la de quienes
conviven con nosotros, es empear todos los recursos disponibles para impedir que
nuestras respectivas vidas giren en torno al diminuto y a la par casi infinito ego de
cada cual; o, lo que viene a ser lo mismo, habremos de luchar para abrir
constantemente la voluntad propia y la de quienes nos rodean a la bsqueda del bien
de los otros, comenzando de nuevo, en el caso de las familias y en relacin con los
hijos por el de sus propios hermanos, que es terreno real donde durante muchos
aos pueden ejercitarse y, tantas veces, lo que marca la diferencia de por vida entre
las distintas personas.
131
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
existe una capacidad que marca la diferencia, determinando el tono global y el xito
o el fracaso de toda nuestra vida.
C. A saber: la libertad
Esa capacidad surge o se instaura, principalmente, en la confluencia de dos
facultades la inteligencia y la voluntad y asume en cierto modo el resto de
nuestra persona. Para designarla no existe otro trmino ms adecuado que el
de libertad, ya tantas veces empleado.
Por lo mismo, resulta pertinente citar aqu a Toms de Aquino, cuando afirma:
Existen potencias que renen en s la virtud [o el poder] de varias potencias [o
facultades], y tal es el caso del libre albedro, como queda patente al considerar su
acto. Pues elegir, que es su acto propio, lleva consigo tanto el discernir como el
desear: en efecto, elegir equivale a preferir una cosa respecto a otra. Pero estas dos
acciones no pueden llevarse a trmino sin el poder de la voluntad y de la razn. De
donde se sigue que el libre albedro rene el poder de la voluntad y de la razn, y que
por ello se denomina facultad [o potencia] de una y otra [32]
En la bsqueda de la facultad cimera del ser humano hay, pues, que examinar la
libertad: la potencia de las potencias sumas, el poder de nuestros poderes superiores.
Y por el mismo motivo, el influjo de la voluntad es decisivo en el desarrollo de una
afectividad madura.
En efecto, como explica Leonardo Polo, lo que distingue una afectividad sana y
positiva de un sentimentalismo daino y entorpecedor, no es sino el influjo y el
imperio de la inteligencia y la voluntad: de una inteligencia con capacidad de mando
y de una voluntad que sabe discernir [33]
- ---
Toms Melendo y Jos Carlos Rodrguez Navarro
[11] Incluso en el caso de gemelos univitelinos, los primersimos pasos del desarrollo
de cada uno de ellos modifica lo suficiente lo inicialmente dado para que pueda
mantenerse con pleno rigor lo que acabo de sostener.
[12] Caffarra, Carlo, tica general de la sexualidad, Eiunsa, Barcelona 1995, p. 73.
[13] Polaino-Lorente, Aquilino, cit. por Corbi J. M., www.ecologia-social.org.
[14] Pithod, Abelardo, Psicologa y tica de la conducta, Editorial Dunken, Buenos
Aires, 2006, pp. 32-33.
[15] Pithod, Abelardo, Psicologa y tica de la conducta, Editorial Dunken, Buenos
Aires, 2006, pp. 129-130.
[16] Frankl , Vktor, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona, 2004, pp. 90-
91.
[17] Pithod, Abelardo, Psicologa y tica de la conducta, Editorial Dunken, Buenos
Aires, 2006, pp. 135-136.
[18] Frankl , Vktor, La idea psicolgica del hombre, Rialp, Madrid, 6 ed., pp. 180-
181.
[19] Frankl , Vktor, La idea psicolgica del hombre, Rialp, Madrid, 6 ed., p. 181.
[20] < Frankl , Vktor, La idea psicolgica del hombre, Rialp, Madrid, 6 ed., p. 181.
[21] Schelling , Friedrich, Prefacio al Vom Ich als Princip der Philosophie oder ber
das Unbendingte in menschlichewn Wissen, en Werke (ed. Schrter), Oldenbour y
Beck, Munich, 1927-1954, vol. I, pp. 81-82.
[22] Hernndez , Miguel, Hijo de la luz y de la sombra, en Obras completas, vol. I:
Poesa, Espasa-Calpe, Madrid, 2 ed., 1993, pp. 715-716.
[23] Lersch , Philip, La estructura de la personalidad, Scientia, Barcelona, 1971, p.
28.
[24] Lersch , Philip, La estructura de la personalidad, Scientia, Barcelona, 1971, pp.
28-29.
[25] Lersch , Philip, La estructura de la personalidad, Scientia, Barcelona, 1971, p.
29.
[26] Frankl Vktor, Der Wille zum Sinn. Ausgewhlte Vortrge ber
Logotherapie, Munich, Pieper, 1996, 3 ed., pg. 156; traduccin propia.
[27] Lukas , Elisabeth, Logoterapia. La bsqueda del sentido, Paids, Barcelona,
2003, pp. 37-38.
[28] Wadell, Paul J., La primaca del amor, Palabra, Madrid, 2002, pp. 77-78.
[29] Holmer , P. L., Making Christian Sense, The Westminster Press, Philadelphia
1984, pp. 29-30. J. Finnis, Fundamentals of Ethics, Georgetown University Press
1983, p. 139, en Wadell, Paul J., La primaca del amor, Palabra, Madrid, 2002, p. 75.
[30] Lukas , Elisabeth, Tambin tu sufrimiento tiene sentido, Ediciones LAG, Mxico
D.F., 2 reimp., 2006, p. 25.
[31] Cardona Pescador , Juan, Los miedos del hombre, Rialp, Madrid, 1998, p. 71.
[32] Toms de Aquino, In II Sent., d. 24, q. 1, a. 1 c.
[33] Polo, Leonardo, Presente y futuro del hombre, Rialp 1993, pp. 83-84, que ser
citado ms adelante.
Elogio de la afectividad (9): En la raz de la raz
por Toms Melendo y Mara Fernndez de la Mora
Segn entendemos, y para que no constituyan un conjunto de afirmaciones sin
134
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
que halaga mi ansia de comida y bebida y no la salud que debera tener todo ser
humano termina por producir obesidad o enfermedades ms graves.
Mas como los apetitos sensibles se orientan siempre y necesariamente al bien-para-s
(para cada uno de ellos), mientras que la voluntad est en principio abierta al bien en
s o en cuanto bueno, tambin ahora podra decirse, en paralelo con lo sostenido
respecto al conocimiento, que las tendencias sensibles no inclinan al bien-bien, sino a
lo mo en cuanto mo; mientras que la voluntad s que se endereza hacia lo bueno
como tal o, lo que es lo mismo, al bien para los dems o para s mismo en cuanto
otro, como ms de una vez he explicado.
Con expresin clara y decidida sostiene Caffarra:
A diferencia del espritu, la sensibilidad es siempre utilitarista o hedonista: solo
percibe al otro en su papel utilitario o placentero. Esta caracterstica constituye una
limitacin natural de la sensibilidad [2] .
Y, de forma an ms tajante, me atrevera a proseguir: el bien de una tendencia
sensible deja de ser bueno cuando lo es en exclusiva para esa inclinacin, pero no
para el conjunto de la persona. Es decir: si elpara-s de lo bueno, relativo por
naturaleza, llega a convertirse en absoluto, deshace o elimina la ndole de bien.
Algo similar, aunque no idntico, a lo que sostiene Milln-Puelles, con la agudeza y
finura que lo caracterizan:
Tambin el animal irracional apetece su propio bien privado y, aunque de hecho
sirve al bien comn, no lo apetece como bien comn, porque le falta la capacidad de
concebirlo. Por consiguiente, cuando un hombre sirve de hecho al bien comn, mas
no por estar querindolo como algo comunicable a otras personas humanas, sino tan
solo en funcin de su bien propio, se produce el fenmeno de una cierta
animalizacin del ser humano, la cual no por ser libre deja de rebajar a quien la
hace [3] .
Querer y no querer el bien
Cosa que, paradjicamente podra expresarse afirmando que, de nuevo con el
mximo rigor y aunque resulte chocante:
1. Los apetitos sensibles no tienden propiamente al bien, sino a lo suyo, a lo que les
fala y conviene; por eso, ms que de lo bueno se habla a menudo de lo conveniente,
teniendo la expresin por conveniencia un cierto regusto peyorativo.
2. Al paso que la voluntad s inclina, en principio, al bien en cuanto bien, aunque
desde puntos de vistas parciales y limitados no convengan a la persona en
determinado momento y circunstancias.
Conclusiones relativamente obvias y, no obstante, muy maltratadas en la historia de
la humanidad y del pensamiento:
2.1. Los apetitos sensibles aspiran a lo que les conviene y, si es el caso, modifican la
realidad que tienen ante s de acuerdo con la propia disposicin (de los apetitos); la
voluntad, por el contrario, tiende al bien-como-es-en-s y, de resultas, goza de la
notabilsima capacidad de adaptarse al bien real y objetivo, a la voluntad (buena) del
ser amado y, en utilsima instancia, a la Voluntad de Dios, que siempre es Buena,
aunque a menudo se presente de modo que no comprendemos o nos contrara.
2.2. El bien en cuanto tal es siempre comn y por eso, justamente, puede equipararse
al bien-del-otro-en-cuanto-otro; y, por idntico motivo, no puede existir oposicin
138
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
alguna entre el bien comn (de cada uno de todos) y el bien propio (de cada uno de
todos).
2.3. Como consecuencia, cuando el bien propio se transforma en privado con la
carga de exclusividad que damos ahora a este trmino: de cada
uno sin todos, sin ningn otro, no solo deja de ser comn, sino que, ms
radicalmente, decae de su condicin de bien.
En resumen, la voluntad tiende al bien de la persona en cuanto tal, mientras que los
apetitos sensibles inclinan hacia algo que, para el conjunto de la persona, puede
resultar o beneficioso o daino.
Satisfacer una carencia o difundir la propia bondad
Una manera complementaria de advertir la oposicin entre apetitos sensibles y
voluntad, y la superioridad de esta respecto a aquellos, consiste en poner de relieve
algo ya sabido, pero cuya importancia no cabe exagerar: que los apetitos tienden a
asimilar y hacer desaparecer su bien, en tanto que la voluntad, cuando acta de la
manera que le es ms propia y radical, la que corresponde a la persona en
cuanto persona, aspira a difundirlo; con lo que los apetitos sensibles hacen que un
bien disminuya o se esfume, mientras que la voluntad provoca que un
bien crezca y se ample.
Si, segn afirma con plena correccin el clsico adagio, el bien es difusivo de suyo, de
nuevo se torna claro que:
1. Solo la voluntad es capaz de referirse al bien en cuanto bien, puesto que su
tendencia primaria y fundamental es la de amar, inclinando a la persona a difundir
sus bienes y, en fin de cuentas, a entregarse ella misma; desde tal punto de vista,
cabra denominarla centrfuga.
2. Por el contrario, los apetitos al margen de la voluntad que los endereza
tienden naturalmente, no solo infranaturalmente, a apropiarse y consumir y hacer
desaparecer lo que les resulta conveniente, aunque en s mismo no sea bueno (que, en
muchas ocasiones, s que puede serlo) ni, como consecuencia, difusivo: y, por lo
mismo, pueden calificarse como centrpetos.
Con lo que es correcto concluir, de nuevo tomando los trminos en su ms radical
acepcin, que:
2.1. La voluntad s puede tender al bien en cuanto tal y, por ende, al bien de los otros,
justo en cuanto otros.
2.2. Mientras que los apetitos sensibles no estn, por s mismos, capacitados para
hacerlo, aunque su unin con el entendimiento y la voluntad, en el hombre animado
por un nico y mismo acto de ser, los torne aptos para lograrlo.
2.3. Por consiguiente, la voluntad es superior a los apetitos sensibles y encarna la
tendencia caracterstica de la persona como persona, en la que muestra su grandeza
y abundancia de ser: la inclinacin a amar y entregarse a los dems personas.
Curiosamente, tender al bien en cuanto tal o bien-en-s no equivale a intentar
apropirselo, sino a aspirar a difundirlo.
Conclusin
Desde semejante perspectiva es posible ver de nuevo la entera dinmica del hombre,
de la que la afectividades parte nada despreciable, con unas luces e irisaciones hasta
el momento imposibles de captar.
139
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
instancia, son tales apetitos los que constituyen en buena o mala la realidad que los
circunda.
1.2. Desde este punto de vista, las tendencias sensibles resultan del todo subjetivas,
pues dependen plenamente del estado actual de cada sujeto, de las determinaciones
de este en un instante dado y del modo como l (de nuevo el sujeto) las percibe.
Por ejemplo, si alguien se siente con hambre o sed no puede evitar que se movilice la
correspondiente tendencia sensible a alimentarse, con los dinamismos fisiolgicos
que a menudo la acompaan, por ms que la inteligencia vea que no debe hacerlo y
la voluntad pretenda obviarlo. Ciertamente, si se trata de una persona con suficiente
autodominio, no comer o beber, pero lo que excepto en casos muy extraordinarios
no est en sus manos es impedir que se active y dejar de experimentar la tendencia
sensible a comer o beber.
Quiz todo lo anterior nunca se manifieste con ms claridad que en el caso ya
apuntado de ciertos estados anmalos para el organismo, como la indisposicin
conocida normalmente como empacho, sobre todo cuando es el resultado de un
consumo excesivo de nuestros alimentos favoritos. En tales circunstancias, mientras
dura la indisposicin, sentimos que nos asquean, sin poderlo impedir, justo
aquellascomidas que en ese mismo instante sabemos que son las que habitualmente
ms nos gustan y nos encantaban quiz hasta hace muy poco: justo hasta antes de
indigestarnos.
En el nivel de la sensibilidad, la atraccin o la repugnancia se encuentran, pues,
exclusivamente determinadas por la disposicin orgnica del sujeto en ese momento,
tal como l la percibe (pues, justo por una nueva indisposicin de lo orgnico, no
siempre se conoce el propio estado como realmente es); en cualquier caso, el
acercamiento o rechazo no viene determinado por el valor objetivo de la realidad en
s, incluso aunque esa vala sea conocida y reconocida intelectualmente en el mismo
instante en que siente la repulsa, o viceversa.
1.3. En tercer lugar, los apetitos resultan subjetivos porque, de por s, inclinan a
su sujeto a poseer y apropiarse (a asimilar: hacer suyos) los bienes a los que tienden,
aunque instancias superiores moderen ese deseo con ms o menos facilidad, segn el
grado de desarrollo de las oportunas virtudes, que tienden hacia el bien en s y de los
dems: ordo amoris.
2. Particularizando y escribiendo yo donde hasta ahora figuraba el trmino sujeto,
debe sostenerse que, en el mbito de la sensibilidad, yo me constituyo en centro
de mi mundo, de manera que lo bueno o malo resulta determinado subjetivamente
por m: se trata de mi-bien o de mi-mal, establecidos por mis circunstancias del
momento, ms que de lo bueno a malo en s mismo. Y, cuando se trata de animales, a
no ser que medie una intervencin humana externa, la constitucin de lo bueno o lo
malo (de lo beneficioso o daino) desde la dotacin instintiva de cada animal en cada
particular situacin se impone con carcter absoluto e inevitable.
La primaca del ser
La voluntad, por el contrario, no gira en torno a su sujeto ni resulta determinada
por las circunstancias de este, sino que es atrada por lo bueno en cuanto tal. Y, segn
su naturaleza, se inclina hacia semejante bien con la pretensin no solo ni en primer
trmino de gozar de l, sino de cambiar su propia disposicin, si fuera preciso, para
141
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
estn de acuerdo los pocos sabios y los muchos ignorantes que habitan en el
mundo [9] .
1.2. Y, paralelamente, el acto meritorio tampoco es un simple acierto del
entendimiento, aunque normalmente lo requiere y supone; sino que se configura
como la libre eleccin de un bien real, captado como tal por la inteligencia, incluso
cuando la persona advierta que ese bien lleva aparejados inconvenientes o perjuicios
para ella.
2. Por lo mismo, gracias a la voluntad-libertad, el hombre resulta capaz de establecer
las metas inmediatas de su vida y, al menos de forma implcita, su Fin ltimo o Bien
supremo.
Y esto, de dos modos principales:
2.1. Asumiendo la inclinacin natural de su voluntad hacia lo realmente bueno o
bueno-para-el-otro-en-cuanto-otro, de acuerdo una vez ms con Aristteles.
2.2. O rechazando libremente semejante inclinacin y optando por el bien para s.
Es decir, aunque por naturaleza se encuentre dirigido hacia todo bien real, hacia el
bien de las restantes personas y, en fin de cuentas, hacia el Bien sumo (Dios), el
hombre se halla inclinado hacia todo ello del modo que corresponde a su condicin-
naturaleza libre e imperfecta: de forma que puede libremente acoger esa
orientacin natural o tambin oponerse a ella y despreciar el bien real y el Bien
Sumo en funcin de un bien que le resulta ms suyo y que, en fin de cuentas, no es
otro sino lo que halaga a su propio yo (lo suyo), como venimos repitiendo.
Con la diferencia, fundamentalsima, de que en este caso la orientacin de la
tendencia hacia el sujeto-yo no es, como en los apetitos sensibles y, a su modo, en
la voluntas ut natura, algo natural e inevitable, sino fruto de una eleccin no
solo libre sino tambin antinatural (por cuanto la voluntad se encuentra por
naturaleza inclinada aunque no determinada hacia el bien-en-cuanto-tal y no
hacia el bien-para-s).
La eleccin del yo
Segn acabamos de sugerir, la opcin por el yo es una autntica eleccin, hecha
posible, simultneamente, por la condicin libre de todo ser humano y por el hecho
de que su libertad es imperfecta.
Y, en ella, segn lo que llevamos visto, se prefiere un bien inferior (uno mismo), en
contra de la orientacin natural de la voluntad hacia todo lo bueno, hacia la difusin
del bien, hacia el bien en cuanto tal o bien del otro en cuanto otro, que es lo que
corresponde a la grandeza de la persona en cuanto persona. Pero se elige a s
misma aprovechando los mismos recursos de la libertad, que permiten tal
predileccin.
A la pregunta sobre el porqu de semejante opcin no puede responderse con razones
lgicas, pues nunca la libertad est determinada por una razn, como ya vimos: la
libertad no causa de modo mecnico-eficiente; sino que hay que acudir a ese punto
excelso y caracterstico de la libertad, que en castellano queda bien recogido por la
expresin porque me da la gana, que manifiesta que la libertad supera a cualquier
razn.
Una afirmacin que siempre que es correctamente utilizada equivale a porque
quiero y, en este caso particular cuando opto por el yo, a porque me quiero y me
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Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
quiero de una manera absoluta, sin respetar el orden real de los bienes; y no los
respeto, habra que aadir, porque quiero no respetarlo, porque me quiero de tal
modo que no quiero subordinarme a un bien ajeno o superior a m.
Rectificable!
Precisamente el carcter limitado de la libertad humana lleva a que el
establecimiento definitivo del propio fin sea labor de toda una vida, progresiva, por
tanto, y, simultneamente, rectificable.
Lo que no quita que se mueva siempre dentro de los lmites de la opcin recin
expuesta. Eleccin, por tanto, no entre el bien y el mal, como a veces se sostiene
pues el mal en cuanto tal no puede ser querido ni apetecido, sino entre el bien-en-
s, en la medida en que es bueno, y el bien-para-m o el yo, voluntariamente
transformado en bien supremo y razn de todo bien (egosmo), con total
independencia de la bondad constitutiva del resto de lo existente.
Semejante eleccin es real y necesaria:
1. En primer trmino, porque la persona humana, limitada e imperfecta, no solo no
se encuentra desde el principio, como algo ya dado, con la plenitud que le
corresponde, sino que, por un lado, ha de conquistarla a la par que va
perfeccionando la propia libertad; y, por otro, puede dejar de conducirse hacia esa
plenitud, no perseguir el bien en s y, como consecuencia, el propio
perfeccionamiento.
2. En tal circunstancia, segn acabo de apuntar, obrar en contra de lo que exige su
naturaleza, se volver sobre s misma y har del propio yo un absoluto-para-s, capaz
de considerar y convertir en bueno cuanto le beneficia y en malo cuanto lo
perjudica y exclusivamente por el motivo de que le resulta beneficioso o daino, sin
tener en cuenta la bondad o malicia de la accin en s misma ni, por tanto, el modo
como repercute en los dems.
Es lo que, con palabras ms tcnicas y formales, se enuncia diciendo que una persona
se erige a s misma o erige su propio yo en un absoluto, en torno al cual hace girar el
resto del universo.
O, si se prefiere, es el egosmo o amor propio libremente elegido y radicalizado, tan
presente, por desgracia, en nuestra civilizacin, y fuente de insatisfacciones e
infelicidad sin trmino, como he estudiado en otras ocasiones.
Persona subjetividad
Para hacer ms comprensible lo que estamos viendo, tal vez sea oportuno establecer
una distincin, hasta cierto punto artificial (porque solo es verdadera en las
realidades finitas), entre la persona como tal y la subjetividad o el yo, tambin
precisamente como tal.
A la persona le corresponde por naturaleza la difusin del bien o, si se prefiere, la
bsqueda del bien de las restantes personas. Cosa que, cuando se trata de una
persona limitada o imperfecta, se realiza a menudo tras la consecucin de los bienes
que desea otorgar a los seres amados. Y precisamente entonces, cuando realiza esa
operacin caracterizadora, cuando busca el bien de los otros, es cuando la persona
finita va adquiriendo su perfeccin como persona y, como consecuencia no buscada,
su felicidad.
El yo, por el contrario tal como aqu y ahora lo entendemos, es la subjetividad
146
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
[1] Toms de Aquino, Super Evangelium Matthei lectura, cap. 25, lect. 2.
[2] Caffarra , Carlo, Sexualidad a la luz de la antropologa y de la Biblia, Rialp,
Madrid, 1991, pp. 22-23.
[3] < Milln-Puelles, Antonio, Economa y libertad, Confederacin espaola de Cajas
de Ahorro, Madrid, 1974, p. 373. El texto prosigue: La dignidad de la persona
humana se sigue dando en quien as se animaliza, ms no con toda la perfeccin de
que es capaz. La persona en cuestin contina teniendo el libre arbitrio y, por lo
mismo, la dignidad natural de todo hombre, es decir, la que ninguno se da a s
mismo libremente, mas no la dignidad moral que libremente puede darse a s
mismo cualquier hombre elevando su voluntad a un bien que trasciende y supera el
bien privado sin quitarle a este su valor.
[4] Cfr., por ejemplo, Melendo, Toms, Una lanza a favor del cuerpo humano,
recogido ahora en Metafsica de lo concreto, EIUNSA, Madrid, 2 ed., 2008.
[5] Cardona Pescador , Juan, Los miedos del hombre, Rialp, Madrid, 1998, p. 44.
[6] Brock, Stephen L., Accin y conducta. Toms de Aquino y la teora de la accin,
Herder, Barcelona, 2000, pp. 150-151.
[7] Es decir, nos situamos de manera exclusiva en los dominios de la voluntas ut
natura, donde la facultad es primordialmente pasiva, en lugar deejercer la libertad,
anclada propiamente en la voluntas ut ratio, que seguiraactiva y librementea la
aprehensin intelectual de lo bueno o malo en s.
[8] Kierkegaard, Sren, La enfermedad mortal, trad. it., en Opere, Sansoni,
Florencia 1972, p. 671.
[9] Agustn de Hipona , De vera religione, 14, 27, PL. 34, 133.
[10] Cardona Pescador, Juan, Los miedos del hombre, Rialp, Madrid, 1998, pp. 27-
28.
[11] El fin especfico, propio y directo, de la educacin consiste en la perfeccin de
las potencias humanas. En la filosofa esencialmente dinmica que Santo Toms
mantiene, todas las cosas son por su operacin correspondiente, es decir, que estn
149
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
Diferencias y diferencias!
A. La ausencia de estricta necesidad
1. Este rasgo de las tendencias humanas se pone ya de relieve en el instinto de
conservacin.
Aunque el comer y el beber resultan imprescindibles para su vida, la mujer o el
varn pueden negarse a satisfacer esas pulsiones por las razones ms variadas:
temporalmente, postergando su satisfaccin para momentos posteriores, como quien
para conservar la lnea se impone no picotear entre comida y comida; o de manera
definitiva, y aunque ello le acarree la muerte, como ha ocurrido en bastantes casos de
huelgas de hambre.
2. Pero la libertad se muestra de forma ms neta en lo relativo a las relaciones
ntimas, justo porque esta tendencia, en cuanto directamente relacionada con el amor
y como derivando de l, se encuentra ms cerca del ncleo constitutivo de la persona
humana y mucho ms impregnada por l.
De hecho, aun cuando la mentalidad contempornea oponga una clara resistencia a
admitirlo, el impulso a la unin sexual puede ser tenido a raya por cualquier persona
normal en multitud de circunstancias en que las relaciones se encuentran
desaconsejadas y, en la mayora de los casos, incluso por toda la vida siempre que
se tomen las precauciones imprescindibles para no despertar inoportunamente esa
tendencia y se desarrollen las dimensiones espirituales necesarias para elevar el tener
a raya utilizado adrede para marcar el contraste al rango del amor autntico, en
el que en ningn caso podr hablarse de represin, como tambin apunt.
Resumiendo, la no-necesidad de las tendencias humanas es mayor y se manifiesta de
forma ms clara en aquellas que se encuentran ms integradas en la persona y cuya
diferencia con el correspondiente instinto animal resulta ms fuerte.
B. La indeterminacin inicial
Tambin se revela en las mil y una formas en las que el hombre puede calmar su
hambre y su sed estamos ante un sujeto radicalmente omnvoro, frente a las
limitaciones evidentes con que se encuentran los animales, enderezados por
naturaleza a satisfacer tales pulsiones mediante un conjunto muy limitado de
alimentos, carentes de cualquier elaboracin.
El arte culinario, con lo que implica tambin de cultura y manifestaciones propias
del espritu, encuentran su base en la libertad que impregna al instinto de
conservacin.
En cualquier caso, esta peculiar plasticidad afecta tambin de manera mucho ms
neta a las relaciones sexuales: frente al rito ms o menos simple o complejo, pero
siempre determinado, que preside el apareamiento de los animales, la unin fsica
entre el hombre y la mujer puede venir precedida, acompaada y seguida de todo un
cmulo de manifestaciones, prcticamente infinitas, dependientes tambin de la
cultura, de la educacin y de las experiencias de cada uno de los cnyuges y las que
va creando la existencia en comn.
Con relacin a este ltimo asunto es menester dejar claros otros dos extremos.
1. El primero, que la indeterminacin propia de las tendencias en su estado
originario no implica que todos los comportamientos sexuales se siten al mismo
nivel, desde el punto de vista antropolgico y tico. La propia fisiologa humana, la
153
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
animales inferiores.
Entre las propiamente humanas deben enumerarse todas las que ataen no a la mera
supervivencia, sino, en el sentido ms correcto de esta expresin, a la vida
superior o vida buena (que no a la buena vida, tal como suele emplearse esta
expresin hoy en Espaa).
De forma no del todo precisa, tales inclinaciones podran identificarse con las que
corresponden al autntico despliegue del espritu y tambin, en cierto modo, al
desarrollo orgnico y psquico. Pues, por una parte, la maduracin fsico-psquica
condiciona el progreso espiritual y, por otra, semejante madurez constituye como
una resonancia o desbordamiento del espritu en el cuerpo y en el entorno material
de la persona.
Trascendencia
Hablando todava de forma en exceso sumaria, y estrechando ms el cerco, las
aspiraciones propiamente humanas podran resumirse en la inclinacin a
la trascendencia, entendida como salida de la propia subjetividad y orientacin hacia
el ser, hacia lo otro y, de manera muy particular y definitiva, hacia las restantes
personas.
Se trata de algo tan fundamental y tan desatendido e incluso implcita o
expresamente atacado en los ltimos tiempos, en los que pulula un egocentrismo
indiscriminado, que el lector va a permitir que multipliquemos las citas que lo
defienden y fundamentan.
1. Expondremos en primer trmino el valor teraputico de la autotrascendencia.
1.1. Y, antes que nada, en oposicin a la tan difundida teora de la homeostasis, cuyo
fin sera mantener el equilibrio psquico o psquico-orgnico:
En el principio de noodinmica siempre confluye un valor del mundo exterior al que
remite el deber, como por ejemplo crear una obra, fundar una familia, construir un
hogar, desempear una profesin o mejorar unas circunstancias polticas. En
cambio, el principio de homeostasis est exclusivamente vinculado al ego. Lo
interesante es que en el ser humano se dan ambas cosas: el deseo de placer y la
compensacin de pulsiones en el plano psquico, y el esfuerzo por satisfacer un
sentido y unos valores en el plano espiritual. Sin embargo, esta segunda es, desde la
perspectiva logoteraputica, la decisiva: la voluntad de sentido es la primera y
original motivacin del ser humano, y si no lo es, vivir enfermo. Como en el arco de
tensin noodinmico se produce una superacin del ego, el ser humano tambin
deber tener la capacidad de llegar ms all de s mismo. Frankl se refiri a ella
como la capacidad de autotrascendencia.
La logoterapia considera la autotrascendencia como el nivel supremo de desarrollo
de la existencia humana. Se trata del potencial especficamente humano de pensar y
actuar ms all de uno mismo en el marco de la existencia para algo o para alguien
(Frankl), de la entrega a una tarea o de la dedicacin a otros seres humanos. En la
realizacin auto-trascendente, se trata de una cosa en s misma o de personas por
su propia voluntad, y nunca del objeto de satisfaccin de la propia necesidad [3] .
1.2. La atencin exclusiva al propio yo, con expreso desprecio de cuanto lo rodea, se
opone a la grandeza de la persona:
No deja de sorprender que a ninguna escuela psicoteraputica anterior a Frankl se le
155
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
haya ocurrido que al ser humano le pudiera pasar algo fuera de lo que hay en l
mismo.
En esencia, todos los otros conceptos psicolgicos de motivacin giran en torno al s
mismo de la persona. As, la psicologa profunda pone la mirada en la mxima
obtencin de placer a travs de la satisfaccin de las pulsiones, mientras que la
terapia de la conducta se centra en la recompensa y los mimos (obtencin de
aplauso social), y la psicologa humanista contempla la realizacin personal. Segn la
logoterapia, estas escuelas esbozan una imagen totalmente egocntrica del hombre
que en una poca tan narcisista como la actual, al retroalimentarse, no consigue
nada bueno ni hace justicia, desde su parcialidad, a una criatura que es
esencialmente espiritual [4] .
1.3. La trascendencia de la persona humana adquiere la configuracin
correspondiente a la misin o tarea, con lo que implica de tensin entre el ser y el
deber-ser:
En el principio de noodinmica en contraste con el principio de homeostasis,
situamos al individuo sano en un arco de tensin entre el ser y el deber, donde el ser
es la situacin actual (del mundo) y el deber una situacin (incluso insignificante)
transformada en sentido constructivo. Este deber de transformacin no proviene de
ninguna prescripcin externa endosada al individuo, sino del conocimiento propio de
un objetivo lleno de sentido y digno de realizar. Este conocimiento se reproduce en la
conciencia como una tarea concreta que, en cierto modo, le espera exclusivamente
a uno, porque nadie puede satisfacerla en el mismo momento, en la misma medida y
con la misma calidad como uno mismo puede hacerlo. Si as se desea, se puede
declarar el ser como el hecho percibido real y el deber como el hecho anticipado ideal
y desplegar el arco noodinmico entre la realidad y la idealidad.
Naturalmente, esta relacin de tensin tiene variaciones de un perodo de la vida a
otro, como tambin de un da a otro, y pocas veces el deber que hay que perseguir es
completamente alcanzable, pero muestra una direccin a la accin humana [5] .
2. Acabamos con expresiones ms tcnicas, en las que la psiquiatra y la metafsica
confluyen para sostener tajantemente que la desatencin a la realidad que la
circunda acaba por arruinar a la persona, justo por contrariar lo que es propio de su
natural abundancia o excedencia, que la abre al ser, como dira Heidegger:
Razonar correctamente no es solo elaborar un pensamiento coherente, sino sostener
un pensamiento que mantenga conexin con la realidad. A ningn hombre sensato le
importa nada que sus razonamientos sean tcnicamente impecables, formalmente de
una lgica rigurosa, si se separan de la realidad, si han perdido el contacto con lo que
realmente tiene existencia fuera del pensamiento.
La desconexin de la realidad o una interpretacin errnea de la misma constituye la
base de sustentacin de algunos trastornos psquicos afines, ms o menos graves en
funcin de la fijeza de la conviccin del paciente sobre sus propias ideas o
percepciones. Cuando la realidad distorsionada es su propia persona, los psiquiatras
hablamos de despersonalizacin; el hombre ha perdido su propia identidad como
persona.
Estamos presenciando un fenmeno generalizado de despersonalizacin que no tiene
como causa un trastorno mental, sino una presin sociolgica ambiental que est
156
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
a responder a las dos facultades superiores del varn y la mujer y a cuanto posibilita
su ms adecuado desarrollo: es decir, al conocimiento y al amor.
Cuestin que, en consonancia con lo expuesto otras veces, cabra someter a una
ltima reduccin, recordando que el propio saber se ordena, en fin de cuentas, al
buen amor inteligente, que constituye de esta manera el Objetivo supremo de la
persona en cuanto tal.
Con lo que, de manera consciente y queridamente expeditiva, nos encontramos de
nuevo con el acto supremo de libertad, el amor inteligente, como inclinacin suma,
conclusiva y abarcadora de todas las aspiraciones humanas. De modo que la rectitud
de cualquier otra tendencia y operacin incluido el conocimiento vendr dada
por su capacidad de ponerse al servicio de un buen amor de lo bueno; o, llevando
esta afirmacin a sus consecuencias ms radicales, del mejor amor posible hacia el
Mejor Bien.
Y los afectos que los hacen posibles o se derivan de ellos
Y ahora es cuando los adjetivos y adverbios parecen tomar la delantera de una
forma drstica y decisiva. Lo que importa no es tanto amar, puesto que este verbo
puede adquirir formas y matices excesivamente desiguales e incluso contrapuestos,
sino, en fin de cuentas, amar bien lo bueno, lo que merece ser bien amado.
Cosa que, en relacin con la vida afectiva, se resuelve en un principio tambin clave y
decisivo: las pasiones, emociones, sentimientos y estados de nimo sern positivos en
la medida en que favorezcan con o sin esfuerzo, eso es casi irrelevante amar bien
el bien; y resultarn negativos en la exacta proporcin en que lo dificulten e impidan.
Cuestin que alcanza todo su relieve en cuanto se advierta que un buen acto de buen
amor pone en juego, de manera directa o indirecta, prxima o remota, todo lo que
cada persona ha sido, es y aspira a ser, y todo lo que tiene, lo que puede, de lo que
voluntariamente prescinde, lo que le falta, lo que anhela
Como consecuencia, segn acabamos de sugerir, los afectos ya sean antecedentes,
concomitantes o subsiguientes derivan su cualificacin antropolgica de la forma y
medida en que apoyen el buen hacer de cada uno de estos elementos y el del buen
amor en su totalidad.
Es decir, son beneficiosos para el conjunto de la persona en la medida precisa en que
facilitan amar bien lo bueno.
3. Esbozo muy simplificado del manejo de la afectividad
Armona
Por eso, un buen manejo de la afectividad comporta, antes que nada y en la medida
de lo posible, poner todas las facultades humanas en concordancia con el bien de la
persona en cuanto tal. Y al decir todas nos referimos fundamentalmente a las
cognoscitivas y apetitivas, tanto de orden espiritual como sensible.
Sin pretensin de agotar el tema, que trataremos con ms calma en otros escritos,
algunos principios podran orientarnos en esta tarea:
1. Aun cuando ahora no cabe ni siquiera sugerir el modo concreto de llevarlo a cabo,
la clave de las claves de toda la educacin de la vida afectiva, y de la existencia
humana en su conjunto, estriba en introducir en la voluntad un gran y noble amor,
capaz de hacer girar en torno suyo todas y cada una de las actividades que realice la
persona as enamorada.
158
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
[1] Lukas, Elisabeth, Psicologa espiritual, San Pablo, Buenos Aires, 2004, p. 157.
[2] Todo esto, sin duda, se encuentra hoy dificultado por unas plasmaciones
culturales en las que, de forma indiscriminada, y en virtud de la prepotencia tcnica
y de una mal entendida libertad, aparejada a un fuerte hedonismo y al predominio
de los bienes meramente sensibles, se consideran normales o naturales las
determinaciones sexuales ms variadas, con independencia de que puedan
efectivamente colaborar al mantenimiento de la especie y, lo que todava es ms
importante o, al menos, tanto como ello, al establecimiento de un amor sexual dotado
de los caracteres que permiten denominarlo maduro y enriquecedor.
Pero es patente que un estudio detallado de estas cuestiones excede los lmites de este
escrito. Por eso, me permito remitirte a Melendo, Toms, La belleza de la sexualidad,
Eiunsa, Madrid, 2007.
161
Elogio de la Afectividad Toms Melendo y Gabriel Mart
[3] Lukas, Elisabeth, Logoterapia. La bsqueda del sentido, Paids, Barcelona, 2003,
pp. 52-53.
[4] Lukas, Elisabeth, Logoterapia. La bsqueda del sentido, Paids, Barcelona, 2003,
pp. 53-54.
[5] Lukas, Elisabeth, Logoterapia. La bsqueda del sentido, Paids, Barcelona, 2003,
p. 51.
[6] Cardona Pescador, Juan, Los miedos del hombre, Rialp, Madrid, 1998, pp. 49-50.
[7] Lukas, Elisabeth, Psicologa espiritual, San Pablo, Buenos Aires, 2004, pp. 116-
117.
[8] Coomaraswamy, Ananda K., Teora medieval de la belleza, Medievalia,
Barcelona, 2 ed., 2001, p. 31. Cfr. tambin, MELENDO, Toms, Gorrochotegui,
Alfredo, Lpez, Gisela, Leizaola, Jimena, La pasin por lo real, clave del crecimiento
humano, Eiunsa, Madrid, 2008.
[9] Muriel, James, Prlogo a Lukas, Elisabeth, Tambin tu sufrimiento tiene sentido,
Ediciones LAG, Mxico D.F., 2 reimp., 2006, p. 14.
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