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La Noche de La Viuda Burlona - Carter Dickson

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En la aldea inglesa de Stoke Druid

haba aparecido un brote de


annimos. Todos en el pueblo
haban recibido cartas de la Viuda
Burlona, veneno puro en el que se
mezclaban medias verdades e
infundios. Y a la vista estaban los
primeros resultados: la pobre
solterona de miss Martin no pudo
soportar las acusaciones y se tir al
ro. Pero la Viuda Burlona no se
senta satisfecha y segua
mandando basura por correo. Slo
un investigador tan eficaz y tan
excntrico como sir Henry Merrivale
poda desenmascarar a la Viuda y
acabar con la plaga.
Carter Dickson

La noche de la
viuda burlona
Henry Merrivale # 20

ePub r1.0
Akhenaton 09.07.14
Ttulo original: Night at The the Mocking
Widow
Carter Dickson, 1950
Traduccin: Clara de la Rosa
Selecciones del Sptimo Crculo n 48
Coleccin creada por Jorge Luis Borges y
Adolfo Bioy Casares
Dirigida por Carlos V. Fras

Editor digital: Akhenaton


Retoque de portada: Orhi
ePub base r1.1
1

C uando en una aldea inglesa hay


un homicidio, suceso mucho ms
frecuente de lo que piensan
quienes no se han preocupado de
estudiar la historia del crimen, por lo
general sus habitantes se preocupan
mucho por lo que atae al buen nombre
de la aldea.
Vase, por ejemplo, el caso de Stoke
Druid, en Somerset.
Esta vez otra clase de crimen
(misterioso como una corriente
subterrnea) ultraj el buen nombre de
la localidad. Muchas personas se
irritaron. Otras se aterraron. Pero
transcurrieron seis semanas antes de que
alguien lo mencionara o por lo menos
pareciera haberlo notado. Para entonces
las cosas haban ido ya muy lejos.
Stoke Druid, vieja y amodorrada
aldea, est situada a un cuarto de milla
de la carretera principal, entre Wells y
Glastonbury. Aos atrs el Baedeker la
tena marcada con asterisco por su
iglesia del siglo XV, salvada de las
restauraciones de 1840, y por el
grupo de altas piedras, posiblemente
drudicas, situadas en la pradera cerca
del ro, hacia el nordeste.
En el verano de 1938, el anterior a
la guerra, la aldea descansaba olvidada
en las laderas de sus profundas colinas
verdes y esto satisfaca a sus habitantes.
En verdad, unas semanas antes se
haba producido un gran revuelo debido
a la muerte del viejo vicario de la
iglesia de St. Jude, a los ochenta y dos
aos de edad, y exista cierta
intranquilidad respecto a su sucesor.
Hum! dijo con una mueca de
incertidumbre el coronel Bailey, militar
retirado del ejrcito de la India.
Por favor, no te preocupes
contest su sobrina Joan Bailey. Estoy
segura de que no nos enviarn a nadie
demasiado anticuado que queme
incienso, etc
Cmo se llama el sujeto?
Se comenta que el reverendo J.
Cadman Hunter, sobrino del obispo de
Glastontor.
Me huele a ceremonias!
refunfu el coronel.
Pero estaba equivocado.
El reverendo J. Cadman Hunter,
conocido por sus amigos como Jimmy,
result ser un joven servicial, afable y
deportista, enteramente dedicado a su
vocacin y tan sencillo que no
molestaba a nadie. Solamente el
carnicero de la aldea mostr algn que
otro reparo considerndolo demasiado
joven, y todas las seoras estuvieron de
acuerdo en que deba casarse.
Un episodio que el reverendo James
siempre recordara con desagrado hizo
que buena parte de la clase media le
tomara mucho aprecio, aunque l nunca
lo hubiera imaginado.
Stoke Druid tena (y tiene) slo una
calle bien empedrada, Higth Street. En
un extremo, la antigua iglesia de St. Jude
miraba al este, hacia el parque que
rodea la mole de piedra gris de una
residencia, a unos cinco minutos de
camino. En doce generaciones de
hacendados, all siempre haba habido
un Tom Wyatt. Todos los aldeanos le
llamaban Squire o Tom. Y el actual
Tom Wyatt, excelente propietario, no era
ninguna excepcin. Muchas de las
personas de buena posicin de Stoke
Druid, o cuando menos los de la llamada
clase media, ocupaban casas dentro de
la propiedad del Squire. Detrs de la
casa solariega, ms all de una huerta
exuberante como el Jardn del Edn,
haba dos magnficas pistas de tenis que
eran el orgullo de Tom Wyatt. Aunque
haba sido educado en Clifton, tena en
la sangre y en la mdula los modales y
el lenguaje de Somerset. Tirando a
corpulento, rubicundo y de bigote gris
cuidadosamente retorcido, Tom Wyatt
acostumbraba girar sobre sus talones y
utilizaba ese lenguaje excepto en
ocasiones solemnes.
Oye. Sam! le dira a su
mayordomo, cuida que las pistas de
tenis estn perfectas o recibirs un
puntapi de cuidado.
Atencin!
En una tarde abrasadora del mes de
junio, cuando el ro Lea brillaba
inmerso en una verde modorra, el
reverendo J. Cadman Hunter fue a jugar
un doble mixto con el coronel Bailey, la
joven y muy bien parecida Joan Bailey y
por ltimo una mujer risuea de pelo
oscuro, miss Marin Tyler, a quien nadie
se le ocurra aplicar el calificativo de
solterona.
El vicario y Joan Bailey formaban
pareja contra el coronel y Marin Tyler.
Ninguno, a excepcin de Marin, era de
esos jugadores perezosos a quienes no
se puede obligar a correr. Los otros,
incluyendo a Joan, iban a por todo. Los
espectadores, vestidos de blanco,
rodeaban la cancha bajo un sol ardiente.
Bien!, se dijo el reverendo J.
Cadman Hunter. Es posible que se
sintiese muy atrado por la joven Joan,
de ojos celestes y pelo castao. Ella
llevaba shorts y una blusa sin mangas
que; sin embargo, es posible que ni
siquiera se fijara en ella, pero, como
jugador de primera, cubra todo el
campo igual que la rociada de
insecticida y no pas mucho tiempo sin
que tuviese la oportunidad de ganar el
tanto decisivo del set.
Al hacer Hunter un over-arm-smash,
la pelota cruz silbando la red y cay
justamente en el extremo de la pista. El
timing era perfecto y la direccin
correcta. Luego vio la polvareda que
demostraba que haba botado fuera.
Demonios! dijo el reverendo
James, no precisamente en voz baja.
Hubo una pausa brevsima. Mster
Hunter se sonroj, abri la boca y
volvi a cerrarla. Nadie sonri ni
pareci haberle odo. Al final del
partido el coronel Bailey se alej. En
sus odos se vea un destello de placer,
aunque hablaba por la comisura de los
labios como un culpable.
Me alegro de tenerle con
nosotros, reverendo dijo.
Quera decir que consideraba al
reverendo James una buena persona. Era
el espaldarazo.
Las crnicas del episodio
trascendieron. Dicho en forma muy
exagerada, el nuevo prroco se haba
desatado en una sarta de imprecaciones
que sobrepasaban las de Fred Cordy, el
zapatero, y haban escandalizado a
muchas personas de High Street.
Escandaliz al carnicero, al verdulero,
al dueo del colmado, pero encant al
Squire Wyatt. En cuanto a las seoras,
estuvieron de acuerdo en olvidar el
asunto con un encogimiento de hombros,
diciendo simplemente, y con misterio,
que siempre haban sabido la verdad.
Debe de estar necesitando una
novia explic mistress Goldfish,
mientras enhebraba una aguja en su
confortable sala sita da encima de la
farmacia.
Mster Goldfish, el farmacutico,
hombre de una educacin algo superior,
vacil antes de mirar por encima de sus
lentes de montura de oro.
Verdaderamente, vosotras las
mujeres protest con suavidad
siempre queris casar a todo el mundo.
Ningn hombre se dejara llevar por esa
habladura, ni tampoco unira el nombre
de unos con otros.
En este punto, mster Goldfish call
para reflexionar.
Crees que mster Hunter se
casara con miss Bailey? aadi.
Mistress Goldfish articul una sonrisa
despreciativa.
Miss Bailey! dijo. No seas
bobo! Miss Bailey ha ido demasiado
lejos Bueno! Yo no voy a nombrar
como t a las personas. Pero mster
West es un hombre agradable y no le
censuro en absoluto.
Mster Goldfish segua pensando,
con inters y simpata, en las
posibilidades matrimoniales del vicario.
Y qu me dices de mistress
Lacey?
Mistress Goldfish dej su costura y
adopt una expresin maliciosa.
Mistress Lacey suspir con
peligrosa mansedumbre. Es muy de
hombre decir semejante cosa! Por Dios,
mistress Lacey! Una viuda con una hija
mayor, de casi quince aos! Ah! Y ella
de cuarenta, ni uno ms ni uno menos.
Eso puede ser verdad o no
replic el farmacutico con dignidad.
Pero te dir lo siguiente. Cuando
mistress Lacey viene a la farmacia (y
nunca encontrars una seora ms
agradable) no parece tener ms de
treinta aos. Por San Jorge, ir un poco
ms lejos! dijo indignado. No
parece tener ms de veinticinco!
Y mistress Goldfish, sudando de
rabia, se dispuso a sermonearlo.
Estos eran los comentarios inocuos
de la chismografa que podan
escucharse en Stoke Druid o en
cualquier otra parte. Pero era una
desgracia que tanta gente hablara de
Stella Lacey, pues la primera flecha
malintencionada, la primera piedra
cruel, fue arrojada contra mistress Lacey
en la maana del primero de julio.
Stella Lacey, que tena exactamente
treinta y cuatro aos, era una mujer
dulce y delicada, de pelo rubio ceniza y
grandes ojos grises. No era una gran
conversadora, pero cuando hablaba lo
haca con gracia. Mistress Lacey (al
igual que el coronel Bailey, Joan Bailey,
Marin Tyler y el novelista Gordon
West) ocupaba, con su hija Pamela, una
de las cuatro casas edificadas dentro del
parque del Squire.
En la maana del primero de julio
fue a la oficina de correos para comprar
sellos. Entrar en esa pequea y estrecha
oficina de correos, que ola a madera
vieja y a creosota, era con frecuencia
una prueba para los nervios, a causa de
la empleada que la atenda.
Se llamaba miss Ellie Harris, era de
mediana edad y sorda como una tapia. Si
se le haca una pregunta, la lea en los
labios y gritaba como un loro para dar
una respuesta casi ininteligible. Ellie
era, adems, muy estricta en el
cumplimiento de las ordenanzas. A
veces, este pequeo local, con un
mostrador y una reja de alambre en el
lado derecho, se atestaba de gente
mientras Ellie pasaba diez minutos
gritando a un parroquiano que no haba
hecho el paquete como era debido y que
tena que rehacerlo.
Stella Lacey, con su sonrisa ms
insinuante, se acerc al mostrador y
desliz una media corona por debajo de
la reja.
Por favor, una hoja de sellos
pidi.
Ellie, detrs del mostrador, estaba
clasificando la correspondencia de la
maana para que la distribuyera el
cartero. En una circunstancia como sta,
por lo general, no hubiera hecho ms
caso a un parroquiano que a un
mismsimo escarabajo. Pero Ellie estaba
de buen humor.
Una carta para usted, miz
Lacey! grit.
Oh? murmur Stella Lacey
sorprendida. Todo el mundo en Stoke
Druid saba que, salvo cuando su hija
estaba ausente en la escuela, no reciba
carta alguna a excepcin de un sobre
largo que cada principio de trimestre le
enviaba el apoderado de una firma de
Londres.
Los ojos negros de Ellie
pestaeaban de placer. Cuando se
sonrea, los dientes parecan comerle la
cara.
Una carta para usted! volvi a
gritar, y la agit en el aire. Quiere
llevrsela en vez de que se la entregue
Joe?
Oh, s. Muchsimas gracias.
Ellie le pas la carta por debajo de
la reja. Era un sobre de papel comn,
con la direccin escrita a mquina,
prolijamente, en tinta celeste. Mistress
Lacey lo mir intrigada y casi con
temor; luego lo abri lentamente para
enterarse del contenido de la nica hoja
doblada que contena.
Uno o dos segundos despus, Ellie
Harris levant la vista y lanz un grito
estridente.
Miz Lacey! Pasa algo malo?
El rostro de Stella Lacey empez a
ponerse rojo como ante un insulto o una
indecencia. Luego se puso tan plido
que pareca envejecida. Los ojos grises,
debajo del pelo rubio ceniza, parecan
hundidos.
Esa hoja no dijo. Esa hoja
no!
Hoja, miz Lacey? Una hoja de
sellos?
Stella no pareca orla. Meti de
prisa el sobre en su bolso, lo cerr y
sali corriendo de la oficina. La puerta
grande, con sus paneles de vidrio, largos
y polvorientos, golpe tras ella mientras
Ellie Harris chillaba ininteligiblemente
agitando la media corona olvidada.
Este fue el primer annimo de la
serie que, en semanas sucesivas,
llovieron sobre los habitantes de Stoke
Druid. Aun ahora, cuando los hechos son
conocidos, la polica no puede calcular
exactamente qu cantidad fue enviada,
pues nadie dijo nada mientras el veneno
se iba propagando. No se dijo una sola
palabra.
Alguna persona habra redo (quiz
brevemente) y con desprecio, arrojando
la carta al fuego. Otra vacilara,
rompiendo la carta en pedazos y
ocultndolos. No se trataba de que un
gran crimen o pecado estuviese oculto
tras de las pequeas fachadas de piedra
gris y de las cortinas de encaje; en
absoluto. El annimo empleaba el arma
perversa por excelencia contra los
inocentes.
Esto no es verdad se decan a s
mismos, pero y si la gente creyera
que s es verdad?.
As aterrorizaba el annimo. Muchas
personas preferan morir en una aldea,
antes que reconocer que haban recibido
una carta semejante.
Durante esas semanas, el reverendo
J. Cadman Hunter, que deseaba hacerse
amigo de todo el mundo, se encontr con
caas tan cerradas como postigos. A
pesar de su aspecto juvenil y de su andar
elstico, el reverendo James no careca
de experiencia. Haba ocupado el puesto
de prroco durante tres aos en una
parroquia de East End de Londres.
Cuando su to, el obispo, le proporcion
ese cargo con un estipendio de
trescientas libras por ao, lo que deba
parecer principesco al ms humilde de
los clrigos, esper suscitar entusiasmo
y cordialidad. Y le dijo al coronel
Bailey que no comprenda la actitud de
los aldeanos.
Qu es lo que ocurre? exclam
ste aquella tarde, a finales de junio. El
coronel Bailey tena dos aficiones: la
pintura a La acuarela y al leo y el
estudio del arte militar desde Anbal
hasta nuestros das. En aquel momento
estaba tratando de hacer un bosquejo a
la acuarela, en el fondo de su jardn
No se trata solamente de que
apenas me hablen continu el
reverendo James. Rara vez hablan
entre s y se miran unos a otros con el
rabillo del ojo. No puede uno por menos
que darse cuenta. Es como si algo fuese
a, a
Estallar? sugiri el coronel
Bailey
Bueno, s. Se podra decir eso.
Pero qu ser?
No lo s repuso el coronel
Bailey, que todava no haba recibido
annimos. Frunci sus cejas desiguales,
de color castao grisceo y de pelo
alborotado. Podra tratar de adivinar.
Pero a fe que no lo s.
Puede entonces sugerir algo?
Es mejor que no dijo el otro,
impasible, y volvi a empuar el pincel.
Cosa bastante extraa, el reverendo
James no haba visto a Joan Bailey
desde el da del partido de tenis. Varias
veces haba tropezado con Marin Tyler,
esa morena risuea y rolliza que
alegremente reconoca tener cuarenta y
dos aos de edad; pero sta no pareca
haber odo nada raro en la aldea.
Cuando el vicario fue a visitar a Gordon
West, se produjo un Incidente un tanto
inslito.
West escriba nicamente novelas de
aventuras truculentas y muy populares
que encantaban al pblico britnico.
Tambin conoca los secretos del
escritor de guiones radiofnicos.
Cuando escriba una serie de obras para
la BBC, el jefe superior de programas
se deleitaba y el inspector de radio
escuchas informaba que la mitad de las
Islas Britnicas le escuchaba. Viva solo
en la casa ms pequea de la propiedad
del Squire, un cottage de piedra gris sin
pulir, de dos habitaciones, rodeado de
rboles frutales.
El reverendo James, que haba odo
hablar de l como un hombre de maneras
suaves, sonrea al llamar a la puerta del
cottage. Se sinti sorprendido por la
voz spera que le respondi.
S? Adelante!
En un estudio de forma alargada,
cuyas paredes estaban completamente
cubiertas de libros, si se exceptuaban
algunas exticas curiosidades, West
estaba sentado delante de una mquina
de escribir, cerca de la ventana
sombreada por los rboles, orientada
hacia el norte. Se trataba de un hombre
de estatura mediana, delgado, nervudo,
de unos treinta y cinco aos, de cabello
castao oscuro, ojos marrones y con
hoyuelos debajo de los pmulos. Vesta
un sweater viejo y pantalones de franela,
y no se levant.
Mster West? sonri el vicario
. Soy Cadman Hunter anunci a
modo de disculpa, echando una mirada a
la habitacin. Creo que usted
este escribe?
S admiti West y levant la
vista. Creo que usted este
predica?
Una ligera pausa.
Oh!, trato de hacerlo lo menos
posible ri el reverendo James,
salvo cuando estoy en pblico
hablaba con la mejor intencin del
mundo. Sabe, creo que no he ledo
ninguna obra suya.
West hizo girar la silla para mirar de
frente a su visitante, se recost y cruz
los brazos detrs de la cabeza.
Dgame, mster Cadman Hunter,
cmo contestara a esa observacin?
pregunt con inters.
Dice usted?
Bueno, me ocurre a menudo.
Creo que no he ledo ninguna obra
suya. Usted, por ejemplo, murmurara
lo siento, o dira si no la ha ledo,
tenga entonces la educacin de no
decirlo?
Mi estimado amigo! Espero no
haber
En absoluto. Perdneme.
El reverendo James volvi a sonrer.
Veo que ha viajado mucho mster
West.
Antes, s. Ahora, ya no.
Se puede preguntar por qu?
Por supuesto. Porque era muy
decepcionante. Las nicas descripciones
interesantes West toc la mquina de
escribir salen de aqu.
El reverendo James ri una vez ms.
Ya que no se le haba invitado a
sentarse, se dirigi hacia la chimenea.
Haba observado que en el carro de la
mquina estaba colocado un sobre
abierto, con la direccin de West escrita
con tinta azul. Pero el vicario no le
prest mayor atencin.
En cambio, sobre la chimenea,
repar en un pequeo cuadro al leo:
una cabeza de Joan Bailey, pintada por
un pincel mucho ms experto que el de
su to. El efecto de la luz sobre el pelo
castao, enrollado alrededor de la
cabeza segn la moda del treinta y ocho,
acentuaba el color de la piel y realzaba
esa expresin de Joan, de inmensa
simpata combinada con bondad, que
brillaba en los ojos azules y dibujaba
una sonrisa en sus labios.
Interesante? observ West,
haciendo una mueca.
Pero el reverendo James, por alguna
razn, pareca no haber observado el
cuadro. Apresuradamente, examin el
estante de abajo, en el cual se alineaban
una reducida cabeza africana, el tocado
guerrero de un indio comanche, dos
dagas espaolas del siglo XVI y una
serpiente de cascabel embalsamada.
Si se tomaba en las manos la
serpiente y se la sacuda, cierto
dispositivo ingenioso le haca emitir un
maligno zumbido. El vicario lo
descubri.
Caramba! exclam complacido
. Caramba! y se dio la vuelta.
Dirr, zumbaba la serpiente de
cascabel en ese pequeo cottage mal
ventilado, situado en medio de los
frutales. Dirr, dirr. De pronto, el
vicario, abriendo mucho los ojos,
pareci recordar algo. El reverendo
James, alto y delgado, con traje de
franela gris y cuello de clrigo
anglicano, volvi a colocar rpidamente
la serpiente sobre la chimenea.
Estoy en todo de acuerdo con
usted le dijo West con frialdad. Y
como tengo una maana muy ocupada,
estoy seguro de que sabr disculparme.
El reverendo James, al alejarse a
grandes zancadas del cottage, no estaba
por dems extraado en absoluto. Ms
de una vez haba visitado a personas
cuya hostilidad era debida simplemente
al hecho de no frecuentar la iglesia. Pero
tuvo poco tiempo para pensarlo, dado
que al fin apareci una de las vctimas
de los annimos.
En el lado sur y elegante de High
Street viva una mujer taimada, pero no
sin atractivo, miss Cordelia Martin, que
era la organista de St. Jude y se ganaba
modestamente la vida cosiendo. Y se dio
el caso de que en la noche del 12 de
agosto, miss Martin se ahog en el ro
Lea.
La encontraron al amanecer,
enganchada en la rama de un rbol
cado. Colocaron el pobre cuerpo
hinchado en un carro, lo cubrieron con
sacos de arpillera y lo llevaron a pulso
por las praderas del nordeste, en la par
te baja de High Street.
Qu desgracia! mascull uno
con voz cautelosa.
As es dijo otro entre dientes.
Eso fue todo.
Un sol rojizo apareca detrs de la
casa solariega, despejando la niebla.
Mientras el carro iba dando tumbos por
la pradera, a unos treinta metros de High
Street, el fulgor del sol iluminaba el
pico de aquel alto y estrecho montn de
piedras (a veces pareca una sola) que
estaba all desde tiempo inmemorial.
Pareca vagamente la figura de una
mujer con un hombro inclinado. Un
paseante, al ver la figura oscura, en la
niebla rojiza, no necesitaba mucha
imaginacin para ver ojos y boca en esa
cabeza.
A los peones que iban con el carro
les resultaba tan familiar qu ni la vean,
pero no falt uno que levantara la vista.
La estatua de la viuda dijo.
El carro avanzaba dando tumbos y
luego se desliz suavemente sobre un
lomo de piedra, de ms de un metro,
antes de llegar a High Street. El chirrido
resonaba fuertemente en el silencio del
amanecer y alguien declar despus que
Fred Cordy, el zapatero ateo, haba
mirado por la ventana, sonriendo
burlonamente.
El oficial de polica de la localidad,
tembloroso l, se vio obligado a
telefonear a Glastonbury. Colg despus
de que le prometieran enviarle al
inspector Garlick o por lo menos al
sargento, pero a una hora ms razonable.
El Squire Wyatt no supo la noticia hasta
las siete de la maana, y ech
maldiciones como uno de sus ms
oscuros antepasados. Pero el reverendo
James no se enter hasta la hora del t,
cuando el inspector Garlick lleg a la
vicara, pues pareca que hubiese una
conspiracin para ocultar el drama a ese
joven clrigo de rostro inocente.
El reverendo James tomaba el t en
su estudio cuando mistress Honeywell,
su anciana y muy respetable ama de
llaves, hizo entrar al polica. Mistress
Honeywell se demor un momento en el
vano de la puerta, para luego salir
corriendo tan aprisa como pudo.
Dios mo! confesara ms tarde
con voz que trasuntaba su respeto.
Hay veces en que se comporta como un
verdadero clrigo, y sin lugar a dudas!
Quera decir que no saba que su
cara pudiese volverse tan impvida y
sus ojos tan implacablemente duros
como la figura de piedra de Stoke Druid.
Comprendo observ el
reverendo James cuando el inspector
Garlick termin su relato breve y
circunspecto. Conoca bien a miss
Martin. Era nuestra organista. Ella
apret el puo que sostena el lpiz.
Puede explicar, inspector, cmo
encontr la muerte miss Martin?
Si me lo pregunta, seor, se trata
de un caso muy simple de accidente.
Accidente?
El inspector Garlick, hombre alto,
con ojuelos impasibles y un lunar en la
mejilla, desvi la vista.
Bueno, seor, qu insina?
Y el otro no pudo responder. Incluso
un hombre razonablemente inteligente
puede estar demasiado cerca de una
cosa para verla. El inspector Garlick
observ que el vicario se reconcoma
interiormente de ira. Insinuar un
suicidio, relacionado con la pequea y
despierta miss Martin, era inconcebible.
Seor? inst el inspector.
Es todo. Gracias. Puede retirarse.
Me despidi como si l fuese un
lord dijo enojado Garlick al sargento,
que haba permanecido afuera. No
importa! No nos queda mucho que hacer
aqu.
El sargento pareci perplejo.
En Stoke Druid? Pero crea
He dicho que no nos queda mucho
que hacer aqu repiti Garlick.
Por supuesto, el inspector Garlick no
se haca muchas ilusiones. Una breve
visita a la casa de la mujer difunta, un
trago o dos en el Nags Head y en el
Lord Rodney, un corto paseo al empezar
el da, le haba bastado para presentir
los annimos. Pero el inspector general,
por no decir nada de esa deidad de
fuertes garras llamada el inspector jefe,
detestaba esa clase de asuntos. Los
aborreca. Ocurra con mucha frecuencia
entre la gente venida a menos y la
polica lo pasaba por alto, si le era
posible.
As que no te metas con Dave
Garlick dijo para sus adentros el
inspector. Y no andes escudriando a
no ser que recibas rdenes de arriba,
que no te llegarn.
El coroner de Glastonbury le ayud.
En realidad, el remitente de los
annimos debi rerse mucho en
aquellos momentos.
Como el viejo doctor Spenlow
estaba de vacaciones, la autopsia fue
hecha por su sustituto en Stoke Druid, un
teutn rechoncho y serio llamado
Schmidt. Inform que miss Martin,
aparte de ser virgo intacto, no padeca
ninguna enfermedad crnica y haba
muerto nicamente por asfixia. Pero el
fiscal sinti compasin. Creyendo que
miss Martin se haba suicidado por
razn de amor no correspondido, y
deseando salvar las apariencias en la
indagacin, inst a los jurados a que
dieran un fallo de muerte por accidente y
lo consigui por unanimidad. El
inspector Garlick regres a Glastonbury
silbando.
Y nadie objet nada.
De no haberse interrumpido los
annimos durante unas semanas, la
situacin podra haber llegado a ser
insoportable, especialmente despus de
la ceremonia del entierro, cuando la
hermana de Cordelia Martin solloz
histricamente ante la tumba.
La interrupcin supuso una gran
tranquilidad. El reverendo James,
aunque todava furioso, trat de
dedicarse a su ministerio, en las cien
pequeas obligaciones que incumben al
cargo de prroco de aldea. Luego fue
cuando se produjo la verdadera
explosin.
En la tarde del sbado 13 de
setiembre, el reverendo James estaba
otra vez tomando el t en la vicara,
cuyas ventanas de cristal estrecho daban
al lado norte de la iglesia. Ac baba de
preparar su sermn para el da siguiente,
cuando mistress Honeywell trajo la
bandeja del t junto con el correo de la
tarde.
Haba solamente dos cartas, la de
arriba en un sobre comn con la
direccin escrita a mquina en tinta azul.
Mientras se serva el t, el reverendo
abri distradamente la primera carta.
La ley lentamente, la volvi a leer.
Luego agit la campanilla con violencia
para llamar a mistress Honeywell, que
vino corriendo. Dios mo!, se dijo la
mujer al abrir la puerta.
El reverendo James estaba de pie
delante de su escritorio, plido y
respirando con fuerza. Cuando se
esclarece el entendimiento de un
hombre, rara vez ocurre gradualmente;
se produce de golpe, en todos sus
detalles.
Mistress Honeywell dijo sin
prembulo, qu sabe usted sobre
esas cartas annimas firmadas La
Viuda?
Seor?
Preferira saber la verdad,
mistress Honeywell.
Mistress Honeywell cogi el
dobladillo inferior de su delantal y se lo
llev a los labios.
Seor, no s ni una sola
Estoy dispuesto a esclarecer este
asunto dijo el reverendo James,
golpeando la mesa con el puo. Dios
mediante sabremos toda la verdad!
Mistress Honeywell no contest
porque le atemorizaba. Era tan inflexible
como el viejo prroco de Stoneaston.
Pero el reverendo James, al mirar la
carta y leer nicamente las primeras
palabras, se sinti molesto por el deber
que le tocaba cumplir.
S! Usted y Joan Bailey,
empezaba.
2

L a misma tarde del sbado,


cuando el reverendo James haba
tomado ya su decisin, un taxi
que vena de Bristol se detuvo frente a
la puerta de la iglesia, en el extremo
oeste de High Street. De l descendi un
hombre corpulento, grueso como un
barril, vestido con un traje de alpaca
blanca muy elegante.
High Street, con su pavimento liso
en buen estado, envuelta en la modorra
de la tarde del sbado, bajaba en suave
declive hasta la residencia situada en el
otro extremo de la aldea. A excepcin
de unos pocos automviles
estacionados, estaba desierta. Dentro de
las casas de piedra rstica o en el piso
alto de los comercios pintados de vivos
colores, las esposas, mientras se
afanaban preparando la mesa para el t,
llamaban a sus maridos para un breve
descanso.
El obeso caballero, maniobrando
para extraer su cuerpo del taxi, se qued
de pie con un puo apoyado en la cadera
como Victor Hugo, observando la calle
con un gesto seoril y altivo. Llevaba
gafas de carey en la punta de su ancha
nariz. La cabeza grande y calva qued
expuesta al aire fresco del otoo hasta
que el conductor del taxi sac de dentro
un jipijapa y se lo coloc en la parte
posterior de la cabeza.
As que esto es Stoke Druit, eh?
pregunt sir Henry Merrivale con
desdn.
Aj! confirm el conductor del
taxi con acento de East Bristol. Oiga,
esta maleta suya es muy bonita le
cost reprimir su jbilo rabelesiano.
Es estupenda! Se sale de lo corriente!
No se preocupe, hijo repuso
severa mente el hombre corpulento.
Baje esa maleta y pngala de pie,
fjese!, exactamente como se lo he
dicho antes.
Aj! Usted es quien manda.
Al otro lado de la calle, formando un
grupo desanimado, se encontraban seis
chicos de nueve a trece aos de edad,
acompaados por dos perros, un
Scottish Terrier y un mestizo blanco y
negro de patas largas. La juventud de la
aldea haba salido de su casa aquel da
tan limpia y reluciente como el suelo de
la cocina de sus hogares, pero, varones
y hembras, no se diferenciaban de los
dolos vud. Saban que en cualquier
momento los llamaran para tomar el t y
los reprenderan si estaban desaseados.
Al ver el taxi, una corriente elctrica
pareci estremecerlos.
Cuidado, mucho cuidado! rog
el robusto caballero con voz de trueno
. Por el amor de Esa, despacio!
Lo que sali del taxi pareca a
primera vista una maleta corriente de
cuero castao, larga, pesada y
rectangular. Pero cuando el conductor la
puso de pie en la calle, como un
cuadriltero vertical, los chicos
observaron (incrustadas en el cuero, en
los cuatro lados inferiores) cuatro
slidas ruedecitas niqueladas.
Gracias, hijo agreg el corpulento
caballero, y le entreg dinero al
conductor. Enganchando dos dedos en
el asa de cuero de la parte superior de la
maleta, sir Henry Merrivale cruz
majestuoso la calle caminando con las
puntas de los pies para adentro. No
levantaba peso alguno. Simplemente lo
guiaba y la maleta rodaba a su lado
silenciosa como un fantasma.
Cuu! grit una voz. Oiga!
Ejem! dijo Henry Merrivale y
tosi un poco. Consciente de las miradas
que atraa, no observ los quince pares
de ojos de adultos detrs de las cortinas
de las ventanas. Gui la maleta
despreocupadamente, con un dedo, como
conduciendo al ganador del Derby.
Chicos y perros le siguieron por la
calle, rodendolo frente a la casa del
barbero y estanquero.
Seor! suplic una voz
estremecida.
Eh?
El interlocutor era un chico flaco, de
unos trece aos, que llevaba la gorra del
colegio Marlborough y hablaba con
acento ultrarrefinado.
Por favor, seor pregunt,
por qu lleva esa maleta tan curiosa?
Henry Merrivale se sinti
aguijoneado.
Qu tiene esa maleta?
interrog dirigiendo al ofensor una
mirada tan maligna que los perros se
pusieron a ladrar y retrocedieron. Yo
invent esta maleta, si, seor! No cargo
ningn peso, no es as? Nunca se han
deslomado por haber cargado una
maleta grande durante setenta
kilmetros?
Los chicos, al comprender, se
impresiona ron profundamente y durante
casi un segundo permanecieron callados.
Mirad! intervino la voz spera
de un chico rechoncho. Mirad, tiene
ruedecitas en la parte inferior; ah! Pero
por qu tambin tiene ruedecitas
arriba?
Era verdad, en cada esquina de la
parte superior tena una ruedecita, como
seal el chico (hijo del carnicero),
haciendo girar cada rueda y dibujando
con el dedo sobre el cuero.
Oh. hijo! exclam Henry
Merrivale. Esto es para que la maleta
pueda rodar siempre, de cualquier lado
que se la agarre. Tambin tiene un asa de
cuero en la parte inferior. Todo cuanto
hay que hacer es invertirla y queda igual
que ahora.
Quiere decir que usted pens en
todo esto? dijo asombrada, con
entonacin admirativa una chica de once
aos que estaba chupando un caramelo
de miel.
Bueno vamos! dijo Henry
Merrivale con un modesto movimiento
de mano.
El repentino grito endemoniado,
proveniente del fondo del grupo y que
asust a Henry Merrivale, no significaba
que nadie hubiese perdido la cabeza. El
joven Tommy, el hijo del Squire Wyatt y
el ms sucio del lote, haba tenido una
inspiracin.
Se lanz hacia delante, tirando
confiadamente de la chaqueta de Henry
Merrivale.
Escuche, seor murmur.
Supongamos que tomase esa maleta y la
pusiese de lado como una maleta
normal?
Est bien dijo Henry Merrivale,
que se jactaba de ser liberal.
Supongamos que lo haces?
Bueno, entonces tendra dos
ruedas delante y detrs. Es pesada y
aerodinmica. Podra ir volando por
el pavimento de High Street hasta la
pared de la cerca de mi pap, a
cuatrocientos metros de aqu, como sir
Malcolm Campbell en el Pjaro Azul!
Bueno bueno! medit Henry
Merrivale. Estaras pensando en una
pequea carrera? Contra los perros?
Diablos! susurr el joven Wyatt,
asombrado por la clarividencia del
forastero. Diablos! Eso es! Los
perros!
Fue algo explosivo. El coro
ensordecedor de alaridos hizo que
Henry Merrivale comprendiese su
situacin.
Le apuesto a que mi perro puede
vencer a su vieja maleta!
Qu! Ese Scotch gordo? Yo te
apuesto a que mi perro vence a la
vieja maleta!
Cuidado, Tommy Wyatt avis
una chica de nueve aos. Tu pap est
de guardia hoy en North Field y dijo
Urr! gru el mestizo blanco y
negro. Ambos perros, crispados,
observaban la maleta con una mezcla de
sospecha y desagrado.
Le apuesto mil libras!
Yo le apuesto un milln de libras!
Yo le apuesto
Cllense! bram Henry
Merrivale, y se produjo un silencio
mortal. Los chicos se agarraron a su
chaqueta blanca a modo de splica;
podra significar una demostracin de
confianza, pero no mejor la blancura de
la prenda ni el humor de Henry
Merrivale, que se calz bien las gafas y
pronunci un ultimtum.
Vamos a hacer esta carrera dijo
, os lo prometo.
Lo que es ms, si tenis otros
competidores que os gusten, excluidos
los galgos, sacarlos a relucir, y la Vieja
Firma dar una buena ventaja. Pero no
podemos hacerlo ahora, comprendis?
Por qu no?
Veris, muchachos. Tengo que
embalar de nuevo esta vieja maleta para
que no se haga pedazos. Porque,
caramba, ahora llevo dentro una botella
de whisky! No querris que se vaya a
romper una buena botella de whisky, no
es as?
A pesar de las quejas de las chicas,
hubo un melanclico acuerdo general. El
chico del Marlborough, Harry Goldfish,
tuvo otra idea.
Tiene cigarrillos, seor?
Henry Merrivale, escandalizado,
hinch el pecho y mir fijamente a los
cuatro chicos.
No fumis cigarrillos, me os?
grit.
No, seor dijo el chico del
Marlborough, descorazonado.
Ninguno debe fumar cigarrillos;
entendis? todo entusiasmo
desapareci.
Fumar cigarrillos expres con
desdn Henry Merrivale es cosa de
mujeres. Si queris fumar sac del
bolsillo interior cuatro habanos
excelentes, envueltos en celofn,
fumar puros como yo. Aqu tenis uno
para cada uno de vosotros.
El nimo de los chicos alcanz el
colmo del xtasis. Quince pares de ojos
adultos, salindose de las rbitas,
observaban desde detrs de las cortinas.
Pero la chica de nueve aos, la del
caramelo de miel, alz un hombro,
molesta, a la manera del eterno
femenino.
Est bien, preciosa ma la
tranquiliz Henry Merrivale. Aqu
tienes diez chelines para que os lo
repartis la otra nia y t. Supongo que
querris comprar caramelos, carmn y
otra cosa. Supongo
Call, lanzando una mirada hacia el
lado sur de la calle. Unos quince metros
ms abajo, apoyada
despreocupadamente la espalda contra
una casa, haba otra chica de unos
catorce aos. Vesta admirablemente, sin
una mancha, y era una belleza en
miniatura. Su pelo rubio ceniza caa en
rizos sobre los hombros. Sus ojos
grises, con expresin de altivez e
indiferencia, podran ocultar lgrimas.
Al ver que era observada, se volvi y se
alej.
Esa es Pam Lacey, seor
coment el chico del Marlborough, un
verdadero hombre de mundo. La hija
de mistress Lacey. Hay que verla, sin
embargo.
Ella? exclam el hijo del
carnicero, de mente materialista. No
tiene pap agreg despreciativamente.
Vamos, no hables as! grit
Henry Merrivale, amenazndolo con el
dedo.
Qu quieres decir con que no tiene
pap?
Bueno! dijo la chica del
caramelo sacndoselo de la boca y
hacindolo girar. Hay unos que dicen
una cosa y otros dicen otra. Pam es
demasiado intelectal
Intelectual corrigi con
desprecio el chico del Marlborough.
As es, mster Harry Goldfish
dijo la chica. Demasiado intelectal
para nuestros gustos. Pero mi pap
dice
Quin es tu padre, preciosa?
Mster Cordy, el zapatero dijo
la chica con orgullo. Y es tan
intelectal que no cree en nada. Pap
dice que tiene un tornillo flojo Miss
Cordy observaba todo el rato la
expresin de Henry Merrivale.
Acaso estara pensando en seguirla
para darle los diez chelines?
No s de qu hablas minti
Henry Merrivale. Y de todos modos
hizo unos gestos complicados ahora
me voy. Puede decirme alguno dnde
encontrar a un hombre llamado Rafe
Danvers?
El viejo librero? gritaron a
coro. Para qu lo quiere?
No os importa, demonios! (Y
deja de decir palabrotas). Dnde est?
Siga derecho. A mitad de camino,
al mismo lado de la calle.
Y all se dirigi Henry Merrivale a
pesar de las splicas para que se
quedara. Andaba decididamente,
guiando con la mano la maleta, sin
imaginar los estragos que provocara en
un futuro cercano.
En verdad se senta harto de tanta
virtud. Adems de resistir a la tentacin,
haba predicado una sana leccin de
moral a la juventud del pas. A mitad
camino, su vista descubri las letras
doradas Ralph Danvers: Libros en el
escaparate alargado y polvoriento de
una tienda que tena en el exterior una
mesa con libros de a dos peniques. Un
curioso podra haberse preguntado por
qu ese escaparate estaba protegido con
una pesada reja de hierro al igual que
las dems ventanas de la casa.
Si el nombre de Danvers nada
significaba para los habitantes de Stoke
Druid, a excepcin de Gordon West y
del coronel Bailey, mucho significaba
para gran cantidad de coleccionistas de
libros raros, de Londres y de Nueva
York. Para ellos el comercio de Danvers
en Bond Street haba sido su Meca
durante veinte aos. Aun ahora echaban
de menos las largas charlas en la tienda
de Bond Street y muy a menudo se
preguntaban con fastidio por qu se
haba ido a enterrar Danvers en esa
aldea del Somerset.
Me gustan la paz, y la tranquilidad
repeta Danvers una y otra vez. Mi
trabajo se hace principalmente por
correspondencia. Con el Catlogo se
puede pedir cualquier cosa que se desee
en
Tiempo perdido! dijo
fastidiado uno de sus clientes ms
importantes. A ver: no es acaso
verdad que oculta algunas maravillas
que le gusta? Y conservar para s? Y
no se decide a ponerlas en el catlogo?
Y ni siquiera sabemos de ellas si no
venimos hasta aqu a acosarle.
Ta, ta! exclamaba con evasivas
el comerciante, y rpidamente cambiaba
de tema.
As pues, en aquella tarde de sol de
principios de otoo en Stocke Druid, sir
Henry Merrivale apoy cuidadosamente
su maleta, para que no se escapara,
contra la mesa de libros situada en el
exterior. Entr en el comercio sin tener
idea alguna sobre el asunto criminal.
Una campanilla son bruscamente
sobre la puerta. El local era largo y
oscuro, con un agregado al fondo para
hacerlo ms espacioso. En las paredes
laterales sobresalan estantes para
libros, y en medio tambin haba mesas
con libros. La habitacin exhalaba esa
fragancia de libros viejos que mucho
ms que las rosas u otras flores es el
verdadero hlito del pas de los sueos.
Justamente al fondo del local, en
medio de altos estantes, protegidos con
rejas y que contenan tesoros, una luz
elctrica con pantalla verde colgaba del
techo sobre un escritorio de tapa
enrollable que estaba abierto. El dueo
del comercio, sentado, con los pies
sobre el escritorio, lea Las Torres de
Barchester.
Ejem! dijo sir Henry Merrivale
carraspeando ruidosamente. Se cal
el panam y avanz con lentitud hacia el
fondo del local.
Mster Danvers, dejando
cuidadosamente Las Torres de
Barchester, puso los pies en el suelo y
se volvi para mirar al recin llegado.
Hola, Rafe dijo con aspereza el
forastero.
Buenas tardes, sir Henry repuso el
comerciante con su voz suave, pero
enrgica.
Mster Danvers era un hombre
regordete, de cierta edad, con escaso
pelo cano que haca pensar en la flor del
cardo. Su cara pareca empolvada, pero
un par de astutos ojos azul claro
atisbaban por encima de los lentes que
le caan sobre la nariz. Aunque su
chaleco estaba manchado de ceniza, las
manos eran pulcras.
Es un placer volver a verle
despus de casi dos aos prosigui
Danvers con verdadero entusiasmo.
Sintese, sintese! le indic un
pequeo silln desvencijado, con
almohadn de cuero, en el que Henry
Merrivale se dej caer pesadamente.
Y cmo est, mi estimado Henry?
Muy mal contest Henry
Merrivale al instante. Tengo la tensin
alta, como dicen en los hospitales para
impresionarle a uno. Y espero, Rafe, que
ahora no me pondr peor.
Yo este no lo entiendo.
Escuche! dijo Henry Merrivale
con solemnidad. No hace mucho volv
a Londres desde Cheltenham. En
Cheltenham me enredaron en un caso de
asesinato mientras estaba dictando mi
autobiografa. Crame, acab deshecho!
Hijo, no me ocupara de otro caso
criminal ni por todo el oro del mundo.
De todos modos, regres a casa
esperando descansar y reflexionar
durante un mes. Y qu ocurre? Usted
me enva un telegrama.
El librero, inquieto y mirando al
suelo por encima de sus lentes, no
contest.
Dice usted que tiene algo tan
bueno que tengo que verlo en persona
continu Henry Merrivale. Dice que
por tal motivo debo venir
inmediatamente a esta desamparada
aldea. Bueno, Rafe, tendr que ser una
eleccin acertada.
Danvers asinti con la cabeza. Mir
a Henry Merrivale con sus ojos claros y
luego volvi otra vez la vista al suelo.
Creo dijo que est interesado
por Joseph Fouch, el ministro de
polica de Napolen y buen embaucador
antes de eso. Creo que hay un retrato de
Fouch en su despacho del War Office.
Aj. Y qu?
Danvers junt lar puntas de los
dedos y las contempl.
Tal vez no est enterado
prosigui de que Fouch escribi
unas memorias secretas? Las escribi
por orden del emperador. Contienen
secretos y mucho de la historia oculta de
la corte de Napolen, desde 1804 a
1812.
Henry Merrivale clav la vista en el
librero.
Caramba! exclam.
As es el viejo librero pareca
estremecerse de pena con slo
mencionar la rareza que haba
encontrado. Se imprimieron
solamente dos ejemplares
encuadernados en pergamino: uno para
el emperador y otro para el propio
Fouch. Se sabe que el ejemplar de
Fouch fue destruido. All arriba
seal uno de los armarios enrejados
tengo el otro ejemplar nico, con
anotaciones de puo y letra de
Napolen. Quiere verlo?
Quiero comprarlo dijo
terminantemente Henry Merrivale, y
coloc su sombrero detrs de l sobre
una mesa cubierta de libros. Siempre
le ha desagradado regatear, Rafe, y a m
tambin. Qu precio tiene?
El libro no est en venta dijo
Danvers.
Sir Henry Merrivale cerr los ojos.
Me lo imaginaba dijo
despus de una pausa prolongada, es
verdad cuando dicen que el propsito de
los libreros de lance es dificultar la
venta de libros luego estall.
Entonces para qu diablos me ha hecho
venir aqu?
No me comprende le dijo
Danvers suavemente. Quiero regalarle
este libro si se aviene a resolver el
misterio de quin escribe aqu los
annimos.
Hubo otro silencio.
Annimos, eh?
Estn firmados La Viuda en
recuerdo de un montn alto y oscuro de
piedras.
Han llenado de pavor a los
aldeanos. En mi opinin han sido la
causa de que una mujer respetable,
aunque algo neurtica, se ahogara a
menos de un kilmetro de donde estamos
sentados.
Parece continu Danvers
acentuando ligeramente la palabra
parece que el envo de cartas ha
cesado por ahora. Pero volver a
empezar, no lo dude, y con peores
consecuencias. Permtame que le relate
lo que ha sucedido.
El librero, combinando sagazmente
deduccin y chismografa, procedi a
resear mucho (aunque no todo) de lo
que ya sabemos. Habl montonamente
con voz suave y velada. Sentado debajo
de la nica luz de aquella habitacin
oscura, se poda ver, por encima de las
puntas de sus dedos en pirmide, que
tena una barbilla muy acusada.
Durante el relato, Henry Merrivale
permaneci inmvil, con los brazos
cruzados y la expresin alterada. Su
ancho rostro se endureci. Sus pequeos
ojos estaban clavados en Danvers. La
juventud de Stoke Druid no le hubiese
reconocido.
Henry, por el amor de Dios,
intervenga y evite la muerte de alguna
otra persona finaliz Danvers
inesperadamente.
No cambi la expresin de Henry
Merrivale para nada.
Dgame, Rafe, ha recibido usted
alguno de esos annimos?
Si. Para ser exacto, dos.
De qu le acusan?
Entre otras cosas, de vender
libros pornogrficos y de seducir con
ellos a una determinada joven aldeana.
Dicho sea de paso, ninguna de las dos
acusaciones es exacta. Pero comprenda
se sonri el viejo librero de vuelta de
todo que no me importan esos cargos.
El caso es que el autor de los annimos
crey que me afectaran.
Seal con la cabeza hacia la parte
delantera de la tienda.
Tengo una pequea seccin
dedicada al crimen y a la criminologa
aadi. Pero no hay este
literatura sobre el arte de escribir
annimos.
Oh, Rafe! Existe en cantidad. Y
tambin sobre ejemplos prcticos. Pero
qu ms hay en esas cartas que ha
recibido usted?
Danvers se volvi hacia los
atestados casilleros de su escritorio y
sac una esquela doblada.
Quiero que lea sta muy
especialmente. Espere, por favor! No la
coja todava.
Bueno?
Lo poco que s acerca de estas
cosas, lo reconozco, proviene
principalmente de ejem la prensa
popular. Pero puedo hacerle dos
preguntas, despus de que haya ledo
esta carta, antes de que la comente?
Henry Merrivale asinti con la
cabeza. Ralph Danvers le entreg la
carta. Mientras aqul la lea no se le
movi un msculo de la cara y su
expresin produca un efecto angustioso.
Dobl la carta y la devolvi.
Creo que podemos admitir
continu Danvers que muchos
annimos son escritos por personas casi
analfabetas. Tambin podemos admitir
que muchos annimos son escritos por
personas educadas que cometen errores
gramaticales y faltas de ortografa para
ocultar su identidad.
Exacto, Rafe. Tan verdadero como
el Evangelio.
Muy bien! Ahora examine estas
cartas: otra que he recibido y una que
me dio un amigo. La gramtica, la
ortografa, la puntuacin de cada una de
ellas es tan correcta que raya en la
pedantera. Hay algunas indecencias,
pero estn dichas hbilmente, con una
malicia inesperada como la maldad
misma de las cartas. Es as?
Henry Merrivale medit.
Es una lectura bastante
desagradable, amigo mo convino y
volvi a meditar. Bueno, tengo una
mente retorcida comunic con
arrogancia como casi todo el mundo,
pero esto es de una bajeza humana poco
comn. Es
Qu?
La mirada de Henry Merrivale se
endureci de nuevo.
Hable, Rafe.
Las cartas son obra de una
persona de educacin superior o por lo
menos bien educada dijo Danvers.
Por tanto, en mi opinin, podemos
eliminar el noventa y nueve por ciento
de los sospechosos. El hombre de
pueblo, el granjero corriente o los
peones en varias millas a la redonda no
pueden haber escrito estas cartas, como
tampoco podran haber escrito Absaln
y Achitophel. Esto slo nos deja
Siga, hijo. Quines son los
sospechosos?
El librero vacil. Estaba claro que
le disgustaba y odiaba lo que tena que
decir, pero deba hacerlo.
Primero empez con irona
estoy yo los ojos azules pestaearon
por encima de los lentes. Para no
discutir, digamos que soy inocente.
Despus, tenemos a miss Marion Tyler,
mistress Stella Lacey, miss Joan Bailey,
el coronel Bailey y mster Gordon West.
Luego est el sustituto del doctor
Spenlow, el doctor Schmidt: su ingls
hablado es a menudo disparatado, pero
su ingls escrito es correcto. Incluso
podemos incluir a mster Goldfish, el
farmacutico, y a mster Benson, el
director del coro.
Calle, por favor! aadi
Danvers suavemente al advertir que
Henry Merrivale quera hablar.
Intentemos la tarea ms agradable que
consiste en eliminar a los que podamos.
Cree que puede eliminar, eh? A
ver
Si alguna vez hubiese usted odo
el ingls que habla el Squire Wyatt
sonri el librero lo eliminara usted
mismo. Tambin es verdad respecto del
pobre Fred Cordy que compr una vez
una mquina de escribir para mandar
cartas indignadas a los peridicos y
luego se exasper tanto que la arroj al
ro. Comprender que muchos de mis
llama dos sospechosos son muy
dudosos.
Henry Merrivale sac de su bolsillo
interior una cajetilla de psimos
cigarrillos de tabaco negro. Haba
despreciado fumar los excelentes
habanos que le haban regalado en un
banquete la noche anterior y que haba
dado a los chicos.
Rafe dijo, cul es su segunda
pregunta?
Mi segunda pregunta?
Exacto. Cuando empez dijo que
tena dos preguntas que hacerme. Pero
cuanto ha dicho desde entonces ha sido
referente a aquella pregunta sobre la
psicologa de los autores de annimos.
Cul es la segunda?
El librero se levant, dejando a un
lado Las Torres de Barchester, y qued
de me de espaldas al escritorio.
Todas las cartas que he visto son
sobre temas erticos repuso Danvers
. Parecen insinuarlos en todas las
lneas, aunque slo sea
implcitamente No es verdad que la
mayor parte de los annimos son
escritos por mujeres neurticas?
Oh, no! dijo Henry Merrivale.
Su voz grave resonaba en la
habitacin silenciosa. Danvers le mir
asombrado.
No sera del todo errneo,
comprende continu Henry Merrivale
, decir que los autores de annimos
sobre temas variados estn divididos a
partes iguales entre hombres y mujeres,
a pesar de que las mujeres llevan una
ligera ventaja. Sin embargo, se est
bastante cerca de ese promedio.
Pero siempre pens!
Pu-Ping, son la campanilla de la
puerta de entrada como si una mano
vacilante se hubiese por fin resuelto a
asir el picaporte. Y, recortndose en la
dbil luz del sol, entr en la tienda Joan
Bailey.
3

J oan recorri el pasillo, suave y


rpidamente, entre la estantera de
la izquierda y las mesas. Llevaba
un vestido sencillo de seda blanca,
medias de seda, zapatos de tacn bajo y,
adems del bolso de mano, otro para las
compras.
No poda ver a Henry Merrivale
sentado junto al escritorio porque su
cabeza quedaba oculta por una pila alta
de libros que haba sobre una mesa
contigua. Vio nicamente la cabeza del
librero con su crneo rosado visible a
travs del escaso cabello blanco.
Buenas tardes, mster Danvers
dijo casi sin aliento. Deseara saber,
por favor, si tiene un libro sobre el
tema de
Sir Henry Merrivale ha referido sus
primeras impresiones de cuando la
conoci, seguro de quin era por la
descripcin que Danvers le haba dado.
Y estas primeras impresiones merecen
indicarse aqu.
Una muchacha muy bien parecida
haba dicho como si de un cumplido
se tratase. Una de esas jvenes del
campo que, sin darse cuenta, irradian
sex-appeal. Le gusta que la consideren
de trato agradable, corts y corta de
genio en pblico, pero lista como el
diablo en privado. Si se enamora de
algn joven (probablemente ya le habr
ocurrido) jams pensar en nadie ms.
Leal; bastante inteligente; le gustan los
chismes.
Danvers haba adoptado ese aire
apacible y vetusto que en pocas
pasadas haba engaado a tanta gente en
Londres.
Qu? le inst Danvers. Un
libro sobre?
Joan vio entonces a Henry Merrivale
y se sorprendi un poco.
Disclpeme dijo Danvers
golpendose suavemente la frente.
Puedo presentarle a un viejo amigo?
Miss Bailey; sir Henry Merrivale.
Cmo est usted? dijo
cordialmente Joan, que se interesaba por
cualquier forastero que llegara a Stoke
Druit. Luego cruz por su mente una
vaga idea. No he no he odo
hablar de usted en alguna parte?
Tal vez dijo el hombre
importante con modestia.
La luz de la lmpara brillaba sobre
el cabello castao, suave y abundante,
enrollado alrededor de la cabeza. Tena
una tez tan clara que se le notaba
cualquier cambio de color. Entonces fue
cuando ella record.
Ya s! Es usted el hombre que
anda aclarando los misterios de las
habitaciones cerradas, las
desapariciones y los milagros. Debe de
haber venido aqu para
Joan call de pronto. Su mano
izquierda se movi para tocar el bolso
que colgaba del brazo derecho; luego la
dej caer rpidamente. Henry Merrivale
no pareci haberlo observado.
Escuche, joven dijo mirndola
descaradamente de arriba abajo.
Nadie le ha dicho que tiene una figura
que dejara chiquita a Afrodita?
Joan le mir. El rostro se le
encendi.
Realmente! dijo Joan con
seriedad. No, por supuesto que no!
Es decir, excepto Quiero decir
Danvers acudi en su ayuda con su
tacto acostumbrado.
No debe hacer caso de sir Henry
le asegur con una sonrisa. Esta es
su idea de un cumplido social. Este
cmo est su to?
Miss Bailey lanz otra mirada hacia
Henry Merrivale. A pesar de su
expresin, era evidente que a ella no le
disgustaba el viejo atrevido de cara
extraa.
To George contest tiene
sus ocurrencias. Dice que va a haber
otra guerra. Dice que se va a luchar con
tanques y aviones ms que con fusiles y
alambre de pas. De tanto en cuando va
al War Office, pero cortsmente le
aseguran que el asunto est en buenas
manos. En este momento Joan intent
una sonrisa est instalado en la
pradera, cerca de High Street, tratando
de pintar su ensima versin de La
Viuda. Y esto me hace recordar, mster
Danvers continu Joan, mirando a
Henry Merrivale con arrogancia, pero
sin dejar de hablar, en su escaparate
va a haber esta tarde alguna exposicin
especial de cuadros u otra cosa?
El librero estaba intrigado.
No, por supuesto que no! Por
qu me lo pregunta?
Bueno ri Joan igualmente
intrigada, afuera hay unos veinte
chicos sentados en la acera, frente al
colmado, observando esta casa como si
pensaran que va a quemarse; tambin he
contado once perros.
Cuerno! suspir sir Henry
Merrivale con la culpa grabada en su
cara.
Deben de haber tomado el t
dijo Joan, porque estn limpios. Lo
ms curioso del caso es que tres de los
padres van de arriba abajo fumando
enormes puros. Nunca cre que mster
Bull se refera al carnicero pudiera
permitirse ese lujo.
Henry Merrivale habl de pronto,
pero esta vez con voz suave e impasible.
Usted vena aqu observ en
busca de un libro sobre algo. Era sobre
annimos?
No, no lo era replic Joan
alzando su redonda barbilla. Se volvi
hacia el librero. Mster Danvers
continu con desesperada franqueza,
hay algn libro con la leyenda
verdadera de este este monolito que
llaman La Viuda o La Vieja Viuda?
Creo que su nombre completo es La
Viuda Burlona.
Mi querida nia, no existe ninguna
leyenda verdadera.
Por favor! rog Joan. Por
favor!
Mi querida nia, se lo aseguro!
Esa figura es ms vieja que los daneses,
ms vieja que los normandos. Las guas
tursticas de este distrito seal hacia
la parte delantera de la tienda
contienen poca informacin ms de lo
que est impreso en el reverso de las
tarjetas postales que se pueden encontrar
en casi todos los comercios de esta
aldea. Disclpeme un instante, por
favor.
Danvers, movindose sin hacer
ruido detrs de uno de los armarios
enrejados que formaban una especie de
cuadrado alrededor del escritorio, busc
sobre el estante de la chimenea una
tarjeta postal en color y un croquis a
lpiz en un marco, de unos quince
centmetros de alto por diez de ancho, y
regres con ambas cosas. Dando la
vuelta a la postal, ley las pequeas
letras impresas en el ngulo superior de
la izquierda.
Pero si he sabido todo esto desde
nia declar Joan. Lo que
preguntaba
Danvers levant la mano.
Dej la postal y tom el marco con
el croquis dibujado a lpiz.
Esto explic no es ms que
la reconstruccin imaginaria hecha por
un artista ambulante de principios del
siglo XIX de La Viuda, tal como l la
conceba.
Gurdelo! exclam Joan. Los
ojos azul claro pedan excusas, pero en
su boca rosa se vea el temor. Por
favor, qutelo de mi vista!
Por supuesto, mi querida miss
Bailey!
Danver puso el croquis boca abajo
sobre el escritorio, pero no sin que antes
Henry Merrivale hubiese visto la cara
de una mujer de mediana edad, con
pronunciadas ojeras debajo de los ojos
y abundante pelo castao oscuro
cayendo en rizos hasta los hombros. La
expresin de la mujer era desagradable.
Los extremos de los ojos estaban vueltos
hacia arriba, los labios eran de color
rojo y su aspecto ofreca algo que es
ms fcil de comprender que de
describir.
Siempre he tenido miedo de ese
dibujo confes Joan, aun ahora que
est en tantas tarjetas postales.
Oh! dijo bruscamente Henry
Merrivale. Este slo es uno de los
duendes imaginarios que Phiz saba
hacer tan bien. Nunca existieron.
Otra vez Joan intent rer.
Claro que lo s! contest a
pesar de que no poda ocultar su temor
como tampoco su sex-appeal. Pensaba
nicamente en esas cartas la mujer
que las escribi si alguna vez la
conociera
Call, consciente de haber cometido
una gran indiscrecin.
Si no tiene ninguna leyenda sobre
ella continu vivamente, bueno,
as es, no es cierto?, siento mucho
haberle molestado, mster Danvers
sus dedos volvieron a tocar el bolso de
mano. Y encantada de haberlo
conocido, sir Henry. Pero debo
ocuparme de la cena y se est haciendo
muy tarde. Me disculparn?
Joan se dirigi a prisa hacia la
puerta y la campanilla reson tras ella.
Hubo un prolongado silencio.
Rafe musit Henry Merrivale
jugueteando con su paquete de
cigarrillos, quin es su novio?
Gordon West?
Los chismes as lo dicen
Cmo lo sabe usted?
Bueno, estaba escuchando
atentamente lo que usted deca Rafe,
es una joven muy simptica.
S! Y as son los dems. De lo
ms simptico, de lo ms amables
Danvers call sealando la esquela
doblada que estaba sobre el escritorio
. Y, sin embargo, alguien escribe esto.
Por el amor de Dios, vuelvo a pedirle
que nos ayude!
Vea, amigo mo, no necesita
sobornarme con las memorias de Fouch
dijo Henry Merrivale con mucha
calma. Cspita! Estoy dispuesto a
ayudar, pero no puedo.
No puede?
Cierto que puedo dar
indicaciones. Pero no ve que ste, entre
todos los casos, exige una organizacin
policaca?
No, no lo veo.
Rafe, la polica tiene el sistema
reglamentado. Las mil preguntas que
deben hacer, las diligencias de puerta en
puerta. Hijo, yo no lo podra hacer
aunque quisiera. Mi papel estriba en
estar sentado y pensar. Quiere que le d
un ejemplo?
S.
Rafe dijo Henry Merrivale
mirando con desprecio la cajetilla y
luego alzando la vista, de su lista de
sospechosos y de no sospechosos,
quin ha recibido la mayor cantidad de
annimos?
No lo s! Cmo podra saberlo?
Bueno, amigo mo, sta es la
primera pregunta que har la polica,
con toda inocencia, entre un montn de
preguntas inofensivas. Por qu? Porque
la persona que ha recibido la mayor
cantidad de annimos es casi siempre la
que los escribi.
Danvers se toc las gafas y pareci
nervioso.
La polica, cuando estuvo aqu,
fue muy tonta o demasiado cmo le
dir? para no ver sino un accidente en
la muerte de miss Martin. Pero no pude
obligarla.
Oh!, pero yo s dijo Henry
Merrivale con irona. Djelo de mi
cuenta.
Mientras se meta la cajetilla en el
bolsillo, Henry Merrivale se levant
pesadamente y desdobl el annimo
para volver a leerlo.
Tambin tienen que buscar la
mquina de escribir refunfu.
Oiga, Rafe. Recuerda cuando a
principios de los aos veinte se
fabricaron las primeras mquinas de
escribir porttiles?
S. Qu relacin tiene con
esto?
Rafe, tuve una pequea mquina
Formosa tan ligera que no pesaba
nada. Tena un teclado de tres hileras y
daba cabida a las letras y a los signos en
forma extraordinaria. La ma marcaba un
signo de exclamacin fuera de lugar
cada vez que intentaba poner una coma,
y el resultado era como renegar en
esperanto.
Pero en esta carta no hay esa clase
de errores.
Oh, era un ejemplo murmur
Henry Merrivale, lanzndole una mirada
extraa.
Y ahora, Rafe, parece que me voy a
quedar en Stoke Druid ms tiempo de lo
que pensaba. Hay algn hotel donde
pueda alojarme?
Yo le alojar, por supuesto.
Henry Merrivale pareci molesto.
Rafe dijo, si no le importa,
me gustara tener en su casa el centro de
operaciones. Pero de nada servir si me
paso el da y la noche entrando y
saliendo acudiendo a las llamadas,
como me obligaran esos tipos. Dnde
est el hotel?
Danvers suspir.
Hay dos. El Nags Head, aqu al
lado, cruzando una callejuela. Y luego el
Lord Rodney, frente al primero, al otro
lado de la calle.
Cul me recomienda?
El Lord Rodney es uno de esos
viejos hoteles Tudor, edificado hace uno
o dos aos cuando mistress Conklin
crea que vendran muchos turistas
Danvers habl con leve disgusto. El
Nags Head fue construido en el siglo
XV, igual que la iglesia. Es quiz ms
pequeo y menos este aseado. Pero
usted preferir, por supuesto, el del
siglo XV.
Henry Merrivale simplemente le
mir.
Bueno! dijo, siento una
fuerte atraccin por el del siglo XV, pero
siento una atraccin an mayor por los
cuartos de bao que funcionan bien y
por las puertas que no dan directamente
al aire libre en un segundo piso. Slo
porque soy por naturaleza propia
obstinado.
Para disimular esta observacin,
Henry Merrivale lanz una mirada de
fastidio al ejemplar de Las Torres de
Barchester que estaba sobre el
escritorio.
Trollope, eh? dijo con
desprecio. Todava puede leer a esa
vieja posma?
Danvers se agit instantneamente.
Mi estimado Henry dijo, qu
agradable debe ser tener esa inflexible
confianza en s mismo! Qu fcil es
pensar, como usted hace, que no ha
existido ningn novelista a excepcin de
Dickens!
Es verdad dijo Henry
Merrivale. Oh!, uno de estos das me
gustara ver algn sketch titulado: Si
Dickens hubiese escrito las novelas de
Trollope.
Lo encontrara divertido?
Divertido tal vez no. Pero muy
consolador. Las misteriosas damas que
miran de soslayo desde sus ventanas de
la rectora de Framley. El obispo
clavado con una daga en el rbol lleno
de espinas. Los curas y los vicarios con
ojos feroces golpeando puertas y
registrando afanosamente muebles para
encontrar los papeles desaparecidos.
El hecho es, Henry, que solamente
le gusta lo incongruente. Tales cosas, le
aseguro, no ocurren en la vida real. En
verdad se podra decir
D-dang!, son la campanilla de la
puerta de entrada, la cual se abri con
tanta violencia que derrib los libros de
un estante del escaparate. El mismo
estrpito se produjo al cerrarse la
puerta.
Aunque la luz dbil y suave se
prolongaba en la calle, adentro iban
acumulndose las sombras. En el vano
de la puerta apareci la silueta de un
hombre alto vestido de clrigo
anglicano.
Viendo que no haba aparentemente
por dnde pasar a travs de la fila de
mesas, el clrigo salt por encima de la
primera con la naturalidad propia de un
atleta entrenado. Sali brillantemente
sobre la segunda mesa, aunque su taln
hizo caer dos libros como si fueran
platos destinados al tiro.
Al encontrarse frente a una mesa con
libros hasta la altura de la cabeza,
comprendi de pronto que su
comportamiento era impropio y,
vacilante, ruborizado, avanz hacia
donde se hallaba el asombrado librero.
Mster Danvers? pregunt
jadeante. Verdaderamente le presento
mis ms sinceras disculpas. Por
desgracia algunas veces yo este me
apresuro sin pensar dnde estoy.
No tiene por qu murmur
Danvers, y le salud.
Otra idea cruz por la mente del
vicario.
Tambin debo disculparme por
otra cosa. Por desgracia mis
obligaciones han sido tan apremiantes
ltimamente que me han impedido
visitarle. Mster Danvers, para sostener
una larga charla sobre libros el
encanto de su sonrisa templ la
atmsfera de la habitacin.
No tiene por qu repiti
Danvers sonriendo. Su expresin era
dubitativa.
Pero un tema ocupaba y abrasaba en
tal forma la mente del reverendo James
Cadman Hunter que exclua cualquier
otro. La sinceridad arda en l como una
llama, una llama peligrosa tal vez, pero
siempre sincera.
He venido a preguntarle
continu si tiene algn libro sobre el
arte de escribir annimos.
Sobre el arte de escribir annimos
repiti sencidamente Danvers, y se
movi para ocultar con su cuerpo la
carta que estaba sobre el escritorio.
S dijo con calma el reverendo
James. Tengo la intencin de predicar
sobre este tema maana por la maana.
Silencio
Si el reverendo esperaba provocar
una impresin, aun subconscientemente,
no cabe duda de que la provoc.
Danvers se qued inmvil. Henry
Merrivale, que haba sacado y
encendido un cigarrillo, se qued
paralizado con el pitillo en la mano.
Se lo digo prosigui el
reverendo James porque no es ningn
secreto. Si lo considerara conveniente,
lo hara anunciar esta noche en la aldea.
Seores, les dir la verdad a los
feligreses. Les avergonzar, les acosar
con cuanto disponga para ello. Les dir
a la cara lo que pienso de ellos. Si no
les gusta no ser culpa ma.
Danvers habl en voz baja.
Pero a sus feligreses call.
Por qu?
No asiste con frecuencia al
servicio religioso?
No. Claro que no.
Ellos podan habrmelo dicho
coment el reverendo James. Por lo
menos algunos podan habrmelo dicho.
Sin embargo, temen el escndalo y han
preferido callar. Yo podra haber
salvado la vida de esa inocente mujer
vacil mientras apretaba los puos.
Desde ahora tengo un plan para
descubrir al autor de los annimos y
exponerlo a la vergenza pblica. No
no debo revelar el plan para maana.
Pero, a m mismo? No tena idea de
esta peste hasta que esta tarde yo mismo
recib una carta!
Puedo preguntar dijo Danvers
mirando al suelo lo qu deca la
carta?
S repuso el reverendo James,
irguindose. Meti la mano en el
bolsillo interior de su chaqueta y no la
encontr. Yo la he dejado en la
vicara. Me acusa de de una relacin
ilcita con miss Joan Bailey.
Despus de haber hablado con
franqueza, articul enrgicamente:
Me propongo leer esa carta en voz
alta maana por la maana, en la iglesia.
4

S e produjo un silencio tal que si


hubiesen escuchado habran
podido or ladrar en la calle a
varios perros. Pero sir Henry haba
olvidado por completo a los chicos que
le esperaban. Fue Danvers el primero en
hablar, mientras se acariciaba el rostro
con su mano huesuda.
Como bien dice, no asisto
regularmente a la iglesia dijo con voz
ronca. Sin embargo Una
investigacin, s, sin lugar a dudas. Pero
este sistema
Sabe lo que ocurrir cuando lea
esta carta en la iglesia? pregunt el
vicario.
Por supuesto dijo brevemente
Henry Merrivale. Un alboroto
infernal.
Salvo en el sentido literal de la
expresin, espero que as sea. Pero no
capta usted el verdadero significado.
Esta carta
El vicario call, frunciendo
ligeramente el ceo. Apenas haba
notado vagamente la presencia de una
persona en forma de barril, con una
calva lustrosa y una expresin malvola,
que estaba sentada en un silln fumando
un cigarrillo de tabaco negro. El vicario
dirigi una mirada interrogativa a
Danvers.
Mster Cadman Hunter, le
presento a sir Henry Merrivale dijo
Danvers.
El vicario, con un corts movimiento
de cabeza, estuvo a punto de volverse y
decir un lugar comn, cuando un vago
recuerdo cruz por su mente. Su
semblante habra sido bien parecido de
no haber sido por su nariz demasiado
larga. Frunci el ceo y se pas la mano
sobre el pelo rubio. Luego, de pronto, le
acudi el recuerdo a la mente. El
reverendo James arque las cejas.
Pero debe de ser el viejo
Merrivale
Dijo esto tan sinceramente y con
tanta tranquilidad como pudiera haber
dicho: Debe de ser sir Lancelot.
Jams en su vida Henry Merrivale
haba odo pronunciadas semejantes
palabras por otra persona, salvo como
una expresin despectiva. Es un hecho
cierto que su silla casi se tumb para
atrs, pero l se enderez. El cigarrillo
se le escap de los dedos entumecidos y
Danvers lo apag con el pie, mientras
Henry Merrivale observaba al vicario
en busca de cualquier muestra
disimulada de burla. Pero no la
encontr.
Muchacho dijo Henry
Merrivale, levantndose de la silla,
permtame estrecharle la mano.
Para m es un verdadero honor, sir
Henry.
Soy religioso como el demonio,
sabe le asegur Henry Merrivale con
seriedad, y espero que esto me har ir
ms frecuentemente a la iglesia. No me
aprecian, hijo; sta es la verdad. Dnde
ha odo usted hablar de m?
A un amigo mo, un abogado
irlands llamado Kit Farrell. Siempre
que se refiere a la actuacin de usted en
el caso de la lmpara de bronce
parece que hablara de un santo.
Oh, hijo, no debe creer todo
dijo Henry Merrivale rechazando
modestamente la santidad. Pero el
esclarecimiento de este asunto de la
lmpara de bronce, s, constituy un
xito rotundo.
Esclarecimiento! dijo el
vicario, sorprendido por la inspiracin y
abrazando al mismo tiempo los hombros
de Henry Merrivale. Eso es, por
supuesto. No llamar a esto
providencial ri, pero por lo menos
es el hecho ms feliz que jams le haya
acontecido a un pobre prroco rural.
Usted ha sido enviado aqu para
ayudarme en el esclarecimiento de este
misterioso asunto.
Henry Merrivale le mir alarmado.
Un momento, hijo! He venido
aqu porque
Iremos en seguida a la vicara
decidi el reverendo James y juntos
examinaremos esa carta annima. Qu
extrao! Hay un pasillo por aqu con
el fervor de un fantico empujaba hacia
delante a Henry Merrivale. Mi
estimado seor, no se siente
entusiasmado ante este ineludible deber?
Sinceramente, no dijo Henry
Merrivale. Vea, hijo! Tengo afuera
una maleta sobre ruedas muy valiosa.
Tengo que llevar esa maleta a un hotel
llamado Lord Rodney porque
Su equipaje, sir Henry? No tema
por eso. Yo me ocupar de su
equipaje.
S, eso es lo que temo. Ver
Adelante! dijo jocosamente el
reverendo James, y la campanilla son
cuando abri la puerta. Ah, su
maleta! agreg.
La maleta estaba apoyada contra la
mesa de los libros de manera que dos
ruedas quedaron en el aire y se mantena
firme. Pero l crea que se trataba de
una maleta corriente y trat de asirla
haciendo un pequeo esfuerzo. Dando la
vuelta a la maleta con sus dos brazos la
golpe estrepitosamente contra el suelo
como si fuera una maleta comn. Al
buscar un asa (que no exista) para
levantarla, su rodilla derecha choc
descuidadamente contra la maleta como
si fuera un ariete, y de pronto sucedi lo
imprevisto.
Ah est! dijo el vicario y se
detuvo aterrado.
La buena maleta, impulsada por su
espritu aventurero, se desliz como Sea
Breeze por el pavimento liso y en
declive. Este sera el punto de partida
de una carrera desenfrenada. Al otro
lado de la calle se elev un alarido de
protesta de veinte gargantas infantiles
confundindose con el ladrido de once
perros de todas las razas, desde
Manchester Terrier hasta ovejeros, que
corran por la calle como una alfombra
movible de variados colores.
Hasta el da de hoy Henry Merrivale
jura y perjura que el incidente no se
origin por culpa suya. Pero cometi un
serio error que no quiere reconocer.
En cuanto la rodilla del vicario
choc contra la maleta, sir Henry
Merrivale cruz la calle disparado,
haciendo seas con los brazos para
avisar a la pandilla de Tommy Wyatt que
esta vez no se trataba de una carrera.
Entonces, en medio de la calle, se
encontr con la marea de los perros, que
no lo trat con suavidad. Le hizo girar
dos veces en redondo mientras se
sujetaba el panam y luego le sent de
plano con un golpe sonoro que casi
rompi el asfalto. Tres padres se
abalanzaron sobre l, todava con las
colillas de los habanos entre los dedos,
y le exigieron que dijese qu ventaja les
daba.
No juega limpio! grit un chico
excitado, atacado al parecer del baile de
San Vito.
No es juego limpio! chill otro
. El vicario est dando puntapis a
los perros!
Expresndose con rigor, esto no era
verdadero ni justo. El reverendo James,
al ver lo que haba ocurrido, decidi
que la nica solucin posible era la de
alcanzar la maleta. En el colegio de St.
Johns, Oxford, haba sido un excelente
corredor. Los perros, por supuesto, no
haban pensado en una carrera,
nicamente queran tirar al suelo el
objeto para morderlo. Si algunos se
cruzaron en el camino del vicario fue
simplemente por mera desgracia.
Y Danvers, al salir deprisa a la calle
en ayuda de Henry Merrivale, vio el
peligro de una nueva catstrofe.
Sir Henry! suplic.
Henry Merrivale, con su panam
hundido hasta las orejas, levant los
puos al cielo. De sus labios brot tal
torrente de insultos, tal pintoresca serie
de palabrotas, que las ventanas altas, a
lo largo de la calle, se abrieron de
golpe, produciendo un efecto teatral,
como en una revista musical.
Se lo ruego! gimi Danvers.
!
El coronel Bailey est all en la
pradera. Van todos hacia l. Si cualquier
cosa le ocurre al coronel
Y qu quiere que le haga?
interrog sir Henry Merrivale,
levantando de un tirn el sombrero que
le cubra los ojos.
Normalmente, se hubiera quedado
sentado veinte minutos en el suelo
explicando el dao irreparable causado
a su coxis. Pero la figura en forma de
barril se levant y corri por el centro
de High Street, con las piernas
combadas y el sombrero panam, a tal
velocidad que resultaba difcil seguirla
con la vista.
Hola! vocifer Henry
Merrivale por encima del montn de
cabezas. Prenla! Prenla, me oyen?
Cualquier aficionado a las carreras
de caballos hubiese podido observar la
escena sin prismticos; los perros
enloquecidos, el vicario disparado y
la maleta triunfante corriendo por
delante a ms de cuatro largos. Se alz
entonces la voz penetrante del joven
Tommy Wyatt.
Goggles! grit el joven Wyatt
. Goggles! Agrrala!
La respuesta fue instantnea.
Del centro del tumulto, casi tres
largos por delante, sali como una
flecha el perro mestizo blanco y negro
mencionado antes.
La carrera se acercaba a la curva
suave de la calle. En ella haba un
caballero alto, erguido, de porte militar,
con un pincel listo para dar algn
delicado toque al lienzo que tena
delante. A su lado dos seoras, una de
las cuales era Joan Bailey, miraban la
carrera, aterradas, porque no podan
hacer nada.
Goggles! se oy el ltimo grito
de guerra.
De un brinco, las patas largas de
Goggles rozaban la parte superior de la
maleta mientras iba corriendo a su lado.
All se qued perplejo. Pero la maleta,
torcida por ese salto de la izquierda,
desvi su direccin hacia la curva y se
abri de golpe.
Un perro moteado vol en una
direccin. Una botella de whisky
escocs en otra. La maleta, desplegando
al parecer unas alas de cuero enormes y
diablicas, golpe (en medio del oleaje
de la ropa de Henry Merrivale) por
detrs la cabeza del coronel Bailey,
empujando su cara contra el lienzo
mojado, con lo cual la maleta, el coronel
y el caballete cayeron al suelo.
Por lo menos durante los tres
segundos siguientes todo ser viviente en
los alrededores (perros, chicos,
espectadores, padres) pareci
convertirse en piedra como la estatua de
La Viuda Burlona, situada a poca
distancia. Pero no fue el estado
lamentable del coronel Bailey la causa
de ello, sino que, a unos treinta metros
ms lejos, se hallaba el propio Squire
Tom Wyatt hablando con dos hombres
con instrumentos de agrimensura.
Llevaba un pesado bastn de madera de
ciruelo y se dio la vuelta con lentitud.
Aun a esa distancia se podan ver sus
ojos saltar de las rbitas y su barriga
hundirse al respirar aire para lanzar un
grito de guerra.
Aah! dijo el Squire Wyatt.
Segn la opinin de Joan Bailey,
nunca ha ocurrido nada desde la derrota
de la Vieja Guardia en Waterloo. En un
instante, el apiamiento de perros,
chicos, chicas y aun los padres, giraron
rpidamente y volvieron a subir por
High Street en tropel. La carga completa
atac directamente a sir Henry
Merrivale, que resisti en su puesto
valerosamente, pero se vio
imposibilitado de avanzar.
Del grupo que haba corrido la
carrera, slo tres figuras pequeas
permanecieron paralizadas en la parte
alta de la pradera.
Oh, homicidio! murmur el
joven Tommy Wyatt.
To Tom! murmur una nia de
nueve aos, que sollozaba.
El perro moteado se qued inmvil.
Con sus ardientes ojos fijos en la
lejana, trataba de parecer tan inocente
como el mismo Henry Merrivale.
Os arrancar el pellejo! grit de
pronto el Squire levantando su bastn.
Al diablo con todo, os arrancar el
pellejo a los tres!
Como impulsados por el estampido
de un disparo de fusil, los tres partieron
en seguida en direccin a los grandes
portones del parque.
En la pradera oscurecida donde se
haban cometido tantos estragos, el
reverendo James, jadeante, trataba de
desenredar al coronel Bailey de las
correas de la maleta, del caballete y de
las pinturas.
Sir Henri Merrivale, cabizbajo y
alicado, segua sentado en medio de la
calle como alguien que hubiese
sucumbido ante la maldad de las cosas.
La dama que acompaaba a Joan
Bailey era mistress Stella Lacey. Mir a
su amiga y le reproch suavemente:
Joan, por favor! No veo en
absoluto nada gracioso en este accidente
que le ha ocurrido a su to George.
P-p-p empez Joan y no
pudo continuar. Dndose la vuelta, esa
censurable joven cubri su cara con las
manos y comenz a balancearse de atrs
hacia adelante. Stella Lacey pareca un
tanto escandalizada.
El humor fino, Joan, nunca es
una farsa vulgar le dijo severamente.
En ese momento el coronel Bailey se
puso en pie en medio de los escombros.
Su rostro flaco era un estudio de
colores: en l se observaban chorretones
verdes, negros, grisceos de la figura de
piedra y azules del cielo. Estaba recto y
erguido, con su chaqueta de lana y plus
fours. Le rodeaba el cuello, a modo de
blasn de antiguo caballero, un par de
calzoncillos largos de lana roja de
Henry Merrivale.
Joan! dijo Stella Lacey.
Pe-pero si no es ms que
acuarela. Se limpiar con una toalla. Se
l-l-l-l
El coronel Bailey no prest
atencin.
Qu es esa endiablada novedad?
pregunt, controlndose, y toc la
maleta con el pie. Y quin es
seal con su pesada mano pecosa y
descarnada ese seor que viene por la
calle?
Sir Henri Merrivale susurr el
reverendo James. Posee un ttulo de
barn de los ms antiguos de Inglaterra
aadi.
El arrogante aristcrata de marras se
aproximaba majestuosamente. Al llegar
a la piedra resbaladiza donde empezaba
la pradera, estuvo nuevamente a punto
de caerse sentado, pero la clera, as
como la sensacin de un atropello por
parte del destino, le mantuvieron en
equilibrio mientras avanzaba
pesadamente hacia el coronel Bailey.
Escuchen! empez mientras
levantaba fervientemente la mano
derecha en actitud de prestar juramento
. Juro ante todos ustedes que por una
vez en mi vida soy completamente ajeno
a este embrollo. No se me puede acusar
de nada. No estoy ms complicado que
un reloj suizo de cuero. Y ahora lo
probar.
Y as lo prob. Henry Merrivale, en
sus mejores momentos, era un orador
potente, muy rico en ademanes, como el
difunto sir Henry Irving. Describi
grficamente, con amplios ademanes, el
desgraciado episodio. El reverendo
James tena dificultades para
permanecer serio, pero Henry
Merrivale, expresamente, lo ignor.
Y as sucedi, que el diablo nos
asista!
Por un momento el coronel Bailey
permaneci inmvil. Luego hizo
exactamente lo que era de esperar por
parte de un tipo de militar de antiguo
cuo. Ech hacia atrs la cabeza y lanz
una estruendosa carcajada.
Es una buensima idea! dijo,
volviendo a golpear la maleta de ruedas
con el pie. Venga esta noche a cenar
con nosotros aadi un poco
intimidado.
Henry Merrivale salud, cruzando
una mano sobre el pecho.
Amigo mo repuso, muchas
gracias. Es una invitacin que acepto
con orgullo.
Me alegro mucho! Joan! Tienes
algo especial para la cena?
Oh! refunfu Joan, consciente
de haberse retrasado. Abri su boca
rosada. To George, yo
Curry, eh? insinu el alegre
coronel.
Joan asinti y suspir aliviada.
Poda alimentar a su to con Curry
trescientas noches por ao y
generalmente no haca otra observacin
que el declarar que era una cena
excelente.
No puede equivocarse de casa
le dijo a Henry Merrivale. Entre por
los portones de la residencia, doble a la
izquierda por un sendero de grava y la
primera casa que encuentre, sa es.
Entiende? Bien!
El coronel Bailey, sin ningn sentido
de falsa dignidad, haba olvidado por
completo el aspecto fantasmagrico de
su cara. Recogi el caballete, el lienzo
manchado, los pinceles y la caja de
acuarelas, poniendo todo debajo del
brazo. Tena el pelo castao entrecano
muy corto y los bigotes canosos muy
recortados. Pero, debajo de sus cejas
enredadas, pocas personas notaban la
vivacidad y penetracin de su mirada.
Cualquiera que le hubiese llamado
coronel Blimp habra cometido un craso
error.
Venga temprano, eh? dijo el
coronel bruscamente. Me gusta
charlar un poco. En especial con un
hombre del War Office Oh, ya s
quin es usted, alguien algo menos
fantico que otros. Hasta luego.
Y despus de haber arrojado los
calzoncillos de lana roja de Henry
Merrivale al reverendo James, que
estaba ocupado en rehacer la maleta, el
coronel subi trabajosamente por la
barranca de la ribera. Al poco rato el
vicario cerr las cerraduras de la maleta
con energa y se enderez. Su hermoso
rostro apenas expresaba su
determinacin. Pero su voz agradable
atraves sonoramente esa corta
distancia.
Coronel Bailey!
Diga? pregunt el coronel
dndose la vuelta desde lo alto de la
loma.
Le importa si voy esta noche a su
casa despus de la cena? pregunt
llanamente el vicario. Es cuestin
de este asuntos de iglesia. Es usted
el nico miembro de la junta a quien
pienso consultar.
Caramba! exclam el coronel
Bailey sin disimular su impaciencia,
no puede esperar ese asunto?
Me temo que no dijo el
reverendo James con la misma voz
sonora. Es referente a esos annimos.
Acabo de recibir uno.
El coronel vacil.
Muy bien contest, y se alej
hacia los portones del parque, dando
grandes zancadas.
Las impresiones y el espritu del
grupo haban cambiado. Sentan la
humedad que se levantaba de la ribera, a
la puesta del sol, mirando a aquella
figura alta, entre gris y negra, de La
Viuda Burlona, con un hombro
encorvado y ligeramente inclinado, que
se vea a cierta distancia.
Joan estaba inmvil, con una
expresin preocupada en sus ojos azules
y con las manos enlazadas. Stella Lacey,
aparentando no haber odo nada,
mantena la cabeza erguida y pareca
ajena a todo. Sir Henri Merrivale,
observando el grupo, vio por el rabillo
del ojo que se aproximaba un nuevo
personaje que haba descendido por la
barranca del lado este de la pradera.
Dado el mal genio de Henry
Merrivale, fue tanto mejor que no
hubiera visto antes a este hombre,
testigo de la carrera de la maleta y que
haba estado de rodillas agarrado a un
tronco de rbol contra el cual ocult la
cara para sofocar la risa. Pero ya haba
desaparecido su regocijo.
Gordon West (de unos treinta y cinco
aos, de mediana estatura, delgado, pero
fuerte y nervudo) llevaba un viejo
sweater y unos pantalones descoloridos
de franela. Sus ojos castaos brillaban,
pero a primera vista su boca y su
mandbula parecan malhumoradas. Las
pequeas arrugas alrededor de los ojos
expresaban diversin, pero las de la
boca eran de descontento.
Saben observ Henry
Merrivale, creo que es la primera vez
que este asunto de annimos ha surgido
entre ustedes. Como una serpiente
silbando, eh?
Stella Lacey intervino:
Mi querida Joan dijo
sonrindole a Henry Merrivale para no
herirle con sus palabras, no creo que
debamos hablar mucho con este
caballero. Se llama Merrivale, sir
Henry Merrivale Gordon West se
detuvo un instante y luego se acerc. La
voz de Stella Lacey subi de tono.
Descubri al asesino en aquel
caso de Las cinco cajas exclam, y
a nadie se le ocurri quin poda ser.
Es ua y carne con la polica!
Pero si as fuera? pregunt
Joan apretando las manos. Esta tarde
yo hizo una pausa. Qu
significa esto, ms annimos, y por qu
mster Hunter tiene que ver a mi to?
El reverendo James apret las
mandbulas.
Porque repuso se me acusa
de tener aqu casi tartamude una
relacin ilcita con usted. Para obrar con
correccin debera contar con su
permiso y el de su to para mencionarlo
maana en la iglesia.
En la iglesia? exclam Joan.
Gordon West se acerc por detrs de
Joan, por el lado izquierdo. Habl con
calma, pero su voz era apagada.
Piensa predicar basndose en esa
carta? pregunt West, contenindose
todava.
Para expresarme con mayor
exactitud, pienso leerla en voz alta.
West se pas lentamente la mano por
su mejilla y su mandbula, que
necesitaban ser afeitadas. Era una mano
demasiado grande para un hombre no
muy alto.
Lleva encima ahora esa carta?
pregunt West. Podemos leerla Joan
y yo?
Entonces ocurri algo extrao. En la
librera de Danvers, el reverendo James
haba buscado en su bolsillo interior y
haba dicho que haba dejado la carta en
la vicara. Ahora, como si recordara
repentinamente algo, busc en el
bolsillo lateral de su chaqueta de trabajo
de lana gris y sac una carta doblada. Ni
un msculo se movi en la cara de
Henry Merrivale.
Pueden leerla contest el
reverendo. Mir a West a la cara y
vacil: Por simple frmula ri,
me devolvern la carta? Me lo
prometen?
Hunter dijo West con lentitud
. Usted no me agrad cuando apenas
acababa de conocerle. Y ahora me
agrada menos an. Pero jugar limpio
con usted.
Joan fue quien tom la carta cuando
el reverendo James la entreg sin decir
una palabra. Luego, visiblemente
agitada, se volvi hacia Henry
Merrivale, como si se pudiese dar por
zanjado el asunto.
Por supuesto que todos
comprendemos empez el vicario
en un tono de voz demasiado elevado.
Pero Henry Merrivale no escuchaba.
Hacia el oeste, ms arriba de High
Street, la torre cuadrada de la iglesia se
destacaba en un cielo enrojecido. En la
pradera haba un reflejo rosa en el lugar
donde resaltaba la forma negruzca de La
Viuda Burlona. Henry Merrivale, con el
sombrero en la nuca, estaba recostado
mirando hacia arriba.
Dgame, hijo gru, podra
trepar a esa figura?
Trepar?la frente preocupada
del vicario pareca arrugarse. Oh!
Eso! Bueno, a la gente de por aqu no
le gustara. Ser supersticin quiz. A
m mismo no me gustara subirme a ella.
Parece como si fuera una sola piedra,
pero podra partirse por el medio y caer
sobre uno.
Por supuesto que
comprendemos repiti otra vez, con
voz demasiado alta y con una carcajada
que las insinuaciones de los
annimos a menudo son simplemente
ridculas; bueno, a propsito, ni siquiera
he visto a miss Bailey desde el desde
un partido de tenis. En julio creo que
fue.
Henry Merrivale se dio la vuelta.
Es as? dijo con suavidad.
Entonces por qu la evita?
Evitarla? No com-comprendo.
Esto no es posible en una aldea
como sta, hijo. No pueden pasar dos
meses sin que uno se tope con alguien en
la calle o en el colmado, o en cualquier
parte.
El reverendo mir por encima del
hombro; primero a la pobre mistress
Lacey, ahora desesperada, luego a Joan
y a West. Las emociones bullan tanto en
aquella tranquila pradera que el cronista
se siente incapaz de expresar la
incoherencia y el estado de nimo de los
all presentes.
Gordon West se adelant y entreg
la misiva al vicario.
Por qu quiere leer esta carta en
voz alta? pregunt West con la misma
voz apagada. No ha habido suficiente
crueldad?
No quiero leerla. Detesto la
crueldad. Pero debo cumplir con mi
deber.
Por qu es su deber?
Porque debo persuadir a esta
pobre gente de que yo tambin estoy
involucrado. Soy vctima, aunque
inocente. De otra manera no me
comprenderan.
Qu dice usted, Joan? pregunt
West.
Por extrao que parezca, Joan no
pareca afectada, salvo el ligero rubor
de sus mejillas.
No! susurr. Sera horrible!
Y sin embargo
Observa, mster West, que la
misma miss Bailey dice y sin
embargo?
En el grupo, los labios temblaron.
Stella Lacey volvi la cara.
Entonces, debo avisarle dijo
West de que si lee esa carta maana,
le retorcer el pescuezo.
Ahora debemos recordar que el
reverendo James haba pasado tres aos
en una parroquia del East End, donde se
haba ganado el respeto tratando de
desarmar hasta a los ms mezquinos.
Mi estimado seor, no debemos
pelear propuso con la sonrisa de un
hombre que conoce su propia capacidad
de boxeador. Adems, West era por lo
menos media cabeza ms bajo que l.
No, no nos pelearemos convino
West, con la sonrisa de quien se sabe
maestro en el judo. Cambiar lo
que he dicho. Lea esa carta maana y no
podr predicar durante tres semanas.
Luego explot West:
Lo comprende, sinvergenza?
Nadie ms habl. Durante lo que
parecieron unos segundos interminables,
West permaneci mirando al vicario,
desafindole a que avanzara. La
expresin del reverendo James, con la
cabeza agachada, era de desdicha y
compasin.
West se dio la vuelta y se encamin
hacia la barranca. Aunque al pasar mir
a Henry Merrivale y a Stella Lacey,
pas por alto a Joan. Alcanzando en dos
zancadas la parte alta de la barranca, se
dirigi rpidamente hacia los portones
del parque.
Gordon! exclam Joan, con
una voz tan entrecortada y acongojada
que sus palabras resultaban incoherentes
. Espera! Por favor, espera! y
subi la barranca tras l.
Una tonalidad azul, con un toque de
oro, haba surgido en el cielo
enrojecido. Ningn ruido pareca
proceder de High Street. Tres personas
estaban de pie inmviles en la pradera,
debajo del rostro de La Viuda Burlona.
5

J oan no alcanz a West porque se


vio obligada a detenerse uno o dos
minutos en su casa. Era una
mansin cuadrada de estilo Victoriano,
con ventanas alargadas, envuelta en las
primeras hojas del otoo, situada a cien
metros a la izquierda, dentro de los
terrenos de la residencia.
Joan, entrando de prisa en la cocina,
casi arroj el bolso de las compras a
Poppy, la sirvienta, y le pidi que
preparara la cena, dado que sta conoca
perfectamente la receta del Curry, en
tanto que ella acuda a otro compromiso.
Poppy dirigi una mirada
sentimental al techo y asinti.
Luego Joan sali corriendo por el
sendero, en parte de grava, en parte de
tierra, que serpenteaba por entre los
rboles hasta la quinta de West,
construida en piedra, de dos
habitaciones y situada en medio de los
frutales.
La puerta estaba abierta; Joan se
detuvo en el umbral para recobrar el
aliento. La luz verdosa del crepsculo
todava flotaba en el ambiente.
Dentro, en el amplio estudio lleno de
curiosidades y libros cubiertos de
polvo, Gordon West se hallaba sentado
en un viejo sof con la cabeza entre las
manos. Cuando habl no levant la
vista.
Lo s dijo con voz apagada.
Es mi carcter endemoniado. No puedo
controlarlo y no s por qu. Digo y hago
cosas que no quiero y despus no puedo
desdecirme. Siento haberme escapado.
Pero cuando me pareci que no te
importaba mucho que ese curita leyera
esa carta en voz alta
Bueno murmur Joan, es
mejor acusar al inocente que al
culpable.
West, escandalizado, se irgui en el
sof.
Joan!
Entonces, como de costumbre, los
ojos de Joan se llenaron de lgrimas.
Ella, de pie en el umbral de la
puerta, con su esbelta figura vestida de
blanco, destacndose en la tracera
verdosa, irradiaba un atractivo fsico
del que era inconsciente a causa
(principalmente) d su juventud
exuberante. Con ese atractivo no
necesitaba haber sido bonita, pero lo
era. Lgrimas de arrepentimiento
brotaban de sus ojos.
Amor mo! dijo ella,
acercndose y tendindole los brazos.
l la bes con tanta violencia y su
respuesta fue tan espontnea, que aun el
tonto del pueblo (si existiese) habra
notado algo ms que una simple
coquetera.
Me amas realmente? pregunt
Joan.
Ya lo sabes dijo West con voz
apagada, y la sacudi de los hombros.
T lo eres todo para m.
Entonces, querido, he estado
pensando.
Qu?
Bueno, no!, espera, escucha!
Joan, reprochndose, le abraz ms
estrechamente y hundi tanto la cabeza
en el pecho de West que sus palabras
fueron casi ininteligibles. No me
importa, Gordon. De verdad que no!
Pero vamos a casarnos?
West se sorprendi.
Por supuesto. Ya he
Bueno, entonces Oh, sta es la
parte terrible! Nunca pens en ello
hasta
Hasta cundo?
No importa. Querido, escucha!
Con estos libros y otras cosas debes
ganar bastante dinero?
As es contest West con una
extraa sonrisa.
Entonces, por qu no podemos
casarnos? Esto es tan tan
desconcertante, es espantoso aadi
aprisa; yo no s por qu, pero
Yo s dijo West con aspereza.
Y, por Dios, me siento peor! Un
momento! Quiero preguntarte algo
apartando suavemente sus brazos, se
dirigi a travs de la estancia iluminada
por la luz verdosa del atardecer, hasta la
mesa de la mquina de escribir, junto a
la ventana que da al norte. Como Stoke
Druid estaba relativamente cerca de la
carretera principal, haban llevado hasta
all un cable elctrico; los que podan
costearse la electricidad, la usaban, y
los que no, empleaban lmparas de
petrleo.
West, aun cuando poda permitirse la
electricidad, mantena las lmparas de
petrleo por causa de lo que llamaba la
maldicin del progreso. Una de ellas,
con un tubo alto de cristal, estaba fijada
en la pared cerca de la ventana prxima
a la mesa de la mquina de escribir.
West encendi la lmpara y, bajando la
mecha, dio a la habitacin una penumbra
clida y dorada.
Luego, inclinndose, encontr una
agenda y pas rpidamente las pginas
con manos inseguras. Despus se
enderez.
La encontr! dijo con voz de
triunfo. Saba que estaba aqu!
Gordon. Qu diablos es todo
esto?
West sonri a la luz amarillenta de la
lmpara y su sonrisa alter su expresin
por completo. Haban desaparecido las
arrugas de desagrado. Tena la sonrisa
de un hombre bueno y amable que ha
dejado de lado toda prevencin y
afectacin.
Joan, quieres hacerme el honor
de casarte conmigo el viernes 3 de
octubre por la tarde? pregunt muy
seriamente.
Joan, con la respiracin agitada, le
mir azorada.
O qu?
West repiti la pregunta.
No hay tiempo suficiente?
aadi, frunciendo la frente con arrugas
de ansiedad. Para hacer los
preparativos o lo que sea? Es decir,
quiero que vayas a Londres y compres
todo lo que necesites su cara se
volvi inexpresiva. Pero, un
momento! Aceptas?
Por supuesto que acepto
exclam Joan. As podrs ser para
siempre mo, y no solamente una hora y
por casualidad cuando estamos seguros
de que nadie va a venir aqu, preferira
morir!
Entonces, qu estamos
discutiendo?
Joan alz los brazos en seal de
impotencia. Un observador no habra
podido decir si lloraba o rea.
Querido, eres tan tonto no
pareca que la idea hubiese desagradado
a Joan. Mistress Wych dice que ni
siquiera le dejas quitar el polvo aqu
dentro y mucho menos limpiar. Mistress
Wych dice (lo sabas?) que no
soportara esa clase de lenguaje de otro
que no fueses t.
Est bien! Reconocidas mis
mltiples imperfecciones
En esa agenda interrumpi Joan
, te apuesto a que en todo el ao no
hiciste ninguna otra anotacin. Pusiste
solamente Joan boda o lo que fuere y
jams me dijiste una palabra.
No poda. No saba en cunto
tiempo tendra preparado el libro.
Djame decirte lo principal.
La sonrisa de West haba
desaparecido.
All continu sealando un
grueso montn de manuscritos junto a la
mquina de escribir hay una novela
por lo menos pasable llamada Tambores
por el Zambeze. Cuando se la enve al
director, antes de una semana, habr
terminado con mis compromisos durante
algn tiempo. Y qu habr sucedido
entretanto. Joan?
Se encamin lentamente hacia ella y
asi el respaldo del sof.
Por ahora continu mi
cuenta bancaria est tan bien provista
que no necesito escribir ni una lnea
durante los cinco aos venideros!
Comprendes, Joan? Ni una sola
lnea!.
Pero, pero cre que te gustaba
tu trabajo.
Me gusta. Preferira que me
metiesen en la crcel antes que no poder
escribir con un ademn violento le
impidi hablar. Hace algn tiempo
nuestro buen vicario me hizo una visita.
Fue una visita corta. Sea como fuere,
me pregunt por qu haba renunciado a
viajar siendo como soy un hombre
relativamente joven. Le dije que me
desilusionaban los viajes. Pero fue una
gran mentira.
Porque Si ahorras y guardas,
ahorras y guardas hasta el ltimo cuarto
de penique, podrs conseguir un pasaje
en proa para cruzar los estrechos del
archipilago Malayo o pagar una
habitacin llena de chinches en San
Francisco. Pero as no se debe hacer. Si
no puedes costearte las mejores entradas
de platea, no vayas al teatro. Si no
puedes permitirte el lujo de viajar en
primera clase, con propinas generosas
para atenciones especiales, no viajes.
Esto significa trabajo. Y cunto se debe
trabajar! En mi profesin significa
trabajo, trabajo, trabajo; luchar, luchar,
luchar dieciocho horas al da o veinte, si
puedes resistir. Nunca distraerse; nunca
levantar la vista. Ninguna otra actividad
salvo los libros; nada de vacaciones;
quin quiere una pequea excursin a
St. Ives cuando uno va en direccin a las
Montaas de la Luna? Sacudirles con un
libro tras otro o forzarles a aceptarlo a
uno; hacer que sepan que uno tiene
categora, luchar, luchar, luchar, durante
cinco, diez, incluso quince aos.
Bueno, no hace falta tanto como
todo eso. A mitad de camino (sin saber
por qu, nada parece impresionar) de
repente todo cambia. El dinero llega a
raudales de todas partes. De repente uno
se siente que est casi en la cumbre.
Pero hay que estar seguro. Joan. Hay que
estar seguro.
West call. Joan le mir como si
jams le hubiese visto antes.
l, soltando el respaldo del sof,
respir hondo y se prepar a
justificarse.
Bueno! Ya paso todo dijo. Una
sonrisa agradable y atrayente se dibuj
en su cara de la que haba desaparecido
todo rastro de rencor. Lamento haber
sido tan reservado. No lo puedo
remediar. De cualquier modo, lo
primero que haremos en nuestra luna de
miel ser un viaje de un ao alrededor
del mundo. Te dar una buena tunda si
no compras todo cuanto te guste.
Oh, a quin le interesa el dinero?
A m. Por lo menos en lo que a ti
se refiere. Crees que te gustara?
Gordon!
Al poco rato estaban los dos
hablando en un viejo canap frente a la
chimenea apagada, hablando de tales
menudencias que no necesitamos
detenernos en ellas. Por la puerta y las
ventanas abiertas llegaba el suave
murmullo de la noche. La dbil luz de la
lmpara brillaba sobre la mscara de un
diablo zul que colgaba de la estantera.
Es maravilloso murmur Joan
. En el mundo todo sera maravilloso
vacil si no fuera por
Por qu?
Por esos terribles annimos.
Los hombros de West se contrajeron.
Era como si la serpiente de cascabel
disecada que se hallaba sobre la
chimenea hubiese emitido un dirr
maligno.
Oh, malditos sean los annimos!
exclam l.
Gordon Joan pareca ocupada
con la hilacha del cuello de su sweater
. Nunca me dijiste nada sobre esas
cartas.
Bueno, si venimos a parar a eso,
tampoco t me hablaste de ellas, cuando
el vicario empez a chillar acerca de los
annimos all en la pradera.
Creste que se refera a nosotros?
estall Joan. Lo mismo pens yo.
Por un momento, me dio un susto mortal.
West se mordi los labios y no
repuso.
No hemos sido muy, muy
discretos dijo Joan. Creo que casi
toda la aldea ha adivinado lo nuestro.
Uno lo sospecha. Pero parecen
adoptar una actitud complaciente, como
diciendo: Ah, juventud!, y no se
preocupan. No comprendo.
Oye, Joan. Has recibido t
alguna de esas cartas?
Una pausa. Joan, que estaba sentada
sobre sus rodillas, pareca dedicada
ahora a hacerle rizos sobre la frente.
S. He recibido unas siete.
Siete?. No crea que fuesen
tantas. La mujer que est destilando este
veneno ha de tener, ha de tener
Ha de tener colmillos en vez de
dientes dijo Joan besndole las
mejillas. Luego alz la voz: Gordon. En
qu terminar todo esto?
En ese preciso momento, sin que lo
advirtieran, alguien mir hacia adentro
por la puerta abierta. De espaldas en el
ancho cana pe junto a la chimenea, no
podan ver a aquella persona que no
haba hecho ruido alguno al andar por la
tierra dura del jardn. Solamente la
mscara del zul, si hubiese tenido
sensibilidad, estaba en posicin de
poder ver. Una polilla oscura que
volaba por la habitacin se estrell
contra el cristal crujiente de la lmpara.
La persona se apart silenciosa mente
de la puerta.
Escucha, Joan le dijo West con
calma. Estas siete cartas que has
recibido relacionan tu nombre con el del
curita?
Querido Gordon, no debes
hablar de mster Hunter de esa forma!
No es nada afectado, y lo sabes!
S, lo s reconoci West con
tristeza. Simplemente no me gusta el
individuo, eso es todo. Y adems, te
ests apartando de la pregunta. Esas
cartas se refieren a ti y a Hunter?
Bueno, s. En su parte
principal, salvo algunas pequeeces sin
importancia.
Volvi a sentir que los hombros de
West se contraan.
Te agrada realmente Hunter?
pregunt l. No me importara si as
fuera, pero por el amor de Dios dime la
verdad. Te agrada?
Me agrada, s.
Comprendo.
No, no, no comprendes! Quiero
decir que me agrada como me agrada
mster Benson, por ejemplo se refera
al director del coro, o mster
Danvers, el librero. Mrame! suplic
Joan. Por favor, mrame!
Una mirada a sus ojos azules, llenos
de pasin y ternura, hubiese convencido
a cualquiera de su sinceridad. Gordon
West sinti una sensacin, casi una
debilidad, de completo alivio. En el
fondo de su corazn hubiese podido
afirmar que era un tonto y un traidor por
haber pensado mal de Joan y Hunter.
Haba que rerse de tales absurdos. Y
sin embargo
(Solamente con la imaginacin
omos el dirr).
Adems replic rpidamente
Joan, no me has dicho si t has
recibido cartas. Recibiste alguna?
Oh! Dos o tres. Nada importante.
Gordon, basta! Sabes que es
importante. Sobre qu eran? Las
tienes aqu?
No. Las arroj al fuego. Como
dijiste, slo se referan a pequeeces sin
importancia.
Despus de lanzarle una rpida
mirada, Joan se acomod con la cabeza
apoyada en su hombro. Su expresin era
natural e indiferente. Lo mismo que su
voz cuando por fin habl:
Eran sobre una mujer, no es
cierto? pregunt como si hablara con
un nio. Oh, querido, no mientas.
Siempre podr adivinar. Qu mujer?
Escucha una cosa!
Qu mujer, Gordon?
Oh, eran unas tonteras sobre
Stella Lacey y yo!
Y en ese momento, por segunda vez,
apareci un visitante, sin ser visto, en la
puerta abierta de la quinta.
Pero este segundo visitante era muy
diferente del primero y podemos decir
su nombre. Miss Marin Tyler, la
morena bien parecida, de apenas
cuarenta aos, iba a levantar la mano
para llamar a la puerta abierta. Luego, al
ver la postura de las dos personas en el
canap, dando la espalda, sonri y baj
la mano. Sin hacer ruido, sus labios
esbozaron un qu felices, mientras
levantaba las dos manos como para
bendecirlos. Despus de esto, miss Tyler
se retir silenciosamente.
Ninguno de los dos habra podido
verla aunque se hubiesen dado la vuelta.
Joan.
S, querido?
Bien sabes que son sandeces, no
es cierto? Lo de Stella y yo?
Por supuesto, querido. Un autor
de annimos no es acaso capaz de
escribir cualquier cosa?
Hay diferentes estados de nimo. El
de Joan, anteriormente clido e ntimo,
era ahora tibio con tendencia al fro y
temblaba ligeramente.
Seamos sensatos ri West
ruidosamente con el zumbido de la
serpiente en la mente. Admiro a
mistress Alcey, s. Es una mujer buena y
agradable
El humor fino. Joan murmur
para s misma con el tono de quien
repite, nunca es una farsa vulgar.
De qu diablos ests hablando?
De nada, querido. Y, por favor, no
me grites.
No gritaba, Joan. Simplemente
trataba de explicar. Como digo, respeto
mucho a mistress Lacey. No ha tenido
una vida fcil
Ah!, no murmur Joan.
Todos sabemos cmo muri su marido,
muri probando uno de los prototipos
nuevos de las Reales Fuerzas Areas.
(Reconozco que fue una desgracia). Pero
todos sabemos la terrible lucha que ha
tenido que sostener para educar a su
nica hija. En pblico habla poco de
ello, pero en privado cuenta a los
hombres sus dificultades. No creas que
me importa, Gordon. Porque no es as.
Pero me hiere un poco verte
inmiscuido en esos espantosos chismes
de aldea con una mujer traicionera como
sa.
Traicionera?
Joan era muy inglesa. Si vea a un
hombre con el pelo alisado, echado
hacia atrs y peinado con fijador, o con
las patillas una fraccin de milmetro
ms largas que el corte a la moda en
Inglaterra, le repela como el ver a un
insecto desagradable. De igual modo, su
desprecio era infinito para con una
mujer que contaba sus dificultades a
cualquiera que no perteneciera a su
crculo de amigos ntimos.
S, he dicho traicionera repiti
Joan. Se puso en pie y se alis la falda
de seda blanca. Eso es lo que pienso,
ahora lo sabes. Naturalmente, no tiene
mayor importancia. No me importa en lo
ms mnimo si alz la voz. Oh,
Gordon, has corrido tras esa horrible
mujer?
West tambin se haba puesto en pie.
Ya te he dicho que no! Haz la
prueba t misma, mrame! As!
Puedes decir honrada y sinceramente
que crees estas tonteras?
Hubo una pausa; entretanto la polilla
castaa revoloteaba cerca de la
lmpara.
Joan, con los ojos empaados por
las lgrimas, le lanz una rpida mirada
y luego pase la vista alrededor de la
habitacin.
No confes en voz baja. No
lo creo, verdadera y sinceramente.
Pero
Pero qu?
Se me ha metido una idea en la
cabeza y no quiere salir de ella. Pienso
que t y Stella Lacey habis estado aqu
y
Calla! No comprendes que sa
es la obra de los annimos que llevaron
a Cordelia Martin a la muerte
posiblemente por nada?
Joan se seren.
S convino. Lo comprendo.
Lo siento. Tratar de ser buena.
Si permites que el veneno nos
salpique, estamos listos. Aun ahora que
lo veo bien claro y con sentido comn,
s que ese asunto sobre Hunter y t
nadie puede creerlo. Y mucho menos,
bueno, yo.
Exactamente! Toma a Maryon
Tyler, por ejemplo, que es una de las
personas ms buenas que hay en el
mundo. Si las cartas hubiesen acusado a
Hunter y a Marin Tyler
Qu es eso? exclam
sorprendido West.
Joan, con la cabeza un poco ladeada,
le mir impotente, pero con cario.
Querido dijo, t y mi to sois
iguales. Los dos vivs en una torre de
marfil; nunca veis nada a vuestro
alrededor y detestis los chismes.
Odio los chismes, eso s. Como
todas las mezquindades insignificantes.
No, Gordon. Es porque siempre
ests por los cuernos de la luna o
paseando en canoa por el Zambeze.
Nunca observas a tus vecinos.
Comprendo. Y cul es el gran
error de tu to?
Hace aos que est pendiente del
War Office. Dice que en la prxima
guerra, que afirma se producir dentro
de un ao, los alemanes se lanzarn con
bombarderos en picado protegidos por
tanques (oh, conozco todos los
trminos!) en un ataque relmpago como
el que intentaron y les fall en 1914. El
War Office simplemente se sonre y le
da palmaditas en la espalda, y l est
viejo y cansado.
En la imaginacin de Gordon West,
el personaje del vulgar coronel Bailey,
retirado con media paga, adquira un
extrao inters. Dos aos ms tarde
alcanzara mayor inters an.
Pero, comprendes continu
Joan con tranquilidad, es muy natural
y humano interesarse por los dems.
Yo me intereso. Tal vez sea una
chismosa, pero me paso medio da en el
telfono. No puedo remediarlo.
Pero, querida, nada de eso se
refiere a ti! Por el amor de Dios, toma el
telfono y habla por el maldito aparato
las veinticuatro horas del da. Por
supuesto, siempre que dejes tiempo
para
Otra vez le tendi los brazos. Hubo
un silencio.
Es hora de irme dijo Joan.
Poppy tendr lista la cena y tenemos de
invitado a ese gordo con gafas. Pero hay
una cosa, Gordon. Haba resuelto no
decirlo ni aun a ti, no se lo iba a decir a
nadie. Pero
S, muequita ma?
En el correo de esta tarde, he
recibido tambin otra de esas cartas. Es
peor que las dems. Me amenaza con
algo y sin embargo no puede ser posible.
Pero, Dios mo, estoy asustada!
Su peor enemigo no hubiera podido
decir que Joan fuera histrica. No
obstante, hay veces en que los nervios
estallan. El terror apareci en aquella
habitacin como si golpeara las
ventanas y apagase las luces, indicando
su presencia como una sombra.
Cierra la puerta y sube la mecha
de la lmpara suplic Joan. Por
favor, por favor, da ms luz a la
lmpara!
Gordon West se movi suave, pero
rpidamente. Al dar la vuelta a la rueda
de la mecha, una agradable luz amarilla
se difundi sobre las paredes cubiertas
de libros, dejando unas sombras ms
densas y oscuras. West cerr la puerta y
ech el cerrojo: nadie cerraba con llave
las puertas en Stoke Druid. Luego volvi
junto a Joan. La autoridad de su voz, al
tranquilizarla, era tan suave como la
presin de sus manos sobre los hombros
de ella.
Bueno, ahora dijo l frunciendo
el ceo nuevamente, nadie te va a
hacer dao; me dedicar a cuidarte.
Qu es esto que te amenaza con algo y
sin embargo no puede ser posible?
Qu es?
Joan, suspirando profundamente, se
acerc.
Bueno empez.
6

M arin Tyler, al alejarse


rpidamente de la quinta de
West, despus de aquel fugaz
vistazo a su interior, mir la luna
brillante, casi llena, que iluminaba los
rboles con luz plida.
Todo en Marin era actividad. Esto
no significaba que fuera de esas mujeres
inaguantables, de voz chillona y con
modales antipticos que todo aquel que
las oye asesinara con gusto. Por el
contrario! Digmoslo as: si algunos
hombres contaran una historia picaresca,
callaran instantneamente en presencia
de Stella Lacey o de Joan Bailey, pero
no les importara que Marin Tyler la
escuchara.
Marin llevaba el pelo corto
ondulado a la moda, sin una sola cana, y
al rer, a menudo mostraba sus dientes
brillantes. Tena una figura esbelta y
vesta con elegancia. Tambin posea un
don especial para tratar a nios, perros
y caballos. Reconoca que en su vida no
haba mucho tiempo para tratar a los
hombres, aunque se entenda admirable
mente bien con ellos.
Al alejarse por el sendero de tierra
flanqueado de rboles, vio a la luz de la
luna, que dos personas venan del lado
de la casa del coronel Bailey, situada
ms al oeste.
Qu tal? dijo Marin en voz
baja.
Una de ellas era Stella Lacey,
cubrindose con un ligero chal sobre su
vestido color trtola; la otra, su hija
Pamela, de catorce aos. Sir Henry
Merrivale, que esa tarde haba visto a
Pam en la calle, la hubiera contemplado
nuevamente.
No seria del todo cierto decir que
Pam era su madre en miniatura, aunque
las dos eran delgadas, de pelo rubio
ceniza que les caa hasta los hombros e
iban esplndidamente vestidas. Pero
Pam todava era algo juguetona y
desgarbada, a pesar de su intento de
hacer gala de buenos modales. Su cara
redonda y sus ojos grises, serios,
inteligentes y expresivos daban a
entender mucho ms de lo que deca.
Qu tal repiti Marin en alta
voz, cuando se encontraron en el
sendero a la luz de la luna, y
rpidamente mir hacia atrs porque
haba decidido detener a Stella. Fui
all para pedirle un ejemplar de La
espada de piedra, que considera
magnfica, pero no estaba en su casa.
A casa de Gordon? repiti
Stella, arqueando las cejas como si
nunca hubiese odo hablar de ese lugar
. M querida Marin, no. Hemos
salido a dar un paseo. Conoce, por
supuesto, a Pam. No es as? Aunque
durante las vacaciones rara vez est en
casa.
Marin le sonri.
S. Conozco a Pam. Cmo
estamos esta noche, Pam?
La jovencita mir con formalidad.
S agreg Marin bruscamente
. S que es una observacin tonta la
que he hecho. Pero de qu otro modo
esperas que te hablemos?
Un destello de comprensin brill en
los ojos de Pam.
Buenas noches, miss Tyler dijo.
Stella, por algn motivo, se senta un
poco intranquila e inusitadamente
locuaz.
Sin embargo observ, no
encuentro ninguna tontera en la
observacin. A veces Pam no se
comporta correctamente. No es as,
Pam? Quiere participar en juegos
vulgares como el hockey y ensuciarse.
Me parece que en la escuela la
estimulan a ello; y qu decir de sus
lecturas? Puede usted imaginarse a una
joven de su edad a quien no le agrade
Dostoievsky o Tolstoy?
Oh murmur Marin sin inters.
Pam levant de nuevo la vista.
Mam protest con voz baja y
moderada, casi no sabes pronunciar
correcta mente los nombres. De todos
modos, a quin le interesa lo que le
sucede a gente llamada Sonya
Beerwhichkov Parapourdipoff y Feodor
Ireffoneskeky Varaverakinsoleovitch?
Suenan como tapas de horno y eso es lo
que son.
Stella ri con esa risa peculiar que
uno de sus admiradores compar cierta
vez con el taido de unas campanitas de
plata.
Pam, querida su madre le
rega, cuntas veces te lo habr
dicho? No debes ser tan estrecha de
miras.
No veo por qu dijo la franca
Marin, pero Stella no oy.
La pobre nia no est del todo
bien.
Mam!
Podr parecer sana Stella se
dirigi a Marin sacudiendo la cabeza
con un gesto de tristeza. Tengo plena
confianza en el doctor Schmidt. Y, sin
embargo, en cierto modo vacil.
Sabe que el doctor Schmidt, adems de
su diploma de mdico de Edimburgo?
de pronto Stella call como si
despertara de un sueo. A la luz de la
luna el rubor de sus mejillas se vea de
color sepia. Santo cielo, de qu
diablos estoy hablando? Por favor,
disclpeme.
Esto era lo que quera Marin.
Vengan insisti con alegra al
hacerlas dar la vuelta hbilmente en
direccin opuesta, y tom el brazo de
cada una. Si van a dar un paseo,
vengan conmigo.
Dnde va?
No pasar de la iglesia. Para ser
ms exacta, voy hasta la vicara.
Nosotras este Creo que
tendremos tiempo de acompaarla antes
de que Pam vaya a acostarse.
Mam! intervino de pronto
Pam. Podramos entrar a ver la
Fortaleza?
Tal vez, querida. Tal vez.
Stella ni siquiera oy la pregunta. Al
comprender que Marin no haba notado
nada, se tranquiliz. Mientras andaban
por el sendero de tierra, apartando de
cuando en cuando alguna hoja seca,
parecan tan felices como tres personas
que van en busca del Mago de Oz.
A la vicara? murmur Stella
. Usted ha ayudado mucho a mster
Hunter en las obras de la iglesia, no?
Meses y meses! asinti Marin
mirando la luna. Tiene mucho trabajo,
sabe.
Y adems est organizando la fiesta
de caridad para dentro de una semana;
necesitar mucha ayuda. James al or
el nombre de pila del vicario Stella
desvi la mirada es muy concienzudo
y se preocupa mucho de sus sermones.
Mster Hunter siempre me
pareci tan joven dijo Stella.
Conoce su verdadera edad?
ri su acompaante.
Bueno, no nunca la he pensado
murmur Stella, creyendo que pensar en
la edad del vicario podra ser algo
pecaminoso.
Tiene treinta y ocho aos dijo
Marin. Casi treinta y nueve.
Marin! Est segura? exclam
la otra.
Oh, es una vieja historia. James es
el tercer hijo de una buena familia,
comprende?
Stella, sintindose en terreno que le
agradaba, asinti rpidamente con un
movimiento de cabeza.
No supieron qu hacer con l?
Exacto dijo vivamente Marin
. No le enviaron a Oxford hasta bien
pasados los veinte aos. Estudi tres
aos en la universidad y un ao y medio
en el colegio de Teologa. Luego fue
sacerdote durante tres aos. Estos
hombres altos y rubios Marin se
arregl ligeramente su oscuro pelo
ondulado por lo general parecen ms
jvenes, no?
Permtasenos recordar que Marin
no llegaba a los cuarenta y dos aos.
Hablando de sermones
empez Stella, y cambi de parecer.
Presenci esta tarde el desagradable
incidente de North Meadow?
Marin pareca encantada.
No estuve all. Pero mistress
Doom me lo cont en la confitera los
ojos de color castao claro de Marin,
profundamente sombreados por espesas
pestaas, brillaban al echar hacia atrs
la cabeza. Hubiera dado cinco aos
de mi vi quiero decir que habra dado
cualquier cosa por haberlo presenciado.
Por supuesto, por supuesto. Sin
embargo
Una ligera sonrisa de ptalo de rosa
colore los labios de Stella.
Pero debo reconocer continu
que encontr por lo menos un toque
de alta comedia en la continuacin.
Temo que haya gente (naturalmente slo
gente ignorante y tonta) que crea que
mster Hunter fue el culpable.
Oh? dijo Marin en un tono
ligeramente distinto. Por qu? le
pregunt.
Bueno! Quiz no recuerde aquel
da, hace unos meses, cuando se dijo que
mster Hunter haba soltado palabrotas
durante cinco minutos despus de
mandar la pelota de tenis fuera de la
pista.
Estaba all Marin habl con
frialdad. James simplemente dijo
demonios, como lo hubiera dicho
cualquier hombre irritado.
Por supuesto lo s afirm Stella
con suavidad. Pero muchas personas
de mente estrecha quedaron
sorprendidas. Tengo entendido que hoy
empeoraron las cosas. Muchos dicen
que mster Hunter golpe
deliberadamente la maleta, en el punto
de partida, antes de que sir Henry
Merrivale pudiese decir Vamos!, y
mster Hunter corri detrs de ella
dando puntapis a todo perro que
estuviese a punto de alcanzarla.
Marin Tyler temblaba de
indignacin.
Eso es completamente falso!
No puedo estar ms de acuerdo.
Sir Henry Merrivale, que este
procede de una buena y muy vieja
familia, por irona fue el hroe en esta
ocasin, y en especial con los chicos.
Bueno, qu diablos se poda
esperar?
Esperar?
Da puros a los nios y carmn a
las nias lo ltimo no era
rigurosamente cierto, pero no importa.
Dice que es la Vieja Firma que les dar
ventaja en cualquier cosa que quieran
apostar. M querida Stella,
probablemente los nios pensarn que
es el nico adulto cuerdo y comprensivo
que han conocido y aadi Marin
con una mueca: no estoy segura de
que anden muy equivocados. Lo que no
veo termin con dignidades cmo
usted puede encontrar algo gracioso en
este asunto por lo que a James se
refiere.
Marion! No he dicho nada de
eso!
Entonces, qu es lo que ha
dicho?
Los ojos grises de Stella tomaron
una expresin de inocencia. Hasta su
vestido color trtola pareca
estremecerse debajo del chal que cubra
sus hombros.
Que haba slo un toque de alta
comedia, tal vez hasta la tragedia, en el
resultado. Hechos pequeos, ridculos,
de repente se convierten en cosas muy
importantes y completamente serias.
Como como
Marin la mir.
Como annimos? le pregunt.
Las dos mujeres se detuvieron de
pronto como si hubiesen visto una
serpiente en el sendero.
Se haban olvidado de Pam Lacey,
quien, pensativa, iba tranquila entre
ellas, con un brazo enlazado al de cada
una, y la arrojaron hacia adelante cmo
una mueca. Pero la pregunta de Marin
no fue lo que las haba detenido
violentamente sobresaltadas, sino el
sonido claro de una voz de hombre en el
silencio de la noche.
Estaban cerca de la casa del coronel
Bailey. El sendero, que ahora era de
grava, pasaba por delante de la puerta
principal de la casa cuadrada,
construida con bloques de piedra pulida,
con anchas ventanas salientes en la parte
delantera y estrechas a los lados.
nicamente se vea luz en una sola
habitacin, la que mira al este. Las
cortinas, gruesas y oscuras, estaban
corridas. Pero las dos largas ventanas
laterales (a menos de diez metros en
diagonal desde donde se encontraban
Marin y Stella) estaban abiertas de par
en par y tenan tan slo cortinas
transparentes de encaje. A travs de
estas cortinas vieron a un seor robusto
y calvo con gafas cadas sobre la nariz.
Estaba de pie, con los puos levantados,
y discurra con alguien cuya cabeza slo
se esbozaba.
En el silencio, desde el jardn, se
alcanzaba a or una voz gruesa:
la verdad, as que aydeme en
este asunto de los crueles annimos.
Marin se dio la vuelta rpidamente
como temerosa de que hubiese otros
oyentes. Pero Stella estuvo hbil y
afable.
Pam, querida susurr.
S, mam?
Me parece que esta noche no
vamos a poder dar nuestro paseo. Vete a
casa y acustate dentro de media hora
como una buena chica.
Pero mam! Me prometiste
Aunque Pam se opusiera, Stella, con
voz suave, la dominaba.
Reconozco, querida, que tengo yo
la culpa. Lo reconozco! Es justo. Te
aseguro que lo reparar. Ahora vete
agreg amenazndola suavemente o
traer otra vez al doctor Schmidt para
que te vea.
Pam la mir. No era, de ningn
modo, una mirada de odio a su madre,
sino ms bien un grito sordo, de
azoramiento, como el que insisten en
expresar nuestros poetas jvenes, de
por qu nuestro mundo es as?.
La casa de Stella Lacey estaba
situada al otro lado del parque,
simtricamente a la del coronel Bailey,
as como la quinta de Marin era ms o
menos simtrica a la de West. La mole
alargada y baja de la casa solariega
quedaba en medio. Pam, apretando los
puos, sali corriendo por el sendero de
grava.
Marin, nerviosa, indic con un
movimiento de cabeza las anchas
ventanas iluminadas, que las dos saban
eran las del estudio del coronel Bailey.
Realmente cree que debemos
hacerlo?
Creo que es nuestro deber
dijo Stella con decisin.
Siguieron andando hasta la ventana
ms cercana, que llegaba casi hasta el
suelo, y escucharon.
por ese motivo anunciaba
sir Henry Merrivale le he dicho lo
que ocurri despus que usted se fuese.
El prroco leer esa carta que le acusa
de enredos con su sobrina Joan. Va a
venir ms tarde a decrselo. Me he visto
obligado a prevenirle por temor de que
usted se sulfurase de mala manera.
El coronel asinti, sentado en una
silla de cuero, de espaldas a la ventana;
haba una mesa con whisky y soda entre
l y Henry Merrivale, que estaba de pie
mirndole fijamente.
El problema es; cmo proceder
con l? insisti Henry Merrivale.
Proceder como conviene dijo
el coronel, breve y significativamente.
Un momento, caramba! No puede
usted bajarlo del plpito de una oreja.
Sera capaz?
Fuera, junto a la ventana, las dos
mujeres oyeron un repiqueteo montono.
El coronel Bailey, extenuado, golpeaba
los nudillos contra la mesa.
Hum!, no reconoci. No
puedo hacerlo. Sera indecoroso.
Por supuesto. Siendo hombre de
procederes chesterfieldianos, se me
debi de haber ocurrido antes dijo
Henry Merrivale sacando el pecho.
Y no se podra hacer algo cerca de los
miembros de la J unta?
Podemos protestar, pero no es
suficiente.
Adems continu Henry
Merrivale, que estaba mucho ms
preocupado de lo que hubiera
reconocido el Viejo Maestro este
sujeto, West, afirma que es capaz de
matar a Hunter si ste lee esa carta.
West ser capaz de hacerlo?
Puede y lo har dijo
lacnicamente el coronel Bailey. Pero
entonces el mal ya estar hecho. Espere
un momento! el tamborileo
acompasado empez de nuevo. Cree
que West cambiar unas breves palabras
con Hunter antes del servicio?
Oh. Cspita!
Qu ocurre? interrog el
coronel.
No puede permitir que West
provoque al vicario entre las tumbas del
cementerio justamente cuando llegan los
feligreses. Aunque usted hable con
energa esta noche, se sabr y se
producir un escndalo peor que antes.
Al mencionar la palabra
escndalo, hasta el pelo canoso y
corto de la nuca del coronel Bailey
pareca erizarse.
Me gustara que nunca se hubiese
inventado la palabra chisme
exclam, y luego expuso una filosofa
que todos conocan. Deseara que me
dejaran en paz!
Pero no podemos, amigo mo. Por
ejemplo: Ha recibido Joan algn
annimo que la relacione con el vicario?
Vlgame Dios! Cmo haba de
saberlo?
Quiz muchos?
Tonteras! Esto son sandeces
dijo el coronel que nadie tomar en
cuenta. Nadie en realidad creer en esa
carta dirigida al vicario. Pero si la lee
en la iglesia!
Coronel dijo Henry Merrivale
con calma, hay algo que se cree de
cualquier mujer.
Le digo que son tonteras! El
vicario no es mal muchacho. Me agrad
hasta que este asunto le trastorn. Pero
su to
El coronel call de pronto y se puso
de pie de un salto.
Su to es tambin su obispo
aadi. No vive lejos de aqu.
Caramba, le telefonear esta noche; y
pararemos esta locura inmediatamente!
suspir hondo. Ah est. Ya s.
Fuera, junto a la ventana, las dos
mujeres no se miraban porque saban
cun cierto era lo que haba dicho Henry
Merrivale; tampoco retrocedieron
cuando el coronel Bailey se acerc,
porque adivinaron su intencin.
En el estudio, colocada entre las
ventanas y sobrepasndolas, haba una
mesa que sostena un gran mapa en
relieve, con cerros, valles y carreteras
de un color castao verdoso que
representaba ms o menos un campo de
batalla moderno. Unos tanques, tan
pequeos que diez de ellos hubieran
cabido en una caja de fsforos, se
hallaban diseminados por los caminos.
Haba aviones con profusin, de todas
clases y con una cruz negra en muchas
alas. Oculta detrs de los cerros estaba
apostada la artillera, desde la batera
ms ligera hasta la ms pesada.
A travs de las cortinas de encaje
podan ver el rostro cansado del coronel
Bailey cuando tom un puntero que
estaba sobre el mapa. Luego vacil y se
volvi otra vez.
Vea, Merrivale protest. Al
demonio con todo! Quiero ayudarle.
Pero de qu sirve perder el tiempo
mientras Roma arde? Mire y golpe
el puntero contra el mapa. Quiere
venir aqu un momento?
Henry Merrivale, cerrando los ojos,
tom su vaso de whisky con soda a
medio terminar y se acerc.
Los soldados de infantera en el
mapa en relieve eran tan pequeos que
slo se podan examinar por medio de
un gran cristal de aument al alcance de
la mano. El coronel Bailey fue a
tomarlo, pero titube. Su rostro, con el
bigote canoso y recortado, pareca an
ms irritado.
Pienso yo que incluso una criatura
podra comprenderlo dijo. Es el
sempiterno Clausewitz; los alemanes
honran a Clausewitz. En el 14 no tenan
estos aviones; el blindaje todava no se
haba inventado; no podan trasladarse
con la suficiente rapidez. Pero mire
aquel mapa all en la pared.
El puntero gir. En la pared opuesta,
sobre una chimenea victoriana, penda
un gran mapa de Europa en el que se
haba pinchado alfileres de colores.
En el 14 (lea cualquiera de las
memorias) los alemanes discutieron
sobre si invadiran Holanda, as como
Blgica. No lo hicieron. Pero la prxima
vez no se equivocarn. No, por Dios!
Lo que es ms, la famosa lnea francesa
(y jams crea en defensa esttica,
amigo) no pasa por donde debera.
Aqu se dio la vuelta e hizo
revolotear el puntero sobre el mapa en
relieve.
No puede comparar la infantera
con los bombarderos en picado y los
tanques. No puede hacerlo en ninguna
parte, y menos all all all. Est
derrotado, a no ser que tenga aviones de
combate para enfrentarlos a los
bombarderos y blindaje ms pesado
para poner fuera de combate a los
tanques. No lo cree as?
Aj. Parece muy convincente,
coronel.
Entonces por qu no lo
comprende el War Office?
No s dijo Henry Merrivale en
el mismo tono seco. A propsito,
referente a esos annimos
Al diablo con esos annimos!
estall el coronel. Permtame repetir:
por qu preocuparse mientras?
Sabe que una mujer se ahog
dijo con calma Henry Merrivale, y
tengo dudas de que sea un homicidio.
Hubo un prolongado silencio. Luego
el coronel Bailey dej el puntero con
todo cuidado.
Disculpe dijo. Qu quiere
que le diga?
Henry Merrivale respir hondo.
Coronel dijo tocando el mapa
en relieve con su vaso de whisky con
soda, no se vaya a imaginar que creo
que no tiene importancia. Pero tengo un
plan en mente. Usted continu en
algunas cosas es tan inocente como un
nio y en otras tan perspicaz como
Boney y George Washington juntos.
Bah! refunfu el coronel,
pero pareci contento.
Ahora hablemos de esa mujer,
Martin. Si no se cay al agua por
accidente, se mat o la mataron. No hay
ninguna prueba de homicidio. Pero nadie
se ha molestado en preguntarse por
qu se suicid. Tiene usted alguna
idea?
Ninguna. Por qu no se lo
pregunta a la hermana? Annie Martin
vive en High Street el coronel Bailey
frunci el ceo. En cierto modo se
vea poco a miss Martin. Muy
consagrada a la iglesia. Muy dedicada al
vicario. Qu ms puedo decir?
Henry Merrivale, con un mgico
juego de manos, sac un cigarrillo de
tabaco negro y lo encendi. Una nube de
humo atraves las cortinas de encaje.
Aj. Recibi annimos?
S dijo el coronel con un gesto
. Nada ms que uno.
Acusndole de enredos
amorosos?
Amorosos? exclam el
coronel. Santo Dios, no! Espere
un momento! En cierto modo s. El
segundo prrafo dice que mi esposa me
haba sido infiel varios aos antes de su
muerte.
No era verdad?
En los ojos del coronel Bailey haba
una profunda amargura. El cutis, junto a
las sienes, pareca acanalado como un
papel muy delgado.
Eunice! dijo. Eunice educ a
Joan. Joan es la hija de mi hermano.
Nunca tuve mucha aptitud para educar a
nios haca un esfuerzo con la
garganta. A Eunice le cost la vida ir
conmigo a la India. No quiso volver al
pas. Nunca se quej. Nunca se
preocupaba si se armaba algn alboroto
en los cerros. Infiel! Disculpe!
Disculpe!
Quera decir Disculpe por haberle
impuesto un asunto personal. Henry
Merrivale mir al suelo.
Comprendo perfectamente
refunfu Henry Merrivale. Y en
cuanto a la otra parte de la carta?
Oh!, eso lo haba olvidado. En el
frente oeste, en 1917; mandaba una
brigada. Slo temporalmente. Comet un
error que cost la vida a cierta cantidad
de hombres.
Caramba, no se preocupe! Eso
puede ocurrirle a cualquier soldado de
profesin.
Bueno! el coronel Bailey tom
el cristal de aumento y observ el
enjambre de microscpicos soldados de
infantera. Poder! As me gusta
pensarlo. Pero la carta habla exagerando
los hechos. Ese asunto del 17 se public
en todos los diarios; bien expresado, por
supuesto, aunque se lea entre lneas. Lo
raro es que se haya sabido en una
pequea aldea tranquila como sta. Ni
siquiera le cont todos los detalles a
Eunice.
No s dijo Henry Merrivale.
A veces los vecinos algunos saben
mucho ms de nosotros de lo que
creemos. Ha guardado la carta?
S. La he conservado por
curiosidad, como si fuera una escopeta
de dos caones. Quiere verla?
Henry Merrivale asinti con la
cabeza. A lo largo de la pared de la
derecha, en una habitacin
espantosamente empapelada con
nomeolvides rosas y azules, haba un
estante bajo para libros. Sobre l, una
hilera de ficheros de cartn que
contenan la interminable y voluminosa
correspondencia del coronel con el War
Office y otros ficheros marcados con la
palabra personal. De uno de stos, el
coronel Bailey tom una hoja doblada y
volvi hacia Henry Merrivale, que haba
permanecido junto al mapa en relieve.
Sabe prosigui el coronel al
entregar la carta a su interlocutor que,
salvo por la falta de corazn que hay en
ello, entiendo el (cmo dira yo)
funcionamiento del cerebro del
individuo que escribe estas cartas.
Cmo?
As es! En este mundo hay
muchas personas que tienen en su
interior una bilis amarga. Algunos se
libran de ella vertindola en el War
Office, como yo. Otros bueno, tiene el
resultado en su mano.
Sir Henry Merrivale, que haba
dejado el cigarrillo y el vaso para
examinar la carta con la lupa, levant
rpidamente la vista.
Coronel declar de repente,
me parece que esto es lo ms importante
de lo que se ha dicho hasta ahora. Muy
importante.
Importante? Pero si es tan
sencillo como la nariz de su cara!
Hum!, bueno gru Henry
Merrivale arrugando interrogativamente
la nariz. Puede ser, pero no de la
manera que piensa.
Si hubiera estado presente nuestro
amigo el jefe inspector Masters, hubiera
reconocido instantneamente esta forma
de imitar un espantajo que Henry
Merrivale empleaba con toda seriedad.
El coronel Bailey, que lo vea por
primera vez, no hizo sino parpadear.
Quiere decir que ha encontrado
un indicio en la carta?
No. Nada ms que lo que
esperaba encontrar: un signo de
exclamacin donde debera haber una
coma. Vea, tome esta carta y gurdela
bien. Puede ser de mucha ayuda.
Y qu hay del importante
indicio? Dnde est?
Henry Merrivale ignor la pregunta
mientras cambiaba la carta y el cristal
de aumento por el cigarrillo y el whisky.
Coronel dijo, le voy a decir
tres cosas que nadie sabe, excepto yo.
Se lo dir pronto y rpido. Primero, he
visto antes, en alguna otra parte, a esta
mistress Lacey.
A mistress Lacey? Bueno, puede
haberla visto antes. Qu supone eso?
Puede no tener importancia.
Porque tengo una ligera idea que se
relaciona con algo bonito, noble y
elevado aadi Henry Merrivale
tosiendo modestamente antes de sorber
el whisky apresuradamente con lo que
siempre estoy mezclado.
Si, yo este s.
Por el amor de Esa, no vaya a
pensar que me he vuelto loco! bram
Henry Merrivale tan repentinamente que
las dos mujeres que estaban fuera dieron
un paso atrs. La gente siempre cree
que soy un viejo estpido, y no es
verdad.
Lo siento repuso el coronel
Bailey mirndole con comprensin.
Cul es el segundo punto?
Su sobrina est en gran peligro. O
cree que lo est.
Joan? Tonteras!
Se lo digo, amigo mo. A
propsito, dnde est Joan ahora?
El coronel no lo saba y as lo dijo.
A la hora de la cena haba tenido una
vaga idea de que alguien faltaba a la
mesa, pero estaba tan absorbido
explicando tcticas de guerra que no
pudo identificar a la persona ausente.
No vio su cara ni oy sus palabras
dijo Henry Merrivale cuando entr
intempestivamente en la librera de Rafe
Danvers para pedir algn libro con la
verdadera historia de La Viuda Burlona.
Amigo mo, esto es exacto: por algn
motivo ella piensa en esa Viuda como si
fuera una persona de carne y hueso. Y no
ha visto usted cmo deslizaba su mano
para tocar el bolso cada vez que
entrbamos en terreno difcil. Le apuesto
diez a uno que ha recibido hoy un
annimo, tal como ha ocurrido con el
vicario.
Y hablando del vicario, ste es mi
tercer punto dijo de prisa Henry
Merrivale para impedir la intervencin
de su interlocutor. Hace un rato
estbamos hablando de los modos y
maneras para evitar que predicara ese
sermn y leyera la carta
El coronel Bailey se enderez.
Vlgame Dios, s! Lo haba
olvidado completamente! Ser mejor
telefonear en seguida al obispo.
Pero el hecho es, coronel, que
preferira que no lo hiciese usted.
Preferira que no telefoneara?
S. Sabe que tengo una mente un
poco perversa. Hace un momento no fui
sincero con usted. Estaba tratando de
desviarle del tema. Pero despus he
procedido correctamente, as que
aydeme!
Comprendo. Qu quiere que
haga?
Djele predicar su sermn y leer
la carta.
Hubo una pausa.
Espere! bram Henry
Merrivale. Se lo ruego, no me
desprecie y no me mire como si viera a
un subordinado borracho. Cuando haya
escuchado mis motivos le aseguro que
se mostrar de acuerdo conmigo.
El coronel Bailey se retrajo, pero
todava confiaba en Henry Merrivale.
Y sus motivos? pregunt con
calma.
Despus que termin la ria de
los perros y que dej mi vieja maleta en
un hotel llamado Lord Rodney, me fui a
la vicara. Y encontr
En ese momento Henry Merrivale se
inclin por encima de la mesa del mapa
en relieve y ech hacia atrs una de las
cortinas de encaje para arrojar su colilla
por la ventana.
Aunque bien pudo haberlas visto, no
fue sta la causa de la retirada de
Marin Tyler y de Stella Lacey.
Probablemente ya haban escuchado
bastante. Con dignidad cruzaron el
csped, tomaron el sendero de grava y
luego se apresuraron hasta llegar al otro
lado de la casa.
Stella dijo Marin en voz baja
cuando ambas se detuvieron, qu es
esto de unas relaciones entre Joan
Bailey y James?
Su acompaante ri suavemente.
Mi querida, la noticia es ridcula!
Lo s, Stella. Joan no miraba a
ningn hombre que no fuera Gordon.
Pero esta barbaridad de hablar de ello
en la iglesia call de pronto.
Estimado sir Henry! murmur
pensativa Stella. Debemos de
habernos conocido, tal como ha dicho.
Tal vez en alguna fiesta. En Buckingham
Palace.
Marin le lanz una mirada dura,
pero estaba preocupada; por ms que
luchaba, haba lgrimas en sus ojos.
Naturalmente que no habr tal
sermn observ Marin con voz
trmula. El obispo de Glastontor se
ocupar de ello. Oh, y no me diga que
sir Henry convencer al coronel Bailey
de que no le telefonee! Cuando el
coronel ha tomado una decisin es el
hombre ms terco que conozco!
Pero por qu est tan turbada?
pregunt Stella. A no ser Marin!
su sonrisa pas inadvertida. No
estar enamorada de mster Hunter?
Q-qu tontera ms grande!
repuso Marin con aire divertido.
Somos buenos compaeros, eso es todo.
Simplemente buenos compaeros!
Dios mo suspir, me
gustara poder serlo.
Ser qu?
Buenos compaeros. Con
cualquier hombre. Por algn motivo
nunca resulta.
Leer cartas! suspir Marin.
Predicar sobre volvi a callar.
Viene conmigo a la vicara, Stella?
Me parece que no. Es muy tarde.
Bueno exclam Marin con un
brillo en los ojos, creo que va a sufrir
un desengao, Stella. Maana no
ocurrir nada sensacional. Simplemente
James predicar el sermn que pensaba,
creo que sobre San Pablo y la caridad
su voz se elev. Se lo prometo,
Stella! Se lo prometo!
7

N uestro texto procede del


Evangelio segn San Mateo,
captulo 23, versculos 27 y 28.
Luego elev la voz.
Pero ay de vosotros, escribas y
fariseos hipcritas!.
Era un hermoso da de sol. El gran
ventanal del este brillaba suavemente
entrelazando el rojo, el azul, el amarillo
y el ail. Pero el resplandor se volva
confuso al chocar con el suelo de
ladrillo y las columnas de piedra gris
que haban presenciado quinientos aos
de culto. Al oeste, y dentro del
presbiterio, se vea el coro, adornado a
ambos lados con confusas vestiduras
blancas. Los candelabros del altar no
estaban mejor lustrados que las
lmparas de bronce que colgaban de las
vigas del techo.
porque sois semejantes a los
sepulcros blanqueados, los cuales por
fuera parecen hermosos a los hombres,
mas por dentro estn llenos de huesos de
muertos y de todo gnero de
podredumbre.
El Squire Tom Wyatt estaba sentado
erguido, en primera fila, en el antiguo
banco esculpido de la familia, al lado de
su tercera mujer y de su hijo. Algo raro
suceda.
Hasta aquel momento el servicio
haba transcurrido tan fcil y
soolientamente como el taido de las
campanas de St. Jude. Ahora algo
turbaba la tranquilidad, algo que pareca
azotar hasta las paredes amadas y
conocidas de la iglesia. Desde el
momento en que el vicario haba subido
al plpito, all a la izquierda.
As tambin vosotros el
reverendo James Hunter, que hablaba
con voz fuerte y vehemente, hizo una
pausa casi imperceptible al mirar hacia
abajo por fuera os mostris justos a
los ojos de los hombres; mas por dentro
estis llenos de hipocresa y de
iniquidad.
La gran biblia pareca temblar
cuando la cerr. Hunter examinaba la
concurrencia, con las manos apoyadas
fuertemente en el plpito, despus de
haberlas sacudido para recogerse las
mangas de la sobrepelliz blanca.
Muchos rostros mostraban especial
inters, vueltos hacia l desde sus
bancos. Marin Tyler, azorada y
boquiabierta, le miraba con
incredulidad. Ella ya haba observado
que Joan Bailey y el coronel Bailey no
estaban en la iglesia. Mster Theo Bull,
el carnicero, se enardeca pensando en
lo que poda ocurrir.
En medio de un profundo silencio,
habl el reverendo James.
Hoy deseo dirigirme a vosotros
sin ceremonia dijo con calma; su pelo
rubio brillaba y su cara, habitualmente
rubicunda, estaba plida. Deseo
hablaros sin que exista un muro entre
nosotros y como si jams hubiese
existido ese muro.
Quiz la tranquilidad del tono
propiciara un dbil murmullo de alivio
por los bancos de la iglesia. Alguien
dej caer su libro de oraciones.
Estoy entre vosotros prosigui
el vicario desde mayo de este ao. He
tratado de hacerme amigo de todos. He
tratado (podis atestiguarlo) de cumplir
con mi deber hasta donde alcanzan mis
pobres fuerzas. Algunos los ojos
azul celeste se movan de un lado a otro
y apretaba la mandbula no
entenderis lo que voy a decir, pero los
ms lo comprendern demasiado bien, y
a stos les digo
Otra vez la voz se desenfren:
Habis sido mentirosos e
hipcritas, tanto como est escrito aqu,
y os echar eso en cara!
Corri por la iglesia un movimiento
de excitacin, como si todos se hubiesen
movido ligeramente.
En el ltimo banco, al fondo, estaba
sentado Gordon West con los brazos
cruzados. Fue el nico que no se movi
en ningn momento, con la vista fija en
el vicario. El rostro de mister Theo Bull
estaba colorado como raz de
remolacha, y se observaban otras
expresiones de enojo. El reverendo
James Cadman Hunter dej que pasara
la inquietud para hablar en el silencio.
Digo que habis sido
mentirosos e hipcritas prosigui y
lo sabis. Ahora permitidme aadir lo
que es justo. No digo que hayis querido
serlo o que lo seis de corazn. Pero
habis permanecido callados cuando
debisteis hablar. Habis temido que
pudiese ser revelado algn secreto,
quiz pequeo y sin importancia.
Por lo que he podido saber ayer,
desde el mes de julio esta aldea se ha
visto inundada por annimos. Soy aqu
vuestro nico consejero espiritual. Por
qu no habis venido a m? Por qu
alguno de vosotros no me lo ha contado?
Aun si no os he agradado, y ahora mucho
me temo que as sea
Por vez primera el reverendo James
vacil.
Las lgrimas corran por la cara de
Marin Tyler. A la sombra de una
columna, donde la luz formaba una
aureola alrededor de su peinado debajo
de un pequesimo sombrero a la moda,
los labios de Stella Lacey se crispaban
en una suerte de diversin lejana. La
expresin era la de Lilith.
Aun si as fuera, no os he hecho
ningn dao continu con calma el
vicario. Debisteis haber tenido
confianza en m. A esta hora el autor de
las cartas estara apresado y no habra
podido clavar sus colmillos en nuestras
almas y en nuestros cuerpos. No
aumentar el dolor de los
acongojados
Su vista se detuvo en Annie Martin,
cuyo plido y extrao rostro tena una
expresin tal de asombro que el
reverendo James debi observarlo con
ms atencin, pero no lo hizo.
insistiendo sobre el hecho de
que la muerte ha aparecido entre
nosotros, por la razn que sea. Pero el
autor de los annimos debe ser y ser
descubierto. Es molesta esta
persecucin. No deseis ser humillados
y denigrados. Os digo que puedo
descubrir al autor de estas cartas con
una condicin. Si esta condicin falla,
entonces todo fallar. No slo necesito
la ayuda de alguno de vosotros, sino de
todos.
No se haba visto anteriormente en
la iglesia a un hombrecito moreno, de
pelo corto y grueso y de sonrisa burlona,
que estaba sentado en el ltimo banco.
Era Fred Cordy, el zapatero ateo, que se
retorca de secreto placer en su ropa
ms cuidada.
Fred Cordy detestaba a todos, es
decir, a casi todo el mundo. En Stoke
Druid haba solamente tres personas que
verdaderamente le agradaban: Gordon
West y el coronel Bailey, porque le
daban dinero sin hacerle preguntas
peligrosas, y el Squire Wyatt, porque,
pese a sus atribuciones de juez de paz,
se haca ms o menos el desentendido
cuando se trataba de la caza en terreno
prohibido.
Por tanto, el delgado hombrecito,
con el pelo oscuro corto y erizado como
un duende, se inclin y habl en voz
baja a West.
Les est tratando mal dijo
encantado Fred Cordy, no es as?
Quiz sinti la mirada fra de los
ojos azules del vicario, porque call
como si le hubiesen golpeado.
Permtaseme explicarme
continu la voz desde el plpito. Se
encuentra hoy entre nosotros un hombre
que no es de la polica (veo que os
alarmis con la palabra polica, aunque
no tenis por qu), pero cuya
vinculacin con la polica, sin embargo,
puede sernos muy provechosa. Este
hombre
El reverendo James lanz una rpida
mirada hacia el primer banco, donde
deba hallarse sir Henry Merrivale.
Pero sir Henry Merrivale no estaba all.
Sin embargo, tal ausencia no provoc
pausa ni vacilacin en el sermn del
reverendo James. Pero se debe dejar
constancia de que esta vez no fue por
culpa de Henry Merrivale.
En el preciso momento en que
comenz el servicio religioso. Henry
Merrivale se paseaba de punta a punta
en su dormitorio del Lord Rodney, loco
de impaciencia, y de cuando en cuando
consultaba un enorme reloj de bolsillo.
Desde la noche anterior trataba de
comunicarse por telfono con el muy
honorable Ronald Bevis Binterton,
secretario de Estado del Interior, en su
casa de campo llamada Muchdelight, en
Sussex. Pero haba sido en vano.
Deba haber sabido que hoy era
sbado y maana domingo se quej la
noche anterior Henry Merrivale a la
posadera. Si el muy infame no est
all
Evidentemente no estaba. Mientras,
Henry Merrivale recorra la habitacin,
con frecuencia se daba la vuelta para
mirar el telfono situado entre las dos
ventanas. El Lord Rodney, con su gran
fachada estucada de amarillo, se jactaba
justamente de ser moderno, con telfono
y agua caliente y fra en todas las
habitaciones. Pero la despiadada mujer
de la central telefnica, que haba
prometido llamar, segua muda.
Y cuando Henry Merrivale haba
renunciado a lograr la conferencia, son
el telfono.
Mistress Conklin, la comprensiva y
robusta posadera, suba en aquel preciso
momento para compartir sus quejas. Por
la puerta entreabierta, alcanz a
escuchar la conversacin con el
Secretario del Interior unos veinte
segundos despus de que Henry
Merrivale hubiese empezado a hablar:
Por cierto que la historia se ha
publicado hoy en los peridicos de
Londres. Valo usted mismo! Anoche
telefone a las agencias de noticias.
Clausewitz
?
Porque tengo una debilidad por la
justicia, Boko, y me desespera que la
polica se equivoque. Sabe lo que
ocurrir maana?
!
No se engae a s mismo. A la
gente no le gusta esta clase de annimos.
Los detestan. Habr debates en la
Cmara donde le pondrn a usted como
un trapo. A no ser que pueda demostrar
que tiene el asunto bajo control.
Conozco a un Secretario del Interior a
quien hicieron dimitir por un caso como
ste.
Le dir exactamente lo que debe
hacer. Telefonee al jefe inspector de
aqu, quienquiera que sea, y mndele a
paseo.
!
No importa que sea un viejo
mariscal vocifer Henry Merrivale
asido al telfono. Deje al comandante
Villiers Gobey-Gobey, de los Gobey-
Gobeys, de Oxfordshire, en condiciones
de no poder sentarse en una semana.
Dgale que le haga lo mismo con cuantos
se crucen en su camino hasta llegar a un
inspector llamado Garlick.
S, eso es, salvo que hay una k
al final. Entendi? Mndeme al
inspector Garlick aqu, a mi hotel, el
lunes por la maana a las nueve en
punto. Gracias, Boko. Adis.
Mistress Virtue Conklin, propietaria
del Lord Rodney, contaba por el ao
1905 con una figura exuberante de la
poca del rey Eduardo y una enorme
mata de pelo con reflejos bronceados.
Todava conservaba ambas cosas as
como tambin un inagotable buen humor.
Profundamente impresionada, esper
con una mano oprimida contra el pecho
mientras Henry Merrivale luchaba
tenazmente con la central telefnica para
obtener otra comunicacin.
Esta llamada era para el jefe
inspector Masters, que en aquel
momento entretena a sus hijos menores,
jugando a las cartas, en el fondo del
jardn de su nueva casa en Peckham.
Qu tal, serpiente trepadora
dijo cariosamente Henry Merrivale,
cmo est?
! ?
Oh, estoy en el oeste, en un lugar
llamado Stoke Druid. Escuche, Masters.
Necesito ayuda y quiero que me haga un
favor.
!
No se altere, Masters. S que
tiene un caso importante en la ciudad, no
trato de sobornarle. Quiero que mande a
un muchacho listo a hacer una
diligencia.
?
Quiero que vaya a la casa de las
mquinas de escribir Formosa. Figura
en la gua telefnica. Que pregunte
cundo dejaron de fabricar la Formosa
Jowel nmero 3 en la que los cretinos
de fabricantes cambiaron la coma por el
signo de exclamacin. Que averige si
han conservado algunas mquinas; si as
es, a qu comerciante o particulares
cerca de aqu se las han vendido.
!
S, s que es poco menos que
imposible! Pero hgalo. Finalmente,
averige lo que pueda sobre un teniente
de la RAF llamado Darwin Lacey y su
mujer. L-a-c-e-y.
?
Oh! Le pica la curiosidad
ahora? Lo siento. Masters, pero tengo
mucha prisa. Tengo que ir pronto a la
iglesia.
???!!!!!!
Si, es lo que he dicho repuso
Henry Merrivale con seriedad. Aj.
Adis.
Despus de colgar, frunciendo el
ceo hizo girar la silla. Vio a mistress
Conklin, palpitante de curiosidad, e
inmediatamente la acus con el dedo.
Dnde est mi traje blanco?
pregunt mientras examinaba con
disgusto su sobria ropa oscura. Me
ha robado mi traje blanco?
Vamos, querido le calm
mistress Conklin, acercndose con una
sonrisa picaresca indicadora de que
todava no haban pasado sus mejores
das de juventud. El traje estaba muy
sucio debido a los perros, los nios y a
las veces que se sent. Lo he lavado y
planchado yo misma No se enfade,
querido! Veamos cmo est su corbata.
Va a terminar de ocuparse de m?
bram Henry Merrivale. Si hay
algo que no puedo soportar es que las
mujeres se preocupen por m. Dnde
est mi sombrero? No importa, alguien
me lo habr robado.
Anoche le cont los chismes que
quera saber dijo mistress Conklin,
tratando de embaucarlo. Me parece
que podra decirme
Pero sir Henry Merrivale ya se
haba marchado.
A pesar de su deseo de subir
corriendo High Street, fue hasta la
iglesia con paso lento y majestuoso,
pero desgraciadamente pocos estaban
all para percatarse de ello. Encontr
cerradas las puertas enormes y pesadas.
Si tema que algn ruido desagradable
como un pistoletazo traicionara su
presencia, no tena por qu preocuparse.
Pues estaban muy absorbidos,
concentrados en el sermn del
reverendo James.
Henry Merrivale se senta molesto.
Flua de esa pequea iglesia oscura, fra
y oliendo a piedra vieja, tal flujo de
emocin que muchas personas se
inclinaban hacia delante, apoyando la
mano en la rodilla. Solamente Gordon
West, en el ltimo banco, permaneca
impasible.
El azul fro de los ojos del vicario
no vacilaba. Su voz resonaba con
lentitud.
Muchos querris decirme
segua diciendo. Me diris: S, est
muy bien que nos diga esto. Est muy
bien que nos aconseje traer estos
annimos. Pero a usted no le han
atacado. Usted no ha sufrido ningn
dolor como si le hubieran arrojado en la
cara agua hirviendo. Usted no puede
comprender.
La mano derecha, con el puo
cerrado contra el pecho, se abri de
pronto.
Pero puedo comprender, porque
he sido atacado tambin yo continu
con una acusacin an peor,
considerando mi posicin, que la
dirigida a cualquiera de vosotros. No
me basta decir que estoy de parte
vuestra. Para conseguir vuestra ayuda,
para demostraros que soy tan franco con
vosotros como quiero que lo seis
conmigo, para demostrar que una
mentira debe ser gritada a voz en cuello
y no ocultada, debo probar que estoy de
parte vuestra.
As pues, me propongo leeros una
carta s, que he recibido ayer firmada
por La Viuda. Afecta a una joven que
conocis y que con justicia respetis.
Pido humildemente perdn a la seorita
por la mentira que figura en esta carta,
pero no puedo excusar me de mi deber.
Es la tarea ms desagradable que jams
haya tenido que cumplir.
El reverendo James trag saliva.
Hubo un silencio tan completo en la
iglesia que se pudo or aun el leve ruido
que hizo al abrir la hoja de papel. Quiz
una o dos personas se mirasen de
manera interrogativa una a otra, pero no
ms.
La carta viene dirigida a m, a la
vicara y empieza sarcsticamente:
Reverendo seor. Dice
Al fondo, Gordon West se levant de
un salto.
Con una inusitada presencia de
nimo, el pequeo zapatero, Fred Cordy,
levant las manos y le hizo sentar. Este
hecho pas inadvertido, salvo un ligero
y rpido movimiento de cabezas en la
vecindad ms prxima.
S! Usted y Joan Bailey al parecer
creen que ningn ojo les ve, a excepcin
tal vez del ojo metafrico de la maana.
Y usted debe retirarse antes de que
amanezca a pesar de que el dormitorio
de ella (como lo sabe cualquiera de la
aldea) est en el piso bajo, con grandes
ventanas de fcil acceso. Pero perdone,
no soy una moralista. Puesto que usted y
miss Bailey son aficionados a.
Las manos del reverendo James que
sostenan la carta temblaban. No pudo
forzarse literal y fsicamente a leer lo
que segua. Lo omiti.
Pero a gritos se notaba su ausencia.
Dentro de esas paredes hubiese sido una
profanacin, aunque muchos de los
presentes no se habran escandalizado si
lo hubiesen odo en privado.

entonces no le descubrir
todava. Pero nuestro cmico mundo
ofrece pocos espectculos ms risibles
que un clrigo convertido en un
Casanova, aunque la costumbre es
antigua y, en su caso, seor, la
costumbre es perfecta.
Su afectsima amiga.
La Viuda.

Cuando termin la lectura, el


reverendo James solt en seguida la
carta para que no fuera visible el
temblor de sus manos. Antes de
proseguir carraspe ligeramente.
Ahora os ruego que pensis, al
considerar esta sarta de mentiras, en las
cartas que habis recibido. Eran
peores? Podran herir ms? Alguna
persona cuerda podra creerlo? Pues,
dejndome a m de lado, cualquier
acusacin contra esta seorita sera pura
tontera y vosotros bien lo sabis.
Y, para terminar, vuelvo a mi
declaracin de que puedo encontrar al
autor de los annimos si me ayudis
dijo el reverendo James, inclinndose
hacia delante y entrelazando los dedos
. Al finalizar este servicio ir a la
sacrista y esperar all tanto tiempo
como sea necesario. Ruego a aquellos
que hayis recibido alguna carta, o ms
de una, que vayis a vuestras casas a
buscarlas y me las traigis. Si las habis
destruido, venir a decirme lo que
contenan. Slo con mucho material
podremos conseguir hacer
comparaciones, eliminar y hallar la
solucin.
Consideris imposible la tarea?
Lo niego. No os molestar con los
recursos que me propongo emplear para
conseguirlo, recursos que, me atrevo a
creer, son buenos. Afortunadamente el
caballero de quien existen he hablado,
sir Henry Merrivale, me asegura que
existen mtodos, que la polica conoce
desde hace tiempo, mediante los cuales
se puede determinar el culpable sin
posibilidad alguna de equivocacin.
Y cuando vengis a verme con las
cartas (si lo hacis), os suplico que no
vengis por separado o con reservas,
como avergonzados. Acaso he ocultado
yo la ma? O lo he intentado? La luz
de Dios no os puede herir. Vivir en ella
y no temis.
Se qued tieso, las manos,
enlazadas, y respir hondo.
Antes de terminar, debo deciros
francamente que esta maana el obispo
de Glastontor me ha prohibido que
leyera la carta que acabis de escuchar.
No s las consecuencias que tendr esto
para m, ni tampoco me preocupa que
me castiguen.
Luego reson por ltima vez la voz
suplicante y humilde del reverendo
James Cadman Hunter:
Pero si no queris escuchar el
consejo espiritual, entonces, en Su
nombre, escuchad al sentido comn.
Durante un momento les mir en
silencio y luego baj lentamente las
gradas del presbiterio.
8

E n la pared de la sacrista, un gran


reloj de forma achatada marcaba
suavemente los segundos.
Era cerca de la una, y el servicio
haba terminado haca cuarenta y cinco
minutos, pero todava ningn visitante
haba traspuesto la puerta que conduca
al cementerio.
El reverendo James, que haba
guardado la sobrepelliz y la estola en el
armario, se encontraba sentado en una
silla dura frente a la puerta, la cabeza un
poco inclinada hacia delante y las manos
enlazadas ocultndole la cara. La
sacrista de piedra tena ventanas
pequeas cuyos cristales multicolores
estaban tan tapados por los zarcillos de
la hiedra que casi no penetraba la luz.
Henry Merrivale, con su traje
oscuro, sentado en un rincn alejado,
pasaba casi inadvertido. Un resplandor
amarillo rojizo caa sobre la cabeza del
vicario que permaneca inmvil.
Dgame, amigo mo observ
Henry Merrivale medio sooliento,
algo le ha molestado en este sermn?
Me gustara no haberlos fustigado
tanto desde el principio hablaba con
voz apagada y con las manos todava
sobre la cara. Hace pocos das que he
escrito sobre la caridad. Sent que deba
hacer esto. Sin embargo, me gustara no
haberlo hecho.
Bueno dijo Henry Merrivale
con tono desaprobador. No har
ningn dao. Les despertar igual que
una buena dosis de azufre y triaca
aunque no se le poda ver, el
movimiento de la sombra indicaba que
haba vuelto la cabeza. Pero una cosa
me molest. Pens que iba a leer la carta
dejando en blanco el nombre de la
joven.
Entonces qu bien hubiera
hecho? pregunt el reverendo James
. Hubiesen sospechado que se trataba
de un engao. Si he de hacer algn bien,
debo ser completamente franco con
ellos.
Le plante el asunto al coronel de
esta forma dijo Henry Merrivale.
Leer la carta, pero no el nombre de la
joven. Si despus trascenda, sera entre
otros muchos nombres y no importara.
Cspita tropez y se sonroj ante una
palabra tan simple como
Sir Henry!
Est bien. Pero, ve, no pude
convencer al coronel. Telefone al
obispo Henry Merrivale suspir.
Sabe, muchacho, esto va a alborotar al
mismsimo diablo.
El reverendo James se enderez y se
palme las rodillas.
Si hubiese tenido xito en mi
peticin, cree que habra sido diferente
para m? pregunt con las mandbulas
tensas. Pero no he tenido xito. He
fracasado. Ni una sola persona ha
venido a verme.
En ese momento se abri la puerta.
En el umbral aparecieron las dos
personas a quienes, posiblemente,
menos deseaba ver: Joan Bailey y su to.
Joan, vestida de verde plido, con
medias de color tostado y zapatos de
tacn bajo, tena en sus manos un bolso
verde. Detrs, demasiado enfadado para
hablar, estaba el coronel, que llevaba
traje tropical y sombrero de ala ancha.
Joan no pareca enfadada. Haba
poca expresin en su cara, pero en sus
ojos se notaba una tranquila antipata. El
reverendo James se puso de pie con
cierta torpeza, pero su mirada era tan
resuelta como la de ella.
Miss Bailey dijo, yo
este no la he visto esta maana en la
iglesia.
Puede extraarle en las actuales
circunstancias? Joan arque las cejas
. De todos modos muy pronto nos
lleg la noticia de su importante
peticin.
A la altura del codo del vicario
haba una mesa larga con un cesto de
mimbre en el centro.
Supongo que este cesto es para
las cartas que no han sido quemadas?
dijo Joan.
En realidad no lo s. No haba
pensado con exactitud dnde
Joan se acerc al cesto andando con
su acostumbrada soltura. El coronel
Bailey avanz dos pasos en el interior
de la sacrista.
Joven empez, e hizo una pausa
. No quiero hacer pomposamente el
tonto agreg aparentando cualquier
cosa menos eso. Pero usted sabe lo
que se le hubiera hecho en la India hace
treinta o cuarenta aos?
No lo s.
Le habran dejado solo con un
revlver cargado y le habran dado
treinta minutos para hacer uso de l.
No estoy en el ejrcito.
No, a Dios gracias! Pero debera
aprender a no mencionar nombres de
mujeres.
No se trataba de mencionar
nombres de mujeres exclam el
vicario, azorado. Era una cuestin de
deber y de principios.
El coronel se encamin hacia la
puerta, vacil y se volvi de nuevo.
Un momento! dijo. Tal vez
he hablado demasiado duramente. Tal
vez slo sea usted joven e inexperto.
Pero prefiero que en el futuro se
mantenga alejado de mi casa.
Como desee el reverendo
James se senta desilusionado despus
de esta arremetida tan emotiva.
Joan, junto al cesto que estaba sobre
la mesa, haba abierto el bolso. La
mirada fra de sus ojos azules se dirigi
hacia l.
Aqu estn las cartas que he
recibido. Siete disclpeme, pero aqu
hay slo seis a la tenue luz de color
amarillo rojizo, sus dedos se movieron
rpidamente, pero una vista perspicaz
hubiese notado que retena una.
Algunas tienen sobre, otras no. Los
sellos de la oficina de correos son
diferentes las arroj al cesto. Aqu
hay una carta dirigida a mi to la
agreg al cesto. En cuanto a mster
West
S, miss Bailey?
Ha destruido sus cartas. Pero ha
tomado nota de las cosas detestables que
ha podido recordar. As como se me
acus de un unas relaciones
escabrosas con usted, mster Hunter, en
las lneas que aqu tengo se le acus a
Gordon de lo mismo con mistress
Lacey
Joan, como tocando una araa, sac
del bolso un par de hojas dobladas que
pertenecan a un bloc y las meti en el
cesto. Su voz continu indiferente, pero
el color se le subi a la cara.
Gracias dijo el reverendo
James. Me agrad ver por primera
vez esta maana a mster West en la
iglesia. Este no ha venido con usted?
No. Creo que en este momento se
pasea de punta a punta detrs de la
fortaleza. Quiere hablar con usted
cuando los dems se hayan ido.
Me alegrar verle, miss Bailey.
De cualquier manera.
Ya que estamos metidos en este
asunto y comparando las cartas, puedo
hacerle una pregunta? Seguramente
habr venido a verle mistress Lacey.
Cuntas cartas ha recibido ella y qu
dicen?
Alguien, en el umbral de la puerta,
cobr aliento como para hablar, pero
reprimi las palabras. All estaba
Marin Tyler. Al encontrarse de repente
en medio de lo que pareca un grupo
grande, Marin vacil, pero
evidentemente no encontr forma
elegante alguna para retirarse.
Joan! dijo despus de una
ligera pausa. Preguntaba por Stella
Lacey, no? Y quera saber cuntas
cartas ha recibido?
S! dijo Joan. S, s, s!
Bueno contest pensativa
Marin, no ha recibido ninguna. Ni
una. Ella misma me lo dijo cuando
salamos de la iglesia. Ri y coment
que se alegraba de no tener que esperar
mucho.
Mistress Lacey no recibi
ninguna? pregunt Joan suavemente,
pero con nfasis.
No, Joan contest Marin, an
pensativa.
As que no exclam Joan, y se
dirigi rpidamente hacia la puerta para
indicar el camino a su to grun, como
si l hubiese tenido quince aos. Al
salir, cerr la puerta con todo cuidado.
Probablemente Marin se olvid en
seguida de Joan y del coronel y tampoco
haba visto a sir Henry Merrivale
instalado en su rincn oscuro. Robusta,
de cabello alisado, miraba al reverendo
James con las manos fuertemente
enlazadas. l, despus de un saludo
formal, se sent y volvi ligeramente la
cabeza.
James, estuvo magnfico! dijo
Marin con voz agitada. Luego cambi
completamente de tono. Pero se ha
portado mal! Verdaderamente, como un
chico malcriado!
Henry Merrivale, que estaba
invisible en su silln, se estremeci
como si le hubiese sacudido una
descarga elctrica.
La hermosa voz de contralto de
Marin pareca representar el sentido
comn, as como la voz vivaz de Joan
era vehemente y el susurro de Stella
provocativo. Pero en el tono de Marin
haba una nota tan anhelante, tan
maternal, que no poda ser interpretada
errneamente.
Al reverendo James pareca
agradarle, a pesar de que se le
enrojecan las orejas, mas para sir
Henry Merrivale resultaba repulsiva esa
actitud, que l llamaba remilgada. A
Gordon West le eran igualmente
repulsivos los remilgos, tal como se lo
deca a la dcil Joan cuando l, en sus
momentos de enfado, pateaba los
muebles. Pero el reverendo James
He intentado simplemente hacer lo
que deba contest con dignidad.
Oh, lo s! Por supuesto!
Marin se acerc, mezclando ahora una
solicitud maternal a su tono de reproche
. Pero ayer, James, de hecho prometi
no hacerlo.
Perdn, Marin, no promet nada
de eso.
El vicario, consciente de la
presencia de una tercera persona, tuvo
de repente la terrible sensacin de que
ella iba a acariciarle la cabeza. Se puso
en pie apresuradamente y recobr el
juicio.
Pero qu diablos hace aqu?
pregunt con toda franqueza. No me
va a decir que, como los dems, usted
ha
Haya recibido annimos? dijo
Marin sonrindose. Por supuesto que
s. James, pise en la tierra.
Esto es infame! dijo el
reverendo James, golpeando de tal modo
el puo contra la mesa que hizo saltar el
cesto de las cartas. No hace ni diez
minutos miss Bailey dej aqu seis
cartas acusndola, como he sido
acusado yo, de tener relaciones
conmigo.
De veras? dijo Marin,
estupefacta, con los ojos castaos bien
abiertos. Entonces Joan tambin
interesante!
Tambin parece ser que mster
West est complicado con mistress
Lacey le dijo con enconado sarcasmo
. Bueno! Analicemos el veneno. Qu
crimen ha cometido, Marin, ante los
ojos del autor de estas cartas?
No lo adivina?
No. Cmo podra hacerlo?
Del brazo de Marin penda un
bolso grande de cuero en lugar del bolso
de mano. Su aire de rectitud y de sentido
comn pareci empaado cuando
sacudi su oscuro pelo corto para
despejar su inteligencia. Despus de
buscar en el bolso, extrajo un montn de
las conocidas cartas, dobladas en dos,
algunas con sobre.
Lo siento, James dijo. Deb
de habrselo dicho hace mucho tiempo.
Pero no me decida a cortar nuestra
amistad
Ella arroj las hojas dobladas
dentro del cesto.
Ah estn aadi Marin.
Quince cartas. Nos acusan a usted y a m
de bueno, necesito decrselo?
El lento tictac del reloj se oa en el
silencio. De pronto el reverendo James
se sent, se dio la vuelta y apoy los
codos sobre la mesa.
Era increble. Jams haba pensado
en Marin Tyler sino como en una buena
amiga que le ayudaba en sus tareas y
cuya manera de ser (un poco maternal y
alegre) apreciaba.
Con el sonido del reloj volvan a su
memoria algunas palabras de la poca
de su formacin para el ministerio
anglicano; recordaba a un viejo y sabio
cannigo, sentado con la espalda
apoyada contra una pared cubierta de
hiedra y con una pipa en la boca, que
deca estas palabras: Siempre habr
mujeres tontas que confundirn su
inters por el vicario con su inters por
la iglesia. A veces ni siquiera se notar.
Pero si uno se ve obligado a notarlo,
debe ser ms diplomtico que
Talleyrand y mejor persona de lo que
uno se considera.
Pero Marin no era as en lo ms
mnimo. Marin no era sino una auxiliar
a quien (por supuesto que siempre en el
camino de la amistad) le estaba tomando
cario. Mientras esto cruzaba por su
mente, entre el tictac del reloj, Marin
le observaba con inters.
Quince cartas dijo l. Todas
contra usted.
Y usted continu Marin, sin
dejar de observarlo. No me import.
Siento como si me hubiese metido
en un matorral sin poder salir de ah.
Volvi a ponerse en pie de un salto y
trat de sonrer, sin conseguirlo.
Venceremos! No tenga miedo! Y
seal el reloj. Pero, mire aqu!
S-s, James? Qu ocurre?
Hace un rato me senta
desalentado porque nadie pareca
responder a mi llamada. Idiota! Deb
comprender que primero tenan que ir a
sus casas a buscar las cartas. Y es
natural que hubiese un poco un poco
de vacilacin. Como usted misma,
Marin. Caramba, qu hermoso, dentro
de unos minutos llegarn como un
rebao el vicario se frot las manos
. Tome al Squire Wyatt, por ejemplo.
Siempre ha sido amigo mo. El Squire
Wyatt vendr aqu para defender a una
sola persona
James dijo Marin, nerviosa.
S, Marin?
Creo que no lo har.
El Squire Wyatt?
No, James. Antes de retirarse se
puso a la cabeza del mitin de protesta en
High Street.
Qu mitin de protesta?
Oh, Cspita! se quej Henry
Merrivale con voz grave de espectro
desde el oscuro rincn.
Marin, intimidada, divis
confusamente el contorno de una cabeza
calva y luego un rostro desagradable
cuando sir Henry Merrivale estir la
mandbula. El rostro de Marin adopt
una fugaz expresin que se hubiese
podido interpretar fcilmente as: He
dicho o hecho algo que no deba? No,
gracias a Dios!. Pero no se senta muy
cordial cuando el preocupado vicario
hizo las presentaciones.
El Squire Wyatt! repeta el
vicario. Es imposible! Qu dijo?
Bueno se comportaba
espantosamente, sentado en su automvil
y a su lado su esposa llorando.
Siga, por favor.
Dijo unas cuatro veces que era el
Squire y que aqu era el dueo de todo,
que con influencias del obispo o no
Marin quera decir que poda elegir
al vicario para la parroquia y que en
realidad lo haba hecho, y que nadie le
iba a llamar hipcrita. El Squire
Wyatt dijo que haba enterrado a dos
esposas y muchas personas dijeron en
aquel momento que las haba
envenenado, y que ahora estas cartas
endiabladas (perdneme, James) decan
lo mismo.
Marin era una magnfica imitadora.
Aun desesperada, o tal vez a causa de
ello, cambi su cara copiando la
expresin del Squire Wyatt.
No me importa por m,
demonios! Pero que se vayan al diablo
si llegan a trastornar a mi Lucy Digo
que es diferente. Ah, y mrenla! La
nica que me ha dado un hijo.
Marin abandon toda mmica y
pareci arrepentida de haberlo hecho.
Oh, James, no piense ms! Era
tan vulgar, dira Stella Lacey. Pensar
que un hombre de una familia de rancio
abolengo, que debera ser un caballero,
sea tan tonto y tan mal educado.
El vicario pareca perplejo.
Pero no es
Qu ocurri entonces, seora?
pregunt con su voz gruesa sir Henry
Merrivale, como si la empujara con la
mano al igual que el Squire Wyatt.
Marin vacil.
Nada ms. Se alej en el
automvil haciendo rechinar los
engranajes. El mitin de protesta se
traslad a la farmacia, a casa de mster
Goldfish Marin lanz una mirada
preocupada al vicario. James!
Eh?
Cuando volv hablaban ms y ms
fuerte. Mster Hull pronunciaba un
discurso. No cree que vendrn aqu a
hacer un escndalo?
El vicario podra estar exhausto,
pero por primera vez un fulgor de
esperanza, quiz anticristiano, aunque
muy natural, anim con placer su rostro.
Lo cree? pregunt con ansia,
encorvando los hombros. Realmente
lo cree?
No, por supuesto que no! Ellos
no se atreveran! Pero creo que
conseguir poca ayuda de los aldeanos.
Conseguir ayuda solamente de de
De pronto se abri la puerta de par
en par y en seguida volvi a cerrarse,
fuera o no en busca de un efecto
dramtico, y apareci la figura erguida,
rechoncha y pequea en estatura del
doctor Johann Schiller Schmidt.
El doctor Schmidt tena lo que,
traducido a sus propias palabras, se
dira un semblante que irradiaba
alegra. Siempre le brotaba la risa, rea
a carcajadas, salvo durante sus visitas
mdicas, pues entonces se pona tan
solemne que asustaba al enfermo. Vesta
ahora una levita mal cortada, pantalones
rayados que acentuaban sus redondeces,
y sombrero de copa (el nico que se
vea en Stoke Druid); as miraba al
mundo a travs de unas gafas muy
grandes de gruesa montura de oro.
Este semblante que irradiaba
alegra enfocaba al vicario con sus
proyectores de oro.
Creo tener el placer de hablar
con el pastor Hunter? dijo con voz
gruesa de bartono, inclinndose. Con la
cara an risuea, hizo una pausa.
Dispnseme! Vengo con una misin muy
seria, aunque en cierto sentido es una
boroma.
Una oh, s! Cmo est,
doctor?
Una ligera pelusa, que no tardara en
desaparecer, cubra el crneo del doctor
Schmidt. Lade la cabeza.
Pastor Hunter dijo, muchas
veces he deseado felicitarle por sus
sermones. Son egcelentes. Debi ser
actor.
Para decir verdad, de nio quise
serlo.
Ah, s? exclam encantado el
doctor Schmidt. Y me permite que le
diga cmo lo s?
Verdaderamente, yo
Est mal akustado dijo el
doctor Schmidt.
Cmo dice?
Est mal akustado. Inadaptado
repiti el doctor Schmidt, haciendo un
pequeo gesto como si estuviera
ajustando la parte superior del timbre de
la bicicleta. Luego volvi a rer a
carcajadas.
Esta alegra constante atacaba los
nervios, ya tensos, de todos. Sir Henry
Merrivale dej or un sordo refunfuo
como si hubiese visto algo que le
desagradaba. No caba duda de que la
sagacidad del doctor Schmidt le hizo
sospechar.
Comoquiera que sea continu
, vamos al asunto. En la iglesia pidi
las cartas, no es as? llev la mano a
su bolsillo interior y sac cuatro,
mostrndolas en abanico. Estas son
las que he recibido. Me acusan, por
vavor, de ser nazi.
El reverendo se uni a su jbilo,
aunque sin desearlo y sin
convencimiento. El doctor Schmidt
mostraba desdn.
Soy un hombre de ciencia dijo
haciendo ademanes nerviosos. Qu
tengo que ver con la poltica? Pah, tal
vez pronto estaremos al servicio de una
nueva ciencia.
Comoquiera que sea, se lo tengo que
decir.
Se acerc a la mesa y al cesto.
El nio! El estudiante! El actor!
agreg el doctor Schmidt, sacudiendo
la cabeza. Sin embargo dijo
pensativo, tal vez sea mejor que no
diga nada. Las pongo en el cesto. As.
Despus de lo cual se volvi
rpidamente, pero con un ligero
disgusto.
Y ahora, si me egscusa, me
retirar. Pero Pastor Hunter! Por su
bien debo prevenirle.
Prevenirme de qu?
Bueno! el doctor Schmidt se
encogi de hombros pronunciando
admirablemente la letra b. Con la
cabeza seal la puerta cerrada. Ah
fuera, en el pequeo sendero al borde
del cementerio, estn reunidos muchos
hombres vestidos de negro. He contado
unos treinta y no creo que le quieran
bien. No entrarn. Estn esperando que
salga.
Caramba, estn ah! dijo el
vicario con la mirada ardiente.
Marin casi se puso a gritar; estaba
tan nerviosa que por una fraccin de
segundo perdi el control.
Quin est haciendo esto?
grit. Quin est escribiendo estas
cartas?.
Ach! refunfu el doctor
Schmidt lanzndole una mirada
penetrante a travs de sus gafas con
montura de oro. Me temo que a veces
pueda ser necesario que consulte a un
mdico. Est de acuerdo, pastor
Hunter?
Pero el reverendo James no
escuchaba. Se diriga a la puerta.
Me disculpa unos minutos,
Marin? le dijo el vicario,
sonrindole por encima del hombro.
Abri la puerta y la cerr detrs de
l.
9

E l sol, que ya declinaba hacia el


oeste, era muy clido para
septiembre; su luz achatada daba
sobre el csped descuidado del
cementerio, las viejas lpidas, el
mrmol brillante de las nuevas y las
hierbas dispersas cuyo verde se
marchitaba en los lados.
A unos veinte metros, al lado de un
pequeo sendero de grava que tomaba
rumbo sudoeste desde la puerta de la
sacrista, sala otro sendero de tierra
que doblaba ms al oeste hasta un punto
detrs de la fortaleza. El reverendo
James ahora comprenda por qu se
haba dicho que eran hombres vestidos
de negro de aquel grupo reunido en
semicrculo en el sendero de tierra.
Vestan sus mejores atuendos y el
tono del ms claro era el castao
oscuro. Llevaban sombrero hongo y
algn que otro chambergo castao o gris
oscuro. Destacaban contra una fila de
lamos y algunos inclinaban un hombro.
Como si fueran un solo hombre, tenan
clavada en el vicario una mirada cuya
intensidad pudo apreciar al acercarse.
No haba odio. El odio es algo muy
profundo y silencioso. Era una ola de
incomprensible aversin, lista para
hincar sus garras.
Corra una ligera brisa en el
tranquilo ambiente dominguero. El
reverendo James, con las manos en los
bolsillos, se dirigi hacia ellos.
Bueno, seores? pregunt con
el mismo tono de voz que haba
empleado en la iglesia. Tengo
entendido que no quieren acercarse a m.
Por eso vengo yo aqu. De qu se
quejan?
Aunque hablaba amablemente, su
propia aversin sali al encuentro de la
de ellos.
Evidentemente, haba dos oradores
al frente del grupo. Uno era mster
Goldfish, el pequeo y moderado
farmacutico, plido ahora de rabia. El
otro, con el semblante enardecido, era
mster Bull, el carnicero, fuerte y
corpulento, tan grueso que el pescuezo
formaba arrugas por encima del cuello.
Y? les incit el reverendo.
Se produjo un leve rumor y los ojos
se volvieron en busca de un orador.
Mster Goldfish era el ms inteligente y
educado; mster Bull el ms grande y
robusto. Y como lo han hecho los
hombres desde que el mundo existe, las
miradas eligieron a mster Bull.
Estn bien! dijo el carnicero,
adoptando una posicin pugilstica como
quien acepta una incitacin justa. Ante
todo, en mi nombre y en el de mis
compaeros, le dir lo siguiente:
queremos ser justos.
Un murmullo de aprobacin parti
del grupo.
Hace usted algunas cosas
continu mster Bull con su voz ronca
que puede ser que estn muy bien. Pero
hace otras que ningn hombre decente va
a aguantar.
Mster Bull apret los puos y dio
un paso hacia delante.
Cmo? pregunt el reverendo
James, que hubiese podido ponerlo fuera
de combate en un round.
De hecho, cuando el vicario observ
el gento, se sinti mucho ms
intranquilo al notar la presencia de dos
granjeros de Somerset, muy fornidos,
fuertes entre los ms fuertes. Esto era
grave.
Con el rabillo del ojo tambin vio a
Fred Cordy. El pequea y delgado
Cordy, de cabello negro y corto, erizado
como cerda, y haciendo muecas de oreja
a oreja, estaba a cuatro patas sobre una
tumba. Aunque en realidad Corby no
brincaba como un mono, haca el efecto
de que s lo fuera.
Estuvo admirable gru mster
Bull cuando se par all y nos llam
hipcritas.
Y acaso no lo son? Me han
trado alguna carta?
No, y no las vamos a traer! Las
hemos quemado casi todas, y nuestras
esposas han escondido las dems.
Hipcritas, seor Arrogante? Cuando
usted es el peor hipcrita que haya
puesto jams los pies en esta aldea. Y
se lo digo cara a cara!
Un ligero malestar de sorpresa, que
aument su enfado, sacudi al reverendo
James.
Por qu soy un hipcrita?
Dganmelo!
Detrs de la muchedumbre se oy
una voz despreciativa.
Como si no lo supiera!
Pero no lo s! Dganmelo!
Cuando he tenido el valor de decir en
el sermn aquello sobre?
Callen la boca all atrs! grit
mster Bull. Fred Cordy se balanceaba
sobre la tumba, como un mueco
mecnico travieso. Mster Bull, sudando
de rabia, se volvi hacia el vicario.
Caramba, lo va a negar! dijo y
le amenaz con el dedo. Le dir lo
que es, seor Orgulloso! Si no fuera un
clrigo, con esa ropa y todo
Es esto lo que le molesta?
pregunt el reverendo James.
Eh?
El hecho de que haya recibido
las rdenes sacerdotales y use estas
ropas?
Y qu otra cosa podra
molestarme?
Entonces, por favor, vengan
conmigo dijo el vicario tratando de
controlar la voz.
Dio la vuelta hacia la derecha, por
el pequeo sendero en direccin al
oeste, pasando el cementerio, detrs de
la iglesia. A unos cien metros ms all
de la iglesia, y paralelo a ella, apareca
el edificio alargado de la Fortaleza.
Este nombre da una idea errnea,
porque estaba construido de piedra muy
gruesa, larga y bastante ancha, con un
agregado ms alto en el extremo sur,
como un tambor de piedra o la cabeza
de una llave cuadrada. En este tambor
de piedra, de paredes y techo de dos
metros y medio de espesor, se
almacenaba la plvora para tres viejas
piezas de artillera que antiguamente
apuntaban hacia atrs, a travs de sus
troneras.
Pues en el aciago ao de 1688 el
oeste del pas haba sido invadido por
las escasas fuerzas del llamado Rey
Monmouth. Stoke Druid, con otras pocas
plazas fuertes, apoy al rey James. En
aquellos tiempos el nico camino para
llegar a Stoke Druid quedaba al oeste,
serpenteando en medio de tupidos
bosques, detrs de la iglesia. Y por tal
motivo se haba construido la Fortaleza
(para defender la aldea contra las
fuerzas de Monmouth desplegadas a lo
largo de la carretera principal).
No fue necesario utilizarla.
Monmouth nunca lleg. Haca tiempo
que los caones haban sido enviados al
museo de B; las troneras para los
caones fueron convertidas en ventanas
modernas, y la Fortaleza se usaba para
actos de la parroquia cuando la lluvia
poda interrumpirlos, como, por
ejemplo, la feria del prximo sbado.
Pero los componentes del grupo,
entusiasmados porque crean adivinar la
intencin del vicario, le siguieron,
soportando en los ojos el sol de frente.
Al llegar al viejo y ennegrecido tambor
de piedra de la torre de la Fortaleza, el
reverendo James dobl a la izquierda,
hacia una pradera de csped corto,
enorme y llana.
Se dirigi instintivamente hacia el
centro y puso la espalda contra la pared.
El grupo vestido de oscuro se api otra
vez en semicrculo, con mster Bull y el
farmacutico a la cabeza, a una distancia
de tres metros del vicario.
Bien! dijo el carnicero.
Muy hbil! Cul es el juego?
Me habis acusado de ser
hipcrita
Ah, y le seguimos acusando!
Muy bien. Os pido que probis
esa acusacin ahora mismo o dejarme
que demuestre lo contraro. Despus, si
no quedan satisfechos
Os adelantaris a pelear! grit
el reverendo James.
Unas vacas pastaban tranquilamente,
inmviles, a lo lejos, cerca de los viejos
robles verde oscuro. En primer plano,
Fred Cordy haca alegres acrobacias.
Del grupo sali el silbido de una
persona que tomaba aliento y mster Bull
estir su pescuezo.
Lo dice en serio? pregunt.
Un minuto, muchachos!
interrumpi bruscamente una nueva voz.
Y Gordon West, cegado por la ira, se
acerc desde el extremo norte del
edificio. Su traje, aunque cortado por el
mejor sastre de Londres, pareca no
haber sido planchado desde seis meses
atrs, y la corbata se le sala del cuello.
La preocupacin y el insomnio
acentuaban sus ojeras.
Los que habis estado hoy en la
iglesia dijo reconoceris que tengo
el derecho de vrmelas con el primero.
Hubo un silencio. Vieron que West
era ms bajo y ms delgado que el
pastor, pero observaron el tamao de
sus hombros y, adems le haban visto
ejercitarse en el judo. Una sonrisa
ilumin el rostro de mster Bull.
Considero que mster West lo
tiene convino lenta y muy suavemente
. Escuche! No es porque alguien vaya
a creer esos disparates sobre su novia y
ste se oy un coro de aprobacin.
Sin embargo
West, enfurecido, se quit la
chaqueta, la arrojo al csped y mir al
reverendo James.
Como usted mismo dijo le
exigi sin gritar, adelntese.
El vicario tambin le mir.
Mster West dijo, pelear
con usted o con cualquier otro en este
terreno. Pero juro que no levantar la
mano hasta no or por qu se me llama
hipcrita.
La nueva negativa del vicario, o lo
que poda llamarse su extraeza, les
enloqueci.
Como si usted no lo supiera!
repiti aquella voz chillona y
desafiadora detrs de la muchedumbre.
Luego habl mster Goldfish, el
pequeo farmacutico, de maneras
suaves.
Esta maana declar con voz
vacilante, pero tranquila, levant la
mano con mucha uncin y dijo: No
herir a los acongojados, insistiendo
sobre el hecho de que la muerte ha
aparecido entre nosotros, por el motivo
que sea.
El grito ominoso y profundo de
treinta gargantas se hizo ms fuerte.
Y cuando dijo esto, mster Hunter
prosigui el farmacutico, tuvo
usted la osada de mirar a Annie Martin.
Observ su cara, mster Hunter?
Annie Martin? el vicario le
mir sorprendido. Oh!, la hermana de
miss Cordelia Martin. Qu ocurre con
ella?
Qu ocurre con ella? dijo
mister Bull tan exasperado y sofocado
que se arranc su ajado cuello. No
saba que mataron a Cordy Martin? Oh,
no!
Mataron? repiti el vicario
levantando una mano para quitar la luz
de sus ojos. Quin la mat?
Usted dijo mster Bull.
El reverendo James apoy la
espalda contra el muro gris oscuro de la
Fortaleza, quedando con la larga fila de
ventanas modernas encima de la cabeza.
El sol pareca brillar en sus ojos.
Aunque an no comprenda, sinti un
extrao entumecimiento que le suba por
las piernas, en direccin al corazn.
No saba sigui insistiendo
una voz que Cordy Martin estaba
completamente loca por usted? Tan
enamorada como cualquier jovencita de
diecisis aos! Que le segua como si
usted fuese no s quin! Y nunca la
alent, no es cierto? Oh, no! Nunca lo
hara, eh?
El reverendo James trat de decir
basta, pero las palabras se le
atragantaron.
Vio la cara del carnicero como si
fuera un borrn. La extrema debilidad de
sus piernas iba en aumento. Ciertas
palabras volvan a su memoria:
Siempre habr mujeres que
confundan su inters por el vicario con
su inters por la iglesia. A veces ni
siquiera se notar.
Pero la voz verdadera nunca dej de
resonarle en el odo.
No s lo que ha hecho dijo
jadeante mster Bull. Cordy Martin no
deca gran cosa, no? Pero se lo contara
a unas cuantas amigas, no?, y donde
fuego se hace humo sale y la pluma
envenenada la persigui. Cordy no pudo
soportarlo y aquella noche se arroj al
ro. Cree que no lo sabamos cuando
dijimos que fue un accidente?
Los labios del reverendo se
movieron, pero no articularon palabra
alguna.
Eso fue muy cmodo para usted,
no? Se vio libre de Cordy y poda
empezar con no, caramba! No dir el
nombre de la dama, salvo que no es miss
Bailey.
Y dice opin con calma el
farmacutico que no es hipcrita.
El carnicero tom aliento durante
una pausa y luego se dio la vuelta.
Est bien, mster West dijo.
Mustrele algunas de esas llaves
especiales que aprendi en el
extranjero. Haga aquella en que pega
con el canto de la mano en la nuca como
si fuera una cuchilla de carnicero y el
contrincante queda fuera de combate.
Durante esta conversacin, West,
que se haba quitado de un tirn la
corbata aflojando el nudo, paseaba la
vista, implacable, del vicario a la
muchedumbre y viceversa. La ira haba
desaparecido de su rostro, pero segua
apretando fuertemente las mandbulas.
Despus de un hondo suspiro se acerc
al reverendo James.
Este, aunque en sus ojos se vea un
simple estupor, levant instintiva y
lentamente las manos a la defensiva,
apretando los dientes. Pero West no
atac. En cambio dio la espalda al
vicario y se enfrent a la multitud.
Muchachos exclam con toda la
claridad que permita su voz ronca, no
voy a tocar a este hombre. Y tampoco lo
haris vosotros.
Produjo el mismo efecto como si un
blido hubiese cado dentro de una
laguna. Hasta mster Bull retrocedi,
sobresaltado. Fred Cordy, que haba
dejado de hacer sus acrobacias, se
agach como un duende y esper.
Oiga! el carnicero por fin
recuper el habla. Est usted loco?
No. Escucharme! Jams supe
nada de este asunto acerca de Cordelia
Martin
Ah! se oy una voz, pero es
que ningn rico lo hubiera sabido.
Miradlo! grit West, y se hizo
a un lado. Mirad su cara!
Hubo un corto silencio.
Si Cordelia Martin se enamor de
l dijo West, jurara que l jams
lo supo. No tiene expresin de culpable.
Si lo fuera sabra defenderse. Maldita
sea nuestra estupidez. No veis que ni
siquiera comprende?
Y hay otro motivo para que yo, o
vosotros, u otro cualquiera deba dejarte
en paz.
Mster Bull, con un puo levantado
para dar un grito con nfasis, lentamente
baj la mano.
Y cul sera ese motivo?
Que est completamente
extenuado. Casi no ve. Vosotros lo
sabis Y y
West, perplejo, contempl el csped.
Hubiera preferido salir corriendo antes
que decir las palabras trilladas y tontas
que deba pronunciar. Pero crea tan
firmemente en ellas, como si fueran un
artculo de fe, que se esforz en
decirlas.
No pueden golpear a un hombre
cado dijo West.
Se precisaron quiz diez segundos
para que las palabras penetraran dentro
de las mentes y veinte ms para que
quedaran grabadas. Las gruesas
chaquetas negras abrigaron ms, los
sombreros domingueros oprimieron ms
las cabezas. Y al or la ms poderosa de
las leyes no escritas, los hombres
olvidaron su clera y se avergonzaron
de s mismos ms de lo debido. Se
observaba en ellos una propensin a
mover los pies con inquietud, a mirar al
suelo o al cielo, a expresar algo
inexplicable.
Da vergenza pelear se oy
decir en medio de la multitud.
Ah, y sobre todo en domingo
refunfu otro. Nadie ri.
Mi esposa dice
La ma dice lo mismo. Sin
embargo, puede no haber sabido el caso
de Cordelia, no?
Puede no haberlo sabido.
Y hay otra cosa ms dijo West
. Prometo que el vicario se enfrentar
con cualquiera de vosotros, con o sin
guantes, dentro de veinticuatro horas.
Prometo
Ah, est bien se oy una voz
quejumbrosa.
Tal vez, pero es una promesa!
Por lo dems no sera mejor que nos
fusemos a casa?
Era una insinuacin que esperaban
ansiosamente, pero nadie quera dar la
idea. De uno en uno, de dos en dos o de
tres en tres se alejaron hablando en voz
alta sobre temas indiferentes. Casi el
ltimo en irse fue mster Bull, que
llevaba en la mano su cuello arrugado.
Muchacho dijo apoyando
amistosamente una mano sobre el
hombro de West, con la ltima parte
de lo que dijo bueno, estoy
completamente de acuerdo. Pero con la
primera parte, todava sigo pensando lo
mismo. Muchacho, tenga cuidado!
Mster Bull se alej hacia el sendero
del lado sur, con sus zapatos que crujan
y sacudiendo la cabeza en seal de
duda.
En la pradera llana, iluminada por el
sol, slo quedaron West y el reverendo
James. Aqul recogi la chaqueta,
sacudindola contra el suelo, abstrado
en la idea de quitarle el polvo, y meti
la corbata en el bolsillo. Luego, al darse
la vuelta, se encontr con la mirada
triste del reverendo James.
Por qu hizo esto? murmur el
vicario.
Nuevamente una creciente turbacin
confundi a West.
No me lo pregunte repuso,
porque no lo s. De todos modos, puede
protegerse. Pero le pido disculpas por
si alguna vez pens que no era honesto.
Los ojos del vicario parecieron
sorprendidos con la palabra honesto.
Qu he hecho a la gente de aqu?
Dios de Misericordia, qu he hecho?
dijo de pronto, como una plegaria.
Nada! contest West. Al
contrario. Alguien quiere arrinconarle y
triturarlo; por supuesto, no son los
amigos de Theo Bull. Oiga, si yo fuera
usted me ira a la vicara y me acostara
durante una hora. Entonces podr pensar
con mayor claridad.
S. Gracias, mster West
contest despus de un instante. Y
tampoco me olvidar de cumplir la
promesa que ha hecho en mi nombre.
No dijo nada ms, aunque pareci
que iba a hablar. Con paso tambaleante,
exactamente como el de un hombre que
hubiese cado desmayado despus de
recibir un puetazo, atraves el prado y
desapareci detrs de la esquina norte
del edificio.
West se puso maquinalmente la
chaqueta. Mientras reflexionaba,
contempl el prado con una mirada vaga
y luego se sent apoyndose contra el
muro de la Fortaleza. Con las rodillas en
alto y la barbilla descansando en las
manos, West sigui su meditacin, hasta
que se le cruz una sombra.
Cuando vio a Joan, vestida de verde,
frente a l, le lati el corazn, como
siempre le ocurra.
Me alegra que hayas actuado as
dijo Joan en voz baja, casi sin aliento
. S, querido, lo vi! Segn las
costumbres, quiz hubiera debido
preferir una pelea terrible. Pero no ha
sido as. Oh, me alegro de que hayas
actuado as.
Gracias, mueca. Sintate aqu.
Todava me quieres?
Joan se sent a su lado, y cada vez
era ms evidente que le segua
queriendo.
Gordon murmur luego, en
qu estabas pensando? Quiero decir
cuando llegu hace unos minutos.
Escucha dijo West con firme y
ardiente sinceridad. Permteme que te
advierta ahora mismo. Si despus de que
nos casemos sigues queriendo saber en
qu estoy pensando, te estrangulo. Lo
digo de veras! As.
T no me quieres.
Al diablo que no! Simplemente
indicaba
Contina dijo Joan.
Prosigue y estranglame! Vers si me
importa.
Puesto que era una medida
demasiado drstica, l la bes tal como
ella esperaba.
Pero, Gordon. En qu estabas
pensando?
West cerr los ojos, cont
lentamente hasta diez y luego cedi.
Oh, no lo s. Sobre todo en
Hunter. Pensaba el por qu' me habra
desagradado hasta hoy West cavil,
aunque ya tena su respuesta. Sera
por su aspecto involuntario de
superioridad? No, puedo competir con
eso; lo odio, pero puedo competir.
Sera por su actitud infantil con la
gente, en especial con las mujeres? S!
Eso es!
A m tampoco me agrada mucho.
Bueno continu West, hoy ha
pronunciado un sermn muy tonto, a
pesar de que admir bastante su valor de
hacerlo. Ms tarde su confianza en s
mismo dio un vuelco tan grande que
vacil. Despus de esto el hombre no
puede desagradarle a uno. En cuanto a
este asunto de Cordelia Martin
Supongo que t, no habras odo nada?
Joan titube.
S-s, querido. Lo haba odo.
Siempre lo supiste?
Pero slo en cierto modo,
querido. Era voz corriente en la aldea.
De todos modos dijo West
levantando los hombros, resulta ser
una situacin graciosa. El autor de los
annimos ha enredado a Hunter, al
parecer, con ms mujeres que las de un
harn de Turqua. _
No me hace gracia eso, Gordon.
Tampoco a m. Y especialmente
desde que t nombre
En ese momento cruz ante ellos una
sombra ancha y muy oscura.
Oh! se oy una voz en un tono
tan perverso que se apartaron
instantneamente. Oh! Ustedes dos!
Hubiese sido interesante que una
cmara fotogrfica tomara la escena en
ese instante: West, sobresaltado, con la
boca abierta y mirando hacia arriba;
Joan, lamentablemente, con su falda
verde ms arriba de las rodillas; y sir
Henry Merrivale mirando a ambos y
llevando en la mano un cesto de mimbre
con cartas, como si fuese Satans
recogiendo almas.
Al inspector jefe Masters le hubiera
llamado la atencin que Henry
Merrivale no hiciera referencia (por lo
menos en el momento) a los coqueteos,
tema sobre el cual era capaz de hablar
largo y tendido.
Sabrn dijo que desde
anoche quera tener una pequea charla
con los dos. Y ahora cada vez resulta
ms necesaria Usted es el joven West,
no?
As es dijo sonriente West,
mientras ayudaba a Joan a ponerse de
pie. Y por supuesto usted es el Viejo
Maestro dej de sonrer. Siempre
resuelve los problemas de las
habitaciones cerradas con llave?
As lo espero repuso Henry
Merrivale con rudeza.
A pesar de que la observacin pudo
haber parecido misteriosa, era evidente
que tanto West como Joan tenan una
idea algo ms superficial de lo que l
quera decir. Joan, con los dientes
apretados, haba resuelto que no
demostrara el menor atisbo de terror de
la noche anterior. En su mente deba
conservar siempre el recuerdo de su
madre, la leyenda de su bisabuela y de
la ta de su padre, casadas con militares,
que haban hecho frente al peligro sin
acobardarse jams. Joan crea que haba
ahuyentado el temor simplemente
olvidndolo.
Durante esta pacfica tarde de
domingo continu sir Henry
Merrivale revolviendo el contenido del
cesto de mimbre he ledo y
comparado las cartas, con resultados
muy raros y extraordinarios en algunos
casos.
Perdone la pregunta rog Joan
. Pero ha recibido alguna otra
despus de que me fui?
Para esto? Muchas Henry
Merrivale titube mientras resoplaba.
Hay una buena cantidad enviadas a una
joven llamada Marin Tyler, de quien se
dice que sostiene relaciones con el
vicario.
Otra ms? pregunt West, y
call para meditar. Espere un
momento! Marin debe de ser la dama
cuyo nombre no quiso mencionar Theo
Bull.
Ya pensaba yo que esto ocurrira
dijo secamente Joan, te lo dije
anoche, Gordon. Por supuesto que es un
absurdo acusar a Marin.
Y despus continu Henry
Merrivale observando a los dos haba
cuatro arengas presuntuosas dirigidas al
doctor Johann Schiller Schmidt. Por
ltimo, mientras el ataque segua aqu,
lleg Rafe Danvers con dos cartas
suyas.
Ese buen hombre? exclam
Joan. Qu se supone que haya hecho?
El rostro de Henry Merrivale
permaneci imperturbable.
Oh, vi una de sus cartas ayer tarde
dijo. Fue lo que me impuls a
buscar la mquina que las ha escrito.
Joan y West se miraron.
Rafe tiene muy mala vista
continu Henry Merrivale con el mismo
tono imperturbable, se sabe en cuanto
se le mira. Usa lentes para su trabajo.
Pero a Rafe le encanta ser pintoresco.
Usa un par de lentes colocados en la
mitad de la nariz y en veinte aos se ha
acostumbrado a no mirar nunca a travs
de ellos. Por esto no observ el signo de
exclamacin borrado en lugar de la
coma Ahora, ha llegado su turno,
mujer!
El tono de voz de Henry Merrivale
se puso de repente desagradable.
Ayer dijo usted recibi una
carta por el mismo correo que la del
vicario. Despus de eso vino volando a
la librera de Ra fe en busca de un libro
sobre la estatua de La Viuda Burlona.
Usted lleva ahora consigo la carta,
porque es la que retuvo cuando ech las
otras en este cesto. Quiero verla.
Joan se puso rgida. Nunca, nunca,
nunca mostrara signo alguno de
temor. Sin embargo, sus ojos se
dirigieron hacia los robles lejanos,
iluminados por el sol, como pensando
cunto tiempo ms durara la luz del da.
Es mejor que se las des, cario
insinu West con aspereza.
Con dedos firmes, Joan abri el
bolso verde y entreg la hoja doblada a
Henry Merrivale. l la ley en silencio.
Oh, oh dijo. Y qu iba a
hacer con esta carta?
Iba a ser un secreto entre Gordon
y yo repuso Joan levantando la
barbilla. Gordon puede cuidar de m.
Cree que mostrar que tengo miedo?
Henry Merrivale ley lo siguiente:

Mi querida Joan:
Considero que deberamos
conocemos mejor. Por lo tanto, me
propongo visitarte en tu dormitorio el
domingo, poco antes de medianoche.
No importa, por supuesto, que ests
custodiada.
T aspirante a afectsima amiga,
La Viuda.
10

T odo el mundo dijo que se trataba


de una tomadura de pelo. Todos
se rieron de la idea pensando
que era una broma de las tantas que
haca La Viuda. Los comentarios
siguieron hasta la noche y muy cerca de
las diez hubo un consejo de guerra en el
estudio del coronel Bailey.
En medio de una nube de humo, se
produjo un sonado debate en aquella
habitacin de estilo Victoriano, grande y
cuadrada, con los nomeolvides azules y
rosas. A travs del humo del tabaco se
distingua el mapa sobre la chimenea y
el otro en relieve entre las ventanas, as
como las viejas y confortables butacas
de cuero.
De todas las personas interesadas,
Joan no fue consultada. Estaba en su
dormitorio cambindose de vestido
porque West haba llegado.
Por esta vez sir Henry Merrivale
particip poco en la discusin.
Cmodamente sentado, con los ojos
cerrados, fumaba una tagarnina tan
desagradable como sus propios
cigarrillos. Mientras la haca girar de un
lado a otro de la boca reflexionaba
sobre los chistes y las bromas que
conoca y que formaban legin.
La principal discusin violenta se
entabl entre Gordon West y el coronel
Bailey, hasta que se pusieron de acuerdo
en que ste dirigiese el debate.
Entendido, entonces? pregunt
inflexible el coronel.
West, extendiendo las manos, se
sent en una silla. El coronel Bailey, de
pie junto a la mesa, habl con
brusquedad, con la atencin fija en su
pipa.
Cspita! Yo leo novelas
policacas! dijo con el aire de quien
hace preguntas y eruditas
investigaciones sobre los orgenes de
Caldea.
Lo que faltaba! murmur sir
Henry Merrivale.
El coronel, de carcter serio, le
lanz una dura mirada, pues quera
verdaderamente a su sobrina y hubiera
preferido morir antes de que algo malo
le ocurriera, pero tambin se hubiese
muerto antes que reconocerlo.
S que son pura fantasa dijo.
Pero escuche! Estos hechos ocurren a
menudo.
Y a uno le gustara poder decirle al
borrico de detective: Hombre, tenga
sentido comn!. Ahora el jefe de la
pandilla
Ha estado leyendo hechos
sangrientos y no cuentos policacos
interpuso West fastidiado. Pero siga.
La polica recibe una carta que
dice digamos, por ejemplo, que el
ministro de la Guerra (esto conviene)
morir exactamente a las nueve y media
de la noche y que nadie podr evitarlo.
Y?
Bueno, proceden correctamente.
Sera raro de que no contaran con la
mitad de Scotland Yard, de tres en
fondo, para rodear el despacho del
ministro de la Guerra. Ponen centinelas
en las ventanas y tambin en los tejados
el coronel Bailey respir hondo.
Pero a los muy tontos nunca se les
ocurrir situarse simplemente en el
interior del despacho. Lo que sucedera
despus podra haber sido evitado. Me
sigue?
El coronel Bailey, sin esperar la
respuesta, seal a Henry Merrivale con
su pipa.
Merrivale se sentar en un rincn
de la habitacin. Yo me sentar en el
otro. Me imagino que no habr nada de
malo dijo vacilante, mirando a West
si tambin est usted all. Por Dios!
Cualquiera que aparezca saldr con las
orejas hinchadas.
West se inclin para tomar su
cigarrillo encendido del borde de un
cenicero.
Coronel dijo con franqueza,
no sirve.
Por qu no?
Porque nadie aparecer!
Pero si es lo que deseamos, no es
as?
Diga continu West, cerrando
sus ojos castaos en tal forma que los
huesos de las mejillas parecan ms
altos de lo que eran. Cmo imagina a
la persona que aparecer si alguna
vez aparece?
No lo s repuso el interlocutor,
inquieto. Espere! Pienso que tal vez
pueda ser alguien de aspecto extrao,
con peluca y vestimentas teatrales.
Yo tambin dijo West. Est
de acuerdo, sir Henry?
Aj dijo Henry Merrivale.
Est bien! dijo West, aspirando
una bocanada de humo y apagando luego
el cigarrillo. Ahora bien; si
cualquiera de ustedes conociese alguna
manera teatral de un entrar y salir de una
habitacin cerrada con llave, sin que
nadie lo sepa, salvo la vctima que est
dentro (y que est obligada a saberlo),
se presentaran si sospecharan que otra
persona podra estar all?
No refunfu Henry Merrivale
y dio una chupada a su cigarro.
El coronel Bailey no contest ni una
sola palabra, pero golpe violentamente
su pipa dentro del cenicero de cristal.
Escuche entonces mi plan le
pidi West a Henry Merrivale, como
se lo he explicado esta tarde al coronel
Bailey. Despus de todo, no podemos
quedarnos sentados todas las noches,
hasta la Navidad, en la habitacin de
Joan. Adems Tenemos que hacer una
tentativa de apresar a La Viuda mientras
sea posible. Muy bien! Pero la
habitacin de Joan est en la planta baja,
como lo sabe la autora de los annimos.
Ese dormitorio lo seal est al
otro lado del pasillo, saliendo de este
estudio.
En tal caso insisti el coronel
Bailey con terquedad, Merrivale y yo
nos sentaremos al lado de fuera de la
puerta y no nos moveremos.
Est bien. A pesar de que hubiese
preferido Bueno, est bastante bien
West volvi a dirigirse a Henry
Merrivale. Las dos ventanas del
dormitorio de Joan son anchas, con
pestillos gruesos en el marco y difciles
de abrir.
Como las ventanas de aqu, hijo?
S. Las dos ventanas estarn
cerradas con pasador por dentro. Yo las
vigilar desde fuera con otra persona.
Es decir, habr un centinela en cada
ventana.
Cmo? Con qu otra persona?
Con Fred Cordy.
Hum! refunfu el coronel en
seal de duda.
Caramba, usted dijo que era la
nica persona en quien podamos
confiar.
Cordy? replic Henry
Merrivale al enderezarse en la silla y
quitndose el cigarrillo de la boca.
Vaya, hombre! Creo que alguien me lo
indic. No es aquel muchacho moreno,
con el cabello erizado, que se
balanceaba encima de la tumba?
West ri sin motivo.
Ese es. Para mucha gente es un
diablillo. Pero me es completamente
fiel, lo mismo que al coronel y tambin a
Joan. Adems, no abrir la boca. A
quin ms podemos buscar si queremos
mantener esto en secreto? Al vicario?
Pasar primero sobre mi cadver
dijo el coronel Bailey, apretando los
dientes.
Muchos hombres de la aldea nos
ayudaran sigui West, pero la
noticia se sabra maana en todas partes.
Con esta vigilancia alrededor de la
habitacin, existe alguna probabilidad
de que alguien entre?
Henry Merrivale, que con fastidio se
pasaba la mano por la calva, hizo una
mueca de protesta.
Pero ste es el inconveniente,
hijo. Su plan no ahuyentar en mayor
medida a La Viuda que el del coronel
Bailey?
Cmo?
Por esto. Hay alguna otra forma
de entrar, con excepcin de la puerta y
de las dos ventanas?
No. Ninguna.
Entonces tendr dos hombres
custodiando la puerta interior y otros
dos las ventanas exteriores. Si quiere
llamar la atencin hacia ese lugar, por
qu no dispara un cohete o hace tocar
Rule Britannia por una banda de
msica?
Una vez ms West se senta
intranquilo. En su rostro se acentuaron
los enrgicos rasgos que expresaban su
determinacin.
El plan no es tan tonto como le
parece. Si La Viuda se acercase, lo hara
por las ventanas. La luna lanz un
vistazo a su reloj de pulsera estar
alta; en realidad, ya est alta. Pero Fred
y yo nos esconderemos bien en la
oscuridad. Esto le satisface?
Henry Merrivale continu
mesndose los cabellos.
Hijo, no digo que est
equivocado. Pero ese tipo, Cordy
Henry Merrivale levant sus ojos
penetrantes y lanz una mirada oblicua a
travs de las gafas. No tienen a
alguien ms formal que ese duende
travieso a quien le gusta sentarse sobre
las tumbas o hacer acrobacias en la
pradera? Y Rafe Danvers, el de la
librera? O aquel mdico alemn?
Danvers convino West sera
perfecto, pero es demasiado viejo. En
cuanto al mdico
Prefiero no traerlo a mi casa
dijo el coronel Bailey con voz
inexpresiva. Su mirada se dirigi desde
el estante bajo con libros hasta los
superiores marcados War Office y
rpidamente la desvi otra vez.
Perdneme aadi para
disculparse. No tengo absolutamente
nada contra ese muchacho. Pero as es.
Se produjo un largo silencio durante
el cual el humo del tabaco pareci
espesarse.
Escuchen, esto es una verdadera
tontera! dijo de pronto el coronel
Bailey como un hombre que se viera en
el cuarto de los nios, sentado en el
suelo jugando.
Por supuesto dijo West. Pero
no es por nuestra culpa. Esta situacin
no la hemos inventado nosotros. Ha sido
La Viuda.
La tensin iba en aumento, aunque no
quisieron reconocerlo. West se levant
de la silla y camin inquieto.
Esto me resulta muy
desagradable! dijo. Deseara no
tener que hacerlo. Me da miedo el efecto
que producir sobre Joan.
Joan? repiti sorprendido el
coronel. Una sonrisa suaviz su cara.
No podra asustar a esa joven por nada
del mundo.
Perdneme. Pero tal vez la
conozca yo un poco mejor que usted.
La bisabuela de Joan dijo el
coronel, golpeando la pipa contra el
borde del cenicero de cristal
enfticamente estuvo metida en pleno
motn de Sepey en el cincuenta y siete.
Pele con un fusil junto a su marido. La
propia madre de Joan
Pero en las familias las cosas no
ocurren siempre as.
En la nuestra s. Vea este
papelucho! del centro de la mesa,
salpicada de granos de tabaco, el
coronel Bailey tom el ltimo annimo
que Joan haba recibido.
Considero que deberamos
conocernos mejor ley en alta voz.
Por lo tanto, me propongo visitarte en tu
dormitorio el domingo, poco antes de
medianoche y el resto. Tu aspirante
a afectsima amiga. La Viuda. Dnde
est la grave amenaza?
West dio un tirn a su cuello. Las
dos voces se alzaron.
No estoy seguro replic.
Pero le apuesto a que si cualquier mujer
lee eso y sigue pensndolo, acabar
ponindose verde de miedo.
Joan?
S, Joan! Maldito sea, no
comprende que Joan es impresionable?
Impresionable, mi estimado
joven el coronel habl con mucha
tranquilidad. No tendr miedo usted
tambin?
Por m no. Pero interprtelo as!
Durante ms de tres meses (a partir de
julio, coronel) nuestras espaldas han
sido el blanco de flechas envenenadas.
El veneno no mata, con excepcin del
caso de Cordy Martin. Pero la herida se
inflama y empeora, puede hacer pasar
malos momentos a ciertas personas. Es
como si va uno andando por la calle y un
flechazo le hiere en el cuello. Y se da la
vuelta y no hay nadie a la vista.
Las palabras breves expresaban el
cuadro con una intensidad desesperante.
Despus de una pausa, el coronel Bailey
disminuy sus defensas al golpear otra
vez la pipa contra el cenicero.
Hay muchas probabilidades!
dijo.
Exactamente. El autor de los
annimos puede ser usted o yo, aunque
s que no es as. Puede ser el propio
vicario. Puede ser
El timbre de la puerta de la calle
comenz a sonar con la fuerza de una
pila nueva. Escucharon los pasos de
Poppy, la criada, que iba de prisa a
responder. Joan Bailey, que estaba en su
dormitorio, en el fondo del pasillo,
tambin oy la llamada.
Joan, a quien slo faltaba ponerse el
vestido, volvi a recostar la cabeza
sobre la almohada y se puso un trapo
hmedo sobre la frente para aliviar el
dolor de cabeza mientras las aspirinas
surtan efecto. Su combinacin de seda
blanca brillaba a la luz de la lmpara
colocada sobre una mesa a la izquierda
de la bonita cama de cuatro columnas.
Es tonto! dijo Joan en voz alta,
mirando al techo. Es tonto sentirse
como me siento!
La habitacin era grande y cuadrada,
igual al estudio en el otro extremo del
pasillo, empapelada con un papel de mal
gusto que esbozaba unos repollos. Tena
una gruesa alfombra. Haba demasiados
muebles, que no tenan cabida en otra
parte. Pero el nico lado que nos
interesa es el del oeste, donde la
cabecera de la cama se apoyaba contra
la pared, entre los dos ventanales.
Aunque Joan no lo notara, ya haba
salido la luna. Las dos ventanas estaban
aseguradas y con las cortinas
descorridas para tener la certeza de que
se haba corrido el pasador.
Lo peor, pensaba, era la tremenda
sensacin de soledad.
Joan habra mojado el trapo con
mayor frecuencia en un tazn de agua
que tena junto a la lmpara, de no haber
sido porque cada vez que daba la vuelta
a la izquierda vea las agujas del
pequeo reloj sobre la mesilla de noche.
La hora se acercaba.
Si en aquel momento hubiese podido
escribir en su diario, habra anotado
algo as:
No quiero ser la mujer que estuvo
en aquel puente en llamas. Es un trabajo
de hombre; que l lo haga. Pero lo har
porque esto esperan de m. De todos
modos, Gordon estar en la parte de
afuera de la ventana. Si pudiera
inclinarme y extender mi mano a travs
del cristal, casi podra tocarle.
Como Joan se hallaba acostada, la
puerta que comunicaba con el pasillo
quedaba en la pared frente a ella, a su
derecha. El sonido del timbre de la
puerta la sobresalt, pero slo se
incorpor cuando oy la voz suave de
Stella Lacey, que se acercaba por el
vestbulo.
con toda urgencia Stella
deca a Poppy he prometido
entregar estas cartas a sir Henry
Merrivale, pero aquella espantosa mujer
con el pelo mal teido me ha dicho que
no estaba en el Lord Rodney.
S, seora dijo Poppy. Por
aqu, seora.
Joan se levant de prisa. Despus de
ponerse el vestido y los zapatos y
arreglarse rpidamente el pelo frente al
espejo del tocador, abri la puerta de su
dormitorio y pudo ver, a travs del humo
del tabaco, a Stella de espaldas en la
puerta del estudio y a tres hombres en
pie.
saba que era domingo por la
noche el encanto de Stella se
reflejaba en las caras varoniles y su
pelo rubio ceniza se arremolinaba sobre
los hombros cuando mova la cabeza,
pero tuve que hacer unas compras en la
farmacia. Si toco el timbre y asoma
mster Goldfish y ve que soy yo, siempre
baja y me hace entrar.
Goldfish? exclam Henry
Merrivale pendiente de la colilla de su
cigarro. Me parece haber odo mucho
ese nombre.
Es ese hombre pequeo, de
mirada inquieta y gafas diminutas
explic West que estaba con Theo
Bull entre la muchedumbre y que pareca
no querer encontrarse all, aunque
tambin se encontraba bastante agitado.
Me pidi que trajera esto dijo
Stella. Tambin me pidi que les
dijera que estaba con ustedes, signifique
lo que signifique. Parece ser que
tambin recibi dos annimos.
Tac, son la pipa del coronel
Bailey contra el cenicero, expresando
desesperacin.
Sobre qu? pregunt West.
Gordon! exclam Stella con
ficticio desagrado. Joan poda adivinar,
aunque no lo viera, la sonrisa de
reprobacin que le haca fruncir los
labios. Cree que soy capaz de leer
las cartas de los dems?
S! dijo Joan con voz
inaudible.
Me parece que engatus a mster
Goldfish Stella empez a rerse, pero
al ver las caras de los presentes,
instantneamente se puso solemne.
Una vez, oh, esto fue hace aos, antes
de venir aqu muri la esposa de una
persona importante y se habl de que
mster Goldfish haba preparado una
receta equivocada que contena veneno.
Un momento! intervino Gordon
West. He odo hablar de ese viejo
chisme. Es casi una leyenda. La persona
tan importante, acaso no era el Squire
Wyatt, que ha enterrado a dos esposas?
As es, Gordon.
Esto tiene que acabar dijo el
coronel Bailey.
Estoy completamente de acuerdo
con usted, coronel dijo Stella, y
seguidamente entreg a Henry Merrivale
las dos cartas. Realmente no me he
encontrado con usted aqu, sir Henry.
Pero creo que nos hemos conocido en
Londres.
Estoy completamente seguro de
que as es, seora repuso Henry
Merrivale, fijos en ella sus penetrantes
ojos. Cspita! Debe tener algo que
ver con mi esposa. Aunque, dgame,
por qu se inquiet tanto y previno a la
gente en contra ma cuando la vi por vez
primera en la pradera?
Stella pas por alto esta pregunta.
Vesta un modelo azul y uno de esos
sombreros negros con medio velo tan de
moda ese ao. Sus ojos grises brillaban
a travs del velo cuando se volvi hacia
el coronel Bailey.
Ahora me voy volando, porque
Pam debe de estar preocupada. A
propsito, tiene que leer el librito de
poemas de Pam. Pero, coronel!, no
debera ponerse esas chaquetas de
franela ni hundir las manos hasta los
codos en los bolsillos. Es demasiado
buen mozo para ir tan desaliado. No lo
niegue ahora. Lo es! En cuanto a
Joan!
Esta, ms cordial y rozagante que
nunca, entr en el estudio como si no
tuviese preocupacin alguna.
Querida! dijo Stella con tono
de ansiedad.
Joan se dej besar en las mejillas,
pero al mismo tiempo volvi sus ojos
azul claro en otra direccin, como
imaginando algn crimen inocente.
Est segura de sentirse bien?
pregunt Stella con el mismo tono de
ansiedad.
Estoy perfectamente bien ri
Joan, arqueando las cejas en seal de
inters. Por qu no habra de estarlo?
Por supuesto. Yo quera
consolarla por lo del sermn de mster
Hunter esta maana. Joan, yo estaba
furiosa. Creo que nunca en mi vida me
enfad tanto. S que no estaba usted all.
Sin embargo
Pero, Stella! protest Joan.
Y usted? No debe haber sido agradable
enterarse del contenido de estas
cartas Gordon dice que no eran ms
que tres, pero creo que llegan a una
docena diciendo que usted y Gordon
iban por mal camino.
Se produjo un silencio mortal a
pesar de que ya no era ningn secreto.
West, resuelto a evitar esta situacin, no
poda sino aparentar ser ms culpable
de lo necesario.
O no ha odo hablar de ello?
pregunt Joan.
S, querida. Lo he odo suspir
Stella hacindose un poco la mrtir.
No me pregunte quin me lo dijo!
Cuando corre un rumor absurdo como
se, nunca se puede recordar de dnde
viene. Pero si Gordon y yo no hemos
hecho ms que tomarnos de la mano a la
luz de la luna.
West hinch con fuerza los
pulmones.
Mujer dijo de pronto y sin
cortesa alguna, sealando con el dedo a
Stella, jams hemos hecho ni siquiera
eso! Jams le he dirigido una mirada
lasciva! Nunca he
Espero que no lo haya hecho
le dijo vivamente Joan a Stella. Debe
saber que Gordon y yo nos vamos a
casar el 3 de octubre To George, no
te pongas de esa manera. Te lo bamos a
decir, pero han ocurrido tantas cosas
Joan interpret mal la expresin del
coronel, que, debemos confesarlo, fue
de alivio. Despus de todo, no contaba
con ms ingresos que su media paga, y
Joan no tena nada. Sentado erguido en
la silla de cuero, reaccion lo mejor que
pudo.
Joan! Y mi querido West! Mis
cordiales felicitaciones. Por Dios, si.
La tengo! Esta es una ocasin que
requiere una botella de cham la
vista del coronel Bailey cay sobre la
carta annima, dejada sobre la mesa
como una araa.
No aadi llanamente. Lo
siento. Todava no.
Buenas noches, Stella dijo Joan
en el mismo tono. Poppy la
acompaar hasta la puerta.
Y la puerta del estudio se cerr tras
Stella Lacey.
Esto ya fue demasiado para la
dignidad del coronel Bailey.
Joan! habl con severidad.
Acaso estamos acostumbrados a tratar
as a nuestras visitas? A echarlas
virtualmente de casa? Ya mistress
Lacey! Una mujer tan agradable el
coronel prosigui a pesar de su
turbacin, la mujer ms agradable que
jams haya venido a Stoke Druid. Sin
que te lo reproche, s que me contaste un
chisme sobre ella hoy, camino de la
sacrista. Hojarasca. Nadie podr
creerlo!
El inconveniente es empez
Joan y call. Por lo menos ella no
puede haber escrito los annimos.
Qu le hace pensar que no,
encanto? pregunt sir Henry
Merrivale.
Durante esta conversacin, Henry
Merrivale, que haba dejado la colilla
del cigarro y las cartas de mster
Goldfish, estudiaba las caras con la
barbilla apoyada en su mano. Joan,
sonrojada, se dio cuenta.
Qu ha dicho?
Pregunto refunfu Henry
Merrivale, qu le hace pensar que
ella no los ha escrito?
Stella no hubiese escrito un
montn de cartas acusndose a s misma.
Diantre! Vaya pandilla de
ineptos! suspir Henry Merrivale, y
volvi a sentarse. Un hombre lo hace
rara vez o nunca, porque tiene miedo a
perder su trabajo. Es propio de la
naturaleza masculina. Pero una mujer a
quien no le importa nada, a menudo
escribe las necedades ms
descabelladas e histricas acusndose a
si misma porque cree, como usted as lo
ha pensado, que nadie sospechar de
ella. La polica conoce perfectamente
esa mentalidad.
Santo Dios dijo West, nunca
acabarn los enredos en un caso de
annimos?
Henry Merrivale no respondi. Pero
la sombra tenebrosa de nuevo haba
cado sobre ellos; la nube envolvente
dentro de la cual podan daarlos o
herirlos hasta enloquecer sin que ellos
pudieran devolver golpe por golpe.
Me imagino que esta noche
haremos la gran prueba observ Joan
riendo, la de atrapar a La La
Viuda?
West la mir.
Dices que esto no te importa?
pregunt. Contesta francamente.
Franca y sinceramente.
Angel mi dijo West con calma
, ests mintiendo.
Querido, no es cierto!
Hum! refunfu el coronel
Bailey, y se volvi. Querras tomar
un par de mis pldoras amarillas para
dormir?
S! Muchsimas gracias!,
quiero decir que no tiene importancia,
pero podr dormir mejor, no es
verdad?
Pldoras amarillas repiti
medio sooliento Henry Merrivale, y
mir al coronel. Nembutal?
Eso es. Si prefieres alguna otra
cosa, probablemente el farmacutico
No. Es una buensima idea
Henry Merrivale asinti con un
movimiento de cabeza y mir a Joan.
Pero si va a tomar esas pldoras,
encanto, tmelas ahora. S, ahora!
Obran como el diablo, pero son de
accin. Actuarn lentamente y la
tumbarn a la hora y media o ms, as
que tmelas ahora.
Y sta es la noche dijo nervioso
el coronel Bailey en que deberamos
celebrar un compromiso. Estoy contento,
saben. Al diablo si no lo estoy dijo
desafiante, temeroso de que hubiese
seales de demostracin por parte de
Joan o de West. Pero no es correcto.
En nuestro casino de oficiales, cuando
anunci mi compromiso
No hubo un hombre que no
estuviese borracho dijo Joan,
repitiendo una declaracin que haba
odo ad infinitum, desde el coronel
hasta el subalterno ms joven su valor
fall un poco y casi estalla.
Fue por mi culpa intervino West
. Si pregunta a Joan, le dir por qu
fue una declaracin tan repentina
West call de golpe. Una
declaracin! repiti l.
Vamos! Qu diablos! Qu
ocurre?
Gordon, querido, por favor, no me
hagas saltar.
Dnde est esa carta? pregunt
West. La vio sobre la mesa, la arrebat y
febrilmente volvi a leerla.
Por lo tanto, me propongo visitarte
ley en voz alta. Por lo tanto, me
propongo el cerebro de West trat
de recordar algo que escapaba a su
comprensin. El autor de los
annimos est destinado a cometer
errores usando los mismos trminos.
Ahora, a quin he odo emplear estas
mismas palabras en las ltimas
veinticuatro horas?
11

E l reloj del piso alto dio las doce


menos cuarto.
Aunque el pasillo de la
planta baja estaba a oscuras, la luz de la
luna sobre los paneles de cristal de la
puerta de la calle permita que el
coronel Bailey y sir Henry Merrivale
pudiesen verse fcilmente. Estaban
sentados en dos sillones, casi tocndose
los pies, del lado exterior de la puerta
cerrada del dormitorio de Joan.
Pero la vigilancia no haba sido
inactiva y ocasion violentas
discusiones en voz baja. Despus de las
once (cuando Joan, lejos de sentirse con
sueo, se fue a la cama) cada uno haba
entrado alternativamente dentro de la
habitacin, a intervalos de diez minutos,
para ver cmo segua Joan. Se haba
convenido de que, mientras uno
investigaba, el otro permanecera
cuidando la puerta, a la que se la haba
echado la llave como doble precaucin,
por temor a que alguien se escurriese sin
ser visto. Cada vez encontraron a Joan
despierta. A pesar de que la cabecera de
la cama estaba sumida en la oscuridad,
entre las dos ventanas profusamente
iluminadas por la luna, Joan se inclinaba
hacia el reflejo de la luz para contestar
con un susurro impaciente. De vez en
cuando, echaban un vistazo a los otros
dos guardianes despiertos, en la parte
exterior de las ventanas.
Estas seguan firmemente cerradas
con pasador. Un registro completo de la
habitacin les haba convencido de que
nadie se ocultaba en ella. Ms tarde
acab molestando a Henry Merrivale
todo ese movimiento.
Basta! Por qu no deja dormir a
la pobre nia?
Bueno, y por qu no lo hace
usted tampoco?
No lo s. Esta habitacin est
hermticamente cerrada. No veo ninguna
manera posible Hum! No.
Cuando sir Henry Merrivale
encendi un fsforo, a las doce menos
veinte, la encontr dormida. Las
pldoras de nembutal haban ganado la
partida. A las doce menos diez, el
coronel, al encender tambin un fsforo,
la encontr an ms profundamente
dormida bajo los efectos de la droga.
Adems, mantuvo una violenta discusin
en voz baja a travs de la ventana con
Gordon West; tras lo cual, el coronel
Bailey de prisa lleg a la puerta, la
abri, sali, volvi a echar la llave por
la parte de fuera e inform:
Fred Cordy tiene un revlver
dijo.
Henry Merrivale, sentado en el
silln, dej caer las manos a los lados.
Eso es magnfico dijo con voz
hueca. Es til. Cuando hay un
zapatero bobo que tiene la mana de
sentarse sobre las tumbas lo que ms
necesita en ese caso es un revlver. La
joven
Joan est bien. Profundamente
dormida. Yo estaba hablando con
West
Aj. Los oa. Parecan un par de
mangueras de incendio vacas que
desembuchaban a toda presin. Le dijo
a West que le quitara el revlver a ese
bobo?
S, se lo dije. Preferira no
haberlo hecho.
Por qu?
Bueno, Cordy no querr quedarse.
O espero que no le dispare a West.
Cordy est chiflado, sabe. Realmente
cree que nos est protegiendo.
Su idea de la proteccin dijo
Henry Merrivale es la de un individuo
que hace fuego contra el centinela en
lugar de contra el ladrn. Cspita! Por
qu se preocupa de esa Viuda?
Recurriendo a Cordy como proteccin
tendr la casa llena de cadveres esta
misma noche.
Estoy hablando en serio,
Merrivale.
Y yo tambin replic Henry
Merrivale con una voz tan suave e
inexpresiva que el coronel Bailey
respir satisfecho. Esto no me gusta
nada dijo Henry Merrivale. Cada
vez me gusta menos. Porque el
automvil est ahora zumbando a cien
millas por hora, y en este preciso
momento, ni siquiera s en qu direccin
vamos.
Puedo decrselo repuso con
suavidad el coronel Bailey. Tiene
alguna idea de la hora?
Henry Merrivale sac
trabajosamente su gran reloj que sonaba
como un martillo de enano y examin la
esfera de cerca en la semioscuridad.
Faltan cuatro minutos para la
medianoche.
Bien! dijo el coronel, con un
estremecimiento de alivio que, casi sin
verse, se sinti. Ahora le dir una
cosa agreg. Si nada ocurre entre
ahora y la medianoche, sabr que esto
fue un engao y que el tipo jams pens
en venir.
S. Yo tambin he acariciado esa
idea.
No puede ser otra cosa! Hemos
registrado a fondo la habitacin. Las
ventanas estn cerradas con pasador.
Los centinelas estn alerta. Entrar all
ahora es impo
Calle! dijo Henry Merrivale
con inquietud. Por el amor de Esa,
no emplee esa palabra. No conoce la
historia de mi vida. Usted mismo podra
salir ahora y silbar a La Viuda. Diga que
es muy improbable, si quiere. Diga que
apostara cien libras esterlinas. Pero
nunca emplee esa otra palabra!
Est bien. No comprendo, no
importa, est bien.
Gracias, amigo mo. Deca?
No soy hombre preguntn dijo
el coronel, desconcertado. Usted lo
sabe. Pero hace un minuto me ha dicho
que no entenda lo que est ocurriendo
ahora. Significa que tiene alguna teora
sobre los dems?
Henry Merrivale estaba recostado en
la silla, las manos entrelazadas
descansando sobre el cuerpo, haciendo
girar los pulgares.
Oh, eso? dijo vagamente. La
tengo, por supuesto. Pero todava est un
poco confusa y no podra probarla.
He sabido algo ms de usted
desde anoche el coronel no quiso
encontrar su mira da. No recuerdo
quin me lo ha dicho, caso curioso. No
pretendo ser impertinente. De todos
modos, s que le gusta ser confuso. No
me importa, ms bien me divierte. Es
como esas letras sueltas de las palabras
cruzadas que parecen muy tontas hasta
que uno descubre que el significado es
lgico. Si quiere ser confuso, hombre
Yo? exclam Henry Merrivale,
que haba estado mirndolo con
verdadero asombro. Yo? Confuso?
Madre ma!
No lo es? Disculpe. O decir que
lo era. De todos modos, est fuera de
lugar que le pregunte cul es su rumbo?
Bueno ahora medit Henry
Merrivale. Se lo dir bastante rpido.
Conoce casi todo, salvo algo
insignificante que mantengo en reserva y
se lo dir. Confuso? Pero Cspita!, soy
el arroyuelo ms puro que ha tintineado
nunca sobre las rocas. Esccheme con
atencin!
Henry Merrivale meditaba en el
tranquilo silencio del pasillo, mientras
el minutero de su reloj se aproximaba
lentamente a la medianoche.
Sabe empez algo
inesperadamente que la duea de mi
hotel se llama Virtue Conklin?
Este si dijo el coronel.
Oh, Virtue es excelente
refunfu Henry Merrivale con amplitud
de criterio. Es un buen ejemplo de
mujer si usted es como yo y no pretende
algo demasiado bueno.
El coronel asinti con un
movimiento de cabeza. Despus de
echar un vistazo al pasillo oscuro para
asegurarse de que no haba seoras
presentes, segn la costumbre de su
profesin, habl con cautela.
Le contar algo dijo. Una vez
conoc a una joven en Cawnpore
Se va a poner a contar historietas
atrevidas pregunt severamente Henry
Merrivale o me va a escuchar?
Pero no estaba contando ningn
maldito oh! Veo lo que quiere decir.
De todos modos, no deb haberlo dicho.
Bien. Bueno, anoche cuando sal
de casa antes de que viniera el vicario.
Le mand que se fuera dijo
lacnicamente el coronel Bailey.
Luego telefone al obispo.
De todos modos, regres al Lord
Rodney. Despus de un rato el
ademn de Henry Merrivale indicaba un
intervalo de tiempo invit a subir a mi
habitacin a mistress Conklin. Muy
chocante aadi de prisa con aire de
fervor y santidad. Pero haba que
hacerlo.
Ciertamente.
Faltaba un minuto para la
medianoche.
Estbamos bebiendo un Black
Velvet, jerez con champaa. Diantre,
qu mezcla! Y cmo habla esa mujer!
Mientras conversbamos, entre otras
cosas, me dio algunos informes que me
dejaron patidifuso. Eso es lo que no le
he contado.
Coronel continu Henry
Merrivale, por lo menos durante una
semana antes de que yo viniese aqu, ha
corrido el rumor de que un gran
detective vendra de Londres con una
buena pista.
Pero no poda tratarse de m! Por
aquel entonces, nunca haba odo hablar
de Stoke Druid. Tampoco supe nada de
los annimos hasta el viernes cuando
recib el telegrama de Rafe Danvers y
vine al da siguiente, sbado, para ver
un libro raro que ahora no viene al caso.
Pero han decidido Henry
Merrivale hizo castaetear los dedos
que yo era el gran detective con el buen
indicio. Incluso su sobrina se lo ha
credo. Cuando la encontr en la librera
de Rafe, dijo: Usted es el hombre que
anda aclarando los misterios de las
habitaciones cerradas, las
desapariciones y los milagros. Habr
venido aqu para, y se call. Hay
otros ejemplos, pero dejmoslo. Esto
fue lo que pens la gente.
En la oscuridad se alcanzaba a ver
su ceo fruncido cuando el coronel
arque las cejas.
Pero dnde est el endemoniado
indicio? Si la gente se equivoca, qu
diferencia hay?
Oh, todava no me ha
comprendido?
Me parece que no.
Con un ligero zumbido de las pesas,
el reloj de arriba toc la primera
campanada de las doce. El coronel
Bailey apret los bordes del silln con
los dedos.
Y nada ocurri.
La oscuridad, y la luz de la luna, se
mantenan firmes en la casa. Joan
Bailey, en su dormitorio, dorma
plcidamente, su cabellera extendida
sobre la almohada hacia la mesita de
noche a su izquierda. Las ventanas
seguan cerradas como lo haban estado
desde las nueve de la noche. Fuera, los
centinelas seguan montando guardia.
A cierta distancia, en una pradera
baja y hmeda donde la neblina
festoneaba adherida al suelo, la fina
figura de piedra de la estatua de La
Viuda Burlona mostraba su sonrisa
misteriosa. High Street estaba entregada
al sueo en la tenue luz que se filtraba
por las ventanas. La iglesia y' la vicara
parecan no existir, con la sola
excepcin de la sensacin de vida que
daba el reloj de la iglesia.
En el piso alto de la casa del
coronel Bailey el reloj tocaba las
ltimas campanadas de las doce. El
coronel y Henry Merrivale, inmviles,
esperaron hasta que pasara un minuto
largo. Luego el coronel afloj
lentamente la presin de los dedos sobre
el silln.
Creo que esto ha terminado
observ.
Aj dijo Henry Merrivale, que
se senta aliviado y con el sudor ms
fro de lo que le hubiera gustado
reconocer. La hora embrujada y no ha
habido bruja.
Quiere un cigarrillo, viejo
amigo?
Gracias. No me desagradara.
Encendieron sendos pitillos y la llama
del fsforo dej ver una empaada
palidez en los dos rostros, luego los
extremos rojos de los cigarrillos
brillaron aislados de todo, en la
semioscuridad, como separados del
cuerpo.
Oiga dijo el coronel despus de
una larga pausa, nos quedaremos aqu
hasta que amanezca. Es la vieja idea: si
uno hace el tonto, hay que serlo del todo.
Nunca hubo peligro alguno! habl
enfadado y en voz alta. Se lo podra
haber dicho! Siempre lo supe.
Seguro, seguro.
A propsito, no estaba usted
haciendo un anlisis del caso? Por lo
general, retengo los hechos tan
correctamente como un libro que
recuerdo de memoria pgina por pgina.
Pero no puedo recordar lo que usted
estaba diciendo.
Habamos llegado al punto noble
y puro dijo Henry Merrivale en que
usted no entenda nada. No obstante,
nunca he tenido un reparo especial en
hablar. Permtame seguir un poco y creo
que lo ver muy claro. Lo podemos
hacer con algunas fechas. Cundo
empezaron estas cartas?
En julio. Hasta entonces no haba
odo hablar de ellas.
Para ser exactos observ Henry
Merrivale mientras inclinaba el
cigarrillo hacia arriba en un ngulo
peligroso y luego lo haca girar otra vez
, fue el uno de julio. Mi Virtue (quiero
decir mistress Conklin) es la nica
joven que ha tenido la paciencia de tener
una verdadera conversacin con otra
mujer llamada Ellie Harris, la empleada
de correos. Conoce usted a Ellie
Harris?
El coronel Bailey no se estremeci
porque hubiese sido demasiado
demostrativo, pero sus hombros lo
indicaron.
Comprendo continu Henry
Merrivale que la gente no pueda
mantener una larga conversacin con
Ellie. Es completamente sorda; grita y le
pone a uno nervioso, y la mayor parte de
lo que dice resulta ininteligible. Pero
mistress Conklin ha nacido en la East
India Dock Road, donde en tiempos
pasados todos gritaban a la vez y nadie
entenda. Virtue persever. Resultado: la
primera carta fue entregada el uno de
julio a Stella Lacey en persona.
El coronel se enderez.
A mistress Lacey? Tonteras,
hombre! Mistress Lacey no ha recibido
ninguna carta!
Ella menta dijo sencillamente
Henry Merrivale, pero eso no
interesa. Ahora no se inquiete y preste
atencin a las fechas. Cundo se ahog
en el ro Cordelia Martin?
Eso es bien sabido. En la noche
del doce de agosto. En cuanto a mistress
Lacey
Henry Merrivale ignor a mistress
Lacey.
As es! dijo con nfasis. El
doce de agosto. Y despus qu ocurri,
muchacho? Las cartas dejaron de llegar
durante un mes entero. Hasta donde
puedo deducir por el contenido del cesto
lleno de cartas y por la conversacin
con mistress Conklin no hubo ningn
mensaje annimo. Y cmo explicamos
esto? Pues, porque continu Henry
Merrivale el autor de los annimos
tiene miedo. El annimo es perverso en
cualquier caso, concedido. Pero el caso
de esta persona ahogada, si no
legalmente, s virtualmente, es un
asesinato. Ha ido demasiado lejos. Y el
autor decide parar, quiz para siempre.
Pero volvieron a aparecer.
Calle! interrumpi Henry
Merrivale haciendo pases mesmerianos
para que el cigarrillo creara un dibujo
. Esto es justamente lo que yo
denomino el punto raro y extraordinario.
Como le he dicho, durante una semana
todo el mundo en Stoke Druid ha estado
esperando a un gran detective con una
buena pista. Si el rumor es cierto, debe
llegar al final de la semana, el trece de
setiembre. Y ese mismo da, fjese, dos
annimos, por lo menos, aterrizan de
golpe en dos lugares distintos. Amigo
mo, cul es el juego de La Viuda? El
gran detective puede ser alguien
peligroso. No es el momento apropiado
para quedarse callado y no empezar otra
vez' a verter vitriolo? Pero sabemos que
se enviaron las cartas. Le pregunto: por
qu?
El coronel Bailey refunfu:
Es fcil dijo. Una
fanfarronada! El autor del annimo
quiere burlarse, quiere decir: Qu me
importa el gran detective?.
S reconoci Henry Merrivale
. Esa es la respuesta natural para
cualquiera que no tenga la mente
complicada. De todos modos, no
concuerda con la idea de que La Viuda
se asust despus de la muerte de
Cordelia Martin.
Pero mi estimado amigo, es
tambin sa su teora. Si las dos caras
de una teora no concuerdan, est listo.
Oh, no, no lo estoy! repuso
Henry Merrivale con porfa; dej caer la
colilla de su cigarrillo al suelo y la
apag. Por ejemplo, nadie se ha
preguntado cul es el motivo. La
primera lluvia de cartas, hasta el doce
de agosto, pudo ser por el motivo que le
guste; quiz por pura maldad. Pero la
segunda tanda, cspita!, huele a un
motivo diferente.
Durante un momento qued caviloso,
con la barbilla apoyada sobre el pecho.
El curso del razonamiento de este
viejo puede ser refunfu puro
viento de lado. Lo que rara vez ocurre
seal hacia arriba. Pero La Viuda
prometi aparecer y no lo ha hecho. Ah
est la joven y seal con la cabeza
hacia la puerta cerrada durmiendo tan
a salvo como la casa, rodeada de
centinelas. Parece que me he
equivocado. Debemos reconocer
Henry Merrivale call de golpe.
Dios! dijo el coronel Bailey.
Detrs de la puerta cerrada del
dormitorio de Joan, muy poco
ensordecido por la puerta o por las
ventanas ms alejadas, se oy el
estampido de tres disparos de revlver.
El ruido de los disparos de un
Webley 38 lleg hasta la parte ms alta
de High Street, rasg la noche y les
paraliz el cuerpo tanto como la mente.
Luego, mientras se pudo haber
contado hasta tres o cuatro en un latido,
se oy en la habitacin un ruido tan poco
humano que al principio Henry
Merrivale no lo identific como un grito
femenino. Pero Joan volvi a gritar y
luego por tercera vez. Despus, no se
oy nada, salvo los golpes de los puos
contra los cristales de las ventanas.
El coronel, sacudindose al pisar el
cigarrillo, se movi con rapidez y
serenidad. Meti la llave en la
cerradura, la hizo girar y abri la puerta
de par en par.
l y Henry Merrivale de pie, tenan
en la pared de enfrente, y algo a la
derecha, las dos enormes ventanas
iluminadas por la luna, con la cabecera
de la cama entre ellas. El dormitorio
estaba bastante claro, aun para los otros
dos hombres que se distinguan uno en
cada ventana y que golpeaban los
cristales.
El coronel, tropezando con los
muebles y arrojndolos a un lado, corri
hacia la derecha hasta un lado de la
cama, donde se hallaba acostada Joan
con la cabeza cerca de la mesita de
noche. Pang-pang, seguan golpeando los
puos contra los cristales. Gordon West,
clavados los ojos en el coronel Bailey,
que no estaba a ms de un metro de
distancia, pregunt algo ininteligible.
Henry Merrivale, que segua observando
desde la puerta, accionaba el
conmutador sin lograr encender la luz.
No la han matado desvari el
coronel Bailey, mientras coga a Joan
por los hombros, al ver que sus
prpados se movan. Creo que ni
siquiera est herida. Est solamente
desma No, ella nunca se desmayara.
Es la maldita droga!
Henry Merrivale, en el umbral de la
puerta, berreaba llamando a Poppy, la
criada, que haba prometido quedarse
despierta por si la necesitaban. Sobre la
mesilla de noche Joan haba dejado un
tazn con agua y un pauelo para
humedecerse la frente. Su to,
tropezando con la mesilla, se dedic a
mojar suavemente el rostro de Joan y
vio que abra los ojos en el preciso
momento en que el clamor y el alboroto
invadan la habitacin.
Si no abre esa ventana dijo
West, la forzar.
Merrivale! dijo el coronel por
encima del hombro. Por qu diablos
no enciende la luz?
Porque el conmutador no
funciona. Y no me muevo de aqu hasta
que alguien venga a vigilar la puerta. Al
diablo con las cerraduras caseras!
Pruebe la lmpara de mesa que tiene a
su lado!
El coronel, al extender la mano,
encontr que faltaba la perilla de la
lmpara y lo comunic sulfurado. El
agua se derram. Joan, que haba abierto
los ojos lentamente y reconocido a su
to, se agarr a l. Poppy,
asombrosamente, rod el ltimo tramo
de la escalera, sin hacerse el menor
rasguo.
Qudese en esta puerta grit
Henry Merrivale a la criada. Cruce
brazos y piernas delante de la puerta. D
un alarido si alguien intenta salir.
Entendido?
Poppy emiti un ruido parecido al
de la sirena anunciadora de las
incursiones areas.
All est la maldita bombilla
elctrica! grit West. Al borde de
la mesilla de noche, a menos de quince
centmetros de la ventana.
El coronel tante y la encontr.
Cuando estaba ponindola en el
casquillo se oy una voz fuerte y alegre
fuera de la casa: Fred Cordy bailaba all
como un ttere en una casilla iluminada
por la luna.
Le dispar! grit Cordy. Le
dispar! Y sir Henry Merrivale, a
quien no le faltaba valor para hablar,
sinti que se le ponan los pelos de
punta.
No la mat! gru el coronel
. Est bien
Bang, golpe un puo que casi
rompe el cristal. En aquel preciso
momento una luz suave, pero ntida,
inund la habitacin desde la lmpara
con aquella pantalla blanca colocada
sobre la mesa.
Nadie se movi, a excepcin de sir
Henry Merrivale, que fue a examinar las
cerraduras de las dos ventanas. Se
puede decir que, aun que una estaba
ligeramente floja, ambos pestillos
metlicos calzaban cmodamente dentro
de la cerradura y todava se encontraban
firmemente cerrados.
Henry Merrivale poda ver, a travs
de la ventana, el rostro de Gordon West
con los ojos desorbitados de espanto.
Gordon envolva el puo en su chaqueta
para dar un puetazo al cristal. Henry
Merrivale gir la llave y levant el
largo bastidor interior de la ventana que
se movi sin crujir. Y West, despus de
ponerse otra vez la chaqueta, pas el
antebrazo: en la mano llevaba un
revlver Webley 38.
Henry Merrivale cerr la ventana, le
ech el cerrojo y examin atentamente la
habitacin.
Est bien ella? pregunt West
. Ella est bien?
S, s, s! repuso agitado el
coronel.
West dej el revlver sobre la
mesilla de noche.
Perdneme dijo con un ademn
demostrativo.
El coronel Bailey, que haba
permanecido sentado al borde de la
cama, con su brazo rodeando a Joan
para sostenerla, acept la excusa con un
movimiento de cabeza y se levant. West
le sustituy y apret con fuerza su brazo
alrededor de los hombros de Joan. Esta
le mir con la vista vaga y le sonri.
Esos disparos empez el
coronel.
Cordy los hizo contest West,
respirando profundamente por las fosas
nasales. Lamento no haberle quitado
el arma cuando usted me lo dijo. Pens
que todo ira bien. Pero he visto
S, hijo? inst Henry
Merrivale. Qu es lo que ha visto?
Una maldita sombra de aspecto
extrao dijo West que pareca
trepar por la pared. Eso fue exactamente
antes de que sonara el reloj de la
iglesia. Es probable que slo haya sido
mi imaginacin o un juego de sombras;
creo que lo era. De todos modos
Contine! dijo el coronel.
Le habl en voz baja a Cordy.
Tambin debe de haber visto la maldita
sombra. Sea lo que fuere, hizo tres
disparos; no pude hacer lo que usted me
orden; cuando quise quitarle el
revlver se volvi contra m y casi le
rompo el brazo. Dnde est Cordy
ahora?
El martilleo contra la ventana haba
cesado.
Se fue dijo el coronel.
Se senta triste. Se cree un hroe.
Por eso gritaba: Le dispar!. Pero no
nos ocupemos de Cordy la voz de
West se suaviz. No te han hecho
dao, Joan. No podan hacerte nada.
Por qu has gritado, querida?
Con un violento esfuerzo, y sin
acabar de sentirse segura, Joan levant
la cabeza apoyada en el hombro de l.
Gordon susurr.
S, Joan?
Estuvo aqu.
Nadie se movi ni habl en esa
habitacin victoriana, sofocante, debido
a las ventanas hermticamente cerradas.
West se humedeci los labios secos.
Quin estuvo aqu, Joan?
La Viuda. Yo la vi. Ella me
toc.
Un violento temblor se apoder del
cuerpo de Joan, que West apacigu
acercndola ms hacia l. Al mirar al
resto de los presentes, l vio una
expresin extraa en los rostros. West
volvi a humedecerse los labios. El tono
de su voz era natural, como si hablara de
una visita que hubiese acudido para
tomar el t.
Dnde le viste, querida?
El ademn lento de Joan indic el
borde de la cama, en el mismo lado en
el que se hallaba sentado West, pero un
poco ms lejos.
Algo me despert. Golpes.
Estrpito. Detonaciones. No s Joan
haca pausas entre cada palabra porque
todava luchaba contra la histeria
producida por los rastros del nembutal.
S, querida?
Y ah estaba ella. Al pie de la
cama. A la luz de la luna. Qu raro!
los ojos azules parecan vagamente
preocupados. Durante un segundo
cre que era un hombre disfrazado. No
s por qu. Pero era La Viuda. Le vi los
dientes. Extendi la mano. Cuando me
toc No recuerdo nada ms, nada
Estabas soando, querida.
Tranquilzate ahora! Todo eso lo has
imaginado.
Pero Joan, aunque su mente estaba
confundida, recordaba muy bien lo que
haba visto y haciendo acopio de todas
sus energas, realiz un ltimo esfuerzo.
Estaba aqu! Joan grit
dbilmente. Estaba aqu! de pronto
ech atrs la cabeza. Al cerrrsele los
prpados, West pudo ver el blanco de
los ojos vueltos hacia arriba. El pecho
de Joan suba y bajaba, suave y
uniformemente, debajo de la bata de
seda gris. Despus de un momento, West
la recost sobre la almohada y se irgui.
Est desvanecida dijo.
No est desvanecida dijo
brevemente el coronel Bailey. Las
pldoras para dormir la han vencido.
Pero al menos durante un minuto
entero nadie pronunci palabra alguna.
La luz tranquila de la lmpara
brillaba en la habitacin cuadrada,
empapelada con repollos azules,
verticales sobre un fondo amarillento.
Vieron a Poppy de pie, con los brazos y
las piernas extendidos, en el umbral de
la puerta. Vieron en desorden las sillas
tapizadas con respaldos de felpa. El
nico lugar en el que alguien hubiese
podido esconderse era el enorme
guardarropa Victoriano, y el registro de
Henry Merrivale un rato antes haba
demostrado que no contena nada que no
fuera ropa de Joan. Poppy asinti,
segura de que nadie se haba escurrido
hacia fuera. Sus ojos reflejaban una
intensa incredulidad.
Esto no puede ser! dijo West.
Tom de repente el Webley de la mesita
de noche, como para defenderse contra
un enemigo, y lentamente se volvi otra
vez. Les digo sencillamente que esto
no puede ser grit.
Lo s, amigo mo asinti
framente Henry Merrivale, pero lo
es.
12

D espus de una larga y


provechosa entrevista con el
jefe de polica y
superintendente, el inspector Garlick
el

decidi llegar discretamente a Stoke


Druid y poner en juego todos sus
conocimientos respondiendo a las
rdenes de sus superiores de Londres.
Su xito podra implicar un ascenso.
Entr en el saln del Lord Rodney a las
nueve en punto del da siguiente (lunes)
como se le haba pedido, pero no
encontr ah a sir Henry Merrivale.
En el saln le recibi mistress Virtue
Conklin, que lograra conservarse
hermosa si usara menos afeites en la
cara. Mistress Conklin, pasndose la
mano por su pelo rubio dorado peinado
alto, le inform que Henry Merrivale
haba regresado muy tarde y que, por lo
tanto, no se le poda molestar.
El inspector Garlick se sent
entonces para esperar.
Que Henry Merrivale dorma, lo
podra atestiguar no tan slo mistress
Conklin, sino cualquiera que se hallase
en las proximidades del Lord Rodney.
Una serie de ronquidos sonoros
provenientes de las dos ventanas altas
terminaban en un silbido semejante al
del carrito de un afilador.
A la una y media de la tarde el
inspector haba ya terminado de
almorzar y en el stano del hotel se
haba producido una desacostumbrada
agitacin. Mistress Conklin decidi
entonces que ya iba siendo hora de que
se despertase su husped.
Subi, apartando a los esbirros,
hasta el aposento del emperador. Le
despert, hizo que se afeitara, le
sumergi dentro del bao contiguo,
producindose un chapoteo como si
Henry Merrivale fuese un hipoptamo y,
finalmente, se ocup asimismo de que se
pusiera un traje oscuro muy elegante.
Todos los caballeros se los ponen
declar ella.
Mientras esto ocurra, escuchaban el
murmullo de una discusin general que
provena del bar situado exactamente
debajo. En un momento determinado,
mistress Conklin fue rechazada hacia
atrs, dio contra la pared y cay sentada.
Es preciso aclarar que a ella no le
molestaba ese trato, ms bien le
agradaba y no hubiera comprendido
otro. Simplemente observ que sir
Henry Merrivale era mucho peor que su
difunto marido.
No obstante, todo fue
tranquilizndose. Mistress Conklin
adopt una actitud muy digna cuando una
criada atemorizada introdujo un carrito
con la bandeja del desayuno. Despus
de indicar el lugar con el gesto de una
emperatriz romana de pelcula, esper
hasta que Henry Merrivale hubo
devorado el desayuno. Fue entonces
cuando se sent en el borde de una silla
y trat de sonsacarle.
Ahora, pichn empez.
Henry Merrivale la contempl por
encima de las gafas.
Empieza a hablar le pregunt
cuando apenas comienza a amanecer?
No sea desconsiderado con su
pequea Virtue. Anoche, en casa del
coronel, alguien hizo tres disparos de
revlver. Todo el mundo los oy salvo
el oficial su cuerpo robusto se movi
con inters. Qu fue, pichn?
Henry Merrivale dej el cuchillo y
el tenedor. Contest tres variantes: a)
que disparaban contra un ladrn; b) que
estaban jugando a Guillermo Tell, y c)
que al coronel Bailey se le escaparon
tres disparos al limpiar su revlver.
Mistress Conklin, dejando a un lado su
afectado refinamiento, le llam con
todos los nombres que figuraban en su
extenso vocabulario cockney.
Ve aquella ventana? pregunt
Henry Merrivale sealndola con el
tenedor de una manera siniestra.
Por Dios dijo mistress Conklin
mostrando indignacin, pero
interiormente encantada, no me cabe
duda que es capaz de arrojarme por la
ventana.
Por supuesto. Soy Satans.
No, querido repuso con mucha
firmeza mistress Conklin, puede ser
muchas cosas, pero no Satans
sacudi la cabeza y respir hondo, pero
en seguida mostr una sonrisa picaruela
. Se ha perdido unas esplndidas
peleas en el gimnasio nada ms que por
su culpa aadi.
Qu peleas?
Mi marido, antes de morir, hizo
construir un hermoso gimnasio en el
stano dijo Virtue frotndose
convencionalmente el rabillo del ojo
con un pauelo; con un ring
esplndidamente equipado con cuerdas;
guantes de todos los pesos y un precioso
gong que casi se rompe por hacerlo
sonar a todas horas.
Pero qu es esto de las peleas?
Su Santidad dijo Virtue.
Por el amor de Esa, quiere
decir de qu est hablando? Qu santi
Espere! dijo Henry Merrivale.
Por una casualidad estara usted
hablando del vicario?
Los conocimientos de Virtue sobre
los ttulos eclesisticos, incluso los de
las iglesias, eran muy confusos. Ella se
refera al vicario, pero insisti
tercamente en el trmino empleado.
A las doce menos diez continu
, l entr en mi bar y me habl. Yo
dije De acuerdo porque iba a ser buen
negocio para el bar. Entonces Su
Santidad se dirigi a la carnicera de
Theo Bull en el momento en que haba
mucha gente.
Aj. Adivino lo que sigue.
Buenos das, mster Bull dijo
Su Santidad, tan suave como la manteca
. Ya es casi hora de cerrar dice el
hombre santo, no querra venir al bar
a sacudirse las pulgas conmigo?.
Escuche, mujer! Esta sarta de
mentiras de que Hunter hable como un
vendedor de peridicos
Oh se mof Virtue sin darle
importancia, no digo que lo haya
dicho. Es la idea. Y Theo se escupi en
las manos y dijo que nada le gustara
ms. Pero Theo mand un mensaje a un
granjero grande y fornido que se llama
Jim Somers para que se pusiera en el
rincn de Theo. Y Theo quiso que mster
West fuese el rbitro.
West, eh? refunfu Henry
Merrivale. Tuvieron algn
inconveniente para encontrarle?
No, querido. Tuvieron que sacarle
de la cama como a usted, y algunos
dicen que pareca como muerto. Pero
mster West dijo que lo hara.
Es verdad, pichn continu
Virtue con voz despavorida. Se poda
pensar que todo el condado se
trasladaba a mi casa. Theo Bull jur que
no le bastaba con una pelea de tres
rounds como los aficionados. Quera de
quince como un profesional, y lo que es
ms, pidi guantes de cuatro onzas, que
son los ms ligeros que se permiten.
Sir Henry Merrivale se levant de la
mesa.
Cree que no lo s? pregunt.
Escuche, mujer! En Cambridge, en 1891
o tal vez en 1892
Pero Virtue haba perdido toda
mesura. Se levant del silln donde
estaba sentada para ponerse a bailar en
medio del cuarto, moviendo su cabellera
dorada y balanceando otras partes del
cuerpo, con el puo izquierdo extendido
y el derecho colocado algo ms atrs.
Bang, toc el gong para el primer
round. Theo Bull atac con el brazo
doblado en un movimiento que un nio
podra haber evitado. Su Santidad fue en
busca de Theo hizo la demostracin
grfica y luego se enderez con un
uppercut. Theo cay cuatro veces en el
primer round y no pudo aparecer en el
segundo. Pero Theo es un deportista
correcto. Repeta todo el tiempo que
haba sido una buena pelea y que iba a
mandar a Jim Somers a pelear contra
l. Todos vociferaban y lo pedan a
gritos. Jim es ms grande y ms pesado
que Su Santidad, que pesa un poco como
un velero. Jim no tiene ninguna ciencia,
comprenda, pero tiene una buena
derecha con la muerte en ella.
Henry Merrivale, tan honda y
profundamente encandilado como Virtue,
la miraba fascinado.
Dios, qu pelea!, pichn. Jim
castiga un poco a Su Santidad y le hace
caer en el cuarto round, pero el hombre
santo no deja de mandar izquierdas y
derechas a la cara de Jim. Cuando llega
al noveno, Jim apenas puede ver y
golpea en el aire.
Entonces mster West (que se
equivoc, querido, porque Mahoma iba
delante por puntos, pero dio un fallo
razonable que content a todo el mundo)
dio por terminada la pelea y dijo que era
combate nulo. Todo el mundo grit y se
estrecharon las manos. Su Santidad grit
y dijo que, tan pronto como tomara un
bao, invitaba a todos a una copa de
ginebra en el bar.
Virtue call, completamente sin
aliento, y descans un poco.
Querido aadi, ayer
odiaban a este hombre como si fuese
veneno. Hoy es el caballero ms popular
de Stoke Druid. Es raro, no le parece?
Oh!, no lo s. No tan raro.
Virtue segua inmvil, con los brazos
cados. Mir hacia un rincn del techo y
de pronto las lgrimas fluyeron de sus
ojos y al correr estropearon el
maquillaje.
No lo sabr yo? dijo con voz
spera. Kid Trelawney era de Poplar.
Un peso ligero tan rpido que no podan
cazarle. Y yo slo tena diecisiete aos.
Hubo un prolongado silencio.
Sir Henry Merrivale se sent
refunfuando en voz baja. Con mucha
concentracin pinch el tenedor en un
fragmento de huevo que haba quedado
en el plato y sigui pinchndolo sin
levantar la vista.
Pero a mistress Conklin no le era
posible permanecer deprimida ms de
dos o tres minutos seguidos. Despus de
componerse la cara ante el gran espejo
colocado entre las dos ventanas, volvi
con toda naturalidad a la actitud de gran
seora que haba adoptado delante de la
criada. Alisndose el pelo y dejando
caer los prpados, se dirigi a Henry
Merrivale con una inflexin de voz tan
refinada que l cerr lentamente los ojos
de rabia.
En realidad dijo Virtue, creo
que esta exhibicin por parte de un
hombre santo es muy chocante. Una
pelea vulgar, puedo asegurrselo!
Henry Merrivale la amenaz con el
tenedor.
Si sigue imitando a Paula
Tanqueray dijo l le arranco el
corazn. Hay algo ms. Cree que la
Iglesia quiere que sus pastores sean
decadentes mojigatos? Le apuesto a que
no! Nuestro reverendo James ejem
tal vez se entusiasme demasiado y llegue
un poco lejos. Pero lo ocurrido hoy,
caramba, es lo mejor que poda haber
ocurrido! Dgaselo a todas las visitas.
Visitas? suspir Virtue,
consternada. Haba olvidado por
completo que deba fingir estar enfadada
con Henry. Pichn suspir
excusndose tiernamente. Hay dos
visitas que le estn esperando.
Ah? No ha habido llamadas
telefnicas de Londres?
No, llamadas telefnicas no. Pero
las visitas
Virtue, a punto de perder sus
modales de gran seora, se corrigi.
Una es un simple polica dijo
con arrogancia. Ha esperado varias
horas, no le molestar esperar un poco
ms. Pero la otra
Se oy un ligero golpe en la puerta
del dormitorio. Virtue se situ
rpidamente cerca de una ventana
mientras Henry Merrivale abra la
puerta.
Marin Tyler, rebosante de alegra,
entr y la cerr suavemente. Vesta
pantalones negros, un sweater castao y
un abrigo echado sobre los hombros.
Los sentimientos de Marin acentuaban
el color tostado de su tez, en contraste
con el negro de su melena lacia y la
alegra de sus ojos castao claro.
El da anterior no se haba mostrado
cordial con Henry Merrivale. Hoy era la
cordialidad personificada. No obstante
su porte denotaba vivacidad y sentido
comn.
Siento entrometerme, sir Henry
dijo. Pero puedo sentarme un
momento? Y oh!, mistress Conklin,
por favor, no se retire. Le agradecer
mucho que se quede y me ayude.
Virtue, asombrada y complacida, sin
embargo, guard su compostura. Le
cedi su silla a Marin y tom una
mecedora para s misma.
Tome asiento le rog.
Henry Merrivale miraba a Marin
con una expresin enigmtica.
Posiblemente distaba mucho de
mostrarse cordial por su mal genio o tal
vez por la actitud de Marin el da
anterior.
Dicho sea de paso, aparte de
visitarme, por qu est aqu en Lord
Rodney?
Vine a aplaudir la pelea de mster
Hunter contest sencillamente
Marin.
Si? exclam Virtue. No la
vi!
Estaba arriba en el saln, mistress
Conklin. Los bares estaban llenos y
mandaban las noticias round por round
los ojos de Marin chispeaban.
El lo hizo bastante bien, no?
Miss Tyler dijo Virtue
inclinndose hacia delante con
vehemencia, les peg en quiero
decir que sali victorioso.
Sin embargo, Marin pareci dejar
esto de lado como si no le diese
importancia.
Vea, sir Henry continu con su
aire ahora tan simptico, en realidad
he venido para pedirle un gran favor.
Cul?
Antes de hacerlo Marin vacil y
apret su bolso de mano, tengo que
decirle que ha resultado muy
desagradable lo sucedido anoche en
casa del coronel Bailey.
Lo cree as?
Lo s dijo Marin con
franqueza, clavando su mirada en l.
La pobre Joan tuvo tal impresin que
esta maana el coronel la trajo a mi
quinta y me pregunt si poda darle
alojamiento durante uno o dos das. Dijo
que quera acompaarla de continuo,
pero que prefera que la cuidara una
mujer. Por lo tanto, estoy bien enterada.
Ah dijo Henry Merrivale.
Virtue, que casi gritaba de
curiosidad, sin embargo, permaneci
alejada en la mecedora, alisndose el
pelo.
Sir Henry! No puede haber
ocurrido! dijo Marin.
Me parece haber odo esta frase
antes.
S, pero esta vez insisti
Marin las ventanas estaban cerradas
y vigiladas. La puerta estaba cerrada y
vigilada. Nadie se ocultaba en la
habitacin, ni nadie sali despus. Sin
embargo, esa esa
Diga monstruosidad insinu
Henry Merrivale. No se alejar
mucho de la verdad.
Esa figura, sea mujer u hombre
disfrazado, toc el hombro de Joan y
estuvo all en persona.
As parece.
Ha encontrado alguna
explicacin?
Por el momento no. Pero dijo
Henry Merrivale sooliento puesto
que ustedes dos quieren hablar del
asunto, hablemos. Puedo hacer una
pregunta?
Marin pareci desentenderse, pero
Virtue la esperaba anhelante, a pesar de
que no haba hecho ningn comentario.
La mecedora se balanceaba
peligrosamente.
A partir de ahora Henry
Merrivale mir a Virtue usted hablar
por boca de la aldea. Usted mir
ahora a Marin lo har por boca de
los dems. Ha habido una excesiva
reserva en este asunto. Nos hemos
enterado aqu fij los ojos, como
hipnotizados, en Marin de que
mistress Stella Lacey ha recibido por lo
menos un annimo de La Viuda, a pesar
de que lo haya negado.
Supuse que lo haba recibido
dijo Marin. Tena la vista baja y en su
voz se detectaba un dejo de desagrado.
No sabemos si habr recibido ms
cartas, ni tampoco lo qu deca la
primera. Sin embargo, sabemos que
Gordon West recibi tres annimos
relatando cules eran sus relaciones con
mistress Lacey. West y mistress Lacey,
alguna de ustedes lo hubiese credo?
Virtue habl con su voz ms digna.
Caramba, no! dijo.
Imagnese si un hombre correcto como
mister West iba a mirarla cuando
explic Virtue siempre observando las
cosas desde un solo ngulo acababa
de conquistar (si as puede llamarse) a
una joven bien formada como miss
Bailey.
Y usted qu piensa? la mirada
hipntica de Henry Merrivale se fij en
Marin.
Esta mir el suelo, luego el gran
espejo y la mesa del telfono colocada
delante, entre las dos ventanas, y
finalmente, su bolso.
Al igual que mistress Conklin
repuso, digo que no.
Por qu?
Verdaderamente, sir Henry, yo
Por qu?
Si le doy una respuesta franca
dijo Marin sinceramente le ayudar
en su investigacin?
S, me ayudar.
Muy bien Marin apret los
labios. Porque Stella no atesora
suficiente pasin. Dudo incluso de que
se haya interesado por las llamadas
relaciones ntimas con su propio marido.
Miss Tyler! exclam Virtue
asombrada. Quin dira que usted
pudiera adivinar tal cosa! Quin
dira!
Me conoce poco, verdad?
pregunt Marin volviendo la cabeza.
Una ltima pregunta
interrumpi Henry Merrivale ceudo.
Lo dir de forma hipottica si lo
prefiere. Supongamos que usted se
enamorase de alguien Marin se puso
tiesa. Qu hara?
Por un momento ella reflexion;
luego, deliberadamente, dej de lado la
proteccin interior que haba usado
durante aos como cota de malla.
Me entregara en cuerpo y alma
contest desafiante y resuelta y me
importara un comino lo que pudiera
pensar la gente.
Es probable que un momento
despus hubiera preferido no haber
hablado. Sin embargo, se puede deducir
que as era el estado de nimo de
Marin despus de las peleas en el
gimnasio y que habl bajo esa
impresin.
Henry Merrivale no sonri. Rara vez
lo haca, porque consideraba que no
corresponda a la dignidad del Viejo
Maestro. Pero una expresin de
serenidad cubri sus facciones difciles
de describir.
A propsito, seorita, dijo usted
que deseaba pedirme un favor o algo
as?
Marin dej entonces el otro tema
de lado y adopt una expresin resuelta.
Ahora los ojos mostraban su verdadera
personalidad: la de una mujer que
integra comisiones, preside juntas y
trabaja realmente en vez de dejar que
otras lo hagan en su lugar.
Tengo miedo de que lo considere
usted como una gran impertinencia
dijo disculpndose como si el asunto no
tuviese importancia. Pero todos los
aos la iglesia organiza su propia fiesta
anual. Se celebrar el prximo sbado
en la Fortaleza.
El clima haba cambiado.
La fiesta parroquial, eh? dijo
Henry Merrivale con una miraba sagaz.
S! Nosotros vendemos de
todo. Cosas hechas a mano, porcelanas,
muecas, artculos de punto, tartas y
pasteles, hechos por los miembros de la
junta parroquial. Las personas
simpatizantes se hacen cargo de los
quioscos, una mesa entre dos columnas
y
Espere un momento, mujer!
dijo Henry Merrivale empujando su
silla.
Marin call.
Este ao sigui a prisa
mistress Doom sugiri algo que
consideramos una brillante idea. Mister
West conserva un montn de viejos
trajes de fantasa, pelucas, etctera, y
pensamos que sera muy atrayente si los
que atienden a los quioscos se vistiesen
de acuerdo con las cosas que vendern.
Sir Henry Merrivale dej de
empujar la silla. Un fulgor extrao
apareci en sus ojos.
Vestirse, eh? medi. Un
asunto de disfraces, es as?
Cualquier amigo de Henry Merrivale
conoce su pasin (en realidad su
obsesin) por cualquier cosa que se
refiera, aun remotamente, a las
actividades teatrales. No necesitamos
mencionar sus historias, verdaderas o
no, de cmo represent a Ricardo III
ante Henry Irving. Esta pasin, que
desespera al inspector jefe Master, a
menudo le ha desviado de su lnea de
conducta y ha causado estragos.
Mrs. Doom sabe tambin que
Gordon West tiene una coleccin
maravillosa de reliquias indias
norteamericanas. Creo que tiene
collares, abalorios y un arco con su
flecha. S que tiene el tocado de guerra
de un jefe, con muchas plumas, porque
lo he visto sobre la chimenea, y una
serpiente de cascabel disecada que
parece viva. Ocurre prosigui que,
segn tengo entendido, Gordon y Joan se
van a casar pronto. Querrn vivir en una
casa ms grande. A Gordon no le
importa en lo ms mnimo darnos sus
reliquias. Y con esos objetos el disfraz
resultar fcil.
Diantre! exclam Henry
Merrivale enderezndose como
galvanizado. Quiere que me disfrace
de jefe indio?
Si no le causa mucha molestia, sir
Henry.
Sir Henry Merrivale se levant
majestuosamente, mientras reflexionaba
un instante, y se acerc al espejo,
empujando a un lado la mesa del
telfono para verse mejor. Al retroceder
mostraba una cara tan
indescriptiblemente fea que hasta Virtue
se alarm. Henry Merrivale adopt la
actitud de quien est de pie sobre una
roca alta y contempla el sendero que
tiene debajo.
El Gran Jefe Toro-que-Brama
enton con una profunda voz gutural.
El Gran Jefe Avasallador. El Gran Jefe
Truenos-de-Fuego! Ugh! aadi de
pronto levantando el brazo derecho.
Evidentemente muy satisfecho,
volvi a su asiento y mir a Marin con
atencin.
Seorita dijo con la mayor
dignidad, me sentir orgulloso de
ayudarla, Pero dgame: Tiene West
algn tomahawk? Debo tener un
tomahawk. El alarido de guerra, ahora
bueno, puedo ejercitarme solo.
Aun entonces Marin no tena idea
de las fuerzas que haba puesto en
movimiento, pero la alarma empezaba a
asomar en su cara.
Sir Henry! dijo con bastante
severidad. Le recordar que se trata
de una fiesta parroquial?
Henry Merrivale no escuchaba.
Puedo saltar sobre el mostrador
le explic a Virtue, que hizo un signo
de aprobacin y darle en la cabeza.
Puedo disculpe, seorita. Deca
algo?
Una fiesta parroquial insisti
con firmeza Marin. La mayor parte
de la concurrencia estar compuesta por
mujeres y nios. Qu piensa que
ocurrira con los alaridos de guerra y
persiguiendo a la gente con un
tomahawk?
Henry Merrivale, que no haba cado
en esto, se puso a reflexionar.
Cree que tal vez resulte
demasiado realista?
Ciertamente!
Hum, s. Sabe que tal vez tenga
razn. Lo bajar de tono para que un
nio de pecho no se asuste. De veras!
Eso est mejor. Y muchas
gracias! Pero promete?
No tenga miedo, seorita
repuso Henry Merrivale levantando la
mano para vencer cualquier oposicin
. Les mostrar un jefe piel roja que
jams olvidarn.
Marin habra insistido si en aquel
preciso momento no hubiera sonado el
telfono.
Henry Merrivale, a pesar de su
corpulencia, contest rpidamente. Sus
conocimientos sobre los pieles rojas
(enteramente tomados de los libros y de
las pelculas y poco parecidos a la
realidad) quedaron descartados cuando
descolg.
Hola! Si. S, soy yo. Est bien
ligera pausa. Masters? Bien: qu ha
encontrado?
La voz en el telfono segua mientras
las dos mujeres aparentaban ignorarla.
Ah! dijo Henry Merrivale.
Sac de un bolsillo una libreta muy
pequea y luego juguete vivamente con
un lpiz que hizo bailar sobre su punta
. Masters, eso no est del todo mal.
Ha tenido bastante suerte. S, lo
comprendo. Y respecto a esa mujer,
Lacey?
La voz del telfono continu:
Aj. Es ms o menos lo que
esperaba. Y ahora veo la asociacin.
Gracias, hurn No, no, hay mucho por
hacer entretanto De nada sirve
enfadarse, hijo. Vea los peridicos de
hoy. Se lo dir luego. Adis.
Cuando volvi a su asiento su rostro
era inexpresivo y compuesto. Chupaba
el lpiz como si fuese un cigarrillo y
haca equilibrio con la libreta en la
mano. Esta vez Marin se reconcoma
de curiosidad. Pero las dos mujeres
seguan su conversacin en tanto que
Henry Merrivale contemplaba
extraamente el vaco.
y apreciaramos mucho,
mistress Conklin, que fuera tan amable
de hacerse cargo de un quiosco.
Virtue estaba profundamente
conmovida.
Miss Tyler, puede contar
conmigo! Pero antes nunca me lo
haban pedido, as que aydeme
debajo del pelo rubio, sus grandes ojos
azules parecan sorprendidos. Tal vez
fuese De todos modos, no lo haban
hecho. Pienso en por qu lo harn ahora.
Quiz la mirada de Marin se fijara
brevemente en sir Henry Merrivale o tal
vez no fuera as. Pero era evidente que a
ella no le desagradaba en absoluto
Virtue Conklin. Un ao atrs, a pesar de
su tolerancia, Marin no hubiese
pensado de esta manera.
Fue un descuido, mistress
Conklin. No volver a suceder y
Marin sonri alegremente. En qu
clase de quiosco estaba pensando?
Virtue, debido a la bondad de su
corazn, estuvo a punto de ofrecer las
botellas de licor del Lord Rodney para
que la fiesta resultara alegre. Pero el
instinto le previno que tal vez sta no
fuera la mejor inspiracin.
Porcelanas! dijo. Tengo dos
juegos pintados, de treinta y seis piezas
cada uno. Pueden servir?
Esplndido! Pero en verdad es
demasiado. Simplemente pensbamos
Parece abstrada, mistress Conklin?
Oh, reflexionaba en por qu no me
habran invitado antes. Creo dijo con
filosofa que habr sido porque
pensaban que era una quiero decir
se corrigi a prisa, que en la vida de
una hay realmente demasiados hombres.
Sin embargo, la siguen a una.
S? pregunt Marin con
ligereza como si el tema tuviese un
inters terico. Y si no lo hicieran?
Quiero decir por el inters del tema, si
suponemos que un hombre determinado
no lo hiciera?
Querida! dijo Virtue
lanzndole una mirada desconsolada.
No entiendo mucho de esto, no? Pero
bendito quiero decir, Ave Mara! Hay
maneras de hacer que l la persiga.
La voz de Marin se haba elevado
un poco.
Pero cmo? pregunt siempre
en teora. Una no puede
sencillamente Marin call de
pronto.
Escuche empez Virtue, y se
inclinaba hacia delante en seal de
confidencia cuando sir Henry Merrivale
golpe el puo contra la mesa con una
fuerza que hizo saltar los cacharros.
Oh, Cspita! dijo Henry
Merrivale, que segua mirando al vaco
. Pensar que nunca repar en ello!
Mir el telfono y despus otra vez
su libreta.
Qu imbcil se quej. Si esto
no es ver lo evidente, no s qu es!
sacudi la libreta, la dej sobre la mesa
y se levant. Ustedes dos, mujeres,
tienen que salir de aqu. Es
verdaderamente importante. En seguida!
Sir Henry dijo Marin
ofendida.
Largo de aqu! dijo Henry
Merrivale mientras Virtue reciba la
palmada que esperaba y que dej
asombrada a Marin.
No importa, miss Tyler la
tranquiliz Virtue. Son ms de las
tres, quieres venir a tomar una copa de
oporto conmigo?
Bueno, yo s! Es muy amable
de su parte.
Y cuando baje le indic Henry
Merrivale a Virtue mndeme aqu a
ese polica. Al diablo con todo, cree
que son modales tener esperando todo el
da a un inspector de polica? Mndelo
arriba en seguida!
13

S intese, inspector Garlick.


Gracias, seor
refunfu ste.
El inspector Garlick era un hombre
alto y pesado, con ojos pequeos y un
lunar en la mejilla; se sent con cuidado
y mir a su interlocutor por encima de la
mesa, que ahora estaba despejada.
El personaje de Londres tena las
manos entrelazadas, su cabeza era calva
y fumaba un cigarro. La mirada de Henry
Merrivale, cuando quera, era tan fra y
mortfera como la de una serpiente. El
inspector Garlick debi darse cuenta de
que este viejo era un personaje
importante.
Al propio tiempo saba que muchos
funcionarios (entre ellos su jefe) no eran
muy prcticos. Y meditaba cunto sabra
este viejo acerca de las tareas
policiales.
Supongo dijo Henry Merrivale
quitndose el cigarro de la boca y
colocndolo en un cenicero que habr
tenido mucho ajetreo con este asunto?
S, veo que as ha sido. Entonces lo
olvidaremos todo y empezaremos desde
el punto de partida.
Al inspector Garlick se le quit un
peso de encima.
Quiero saber dijo Henry
Merrivale hasta dnde conoce las
tareas policiales Qu pasa, hijo?
Nada, seor. Este
absolutamente nada.
Mucha gente cree, y las personas
instruidas como Rafe Danvers, que el
noventa por ciento de los annimos son
escritos por mujeres neurticas. Es o
no verdad?
Garlick, consciente de aquella
mirada fra, puso deliberadamente el
sombrero sobre la mesa.
Seor contest, antes de
adelantar un s o un no, quisiera
poder explicarme.
Est bien. Es justo.
En general dijo Garlick
resuelto a comportarse lo mejor posible
, hay cuatro categoras distintas de
autores de annimos.
Aunque a veces se confunden una
con otra.
Aj. Contine.
Primero prosigui Garlick
est el tipo que podra llamarse
delator. Escribe directamente a la
polica o a alguien con autoridad.
Denuncia a la vctima por cualquier
cosa, desde un crimen hasta crueldad
con los nios. Es el ms comn y
generalmente aparece despus de que la
vctima haya quedado absuelta en el
juicio. Siempre es malicioso y rara vez
o nunca veraz.
Henry Merrivale asinti con un
movimiento de cabeza.
No olvida algo del delator?
dijo.
S, seor. Est bastante dividido
entre hombres y mujeres. Pero no sirve
en el caso de Stoke Druid.
Bien, hijo. Y el siguiente?
El segundo tipo continu
Garlick podra llamarse vengador.
Escribe cartas de chantaje y exige
dinero con amenazas. Por lo comn es
un sirviente o un empleado despedido,
alguien que siente un fuerte odio
personal contra la vctima. A veces
ataca. En este tipo predominan los
hombres.
Henry Merrivale volvi a asentir
con un movimiento de cabeza.
El vengador refunfu no
encaja aqu. Podemos excluirlo, porque
el dinero no tiene nada que ver con este
caso. Adelante.
El tercero empez Garlick y se
call. Bueno, seor! A este tipo se le
podra llamar loco entrometido. Si
alguien sobresale ante la opinin
pblica, aunque sea por poco tiempo
(por ejemplo un aviador o un juez de un
caso importante), el autor del annimo
no puede soportarlo y trata de ensuciar
su reputacin. Motivo: la envidia. Es
como el amor de Hitler por lo que no
puede conseguir. En estos casos
predominan los hombres. Pero ste
tampoco encaja aqu volvi sus ojos
claros. No lo cree usted as, seor?
Henry Merrivale permaneci
impvido.
Hijo refunfu, le he dicho
s y no con demasiada frecuencia.
Aunque est en lo cierto en cuanto a las
categoras y estoy de acuerdo en que
no importa! El cuarto y ltimo?
El cuarto dijo el inspector con
alma es exactamente el que tenemos
aqu.
Y es?
Los ojos pequeos del inspector
Garlick se achicaron an ms. Golpe la
mesa con un dedo.
Hasta ahora, lo reconozco, hemos
tenido una buena cantidad de hombres
Garlick volvi a golpear la mesa.
Pero ahora llegamos al cuarto tipo y ste
hace descender la proporcin a mitad y
mitad, y an ms, a favor de las mujeres.
El tipo es?
La mujer neurtica con oh,
bueno! un cierto complejo sexual. Por
esto no poda darle una respuesta exacta
hace un momento. O no quera hacerlo.
Disclpeme, seor, le molesta si
camino un poco mientras hablo?
Las cejas casi invisibles de Henry
Merrivale se arquearon,
Cspita, en absoluto!, no est en
la crcel, amigo mo.
Reconozcamos continu con
tenacidad el inspector Garlick mientras
andaba que la gente tiene un montn
de ideas equivocadas respecto a esas
mujeres neurticas. La gente cree que
son de edad madura o viejas y sin
atractivo, sin maridos y sin un cntimo.
Usted sabe como yo que a menudo son
jvenes, bonitas, casadas y con
fortuna. Est de acuerdo, seor?
Seguro. En una ratificacin de los
hechos.
He abarcado todas las
categoras?
Lo ha hecho, pero no he dicho s o
no. Le estoy poniendo a prueba A
propsito, ha ledo alguna de esas
cartas?
No, seor. Cuando estuve aqu
antes
Le dije que no hablaramos ms
de eso.
Gracias. Habl con miss Annie
Martin, la hermana de Cordelia Martin,
pero naturalmente no hizo mencin de
ninguna clase de cartas; crea en la
muerte por accidente. A pesar de eso me
di una vuelta por la aldea para hacer
averiguaciones. Se trasluca claramente
que haba annimos Garlick
castaete los dedos. Qu otra poda
ser sino una mujer, quiz por una mujer
bonita y atractiva, en una aldea pequea
como sta?
Ha conocido alguna vez un caso
semejante?
Si habr conocido, seor!
repuso en seguida el inspector.
Aunque debo decir que no he dirigido
ninguno. Hubo uno en Cornwall, cuando
era auxiliar, justamente antes de la
guerra del catorce. Otro en Glastonbury,
cuando era sargento. Ahora ste.
Henry Merrivale, que jugueteaba con
los dedos sobre su panza, lanz una
mirada hacia un armario cerrado, pero
con la llave en la cerradura.
Ah dentro dijo encontrar un
cesto de mimbre lleno de cartas. El
vicario tuvo que pronunciar un sermn
excepcionalmente duro para
conseguirlas, pero lo toler porque no
haba otro remedio. Tome esas cartas.
Estdielas el tiempo que sea. Vea si no
hay algn indicio importante que salte a
la vista.
El inspector Garlick as lo hizo.
Coloc el cesto sobre la mesa. Despus
de pedir permiso para fumar, encendi
su pipa, se puso las gafas y tomando un
lpiz recorri las cartas rengln por
rengln, as como las anotaciones de
West. De vez en cuando haca una
marca. No se dio prisa ni tampoco le
incit a ello Henry Merrivale. Este sac
un ejemplar de Edwin Drood de su
maleta y se puso a leerlo tranquilamente
mientras se fumaba dos cigarrillos.
La luz del prolongado atardecer se
desvaneca en la calle. Cesaron las
bocinas y el barullo. Henry Merrivale
despidi con una mirada feroz a una
criada que se asom a ofrecerles t. Ms
tarde el inspector Garlick guard las
gafas, la libreta y el lpiz.
Bueno, hijo? inst Henry
Merrivale, dejando el ejemplar de
Edwin Drood.
Es una mujer, por supuesto dijo
categricamente Garlick.
Henry Merrivale ni asinti ni
disinti. Garlick se levant para
caminar.
Est muy bien dijo Garlick.
Ningn hombre dira Yo creo o Por
Dios, querida, salvo el tipo de hombre
que no tenemos aqu. Le apuesto a que
es una mujer, quiz joven y bonita. Al
mismo tiempo
Escuche, hijo Henry Merrivale
interrumpi de nuevo la frase de su
interlocutor. Tiene una cantidad de
palabras importantes embotelladas y
teme que crea que alardea si las usa.
Lrguelas!
Garlick hizo un ademn vago.
Hay discrepancias dijo con
esfuerzo. Muy a menudo no tienen
sentido estas cartas de mujeres
neurticas (aunque no todas). Algunas
son bueno, incoherentes, con
excepcin de las palabras insultantes. Y
aqu tampoco hay muchas obscenidades,
pero son tan claras como el cristal
frunci el ceo. Es sobre todo la
forma en que estn escritas. Es el el
El estilo? pregunt Henry
Merrivale con una avidez de vampiro.
Era como si estuviese empujando a
Garlick ms cerca de algo.
El estilo! Eso es! De persona
bien educada, por supuesto. Muy pulido.
Y sin embargo, seor, le dir que tengo
la impresin de haber odo o ledo algo
en ese estilo todos los das de mi vida.
O tal vez haya sido en a fe ma, no s
qu me recuerda!
Piense! le apremi el viejo,
golpeando las manos contra la mesa.
Henry Merrivale tom del cesto una
carta al azar. Vena dirigida al doctor
Johann Schiller Schmidt. A punto de
leerla en voz alta, cambi de parecer y,
distradamente, se la meti en el
bolsillo.
Si da con eso le dijo a Garlick
tiene la clave de todo el asunto.
Vamos, hombre, use su inteligencia!
Garlick le mir de soslayo.
Dispnseme, seor. Podra darme
un poco de tiempo para pensar.
Est bien. Es lo justo. Entretanto
la voz se hizo tan cortante que Garlick
instintivamente prest atencin le
dar instrucciones. Con cuntos
hombres cuenta?
Con un sargento y dos agentes de
paisano.
Ah! Bueno. Hace un momento he
recibido algunos datos de Scotland Yard
este nombre actu sobre Garlick
como estimulante. Conoce a un
vendedor de mquinas de escribir, en
Glastonbury, llamado Joseph Palmer?
El viejo Joseph Palmer? Ha
vivido all desde que tengo uso de
razn.
Entonces puede ser que tenga
archivos. Los fabricantes de las
mquinas de escribir Formosa le
vendieron en 1925 cuatro Formosa
Jewel nmero tres, porttiles, que es la
que buscamos Henry Merrivale abri
la libreta y ley los nmeros y las
caractersticas. Como le dije a Rafe
Danvers, se trata de una mquina
pequea, que se puede levantar con un
dedo.
Si Joe tiene un archivo al
comprender, el inspector Garlick call.
Oh, hijo! exclam Henry
Merrivale con tristeza. Cree que la
mquina estar todava en manos de
quien la haya comprado? Sin embargo,
es una indicacin. Quiero que haya un
registro visible, de casa en casa, en
busca de esa mquina de escribir, y
escudrie todos los lugares que se le
ocurran. Sea concienzudo. Por si alguien
se opone, ser mejor que disponga de un
buen fajo de rdenes de registro, con
nombres en blanco, que autoricen su
actuacin.
Las tengo, seor replic
Garlick palmendose el bolsillo
superior.
Bueno, siento mucho causarle esta
molestia, hijo, porque no creo que
encuentre la mquina de escribir
Qu?
Y me parece que tengo una idea
muy acertada de dnde debe estar. Pero
hemos de dar todos los pasos y el viejo
no debe equivocarse. Ve, estoy muy
asustado. Como le he dicho a otros,
temo que esto termine en un homicidio
Homicidio?
No entiende la segunda parte del
motivo dijo Henry Merrivale con
desaliento. Pero espero que habr
observado que las cartas con sobres
tienen matasellos de aqu, o de
Glastonbury o de Wells.
S, seor dijo secamente el
inspector Garlick, lo he observado.
Esto estrecha bastante el crculo.
Si no podemos actuar de forma legal,
hijo, simplemente tendremos que atrapar
a La Viuda con la treta ms vieja del
mundo: los sellos marcados.
Sellos marcados!
Eso es.
Pero no podemos hacerlo, seor
declar Garlick. Para emplear
sellos marcados hay que tener a
alguien en la oficina de correos que se
los d deliberadamente a una persona
sospechosa Debemos tener a alguien
muy seguro.
Oh, conozco al principal
sospechoso dijo Henry Merrivale de
pasada, y luego clav su mirada en el
inspector. Manos a la obra! Haga lo
que le he dicho.
El inspector Garlick agach la
cabeza. De nuevo caviloso, tom su
sombrero de la mesa y, aunque al
despedirse de Henry Merrivale y llegar
a la puerta conservara la cara
inexpresiva, el problema le aguijoneaba
y le preocupaba ms de lo que su
espritu impasible hubiese credo.
Pensaba en la figura y la forma de
algo que esos annimos traan a su
memoria y que sin embargo no lograba
captar. Al leer en su libreta las notas
taquigrficas que haba tomado de
diversos pasajes, vea en su imaginacin
algo malicioso y falso en lo que se le
deca a Joan Bailey:
Bueno, bueno! Siguiendo las
averiguaciones que he hecho sobre
usted, Joan, he descubierto que mster
West no ha sido su primer amante.
Cierto joven que no nombraremos y
cuyo reinado fue ms breve que el del
vicario (sic transit gloria amoris!)
debe ser por cierto mencionado antes de
pasar a hablar del propio mister
Hunter.
El inspector Garlick casi dio un
portazo al salir.
Henry Merrivale permaneci
bastante tiempo inmvil con las yemas
de los dedos juntas. La media luz
coloreaba las ventanas abiertas y de
abajo llegaba el ruido de los bares que
abran sus puertas; Henry Merrivale
segua reflexionando. Luego, cuando
apenas quedaba luz, se levant. Observ
que Virtue haba dejado fuera un
sombrero hongo que haca juego con su
traje. No se trataba, entindase bien, de
que Henry Merrivale tuviese algo en
contra de los sombreros hongos, era
simplemente porque se podra decir algo
o aun insinuar que los usaba.
Empez por tirar el sombrero al
suelo y pisotearlo. Luego, con mucha
puntera, dio un puetazo a lo que
quedaba y, finalmente, lo arroj dentro
de la papelera, sacudindose las manos
como para quitarles el polvo.
Seguidamente, baj la escalera con toda
serenidad.
Esta escalera le condujo al vestbulo
principal del Lord Rodney, en el que
haba mucho movimiento. En la pared,
frente a la escalera, se destacaba un
busto de aquel famoso almirante y dos
modelos de los barcos de Rodney.
Frente a esta pared estaba el mostrador
detrs del cual Virtue Conklin se pintaba
las uas de rojo vivo.
La puerta se abri en aquel
momento. Sir Henry Merrivale, que iba
a pasar por delante de Virtue, se detuvo
y se qued con la boca abierta.
Oh! dijo en voz baja.
El recin llegado, aunque no mayor
de treinta aos y de facciones
agradables, completaba su expresin
siniestra simplemente por el hecho de
usar patillas negras. A pesar de que no
eran patillas a la moda victoriana, de
esas que se abren como un abanico, se
trataba ciertamente de unas patillas
tupidas. Cuando pas al saln y pidi
una limonada, pareca ser enteramente
John Jasper, el siniestro maestro de coro
de Edwin Drood.
Henry Merrivale, que se acercaba de
prisa a Virtue, dej de lado su alusin al
sombrero.
Quin es el sujeto que acaba de
entrar? pregunt. Si las novelas
forman parte de la vida, quiero saberlo.
Se llama Jasper?
Querido! dijo Virtue intrigada.
No sea tonto! Es mster Benson, el
director del coro.
Qu clase de persona es?
Bu-ueno! el movimiento de
hombros de Virtue no indicaba agrado ni
desagrado. No fuma ni bebe. Pocas
veces re. Mu-y serio. Sin embargo,
tiene una voz magnfica. Cuando canta,
pichn, es como el coro celestial que
cantaba O sol mo en el viejo Tvoli.
Hum! dijo Henry Merrivale
echando una mirada al hombre de las
patillas. Una cosa ms, mujer.
Cundo se fue Marin Tyler de aqu?
Hace slo una hora Virtue se
ri con sorna. Estaba un poco ebria,
pero por culpa ma.
Ha estado ejem metindole
ideas en la cabeza?
Virtue lanz a Henry Merrivale una
extraa sonrisa por encima del frasquito
de esmalte de uas.
Llmelo tcnica corrigi al
examinarse las uas. Hay una tcnica
que se emplea cuando una tiene treinta
aos, querido. Nunca falla. Puede
publicarla y pasrsela a cualquiera. Por
supuesto que ella tiene ms, pero
ninguna experiencia. Pichn! Tiene
algo que objetar?
Yo? Cspita, no! Estoy
completamente Ahora voy a salir
aadi Henry Merrivale dirigindose
con prontitud a la puerta de la calle.
Pichn, la cena est lista para
usted, en el comedor.
He dicho que voy a salir.
Virtue alz la voz.
Pichn, dnde va?
A ver a una chica le minti
instantneamente.
Henry Merrivale sali al fro y a la
oscuridad de High Street dejando detrs
suyo a una diosa rubia enfurecida. El
Nags Head, en la acera de enfrente,
bulla de luz y de animacin. A no ser
por ste habra poca luz, porque los
dueos de la casa preferan tener a
oscuras las salas delanteras y estar en
las traseras.
Henry Merrivale no haba dado dos
pasos cuando se top con Ralp Danvers,
dueo del comercio del otro lado de la
calle. El librero rechoncho y de maneras
suaves segua llevando los lentes cados
y se cubra la cabeza con un sombrero
de anchas alas.
Deseara Empez.
Rafe dijo Henry Merrivale,
haciendo instantneamente caso omiso
de lo que Danvers iba a decir, le he
tratado vergonzosamente. Y usted es el
hombre que puede ayudarme. Venga.
Adnde?
A casa del coronel Bailey.
No he sido invitado dijo
Danvers con sequedad.
Oh, amigo mo! Joan y el coronel
estn en casa de Marin Tyler. No hay
nadie all, salvo la criada. Y Poppy me
agrada. Si la necesita con urgencia, cae
por las escaleras y presta rpido
servicio.
Le advierto, Henry, que si est
tramando alguna broma
A la luz de la luna, que estaba casi
llena, Henry Merrivale le mir con
extraeza.
Hijo, jams en mi vida he hablado
tan en serio dijo con calma. Tengo
que descubrir cmo entr y sali La
Viuda de esa habitacin cerrada a cal y
canto.
14

E l ala oeste de la casa del coronel


Bailey, al parecer sin luces en el
interior, se destacaba cuadrada y
fra a la plida luz de la luna. Una tenue
neblina se adhera al suelo. Qu
distinta, a los ojos de todos, era Stoke
Druid de noche! Cuando Henry
Merrivale termin su relato. Danvers
desvariaba preso de una sorda angustia
mental.
Si sus suposiciones son exactas
dijo, refirindose a la aparicin y
desaparicin de La Viuda, estn fuera
de los lmites de la razn humana y, por
lo tanto, son imposibles.
Aj.
Entonces los hechos no han sido
expuestos correctamente.
Henry Merrivale, sin contestar,
puls el timbre de la puerta de la calle.
En la cocina de la planta baja,
Poppy, ms sonrojada que de costumbre,
escuchaba por la radio, muerta de
miedo, una obra de terror. Se levant
an ms sobresaltada cuando oy el
timbre. Pero los fantasmas, salvo en las
historias ms rebuscadas, no llaman a
las puertas.
Suba de prisa, cruzando el pasillo
en un remolino de brazos y piernas, y al
ver a Henry Merrivale seguido de
Danvers lanz un suspiro de alivio.
Oh, seor! dijo con agrado.
Henry Merrivale le explic que tena
la intencin de examinar la habitacin
de Joan.
Me alegra que lo haga!
contest Poppy encendiendo las luces
del pasillo. Pero es mejor que se d
prisa. Creo que miss Joan ha de volver
esta noche porque dice que no quiere
que la mimen; y en realidad, qu le
sucede? An el doctor Schmidt
Qu? pregunt Henry
Merrivale. Han llamado al mdico?
Dgame, mujer, qu piensa del doctor
Schmidt?
Oh, tonteras! dijo Poppy
sacudiendo la cabeza. Jams he tenido
un dolor en mi vida; pero otros s. El
doctor Schmidt no le golpea a uno en el
pecho, sino que le da medicinas como un
verdadero mdico, y esto muy rara vez.
Ha ido esta vez a casa de miss Tyler
(segn me ha contado Martha), se pone
sus gafas grandes para examinar un poco
a miss Joan y empieza a soltar una gran
cantidad de palabras difciles. Miss
Joan no las entiende. El coronel
Poppy le imit dice: Qu diablos es
esto, seor?. Pero mster West, l
comprende, fulmina con una mirada al
mdico y le dice que otra visita no ser
necesaria. El doctor Schmidt dice que
somos tontos; como si a m me
importara! Sin embargo, todava estoy
hablando. Vengan conmigo.
Danvers estuvo a punto de hacer un
comentario mientras se diriga hacia el
dormitorio de Joan, cuya puerta quedaba
a la izquierda, casi al extremo del
pasillo, pero Henry Merrivale le impuso
silencio.
Encienda la luz ahora, mujer!
dijo Henry Merrivale con un gruido
significativo. Rafe, ver esta
habitacin exactamente como nosotros la
vimos anoche. Qu hemos pasado por
alto?
Otra vez brill la luz clara de la
lmpara junto a la cama. Los tres
penetraron en la habitacin. Poppy
atisbaba por detrs de Henry Merrivale.
El librero, sin duda por costumbre,
empez por lanzar una mirada a los
cuadros colgados de las paredes.
Pertenecan a la escuela de los
recuerdos sentimentales Victorianos, con
marcos dorados o de caoba y era
evidente que le disgustaban, no tenan
ningn valor.
All, en la pared orientada al Oeste,
entre las dos grandes ventanas, se vea
la cama bastante alta, con sus cuatro
columnas de madera oscura lustrada. A
su lado se hallaba la mesilla de noche,
con una puertecita en la parte inferior.
Haban hecho la cama y barrido la
habitacin; salvo esto, no haba ningn
cambio. Una mesa de tocador se
encontraba en la pared de enfrente y,
situado en diagonal en el ngulo
noroeste de la habitacin, un enorme
armario, de roble natural macizo.
La alfombra gruesa, demasiado
grande para la habitacin, estaba un
poco doblada del lado este. En el ngulo
sudoeste, opuesto al armario, haba una
cmoda bastante alta. Este conjunto,
adems de varias sillas tapizadas de
terciopelo violeta y de algunas mesas,
era todo lo que Danvers poda
Bueno, Rafe? pregunt Henry
Merrivale con un prolongado resuello
provocativo. Presume (no quiero
decir, por supuesto, que se jacte) de ser
un hombre inteligente. Es capaz de
advertir una letra equivocada en una
primera edicin que por amor de esa
letra deja de ser primera edicin.
Cmo pudo entrar y salir de aqu la
bruja?
Danvers miraba afanosamente a
travs de sus lentes.
Un momento! dijo. Segn me
describi usted la habitacin, hay algo
que falta.
Dnde?
En la mesita de noche Danvers
la seal. Dijo que haba un revlver
sobre ella.
Oh, eso? No termin la
explicacin. Gordon West recogi el
revlver y lo escondi, hasta donde
pudo, en su bolsillo Henry Merrivale
pareca pensativo. Ni habr pensado
en l hasta llegar a su casa Se le
ocurre la solucin. Rafe?
Una pregunta dijo el librero con
voz firme. Este personaje de La
Viuda, quienquiera que sea, estuvo en
realidad dentro de la habitacin?
Por un momento Henry Merrivale
meditaba en la malignidad de las cosas
en general.
S, Rafe dijo, realmente
estuvo.
Malo, malo refunfu Danvers,
y empez a rondar por el dormitorio.
Henry Merrivale examinaba
entretanto la cama desde el otro lado, o
sea, desde el lado a cuya cabecera
estaba la mesilla de noche prxima a la
ventana grande. Observ, con el ceo
fruncido, la colcha de seda color canela
que ahora cubra las almohadas. Con un
esfuerzo enorme, y para gran asombro
de todos, Henry Merrivale se tumb en
la cama como en busca de reposo.
Ser posible que est
reconstruyendo los hechos? dijo
Danvers con sarcasmo.
No, no, no! Cspita, lo ver en
seguida!
Henry Merrivale, apoyado en el
codo derecho, examinaba la gran
ventana a su izquierda, paseando la
mirada de arriba abajo. Luego apoy lo
codos; finalmente, se desliz por el
borde de la cama y, con una mirada
angustiada de mrtir dirigida al cielo,
termin por caer de rodillas, como un
barril de cerveza flexible, para examinar
la alfombra.
Ah! dijo. Dnde est la
joven? Poppy!
S, seor?
Se ha movido esta cama desde
ayer?
No, seor. Lo siento mucho,
seor, pero
No importa. Est bien. O mejor
dicho, no est bien Henry Merrivale
empez a mostrar seales de
preocupacin. Rafe, s que nunca
mira a travs de sus gafas, pero lleva
encima ese cristal de aumento que
siempre utiliza?
Danvers, visiblemente contrariado,
pero sereno y con resignacin, sac una
lupa del bolsillo de su chaqueta vieja y
gastada. Esto impresion profundamente
a Poppy, cuyo corazn le lata en la
garganta con el convencimiento de que
los detectives por fin ponan manos a la
obra.
Y lo confirm cuando Henry
Merrivale examin el borde de la cama
y la alfombra; finalmente se enderez
para registrar la parte inferior de la
mesilla de noche. Era una especie de
caja de madera pintada, de unos
cuarenta y cinco centmetros de lado. Al
abrir Henry Merrivale la puertecita
encontr algunos frascos viejos de
medicinas.
Esto le preocup an ms. Mientras
examinaba con atencin el suelo de la
parte inferior de la mesilla de noche
grit de nuevo.
Una linterna! dijo. No hay
una linterna en la casa?
Poppy contest que s. Fue a
buscarla y regres prontamente.
Henry Merrivale examin otra vez
con el cristal de aumento el suelo de la
parte inferior de la mesilla de noche a la
luz de la linterna. Al final, despus de
cerrar la puertecita, se levant con
dificultad.
Rafe exclam con aire de
desesperacin, estoy desorientado.
Insina que alguna persona se
hallaba escondida en ese pequeo
espacio? pregunt Danvers con irona
. Ni siquiera un enano podra caber!
No diga sandeces, Rafe. Detesto
las sandeces.
Entonces qu quiere decir?
La disertacin de Henry Merrivale
se volvi incoherente.
Los annimos dijo sern
fciles de deducir y difciles de probar
si ahora La Viuda se calla. La habitacin
con llave ser difcil de deducir y fcil
de probar lo he pensado Lo habrn
retirado, s; pero los rastros! Cre
resolver el verdadero problema
resolviendo el problema equivocado.
Cre abrir la puerta correspondiente con
la llave equivocada. Quiz lo haya
hecho, a pesar de todo. Pero la prueba!
Todo proviene, por supuesto aadi
golpendose tristemente la cabeza con la
linterna y el cristal de aumento, de
haber sido anoche un simple ttere.
Henry dijo con suavidad
Danvers.
Eh?
El librero, que tena ahora su
sombrero de ala ancha en la mano, se
pas los dedos por entre los mechones
de pelo canoso.
A menudo me he preguntado,
simplemente desde el punto de vista
psicolgico, por qu nunca da una
contestacin directa a una pregunta
directa? Le divierte desconcertar a la
gente?
Henry Merrivale se concentr.
Por supuesto! replic con una
sinceridad desacostumbrada. Quin
no lo hace? No lo hara usted? Pero
jams lo hago cuando la persona
interesada corre peligro.
No hay peligro? No hay peligro
para Joan Bailey?
Hijo, esa joven ya no corre
peligro le contest con sinceridad
Henry Merrivale. Aunque se le
introduzca de pronto, en medio de la
habitacin, una caja misteriosa llena de
fantasmas y echando humo como una
caldera. Eso ha terminado. Lo garantizo.
Cmo puede garantizarlo? Estoy
enterado de que usted Danvers
levant la mano para evitar que le
interrumpieran es el Viejo Maestro.
Usted ha recalcado este punto tan a
menudo que no puedo pasarlo por alto.
Pero perdneme si no considero la
respuesta del todo apropiada.
Est bien! refunfu Henry
Merrivale.
Otra vez se haba abstrado por
completo. Se mova con torpeza por la
habitacin, tropezando con las sillas.
Sobre la mesa de tocador encontr un
peine de color rosa y se mir al espejo
como si pensara alisarse el pelo
inexistente. Se movi y enderez un
cuadro titulado Me quiere, no me quiere,
examinndolo como si se tratara de una
inapreciable obra de arte.
Finalmente, entreg el cristal de
aumento a Danvers y la linterna a Poppy.
Est bien! repiti fastidiado.
Si cree que no hago ms que contemplar
las estrellas, se lo explicar. Primero
indic con un movimiento de cabeza
la ventana junto a la mesilla de noche
tiene que recodar (lo que yo no hice)
que
Ninguna puerta del pasillo se
ajustaba perfectamente al marco de la
pared. Oyeron abrir la puerta de la calle
y el ruido de voces en el vestbulo. Las
pisadas se acercaron de prisa por el
pasillo, la puerta se abri de par en par
y apareci Gordon West con la
expresin de quien est preparado para
entrar en accin.
Oh! dijo, y se aplac. Vimos
una luz aqu dentro y pensamos que
haba alguien en la habitacin.
Y no encuentran ni a un solo ser
viviente, no? dijo Henry
Merrivale, agregando: La joven
viene con usted?
Detrs de l estaba Joan, con una
chalina alrededor del cuello y una
maleta de cuero en la mano. Aunque
algo plida, gracias a su salud y energa
el suceso haba tenido poca o ninguna
consecuencia. Dejando la maleta entr
en el dormitorio delante de West, no sin
antes echar un rpido vistazo.
Un momento, encanto dijo Henry
Merrivale tomndole las manos con
extraordinaria suavidad para un viejo de
modales bruscos. Estaba diciendo a
Rafe Danvers aqu presente Conocen
a Rafe?
Complacidos, lo confirmaron a coro.
Le estaba diciendo continu
Henry Merrivale que ya no existe
absolutamente ningn peligro para usted,
si alguna vez lo hubo. La Viuda nunca
volver a visitarla. Puede seguir
durmiendo en esta habitacin.
Sir Henry, han hecho un alboroto
enorme por nada dijo Joan riendo y
luego vacil. As y todo me parece
que esta noche voy a dormir arriba.
Arriba, sin duda alguna convino
West, contrariado.
Querido, has odo lo que ha
dicho sir Henry! Por otra parte Joan
se dirigi alegremente a los dems,
rondar debajo de las ventanas con el
pretexto de darme una serenata con la
guitarra.
Cara de ngel dijo West, si
pienso que ese monstruo anda cerca, te
dar una buena serenata con bombos y
platillos. Pero estar aqu.
Gordon! dijo Joan.
Oh, Seor! se quej Henry
Merrivale. No empiecen otra vez con
sus arrumacos! Siempre que los he visto
juntos aadi desesperado se estn
arrullando.
No es verdad protest Joan.
La nica vez que nos ha visto bueno,
de esa manera fue el domingo por la
tarde, detrs de la Fortaleza.
Oh, no, no fue entonces corrigi
rpidamente Henry Merrivale, fue el
sbado por la noche. El primer da que
llegu a Stoke Druid.
El sbado por la noche! repiti
West.
Exacto. Cen con el coronel, y
ustedes estaban en la quinta de West.
Despus de la cena me disculp durante
unos minutos para de todos modos fui
de prisa hasta la quinta porque, como
despus dije, quera hablar con usted lo
antes posible.
Henry Merrivale resopl mirando a
uno y a otro.
Tuvieron dos visitas mientras se
arrullaban en aquel canap, de espaldas
a la puerta. Las dos visitas miraban para
dentro y ustedes no las vieron. Bueno,
yo llegu primero. No entr por temor a
interrumpirles. Me detuve porque les o
decir algunas cosas tan tontas y
rebuscadas que sal disparado hacia la
casa del coronel a reflexionar. Su
segunda visita fue la de Ja joven Tyler,
as que no se preocupen. Ella no vio que
me esconda en el sendero.
Joan y Gordon se miraron. In mente
se preguntaban: Dice qu
hablbamos?. Joan se sonroj
desconcertada, tratando de cambiar el
tema, y se acerc rpidamente a
Danvers.
Mster Danvers! dijo
tomndole del brazo con sincera
cordialidad. Es muy agradable verle
aqu! No somos de su agrado? Muchas
veces hemos pensado cul sera el
motivo por el que no haba venido a
vernos.
El librero, evidentemente
sorprendido y conmovido, se pellizc el
puente de la nariz y desvi la mirada.
Gracias, querida. No estaba
este seguro de ser bienvenido. Son las
ideas que tienen los hombres solitarios.
To George le dijo Joan ha
ido solamente hasta Higth Street para
tratar de conseguir tabaco. Tambin
tenemos otra visita que fue a ver a
Marin y ha venido con nosotros Joan
volvi la cabeza. Dnde diablos
West sonri.
Jim! berre por el pasillo.
Jim!
En el umbral de la puerta apareci la
alta silueta, algo indecisa, del reverendo
Cadman Hunter vistiendo su
acostumbrado traje de franela, con
alzacuello. Se haba lavado la cara y
cepillado el pelo. Pero tena el ojo
izquierdo casi cerrado, con una
hinchazn violeta alrededor de la ceja.
Una aspereza rojiza manchaba la mejilla
izquierda y la mandbula tambin estaba
un poco hinchada; en la mano vacilante
tena un bistec crudo.
He salido de noche como
Nicodemo se sonri. Aunque, por
supuesto, no para hacer la misma
diligencia que Nicodemo. Este este
bistec es para mi ojo. Miss Tyler me lo
ha dado.
No le pareci que Marin, al
llegar, estaba borracha como una cuba?
pregunt West pensativo.
Tonteras, mi estimado amigo!
el reverendo James se enderez
instantneamente. Una o dos copas de
oporto, qu hay de malo en ello? En
realidad dijo el reverendo James
aplicndose el bistec sobre el ojo
tumefacto y con una expresin de
regocijo en el sano, fue bastante
extrao, pero muy agradable. Nunca he
apreciado tanto la este la
personalidad de miss Tyler.
Gordon West le mir de soslayo.
S convino West, comprendo
lo que quiere decir.
Buenas tardes, mster Hunter
dijo Danvers con formalidad. En
seguida sonri. Debemos felicitarle
por sus victorias de hoy.
El reverendo sacudi la cabeza con
tristeza.
Temo mucho haberme precipitado.
Debo aprender (ay!, cundo?) la virtud
de contenerme. Y, sin embargo dijo el
vicario, sostengo que tena razn y
que se justificaba lo que he hecho. Por
lo tanto, me he propuesto
La expresin de Gordon West se
alter de repente.
Defenderme ante mi to cuando
llegue el sbado. Les aseguro que no me
excitar, pero permtanme que la verdad
sea dicha ante todos.
Un coro de voces (las de Danvers y
de Joan) se alz en seal de aprobacin.
Tal vez se mostraron demasiado
parlanchines. El berrido de Henry
Merrivale les interrumpi.
Cllense! dijo. Estn
silbando en un cementerio y lo saben.
Silencio mortal.
, Joan se qued sobresaltada,
humedecindose los labios. Por primera
vez vio a Poppy.
Poppy, querida! dijo. Podra
servirnos t, whisky o alguna otra cosa.
Poppy sali de la habitacin con
tanta velocidad que un observador con
un poco de imaginacin no se hubiese
sorprendido si hubiera regresado en
seguida con el t hirviente. Pero no fue
as. Un silencio fro y mortal a la luz
blanca de la lmpara se enseore de la
habitacin hasta que habl sir Henry
Merrivale.
La Viuda Burlona dijo tiene
oprimida a esta aldea. Qu cree que
ocurrir cuando la historia se divulgue,
como va a suceder? S, me refiero a lo
que aqu pas anoche. Hoy he llamado a
la polica
Se lo cont? pregunt Joan.
No. Pero oirn hablar de los
disparos que hubo. Querrn saber qu
ocurri. Por la ms nfima nimiedad se
llevarn a cabo averiguaciones sobre las
tenencias de armas de fuego. Por eso
es
Por favor! interrumpi Joan
con voz suplicante. Sabe bien que no
he acusado a nadie. Al fin y al cabo,
aqu anoche no se cometi ningn
crimen, no es as?
Oh, encanto! Qu ocurrir
cuando un buen nmero de gente
charlatana se entere de que La Viuda
puede entrar por las puertas y ventanas
cerradas con llave y cerrojo?
Pero no puede hacerlo! No es
as?
No, encanto. Descanse tranquila.
Slo fue un momento de pnico e
ilusionismo. Como se lo dije, no volver
a suceder. Pero no se trata de lo que es
verdad, sino de lo que la gente crea que
es verdad. El vicario puede decrselo.
Puedo decirlo dijo el reverendo
James.
Entonces, a trabajar. Usted!
dijo Henry Merrivale, sealando a West.
West, que disimuladamente haba
observado al reverendo con la expresin
con la que un hombre se dice a s mismo
imposible o usted est loco, se
sobresalt.
Qu hizo del revlver Webley
treinta y ocho? le pregunt Henry
Merrivale.
Deb explicarlo West se pas la
mano por la cabeza. Me lo llev.
Pero, por vida de Dios, no me di cuenta
de ello hasta que me desvest.
Se lo ha devuelto a Fred Cordy?
En las actuales circunstancias
repuso secamente West, me pareci
mejor no hacerlo.
Ha visto hoy a Cordy?
S. Estaba bien. Lea otra vez a
Tom Paine. Y sigue ponindose tan
alegre como un grillo cuando se le
permite recitar dos o tres pginas de Los
Derechos del Hombre.
Qu ha hecho entonces con el
revlver?
Bueno, yo West call. Una
expresin de alarma cruz por sus ojos
. Lo puse sobre la mesa junto a mi
mquina de escribir, eso es todo.
Henry Merrivale dej caer la
mandbula.
No lo encerr con llave en un
cajn, hijo? Ni siquiera ha cerrado con
llave la puerta de su quinta?
Vea! dijo West. No se puede
echar la llave a esa quinta. Y, hasta
donde puedo recordar, no hay ninguna
clase de llave en esta aldea.
Henry Merrivale, acaricindose la
mandbula, reflexionaba en esto.
Aj! dijo. Ahora vaya de
prisa a su casa, tan directamente como
pueda, y recoja ese revlver. Luego
vaya en busca de Fred Cordy, trigalo
aqu y no se separe de l hasta que yo le
haya interrogado. Ha comprendido?
Bien! Nada ms?
Haca un rato que Danvers estaba de
pie, sin pensar en ser descorts, dando
la espalda al grupo y frente a la cmoda
alta situada en un rincn alejado de la
habitacin. Abstrado en sus
pensamientos, toc al azar un espejo de
mano, un cepillo, unas tijeras para uas,
una lima y una polvera y luego se
volvi.
No se le ha ocurrido, Henry
dijo con claridad, que nos evitara
muchas cavilaciones, si nos dijera
simplemente algunas palabras?
Cules, Rafe?
Nos dice que una persona que
pasa por las puertas y ventanas cerradas
con llave puede aterrorizar a la aldea.
Muy bien. Dice que sabe, a pesar de que
ahora no lo puede probar, cmo se hace
el engao. Dgalo, pues, y termine de
una vez con tanto misterio y tanto temor.
Rafe contest Henry Merrivale
asindose a la columna ms prxima de
la cama, no voy a decir ni una palabra
ms. No porque quiera confundir a
alguien. No porque tenga miedo de que
alguno tenga una cara ingenua y pueda
revelar el secreto. Sino porque no me
atrevo a decrselo a todos ustedes
juntos.
Insina exclam el reverendo
James que alguno aqu?
No insino nada! Estoy tratando
de decirles que alguien est, o puede
estar, en grave peligro. A propsito, el
reloj de su iglesia no va cuatro o cinco
minutos atrasado?
Yo s, creo que s. Por qu lo
pregunta?
Fuera, en el pasillo, son el
telfono.
Segua sonando cuando Gordon West
sali a hacer las diligencias que le
haban sido encomendadas y Joan fue a
contestar. Esta regres inmediatamente.
Para sir Henry comunic. Es
Stella Lacey.
Henry Merrivale, refunfuando para
s, salt pesadamente. La mesa del
telfono estaba al final del pasillo; a un
lado, la puerta del dormitorio y al otro,
la del estudio.
Sir Henry? la voz de la
persona que hablaba pareca controlada
como si alguien la vigilara; sin embargo,
tena tal urgencia al hablar cerca de la
bocina que se la oa ntida. Excseme
por molestarle, pero yo le he buscado
por todas partes.
No me molesta. Qu ocurre?
La voz era ahora tan clara que el
grupo que se haba reunido en el pasillo
poda or slaba por slaba.
Soy Stella Lacey. Es mdico, no?
Alguien dijo que usted era abogado y
que le haba visto en el tribunal. Pero
es mdico?
Bueno soy ambas cosas
explic Henry Merrivale a modo de
disculpa, pero no me ocupo mucho de
ninguna.
Por favor, puede venir a mi casa?
le rog Stella. No dentro de unos
minutos, sino ahora mismo. No se lo
pedira, pero no es por una
insignificancia. Es cuestin de vida o
muerte. Por favor, por el amor de Dios,
venga inmediatamente!
15

S irsusurr
Henry Merrivale?
una voz de mujer en la
penumbra de la puerta de entrada.
Soy yo.
Cuando indic una puerta a la
izquierda, la mujer pareci encorvarse
como una siniestra bruja marchita.
Entre all, por favor.
La casa de Stella Lacey, cuya
situacin en el lado sur del parque
corresponda a la del coronel Bailey al
norte, no era absolutamente victoriana.
Unos cien aos atrs se llamaba la Casa
de la Viuda porque, al casarse, un joven
squire desaloj a su madre de la
residencia y ella tuvo que ir a vivir all.
El exterior era muy pintoresco, de
piedra con vigas negras, mas por dentro
no lo era tanto. Un ama de llaves, con
aspecto de bruja, hizo pasar al exterior a
Henry Merrivale y le indic la sala de la
izquierda.
Esta sala, en la que esperaban Stella
Lacey y el doctor Johann Schiller
Schmidt, era una habitacin larga, de
techo bajo, con paredes pintadas de
verde plido. De ellas colgaban tres
cuadros: dos manchas coloreadas cuyos
temas slo deba conocerlos el autor, y
el tercero recordaba vagamente a una
mujer, con un ojo colorado, acurrucada
misteriosamente en el aire.
En la pared frente a la puerta se
hallaba situada la escalera. Contra la
otra, una estantera de libros que se
asemejaba a una escalera de peldaos
desiguales. Sobre un gran piano se haba
extendido una tela plateada sujeta por
una estatua pequea y muy pesada: un
cilindro con una oreja a un lado y un ala
al otro.
Pero, si en aquel dormitorio
Victoriano exista hbito sobrenatural,
en cambio la atmsfera de esta sala
estaba cargada de temor, dolor y de
miseria humana. Los ojuelos de Henry
Merrivale miraron a su alrededor.
Vine aqu tan pronto como pude,
mistress Lacey su voz gruesa baj de
tono. Qu ocurre?
El doctor Schmidt, con los brazos
cruzados y aire severo, se hallaba de
pie, de espaldas a la chimenea apagada
sobre la que colgaba el desnudo
indefinido con el ojo colorado. Mistress
Lacey, con la cabeza baja y el pelo rubio
ceniza cado hacia delante, estaba
sentada en un divn de forma extraa;
tena sus delgadas manos entrelazadas y
la vista fija en el suelo.
Sir Henry empez tragando
saliva, yo
Un momento, por favor dijo
el doctor Schmidt.
Aunque era evidente que la situacin
no era del agrado del doctor Schmidt,
ste recordaba que siempre deba
reflejar alegra y buena voluntad. Su
regocijo pareca terrible en medio del
temor que reinaba en la habitacin. Al
vibrar su cuerpo rechoncho, brillaban
los gruesos aros de sus gafas, cuyos
cristales le agrandaban los ojos.
Tenga en cuenta que no he pedido
una consulta dijo. Sin embargo, uno
siempre se siente feliz con sus colegas,
no?
Por favor, doctor Schmidt!
Permtame explicarlo a mi manera
observ Stella con rigidez.
El mdico, impasible, hizo un
ademn de asentimiento.
Stella levant la vista, sus ojos
grises estaban hmedos y enrojecidos
por las lgrimas y su bonita cara
demacrada. Henry Merrivale retrocedi
hasta una mesa en la que vio otra
estatuita fantasmagrica y una bandeja.
Sir Henry le pregunt Stella,
juntando y separando las manos, no
s si conoce a mi hija Pamela?
La vi en la calle, mistress. Lacey.
Y la he vuelto a ver un par de veces. Es
una nia muy bonita. Me gusta.
Gracias dijo Stella. Anoche
le pregunt a usted, no, fue al
coronel es lo mismo! Pregunt si
usted haba visto su librito de poesas.
Lo ha escrito repetidas veces hasta
perfeccionarlo y ella misma lo ha
encuadernado con papel especial.
Espere!
Stella se levant y se dirigi al
estante de libros. Pestaeando
continuamente para retener las lgrimas,
slo consigui llorar an ms. Del final
de una pila de libros, tom un ejemplar
encuadernado y forrado de papel gris,
con el nombre Pamela Lacey escrito en
la tapa en las letras grandes.
Aqu, sir Henry. Por favor, lea la
tercera poesa yo yo dira la serie
de versos de este opsculo. El doctor
Schmidt la ha marcado.
Ach, as es! dijo rebosante de
alegra el mdico y se cruz de brazos.
Debera explicar previamente que
existe una cancin francesa que
entusiasm a Pamela dijo Stella casi
histrica. Si se traduce la primera
parte significa: Llueve, llueve, pastora,
junta tus ovejas. Se refiere a Mara
Antonieta y a su corte cuando jugaban,
en Versalles, a que eran pastoras y
campesinas.
Creo comprender, seora. Bien.
Henry Merrivale tom el libro
encuadernado y lo abri por la tercera
pgina. Estaba escrita con letra clara y
grande pero algo infantil y poco
formada. Se titulaba Chansonnette, y
deca:

Llueve, llueve, pastora; junta tus


ovejas;
Traviesa, linda, desmirada risuea;
ven, querida, no llores!
Sonreme, nia hechicera, de
vestido de porcelana rosa y blanca,
yo tan grande con mi peluca de
porcelana, y t, pastora!
Llueve, llueve, pastora, junta tus
ovejas
no te desesperes si todo no es
hermoso; acustate ahora y duerme.
Cintas rosas y cintas celestes, con
las nubes entremedio,
despirtate, all y crtate el pelo
es la guillotina!

Hubo un prolongado silencio


despus de que Henry Merrivale hubo
cerrado el librito y lo hubo depositado
sobre la mesa detrs de l, cogiendo
otra cosa sin que le vieran.
Aj dijo impasible.
Stella Lacey no pudo controlarse por
ms tiempo.
Sir Henry, el doctor Schmidt dice
que Pam ha escrito esos annimos
exclam llorando.
Un silencio sepulcral haca an ms
grotescos los muebles de la habitacin,
impregnndolos de malignidad. Henry
Merrivale no se movi ni habl.
Lo ve? suplic Stella.
Ach! exclam el doctor
Schmidt con un leve ademn. Nota la
morbosidad, la podredumbre como la
manzana agusanada, que se descubre en
la ltima lnea de esa poesa?
El el libro murmur Stella.
Volvi titubeando hasta el estante y
trajo un libro encuadernado en azul
cuyas pginas se abrieron en el lugar
que buscaba[1].
Es cierto! murmur el doctor
Schmidt apretando los labios. Luego
hizo un ademn con una ligera sonrisa de
modestia. Es un caso semejante.
Advert a mistress Lacey de que esto
podra suceder aun antes de que
recibiera el annimo. Mi estimada
seora, debi conservar la serenidad y
no alarmarse los lentes con montura
de oro enfocaron a Henry Merrivale.
Y?
Henry Merrivale continuaba sin
moverse ni hablar.
Sus amigos hubieran dicho que al
adoptar esta disposicin de nimo era
tan inocente e inofensivo como el
costado de un buque de guerra que se
alza lentamente para apuntar al blanco.
Pero segua impasible junto a la mesa.
Un caso semejante continu el
doctor Schmidt, que haba empezado a
andar de un lado para otro delante de la
chimenea es el de una joven llamada
Marie de Morell, de Saumur, en Francia.
(Qu decadencia!). Este libro de Herr
Irving sus lentes centelleaban es el
informe ms completo del asunto hecho
fuera de Alemania. En el caso de marras
hay una joven de excelente familia:
bonita, modesta, obediente, piadosa.
Perfecta, eh? Sin embargo, ha escrito
annimos obscenos y ofensivos, que, en
parte, han causado la ruina de su familia,
la muerte de un oficial del ejrcito y la
perdicin de otro, hasta que despus de
muchos aos descubrieron a la autora.
Aqu no se llega a tanto. Mucho me
temo, desgraciadamente, que Pam tenga
una mentalidad idntica a la de Marie de
Morell.
El libro se escurri de las manos de
Stella y fue a caer al suelo. Las lgrimas
corran por su rostro.
Sir Henry suplic por ltima
vez. Es esto verdad? Por el amor
de Dios, no puede ayudarme de alguna
manera?
El doctor Schmidt, absorbido en el
caso, al andar balanceaba sus brazos
rechonchos.
La pequea Pam sufre otro
ataque. Bien, pues debemos curarla.
Estos remedios? No! Debo sondear su
mente. Que no entiende? Pah! Tiene
catorce aos; comprende lo suficiente
para escribir palabras obscenas. Lo que
no entiende debo descubrirlo y
hacrselo ver. S, s, s!
El doctor Schmidt call. Dndose la
vuelta se qued con el rostro levantado
y con el dedo hacia arriba, como
predicando una causa santa.
Probar otra vez con el
psicoanlisis dijo.
Sir Henry Merrivale se movi
lentamente y se detuvo frente a l.
Si prueba otra vez con el
psicoanlisis dijo todava con calma
Henry Merrivale recibir una buena
tunda. Entendido, Jerry?
Stella Lacey, que se haba echado
sobre el divn, levant la vista de
repente. Se produjo una pausa durante la
cual el doctor Schmidt mir azorado a
Henry Merrivale.
Pero soy un psicoanalista
competente!
Aj. Bueno?
He estudiado durante tres aos en
Viena y he recibido mi ttulo. Tengo un
permiso para ejercer otorgado por la
Sociedad Mdica Britnica. No
compren el doctor Schmidt se
call. Algo parecido al terror apareci
en su cara. Pregunt incrdulo.
No cree en der anlisis?
Eso depende de quin lo practica,
hijo Henry Merrivale se volvi hacia
Stella. Dnde est la criatura,
seora?
Lo prohbo! estall el doctor
Schmidt. No le he llamado a
consulta!
Era sorprendente la rapidez con que'
Henry Merrivale poda hacer girar su
cuerpo.
Prefiere que llame a la polica?
pregunt.
Sin duda su vehemencia era la causa
de que el doctor Schmidt sudara
abundantemente.
No comprendo!
Tenga cuidado, hijo replic
Henry Merrivale con un refunfuo suave
y peligroso. Tenga cuidado, es todo lo
que le digo Mistress Lacey, dnde
dijo que estaba Pam?
Arriba, la primera puerta al subir
la escalera, no puede equivocarse.
Acostamos a Pam, pero la luz est
encendida. Sir Henry! Realmente
cree?
Est bien, seora dijo Henry
Merrivale. Tenga confianza en este
viejo.
Despus de subir pausadamente la
escalera alfombrada, llam a la puerta.
Oyeron la voz de Pam que, aterrada,
preguntaba quin era. La contestacin de
Henry Merrivale no fue clara, pero la
puerta se abri y se cerr.
Luego esperaron.
Pareci transcurrir una hora, luego
otra y finalmente una tercera.
El doctor Johann Schiller Schmidt
bien poda negar, y as lo crea, que
hubiese rastro alguno de dramatismo en
su naturaleza y en la de su raza. Sin
embargo, levant los brazos, recorri
febrilmente la alfombra y murmur un
extrao juramente wagneriano.
Con respecto al ejercicio de su
profesin, no era un hipcrita. El doctor
Schmidt estaba muy interesado en Pam y
tena fe en sus propios mtodos. Tema
que aquel bruto de sir Henry fuese a
asustarla an ms, y l (el doctor
Schmidt) se lavara las manos por las
consecuencias.
Stella Lacey, sentada en el divn,
respiraba nerviosamente. A menudo
miraba hacia la escalera y rezaba en
silencio.
El doctor Schmidt tena razn. Los
psicoanalistas siempre tenan razn. Lo
que l deca, de Pam (tambin exista
aquel otro asunto) podra ser
desagradable y repugnante, pero los
hechos eran los hechos. Stella no poda
sino ampararse en su antigua fe,
volverse hacia aquella iglesia gris de la
colina, con la esperanza de que alguna
ayuda podra
De pronto, arriba se oy el crujido
de una puerta que se abra suavemente.
Djela un poco abierta para
que entre algo ms de aire aconsej
una voz ronca.
Pero Stella casi no lo oy. En
cambio s oy lo que jams esperaba
or. Era un sonido sano y cordial que
denotaba afecto. Era Pam Lacey
rindose a carcajadas.
Desde la planta baja podan or
claramente la conversacin de Pam con
Henry Merrivale.
Pero no pudo hacerlo! No es
verdad? declar Pam casi en tono de
desafo. Pero de verdad ech
sales de Epsom en la sopa del ministro
del Interior cuando asista al banquete
del alcalde de Londres?
Juro que es cierto declar el
otro con tan profunda sinceridad que aun
los que estaban abajo lo creyeron. Y era
verdad. Pero esto no es nada! ri
Henry Merrivale. Espera a que te
cuente cmo Pinkey Waterford apost
cinco libras a que yo no bajara por
Ludgate Hill con patines de ruedas. No
estuvo del todo mal!
Doctor Merrivale la voz de
Pam pareca ligeramente resentida.
No va a volverse a sentar a mi lado?
Por supuesto, muequita ma
Henry Merrivale hizo una pausa y habl
con mucha gravedad y cortesa.
Espero que no te molestar que te llame
muequita ma. Es slo una manera de
hablar. No lo har si no lo quieres.
Oh, no! Me encanta! Es es
cuando la gente le habla a uno con
desprecio, como si uno no supiera nada
y no pudiera comprender nada. Quiero
decir
Si lo sabr yo? No te he contado
el caso de mi to, esa comadreja? Pero
el asunto es ste: no debes dejar que te
llenen la cabeza con un montn de
tonteras como lo estn haciendo. Antes
de que te explique esto, mira.
Que mire qu?
Mira! repiti Henry Merrivale
con ese poder de conviccin suyo. No
tengo nada en las manos, lo ves? Nada
dentro de las manos. Levanto al aire la
mano izquierda, as Ahora, caramba!
dijo Henry Merrivale como si le
hubiese alcanzado un rayo, de dnde
sali esa reina de corazones?, o el siete
de trboles?, o el nueve de diamantes?
O ves, mejor mezclarlas todas.
Abajo, durante este intervalo, el
doctor Johann Schiller Schmidt haba
permanecido tenso. Stella, en el divn,
miraba hacia la puerta de arriba, sus
ojos brillaban cada vez con mayor
esperanza. El doctor Schmidt se movi y
le habl en voz baja.
Este ministro del Interior, quin
ess? Creo que lo s, s, pero qu
hace?
Bueno, yo no estoy muy segura.
S que es un miembro importante del
Gabinete. Creo que, hablando
tcnicamente, es jefe supremo de la
polica.
Herr Gott! murmur el doctor
Schmidt.
Y qu puede importar?
Este Merrivale comete una ofensa
grave y seria contra un ministro
importante del gobierno britnico y sin
embargo, Merrivale no est preso, o
o?
O qu?
No hace al caso. Pero Herr
Gott!
Stella casi no le oy. Segua
mirando todava la puerta de arriba.
Pero, por alguna razn, la puerta fue
cerrada deliberadamente. Esperaron en
silencio durante lo que pareci ser una
hora larga y dolorosa. El doctor Schmidt
empezaba a enfadarse.
Soy un cientfico. No tengo tiempo
para juegos de cartas y chistes dijo
con desprecio. La vida ess asunto
serio. Con mis enfermos no gasto
bromas.
Preferira que lo hiciera dijo
Stella, mirndolo de pronto con
antipata.
Bitte?
Calle! La puerta ha vuelto a
abrirse un poco.
Por algn motivo as era. Henry
Merrivale estaba sentado al borde de la
cama de Pam. La conversacin, por lo
menos para el doctor Schmidt, era
electrizante.
ves, encanto, no hay necesidad
de tenerle miedo a ese farsante comiln
de salchichas que est abajo. Es pura
espuma con faroles de armazn dorada.
Te clava los faros en la cara y suelta un
montn de tonteras. Entonces te asustas,
te trastornas y te duele el estmago, y tu
mam cree que ests enferma. Pero no
tienes realmente nada; estamos?
P-or sup-puesto!
Muy bien. No tengas vergenza en
darme un beso. Y llora si quieres; nadie
lo sabr, nadie ms que t y yo, pero
vers como te hago rer en seguida.
Se oy una risa y un sollozo
apagado.
Como te expliqu, encanto, la
mitad de las cosas que te dicen las
personas mayores son pura mentira. No
veo por qu han de seguir mintindote
cuando tienes catorce aos cumplidos;
al diablo si lo entiendo. Pero mucha
gente lo hace. Les hars comprender que
no te gusta eso. Si intentan algo que t
crees que es una patraa, pinsalo bien y
descubrirs que es una patraa. Si es
una patraa mezquina y despreciable, no
les hagas caso y mndalos al diablo.
Pero si se trata solamente de una farsa
ridcula como la del doctor Tijera de ah
abajo, puedes rerte y vers como te
diviertes.
Pero a veces uno no se puede rer
dijo Pam. No se puede!
Lo s, encanto dijo Henry
Merrivale con mucha suavidad. No
puedes pretender cambiar de la noche a
la maana, no? Por eso estoy yo aqu.
Qu' quiere decir?
Pam, este embustero comiln de
salchichas no te va a molestar ms.
Se oy el ruido de un trago.
De veras?
Lo juro. Me encargar de ello, te
lo prometo.
Pero mam dice
Tu mam est bien, encanto.
Hablar con ella en cuanto baje. No
crees que el doctor Merrivale hace lo
que promete?
Oh, s! S!
Entonces, asunto concluido. Si el
doctor Schmidt entra otra vez aqu a
hurtadillas, cosa que no har, creme
pues si lo hace me avisas al Lord
Rodney. Vendr al instante y le echar
por la ventana. Pensndolo bien, por
qu no echarlo por todas las ventanas?
Usted usted es tonto! No
puede arrojarlo por todas las
ventanas!
Por qu no? sostuvo Henry
Merrivale con muestras de lgica.
Siempre se puede recogerlo, traerlo y
tirarlo otra vez. Y, hablando de ventanas,
aqu estn sobre la mesa de noche estos
libros de rusos desequilibrados. Sera
mejor librarse de ellos.
Se oy el aleteo de las hojas y luego
tres golpes por separado al ser
arrojados por la ventana, chocando
contra el tronco de un roble, los libros
de Dostoievsky, Tolstoy y Chejov.
Tengo el propsito explic
Henry Merrivale de que leas
escritores que se llaman Dumas, Mark
Twain, Stevenson, Chesterton, Conan
Doyle. Han muerto, es verdad; pero
todava son mejores que cualquier otro
para contar un cuento. Te los traer de la
librera de Rafe. En la escuela te podrn
dar ms.
Pero Pam call de pronto.
No va a sentarse a mi lado?
Por supuesto, encanto. Y te
apuesto a que s en lo que ests
pensando. Tu mam siempre te quiere
sacar de la escuela porque tiene miedo
de que el rgimen alimenticio no te sea
propicio o de que te pongas en una
corriente de aire o en algn mal sitio, en
fin, de que cometas alguna sandez.
Yo no pensaba en eso.
S que no lo has pensado y te pido
disculpas. Pero de todos modos lo
arreglaremos.
La voz de Pam, amortiguada contra
el pecho de Henry Merrivale, bajaba
ms y ms.
Todava no sabe lo que estn
diciendo de m! Dicen la voz se
tornaba indistinguible, siendo a veces
casi un susurro.
Crees que no lo saba?
pregunt suavemente Henry Merrivale
. Escucha, encanto! El nico motivo
que tengo para dejarte ahora es que debo
bajar y su voz tambin baj de tono
hasta perderse en el silencio.
No lo va a hacer! dijo Pam. No
expresaba incredulidad, sino un suspiro
de alivio.
Por supuesto que s. Si quieres or
algo interesante, escucha bien.
Sinceramente, yo de todos
modos no puedo dormir. No puedo!
Por supuesto que no puedes
tron Henry Merrivale como si la
simple idea de alguien durmiendo le
pareciera monstruosa. Por qu
habras de dormir? Echemos un vistazo
por este estante. No veo nada que no
acabase matando de aburrimiento a una
cabra, pero un momento! Esto debe
de haber venido aqu por equivocacin.
Se llama El claustro y el hogar.
Yo ya lo he visto. Pero el ttulo
parece muy triste.
As lo pens hasta que le uno o
dos captulos. No te gustan los desafos
con espadas, los mastines, los ladrones
en las posa das solitarias y los crmenes
misteriosos?
Pero si es lo que ms me gusta!
Entonces toma ste, encanto, y te
doy las buenas noches. En el libro hay
un gran personaje llamado Denys que
grita a todo el mundo: Courage! Le
diable est mort!. Sabes, naturalmente,
lo que quiere decir?
Valor! ri Pam. El diablo
ha muerto!
Es para ti, encanto dijo Henry
Merrivale. Volver maana con los
patines de ruedas y con los libros que
encuentre.
Sobre la alfombra de arriba
resonaban los pasos pesados.
Doctor Merrivale dijo Pam con
una vocecita.
S, encanto?
En la entonacin de Pam haba
desaparecido todo vestigio de
afectacin.
Creo que usted es es
Eh?
Creo que usted es como un
caballero con armadura dijo Pam, y
se ech a llorar.
Esta declaracin sorprendente, que
jams hubiese soado la esposa de
Henry Merrivale ni tampoco su madre
cuando l era un nio, hizo que Henry
Merrivale se detuviera un segundo. Si en
alguno de sus crculos se contara la
observacin de Pam, no se atrevera a
concurrir a ellos durante dos aos. No
obstante, el viejo pcaro se sinti tan
conmovido que, cuando sali de la
habitacin y cerr la puerta, la
expresin de su ceo se volvi
diablica. Fue igualmente sorprendente
lo que dijo al dirigirse a la puerta
cerrada.
Encanto, me gustara creerlo as
murmur.
Henry Merrivale baj lentamente las
escaleras. Abajo, Stella Lacey, con
lgrimas muy diferentes en los ojos, le
tendi las manos.
Bueno gru Henry Merrivale
nervioso y preocupado. No pasa nada
malo con la chica. Nunca ha escrito ni
un solo annimo. Cualquier polica de
pueblo se lo podra decir.
Sir Henry, yo yo
Pero creo que no va a dejar de
preocuparse hasta que le muestre las
pruebas que pueda ver y juzgar. Es lo
justo. Permtame hablar un poco con ese
Paracelso.
Los sentimientos del ofendido doctor
Schmidt, de pie sobre la alfombrilla de
la chimenea, no necesitan ser descritos.
Por una parte tena la cara morada,
como si padeciera una peligrosa presin
arterial, y, por otra, temblaba como un
hombre que sufriera de malaria.
Henry Merrivale se acerc a l con
calma. El mdico recuper la voz para
decir:
Jams en mi vida he odo tantas
ovensas a la tica mdica! Me ha
llamado el doctor Schmidt call.
Henry Merrivale le haba llamado tantas
cosas que de repente no record
ninguna. No poda sino temblar de ira.
El mundo mdico se enterar de esto!
Henry Merrivale, con los ojos
entornados, habl con el mismo tono que
le haban odo antes.
Tengo motivos para dudarlo
dijo.
Ha insultado mi profesin!
Oh, no! Slo a usted, porque no
sabe ejercerla Sintese!
Se me jinsulta demasiado!
Ha estropeado este trabajo, como
ha estropeado Henry Merrivale hizo
una ligersima pausa otros trabajos. A
propsito, no le he dicho que se siente?
El doctor Schmidt le lanz una
mirada rpida y cautelosa y en seguida
tom asiento en una silla antigua.
Dgame, doctor contest Henry
Merrivale. Ha ledo con atencin los
annimos que ha recibido?
Cuntas veces debo decirlo? No
me interesa la poltica. No soy
nacionalsocialista!
Vamos, vamos! Henry
Merrivale pareca sorprendido. No he
dicho que lo fuera. Pero aun si lo fuese,
cul es la diferencia? Su pas y mi
pas no son acaso dos naciones amigas
que gozan de las relaciones ms
amistosas que puedan existir bajo la luz
del sol?
S! suspir el doctor Schmidt,
y el color morado casi desapareci de
su rostro. S, s! Por supuesto!
Bueno, entonces.
Ach s!
Pero hay algo extraordinario
dijo Henry Merrivale buscando en el
bolsillo interior. El inspector Garlick
y yo hemos examinado esta tarde el
cesto de las cartas. Sucedi que me met
una en el bolsillo (distrado que es uno)
y era una carta dirigida a usted. Tome y
lea un par de lneas en voz alta.
A travs de los gruesos lentes, el
doctor Schmidt lanz una mirada de
desconfianza a Henry Merrivale, pero
ste permaneci amable.
Al hablar ingls puede cometer
algn error, amigo mo. Pero me dicen
que nunca se equivoca cuando lo
escribe.
Ja, ja. No, esto es demasiado. Sin
embargo el doctor Schmidt tom la
carta, por dnde quiere que
empiece?
Por el principio.
Estimado doctor Schmidt
empez el mdico, apoyando el codo
sobre el brazo del silln, porque la
mano no estaba firme. Segn mi
ltima carta, encuentro que las
exigencias de la situacin me obligan a
hacer ms averiguaciones sobre su
carrera. Concedido. Pah! Esta
acusacin es una tontera! Qu dice
usted?
Henry Merrivale se acerc a la mesa
del centro. Dej la baraja que haba
tomado de all. Sobre sta el ejemplar
encuadernado en gris con los versos de
Pam Lacey y lo abri en la pgina tres,
donde estaba la cancin de la pastora.
Entonces estall la bomba.
Ahora, fantoche imbcil bram
sir Henry Merrivale metiendo el librito
de versos en la mano del doctor Schmidt
que sostena la carta, lea esto!
Cuando lo lea recuerde que el primer
deber de un mdico es el de saber
emplear los ojos y el sentido comn.
Qu quiero decir? Que en esos
versos, incluyendo el ttulo, desde lo
que debi ser Chansonnette, hasta lo
que debi ser cintas, hay cinco faltas
de ortografa en ocho renglones. La
gramtica es psima. La puntuacin se
pierde por todas partes. Ahora bien,
Pam haba trabajado y trabajado en ellos
para que salieran lo mejor posible.
Tendr usted la audacia inaudita de
decir que esos versos y los annimos
pudieran haber sido escritos por una
misma persona?.
El doctor Schmidt observ los
versos. Mir la carta, finalmente se
humedeci los labios y levant la vista.
Y quin es usted para hablar de
gramtica? dijo con desdn.
Henry Merrivale movi
amistosamente una enorme mano en
direccin al cuello de su interlocutor,
pero se contuvo, aplazando su deleite.
Le dir una cosa dijo con calma
. Siendo alemn como es, no puede
saberlo. Soy de una generacin que se
coma parte de las palabras tan
naturalmente como ahora decimos otras
cosas. Pero se llevara una buena
sorpresa si supiera quines eran las
personas de esa generacin.
Henry Merrivale tom la carta y el
opsculo de manos del doctor Schmidt
y, acercndose, los puso encima de la
mesa.
Y ahora retrese de aqu dijo.
Ya ha hecho bastante dao. Retrese!
Apelo a la nica fersona que
puede tomar decisiones. Apelo a
mistress Lacey.
Stella, que haba permanecido
inmvil, tembl ligeramente.
Por favor, vyase le dijo al
mdico. Si vuelve, sir Henry tiene
autorizacin para arrojarlo por todas las
ventanas de la casa.
El doctor Schmidt, con dignidad,
recogi su sombrero y su maletn de la
mesa.
Usted no ha acabado de or la
ltima palabra! dijo para terminar en
un tono algo dramtico. Luego se puso el
sombrero y sali.
A Stella le flaquearon las piernas y
se sent en el divn.
Seora dijo Henry Merrivale,
mientras jugaba con los papeles que
estaban sobre la mesa, cuando vine
aqu por vez primera, creo que no la
juzgu del todo bien. Hay algunas cosas
que todava no s, pero desde entonces
he aprendido mucho.
Se acerc con lentitud y se detuvo
frente a ella, hablndole otra vez con
suavidad.
Su marido no est realmente
muerto, verdad?
16

L as manos de Stella, apretadas


contra la cara, cayeron
lentamente al alzar el rostro. A
pesar de que haba desaparecido todo
rastro de maquillaje, ya no aparentaba
cansancio. Sus facciones delicadas se
serenaban, pero al mismo tiempo se
haba desvanecido esa fugaz expresin
burlona de su boca y de sus ojos grises.
As como Pam haba perdido sus aires
semisofisticados, su madre tambin
haba perdido su aire artificial para
convertirse en un ser humano.
Cmo se enter? empez
Stella, pero su voz baj de tono al mirar
hacia la puerta del piso alto.
Yo tambin he estado observando
esta puerta la tranquiliz Henry
Merrivale. La cerr completamente
despus de que hubo usted echado al
doctor Schmidt. Si hablamos en voz baja
Pam no podr ornos.
Pero cmo se enter usted?
Por Scotland Yard Henry
Merrivale calm con un gesto el
sobresalto de Stella. No se preocupe,
seora. Aqu nadie lo sabe y nadie lo
sabr jams. Ver la voz gruesa de
Henry Merrivale continu tan
consoladora como cuando hablaba con
Pam, quise saber por qu la nica
correspondencia que reciba usted era
una carta, cada trimestre, de una firma
de procuradores de Londres. Me dio la
impresin de (pero slo porque soy muy
imaginativo) que alguien le enviaba un
cheque trimestral por persona
interpuesta.
Darwin es mi marido La
familia de Darwin no me quiere dijo
Stella bajando la vista. No les
censuro. Tienen razn. Pero Ver
dijo enderezando los hombros, mi
marido pertenece a las Fuerzas Areas y
est bueno, digamos en un sanatorio.
No est enfermo! murmur
vehemente Stella, y la verdad se lea en
sus ojos. Es una especie de (cmo la
llaman?) psicosis que creen que podrn
curar. Los mdicos de las Fuerzas
Areas parecan, tan tan
Si son psiquiatras de las Fuerzas
Areas es que conocen su profesin de
cabo a rabo. No como el amigo Schmidt,
que es un farsante en ms de un sentido.
Bueno, a causa de los otros, tuve
confianza en l cuando me dijo
A sir Henry Merrivale se le suba la
sangre a la cabeza debido a la furia que
empezaba a apoderarse de l, como el
inspector jefe Masters.
Le dijo ese matasanos que la
enfermedad de su marido poda ser
hereditaria y aparecer en Pam?
S! Por eso
Bueno, pues no es as. Es otra
mentira.
Los labios de Stella temblaban de
nuevo y experimentaba una sensacin de
alivio que la hacia estremecer. Henry
Merrivale, agachndose con trabajo,
recogi del suelo el ejemplar de
ltimos estudios de criminologa y lo
coloc de nuevo en la estantera.
Dgame pregunt, el viejo
Cagliostro dijo?
Quin?
Oh!, otro impostor. Predijo que
Pam podra escribir annimos? Aun
antes de que empezaran a aparecer?
Bueno, s, eso, entre otras muchas
cosas terribles. Me dio el libro y me
dijo que estudiara el caso de Marie de
Morell. Sabe lo que hizo esa
desgraciada, sir Henry? No fueron
solamente cartas. Esa joven Morell dijo
que un hombre, se supone que ese
teniente de la Roncire, entr por la
ventana de su dormitorio y trat de
S-sh! dijo Henry Merrivale
sentndose a su lado. No sabe que
cuanto dijo sobre Pam son mentiras?
No es as?
S! Gracias a usted!
Pero Schmidt observ
pensativo Henry Merrivale lo predijo
de antemano.
Stella Lacey pareca estar juntando
fuerzas para la peor de las confesiones.
Ve continu, yo no saba
que los versos de Pam tenan faltas de
ortografa, mala puntuacin y lo dems
una ola de rubor ti sus plidas
mejillas. Realmente yo soy muy
ignorante. Yo nunca fui a la escuela.
Henry Merrivale le lanz una rpida
mirada de soslayo, pero por el momento
no hizo ningn comentario.
Marie de Morell meditaba l
. Por esto cuando Ellie Harris le
entreg el primer annimo usted le dijo
ese libro no, ese libro no. Estaba tan
asustada que no saba lo que deca y
sali corriendo de la oficina de correos.
Me imagino que Scotland Yard
tambin lo sabe. S, es verdad. Me
senta tan desgraciada, pero, por
supuesto, no me atreva a decrselo a
nadie.
Ahora, encan es decir, seora
continu Henry Merrivale, d un
vistazo a los cuadros, esculturas y a los
libros. Excluiremos a Irving, porque es
buen escritor. Qu piensa de ellos?
Stella ech hacia atrs su pelo rubio
ceniza que le caa sobre la cara.
Me parecen horribles!
S-sh-h! recomend Henry
Merrivale, mirando hacia la puerta
cerrada de arriba. Entonces, por qu
los pone en la casa por todas partes?
Es que yo soy muy ignorante!
Y bueno! Mis amigos de Londres
dicen que son chic, de buen tono y que la
gente bien los tiene.
Henry Merrivale cerr los ojos
como si contara lentamente hasta diez;
sigui contando diez ms y lleg a una
conclusin.
Chic repiti inexpresivo.
De buen tono. Luego, an con
mayor esfuerzo: La gente bien.
Oh!, sir Henry, por favor, no me
critique. Este asunto de Pam casi me ha
hecho perder la cabeza. Y siendo Pam
tan delicada
No, no lo es! interrumpi
enrgicamente Henry Merrivale. Ese
es otro desatino que tiene que quitarse
de la cabeza. Jugar al hockey y se
ensuciar la ropa si es que le gusta
hacerlo; se dar un buen trompazo con
los patines de ruedas y tiene que
disfrutar un poco de la infancia. Me voy
a enfadar con ustedes de veras si no me
lo promete.
S, s! Se lo prometo!
Ahora hablaremos de lo que llama
usted la gente bien. Henry
Merrivale se estremeci y se calm.
S! El padre y la madre de
Darwin
Un momento. Cmo sabe usted
que la verdadera gente bien no est
ahora en la puerta de su casa? No
aceptara usted la opinin y el criterio
de Gordon West o de Rafe Danvers, o
del coronel Bailey, o del vicario
caramba! no su juicio, sabe a qu me
refiero frente al de cualquiera de los
ineptos que la han estado aconsejando?
Stella se moder.
Por favor, no mencione a Gordon
West.
Ah!, no le agrada? pregunt
Henry Merrivale.
S, me agrada. Tal vez demasiado
Stella hizo una pausa. Ahora que s
que Pam no ha escrito los annimos
puedo decirle que nicamente una mujer
pudo escribir esas cartas.
Cmo es esto?
Porque solamente una mujer pudo
adivinar mis sentimientos. Los he
ocultado muy bien.
Entonces ha recibido ms de una
carta? Y todas se referan a West?
Las sombras ms siniestras cruzaron
la habitacin, rozando el desnudo
indefinido con el ojo colorado y la
estatua cilndrica.
S, todas repuso Stella en voz
baja. Pero ment. No quise darle a
nadie la satisfaccin de que pudiese
hacerme preguntas. Y eso no es lo peor
continu Stella, como hacindose un
reproche a s misma. Siempre he
tenido una reputacin muy extraa aqu.
He gustado a los hombres, y las mujeres
slo me han tolerado o simplemente les
he desagradado. Quiz no les guste una
presunta viuda. Pero qu puedo hacer?
La voz de Stella se alz con pasin y
Henry Merrivale se vio obligado a
hacerle bajar el tono.
Cundo he contado mis
preocupaciones a algn hombre, excepto
ahora? Nadie sabe nada. He coqueteado
un poco, s. Por un lado, dicen que soy
una especie de de Mesalina. Por otro,
dicen que no tengo bastante
temperamento para ser interesante.
Bueno, no soy ni lo uno ni lo otro. Soy
un ser humano corriente, con
sentimientos y tentaciones como
cualquier otro.
S-sh! Calma!
Pero despus del 1 de julio,
cuando empezaron esas cartas bueno,
fue culpa ma. Cuando una se siente
desgraciada, o por lo menos as me
ocurre a m, se exaspera una y dice las
cosas ms desagradables que se pueda
imaginar. La mitad de las veces brotan
de los labios antes de que se sepa lo que
dice. Me permite decirle algo, sir
Henry?
Por supuesto.
Si Marin Tyler me odia, no la
censuro por ello. Ni tampoco a Joan
Bailey. Joan no me quiso desde un
principio. Pero cmo me gustara a m
ser como Joan! Una joven sana y sincera
que verdaderamente no piensa en nada
sino bueno, en el amor y no se ve
dominada por los nervios.
Henry Merrivale sacudi la cabeza.
Alto, mujer! dijo. Ella no es
tan serena como supone usted. Algo
ocurri anoche; la joven se asust tanto
que apenas poda hablar, pero apret los
dientes porque esto es lo que se
esperaba de ella.
No es el caso de todos?
suspir Stella, resumiendo su filosofa
. Sobre Joan y Gor no importa!
Verdaderamente, en el fondo de mi
corazn, jams llegu a creer que Pam
hubiese escrito esos annimos. De
dnde hubiera sacado la mquina de
escribir? Y, que yo sepa, ni siquiera
sabe utilizarla.
Aj! El sentido comn parece por
fin surgir.
Si yo deposit toda mi confianza
en el doctor Schmidt es a causa de esos
mdicos de las Fuerzas Areas. Cuando
dijo que Pam haba escrito las cartas y
que se observaba una enfermedad mental
en la ltima lnea de aquella
Chansonnette sobre la guillotina; y usted
tampoco lo ha negado
Al diablo con la psicosis! dijo
Henry Merrivale, aunque emple un
trmino bastante ms fuerte. Mreme!
Stella le mir.
No conoce un estilo de poesa
que es, o era, muy popular? Empieza
muy arrulladora y almibarada, muy
ptalos de rosa y neblina sentimental, y
luego termina con vyase al demonio,
mi amor.
Por supuesto. Eso es
A todo el mundo le gustaba
porque, adems de bien hecha, agradaba
lo brusco del final. Eso le encantaba a la
juventud. Si pudieran le imitaran. Pam
lo hizo.
Es eso verdad?
Oh! Claro qu s! Pam dijo que
no le importaba mucho el aspecto
sentimental. Aunque ese sujeto, Harry
Goldfish, no es del todo malo; pero no
se le permita jugar con la pandilla de
Tommy Wyatt porque les llamaban los
diablillos de Satans y no queran
formar parte del coro una expresin
maliciosa cubri insensiblemente el
rostro de Henry Merrivale. Le habl
entonces de mi to, un tipo llamado
George Byron Merrivale, que haba
querido que ingresase en el coro, y
cmo ajust las cuentas con el villano
bien y pronto.
Es que soy tan ignorante!
Stella repeta esto insistentemente.
Yo estaba en el coro cuando Darwin y
yo nos casamos.
Sir Henry Merrivale se sorprendi.
Por supuesto que estaba dijo l
. Ya he dicho que la haba visto
antes relacionada con algo grande,
hermoso y noble. Era la joven que
estaba en la extremidad de la primera
fila de las Veradana Gaieties en 1924.
Pero el padre y la madre de
Darwin
Escuche dijo solemnemente.
Sabe todo lo que tiene que tener una
joven para formar parte del coro de una
revista de Chalmers? aadi con
disimulado orgullo. Mi esposa
formaba parte del coro de ese mismo
espectculo en \913.
Su esposa?
Seguro. Clemmie tiene, por
supuesto, muchsimos menos aos que
yo explic con sentimiento Henry
Merrivale. Es bajita, rubia y conserva
su figura. Y aun ahora, cuando est
engalanada, todava tiene xito. Ve,
Clemmie
Clemmie?
Mi esposa. Se llama Clementine,
como la querida Clementine de la
cancin Henry Merrivale, superficial
y satisfecho, se puso a rascar un banjo
imaginario. Pero en la actualidad no
nos vemos mucho aadi con tristeza
. Clemmie acostumbra residir en el
sur de Francia.
Lo siento! los ojos grises de
Stella mostraron preocupacin. Fue
una boda poco feliz?
Poco feliz? exclam Henry
Merrivale. Cspita, no! Este es el
inconveniente; ha sido demasiado feliz.
Pero un matrimonio no puede ser
demasiado feliz. Yo quisiera que as
fuera.
Vea! dijo Henry Merrivale con
severidad. Le contar. Clemmie se
cansa del sur de Francia. Me enva un
telegrama diciendo que la espere.
Bueno, vamos al Ivy, o tal vez al
Claridges, o al Savoy Grill el tono
de Henry Merrivale era todava
indiferente y empezamos por tomar
cuatro o cinco whiskys dobles.
Comprende lo que quiero decir?
Oh, s! Mi marido y yo
aadi Stella.
Y al sexto, cuando los dos
sentimos como si hiciera poco que nos
hubiramos encontrado en Pearly Gates,
al son de una banda de cobres, Clemmie
se pone pensativa y me dice: Henry,
tengo una idea magnfica. Qu ocurrira
si colocsemos un polica embalsamado
encima de cada chimenea de Scotland
Yard, sin que nadie nos viese y
hacindolo a plena luz?. Y yo, lleno de
whisky y de malicia, digo: Clemmie, no
est nada mal. Dame unos minutos para
pensar cmo podemos hacerlo. Lo
hicimos, por supuesto. Y luego fue
cuando nosotros Pero quiero decir
insisti Henry Merrivale, levantando
solemnemente el dedo para dar mayor
nfasis a su leccin de moral que no
puede uno estar haciendo continuamente
esas cosas, no? Tengo, que pensar en
mi dignidad.
Stella le mir con extraeza.
Dios santo exclam. No
querr decir que hay dos personas en
usted?
No s de qu me est hablando!
dijo Henry Merrivale ofendido.
Dos sir Henry Merrivale, uno
pequeo y femenino. Yo yo
Era evidente que los sentimientos de
Stella haban ido demasiado lejos. El
viejo le haba dado tantas esperanzas,
tanta facilidad para manejar a los
diablillos imaginarios como si fuesen de
papel de seda, que deba tomar
inevitablemente una u otra direccin.
Sabe que cuando lleg usted le
tena miedo? dijo Stella. Le abraz y
llor sobre su hombro.
Oh, por el amor de Esa! se
quej el Viejo Maestro.
Henry Merrivale, con expresin de
vctima, extendi los brazos. A pesar de
que en el caso de Pam la haba alentado,
teniendo una especial atraccin por los
nios, ahora consideraba que con Stella
iba demasiado lejos. Adems, con los
brazos de Stella alrededor de su cuello,
comprenda que estaba en una posicin
que podra parecer equvoca.
Haba otra persona que pensaba
exactamente lo mismo. Ya se ha
advertido que nadie echa la llave a las
puertas en Stoke Druid. Gordon West, al
encontrar la puerta de la calle abierta,
haba llegado por el pasillo hasta la sala
y se detuvo bruscamente.
Este disculpen dijo, y se
retir de prisa.
Un momento, maldito sea!
berre Henry Merrivale. Depositando
suavemente en el divn a una Stella
azorada, corri tras West.
Afuera, la noche era fresca y
agradable. West, con las manos en los
bolsillos, se le encar en el umbral de la
puerta de la calle.
Dgame, viejo pcaro pregunt
West con verdadero inters, a
cuntas mujeres necesita? Dentro de
pocos das tendr tan mala reputacin
como el vicario. Y espere a que se
entere de esto Virtue Conklin!
Soy completamente inocente
dijo Henry Merrivale dando un tirn a
su cuello. Soy el ms pobre e
incomprendido protector de la
humanidad que haya intentado hacer una
buena accin. He venido aqu, nada ms
que para consolar a una nia que est en
el piso alto.
Segn mi visual dijo West,
estaba consolando a una nia grande en
el piso de abajo.
Dgame, no le dir nada de esto a
Virtue? insinu Henry Merrivale en
voz baja.
No, Maestro. No me importa nada
que mantenga a un harn. Pero ha
olvidado lo que bamos a hacer? Y las
urgentes instrucciones que me dio?
En realidad, Henry Merrivale lo
haba olvidado. Pero, sacando su reloj,
ech una mirada a West e
instantneamente le interpel.
Pens que haba estado ah
adentro unas cuatro horas y creo que los
dems tambin. Pero no son nada ms
que las diez. No importa; en qu ha
perdido usted el tiempo?
Las sombras se acentuaron en los
pmulos de West.
Perdido el tiempo? dijo.
S. Dnde est ese revlver del
calibre treinta y ocho?
Desapareci contest
categricamente West. Haba
desaparecido cuando volv a toda prisa
a mi quinta. No he estado en ella en todo
el da y pueden haberlo sustrado en
cualquier momento.
La luna iluminaba Stoke Druid,
aunque todava no era llena.
Y dnde est Fred Cordy? Le
dije que lo agarrara y que no le perdiera
de vista.
No pude hallarlo! interrumpi
West. Esto aadi con amargura
es lo que usted llama perder el
tiempo. No estaba en su casa, la ltima
en el extremo norte de High Street.
Tampoco en los bares, ni en ningn
cafetn que yo conozca.
Los dos se dieron la vuelta. Delante,
el sendero de grava torca hacia la
izquierda y pasaba a unos cien metros de
la casa de Stella, antes de convertirse en
un sendero de tierra. Enfrente aparecan
los gruesos rboles de este lado del
parque. Detrs de stos, un camino de
grava, ancho y recto, una los portones a
la puerta de la casa solariega. Detrs de
otros rboles, del lado donde vivan los
Bailey y el propio West, sala otro
sendero como aqul.
Haba, pues, tres senderos: el del
centro, que conduca a la residencia
como el astil de una flecha, y los otros
dos como los bordes de la punta de la
flecha. Pero nadie andaba ni se mova,
con excepcin de las sombras, entre los
rboles baados por la luna.
Esto va de mal en peor objet
Henry Merrivale en voz baja, pues
Cordy, a pesar de todo, debe de estar en
alguna parte.
A no ser que deliberadamente se
esconda.
Los dos avanzaron a la luz de la
luna, pero sus pisadas eran tan ruidosas
sobre la grava que se detuvieron.
Aguarde! Estar Henry
Merrivale levant un brazo para sealar
el parque, estar de visita en casa de
nuestros amigos?
No. Tambin pens en ello.
Cmo dice, hijo?
Despus de que usted se marchase
de casa del coronel, el grupo se
disgreg. El vicario se fue a su casa y lo
mismo hizo Rafe Danvers. Bueno,
despus de buscar por todas partes en la
aldea, volv all como ltima esperanza.
Joan y el coronel jugaban al ajedrez y
Cordy, por supuesto, no estaba. Regres
a mi casa y la hall desierta, nada de
Cordy. Cruc por delante de la casa
solariega West la seal y vine por
este lado a la quinta de Marin Tyler.
Esto es de nuestro lado. A la
derecha de donde estamos ahora
intervino Henry Merrivale.
S, Marin se estaba desnudando.
Me vine entonces para aqu.
Busc en la casa solariega?
En la casa solariega? repiti
West sacando las manos de los bolsillos
. Qu diablos poda estar haciendo
Cordy all?
Oh, hijo, no tiene usted el ingenio
que posee Virtue para que le cuenten
todos los chismes que circulan.
Qu pasa ahora?
El Squire Wyatt dijo Henry
Merrivale es una de las personas que
agradan a Cordy. El Squire Wyatt, por lo
menos en el caso de Cordy, cierra los
ojos ante la caza en terreno vedado.
Pero probablemente tiene usted razn
aadi Henry Merrivale desesperado
y Cordy est escondido. Hijo, tiene un
buen motivo para esconderse.
Hum!, s. Usted ha dicho que es
la persona que est en peligro West
golpe el suelo con el pie. Debemos
encontrarlo! Pero, por Satans, cmo
podramos hacerlo?
No lo s. Tal vez La Viuda
Burlona.
Cmo puede un montn de cartas
tener algo que ver con? West call
. Se refiere a la figura de piedra de
La Viuda en la pradera?
Aj.
Pero no podra ocultarse all!
No, hijo. No podra ocultarse. De
cualquier manera, podra
En aquel mismo momento la mano de
Henry Merrivale cay pesadamente
sobre el brazo de West.
Escuche! dijo.
17

P asado el primer momento y


despus de orse el ruido, que fue
como el desgaje de una rama muy
pequea, no haba motivo para seguir
guardando silencio.
Tanto Henry Merrivale como
Gordon West oyeron pasos que corran
sobre la grava Corran enloquecidos,
corran desesperadamente, con un miedo
cerval.
Socorro! Socorro! Por el amor
de Dios, socorro! la voz se debilitaba
a causa de la respiracin entrecortada
por la carrera. Cualquiera, aun a mayor
distancia, hubiera podido or el grito.
Es la voz de Cordy! dijo West.
Calma, maldito sea! Dnde est
y qu direccin lleva?
Los pasos, haciendo crujir la grava,
se acercaban ms y ms.
Va por el sendero de en medio que
conduce a la casa solariega dijo West,
que tena los nervios a flor de piel.
Corre como el diablo hacia los portones
de la entrada.
Calle!
Qu sucede?
Puede atraparlo si cruza por entre
los rboles. Pero si se cae, habr
fallado. Tome el sendero de grava; se
desva, pero est despejado Por el
amor de Esa, vamos!
Rara vez sir Henry Merrivale corri
tan ligero como lo hizo en esta ocasin;
ni durante la carrera detrs de la maleta,
ni cuando fue perseguido por una jaura
de reptiles. Sus piernas combadas, con
los pies para dentro, se movan como
sobre ruedas. Al mirar de lado, con una
expresin terrible, las rdenes parecan
salir despedidas de su boca, entre una
respiracin y otra, mientras corra al
lado de West.
Cuando Cordy llegue a los
portones delanteros, tomar la direccin
de La Viuda Burlona
Siguieron una profunda aspiracin y
un gorgoteo.
Trate de alcanzarlo antes de que
llegue all. Comprende?
S!
Si l llega all
Siga!
Y trepa a la piedra, tiene que
alcanzarlo antes de que llegue a la
cabeza. Quiero decir a los ojos.
Los qu?
Los ojos! despus de una
profunda inspiracin hizo un nuevo
esfuerzo. Yo ahora voy a abandonar.
Corra rpido!
West, que era un excelente corredor,
corri velozmente. El ruido de sus
rpidos pasos ahog por un momento el
de los de Cordy y no poda saber dnde
se encontraba ya ste. West se
imaginaba, por el ruido, que el zapatero
no haba partido ms all de la puerta de
la casa solariega; debi de haber
arrancado por lo menos a sesenta u
ochenta metros de la puerta. El
Luego West oy al otro corredor.
Cordy lo haba pasado en un tramo recto
y volvi a gritar. West no haba contado
con la fortaleza del hombrecillo que se
balanceaba sobre las tumbas y bailaba
sobre las ruedas de los carros igual que
un acrbata profesional.
West, como un resorte, cobr tal
velocidad que senta cmo su
respiracin le aserraba los pulmones.
Dobl la curva del lado del muro bajo
del parque a menos de seis metros
detrs de Cordy, cuando ste cruzaba los
portones abiertos.
Pare, loco! Espere!
Esto quiso gritar West, pero nunca
pudo recordar si haba conseguido
emitir claramente las palabras o por lo
menos si haba conseguido hacerse or.
La luz brillante de la luna destacaba
los detalles de la escena. Cordy, como
lo haba predicho Henry Merrivale,
cruz corriendo en diagonal High Street
y la extensin despejada en direccin a
la ribera que lleva a la pradera. Pocos
cientos de metros ms all, se elevaba la
perversa silueta negra de La Viuda, de
quince metros de altura, en medio de la
plida luz de la luna.
Cordy corra con la cabeza
agachada, el pelo erizado, y se le vean
claramente la chaqueta remendada y los
pantalones de pana.
Abandone! grit con voz dbil.
Luego, detrs de West y de Cordy,
alguien hizo dos disparos de revlver.
Sin necesidad de volver la cabeza,
West saba lo que eran y sigui
corriendo, aunque se le puso la carne de
gallina por la sensacin de que los
disparos haban errado. Cordy se arroj
hacia adelante, como si unas manos le
empujaran, a un metro de la ribera,
dentro de la pradera, y desapareci.
Lo han alcanzado, pens West,
sintiendo todava en los odos el
estampido ensordecedor de los
disparos.
Pero no era as. O los disparos
haban fa Hado el blanco o le haban
producido heridas tan leves que no
tenan ninguna importancia. Cordy se
haba puesto de pie y se lanz a travs
de la pradera mojada por la tenue
llovizna, en direccin a La Viuda
Burlona
West, tras haber disminuido su
velocidad para calcular si las balas
haban partido de detrs del muro curvo
y bajo del parque, o desde fuera de l,
se meti en la ribera y cometi su
primer error.
Trat de ahorrar tiempo saltando a la
pradera sin recordar la pendiente y la
profundidad. Su taln resbal en el lodo,
debajo del corto csped. Un momento
despus cay dndose un golpe que le
hizo sentir como si los huesos se le
clavaran en el cuerpo, hacindole perder
la cabeza. Pero cuando West se propona
algo, se entregaba con vehemencia y
concentracin. Despus de uno o dos
segundos, estaba de nuevo en pie y
corra velozmente.
En realidad acort la distancia entre
l y Fred Cordy porque ste no
consegua correr tan de prisa en la
pradera mojada. Estaba slo a dos
metros de l cuando Cordy salt sobre
la piedra.
Entonces
La Viuda Burlona, con su sonrisa
socarrona, miraba diagonalmente High
Street. Fred Cordy trepaba por la parte
delantera, con cuidado, pero con la
agilidad de un mono.
Lo hizo! fue el pensamiento de
West cuando salt por encima de unos
cantos rodados y tante un lado de la
figura.
Si no suceda un accidente, o un
milagro, West estaba vencido. Cordy,
con su original acrobacia, alcanzara la
parte superior antes de que l pudiese
hacerlo. No obstante, West, febrilmente,
subi tanteando lo que desde lejos
pareca la superficie lisa de la roca.
Pero haba muchos huecos para
agarrarse, grietas profundas y salientes
suaves o puntiagudas a una altura que
poda alcanzar.
Le era imposible trepar por donde lo
haca Cordy, porque un puntapi
asestado con la bota de clavos le
mandara otra vez abajo. Salt a un lado
de la figura y empez a trepar.
Le pareci que haba pasado una
eternidad antes de llegar a la mitad de la
altura. Si nunca se ha trepado por
montaas, la dificultad estriba en
encontrar algn sitio donde colocar el
pie y que ste no resbale, pues, de no ser
as, queda uno colgado con un brazo
dislocado, o incluso los tobillos
lastimados.
Para West era mejor agarrarse con
las manos, aunque pareca tener todo en
su contra, como si La Viuda Burlona
temblara y se resistiera con su maldad
milenaria. Los asideros se ladeaban de
repente, hacindole golpear contra el
flanco. Haba que tantear con prudencia
porque se poda golpear la cabeza
contra alguna roca poco visible.
West, con desesperacin, decidi
que Cordy habra llegado ya a la
cspide (o a los ojos de la imagen fea) y
que habra iniciado el descenso. Se
afianz bien y empez a orillar hacia la
parte delantera. Si pudiese ver a
Cordy
Entonces se detuvo en seco.
A menos de tres metros por encima
de l, asido a una anfractuosidad segura,
Cordy se inclinaba de costado y miraba
hacia abajo. La cara de duende de
Cordy, entre la sombra y la luz de la
luna, pareca plida y con una nariz
extraordinariamente afilada. West
alcanzaba a or el dbil silbido de su
respiracin. West trat de hablarle sin
alzar la voz.
Fred! No me reconoce? Soy
Gordon West!
Al abrir Cordy los labios quedaron
visibles sus dientes.
Ah! Mster West dijo con tono
agradable, le reconozco. Crey que
no?
Entonces qu hace aqu?
La sonrisa enloquecida de Cordy
expresaba claramente la idea de cmo
querra saberlo!.
Si a eso vamos dijo West,
qu hacemos los dos aqu? Quiere
bajar conmigo? Soy amigo suyo, no lo
sabe?
Cordy reflexion. La expresin de
locura desapareci de sus ojos y en su
lugar apareci una de astucia, ms
peligrosa an.
No tengo nada en contra suya,
mster West. Por todos los santos, me
gusta! la mano derecha ennegrecida
de Cordy estaba libre y con ella
sealaba. Por eso le dijo: baje.
Vyase. Mientras tiene la oportunidad.
En, seguida.
Y si no lo hago, Fred?
El duende, atisbando hacia abajo
con su cara plida, profiri un grito de
rabia.
Entonces le ensear quin es el
amo!
Cordy movi hacia la izquierda la
mano derecha. West adivinaba lo que
iba a coger. Sera una piedra dura, no
muy grande, para arrojarla con fuerza.
Le ensear quin manda aqu!
West vio echarse hacia atrs la mano
y el brazo del hombre y salir despedida
la piedra directamente hacia su cara.
Instintivamente, por evitarla, perdi
todos los asideros menos uno y oscil,
asido impotente a la grieta de la roca,
con los cinco dedos ensangrentados. La
piedra err el blanco por menos de
cinco centmetros y cay en la pradera
con un golpe sordo.
West tante, lenta y
concentradamente, hasta encontrar un
apoyo. Otra piedra pas como un
relmpago, pero Cordy estaba tan
encolerizado que la piedra vol lejos de
la meta prevista.
Me las pagar, Fred.
Lo cree?
Podr subir hasta arriba. Podr
llegar hasta los ojos West dio nfasis
a las dos ltimas palabras, pero
tendr que bajar. Entonces ser cuando
le coger.
No le hizo ms caso. Bien adherido
a la superficie de la roca, con la frente y
las muecas en carne viva, empez a
trepar dando un paso, dos, tres, cuatro,
cinco. Cordy, que ascenda con una
agilidad ms propia de un simio que de
un hombre en medio del ruido que
hacan las piedras al desprenderse,
deba de estar casi en la cima.
West se detuvo. Por primera vez
sinti un malestar en la boca del
estmago. Tena la impresin de que la
figura se haba ladeado ligeramente.
En el instante que precedi al
momento del peligro, a West le cruzaron
por la mente los fragmentos de una
conversacin que haba odo con
anterioridad. En la penumbra del
anochecer del sbado vea a sir Henry
Merrivale al pie de La Viuda, atisbando
hacia arriba. Haba odo tambin que
Henry Merrivale le preguntaba:
Podra trepar a esa figura?.
Y la confusin enigmtica de la
respuesta del vicario, que manifest:
No me gustara tener que
escalarla. Parece como si fuera una sola
piedra, pero podra partirse por el
medio y caer sobre uno.
La Viuda Burlona tena quince
metros de altura. No es nada, verdad?
Empero, cuando uno trepa por ella hasta
un poco ms de la mitad y la mole de
piedra amenazadora se encuentra encima
de uno, el suelo parece muy lejos.
Otra vez la figura pareca ladearse
ligeramente, observada desde el lugar
donde estaba West, frente a la cara de La
Viuda, por donde trepaba Corby. Si esa
mole cayera, aplastara a Cordy y
probablemente tambin a West.
Fred! grit.
No obtuvo respuesta.
West mir por encima de su hombro,
hacia abajo. Evidentemente, la alarma
haba cundido. Ms all, en la pradera
cubierta de neblina, desde la ribera
hasta el comienzo de High Street, apenas
se distinguan varias personas. Stoke
Druid no tena alumbrado en las calles,
por no estar en una zona urbanizada,
pero las luces (elctricas o de petrleo)
se encendan a lo largo de High Street.
Fred! Esta vez corre peligro
grit West, haciendo una conjetura
inspirada. Baje! Se est inclinando
hacia delante! Caer sobre usted!
De arriba lleg el ruido sofocado de
una tos.
La Vieja Viuda? se burl
Cordy, y volvi a toser. La Viuda
siempre ha estado aqu, desde antes de
los viejos druidas. Ella no
Entonces, sin aviso ni ruido previo,
La Viuda Burlona se desplom.
Cay hacia adelante, rompindose a
unos ocho metros de altura, justamente
en el lugar que West iba a alcanzar.
Cay en medio del retumbo y estruendo
de las piedras, que, en el silencio de la
noche, sonaban como un alud.
Un pequeo fragmento de piedra
pic, como una avispa, a West en la
frente. Una piedra ms grande salt por
encima de l. Pero antes de que cayera
la nube de polvo y de cascajos de
piedra, West vio dos cosas que jams
olvidara.
Fred Cordy, despedido hacia afuera,
pas volando en un remolino de brazos y
piernas, con un movimiento grotesco. La
enorme cabeza de La Viuda se separ
por completo del cuerpo, dando vueltas
en el aire, siempre con su expresin
espantosa, y West pudo ver, a la luz de
la luna, entre la cabeza y el cuello, un
objeto negro y achatado que surga del
ojo izquierdo y que apenas pudo
distinguir.
Despus del retumbo y estruendo de
las piedras, el polvo se fue asentando,
quedando como una arenilla que oblig
a West a cerrar los ojos mientras se
sostena con fuerza.
Debajo de l, las piedras se
balanceaban y crujan, pero se mantena
firme. Segn todas las probabilidades,
el derrumbe hubiera debido aplastarlo o
golpearlo debido al diluvio de piedras.
Escap simplemente como se salva un
hombre cuando una bomba de alto poder
explosivo cae muy cerca de l.
En medio del silencio se oyeron
voces.
Cordy!
No lo toque ahora!
Ah, miren all!
Quin est todava ah arriba?
Mster West?
Aun con los prpados cerrados,
West vea el brillante resplandor de los
rayos de varias antorchas y linternas que
lo enfocaban. Lo que ms le molestaba
era el dolor y la picazn de los ojos
cuando trataba de abrirlos. Adems, con
la fuerte impresin, sus msculos se
haban aflojados y tema no conseguir
mantenerse agarrado a las piedras.
Quera pedir ayuda y no poda.
Despus de este breve acceso de
pnico empez a descender. Fue mucho
ms fcil de lo que haba imaginado,
porque desde abajo las voces le
alentaban.
Le segua, mister West?
S!
Le alcanz, mister West?
La Vieja Viuda ha desaparecido, o
gran parte de ella dijo tontamente una
voz de mujer. Esto quiere decir que
nos podemos ir preparando; acurdense
de lo que digo.
A cierta distancia, se haba
estrellado contra el suelo una pequea
mquina de escribir porttil cuya tapa
negra, arracada, haba volado an ms
lejos; sus pequeas teclas blancas
brillaban. Al pie de La Viuda, debajo de
una roca de buen tamao, yaca Fred
Cordy, boca abajo, entre la delgada capa
de neblina.
Polvo y rocas pesadas cubran y
aplastaban su cuerpo hasta la cintura.
Los brazos estaban bien abiertos y el
erizado cabello humedecido donde la
cara lo apretaba contra el suelo. Vesta
su vieja camisa remendada y en la
espalda tena dos perforaciones de bala.
18

E nterraron a Fred Cordy cuatro


das despus de su muerte, el
viernes 19 de setiembre, bajo un
cielo plomizo con nubes que parecan
remolinos de humo.
Pocas personas asistieron al
entierro, pues Cordy no tena amigos y
su muerte se consideraba, en secreto,
como una suerte para todos. Pero
estaban all Gordon West y Joan Bailey
con el coronel, tambin Ralph Danvers,
el Squire Wyatt y, aunque no se la
esperaba, Marin Tyler.
Trabaj en mi jardn dijo
Marin. No trabajaba en sus zapatos,
pero ar en mi jardn.
A pesar de las ideas ateas del
difunto, su esposa, mistress Cordy, rog
que el entierro se efectuara en el
cementerio de la iglesia, y el reverendo
James no saba resistirse a las lgrimas
de ninguna mujer. Mistress Cordy se
haba vestido de luto riguroso y llevaba
cogida de la mano a su hija Federica, de
once aos, que chupaba un caramelo de
miel debajo del velo negro. El Squire
Wyatt prometi dar trabajo a mistress
Cordy en su casa y alojar tambin a
Federica. Durante la ceremonia cayeron
algunas gotas de agua.
Stoke Druid, en conjunto, no hizo
mayor caso.
Entre la noche del lunes, cuando
Cordy fue asesinado, y la del jueves
siguiente, mientras se realizaba la
investigacin policial correspondiente,
la aldea pas por varios momentos de
emocin. Primero fue la alarma
producida por el cierre de puertas y
ventanas, luego fue la ira y, finalmente,
la apata.
Esperaban mucho de la
investigacin. Era del dominio pblico
que la mquina de escribir escondida en
uno de los ojos de La Viuda era la
utilizada para escribir las cartas.
La investigacin estaba a cargo de
mster Vanee, el mismo fiscal encargado
del sumario en el caso de Cordelia
Martin. El fiscal tuvo una serie de
conversaciones privadas con el
inspector Garlick. Los periodistas
llegados de Londres por aquel incidente
del que tanto se haba hablado sobre el
fantasma que se haba aparecido a Joan
Bailey, dejaron de importunarla para
asistir a la investigacin.
La primer testigo, segn la
costumbre, fue mistress Mary Annie
Cordy, que hizo la identificacin formal
del cadver. El siguiente en ocupar el
banco de los testigos fue el doctor
Johann Schiller Schmidt, que entenda
este oficio y haba llevado a cabo la
autopsia.
El difunto, explic el doctor
Schmidt, haba muerto a consecuencia
de una hemorragia causada por una
herida de bala que le atraves el pulmn
izquierdo. Se haban hecho dos disparos
en direccin oblicua, de derecha a
izquierda. Ambas, al errar el espinazo,
se alojaron en el cuerpo, pero slo una
afect una parte vital.
Era extraordinario, pero no
imposible ni sorprendente, que un
hombre con esa herida hubiese podido
cruzar la pradera corriendo y trepar a la
figura de piedra antes de caer muerto.
(No se poda afirmar cundo).
El informe del experto en balstica
de Bristol era breve: Las dos balas
presentadas pertenecen a un revlver
Webley 38, modelo 3. No puedo, ni
nadie podra, decir a qu distancia se
hicieron los disparos, salvo que la
trayectoria no fue ni muy corta ni muy
larga.
Gordon West que sigui en tanto que
testigo, a la lectura de este informe
(advertido de hablar poco), cont la
historia que todos conocan.
Podra calcular la distancia a que
se hicieron los disparos?
Bueno, solamente podra decir lo
que le haba ocurrido a l en ese
momento; supona que a unos diez o
quince metros. Corra a la izquierda de
Cordy, aunque en la misma direccin, en
diagonal, y las balas no le haban
tocado.
Despus de lo cual el fiscal, a
instancia de la polica, accedi a
suspender la investigacin.
Los espectadores de Stoke Druid
estaban sentados con los ojos muy
abiertos, pasmados de incredulidad. En
los primeros momentos, despus de la
declaracin del fiscal, se produjo
solamente un silencio con entrecortadas
respiraciones. Luego se levant para
hablar mster Rush, el ferretero, en cuya
cara se vea un rastro de herrumbre.
Ea! grit mster Rush. Y
qu pasa con los annimos?
No competen a nuestra
investigacin. Debo recordarle que la
investigacin ha sido aplazada.
Qu importa que competan o no!
dijo Theo Bull desde otro rincn.
A quin pertenece la mquina de
escribir? Quin escribi las cartas? No
ha dicho ni una palabra sobre la
mquina de escribir, excepto que estaba
escondida en la cabeza de La Viuda.
Slo ha dicho lo que todos sabemos!
Por ltima vez, debo recordarle
Si el fiscal en ese momento se
hubiese mostrado imprudente y
ordenado a la polica que desalojara la
sala, se hubiera producido una situacin
muy desagradable.
Seores dijo, solamente
puedo hacer lo que me permite la ley.
Se oy un fuerte rumor y golpes con
los pies. Pero Stoke Druid, como el
resto de Inglaterra, haba sido educada
en tal respeto de la ley que su simple
mencin calm a los ms descontentos y
el grupo se disolvi.
Esto, sin embargo, no evit los
mtines de protesta, que fueron ms
nutridos y furiosos que cualquiera de los
siguientes al famoso sermn del vicario.
Alguien le quit el casco a un vigilante a
las puertas de la librera de Danvers;
pero Robert, que tena rdenes precisas,
le trat con tolerancia y permaneci
impasible. Aquella noche, jueves, los
bares del Lord Rodney y del Nags Head
estaban abarrotados de gente.
En el Nags Head, junto a la barra,
el Squire Wyatt hablaba con un grupo de
admiradores. Su espeso pelo gris,
matizado en negro, partido y cepillado
cuidadosamente y con los extremos para
arriba, pareca una peluca. Su espeso
bigote gris tambin estaba recortado.
El Squire Wyatt sorbi la tercera
parte de su vaso de cerveza y se inclin
antes de dejarlo sobre el mostrador.
Har una declaracin dijo, y se
limpi el bigote.
Pudo ser o no una coincidencia que
en aquel momento entrara en el bar el
inspector Garlick. En vez de servirse de
la botella o de la jarra, se acerc al
mostrador y pidi tres botellas de
cerveza para llevarse.
Tambin merece sealarse otro
extremo: el Squire Wyatt no emple el
modo de hablar de Somerset. Su
lenguaje, aunque spero y duro, era el de
cualquier hacendado que se codea con
sus arrendatarios.
Corre por ah el rumor continu
que Fred Cordy estuvo en la
residencia antes de que le mataran el
lunes por la noche. Es una mentira y se
lo dir a cualquier maldito polica que
quiera verme.
Busc a Garlick con la mirada, por
el espejo que haba detrs del bar cuyo
cristal estaba empaado por el vaho,
pero el inspector slo recoga las
botellas.
Han odo prosigui diciendo
Tom Wyatt a un grupo complaciente lo
que dijo el joven West. Dijo que crea
haber visto surgir a Cordy de los
arbustos, que podran ser rboles
pequeos, junto al camino, a sesenta u
ochenta metros de la casa. Bueno, eso es
verdad. Yo tambin lo vi.
Mientras el Squire segua bebiendo
cerveza, se alz un murmullo de voces.
Escucha, Marty! Escucha, Steve!
Iba a acostarme y abr la puerta
delantera para ver si haca buena noche.
Cordy sali de entre los rboles (era
imposible no verlo a la luz de la luna, y
creo que haba alguien con l) y corri a
toda velocidad, gritando
desaforadamente, por mi camino. Pens
que se trataba de otra de sus tonteras
poco graciosas, cerr la puerta y ech la
llave.
De qu lado del camino fue eso,
Squire? pregunt alguno con voz
interesada.
De la izquierda, Len! Del lado
sur! Pero.
El Squire Wyatt dej el vaso.
Hoy no me han llamado a
atestiguar esto, evidentemente, le
molestaba ms que nada. Pero si mato
a un hombre, Len, lo har cara a cara y
le descargar las seis balas de mi
revlver. Decrselo a cualquier
maldito polica que podis encontrar!
Se despachaba continuamente
cerveza. Como las dos cantineras
desparramaban casi tanta cerveza como
la que servan, hasta el humo del tabaco
estaba impregnado de humedad. El
inspector Garlick, despus de contar
atentamente el cambio, recogi la bolsa
de papel que contena las botellas y
sali.
El inspector no tena ms que pasar
por la cochera del viejo Nags Head
para entrar en la librera de Danvers. Al
fondo se hallaba encendida una lmpara,
con pantalla verde, sobre el escritorio
del librero, junto al cual se encontraban
sentados Danvers y sir Henry Merrivale.
Despus de servida la cerveza, entre
el inspector Garlick y Henry Merrivale
se entabl una conversacin, y Danvers,
sintindose incmodo, se sent a cierta
distancia.
Oy algo all? pregunt Henry
Merrivale, sealando perezosamente
con la cabeza hacia el bar.
Nada que no supiera.
Mientras Henry Merrivale daba un
refunfuo por toda respuesta, el
inspector Garlick se cuadr con
resolucin. Se les presentaban tres
problemas harto espinosos. Garlick sac
una libreta y un lpiz para demostrar que
sus palabras iban a tener gran
importancia.
Sir Henry empez, siempre
supo usted que la mquina con que se
escriban los annimos perteneca a
Fred Cordy?
Danvers, que se haba acercado al
escritorio a buscar un libro, lo dej caer
y se enderez.
Est bien, Rafe le tranquiliz
Henry Merrivale. El inspector no va a
descubrir muchos secretos.
Sir Henry, repito la pregunta.
Siempre supo?
No lo saba, hijo. Pensaba que
muy bien pudiera ser.
Y otra pregunta: cmo diablos
supo dnde estaba oculta la mquina de
escribir?
Oh, hijo! Sigo diciendo que no lo
saba. Le he dicho que no lo saba. Le
he dicho que no estaba seguro y que
usted igualmente deba hacer un registro
completo.
Desde que ocurri esta batahola
dijo Garlick, y golpe ligeramente
con el lpiz la libreta para recalcar que
hablaba del homicidio no he tenido
muchas ocasiones de sostener una larga
conversacin con usted. Cordy compr
esa mquina de escribir al viejo Joe
Palmer, el comerciante de Glastonbury,
en 1931. Puedo enterarme de lo dems?
Henry Merrivale apoy los pies
sobre el escritorio para reflexionar.
En realidad, la meditacin dur tanto
que Garlick pens que se haba quedado
dormido, hasta que Henry Merrivale
abri un ojo penetrante en direccin a
Danvers.
La primera vez que entr en ese
comercio dijo era la primera vez
que pona los pies en esta aldea. Usted
hizo un bosquejo de lo que comnmente
se saba o deduca y, con mucha
generosidad, me ofreci esas Memorias
de Fouch a cambio de que resolviese el
misterio
Eso no es nada! Danvers quit
importancia a su proposicin.
Es mucho, Rafe. En cualquier
forma, me mostr una de las cartas.
Usted es demasiado corto de vista para
distinguir marca caracterstica alguna,
pero yo estaba casi seguro de que haba
sido escrita con una Formosa porttil.
Luego, mientras hablbamos de las
posibilidades, hizo una observacin
sobre Fred Cordy que result ser
interesante. Permtame ver si puedo
recordar lo que dijo de Cordy. Dijo que
una vez compr una mquina de
escribir para mandar cartas vehementes
a los periodistas y que luego se
exasper tanto que la arroj al ro. Lo
recuerda?
S, recuerdo.
Pens para mis adentros: Oh,
no no lo creo! Cordy no ha tirado esa
mquina al ro. Pero dice que lo ha
hecho.
Por qu pens esto? pregunt
Garlick.
Porque no es una accin natural,
hijo. Ni siquiera por parte de un
chiflado, y Cordy no estaba loco.
Supongamos, por ejemplo, que intente
yo mandar una pelota de golf al otro
lado del ro. Supongamos que intente
hacerlo cuatro veces y cada vez dijo
Henry Merrivale estremecindose y
enojndose con el recuerdo la muy
sinvergenza cae al ro y se hunde.
Y?
Bueno, hijo, me voy a volver loco
de rabia. Puedo tirar al ro el palo de
golf. Puedo tirar al ro la boina con
todos los palos de golf. Hasta aqu es
una accin natural. Se puede pensar que
he ido demasiado lejos. De todos modos
es natural pero supongamos sostuvo
Henry Merrivale en contestacin a su
propio argumento que est en su
casa atencin, en su casa con una
mquina de escribir que se porta mal.
Podr arrojarla al otro extremo de la
habitacin, pisotearla. Lo ms probable
es que la meta en el armario. Pero
alguna vez se le ocurrir llevarla lejos
de su casa y tirarla al ro? Es sta una
accin natural? Se lo pregunto!
Hubo un silencio prolongado.
Debo reconocer que estoy de
acuerdo con usted admiti el
inspector Garlick. No perdera el
dominio de los nervios hasta ese
punto
Oh, hijo! Yo tampoco! dijo
Henry Merrivale, y en seguida puso cara
de santo. Se me conoce en todas
partes por mi buen carcter. Quera
ponerle un ejemplo, comprende?
Hum! s.
Entonces pens para mis adentros:
Rafe no puede mentir sobre un
incidente que cualquiera puede
confirmar. Fue una broma de Cordy.
Pero Cordy no puede haber escrito las
cartas. Entonces pensemos un segundo
en La Viuda. Me refiero a la autora de
los annimos y no a la figura de piedra.
Otra vez Henry Merrivale pareci
dormitar durante un momento.
Supongamos (para poner un
ejemplo) que La Viuda escribe las cartas
con la mquina de Cordy. La Viuda es
tan inteligente como Satans. Todos lo
hemos comprobado. Si se utiliza una
mquina de escribir se corre toda clase
de riesgos, pueden saberlo desde los
vecinos hasta los criados curiosos. Me
sigue?
S. Si puedo preguntar
Adems, hay que estar preparado
prosigui Henry Merrivale ignorando
la interrupcin para cuando la polica
investigue. Tarde o temprano siempre lo
hace. La Prensa desenterrar estos casos
si nadie lo hace. Y los investigadores no
van a preguntar cortsmente: Tiene
una mquina de escribir?; y retirarse si
se les dice que no. No es as,
inspector?
No es probable dijo Garlick
con cierto disgusto.
La Viuda necesitaba, pues dijo
Henry Merrivale, tener un escondite
para la mquina de escribir. Debera ser
fuera de la casa o del jardn porque si
llegaran a encontrarla estara perdida. A
propsito, Rafe, tiene en su poder la
tarjeta postal con la fotografa coloreada
de la figura de piedra? Aquella que nos
mostr el sbado por la tarde?
Sin decir palabra, Danvers la busc
y se la entreg a Henry Merrivale. Este,
despus de calzarse las gafas, le dio la
vuelta y ley la descripcin impresa al
dorso.
Cada ojo ley en voz alta
tiene tamao suficiente para contener
una cabeza humana. Bueno, tambin
podra contener una mquina porttil
pequea y ligera (estaba seguro de que
era pequea), como las que se utilizaban
veinticinco aos atrs. Pero tendra
alguien por costumbre el trepar hasta
all arriba? Ms tarde en la pradera lo
pregunt al vicario. Dijo que a l no le
gustara trepar por ella, que en la aldea
exista una supersticin en contra de esto
y que nadie jams la haba hecho.
Diantre! Vaya escondite! Ah
est La Viuda Burlona observando la
aldea y oculta en la cabeza el origen de
los annimos, don de nadie jams lo
ver y nadie jams lo buscar.
Este asunto diablico exclam
Garlick me est asustando.
Recuerde le recalc Henry
Merrivale con fruicin vampiresca
que La Viuda necesita utilizar la
mquina de escribir a lo sumo cada
quince das. Las cartas, en su mayor
parte, han venido por grupos. La Viuda
no necesita trepar si
Si contaba con un hombre como
Fred Cordy le facilit el inspector
Garlick que era un acrbata por
naturaleza y que gozara con la
malevolencia de los annimos.
Henry Merrivale gru dejando caer
la tarjeta postal sobre el escritorio.
Bueno, pero declar.
No haba visto yo a Cordy ni a muchos
otros, cuando estas ideas empezaron a
bullir en mi mente. Pero cuando vi a
Cordy y a algunos otros y las ideas
empezaron a bullir de nuevo
Encuentra que se aclara, ahora?
Cordy, por supuesto, era cmplice
de La Viuda. No se puede negar.
Henry Merrivale pareca indeciso.
Teniendo en cuenta lo que ocurri
posteriormente, mi voto sera ms bien
negativo declar. Pero Cordy saba
quin escriba las cartas y por lo menos
hasta ah era cmplice.
Los dos hombres escuchaban el lento
y rtmico golpeteo del lpiz de Garlick
sobre la libreta de apuntes.
Quiz Cordy intent hacer un
pequeo chantaje.
Quiz lo hizo.
Y quiz no le agrad a La Viuda
Garlick apunt con el lpiz como si
fuese un revlver imaginario y frunci
dos veces el ceo.
Al diablo con todo! dijo Henry
Merrivale al bajar los pies del
escritorio. Ayer le dije, en privado,
que el autor de los annimos y el
asesino son una misma y sola persona.
Le dije quin era. Trat de indicarle
pistas de
Pero entonces, por qu no me
dijo?
El inspector Garlick, al cruzar su
mirada con la de Henry Merrivale, call
de pronto. Ech un vistazo fugaz a
Danvers que estaba leyendo un
peridico, y luego guard la libreta y el
lpiz.
Hay muchas cosas sobre las que
tenemos que hablar dijo con
insistencia. Pero eso puede esperar.
No me agrada la actitud de esta gente de
Stoke Druid. No podemos censurarla
por estar un poco nerviosa, pero es que
no quieren cooperar.
Tanto Henry Merrivale como
Garlick se sobresaltaron al or el
estallido de risa sorda de Danvers.
Despus de doblar el peridico, les
mir con aire zumbn.
Inspector dijo, ni usted ni el
buen amigo sir Henry entienden a los
aldeanos, no es as? Muchos se han
enfadado o asustado, s; y algunos
todava lo estn. Pero, aparte de esto, se
sienten apticos y ms bien conmovidos.
Conmovidos por la muerte de
Fred Cordy?
No, no, no, no! Estn conmovidos
porque ms de la tercera parte de la
estatua de La Viuda Burlona ha cado en
pedazos ante sus ojos. Ni les agradaba
ni les desagradaba. Pero siempre haba
estado all. Formaba parte de ellos, de
su paisaje y de sus vidas. La gente
experimentara la misma sensacin, as
lo creo yo aadi Danvers, si los
bombarderos aparecieran sobre nuestras
ciudades.
Hum!, s murmur sir Henry
Merrivale. No lo haba pensado,
Rafe.
El inspector Garlick, a quien esta
reflexin no le interesaba, trat de hacer
caso omiso de ella. Pero el pestaeo de
los ojos del librero le retuvo.
Puedo decirle algo ms,
inspector?
S, mster Danvers. Si tiene algn
sentido.
Hoy es jueves dijo Danvers.
Si maana llueve, como dice el
peridico, no conseguir que le
respondan a ninguna pregunta (ni
siquiera conseguir saber una sola
palabra) hasta el lunes por la maana.
Cul es el motivo, mster
Danvers? Por qu?
Porque las mujeres estarn
demasiado ocupadas y manejarn a sus
hombres a su antojo repuso Danvers
con tranquilidad. Ha olvidado que la
fiesta parroquial est programada para
el sbado?
La fiesta parroquial? Qu
ocurre con eso?
Por Dios, hombre! dijo
Danvers frunciendo ligeramente el ceo
. Esta fiesta significa ms, mucho ms,
que una visita del Primer Ministro. Las
seoras empezaron hoy a decorar el
saln. Si maana viernes llueve
Ah! interpuso sir Henry
Merrivale ponindose de pie.
Tambin colaboro yo en esa fiesta
parroquial hinch el pecho y se lo
palme: Voy a ser un piel roja. La
celebran en aquel edificio largo de
piedra, no? Por qu le preocupa tanto
la lluvia?
Por el techo, mi estimado Henry!
Qu le ocurre?
Har ms o menos cien aos
dijo Danvers en tono pausado el
entonces vicario reemplaz el primitivo
techo de piedra, que estaba en malas
condiciones, por otro con poco declive,
sustentado por unas vigas. Si el vicario
no descuida las reparaciones, el techo
rara vez gotea. Por desgracia, adems
tiene el piso de tierra. Si mster Hunter
ha cuidado las reparaciones
Todo este alboroto por una fiesta
parroquial? interrumpi el inspector
Garlick.'
Danvers simplemente se encogi de
hombros. Se dirigi a la parte delantera
del comercio, levant el borde del
postigo y atisb hacia arriba a travs,
del cristal y de la tela metlica.
La noche est nublada inform.
Del mismo modo que Danvers mir
al cielo esa noche, muchas cabezas se
asomaron a las ventanas a la maana
siguiente. El cielo, aunque no muy
nublado, presentaba manchas negruzcas
que presagiaban la inestabilidad del
tiempo. Muchas seoras trabajaron
febrilmente en la decoracin de la
fortaleza, y aunque ansiaban conocer el
estado del techo, no queran molestar al
pobre mster Hunter que haba pasado
una semana singularmente ajetreada.
Marin Tyler tampoco lo averigu.
El viernes se despert a las diez
pasadas, en su pequea quinta, ordenada
y bien amueblada, prxima a la casa
solariega. Amaneci asustada por las
muchas obligaciones que, como
presidenta de la comisin de la feria,
tena que afrontar. Tambin se
encontraba perturbada y con la
conciencia de ser menos activa que de
costumbre.
Era de esperar que pudiera confiar
en sus dos principales ayudantes,
mistress Doom y mistress Goldfish.
Marin se visti de prisa y desayun.
Apenas haba terminado cuando lleg
mistress Doom, la confitera, con noticias
de la primera complicacin.
Mistress Doom, por su nombre,
deba ser alta y solemne, pero en
realidad era una mujer baja, risuea y
ms bien robusta, de cara rosada, con
seis hijos y un marido que no
perseveraba en el trabajo. No molestaba
a no ser que tuviera lo que llamaba
nervios y entonces aturullaba a todo el
mundo. Mistress Doom entr
valientemente.
Miss Tyler dijo, quiero
decirle que han llegado de Londres los
trajes especiales.
Qu trajes especiales?
pregunt Marin con una repentina
sensacin de desastre. Se pens que
los trajes deban ser hechos en casa.
Usted y mistress Goldfish son las
encargadas de esto.
Miss Tyler, seguramente recuerda
que en la ltima reunin miss Robinson
dijo que podramos tener algunos
trajes especiales.
Este s. Recuerdo algo as. Pero
nunca pens
El precio, miss Tyler, es ms
elevado de lo que pensamos. Es
espantoso.
Cunto?
Diez libras y quince chelines.
Hemos metido las manos en la caja antes
de que hayan ingresado algo en ella.
Oh, Dios mo! murmur
Marin y luego dijo en voz alta. No
importa, mistress Doom. Estoy segura de
que ganaremos mucho ms. Y creo que
le agradar al obispo la imagen del
reverendo James podra haber estado
presente en la habitacin.
Y es una suerte dijo mistress
Doom con vehemencia que podamos
devolver un traje. Theo Bull
simplemente no quiere ser Simn el
Bobito.
Esta negativa, difcil de comprender,
exige una pequea explicacin. Mster
Bull, siempre servicial, estaba
encargado de un quiosco en el que
vendera salchichas caseras, de las que
estaba muy orgulloso, adems de
pasteles de carne fra, grandes y
pequeos.
Mistress Doom, que se enorgulleca
de sus maneras elegantes, no repiti las
verdaderas palabras del carnicero.
Simn el Bobito se encontr con
el pastelero haba sostenido
violentamente mster Bull. l no
poda ser el pastelero. Acaso lo era?
Y, ve mistress Doom, con su
cara sonrosada, mir a Marin, tiene
una magnfica chaqueta blanca. Miss
Robinson le ha podido conseguir un
gorro alto de cocinero.
Tenemos muchas cosas por ver
dijo Marin al tomar una libreta cuyas
pginas estaban cubiertas por su
escritura clara y grande. Est lista,
mistress Doom?
El da transcurri en un torbellino de
actividades. En la aldea todo pareca
dirigirse hacia la Fortaleza; los hombres
iban simplemente por curiosidad, para
echar un vistazo, pero al mismo tiempo,
y al instante, los apresaban para trabajar
si no conseguan retirarse a tiempo.
La propia Marin, al leer en su
libreta la palabra techo, fue quien
investig. Haba personas que miraban
hacia el ltimo extremo del cementerio
de la iglesia casi todas estaban en el
edificio viejo y feo con su depsito de
piedra de forma de tambor para
almacenar la plvora.
Marin se encontr con una
inesperada ayuda. Mster Basset, el
sepulturero de setenta y cinco aos de
edad, haba dejado una escalera
olvidada. Despus de apoyarla como
mejor pudo, trat de investigar el estado
del techo, ligeramente puntiagudo.
A rengln seguido, como no se
encontraba adecuadamente vestida,
deba volver de prisa a su casa para
engullir un almuerzo tardo y vestirse a
tiempo para el entierro de Fred Cordy a
las tres de la tarde. Al ir por High
Street, le caus una fuerte impresin la
ruina de La Viuda Burlona. Le suscit
pensamientos que ocult en su mente,
con tal firmeza que no pueden ser
revelados aqu.
Luego pas delante del inspector
Garlick, de pie en los escalones del
Lord Rodney. Luca uniforme de gala en
lugar de ropa civil y tena puesto un
impermeable negro brillante, aunque
todava no lloviese. Pareca vencido y
colrico.
Perdneme, miss dijo a Marin
. Puede concederme un momento?
Lo siento mucho! dijo Marin,
y sigui.
Enterraron a Fred Cordy en la tarde
del viernes 19 de setiembre, bajo un
cielo plomizo con algunas nubes que
parecan de humo. Muy pocas palabras
intercambiaron las escasas personas que
rodeaban la tumba. Marin, mirando
volar la sotana del reverendo James a
causa del viento de otoo, se senta muy
contenta de que el Squire Wyatt hubiese
ofrecido un hogar a mistress Cordy y a
su hija. Al finalizar la ceremonia, como
se ha dicho, cayeron algunas gotas.
Marin, al contemplar el cielo,
cuando el entierro hubo concluido, se
separ de prisa de los dems
dirigindose a la puerta del cementerio
donde los rboles dejaban caer alguna
que otra hoja amarillenta, y tom la
direccin de High Street.
Por mucho que quisiera ver al
reverendo, prefera no hablarle en
presencia de otros. Saba que despus
de unos minutos l ira hacia la vicara.
Marin se dio prisa en entrar en casa del
barbero y estanquero y, mientras hablaba
con mster Chandler, pidi ms
cigarrillos de los que necesitaba. Luego
cruz la calle y en la farmacia habl con
mistress Goldfish (mujer de aspecto
austero y censora oficiosa de las
costumbres de todo Stoke Druid) que
permaneca de guardia porque mster
Goldfish haba salido.
Transcurri ms de media hora antes
de que Marin se encaminara a la
vicara. Mistress Honeywell, el ama de
llaves del reverendo James, abri la
puerta con una sonrisa acogedora.
Me anunciar yo misma, mistress
Honeywell dijo Marin. Est l en
el estudio?
S, miss Tyler.
James! dijo. James!
19

E ntretanto, haca veinte minutos


que el reverendo James Cadman
Hunter andaba lentamente por su
estudio, con el peso, visible en su
arrugada frente, de muchos problemas.
Su ojo izquierdo haba recobrado ya
la normalidad y slo se notaba una dbil
raya azulada debajo del prpado
inferior. Haca tiempo que la hinchazn
y la mancha rojiza haban desaparecido
de su rostro. A la triste luz de setiembre,
a travs de las ventanas, se vea que los
muebles del estudio eran principalmente
herencia de los anteriores prrocos.
Rostros de clrigos miraban desde
los cuadros, libros religiosos llenaban
las estanteras como en la antesala del
juicio. El reverendo J arns, alto y
resuelto, andaba majestuosamente y
levantaba inconscientemente un dedo.
Escuche, to William! dijo en
voz alta.
Su to William, por otra parte obispo
de Glastontor, llegara al da siguiente
por la tarde y haba aceptado
amablemente la invitacin de asistir a la
fiesta parroquial. A pesar de que
desconfiaba en lo ms ntimo de su ser,
el reverendo James crea poder
defenderse bien y fcilmente. El nico
cargo serio era su desobediencia a la
orden del obispo. Pero haba tenido
razn. En verdad, pensaba vehemente, se
senta dispuesto a subirse sobre una
modesta caja de jabones en Hyde Park y
defenderse contra cualquiera.
En cuanto a las dems
preocupaciones
Su vista cay sobre una hoja,
garabateada con su propia escritura,
desprendida de su agenda que estaba
sobre el escritorio. Tema secretamente
haber dejado sin hacer muchas de las
cosas anotadas.
La verdad era que el reverendo
James, siempre con prisas y pocas veces
atento, escuchaba los mensajes,
aseguraba haberlos entendido
perfectamente y luego escriba
abreviadamente lo que crea haber odo.
Resultado: nunca era capaz de descifrar
las abreviaturas referentes a las tareas
que deba cumplir. Bien es verdad, se
deca para s, que Marin Tyler se haba
ofrecido para poner en orden este
caos
Marin Tyler Era la peor de sus
preocupaciones, porque se haba
enamorado de ella sin tener esperanza, y
eso era malo, pensaba el reverendo.
En lo ms recndito de su alma
encontr fugazmente un pensamiento que
haca meses no quera reconocer ni aun
a s mismo. Cuando lleg a Stoke Druid
se sinti algo atrado por Joan Bailey,
pero al saber que estaba tcitamente
comprometida con otro hombre, trat
exprofeso, durante varios meses, de no
verla. Merrivale, el viejo malvado y
ladino, haba observado y comentado
dicha situacin. Por esta razn la lectura
de la carta en la iglesia fue una pesadilla
peor de lo que nadie sospechara; sin
embargo, era su deber y lo haba
cumplido.
No obstante, mucho antes del
annimo, haba reconocido que l no era
para Joan ni Joan para l. Se asombraba
de su propia idea.
Pero Marin! Era diferente, y l
lo saba. Siempre le haba gustado
mucho, aunque su reserva y frialdad (as
lo crea el reverendo James) le haban
alejado. Sin embargo, desde la tarde del
domingo de la semana anterior, algo en
ella (ojos, personalidad) haba hecho
que le diese vueltas la cabeza y
provocado en l ese estado de
demencia.
Marin deseaba que se la tratara
sencillamente como a una amiga, pero
esto era imposible.
Como en el caso de muchos
oradores, el reverendo James crea que
al andar y pensar mova los labios sin
hacer ruido. En realidad hablaba en voz
alta.
Estoy tan conmovido y perturbado
por su personalidad declar a un bho
embalsamado situado sobre un armario
que a veces no consigo hablar
coherente. Me embarullo. Mi querida
Marin, no sera ms sencillo, ms
razonable, en verdad ms natural y de
mejor poltica, si tranquilamente nos
casramos?
Al andar sacuda melanclicamente
la cabeza. Jams resultara. Pareca un
discurso pronunciado en el Parlamento.
Y no se puede pedir a una joven que se
case con uno simplemente porque es de
buena poltica. Lo descart. Dando otra
vez la vuelta a la habitacin, se dirigi
inconscientemente al busto de un
dignatario de la Iglesia colocado sobre
un pedestal de mrmol.
igame, to William! dijo.
Hablemos del caso, quiere? Qu he
hecho? Dgamelo sin rodeos! Si cree
Oy vagamente que golpeaban la
puerta y lo llamaban por su nombre.
S? contest. Adelante! y
luego: Marin! Entre! Sintese!
Un ligero rubor cubri el rostro del
reverendo James. Cualquier curioso
habra observado que los dos estaban
tan ensimismados en la presencia del
otro que ninguno not los ligeros
deslices en el hablar ni la anormalidad
en el comportamiento de ambos.
Verdaderamente, no puedo
quedarme dijo Marin. No,
verdaderamente! ella permiti que le
quitara el abrigo con cario y que lo
arrojara hacia la estantera de libros.
No me gusta molestarle, James
Molestarme? Tonteras!
Pero necesitamos que alguien
componga el techo de la Fortaleza.
Una expresin de asentimiento
apareci en la cara del vicario.
Por Dios, eso es! exclam
precipitndose al escritorio en busca de
la libreta de apuntes. No poda
acordarme por qu haba escrito e-c-h-
o, con dos signos de exclamacin,
simplemente despus de haber visitado a
una pobre seora invlida. El techo,
por supuesto!
Se dio la vuelta rpidamente,
frotndose las manos, pronto para
cualquier cosa.
No es mucho, hasta donde pude
ver sigui hablando Marin. Es a
lo largo de la parhilera, de ambos lados,
pero solamente en un trecho. Si pudiera
conseguir a alguien
Mi querida Marin! Yo mismo
me ocupar del techo.
Como lo crea mejor, James.
Ah, ahora ya lo s! Le molesta,
Marin, que ande un momento por la
habitacin para pensar en el problema
en silencio?
No, por supuesto que no!
El reverendo James, asintiendo con
la cabeza, empez a andar a pasos
largos por la habitacin, y pronto se
absorbi en su meditacin. Marin, con
sus ojos de color castao claro y sus
pestaas oscuras, observ cmo
lentamente daba tres vueltas por el
estudio.
La quiero tanto! dijo de pronto
. Podramos hacerlo con cinc, no
cree usted?
Marin se qued petrificada.
Q-qu?
Perdneme dijo el reverendo
despabilndose al or la voz de ella.
Luego vio la expresin de su cara.
Mi querida Marin! Ocurre algo malo?
Sabe sabe lo que acaba de
decir?
Si no he dicho nada repuso el
vicario, preocupado. Pensaba
simplemente en el techo. Perdneme!
Sigui en su meditacin seria y
profunda, acaricindose la barbilla con
la mano. Esta vez dio cuatro vueltas por
la habitacin antes de hablar.
Chapas de cinc anchas y largas
dijo mientras los rostros de los clrigos
le miraban desde los cuadros que
puedan doblarse por la mitad as!
y calzar en hilera sobre el techo
puntiagudo hasta que se hagan las
reparaciones convenientes. Por supuesto
que tenemos el problema de los clavos.
Podrn los clavos amonest a la
alfombra atravesar la madera y
tambin el cinc? Pero no es slo
cuestin de ajustarlo. Es cuestin de su
frialdad y reserva que al principio me
intimid. En verdad, en el transcurso de
la semana pasada ha sucedido algo
distinto. La quiero tanto
En este punto fue cuando se llev
por delante a Marin que todava
petrificada, no consegua moverse. El
choque hizo que se despejara la mente
del reverendo James. Le resonaba en los
odos, con la tremenda claridad de un
buen altavoz, la ltima frase que
acababa de decir.
Aterrado, se qued inmvil. Marin
trag saliva, tartamude, trat de
desviar la mirada y luego levant los
ojos con la expresin que Virtue Conklin
le haba enseado.
Bueno, si es as dijo con
valenta, por qu no me lo dice a
m en lugar de decrselo a usted
mismo?
Ser posible? empez el
vicario. Es decir: la amistad es sin
duda algo bello y muy noble, pero es
posible que usted?
S!, s!, s!
Completamente sobreexcitado, el
reverendo James se aproxim a Marin
con todo el entusiasmo de su naturaleza
exaltada; tampoco puede decirse que la
respuesta de Marin fuese en alguna
manera lenta o menos entusiasta.
Este fue el cuadro que mistress
Honeywell, el ama de llaves, pudo
contemplar unos segundos ms tarde
cuando trajo el carrito con el t. Pero
mistress Honeywell, que conoca la
naturaleza humana y tambin a esas dos
personas, simplemente demostr gran
alegra.
Y al vicario no le molest su
presencia.
Mistress Honeywell! Permtame
ser el primero en felicitarla!
Gracias, seor.
Es decir se corrigi
rpidamente el reverendo, permtame
ser no importa. Aqu tiene a mi futura
esposa!
Bueno! Imagnese! Aunque no
puedo decir que esto sea algo
inesperado. Querr celebrarlo?
Celebrarlo! dijo el vicario, y
golpe el puo derecho contra la palma
de su mano izquierda. Por Dios, s!
Eso es, exactamente reflexion un
momento: Yo nunca, ni tampoco mi
to, hemos tenido reparo en tomar
champaa.
James! dijo Marin, llorosa,
pero de pronto alarmada. Sera
maravilloso, s! Pero la gente dira que
ha habido una fiesta con champaa en la
vicara la noche anterior a la llegada del
obispo.
Considerndolo as reconoci
el reverendo, quiz sea mejor
aplazarlo a otro da. Sin embargo,
encenderemos el fuego, nos instalaremos
con comodidad y, sobre todo, Marin,
nos olvidaremos de ese maldito techo.
Puedo preocuparme en este momento
por un techo de cinc? Adems, no
llueve. Mira por la ventana! Ni
pensarlo: nada de techos.
Bueno dijo Marin.
En consecuencia, aquella noche tanto
Marin como el vicario estuvieron tan
abstrados que se olvidaron del techo y
tambin de la fiesta parroquial.
Hemos llegado a un punto en que
conviene hacer una pausa para repetir
proverbios tiles y predicar una leccin
de moral como lo hace sir Henry
Merrivale. Nunca dejes para maana
una puntada a tiempo y dems. Pues a
las tres de la madrugada empez a caer
un verdadero diluvio.
Llova con tal fuerza que no se poda
ver a travs de la cortina de agua. Esto
dur hasta el amanecer, momento en que
empez a amainar el temporal. El
reverendo James (que entretanto haba
dormido profundamente) fue despertado
por la tremenda noticia que le dio
mistress Honeywell al servirle el t de
la maana.
Por la ventana de su dormitorio, al
fondo de la vicara, el reverendo James
poda distinguir a varias personas
reunidas en torno a la Fortaleza. Todas
eran mujeres y algunas parecan
desesperadas. Se visti a prisa y,
ponindose el impermeable, se encontr
en el fondo del jardn con Marin, quien
tambin llevaba puesto un impermeable.
Est bien le tranquiliz ella.
Es decir, ha cado un diluvio por los dos
lados del techo. El suelo de tierra es un
espantoso mar de barro negro, en una
ancha franja, a todo lo largo del saln.
Pero los quioscos laterales no estn
embarrados, o por lo menos apenas
salpicados. Si consiguieras ahora el
cinc
Ahora mismo me voy a casa del
herrero Benson dijo el vicario, en
busca de ese sujeto con patillas que
nunca da golpe.
A medioda el ruido del martilleo
del vicario poda orse por todas partes.
A aquella misma hora un desfile de
autos y carros transitaba por High Street
con abundantes mercaderas, mientras la
polica buscaba incansable an el
revlver Webley 38 que faltaba desde la
noche del domingo, cuando Gordon West
dijo que lo haba visto junto a su
mquina de escribir. La lluvia haba
cesado.
En aquel mismo momento, en el
dormitorio de su apartamento en lo alto
del Lord Rodney, Virtue Conklin se
probaba su traje, contemplndose en el
espejo. Como uno de los juegos de
porcelana china que haba ofrecido tena
paisajes de Holanda pintados en
colores, Virtue haba decidido
disfrazarse de mueca holandesa.
De hecho, la cofia holandesa haca
resaltar sus ojos azul celeste y su
cabello cobrizo, as como el corpio
negro ajustado y las mangas blancas
abullonadas realzaban su figura.
Virtue tena una autntica criada, que
tambin lo era del hotel, a quien haba
enseado a llamarla miss Virtue,
como dicen las sirvientas de los libros.
Miss Virtue dijo Flossie
admirndola, parece un cuadro!
No est nada mal, eh?
pregunt Virtue con satisfaccin al
ladear la cabeza ante el espejo para
aplicarse, con un dedo, carmn en los
labios. Por Dios, Floss, todava tiene
vida la solterona!
Pero, miss Virtue
Son un montn de gatas viejas!
dijo Virtue refirindose a las
organizadoras de la fiesta.
Exceptuando, por supuesto, a miss Tyler
y a miss Bailey. Estuvo en la ltima
reunin para or sugestiones, donde se
permiti la presencia de caballeros? No,
claro que no. Un caballero (nunca dira
despus quin era) expuso la idea de
que miss Bailey, con su cabello largo,
debera ir de Lady Godiva.
Miss Virtue! exclam la
criada, escandalizada.
Bueno dijo Virtue con filosofa
, la idea no pareci molestar para
nada a miss Bailey ni tampoco a miss
Tyler. Las dos se quedaron pensando
cmo resultaran. Pero esa mistress
Goldfish la sonrisa de Virtue se
agrand, con una expresin que
presagiaba algo malo para alguien se
levant y protest indignada. Y Bill
Hurtable, que es el terrateniente ms
importante despus del Squire, lo
arregl: No se pueden vender caballos
en una fiesta parroquial dijo con
ceremonia, por lo menos no vendern
los mos. Y tena mucha razn, Floss;
no se debe hacer. Dme un bombn.
S, miss dijo Flossie tomando
un bombn de licor de la caja ms
cercana. Pero miss Virtue! Este
corpio, o cuerpo, o lo que sea
Ah!, esto me recuerda dijo
Virtue. Se parece a los vestidos
antiguos, pero usted es demasiado joven
para acordarse. Tiene ballenas y
cordones. Ajsteme ms, Floss. Apoye
el pie contra la espalda y tire. No
importa si me inclino un poco hacia
adelante sinti aoranzas. Una vez
estaba en la National Gallery. Un
caballero me llev a ver a los Viejos
Maestros. Y, vive Dios! Las mujeres no
estaban mejor que yo.
Pero, miss Virtue! Es una fiesta
parroquial.
Oh!, a las gatas viejas no les
gustar dijo Virtue con una sonrisa
perversa, pero a los hombres s.
Y miss Bailey no va a ser
realmente a ser quiero decir
No, Floss. No s exactamente qu
traje le eligieron.
En aquel preciso momento, mientras
Virtue hablaba, Gordon West todava no
conoca el estilo del traje de Joan. A
cierta distancia, en casa del coronel
Bailey, Joan, de pie frente al espejo de
su tocador, tena delante, sin abrir, la
caja grande con el traje que acababa de
llegar. Gordon West, cmodamente
sentado sobre la cama, le hablaba de un
tema que haba sido motivo de discusin
durante algn rato.
No! dijo. No puedes
quitarte de la cabeza, mi ngel terrenal,
que no participar en la fiesta
parroquial? Ir y dar una vuelta, s.
Comprar cualquier cosa, desde alpiste
hasta relojes viejos. Pero no me
entregar a esas harpas!
No me amas dijo Joan.
Mujer, esto no viene al caso, y lo
sabes.
Ven aqu le pidi Joan en voz
baja.
No, por Dios! dijo West sin
aliento, despus de unos tres minutos.
Tampoco puedes convencerme con ese
argumento. Es una cuestin de
principios. Acaso tu to va a meterse
entre esas mujeres, disfrazado de
Cronos o de algo por el estilo?
No. No me atrevo ni a
mencionrselo. Se cuadrara como buen
militar que es y se estremecera.
Bueno, eso digo yo. Y adems
debes comprender que apenas he
trabajado en la ltima correccin del
manuscrito. No podremos casarnos hasta
que ese manuscrito llegue al editor.
Oh!, s. Lo lamento muchsimo!
Debes ir a trabajar Joan call y se
qued con la boca abierta. Gordon!
No pensabas encontrarte con sir Henry
Merrivale para hablar de aquel traje?
Pensndolo bien, deba estar yo
en mi quinta desde hace quince minutos.
Entonces vete, querido, mientras
me visto. Quin sabe si sir Henry estar
todava all.
Estaba. Cinco minutos ms tarde, la
presencia de Henry Merrivale en el
estudio de West se comprobaba por la
violenta discusin, que se oa desde la
casa solariega. West (casi fuera de sus
casillas) trataba de explicar.
Ahora escuche, Bajo-la-Lluvia
dijo. Por ltima vez, permtame que le
diga lo que puede hacer y lo que no
puede hacer. Quiere callarse?
Ugh! dijo Henry Merrivale,
creyndose ya en papel.
En el gran estudio polvoriento, con
paredes tapizadas de libros, estaban
sentados Henry Merrivale, con los
brazos cruzados, en el sof, con una
expresin obstinada en la cara, y en un
rincn alejado Pam Lacey, con el
cabello desgreado y con el vestido
embarrado hasta tal extremo que, una
semana atrs, hubiese horrorizado a su
madre; de un brazo colgaban,
embarrados, un par de patines de ruedas,
y apretado debajo del otro asomaba un
libro titulado Las aventuras de Sherlock
Holmes. Los ojos de Pam brillaban
indignados a cada observacin que le
hacan a Henry Merrivale.
En primer lugar continu West
, puede usar ese tocado indio de
guerra y puede venderlo si alguien
quiere comprarlo.
No venderlo dijo el jefe indio
con resolucin. Guardarlo.
Est bien; cmprelo. Le prevengo
que no es autntico.
West, muy exigente en cuanto a la
perfeccin, se enfureci y mir hacia el
estante de libros ms alto.
Me gustara tener tiempo para que
esto fuese autntico. Es un insulto para
los indios. Pero no importa;
comprubelo en un libro; se les da a los
crdulos lectores un fondo histrico
autntico y nadie lo cree. Tenemos que
hacer un picadillo para las personas que
van a ver pelculas. Despus
prosigui puede vender la serpiente
de cascabel embalsamada. Puede vender
el arco y la flecha. Pero, en ningn caso
trate de tirar. El arco es autntico y se
rompera. Tendr inconveniente en
desnudarse hasta la cintura?
Caramba, no! dijo el jefe
indio, e inmediatamente empez a
arrancarse el cuello.
Ahora no, maldito sea! Ahora
no! La fiesta empieza por la tarde, pero
no presentarn a las estrellas,
incluyndole a usted, hasta despus del
t, digamos a las seis, cuando haya
llegado el obispo y no quede sitio sino
para estar de pie. Este es el asunto: le
voy a dar suficiente cantidad de pintura
aceitosa para ennegrecerlo desde la
punta de la cabeza hasta la cintura.
Tambin la sustancia necesaria para
pintarse de guerrero si quiere. S, veo
que quiere; no sea tan codicioso. Pero
no le traje pantalones.
Tener pantalones dijo el jefe
indio. Lindos pantalones.
Bien. Se pintar en el hotel.
Entrar a hurtadillas detrs de la fila de
quioscos (el suyo es el nmero siete; los
nmeros impares estn a la izquierda)
para que la gente no le vea hasta que
aparezca detrs del mostrador. Esto es
todo, con excepcin de las cosas que no
podr hacer.
Henry Merrivale, cruzando los
brazos con ms fuerza, mir en silencio
hacia la puerta.
No llevar un hacha de guerra
porque no tengo. Ningn alarido de
guerra, si no es un moderado buu, buu,
buu, para anunciar su aparicin. Por
nada del mundo salga de detrs de su
mostrador para una danza guerrera. Por
ltimo, no se puede llamar Toro-
Sentado, ni Avasallador, ni Rayos-y-
Truenos.
El ojo de Henry Merrivale tena un
destello muy lejano, que West debi
haber visto. Todo, menos lo ltimo, pas
sin comentario.
Pero aqu Henry Merrivale se
impuso.
Por qu no puedo ser Toro-
Sentado? pregunt, perplejo, con
vehemencia. Qu ms da el nombre
que tenga?
Porque vende abalorios. Dinero
indio!
Cree que no lo s?
Marin crey que yo tena muchos
abalorios continu West. No tengo
ninguno. Por consiguiente su rostro se
retorci de repugnancia al recoger algo
de detrs del sof, va a vender tantas
piezas como pueda de esto.
Muchas seoras de la aldea haban
tejido activamente. Su idea de una sarta
de abalorios era un trozo de tejido ms
bien grande, de unos diez centmetros de
largo por tres de ancho, en el que se
cosen conchitas formando una lnea
vertical.
Maestro dijo seriamente West
, si va a vender treinta trozos como
ste a un cheln seis peniques cada uno,
no podr asustarlas. Necesita tener sex-
appeal indio. Es el viejo jefe bondadoso
y astuto que tiene todo el dinero. Su
nombre West pens ser Gran-Jefe-
Mucho-Abalorio. Qu tal?
Espantoso dijo Henry
Merrivale. Que me maten si acepto!
Por qu no?
Vea, hijo. Si uno se divierte
rugiendo con plumas en la cabeza, no
querr acordarse de la maldita Bolsa de
Comercio.
Pero los indios no tenan Bolsa de
Comercio.
Es lo que quiero decirle Gran-
Jefe-Mucho-Abalorio! enton Henry
Merrivale haciendo un ensayo con su
profunda voz gutural. Gran-Jefe-
Libra-Esterlina! Gran-Jefe!
Maestro, debe hacerlo! No es que
me importe ni poco ni mucho esa fiesta.
Pero Joan
Call. Joan acababa de aparecer, en
el umbral de la puerta, con su traje
puesto.
Destacndose en el fondo verde del
follaje, y a pesar de los zuecos que
deba usar, Joan quitaba la respiracin.
Su cabello castao claro, abundante y
suave como un velln, estaba partido
por la mitad y caa ondeando sobre los
hombros. Alrededor de la frente tena lo
que podra llamarse una red dorada. El
vestido, de una tela verde suave, pero
pesada, era ceido hasta la cintura y
luego se abra en abundantes pliegues
hasta el suelo. Alrededor de la cintura,
no muy ceida, llevaba una trenza
dorada con borlas.
Le gusta? pregunt ansiosa.
Si me gusta? suspir medio
hipnotizado West. Me recuerdas los
sueos romnticos que he tenido! El
bosque de Sherwood! Sherwood en el
crepsculo! Dentro de un segundo me
vers convertido en un rubicundo
prerrafaelista! La bendita doncella se
asom[2].
En medio de esta romntica escena,
entr a largas zancadas la figura
mundana del coronel Bailey, con un
gorro en la cabeza y una pipa en la boca,
y asegur que haca un da espantoso.
Pero quin eres, Joan?
pregunt West. A quin pretendes
representar?
Joan se sinti profundamente
conmovida. Deseaba que Gordon le
hablara ms a menudo de esa forma. No
obstante, aunque conservando la cara
seria, dej aparecer un toque de alegra
burlona en sus ojos.
Soy una doncella sajona
contest. Por lo menos eso dice la
caja del traje.
Bueno, pareces un momento!
dijo West de pronto. No eres la
encargada de los dulces, tartas y
pasteles?
S, querido. Mistress Doom tuvo
miedo de que pareciera propaganda si lo
haca ella. Adems, podra sufrir una
crisis nerviosa y desmayarse.
Pero por qu diablos una
doncella sajona va a vender tartas y
confites?
Yo soy la doncella sajona
explic Joan que pesc al rey Alfredo
cuando quemaba los pasteles.
Sabe, West dijo el coronel
quitndose la pipa de la boca,
diablos!, si eso no est equivocado en
alguna parte hay un error. Pero estas
benditas mujeres, mistress Doom y
mistress Goldfish, hablan mucho. Estn
como embrujadas por lo que llaman
medieval. Me tendran de flautista de
Hameln si no hubiese echado la llave a
la puerta.
West, pateando el suelo en una
especie de baile, se tiraba de los pelos.
Hablbamos dijo reprimiendo
un grito de historia, no de leyendas ni
de tradiciones populares. Aun en la
tradicin popular, la mujer que pesc al
rey Alfredo cuando quemaba los
pasteles, no era acaso la esposa de un
vaquero?
No tendra glamour dijo el
coronel sacudiendo la cabeza con
tristeza.
Glamour? Qu sabe del
glamour?
No s nada replic el coronel,
acalorado. Pero estas mujeres
salvajes decan que un traje es hermoso
si empieza en el cuello y termina en el
suelo Algo que ver con las pelculas
aadi.
S, as lo pens repuso West,
ceudo. La cuestin es, Joan, si
podrs convencer a sir Henry de que su
nombre indio debe ser Gran-Jefe
Mucho-Abalorio.
No lo har por m? le inst
Joan, que era muy experta en el arte de
convencer.
Bueno reflexion Henry
Merrivale. Cualquier nio hubiera
comprendido que estaba tramando
alguna diablura al observar la expresin
de sus ojos. Puesto que se han hecho
tantas concesiones
En aquel oscuro rincn, Pam Lacey
cargada con un par de patines de ruedas
y con Las aventuras de Sherlock
Holmes, mostraba unos ojos brillantes
de celos.
Ah pens Pam. Hara esto
por ella? No me importa nada!.
Henry Merrivale haba vuelto
casualmente la cabeza, aunque no se
haba odo una sola palabra.
Pero la decisin final la tienes t,
encanto le grit. Creo que ellos
tienen razn. Pero qu piensas t?
Al or la palabra ellos, los celos
de Pam se desvanecieron, pero segua
con el mentn levantado.
Si le parece bien a usted
contest ella, no me importa.
Y recuerdas, por si acaso, todas
las seas? pregunt misteriosamente
Henry Merrivale.
La apariencia de gran seora de Pam
haba desaparecido.
Caramba, ya lo creo!
Entonces est convencido
declar Henry Merrivale, mirando a los
otros con una expresin virtuosa y
sosegada. Solamente West le mir con
desconfianza. No, espere! aadi
Henry Merrivale. Me ha dicho,
joven, que la tanda de estrellas,
incluyndome a m, aparecera a las
seis?
S, as es.
Bueno, quines son las estrellas
adems de m? dijo Henry Merrivale
enderezndose y sacando el pecho.
No lo sabe? pregunt Joan.
El doctor Schmidt.
Pam Lacey iba a articular una
exclamacin, pero un ademn de Henry
Merrivale la mantuvo callada.
Ah, si? observ. Es muy
interesante. Qu va a hacer l?
Tocar al piano y cantar
explic Joan. Si toca una cancin que
no se puede identificar (debe ser inglesa
o norteamericana, porque nos
moriramos con una alemana) se paga
una multa. De otro modo se gana.
Entretanto, l toca y canta.
Eso es mejor de lo que me
pensaba! dijo Henry Merrivale con la
vista fija en un rincn del techo. El
doctor Schmidt es un buen tipo. Creo
que consigue todo lo que se merece.
Henry Merrivale dijo West,
detenindose de pronto delante del
mostrador, est seguro de que no
oculta nada? Nada de fuegos
artificiales enormes y diablicos que
haran volar el techo de la Fortaleza?
Oh, hijo! He prometido lo que
voy a hacer y lo har. Aydame!
Nada debe salir mal dijo Joan
, por el vicario! Y con el obispo
aqu!
A propsito interpuso Henry
Merrivale con una ligera exasperacin
, quin es este obispo? Todo el
mundo ha hablado tanto de l, que debe
tratarse de alguien importante. Cmo se
llama?
Los dems le miraron con sorpresa.
Joan dijo:
Es el doctor William Waterford,
obispo de Glastontor.
Oh, Cspita! suspir Henry
Merrivale despus de un prolongado
silencio. No puede ser! No es
verdad! As que es el viejo Pinkey?
Yo nunca he odo que le
llamasen as Joan retrocedi
Un hombre bajo apremi Henry
Merrivale con seriedad, pero tan
redondo como un globo; de tez
sonrosada. Come sin cesar. Waterford!
volvi la cabeza hacia Pam.
Recuerdas, encanto? Este fue el
individuo que me apost cinco libras
esterlinas a que yo no bajara por
Ludgate Hill calzado con patines de
ruedas.
Este le conoce bien?
pregunt West.
Al viejo Pinkey? Estuve en la
escuela con l. Le vi una o dos veces en
Cambridge. Saba que haba trepado a la
carroza dorada, s; pero jams sospech
que al muy asno le haran obispo.
Es amigo de l? insisti
West.
Oh, por supuesto! dijo Henry
Merrivale, que deca la verdad hasta
donde la recordaba. Palabra de
honor! Y le dar otro dato. El viejo
Pinkey se enfadaba y se comportaba
mal Oh, qu chocante! Pero sin
intencin. Protegera a su sobrino si el
vicario hubiese predicado sobre
demonologa o el culto de los rboles.
As que no se preocupe demasiado por
el vicario, porque dudo que l mismo se
halle preocupado.
Los suspiros de alivio de West casi
le apabullaron.
Magnfico! exclam Joan con
los ojos centelleantes. Entonces no
hay nada que temer. Imitando a mistress
Doom dir sonri que sta ser la
fiesta parroquial ms alegre y divertida
que haya habido jams.
20

C ualquiera que, a las seis menos


diez de la tarde del sbado,
hubiese entrado en la Fortaleza
por la nica entrada del lado estrecho
que mira al norte, habra tenido motivo
para alegrarse. Estara de acuerdo con
mistress Doom en que sera la fiesta
parroquial ms alegre y divertida que
jams se hubiera realizado. Pero no as
Gordon West, que a la misma hora se
hallaba en su quinta trabajando
febrilmente en la correccin de su
manuscrito.
Desde que sus visitantes se hubieron
retirado, pasado el medioda, West tuvo
el presentimiento de que algo iba mal.
Nada tena que ver con las posibles
indiscreciones de sir Henry Merrivale.
El mal estaba en el aire, matizado por la
lluvia, en las emociones de algunas
personas, en algo que l no poda llegar
a aquilatar.
Despus del almuerzo preparado por
mistress Wych, encendi la lmpara
colocada en la pared, encima de la mesa
de la mquina de escribir, e hizo lo
propio con dos lmparas ms para
contrarrestar la oscuridad del da
lluvioso. Volvi a la mesa; puso a un
lado la mquina de escribir y se sent
armado de un lpiz ante una gran parte
del original de Tambores por el
Zambeze.
Trabaj lenta y cuidadosamente,
levantndose de cuando en cuando para
comprobar alguna cita en un libro.
Conoca bien algunas partes del
Zambeze tal cual es ahora, pero su relato
se desarrollaba en 1886, antes de la
maldicin del progreso.
Las escenas se iban reproduciendo
en su imaginacin. Vea la luz roja en el
agua, resaltando contra la fila de remos
negros que chorreaban al emerger y
sumergirse sucesivamente, y oa los
tambores que tronaban en la otra orilla.
Sin embargo, otros pensamientos
flotaban persistentemente entre sus ojos
y las teclas de la mquina.
Nunca haba visto, por ejemplo, un
cambio semejante al ocurrido en Pam
Lacey. La vea por High Street volando
sobre sus patines de ruedas, delante de
Harry Goldfish, de Tommy Wyatt y de
los dems miembros de la pandilla, a la
que se haba incorporado. Vea el
cambio de Stella Lacey, aprecindolo
con una sonrisa y sin desagrado.
El cambio de Stella bueno, ella
era un ser humano. Sus coqueteras que
en el pasado, secretamente poda
confesarlo, algunas veces le haban
fascinado y otras molestado, ahora
haban quedado sustituidas por una
naturalidad semejante a la de Joan.
El misterio en su mente se asociaba
con el color blanco, siempre blanco,
mientras oa su reloj de pulsera marcar
los segundos. Afuera, la lluvia empez a
caer, haciendo crujir las hojas de los
rboles. Por ltimo, West dej el lpiz y
empez a andar por la habitacin.
Y as descubri, encima del sof
donde haba estado sentado sir Henry
Merrivale, un sobre doblado y muy
arrugado como si hubiese sido llevado
en el bolsillo trasero del pantaln.
Recordaba cuntas veces Henry
Merrivale se haba vuelto para consultar
a Pam Lacey. Era fcil que el sobre se
hubiera salido del bolsillo y hubiera
quedado all.
West lo recogi.
El sobre estaba sellado en
Glastonbury a las once y cuarenta y
cinco del da anterior, viernes, y la
direccin, escrita con la letra pequea y
delgada de una pluma de punta fina,
deca: Sir Henry Merrivale, Lord
Rodney Hotel, Stoke Druid.
Poda tratarse de una carta personal
que a l no le interesara y que debiera
respetar. Pero el sobre era demasiado
conocido.
West saba, como muchos otros
(repetimos que no se pregunte dnde
nacen los rumores; dejemos que Virgilio
hable de chismes), que era intil seguir
la pista de los annimos por el sello del
correo. Todos los habitantes de Stoke
Druid iban a Glastonbury y a Wells, a
veces llegaban ms lejos de Bristol, por
lo menos una vez por semana, en
automvil o en autobs, por la carretera
principal. Sin embargo
Haciendo un esfuerzo, ech al agua
los principios y sac la hoja de papel
doblada. Estaba escrita con las mismas
finas y pequeas letras maysculas del
sobre.

Mi estimado sir Henry:


Empieza a interesarme. Aunque no
le considero como una amenaza,
puesto que la inteligencia no puede
vencerme en mi juego, le dir lo que
he hecho. Esa mujer ha recibido el
susto que se mereca; a otros se les ha
castigado de acuerdo con sus culpas.
Mi trabajo ha terminado, mi carrera
ha llegado a su fin. Permtame
saludarle sinceramente como
Su atentsima amiga,
La viuda.
Por un momento West permaneci
inmvil, con el corazn latindole
violentamente ante la proximidad de esa
figura que, sin embargo, segua siendo
intangible. Luego se le ocurri una idea
y corri a la mesa de la mquina de
escribir. De uno de los ltimos cajones
sac una lupa de gran tamao. Se
necesitaba un examen muy detenido para
descubrir la pequea y dbil cruz azul
que se haba hecho en la esquina
superior de la izquierda del sello azul
de dos peniques y medio.
Sellos marcados. Alguien estaba
sobre la pista. Despus de esto, West,
con esa determinacin que poda
convertirlo en una mquina, meti la
hoja doblada dentro del sobre, dej todo
en un lado de la mesa y sigui
corrigiendo.
Fuera, por la puerta abierta, se oa la
lluvia que goteaba y salpicaba con
monotona. West haba terminado veinte
pginas ms, con alguna correccin
ocasional o la sustitucin de una palabra
por otra, cuando oy pasos pesados en
el sendero de tierra.
El inspector Garlick, con el
impermeable negro, mojado, que le
cubra el uniforme, apareci en el
umbral de la puerta. El uniforme le daba
un aspecto ms formal y ms siniestro.
El reloj de West marcaba las seis menos
cuarto.
Disculpe articul el inspector,
pidiendo perdn por su intromisin; la
visera de la gorra brillaba a la luz de la
lmpara. Pensaba que sir Henry
estara aqu.
No. Se ha ido.
West tom el sobre con la epstola y
se lo entreg a Garlick cuando entr
ste.
Puede tener esto algn inters
para usted? Se le debe haber cado a sir
Henry.
Gracias la expresin dura, con
el lunar en la mejilla, se puso an ms
rgida. Puedo preguntar si la ha
ledo?
S. Lo he hecho.
No debi hacerlo. No es asunto
suyo.
Dispnseme contest West
mirndole de frente, s es asunto mo,
y tambin de los dems.
Mster West, sabe dnde se
encuentra ahora sir Henry?
Supongo que en el Lord Rodney.
O tal vez en la fiesta.
No puedo entrar en ella con este
uniforme. Salvo en ltima instancia.
Garlick se volvi y antes de que
West hablara lleg a la puerta.
Inspector, quin es La Viuda?
Dispnseme de nuevo Garlick
se disculp. Cumplo rdenes y
parti a zancadas por el sendero
embarrado, seguido de dos auxiliares
uniformados.
Durante un rato West contempl la
pgina que tena delante, sin verla.
Luego observ que su reloj marcaba las
seis menos diez.
En aquel mismo momento,
cualquiera que hubiera entrado en la
Fortaleza estara de acuerdo con
mistress Doom si deca sta que era la
fiesta parroquial ms alegre y divertida
que jams haba habido. El xito estaba
asegurado, a juzgar por el murmullo de
las voces, dominado por el estrpito de
un piano y una voz que cantaba en
alemn Die Wacht am Rhein, desde
cierta distancia detrs de los quioscos.
A la entrada, por la puerta del lado
estrecho, reciban el reverendo James,
buen mozo y radiante luciendo su traje
negro de clrigo anglicano, y Marin
Tyler, que en lugar de disfraz llevaba un
sencillo vestido de noche color gris.
Estaban de pie dentro de una amplia
glorieta cuadrada con un techo rstico,
alrededor de cuyas aberturas las"
seoras haban enroscado flores
artificiales que parecan verdaderas. El
suelo estaba seco, porque no haba sido
mucha el agua que haba penetrado por
ambos extremos del saln. En la glorieta
estaban preparadas muchas mesas para
servir el t y bebidas sin alcohol.
Marin se alejaba a menudo para ayudar
a miss Robinson, que, vestida de paje
medieval aun cuando con faldas, atenda
las mesas atestadas; luego volva de
prisa junto al reverendo James, que
miraba con satisfaccin hacia el centro
del gran saln contiguo a la glorieta.
Por lo menos debes reconocer
dijo el reverendo que he hecho un
trabajo bastante aceptable en cuanto a la
reparacin del techo.
Un amigo sincero se hubiese visto
obligado a decir que no. El reverendo
James, con sus pensamientos puestos en
Marin, haba clavado demasiadas
chapas de cinc en sitios que no
correspondan. Una vez se cay por un
agujero y fue salvado en la parhilera por
el viejo sepulturero de setenta y cinco
aos. Fue, no obstante, un despliegue
notable de esfuerzos bien intencionados.
De las vigas horizontales colocadas
sobre las paredes y, arriba, del techo en
punta, colgaban largas filas de cadenas
que sostenan lmparas de aceite, muy
relucientes, que iluminaban los doce
quioscos, seis a la izquierda y seis a la
derecha, instalados contra las paredes
laterales. En el suelo haban sido
clavados postes que sostenan mamparas
de madera con flores entrelazadas para
separar los quioscos entre s. En el
suelo, delante de cada quiosco, se haba
colocado unos tablones de madera (dos
tablas unidas de treinta centmetros de
ancho cada una) para que los
concurrentes no se acercaran al centro.
Porque all
En el centro, en una extensin de
cinco metros de ancho, se extenda el
mar de barro ms negro, ms viscoso y
ms pegajoso que nunca se haya visto
fuera de la maleza tropical. No caba
esperanza alguna de que se secara. Una
molesta y ligera llovizna, junto con
algn copioso chorro de agua que
pareca salir de un grifo abierto lo
mantena siempre fresco. Para el
pblico que se apretujaba a lo largo de
los tablones, constitua la principal
diversin de la feria.
El prroco tiene buenas ideas,
no? Un mal paso y plaf!
Oh!, el prroco no es mala
persona.
Quieres que te tire dentro, Gert?
No seas impertinente, Frank
Billings!
Desde la entrada de la glorieta, el
vicario y Marin vigilaban este paso
embarrado.
Por Jpiter! murmur el
primero. Qu se vende en el quiosco
nmero seis, el tercero a la derecha?
Nunca he visto tanta gente junta; es
curioso que sean todos hombres.
Marin trag saliva.
Es el de Virtue Conklin, James.
Me temo que su traje sea bueno, un
poco osado por delante. Pero el
obispo
Ah, el to William! Estar aqu
dentro de tres minutos.
El no necesita ir por la derecha.
Puede tomar por la izquierda.
Mi querida Marin, me parece
que va a ser imposible. Nuestra
ceremonia ya est organizada.
Has organizado una
ceremonia?
Por supuesto repuso el
reverendo James arqueando las cejas
como quien jams se olvida de nada.
Dejo que te la imagines como mejor te
guste, slo te dir que incluye al director
del coro y a una docena de los coristas
ms jvenes. Mi to pasar primero por
el lado derecho.
Con un movimiento de cabeza seal
esa ala. Marin poda ver, al extremo, la
redondez de la vieja y horrenda torre en
forma de tambor cuya puerta de roble,
de medio metro de espesor, tena la
llave puesta. Otra llave colgaba de un
clavo cerca de la entrada. Prximo a la
Fortaleza se exhiba un viejo ariete del
siglo XV, pequeo, pero que se deca
haba pertenecido a sir John de
Courtenaye en 1416.
En la parte del fondo hay mucho
espacio seco dijo el vicario
sealndolo. La gente abrir paso
cuando se aproxime el to William.
Hay algo que me preocupa dijo
Marin alargando el cuello. Dnde
est sir Henry Merrivale?
No est en el quiosco nmero
siete?
Por lo menos no le veo. Dnde
estar?
Esta pregunta pudo haberla
contestado la preocupada Virtue Conklin
en el nmero seis. Acercndose al
extremo derecho de su quiosco, apart a
un grupo de admiradores para mirar
fuera y vio, detrs del poste y del
tabique de flores, al doctor Schmidt que
golpeaba cada acorde como si fuera un
martillazo, tratando de cantar
patticamente en ingls Die Lorelei.
Frente a ella, al otro lado del mar de
barro, estaba sentada mistress Goldfish,
disfrazada de dama cuquera, en medio
de un magnfico despliegue de labores
manuales. En diagonal hacia la derecha,
el quiosco nmero siete pareca vaco.
El mostrador, que en realidad era una
mesa larga colocada sobre ladrillos
para que fuera ms alta, estaba cubierto
por dos mantas de Navajo que colgaban
hasta el suelo; sobre ellas haba treinta
hileras de abalorios adems de un arco,
una flecha y una serpiente de cascabel
embalsamada.
Queridito! exclam Virtue al
amparo de la msica del doctor
Schmidt.
Ella saba que el Gran-Jefe-Mucho-
Abalorio, tan caprichoso como una
prima donna en estas ocasiones, no se
pondra su traje ni se pintara en el
hotel. Sir Henry Merrivale no deba ser
visto hasta el momento sealado, en que
aparecera como Venus saliendo del
mar.
As las cosas, la mesa se
comportaba como en una verdadera
sesin espiritista, aunque diciendo unas
palabrotas que ninguna otra mesa se
hubiese atrevido a soltar en estas
reuniones.
Queridito! Por el amor de Dios,
mtete un tapn dentro de la boca. Vaya
lenguaje!
En aquel momento un mensajero del
Gran-Jefe-Mucho-Abalorio sali de
debajo de las mantas. Era Pam Lacey
que, agachada, corri cruzando el barro
para lograr la complicidad de Virtue.
Mistress Conklin! susurr al
pasarle una misiva doblada y muy
limpia, a pesar de que tena el traje y la
cara manchados de barro y pintura.
Quiere entregar esta carta al
despreciable y espantoso pianista que
est a su lado? Es del obispo.
No, bromees! exclam Virtue,
guiando el ojo.
l dice que es del obispo dijo
Pam lanzando una mirada hacia la mesa
que se sacuda y luego abri los ojos
con expresin de inocencia. Para m
es suficiente con que l lo diga.
Bueno, preciosa suspir Virtue
, creo que tambin es suficiente para
m.
Con lo cual Virtue pas la cabeza
por fuera del poste y silb ruidosamente.
Eh, weinerschritzel! grit.
Va esta nota importante del obispo. La
coge?
El doctor Schmidt retir las manos
del teclado. Jadeante y baado en sudor,
se inclin para coger la carta. Estuvo
por anunciar indignado que hablaba el
ingls tan bien como cualquier oriundo,
pero el saln entero estaba en silencio,
slo se oan algunos murmullos: El
obispo!, Su excelencia el obispo!,
Ah est!.
Y el doctor William Waterford,
obispo de Glastontor (con una sonrisa
feliz en su cara redonda y sonrosada) se
adelant por los tablones de la derecha.
Debemos reconocer ahora que
resultaba exagerada la descripcin que
haba de l dado Henry Merrivale. Era
un hombre bajo, pero no tanto como
haba dicho. Su hechura no se asemejaba
a la de un globo, aunque podra tener
algn parecido. El obispo de Glastontor
crea sinceramente que deba causar
buena impresin al pblico; usaba
polainas y un sombrero de teja muy
grande.
Tena, sobre todo, una mirada
autoritaria y una voz llena; todos la
oyeron como si saliera de las
profundidades de un barril de vino,
cuando en la glorieta, le habl a su
sobrino.
Barro? ri. Mi querido
James, te ruego que no te disculpes. Me
gusta el barro!
Y luego, detenindose ante el
quiosco nmero dos:
Vamos! dijo, esto es
realmente admirable!
Elogi a mster Vanee, el ferretero,
por la presentacin de juguetes de
fabricacin casera, que hubiesen podido
dar fama a un fabricante de profesin.
Siguiendo hacia adelante, felicit
calurosamente a la ruborizada miss
Partridge por su exhibicin de jaleas
envasadas de fresas y de frambuesas y
las apetitosas cebollas y arenques
adobados. Luego, en el quiosco nmero
seis
Virtue, muy impresionada, hizo una
reverencia tan profunda como pudo.
El obispo le ech una mirada, y un
pensamiento poco episcopal cruz por
su mente. Pero era imposible adivinarlo.
Levant la vista al azar, hacia la
porcelana, las fuentes y los platos que
formaban crculo contra la pared.
Seora, la felicito! dijo
clidamente. Pocas veces he visto
una exhibicin tan hermosa y
redondeada!
Excelencia! exclam Virtue
profundamente impresionada,
La porcelana siempre ha sido una
de mis debilidades dijo el obispo.
Pero acaso no tenemos aqu cerca
continu sealando con un bastn con
empuadura de oro para distraer la
atencin al artfice de la msica de
piano? Oh, qu dulce sonido para el
odo! A menudo he deseado
Bueno, oy un sonido.
De debajo del mostrador tapizado
con las mantas de Navajo, lleg un ruido
tan horrible que hel el alma y tritur
los huesos de los presentes al punto de
petrificarlos.
Inclua, como estaba convencido, el
sonido buu. Pero este especial alarido
guerrero que empezaba con una nota
profunda, pareca elevarse, como una
especie de chillido en espiral sin fin,
hasta estallar contra el techo.
Herr Gott! grit el doctor
Schmidt.
Detrs del mostrador se levant
lentamente y con verdadera majestad, un
personaje tan horrible como el alarido
guerrero. Aun Virtue, que se lo
esperaba, se tambale hacia atrs. Sobre
la cabeza del personaje muy en alto y
abierto como un abanico, se alzaba el
tocado guerrero con polvorientas plumas
de diversos colores. La aparicin era de
color castao, desde la cabeza, los
potentes brazos, el pecho de barril y el
cuerpo hasta los pantalones a cuadros
escoceses. Luca unos lentes de montura
de asta en la punta de la ancha nariz.
Surcaban su cara unas rayas horizontales
de pintura blanca, ocre y roja, como los
indios.
Afortunadamente o
desafortunadamente, no haba nadie de
pie delante del quiosco del Gran-Jefe-
Mucho-Abalorio. Solamente se estaba
acercando mistress Doom, que temi
sufrir otra crisis de nervios, delante de
sus seis hijos en hilera por orden de
estatura.
La aparicin con plumas mir
malficamente a su alrededor y luego
reson su profunda voz gutural.
Gran-Jefe-Wall-Street! rugi y
se palme el bolsillo de la cadera.
Hace mucha plata. Caraptula perdi la
cabeza. Ugh! Usted compra?
Y puso una hilera de abalorios
directamente ante la cara de mistress
Doom.
Con un fuerte quejido vibrante,
parecido al de esas vibraciones
ocasionadas por la V-1 que hemos odo
en los aos siguientes, mistress Doom
cerr los ojos y se desmay en medio de
sus hijos. El milagro fue que la fila
entera no cayera en el barro. Pero se
sostuvo mientras mistress Doom pasaba
de mano en mano como un cubo de
bombero.
El buen obispo estaba furioso.
Seor! grit, sealando con el
dedo al gran jefe. Cmo se atreve a
perturbar nuestra fiesta inocente con
estas bromas de mal gusto? Est
borracho, seor?
Mster Benson, que haba subido a
los tablones al lado del obispo y que
con sus siniestras patillas negras y su
hermoso rostro plido se pareca ms
que nunca a John Jasper en Edwin
Drood, hizo coro al enfado del obispo.
Est borracho, seor! grit.
Algo como el aguijn del jbilo de
Satans atraves el semblante atroz del
Gran-Jefe-Wall-Street con su cara
pintada como los indios en pie de
guerra. Seal con el dedo la nariz del
obispo y, balancendose lentamente de
detrs hacia delante, empez a cantar lo
que debi ser una vieja cancin india.
Pequeo-Jefe-Estmago-Grande,
Pequeo-Jefe-Pinkey cant. Come
mucho bistec; bebe mucho ron, come
mucha chuleta de cerdo, yum, yum, yum.
Al or la palabra Pinkey el obispo
dej caer la mano y se puso a observar
atentamente.
Henry Merrivale! exclam el
obispo.
Bebe mucho vino enton el otro
con una mano levantada hacia el Gran
Espritu, bebe mucho jerez; cara roja,
cara roja, roja como una fresa, Pequeo-
Jefe-Pinkey
Y con esto el buen obispo perdi
completamente el control. Ningn crtico
desapasionado podr censurarle. Ya lo
haba dicho Henry Merrivale: nunca
vemos a nuestros viejos amigos de la
escuela como a los hombres importantes
y buenos en que sin duda se han
convertido. Les vemos como en tiempos
pasados, antes de que los honores
hubiesen recado en ellos. Los decenios
y todo lo que haba ocurrido en esos
decenios se haban borrado de la mente
del obispo y, en consecuencia, lo
acontecido hubiera podido proporcionar
tema a cualquier psiquiatra para un
artculo erudito.
El doctor William Waterford, obispo
de Glastontor, deliberadamente se
agach y agarr un abundante puado de
barro. No haba tiempo (su mente se lo
deca) para hacer una bola; era
suficiente una tarta mal acabada. En
parte por suerte, en parte por la
precisin de su brazo derecho, la tarta
de barro cay exactamente en la cara de
sir Henry Merrivale.
Oh, viejo sinvergenza! dijo
Virtue Conklin.
Mucho despus, al cavilar sobre lo
que ella equivocadamente consideraba
una observacin lasciva, Virtue haba
resuelto que aquel hombre no poda ser
una verdadera Eminencia. No poda ser,
por supuesto, una Gran Eminencia como
un Seor Obispo.
Madame dijo el obispo
dndose la vuelta un momento, no
tengo tiempo para
Y no lo tuvo. Haba calculado mal la
velocidad con que Henry Merrivale
podra limpiarse los ojos y los lentes.
Este, tomando el arco y la flecha que
West haba dicho que no deba utilizar,
puso la flecha en su sitio y se produjo un
suave sonido de vibracin como en
otros tiempos en las llanuras.
La flecha pas rozando el sombrero
de teja del obispo, para dar contra el
poste entre los quioscos seis y ocho.
Villano! rugi el obispo,
ocultndose debajo del sombrero y
asegurndose de no haber sido herido.
Esta noche, escchame, voy a hacer que
te arrepientas
Se agach para modelar otra bola de
barro. Su tiro sali desenfrenado,
rozando un pastel de carne que hizo caer
de la estantera del furioso Theo Bull en
el quiosco nmero nueve.
Seor! suplic el director del
coro. Basta! luego mster Benson
mir hacia la izquierda y tuvo una
inspiracin.
Cerca de la entrada, dentro de la
glorieta, formados sobre los tablones en
dos filas de seis, una frente a la otra, se
hallaban doce nios del coro con la hoja
de msica en la mano. No llevaban
vestimenta especial ni signo distintivo.
Deban cantar el himno favorito del
obispo Diez mil veces diez mil cuando
el director del coro diera la seal al
pianista.
Pero Henry Merrivale haba
descubierto barro debajo de los tablones
de su quiosco. Paf, peg una bola de
barro contra la mejilla del obispo. Paf,
devolvi luego el obispo manchando
con una gran estrella negra la chaqueta
blanca nueva de Theo Bull.
Vamos! gimi mster Benson,
alzando el diapasn.
Los nios del coro se enderezaron
para iniciar Diez mil veces diez mil.
Nadie, por supuesto, poda or un
diapasn en este tumulto. Pero el
pianista, atento a las miradas de reojo
de los nios, vio que se inflaban las
mejillas de mster Benson. El coro hizo
una profunda aspiracin, y el doctor
Schmidt, con todo el estrpito a sus
rdenes, inici Adelante, soldados de
Cristo.
No se puede echar toda la culpa al
coro. Cuando se tiene un canto ante los
ojos y en las cuerdas vocales, no se
puede cambiar inmediatamente a otro
aunque se sepa la letra. Algunos
sufrieron un traspi al empezar; otros
trataron de ser soldados de Cristo y no
pudieron recordar las palabras, y los
dems simplemente gorgotearon.
Callen! dijo el obispo de
Glastontor.
Su modo de ordenar fue tan
tranquilo, su voz culta con una inflexin
tan eclesistica, que el silencio
lentamente cay sobre todos, incluso
sobre el doctor Schmidt que estaba
intrigado con la carta del obispo.
Mster Benson dijo con energa
el obispo, qu pasa con su coro?
Nada, Eminencia repuso mster
Benson con nimo. Creo que alguien
le ha dado los himnos equivocados a
nuestro pianista.
Ah! dijo el obispo, volviendo
la vista hacia Henry Merrivale. Luego,
confortndose, avanz por la nave, con
barro hasta ms arriba de sus tobillos.
Era evidente que tomaba la ofensiva.
Sir Henry Merrivale, arrojando a un
lado la mesa y apretndose el tocado de
guerra a la cabeza, sali pesadamente
para derrotar a Pinkey. Virtue, pasando
las piernas y las faldas por encima de la
mesa, haciendo volar y romperse la
porcelana, se plant en el barro. Theo
Bull salt fuera con un jugoso pastel de
carne en la mano. Mster Benson sali
formalmente, de brazos cruzados, como
si andara en el aire.
El obispo, girando, dio un paso
hacia adelante en direccin a la glorieta.
Al ver a los nios del coro, pase su
mirada de derecha a izquierda.
Si no saben cantar les ret,
sabrn hacer bolas de barro?
Los nios del coro, reprimidos
durante mucho tiempo, soltaron un
alarido y una docena de pares de botas
se juntaron en medio del saln para
arrojar una gran cantidad de barro.
Muchachos intrpidos! les
alent el obispo. Ah est el
enemigo! Qu triunfe la virtud!
Instantneamente Henry Merrivale
gir hacia el fondo del saln. Haba
desaparecido toda actitud de jefe indio y
se encontr por lo menos con veinte
miembros de la plantilla de Tommy
Wyatt, esparcidos por el fondo. El Viejo
Maestro se meti dos dedos en la boca y
profiri un agudo silbido.
Diablillos de Satans! bram
. Ataquen a ese tipo!
Y as empez la Gran Lucha del
Barro que perdurar y se convertir en
leyenda en Stoke Druid en los cien aos
venideros.
Joan Bailey, en el quiosco nmero
once, el de los pasteles, y Ralph
Danvers, que la miraba por encima de
los libros en el nmero doce, pudieron
hablarse solamente cuando el oleaje de
la lucha desparram a los espectadores
por el barro para incorporarse tambin a
la batalla.
Me encantara participar se
lament Joan. Pero con este vestido
precioso Cree que me lo podra
quitar y pelear en enaguas? la joven
estaba realmente desesperada.
Le suplico, miss Bailey, que no
lo haga! Mire a mistress Conklin en qu
estado est!
Al otro extremo del saln, debajo de
una glorieta rstica de flores artificiales
entrelazadas, se hallaban dos personas
que tampoco haban participado en la
batalla. El estado de una de ellas era
lastimoso. Las venas azules sobresalan
en la frente del reverendo James
Cadman Hunter. Los ojos expresaban un
tremendo deseo de participar: cerraba y
abra las manos.
Marin, observndole con ojos
atentos, estaba pronta a arrojarle los
brazos al cuello y a colgarse de l si
intentaba meterse en el barro.
James, has visto a los policas?
Han entrado tres, dos por un lado detrs
de los quioscos y uno por el otro.
Policas!
S, James. Y no podemos permitir
que arresten a tu to por armar este
alboroto
Marin tom una decisin.
Querido, me parece que debes ir a
buscarlo. Pero promteme, promteme
que no meters la cabeza de nadie
dentro del barro!
El vicario trag saliva, asinti y
entr. Apenas Marin se haba dado la
vuelta cuando vio a su lado a la figura
del inspector Garlick. Como desde las
seis y media haba cesado la lluvia, su
impermeable estaba solamente hmedo y
sus ojos pequeos se abran de par en
par, observando la trifulca.
Buenas tardes, inspector dijo
Marin temblndole la garganta. Ha
venido a inspeccionar nuestra fiesta
inocente a favor de la iglesia de St.
Jude.
Fiesta inocente, eh? dijo el
inspector Garlick. Los dos esquivaron el
pesado juguete de metal que pas
silbando por encima de ellos y
desapareci. Pero hay all una
mujer no puedo decirle quin es; hay
demasiado barro que est medio
desnuda y que rompe platos sobre la
cabeza de la gente. Y otra (miss Bailey,
una joven excelente donde las haya) con
el cabello suelto y vestida solamente
con una de esas prendas de seda, que
trepa a un mostrador con un pastel en las
manos. Se han vuelto todos chiflados?
El reverendo James sali
acompaando a un dignatario bajo y
grueso que, a primera vista, pareca un
hombre de barro como los imaginados
por H. G. Wells.
Inspector Garlick dijo el
vicario, le presento a mi to: el
obispo de Glastontor.
El inspector Garlick cerr los ojos.
Y ahora, seguramente dijo el
hombre embarrado a su sobrino, me
presentars una lista de mis iniquidades
para darme motivo de que perdone las
tuyas.
No lo har! replic el
reverendo James. Si a usted y a su
dicesis no les agrada lo que he hecho,
pueden irse al diablo. Ms an se
volvi hacia la petrificada Marin,
voy a casarme con esta joven, y, cmo
se propone impedrmelo?
Por debajo de la capa de barro
brillaba algo como una sonrisa.
James, es la respuesta que
deseaba y por la que he rezado dijo el
obispo. Y por supuesto te has de
casar con esta joven! Crees que en
cuanto te vi no lo supe? Inspector
Garlick! Y respecto a la sencilla
fiesta
Dios mi contest Garlick,
evitando una botella de whisky
embarrada que estall fuera, no
quiero ni intento meter a nadie en la
crcel. Quiero simplemente despejar el
saln.
Excelente! exclam el hombre
embarrado. Y. al salir con Marin de un
brazo y el vicario del otro, nadie
hubiera podido dejar de admirar al
gatillo.
Otro polica entr rpidamente.
Hgalos salir poco a poco!
dijo el inspector. Si hay alguna forma
de disimular la luz sin apagarla del todo,
hgalo; la oscuridad siembra el pnico.
Dgales que no habr arrestos, que slo
es para acabar con la pelea.
Luego Garlick alz la voz.
Atencin, todos!.
Rpidamente, y sin alboroto, el
saln qued desalojado con dos
excepciones. Las luces estaban
apagadas. Por las ventanas del oeste
penetraba la luz de la luna llena. En las
puertas de entrada, casi cerradas, haba
dos personas que llevaban
impermeables ajenos.
Fue espantoso dijo Virtue.
Pero oh Dios, qu bonito!
No estuvo mal, no es verdad?
reconoci modestamente sir Henry
Merrivale, que haba birlado una
servilleta de una mesa de t y haba
descubierto las cualidades del barro
para remover tanto las pinturas como el
mismo barro.
Pero, queridito! Los beneficios
Oh!, no s dijo Henry
Merrivale, disculpndose. No me
extraara nada que recibiese maana el
vicario un cheque que cubra todos los
gastos y perjuicios y tambin algo ms.
Caramba, el viernes por la maana me
habl de esta ceremonia.
Pero
Virtue call. De alguna parte de
aquel viejo y oscuro casern, donde la
luz de la luna caa dbilmente sobre los
quioscos, provena un ruido que, segn
Virtue, era ajeno a la escena. Era el
sonido de un golpe sordo, como si un
objeto pesado chocara contra una
madera an ms pesada.
Tum, sonaba a la luz de la luna.
Luego hubo una pausa de unos diez
segundos, tum. Otra pausa y tum.
Virtue dijo Henry Merrivale,
poniendo las manos sobre los hombros
de su compaera, sabe cundo me
hago el tonto y cundo no. Vyase ahora
a su casa. La ver ms tarde.
Ms problemas, eh? Peligro?
Oh, una pequea molestia. Nada
serio.
Oh!, viejo bastardo dijo Virtue
con una obstruccin en la garganta.
As lo dira usted, no es verdad?,
aunque fuera recto hacia una
ametralladora.
Vyase!
Viejo bastardo solloz Virtue, y
sali corriendo.
Henry Merrivale se movi y cerr
suavemente la puerta tras l. Tante
buscando algo en la pared y lo que hall
lo ech al bolsillo de su impermeable.
Tum, continu el golpe lento y pesado.
Tum.
Henry Merrivale, echndose la
toalla sobre los hombros, avanz por el
centro del saln; sus zapatos grandes
hacan poco ruido sobre el barro
pisoteado.
Pudo ver el fulgor de una linterna,
colgada detrs, pero que iluminaba
varias otras sin usar.
Delante apareca la puerta de roble,
de medio metro de espesor, del polvorn
de la torre, en forma de tambor. Aunque
a las seis menos diez haba una llave
puesta en la puerta, ahora no haba nada
a la vista. Tum, segua el ruido lento. El
pequeo y viejo ariete de sir John
Courtenaye, una pequea viga cuadrada
con la cabeza de bronce oscurecida de
color de hierro, oscilaba sobre las
cuerdas nuevas, en un bastidor muy bajo
con ruedas. El inspector Garlick y
cuatro auxiliares lo hacan funcionar.
Tena la idea de que yo daba las
rdenes aqu dijo Henry Merrivale.
El inspector Garlick se enderez.
Si le encontrbamos, seor. Pero
como no le encontramos, decid cerrar.
Las paredes tienen dos metros y medio
de espesor y no hay otra manera de
entrar. La Viuda ha hecho un disparo,
pero no ha podido pasar por la puerta.
Le digo: La Viuda se ha metido en la
tierra sin tener otra forma de entrar
Oh, cree que no? Despejen!
Todos!
Seor, protesto
La voz sonora de Henry Merrivale
no era alta, pero tena un rencor
concentrado que dio en la cara a Garlick
como si fuera vitriolo.
Obedecer mis rdenes, hijo. O
que Dios me ayude le separar de las
Fuerzas tan rpidamente que ni siquiera
sabr que ya no tiene uniforme.
Garlick abri la boca, titube y baj
la vista.
Qu desea que hagamos?
Despejen, como les he dicho, y no
vuelven hasta dentro de una hora exacta.
Usted que va de paisano, dme esa
linterna. Vamos! Denme un revlver.
Debera saber, seor observ
secamente Garlick, que no nos est
permitido llevar armas.
No. Pero ese individuo de paisano
tiene un revlver. Lo veo sobresalir del
bolsillo de la cadera.
Es mster Meadows, un ciudadano
particular y amigo mo. Tiene licencia
para llevar
Est bien, tiene licencia. Dme el
revlver ah!, gracias; es un treinta y
ocho y retrense todos.
Henry Merrivale esper con la
linterna en alto hasta que se retiraron.
Las ruedas del ariete estaban en tierra
seca. Henry Merrivale le dio un potente
empujn que lo envi para atrs. Luego
se aproxim a la cerradura de la puerta.
Ya voy grit y tal como
promet, vengo' solo.
De un bolsillo (haba escondido el
revlver en el bolsillo del otro lado)
sac la segunda llave de la torre, que
haba estado colgando de un clavo,
afuera, al lado de la entrada principal.
Abri la puerta, entr y la cerr. Con la
otra mano levant en alto la linterna.
Las paredes de piedra tosca, como
haba dicho el inspector Garlick, tenan
dos metros y medio de espesor y ninguna
abertura para dejar entrar la luz. Un
borde ancho de piedra daba la vuelta en
parte, contra la pared de enfrente.
Sobre el borde, con las piernas
cruzadas, con el Webley treinta y ocho
colgando de la mano y con los ojos
clavados en el recin llegado, por
debajo de la visera de su gorro de lana,
se hallaba sentado el coronel Bailey.
21

H enry Merrivale entr lentamente


y coloc la linterna en el borde,
cerca de donde estaba el
coronel Bailey.
Buenas tardes, coronel dijo
Henry Merrivale.
Buenas tardes, Merrivale el
coronel Bailey igual podra haber dicho,
entre dientes, estas palabras de saludo
en su club.
Hubiese deseado infinito que esto
no hubiera ocurrido refunfu Henry
Merrivale sin mirarlo. En usted hay
mucho de bueno y ha sido un hombre
maltratado por su propio pas hizo
una pausa.
Si cree que me importa mucho ser
ahorcado por el homicidio de Cordy
dijo inflexiblemente el coronel.
Oh, el homicidio de Cordy!
repuso Henry Merrivale descartando
esto con un ademn como si fuera
peccata minuta.
Matar a un chantajista codicioso?
Si eso fuera todo cuanto ha hecho, yo
podra haber borrado las pruebas en
contra de usted y tal vez todava pueda
hacerlo. Pero hay otras cosas que no
puedo olvidar. Usted es La Viuda. Ha
sido siempre La Viuda. No puedo
olvidar la muerte de Cordelia Martin.
No puedo olvidar el montn de personas
honradas que casi han perdido la
cabeza.
Coronel, si alguien alguna vez le
tildara de despreciable y de falto de
corazn aqu el coronel Bailey se
enderez, usted querra fulminar a esa
persona. Sin embargo, en el fondo y aun
cuando no lo haya sabido del todo, esto
ha sido y es usted.
De repente Henry Merrivale gir la
cabeza y le mir de frente.
El coronel Bailey sostena con
naturalidad el revlver Webley en la
mano, a pesar de que su cara pecosa
pareca lvida.
Me permite que le diga por qu
era tan evidente que usted era La Viuda?
pregunt Henry Merrivale.
Usted me escribi. Dijo que
conoca mi estrategia, pero no dijo que
yo fuese La Viuda. Bueno, me gustara
escuchar lo que tenga usted que decir.
Se ha jactado de ser un estratega
repuso Henry Merrivale y nadie
podra decir que no sea usted uno de los
buenos. Yo tambin, en mi vida, me he
ocupado mucho de estrategia.
Comprend su juego y en su nerviosismo
cometi un grave error.
Cul?
Supe que era usted culpable la
primera vez que hablamos, en la noche
del sbado trece. Estbamos (lo
recuerda?) de pie junto al mapa en
relieve entre las dos ventanas. Usted
tena el cristal de aumento encima de
unos soldados de infantera casi
invisibles.
Lo recuerdo. Y?
Dio su primera opinin sincera
sobre el autor de los annimos. Dijo:
Salvo por la falta de corazn que hay
en ello.
El coronel Bailey se perturb.
Puedo comprender el (cmo
dira yo?) trabajo mental del individuo
que escribe estas cartas repiti Henry
Merrivale. Dijo esto cometiendo un
error en medio de su estrategia. Las
dems personas que encontr, entonces o
despus, se refirieron claramente a la
mujer o a ella. Dieron por descontado
que La Viuda era una mujer. Porque
usted lo saba, dijo inadvertidamente
individuo.
El coronel Bailey nada repuso, pero
mir el Webley calibre treinta y ocho
que brillaba a la luz de la linterna a su
lado, balancendolo en la palma de la
mano.
No obstante continu Henry
Merrivale, stas no fueron todas sus
palabras. No, caramba! Para alejar de
usted las sospechas aadi: En este
mundo hay muchas personas que tienen
en su interior una bilis amarga. Algunos
se libran de ella vertindola en el War
Office, como yo. Otros bueno, tiene el
resultado en la mano.
Un fulgor sardnico asom debajo
de los prpados del coronel, pero
inmediatamente se desvaneci.
Ahora, esto parece tan suave
como la crema. Puede pasar inadvertido,
consolidando su inocencia dijo Henry
Merrivale. Pero en m tuvo el efecto
contrario y le he dicho que fue lo ms
importante que dijo.
Porque, coronel, no era verdad. No
puede uno librarse de la bilis
escribiendo cartas, a no ser que las
mismas surtan efecto. Y con su eterna e
interminable correspondencia con el
War Office (ordenada en los legajos que
tiene en los estantes) ni siquiera haba
conseguido hacer un rasguo en una
pared de granito.
Saba que tena razn; se senta
frentico ante la certeza de tener razn.
Y los obstinados sinvergenzas ni
siquiera se avenan a escucharle. Era
angustioso. La bilis se haba adueado
de usted hasta el extremo de hacer
vacilar su razn.
Y no me fue difcil recordar lo que
usted haba dicho poco tiempo antes.
Lo recuerda, coronel? Estaba de pie
delante del mapa en relieve, con aquel
enorme cristal de aumento sobre los
soldados de infantera tan pequeos que
apenas se podan ver.
Poder!, exclam usted sin que
tuviera ninguna relacin con nada de lo
que haba dicho. Podra haber sido el
propio Hitler hablando.
No fue ni siquiera un descuido. No
se acordaba de m. Pensaba en aquellos
soldados de infantera, apenas visibles,
que no eran verdaderos seres humanos y
que no servan para otra cosa sino para
ser aplastados. Mucho ms tarde el
inspector Garlick, hablando en general,
le clasific a usted en el tercer grupo de
los autores de annimos (a pesar de que
cerr la boca y me negu a hacer ninguna
clase de comentario) cuando dijo es
como el amor de Hitler por lo que no
puede conseguir. Y en conjunto
principalmente hombres.
Esta clasificacin no le abarcaba,
por lo menos fcilmente. Verta su bilis
amarga en perjuicio de muchos y no en
uno solo, porque quera herir a la gente
en general como le haban herido a
usted. Pero hubo una cosa que se resisti
a hacer. El sbado por la noche yo dije
que usted era una combinacin de algo
tan inocente como un nio, pero tan
perspicaz como Boeny y Washington
juntos. Es verdad que en una forma
menos pomposa.
Pues el domingo por la maana
Diantre!
Bueno, conseguimos un cesto lleno
de cartas. El vicario se empe en
pronunciar aquel sermn, aunque
esperaba que hubiese sido ms
moderado. Comprende por qu no
obtuvimos ni una carta de ningn
aldeano, a excepcin de Rafe Danvers y
del doctor Schmidt, que no pueden ser
clasificados como aldeanos en el
sentido al que usted se refera?
El coronel Bailey no escuchaba.
Hitler! refunfu con una voz
cargada de odio. Los ojos parecan
envejecidos y perdidos en su cara
alargada. Pero nunca pens Dios
lo sabe! Qu pens?
Henry Merrivale, a su vez, no era ni
el acusador ni el vengador. Hablaba con
tono grave. Nunca se dirigi a su
interlocutor llamndole hijo o sin
formalidad.
Comprende, coronel insisti,
por qu ninguno nos present el ms
mnimo pedazo de papel? Porque esas
cartas eran demasiado perversas.
Llev las cosas demasiado lejos, por
eso caus la muerte de Martin.
Cultivaba la amistad de los aldeanos,
conversaba y tomaba una copa con ellos,
como parte de su programa. Era el
seor. Ellos eran los plebeyos.
Por otra parte, se vea obligado a
enviar cartas a todos, pues de no ser as,
hubiese parecido extrao. Pero no poda
(no tena valor) para herir a sabiendas a
alguien a quien realmente quera de
verdad. Insist tanto en afirmar que nadie
poda creer en los annimos que algunas
personas habrn pensado que estaba
loco.
Usted insista en acusar a Joan de
tener relaciones con el vicario.
Importun a West el cargo de mantener
intimidad con Stella Lacey porque saba
muy bien que nadie lo creera, dado que
Theo Bull y sus amigos (cuando el
sbado quisieron pegarse con el vicario)
se rieron de que se dijera que Joan
estaba complicada en una relacin
amorosa, lo que exclua tambin al
vicario.
West fue acusado de conducirse de
forma indecente con Stella Lacey;
aunque no descubr las cartas de
mistress Lacey hasta despus, no supuse
que as era. Le pregunt a Virtue
Concklin (como representante de la
opinin de la aldea) y a Marin Tyler
(como representante de la clase media)
qu pensaba la gente. Las dos dijeron
que no eran ms que tonteras. Y Stella
Lacey, cuyo elogio usted ha repetido por
todas partes, tampoco qued realmente
manchada. Adems, por eso las cartas
no contienen muchas indecencias. Usted
saba, o pensaba, que deberan contener
un poco. Pero usted es un seor. No
pudo llegar a hacerlo.
Caramba, nos estamos adelantando.
Volvamos a aquel complaciente cesto de
cartas reunidas el domingo.
Un aspecto interesante fue su
fraseologa, que fastidi despus los
odos del inspector Garlick porque
saba que le resultaba familiar
(especialmente a l) y no consegua dar
con el porqu. Pero es bastante fcil,
coronel, si toma algunos ejemplos.
La prodigiosa memoria de Henry
Merrivale le haca peligroso en las
discusiones o en el tribunal. Con su
figura grotesca enfundada en el
impermeable y con su cara todava sin
limpiar, parpade un momento mirando
hacia un rincn del techo.
Luego compar los comienzos de las
cartas que podemos recordar.
Al doctor Schmidt. Escuche:
Segn mi ltima carta, encuentro, y
sigue. A Joan Bailey omitiendo el
principio, Bueno, bueno, tenemos:
Siguiendo las averiguaciones hechas
sobre usted, Joan, he descubierto, y
sigue. Al vicario: Al parecer, usted y
Joan Bailey estn bajo la impresin,
y lo dems.
Henry Merrivale mir al coronel.
No oye el eco de En respuesta a
su carta del uno de junio, el mariscal de
campo Orejas de Bronce solicita que en
testimonio, y lo dems? Es la
cadencia, la sequedad de estilo de las
cartas oficiales. Incluso el que habla con
expresiones comunes cae en la
costumbre de recurrir a ella cuando
escribe. Y usted, coronel, ha mantenido
correspondencia con el War Office
durante mucho tiempo. Se vuelve en
contra suya como un boomerang.
Henry Merrivale hizo una pausa.
Oh, hay pequeos detalles!
gru. Si odia sinceramente los
chismes, dnde averigu esas cosas
pequeas o grandes para azotar a los
aldeanos? Incluy al Squire Wyatt entre
las personas sin importancia porque
considera que es un patn; le hiri tan
profundamente que todava no ha
reaccionado; pero esto va de paso.
Su sobrina recuerde que he
vagado durante una semana recogiendo
datos su propia sobrina reconoce, sin
reservas, que ella le gustan los chismes,
y s que se pasa la mitad del da al
telfono. Dnde est el telfono? Al
final del pasillo, muy cerca de la puerta
de su estudio y, como todos pueden
verlo y muchos de nosotros observarlo,
hay un espacio bastante holgado debajo
de la puerta por donde usted poda or
con claridad.
Hablaremos de otra peculiaridad
de las cartas antes de dejarlas para
tratar de algo ms cautivante, como es la
desaparicin de una persona de una
habitacin cerrada.
Cuatro epstolas fueron dirigidas al
doctor Schmidt llamndole nazi y
sumindole en un estado tremendo de
agitacin. Lo raro fue que no
consiguieron indignar a nadie de la
aldea, pero el hecho real es que no les
hicieron caso porque la gente se rea de
la pandilla de Hosat-Vessel y Hanish. Le
apuesto a que si preguntase a Marin
Tyler o aun al vicario, ambos
contestaran que no les importaba un
pice.
Pero en la noche del domingo vi
que sus ojos se dirigan al casillero
sealado War Office, cuando se
mencion al doctor Schmidt. Observ
algo raro en su cara a pesar de que usted
hizo una observacin evasiva. Coronel,
quin si no usted podra haber
considerado peligroso a este tonto
rechoncho? Quin si no usted podra
haberle escrito esas cartas acusndole
de nazi?
El coronel Bailey pestae y cerr
con fuerza una mano.
Lo es, no es verdad? pregunt
el coronel con voz spera.
Por supuesto que lo es. Le dir un
pequeo secreto, porque Henry
Merrivale call de pronto.
Bueno?
De todos modos, la Seccin
Especial le ha vigilado durante un ao.
No necesito citar ejemplos de cmo se
ha traicionado porque lo hace cada vez
que abre la boca.
Volvamos a aquella noche del
sbado cuando hablamos y
relacionmosla con la aparicin y
desaparicin de La Viuda el domingo
por la noche. Como dije, le consider a
usted culpable desde el principio.
Recuerda cmo insista en que su
sobrina corra un grave peligro, o que
as lo crea ella, a causa de un annimo
(yo todava no lo haba visto) que deba
haber recibido aquel da?
S, s, lo recuerdo!
El domingo siguiente por la tarde,
me mostr ella la carta de La Viuda. Le
anunciaba una visita para unos minutos
antes de medianoche.
Y reconozco que este viejo estaba
asustado. Podra haber apostado varios
ducados contra un zapato viejo a que La
Viuda era realmente usted, que esa
noche iba a intentar cierta tramoya, y me
jur a m mismo que se lo impedira.
Coincida con otra de mis ideas que le
comuniqu como advertencia el domingo
por la noche cuando ambos estbamos
sentados en la oscuridad, en la parte de
afuera de la puerta cerrada de la
habitacin de Joan.
La idea? Le expliqu que haba
corrido el rumor en la aldea, durante
toda la semana, de que llegara de
Londres un detective importante con un
nuevo indicio. Le demostr que no poda
tratarse de m. Pregunt por qu, por
qu La Viuda, que haba descansado
durante todo un mes, haba cursado dos
cartas en el momento que poda resultar
ms peligroso.
Bueno, podra tener cien motivos.
Pero una de las cartas, en la que La
Viuda anunciaba su visita, fue la que
aterroriz tanto a Joan. Una buena razn
pudiera ser sta: La Viuda, es decir,
usted, tratara de probar que no poda
ser La Viuda, en ninguna circunstancia, y
de acabar con las sospechas de una vez
por todas. Habra lgica en esto.
Podra ser o no verdad.
Pero result ser una idea morbosa.
Estaba usted fuera de sus cabales?
Matara a la joven nada ms que para
probar que no era usted el autor de los
annimos?
El coronel Bailey abri
desmesuradamente los ojos. Trat de
enderezarse apoyado en la pared de
piedra tosca, haciendo balancear el
Webley. Habl con voz ronca apenas
audible.
Merrivale, por el amor de Dios!
Verdaderamente, no se imagin?
Henry Merrivale tendi su manaza y
el coronel Bailey volvi a sentarse.
Lo s, lo s! refunfu sir
Henry Merrivale. Quiere mucho y de
verdad a Joan, no le tocara ni un pelo
de la cabeza. Es verdad. Pens,
sinceramente, que poco la asustara el
jueguecito de manos que iba a hacer.
Estas mujeres, Bailey, pueden
soportar cualquier cosa, no? Pueden
estar sentadas en el sitio de Hackaboola
tocando la mandolina con las balas del
rifle dando en las cuerdas. Pero no
poda permitirme el lujo de pensar en
refinamientos como ste. Deba proteger
a la joven. Y por si le puede causar
alguna satisfaccin, le dir que usted me
enga por completo mientras yo
esperaba el nmero de magia. Le
agradara que le dijese lo que hizo?
De pronto, tan fugazmente que
podra haber sido una ilusin, cruz por
los ojos del coronel Bailey un destello
desagradable de vanidad ante su propio
talento.
Dudo que sepa lo que hice dijo
brevemente.
No? Empecemos entonces con lo
ocurrido en el estudio cuando usted,
West y yo conversbamos, antes de
iniciar la vigilancia alrededor de la
habitacin de Joan. El plan de West, que
usted pretendi poner en tela de juicio,
era su propio plan, y es tan claro como
el agua que usted mismo se lo sugiri a
West sin que l se percatase de ello.
Cmo lo s? West dijo que nuestro
cuarto guardin seria Cordy. Hum!,
repuso usted vacilante. West le replic:
Caramba, usted dijo que l era el nico
en quien podamos confiar. Oye la Voz
del Amo? Cuando West propone que
usted monte guardia fuera de la casa, le
hace callar diciendo que usted y yo nos
quedaremos dentro, delante de la puerta
de la joven. Quin sugiri las dos
pldoras de nembutal, que eran
indispensables para el plan? Usted.
Por Satans! Saba que andaba
ideando algo, pero me qued como un
estpido con usted fuera de esa puerta
cerrada.
Convinimos en entrar y salir,
alternativamente, cada diez minutos,
para ver cmo se encontraba Joan. No
me era posible oponerme, a eso, porque
no poda exponer mis razones sin que se
me pidiera la prueba y se me tirara de
las orejas. Pero espi por el ojo de la
cerradura y, al ver a Cordy en una
ventana, usted no hizo nada.
Y la ltima vez que entr, a las
doce menos diez (nadie ms entr antes
de que oyramos los disparos de
revlver), no parece que hubiese hecho
usted otra cosa ms que encender un
fsforo, apagarlo y mantener una
prolongada conversacin con West, en
voz baja, a travs de la ventana.
Despus de esto, sali directamente.
El reloj de arriba dio las doce.
Todo estaba tan pacfico como una balsa
de aceite. Yo pareca desconcertado.
Como le he dicho en una oportunidad
anterior, el motor zumbaba a cien millas
por hora y ni siquiera poda decir en qu
direccin.
Henry Merrivale call mientras
observaba la figura alta y delgada, de
aspecto amable, que se hallaba sentada
en el banco. El coronel Bailey abri los
ojos
Coronel dijo Henry Merrivale
con voz gruesa y pesarosa, ha visto
usted alguna vez el croquis imaginario
de La Viuda, hecho por un artista
vagabundo a principios del siglo XIX y
que con frecuencia se reproduce en
tarjetas postales?
Quiz dijo el coronel Bailey.
Henry Merrivale busc en el
bolsillo del pantaln y sac una tarjeta
postal arrugada. Contempl el rostro de
una persona de mediana edad con
mirada desagradable, los ojos y la boca
torcidos en las comisuras, el cabello
castao oscuro cayendo sinuoso sobre
los hombros, marcado evidentemente
por la perversidad, como l lo haba
visto antes.
Esta figura ha asustado a su
sobrina desde que era nia. Ella misma
nos lo dijo en el comercio de Rafe
Danvers.
Usted hizo la mitad del trabajo,
coronel, cuando entr en la habitacin
un poco antes de las doce menos diez y
volvi a salir tan inocentemente
despus. Cuando habl con West a
travs de la ventana, usted estaba
sentado en la posicin que siempre
ocupaba, al borde de la cama, a la
cabecera y junto a la mesilla de noche
que est prxima a la ventana.
Una ancha franja de sombra cubra
la cabecera de la cama, lo recuerda?,
pero el resto, a los lados, estaba
iluminado por la luz de la luna. Un
hombre afuera y mirando a travs de la
ventana no puede tener mucha visin.
West alcanzaba a ver el lado de la cama,
detrs de la lmpara, porque usted
miraba alternativamente a l y a Joan.
West tampoco poda ver mucho porque
tena la lmpara y la mesa en medio de
su campo de visin.
Qu haba (y hay) justo enfrente de
los pies de la cama? Se lo dir. Una
mesa de tocador, bastante alta, como la
cama, y encima un gran espejo. Una vez
me mir a ese espejo y tom un peine
para examinarlo con ms detenimiento.
Es aficionado a la acuarela? S, lo
es. Llevaba dentro de sus bolsillos tres
o cuatro pinturas envueltas. Llevara el
pincel en el bolsillo interior de su
chaqueta. Si se inclinaba cerca de la
joven, en la sombra, no estaba
demasiado oscuro para poder ver el
perfil de su rostro gracias a la luz de la
luna que iluminaba la habitacin.
Qu haba sobre la mesilla de
noche? Un tazn de agua y un trozo de
franela. Pero usted no poda usarlo
porque aparecera la pintura. En la parte
inferior de la mesilla de noche tena otro
tazn de agua y otro trozo de franela,
que haba puesto all por la tarde.
No ha olvidado (no es as,
coronel?) que el cabello de Joan le caa
sobre la almohada hasta los hombros,
como lo vimos entonces y como lo
hemos visto en su disfraz de hoy. Con la
acuarela hizo un trabajo hbil sobre el
rostro de Joan. Ella no usa afeites, con
excepcin de polvos; pudo realizar el
trabajo de maquillaje como un
relmpago mientras hablaba con West,
porque requera pocas pinceladas.
Alguna otra cosa?
Oh, s! Cuando entr all por vez
primera, haba empujado la mesa de
tocador con el espejo grande contra los
pies de la cama (pues sin hacer ruido se
desliz con las ruedecitas sobre la
gruesa alfombra). Con ayuda de un
pauelo quit la bombillita elctrica de
la lmpara y la puso sobre la mesilla de
noche. La pintura fue cuestin de
segundos y sali a las doce menos diez,
cerrando compasivamente la puerta,
mientras la joven dorma narcotizada sin
notar nada.
La cara sucia de Henry Merrivale
pareca tan dura como el granito.
Rompi la tarjeta postal en pedazos y
los arroj al suelo.
Qu ocurri luego? Las doce.
Las doce y cuatro; Fred Cordy hizo tres
ruidosos disparos de revlver
justamente en la parte de afuera de la
ventana. Qu hara ese ruido
espantoso? Despertar a una joven
atontada an a causa de una droga. Ella
se sent en la cama y se mir al espejo
grande casi a los pies de la cama. No
vera su propia cara. Vera la cara de La
Viuda Burlona, exactamente como en la
terrible figura, a la luz de la luna llena.
Sus labios se contrajeron como
para gritar, lo mismo hicieron
amenazantes los de la Viuda. Ella alarg
la mano para alejarla. La Viuda pareci
tenderle la mano
Debera estar orgulloso, coronel
Bailey.
Me tuvo mucho tiempo confundido
que Joan dijese que la figura estaba
cerca de la cama y que la haba tocado.
No era exacto!; fue debido a la histeria,
pero realmente lo crey. No ve que era
lo que tema y exactamente lo que se
imagin haber visto?
Ahora, mi estimado coronel, le
hablar de su noble proceder. Embisti
bastante bien al entrar. Cuando pens
que tropezaba con el mueble de
ruedecitas, en realidad empujaba la
mesa de tocador para volver a colocarla
en su sitio contra la pared. Alguien
podra haberlo odo tropezar? No,
porque en ese lugar la alfombra est
doblada. Los artculos de tocador? No,
porque mucho antes (quiz aquella
misma tarde, cuando coloc el tazn de
agua dentro del armarito) haba metido
el cepillo, el espejo de mano y lo dems
en la cmoda.
Yo los vi all. Rafe Danvers dijo
que l tambin. Aunque Joan misma lo
notara, como posiblemente habr
ocurrido, estaba demasiado asustada
para importarle tanto.
Joan, despus de gritar varias
veces, volvi a sumirse en el sueo
cuando la droga la venci. West, detrs
del cristal de la ventana, que siempre es
engaoso a la luz de la luna, no vio que
el espejo haba sido cambiado de
posicin quiz ni siquiera lo habr
observado con las luces y las sombras
entrecruzadas. Ya no poda verlo porque
estaba detrs y muy a un lado.
Pero el coronel!
Qu ms natural que correr al lado
de la cama, sentarse y pasar agua una y
otra vez por la cara de Joan? Su cuerpo
ocultaba la cara para que no se la
pudiese ver incluso en la oscuridad.
(Quiere despertarse, coronel? Le estoy
hablando).
En la parte inferior de la mesilla de
noche busc el trozo de franela y remoj
en el tazn de agua limpia prximo a la
cama. Tena que hacer desaparecer
completamente del rostro de Joan los
brazos de La Viuda Burlona con una
franela bien mojada. Dispona de tiempo
suficiente mientras nosotros, como
abejorros, dbamos vueltas en busca de
la bombilla. Diantre, omos salpicar
agua! El cabello no importaba. El
verdadero cabello de Joan podra
parecer castao oscuro y bastante
ondulado con esa tenue luz.
Recuerda cmo se desarroll esa
misma escena delante de nosotros el da
anterior, pero invertida? En la carrera
de la maleta, cuando usted se hallaba
sentado frente al caballete, mi maleta
salt sobre usted y le ensuci la cara.
Joan, que rea, grit para explicar que
era acuarela y que se lavaba fcilmente.
Se re ahora, coronel Bailey?
Apuesto a que s!
Tuvo que meter en la parte inferior
de la mesilla de noche la franela
manchada, las pinturas, el pincel y el
tazn de agua sucia y confiar en sus
dioses para que nadie mirara all antes
de que usted los retirara. Bueno, mis
felicitaciones. Nadie lo hizo.
El coronel Bailey, vestido de plus-
fours, y con la gorra puesta, se irgui
con lentitud. Su rostro no era menos
amable, pero sus ojos parecan
desesperadamente preocupados.
No pens hacerle dao a mi
sobrina! protest. Jams lo pens.
Yo yo
Pareca querer demostrar, de alguna
manera, que se le haba hecho mucho
dao a l, lo que as era, y que l, de
alguna forma, haba querido desquitarse
con cualquier persona a su alcance.
Levant lentamente el Webley 38, pero
le dio la vuelta sobre la palma de la
mano con una dbil sonrisa.
Est descargado dijo.
Oh!, lo s repuso Henry
Merrivale al azar. Tres balas que
dispar Cordy, dos para Cordy y una
ms que se dispar aqu. Es un arma
anticuada de seis balas, no pens que la
volvera a cargar para m.
Pero a la maana siguiente
continu Henry Merrivale, tratando de
sostener la mirada comprend la treta
de la habitacin cerrada. Cmo?
Porque estaba en mi habitacin del
hotel, mirndome en un espejo de cuerpo
entero, vestido de indio. Y de repente se
me aclar la inteligencia, y comprend
su treta.
La idea del homicidio haca tiempo
que me rondaba por la cabeza. Pero el
lunes pude ver la intencin y la
verdadera vctima. Antes de esto haba
pensado en Joan.
Supe entonces que quien corra
peligro era Fred Cordy. Haba sido
cmplice en el espectculo del domingo
por la noche.
Fue sencillo, no? Justamente
cuando el reloj de la iglesia dio las
doce, Cordy hizo los disparos. Eso ola
a seal. Es cierto que La Viuda deba
aparecer unos minutos antes de
medianoche. Pero Cordy no poda
saberlo. No tena reloj, como descubr
ms adelante, y el reloj de la iglesia
atrasaba cuatro minutos.
Le apuesto una limusina contra seis
peniques dijo Henry Merrivale
encarndose con el coronel a que
cuando habl con West en la ventana le
pidi, como algo natural, que le quitara
el arma a Cordy. Esperaba que West no
lo tomara muy en serio. Y West no le
quit el revlver.
Ms tarde Cordy dej escapar tres
disparos al aire. West, como cualquiera
que corre de prisa por entre los arbustos
a la luz de la luna, con gran ansiedad por
la suerte de Joan, no estaba en
condiciones de ver nada. Era sincero
cuando dijo la maldita sombra de
aspecto extrao. Y si West hubiese
estado complicado en alguna forma,
habra podido decirle la hora a Cordy,
porque lleva un reloj de pulsera. No es
verdad, coronel? Usted, y solamente
usted, fue quien dijo a Cordy que hiciera
esos disparos, con el nico propsito de
despertar a Joan.
Esto result peor, mucho peor! Si
la mquina de escribir se encontraba
donde yo crea, usted estaba ligado an
ms fuertemente a ese pequeo acrbata
al necesitar su ayuda para ocultarla en la
cabeza de La Viuda. Era la mquina de
Cordy. l se haba jactado hace tiempo
de haberla arrojado al ro, cuando slo
la haba escondido en un armario. Lo
que es ms, Cordy podra haber contado
muchos ms escndalos de los aldeanos
de los que usted hubiera podido or por
el telfono. Mientras usted escriba,
quiz en el stano, avanzada la noche
Yo era la espada de la justicia
dijo el coronel abriendo los ojos.
Por Dios, cmo pegu, pegu y pegu!
Lo merecan. Alguien deba ser
castigado.
El lunes fue fcil notar que Cordy
se encontraba en una situacin peligrosa.
Saba demasiado. Como lo insinu
Garlick, se trataba de un caso de
chantaje
Oh!, ya lo haba hecho.
Y le mat?
Naturalmente, le mat dijo el
coronel con talante un tanto quejoso,
dndole tan poca importancia como
mucha le prestaba Henry Merrivale.
Primero fueron cinco chelines, luego
diez o una libra. Despus de los
disparos quera veinte libras.
No poda pagarlas, Merrivale. No
las tena, eso es todo. Yo cog el
revlver de casa de West. El revlver es
mo, desde mucho antes del catorce;
nunca estuvo inscrito. Me arregl para
encontrar a Cordy tan lejos de mi casa
como pude. En el parque del lado oeste,
cerca de la casa de Wyatt.
Caramba, no no me propona
hacerle ningn dao. Alguna vez ha
pensado cmo esa palabra usted,
repetida una y otra vez por un mal bicho
que jura que va a hablar, puede
enloquecer a uno? Saqu el revlver y
trat de agarrarle del cuello. Se solt y
sali corriendo por el camino.
No lo segu. Era demasiado
peligroso. Corr por entre los rboles
del parque, persiguindolo en direccin
norte. Soy muy rpido para correr;
pregntele a cualquiera que me haya
visto jugar al tenis, como aquel da
cuando el vicario la dbil sonrisa
del coronel desapareci.
Le alcanc con dos balas,
disparando por encima de la pared del
parque, hacia el norte. Una cacera
peligrosa a la luz de la luna. Casi me
desmayo cuando pareca que no iba a
caer. Pero cay y tambin La Viuda.
El coronel Bailey se cubri los ojos
con las manos.
Comprende, coronel dijo Henry
Merrivale, reprochndoselo con
amargura, mi gran error (y Garlick
nunca dejar de decrmelo) fue el de no
atrapar a Cordy tan pronto como adivin
que la mquina de escribir se hallaba en
la cabeza de La Viuda y el de no
encerrarle a usted tambin para
interrogarle.
De nada vale decir que slo era
una suposicin ma; una pequea
ascensin nocturna por uno de los
hombres de Garlick hubiese solucionado
el problema. Y Cordy no hubiese podido
negarlo; tenamos el testimonio del
comerciante a quien le compr la
mquina.
Pero podramos no haber sacado
nada de usted y se hubiese descubierto
todo demasiado pronto. Tal vez, en el
fondo de mi corazn (si lo tengo),
esper que comprendiera usted la
advertencia y cerrara el pico.
El lunes por la noche fui al
dormitorio de Joan y trat de encontrar
rastros de la pintura de acuarela: las
pinturas, el pincel, el tazn con el agua
teida, el trapo manchado que haba
usted pasado por la cara de ella. Saba
que los haba retirado la noche anterior,
cuando Joan subi a dormir. Pero como
haba hecho un trabajo rpido, con mala
luz, pens que podra haber manchas de
pintura dentro del armarito de la mesilla
de noche.
No encontr ninguna. Pero esta
maana me enter en la ciudad, por
Masters, que pueden descubrir y poner
de manifiesto si hay manchas con slo
revisar la mesilla. As que tal vez de
cierta manera resolv el problema
correcto resolviendo el errneo.
Pero, coronel, no quiso usted
pararse a tiempo. Haba conseguido su
propsito de atemorizar a Joan hasta
llegar a ponerla fuera de s,
demostrando que usted no poda ser La
Viuda. Le dije a todo el mundo que ella
no haba sufrido ningn dao y que no
volvera a ver a La Viuda.
En ese dormitorio, el lunes por la
noche, cre volverme loco.
Completamente loco. Rafe Danvers
estuvo hacindome preguntas con
tirabuzn, como un verdadero tirabuzn.
Me pregunt si La Viuda haba estado
realmente en la habitacin. Bueno, la
propia Joan era la figura de La Viuda,
aunque ella no lo saba. Dije entonces
que s, sintindome contento, y Rafe
call.
Le ped a usted que se encontrara
aqu conmigo cuando yo hubiese
provocado una pelea y ni un solo ser
viviente de Stoke Druid pudiese
observarle a usted. Quera darle
bueno, todava puedo hacerlo. En cuanto
a probar su culpabilidad por lo que
respecta a los annimos, est usted
vencido. Respecto a Cordy
El coronel Bailey junt fuertemente
sus dedos largos y nudosos y volvi a
ponerse de pie.
Le repito otra vez gru,
desdichado, cree que soy un
cobarde? Cree que me importara ir
decorosamente a la horca?, pero
estas cartas! El escndalo! Ha
comprendido alguna vez que la tortura
no me molestara tanto como el
escndalo?
Aj. Lo he notado. Ha provocado
ya bastante escndalo, no es as?
Yo s, lo merezco. No hay nada
que decir.
Hay algo interesante en nuestros
procedimientos policiales observ
Henry Merrivale con tono persuasivo.
Si la polica acusa de un delito a un
hombre y ese hombre muere, nunca sale
a relucir ni una sola palabra. Ni una
palabra. La prensa se pone histrica,
pero no tiene importancia. La ley
inglesa, esa desatinada vieja ley de la
que tanto nos burlamos, piensa que de
esta suerte protege a los familiares
inocentes del delincuente.
Pero yo
Coronel, recuerda usted lo que
dijo que hacan sus amigos en el
ejrcito, hace treinta o cuarenta aos,
cuando saban que un hombre haba
hecho algo imperdonable?
Yo yo pensaba en el vicario.
Equivocadamente! Yo
Dijo que los dejaban solos con un
revlver y les daban diez minutos para
usarlo.
Henry Merrivale busc en el
bolsillo de atrs, que era muy profundo,
y sac el Webley 38 que haba pedido
con la carga completa.
Escuche, coronel explic a
modo de disculpa, me voy a dar un
pequeo paseo. Regresar dentro de
diez minutos.
Y ahora se comprender el motivo
por el cual el coronel Bailey pareca tan
desesperado cada vez que tocaba su
revlver vaco. Una especie de
resplandor cruz por la vieja cara,
cansada y medio enloquecida y sus
hombros se irguieron.
Tendr dificultades por esto,
sabe? y sonri.
Aj dijo Henry Merrivale con
voz inexpresiva.
El coronel Bailey cambi de tono.
Gracias, Merrivale.
De nada, coronel.
Henry Merrivale abri la puerta de
la torre en forma de tambor, que dej
ligeramente entreabierta. Bajo la luz de
la luna, que penetraba a raudales por las
ventanas del oeste, camin lentamente
por la nave central en direccin a la
puerta de entrada. No haba llegado an
a ella cuando oy el estampido de un
disparo de revlver. Henry Merrivale
inclin un momento la cabeza. Luego
gir sobre sus talones y volvi haca
atrs.
JOHN DICKSON CARR (30 de
noviembre de 1906 27 de Febrero de
1997) fue un escritor norteamericano de
novelas policacas. Adems de firmar
mucho de sus libros, tambin los
seudnimos Carter Dickson, Carr
Dickson y Roger Fairbairn.
Pese a su nacionalidad, Carr vivi
durante muchos aos en Inglaterra y a
menudo se le incluye en el grupo de los
escritores britnicos de la edad dorada
del gnero. De hecho la mayora, pero
no todas, de sus obras tienen lugar en
Inglaterra. De hecho sus dos ms
famosos detectives son ingleses: Dr.
Fell y Sir Henry Merrivale.
Se le considera el rey del problema del
cuarto cerrado (parece que debido a la
influencia de Gaxton Leroux, otro
especialista en ese subgnero). De entre
sus obras, The Hollow man (1935) fue
elegida en 1981 como la mejor novela
de cuarto cerrado de todos los tiempos.
Durante su carrera obtuvo dos premios
Edgar, uno en 1950 por su biografa de
Sir Arthur Conan Doyle y otro en 1970
por su cuarenta aos como escritor de
novela policaca.
Notas
[1] El libro era ltimos estudios de
criminologa, por H. B. Irving,
(Londres, W. Collins Sons and Co., Ltd.,
1921). Las referencias que siguen
figuran en las pginas 89-178. <<
[2] Primer verso del poema de D. G.
Rosseti The blessed damozel. (N. de
la T.). <<

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