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Bécquer: Páginas Desconocidas

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mmmw^^:-

/i-
i^
PGINAS DESCONOCIDAS
S^*^^S Y

PGINAS
DESCONOCIDAS
DE Gustavo Adolfo Becouer

RECOPILADAS POR
FERNANDO IGLESIAS FIGUEROA

RENACIMIENTO
SAN MARCOS, 42
M 4 D R 1 D
ES PROPIKBAD
DERECHOS RESEI<YAI>0S

LAT1NA.-<J0VAIIXIBIA5, 9. MADKID*
\S 1>IU;NTA
PRELIMINAR
GUSTAVO Adolfo Bcquer es uno de los poe-

tas ms populares de Espaa y al mis-

mo tiempo, extraa paradoja, uno de los me-


nos conocidos. Publicadas sus obras co^no pos-
tumo homenaje de su^ admiradores, slo lleg
al pblico una pequea parte de su copiosa
labor. Dos das despus de muerto el poeta
se reunieron, en el estudio que en la plaza

del Progreso tena Casado de Alisal, todos


los artistas y literatos que fueron sus ami-
gos, y acordaron reunir en un libro, que se-

ra editado por suscripcin pblica, toda su


obra, dispersa en las columnas de peridicos
y revistas.
Es toda la obra de Bcquer la reunida en
un par de pequeos volmenes por sus ad-
miradores y amigos? No; el poeta de las Ri-
mas dej una obra ms extensa, ms varia
que la contenida en los volmenes que la ca-

ridad popular edit. A


que no se pierda esta
obra, a que Bcquer sea conocido ampliamen-
c; u s r A \ ( > \ I M ) I, ! u iJ E C Q U E R

fe, es a lo que tiende esta recopilacin de


trabajos suyos, perdidos entre las amarillen-
tas pginas de las revistas de sti poca, en-
tre los que hay La Picota de Ocaa, Una
CALLE DE Toledo, Aplogo, El Retiro, En-
terramiento DE Garcilaso de LA Vega t?'a-
bajos dignos hermanos de Rayo de Luna, La
Venta de los Gatos y las Cartas desde mi
celda. Tambin publicamos dos Rimas, co-
piadas del original del libro que el poeta pen-
saba publicar, titulado Libro de los gorrio-
nes. Tia de ellas, la que empieza Una mu-
jer envenen mi alma, aparece tachada eri

Qu historia de dolor hay en esa


el original.

rima que Bcquer se arrepinti de Jiaber es-


crito?
Para este libro dibuj el poeta una porta-
da que le acredita de dibujante genial, Ue-
presenta el rincn de un jardn abandonado,
jxyr cuyas tapias trepa libremente In hiedra
y en que una fuente glosa su eterna y
el

melanclica cancin. Por qu los que se en-


cargaron de la edicin de su^ obras no pu-
sieron al frente de las Rimas esta portada?
Sin duda el original del Libro de los gorrio-
NJ':s debi permanecer ignorado para los ami-
gos del poeta, pu.es de no haber sido as, el

olvido seria imjierdonable. Es necesaria una

8
PRELIMINAR
edicin de las Rimas, a cuyo frente vaya el
dibujo que para ellas hizo Bcquer: una edi-
cin cuidada, pequea, libro^reviario en el
que las mujeres, los artistas, recen las n-
timas oraciones de su tristeza, de su^ sueos,
de su silencio. Libro qu^, como la Imitacin
de Tonis Kempis, sea un oasis en nuestro
rido y solitario camino, blsamo que nos
consuele y conforte en horas de melancola.

Este libro que hoy publicavios es una li'^


para ms que alumbrar perennemente la
gloriosa meinoria del poeta a quien la fata-
lidad puso su fro beso en la frente.

F. I. F.
GUSTAVO A. BECQUER
BIOGRAFA POR
NARCISO CAMPILLO
( INDITA )
\
X Tunca he tomado la pluma conociendo
^ ^ mejor el asunto de que voy a tratar,
y, sin embargo, jams experiment la inde-
cisin en que ahora mi nimo vacila. Por-
que escribir la biografa de un personaje
universalmente reputado, y cuya existencia,
completa en el tiempo, ha producido todos
sus frutos para el saber, para el arte, para
la gobernacin de su patria, es narrar he-
chos ntegros, es presentar el drama humano
desde su exposicin hasta su desenlace.
Pero bosquejar el cuadro de una vida, ca-
yos hilos rotos flotan al acaso, de una vida
que fu slo una maana tempestuosa, aun-
que anunciaba ser un medio da esplndido
y una serena y luminosa tarde, es tomar la
pluma del bigrafo para cambiarla pronto
por la del poeta y dejando el terreno de la
campos imaginarios
realidad, lanzarse por los
de la fantasa. Procurar contenerme en los
lmites de lo justo, sin que la amistad ni

13
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E R

otra consideracin alguna me perturbe ni


extrave.
En Sevilla, y en elmismo barrio en que
el clebre caballero Don Mignel de Manara,
tipo ori^nal y primitivo de Lisardo el Es-
tudiante y de Don Juan Tenorio, sinti el
misterioso go]|pe y vio desfilar su propio en-
tierro, naci en el 1835, dos aos despus
que su hermano el pintor, D. Gustavo Adolfo
Claudio Domnguez Bcquer. Eran sus ante-
pasados oriundos de Alemania; mas ya en el

siglo XVI avecindados y conocidos en la reina

del Guadalquivir entre las ms hidalgas fa-


milias. Fu su padre D. Jos Dooinguez Bc-
quer, pintor aventajado en el gnero de cos-
tumbres, y su madre, doa Joaquina Basti-
da. Ambos, el esposo antes y poco despus
la joven viuda, bajaron al sepulcro, dejando,

a unos en la niez y a otros en la cuna, sie-


te hijos varones: Eduardo, Estanislao, Vale-
riano, Gustavo Adolfo, Ricardo, Alfredo y
Jos. Un to, anciano y s,in descendencia, ion
Juan de Vargas, se encarg de los hurfa-
nos, haciendo para con ellos el oficio del
ms carioso padre, hasta que, ya crecidos,
pudieron ir buscando honrada subsistencia
en distintas profesiones.
Haba en Sevilla, a la margen del ro, un

14
biografa
San Tel-
colegio de pilotos de altura, llamado
mo, pajacio hoy de los duques de Monpen-
sier, en cuyo establecimiento, planteado en

1681 sobre donde estuvo el arrabal de Ma-


rruecos, se refundi la antigua y famosa Es-
cuela de Mareantes, de Triana. Era preciso
para ingresar en ella ser hurfano, pobre y
de noble cuna; condiciones exigidas por el

Estado, que costeaba la educacin y alimen-


to de los alumnos. Gustavo reuna tales cir-
cunstancias, y antes, de los diez aos era ya
colegial de San Telmo. Poco despus lo fu
tambin el que estas lneas escribe, y nues-
tra amistad de la primera infancia se for-
taleci entonces con la vida comn, vistien-
do igua*l uniforme, comiendo a una mesa y
durmiendo en el mismo inmenso saln, cu-
yos arcos, columpias y melanclicas lmparas
colgadas de trecho en trecho, me parece es-
tar viendo todava.
Me
complazco en recordar esta poca de
nuestro primer vagido literario; y digo
nuestro, porque siendo l de diez aos y yo
de once, compusimos y representamos en di-
cho colegio un espantable y disparatado dra-
ma, que se titulaba, si mal no recuerdo, Los
conjurados. Asimismo comenzamos una no-
vela. Me extraa la candidez con que aque-

15
GUSTAVO ADOLFO BECQUEK
Ilos dos nios, ignorantes de tcdm, se lan-
zaban jugando a los dos gneros literarios
que ms conocimientos exigen del homJbre,
de y de la vida. Tiempo haba
la sociedad

de llegar en que, a fuerza de penosos com-


bates y rudas pruebas, adquiriesen esta cien-
cia, tan difcil como amarga!
El colegio fu suprimido de real orden y
nos encontramos, en la calle. Decididamente
la fortuna se empeaba en que no llegse-
mos a ser (pilotos de altura, cosmgrafos y
navegantes. Gustavo fu recogido por la se-
ora Monehay, su madrina de bautismo, per-
sona de claro talento, que posea bastantes
libros y cosa rara en mujer! que los haba
ledo todos. Estos, libros fueron una mina
para Gustavo; los ley, los reley, y como
algunos estuviesen destrozados, faltndoles
ya el principio, ya ej fin, los empezaba o
conclua de su cosecha, devanndose los sesos
das enteros y semanas seguidas en semejan-
te empeo, descomunal y extraordinario para
las fuerzas intelectuales de un nio.
Por este tiem^po ley dos obras que influ-
yeron en l notablemente: las Odas de Ho-
racio, traducidas por el padre Urbano Cam-
pos,y las poesas de Zorrilla. Vacilando en-
tre ambos caminos, unas veces segua las

16
biografa
huellas del epicreo cantor de Roma, valin-
dose de las imgenes, alusiones y ornato mi-
tolgico, y otras adoptaba con admirable fa-
cilidad el esto pintoresco, libre, incorrecto
y desigual del poeta vallisoletano. A esta
poca pertenecen muchas composiciones que,
con otra^ mas, en nmero de m.iles de ver-
sos, quemamos una tarde en mi ca^a. De las

de Gustavo dos solamente recuerdo: una Al


viento, imitacin de Zorrilla, y otra en ver-
so suelto, del corte horaciano, dirigida a m^
que empezaba de este modo:

Muy ms sabrosos que la miel hiblea,


ms gratos que el murmullo de la fuerte,
me son, Narciso, tus hermosos versos.

En 1849 haba dos pintores noitables en Se-


villa, con estudio abierto y concurrido por
numerosos alumnos, futuros mulos, cada cual
en su imaginacin, de las glorias de Velz-
quez y Murillo: uno de tales estudios, situa-
do en el mism^o local del Museo de Pinturas,
era de don Antonio Cabral Bejarano, perso-
na inolvidable por su talento y tal vez ms
por su gracia, delicia de cuantos le trataban;
el otro, es,tablecido en un saln alto del al-
czar rabe de Abd-el-Azzis, junto al patio de
Banderas; se hallaba dirigido por don Joa^

17
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E R

qun Domnguez Becquer, hermano y disc-


pulo de don Jos, padre de Gustavo. A pesar
<ie la circunstancia de tan prximo parentes-
co, ingres ste a los catorce aos en el ta-
ller de Bejarano, donde permaneci dos, ejer-
citndose en el dibujo, para cuyo arte, como
para todos, los dems, posea extraordinarias
dotes. Pas despus al estudio de su to,

-quien, juzgndole aun con ms disposiciones


para la literatura, en vista de la facilidad

y mrito de sus poesas, le aconsej seguir


con tesn este camino y le coste algunos
estudios de latinidad. Entreitanto Gustavo
creca y reunido constantemente conmigo
ensanchaba sus horizontes poticos por la
meditacin de los grandes modelos, y sobre
todo por la contemplacin de la naturaleza.
Entonces compusimos los tres primeros can-
tos, de un poema histrico, titulado La cx>n'

quista de Sevilla. Pocos nueses desipus, y ha-


llndonos ambos en Madrid, con qu placer
me recordaba nuestros paseos en lancha por
el Guadalquivir, donde bogbamos los dos
-entre mrgenes cubiertas ds lamos, sauces,
palmeras, cipreses y naranjos, llenos de pe-
netrantes perfumes de azahar y alumbrados
por un sol de fuego, o por la redonda, y an-
cha luna que haca brillar el ro como si

18
^biografa
fuese plata fundida! Cmo gozaba tambin
al rexordar nuestros solitarios paseos a las
ruinas de Itlica; y cien leyendas
las cien

.que formbamos en voz baja, ya vagando


por las gigantescas naves de la desierta ca-

tedral, ya inmviles y contemplando entre


la sombra de algn ngulo apartado el se-
pulcro de un sabio, de un santo, de un gue-
rrero, o las innumerables estatuas de nge-
les, vrgenes, profetas, psalmistas, reyes y
apstoles que, desde los huecos de sus horna-
cinas o desde los pintadce vidrios, parecan
mirarnos tristemente a nosotros, tan jve-
nes y tan entusiastas!
El tiempo es despiadado; barre y se lleva
-a su paso las ilusiones de la adolescencia y

los fros desengaos de la ancianidad, em-


pujando siemipre adelante, lo mismo al que
teme que al que espera. En el otoo de 1854
vino Gustavo a Madrid, resuelto a conquis-
tarse con su talento un nombre ilustre, una
posicin independiente. El velo de flores y
oro que la poca edad y el entusiasmo tejen
y desarrollan ante la vista, ocult a la de
Gustavo el desamparo, la pobreza, los sin-
sabores de todo gnero que sufri antes y
aun despus de ser ventajosamente conoci-
do y de poder subvenir a las necesidades ms

19
GUSTAVO ADOLi^O BECQEit
imprescindibles de la vida. Dando pormenores
de este perodo de la suya, temera ser in-
discreto; fuera de que en sus mismas poesas
hay lo bastante para com<prender lo que soa
das sin pan, noches sin asilo y sin sueo,
padecimientos fsicos y congojas morales, en
la eterna lucha del genio desamparado por

salvar las fras barreras que de todos lados


cercan y encadenan su vu^lo.
En ayudado de otros literatos, y di-
1857,
rigiendo la obra, emprendi la Histmiu de los^
templos de Espaa, de cuyo importante tra-
bajo slo pudo publicar el primer ton^, no-
table bajo el doble concepto de la redaccirt
y los dibujos, algunos de los cuales son su-
yos, singularmente el de la portada. Todos-
ellos, as como otros varios sobre diversos
asuntos, muestran con toda certeza que hu-
biera sobresailido en la pintura, a no haberla
pospuesto y desatendido para dedicarse ex-
clusivamente a las tareas literarias.
Como todo en nuestro pas lo absorbe la
poltica, en ella casi siempre se ve obligado
el escritor a buscar los recursos que en el
cultivo de las letras no halla, sentando plaza
bajo tal o cual ensea poltica, y convirtin-
dose, de pubjicista, en jornalero asalariado
de la publicidad, que a veces desarrolla pro-

20

I
'BIOGRAFA
yectos que no entiende, sustenta cuestiones
-que no le importan y se proipone casi diaria-
mente cerno supremo fin el llenar determi-
nado nmero de cuartillas para aplacar la
iroracidad de ese insaciable monstruo llama-
do Prensa en 1861, es-
peridica. Gustavo,
>criba para El Contemporneo, diario en que
parece Sie haban dado cita muchas elevadas
inteligencias. Gravemente enfermo en esta
poca,, se retir en busca de aires ms pu-
ros, acompandole su hermano el pintor, Va-

leriano, al histrico monasterio de Veruela,


donde escribi varias leyendas, fantsticas
en su mayor parte, y las notables cartas ti-
tuladas Desde mi celda, que tanto llamaron
la atencin al insertarse en las columnas del
citado peridico.
Ai ao siguiente regres a la corte, donde
^comenz a putflicar, en unin de su buen
amigo don Felipe Vallarino, la Gaceta Lite-
raria, cuya breve, pero provechosa existen-
cia, bast para darnos a conocer excelentes
artculos y poesas, primer tomo de la
y el

Historia de la literatura y del arte dram-


tico en Espaa, por Adolfo Federico de
Schack, traducida del alemn con sumo acier-
to por don Eduardo de Mier. Este ao y el de
1863 continu Gustavo formando parte de la

21
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U K K.

redaccin de El Contemporneo y embelle-


cindolo con varias leyendas llenas de inge-
nio, novedad y colorido potico. En loe bar
os de Fitero, adonde fu a buscar la salud^
6,1 verajio del 64, acompaado de su insepa-
rable Valeriano, compuso la leyendita del
Miserere, fantstico, y tambin otras varias
no menos interesantes, que en breve sus
amigos, reunida a sus dems obras, dare-
mos, a k estampa.
A su vuelta de los baos de Fitero conti-
nu en El Contemporneo, y poco despus
entr en un diario ministerial, arrastrando
la pesada cadena de periodista poltico, por-
que su situacin lo impona. Digo pesada ca-
dena, porque no puede haberla mayor para,
caracteres como el suyo, y slo la necesidad
ms imperiosa puede hacerla soportar por
algn tiempo. Cuando le lleg el de verse li-
bre de ella, aceptando un destino que le per-
mita entregarse a sus estudios favoritos, me-
jor dir a sus sueos, pues Gustavo era de
loshombres que suean despieivtos liasta el
punto de asistir como espectadores al dra-
ma real de su propia vida, su jbilo fu
grande y proyect vastos trabajos literarios^
que, habindolos podido desarrollar, le hubie-
ran dado ciertamente en nuestra historia d'

22
biografa
que su talento mereca. Durante
alto pues/to
el tiempo de su empleo escribi un breve

tomo de poesas, titulado Rimas, Don Luis


Gonzlez Bravo, ministro entonces, y par-
ticular amigjo del (poeta, se encarg espont-
neamente de ponerlas un prlogo e impri-
mirlas a sus expensas; tal fu la originali-
dad, la frescura y el sentimiento que encon^
tro en ellas, como encuentran hoy cuantos
las conocen y conocen la vida del autor!
Estall y triunf el movimiento revolu-
cionario do 1868; cay para siempre el trono
de doa y sus ministros busca-
Isabel; sta
ron precipitadamente refugio en p'^^s :^x-
tranjero; Gustavo present diniisin de su
empleo; volvi los ojos a la poesa; pero no
pudo recobrar su volunten manuscrito, ex-
traviado en aquellos das por efecto de las
circunstancias de quien lo conservaba entre
los papeles y libros.Con mprobo trabajo con-
sigui el poeta ir recordando y transcribien-
do s,us com^posiciones; retirado a la imperial
Toledo, se extasiaba su espritu ante las
grandiosas ruinas de oitras edades, tal vez
contemplando en ellas una imagen fiel y viva
de su juventud y esperanzas que a un tieiii-
po iban desvanecindose.
En 1869, a su regreso de los, baos en la

23
oU S ^r AYO \ ]) o L V O B E C Q E K

costa del Norte, vino a vivir en las afueras


de Madrid, en el barrio de la Concepcin.
All se entreg con afn a su vida solitaria
y contemplativa; pasaba das enteros culti-
vando su jardn, hablando de literatura y ar-
tes con Valeriano y los an^gos que iban a
visitarle, o alternando en infantiles juegcs

con us pequeos hijos. Se me olvidaba decir


que en 1861 haba contrado matrimonio; ver-
dad es que a l pareca habrsele olvidado
tambin, ipues, apartado de su espesa, jams
le o hablar de ella. En este retiro apacible
escribi algunas nuevas poesas; proyectamos
publicar una biblioteca de grandes autores,
para comenzamos a traducir l a
lo cual
Dante y yo a Homero; organiz el notable
peridico titulado La Ilustracin de Madrid,
que bajo su direccin empez en 1870, y don-
de tan buena muestra dio de s Valeriano
como dibujante conocedor de costumbres y
tipos espaoles. Quin podra decirle que
dentro de breve trmino haban de impri-
mirse en el mismo papel su necrologa y la
de su querido 'hermano!
En septiembre ocurri el fallecimento
de ste, y desde entonces pudo afirmarse
que Gustavo qued herido de muerte. Tal
fu el abatimiento y )Desar que produjo

24^
biografa
en su alma la iprdida de este hermano y com-
paero, con quien haJba ooonpartido siempre
su bolsillo, sus esperanzas, sus grandes pe-
nas y alegras breves, su habitacin y su vida!
S, largas penas y alegras breves, y adems

lucha incesante y obstinada; en estas pala-


bras se halla comprendida su existencia. Su
gozo era fugaz como el trnsito de los das
primaverales: una ilusin, un desvanecimien-
to de un instante; no es posible leer sin pen-
sar en esto la siguiente bellsima composi-
cin de sus Rinias:

Los invisibles tomos del aire


En derredor se agitan y abrillantan,
El cielo se deshace en rayos de oro,
La tierra se estremece alborozada;
Oigo vibrar en olas de armona
Rumor de besos y batir de alas,
Mis prpados se cierran... Qu sucede?
Es el amor, que pasa.

Es verdad que pasa y no vuelve, como


no vuelven tampoco las generosas ilusiones
ni las espi^ndidas esperanzas de la juventud.
En una vez llegado, perma-
cambio, el dolor,
nece y echa de da en da, como los rboles,
ms hondas races en nuestro corazn; y pues
me he valido de al^runos versos de Gustavo

2b
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E R

para confirmar la primera idea, srvanme


otros del mismo para la segunda, indicando
al par otra especie de tormento que le de-

voraba:

Me ha herido recatndose en las sombras,


Sellando con un beso su traicin:
Los brazos me ech al cuello, y por la espalda
Partime a sangre fra el corazn.
Y ella prosigue alegre su camino,
Feliz, risuea, impvida... Y por qu?
Porque no brota sangre de la herida.
Porque el muerto est en pie.

Muerto se juzg-aba ya, aunque no exhalaba


su pesar en estriles ayes; muerto para la
alegra y la confianza; as le veamos siempre
triste y meditabundo, como si fuera recor-
dando en su interior continuamente una por
una la3 pginas de su dolorosa historia, a que
puso fin una rpida enfermedad el 22 de di-
ciembre de 1870.
Terminar estos aipuntes biogrficos exa-
minando literariamente sus Rimas, Leyendas
y dems producciones? De ningn modo. El
pblico las leer y juzgar en breve; s muy
bien que es inapelable su fallo, y nunca me
pareci justo ni conveniente andar discul-
pando faltas ni encareciendo mritos. Lo que
s procuro con est^^.s lneas es indicar las con-

26
biografa
diciones difciles y adversas en que se des-
arroll el genio de Gustavo, para que, no per-
dindolas de vista, pueda juzgarse por lo
que hizo, lo mucho que era capaz de hacer,
y por las ideas; poticas que dej consigna-
das, las muchas y grandes que llev consigo
a otras regiones ms serenas y resplande-
cientes.

Narciso Campillo

Nota del recopilador. Esta biografa la es-


cribi Narciso Campillo para un libro que no
lleg a publicarse, y que titulaba Mis contempo-
rneos. El manuscrito lo conserv entre sus pa-
peles don Julio Nombela.

27
EL RETIRO (INDITO)
CADA uno de los paseos de Madrid tiene su
carcter, su fisonoma y su concurrencia
especial. A
m me basta saber a qu paseo
asiste de ordinario una persona para for-
marme una idea aproximada de su pcsicin,
su genio y sus costumbres.
Desde el Campo del Moro a Fuente Cas-
la
tellana, desde el pasieo de Oriente a Recole-
tos, desde la Plaza Mayor a Atocha, desde
las Vistillas al Saln del Prado, la coronada
Villa ofrece tanancho y variado campo a sus
habitantes, que, excepto algunas raras ex-
cepciones, cada cual busca el punto de re-
unin ms en armona con sus hbitos, su
xarctery sus intereses, obedeciendo a esa
ley eterna que ilriipulsa a la llamea a subir
y al a^gua a buscar su nivel.
Ponedme un domingo cualquiera en un lu-
gar cntrico de la poblacin y yo os dir sin
vacilarun momento y casi con la seguridad
de no equivocarme un pun,to:

31
GUSTAVO ADOLFO BECQUER-
Veis esa elegante carretela sobre cuyo
flondo azul y entre un mar de glas y de
blondas se destaca una cabeza rubia y dis-
tingriida? Pues esa va a la Fuente Caste-
llana.
Veis aquel grupo de alegres y honrados
artesanos que con cara de Pascuas y vestidos
de da de fiesta cruzan en opuesta direc-
cin? Pues esos seguramente van a meren-
dar en la Pradera, en las Vistillas o a las
inmediaciones del Puente Verde.
Aquella mam, obesa, que sigue la calle
de AlcaU adelante, precedida de dos pini(po-

en estado de merecer, perdera un dedo


llos,

de la mano si no va a sentarse frente al


circo del Prncipe Alfonso.
La otra cocinera endomingada que atra-
viesa ms lejos, con aire decidido y lucien-
do un paoln de colorines, apostara cual-
quier cosa a que corre en busca de la Plaza
Mayor, donde la espera un su paisano o pa-
riente, cabo de la primera del 5. de artille-

ra montada.
Ese matrimonio de edad provecta que co-

rre a guarecerse en el portal de una casa,.,

cuando siente el ruido de un coche y que pa-


recen comerciantes retirados de la calle de

32
PAGINAS DESCONOCIDAS
Postas, qiiin duda que bajarn al Campo
del Moro?
En cuanto a ese astur sin cuba y con ca-
misa limpia, qu hemos de pensar, si no
que se dirige a la Virgen del Puerto?
Aquelja bandada de nieras y amas de
cra de casa grande, se oculta al menos;
conocedor de las cositumbres madrileas que
no han de parar hasta vers^ junto a la fuen-
te de las Cuatro Estaciones?
Y as seguira marcando sin discrepar una
lnea el itinerario de todos y de cada uno de
los paseantes.
La multitud que en ciertos das clsicos
va y viene, cruza y toma a cruzar, y se en-
reda y se enmaraa pasando y repasando en
mil direcciones distintas, podr presentarnos
confundidas las diferentes capas de la socie-
dad; pero a medida que las arterias de la po-
blacin van arrojando a la ronda los anima-
dos grupos que por ella circulan, cada actor
del gran sanete humano busca insitintiva-
mente esqena y decoracin apropiadas al pa-
pel que les ha tocado en suerte desempear
en el teatro del mundo.
Hay, no obstante, un paseo cuyos concu-
rrentes no es fcil sealar, un paseo al que
no asiste clase determinada, al que se va

33
G r s r A \' o A 1) o I. F o ]5 p: C Q U E u

casi siempre ms bien por incidencia que


por costumbre, paseo que cambia de aspec-
to a medida que cambian las estaciones, que
ofrece un panorama distinto en las diversas
horas del da, que en el discurso del ao pue-
de asegurarse, que ve cruzar por sus ala-
medas a todos los vecinos de la Corte, amn
de la poblacin flotante, paseo, en fin, don-
de se renen alternativamente paletos y da-
mas aristocrticas, nieras y hombres pol-
ticos, artesanos y estudiantes, modistas y t-

tulos de Castilla, provincianos y manles,


desesperados y alegres, ricos y pobres, chi-
cos y grandes, muchachos y viejos. Ese pa-
seo sui gneris es el tradicional, el histrico
paseo del Buen Retiro.
Y, cmo se comprende, exclamar algu-
no, que esa multitud que instintivamente
busca para agruparse sus elementos afines
se rena slo en este punto?
Para encontrar la explicacin de ese fe-
nmeno, para darse cuenta de esa contradic-
cin aparente, hay que saber de antemano
que el Retiro es un paseo especial, un paseo
mnibus, que tiene rellanos y plazas tapi-
zadas de finsima arena y cercados de arra-
yn para que jueguen los chicos; calles de
copudos olmos ornados de estatuas para que

34
PAGINAS DESCONOCIDAS
paseen hombres graves; fuentes egipcias
los

y chinescas, con peces, nades y patos, para

que se emboben las gentes sencillas; bosque-


cilios de follaje tupido y discreto para que

se aventuren las parejas de enamorados; jau-


las de fieras, con monos que hacen gestos
y leopardos que ensean los dientes, para
que se extase menuda; parajes in-
la plebe

cultos, llenes de carrascas y de jaramagos


.amarillos, para que se tiendan al sel los
haraganes; hileras de pinos y cipreses para
^que discurran a su som_bra los nuelanclicos;
es preciso, por ltimo, no perder de vista
que dentro de un paseo monstruo, cuya cir-
cunferencia mide algunos kilmetros, hay
otros cien paseos aislado^ e independientes,

con su hechura, sus condiciones y su carc-


ter adecuados a las diferentes clases de per-
sonas que los frecuentan.
De esta variedad infinita nace la dificultad
con que tropiezan as el escritor como el di-

bujante al tratar de reproducir su mltiple


fisonoma. Tarea intil es asestarle el lente
fotogrfico; trabajo perdido cruzar sus en-
arenadas calles lpiz o pluma en ristre. A
cada instante cambian la expresin, la luz
y hasta las lneas del miodelo que se intenta
'Copiar.

35
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U EK

Figuraos, por ejemplo, que penetramos eiL


el Retiro en una de esas maanas de abril o
mayo que inspiraron a Caldern la comedia
ms llena de risuea poesa, de elegantes dis-
creciones y novelesca': avenluias do nuestro
teatro antiguo. Es la estacin c-n que los al-
mendros cubren el suelo con los despojos de
sus tempranas y efmeras flores, dejando aso-
mar sus primeras hojas verdes y transpa-
rentes; es la estacin en que los intrincados
laberintos del estanque chinesco se engala-
nan con ramos de lilas; es la estacin en que
el sol comienza a despertarse temprano y
alegre, llamando con sus reflejos de oro al
balcn de los perezosos. Los tronces, antes
desnudos, se han vestido de nuevo y espln-
dido ropaje; el cielo parece ms, puro y trans-
parente; entre las hojas suena una confusa
algaraba de trinos y gorjeos que regocija el
alma.
El Retiro va a ofrecernos una de sus es-
cenas ms Las modistillas que
caractersticas.
a costa de un madrugn han podido robar
dos o tres horas de cuotidiano trabajo dei
taller,cruzan alegres y desenfadadas por los
senderos que dibujan los floridos arbustos^^
vctimas de sus matinales expediciones. Sas
voces frescas y juveniles, sus gritos y sus ri-

36
gPAGINAS DESCONOCIDAS
:sas forman coro y se confunden con el alegre

y ruidoso canto de los pjaros.


Vedlas con sus sencillos trajes de percal,
sus cabellos en desorden y volando s,ueltos
:&. aire los extremos de sus graciosas manti-

llas^ correr de un lado a otro con' esa verti-

^ginosa inquietud con que vuelan las rnari-


^poGlas zumbando <en rededor de las flores! Mien-

trasi unas acechan los movimientos del guar-


dia, otras penetran en los cuadros del jar-
dn y repelan las acopadas matas de lilas, no
faltando en esta bulliciosa operacin algu-
nos estudiantes que las requiebran, las per-
siguen o las asustan escondidos entre la ar-

boleda.Todo enderredor parece que se anima,


sonre y toma parte en la loca alegra de
las muchachas. Involuntariamente se esca-
paj de los labios los dulces y espontneos
i/^rsos del poeta florentino:

Oh, primavera, giovent del Tamour!


Giovent, primavera della vita!

He aqu el borrador de una pgina del


paseo del Buen Retiro; mas no os apresuris
por ella a formar buena idea del conjunto.
una pgina no es un libro.

37
-

GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E K.

Dejemos la fuente chinesca; seg-uidme por


las revueltas de los jardines; no os pieocu-
pis de la media decena de desocupados
que arrojan pedacitos de pan a los peces del
estanque grande, y recorriendo una ancha y
solitaria calle de casta<".s, acopados y ao-
sos, nos encontraremos en la fuente de la,

Salud. Ved cmo han cambiado la decora-


cin y los personajes; ved cmo todo es aqu'
diferente: la agitacin deja lugar al reposo;.
a los gritos y las alegres, caic' jadas sustitu-

yen las convejsaciones a media voz. El ancho


batiente de un musgoso paredn, a cuyo pie
se distinguen algunos bancos rsticos, presta
a este lugar un aine de sosegada tristeza;
la luz se abre paso con dificultad al travs
de las apretadas copas de los rboles.

Nias plidas, viejas achacosas, empleados


sin empleo y militares en sit-uacin de reem-
plazo, todos adoradores de la maravillosa
fuente, se agrupan en torno del manantial
y discuten acerca de las, propiedades del agua,
repiten por centsima vez el nmero de va-
sos que se han bebido o pasean con lenti-
tud a lo largo de las alamedas.
Pero no han concluido an todos los objetos
del diorama. Volvamos otra hoja del libro;,
internmonos otra vez en la espesura. No-

38
PAGINAS DESCONOCIDAS
habis reparado en las orlas de una eleg-ante

falda de seda que desaparece sier^pre por el


extremo opuesto de las sendas que segui-
mos? N.o habis visto dibujarse vagamente
al travs de los clares que dejan las ramas
el perfil de una enamorada pareja, que al
menor ruido huye y evita el encueintro de
los curiosos, escondindos,e entre el espeso
follaje de los jardines?
abandonar el Retiro encontrsemos
Si al
parada cerca del templo de Atocha alguna
elegante berlina con cifra o blasn en la
portezuela, acaso el cochero podra darnos
la solucin de la charada. Las tradiciones ga-
lantes de la corte del rey ipoeta no se han
perdido del todo entre las damas de la coro-
nada villa.

Mas el sol sube a escape por el cielo y deja


sentir en las espaldas la viva influencia de
sus rayos; los paseantes desfilan unos tras
otros; las muchachas vuelven a la poblacin
con el delantal lleno de flores; los invlidos
de la fuente de la Salud con un paseo ma-
ysculo y docena y media de vasos de agua
en el cuerpo. Ya no se queda en los jardines
n>s que algn pretendiente, sin casa ni ho-
gar, que duerme al pie de sus rboles el in-
quieto sueo de las dudosas esperanzas, o al-

39
i
<J U S T A \^ o ADOLFO B E CQ U EK

gn estudiante que intenta repasar a la som-


bra asignaturas del curso y acaba tam-
las
bin por rendirse a la influencia del sueo;
mientras gesticula y habla solo, discurriendo
por entre el laJberinto de hojas y flores, al-
guno de esos filsofos derrotados y silvestres,
tipo original del que no faltan ejemplares
en la corte.
Tal es, hecho a la pluma, el ligero bosque-
jo de uno de los variados cuadros que ofrece
el Retiro. Con todos ellos podra formarse el

ms curioso lbum de costumbres madrile-


as.
;el duque de rivas
(INDITO)
APUNTE BIOGRFICO
como Cervantes,
Y) OETA y soldado a la vez,
* como Lope, como Ercilla y como tantos
otros egregios varones, orgullo del Parnaso cas-
tellano, elDuque de Rivas, cuya muerte de-
ploramos hoy, mantuvo en la historia de nues-
tra literatura la gloriosa tradicin de aquellos
peregrinos ingenios espaoles, verdadera en-
camacin de nuestro espritu nacional, que
as manejaban la pluma ccimo la espada.
Quisiera dis^poner de bastante espacio y te-
ner el talento suficiente (piara trazar, adornn-
dole con las galas del estilo, el brillante cua-
dro de su existencia, desarrollando unas tras
otras sus escenas desde los tiempos en que,
joven e inflamado su espritu por el amor
patrio, regaba con s,u sangre los campos de
Ocaa, hasta la poca en que, lejos ya del
tumulto de loe combates y de las agitaciones
de la vida pblica, levanitaba un monumento
indestructible a nuestras glorias nacionales,
con su Romancero histrico.

43
'GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E K

Al escribir lo que ni aun me atrevo a lla-

mar bosquejo biogrfico del excelente posta


cuyo nombr<3 sirve de epgrafe a estas lneas,
me limitar a consignar algunas de las fe-
chas m^s notables de su vida.
Don ngel Saavedra, el popular autor de
-Don Alvaro, naci el 10 de marzo de 1791,
en Crdoba, y fueron sus padres don Juan
Martn de Saavedra y Ramrez, duque de Ri-
vas, y doa Mara Dominga de Baqueda-
no y Quiones, marquesa de Anda y de
Villasinda. Siguiendo la tradicin constante
en las casas ms ilustres, de dedicar a los hi-

jos segundos bien a la carrera de la Iglesia


o de las armas, los padres del popular poeta,
que se hallaba en este caso, hubieron de pen-
sar desde rmy temprano en enderezarle por
eSite ltimo caimino, pues cuando apenas con-
taba algunos meses ya haban conseguido
para l la bandolera de guardia de Corps y
el ttulo de caballero de justicia de la Orden
de Malta.
Los primeros aos de su vida los pas en
la hermosa ciudad donde haba nacido, y en
la cual estuvieron encargados de su educa-
'cin literaria y artstica Mr. Tostin, can-
nigo francs, emigrado de su patria a causa
de los disturbios polticos que la agitaban

44
PAGINAS DPJSCONOCIDVS
por aquella poca, y Mr. Verdiguer, escultor
notable, que por las misnms razones se ha-
ba establecido en Crdoba.

A la muerte de su padre, ocurrida en 1802,


y en Madrid, adonde se haba trasladado con
toda su familia,, ingres en el Seminario de
nobles, donde logr distinguirse, dando mues-
tras de las felices disposiciones de su talento,
no slo en los diferentes estudios a que se
dedicaba, sino en algunos recomendabl<es aun-
que tmidos, ensayos literarios.
Pero la poca no era de poesa, era de
arm.as, dice uno de sus bigrafos al llegar
a este punto de su vida. En efecto: la poca
no era de p.oesa escrita, de esa poesa que
nace en el silencio del gabinete al calor de
la inteligencia como una hermosa y delicada
flor del ingenio; era poca de grandes pasio-
nes que exaltaban los espritus,; poca de
transtomcs, de peligros y de combates; po-
ca de ipoesa en accin; poca, en fin, la ms
adecuada para desarrollar en mente de la los
hombres destinados a romper ms tarde las
enojosas trabas de la poesa de academia, los
grmenes de la grande, de la verdadera, de
la tradicional pcesa espaola.
La guerra dela Independencia liaba co-
menzado. Los hroes que haban de escribir

45
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E R

con su sangre tantas y tan brillantes pgi-


nas de nuestra historia hacan frente a los
invasores,, cuando henchida
alma de noble
el

ardimiento, don ngel Saavedra, acompaa-


do de su hermano mayor, entonces duque de
Rivas, fu a reunirse con los valientes que
peleaban en defensa de la patria.

Las orillas del Ebro, las llanuras de Len


y loscampos de Alcal fueron testigos de
los diferentes combates en que ambos herma-
nos se distinguieron peleando esforzadamen-
te,aunque con adversa fortuna. Por ltimo,
don ngel cay herido mortalmente en la
desgraciada accin de Ocaa, en cuyos cam-
pos fu recogido, durante la noche, de entre
los muertos, y transportado a un pueblecillo
de las cercanas, donde aun postrado en el

lecho escribi el bellsimo romance que co-


mienza:

Con once heridas mortales,


hecha pedazos la espada,

uno de los ms sentidos y populares de su


autor. El soldado, como se ve, no dejaba en
ninguna ocasin de ser poeta.
Retirado a Crdoba para restablecer su sa-
lud, tuvo que abandonar tambin esta ciu-

46
PAGINAS DESCONOCIDAS
dad para refugiarse en Cdi^, cuando, for-
zado ya el paso de Sierra Morena, se de-
rramaron los franceses por Andaluca. En
Cdiz tuvo ingreso en el Cuerpo de Estado
Mayor, y sin descuidar los trabajos facul-
tativos propios de su carrera, prosigui culti-
vando la poesa y la pintura.
En esta ciudad comienzo los resmenes de
la guerra de la iTtdepend enca, redactadios so-
bre los partes en un peri-
oficiales; escribi

dico militar; dio a luz un folleto en defensa


del Cuerpo a que perteneca y compuso la
caballeresca poesa histrica titulada El paso
honroso.
Concluida la guerra, y siendo ya coronel
donde reuni al-
efectivo, se retir a Sevilla,
gunas de sus poesas, dndolas a luz en ios
tomos.
For este mismo tiempo escribi para el

teatro las tragedias Atalfo, Miatar, Dona


Blanca, El Duque de Aquitania, que no lleg
a representarse, y, per ltimo, Maleck, Adkel,
la ms notable de todas ellas. Elegido, en
1822, diputado a Cortes, interruin^i, para
ocupar su puesto, un viaje que haba comen-
zado con objeto de esitudiar, por encargo del
Gobierno, los establecimientos militares de ios
principales pases de Euro<pa. En el Parla-

47
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
ment, donde sostuvo ideas muy avanzadas,
logr hacerse aplaudir ipor su3 discursos po-
lticos obteniendo un gran xito con el que
pronunci aprobando la conducta observada
por el general San Miguel, respecto a los
Gabinetes extranjeros que formaron la San-
ta Alianza.
En esta poca, en que principalmente se
ocupaba de ,poltica, escribi la tragedia ti-
tulada Lanuza.
Los sucesos polticos le obligaron, en 1828,
a emigrar a Inglaterra, donde se i^uni con
otros muchosi hombres notables que por las
mismas causas tuvieron que alejarse de su
pas.
A bordo del buque en que abandon las
costas espaolas escribi la composicin titu-
lada La despedida, en que se revela su verda-
dero carx^ter potico, original y espont-
neo.
En Londres comipuso la stira, an indita,
titulada Un peso duro, el poema titulada
Florinda y El sueo de un proscrpto.
Durante la emigracin contrajo matrimo-
nio con la distinguida seora, hoy duquesa
viuda de Rivas, y en compaa de su joven
esposa, y despus de haber vagado algn
tiempo por Italia, se fij en Malta.

48
PAGINAS DESCONOCIDA S
En este punto contrajo amistad con varios
hombi^s notables, y muy particularmente
con Mr. Frere, embajador que haba sido de
Inglaterra en Espaa, y persona ilustradsi-

ma, a quien' nuestro poeta debi el conoci-,

miento de los autores clsicos ingles^e^ y ale-


manes, con cuya lectura se ensanch el hori-

zonte de su genio.
El .perodo que permaneci en esta isla fu
uno de los ms, fecundos de la vida del ilustre
literato.

All escribi su notabilsima composicin


que lleva por ttulo El faro de Malta; all

compuso la comedia Tanto vales como tienes;


la tragedia Arias Gonzalo, y llev y concibi
a feliz trmino una de sus obras ms repu-
tadas y notables: El moro expsito.
De Malta pas a Pars y de Pars a Or-
leans, donde vivi algn tiempo con I03 re-

cursos que le proporcionaba la pintura, arte


en que sobresali lo bastante para producir
algunas obras apreciadas ,por los inteligentes.

De Orleans se traslad a Tours, punto en el

cual estuvo algn tiempo en compaa de


Alcal Galiano, antiguo amigo suyo y com-
paero de emigracin en Londres; de Tours
sali para fijar de nuevo su residencia en

49
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
Pars.En la capital de Francia traz el plan
de Dcm Alvaro y lo escribi en prosa.
Abiert^as las puertas de la madre patria
para los emigrados^ a la muerte de Feman-
do VII, don ngel Saavedra volvi a Espaa,
despus de diez aos de ausencia. Los cuida-
dos de la poltica empezaron de nuevo a ocu-
ipar su espritu.
Despus de fundar El Mensajero de las

Cortes, hered, por muerte de su hermano, el

ttulode duque de Rivas, y por derecho pro-


pio fu a tomar asiento en la Cmara de los
proceres. No obstante, en esta ocasin, como
en todas, los ocios de sus tareas polticas los;

dedicaba al cultivo de la literatura, versifi-

cando y corrigiendo el Don Alvaro, cuyo xi-


to al representarse eclips la fama de tedas
sus anteriores producciones.
Al formarse el ministerio Is(triz, los com-
promisos contrados le obligaron a aceptar
la cartera de Gobernacin, puesto que desem-
pe con honradez y con celo, hasta que los
acontecimientos de la Granja y la revolucin,
que fu su consecuencia, le obligaron a bus-
car en Portugal un refugio contra sus ene-
migos.
El Duque de Rivas haba nacido para poeta;

50
PAGINAS DESCONOCIDAS
-como poeta pudo ser soldado; pero no hombre
ipoltico.

En Portugal escribi algunos de sus Ro-


mances histricos, ocupndose slo de traba-
jos literarios, hasta que al promulgarse la
Consjtitucin de 1837 volvi a Espaa para
tomar asiento en el Senado.
En esta poca escribi para el teatro Sola-
ces de un La morisca de Alajuar
prisionero,
y El crisol de la lealtad, concluyendo y dando
a luz su obra ms popular: los Romances his-
tricos.
De nuevo el curso de los sucesos polticos; le

oblig a alejarse de Madrid para fijar su


estancia en Sevilla, donde su infatigable
musa le inspir el juguete que lleva por ttu-
lo El parador de Bailen y el drama fantsti-
co El desengao de un sueo. En Sevilla per-
maneci dos aos, pues habindole elegido
^enador por los; de 43, tuvo que trasladarse
a la corte, donde ccup la presidencia de la
Alta Cmara, hasta que, hallndose en el po-
<ierdon Luis Gonzlez Bravo, fu enviado a
3iepresentar nuestro pas en la corte de a-
ples.
De esta poca datan sus mejores poesas
ricas y el apreciable libro en que se revel
zoTDo prosista distinguido e historiador no-

51
GUSTAVO ADOLFO BECQUER*:
table. La Historia de la si&levacin de Nj^o-
es, capitaneada por Massajiiello, es efectiva-
inente una obra digna de los grandes elogios
(lue se le han tribmtado.
Concluida su misin en aples, volvi a
Espaa, donde se mantuvo hasta cierto punto
alejado de la poltica, hasta que, en 1854,
form con Ros Rosas, con el general Crdo-
va y algunos otros hombres polticos nota-
bles, el ministerio que, creado para preverir
un conflicto, no pudo evitarlo y dur a^nas
dos das.
Despus, y durante el mando del general'
Nai-vez, en 1857, fu nom;brado embajador
en Pars. Ms tarde ocup la presidencia del
Consejo de Estado, puesto que, al agravarse
de sus dolencias, tuvo que abandonar, no sin
i-ecibir al mismo tiempo como muestra de la

alta estimacin en que se le tena, el collar^

de la insigne orden del Toisn de Oro.


Tal es, en resumen, el cuadro de la agitada.
y gloriosa vida del hombre eminente cuya pr-
dida Ipjmentamos hoy como irreparable y cuya
miemoria se apresuran a honrar de extraordi-
naria y desusada manera, as las coi]poracion?s
cientficas que han tenido el honor de contar-

52
FAGINAS DESCONOCIDAS
le entre sus individuos, como todos los escri-
tores que vean en l una gloria de la patria,
tan respetable por s,us talentos comp por sus
nobles prendas.

Madrid, 1865.
LA PICOTA DE OCAA
T A hora en que se ve,, la luz que recibe, o el
^ horizonte sobre que se dibuja^ modifican
hasta tal punto las apariencias de un mismo
objeto, que sera difcil fijar su verdadero
carcter aislndole del fondo que le rodea o
contemplndole bajo otro punto de vista del
que le conviene.
Saliendo de la villa de Ocaa, por el lado
que conduce a las eras,en uno de esos calu-
rosos das de julio en que slo cuando declina
el sol y se levanta el aire fresco de la tarde
es posible respirar fuera del recinto de las
poblaciones, sorprende el animado cuadro que
presenta la inmedia^ta llanura.
Por un lado se descubre la hilera de casas,
cercas y bardales de los barrios extremos de
la poblacin, entre cuyos rojizos tejados aso-
man los chapiteles de las torres, las espada-
ias de las; de trecho en trecho,
iglesias, y,
ei almenado lienzo de un muro: por otro se
ve el espacio que constituye las eras, limitaba

57
GUSTAVO ADOLFO ]^ECQUi:k

llanura formada por la mesela de una suave


colina: al fondo se desenvuelve la lnea azul
de los montes lejanos, baada en un lumi-
noso y encendido vapor que vela los contor-
nos y los colores con una ti*nta general dulce
y armoniosa.
Diseminados ac y all en pintoresco des-
orden, animan el paisaje numerosos grupos
de figuras: campesinos, mujeres, animales que
van y vienen ocupados en las faenas propias
de un pueblo esencialmente agrcola. Aqu
rumian los bueyes acostados junto a las ca-
rretas; all corren las muas describiendo un
crculo al arrastrar el trillo sobre las parvas;
los labriegos aventan el grano, las muchachas
cruzan cargadas de hace de espigas, los chi-

cuelos espeluznados y con la cabeza llena de


paja, se revuelcan por los montones de tri-
go. Unos cantan, otros ren; stos se llaman
con gritos desaforados, aqullos animan a las
bestias con rudas interjecciones; todo es vida
y movimiento, colores y luz que se combinan
en efectos pictricos a cual ms sorprendentes.
En mitad de este alegre cuadro, dominando
los grupos de figuras, cortando las horizon-
tales lneas del fondo y destacndose como
perfilado de oro por los rayo del sol poniente
sobre el azul del cielo, se levanta un monu-

58
PAGINAS DESCONOCIDAS
ment de granito, airoso y elegante, cuyo ca-
rcter no es posible definir y cuya destina-

cin se comprende apenas.


Es como ima mediana torre, esbelto y
alto
delgado como una (palma; el arte ojival traz
su silueta reuniendo al ms puro y ligero de
sus contornos gticos los rasgos ms sencillos

y caractersticos de su graciosa ornamenta-


cin. El tiempo ha completado la obra del
artista, prestndole la riqueza de color y la
variedad de tonos que los aos dan al gra-
nito; las mutilaciones propias de las injurias
de la edad contribuyen a hacerlo pintoresco;
un cabo de enredadera que sale de entre las
junturas de los sillares, los jaramagos que
crecen al pie y cubren en parte los roitos es-

calones, el sol que llamea en los abiertos bra-


zos de la cruz de hierroque lo corona, todos
son detalles y accidentes que aumentan su
hermosura.
Cuando los labradores terminan su ruda ta-
rea, cuando muchachas han amontonado
las

ya los haces en la parva y el sol prolonga


los azules batientes de los objetos, unos tras

otros vienen a agruparse al lado del alto pi-


lai*, y ya de pie, apoyados en las j)alas y las

horquillas, ya sentados en los escalones as-


pirando la fresca brisa que enjuga el sudor

59
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E R

de SUS frentes, relatan cuentos de prncipes


y encantadores o graciosos chascarrillos que
son acogidos por la multitud con exclamacio-
nes de asombro o risotadas interminables.
que el espectador de esta glo-
Difcil sera
ga, examinando el monumento, punto de re-
unin de los tranquilos campesinos, presm-
tiese su historia, fijase su carcter o adivi-
nase el pensamiento a que ob-sdeci el artista
al levantarlo.
El .transcurso de las edades y la variacin
de las costumbres han despojado aquel sitio

de su sello histrico.

Hace algn tiem^po el caminante que caba-


llero en su mua llegase a la villa de Ocaa
por la parte de las eras, si se haba retrasa-
do en el camino hasta el punto de entrrsele
la noche nebulosa y triste, no podra menos

de hacer la seal de la cruz, murmurar una


oracin y tirar de rienda a su cabalgadura
para desviarse de aquel sitio.

Alto, delgado e inmvil como un fantasma,


vera destacarse sobre el anubarrado cielo de
la n/xhe, rompiendo la dentellada lnea de
casas de la poblacin, un monumento de pie-

dra semejante a esas columnas que permane-


cen de pie y aisladas entre las ruinas de un
templo. Si la medrosa soledad de sus contor-

60
PAGINAS L> i^. .b (J U IN U C i D \ S

nos, si el sordo aleteo de las aves de rapia


que venan a detenerse sobre la cruz del re-
mate, si su formia particular e imponente no
bastaban a hacerle coimprender lo que aque-
llo era, una cabeza separada del tronco, gre-
uda y horrible, metida dentro de una jau-
la de hierro, un miembro humano engancha-
do en un garfio, o el enjuto cadver de un
hombre suspendido an de la cuerda y baiiv
bolendose lentamente al soplo del aire de
la noche, le diran bien (pronto que haba
dado de manos a boca cooi la picota del lugar.
La picotea,como cuestin de ar$e, es la

horca elevada a monumento, la columna


triunfal erigida en honor del verdugo.
Les Sieores que ejercan jurisdiccin y se-
oro en im lugar la colocaban en otros tiem-
pos a la entrada, como seal de dominio.
Cuntos dolores, curutas infamias, cuntas
igmcaninias sehan atado a esos pilares de
piedra que an puede ver el viajero en k
mayor parte de nuestras pequeas pobla-
ciones! Cunta sangre ha chorreado a lo lar-
go de esos obscuros postes por donde hcy tre-
pan los tallos de las enredaderas silvesitres!
El aldeano que abenas recuerda confusa-
mente la tradicin, que no comprende lo que
significa el castillo que todava domina las

61
GUSTAVO ADOLFO BECl^UER
casucas del lug'ar, agrupado a su5 pies; que
no sabe cuntas obscuras generaciones pasa-
ron humillando la frente ante aquel signo de
fuerza, viene en la tarde a sentarse indife-
rente junto a la picota; las muchachas refie-

ren cuentos agrupadas en sus escalones; los

chicos trepan a la cspide a coger los nidos


de los ipjaros; qu ms? Hasta en un pue-
blo he visto hacer en ella un columpio!
Hay algo providencial en ese olvido que
borra el pasado dememoria de las masas,
la

ahcgando as los grmenes de muchas violen-


cias,, de muchos odios y de muchos sombros

pensami'enix)s. Por eso a solas conmigo me he


preguntado ms de una vez si ser o no c^n-
venienite remover lo que duerme en el fondo
de la conciencia del pueblo, hablndole de o
sas que slo puede perdonar olvidndolas.
ENTERRAMIENTOS de GARCILASO
DE LA VEGA Y SU PADRE
EN TOLEDO
i
una de las iglesias de Toledo msi llena
EN
de obras de arte y recuerdos histricos,
hay al extremo de la nave lateral de la de-
recha una capilla obscura y de reducidas
proporciones, a la que da entrada un gran
arco redondo y mpcizo de estilo greco-ro-
mano.
En el testero de la capilla se levanta el

altar, en cuyo retablo, cargado de adornos


de gusto dudoso, pero ricos, se descubre la
imagen de la Virgen que le da nombre. La
luz que penetra por la cpula del templo y
se derrama suave y templada por su espa-
cansada y confusa, y
cioso mbito, llega all
sus reflejos azules se mezclan con la clari-
dad rosada de un trasparente de color que
ocupa el fondo del camarn de la Virgen, so-
bre el cual destaca por obscuro el cc'utorno
de la santa imagen. La primera vez que vi-
sit el convento a que pertenece esta igle-
sia, ni saba su nombre ni mucho menos los

65
G U S I A \ U ADOLFO B E C Q U E R

tesoros de arte que encerraban sus muros.


Cansado de dar vueltas al azar por las ca-

lles de Toledo, acert a pasar por una pla-


zuela tan exci:\sada y sola, que la hierba cre-
ca entre las ipiedras como en un prado. Vi a
medio cerrar el postigo de un templo, y en-
tr en l, como entraba y s,ala por todos los

que me iba encontrando en el camino.


El da estaba al caer, y en el interior rei-

naba el silencio ms profundo, turbado slo


por el ruido de los pasos de una especie de
sacristn que iba y vena a lo largo de las
naves, limpiando el polvo de los altares,
arrastrando de ac (para all los bancos del
coro, y atizando las lamparillas de un va-
crucis,.

Largo tiempo estuve examinando algunos


sepulcros notables esparcidos en diferentes
puntos de la iglesia, tratando de descifrar
sus borrosas inscripciones a la escasa luz
que penetraba por Ic-g vidrios de la cpula.
Crea encontrarme solo en aquel sitio, sin
otro compaero que el diligente sacristn,
que no se daba punto de reposo en la ope-
racin de su minuciosa limpieza ms que
para liacer una genuflexin delante de cada
altar de los que iba sacudiendo.
No obstante, al cabo de algunos minutos

66
tP AGINAS DESCONOCIDAS
Ame pareci oir hacia el ms apartado ngulo
del templo un murmullo levsimo; especie de
confuso silabeo como de persona que reza en
voz baja y slo deja percibir a distancia el

:silbo suave de las eses que pronuncia.

Yo he muchas veces quin no lo ha


odo
odo alguna vez?, rezar a media voz a esas
viejas devotas que, temblndoles la barbilla y
arrebujadas en un manto de bayeta negra,
turban el grave silencio del santuario con una
especie de salmodia risible, mezcla confusa de
palabras gangosas, silbos speros que se esca-
pan por entre las desiertas encas, suspiros y
gimoteos. Comprend que alguien, una mujer
acaso, rezaba envuelta entre las sombras del
templo; pero lo comprend recordando lo que
haba odo otras veces, como podra recono-
cer a una persona de la que slo hubiera vis-
to antes la caricatura. En efecto, aquel ru-
mor era en algo parecido; pero tena notas y
modulaciones de agua que corre, de seda que
cruje, de alas que baten el aire.
Movido de la curiosidad, di algunos pasos
en la direccin que lo perciba, y entr en la
capilla. Entonces pude corroborar mi opinin
de que, para ver a Toledo y sentirlo y sor-
prender esos cuadros que nos impresionan
,por su novedad o su belleza, vale ms discu-

67
GUSTAVO A 13 O L F O B E C Q U E R

rrir slo y sin rumbo fijo por sus calles, a lo


que la casualidad ofrezca, que no recorrerlo
a escape con un ignorante cicerone, especie
de moscardn de las ruinas, que se os cuel-
ga a lazumbando sandeces.
oreja
El altar, de trazo grande y omamentacin
fastuosa, baado en la sombra del batiente
del arco, dejaba ver en su centro un lumi-
noso valo de claridad rosada, en el cual se
dibujaba la imagen de la Virgen como esas
figuras que destacan por obscuro sobre el
fondo de oro de las tablas de los anti^os
maestros alemanes. La luz del trasparente
vena a dar sobre el muro de la derecha, so-
bre una amplia hornacina, en cuyo hueco sje

contemplaban dos figuras colosales de guerre-


ros completamente armados, que de rodillas

y con las manos juntas en actitud de orar,


tenan sus ojcs sin pupila vueltos hacia la
imagen.
La difana claridad del tabernculo y la
fantstica blancura de las, estatuas absorban
de ital modo la atencin, que al principio, y
como no cesaba el murmullo de palabras que
me haba llevado hasta aquel sitio, r^e hice
un momento la ilusin de que se escalaba de
los labios de piedra de aquellce inmviles
personajes.

68
PAGINAS DESCONOCIDAS
Poco a poco logr darme cuenta de lo que
me rodeaba, y entonces vi a una mujer arro-
dillada al pie del sepulcro. Yo no he soado
esa mujer. Viva y sana anda por Toledo:
hermosa, alta, severa, que parece una figura
bajada del pedestal de un claustro gtico. La
he visto despus en muchas ocasiones, en las

iglesias la mayor iparte de ellas, en la calle


algunas otras, y siempre me ha parecido ex-
traordinaria, como conjunto maravilloso de
lneas, puras y correctas; pero nunca, cual

entonces, pude sentir toda la inexplicable


poesa que irradia y la hace aparecer encar-
nacin humana del mundo de idealidad que
vive en Toledo; flor plida de las minas, que
en medio de su juventud y belleza tiene algo
de severo y triste, y se anjtoja un esjpritu
del pasado que viene al travs de los siglos
revistiendo diversaa formas^ y es como el al-

ma inmortal de la ciudad muerta.


Yo tena la noticia vaga de que en una de
las iglesias de Toledo se hallaban los sepul-

cros del dujce poeta Garcilaso de la Vega j


de su valeroso padre. Dnde? No lo saba.

Esperaba encontrarlos en alguna de m^s ex-


cursiones y conocerlos, bien por la ins^^rip-

cin, b.'en por el carcter de las figuras. La


homacijj. en cuyo hueco estaban arrodilla-

69
GUSTAVO A })0 h V O 13 E CQ U ER

das las dos estatuas careca de inscripcin;


en el muro no se encontral^an tamipoco. No
obstante, la armnica y misteriosa relacin
de los objetos que componan el cuadro que
se ofreca a mis ojos,, me revel que aque-
llos eran los sepulcros del guerrero y del
poeta.
Involuntariamente me acord de la Vega
granadina y del sol esplndido que ilumin
el famoso combate de Garca Laso el de la ha-

zaa, cuando en presencia de los Reyes Ca-


tlicos hizo morder el que por
polvo al infiel,

el polvo arrastraba el santo nombre de Ma-

ra. Este es, dije, aquel opoeta en accin, que

si no hizo versos, dio amplio asunto a la musa

popular con su caballeresca empresa. Es que


ilustr su vida con una alta empresa, llevan-
do por dama de su pensamiento a la Reina
de los Angeles donde peda dormir el sueo
de la muerte, sino a la sombra de su altar,
vestido de la armadura y vuelto an hacia
ella en muda y eterna oracin? Y aquel otro
ms y joven a cuyos pies murmura an
alto
sus rezos una mujer hernijcsa, ese, iprosegu
pensando, ese es el que cant el dulce lamerir
tar de los pastores, tipo completo del siglo
ms brillante de nuestra historia. Oh! Qu
hermoso suf^o ae oo ::n vida! Personificar en

70
PAGINAS DESCONOCIDAS
S una poca de poesas y combates, nacer
grande y noble por la sangre heredada, aa-
dir a los de sus mayores los propios mereci-
mientos, cantar el amor y la belleza en nue-
vo estilo y metro, y como ms tarde Cervan-
tes, y y Lqpe, y Caldern, y tantos
Ercilla,
otros, ser soldado y poeta, manejar la espada

y la pluma, ser la accin y la idea, y morir


luchando para descansar envuelto en los ji-

rones de su bandera y ceido del laurel de


la poesa a la sombra de la religin en el
ngulo de un templo!
La luz de la lmpara que alumbra la santa
imagen tiembla hace siglos sobre tu noble
frente de mrmol, y entre la sombra parece
que an chispea tu blanca y fantstica ar-
madura! Ni una letra, ni un signo que re-
cuerde tu nombre! Qu importa? El cu-
rioso vulgar pasar indiferente junto a la
tumba en que reposas; pero nunca faltar
quien te adivine, nunca faltar alguna mu-
jer hermosa que arrodillada en ese rincn,
tan jpropio para la oracin y el recogimien-
to, venga a rezar a tus pies, regalndote el

odo con la msica de sus dulces y fervoro-


sas palabras!...
En esto cerr la noche; la hermosa devota
se levant y se fu... andando sin duda... a

71
-GUSTAVO ADOLFO BECQUER

m me pareci entonces que deslizndose sin


txx^ar el pavimento de la iglesia, como una

forma leve que empuja el aire: el sacris-


tn, que haba terminado su limpieza, co-
menz a sonar el manojo de llaves, como di-
cindome de modo indirecto que comenza-
ba a esitorbar en el templo. Sal y me en-
camin a la fonda. Haba visto, en efecto,
el O era todo una
sepulcro de Garcilaso?
historia forjada en mi mente sobre el tema
de un se(pulcro cualquiera? Tena un medio
de salir de dudas: consultar la del fo- ^a
rastero en Toledo. Pero tema equivocarme.
Despus de todo, yo no trataba de hacer un
estudio serio de la poblacin, ni de pertre-
charme de datos eruditos. Tanto me impor-
taba creer que lo haba vis,to, como verlo.
No obstante, despus de vacilar un rato,
resolv salir de la duda; abr el librito y
le:

En el convento de San Pedro Mrtir de


Toledo y en la capilla de la cabecera de
)la nave lateral en que hay un
derecha,
>altar churrigueresco con la imagen (muy
^venerada en esta ciudad) de la Virgen del
){>Rosario, se hallan empotrados en el mur

>los sepulcros del poeta Garcilaso de la Vega


y de su valiente padre, del mismo nombre.

72
PAGINAS DESCONOCIDAS
^cuyas dos estatuas de mrmol, armadas a
la antigua y arrodilladas haca el altar, no
carecen de mrito.

ltimamente, los resitos del ilustre solda-


do y poeta fueron conducidos en pblica
procesin a la iglesia de San Francisco el
Grande, de Madrid, donde esperan en un
rincn de la s;acrista la resurreccin de la
carne y un monumento en el panten na-
'^onal.
UNA CALLE DE TOLEDO
i
DiacRRiENDO al azar por entre el confu-
so laberinix) de calles de la anti-
qusima ciudad de Toledo, el artista, el his-

toriador y el poeta encuentran en los deta-


lles de sus edificios!, en los grandes nombres
que conmemoran y el sentimiento que inspi-
ran, el ms curioso de los Museos, la ms in-
teresante de las crnicas y la ms pura fuen-
te de melanclicasy altas inspiraciones..
El dibujo que damos a nuestros lectores,
recuerdo de imo de estos paseos por las de-
siertas calles de la ciudad histrica (por ex-
celencia, es cumplida prueba de lo que deja-
mos dicho.
En el fondo se destaca sobre los redondos
arcos del prtico de una iglesia, cuya ltima
restauracin se remonta al siglo xvi, la torre
alta y airosa que en su tipo y ornato ofrece
clara muestra del visible influjo de la domi-
nacin rabe. A un lado y contra el desnudo
paredn del bside de un convento, se ve la
cruz colosal que exipresa con lneas m,s so-
brias y grandes el mismo pensamiento reli-

77
GUSTAVO ADOl. FO BECQER
gioso que llen en una poca de churri^ie-
rescos retablos las esquinas de las. calles de
nuestras antiguas poblaciones. Al otro, com-
pleta el cuadro el muro y la portada de gra-
nito de una noble casa, solar de un esclare-
cido linaje.
El artista no necesita preguntar el nom-
bre de aquellos edificios, ni conocer las cir-
cunstancias de su construccin o los sucesos
de que han sido teatro, para encontrar un
cuadro completo en la combinacin de sus
caprichosas lneas, su color y detalles.
Pero llega el historiador. El nos refiere
que aquel temjplo fu primero mezquita de
los moros los cuales la conservaron dedicada

a la celebracin de sus ritos aun despus de


reconquistada la ciudad. Por l sabemos cmo
ms tarde se consagr al culto catlico bajo
la advocacin de San Romn, que hoy con-
serva, reedificndola y levantando su airosa
torre muzrabe el clebre procer castellano
don Esteban de Ulan, el cual, ayudado de los
Benavides y de otros caballeros de linajes
ilustres de Toledo, en una noche del verano
de 1166, despus de haberle sacado oculta-
mente de la villa de Maqueda, donde le
criaban los secuaces del bando de los Cas-
tros, encerraron en ella al nio Rey don

78
PAGINAS DESCONOCIDAS
Alfonso VIII, proclamndolo mayor de edad
desde lo alto de sus ajimeces, en los cuales

amaneci ondeando pendn de Castilla,


el

mientras los heraldos anunciaban la nueva a


la atnita poblacin, que no esperaba que sus
sangrientas disensiones tuvieran aquel rpi-
do desenlace.
Esta es, nos dice luego, la casa del famoso
don Esteban, en la cual es tradicin vivi asi-
mismo el dulce poeta Garcilaso: el tiempo, al
borrar el Siello de las remotas edades del ex-
terior del edificio, ha respetado en el inte-
rior una magnfica sala morisca, ornamenta-
da conforme al gusto muzrabe tan usado
por los conquistadores, y algunos escudos y
timbres herldicos que traen a la m^emoria
el nombre de sus ilustres dueos.
Aquel bside, aade por ltimo, pertenece
al convento de monjas bemardas de San Cle-

mente, fundado en el siglo xn por D^ Alonso


el Emperador, y bajo cuyas bvedas duerme

el sueo de la muerte su hijo el infante den

Fernando.
Qu grandes proporciones, qu imponente
poesa adquiere entonces a nuestros ojos
aquella estrecha y solitaria calle que antes
slo se nos antojaba un cuadro pintoresco,
y ya es una pgina viva de nuestra hijtoria!

79
i

i
SOLAR DE LA CASA DEL CID
EN BURGOS
MfM'VA) u, Ja exageracin que traen consi-
go todas las reacciones, al abandonar
el sendero de la tradicin y las autoridades,

-I>ara aplicar un criterio razonador y filos-

fico al estudio de la Historia, se ha llevado


por algunos el espritu de duda hasta el ex-
tremo de combatir como apcrifo cuanto no
se apoya en documentos fidedignos o no pue-
da probarse de manera autntica.
Verdad es que las indagaciones histricas
de los que se ajustan a los rigurosos precep-
tos de esta escuela, han dado y dan resulta-
dos positivos y satisfactorios, siempre que se
trata de pocas relativamente prximas y
acerca de las cuales tantos y tan ricos tesa-
ros de noticias y documentos guardan nues-
tros archivos; pero, en cambio, qu desen-
cantos no proporcionan, cuntos desalientos
no originan en el que, a medida que se re-
monta, siente ms insegura la base en quje
descansan sus razonamientos, acabando por

83
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
averiguar corno lo que en siglos lejanos fu
opinin de un cronista crdulo, pasa repeti-
do de autor en autor a la categora de auto-
ridad, hasta que concluye transformndole eiv

artcujo de fe en la obra del historiador ms


sesudo?
No es, pues, extrao que los que a este
criterio se cien duden de todo, y para ellos
acabe la historia all donde se pierde el ras-

tro del ltimo pergamino que la confirma.


Acostumbrados a pensar en el aislamiento
del gabinete, con la frialdad y la calma del
crtico, la tradicin ks habla un lenguaje al>-

surdo, al que prestan escassima fe. No obs-


tante, la tradicin es un elemento impoi^tan-
tsimo y del cual no /puede prescindirse del
todo, so pena de caer en un escepticismo acar
so ms peligroso que la misma credulidad.
Lo que precisa es saber desembarazar la trar-
dicin del follaje de exageraciones que la
adorna y que falta es ir a res-
la ofusca; lo

pirar su atmsfera en los lugares en que


naci y vive an en la fantasa del pueblo,
y poder as apreciar los quilates de verdad
que encierra, adquiriendo el convencimiento
de la intuicin que se aunque no se
siente,
razona, y hace tanto peso en el nimo corno
el ms autntico de los com^p robantes.

84
PAGINAS DESCONOCIDAS
Tal vez por no haber concedido a este ele-

mento de la Historia la dsbida importancia,


acaso por un espritu exagerado de duda, o
slo por chocar con la corriente de la opi-
nin pasando por originales y atrevidos, no
han faltado, as en nuestro pas como fuera
de l, escritores que, despus de desvirtuar
los hechos ms caractersticos de la Histoiia,
han concluido negando sus hroes ms glo-
riosos,

Pelayo y Covadonga son para ellos poco


menos que los elementos de una conseja; Ber-
nai^o y Roncesvalles el asunto de la cantiga
de un 'juglar; el Cid Campeador una figxira
creada por los romanceros.
Los que estas opiniones sostienen, de se-
:^ro no han contemplado la tosca piedra que
Tuarda los despojos del restaurador de Es-
paa en el cncavo pen, gloria de Astu-
rias; no han odo la tradicin de la rota de
los franceses en boca de su gua al cruzar
los Pirineos por el tajo de Roldan, ni han vis-
to siquiera las calles de Burgos: de otro modo
su erudito escepticismo hubiera al menos va-
cilado ante la firmsima fe de la tradicin po-
pular.
1.a existencia del Cid, la ms acabada y
perfecta figura entre las varias de que la

85
GUSTAVO A DO . F O I^ E C Q U ^^"
R

Historia nos ha consiig-nado nombre, y el el

pueblo se ha encargado despus de comple-


tarla con todos sus detalles, no es ya objeto
de controversia ni seriamente lo ha podido
ser nunca; pero aunque fuera an ms dif-

cil probar la autenticidad de sus hechos, bas-


tara recorrer los lugares que la tradicin
seala como teatro de su vida para adivinar-
lo y sentirlo.
Cuando nos pintan al hroe con tal acento
y color que no parece sino que le han visto
con sus ojos, cuando, siguindole paso a paso
desde cuna al sepulcro, nos refieren hasta
la

los menores detalles de su vida y nos dicen


aqu naci, all vivi Jimena, esta es el arca
que guard su palabra que equivala a un
tesoro, aquellas son las banderas y trofeos
que arranc a los rabes vencidos, la de ms
all es su espada, stos, en fin, son sus des-
pojos mortales,, involuntariamente asoma una
vaga sonrisa de incredulidad a los labios, y
ocurre pedir el testimonio en que se fundan
aquellas creencias; (pero a poco que se me-
dite, esta ciega fe, este mismo lujo de de-
talles, hijos de la imaginacin del puebjo, re-
velan poderc^samente la vitalidad del perso-
naje que palpita al travs de sus creacio-
nes, que spn como un ropaje esplndido te-

86
PAGINAS DESCONOCIDAS
jido por los romanceros, por debajo del cual
8(6 acusan las formas y se siente que hay
una figura real y positiva.
Es casi seguro que si tratramos de inves-
tigar seriamente si la casa del Cid estaba o
no en el sitiio que los burgaleses han seala-
do con el sencillomonumento, sera empresa
difcil probarlo. Pero el que recuerda el mag-
nfico romance

En Burgos naci el valor...

y halla en uno de sus paseos solitarios aque-


llas piedras que le hablan de la Historia, que

son un tributo de admiracin hacia el ms


caballeresco de nuestros hroes, que prestan
poesa e inters a aquel campo escueto- y
mudo, qu necesidad tiene de preguntar a
los empolvados archivos si guardan algn tes-
timonio autntico de Ja veracidad del hecho,
para sentir y pensar, levantando la mente a
la contemplacin de aquellos siglos de rudo

valor, de ciega fe y lealtad inquebrantable?


Si la tumba, el solar de la casa o el sitio
en que ocurri muerte de algunos de nues-
la

tros grandes hombres, pudieran an inven-


tarse, nosotros aplaudiramos al que los in-
ventara; por qu hemos de contribuir al des-
prestigio de los que ya estn inventados?

87
SEPULCROS DE LOS CONDES
DE MELITO. EN TOLEDO
Cl campo ms vasto para una publicacin-
^ ilus.trada espaola, es seguramente la re-

produccin de los infinitps monumentos de


todas pocas y estiles que se encuentran di-
seminados hasta ms obscuras pobla-
(por las

ciones de nuestras provinciasi, muchas de las


cuales no ofrecen otro atractivo a Lee ojos
del artista y d,el viajero.
En otros pases, multitud de publicaciones de
diversos gneros, viajes,, trabajos arqueolgi-
cos, y muy particularm^ente la fotografa, han
agotado casi por completo el asunto. A pe-
sar de que en Espaa se ha hecho a^^go en
esto sentido, es t^anto lo que permanece ig-
norado, que bien puede decirse que an se
conserva intacto su tesoro, al menos en la
parte que suele ofrecer ms novedad e in-
ters para las personas inteligentes.
La fotografa, como el viajero conducido
por un cicerone vulgar, suele recorrer tan
sk) aquellos puntos marcados de antemano^

91
GUSTAVO A DO T. F O B E C Q U E R

reproduciendo vistas y edificios de los que,


si no cabe hastiarse, porque, en efecto, son

de incomparabje hermosura, se han hecho ya


comunes a fuerza de ver siempre repetida
la misma cosa bajo idntico punto de vista.
Cierto que para abarcar grandes conjuntos
con esa prohjidad de detalles que ofrecen al-
gunos monumentos, la fotografa lleva en
ocasiones inmensa ventaja al arte; pero, por
lo comn, su impresin deja traslucir algo

de la aridez y la prosa de un procedimiento


mecnico e ininteligente, faltando en sus pro-
ducciones ese sello de buen gusto, ese tacto
para dejar o tomar aquello que ms convie-
ne al carGtjsr de la cosa, ese misterioso es-
pritu, en que domina en la obra del ar-
fin,

tista, la cual no siempre hace aparecer el ob-


jeto tal cual realmente es, sino como se pre-
senta a la imaginacin, con un relieve y
acento particular en ciertas lneas y detalles
que produce el efecto que sin duda se pro-
puso su autor al concebirlo y trazarlo.
A ms del discernimiento superior qiue
gua el lpiz del dibujante para buscar, en-
tre los numerosos monumentos que nos han
dejado nuestros mayores como testimonio de
su grandeza, aquellos rasgos y accidentes que
mejor caracterizan una poca o un estilo; a

92
PAGINAS DESCONOCIDAS
ms de la suma de conocimientes que posee
acerca del particular y ayudan a inqui-
le

rir los ms obscuros e ignorados, y a saber


qu elementas necesita el pintor para sus
fondos, el arquelogo para sus estudios, el
historiador para la inteligencia de sus escenas,
an tiene otra ventaja y es la de poder re-
producir todo lo punto en que se
que por el

encuentra, la falta de luz apropiada o de dis-


tancia suficienjte sale del dominio de la o-
tografa.
En los moriscos arcos de las casas que an
se ven en y estrechas callejas de
las torcidas
las anticuas poblaciones; en el ngulo de los
temples adonde penetra con dificultad la luz
aj travs de los vidrios de la ojiva; en el in-
terior de las habitaciones de esos palacios
levantados sobre las ruinas de otros edificios
notables una agregacin de cons-
y que so<n

trucciones de diferentes y remotas pocas;


por todos aquellos sitios a que lleva el afi-
cionado su entusiasmo por las obras que re-
velan el carcter y el espritu de otras eda-
des, recoge infinitos datos importantes y
apunta, aunque ligeramente, esos rasgos lle-

nos de verdad y carcter que tanto nos de-


leitan, cuando examinamos la cartera de via-
je de un artista.

93
'G U S T A \ V A 1 ) O 1. F O B E C Q U E R

^ ciudad de Toledo, sin duda alguna la

ms visitada por nacionales y extranjeros


y
de que ms se ha dibujado y escrito, brin-
la

da an cosecha abundante a los que se de-


diquen a estes estudios, ya en los detalles de
los mismos edificios que tan a menudo se
reproducen, ya en otros al parecer de menos
importancia por sus proporciones, pero que
a veces ofrecen mayor inters' por el carc-
ter o la ejecucin.
Entre ellos se encuentran dos notables se-

pulcros,que forman un solo monumento y


cuya armoniosa disposicin y elegante contor-
no sorprende a primera vista y perteniecen a
don Diego de Mendoza, conde de Melito, y a su
m.ujer, doa Ana de la Cerda, personaj^es que
desempearon un papel muy importante en el
siglo XVI, con razn llamado de oro de las

letras y las artes espaolas. Antiguamente se


encontraba en la iglesia del convento de
Agustinos Calzadjos de Toledo; pero al derri-

bar este edificio, lo trasladaron, no sin que


'
sufriera algunas graves mutilaciones, a la de
San Pedro Mrtir, en una de cuyas naves se
encuentra en Ja actualidad.
En el convento de San Pedro Mrtir, aca-
so el ms grande, rico y espacioso de Toledo,
^se halla establecida la casa de Beneficencia

94
PAGINAS DESCONOCIDAS
provincial, y en su iglesia se ven reunidos
numerosos y curiosos restos recogidos de di-
ferentes ruinas, tales como sepulcros, lpidas
e inscripciones referentes a personajes no-
tables y poderosos.
Cuando se penetra bajo sus bvedas y se
descubren por un lado el pendn que llevaba
a los combates el famoso cardenal Mendoza,
tambin trado aqu de otro templo, las mu-
tiladas urnas sepulcrales de lo$ proceres to-
ledanos y Jas lpidas en que hablan de su
poder y sus ttulos, mientras por otro se ven
arrodilladas ac y all las itifelices criaturas
que viven de la caridad oficial, no puede me-
nos de pensarse en el extrao destino de
aquel inmenso edificio que, una vez abando-
nado por sus fundadores, ha venido a ser un
doble asilo de las glorias del pasado y de la
miseria del presente.
APLOGO
D RAHMA s,e meca satisfecho sobre el cliz
^ de una gigantesca flor de Lojbo que flo-

taba sobre el haz de las aguas sin nombre.


La Maija fecunda y luminosa envolva sus
cuatro caberas como con un velo dorado.
El ter encendido palpitaba en torno a las
ma,gnficS creaciones,, mis,t:ricsb p oducto
del consorcio de las dos potencias msticas.
Brahma haba deseado el cielo, y el cielo

sali del abismo del caos oo^n sus siete crcu-


los y semejante a una espiral inmensa.
Haba deseado mundos que girasen en tor-
no a su frente, y losmundos comenzaron a
voltear en el vaco como una ronda de llamas.
Haba deseado espritus que le glorificasen,

y como una savia divina y vivi-


los esipritus,

ficadora, comenzaron a circular en el seno


de los principios elementales.
Unos chispearon con el fuego, otros gira-
ron con el aire, exhalaron suspiros en agua el

'O estremecieron la tierra internndose en sus


.pix>fundas simas.

99
GUSTAVO ADOLFO BECQUER-
Visn, la potencia consei-vadora, dilatndo-
se alrededor de todo lo creado, lo envolvi e^n
su ser como si lo cubriese con un inmenso
fanal.
Siva, el genio destructor, se morda lofi co-
dos de rabia. El lance no era para menos.
Haba visto los elefantes que sostienen los^

ocho crculos del cielo, y al intentar meter-


les el diente, se encontr con que eran de
diamante; lo que dice sobrado cuan duros
eran de rosr.
Prob descomponer el principio de los ele-
mentos y los hall con una fuerza reproduc-
tora tan activa y eS(pontnea, que juzg ms
fcil encontrar el ltimo punto de la lnea,
de circunferencia.
De los espritus no hay para qu decir
que en su calidad de esencia pura burlaron,
completamente sus esfuerzos destructores.
En tal punto la creacin, y en esta actitud
los genios que la presiden, Brahma, sa.tisfe-
cho de su obra, pidi de beber a grandes vo-
ces.

Dironle que haba pedido, bebi, y na


lo

debi de ser agua, porque los vapores, subin-


dosele a la cabeza, le transtomaron por com-
pleto.

100
.

PAGINAS DESCONOCIDAS
En este estado de embriaguez des^3 alguna
cosa muy extra.vagante, muy ridicula, muy
pequea; que formiara contraste con
algo
todo lo magnfico y lo grandioso que haba
creado: y fu la humanidad.
Siva se restreg las manos de gusto al con-
templarla.
Visn frunci el ceo al ver encomendada
-a su custodia una cosa tan frgil.
Los hombres, en tanto, andaban mustios
y sombros por el mundo,, ocultndose aver-
goizados los unos de los otros, cerrando los
ojos para no ver a su alrededor tanto gran-
de y eterno, y no compararlo involuntaria-
mente con SM pequenez y su miseria.
Porque los hombres tenan la conciencia
exacta de s mismos^
Queris acabar de una vez con vuestros
males? dijo
les Queris morir?
Siva^ .

exclamaron todos en tumulto


S, s

Para qu queremos este soplo de existencia?


Yo soy un estpido, lo s, y me aver-
genzo de mi barbarie deca uno.
Yo soy deformeaada el otro , y me
entristece el es^pectculo de mi ridiculez. .

Y tenemos estas y estas faltas y aquellas


y otras miserias proseguan diciendo
las los
dems, enumerando el cmulo da males y de-

101
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
fectos de que entonces, como ahora, se halla-
ban plagados los hombres.

Es cosa hecha dijo Siva, viendo la de-
cisin de la humanidad entera.
Y levant la mano para destruirla; pero
en aquel instante se interpuso Visn.

Esperad un da exclam dirigindose a
los hombres
un da no ms. Voy a daros
,

a beber un elixir misterioso. Si maana,


despus de haberlo bebido, queris morir, que
vuestra voluntad se cumpla.
Los hombres ace,ptaron y Siva dej su presa^
refunfuando entre dientes, porque conoca
el ingenio y la travesura de su competidor.
Visn, que, efectivamente, era hombre
digo mal, era dios de grandes recursos en
las ocasiones crticas, se compuso de ma-
-las

nera que a las pocas horas tena ya hecho


y embotellado su elixir, en tal cantidad, que
toc a frasco por barba.
Pas la noche, durante la cual los hom-
bres no hicieron otra cosa que sorber por la
nariz aquella especie de ter mgico; y cuan-
do torn a brillar la luz, vino Siva de nuevo
a renovar sus ,proposicioTies de muerte.
Los hombres, al oirle, comenzaron por mara-
villarse y acabaron por rersele en las barbas.
^Morir nosotros^ exclamaron , cuando

102
PAGINAS DESCONOCIDAS
un porvenir inmenso se abre ante nuestra
vista!
Yo unovoy a conmover
dfeca el el

mundo con fuerza de mi brazo.


la

Yo voy a hacer mi nombre inmortal en


la tierra.
Yo a avasallar corazones con en-
los el

canto de mi hermosura.
Y as todoa iban repitiendo:
Morir yo que siento arder en mi frente
la llama del genio; que soy fuerte; yo,
yo,

que soy hermoso; yo^ que ser inmortal!


Siva no daba crdito a sus ojos, y unas ve-
ces le daban ganas de rabiar y otras de reir
a carcajadas ante el espectculo de tan ri-

dicula transformacin. En aquel momento pa-


saba Visn a su lado y el genio destructor
no pudo menos de dirigirle estas palabras:
Qu diantres; les has dado a esos imb-
ciles, que ayer estaban todos m^ustios, cabiz-

bajos y llenos de la conciencia de su peque-


nez, y hoy andan oon la frente erguida^, bur-
lndose los unos de los otros, creyndose cada
uno cual un diop?
Visn, con mucha sorna, y dndole un gol-
pecito en un hombro, se inclin al odo de
SiVa y le dijo en voz muy baja:
Les he dado el amor propio.

103
LA RIDICULEZ
ridiculez es un accidente moderno en
LA
la historia de las costumbres.
Merced a sus revoluciones internas, los
pueblos, comp los individuos, suelen cambiar
de temperamento ms de una vez en su
vida.
En estos cambios el virus social toma di-

versas formas para m,anifestarse.


A nosptros nos ha tocado la mana de la
ridiculez por azote.
Antes de seguir hablando sobre la ridicu-
lez, pareca natural que procediera a de-
finirla exactamjente.
Cansados de darle muchas vueltas al asun-
to cuantos han tratado de definir la gracia,
han concluido por ponerse de acuerdo en que
es un no s qu inexplicable.
Y despus de esta verdad inconcusa no
se ha enontrado definicin ms exacta.
^ies hallo la frmula, a ella me ajusto.

107
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E K

La ridiculez, como la gracia, es un no s


qu indelinible.
Quin saJbe, si no, en qu consiste, cul es
su forma de manifestacin, dnde comienza,
dnde concluye?
Se ha dicho, sin embargo, que la gracia
es la luz de la fisonoma.
Esto no es una definicin, es una frase;
pero la frase es bonita y ha hecho fortuna,
lo cual prueba que, como las tortas, a falta
de pan, son buenas las frases a falta de defi-

niciones.
Puesto en este camino mi tarea se simpli-
fica extraordinariamente.
La ridiculez es una cosa horrible que hace
reir.

Es algo que ma^ta y regocija.


Es Arlequn que cambia su espada de ma-
dera por otra de acero, asesina con ella en
broma y dice despus a su vctima una bufo
nada por toda oracin fnebre.
Es Mefistfeles^ con peor intencin y me-
nos profundidad, que se burla de todo lo
sianto.

Es Falstaf menos filsofo y ms raqutico,


,

que empequeece todo lo grande.


Se suele decir que un paso ms all del
sublime est el ridculo.

IOS


PAGINAS DESCONOCIDAS
Esita es tambin una frase.
Tanto valdra afirmar que el agua del uni-
verso hay que buscarla en la tinaja de mi
cocina.
El ridculo se encuentra un paso ms all
del sublime, porque se encuentra un paso
m4s all de todo.
Y, lo que es peor, un poco m.s ac tam-
bin.
Es un monstruo que nos tiene tendida una
red inmensa y oculta.
Un enemigo artero que se esconde detrs
de nuestras ms sencillas; acciones, ae nues-
tras palabras ms inocentes, de nuestros mo-
vimientos mas insignificantes.
Todos andamos temblando con el miedo de
caer en su celada.
Todos vivimos con la angustia de Damocles^
y del Licenciado Vidriera, temiendo que se
rompa el hilo que suspende el ridculo sobre
nuestra cabeza y nos atraviese como con una
espada o nos quiebre como con un canto cado
de una torre.
Y no es extrao este exagerado temor.
La ridiculez, coimo dejo dicho, es la muerte
social.

Una muerte dolorosa y cmica por aadi-


dura.

109
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
Contra este veneno se ha encontrado, no
ob::4tante, un especfico.
Pero en este caso que puede decirse que
s

es peor el rem,edio que la enfermedad.


La ridiculez se cura con sangre.
Es preciso espantar si no se quiere hacer
rer.

Una vez erizada la sociedad de estos esco-


llos, los hombres, como los navegantes, debi-
ramos tener una carta hidrogrfica para na-
vegar por sus aguas sin peligro.
Yo s, prximamiente, lo que es bueno y lo
que es malo.
Yo s lo que se castiga y lo que se premia.
La religin tiene su catecismo.
La sociedad, sus leyes civiles y criminales.
Nadie conoce, sin embargo, el cdigo de la
ridiculez.
Nadie, aunque quisiera, podra atenerse a
la ley escrita.
Cmo distinguirla, pues?
Cmp evitarla, si nada hay ms elstico

que su crculo de accin?


Es ridculo desde el pobre diablo que lleva
una levita de hechura atrasada, hasta el es-
poso a quien arreb^n su honor.
Quitad el desenlace a El mdico de su hon-
ra y queda el protagonista en ridculo.

110
PAGINAS DESCONOCIDAS
Dadle un fin trgico a El lindo don Diego y
lo converts en un personaje decoroso.
La teora del ridculo^ sentada sobre esta
base, no dejara de ser un tanto peligrosa.
En qu consiste, entonces, la ridiculez?
Entran en su dominio las lgrimas de sen-
ti'niiento y la hechura de ciertos cuellos de

camisa.
La turbacin del amant)e y la manera de
andar de ciertas personas.
La sencilla franqueza del hombre honrado
y tal o cual corte de gabn.
Lo que he observado es que los bribones
y los vtruhanes son los nicos que nunca Sie

encuentran en ridculo.
Y, sin emjbargo, se dice que el ridculo es
peor que la muerte.
Y, sin embargo, el estar o no en ridculo
es independiente de nuestra voluntad, por-
que nos puede poner el primero a quien se
le antoje.

Cuando se para mientes en estos absurdos


de la vida, se cree que la lgica se ha hecho
para en/tretenimiento de los, escolares.
El sistema decimal har uno, con el tien>-
po, los diversos sistemas de monedas, pesos
y medidas del mundo.
Un idioma universal acabar, ms tarde o

111
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
ms temprano, por hacer que todos los hom-
bres se entiendan entre s.

En las apreciaciones sociales nunca dejar


cada uno de ver las cosas por un prisma dife-
rente.
Dadme un punto de apoyo deca Arqu-
medes y movermundo. el

Dadme una verdad social, digo yo, y, par-


tiendo de ella, las hallar todas, y dar, como
Moiss, unas tablas de la ley, y har de la
tierra un paraso.
Quiz por esta ltima razn estaremos con-
denados a buscarla eternamente sin hallarla
lunca.
EL PORDIOSERO
TIPO TOLEDANO
1
de costumbres populares de
EL estudio las

un pas ofrece siempre grande inters a


las personas ilustradas. Ya se las mire bajo el

punto de vista del arte, buscando en ellas lo


mucho que tienen de pintoresco, ya se las con-
sidere como datos preciosos para construir el
pasado, del cual guardan huellas tan visibles,
nunca se encarecer bastante la atencin con
que artistas, eruditos e historiadores deben
-detenerse a analizar las curiosas analogas
que se hallan entre los tipos, los usos, los
trajes y hasita las ideas de esas masas, que
siguen de lejos y lentamente el movimiento
de la civilizacin, con las de pocas apartadas
-cuyos detalles y rasgos caractersticos se sue-
len buscar intilmente en crnicas y tradi-
ciones,
Pero ai siempre es de gran inters este g-
nero de estudio, nunca lo ser tanto como
on losmomentos actuales, en que, espectado-
2*es de una radical transformacin, slo as

115
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
pcd remos recoger La ltima palabra de un
modo de ser social que desaparece, del que
slo quedan hoy rastros en ms apartados
los

rincones de nuestras provincias, y del que


apenas restar maana un recuerdo confuso.
La irresistible corriente de las nuevas ideas
nos empuja hacia la unidad en todo; los ca-
prichosos ngulos de las antiguas ciudades
vienen al suelo sacrificados a la lnea recta,

aspiracin constante de las modernas pobla-


ciones; los caractersticos trajes de ciertas
(provincias comienzan a parecer un disfraz
fuera del obscuro rincn de la aldea; los usos
tradicionales, las fiestas propias de cada loca^
lidad se nos antojan ridiculas. Treinta aos
faltan al siglo xix para concluir su carrera;
por nuestra parte, creemos que en esos trein-
ta aos desaparecer por completo lo poco
que de este gnero existe y puede an con-
signarse para transmitir su recuerdo a los
que vendrn tras nosotros, y tal vez culparn
nuestra incuria.
No nos falta la fe en el porvenir; cuando-
juzgamos bajo el punto de vista del filsofo
o del hombre poltico las profundas altera-
ciones que todo lo transtoman y cambian a
nuestro alrededor, esperamos que en un tr-
mino ms o menos dis,tante algo se levantara

116
PAGINAS DESCONOCIDAS
sobre tantas ruinas; pero sancs permitido
memoria de un mundo que desapa/-
:guar(lar la
reca y que tan alto habla al espritu del
artista y del poeta; sanos permitido sacar
'de entre los escombros algunos de sus ms
preciosos fragmentos, para conservarlos como
un dato para la historia, como una curiosi-
dad o una reliquia.
Reuniendo en las columnas de Tj ilustra-
cin de Madrid cuanto nos sea posible alle-
gar referente a monumentos, tipos, trajes y
'Costumbres da nuestras provincias, creemos ha^
cer algo de lo mucho que en este camino po-
dra an hacerse por nuestros artistas y esr
<iritores contemporneos.
El tipo que ofrecemos hoy, y que nos ha
inspirado estas lneas, viene a corroborar la
opinin que dejamos consignada. Merced a
los esfuerzo.^ de la beneficencia oficial y
a los reglamentos de polica urbana, las po-
blaciones importantes, de nuestro pas se han
visto libres de la nube de pordioseros que en
tiempos no muy remotos llenaban sus calles.
El mendigo, cuya cabeza tpica y pintorescos
harapos inspir a ms de un artista fants-
ticas, siluetas, ha transformado, al contac-
se
to de la civilizacin, en el vulgar acogido de
San Bernardino, con su uniformie de bayeta

117
GUSTAVO ADOT. FO BCQUEK
obscura y su sombrero de hule. Al imponerles
la chapa y la gnitarra a los que an perma-
necen, merced a no sabemos qu privilegio, a
las puertas de las iglesias, los han desrpojado

de la orig-inalidady multitud de atavos, le-


siones, actitudes y arengas en que desplega-
ban su inagotable fantasa. La mendicidad^
que se arrastra siempre en derredor del faus-
to, ha sido en ciertas edades el rasgo caracte-

rstico de la sociedad espaola. Desde el lisiar-


do que peda limosna a Gil Blas con el tra-
buco, hasta el sopista que segua una carrera
y llegaba a veces a los ms altos honores
mendigando las sobras de los conventos, nues-
tro pas ha ofrecido tipos de pordioseros
tan numerosos y extravagantes, que ni Ca-
llot ni Goya los hubieran soado.

Aplaudimos a la x\dministracin, que hace


esfuerzos por remediar este <iao, ponindo-
nos en lo posible al nivel de los pases de ma-
yor cultura; pero, no obstante, nos gusta re-
coger las impresiones que guarda el artista
de estos tipos tradicionales, y que hoy sola
en algunas provincias pueden estudiarse con
toda su pintoresca originalidad. Tiene el arto
no sabemos qu secreto encanto que todo lo
que toca lo embellece. Entre cien modelos re-
pugnantes y groseros, sabe, tomando un de-

118
PAGINAS DESCONOCIDAS
talle de cada uno, fornijar un tipo que, sin
ser falso, resulta hermoso. Mirado a travs de
este prisma, no hay asunto que no interese,
ni figura que deje de ser simptica.
En .algunas de nuestras antiguas ciudades
castellanas, cuando la nieve cubre el piso de
las revueltas calles y sopla el cierzo haciendo
rechinar las mohosas velestas de las obscuras
torres, quin no ha visto inmvil, junto al

ti'm(brado arco de una vetusta casa solariega,


la figura de un pordiosero que tiende al fin
la descarnada mano para llamar a la puerta
cuyos tableros desunidos^ grandes clavos y
colosales aldabas traen a la memoria las rqis-
teriosas puertas de esos palacios deshabitados
llenos de encantos medrosos de que nos ha-
blan en los cuentos?
La multitud pasa indiferente al lado de
aquella escena; el artisfta se detiene, herido
ante el contraste de tanta miseria jimto a
tanto esplendor; repara en la armona de
las lneas y en los efectos del color, se siente

impresionado como ante un cuadro que perte-


nece a otra poca diferente y ve una revela-
cin de otro siglo y de otra manera de ser
social en aquella tradicin viva que entra a
hablar a su alm/a ipor el conducto de los ojos.
LA CRUZ DE MAYO
CON dificultad puede encontrarse un pueblo
ms apegado a y costum-
sus, tradiciones
bres que el pueblo de Madrid. Hablamos del
verdadero pueblo. En Madrid hay dos gran-
des grupos de poblacin: uno de gente fe-
bril e inquieta para la que no hay otro ca-

lendario que la Gua, ni ms orculo que


la Gaceta Oficial; este grapo de gente oscila

al comps de los sucesos polticos, vive en los


crculos, en lo cafs, en el saln de confe-
rencias, hace cola a la puerta de la tribuim
del Congreso, se desespera en la antesala del

ministro y lleva sus preocupaciones a la

Fuente Castellana, su difcil digestin a los


bufos o su ayuno a los bancos de los paseos
pblicos^ donde encuentra lecho; sta es la
gente que vive en el mundo del negocio, de la
aristocracia y de la poltica; turba dorada o
miserable de banqueros, ttulos, oradores, em-
pleados, escritores, artistas, cesantes y vagos

123
GU S ^J^ A V o ADOLFO B E C Q U E R

para los que no liay fiestas, ni estaciones, ni


santos, ni a4:)Cias da y noche.
Hay otro gran g-nipo de menestrales, arte-
sanos, de gentesque viven de esos oficios sin
nombre o no viven de ninguno, que forma
otro mundo social, el cual marca como un
cronmetro el curso de las horas y los das
del ao, y enmedio de las mayores preocupa-
cic'nes y de los ms grandes transtornos se

acuerda de la fecha de las verbenas, de los


das en que se coge la bellota en el Pardo,
cundo florecen las lilas en el Retiro, se vi-
sitan los monumentos, se destripan las me-
riendas en el canal, se celebra el santo pa/-
trn, se conmemioran los mrtires de la In-
dependencia o se entierra la sardina.

El que ocasionalmente vive en Madrid, o


aunque de asiento en l, no traspasa la ba-
rrera de ese, no sabemos si medio o cuarto
de mundo cortesano que empie'^^a en la Cas-
tellanay acaba en el Teatro Real, compren-
diendo en su mbito una media docena de
calles, s,e encuentra a veces sorprendido por
una mesa cubierta de un pao negro; sobre
la mesa hay un crucifijo y dos velas, y al

lado un hombre del pueblo o un militar, cuyo


uniformie slo se encuentra ya en los figuri-
nes de la historia del ejrcito. Aquellas figu-

124
PAGINAS DESCONOCIDAS
ras austeras que le piden en tono grave una
limosna para las vctimas; aquella bayeta
obscura y aquella cruz, le dicen que ha lle-
gado el 2 de mayo. El podra haberlo olvidado
quizs; el pueblo de Madrid no lo olvida
nunca. Pero pas^n veinticuatro horas. El
cortesano siente que le detienen suavemente
por la manga del paleto y oye una voz dul-
ce, una voz de nia: Ccballero, un cmirtito
"para la Cruz de Mayo? Vuelve la cara y...

el altar no ha desaparecido, pero a los paos


negros sustituyen telas vistosas de mil ca-
lores, dijes y guirnaldas de verdura. La cruz
est all, pero sus, descarnados brazos se
han vestido de flores y alrededor de la mesa,
rodeada de macetas y cubierta de paos blan-
cos y encajes, forman corro un grupo de mu-
chachas bonitas.
La manecilla del reloj ha dado dos vueltas
en el horario y el pueblo de Madrid, de la
noche a la maana, ha hecho, siguiendo sus
invariables ccstumbres, aquella rpida tran-
sicin.

La cruz de mayo es en la corte una contri-

bucin que no nos atrevemos a llamar volun-


taria; con tai imiperio la exigen sus lindas

comisionadas de apremio.

125
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
A ms pequeas cobradoras se las sue-
las

le dar dos cuartos y un beso; a las mayores


se las da los dos cuartos solos, aunque no
siempre por falta de ganas de darles las dos
cosas juntas.
ANTIGEDADES PREHIS-
TRICAS DE ESPAA

I
i

A NTES de dar a luz las notables Cartas pre^


^~^ histricas con que nuestro querido amigo
y colaborador don Manuel de Gngora viene
a prestar inters a las columnas de La Uus-
tracin de Madrid, nos ha parecido oportuno
decir algunas palabras acerca del nacimien-
to y desarrollo de esta nueva ciencia, aipun-
tando las nociones elementales, que pueden
facilitar en cierto mpdo su comprensin y
dar idea, aunque ligera, de su importancia.
La aparicin de la ciencia prehistrica,
como todos los grandes desenvolvimientos de
ideas, se ha venido preparando lentamente;
y mucho antes de que formulara principios
generales y recibiera nombre grfico ya pu-
dieron notarse las desviaciones del espritu
de investigacin de los hombres cientficos
que, abandonando los senderos trillados, ha-
ban de dar lugar a su nacimiento.
La historia filosfica y grave, detenida en
las fronteras de la fbula, pugnaba por ga-

129
G U S 1' A V O A 13 O L F O B E C Q U E R

nar terreno en aquel campo misterioso, per-


sonificando los, mitos y buscando el orig-en de
los dioses en la glorificacin de los hroes.
El estudio de las razas, ensanchando el ho-
rizonte de las edades, traa a planos relativa-
mente prximos las que ocupaban los lti-

mos trmiinos; y en pos de stas, que entra-


ban en el dominio de la realidad, iban apare-
ciendo otras y otras, vagas y confusas, pero
de las que poda presumirse que no eran an
las originarias.
Por este tiempo la geologa se empeaba
en el inmenso trabajo de reconstruir los ana-
les del globo,y nos haca asistir a las espan-
tosas convulsiones y las titnicas luchas de
los elementos que lo forman, hasta decirnos

emo fueron a^pareciendo y mxDdificndcse la


Flora y la Fauna primitivas.
Quedaba, sin embargo, por resolver una
gran cuestin. En qu momento aparece el
hombre? En la duda, y ajustndose a las con-
clusiones rigurosamente lgicas de su sist:4ma,
la ciencia negaba al hombre hasta el punto
en que encontrara sus restos.
En medio de los primeros cataclismos, era
natural que ni aun los buscase. Pero se pro-
ducen las plantas y no se encuentra rastra
suyo; llega el perodo de los grandes paqui-

130
PAGINAS DESCONOCIDAS
dermos, y tampoco. Se estudian les sedimen-
tos de la transformac-n conocida con el nom-
bre de el diluvio, y, a pesar de las ms auto-
rizadas tradiciones, la geologa, no encon-
trando sus huellas, afirma q'^e la raza hu-
mana es posterior a aquella gran catstrofe.
La ciencia, separndcs3 de este punto de
la tradicin, con ^a cual vena has a all como
de la mano, no sospechaba que despus de un
largo rodeo deba encontrarla otra vez en su
camino. En efecto, los que estudian al hom-
bre com.o centro en derredor del cual gira
todo lo creado, como punto culminante con
el que se relaciona cuanto existe, presienten
su aparicin contempornea do las razas de
animales que han desaparecido, y creen ver
sus huellas en los objetos de piedra tosca-
mente que se hallan disminad:s por
labra^da
diferentes puntos del globo. No obstante, esr
tos objetos se encontraban casi siem,pre en la
superficie de la tierra o en capas que no pro-
baban terminantements su remota antige-
dad. Al cabo se descubren algunos pedazos de
si^ex simtricamente cortados en terrenos
an no removidos y en yacimientos geol-
gicos, que prueban la existencia del hombre
coetneo de los fsiles.

Pero d.ba caer al suelo todo un magn-

131
G U S T A V O ADOLFO B E C Q U E R
leo un pedazo de piedra, con un.
sistema, por
corte o una depresin, al parecer obra de
]ci industria humana? La generalidad se en-
coge de hombres ante aquella prueba, mien-
tras los menos, concedindola alguna ms
importancia, tratan de explicar de otro modo
el hecho. Mas haba llegado el momento de
la revelacin completa, y por ltimo aparece
el hombre fsil. Boucher de Pcters, el infatir

i;aWe sostenedor de esta teora, el patriarca


de la ciencia prehistrica, somete al examen
del mundo famosa mandbula de
cientfico la
las canteras de Mc-ulin Quignon.

La prueba es decisiva y los refractarios


slo pueden poner en duda la autenticidad
del objeto que la constituye. Acerca de este
punto de la cuestin se traba una reida
contienda entre los sabios, que da origen a
la especie de proceso cientfico que se resuel-
ve por medio de una reunin de eminencia3
en diverses ramos del saber humano, presidi-
das por el clebre Milne Ewards. Y en este
punto se tocan las ventajas de los estudios
y los sistemas, fundados en la observacin de
datos y hechos positivos. Acaso por la pri-
mera vez un acuerdo general entre
resulta
distintas y encontradas opiniones, que no pue-
den resistir a la evidencia al examinar un

132

I
PAGINAS DESCONOCIDAS
hecho concluyente sobre el terreno en que se
ha producido.
A partir de este momento, los, apstoles
de lanueva ciencia se diseminan por diversos
pases y comienzan a hacer proslitos. Ya se
fija la atencin en ella, se habla, se escribe y S3

estudia, viniendo a coronar estos esfuerzos,


sancionando sus principies, el descubrimiento
de las ciudades lacustres de Suiza, donde bajo
las aguas de los lagos se encuentran restos
de habitaciones, armas y objetos que
tiles,

prueban la existencia del hombre en cierto


grado de civilizacin en una poca que los
clculos geolgicos, no vacilan en remontar a
cinco o seis mil aos de distancia de la nues-
tra. Semejantes o parecidos descubrimientos
coinciden con stos, o los siguen muy de cer-
ca, en Italia, Alemania, Francia, Escocia e
Irlanda, y animados con sus triunfos los pro-
pagadores de la idea, celebran. congresos, dan
nonbre de ciencia prehistrica a aquel nuevo
linaje de estudios, y sientan los principios
generales dividiendo la poca primitiva en
-cuatro grandes perodos:
Megaltico o de la piedra tallada.
Neoltico o de la piedra pulimentada.
Del bronce,
D^l hierro.

133
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
Refirindose a ellos, segn de su estruc-
tura, su materia o su peifeccin se despren-
de, clasifican les, diversos tiles y objetos en-
contrados, ya en las cavernas habitadas ixjir

las primitivas razas, ya en los bancos for-


naados por acumulaciones dj diferentes des-
pojos, en el fondo de los lagos o en terrenos
que movimientos sucesivos han contribuido a
cambiar do posicin respecto a la superficie.
La geologa, la antropologa y la arqueolo-
ga, reuniendo as sus fuerzas, aspiran des-
pus de allegar los datos suficientes a echar
los cimientos de una nueva historia. Como de-
jamos apuntado, todos los pases han contri-
buido a esta empresa colosal, y el nuestro^
aunque uno de los ltimos a llevar su parte,
no es por cierto el que menos ha coadyuvado
al xito.

Ya algunas personas ilustradas, que d:sde


el fondo de su gabinete signen el movimiento
cientfico de Europa, haban hecho algunos
estudios aislados; ya un profesor eminente
haba llam.ado la atencin hacia los interesan-
tes problemas que ofrece la antropologa,
cuando apareci el notable libro del seor
Gngora, titulado Antigedades prehistricas
de Andalucay y con la aparicin de este li-
bro Espaa se coloc a una decorosa altura*

134
PAGINAS DESCONOCIDAS
En otros pases la proteccin de los Go-
biernos, los esfuerzos de las asociacic-nes y el

generoso e ilustrado apoyo de los particular

res, haba permitido hacer estudios serios y


dar a luz publicaciones, costosas. En Espaa
un hombre solo, que el de
sin otro impulso
su fe en la ciencia, no ha vacilado en sacri-
ficar su modesta fortuna, primero en viajes

y exploraciones, y despus en la publicacin


de una obra que, entre otros mritos, tiene
el de ser modelo acabado de tipografa y
muestra de lo que respecto a libros ilustrados^
puede hacerle con elementos puramente na-
cionales.
El seor Gngora en este libro aporta nue-
vos e importantes dates para escribir la his-
toria de las primeras razas que habitaron
nuestro suelo; pinta con sencillez, pero con
gran verdad y color, los apartados lugares
que ha recorrido buscando las casi borradas
huellas de los primitivos pobladores de las
conaarcas andaluzas, y, entre otras no menos
ignoradas y curiosas, describe la Cueva de Ios-
Murcilagos, situada cerca de Albuol, mis-
teriosa y antiqusima necrpolis,, en la cual
tuvieron sepultura ms de cincuenta cadve-
res pertenecientes a pocas que traspasan el
lmite conocido de la historia.

135
'G U S T A \^ O ADOLFO B E C Q U E R

El estudio de los crneos y osamentas re-


cogidos all; la descripcin y clasificacin de
las armas de piedra, utensilios de madera y
hueso, vasijas de barro, restos de vestidu-
ras y objetos de esparto tejido, como gorros,
tnicas, bolsas y escudos, al que se rene el
hallazgo de una diadema de oro puro grose-
ramente batido; adornos y ofrendas, consis-
,tentesen caracolas, colmillos de jabal y ca-
bezas de adormideras, iprestan a las pginas
del mencionado libro un inters que contri-
buye a aumentar la reproduccin de mues-
tras de una escritura desconocida encontrada
-en la Cueva de los Letreros, y noticias de

cavernas, sepulturas, tmulos, dlmenes y re-


cintos sagrados de un perodo tal vez poste-
rior, pero que se enlazan en cierto modo con
ese ms obscuro y lejano cuyas sombras trata
de disipar la historia. Como era de esperar,
el libro Gngora ha obtenido la ms
del seor
favorable acogida, y animado con el xito a
proseguir la empresa, nosotros podemos ofre-
cer a los lectores de La Ilustracin de Madrid
los nuevos trabajos y descubrimientos; que

han de servir de base a la segunda parte de


su obra.
La importancia de estos trabajos en la po-
fca presente no tenemos necesidad de encare-

136
PAGINAS DESCONOCIDAS
cerla. Hay en las ciencias perodos de anlisis
y perodos de sntesis. El que atravesamos
pertenece a los prim/eros. Hasta aqu se ha
escrito la historia de una sucesin de indivi-
dualidades, dioses, reyes y hroes. Hoy se re-
unen los datos (para escribir la del s^r co-
lectivoque se llama humanidad. Sobre el
abismo en que se haban hundido esas razas
desconocidas slo flotaban nombres; la histo-
ria, sentada al borde de ese obscuro abismo,
teja de fbulas maravillosas, sus narracio-
nes, con la proverbial seguridad del mentir
de las estrellas. Pero del seno de las sombras
ha comenzado a surgir Nnive y Babi-
la luz,

lonia sacan la cabeza de entre las arenas del


desierto; los pueblos aborgenes s^len de las
cavernas, se alzan del fondo de los lagos o
abandonan sus tmulos; primero henaos inte-
rrogado sus crneos, que no tienen la lengua
I>ara contestarnos; ms tarde hemos encon-
trado respuesta a nuestra curiosidad en los
enhiestos peones que ostentan rastros de
una escritura indescifrable como un enigma,
pero que algn da encontrarn s,u Cham-
pollion, como los geroglficos de Menfis. En-
tretente, los mantenedores de aejas teoras,
los que se complacen en poblar de sueos los

ltimos confines de la historia, en la seguri-

137
GUSTAVO ADOLFO BECQUErt
dad de no ser desmentidos, pueden decir, en*-
presencia de los hechos que vienen a derribar
sus artificiosos sistemas, lo que Macbet ante
el espectro de Banquo:

Antiguamente un mueiix) metido debajo


de la tierra se estaba all tranquilo. Hoy se
rompen todas las leyes de la naturabza para,
que salgan a atormentar a los que \ven.
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EL excelentsimo SR. D. LEOPOLDO AUGUSTO DE CUETO'
Biblioteca de Autores Espaoles acaba
LA
de enriquecerse con un nuevo tomo, pri-
mero de los que han de formar la coleccin

de poetas lricos del siglo pasado.


Siendo el objeto principal de esta Biblioteca
reunir en volmenes econmicos y raanuar
bles las obra^ de nuestros escritores y poetas
que despiertan mayor inters, y que se ha-
llan diseminadas en diferentes ediciones unas,

y olvidadas, oscurecidas o inditas otras, el


tomo que acaba de ver la luz pblica cumiple
de lleno su misin al presentar coleccionadas;
las producciones lricas de un perodo lite-

rario tal vez el ms digno de estudio para


los crticos, y seguramente e ms desconocido
de los aficionados a las letras.
La coleccin de estas poesas, en las cuales
se refleja el estado poltico y social de Es-
paa en el ms triste perodo de su decaden-
cia y la lucha del genio nacional vencido al
cabo por los elementos extranjeros que todo

141
GUSTAVO ADOLFO B E C y U E R

lo desnaturalizaban, resultara sin embargo


un lgogrifo indescifrable para nosotros, si
un concienzudo escritor no nos condujese
conio de la mano por entre el confuso labe-
rinto de una poca que, a pesar de su proxi-
midad a la presente, o tal vez por lo mismo,
desconocemos casi por completo.
Hombres ilustrados, as nacionales como ex-
tranjeros, han hecho ya particulares estudios
acerca del siglo de oro de la literatura caste-
llana. Posteriormente se ha trabajado con
afn, y no sin xito, para trazar con exacti-
tud el cuadro de los esfuerzos intelectuales
que en siglos anteriores vinieron preparando
aquella magnfica explosin de genio y origi-
nalidad; faltaba el estudio filosfico y elevado
de la poca de decadencia que le sigui, y con
la cual, como su derivacin inmediata, debe
tener la presente desconocidas y curiosas afi-

nidades.
Para llevar a cabo esta empresa, por mu-
chos conceiptos difcil, se necesitaban requisi-
tos que rara vez se renen en un mismo hom-
bre: la diligencia y la tenacidad propias del
erudito que persigue un dato hasta el ms
obscuro y empolvado rincn de una biblioteca
y la elevacin de miras y el criterio peculia-
res al que siguiendo las evoluciones de la cr-

142

A
PAGINAS DESCONOCIDAS
tica moderna slo tieneen cuenta esos de-
talles para generalizar, buscando una sntesis
filosfica.

El seor don Laopoldo Augusto de Cueto,


encargado de tan difcil obra, con una flexi-

bilidad de talento verdaderamente peregrina,


ha logrado arrancar los materiales de la can-
tera, cortar los sillares y ^evantar el edificio. El
bosquejo histrico-crtico de la poesa castella-
na en el siglo xvm, que precede al tomo LXI
no es, como ya ha hecho observar otra publica-
ci.:, un mero bosqu jo dil a3unto que su autor

S3 propone tratar; ms afortunado que aque-


llos otros braceros infatigables de la inteli-
gencia, a quienes sus pesquisas y hallazgos
slo permiten sealar nuevos derroteros al
talento de los historiadores, el seor Cueto
entra en ancho campo que descubre y lo ago-
ta bajo todos los puntos de vista, haciendo,
no ya un bosquejo o introduccin, sino un
verdadero libro, que le
del cual las poesas
siguen no vienen a ser ms que notas y com-
probariites.

Procediendo con el mtodo de


arte y el

quien no desconoce las exigencias de la mo-


derna crtica, el autor de este trabajo, mer-
ced a un profundo estudio de tcdcs los ele-
mentos que lo constituyen, nos presenta el

143
GUSTAVO A DO i. F O B E C Q E R

cuadro perfecto de la sociedad del siglo Avm


como fondo de la escena; despus de agrupar
los personajes secundarios, evoca los actores
que ha de traer al primer trmino, y, dn-
doles vida, fisonomay carcter, nos prepara
perfectamente para poderlos comprender lue-
go que, puesto punto a su historia, suelta la
pluma, dejando que ellos hablen por medio de
sus poesas.
De la severa imparcialidad con que juzga
estas mismas poesas, sacando a unos autores
en que yacan envueltos y
del injusto olvido
haciendo bajar a otros del pedestal en que
una rutinaria tradicin los haba colocado,
slo podramos dar exacta idea entrando en
el anlisis de un libro que ni su seriedad ni
sus especiales condiciones permiten juzgar
sin ms y espacio del que nos es po-
sosiego
sible disponer en este momento.
EL CAFE DE F0RN0 5

10
arte recibe siem^pre vida d3 su ntimo con-
EL sorcio las ideas del pe-
con hbitos
los y
Todo que atraviesa. En otras pocas recibi
diento y se adapt a la forma de la socie-
dad en que haba nacido, y se desarrollaba
traduciendo los, smbolos cristianos,, prestan-
do su magia al ostentoso culto catlico o en-
riqueciendo las severas estancias de los reyes
y los magnates. Al desvanecerse aquella so-
.

ciedad, que estribaba en crcu os jerrquicos;


al debilitarse en cierto modo la fe religiosa,

aj menos en cuanto se refiere al culto ex-


terno, el arte entr en un perodo difcil, del
cual todava no ha salido por completo, aun
<juando se ve el camino que ha de conducirle
a otra manera de ser. En efecto, si bien
sustrayndose en cierto modo a las severas
reglas estticas a que un tiemjpo vivi su-
jeto, se observa en l la tendencia a genera-
lizarse, apoderndose de la industria, multi-
:plicando hasta el infinito los objetos que pio^

47
GUSTAVO ADOLFO BECQER
duce y descendiendo de la olmpica altura en.
que se meca para filtrarse por todas las ciar-
ses de la sociedad, a las cuales lleva como
un impulso regenerador las nociones del buen
gusto y la aspiracin a lo bello. Hasta que

esta revolucin no se realice del todo, el arte


mioderno no habr encontrado su verdadera
frmula.
El dibujo (1) que ofrecemos hoy del nota-
ble trabajo, obra de nuestro querido compa-
ero y amigo el seor Vallejo, es una palpa-
ble muestra de lo que en este camino se ha
adelantado en Espaa. La elegancia de la
composicin, lo correcto de las formas, el gus-
to y la sencillez con que el autor ha sabido
interpretar pensamiento que preside a este
eJ

cuadro, lo clasifican a primera vista entre las


producciones que satisfacen las ms delicadas
exigencias; sin embargo, esta obra no va a
realzar con sus contornos y colores la sober-
bia cpula de un tem^plo ni el ^prtico de un
pa>lacio: su destino es ms mpdesto, ms po-
pular; completa, o mejor dicho, es el punto

(1) Este public acompaado de


artculo se
un dibujo que representaba el techo del caf de
Fornos, que se abri al pblico en aquellos das-
'

(Nota del recopilador.)

148
PAGINAS DESCONOCIDAS
de partida de la ornamenacicn de un caf
pblicoj
Cmo se ha operado esta transformacin
en el pas clsico del arte oficial, del arte con-
servado al calor de los poderosos o las cor-
poraciones? Vamos a echar una rpida ojeada
sobre la historia de los cafs pblicos en Mar-
drid y el fenmeno quedar explicado.
El caf desciende en lnea recta de la boti-
llera. Quin no recuerda el carcter y la
fisonoma de estos establecimientos tradicio-
nales, en que slo se haca caf para algn
que otro raro aficionado, y se servan sorbe-
tes en determinadas estaciones? La botillera
era un lugar de paso; alguna manla, invita-
da por un majo de los que reprodujo Goya,
solan entrar a refrescar, despus de la co-
rrida de toros en que haban admirado a
Pepe Hillo; algn politicn rancio o ^tal cual
poeta confeccionador de ovillejos entraban
a. leer el Mercurio o sl departir acerca del
mrito de las novedades teatrales antes de ir
al corral de las comedias. Las personas algo
encopetadas se hacan llevar a sus casas las
bebidas, las noches de saraos, y la multitud
no haba adquirido la costumbre de pernoctar
en los cafs. El mobiliario y el fondo de la
botillera se armonizaba con sus concurrentes.

149
GUSTAVO A D O J. F O B E C Q U E R;

como fondo de un buen cuadro con las figu-


el

ras que lo componen.


El cambio de sistema de gobierno trajo
una revolucin en las costumbres. La vida
se hizo ms exterior, naci la poltica, la
multitud tom parte en sus luchas, y, como-
no era posible la vida del foro a semejanza
de Roma, surgi espontneamente el caf, su
cursal afortunado de la plaza pblica. La.
fama de Pombo y Lorencini se remonta a esta
poca.
Ms tarde fu creciendo el anhelo de socia-
bilidad, de esa sociabilidad cmoda y barata
que se realiza en estos establecimientos, y co-
menzaron a multiplicarse, y el espritu de es-
peculacin se fij en el negocio. Les veladores
de mrmol sustituyen a las mesas de pino;
el gas, al aceite; las cortinillas de indiana de-
jan sitio a los grandes portiers; donde estaba
de cuco y figuras de movimiento camr
el reloj

pea una esfera magnfica; el lujo no se detie-


ne y llega a la prodigalidad; se multiplican
las luces, se agrandan hasta la exageracin
los espejos; el oro, casi en profusin lasti-
m^osa, chispea por todas partes; unos, tritan^
do de sobrepujar a los otros, llegan al lmite
extremo, porque no cabe ya ms en esa senda
de riqueza sobrecargada y de dudoso gusto*

150

I
PAGINAS D E S C O N O C 1 D A o

La multitud sigue con inters estas evolucio-


nes; hoy admira un caf nuevo, maana ce-
lebra otro; pero de da en da son mayores
sus exigencias. En este punto, lo que comen-
z por necesidad vulgar de comodidades y
ostentacin, se convierte en exigencia de un
gusto ms delicado. El caf de Madrid fu
un paso dado en este camino; pero la diver-
sidad de artistas que en su decoracin toma-
ron parte y la falta de unidad en el conjun-
to, hacen que aquella tentativa fuese ms

digna de alabanza por la intencin que por el

resultado.
ltimamente, al tratar de construir un.
caf en la magnfica casa que ocupa el solar
de las, Vallecas, sus dueos han conseguido
superar cuanto hasta aqu se ha hecho, unien-
do al lujo material de la decoracin ese refi-

namiento de lo rico, que slo puede conse-


guirse merced al arte, que a todo presta un
valor sin lmites. Para conseguir este resul-
tado se ha valido de artistas tan distinguidos
comi el seor Vallejo y los seores Terry y Bu-
sato, de quienes ya hemos tenido ocasin de
ocuparnos con motivo de trabajos semejantesL
Salindose del camino trillado en este gnero-
de obras, el seor Vallejo ha encontrado con
rara fortuna la frmula de llenar todas las^

151
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
condicioacs de la pintura decorativa, tratan-
do asuntos aprQpiados al destino del local. Les
cuatro cuadros principales y el crculo que lo
adornan, en los que se desenvuelve con clari-
dad, merced a bien pensados grupos de figTi-

ras, las alegoras de el te, el caf, el choco-


late, los licores y los helados seran siempre
verdadero motivo de alabanza por el esfuer-
zo de originalidad e ingenio que supone ar-
monizar felizmente ideas tan vulgares con
formas y efectos artsticos, si ya por la maes-
tra de las composiciones, la pureza de los
contornos y la frescura del colorido no fueran
todos ellos verdaderas obras de arte, dignas
del nombre de su autor, que aun en estos,

para l fciles trabajos, deja siempre mar-


cada la huella del talento.
La elegantsima ornamentacin estilo de
Luis XV que completa el decorado de les sa-
lones, y en la cual sobre fondo blanco con
filetes, florones y molduras de oro, lucen ca-
prichosas grecas, cuadros de paisaje, pjaros
y flores vistosas, est en perfecta armona
con y elegancia que reinan has-^
la distincin

ta en los menores detalles, y constituyen un


trabajo que honra a sus autores, los seores
Terry y Busato, verdaderas especialidades en
^este o'neroj
CIRCO DE MADRID
DECORACIN Y ESCENA DEL
PRIMER ACTO DE "MIGNON"
i
muy
No es preciso ser
la
viejos para recordar
poca en que nuestros teatros no te-
nan por todo recurso de aparato escnico ms^
que la consabida baraja de decoraciones de pa-
lacio, calle corta, casa pobre y selva, con tres
o cuatro t^rastos sueltes para transformacio-
nes tan inocentes como la de La pata de cabra
o Los polvos de la iinadre Celestina. Sobre este
obligado fondo haban de destacarse las figuras
de los actores,, cuyo exiguo guardarropa in-

ventari con tanta gracia el inimitable Fga-


ro en uno de sus mejores artculos.
Cierto es que con tan pobres recursos toda-
va encontraba el arte medios suficientes para
cautivar al auditorio, y los tiempos de Mi-
quez, Latorre y Romea sern siempre memo-
rables para los amantes de la escena espaola.
Pero qu mucho que la musa trgica y c-
mica se dignaran descender al templo donde
se les renda culto con fe, ya que no con
ostentoso aparato, si sobre cuatro tablas y al^

155
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E R

aire libre naci el teatro de I^pe y Calde-


rn y las tragedias de Shakespeare se repre^
sentaron teniendo que decir en un cartel al
comenzar cada uno de sus actos: Este es el
foro de Roma, el castillo de Ellingor o una
plaza de Venecia? Lo que faltaba al arti-
ficio escnico lo suplan la potencia de la crea-
cin, el talento de los intrpretes y el entu-
siasmo del pblico.
Al llegar a un perodo de decadencia para
el teatro, y no local, sino que en mayor o
menor escala se advierte en toda Europa, lo

^accesorio se ha sobrepuesto a lo substancial,


y las otras artes que slo deban concurrir
como auxiliares a realzar la concepcin del
poeta, procuran vestir de hermosas aparien-
cias el esqueleto de las modernas produccio-
nes. Algo es algo. En Francia, muy particu-
cularmente, alcanzan gran xito, y no sin
razn, obras cuyo principal mrito consiste
en la profusin y bondad de las decoraciones,
la propiedad y el lujo dey el n-
los trajes

mero y la belleza de las gurantas. Ni tam-


poco en los teatros de Alemania e Inglaterra,
donde poco notable se produce actualmente,
'desdean estos poderosos recursos para atraer
la multitud y conquistar su favor.
En nuestro pas, despus de flotar algn

156
PAGINAS D E S C O N O C I D A LS.

tiempo en el limbo; despus de componemos


del mejor modo que nos ha sido posible para,
tener teatro, resolviendo el difcil problema
de mteresar al pblico, sin obras de impor-
tancia, sin actores notables y sin aparato eSh
cnico, comenzamos a sentirnos arrastrados
por la corriente general, exigiendo tambin
que al menos, ya quje no nos hablen al corazn,
nos hablen a los ojos. Algo es algo, dijimos
ms arriba, al apuntar ligeramente el carc-

ter del movimiento que se observa en la esce-


na de otrasi naciones. Y, en efecto, por todos,
les sentidos se llega a la inteligencia; una
obra artsticamente decorada y vestida con
la propiedad y el lujo de detalles propios de
un lugar o una poca precisa, es casi una
leccin de historia, de arqueologa e indu-
mentaria. Adems, el espectculo de lo bello
en cualquier forma que se presente levanta
la mente a nobles aspiraciones. Yo, que pro-
feso esta teora, creo de todas veras que una
mujer hermosa civiliza tanto como un libro.

Sin querer, al contemplarla se buscan sus


afinidades y se encuentra al cabo que la vir-

tud es, en el orden moral, lo que en el fsico

la hermosura. Jus,to es, por lo tanto, que


procuremos animar a las Empresas, que co-

157
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
mienzan a considerar las es,peculaciones tea-
trales bajo este punto de vista.
Al hacerse la revolucin en el sentido in-
dicado, el teatro de la Opera italiana rompi
la marcha. Todava nuestra escena nacional
se mantena finne en sus trece de la selva con
follaje de verde, de ventanas de casa pobre,
con la consabida estampa pegada a la pared,
y sus aristcratas invitados a los grandes bai-
les con guantes blancos de hilo y manos que
recordaban los que abren las portezuelas de los

coches, cuando ya las obras de algunos maes-


tros inmortales se haban visto exornadas de
grande aparato en el coliseo de la plaza de
Oriente. An despus de haber perdido el

nombre, nuestros clsicos corrales de las co-


medias se han resistido heroicamente a per-
der los hbitos y la hechura. Poco a poco las
exigencias del pblico, la iniciativa de algu-
nos inteligentes actores y las condiciones de
artistas que realmente conocsn el aii:e en
cuanto se relaciona con la pintura escnica,
han cambiado la fisonoma de nuestros tea-
tros, ya exornando la sala con adornos y te-

chos de color y gusto, en armona con su des-


tino, ya dando nuevo inters a la escena,
merced a las decoraciones, la propiedad y la

158
vP AGINAS DESCONOCIDAS
elegancia en los trajes, y el escrupuloso estu-
dio de los; accesorios.
Larga tarea sera el enumerar cuanto se ha
hecho en este camino, con ms o menos resul-
tado; hoy slo cumple a mi propsito decir
algunas palabras acerca del nuevo teatro es-
tablecido en el Circo de Madrid, cuyo activo
e inteligente empresario y dueo, as sabe
presentarlo al pblico como brillante hip-
dromo, comio saln de conciertos o, finalmente,
transformado en elegante y fresco teatro de
verano, destinado a dar a conocer al p-
blico de Madrid las mejore^ producciones de
la pera cmica francesa, exornadas con el

aparato y el lujo que son en Pars uno de


sus rasgos ms caractersticos.
Secundado en esta empresa por los pinta-

res escengrafos seores Ferri y Busato, cu-


yas; obras se han aplaudido ya tantas veces,
y habiendo tomado a su cargo la parte de
composicin y figuras que exornan la sala un
artista tan reputado e inteligente como el
seor Vallejo, no hay para qu decir que el
seor Rivas ha conseguido lo que deseaba.
Los crticos musicales podrn discutir acer-
<^a del mrito respectivo de los cantantes que
forman la compaa; el pblico podr divi-
dirse en encontrados pareceres sobre la opor-

159
GUSTAVO ADOLFO BECQUEK
tunida'd de ste o aqul gnero importado de
la nacin vecina; pero todos convendrn en
aplaudir el esfuerzo hecho para presentar la
pera francesa en condiciones dignas de un
pblico ilustrado y de buen gusto, admiran-
do muy particularmente la decoraciones que
en La bella Elena, Los mosqueteros de la Rei-
na y ltimamente en Mignan, hubieran bas-
tado a conquistarle aJ seor Ferri un alto
puesto entre los pintores escengrafos de pri-
mera ya no se le hubieran alcanzada
lnea, si
las muestras de fecundidad y talento que ha
dado en obras anteriores.
EL DOS DE MAYO EN MADRID

11
T AS pginas de nuestra historia contempo-
^ ranea estn llenas de non'ibres y fechas
ms o menos gloriosas, que en vano los dife-
rentes partidos polticos se han afanado por
perpetuar, decretando en su honor fiestas na-
^cionales, para que un acontecimiento o una
figura vivan con la vida de la gloria, que pro-
longa su existencia al travs de las genera-
'^ciones, no basta un decreto de la Gaceta o el

acuerdo de una Cmara; es preciso que hie-


ran las fibras del corazn del pueblo, que se
graben en la memoria de las masas y que
^stas se lo transmitan de padres a hijos, vis-
tindolos, a medida que pasan los aos, de
esas ga^as de la imaginacin, que constituyen
su aureola, y son, por decirlo as, el origen
^e la leyenda.
El Dos de Mayo en Madrid rene todas es-
tas condiciones, y por eso basta citar esa fe-
cha gloriosa para que el pueblo recuerde el

.acontecimiento a que se refiere y los nom-

163
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E R

bres y los ms insigriificantes detalles de los


hroes que en l figuran.
Alguna vez s^e ha hablado de si es o no i)o-
ltico prolongarse el recuerdo de una fecha
que podra mantener vivo el esDritu de odia
entre dos naciones vecinas. Las grandes vir-
tudes excluyen las pequeas pasiones; y el
monumento del Dos de Mayo, por ms que
Nicasio Gallego dijese de el

Altar eterno sea,


donde todo espaol al galo jure
rencor de muerte, que en sus venas cunda,
y a cien generaciones se difunda.

elDos de Mayo, repetimos, ms que un mo--


numento de odio es ara levantada en henear
del sentimiento de independencia, el ms no-
ble y el ms digno de conservarse puro en
un gran pueblo.
La cuestin ofrece, muchos puntos de
pues,
vista, y no es seguramente el menos ilustra^

do el de los que desean se conserve la costum-


bre de conmemorar en ese da los nombres de
las ilustres vctimas que derramaron su san-

gre por el amor de la patria. Ni aunque se


acordase quitar a esta ceremonia todo lo que^

164
PAGINAS DESCONOCIDAS
puede tener de oficial, el pueblo de Madrid
olvidara esta fecha. Acaso faltara a la so-

lemnidad el aparato de las Corporaciones que


a ella concurren, el del Ejrcito, que contri-
buye a ^u ostentacin con su presencia y la

anuncia con el estampido de los caones; pero


el pueblo de Madrid, que sabe de memoria la

triste y gloriosa relacin de aquellos aconte-


cimientos, recorrera maana como hoy esa
especie de vacrucis, cuyas estaciones recuer-
dan cada una el nombre de una vctima, re-

pitiendo a sus hijos: este es el parque de


Montelen, teatro de la hazaa de nuestros
padres; en aquel pequeo cementerio de la
Moncloa duermen el sueo eterno los que ca-
yeron bajo el plomo de los invasores en la
montaa del Prncipe Po; junto a ese muro
fusilaron un gru,po de patriotas; all reposan
las cenizas de los improvisados jefes del mo-
vimiento; esta e^, en n, la casa de Daoiz!
Y una corona de siemprevivas puesta por una
mano ignorada sobre la tumba de los hroes;

im pao negro y una cruz, altar improvisado


en el histrico rincn de una calle; una rama
de ciprs suspendida de las humildes tapias
de un cementerio, encontrando, como encon-
traran siempre, eco profundo en la masa po-

165
GUSTAVO ADOLFO BECQUElt
pular, valdran tanto como las ms ostento
sas ceremonias oficiales, siempre vanas y
fras, cuando no responden a un sentimiento
que, sin distinciones de partidos, vive en el'

corazn de todo el pas.


TIPOS DE AVILA
T A famosa romera de la Virgen de Lourdes,
^ cuya pintoresca ermita se encuentra si-

tuada a una media legua de la ciudad de


Avila, rene en el espacioso atrio que sirve
de ingreso al templo multitud de gentes de
todas cla;ses y condiciones, venidas de dife-
rentes pueblos de la provincia.
Como puede calcularse, esta gran reunin
de personas, entre las cuales domina siempre
el elemento popular, ofrece al estudio del ob-

servador multitud de tipos y trajes, a cual


ms variados y curiosos.
Sin embargo, que casi todos ellos ofrr.cen
alguna particularidad notable, se puede, des-
de luego mencionar, como uno de los ms lla-

mativos, por su originalidad y carcter pro-


pio de aquella provincia castellana, el de las
labradoras del valle de Ambles.
El sombrero de pao y anchas alas, ador-
nado de flores contrahechas, ramilletes de
siempreviva, galn de seda y vueltas de alfi-

169
GUSTAVO ADOLFO BECQUEU
leres con cabezas de colores; el sencillo ju-
bn negro sobre el cual campea el pauelo
blanco bordado y guarnecido de encaje; el
airoso guardapis amarillo franjado de rojo;
la media encarnada o negra, segn que la
duea sea casada o moza; el zapatito bajo
con moo de colorines o hebillas de plata;
todo lo que compone su extrao atavo, for-
ma un conjunto tan pintoresco, que basta-
ra por s slo a llamar la atencin del ms
indiferente en materias de arte, si ya no
la llamara de manera tanto o ms poderosa
la picaresca gracia y la gentileza y donaire
de lasmujeres que lo lucen.
El tipo de la3 labradoras avilesas no es
seguramente un dechado de perfecciones cl-
sicas, ni nada hay ms distante que su ex-

(presin y sus contomos de las fc<rmas areas


de la mujer slde, producto de la civiliza-

cin: su nariz, ligeramente remangada; sus


y pequeos; sus labios que
ojos vivos, negros
parecen guindas; su tez dorada como el tri-
go; su talle apretado y sus caderas redondas,
realizan el ideal de la muchacha bonita de
aldea, limpia, hacendosa y alegre, que huele
a tomillo y mejorana.
TIPOS DE SORIA
T A falta de fciles comunicaciones y la es-
'* casa noticia que generalmente se tiene
acerca de las particularidades de la provm-
cia de Soria, son en primer trmino la cau-
sa de que rara vez la visiten los artistas y
viajeros. No obstante, as en monumentos
de arte, como en costumbres, trajes y tipos,
guarda esta olvidada provincia un verdadero
tesoro, que pronto desaparecer sin que .de
l quede rastro, si antes no se procura

consignar, ya en el lienzo, en los libros es;-


peciales o en publicaciones ilustradas.
En los aldeanos de Fuente Toba llaman en
primer trmino la atencin el coleto de pao
burdo y la alta naontera, tan comn en otras
provincias, y que en Castilla slo se encuen-
tran en algunas localidades. El corte de ju-
bn, y el manteo ceido de las muchachas
recuerdan la moda de los siglos medios, en
que se procuraba deprimir el pecho de las
mujeres, hasta el punto de hacerle casi des-

173
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U t R

aparecer, como se observa en las esculturas,


iluminaciones y tablas de aquella poca.
La capa Nanea del pastor de VillacLervog
es una prenda de las menos comunes, y, sin
duda, la que ms recuerda el origen rabe.
En los bajorrelieves de un curicso edificio bi-
zantino de Soria (San Juan del Duero) se
observan, entre otras, varias figxiras de pas-
tores en el acto de adorar al Nio Dios, y
casi todas ellas llevan la caracterstica capa
blanca de capucha. Estos bajorrelieves son
prxim.amente de principios del siglo xn o
en que no haca mucho la
fines del xi, poca
provincia haba dejado de pertenecer a los
rabes.
En cuanto al leador que viste una cum-
plida dalmtica de manga suelta y deja an
flotar sus cabellos scbre el hombro, recortn-
dolos en forma de fleco sobre las cejas,
con barba crecida y fosca, calzado de abar-
la

cas de cuero cuyos cabo suben dando vuel-


tas hasta la mitad de la pierna, y con el

hacha sujeta a la cintura por un cinturn de


camjo, se tendra el tipo ms general del
hombre del pueblo espaol en diferentes pe-
rodos histricos. Recuerda la gente bracata
de que con tanto denuedo pe-
los celtberos,

learon en Numancia, junto a cuyas ruinas

174
PAGINAS DESCONOCIDAS
viven. Trae asimismo a la memoria el tipo
del siervo godo y el del plebeyo castellano
de la Edad Media. El pintor de Historia que,
dejando a un lado los modelos acadmicos y
vulgares, se empapase en el carcter de es-
tos tipos, ganara mucho bajo el punto de
vista de la verdad y belleza de sus cuadros.
En el discurso de la publicacin de nues-
tro peridico tendremos tiempo de ocuparnos
de la provincia de Soria, dando a conocer al-
gunos de sus m^ notables monumentos de
arte, entre los cuales los hay de gran inters
y comipletamente desconocidos, al par que
trazaremos cuadros de las antiqusimas y
tradicionales costumbres que an se conser-
van en la capital y en muchos de los pueblos
de la provincia.
De este modo,
y haciendo extensivo este
gnero de estudios a las diversas localidades
de Espaa, procuraremos llenar el vaco que
se nota por falta de una publicacin especial
destinada a recoger tan curiosos datos^
MAYLICA DEL SIGLO XVI

12
'1 A industria que dio origen al desarrollo
^ y perfeccionamiento que alcanz en
Italia la fabricacin del gnero de loza cono^
-cido generalmente con el nombre de may-
lica, tuvo su origen en nuestro pas, duran-
te el ms brillante perodo de la dominacin
sarracena.
Sabido es que los rabes, cuya civilizacin
especial, y muy particularmente en lo que
toca a nuestra Pennsula, an no se ha es-
tudiado bien, fueron hbiles e ingeniosos al-

fareros. En las, muestras que nos han dejado


de tierras cocidasy baadas, ya en forma de
jarros, fuentes y platos, com> en sus inimi-
tables azulejos, pued3 decirse que se encuen-
tran los grmenes de la fabricacin de estos
productos de la industria cermica, que ms
4arde, y al desenvolverse en Italia bajo la
influencia de los grandes artistas del si-

^lo XVI, adquirieron formas tan hermosas,


enriquecindose en estructura y color hasta

179
GUSTAVO ADOLFO BECQUER*
elpunto de coastituir las que hoy se conser-
van verdaderas joyas, dignas de estimaciiv
no slo por su antigedad, sino por su nn-
rito indisiputable.
No cumple a nuestro propsito detenemos
a referir cmo se importaron a Italia las
primeras muestras de esta industria, merced
a la pasajera irrupcin de los psanos en
la isla de Mallorca, clebre a mediados del
siglo en que tuvo lugar este aconteci-
xn,
miento, por sus muchas y renombradas alfa-
reras. Bstanos consignar que los etimolo-
f

gistas dan este origen al nombre de mayli^


cas, o mallorquinas, con que han llegado has-

ta nosotros sus productos.


Tampoco entraremos a detallar las vicisi-
tudes por que pasaron las maylicas duran-
te la Edad Media, hasta que en la mitad del
siglo XVI, en la famosa fbrica de Urbino, lle-

garon al ms alto grado de perfeccin, no


tanto en los esmaltes y barnices, que en-
algunas otras fbricas se empleaban muy
superiores, como en la forma y ornato que
constituyen su especialidad. Aun
ms los sa-
bios coleccionistas dudan a menudo de la
procedencia fija de las maylicas, subdivi-
dindolas para su clasificacin y orden, en
pocas, escuelas y grupos; pues si bien es;

180
;p AG I A S D E S C O N O C T JJ A S

verdad que algunas ostentan las marcas de


fbrica o de sus autores, stas no suelen ser
-siempre las mismas, y hasta respecto de las
-contraseas e iniciales reina extraordinaria
confusin, equivocndose a menudo con las

de otros que habitaron diferente localidad y


^pintaron en diversos tiempos.
No obstante, la carencia de datos que ori-
gina dudas en los que proceden de buena
fe, es costumbre general referir aqullas en
que ms directaraente se nota la influencia
de la escuela de Rafael, a la famosa fbrica
de Urbino; no faltando quien se enorgullece,*
creynctose posesor de maylicas trazadas y
pintadas por mano de aquel grande artista.
La crtica juiciosa no ha admitido, y con
razn, esta especie como cierta. Aunque la

valenta y correccin con que estn traza-


das las figuras que adornan ciertas mayli-
cas, y la grandiosidad y disposicin del asun-
to de sus cuadros pudieran hacer sospechar
que haban tomado parte en ellas pintores
de profundos conocimientos y fama, esta par-
ticularidad se explica sabiendo que, durante
su mejor perodo, se modelaron y pintaron
conformes a dibujos obra de Rafael y de al-
gunos de sus mejores discpulos y contmua-

181
GUSTAVO ADOLFO BECQER
que debemos mencionar muy
dores, entre los
particularmente al clebre Marco Antonio^
La maylica que se conserva en el Mu-
seo Nacional de Escultura de Madrid es sin
duda de las obras ms notables en su gne-
ro, hasta el punto que, si alguna pudiera su-
ponerse obra de Rafael, sta es desde luegC'
la que ms condiciones rene para justifi-

carlo. La elegante disposicin del contomo,.


la correccin del dibujo y las grandiosas for-
mas de las caprichosas figuras que la env
y la ligereza de las figu-
bellecen, la gracia
rinas y adornos que componen el grotesca
de la orla, junto a la magistral composi-
cin del asunto que llena el fondo, nos hacen
presumir que pertenece al nmero d3 las que
se produjeron en el ms brillante perodo de
la fbrica de Urbino, con arreglo a dibujos y
traza de Marco Antonio, de cuyas obras tie-
ne toda la belleza y el carcter.

Esta magnfica maylica, que, segn dsja-


mos dicho, se guarda con gran estimacin en
el Museo Nacional de Escultura, estuvo has-

ta no hace muchas aos en la botica de la


Real Casa, dedicada a los servicios usuales
en esta clase de establecimientos. El inteli-
gente artista y pintor de cmara don Jos^
Madrazo, que tan activa parte tom en la

182
PAGINAS DESCONOCIDAS
formacin de nuestros Museos, la sac del si-
toen que permaneca olvidada y desconoci-
do su mrito, para colocarla donde hoy sirve
de admiracin y enseanza, no slo a los
aficionados a este gnero de obras, sino a
cuantos entienden algo de arte y pueden
apreciar en lo que valen las condiciones de
elegancia y correccin que rene.
ESCENAS DE MADRID
LA HORCHATERA

nroDOS los comercios, todas las industrias y


^ oficiosi tienen sus alternativas; sus bue-
nas y malas pocas. Hasta la literatura
sigue estas oscilaciones; pues, segn el don
Eleuterio de Moratn, las comedias, como los
besugos, varan de precio en verano.
El quid de la dificultad consiste en encon-
trar algo que pueda adap'tarse a todas las
situacionesy temperaturas, o aliar de tal

modo dos o ms comercios que alternen se-

gn la estacin del ao. Y este difcil pro-


blema lo han resuelto en Madrid los valen-
cianos, que en invierno nos abrigan los pies
con las esteras, y durante el esto nos re-
frescan el estmago con la horchata.
En almacn de felpudos y esteras de es-
el

parto est el despacho de horchata de chu-


fasy agua de cebada y limn, como la mari-
posa dentro de la crislida. Durante el in-
vierno, se le ve obscuro y fro, con las pare-

des vestidas de rollos de pleita, y un valen-

187
GUSTAVO ADOLFO BECQUEK
ciano de cara fosca que ajusta su mercan-
ca con los criados de la casa, los porteros
de las oficinas y las amas de huspedes, sus
ordinarios marchantes; pero pasa la prima-
vera, se acenta el verano, la mariposa rom-
pe su crcel y se transforma el estableci-
miento.
A las esteras de color sombro, suceden las
de paja color de oro, rojas y verdes, coloca-
das con arte y simetra. El portal se enga-
lana con las tradicionales cortinas de percal
encarnado coj rauda blanca; se multiplican
las luces, salen de no s dnde las mesas
blancas y redondas; ocupa su trono la enor-
me garra^piera, y el valenciano huye al fon-
do de la tienda para dejar paso a tres o cua-
tro lindsimas valencianas plidas, morenas.
y de grandes ojos negros, que templan y pre-
vienen el excesivo enfriamiento que pudie-
ra producir el abuso de la horchata.
II

LA PLAZA MAYOR

yEATRO de grandes acontecimientos politices,


^ de fiestas; y ceremonias pblicas, la pla-
za Mayor de Madrid tiene una larga e inte-
resante historia, demasiado conocida para que
nosotros nos detengamos a trazar de nuevo su3
pginas. El pincel y el buril nos han ofreci-
do tambin en diversas pocas los rasgos de
su particular fisonoma, ya se levantara en
su mbito el cadalso para la ejecucin de un
poderoso valido, ya coronaran sus arcadas
las damas y galanes, espectadores de una

fiesta real, u ocupara los estrados y grade-

ras el imponente Tribunal de la Inquisi-


cin, en algunos de sus famiosos, autos de
fe. El siglo XIX, que no se encontraba bien

movindose dentro del crculo severo de ar-


cos y edificios de altas torres, con chapiteles
de pizarra obscura, trasunto fiel de la triste
poca a que se debe la ltima reedificacin
de esta plaza, cre la en un
Puerta del Sol,

principio estrecha e irregular, pero llena de

189
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
movimiento y vida, que forman contraste
con el abandono en que desde este punto
qued aquel histrico recinto.
Como un recuerdo de su grandeza pasada,
an en las ltimas bodas reales se jugaron
caas y se corrieron toros donde hoy admi-
ramos ms bien que la belleza de la estatua
de Felipe III, el inconmensurable abdomen
del caballo que la sustenta, por slo esta par-
ticularidad famcso; pero el Municipio, com-
prendiendo al fin que
romntica y cabar
la
Ileresca historia de este sitio haba llegado a
su trmino, ha embellecido con jardines,
lo

fuentes y asientos, entregndolo en esta for-


ma a la explotacin de los soldados, amas de
cra y nieras, sus habituales concurrentes.
POZO RABE DE TOLEDO (1)

(1) Este artculo lo escribi Bcquer glosando


un dibujo de su hermano Valeriano. (Nota del
RECOPILADOR.)
pozo cuyo dibujo pueden ver los lecto-
EL
res de La Ilustracin en sus columnas
es un precioso ejemplar de los productos de
alfarera de los rabes toledanos.
En de San lldefonsp,, y prximo a
la calle

la capilla levantada sobre el mism,o terreno-

en que es tradicin vino al mundo el cle-


bre arzobispo de Toledo, hay un pequeo jar-
dn hecho sobre el solar de una antigua casa.
En el extremo de este jardn exista, des-
de hace mucho tiem(po,un pozo cuyo infor-
me brocal presentaba el aspecto de un mal
trazado crculo de ladrillos revestido de ar-
gamasa obscura. Al tratar de destruirlo, apa-
reci debajo de la grosera corteza que la
envolva el que es objeto de nuestra ustra-
cin, que por s,u sencillez y elegancia cons-
tituye un ejemplar digno de estudio del arte-
rabe espaol.
Este hermoso brocal es de tierra roja co--

cida y baada, y su adorno lo forman dos:.

193

13
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
grecas, por entre las cuales corre rodendo-
le una magnfica inscripcin en caracteres
cficos ornamentales. La inscripcin y la gre-
ca son verdes y destacan poi' el color y el alto
relieve que presentan sobre el fondo blanco
mate del brocal.
Escrupulosamente copiada, damos aparte
la inscripcin con un doble objeto: el de que
los orientalistas la estudien y la traduzcan,
si es posible, toda vez que ya algunos verda-
deramente dignos de este nom,bre, a quienes
hemos acudido, hallan bastante difcil la em.-
presa, y el reproducir un hermoso modelo de
caracteres cficos empleados en la poca que
(Podramos llamar clsica de la arquitectura
rabe espaola, de los cuales se encuentran
rara^ inscripciones, no recordando nosotros
ninguna en que slo la letra, sin combinarse
con otros extraos a su configuracin, forme
un adorno tan tan elegante y completo.
rico,

El seor don Francisco Hernndez, vecino


y propietario de Toledo, y dueo del jardn
en que hasta ahora ha existido el pozo que
nosotros hemos tenido ocasin de copiar en
el mismo punto donde se encontr, lo ha re-

galado ltimamente al Museo de aquella ciu-


dad, dando as una prueba de generoso des-
prendimiento y de amor a las artes.

194
A LA MEMORIA DE MIGUEL
DE CERVANTES
LARGO tiempo se han buscado con verdadero
afn los restos mortales del autor del
Quijote. Sabase que en cumplimiento de
tina de sus ltimas disposiciones haban sido
isepultados en el convento de monjas Trini-
tarias de Madrid; pero en vano corporacio-
nes y particulares han practicado en dife-
rentes pocas las diligencias ms exquisitas,
a fin de conocer el preciso lugar de su en-
terramiento.
Al agitarse recientemente la idea de eri-
:^r un panten nacional que guardase los

despojos de nuestros varones ms insignes


en ciencias, armas y letras, los entusiastas
y numerosos admiradores del incomparable
escritor a quien debe Espaa la ms brillan-
te de sus glorias, tornaron a buscar datos,
inquirir noticias y practicar diligencias para
dar con su ignorada sepultura; ms todo fu
<as mismo intil.

197
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
Sabiendo, como de ello se tiene certiduna-
bre, que yace en las bvedas de la iglesia de
Trinitarias, lo natural era dejarse de infruc-
tuosas pesquisas, considerar el templo todo
como tumba apenas bastante a contener tan
inmensa gloria, y colocar en sus muros un
epitafio.

Esto es lo que lia hecho la Academia de


la Lengua, mereciendo bien de cuantos se
complacen en ver honrados, aunque tarde, la
virtud y el talento.

Encargado el distinguido escultor don


Ponciano Ponzano de ejecutar esta obra, po-
bre tributo que una corporacin literaria, la
cual cuenta con limitados medios, rinde al
autor de El Ingenioso Hidalgo, ha sabido
reunir la sencillez a la nobleza de las formas
y proposiciones, dndole con gran arte, a una
modesta lpida la importancia que requiere
cuando sta se dedica a conmemorar tan fa-
moso nombre.
Este monumento se inaugur asistiendo ai
acto la Academia de la Lengua en corpora-
cin y gran nmero de y persoias
literatos

distinguidas entusiastas admiradores de Mi-


guel de Cervantes Saavedra. Nosotros, que de

198
PAGINAS DESCONOCIDAS
todajs veras nos asociamos al pensamieoito de
la Academia, rendimos en es(tas lneas un tri-

buto de adnyracin al gran novelista, y da-


mos nuestros (plcemes a la corporacin lite-
raria.


Nota del recopilador. Este artculo se publi-
c acompaado de un dibujo de Valeriano
Bcquer.
OCTAVA DEL CORPUS EN SEVILLA
LOS SEISESpE LA IGLESIA CATEDRAL
T A ciudad de Sevilla se ha hecho justa-
^ mente clebre por el fausto y la gian-
deza con que solemniza las festividades re-
ligiosas. Ya en el siglo xvi la llamaba el au-
tor del Quijote Roma triunfante en nimo j
riqueza, y posteriormente la han confirma-
do digna mula de la catpital del orbe cat-
lico cuantos han tenido ocasin de asistir a

al^na de sus fiestas clsicas. Entre stas


han sido objeto preferente de alabanza, as
de propios como extraos, las cofradas y ofi-

cios, de la Semana Santa; pero en nuestro


juicio tiene ms carcter y responde mejor
a las costumjbres de sus habitantes y a la
fisonoma especial de la poblacin la festi-
vidad del Corpus; toda luz, flores, perfumes
y galas en las calles; toda majestad, riqueza
y armonas en el templo.
Aun cuando indudablemente ofrecera gran
no entra hoy en nuestro nimo ocu-
inters,
pamos detenidamente de todos los porme-

203
GUSTAVO ADOT. FO BECQUEK
ores de sus ceremonias, sino fijarnos en uno
de sus ms curiosos detalles, apuntando li-

geramente algo de los fam.oos bailes de los

seises, cuyos ricos trajes, graciosas contra-


danzas y concertadas voces maravillan y
suspenden a cuantos asisten a la Octava.
Que estos bailes son recuerdos de las ca-
ractersticas contradanzas y representacio-
nes que en lo antiguo tuvieron lugar en los

templos como parte del culto catlico, bien


claro se ve a poco que se estudien.
Sin embargo, cuando se cre este coro de
cantores especiales, conocidos en otra po-
ca con nombre de los nios cantorcicos,
el

no puede decirse, aunque s que se remon-


ta a muy lejana fecha, toda vez que en do-
cumentos pertenecientes al siglo xv se habla
ya de ellos como de cosa establecida.
Varias veces los prelados, han credo poco
conveniente a la majestad del culto las dan-
zas de los seises, dndose ocasin a diver-
sas cuestiones con el captulo. Es fama que
para ultimar una de ellas pendiente de la
resolucin del Pontfice, el cabildo envi a
Roma los cantorcicos acompaados de su
maestro, h fin de que en presencia del que
haba de ser juez de la causa ejecutasen
el baile objeto de la censura arzdbspal. Bai-

204
PAGINAS DESCONOCIDAS
laron los seises taendo las castauelas de
marfil y entonando sus armoniosos coros, y
de tal modo lo hicieron, que, prendado el
Pontfice de la majestad y compostura de la
danza y el agradable concierto de las vo-
ces, no slo dispuso continuaran como hasta

all, sino que confirm nuevamente el pri-

vilegio que gozan an de bailar con la ca-


beza cubierta por el sombrerillo delante del
Santsimo Sacramento de la Eucarista*
LA SEMANA SANTA
UNA cofrada de PENITENTES EN PALENCU.
LAMESA DE PETITORIO EN MADRID
I
y ODAS las ceremonias religiosas del culto
^ han revestido en Espaa de
catlico se
un carcter peculiar del pas. Las de la Se-
mana Santa, en que I03 fieles conmemoran
la Pasin y Muerte del Rendentor de los
hombres, son, sin emibargo, las que, por su
ndole grave y su solemne y dramtico
asunto, sehan prestado ms a ser represen-
tadas con ese lujoso e imponente aparato^
propio para herir y exaltar la invaginacin
de un pueblo ms impresionable que refle-

xivo.
El transicurso del tiempo, debilitando por
una parte el fervor religioso y modificando
por otra las costumbres, ha contribuido po-
derosamente a borrar en algunos pimtos los
vestigios del pasado, haciendo desaparecer
mucho de aqullo con que la piedad de los
fieles reunidos en corporaciones parece como
que aada un comento con sus puntas de
teatral y profano a los ritos siempre solem-

209

14
G U S T A \^ o A DO T. F O B E C Q U E R

nes y graves de la Iglesia. No obstante, oas-

ta fijarse en las diferencias que se notan du-


rante esta poca entre los centros de mar
yor movimiento y vida y los que siguen len-

tamente la evolucin social y poltica mo-


derna, para conocer que esta transformacin
tardar mucho en oporarse por completo,
aunque est iniciada y se vea claro el ca-
mino que ha de recorrer antes de llegar al

fin que se propone.


La Cofrada de Penitentes en Falencia y
la Mesa de petitorio en Madrid, sealan los
dos puntos ms culminantes del estudio que
se podra hacer sobre este particular, no ya
somera y ligeramente en columnas de un
las

peridico, sino concienzuda y detenidamente


en las pginas de un libro.
La cofrada es la escena fan,tstica de un
drama conmovedor y terrible; la mes^ de pe-
titorio un cuadro de costumbres elegantes y
modernas. En la una el natural ofrece con-
trastes de luz vigorosos y siluetas extraas
como las que slo se contemplan en la visin
de un sueo; en la otra, todo entra en el
do-

minio de la vida real y es conocido y visto.


El diverso carcter de dos pocas muy disr
tintas se revela, al aproximarlas, al
menos
del
dado a sacar este gnero de deducciones

210
PAGINAS DESCONOCIDAS
estudio de las costumbres. La exaltacin re-
ligiosa, en que trae su origen de siglos
la

pasados, slo se propone reavivar la memo-


ria del sangriento drama de la Redencin del
mundo, imponer con la representacin de gus
terribles escenas vestir con formas inusita-
das y solemnes que han de infundir terror y
piedad y pasmo, la idea cristiana, cuya ex-
presin ms genuina era la catedral con sus
lneas extraas, sus sombras y su misterio.
Un propsito santo, pero ms calculador y
positivo, en armona con la ndole de la po-
ca actual, utiliza hoy en provecho de la mi-
seria la piedad de los fieles, y la caridad,
siempre ingeniosa, no pone en estos las
slo
a contribucin en las mesas de petitorio el
impulso del alma compasiva, sino que hace
pagar tributo a los, mismos vicios y ridicu-
leces sociales, como el orgullo, la vanidad o
la moda.
o
PAGINAS DESCONOCIDAS

RIMA

Fingiendo realidades
con somjbra vana,
delante del Deseo
va la Esperanza.
Y sus mentiras
como el Fnix renacen
de sus cenizas.

215
GUSTAVO ADOLFO B E C Q U E R

RIMA

Una mujer me ha envenenado el ataa^.

Otra mujer me ha envenenado el cuerpo;


Ninguna de las dos vino a buscarme,
Yo de ninguna de las dos me quejo.
Conio el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si maana;, rodando, este veneno
Envenena a su vez, por qu acusarmie?
Puedo dar ms de lo que a m me dieron?


Nota. Esta rima, lo mismo que la anterior,
estn copiadas del manuscrito original del libro
que el poeta pensaba publicar con ei ttulo de

Libro de los gorriones. Coleccin de proyectos,
arguvtentoSf ideas y planes de cosas diferentes
que se concluirn o no, segn sople el vien^
to. 1868. Para este libro escribi Bcquer la In-
troduccin que luego apareci al frente de sus
obras completas y que l titul Introduccin sin^
fnica.

216
N D
Pgs.

Preliminar 5
I.Gustavo A. Bcquer. (Biografa
por Narciso Campillo.) 11
- IT. El Retiro 29
III. El Duque de Rivas 41

IV. La Picota de Ocaa 55

V. Enterramientos de Garcilaso de la
Vega y su padre 63
VI.Una calle de Toledo 75
VII. Solar de la casa del Cid 81

VIII. Sepulcros de los condes de Me-
iito 89
IX.Aplogo 97

X. La ridiculez 1C5
XI. El Pordiosero 113
XII. La Cruz de Mayo 121
XIII.Antigedades prehistricas 127
XIV. Biblioteca de autores espaoles... 139
XV. El caf de Fornos 145
XVI. Circo de Madrid. Decorado de
Mignon 153
XVII. El Dos de Mayo en Madrid 161
XVIII.Tipos de Avila 167
XIX.Tipos de Soria 171
XX. Maylica del siglo xvi 177
XXL Escenas de Madrid 185
XXIL Pozo rabe de Toledo 191

XXIII. A la memoria de Cervantes 195

219
GUSTAVO ADOLFO BECQUER
Pgs.

XXIV.Octava del Corpus en Sevilla 201


XXV. La Semana Santa 207

poesas

I.Rima 215
IL-Rima 216
IMPRENX\^ATINA
Unversity of Toronto

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