El Don de Consejo
El Don de Consejo
El Don de Consejo
Sagrada Escritura
Quin, por muy limpio de corazn que fuese, podra estimar la Cruz como
un medio prudente para realizar la revelacin plena del amor de Dios y para
causar la total redencin del hombre?... Quin alcanzara a considerar actos
prudentes ciertas conductas de Jess en su ministerio pblico?... Hasta sus
mismos parientes pensaban a veces: est trastornado (Mc 3,21).
Por tanto, el buen juicio, que permite orientar la propia vida por el misterioso
camino de Dios, sin desvo ni engao alguno, ha de ser buscado como un bien
supremo. Y as el padre aconseja al hijo: sigue el consejo de los prudentes y
no desprecies ningn buen consejo (Tob 4,18). Escucha el consejo y acepta
la correccin, y llegars finalmente a ser sabio (Prov 19,20).
El buen consejo ha de ser pedido a Dios humildemente. Si, como hemos visto,
es tal la distancia entre los pensamientos y caminos de Dios y los
pensamientos y caminos de los hombres, slo como don de Dios ser posible al
hombre el buen consejo; es decir, slo por la oracin de splica y por la
docilidad incondicional al Espritu divino conseguir el hombre el buen juicio
siempre y en todas las cosas:
Teologa
El don de consejo es un hbito sobrenatural por el que la persona, por obra del
Espritu Santo, intuye en las diversas circunstancias de la vida, con prontitud y
seguridad sobrehumanas, lo que es voluntad de Dios, es decir, lo que conviene
hacer en orden al fin sobrenatural.
Ya sabemos que solamente en los dones hallan la perfeccin las virtudes. Pero
esta verdad parece manifestarse con especial evidencia por lo que se refiere a
la necesidad del don de consejo para que la virtud de la prudencia pueda llegar
a su perfeccin.
Sin el don de consejo cmo podr el hombre, con la rapidez tantas veces
exigida por las circunstancias, a veces muy complejas, conocer con seguridad
la voluntad divina, sabiendo distinguirla de sus propias inclinaciones
intelectuales o temperamentales?
Sin la asistencia asidua del don de consejo, no podr ser perfecta la prudencia
del cristiano, por buena que sea su intencin. La virtud de la prudencia juzga
laboriosamente a la luz de la fe lo que en cada momento conviene hacer,
teniendo en cuenta cien datos y complejas circunstancias. Pero tantas veces,
aunque sea de forma inculpable, su discernimiento prudencial se ve
condicionado por el temperamento propio, por informaciones lentas o
inexactas acerca de las circunstancias, y es en todo caso discursivo y lento.
Conviene sealar aqu que, con frecuencia, en los cristianos que tienen
autoridad -padres, profesores, obispos, prrocos, priores- se da una falsa
conciencia de infalibilidad. Tienen stos muchas veces una falsa fe en la
gracia de estado. No tienen temor de s mismos, ni imploran continuamente
al Espritu, pidindole por pura gracia el don de consejo para hacer el bien a
los otros o, al menos, para hacerles el menor dao posible. Parecen ignorar, al
menos de hecho, que no pocos padres, prrocos, abades, obispos o profesores
han causado verdaderos desastres en las comunidades cristianas que el Seor
les haba confiado. Basta abrir los ojos y mirar la historia o el presente.
Notemos, por otra parte, que basta con que la prudencia no sea perfecta para
que la persona, por accin o por omisin, cause en s misma o en otros -
aunque sea involuntariamente- no pequeos males. Los ejemplos ilustrativos
podran multiplicarse indefinidamente.
Santos
San Jos. El Evangelio asegura que Jos es un varn justo, lo que significa
que abunda en l la sabidura y la prudencia. Y sin embargo, despus de
mucho pensar y orar, viendo a Mara encinta, toma la decisin de repudiarla
en secreto. He aqu un hombre de altsima santidad que, tras muchas
reflexiones y oraciones, est a punto de cometer un gran horror: repudiar a
su esposa Mara (!), es decir, alejar de s a Jess y a su santa Madre Virgen.
Pues bien, es solamente la accin del Espritu Santo la que, por mediacin de
un ngel mensajero, endereza la conducta de Jos por el camino luminoso de
la verdad de Dios (Mt 1,18-25).
Pero veamos, por el otro lado, un ejemplo de cmo algunas veces el Espritu
Santo acta sus ms preciosos dones sin mediacin humana. Santa Teresita
del Nio Jess, por ejemplo, no recibe apenas direccin espiritual, y sin
embargo, sabe conducirse a s misma y, como buena maestra de novicias,
sabe conducir a otras. Lo uno y lo otro, desde luego, por obra del Espritu
Santo.
Desde entonces, dice, nada escapa a mis ojos. Muchas veces yo misma me
sorprendo de ver tan claro (23r). En una ocasin, una hermana que sonrea,
aunque estaba angustiada, se ve descubierta por su santa Maestra, y queda
asombrada de ello tanto la novicia como la Maestra: Estaba yo segura de no
poseer el don de leer en las almas, y por eso me sorprenda ms haber dado
tanto en el clavo. Sent que Dios estaba all muy cerca y que, sin darme
cuenta, haba dicho yo, como un nio, palabras que no provenan de m sino de
l (26r).
Disposicin receptiva
El don de consejo se pide al Espritu Santo, que es el nico que puede darlo;
pero tambin se procura, especialmente por estas prcticas y virtudes:
1. La oracin continua. El que vive en la presencia de Dios es el nico que
puede pensar, discernir, hablar y obrar siempre desde l, sean cuales fueren
las circunstancias.
Don de Consejo.
Consejo es un acto de la prudencia, que prescribe la consideracin y la eleccin de medios
para llegar a un fin (2).
As, pues, el don de consejo atiende a la direccin de las acciones particulares. Es una luz por
la cual el Espritu Santo muestra lo que se debe hacer en el lugar y en las circunstancias
presentes. Lo que la sabidura, la fe y la ciencia ensean en general, el don de consejo lo aplica
en particular. Por lo tanto, es fcil comprender su necesidad, puesto que no basta saber si una
cosa es buena por si misma, sino que es necesario juzgar si es buena tambin en las
circunstancias presentes, y si es mejor que otra y ms propia para el fin que se pretende. Y
todo esto se conoce por el don de consejo.
Suceder alguna vez que, queriendo deliberar sobre lo que debemos hacer, nos parecer una
cosa, incluso a la luz sobrenatural, mejor y ms perfecta, y puede ser que efectivamente lo sea
por si misma. Pero, no obstante, de su ejecucin se seguirn grandes inconvenientes, peligros
o faltas, que no hubiesen sucedido si hubiramos elegido otra cosa que, aunque menos
perfecta, hubiese sido mejor porque no hubieran resultado Las malas consecuencias de La
otra que nos pareca mejor. La conducta ms segura es la que se recibe del Espritu Santo por
el don de consejo, y no debamos de seguir ninguna otra.
Primero,, porque al seguira podemos estar seguros de andar por los caminos de Dios y de su
divina Providencia.
Segundo, porque es el medio de acertar siempre, siendo el Espritu Santo La regia infalible
tanto de nuestras acciones como de nuestros conocimientos. s.
Tercero,, porque esta dependencia del Espritu Santo hace que vivamos con una gran paz, sin
inquietudes ni cuidados, como los ojos de un prncipe que no se preocupan ni de su alimento,
ni de su modo de vivir, ni de nada de lo que con su bienestar se relacione, dejndolo todo al
cuidado de su padre.
Este don lo comunica el Espritu Santo ms o menos, segn La fidelidad con que se
corresponda. AI que le comunique poco, si es fiel en usar bien este poco, puede estar seguro
que recibir ms, hasta que est lleno en La proporcin de su capacidad es decir, hasta que
tenga tanto como le hace falta para cumplir los designios de Dios y Llevar a cabo los deberes
de su empleo y de su vocacin. Pues se juzga con razn, que una persona est Llena del
espritu de Dios cuando realiza suficientemente todas Las funciones de su estado.
Nosotros, que hemos sido llamados a una Orden apostlica, en la que la accin y la
contemplacin deben ir unidas, podemos aspirar, sin presuncin, a un grado ms elevado
tanto en la vida activa como en la contemplativa. Pues no puede llamarse vanidad el que cada
uno aspire, a la perfeccin de su estado y al cumplimiento de los designios de Dios en toda La
amplitud de su vocacin.
Para esto, y porque nuestra vida activa es casi continua, necesitamos de un extraordinario don
de consejo: si nos falta este don del Espritu Santo, no haremos nada que no vaya lleno de
defectos y toda nuestra conducta ser puramente humana. No obraremos ms que por
principios de una destreza natural o por una prudencia adquirida. No seguiremos sino Las
invenciones de nuestro espritu que, comnmente, son contrarias al espritu de Dios.
Todas las maanas debemos pedir al Espritu Santo su ayuda para todas las acciones del da,
reconociendo humildemente nuestra ignorancia y debilidad y dicindole que seguiremos su
direccin con entera docilidad de espritu y de corazn. Adems, al principio de cada accin, le
pediremos luz para hacerla bien, y al final, perdn de las faltas que hayamos cometido. De
esta manera estaremos durante todo el da pendientes de Dios, que es el nico que sabe en
que situaciones especiales nos podemos encontrar, y puede por consiguiente guiarnos con
certeza en todas las circunstancia por medio de su consejo, mejor que por todas las luces que
podamos tener, bien sean de fe o de otro don cualquiera que no baja tanto a los casos
particulares.
La pureza de corazn es un medio excelente para obtener el don de consejo, al igual que los
dems dones precedentes. Una persona que se dedicase, constantemente a purificar su
corazn y que tuviese un soIido y buen juicio, adquirira gran prudencia sobrenatural y
destreza divina para manejar toda clase de asuntos; tendra abundancia de, luces y de
conocimientos infusos para la direccin de las almas, y encontrara mil santas maneras de
ejecutar las empresas dirigidas a la mayor gloria de Dios. La prudencia humana, a pesar de
todos sus conocimientos y destrezas, tiene en esto muchos fallos y consigue poco resultado.
Por la pureza de corazon y una fiel dependencia de la direccion del Espritu Santo, adquirieron
San Ignacio y San Francisco Javier un extraordinario don de prudencia, que los hace admirar
tanto.
Los directores de almas y los superiores especialmente deben sacar de la oracin las luces
para desempear las funciones de su cargo. Es un error creer que los mas sabios son los que
dan mejores resultados y los mas aptos para desempear los cargos y para conducir las almas.
Los talentos naturales, la ciencia y la prudencia humana, sirven muy poco en materia de
direccion espiritual, al lado de las luces sobrenaturales que comunica el Espritu Santo y cuyos
dones estn muy por encima de la razon. Las personas mas indicadas para guiar a los dems y
aconsejar en lo que atae a las cosas de Dios, son las que teniendo la conciencia pura y el
alma exenta de pasin y desprendida de todo inters, y poseyendo ciencia y talentos
naturales suficientes, aunque no, sean en un grado superior, estn muy unidas a Dios por la
oracin y sometidas a todos los movimientos del Espritu Santo.
Los directores subalternos tienen mucha necesidad del don de consejo, sobre todo en las
ocasiones relacionadas con la practica de la obediencia; ya que un inferior que no tiene nadie
a quien mandar, no se encuentra, en el ejercicio de esta virtud, con las mismas dificultades
que un inferior que es a la vez superior de algunos; estando obligado a obedecer por un lado,
y a cumplir los deberes de su cargo, por el otro, esta en peligro de obedecer demasiado a
favor o en contra de su cargo o a caer en el otro extremo de no obedecer bastante. En esos
conflictos, los que se dejan guiar por los dones del Espritu Santo no pueden equivocarse; pero
tenemos la desgracia de no conocer bastante en la practica estos sublimes dones que son los
principios por los que se regan los santos, porque no nos dedicamos con toda el alma a
conseguir la perfeccin.
Los sabios deben guardarse bien de un cierto espritu de suficiencia, de confianza en sus luces
y del apego a su manera de pensar. Los que gobiernan con la luz del Espritu Santo el Estado, o
cualquier otro cuerpo eclesistico, religioso o civil, no lo haran siempre segn el gusto de los
que solamente se guan por la prudencia humana. Estos los critican con frecuencia. porque su
vista no se extiende mas all de los limites de la razon y del sentido comn, que son los nicos
principios de su manera de proceder: no ven absolutamente nada de la direccion del Espritu
Santo, que esta infinitamente por encima de todos los razonamientos humanos y miras
polticas. El gobierno de los superiores, o mejor dicho, el gobierno de Dios por medio de los
superiores, precisamente por ser sobrenatural, lleva consigo el que los fallos que en su
desempeo se cometen hayan de ser forzosamente grandes y de penosas consecuencias. Los
superiores no solamente deben tener celo para castigar las faltas de los inferiores, sino
tambin caridad para prevenir con oportunos avisos las faltas que podran cometer: hasta
conviene muchas veces que se contenten con una secreta y paternal reprimenda, obligando
as, por la dulzura, a corregirse al que ha faltado y evitando otras faltas que la aspereza de la
penitencia podra hacerle cometer.
Los buenos superiores se alegran de tener en sus manos el poder de la autoridad para hacer el
bien a sus sbditos y para aliviarlos, y no para perjudicarlos y mortificarlos. Una regla
importante para el buen, gobierno, es evitar la multiplicaeion de ordenes intiles, que no
sirven mas que para sobrecargar a los inferiores y hacer pesado el yugo de la religin, que mas
bien convendra aligerar. Debe exigirse solamente el exacto cumplimiento de las reglas y
ordenes ya establecidas. Los pecados de los santos son: no seguir ciertas luces del Espritu
Santo y omitir algunos puntos de perfeccion, como por ejemplo, si teniendo varias luces del
Espritu Santo sobre una misma cosa, siguen la mis fcil por dejadez de espritu o por
irreflexi6n.
Cuando se ve que no hay ningn mal en hacer o en decir alguna cosa, que no procede uno
movido por ninguna inclinacin ni afecto natural, por un motivo de complacencias, por el
ejemplo de los dems o por algn habito o costumbre; y que por otra parte se esta dispuesto
a seguir otra conducta si el Espritu Santo la inspirase; y esta uno igualmente inclinado a
resolverse en pro o en contra, segn el movimiento del Espritu Santo: cuando concurren
estas tres circunstancias, se puede de ordinario obrar con seguridad v no hay peligro de
sobrepasarse. En diversos lugares de la Sagrada Escritura pueden sealarse rasgos admirables
del don de consejo: El silencio de Nuestro Seor delante de Herodes, las respuestas que dio
para salvar a la mujer adultera y para confundir a los que le preguntaban si se debera pagar
tributo al Cesar; el juicio de Salomon; la empresa de Judit para librar al pueblo de Dios del
ejereito de Holofernes; la conducta de Daniel para justificar a Susana de la calumnia de los dos
ancianos y la de San Pablo cuando convoco a los fariseos y saduceos y apelo del tribunal de
Festo al de Cesar.
El vicio opuesto al don de consejo, es la precipitacin a obrar con demasiada prontitud y sin
haber considerado bien antes todas las cosas, siguiendo unicamente el mpetu de la actividad
natural y sin tomarse el debido tiempo para consultar al Espritu Santo. Este defecto, lo mismo
que los otros que se oponen a los dones precedentes, a saber: la necedad, la grosera y la
ignorancia, son pecados cuando provienen de falta de diligencia para disponerse a recibir las
inspiraciones del Espritu Santo; cuando no se toma el tiempo necesario para pedirle consejo
antes de obrar, y cuando al obrar se precipita uno tanto que no se esta en condiciones de
recibir su asistencia, o cuando se deja uno llevar y obscurecer por la impetuosidad de una
pasin. El apresuramiento es muy contrario al don de consejo. El santo Obispo de Ginebra
combate frecuentemente este defecto en sus escritos,. Debemos evitarlo a toda costa, porque
llena el espritu de tinieblas, pone alboroto, amargura e impaciencia en el corazn, alimenta el
amor propio y hace, que nos apoyemos en nosotros mismos. En cambio el don de consejo,
iluminando el espritu, derrama en el corazon una uncin y una paz completamente opuestas
al apresuramiento y a sus efectos. La temeridad es tambin muy contraria a este don. Porque
confiando demasiado en uno mismo, no se presta la debida atencin a las luces y a los
consejos de la razn y de la gracia. Estamos muy sujetos a este vicio, tanto mas cuanto que
nos falta cordura y madurez de espritu, estamos acostumbrados a una conducta pueril y
tenemos demasiada buena opinn de nosotros mismos.
Por ejemplo: se reparten entre los participantes los dones del Espritu.
Y as se contina.
En la misma forma puede hacerse con los frutos, o con los carismas.