El Carisma de Profecía
El Carisma de Profecía
El Carisma de Profecía
Carisma de Profeca
(Primera Parte)
1. Introduccin
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262. Evangelizadores con Espritu quiere decir evangelizadores que oran y
trabajan. Desde el punto de vista de la evangelizacin, no sirven ni las propuestas
msticas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis
sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazn. Esas
propuestas parciales y desintegradoras slo llegan a grupos reducidos y no tienen
fuerza de amplia penetracin, porque mutilan el Evangelio. Siempre hace falta
cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la
actividad. Sin momentos detenidos de adoracin, de encuentro orante con la
Palabra, de dilogo sincero con el Seor, las tareas fcilmente se vacan de
sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga.
La Iglesia necesita imperiosamente el pulmn de la oracin, y me alegra
enormemente que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos
de oracin, de intercesin, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones
perpetuas de la Eucarista. Al mismo tiempo, se debe rechazar la tentacin de
una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias
de la caridad y con la lgica de la Encarnacin. Existe el riesgo de que algunos
momentos de oracin se conviertan en excusa para no entregar la vida en la
misin, porque la privatizacin del estilo de vida puede llevar a los cristianos a
refugiarse en alguna falsa espiritualidad.
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corazn abierto, dejando que l nos contemple, reconocemos esa mirada de amor
que descubri Natanal el da que Jess se hizo presente y le dijo: Cuando
estabas debajo de la higuera, te vi (Jn 1,48). Qu dulce es estar frente a un
crucifijo, o de rodillas delante del Santsimo, y simplemente ser ante sus ojos!
Cunto bien nos hace dejar que l vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a
comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, lo que
hemos visto y odo es lo que anunciamos (1 Jn 1,3). La mejor motivacin para
decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus
pginas y leerlo con el corazn. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos
asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espritu
contemplativo, que nos permita redescubrir cada da que somos depositarios de
un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor
para transmitir a los dems.
276. Su resurreccin no es algo del pasado; entraa una fuerza de vida que ha
penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven
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a aparecer los brotes de la resurreccin. Es una fuerza imparable. Verdad que
muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades,
indiferencias y crueldades que no ceden. Pero tambin es cierto que en medio de
la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce
un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible.
Habr muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a
difundirse. Cada da en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a
travs de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de
nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que
pareca irreversible. Esa es la fuerza de la resurreccin y cada evangelizador es
un instrumento de ese dinamismo.
279. Como no siempre vemos esos brotes, nos hace falta una certeza interior y es
la conviccin de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, tambin en
medio de aparentes fracasos, porque llevamos este tesoro en recipientes de
barro (2 Co4,7). Esta certeza es lo que se llama sentido de misterio. Es saber
con certeza que quien se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente ser
fecundo (cf. Jn 15,5). Tal fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no
puede ser contabilizada. Uno sabe bien que su vida dar frutos, pero sin pretender
saber cmo, ni dnde, ni cundo. Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno
de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones
sinceras por los dems, no se pierde ningn acto de amor a Dios, no se pierde
ningn cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso
da vueltas por el mundo como una fuerza de vida. A veces nos parece que nuestra
tarea no ha logrado ningn resultado, pero la misin no es un negocio ni un
proyecto empresarial, no es tampoco una organizacin humanitaria, no es un
espectculo para contar cunta gente asisti gracias a nuestra propaganda; es
algo mucho ms profundo, que escapa a toda medida. Quizs el Seor toma
nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde
nosotros nunca iremos. El Espritu Santo obra como quiere, cuando quiere y
donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender ver resultados
llamativos. Slo sabemos que nuestra entrega es necesaria. Aprendamos a
descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y
generosa. Sigamos adelante, dmoslo todo, pero dejemos que sea l quien haga
fecundos nuestros esfuerzos como a l le parezca.
281. Hay una forma de oracin que nos estimula particularmente a la entrega
evangelizadora y nos motiva a buscar el bien de los dems: es la intercesin.
Miremos por un momento el interior de un gran evangelizador como san Pablo,
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para percibir cmo era su oracin. Esa oracin estaba llena de seres humanos:
En todas mis oraciones siempre pido con alegra por todos vosotros [...] porque
os llevo dentro de mi corazn (Flp 1,4.7). As descubrimos que interceder no nos
aparta de la verdadera contemplacin, porque la contemplacin que deja fuera a
los dems es un engao.
282. Esta actitud se convierte tambin en agradecimiento a Dios por los dems:
Ante todo, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo por todos vosotros
(Rm 1,8). Es un agradecimiento constante: Doy gracias a Dios sin cesar por
todos vosotros a causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo
Jess (1 Co 1,4); Doy gracias a mi Dios todas las veces que me acuerdo de
vosotros (Flp 1,3). No es una mirada incrdula, negativa y desesperanzada, sino
una mirada espiritual, de profunda fe, que reconoce lo que Dios mismo hace en
ellos. Al mismo tiempo, es la gratitud que brota de un corazn verdaderamente
atento a los dems. De esa forma, cuando un evangelizador sale de la oracin, el
corazn se le ha vuelto ms generoso, se ha liberado de la conciencia aislada y
est deseoso de hacer el bien y de compartir la vida con los dems.
Es compleja la imagen del profeta y del mstico. Viven una existencia desgarrada.
Su misin como profetas es abatir y demoler y tambin edificar y plantar (Jer 1,
10).
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Como msticos su tarea es llevar hasta el corazn de Dios sin sacar del corazn
de la historia. En cada mstico hay un profeta y en cada profeta autntico, un
mstico. El mstico y el profeta estn por la paz y se empean en que la historia
sea, de una manera profana, una parbola del Reino que viene. Viven de la
conviccin de que en el guijarro ms ordinario est escrita toda la historia del
universo. Se trata de leer, descifrar, escuchar el rumor y proponer un camino. Y
de acertar a vivir todo esto entre dos fuegos.
La mstica es un talante de vida que nace de una intensa intimidad con Dios. Se
verifica su autenticidad con los diferentes comportamientos y modos de proceder
de Jess. Segn Santa Teresa, la mstica se convierte en un engao del demonio
cuando pretende la experiencia de Dios sin la meditacin en los misterios de la
sacratsima humanidad de Jesucristo. La experiencia mstica cristiana recrea la
experiencia vivida de modo singular por Jess de Nazaret. l es el mstico de la
historia de la humanidad. Jess experimenta cmo el Padre irrumpe en su vida y
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la transforma. El Padre se convierte en la divina compaa que nos envuelve con
su misericordia entraable. Para San Juan de la Cruz, el Padre nos engolfa. En
esta experiencia no faltar la oscuridad, la duda y el desconcierto. Hay una gran
tensin entre lo que ya se gusta y el deseo de plenitud.
En el fondo del ser de algunas personas hay algo que bien podramos llamar veta
mstica. Se trata de una predisposicin e inclinacin espontnea y heredada por
la que arde dentro de esas personas una brasa constante que, en lenguaje de San
Juan de la Cruz muchas veces se transforma en llama viva. Esa zarza siempre
arde y nunca se consume. Esa sed, cuanto ms se sacia, es ms insaciable. De
esa agua, cuanto ms se bebe, se tiene ms sed (Jer 1, 5 -10. 17 -19; 20, 7 -13).
La mstica nos lleva al fondo del amor sin fondo; al corazn de la realidad y, a una
honda comunin con Dios, con las personas y el universo todo. Ah nuestra vida
entra en una profundidad y radicalidad nicas. Nos hemos vaciado de nosotros
mismos, nos hemos puesto a la escucha y hemos escuchado y descubierto que
hay un amor que nos precede, que nos sostiene y nos abraza. La mstica es un
camino de amor y el mstico cristiano nos refiere constantemente al fuego interior
del amor. As se adquiere una especie de sintona con lo divino en lo humano.
Comenzamos a dejarnos conducir por Cristo y a darlo a conocer poniendo algo de
lo humano en lo divino.
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impotencia; llega hasta los propios lmites y descubre lo ms autntico de su
propio corazn. En la simplicidad, en la desnudez de lo profundo es donde se da
la manifestacin de Dios y se inicia su accin misteriosa. All llegamos a descubrir
que la necesidad ms autntica de cada uno de nosotros es amar. Esa necesidad
es fuerza y apetito, pasin y vida. Quienes regresan de ese viaje se capacitan
para confirmar a sus hermanos (Lc 22, 31 -32).
El profeta quiere vivir y quiere que vivan. Nos recuerda que estamos hechos para
la vida y que la gloria de Dios es el hombre que vive en plenitud (San Ireneo). Al
profeta le interesan los gritos que ahora se convierte en un eco que resuena en la
actual historia de la humanidad y de la creacin.
1
Juan Pablo II, Exhortacin post-sinodal Vita Consecrata 84.
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Los profetas llegan y se hacen presentes en la historia en el momento justo. En el
Antiguo Testamento se hacen presentes cuando las instituciones se debilitan.
Para los hombres y mujeres de este tiempo los profetas son como los ojos y los
odos de Dios y, por supuesto, la boca de Dios. Cuestionan y consuelan, prestan
especial atencin a los dbiles, son vigas en la noche y de los que dan la voz de
alarma ante el peligro; centinelas de la aurora y esperanza del caminar del da.
Viven en el riesgo y pocos mueren en su casa y en su cama. No hay profetismo
sin sufrimiento. Tienen fama de aguafiestas. Sus orculos se viven como
insoportables anuncios de desgracias. Los amigos y enemigos quieren acabar con
Jeremas que se gan a pulso el sobrenombre de pavor en torno (Jer 20,
10).Pero los profetas confan en Dios y con su vida hacen visible y presente el
futuro que Dios prepara para los que los aman y cumplen su voluntad. Su lenguaje
corresponde a su modo de vivir.
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La ambigedad del profetismo puede ser grande y se le puede confundir, con la
pretensin, la paranoia, el vaticinio individual, la charlatanera o la seudo-intuicin
sobre el porvenir. Para Pablo, la profeca es un carisma (1 Cor 1, 5). Este carisma
se manifiesta de una manera especial en las reuniones de la comunidad (1 Cor 14,
24). Pero el mismo Apstol pide que los discursos de los profetas sean
discernidos, ya que se dan falsos profetas (1 Jn 4, 1). La accin proftica para el
Apstol es diferente de la Antiguo Testamento. Se refiere al don de consolar,
exhortar y edificar (1 Cor 14, 3).
El fenmeno de la profeca tiene tres momentos que son entre s sincrnicos sin
dejar de ser diacrnicos,: en primer lugar, el profeta es un hombre de Dios, habla
en nombre de Dios y es portador de sus mensajes. Para ello tiene que
conectarse con Dios y ser una persona de mucha oracin. Para l, Dios es el
primero y lo primero. En segundo lugar, el profeta tiene que escudriar los signos
de los tiempos. Habla en nombre de Dios pero sabe que su discurso se dirige a
sus conciudadanos. Tiene que conocer la historia y no debe encerrarse en su
santuario. Finalmente, el profeta transmite una palabra que salva y libera.
Transmite el soplo de Dios. El profeta se implica en el proceso de liberacin
humana. No puede haber profetas de lujo que se encierren en la institucin, y que
no sean capaces de liberarse y de liberar de la avaricia, el lucro, el honor, el
poder. El profeta hace de puente, y bien podemos recordar que es el que mira al
cielo y pide: Venga a nosotros Tu Reino, Reino de verdad, de justicia y de paz.
Lo hace con los pies en la tierra, pero est colgado entre el cielo y la tierra.
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Carisma de Profeca
(Segunda Parte)
No apaguen el Espritu. No desprecien lo que dicen los profetas. Examnenlo todo
y qudense con lo bueno (1 Tes 5, 19 21)
2
Conferencia Episcopal Colombiana, Documento de la XXXII Asamblea Plenaria, 1979. Sobre
identidad cristiana en la accin por la justicia, pg. 131.
11
Otro profeta de nuestro tiempo, el Padre Karl Ranher, deca a la Iglesia en
Alemania: Si no se ha de apagar el Espritu, es necesaria una interpretacin
acertada y valiente de la jerarqua. No existe un verdadero Espritu de Cristo que
aleje a uno de la Iglesia, de los obispos, del Papa y de la jerarqua. Pero s es
verdad que el Espritu de Dios acta en la Iglesia no solo a travs de la jerarqua
sino que acta tambin a travs de lo no jerrquico. En tal caso los hombres a
quienes Dios ha dado la gracia, la carga del carisma, tienen el derecho y la
obligacin, no de esconderse tras una obediencia pasiva y muda, muy cmoda en
el fondo, pero no realmente humilde, sino de llamar, de manifestar su
pensamiento, que puede perfectamente ser el del Espritu de Dios, an ante la
Iglesia jerrquica; aunque no resulte agradable muchas veces a los de arriba,
aunque tengan que cargar con las consecuencias dolorosas del carisma:
desconocimiento e incluso, tal vez, llamadas al orden3.
2. Puntualizando conceptos
que profeticemos (1 Cor 14, 5) y que deseemos ese don (1 Cor 12, 31; 14,
1. 39).
que no extingamos la inspiracin, no despreciemos las profecas y, despus
de juzgadas, retengamos lo bueno (1 Tes 5, 19 -21).
3
Ranher, Karl, Discurso solemne en el Katholikentag, 01 -17 1962. Escritos de Teologa 7, Taurus,
Madrid, 1967, pg. 94.
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b) Interpretar salvficamente la historia. Leer los acontecimientos humanos
a la luz de la historia de la salvacin. Preguntarse Qu quiere decirnos
Dios con esto que estamos viviendo? Pregunta que conduce al
arrepentimiento, o a la esperanza, o a la accin de gracias, etc.
c) Llamar a la conversin: descubrimiento del paso del Seor como llamado
a la conversin. Si no se convierten, todos perecern (Lc 13, 3. 5).
4. Inspiraciones
La inspiracin es una idea que aparece en nuestra mente con tal uncin
sobrenatural que la reconocemos como mensaje del Espritu. Inspiraciones
directivas sencillas (por ej. Sobre pequeas mortificaciones y sobre el tiempo de
oracin) puede tenerlas cualquiera.
Dios no quiere revelrnoslo todo, pero s lo que nos hace falta para marchar por
sus caminos (cfr. Rom 8, 14; Gl 5, 18; 1 Jn 2, 27).
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Podemos recordar la primera vez que respondimos al don de lenguas. Fue un
caminar sobre las aguas, un caminar en la fe.
Al principio es puro tanteo. Hay que intentar seguir la voz de Dios en los casos
dudosos, cuando la prudencia lo permite. El conocimiento de lo que se nos
manda, muchas veces solo se logra con toda claridad cuando uno empieza a
actuar en ese sentido. Cuando no podemos tener claras directivas de Dios
comenzamos a actuar como nos parece ms conveniente, ofreciendo a Dios
nuestra decisin y pidiendo que l nos la confirme. Ya en marcha, es ms fcil
que l mueva el volante.
No nos larguemos a tomar como de Dios una directiva mientras nos sea bien
segura. Despus de comprobada y aceptada, no titubeemos ms, pero sigamos
atentos a las confirmaciones o a los frutos que vendrn. Dios es imprevisible: no
podemos planificar que va a pasar, como obligndole por ciertos mtodos mgicos
(Jn 3, 8). Dios tiene derecho a guardar silencio. No te desesperes ni exijas
respuestas inmediatas a tu problema. Espera. Puedes intensificar tu preparacin
con oracin y ayuno prudente. Muchas veces cuando Dios no deja or su voz es
porque te resistes a escuchar su voluntad. En tal caso comienza por confesar tu
infidelidad.
Cuando no transmitimos una profeca, puede producirse una traba para continuar
la oracin, como muestras de que estamos oponindonos a su gracia. Una de las
causas de la desolacin espiritual es que no estoy secundando la inspiracin del
Seor. Para prepararte a recibir la inspiracin, puede ayudarte la glosolalia.
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Cuanto ms grande es el deslumbramiento de la gracia, ms posible es el
desequilibrio en la parte psquica. El impacto divino produce un desborde de
nuestros potenciales psicolgicos. Fcilmente aadimos al mensaje sobrenatural
los elementos de nuestra reaccin personal.
5. Formas de Profeca
1) Palabra de sabidura: nos ensea algo del misterio de Dios o nos eleva en
nuestra comprensin (1 Cor 2, 6; 12, 8; Ef 1, 8. 17; Col 1, 28; 3, 16).
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De hechos futuros: como persecuciones, pestes, hambruna,
guerras, etc. (Hechos 11, 27; 21, 10ss.)
De secretos interiores: son aquellas en las que Dios pone en
evidencia los sucesos privados de alguien para que viendo crea que
Dios est en medio de ustedes (1 Cor 14, 24; Hechos 5, 35).
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stos infunden la virtud, mientras que los impulsos o mociones incitan a
la voluntad a poner en acto esa virtud.
Por el entendimiento: se refiere a las revelaciones intelectuales (Ef 1,
17; 2 Cor 12,1.7).Estas revelaciones intelectuales pueden ser:
inteligenciasy revelaciones propiamente dichas.
- Inteligencias: son gracias que hacen captar con mayor claridad lo
que uno saba, por obra del don de sabidura o de entendimiento.
Pueden ser a cerca de Dios, o a cerca de las criaturas. Por ejemplo
el cntico de las Creaturas de San Francisco de Ass.
- Revelaciones propiamente dichas: elevan el entendimiento para
penetrar a un nivel ms alto el misterio de Dios en s mismo o en
relacin con las creaturas. Por ejemplo las revelaciones del Sagrado
Corazn a Santa Mara de Alacoque.
b. Por los sentidos interiores: San Juan de la Cruz cuando habla de las gracias
que mencionaremos a continuacin, recomienda todo tipo de prudencias,
porque sabe del dao que causan cuando uno se ensoberbece o engolosina,
poniendo en ellas especial aficin, o cuando cree que la vida espiritual
consiste en ellas. La soberbia espiritual o la gula espiritual puede llevarnos al
endurecimiento de corazn, a la desobediencia para no aceptar el magisterio
de la Iglesia o el consejo prudente de sus representantes.
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deca algo as en la sustancia del alma o la voluntad. Es bastante
parecido al toque sustancial.
Olores: son otra forma de profeca, en la que uno cree percibir olores
en relacin con algo religioso. Por ejemplo: los perfumes del Padre Po.
c. Por los signos exteriores: as como Dios puede actuar sobre nuestro
espritu, voluntad o entendimiento, tambin puede enviarnos su mensaje por
signos exteriores. Estos signos profticos pueden ser:
- Providenciales
- Milagrosos
Son una gracia que nos prepara o dan fuerzas para situaciones que vendrn
pronto, afrontar desafos, circunstancias adversas o acontecimientos
importantes (Jer 32, 6 -8; Hechos 16, 9; Hechos 10, 10 -16). Cuidado que el
demonio puede falsificar estas seales (Mt 24, 24; 2 Tes 2, 9)
7. Criterios de discernimiento
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- Tiende a fines sobrenaturales, no a saciar la curiosidad o los deseos
morbosos.
- Se centra en Jess y lo glorifica (1 Cor 12, 3; Jn 16, 13; Apoc 19, 10).
- Est en conformidad con la revelacin bblica (Deut 13, 2 -6; Gl 1, 8).
- Coincide con el Magisterio de la Iglesia.
- Coincide con el instinto cristiano, que el Espritu Santo conserva en el
pueblo fiel: ese sentido eclesial que es hijo legtimo del sentido comn y la
fe madura; ese criterio, ese olfato para percibir el buen olor de Cristo y
escuchar la voz del Pastor (Jn 10, 4. 27).
- Es acomodada a quienes va dirigida, aunque pueda encerrar doctrina
imperfecta (1 Sam 15, 18), incompleta (1 Sam 15, 11), o peligrosa para
otros (2 Pe 3, 16).
- Puede darse entre personas con errores doctrinales, pero no para
confirmar el error.
- Propone condiciones razonables, dignas de Dios.
- Refleja la preocupacin de Dios por ese pueblo que l llama a la fidelidad.
- Es justa y misericordiosa, aun cando sea de reproche o amenaza (Mt 23,
27).
- Renueva el mensaje de Cristo que es muerte y resurreccin.
- Es capaz de unir aspectos muy difciles de conciliar para la mentalidad
natural: es optimista y pesimista ante el mundo, es escatolgica y
encarnacionista, es teologal y encarnada, es obediente y atrevida.
- Como espada afiladsima puede distinguir entre lo psquico y lo espiritual
(Hebreos 4, 12; 1 Cor 2, 15), entre orgullo y seguridad, entre blandura y
misericordia, entre clculo y sabidura.
- Confirma la conduccin que el Seor nos ha ido dando hasta ahora y
nuestras obligaciones de estado.
- Es juzgada y reconocida por la comunidad y sus legtimos pastores (1 Cor
14, 29; 1 Tes 5, 21).
- Si en algn caso contradice una ley o enseanza lo hace con acatamiento
y humildad a la investidura: Obediencia segn el Espritu, no segn la
letra.
- Evita destruir la unidad del rebao y acata las instancias superiores.
- Suele estar en correlacin con la santificacin del mismo profeta.
- Cada profeca requiere discernimiento (1 Re 13, 1 -32).
- Tiene ms probabilidades de autenticidad cuando defiende los derechos
de Dios con amenazas que harn impopular al profeta, que cuando halaga
las ambiciones del pblico (Jer 28, 8ss; 1 Re 22, 10 -28).
- No busca la ventaja personal del mismo profeta.
- Testifica a nuestro propio espritu: coincide con la uncin que nos ensea
todo (1 Jn 2, 27), aumentando nuestra paz.
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- Hace crecer a la comunidad en fe y en amor (1 Cor 14, 4).
- Produce libertad interior (Jn 8, 32; Rom 8, 15), consuela y anima (1 Cor 14,
3), da vida (2 Cor 3, 6).
- Produce los frutos del Espritu: amor, gozo, paz, tolerancia, benignidad,
bondad, confianza y dominio propio (Gl 5, 22ss).
- Produce las bienaventuranzas: pobreza de espritu, hambre de justicia,
creer sin ver, consuelo en el llanto, herosmo en la persecucin, no
escandalizarse de Cristo.
- Convierte a los pecadores (Jer 23, 22; 1 Cor 14, 24ss).
- Despierta persecucin por parte de los pecadores (Mt 13, 57; 23, 34ss; Lc
6, 23. 26; Jn 4, 44; 1 Pe 4, 14).
- Si anuncia algo futuro deber realizarse (Deut 18, 22; Jer 28, 9).
- Es confirmada, a veces, por otros signos del poder divino (Is 7, 11; Jn 3, 2;
5, 36; 6, 30; 10, 25 -28; 1 Cor 2, 4ss; 2 Cor 12, 12).
- Mantendr a la larga sus buenos frutos. En cambio, si es de los hombres, o
desaparecer o se diluir en obra terrenal(Hechos 5, 35 -39); si es
diablica mostrar sus malos fines.
Oracin
Al llegar al punto final de nuestro tema, siento especial anhelo de citar a un ilustre
profeta de la Iglesia actual, el Padre Pedro Arrupe, SJ, y orar con l estos prrafos
pidiendo un nuevo bautismo en el Espritu:
Dame lo que diste a los profetas: que, aunque mi ser pequeo proteste, me vea forzado a hablar
por una presin soberana. Aquella palabra que vena de ellos, pero no haba nacido de ellos, Era
una palabra tuya, de tu Espritu que les enviaba y que no se limitaba a suscitar una nueva
personalidad al servicio de la accin, sino que explicaba el sentido y el secreto de ella.
Dame, pues, la fuerza con la que no solamente abriste a los profetas tu palabra hasta revelarles
tu gloria, sino que les hiciste mantenerse en pie para hablarles al pueblo y anunciarle su suerte.
Con aquella voz que T haces gemir en el fondo de mi ser, pido la efusin copiosa de Ti mismo,
semejante a la lluvia que devuelve la vida a la tierra sedienta.
Dame aqul Espritu que lo escruta todo, lo sugiere todo y lo ensea todo, que me fortalecer
hasta el fin, para soportar lo que an no puedo soportar. Aquel Espritu que transform a
dbiles pescadores de Galilea en columnas de tu Iglesia.
As esta efusin vivificante ser como una nueva creacin de corazones transformados, de una
sensibilidad receptiva a la voz del Padre, de una fidelidad espontnea a su palabra.
20
As nos hallars de nuevo fieles, y de tu parte no nos ocultars tu rostro, porque habrs
derramado tu Espritu sobre nosotros.4
4
Arrupe, Pedro, SJ, Locucin en la Clausura de la Congregacin de Procuradores de la Compaa de
Jess, Roma 05 10 78.
21
Carisma de Profeca
(Tercera Parte)
Para edificacin de la comunidad y utilidad de todos5
INTRODUCCIN
Se dice que profeta es aquel que habla en nombre de Dios; pero, ms exacta y
profundamente, el verdadero profeta es aquel a travs del cual, como por un
canal, pasa la voz de Dios. Dejmonos utilizar por Dios y seamos canales de su
palabra salvadora, en beneficio de nuestros hermanos.
Para comprender mejor lo que es el carisma proftico, hay que acudir a lo que nos
ensean las Escrituras Sagradas. Los Padres del Snodo Extraordinario, celebrado
5
MHLEN, Heribert, Los dones del Espritu hoy, Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca, 1987.
22
en diciembre de 1985, dijeron que la Constitucin Dei Verbum haba sido
demasiado descuidada. Tratando de rescatar un poco esa negligencia, y
pensando en la accin del Espritu Santo a propsito del carisma de profeca
segn la Biblia, encontramos que en la Constitucin Dei Verbum, documento
fundamental del Concilio Vaticano II, hay 25 menciones del Espritu Santo.
El examen atento de estas menciones nos manifiesta la rica gama de la accin del
Espritu Santo que se revela en la Escritura. Pero, entre ellas, dos menciones nos
ofrecen un contenido particular:
1 La accin inspiradora del Espritu Santo hace que esos libros tengan a Dios
mismo por autor, y que por tanto dichos libros sean sagrados (DV 11).
Pues bien, queriendo hacer algunas reflexiones sobre el carisma del profeta,
segn el artculo del Credo: Creo en el Espritu Santoque habl por los
Profetas, escrutemos en la Divina Escritura la accin que el Espritu de Dios
despleg y contina desplegando en los profetas de todos los tiempos, pues lo
que la Escritura dice acerca de los antiguos profetas, es legtimo aplicarlo -mutatis
mutandis- a los profetas de hoy.
1. El Espritu de Dios
Del conjunto de textos bblicos que ponen al Espritu de Dios en relacin con los
profetas, se percibe una muy rica y multiforme accin del Espritu sobre ellos. En
efecto, el Espritu Santo invade, toma posesin, llena, hace hablar, cambia el
corazn, transporta, fortifica, arrebata, enva, impulsa, ilumina, comunica
sabidura, inteligencia, ciencia, consejo, fortaleza, veneracin a Dios. He aqu
algunos testimonios:
23
Y Dios le cambi el corazn (1 s 10, 9)
- ISAAS: Saldr un vstago del tronco de Jes, y un retoo de sus races brotar.
Reposar sobre l el espritu de Yahvh, espritu de sabidura e inteligencia,
espritu de consejo y fortaleza, espritu de ciencia y temor de Yahvh (Is 11, 1-2)
Por una parte, cuando acta, es irresistible en su accin. Miqueas escribe: Yo, en
cambio, estoy lleno de fuerza por el Espritu de Yahvh, y de juicio y de bravura,
para denunciar a Jacob su delito y a Israel su pecado (Mi 3, 8).
24
Por otra parte, cuando habla, dice aparentemente para la mente humana tales
despropsitos, que parecera estar fuera de razn. Los que escuchaban a Oseas
decan: El profeta es un tonto; el hombre del Espritu es un loco! (Os 9, 7).
4 Tiene que actuar como Dios le ordene: extirpar y destruir; perder y derrocar;
pero sobre todo: reconstruir y plantar.
La definicin del profeta puede ser sta: El profeta es un hombre que tiene una
experiencia inmediata de Dios, que ha recibido la revelacin de su santidad y de
sus deseos, que juzga el presente y ve el futuro a la luz de Dios, que es enviado
por Dios para recordar a los hombres sus exigencias y llevarlos por la senda de la
obediencia y del amor (BJ 1035).
1. La Sagrada Escritura
La Palabra de Dios, nos hace conocer quin es Jess. Los evangelios son cuatro
retratos de Jess que nos ha pintado el mismo Espritu Santo. El Espritu Santo,
25
que ha hecho escribir la Escrituras nos revela a Jess profeta de Dios y ungido
del Espritu (Lc 4, 18; 7, 16; 13, 33; Jn 4, 19; 6, 14).
Pero, al mostrarnos cmo fue Jess, quiere tambin ensearnos cmo debemos
ser nosotros, porque, si l es el enviado del Padre, nosotros somos -a nuestra vez-
los enviados de Jess. l lo dijo expresamente: Como el Padre me envi, tambin
yo os envo (Jn 20, 21).
2. La misin de Jess-profeta
Me ha enviado:
- a consolar a todos los que lloran (Is 61, 1-2; cf. Lc 4, 18)
Segn este texto, Jess profeta -y tras l nosotros- fue enviado para actuar y para
hablar, para hablar y para actuar, llevando a cabo una misin liberadora en toda
su amplitud e implantando as el reinado de Dios en el mundo.
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grande actividad liberadora. Y quines fueron esos pobres, cautivos, oprimidos?
Se puede hacer una lista de al menos doce lneas liberadoras:
- El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido (Lc 19,
10).
- Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10, 10).
- sta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en l, tenga
vida eterna, y que yo lo resucite el ltimo da (Jn 6, 40).
- sta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el nico Dios verdadero, y al que t
has enviado: Jesucristo (Jn. 17, 3).
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Al trmino de su vida, Jess poda hacer su propia evaluacin:
- El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre. Lo
que hace (el Padre), eso tambin lo hace igualmente el Hijo (Jn 5, 19).
Jess actu y habl; y todo lo hizo al impulso del Espritu del Padre: Aqul a
quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque le da el Espritu sin
medida (Jn 3, 34).
La Divina Escritura, pues, nos da a conocer quin fue Jess, qu hizo, qu habl;
y esa misma Escritura nos dice y nos revela que lo que hizo y dijo Jess es lo que
tambin nosotros debemos realizar. Si l fue el Profeta del Padre, Ungido con el
Espritu, nosotros somos profetas del Padre y de Jess, ungidos con su mismo
Espritu
Jess les haba dicho: Recibiris la fuerza del Espritu Santo que vendr sobre
vosotros, y seris mis testigos hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8). Y as
sucedi.
2. La gran evangelizacin
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Y el Evangelio corri por todo el mundo hasta entonces conocido, proclamando
por los labios de los apstoles, de los profetas, de los evangelizadores, y de los
maestros de la Nueva Alianza (Hch 13, 1; Ef 4, 11; 1 Co 12, 14).
Pues bien, tambin nosotros aqu tenemos una necesidad: la de ser bautizados en
el Espritu Santo, ser baados con el Espritu, ser transformados por el Espritu,
ser purificados con el fuego del Espritu, ser santificados y consagrados por el
Espritu Santo, ser profetas ungidos con y por el Espritu de Dios.
San Pablo gritaba a los corintios: Donde est el Espritu del Seor: Libertad! (2
Co 3, 17). Sentimos necesidad y tenemos urgencia de libertad para poder trabajar
por el Reino de Dios. Y esa libertad slo nos puede venir, como un regalo, del
Espritu del Seor.
Necesitamos ser:
- Libres de afectos que acaparan y avasallan el corazn, pero ricos, muy ricos, con
el amor que Dios nos tiene y con el amor que le tenemos a Dios; y tambin ricos
por nuestro amor a los hermanos y el amor que ellos nos brindan.
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-Libres de voluntad propia egosta, pero entregados como Jess a la voluntad
santsima de nuestro Dios y Padre que est en los cielos.
Pidamos a Cristo glorificado nos enve una efusin abundante de Espritu Santo:
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BIBLIOGRAFA
MHLEN, Heribert, Los dones del Espritu hoy, Ed. Secretariado Trinitario, Salamanca, 1987.
IBAEZ PADILLA SJ, Alberto, Lenguas I, Ed. CcD, Buenos Aires, 20105.
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