Don Cangrejo y Cangrejín
Don Cangrejo y Cangrejín
Don Cangrejo y Cangrejín
rase una vez dos cangrejos que vivan en la orillita del mar. Uno de los
cangrejos era ya mayor, Don Cangrejo, y el peso de sus aos solo poda
compararse a la grandeza de su cuerpo. El otro en cambio, Cangrejn, era
joven, debilucho y pequeo, pero tambin muy bello. A pesar de sus edades,
los dos cangrejos gustaban de salir a pasear por la orilla del mar, sabedores
de que muchos otros animalitos marinos se asomaban solo para poder
contemplarlos. De manera que all estaban las medusas, los peces, las
estrellas de mar, los delfinestodos pendientes del desfile casi diario que
realizaban estos pequeos animales.
Pero la actitud a la hora del paseo era muy distinta en el cangrejo viejo que
en el cangrejo joven. Estaba tan orgulloso este cangrejo de sus aos, de su
robustez y de su apariencia, que caminaba siempre con aires de grandeza,
sintindose ms, incluso, que su propio amigo y acompaante. Tan
arrogante poda llegar a ser su actitud, que un da, ni corto ni perezoso,
decidi reprocharle a su amigo los andares que llevaba por la playa, como si
anduviera cojeando y de costado.
rase una vez un hipoptamo que tomaba el autobs muy, muy temprano,
para acudir a su trabajo. Pero este hipoptamo, en lugar de guardar su sitio
en la cola como hacan los dems, no dudaba en imponerse a todos a fuerza
de empujones y manotazos hasta verse el primero de la fila. Con frecuencia
este hipoptamo egosta causaba peleas enturbiando el buen ambiente del
vecindario.
No contento con situarse por la fuerza el primero, una vez se encontraba en
el autobs, el hipoptamo suba a lo bruto repartiendo sin vergenza
codazos y pescozones a sus pobres compaeros de viaje hasta que
consegua hacerse tambin con el asiento que mejor le pareciese. El
hipoptamo no reparaba en las formas a la hora de salirse con la suya.
Una vez en el asiento elegido, el hipoptamo abra un peridico amarillento y
lo extenda al mximo posible con el fin de tapar la cara y agobiar a su
compaero de asiento. Adems, y por si esto fuera poco, le daba por toser y
bostezar con la boca abierta y a un buen volumen, con el nico fin de
molestar y fastidiar a todo el mundo.
A la hora de salir del autobs, el hipoptamo lo haca del mismo modo que
haba entrado, arrollando con sus fuertes pisotones a los viajeros del
autobs que se situaban delante para salir el primero. Qu alivio sentan
todos cuando pisaba la calle y pareca alejarse!
Que mala consejera es la envidia, como muestra esta historia. Y es que,
amiguitos, es importante recordar que para vivir en sociedad y no ser
temidos ni rechazados, hemos de preocuparnos por el bienestar de los
dems como si fuera el propio evitando molestar a nadie y mostrando en
cada paso nuestra buena educacin.
LA ZORRA Y EL CUERVO
Es increble cmo eres capaz de pastar por esos caminos aislados y tan
poco agradecidos. Yo no podra pastar donde t lo haces. Se atragantara
mi brillante y suave cuello! La buena noticia es que yo no tendr que
hacerlo, porque no soy una insignificante cabra.
La cabra, por su parte, dejaba que el caballo se desahogara con sus
maleducadas palabras con un sabio silencio por respuesta. Pero un da todo
cambi para ambos. En el establo metieron de buena maana a un caballo
tan fuerte, que casi pareca un roble, y desde entonces, las mejores hierbas
fueron para l. El caballo viejo y arrogante tuvo que acompaar en lo
sucesivo a su compaera la cabra a la hora de comer, a la que tanto haba
humillado.
Se cuenta que hubo una vez una ballena tan hermosa y perfecta, que todos
aquellos que la observaban quedaban cautivados con sus grciles
movimientos y con el brillo de su escurridiza piel. Era tal la sensacin que
provocaba en los dems seres vivos, que no dudaban en regalarla alabanzas
y palabras bonitas, haciendo con ello, y sin querer, que la ballena fuese cada
vez ms y ms presumida y pagada de s misma.
Aquella ballena se pasaba medio da frente a su espejo en el fondo del mar, y
la otra media arreglndose las barbas en la superficie, ignorando a cuantos
se acercaban a ella educadamente tan solo para agradarla. Tan coqueta se
volvi la ballena, que fue agriando cada vez ms su carcter, adquiriendo
una soberbia y un orgullo poco adecuado para convivir con los dems:
Dos mulos caminaban por un terreno con cargas sobre sus espaldas. Uno,
que trabajaba para un humilde molinero, cargaba avena. El otro, que serva
al rey del lugar, cargaba monedas de plata.
Pasebase muy orgulloso y altivo el segundo de los mulos con su carga,
haciendo sonar al paso su gran cencerro de oro. Pero aquel sonido alert a
unos ladrones que iban por su mismo camino. Tras observar bien lo que
llevaban, ni cortos ni perezosos, decidieron atacar al segundo de los mulos.
ste, procurando defender su valiosa carga, result finalmente malherido
por los bandidos, quedando tendido y desconsolado sobre el suelo del
camino.
-Para esto he trabajado tan duro y he soportado tanta carga sobre mis
espaldas?- Exclam el mulo del rey aturdido.
-Tal vez, lo que aparenta ser un gran negocio, no siempre resulta serlo- Le
contest el mulo del molinero.