PADRE CALMEL: UNA SANTA RPLICA A LA RUPTURA LITRGICA

Para los fieles que conocieron la Misa tradicional y comprobaron las deficiencias evidentes del
nuevo rito (incluso cuando se lo celebra con el mayor de los decoros posibles), y que no pueden
asistir regularmente a la Misa de san Po V por hallarse lejos del lugar de su celebracin ms
prxima, surgen inevitables las inquietudes de conciencia acerca de la Misa nueva: si sta es
realmente vlida, si confiere eficazmente la gracia, etc. No tratndose de asuntos sujetos a
comprobacin emprica ni pudiendo asumirlos como objeto de una elucidacin al modo de las
ciencias positivas, y careciendo de toda opcin en lo referente al culto, es de creer que esta
dolorosa pena resulte insoluble en esta vida. A no ser que, por un improbable que no cabe en las
mientes de nadie, resulte ungido en el prximo cnclave un Papa que renueve explcitamente las
condenas de un Po X al modernismo y se avenga a restaurar la liturgia de siempre contra la accin
disolvente de todos los zorros, lobos y chacales que han venido a ocuparse tan solcitamente del
culto pblico.

No menor horror causa en los azorados testigos del caso el comprobar que, a la disrupcin obrada
en este terreno hace ya cuarenta y cinco aos, no le siguiera una reaccin condigna de parte de
clrigos y fieles. Lo que, para mayor honor de la Desposada del Cordero, resulta felizmente
contradicho por el ejemplo de unos pocos de sus hijos, como el que presentamos a continuacin.
En un articulo titulado Contrarrevolucin litrgica. el caso "silenciado" del padre Calmel la autora,
Cristiana de Magistris, nos expone el coraje del dominico francs y su lucidez sin sombras acerca
del carcter demoledor de los cambios introducidos en la liturgia, que (en mutua implicancia,
segn aquello de lex orandi, lex credendi) acabara por afectar -apagndola- a la fe. Ntese el tenor
de la justificacin que Paulo VI hace de la ruptura, asumiendo a la nueva misa nada menos que
como un gimnasio de sociologa cristiana. Ntese a su vez el reclamo de los novadores a la
obediencia, virtud religiosa burlada por ellos sistemticamente mientras no estuvieron al comando
de dicesis y dicasterios.

Y admiremos juntos la perseverancia de este digno hijo del fundador de su Orden, hoy tan
degradada. Bien supieron los antiguos que la resistencia equivale a la victoria.

Religioso dominico y telogo tomista de espesor poco comn, director de almas apreciado y
buscado por todo el territorio francs, escritor catlico de una lgica convincente y de una claridad
inequvoca, el padre Roger Calmel-Thomas (1914 - 1975) se distingui durante los tumultuosos
aos del Concilio y del post-Concilio por su accin contrarrevolucionaria, ejercida -a travs de la
predicacin, de los escritos, y sobre todo con el ejemplo- tanto en el plano doctrinal como en el
litrgico.
Pero en un punto muy preciso la resistencia de este hijo de santo Domingo ha alcanzado el
herosmo: la Misa, ya que es en la redencin obrada por Cristo en el Calvario y perpetuada en los
altares que se fundamenta la fe catlica. 1969 fue el ao fatdico de la revolucin litrgica,
largamente preparada y finalmente impuesta por va de autoridad a un pueblo que no la haba
pedido ni la deseaba.

El nacimiento de la nueva Misa no fue pacfico. En oposicin a los cantos de victoria de los
novatores, se hallaban las voces de quienes no queran pisotear el pasado casi bimilenario de una
Misa que se remontaba a la tradicin apostlica. Esta oposicin cont con el apoyo de dos
cardenales de Curia (Ottaviani y Bacci), pero fue completamente ignorada.

La entrada en vigor del nuevo Ordo Missae fue programada para el 30 de noviembre, primer
domingo de Adviento, y la oposicin no tenda a aplacarse. El mismo Paulo VI, en dos audiencias
generales (19 y 26 de noviembre 1969), intervino presentando el nuevo rito de la Misa como la
voluntad del Concilio y como ayuda a la piedad cristiana.

El 26 de noviembre el Papa dijo: el nuevo rito de la Misa: es un cambio que remite a una
venerable tradicin secular, y por eso afecta a nuestro patrimonio religioso hereditario, que
pareca tener que disfrutar de una fijeza intangible, y que pareca tener que traer a nuestros labios
la oracin de nuestros antepasados y de nuestros santos, y darnos el consuelo de una fidelidad a
nuestro pasado espiritual que nosotros actualizbamos para transmitirlo luego a las generaciones
venideras. En esta contingencia comprendemos mejor el valor de la tradicin histrica y de la
comunin de los santos. Toca este cambio el desenvolvimiento ceremonial de la Misa, y
advertiremos, tal vez con un poco de molestia, que las cosas ya no se desarrollarn ms en el altar
con aquella identidad de palabras y gestos a la que estbamos tan acostumbrados, casi al punto de
no prestarle ms atencin. Este cambio tambin afecta a los fieles, y quisiera concernir a cada uno
de los presentes, quitndolos de sus acostumbradas devociones personales, o de su sopor
habitual. ... . Y continuaba diciendo que hay que entender el significado positivo de las reformas y
hacer de la misa un tranquilo pero comprometedor gimnasio de sociologa cristiana.

Ser bueno -advirti Paulo VI en la misma audiencia- que comprendamos las razones por las que
se introduce esta grave mutacin: la obediencia al Concilio, que ahora deviene obediencia a los
obispos que lo interpretan y ejecutan las prescripciones... . Para sofocar la oposicin al Papa no
quedaba sino el argumento de autoridad. Y es sobre este argumento que se jug todo el partido de
la revolucin litrgica.

El padre Calmel, que con sus artculos fue colaborador asiduo de la revista Itinraires, haba ya
abordado la cuestin de la obediencia, que se convirti en el post-Concilio en el argumento de
punta de los novatores. Pero -as lo afirmaba l- es precisamente en virtud de la obediencia que
debemos rechazar cualquier compromiso con la revolucin litrgica: no se trata de crear un
cisma, sino de conservar la tradicin. Con silogismo aristotlico haca notar: la infalibilidad del
Papa es limitada, por lo que nuestra obediencia es limitada, sealando el principio de la
subordinacin de la obediencia a la verdad, de la autoridad a la tradicin. La historia de la Iglesia
tiene casos de santos que estaban en conflicto con la autoridad de los papas que no eran santos.
Pensemos en san Atanasio excomulgado por el papa Liberio, en santo Thomas Becket suspendido
por el papa Alejandro III. Y especialmente en Santa Juana de Arco.

El 27 de noviembre de 1969, tres das antes de la fecha fatdica en la que entr en vigor el Novus
Ordo Missae, el padre Calmel expres su rechazo con una declaracin de excepcional importancia,
publicada en la revista Itinraires.

Yo me atengo a la Misa tradicional -declar- aquella que fue codificada, pero no fabricada por san
Po V en el siglo XVI, de acuerdo con un uso plurisecular. Rechazo, por lo tanto, el Ordo Missae de
Paulo VI.

Por qu? Porque, en realidad, no existe este Ordo Missae. Lo que existe es una revolucin
litrgica universal y permanente, permitida o deseada por el Papa actual, y que reviste, por el
momento, la mscara del Ordo Missae del 3 de abril de 1969. Es derecho de todo sacerdote
negarse a usar la mscara de esta revolucin litrgica. Y estimo que es mi deber como sacerdote
negarme a celebrar la misa en un rito equvoco.

Si aceptamos este nuevo rito, que promueve la confusin entre la misa catlica y la cena
protestante -como afirman los dos cardenales (Bacci y Ottaviani), y como lo demuestran slidos
anlisis teolgicos- entonces pasaremos sin demora de una misa intercambiable (como lo
reconoce, por lo dems, un pastor protestante) a una misa completamente hertica y, por lo tanto,
nula. Iniciada por el Papa, y luego por l abandonada a las Iglesias nacionales, la reforma
revolucionaria de la misa conducir al infierno. Cmo aceptar el hacerse cmplice?

Me preguntaris: manteniendo la Misa de siempre de cara y contra todo, has pensado en aquello
a lo que te expones? Claro. Me expongo, por as decirlo, a perseverar en el camino de la fidelidad a
mi sacerdocio, y por eso a rendir al Sumo Sacerdote, que es nuestro Juez Supremo, el humilde
testimonio de mi ministerio sacerdotal. Me expongo tambin a tranquilizar a los fieles extraviados,
tentados de escepticismo o de desesperacin. Todo sacerdote, de hecho, que permanezca fiel al
rito de la Misa codificado por San Po V, el gran Papa dominico de la Contrarreforma, permite a los
fieles participar en el Santo Sacrificio sin ningn posible equvoco; de comunicarse, sin el riesgo de
ser engaados, con el Verbo de Dios encarnado e inmolado, vuelto realmente presente bajo las
sagradas Especies. Por el contrario, el sacerdote que se conforma al nuevo rito, compuesto por
varias piezas de Paulo VI, colabora de su parte para instaurar gradualmente una misa fraudulenta
donde la Presencia de Cristo no ser ms autntica, sino que se transformar en un memorial
vaco; por lo mismo, el Sacrificio de la Cruz no ser ms que una comida religiosa donde se comer
un poco de pan y se beber un poco de vino. Nada ms: como los protestantes. La negativa a
colaborar con la instauracin revolucionaria de una misa equvoca orientada a la destruccin de la
Misa, qu desgracias temporales, qu daos podr traer? El Seor lo sabe: por lo tanto, basta con
su gracia. En verdad, la gracia del Corazn de Jess, derivada hasta nosotros por el santo Sacrificio
y por los sacramentos, basta siempre. Es por ello que el Seor nos dice con tanta tranquilidad: "el
que pierda su vida en este mundo por mi causa, la salvar para la vida eterna".

Reconozco sin dudar la autoridad del Santo Padre. Afirmo, sin embargo, que todos los Papas, en el
ejercicio de su autoridad, pueden cometer abusos de autoridad. Sostengo que el papa Paulo VI
cometi un abuso de autoridad de una gravedad excepcional, al construir un nuevo rito de la misa
segn una definicin de la misa que ha dejado de ser catlica. "La Misa -escribi en su Ordo
Missae- es la reunin del pueblo de Dios, presidida por un sacerdote, para celebrar el memorial del
Seor". Esta definicin insidiosa omite a priori lo que hace la Misa catlica, siempre y para siempre
irreductible a la cena protestante. Y esto porque para la Misa catlica no se trata de cualquier
memorial; el memorial es de tal naturaleza que contiene realmente el sacrificio de la Cruz, porque
el Cuerpo y la Sangre de Cristo estn verdaderamente presentes en virtud de la doble
consagracin. Ahora bien: mientras esto aparece tan claro en el rito codificado por San Po V de
modo de no poder inducir a error, en aquel fabricado por Paulo VI permanece fluctuante y
equvoco. Parejamente, en la Misa catlica el sacerdote no ejerce una presidencia cualunque:
marcada por un carcter divino que lo introduce en la eternidad, l es el ministro de Cristo, que
hace la Misa a travs de l; muy otra cosa es asimilar al sacerdote a un pastor cualquiera, delegado
por los fieles para mantener el buen orden en sus asambleas. Ahora bien: mientras esto es
ciertamente evidente en el rito de la Misa prescrita por San Po V, se halla en cambio disimulado e
incluso eliminado en el nuevo rito.

La simple honestidad entonces, pero infinitamente ms el honor sacerdotal, me exigen no tener el

descaro de traficar la Misa catlica, recibida en el da de mi ordenacin. Y como de lo que se trata
es de ser leal, y sobre todo en una materia de una gravedad divina, no hay autoridad en el mundo,
ni siquiera la autoridad pontificia, que pueda detenerme. Por otra parte, la primera prueba de
fidelidad y de amor que el sacerdote tiene que dar a Dios y a los hombres es la de custodiar intacto
el depsito infinitamente precioso que le fue confiado cuando el Obispo le impuso las manos. Es,
sobre todo, sobre esta prueba de lealtad y amor que ser juzgado por el Juez Supremo. Confo que
la Virgen Mara, Madre del Sumo Sacerdote, me obtenga la gracia de permanecer fiel hasta la
muerte a la Misa catlica, verdadera y sin inequvoco. Tuus ego sum, salvum me fac (soy todo tuyo,
slvame).

Frente a un texto de este espesor y una toma de posicin tan categrica, todos los amigos y
partidarios del padre Calmel temblaron, esperando de Roma las penas ms duras. Todos excepto
l, el hijo de santo Domingo, que no dejaba de repetir: "Roma no va a hacer nada, no va a hacer
nada ...". Y, en efecto Roma no hizo nada. Las sanciones no llegaron. Roma call ante este fraile
dominico que no tema a nada con excepcin del Juez Supremo, a quien deba dar cuenta de su
sacerdocio.

Otros sacerdotes, gracias a la declaracin del padre Calmel, tuvieron el coraje de salir al
descubierto y hacer frente a los abusos de una ley injusta e ilegtima. Contra los que
recomendaban la obediencia ciega a las autoridades, l mostraba el deber de la insurreccin.
Toda la conducta de santa Juana de Arco muestra que ella ha pensado as: por supuesto, es Dios
quien lo permite; pero lo que Dios quiere, al menos mientras me quede un ejrcito, es que yo libre
una buena batalla y haga justicia cristiana. Luego fue quemada [...] Someterse a la gracia de Dios
no significa no hacer nada. Lo que significa es hacer, permaneciendo en el amor, todo lo que est
en nuestro poder [...] A quien no haya reflexionado sobre las justas insurrecciones de la historia,
como la guerra de los Macabeos, las cabalgatas de santa Juana de Arco, la expedicin de Juan de
Austria, la revuelta de Budapest, a quien no haya entrado en sintona con las nobles resistencias de
la historia [...] yo le niego el derecho de hablar de abandono cristiano [...] El abandono no consiste
en decir: Dios no quiere la cruzada, dejemos hacer a los moros. sta es la voz de la pereza.

No se puede confundir el abandono sobrenatural con una obediencia supina. El dilema que se
plantea a todos -adverta el padre Calmel- no es elegir entre la obediencia y la fe, sino entre la
obediencia de la fe y la cooperacin con la destruccin de la fe. Todos nosotros estamos invitados
a hacer dentro de los lmites que nos impone la revolucin, el mximo de lo que podamos hacer
para vivir de la tradicin con inteligencia y fervor. Vigilate et orate.

El padre Calmel haba comprendido perfectamente que la forma de violencia ejercitada en la

Iglesia post-Conciliar es el abuso de autoridad, aplicada exigiendo una obediencia incondicional. A
la que el clero y muchos laicos se plegaron sin intentar ningn tipo de resistencia. Esta falta de
reaccin -notaba Louis Salleron- me parece trgica. Porque Dios no salva a los cristianos sin ellos
mismos, ni a su Iglesia sin ella.

El modernismo hace caminar a sus vctimas bajo el estandarte de la obediencia -escriba el

religioso dominico-, poniendo bajo sospecha de orgullo cualquier crtica de las reformas, en
nombre del respeto que se debe al Papa, en nombre del celo misionero, de la caridad y de la
unidad.

En cuanto al problema de la obediencia en materia litrgica, el padre Calmel sealaba: la cuestin

de los nuevos ritos consiste en el hecho de que son ambivalentes, por lo que no expresan de
manera explcita la intencin de Cristo y de la Iglesia. La prueba est dada por el hecho de que
incluso los herejes los utilizan con tranquilidad de conciencia, mientras que rechazan, como
siempre han rechazado, el Misal de san Po V. Hay que ser o tontos o miedosos (o lo uno y lo
otro a la vez) para considerarse obligados en conciencia a leyes litrgicas que cambian con mayor
frecuencia que la moda femenina y que son an ms inciertas.

En 1974 deca, en una conferencia: la Misa le pertenece a la Iglesia. La nueva misa no pertenece
sino al modernismo.Yo me atengo a la Misa catlica, tradicional, gregoriana, ya que ella no
pertenece al modernismo [...] El modernismo es un virus. Es contagioso y es menester rehuirlo. El
testimonio es absoluto. Si rindo testimonio a la Misa catlica, es necesario que me abstenga de
celebrar otra. Es como el incienso quemado a los dolos: o un grano, o nada. As que: nada.

A pesar de la abierta resistencia del padre Calmel a las innovaciones litrgicas, nunca lleg de
Roma ninguna sancin. La lgica del padre dominico era demasiado apretada, su doctrina
demasiado ortodoxa, su amor a la Iglesia y a su tradicin perenne demasiado leal para que se lo
pudiese atacar. No se intervino en contra de l, ya que no se poda. Entonces se envolvi el caso en
el silencio ms criminalmente cmplice, al punto de que el telogo dominico -conocido, en parte,
en el mundo tradicional francs- es poco menos que desconocido en el resto del orbe catlico.

En 1975, el padre Calmel se apagaba prematuramente, coronando su deseo de fidelidad y

resistencia. En su Declaracin de 1969 haba pedido a la Santsima Virgen permanecer fiel hasta la
muerte a la Misa catlica, verdadera y sin equvocos. La Madre de Dios colm el deseo de este
hijo predilecto, que muri sin haber nunca celebrado la misa nueva para permanecer fiel al
Supremo Juez, a quien deba rendir cuentas de su sacerdocio.