Cuentos para Contar PDF
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para contar
Cuentos populares colombianos
FUNDACIN SECRETOS PARA CONTAR
Talleristas: Alejandro Gmez J., Ana Isabel Cadavid C., Andrs David Alvarez C., Carlos Andrs Valencia F., Daniel lvarez B., Daniel suga M., Diego Franco G.,
Fabio Andrs Zapata M., Isabel Cristina Lpez M., Juan David Londoo V., Juan Jos Obando J., Juan Luis Vega G., Juan Sebastin Castro P., Len Felipe Franco C.,
Mary Belle Salazar M., Silvia Londoo C.
Consejo de Administracin: David Escobar A., Ignacio Calle C., Juan Guillermo Jaramillo C., Beatriz Restrepo G., Lina Meja C., Jorge Mario ngel A., Paula
Restrepo D., Manuel Santiago Meja C., Mara Cristina Restrepo L. Invitados permanentes: Tita Maya, Gilberto Restrepo V.
GLOSARIO 156
Los cuentos populares
son viajeros del tiempo
Arrancame un tamarindo
y sembrame un gualanday,
que yo no creo en las brujas
pero que haberlas, las hay.
El pjaro carpintero
le pregunt al dios-te-d:
con ese pico tan largo,
cmo come sumerc.
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REGIN AMAZNICA
El tigre y el fuego
Viva el tigre a la orilla del ro. Era el nico que tena fuego.
Los dems animales no lo tenan: coman la carne cruda. Un da,
los otros animales quisieron tener fuego y pidieron al tigre que
se los prestara pero l se neg a drselo. Y como l siempre fue el
animal ms feroz, le teman.
Ellos saban que en tiempo de lluvia el tigre pona fuego debajo
de la hamaca para calentarse. Para robarle el fuego, llamaron a
la lagartija dicindole que fuera a la casa del tigre. Cayeron mu-
chas lluvias por la noche y le ordenaron que atravesase el ro.
Lo atraves en medio de la lluvia y se fue a la casa del tigre. Al
encontrarse, el tigre le pregunt a qu vena y la lagartija contest
que a hacerle el favor de ayudarle a cuidar el fuego mientras l
dorma. Como caa mucha lluvia, todos los fuegos que se encon-
traban dentro de la casa se haban apagado, y slo quedaba el
que se encontraba bajo la hamaca. La lagartija se puso a ayudarle.
Viendo que el tigre se haba dormido, se dio a apagar el fuego con
su orina, pero el tigre se despert y le pregunt por qu estaba
apagando el fuego. La lagartija contest que lo estaba cuidando,
pero que el fro lo estaba apagando.
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El tigre volvi a dormirse. La lagartija pens otra vez en apagar el
fuego con su orina, pero en cambio cogi para s una chispa de fue-
go, la meti en su cresta y huy atravesando el ro. Despert el tigre
y divis su fuego al otro lado del ro, mas como l no saba nadar
y el ro haba crecido mucho con la lluvia, no poda ir a buscarlo.
As, pues, amaneci sin fuego. La lagartija lleg a donde estaban los
dems, y as tuvieron fuego mientras que el tigre dej de tenerlo,
por lo cual ahora le toca comer carne cruda como antes les haba
tocado a los otros.
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REGIN AMAZNICA
Kutzikutzi
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Kutzikutzi comi insaciablemente. Haba probado de muchos
frutos, pero era la pia a la que mejor sabor le haba encontrado.
Regres silencioso, con temor de que los dems animales se ente-
raran de su descubrimiento y lo dejaran sin alimento, y se acost
a dormir.
El claro de la selva en el que se reunan los animales se inund
de un agradable olor; todos tenan la boca hecha agua y se pre-
guntaban:
De dnde vendr ese olor tan delicioso?
La lapa not que el Kutzikutzi abra la boca como si estuviera
comiendo y que era de su boca de donde sala tan agradable olor;
as se lo coment al venado, ste se lo cont al loro, y el loro, sa-
bindose conocedor de la verdad, dijo en voz alta:
El Kutzikutzi no come hongos de los palos podridos.
Ha encontrado algo mucho mejor repuso la lapa, y aadi:
uno de nosotros debe vigilar al Kutzikutzi para saber cul es el
buen alimento que come.
Entre los presentes brillaron los ojillos de Piiz, el picure, que
dando un paso adelante dijo con resolucin: Yo lo har.
El perro de agua durmi todo el da, y cuando las sombras caan,
sali rpidamente y no se dio cuenta de que lo segua Piiz, el
picure. Llevaba un rato deslizndose por entre las ramas de los
rboles, cuando de repente, escuch un ruido extrao que lo
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hizo mirar para abajo, y descubri el cuerpo de Piiz, el picure,
en la oscuridad. Se enfureci, pero no dijo nada para que Piiz
no se diera cuenta de que haba sido descubierto, y desvi su
camino hacia un pequeo rbol, del cual dej caer unas pepas.
Cuando Piiz vio las pepas, las recogi y regres llevndolas para
que los dems animales las probaran.
Todos las observaron, las tocaron y las olieron exclamando: Esas
pepas son amargas, huelen muy mal.
Al amanecer lleg el Kutzikutzi y, ante la mirada curiosa de todos,
se acost a dormir.
Aburridos y con la boca hecha agua, los animales se miraban con
preocupacin.
Entonces, Taba, la lapa, se levant muy decidida y dijo:
Yo voy a descubrir lo que come el Kutzikutzi y se acost muy
cerca de l para esperar su partida.
Por la noche, cuando el Kutzikutzi se dispuso a ir al gran rbol, la
lapa lo acechaba, y mientras l se deslizaba de rama en rama, ella
se mova sigilosa entre rboles y matorrales.
As llegaron los dos animales a la orilla del ro. El Kutzikutzi mir
hacia atrs malicioso, comprobando que no lo seguan, y se agarr
de una rama que lo condujo a la otra orilla del ro.
Taba mir para todos lados, y con un movimiento rpido se su-
mergi en el agua y sali al otro lado, donde estaba el gran rbol
de los alimentos.
Todo a su alrededor ola delicioso. La lapa se acerc a la raz del
rbol y empez a comer de lo que haba en el suelo: yuca, pia,
maran, aj...
Encima del rbol el Kutzikutzi coma ruidosamente y con su ku-
tzi... kutzi... kutzi... kutzi... pasaba de una fruta a otra, sin darse
cuenta de la compaa que tena.
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Cuando la lapa hubo terminado lo que estaba en el suelo, divis
al Kutzikutzi que se deleitaba con una pia, y con muchos deseos
de comer, pens: cae pia, cae!
La pia cay de las manos del Kutzikutzi y la lapa la cogi en las
suyas, partiendo a toda prisa.
El Kutzikutzi, desconcertado y furioso, se lanz tras la lapa, pero
no pudo darle alcance, pues ella no par su carrera hasta cuando
lleg donde estaban los animales reunidos, quienes armaron un
fuerte alborozo cuando la vieron llegar con tan rico alimento que
todos probaron diciendo:
Qu rico! huele bien! sabe muy bien!
Ms tarde lleg el Kutzikutzi y, sin pronunciar palabra, se abalan-
z sobre la lapa cogindole fuertemente los cachetes, mientras
sta se defenda cogiendo al Kutzikutzi por la cintura.
Todos los animales se fueron muy contentos hasta el lugar donde
se encontraba el rbol de los alimentos y al verlo lo llamaron el
rbol del Kaliawiri, pues pensaron que si tumbaban y sembra-
ban en la tierra los alimentos, estos creceran y nunca jams le
faltara comida a los animales.
Trabajaron todo el da. al oscurecer, se fueron desplomando uno
a uno rendidos por el sueo y el cansancio, sin haber concluido
su tarea. A la maana siguiente no salan de su asombro: El rbol
se haba cerrado nuevamente! El rbol del Kaliawiri perteneca
a los dioses, era el comentario de todos. Pero aun as decidieron
18 reiniciar el corte.
Llegaron todos los animales de la selva, amigos y enemigos, y tra-
bajaron da y noche, hasta que pasaron muchos soles y muchas
lunas, hasta que un grito de alegra se escuch en toda la selva y
otro de sorpresa rob las sonrisas de los labios de los animales: el
rbol del Kaliawiri no caa porque estaba prendido del cielo con
un bejuco!
Duiri, el arrendajo, vol para saber qu suceda, y con su pico
trat de romper el bejuco, con tan mala suerte, que al enterrar el
pico la savia del bejuco salpic sus ojos dejndolo casi ciego. El
pajarito baj triste y adolorido.
Los animales decan que no importaba cunto tiempo duraran
tumbando el rbol. Lo iban a tumbar esta vez! Mater, la ardilla,
y su compaero, subieron entusiasmados decididos a tumbar el
rbol del Kaliawiri, y para hacer su trabajo con mayor rapidez,
una de las ardillas se par sobre el bejuco. Cuando el corte estuvo
listo, los animales no caban de contentos: el Kaliawiri se desplo-
m llenando la tierra con sus frutos. Luego los animales fueron
sembrando yuca, pia, aj, merey, chontaduro, y con las prime-
ras sombras de la noche, la ardillita colgada del bejuco alumbr
como un lucero la tierra cultivada.
Mariana Aviln.
Publicado en: Leyendas de los Piapoco y Ember (Colombia).
Bogot. Cooperativa Editorial Magisterio, 2006.
Ilustraciones: Alejandra Higuita.
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R E G I N PA C F I C A
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REGIN AMAZNICA
M I TO T I K U N A
La historia de la ceiba
que no dejaba ver el sol
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Encargaron entonces a la ardilla pequea, la ms veloz de todas,
de subir hasta donde Mareeke, para pedirle que soltara el rbol,
pues los animales all abajo se moran de fro y aburrimiento.
Pero Mareeke se opuso a dejar caer a Wone, pues Gnutapa,
creador del universo tikuna, le haba encargado esta labor y el
abuelo perezoso no poda fallarle. As que la ardilla baj por
el tronco de Wone para llevar la noticia. Decidieron que la ar-
dillita regresara hasta la copa del rbol, esta vez con hormigas
majias y tabaco, para echarle a Mareeke en los ojos. La ardilla
volvi a subir por el tronco, y tard varios das en llegar hasta
la copa, y encontr que Mareeke estaba dormido. La ardillita
habl al abuelo perezoso, lo despert y ste volvi a negarse.
Entonces la ardilla arroj las hormigas majias y el tabaco en
los ojos de Mareeke, quien no pudo resistirse al ardor que le
producan las picaduras de las hormigas y el tabaco, y solt la
estrella de la que estaba aferrado.
Wone tard varios das en caer, y a medida que esto suceda, el sol
iba entrando en la selva como un amanecer. La vida empez a rer,
las plantas florecieron, los animales cantaban y la selva se llen de
sonidos y de magia. Las ramas de Wone cayeron en la gran cordi-
llera de los Andes, rasgando la tierra de las montaas, de donde
brot agua, y el inmenso tronco cay con tanta fuerza en el centro
de la selva que form el cauce de Tat, el gran ro Amazonas.
La historia cuenta que una de las ramas al caer golpe la cola de
la ardilla, y es por esto que hoy en da todas las ardillas tienen la
cola partida hacia adelante.
Narrada por: Azulay Vsquez, Vctor ngel, Gaurekw Uchimanw (abuelos tikunas),
Nelson Pinilla (bilogo investigador).
Adaptada por Sebastin Castro.
Ilustraciones: Alejandra Estrada.
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REGIN SURANDINA
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REGIN AMAZNICA
El jaguar y la lluvia
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Ahora es mi turno dijo la nube, cuando al fin par de rer.
Entonces la nube principi a soplar y resoplar, y a crecer y crecer y a
oscurecerse cada vez ms. De pronto, mil destellos relampaguearon
en el cielo y gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer.
Todo el mundo corri hacia la maloca. Los canastos rodaron
por el suelo y su contenido se reg en todas direcciones. Los ni-
os se agarraron de sus madres, las gallinas se ocultaron lo me-
jor que pudieron y los perros se precipitaron a guarecerse. Los
fogones chisporrotearon y se apagaron. El gran patio alrededor
de la maloca qued completamente vaco. Solo las palmeras se
quedaron a resistir la tempestad. Todos estaban en verdad muy
asustados.
Llovi y llovi y no apenas un da ni dos ni tres. Mucho tiempo
pas sin que nadie pudiera dejar la maloca para pescar, cazar o
traer alimentos desde sus cultivos. Estaban muy hambrientos y
preocupados por los bebs, que lloraban y lloraban. Los perros
se echaron y las gallinas, en cambio, aprovecharon para darse
un banquete con las lombrices que aparecan en la superficie
gracias al diluvio.
Mientras tanto, el jaguar estaba avergonzado y hambriento, atas-
cado debajo de una palma de hojas grandes.
Al fin pas la tormenta. El cielo se despej y apareci nuevamen-
te la nubecita blanca.
Jaguar, creo que gan la apuesta. La gente me tiene mucho ms
miedo que a ti y con esas palabras de despedida continu su
interminable viaje.
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REGIN CARIBE
M I TO WAY U
La leyenda de Wareke
El jaguar y la cierva
construyen una casa
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arrastrar uno por uno al claro. Al atardecer, con la ayuda de sus
poderosas garras excav cuatro huecos. Era la hora de comer pero
se sinti tan cansado que prefiri buscar un sitio cmodo donde
dormir. al da siguiente saldra a cazar.
Era una maana bellsima, pero la cierva se encaminaba hacia el
sitio de su nueva casa con algo de preocupacin. No sera que
este sueo de tener su casa era en verdad una estupidez? Slo
pensar en el trabajo de tumbar y despus asentar los cuatro postes
de apoyo para su vivienda le pareca totalmente fuera de sus posi-
bilidades. Tendra que buscar ayuda. Podra hablar con el pjaro
carpintero o el oso hormiguero, pero tendra que darles algo a
cambio. No van a trabajar gratis. En ese momento lleg al claro
y no pudo creer lo que vean sus ojos. All estaban los cuatro pos-
tes firmemente hundidos en la tierra. No es posible susurr.
Pero cmo? Ya s, ya s, eres t, Idn Kamni. Gracias, mil gracias.
No puede ser otro quien me ha ayudado. La parte ms difcil
de la construccin estaba terminada. La cierva se fue saltando
de alegra en busca de hojas de palma para entretejer las paredes.
Pronto logr recolectar una cantidad enorme. Despus busc los
bejucos para el amarre. Trabaj fuertemente, y al terminar el da
ya estaban listas las paredes de su casa. Slo faltaba el techo. L-
gicamente no puedo esperar que Idn Kamni me ayude con eso.
Por ahora me voy a descansar y maana ya veremos.
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Al otro da, el jaguar regres para continuar con la construccin
de su casa, y de nuevo se sorprendi al ver las paredes hechas.
Oh, Idn Kamni, una vez ms, mil y mil gracias por tu valiosa
ayuda. Y adems dejaste suficiente palma para hacer el techo.
Inmediatamente, el animal inici su labor. Suba por los postes
arrastrando consigo los enormes peines de hoja de palma. Des-
pus de ubicarlos y amarrarlos, saltaba a tierra nuevamente. Y
otra vez a encaramarse con ms hojas. Trabaj con tanto empeo
que mucho antes de que el sol hubiera pensado en perderse por
el oeste, la construccin estuvo techada y casi a punto para ser
ocupada. Sin embargo, antes de instalarse en su casita, el jaguar
decidi dividirla en dos: la mitad para l y la otra mitad para
el dios Idn Kamni; as ste tambin tendra un espacio dnde
descansar cuando anduviera por este mundo. Y como todava
hay luz pens el jaguar, me conviene salir a buscar la cena y
maana veremos.
Al amanecer del da siguiente la cierva se encontraba dispuesta
a techar su casa, pero al acercarse, qu sorpresa tan grande! All
estaba el techo, verde y reluciente bajo la luz del amanecer. Se
acerc y mir hacia adentro. Estoy eternamente agradecida con-
tigo, Idn Kamni, dios de todos los animales. En reconocimiento,
voy a dividir mi casa por la mitad. Tendrs tu propio espacio para
cuando quieras visitar este mundo. Dicho y hecho. Recogi ms
hojas y en poco tiempo baj al ro a refrescarse, y al ocultarse el
sol, regres a pasar la noche por primera vez en su nuevo hogar.
Esa misma noche el jaguar se encontraba cazando un pecar. La
presa corri hacia el ro y mientras la persegua, de buenas a pri-
meras el jaguar se encontr frente a su casa. La vio tan provocativa
que dej escapar al pecar y decidi ocupar de una vez su nuevo
hogar. Maana hara la divisin para que Idn Kamni tuviera su
propio espacio. Pero al entrar, no slo descubri que la divisin
ya estaba hecha sino que alguien dorma en una de las piezas.
Ah, tiene que ser el mismo Idn Kamni.
Luego, sin hacer ruido, entr en la otra pieza y muy pronto que-
d profundamente dormido.
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Con los primeros trinos de los pjaros, los dos animales se
despertaron, se estiraron, se levantaron y salieron a la puerta.
Grande fue la sorpresa de ambos, y con razn; la cierva se asust
considerablemente al encontrarse cara a cara con un jaguar. Sin
embargo, l inclin la cabeza con gran reverencia y dijo: Oh,
Idn Kamni, bienvenido. Ahora s puedo agradecerte en perso-
na por ayudarme a construir mi casa, que tambin es tu casa.
Se inclin an ms profundamente. Un momento pens la
incrdula cierva, qu fue lo que me dijo? Me salud como
si yo fuera el mismo dios. Con una gran sonrisa dijo: Ah, s,
s, seor jaguar; con gusto compartiremos esta casa, parpade
luciendo sus largas pestaas e inmediatamente pens que tal
vez eso no era lo que hara un dios. Entonces sacudi la cabeza,
levant una pezua y dijo Ah s, ah s, otra vez.
Me imagino que debes tener hambre dijo el jaguar. Ir de
una vez a cazar algo. Y con esas palabras se inclin de nuevo y
sali corriendo hacia el bosque.
Poco despus descubri un joven ciervo tomando agua de una
quebrada. Con un solo embate lo tumb y le hundi sus terri-
bles colmillos en el pescuezo, dndole muerte. La cierva, al ver
llegar al jaguar arrastrando tras de s una criatura de su propia
especie, y bien muerta, qued horrorizada. El jaguar esperaba
que ella se comiera un ciervo? Se excus y sali triste hacia el
bosque, a pensar.
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Cuando regres, el jaguar todava estaba comiendo. Ests segu-
ro de que no quieres? La carne est muy tierna.
Como soy un dios puedo convertirme en cualquier criatura. En
este momento soy una cierva, y no siento ganas de comer eso!.
Ah, en ese caso, si no te importa, comer tu parte tambin. Sera
una lstima perderla, no crees?
El da siguiente dijo la cierva: Hoy saldr yo a cazar. Oh, no,
no es justo que un dios me atienda! Saldr yo, dijo el jaguar,
aunque todava estaba lleno despus del banquete del da an-
terior. Pues insisto, dijo la cierva, y con gran determinacin
desapareci entre el bosque.
Al rato divis otro jaguar afilando sus garras sobre el tronco de
un enorme rbol. Se alej de l lo ms silenciosamente posible y
estuvo a punto de estrellarse con un oso hormiguero. Ah pen-
s qu suerte!, y fingiendo mucha preocupacin le dijo: Oso
hormiguero, no lejos de aqu hay un viejo y desagradable jaguar
afilando sus garras y mascullando una cantidad de insultos con-
tra ti. Estoy segura de que l est pensando en comerte.
Por supuesto, el oso hormiguero, que no era dado a reflexionar, se
puso furioso, y sin ms ni ms, se fue trotando donde el jaguar. Fue
tan veloz el asalto que el pobre felino no supo lo que le haba pasa-
do: el oso hormiguero le hundi sus letales garras en la garganta.
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Eso le ensear. Cmo se le ocurre pensar en comerse a un oso
hormiguero?. El animal se sacudi y tranquilamente volvi al
termitero donde se estaba dando un banquete.
La cierva lo haba visto todo oculta por una gran ceiba; apenas
el oso se alej tom el cadver y lo arrastr a la casa. Cuando
el jaguar vio lo que traa la cierva, se sinti muy enfermo. Idn
Kamni llor, cmo pudiste matar a uno de mis hermanos? Y
la cierva replic:
No soy Idn Kamni y.
No eres Idn Kamni?.
No, claro que no lo soy. De verdad crees que l aparecera en
forma de una cierva cuando podra convertirse en cualquier ani-
mal magnfico, como un jaguar? Y en cuanto a l seal al
jaguar muerto. Bueno, t mataste a uno de mis hermanos ayer,
entonces sabes cmo me sent.
Desde ese momento la cierva y el jaguar se separaron, y nunca vol-
vieron a vivir juntos. La cierva decidi que era mucho mejor estar
con su propia especie, sobre todo despus de haber mostrado el
jaguar un especial gusto por la carne de ciervo. Al fin de cuentas,
siempre es ms seguro vivir en grupo. El jaguar se dio cuenta de
que tal vez no era muy conveniente estar amarrado a una casa. No!
El espacio abierto y la libertad de la selva, a pesar de los molestos
micos, la lluvia y el viento, eran una opcin mucho mejor. Cmo
era posible que hubiera pensado de otra manera? Naturalmente,
los jaguares no son muy aficionados a los osos hormigueros. Prefie-
ren mantenerse lejos de ellos.
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REGIN DE LA ORINOQUA
Valeria Baena.
Publicado en: Regin de la Orinoqua: animales en extincin.
Colombia. Bogot. Ediciones B, 2006.
Ilustraciones: Johana Bojanini. 45
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REGIN ANDINA
M I TO C H A M
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Una vez ms, dio vueltas y vueltas, bajando de a poquitos. Cuando
ya estaba cerca del suelo, dijo: Qu bueno! Por fin me libr del es-
torboso sapo, que a estas horas debe estar all arriba viendo cmo
hace para devolverse. Y el sapo le grit desde su espalda, donde
estaba prendido como una garrapata: Aqu estoy, compadre!.
El gallinazo se puso furioso y empez a hacer piruetas y a sacudirse,
para hacer caer al sapo. ste iba muerto del susto. Cuando crey
que estaba bien bajito, vio una piedra, que le pareci chiquita, y
resolvi tirarse para evitar males mayores. Cay sobre la piedra y se
peg tan duro que se qued sin cola. Lamentndose de su suerte,
jur que nunca ms ira a una fiesta en el cielo. Desde entonces, los
sapos no tienen cola y se la pasan cantando en las lagunas.
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Una hora duerme el gallo.
Dos, el caballo.
Tres, el santo.
Cuatro, el que no lo es tanto.
Cinco, el marino.
Seis, el peregrino.
Siete, el estudiante.
Ocho, el jornalero.
Nueve, el pordiosero. Sbado alegre,
Diez, el caballero. domingo galn,
Once, el muchacho. lunes enfermo
Doce, el borracho. pa no trabajar.
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la tapa y dej que los animales que estaban dentro escaparan.
Salieron las avispas, el sapo, la vbora, la cucaracha, el cangrejo, el
chango, la gimba, el ratn de monte y muchos animales ms.
El Creador mostr una cara de asombro, nunca se imagin que
un animal tan pequeo fuera capaz de tal astucia. To Conejo
quiso aprovechar el desconcierto del Supremo Hacedor y le dijo:
Seor, quiero pedirle que me d un cuerpo ms grande. Si sien-
do pequeo soy capaz de hacer esto, cmo sera con un cuerpo
ms grande? Por favor, deme un cuerpo ms grande.
El Seor se disgust mucho y le dio un buen regao. Y le respon-
di enfticamente:
Qu cuerpo te puedo dar? Si siendo pequeo haces todas esas
travesuras, cmo seras teniendo un cuerpo mayor? Lo nico que
voy a agrandarte son las orejas.
Entonces, Dios hal fuertemente las orejas del conejo y lo dej caer
desde la altura del cielo. Y se es el conejo orejn que hace todas las
astucias que cuentan los abuelos.
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REGIN CARIBE
C U E N TO G U A J I R O
El conejo y el mapurite
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Pero por casualidad, no tienes un tabaco que me regales?
El mapurite meti la mano en su bolso y le regal un tabaco.
Entonces se separaron.
Pero en cuatro saltos el conejo dio vuelta a otra loma y volvi a
presentarse delante del mapurite.
Esta vez el conejo remed la voz temblorosa de un viejo:
Me complace verte, anciano, residuo de los tiempos idos. Soy
un viejo achacoso que desea recordar sus primeros das.
El mapurite se sinti muy contento al or estas frases y quiso
conversar de las andanzas de su juventud. Levant la cabeza pero
con sus ojos chiquiticos como dos pulguitas casi no poda ver a
quien le hablaba.
No tienes un tabaco que me regales? Pregunt de prisa el
conejo.
S, me complace dijo el mapurite, y le dio otro tabaco.
El conejo se fue corriendo contento con sus tres tabacos y el ma-
purite sigui camino a occidente.
Cuando el mapurite lleg a Riohacha, vio que no le quedaba
ni un solo tabaco para dar masajes a su enfermo, y recordando,
recordando se dio cuenta de que el conejo, con su astucia, lo
haba engaado.
Ya ver lo que le va a pasar! dijo indignado el mapurite.
Y comenz a preparar un raro menjunje: puso aj picante en un
mortero, puso resina de pringamoza, zumo de tabaco, y un cho-
rrito de pip. Bati muy duro as, as. Y cuando la mezcla estuvo
a punto, hizo dos cigarros con ella y los puso en su bolso.
Camino a su casa, pas por el mismo lugar en donde se haba encon-
trado con el conejo y qu casualidad! All estaba el conejo.
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Hola, viejo, amigo mo. Nos volvemos a encontrar. Tendrs
otro tabaco que me regales?
S, con mucho gusto. En Riohacha compr unos y son muy
buenos.
El mapurite le dio los dos cigarros y sigui pasito a paso a su casa.
El conejo se puso a fumar, chupa que chupa, y sinti un mareo.
Algo raro le ocurra. Senta como si le picaran hormigas en la
nariz, como si le hicieran cosquillas en la boca. Pero no le im-
port. Sigui chupando y escupiendo el aroma de su tabaco. El
hocico se le empez a hinchar y la nariz se le mova rapidito sin
que l lo quisiera. Entonces, bot el tabaco, se frot la nariz y
estornud. Pero nada. Su nariz segua hmeda, rosada y mo-
vindose sin parar.
Dice la gente de la Guajira que desde entonces a todos los co-
nejos les tiembla el hocico y la nariz, porque todava sienten la
picazn del tabaco mgico del mapurite.
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62
REGIN AMAZNICA
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ARCHIPILAGO
DE SAN ANDRS Y PROVIDENCIA
Historia de los
cuentos de Anancy
68
Y la serpiente movi la cabeza en son de acuerdo y Anancy le ama-
rr la cola, y la serpiente empez a estirarse y a estirarse, pero le
faltaba un tramo para ser ms larga que el palo, y Anancy le dijo:
Cierra los ojos serpiente, y estira con fuerza que yo contar has-
ta tres.
Entonces la serpiente empez a estirarse y Anancy a contar:
A la una, a las dos... y cuando iba a llegar a las tres, Anancy, la
araa, le amarr el cuello y comenz a gritar:
Vengan todos a ver la serpiente amarrada de un palo.
Y desde ese da los cuentos dejaron de ser cuentos de Tigre y se
convirtieron en cuentos de Anancy.
Y colorn colorado, este cuento se ha acabado.
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ARCHIPILAGO DE SAN ANDRS
Y PROVIDENCIA
El mono y el tiburn
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El rey de los tiburones est enfermo. El rey de los tiburones est
enfermo, y slo podr sanar si come el hgado de un mono.
El hgado de un mono? Empez a temblar el mono. Yo soy un
mono, yo soy un mono.
Entonces lo pens dos veces y dijo:
Ay, amigo Tiburn, me gustara entregarte mi hgado para que lo
obsequies al rey de los tiburones, pero como soy titiritero dej en el
rbol del manzano mi corazn, mi hgado y mi sombrero. Pero si
me vuelves a llevar a la orilla con mucho gusto te lo obsequio. Y el
tiburn dijo:
Gracias, amigo Mono, ya estuve pensando cmo te lo iba a arre-
batar.
Y el mono empez a mirar al tiburn de soslayo, y el tiburn dijo:
Bueno, regresar a la orilla. Y lo hizo a toda prisa.
Cuando llegaron a la playa, el tiburn dijo:
Amigo Mono, vaya a toda prisa y trigame su hgado.
El mono subi al rbol del manzano y desde lo alto le grit:
Amigo Tiburn, amigo Tiburn, aqu est mi hgado mostrn-
dole su hgado o acaso creas que me lo iba a dejar arrebatar?
Yo soy el mono titiritero, yo soy el mono, yo soy el mono.
Y sigui cantando el mono con tanta alegra de ver que el tiburn
no le pudo arrebatar el hgado.
Y colorn colorado, este cuento se ha acabado.
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REGIN CARIBE
La tortuguita diligente
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Tigre, que era la autoridad, tom la palabra y dijo:
Vamos a ver, quin se dispone a llevar una carta a Dios para
implorarle que llueva?
Venado dijeron todos en coro. Venado que es muy gil para
correr.
Venado se excus diciendo que con mucho gusto ira, pero que el
cielo estaba muy alto y muy lejos y ltimamente estaba sufriendo
de reumatismo.
Entonces que vaya Paloma Mensajera, que est acostumbrada a
volar por esas alturas.
Paloma se excus alegando sufrir achaques tambin, y as sucesi-
vamente todos los animales, hasta que le lleg el turno a Tortu-
guita, que estaba toda tmida en el borde de una gran piedra.
Bueno, yo voy dijo ella sacando la cabeza del carapacho y con
la vocecita aquella que casi no se le oa, y enseguida se desliz de
arriba de la piedra.
Todos los animales aplaudieron admirados de la rapidez con que
Tortuga empez a cumplir la diligencia de llevar el mensaje al cie-
lo. Da tras da y semana tras semana, los animales se reunan a
esperar el regreso de doa Tortuga. Y nada que llova y nada que
Tortuga regresaba. Y as pasaron tres meses.
Ese animal dnde se habr metido se preguntaban algunos.
Estamos desesperados! se lamentaban otros. Hasta que To
Tigre, que era la autoridad, pidi silencio y rugi desde lo ms
alto de aquel lugar:
Como doa Tortuga no llegue hoy, el da que vuelva, por la
demora tan grande, le vamos a dar una fuerte paliza.
Si, le daremos una fuerte paliza! rebuznaron, cacarearon, re-
lincharon, croaron, graznaron, mugieron todos.
74
Y entonces doa Tortuga sac la cabeza de all abajo de la piedra
a donde se haba resbalado, y respondi:
Sigan hablando mal de m y vern que no voy a ninguna parte.
75
REGIN ANDINA
La comadreja
y la familia Armadillo
77
Necesito que me pongas en contacto con un perro cazador.
T sabes replic el otro que no cultivo relaciones con gen-
tes de esa clase. Desde hace muchos siglos la familia de los cone-
jos y la de los perros son enemigos; pero como quiero prestarte
ayuda, le hablar a una lora amiga para que ella te consiga lo
que deseas.
La lora y Armadillito se dirigieron a una hacienda de caa. cer-
ca al trapiche estaba echada una perra amarilla. La lora trep a un
rbol y empez a decir:
Amota doa Perra: si usted fuera tan amable y se acercara un
momento, pues tengo grandes deseos de saludarla y de paso tra-
tarle un negocio.
La lora era muy fina para hablar porque era sabia y vieja. La perra
dio un salto y Armadillito, que no las tena todas consigo, se es-
condi entre su concha; la perra se acerc ladrando:
78
Hola, amiga Lorita! Cmo ests? En qu puedo servirte?
sta, como buena charlatana que era, le ech de una vez todo el
cuento de la comadreja y el favor que le pedan los armadillos. La
perra pidi tiempo para reflexionar y a fin de estar ms cmoda
se sent en un banquillo que hall cerca y que no era otra cosa
que la concha del armadillo; ste, ms muerto que vivo, no se
atrevi a hacer ni un movimiento. Despus de breves instantes la
perra expuso las condiciones en que aceptaba la propuesta.
Yo voy a la casa de la familia Armadillo durante ocho das y me
comprometo a sacar de en medio a la comadreja, pero que pap
Armadillo me garantice un hueso al da y buena cama.
La lora empez a llamar a voces al armadillo, pero ste no poda
contestar porque la perra estaba sentada encima de l, y estaba
muerto de miedo. Al fin se atrevi y desde el fondo de su concha
grit: Acepto!
79
La perra dio un brinco tremendo cuando oy que su asiento ha-
blaba. Ri la lora sin parar y explic lo que pasaba. Sali el arma-
dillo y convinieron el trato. Volvi entonces a la casa y anunci
para el da siguiente la llegada del husped. Pap sali temprano
y volvi con un apetitoso hueso. Al pasar por la ventana de doa
Comadreja, sta lo ataj dicindole:
Ay, don Armadillo! Qu hueso ms delicioso. hoy como que
hay banquete en su casa, no convida?
Por supuesto, seorita contest el malicioso viejo. Queda in-
vitada.
Muchas gracias. No faltar.
La comadreja lleg muy peripuesta con cinta en la cabeza y gafas
de oro. Estaban tomando la sopa cuando golpearon la puerta.
Armadillito fue presuroso a abrir y abrazando a la perra que lle-
gaba, exclam:
Mi querida maestra! Cunto tiempo sin verla; qu gusto nos da
viniendo a casa. Se quedar algunos das con nosotros, verdad?
80
Ya lo creo, queridito; estuve mala y el mdico me aconsej los
aires de la montaa y pens que con nadie mejor que con ustedes
podra estar, y aqu me tienen.
La comadreja paraba las orejas para no perder palabra del dilo-
go; cuando apareci la perra, por poco se desmaya: se le cayeron
las gafas y le temblaba el lazo de cinta.
La perra fue acogida con grandes muestras de afecto y fue invita-
da a almorzar. Ella que se sienta y la comadreja que se levanta.
Ustedes van a perdonar que me retire, pero recuerdo en este
momento que me llega un pariente. Pero sigan, tengan la bon-
dad. Nadie se levante, no faltaba ms. Que pasen feliz da.
Y sali disparada.
Despus de almorzar, fueron todos a dar un paseo, menos mam,
que tena que lavar la vajilla. Vino entonces la comadreja lloran-
do a lgrima viva y manifest que tena que irse al pueblo vecino
porque haba recibido noticia de que su abuela estaba gravemen-
te enferma, y se march corriendo.
Mara Eastman.
Publicado en: El conejo viajero.
Medelln, Ediciones: Direccin de extensin cultural, 1990.
Ilustraciones: Johana Bojanini.
81
REGIN DE LA ORINOQUA
La tortuga y la rana
Cuenta una antigua leyenda que un da un zorro buscaba al-
gn animal para saciar su hambre. De pronto, como por obra de
los dioses, encontr una pequea rana que cazaba mosquitos y
pens que ella sera el plato perfecto. Lentamente se acerc a la
rana sin que sta se percatara de su presencia. Pero una enorme
y hermosa tortuga charapa que pasaba por all s se dio cuenta de
lo que suceda y le mordi la cola al cazador.
Ay, mi colita! vocifer el zorro adolorido. Cuando la rana oy
el grito se lanz al agua, salvndose as de convertirse en almuer-
zo. Entonces el zorro, enfurecido, mir a la tortuga y le dijo:
Ya que impediste que me comiera a la rana, ahora t sers mi presa.
Y acto seguido se lanz sobre ella. Pero la valiente tortuga escon-
di de inmediato las patas y la cabeza debajo de su caparazn. El
zorro intent sacar a la tortuga pero todo fue intil. Luego, quiso
romper el caparazn, pero tampoco pudo porque era macizo y
muy duro. Entonces, el desesperado zorro le grit a la tortuga:
Te lanzar al cielo para que te rompas cuando caigas!
A lo que la tortuga respondi:
Si quieres, hazlo, pues me encantara ir al cielo y jugar con los
pjaros en medio de las nubes.
El zorro, cada vez ms furioso, le dijo:
Pues entonces te arrojar al fuego para que te quemes, y te co-
82 mer bien asada.
La tortuga, riendo, le contest:
Me parece perfecto, tengo mucho fro y me
gustara calentarme un poco.
Entonces, el iracundo zorro le grit:
Lo mejor ser lanzarte al agua para que te
ahogues!
La tortuga, que tena fama de ser muy inteli-
gente, replic gimiendo:
No, no, no, por favor! No me tires al agua,
morir.
El zorro, feliz de haber encontrado la manera
de matar a la tortuga y comrsela, la lanz al
ro. Pero haba cado en la trampa: la tortuga,
feliz, nad en medio de la corriente hasta don-
de estaba la rana.
Entonces, las dos amigas le gritaron al zorro:
Ven zorro cobarde, ven a buscarnos!
Ante el reto de los dos animalejos, el zorro se
lanz al ro sin siquiera pensarlo. Y como es de
suponer, fue arrastrado por la terrible corrien-
te y slo pudo salir con vida despus de nadar
por largo tiempo.
Desde aquel da, el zorro no confa en las tretas
de la tortuga y prefiere no molestarla, y los ani-
males admiran a la tortuga charapa por haber
burlado a aquel animal.
Valeria Baena.
Publicado en: Regin de la Orinoqua: animales en extincin.
Colombia. Bogot. Ediciones B, 2006.
Ilustracin: Alejandra Higuita. 83
84
REGIN ANDINA
El entierro
de Perico Ligero
El burrito y la tuna
Una maana, un hombre ensill su burro y sali de Riohacha
rumbo adentro de la Guajira. El camino era largo. Andando,
andando, descansando un rato aqu y otro all, pasaron cuatro
das. A la cuarta noche, el hombre se baj de su burro y colg su
chinchorro para descansar. De repente, en el fondo de la noche,
se oy el silbido espeluznante de un Wanuluu que le segua los
pasos. Lleno de miedo, el hombre brinc de su chinchorro y
se escondi detrs de un olivo. El burrito no oy al Wanuluu y
sigui tranquilo masticando el fruto de unos cujes.
La segunda vez el silbido son ms cercano el burrito par las
orejas. El hombre se acurruc lo ms que pudo detrs del tronco
del olivo y vio a la luz de la luna, un jinete sin cara. Llevaba plu-
mas blancas en la cabeza y cabalgaba sobre un caballo de sombras.
El jinete desmont y se acerc al burro.
Dnde est tu compaero? pregunt.
No tengo compaero dijo el burro. Estoy solo.
Y eso que parece una baticola?
Es mi cinturn de borlas.
Y eso que parecen frenos?
Son collares de cascabeles.
El Wanuluu respir profundo. 93
Y eso que huele a sol y a sudor humano, qu es?
Mi racin de fororo con panela.
Pero el Wanuluu no se convenci y volvi a insistir con una
vocezota:
Dnde esta tu compaero?
He dicho que no tengo compaero contest el burro.
Si no me dices la verdad te matar! dijo Wanuluu.
El Wanuluu tom su pual de hueso y se acerc al olivo donde se
esconda el hombre. El burrito, empeado en salvar a su amo, se vol-
te y le dio una tremenda patada que lo lanz contra unas piedras.
Pero el Wanuluu se levant como si no hubiera sentido nada.
Caramba! dijo en un susurro. Por qu me tiras piedras? No
debas tirarme piedras.
Y lo amenaz con su pual de hueso. Comenz entonces una
lucha violenta entre el Wanuluu y el burrito. El Wanuluu haca
silbar el pual y el burrito saltaba y daba patadas. Pero el Wanu-
luu pareca no cansarse. Daba un golpe. Y otro golpe. El hombre
miraba desde su escondite, callado, casi sin respirar. Y no pens
en salir a defender a su burro.
Cuando el burrito ya no poda ms, el Wanuluu lo dej en el
suelo, mont su caballo y desapareci sin dejar huellas. Entonces
el hombre sali de su escondite.
Mira, pues dijo al burrito. Yo no saba que hablabas como
nosotros. Y nada ms. Ni siquiera le dio las gracias por ha-
berle salvado la vida. Trat de montarlo y seguir su camino.
Pero el burro estaba tan herido que ya no poda caminar.
Entonces el hombre se fue solo y dej al burrito tendido en el
camino. Cuando lleg a la casa de su familia, cont su gran aven-
tura. Pero no habl del burrito.
94
Fui yo! dijo. Fui yo quien venci al Wanuluu.
Y todos creyeron que era un hombre de gran poder, que era un
intocable.
Mientras tanto, atrs en el camino, el burrito herido muri. Y
en el lugar donde cay, naci una mata de cardn. En sus tallos
las avispas matajey fabricaron un panal de rica miel. El cardn se
llen de frutos rojos y maduros que los pjaros nunca picotearon
y el sol nunca resec.
Un da, le lleg al hombre el momento de volver a Riohacha. Em-
prendi su camino y pas por el mismo lugar donde antes haba
abandonado al burrito. Estaba cansado y sediento y se acord de
su burro. Mir aqu y all, busc y no lo encontr. Pero s vio un
cardn lleno de frutos rojos.
Mmmm! dijo el hombre. Estos frutos se ven sabrosos!
Arranc varios y se los comi. De pronto, entre los rojos frutos
descubri un panal de matajey. Lo arranc y comenz a lamerlo.
La miel goteaba por sus manos. Y as, lame que lame, su cara se
fue poniendo verdosa, sus orejas crecieron y le brotaron hermo-
sos frutos, y se llen de espinas y flores amarillas.
El hombre se convirti en tuna silvestre, llamada Jumachee. Y
all se qued para siempre, al lado del burrito a quien haba aban-
donado.
Desde entonces, en toda la Guajira, la tuna con sus espinas crece
al lado del cardn con sus dulces frutos. Y en tiempos de lluvia
las flores amarillas de la tuna y los frutos rojos del cardn alegran
al viajero cansado.
95
REGIN ANDINA
El sancocho de piedras
98
La vieja, con los ojos muy abiertos, mira la ollita y mira al hom-
bre, mientras refunfua:
Jim! Sancocho de piedras! Jim!
Ya ver lo bueno que queda, mi seora. Ya ver. Ah, pero nos
faltaba la sal! Qu descuido el de nosotros! La sal. Qu mal coci-
nero soy! Y qu ms nos falta? Los alios: tiene un poquito? Eso
es, cebolla, tomate, yerbitas.
Tenga a ver. Con esto habr?
Dems! El paisano cuelga la ruana en un clavito y pregunta:
Qu estaba haciendo usted cuando yo llegu...?
Yo? Iba a barrer la cocina.
Preste ac la escoba, yo se la barro sonre.
No, ni por pienso! Cmo se le ocurre!
Yo se la barro! Quite de ah, para no echarle tierra en las patas!
Ave Mara! dice la vieja. Je, je, Je! Que tentacin es ver un
hombre barriendo, je, je, je. Sale la mujer, muerta de la risa, y
al momento regresa.
Vea, all me encontr dos papas y una yuca: Se le pueden echar
al sancocho de piedras?
Uh, de ms! cheselas picadas en trocitos.
La mujercita empieza a picarlas con un cuchillo cocinero y dice
de pronto:
Con este sancocho tambin se come aguacates?
Pues claro! Dnde est el garabato para tumbarlos?
Sale el muchacho, y a poco regresa con un hermoso aguacate
maduro, dos chcolos, pltano verde y una tira de carne oscura,
seca, que muestra a la vieja mientras pregunta: 99
Qu ser esta gurupera, vieja?
A dnde la encontr?
Colgando de una horqueta.
Ah, s: eso es un pedazo de carne de guagua, de una que dej
Manuel secndose al sol.
Y se pondr bravo si la echamos a nadar un ratico?
La vieja re y la carne va a templar a la olla, con los chcolos par-
tidos en rodajas, mientras la vieja aplasta tajadas de pltano verde
para hacer patacones, que reemplazan el pan y hasta la arepa.
Un poco ms de candela, un agitar de la china y ya la olla em-
pieza a hervir. El muchacho se sienta en un banquito y se pone a
charlar con la vieja de las madremontes y los duendes, de las pa-
tasolas y los rescoldaos. Hablan tambin del tigre, que se oye por
la noche en las caadas, y de las culebras de todas clases y colores.
Hasta que al fin la vieja dice:
Bueno: esto como que ya est.
Bajan la olla, y empieza el muchacho a servirse un buen sancocho
de guagua en un plato de peltre con flores amarillas, que lav
bien al chorro.
Un aroma exquisito llena la cocina. El hombre come en silencio,
sin dar descanso a la paadora de naranjo. Engulle de lo lindo y
la vieja goza vindolo comer. No le quita los ojos de encima, espe-
rando el momento en que se coma las piedras del fondo.
El hombre come y come, hasta que ya no puede ms. Con la lti-
ma cucharada se levanta y dice:
Comida hecha, compaa deshecha, pero me tengo que ir lige-
ro, no vaya a ser que me coja la noche en el camino...
Que mi Dios le pague y le d el cielo...
101
102
DE LA TRADICIN UNIVERSAL
Domingo 7
Haba una vez dos compadres jorobados, uno rico y otro pobre.
El rico era muy amarrado, de los que no le echan sal a un huevo
para ahorrar. El pobre iba todos los viernes al monte a cortar lea
seca para venderla en la ciudad.
Uno de tantos viernes, el jorobado pobre se extravi en la mon-
taa y lo cogi la noche sin poder hallar la salida. Cansado de
andar de aqu para all, resolvi subirse a un rbol para pasar all
la noche. At al tronco el burro que le ayudaba en su trabajo y l
se encaram casi hasta la punta.
Al rato de estar all, vio de pronto que a lo lejos se prenda una luz.
Baj y se encamin hacia ella. Cuando la perda de vista, suba a
un rbol y se orientaba. Al irse acercando, en un claro del bosque,
vio que se trataba de una casa grande iluminada. Se oa msica y
carcajadas, como si en ella se celebrara una fiesta.
El hombre asegur la bestia, entr y se fue acercando poqui-
to a poco para que nadie lo fuera a or. La parranda era muy
adentro, porque las salas junto a la entrada se encontraban
vacas. De puntillas se fue metiendo y metiendo hasta que dio
con la fiesta.
Se escondi detrs de una puerta y se puso a mirar por una rendija:
la sala estaba llena de brujas mechudas y feas que bailaban pegando
brincos como micos y cantaban un mismo sonsonete:
Lunes y martes
y mircoles tres 103
Pasaron las horas y las brujas incansables dale que dale con el
baile y con el sonsonete:
Lunes y martes
y mircoles tres
Aburrido de or la misma cosa, el compadre pobre se atrevi a
cantar un nuevo verso con su vocecita:
jueves y viernes
y sbado seis
Los gritos y los brincos cesaron...
Quin cant? preguntaban unas.
Quin arregl tan bien nuestra cancin? decan otras.
Qu cosa ms linda! Quien canta as merece un premio!
Todas se pusieron a buscar y por fin encontraron al compadre
pobre que estaba temblando detrs de la puerta.
Ave Mara! No saban dnde ponerlo!
Unas lo levantaban, otras lo bajaban y dele besos por aqu y
abrazos por all.
Una grit:
Quitmosle la joroba!
Y todas respondieron;
S, s!
El pobre hombre dijo:
No, por favor, no!
Pero no haba terminado de hablar el hombre cuando ya estaba
la emprendedora bruja cortndole la joroba con un cuchillo, sin
104 que l sintiera el ms mnimo dolor y sin que derramara una sola
gota de sangre. Luego sacaron del cuarto de sus tesoros varios sacos
llenos de oro y se los dieron agradecidas por aadirle a su canto un
verso tan bonito.
l trajo el burro, carg los talegos y parti por donde las brujas le
indicaron. Al alejarse, las oa desgaitarse:
Lunes y martes
y mircoles tres
jueves y viernes
y sbado seis
Pronto lleg a su casita, en donde su mujer y sus hijos le espera-
ban acongojados porque teman que le hubiera pasado algo. Les
cont su aventura y mand a su esposa que fuera adonde el com-
padre rico para pedirle prestada una pesa y as saber cunto oro
traa. Ella fue y le dijo a la mujer del compadre rico, que estaba
sola en la casa:
Comadrita, prsteme la pesa para pesar unas habichuelas que
recogi de la huerta mi marido.
Pero la mujer del compadre rico se puso a pensar:
Pero si el marido de sta no ha sembrado nada. Si nosotros sa-
bemos que en el terrenito que tienen no caben clavadas ms de
cuatro estacas. Algo raro est pasando.
Y unt pegante al fondo de la pesa para averiguar qu iban a pe-
sar sus compadres pobres.
El jorobado pobre y su mujer pesaron tantas monedas de oro
que perdieron la cuenta. Y al devolver la pesa a su vecina no se
fijaron que en el fondo haban quedado pegadas unas monedas.
La comadre rica, que era muy envidiosa y que no poda ver boca-
do en boca ajena, al ver aquello se santigu y se fue a buscar a su
marido.
Mira, siempre me has dicho que tu compadre est tan arran-
cado que tiene que andar con una mano adelante y otra atrs,
105
porque no tiene dnde caerse muerto. Pues ests muy equivo-
cado.
Y la mujer le mostr las monedas de oro, le cont lo ocurrido
y lo estuvo azuzando hasta que el compadre rico fue a buscar al
pobre.
Aj, compadrito! Conque pesando monedas de oro?
El otro, que era un hombre sencillo y veraz, le cont su aventura.
El rico volvi a su casa verde de la envidia!
La mujer le dijo que qu esperaba para irse al monte a cortar lea:
Quin quita y te pase lo mismo.
El viernes, muy de maana, se puso en camino con cinco mulas
y todo el da no hizo ms que voliar hacha.
Al anochecer se meti en lo ms espeso de la montaa y se perdi.
Se subi a un rbol, vio la luz y se fue a buscarla. Lleg a la casa
en donde las brujas celebraban cada viernes sus fiestas.
Hizo lo mismo que el compadre pobre y se meti detrs de la
puerta.
Estaban las brujas cante que cante:
Lunes y martes
y mircoles tres
jueves y viernes
y sbado seis
Cuando la vocecita del jorobado cant, hecha un temblor:
y domingo siete...
Ave Mara! Qu fue aquello!
Las brujas se pusieron furiosas a jalarse las mechas y a gritar en-
106 colerizadas:
Quin es el atrevido que ech a perder nuestra cancin?
Quin es el que sali con ese domingo siete?
Y lo buscaban pelando los dientes, como los perros cuando van
a morder.
Encontraron al pobre hombre y lo sacaron del escondite a las
patadas.
Vas a ver lo que te va a pasar, jorobado dijo una bruja que sali
corriendo hacia el interior de la casa. Luego volvi con una gran
pelota entre las manos que no era ms que la joroba del compa-
dre pobre y pan! Se la puso en la nuca al infeliz, en donde qued
pegada como si all hubiera nacido. Le desamarraron las mulas,
las bajaron de sus cargas de lea y las echaron monte adentro.
Al amanecer, cuando el compadre rico lleg a su casa con dos joro-
bas, todo dolorido y sin sus cinco mulas, su mujer lo vi y se enfu-
reci tanto que se enferm y tuvo que meterse en la cama.
109
Cercano a la casa estaba un caney abandonado, donde colg su
chinchorro y se acost.
Muy entrada la noche, se despert, pues sinti ruido en la casa
cercana y se levant para averiguar qu pasaba. Oculto detrs de
un rbol, vio que de la casa sala un hombre arrastrando un bulto;
pas muy cerca de l y se detuvo un momento, lo que aprovech
para cortar un pedazo de la capa del hombre.
Al clarear, emprendi de nuevo su camino y al llegar al pueblo
cercano se encontr con una multitud que rodeaba el cadver del
anciano dueo de la casa en donde no haba querido hospedarse.
Nadie saba quin lo haba matado. Entre los curiosos que rodea-
ban el cadver, nuestro hombre vio al que le faltaba un pedazo
de capa y se dio cuenta de que era el asesino. Fue al tribunal y lo
denunci presentando como prueba el pedazo de capa que haba
guardado.
Ante la prueba, el hombre confes su crimen diciendo que se
haba puesto de acuerdo con la esposa del viejo para hacerlo. La
justicia le dio las gracias y l continu su camino.
Despus de muchos das de viaje, una noche de luna en la que
haba gran claridad, lleg a su casa, entr y vio a un hombre dur-
miendo en un chinchorro. Iba a caerle a palos, creyendo que su
mujer se haba casado con otro, cuando record el tercer consejo:
No hagas nunca de noche aquello de lo que te puedas arrepentir
por la maana. Entonces sali afuera y se sent cerca de la puerta
a esperar el da para hablar con su esposa.
110
Al empezar a aclarar oy la voz de su mujer que deca:
Hijo, hijo, levntate.
Entonces se acord del anuncio de la esposa, cuando decidi
partir, de que iba a tener un hijo, y entr de inmediato a la casa
donde fue reconocido por la esposa. Abraz al hijo y todo era ale-
gra para los tres despus de tan larga separacin. Para celebrar el
encuentro se sentaron a desayunar y el hombre sac el pan, regalo
del dueo de la panadera. Al cortarlo salieron una cantidad de
monedas de oro que el dueo de la panadera haba puesto en
recompensa de sus buenos servicios.
Y desde entonces todos fueron felices.
111
DE LA TRADICIN UNIVERSAL
El compadre rico y
el compadre pobre
En una aldea vivan dos compadres: el uno era muy rico y po-
sea numerosos bienes, mientras que el otro era pobre y solo tena
un rancho y un burro en el que cargaba lea para vender.
Un da, el compadre rico quiso burlarse de su compadre pobre y le
dijo que en un pueblo vecino estaban comprando cueros de burros
a muy buen precio, que por qu no mataba el burro, le sacaba la piel
y la venda, y de esta manera saldra de pobre. Como el compadre
pobre era muy sumiso y humilde a la vez, hizo lo que el compadre
rico le haba dicho: mat el burro, lo pel, y se fue a vender el cuero
al supuesto pueblo que le haba dicho su compadre rico. Como ha-
ba partido bien entrado el da, lo agarr la noche en la mitad de la
selva, y no encontr ms modo que pasar la noche encaramado en
un rbol con cuero y todo.
Entrada bien la noche, unos ladrones que haban robado un ban-
co, y traan gran cantidad de dinero de distintas denominaciones
en billetes, se pusieron a contar el botn debajo del rbol para re-
partirlo entre s. El compadre pobre comenz a temblar de miedo
por temor de que lo descubrieran y le hicieran dao, y quebr
la rama donde estaba el cuero colgado, produciendo un ruido es-
truendoso. Los ladrones huyeron despavoridos.
Al da siguiente, el compadre pobre se baj del rbol para con-
tinuar su camino. Cul no sera su sorpresa al levantar el cuero
del burro y ver que arropaba gran cantidad de plata, de la que el
compadre pobre llen varias mochilas antes de regresarse para su
112 rancho.
El compadre rico, al verlo venir, se carcajiaba porque le haba
hecho matar el burro con el que se ganaba la vida. Pero su sorpre-
sa fue mayor al ver a su compadre cargando mochiladas de plata,
y el compadre pobre le daba las gracias por la idea de matar el
burro y as salir de pobre.
Como el compadre rico era envidioso y avaro, mat todos los bu-
rros que posea, les sac el cuero, y se fue por el mismo camino que
haba tomado su compadre antes pobre. Con tan mala suerte que
lo agarr la noche en medio de la selva y vinieron las fieras y se lo
tragaron con cueros y todo termin de esta manera, en una forma
muy miserable, sirviendo de pasto a las fieras.
El leador
Carlos J. Silva A.
Publicado en: Cuentos conta-dos.
Bogot Colombia.
(Casanare indgena sliva).
Ilustraciones: Carolina Bernal.
116
DE LA TRADICIN UNIVERSAL
Bulto de sal
Hace tiempo viva un hombre que tena mala suerte, la peor de
las suertes. Tena tan mala suerte que en los pocos das de verano,
cuando sala de su casa, una nube vena a situarse sobre su cabeza y
se pona a llover, solo para l. Todos sus conocidos porque amigos
no tena, tal era su suerte lo llamaban Bulto de sal, lo que con
el uso se haba convertido en su nombre: Bultoesal. A fuerza de
desgracias y sinsabores comenz a preguntarse por las races de su
infortunio y se le ocurri que la culpable de todo era su madre. Es
una tendencia muy humana y particularmente masculina, esa de
culpar a la madre de todos los males y Bultoesal no fue la excep-
cin. Se fue a ver a su seora madre y le pregunt qu era lo que
ella haba hecho mal para que su suerte fuera tan negra.
No seor!, le respondi la honorable mujer. Hasta donde yo
s todo lo hice bien. Adems, no lo hice sola, su pap y yo todo
lo hicimos bien. Mejor dicho: si usted quiere averiguar por qu
tiene mala suerte lo que tiene que hacer es hablar con Dios o con
el destino. Como es tan difcil hablar con el destino, Bultoesal
se fue a hablar con Dios.
Apenas haba dado sus primeros pasos en el camino hacia Dios,
cuando se encontr con un lobo. No era un lobo como esos que
aparecen, tan a menudo, en los cuentos. ste era un pobre lobo ham-
briento, todo pellejo y huesos, mueco, que ms que miedo produca
lstima. Al ver pasar a Bultoesal, el lobo se atrevi a preguntarle para
dnde iba, a lo que Bultoesal respondi que iba a hablar con Dios. Si
lo encuentras, por favor pregntale cmo puedo saciar mi hambre.
Y Bultoesal sigui su camino en busca de Dios. 117
118
Al cabo de un trecho, Bultoesal pas frente a una casa donde ha-
ba una joven que, con la mirada clavada en el suelo, no paraba
de llorar y sollozar. La muchacha lo vio, y entre lgrimas y sollo-
zos, le pregunt quin era y a dnde se diriga.
Soy un hombre que tiene mala suerte respondi Bultoesal. Y
voy a hablar con Dios para que me d una explicacin.
Si lo encuentras pregntale qu puedo hacer para no estar tan
triste implor la joven.
As lo har concluy Bultoesal y, sin siquiera pensar en despe-
dirse, sigui.
Ms adelante, al lado de un ro, haba un rbol que en lugar de te-
ner sus ramas erguidas hacia el cielo, las dejaba caer hacia el agua
del ro. Cuando Bultoesal pas a su lado, el rbol le pregunt de
dnde vena, quin era y para dnde iba.
Vengo de mi ciudad, soy un hombre que tiene mala suerte y voy
a hablar con Dios respondi el malaventurado.
Si lo encuentras pregntale cmo puedo calmar mi sed rog
el rbol.
No lo olvidar dijo Bultoesal, y apurando el paso se alej.
Despus de mucho caminar se encontr con Dios. Le hizo las
tres preguntas que le haban encargado, escuch las respuestas y
ya se dispona a irse cuando, en un instante de suerte hablando
con Dios eso le pasa a cualquiera, se acord de su asunto y le
pregunt por qu l tena tan mala suerte.
T tienes mala suerte porque t te lo has buscado respondi
Dios y desapareci.
Bultoesal se qued desconcertado y, maldiciendo su suerte, excla-
m: tena que ser yo para que me ocurriera algo nefasto y desafortu-
nado. Voy a hablar con Dios y me dice que yo mismo soy la vctima
y el culpable de mi infortunio, eso s que es tener mala suerte.
De regreso a su ciudad se encontr con el rbol que le pregunt
qu haba dicho Dios. 119
Dios dice que all donde tus ramas deberan encontrar el agua,
hay un bal escondido lleno de oro y el oro, que puede traer ale-
gra a los hombres, resulta venenoso para los rboles.
No quieres cavar y sacar ese bal para ti?
Nooo! Yo tengo tan mala suerte que si me pongo a cavar, no lo en-
cuentro. Si lo encuentro, resulta que ya no hay oro. Si de pronto hay
oro, le resulta dueo. Y si no, entonces capaz que aparecen por aqu
unos ladrones y me matan por quitrmelo, mejor dejmoslo all.
Ms adelante se encontr con la joven que segua sumida en su
desgarradora melancola y que le dijo:
Tienes alguna respuesta de Dios a mi pregunta?
Dios dice que debes buscar compaa en el primer hombre ama-
120 ble que pase frente a tu casa.
La joven mir a Bultoesal y, con una hermosa sonrisa en sus labios, le
pregunt si estara dispuesto a acompaarla. Ni que estuviera loco!,
respondi Bultoesal. Si me quedo contigo, con la suerte que tengo, de
pronto me enamoro y luego t te aburres de m y me abandonas. O te
enamoras de otro hombre y me engaas. O te mueres primero que yo y
me dejas solo. Es mejor que dejemos las cosas como estn!
Sigui su camino y se encontr con el lobo aquel, que al verlo le pregun-
t qu haba dicho Dios.
Dios dice que debes comerte al primer imbcil que pase.
S, justamente eso, lo que ustedes estn pensando, fue lo que ocurri.
Desde entonces los lobos comen hombres.
Nicols Buenaventura.
Publicado en: A contracuento.
Editorial Norma. Bogot 2000.
Ilustraciones: Carolina Bernal.
121
Albricias!
De qu noticias?
El que se va de Sevilla
pierde su silla!
Quin te motil
que sin orejas te dej?
El burro viejo
que me lo pregunt!
Ir viento en popa.
La historia de Llivan
Cuentan los indios paeces que hace mucho tiempo los jvenes
arrojaron de la comunidad a los ancianos porque, segn ellos, no
hacan nada. Los viejos, sin ms alternativa, marcharon hacia el
lugar que les indicaba Llivan, el nico joven que se haba opuesto
a la expulsin de los ancianos. Llegaron a un valle, cerca de un
hermoso ro, construyeron un bello poblado, en donde todos los
viejitos trabajaron para construir sus malocas y chagras. Llivan
era el encargado de cortar la madera, pescar y cultivar, hacindo-
lo como lo recomendaban los viejos. Muy pronto se convirti en
un lugar sereno y prspero.
Mientras tanto, en el pueblo de los jvenes haban comenzado los
problemas: todos queran ser gobernantes, nadie quera trabajar y
comenzaron a aburrirse, porque no haba quin contara historias
al anochecer, ni quin organizara celebraciones ni fiestas. Cuan-
do alguien enfermaba, mora sin remedio, porque nadie conoca
el secreto de las plantas curativas.
En el pueblo de los ancianos, Llivan estaba listo para tomar una
esposa. Entonces, pidi permiso para que le permitieran buscar
una mujer en el pueblo de los jvenes; los ancianos no se opusie-
ron y le advirtieron que tuviera mucho cuidado, pues los jvenes
lo consideraban un traidor. Llivan march una maana sin prestar
mucha atencin a las palabras de los ancianos. Lleg al territorio
de los jvenes, quienes lo apresaron inmediatamente. All pudo
darse cuenta de que cinco muchachos haban tomado el mando de
la poblacin y tenan como esclavos a todos los dems.
125
Esa noche, antes del sacrificio al que iba a ser sometido Llivan,
los jefes hicieron una gran fiesta, y, como ocurra todas las no-
ches, se emborracharon con chicha. Llivan haba sido atado en el
centro de la aldea y permaneca vigilado por una bella indgena,
que no haca otra cosa que mirarlo.
Aydame a escapar y te salvar le deca Llivan a su bella
centinela.
Como ya todo el poblado estaba aburrido por el mandato de los
tiranos, la bella muchacha solt a Llivan y entre los dos conven-
cieron a todo el pueblo de castigar a los cinco gobernantes. Los
jvenes entonces fueron a pedir perdn a los ancianos. Cuando
los tiranos se levantaron al otro da, no encontraron a nadie que
los atendiera, tal como estaban acostumbrados. Descubrieron
que sus cuerpos estaban desnudos y salieron furiosos a castigar a
quienes les haban humillado, pero cuando miraron a su alrede-
dor, todos los hombres y mujeres, viejos y jvenes, los esperaban
con una hoja de pringamosa en la mano. Llivan les orden que
caminaran en medio de sus antiguos sirvientes y cada uno les
castig con la pringamosa. Desde entonces, todo volvi a la nor-
malidad y los ancianos gobernaron como era la costumbre.
129
REGIN
DE LA ORINOQUA
El hombre delfn
Hace tantas lunas, como estrellas hay en el cielo, viva a orillas
de un caudaloso ro un cacique con su mujer y su hermosa hija. La
joven era alegre y habladora, y muy querida por todos en la tribu.
Un luminoso da de junio, el cacique decidi organizar una gran
fiesta para celebrar el cumpleaos de su hija. De los lugares ms
apartados trajo a los mejores cocineros para preparar manjares
suculentos e hizo fabricar exquisitos licores para que no faltara
ese da la alegra. Envi tambin a sus mensajeros a conseguir
los ms hermosos regalos para su hija: vestidos, joyas y suntuosos
objetos fueron llevados al pueblo.
Por fin lleg el esperado da. Durante la fiesta, los invitados bai-
laban y celebraban alegres el cumpleaos de la hija del cacique.
Cuando se hizo de noche, lleg al casero un hombre que nadie
conoca, vesta tnica blanca y sombrero, y era muy apuesto. Los
hospitalarios habitantes decidieron acogerlo en la fiesta y pregun-
tarle al da siguiente de dnde vena y hacia dnde iba.
130
Al ver al desconocido, la hija del cacique qued fascinada. El hom-
bre se acerc a la joven y, sin mediar palabra, la tom de la mano
y la llev a bailar. Y cuando el amanecer empezaba a despuntar, el
hombre le dijo adis, y parti sin explicacin alguna. Como era de
suponer, todos en el casero quisieron saber del misterioso hombre.
La gente de la tribu le preguntaba a la joven quin era el visitante,
pero ella solo saba que estaba perdidamente enamorada de l. Pa-
saron los das y la joven pareca bajo la influencia de un hechizo: no
coma, no rea, no sala a baarse al ro, se haba vuelto taciturna y
malgeniada. La atormentaba una terrible tristeza y la gente, querien-
do ayudarla, le preguntaba por el hombre para ir en su bsqueda y
sacarla del letargo.
Un buen da, ya cansada de la curiosidad de todos, la joven dijo:
Tiene un orificio en la cabeza, debajo del sombrero. Es un del-
fn.
Pocos meses despus, la amada hija del cacique muri de tristeza.
La tribu decidi entonces hacer una fiesta cada ao para recor-
darla. Y desde aquel tiempo, todos los meses de junio, cuando
aparece por all algn visitante con sombrero, la tribu le pide que
se lo quite para verificar que no sea el hombre delfn que llega a
enamorar a las jvenes.
Valeria Baena.
Publicado en: Regin de la Orinoqua: animales en extincin.
Colombia. Bogot. Ediciones B, 2006.
Ilustraciones: Alejandra Estrada. 131
REGIN ANDINA
Minisurumbullo y el
dulce de icaco
Es bien sabido que los ratones construyen grandes ciudades
bajo las plazas y avenidas de las poblaciones humanas. All, bajo
tierra, sin que nadie se d cuenta, eligen reyes, forman ejrcitos,
libran batallas, tienen genios y hroes. Pero esta historia nada
tiene que ver con personajes tan importantes, sino con una hu-
milde familia de ratoncitos campesinos que tena su madriguera
bajo una mata de reseda, al pie de una mata de retama, junto a
una mata de moras, en un potrero que haba en las afueras de
una tranquila aldea.
Adentro de la madriguera, el huequito tena varios cuartos, pues
la familia era numerosa. Tena su puerta principal y su puerta
secreta para el caso de que necesitaran despistar a algn enemigo,
cosa que nunca ocurra: el vecindario era sumamente tranquilo.
El nico que utilizaba la puerta secreta era el menor de la familia
para salir a hacer sus pilatunas.
132
El menor se llamaba Minisurumbullo, pero todos los nombres de
ratn son largusimos y todos se abrevian, as que a Minisurum-
bullo lo llamaban Mi. Mi era todo gris, menos la lengita rosa-
da con que se baaba, las uas y los dientecitos blanqusimos, y
los pcaros ojos de chispita negra.
Una maana, Mi sali por la puerta secreta en busca de aventu-
ras. Como los dems dorman, nadie lo vio salir. Corri por los
potreros tan rpido que por poco pierde su sombra. Lleg a la
aldea tan rpido que casi llega sin cola. La aldea como siempre
ola... ola delicioso!
Mi se meti por la rendija de una puerta y se encontr en una co-
cina llena de perfumes apetitosos, pero tambin llena de gente.
Auxilio! Un ratn! grit alguien.
Aqu hay una escoba! Dele! grit alguien ms.
Cul ratn?
Ah estaba.
Qu va! No hay nada.
Mi, escondido detrs de la estufa, suspir de alivio. Haba com-
probado que no haba gato, porque lo habran llamado.
133
La gente de la cocina estaba muy ocupada y nerviosa. Estaban
preparando el almuerzo para una visita encopetadsima. Todo lo
que hacan era tentador, pero Mi tena los ojos puestos en el dul-
ce. Era dulce de icaco.
Ya casi nadie ha vuelto a hacer en las casas dulce de icaco. En todo
caso, es una fruta ovalada, de color gris. Los icacos estaban en una
olla, pero Mi vio cuando los pasaron a una vasija que dejaron sobre
la mesa. Esper con paciencia. Cuando se fue la ltima persona de
la cocina, sali disparado de su escondite.
Salt a la mesa, luego a la vasija. Increble quedar nadando en
almbar! Prob una fruta, pero en realidad el almbar era lo que
ms le gustaba. Escondi la semilla de icaco bien abajo. Quiso
seguir bebiendo almbar, pero haca tanto calor y era tanta la dul-
zura que lo invadi el sueo. Entre sueos oy la voz de un nio
muy pequeo:
Ay, mamacita, qu cosas ms ricas! Puedo probar algo?
No, ahorita no, pero te voy a dejar sentar a la mesa con los grandes.
Eso s, tienes que estar muy juicioso. Nada de comer con la mano
ni hablar cuando los grandes estn hablando ni decir que la comida
est fea. Te comes todo lo que te sirvan sin decir nada.
Tal vez me debera ir, pens Mi, pero, como estaba pensando dor-
mido, se qued donde estaba. Fue cayendo en un sueo cada vez
ms profundo. Enrolladito, cubierto completamente de almbar
y tan chiquito como era, pareca un icaco ms.
Lo despert un fuerte sacudn. Mi se paraliz de miedo. Estaban
alzando la vasija. La llevaban al comedor. Con una cuchara gran-
dsima, alguien comenz a sacar los icacos de a dos en dos, y cada
vez haba menos almbar. Ya no quedaba ms remedio que seguir
fingiendo ser un icaco. Pidi silenciosamente a San Francisco de
Ass, el santo de los animales, que lo salvara de algn modo, pero
no vea cmo.
A los grandes les sirvieron de a dos, y finalmente al nio le sirvie-
134 ron uno, el ltimo.
Mamacita dijo el nio. Esto qu es?
Dulce de icaco, mijito. Prubalo. Es delicioso.
El nio se qued mirando el plato.
Los grandes siguieron conversando y, aunque al nio le haba
dicho la mam que no deba interrumpirlos, al ratico dijo:
Mamacita...
S, mijo?
Los icacos tienen unos ojitos negros?
Ah, qu nio ms necio! Los icacos no tienen ojitos negros, ni
ninguna clase de ojitos. Come juicioso y no molestes.
El nio sigui mirando el plato, mientras los grandes seguan
hablando de cosas serias, de poltica; pero al ratico volvi a inte-
rrumpir:
Mamacita...
S, mijo?
Los icacos tienen orejitas redondas?
Cllate y no molestes ms! Qu van a tener orejitas redondas
ni ninguna clase de orejas!
El nio sigui mirando su plato. Al ratico dijo:
Mamacita...
S, mijo?
Pero bigoticos s tienen?
Come y no sigas diciendo tanta bobada! lo rega la mam.
Qu va a tener bigoticos un icaco!
Y siguieron hablando los grandes de poltica, de negocios. El nio
sigui mirando el plato. 135
Mamacita... volvi a interrumpir. Pero una colita s tie-
nen?
Qu va a tener cola un icaco! dijo la mam y lo rega otra
vez.
El nio sigui mirando el plato. Pas un rato ms largo. Los gran-
des hablaban.
Mamacita...
A ver, mijo?
Pero paticas s?
En ese instante, Mi salt del plato. Las seoras se subieron a
los asientos y se pusieron a gritar como sirenas de bomberos. La
mam del nio se desmay. El nio se puso plido, despus colo-
rado, despus le dio un ataque de risa.
136
Minisurumbullo salt de la mesa. Corri y corri. Sali por la
rendija de una puerta, se encontr en una cocina llena de perfu-
mes apetitosos, cruz potreros y cercas hasta que lleg a una mata
de moras, una de retama y una de reseda. Se meti bajo la mata
de reseda y encontr el huequito de la entrada principal de su
casa. Se dej caer como un blido.
Hola, Mi! gritaron los dems ratoncitos. Dnde estabas?
Cuenta! Cuenta!
Y sus padres, abuelitos, primos, tos, hermanos y hermanas empe-
zaron a limpiarlo con sus lengitas mientras contaba. Le quitaron
de encima pajas y polvo, hasta que ya no haba sino almbar y
ms almbar de icaco. Estaba delicioso, en el punto preciso para
saber a gloria. Embelesados escuchando la increble aventura, lo
laman y lo laman y lo laman y lo laman y lo laman y lo seguan
lamiendo.
Me encanta una historia as dijo la abuelita secndose un par
de lgrimas. Tiene un final tan dulce...
Gabriela Arciniegas.
Publicado en: Cuentos de enredos y travesuras.
Mxico, Editorial Nueva, 1986.
Ilustraciones: Alejandra Higuita.
137
DE LA TRADICIN UNIVERSAL
138
Y la risa de los jvenes fue oda por los hombres y las mujeres
que an quedaban en aquel reino gobernado por la tristeza, y
los hombres y las mujeres, al or rer a los jvenes, recordaron
sus juventudes, y los campos y las carreras y los ros y los peces
atrapados con las manos y las flores y los besos dados, y no pu-
dieron escaparse del encanto, y se rieron. Y se rieron los viejos
que escucharon la risa con la calma y la paciencia que solo ellos
pueden tener para escucharla, y la alegra no les brot en el labio
sino en el corazn, que no late ms aprisa sino que simplemente
se ensancha.
Los viejos, los hombres, las mujeres, los jvenes y los nios rieron
todos, hasta que se form una carcajada universal de risas que
penetr en el palacio e hizo estallar en mil pedazos el corazn de
piedra del tirano.
Misael Torres.
Publicado en: Abra la palabra, antologa de festivales de cuenteros.
Corporacin Festival de Cuenteros. Bucaramanga.
Ilustracin: Alejandra Estrada. 139
R E G I N PA C F I C A
El oro biche
141
Ambos conocan muy bien los artificios de las guacas. Primero, que
se trataba de un entierro hecho por alguien haca muchos aos, ya
finado por cierto, quien no haba podido desenterrar ese tesoro en
vida, y ahora era un nima en pena que buscaba a alguien para en-
tregrselo y liberarse de los bienes y males de la tierra. Segundo, que
esas guacas brillan ms que todo en Semana Santa. Tercero, que el
muerto se da sus maas para entregar el entierro. La persona que lo
descubre debe esperar que pase la noche y marcar el sitio donde vio
la lumbre, y la noche del Viernes Santo, a las doce, armarse de valor
y bajar a cavar sin que lo vea alguien extrao. Si el que est desente-
rrando el oro o la plata tiene mala espalda para el metal, o se ha
llenado de codicia, pierde la guaca porque el finado se la lleva a otro
solar para que en la siguiente Semana Santa otro ms cristiano la
desentierre, as l tenga que esperar un ao ms, que poco importa
en la eternidad.
Pues bien, marido y mujer saban todo eso, y mientras mastica-
ban un pedazo de pltano con una presa de tatabro ahumado en
el almuerzo, se miraban con desafo.
Crescencio se dio cuenta de que por ese camino iban a perderlo
todo. Le propuso a la mujer que esa noche se fijaran bien en la
lumbre, y apenas brillara, memorizaran el sitio del entierro, para
marcarlo en la maana, y a la noche siguiente, la del Viernes
Santo, desenterrarlo. Y que echaran la codicia a la basura porque
podan quedarse sin la soga y sin la canoa.
As acordaron las cosas. Y esperaron la noche, muertos de mie-
do y de curiosidad, rezando a las nimas para que no los vencie-
ra ni la codicia ni la desconfianza, porque ya estaban advertidos.
Vino la noche, la guaca brill, y al da siguiente, tan pronto ray
la aurora, brincaron por la azotea y se fueron derechito al sitio
donde haban visto la luz.
Subieron contentos, pasaron por el cuarto de los muchachos,
y como los sintieron dormidos todava, les fueron diciendo a
cada uno que ese ao s les iban a comprar las cosas que siem-
pre pedan y no haban podido darles porque la pobreza no
142 daba respiro.
Durante todo el Viernes Santo estuvieron en-
cerrados en casa, anhelando que anocheciera
de nuevo. Varias vecinas vinieron a llamar a
Dolores, porque extraaron no haberla sentido
en las ceremonias cantando alabaos al Cuerpo
en el Sepulcro, ella que tena tan buena voz, y
no fallaba el Sermn de las tres de la tarde ni
el desprendimiento de la Cruz. Dolores despi-
di a las amigas con mentiras cordiales. Supo
que no le haban credo. Las amigas pensaron
que a lo mejor esos dos se haban enlunao en
plena Semana de Pasin, y no queran sino
estar apapachaos dentro del toldillo, los muy
descredos.
Cuando iban a dar las doce de la noche, los dos
cogieron las palas que ya tenan preparadas, y
mientras pasaba la procesin por el frente de su
casa, en la nica y larga calle del pueblo, ellos
se fueron al lugar del entierro, con el alma en
la boca, confiados en que el muerto los hara
invisibles para los otros, y que por fin saldran
de pobres.
Pero cuando tocaron con las palas algo duro,
y vieron relucir a la luz de las velas el bal que
guardaba el entierro, sintieron a sus espaldas
un ruido muy extrao. Aunque saban que no
deban mirar para atrs, las cabezas se les pusie-
ron tan grandes que no pudieron gobernarlas
143
144
y voltearon a mirar. Qu vieron, Dios mo?, se pregunta ahora
Pedro Mara ponindose las manos en la cabeza. Vieron al finado
en persona, el puro esqueleto haciendo saltos y mojigangas, feliz
de que por fin lo estuvieran librando de su pena, para ahora s irse
tranquilo a su cielo, a su purgatorio o a su infierno, si era que le
tocaba. Pero no slo eso, sino que en los huesos del finado estaban
copiados todos los pecados que haba cometido en vida.
Fue tan grande el susto de los dos, y tal el horror de ver esos
pecados en forma de gusanos y culebras, que cayeron privados.
El mayorcito de los hijos, al ver que ellos no salan y ya eran las
once del da, corri a buscarlos por toda la casa hasta que los en-
contr abajo, en el piso de tierra, cerca al corralito de las gallinas,
atravesados contra un guayacn, al lado de un montn de barro,
botando baba por la boca, como si les hubiera dado algn ataque.
El muchacho busc agua y les arroj un baldado a la cara que los
hizo volver en s. Lo primero que hicieron fue mirar el hoyo que
haban cavado la noche anterior. El bal haba desaparecido.
Nina S. Friedemann.
Publicado en: La ballena colimocha. El Choc: magia y leyenda.
Bogot. Eternit de Colombia, 1991.
Ilustraciones: Johana Bojanini.
145
REGIN CARIBE
El hombre caimn
ste es el caimn, ste es el caimn,
que dice toda la gente.
ste es el caimn, ste es el caimn,
un caimn inteligente.
147
Fue desde ese momento cuando el hombre empez a venir todos
los das a esta tienda, a pedir el mismo ron, el mismo queso y el
mismo arroz con coco, y a mirar hacia el ro. Por qu? Rpida-
mente lo fui entendiendo: aqu los hombres se baan en esta
orilla. Hacia la mitad de la corriente hay un remolino, y al otro
lado se baan las mujeres.
Qu pasaba? Pues nada ms que el hombre se haba puesto de
acuerdo con Roque Lina para que cuando ella fuera a baarse l
atravesara el ro a nado y fuera a visitarla. Usted se estar pregun-
tando cmo hara el hombre para atravesar aquel remolino, que
a primera vista se adivina no apto para seres humanos. Pues aqu
es donde reside el secreto de la historia. El hombre terminaba de
comerse el arroz, se meta al agua y, poco a poco, su cuerpo se iba
corrugando, sus brazos se encogan en pequeas patitas, sus pier-
nas se unan en una agitada cola, y cada uno de los granitos de
arroz que se haba comido se iban transformando en una hilera
de dientes afiladsimos, hasta quedar convertido en un expertsi-
mo caimn nadador.
As el hombre caimn atravesaba gilmente el remolino y, luego
de violentos chapoteos, lograba llegar hasta donde Roque Lina,
quien ansiosa lo esperaba para ir a descubrir con l las profun-
didades secretas del ro. El hombre vena aqu a diario, beba y
coma su eterna racin, y se lanzaba en su viaje reptil donde su
amada Roque Lina. Esta visita permanente fue poniendo alerta a
todos los pescadores de la zona.
Una maana, uno de los hermanos de Roque Lina alcanz a per-
cibir la cola desenfrenada del hombre caimn rompiendo el re-
molino, y de inmediato dio la voz de alarma.
Todos los pescadores de Magangu se dieron a la caza del caimn.
Pero cualquier esfuerzo era intil. Mientras ms obstinados eran
los hombres tratando de aniquilar al animal, ms gil se volva el
hombre para llegar hasta la orilla de Roque Lina.
Tmese el otro roncito, amigo, que esta historia ya se precipita a su
148
final y tiene que prepararse para lo que sigue. Me va siguiendo?
El pap de Roque Lina, hombre ostentoso y sediento de fabri-
carse su propio orgullo, ubic con exactitud el sitio por donde el
caimn sola nadar y organiz un cerco para atraparlo.
Una maana, un buen nmero de pescadores navegaron afano-
samente por estos parajes, buscando sin descanso al caimn, co-
mandados por el padre de Roque Lina. Mientras esto suceda, el
hombre de nuestra historia, sentado all donde usted est, termi-
n su ron, su queso y su arroz y se fue de aqu. Hacia dnde iba
si todos lo buscaban? Luego lo supe: el muy vivo se ech al agua
mientras todos estaban en su bsqueda, nad agitadamente hasta
el barco del pap de Roque Lina y, de una, se devor todo el arroz
que encontr. Acto seguido, busc a su amada que dormitaba en
el muelle. Suavemente la acomod sobre su espalda y, sin desper-
tarla, se alej con Roque Lina en silencio. Nunca volvi a saberse
de ellos. Pero, desde ese da, todos los hombres de por aqu es-
conden temprano a sus mujeres y se apuntan a comerse todo el
arroz que tengan en la olla antes de que el hombre caimn venga
y haga desaparecer mujer y granos.
ste es ms o menos el cuento, amigo. Lo bueno es que por aqu,
desde esos das, se canta un merengue que dice:
Esta maana, temprano,
cuando bien me fui a baar,
vi un caimn muy singular
con cara de ser humano.
Ya se da cuenta por qu es. Lo nico que no puedo brindarle, es su
plato de arroz con coco. Por estos das, no s por qu, ha estado esca-
so por aqu. Pero... no quiere que le cuente otra historia?
149
150
REGIN CARIBE
Francisco El Hombre
152
El alemn lo invit a que los ayudara en los quehaceres de la tienda,
a lo cual Francisco acept de inmediato. Con el transcurrir de los
das, lo que ms llamaba la atencin del extranjero era la profunda
concentracin que el joven pona en la ejecucin del acorden.
De manera que una noche, el alemn le entreg el instrumento a
Francisco y lo invit a que lo manipulara.
Toma le dijo. Prueba a tocarlo.
Francisco no dud. Tom el acorden entusiasmado, ajust las
correas sobre sus hombros con una destreza sorprendente, y ante
el asombro de los hermanos y de la gente que all se agolpaba,
comenz a extraer del mgico aparato unos ritmos desconocidos,
entre nostlgicos y jubilosos, que dejaron a todos perplejos.
Desde entonces, cada atardecer el alemn alternaba la interpre-
tacin de sus ritmos alpinos con los sones y paseos provincianos
que tocaba Francisco, a quien sus generosos patrones llamaban
simplemente El Hombre.
De esa manera atraan mayor clientela y cuando cerraban el alma-
cn se sorprendan de las enormes ganancias.
Con los aos, los comerciantes fueron envejeciendo en medio de
gran prosperidad. Un da decidieron vender el almacn y partir
las ganancias. El uno retorn a su aorada Alemania y el otro, el
del acorden, se cas con una viuda de Villanueva y se fue a vivir
con ella a Aruba, donde estableci otro almacn.
Francisco El Hombre, por su parte, se haba obsesionado tanto
con el manejo del acorden, que su dueo decidi regalrselo.
Y gracias al acorden, Francisco se desplazaba de Riohacha a los
pueblos vecinos de La provincia, pregonando con aires musicales
las noticias del vecindario, informaciones polticas, chismes fami-
liares y sucesos de diversa ndole.
Durante muchos aos, incluso despus de cerrado el almacn de
los alemanes, Francisco recorra a caballo aquellas extensiones
calurosas y lluviosas, alegrando fiestas y parrandas con una espon-
taneidad y maestra extraordinarias. 153
Una tarde, Francisco El Hombre se diriga en burro hacia Fonse-
ca, su tierra natal. Llevaba abundante ron en las alforjas y silbaba
solitario canciones de su invencin. De pronto, divis en el hori-
zonte otro jinete, el cual se acercaba apresuradamente adonde l
estaba. A los pocos minutos, un fino alazn detuvo bruscamente
el paso frente a l. Sobre el caballo, un hombre robusto de rostro
aceitunado, cabello negro liso, fina chivera y ojos pcaros, vestido
de dril blanco, con un acorden colgando de sus hombros, le dijo
con voz imperativa:
En toda La provincia tienes fama de ser el mejor acordeonista.
Dicen que tus canciones cautivan y embelesan los corazones ms
sensibles y derriten a los ms duros. Pero yo quiero comprobar
personalmente si eso es cierto.
Francisco, entre sorprendido y asustado, pens: Me est propo-
niendo un duelo musical. Lstima que no haya testigos.
El hombre se ape del caballo y anim a Francisco a tocar algo.
Este se baj del burrito y estimulado por un trago de ron co-
menz a tocar, bajo un palo de caaguate, un son que luego fue
convirtiendo en paseo y enseguida en merengue, para rematar en
una rauda y acelerada puya. Lo hizo con una destreza sobrenatu-
ral, con una magia extraterrenal y una corriente de ensueos to-
talmente desconocida, que el extrao retador qued estupefacto.
Al cabo de unos segundos despert de su perplejidad y dijo:
Est bien. Pero yo puedo hacerlo mejor.
Y diciendo esto comenz a pulsar el acorden. Entre el estira-
miento y el adelgazamiento del fuelle, el forastero hizo sonar la
misma meloda hecha por Francisco, pero de manera contraria:
comenzaba con la puya y culminaba con un son. A medida que
tocaba, el ritmo se converta en una danza diablica y el cielo
tornaba a oscurecerse de manera macabra. Solo los ojos del de-
monio rutilaban como dos tizones.
Francisco miraba y escuchaba al retador un poco sorprendido,
pero se rehus a sentirse asustado. Contempl por un instante de
154
pesadilla la terrorfica escena y esper a que el retador terminara
su morisqueta musical.
Es el diablo pens Francisco. El mismsimo diablo.
Y sin pensarlo dos veces, tom de nuevo su acorden como pose-
do por un inesperado ngel y comenz a rezar el Credo al revs,
desde el final hasta el principio, acompandolo con la msica
legendaria de El amor amor:
Creo en la vida eterna, amn.
Y creo en la resurreccin.
Creo en el Espritu Santo,
y en la iglesia del Seor...
Y a medida que continuaba la letana de manera regresiva, el
cielo recobraba su claridad normal. Francisco El Hombre vio
cmo el mismo diablo, su acorden y su extico alazn, se iban
envolviendo repentinamente en un vibrante tornado de cenizas,
en medio de una ftida tufarada de azufre y un aullido de brujas
delirantes.
155
GLOSARIO
Mochilas wayu:
Bolsos coloridos tejidos a mano por las mujeres del
pueblo wayu. Las figuras que forman los tejidos
simbolizan elementos de la naturaleza.
La wuairea:
Alpargatas usadas por los wayu. Son de colores
vivos para que hagan contraste con la arena del
desierto donde este pueblo vive.
El jaguar y la lluvia
Manicuara
Chirrinche: Bebida que los indgenas de la Amazona hacen
Aguardiente que resulta de la fermentacin de la con el jugo de la yuca. Se denomida masato si se
caa. Se le llama wasinga cuando el bebedor perte- hace con el jugo de la yuca fermentado.
nece al pueblo wayu, y tapetuza cuando el que lo
bebe es un alijuna, un hombre extranjero. 157
Aj tucup:
Aj picante que se hace en el Amazonas al que a
veces suelen aadirse colas y aguijones de avispas
y hormigas para darle un mejor sabor.
Kutzikutzi
Merey o Maran:
Es una especie de nuez parecida a una almendra y tie-
ne un alto valor nutritivo. Crece en los terrenos ms
pedregosos de los bosques tropicales, siempre y cuan-
do cuente con buena luz, poco viento y buen drenaje.
El conejo y el mapurite
Mapurite:
Mamfero que se caracteriza por utilizar una sin-
gular arma qumica para defenderse: al sentirse
amenazado despide un fuerte olor azufrado que
disuade a cualquier cazador.
Arrendajo:
Comnmente llamado gulungo. Tiene otros nombres
ms descriptivos como oropndola, por su cola de
color amarillo, y mochilero, por los largos y abulta-
dos nidos que construye parecidos a una mochila.
Pringamosa:
158 Planta urticaria que al rozarla produce una fuerte
picazn en la piel.
El sancocho de piedras
Gurupera
Tapete que se pone encima del lomo del caballo
para evitar que se lastime cuando lo montan. A tra-
vs de los aos, el tapate con el uso se pone duro,
y por analoga se dice de cualquier carne cuando
La tortuga y la rana se pone vieja, insabora y plida que parece una
Tortuga charapa gurupera.
Tortuguita de agua dulce. Si es una hembra, al llegar
a la madurez se reunir con otras compaeras en la
orilla del ro para poner huevos que en noviembre
reinicirn el ciclo de la especie.
El burrito y la tuna
Cujes y cardones
Los cardones, las tunas y los cujes son plantas es-
pinosas especializadas en capturar y guardar la es-
casa agua que la atmsfera del desierto produce, la
cual protegen de los depredadores con sus afiladas
espinas.
El entierro de perico ligero
Camajn duro:
rbol que produce un fruto similar al del cacao.
Tambin se conoce como camagey, castao, sun
y panam. Fue en honor a ste ltimo nombre ind-
gena con el que se bautiz a la repblica de Pana-
ma y es a su vez el rbol nacional de este pas.
Avispas matajey:
Se caracterizan por su gran tamao, que llega has-
ta los cinco centmetros. Hacen panales en forma
de globo y producen una miel espesa que solo los 159
ms intrpidos se atreven a robar.
El leador
Ninfa: Minisurumbullo y el dulce de icaco
Era, para los griegos antiguos, una deidad de los Las matas de reseda:
ros, las montaas y los bosques. Se les llama as a todas las matas que sirven para
sanar.
La historia de Llivan
Malocas
Casas circulares en donde habitan los indgenas del
Amazonas. Son espacios sagrados que representan
de manera simblica el mundo, y por eso, en su
interior, cada uno de los habitantes debe ocupar el
lugar que simblicamente le corresponde.
Mata de retama:
Arbusto que alcanza entre uno y dos metros de al-
tura, y produce una flor amarilla. Antiguamente se
Chagras le atribuan propiedades diurticas, pero dej de
Espacios de tierra que usan los indgenas de la recetarse cuando se descubri que sus frutos eran
Amazona, en especial las mujeres, para cultivar txicos.
los alimentos de la comunidad y ensear a sus hijos
a hacerlo, de tal modo que cuando crezcan ellos
160 puedan asegurar que se repita el ciclo de subsis-
tencia y conservacin de la tierra.
Potro:
Las riquezas de la laguna
Canoa o balsa, tambin llamada Jhonson o chalu-
Dentn: pa, utilizada en la navegacin de los grandes ros
Pez cabezn de dientes filosos que se encuentra en del Choc.
las aguas dulces del litoral pacfico, muy apetecido
por los pescadores por ser uno de los platos ms
ricos y sabrosos de la regin.
Canalete:
Remo ancho que sirve para impulsar y dirigir la Mate:
canoa. Unidad de medida que indica la cantidad que re-
sulta de llenar un recipiente hecho con las cala-
bazas.
Bogar:
Accin de remar o navegar. Se llama boga a quien Francisco El Hombre
ejerce la accin de bogar.
Caaguate:
rbol de la regin Caribe que tiene un tronco del-
gado de madera fina, y produce en verano flores
amarillas que alegran el campo y las ciudades y han 161
sido protagonistas de canciones populares.
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