"La Política en Las Calles. Entre El Voto y La Movilización. Buenos Aires, 1862-1880" RESUMEN CAPÍTULO 4
"La Política en Las Calles. Entre El Voto y La Movilización. Buenos Aires, 1862-1880" RESUMEN CAPÍTULO 4
"La Política en Las Calles. Entre El Voto y La Movilización. Buenos Aires, 1862-1880" RESUMEN CAPÍTULO 4
MÁS ALLÁ DE LA INFLUENCIA QUE SOBRE ELLOS PUDIERAN EJERCER LAS GRANDES FIGURAS,
LOS CLUBES ESTABAN EN MANOS DE UNA DIRIGENCIA GESTADA A PARTIR DE LA PROPIA ACTIVIDAD POLÍTICA; NO ERAN
NÚCLEOS CERRADOS NI SECRETOS, PUES TENÍAN UNA GRAN VISIBILIDAD PÚBLICA. SIN EMBARGO, EXISTÍAN JERARQUÍAS:
ENTRE LAS CAPAS DIRIGENTES, RELATIVAMENTE AMPLIAS PERO LIMITADAS, EXISTÍA UN NIVEL APRECIABLE DE
DELIBERACIÓN Y DEBATE EN LAS ASAMBLEAS.
La movilización para esas jornadas se asemejaba a la de las jornadas electorales, pues
también participaban grupos organizados que respondían a los caudillos de diferente nivel
encuadrados en la maquinaria de los clubes.
POR LO TANTO, LOS CLUBES NO ERAN NI CÍRCULOS CERRADOS (ACUSACIÓN QUE LOS GRUPOS
RIVALES SE HACÍAN ENTRE SÍ), NI ÁMBITOS DEMOCRÁTICOS DE EXPRESIÓN POPULAR; EN CAMBIO, CONSTITUÍAN REDES
POLÍTICAS QUE ARTICULABAN DIFERENTES NIVELES DE DIRIGENCIA Y BASES, RECLUTADAS EN FUNCIÓN DE LA
CONSTRUCCIÓN DE FUERZAS ELECTORALES, Y, POR LO TANTO, CONSTITUÍA UN ESLABÓN CENTRAL DE LA CADENA DE
INSTITUCIONES QUE ANIMABA LA COMPETENCIA POLÍTICA EN BUENOS AIRES.
MIENTRAS QUE EN EL CLUB LAS DECISIONES SE TOMABAN MAYORITARIAMENTE EN FORMA
CENTRALIZADA, LA ACCIÓN POR EL CONTRARIO ERA DESCENTRALIZADA, Y TENÍA COMO ESCENARIO PRINCIPAL LAS
PARROQUIAS, TERRITORIO DE OTRA INSTITUCIÓN MUY IMPORTANTE DE LA VIDA PORTEÑA: EL CLUB PARROQUIAL.
Hasta 1877, el enrolamiento en la Guardia Nacional era un requisito para los ciudadanos
que, a la hora de empadronarse para poder votar, debían presentar la papeleta firmada por el
comandante, lo que dejaba la capacidad de votar sujeta al arbitrio del comandante, y la
posibilidad de fabricar papeletas falsas. También desde el ejército regular se actuaba en el
terreno electoral, pues todos los partidos tenían sus propios militares.
LOS JUECES DE PAZ además del lugar formal que le asignaba la ley, los jueces
intervenían en el terreno electoral tanto en la confección del registro cívico como en la
formación de las mesas, el acto electoral y el posterior escrutinio. En tanto que hombres
influyentes, poseían además poder de reclutamiento.
RECAPITULANDO:
LOS GOBIERNOS TENÍAN EN SUS MANOS PODEROSAS HERRAMIENTAS ELECTORALES, EN LA MEDIDA EN QUE CONTROLABAN
IMPORTANTES INSTITUCIONES Y MECANISMOS PARA EL RECLUTAMIENTO DE PARTIDARIOS Y CLIENTELAS; SIN EMBARGO, LA
RELACIÓN NO ERA AUTOMÁTICA NI SENCILLA: NO BASTABA CON QUE UN PARTIDO ACCEDIESE AL APARATO OFICIAL PARA
QUE TUVIERA DE INMEDIATO EL CONTROL SOBRE TODAS LAS ACTIVIDADES BAJO SU ESFERA DE INFLUENCIA.
Las candidaturas
La creación de los clubes parroquiales invirtió el procedimiento de definición de candidaturas
vigente durante el período anterior, pues en lugar de proceder de arriba hacia abajo se trataba
de convocar a los vecinos para que éstos decidieran respecto de los candidatos a senadores,
representantes y municipales.
Los clubes parroquiales experimentaron un doble proceso: por un lado, se trataba
de un mecanismo destinado a reforzar la influencia de las autoridades y de los notables locales,
lo que se vió reflejado en algunas elecciones durante la primera mitad de la década de 1850,
pero por el otro implicó la ampliación del espacio de deliberación de los barrios, abriendo un
terreno fértil para quienes aspiraban a construir una dirigencia política renovada, la cual
procedió a disputar el control de los clubes parroquiales.
Las reuniones de los clubes parroquiales y las asambleas de club donde se votaba por
los candidatos eran, muchas veces, pacíficas sesiones donde se confirmaban nombres
propuestos desde arriba, pero no faltaban las discusiones y hasta los disturbios. Los jóvenes,
estudiantes o profesionales y periodistas que estaban en carrera en el mundo de la política,
eran los que apelaban a las formas más agresivas.
ENTONCES, LO QUE OCURRÍA EN TORNO A LAS ELECCIONES TENÍA CONSECUENCIAS Y REPERCUSIONES QUE TRASCENDÍAN
EL ÁMBITO DE QUIENES PROTAGONIZABAN LA LUCHA ELECTORAL
Y LA MAYORÍA DE LA POBLACIÓN NO ERA INDIFERENTE A SUS RESULTADOS.
La repercusión pública
Entonces, aunque limitadas en cuanto al número y al origen social de los participantes,
organizadas por las dirigencias y parcialmente controladas en sus resultados, las elecciones
tenían no obstante una gran repercusión pública; el acto electoral mismo puede pensarse como
una puesta en escena con más espectadores que actores, pero donde unos y otros cumplían
sus respectivos papeles.
La prensa hacía un verdadero despliegue del tema electoral; en Buenos Aires circulaban
cada vez más diarios y periódicos desvinculados de la actividad estrictamente facciosa. Los
mas numerosos e importantes eran los producidos por sectores de las colectividades de
inmigrantes. Los diarios ponían a las elecciones en primera plana, servían de canal de
convocatoria y de propaganda partidaria, informaban, opinaban e interpretaban la actividad
electoral para sus lectores y para esa opinión pública más general que se fue convirtiendo en un
presupuesto de la prensa escrita.
SOBRE TODO, CONTRIBUÍAN A POLITIZAR EL CLIMA DE UNA CIUDAD DONDE SI BIEN VOTABA MUY POCA GENTE, LA POLÍTICA
ESTABA EN EL AIRE Y MUCHAS VECES TEÑÍA LA VIDA DE UNA PARTE DE SUS
HABITANTES.
El debate
Las elecciones no sólo tenían repercusión pública sino que además incitaban al debate. La
prensa era la principal protagonista en este sentido, pero también las legislaturas (nacional y
provincial) fueron foro de discusión del tema. Entonces se desplegaban diferentes tópicos y
argumentos no sólo en torno a las prácticas electorales, sino al sufragio como mecanismo de
representación.
1860 la preocupación central radicaba en lo que se daba en llamar “la libertad de
sufragio”; se trataba de asegurar el derecho constitucional de cada ciudadano a votar si así lo
deseaba, es decir, se trataba de garantizar que cualquiera pudiera votar. En ese marco, el
carácter público o secreto del debate se convirtió en un tema central de debate.
1863 el carácter del sufragio fue uno de los tópicos que se discutieron en la Cámara
de Diputados, y primó la postura a favor del voto público.
1864 el voto secreto tenía dictamen favorable por parte de los diputados de Buenos
Aires, que lo consideraban como “el único medio que ofrece garantías al ciudadano en el
ejercicio del más alto de sus derechos”, pero ya desde su presentación el diputado Varela
reconocía que los defensores del voto secreto entraban al debate con gran desventaja, y de
hecho entre los diputados triunfó la posición a favor del voto público.
Pero a pesar de estas derrotas legislativas, el voto secreto siguió presente en los
debates de la década siguiente. En 1873, debido al tratamiento de una nueva ley electoral
nacional, la Cámara de diputados lo incluyó en su proyecto de mayoría, desatando así la
discusión pública dentro y fuera del Congreso. Los mitristas se encontraban a favor del voto
secreto, debido no sólo por cuestiones “democráticas”, sino sobre todo por los problemas
concretos que acarreaba el voto público: fraude, violencia... Los autonomistas (alsinistas?) se
manifestaron en contra de la propuesta.
Las intervenciones de los diputados eran acompañadas por gritos, aplausos y tumultos.
También, por el debate en la prensa política, que repetía las posiciones de sus partidarios: La
Nación y La Prensa en favor del voto secreto, El Nacional, del público. La Tribuna, en cambio,
mostraba mayor fidelidad a sus ideas que a su partido, y continuaba favoreciendo el secreto del
sufragio.
El diputado Leguizamón propuso una fórmula de transacción: “el voto secreto pero no
anónimo”; propuso que el voto se hiciera en cédulas cerradas con el nombre del votante, que se
depositarían en la urna en el momento de la emisión del sufragio. La medida no convencía a
nadie, pero finalmente se adoptó una variante que aseguraba la publicidad del voto al momento
de emitirlo: la boleta sería entregada al presidente de mesa que debía manifestar su contenido.
La Ley 1873 sancionaba que “el voto de cada ciudadano se dará en boletas de papel blanco
que expresen el nombre y apellido del sufragante, el número de inscripción y el nombre de las
personas por quienes se de”.
Pero durante toda la década de 1870 existió también otra preocupación: “la falta de
espíritu público” para algunos, la distinción alberdiana entre derechos civiles y políticos
había producido un distanciamiento peligroso en la sociedad civil y la sociedad política,
quedando ésta en manos de una “oligarquía” ajena los reclamos y necesidades de la sociedad
que decía representar. Esta oligarquía política apelaba al voto de clientelas populares para
dirimir sus controversias internas, mientras que quienes deberían ser los primeros interesados
en los asuntos públicos, es decir, los propietarios, se abstenían de toda participación electoral
y se encerraban en sus negocios. Estas cuestiones estuvieron en el centro de los debates
respecto del sufragio en la Convención Constituyente de la provincia de Buenos Aires en 1871 y
1872 ya no se discutía sólo cómo garantizar que cualquiera pudiera votar, sino también
acerca de quiénes debían hacerlo.
Se presentaron dos propuestas diferentes:
1- El proyecto de la Comisión sobre Poder Legislativo integrada por Luis Sáenz Peña,
Emilio de Alvear, Eduardo Costa y Eugenio Cambaceres proponía el voto OBLIGATORIO
para todos los ciudadanos mayores de 18 años
2- El proyecto de la Comisión Central, integrada por Vicente Fidel López, Bartolomé
Mitre, Osvaldo Garrigós, M. Languenheim, S. Villegas y Dardo Rocha
EL SUFRAGIO COMO DEBER, COMO FUNCIÓN PÚBLICA O COMO DERECHO DEL PUEBLO: ESOS FUERON LOS TÉRMINOS EN
LOS QUE SE EXPUSO LA CUESTIÓN.
Para Sáenz Peña, todo esfuerzo sería vano si no se imponía la obligatoriedad del
sufragio, porque limitar el voto no garantizaba que aquellos que debían cumplir con esa función
pública efectivamente lo hiciesen.
Según Mitre, “para hacer prevalecer esa teoría del deber contra el derecho es preciso
borrar este último, y entonces se convierte en una simple función inherente a cada ciudadano
argentino”.
La discusión de la Ley nacional de 1877 no trajo demasiadas novedades respecto de los
temas centrales del debate. Se volvió sobre el sufragio como derecho o como deber y sobre el
“indiferentismo público”, pero se mantuvo el sistema de votación establecido en 1873. en
cambio, se retomó una propuesta que entonces no había tenido éxito, la de eliminar el requisito
de enrolamiento en la Guardia Nacional para ejercer el derecho a voto.
Entonces:
EL TEMA ELECTORAL OCUPABA UN LUGAR DESTACADO EN AL AGENDA PÚBLICA. SI ESA PRESENCIA PUEDE TOMARSE COMO
UN SÍNTOMA DE UN CONJUNTO DE PREOCUPACIONES Y DE UN CLIMA DE IDEAS QUE TRASCENDÍAN A LA CLASE POLÍTICA,
¿CÓMO ENTENDER LA ALTA ABSTENCIÓN A LA HORA DEL COMICIO?
De eso trata el capítulo siguiente.
CAPITULO VI: SUFRAGIO Y CIUDADANÍA: UNA INTERPRETACIÓN
Las elecciones, que pueden ser enfocadas desde diferentes perspectivas, son
abordadas aquí por la autora como un MECANISMO DE RELACIÓN ENTRE GOBERNANTES
Y GOBERNADOS
Hipótesis → por definición, la ciudadanía política implica el ejercicio del derecho a voto; pero la
vigencia de ese derecho no define automáticamente una ciudadanía, entendida como una
comunidad de iguales que participa (directa o indirectamente) en el ejercicio del poder político.
Sábato afirma que EN LA BUENOS AIRES DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX EL SISTEMA POLÍTICO FUNCIONÓ
SOBRE OTRAS BASES.
Por lo tanto, las elecciones, en tanto que instancia clave para ocupar los cargos del
gobierno, pueden ser entendidas como un acto interno al juego político de las facciones en
pugna, que se resolvía con reglas estipuladas por ellas mismas, y que involucraba a un cuerpo
relativamente estable de participantes que no crecía con el tiempo.
En efecto, los dirigentes no estaban interesados en ampliar las bases del electorado,
puesto que si bien ganaba el que tenía más votos, estos no se obtenían reclutando un mayor
número de votantes, sino BLOQUEANDO LOS VOTOS CONTRARIOS. El voto no era un acto de los
individuos privados, sino que se trataba de un gesto colectivo; los que asistían al comicio lo
hacían formando parte de grupos que tenían una organización interna
↓
Según Sábato, para ganar las elecciones era indispensable montar un aparato organizativo, las
“máquinas electorales”, encargadas de desplegar una serie de estrategias tendientes a
obtener el triunfo en las urnas, y ganaba el que tenía mejor organizada su maquinaria.
❃ Este sistema político entró en crisis a partir de 1870, cuando la retórica liberal de la
representación chocó cada vez más con las prácticas electorales; en un momento en que se
trataba de consolidar el orden alcanzado luego de la derrota de los caudillos, preocupaba la
violencia del juego electoral.
El ascenso de Roca a la presidencia inaugura un nuevo régimen político. las bases de
su poder se asentarán sobre bases diferentes, y las elecciones cumplirán desde entonces un
nuevo papel.