Derechos Humanos y Constitución en Iberoamérica
Derechos Humanos y Constitución en Iberoamérica
Derechos Humanos y Constitución en Iberoamérica
y
Constitucin
en Iberoamrica
E D I T O R A J U R D I C A G R I J L E Y
Jos F. Palomino Manchego
Jos Carlos Remotti Carbonell
(coordinadores)
Derechos Humanos
y
Constitucin
en Iberoamrica
(LibroHomenaje a Germn J. Bidart campos)
9
Ernesto Blume Fortini
10
La reforma del Tribunal Constitucional
INDICE
Adhesiones 11
Prlogo a la 2 edicin de Luis Cervantes Lin
a.
13
Presentacin a la 1a. edicin de Jos F. Palomino Manchego y
Jos Carlos Remotti Carbonell 17
A) ESTUDIOS
Rainer Arnold
El Derecho Constitucional europeo a fines del siglo XX.
Desarrollo y perspectivas 23
Nstor P. Sags
La interpretacin de los derechos humanos en las
jurisdicciones nacional e internacional 23
Pedro J. Fras
Los derechos humanos en el contexto cultural de
Latinoamrica 65
Ricardo Haro
El rol institucional del Jefe de Gabinete de Ministros en
el presidencialismo argentino 83
7
ErnestoIBndice
lume Fortini
Daniel Zovatto G.
La prctica general de las instituciones de democracia
directa en Amrica Latina. Un balance comparado:
1978-2000 101
Vctor Bazn
Nuevamente sobre las omisiones inconstitucionales 111
8
La reforma del Tribunal
Indice Constitucional
Giuseppe De Vergottini
El Derecho de la Constitucin 449
Jorge Carpizo
Mxico: Sistema presidencial o parlamentario? 467
Hctor Fix-Zamudio
La proteccin procesal de los derechos humanos en la
reforma constitucional argentina de agosto de 1994 497
9
ErnestoIBndice
lume Fortini
B) TESTIMONIOS
Exequiel Kay
El camino de la sabidura 637
Oscar R. Puccinelli
Germn Jos Bidart Campos y sus tres dimensiones 645
C) EPLOGO
Diego A. Dolabjian
Sobre la fuerza normativa de la Constitucin 655
10
La reforma del Tribunal Constitucional
ADHESIONES
11
ErnestoIBndice
lume Fortini
Los coordinadores.
12
La reforma del Tribunal Constitucional
13
ELrnesto
uis Cervantes
Blume FLortini
in
14
La reforma
Prlogo
delaTla
ribunal Constitucional
segunda edicin
15
Ernesto Blume Fortini
16
La reforma del Tribunal Constitucional
del Derecho de las universidades Nacional Mayor de San Marcos, de Lima y de la Academia de la Magis-
tratura. Secretario Ejecutivo del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional (Seccin Peruana).
(
**) Doctor en Derecho. Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Autnoma de
Barcelona (Espaa). Director del Instituto Europeo de Derecho. Asociado ordinario de la Asociacin
Peruana de Derecho Constitucional.
Hemos tomado conocimiento que en Argentina se viene preparando un merecido homenaje
(1)
a Germn J. Bidart Campos, siendo nuestro comn colega Vctor Bazn el coordinador del libro en
honor del constitucionalista del Plata.
17
Jos F. Palomino Manchego
Rainer
/ JA
os Carlos Remotti Carbonell
rnold
(2)
Cfr. Carlos Snchez Viamonte: Democracia y socialismo, 2 edicin, Editorial Claridad,
S.A., Buenos Aires, 1947, pg. 55.
(3)
As lo sostiene Germn J. Bidart Campos en: El panorama de los derechos humanos a fin
de siglo, en AA.VV. La Ciencia del Derecho durante el siglo XX, UNAM, Mxico, D.F., 1998, pgs.
108-109. Antecede Presentacin de Jos Luis Soberanes Fernndez. Nuestro autor sigue empeado,
a sus aos cansados, por los derechos humanos. Buena prueba de ello constituye su ponencia pre-
sentada al VII Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional, celebrado en Mxico el mes de
febrero de 2002, con el sugerente ttulo: Los derechos no enumerados en su relacin con el Derecho
Constitucional y el Derecho Internacional.
18
El DerechoPC
resentacin a laE
onstitucional Puropeo
rimera E
a dicin
fines del siglo xx
(4)
Vid. la recensin escrita por Mario Justo Lpez al libro de Bidart Campos: Derecho Poltico,
en Jurisprudencia Argentina, 1963-II, Buenos Aires, pg. 3.
(5)
Cfr. Germn J. Bidart Campos: Filosofa del Derecho Constitucional, Ediar, Buenos Aires,
1969, en especial, pgs. 21 y 23 respectivamente.
(6)
Cfr. Germn J. Bidart Campos: La estructura tridimensional del Estado, en Revista de
Estudios Polticos, N 149, Madrid, 1966, pg. 5.
(7)
Publicado en Ral Morodo y Pedro de Vega Garca (Coordinadores): Estudios de Teora
del Estado y Derecho Constitucional en honor de Pablo Lucas Verd, t. II, Instituto de Investigacio-
nes Jurdicas de la UNAM-Servicio de Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense, Madrid, 2000, pgs. 703-734.
Vid. el Prlogo escrito por Germn J. Bidart Campos con el ttulo Reflexiones constitucio-
(8)
nales sobre el acceso a la justicia, el proceso, y la legitimacin, al libro de Osvaldo Alfredo Gozani:
La legitimacin en el proceso civil, Ediar, Buenos Aires, 1995, pgs. 11-56.
(9)
Vid. de Germn J. Bidart Campos (constitucionalista de la convivencia y de la solidari-
dad) su artculo: La filosofa social y poltica de Ortega y Gasset. (Sntesis de persona, sociedad y
Estado), en La Ley, t. 92, Buenos Aires, 1958, pgs. 794-801.
(10)
Para mayor detalle, vid. Jos F. Palomino Manchego: Personalidad de Germn J. Bidart
Campos y su significacin en el Derecho Constitucional Latinoamericano que forma parte del
eplogo al libro de Bidart Campos intitulado Lecciones elementales de Poltica. (Sociedad, Estado
19
Jos F. Palomino Manchego
Rainer
/ JA
os Carlos Remotti Carbonell
rnold
presente ha tenido que realizarse por etapas hasta conseguir finalmente en estos das la tan ansiada
financiacin que la hiciera ver la luz. As, la recepcin de los primeros trabajos que integran este libro
homenaje se inici a finales de 1997, ao de la celebracin del 70 aniversario del Profesor Bidart
Campos. Ello justifica que algunos trabajos aborden algunos puntos como novedosos o conflictivos,
cuando ya no lo son, o en su caso ya han sido resueltos; o que analicen la legislacin o jurisprudencia
hasta determinada fecha; o que efecten remisiones y citas bibliogrficas hasta esa fecha. Tal es el
caso de los trabajos presentados, entre otros, por los profesores R. Arnold, T. Freixes y J.C. Remotti.
20
EL DERECHO CONSTITUCIONAL EUROPEO A FINES DEL SIGLO XX
A) ESTUDIOS
21
RAINER ARNOLD
22
EL DERECHO CONSTITUCIONAL EUROPEO A FINES DEL SIGLO XX
EL DERECHO CONSTITUCIONAL
EUROPEO A FINES DEL SIGLO XX.
DESARROLLO Y PERSPECTIVAS
RAINER ARNOLD
(Alemania)
23
RAINER ARNOLD
van a verse muy favorecidos en la segunda mitad del siglo XX, fenmenos como la
integracin y, por eso, la europeizacin del Derecho, la fortificacin del papel del
individuo la individualizacin o el avance del Estado de Derecho. La manera de
pensar todava estaba dominada por los conceptos tradicionales del siglo XIX y falla-
ban, para evolucionar, durante los primeros decenios de este siglo, impulsos importan-
te, externos e internos, procedentes en particular de factores polticos y sociales como
el grado de internacionalizacin de la vida poltica, el grado de emancipacin poltica
del individuo, el reconocimiento de la Constitucin como base obligatoria de todo el
Derecho y lmite de la accin poltica, la existencia de un Tribunal Constitucional, con
amplias competencias en particular para controlar al legislador, la perspectiva tradi-
cionalista de los jueces en general, etc.
2. La nueva orientacin necesaria tras la catstrofe de la Segunda Guerra Mundial
condujo en Alemania a la creacin de una Constitucin centrada en la consideracin
del individuo, en cuya cima se sita la dignidad del hombre y, derivada de ella, se
introduce un catlogo extenso de derechos fundamentales como derechos subjetivos,
vinculantes para todos los poderes pblicos e inmediatamente aplicables. Se aadi en
la Constitucin alemana, como garanta eficaz de este antropocentrismo (1) el esta-
blecimiento de un Tribunal Constitucional con competencias de gran alcance. Ade-
ms, este cambio se manifest tambin en la reestructuracin del sistema constitucio-
nal con el fin de evitar las deficiencias de la Constitucin de Weimar que propiciaron
el establecimiento de la dictadura nacionalsocialista. Esta nueva orientacin se mani-
fiesta muy claramente en Alemania, Austria e Italia, pases en los que con el fin de la
Segunda Guerra Mundial terminan tambin los sistemas dictatoriales imperantes en
ellos hasta ese mismo momento.
Otro factor poltico de suma importancia es la integracin europea, en particular
en el marco de las Comunidades Europeas como organizaciones supranacionales, y, en
forma menos estricta, del Consejo de Europa. Este proceso se refuerza por la creciente
internacionalizacin del cumplimiento de las nuevas tareas sociales (proteccin del
medio ambiente, telecomunicacin, biotecnologa, etc.) y por la formacin de un gran
nmero de organizaciones internacionales ya sea para garantizar la paz, ya sea para
llevar a cabo una cooperacin en materias de inters universal, lo que condujo a una
globalizacin creciente de la accin poltica, econmica y social. Todo esto fortalece
la idea de integracin basndose en la apertura de los ordenamientos estatales y en la
renuncia, por lo menos parcial, de la soberana tradicional (2). La internacionalizacin
ha logrado, en Europa, la forma ms avanzada: la supranacionalizacin. Este concep-
to, realizado en las Comunidades Europeas reconoce la existencia de un poder comu-
nitario autnomo, con efecto directo en los Estados miembros y con primaca sobre el
24
EL DERECHO CONSTITUCIONAL EUROPEO A FINES DEL SIGLO XX
Los avances que se han producido en la segunda mitad del siglo XX en el Dere-
cho Constitucional de los Estados europeos y en el mbito de las Comunidades Euro-
25
RAINER ARNOLD
peas y del Consejo de Europa son de gran importancia. En estos dos ltimos mbitos se
han desarrollado ordenamientos de carcter constitucional. El Derecho supranacional
de las Comunidades Europeas y de la Unin Europea contiene muchas reglas que esta-
blecen sus fundamentos institucionales (reglas sobre la composicin y el funciona-
miento de los rganos, los instrumentos de accin, la distribucin de competencias,
etc.) y proveen preceptos de importancia fundamental como derechos fundamentales o
elementos de una comunidad de Derecho (4), etc. Una parte de esas reglas estn
consagradas en el Tratado CCEF y, en lo que concierne a la Unin Europea, en el
Tratado de Maastricht que entr en vigor el 1 de noviembre de 1993, y otra parte de
ellas han sido desarrolladas por los jueces comunitarios. Con razn habla el Tribunal
de Justicia de las Comunidades Europeas, cada vez ms, de la existencia de un Dere-
cho Constitucional europeo, refirindose a los preceptos mencionados. Aunque no
exista una Constitucin europea formal, que debe ser creada en la UE, es legtimo
hablar, en este contexto, de un Derecho Constitucional europeo.
La Convencin Europea de Derechos Humanos y Libertades Fundamentales, inicia-
da por el Consejo de Europa al comienzo de los aos cincuenta y completada por una serie
de Protocolos adicionales, tiene tambin un carcter constitucional. En su funcin se
trata de un conjunto de derechos fundamentales escritos como estn tambin contenidos
en la mayor parte de las constituciones nacionales. El hecho de que esos derechos se
encuentren en un tratado internacional no impide su caracterizacin como constituciona-
les. Su influencia sobre los ordenamientos nacionales es tan intensa que constituyen, por
lo menos a nivel interpretativo, una lnea de orientacin para la interpretacin de los dere-
chos fundamentales nacionales de los miembros de la Convencin. Se trata de un compo-
nente supranacional (5) de los ordenamientos internos de esos Estados.
Los ordenamientos constitucionales de los Estados miembros de la Unin Europea
y del Consejo de Europa tienen constituciones con fuerza en cada uno de esos Estados.
Sin embargo, se muestra una interdependencia importante entre ellos: los preceptos co-
munitarios producen un efecto directo en los ordenamientos de los Estados miembros,
efecto que se lleva a cabo tanto a nivel de la legislacin ordinaria, como a nivel constitu-
cional. La primaca del Derecho Comunitario sobre el Derecho interno de los Estados
miembros (segn el Tribunal de Justicia de Luxemburgo tambin sobre la Constitucin
nacional) conlleva una adaptacin de las constituciones de todos los Estados miembros a
los preceptos comunitarios. Existe de esta manera un efecto vertical que es, al mismo
tiempo, un efecto de armonizacin horizontal porque los ordenamientos de todos los
Estados miembros, se ven afectados de igual manera. Un efecto tal de armonizacin se
conecta tambin con regulaciones comunitarias referidas nicamente al nivel de la ley
26
EL DERECHO CONSTITUCIONAL EUROPEO A FINES DEL SIGLO XX
ordinaria. Las leyes ordinarias son la base del ordenamiento constitucional, que de un
lado influye sobre ellas y, de otro, viene influido por las leyes mismas. Se lleva a cabo un
proceso de influencia recproca, con una preponderancia de la Constitucin. Esta os-
tenta una funcin dirigente por el hecho de ser la norma suprema del ordenamiento y,
al mismo tiempo, presenta tambin un aspecto receptivo, pasivo, que resulta de la
influencia mltiple de la legislacin ordinaria al concretizar los preceptos constitucio-
nales, a menudo con un amplio margen de discrecionalidad, y que contribuye, por eso,
a la formacin del contenido del ordenamiento constitucional (6).
Un efecto vertical se produce igualmente por la Convencin Europea de Dere-
chos Humanos. Los Estados miembros de la Convencin estn obligados a respetar
esas garantas y a armonizar sus actividades con ella. As mismo tambin tiene lugar
una influencia sobre la interpretacin y aplicacin de las disposiciones constituciona-
les internas. En varios ordenamientos, como por ejemplo, el espaol en base al art.
10.2 CE, la Convencin Europea sirve directamente como criterio de interpretacin de
los derechos fundamentales internos. En Austria, su influencia es todava ms intensa
porque la Convencin misma forma parte del ordenamiento constitucional interno, lo
que garantiza la mxima influencia posible. En otros ordenamientos, como en el de los
Pases Bajos, tiene an ms importancia que la misma Constitucin interna en el mbi-
to de la proteccin del individuo mediante los derechos fundamentales. El juez est
obligado, por la Constitucin, a controlar la conformidad de las leyes ordinarias con
los instrumentos internacionales incluida la Convencin Europea de Derechos Huma-
nos, (sino no se le permite el inaplicar una ley por no estar conforme con la Constitu-
cin misma, no comprendo el sentido). Esta prohibicin basada en el concepto antiguo
francs de la soberana del Parlamento (7) est establecida en el art. 120 de la Constitu-
cin. En otros ordenamientos de los Estados miembros la Convencin Europea goza
de un valor interpretativo indirecto al interpretar los jueces los derechos internos a la
luz de la Convencin si bien no existe una disposicin constitucional expresa en la que
se consagre una exigencia tal. Un ejemplo de ello es Alemania donde la Convencin
Europea tiene slo el rango de ley ordinaria por el hecho de su transformacin en
ordenamiento interno, pero donde los jueces constitucionales se han referido a ella a la
hora de concretar el texto indeterminado de alguna de las disposiciones de la Ley
Fundamental. As, por ejemplo, la amplia nocin de Estado de Derecho (art. 20 LF)
fue precisada por el Tribunal Constitucional Federal quin consider como uno de los
elementos del mismo la presuncin de inocencia establecida en la Convencin (8).
(6) R. Arnold, Lexposition des Constitutions europennes aux influences externes, en:
Perspectivas constitucionais. Nos 20 anos da Constituicao de 1976, Jorge Miranda ed., Coimbra,
1977, vol. II, pp. 673-694.
(7) Concepto influenciado por las ideas de la Revolucin francesa, pero diferente al concepto
anglosajn de una soberana del parlamento muy estricto.
(8) R. Arnold, Das Verfassungsprinzip gerichdicher Kontrolle von Legislative und Exekutive
-Gemeinsamkeiten und Unterschiede-, en: Peter-Cristian Mller Graff/Eibe Riedel (Hrsg.),
27
RAINER ARNOLD
Hay tambin ordenamientos como el ingls que se ven poco influidos por esta.
Gran Bretaa aunque est obligada por ella a nivel internacional an no la ha introdu-
cido en su ordenamiento interno la ley de introduccin, un Bill of rights, todava no
ha pasado por las dos cmaras del Parlamento. Sin embargo, los jueces ingleses no
excluyen de manera absoluta una interpretacin de los trminos indeterminados del
Derecho interno a la luz de la Convencin, aunque siempre de manera subsidiaria (9).
De esta manera es como la Convencin Europea de Derechos Humanos y libertades
fundamentales se impone sobre las constituciones de los Estados signatarios de la Con-
vencin y armoniza los preceptos de la proteccin del individuo mediante derechos
fundamentales. Este efecto vertical se transforma tambin en un efecto horizontal al
realizarse en todos los Estados signatarios paralelamente.
Independientemente de dicha influencia vertical y horizontal de las normas de las
Comunidades Europeas as como de la CEDH, se constata cmo los Tribunales cons-
titucionales utilizan cada vez ms un mtodo comparativo en el que se incluyen los
preceptos constitucionales de otros pases, en particular de una regin homognea como
la europea. Es legtimo, por tanto, hablar de que en Europa se est produciendo una
convergencia creciente del Derecho Constitucional, en primer lugar por los efectos de
las normas supranacionales y, en segundo, por la creciente disposicin de los jueces
nacionales a abandonar un mtodo de interpretacin estrictamente nacional refirindo-
se cada vez ms a los ordenamientos con los que estn conectados en la integracin
europea. En suma, parece posible hablar, en este sentido, de un Derecho Constitucio-
nal europeo. Debe mencionarse que esta ltima nocin engloba no slo las normas de
las Comunidades Europeas y de la Convencin Europea sino que tambin comprende
aquellos aspectos del Derecho Constitucional interno que se refieren a los ordenamientos
constitucionales de otros pases que sirven como criterios interpretativos influyendo,
por eso, sobre el mismo ordenamiento interno. Tambin cabe una segunda acepcin
del trmino Derecho Constitucional europeo cuando, analizando los ordenamientos
constitucionales de los diversos pases europeos, se pueden constatar desarrollos ho-
mogneos, siendo posible extraer principios generales vlidos para todos los pases
europeos o para la mayora de ellos.
Al analizar la evolucin del Derecho Constitucional en los pases europeos han
de distinguirse las disposiciones institucionales, en particular aqullas sobre los rga-
nos estatales de un lado y, los derechos fundamentales y los preceptos del Estado de
Derecho, de otro. Ha tenido lugar un avance del individuo, un desarrollo del Estado
28
EL DERECHO CONSTITUCIONAL EUROPEO A FINES DEL SIGLO XX
29
RAINER ARNOLD
se establece como garanta suprema la dignidad humana, garanta que antes normal-
mente no se mencionaba si bien exista implcitamente en todo ordenamiento constitu-
cional con derechos fundamentales. A menudo se refiere la Constitucin, tambin en
sus artculos iniciales, al Estado de Derecho demostrando as una orientacin a los
valores supremos de la justicia, la libertad y autonoma del hombre. Parece que la Ley
Fundamental alemana, que ya en el ao 1949 introdujo estos preceptos, ha servido
como ejemplo, influyendo en las constituciones posteriores de los aos setenta y, par-
cialmente, de los aos noventa.
El establecer por escrito los derechos fundamentales es una tendencia actual ba-
sada en el propsito de hacer clara y segura la garanta mediante derechos fundamen-
tales, coincidente con otra tendencia dirigida a la formulacin a nivel internacional de
derechos humanos y garantas fundamentales, en una primera fase slo en forma de
declaracin y ms tarde realizada con fuerza obligatoria en el mbito regional-euro-
peo, seguida, con un cierto retraso, a nivel universal. Se verifica la afirmacin de Rudolf
von Ihering de que la forma es la hermana gemela de la libertad (10). Aumenta la
sensibilidad hacia el establecimiento expreso de estos derechos, en particular de aque-
llos centrados en el hombre mismo, de su dignidad y personalidad y tambin la disposi-
cin de los jueces de reconocerlos en su jurisprudencia en aquellos pocos ordenamientos
que no gozan de una lista escrita de derechos. Un ejemplo de ello es el ordenamiento
comunitario que no contiene derechos escritos probablemente por el hecho de que sus
autores lo calificaron como ordenamiento tcnico sin comprender suficientemente el
alcance del ejercicio de poder a nivel comunitario que produce intervenciones en la
libertad del individuo. As, los jueces comunitarios derivan principios no escritos de las
constituciones de los pases miembros, mtodo que viene legitimado por la existencia de
una tradicin constitucional comn. Ahora bien, el reconocimiento por los jueces de una
coherencia por lo que respecta a la proteccin del individuo en el mbito de los pases
miembros y de la Comunidad solamente ha sido posible en una fase histrica que
refleja la situacin y mentalidad de la segunda mitad del siglo XX.
Es tambin en el ordenamiento francs, que tampoco ha establecido en la Constitu-
cin de 1958 derechos fundamentales escritos, donde los jueces constitucionales han dado
el paso decisivo para transferir al sistema constitucional vigente la Declaracin de Dere-
chos Humanos de 1789, as como otras normas escritas como el Prembulo de la Cons-
titucin de la IV Repblica y de las Leyes republicanas, en particular de la III Repbli-
ca, normas creadoras de derechos fundamentales. As, los jueces se orientan por garan-
tas escritas; pero histricas, y las integran en el ordenamiento vigente. Utilizan el mto-
do de conectar el ordenamiento vigente con instrumentos escritos anteriores (11). En el
fondo, se trata del mismo grado de voluntad y sensibilidad hacia la proteccin del indivi-
duo necesario para que el juez derive derechos no escritos del ordenamiento respectivo.
(10) Vom Geist des Rmischen Rechts, 5a. ed., 1998, 11/2, p. 471.
(11) V. B. Genovis, La jurisprudence du Conseil constitutionel. Principes directeurs, 1988,
notas marg., 314, 328 y sgtes.
30
EL DERECHO CONSTITUCIONAL EUROPEO A FINES DEL SIGLO XX
31
RAINER ARNOLD
(14) V. p. ej. Conseil constitutionnel, col. 1985, p. 49, 51, Dec. de 17 julio de 1985.
(15) R. Arnold, Les developpements des principes de base des droits fondamentaux par la
Cour constitutionnelle allemande, en: Mlanges Jacques Robert, Libertes, Montchrestien, Paris,
1998, p. 463 y sgtes.
(16) STC 85/1992, FJ; STC 25/1981, nota marg. 4; STC 53/1985, nota marg. 5.
(17) El carcter subjetivo de los derechos fundamentales es comn en los sistemas, p.e. alemn,
austriaco, italiano, as como de los pases de Europa central y oriental. En Francia y en otros pases
particularmente influenciados por Francia, donde la proteccin del individuo es deber objetivo de los
32
EL DERECHO CONSTITUCIONAL EUROPEO A FINES DEL SIGLO XX
elemento importante objetivo. Resulta de este elemento una imposicin de los valores
contenidos en los derechos fundamentales en todas las ramas del Derecho, tambin en
el Derecho Civil. Por eso los jueces han reconocido, por ejemplo, en el ordenamiento
alemn un efecto de los derechos fundamentales frente a las relaciones entre particula-
res (mittelbare Drittwirkung). Otra consecuencia es el reconocimiento del deber del
legislador y de otras instituciones del Estado alemn de proteger activamente esos
valores (18). Esto significa que el legislador est obligado, en base a los derechos funda-
mentales, a adoptar leyes apropiadas para la proteccin de estos valores. Se habla de la
proteccin del individuo mediante leyes con preceptos materiales (como la introduc-
cin de lmites mximos para la polucin del medio ambiente), procedimentales (por
la introduccin de procedimientos especficos capaces de evitar violaciones de los
derechos) y de organizacin (preceptos que establecen una cierta organizacin), por
ejemplo en una corporacin de radiodifusin para garantizar el pluralismo y por eso la
libertad de opinin. La competencia de un Tribunal Constitucional de instar al legisla-
dor para que garantice eficazmente dichos valores tambin se conoce en otros sistemas
(en cierto sentido tambin en Francia e Italia) mientras que los sistemas donde se ha
conservado ms el antiguo concepto de la soberana del Parlamento, son reticentes en
este aspecto (por ejemplo, Austria o, en particular, Inglaterra donde el concepto ms
estricto de la soberana del Parlamento an existe). Dicha concepcin de la obligacin
del legislador demuestra una posicin favorable a la Constitucin, a la posicin del indi-
viduo y, crtica frente al legislador, esto es, una orientacin claramente diferente de
aqulla de la primera mitad del siglo XX.
Si hasta ahora hemos hablado de los derechos fundamentales un campo en el que
ha tenido lugar el desarrollo ms intenso durante la segunda mitad del siglo XX,
tambin se debe subrayar la creciente importancia del Estado de Derecho. Durante el
siglo XIX, y an en la primera mitad del siglo XX, predomin el concepto de Estado
de Derecho formal bajo el que se expresa, especialmente, la sujecin del Poder Ejecu-
tivo al Parlamento: el Poder Legislativo como tal no estaba sujeto a la Constitucin.
Correspondi a esta fase inicial el que el Parlamento tuviera preferencia, sobre todo
frente al Ejecutivo, a cuya cabeza se encontraba, por lo general, el rey. El sometimien-
to de la Administracin a la ley excluy la arbitrariedad de la accin ejecutiva y se
hicieron depender los actos ejecutivos del consentimiento general de los representan-
poderes estatales asegurada, frente al legislador, por el Conseil constitutionnel. Un tal recurso no
puede ser planteado por el individuo, sino por los supremos rganos del Estado (Presidente de la
repblica y los Presidentes de la Asamblea nacional y del Senado) y por 60 diputados o senadores. El
control de la constitucionalidad del Ejecutivo viene efectuado por los Tribunales administrativos, en
particular del Conseil dEtat que es accesible por el individuo en caso de su inters (nocin ms
amplia que la del derecho subjetivo del sistema alemn). E1 control, sin embargo, es concebido como
objetivo; el recurso del individuo no es en el fondo medida de la proteccin individual en un sentido
subjetivo sino iniciativa del control objetivo del poder ejecutivo. Sin embargo, se puede negar abso-
lutamente la existencia de elementos subjetivos en el contencioso administrativo.
(18) K. Schlaich, Das Bundesverfassungsgericht, 2a. ed., 1991, notas, marg. 396 y sgtes.
33
RAINER ARNOLD
tes inmediatos del pueblo, es decir, de la ley. Ciertamente esto fue una conquista impor-
tante, as que a partir de la mitad del siglo XX, el concepto de Estado de Derecho
material (19) se aadi al formal. Su rasgo caracterstico no es slo ya la sujecin del
Ejecutivo a la ley sino la sujecin del legislador a la Constitucin. En esta se consagran
valores superiores dignos de proteccin tambin frente al legislador, como por ejem-
plo, la autonoma del ser humano, cuya libertad se expresa a travs de derechos funda-
mentales, que el legislador ha de realizar y a los que se encuentra vinculado. Se puede
constatar la unin entre el desarrollo del principio de Estado de Derecho y la protec-
cin de los derechos fundamentales.
El principio de Estado de Derecho alcanz un relieve mayor gracias a la introduc-
cin del control de normas, es decir, a travs del control del legislador por una jurisdiccin
constitucional. La soberana parlamentaria viene sustituida por la constitucional, en aque-
llos sistemas estatales en los que se adopta un sistema de control de normas, el concepto
de Estado de Derecho goza al mismo tiempo de un gran valor. Es muy significativa la
evolucin operada en Francia. Con la introduccin de un control de ley preventivo a
travs del Conseil Constitutionnel (mediante la Constitucin de la V Repblica de 1958,
como desarrollo del ya mencionado Comit Constitutionnel de la IV Repblica) y, espe-
cialmente con la intensificacin del control de normas (que se logr porque ya no slo
podan solicitar el control de normas los rganos estatales supremos, sino que tambin
gozaban de esa posibilidad 60 miembros de la Asamblea Nacional y otro nmero igual de
miembros del Senado) el concepto de Estado de Derecho experiment un auge enorme.
El control de normas y con l el principio del Estado de Derecho gan cada vez
ms en fuerza. Esto se manifiesta especialmente en las nuevas constituciones de Euro-
pa centrooriental de los aos noventa. Casi todas han elegido el modelo austriaco
de un Tribunal Constitucional propio, al que se le atribuyen amplias competencias,
siendo esencial dentro de ellas el control de normas, representando el rechazo ms
evidente del sistema totalitario precedente. Pero tambin en los ltimos tiempos esta-
mos asistiendo a un desarrollo posterior del control de normas, como lo demuestra el
hecho de que se haya establecido en Luxemburgo una jurisdiccin constitucional y
que, por ejemplo en Finlandia, un pas que hasta ahora haba rechazado tajantemente el
control de las leyes mediante la Constitucin, se debata o discuta sobre la introduccin
del control de normas en el marco de programa de reforma Finlandia 2000 (20). Pare-
ce que existe una tendencia general en Europa, o bien a crear Tribunales constituciona-
les, o bien a aumentar la posibilidad de un control de normas dentro del llamado modelo
americano (con atribucin de este control a los tribunales ordinarios), existente en
constituciones ms antiguas. Ello demuestra cmo la sensibilidad hacia el concepto de
Estado de Derecho ha aumentado significativamente.
34
EL DERECHO CONSTITUCIONAL EUROPEO A FINES DEL SIGLO XX
35
RAINER ARNOLD
36
LA REFORMA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
LA INTERPRETACION DE LOS
DERECHOS HUMANOS EN LAS
JURISDICCIONES NACIONAL
E INTERNACIONAL
NSTOR P. SAGS
(Argentina)
I. INTRODUCCIN
El proceso de funcionamiento de las normas relativas a los derechos humanos se
realiza tanto por tribunales nacionales como por organismos inter o supra nacionales.
La interpretacin de tales normas es una etapa decisiva en dicho de mecanismo de
funcionamiento, para su aplicacin a casos concretos (1). Aparte del doble orden de
rganos jurisdiccionales a que hicimos referencia (los domsticos y los supra e inter-
nacionales), tambin hay un doble gnero de normas en materia de derechos humanos:
las contenidas en instrumentos internacionales, y las exclusivas del Derecho nacional
(por ejemplo, clusulas constitucionales concernientes a derechos humanos).
(1) Sobre la interpretacin como paso en el proceso del funcionamiento de la norma, cfr.
Goldschmidt, Werner, Introduccin filosfica al derecho, 4 ed. (Buenos Aires, l973), ed. Depalma,
pg. 251 y sgtes.
37
NSTOR P. SAGS
(2) No todos aceptan que haya una voluntad de la norma, distinta de la voluntad del
legislador. Para los partidarios de la diferenciacin, la voluntad de la norma procurara una
interpretacin objetiva de ella, teniendo en cuenta, por ejemplo, las finalidades de su sancin. Con
especial referencia a la interpretacin constitucional, v. por ejemplo Aragn Reyes, Manuel: Cons-
titucin y control del Poder, (Buenos Aires, l995), ed. Ciudad Argentina, pg. 124 y sgts.
La insuficiencia de una interpretacin puramente literalista y el resultado absurdo que puede
provocar, ha sido destacada por Hctor Gros Espiell, con referencia a la exgesis del art. 64 del Pacto
de San Jos de Costa Rica, que motiv la opinin consultiva 1/82 de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos. Cfr. Gros Espiell, Hctor: Estudios sobre derechos humanos II, (Madrid, 1988),
ed. Civitas/IIDH, pgs. 240/1. El mismo autor analiza, en el caso referido, el empleo de la interpreta-
cin teleolgica, en funcin de los objetivos y fines del Pacto, y el recurso a la voluntad de los autores
del tratado, atendiendo los trabajos preparatorios del tratado y las circunstancias de su celebracin
(ob. cit., pgs. 243/7), segn las prescripciones de los arts. 31 y 32 de la Convencin de Viena sobre
el derecho de los tratados.
(3) Sobre el activismo judicial, la doctrina de la Constitucin viviente y las posturas mutativistas,
incluyendo la tesis del uso alternativo del derecho, nos remitimos a nuestro estudio La interpretacin
judicial de la Constitucin (Buenos Aires, l998), ed. Depalma, pg. 85 y sgts., 103 y sgts.
38
INTERPRETACIN DE LOS DD. HH. EN LAS JURISDICCIONES NACIONAL E INTERNACIONAL
(4) La doctrina de la interpretacin previsora aconseja desechar, entre las distintas posibilida-
des interpretativas de una norma, las que produzcan un resultado disvalioso. Ello puede llevar incluso
a desechar la aplicacin de una norma cuyas posibles interpretaciones conduzcan siempre a resulta-
dos negativos. Nos remitimos a Sags, Nstor Pedro: La interpretacin judicial de la Constitucin,
pg. 114 y sgts.
Sobre la necesidad de que en la interpretacin de una convencin o tratado sobre derechos
humanos se eviten, en lo posible, resultados inequitativos o injustos, v. el dictamen del Comit de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Canado Trindade, A. A., Co-existence and Co-
ordination of Mechanisms of International Protection of Human Rights, en Recueil des Cours de la
Acadmie de Droit International (La Haya, l987), t. 202, pg. 100.
(5) Sobre el tema, cfr. Carter, Lief H., Derecho Constitucional contemporneo (Buenos Aires
l992), ed. Abeledo-Perrot, pg. 63 y sgts. En cuanto la interpretacin objetiva del derecho (acorde
con la communis opinio, o sea, con la doctrina pacficamente aceptada), y la condena de la inter-
pretacin subjetiva o disidente, v. Sags, Nstor Pedro, La interpretacin judicial de la Constitu-
cin, pg. 129 y sgts.
(6) Sobre la interpretacin contextual y sistemtica de las distintas normas del Pacto de San
Jos de Costa Rica, v. Gros Espiell, Hctor, Estudios sobre derechos humanos II, pg. 242. En mate-
ria de interpretacin orgnica o sistemtica en el Derecho Constitucional, nos remitimos a nuestro
Derecho Procesal Constitucional. Recurso Extraordinario (Buenos Aires, 1992), ed. Astrea, 3 ed.,
t. 2, pg. 90 y sgts.
39
NSTOR P. SAGS
(7) Cfr. Piza Rocafort, Rodolfo E. y Trejos, Gerardo, Derecho internacional de los derechos
humanos: la Convencin Americana (San Jos, 1989), ed. Juricentro, pg. 67.
(8) Ibidem, pg. 67.
(9) Cfr. Canado Trindade, Antonio, La interaccin entre el derecho internacional y el derecho
interno en la proteccin de los derechos humanos, en Varios, El juez y la defensa de la democracia.
Un enfoque a partir de los derechos humanos (San Jos, l993), pg. 266.
(10) Causa Viviana Gallardo et alt.: Piza Rocafort, Rodolfo y Trejos, Gerardo, Derecho in-
interpretacin del sistema de derechos humanos (Buenos Aires, 1994), ed. Ediar, pg. 250.
40
INTERPRETACIN DE LOS DD. HH. EN LAS JURISDICCIONES NACIONAL E INTERNACIONAL
(13) Bidart Campos, Germn J., Teora general de los derechos humanos (Mxico, 1989),
UNAM, pg. 441. Es usual que las declaraciones internacionales de derechos (al estilo, v. gr., del art.
29 del Pacto de San Jos de Costa Rica), indiquen que ellas no limitan el goce de ese derecho o de otro
conferido por otra ley o convencin.
(14) V. Nikken, Pedro, La proteccin internacional de los derechos humanos: su desarrollo
progresivo (Madrid l988), ed. Civitas/IIDH, pgs. 116, 127. Esta tesis ha sido sostenida por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, v. gr. en la Opinin Consultiva 5/85, con cita de fallos del
Tribunal Europeo. Cfr. igualmente Albanese, Susana, Indivisibilidad e interdependencia de los dere-
chos humanos, en Bidart Campos (Coordinador), Economa, Constitucin, y derechos sociales (Bue-
nos Aires l997), ed. Ediar, pgs. 27/8.
41
NSTOR P. SAGS
(15) V. Piza Rocafort, Rodolfo y Trejos, Gerardo, Derecho internacional de los derechos
principe dinterpretation et de mise en Oeuvre des droits de lhomme (Friburgo, 1992), ed.
42
INTERPRETACIN DE LOS DD. HH. EN LAS JURISDICCIONES NACIONAL E INTERNACIONAL
Universitaires, pg. 401, cit. por Villn Durn Carlos, Significado y alcance de la universalidad de
los derechos humanos en la Declaracin de Viena, en Varios, Estudios bsicos de derechos
humanos II, pg. 335.
(21) Cfr. ob. cit. en nota anterior y Albanese, Susana, Indivisibilidad e interdependencia de los
derechos, pgs. 1, 17 y 19. Inicialmente la doctrina de la indivisibilidad de los derechos tuvo otra
razn: alertar especialmente por las naciones del tercer mundo que el goce de los derechos econ-
micos sociales tena igual valor que el ejercicio de otros derechos, y que los pueblos de esas naciones
tenan tambin un relevante derecho a su desarrollo econmico. Cfr. Arteaga Acosta, Horacio, Los
derechos humanos hoy: concepciones en conflicto, en Comisin Andina de Juristas, Boletn (Lima
l995), N 45, pg. 9 y sgts.
(22) Cfr. Bidart Campos, Germn J., Teora general de los derechos humanos, pg. 389. Sobre
la doctrina de los derechos o libertades preferidos (en particular, libertad de expresin, igualdad,
tutela de las minoras, nos remitimos a nuestros Elementos de Derecho Constitucional (Buenos Ai-
res, l997), 2 ed., ed. Astrea, t. 2, pg. 707.
43
NSTOR P. SAGS
(23) Sobre balanceo de valores, cfr. Tribe Lawrence H., American Constitutional Law (Mineola,
Nueva York, l978), The Foundation Press, pgs. 582/3; Sags, Nstor Pedro, La interpretacin
judicial de la Constitucin, pgs. 151/3.
(24) Corte Interamericana de Derechos Humanos, opinin consultiva 3/83, en Ventura, Manuel E.
y Zovatto, Daniel, La funcin consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pg. 277.
44
INTERPRETACIN DE LOS DD. HH. EN LAS JURISDICCIONES NACIONAL E INTERNACIONAL
International Protection of Human Rights, en Recueil des Cours de lAcadmie de Droit International
(La Haya, l987), t. 202, pg. 91 y sgts.
(26) Ibidem, pg. 403.
(27) Sobre la interpretacin del art. 64 del Pacto de San Jos de Costa Rica, a tenor de los arts.
31 y 32 de la Convencin de Viena sobre el derecho de los tratados, v. Gros Espiell, Hctor, Estudios
sobre derechos humanos II, pg. 239 y sgts. En cuanto a las pautas de interpretacin constitucional,
y las controversias sobre la materia, nos remitimos a nuestro trabajo La interpretacin judicial de la
Constitucin, pg. 34 y sgts.
45
NSTOR P. SAGS
(28) Cfr. Bidart Campos, Germn J., Manual de la Constitucin reformada (Buenos Aires
46
INTERPRETACIN DE LOS DD. HH. EN LAS JURISDICCIONES NACIONAL E INTERNACIONAL
Servini de Cubra, desmenuzando con acierto o no, es otra cosa el anlisis del art. 13 del Pacto de
San Jos: cfr. Fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nacin, 315: l943.
(30) Revista Jurdica La Ley, Buenos Aires, 1992-C-543.
(31) Revista Jurdica La Ley, Buenos Aires, 1995-D-46l.
(32) Revista Jurdica La Ley, Buenos Aires, l996-E-409.
47
NSTOR P. SAGS
(33) V. sobre el tema Dulitzky, Ariel, Los tratados de derechos humanos en el constitucionalismo
iberoamericano, en Varios, Estudios especializados de derechos humanos, (San Jos, 1996), Insti-
tuto Interamericano de Derechos Humanos, t. I, pg. 141, con mencin de las constituciones de
Colombia (de 1991) y del Per (de 1993).
(34) Por ejemplo, la Declaracin y programa de accin de Viena, producto de la Conferencia
Mundial de Derechos Humanos de 1993, despus de sentar el principio de universalidad, aadi que
Debe tenerse en cuenta la importancia de las particularidades nacionales y regionales, as como de
los diversos patrimonios histricos, culturales y religiosos, pero los Estados tienen el deber, sean
48
INTERPRETACIN DE LOS DD. HH. EN LAS JURISDICCIONES NACIONAL E INTERNACIONAL
cuales fuesen sus sistemas polticos, econmicos y culturales, de promover y proteger todos los dere-
chos humanos y las libertades fundamentales.
En el sistema interamericano, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha dicho en la
opinin consultiva 4/84, con referencia al cumplimiento del principio de igualdad en la regulacin
de las condiciones para adquirir la ciudadana en un pas, que el Estado que la concede (es) el
llamado a apreciar en qu medida existen y cmo deben apreciarse las condiciones que garanticen
que el aspirante a obtenerla est efectivamente vinculado con el sistema de valores e intereses de la
sociedad a la que pretende pertenecer plenamente. En tal sentido, no puede ponerse en duda la
potestad soberana de Costa Rica para resolver sobre los criterios que han de orientar el discerni-
miento o no de la nacionalidad a los extranjeros que aspiran a obtenerla, ni para establecer ciertas
diferencias razonables con base en circunstancias de hecho que, por razones objetivas, aproximen a
unos aspirantes ms que otros al sistema de valores e intereses de la sociedad costarricense. En
concreto, seal tambin la Corte en un prrafo anterior, se trata de valores que adquieren dimensio-
nes concretas a la luz de la realidad en que estn llamados a materializarse y que dejan un cierto
margen de apreciacin para la expresin que deben asumir en cada caso (el subrayado es nuestro.
Cfr. Ventura, Manuel E. y Zovatto, Daniel, La funcin consultiva de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, pgs. 306/7).
(35) Cfr. Ganshof van der Meersch, Walter J., Le caractre autonome des termes et la marge
dapprciation des gouvernements dans linterpretation de la Convention europenne des Droits de
lHomme, en Varios, Protection des droits de lhomme: la dimension europenne (Berlin, l988), ed.
Franz Matscher-Herbert Petzold, pg 207; Yourow Howard, Charles, The Margin of Appreciation
Doctrine in the Dynamics of European Human Rights Jurisprudence (La Haya, Boston y Londres,
l996), ed. Kluwer Law International, pg. 196, quien destaca que la doctrina del margen nacional no
surge necesariamente de textos normativos.
(36) Cfr. Pettiti, Louis; Edmond, Decaux, Emmanuel e Imbert Pierre Hensi, La convention
europnne des droits de lhomme (Pars, l995), ed. Economica, pg. 51; Kastanas, Elas, Unit et
diversit: Notions autonomes et marge dapprciation des tats dans la jurisprudence de la Cour
Europenne des droits de lhomme (Bruselas, l996), ed. Etablissements Emile Bruyant, pgs. 439/40.
(37) V. Ganshof van der Meersch, Walter J., Le caractre autonomme..., pgs. 219/10;
49
NSTOR P. SAGS
(39) V. Yourow Howard Charles, The Margin of Appreciation Doctrine..., pg. l93; Ganshof
50
INTERPRETACIN DE LOS DD. HH. EN LAS JURISDICCIONES NACIONAL E INTERNACIONAL
universalidad, cfr. el excelente estudio de Carlos Villn Durn, Significado y alcance de la universa-
lidad de los derechos humanos en la Declaracin de Viena, pg. 339 y sgts.
(45) V. por ejemplo, Goldschmidt, Werner, Introduccin filosfica al derecho, pg. 8 y sgts.
51
NSTOR P. SAGS
(46) Resulta llamativo, por ejemplo, que algunos pases, al ratificar la Convencin sobre los
Derechos del Nio, hicieran reserva a todas las disposiciones de la Convencin que son incompati-
bles con la ley islmica o Sharia y los reglamentos locales vigentes, o el caso de Jibuti, que acept
adherirse a la misma Convencin salvo que no se considerar obligado por ninguna disposicin ni
artculo que sea incompatible con su religin o sus valores tradicionales. V. Cerna, Christina M.,
La universalidad de los derechos humanos y la diversidad cultural: la realizacin de los derechos
humanos en diferentes contextos socio-culturales, en Varios, Estudios bsicos de derechos huma-
nos II, (San Jos, l995), Instituto Interamericano de Derechos humanos, pg. 389.
(47) Es paradigmtico ese enfrentamiento entre los criterios de la Corte Suprema de Chile y la
Comisin Interamericana de Derechos Humanos, respecto al caso Luksic Craig, tambin llamado
52
INTERPRETACIN DE LOS DD. HH. EN LAS JURISDICCIONES NACIONAL E INTERNACIONAL
probable que los tribunales locales se sometan a regaadientes ya que no los cabe
otro remedio a lo que resuelva el tribunal supranacional en un caso concreto, pero
que ms tarde, en otros procesos similares, rehsen adoptar una poltica judicial de
seguimiento a los criterios interpretativos sentados por el referido rgano supranacional.
A lo expuesto cabe aadir el ingrediente narcisista que (al menos ocasionalmen-
te) puede anidar en algunos tribunales locales especialmente en los supremos, sufi-
ciente para provocar una crisis de obediencia a los criterios interpretativos que fije un
rgano de la jurisdiccin supranacional (48).
En efecto, no siempre es fcil de digerir, para juristas nacidos y criados bajo el
techo ideolgico de la doctrina de la soberana nacional, que ahora el tema de los
derechos humanos es tambin materia del bien comn internacional, que para tales
derechos existe una jurisdiccin supranacional por encima de la domstica, y que, en
definitiva, las cortes supremas de los Estados locales han dejado de ser, en sentido
estricto, y en esos temas, supremas, ya que sus decisiones pueden ser invalidadas por
esa jurisdiccin supranacional. Aparte de que muchos jueces de viejo cuo (y tambin
abogados, cuando no estudiantes) pueden reputar criticable y hasta ilegtimo por
antipatriota el nuevo estado de cosas, es comprensible (aunque no aceptable) que
ellos intenten todava visualizar los derechos humanos solamente a la luz de la Consti-
tucin nacional, y de acuerdo a las pautas que marquen los tribunales nacionales y su
emblemtica Corte Suprema local, al par que consideren a los rganos de la jurisdic-
cin supranacional como una suerte de tribunales extranjeros cuyas doctrinas ape-
nas tendran, para los jueces locales, un mero valor informativo, a lo ms a ttulo de
derecho comparado.
c) Desnaturalizacin. Otro riesgo que corre el Derecho Internacional de los dere-
chos humanos cuando es operado por los tribunales de un Estado, consiste en su desfi-
guracin.
Esa alteracin puede explicarse tambin por varias causas. Una de ellas es la
incomprensin del texto internacional por los jueces domsticos, no siempre dispues-
tos a ahondar en esas fuentes supra o internacionales, a realizar una interpretacin
orgnica o sistemtica de esos documentos, o a impregnarse de la filosofa y del techo
ideolgico que los anima. No puede ignorarse, en este punto, que juristas moldeados
bajo ideas como la autosuficiencia del Estado, un dualismo intransigente en cuanto las
relaciones entre el Derecho Internacional y el local, una versin santificada e intole-
Derechos Humanos, bien pueden alguno de sus miembros sentirse devaluados a la condicin de,
por ejemplo, jueces de una cmara o corte de apelaciones. Es necesario, desde luego, un gesto de
madurez y grandeza (que no siempre se encuentra), para admitir el nuevo estado de cosas y reconocer
la primaca de la jurisdiccin supranacional.
53
NSTOR P. SAGS
(49) Por ejemplo, en algunos votos de la Corte Suprema de Justicia argentina se consider que
la censura judicial no era censura en sentido estricto, o que la tutela del honor, sentada por el Pacto,
justificaba la censura previa negada por el art. 13 del mismo. Cfr. el caso Servini de Cubra, en ob.
y pg. cit. en nota 29.
54
INTERPRETACIN DE LOS DD. HH. EN LAS JURISDICCIONES NACIONAL E INTERNACIONAL
X. CONCLUSIONES
1. La interpretacin de los derechos humanos en la jurisdiccin interna y en la inter-
nacional es un tema que suscita distintas reflexiones y problemas.
2. En ambas jurisdicciones, el intrprete se encontrar con las dificultades comunes
de toda tarea interpretativa: por ejemplo, optar entre una exgesis literal-gramati-
cal y otra voluntarista (segn la intencin de su autor, o de acuerdo a la voluntad
de la ley); entre una interpretacin esttica o una dinmica-evolutiva; aceptar o
no la doctrina de la interpretacin previsora, y elegir entre una exgesis coherente
u otra pragmtica, no siempre adherida a los precedentes judiciales.
3. En materia de derechos humanos, existen principios interpretativos especficos,
como: a) el argumento pro homine (y sus variables del argumento pro libertatis y
pro vctima), tambin llamado del mejor derecho, que opera como mecanismo
de seleccin de normas (locales o internacionales) y de seleccin de interpreta-
ciones posibles, en favor de la persona; b) el argumento de la interpretacin
expansiva, que aconseja entender a los derechos, en lo posible, en sentido amplio
y no restrictivo; c) el argumento de la interaccin, segn el cual el tribunal inter-
nacional no debe ignorar, al interpretar los derechos de esa fuente, a los derechos
provenientes del orden nacional; d) el argumento de la promocin, que sugiere que
el juez apoye y auspicie la vigencia de los derechos humanos, y deje de ser neutral
ante su violacin; e) el argumento de la universalidad, que procura la observancia
de un mnimo comn, en todo el globo, de ciertos derechos humanos fundamenta-
les; y f) el argumento de la indivisibilidad, conforme al que no es correcto ignorar,
en la defensa o interpretacin de un derecho humano bsico, a los restantes.
4. Un tratado sobre derechos humanos es, en principio, una convencin internacio-
nal interpretable segn las reglas de los arts. 31 y 32 de la Convencin de Viena
sobre el derecho de los tratados, que patrocinan una exgesis objetiva, que parte
de la regla de la buena fe, de la interpretacin segn el texto del precepto en
cuestin y de los dems de la Convencin, y prosigue atendiendo el objeto y los
fines de ella. De modo complementario, para resolver ambigedades o puntos
oscuros, recurre a los trabajos preparatorios del instrumento internacional.
Sin embargo, un tratado o convencin sobre derechos humanos tiene pautas
interpretativas propias. No se trata de un instrumento en favor de los Estados,
sino de las personas. Por ende, sus clusulas no deben entenderse a la luz de la
soberana nacional, ni de los intereses y propsitos individuales de los Estados
que lo suscribieron, sino en pro de las vctimas. De haber una tutela distinta en
dos o ms convenciones internacionales aplicables a un caso, habr de estarse a la
ms provechosa para la persona.
En el mbito nacional, es posible que un pas siga de hecho reglas interpretativas
no iguales a las anteriores, en particular en cuanto la interpretacin de su derecho
interno, comenzando por su Constitucin.
55
NSTOR P. SAGS
5. Es imprescindible trabajar con ahnco para lograr la armonizacin entre las inter-
pretaciones que sobre un mismo derecho humano puedan realizar los tribunales
internacionales y los estatales.
Como recetas inmediatas figuran las doctrinas del seguimiento nacional (confor-
me a ella, los criterios interpretativos del tribunal supranacional deben servir de
gua a los tribunales domsticos), y del margen de apreciacin nacional (es bueno
que el tribunal supranacional contemple especificaciones particulares del mismo
derecho humano, segn sea el pas bajo estudio).
6. La armonizacin entre las interpretaciones de los derechos humanos que practiquen
los rganos de la jurisdiccin supranacional y de la estatal no siempre ser fcil.
Por parte de los tribunales locales, es posible que sociolgicamente se planteen
situaciones de desinformacin normativa, de negacin o rechazo del derecho hu-
mano de fuente internacional (motivadas algunas veces por conflictos de legitimi-
dad sobre la aceptacin misma del derecho en juego, y adems, por actitudes
hedonistas o de narcisismo jurdico nacional), e incluso de desnaturalizacin del
derecho humano (por va de su devaluacin o su entendimiento segn solamen-
te las pautas domsticas de interpretacin).
Los rganos de la jurisdiccin internacional pueden incurrir asimismo en defec-
tos y vicios semejantes, bien que al revs. No estn exentos de caer en un autismo
jurdico ignorante de las realidades y del derecho local, o de, alguna vez, alterar
los derechos humanos emergentes de un tratado mediante una interpretacin im-
prudente o ideolgicamente desvirtuadora de los mismos.
Como alternativa de solucin parece conveniente que los tribunales locales asi-
milen de una vez por todas y cabalmente al derecho internacional de los derechos
humanos, y presten leal acatamiento a la doctrina que emerja de los veredictos de
los tribunales internacionales. A stos, a su turno, les toca operar atendiendo tam-
bin al contexto normativo y a las realidades y condicionamientos locales, al par
que brindar respuestas jurdicas prudentes y fieles al instrumento internacional
que deben interpretar. En la medida en que estos dictmenes posean legitimidad
de contenido y sensatez en la decisin, aumentar su fuerza de seguimiento.
Lo dicho debe complementarse con un mecanismo recursivo gil que permita
remediar, en la jurisdiccin inter o supranacional, las interpretaciones arbitrarias
de los derechos humanos de fuente internacional que ocurran en la esfera de los
Estados. En tal caso, el rgano supranacional puede operar como una especie de
tribunal de casacin en materia de aquellos derechos.
7. En definitiva, la interpretacin de los derechos humanos de fuente internacional
practicada por rganos judiciales nacionales e internacionales exige asumir: a)
que hay problemas interpretativos generales necesariamente polmicos y sobre
los cuales no hay doctrina uniforme; b) que existen ya plasmadas algunas reglas
interpretativas especficas en materia de derechos humanos; y c) que es necesario
repensar seriamente las bases y el sistema de compatibilizacin de la interpreta-
cin de los derechos que realicen los rganos de ambas jurisdicciones.
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FORMACIN DE DERECHO PROCESAL ORGANIZACIONAL
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HUMBERTO QUIROGA LAVI
menos madura ni, por cierto, menos clara y evidente: el saber organizacional aplicado al
proceso judicial determina la existencia de un nuevo campo autonmico en las ciencias
sociales: el Derecho Procesal Organizacional.
Para nosotros no result sorprendente el descubrimiento. Ha sido el resultado
natural de aplicar pensamiento sistmico a la poltica y al Derecho. Es otra etapa ms
en el camino de nuestras investigaciones en el campo de las ciencias sociales. Primero
dirigidas a aplicar el saber sistmico y ciberntico a la poltica (Ciberntica y Poltica,
1985). Luego bajar la lnea de la investigacin al campo del Derecho (Es eficiente la
funcionamiento del Derecho?, Editorial Ciudad Argentina, 1998). Ahora el saber
organizacional radica su aplicacin al proceso jurdico y la consecuencia es clara: se
hace necesario autonomizar dicho campo del saber cientfico, para que pueda operar
con plena fuerza en el objetivo prioritario que lo determina: sacarlo del colapso al
sistema de Justicia, hacerlo eficiente y creble a los ojos de la sociedad.
Debemos tener presente que mientras los mdicos, los qumicos y los ingenieros
han sabido inventar nuevas tcnicas y hacerse con nuevos medios para el progreso de
sus disciplinas al servicio de la humanidad, los jueces y los abogados seguimos mani-
pulando con armatostes medievales que slo tienen el don de la espectacularidad (en
tanto erudicin) pero no de la eficacia. Asistir a un proceso es tener a veces la impre-
sin de estar concurriendo a una de esas justas literarias del lirismo provenzal, y es
sentir la angustia de ver lo poco que cuenta en todo ello el justiciable (Luis Muoz
Sabat, Tcnica Probatoria, 3a. edicin, 1993, Ed. Formularios, Barcelona, pg. 16),
y tampoco las necesidades sociales en su conjunto.
Es generalizada la opinin entre los investigadores especializados que se han
ocupado en nuestro pas sobre la situacin de colapso y crisis en que se encuentra el
funcionamiento del servicio de Justicia. Por todos recordaremos las autorizadas opi-
niones de dos personas que han estudiado con gran idoneidad el tema. Uno como
investigador, el Doctor Rafael A. Bielsa, el otro, adems de investigador como ex
magistrado judicial, integrante primero de la Suprema Corte de Justicia en la Provincia
de Buenos Aires y luego de la Corte Suprema nacional, el Doctor Mariano Cavagna
Martnez. Sus posiciones sern consideradas ms adelante.
Como bien ha sealado Enrique Iglesias (Presidente del B.I.D.) las mayores de-
mandas que se escuchan en los pases de Amrica Latina estn relacionadas con la
construccin de economas basadas en un mercado eficiente, con una inversin priva-
da activa, lo cual supone el cambio de la legislacin y nuevas instituciones que permi-
tan entender, administrar y prestar servicios de justicia necesarios para abordar los
nuevos desafos de sus economas (de su discurso la Conferencia sobre Justicia y De-
sarrollo organizada por el B.I.D. realizada en Montevideo, en 1995; ver el libro Eco-
noma poltica de la reforma judicial que recopila todas las ponencias, bajo la direc-
cin Edmundo Jarquin y Fernando Carrillo, pg. 4). Y esas nuevas instituciones de las
que habla Iglesias no pueden sino estar referidas a un nuevo modelo de Justicia
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FORMACIN DE DERECHO PROCESAL ORGANIZACIONAL
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HUMBERTO QUIROGA LAVI
cen las funciones de determinados rganos de los que antes opinaron mal. Esto no
quiere decir, desde luego, que siempre se equivoquen. Entiende Graa que en la actua-
lidad hay determinadas noticias que se venden mejor que otras. Basta para ello ver
los espacios estables en los noticiosos de televisin de casos judiciales y la vasta igno-
rancia de los trmites y de la organizacin judicial que demuestran dichos columnistas.
Tambin el referido matutino nos informa, ms recientemente, que la Consultora
Guzmn, Heredia y Asociados, consultadas 1400 personas en la Ciudad de Buenos y
en el gran Buenos Aires, tuvo como respuesta que slo el 10% de los consultados
manifest tener mucha o bastante confianza en la Justicia, en tanto que el 16,16%
expres que tena poca confianza en los jueces y 73% dijo que tena poca o ninguna
confianza en dicho poder del Estado. En trminos comparativos con la confiabilidad
que le ofrece la Polica a la sociedad, dicha consulta dio como respuesta un resultado
equivalente. Que la sociedad considere del mismo modo al brazo armado del sistema
que a los operadores racionales, es muy grave, pues lo tradicional es que se parta de la
base que el nivel cultural de estos ltimos debe generar ms credibilidad (ver nota en
La Nacin del 15 de junio de 1997, pg. 10).
En dicha encuesta llevada adelante por Gallup un 49 % calific como mal o muy
mala la performance de la Justicia, en tanto que el 40% la calific como regular. Sola-
mente el 9% la evalu como buena, en tanto que el 2% no se expres. Resulta claro que
la sociedad la tiene clara, aunque estuviera equivocada. Graa tiene en este punto una
opinin contraria: considera que es posible que dicha posicin no est errada, pero est
seguro que la sociedad no tiene clara su opinin al respecto. Lo menos que podemos
decir es que la gente tiene mala imagen de la Justicia, aunque en la mayora de los
casos no sabe como ella acta. Desde ya que se lleva por la opinin de los formadores
de opinin, ms que de sus propias experiencias. De todos modos el presente estudio
no desmiente las conclusiones de la opinin pblica, sino que la trata de esclarecer,
amen de intentar encontrarle solucin al problema.
Continuando con la encuesta Gallup interesa destacar que los parmetros utiliza-
dos para evaluar el desempeo de la Justicia fueron: lentitud y burocracia (35% la
calific de tal manera), injusta, parcial y privilegiadora de los ricos (18%), es corrupta
e impune (18%), es ineficiente (10%), es dependiente y politizada (9%), es dbil con
los delincuentes (7%), la legislacin est desactualizada (5%), le faltan recursos e
infraestructura a la Justicia (2%). Como podemos apreciar ms de un 80% no calific
mal a la Justicia, no obstante que casi la mitad de los consultados la tiene descalificada
en forma general y abstracta. Ello demuestra que cuando se trata de individualizar los
males, la gente no sabe que decir. Graa agrega a lo expuesto que tambin es frecuente
que quienes forman la opinin pblica no conocen a fondo el tema. La politizacin o la
corrupcin, ni aun en la opinin comn, explican la calificacin general.
Es decir que pocos la tienen clara. Una manera de relativizar la importancia de las
encuestas de opinin. No existe una adecuada informacin pblica. Seguramente el
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EVALUACIN DEL AMPARO ARGENTINO HASTA LA REFORMA CONSTITUCIONAL DE 1994
I. BREVES ANTECEDENTES
La accin de amparo ha tenido en nuestro pas, durante los ltimos 40 aos una
importante evolucin, primero, y una grave involucin, despus. No me detendr en
analizar los antecedentes de esta accin en el Derecho comparado, que se remontan al
Derecho romano, y pasan por el Derecho ingls y norteamericano (ver: Alsina, Hugo:
Tratado terico prctico del Derecho Procesal Civil y Comercial, Buenos Aires, 1961,
segunda edicin, tomo IV, pgina 353 y siguientes).
En nuestra Amrica Latina, el amparo tiene conocidos lauros, particularmente en
Mxico y Brasil. En Mxico, el juicio de amparo fue instituido por el Acta de Refor-
mas a la Constitucin, el 18 de mayo de 1847, y reglamentado por la ley de amparo. En
su artculo 107, la Constitucin mexicana vigente se refiere al amparo con perfiles
amplsimos, pues lo admite, incluso, contra sentencias judiciales y contra leyes. El
ejemplo de la Constitucin mexicana fue seguido por otros pases hermanos, como las
Constituciones de El Salvador, de 1886; de Nicaragua, de 1893; de Honduras y Guate-
mala, en 1894. Ms recientemente, la Constitucin de Costa Rica de 1919 estableci
que para mantener o restablecer el goce de otros derechos consagrados en esta Consti-
tucin, a toda persona le asiste, adems, el recurso de amparo, del que conocern los
tribunales que fija la ley.
En Brasil tuvo tambin una importante tradicin desde la Constitucin de 1890,
que, al conocer el habeas corpus, le daba una enorme amplitud, pues no solo poda
utilizarse contra las restricciones a la libertad corporal, sino que se conceda tambin
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Como ya sealamos, el amparo fue en nuestro pas creacin pretoriana, cuyo senti-
do fundamental y bsico fue la finalidad de operativizar las clusulas de la libertad,
contenidas en el captulo dogmtico o parte perceptiva, es decir, la parte inicial de la
Constitucin. En definitiva, el amparo surgi pese a la reticencia del legislador, como
una accin de Derecho pblico, emergente en forma directa del texto de la Constitucin
Nacional. Y esto ocurri despus de un siglo de sancionarse el texto constitucional.
En tiempos recientes, la Corte ha avanzado aun ms en este tema de la plena
operatividad de los derechos consagrados en la Constitucin, al decir, en el caso Prez
de Smith, que un derecho que no se realiza no es un derecho.
En otros trminos, la filosofa del amparo est en el principio de la necesidad de
asegurar la efectividad del derecho, pues declamaciones sobran, pero efectividades
faltan. Y segn Ihering a quien la Corte glosa en el ultimo fallo citado un Derecho
que no se realice no es en definitiva un derecho, es una declamacin. Y yo agrego, por
mi parte, que es un catlogo de ilusiones.
En otra oportunidad he sealado la relacin de paralelismo que existe entre los
problemas que suscita el principio de la supremaca constitucional y la consagracin,
en las constituciones sancionadas a partir del siglo XVIII, de los derechos de la perso-
na humana. Ese paralelismo consiste fundamentalmente en que la supremaca es un
principio, pero no alcanza eficacia si no tiene control. Y los derechos son una declara-
cin que no tiene eficacia si no existen garantas. Por lo tanto, los problemas de la
tcnica constitucional del control, tienen su equivalencia e importancia semejante en
los problemas de la tcnica constitucional del garantismo.
Tambin he escrito reiteradamente, que en el Estado contemporneo hay algunas re-
glas de oro que presiden la estructura constitucional, y la primera de ellas es que, a todo
acrecentamiento del poder debe corresponder un vigorizamiento de los controles, es decir,
a todo aumento de la esfera de las potestades, debe darse correlativamente un potencia-
miento de los controle (ver Vanossi: Accin de Amparo y Accin de Inconstitucionali-
dad en el Derecho Pblico Federal Argentino, El Derecho, tomo 99, pgina 794).
Y as es como el amparo nace de la necesidad de que exista una va sumaria y
expeditiva que, al tutelar derechos de rango constitucional, funciona a la vez como una
proteccin de la superlegalidad. En definitiva, la valoracin del amparo nos conduce a
situarlo como un medio fundamental para la proteccin de la supremaca constitucional.
El amparo integra, con el recurso extraordinario, la accin de inconstitucionalidad,
el hbeas corpus, el recurso contra sentencias arbitrarias, y el recurso por gravedad
institucional, el cuadro instrumental de los medios creados para ejercer en su plenitud
el control de constitucionalidad.
El recurso extraordinario, en los casos en que se plantea la inconstitucionalidad
como defensa o excepcin, regulado ya en el siglo pasado, en los primeros aos des-
pus de la sancin de la Constitucin, en el ya legendario artculo 14 de, la ley 48.
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servicio pblico, esto puede significar que para un juez complaciente hacia el Poder
Ejecutivo, todo sea servicio pblico e, inversamente, para un juez sistemticamente
adverso al poder poltico, nada sea servicio pblico. Y as, en un caso para nada proce-
de al amparo y, por el otro caso para todo procede el amparo, que as se transforma en
un sanalotodo.
Tambin se excluye en la norma vigente (y ste ha sido uno de los puntos ms
polmicos) la va de amparo cuando para ello debe llegar a declarar la
inconstitucionalidad de una norma.
Pese a las crticas y a que han transcurrido ms de 30 aos desde la vigencia del
decreto ley 16.986, ninguno de los proyectos posteriores de ley de amparo ha logrado
concretarse, por lo que la norma aludida sigue an vigente.
El proyecto que ahora presento a consideracin de esta Honorable Cmara, trata
de restituirle al amparo los caracteres que significaron que fuera un verdadero orgullo
de la doctrina constitucional argentina, es decir, antes del decreto ley 16.986/66; adi-
cionndole los aportes que ha efectuado en los ltimos aos la doctrina en el Derecho
argentino y comparado.
Entre las principales restricciones que tiene la norma vigente y que este proyecto
trata de corregir, podemos mencionar: la ley vigente no admite la accin si los actos
restrictivos provienen de particulares, no permite analizar la constitucionalidad o
inconstitucionalidad de una norma, menos an que el juez analice, de oficio, dicha
inconstitucionalidad; exige que previamente se agote la va administrativa; tampoco
permite su procedencia cuando el acto restrictivo proviene del Poder Judicial, sea cual
fuere el acto cuestionado.
Tales restricciones han motivado que con mucha frecuencia las acciones de am-
paro que se promueven ante nuestros tribunales sean rechazadas, y quo la solucin
rpida, inmediata, que debe proporcionar el amparo, no se concrete y devenga total-
mente tarda.
Este proyecto, por el contrario, declara procedente el amparo cuando las restric-
ciones provienen de actos de los particulares; permite que el juez analice, aun de ofi-
cio, la constitucionalidad o inconstitucionalidad de las normas, para asegurar la efecti-
va supremaca de la Constitucin; no exige que se agote previamente la va administra-
tiva; no admite el amparo contra los actos del Poder Judicial solo cuando se trata de
actos jurisdiccionales; disminuye las causales de improcedencia de la accin; estable-
ce la obligacin del juez de subsanar los defectos formales; en caso de estado de sitio,
el juez podr analizar el estado de las condiciones que le dieron origen y su correlacin
con la medida cuestionada; el proyecto otorga tambin al juez mayores facultades para
asegurar el inmediato y efectivo cumplimiento de sus disposiciones. Me referir bre-
vemente a algunas de estas caractersticas.
La omisin de la norma vigente de regular el amparo contra los inconvenientes
provenientes de los particulares, en parte ha sido suplida, porque desde un primer
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dad de obtener en sede judicial una inmediata restitucin en el ejercicio del derecho
esencial conculcado.
Esta doctrina de la Corte, que importaba toda una apertura, fue dejada posterior-
mente sin efecto en el caso Editorial Popular Americana (o caso Diario El Mun-
do), en el que la Corte volvi a la doctrina de que el amparo no permitira el debate
amplio y explcito de la cuestin constitucional.
Por nuestra parte, hace ya muchos aos que sostuvimos la tesis de que por la va
del amparo se puede analizar la constitucionalidad o inconstitucionalidad de las nor-
mas. En el VII Congreso Nacional de Derecho Procesal, reunido en Mendoza en
octubre de 1972, habamos contribuido a fundar esta conclusin: La sumariedad del
amparo no obsta para que el rgano jurisdiccional resuelva sobre la inconstitucionalidad
de la norma en que el acto o hecho lesivo se basare, pues dicha declaracin no depende
de las argumentaciones de las partes. ... Adems, en algunos casos, dicha declaracin
es el nico medio para remover el obstculo lesivo.
No est de ms recordar, en este orden de ideas, que eso fue lo que resolvi la Corte
Suprema norteamericana en el ao 1803, en el caso Marbury vs. Madison, declarando
la inconstitucionalidad de la Judiciary Act a travs de un wril of mandamus (un recurso
de amparo en el Derecho anglosajn), y sin que nadie pidiera esa declaracin.
Y aqu llegamos a otro aspecto que nos parece fundamental en el proyecto: la
posibilidad de que los jueces puedan declarar de oficio la inconstitucionalidad de las
normas, es decir, sin que las partes la hubieran articulado.
El suscrito ya plante el tema en numerosas oportunidades, y present tambin,
en diciembre de 1985, un proyecto ante esta Honorable Cmara, de modificaciones al
artculo 3 de la ley 27, en el que seal la necesidad de que los jueces deben sostener
la observancia de la Constitucin Nacional, prescindiendo, al resolver las causas, de
toda disposicin que est en oposicin con ella. Este control de constitucionalidad
propusimos debe ejercerse aun sin peticin de parte interesada, aunque corriendo
traslado para abrir debate sobre la cuestin (y salvar as el principio de igualdad de
partes en el proceso).
Otro aspecto cuestionable de la norma vigente, es el artculo 2 inciso a), que
establece que el amparo no es procedente cuando existan recursos o remedios adminis-
trativos que permitan obtener la proteccin del derecho o garanta constitucional de
que se trate. La aplicacin de esta norma ha llevado a que el amparo resulte frecuente-
mente desestimado, pues si se toma la restriccin legal en toda su amplitud, nos encon-
tramos con que casi siempre queda alguna va administrativa por intentar, por lo que,
estrictamente aplicada, resulta casi imposible promover un amparo.
Agotar la va administrativa suele significar el transcurso de mucho tiempo, y
cuando finalmente se resuelve, el derecho del administrado se ha tornado ilusorio, por
cuanto, aunque se le otorgue la razn, deviene totalmente tardo. Por tal motivo, la
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APNDICE
Rgimen legal de la Accin de Amparo
PROYECTO DE LEY
El Senado y Cmara de Diputados, etc.
I. Ambito de aplicacin
Artculo 1.- Legitimacin activa. La accin de amparo podr ser interpuesta por
toda persona interesada, por s o por apoderado; por el ministerio pblico, por los
partidos polticos con personera reconocida; y por las asociaciones que, sin revestir el
carcter de personas jurdicas, justifiquen, mediante la exhibicin de sus estatutos, que
no contraran una finalidad de bien pblico.
Artculo 2.- Sujeto pasivo. Derechos protegidos. La accin de amparo podr
deducirse contra todo acto u omisin de rganos o agentes del Estado federal o sus
entes autrquicos, o de particulares que, ya sea en forma actual o inminente, lesione,
restrinja, altere o amenace con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, los intereses, de-
rechos, libertades o garantas explcita o implcitamente reconocidos por la Constitu-
cin Nacional, con excepcin de los protegidos por el habeas corpus.
Artculo 3.- Inconstitucionalidad. Al dictar sentencia en la accin de amparo los
jueces podrn declarar de oficio en el caso concreto la inconstitucionalidad de los
actos u omisiones que lesionen los intereses, derechos, libertades o garantas protegi-
dos en esta ley.
Las sentencias que dicten los tribunales superiores sobre la accin se considerarn
definitivas a los efectos del recurso extraordinario ante la Corte Suprema, de acuerdo
con el artculo 14 de la ley 48.
Artculo 4.- Plazo. La accin de amparo deber ser interpuesta dentro de los
sesenta das hbiles a partir de la fecha en que el afectado tuvo conocimiento fehacien-
te del acto u omisin que se considera violatorio del inters, derecho, libertad o garan-
ta constitucional invocado.
Artculo 5.- Improcedencia. La accin de amparo no ser admisible:
a) Cuando se trate de un acto jurisdiccional emanado de un rgano del Poder Judi-
cial de la Nacin o de las provincias;
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b) Cuando pudieran utilizarse los procedimientos ordinarios sin dao grave o irreparable.
Artculo 6.- Rechazo in limine: Si la accin interpuesta fuera notoriamente
improcedente de acuerdo con lo establecido en esta ley, el juez interviniente as lo
declarar sin ms sustanciacin, ordenando el archivo de las actuaciones.
Esta resolucin deber ser notificada personalmente o por cdula, y ser apelable
de acuerdo con lo establecido en el artculo 17 de esta ley.
No se plantearn cuestiones de competencia por razn de la materia. Si el juez se
considera notoriamente incompetente, as lo declarar.
En ambos casos, el juez de inmediato elevar las actuaciones a la Cmara de
Apelaciones, que decidir dentro de las 24 horas. Si la Cmara confirmare la in-
competencia, remitir los autos inmediatamente al juez que considera competente.
Cuando el juez de primera instancia tenga su sede en distinta localidad que la
cmara de apelaciones, slo remitir testimonio completo de las actuaciones por el
medio ms rpido posible. Si la cmara revoca la resolucin, notificar al accionante
por telegrama la decisin, debiendo, el juez continuar el procedimiento de inmediato.
Artculo 7.- Defectos formales. El juez podr rechazar la accin por defectos
formales, debiendo proveer de inmediato las medidas necesarias para subsanarlos, sin
perjuicio de las sanciones que pudieran corresponder.
A tal efecto, podr intimar al accionante para que en el trmino perentorio de 2
das aclare los trminos de su demanda y funde el derecho invocado.
II. Procedimiento
Artculo 8.- Competencia. Ser competente para conocer de la accin de amparo
el juez de primera instancia con jurisdiccin en el lugar en que el acto se exteriorice o
pudiera tener efecto.
Cuando un mismo acto u omisin afectare el derecho de varias personas, entende-
r en todas estas acciones el juez, que hubiere prevenido, disponindose la acumula-
cin de autos, en su caso.
Artculo 9.- Turno. A los efectos de la presente ley, el turno lo determinar la
fecha de la interposicin de la demanda.
En la Capital Federal regirn turnos de 24 horas corridas, segn el orden que
determine la excelentsima cmara de apelaciones en lo civil.
En el territorio nacional de la Tierra del Fuego, Antrtida e Islas del Atlntico Sur y
en las provincias, regir el turno que establezca la respectiva cmara de apelaciones, sin
obligacin de permanencia del juez y funcionarios auxiliares en la sede del tribunal, pero
deber expresarse en lugar visible para el pblico que concurra, el lugar donde puede
reclamarse la intervencin del juez de turno a fin de recibir la demanda.
En cada jurisdiccin los turnos se publicarn en los peridicos, as como tambin
se colocarn avisadores en lugar visible para el pblico en los edificios judiciales y de
la administracin pblica.
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(Argentina)
I. INTRODUCCIN
Los derechos humanos se desarrollan siempre en una cultura poltica. Para com-
prenderla han de examinar su sustento jurdico y desde luego su conciencia moral. La
reconstruccin que intento privilegiar algunos aspectos y sin ser conjetural, es opina-
ble. Pero la creo significativa para conocer su historia e indagar su porvenir.
He sido siempre un optimista sin ilusiones (Pascal). Por eso tratar los derechos
desde la ptica de la Ciencia Poltica y Constitucional, pero en el contexto sociolgico
ineludible. Examinar las tradiciones polticas, las transiciones cumplidas y concluir
con diez tesis abiertas al futuro.
pos y medios.
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Para esta interrogacin hecha al pasado, Bolvar ofreci sus proyectos constitu-
cionales. Si en vez de responder a las necesidades de su tiempo respondiera a las del
nuestro, quizs sus propuestas asumiran otras formas. Lo importante es confrontar su
instinto de moderado con el rgimen poltico que poda adoptar la Amrica Espaola.
Cuando ahora proponemos competicin poltica y participacin poltica, Bolvar coin-
cidira: s, pero... S, pero en una sociedad consolidada. Y as como nuestro Alberdi
quera La repblica posible antes de la venidera..., Bolvar pensaba en la repblica
imperfecta pero perfectible. La transicin poltica latinoamericana planteaba a los
Libertadores dos preguntas: por qu? y para qu?
Hombres menos responsables que Bolvar y San Martn podran haberse confor-
mado con contestar a la primera: por qu? Pues bien, muy simple: independizarse
porque se ha agotado la sustancia moral del vnculo de dominacin.
Pero y la segunda: El para qu? obsesionaba a los dos: reenviaba a otro interro-
gante: qu sern nuestros pueblos? La libertad es el camino del ser. Pero el ser..., la
viabilidad... Bolvar no era ingenuo. Es preferible traducir su escepticismo sobre la
capacidad poltica de proyectar en comn y sobre la calidad tica del ejercicio poltico
como una reflexin crtica del hombre de la Ilustracin en matriz americana. Lo he
dicho ya, pero hay que insistir. Insistir en que sus propuestas polticas son para la
instalacin no de un rgimen definitivo sino de una transicin.
Esos rganos eran la cmara popular, el senado hereditario y la presidencia elec-
tiva y vitalicia: un rgano democrtico y dos aristocrticos. Y todava el arepago, el
Poder Moral.
En su discurso de Angostura en 1819, Bolvar sintetiza muy concretamente: El
sistema de Gobierno ms perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posi-
ble, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad poltica.
Las propuestas han sido objeto de innumerables comentarios. Desde los entusias-
tas como el olvidado del maestro Bielsa (La concepcin poltica de Bolvar en Estu-
dios de Derecho Pblico, t. III. Aray, Buenos Aires, 1952, pg. 591), a los aprobatorios
de Salvador de Madariaga (Bolvar, Editorial Sudamericana, Bs.As., t. II, pg. 21).Y
como es Madariaga el ms crtico, es el mejor para la glosa, porque pone de relieve sin
adulacin el pensamiento de la transicin.
Si fue Sucre el sufrido artfice del nacimiento de Bolivia, fue el libertador el
que le dio su Constitucin poltica. Enrique M. Barba ha evocado la visita de Bolvar
al Alto Per, que fue como una exaltacin de su gloria (Bolvar y el Alto Per, La
Nacin, 7/8/83). Yo lo veo sobre la cima del cerro de Potos con su estado mayor,
agitando como l dijo el estandarte de la libertad, desde las playas ardientes del
Orinoco, para fijarlo aqu, en el pico de esta montaa, cuyo seno es el asombro y la
envidia del universo.
Si el smbolo satisfaca a la gloria, exaltaba el carisma, representaba la fundacin
de un Estado, como un dato plstico para la posteridad, el haber aceptado dar la Cons-
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titucin a Bolivia la nica peticin cumplida entre todas las que se le hicieron habla
bien a las claras del empeo constituyente de Bolvar. Y no digo constituyente en el
sentido de quien redacta la ley fundamental, sino de quien pone lo fundamental de las
leyes. Es posible que como hombre de la Ilustracin creyera en la capacidad social
conformadora de la ley, pero su sentido de las realidades estaba por encima del prejui-
cio formal. l quera encarnar su proyecto de sociedad para que la autoridad sostuviera
la libertad y la libertad convergiera hacia la autoridad.
Creaba un Poder Ejecutivo en el que un presidente sera vitalicio con derecho
para elegir a un vicepresidente que administrara el Estado y le sucedera en el mando.
Pona el acento, y no era ste un recurso de circunstancias, en principio de libertad e
igualdad; sin ella perecen todas las libertades, todos los derechos. En verdad, Bolvar
era consecuente con la legislacin que l mismo haba dictado al hacer al indio ciuda-
dano de la repblica, con igual derecho y responsabilidad que los blancos y mestizos.
Decret la cesasin del poder de los caciques ricos y poderosos que explotaban a sus
hermanos (Barba, cit.)
Podramos remitir toda la obra constitucional de Bolvar a un pensamiento estam-
pado en la Carta de Jamaica en 1815: No sindonos posible lograr entre las repblicas
y monarquas lo ms perfecto y acabado, evitemos caer en anarquas demaggicas o en
tiranas moncratas.
Para ello desechaba los copiadores serviles, pero propona modelos. Desechaba
tambin las especulaciones sin correspondencia con la realidad. En el manifiesto de
Cartagena de 1812 haba dicho: Los cdigos que consultaban nuestros magistrados
no eran los que podan ensearles la ciencia prctica del gobierno, sino los que han
formado ciertos visionarios, que, imaginndose repblicas areas, han procurado al-
canzar la perfeccin poltica, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por
manera que tuvimos filsofos por jefes, filantropa por legislacin, dialctica por tc-
tica, y sofistas por soldados. Con semejante subversin de principios y de cosas, el
orden social se resinti..., y desde luego corri el Estado a pasos agigantados a una
disolucin universal, que bien pronto se vio realizada.
Hay que sealar por lealtad que este reproche alcanza al propio Bolvar cuando
propone su cuarto poder o Poder Moral. El Poder Moral de la Repblica reside en un
cuerpo compuesto de un presidente y cuarenta miembros, que bajo la denominacin de
Arepago, ejerce una autoridad plena e independiente sobre las costumbres pblicas y
sobre la primera educacin. La instruccin y la tica social son las reas de esta cor-
poracin de raz grecorromana, que se llama moral porque hace a la interioridad del
hombre. Lo que recogi la Constitucin boliviana fue considerado antes impracticable
por el Congreso de Angostura.
El juicio de Angostura era benvolo. Ms que impracticable era riesgoso dos
juntas: un riesgo para la repblica atribuir un control regulador ms que moderador
sobre la opinin moral. Pero aun esto que digo debe relativizarse: quizs los pruden-
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tes del Arepago no hubieran exagerado su ministerio; quizs la opinin moral queda-
ba sin el Arepago en medios de comunicacin no mejor inspirados. Pero lo que quiero
decir en definitiva, es que Bolvar se defina por sus propias palabras de reproche como
un visionario... de la perfeccin poltica.
Para ubicarnos en el siglo XIX, hay que recordar que era frecuente la preceptiva
moral en las constituciones. El ltimo ejemplo que he encontrado entre los muy nume-
rosos, es el art. 92 del proyecto de Constitucin de fray Mamerto Esqui, cuando dice:
La mediocridad de fortunas y la falta de industrias propiamente dichas en la provin-
cia, y no el esplendor y lujo de otros Estados, son la verdadera base de leyes justas y
equitativas.
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ahorro, sin capitalizacin, nadie puede sobrevivir. Pero es cierto que el protestantis-
mo privilegia el xito.
Lo que me permito sealar es que nuestra cultura tradicional puede ser preciosa
en la hora de la globalizacin. No para la globalizacin misma, que se har bajo el
signo del zorro, de la movilidad, pero s para lo que he explicado muchas veces: ten-
dremos que ser provincianos y cosmopolitas a la vez. Provincianos para arraigar en un
medio; cosmopolitas para el intercambio de paradigmas y bienes. Estaremos pisando
en diagonal, con las piernas abiertas: una en nuestro campanario, otra en cualquier
parte que nos requiera. No se trata pues de repudiar nuestra identidad. Se nos prepar
para contemplar la realidad; ahora se nos pide transformarla; se nos prepar para los
cambios de tiempo; ahora hay que prepararse para los cambios de clima.
Cada da tiene su afn...
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polica, pero no entendido como despotismo, sino como relacin del Poder Ejecutivo,
legalmente centrado en el derecho administrativo como derecho de personas desigua-
les, porque primero es necesario obedecer y recin despus impugnar. El segundo ni-
vel es el Estado legal, con soberana de la ley y ya no de la regulacin ejecutiva.
Advierte la institucin representativa, con el parlamentarismo grandilocuente entre las
dos guerras.
La precariedad de esta construccin encontr remedio en el Estado constitucio-
nal, o constitucional pluralista, como lo defini Raymond Aron. Tenemos entonces la
pirmide de normas que Kelsen construy con tanta sutileza como fragilidad. Por
que? Porque el Estado de derecho supone un juego poltico bajo reglas que lo mantie-
nen en el dominio pacfico del arbitraje, del autocontrol; el vencedor no debe ir dema-
siado lejos. Emeri (4), a quien sigo en apretada sntesis, vuelve a Aron o a Robert Dahl:
la democracia pluralista, una lucha limitada. Tiene que mediar entonces consenso so-
bre esta limitacin y esta condicin necesaria vincula el tema con los procesos de
comunicacin social. El vnculo es jurdico y el meollo opinin.
El vnculo es jurdico digo y de naturaleza constitucional y por eso, por arriba
de los actores cotidianos de la competicin poltica, dada la rigidez constitucional. En
tiempos de integracin hay que tener en cuenta que por sobre el bloque constitucional
nacional ir emergiendo el supranacional. Hay pues ya un Estado de derecho europeo
que se impone a los Estados-miembros. Los garantes del Estado de derecho son los
jueces: o el control de constitucionalidad de los americanos y de algunas Cortes lati-
noamericanas o el control concentrado en las Cortes Constitucionales. No faltan los
estados de alma crticos para esta intervencin de los jueces, pero felizmente para el
Estado de derecho entre nosotros no es as. Podr haber momentos de desconfianza en
la institucin judicial, pero nadie propone alternativas para su misin de contralor.
(4) Claude Emeri, LEtat de droit: tat de la recherche et problemes actuels, comunicacin
al XV Congreso Mundial de la Asociacin Internacional de Ciencia Poltica, Buenos Aires, 1991
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V. EPLOGO
Los hechos histricos de este fin de siglo no han modificado el constitucionalismo
occidental, pero lo han universalizado con las sabidas excepciones. Pero la globalizacin
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tendr influencia. En diez tesis me atrevo a sintetizar las pulsiones del constitucionalismo
finisecular, en cuyo seno se desarrollan los derechos.
1. Si la sociedad est en cambio, tambin cambiar el Derecho Constitucional, pero
las transferencias no son automticas. El derecho todo derecho puede acelerar,
retrasar o despreocuparse de los cambios sociales.
2. El Estado de Derecho, la novedad del siglo pasado, es tambin la novedad del
siglo XX, una vez cadas las utopas revolucionarias. Porque las sociedades pre-
fieren un juego poltico que el Estado de Derecho mantiene en el dominio pacfi-
co del arbitraje, del autocontrol, de la lucha limitada. Y debe agregarse que el
Estado de Derecho ha reabsorbido las convulsiones siempre posibles de la demo-
cracia mayoritaria de Rousseau. Se prefiere el consenso, pero si es necesario acu-
dir a la mayora, se piden excusas y se invoca a la democracia y a la Constitucin.
3. Vivimos en el tiempo de los derechos: los fundamentales del hombre de las revo-
luciones liberales; los sociales a partir del 30; los de tercera generacin, por fin, que
nos prometen paz, desarrollo y ambiente sano. Sintetizando no sin riego, la fase
actual de este tiempo de derechos, diramos que universalizados o internacionalizados,
algunos derechos se corresponden con obligaciones constitucionales y otros son
expectativas humanas, pendientes de polticas postuladas para el Estado y la co-
munidad internacional.
4. Los derechos econmico-sociales son asignaturas pendientes, no en cuanto sean
catlogos de ilusiones, sino por el debate no concluido sobre su naturaleza de
normas y su operatividad. Aunque deban inspirar toda gestin pblica, parece
preferible que no puedan ser invocados ante la jurisdiccin sino cuando hayan
sido desarrollados legislativamente.
5. Los valores que nutren la educacin y la cultura nacen de una confluencia muy
sometida a los estados de alma de la sociedad, en que se entrecruzan creencias
y secularizacin, ciencia y conciencia crtica, derechos de los padres y Estado
docente. Interpretando la cultura de la posmodernidad, el Tribunal Constitucional
de Espaa dijo que hay que relativizar las creencias. Por mi parte, creo que no
hay que relativizarlas sino ponerlas en dilogo. El futuro se juega entre estas dos
actitudes.
6. El rgimen poltico vacila entre el presidencialismo y el parlamentarismo. Mien-
tras en la Argentina se postula un sistema presidencial moderado, como sera la
introduccin de un ministro coordinador nombrado por el Presidente pero posible
de destitucin por los diputados, en Italia el Partido Socialista pugna por la rep-
blica presidencial de los franceses. En Mxico el Ejecutivo ha sido desacralizado.
En todo caso, el cesarismo barroco suscita resistencia.
7. Es recurrente la atencin que se presta en todas partes al sistema electoral, y no
siempre por descontentos de coyuntura; las correcciones de cosmtica al Poder
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LA REFORMA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
RICARDO HARO
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RICARDO HARO
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EL ROL INSTITUCIONAL DEL JEFE DE GABINETE DE MINISTROS EN EL PRESIDENCIALISMO ARGENTINO
tiva. En tal sentido es dable poner de resalto las limitaciones y controles impuestos en
la constitucionalizacin de los llamados decretos de necesidad y urgencia, de la dele-
gacin de facultades legislativas y de la promulgacin parcial de leyes.
De otro lado, las restricciones prescritas para la designacin de magistrados infe-
riores y el otorgamiento prioritario al Congreso de la facultad para declarar la inter-
vencin federal. Para afianzar el control, cabe sealar la creacin de la Auditora Ge-
neral de la Nacin y de la Defensora del Pueblo, la independencia del Ministerio
Pblico. Finalmente, y en la institucin que aqu nos preocupa, debe destacarse la
creacin de una nueva institucin dentro del mbito Presidencial, como lo ha sido la
Jefatura de Gabinete de Ministros.
Desde ya podemos adelantar que gran parte de la opinin de los doctrinarios
constitucionalistas, hemos coincidido que con dichas reformas y otras como v.g. la
posibilidad de la reeleccin a pesar de la reduccin del mandato, lamentablemente en
las circunstancias polticas actuales, no slo no se cumpli el objetivo propuesto, sino
que por el contrario, paradjicamente se acentu, se acrecent an ms el fortaleci-
miento de la figura Presidencial.
Vamos ahora a realizar algunas reflexiones sobre la normatividad y la norma-
lidad de la institucin de la Jefatura de Gabinete, que no deja de manifestar un cierto
intento de introducir un tenue ingrediente ms propio de los sistemas parlamentaristas,
intento que desde el retorno al rgimen constitucional en 1983, con el Presidente Alfonsn
y el advenimiento del Partido Radical al gobierno, emergi con coincidencias y disi-
dencias, en los estudios y anlisis de polticos y constitucionalistas.
1. El pensamiento constituyente
Frente a definitorias disposiciones que indudablemente acrecientan el predomi-
nio del P.E., por el art. 100 se ha creado el cargo de Jefe de Gabinete de Ministros,
como una institucin destinada a coadyuvar al objetivo sealado de la atenuacin de
la figura del Presidente. Aqu es trascendental detenernos un poco en el anlisis de
este tpico.
Para ello, debemos sealar que el miembro informante convencional radical Enri-
que Paixao, sostuvo que en este punto, consiste precisamente en incorporar la Poder
Ejecutivo una figura que, desagregando las tradicionales facultades que hoy estn
estructuradas en cabeza del Presidente de la Nacin, d al rgano ejecutivo del gobierno
nacional mayor dinamismo, mayor elasticidad para enfrentar los problemas de crisis y la
garanta de que el pluralismo ha de ser el modo permanente en el ejercicio del poder por
parte del Poder Ejecutivo Nacional.... Las cuatro jefaturas que nuestra Constitucin
pone en cabeza del presidente de la Nacin la del Estado, la de la administracin, la de
gobierno y la militar son desagregadas en esta reforma constitucional.... La creacin
103
RICARDO HARO
104
EL ROL INSTITUCIONAL DEL JEFE DE GABINETE DE MINISTROS EN EL PRESIDENCIALISMO ARGENTINO
7. Hacer recaudar las rentas y ejecutar la ley de Presupuesto, pero el inc. 10 del art.
99 le otorga al Presidente la supervisin sobre el ejercicio de estas atribuciones;
8. Refrendar los decretos reglamentarios de leyes, los que dispongan las sesiones
de prrroga o convoquen las extraordinarias del Congreso, y los mensajes presi-
denciales de iniciativa legislativa;
9. Concurrir a las sesiones de las Cmaras para participar en debates, sin voto;
10. Presentar junto a los restantes ministros, una memoria anual de los departamen-
tos a su cargo
11. Producir los informes y explicaciones verbales y escritas que cualquiera de las
Cmaras solicite al PE;
12. y 13. Refrendar los decretos que ejercen facultades delegadas, y conjuntamente
con los dems ministros, los decretos de necesidad y urgencia, y los que promul-
gan parcialmente leyes, debiendo someterlos personalmente dentro de los diez
das a consideracin de la Comisin Bicameral Permanente.
105
RICARDO HARO
4. Opiniones crticas
Pero lamentablemente, estos loables objetivos, se tornan de muy difcil alcance y
realizacin, a poco que se repare que no obstante que el diseo bsico de la Jefatura de
Gabinete aparece como congruente con tales logros, basta saber nada ms y nada me-
nos, que segn lo prescripto por el art. 99 inc. 7, el Presidente por s solo nombra y
remueve al Jefe de Gabinete de Ministros, para que el panorama institucional se vuel-
va harto incierto.
Con esta ltima atribucin del Presidente, se desmorona la institucin del Jefe de
Gabinete como rgano de limitacin de las atribuciones presidenciales, pues como
bien se sabe, un principio bsico en la doctrina del control y de la limitacin, es aqul
que afirma que para una verdadera supervisin, no puede existir ningn rgano de
control que no sea independiente del rgano controlado, circunstancia que no se
configura cuando como en el caso sub-examine, el Jefe de Gabinete depende en su
designacin y en su desempeo, del Presidente de la Nacin al que se pretende ate-
nuar o limitar. Esto es de trascendental importancia.
A la luz del texto de las prescripciones introducidas en la reforma constitucional,
resulta para nosotros evidente, que desde le punto de vista normolgico: a) No existe
una descentralizacin del poder presidencial en otro rgano diferente y autnomo. b)
Lo que s existe es un cambio en la conformacin interna del accionar del P.E., consis-
tente en una desconcentracin de funciones, de tipo gerencial en cabeza del Jefe de
Gabinete, que ms que limitar al Presidente, lo constituye en un colaborador que le
alivia y agiliza el trmite de muchas tareas que la CN confiere al hombre de confian-
za del Presidente. As las cosas, no aparece arbitrario decir que la reforma de 1994,
cre un Presidencialismo Gerencial.
106
EL ROL INSTITUCIONAL DEL JEFE DE GABINETE DE MINISTROS EN EL PRESIDENCIALISMO ARGENTINO
(2) Como lo decamos supra varios constitucionalistas, se han pronunciado con diversos
argumentos crticamente sobre la institucin del Jefe de Gabinete, pudiendo convocar, entre otros, a
los siguientes:
Jorge Reinaldo Vanossi, en su trabajo Rgimen Mixto o Sistema Hbrido? El Nuevo
Presidencialismo Argentino en el colectivo Comentarios a la Reforma Constitucional de la Asocia-
cin Argentina de Derecho Constitucional, ao 1995, pgs. 339/48, afirma: Es claro que por este
reparto de competencias, que el Jefe de Gabinete desconcentrar funciones al Presidente, pero no
descentralizar el poder. La clave de la cuestin est en la descentralizacin. Y por lo tanto la figura
del Jefe de Gabinete no sirve para lo que realmente importaba, que era aumentar el control (o aumen-
tar el vigor de un control desfalleciente) y procurar una mayor descentralizacin poltica.
Nstor P. Sags en Elementos de Derecho Constitucional, Edit. Astrea, 1997, T. I, pgs. 472/
73, destaca que el jefe de gabinete de ministros, parece copiado del sistema peruano de presidente
del consejo de ministros (actualmente C. 1993, art. 123), configurndose como un mini premier,
cuya estatura poltica tiende, en nuestra experiencia local, a ser baja. De hecho no ha implicado
ninguna reduccin sustancial a los poderes presidenciales.
Dardo Prez Guilhou, en el colectivo de la Asociacin Argentina de Derecho Constitucional
La Reforma Constitucional Argentina, ao 1994, pg. 77, afirma que se aprecia lo irrelevante de la
presencia de la figura del Jefe de Gabinete y que el poder presidencial, saldr fortalecido.
Alberto Natale, convencional constituyente, en su libro Comentarios sobre la Constitucin
La Reforma de 1994, Depalma 1995, en pgs. 134/5 nos dice: La figura del jefe de gabinete de
ministros aparece como una creacin novedosa de la reforma. Se la explic como un factor de
atenuacin del poder presidencial. Sin embargo, apenas se analiza su emplazamiento dentro del es-
quema constitucional, se advierte que ser una figura contingente, con rango y funciones parecidas a
las que hoy desempea la Secretara General. Designado y removido por el presidente, y con cometi-
dos que estarn siempre supeditados a la voluntad del titular del Poder Ejecutivo.
Jos Manuel Benvenuti, en el citado libro colectivo Comentarios a la Reforma Constitucio-
nal de la Asociacin Argentina de Derecho Constitucional, seala en pg. 352, que el reparto de
competencias entre el Presidente y el Jefe de Gabinete, en los hechos, es ms fingido que real, pudien-
do el primero remover al segundo a voluntad y por s slo, Hay s un traslado de atribuciones adminis-
trativas a favor del Jefe de Gabinete.
Helio Juan Zarini, en Derecho Constitucional, pgs. 798/99.
Daniel Sabsay y Jos M. Onaindia, en La Constitucin de los Argentinos, Edit. Errepar, ao
1994, pgs. 334/35.
Daniel Gmez Sanchs, en el colectivo Derecho Constitucional de la Reforma de 1994, Ins-
tituto Argentino de Estudios Constitucionales y Polticos de Mendoza, 1995, Distribuidor Edic.
Depalma, en pgs. 143/194.
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RICARDO HARO
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EL ROL INSTITUCIONAL DEL JEFE DE GABINETE DE MINISTROS EN EL PRESIDENCIALISMO ARGENTINO
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LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
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(Argentina)
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LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
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LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
Hay en cambio, unos pocos pases que cuentan con una autntica actividad
legislativa de origen popular. As, en Uruguay las iniciativas de reforma constitucional
que provienen de la ciudadana y que cuentan al menos con el apoyo del 10% de los
electores hbiles, deben ser sometidas directamente a consulta popular. En Colombia,
por su parte, en los casos en que un proyecto de ley de iniciativa popular haya sido
rechazado en el parlamento, el mismo debe ser sometido a referndum aprobatorio si
as lo solicita el 10% de los electores inscritos en el censo electoral.
Finalmente, la revocatoria de mandato consiste en la facultad de dejar sin efecto
el mandato del titular de un cargo de eleccin popular. Por lo general en Amrica
Latina, esta posibilidad queda limitada al mbito subnacional salvo para los casos de
Colombia, Panam y Venezuela que lo contemplan a nivel nacional. En el caso de este
ltimo pas, est establecido para todos los cargos de eleccin popular, incluido el del
Presidente de la Repblica. Empero, a la fecha, este mecanismo no ha sido empleado a
nivel nacional en ningn pas de la regin. Cabe anotar que por el contrario este meca-
nismo est regulado en varios pases en el mbito subnacional y ha sido utilizado en
algunas oportunidades en Argentina, Ecuador, Per, Bolivia y Colombia entre otros.
El siguiente cuadro sistematiza de manera resumida, en tres categoras de pases,
la situacin actual en materia de regulacin y uso de los mecanismos de democracia
directa. El primer grupo de pases (10) son aquellos en los cuales existe al menos uno
de los mecanismos y ste o estos han sido utilizados. El segundo grupo de pases (3), lo
constituyen aquellos pases que pese a tener regulado alguno de los mecanismos, no lo
han utilizado. Finalmente, el tercer grupo (5) rene a los pases que no prevn ninguno
de estos mecanismos a nivel nacional.
Cuadro N 1
MECANISMOS DE
DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
-A NIVEL NACIONAL-
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DANIEL ZOVATTO G.
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LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
(1) Actualmente tanto en Bolivia como en Costa Rica se estn discutiendo reformas consti-
tucionales que contemplan la adopcin de mecanismos de democracia directa.
117
DANIEL ZOVATTO G.
Cuadro N 2
MECANISMOS DE DEMOCRACIA DIRECTA
UTILIZADOS ENTRE 1978 Y 2000 (2)
(2) En esta tabla se muestran todos los casos en que se utilizaron mecanismos de democracia
directa en Amrica Latina entre 1978 y 2000. Sin embargo debe tomarse nota que en 5 casos los
mecanismos fueron empleados por gobiernos autoritarios antes de que la transicin a la democracia
tuviera lugar: Chile (1980, 88, 89), Panam (1983) y Uruguay (1980).
118
LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
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ERNESTO BLUME FORTINI
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LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
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DANIEL ZOVATTO G.
(4) No tomamos en cuenta los plebiscitos brasileos de 1993 que estaban previstos en la
reforma constitucional de 1988. Tampoco la consulta chilena de 1988 prevista en la Carta de 1980.
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LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
V. BALANCE
123
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LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
(5) En el caso de la Ley de Caducidad de la Pretensin Punitiva del Estado, que constituy una
suerte de amnista general, sin derecho a investigacin, de posibles abusos cometidos por militares y
policas durante el perodo dictatorial, se acept el resultado jurdico, pero la disputa por la memoria
y la historia, as como por reparaciones contina. En el caso de la Ley que permita privatizaciones
parciales en 1992 y que fue rechazada por la ciudadana, el tema sigue en debate, especialmente en el
rea de la telefona y posteriormente formas de transmisin de datos y telefona celular fueron otorga-
das por concesin a operadores privados.
125
DANIEL ZOVATTO G.
informal colombiana de 1990. Como algunos expertos han sealado, este fenmeno no
debe sorprender, dado que en la actualidad predominan las formas dbiles y reactivas,
hasta cierto punto elitistas, de participacin popular, fundamentalmente a travs de
organizaciones no gubernamentales con limitada capacidad de accin a nivel masivo.
Por otro lado, y pese a estar previstos constitucionalmente la puesta en marcha de
estos mecanismos la iniciativa de la sociedad civil no es fcil. Se requiere una conjun-
cin de voluntades alrededor de un tema relevante y movilizador y la conformacin de
un movimiento social que lo impulse. Formalmente y hasta el presente, salvo en el caso
de Uruguay, donde hubo dos intentos de derogacin de leyes, uno fracasado y el otro
aprobado como hemos visto, y el de Colombia para la presentacin de la Ley
Antisecuestro, aprobada posteriormente, no existen otros ejemplos. Pero incluso en el
Uruguay, desde 1992 a la fecha, y pese al intento de realizar nuevos plebiscitos dero-
gatorios en dos oportunidades, no se lleg a contar con la adhesin del 25% de los
ciudadanos del padrn electoral para llegar a la consulta obligatoria.
126
LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
Debido a este fenmeno, la clase poltica y los titulares del Poder Ejecutivo se han
vuelto en la mayora de los pases ms cautos a la hora de usar estos mecanismos, apelan-
do a los mismos cuando estn seguros de un resultado favorable o aplicndolos cuando
son de convocatoria obligatoria, como es el caso de las reformas constitucionales.
En lo que refiere al nivel de participacin electoral durante estas consultas popu-
lares, podemos observar que, en general, el porcentaje de votantes ha sido bastante
bajo. Son especialmente notorios, por su reducida participacin, los casos de Guate-
mala y de Colombia, lo cual coincide con el alto abstencionismo que caracteriza el
comportamiento electoral de estos dos pases. Hay casos en que las consultas, traduci-
das a porcentaje sobre el padrn electoral, resultaron aprobadas o rechazadas por me-
nos del 50% de los ciudadanos inscriptos. Sin embargo, en la mayora de las situacio-
nes en que ello ocurri, los resultados no fueron contestados, ni su legalidad o legitimi-
dad cuestionada por quienes resultaron derrotados.
5.5.1. En general
El uso de los mecanismos de participacin ciudadana no puede decirse que mejo-
re o empeore el funcionamiento de un sistema poltico determinado. La mayora de las
democracias europeas recurren muy ocasionalmente a la consulta popular a escala
nacional, mientras que los Estados Unidos slo lo contemplan en el mbito estatal. Un
estudio comparado del uso de estos mecanismos en los diversos Estados de EE.UU.
evidencia que su empleo suele ser ms frecuente en aquellos Estados que cuentan con
fuertes grupos de inters, gobiernos divididos, legislaturas profesionales y en los cua-
les los requisitos para someter temas a consulta popular directa son bajos.
Por su parte, la experiencia a la fecha en Amrica Latina, tampoco pareciera indi-
car que los mecanismos de democracia directa hayan tenido el impacto deseado en
cuanto a mejorar la representacin o la participacin. Tampoco pareciera que hayan
coadyuvado a disminuir el desencanto con la poltica y los partidos, actuando ms
bien como canales de expresin de este desencanto fuera de las elecciones regulares.
127
DANIEL ZOVATTO G.
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LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
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LA PRCTICA GENERAL DE LAS INSTITUCIONES DE DEMOCRACIA DIRECTA EN AMRICA LATINA
VCTOR BAZN
(Argentina)
( * ) Desde aqu, nuestras sinceras felicitaciones a los Drs. Domingo Garca Belaunde, Jos F.
Palomino Manchego y Jos Carlos Remotti Carbonell, gestores de la idea de homenajear al Dr. Germn
J. Bidart Campos. Asimismo, les agradecemos el habernos honrado invitndonos a participar de esta
importante obra.
131
VCTOR BAZN
querido y admirado por los estudiantes, respetado por sus pares, seguido por sus
discpulos.
Hablar de Germn J. Bidart Campos es hacerlo de quien cada da est ms lejos
del anquilosamiento intelectual y del dogmatismo ideolgico; quien, por fortuna, es
continuamente atacado por ideas originales e innovadoras concebidas en el vientre
de su caudalosa creatividad.
Hablar de Germn J. Bidart Campos es pecar por omisin, defecto que teir de
injusticia a este breve mensaje, ya que en modo alguno podr reflejar en su dimensin
real la gratitud y admiracin que profesamos al Maestro, en primer lugar, por todo lo
que nos ensea y ha enseado; en segundo lugar, por ser uno de los principales culpa-
bles de nuestra pasin por el Derecho Constitucional y, en tercer lugar, por dispensar-
nos el honor de permitirnos ser su amigo. Y l sabe que no somos afectos a lisonjas.
Por todo eso, y mucho ms, gracias, Germn!
132
NUEVAMENTE SOBRE LAS OMISIONES INCONSTITUCIONALES
(1) Vid. Requejo Pags, Juan Luis: Constitucin y remisin normativa. Perspectivas esttica
y dinmica en la identificacin de las normas constitucionales, en Revista Espaola de Derecho
Constitucional, Ao 13, N 39, septiembre-diciembre de 1993, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, Espaa, pg. 155, nota 64.
(2) Vid. Figueruelo Burrieza, Angela: La incidencia positiva del Tribunal Constitucional en
el Poder Legislativo, en Revista de Estudios Polticos, N 81, junio-septiembre de 1993, pg. 67.
(3) Vid. Villaverde Menndez, Ignacio: La inconstitucionalidad por omisin, Mc Graw-Hill,
Madrid, Espaa, 1997, pg. 3.
133
VCTOR BAZN
(4) Para un anlisis de las soluciones que ofrece el derecho comparado respecto de la
inconstitucionalidad por omisin, sea desde los textos constitucionales o desde la doctrina judicial,
ver Bazn, Vctor: Un sendero que merece ser transitado: el control de la inconstitucionalidad
omisiva, en el libro colectivo coordinado por el mismo autor: Desafos del control de
constitucionalidad, Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires [en adelante: Bs. As.], Repblica
Argentina [en lo sucesivo: Rep. Arg.], 1996, pgs. 175/201.
(5) Cfr. Sags, Nstor Pedro: Inconstitucionalidad por omisin de los Poderes Legislativo y
Ejecutivo. Su control judicial, en El Derecho, T 124, Bs. As., Rep. Arg., 1987, pg. 959.
134
NUEVAMENTE SOBRE LAS OMISIONES INCONSTITUCIONALES
expedir una resolucin para conferir solucin a la peticin planteada, pudiendo en cual-
quier momento el rgano remiso dictar la norma faltante). Coincidentemente con lo apun-
tado, cabe aclarar con Aragn (6) que la proyeccin normativa (de un precepto consti-
tucional) puede hacerla el rgano jurisdiccional, al que le est permitido actuar en
trminos de discrecionalidad jurdica, pero no de discrecionalidad poltica.
Por ende, la cuestin a dilucidar reconduce a la bsqueda del equilibrio justo
entre el margen de accin (o de inaccin) del legislador y la necesidad de otorgar
adecuada proteccin a los derechos que se encuentran adormecidos a causa del incum-
plimiento en que aqul incurre no obstante la imposicin constitucional. La cuestin
recepta un plus axiolgico si involucra a derechos fundamentales, pues como ha di-
cho Mortati la discrecionalidad del legislador debe ceder frente a prescripciones cons-
titucionales que le impongan la obligacin de proveer a la tutela de tales derechos, lo
que no excluye la determinacin de cmo cumplirlas, de tal forma que de la eleccin
del modo considerado como el ms adecuado para satisfacerlos no se derive la reduc-
cin del contenido mnimo necesario para no tornar puramente ilusoria la satisfaccin
del inters protegido (7). Vemos all la legtima posibilidad de que acte la judicatura
declarando que la omisin es inconstitucional, en tanto discrecionalidad no es sinni-
mo de arbitrariedad, y dicha esfera decisional del rgano legislativo no debe enten-
derse como inmunidad para hacer, no hacer, o hacer de cualquier manera (8) aquello
que la Constitucin le impone. Conectado con ello, Fernndez Segado (9) ha afirmado
que los derechos fundamentales no requieren la previa interpositio legislatoris, ya que
vinculan de modo inmediato, aun cuando no deba ignorarse que, como ha significado
el Tribunal Constitucional espaol, en aquellos supuestos en que la Constitucin reco-
nozca un derecho, pero realice a su respecto una reserva de configuracin legal,
aquel mandato constitucional tiene (hasta que se suministre la regulacin legal), un
contenido mnimo que siempre debe ser protegido, pues la dilacin en el cumplimiento
del deber que la Constitucin impone al legislador no puede lesionar el derecho reco-
135
VCTOR BAZN
damental de la Repblica Federal de Alemania, Astrea, Bs. As., Rep. Arg., 1973, pg. 109. El libro
citado constituye, a nuestro juicio, un excelente y premonitorio aporte para el estudio de la problem-
tica de las omisiones inconstitucionales y de la crtica a la distincin entre normas programticas y
operativas.
(12) Cfr. Fernndez Segado, Francisco: Dogmtica de los derechos humanos, conferencia
136
NUEVAMENTE SOBRE LAS OMISIONES INCONSTITUCIONALES
que fue acatada promulgndose la ley el 19 de agosto de dicho ao, para entrar en vigor
el 1 de julio de 1970 (13).
De la norma que provoc la ejemplarizadora sentencia del Tribunal no surga plazo
expreso alguno para el cumplimiento del encargo al legislador, mas la importancia del
bien jurdico que el precepto intentaba tutelar y su anclaje axiolgico exigieron una
solucin satisfactoria desde la jurisdiccin, en tanto el rgano legisferante omita pro-
porcionarla y, al dejar ste transcurrir el tiempo, adquiri pleno significado el art. 1
inc. 3 GG. (14), hacindose necesaria la concrecin de la voluntad constitucional en
tanto fuera posible llevarla a cabo prescindiendo del legislador (15). Adems del venci-
miento del plazo adecuado para la sancin de la ley de adaptacin de la norma consti-
tucional, el sustento primordial del rgano jurisdiccional fue que el precepto en juego
involucraba un contenido legal suficientemente positivo y claro que le permita actuar
como clusula general directa sin que peligrara insoportablemente la seguridad jurdi-
ca (16), paralelamente a que entendi que hubiese sido incompatible con el carcter de
norma constitucional interpretar que la Constitucin se contentase con rebajar la previ-
sin del art. 6 inc. 5 a la categora de mera expresin programtica; por el contrario,
estim procedente sostener que, en el caso de la norma indicada, la voluntad constitu-
cional deba ser ejecutada por la justicia (17).
En otro orden, Fernndez Segado (18) apunta que para la determinacin de la exis-
tencia de la omisin inconstitucional, los extremos a considerar sern la trascendencia
de la mediacin legislativa conectada con el elemento temporal, parmetros ambos
decisivos para precisar la razonabilidad del tiempo por el que se prolonga la inaccin
legislativa. Estima que, de ese modo, es como puede entender que la mera no realiza-
cin normativa de un mandato constitucional abstracto engendra simplemente un in-
cumplimiento de las exigencias constitucionales, que no obstante ser criticable, no es
suficiente para convertirla en omisin legislativa inconstitucional calidad a la que
arribar, cuando dejara de ser razonable la inercia admitida hasta ese momento como
(13) Cfr. Fernndez Rodrguez, Jos Julio: La inconstitucionalidad por omisin. Teora gene-
ral. Derecho Comparado. El caso espaol, Civitas, Madrid, Espaa, 1998, pg. 314.
(14) Que estableca que los derechos fundamentales que a continuacin detallaba (y entre los
que se inclua la igualdad art. 3 GG. y la mencionada pauta que involucraba a los hijos ilegtimos
y legtimos art. 6 inc. 5 ibid) vinculan a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial a ttulo de
derecho directamente aplicable.
(15) Considerando B.I.4.b (cfr. traduccin de su texto en: Pina, Rolando E., op. cit., pg. 86).
(16) Considerando B.I.5. (ibidem, pg. 89).
(17) Considerando B.I.4.b (ibidem, pg. 87).
(18) Fernndez Segado, Francisco: Los nuevos retos del Estado social para la proteccin ju-
risdiccional de los derechos fundamentales (Conclusin), en El Derecho, Ao XXXII, N 8.545, Bs.
As., Rep. Arg., 25/07/94, pg. 4.
137
VCTOR BAZN
Estado. Em especial tipos, contedo e efeitos das decises sobre a constitucionalidade de normas
jurdicas, en Boletim de Documentao e Direito Comparado do Ministrio de Justia de Portugal,
Ns. 29-30, Lisboa, Portugal, pgs. 61 y 64/69 (Fernndez Segado, Francisco: op. cit. [Los nuevos
retos ...], idem, nota 113).
(20) Schneider, Hans-Peter: Jurisdiccin constitucional y separacin de poderes, en Revista
138
NUEVAMENTE SOBRE LAS OMISIONES INCONSTITUCIONALES
Wrzburg, 1969, pg. 35; mencionado por Gomes Canotilho, Jos Joaquim, op. cit. [Constituio ...],
pgs. 332/333, nota 9.
(23) Wessel, W.: Die Rechtsprechung des Bundesverfassungsgerichts zur
139
VCTOR BAZN
la ley (25), o tal como afirma Fernndez Rodrguez cuando se produzca una regulacin
deficiente a causa de la falta de complitud (sic) de la norma (26).
En tal supuesto (omisin relativa), el control jurisdiccional de constitucionalidad
excitado por la omisin en perjuicio de algunos sale al rescate de la supremaca
constitucional, que ha sido momentneamente neutralizada. Obviamente y en sintona
con lo que hemos venido sosteniendo, no cualquier omisin viabilizar el control;
slo aqulla cuya textura y efectos sean constitucionalmente relevantes y no concreten
en forma completa una determinada e inequvoca imposicin constitucional (o de un
tratado internacional que recepte la valencia expuesta supra). Una de las opciones que
tendra a su alcance el rgano jurisdiccional sera la complementacin de la norma
despareja, para calibrarla equitativamente a fin de restablecer la igualdad quebra-
da naturalmente, con alcance limitado al caso concreto y proporcionar, de ese modo,
satisfaccin a la pretensin de los perjudicados. Podra prevalerse del recurso a las
sentencias aditivas (27).
Respecto de la garanta de igualdad, juzgamos de vala formular algunas precisio-
nes: nos hacemos cargo de la dificultad que plantea la tesis que sustentamos (control
de las inconstitucionalidades omisivas) en un pas como la Repblica Argentina en el
que el control de constitucionalidad es jurisdiccional difuso y con jurisprudencia no
vinculante. Lanzada dicha prevencin acerca de las caractersticas del sistema de
contralor constitucional imperante en el orden federal, sin demasiado esfuerzo co-
mienzan a aparecen algunos cuestionamientos: Qu sucedera si un juez admite la
solicitud de declaracin de la inconstitucionalidad por la omisin relativa que ha pro-
ducido un quiebre del principio de igualdad, mientras otro magistrado falla en forma
diversa? No brotara all una violacin a la garanta de igualdad dado que el fallo del
primero de los jueces (el que acoge la peticin) slo tiene efectos inter partes y para el
caso concreto en que se plantea? De cualquier modo, estimamos que en estos supues-
tos el riesgo no es mayor que el que normalmente se corre ante cualquier pretensin de
inconstitucionalidad (ya por accin) en la que se pueden obtener respuestas
intercadentes. Son los bemoles del control de constitucionalidad desconcentrado.
Frente a aquellos peligros latentes de corrosin de la garanta de igualdad, ofrece-
mos escuetas fundamentaciones a modo de potenciales pautas morigeradoras: a) Como
paliativo, y para producir una nivelacin de la jurisprudencia, podra acudirse a me-
canismos unificatorios (v.gr., fallos plenarios) (28); b) por su parte, es importante recal-
140
NUEVAMENTE SOBRE LAS OMISIONES INCONSTITUCIONALES
car que, as como nadie posee un derecho subjetivo a obtener una legislacin determi-
nada en abstracto (29), se ha sealado que es constante la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia de la Nacin en el sentido de que no son impugnables ni la des-
igualdad derivada de la interpretacin que del texto de la norma hagan los jueces al
aplicarla conforme las particulares circunstancias del caso concreto, ni la existencia de
fallos contradictorios dictados por tribunales distintos en relacin con situaciones jur-
dicas similares, aplicando idnticas normas legales (30).
Por fin, vemos una dplice posibilidad de censura en la suerte de sui generis self-
restraint que en el orden federal argentino tradicionalmente se ha impuesto la Corte
Suprema de Justicia de la Nacin argentina (con notables disidencias de algunos de sus
miembros y con alguna matizacin que invita a augurar la definitiva superacin de una
doctrina judicial inconsistente, tal como indicaremos en la nota a pie de pgina N 31),
al abstenerse de declarar la inconstitucionalidad de una norma aplicable al caso con-
creto sometido a su jurisdiccin (aun cuando persuadida de la anticonstitucionalidad
de aqulla) por la simple razn de que tal solucin no le fue requerida por las partes o lo
fue ms en forma extempornea (31): desde el costado activo, en tanto estara emitiendo
una sentencia arbitraria que no sera derivacin razonada del derecho vigente o que ha-
bra sido vehiculada por un error de derecho, pero en todo caso descalificable como acto
jurisdiccional; y, desde el perfil pasivo, pues incurrira en inconstitucionalidad por
omisin al no cumplir la misin que le viene deferida de proteger y garantizar la supre-
maca de la Constitucin. Huelga afirmar que somos firmes sostenedores de la viabili-
dad del control jurisdiccional de constitucionalidad de oficio (32).
(29) Argumento sostenido por la Corte Suprema de Justicia de la Nacin. De cualquier modo, y
aun cuando nadie tenga derecho a que se dicte una legislacin determinada, s existe derecho a que
se sancione alguna normativa para motorizar el designio constitucional y, para ello, sera menester
contar con una va jurisdiccional determinada que resulte idnea para impeler al rgano renuente a
que acte o, al menos, para que el juez interviniente supla la omisin legisferante incurrida, expidien-
do una resolucin con efectos ceidos al caso concreto y a las partes del mismo. (cfr. Bidart Campos,
Germn J.: Sobre derechos humanos, obligaciones y otros temas afines, en Estudios en homenaje
al Dr. Hctor Fix-Zamudio en sus treinta aos como investigador de las Ciencias Jurdicas, t. I
(Derecho Constitucional), Instituto de Investigaciones Jurdicas de la U.N.A.M., Mxico, D.F., 1988,
pg. 83).
(30)Bidart Campos, Germn J.: Manual de la Constitucin reformada, t. I, Ediar, Bs. As., Rep.
Arg., 1996, pg. 534.
(31) Como adelantbamos, justo es reconocer que la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia de la Nacin est abrindose en favor de la admisin de la declaracin de inconstitucionalidad
de oficio, pues ha comenzado a aceptar la posibilidad de introducir el caso federal en ocasin de
expresar agravios en segunda instancia, cuando se omiti hacerlo en la primera oportunidad procesal
(in re: Ricci, Oscar Francisco Augusto c. Autolatina Argentina S.A. y otro s/ accidente Ley 9.688).
El fallo ntegro puede consultarse en El Derecho, Ao XXXVI, N 9.598, 01/10/98, Bs. As., Rep.
Arg., pgs. 1/4.
(32) Ver Bazn, Vctor: La Corte, la declaracin de inconstitucionalidad de oficio y el sendero hacia
la superacin de una doctrina judicial inconsistente, en El Derecho, op. cit. (nota anterior), pgs. 1/6.
141
VCTOR BAZN
5. Luego del planteo que efecturamos, y para evitar caer en la inocuidad del
anlisis, corresponde dedicar un brevsimo prrafo a las soluciones que podran
dispensarse jurisdiccionalmente para salvar la omisin inconstitucional (33). A modo de
aclaracin introductoria y a riesgo de incurrir en reiteraciones, sugerimos no perder de
vista que la siempre declamada garanta de acceso a la jurisdiccin implica
disclpesenos la tautologa permitir al peticionante transitar tilmente el camino pro-
cesal (a travs de la llave de apertura que le proporciona la legitimacin) y, tambin, la
ineludible obligacin de proporcionarle una sentencia justa y vlida (adecuada a la
Constitucin). Y, en tal lnea argumental, propiciamos se viabilice el ingreso jurisdic-
cional del damnificado quien, excitando la intervencin del rgano judicial, pueda
alegar la existencia de un perjuicio motorizado a partir de una omisin inconstitucio-
nal (actitud reticente que le impide gozar de un derecho, o bien, disfrutarlo en pleni-
tud) (34). Paralelamente, deberan ponerse en funcionamiento medios idneos para ga-
rantizar la efectividad del fallo que acogiera la peticin de declaracin de
inconstitucionalidad por omisin, en orden a que dicha sentencia no se torne ilusoria y,
por ende, frustrnea de la solucin que dispensa; ello, para evitar caer en la inocuidad
genrica del sistema portugus o en la especfica del brasileo, cuando el rgano remi-
so es el Poder Legislativo (35).
Inicialmente, corresponde reiterar la existencia de gradaciones en cuanto a la po-
sible omisin inconstitucional (categoras omisivas conectadas con el alcance del acto
no realizado: individual o general; con la ndole de la omisin incurrida: absoluta o
relativa; o con la posibilidad de controlar las normas de prognosis).
Al solo efecto ilustrativo, y como supuestos meramente hipotticos y tericos,
indicamos las siguientes posibilidades que seguiran a la declaracin de la
inconstitucionalidad omisiva (36), partiendo de la premisa de que el magistrado (frente
v.gr. la iniciativa popular legislativa como institucin de democracia semidirecta, ver Bazn, Vctor:
La Constitucin y la jurisprudencia contra la inercia legislativa o el principio del fin de las excusas,
en Economa, Constitucin y derechos sociales, volumen mltiple coordinado por Germn J. Bidart
Campos, Ediar, Bs. As., 1997, pgs. 111/174, en especial, pgs. 130/146.
(34) Hacia la viabilidad de una posibilidad de tal tenor conduciran algunas refrescantes consi-
deraciones vertidas por el mximo tribunal argentino en la causa Ekmekdjian c/ Sofovich, de 07/
07/92 (Jurisprudencia Argentina, T 1992-III, Bs. As., Rep. Arg., pgs. 199/221). Sobre el punto,
ver Bazn, Vctor: op. cit. [Un sendero que merece ..., en Desafos del ...], pgs. 215/220.
(35) Vase Bazn, Vctor: Inconstitucionalidad por omisin: la experiencia brasilea y un
ejemplo a tener en cuenta por el derecho argentino, en Entre Abogados, Ao IV, N 8, Foro de
Abogados, San Juan, Rep. Arg., 1996, pgs. 18/30, en especial, pgs. 24 y 26/28.
(36) Naturalmente, la solucin depender del tipo de sistema controlador de las omisiones in-
constitucionales que se adopte, ya que aqulla podra variar radicalmente de acuerdo con la densidad
e intensidad fiscalizadoras, postura subjetiva del magistrado en cuya rbita jurisdiccional se emplace
142
NUEVAMENTE SOBRE LAS OMISIONES INCONSTITUCIONALES
el caso a dilucidar, etctera. Las sugerencias que se formulan, absolutamente provisionales y discuti-
bles, se cien al contexto argentino.
(37) Respecto de las posibilidades del Tribunal Constitucional espaol de sancionar las omi-
siones legislativas, Figueruelo Burrieza seala los siguientes mecanismos: 1) La tcnica de las reco-
mendaciones al legislador; 2) las sentencias manipulativas en su vertiente aditiva o constructiva
a las que aludimos en el texto; 3) las sentencias que declaran la inconstitucionalidad parcial de una
norma en relacin con la vulneracin del principio de igualdad; y 4) las que declaran la
inconstitucionalidad sin nulidad (op. cit., pgs. 70/72). Al menos en nuestro contexto argentino, las
recomendaciones al legislador no tendran demasiada virtualidad, pues ste sabe perfectamente que
ha incurrido en omisin inconstitucional y, si se permite desobedecer el precepto constitucional, con
mayor razn desoir las observaciones que le formule el juez. No slo se mantendra el omisivo statu
quo, sino que, adems, se dejara sin solucin al peticionante cuyo derecho ha resultado concreta-
mente violado. La tcnica recomendativa podra ser til si se la complementara o combinara con la
expresa resolucin de la peticin del afectado, con efectos inter partes y ceidos al caso concreto en
el que aqulla fue propiciada, procurando sofocar los efectos perjudiciales que el silencio legislativo
le provoca.
(38) Bidart Campos, Germn J.: La justicia constitucional y la inconstitucionalidad por
omisin, en El Derecho, T 78, Bs. As., Rep. Arg., 1978, pg. 789.
(39) Ejemplificativamente, rememoramos que la Constituciones de las Provincias argentinas
143
VCTOR BAZN
mentaria que ha violentado la garanta de igualdad ante la ley (al excluir arbitrariamente
a algunos de lo que acuerda a otros), o corregir para el caso concreto el perjuicio
producido al impetrante por la deficiente reglamentacin emitida.
c) En los casos de las normas de prognosis (40) (que son aquellas que, dictadas para
operativizar un mandato constitucional concreto, han sufrido el desgaste o desfase
como consecuencia de circunstancias sobrevinientes, deviniendo anacrnicas y, por
ende, disvaliosas configurndose la inconstitucionalidad, precisamente, por la falta
en que el legislador incurre al omitir mejorarlas o corregirlas y de ello se desprendan
consecuencias gravosas para la efectivizacin de derechos fundamentales (41)), el juez
slo quedara habilitado para remediar el desfase provocado por las circunstancias
sobrevinientes, si de aqul surgiera el impedimento fctico total del derecho o garanta
que quedaban respaldados por la norma desactualizada, provocndose un real blo-
queo de la previsin constitucional o del tratado internacional con jerarqua constitu-
cional. En la especie, la virtualidad del control sera slo excepcional (42).
III. EPLOGO
El control de las omisiones inconstitucionales no apunta a habilitar un arma
para convalidar indebidas interferencias de la judicatura en los restantes rganos
estaduales. De lo que s se trata es de evitar que la mora legislativa (o la de los rganos
(40) Stettner, Rupert: Die Verpflichtung des Gesetzgebers zu erneunten Ttigwerden bei
fehlerhaften Prognose, Deutsches Verwaltungsblatt (DVBl), c. 23, 1982, pgs. 1123 y sgts.; mencio-
nado por Gomes Canotilho, Jos Joaquim, op. cit. [Direito ...], pg. 1091, nota 49.
(41) Ver Bazn, Vctor; op. cit. [Un sendero que merece ..., en Desafos del ...], pgs. 230/
231.
(42) Mutatis mutandi, nos preguntamos si el criterio sentado por la Corte Suprema de Justicia
de la Nacin en los casos Bonorino Per, Perugini, Duraona y Vedia y Grieben (en los que
la Corte estuvo integrada por conjueces), no recogeran con grandes reflejos anticipatorios, algu-
nos aspectos del control sobre las normas de prognosis. Al respecto, recurdese que en aquellos fallos
palabras ms, palabras menos, se dijo, en referencia a la obligacin del entonces artculo constitu-
cional 96 (hoy 110): La obligacin constitucional de mantener el significado econmico de aquellas
retribuciones [de los magistrados judiciales] debe llevarse a cabo cuando su desfase se produce con
una intensidad deteriorante el remarcado nos corresponde (ver, v.gr., en Duraona y Vedia
considerando 6, Jurisprudencia Argentina, T 1986-IV, Bs. As., Rep. Arg., pgs. 52/53). Asimis-
mo, y al solo efecto ejemplificativo, algunas pautas jurdicas del caso Eusebio fallado por la Corte
Suprema de Justicia de la Nacin el 9 junio de 1987 (Jurisprudencia Argentina, T 1988-I, Bs. As.,
Rep. Arg., pgs. 542/546), podran servirnos de soporte para una construccin terica de las normas
de prognosis y de la probabilidad de que ellas caigan en las redes del control de constitucionalidad, a
causa de la omisin inconstitucional del legislador (ver Bazn, Vctor: Hacia la plena exigibilidad
de los preceptos constitucionales: el control de las omisiones constitucionales. Especial referencia a
los casos de Brasil y Argentina, en el libro colectivo coordinado por el mismo autor:
Inconstitucionalidad por omisin, Temis, Bogot, Colombia, 1997, pgs. 86/88 y 89/90).
144
NUEVAMENTE SOBRE LAS OMISIONES INCONSTITUCIONALES
(43) La expresin corresponde a Gomes Canotilho, Jos Joaquim; op. cit. [Constituio ...],
pg. 333.
(44) Refirindose a las sentencias aditivas y a las probables limitaciones para evitar los ex-
cesos judiciales, ver Pizzorusso, Alessandro: Lecciones de Derecho Constitucional, T II, trad. de
Javier Jimnez Campo, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, Espaa, 1984, pg. 342.
(45) La labor del Tribunal Constitucional italiano durante el ao 1993 (texto presentado en
rueda de prensa por el Presidente Casavola), en la seccin Crnicas y Documentacin de Cuader-
nos de la Ctedra Fadrique Furi Ceriol, N 7, trad. de Remedio Snchez Frriz y Luis Jimena Quesada,
Universidad de Valencia, Espaa, 1994, pg. 149.
(46) En este estudio hicimos ya alusin a las sentencias apelativas del Tribunal Constitucional
alemn (ver subcap. II.3). Respecto de las sentencias aditivas del Tribunal Constitucional espaol,
pueden citarse enunciativamente las siguientes: 81/1982, de 21 de diciembre; 103/1983, de 22 de
noviembre; 104/1983, de 23 de noviembre; o las sentencias en cadena sobre objecin de conciencia al
servicio militar que principian con la ya referida STC 15/1982, de 23 de abril (cfr. Figueruelo Burrieza,
op. cit., pg. 70). Ms recientes son las SSTC 222/1992, de 11 de diciembre y 3/1993, de 14 de enero
(cfr. Vecina Cifuentes, Javier: Las sentencias aditivas del Tribunal Constitucional y el respeto al
legislador, en Revista Justicia 1993, Ns. III-IV, pg. 478).
145
VCTOR BAZN
(47) Para evitar masoquismos (y, por qu no, sadismos?) innecesarios, slo recordaremos
genricamente y sin entrar en detalles, algunas expresiones que testimonian la dependencia que el
mximo tribunal federal argentino en su composicin actual (particularmente, la denominada mayo-
ra automtica o menemista de cinco sobre nueve) rinde al poder poltico: rebalanceo telefni-
co; privatizacin de aeropuertos; incorporacin de senadores oficialistas en flagrante violacin
de claras disposiciones constitucionales; inter alia.
(48) CSJN, in re: Siri (Fallos, 239:459). La alusin relativa a la fuerza obligatoria de los
artculos y clusulas constitucionales se debe a que en el mencionado caso la Corte cit expresamente
a Joaqun V. Gonzlez (Manual de la Constitucin Argentina, Obras Completas, Vol. III, Ns. 82,
89 y 90, Bs. As., Rep. Arg., 1935), receptando tal aseveracin e inoculndola al fallo.
146
NUEVAMENTE SOBRE LAS OMISIONES INCONSTITUCIONALES
Queremos tratar algunas temas sobre los cuales no todos estamos obligados a
tener el mismo pensamiento, lo fundamental que plantearnos en el juego dialctico del
anlisis, dada la importancia del Derecho en un mundo en el que existe un desarrollo
tecnolgico, cientfico y la profundizacin de un sistema que fundamentalmente va
dirigido a la deshumanizacin de las interrelaciones humanas. El Derecho se presenta
casi como un elemento extrao porque en este mundo de gran desarrollo prima el
concepto econmico y se trata de supeditar el tema jurdico legal en general a la instan-
cia econmica y de all surgen tergiversaciones en la normatividad, el Derecho del ms
fuerte se impone. Hablando del Derecho Internacional podemos decir que est sufrien-
do su desconocimiento, est en agona desde el momento que se han dictado leyes
nacionales con vigencia y aplicacin extraterritorial.
Tenemos el ejemplo en el gran problema contemporneo del bloqueo, un pas
puede bloquear a otro, pero no tiene ningn Derecho a imponer sus normas para que
otros pases que no han aprobado la ley bloqueen; un pas tiene Derecho a descertificar
a otro, pero no tiene ningn Derecho a que otros Estados o los organismos internacio-
nales creados para facilitar la convivencia humana descertifiquen a otros y esto mues-
tra la desvalorizacin del Derecho Internacional, nos vuelve a los tiempos romanos
cuando ellos crean el ius gentium para someter a los pases que estn estaban allende
sus fronteras, lex Romanorum omni urbis decan, la ley romana para todos, sean o no
sean romanos. Para escapar a su conquista, y aislamiento los pueblos que estaban ms
all de sus fronteras tenan que mandar emisarios para llegar a acuerdos y ser tributa-
rios a fin de que les respeten su autonoma, hacienda y sus vidas; yo me pregunto Si
estamos volviendo a esos tiempos?
Otro fenmeno es la desnaturalizacin del Derecho en todo sentido fundamental-
mente, del Derecho privado que se est desnormativizando debido a una autonoma de
la voluntad sin lmites. El Derecho privado prcticamente ha sido absorbido por el
Derecho Procesal y ante esto hay que reconocer por una parte la orientacin creciente
que va teniendo en los del Derecho Constitucional. Antes la Ciencia Constitucional
147
BENJAMN MIGUEL HARB
defina la Constitucin como aquellas normas que determinan los Derechos, las obliga-
ciones de las personas, la organizacin y el funcionamiento del Estado, hoy el Derecho
Constitucional ms se ha convertido en un eje y equilibrio entre el Estado y el individuo
tendiente a reducir a su mnima expresin al Estado, no obstante que el profesor Fran-
cisco Fernndez Segado de la Universidad de Santiago de Compostela deca que el
Derecho Constitucional es un cdigo de conducta. La nueva tendencia seala que la
norma es reguladora y garantizadora de las conductas y de las personas, pero en lo
mnimo limita a la intervencin del Estado y al Derecho Constitucional para dar margen
mayor a la desregulacin de las relaciones sociales.
En Bolivia estamos sintiendo un embate grave en el problema de relaciones socia-
les, se habla de flexibilizar la Constitucin, como han hecho otros pases, en lo que toca
a la normatividad de las relaciones patrono-laborales. Si la Constitucin no va a garan-
tizar y regular como ahora lo hace el sistema econmico social, la Carta Magna se va
volver la carta magna del poder econmico. Se ha planteado incluso la eliminacin del
sistema del salario para pagar por el producto, esto quiere decir, pagar solamente por lo
que produce esto tiende a que se trabaje 16 horas al da y 365 das al ao para percibir
el salario que antes se reciba con 8 horas al da, 6 das a la semana y con vacaciones
anuales. Ahora bien el Derecho Constitucional en las condiciones actuales, este eje de
intermediacin, de garanta y del equilibrio del Estado y del individuo tienen a su lado
otra ciencia que hoy en da cobra una importancia que nunca lo tuvo antes, el Derecho
Penal. Todo adelanto cientfico tecnolgico acarrea nuevas normas de conducta y
comportamiento. Estos avances hoy en da estn por bajo del nivel moral en las relacio-
nes humanas. En relaciones internacionales surge una delincuencia que al mismo tiem-
po es internacional y trasnacional, una delincuencia que no puede cometerse solamen-
te afectando a las personas de un slo pas sino a varios y a esto las Naciones Unidas
ha calificado como delincuencia organizada: el terrorismo, el narcotrfico, la trata de
blancas, robo de nios, robo de propiedad intelectual, de casetes, videos, etc. es nece-
sario afrontar esta delincuencia organizada con una reforma del Cdigo Penal que
contemple al mismo tiempo la delincuencia tradicional: robos y homicidios, y que incor-
pore en su seno todas las figuras de la delincuencia internacional. Puede seguirse la
sistemtica espaola, poniendo la gran delincuencia organizada por su importancia en
leyes especiales que tienen aplicacin prioritaria, tienen privilegio en su aplicacin.
Hemos realizado una reforma al Cdigo Penal, tiene partes buenas y malas, una
reforma con poca participacin; evidentemente se ha invitado a profesores del exterior
y tal vez, otros del lado boliviano, pero prcticamente no conocemos su participacin.
Lo primero que hace la reforma del Cdigo Penal es lo lgico, elevar a rango de ley el
decreto ley de 1973 en base al artculo 29 de la Constitucin que determina que el
Poder Legislativo debe aprobar los cdigos, pero luego que se aprueba este primer
artculo y en el siguiente incurrimos en una inconstitucionalidad. La reforma del art-
culo 4 de la aplicacin retroactividad de la ley en cuanto al tiempo, repite mas o
menos lo del original del Cdigo, pero en el prrafo cuarto expresa lo siguiente, no
obstante lo dispuesto los prrafos anteriores, es decir retroactividad de la ley ms
148
LA CONSTITUCIN Y LA REFORMA DEL CDIGO PENAL EN BOLIVIA
favorable; pero las leyes dictadas para regir slo por un tiempo determinado se aplica-
rn a todos los hechos cometidos durante su vigencia, es decir una ley temporal ms
perjudicial para el reo igualmente se aplica. Esta inconstitucionalidad tiene su origen al
haber copiado el Cdigo espaol, pues no se han dado cuenta que la Constitucin
espaola y las otras constituciones del mundo, no tratan la retroactividad o
irretroactividad en el texto, no dicen nada de este tema, porque sigue otra sistemtica.
Es perfecto el prrafo que la ley temporal rige a todos los hechos que suceden en
su vigencia sin importar la ley ms perjudicial o menos perjudicial al sujeto activo del
delito, cuando en la legislacin secundaria se regula. En todas las legislaciones la
irretroactividad y retroactividad estn en los cdigos y nosotros lo hemos puesto en la
Constitucin Poltica del Estado y no podemos modificarla con una simple ley, en el
siglo pasado hemos puesto en la Constitucin el principio de la irretroactividad por
razones polticas suban gobiernos como el de Melgarejo, estropeaba a todo el mundo
y atropellaban los derechos establecidos aplicando la, retroactividad, es entonces que
exista evidentemente el artculo 4 del antiguo Cdigo Civil de 1834 que declaraba la
irretroactividad absoluta de la ley. La Constitucin del 78 y del 80 del siglo pasado
incorpora la irretroactividad para garantizar los Derechos adquiridos y luego en la
Convencin de 1938 le agregamos los prrafos: ser retroactiva cuando sea ms favo-
rable al reo, en materia social cuando favorezca a las personas y as se ha quedado en
la Constitucin en lugar de sacar este principio y colocarlo en cada cdigo respectiva-
mente, por la naturaleza de la materia.
Vamos a seguir con un anlisis en algunas partes, de modo exegtico. Aqu hay
una situacin muy interesante, no se traa simplemente de nombre, se dice en la refor-
ma el Ttulo 11 del libro Primero del Cdigo Penal, fundamentos de punibilidad del
delincuente, antes deca el Cdigo lo siguiente: el delito y el delincuente, formas de
reaparicin del delito y de causas de justificacin, le cambian el nombre y le ponen
bases de la punibilidad, esto lgicamente nos conducira mentalmente a que se pregun-
te cules son las condiciones legales para tipificar una conducta como delito, por ejem-
plo, acto, tipicidad, antijuricidad, pero no dice nada de esto sino pone un ttulo afirma-
tivo; bases de la punibidad, y pasan directamente a hablarnos de exencin de la respon-
sabilidad, esto nos descoloca totalmente en el concepto, para luego hablarnos de exen-
ciones de responsabilidad. Est sistemticamente orientada por Estrafsemberg, posi-
blemente sea bueno para Alemania, pero Bolivia no es Alemania, ese es un problema
en nuestra en la reforma del Cdigo Penal.
Luego tenemos el cambio total de los delitos culposos, todo delito dice la reforma
se supone doloso salvo que el propio Cdigo califique ese delito como culposo, es
decir de hecho si no hay una excepcin en el Cdigo toda conducta es dolosa, entonces
el sujeto sindicado de un delito tiene primero que probar que no ha cometido dolo
dentro de los conceptos nuevos del Cdigo Penal. Sino que puede haber sido una
conducta culposa, salvo que el propio cdigo califique como culposo un delito, como
por ejemplo en el homicidio culposo caso contrario todos los delitos son dolosos y
149
BENJAMN MIGUEL HARB
esto haba que analizado con finura y una penetracin muy grande en una otra oportu-
nidad para ver si contradice el principio de la presuncin de inocencia establecido en la
Constitucin y que si uno ha cometido un delito culposo es inocente, es una gran
riesgo en materia penal, de todas maneras ese es un planteamiento. Luego los cdigos
no definen lo que es la comisin, la omisin y la comisin por omisin pero en la reforma
se define la comisin por omisin en un lenguaje totalmente entrabado: la comisin, la
omisin, la comisin por omisin, estn presentes en la parte especial en cada delito.
Vamos a entrar un problema importante, la Constitucin Poltica del Estado esta-
blece que si delito de traicin a la patria, asesinato y parricidio se les aplicar la pena
de 30 aos de presidio sin derecho a indulto, pero la pena de muerte figuraba en el
Cdigo evidentemente, en esta parte la reforma ha adecuado el Cdigo a la Constitu-
cin. Hay que anotar una cosa, no es verdad que para imponer la pena de muerte se
requiera de reformas constitucionales, no es verdad. La Constitucin, seala a los de-
litos de traicin a la patria, asesinatos y parricidio se les aplicar la pena de 30 aos de
presidio sin derecho a indulto, nosotros no podemos aplicar la pena de muerte para
parricidio, asesinato y traicin a la patria, tenemos que hacer reforma constitucional
pero si queremos imponerla para estos, yo no se por qu, muchos magistrados, aboga-
dos, etc. han explicado que para imponer la pena de muerte para otros delitos hay que
reformar la Constitucin Poltica.
Hay problemas graves, en materia penal, la virtud que ha tenido la reforma es
incorporar nuevas figuras: la legalizacin de ganancias ilcitas llamada vulgarmente
lavado de dinero. El narcotrfico y los otros delitos de la delincuencia organizada no
tendran ningn porvenir si no pueden legalizar sus ganancias. El golpe ms fuerte a la
delincuencia organizada, principalmente contra el narcotrfico es combatir la legaliza-
cin de sus bienes y esto es lo que hace la reforma del Cdigo Penal en el artculo 148
bis. Ha puesto el tipo penal que tiende a luchar contra la legalizacin de ganancias ilcitas
siguiendo la peticin de las Naciones Unidas para que todos los pases legislen en esta
materia. El tipo puede ser bastante amplio, pero es bueno. Lo que puede determinan que
no sea aplicable es que en el sistema bancario por intereses nacionales de algunos
pases estn vigentes las cuentas innominadas y las cuentas con nombres falsos.
El narcotraficante acumula gran parte de su dinero en cuentas innominadas se
investiga en cualquier parte del mundo su fortuna y no se encuentra lo que tiene, esto
conviene al banco, porque si muere el titular y nadie tiene la clave, el banco se apodera
de la plata, parte de las cuentas innominadas estn precisamente establecidas para cubrir
el origen ilcito del dinero, entonces el lavado a nivel internacional por ms que se tomen
medidas normativas en el Cdigo Penal necesita su complementacin en el sistema
bancario que permita la investigacin y la prohibicin de cierta categora de cuentas.
Vamos a referirnos al problema del tipo del delito del terrorismo, el artculo anti-
guo 133 del Cdigo Penal que deca: (terrorismo).- El que para intimidar o aterrorizar
a toda o parte de una poblacin, para suscitar alarma, desordenes, hace estallar bom-
bas, petardos, materias explosivas, etc., etc. o sea que en el delito poda entrar una
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LA CONSTITUCIN Y LA REFORMA DEL CDIGO PENAL EN BOLIVIA
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BENJAMN MIGUEL HARB
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LA CONSTITUCIN Y LA REFORMA DEL CDIGO PENAL EN BOLIVIA
del delito y nos fijamos simplemente ahora en que hay mucha gente en la crcel y hay,
que vaciarlas con razn y sin razn, cuando se hiere a una persona y hay que amputarle
un miembro quien le paga lo que no ha de poder trabajar por toda su vida?, quin
mantiene a la familia cuando se mata al padre que era el sustento? En los Estados
Unidos la accin penal la dirige el Fiscal, el Sheriff y a veces ni siquiera el daado por el
delito interviene en la accin penal, pero s el Estado da la gran proteccin a la vctima
a travs de fabulosas indemnizaciones. Est en el Cdigo Penal, hay la parte civil, la
indemnizacin pero qu instrumento hay.
Es necesario para cobrar que nosotros en conjunto comencemos a pensar, en la
formulacin de un nuevo Cdigo Penal con estos conceptos de equilibrio, el artculo
26 del Cdigo Penal dice: la sancin se divide en dos, en penas y medidas de seguri-
dad, la pena tiene por objeto la readaptacin social del delincuente y su enmienda, que
podemos hacer con la fianza juratoria donde est por en medio la readaptacin social
y la enmienda sin tener un estudio de diagnstico para la persona que ha de ser benefi-
ciada con libertad. Yo hago estas reflexiones porque el pas tiene que entrar en una
nueva tnica, hemos cometido errores al aprobar esta ley. Se han explicado estos erro-
res en la Cmara, pero el falso concepto que nos han invocado de la gobernabilidad
amarrada al concepto de globalidad ha determinado que las ideas y la discusin se las
escuchen pero no se aceptan. Gran parte de los legisladores ignoran el Derecho y an
ms ignoran el Derecho Penal, entonces si hay personas especializadas en una materia
por lo menos es necesario que se oiga su posicin. Anteriormente cuando se trat en el
gobierno pasado la Ley del Poder Ejecutivo, se les ha demostrado que el sistema peni-
tenciario debe depender del Ministerio de Justicia, se han enceguecido, y hoy da el
proyecto, que entrar en discusin en la Cmara de Diputados tiene el mismo error.
Desde cuando existiendo el Ministerio de Justicia el sistema penitenciario est en el
Ministerio de Gobierno?
El esfuerzo de una modernizacin de la justicia es el esfuerzo colectivo de todos,
principalmente de los abogados y hombres pblicos, profundizar en el Derecho y ha-
cer un Derecho de base cientfica y de realismo nacional.
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JOS AFONSO DA SILVA
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IMPACTO DA DECLARAO UNIVERSAL DOS DIREITOS HUMANOS NA CONSTITUIO BRASILEIRA
155
JOS AFONSO DA SILVA
1789, segundo o qual a sociedade na qual a garantia dos direitos no fosse assegurada,
nem a separao de poderes determinada, no tinha constituio. Pois no se trata mais
de simplesmente conter o poder num abstencionismo esttico, deixando aos indivduos
livre determinao para que, sob sua responsabilidade e alvedrio, aufiram os direitos
declarados. Trata-se de institucionalizar o poder para que realize aes afirmativas
que promovam o efetivo gozo dos direitos humanos, atuando de forma positiva onde
sua ao seja necessria para criar condies reais efetividade dos direitos, especial-
mente dos direitos econmicos, sociais e culturais.
2. Como j escrevi, de outra feita, a questo tcnica que se apresentou na evoluo
das declaraes de direitos humanos foi a de assegurar sua efetividade atravs de um
conjunto de meios e recursos jurdicos, que genericamente passaram a chamarse
garantias constitucionais dos direitos humanos. Tal exigncia tcnica determinou que
o reconhecimento desses direitos se fizesse segundo formulao jurdica positiva,
mediante sua inscrio no texto das constituies. Assim que, num primeiro momen-
to, se deu a subjetivao e a positivao dos direitos individuais com sua enunciao
constitucional, imprimindo s suas frmulas, at ento abstratas, o carter concreto de
normas jurdicas positivas, vlidas para os indivduos dos respectivos Estados, com a
previso tambm de outras normas destinadas a atuar uma precisa regulamentao
jurdica, de modo a no requerer ulteriormente, a tal propsito, a interveno do legis-
lador ordinrio (1). Da por diante, as constituies democrticas passaram a trazer um
captulo em que so subjetivados e positivados os direitos fundamentais do homem.
Quando a Constituio Poltica do Imprio do Brasil proclamou, no art. 179, que A
inviolabilidade dos Direitos Civis, e Polticos dos Cidados Brasileiros, que tem por
base a liberdade, a segurana individual e a propriedade, garantida pela
Constituio..., estava precisamente subjetivando, nos brasileiros, os direitos, e
positivando-os, ao declarar serem garantidos pela Constituio, conforme enunciado
nos 35 incisos daquele artigo. Tal se fez nas constituies brasileiras subseqentes, de
forma mais apurada, como consta do art. 5 da Constituio de 1988, que garante aos
brasileiros e estrangeiros residentes no Pas a inviolabilidade do direito vida,
liberdade, igualdade, segurana e propriedade, nos termos dos setenta e sete
incisos daquele artigo.
(1) Cfr. Biscaretti di Ruffa, Diritto Costituzionale, 7 ed., Npoles, Casa Editrice Dott. Eugenio
156
IMPACTO DA DECLARAO UNIVERSAL DOS DIREITOS HUMANOS NA CONSTITUIO BRASILEIRA
(2) Cfr. nosso Curso de Direito Constitucional positivo, 15a ed., pg. 165, onde citamos:
Robert, Liberts publiques, pg. 46; Castn Tobeas, Los derechos del hombre, pg. 99; Philippe de
Ia Chapelle, La Declaration Universelle des Droits de 1Homme et l catholique, pg. 12. Cabe
tambm observar que o texto que se segue , em essncia, reproduo do que apresentamos naquele
Curso, a partir da pg. 165.
(3) Cfr. Castn Tobeas, ob. cit., pg. 101, citando Carlos Ollero, El Derecho Constitucional
de la posguerra, cap. V.
(4) Ob. cit., pg. 109.
(5) Idem, pg. 109.
(6) Cfr. Chapelle, ob. cit., pg. 22, que menciona tambm a proposta do Episcopado america-
no no mesmo sentido, quando da abertura da Conferncia de S. Francisco, em abril de 1945.
157
JOS AFONSO DA SILVA
to, com base especialmente em projeto de autoria do Prof. Ren Cassin, vrias questes
tericas se configuraram, como, por exemplo, se deveria ser uma Declarao ou uma
Conveno, o que tinha importncia para a sua maior ou menor efetividade, pois a
primeira forma no dotava o instrumento, segundo alguns, de fora obrigatria. Foi, no
entanto, a que prevaleceu. Questo mais importante, contudo, foi a de saber como
chegar, numa mesma Declarao, a defender os direitos individuais tradicionais e, ao
mesmo tempo, destacar a importncia dos novos direitos sociais (7). Sobre isso, Philippe
de la Chapelle ressalta a colaborao de Bogomolov, representante sovitico, que deu
eficaz ajuda na redao dos artigos concernentes aos direitos econmicos, sociais e
culturais da Declarao, que fora aprovada na noite de 10.12.48, na terceira sesso
ordinria da Assembleia Geral da ONU, realizada em Paris.
6. A Declarao Universal dos Direitos do Homem contm trinta artigos, prece-
didos de um Prembulo com sete considerandos, em que reconhece solenemente: a
dignidade da pessoa humana, como base da liberdade, da justia e da paz; o ideal
democrtico com fulcro no progresso econmico, social e cultural; o direito de
resistncia opresso; finalmente, a concepo comum desses direitos. Constitui o
Prembulo com a proclamao, pela Assemblia Geral da ONU, da referida Declarao,
o ideal comum a ser atingido por todos os povos e todas as naes, a fim de que todos
os indivduos e todos os rgos da Sociedade, tendo esta Declarao constantemente
no esprito, se esforcem, pelo ensinamento e pela educao, a desenvolver o respeito
desses direitos e liberdades e assegurar-lhes, por medidas progressivas de ordem na-
cional e internacional, o reconhecimento e a aplicao universais e efetivos [...].
7. Os trinta artigos reconhecem os direitos fundamentais do homem. Do art. 1 ao
art. 21 encontramos a proclamao dos tradicionalmente chamados direitos e garantias
individuais, certamente impregnados de conotaes mais modernas, tais como:
igualdade, dignidade, no discriminao; direito vida, liberdade (de locomoo, de
pensamento, de conscincia, de religio, de opinio, de expresso, de reunio e de
associao), segurana pessoal, nacionalidade, de asilo, de propriedade; condenao
da escravido, da servido, da tortura, de penas ou tratamentos cruis, inumanos ou
degradantes; reconhecimento da personalidade jurdica; respeito intimidade (pessoal,
familiar, epistolar e do domiclio); direito de constituio de famlia; direito de circular
e de escolher a residncia; proteo igual perante os tribunais, garantia contra medidas
arbitrrias; de plena defesa, de no retroatividade da lei penal e presuno de inocncia
at julgamento final; direitos polticos de participao no governo, de votar e ser vota-
do, de acesso s funes pblicas; garantia de eleies autnticas, peridicas, median-
te sufrgio universal e igual, e voto secreto ou procedimento equivalente. Do art. 22
at o art. 28, o documento consubstancia os direitos sociais do homem, assim: direito
segurana social e satisfao dos direitos econmicos, sociais e culturais
indispensveis dignidade da pessoa humana e ao livre desenvolvimento de sua
158
IMPACTO DA DECLARAO UNIVERSAL DOS DIREITOS HUMANOS NA CONSTITUIO BRASILEIRA
(8) Cfr. sobre a Declarao, Chapelle, ob. cit., Alcal-Zamora y Castillo e outros, Veinte aos
de evolucin de los derechos humanos, Mxico, UNAM/Instituto de Investigaciones Jurdicas, 1974;
Antnio Truyol y Serra, Los derechos humanos, Madrid, Tecnos, 1971.
(9) Cfr. Elementos de Teoria Geral do Estado, pg. 179.
(10) Ob. cit., pg. 185. A propsito, cfr. tambm Alcal-Zamora, La proteccin procesal in-
ternacional de los derechos humanos e Ren Cassin, El problema de Ia realizacin efectiva de los
derechos humanos en la sociedad universal, ambos in Veinte aos de evolucin de los Derechos
Humanos, pgs. 275 a 384 e 387 a 398, respectivamente.
(11) Cfr. Germn Jos Bidart Campos, Doctrina del Estado democrtico, pg. 298; Hctor
Fix-Zamudio, Introduccin interna de los derechos humanos, in Veinte aos de evolucin de los
derechos humanos, pg. 169.
159
JOS AFONSO DA SILVA
(12) Cfr. Textos bsicos sobre derechos humanos, nota l, pg. 250; Truyol y Serra, ob. cit.,
pgs. 31 e 32.
(13) Sobre a batalha para a adeso do Brasil, expressivos os pareceres de Antnio Augusto
Canado Trindade que se podem ler no seu livro A proteo internacional do direitos humanos, So
Paulo, Saraiva, 1991.
160
IMPACTO DA DECLARAO UNIVERSAL DOS DIREITOS HUMANOS NA CONSTITUIO BRASILEIRA
(14) Cfr. Direitos humanos e direito constitucional internacional, pg. 114 e sgts., So Paulo,
161
JOS AFONSO DA SILVA
(16) A propsito cfr. Antnio Augusto Canado Trindade, A proteo internacional dos direitos
humanos, pg. 39, So Paulo, Saraiva, 1991. Pedro Nikken, El concepto de derechos humanos, em
Estudios bsicos de derechos humanos, v. I, pg. 21, San Jos, IIDH, 1994.
(17) Cfr. La universalidad de los derechos y la diversidad cultural: la realizacin de los dere-
nmicos, sociales y culturales, em Estudios bsicos de derechos humanos, I, pgs. 39 e sgts. Cfr.
tambm nosso Curso de direito constitucional positivo, 15a ed., pgs. 187 e 188, So Paulo, Malheiros
Editores, 1998.
162
IMPACTO DA DECLARAO UNIVERSAL DOS DIREITOS HUMANOS NA CONSTITUIO BRASILEIRA
4. Introduo
15. O tema vasto e no h como tratar dele de modo completo no pouco espao
desta exposio. Tambm no acho que seja necessrio descer a questes muito con-
cretas sobre a eficcia dos direitos sociais. Por isso, vou me preocupar mais com a
tentativa de demolir teorias que fornecem bases doutrinrias ineficcia desses di-
reitos, tais como: (a) a desqualificao deles como direitos fundamentais, (b) a con-
cepo correlata de que direitos fundamentais constituem direitos pblicos subjeti-
vos, (c) a de direitos sociais contrapostos aos direitos individuais etc.
5. Direitos sociais
16. Por isso, uma considerao sobre o tema da eficcia dos direitos sociais deve
comear por uma tomada de posio sobre dois pontos importantes. Um desses pontos
diz respeito natureza dos direitos sociais; o outro quer saber o que se entende por
direitos sociais e quais so.
17. A questo da natureza dos direitos sociais ainda se pe porque h ainda setores
do constitucionalismo, especialmente o ligados doutrina constitucional norteameri-
cana, que recusam no s a ideia de que tais direitos sejam uma categoria dos direitos
fundamentais da pessoa humana, mas at mesma que sejam matria constitucional, ou,
quando admitem serem constitucionais, qualificam-nos de meramente programticos,
meras intenes e coisas semelhantes. De minha parte, sempre tomei a expresso direitos
fundamentais da pessoa humana num sentido abrangente dos direitos sociais, e,
portanto, no apenas os entendi como matria constitucional mas como matria cons-
titucional qualificada pelo valor transcendente da dignidade da pessoa humana. Assim
pensava antes da Constituio de 1988, guiado at pelo contedo de documentos
internacionais de proteo dos direitos humanos. A Constituio assumiu essa posio,
de sorte que, na sua concepo, os direitos sociais constituem direitos fundamentais da
pessoa humana, considerados como valores supremos de uma sociedade fraterna,
pluralista e sem preconceitos.
18. Isso importante, tambm, porque supera uma tendncia doutrinria, no raro
persistente, que via ou ainda v os direitos sociais como contrapostos aos direitos civis
163
JOS AFONSO DA SILVA
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IMPACTO DA DECLARAO UNIVERSAL DOS DIREITOS HUMANOS NA CONSTITUIO BRASILEIRA
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JOS AFONSO DA SILVA
que se implicam direitos a prestaes estaduais) em simples direitos legais, pois que
so direitos originrios a prestaes fundados na constituio e no direitos a prestaes
derivados da lei; os direitos subjectivos a prestaes prossegue mesmo quando no
concretizados, existem para alm da lei por virtude da constituio, podendo ser invo-
cados (embora no judicialmente, diz ele) contra as omisses inconstitucionais do le-
gislador. A fora imediatamente vinculante que hoje se atribui a uma parte dos direitos
fundamentais (os direitos, liberdades e garantias e os direitos de natureza anloga)
pode e deve ser interpretada, no que respeita aos direitos a prestaes, no sentido de
fundamentar originariamente esses direitos, mesmo que no haja imposio constitu-
cional dirigida expressamente ao legislador (26).
Por isso, o autor pde dizer com tranquilidade que a fora dirigente e determi-
nante dos direitos a prestaes (econmicos, sociais e culturais) inverte, desde logo, o
objecto clssico da pretenso jurdica fundada num direito subjetivo: de uma pretenso
de omisso dos poderes pblicos (direito a exigir que o Estado se abstenha de interferir
nos direitos, liberdades e garantias) transita-se para uma proibio de omisso (direito
a exigir que o Estado intervenha activamente no sentido de assegurar prestaes aos
cidados) (27).
24. Quando se concebe os direitos sociais como prestaes positivas do Estado,
logo vem a questo de que no h como se realizarem na prtica, seno quando o
Estado, por si, executa o programa que possibilite sua satisfao concreta. A entra
certamente a questo das garantias polticas da eficcia desses direitos. Primeiro, a
construo de um regime democrtico que tenha como contedo a realizao da justia
social. Segundo, o apoio a partidos e candidatos comprometidos com essa realizao.
Terceiro, a participao popular no processo poltico que leve os governantes a aten-
der suas reivindicaes, tal como a vontade poltica que conduziu os Constituintes a
inscrever esses direitos de forma ampla e abrangente.
25. A idia de que as prestaes positivas no se realizam na prtica est fundada
na questo do direito subjetivo e que ningum tem direito subjetivo em face do Estado
para obter a realizao dessas prestaes que consubstanciam os direitos sociais
correspondentes. A esse propsito gostaria de lembrar dois textos de Canotilho que
busca soluo ao problema:
(26) Idem ibidem. pgs. 370 e 371. Idem ibidem, pg. 145.
(27) Idem ibidem, pg. 365. Idem ibidem, pg. 45.
166
IMPACTO DA DECLARAO UNIVERSAL DOS DIREITOS HUMANOS NA CONSTITUIO BRASILEIRA
institucional de um direito (28). A partir da, o autor chega mesmo a afirmar que
esses direitos so regras jurdicas diretamente aplicveis, vinculativas de todos os
rgos do Estado (29).
(28) Direito Constitucional, pg. 183. Nossa ob. cit., supra, pgs. 151 e 152.
(29) Idem ibidem, pg. 184. Nossa ob. cit., supra, pg. 152.
(30) Constituio Dirigente, pg. 368. Nossa ob. cit., supra, pg. 152.
167
JOS AFONSO DA SILVA
7. Instrumentos da eficcia
28. Art. 5, 1, da Constituio - O art. 5, 1, por seu lado, estatui que as
normas definidoras dos direitos e garantias fundamentais tm aplicao imediata.
Isso abrange, pelo visto, as normas que revelam os direitos sociais, nos termos dos arts.
6 a 11. Isso, contudo, no resolve todas as questes, porque a Constituio mesma faz
depender de legislao ulterior a aplicabilidade de algumas normas definidoras de direitos
sociais e coletivos. Por regra, as normas que consubstanciam os direitos fundamentais
democrticos e individuais so de aplicabilidade imediata, enquanto as que definem os
direitos sociais tendem a s-lo tambm na Constituio vigente, mas algumas, espe-
cialmente as que mencionam uma lei integradora, so de eficcia limitada e
aplicabilidade indireta.
Ento, em face dessas normas, que valor tem o disposto no 1 do art. 5, que
declara todas de aplicao imediata? Em primeira lugar, significa que elas so aplicveis
culares, pg. 235, Madrid, Boletn Oficial del Estado, Centro de Estudios Polticos y Constituciona-
les, 1997.
(34) Cfr. Juan Maria Bilbo Ubillos, ob. cit., pg. 243.
(35) Cfr. ob. cit., pg. 27.
168
IMPACTO DA DECLARAO UNIVERSAL DOS DIREITOS HUMANOS NA CONSTITUIO BRASILEIRA
(36) Sua origem inglesa (sc. XIV) como essencial remdio da Equity. Nasceu, pois, do Juzo
de Equidade, ou seja, remdio conferido mediante um juzo discricionrio, quendo falta norma legal
(statutes) regulanedo a espcie. Mas seu grande destaque ocorreu no Caso Brown V. Board of Education
of Topeka (1954), E.U.A., laeding case, quando se julgou procedente um mandado de injuno
estabelecendo o direito dos estudantes negros educao em escolas at ento segregadas, com base
nos direitos garantidos na 14a Emenda Constituio norteamericana.
169
JOS AFONSO DA SILVA
de lei subscrito por, no mnimo, um por cento do eleitorado nacional, distribudo pelo
menos por cinco Estado, com no menos de trs dcimos por cento dos eleitores de
cada um deles. A omisso do poder legislativo no pode ser totalmente suprida pela
participao popular, mas a falta de iniciativa das leis o pode, e por certo que a inicia-
tiva, subscrita por milhares de eleitores, traz um peso especfico, que estimular a
atividade dos legisladores.
32. Sindicalizao e direito de greve - A possibilidade de instituir sindicatos
autnomos e livres e o reconhecimento do direito de greve (arts. 8 e 9) que encon-
tramos os dois instrumentos mais eficazes para a efetividade dos direitos sociais dos
trabalhadores.
8. Garantias econmicas
33. A Constituio declara que a ordem econmica, fundada na valorizao do
trabalho humano e na livre iniciativa, tem por fim assegurar a todos existncia digna,
conforme os ditames da justia social e os princpios que indica, entre os quais a funo
social da propriedade, a defesa do consumidor, a reduo das desigualdades sociais, a
busca do pleno emprego. Tudo, como se v, voltado realizao dos direitos sociais
do homem. Mas a verdade que a existncia digna a prometida no ser autntica e
real, enquanto no se construrem as condies econmicas que assegurem a efetividade
desses direitos. difcil admitir a dignidade da pessoa humana num Pas, como o
Brasil, de grandes misrias e profundas desigualdades sociais, mormente quando este
pas um dos principais produtores de alimentos do mundo.
9. Concluso
34. Concluso importante a de que a Constituio Federal de 1988 consubstancia
todos os direitos fundamentais da pessoa humana reconhecidos nos documentos
internacionais que os assegurem.
35. Alm dessa inscrio expressa, est aberta ao enriquecimento de novos direitos
humanos que a evoluo histrica venha a criar com a declarao do 2 do seu art. 5
de que os direitos e garantias nela expressos no excluem outros decorrentes do regimen
e dos princpios por ela adotados, ou dos tratados internacionais em que a Repblica
Federativa do Brasil seja parte. Nesse particular, como se nota, a Constituio de 1998
se abre para o futuro como um receptculo dos direitos da pessoa humana.
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IMPACTO DA DECLARAO UNIVERSAL DOS DIREITOS HUMANOS NA CONSTITUIO BRASILEIRA
A JURISDIO CONSTITUCIONAL E O
CONTROLE DA CONSTITUCIONALIDADE
DAS LEIS
LUIZ PINTO FERREIRA ()
(Brasil)
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LUIZ PINTO FERREIRA
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A JURISDIO CONSTITUCIONALE O CONTROLE DA CONSTITUCIONALIDADE DAS LEIS
O poder de aplicar a justia confiado aos juzes. Ele exercido pelo Tribunal
Constitucional Federal, pelo Supremo Tribunal Federal, pelos tribunais federais
previstos na presente lei fundamental e pelos tribunais dos Estados-Membros.
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A JURISDIO CONSTITUCIONALE O CONTROLE DA CONSTITUCIONALIDADE DAS LEIS
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A JURISDIO CONSTITUCIONALE O CONTROLE DA CONSTITUCIONALIDADE DAS LEIS
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A JURISDIO CONSTITUCIONALE O CONTROLE DA CONSTITUCIONALIDADE DAS LEIS
Quando, em algum processo, um rgo judicial considera que uma norma com
categoria de lei, aplicvel ao caso e de cuja validade depende a deciso, pode ser
contrria Constituio, suscitar a questo perante o Tribunal Constitucional nas
condies, na forma e com os efeitos a estabelecer por lei, os quais, em nenhum caso,
sero suspensivos.
As sentenas do Tribunal Constitucional so publicadas no Boletim Oficial dei
Estado com os respectivos votos particulares, se os houver. As sentenas tm o valor
de caso julgado a partir do dia seguinte ao da sua publicao e no admitem recurso.
As sentenas que declarem a inconstitucionalidade de uma lei ou de uma norma com
fora de lei e todas as que no se limitem apreciao subjetiva de um direito revestem-
se de plena eficcia geral.
Salvo quando na deciso se dispuser diferentemente, subsistir a vigncia da lei
na parte no afetada pela inconstitucionalidade.
Uma lei orgnica regular o funcionamento do Tribunal Constitucional, o estatu-
to dos seus membros, o processo e as condies de propositura das aes.
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A JURISDIO CONSTITUCIONALE O CONTROLE DA CONSTITUCIONALIDADE DAS LEIS
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HUMBERTO QUIROGA LAVI
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FORMACIN DE DERECHO PROCESAL ORGANIZACIONAL
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A JURISDIO CONSTITUCIONALE O CONTROLE DA CONSTITUCIONALIDADE DAS LEIS
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LUIZ PINTO FERREIRA
Em nosso pas, desde longa data o Supremo Tribunal Federal exerce o controle
jurisdicional da constitucionalidade das leis, configurando-se como a cpula do Poder
Judicirio. O STF exerce uma trplice funo no sistema poltico brasileiro, no mbito
constitucional, podendo atuar como:
a) Tribunal da Federao;
b) Corte Constitucional;
190
A JURISDIO CONSTITUCIONALE O CONTROLE DA CONSTITUCIONALIDADE DAS LEIS
c) Tribunal ordinrio.
O STF foi criado pelo Decreto n. 848, de 1890, do Governo Provisrio da Rep-
blica, que tambm organizou pela primeira vez a Justia Federal no Pas, com a
instituio do federalismo na revoluo republicana de 1889.
Duas entidades inspiraram a instituio do STF no Brasil. A primeira foi, sem
dvida, a Suprema Corte dos EUA, com o seu poder imenso de judicial review. A
Segunda foi a Corte que precedeu no Imprio, a saber, o Supremo Tribunal de Justia,
constitudo de Conselheiros, designados dentre os juzes togados, tirados das Relaes
por suas antiguidades (Constituio de 1824, art. 163).
A atual estrutura orgnica do STF compreende o Plenrio, as Turmas e o presi-
dente. H assim um rgo monocrtico (o presidente) e dois rgos colegiados (o
Plenrio e as Turmas). O presidente e o vice-presidente so eleitos pelo prprio tribu-
nal, dentre os seus Ministros. O STF compe-se de onze Ministros, as Turmas sendo
constitudas de cinco Ministros, cada uma.
Somente pelo voto da maioria absoluta de seus membros ou dos membros do
respectivo rgo especial previsto no art. 93, XI, da Constituio, podero os tribunais
declarar a inconstitucionalidade de lei ou ato normativo do Poder Pblico (CF, art. 97).
O STF sempre manteve esse nome nos textos constitucionais republicanos de
1891, 1937, 1946, 1967 e 1988, salvo na Constituio de 1934, quando teve o seu
nome modificado para Corte Suprema.
Art. 38. Ao Procurador-Geral da Repblica, alm das mais atribuies que lhe
confere o Decreto n. 848, compete:
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LUIZ PINTO FERREIRA
(...)
3. Representar aos poderes pblicos o que entender a bem da fiel observncia
da Constituio, leis e tratados.
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A JURISDIO CONSTITUCIONALE O CONTROLE DA CONSTITUCIONALIDADE DAS LEIS
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LUIZ PINTO FERREIRA
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A JURISDIO CONSTITUCIONALE O CONTROLE DA CONSTITUCIONALIDADE DAS LEIS
RECONOCIMIENTO Y EFECTIVIDAD DE LA
CARTA DE DERECHOS CONTENIDA EN LA
CONSTITUCIN COLOMBIANA DE 1991
I. CONSIDERACIONES PREVIAS
Es para m un honor que debo hacer explcito, haber sido convidado a rendir
homenaje justo a tan ilustre jurista, hombre de Derecho, dignificante de la teora y
praxis de los derechos humanos, en fin, patrimonio que enriquece y hace ms noble,
ms til, la cultura iuspublicista latinoamericana. Es para m tambin un honor, com-
partir estos espacios editoriales con los hombres que desde los primeros aos de mi
carrera me han servido de paradigma, de inspiracin, en fin, de maestros y virtudes. Es
para m grato, o cuando menos tranquilizador, poder abordar el tema de los derechos
humanos y sus instrumentos de proteccin, desde la perspectiva de nuestro pas, donde
lamentablemente, si el advenimiento del Estado de Derecho comport el renacimiento
de un conjunto de derechos, ello no implica la consagracin de los respectivos medios
jurdicos para su proteccin.
Cuando nos referimos a la efectividad de los derechos que por su naturaleza son
inherentes a la persona humana, resulta ineludible hacer mencin al reconocimiento
que como tales se ha dado en el proceso de evolucin de lo que hoy conocemos como
el Estado de Derecho. As, el concepto genrico de derechos y libertades individuales,
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SANDRA MORELLI RICO
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RECONOCIMIENTO Y EFECTIVIDAD DE LA CARTA DE DERECHOS (CONSTITUCIN COLOMBIANA DE 1991)
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SANDRA MORELLI RICO
B) Criterios principales
El criterio principal se refiere a los derechos esenciales de la persona. Sobre el
particular ha sostenido la Corte: el primer y ms importante criterio para determinar
los derechos constitucionales fundamentales por parte del juez de tutela consiste en
establecer si se trata, o no, de un derecho esencial de la persona humana. No es, pues,
el individuo en abstracto, aisladamente considerado, sino precisamente el ser humano
en su dimensin social, visto en la tensin individuo-comunidad, la razn ltima de la
nueva Carta poltica. Los derechos constitucionales fundamentales no deben ser anali-
zados aisladamente, sino a travs de todo un sistema de derechos que tiene como suje-
to a la persona. Es a partir del ser humano, su dignidad, su personalidad y su desarro-
(3) As lo informan los tratadistas Gaspar Caballero Sierra y Marcela Anzola Gil, en Teora
Constitucional, Editorial Temis, Santaf de Bogot, 1995, pg. 175.
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RECONOCIMIENTO Y EFECTIVIDAD DE LA CARTA DE DERECHOS (CONSTITUCIN COLOMBIANA DE 1991)
llo, ... que adquieren sentido los derechos, garantas y los deberes, la organizacin y
funcionamiento de las ramas y los poderes pblicos... (Sentencia T-002 de 1992).
Por su parte en lo relativo al criterio formal del reconocimiento expreso que ha
hecho el constituyente sobre el carcter fundamental de un derecho, cabe hacer men-
cin expresa del artculo 44 constitucional, en virtud del cual son derechos funda-
mentales de los nios: la vida, la integridad fsica, la salud y la seguridad social, la
alimentacin equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separa-
dos de ella, el cuidado y el amor, la educacin y la cultura, la recreacin y la libre expre-
sin de su opinin. Y en razn al carcter fundamental de estos derechos, cuya garanta
corresponde en forma primaria al Estado, la misma Constitucin previene que los titula-
res de estos derechos, sern protegidos contra toda forma de abandono, violencia fsica
o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotacin laboral econmica y trabajos
riesgosos. Lo mismo se predica en cuanto a los derechos de la mujer (artculo 43), de los
adolescentes (artculo 45) y de las personas de la tercera edad (artculo 46) (4).
199
SANDRA MORELLI RICO
Cepeda anota que con tal clasificacin no se busca, al menos por parte del gobierno,
equiparar la importancia a la exigibilidad directa, pero s determinar los derechos ob-
jeto, de proteccin por medio de la tutela; sin embargo, en el debate constitucional se
desvirtu tal objeto (6).
El artculo 85 dice: Son de aplicacin inmediata los derechos consagrados en los
artculos 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 8, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31,
33, 34, 37 y 40. Es decir, que son de aplicacin directa el derecho a la vida; la prohi-
bicin de la desaparicin forzada, tortura, tratos o penas crueles, inhumanos o degra-
dantes; la libertad e igualdad; el derecho al reconocimiento de la personalidad; la pro-
hibicin de la esclavitud, la servidumbre y la trata de blancas; la libertas de conciencia;
la libertad de cultos, la libertad de expresar y difundir el pensamiento, el derecho a la
honra; la libre circulacin; la libertad y su limitacin slo mediante orden judicial; el
principio de la doble instancia; la prohibicin de ser obligado a declarar contra s
mismo o contra el cnyuge, compaero permanente o pariente dentro del cuarto grado
de consanguinidad, segundo de afinidad o primero civil; la prohibicin de la pena de
destierro, prisin perpetua y confiscacin; el derecho de reunin y manifestacin; y el
derecho de los ciudadanos a participar en la conformacin, ejercicio y control de poder
poltico. En otros trminos, no es menester ningn desarrollo legal para que estos dere-
chos puedan ser aplicados a un supuesto de hecho determinado. Un ciudadano puede
entonces exigir su aplicacin sin que medie reglamentacin legal.
El tratadista y amigo argentino Humberto Quiroga Lavi al respecto ha estableci-
do que existen disposiciones constitucionales que requieren para su aplicacin una
condicin, que bien puede ser normativa o fctica. As, por ejemplo, una norma
programtica exige que adems de su reglamentacin legal, las autoridades corres-
pondientes destinen los recursos necesarios para realizar obras concretas que permi-
tan cumplir con los objetivos constitucionales preestablecidos. Otras normas son
directamente aplicables, puesto que no estn condicionadas a desarrollo, legal ni
fctico alguno, como aquellas que para cumplimiento tan slo necesitan una absten-
cin por parte de las autoridades o, eventualmente, de un particular. Desde el punto de
vista de la validez, Quiroga Lavi agrega que no existe ninguna diferencia entre los dos
tipos de preceptos, y por tanto se trata en cualquier caso, de normas jurdicas impera-
tivas. La eficacia en las normas que no son de aplicacin directa depende de la condi-
cin, lo que no quiere decir que por este solo hecho, estas disposiciones no sean obli-
gatorias para las autoridades encargadas de hacerlas efectivas, mediante su desarrollo
legal y fctico.
Esta interpretacin jurdica es sana si de lograr la efectividad de los derechos se
trata, y por consiguiente, se considera extensible al mbito de los prembulos, los
(6) Manuel Jos Cepeda, Consejera Presidencial para el Desarrollo de la Constitucin, ob.
cit., pg. 5.
200
RECONOCIMIENTO Y EFECTIVIDAD DE LA CARTA DE DERECHOS (CONSTITUCIN COLOMBIANA DE 1991)
principios y los derechos. Una posicin hermenutica contraria podra llevarlos a con-
cluir que la Constitucin ante que norma jurdica, es un conjunto de orientaciones
polticas, cuyo carcter vinculante deriva, o mejor depende, de su eventual desarrollo
legal. Por esta va sencillamente se relativiza el Estado de Derecho, y principio de
legalidad se predic tan slo de la parte orgnica de la Constitucin. El contenido
jurdico de la Constitucin es algo ms que una mera declaracin de principio. Su
efectividad es una realidad, adems por la existencia de la accin de inconstitucionalidad,
la excepcin de inconstitucionalidad y ahora, la tutela. Y por la fuerza normativa de la
Constitucin, es decano en el advenimiento de un nuevo paradigma de Estado: el cons-
titucional, descrito as por Zagrebelsky.
201
SANDRA MORELLI RICO
202
RECONOCIMIENTO Y EFECTIVIDAD DE LA CARTA DE DERECHOS (CONSTITUCIN COLOMBIANA DE 1991)
A) La Accin de tutela
El artculo 86 de la Constitucin Poltica introduce en el ordenamiento colombia-
no la accin de tutela, que ha sido el mecanismo ms recurrente para proteger los
(12) El concepto de ncleo esencial referido a los derechos humanos, en el derecho colom-
203
SANDRA MORELLI RICO
derechos de los cuales son titulares las personas. Su creacin constituye la ms difa-
na prueba de que la preocupacin del constituyente era darle una dimensin real y
efectiva a la carta de derechos. La tutela es una accin que, una vez incoada por medio
de una solicitud informal que puede ser incluso verbal, se tramita de manera prefe-
rente y sumaria. De manera preferente, porque el juez de tutela dispone: en primera
instancia, tan slo de diez das para decidir; y con ocasin de la impugnacin, de veinte
das Este ltimo trmino fue establecido por el decreto 2591 de 1991. La preferencia
comporta, adems, que ante de cualquier asunto el juez decida la tutela, salvo el habeas
corpus (artculo 15 del decreto 2591 de 1991). La sumariedad ha de entenderse en el
sentido de que controvertir las pruebas no es requisito indispensable. En efecto, segn
el decreto 2591 de 1991, en caso de que el juez solicite informes a la autoridad cuya
conducta supuestamente ha vulnerado un derecho, y sta no responda, se tendrn por
ciertos los hechos, y entrar a resolver de plano. As mismo, basta el convencimiento
del juez para resolver la situacin litigiosa, sin necesidad de decretar las pruebas soli-
citadas. Finalmente en materia de tutela se prohbe la sentencia inhibitoria.
El artculo 86 constitucional detiene la accin de tutela como subsidiaria, es decir,
como procedente, toda vez que no existan otras vas procesales para invocar la protec-
cin de un derecho. El decreto 2591 establece la accin de tutela no proceder: Cuan-
do existan otros recursos o medios de defensa judiciales, salvo que aqulla se utilice
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. La existencia de di-
chos medios ser apreciada en concreto cuando a su eficacia, atendiendo las circunstan-
cias en que se encuentre el solicitante... Se entiende por intermediable el perjuicio que
slo pueda ser separado en su integridad mediante una indemnizacin (artculo 6). La
tutela procede, entonces, en las siguientes hiptesis: cuando no existe otra va procesal
para proteger el derecho. Pensemos en el caso del hijo extramatrimonial que es discrimi-
nado, en violacin del artculo 13 constitucional, por un plantel de educacin privado,
que no lo admite precisamente por esta razn. La segunda hiptesis se plantea cuando
una vez agotados todos los recursos procesales, el sujeto no ha sido restablecido en su
derecho, sin embargo, en este supuesto de hecho encontramos una situacin a la que se le
dio el carcter de problemtica por atentar contra la seguridad jurdica y el principio de
la cosa juzgada. En efecto, por esta va se estara atacando la sentencia ejecutoriada.
La procedencia de la tutela contra sentencias que hubieran hecho trnsito a cosa
juzgada gener un gran debate nacional, y culmin cuando la Corte, considerando la
cosa juzgada un derecho fundamental, declar inconstitucional el artculo 40 del de-
creto 2591. El pronunciamiento introdujo por lo dems, la doctrina de que cuando la
Constitucin se refera a cualquier autoridad pblica, los jueces estaban excluidos. Por
esta va se cerr la posibilidad de corregir graves errores judiciales, que cercenan de
manera notable los derechos inherentes a las personas. Bien pueden suceder que du-
rante el trmite de un proceso por estafa se vulnere un derecho fundamental, verbigra-
cia el debido proceso. Que impide que abra un nuevo proceso, preferente y sumario,
por lo dems, para debatir un asunto distinto, no la estafa, sino la violacin del debido
proceso? En tal vicisitud no se estara violando el principio de la cosa juzgada que, por
204
RECONOCIMIENTO Y EFECTIVIDAD DE LA CARTA DE DERECHOS (CONSTITUCIN COLOMBIANA DE 1991)
otra parte, est lejos de ser un derecho fundamental. Acaso la seguridad jurdica debe
considerarse un bien superior al de justicia material?
La tercera hiptesis es aquella segn la cual la tutela procede cuando se trate
del instrumento ms idneo, ms eficaz para la proteccin de un derecho. Por esta
va la jurisprudencia constitucional ha llegado a acortar notablemente las diferencias
conceptuales entre subsidiariedad y eficacia. En efecto, nuestro juez constitucional
ha hecho prevalente la aplicacin del principio de la eficacia cuando se trata de la
existencia de otro medio judicial de defensa que si bien existe y al cual se podra
recurrir, este dara paso a la tutela cuando de garantizar el resultado ms eficaz se
trata. Sobre el particular ha dicho la Corte Constitucional:
205
SANDRA MORELLI RICO
manera, estn legitimadas para actuar en tutela tanto las personas jurdicas como las
naturales, de derecho pblico como de derecho privado, mayores y menores de edad,
nacionales o extranjeros. No puede excluirse su procedencia cuando se trata de personas
jurdicas, toda vez que ciertos derechos fundamentales, tambin son predicables de s-
tas; pensemos en el debido proceso o en el derecho al buen nombre. As lo sentenci la
Corte Constitucional, contrariando una posicin restrictiva del Consejo de Estado.
En cuanto a la titularidad de la accin de tutela por parte de las personas jurdicas
ha reiterado la Corte:
Ahora bien, en relacin con l, sujeto pasivo, por mandato constitucional la tutela
procede contra las actuaciones o las omisiones de cualquier autoridad pblica y de los
particulares, en el caso de su procedencia contra estos ltimos, debe tratarse de su-
puesto en los cuales, estos presten servicios pblicos o cuya conducta afecte de forma
grave y directa el inters colectivo, o se trate de quienes el solicitante o afectado, por la
actuacin u omisin, se halle en estado de subordinacin o indefensin.
En relacin con el particular, el artculo 42 del mismo decreto establece que pro-
cede la tutela si el particular est encargado del servicio pblico de educacin y se trata
de proteger los derechos contenidos en los artculos constitucionales 11, 13, 15, 16,
18, 19, 20, 27, 29, 37 y 38. Cuando el particular est encargado de un servicio de salud
y se trate de proteger los derechos a la vida, a la igualdad, a la intimidad y a la autono-
ma, cuando se trate del encargado de la prestacin de un servicio pblico domiciliario;
cuando exista una relacin de subordinacin o indefensin entre quien incoa la accin y
aquel contra quien la dirige; cuando el derecho que se pretende proteger sea la prohibi-
cin de la esclavitud, la servidumbre o la trata de blancas; cuando se trate de habeas data;
cuando se hubiese transmitido informacin inexacta o errada; cuando se trate de situa-
ciones de indefensin o subordinacin y se pretenda tutelar la vida o la integridad. En
fin, la tutela no se podr conceder cuando la conducta del particular sea legtima.
206
RECONOCIMIENTO Y EFECTIVIDAD DE LA CARTA DE DERECHOS (CONSTITUCIN COLOMBIANA DE 1991)
Por otra parte, el artculo 13 del decreto 2591 prev la hiptesis en que la autori-
dad hubiese actuado en cumplimento de una orden del superior. En tal caso, la tutela se
dirigir contra ambos, sin perjuicio de los que se decida en el fallo. Se amplia as el radio
de accin de la tutela. En efecto, los derechos fundamentales no son tan slo objeto de
vulneracin por parte del Estado, sino tambin por los particulares, sobre todo con el
advenimiento, en la sociedad moderna, de los poderes para-constitucionales.
207
SANDRA MORELLI RICO
(17) Este decreto fue declarado inconstitucional mediante sentencia del Consejo de Estado.
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RECONOCIMIENTO Y EFECTIVIDAD DE LA CARTA DE DERECHOS (CONSTITUCIN COLOMBIANA DE 1991)
para planes de vivienda de inters social, la ley de presupuesto debera ser declarada por
inconstitucional, toda vez que la actuacin de la autoridad no est conforme con el man-
dato constitucional. De no ser as qu utilidad tendra, incluir los derechos sociales y
econmicos en el instrumento jurdico por excelencia, que es la Constitucin?
En todo caso, no cabe duda que el controvertido papel que han asumido los jueces
cuando ordenan mediante tutela, la construccin de un acueducto o el pago de presta-
ciones, o la atencin de la salud con tratamientos sumamente cortos y excepcionales,
lo que sucede sin consultar la disponibilidad presupuestal de las entidades del Estado,
sin los planes de desarrollo, ponen en evidencia cmo ante el desamparo de los admi-
nistrados por parte de la administracin pblica, las demandas sociales se han traslada-
do a la instancias judicial, lo que coloca al juez en una posicin supremamente conflic-
tiva en el contexto social y de desequilibrio del principio de la separacin de poderes.
El fortalecimiento del Poder Judicial no puede tener lugar trasladando a esa esfera la
responsabilidad social de la gestin pblica, en tanto que se omite imponer el desarro-
llo institucional de la administracin pblica.
209
SANDRA MORELLI RICO
la autoridad pblica o del particular sobre ellos; para estos ltimos fines el cons-
tituyente erigi el instituto de las acciones de grupo o de clase y conserv las
acciones ordinarias o especializadas y la accin de tutela... (18).
No es requisito para la procedencia de la accin, el que exista un dao o perjuicio
sobre uno de tales derechos contemplados dentro de la categora de colectivos. En
igual sentido, es preciso resaltar que la accin popular al igual que es procedente con-
tra los actos u omisiones de las autoridades pblicas, lo es en contra de los particulares.
En cuanto a la tipologa de las acciones de este tipo, en consideracin a su consagra-
cin constitucional se identifican dos subcategoras: las acciones populares propia-
mente dichas, que estn encaminadas a salvaguardar los intereses de carcter adminis-
trativo, y las de clase o grupo, que buscan proteger intereses colectivos, como los
derechos del consumidor, por ejemplo (19).
En la actualidad la regulacin especfica de lo que se conoce como acciones popu-
lares, as como las de grupo o clases est contenida en la ley 472 de 1998, de acuerdo a
la definicin legal, las acciones populares se ejercen para ... evitar un dao contingente,
hacer cesar el peligro, la amenaza, la vulneracin o agravio sobre los derechos e intereses
colectivo, o para restituir las cosas a su estado anterior cuando fuere posible (art. 2).
Por su parte, las acciones de grupo o clase son aquellas que pueden ser interpuestas por
un nmero plural o por un conjunto de personas que renen condiciones uniformes
respecto de una misma causa perjuicios individuales. Las condiciones uniformes de-
ben tener tambin lugar respecto de todos los elementos que configuran la responsabi-
lidad. Este tipo de accin a diferencia de la accin popular, se ejerce exclusivamente
para obtener reconocimiento y pago de indemnizacin de perjuicios.
Los principios que rigen estos tipos de procesos son de la prevalencia del derecho
sustancial, la publicidad, la economa, la celeridad y la eficacia, y de la oficialidad del
trmite por parte del juez ante quien se ha promovido la accin. En materia de titulari-
dad, podr interponer este tipo de acciones toda persona natural o jurdica, como las
organizaciones no gubernamentales, cvicas o de ndole similar. Tambin son sujetos
activos de la accin, las entidades pblicas que cumplan funciones de control, inter-
vencin o vigilancia, pero en estos casos, siempre que la amenaza o vulneracin del
derecho no se haya originado en su accin u omisin. Resulta lgico.
De otra parte, la accin podr promoverse contra el particular, persona natural o
jurdica o la autoridad pblica, cuya accin u omisin se constituya en una amenaza o
violacin actual de un derecho o inters colectivo. Por su parte, las acciones de grupo
podrn ser promovidas por cualquier persona natural o jurdica que acredite haber
sufrido un perjuicio individual. Recordemos que con este tipo de accin lo que se
(18) Ibidem.
(19) Las acciones de clase o grupo inicialmente fueron reguladas de forma especfica en el
estatuto del Consumidor, decreto 3466 de 1982, hoy cuentan con desarrollo legal contenido en la ley
472 de 1998, cuya vigencia est aplazada hasta el mes de agosto de 1999.
210
RECONOCIMIENTO Y EFECTIVIDAD DE LA CARTA DE DERECHOS (CONSTITUCIN COLOMBIANA DE 1991)
C) La accin de cumplimiento
El nuevo texto constitucional consagr tambin, en el artculo 87, la accin de cum-
plimiento: Toda persona podr acudir ante la autoridad judicial para hacer efectivo el
cumplimiento de una ley o un acto administrativo. En caso de prosperar la accin, la
sentencia ordenar a la autoridad renuente el cumplimento del deber omitido. La accin
de cumplimiento es una accin pblica, que puede ser intentada por cualquier persona, sin
que sea menester demostrar inters particular, con la finalidad de que se cumpla una ley o
un acto administrativo. Sobre la accin de cumplimiento ha dicho la Corte Constitucional:
211
SANDRA MORELLI RICO
212
RECONOCIMIENTO Y EFECTIVIDAD DE LA CARTA DE DERECHOS (CONSTITUCIN COLOMBIANA DE 1991)
213
SANDRA MORELLI RICO
de proteccin de los derechos fundamentales, lo que hace factible que todos y cada
uno de nosotros podamos invocar ante los jueces la proteccin directa de nuestros
derechos constitucionales; sin embargo, este tipo de esquema jurdico es incompleto, y
al respecto, se tienen ms preguntas que respuestas.
Nadie puede desconocer el conflicto armado en nuestro pas, y tanto menos la
consecuencial violacin de los derechos humanos. En este esquema resulta verdadera-
mente utpico y casi que inconveniente porque desgasta por un lado, al sistema jurdico, a
las normas constitucionales y por el otro, a los jueces, asumir que los instrumentos norma-
tivos logran hacer frente a tan grave situacin de vulneracin de los derechos humanos.
Valdra la pena entonces preguntarse si las operaciones de paz estn en capacidad de
prevenir situaciones tan terrorficas como las que estamos viviendo en Colombia. Y otra
pregunta, la intervencin de los organismos, del sistema interamericano de proteccin de
los derechos humanos en nuestro pas, realmente puede considerarse como un acto de
soberana del propio del Estado colombiano o podra originarnos constituirse un instru-
mento de intervencin y, eventualmente en un modo para radicalizar el conflicto.
No olvidemos que, paradjicamente, la vulneracin de los derechos humanos en
Colombia, tiende a ser utilizada por los Estados Unidos como un discurso justificativo
de nuestra esfera nacional, lo mismo que ha sucedido con el narcotrfico. Es que el
carcter de universales que se predica de los derechos humanos puede ser fcilmente
instrumentalizado. El tema de los derechos humanos no es un asunto de izquierda,
como simplistamente lo ha asumido el sector ms reaccionario de nuestro pas. Tam-
poco se puede circunscribir al tema de los derechos humanos al sector de la sociedad
que no se ve directamente afectada por el conflicto y mucho menos, y sobre esto con-
viene alertar, involucrar a los jueces en el conflicto cuando mediante tutela se somete
a su juicio la vulneracin, verbigracia, de los derechos humanos de los desplazados, o
de los soldados como consecuencia de determinadas rdenes militares, etc.
214
EL FEDERALISMO Y LA ORGANIZACIN TERRITORIAL EN COLOMBIA
EL FEDERALISMO Y LA
ORGANIZACIN TERRITORIAL
EN COLOMBIA
I. INTRODUCCIN
He recibido con el mayor agrado la invitacin que se me ha hecho para escribir en
este Libro-homenaje a Germn J. Bidart Campos. Son tantas las lecciones que de este
constitucionalista argentino hemos recibido que resulta un deber acadmico sumarse
al merecido reconocimiento que se quiere hacer a sus aportes. Con el de los derechos
humanos el del federalismo ha sido un tema muy tratado por el profesor Bidart Cam-
pos. Por ello, a partir del federalismo que existi en el siglo pasado en Colombia
quiero presentar una sntesis de lo que ha sido la evolucin de los modelos de organi-
zacin territorial del Estado. A grandes trazos esta reflexin comprende: el trnsito del
federalismo al sistema del centralismo poltico con descentralizacin administrativa,
el que se oper en 1886; luego el examen del esquema de la regin que qued expuesto
en la nueva Constitucin Poltica de 1991.
Un nuevo captulo puede iniciarse a raz de las conversaciones sobre la paz abier-
tas por el presidente Andrs Pastrana, en funciones desde el 7 de agosto de 1998, con
los dirigentes de las guerrillas denominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias (Farc),
y el llamado Ejrcito de Liberacin Nacional (E.L.N.) A ese respecto, se comenta que
la influencia que la primera guerrilla tiene en ciertos territorios del sur del pas, y la
posibilidad de que ella se vincule al programa de la erradicacin de los cultivos de
coca, puede conducir a que se busquen respuestas a este factor territorial. Latinoamrica
215
JAIME VIDAL PERDOMO
(1) Vidal Perdomo, Jaime: Derecho Constitucional General e Instituciones Polticas Colom-
bianas, Bogot, Legis, 1998.
(2) Crdoba Mario, Luis: Apuntes de historia constitucional y poltica, Bogot, Fundacin
Universidad de Bogot, 1998.
216
EL FEDERALISMO Y LA ORGANIZACIN TERRITORIAL EN COLOMBIA
el pas que hoy tenemos va encaminndose hacia el esquema federal en un proceso que
ha sido descrito en un trabajo investigativo de un profesor de la Universidad de
California, publicado recientemente (3). La expresin de las tendencias federalistas fue
afirmndose con la creacin de los Estados.
El giro en cuestin puede observarse en cuanto al itinerario jurdico, que es el
nico que nos interesa en el momento en el testimonio de Manuel Antonio Pombo y
Jos Joaqun Guerra, cuya obra (4) es un documento obligado para el estudio del Dere-
cho Constitucional colombiano. Los autores citados expresan que la Constitucin de la
Nueva Granada de 1853 calificada por algunos como centro-federal daba amplia
facultad a las Legislaturas de las Provincias para disponer lo que juzgasen convenien-
te a su organizacin, administracin y rgimen interior. Por lo que, agregan, cada
Provincia se dio su propia Constitucin dentro del marco de la nacional, y como resul-
tado final, se fue hacia el pleno federalismo.
Despus de la creacin del Estado de Panam la facultad para crear nuevos Esta-
do se delega en el Congreso de la Nueva Granada. El texto, bien significativo, expresa:
Una ley podr erigir en Estado que sea regido conforme al presente Acto Legislativo,
cualquier porcin del territorio de la Nueva Granada. As se va marchando hacia la
adopcin del sistema federal. En 1858 los 8 Estados de Antioquia, Bolvar, Boyac,
Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panam y Santander expiden la Constitucin de
la Confederacin Granadina; a partir de ella e invocando la condicin de Estados
Soberanos (a los cuales se agrega el del Tolima) se pasa en 1863 a los Estados Unidos
de Colombia. El texto (5) refleja bien la influencia de la Constitucin Norteamericana
de 1787.
En l se distinguen los principios clsicos del federalismo de distribucin de com-
petencias entre la Federacin y los Estados miembros, atribuyndose en el art. 16 la
competencia residual a estos ltimos; aquellas sern ejercidas por un Poder legislativo
compuesto de la Cmara de Representantes y un Senado de Plenipotenciarios, por el
Presidente de los Estados Unidos de Colombia y por una Corte Suprema Federal a la
cabeza del Poder Judicial. Apenas de manera tangencial se refiere el texto a las autori-
dades ejecutivas (gobernadores) y judiciales de carcter estadual, pero el modelo fun-
ciona sobre la base de las funciones legislativas y constituyentes (inclusive para ratifi-
car la misma Constitucin de 1863) por las legislaturas de los Estados miembros.
Esta funcin legislativa a nivel estadual se ejerci con normas tan significativas como
el Cdigo Civil, el Cdigo de Comercio y el Cdigo de Minas, los cuales antes de
devenir estatutos nacionales fueron leyes de ciertos Estados miembros.
217
JAIME VIDAL PERDOMO
El balance que en su momento se hizo del sistema federal fue negativo; la reaccin
que l gener por la presencia de grandes caudillos seccionales como el General Toms
Cipriano de Mosquera, y la multiplicacin de las guerras, estimuladas segn se sostu-
vo por la existencia de los ejrcitos estaduales, desacreditaron el rgimen federal. Se le
hizo responsable por razones que todava se discuten de ser causante de un gran
desorden que llev, bajo advertencias de regeneracin o catstrofe, a Rafael Nez,
quien haba sido presidente de la Unin durante la Federacin, a buscar afanosamente
el cambio al Estado centralista o unitario.
No es el momento de juzgar si las crticas contra el federalismo fueron acertadas
o exageradas; en todo caso, a ellas se unieron otros factores de orden ideolgico y
religioso que inflamaron las pasiones polticas. Todava hoy se discute al respecto y
por esa razn algunos espritus celebraron con jbilo la desaparicin en 1991 de la
Constitucin de 1886, que haba enterrado la de Rionegro de 1863. Sin embargo, la
suerte de las ideas federalistas fue echada en 1886. La construccin de un Estado
nacional, los errores atribuidos a la Constitucin de 1863, y el abandono del federalismo
como tesis en el seno del Partido Liberal, redujeron las opciones prcticas del modelo
hasta el punto que ellas no se han propuesto con opcin real ms tarde.
218
EL FEDERALISMO Y LA ORGANIZACIN TERRITORIAL EN COLOMBIA
(6) Vidal Perdomo, Jaime: Derecho Administrativo, Bogot, Editorial Temis, 1997.
(7) Cassagne, Juan Carlos (Director), Estudios sobre la reforma constitucional, Buenos Aires,
Depalma, 1995.
(8) Syro Giraldo, Samuel, Duque Echeverri, J. Emilio, Restrepo Uribe, Jorge: Federalismo
moderno, Medelln, Corporacin Pro Rgimen Federal, Bedout, 1974.
219
JAIME VIDAL PERDOMO
220
EL FEDERALISMO Y LA ORGANIZACIN TERRITORIAL EN COLOMBIA
que la regin en Colombia no es una realidad sino una creacin que debe hacer el
legislador. Mucha diferencia se observa con el art. 2 de la Constitucin Espaola
que... reconoce y garantiza el derecho a la autonoma de las nacionalidades y regiones
que la integran....
En Espaa no fue necesario crear el Pas Vasco, ni la Catalua, ni Galicia, para
referirnos a las comunidades histricas como se les ha llamado; ellas existen en su
variedad conforme a la historia y a la geografa. Por dicha circunstancia la Carta Pol-
tica de 1978 les reconoce un derecho a la autonoma, que luego se precisa en las com-
petencias que ellas pueden asumir segn lo autoriza el art. 148 y el alcance otorgado a
sus estatutos (art. 147). Estos son las normas institucionales bsicas, que determinan
la organizacin y el auto-gobierno de cada comunidad, comparables a las constitucio-
nes de los Estados miembros de una federacin. En este punto se advierte una gran
diferencia entre el sistema regional colombiano que puede construirse y el de Espaa.
Este ltimo responde a condiciones histrico-polticas bien conocidas, que al momen-
to de la transicin democrtica buscaron un camino jurdico intermedio entre el rgido
centralista de la poca franquista y el federalismo, que podra tener consecuencias
desfavorables desde el punto de vista de las tendencias separatistas que han existido.
Otra diferencia fundamental aparece cuando el proceso de creacin de comunida-
des se desencadena en Espaa con base en las provincias (equivalentes a los departa-
mentos colombianos) limtrofes, con caractersticas histricas, culturales y econmi-
cas comunes. En Colombia, en cambio, la regin surgir de la unin de 2 o ms
departamentos, pero sin que se exijan las afinidades culturales o sociolgicas.
Una tercera diferencia es que la Constitucin Espaola acogi un modelo territo-
rial, con una frmula de Estado en que las comunidades autnomas son entidades
polticas, cercano al federalismo, en que ellas disfrutan de competencias legislativas. En
Colombia la unin de 2 o ms departamentos slo da lugar a la creacin de una regin
administrativa y de planificacin, esto es, con funciones solamente de carcter adminis-
trativo. Ese tipo de entidades administrativas supradepartamentales han operado entre
nosotros bajo el nombre de corporaciones autnomas regionales y los Corpes (con-
sejos econmicos y sociales), tambin llamados en la ley regiones econmicas.
Las corporaciones comenzaron con la Corporacin Autnoma Regional del Valle
del Cauca (CVC) en 1954 y se fueron extendiendo a diferentes porciones del territorio
nacional. Jurdicamente recibieron el estatuto de establecimientos pblicos y para po-
der operar en forma supradepartamental hubo de modificarse el art. 7 de la Constitu-
cin vieja; ella slo contemplaba la existencia de organizaciones nacionales que no se
acomodaren con los lmites departamentales para casos excepcionales.
En la reforma constitucional de 1968 se discuti la posibilidad de regiones como
entidades territoriales; aunque la propuesta fue desechada, se acept, como era lgico,
la existencia de planes de desarrollo econmico y social no ceidos a los linderos
departamentales. Dentro de esa ruta de la supradepartamentalidad el art. 285 de la
Constitucin de 1991 permite a la ley trazar las lneas de accin de las organizaciones
221
JAIME VIDAL PERDOMO
nacionales sin tomar en cuenta los lmites departamentales. Los llamados corpes no
son personas jurdicas sino divisiones para la desconcentracin de la planeacin nacio-
nal. Mientras que las corporaciones se han multiplicado y han perdido su perfil
supradepartamental, el funcionamiento de los corpes ha permitido experimentar una
cierta regionalidad flexible, que fue el comienzo de las regiones en Francia en las
dcadas del 50 y el 60.
Esos dos antecedentes se tuvieron en cuenta seguramente por la Asamblea Nacional
Constituyente de 1991. En el art. 306 la suma de departamentos existe nicamente para
dar lugar al desempeo de funciones administrativas y de planificacin. El art. 307 quie-
re dar un paso ms adelante y convertir esas regiones administrativas y de planificacin
en entidades territoriales. El texto no especifica la ndole de las competencias que as
pueden desempear, pero resulta difcil desbordarlo para encontrar en las limitaciones de
su redaccin figura similar a las comunidades autonmicas espaolas, por ms que el
trmino de estatutos aparezca como testigo mudo de una influencia lejana que no se
concret en disposiciones constitucionales sobre competencias, las cuales no pueden
salir de la interpretacin laxa sino de la voluntad manifiesta del constituyente. Llegan-
do a la hora de las conclusiones no se ve claridad en el concepto de regin ni desde el
ngulo geogrfico econmico ni desde el socio-poltico; la regin, en la actual precep-
tiva constitucional, es ms una suma no calificada de departamentos. Tampoco se ve
cmo de las disposiciones constitucionales las regiones tendran funciones diferentes de
las puramente administrativas, ni que ellas le puedan ser otorgadas por la ley de ordena-
miento territorial que debe expedirse. Queda tambin pendiente definir si la existencia
regional conduce, pronto o tarde, a una eliminacin de los departamentos.
Algunos autores han abrigado ilusiones federalistas de las prescripciones de la
Constitucin de 1991 (10). Se ha hablado del fermento federalista, o en el concepto de
autonoma se ha querido ver un vestbulo del federalismo; las mismas tesis del Esta-
do regional, algunas de cuyas bases tiende la Carta fundamental, son tomadas como
manifestacin federalista (postulados del federalismo regional en Colombia, como se
denomina una importante comunicacin al coloquio).
Nosotros mismos (11) nos preguntbamos en un comienzo si se haba establecido
un tercer modelo de Estado en Colombia. Hoy podemos concluir que la regin que
puede nacer de la Constitucin de 1991 est ms cerca del modelo francs que del
espaol, y que no sera una entidad poltica sino administrativa.
Colombia, 1997.
(11) Vidal Perdomo, Jaime: La regin un tercer modelo de organizacin del Estado en
222
EL FEDERALISMO Y LA ORGANIZACIN TERRITORIAL EN COLOMBIA
EL DERECHO A LA PRIVACIDAD
Y A LA INTIMIDAD EN EL
ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
I. INTRODUCCIN
En la Constitucin chilena el valor supremo est constituido por la dignidad de la
persona humana, de donde emanan los derechos esenciales o derechos humanos, la
dignidad de la persona es el fundamento de todos los derechos, por tanto afectar la
dignidad de la persona significa afectar inmediatamente el contenido esencial de los
derechos. A su vez, cada uno y todos los derechos tienen por fundamento y fin el
resguardo de la dignidad humana. Tal perspectiva se desprende de la interpretacin
sistemtica, armnica y finalista de nuestro texto constitucional complementado con
los Pactos Internacionales de derechos humanos ratificados por Chile y vigentes, que
constituyen en conjunto, el bloque constitucional de los derechos. Todo lo cual se
fundamenta en los artculos 1, 5 y 19 de la Carta Fundamental.
La Ley Fundamental de nuestra Repblica asegura el derecho a la privacidad e
intimidad en dos numerales continuados del artculo 19, los signados con los nmeros
223
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
cuarto y quinto. El numeral cuarto asegura a todas las personas El respeto y protec-
cin a la vida privada y pblica y a la honra de la persona y de su familia, mientras que
el numeral quinto asegura a las personas la inviolabilidad del hogar y de toda forma
de comunicacin privada. El hogar solo puede allanarse y las comunicaciones y docu-
mentos privados interceptarse, abrirse o registrarse en los caos y formas determinados
por la ley. Dicha normativa tiene como complemento el Pacto Internacional de Dere-
chos Civiles y Polticos de Naciones Unidas del 19 de diciembre de 1996, que en su
artculo 17 prescribe 1. Nadie ser objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en la
vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su
honor y reputacin. 2. Toda persona tiene derecho a la proteccin de la ley contra esas
injerencias o esos ataques.
El mismo Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos (P.I.D.C. y P.), en
su artculo 14, prrafo primero, determina que La prensa y el pblico podrn ser
excluidos de la totalidad o parte de los juicios (...) cuando lo exija el inters de la vida
privada de las partes. En trminos similares la Convencin de Derechos del Nio
protege la privacidad de ste en su artculo 16, de redaccin simtrica con el artculo
17 del P.I.D.C. y P., pero establece un artculo especial, el 40.2 b, VII, que asegura
Los Estados partes garantizarn (...) que a todo nio del que se alegue que ha infrin-
gido esas leyes se le garantice (...) que se respetar plenamente su vida privada en
todas las fases del procedimiento. Por otra parte, la Convencin Americana sobre
Derechos Humanos (CADH) o Pacto de San Jos de Costa Rica, tambin establece en
su artculo 11, la proteccin de los derechos en anlisis, determinando que Toda per-
sona tiene el derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad. 2.
Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de
su familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o
reputacin. 3. Toda persona tiene derecho a la proteccin de la ley contra esas injerencias
o esos ataques.
Estos derechos de la privacidad e intimidad tienen el carcter de derecho de ejecu-
cin inmediata (self executing) en el contenido asegurado por el derecho internacional
convencional de los derechos humanos. El derecho a la vida privada o a la privacidad
comprende en su acepcin genrica diferentes manifestaciones clsicas como son la in-
violabilidad de hogar y de las comunicaciones privadas aseguradas en el artculo 19 N 5
de la Carta Fundamental, como el derecho a la honra de la persona y de su familia,
contenidas en el artculo 19 N 4; pero, a su vez, contempla tambin nuevas dimensiones
o manifestaciones del derecho a la privacidad o a la intimidad, que son recogidas en
algunas constituciones ms recientes de la segunda mitad del siglo XX, como son el
derecho a la autodeterminacin informativa y la accin de Habeas Data (1), el derecho a la
propia imagen, para sealar solo las ms significativas.
(1) Al respecto consultar el nmero temtico de la Revista Ius et Praxis, N 1 del ao 1997 de
la Facultad de Ciencias Jurdicas y Sociales de la Universidad de Talca, que rene a travs de diversos
224
EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
225
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
(6) Sags, Nstor Pedro: Elementos de Derecho Constitucional, tomo 2, 2 edicin actuali-
zada, Ed. Astrea, Buenos Aires, Argentina, 1997, pg. 314.
(7) Sags, Nstor Pedro. Elementos de Derecho Constitucional, Tomo 2, 2 edicin actua-
lizada, Ed. Astrea, Buenos Aires, Argentina, 1997, pg. 313.
226
EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
persona que quedan fuera del conocimiento de los dems, salvo que medie un expre-
so deseo de comunicarlo o de ponerlo de manifiesto por parte de la persona afectada
y al margen, naturalmente, de las personas que comparten con ellos aspectos ms o
menos amplios de su vida (8). La privacidad familiar tiene como titulares a los cn-
yuges que constituyen la familia tradicional, y sus hijos, y sus ascendientes por con-
sanguinidad. El derecho al respeto de la vida privada de la persona y su familia se
extiende del mbito personal a los aspectos de la vida de otras personas con las que
se guarda una especial y estrecha vinculacin de carcter familiar, incidiendo en la
esfera de la personalidad de sus integrantes.
(8) Espn Templado, Eduardo: Fundamento y alcance del derecho fundamental a la inviola-
bilidad del domicilio, Revista del Centro de Estudios Constitucionales, N 8, Madrid, Espaa, 1991,
pg. 45.
(9) Citado por Rubio Llorente, Francisco: Derechos fundamentales y principios constitucio-
nales, Ed. Ariel Derecho, Espaa, 1995, pg. 178.
227
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
(10) Rubio Llorente, Francisco: Derecho fundamentales y principios constitucionales, op. cit.,
pg. 178.
(11) Ver sentencia Daz con Diario La Cuarta. Corte de Apelaciones de Santiago, Rol N
604-93.
(12) Alegre Martnez, Miguel Angel: El derecho a la propia imagen, Ed. Tecnos, Madrid,
Espaa, 1997, pg. 85.
(13) Alegre Martnez, Miguel Angel: op. cit., pg. 91.
(14) Ver OCallaghan, X.: Libertad de expresin y sus lmites: honor, intimidad e imagen,
Editorial Revista de Derecho privado, Espaa, 1991, pg. 136.
228
EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
autorizado por la ley (15), de manera tal que el legislador y la propia voluntad de la
persona delimitan el derecho al respeto de la propia imagen. Puede sostenerse que hay
intromisin ilegtima en el derecho a la propia imagen cuando se ha consentido en
posar para una fotografa, cuando luego dicha fotografa es publicada o comercializa-
da, ya que la difusin y comercializacin de la fotografa requiere de un consentimien-
to expreso y especfico.
La intromisin es tambin ilegtima cuando la publicacin de la imagen se con-
creta en un contexto o con una finalidad diferente de la que fue consentida por la
persona. La autorizacin del uso de la imagen puede estar tambin circunscrita en el
tiempo o darse en un momento determinado, transcurrido el cual el uso legtimo de la
imagen de la persona se extingue. Por ltimo, el uso de la imagen puede ser revocada
por el titular atendiendo a las relaciones jurdicas y derechos creados en favor de terce-
ros, correspondiendo a los tribunales de justicia realizar la ponderacin de los dere-
chos en conflicto. Por ltimo, debemos precisar que el derecho a la propia imagen no
est protegido con la misma intensidad en las personas privadas que en aquella que
tienen relevancia pblica, ya que en tales casos la imagen captada en actos pblicos o
en lugares abiertos al pblico no constituyen infraccin al derecho al respeto de la
propia imagen de las personas pblicas.
propia imagen en la jurisprudencia, Actualidad Editorial Madrid, Espaa, 1995, pgs. 100 y sgtes.
(16) Madrid Conesa, Fulgencio: Derecho a la intimidad, informtica y Estado de Derecho,
229
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
constitucional del Hbeas Data, en Revista Ius et Praxis, ao 3, N 1, Facultad Ciencias Jurdicas y
Sociales de la Universidad de Talca, Chile, 1997, pg. 265.
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EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
(18) Cea Egaa, Jos Luis: El derecho constitucional a la intimidad, Revista Gaceta Jurdica,
231
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
protegidas eran no solo las personas naturales, los individuos, sino tambin las perso-
nas jurdicas (Corporaciones, fundaciones, sociedades, asociaciones gremiales, etc.)
Tal perspectiva ha sido asumida por la jurisprudencia, la cual ha sealado que el
trmino honra tiene dos puntos de vista:
a) Subjetivo: es el aprecio que cada uno siente por si mismo.
b) Objetivo: es la reputacin o buena fama que los terceros tienen de uno.
La Constitucin ampara este segundo aspecto, pues el subjetivo queda en el plano
interno de la persona, en cambio, el objetivo forma parte de la convivencia social y sta
es la que regula el derecho, toda vez que constituye la proteccin de la dignidad del ser
humano (Corte de Apelaciones de Santiago, 31 de mayo de 1993, RDJF 90 sec. 5, pg.
164). El ncleo esencial del derecho a la honra consiste en el derecho que tiene toda
persona a ser respetable ante s mismo y ante los dems, sin perjuicio de las limitaciones
legales que lo delimitan y regulan. La garanta de la proteccin de la honra se extiende a
la familia de la persona. El concepto amplio de familia se extiende a los cnyuges, ascen-
dientes, descendientes y parientes colaterales por consanguinidad o afinidad.
La ley N 16.643 sobre abusos de publicidad, y sus correspondientes reformas,
establece un concepto ms limitado de familia para estos efectos, la que incluye los
cnyuges, los ascendientes, descendientes y colaterales hasta el segundo grado de con-
sanguinidad; los ascendientes y descendientes hasta el primer grado de afinidad legti-
ma. El concepto incluye, adems, a los parientes fallecidos, ya que si bien con la muer-
te se extinguen los derechos de la personalidad, la memoria de la persona fallecida
constituye una prolongacin de dicha personalidad que es susceptible de proteccin, la
cual queda protegida y asegurada por la proteccin de la honra de la familia.
Nuestro ordenamiento jurdico protege penalmente el honor de la persona a tra-
vs de los delitos de injuria y calumnia. En efecto, el Cdigo Penal determina que se
entiende por calumnia la imputacin de un delito determinado pero falso y que pueda
actualmente perseguirse de oficio y por injuria toda expresin proferida o accin
ejecutada en deshonra, descrdito o menosprecio de otra persona (artculo 412 y 416,
respectivamente). En el caso de la injuria debe probarse el animus injuriandi, vale
decir, el mbito de desacreditar o menospreciar el honor de la persona.
232
EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
(21) Ver Resolucin del caso 11.230 (Informe 11/96) publicado en la Revista Ius et Praxis, Ao
233
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
(22) Corte Suprema Argentina, T.306-II, 1984, pg. 1892 y sgtes., citado por Travieso, Juan
Antonio: Derechos humanos y derechos internacionales, Editorial Heliasta, Argentina, 1995, pgs.
523 a 525.
(23) Bazterrica, Gustavo M. Corte Suprema, agosto 29 de 1986, La Ley, Tomo 1986-D, pg. 547.
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EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
En este tpico, finalmente, el voto que analizamos establece que las conductas
de los hombres que no se dirijan contra bienes que se hallan en la esfera del orden y la
moral pblicos ni perjudiquen a terceros, aun cuando se trate de actos que se dirijan
contra s mismos, quedan, en virtud del art. 19 de la Constitucin Nacional, fuera del
mbito de las prohibiciones legales.
Concluye la Corte Suprema Argentina, sosteniendo la inconstitucionalidad de la
ley que prohbe la posesin de estupefacientes para consumo personal. En Alemania
Federal se ha protegido la confidencialidad de los expedientes mdicos, en efecto, el
Tribunal Constitucional Federal decidi que la informacin que reposaba en dichos
expedientes no poda ser utilizado en un proceso penal donde el acusado era el pacien-
te (32 Bverf Ge373, 1972).
La Corte Suprema Argentina ha protegido el derecho al honor en el caso
Ekmekdjian, en sentencia del 7 de julio de 1992, dictado como consecuencia de una
accin judicial de amparo en defensa del derecho de rplica frente a declaraciones
formuladas en un programa de televisin, en que se expresaron frases agraviantes en
relacin a Jesucristo y a la Virgen Mara, las que afectan la dignidad y la honra y
reputacin de personas con profundas convicciones religiosas. La sentencia aludida
afirma que: la informacin difundida puede afectar la dignidad, la honra o la reputa-
cin de una persona y sus ms profundas convicciones y la justicia tiene el deber de
permitirle defenderse con inmediatez y eficacia. Se trata de una garanta para la efecti-
va proteccin de la dignidad humana, de la que forman parte la honra, la reputacin y
la privacidad afectadas por informaciones inexactas o agraviantes emitidas a travs de
una publicacin o empresa periodstica, cinematogrfica, de radio o televisin.
A su vez, respecto de la legitimacin de la persona para ejercer el derecho a
respuesta, la Corte Argentina determina que la afirmacin que provoca la rectifica-
cin o respuesta, invade los sentimientos ms ntimos del afectado, convirtindose as
y tratndose de un sentimiento o creencia de sustancial valoracin en el derecho en
un agravio al derecho subjetivo de sostener tales valores trascendentes frente a quie-
nes, sin razn alguna, lo difaman hasta llegar al nivel de insulto soez, con grave perjui-
cio a la libertad religiosa. Estos extremos quedarn sujetos a la severa valoracin del
juez de la causa, aunque no cabe duda que en tales condiciones la ofensa afecta la
honra personal; por tanto, a uno de los derechos subjetivos que mayor proteccin debe
recibir por parte del ordenamiento jurdico.
235
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
236
EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
cual procede siempre en el caso del delito de calumnia, segn dispone el artculo 415 del
Cdigo Penal; la injuria admite tal defensa slo cuando ella sea dirigida contra emplea-
dos pblicos sobre hechos que conciernen al desarrollo de sus funciones, pero no se
admite en el caso de particulares, al tenor del artculo 420 del Cdigo Penal. Adems de
la sancin penal, el ordenamiento jurdico determina la responsabilidad civil, la cual
procede por el dao moral y patrimonial que puedan haber producido en la vctima. Los
responsables de asumir las indemnizaciones a ser canceladas a las personas afectadas
por tal conducta del medio de comunicacin social, son solidariamente los propietarios,
editores, directores y administradores del mismo, adems del autor de la imputacin, de
acuerdo a lo que dispone el artculo 31 de la ley 16.643.
La indemnizacin no ser imputable a los responsables del medio de comunica-
cin social en tres situaciones:
a) Si este se ha limitado a reproducir noticias, informaciones o declaraciones difun-
didas por agencias informativas o que provienen de una autoridad pblica en
materias propias de su competencia.
b) Cuando se acredite el empleo de la debida diligencia para evitar la difusin, en las
transmisiones que se emitan en directo por medio de radiodifusin sonora o televisiva.
c) Si tratndose de una informacin falsa, el medio de comunicacin social solo
reproduce las informaciones o declaraciones dadas por una persona o institucin
que, a juicio del tribunal sea razonablemente confiable o idnea respecto de la
materia de que se trate, o que se trate de informaciones u opiniones que se
difundieren en programas abiertos al pblico respecto de las cuales se advierta
que lo all difundido no compromete al medio periodstico.
237
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
(24) Actas de la Comisin de Estudios de la Nueva Constitucin, sesin N 129, pgs. 23-24.
(25) Lavagna: Instituzioni di Diritto Pubblico, 5ta. Ed., Turin, Italia, 1982, pg. 466.
(26) Citado por Gonzlez-Trevijano, Pedro: La inviolabilidad del domicilio, Ed. Tecnos,
Madrid, Espaa, 1992, pg. 140.
(27) Sentencia Tribunal Constitucional espaol 22/1984 de 17 de febrero. Citada por Gonzlez-
Trevijano, Pedro: La inviolabilidad del domicilio, Tecnos, Madrid, Espaa, 1992, pg. 62.
(28) Gonzlez-Trevijano, Pedro: La inviolabilidad del domicilio, op. cit., pg. 136.
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EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
(29) Gonzlez-Trevijano, Pedro: La inviolabilidad del domicilio, op. cit., pgs. 154-156.
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ERNESTO BLUME FORTINI
240
LA REFORMA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
241
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
que debe ser libre y no viciada ya sea por intimidacin o presin psicolgica grave. En
todo caso, el allanamiento o registro del hogar, morada o domicilio debe practicarse de
un modo proporcionado al fin perseguido y produciendo el menor dao posible al bien
jurdico protegido. No est dems sealar que si bien no existe un derecho a la no
recepcin jurisdiccional de las pruebas obtenidas violentando antijurdicamente la in-
violabilidad del hogar, ello constituye una vulneracin del derecho al debido proceso,
vulnerando garantas constitucionales, lo que convierte a tales pruebas en pruebas no
aceptables en el proceso.
El Cdigo Penal sanciona como delito, en su artculo 144 la violacin de morada
o domicilio y allanamiento ilcito (artculo 155). La ley 19.423 de 1995, agrega en el
Cdigo Penal el delito de captacin, grabacin, reproduccin por cualquier medio y
sin autorizacin del afectado, de conversaciones o comunicaciones de carcter priva-
do, en recintos particulares o lugares que no sean de libre acceso al pblico; la capta-
cin, grabacin, filmacin o fotografa de imgenes o hechos de carcter privado que
se produzcan, realicen, ocurran o existen en recintos particulares o lugares que no sean
de libre acceso al pblico (artculo 161 A del Cdigo Penal). Por otra parte, se penaliza
la pretensin de obtener la entrega de dinero o bienes o la realizacin de cualquier
conducta que no sea jurdicamente obligatoria, mediante los actos anteriormente sea-
lados, lo que configura una extorsin (artculo 161 b del Cdigo Penal).
242
EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
cuentan los diplomas, certificados, cartas, grabaciones, entre otros. La Comisin de Estu-
dios de la Nueva Constitucin dej constancia en su sesin 129, de que el derecho en
anlisis asegura a las personas y las protege contra toda forma tecnolgica moderna que
permita captar conversaciones o imgenes a distancia, tanto las actualmente existentes
como teleobjetivos, satlites, etc., como los que puedan desarrollarse en el futuro.
La vulneracin del derecho a la inviolabilidad de las comunicaciones privadas se
produce tanto por la intercepcin en sentido estricto de la comunicacin (como es el
caso de la aprehensin fsica del soporte del mensaje o la captacin de otra forma del
proceso de comunicacin), la retencin o por el simple conocimiento antijurdico de lo
comunicado (lectura de correspondencia guardada por el destinatario, entre otras). En
esta perspectiva, el Tribunal Constitucional Federal Alemn, prohibi que se usara en
un proceso penal una grabacin secreta efectuada por la vctima durante una conversa-
cin con el acusado (34 Bverf GE 238, 1973). El derecho a la inviolabilidad de las
comunicaciones privadas protege la circulacin de la comunicacin en forma libre y la
prohibicin de intercepcin o del conocimiento antijurdico de las comunicaciones.
Este derecho posee eficacia erga omnes, garantizando la impenetrabilidad de la comu-
nicacin privada por terceros, sean estos agentes pblicos o privados. A su vez, la
inviolabilidad se predica de la comunicacin privada, cualquiera sea su contenido y
pertenezca o no el contenido de la comunicacin al mbito de la privacidad o intimi-
dad. La inviolabilidad de las comunicaciones privadas opera desde el momento en que
el autor de la comunicacin exterioriza su intencin de hacer llegar un mensaje a otro
sujeto, hasta el momento en el que el destinatario, recibido el mensaje, tom conoci-
miento del mismo.
El remitente posee, asimismo, un derecho frente al destinatario de la comunica-
cin, las manifestaciones que el emisor confa van dirigidas exclusivamente al destina-
tario, no a terceras personas o a la publicidad, existiendo una deber de reserva o secre-
to del destinatario frente al remitente, por tanto, los terceros que violen la privacidad
de la comunicacin incurren en conducta ilcita con su mera injerencia, como sostiene
Lucas Murillo (30). Existe el deber de respetar el secreto de la comunicacin privada
obtenida sin el consentimiento del informante o habiendo viciado tal consentimiento.
Quin recibe la comunicacin privada puede darla a conocer a terceros, salvo que el
contenido de la comunicacin afecte la privacidad del transmisor.
As, el Tribunal Constitucional Espaol ha sostenido Quin entrega a otro la
carta recibida o quin emplea durante su conversacin telefnica un aparato amplifica-
dor de la voz que permite captar aquella conversacin a otras personas presentes no
esta violando el secreto de las comunicaciones, sin perjuicio de que esta misma con-
ducta, en el caso de que lo as transmitido a otros entrase en la esfera ntima del inter-
locutor. (TCE, Sentencia 114/1984).
(30) Lucas Murillo, Pablo: El derecho a la autodeterminacin informtica, Ed. Tecnos, Ma-
243
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
Toda persona debe determinar por si sola a quien autoriza a grabar su palabra
como ante quin puede reproducirse su voz grabada magnetofnicamente. La inviola-
bilidad de las comunicaciones constituye una presuncin iuris et de iure de que lo
transmitido en una comunicacin privada (epistolar, telefnica, fax, etc.), es parte de la
privacidad de las personas, por lo que la revelacin de ello, independientemente de su
contenido material, vulnera el derecho a la privacidad (31). Este derecho se encuentra
protegido penalmente en el artculo 146 del cdigo del ramo, el cual sanciona al que
abriere o registrare la correspondencia y dems papeles privados sin la voluntad del
titular, disposicin que tiene como excepcin a los cnyuges entre si, a los padres y
guardadores respecto de los papeles o cartas de sus hijos menores que se hallen bajo su
dependencia. Dicha disposicin tampoco es aplicable a las personas a quienes por las
leyes o reglamentos especiales, les es lcito instruirse de correspondencia o comunica-
ciones ajenas. El Cdigo de Procedimiento Penal regula en los artculos 176 a 183 los
registros que puede hacer la autoridad, tanto en la correspondencia, documentos o comu-
nicaciones privadas, adems de los requisitos y limitaciones que tienen tales registros.
(31) Ruiz Miguel, Carlos: La configuracin constitucional del derecho a la intimidad, Ed.
cuestiones innombrables en Revista Espaola de Derecho Constitucional N 15, Espaa, 1985, pgs.
173-174.
244
EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
245
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
A) Alemania
Art. 10.l. Ser inviolable el secreto de la correspondencia, as como el del correo
y los telgrafos.
2. Solo en virtud de una ley podrn establecerse limitaciones a este derecho. Si la
restriccin obedece al propsito de proteger el orden bsico liberal y democrtico o la
existencia o salvaguardia de la Federacin o de un Estado regional, podr la ley dispo-
ner que no se comunique la restriccin al afectado y que el control sea asumido por
rganos y auxiliares designados por la representacin del pueblo, en vez de correr a
cargo de la autoridad judicial.
Art. 13. l. El domicilio ser inviolable.
2. Los registros solo podrn ser ordenados por la autoridad judicial y, cuando sea
peligroso demorarlos, por los dems rganos previstos en las leyes y nicamente po-
drn realizarse en la forma establecida.
246
EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
B) Argentina
Art. 18. Ningn habitante de la Nacin puede ser penado sin juicio previo funda-
do en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado
de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obli-
gado a declarar contra s mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de autori-
dad competente. Es inviolable la defensa en juicio de la persona y de los derechos. El
domicilio es inviolable, como tambin la correspondencia epistolar y los papeles pri-
vados; y una ley determinar en que casos y con qu justificativos podr procederse a
su allanamiento y ocupacin. Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por
causas polticas, toda especie de tormento y los azotes. Las crceles de la nacin sern
sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda
medida que a pretexto de precaucin conduzca a modificarlos ms all de los que
aqulla exija, har responsable al juez que la autorice.
Art. 19. Las acciones privadas de los hombres que de ningn modo ofendan al
orden y a la moral pblica, ni perjudiquen a un tercero, estn slo reservadas a Dios, y
exentas de las autoridad de los magistrados. Ningn habitante de la Nacin ser obli-
gado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohbe.
C) Brasil
Art. 5. Todos son iguales ante la ley, sin distincin de cualquier naturaleza, garan-
tizndose a los brasileos y a los extranjeros residentes en el pas la inviolabilidad del
derecho a la vida, a la libertad, a la igualdad, a la seguridad y a la propiedad, en los
siguientes trminos:
X. Son inviolables la intimidad, la vida privada, el honor y la imagen de las perso-
nas, asegurndose el derecho a indemnizacin por el dao material o moral derivado
de su violacin;
XI. La casa es asilo inviolable del individuo, no pudiendo penetrar nadie en ella
sin consentimiento del morador, salvo en caso de flagrante delito o desastre, o para
prestar socorro, o, durante el da, por determinacin judicial;
XII. Es inviolable el secreto de la correspondencia, de las comunicaciones tele-
grficas, de las informaciones y de las comunicaciones telefnicas, salvo, en el ltimo
caso, por orden judicial, en las hiptesis y en la forma que la ley establezca para fines
de investigacin criminal o instruccin procesal penal;
247
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
D) Colombia
Art. 15. Todas las personas tienen derecho a su intimidad personal y familiar y a
su buen nombre, y el Estado debe respetarlos y hacerlos respetar. De igual modo,
tienen derecho a conocer, actualizar y rectificar las informaciones que se hayan recogi-
do sobre ellas en bancos de datos y en archivos de entidades pblicas y privadas.
En la recoleccin, tratamiento y circulacin de datos se respetarn la libertad y
dems garantas consagradas en la Constitucin.
La correspondencia y dems formas de comunicacin privada son inviolables.
Solo pueden ser interceptadas o registradas mediante orden judicial, en los casos y con
las formalidades que establezca la ley.
Para efectos tributarios o judiciales y para los casos de inspeccin, vigilancia e
intervencin del Estado podr exigirse la presentacin de libros de contabilidad y de-
ms documentos privados, en los trminos que seale la ley.
E) Costa Rica
Art. 23. El domicilio y todo otro recinto privado de los habitantes de la Repblica
son inviolables. No obstante pueden ser allanados por orden escrita de juez competen-
te, o para impedir la comisin o impunidad de delitos, o evitar daos graves a la pro-
piedad, con sujecin a lo que prescribe la ley.
Art. 24. Son inviolables los documentos privados, las comunicaciones escritas u
orales de los habitantes de la Repblica. Sin embargo, la ley fijar los casos en que los
tribunales de justicia podrn ordenar el secuestro, registro o examen de documentos priva-
dos, cuando ello sea absolutamente indispensable para esclarecer asuntos sometidos a su
conocimiento.
F) Espaa
Art. 18.l. Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar, a la
propia imagen.
2. El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podr hacerse en l sin
consentimiento del titular o resolucin judicial, salvo en caso de flagrante delito.
248
EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
G) Estados Unidos
Enmienda 3. En tiempo de paz, ningn soldado deber alojarse en una casa sin el
consentimiento del propietario; ni en tiempo de guerra, pero de conformidad con que
la ley prescriba.
Enmienda 4. El derecho de la poblacin a la seguridad en sus personas, sus docu-
mentos y efectos, contra incautaciones y cateos arbitrarios no deber ser violado, y no
habrn de expedirse las rdenes correspondientes si no existe una causa probable,
apoyada por juramento o declaracin solemne, que describa en particular el lugar que
habr de ser inspeccionado y las personas o cosas que sern objeto de detencin o
decomiso.
Enmienda 5. Ninguna persona podr ser detenida para que responda por un delito
capital o infamante por algn otro concepto, sin auto de denuncia o acusacin formu-
lado por un Gran Jurado, salvo en los casos que se presenten en las fuerzas terrestres o
navales, o en la Milicia, cuando estas estn en servicio efectivo en tiempo guerra o de
peligro pblico; (... ).
Enmienda 9. El hecho de que en la Constitucin se enumeren ciertos derechos no
deber interpretarse como una negacin o menosprecio hacia otros derechos que tam-
bin son prerrogativas del pueblo.
H) Francia
No existe norma correspondiente, pero el derecho ha sido reconocido
jurisprudencialmente.
I) Italia
Art. 14. El domicilio es inviolable. No se podrn efectuar inspecciones o registros
ni embargos salvo en los casos y con las modalidades establecidas por la ley, y confor-
me a las garantas prescritas para la salvaguardia de la libertad personal. Se regularn
por leyes especiales las comprobaciones e inspecciones por motivos de sanidad y de
salubridad pblicas o con fines econmicos y fiscales.
Art. 15. Sern inviolables la libertad y el secreto de la correspondencia y de cual-
quier otra forma de comunicacin.
La limitacin de los mismos solo podr producirse por auto motivado de la autori-
dad judicial con las garantas establecidas por la ley.
249
HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
J) Mxico
Art.16. Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o
posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que
funde y motive la causa legal del procedimiento.
En toda orden de cateo, que slo la autoridad judicial podr expedir, y que ser
escrita, se expresar el lugar que ha de inspeccionarse, la persona o personas que ha-
yan de aprehenderse y los objetos que se buscan, a lo que nicamente debe limitarse la
diligencia, levantndose, al concluirla, un acta circunstanciada, en presencia de dos
testigos propuesto por el ocupante del lugar cateado o, en su ausencia o negativa, por
la autoridad que practique la diligencia.
Las comunicaciones privadas son inviolables. La ley sancionar penalmente cual-
quier acto que atente contra la libertad y privaca de las mismas. Exclusivamente la
autoridad judicial federal, a peticin de la autoridad federal, que faculte la ley o del
titular del Ministerio Pblico de la entidad federativa correspondiente, podr autorizar
la intervencin de cualquier comunicacin privada. Para ello, la autoridad competente,
por escrito, deber fundar y motivar las causas legales de la solicitud expresando ade-
ms, el tipo de intervencin, los sujetos de la misma y su duracin. La autoridad judi-
cial federal no podr otorgar estas autorizaciones cuando se trate de materias de carc-
ter electoral, fiscal, mercantil, civil, laboral o administrativo, ni en el caso de las comu-
nicaciones del detenido con su defensor.
Las intervenciones autorizadas se ajustarn a los requisitos y lmites previstos en
las leyes. Los resultados de las intervenciones que no cumplan con stos, carecern de
todo valor probatorio.
La autoridad administrativa podr practicar visitas domiciliarias nicamente para
cerciorarse de que se han cumplido los reglamentos sanitarios y de polica; y exigir las
exhibicin de los libros y papeles indispensables para comprobar que se han acatado
las disposiciones fiscales, sujetndose, en estos casos, a las leyes respectivas y a las
formalidades prescritas para los cateos.
La correspondencia que bajo cubierta circule por las estafetas, estar libre de
todo registro, y su violacin ser penada por la ley.
En tiempo de paz ningn miembro del Ejrcito podr alojarse en casa particular
contra la voluntad del dueo, ni imponer prestacin alguna. En tiempo de guerra los
militares podrn exigir alojamiento, bagajes, alimentos y otras prestaciones, en los
trminos que establezca la ley marcial correspondiente.
K) Per
Art. 2. Toda persona tiene derecho:
7. Al honor y a la buena reputacin, a la intimidad personal y familiar as como a
la voz y a la imagen propia.
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EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
L) Portugal
Art. 26 (otros derechos personales)
1. A todos se les reconoce el derecho a la identidad personal, a la capacidad civil, a
la ciudadana, al buen nombre y reputacin, a la imagen, a la palabra y a la reserva de la
intimidad de la vida privada y familiar.
2. La Ley establecer garantas efectivas contra la utilizacin abusiva, o contraria
de la dignidad humana, de informaciones relativas a las personas y familias.
3. La privacidad de la ciudadana y las restricciones a la capacidad civil slo
pueden imponerse en los casos y en los trminos previstos por la ley, no pudiendo tener
como fundamento motivos polticos.
Art. 34 (inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia)
1. El domicilio y el secreto de la correspondencia y dems medios de comunica-
cin privada son inviolables.
2. La entrada en el domicilio de un ciudadano contra su voluntad slo podr ser
ordenada por la autoridad judicial competente, en los casos y segn las formas previs-
tas por la ley.
3. Nadie podr entrar durante la noche en el domicilio de una persona sin su
consentimiento.
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HUMBERTO NOGUEIRA ALCAL
M) Uruguay
Art. 10. Las acciones privadas de las personas que de ningn modo atacan el orden
pblico ni perjudican a un tercero, estn exentas de la autoridad de los magistrados.
Ningn habitante de la Repblica ser obligado a hacer lo que no manda la Ley, ni
probado de los que ella no prohbe.
Art. 11. El hogar es un sagrado inviolable. De noche nadie podr entrar en l sin
consentimiento de su jefe, y de da, slo de orden expresa de un juez competente, por
escrito y en los casos determinados por la Ley.
Art. 28. Los papeles de los particulares y su correspondencia epistolar telegrfica o de
cualquier otra especie, son inviolables, y nunca podr hacerse su registro, examen o inter-
pretacin sino conforme a las leyes que se establecieron por razones de inters general.
N) Venezuela
Art. 59. Toda persona tiene derecho a ser protegida contra los perjuicios a su
honor, reputacin o vida privada.
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EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
Art. 62. El hogar domstico es inviolable. No podr ser allanado sino para impedir
la perpetracin de un delito o para cumplir, de acuerdo con la ley, las decisiones que
dicten los tribunales.
Las visitas sanitarias que hayan de practicarse de conformidad con la ley slo po-
drn hacerse previo aviso de los funcionarios que las ordenen o hayan de practicarlas.
Art. 63. La correspondencia en todas sus formas es inviolable. Las cartas, telegra-
mas, papeles privados y cualquier otro medio de correspondencia no podrn ser ocu-
pados sino por la autoridad judicial, con el cumplimiento de las formalidades legales y
guardndose siempre el secreto respecto de lo domstico y privado que no tenga rela-
cin con el correspondiente proceso. Los libros, comprobantes y documentos de con-
tabilidad slo estarn sujetos a la inspeccin o fiscalizacin de las autoridades
competentes, de conformidad con la ley.
X. BIBLIOGRAFA
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y ampliada, Ed. R.T., Sao Paulo, Brasil, 1990.
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Cruz Villaln, P.: El legislador de los derechos fundamentales, Anuario de De-
recho Pblico y Estudios polticos, 2 (1990) (monogrfico sobre los derechos
fundamentales).
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EL DERECHO A LA PRIVACIDAD Y A LA INTIMIDAD EN EL ORDENAMIENTO JURDICO CHILENO
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LOS DERECHOS PRESTACIONALES
I. INTRODUCCIN
Luego de la entrada en vigencia de las constituciones polticas de la postguerra, el
tradicional Estado de Derecho, basado sobre los principios de libertad e igualdad,
evolucion hacia el moderno Estado Social y Democrtico de Derecho, en el que se
han potenciado los derechos de contenido econmico y social, cuyos antecedentes se
remontan hasta la Constitucin mexicana de 1917 y la de Weimar de 1919.
El reconocimiento de los derechos sociales y econmicos en los textos constitu-
cionales de la postguerra plantea una serie de problemas jurdicos de difcil solucin,
sobre todo en el mbito de los derechos fundamentales. Uno de ellos ser analizado en
relacin con nuestro ordenamiento constitucional: los denominados derechos
prestacionales.
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LOS DERECHOS PRESTACIONALES
a) La doctrina francesa
Un sector importante de la doctrina francesa lleg a cuestionarse la virtualidad
jurdica de tales derechos, pues los consideraba como vocaciones a la libertad por
cuanto no definen una libertad presente, anuncian una liberacin. Y esa liberacin se
obtendr menos por el esfuerzo individual, que por la accin de los gobernantes
(Burdeau). Luego, este mismo autor, los configur como la autorizacin que conceden
a los individuos frente a la sociedad para exigir a los poderes pblicos prestaciones
para desarrollar su personalidad.
Para Rivero consisten en un crdito contra la sociedad dirigido a satisfacer pres-
taciones positivas a travs de servicios pblicos. Madiot los configura, por su parte,
como obligaciones que pesan sobre el Estado ausentes en la Declaracin de l789, con
fines asistenciales o de beneficencia.
b) La doctrina italiana
En general ha encuadrado los derechos prestacionales dentro de la categora de
los derechos cvicos. Por estos ltimos se han entendido pretensiones de los individuos
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LOS DERECHOS PRESTACIONALES
d) La doctrina espaola
Satrstegui, Lpez Guerra, Espn, Garca Morillo y Prez Tremps los preceptan
como un conjunto de derechos sociales que estn directamente vinculados con la defi-
nicin de la forma de Estado, como Estado social (art. 1, CE). En sus propias palabras
Se trata de derechos que no consisten en la exigencia de un abstencionismo estatal, o
en la garanta de un mbito de autonoma o de dominio individuales, sino que general-
mente pueden interpretarse como derechos de prestacin, que se traducen en el reque-
rimiento de un dar o un hacer estatal.
En un obra reciente un autor mexicano, pero formado en Espaa y aplicando su
definicin al ordenamiento constitucional espaol, los define como aquellos derechos
constitucionales que tengan reconocido contenido esencial y cuya obligacin primaria
consista en el otorgamiento de prestaciones pblicas tendentes a la elevacin de las
condiciones de vida de la poblacin (Cossio Daz). El mismo autor, luego de un pro-
lijo anlisis de todos los derechos constitucionales consagrados en el ordenamiento
espaol, llega a la conclusin de que slo existen dos derechos fundamentales
prestacionales: el derecho al trabajo y el derecho a la educacin. Finalmente, Francisco
Fernndez Segado los configura como derechos sociales enunciados como principios.
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LOS DERECHOS PRESTACIONALES
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1. Proteccin a la familia
a) El artculo 51 dispone que la familia, como elemento natural y fundamento de la
sociedad, tiene derecho a la proteccin especial del Estado. El concepto de familia tutelado
por esta norma es amplio y no restrictivo, ya que el mismo incluye tanto a la familia
unida por un vnculo formal el matrimonio como aquella otra en la cual la unin se
establece por lazos afectivos no formales, es decir, uniones de hecho, pero estables.
Dentro de este orden de ideas, la Sala Constitucional ha dicho que encontramos
en la norma constitucional dos elementos de suma importancia en la comprensin de la
intencin del legislador al promulgarla, cules son el elemento natural y fundamen-
to de la sociedad, como componentes bsicos de la formacin de la familia. En la
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primera frase, entendemos que nuestro legislador quiso que en dicho concepto fami-
lia se observara que su sustento constituye un elemento natural, autnomo de los
vnculos formales. Por otro lado, y siguiendo esta misma lnea de pensamiento, tam-
bin debemos entender que al decirse que la familia es el fundamento de la sociedad
no debemos presuponer la existencia de vnculos jurdicos (Voto 1975-94). Por fami-
lia, en consecuencia, debe entenderse el conjunto de personas que vinculadas por una
unin estable de un hombre y una mujer, que viven bajo el mismo techo e integran una
unidad social primaria.
La norma en examen establece la obligacin del Estado, es decir, de todos los
poderes pblicos, de proteger al ncleo familiar, lo cual se articula, en la praxis en
diversas formas: promulgacin de legislacin especfica que la tutele como institucin
(Cdigo de Familia), tratamiento tributario ms benevolente para el ncleo familiar,
polticas de vivienda especiales para la familia, creacin de instituciones dedicadas a
su proteccin, etc. La jurisprudencia de la Sala ha dicho, dentro de este orden de ideas,
que En aras del mantenimiento de la unidad familiar y de la integridad de los miem-
bros de la familia, es que el legislador consider oportuno dotar a las personas vcti-
mas de violencia domstico de un procedimiento gil y oportuno, que les garantice en
forma inmediata el cumplimiento de los postulados constitucionales mencionados
(Voto 3046-96).
b) El matrimonio como base esencial de la familia y la igualdad de los derechos
de los cnyuges.
Existe un derecho fundamental de las personas para contraer matrimonio, que se
deriva no slo del artculo 52 de la Constitucin, sino adems del numeral l6 de la
Declaracin Universal de los Derechos Humanos y l7.2 de la Convencin Americana
sobre Derechos Humanos (Pacto de San Jos).
Lo anterior no impide que las personas, en el ejercicio de su libertad individual,
puedan optar por fundar una familia sin cumplir con las formalidades propias del ma-
trimonio. Ello implica, por una parte, que el Estado no puede de manera alguna impe-
dir ni obstaculizar, de manera irrazonable, el matrimonio de las personas y, por otra
parte, no es posible que se imponga como nica forma de constitucin de una familia,
la opcin matrimonial. Como ha dicho la jurisprudencia de la Sala Constitucional: La
promulgacin de una ley que establezca normas relativas a la unin de hecho, constitu-
ye ms bien una respuesta obligada del Estado, ante la realidad social concreta para la
que en el pasado no se ofreca mayor solucin, salvo unas aisladas normas, alrededor
de las cuales, fundamentalmente la jurisprudencia de esta Sala, ha ido construyendo
una doctrina (Voto 3693-94).
No obstante, la regulacin de la familia de hecho no puede tener la misma protec-
cin como la que el ordenamiento le otorga a la fundada en el matrimonio. Ello impli-
cara perder la razonabilidad de proteccin a la unin de hecho, al otorgrseles a los
convivientes una mayor garanta que a los cnyuges, que no pueden constituir la fami-
lia si existe un vnculo matrimonial previo. Dentro de esta ptica ha dicho la Sala
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5. Proteccin a la educacin
a) El artculo 78 de la Constitucin establece la obligacin para el Estado de
costear el sistema pblico de educacin preescolar, general bsica y la diversificada.
La misma norma tambin le crea la obligacin al Estado de facilitar la prosecucin de
estudios superiores a quienes carezcan de recursos pecuniarios.
De lo dicho se concluye que no existe un derecho a la gratuidad de la enseanza
superior. Sin embargo, el principio de solidaridad que promueve el Estado Social de
Derecho, autoriza al Estado y a los particulares para establecer mecanismos mediante los
cuales se haga posible el acceso de las personas de escasos recursos econmicos a los
estudios universitarios. Verbigracia, el sistema de financiamiento que ofrece CONAPE.
La jurisprudencia de la Sala Constitucional sobre esta materia ha sido prolfica.
Ha dicho, entre otras cosas, que: La prescripcin constitucional torna imposible el
cobro de una determinada suma de dinero como requisito para ingresar a un centro
educativo pblico (Voto 902-95). Tambin ha sostenido que: Se ha producido tam-
bin una violacin al derecho de acceso a la educacin, puesto, si bien es cierto, el
Estado garantiza a sus ciudadanos el derecho a la educacin, tambin ha de garantizar
que los mecanismos de acceso a sta sean racionales y guarden proporcin entre s,
situacin que no ha ocurrido en el presente asunto en el cual se est burlando el dere-
cho que tienen los recurrentes de ingresar a la carrera de Medicina con los requisitos
(Voto 2667-94).
Sobre la gratuidad de la enseanza superior la jurisprudencia de la Sala ha sea-
lado que: Ni sobra decir que la gratuidad de la enseanza superior, sobre todo en los
pases subdesarrollados, implica para el estudiante un eventual pero no seguro disfrute
de ingresos y de posicin econmica y social bastante superior a la del promedio de la
poblacin, por lo que ms bien, el principio de solidaridad parece aconsejar que se
establezcan mecanismos mediante los cuales el acceso a personas de bajos recursos o
carentes de ellos, sin embargo todos los beneficiarios paguen el costo o contribuyan a
compensar el costo del servicio cada vez ms oneroso (Voto 2330-9l).
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LOS DERECHOS PRESTACIONALES
Dentro de este mismo orden de ideas, la Sala ha establecido que: Del numeral 78
de la Carta Magna, en el que se establece la gratuidad de la educacin general bsica,
de la preescolar y la diversificada, dejndose expresamente excluida la universitaria
para la que dispone que el Estado facilitar la persecucin de estudios superiores a las
personas que carezcan de recursos pecuniarios, lo que nos lleva a concluir que no
existe lesin alguna a la citada norma constitucional. Es principio de solidaridad so-
cial, propio de un rgimen democrtico como el nuestro, que los que ms tienen contri-
buyan al sostn de las instituciones pblicas, en favor de los desposedos, en el caso
concreto quien no puede sufragar sus gastos universitarios, debe tener acceso al rgi-
men de becas universitario, pero quien no posee los requisitos para ello, debe pagar su
enseanza, as un grupo mayor de ciudadanos podr tener relacin con los centros de
enseanza superior. Es obligacin del Estado establecida en el artculo 78 de la Cons-
titucin el facilitar la prosecucin de estudios superiores a las personas que carezcan
de recursos pecuniarios, para ellos los programas de becas, para los restantes un au-
mento que no es desproporcionado en el gasto de la matrcula , no puede representar
lesin alguna a la norma citada (Voto 142- 90).
b) El artculo 80, por su parte, establece que: La iniciativa privada en materia
educacional merecer el estmulo del Estado, en la forma que indique la ley. De esta
norma programtica se deriva la prohibicin para el Estado de establecer limitaciones
irrazonables o que irrespeten el principio constitucional de proporcionalidad para la
apertura y operacin de centros privados de enseanza. Desde el punto de vista de los
incentivos, el Estado puede subvencionar parcialmente los centros educativos priva-
dos, como lo hace hoy da con algunos de ellos.
La jurisprudencia constitucional patria ha dicho que: El reclamo formulado en el
amparo parte de la premisa falsa de que la creacin de una universidad por parte de
un colegio profesional, con fondos propios provenientes stos, ya sea de sus agremiados
o del Estado, en su caso, implica un desestmulo, en forma automtica, a la inicia-
tiva privada en materia educacional, mxime si se toma en consideracin que el voca-
blo estmulo contenido en el artculo 80 constitucional no implica, necesariamente,
financiamiento. En efecto, lo dispuesto en el artculo 80 de la Constitucin Poltica
conforma lo que la vieja (sic) doctrina constitucional llama una norma programtica,
cuyo contenido impone al Estado de la obligacin de dotar a la iniciativa privada, en
materia de educacin, de las condiciones adecuadas para que esa iniciativa nazca y pros-
pere, ms no as, necesariamente, dotarla de recursos econmicos (Voto 5653-96).
Tambin ha sealado que: El artculo 80 en forma expresa garantiza la iniciativa
privada en materia educacional y el necesario estmulo del Estado a esta actividad. Conse-
cuentemente, los habitantes de la Repblica tienen derecho sin ningn tipo de limitacin a
las educacin costeada por el Estado, sin perjuicio de poder acceder a la educacin priva-
da, lo que por su naturaleza no puede ser gratuita debiendo los beneficiados con la misma
solventar los gastos que le son propios (Voto 2038-9l).
c) El numeral 82 de la Carta Poltica dispone que: El Estado proporcionar ali-
mento y vestido a los escolares indigentes, de acuerdo con la ley. Esta norma ha sido
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RUBN HERNNDEZ VALLE
poco actuada tanto legislativa como administrativamente, con la excepcin de los co-
medores escolares que funcionan en algunas escuelas ubicadas en barrios marginales y
en centros educativos situados en zonas rurales.
d) El artculo 83, por su parte, establece que: El Estado patrocinar y organiza-
r la educacin de adultos, destinada a combatir el analfabetismo y a proporcionar
oportunidad cultural a aquellos que deseen mejorar su condicin intelectual, social y
econmica.
La norma es muy ambiciosa y, por ello, ha quedado inactuada legislativa y
administrativamente, salvo la existencia de programas especficos para la educacin
de adultos, tanto a nivel de primaria como de secundaria (escuelas y colegios vesperti-
nos y nocturnos, as como la posibilidad de obtener el Bachillerato por madurez).
Dentro de este orden de ideas, la Sala Constitucional ha establecido que por ser
sta una norma programtica, por lo tanto el Estado debe, dentro de sus posibilidades
y prioridades, tratar de desarrollar polticas y programas concretos que la materialicen.
Empero, ello no quiere decir que con base en tales programas y desarrollos se pueda
imponer conductas al Estado, si todo ello depende, como se dijo, de las necesidades y
posibilidades reales y concretas que existan, en un momento determinado, para ejecu-
tarlas (Voto 3633-94).
e) Finalmente, el numeral 86 crea la obligacin a cargo del Estado para formar
profesionales docentes por medio de institutos especiales, de la Universidad de Costa
Rica y de las dems instituciones de educacin superior universitaria. Esta norma tuvo
mucha importancia durante las dcadas de los aos cincuenta, sesenta y setenta, en
que, por existir escasez de maestros y profesores, se realizaron programas intensivos
de capacitacin por medio de las denominadas Escuelas Normales y las Facultades de
Educacin de las diferentes universidades estatales. Hoy da, al haber desaparecido tal
escasez, la norma en cuestin ha perdido importancia prctica.
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LOS DERECHOS PRESTACIONALES
restringida presenta varios defectos. Primero est elaborada en forma terica, sin fun-
damento en un ordenamiento especfico, pues en Espaa no est prevista
legislativamente la inconstitucionalidad por omisin. En segundo lugar, tiene dos ele-
mentos que, en nuestro criterio, no corresponden a la realidad del instituto, al menos
como est prefigurado en el ordenamiento costarricense. El primero de ellos es la nece-
sidad de que la omisin se haya producido, segn el citado autor, durante un tiempo
excesivamente largo. El tiempo de la inactividad legislativa no es realmente un criterio
jurdico valedero para definir si una omisin es susceptible de ser impugnada por vicios
de inconstitucionalidad. En realidad basta con la existencia de la omisin, sin que tenga
ninguna trascendencia el tiempo transcurrido desde que se promulg la Constitucin y
el momento en que se invoca jurisdiccionalmente aquella. En segundo lugar, restringir
la omisin slo a aquellas normas constitucionales de obligatorio y concreto desarro-
llo limita sin fundamento vlido las posibilidades de aplicacin de este instituto, pues
en todo ordenamiento constitucional existen numerosos principios y disposiciones
sobre todo en materia cubierta por los mal llamados derechos prestacionales que, sin
estar concebidas como normas de concreto desarrollo, establecen directrices al Estado
para satisfacer importantes pretensiones materiales de los ciudadanos. Adems, la ex-
presin obligatorio desarrollo es, en el fondo, tautolgica, pues todos los principios
y normas constitucionales son de obligatorio desarrollo. De lo contrario habra que
admitir que algunas de ellos carecen de eficacia jurdica.
Otra concepcin ms amplia y acorde con la regulacin que dicho instituto tiene
en el ordenamiento costarricense, la define como la abstencin del legislador para
desarrollar principios y preceptos constitucionales, independientemente de que sean
de obligatorio y concreto desarrollo. A diferencia de la laguna, la omisin se carac-
teriza siempre por el incumplimiento de una obligacin, expresa o implcita, de desa-
rrollar una disposicin o principio constitucional.
La doctrina italiana distingue entre omisin absoluta y omisin relativa. La pri-
mera se produce cuando falta todo tipo de actuacin normadora destinada a aplicar
el precepto o el principio constitucional. En este caso, la inconstitucionalidad reside
en la propia falta o insuficiencia de normativa por parte del Parlamento para dar
actuacin al mandato del legislador (Rubio Llorente), el cual puede ser expreso o
implcito. En otros trminos, existen preceptos y principios constitucionales que
imponen al legislador la obligacin de emitir una o un conjunto de normas que disci-
plinen algn aspecto del texto constitucional que all slo se encuentra delineado en
sus rasgos ms generales.
En cambio, se est en presencia de una omisin relativa cuando el legislador, al
disciplinar cierto instituto sobre el cual interviene en el ejercicio de sus potestades
discrecionales, omite respetar el principio de igualdad ante la ley. En otros trminos,
en los casos de omisin relativa el legislador no est obligado a actuar un principio o
precepto constitucional. Slo despus de la intervencin discrecional del Parlamen-
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LOS DERECHOS PRESTACIONALES
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NOTAS PARA LA HISTORIA CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL ECUADOR
I. INTRODUCCIN
La Repblica del Ecuador en materia de derechos humanos tiene antecedentes co-
munes a los de las naciones latinoamericanas. La defensa de los derechos y libertades de
la persona fue una constante histrica, como lo fueron tambin, por desgracia, las viola-
ciones a estos atributos de la dignidad humana. La utopa de que se reconozcan los dere-
chos humanos, que se los respete y proteja eficazmente es uno de los postulados esencia-
les de nuestros pueblos y la razn de ser de toda organizacin estatal. Por esta utopa ha
trabajado infatigablemente el profesor Germn J. Bidart Campos, y por ello merece mi
homenaje de admiracin.
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HERNN SALGADO PESANTES
vencido por las tropas enviadas desde Espaa y ejecutado en 1548, pero la semilla de la
rebelin parece haber quedado regada en las tierras ecuatoriales.
Aos despus, en 1592, el Cabildo de Quito encabeza una violenta rebelin que,
con intervalos de paz, dur dos aos y fue secundada masivamente por el pueblo. Si
este levantamiento, conocido como la revolucin de las alcabalas, se inici como un
repudio a la creacin de nuevos impuestos, pronto los hechos dejaron traslucir que en
el fondo palpitaba el deseo de sacudirse del dominio hispnico, para lo cual no faltaron
quienes propugnaron una alianza con Inglaterra (1). Este movimiento precursor de la
libertad poltica origin un singular debate al estilo del insigne Vitoria o de Surez,
contemporneo de aquella poca. Algunos telogos de la Audiencia de Quito, al ser
requeridos sobre la licitud y legitimidad de los impuestos, de la obediencia a la autori-
dad y sobre el levantamiento popular, se vieron constreidos a pronunciarse acerca de
tan delicados temas con los mayores argumentos.
El dominico quiteo fray Pedro Bedn sobresali al dictaminar que si bien era
lcito imponer impuestos, tambin era lcita la guerra defensiva cuando la autoridad
legtima en su modo de gobernar procede injustamente, como enemigo, causando sedi-
cin y discordias. En esta hiptesis, el padre Bedn consider, adems, que no es lcito
matar a tal autoridad legtima aunque acte como opresora. Es decir, abord tambin
la cuestin del tiranicidio (2). Fray Pedro Bedn de vida ejemplar y asctica, segn las
crnicas fundament sus argumentos en Toms de Aquino y seal, con precisin de
erudito, la cita a la que haca referencia. Tambin se recuerda que su dictamen fue dado
de manera abstracta sin relacionarlo con el caso concreto que ocurra en Quito. Pero
para quienes conocieron el dictamen fue fcilmente aplicable a los hechos y, adems,
habr ejercido influencia por venir de un hombre respetado (3).
En sntesis, nuestro ilustre telogo acept y proclam el derecho de resistencia a
la opresin, derecho que casi dos siglos despus se consagrara en la Declaracin de
los derechos del hombre y del ciudadano de la Revolucin Francesa. Este singular
derecho, por obvias razones, permanecera desterrado de Amrica colonial. Por lti-
mo, es digno de mencionarse que fray Pedro Bedn sostuvo igualmente que el pueblo
(1) En este levantamiento, al igual que en la revolucin de los estancos de 1765, el pueblo
de Quito fue el real protagonista. Y el Cabildo o Municipio local hizo honor al prestigio que acompa-
ar a esta Institucin en Amrica espaola de ser fragua de las libertades y centro de proteccin del
inters de la comunidad.
(2) Contra el criterio del dominico quiteo Bedn, estuvieron los sacerdotes espaoles Diego de
Torres (jesuita) y Domingo de los Reyes (dominico). Por la opinin vertida, el P. Bedn sera desterrado
a Nueva Granada, permaneciendo cuatro aos en Bogot y en Tunja para luego regresar a Quito, donde
muri en 1621.
(3) Cfr. Federico Gonzlez Surez: Historia General de la Repblica del Ecuador, Editorial
Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1970, volumen segundo, pgs. 217-218 y 544; Julio Tobar
Donoso: La Iglesia, modeladora de la nacionalidad, Quito, 1953, p. 250.
280
NOTAS PARA LA HISTORIA CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL ECUADOR
tena derecho a que se oigan las representaciones que hace a las autoridades, es decir,
reconoca el derecho de peticin.
(4) La filosofa, las ciencias fsicas, las modalidades de la historia poltica, etc., iban a
experimentar una sacudida con la presencia de los visitantes, cuya larga permanencia sirvi de
acicate al espritu quiteo. Gabriel Cevallos Garca: Historia del Ecuador, Coleccin L.N.S., Edito-
rial Don Bosco, Cuenca-Ecuador, 1964, pg. 199.
(5) Federico Gonzlez Surez: op. cit., volumen tercero, pg. 297.
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HERNN SALGADO PESANTES
visionario. Sus ideas y duras crticas le valieron la prisin y la muerte. Un hecho simb-
lico, premonitor de nuevos tiempos, y que fue atribuido a Espejo se dio el 21 de octubre
de 1794, aparecieron en Quito unas pequeas banderas, de tela roja, enarboladas en las
cruces de piedra de la ciudad, con el lema en latn Al amparo de la cruz, sed libres
(Liber est. Salva cruce). Como se ha sealado, el precursor Espejo fue la concrecin del
nuevo espritu que alentaba en los ltimos aos de la colonia y que el precursor con sus
enseanzas lo transmiti a quienes lideraron, aos despus de su muerte, la Revolucin
de Quito del 10 de agosto de 1809, muchos de ellos sus discpulos.
(6) Carlos de la Torre Reyes: La Revolucin de Quito del 10 de Agosto de 1809, 2 edicin,
Coleccin Histrica XIII del Banco Central del Ecuador, Quito, 1990, pg. 363. Este autor es quien
mejor ha analizado el proceso instaurado a los patriotas del primer grito de independencia en
hispanoamrica.
(7) La forma soez y arbitraria con que se violent los procedimientos jurdicos es el saldo
oprobioso que qued en contra de la dominacin espaola en la Presidencia de Quito, afirma con
razn el Dr. Carlos de la Torre Reyes, op. cit., pg. 318. Para el anlisis completo del proceso ver las
pgs. 329 y sgts.
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NOTAS PARA LA HISTORIA CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL ECUADOR
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HERNN SALGADO PESANTES
prendidas en este Distrito. Como se recordar, fueron en nmero de tres los proyectos
de Constitucin que se presentaron, uno de ellos sali aprobado y se promulg el 15 de
febrero de 1812 con la denominacin de Pacto Solemne de Sociedad y Unin entre
las Provincias que forman el Estado de Quito.
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NOTAS PARA LA HISTORIA CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL ECUADOR
El Gobierno del Estado se obliga a todos los habitantes de l y les asegura que
sern inviolables sus derechos, su religin, sus propiedades, y su libertad natural y
civil... Y, agrega esta disposicin que todo vecino y habitante puede levantar sus
quejas, y representaciones al Gobierno guardando slo la moderacin que es necesa-
ria para la conservacin del buen orden.
Por ltimo, se reconoce el derecho a elegir y ser elegido derechos polticos
aunque no se seala de modo expreso los requisitos para ser ciudadano.
(9) Cfr. Hernn Salgado: Instituciones Polticas y Constitucin del Ecuador, ILDIS, Quito,
1987, pgs.133-134. Tambin ha existido la idea errada de que al producirse una ruptura del orden
constitucional era imprescindible convocar a una Asamblea Constituyente para retornar al sistema
democrtico.
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HERNN SALGADO PESANTES
(10) Art. 12, numeral 2 de la Constitucin de 1830. Los otros requisitos fueron: saber leer y
escribir; y, la edad de 22 aos que luego se bajar a los 18 aos (Constituciones de 1835 y 1843), para
establecer despus los 21 aos como regla general.
(11) En este punto la Constitucin de 1830 no sigui el modelo de las dos Cartas
grancolombianas, que establecieron al menos un plazo para que el requisito de saber leer y escribir
fuera exigible.
(12) El sufragio indirecto era el siguiente: los ciudadanos votaban en las asambleas parroquiales
por electores, stos se reunan en las asambleas provinciales y elegan a los legisladores, stos reuni-
dos en el Congreso votaban por el Presidente y Vicepresidente de la Repblica. La Constitucin
floreana de 1843 permiti la eleccin directa de los senadores, pero para participar en tal eleccin los
ciudadanos deban tener 25 aos y un bien raz de 3.000 pesos o una renta de 300. La Constitucin
de 1852 dispuso que los electores provinciales, adems de elegir a los legisladores, elijan tambin a los
dos primeros mandatarios para que no lo haga el Congreso.
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NOTAS PARA LA HISTORIA CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL ECUADOR
(13) Los mritos de esta Carta Poltica en relacin con los derechos en general lo menciona-
remos al tratar sobre los derechos civiles. Lo mismo haremos con la Constitucin de 1906.
(14) Si comparamos con otros pases la fecha en que Ecuador reconoce el sufragio femenino,
estamos entre los primeros en haberlo hecho.
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HERNN SALGADO PESANTES
Entre los derechos que hoy se consideran como garantas procesales, constan:
Nadie puede ser distrado de sus jueces naturales ni juzgado por ley que no sea
anterior al delito;
En juicios penales no se obligar a testificar contra el cnyuge o parientes dentro
del cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad, ni a darlo con jura-
mento en contra de s;
Las penas se aplicarn slo a los culpables.
La Constitucin de 1835 agreg:
Inviolabilidad de correspondencia, salvo lo dispuesto por la ley;
Derecho de autor;
No pueden exigirse contribuciones o impuestos sino en virtud de una ley, y deben
ser proporcionales a la capacidad econmica del contribuyente;
Prohibicin de establecer mayorazgos y bienes races no enajenables;
Los extranjeros gozan de la misma proteccin que los ecuatorianos siempre que
respeten las leyes.
(15) No se menciona la Constitucin floreana de 1843 por no tener nada nuevo en esta
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NOTAS PARA LA HISTORIA CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL ECUADOR
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NOTAS PARA LA HISTORIA CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL ECUADOR
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NOTAS PARA LA HISTORIA CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS EN EL ECUADOR
(19) Art. 36. Transcribimos este precepto relativo a las finalidades de la educacin como una
muestra del contenido claro y completo que existe en las formulaciones jurdicas de esta Carta.
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HERNN SALGADO PESANTES
(20) Aprobado por la 76a Conferencia Internacional del Trabajo, Ginebra junio de 1989.
(21) Artculos 83 al 85 de la Constitucin codificada.
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EL CONTROL DE
CONSTITUCIONALIDAD EN CUBA
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(7) James Allan Clifford Grant: El control jurisdiccional de la constitucionalidad de las leyes
(una contribucin de las Amricas a la Ciencia Poltica), Facultad de Derecho, Universidad Nacional
Autnoma de Mxico, Mxico, 1963, pg. 78.
(8) Eloy G. Merino Brito: El recurso de inconstitucionalidad..., op. cit., pgs. 14-15.
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EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN CUBA (1901-1952)
(9) El texto legal puede verse en Rodolfo Reyes: La defensa constitucional (Recursos de
inconstitucionalidad y amparo), Espasa-Calpe, Madrid, 1934, pgs. 361-364.
(10) Eloy G. Merino Brito: El recurso de inconstitucionalidad..., op. cit., pg. 16.
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FRANCISCO FERNNDEZ SEGADO
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EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN CUBA (1901-1952)
Ley, surtirn los mismos efectos que las ejecutorias de dicho Tribunal en materia civil.
Esta norma supona que la sentencia de inconstitucionalidad resolva el caso particular,
es decir, sus efectos se circunscriban al caso concreto, eran efectos inter partes.
Con todo, se puede encontrar una significativa salvedad a la anterior regla gene-
ral. A ella alude Merino (13), quien recuerda que las denominadas declaratorias de
nulidad del Supremo, hechas al amparo del art. 37 de la Constitucin, producan la
invalidacin total y absoluta de la ley, como norma de carcter general, contrayndose
exclusivamente a los llamados derechos individuales, circunstancia que no puede de-
jar de ponerse en conexin con un rasgo peculiar del nacimiento del control judicial de
constitucionalidad en Amrica Latina: su estrechsima vinculacin con la tutela y sal-
vaguarda de los derechos constitucionales.
La Ley de 17 de marzo de 1922 (14) introdujo una sustancial modificacin en los
efectos de las sentencias declaratorias de la inconstitucionalidad. De conformidad con
su art. 1, cuando el Tribunal Supremo en Pleno, en virtud de un recurso fundado
nicamente en la inconstitucionalidad de una ley, decreto o reglamento, declarase la
inconstitucionalidad de la disposicin impugnada, anular la resolucin recurrida si
mediante esa declaracin no pudiera subsistir, y en su lugar dictar la que proceda. El
art. 2 habilitaba, sin embargo, al Tribunal para dejar subsistente la resolucin impug-
nada no obstante ser declarada su inconstitucionalidad, debiendo en tal caso el Tribu-
nal expresar en su sentencia las razones de su decisin, previsin que difcilmente
encontraba justificacin a nuestro modo de ver.
La cuestin fundamental que suscitaban las normas citadas era la de si la referen-
cia del art. 1 de la Ley a la anulacin de la resolucin recurrida estaba consagrando la
nulidad de una norma de carcter general y dando, en consecuencia, efectos erga omnes
a la declaratoria de inconstitucionalidad. En una lectura aislada del precepto pareciera
ser esa la interpretacin ms lgica, pero en una interpretacin sistemtica de la norma
legal tal conclusin, a nuestro juicio, deba ser desechada.
El art. 4 de la Ley, la norma creemos que ms innovadora de la misma en el punto
que nos ocupa, dispona que cuando el Tribunal Supremo declarara inconstitucional en
ms de dos sentencias un decreto, reglamento, resolucin o disposicin de carcter gene-
ral, la autoridad que la hubiese dictado haba de proceder, en el plazo de los veinte das
siguientes al de la publicacin de la sentencia en la Gaceta Oficial, a derogar o modificar
la disposicin, salvando la infraccin de la Constitucin en que la norma general en
cuestin hubiese incurrido. Transcurrido ese plazo sin que la autoridad actuase en uno u
otro sentido, la disposicin impugnada perda toda su eficacia, dejando de ser obligatoria
en todo aquello que hubiere sido declarado contrario a la Constitucin.
(13) Eloy G. Merino Brito: El recurso de inconstitucionalidad..., op. cit., pg. 17.
(14) El texto legal puede verse en Eloy G. Merino Brito: El recurso de inconstitucionalidad...,,
op. cit., pgs. 117-119.
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Revista Cubana de Derecho, ao XV, nm. 4, octubre-diciembre 1941, pgs. 485 y sigs.; en concreto,
pg. 489.
(16) Cfr. al efecto los datos que facilita Eloy G. Merino Brito: El recurso de
inconstitucionalidad..., op. cit., pg. 18.
(17) La Constitucin de la Repblica de Cuba fue publicada en la Gaceta Oficial de 8 de julio
de 1940. Su texto puede verse en la Coleccin Legislativa Cubana, vol. II, Jess Montero, Editor, 6
ed., La Habana, 1955.
(18) Domingo Garca Belaunde: El Tribunal de Garantas Constitucionales y Sociales de Cuba
303
FRANCISCO FERNNDEZ SEGADO
sas experiencias que venan desde atrs y ello, a nuestro entender, se iba a manifestar
con meridiana claridad en lo que se refiere al control de constitucionalidad, objeto de
una muy detallada regulacin por la Norma constitucional.
Las grandes novedades de la Carta de 1940 en la materia que abordamos eran, de
un lado, la creacin en el seno del Tribunal Supremo de Justicia, a modo de Sala
formalmente integrada en el mismo, de un Tribunal de Garantas Constitucionales y
Sociales al que la Constitucin dedicaba una Seccin especfica (la tercera) dentro de
su Ttulo XIV, relativo al Poder Judicial, y de otro, la casustica regulacin, en otra
Seccin del mismo Ttulo (la sptima), bajo el rtulo De la inconstitucionalidad, de
los aspectos ms relevantes del control de constitucionalidad, y entre ellos: la legitima-
cin procesal para instar la declaracin de inconstitucionalidad, los efectos de tal de-
claratoria, el principio de publicidad de las sentencias constitucionales, el procedi-
miento de interposicin de los recursos de inconstitucionalidad, e incluso la habilitacin
de jueces y tribunales para plantear ante el Tribunal de Garantas una consulta de
inconstitucionalidad (creemos que as se la podra llamar) respecto de cualquier nor-
ma que hubieren de aplicar en una litis, procedimiento que recordaba el regulado en
trminos muy prximos por el art. 100 de la Constitucin Espaola de 1931, que ten-
dra, en este punto al igual que en otros, una influencia notable sobre el texto funda-
mental cubano.
(19) Carlos Restrepo Piedrahita: Tres ideas constitucionales, op. cit., pg. 70.
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EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN CUBA (1901-1952)
la Sala Plena, el Tribunal de Garantas cubano era el rgano competente, a la vista del art.
182 de la Constitucin, para conocer, entre otros asuntos, de los recursos de
inconstitucionalidad. No estamos, pues, ante una Sala Constitucional en el sentido que a
este tipo de rganos se ha dado en algunos pases iberoamericanos por el influjo colom-
biano en gran medida. Estamos ante un rgano que desborda esa caracterizacin.
Ya su misma denominacin, tributaria, como otros muchos aspectos de la institu-
cin, del Tribunal de Garantas Constitucionales creado en Espaa por la Constitucin
de 1931, es bien significativa. Mientras las otras tres Salas de Justicia del Supremo
reciben la denominacin de: Sala de lo Civil, Sala de lo ContenciosoAdministrativo y
de Leyes Especiales y Sala de lo Criminal (art. 21 de la Ley Orgnica del Poder Judi-
cial en adelante LOPJ tras su modificacin por el art. 7 de la Ley nm. 7 de 1949,
de creacin del Tribunal de Garantas Constitucionales y Sociales en adelante LTGC,
que suscita este comentario), esta Sala de creacin constitucional ad hoc recibe un
rtulo ms propio de un verdadero Tribunal Constitucional que de una Sala de la Corte
Suprema. Ciertamente, se trata de un rasgo poco sustantivo, pero que no por ello deja
de encerrar un cierto significado.
Ms all de lo puramente semntico, no deja de resultar revelador que el Tribunal
de Garantas fuese objeto, de igual forma que el Tribunal Supremo de Justicia, de una
Seccin especfica en el marco del Ttulo referente al Poder Judicial, de igual forma
asimismo que el Tribunal Superior Electoral o el Ministerio Fiscal. Y tambin es signi-
ficativo que el Tribunal de Garantas no fuese contemplado por la Ley Orgnica del
Poder Judicial, siendo por el contrario objeto de regulacin por una Ley ad hoc
como es la que suscita este comentario. De otro lado, desde el punto de vista funcional,
mientras las otras tres Salas de Justicia del Supremo estaban llamadas, primigeniamente,
a conocer de los recursos de casacin, el Tribunal de Garantas era competente para
conocer de un amplio elenco de asuntos (que le encomendaba el art. 182 de la Consti-
tucin) que nada tenan que ver, o casi nada, pues se poda identificar una salvedad al
respecto, con la casacin. Por lo dems, de la relevancia dada por el constituyente cubano
a la materia del control de constitucionalidad ilustra el hecho, ya referido, de que dedicara
una de las Secciones del Ttulo XIV, relativo al Poder Judicial, a la inconstitucionalidad,
de la que haba de conocer de modo especfico el rgano que nos interesa.
Por cuanto antecede, parece que puede concluirse que el Tribunal de Garantas en
modo alguno poda ser considerado sin mayores precisiones como una Sala del Supre-
mo en la lnea de la Sala Constitucional colombiana. Ahora bien, poda ser tildado de
verdadero Tribunal Constitucional, anticipndose con ello a los Tribunales Constitu-
cionales europeos de la segunda postguerra? Un conjunto de elementos y rasgos pare-
can oponerse tambin a esta apreciacin. Nos referiremos a ellos.
En primer trmino, el Tribunal no slo no se presentaba como un rgano indepen-
diente del Poder Judicial, como era el caso del Tribunal de Garantas Constitucionales
de la Segunda Repblica Espaola, sino que, bien al contrario, se incardinaba en la
estructura orgnica del propio Tribunal Supremo de Justicia.
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FRANCISCO FERNNDEZ SEGADO
(20) Domingo Garca Belaunde: El Tribunal de Garantas Constitucionales..., op. cit., pg. 139.
(21) Hctor Fix-Zamudio: Los Tribunales y Salas Constitucionales en Amrica Latina, en el
colectivo, Estudios jurdicos en homenaje a don Santiago Barajas Montes de Oca, UNAM, Mxi-
co, 1995, pgs. 59 y sigs.; en concreto, pgs. 71-73.
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EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN CUBA (1901-1952)
(22) Adolfo Posada: Tratado de Derecho Poltico, tomo 2, 5 ed., Librera General de
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FRANCISCO FERNNDEZ SEGADO
Disposicin nica a la Seccin segunda del Ttulo XIV, a tenor de la cual: En tanto se cree la Sala de
Garantas Constitucionales y Sociales a que se refiere el art. 172 de esta Constitucin y se nombren
sus Magistrados, continuar conociendo de los recursos de inconstitucionalidad, segn se regulan en
la Ley Constitucional de 11 de junio de 1935, el Pleno del Tribunal Supremo de Justicia.
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EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN CUBA (1901-1952)
una terna propuesta por un colegio electoral de nueve miembros, designados a su vez
del siguiente modo: cuatro por el Pleno del Tribunal Supremo, de su propio seno; tres
por el Presidente de la Repblica, y dos por la Facultad de Derecho de la Universidad
de La Habana, debiendo reunir los cinco ltimos los requisitos exigidos para ser Ma-
gistrado del Tribunal Supremo y no pudiendo pertenecer a la Facultad de Derecho los
nombrados por sta. Este colegio electoral se constitua para cada designacin, no
pudiendo volver a integrarlo sino transcurridos cuatro aos aquellos componentes que
no fueran Magistrados.
El Presidente del Tribunal Supremo y los cuatro Presidentes de Sala (y por tanto,
entre ellos, el Presidente del Tribunal de Garantas;) eran nombrados por el Presidente
de la Repblica a propuesta del Pleno del Tribunal Supremo. Estos nombramientos y
los de los propios Magistrados del alto rgano jurisdiccional deban recibir la aproba-
cin del Senado.
La Constitucin (art. 180) exiga que, en todo caso, 1a terna de entre la que el
Presidente de la Repblica haba de nombrar a cada Magistrado del Tribunal Supremo
comprendiera, por lo menos, a un funcionario judicial en servicio activo que hubiere
desempeado sus funciones durante un mnimo de diez aos. A su vez, el art. 59 LOPJ,
tras su reforma por la LTGC, dispondra que la terna para Presidente del Tribunal
Supremo o para Presidente de Sala haba de incluir el menos a un Magistrado del
propio Tribunal Supremo que hubiera desempeado funciones judiciales durante un
mnimo de diez aos.
Como puede apreciarse, y ya se indic con anterioridad, los Magistrados y el
Presidente adscritos al Tribunal de Garantas quedaban absolutamente equiparados a
los restantes Magistrados y Presidentes de Sala del Supremo tanto en lo referente al
procedimiento de designacin, como en lo relativo a su estatuto jurdico.
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FRANCISCO FERNNDEZ SEGADO
(25) Recordemos que el art. 100 de la Constitucin de la Segunda Repblica de 1931 dispona
que cuando un Tribunal de Justicia hubiera de aplicar una ley que estimara contraria a la Constitu-
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EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN CUBA (1901-1952)
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FRANCISCO FERNNDEZ SEGADO
e) Tutela del derecho a la libertad personal a travs del cauce especfico del recur-
so de habeas corpus, por va de apelacin, o cuando hubiere sido ineficaz la reclama-
cin ante otras autoridades o tribunales (art. 182, c) de la Constitucin).
Aadamos que el art. 29 de la Constitucin diseaba un procedimiento sumarsi-
mo de habeas corpus ante los tribunales ordinarios de justicia a fin de que toda
persona que se encontrase detenida o presa fuera de los casos o sin las formalidades y
garantas previstas por la Constitucin y las leyes, fuera puesta en libertad. Al margen
ya de los asuntos constitucionales, el Tribunal de Garantas era competente para cono-
cer de otras cuestiones, entre ellas: los recursos contra los abusos de poder, las cuestio-
nes jurdicopolticas y las de legislacin social que la Constitucin y la ley sometieran
a su consideracin y, finalmente, los recursos de apelacin contra determinadas resolu-
ciones del Tribunal Superior Electoral.
El ltimo de los recursos citados se hallaba contemplado por el art. 186 de la
Constitucin, si bien a l tambin se refera el art. 194, calificndolo como recurso de
inconstitucionalidad (en su prrafo quinto) al significar que: Los recursos de
inconstitucionalidad, en los casos enumerados en los artculos 131, 174, 182 y 186 de
esta Constitucin, se interpondrn directamente ante el Tribunal de Garantas Cons-
titucionales y Sociales. No obstante esta calificacin, no creemos que se tratara
aqu realmente de un asunto constitucional o, si se prefiere, de control de
constitucionalidad, sino de una cuestin de mera legalidad ordinaria. El Captulo
VIII de la Ley nm. 7/1949, al regular estos recursos de apelacin contra las resolu-
ciones del Tribunal Superior Electoral, creemos que corroboraba inequvocamente
nuestra anterior apreciacin al distinguir esos recursos de apelacin de los recursos de
inconstitucionalidad contra resoluciones del Tribunal Superior Electoral que vulnera-
ran preceptos constitucionales, que haban de regirse, con carcter general, por las
normas previstas por la Ley 7/1949 para los recursos de inconstitucionalidad segn la
modalidad de control de que se tratase.
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EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN CUBA (1901-1952)
ante el Tribunal; otro, el art. 194 aluda de modo especfico a las personas que podan
instar del Tribunal la declaracin de inconstitucionalidad.
Esta diferenciacin careca de rigor, pues, como la regulacin de la Ley 7/1949
vendra a corroborar, otras personas e instancias distintas de las mencionadas en el art.
194 quedaran legitimadas para requerir del Tribunal la declaratoria de
inconstitucionalidad; adems, si se confrontan las dos normas constitucionales se ad-
vierte un cierto solapamiento entre ellas. A qu pudo responder, pues, esta doble y no
muy rigurosa determinacin de la legitimacin procesal activa?
A nuestro entender, la nica razn que puede explicar el primer prrafo del art.
194, norma de apertura de la Seccin que llevaba por rtulo De la inconstitucionalidad,
es la necesidad sentida por los constituyentes de reiterar la legitimacin procesal que
ya se estableciera por la Ley Constitucional de 3 de febrero de 1934, a la que ya
aludimos. De hecho, el primer prrafo del art. 194 viene a condensar las previsiones de
los artculos 38 y 78 de la referida Ley de 1934.
En efecto, a tenor del primer prrafo del art. 194, la declaracin de
inconstitucionalidad poda pedirse:
a) Por los interesados en los juicios, causas o negocios de que conozca la jurisdic-
cin ordinaria y las especiales.
b) Por veinticinco ciudadanos que justifiquen su condicin de tales.
c) Por la persona a quien afecte la disposicin que se estime inconstitucional.
En definitiva, legitimacin de la parte afectada en una litis; legitimacin para
interponer una accin pblica por parte de veinticinco ciudadanos al margen ya de
toda afectacin, con la sola finalidad de instar la depuracin del ordenamiento jurdico
de aquellas normas viciadas de inconstitucionalidad, y, finalmente, legitimacin de
una sola persona frente a una norma que le afectase (hay que presuponer que en sus
derechos o intereses legtimos).
El constituyente cubano mantena as uno de los ms relevantes logros de la Ley
de 1934. Pero, en realidad, iba a ir ms all de lo ya alcanzado seis aos atrs, pues el
art. 183 contemplaba, en trminos an ms amplios, las personas, instituciones u rga-
nos que podan acudir al Tribunal de Garantas, hay que presuponer que para instar del
mismo el control de constitucionalidad o la tutela del derecho a la libertad personal.
La norma en cuestin habilitaba, sin necesidad de prestar fianza, para acudir ante
el Tribunal de Garantas a:
a) El Presidente de la Repblica, el Presidente y cada uno de los miembros del
Consejo de Gobierno (expresin con la que en algunos preceptos constituciona-
les as, por ejemplo, en el art. 167 se aluda al Consejo de Ministros, a cuyo
frente se situaba el Primer Ministro), del Senado, de la Cmara de Representantes
y del Tribunal de Cuentas, los Gobernadores, Alcaldes y Concejales.
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FRANCISCO FERNNDEZ SEGADO
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EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN CUBA (1901-1952)
dencia del Supremo anterior a 1934, se haban convertido tras la entrada en vigor de la
Ley de 1934 en defectos de fondo por mor de la nueva interpretacin jurisprudencial,
con lo que se llegaba al mismo resultado que se quiso evitar.
Es desde esta perspectiva histrica como encuentra su sentido tanto la que quiz
impropiamente podramos denominar clusula antiformalista, como la determinacin
del mismo prrafo sexto del art. 194 en el sentido de que en todo recurso de
inconstitucionalidad se habra de resolver siempre el fondo de la reclamacin, expre-
sin poco rigurosa con la que atisbamos se quera aludir a que el Tribunal de Garantas
(aunque el prrafo en cuestin hablaba, en plural, de los Tribunales) haba de pro-
nunciarse sobre el asunto constitucional subyacente en todo recurso de
inconstitucionalidad.
Los tres ltimos prrafos del art. 194 abordaban la cuestin, de 1a eficacia de las
sentencias declaratorias de la inconstitucionalidad de una norma. Una cierta confusin,
e incluso contradiccin, subyaca en estas previsiones, fruto del mantenimiento de nor-
mas pretritas que ya no se acomodaban a las nuevas pautas y rasgos a que responda el
modelo de control de constitucionalidad constitucionalmente diseado en 1940.
El primero de esos tres prrafos transcriba casi en su literalidad una clusula del
art. 78 de la Ley Constitucional de 1934, a la que ya aludimos con anterioridad. A
tenor del referido prrafo: No podr aplicarse, en ningn caso ni forma, una ley, de-
cretoley, decreto, reglamento, orden, disposicin o medida que haya sido declarada
inconstitucional, bajo pena de inhabilitacin para el desempeo de cargo publico.
Esta norma pareca decantarse por la frmula de la inaplicacin no circunscrita al caso
concreto, pero inaplicacin al fin y a la postre por cuanto la norma no perda su validez
formal. A efectos de lograr esa prdida definitiva de validez, el prrafo inmediato
posterior determinaba que: La sentencia que declare la inconstitucionalidad de un
precepto legal o de una medida o acuerdo gubernativo, obligarn al organismo, autori-
dad o funcionario que haya dictado la disposicin anulada, a derogarla inmediatamen-
te. La falta de un cierto rigor en el manejo conceptual se aprecia aqu con mayor
nitidez por cuanto si la disposicin en cuestin ha sido anulada por mor de la declara-
toria de su inconstitucionalidad, parece obligado entender que habr perdido toda su
eficacia y ser innecesario proceder a derogarla ulteriormente.
El ultimo prrafo del art. 194 es el que, propiamente, refleja la nueva concepcin
que se va a acuar en 1940. De acuerdo con el mismo: En todo caso, la disposicin
legislativa o reglamentaria o medida gubernativa declarada inconstitucional, se consi-
derar nula y sin valor ni efecto desde el da de la publicacin de la sentencia en los
estrados del Tribunal.
La inaplicacin a la que con impropiedad se refera el primero de los citados
prrafos no era, pues, sino la lgica resultante de que la norma declarada inconstitucio-
nal se converta en nula y, por lo mismo, perda su vigencia, siendo desde esta perspec-
tiva irrelevante que la norma fuere o no formalmente derogada con ulterioridad por el
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FRANCISCO FERNNDEZ SEGADO
(27) Charles Eisenmann: La Justice Constitutionnelle et la Haute..., op. cit., pg. 224.
(28)Francisco D. de Arcaya y Miravete: El Tribunal de Garantas Constitucionales, Editorial
Reus, Madrid, 1934, pgs. 24-25.
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EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD EN CUBA (1901-1952)
les y Sociales (29). Desde luego, slo impropiamente se poda hablar de creacin del
Tribunal, como haca el Captulo primero y la norma de apertura de la propia Ley, pues
tal rgano haba sido creado, en rigor, por la Constitucin de 1940, que era la norma
que lo haba institucionalizado. Con la Ley de 1949 el Tribunal cobraba vida real,
efectiva, al ver normado su funcionamiento y, bsicamente, el procedimiento a seguir
para el conocimiento de aquellos asuntos en los que era competente. La Ley constaba
de 117 artculos a los que haban de aadirse 6 Disposiciones Transitorias y una Final,
estructuradas en un total de doce Captulos.
En sus disposiciones de naturaleza orgnica, la Ley incida, modificndolos, par-
ticularmente sobre un amplio conjunto de preceptos de la Ley Orgnica del Poder
Judicial (30), reguladora de la estructura del Tribunal Supremo de Justicia, acomodando
dicha estructura a la creacin de este Tribunal, que se incardinaba como nueva Sala de
Justicia de aqul, con las particularidades sealadas por la Constitucin y desarrolla-
das por la Ley que nos ocupa, a las que ya nos hemos referido en buena medida con
anterioridad.
De las normas de funcionamiento acogidas por la Ley y aun no comentadas, cabe
destacar la previsin del art. 18, que exiga que los asuntos (constitucionales y socia-
les) sometidos a la decisin del Tribunal haban de resolverse por mayora absoluta de
votos. Cuando tal mayora no se produjera en la primera votacin, se haban de some-
ter a una segunda votacin las dos proposiciones de resoluciones que ms votos hubie-
ran obtenido en la primera, y en el caso de que los votos en dicha primera votacin se
hubieran dividido de tal forma que por consecuencia de un empate las proposiciones
ms votadas fueran ms de dos, se haba de repetir la votacin y si, no obstante, subsis-
tiera dicho empate entre ms de dos proposiciones, el Presidente (que, recordmoslo,
lo era el del Tribunal Supremo) haba de resolver ese empate de modo que fueran dos
tan slo las proposiciones entre las que hubiera de decidir la Sala.
Este procedimiento de adopcin de decisiones significaba la exigencia de una
mayora cualificada, como es la absoluta, para que pudiera dictarse sentencia y, por lo
mismo, para que el Tribunal pudiese fallar reconociendo la inconstitucionalidad de
una norma. La mayora en cuestin era inexcusable, pero no slo para las sentencias
declarativas de inconstitucionalidad sino, ms ampliamente, para cualquier tipo de
sentencia. Se dejaban as de lado otras posibles frmulas de resolucin, como la de
otorgar voto de calidad al Presidente para deshacer un empate (art. 90 de la Ley Org-
nica 2/1979, del 3 de octubre, del Tribunal Constitucional espaol), o la de llevar hasta
sus ltimas consecuencias el principio de presuncin de constitucionalidad de las nor-
(29)El texto de la Ley era publicado en la Gaceta Oficial de la Repblica de Cuba, nmero anual
131, del martes 7 de junio de 1949, pgs. 11947-11962.
(30) De hecho, con discutibilsima tcnica legislativa, el Captulo segundo de la Ley se dedicaba
a las modificaciones qu en las leyes vigentes produce 1a creacin del Tribunal de Garantas.
317
FRANCISCO FERNNDEZ SEGADO
mas, estableciendo, como hace el art. 15.3 de la Ley del Tribunal Constitucional Federal
alemn, de 12 de marzo de 1951, en su redaccin actual, que en caso de empate a votos
no se podr declarar la existencia de infraccin de la Constitucin. En sintona con esta
opcin en favor de una mayora inequvoca, el art. 18 regulaba con gran minuciosidad
las vas conducentes a deshacer un posible empate a votos, otorgando a tal efecto el
Presidente una facultad harto discutible como era la de decidir cuando hubiera empate
a votos entre ms de dos proposiciones las dos propuestas de entre las que deba la
Sala pronunciarse, prescindiendo de la tercera. Digamos por ultimo, en relacin con el
funcionamiento del Tribunal, que la Ley se remita, con carcter general, a las normas
establecidas por la Ley Orgnica del Poder Judicial.
II. El art. 13 de la Ley proceda a adicionar un nuevo artculo a la LOPJ (el art. 127
bis), norma que, a lo largo de un largusimo listado de veintisiete apartados, enumeraba
los asuntos de que haba de conocer el Tribunal, que a los efectos de su tramitacin,
eran clasificados por el art. 16 del siguiente modo:
1) Asuntos constitucionales que se promuevan por accin privada, dentro o fuera
de actuaciones judiciales.
2) Asuntos constitucionales que se promuevan por accin pblica.
3) Consultas de Jueces y Tribunales.
4) Recursos contra los abusos de poder.
5) Recursos de habeas corpus.
6) Apelaciones contra las resoluciones del Tribunal Superior Electoral.
7) Expedientes de separacin de los miembros del Tribunal de Cuentas.
8) Recursos de apelacin o casacin en asuntos de naturaleza laboral o social.
9) Cuestiones jurdico-polticas y de legislacin social.
El propio art. 13 calificaba como asuntos constitucionales los comprendidos en
los siete primeros apartados, si bien es obvio que, en rigor, no todos ellos tenan esa
naturaleza, algo obvio en los supuestos contemplados por los apartados cuarto y spti-
mo y tambin, con algn matiz, en el previsto por el apartado sexto. En su estructura, la
Ley era coherente con esa clasificacin, bien peculiar, pues a partir del Captulo cuarto
iba regulando, concordantemente con dicha clasificacin, el procedimiento a seguir
para la tramitacin de los diferentes asuntos.
III. El criterio de clasificacin legal ms relevante respecto de los procedimientos
constitucionales es el relativo a la naturaleza de la accin, privada o pblica, que deli-
mita las cuestiones constitucionales (Captulo cuarto) de los recursos de
inconstitucionalidad (Captulo quinto). Dentro de las primeras se distinguen, a su vez,
las cuestiones iniciadas dentro de las actuaciones judiciales, de las promovidas fuera
de ellas. En la segunda de las categoras, la Ley diferencia: los recursos de
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FRANCISCO FERNNDEZ SEGADO
auto definitivo dictado en ltima instancia, siempre ante el Tribunal de Garantas Cons-
titucionales y Sociales.
Al margen ya de actuaciones judiciales, la Ley (art. 33) legitima a toda persona a
quien se aplique, fuera de una litis, cualquier norma, legal o infralegal, acto o medi-
da que estime inconstitucional para solicitar por escrito y dentro de los cinco das
siguientes a la notificacin, que la autoridad o funcionario que haya aplicado la norma
expida un testimonio literal de la orden o resolucin, manifestando en el mismo escrito
el propsito de interponer un recurso de inconstitucionalidad. Entregado el testimonio
solicitado, la autoridad en cuestin emplazar el solicitante para que, en el trmino de
diez das (quince en algn caso), comparezca ante el Tribunal de Garantas Constitu-
cionales a los efectos de formalizar la interposicin del recurso de inconstitucionalidad.
V. El captulo quinto de la Ley contempla los recursos de inconstitucionalidad
que se promuevan por accin pblica, categora dentro de la cual conviven acciones
muy diferentes que parecen divergir en base al tipo de tacha de inconstitucionalidad.
De esta forma, los recursos de inconstitucionalidad de la Seccin primera caben frente a
disposiciones de carcter general vulneradoras in genere de la Constitucin, esto es,
violadoras de cualquier norma constitucional, salvo las que se especifican
particularizadamente en las Secciones siguientes que desencadenan otro tipo de recur-
sos. La legitimacin, en lnea con lo que ya estableciera la Ley Constitucional de 1934, se
otorga a veinticinco ciudadanos bajo una misma direccin profesional, disponiendo para
accionar del plazo de un ao a contar desde la fecha de la promulgacin de la norma.
Una segunda modalidad de recurso de inconstitucionalidad se contempla en la Sec-
cin segunda, que en realidad acoge dos recursos diferentes segn sean los preceptos
constitucionales supuestamente vulnerados, lo que se traduce en la existencia de una
doble legitimacin procesal. Frente a las leyes, normas infralegales, acuerdos o actos de
cualquier tipo que vulneren derechos o garantas constitucionalmente consignados o que
impidan el libre funcionamiento de los rganos del Estado, cabe recurso de
inconstitucionalidad para cuya interposicin quedan legitimadas (adems ya de los
veinticinco ciudadanos a que antes nos refiriramos, que, segn el art. 52 LTGC, pue-
den ejercitar cualquier accin pblica de las enumeradas en el Captulo quinto) una o
ms personas mayores de edad, con plena capacidad civil, que acten bajo la misma
direccin profesional, con el solo requisito de prestar una fianza que el Tribunal de
Garantas ha de fijar dentro de los mrgenes que establece la Ley. Tambin el Ministe-
rio Fiscal, en su condicin de representante del pueblo ante la administracin de justicia
(art. 188 de la Constitucin) queda legitimado para presentar este recurso de
inconstitucionalidad. El plazo para recurrir es asimismo de un ao, contabilizado des-
de la fecha de promulgacin de la norma impugnada.
Tratndose de una norma que impida el libre funcionamiento de los rganos del
Estado, la Ley (art. 60) ampla la legitimacin procesal activa que, sin necesidad de
prestar fianza, se extiende al Presidente de la Repblica, al Presidente y cada uno de
los miembros del Consejo de Ministros, cuando el rgano impedido sea el Poder Eje-
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El golpe de Estado del general Fulgencio Batista y Zaldvar dejaba sin efecto la
Constitucin de 1940, sustituida por una Ley Constitucional que en realidad era nue-
va Constitucin hecha a la medida del general golpista de 4 de abril de 1952 (31).
Formalmente, la nueva Ley mantendra en trminos casi idnticos a los de la Carta de
1940 la institucin del Tribunal de Garantas Constitucionales y Sociales, ubicado en
el seno del Tribunal Supremo como Sala de Justicia del mismo y con las mismas atri-
buciones que ya le fueran concedidas aos atrs. Ese mantenimiento formal del Tribu-
nal fue, sin embargo, como bien dice Garca Belaunde (32), un mero juego de artificio,
pues si bien exista el control de constitucionalidad a cargo del Tribunal de Garantas,
en la prctica, y como fruto de magistrados complacientes con el sistema de corte
autoritario, el control se convirti en una pura entelequia y el Tribunal cay en un
absoluto descrdito.
Se pona de esta forma punto final a una de las etapas ms sugestivas y enriquece-
doras del control de la constitucionalidad en toda Amrica Latina. Ciertamente, el
Tribunal no desapareci en los inicios de la revolucin castrista. Por el contrario, la
Ley Fundamental de 7 de febrero de 1959 lo consagr en forma muy semejante a como
lo fuera en 1940. Pero los derroteros del nuevo rgimen convertiran la institucin en
algo puramente semntico hasta que, en 1973, sera definitivamente desarticulada, si-
tuacin que adquirira rango constitucional en la Constitucin de 24 de febrero de
1976 (33) que prescinde definitivamente de este rgano jurisdiccional.
(31) El texto de la Ley sera publicado en la Gaceta Oficial, nm. 32, de 4 de abril de 1952.
(32) Domingo Garca Belaunde: El Tribunal de Garantas Constitucionales..., op. cit., pg. 135.
(33) El texto de la Constitucin de 1976 puede verse en Juan Maestre Alfonso: Constitucio-
nes y Leyes polticas de Amrica Latina, Filipinas y Guinea Ecuatorial, tomo I, vol. 2, (Cuba), ICI-
CSIC, Sevilla, 1987, pgs. 45 y sgts.
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niente. Parece lgico pensar que esta eventualidad esto es, que sean los doce magis-
trados constitucionales y no slo seis los que resuelvan ocurrir en aquellos casos que
ofrezcan un especial relieve.
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que el Tribunal otorga el amparo solicitado ante l, no slo acta en defensa del
derecho especfico del ciudadano lesionado, sino tambin en defensa de la Constitu-
cin, pues consigue que los preceptos de la misma que reconocen el derecho en
cuestin prevalezcan frente a las actuaciones que lo desconocen (Toms y Valiente).
4. Encomendar al Tribunal Constitucional la proteccin ltima de los derechos y
libertades fundamentales ofrece otras importantes ventajas. As, al configurarse como
intrprete supremo de la Constitucin puede precisar, definir y, en cuanto sea
necesario, redefinir continuamente su contenido (Rubio Llorente). Esta funcin
interpretativa tiene mayor trascendencia en el marco de los derechos fundamentales
que en el de las otras parcelas del Derecho, por dos importantes motivos. En
primer lugar y dicho sea con todos los respetos porque el Tribunal Constitucio-
nal ha sido ms sensible que los tribunales ordinarios a los nuevos valores incor-
porados a nuestro ordenamiento por la Constitucin de 1978. En segundo lugar,
esta funcin interpretativa es ms importante porque la Constitucin de 1978,
como todas las constituciones, se limita a declarar los derechos con formulaciones
escuetas, que dejan un amplio margen de discrecionalidad al intrprete.
5. Otra ventaja que explica la inclusin del recurso de amparo en el abanico de
competencias asignadas a la Corte Constitucional es lo que algunos autores han
denominado grficamente el efecto educativo de la jurisdiccin constitucional.
Es evidente que el paso de un rgimen autoritario a un Estado de Derecho exige
algo ms que un cambio de Ley Fundamental. Es precisa una labor sistemtica que,
eliminando los hbitos y los comportamientos autoritarios, inculque en la concien-
cia ciudadana los valores democrticos que la nueva Constitucin proclama. Pues
bien, la actuacin del Tribunal Constitucional en el tema de los derechos fundamen-
tales, a travs de la publicidad que puede rodear a muchas de sus resoluciones,
jugar un importante papel en la realizacin de esta imprescindible funcin pedag-
gica, difundiendo en todo el cuerpo social los valores constitucionales, lo cual es
imprescindible para la cimentacin del rgimen democrtico (Embid Irujo).
6. A mayor abundamiento, debemos sealar que el amparo se otorgar cuando el
recurrente acredite una violacin de un derecho o libertad de conformidad con
su contenido constitucionalmente declarado (art. 55.1.b de la L.O.T.C.). Ello
significa, como afirma el profesor Garca de Enterra, que esta proteccin se con-
ceder en los trminos de clusula general en que los referidos derechos y liberta-
des estn enunciados en la misma Constitucin, sin las adherencias que a esta
clusula general puedan producirse a travs de las leyes o normas reglamentarias.
Este cometido slo poda ser encomendado al Tribunal Constitucional, puesto
que es el nico rgano del Estado que acta exclusivamente sometido a la Cons-
titucin (art. 1.1 de la L.O.T.C.); los dems rganos del Estado estn sujetos a la
Constitucin y al resto del ordenamiento jurdico.
7. Otra consideracin que vendra a justificar la introduccin del recurso de amparo
en nuestro sistema constitucional es que con este recurso puede producirse una
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EL AMPARO CONSTITUCIONAL EN ESPAA
depuracin residual del ordenamiento jurdico, haciendo salir del mismo algunas
leyes inconstitucionales que no haban sido impugnadas ni a travs del recurso de
inconstitucionalidad ni a travs de la cuestin de inconstitucionalidad. En efecto,
cuando en el ordenamiento exista una ley inconstitucional que por la razn que
sea no haya sido impugnada por la va directa ni por la incidental, el instituto del
recurso de amparo podr servir de base para expulsarla del ordenamiento jurdi-
co, al posibilitar que entre en juego el mecanismo de la autocuestin de inconsti-
tucionalidad o cuestin de inconstitucionalidad impropia (art. 55.2 de la L.O.T.C.)
A travs de este mecanismo, tras conceder la Sala del Tribunal el amparo indivi-
dual solicitado por entender que la ley aplicada lesiona derechos fundamentales,
elevar la cuestin de inconstitucionalidad de la norma ante su Pleno, y de esta
manera el Tribunal podr eliminar la ley que haba servido de cobertura para
dictar el acto lesivo que motiv la interposicin del recurso de amparo.
8. Finalmente, queremos recordar que las experiencias del amparo en el Derecho
histrico espaol (nos referimos al recurso de amparo republicano) y en el Dere-
cho extranjero (principalmente el Verfassungbeschwende alemn) pueden consi-
derarse, no obstante comprensibles ambigedades y limitaciones, marcadamente
positivas. Lo cual, lejos de ser un dato que nos ponga en guardia frente a este
instituto, nos permite contemplarlo, incluso sin tener en cuenta los siete apartados
anteriores, con una cierta simpata.
IV. CONCLUSIONES
Tras analizar los dos bloques de consideraciones, en contra y a favor de que el
Tribunal Constitucional tenga atribuida competencia en el tema del recurso de amparo,
podemos sentar las siguientes conclusiones:
1. De los tres argumentos en contra que hemos recogido, slo el primero (el que
alega que esta competencia podr provocar un exceso de trabajo y obturar el
normal funcionamiento del Tribunal) es de recibo. Sin embargo, esta crtica, que
pone de manifiesto los peligros que se seguiran de una regulacin procesal defi-
ciente y muestra la necesidad de buscar vas de acceso racionalizadas, no tiene
suficiente entidad como para justificar la supresin de este instrumento tutelar.
2. Las ventajas, formales y materiales, que se derivan del recurso de amparo son tan
numerosas y de tal importancia que parece incuestionable que su incorporacin a
nuestro sistema constitucional resulta altamente positiva.
Pero hay algo ms. La labor que, durante estos primeros dieciocho aos de vida
del Tribunal, han realizado los magistrados constitucionales es de tal magnitud que,
sin duda, muchos de los recelos originarios habrn hoy desaparecido. Los resultados
producidos por nuestra jurisdiccin constitucional de la libertad habrn hecho olvi-
dar las crticas que acompaaron a su introduccin, y en este olvido la capacidad tc-
nica, la exactitud, el sentido jurdico y la sensibilidad poltica de los magistrados cons-
titucionales habrn tenido una parte de mrito muy significativa.
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EL AMPARO CONSTITUCIONAL EN ESPAA
CONSTITUCIN, TRATADO DE
AMSTERDAM E IGUALDAD ENTRE
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INTRODUCCIN
El 2 de octubre de 1997, los Jefes de Estado y de Gobierno de los quince se
reunieron en Amsterdam con el objeto de firmar la modificacin del Tratado de la
Unin Europea. Los trabajos de la Conferencia Intergubernamental, que se inici en
Turn el 29 de marzo de1996, haban dado a su fin y el nuevo Tratado vio la luz en
circunstancias radicalmente distintas a aqullas que haban jalonado el transcurso de la
negociacin previa. En varios Estados europeos, significativamente en el Reino Unido
y en Francia, se acababa de producir un cambio gubernamental y los problemas socia-
les, especialmente el desempleo, pujaban por tener una plasmacin en el nuevo Trata-
retos de los derechos humanos, organizado por el Consejo General del Poder Judicial con motivo del
50 aniversario de la Declaracin Universal de Derechos Humanos. El trabajo se inserta en el Proyecto
de Investigacin DGICYT PB95-0613 sobre Integracin Europea y Derechos Fundamentales (Uni-
versidad Autnoma de Barcelona, 1996-1999).
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(1) Al respecto puede verse Freixes Sanjun, T. Projet de reforme du Traite dUnin
Europenne en matire de: Droits fondamentaux, galit entre femmes et hommes, citoyennet et
droits conomiques et sociaux, Quaderns de Treball no 5, 1995. As tambin Info-Mujeres de Euro-
pa no 79, 1998, dedicado a la igualdad y el Tratado de Amsterdam. En el mismo sentido las resolucio-
nes de la Premire Confrence des Comissions Parlementaires charges de la poltique de 1'galit des
chances des femmes et des hommes dans les tats membres de IUnin europenne et au Parlement
Europen, organizada por el Senado de Blgica. Y tambin, entre otros, las propuestas del Lobby
Europen des Femmes a la Conferencia Intergubernamental.
(2) As el llamamiento que diversos constitucionalistas de los distintos Estados miembros han
realizado con el ttulo Pour une Constitution europenne. El texto ntegro puede verse en Le Mon-
de, del 5 de mayo de 1998.
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la igualdad de los hijos ante la ley con independencia de su filiacin del art.
39.2.
El acceso a cargos y funciones pblicas en condiciones de igualdad est directa-
mente protegido por el recurso de amparo constitucional. Las dems manifesta-
ciones de la igualdad y la no discriminacin, en tanto en cuanto obtengan una
conexin directa con el art. 14 CE, estn tambin protegidas por el recurso de
amparo. En todo caso, las distintas manifestaciones constitucionales de la igual-
dad, estn protegidas por el recurso o cuestin de inconstitucionalidad si la ley de
desarrollo vulnera el mandato constitucional.
e) El alcance promocional de la igualdad del art. 9.2 como obligacin de los poderes
pblicos: promover las condiciones para que... la igualdad del individuo y los
grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstculos que impi-
dan o dificulten su plenitud.... Clusula que potencia el alcance antidiscriminatorio
y las medidas de accin positiva posibilitando de tacto el cumplimiento de las
finalidades constitucionales. Dado que en este caso la igualdad no se configura
como derecho subjetivo sino como bien constitucionalmente protegido, tendra
que justificarse, en su caso, la interposicin de un recurso de amparo a travs de la
conexin con el art. 14 CE. Por el contrario, es posible el recurso o cuestin de
inconstitucionalidad, directamente y sin necesaria conexin con el art. 14 CE,
cuando una ley no observe estas finalidades.
La igualdad, la no discriminacin y la promocin de condiciones para conseguir
la efectividad de la igualdad, as como la remocin de los obstculos que la impidan o
dificulten, se regulan en la Constitucin en distintos artculos, con distinta estructura
jurdica, funcin constitucional, condiciones de ejercicio, garantas y limitaciones. Y
es en el contexto de esta configuracin constitucional que debemos situar a la igualdad
entre hombres y mujeres, como un supuesto singular de igualdad, pero que debe inser-
tarse dentro del conjunto de las previsiones constitucionales acerca de la igualdad y en
el marco general de la Constitucin.
343
TERESA FREIXES SANJUN
sido ratificados por Espaa. Este criterio de interpretacin que, en palabras de Tribunal
Constitucional contribuye a definir el contenido y alcance de los derechos (STC 64/
1991) es decir, el perfil exacto de su contenido (STC 281/1991), no afecta slo a las
normas contenidas en la Constitucin, sino a todas las normas del ordenamiento relati-
vas a los derechos fundamentales y libertades pblicas reconocidos por la Norma fun-
damental (STC 78/1992).
De entre los tratados y convenios ratificados por Espaa y en vigor como derecho
interno a la luz del art. 96 CE, cabe destacar, por una parte el Convenio Europeo para
la proteccin de los Derechos Humanos y, por otra, los tratados comunitarios, en espe-
cial el Tratado de las Comunidades Europeas y el Tratado para la Unin Europea.
Adems, cabe destacar que el Convenio Europeo de 1950 establece dos rganos
de garanta, la Comisin y el Tribunal Europeo, siendo este ltimo el rgano de inter-
pretacin y aplicacin del Convenio (art. 45 CEDH) y que, siguiendo las previsiones
del artculo 46 CEDH, Espaa ha declarado que reconoce como obligatoria la jurisdic-
cin del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (en adelante TEDH) para todos los
asuntos relativos a interpretacin y aplicacin del Convenio. No podemos dejar de
destacar que el Tribunal Constitucional ha manifestado de manera rotunda (STC 245/
1991) que la violacin de un derecho del Convenio Europeo que tambin est reco-
nocido en la Constitucin, si se declara por el Tribunal de Estrasburgo, constituye al
mismo tiempo una violacin de la Constitucin de obligada reparacin por los rga-
nos internos.
Por otra parte, no puede olvidarse tampoco la jurisprudencia del Tribunal de Jus-
ticia de las Comunidades Europeas en aplicacin de los tratados comunitarios, juris-
prudencia a la que, por analoga y a los efectos interpretativos que pretendemos, po-
dra otorgarse el mismo trato que a la del Tribunal de Estrasburgo. Pero con relacin a
la normativa comunitaria derivada, el Tribunal Constitucional ha dejado claro a lo
largo de toda su jurisprudencia, que los reglamentos y directivas no constituyen canon
de constitucionalidad a los efectos interpretativos, sino derecho interno directamente
aplicable cuya trasgresin es un mero problema de legalidad que deben dilucidar los
jueces ordinarios (por todas, SSTC 28 y 64/1991).
A partir, pues, de esta normativa internacional, la interpretacin de los derechos
reconocidos por la Constitucin deber realizarse a partir de lo que dispongan la De-
claracin Universal de Derechos Humanos y los tratados o convenios internacionales
sobre estas materias ratificados por Espaa, entre los que destacaremos, a los efectos
que nos ocupan, el Convenio Europeo de Derechos Humanos interpretado por el Tri-
bunal Europeo y los tratados comunitarios interpretados por el Tribunal de Justicia de
las Comunidades (5).
(5) En este trabajo, dado que lo que con el mismo se pretende es incidir en las consecuencias
jurdicas que, con relacin a la igualdad entre mujeres y hombres, originar la entrada en vigor del
Tratado de Amsterdam, no vamos a examinar las sentencias emitidas por el Tribunal Europeo de
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CONSTITUCIN, TRATADO DE AMSTERDAM E IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES
Derechos Humanos con relacin a estas cuestiones. Ello no obstante, quiero sealar que existe
tambin una importante jurisprudencia del Tribunal de Estrasburgo que, en aplicacin de las previsio-
nes constitucionales del art. 10.2 CE, debe ser tenida en cuenta para delimitar el perfil exacto y el
contenido y alcance (en palabras del Tribunal Constitucional) de la igualdad entre hombres y
mujeres. As, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha definido el estatuto jurdico de las madres
solteras en el Asunto Marckx y el Asunto Vermeire, ambos contra Blgica, y el Asunto Inze contra
Austria, estableciendo que no puede existir discriminacin alguna por razn de la inexistencia de
vnculo matrimonial. Tambin ha exigido la igualdad entre hombres y mujeres en los procedimientos
de reunificacin familiar de extranjeros residentes en el Asunto Abdulalziz, Cabales y Balkandali
contra el Reino Unido. Ha reconocido el derecho de las mujeres a conservar el apellido de solteras en
el Asunto Burghartz contra Suiza, ha abordado las exigencias de la igualdad entre mujeres y hombres
con relacin a la cotizacin para los subsidios familiares en el Asunto Van Raalte contra los Pases
Bajos y con relacin al derecho a obtener permisos laborales por nacimiento de hijos en el Asunto
A.P. contra Austria. As tambin, en el Asunto Kariheinz Schmidt contra Alemania tuvo que abordar
el problema de la prestacin obligatoria de servicios de extincin de incendios para los varones como
originador de discriminacin por razn de sexo ya que las mujeres podan quedar libres del mismo
previo pago de una indemnizacin.
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do el alcance literal de la igualdad formal prescrita por el art. 14 CE, permitiendo regula-
ciones cuya desigualdad formal se justifica en la promocin de la igualdad material
(STC 98/1985).
Y en este orden de consideraciones, el Tribunal Constitucional, justifica como
medidas encaminadas a lograr la igualdad real, las acciones positivas que el legislador
pueda establecer en favor de las mujeres: La referencia al sexo en el artculo 14 impli-
ca la decisin constitucional de acabar con una histrica situacin de inferioridad atri-
buida a la mujer, siendo inconstitucional la diferenciacin normativa basada en dicho
criterio. Con todo, en la perspectiva del artculo 9.2 CE, de promocin de las condicio-
nes de igualdad, no se considera discriminatorio que, a fin de promover una real y
efectiva equiparacin de la mujer con el hombre, se adopten ciertas medidas de accin
positiva en beneficio de la mujer.
Para el Tribunal Constitucional, en consecuencia, las medidas de accin positiva
no pueden ser consideradas como contrarias a la interdiccin de la discriminacin pres-
crita por el art. 14 CE sino que, por el contrario, responden a una interpretacin de
sistemtica y unitaria de este artculo con el mandato del art. 9.2 CE, debiendo ser admi-
tidas a fin de promover una real y efectiva equiparacin de la mujer con el hombre.
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CONSTITUCIN, TRATADO DE AMSTERDAM E IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES
cuanto se den, lo que supone la necesidad de revisin peridica (misma STC 128/
1987). En este punto, es importante remarcar la transitoriedad inherente a los
tratos distintos que puedan establecerse con la finalidad de superar las discrimi-
naciones existentes.
La consecucin del objetivo igualatorio entre hombre y mujeres permite el esta-
blecimiento de un derecho desigual desigualatorio [sic], es decir, la adopcin
de medidas reequilibradoras de situaciones sociales discriminatorias preexistentes
[...] para asegurar el goce efectivo del derecho a la igualdad por parte de la mujer
(SSTC 128/1987, 19/1989 y 229/1992).
Para el Tribunal Constitucional, en consecuencia, no procede considerar como
discriminatorias a los efectos del art. 14.2 CE las medidas consistentes en otorgar
diferencias de trato, que puedan adoptarse transitoriamente, para reequilibrar situacio-
nes sociales discriminatorias preexistentes.
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TERESA FREIXES SANJUN
a) La jurisprudencia de equiparacin
Dos son las principales situaciones que hecho que han originado la jurispruden-
cia de equiparacin: por una parte, las reclamaciones de hombres que se considera-
ban discriminados con relacin a ventajas que las normas otorgaban a las mujeres y,
por otra, las reclamaciones de mujeres que reclamaban la igualdad de trato con rela-
cin a los hombres en determinados supuestos. Examinaremos, siguiera sucintamen-
te, la doctrina que se deriva de las sentencias que abordan estos problemas de la
igualdad de trato.
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cia salarial basada en consideraciones de empleo de menor fuerza fsica, que ori-
ginaban un salario menor en mujeres que realizaban el mismo trabajo que sus
compaeros varones.
Asimismo es importante la diferenciacin que establece el Tribunal Constitucio-
nal entre legalidad y constitucionalidad, considerando que solamente la perspectiva
constitucional permite enmarcar adecuadamente el mbito de los derechos. As, en la
STC 136/96, de 23 de julio, afirma que al detenerse los rganos judiciales en el plano
de la legalidad, no enjuiciaron la conducta de la trabajadora desde la perspectiva del
derecho fundamental invocado. Adems, en otras sentencias, el Tribunal Constitucio-
nal distingue la accin del legislador de la accin del ejecutivo, considerando que
cuando se trate de discernir la constitucionalidad de una norma reglamentaria, el juicio
sobre la licitud constitucional de las diferencias establecidas por una norma reglamen-
taria requiere, al ser los reglamentos normas de ejecucin de leyes, un juicio de legali-
dad (SSTC 209/1987, 78/1990, 4/1991 y 69/1992).
Y, desde otra perspectiva, tambin las mujeres se han visto obligadas a defender
su derecho al trabajo al ser privadas del mismo por su condicin de embarazadas (S.T.S.
Andaluca, de 2 de febrero de 1996); su derecho a no ser discriminadas en la sucesin
de ttulos nobiliarios (S.T.S. 96/1996, de 13 de febrero); o a rechazar la aplicacin de
una ordenanza sobre moralidad de costumbres que negaba, en la licencia concedida
para la explotacin de un bar, el empleo de personal femenino para el servicio del
pblico (S.T.S. de 16 de febrero de 1982). Hay que sealar en este punto que la juris-
prudencia igualatoria que haba consolidado el Tribunal Supremo con relacin a la
sucesin en los ttulos nobiliarios, considerando que las disposiciones constitucionales
sobre igualdad y no discriminacin no permitan la preferencia del hombre sobre la
mujer, ha sido rota por el Tribunal Constitucional en la STC 126/1997, declarando
vigente el derecho histrico que discriminaba a las mujeres pese a su expresa oposi-
cin con la Constitucin, introduciendo as un discutible precedente que, de consoli-
darse, rompera con el equilibrio trabajosamente conseguido por la jurisprudencia
igualatoria que hasta tal sentencia se haba consolidado (6).
(6) En este punto hay que sealar que la Comisin Europea de Derechos Humanos ha admitido
a trmite una demanda contra Espaa en la que se argumenta que resolucin discriminatoria emitida
por el Tribunal Constitucional constituye una violacin del art. 14 del Convenio Europeo de Dere-
chos Humanos. La decisin de la Comisin y, eventualmente, la sentencia que en su caso dicte el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, resultan de excepcional importancia en este supuesto.
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TERESA FREIXES SANJUN
cin de los poderes pblicos para remediar, as, la situacin de determinados grupos
sociales definidos, entre otras caractersticas, por el sexo (y, cabe afirmar, en la inmen-
sa mayora de las veces, por la condicin femenina) y colocados en posiciones de
innegable desventaja en el mbito laboral, por razones que resultan de tradiciones y
hbitos profundamente arraigados en la sociedad y difcilmente eliminables, no puede
considerarse vulneradora del principio de igualdad, an cuando establezca para ellas
un trato ms favorable, pues se trata de dar tratamiento distinto a situaciones efectiva-
mente distintas (STC 128/1987).
As como en las anteriores consideraciones hemos puesto de relieve la discrimi-
nacin que el papel consignado a la mujer supone para el disfrute de los derechos, en
esta ocasin el Tribunal Constitucional valora como necesaria la intervencin de los
poderes pblicos para favorecer la integracin de la mujer en el Estado social y demo-
crtico de Derecho, reconociendo implcitamente que la funcin social de las mujeres
no puede modificarse sin un impulso (accin) poltico que como hemos dicho viene
fijado en el art. 9.2 de nuestra Constitucin. Es por ello que estas sentencias introducen
valoraciones de carcter sociolgico o histrico que deben ser superadas si se pretende
que las mujeres alcancen la igualdad.
En este orden de consideraciones hemos de destacar tambin que tales medidas
de accin positiva, o promotoras de la igualdad, pueden tener un carcter coyuntural
cuando se trata de superar discriminaciones histricas o, por el contrario, han de ser
entendidas como medidas a tomar en forma permanente, cuando su adopcin viene
justificada por razones intrnsecas fundamentalmente de origen biolgico. El examen
de las sentencias del Tribunal Constitucional fundamenta esta doble vertiente de las
medidas de accin positiva. En tal sentido, destacaremos las siguientes:
Caso del plus de guardera (STC 128/1987) en el que el Tribunal Constitucio-
nal considera que mientras perdure la realidad social consistente en la mayor difi-
cultad que tienen las mujeres, por razn del cuidado de sus hijos pequeos, para
incorporarse al trabajo o permanecer en l, no puede considerarse discriminatoria
una medida tomada para paliar la discriminacin sufrida por ese conjunto social. La
consideracin que la diferencia de trato viene originada por la desigual posicin
del colectivo de hombres y de mujeres con relacin al cuidado de los hijos peque-
os, fundamenta la decisin del Tribunal para considerarla razonable.
Caso despido de una embarazada (STC 166/1988), que considera discriminacin
por razn de sexo el despido de una trabajadora en estado de gravidez cuando la
empresa no justific ms que en su voluntad resolutoria la extincin del contrato
de trabajo. Tambin se aborda esta cuestin en las STC 224/1992, 109/1993 y
137/1994.
Caso baremo regulador de las prestaciones por jubilacin anticipada (STC 19/
1989) en el que el Tribunal Constitucional constata que la diferencia de trato
(menor edad exigida a la mujer que al varn) no tena por objeto colocar al traba-
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CONSTITUCIN, TRATADO DE AMSTERDAM E IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES
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TERESA FREIXES SANJUN
cunstancias que rodean la maternidad, hoy por hoy exclusivas de las mujeres. Hay que
resaltar al respecto que, cuando el Tribunal Constitucional pretende reparar
desequilibrios histricos, precisa que las medidas que se adopten al respecto han de
tener necesariamente una vigencia transitoria y que, en consecuencia, deben cesar cuando
se logre la eliminacin de la discriminacin que las justificaba. Por el contrario, hay
que entender que si las medidas en favor de las mujeres estn originadas en factores
biolgicos exclusivos de este colectivo, necesariamente han de tener carcter perma-
nente puesto que, de otro modo, su inexistencia derivara en la consolidacin de situa-
ciones de discriminacin incompatibles con las exigencias de la dignidad humana.
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(7) Hay que resaltar la enorme importancia que tiene el art. F del TUE. Por una parte, por
todo lo que aqu se expone acerca de la significacin que tiene el hecho de que la Unin Europea est
vinculada al respeto de los derechos humanos. Pero, por otra, y sta es jurdicamente muy relevante,
el art. F TUE establece la intercomunicacin entre tres sistemas jurdicos: el Derecho Comunitario de
la Unin Europea, el sistema derivado del Convenio de Roma de 1950 en el marco del Consejo de
Europa y, en tercer lugar, el sistema regulador de los derechos fundamentales en cada uno de los
estados miembros de la Unin, los cuales, a su vez, y con carcter previo, han firmado el Convenio
del Consejo de Europa. La Unin y los estados se vinculan a los derechos del Convenio Europeo de
Derechos Humanos y ste, interpretado por el Tribunal de Estrasburgo, se convierte en el eje funda-
mental del nivel mnimo de derechos fundamentales que han de ser garantizados tanto por la Unin
Europea como por cada uno de sus estados miembros. A partir de esta triple interconexin se est
produciendo una verdadera armonizacin de los sistemas de derechos en el marco del proceso de
integracin europea.
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TERESA FREIXES SANJUN
Unin Europa sino en el denominado Protocolo sobre la poltica social que, como todos
sabemos ni tan siquiera fue firmado por todos los Estados de la Unin, ya que el Reino
Unido protagoniz una frrea oposicin a reconocer estos derechos. El Tratado para la
Unin Europea constituy un gran paso adelante, pero tambin present grandes
dficits en cuanto que los ciudadanos europeos no pudieron ver todava reconocidos
en el mbito de la Unin todos los derechos necesarios para el libre desarrollo de su
personalidad y las exigencias derivadas del necesario progreso econmico y social que
constituye una finalidades ms importantes de la Unin.
Hay que sealar, sin embargo, que la Unin Europea no ha permanecido ajena al
respeto y la proteccin de los derechos fundamentales. La accin protectora del Tribu-
nal de Justicia, an cuando no se encontraba expresamente habilitado por las normas
comunitarias para ello, ha sido decisiva. Y precisamente, en la cumbre de Amsterdam,
la funcin de proteccin emprendida por este Tribunal ha encontrado su reconoci-
miento, ya que el nuevo Tratado sita los derechos fundamentales bajo su mbito de
control (nuevo art. L del TUE). Paralelamente, se han reforzado los derechos de con-
sumidores y usuarios (nuevo art. 129 A del TUE) y se ha instaurado el derecho de
acceso a los documentos de los principales rganos de la Unin (art. 191 A del TUE y
otros concordantes). Todo esto, sin que queramos con ello afirmar que ya hemos alcan-
zado los objetivos de democracia y legitimidad que hemos de continuar reivindicando
en el proceso de integracin europea, constituye un gran paso adelante en la consolida-
cin de la nueva Europa.
El Tratado de Amsterdam tambin es muy claro y preciso prohibiendo cualquier
forma de discriminacin por razn de raza y origen tnico, religin o creencias,
minusvalas, edad o cualquier otra condicin personal o social (art. 6 A) y se prevn
disposiciones especiales para la prevencin y la lucha contra el racismo y la xenofobia,
al mismo tiempo que se incorporan disposiciones especiales en relacin con la preven-
cin y la lucha contra la trata de seres humanos y los delitos contra los nios (art. K.1).
Del mismo modo en el Tratado se dispone que si el Consejo constata la existencia de
una violacin grave y continuada de los derechos humanos por parte de un Estado
miembro, ste puede ser sancionado con la suspensin de algunos de sus derechos,
incluyendo hasta el derecho al voto (art. F.D.Y no podemos dejar de resaltar que,
desde la perspectiva de los derechos humanos, la igualdad entre hombres y mujeres
constituye tambin un autntico derecho y que la prohibicin de discriminacin no
alcanza slo a aqulla que est originada por el gnero.
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TERESA FREIXES SANJUN
perspectiva comunitaria, desarrollan un nico precepto del Tratado CEE, el art. 119,
cubriendo un espectro de situaciones materiales que exceden en mucho el mbito ori-
ginario del texto del tratado. De la igualdad salarial de los primeros aos, hemos pasa-
do a cubrir opciones tales como la igualdad en la toma de posicin o en el acceso a los
Fondos estructurales.
Tambin hay que sealar que prcticamente todos los Planes de Accin en mate-
ria de igualdad de oportunidades tambin encontraban su cobertura en el art. 119 del
Tratado CEE. Y no eran unos Planes de Accin retricos o simplemente programticos
sino que comprendan diversas polticas transversales de las Comunidades primero y
de la Unin despus, al mismo tiempo que ocupaban una parte significativa del Presu-
puesto comunitario.
En la cumbre de Amsterdam, la normativa comunitaria a favor de la igualdad va a
encontrar su mxima expresin en la introduccin de diversos artculos que supondrn
la elevacin a nivel de Tratado lo que hasta el momento se haba regulado a travs del
derecho derivado, originando as una nueva y significativa posicin de la igualdad en
el seno de la Unin Europea. Pero, antes de entrar a examinar estas cuestiones, es
necesario sealar la importancia que tambin ha tenido la jurisprudencia del Tribunal
de Justicia de las Comunidades Europeas en relacin con la igualdad.
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CONSTITUCIN, TRATADO DE AMSTERDAM E IGUALDAD ENTRE HOMBRES Y MUJERES
efectos de calcular las ayudas o pensiones (Affaire C-41196, Margaret Boyie e.a.
c/. Equal Opportunities Commission.
Sobre la igualdad de trato con relacin a las pensiones de jubilacin: Affaire C-7/
1993; Bertuut van jet Algemeen burgelijk pensioenfonds el G.A. Beune y Affaire
Wolfs c/.Office National des pensions de Belgique.
Interpretando la igualdad de trato en relacin con la libertad de circulacin y la
subsiguiente prohibicin de discriminacin: Ampliando la cobertura del derecho
comunitario a los padres del trabajador migrante (Affaire 256/86, M. Frascogna
c/. Caisse des Dpots et consignations); aplicando las ventajas sociales al cnyu-
ge no casado de un trabajador de un Estado miembro en otro Estado miembro
(Affaire 59/85, Pays Bas c/. An Florence Redd); para aplicar la baja por materni-
dad a una madre residente en Luxemburgo en las mismas condiciones de igualdad
que a los ciudadanos luxemburgueses (Affaire C-111/91, Comission c/.
Luxembourg).
Definiendo el concepto de discriminacin indirecta: El Tribunal de Justicia de-
clara inaplicable la discriminacin indirecta contenida en un convenio colectivo
en el que se argumentaba sobre la duracin de la jornada de trabajo para determi-
nar la promocin profesional, puesto que se advirti que muy pocas mujeres te-
nan una jornada normal ya que para la mayor parte de ellas la jornada oscilaba
entre la mitad y las tres cuartas partes (Affaire C-184/89, H. Nimz c/. Freie und
Hansestad Hamburg). En otro caso, el Tribunal de Justicia considera
discriminatorias las diferencias que no pueden explicarse por factores objetiva-
mente justificados y nicamente se entienden, pese a no explicitarlo expresamen-
te, como consecuencia de una discriminacin basada en el sexo (Affaire C-399/
1992, Stad Lengerich et autres c/. Angelika Helmig et autres). El Tribunal de
Justicia tambin ha considerado como discriminacin indirecta la regulacin que
se haba realizado en el land de Bremen sobre la promocin profesional de em-
pleadas pblicas que trabajaban a tiempo parcial (Affaire C-100/1995. Brigiyye
Kording c/. Senator fr Finanzen).
Considerando que el acceso al empleo, a la remuneracin, las condiciones del
trabajo, la proteccin social, la educacin o la formacin y la promocin profe-
sionales, se manifiestan como integrantes del principio de igualdad de oportuni-
dades entre las mujeres y los hombres (por todas, puesto que son docenas, las
sentencias siguientes: Affaire 32/1993, Carole Louise Webb c/. EMO Air Cargo;
Affaire C-13/1993, Onem c/. Madeleine Minne; Affaire C-345/89, Ministre Public
c/. A. Stoeckel; Affaire 237/85, Rummier c/. Dato-Druckk; Affaire 222/84,
Johnston c/. Chiel constable of the royal vester constabulay).
Abordando directamente las acciones positivas en favor de las mujeres: En ma-
teria de igualdad de trato, acciones positivas y no discriminacin, las Comuni-
dades primero y la Unin posteriormente, el Affaire Kalanke C-40/1993, y el
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(8) El nuevo tratamiento jurdico que recibe la orientacin sexual en el Tratado de Amsterdam
posiblemente va a originar cambios en la jurisprudencia del Tribunal de Justicia. Este, en el Affaire
C-249/1996, Lisa Jacqueline Grant c/. South West Trains Lid, considera que no es contraria al Dere-
cho Comunitario la negativa a acordar una reduccin sobre la tarifa de los transportes a favor de la
pareja del mismo sexo. La propia Unin Europea, en el comunicado de prensa emitido tras el pronun-
ciamiento de la sentencia advierte que tras la entrada en vigor del Tratado de Amsterdam la situacin
puede evolucionar.
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pias disposiciones del nuevo Tratado de Amsterdam surtirn sus efectos directos. Por
otra parte, el Tratado, lgicamente va a obtener progresivamente desarrollo a travs de
otras normas de derecho derivado las cuales, ciertamente, tambin debern ser dere-
cho aplicable en los Estados miembros, ya sea directamente como en el caso de los
reglamentos y resoluciones, ya indirectamente y previo desarrollo (salvo sentencia del
Tribunal de Justicia dictando la aplicacin directa) en el supuesto de las directivas.
Adems, cuando nos encontremos ante una norma jurdica de cualquier Estado
miembro contraria a las disposiciones del Tratado de Amsterdam, la fuerza jurdica del
Tratado obliga a que los rganos internos de los Estados (los jueces, los rganos admi-
nistrativos) no puedan aplicar las normas internas contrarias al Derecho Comunitario y
que tengan que aplicar lo que en el Tratado de Amsterdam, y en las nuevas normas que
lo desarrollen se disponga. Y si los jueces dudan de la compatibilidad de las normas
internas con las normas comunitarias, pueden plantear la cuestin prejudicial ante el
Tribunal de Justicia. Y los abogados, las partes, podemos solicitarles que planteen la
cuestin. De este modo, el Tribunal de Justicia controlar los casos en los que las
normas internas sobre la igualdad presenten problemas de compatibilidad con las nue-
vas normas comunitarias.
De la misma manera, el Poder Legislativo de los Estados se encuentra vinculado
al Derecho Comunitario. Los parlamentos no pueden aprobar leyes que sean contrarias
a las normas comunitarias. Incluso es necesario a veces reformar las constituciones de
aqullos Estados que tengan disposiciones contrarias a los Tratados comunitarios. Al-
gunos Estados tendrn que emprender una reforma constitucional o convocar un refe-
rndum para poder ratificar el Tratado de Amsterdam. Los ciudadanos, en estos casos,
tenemos la ltima palabra. La adopcin del nuevo Tratado vincular a los parlamentos
de los Estados de tal forma que las normas que en ellos se aprueben sean compatibles
con las nuevas previsiones.
Y lo mismo va a suceder con relacin a los ejecutivos de los Estados miembros de
la Unin Europea puesto que su poder reglamentario y sus facultades de ejecucin
estarn sujetos tambin a las nuevas regulaciones comunitarias. Y todo ello bajo con-
trol judicial.
Visto todo ello, podemos concluir que aunque el resultado de la cumbre de
Amsterdam no sea absolutamente satisfactorio en relacin con las aspiraciones de las
mujeres, la incorporacin de la igualdad entre hombres y mujeres a nivel de Tratado
constituye indudablemente un notable avance en el proceso de integracin europea.
Aunque Europa todava presente importantes dficits de legitimidad, algo se ha movi-
do en ella para hacerla ms sensible a las aspiraciones de la ciudadana. El nuevo
planteamiento jurdico sobre la igualdad entre hombres y mujeres que se incluye en el
Tratado de Amsterdam constituye un significativo paso en este sentido.
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TERESA FREIXES SANJUN
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LA TITULARIDAD DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LAS PERSONAS JURDICAS DE MBITO PATRIMONIAL
I. INTRODUCCIN
Frente a un acto u omisin que vulnere nuestros intereses legtimos, o el recha-
zo de una instancia que consideramos fundada y legtima, los ciudadanos, y muchos
de los operadores jurdicos, solemos generalmente manifestar que se nos est
conculcando un derecho. Ello jurdicamente no siempre es as, por muchas razones
que pueden ser de forma y fondo. En este trabajo pretendo limitarme a analizar slo
una de estas razones, que es la falta de titularidad del derecho por parte de quin
pretende ejercerlo.
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JOS CARLOS REMOTTI CARBONELL
(1) Sobre la configuracin constitucional de los derechos, ver Teresa Freixes Sanjun La
Constitucin y el sistema de derechos fundamentales y libertades pblicas. Administraciones Pbli-
cas y Constitucin (Conmemoracin del XX aniversario de /a Constitucin), Ministerio de Adminis-
traciones Pblicas, Madrid, 1998.
(2) Debemos tener presente la configuracin de nuestro sistema jurdico como propio de los
estados compuestos, en el cual encontramos normas de mbito estatal, autonmico, local, europeo o
internacional. En este sentido el mbito de proteccin jurdica del derecho estar vinculado, no a
criterios de universalidad, sino al mbito de aplicacin de la norma que lo reconoce y garantiza.
(3) El art. 8 del Tratado de la Unin Europea (conocido como Tratado de Maastricht y que
fuera firmado el 7 de febrero de 1992) crea la ciudadana de la Unin que corresponder a toda
persona que ostente la nacionalidad de un Estado miembro, reconocindoles la titularidad de los
derechos previstos en dicho Tratado.
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LA TITULARIDAD DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LAS PERSONAS JURDICAS DE MBITO PATRIMONIAL
(4) Ver a este respecto la sentencia al Recurso de Inconstitucionalidad contra el Decreto Ley
11/1977 regulador del derecho de huelga, STC no 11/1981, del 8 de abril. En dicha sentencia el Tribunal
Constitucional seala que: Si bien la titularidad del derecho de huelga pertenece a los trabajadores y
que a cada uno de ellos corresponde el derecho de sumarse o no a la huelga, en cuanto accin colectiva
y concertada, corresponde tanto a los trabajadores como a sus representantes y a las organizaciones
sindicales. Adems, y a mayor abundamiento, dicho Tribunal aade que ...si bien la titularidad del
derecho de huelga pertenece a los trabajadores, el derecho puede ser ejercitado por las organizaciones
sindicales con implantacin en el mbito laboral al que se extiende la huelga (FJ. 11).
(5) Ver tambin la sentencia al Caso Isabel Pantoja contra Prographic, por la difusin de la
agona y muerte de Paquirri, STC no 231/1988, del 2 de diciembre (FsJs. 2 y 3). As tambin los
artculos 4 a 6 de la Ley Orgnica de proteccin civil del derecho al honor, a la intimidad personal y
familiar y a la propia imagen (no 1/1982, del 5 de mayo, BOE no 115 del 14 de mayo de 1982).
[Nota del autor: Para una mejor identificacin de los casos estudiados hemos aadido a la
tradicional cita del nmero y fecha de la sentencia la identificacin del Caso a partir de las partes que
participaron en el proceso judicial previo, poniendo en primer lugar a la parte que posteriormente
interpuso el Recurso de Amparo].
(6) A este respecto diferenciamos lo que es una pretensin consistente en determinadas aspi-
raciones, demandas o solicitudes individuales o grupales, a travs de las que se expresa la intencin
373
JOS CARLOS REMOTTI CARBONELL
tener presente que uno de los elementos indispensables para poder considerar a una
pretensin como un derecho jurdicamente hablando es que se encuentre recogida y
garantizada en un texto normativo de reconocimiento, en el cual no es necesario que se
seale expresamente que se reconoce el derecho a..., se protege el derecho a..., o que
se tiene derecho a..., bastando con que en su redaccin se deduzca que se otorga
atribuciones, competencias o facultades a los ciudadanos. Por ejemplo se est recono-
ciendo derechos cuando la Constitucin seala que nadie podr ser obligado a declarar
sobre su ideologa, religin o creencias (art.16.2 CE), o cuando dice que la detencin
no podr durar ms del tiempo estrictamente necesario para la realizacin de las averi-
guaciones y en todo caso no podr durar ms de 72 horas (art. 17.2 CE). En esta
misma lnea de ejemplos encontramos tambin la configuracin de determinados dere-
chos cuando la Constitucin dice que toda persona detenida debe ser informada de
forma inmediata, y de modo comprensible, de sus derechos y de las razones de su
detencin, no pudiendo ser obligado a declarar (art. 17.3 CE); o cuando dice que el
domicilio es inviolable (art. 18.2 CE). En ninguno de los ejemplos sealados la Consti-
tucin utiliza la expresin se tiene derecho a..., sin embargo todos, al otorgar faculta-
des, atribuciones o competencias, constituyen el reconocimiento jurdico de derechos.
Es pues, en primera instancia, el texto normativo de reconocimiento del derecho
el que nos indicar quienes deben ser considerados como titulares del mismo. Para ello
por lo general se utilizan tres tcnicas. Una primera que, podramos denominar como
determinacin especfica, consiste en que al momento de efectuar el reconocimiento
de hacer o no hacer determinada accin, o que se proteja determinado inters u objeto pero todava no
recogida por el ordenamiento jurdico, de lo que denominamos un derecho (jurdicamente hablando)
que requiere no slo del reconocimiento jurdico (a nivel constitucional, legal, infra legal, europeo,
internacional) de dichas pretensiones, sino del establecimiento de garantas jurdicas eficaces (judi-
ciales, jurisdiccionales, institucionales, nacionales, europeas o internacionales) que permitan y ga-
ranticen plenamente su ejercicio o que, en todo caso, lo repongan cuando sea objeto de violacin. No
basta, pues, con el mero reconocimiento jurdico, sino que, adems, han de estar dotados de garantas
eficaces de carcter preventivo y reparador. Es cierto que hablar de derechos en este sentido jurdico-
positivo, slo resulta vlido en Estados democrticos en los que la seleccin de las pretensiones a
proteger por el ordenamiento no se efecta de manera arbitraria, sino que por el contrario se hace
respetando a las diversas minoras, respetando la dignidad de las personas. Estados democrticos en
los que el reconocimiento de los derechos no slo es formal sino que implica el respeto por los
poderes pblicos, sus agentes y autoridades, as como por los ciudadanos en particular. Y, adems, en
Estados democrticos en los que los mecanismos jurdicos de garanta son realmente eficaces (y no
meros formalismos), en los que el Poder Judicial o el Tribunal Constitucional actan con independen-
cia y no se encuentran sometidos a injerencias o intimidaciones de otros poderes del Estado. En los
que se puede presentar una querella contra el Estado o sus representantes sin temor a represalias de
cualquier tipo; en los que por ltimo, el Estado est al servicio de los ciudadanos y no stos al servicio
del Estado. De no ser as y encontrarnos ante un Estado autoritario en el que no se reconocen los
derechos; o slo se procede a su reconocimiento formal sin establecerles garantas; o se les establecen
garantas inocuas o ineficaces, sera comprensible tomar como referente a las pretensiones o hacer
valer sobre los derechos planteamientos, por ejemplo, iusnaturalistas.
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LA TITULARIDAD DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LAS PERSONAS JURDICAS DE MBITO PATRIMONIAL
(7) El Convenio Europeo para la Proteccin de los Derechos Humanos y Libertades Funda-
mentales, fue suscrito en Roma el 4 de Noviembre de 1950. Ratificado por Espaa el 26 de setiembre
de 1979. Publicado en el Boletn Oficial del Estado n 243, de 10 de octubre de 1979.
375
JOS CARLOS REMOTTI CARBONELL
(8) Ello no implica que el legislador, por ejemplo, no pueda, al regular el ejercicio del derecho
imponerle determinadas restricciones o limitaciones, las que, debiendo ser constitucionales, operaran
sobre el ejercicio del derecho pero no sobre la titularidad que ya viene prefijada constitucionalmente.
(9) Hay que recordar que el artculo 96 CE dispone que los Tratados internacionales vlida-
mente celebrados, una vez publicados oficialmente en Espaa, formarn parte del ordenamiento in-
terno. Sus disposiciones slo podrn ser derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista
en los propios tratados o de acuerdo con las normas generales del derecho internacional.
(10) Por su parte el artculo 10.2 CE establece que las normas relativas a los derechos fundamen-
tales y a las libertades que la Constitucin reconoce se interpretarn de conformidad con la Declaracin
Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias
ratificados por Espaa.
(11) Destacamos la falta de dicha clusula general en la Constitucin espaola a diferencia de
lo que sucede, por ejemplo, en la Ley Fundamental de Bonn que en su artculo 19.3 dispone que los
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LA TITULARIDAD DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LAS PERSONAS JURDICAS DE MBITO PATRIMONIAL
precisin no puede ser tomada a priori como elemento definitorio para negar la titulari-
dad de derechos constitucionales por parte de las personas jurdicas, puesto que de la
no autorizacin expresa no se deriva necesariamente su prohibicin, ms aun cuando
el artculo 162 CE dispone que tales personas jurdicas podrn interponer recurso de
amparo en defensa de los derechos comprendidos entre los artculos 14 y el 29 CE,
ambos inclusive, as como de la objecin de conciencia reconocida en el artculo 30.2
CE (12). De otro lado, hay que reconocer que no todos los derechos reconocidos entre esos
artculos de la Constitucin resultan predicables de las personas jurdicas, como por
ejemplo sucede con el derecho a la vida o a la libertad personal (arts. 15 y 17 CE).
Todo ello nos conduce ante la improcedencia de establecer un criterio general
(afirmativo o negativo) aplicable a todos los casos y por el contrario nos obliga a
analizar cada derecho en concreto a fin de comprobar si su naturaleza y configuracin
constitucional permite, o no, a las personas jurdicas alegar su titularidad. En esta
misma lnea el Tribunal Constitucional ha considerado que las personas jurdicas pue-
den ser titulares de derechos constitucionales siempre que se trate de derechos que
puedan ser ejercitados por este tipo de personas (13). Es pues, el anlisis de la naturale-
za y configuracin constitucional de cada uno de los derechos lo que ha de servir de
pauta para determinar si sobre ellos procede, o no, la titularidad por parte de las perso-
nas jurdicas. Es a partir de tal consideracin que haremos una aproximacin a la posi-
ble titularidad del derecho al honor por parte de las personas jurdicas, en especial
aquellas de mbito patrimonial.
derechos fundamentales rigen para las personas jurdicas nacionales en tanto y en cuanto, por su
naturaleza, sean aplicables a las mismas. Dicha previsin la encontramos tambin en el art. 3 de la
derogada Constitucin peruana de 1979.
(12) En este sentido P. Salvador seala que la no estipulacin de clusula general alguna
reconduce el problema a una mera cuestin de interpretacin. Salvador Coderch, Pablo (Dir.), El
mercado de las ideas, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1990, pg. 217.
(13) Ver por ejemplo la STC al Caso Derivados de Hojalata contra la administracin tributaria.
Inviolabilidad del domicilio, no 137/1985 del 17 de octubre de 1985, (FJ. 2) y la STC al Caso Merce-
des Jimnez Bautista contra el Instituto Nacional de Seguridad Social. Pago de pensin de jubilacin,
n 64/1988 del 12 de abril de 1988, (FJ. 1). A este respecto ver, tambin, Cruz Villaln, Pedro: Dos
cuestiones de titularidad de derechos: Los extranjeros; Las personas jurdicas, Revista Espaola de
Derecho Constitucional, no 35, mayo - agosto, 1992, pgs. 74 a 76 y 83.
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JOS CARLOS REMOTTI CARBONELL
personam) (14). Tal posicin jurisprudencial, referida al carcter personalsimo del honor,
si bien fue adoptada analizando la posible titularidad del derecho al honor por parte de
instituciones pblicas (y no mercantiles) la encontramos por ejemplo representada por
la sentencia del Tribunal Constitucional (STC) al Caso Navazo Gancedo contra la
administracin de justicia. Injurias contra el Poder Judicial, N 107/1988 del 8 de
junio de 1988, en la que dicho Tribunal seal que:
(14) La consideracin del derecho al honor como personalista y por tanto slo predicable de
las personas fsicas es, a su vez, defendida por autores como por ejemplo Balaguer Callejn, Mara
Luisa: El derecho fundamental al honor, Tecnos, Madrid, 1992, pgs. 144 a 147; OCallaghan
Muoz, X.: La libertad de expresin y sus lmites: honor, intimidad e imagen. Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1991, pgs. 70 y sgts.; Vives Antn, T.S. Derecho Penal, Parte especial, Valencia,
1990, pg. 695.
(15) Hay que tener presente que la utilizacin de los trminos dignidad y autoridad moral
estn referidos en esta Sentencia respecto del Poder Judicial (institucin pblica) y no respecto de
personas jurdicas privadas de mbito patrimonial.
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LA TITULARIDAD DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LAS PERSONAS JURDICAS DE MBITO PATRIMONIAL
derecho al honor era personalsimo y por tanto solo referible a personas naturales
individualmente consideradas (ad personam).
en un reportaje periodstico en el que se negaba la existencia del holocausto. La Sra. Friedman recurri,
primero, ante los tribunales ordinarios y luego ante el Tribunal Constitucional para defender el honor del
colectivo judo en Espaa.
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JOS CARLOS REMOTTI CARBONELL
(17) A partir del reconocimiento por parte del Tribunal Constitucional del derecho al honor de
los colectivos sociales tnicos, religiosos o culturales, que no gozan de personalidad jurdica, el
mismo Tribunal establece que la legitimacin procesal para actuar en defensa del honor de dicho
colectivo, le corresponde a cualquiera de sus miembros residentes en nuestro pas. En este sentido el
Tribunal seala que: Tratndose, en el presente caso, de un derecho personalsimo, como es el honor,
dicha legitimacin activa corresponder, en principio, al titular de dicho derecho fundamental. Pero
esta legitimacin originaria no excluye, ni la existencia de otras legitimaciones (v. gr. La legitimacin
por sucesin de los descendientes, contemplada en los arts. 4 y 5 de la LO 1/1982, de proteccin al
derecho al honor), ni que haya de considerarse tambin como legitimacin originaria la de un miem-
bro de un grupo tnico o social determinado, aun cuando la ofensa se dirigiera contra todo ese colec-
tivo, de tal suerte que, menospreciando a dicho grupo socialmente diferenciado, se tienda a provocar
del resto de la comunidad social sentimientos hostiles, o cuando menos, contrarios a la dignidad,
estima personal o respeto al que tienen derecho todos los ciudadanos con independencia de su naci-
miento, raza, circunstancia personal o social (arts. 10.1 y 14 CE). En tal supuesto, y habida cuenta que
los tales grupos tnicos, sociales e incluso religiosos son, por lo general, entes sin personalidad jurdica
y, en cuanto tales, carecen de rganos de representacin a quienes el ordenamiento pudiera atribuirles
el ejercicio de las acciones civiles y penales, en defensa de su honor colectivo, de no admitir el art.
162.1.b CE, la legitimacin activa de todos y cada uno de los tales miembros, residentes en nuestro
pas, para poder reaccionar jurisdiccionalmente contra las intromisiones en el honor de dichos grupos,
no slo permaneceran indemnes las lesiones a este derecho fundamental que sufriran por igual todos y
cada uno de sus integrantes, sino que tambin el Estado espaol de Derecho permitira el surgimiento
de campaas discriminatorias, racistas o de carcter xenfobo, contrarias a la igualdad que es uno de
los valores superiores del ordenamiento jurdico que nuestra Constitucin proclama (art. 1.1 CE) y
que el art. 20. 2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos expresamente proscribe toda
apologa del odio nacional, racial o religioso que constituya incitacin a la discriminacin, la hosti-
lidad o la violencia estar prohibida por la ley. Caso Violeta Friedman, (FJ. 3).
380
LA TITULARIDAD DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LAS PERSONAS JURDICAS DE MBITO PATRIMONIAL
381
JOS CARLOS REMOTTI CARBONELL
(19) Los hechos giran alrededor de una publicacin efectuada por la Revista Intervi en la que
fa, se discuta entre otras cosas, si la discoteca Luxury, cuya fotografa se haba adjuntado en un
reportaje periodstico sobre la venta de drogas en dichos centros de fiesta, pero sin que tuviera nada
que ver con el contenido de las informaciones, poda invocar la vulneracin del derecho al honor. En
ella no se produce una argumentacin explcita sobre el porqu de la aceptacin de la titularidad del
derecho al honor por parte de las personas jurdicas, sino que remite a lo manifestado en el fundamen-
to jurdico 5 de la sentencia al Caso Revista Intervi contra Lopesan Asfaltos al sealar que La
cuestin as planteada ya ha sido resuelta en su estricta dimensin constitucional por la reciente
STC no 139/1995, cuyos fundamentos jurdicos deben tenerse ahora por reproducidos, y en la que
expresamente se declar que el significado del derecho al honor ni puede ni debe excluir de su mbito
de proteccin a las personas jurdicas (FJ. 2).
Resulta interesante sealar que entre ambas sentencias (a los Casos Revista Intervi contra
Lopesan Asfaltos y Luxury contra Diario de la maana) hay un lapso de tiempo inferior a los tres
meses. Ambas fueron dictadas por la misma Sala primera del Tribunal Constitucional, aun cuando
con ponente distinto.
(21) El artculo 38 CE dispone: Se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economa
382
LA TITULARIDAD DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LAS PERSONAS JURDICAS DE MBITO PATRIMONIAL
(22) A este respecto hay que recordar que mediante el Recurso de Amparo se puede alcanzar,
ante el Tribunal Constitucional, la proteccin no de todos los derechos constitucionales sino de aque-
llos derechos que siendo reconocidos por la Constitucin, se encuentren comprendidos entre los
artculos 14 y 29, ambos inclusive, de dicha norma fundamental, a los que se hay que aadir el derecho
a la objecin de conciencia al servicio militar obligatorio previsto en el art. 30.2 CE. En este sentido
el artculo 53.2 CE dispone que cualquier ciudadano podr recabar la tutela de las libertades y
derechos reconocidos en el artculo 14 y la Seccin primera del Captulo segundo (arts. 15 a 29) ante
los Tribunales ordinarios por un procedimiento basado en los principios de preferencia y sumariedad
y, en su caso, a travs del recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. Este ltimo recurso ser
aplicable a la objecin de conciencia reconocida en el artculo 30.
(23) El Tribunal Constitucional resalta en esta sentencia que ha venido considerando aplica-
ble, implcitamente y sin oponer reparo alguno, el art. 14 CE (derecho a la igualdad) a las personas
jurdicas de nacionalidad espaola, como titulares del derecho que en l se reconoce como se pone de
manifiesto, entre otras, en las SSTC n 99/1983, 20 y 26/1985 y 39/1986, sin que existan razones para
modificar esta doctrina general. Caso Revista Intervi contra Lopesan Asfaltos (FJ. 4).
383
JOS CARLOS REMOTTI CARBONELL
nes que las personas naturales crean para la proteccin de sus intereses sean
titulares de derechos fundamentales, en tanto y en cuanto stos sirvan para pro-
teger los fines para los que han sido constituidas Caso Revista Intervi contra
Lopesan Asfaltos (FJ. 4).
(24) En este sentido el Tribunal Constitucional seala que no slo son los fines de una persona
jurdica los que condicionan su titularidad de derechos fundamentales, sino tambin la naturaleza
concreta del derecho fundamental considerado, en el sentido de que la misma permita su titularidad a
una persona moral y su ejercicio por sta.... Caso Revista Intervi contra Lopesan Asfaltos (FJ. 5).
384
LA TITULARIDAD DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LAS PERSONAS JURDICAS DE MBITO PATRIMONIAL
mental est referido a que la naturaleza del derecho permita su atribucin a dichas
personas. En este sentido el derecho al honor, como todas las instituciones jurdicas
tiene unos contenidos que, sin ser absolutos han ido evolucionando y adecundose a
las nuevas consideraciones sociales, evitando as quedar petrificados y obsoletos.
La concepcin social de las cosas cambia, evoluciona, se transforma. Ello tam-
bin sucede respecto de los derechos, sobre los que no tenemos ahora la misma forma
de entenderlos que la que tenan nuestros padres o abuelos. La forma de entenderlos ha
cambiado, sin embargo los cambios que se produzcan sobre cada uno de ellos han de
respetar unos contenidos mnimos identificadores sin que, mantenindoles el nombre
se les vace de contenido o se les asigne otro totalmente diferente al originario, es decir
sin que sean desnaturalizados ni transformados hasta tal punto que de la institucin
original slo quede el nombre, y que el contenido sea totalmente diferente. En todo
caso si se pretende modificar una institucin hasta este extremo, el legislador debera
manifestar claramente su voluntad de eliminarla del ordenamiento jurdico al conside-
rar que ya no responde a los intereses sociales, procediendo en tal caso a derogarla y a
aprobar, si lo cree necesario, otra nueva. Lo que no puede hacer es, manteniendo el
nombre, ir cambiando ilimitadamente los contenidos identificadores de una institucin
hasta el extremo de su desnaturalizacin (25).
En esta lnea, y como ya lo hemos apuntado, el contenido del derecho al honor,
manteniendo unas caractersticas mnimas pero esenciales en su configuracin, ha ido
evolucionando conjuntamente con las circunstancias sociales, culturales y econmicas
de cada poca y por lo tanto no pueden utilizarse para su anlisis criterios o referencias
del honor no acordes con la realidad actual (26).
derecho a la propiedad el que ha variado desde su consideracin en el pasado como un derecho sagrado
e inviolable que permita el uso y abuso sobre el objeto, a tener en la actualidad una funcin social que
a su vez le impone lmites a su ejercicio, que no es absoluto, que no puede ser abusivo, llegando en
determinados casos a poder ser expropiado. Ante toda esta evolucin en la forma de entender el
derecho a la propiedad se puede apreciar que ste mantiene todava su ncleo esencial configurador y
diferenciador de otras instituciones, consistente en el uso, disfrute y disposicin del bien. En este
sentido la propiedad ha cambiado, pero no ha cambiado tanto que sus contenidos sean irreconocibles.
(26) En este mismo sentido se expresa el Tribunal Constitucional cuando seala que: En una
primera aproximacin no parece ocioso dejar constancia de que en nuestro ordenamiento no puede
encontrarse una definicin de tal concepto, que resulta as jurdicamente indeterminado. Hay que
buscarla en el lenguaje de todos, en el cual suele el pueblo hablar a su vecino y el Diccionario de la
Real Academia (edicin 1992) nos lleva del honor a la buena reputacin (concepto utilizado por el
Convenio de Roma), la cual como le ocurre a palabras afines, la fama o la honra consiste en la
opinin que las gentes tienen de una persona, buena o positiva si no van acompaadas de adjetivo
alguno. As como este anverso de la nocin se da por sabido en las normas, stas en cambio pretenden
aprehender el reverso, el deshonor, la deshonra, la difamacin, lo infamante. El denominador comn
de todos los ataques o intromisiones ilegtimas en el mbito de proteccin de este derecho es el
desmerecimiento en la consideracin ajena (art. 7.7 LO 1/1982) como consecuencia de expresiones
385
JOS CARLOS REMOTTI CARBONELL
proferidas en descrdito o menosprecio de alguien o que fueren tenidas en el concepto pblico como
afrentosas. Todo ello nos sita en el terreno de los dems, que no son sino la gente, cuya opinin
colectiva marca en cualquier lugar o tiempo el nivel de tolerancia o de rechazo. El contenido del
derecho al honor el lbil y fluido, cambiante y, en definitiva, como hemos dicho en alguna otra
ocasin, dependiente de las normas, valores e ideas sociales vigentes en cada momento . SSTC a los
Casos Crculo de Catlicos contra Punt Diari de Girona, STC no 223/1992 del 14 de diciembre de
1992 (FJ. 3); S.P.R y A.R.C. contra Mlaga. Diario de la Costa del sol, STC n 170/1994, del 7 de
junio (FJ. 3); Publicacin Hitler=SS contra Amical Mauthausen y BNai BRith de Espaa, (FJ. 3);
Sentencia 185/1989; Sentencia al Caso Revista Intervi contra Lopesan Asfaltos, (FJ. 5).
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LA TITULARIDAD DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LAS PERSONAS JURDICAS DE MBITO PATRIMONIAL
la titularidad del derecho al honor a las personas jurdicas, en virtud de las nuevas
circunstancias sociales, culturales y econmicas, se est efectuando un cambio profun-
do en la concepcin del mismo, pero hay que reconocer a su vez que ste es un cambio
que no afecta al contenido institucional del derecho al honor.
(27) La Ley de proteccin jurisdiccional de los derechos fundamentales de la persona (no 62/
1978, del 26 de diciembre, BOE no 3, del 3 de enero de 1979) es en virtud de lo dispuesto por el
segundo apartado de la disposicin transitoria segunda de la Ley Orgnica del Tribunal Constitucional
(no 2/1979, del 3 de octubre de 1979, BOE no 239, del 5 de octubre) la que regula el procedimiento
judicial especfico de defensa de los derechos fundamentales, en tanto no sean desarrolladas las
previsiones del artculo 53.2 CE , lo que no se ha efectuado hasta la fecha. Por su parte el artculo 12.1
de la referida Ley de proteccin jurisdiccional de los derechos fundamentales dispone que estn
legitimados para actuar como demandantes el Ministerio Fiscal y las personas naturales y jurdicas
titulares de un derecho subjetivo. Es entonces la previa titularidad del derecho la que habilita el uso de
esta va.
(28)
Ya hemos sealado que en el ordenamiento jurdico espaol el Recurso de Amparo tiene
como objeto la proteccin de los derechos comprendidos entre los artculos 14 al 29 ms la objecin
de conciencia regulada en el artculo 30.2 CE. En este sentido, es tambin la previa titularidad de uno
de aquellos derechos la que posibilita la proteccin por parte del Tribunal Constitucional mediante el
Recurso de Amparo.
387
JOS CARLOS REMOTTI CARBONELL
ro, al que las personas jurdicas tendran acceso si se les considera que son titulares del
derecho al honor. No son pues dos opciones equivalentes entre las que se pueda esco-
ger, pues el descarte de una de ellas (el desconocimiento de la titularidad del derecho
al honor de las personas jurdicas) implica la realizacin de una inconstitucionalidad al
excluir radicalmente la proteccin del honor de la totalidad de las personas jurdicas,
incluidas las de substrato personalista, y admitir, en todos los supuestos, la legitimidad
constitucional de los ataques e intromisiones en el honor... STC al Caso Revista Inter-
vi contra Lo pesan asfaltos (FJ. 5) (29).
Este criterio de considerar inconstitucional la limitacin de la titularidad del dere-
cho al honor para las personas jurdicas, al implicar la negacin de poder acceder a los
mecanismos constitucionales de defensa de los derechos fundamentales a los que, por el
contrario, s podran acceder si se les reconociera la titularidad del derecho al honor (30)
(reconocimiento que como hemos visto anteriormente no resulta incompatible con la
naturaleza de tal derecho), se ve reforzado por el Tribunal Constitucional al sealar que:
Resulta evidente, pues, que, a travs de los fines para los que cada persona jur-
dica ha sido creada, puede establecerse un mbito de proteccin de su propia
identidad y en dos sentidos distintos:
tanto para proteger su identidad cuando desarrolla sus fines como para proteger
las condiciones de ejercicio de su identidad, bajo las que recaera el derecho al
honor. En tanto que ello es as, la persona jurdica tambin puede ver lesionado su
derecho al honor a travs de la divulgacin de hechos concernientes a su entidad,
cuando la difame o la haga desmerecer en la consideracin ajena Caso Revista
Intervi contra Lopesan asfaltos (FJ. 5).
De esta forma el derecho al honor resulta necesario para las personas jurdicas ya
que para alcanzar sus fines sociales han de contar de buena reputacin, fama, opinin
positiva sobre ellas, y a partir de ello poder acceder a los medios constitucionales que
les permitan defender su identidad frente a la divulgacin de hechos o informaciones
en los que se las difame o se les desmerezca en la consideracin de los dems.
(29) En este punto la STC al Caso Revista Intervi contra Lopesan Asfaltos, como hemos
sealado, reproduce como argumento principal lo que en la STC al Caso Violeta Friedman se indicaba
como obiter dicta.
(30) Hay que tener presente que el artculo 162.1.b) de la Constitucin dispone que estn
legitimados para interponer el recurso de amparo, toda persona natural o jurdica que invoque un
inters legtimo....
388
LA TITULARIDAD DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LAS PERSONAS JURDICAS DE MBITO PATRIMONIAL
podrn ejercitar cada uno de los derechos, lo que a su vez no puede ser confundido
con la mera capacidad o legitimacin procesal. Por otra parte, el reconocimiento de
la titularidad de un derecho no implica, tampoco, pronunciamiento alguno sobre el
fondo del asunto.
La determinacin de la titularidad de derechos respecto de las personas jurdicas
es un tema complejo y en el cual intervienen mltiples variables, que obligan a analizar
cada uno de los derechos a fin de poder determinar los titulares en cada caso concreto.
Para ello, y con relacin a las personas jurdicas, hay que determinar la compatibilidad
de la naturaleza del derecho con la posible titularidad del mismo por parte de tales
entidades, as como si el derecho analizado es necesario para la consecucin de los
fines sociales.
A este respecto, y sobre el especial caso del derecho al honor, debemos destacar
que la naturaleza de este derecho resulta compatible con los contenidos de la reputa-
cin, buena fama, opinin positiva, bienes jurdicos, generalmente aceptados para las
personas jurdicas, as como que el derecho al honor resulta necesario para que ellas
puedan defender su identidad frente a la divulgacin de hechos o informaciones en las
que se las difame o se les desmerezca en la consideracin de los dems. Es en aplica-
cin de estos criterios que llegamos a la conclusin de que las personas jurdicas patri-
moniales han de ser consideradas como titulares del derecho al honor.
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JOS JULIO FERNNDEZ RODRGUEZ
390
ACERCA DEL PLAZO DE INTERPOSICIN DE LA ACCIN ABSTRACTA DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EUROPA
I. INTRODUCCIN
El tiempo es una realidad que preside tanto la vida del ser humano individual como
el devenir de la sociedad en su conjunto. Los acontecimientos tienen lugar en un
espacio temporal concreto, que aparece como un medio homogneo en el que los eventos
se suceden unos tras otros. Toda cosa y todo acontecimiento tienen su duracin, por lo
que tambin presentan un tiempo concreto propio, esto es, un tiempo fsico. La suce-
sin temporal supone un extenderse continuo desde el pasado al futuro a travs del
presente. El tiempo es continuo, ilimitado, infinito, con una sola direccin y una sola
dimensin (1). El Derecho, al encargarse de la regulacin de la sociedad, tambin es
tributario de semejante articulacin temporal, lo cual, pese a su cotidianidad, no deja
de presentar puntos problemticos. En las lneas que siguen pretendemos reflexionar
sobre una pequea dimensin de este inmenso tema. Para ello no podemos dejar de
(1) Walter Brugger nos indica que el tiempo es un tipo de duracin y sta significa la propia
identidad en la existencia. Lo que no existe prosigue, tampoco dura (Brugger, Walter, Dicciona-
rio de Filosofa, Herder, Madrid, 1988, pg. 539). Son mltiples las aproximaciones a la idea del tiempo.
As, encontramos anlisis metafsicos, ontolgicos, histricos, epistemolgicos, psicolgicos, fsicos,
biolgicos, lgicos, etc. No parece posible sistematizar todas estas aportaciones y extraer una concep-
cin unificada. En efecto, poco tienen que ver, por poner algn ejemplo, la idea kantiana de tiempo
como forma a priori de la sensibilidad con el yo es el tiempo hegeliano o con la nocin aristotlica
del tiempo como la medida del movimiento segn el antes y el despus o con el orden de sucesiones
de Leibniz.
391
JOS JULIO FERNNDEZ RODRGUEZ
392
ACERCA DEL PLAZO DE INTERPOSICIN DE LA ACCIN ABSTRACTA DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EUROPA
este sentir responde parte de la doctrina alemana, que piensa que los debates parlamentarios pueden
llegar a finalizar de esta forma: Wir sehen uns in Karlsruhe wieder (nos veremos en Karlsruhe).
(4) Rubio Llorente, Francisco, Tendencia actuales de la jurisdiccin constitucional, en
Homenaje acadmico a Manuel Fraga, vol. II, Fundacin Cnovas del Castillo, Madrid, 1997, pgs.
1419-1420.
(5) Francia, art. 61 de la Constitucin de 4 de octubre de 1958 y arts. 17 y sgts. de la Ley
Orgnica del Consejo Constitucional, de 7 de noviembre de 1958 reformada en 1959, 1974 y 1995
393
JOS JULIO FERNNDEZ RODRGUEZ
; Rumana, art. 144 de la Constitucin de 8 de diciembre de 1991 y arts. 17 y sgts. de la Ley sobre la
organizacin y el funcionamiento del Tribunal Constitucional, de 18 de mayo de 1992; y, en parte,
Portugal (art. 278 de la Constitucin), Hungra (art. 33 de la Ley del Tribunal Constitucional) y
Polonia (art. 27.5 de la Constitucin), puesto que en estos pases tambin hay control abstracto a
posteriori.
(6) As, por ejemplo, en Rumana se establece un plazo de cinco das para las leyes aprobadas
por el procedimiento ordinario, y de dos das para las adoptadas por va de urgencia.
(7) Suiza es el primer pas europeo que import, en el siglo XIX, el control difuso norte-
americano.
394
ACERCA DEL PLAZO DE INTERPOSICIN DE LA ACCIN ABSTRACTA DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EUROPA
Derecho, para cuyo logro la lucha contra la injusticia aparece como un medio de conse-
cucin de dicho fin. Para Legaz y Lacambra, en suma, el Derecho no ha nacido para
rendir culto a la justicia sino para colmar la exigencia de seguridad, de certeza en la
vida social (8).
La existencia de plazos procesales es uno de los elementos claves para la salva-
guarda de la aludida seguridad jurdica. Plazos que tambin estn presentes, en general,
en el Derecho Procesal Constitucional, y, en particular, en la accin abstracta de
inconstitucionalidad. Pero no podemos trasladar sin ms las categoras y justificaciones
utilizadas por el Derecho Procesal para fundamentar la existencia de semejantes plazos
dado que, al hablar de control de la constitucionalidad de las leyes, se produce un salto
cualitativo. Estamos, por supuesto, en el mbito jurdico (los tribunales constitucionales
presentan carcter jurisdiccional), pero tambin en el campo poltico, que no partidista.
Por lo tanto, para tratar de desentraar de forma cabal el tema que nos ocupa resulta
imprescindible completar las reflexiones hechas en este apartado con otra serie de consi-
deraciones ofrecidas en los epgrafes siguientes. Con ello, la explicacin en trminos
jurdicos tradicionales (por decirlo de algn modo) resulta insuficiente para hacer suya
en su totalidad la dimensin explicativa del fenmeno estudiado. El Derecho Procesal
Constitucional, como se indic ms arriba, requiere una ptica en su aproximacin y
tratamiento que lo individualiza del Derecho Procesal.
(8) Legaz y Lacambra, Luis: Filosofa del Derecho, 2. ed., 1961, pg. 583.
(9) Todos los proyectos de Kelsen de Constitucin para la Austria de la primera postguerra,
que servirn de base para el proyecto oficial elaborado por el Secretario de Estado Mayr, prevn
efectos ex nunc para las declaraciones de inconstitucionalidad.
395
JOS JULIO FERNNDEZ RODRGUEZ
este modelo terico se encuentra desde hace dcadas superado. Y ello es debido, en
parte, a la incorporacin de elementos propios de la tradicin norteamericana de con-
trol de constitucionalidad, hasta el punto de que hoy la tradicional separacin entre
sistema concentrado y difuso de control carece de sentido. As las cosas, la sedimenta-
cin de la idea de supremaca de la Constitucin como base para eliminar la ley contra-
ria a ella (idea esta que no se encuentra en el esquema de Kelsen sino que procede del
mundo jurdico de Estados Unidos) determin que la sancin deba ser la de la nulidad
de pleno derecho, esto es, la de entender que la norma inconstitucional no ha existido
nunca. Los efectos de la sentencia que declara tal inconstitucionalidad son, por lo
tanto, retroactivos y su naturaleza declarativa (10). La nulidad es un rgimen de inefica-
cia indisponible que viene exigido por la efectividad de la ley imperativa (en este caso
la Constitucin) en inters de los valores que sta trata de salvaguardar. Miranda indi-
ca que la Constitucin al ser fundamento de validez y base de la fuerza intrnseca de la
norma en causa, debe prevalecer incondicionalmente desde el momento en que sta es
emitida o en que ocurra la contradiccin o disconformidad (11).
De este modo, la inexistencia de plazo de interposicin es la consecuencia correc-
ta (insisto, desde el punto de vista tcnico-jurdico, no poltico) de la sancin de nuli-
dad con la que puede acabar ese procedimiento. Si el vicio es tal que hace que la ley
afectada se tenga por no existente, si impone una naturaleza declarativa a la sentencia
estimatoria de inconstitucionalidad porque implica sacar a la luz un defecto intrnseco
y consustancial a la norma desde su origen, en este orden de cosas no debe cerrarse
temporalmente el ejercicio de la accin de inconstitucionalidad (12). Este razonamiento,
(10) No obstante, a pesar de que lo dicho es la tnica general, no existe unanimidad en este
espaol figura una, la 218, cuyo firmante era el Grupo Andalucista, en la que se propona que el
recurso de inconstitucionalidad en va principal o directa ni caduca ni prescribe. La justificacin que
se aportaba era la siguiente: Parece claro que no prescribiendo la nulidad civil mucho menos podr
hacerlo la inconstitucionalidad de las leyes. Igualmente absurdo es someter el recurso contra las
mismas a un plazo de caducidad, y mucho menos de la brevedad del contemplado. Tal enmienda, al
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ACERCA DEL PLAZO DE INTERPOSICIN DE LA ACCIN ABSTRACTA DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EUROPA
vlido para otros mbitos, tampoco es por s solo suficiente en el mundo de los conten-
ciosos constitucionales, aunque bien es cierto que tiene una apoyatura inmediata en la
mejor salvaguarda del principio de supremaca constitucional. Por lo tanto, es necesa-
rio utilizar tambin otros argumentos.
No obstante, a lo dicho no se puede aplicar en todos su trminos la construccin
de la nulidad. En efecto, la nulidad consiste en una ineficacia automtica, originaria,
estructural, absoluta e insanable. A la que se deriva de la accin de inconstitucionalidad
se le pueden aplicar los caracteres de automtica (el pronunciamiento judicial es decla-
rativo), originaria e insanable, pero no resulta estructural (originada por un defecto que
afecta a alguno de los elementos estructurales de un contrato) ni absoluta (puede ser
hecha valer por cualquiera que tenga un inters legtimo, incluso de oficio por el juez).
El carcter objetivo de la accin elimina la necesidad del inters del actor y de la
actualidad de dicho inters.
La ausencia de plazo tambin puede verse como ms acorde con la naturaleza
objetiva y abstracta de la accin analizada. La existencia de plazo puede originar que
la disputa entre partidos que se produce al elaborarse la ley contine en sede de la
justicia constitucional. As, la ausencia de partes litigantes que exige el carcter obje-
tivo llega a relativizarse por el conflicto entre partidos. La carga poltica de este tipo de
juicios logra poner en entredicho semejante carcter objetivo (13). Tal riesgo es sin duda
menor cuando no existe plazo. En este sentido se expresa Garca de Enterra al sea-
lar que esta posicin (control abstracto de normas y proceso objetivo) est facilita-
da en Alemania por la circunstancia de que este recurso directo no est sometido a
plazo, a lo que aade que en Espaa, donde la disponibilidad del recurso se limita
a tres meses desde la publicacin de la ley, en la prctica se visualiza un verdadero
conflicto interpretativo de la Constitucin entre partidos o entre rganos, aunque el
conflicto no se refiera a intereses concretos de los recurrentes; es una prolongacin a la
va jurisdiccional de un conflicto interpretativo que se habr iniciado y debatido al
elaborarse la ley (14).
El ejemplo ms importante de ausencia de plazo de interposicin lo encontramos,
como se acaba de decir, en Alemania. Ni en el art. 93 de la Ley Fundamental de Bonn,
23 de mayo de 1949, ni en la Ley del Tribunal Constitucional Federal, de 12 de marzo
margen de la incorreccin que presentaba en la medida en que hablaba de prescripcin cuando tena
que hacerlo de caducidad, no prosper y el texto definitivo fij un plazo de tres meses para la
interposicin, no alterando, en este punto, lo que estableca el proyecto.
(13) Diversas posiciones sobre la elevada politicidad del control abstracto pueden verse en
Brage Camazano, Joaqun: La accin de inconstitucionalidad, UNAM, Mxico D. F., 1998, pgs. 83
y sgts.
(14) Garca de Enterra, Eduardo: La Constitucin como norma y el Tribunal Constitucional,
397
JOS JULIO FERNNDEZ RODRGUEZ
(15) En los proyectos que Kelsen hizo para esta Constitucin su postura es oscilante en este
punto porque en el primero y el cuarto se prevean plazos de ocho semanas (cuatro para anunciar la
impugnacin y cuatro para formalizarla) y en el resto no exista lmite de tiempo.
(16) En dicho precepto se indica expresamente que toda demanda dirigida al Tribunal Supremo
con el objeto de decidir si una ley es conforme a la Constitucin puede ser presentada a partir de la
fecha de entrada en vigor de dicha ley, no hacindose ulteriores precisiones.
(17) En Hungra, donde, como ya hemos sealado ms arriba, coexiste control a priori y a
posteriori, se han levantado voces reclamando una reduccin de las competencias del Tribunal Cons-
titucional con la finalidad de que preste mayor atencin a las que se consideran ms importantes: el
control a posteriori y la interpretacin de la Constitucin. Se busca, as, reducir la sobrecarga que
tiene que soportar y la excesiva politizacin a la que se ve sometido.
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ACERCA DEL PLAZO DE INTERPOSICIN DE LA ACCIN ABSTRACTA DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EUROPA
en el Derecho espaol, en La jurisdiccin constitucional en Espaa, CEC, Madrid, 1995, pg. 82.
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JOS JULIO FERNNDEZ RODRGUEZ
leyes, modificarlas o dictar otras nuevas, sin necesidad de acudir a remedios como el
recurso de inconstitucionalidad (20).
A mayor abundamiento, y ya desde una ptica no poltica, cabe mencionar la
bondad de la existencia de un plazo para impedir una situacin tan sumamente pertur-
badora como la que vendra originada por la impugnacin futura de una ley asentada y
aceptada de manera plena en el trfico social para el que fue destinada. Cuanto ms se
demore en el tiempo tal impugnacin ms efectos negativos provocar en las relacio-
nes jurdicas suscritas al amparo de la ley impugnada.
La limitacin ratione temporis hace que la accin abstracta aparezca, en opinin
de Jimnez Campo, como una oportunidad de los legitimados para combatir la
constitucionalidad de la ley, oportunidad que, caso de ser desaprovechada, hace inata-
cable la ley a travs de este mismo cauce (21). De esta forma, en tales ordenamientos,
transcurrido el plazo fijado sin actuar se cierra la posibilidad de acceso por la va de la
accin abstracta al Tribunal Constitucional, lo que no quiere decir que ste no pueda
llegar a enjuiciar esa ley dado que pueden existir otras vas, en especial la accin
concreta de inconstitucionalidad. Dicha accin, ms asptica polticamente, es elevada
por un tribunal ordinario al constitucional cuando se le presenta una duda acerca de la
constitucionalidad de la ley que va a aplicar al caso que est resolviendo. La apertura
temporal indefinida de la accin concreta forma parte de su misma naturaleza en tanto
en cuanto busca ser un cauce de depuracin continua del ordenamiento en el que exis-
te. Tambin pueden utilizarse, con el objeto de examinar una ley que no se recurri va
accin abstracta, conversiones procesales en conflictos de atribucin o competencia o
lo que se llama en Espaa autocuestin de inconstitucionalidad. La imposibilidad de
enjuiciar una ley a travs de la accin abstracta una vez agotado el plazo es una impo-
sibilidad formal. Alude a la ley en s y no a su contenido. As las cosas, una ley ulterior
que repitiese normas de una ley anterior no recurrida s podra ser llevada al Tribunal
Constitucional por medio del control abstracto.
Este plazo es un plazo de caducidad, y no de prescripcin, por lo que no puede ser
interrumpido. La caducidad, que se sita en el terreno del Derecho sustantivo, es el
efecto que se produce cuando no se insta el proceso durante el tiempo que el ordena-
miento seala para ello. En el campo del Derecho Privado se tiene dicho, de manera
vlida para nosotros en este momento, que la caducidad protege un inters general (22), a
diferencia de la prescripcin que protege intereses particulares. De esta forma, el trans-
curso del plazo de caducidad se apreciar de oficio sin necesidad de ser alegado por las
(20) Almagro Nosete, Jos: Justicia constitucional, Tirant lo blanch, Valencia, 1989, pg. 202.
(21) Jimnez Campo, Javier: Consideraciones..., op. cit., ibidem, pg. 81.
(22) Ese inters general es el inters comunitario en la pronta certidumbre de una situacin
jurdica, que se encuentra pendiente de una posible o eventual modificacin (Dez-Picazo, Luis y
Gulln, Antonio: Sistema de Derecho Civil, vol. I, Tecnos, 7 ed., Madrid, 1989, pg. 481).
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ACERCA DEL PLAZO DE INTERPOSICIN DE LA ACCIN ABSTRACTA DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EUROPA
partes. En ocasiones se diferencia entre los plazos para el ejercicio de acciones (que
sera el caso ahora contemplado) y los plazos para la realizacin de actos procesales en
un proceso ya iniciado. A estos ltimos se conecta la idea de preclusin, idea que es
diferente a la de caducidad puesto que aqulla es de Derecho adjetivo y sta sustantivo.
Como dies a quo, es decir, como inicial del cmputo, se puede tomar, en princi-
pio, una de estas tres fechas: promulgacin (sancin), publicacin o entrada en vigor
de la ley impugnada. Estas posibilidades pueden verse en la prctica reducidas por
coincidencia temporal. La solucin ms extendida es la de la publicacin. Optar por la
promulgacin no parecera adecuado en casos en los que hoy ha perdido sentido. As,
en una monarqua parlamentaria la promulgacin aparece como un acto debido que
coincide con la sancin real y sobre la que el monarca no tiene disponibilidad. En
cambio, en un rgimen republicano an puede resultar operativa como arma poltica
de un presidente que ostenta discrecionalidad respecto a la funcin legislativa. Pero,
en todo caso, tampoco sera la comunicacin solemne y el mandato de cumplimiento
de antao.
Al tomar como referencia la publicacin pueden plantearse problemas cuando las
leyes se publican en dos instrumentos oficiales distintos, por lo general uno pertene-
ciente al Estado central y otro al ente dotado de autonoma. En esta tesitura habr que
estar a lo que disponga el ordenamiento concreto de que se trate con relacin a la
publicacin que perfecciona la eficacia de la norma, que ser la que se tome como dies
a quo. En Espaa, respecto a las leyes autonmicas, se ha optado por el diario oficial
de la Comunidad Autnoma, que marca el punto de partida de todos los efectos jurdi-
cos de la norma (Auto del Tribunal Constitucional 179/1989, de 28 de noviembre). La
publicacin en el diario oficial de cada comunidad concede plena eficacia. La segunda
publicacin en el Boletn Oficial del Estado tiene efectos puramente instrumentales o
para reforzar la publicidad material. Para los reglamentos parlamentarios, se tiene en
cuenta el Boletn Oficial del Estado, y no el boletn de la Cmara, dado que aqul es el
que determina los efectos fuera del mbito interno de esa Cmara.
La medicin del perodo de tiempo que dura el plazo, dicho ahora slo en trmi-
nos generales y sin introducirnos en particularidades de cada ordenamiento, variar en
funcin de las unidades que lo integran, esto es, los plazos fijados por das, en princi-
pio, empiezan a correr al da siguiente al inicial del cmputo descontndose los inhbi-
les, y los establecidos por meses se cuentan por meses naturales sin excluir los inhbi-
les. El ltimo da del plazo no podr ser inhbil, y si lo es en un plazo sealado por
meses habr que entenderlo prorrogado al siguiente da hbil. Normalmente, las leyes
que regulan los tribunales constitucionales remiten a la legislacin procesal ordinaria
para la determinacin de estas cuestiones.
Al objeto de proceder al anlisis de estos casos hemos considerado oportuno llevar
a cabo una clasificacin basada en la duracin de dicho plazo. Con esta variable entende-
mos que slo resulta operativo distinguir dos nicos tipos: los plazos cortos y los
plazos largos. Otra suerte de clasificacin, con ms elementos, no parece tener valor
401
JOS JULIO FERNNDEZ RODRGUEZ
interpretativo para el fin que perseguimos, que no es otro que determinar las consecuen-
cias del establecimiento de un plazo. Parece que en uno y otro supuesto el sentido y
alcance del plazo resulta un tanto diferente.
A pesar de lo dicho, no hay que olvidar que la fijacin de un plazo determinado
puede no tener ninguna significacin especial, al margen de la que viene dada por la
existencia del plazo en s, con lo que la clasificacin propuesta supondra, para esos
supuestos, una falacia, al carecer de virtualidad explicativa. Adems, fijar la frontera
entre lo que es un plazo corto y uno largo posee elevadas dosis de relatividad que
nicamente pueden soslayarse acudiendo a datos subjetivos, y pidiendo disculpas por
anticipado si se entiende que la fijacin de ese lindero resulta demasiado forzada y
carente de fundamento objetivo. El lmite lo hemos fijado en tres meses. En todo caso,
siempre quedan los motivos didasclicos para justificar la clasificacin propuesta.
1. Plazo corto
Dejando ya atrs las precisiones anteriores, diremos que los plazos de interposi-
cin iguales o menores de tres meses los introducimos en la categora de plazos cor-
tos. En principio, la opcin por un plazo corto facilita que la disputa poltica entre
la mayora parlamentario-gubernamental y la oposicin en torno a la norma legal cuya
constitucionalidad se examina contine en el rgano de justicia constitucional. As, tal
disputa sale de la arena que le es propia para llevar a cabo un conjunto de presiones
que, dependiendo del contexto y de las distintas correlaciones de fuerzas, puede llegar
a ser disfuncional en extremo. En este sentido, se tiene indicado que limitar el control
abstracto sucesivo a un plazo muy breve lo aproxima al control preventivo. Y en l,
segn Fromont, al desarrollarse el procedimiento en el marco del proceso de elaboracin
de la norma, le lien avec le contentieux du fonctionnement des pouvoirs publics est
particulirement troit (23). La aproximacin al control preventivo se ve reforzada si
existe la posibilidad de ordenar la suspensin de la aplicacin de la ley bajo sospecha (24).
No obstante, semejante riesgo debe saber sobrellevarlo el juez constitucional en
la medida en que sus decisiones, adems de jurdicas, son tambin polticas. He aqu la
necesidad de una adecuada formacin de los integrantes de los tribunales constitucio-
nales. Esta formacin tiene que ir ms all que la del juez ordinario porque, como
apunta sagazmente Bachof, la labor, llena de responsabilidad, de interpretacin nor-
mativa de la Constitucin y de proteccin de su sistema de valores, necesita una instan-
cia especializada en estas cuestiones, requiere personas de notoria experiencia en cues-
(23) Fromont, Michel: La justice constitutionnelle dans le monde, Dalloz, Pars, 1996, pg.
70. En el control preventivo tambin ve que la proteccin de los valores constitucionales se halla en
un segundo plano.
(24) Marcou, Jean: Justice constitutionnelle et systme politiques, Presses Universitaires de
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ACERCA DEL PLAZO DE INTERPOSICIN DE LA ACCIN ABSTRACTA DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EUROPA
(25) Bachof, Otto: Jueces y Constitucin, Civitas, Madrid, 1987, pg. 55.
(26) V. gr. Espaa, en donde el art. 38.2 de la Ley Orgnica del Tribunal Constitucional, de 3 de
octubre de 1979, precepta que las sentencias desestimatorias dictadas en recursos de
inconstitucionalidad impedirn cualquier planteamiento ulterior de la cuestin en la misma, va, fun-
dado en infraccin de idntico precepto constitucional.
(27) Brage Camazano, Joaqun: La accin de inconstitucionalidad, UNAM, Mxico D. F.,
1998, pg. 206. En este mismo lugar cita a Carpizo, que comenta la brevedad del plazo de interposi-
cin de la accin en Mxico: Realizar un estudio constitucional serio y profundo bien puede
necesitar un plazo mayor y tambin probablemente, antes de ejercitar la accin, sea conveniente
escuchar opiniones y el debate, en su caso, de los principales constitucionalistas del pas.
(28) Garca Martnez, Asuncin: El recurso de inconstitucionalidad. El proceso directo de
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JOS JULIO FERNNDEZ RODRGUEZ
2. Plazo largo
Los plazos de interposicin superiores a tres meses los incluimos en la categora
de largos. Cuando ello es as, el peligro de la continuacin de la disputa poltica en el
terreno del contencioso constitucional, aun siendo existente por la presencia de un plazo
y por la propia dinmica del control abstracto, se reduce y, por lo tanto, tambin las
presiones son, en teora, menores. El simple transcurso de un mayor perodo de tiempo
desde que se produjo el debate parlamentario lleva a la afirmacin precedente, aunque,
sin duda, ese transcurso temporal no es el elemento verdaderamente decisivo a la hora de
evitar posibles presiones polticas o, al menos, no es tan determinante como otras varia-
bles (la trascendencia del asunto, su propia naturaleza, el momento por el que pasa la
disputa partidista, la actitud de los mass media, etc.) No obstante, el mayor distan-
ciamiento temporal coadyuvar, en todo caso, a enfriar la polmica poltica que se
hubiera generado meses atrs.
Como ejemplo podemos traer a colacin a Blgica, cuyo control directo (recours
en annulation, art. 142 de la Constitucin, cuyo texto refundido data del 17 de febrero
de 1994) deber ser ejercitado en el plazo de seis meses (29) a partir de la publicacin de
la norma enjuiciada (ley, decreto o una de las normas previstas en el art. 134 de la
Constitucin), salvo el caso especial citado ms arriba de las normas por las cuales un
(29) Antes de 1989, con la anterior ley que regulaba el Tribunal de Arbitraje, ley que databa de
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ACERCA DEL PLAZO DE INTERPOSICIN DE LA ACCIN ABSTRACTA DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EUROPA
tratado internacional recibe asentimiento (art. 3.1 de la citada Ley Especial del Tribunal
de Arbitraje). Adems, existen tres supuestos excepcionales en los que se abre un
nuevo plazo de seis meses, a saber: primero, cuando se interpone la accin de
inconstitucionalidad contra una norma que tiene el mismo objeto que la recurrida en el
plazo ordinario y que ha sido aprobada por un legislador diferente al que haba adop-
tado la anterior; segundo, cuando el Tribunal, resolviendo una cuestin prejudicial,
declar que la norma impugnada viola el art. 10 (igualdad de los belgas ante la ley), 11
(no discriminacin) o 24 de la Constitucin (libertad de enseanza); y tercero, cuando
el Tribunal anul una norma que tena, en todo o en parte, el mismo objeto de la ahora
impugnada en el plazo especial y que haba sido aprobada por un legislador diferente
al que adopt la norma anulada. El da inicial del cmputo vara de unos supuestos a
otros: en el primero, la fecha de publicacin en el Moniteur belga de la notificacin
que indica el autor y el objeto de la accin de inconstitucionalidad; y en el segundo y
en el tercero, la fecha de notificacin de la sentencia dada por el Tribunal, segn el
caso, al Primer Ministro y a los presidentes de los ejecutivos. En estos supuestos ex-
cepcionales la legitimacin no es tan amplia al quedar limitada al Consejo de Minis-
tros y al ejecutivo de una comunidad o de una regin, a diferencia de lo que sucede en
los casos ordinarios en los que tambin se extiende a los presidentes de las asambleas
legislativa (a peticin de dos tercios de sus miembros) y a todo individuo que justifique
un inters en recurrir, sea persona fsica o jurdica. Igualmente, se prev que el Tribu-
nal, en asuntos de menores e incapacitados, puede librar a stos de la caducidad que
producira el transcurso del plazo cuando se prueba que su representacin no haba
sido asegurada antes de la expiracin de dicho plazo (art. 120 de la Ley Especial del
Tribunal de Arbitraje).
Anteriormente tambin era reseable el caso de Polonia, en donde se fijaba un
plazo de cinco aos desde la publicacin de la norma para el ejercicio de la accin de
inconstitucionalidad. Sin embargo, la ley que contena esta previsin, de 29 de abril de
1985 (el artculo del plazo era el 24), ha sido derogada por el art. 92 de la Ley de 1 de
agosto de 1997, ley que desarrolla las previsiones acerca del Tribunal Constitucional
regulado en los arts. 188 y ss. de la Constitucin de 2 de abril de 1997. Esta nueva
normativa, como ya se reflej ms arriba, ya no prev plazo de interposicin.
V. CONCLUSIONES
Como se ha puesto de relieve, el Derecho Comparado ofrece en Europa solucio-
nes diversas y diferentes en lo que ahora nos ocupa. En la mayora de los ordenamientos
no se prev plazo alguno, detrs de lo cual vemos con claridad la influencia del sistema
alemn. Por contra, en algunos casos, el contencioso constitucional se trata de ordenar
y encuadrar temporalmente desde antes de su propio nacimiento a travs del estableci-
miento de un plazo para la interposicin de la accin correspondiente, en nuestro caso
de la accin abstracta de inconstitucionalidad. Con este proceder, en principio, se in-
tenta dar respuesta a una lgica exigencia de seguridad jurdica. Ello no es bice para
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JOS JULIO FERNNDEZ RODRGUEZ
atribuir una lectura de otro signo a la existencia de dicho plazo, lectura que se aadira
a la realizada en clave de seguridad jurdica. De este modo, el plazo, adems de elimi-
nar la sensacin de provisionalidad que podra dar a la ley su inexistencia, permite que
la interposicin de susodicha accin no sea un arma que se encuentra de manera inde-
finida en las manos de la oposicin poltica, lo cual podra llegar a ser un factor dema-
siado elevado de inestabilidad poltica y crispacin.
Jugando en contra de la necesidad del plazo tambin existen varios argumentos.
As, en primer lugar, se halla el hecho de que la continuacin de la disputa poltico-
partidista se vera favorecida por la existencia de un plazo, especialmente por un plazo
corto. El plazo largo, aun favoreciendo tambin dicha disputa, no lo hara con la
intensidad que provoca el plazo corto. De igual modo, este plazo para incoar el
proceso constitucional por esta va, no deja de despertar dudas desde una ptica tcni-
co-jurdica. Si la gravedad del vicio de inconstitucionalidad, por mor de la misma
supremaca jerrquica de la Carta Magna, es tal que merece una respuesta por parte del
ordenamiento cifrada en trminos de nulidad, la solucin ms correcta en este sentido
es mantener siempre abierta la posibilidad de interponer la accin de inconstituciona-
lidad a los legitimados activamente. As se asegurara mejor la hipottica limpieza de
ese tipo de vicios. No obstante, como queda dicho, esto no sucede en muchas ocasio-
nes, por lo que en tales supuestos la construccin del instituto de la accin de incons-
titucionalidad presenta, en este sentido, incorrecciones tcnicas (30).
Frente a ello puede argumentarse, volviendo de nuevo en defensa de la existencia
de plazo, que, precisamente porque la sancin es de especial gravedad, debe encua-
drarse temporalmente la posibilidad de ejercicio de la accin. A ello hay que aadir la
importancia de la norma enjuiciada, una norma con rango de ley. Si siempre existe el
riesgo de poner su validez en tela de juicio, la inseguridad generada sera muy elevada
(imagnese la situacin de una ley que produce efectos durante aos y que despus se
declara invlida). Evidentemente, la retroactividad de la declaracin de
inconstitucionalidad se limita ante los efectos de cosa juzgada, pero an as el caso
seguira siendo perturbador. Ello lleva, como se ha visto, a la conveniencia no slo
poltica sino tambin jurdica del plazo de interposicin. Sin embargo, este mismo
argumento tambin tienen rplica en algunos supuestos ya que all donde existe una
accin concreta de inconstitucionalidad la posibilidad de que los jueces eleven sus
dudas al Tribunal Constitucional est indefinidamente abierta, como no poda ser de
otro modo en funcin de la naturaleza de esta figura. Por lo tanto, en estos casos sigue
(30) Tambin existen otros procedimientos que pudiendo acabar con la sancin de nulidad
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ACERCA DEL PLAZO DE INTERPOSICIN DE LA ACCIN ABSTRACTA DE INCONSTITUCIONALIDAD EN EUROPA
existiendo siempre el riesgo de que se elimine la norma legal. As las cosas, la limitacin
de los efectos retroactivos es esencial para la garanta de la seguridad jurdica.
Como es sabido, existen ordenamientos en los que el control de constitucionalidad
de las normas legales no va a estar limitado temporalmente ni por la accin abstracta
ni, claro est, por la accin concreta. La sensacin de provisionalidad que ello genera
en el entramado normativo va a ser importante. En los ordenamientos en los que, exis-
tiendo accin concreta, la abstracta est sometida a plazo de interposicin, esa perma-
nente percepcin de provisionalidad ser mucho menor o, incluso, inexistente. Puede
decirse, con Almagro Nosete, que imperan dos criterios en principio opuestos. Am-
bos criterios obedecen a sistemas de justicia constitucional diferentes que se yuxtapo-
nen por razones pragmticas (...) pero la cuestin debe abordarse con un sentido de
utilidad social a la que el Derecho sirve, con independencia de las construcciones
doctrinales puras (31).
En definitiva, son diversos los pros y los contras de la existencia de plazo de
interposicin. Sopesando unos y otros nos inclinamos por la conveniencia de dicho
plazo. Amparamos la incorreccin tcnica que ello implica con relacin a la sancin
de nulidad en las peculiares caractersticas y necesidades a las que responde el Dere-
cho Procesal Constitucional. Este es un ejemplo de cmo, al examinar temas de Dere-
cho Procesal Constitucional, se hace necesario utilizar una ptica interpretativa espe-
cfica que lo individualiza y lo dota de caracteres propios.
La conveniencia del plazo la basamos en razones jurdicas y polticas: primero,
en la seguridad jurdica; segundo, en el rechazo de la provisionalidad continuada que
supondra su inexistencia; y, tercero, en la necesidad, valorada desde un punto de vista
jurdico-poltico, de que la accin abstracta de inconstitucionalidad no sea un instru-
mento permanente en las manos de los legitimados para su interposicin. El plazo
evita esta posibilidad, plazo que de lege ferenda es preferible largo para as tratar de
atenuar el elevado riesgo de la continuacin del enfrentamiento partidista en el propio
proceso constitucional. Esta idea resulta siempre suscribible habida cuenta la poten-
cial carga de elevada politicidad que ostenta el control abstracto.
(31) Almagro Nosete, Jos: Justicia constitucional, op. cit., pg. 202.
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LA UNIVERSALIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS
I. PLANTEAMIENTO
El curso incesante de los tiempos, en que se explicita la historia, nos sita ao tras
ao ante la evocacin de determinadas efemrides. Una de ellas, relevante para quie-
nes sienten un compromiso solidario hacia la humanidad oprimida, es la que conme-
mora el Aniversario de la Declaracin Universal de Derechos Humanos de las Nacio-
nes Unidas. Se cumplen con ste cincuenta aos desde que, en un diez de diciembre de
1948, la Asamblea General de la ONU promulgara esta Carta universal de libertades.
El recuerdo de esa fecha suscita sentimientos de contrapuesto signo. De un lado,
conforta comprobar la creciente instalacin del espritu que inform ese texto en la
conciencia cvica de los hombres y de los pueblos. Pero, ese logro se ve contrapuntado
por un hecho insoslayable: la marginacin de grandes sectores de la humanidad del
goce pleno de los derechos y libertades all proclamados. La Declaracin sigue, por
tanto, siendo una bella promesa incumplida para importantes sectores de la humanidad
todava no emancipados de la dominacin, el temor, el hambre o la ignorancia.
Conviene llamar la atencin sobre el calificativo que adjetiva y define el texto de
Naciones Unidas. Se trata del carcter de su universalidad. Es necesario no resbalar
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LA UNIVERSALIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS
ser facultades que deben reconocerse a todos los hombres sin exclusin. Conviene
insistir en este aspecto, porque derechos, en su acepcin de status o situaciones
jurdicas activas de libertad, poder, pretensin o inmunidad (Hohfeld, 1991) han existi-
do desde las culturas ms remotas, pero como atributo de slo alguno de los miembros
de la comunidad. Se ha hecho clebre al respecto la tesis sobre la evolucin
jurdico-poltica de la humanidad avanzada por Hegel, a tenor de la cual en los imperios
orientales slo un hombre (el Faran, el Strapa, el Emperador...) era libre. En el mundo
clsico greco-latino algunos hombres sern libres, si bien persistir la esclavitud, es
decir, la no libertad para otros muchos seres humanos. Slo en el marco de la cultura
germano-cristiana tomar cuerpo el principio de la libertad para todos los hombres
(1821, 341 ss.). Pues bien, resulta evidente que slo a partir del momento en el que
pueden postularse derechos de todas las personas es posible hablar de derechos huma-
nos. En las fases anteriores se podr hablar de derechos de prncipes, de etnias, de
estamentos o de grupos, pero no de derechos humanos en cuanto facultades jurdicas
de titularidad universal. El gran invento jurdico-poltico de la modernidad reside, pre-
cisamente, en haber ampliado la titularidad de las posiciones jurdicas activas, o sea,
de los derechos a todos los hombres; y, en consecuencia, de haber formulado el con-
cepto de los derechos humanos.
Corroboran esta tesis algunos textos bsicos en los que se plasman los ideales de
la revolucin burguesa y, consiguientemente, de la gnesis del Estado liberal de Dere-
cho. Con ligeras variantes terminolgicas la Declaracin de Derechos del Buen Pueblo
de Virginia y la Declaracin de Independencia de los Estados Unidos, ambos de 1776,
o bien la clebre Declaracin de los Derechos del Hombre y del Ciudadano promulga-
da por la Asamblea constituyente francesa en 1789, proclaman enfticamente que to-
dos los hombres, desde su nacimiento, poseen algunos derechos como la libertad o la
igualdad, que ningn poder poltico puede negar o desconocer. Se trata de derechos
innatos, imprescriptibles, inviolables y, en definitiva, universales (vid., sobre todo ello
Prez Luo, 1995a, 114 ss.).
Se refuerza tambin la tesis del carcter bsico de la idea de universalidad en la
gnesis de los derechos humanos, si tenemos presente el pensamiento de uno de los
autores clave de la filosofa jurdico-poltica de la Ilustracin, de un pensador que en
cierto modo resume y culmina la cultura de ese periodo: Immanuel Kant. Kant sita en
el centro de su filosofa moral la idea de la universalidad. Su imperativo categrico
obligar a actuar a partir de reglas universalizables. Lo que hace que unas reglas de
conducta sean morales; lo que distingue, en definitiva, la autntica de la falsa morali-
dad es el que sus principios sean susceptibles de universalizacin (Kant, 1985).
Kant realiza una transposicin de estas ideas al plano jurdico-poltico en dos de
sus ms relevantes opsculos. En sus Ideas para una historia universal en clave cosmo-
polita, que data de 1784, pretender responder a la concepcin de la historia avanzada
por Herder. Para ste la historia consista en el descubrimiento de las propias seas de
identidad de cada pueblo en el tiempo, mientras que para Kant la historia supondr la
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elucidacin racional de los rasgos constitutivos del gnero humano. Kant apunta que
lo que la razn desvela como rasgos informadores bsicos del gnero humano, aquello
que permite considerar a todos los hombres como miembros de una gran familia ideal,
es la sociabilidad. Esa sociabilidad se manifiesta en cada persona como una tendencia
racional hacia el cosmopolitismo (Kant, 1784; cfr., Truyol y Serra, 1996, 137 ss.).
Esta tesis ser desarrollada por el propio Kant en su monografa sobre La paz
perpetua de 1795, en la que aboga por una ciudadana universal y una hospitalidad
cosmopolita como fundamentos de una paz slida entre los hombres y los pueblos
(Kant, 1795).
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Por eso, sigue siendo actual la dimensin de universalidad de los derechos huma-
nos, que ha sido reafirmada en el Acta Final de la Conferencia Mundial sobre los
Derechos Humanos de Viena, as como a la Resolucin de la Asamblea General de la
ONU que crea la figura del Alto Comisionado para la proteccin de los Derechos
Humanos (cfr. Carrillo Salcedo, 1996), en ambos textos, que datan de 1993, se reafir-
ma el carcter universal e indivisible de los derechos humanos. Esta misma exigen-
cia fue reconocida en el Seminario de Lund convocado por el Instituto Raoul Wallenberg
celebrado en diciembre de 1997 sobre Derechos Humanos y Derecho Humanitario,
en el que se consider que tal universalidad debera ser el fruto de un dilogo abierto
entre las distintas culturas. Tambin representa un reconocimiento de la universalidad
de los derechos la creacin en julio del ao en curso del Tribunal Penal Internacional,
para sancionar los crmenes ms graves contra los derechos humanos.
Concluyo, los derechos humanos o son universales o no son. No son derechos
humanos, podrn ser derechos de grupos, de entidades o de determinadas personas,
pero no derechos que se atribuyan a la humanidad en su conjunto. La exigencia de
universalidad, en definitiva, es una condicin necesaria e indispensable para el recono-
cimiento de unos derechos inherentes a todos los seres humanos, ms all de cualquier
exclusin y ms all de cualquier discriminacin.
VI. BIBLIOGRAFA
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drid.
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(5) Cfr. mi Teora de la Constitucin como ciencia cultural, Dykinson, Madrid, 2a. edicin,
1988, pgs. 47 y sgts.
(6) Jan-Erik Lane: Constitutions and political theory, Manchester University Press, Manchester
and New York, 1996, pgs. 114-117; 117-172; 261-262.
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de W. Roces, 1975.
(12) Pablo Lucas Verd: El orden normativista puro. Supuestos culturales y polticos en la
obra de Hans Kelsen, en Revista de Estudios Polticos, N 68, Madrid, 1990, pgs. 7 y sgts.
(13) James Bryce: Constitutions, reimpresin por Scientia Verlag Alen, 1980, pg. VII del
Prefacio. Sobre Bryce, cfr. mi estudio: La teora constitucional de J. Bryce, en Constituciones
flexibles y rgidas, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1988, pgs. IX y sgts.
(14) Bryce, ob. cit., pgs. IX y X.
(15) Jacques Chevalier: Institutions politiques, L.G.D.J., Pars, 1996, pg. 58.
(16) B. Lacroix: Ordre politique social et ordre social en trait de science politique, Tomo 1,
pgs. 469 y sgts.
(17) No obstante, Len Duguit con su concepto de regla del derecho expresin de la solidaridad
por semejanzas y de la solidaridad por divisin del trabajo, tomada de Durkheim y el institucionismo
de Hauriou pueden considerarse como excepciones.
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cierto grado de hipocresa, que subray Lasalle, cuyo influjo es patente en Jellinek y
ms adelante en Loewenstein con su conocida clasificacin de las constituciones en
normativas, nominales y semnticas (18).
Por su parte Greve y Helene Fabri (19) estiman, rotundamente, que la Constitucin
forma parte de las nociones falsamente claras de la Ciencia Jurdica. El trmino comn
evoca, a la vez, la creacin y las cualidades sustanciales de un fenmeno. En el plano
jurdico se traduce por una pluralidad impresionante de dimensiones y de sentidos
cuyo denominador comn parece residir en la superioridad y estabilidad de su texto.
Ahora bien, estos dos atributos heredados del constitucionalismo, se han fundado en
las teoras, concepciones y en las traducciones textuales ms diversas. Por ltimo, el
concepto de Constitucin y su denominacin manifiestan cierta ambigedad, es decir
suscitan dudas, incertidumbres y confusiones que entorpecen su comprensin (20).
atinadas consideraciones que hace Jan Erik Lane en Constitutions and political theoriy, cit., pgs. 5 y
sgts.
(21) Sin embargo, el mpetu del constitucionalismo francs en alguna medida se intent frenar
en el artculo 30 de la Declaracin de derechos del hombre adoptada por la Convencin Nacional de
20 de mayo de 1793, que afirm; Una generacin no tiene derecho de someter a sus leyes a las
generaciones futuras. El artculo 24 de 29 de junio de 1793, repiti al anterior.
(22) Denominada por algunos autores espaoles: Constitucin ptrea. Expresin que no con-
sidero acertada.
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(23) Heinrich Triepel: Die Staatsverfassung und die politischen Partien Berliner Rekctorandsrede
Politico, ao XV, N 1.
(25) Pablo Lucas Verd: Curso de derecho poltico, Tecnos, Madrid, Vol. IV, pgs. 558 y sgts.
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(26) Me remito al interesante artculo del acadmico Miguel Herrero de Min: Democratic
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CRISIS DEL CONCEPTO DE CONSTITUCIN?
(27) Lorenz von Stein: Movimientos sociales y Monarquas, (Prlogo de Luis Dez del Corral
y traduccin de Enrique Tierno Galvn), Instituto de Estudios Polticos, Madrid, 1957, pg. 212.
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PABLO LUCAS VERD
principalmente a los nios, a las madres y a los trabajadores para que accedan a la
seguridad material, al descanso y al ocio debido. Todo ser humano que por razn de
su edad, estado fsico o mental, o por su situacin econmica, se encuentre en la inca-
pacidad de trabajar, tiene el derecho a obtener de la colectividad los medios conve-
nientes para su existencia.
En definitiva, se proclamaron los derechos o libertades para (freedom for) que
exigan un intervencionismo estatal encaminado al llamado Welfare State aplicando
las doctrinas de Keynes y el plan Beveridge cuyo ejemplo ms notorio se dio en la
Alemania Occidental (28).
Caso emblemtico es el de la Constitucin italiana de 1948. Veamos. En Italia, des-
pus del ventenio fascista y recordando los tiempos ms lejanos del Estado liberal (29), se
produjo cierto entusiasmo al ampliar a capas sociales los derechos socioeconmicos
considerando que la Repblica, recin establecida, supona la recuperacin de las li-
bertades y la apertura a una sociedad democrtica ms justa. En efecto, suele ocurrir
que en los perodos constituyentes, con algunas excepciones, se extienda un entusias-
mo constitucional que, lamentablemente, se debilita y termina por entrar en crisis dif-
cil de superar. Fenmeno parecido sucedi en Espaa con la transicin, no violenta del
rgimen franquista a la democracia. Recordemos la multiplicacin de los partidos po-
lticos; el clima electoral preconstituyente; la esperanza que al inaugurar un perodo
nuevo se lograra una Constitucin satisfactoria para todos. No mucho tiempo despus
de la promulgacin de la Constitucin se inici el desencanto exceptuando el movi-
miento de las masas de adhesin a la Constitucin y al rgimen democrtico cuando se
abort la intentona reaccionaria del 23 de febrero de 1981 y el espectacular xito del
Partido Socialista Obrero Espaol el 28 de octubre de 1982. Por desgracia, poco des-
pus, retorn el desaliento. Esto fue reflejado por los medios y tratado por la doctrina.
Volviendo a Italia cuya Constitucin influy, como es bien sabido, en la espaola. Es
curioso observar que, a su vez, la Constitucin republicana de 1931 fue mencionada en
los debates constituyentes italianos de manera que se produjo una circularidad de in-
fluencias: Constitucin de la repblica espaola de 1931 Constitucin italiana de
1948 Constitucin espaola de 1978 (30).
(28) La literatura sobre el tema es copiosa, as como su expresin jurdica: El Estado social de
Derecho. Remito a mis escritos La lucha por el Estado de Derecho, Publicaciones del Real Colegio
de Espaa, Bolonia, 1975. Estimativa y poltica constitucionales (Los valores y los principios recto-
res del ordenamiento constitucional espaol), Universidad de Madrid, Facultad de Derecho, Servi-
cio de Publicaciones, Madrid, 1984. Elas Daz: Estado de Derecho y sociedad democrtica, Edicursa,
Madrid, 1972. Ramn Garca: Del Estado del bienestar al Estado del malestar, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1986. Jorge Reinado A. Vanossi: El Estado de Derecho en el
constitucionalismo social.
(29) Sobre este punto cfr. Umberto Allegretti: Profilo di storia costituzionale italiana. Indivi-
436
CRISIS DEL CONCEPTO DE CONSTITUCIN?
D) Circularidad constitucional
El fenmeno de la circularidad constitucional mereca un estudio particular que
aqu no vamos a hacer. Basta, ahora, sugerir algunas ideas:
a) Por qu se produce y cabe suponer que se repita en otras naciones este proceso?
b) Se dan estos casos dentro de un mismo pas (circularidad ad intra, o entre dos o
ms ordenamientos, circularidad ad extra).
c) Hay que distinguir, dicha circularidad, de los influjos de Constituciones forneas.
d) Qu efectos origina la circularidad constitucional? Veamos:
(31) Giambattista Vico: Principios de una Ciencia Nueva en torno a la naturaleza comn de
las Naciones (Prlogo y traduccin de Jos Carner), El Colegio de Mxico, 1941.
437
PABLO LUCAS VERD
(32) Sobre el crculo hermenutico, cfr. Pablo Lucas Verd: Teora general de las articulaciones
constitucionales, Editorial Comares, Granada, 1998 y Teora general de las relaciones constitucio-
nales, de prxima aparicin.
(33) Caso distinto es la reviviscencia de los artculos de la Constitucin de Weimar: 136-141 de
la Constitucin Anexo a la Ley fundamental de la Repblica Federal de Alemania. Sobre la repristinacin
cfr. Mari Helene Diniz; Norma constitucional e suos efectos, Editora Saraiva, Sao Paulo, 1989.
(34) Sobre esta cuestin, cfr. mi Curso de derecho poltico, Vol. IV, Tecnos, Madrid, cit.
(35) Carlo Lavagna: Costituzione Italiana e socialismo, Il Mulino, Bologna, 1977.
(36) Giuseppe Ugo Rescigno: Costituzione Italiana e Stato borghese, Savelli, Roma, 1977.
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CRISIS DEL CONCEPTO DE CONSTITUCIN?
nista de unidad proletaria de Rescigno) (37). Sobre todo en este ltimo, se manifiesta
algn despegue del formalismo positivista. Hay que recordar la posicin de Piero
Calamandrei opuesto a la insercin en la Constitucin de una tabla de derechos
socioeconmicos porque, a su entender, su seguro incumplimiento sera un sarcasmo
contra los trabajadores. Suerte distinta cupo al artculo 3.2 que se debe al socialista y
constitucionalista Lelio Basso. Norma evidentemente progresista aunque su efectivi-
dad ha sido escasa. No obstante, ambas disposiciones pueden denominarse como au-
tnticas clusulas de transformacin social. Son normas promotoras y renovadoras y
no simplemente programticas ya que la promocin y la remocin son expresiones
ms significativas aunque a tenor del artculo 53,3 de nuestra Constitucin su aplica-
cin, mediante la interposito legislatoris se retrase ad calendas grcas (38).
Por su parte, Lelio Basso, en una obra sugestiva poco conocida en Espaa, cuyo
titulo es significativo (39), argumenta una crtica aguda de la Constitucin italiana afirman-
do, apoyndose en Calamandrei, que la Constitucin de 1948 en realidad no se ha aplica-
do tal como se escribi de modo que, poco a poco, cedi el paso a un rgimen totalmente
distinto del diseado por aquella. Segn Basso, el Derecho Constitucional representa en
general el intento de revestir, jurdicamente, racionalmente, de modo dogmtico, los prin-
cipios polticos y las relaciones sociales y polticas nacidas y desarrolladas a travs de la
lucha de clases, de clases medias, de grupos, de partidos, de fuerzas sociales y polticas
enfrentadas en el combate por el poder poltico y su correspondiente uso.
Las palabras de libertad, democracia, sufragio universal, la separacin de pode-
res, la misma nocin del Estado han surgido del arsenal de los polticos antes de ser
aceptadas, analizadas y codificadas por los juristas. Son elaboraciones de los polticos
antes que lo hicieran los juristas, con una diferencia: que los juristas tienden a ver el
aspecto esttico; en cambio los polticos el dinmico (40). El propsito del autor estriba
en presentar un cuadro poltico de lo que debera ser el ordenamiento estatal italiano
conforme a la Constitucin en lugar del que es efectivamente despus de diez aos de
vida constitucional (41).
Varias reflexiones sobre esta obra me sugieren estas ideas:
a) Su pensamiento crtico de la democracia italiana recuerda la argumentacin de
Ferdinand Lassalle, que influy tambin en las obras de Lavagna y de Rescigno
(37) Conviene sealar que en conversaciones que mantuve hace aos, con Rescigno, ste me
aclar que la agresividad de su escritorio se deba a que fue destinado a los seguidores del partido al
que entonces apoyaba.
(38) Remito a mi monografa Teora general de las articulaciones constitucionales.
(39) Lelio Basso: Il Principe senza scettro. Democrazia e sovranita populare nella constituzione
e nella realt italiana, Feltrinelli Editore, Milano, 1958.
(40) Basso, ob. cit., pg. 12.
(41) Basso, ob. cit., pg. 13.
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PABLO LUCAS VERD
y la Confederacin Helvtica.
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CRISIS DEL CONCEPTO DE CONSTITUCIN?
(45) Se ha dicho que la Constitucin belga de 1831 es la trascripcin de la britnica. Ahora bien,
esta afirmacin ya no es vlida suponiendo que en esa fecha lo fuera porque es arduo transcribir la
historia, las convenciones y los usos del modelo tpico de Gran Bretaa. En la actualidad las recientes
revisiones como indica Germn Gmez Orfanel: Las Constituciones de los Estados de la Unin
Europea. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1996, pg. 157 de 1970, 1988 y sobre todo
de 1993 establecen un Estado federal: Artculo I: Blgica es un Estado federal compuesto por
comunidades y regiones.
(46) El pensamiento del ilustre tucumano lo he estudiado con cierta extensin en un trabajo que
aparecer en Argentina.
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PABLO LUCAS VERD
(47)Sobre las usages de la Constitucin de los Estados Unidos de Norteamrica. cfr. las acerta-
das observaciones de Hs Dau-Lin, discpulo de Rudolf Smend, en su Die Verfassungswandlung,
Walter de Gruyter, Berlin und Leipzig, 1932, pgs. 131 y sgts.
(48) No es menester indicar que una democracia liberal necesita los partidos. El Estado de
partido nico es, o se aproxima al Estado totalitario. El Estado sin partidos es una mscara que oculta
442
CRISIS DEL CONCEPTO DE CONSTITUCIN?
la accin de los grupos de presin. Lo que importa es que los partidos en su organizacin y fundamen-
to interno y en sus relaciones con los otros sean democrticos. Si no lo son terminan por apoderarse
plenamente del Estado, que, lgicamente, depender de los resultados electorales. Los partidos ms
importantes se aduean del Estado, tienden a manipular la Constitucin a su capricho.
(49) Antonio Amorth: Il contenuto giuridico della Costituzione.
(50) Amorth, cit., pg. 34.
(51) Amorth, cit., pgs. 37-38, aunque algunos ejemplos que expone pudieran considerarse
como falsamente constitucionales, como con trminos drsticos califica.
(52) El acadmico Gonzalo Fernndez de la Mora en su artculo: Por qu vot negativamente
la Constitucin de 1978, expone las razones que le movieron a oponerse al referndum constitucio-
nal. Sus reflexiones son interesantes. Respeto su opinin inteligentemente argumentada aunque, sal-
vo algunas, no las comparto.
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PABLO LUCAS VERD
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CRISIS DEL CONCEPTO DE CONSTITUCIN?
V. FUTURO DE LA CONSTITUCIN
Si la Constitucin Espaola est en crisis cmo hablar de su futuro? (53)
De entrada el interrogante anterior debe precisarse. Es evidente que cuando una
Constitucin es afectada en su entraa, es decir sufre su ratio, telos y espritu, entonces
el pronstico es pesimista.
Aunque sobre futuribles la prudencia aconseja no aventurar opiniones firmes, ni
natural optimismo, me inclino a pensar que nuestra Constitucin tiene futuro. Por qu?
A) Porque creo bastante en el pueblo espaol del cual emanan todos los
poderes del Estado (art. 1,2 C.E.)
A pesar del dficit de atencin a actividades culturales, de la desatencin sanita-
ria, de los escndalos polticos, de insuficiencia de lecturas, etc., todava conserva el
pueblo un estimable grado de virtudes cvicas y sobre todo un sentido comn. Es un
capital poltico-social que hay que incrementar mediante la accin de los poderes p-
blicos. Estos aspectos positivos es menester alentarlos. Dicho con terminologa acad-
mica; es menester que el Estado-aparato armonice con el Estado-comunidad mediante
interrelaciones fluidas, constantes y eficaces. En este orden de cosas es imprescindible
(53) Cfr. Dieter Grimm: Die Zukunft der Verassung en Zum Begriff der Verfassung. Die Ordnung
des politischen, ed. por Urlich K. Preusgts. Fischer Tatschenbuch Verlag. Frankfurt and Main, 1994,
pgs. 277 y sgts.
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PABLO LUCAS VERD
(54) Pablo Lucas Verd: Teora de la Constitucin como ciencia cultural, Dikinson, 2. ed.
Corregida y aumentada, Madrid, 1988, pgs. 291 y 292.
(55) Sanford Levison: Constitucional faith, Princetown University Press, 1988, pgs. 9 y sgts.
(56) David A. J. Richards: Toleration and Constitution, Oxford University Press, New York,
Oxford, 1986, pgs. 67 y sgts., 103 y sgts. Los precedentes de la religin civil son: J. J. Rousseau:
(Captulo VII, Libro IV de su Contrato Social). Alexis de Tocqueville en su inmortal: De la dmocratie
en Amerique. 13 edicin, Pars, Paguerre Edition 1850, Tomo I, pg. 348, escribi paginas memora-
bles sobre la religin como institucin poltica que sirve poderosamente para mantener la Repblica
democrtica entre los americanos, Tomo I, pgs. 348 y sgts. y 354, Tomo II, pgs. 20 y sgts.
(57) G. Jellinek: Reforma y mutacin de la Constitucin, Estudio preliminar de Pablo Lucas
Verd, Traduccin de Christian Fster y revisada por m, Centro de Estudios Constitucionales, Ma-
drid, 1991, pg. 27.
446
CRISIS DEL CONCEPTO DE CONSTITUCIN?
cin pero no estaremos en ella. Cuando no se cumplen los contenidos del Estado
social y democrtico de Derecho entonces la Constitucin es una hoja de papel. Ya
hemos hablado de religacin y de lucha, en el sentido que le dio el gran Ihering y
como soy optimista, creo que nuestra Constitucin vale y, por ello deseo que perma-
nezca. Merece luchar por ella.
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GIUSEPPE DE VERGOTTINI
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EL DERECHO DE LA CONSTITUCIN
I. INTRODUCCIN
La Constitucin es un concepto que expresa una ordenada y normal disposicin
del poder poltico de una comunidad, y por tanto, se encuentra estrechamente relacio-
nada al supuesto de un orden social natural, en contraposicin a aqullas decisiones
normativas, asumidas fuera de las reglas pre-ordenadas en momentos de desorden,
ligadas a movimientos sociales, revoluciones y emergencias de distinta naturaleza. En
este sentido, la Constitucin coincide con un sistema de reglas que siempre se pueden
individualizar, toda vez que en el curso de la historia es posible comparar sociedades
organizadas. An en la Edad moderna y contempornea, el concepto de Constitucin
ha asumido un significado ms puntualmente jurdico, como conjunto ordenado de
reglas dirigidas a garantizar las libertades, encontrando distintas interpretaciones con-
dicionadas por diversos postulados ideolgicos. Es necesario, por tanto, considerar
cules son las distintas interpretaciones dadas al concepto de Constitucin, a fin de
encuadrar mejor la evaluacin de la Constitucin italiana vigente.
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GIUSEPPE DE VERGOTTINI
El Derecho Constitucional nace como una disciplina, que tiene como objetivo
conocer y analizar la Constitucin concebida como disposicin racional de las garan-
tas jurdicas que el Estado asegura al ciudadano. Es el fruto de una poca histrica
precisa, ligada a la subversin del Ancien rgime , y a la difusin de los principios de
la Revolucin francesa. (Compagnoni G., Elementi di diritto costituzionale
democratico,Venezia, 1797, reimpresin, Florencia, 1987).
Pero el estudio de la Constitucin no est necesariamente ligado a los estudios de
las instituciones, justificadas por una cierta opcin poltica e ideolgica, propia de un
determinado momento histrico. En realidad, esto puede abarcar ordenamientos de
Estados profundamente diversos entre s. Por lo tanto, se presenta un primer dilema
que puede ser tomado como trmino de referencia para acercarnos al estudio del Dere-
cho Constitucional: la Constitucin es tal, porque se refiere a ordenamientos polticos
que han hecho suyos ciertos valores habitualmente definidos como democrticos, o
puede referirse tambin a la disciplina de base de ordenamientos profundamente dis-
tintos que, a lo ms, niegan tales valores? Inmediatamente relacionado con esta inte-
rrogante, se encuentra aquello de la identificacin de la Constitucin en virtud de cri-
terios formales o tambin sustanciales.
En efecto, las constituciones histricamente consolidadas, de las cuales habitual-
mente aqu nos ocupamos, estn contenidas en documentos que son formalmente cali-
ficados como constituciones, por lo que se establece una relacin indisoluble entre
institucin democrtica y Constitucin escrita.
Pero existen tambin constituciones no escritas, o no completamente escritas. Por
lo que aqu tenemos un ulterior dilema: la Constitucin es slo aquella formalizada en
un documento solemne?, o puede estar tambin contenida en actos legislativos ordi-
narios, o ser tambin identificada en la sociedad casi en estado difuso, sin que se pueda
hacer referencia a un texto escrito? La primera interrogante se refiere a la definicin
del contenido de la Constitucin, el segundo, a su forma.
Otra interrogante, ms compleja que las anteriores y en general resuelta por los
juristas con conclusiones que dejan amplios mrgenes de opinin, es aquella de la
justificacin o del fundamento de una Constitucin, en el momento en el cul se veri-
fica que la misma, est efectivamente considerada como tal por una cierta sociedad. La
Constitucin puede ser observada basndonos en la voluntad divina, en la tradicin, en
la voluntad popular y sobre la base de otros valores tomados como referencia, en el
cambio de las condiciones histrico-polticas de una sociedad. Segn doctrinas que
han tenido xito, el fundamento debera buscarse en una norma externa a la Constitu-
cin; segn otras, en una decisin poltica tambin externa, o tambin en la voluntad de
las fuerzas polticas, que en un cierto momento caracterizan a la sociedad. Este dilema
es el de la legitimacin de una Constitucin.
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EL DERECHO DE LA CONSTITUCIN
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GIUSEPPE DE VERGOTTINI
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EL DERECHO DE LA CONSTITUCIN
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plazo. La forma escrita es el vehculo por el cual se difunden los principios acogidos en
las distintas tendencias polticas de las constituyentes, y tal exigencia propagandstica,
ha llevado a una progresiva pesantez de los textos constitucionales, que han ampliado
especialmente las disposiciones en materia econmica y social, yendo ms all de las
simples disposiciones organizadoras relativas al reparto y al uso del poder poltico
(contraposicin entre constituciones largas y constituciones breves).
Segn una cierta interpretacin doctrinal, slo la Constitucin garantista puede
ser definida como Constitucin (o Constitucin en sentido absoluto o ideal).
La Constitucin garantista se manifiesta inicialmente a travs de dos modelos, ame-
ricano y francs, que tendrn constante aceptacin no slo entre los defensores de
tales concepciones constitucionales, sino tambin entre quienes se oponen el modelo
garantista, porque la concepcin liberal de la Constitucin ser en ese caso, tomada
como parmetro para ser criticada o demolida. Ambos modelos individualizan la
Constitucin como un acto deseado: el modelo norteamericano, como contrato entre
los individuos para organizar la sociedad y el Estado; el francs, como acto unilate-
ral, deseado por el poder constituyente, expresin directa de la Nacin, entidad co-
lectiva ya formada, en la cul se reconoce la totalidad de los ciudadanos. En este
ltimo caso, estando la sociedad ya estructurada, la Constitucin tendr por objeto
slo la disciplina del poder poltico estatal (Sieys J.E., Che cos il terzo stato?
[1789], traduccin al italiano, Roma 1972).
454
EL DERECHO DE LA CONSTITUCIN
V. LA CONCEPCIN POSITIVISTA
La concepcin de la Constitucin como acto de voluntad, tambin se mantiene en
la fase de consolidacin del Estado liberal, cuando se pierde relacin con la doctrina
de la Revolucin francesa, que vea en el poder constituyente de la Nacin, el funda-
mento del acto constitucional, y el elemento central de la disciplina del Estado se
individualiza en el Estado mismo, que se considera como algo ya constituido y conti-
nuamente vivo. La decisin constituyente existe siempre, pero es expresin del Esta-
do ya existente y por tanto constituido. Desde tal ptica, lo que se obtiene es nica-
mente la Constitucin positiva (Carr de Malberg, Contribution la Thorie gnrale
de ltat [1922], II, Paris, 1992, pg. 499).
No obstante las profundas diferencias, tambin la doctrina positivista del Dere-
cho considera la Constitucin como acto deseado, a travs del cual, son establecidas
reglas obligatorias de organizacin y comportamiento, pero se limita a considerar el
texto formal de la Constitucin, en cuanto normativa vigente.
En la prctica, durante todo el siglo XIX la doctrina liberal del Estado estuvo
decididamente orientada a alejar el concepto de Constitucin del de poder constitu-
yente, que evocaba una situacin de inestabilidad revolucionaria, dirigiendo su aten-
cin sobre la legislacin, actividad normativa que resaltaba la presencia de
ordenamientos estatales, ordenados y establecidos. De aqu la atencin con la que los
juristas ponan nfasis en la importancia del Derecho, caracterizado por la certeza y
estabilidad asegurados por el Estado, y sobre el rechazo y la marginacin de la polti-
ca, considerada como privada de reglas e inestable: la sospecha con relacin al poder
constituyente, individualizable en situaciones de traspaso de un ordenamiento a otro
en un clima de cambio, era acompaado por la unin de tal poder a la esfera dudosa de
la poltica, en cuanto se realiza fuera de reglas previamente constituidas.
En el Estado Liberal de Derecho, la Constitucin existe porque presupone el Es-
tado, y no porque genere el Estado que ya existe y es autosuficiente. La Constitucin es
de todas formas til en cuanto a un ordenamiento del poder poltico, punto de equili-
455
GIUSEPPE DE VERGOTTINI
brio y mediacin entre el rol del monarca o de los rganos de gobierno republicano, y de
los ciudadanos con su libertad. En este Estado, la Constitucin disciplina siempre la
separacin de los poderes, pero los lmites al poder no son considerados como impues-
tos por la Constitucin, sino aceptados por el Estado en va de autolimitacin y forma-
lizados por tanto en el texto constitucional (Orlando V. E., Studi giuridici sul governo
parlamentare [1886], ahora en Diritto pubblico generale. Scritti vari coordinati in
sistema, Milano, nueva edicin 1954, pgs. 354 y siguientes. Adems para el perodo
giolittiano: Romano S., Il diritto pubblico italiano, Milano, 1988, volumen indito de
principios del 900, y por tanto recientemente publicado).
La doctrina positivista de la Constitucin ha tenido un gran xito, y an hoy,
produce sus efectos. De todas formas, sobre todo en el perodo entre los dos conflictos
mundiales, ha sido criticada y superada, en su tentativa de dar respuesta a por lo menos
dos problemas importantes: el de la justificacin de la naturaleza suprema de la Cons-
titucin como fundante de todo el ordenamiento, porque no todos se contentaban con
detenerse slo en el texto constitucional y se interrogaban por tanto, por la contempo-
raneidad de los fenmenos sociales organizadores o de principios normativos que con-
dicionaban la subsiguiente Constitucin. Y el de la vigencia de reglas constitucionales
no formalizadas, que sin embargo, tenan una sustancial relevancia en la vida global
del ordenamiento del Estado, integrando o sustituyendo los formales. Los dos proble-
mas estn entre s relacionados y sobrepuestos, pero son distintos: uno observa el fun-
damento que justifica una Constitucin, en caso que se rechace la idea de que la Cons-
titucin del Estado es vlida en cuanto est en condicin de justificarse a s misma; el
otro consiste en explicar el valor de reconocer principios y reglas no incluidas en el
texto constitucional (y que en parte pueden ser introducidas entre los criterios
justificadores externos a la Constitucin, ya mencionados).
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EL DERECHO DE LA CONSTITUCIN
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GIUSEPPE DE VERGOTTINI
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EL DERECHO DE LA CONSTITUCIN
te, titular y gestor del poder, distinto del que es dominado, tambin en los
ordenamientos democrticos, se tiende a negar por lo menos en lnea terica, una
contraposicin as rgida una participacin necesaria de toda la base social en el
poder poltico tentando de obtener la mayor correspondencia entre Estado-comuni-
dad y Estado-aparato: en ambos casos, son las fuerzas polticas las que estn en
grado de caracterizar el ordenamiento que expresan los principios y los fines que
forman la Constitucin material.
Sobre la base de tal orientacin, se sabe cmo existen en cada ordenamiento nor-
mas constitucionales en general formalizadas en un texto ad hoc, pero tambin conte-
nidas en textos distintos o teniendo carcter meramente consuetudinario o convencio-
nal relativas a las elecciones fundamentales en el tema de organizacin del Estado-
aparato (en particular: recurso al principio de concentracin y de separacin en la
distribucin de las competencias, a aquel paritario y a aquel progresivo en la utiliza-
cin de las mismas), en el tema de organizacin del Estado-comunidad (rgimen de las
autonomas pblicas y privadas), en el tema de las relaciones entre el aparato y la
comunidad (rgimen de las relaciones autoridad-libertad), en el tema de las relaciones
entre Estado-ordenamiento y comunidad internacional y afines. Tales normas derivan
y son condicionadas por un principio autntico, que constituye el ncleo efectivo de
toda la organizacin constitucional. Este principio es el resultado del juego de las
fuerzas polticas que se mueven en el ordenamiento, la eleccin de base que condicio-
na todos los otros principios del quehacer social y jurdico, o tambin, las mismas
fuerzas polticas dominantes que son en s mismas principios.
Por las razones expuestas, la doctrina de la Constitucin material indica que, el
principio normativo que origina y justifica un ordenamiento, o sea, la Constitucin por
excelencia, consiste en la fuerza normativa de la voluntad poltica, con aplicacin
realista del principio de efectividad (principio que en perspectiva distinta, es tambin
utilizado en ltima instancia por la misma doctrina normativista en la bsqueda de
individualizar, en va de retroceso, una ltima justificacin de las normas adecuadas al
sistema). La Constitucin material est, por tanto, en condiciones de ser presentada
como la verdadera fuente de validez del sistema (y por tanto, tambin de la Constitu-
cin formal), de garantizar la unidad en el momento de la evaluacin interpretativa de
las normas existentes, y de completar las lagunas, de permitir individualizar los lmites
de la continuidad y de los cambios del Estado, teniendo en cuenta la misma como
parmetro de referencia. Son entonces, los principios constitucionales sustanciales, de
los que se hace alusin, los que asumen un papel esencial para la comprensin de una
Constitucin. Es a stos, a los que se debe hacer referencia para individualizar su
ntima esencia. Las normas constitucionales formales, ah existentes, constituyen en
general, un punto de partida necesario en el proceso interpretativo; pero sera imposi-
ble basarse slo en ellos, porque muchas instituciones que formalmente no han sufrido
cambios en el tiempo, han asumido un significado til slo si se tiene en cuenta el valor
efectivo que han venido asumiendo.
459
GIUSEPPE DE VERGOTTINI
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EL DERECHO DE LA CONSTITUCIN
traducido al italiano, Napoli, 1988, pgs. 335 y siguientes). Los principios son las con-
cepciones dominantes de la realidad social (por ej., el principio de igualdad), que cons-
tituyen entonces, la Constitucin material en sentido estricto y son traspasados a la
Constitucin formal escrita (id; pgs. 422 y siguientes).
La doctrina recin sealada, abre una va a la positivacin de los principios-valo-
res ticos. En este camino se han movido algunas constituciones de la segunda post-
guerra: la italiana (1948), la alemana (1949), y ms recientemente, la portuguesa (1976)
y la espaola (1978). De la misma forma, la doctrina de los valores ha influenciado la
jurisprudencia de algunos Tribunales Constitucionales, entre ellos, la Corte Constitu-
cional italiana. Sobre la base de tal orientacin, los principios-valores ticos (el valor
persona en todas sus ms significativas dimensiones), son compartidos por la socie-
dad y recepcionados por la Constitucin que les atribuye una posicin fuerte e
inmodificable en el seno del ordenamiento. Segn algunos, en el ordenamiento consti-
tucional est integrado una verdadera y propia moral constitucional, que tiende a con-
ciliar las exigencias concentradas en los principios ticos sentidos por la sociedad y las
concentradas en los mismos principios adaptados a las exigencias de las institucio-
nes (la moral institucional es una moral ideal relativa, respecto a las exigencias de
las instituciones polticas). (Dworkin R., I diritti presi sul serio [1977], traduccin al
italiano, Bologna, 1982).
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GIUSEPPE DE VERGOTTINI
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EL DERECHO DE LA CONSTITUCIN
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GIUSEPPE DE VERGOTTINI
464
EL DERECHO DE LA CONSTITUCIN
factores legitimantes que no se pueden eliminar, los principios-valores que han sido
recordados. Por tanto, constituciones como la italiana, tienen una suerte de doble legi-
timacin poltica-popular y tica. En cuanto al reclamo tradicional del fundamento
sobre la soberana popular (art. 1), se agrega el fundamento sobre los derechos
inviolables del hombre (art. 2), y en los otros principios fundamentales inicialmente
proclamados en el texto. Por lo tanto, la Constitucin es legitimada sobre la base del
principio de soberana popular y de los principios-valores indicados, y por eso resulta
vlida y vigente.
465
JORGE CARPIZO
466
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
MXICO:
SISTEMA PRESIDENCIAL
O PARLAMENTARIO?
JORGE CARPIZO ()
(Mxico)
467
JORGE CARPIZO
(1) Nogueira Alcal, Humberto, Los presidencialismos puros y atenuados. Los casos de Chile
y la Argentina en Boletn Informativo, Asociacin Argentina de Derecho Constitucional, ao
XIV, nmero 144, Buenos Aires, 1998, pg. 5.
(2) Nogueira Alcal, Humberto, obra citada, pg. 3.
468
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
(3) Vanossi, Jorge Reinaldo, El Habeas data: no puede ni debe contraponerse a la libertad
de los medios de prensa en El Derecho, ao XXXII, nmero 8580, Universidad Catlica Argenti-
na, Buenos Aires 1994, pg. 1.
(4) Carpizo, Jorge, El presidencialismo mexicano, Siglo veintiuno editores. Mxico 1978,
ltima edicin en 1996.
(5) Respecto a las caractersticas de los sistemas presidencial y parlamentario, vase
Loewenstein, Karl, Teora de la Constitucin, Ediciones Ariel, Barcelona 1965, pgs. 105-107;
Carpizo, Jorge, Derecho Constitucional en Las Humanidades en el Siglo XX. El Derecho, UNAM,
Mxico, 1976, pgs. 120-121; Carpizo, Jorge, primera obra mencionada, pg. 14. Duverger, Maurice,
Instituciones Polticas y Derecho Constitucional, Ediciones Ariel, Barcelona 1962, pg. 319.
469
JORGE CARPIZO
do al nmero real de partidos polticos que existen en ese pas y en ese nmero influye
determinantemente el sistema electoral.
Es decir, el funcionamiento de los poderes, especficamente del Ejecutivo y del
Legislativo, asentado en la Constitucin, operar en forma diversa segn sea el sistema
de partido o partidos polticos en esa sociedad. O sea, el sistema de gobierno es una
estructura en la cual se desarrolla un proceso poltico que est en una muy buena parte
marcado por el nmero de los partidos polticos y el sistema electoral.
As, diferente funcionar ese sistema de gobierno, si hay bi o multipartidismo, un
solo partido o un partido predominante (6). En Mxico, por dcadas, hemos conocido el
sistema de un partido predominante o hegemnico, en el cual la abrumadora mayora
de los legisladores federales y locales pertenecan a ese partido del cual el presidente
de la Repblica es el jefe real. Este solo dato es ms que suficiente para explicar
entre nosotros la carencia de controles por parte del Poder Legislativo respecto al
Ejecutivo y el notorio desequilibrio entre ellos.
An no est claro cmo quedar definido el nuevo sistema de partidos en Mxico,
pero actualmente al existir tres grandes partidos polticos y otros pequeos y al no
contar el PRI con la mayora absoluta en la Cmara federal de diputados, estamos
viendo como comienzan a ejercerse algunos de los controles que establece nuestra
Constitucin desde 1917, como es el caso del denominado poder de la bolsa que es
tan importante.
En otras palabras, todava no sabemos con precisin cmo operar en la realidad
nuestra actual Ley Fundamental y su sistema presidencial con un sistema tripartito de
partidos sumados a otros de tamao pequeo.
B) A su vez, cualquier sistema presidencial funcionar muy diferente, dependien-
do de si:
a) El presidente y la mayora de los legisladores en las dos cmaras legislativas
donde existen dos son del mismo partido.
b) En las dos cmaras legislativas el partido del presidente no cuenta con la mayora
legislativa.
c) El presidente y la mayora de los legisladores en una de las cmaras legislativas
pertenecen al mismo partido pero esa no es la situacin en la segunda cmara.
Aqu tiene relevancia si se trata de la cmara alta o de la baja. Esta es la situacin
que se presenta ahora en Mxico, el presidente de la Repblica y la mayora de los
senadores pertenecen al mismo partido, pero en la otra cmara la de diputados,
que es la ms importante por sus facultades respecto al poder de la bolsanin-
gn partido tiene la mayora, pero una coalicin de partidos diversos al del presi-
dente puede configurarla.
470
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
(7) Jennings, W. Ivor, The British Constitution, University of London Press, Londres, 1966,
pgs. 179-184. Wade, E.C.S. y Phillips, G.G, Constitutional Law, sptima edicin corregida con
A.W. Bradley, Longmans, Londres, 1966, pgs. 95, 102, 123, 125, 126, 191 y 192. Carpizo, Jorge,
Lineamientos constitucionales de la Commonwealth, UNAM, Mxico, 1971, pgs. 37-45.
(8) Duverger, Maurice, La Monarchie Republicaine, Editions Robert Laffont, Pars, 1974. A
partir de la pg. 109 se refiere al gran poder que tiene el primer ministro ingls quien encabeza una
monarqua republicana ms eficaz que la de los Estados Unidos de Norteamrica. Actualmente en
Gran Bretaa sostiene las elecciones legislativas se han convertido en eleccin por el primer mi-
nistro, el cual posee una gran autoridad sobre el parlamento a travs de su partido mayoritario y la
disciplina del propio partido. El parlamento aprobar o desechar los proyectos de ley de acuerdo a la
voluntad del primer ministro, pg. 118.
471
JORGE CARPIZO
(9) Vase Ardant, Philippe, Institutions Politiques et Droit Constitutionnel, L.G.D.J. Paris,
1996, pgs. 432-519. Planas, Pedro, Regmenes Polticos Contemporneos, Fondo de Cultura Eco-
nmica, Mxico, 1997, pgs. 293-320. Prlot, Marcel y Boulouis, Jean, Institutions politiques et
Droit Constitutionnel, Dalloz, Paris, 1980, pgs. 663-721, 805-810 y 845-856; Hauriou, Andr, De-
recho Constitucional e Instituciones Polticas, Editorial Ariel, Barcelona, 1971, pgs. 532-609.
(10) Sartori, Giovanni, Ingeniera constitucional comparada, Fondo de Cultura Econmica,
Mxico, 1994, pgs. 148-149, realiza una caracterizacin de los sistemas semipresidenciales. Lijphart,
Arend, Presidencialismo y democracia mayoritaria: observaciones tericas en Las crisis del
presidencialismo. l. Perspectivas comparativas, Juan J. Linz y Arturo Valenzuela (comps.), Alianza
Universidad, Madrid, 1997, pgs. 153-154, cita a diversos autores que concluyen que el sistema
semipresidencial en la realidad es una alternancia de sistema presidencial y sistema parlamentario
pero no es un sistema mixto o hbrido: Raymond Aron escribi en 1981: El presidente de la Rep-
blica es la autoridad suprema (es decir, el autntico jefe de gobierno) en tanto que tenga una mayora
en la Asamblea Nacional; pero debe ceder la realidad del poder al primer ministro en el caso de que un
partido que no sea el suyo tenga la mayora en la Asamblea. Esto es exactamente lo que sucedi en
1986: el primer ministro Jacques Chirac se convirti en el jefe de gobierno y el presidente Franois
Mitterrand se vio reducido a un mero papel especial en poltica exterior. Los sistemas finlands y
portugus despus de 1982 recuerdan al modelo francs en 1986-88, y por tanto deberan clasificarse
como parlamentarios.
Es posible que pueda disearse un sistema autnticamente medio presidencial y medio parla-
mentario quiz especificando en la constitucin que el presidente y el primer ministro encabecen
conjuntamente el gobierno, pero en la realidad no hay ejemplos de estos regmenes intermedios. En
concreto, la Quinta Repblica es generalmente presidencial en lugar de semipresidencial, y slo
ocasionalmente parlamentaria. Maurice Duverger, anticipando acertadamente el paso a parlamenta-
rismo en 1986 y de nuevo a presidencialismo en 1988 tan presciente como Aron, concluye que la
Quinta Repblica no es una sntesis de los sistemas parlamentario y presidencial, sino una alter-
nancia entre fases presidenciales y parlamentarias. Del llamado sistema semipresidencial que no
es tal vale la pena examinar la Constitucin alemana de 1919 y la espaola de 1931, y ms reciente-
mente la portuguesa de 1982.
472
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
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JORGE CARPIZO
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SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
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JORGE CARPIZO
Las crisis del presidencialismo. 1. Perspectivas comparativas, obra citada, pgs. 28, 124 y 137.
476
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
(15) Linz, Juan J., obra citada, pgs. 33, 34, 37, 38, 46, 47, 54 y 55.
477
JORGE CARPIZO
causar la parlisis del propio sistema de gobierno, sin que existan los medios flexibles
que otorga el sistema parlamentario para superar esa parlisis como son la disolucin
de la legislatura por el Ejecutivo o el voto de censura al primer ministro (16).
Linz afirma que el sistema presidencial ha reforzado en algunos pases el aspecto
no estructurado, la indisciplina y la rigidez ideolgica de los partidos polticos (17).
e) En el sistema presidencial la concentracin de poderes en el Ejecutivo ha im-
pulsado en muchas ocasiones a limitar a ste en el tiempo el principio de no-reelec-
cin lo cual resulta frustrante para lderes ambiciosos quienes intentan reformar la
Constitucin para continuar en el poder. A veces indica Linz la conciencia de que el
tiempo para actuar es limitado tiene un impacto en el estilo de la poltica y la posible
desconfianza al sucesor, lo cual imprime una sensacin de urgencia que contribuye al
diseo incorrecto de las polticas, a ponerlas en prctica con precipitacin, a impacien-
tarse con la oposicin, a realizar gastos que deberan distribuirse a travs del tiempo y
a implantar polticas que pueden auspiciar tensiones y ser ineficaces.
Una persona que ha ocupado la presidencia con tal cmulo de poderes difcilmen-
te se va a resignar a no volver a ocupar ese cargo y ms si su sucesor fracasa. Ello
puede propiciar que aquel trate de ejercer el poder detrs del trono o a influir en la
sucesin presidencial con un candidato diferente al del titular del poder.
f) En el sistema presidencial se carece de un rey o de un jefe de Estado que pueda
intervenir simblicamente como un poder moderador y que pueda en casos de crisis
actuar como un poder neutro que colabore a superarlos.
g) En el sistema presidencial es factible, no as en el parlamentario, que un extra-
o acceda al poder, y ms si en ese pas no existe un sistema de partidos fuertes. Ese
extrao puede no tener experiencia gubernativa ni poltica y puede presentarse, in-
cluso con hostilidad a los partidos y a los polticos. Estas candidaturas pueden surgir
repentinamente y aprovechar el malestar y la frustracin sociales, capitalizando la es-
peranza de que se tiene un salvador. El problema es que esta clase de presidentes no
cuenta con apoyos en el Congreso al ser ajeno a un partido poltico y generalmente no
tiene el tiempo suficiente para construir una organizacin partidista. nicamente en
sistemas presidenciales pueden llegar al poder candidatos como Fujimori, Collor de
Mellor o Aristide.
h) En el sistema presidencial, las elecciones revisten aspectos marcadamente
individualistas, de carcter plebiscitario; ms que por un partido y un programa se vota
Mxico, 1995, pgs. 14-15. Carrillo, Ulises y Lujambio, Alonso, La incertidumbre constitucional.
Gobierno dividido y aprobacin presupuestal en la LVII Legislatura del congreso mexicano, 1997-
2000, en Revista Mexicana de Sociologa, UNAM, Mxico, 1998, vol. 60, nm. 2, pgs. 242-243.
(17) Linz, Juan, obra citada, pgs. 126-127.
478
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
por una persona a la que se considera la mejor para responsabilizarse del destino del
pas y a la cual se le deja gobernar la nacin con bastante discrecionalidad y hasta
donde los lmites que las relaciones de poder lo soporten. Dicho carcter plebiscitario,
que permite al candidato prometer todo y de todo, muchas veces de manera irresponsa-
ble, otorga a los presidentes despus de la eleccin un ndice de aprobacin muy alto
que puede llegar a 70 a 80 por ciento, lo cual raramente acontece en un sistema
parlamentario.
Linz cita a ODonnell quien afirm que a los presidentes: Hoy se les aclama
como figuras providenciales, maana se les maldice como a dioses cados.
Sin embargo, el propio tratadista admite que incluso en los sistemas parlamenta-
rios, cada vez con mayor frecuencia, se vota por el lder del partido que se piensa
puede gobernar mejor. Es decir, la personalizacin del liderazgo es actualmente una
realidad tambin en dichos sistemas.
i) En el sistema presidencial, el hecho de que en muchos casos existe un vicepre-
sidente quien remplazar automticamente al presidente en casos tales como falleci-
miento, incapacidad o destitucin, puede presentar problemas porque: se dan conflic-
tos entre ellos, a veces el vicepresidente es electo en forma separada al presidente, el
vicepresidente puede representar una opcin o a un partido diferente al del presidente,
o este ltimo lo escogi como compaero de frmula para la eleccin, no por sus
cualidades para gobernar, sino para que le ayudara a ganar la eleccin plebiscitaria (18).
C) Claro est que despus de esta crtica demoledora al sistema presidencial, Linz
es partidario del parlamentario porque su presuncin es que este sistema propicia: a)
mayor responsabilidad hacia el gobierno por parte de los partidos y de sus lderes; b)
mayor obligacin a los propios partidos de rendir cuentas salvo en un fraccionamien-
to poltico extremo; c) la necesidad de los partidos de cooperar y de realizar compro-
misos a menos que uno de ellos gane la mayora absoluta de las curules; d) que en
caso necesario de un cambio en el liderazgo, ste se efecte sin una crisis de rgimen;
y, e) una continuidad en el gobierno sin el miedo del continuismo como ocurre en los
sistemas presidenciales.
Linz realiza un buen estudio de los sistemas mixtos semi-parlamentario y
semi-presidencial y est decididamente en contra de ellos. Sin embargo, dice que
en Amrica Latina, estos sistemas mixtos constituyen una manera indirecta y su-
brepticia de inclinarse por el sistema parlamentario, para poder incorporar prcti-
cas parlamentarias pero conservando los smbolos del presidencialismo. Esta actitud
la atribuye a la falta de disposicin y voluntad para atreverse a realizar un cambio
radical en la evolucin poltico-constitucional. Este autor manifiesta, y aqu le asiste
(18) Linz, Juan, obra citada, pgs. 48-52, 64-66, 70, 76, 87.
479
JORGE CARPIZO
toda la razn, que el sistema parlamentario no goza del favor de los polticos ni de los
constitucionalistas en Amrica Latina (19).
D) Este distinguido autor ejemplifica sus aseveraciones con diversos y abundan-
tes casos referentes a Amrica Latina. Llama la atencin que no se refiera a Mxico
salvo respecto al principio de no-reeleccin. Por qu? Como no lo dice, se puede
especular: Por qu no considera que Mxico es un rgimen democrtico? Por qu ha
tenido estabilidad poltica por dcadas aunque el sistema real que ha conocido es una
degeneracin del presidencial? Por qu un sistema que fue polticamente no-compe-
titivo, no le era til para su anlisis?
480
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
Presidencialismo versus Parlamentarismo. Amrica Latina, Dieter Nohlen y Mario Fernndez (edi-
tores), Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1991, pgs. 20-22. Este autor sostiene que respecto al
sistema parlamentario en Amrica Latina se deben destacar tres problemas: En primer lugar, las
pocas experiencias son negativas. En Chile, el perodo 1891-1925 se denomina parlamentario aun-
que de esa forma slo tena la capacidad del parlamento para censurar ministros (no as al jefe de
gobierno, caracterstica clave de un sistema parlamentario), y el juicio predominante sobre el perodo
es haber producido una gran inestabilidad para gobernar y una oligarquizacin de la poltica. En
segundo lugar, las posiciones favorables a la aplicacin de un sistema parlamentario actualmente son
minoritarias, as como las condiciones poltico institucionales para lograrlo. As lo demuestran los
debates en varios pases en Amrica Latina en los ltimos aos y se evidencia en este mismo libro, con
la nica excepcin de Brasil. En tercer lugar, varias constituciones latinoamericanas contienen
elementos parlamentarios, pero en la prctica no han podido establecerse. Es raro en Amrica Latina
el caso de un presidencialismo puro.
(22) Nohlen, Dieter, obra citada, pg. 24.
481
JORGE CARPIZO
Estos autores concluyen en forma preliminar que el argumento de Linz tiene fuer-
za en sistemas de fragmentacin moderada en donde los partidos con ambicin presi-
dencial sienten como electoralmente costosa la cooperacin con el presidente.
Empero, lo mismo se puede afirmar que acontece en un sistema parlamentario si
el primer ministro no cuenta con mayora de legisladores en la cmara baja y el partido
o partidos que integran la coalicin perciben que apoyar determinado proyecto del
primer ministro les va a tener un elevado costo electoral y ni que decir de los partidos
de oposicin. En un sistema parlamentario con esa correlacin de partidos, una inicia-
tiva as puede incluso traer consigo la cada del propio gobierno.
h) El principio de no-reeleccin, que no lo tienen todos los sistemas presidencia-
les y que adquiere diversos matices de acuerdo con el rgimen, puede ser una de sus
causas de estabilidad poltica como en el caso de Mxico al cual ya me refer.
La alternancia en el poder decidida por el pueblo es un elemento caracterstico
de la democracia. Al ms alto nivel poltico es la evolucin constitucional de cada
Estado la que determina cal es la norma ms adecuada para ese pas en este aspecto.
(23) Lujambio, Alonso, obra citada, pgs. 23, 24, 51, 52 y 99.
(24) Carrillo, Ulises y Lujambio, Alonso, obra citada, pgs. 243-244.
482
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
En este caso, como en tantos otros, las recetas fracasan y se estrellan ante la
obstinada realidad.
La mejor prueba de las anteriores afirmaciones nos la presentan los Estados Uni-
dos de Norteamrica, donde Washington al no haber aceptado reelegirse para un tercer
perodo, estableci una costumbre constitucional que se respet hasta que Franklin D.
Roosevelt un gran presidente, uno de los mejores de su pas logr reelegirse para un
cuarto perodo. La reaccin subsiguiente fue la reforma de la Constitucin de ese pas,
a travs de la enmienda 22, para limitar a dos los periodos del presidente norteamerica-
no, de cuatro aos cada uno (25).
En varias pocas se ha sugerido en ese pas que el presidente slo debe ocupar el
cargo durante un nico perodo de cuatro, seis o siete aos: en este sentido se pronun-
ciaron los presidentes Andrew Jackson, Andrew Johnson, Hayes y Taft, y Lyndon
Johnson y Nixon no vieron con desagrado tal posibilidad (26).
i) No todos los sistemas presidenciales cuentan con una vicepresidencia. Este
aspecto no constituye una nota esencial del sistema. Lo importante es que ante la falta
del presidente, exista un mecanismo rpido de substitucin que impida la inexistencia
del Poder Ejecutivo central o federal. Por ejemplo, la historia constitucional de Mxi-
co demuestra que la vicepresidencia ha sido nefasta en nuestro pas, por lo que se cre
en 1917 un sistema a travs del cual no se conoce de antemano quin substituye al
presidente si ste llega a faltar. Las veces que dicho mecanismo ha tenido que ser
aplicado, lo ha sido con agilidad y suavidad. En otras palabras, ha operado bien (27).
j) No hay ninguna evidencia emprica para sostener que en comunidades social y
econmicamente inestables y que polticamente han sido hasta hace poco refundadas
en el mtodo democrtico, el sistema parlamentario auxiliar a que la consolidacin
democrtica se fortalezca y sea realmente slida. Todo lo contrario, existe profunda
preocupacin por un cambio de sistema de gobierno que pueda traer consigo constan-
tes renovaciones de gobierno debido a la existencia de varios o mltiples partidos con
cierta ideologizacin y polarizacin (28).
483
JORGE CARPIZO
(29) Sartori, Giovanni, obra citada, pgs. 101, 111, 112, 155 y 168.
484
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
485
JORGE CARPIZO
f) para superar el fracaso del sistema parlamentario se enciende el motor del presi-
dencial, pero en el siguiente perodo se comienza de nuevo con el sistema parla-
mentario que ha tenido hace poco tiempo considerables tropiezos: cmo expli-
car esta contradiccin?,
g) en lugar de conseguir alternativamente las ventajas del sistema parlamentario y
del presidencial, lo que se lograra sera la alternancia de sus defectos: debilidad
y dureza (31).
Adems, agregara otras crticas:
h) El Parlamento luchara por continuar con el sistema parlamentario y el presidente
por la instauracin del sistema presidencial. Se podra dar un enfrentamiento fuerte
entre los poderes y quin decide si el sistema parlamentario ha fracasado o no?
Este enfrentamiento podra conducir a una crisis poltica sin la existencia de ins-
trumentos para resolverla,
i) el presidente tiene una legitimidad democrtica idntica a la del Parlamento ya
que ambos han sido electos, directa o indirectamente, por el pueblo. Ser posible
entonces que el presidente se resigne a jugar el papel de jefe de Estado parlamen-
tario sin poderes reales, a tener una simple expectativa de asumir el poder?, no
har todo lo que pueda polticamente para que el gobierno parlamentario fracase
y l pueda asumir los poderes plenos del gobierno? La propuesta de Sartori invita
a la confrontacin y a la lucha abierta entre los poderes ejecutivo y legislativo:
Ser posible que el Parlamento colabore con quien arriba al poder sobre las
cenizas del gobierno que l haba designado?,
j) el propio Sartori expresa que es necesario al sistema parlamentario la existencia
de partidos disciplinados, caracterstica que generalmente es la contraria en los
sistemas presidenciales. Ser posible que dicha disciplina se la puedan imponer
o quitar los partidos como una camiseta dependiendo de si el sistema funciona en
ese momento como un sistema presidencial o como uno parlamentario?
C) Los argumentos anteriores me llevan a concluir que esta proposicin no corri-
ge los peligros que desea vencer sino que los agrava: el enfrentamiento de los poderes,
la profundizacin de las crisis polticas y la inestabilidad gubernativa.
Por las razones anteriores, la proposicin del distinguido profesor Sartori no es
una va para Mxico; sera necesario para que pudiera funcionar que los polticos fue-
ran ngeles y no personas que persiguen el poder para ejercerlo con diversos objetivos
y finalidades pero, en todo caso, ejercerlo. Generalmente no han dado resultados los
sistemas en los cuales de antemano se conoce quien va a sustituir al titular del poder si
ste falta o fracasa porque al substituto le entra la prisa y la urgencia por ocupar ese
lugar.
(31) Valads, Diego, El control del Poder, UNAM, Mxico, 1998, pgs. 408-409.
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SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
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SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
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SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
las interpelaciones a los secretarios de Estado, la ratificacin del gabinete por el Sena-
do, el servicio civil tanto en el Poder Legislativo como en el Ejecutivo, la creacin de
organismos gubernamentales nicamente a travs de la ley, el desenvolvimiento de
nuevos rganos constitucionales autnomos, la ampliacin de los periodos ordinarios
de sesiones del Congreso, la duracin de los periodos presidencial y legislativo, la
presencia de un jefe de gabinete y la formulacin de iniciativas bloqueadas (36).
Las iniciativas bloqueadas, que deben ser para casos excepcionales, son aque-
llas que el Congreso aprueba o rechaza en bloque, como una unidad, en virtud de
que no pueden ser parcialmente alteradas o reformadas. Valads concluye con acier-
to que la transicin del sistema presidencial mexicano se encuentra en el estableci-
miento de una nueva relacin entre los rganos del poder, la cual deber ser estable
y duradera; es decir, que la misma no se est continuamente alterando a travs de
reformas constitucionales.
El pensamiento de Valads tiene el mrito de ser lucido, concreto y propositivo.
Al enumerar tal y como tambin lo ha realizado Lujambio una serie de propuestas
para renovar nuestro sistema presidencial, colabora a elaborar la agenda de dicha reno-
vacin, a que se enlisten los temas que los mexicanos debemos discutir para consensuar
un nuevo sistema presidencial donde realmente funcionen los pesos y los contrapesos
entre los rganos del poder; que el poder detenga al poder de acuerdo con la clebre,
antigua y muy cierta oracin de Montesquieu.
(36) Valads, Diego, obra citada, pgs. 404, 409, 410, 416 y 418.
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(37) Aragn Reyes, Manuel, Estudios de Derecho Constitucional, Centro de Estudios Polticos
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SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
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(38) Loewenstein, Karl, La presidencia fuera de los Estados Unidos, en Boletn del Insti-
tuto de Derecho Comparado de Mxico, UNAM, Mxico, 1949, ao II, nm. 5, pg. 55.
494
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
ii) Es necesario lograr un mejor equilibrio de poderes del que actualmente es-
tructura nuestra Constitucin, dando algunos controles adicionales al Poder
Legislativo, pero aclaro que no estoy en favor de un Ejecutivo dbil ni que la
predominancia del Ejecutivo la traslademos al Legislativo. Ni hegemona ni
superioridad de ninguno de los poderes sino equilibrio, pesos y contrapesos,
entre ellos.
iii) Es indispensable devolver a la sociedad y a los otros poderes, las facultades
que el Ejecutivo federal les ha usurpado en los ltimos decenios. Aquel slo
puede actuar con las facultades que expresamente le seala la Constitucin y
las leyes y con ninguna otra.
iv) La sociedad mexicana desea perfeccionar y fortalecer nuestra democracia y
al sistema poltico que est cambiando y que es imposible que vuelva a ser lo
que fue. La sociedad no lo permitira.
(39) Pizzolo (h), Calogero, Argentina y Chile. Dos modelos de presidencialismo en Boletn
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JORGE CARPIZO
(40) Carrillo, Ulises y Lujambio, Alonso, obra citada, pgs. 247-249. Diego Valads en un
artculo titulado Agenda para la reforma del Estado en Excelsior del 20 de julio de 1998, propu-
so: 7. Fijar reglas claras y predecibles para la aprobacin del presupuesto. Una cosa es la discusin y
definicin de las polticas de gasto pblico y otra utilizar al presupuesto como amenaza poltica para
desarticular el funcionamiento de las instituciones. El Estado democrtico de Derecho se debilita
cuando peridicamente se cierne el peligro de la paralizacin total de las instituciones.
(41) Agrego esta cuestin entre las que deban discutirse en virtud de los acertados argumentos
de Diego Valads y Alonso Lujambio, a ste ltimo adems le agradezco sus observaciones respecto
a mi lista de temas que debern de discutirse en el camino hacia un sistema presidencial renovado.
496
SISTEMA PRESIDENCIAL O PARLAMENTARIO?
HCTOR FIX-ZAMUDIO
(Mxico)
En homenaje al ilustre
constitucionalista argentino,
Germn J. Bidart Campos,
estimado amigo y ciudadano ejemplar
de Iberoamrica.
497
HCTOR FIX ZAMUDIO
I. INTRODUCCIN
1. Se puede afirmar sin exageracin que Mxico y Argentina han sido los pases en
los cuales se han desarrollado ms ampliamente los instrumentos clsicos de protec-
cin jurdica (y esencialmente procesal) de los derechos de la persona humana, como lo
son el hbeas corpus y el derecho de amparo. Otros ordenamientos latinoamericanos
que se han inspirado en estos dos modelos han hecho aportaciones esenciales y en las
Constituciones ms recientes se han introducido otros instrumentos tutelares que com-
plementan y enriquecen los dos anteriores. Tales como la accin de tutela colombiana, el
mandado de segurana colectivo, el mandado de injuna, del Brasil, las acciones popu-
lares para la proteccin de los derechos colectivos y difusos, entre otros (1).
2. Tenemos la conviccin de que el que pretendemos abordar es un tema apropia-
do para la muy merecida obra de homenaje al eminente constitucionalista argentino
Germn J. Bidart Campos, quien ha realizado aportaciones fundamentales al examen
de los derechos humanos y su proteccin jurdica. Podemos mencionar su excelente
estudio intitulado Teora General de los Derechos Humanos (Mxico, UNAM, 1989),
en el cual efectu un profundo anlisis de las diversas perspectivas filosfica, sociol-
gica y jurdica de los derechos de la persona humana, en el campo de la proteccin
jurdica y procesal de los propios derechos fundamentales, adems de dos importantes
libros monogrficos: Derecho de amparo (Buenos Aires, Ediar, 1961) y Rgimen le-
gal y jurisprudencial del amparo (Buenos Aires, Ediar, 1968), ha redactado numero-
sos artculos sobre esta materia tanto en revistas especializadas en Argentina y en el
extranjero, especialmente en los tres diarios jurdicos argentinos: La Ley, Jurispruden-
cia Argentina y El Derecho, por lo que debe considerarse como uno de los especialis-
tas ms connotados sobre los derechos humanos y su proteccin jurdica en
Iberoamrica. Adems, ha abordado con su caracterstica maestra los esenciales cam-
bios en los instrumentos tutelares de los derechos humanos en las modificaciones sig-
nificativas de la reforma constitucional argentina de agosto de l994, y al respecto po-
demos citar su importante obra Manual de la Constitucin Reformada (III tomos,
Buenos Aires, Ediar, primera reimpresin 1998) (2).
3. Estamos convencidos de que la reforma sustancial de agosto de 1994, que
despus de una larga y sostenida lucha de la doctrina y la jurisprudencia para incorpo-
rar en el texto constitucional las dos instituciones tradicionales de tutela procesal de
los derechos humanos, el derecho de amparo y de hbeas corpus, se inspir en las
(1) Cfr. Fix-Zamudio, Hctor, Avances y perspectivas de la proteccin procesal de los dere-
chos humanos en Latinoamrica en la obra VI Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucio-
nal, en conmemoracin de los 506 aos del nacimiento del pensador florentino Donato Gianotti,
Santa Fe de Bogot, Universidad Externado de Colombia, 1998, tomo II, pgs. 805-858.
(2) Especialmente en los Captulos XXVI, El amparo; XXVII, El habeas data; XXVIII,
El habeas corpus, y XXIX, El derecho de los tratados internacionales, tomo II, pgs. 371-427.
498
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
(3) Cfr. Fix-Zamudio, Hctor, Presente y futuro de la casacin civil a travs del juicio de
amparo mexicano, en su libro Ensayos sobre el derecho de amparo, Mxico, 1993, pgs. 197-234.
(4) Cfr. Eder, Phanor J., Judicial Review in Latin America, en Ohio State Law Journal,
1960, pgs. 571-572.
499
HCTOR FIX ZAMUDIO
(5) Cfr. el volumen publicado por la Suprema Corte de Justicia, Homenaje a don Manuel
Crescencio Rejn, Mxico, 1960; Fix-Zamudio, Hctor, Algunos aspectos de la obra jurdica de
Manuel Crescencio Rejn, en Edicin conmemorativa. Medio siglo de la Revista de la Facultad de
Derecho de Mxico, Mxico, UNAM, 1991, pgs. 488-491.
(6) Cfr. Fix-Zamudio, Hctor, Acta Constitutiva y de Reformas de 1847, Santaf de Bogot,
Instituto de Estudios Constitucionales Carlos Restrepo Piedrahita, Universidad Externado de Colom-
bia, 1997.
(7) Sobre los escritos jurdicos y polticos de Mariano Otero, cfr. Reyes Heroles, Jess, Estu-
dio preliminar, en el volumen recopilativo Otero. Obras, Mxico, Porra, 1967, pgs. 74-82 y 349-
383, respectivamente. El artculo 25 del Acta Constitutiva y de Reformas de 1847, dispuso: Los
Tribunales de la Federacin ampararn a cualquier habitante de la Repblica en el ejercicio y con-
servacin de los derechos que le concedan esta Constitucin y las leyes constitucionales, contra todo
ataque de los Poderes Legislativo y Ejecutivo, ya de la Federacin, ya de los Estados, limitndose
dichos tribunales a impartir su proteccin en el caso particular sobre que verse el proceso sin hacer
ninguna declaracin general respecto de la ley o acto que la motivare. Respecto del significado de
este precepto, entre otros, Oate, Santiago, El Acta de Reformas de 1847, en la obra Derechos del
Pueblo mexicano. Mxico a travs de sus Constituciones, 3. ed., Mxico, Cmara de Diputados-
Miguel Angel Porra, 1985, tomo III, pgs. 142-150.
500
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
(8) Cfr. Zarco, Francisco, Historia del Congreso Extraordinario Constituyente (1856-1857),
Mxico, El Colegio de Mxico, 1956, pgs. 988-999.
(9) El citado artculo 17 de la Constitucin de Santa Fe de 1921 dispuso: Cuando un funcio-
nario o corporacin de carcter administrativo impida el ejercicio de un derecho de los expresamente
declarados en la Constitucin Nacional o Provincial, el lesionado en su derecho tendr accin para
demandar judicialmente por procedimiento sumario la inmediata cesacin de los actos inconstitucio-
nales, cfr. Digesto Constitucional Argentino, Buenos Aires, s. f., pg. 359. Este precepto fue regla-
mentado por la ley 2499, cfr. Dana Montao, Salvador, La reglamentacin del amparo jurisdiccional
de los derechos y garantas, en La Ley, Buenos Aires, 9 de diciembre de l966, pg. 3.
(10) Cfr. Rouzaut, Adolfo R., Las garantas constitucionales de la libertad civil. Doctrina y
Buenos Aires, 1946, II, pgs. 48-58. Sobre el inconveniente de reglamentar el amparo en un cdigo
procesal civil, puede consultarse la crtica de Alcal-Zamora y Castillo, Niceto, en Miscelnea de
libros procesales, en la citada Revista de Derecho Procesal, Buenos Aires, 1945, II, pgs. 77-78.
(13) Cfr. Melo, Carlos R., Las Constituciones de la Provincia de Mendoza, Boletn de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Crdoba, Argentina, enero-septiembre de 1963, pg. 143.
501
HCTOR FIX ZAMUDIO
[...] Dentro del rgimen constitucional argentino, toda lesin de un derecho indi-
vidual debe ser resguardada o reparada por el Poder Judicial, por tanto corres-
ponde al amparo judicial de los derechos individuales, aun cuando el procedi-
miento del respectivo recurso no haya sido reglamentado [...](16).
(14) La segunda edicin de esta obra fue publicada en la ciudad de Buenos Aires en el ao de
l956. Sobre el alcance y proyeccin de la doctrina de este autor, cfr. DHers, Faustino, Visin inte-
gral del amparo en el habeas corpus de Snchez Viamonte, en La Ley, Buenos Aires, 7 de abril de
l966, pgs. 3-5.
(15) Cfr. El habeas corpus. Garanta de Libertad, 2. ed., Buenos Aires, 1956, pgs. 34 y sgts.
(16) Cfr. Actas de la Quinta Conferencia Nacional de Abogados, Buenos Aires, 1941, pg. 437.
(17) Cfr. Actas citadas en la nota anterior, pgs. 437-439.
(18) Dicho artculo 29 estableca en su ltimo prrafo: ...Todo habitante podr interponer
por s y por intermedio de sus parientes o amigos, el recurso de hbeas corpus ante la autoridad judicial
competente, para que se investigue la causa y el procedimiento de cualquier restriccin o amenaza a
la libertad de su persona. El tribunal har comparecer al recurrente y, comprobada en forma sumaria
la violacin, har cesar inmediatamente la restriccin o la amenaza. Cfr. Linares Quintana, Segundo
V., Tratado de la Ciencia de Derecho Constitucional Argentino y Comparado, Tomo V, Buenos
Aires, Editorial Alfa, 1956, pgs. 359 y sgts., Winisky, Ignacio, Resea de legislacin argentina, en
Boletn del Instituto de Derecho Comparado de Mxico, Nm. 7, enero-abril de 1950, pg. 165.
(19) Las reformas constitucionales de 1949 fueron derogadas en su totalidad y se restableci el
texto anterior de 1853-1860, segn Decreto del Gobierno Provisional de 27 de abril de 1956. Cfr.
502
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
Snchez Viamonte, Carlos, Historia Institucional Argentina, 2. ed., Mxico-Buenos Aires, 1957,
pgs. 221-222; Del Campo Wilson. Estalisnao, El problema constitucional. Su solucin, Buenos
Aires, 1958, pgs. 37-40.
(20) Cfr. Linares Quintana, Segundo V., Derecho Constitucional de las nuevas Provincias,
Buenos Aires, 1962, esp. pgs. 49-54, sostuvo que Todas las constituciones de las nuevas provincias
han prestado la debida atencin a la garanta efectiva de la libertad, previniendo los remedios tcnico-
jurisdiccionales adecuados, pg. 49.
(21) Cfr. Bustos Navarro, Arturo, Los recursos de amparo en las Constituciones provinciales,
cin de Corrientes, en Revista Argentina de Ciencia Poltica, Buenos Aires, julio-diciembre de l960,
pg. 279.
(23) Cfr. Linares Quintana, Segundo V., Derecho Constitucional de las nuevas Provincias, cit.
supra, nota 20, pg. 132. Cfr. Romero, Csar Enrique, Accin de amparo de los derechos y garantas
constitucionales, en Revista Jurdica de Buenos Aires, abril-julio de 1959, pg. 90.
503
HCTOR FIX ZAMUDIO
(24) Los textos de los preceptos anteriores pueden consultarse en las dos obras mencionadas en
504
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
en el mbito local fue la Ley sobre el recurso de amparo nmero 2582, de la Provincia de
Entre Ros (ver supra prrafo 11), que fue publicada el 27 de noviembre de l946, con
varias reformas posteriores; (28) c) en seguida debemos mencionar la ley nmero 2355 de
la Provincia de Mendoza, promulgada el 7 de octubre de 1954, es decir poco tiempo
antes de la cada del gobierno del general Pern: d) Ley sobre recurso de amparo,
nmero 11 de la Provincia de Santa Cruz, promulgada el 17 de julio de 1958; e) pocos
das antes de la anterior, es decir, el 30 de julio de 1958, fue sancionada la Ley sobre
recurso de amparo, nmero 2596, de la Provincia de San Luis; f) les sigui la Ley de
Amparo nmero 146 de la Provincia de Misiones, promulgada el 14 de noviembre de
1961; (29) g) la Ley sobre recurso de amparo, nmero 2690, de la Provincia de la Rioja, fue
sancionada el 7 de septiembre de 1960, pero publicada el 12 de octubre de 1962; (30) y h)
el ltimo ordenamiento de esa poca, fue la Ley de Accin de Amparo nmero 7166,
para la Provincia de Buenos Aires, promulgada el 10 de diciembre de 1965, (31) que se
consider de gran importancia, en virtud de que, hasta cierto punto sirvi de modelo y
antecedente (aun cuando no en las restricciones) a la ley nacional 16,986, que citaremos
con posterioridad (ver infra prrafo 40).
22. Podemos tambin citar dos proyectos importantes formulados en esa poca:
a) el primero fue el proyecto de Ley sobre Reglamentacin Procesal de la Accin de
Amparo, aprobado por el Tercer Congreso de Abogados de la Provincia de Buenos
Aires celebrado en la ciudad de Azul los das 24 a 27 de mayo de 1961,(32) y b) el
proyecto de Ley sobre Recurso o Accin de Amparo para la Provincia de Corrientes,
redactada en agosto de 1966 por una comisin oficial integrada por los juristas Francis-
co Martnez Soler, Julio A. Hormachea y Carlos C. Treseens (33).
(28) Cfr. Orlando, Eugenio, La accin de amparo en la Constitucin de Entre Ros, cit. supra
nota nmero 11, pgs. 1-4, y quien consigna, adems el texto refundido de la propia Ley de Amparo.
(29) Ordenamiento publicado en Anales de Legislacin Argentina, tomo XXIV-B, Buenos
Aires, 1964, pp. 1855-1857.
(30) Aparece en Anales de Legislacin Argentina, tomo XXII-B, Buenos Aires, 1963, pgs.
1599-1600. Cfr. Linares, Juan Francisco, Los derechos protegidos por el recurso de amparo, en
Jurisprudencia Argentina, Buenos Aires, 24 de marzo de 1964, pgs. 1-3.
(31) El texto original de dicha Ley fue consignada en Anales de Legislacin Argentina, Boletn
Informativo nmero 6, Buenos Aires, 25 de abril de 1966, pgs. 56 y 58, y la versin del citado
ordenamiento tal como fue reformado por la diversa ley 7261 de 30 de diciembre de 1966, aparece en
el libro del conocido constitucionalista Lazzarini, Jos Luis, El juicio de amparo, 2 ed., Buenos
Aires, La Ley, 1987, pgs. 391-397. La cita Ley 7166 fue comentada ampliamente por el destacado
procesalista Morello, Mario Augusto, Rgimen procesal del amparo la Provincia de Buenos Aires
(Ley 7166), La Plata, Editora Platense, 1966, pgs. 79-125.
(32) El texto de dicho proyecto se incluye como anexo en la obra de Morello, Mario Augusto,
505
HCTOR FIX ZAMUDIO
(34) Los derechos protegidos por el recurso de amparo, cit. supra nota 3), pg. 1.
(35) Voto transcrito por Bidart Campos, Germn J., Derecho de amparo, Buenos Aires, Ediar,
1961, pgs. 57-60.
(36) Cfr. Orgaz, Alfredo, El recurso de amparo. Comentario a los casos Siri y Kot, Bue-
nos Aires, Depalma, 1961, pg. 21.
(37) Cfr. los entusiastas y agudos comentarios de Linares Quintana, Segundo V., Modifica-
506
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
consideramos exagerado comparar esta sentencia con la que se pronunci por la Corte
Suprema Federal de los Estados Unidos en el ao de 1803, bajo la inspiracin de su
ilustre Presidente John Marshall en el caso Marbury versus Madison (38).
27. En esa sentencia dictada en el caso Angel Siri, por mayora de cuatro votos
contra uno, la Corte Suprema de Justicia de la Nacin consider, en esencia, que: Las
garantas individuales existen y protegen a los individuos por el solo hecho de estar
consagradas por la Constitucin e independientemente de las leyes reglamentarias, las
cuales slo son requeridas para establecer en qu casos y con qu justificativos podr
procederse a su allanamiento y ocupacin, como dice el artculo 18 de la Constitucin
a propsito de una de ellas... (39).
28. Lo anterior significaba que no obstante la ausencia de una ley reglamentaria,
deba admitirse el amparo como el instrumento adecuado para tutelar todos los dere-
chos de la persona humana consagrados en la Constitucin Nacional, con exclusin de
la libertad fsica, ya protegida por el hbeas corpus (40).
29. Este paso fundamental se complement con el diverso y tambin importantsimo
fallo pronunciado por la misma Corte Suprema en el caso Samuel Kot, en el cual no
slo se reafirm el criterio ya manifestado en el asunto Angel Siri, sino que se estim
que la proteccin de los derechos fundamentales de la persona humana, por conducto
del derecho de amparo, deba extenderse tambin a los actos de particulares (41), aun
cuando en realidad. no se trataba de sujetos privados considerados individualmente,
como a primera vista pudiera creerse, sino que la citada proteccin se diriga funda-
mentalmente contra los actos lesivo de los derechos fundamentales realizados por los
llamados grupos de presin (42).
reproducida en numerosas publicaciones, pero por mayor comodidad hemos utilizado la transcrip-
cin que hace Linares Quintana, Segundo V., en su libro La Constitucin interpretada, Buenos Aires,
1960, pg. 146.
(40) Sobre el alcance del hbeas corpus en esa poca en el ordenamiento argentino, cfr. Linares
Quintana, Segundo V., Tratado de Derecho Constitucional argentino y comparado, cit. supra nota
18, tomo V, pgs. 357-372.
(41) Cfr. Carri, Genaro R., Recurso de amparo y tcnica judicial, Buenos Aires, Abeledo
Perrot, 1959, esp. pgs. 147-183; Houssay, Abel, Amparo judicial. El caso Kot y su influencia en la
jurisprudencia, Buenos Aires, Depalma, 1961, esp. pgs. 51 y ss; Tagle, Carlos A., El amparo
judicial de los derechos fundamentales, en Jurisprudencia Argentina, Buenos Aires, 4 de noviembre
de 1958, pgs. 1-5.
(42) Cfr. Linares Quintana, Segundo V., La doctrina de la Suprema sobre el amparo de la
libertad y los grupos de inters y de presin, en La Ley, Buenos Aires, 30 de diciembre de 1958,
pgs. 1-4, estudio en el cual el autor se refiere precisamente al caso Kot.
507
HCTOR FIX ZAMUDIO
30. Una vez aceptada la accin de amparo por el ms alto tribunal argentino, se
inici una poca muy agitada durante la cual se present un verdadero alud de deman-
das de amparo contra muy diversas autoridades y grupos de carcter social, y por ello
la misma Corte Suprema se vio obligada a adoptar un criterio restrictivo con el objeto
de evitar que la institucin tutelar se transformase en una especie de cralo todo y se
desvirtuara su finalidad de proteccin de las libertades fundamentales, y en los casos
posteriores a los ya citados clsicos de Siri y Kot se afinaron de manera paulatina
los elementos esenciales de este instrumento (43).
31. De manera paralela al desarrollo jurisprudencial se observa un florecimiento
muy vigoroso de la doctrina, que con anterioridad a los mencionados fallos Siri y
Kot haba demostrado su inters en el anlisis de la institucin (ver supra prrafos
24 y 26), con posterioridad a los mismos aument de modo notable la preocupacin de
un sector importante de los ms distinguidos juristas argentinos sobre el instrumento
tutelar de los derechos fundamentales que se estableci jurisprudencialmente en el
mbito nacional.
32. Para no mencionar sino a los estudios monogrficos sobre la materia, puesto
que los artculos de revista, publicados esencialmente en los prestigiados diarios jurdi-
cos La Ley y Jurisprudencia Argentina fueron muy numerosos, podemos citar las
obras redactadas por Genaro R. Carri; (44) Segundo V. Linares Quintana; (45) Alfredo
Orgaz; (46)Abel Houssay; (47) Germn J. Bidart Campos; (48) Carlos Snchez Viamonte; (49)
Rafael Bielsa; (50) Mario Augusto Morello; (51) y Jos Luis Lazzarini (52).
(43) Cfr. Linares Quintana, Segundo V., La tendencia restrictiva de la reciente jurisprudencia
508
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
35. Resulta conveniente destacar que con posterioridad al fallido intento de intro-
ducir el derecho de amparo en la Constitucin Nacional por medio de los proyectos
presentados en la Convencin Constituyente de l957, las decisiones judiciales de los
(53) Se pueden citar entre, otros, los proyectos de modificaciones redactadas por Ral Edgardo
Riva, Rodolfo Ghioldi y otros; Hernn Corts y otros; Ricardo Alberto Bassi, Francisco V. Snchez
y Luis Mara Otero Monsegur, as como Ricardo Lavalle y otros, anteproyectos publicados en el
Diario de Sesiones de la Convencin Nacional Constituyente, Buenos Aires, 1958, tomo II, pgs.
840, 851, 862, 891, 947, 951 y 969, respectivamente, todos ellos elaborados en el mes de octubre
de 1967. Por su parte el conocido constitucionalista Romero, Csar Enrique menciona un antepro-
yecto de Constitucin elaborado por el Instituto de Derecho Constitucional de la Universidad del
Litoral, en el mismo ao de 1957, en el cual se consagra expresamente el derecho de amparo,
Accin de amparo de los derechos y garantas constitucionales, en Revista Jurdica de Buenos
Aires, abriljulio de 1959, pgs. 85-86.
(54) Diario de las Sesiones de la Convencin Nacional Constituyente, tomo II, pgs. 1019-
1020, Romero, Csar Enrique, Accin de amparo de los derechos y garantas constitucionales, pg.
86, ambos citados en la nota anterior.
509
HCTOR FIX ZAMUDIO
Suprema Nacional desde Siri y Kot hasta el 25 de octubre de l969, en Jurisprudencia Argentina,
Buenos Aires, 12 y 15 de diciembre de 1969, pgs. 1-31, 19-29, respectivamente; Accin de ampa-
ro: condiciones de admisibilidad (actualizacin jurisprudencial 1964-1969), en La Ley, Buenos Ai-
res, 16 y 17 de septiembre de l969, pgs. 1-11 y 3-10, respectivamente; Von Rohr, Hans-Cristoph,
Der argentinische Amparo-Prozess unter Bercksichtigung nhlicher Verfahrensarten in Brasilien,
Mexico und Peru (El proceso de amparo argentino considerado con los procedimientos similares de
Brasil, Mxico y Per), Bonn, Ludwig Rhrscheid Verlag, 1969, pgs. 78 y sgts.
(56) Derecho procesal constitucional. 3. La accin de amparo, 4. ed., Buenos Aires, Editorial
Astrea, 1995, pgs. 14-17. Ver tambin el amplio comentario de la jurisprudencia de los tribunales
nacionales de esa poca en Bielsa, Rafael, El recurso de amparo, cit. supra nota 50, pgs. 140-220.
510
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
eficaz para enjuiciar las cuestiones polticas; y e) el trmite deba ser sumarsimo, por
lo que se rega supletoriamente por el procedimiento del hbeas corpus cuando era
compatible con el amparo, pero por otra parte deban respetarse los aspectos mnimos
del derecho de audiencia en juicio.
37. En esa misma etapa de 1958 a 1966, la doctrina se dividi en dos sectores,
pues en tanto que algunos constitucionalistas consideraron que no era indispensable la
expedicin de una ley nacional de amparo en el mbito nacional, no obstante el amplio
desarrollo de las legislacin provincial sobre la materia (ver supra prrafos 21-22), ya
que la jurisprudencia podra establecer de manera paulatina, como lo hizo, las bases de
la institucin protectora con una mayor flexibilidad (57), pero la doctrina mayoritaria
sostuvo que era urgente la regulacin legislativa del derecho de amparo para determi-
nar de manera firme y precisa los lineamientos que deban regular la institucin, que no
se haban establecido de una manera estricta por la jurisprudencia, por otra parte, muy
abundante (58).
38. Con tal motivo, fueron elaborados varios proyectos de Ley de Amparo para la
esfera nacional, entre las cuales merecen destacarse, el presentado por el Poder Ejecu-
tivo ante el Congreso Argentino en el mes de julio de l964 (59), y el elaborado por el
senador Ricardo A. Bassi, el 27 de octubre de ese mismo ao (60). El primero asumi
gran importancia para la doctrina, ya que conjuntamente con la Ley de Amparo de la
Provincia de Buenos Aires (ver supra prrafo 21), deben considerarse como los ante-
cedentes inmediatos de la ley nacional de 1966, y por ello motiv valiosos comenta-
rios de carcter doctrinal (61), as como declaraciones de organizaciones forenses (62).
Ambos proyectos fueron discutidos por el Senado argentino, pero no se lleg a con-
cluir el procedimiento legislativo con anterioridad al golpe militar de 1966, que disolvi
el Congreso.
(57) Esta fue la opinin, entre otros, de Carri, Genaro, Recurso de amparo y tcnica judicial,
cit. supra, nota 41, pgs. 198-203, y Palacio, Lino Enrique, La accin de amparo. (Su rgimen
procesal), en La Ley, Buenos Aires, 15 de diciembre de 1959, pg. 1, aun cuando ambos juristas
sealaron que ciertos aspectos procesales deban regularse legislativamente.
(58) Este era el punto de vista, entre muchos otros, de Romero, Csar Enrique, Necesidad
urgente de una Ley de Amparo de las libertades fundamentales, en Jurisprudencia Argentina, Bue-
nos Aires, 11 de julio de 1961, pg. 1.
(59) Proyecto publicado en el peridico La Nacin, Buenos Aires, 21 de junio de l964.
(60) Cfr. Sags, Nstor Pedro, La accin de amparo, cit. supra nota 56, pgs. 30-31.
(61) Cfr. entre otros los de Lazzarini, Jos Luis, La accin de amparo y el proyecto del
Poder Ejecutivo Nacional, en La Ley, Buenos Aires, 20 de octubre de 1964, pgs. 1-4, y Bielsa,
Rafael, El recurso de amparo, cit. supra nota 50, pgs. 259-268.
(62) Cfr. Declaracin del Colegio de Abogados sobre amparo y recurso extraordinario, en
511
HCTOR FIX ZAMUDIO
39. Resulta conveniente transcribir el artculo primero del proyecto del Ejecutivo
Nacional a que hacemos referencia en el prrafo anterior, ya que en el mismo se reco-
gen los lineamientos de la jurisprudencia sobre la accin de amparo y con algunas
diferencias fueron los regulados por la Ley nacional de 1966:
La accin de amparo proceder contra toda conducta de autoridad, funcionario o
empleado pblico, o actos de particulares, an cuando se fundamente en ley, que
en forma actual o inminente, lesionen, restrinjan, alteren o amenacen con ilegali-
dad o arbitrariedad los derechos o garantas explcita o implcitamente reconoci-
dos por la Constitucin Nacional, siempre que no existan otros recursos judicia-
les o administrativos que permitan obtener el mismo resultado o que, existiendo,
no fueren manifiestamente idneos para la proteccin inmediata del derecho o
garanta constitucional.
Buenos Aires, 3 de noviembre de 1966, esp. p. 3: Fiorini, Bartolom A., Accin de amparo. Graves
limitaciones e inconsecuencias que la desnaturalizan, en La Ley, Buenos Aires, 24 de noviembre de
1966, pgs. 1-3; Bidart Campos, Germn J., La nueva Ley de Amparo, en Jurisprudencia Argen-
tina, Buenos Aires, 29 de noviembre de 1966, pgs. 3-4; Dana Montao, Salvador M., La reglamen-
tacin legal del amparo jurisdiccional de los derechos y garantas, en La Ley, Buenos Aires, 8 de
diciembre de 1966, pgs. 1-7, entre otros.
512
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
42. En efecto, la doctrina seal varias limitaciones establecidas por los artculos
1 y 2 de dicho ordenamiento, que se consideraron como excesivamente restrictivas y
contrarias a la evolucin jurisprudencial que se haba desarrollado con anterioridad a
la expedicin de esta ley. En forma sinttica podemos sealar las limitaciones que
fueron objeto de comentarios negativos por los constitucionalistas argentinos: a) en
primer trmino el citado artculo 1 estableci que la accin de amparo slo proceda
contra actos u omisiones de autoridades pblicas (66), por lo que implcitamente se
estableci la improcedencia de dicho instrumento respecto de los llamados actos de
particulares, que haba sido ampliamente admitido por la jurisprudencia a partir del
caso Kot (si bien dicho sector del derecho de amparo se consign posteriormente en
el Cdigo Procesal Civil y Comercial de la Nacin de 1967, ver infra prrafo 46).
43. El artculo 2 de la propia Ley Nacional de la Accin de Amparo de 1966,
establece de manera expresa la inadmisibilidad de dicho instrumento protector en va-
rios aspectos que se consideraron excesivamente restrictivos: b) que el acto impugna-
do proviniera de un rgano del Poder Judicial o hubiera sido adoptado por expresa
aplicacin de la ley 16,970, denominada Ley de la Defensa Nacional, expedida pocos
das antes de la citada Ley de Amparo por el gobierno militar, por lo que tena un
marcado carcter autoritario; c) la intervencin judicial por medio de la accin de
amparo comprometiera directa o indirectamente la regularidad, continuidad y eficacia
de la prestacin de un servicio pblico o, el desenvolvimiento de actividades esencia-
les del Estado; y d) se dispuso tambin que la accin de amparo no era admisible
cuando la determinacin de la eventual invalidez del acto requiriese la declaracin de
inconstitucionalidad de leyes, decretos u ordenanzas (67).
44. Afortunadamente la jurisprudencia, que sigui las orientaciones de la doctri-
na mayoritaria interpret dichas normas restrictivas de manera flexible, de manera que
se atenuaron de manera razonable las limitaciones a la admisibilidad de la accin de
amparo por las causas mencionadas anteriormente, con lo cual se evit que se desvir-
tuara la amplitud protectora de este instrumento protector (68).
(66) En efecto, dicho precepto dispone: La accin de amparo ser admisible contra todo acto
u omisin de autoridad pblica que, en forma actual o inminente, lesione, restrinja, altere o amenace,
con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, los derechos o garantas explcita o implcitamente recono-
cidos por la Constitucin Nacional, con excepcin de la libertad individual tutelada por el hbeas
corpus.
(67) Cfr. los comentarios desfavorables a estas limitaciones por parte de Bidart Campos, Germn
J., Rgimen legal y jurisprudencial del amparo, Buenos Aires, Ediar, 1968, pgs. 107-161; 273-277;
Lazzarini, Jos Luis, El juicio de amparo, cit. supra nota 31, pgs. 229-233; Rivas, Adolfo Armando,
El amparo, Buenos Aires, Ediciones La Rocca, 1987, pgs. pgs. 165-196.
(68) Cfr. el anlisis de la jurisprudencia posterior a la expedicin de la citada Ley de Amparo
Nacional, en la documentada obra de Sags, Nstor Pedro, Accin de amparo, cit. supra nota 56,
pgs. 209-274.
513
HCTOR FIX ZAMUDIO
45. Sin embargo, en dicha ley 16,986 sobre la accin de amparo, se precisaron
algunas caractersticas de este instrumento tutelar, que se haban perfilado por la juris-
prudencia, y que pueden sintetizarse en que deba considerarse como un remedio ex-
cepcional o residual (que inclusive lleg a calificarse como heroico), el que slo
poda promoverse de manera subsidiaria en los supuestos de que: a) los actos u omisio-
nes impugnados afectasen con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta los derechos o
garantas del promovente; b) que no existieran recursos o remedios judiciales o adminis-
trativos que permitieran obtener la proteccin del derecho o garanta constitucional res-
pectivo; c) que la determinacin de la eventual invalidez del acto no requiriese una ma-
yor amplitud de debate o de prueba. Estos tres requisitos fueron objeto de una extensa
interpretacin de los tribunales nacionales, ya que planteaban varias cuestiones de com-
pleja resolucin. Al respecto la Corte Suprema argentina consider que la accin de
amparo estaba reservada para las delicadas y extremas situaciones que, por falta de
otros medios legales peligra la salvaguardia de los derechos fundamentales (69).
46. Por lo que respecta al derecho de amparo contra actos de particulares (gru-
pos de presin), debido a la omisin en que incurri la citada Ley de Accin de Ampa-
ro (que como sealamos anteriormente implicaba una prohibicin implcita, ver supra
prrafo 42), fue regulado posteriormente por el llamado juicio sumarsimo, estable-
cido en el artculo 321 del Cdigo Procesal Civil y Comercial de la Nacin (Ley 17,
454 de 20 de septiembre de 1967, en vigor el primero de enero de 1968), el cual
estableci:
Proceso sumarsimo. Ser aplicable el procedimiento establecido por el artculo
498 (tramitacin muy rpida y concentrada) cuando se reclamase contra un acto u
omisin de un particular que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere
o amenace con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta algn derecho o garanta ex-
plcita o implcitamente reconocida por la Constitucin Nacional, siempre que
fuere necesaria la reparacin urgente del perjuicio o de la cesacin inmediata de
los efectos del acto y la cuestin, por su naturaleza, no deba sustanciarse por
alguno de los procedimientos establecidos por este Cdigo u otras leyes (70).
(69) Cfr. Sags, Nstor Pedro, op. ult. cit., pg. 176.
(70) Cfr. Bidart Campos, Germn J., Rgimen legal y jurisprudencial del amparo, cit. supra
nota 67, pgs. 113-118, Lazzarini, Jos Luis, El juicio de amparo, cit. supra nota 31, pgs. 373-
377; Rivas, Adolfo Armando, El amparo, cit. supra nota 67, pgs. 359-373. Sags, Nstor Pedro,
obra citada en las dos notas anteriores, pgs. 563-587.
514
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
(71) Cfr. Sags, Nstor Pedro, Derecho Procesal Constitucional. Hbeas Corpus, 2. ed.,
Buenos Aires, Astrea, 1988, pgs. 114-11; Garca Morelos, Gumersindo, El amparo hbeas corpus.
Estudio comparativo Mxico-Argentina, Mxico, ABZ Editores, 1998, pgs. 121-163.
(72) Cfr. Spolansky, Norberto Eduardo y Vanossi, Jorge Reinaldo, Sanciones militares y garan-
515
HCTOR FIX ZAMUDIO
(73) En la parte relativa del citado artculo 23 de la Carta Nacional argentina, que no se modi-
fic en la reforma de 1994, se dispone [...]. Pero durante esta suspensin (de garantas constituciona-
les en el estado de sitio) no podr el Presidente de la Repblica condenar por s ni aplicar penas. Su
poder se limitar en tal caso, respecto de las personas a arrestarlas o trasladarlas de un punto a otro
de la Nacin, si ellas no prefiriesen salir fuera del territorio argentino.
(74) Cfr. Sags, Nstor Pedro, Hbeas Corpus, pgs. 233-306; Garca Morales, Gumersindo,
El amparo hbeas corpus, pgs. 169-183. Ambos trabajos citados supra nota 71, pgs. 233-306 y
169-183, respectivamente.
516
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
(75) Cfr. Sags, Nstor Pedro, op. ult. cit., pgs. 307-313.
(76) Cfr. Sags, Nstor Pedro, Hbeas corpus, citado en las dos notas anteriores, pgs. 411-
418.
(77) Cfr. Sags, Nstor Pedro, obra citada en las notas anteriores, pgs. 493-514; Garca
Morales, Gumesindo, El amparo hbeas corpus, cit., supra nota 71, pgs. 180-182.
517
HCTOR FIX ZAMUDIO
corpus, que slo se haban regulado por leyes ordinarias en el mbito nacional (aun
cuando un amplio desarrollo en las Constituciones provinciales), no obstante los in-
tentos que se hicieron con anterioridad para establecerlas en la propia Carta Nacional
(ver supra prrafos 33-34), pero adems se introdujo una nueva institucin establecida
por varios ordenamientos constitucionales latinoamericanos con la denominacin de
hbeas data de acuerdo con el modelo introducido en la Carta Federal brasilea de
1988, aun cuando dentro del derecho de amparo en la reforma argentina.
57. El nuevo artculo 43 de la Constitucin argentina reformada en agosto de
1994, regula con el nombre genrico de accin de amparo varios instrumentos tute-
lares de los derechos fundamentales, incluyendo, por supuesto, el amparo propiamente
dicho. El conocido constitucionalista argentino Osvaldo Alfredo Gozani, seala que
dentro del derecho de amparo en sentido genrico se comprenden los siguientes instru-
mentos tutelares de los derechos humanos: a) amparo contra actos u omisiones de auto-
ridades pblicas; b) amparo contra actos u omisiones de particulares; c) amparo contra la
inconstitucionalidad de leyes; d) amparo especial segn se trate de cualquier forma de
discriminacin, proteccin al ambiente, derechos de la competencia, derechos del
usuario y consumidor; e) amparo colectivo para los derechos de incidencia general
(difusos), que se encuentren afectados; f) hbeas data; y g) hbeas corpus (78).
58. Como puede observarse del simple examen preliminar de la mencionada re-
gulacin constitucional del citado artculo 43 del texto reformado en 1994 de la Cons-
titucin Nacional argentina, se tom en consideracin la importante evolucin de los
instrumentos de proteccin de los derechos humanos, que en el mbito nacional se
desarroll esencialmente en la jurisprudencia, particularmente de la Corte Suprema;
de la ley de amparo nacional de 1966; de los avances realizados en las constituciones
provinciales, as como las aportaciones de la doctrina. Como en otros aspectos, la
reforma de agosto de 1994 en materia de proteccin procesal de los derechos humanos
debe considerarse de gran trascendencia e implica un avance significativo (79).
1994, en relacin con los instrumentos procesales protectores de los derechos humanos es muy abun-
dante, pero nos limitaremos a sealar los estudios ms significativos: Gozani, Osvaldo Alfredo, El
derecho de amparo, citado en la nota anterior, dedicado ntegramente a esta materia; Natale,
Alberto, Comentarios sobre la Constitucin. La reforma de 1994, Buenos Aires, Depalma, 1995,
pgs. 62-72; Seisdedos, Felipe, Amparo, hbeas data y hbeas corpus en la reforma de 1994, en la
obra editada por el Instituto Argentino de Estudios Constitucionales y Polticos, Derecho Constitu-
cional de la Reforma de 1994, Buenos Aires, Depalma, 1995, tomo I, pgs. 425-462; Sags, Nstor
Pedro, Accin de amparo, cit. supra nota 56, pgs. 663-687; Bidart Campos, Germn J., Manual de
la Constitucin reformada, primera reimpresin, Buenos Aires, Ediar, 1998, tomo II, pgs. 371-404.
518
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
Toda persona puede interponer accin expedita y rpida de amparo, siempre que
no exista otro medio judicial ms idneo, contra todo acto u omisin de autorida-
des pblicas o de particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja,
altere o amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantas
reconocidos por esta Constitucin, un tratado o una ley. En el caso, el juez podr
declarar la inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisin
lesivo.
(80) Rgimen legal y jurisprudencial del amparo, cit. supra nota 67, pgs. 338-339.
(81) Cfr. Sags, Nstor Pedro, Accin de amparo, cit. supra nota 56, pgs. 75-78.
519
HCTOR FIX ZAMUDIO
520
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
todo caso, como aconteci hasta ayer, la apertura del amparo seguir dependiendo
primordialmente, casi exclusivamente, de la prudencia judicial (85).
66. A su vez, el conocido jurista Alberto Natale considera que si bien la mayor
idoneidad de otra va judicial para descartar el amparo podra considerarse como una
novedad de la reforma de 1994, debe tomarse en consideracin el criterio reiterado de
la Corte Suprema que ha establecido la admisibilidad de la accin de amparo siempre
que aparezca de manera clara y manifiesta la restriccin de uno de los derechos funda-
mentales, as como el dao grave e irreparable que causara la remisin del conoci-
miento de la cuestin a los procedimientos judiciales o administrativos y por ello sos-
tiene dicho autor, que no existe nada nuevo bajo el sol (86).
67. An cuando no tenemos los suficientes conocimientos del derecho amparo
argentino que nos permitieran opinar con fundamento sobre el carcter de este instru-
mento en la regulacin establecida en el nuevo artculo 43 de la Constitucin Nacional
de Argentina, apoyndonos en la experiencia respecto del amparo mexicano, nos atre-
vemos a sugerir que si partimos de la situacin anterior a dicha reforma constitucional,
deben tomarse en cuenta dos conceptos que antes no se haban expresado, es decir, en
primer lugar que la accin de amparo se considera rpida y expedita y en segundo
trmino, que es admisible cuando no exista otro medio judicial ms idneo. Adems,
estos dos lineamientos deben combinarse con los anteriores de arbitrariedad o ilega-
lidad manifiesta, para llegar a la conclusin, si apreciamos en su conjunto las opinio-
nes de los ms destacados juristas argentinos, que si bien el amparo no puede conside-
rarse, con posterioridad a la reforma de agosto de 1994, como una accin de carcter
directo que se utilice en sustitucin de los procesos ordinarios, tampoco es posible
sostener que se trata de un medio subsidiario y excepcional, ya que de acuerdo con los
dos elementos que se adicionaron en el mencionado artculo 43 de la Carta Nacional
(ver supra prrafo 59), se podra llegar a afirmar que en la actualidad se ha constituido
como un instrumento procesal extraordinario, por tratarse de un procedimiento rpido
y expedito que slo procede cuando puede utilizarse al afectarse derechos fundamen-
tales con ilegalidad o arbitrariedad manifiesta (87), y siempre que no exista un medio
judicial ms idneo, lo que significa que en cada caso concreto el juez debe examinar
si se presentan estos requisitos para admitir el amparo, pues de lo contrario, el afectado
debe utilizar otras vas procesales, a no ser que stas (lo que les privara de su idonei-
dad) pongan en grave riesgo la proteccin del derecho fundamental violado, como lo
sostuvo la jurisprudencia.
(85) Amparo, Hbeas Data y Hbeas Corpus en la reforma de 1994, cit. supra nota 79, pgs.
434-479.
(86) Comentarios sobre la Constitucin, cit. supra nota 79, pg. 63.
(87) Estos elementos de ilegalidad o arbitrariedad manifiesta son analizados con profundidad
por Sags, Nstor Pedro, La accin de amparo, cit. supra nota 56, pgs. 117-147.
521
HCTOR FIX ZAMUDIO
68. En otros dos sectores se han superado las limitaciones de la ley 16,986. Debe
recordarse que dicho ordenamiento slo dispona que la accin de amparo poda inter-
ponerse respecto de la conducta de autoridades pblicas, por lo que fue necesario
acudir al procedimiento sumarsimo del Cdigo Procesal y Comercial de la Nacin de
l967, para regular el derecho de amparo contra de actos de particulares (grupos de
presin), introducido por la jurisprudencia en el caso Kot (ver supra prrafo 29). El
actual artculo 43 de la Carta Fundamental de Argentina establece en forma expresa la
procedencia de la accin de amparo contra la conducta de particulares.
69. Por otra parte, la mencionada ley nacional expedida en 1966 por el entonces
gobierno militar, estableci la inadmisibilidad del amparo cuando la invalidez del acto
requiriese de la declaracin de la inconstitucionalidad de leyes, decretos u ordenanzas
(artculo 2, inciso d) (ver supra prrafo 43). El eminente constitucionalista Germn J.
Bidart Campos sostuvo acertadamente que deba modificarse la mencionada limita-
cin de la citada ley 18.986, en virtud de la obligacin de todo juez de preferir la Carta
Fundamental sobre las leyes ordinarias por lo que se debera desaplicar de oficio toda
disposicin legislativa inconstitucional en la cual se apoyara el acto controvertido,
inclusive al tramitarse la accin de amparo (88). Al respecto la jurisprudencia de la
Corte Suprema atenu dicha restriccin, particularmente en el caso Outon, Carlos J. y
otros, resuelto el 29 de marzo de 1967, en el cual no slo modific la jurisprudencia
tradicional anterior a la mencionada ley 18,986, que haba estimado que no proceda la
declaracin de inconstitucionalidad en un proceso de amparo, sino que contra lo dis-
puesto por disposicin expresa de dicho ordenamiento, el Alto Tribunal concedi el
amparo y declar la inconstitucionalidad de una norma general que el promovente
consider constitutiva de un acto lesivo. Este criterio jurisprudencial fue reafirmado
en el caso Empresa Mate Larangueira Mndez, S.A. y otros, resuelto el 7 de diciembre
del mismo ao de 1967. Con alguna variable, esta tesis fue reiterada en otros casos
planteados en 1973 y 1984 (89). De acuerdo con el artculo 43, primer prrafo, de la
Carta Argentina, no existe duda de que se puede declarar la inconstitucionalidad de la
ley en que se fundamenta el acto que se impugna en amparo.
70. El primer prrafo del mencionado artculo 43 de la Constitucin Nacional
argentina reconoce con claridad que los derechos fundamentales protegidos no slo
son aquellos consagrados en la misma Carta Fundamental sino tambin en un tratado
y en una ley, con lo cual consagra de manera expresa la tendencia que observa recien-
temente en los ordenamientos constitucionales latinoamericanos de establecer la pre-
eminencia del derecho internacional de los derechos humanos en el mbito interno, con
mayor razn cuando se confiere a los derechos establecidos en algunos tratados el
(88) Rgimen legal y jurisprudencial del amparo, cit. supra nota 67, pgs. 127-136.
(89)Cfr. Bidart Campos, Germn J., op. ult. cit., pgs. 147-152; Lazzarini, Jos Luis, El juicio
de amparo, cit. supra nota 31, pgs. 85-90.
522
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
Podrn interponer esta accin (de amparo) contra cualquier forma de discrimina-
cin y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la competencia, al
usuario y al consumidor, as como a los derechos de incidencia colectiva en gene-
ral, el afectado, el Defensor del Pueblo y las asociaciones que propendan a estos
fines, registradas conforme a la ley, la que determinar los requisitos y formas de
su organizacin.
72. Con excepcin del derecho de no discriminacin (93), los dems a que se refiere
este precepto corresponden a los que se han denominado intereses (con mayor preci-
(90) Cfr. Fix-Zamudio, Hctor, El derecho internacional de los derechos humanos en las
tema Interamericano. El Pacto de San Jos, Costa Rica, Buenos Aires, Ediar, 1993, pgs. 191-192.
(92) As lo califican Seisdedos, Felipe, Amparo, hbeas data y hbeas corpus en la reforma de
1994, cit. supra nota 79, pgs. 440-443; y Gozani, Osvaldo Alfredo, El derecho de amparo, cit.
supra nota 78, pgs. 154-156.
(93) Para Natale, Alberto, Comentarios sobre la Constitucin, cit. supra nota 79, pgs. 66-67,
523
HCTOR FIX ZAMUDIO
(94) Cfr. Fix-Zamudio, Hctor, Ochenta aos de evolucin del juicio de amparo mexicano,
mismo se encuentra reglamentada por la 4717 de 27 de junio de 1965, dispone: Cualquier ciudada-
no es parte legtima para proponer la accin popular que pretende anular un acto lesivo para el
patrimonio pblico o de una entidad en que el Estado participe, para la moralidad administrativa,
para el medio ambiente o para el patrimonio artstico y cultural, quedando el actor, salvo mala fe
comprobada, exento de las costas judiciales y de las de carcter procesal.
(98) Dicho artculo 88 establece: La ley regular las acciones populares para la proteccin de
524
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
(99) Cfr. Gozani, Osvaldo Alfredo, El derecho de amparo, cit. supra nota 79, pgs. 274-275.
(100) Cfr. Garca Morelos, Gumersindo, El amparo hbeas corpus, cit. supra nota 71, pgs.
163-169.
525
HCTOR FIX ZAMUDIO
X. EL HBEAS DATA
79. En las reformas constitucionales de 1994 al artculo 43 de la Constitucin
Argentina, se introdujo este instrumento tutelar del derecho a la libertad de informa-
cin, que en otros ordenamientos latinoamericanos se conoce con la denominacin de
hbeas data, y as lo califica tambin la doctrina argentina, pero que en el citado pre-
cepto fundamental se integra al derecho de amparo. En efecto, el prrafo establece:
Toda persona podr interponer esta accin (de amparo) para tomar conocimiento
de los datos a ella referidos y de su finalidad, que consten en registros o bancos de
datos pblicos, o de los privados destinados a proveer informes, y en caso de
falsedad o discriminacin para exigir la supresin, rectificacin, confidencialidad
o actualizacin de aqullos. No podr afectarse el secreto de las fuentes de infor-
macin periodstica.
80. Este instrumento fue introducido con el nombre de hbeas data en el artcu-
lo 5, fraccin LXXXII de la Constitucin Federal brasilea de 1988, y procede para
lograr el conocimiento de informaciones relativas al promovente y que consten en
registros o bancos de datos pertenecientes a entidades gubernamentales de carcter
526
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
(101) Cfr. Othon Sidou, J. M., Las nuevas figuras del Derecho Constitucional brasileo manda-
do de injuno y hbeas data, trad. de Hctor Fix-Zamudio, en Boletn Mexicano de Derecho Com-
parado, Nm. 70, enero-abril de 1991, pgs. 169-187; Da Silva, Jos Afonso, Mandado de injuno
e habeas data, So Paulo, Editora Revista dos Tribunais, 1989.
(102) Cfr. Ortecho Villena, Vctor Julio, Jurisdiccin constitucional. Procesos constituciona-
les, Trujillo, 1996, Per, Fondo Editorial de la Universidad Antenor Orrego Trujillo, pgs. 191-206;
Rodrguez Domnguez, Elvito A., Derecho Procesal Constitucional, Lima, Grijley, pgs. 151-165;
Abad Yupanqui, Samuel B., Hbeas data y conflictos entre rganos constitucionales. Dos nuevos
procesos constitucionales, en La Constitucin de 1993. Anlisis y comentarios, I, Comisin Andina
de Juristas, 1994, pgs. 265-272.
(103) Cfr. Salgado Pesantes, Hernn, La jurisdiccin constitucional en el Ecuador, en la obra
coordinada por Domingo Garca Belaunde y Francisco Fernndez Segado, La jurisdiccin constitu-
cional en Iberoamrica, Madrid, Dykinson, 1997, pgs. 586-587.
(104) Cfr. Ekmekdjian, Miguel Angel y Pizzolo, Calogero, hijo, Hbeas data. El derecho a la
intimidad frente a la revolucin informtica, Buenos Aires, Depalma, 1996, pgs. 99-115; Sags,
Nstor Pedro, La accin de amparo, cit. supra nota 56, pgs. 663-668; Seisdedos, Felipe, Amparo,
hbeas data y hbeas corpus en la reforma de l994, cit. supra nota 79, pgs. 445-448; Bidart Cam-
pos, Germn, J. Manual de la Constitucin reformada, cit. supra nota 79, Tomo II, pgs. 387-404;
Gozani, Osvaldo Alfredo, El derecho de amparo, cit. supra nota 78, pgs. 223-258.
527
HCTOR FIX ZAMUDIO
528
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
Carta peruana de 1993, establecen que: los tratados relativos a los derechos humanos
deben ser aprobados por el Congreso antes su ratificacin por el presidente de la
Repblica y que cuando afecten disposiciones constitucionales, deben ser aproba-
das por el mismo procedimiento que rige la reforma de la Constitucin. Un sector la
doctrina considera como un retroceso la supresin el mencionado artculo 105 de la
Constitucin anterior de 1979 y su sustitucin por los tres prrafos citados (107).
85. La evolucin hasta llegar a la citada reforma argentina de 1994 fue muy pau-
latina. En este sentido los artculos 3 de la Constitucin de Ecuador (1978) y 4 de la
de Panam (1972-1983), disponen que dichos pases reconocen y acatan las normas y
los principios de derecho internacional. A su vez, los artculos 18 de la Constitucin de
Honduras (1982) y 144 de El Salvador (1983), establecen que en caso de conflicto
entre un tratado internacional y la ley ordinaria interna, prevalecer el tratado (pero no
respecto de la ley fundamental). Asimismo, el prrafo primero del artculo 7 de la
Constitucin de Costa Rica de 1949, precepta: Los tratados pblicos, los convenios
internacionales y los concordatos debidamente aprobados por la Asamblea Legislativa
tendrn desde su promulgacin o del da que ellos designen, autoridad superior a las
leyes.
86. Por lo que respecta al reconocimiento de la jerarqua de los tratados interna-
cionales de derechos humanos, el desarrollo ha sido ms acelerado, si tomamos en
cuenta que el artculo 5 de la Constitucin chilena de 1980, tal como fue reformada
por plebiscito de 30 de julio de 1989: El ejercicio de la soberana reconoce como
limitacin el respeto de los derechos esenciales que emanan de la naturaleza huma-
na. Es deber de los rganos del Estado respetar y promover tales derechos garantiza-
dos por esta Constitucin, as como en los tratados internacionales ratificados por
Chile y que se encuentran vigentes. Una situacin similar a la anterior se advierte
claramente en el artculo 5 de la Carta Federal brasilea, precepto que enumera un
amplio catlogo de derechos fundamentales as como sus garantas procesales y que
en sus incisos finales, 1 y 2 dispone: Las normas definidoras de los derechos y
garantas fundamentales son de aplicacin inmediata y los derechos y garantas con-
sagrados en esta Constitucin no excluyen otros derivados del rgimen y de los prin-
cipios por ella adoptados, o de los tratados internacionales en que sea parte la Rep-
blica Federativa del Brasil (108).
(107) Cfr. Comisin Andina de Juristas, Del Golpe de Estado a la nueva Constitucin, Lima,
529
HCTOR FIX ZAMUDIO
87. A este respecto tambin debe hacerse referencia a la reforma a la Carta de Costa
Rica de 1949, por Decreto promulgado el 18 de agosto de 1989, que modific los artcu-
los 10 y 18 constitucionales. El primero de los citados preceptos cre una Sala Consti-
tucional en la Corte Suprema de Justicia y el segundo establece que:
(109) Cfr. Hernndez Valle, Rubn, La tutela de los derechos fundamentales, San Jos, Costa
530
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
531
HCTOR FIX ZAMUDIO
XII. CONCLUSIONES
95. De acuerdo con las breves reflexiones anteriores, podemos llegar a las si-
guientes conclusiones:
96. Primera. La reforma constitucional argentina de agosto de 1994 a la Carta
Nacional de 1853-1860, que haba sufrido pocas modificaciones importantes durante
los largos aos de su vigencia, signific una transformacin sustancial en varios de sus
aspectos. Por lo que respecta a la regulacin de los instrumentos procesales de protec-
cin de los derechos humanos, se introdujeron innovaciones significativas, que son el
resultado de una evolucin paulatina que se inici en la segunda dcada de este siglo,
en relacin con los mecanismos clsicos de tutela de los propios derechos humanos, o
sean, los derechos de amparo y de hbeas corpus.
97. Segunda. Tanto el amparo como el hbeas corpus fueron objeto de regulacin
en las Constituciones y leyes provinciales, si se toma en cuenta que el derecho de
amparo se introdujo en la Carta de la Provincia de Santa Fe en el ao de l921, y fue
objeto de un desarrollo creciente en dichos ordenamientos provinciales, como instru-
mento para tutelar los derechos fundamentales, ya sea conjunta o separadamente con
el hbeas corpus, este ltimo como instrumento especfico para la proteccin de la
libertad y la integridad personales. En el mbito nacional, se hicieron diversos intentos
para consagrar los derechos de amparo y de hbeas corpus en la Constitucin Nacio-
nal, an cuando el propio hbeas corpus fue introducido en las reformas de 1949 du-
rante el primer gobierno peronista, ste que fue derrocado por la sublevacin militar de
(110) Cfr. Sags, Nstor Pedro, La Constitucin de la Nacin Argentina. Texto segn la refor-
ma de 1994, Buenos Aires, Astrea, 1994, pgs. 71-72; Natale, Alberto, Comentario sobre la Consti-
tucin, pgs. 99-107; Bidart Campos, Germn, J., Manual de la Constitucin reformada, tomo II,
pgs. 405-425; Castorina de Tarquini, Mara Celia, Supremaca de la Constitucin. El nuevo orden,
en la obra Derecho Constitucional de la reforma de 1994, tomo I, pgs. 155-174, las tres citadas en
la nota 79.
532
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
533
HCTOR FIX ZAMUDIO
privacin de la libertad, y el efectivo derecho de opcin (de salir del territorio nacional)
que otorga al detenido la ltima parte del artculo 23 constitucional. Tambin se confiere
al juez del hbeas corpus la atribucin de declarar de oficio la inconstitucionalidad en el
caso concreto, cuando la limitacin de la libertad se efectuase por orden escrita de una
autoridad que acte en virtud de un precepto legal contrario a la Constitucin Nacional.
100. Quinta. Toda la evolucin anterior, con sus avances y retrocesos sirvi de
apoyo a la reforma constitucional de agosto de 1994, que en su nuevo artculo 43, tuvo
en cuenta la lucha por elevar a nivel fundamental el derecho de amparo y lo consagr
de manera amplia y con innovaciones muy significativas. De manera muy sinttica se
puede destacar que dicho precepto regula con el nombre genrico de accin de ampa-
ro, varios instrumentos protectores de los derechos fundamentales, que incluye, por
supuesto el amparo propiamente dicho. En primer lugar se regula el amparo tradicio-
nal para la tutela de los derechos fundamentales. Este instrumento se considera como
un procedimiento expedito y rpido, que puede interponerse cuando no exista otro
medio judicial ms idneo, contra todo acto u omisin de autoridades pblicas o de
particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o amenace, con
arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantas reconocidos por la Constitu-
cin, un tratado o una ley, y al juez se le confiere la facultad de declarar la
inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisin lesivo. En estas con-
diciones podemos afirmar que el amparo en sentido estricto, adems de incorporar los
avances de la jurisprudencia anterior a la Ley Nacional de Amparo de 1966, que tiene
varios aspectos restrictivos, admite la procedencia de este instrumento contra actos de
particulares (grupos de presin), y de manera expresa confiere al juzgador el poder
de declarar la inconstitucionalidad de las disposiciones legislativas en que se funde el
acto o la omisin lesivo. Adems, si bien conserva el amparo las caractersticas de la
arbitrariedad o ilegalidad manifiesta de la conducta del infractor, limita la va paralela
exclusivamente a otro medio judicial (con lo cual se suprime la administrativa), pero se
exige que el proceso sea ms idneo, con lo cual si bien este instrumento tutelar debe
considerarse todava subsidiario, no puede calificarse actualmente como excepcional
o inclusive heroico, sino que puede considerarse slo como extraordinario.
101. Sexta. Al lado del instrumento tradicional antes mencionado se establece
una modalidad que puede calificarse de amparo colectivo, que procede contra cual-
quier forma de discriminacin y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente,
a la competencia, al usuario y al consumidor, as como derechos de incidencia colecti-
va en general y que pueden promover el afectado, el Defensor del Pueblo y las asocia-
ciones que propendan a estos fines, registradas conforme a la ley. La mayora de estos
derechos han sido calificados como intereses difusos, pues corresponden a grupos
indeterminados de personas.
102. Sptima. Dentro del concepto genrico de la accin de amparo se comprende
en el mencionado artculo 43 de la Carta Nacional de Argentina, al hbeas corpus como
medio de tutela de la libertad e integridad personal, con la extensin que confiri a este
534
LA PROTECCIN PROCESAL DE LOS DD. HH. EN LA REFORMA CONSTITUCIONAL ARGENTINA
instrumento la ley nacional de 1984 citada con anterioridad, ya que considera admisible
este instrumento inclusive durante el Estado de sitio, pero adems incluye el concepto
de la desaparicin forzada de personas, que se practic con intensidad durante la
dictadura militar, y que ha sido objeto de regulacin internacional, especialmente en la
Convencin Interamericana sobre Desaparicin Forzada de Personas aprobada el 9 de
junio de 1994 y que entr en vigor el 29 de marzo de l996.
103. Octava. Finalmente, tambin dentro de la denominacin general de la accin
de amparo, la reforma de agosto de 1994, consagr en el artculo 43 constitucional la
institucin denominada habeas data, de acuerdo con el modelo establecido en la
Constitucin Federal brasilea de l988, y que despus fue adoptada por las Constitu-
ciones de Paraguay de 1992, del Per de 1993 y de Ecuador en la reforma de 1996. En
todos estos ordenamientos el hbeas data tiene por objeto esencial lograr el equilibrio
entre aspectos importantes del derecho a la intimidad frente al derecho a la informa-
cin, al otorgar a los afectados la facultad de acudir al juez (en el caso de Argentina, al
competente para tramitar el amparo) para conocer los datos que consten en bancos
pblicos y ciertos casos, tambin privados, para que en caso de falsedad o discrimina-
cin exigir la supresin, rectificacin, confidencialidad o actualizacin de los propios
datos. En el citado precepto se dispone que con el ejercicio de este medio procesal no
podr afectarse el secreto de las fuentes de informacin periodstica.
104. Novena. Finalmente debe tomarse en consideracin que el artculo 75 (sobre
las facultades legislativas del Congreso Nacional) inciso 22, de la Carta Nacional ar-
gentina, se reconoce la jerarqua constitucional de ciertos tratados internacionales de
derechos humanos, y la posibilidad de otorgar ese nivel a otros instrumentos que sean
aprobados por mayora de dos tercios de la totalidad de los integrantes del Congreso
Nacional, lo que es de gran importancia en cuanto a la amplitud protectora del derecho
de amparo, ya que expresamente ste procede para tutelar los derechos establecidos en
los instrumentos internacionales.
535
JOS F. PALOMINO MANCHEGO / GERARDO ETO CRUZ
536
PRINCIPIOS, DERECHOS Y GARANTAS: PROBLEMAS ESCOGIDOS
I. INDICACIONES GENERALES
Tema vivo y de alto significado para el operador-intrprete constituyen los dere-
chos humanos y las diversas acepciones que indistintamente suelen emplearse, confor-
me aludiremos ms adelante. De ah que los derechos humanos, por mor, materia rica y
vasta, cada da van adquiriendo fuerza y solidez, por las mismas exigencias de parte de
(* ) El presente texto forma parte del captulo III del Mdulo de Derecho Constitucional,
Academia de la Magistratura, Lima, 2001, pgs. 22-32, que se prepar en nuestra condicin de
Profesor Principal. Para su elaboracin se cont con el valioso apoyo de los profesores que integran
la plana docente de la Academia, a saber: Carlos Mesa Ramrez, Edgar Carpio Marcos, Eloy
Espinosa-Saldaa Barrera, Enrique Pestana Uribe, Ernesto Alvarez Miranda, Jorge Melndez Senz,
Juan Morn Urbina, Luis Otrola Pearanda, Luis Senz Dvalos, Mijail Mendoza Escalante, Susana
Castaeda Otsu, Ivn Sequeiros Vargas, Ricardo Herrera Vsquez, Cristian Guzmn Napur, Enrique
Angulo Paulett, Vctor Ticona Postigo, Magdiel Gonzles Ojeda, Luis Manuel Snchez Fernndez,
Enrique Mendoza Ramrez, David Dumet Delfn, Carlos Hakansson Nieto, Vctor Rodrguez Buitrn,
Fausto Salinas Lovn y Miriam Pinares Silva.
537
JOS F. PALOMINO MANCHEGO / GERARDO ETO CRUZ
los individuos frente a las violaciones o amenazas de los detentadores del poder. As
tambin, toda Constitucin posee en su interior determinadas categoras jurdicas o
expresiones normativas, caracterizadas por cumplir un rol o funcin determinada. Las
ms importantes segn lo asume tradicionalmente la doctrina, son tres: a) los princi-
pios, b) los derechos y c) las garantas, cuyo alcance y significado lo desarrollaremos
ms adelante.
Ser la libertad, una especie de pndulo o brjula quien regule en primera lnea a
los derechos humanos, en la inteligencia que la libertad significa autorrealizacin y
logro personal. Es ms, la libertad se expresa como una esfera sagrada que no permite
interferencias y reduce a polvo las concesiones arbitrarias. En tal sentido, se habla de
a) Libertad negativa, que apunta a la independencia de la interferencia, como es por
ejemplo, la libertad de expresar creencias. Y, b) Libertad positiva, que equivale al
deseo de autogobernarse.
De otro lado, los derechos humanos, en tanto y en cuanto se han ido positivizando
y convertirse semnticamente, en derechos constitucionales o fundamentales, integran
la parte dogmtica de la Constitucin, o tambin denominado Derecho Constitucional
de la libertad.
538
PRINCIPIOS, DERECHOS Y GARANTAS: PROBLEMAS ESCOGIDOS
En efecto, se puede decir que hoy el problema del fundamento de los derechos del
hombre ha tenido su solucin en la Declaracin Universal de los Derechos del
Hombre aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de di-
ciembre de 1948.
A) Fundamento Objetivista
Se expresa en dos aspectos. El primero, referido a la tica material de los valores
cuya fuente de inspiracin es el movimiento fenomenolgico, que surgi como intento
(1) Cfr. Norberto Bobbio: Sobre el fundamento de los derechos del hombre, en su libro El
problema de la guerra y las vas de la paz, 2. edicin, Gedisa Editorial, Barcelona, 1992, pg. 128.
(2) Cfr. Benito de Castro Cid: La fundamentacin de los derechos humanos. Reflexiones
incidentales, en AA.VV., El fundamento de los derechos humanos, Editorial Debate, S.A., Madrid,
1989, pgs. 119 y sgtes.
(3) Cfr. Antonio-Enrique Prez Luo: Derechos humanos, Estado de Derecho y Constitu-
cin, 6. edicin, Editorial Tecnos, S.A., Madrid, 1999, pgs. 132-184.
539
JOS F. PALOMINO MANCHEGO / GERARDO ETO CRUZ
de superar el riguroso formalismo atribuido a la ley moral kantiana. Segn este enfoque,
el orden objetivo y jerrquico de valores no puede ser conocido a travs de la razn,
sino aprehendido por el sentimiento y la intuicin de su evidencia. El segundo aspecto
est referido al objetivismo ontolgico cristiano, que nace con el propsito de recupe-
rar el nexo entre el ser y el valor.
B) Fundamento Subjetivista
Apunta a la reivindicacin del primado de la libertad individual como fundamento
de los valores tico-polticos. Es una suerte de salvacin del ser humano, del ser indi-
vidual, dirigida segn Karl Popper, a la defensa de la sociedad democrtica, abierta y
pluralista.
C) Fundamento Intersubjetivista
Se empea en concebir los derechos humanos como valores intrnsecamente co-
municables, es decir, como categoras que por expresar necesidades histricas y socia-
les compartidas permiten suscitar un consenso generalizado sobre su justificacin.
D) Otras fundamentaciones
D.1)Fundamentacin Iusnaturalista
Consiste en la consideracin de los derechos humanos como derechos naturales.
El iusnaturalismo surge de las inquietudes de los primeros pensadores griegos: Pitgoras,
Parmnides y Herclito. Los sofistas, por ejemplo, proclamaban que la libertad de
todos los hombres era una creacin directa de la divinidad, por ello mismo, la natura-
leza no haba hecho a nadie esclavo. Pero fue, en realidad, Aristteles, llamado el
padre del Derecho Natural, quien plante ms desagregadamente esa idea. La ley natu-
ral se origina en lo justo por naturaleza, es universal e inmutable. La ley positiva nace
de la voluntad del legislador y debe ser la expresin de la ley natural. Posteriormente,
el iusnaturalismo se hace presente en el pensamiento jurdico romano (Marco Aurelio,
Cicern, Ulpiano y Gayo) y en la filosofa cristiana. Esta ltima es muy importante
porque ser la fuente moderna del Derecho Natural.
Son seis pensadores, en distintos tiempos, los que fundan la Escuela moderna del
Derecho Natural: Francisco Surez, Hugo Grocio, Bartolom de las Casas, Thomas
Hobbes, John Locke y John Stuart Mill. Como ha descrito Norberto Bobbio, el
iusnaturalismo es aquella corriente que admite la distincin entre el Derecho Natural y
el Derecho Positivo, y sostiene la supremaca del primero sobre el segundo.
En consecuencia:
a) El origen de los derechos naturales no es del Derecho Positivo, sino un tipo de
orden jurdico distinto al Derecho Positivo: el orden jurdico natural.
540
PRINCIPIOS, DERECHOS Y GARANTAS: PROBLEMAS ESCOGIDOS
D.2)Fundamentacin Historicista
Considera a los derechos humanos como derechos histricos. Es bien sabido que
el historicismo es, propiamente dicho, una Escuela filosfica del Derecho, llamada
con ms propiedad Escuela Histrica del Derecho. Su principal argumento puede ser
definido en pocas palabras: a la razn o al Derecho Natural se opone la historia. Los
derechos humanos manifiestan los derechos variables y relativos a cada contexto his-
trico que tiene el hombre y mantiene de acuerdo con el desarrollo de la sociedad.
Las diferencias con la fundamentacin iusnaturalista son claras:
a) En lugar de derechos naturales, universales y absolutos, se habla de derechos
histricos, variables y relativos.
b) En lugar de hechos anteriores y superiores a la sociedad, se habla de derechos de
origen social (en cuanto que son resultado de la evolucin de la sociedad).
541
JOS F. PALOMINO MANCHEGO / GERARDO ETO CRUZ
a) Derechos humanos
Es un trmino emotivo, al decir de Gregorio Peces-Barba, que suscita siempre
sentimientos y que se usa en la accin social y poltica con mucha frecuencia. Esta
categora se emplea desde el mbito internacional, mediante documentos tales como
los convenios, los pactos, los protocolos, los tratados y las convenciones. Con ello se
demuestra que tiene un enfoque supranacional. Por ejemplo, la Declaracin Universal
de los Derechos Humanos (1948) y los Pactos de Naciones Unidas (1966) desarrollan
su contenido sobre la base de la acepcin de los derechos humanos, que por lo dems,
constituye el gnero de todas las categoras que siguen a continuacin.
(4) Cfr. Antonio-Enrique Prez Luo: Derechos humanos, Estado de Derecho y Constitu-
cin, citado, pgs. 21-51.
(5) Cfr. Eusebio Fernndez: Teora de la justicia y derechos humanos, primera reimpresin,
Editorial Debate S.A., Madrid, 1987.
542
PRINCIPIOS, DERECHOS Y GARANTAS: PROBLEMAS ESCOGIDOS
nal o interno, y no supranacional, como son los derechos humanos. La acepcin dere-
chos fundamentales (droits fondamentaux) que se gesta en pleno movimiento poltico
y cultural en Francia hacia 1770, tambin se emplea para referirse a los derechos cons-
titucionales. Adquiri auge en Alemania en la Ley Fundamental de Bonn de 1949, con
el nombre de Grundrechte mediante el cual se articula el sistema de relaciones entre el
individuo y el Estado, en cuanto fundamento de todo el orden jurdico poltico. Por
ejemplo, la Constitucin de Per de 1993 lo primero que hace, al igual que la de 1979,
es enunciar la voz derechos fundamentales en el Ttulo I.
c) Libertades pblicas
En Francia se emplea el trmino libertades pblicas (liberts publiques). La tradi-
cin toma cuerpo en el artculo 9 de la Constitucin de 1793, pero en singular: libertad
pblica, y luego se consagra dicha terminologa como plural, tal como hoy en da se le
conoce (tanto en la IV como en la V Repblica), a partir del artculo 25 de la Constitu-
cin del II Imperio de 1852. Se trata de una categora cuyo significado, a diferencia de
los derechos humanos, es estrecha y limitada, y requiere para su ejercicio la interven-
cin del Estado sobre determinados derechos. As tenemos que el derecho a la vida o el
derecho a la propiedad, o los derechos sociales, no pueden ser libertades pblicas, ya
que las libertades pblicas constituyen un determinado tipo de libertades, y para su
ejercicio requiere la intervencin del Estado, como son la libertad de asociacin, la
libertad de reunin, de sindicacin y de prensa.
543
JOS F. PALOMINO MANCHEGO / GERARDO ETO CRUZ
e) Derechos naturales
La expresin derechos naturales (elaborado por la doctrina del iusnaturalismo
racionalista) mantiene una tradicin histrica, son derechos previos al poder y al Dere-
cho positivo, y como tales anteriores a la existencia del Estado (Harold Laski). Y se
conciben por la razn de la naturaleza humana. El Derecho Natural contemporneo le
ha dado otra denominacin, a saber, derechos morales, tal como lo proclama Ronald
Dworkin, y bastante familiar en el pensamiento anglosajn, y entendidos como el re-
sultado de la doble vertiente tica y jurdica.
f) Garantas constitucionales
Se configuran como los instrumentos de naturaleza procesal consagrados con el
objeto de proteger o de tutelar de manera efectiva los dispositivos contenidos en la
Constitucin. Segn Hctor Fix-Zamudio, son los procesos o remedios constituciona-
les que sirven como medios de defensa para curar males patolgicos. As, las garantas
constitucionales o jurisdiccionales son herramientas que utiliza el ser humano para
defenderse de una amenaza o violacin. Citemos como muestra ilustrativa dos: la Ac-
cin de Habeas Corpus y la Accin de Amparo.
(6) Cfr. Eduardo Garca de Enterra: Sobre los derechos pblicos subjetivos, en Revista
Espaola de Derecho Administrativo, N 6, Madrid, 1975, pgs. 427-446.
544
PRINCIPIOS, DERECHOS Y GARANTAS: PROBLEMAS ESCOGIDOS
g) Principios constitucionales
Representan la expresin jurdica del conjunto de valoraciones sociales que el
Poder Constituyente recepciona de la voluntad popular al momento de construir o
elaborar un determinado texto constitucional. Contra lo que se suele pensar, no son los
principios, ideas retricas, sino verdaderos ncleos de valoracin material y frmulas
verbales, con implicancias generales. En otras palabras, constituyen decisiones funda-
mentales que imprimen una orientacin determinada a la que aspira el Estado y la
sociedad.
Por lo general los principios cumplen un doble papel: vertebrador y
fundamentador. Mientras que por el primero articulan o dotan de coherencia a la tota-
lidad de disposiciones constitucionales, por el segundo presiden cualquier proceso
interpretativo obligando al intrprete a orientar su razonamiento en direccin a lo que
aquellos pretende significar.
El doble papel cumplido por los principios permite afirmar que los mismos ocu-
pan la primera de las jerarquas o niveles al interior de la estructura constitucional. De
suerte que as como en el sistema positivo, la Constitucin prevalece sobre la ley, esta
sobre el decreto y as sucesivamente, al interior de la norma constitucional. Tambin se
predica la existencia de prelaciones, siendo la primera de ellas los principios. De ah
que su campo de accin es el ordenamiento jurdico.
En conclusin, el Derecho, como cualquier conocimiento o disciplina, requiere
de un lenguaje coherente que posibilite el uso de trminos jurdicos de amplia acepta-
cin en los crculos acadmicos. En el campo de los derechos humanos estas precisio-
nes son necesarias, especialmente cuando nos conducen a la comprensin de sus fun-
damentos.
(7) Cfr. Luciano Parejo Alfonso: El contenido esencial de los derechos fundamentales en la
jurisprudencia constitucional. A propsito de la sentencia del Tribunal Constitucional del 8 de abril
de 1981, en Revista Espaola de Derecho Constitucional, Vol. 1, N 3, Madrid, 1981.
545
JOS F. PALOMINO MANCHEGO / GERARDO ETO CRUZ
Lmites inmediatamente derivados de la Constitucin Limitacin del derecho de reunin por el riesgo fundado
o que sta establece en s misma. de alteracin del orden pblico con peligro para perso-
nas o bienes. (Art. 21.1)
Lmites mediata o inmediatamente derivados de la El artculo 20.4 de la Constitucin dispone que los
Constitucin por la necesidad de preservar o prote- derechos y libertades reconocidos en el nmero 1
ger otros derechos fundamentales. del propio artculo, tienen su lmite en el respeto de
los derechos reconocidos en este ttulo, en los pre-
ceptos de las leyes que lo desarrollen.
(8) Cfr. Antonio-Enrique Prez Luo: Derechos humanos, Estado de Derecho y Constitu-
cin, citado, pgs. 312 y sgts. Ms reciente, Luciano Parejo Alfonso: Constitucin, Municipio y
Garanta Institucional, 2. edicin, Editorial Grijley, Lima, 2000. Antecede Prlogo de Domingo
Garca Belaunde y Eplogo de Jos F. Palomino Manchego.
546
PRINCIPIOS, DERECHOS Y GARANTAS: PROBLEMAS ESCOGIDOS
(9) Cfr. Francisco Fernndez Segado: La dogmtica de los derechos humanos, Ediciones
Jurdicas, Lima, 1994, pgs. 100 y sgts. Antecede Estudio Preliminar de Jos F. Palomino Manchego.
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PRINCIPIOS, DERECHOS Y GARANTAS: PROBLEMAS ESCOGIDOS
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PRINCIPIOS, DERECHOS Y GARANTAS: PROBLEMAS ESCOGIDOS
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CSAR LANDA ARROYO
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BALANCE DE LA REFORMA JUDICIAL DEL PER, A LA LUZ DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
El gasto en la justicia.
Es el segundo
deber del soberano.
I. PRESENTACIN
Desde hace varios aos, el gobierno del Per ha venido llevando a cabo una inten-
sa campaa de preparacin para una reforma judicial en el Per, con todo el apoyo
tcnico y financiero de gobiernos y organismos de prstamo multilaterales; sin embar-
go, en el primer semestre de 1998, se produjo la renuncia de los magistrados del Con-
sejo Nacional de la Magistratura, posteriormente el Banco Mundial decidi suspender
su apoyo de 22.5 millones de dlares, as como los responsables de la reforma judicial
renunciaron progresivamente.
Resulta un hecho sorprendente que el gobierno del Per, contando con todos los
factores y presupuestos a su favor para la implementacin de una reforma judicial,
despus de varios aos de estudios y preparacin se haya quedado en el partidor. A
qu se debe el retiro de la confianza de los magistrados del Consejo Nacional de la
553
CSAR LANDA ARROYO
(1) Karl Loewenstein, Verfassungslehre, J.C.B. Mohr (Paul Siebeck), Tbingen, 1959, pgs.
335 y sgts.; asimismo, Charles Howard McIlwain, Constitucionalismo antiguo y moderno, CEC,
Madrid, 1991, pgs. 37 y sgts.
(2) Germn J. Bidart Campos, El Derecho Constitucional Humanitario, Ediar, Buenos Aires,
1966, pgs. 11 y sgts.; asimismo, Germn Bidart Campos, Constitucin y democracia en el nuevo
mundo, en Fix Zamudio/Hinestrosa/Bidart/Arciniegas/Uribe/Aman/Bobben/Garca/Tamayo/Gross,
Constitucin y democracia en el nuevo mundo, Universidad Externado de Colombia, 1988, pgs. 27
y sgts.
(3) Informe de la Comisin de Juristas Internacional, Sobre la administracin de justicia en
el Per, IDL, Lima, 1994; Javier de Belaunde y otros, Poder Judicial y democracia, (Diego Garca-
Sayn, editor), CAJ-CIJA, Lima, 1991, pgs. 21-58; Juan Monroy, El Poder Judicial a 10 aos de
vigencia de la Constitucin de 1979, Lima, 1990; Jos Martn Palln, Per: La Independencia del
Poder Judicial, informe para el CIJA-CIJ, Lima, 1989; Luis Psara, Jueces, justicia y poder en el
Per, CEDYS, Lima, 1982, y; Domingo Garca Rada, Memorias de un Juez, Andina, Lima, 1978.
554
BALANCE DE LA REFORMA JUDICIAL DEL PER, A LA LUZ DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
1. Sustitucin de jueces
Dado el diagnstico poltico generalizado del gobierno, con el autogolpe de Esta-
do de 1992, se inicia una primera etapa de la reforma judicial; con la destitucin me-
diante decretos leyes de los magistrados de la Corte Suprema y Cortes Superiores del
Poder Judicial, as como la destitucin de los magistrados del Tribunal de Garantas
Constitucionales y la clausura de este organismo judicial de control del poder, al igual
que otras instituciones democrticas; con el agravante del impedimento legislativo
expreso de interponer acciones de amparo, para revisar judicialmente su situacin.
El gobierno de facto nombr entonces directamente a los nuevos magistrados de
la Corte Suprema y Cortes Superiores; justificndose en la necesidad de reformar la
administracin de justicia, acorde con los objetivos polticos de la reconstruccin na-
cional; que no eran otros que, implementar la economa libre de mercado y luchar
contra el terrorismo, soslayando en la prctica los problemas ms evidentes de corrup-
cin y desde ya la falta de independencia del Poder Judicial, como tambin descono-
ciendo el problema de base: la desproteccin de los derechos ciudadanos. De ah que,
voceros gubernamentales hayan sealado que: la subsistencia del sistema democrti-
co, as como de las importantes reformas econmicas introducidas por el presente
(4) Desde una perspectiva gubernamental, Jos Dellepiani, La reforma judicial en el Per:
una propuesta de modernizacin y reorganizacin del sistema de administracin de justicia, ponen-
cia presentada al Seminario-Taller, Reforma Judicial en el Per: logros y retos. En busca de un plan
de mediano plazo , Academia de la Magistratura, Lima, 12-14 de marzo de 1996, separata; asimis-
mo, Ministerio de Justicia, Foro nuevas perspectivas para la reforma integral de la administracin
de justicia en el Per, auspiciado por el Programa de Naciones unidas para el Desarrollo, Lima,
1994.
(5) Alberto Fujimori, Manifiesto a la Nacin del 5 de abril de 1992, diario La Repblica,
edicin de Lima, 5 de junio de 1992, pg. 5.
555
CSAR LANDA ARROYO
gobierno, ser inviable sin un sistema de administracin de justicia eficiente que res-
ponda a las necesidades de una sociedad moderna.... (6).
De acuerdo con esta ideologa judicial moderna, la mayora oficialista del Con-
greso Constituyente Democrtico, incorpor en la Constitucin de 1993, un conjunto
de viejas y nuevas instituciones judiciales, entre las cuales destacan: Principios judi-
ciales que consagran el debido proceso y la tutela judicial, el control judicial de las
leyes, el reconocimiento de la justicia comunal, la eleccin de los jueces de primera
instancia y de paz. Renovadas instituciones como la Corte Suprema, convertida en
Corte de casacin; el Consejo Nacional de la Magistratura encargado del nombramien-
to y sancin de los magistrados; la Defensora del Pueblo, como entidad autnoma; el
Tribunal Constitucional, como Corte de fallo en materia de derechos fundamentales y
el Jurado Nacional de Elecciones, como Corte electoral, bsicamente. Estas disposi-
ciones constitucionales gozaron en trminos generales de crticas optimistas a favor de
la mejora de la independencia del Poder Judicial (7); en la medida que la desvinculaban
de otras instituciones constitucionales hegemnicas incorporadas, como la reeleccin
presidencial y el reforzamiento de la justicia militar.
En este ltimo entendido, por un lado, la puesta en funcionamiento de estas nue-
vas instituciones y organismos constitucionales se vieron vaciadas de sus contenidos
constitucionales con la legislacin de desarrollo del gobierno; en tanto, se redujeron
las competencias de control y fiscalizacin judicial de organismos como el Tribunal
Constitucional y Defensora del Pueblo, como posteriormente del Consejo Nacional
de la Magistratura. Asimismo, previamente a la implementacin de la nueva Constitu-
cin, en marzo de 1993 el propio gobierno cre un Tribunal de Honor de la Magistra-
tura (8), integrado por destacados juristas, que se encargaron de la revisin de los casos
de los magistrados que haban sido cesados. No obstante, la renovada Corte Suprema
a los dos meses de instalada, abdic ante la justicia militar de su potestad de adminis-
trar justicia, contra un grupo paramilitar del ejrcito, argumentando que el secuestro,
asesinato e incineracin clandestina de los restos mortales de un profesor y nueve
estudiantes de la Universidad La Cantuta, era un delito de funcin y no un asesinato (9).
(6) Ministro de Justicia. Ricardo Santa Gadea, Introduccin, en Ministerio de Justicia, Foro
nuevas perspectivas para la reforma integral de la administracin de justicia en el Per..., op. cit.,
pg. 9.
(7) Francisco Fernndez Segado, El nuevo ordenamiento constitucional del Per. Aproxi-
macin a la Constitucin de 1993, pgs. 49-55, y Javier de Belaunde, Eleccin popular de jueces,
pgs. 209-217, ambos en Lecturas sobre Temas Constitucionales N 10, CAJ, Lima, 1994.
(8) Ver las leyes constitucionales del 12 de marzo y 17 de diciembre de 1993 del Congreso
Constituyente Democrtico, en Domingo Garca Belaunde y Francisco Fernndez Segado, La Cons-
titucin peruana de 1993..., op. cit., pgs. 238 sgts. y 247 s.
(9) APRODEH, De la tierra brot la verdad. Crimen e impunidad en el caso La Cantuta,
Lima, 1994, pgs. 72.
556
BALANCE DE LA REFORMA JUDICIAL DEL PER, A LA LUZ DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
Junto a la abdicacin del Poder Judicial a favor del poder poltico y militar gober-
nantes, en materia directamente jurisdiccional, se puede decir que: por lo general los
procesos judiciales continuaron realizndose con marcados ndices de corrupcin, as
como de una clamorosa falta de respeto a los derechos al debido proceso y a la tutela
judicial de los ciudadanos. De modo que, una Comisin de Juristas extranjeros sin
duda alguna pudo sealar que los efectos prcticos de la reorganizacin del Poder
Judicial y sus instituciones asociadas llevada a cabo por el Presidente Fujimori el 5
de abril de 1992, cuando es juzgada de acuerdo a los estndares aplicables, ha sido
la grave erosin si no la eliminacin de la independencia institucional de la justicia
ordinaria (10).
Per, IDL, Lima, 1994, pgs. 79-86; este informe fue el resultado de un acuerdo de entendimiento
entre el gobierno del Per y de los Estados Unidos, para que una comisin, evaluase las caracters-
ticas ms importantes del sistema judicial peruano y las reformas constitucionales y legales intro-
ducidas.
(11) Human Rights Watch/Americas, Peru, presumption of guilty, human rights violations and
the faceless courts in Peru, Human Rights Watch, ISSN: 1077-6710, Washington 1996, pg. 15.
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CSAR LANDA ARROYO
(12) Manuel Aguirre Roca, Nacimiento, va crucis y muerte del Tribunal Constitucional del
miento Constitucional, Ao IV, N 4, PUCP-MDC, Fondo Editorial, Lima, 1997, pgs. 251 y sgts.
(14) Jos Dellepiane, Reforma y modernizacin del Poder Judicial, Poder Judicial, Lima,
1997, pgs. 23 y sgts.
(15) Entrevista a Francisco Eguiguren, director de la Academia Nacional de la Magistratura, en
el diario Expreso, edicin del 13 de agosto de 1997.
(16) Gorki Gonzles, Jurisdiccin y poder poltico en el Per, manuscrito de Tesis Doctoral,
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BALANCE DE LA REFORMA JUDICIAL DEL PER, A LA LUZ DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
559
CSAR LANDA ARROYO
(20) Ver las opiniones de Robert Mc Lean y Domingo Garca Belaunde, en el conversatorio
Reforma de la administracin de justicia, en Pensamiento Constitucional, Ao V, N. 5, Lima, 1998,
pgs. 185-208.
(21) Revista Debate, Encuesta del Poder, Apoyo, Lima, julio-agosto, 1998, pg. 39; asimismo,
en el diario La Repblica, edicin del 11 de agosto de 1997, se dio a conocer un sondeo de Analistas
y Consultores en el que el 78% de los encuestados no confa en el Poder Judicial, y slo un 13% dio
una respuesta afirmativa.
(22) Roberto Mac Lean, La justicia cuesta abajo. A seis aos de iniciada la reforma judicial los
560
BALANCE DE LA REFORMA JUDICIAL DEL PER, A LA LUZ DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
reforma, lo que tenemos que hacer es cambiar el tema hacia otro mbito, y decir, vamos
a cambiar la justicia en general (23).
Entonces, el balance de la segunda etapa de la reforma judicial, se caracteriza por
haber acentuado la intervencin poltica del gobierno, a travs de la llamada moderni-
zacin y reorganizacin judicial, la misma que fue promovida por el gobierno y soste-
nida por las entidades de crdito como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de
Desarrollo, as como, tambin, alentada por la cooperacin tcnica de los gobiernos de
Estados Unidos, Japn, Reino Unido y, las agencias gubernamentales y multilaterales
de cooperacin como el PNUD y la Unin Europea, no obstante el discurso poltico de
muchas de ellas.
Lamentablemente, todo este magnfico apoyo econmico internacional slo sir-
vi para aceitar la intervencin poltica del gobierno en el Poder Judicial, lo que es
lo mismo decir, para reforzar la dependencia del Poder Judicial a los intereses de la
reeleccin del Presidente Fujimori y de invulnerabilidad judicial de las Fuerzas Arma-
das; lo cual ha llevado a la falta de proteccin de los derechos fundamentales. Desde
entonces, la reforma judicial mantiene ese estado del Poder Judicial, con la agravante
de la prolongacin de la intervencin de las comisiones ejecutivas del gobierno en el
Poder Judicial y en el Ministerio Pblico.
1. Politizacin de la justicia
Durante la dcada de los noventa en el Per se ha vuelto a poner en evidencia en
todo su dramatismo la crisis de la justicia ordinaria, debido a la repercusin en sede
561
CSAR LANDA ARROYO
(24) Domingo Garca Belaunde, Representacin y partidos polticos: el caso del Per, en
samiento Constitucional, Ao V, N5, Lima, 1998, pgs. 200-203; asimismo, ver Csar Landa, In-
dependencia y reforma judicial en el Per, conferencia ofrecida dentro del programa
Rechtsstaatlichkeit, Justiz und Verfassungswirklichkeit in Peru, Jugendzentrum, Nrnberg, 26 de
marzo de 1998, mimeo, pg. 6.
(27) El Comercio, Intervencin en rganos de justicia, en edicin del 23 de noviembre de
U.S. Departament State, Peru country report on human rightss practice for 1998, en www.state.gob/
www/global/ human_rigths/1998_hrp_report/peru .html.
562
BALANCE DE LA REFORMA JUDICIAL DEL PER, A LA LUZ DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
Lima, 1994, pg. 4; Department State, Country report on human rights practices for 1992 y Country
report on human rights practices for 1994, Joint Committee Print, Washington D.C., 1993 y 1995,
respectivamente, pgs. 475 y 482, respectivamente.
(31) APRODEH, I Foro tico jurdico sobre la impunidad, Lima, 1996, pgs. 20 y sgts.
(32) Csar Landa, Lmites constitucionales de la ley de amnista peruana, en Pensamiento
Constitucional, Ao III, N 3, Lima, 1996, op. cit., pgs. 151 y sgts.; asimismo, Ronald Gamarra y
Robert Meza, Ley de amnista (impunidad), Constitucin y derechos humanos, documento de traba-
jo,. IDL, Lima, 1995, 52 pgs.
563
CSAR LANDA ARROYO
(33) El Comercio, Comisin Interamericana expresa preocupacin por violacin a los DD.HH.,
564
BALANCE DE LA REFORMA JUDICIAL DEL PER, A LA LUZ DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
vidual y del pluralismo social y poltico que, por ello, exige un gobierno limitado
basado en la propia Constitucin como higher law (34).
Pero, si bien la justicia nunca ha sido un valor o un proceso aislado de las relaciones
de poder (35), sucede ahora, que debido al deterioro de las estructuras de poder democrti-
co del Estado, tambin se ha informalizado y narcotizado la administracin de justicia. Lo
cual supone, que la funcin jurisdiccional se encuentre sometida a una mayor inestabili-
dad e inseguridad que antao, debido a que los tradicionales poderes pblicos empiezan a
ceder su autoridad a los poderes fcticos, tanto pblicos representados por el poder mili-
tar, como privados, liderados por los medios de comunicacin. De esta manera la
informalizacin del Estado de Derecho tambin se traslada al Poder Judicial, reprodu-
ciendo sus mecanismos de presin y de control en las decisiones judiciales ms impor-
tantes, gracias a la cultura del positivismo jurdico que somete la justicia al poder (36).
1986, pgs. 109 y sgts.; Miguel Garca Herrera, Poder Judicial y Estado social: legalidad y resis-
tencia constitucional, en Perfecto Ibez (editor), Corrupcin y Estado de Derecho. El papel de la
jurisdiccin., Editorial Trotta, Madrid, 1996, pgs. 59 y sgts.; asimismo, Ral Olivera, Corrupcin
en el Poder Judicial y en el Ministerio Pblico, editorial San Marcos, Lima, 1985, pgs. 21 sgts. y
57 sgts.
(36) Steven Spitzer, The dialects of formal and informal control, en Richard Abel (editor),
The politics of informal justice, volume 1, The american experience, Academic Press, London, 1982,
pgs. 167 y sgts.
(37) Luis Mara Dez-Picazo, Notas de Derecho comparado sobre la independencia judicial,
en REDC, Ao 12, N 34, CEC, Madrid, 1992, pgs. 32 y sgts.; asimismo, Roberto Mac Lean,
Rquiem para el espritu del legislador: la cultura de servicio en la administracin de justicia, en El
papel del Derecho Internacional en Amrica. La soberana nacional en la era de la integracin
regional..., op. cit., pgs. 335-340.
565
CSAR LANDA ARROYO
(38) Emilio Betti, Teoria General della Interpretazione, tomos I y II, Giuffr editore, Milano,
1955, pgs. 292 sgts. y 789 sgts., respectivamente, y Hans-Georg Gadamer, Wahrheit und Methode,
J.C.B. Mohr (Paul Siebeck), Tbingen, 1975, 4 ed., pgs. 162 sgts. y 185 sgts.
(39) Jrgen Habermas, Droit et democratie, entre faits et normes, Gallimard, Paris, 1997, pgs.
290 y sgts.; asimismo, Peter Hberle, Die offene Gesellschaft der Vefassungsinterpreten, en JZ, 1975,
pgs. 297-305.
(40) Ral Olivera y Manuel Olivera, Corrupcin en el Poder Judicial y el Ministerio Pbli-
566
BALANCE DE LA REFORMA JUDICIAL DEL PER, A LA LUZ DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES
(41) Ronald Dworkin, Los derechos en serio, Ariel Derecho, Barcelona, 1997, pgs. 20 y sgts.;
asimismo, Hans-Peter Schneider, Continencia judicial y estructura normativa abierta del Derecho
Constitucional, en Antonio Lper Pina (editor), Divisin de poderes e interpretacin. Hacia una
teora de la praxis constitucional, Tecnos, Madrid, 1987, pp. 73-77.
(42) Federico Carpio, Mario Jori, Marco Ramat, Uberto Scarpelli, Agostino Viviani y Vladimiro
Zagreblesky, Garanzie Processuali o responsabilit del giudice, Angeli editore, Roma, 1981, pgs.
25 sgts., y 43 sgts.; asimismo, Vicenzo Vigoriti, Le responsabilit del giudice: orientamenti e
prospettive nellesperanza italiana e comparativa, en Quaderni Costituzionli, anno III, N 1, Roma,
1983, pgs. 49 y sgts.
(43) Helmut Schulze-Fielitz, Der informale Verfassungsstaat. Aktuelle Beobachtungen des
567
CSAR LANDA ARROYO
IV. CONCLUSIN
El Poder Judicial siempre ha sido objeto de crtica social, porque ha estado al servi-
cio de los poderosos y del gobierno de turno. Esta falta de legitimidad judicial se ha visto
reforzada con la reforma judicial del gobierno de Fujimori; en la medida que, junto a la
corrupcin y la ineficacia que continan caracterizando a la administracin de justicia, se
aade la dependencia del poder poltico. Esta reforma judicial esta caracterizada por la
intervencin del Ejecutivo en el Poder Judicial, situacin que resulta necesaria al pro-
yecto gubernamental de la reeleccin presidencial de Fujimori en el ao 2000.
Para replantear la reforma de la administracin de justicia, se debe partir de asu-
mir que la funcin judicial esta al servicio de los derechos ciudadanos; es decir que, la
existencia del Poder Judicial se justifica por la tutela de los derechos humanos, contra
los excesos del gobierno y dems poderes privados. Esto significa que los jueces va-
ren su eje de posicin respecto a la ley; porque si bien antes, los derechos fundamen-
tales eran vlidos slo en el marco de la ley, en adelante la ley slo ser vlida en el
marco de los derechos fundamentales (47). Ello es as, en la medida que la Constitucin
en tanto suprema expresin jurdica de la voluntad del poder constituyente, se asienta
en el principio democrtico de la soberana de la voluntad popular, que existe para la
tutela de los derechos fundamentales de las personas.
Lima, marzo de 1999.
(44)Roscoe Pound, The causes of popular dissatisfaction with the administration of justice, en
American Bar Association, Report 395, 1906, pgs. 406 y sgts.
(45) Peter Hberle, Die offene Gesellschaft der Vefassungsinterpreten..., op. cit., pgs. 121
sgts. y 151 sgts.; Roland Geitmann, Bundesverfassungsgericht und offene Normen. Zur Bindung
des Gsetzgebrs ans Bestimmtheiserfordernisse, Humblot & Humblot, Berlin, pgs. 47 y sgts.
(46) Pablo Lucas Verd, La lucha contra el positivismo jurdico en la Repblica de Weimar.
La teora constitucional de Rudolf Smend... op. cit., pgs. 244 y sgts.
(47) Herbert Krger, Grundgesetz und Kartellgesetzgebung, Vanden & Ruprecht in Gttingen,
Gttingen, 1950, p. 12.
568
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
569
HCTOR GROS ESPIELL
II
(1) En la Constitucin de 1830, no exista una Seccin especial dedicada a los Derechos
Humanos. Las normas al respecto se encontraban en la Seccin XI (Disposiciones especiales) y en el
Captulo VI de la Seccin IX (Del Poder Judicial, sus diferentes Tribunales y Juzgados y de la
Administracin de Justicia). Sobre el tema puede consultarse: Hctor Gros Espiell, Las Constituciones
del Uruguay, Ediciones Cultura Hispnica, 2 edicin, Madrid, 1978, pgs. 49-64; Hctor Gros
Espiell, Esquema de la Evolucin Constitucional Uruguaya, Montevideo, 1966, pgs. 57-67; Fran-
cisco Bauz, Estudios Constitucionales, Montevideo, 1887, Edicin de la Biblioteca Artigas de
Clsicos Uruguayos, Vol. 11, Montevideo 1953, La Ciudadana Uruguaya, pgs. 135-165; Carios
Mara Ramrez, Conferencias de Derecho Constitucional, Montevideo 1897; Edicin de la Biblioteca
Artigas de Clsicos Uruguayos, vol. 103, Conferencias IX-XII, pgs. 146-199; Carlos de Castro,
Curso de Derecho Constitucional, Montevideo, Parte II, De las Libertades Constitucionales, caps. I,
II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX y X; Jos Pedro Massera, Algunas Consideraciones sobre la Historia
Constitucional y Poltica del Uruguay, Revista Nacional, N 125, Montevideo, 1949; Juan Andrs
Ramrez, Sinopsis de la Evolucin Institucional, Montevideo, 1949, en Biblioteca Artigas, Colec-
cin de Clsicos Uruguayos, Vol. 118, Montevideo, 1967; Jos, Ellauri, Discurso como Miembro
informante de la Comisin de Constitucin, en el que dice: En cuanto a los derechos reservados a
los ciudadanos, ellos se ven diseminados por todo el proyecto. Entre otros muy apreciabes, me
fijar, solamente, para no ser tan difuso, en el de la libertad de imprenta, esa salvaguardia,
centinela y protectora de todas las otras libertades: esa garanta, la ms firme contra los abusos del
Poder, que pueden ser denunciados inmediatamente ante el tribunal imparcial de la opinin
pblica: y en cuyo elogio dice un clebre publicista de nuestros das, que mientras el pueblo
conserve intacta la libertad de prensa, no es posible reducirlo a la esclavitud: este insigne derecho,
lo vemos, con otros, consignado en nuestra Carta Constitucional, Manifiesto de la Asamblea
General Constituyente y Legislativa del Estado, redactado por Jaime Zudez: La igualdad ante la
Ley, la libertad que no se opone a sta, y la seguridad de las personas y propiedades, son las bases
de donde arranca la felicidad de los ciudadanos y el engrandecimiento de las Naciones. Vuestros
Representantes, conciliando estos principios son el respeto debido a la religin santa de nuestros
padres, los han consignado en el Cdigo fundamental, y las Legislaturas siguientes los desenvolve-
rn por leyes anlogas y bastantes a conservarlos. La forma de gobierno republicano representati-
vo, que ha sido sancionada, no slo es conforme al espritu pblico del pas, a los principios
proclamados desde la revolucin Amrica, y a tos deseos de todos sus habitantes, sino tambin el
ms propio para alcanzar esa libertad, que tanta sangre, tantos sacrificios cuesta a los orientales.
570
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
tes en una Seccin XII (Derechos y Garantas), integrada por un solo captulo (arts. 146,
172) (2).
Estableci constitucionalmente la separacin de la Iglesia e iglesias del Estado y
la libertad de cultos (art. 5). Pese a que el artculo 5 de la Constitucin de 1830 dispo-
na que la religin del Estado es la Catlica Apostlica Romana y que ninguna nor-
ma se refera a la libertad de conciencia religiosa y a la libertad de cultos (3), la realidad
de tolerancia se impuso en los hechos y a travs de una progresiva legislacin, estas
libertades existieron, se afirmaron y se expandieron. Cuando en la Constitucin de
1918 el nuevo artculo 5 estableci que: Todos los cultos religiosos son libres en el
Uruguay. El Estado no sostiene religin alguna, se consagr una nueva libertad cons-
titucional, un nuevo estatuto de laicidad estatal, pero en verdad se confirm una reali-
dad ya existente desde aos atrs en el pas. Como dijo Carlos Mara Ramrez, en sus
Conferencias de Derecho Constitucional, al estudiar, en 1871, el artculo 5 de la Carta
de 1830, la Constitucin si no haba osado proclamar la libertad de cultos no quiso
tampoco negarla ni destruira. Qued la reticencia, y de la reticencia ha resultado si no
la libertad, la tolerancia al menos (4).
La Constitucin de 1918, previo expresamente el recurso de habeas corpus (art.
156). Proscribi con carcter general y absoluto la pena de muerte (art. 163). Y dispu-
so en su art. 173: La enumeracin de derechos, deberes y garantas hecha por la
Constitucin, no excluye los otros que son inherentes a la personalidad humana o se
derivan de la forma republicana de gobierno. Este artculo, que es el actual 72, confir-
m expresamente la filiacin jusnaturalista de la filosofa poltica que estaba en la base
de todo el sistema constitucional uruguayo en materia de Derechos Humanos. Permi-
ti, adems, ampliar en la prctica, el espectro de los derechos constitucionalmente
protegidos, aumentando y modernizando la enumeracin. Lo mismo con respecto a los
deberes y las garantas. Por ejemplo el recurso de amparo, que no estaba ni est previs-
to expresamente en la Constitucin, se consider como existente en base al actual
(2) Hctor Gros Espiell, Las Constituciones del Uruguay, cit., pgs. 81-97; Hctor Gros
Espiell, Esquema de la Evolucin Constitucional del Uruguay, cit., pgs. 78-93; Martn C. Martnez,
Ante la Nueva Constitucin, Montevideo, 1919, Edicin de la Biblioteca Artigas de Clsicos Urugua-
yos, Vol. 48, Montevideo, 1964.
(3) En el Protocolo de la Conferencia en la que se adopt el Auto de Aprobacin de la
Constitucin del Estado por los Comisarios de los dos Altos Poderes Signatarios de la Convencin
Preliminar de Paz, del 26 de 1830, se dice: No dejaron, sin embargo, de hacer algunas observacio-
nes sobre la intolerancia religiosa que la misma Constitucin parece admitir, contra los principios
luminosos reconocidos por todos los Gobiernos liberales, y sobre algunos otros artculos constitu-
cionales, y juzgados tales, que a su juicio deben ser perjudiciales a la organizacin, estabilidad y
conservacin del nuevo Estado.
(4) Carlos Mara Ramrez, Conferencias de Derecho Constitucional, 1871, 1 edicin del
libro, 1897; 2 Edicin Biblioteca Artigas de Clsicos Uruguayos, Montevideo, 1966.
571
HCTOR GROS ESPIELL
artculo 72, an antes de que la Ley N 16.011 del 19 de diciembre de 1988, lo previera y
reglamentara (5).
4) La Constitucin de 1934 extendi el mbito conceptual de los Derechos Hu-
manos, manteniendo, con modificaciones parciales, los textos anteriores (arts. 7-63).
Agreg a la Seccin II, todo un captulo (el II, arts. 39 62), sobre Derechos Econmi-
cos, Sociales, Culturales.
Se refiri especialmente a los derechos de reunin (art. 37), y de asociacin (art.
38), ya garantizados por la legislacin (6), e incluy en un captulo nuevo, el III, el
artculo 63 que era el anterior artculo 173 y es el actual 72.
5) La Constitucin de 1942, adems de otros cambios parciales, agreg una
norma trascendente, el artculo 282 (7), actual artculo 332, relativo a la aplicabilidad
directa e inmediata de las normas constitucionales que atribuyen derechos a los indi-
viduos o aseguran competencias a las autoridades, que confirm la filosofa
jusnaturalista de la Constitucin en lo relativo a los Derechos Humanos y que junto
con el 72, han asegurado la constante actualizacin y la aplicacin efectiva de las
normas de la Seccin II.
6) La Constitucin de 1952 (8), as como la de 1967 (9), mantuvieron en general, las
reformas introducidas en la Seccin II, e hicieron modificaciones puntuales en los
artculos 31 y 32 del Captulo I y a los artculos 40, 45, 50, 60, 69 y 70 del Captulo II.
Estas modificaciones constituyeron esencialmente precisiones y actualizaciones.
7) Las reformas introducidas en 1997 no alteraron las normas pertinentes (10).
(5) Hctor Gros Espiell, El Recurso de Amparo, El Da, Montevideo, 22 de mayo de 1989.
(6) Hctor Gros Espiell, Las Constituciones del Uruguay, cit.; Hctor Gros Espiell, Esquema
de la Evolucin Constitucional del Uruguay, cit., pgs. 102-122.
(7) Los preceptos de la presente Constitucin que reconocen derechos a los individuos, as
como los que atribuyen facultades e imponen deberes a las autoridades pblicas, no dejarn de apli-
carse por falta de la reglamentacin respectiva, sino que sta ser suplida recurriendo a los funda-
mentos de leyes anlogas, a los principios generales de derecho y a las doctrinas generalmente admi-
tidas; Hctor Gros Espiell, Las Constituciones del Uruguay, cit; Hctor Gros Espiell, Esquema de
la Evolucin Constitucional del Uruguay, cit., pgs. 126-134.
(8) Justino Jimnez de Archaga, La Constitucin de 1951, Editorial Medina, Montevideo,
1952; Hctor Gros Espiell, Esquema de la Evolucin Constitucional, cit., pgs. 135-150.
(9) Miguel Angel Semino, Modificaciones a la Seccin II, Derechos, Deberes y Garantas,
en Estudios sobre la Reforma Constitucional, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Montevideo,
1967.
(10) Sobre la Reforma de la Constitucin de 1997, vase: La Reforma Constitucional de 1997,
Universidad Catlica del Uruguay, Revista Uruguaya de Derecho Constitucional y Poltico, Serie
Congresos y Conferencias, N 16; Rubn Correa Freitas y Cristina Vzquez, La Reforma Constitucio-
nal de 1997, F.C.U., Montevideo, 1997.
572
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
III
(11) Justino Jimnez de Archaga, La Constitucin Nacional, T. II, Montevideo, 1946, pg.
13; 2 edicin, Cmara de Senadores, Montevideo, 1991; Hctor Gros Espiell, La Proteccin del
Medio Ambiente en el Derecho Constitucional, en Reforma Constitucional de 1997, Revista Uru-
guaya de Derecho Constitucional y Poltico, Serie Congresos y Conferencias, No 16, Montevideo,
1997, pg. 64; Anbal Luis Barbagelata, La Organizacin Constitucional del Prximo Uruguay,
Marcha, Montevideo, 12 de junio de 1964.
573
HCTOR GROS ESPIELL
IV
(12) Justino Jimnez de Archaga, Panorama Institucional del Uruguay a Mediados del Siglo
XX, Revista de Derecho, Jurisprudencia y Administracin, T. 47, Montevideo, 1949, pgs. 215-
219; Eduardo J. Couture, La Comarca y el Mundo, Biblioteca Alfar, Montevideo, 1953, pgs. 14-20.
574
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
sociales y culturales (arts. 40-71). Naturalmente dentro de este captulo hay disposi-
ciones directa e inmediatamente operativas y normas de naturaleza programtica.
Los llamados hoy derechos polticos (derecho a elegir y derecho a ser elegido),
estn incluidos en la Seccin III, Captulo II, y sus titulares son los ciudadanos (art.
77), y, en ciertos casos, los extranjeros que poseen determinadas condiciones (art. 78).
No todas las normas sobre Derechos Humanos estn incluidas en la Seccin II. Como
ejemplo, entre otras, hay que tener en cuenta los artculos 5 (Libertad de Cultos) y 332.
Y a la inversa, no todas las normas incluidas en la Seccin II se refieren a los Derechos
Humanos, ya que tambin, a va de ejemplo, los artculos 24, 25, 50, 51, 58, 59, 60, 61,
62, 63, 64, 65, 66, 67 no son, en principio, normas relativas a Derechos, Deberes y
Garantas de la persona humana.
(13) Sin perjuicio de los estudios sobre temas concretos relativos a los Derechos, Deberes y
Garantas, enunciados en la Seccin II, que indicaremos de manera particular y la ineludible referen-
cia a lo dicho por Justino Jimnez de Archaga en sus comentarios a la Constitucin de 1942 (La
Constitucin Nacional, tomo II, Editorial Medina, Montevideo 1946), (2 edicin, Tomo 1, Cmara
de Senadores, Montevideo, 1991), que continan teniendo un insuperado valor, es del caso sealar las
siguientes obras de carcter general: Anbal Luis Barbagelata, Proteccin constitucional de los De-
rechos Humanos en el Uruguay, en El Concepto de Derechos Humanos. Un Estudio Interdisciplinario,
Cuadernos de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 2 Serie, N 1, Montevideo, 1986, Anbal
Luis Barbagelata, Derechos Fundamentales, 2 edicin, Actualizada por Miguel Angel Semino, Fun-
dacin de Cultura Universitaria, Montevideo, 1986; Horacio Cassinelli Muoz, Derecho Pblico,
Volumen I, Cap. VII, Fundacin de Cultura Universitaria, Montevideo, reimpresin, 1995; Rubn
Correa Freitas, Derecho Constitucional Contemporneo, 1993; Eduardo Esteva, Derecho Constitu-
cional 2, Tomo VI, Lecciones de Derecho Positivo Uruguayo, I Parte, Montevideo, 1981; Jos
Korseniak, Curso de Derecho Constitucional 2, Captulos XI-XV, Fundacin de Cultura Universita-
ria, Montevideo; s/f; Martn J. Risso Ferrand, Derecho Constitucional, tomo III, Captulo III, Los
Derechos, Deberes y Garantas, Editorial Ingranussi, Montevideo, 1998; Mariano R. Brito, Dere-
chos Fundamentales, en Evolucin Constitucional del Uruguay, Universidad Catlica del Uruguay,
Ediciones Amalio M. Fernndez, Montevideo, 1988.
(14) Hctor Gros Espill, Gentica y Derechos Humanos, en Derechos Humanos y Vida
Internacional, UNAM, Mxico, 1995, en Essays in Honour of Thomas Buergenthal, Instituto Intera-
575
HCTOR GROS ESPIELL
mericano de Derechos Humanos, San Jos, 1996 y en Studi in Onore de Guido Gerin, Cedam,
Padova, 1996; Hctor Gros Espiell, Constitucin y Biotica, en Estudios Constitucionales, Edito-
rial Ingranusi, Montevideo, 1998; Hctor Gros Espiell, Clonacin, Derecho Internacional y Dere-
chos Humanos, en Dilogo, UNESCO, Pars, No 23, abril, 1998, pg. 24.
(15) Justino Jimnez de Archaga, La Constitucin Nacional, cit., Tomo II; Alberto Ramn
incluy este precepto, vase: Justino Jimnez de Archaga, La Constitucin Nacional, cit., Tomo X,
pgs. 257-264, y Anbal Luis Barbagelata, La Organizacin Constitucional del Prximo Uruguay,
Marcha, junio 12 de 1964, N 13.
576
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
(17) Justino Jimnez de Archaga, La Constitucin Nacional, cit., Tomo II, pgs. 155-163;
Martn Risso Ferrand, Derecho Constitucional, cit., Tomo III, pgs. 80 y siguientes; Ramn Valds
Costa, El Principio de Igualdad, en Gonzalo Aguirre, Derecho Legislativo, Montevideo, 1997.
(18) Horacio Cassinelli Muoz, Los lmites de los Derechos Humanos en la Constitucin
Nacional, en Cursillo sobre los Derechos Humanos y sus Garantas, Cuadernos de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales, Segunda Serie, N 13, Montevideo, 1990.
577
HCTOR GROS ESPIELL
(19) Hctor Gros Espiell, Medidas prontas de seguridad y delegacin de competencias, Re-
vista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Tomo XVII, N 234, Montevideo, 1966.
(20) Esta tesis, mayoritaria en la doctrina, y que siempre he sostenido, fue especialmente fun-
dada por el Grupo de Investigacin de la Facultad de Derecho, integrado por los profesores Anbal
Luis Barbagelata, Horacio Cassinelli Muoz y Alberto Prez Prez, en dictamen de setiembre de
1969. Justino Jimnez de Archaga, Recurso de Habeas Corpus y Medidas Prontas de Seguridad,
LJU, Tomo 71; Hctor Gros Espiell, Habeas Corpus, en El Poder y su Control, Universidad Cat-
lica del Uruguay, Revista de Derecho Constitucional y Poltica, Serie Congresos y Conferencias, N
1 Montevideo, 1989, Rubn Correa Freitas, Derecho Constitucional Contemporneo, Montevideo
1993, Tomo II, pg. 105-109; Daniel Hugo Martins, La Suspensin de Garantas o Estado de Sitio
ante el Derecho Constitucional e Internacional de los Estados Americanos, Revista de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales, Ao XVIII, N 2-4, Montevideo, 1966; Julio Prat y Jorge Silva Cencio,
Vigencia de las Medidas Prontas de Seguridad, LJU, Tomo XXV; Miguel A. Semino, El Control de
las Medidas Prontas de Seguridad, en Revista de Derecho Pblico, No 1, Montevideo, 1972.
(21) Miguel Angel Semino, La Suspensin de la Seguridad Individual en el Derecho Constitu-
cional Uruguayo, en Revista de Derecho, Jurisprudencia y Administracin, Tomo 69, pg. 158,
Montevideo; Anbal Cagnoni, Los Estados de Emergencia y la Proteccin de los Derechos Huma-
nos, Revista de Derecho Pblico, N 3-4, Montevideo, 1993.
(22) Martn J. Risso Ferrand, Derecho Constitucional, cit., Tomo III, pgs. 257 -258; Hctor
Gros Espiell, Principios Constitucionales en la Proteccin del Nio y la Familia, Revista Uruguaya
de Derecho de Familia, Montevideo, 1989; Mariano J. Brito, Responsabilidad del Estado con Res-
pecto a la Familia, Academia Nacional de Derecho, Ciencias Sociales, Buenos Aires, Ao XXXIX,
1994, Jorge Peirano Basso, La Familia como Sujeto de Derecho Internacional, en Hctor Gros
Espiell, Amcorum Liber, Bruxelles, 1007, Vol. II; Hctor Gros Espiell, La Huelga de Hambre, en
Estudios Constitucionales, Editorial de Ingranussi, Montevideo, 1998.
578
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
Pero adems, por la aplicacin del artculo 72, es posible reconocer la existencia de
otros deberes, adems de los expresamente enunciados (23). Hay que sealar que en el
Derecho Constitucional las normas anlogas a nuestro artculo 72 se refieren a dere-
chos o a derechos y garantas. Es muy difcil, casi dira imposible, encontrar tambin
la invocacin a los deberes, como hace la Constitucin uruguaya. Sin condicionar, en
forma alguna, la proteccin y garanta de los Derechos Humanos al cumplimiento de los
deberes, reconoce que sin un adecuado y complementario equilibrio de derechos y
deberes, es imposible la existencia de un orden democrtico y justo.
Es importante tener en cuenta que la referencia expresa a los deberes que hace la
Constitucin uruguaya, demuestra que entre nosotros el reconocimiento de los deberes
es una afirmacin de la mente filosfica democrtica, que exige un adecuado equili-
brio de derechos y deberes, aunque teniendo siempre como base conceptual que el
cumplimiento de los deberes no es condicin para el reconocimiento, proteccin y
defensa de los derechos.
11) Los Derechos Humanos, de carcter individual, es decir los derechos de la
libertad, expresamente enunciados en la Constitucin uruguaya son, los siguientes:
a) El derecho a la vida, regulado en forma que proscribe la pena de muerte de mane-
ra absoluta y total (arts. 7 y 26) (24).
b) El derecho al honor (art. 7) (25).
c) El derecho a la seguridad (art. 7) (26).
d) El derecho a la proteccin de la vida privada, a la inviolabilidad y a la intimidad
del hogar y a su preservacin (art. 11) (27).
e) El derecho a la libertad fsica o individual, al debido proceso y a las garantas
procesales (art. 12, 23 y 27) (28).
(23) Eduardo Esteva, Derecho Constitucional II, Tomo VI, Lecciones de Derecho Positivo
Derecho Constitucional y Poltico, tomo XI, N 62, Montevideo, 1994; Elbio Lpez Roca, Derecho a
la Vida. Cursillo sobre Derechos Humanos y sus Garantas, Cuadernos de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales, Segunda Serie, No 13, Montevideo, 1990; Hctor Gros Espiell, Derecho a la vida
y derecho a vivir, Anuario del Instituto Hispano Luso Americano de Derecho Internacional, Vol. 8,
Madrid, 1985; Hctor Gros Espiell, La Complementarit, entre les Notions de Droit a la Vie et de
Droit de Vivre, en Le Droit a la Vie, CID Geneve, 1992.
(25) Augusto Durn Martnez, El derecho al honor tambin existe, en Hctor Gros Espiell
579
HCTOR GROS ESPIELL
(29) Anbal Luis Barbagelata, La libertad de expresin como medio de Proteger los Derechos
580
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
(38) Hctor Gros Espiell, Los Derechos Culturales en cuanto Derechos Humanos en el Dere-
cho Internacional, en Revista Uruguaya de Derecho Constitucional y Poltico, Tomo XI, N 2, Mon-
tevideo; Augusto Durn Martnez, Los Derechos Culturales como Derechos Humanos en el Derecho
Constitucional Uruguayo, en Revista Uruguaya de Derecho Constitucional y Poltico, Tomo XI, N
62, Montevideo.
(39) Martn Risso Ferrand, op. cit.
(40) Justino Jimnez de Archaga, La Constitucin Nacional, Tomo II.
(41) Hctor Gros Espiell, El Ombudsman en Amrica Latina. Establecimiento de algunas
lneas bsicas para una legislacin uniforme, Revista Uruguaya de Derecho Procesal, Montevideo,
1986.
581
HCTOR GROS ESPIELL
VI
582
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
VII
583
HCTOR GROS ESPIELL
VIII
584
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
pgs. 27-53 y en Revista IIDH del Instituto Iberomericano de Derechos Humanos, N 7, Junio de
1988, San Jos, Costa Rica.
(50) Hctor Gros Espiell, La OIT y los Derechos Humanos en Amrica Latina, UNAM,
Ramrez, Derecho Legislativo, Tomo I, Teora General de la Ley, FCU, Montevideo, 1997, pgs. 176
y siguientes.
(52) Hctor Gros Espiell, La Constitucin y los Tratados Internacionales, cit.
(53) Hctor Gros Espiell, Los Tratados sobre Derechos Humanos y el Derecho Interno, en
Estudios en Honor de Hctor Fix-Zamudio, UNAM, Mxico, 1988; con ampliaciones y actualiza-
ciones, en: Estudios en Homenaje a Frida Pfister de Armas Barea, Buenos Aires, 1990.
585
HCTOR GROS ESPIELL
IX
(54) Hctor Gros Espiell, Los Tratados sobre Derechos Humanos y el Derecho Interno, cit.,
586
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
sobre Derechos Humanos en la Constitucin Argentina, en Hctor Gros Espiell Amicorum Liber,
Vol. II, pgs. 1280-1285, Bruyiant, Bruxeles, 1997.
(57) Entre esta abundantsima y valiosa doctrina, vase: Ernesto J. Rey Caro, Graciela Salas y
Zlata Drnas de Clement, Los Tratados Internacionales y la Constitucin Nacional, Lerner, Crdoba,
1995; Ernesto J. Rey Caro, Los Tratados Internacionales, cit., Ernesto de la Guardia, Nuevo Texto
Constitucional y los Tratados, El Derecho, T. 161; Nstor Pedro Sags, Los Tratados Internacio-
nales en la Reforma Constitucional Argentina de 1994, en La Ley, 1994, pg. 1043; Ariel Dulitzky,
La Jerarqua Constitucional de los Tratados de Derechos Humanos en la nueva Constitucin Argen-
tina, El Derecho, T. 163, 1995, pg. 939; M. A. Ekmekajian, Los Tratados Internacionales en la
Reforma Constitucional, en Pensamiento Jurdico, Centro de Estudiantes de la Universidad Catlica
Argentina, Ao I, N 1, 1994; F. Banosa, La Supremaca y las Reformas Constitucionales: el proble-
ma de los Tratados Internacionales sobre los Derechos Humanos, en El Derecho, T. 163, 1995;
Ricardo Ramrez Calvo, La Constitucin Reformada y los Tratados Internacionales, en La Ley,
1995, pgs. 777; D. E. Vicente y J. Rodrguez, Reflexiones sobre la Relacin de Supremaca Cons-
titucional a partir de la Reforma de 1994, en El Derecho, T. 163, 1995, pg. 911-921; Eugenio Luis
Palazzo, La Constitucin y Los Tratados Internacionales a partir de la Reforma de 1994, Prudentia
Juris., N 36, 1994; Susana Albanese, Panorama de los Derechos Humanos en la Reforma Constitu-
cional, en El Derecho, T. 161, 1995; Silvana Gonzlez Napolitano, Las Relaciones entre el
Derecho Internacional y el Derecho Interno a partir de la Reforma Constitucional de 1994, en
Prudentia Juris, N 34, 1995; Carlos Colantti, Los Tratados Internacionales y la Reforma de la
Constitucin, en el Derecho, 6 de octubre de 1994.
587
HCTOR GROS ESPIELL
miento anlogo al seguido por la Suprema Corte Argentina, llegar a sostener la prima-
ca jerrquica sobre la ley de los tratados ratificados y en vigencia.
El sentido, el objeto y el fin del artculo 27 de la Convencin de Viena es otro. No
est dirigida esta norma de dar a los tratados ratificados y en vigencia un determinado
nivel jerrquico en el Derecho Interno. De lo que se trata es de impedir la invocacin
del Derecho Interno como justificacin para el incumplimiento de un tratado, extremo
necesario para evitar el caos internacional que significara la invocacin del Derecho
Interno como causal para justificar el incumplimiento de las normas internacionales
vigentes. Pero nada ms. Incluso, aceptando la tesis monista hasta sus ltimas conse-
cuencias, creo que no es posible dar al artculo 27 de la Convencin de Viena sobre
Derecho de los Tratados el sentido y el efecto de provocar por su sola virtud, sin
ningn otro apoyo en la Constitucin, la atribucin a los tratados de una situacin
jerrquica supra legal, constitucional o hasta supra constitucional.
En definitiva, estimo que no puede extraerse del artculo 27 de la Convencin de
Viena sobre Derecho de los Tratados, en el Uruguay, al efecto de dar a los tratados
ratificados y en vigencia, una jerarqua supra legal. La interpretacin tradicional del
sistema constitucional uruguayo al respecto que quiero reiterar que me parece anti-
cuado y merecedor de una profunda modificacin sigue siendo correcta.
2) Qu efecto y significado puede tener el artculo 72 de la Constitucin urugua-
ya sobre la cuestin del nivel jerrquico de los tratados internacionales en vigencia
ratificados por la Repblica?
Recordemos que esta norma, incorporada al Derecho Constitucional uruguayo en
la Carta de 1918, que establece un criterio muy difundido en el Derecho comparado
latinoamericano, y que tiene su fuente inicial en la Enmienda IX (1791) a la Constitu-
cin de los Estados Unidos y en el artculo 33 de la Constitucin argentina de 1853
luego de la enmienda ampliatoria efectuada en 1860- (58), dispone que: La enumera-
(58) Amendmen IX (1791) The enumeration in the Constitution of certain rights, shall not
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LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
cin de derechos, deberes y garantas hecha por la Constitucin, no excluye los otros
que son inherentes a la personalidad humana o se derivan de la forma republicana de
gobierno. Me parece evidente que el Derecho Internacional es apto en el Uruguay,
para ampliar, en su proyeccin interna, la enumeracin de derechos, deberes y ga-
rantas hecha por la Constitucin, en cuanto puede declarar, proclamar, definir y tipi-
ficar derechos que son inherentes a la personalidad humana o se derivan de la forma
republicana de gobierno.
Esto es as con respecto a los Derechos incluidos y proclamados en la Declara-
cin Universal de Derechos Humanos, a pesar de su carcter no convencional, en la
Declaracin Americana de Derechos y Deberes del Hombre, pese a la misma falta de
naturaleza convencional, en otras Declaraciones de sentido especialmente relevante,
en los dos Pactos internacionales de Derechos Humanos, en las convenciones en la
materia de las Naciones Unidas y de la familia de las Naciones Unidas, en la Conven-
cin Americana sobre Derechos Humanos, en el Protocolo sobre Derechos Econmi-
cos, Sociales y Culturales (Protocolo de San Salvador), en el Protocolo sobre la Tortu-
ra, a la Convencin sobre Desaparicin de Personas y en otros textos del Sistema
Interamericano. Pero adems, este artculo 72, trae como consecuencia la posible re-
cepcin de otros derechos, tambin definidos como inherentes a la persona humana,
como por ejemplo, el Derecho al Desarrollo (59), el Derecho al Medio Ambiente Sano y
Ecolgicamente Equilibrado (60) y el Derecho a la Paz (61). Tales derechos podran pasar
asimismo a ser derechos constitucionalmente garantizados y protegidos en el Uruguay,
al igual que los derechos expresamente enunciados en la Constitucin.
Pero, significa esto adems, que por aplicacin del artculo 72, el Derecho Inter-
nacional de los Derechos Humanos, especialmente el de naturaleza convencional
como consecuencia de la vigencia y de la ratificacin por la Repblica de los pertinen-
tes tratados, tendra internamente jerarqua constitucional? El tema ha sido objeto de
reciente consideracin doctrinaria en el Uruguay (62). Considero que la respuesta debe
(59) Hctor Gros Espiell, Derecho Internacional del Desarrollo, Valladolid, 1975; Hctor Gros
589
HCTOR GROS ESPIELL
ser negativa, pero que es preciso matizar esta posicin. El artculo 72 no puede ser
interpretado, ni de acuerdo a su letra ni segn su espritu, su objeto y su fin, como
produciendo el efecto de dar a los tratados sobre Derechos Humanos, ratificados y en
vigencia en el Uruguay, jerarqua constitucional interna.
Significa, y esto ya es mucho, que los derechos, deberes y garantas, enunciados
en esos instrumentos internacionales convencionales y en ciertos casos en otros de
carcter declarativo, cuando son inherentes a la personalidad humana, o se derivan
de la forma republicana de gobierno, pueden complementar la nmina de los dere-
chos, deberes y garantas que hace la Seccin II. Y esos derechos, deberes y garan-
tas, podrn ser, de tal modo, protegidos y garantizados como los otros que enumera
expresamente la Constitucin.
Cuando la Argentina, en la Reforma Constitucional de 1994, en el artculo 75, le
dio a ciertos instrumentos internacionales en materia de Derechos Humanos jerarqua
constitucional (inc. 22), nadie pens que ese efecto ya se habra producido como con-
secuencia del antiguo artculo 33, anlogo a nuestro artculo 72. El caso argentino es
igual al de otros pases latinoamericanos, con normas constitucionales similares al
artculo 33 de la Constitucin Argentina, que incluyeron en reformas constitucionales
posteriores a 1990 normas expresas sobre la jerarqua supra legal o constitucional del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos. En ninguno de estos casos se sostu-
vo que esa jerarqua ya exista como consecuencia de una disposicin constitucional
ya, existente, anloga al artculo 33 argentino y el artculo 72 uruguayo.
Cuando Estados Unidos ratific el Pacto de Derechos Civiles y Polticos de las
Naciones Unidas, ni la doctrina ni la jurisprudencia pensaron en sostener que en virtud
de la IX Enmienda, fuente originaria e indirecta de nuestro actual artculo 72, ese
instrumento internacional haba adquirido jerarqua constitucional o supra legal. Estas
referencias comparativas tienen hoy, indudablemente, para el Uruguay importancia
interpretativa. Es decir, que no habindose producido una enmienda o reforma consti-
tucional en el Uruguay que, de manera expresa, asigne a los instrumentos internaciona-
les aplicables en la esfera interna, en materia de Derechos Humanos, una jerarqua
supra legal o constitucional, no es posible atribuirla en base a una interpretacin del
artculo 72.
Sin perjuicio de ello, creo que hay que destacar el efecto importante, antes sea-
lado, que este artculo tiene con referencia a la inclusin en la nmina de derechos
humanos constitucionalmente protegidos en el Uruguay otros derechos inherentes a
la personalidad humana, o que se derivan de la forma republicana de gobierno, que
se encuentren o puedan en el futuro encontrarse declarados en instrumentos internacio-
nales aplicables en la Repblica.
Martn J. Risso Ferrand, Derecho Constitucional, Tomo III, Estado Social y Democrtico de Dere-
cho. Derechos, Deberes y Garantas, Ingranusi Ltda; Montevideo, 1998, pgs. 172, 116, 108-112.
590
LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
Por lo dems, estimo que el artculo 72 contribuye a basar el criterio, que resulta
adems de otros fundamentos, dirigido a la necesidad de usar esos instrumentos inter-
nacionales en la interpretacin de las normas constitucionales que enumeran, protegen
y garantizan Derechos Humanos.
3) El mismo criterio en que se funda el artculo 72 de la Constitucin uruguaya
est recogido internacionalmente en el artculo 29 c (Normas de interpretacin) de la
Convencin Americana sobre Derechos Humanos. Esta norma dice: Ninguna dispo-
sicin de la presente Convencin puede ser interpretada en el sentido de:
...
c) excluir otros derechos y garantas que son inherentes al ser humano o que se
deriven de la forma democrtica representativa de gobierno.
591
HCTOR GROS ESPIELL
go de Chile, en 1959. La propuesta del Profesor Real, que invoc la Constitucin Uru-
guaya, es un ejemplo ms de la incidencia del Derecho Constitucional sobre el Derecho
Internacional. El proyecto elaborado en el Simposio de Montevideo fue hecho suyo
por el Gobierno uruguayo y presentado oficialmente a la Conferencia de Ro. Este
proyecto, junto con el originario del Consejo Interamericano de Jurisconsultos de San-
tiago y el proyecto de Chile, fueron remitidos para ser estudiados al Consejo de la OEA
y a la Comisin Interamericana de Derechos Humanos (64).
La Comisin en el texto final que elabor, incluy la iniciativa presentada por
Uruguay sobre los derechos, deberes y garantas no enunciados expresamente (65), con
modificaciones redaccionales. Este proyecto, de la Comisin Interamericana de Dere-
chos Humanos, ajustado y con cambios parciales de redaccin, fue el artculo 27 c) del
proyecto incluido en el documento N 5 de la Conferencia de San Jos, fechado el 22
de setiembre de 1969. Se mantuvo, finalmente como artculo 29 c), con la sola elimina-
cin de la palabra republicana y la referencia, en cambio, a la forma democrtica
representativa de gobierno, en el texto final incluido en la Convencin adoptada el 22
de noviembre de 1969, es decir en el Pacto de San Jos.
6) El caso de la Constitucin de Colombia de 1991 es especialmente interesante.
En efecto, su artculo 94 (66), no solo trata de los derechos y garantas enumeradas en la
Constitucin, que no deben entenderse como negacin de otros que, siendo inherentes
a la persona humana, no figuran expresamente en ella, sino que incluye en esa situa-
cin a los derechos y garantas contenidas en los convenios internacionales vigentes.
Esta referencia a los convenios o tratados internacionales se encontraba ya en el
artculo 77, inc. 2 de la Constitucin del Brasil de 1980, y se halla tambin, con la
denominacin de instrumentos internacionales en el artculo 19 de la Constitucin
ecuatoriana de 1995.
Estas referencias constitucionales a los convenios internacionales o a los ins-
trumentos internacionales hecha por el artculo. 91 de la Constitucin de Colombia, y
por los artculos 77 y 19 de las Constituciones de Brasil y Ecuador, con respecto a los
derechos inherentes no expresamente enunciados en ellas, es particularmente signi-
ficativa. No slo porque permite la integracin en el Derecho Interno de derechos
declarados o proclamados en el Derecho Internacional por medio de convenios inter-
(64) Hctor Gros Espiell, Le Systeme Interamericain comme Rgime Regional de Protection
des Droits de lHomme, Academie de Droit Internationel, Recueil des Cours, La Haye, 1975.
(65) Daniel Hugo Martins, La Participacin de la Comisin Interamericana de Derechos Hu-
manos en la Redaccin del Proyecto de Convencin (Pacto de San Jos, de Costa Rica), cap. V (Las
sugerencias de la C.I.D.H. en la proteccin de los Derechos y Libertades no reconocidos expresamen-
te en la Convencin), en Hctor Gros Espiell. Amicorum Liber, Vol. I, pg. 800, Bruxelles, 1997.
(66)Luis Carlos Schica Aponte, Los derechos inherentes en la Constitucin Colombiana,
en Amicorum Liber Hctor Fix-Zamudio, Corte Interamericana de Derechos Humanos, San Jos,
1998.
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LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
XI
(67) La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la Opinin Consultiva OC/ 6/86 del 9
de mayo de 1986 (La expresin Leyes en el artculo 30 de la Convencin Americana sobre Dere-
chos Humanos) solicitada por el gobierno de Uruguay, ha dicho: Que la palabra leyes en el artculo
30 de la Convencin significa norma jurdica de carcter general, ceida al bien comn, emanada
de los rganos legislativos constitucionalmente previstos y democrticamente elegidos, y elabora-
da segn el procedimiento establecido por las constituciones de los Estados Partes para la forma-
cin de las leyes.
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HCTOR GROS ESPIELL
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LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIN URUGUAYA Y SU PROTECCIN INTERNACIONAL
B) TESTIMONIOS
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HOMENAJE A
GERMN J. BIDART CAMPOS (*)
la Pontificia Universidad Catlica del Per, al profesor Germn J. Bidart Campos (Lima, 11 de abril
del 2000).
(**) Profesor en el rea de Derecho Constitucional en la Pontificia Universidad Catlica del
Per. Miembro fundador del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional y de la Asociacin
Peruana de Derecho Constitucional.
597
DOMINGO GARCA BELAUNDE
distincin que hoy se le brinda, tenga, por as decirlo, una justificacin plena. A diferen-
cia de otros homenajes en los cuales se rinde pleitesa slo al talento o a la produccin
intelectual, en este caso, se ana, en perfecta sntesis, el homenaje a quien adems de
su vala intelectual es, en el buen sentido de la palabra, un compaero de ruta, de
inquietudes y hermano en la fe.
La actividad de nuestro homenajeado es mltiple, y no puede describirse en toda
su amplitud en esta oportunidad, por inevitables limitaciones de tiempo. Actividad que
se da en el periodismo acadmico, como lo demuestra su larga presencia en el diario
jurdico El Derecho, y hoy en los suplementos especializados de La Ley, as como
en artculos breves que escribe para publicaciones de larga circulacin. Actividad en la
docencia, como lo acreditan los cargos que ha ocupado en el mundo universitario,
como autoridad en distintos niveles, como Decano de la Facultad de Derecho o
Vicerrector de Universidad, hasta el que hoy ocupa, como Director del Instituto de
Investigaciones Jurdicas Ambrosio Gioja de la Universidad de Buenos Aires, uno
de los ms prestigiosos de su pas. Actividad en la docencia, en donde ha dictado
multitud de cursos vinculados con la problemtica poltica, institucional, histrica y
filosficopoltica. Y esto sin contar con sus numerosos trabajos, un total de 70 vol-
menes, que cubre un aproximado de 45 obras, sobre los ms variados temas.
Y aqu es quiz donde ms debemos detenernos. No slo por la amplitud de la
obra, fruto de un trabajo serio, disciplinado y constante, sino por la dimensin de los
temas abarcados. Germn J. Bidart Campos, aparte de su numerosa obra acadmica,
ha escrito manuales de colegio, poesa, libros sobre temas religiosos y de liturgia, que
aqu no vamos a considerar.
Pero lo importante es que es uno de los poqusimos constitucionalistas del siglo
que acaba, que ha tocado todas las aristas de la disciplina. As, tenemos:
a) Su libro sobre Derecho de Amparo, que public por vez primera en 1961, y que
luego reedit, en forma ms completa y elaborada, en 1968. Este es uno de los
libros pioneros, fundadores del amparo argentino, de tanta influencia en el resto
de nuestros pases. Al lado de l podramos colocar, quiz, el de Lazzarini y el de
Carri. Hay otros que han venido luego, pero estos son los que podramos llamar
fundacionales del Amparo. Y decimos del Amparo, porque es un instituto proce-
sal muy amplio, que en cierto sentido completa lo que protege otro instituto ms
que centenario, como es el Habeas Corpus.
b) Su Derecho Poltico, o como ms adelante lo llam, Lecciones elementales de
poltica, con numerosas reimpresiones, que es un vasto panorama que muestra en
todas sus facetas, el Estado a la altura de nuestro tiempo. Breve y compendioso,
trata con singular rigor los problemas que la doctrina clsica, y tambin la con-
tempornea, han tocado con maestra.
c) En forma ms extensa y, con grandes concesiones a la realidad poltica en general
y, en particular, a la realidad argentina como latinoamericana, son los dos vol-
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HOMENAJE A GERMN J. BIDART CAMPOS
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DOMINGO GARCA BELAUNDE
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HOMENAJE A GERMN J. BIDART CAMPOS
Por eso, este homenaje que hoy le brinda nuestra Universidad, lo hace al amigo, al
maestro, al gran constitucionalista, al hombre de inconmovible fe catlica, al creyente
en el Derecho Natural y en los derechos humanos. Al honrar a Germn J. Bidart Campos,
nosotros mismos nos honramos.
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BIDART CAMPOS:
VOCACIN Y PENSAMIENTO DE UN
CONSTITUCIONALISTA (*)
( * ) Publicado por Editorial El Foro, Asuncin, 1991. Se ha tenido en cuenta la 2a. edicin
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Julio de 1990.
***
Este talentoso y brillante jurista argentino, no habla con la jactancia de los petu-
lantes, ni ensea con rimbombante autosuficiencia. Confiesa que despus de culminar
sus estudios universitarios, fue que se impuso una rigidsima disciplina intelectual,
renunciando a incontables horas y recreaciones para desarrollar su vocacin por la
cultura. No le avergenza confesar que el alumno Bidart Campos fue reprobado en
Derecho Constitucional, Ciencia a la que una vez egresado de la Universidad se consa-
gr con ilimitado entusiasmo al punto de ser hoy una autoridad respetadsima en la
materia.
Diarios de gran importancia como La Nacin de Buenos Aires, cuando se trata
de dilucidar un tema constitucional complejo, recurren a la autorizada opinin de Bidart
Campos, a modo de reconocimiento del elevadsimo sitial alcanzado por l en esta
rama del Derecho Pblico que reglamenta las instituciones polticas del Estado.
Obtuvo el Doctorado en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad de Bue-
nos Aires en 1953.
Profesor Titular de Teora del Estado y de Derechos Humanos y Garantas en la
Universidad de Buenos Aires.
Profesor Titular de Derecho Constitucional en la Pontificia Universidad Catlica
Argentina.
Profesor Distinguido por la Universidad Autnoma de Mxico.
Profesor Invitado de la Universidad Externado de Colombia.
Doctor Honoris Causa por la Universidad San Martn de Porres, de Lima, Per.
Miembro Honorario del Colegio de Abogados de Lima, Per.
Premio Consagracin Nacional en Ciencias Sociales en 1983.
Premio Provincias Unidas de la Universidad Nacional de Crdoba.
Primer Premio de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, en 1967.
Miembro de las Academias Nacionales de Derecho y Ciencias Sociales de Bue-
nos Aires, de la Academia Interamericana de Derecho Internacional Comparado,
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BIDART CAMPOS: VOCACIN Y PENSAMIENTO DE UN CONSTITUCIONALISTA
Que la present con xito en 1953, sobre el tema: La democracia como forma de
Estado. La mesa examinadora estuvo integrada por Faustino Legn, Juan Miguel
Bargall y Cirilo Joaqun Daz de Vivar. Esa tesis contina indita. Slo un resumen de
ella est contenida en mi libro Doctrina del Estado democrtico, publicado por la
editorial Ejea. Lo cita Biscaretti di Ruffa en su obra Derecho Constitucional.
Cul fue su primer libro?
Debo hablar de tres manuales para colegios secundarios referidos a Educacin
Democrtica, en 1956. Tena 29 aos de edad.
Es cierto que Ud. fue reprobado en Derecho Constitucional?
Es verdad. Rend con Marcelo Snchez Sorondo y no pude aprobar... acababa
de renunciar a la ctedra Gonzlez Caldern.
Cules son los libros de su autora por los que siente predileccin?
Debo hablar de carios variables... me han producido especiales satisfacciones
La recreacin del liberalismo, Los equilibrios de la libertad, Teora General de los
Derechos Humanos, un libro que edit en Mxico; El Rgimen Poltico; la Historia
poltica y constitucional argentina en tres tomos, una obra a la que consagr tres aos
de intenso trabajo. Y no puedo ocultar mi simpata por mis libros de poesa, libros que
los escrib entre el 50 y el 69.
Qu recomienda a los que estn en el poder?
Que tengan en cuenta que son administradores de cosa ajena. Qu es la Rep-
blica? La cosa comn.
Y qu sugiere a los que estn en la llanura?
Que deben controlar, colaborar y participar...
A su criterio, cules son los derechos y obligaciones de los profesores de
Derecho?
El tema a abordar desde nuestra personal perspectiva, ser encuadrado en el
enfoque del trialismo, elaborado por el Profesor Werner Goldschmidt, que presupone
considerar al derecho o mundo jurdico como un complejo formado por tres sectores
o dimensiones: las conductas, las normas, y el valor. El trialismo participa, en su tron-
co gentico, del tridimensionalismo que han usado Miguel Reale, Legaz y Lacambra,
Recasns Siches, etc. Comparte, asimismo, las iusfilosofas que, aunque a veces anta-
gnicas entre si, predican que el Derecho es conducta, es realidad, es cosa, al modo
como la vieja escolstica tomista hablaba del Derecho como ipsa res insta (la mis-
ma cosa justa), y como la escuela egolgica argentina de Cossio ensea que el Derecho
es conducta humana en interferencia intersubjetiva.
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Bidart Campos entiende que la Constitucin debe incluir una clusula abierta para que
los pases se integren a los sistemas comunitarios, en esta hora de constante apelacin
a dar pasos efectivos para concretar la ansiada integracin. En otro orden de cosas el
experto en Derecho Constitucional se declara partidario de la abolicin de la pena de
muerte para cualquier tipo de delito.
Signific el maestro que a la hora de redactar una Constitucin debe tenerse pre-
sente lo que Montesquieu adverta: el que tiene el poder tiende al abuso del poder. Y
dijo tambin que en el texto constitucional debe conciliarse la autoridad con la liber-
tad, haciendo una ley fundamental que no sea exageradamente detallista. Se pronunci
el conferenciante por la contemplacin en la Constitucin de los intereses difusos o
colectivos, o sea por la necesidad de preservar el medio ambiente, la flora, la fauna, el
patrimonio histrico y cultural. No slo debe ocuparse la Constitucin de los clsicos
derechos subjetivos.
En sus medulosas disertaciones en el Palacio de Justicia de nuestro pas, el so-
bresaliente estudioso de los temas constitucionales dio estos conceptos y apreciaciones:
1) Debe haber total sometimiento al Pacto de San Jos de Costa Rica y aceptarse la
competencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, lo que de
ninguna manera entraa resignacin de soberana;
2) No hay que aplicar criterios muy rgidos en cuanto a la independencia de los
Estados en esta poca en que el panorama mundial demuestra creciente interdepen-
dencia y hay que entender que el hombre es ciudadano del mundo;
3) Creo mucho en el activismo del Poder Judicial como un medio para afianzar un
autntico Estado de Derecho;
4) No debe soslayarse el viejo pensamiento romano segn el cual todo el Derecho
est constituido por causa del hombre;
5) Los indultos deben concederse para los condenados, no en caso de procesados
porque ello equivaldra a interferir en el mbito de la justicia;
6) El Ministerio Pblico implica un extra-poder al que no se lo debe tener depen-
diente de ningn poder;
7) Hay que ahondar el sistema de control constitucional;
8) Es necesario introducir en el texto constitucional la institucin del defensor del
pueblo, lo que coadyuva para la mejor proteccin de los derechos humanos;
9) La Constitucin Nacional debe tener valor docente;
10) Es preciso conducirse con cuidado a la hora de redactar una nueva Ley fundamental
para no insertar instituciones que en otros medios pueden funcionar pero que
aqu pueden fracasar por la idiosincrasia de nuestro contexto social, poltico y
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Por eso, Bidart Campos sostiene: Hay que valorar y valorizar la Constitucin.
Valorarla quiere decir estimarla positivamente, tenerla como signo de la recompo-
sicin social a que estamos urgidos. Valorizarla es infundirle valor, el que un nosotros
colectivo tiene que atribuirle. No porque la Constitucin no valga por si misma, no
porque su valor consista nicamente en el que subjetivamente pueda adjudicrsele,
sino porque adems del valor intrnseco y propio que la Constitucin inviste, necesita
el que socialmente le trasfunda nuestra comunidad, en esa vivencia comn de su
valiosidad. La Constitucin es buena, es un bien, porque contiene principios, ideas,
valores y tradicin ms que suficientes para estructurar la convivencia.
Los que ni siquiera conocen el texto de la Constitucin mienten cuando se decla-
ran devotos de su observacin estricta, de su impecable acatamiento.
Las creencias dice Bidart Campos y valoraciones sociales en torno de la Cons-
titucin parten de un punto elemental: hay que conocerla. No se puede estimar, defen-
der y valorar ni respetar lo que no se conoce. No se puede vivir lo que no se conoce. Es
claro que con solo conocer la Constitucin no queda todo resuelto, pero por all se
empieza. No podemos tener ganas de respetar y de vivir lo que no conocemos, ni
aquello en lo que no creemos. Creer en la Constitucin es abrigar la conviccin de que
solamente, su fiel cumplimiento engendra progreso, prosperidad, orden, justicia, bien-
estar, paz. Y no se cree en algo que no se conoce.
Defender a la Constitucin es propiciar el orden con libertad, el progreso con
justicia, la convivencia sin los estallidos del odio ni el veneno del resentimiento. De-
fender a la Constitucin es ser partidario de la cultura y de la civilizacin, es asumir la
ms plena fe en el Derecho, como regulador de la convivencia.
Hemos dicho expresa el conocido profesor argentino que a la Constitucin
hay que defenderla, hay que preservarla, hay que cumplirla. Toda ella queda com-
prendida en este deber: cada letra de su articulado, ms todo el complejo de sus ideas,
sus valores, su espritu. Queremos referirnos brevemente a los valores de la Constitu-
cin. Toda ella es valiosa, toda ella vale, con todos sus principios y todos sus conteni-
dos. Pero especialmente hemos de abordar lo que concretamente llamamos los valo-
res de la Constitucin.
Sin duda alguna, hay valores que la Constitucin propugna, hay grandes
lineamientos que enmarcan todo su contenido, hay principios sustanciales de los que
est embebida. La Constitucin propone un modelo o proyecto poltico, un programa
de convivencia, que descansan en valores supremos a los que ella auspicia.
No es difcil descubrir en la estupenda sntesis de su prembulo esas directrices
que la Constitucin traza para vertebrar nuestra sociedad y nuestro rgimen.
Sin seguir el orden en que vienen enunciados los fines y los objetivos de su
proyecto poltico, empezamos con la clusula que se refiere a asegurar los beneficios
de la libertad. Lo hacemos en primer lugar porque la libertad es un eje troncal de la
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BIDART CAMPOS: VOCACIN Y PENSAMIENTO DE UN CONSTITUCIONALISTA
Cada vez que uno u otro viola la Constitucin asevera el distinguido profesor
la hace vctima de su fornicacin. Esa impudicia es la que ha deteriorado su simbolismo,
su majestad, su sentido, su supremaca. Con la Constitucin no se puede hacer cual-
quier cosa, muchos menos fornicar.
La fornicacin de la Constitucin es la falta de respeto a ella, su menosprecio, su
infravaloracin. Y lo es tambin servirse de ella para fines subalternos. Por ejemplo,
alegar la divisin de poderes o los poderes reservados para tener desinformada a la
sociedad, para perseguir la informacin libre, y veraz, para censurar al periodismo.
No vamos a hacer una lista de las fornicaciones de la Constitucin. Si queremos
prevenirlas, porque la castidad de la Constitucin es la pureza de nuestras institu-
ciones, es la incolumidad de nuestra repblica, es la salud de nuestra sociedad. Cuando
la Constitucin se adultera, se ensucia la repblica y la democracia. Ahora tenemos
que emprender una limpieza a fondo, una depuracin hasta el fondo, porque poco o
nada ha quedado sin salpicaduras, sin mancillamientos. Pero no se trata de blanquear
sepulcros, dejndoles adentro la podredumbre. Hay que calar mucho ms hondo.
Los soberbios, los que entienden que mandar es libertad para hacer cualquier
desquicio institucional, los que nacieron para vivir de espaldas a la ley conciben a la
Constitucin como una dbil hoja de papel incapaz de frenar sus arrebatos.
Creer en la Constitucin afirma Bidart Campos es creer que una comunidad
de hombres libres que quieren vivir como personas, en paz, en justicia, en bienestar,
tiene que asentarse en unos principios comunes, muy breves, lo suficientemente am-
plios como para que nadie los discuta ni los combata. Y esos principios estn en el
prembulo, estn en la Constitucin, escapan a la discrepancia, no entran en la lucha,
ni en la ideolgica ni en la emprica. Nos vienen de la historia, pertenecen a nuestro
acervo cultural, traducen al valor justicia o Derecho natural. Solamente con pertinacia
o con mala fe pueden ser negados.
Hay hombres que con energa reclaman derechos pero se olvidan de los deberes.
Es una postura carente de tica. Es la recusable posicin del egosmo y de la irres-
ponsabilidad ciudadana.
Cada uno de nosotros dice Bidart Campos tiene obligacin de cumplir bien
con la funcin, de cualquier nivel o importancia, que le incumbe en la sociedad. Esa
era la virtud platnica. De inmediato, aparece un deber de solidaridad social, cuyas
mltiples manifestaciones no vamos a detallar ahora. Pero la solidaridad es tambin un
valor que, aun cuando no aparece en el plexo del prembulo, se integra a l.
Hace falta tambin promover el deber de respeto y tolerancia hacia los dems, en
una sociedad donde la agresividad y la intemperancia han ahondado divisiones, odios,
separatismos. Este deber, unido al de solidaridad, nos tiene que hacer sentir a todos,
hombres y grupos como partes de un todo mayor, de un todo integrado, para que no
suceda aquello sobre lo que nos prevena Ortega: la invertebracin que tambin es
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UBALDO CENTURIN MORNIGO
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BIDART CAMPOS: VOCACIN Y PENSAMIENTO DE UN CONSTITUCIONALISTA
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UBALDO CENTURIN MORNIGO
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LOS 70 AOS DE BIDART CAMPOS
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UBALDO CENTURIN MORNIGO
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LOS 70 AOS DE BIDART CAMPOS
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ELOY ESPINOSA-SALDAA BARRERA
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BREVES NOTAS SOBRE UN GRAN JURISTA Y MEJOR AMIGO
embargo, una conversacin que tuve en la cafetera del hotel donde estaba alojado me
hizo cambiar de opinin.
Yo ya haba tenido el placer de conocer personalmente a Germn J. Bidart Cam-
pos con motivo del Segundo Congreso Peruano de Derecho Constitucional, actividad
organizada por la Pontificia Universidad Catlica del Per en 1990. Sobre ese primer
encuentro nicamente me queda decir que si bien antes del mismo estaba inmejorable-
mente impresionado por la cuantiosa y siempre sobresaliente produccin acadmica
de dicho jurista, en aquella ocasin pude tambin comprobar, como al mismo tiempo
de poseer esas virtudes, Bidart Campos era adems una persona de gran sencillez en su
trato y con una calidad humana realmente excepcional. A pesar de que en esa oportu-
nidad no pudimos compartir mucho tiempo juntos, l desde un principio me brind su
amistad, honor que hasta hoy no creo estar en condiciones de merecer.
Alguna correspondencia entre Lima y Buenos Aires, as como la fortuna de viajar
en el mismo vuelo a Arequipa me haba permitido un mayor acercamiento a Bidart
Campos, pero esta relacin, como es habitual en el frecuentemente rgido mundo aca-
dmico, todava no iba ms all de circunscribirse a un trato bastante cordial. Es por
ello que no dej de sorprenderme el hecho de que, a pesar de la cara de preocupado
que seguramente traa, l se me acercara, se sentara en mi mesa y me preguntase si me
pasaba algo. Su actitud era tan bondadosa y comprensiva que no sin cierta vergen-
za le cont mis temores y puse en su conocimiento la decisin a la cual ellos me
estaban llevando. Luego de escucharme, se sonri y pas a contarme cmo haba sido
su primera exposicin, el temor que haba tenido al hacerla, y como hasta hoy (de
nuevo mil perdones Germn por la infidencia) ese mismo temor le invada muchas
veces antes de empezar a exponer. Lo nico que he aprendido con el tiempo es a
saberlo disimular, me dijo con total sinceridad. En aquella ocasin estuvimos varias
horas conversando, tiempo que incluso ahora recuerdo como uno de los ms provecho-
sos de toda mi vida.
Apuntalado por las palabras de Germn J. Bidart Campos me hice de valor y
expuse al da siguiente es el Congreso de Arequipa, afortunadamente con buen suceso;
es ms, ahora confieso que cada vez que estoy a punto de emprender alguna actividad
para la cual no me sienta lo suficientemente preparado, siempre recuerdo aquel en-
cuentro con quien hasta ese momento era prcticamente un desconocido para m y hoy
es una de las personas a las cuales ms aprecio y estimo. Es por ello que no tengo
mayor temor en sealar como ciertos aspectos de lo conversado en aquella ocasin
sigue actualmente sirvindome para darme el nimo suficiente que me permite salir
adelante en los momentos ms difciles.
Pero all no qued el apoyo que el maestro Bidart Campos inmerecidamente me
ha brindado durante todos estos aos, apoyo por el cual siempre le estar muy agrade-
cido; fue l, conjuntamente con Nstor Pedro Sags (sin cuyo afecto y gestiones ja-
ms hubiese sido posible que yo disfrutase de tantos y tan importantes buenos momen-
tos a nivel acadmico y personal). Augusto Mario Morello y una largusima lista de
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ELOY ESPINOSA-SALDAA BARRERA
estupendos amigos ms, uno de los colegas que me ayud a sobrellevar mejor, tanto
anmica como acadmicamente, el siempre difcil reto de vivir durante un largo tiempo
fuera de mi pas mientras me desempeaba como profesor visitante de varias destaca-
das universidades argentinas. Cmo olvidar entonces los estupendos momentos com-
partidos con Bidart Campos en los pasillos de la Universidad de Buenos Aires, la
revista El Derecho o en su despacho de la Avenida Santa Fe; pero sobre todo, cmo
borrar de mi mente las inacabables reuniones en el departamento de la calle Pea, las
cuales, luego del siempre carioso dilogo con Lilia, la entraable ama de llaves y
medio guardaespaldas y hermana mayor de Germn, solan concluir con una obligada
tertulia en el encantador caf de Pea y Azcunaga, suerte de prolongacin de una
acogedora casa llena de libros y recuerdos y local institucional de un grupo de gente
joven que encontraban en Bidart a un amigo ms, el cual jams impona sus puntos de
vista a nadie pero que siempre tena tantsimas cosas que aportar. Indudablemente fue
mucho lo que recib y aprend en aquel viaje y en dichos encuentros, aprendizaje nunca
limitado a lo estrictamente acadmico o profesional, pues siempre fue bastante ms
all de ello.
Una vez vuelto a Lima, y a pesar de la distancia, el contacto con Germn nunca
desapareci, sino todo lo contrario: y es que a pesar del tiempo transcurrido, de sus
innumerables ocupaciones, y sin importar en qu lugar del mundo me encuentre, frecuen-
temente gozo del inmerecido honor de recibir noticias suyas, as como sigo siendo
beneficiario de mltiples muestras de su gentileza y amistad. Y es que, para quienes
hemos tenido el placer de conocerle, Bidart Campos no solamente contina siendo el
destacadsimo jurista que estudia y hace profundos aportes en los temas de su especia-
lidad, sino que es tambin al mismo tiempo aquella persona sencilla, afable, y siempre
dispuesta a dar lo mejor de s a sus semejantes sin pedir nada a cambio.
Bidart Campos es pues, sin proponrselo, un ejemplo a seguir, una persona inte-
gral que afortunadamente entiende que el verdadero valor de alguien no se agota en la
mera acumulacin de dinero o de xito acadmico y/o profesional. El aporte humano
de este jurista argentino, aquel que en el fondo es siempre el ms importante, se plasma
entonces ntidamente a travs de algunas referencias personales como las que aqu me
ha tocado realizar; aun cuando fcilmente podra acreditar la existencia de mucha ms
gente cuyos relatos seguramente ayudaran a configurar mejor el perfil que hemos
intentado esbozar sobre el particular. Razones de tiempo y espacio nos obligan enton-
ces a no insistir en esta tarea, a pesar de que somos conscientes de estar frente a un
tema acerca del cual todava habra mucho que decir.
Ya casi a punto de ingresar al tercer milenio, nuestro mundo, sin que ello signifi-
que menospreciar sus innumerables y grandes ventajas, incurre en ocasiones en la prc-
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BREVES NOTAS SOBRE UN GRAN JURISTA Y MEJOR AMIGO
tica bastante injusta de esquematizar (y por ende, no reconocer en todo su riqueza) las
diferentes calidades de las personas. Afortunadamente entonces existen figuras como
las de Germn J. Bidart Campos que nos permiten comprender cuan absurdas son esta
clase de percepciones si estamos frente a personajes que conjugan una indiscutible
solidez acadmica con una invalorable riqueza espiritual.
Es por ello que la deuda que creo tenemos todos con este maestro y amigo argen-
tino resulta impagable, aseveracin a la cual bien podra adherirse la enorme cantidad
de personas que han tenido la suerte de conocerle personalmente, o por lo menos, han
podido leer algunos de sus libros y artculos. Lo expuesto explica entonces como es
para m un verdadero placer el participar en tan merecido homenaje, aun cuando estoy
seguro que dentro del presente colectivo se incluirn muchos otros textos que aborda-
rn con mayor propiedad el tema que aqu se me ha encomendado. Me queda pues el
consuelo de que la paciencia de los lectores de este texto, as como la especial deferen-
cia que tanto Germn como los organizadores del presente Libro-homenaje suelen
tener conmigo permitan disculpar las limitaciones de este breve recuento, el cual indu-
dablemente es tan slo un pobre intento de anotar los grandes mritos del distinguido
personaje sobre quien hemos venido haciendo referencia.
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OSVALDO ALFREDO GOZANI
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GERMN J. BIDART CAMPOS: PERFILES
I. INTRODUCCIN
Germn Bidart Campos es amigo, maestro, inspirador de vocaciones e ilustre ejem-
plo de varias generaciones argentinas. En particular soy amigo y pretencioso discpu-
lo; l me ense la influencia de la Constitucin en el proceso y juntos ensayamos una
teora general para la entrada al proceso judicial (La legitimacin en el proceso civil,
Editorial Ediar, Buenos Aires, 1996). No quiero ni debo ocultar mi gratitud hacia aquella
experiencia, pero el anticipo no supone descartar la plenitud objetiva de los dichos
siguientes. Argentina tiene en Germn a un hombre de perfiles inusuales. Es jurista
excelso, poeta, narrador, cuentista, ensayista y fumador empedernido. Sin embargo,
nada de esto es importante cuando del hombre se trata.
En la bsqueda de una explicacin hacia el ser humano Bidart Campos, segura-
mente, pierde hilacin el tiempo no vivido por quien esto escribe, lo cual recorta el
espacio y evita hacer especulaciones sobre etapas o caminos transitados. Por eso, pre-
fiero elegir un punto de vista, a condicin de no ser caprichoso y atenerme escrupulo-
samente a lo que es objetivamente comprobable.
II. EL JURISTA
Bidart Campos es el constitucionalista argentino por excelencia. Desde hace va-
rias dcadas su pensamiento se proyecta al saber hispano-latinoamericano a travs de
mltiples obras, donde se destaca el Tratado Elemental de Derecho Constitucional
Argentino que en sucesivas ediciones abre surcos y renueva el ideario fundamental
para los derechos del hombre.
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OSVALDO ALFREDO GOZANI
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GERMN J. BIDART CAMPOS: PERFILES
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OSVALDO ALFREDO GOZANI
legitimacin. Antes de Bidart, la idea original que del proceso se tena, era absolutamen-
te individualista. Se pensaba que protega derechos e intereses de la persona y no
extenda sus efectos ms all de quienes fuesen partes en el litigio. Cuando l advierte
el peligro de tan significativo reduccionismo, permite que lo social penetre en la rbita
de los derechos amparados; la tutela se expande a otros intereses, que cuentan en los
derechos y garantas expresados en las cartas constitucionales una suficiente
fundamentacin.
Con la explicacin del fenmeno de la aparicin de Cortes Constitucionales esta-
blecidas desde 1920, permite ir definiendo valores, principios y presupuestos que com-
prometen directamente a la defensa de los derechos del hombre. Es verdad que el
desarrollo de esos Tribunales de Garantas no va a tener proyecciones sino despus de
la Segunda guerra mundial, cuando coinciden con el gran movimiento
constitucionalizante que acentan normativas dirigidas a asegurar la recta utilizacin
de los principios superiores del ser humano; y adems, propician igualaciones y equi-
librios de poder con el establecimiento de organismos de control y defensa de la leyes
fundamentales. Empero, tales observaciones no quiebran la sutileza del enfoque que
trae Bidart Campos. Lucen en esta etapa: El derecho de la Constitucin y su fuerza
normativa, La Corte Suprema. Tribunal de Garantas Constitucionales, Los equi-
librios de la libertad, Los Tribunales Militares y la Constitucin, Rgimen legal
y jurisprudencial del amparo (aunque anterior en el tiempo, pondera una lnea de
pensamiento), y el estudio introductorio sobre la legitimacin como problema consti-
tucional, en nuestro libro La legitimacin en el proceso civil.
III. EL CATEDRTICO
Germn J. Bidart Campos es un hombre de ctedra. Ello supone ejercer
disciplinadamente la dura y esforzada, pero al mismo tiempo tan hermosa, tarea de
ensear. Para Germn la libertad de ctedra fue ms que la libertad individual del
docente; quiz fue en la Universidad donde anid el ms puro espritu de conviccin y
fortaleza con sus ideales y opiniones. La Universidad de Buenos Aires, y la Pontificia
Universidad Catlica Argentina tienen y tuvieron la dicha de tenerlo como profesor.
Sin embargo, sera injusto acotar a estas Altas Casas de Estudio su presencia y liderazgo,
pues no existe, prcticamente, universidad argentina, donde no haya estado y divulga-
do su saber y disciplina. Tradicionalmente fue un hombre del Derecho Constitucional;
despus sigui como catedrtico en Derechos Humanos; hoy lo avizoramos como pun-
tal en sendas novedosas como son el Derecho Procesal Constitucional y el Derecho
Procesal Transnacional.
Pero si la enseanza encuentra siempre sus tiempos disponibles (creo que no hay
mejor invitacin para hacerle que pedirle una clase para alumnos, las que an hoy
sigue dando regularmente en la Universidad de Buenos Aires), la investigacin no le
va en zaga. Dirige el Instituto de Investigaciones Ambrosio L. Gioja dependiente de
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, donde
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GERMN J. BIDART CAMPOS: PERFILES
realiza mltiples tareas. En este campo desarroll una trascendente investigacin, que
termin en la obra La Constitucin y su fuerza normativa.
IV. EL ABOGADO
Germn escribi e investig el Derecho con extraordinaria meticulosidad. Hasta
donde llega mi informacin, conozco sesenta y siete libros y seguramente perder
alguno en el inventario superficial que realizo. Ejerci la profesin desde la perspecti-
va del consultor. No es hombre de honorarios irritantes ni caudalosos; su ciencia es
administrada con el mismo juicio que lleva en su vida. De ah lo extraordinario del
hombre, no hay que fulgurar para destacarse porqu, como se ha dicho con acierto, la
vala de los hombres se mide por dos varas: sus compromisos y responsabilidades; y el
afecto que en los dems genera.
V. EL MAESTRO
Germn ha sido maestro de sucesivas generaciones. Siempre fiel a s mismo ja-
ms abandon a los ms jvenes, Sus obras recogen la amplitud de sus lecturas y la
generosidad de la cita a quienes comienzan las primeras armas del jurista. Costumbre
que deja en claro su generosidad y la ferviente conviccin de forjar ilusiones a los
novatos, quienes encuentran (y en su tiempo hayamos) un camino iluminado para per-
severar en el camino del ilusionado afn de ser juristas. Hombre de hablar pausado y
voz sonora; tan cauto y reflexivo como punzante y severo; hombre de soledades y
melancolas; de recuerdos imborrables de una infancia que est siempre presente; abo-
gado responsable y fiel amigo de sus amigos. Este es Germn J. Bidart Campos, quiz
lo que l quiso que fuera; quiz, tambin, el hombre que l jams pens.
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EXEQUIEL KAY
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EL CAMINO DE LA SABIDURA
EL CAMINO DE LA SABIDURA
EXEQUIEL KAY
(Argentina)
Era un soleado viernes de octubre, hace casi dos aos. Con ansiedad, esperaba su
presencia en la explanada de la Universidad Nacional del Litoral de Santa Fe, donde
se desarrollaba desde hace algunas horas el Congreso Internacional sobre La perso-
na y el Derecho en el fin de Siglo. Mi estado de nimo, se conjugaba entre las
exigencias propias de mi profesin y la condicin de estudiante que siempre espera
encontrarse con la representacin viva de los conocimientos que mama en los claus-
tros universitarios.
En ese momento, solo pensaba en los conceptos de Teora del Estado una snte-
sis de sus trabajos ms importantes en la materia, que haba estudiado en Ciencia Pol-
tica dentro de mi licenciatura en Comunicacin Social y en la importancia de llevar al
diario donde trabajo, una nota con ese distinguido constitucionalista que en otro mo-
mento pudo haber parecido inalcanzable. La extraa circunstancia me puso frente a
una posible desilusin. Lleg acompaado de un colega y un joven. Me present y
propuse realizar una entrevista en algn resquicio que dejase su apretada agenda. An-
tes que respondiera, su colega intervino con indiferencia. Nos esperan..., dijo presu-
roso refirindose a otro medio escrito de la ciudad de Santa Fe.
Los segu unos minutos por varios pasillos. Cuando salieron del edificio de esa
casa de estudios, mi insistencia encontr contencin. La intervencin esta vez tuvo una
voz ms ronca. Pero est l... no podemos volver luego...?, pregunt Germn J.
Bidart Campos al responsable de su agenda. La respuesta aunque positiva, result
antiptica. En ese instante empec a pensar en el fracaso de la iniciativa. El sol del
medioda santafesino se haca sentir y por momentos dud de su regreso. Despus de
todo quin era yo? Qu poda pretender un joven periodista de un medio que nadie
todava conoca, ante semejante personalidad? Sin embargo, apost a la infaltable pa-
ciencia que debe caracterizarnos y esper, mientras sustentaba mi esperanza en el vir-
tuoso gesto de ese ilustre constitucionalista que haba pensado en ese desconocido
periodista. Pas al menos una hora. De pronto, cuando haba contado casi todas las
baldosas de las veredas de la Universidad, observo que llega Bidart Campos, ya sin su
colega. El regreso, evidenciaba su deseo de cumplir con el compromiso contrado con
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EXEQUIEL KAY
aquel gesto inusual en estos das. Cruzamos unas galeras y camino al bar compartimos
algunas palabras. El invit un caf, pero no acept. En medio del dilogo, un nuevo
gesto me inst a compartir la pequea tacita que tambaleaba en sus rugosas manos. De
la entrevista se destac una frase que ms tarde sera titular: Nuestra cultura poltica
no tiene conviccin para el cumplimiento de la Constitucin.
Fueron unos treinta minutos y en apariencia ese encuentro pas a ser uno ms.
Regres a la redaccin pero no escrib como todos los das. Estaba creando un mensaje
que llevara a los lectores los conocimientos de aquel hombre que tanto mencionaba
mi profesor de Ciencias Polticas en la Universidad Catlica de Santa Fe. Das ms
tarde, mi artculo viaj en un sobre a Buenos Aires y tuve el atrevimiento de proponer
a mi entrevistado una contestacin con el solo objetivo de recibir una crtica siempre
esperada de mi parte. Doce das despus, viv un momento inolvidable. Ese distingui-
do profesor se haba tomado unos minutos para escribirme y hacer llegar su prometida
respuesta. Con la carta entre mis manos, en mi intimidad, una fuerte emocin me inva-
di y en unos instantes se diluy en un silencio cmplice. Desde ese momento, haba
otra persona que empezara a compartir conmigo el noble y universal sentimiento de la
amistad. Nunca pens semejante circunstancia aunque con naturalidad me pregunt
porqu no poda ser. Sin dudas, tambin desde ese momento comprend que estaba
frente a uno de esos hombres que viajan con sus enormes conocimientos acompaados
de humildad por el camino de la sabidura. A partir de all, decenas de cartas fueron los
pilares de un dilogo epistolar frtil, cimiento de una amistad que seguramente ningu-
no de los dos esperaba, cada uno, a la altura de su vida. Sin embargo, ambos pensamos
en la riqueza de un encuentro de generaciones que hoy nos tiene como protagonistas.
Mis escasos conocimientos en relacin a los campos de estudio donde Germn
expone sus teoras con asombrosa capacidad, no me permiten hacer en este homenaje
una valoracin de sus trabajos porque sencillamente no me desempeo en ese terreno
y por lo tanto carezco de la idoneidad que seguramente demostrarn otros profesio-
nales en estas pginas. Por el contrario, siento la necesidad de volcar en ellas mi testi-
monio de vida sobre un hombre que acompaa sus acciones con franqueza, sencillez,
cario y lealtad. Germn encarna uno de los protagonistas de esa natural distincin
entre Sombras y hombres que Jos Ingenieros seala en su clebre obra El hombre
mediocre. Est claro que Bidart Campos se ubica entre aquellos a los cuales la ima-
ginacin (les) dar un impulso original hacia lo perfecto. Es uno de esos hombres que
sienten cada da que vivir es aprender, para ignorar menos; es amar, para vincularnos
a una parte mayor de la humanidad; es admirar, para compartir las excelencias de la
naturaleza y de los hombres; es un esfuerzo por mejorarse, un incesante afn de eleva-
cin hacia ideales definidos. Germn es el hombre que bebe el agua de su aljibe,
como seala la frase bblica que abre uno de sus libros de poesas publicado en 1969,
bajo el nombre de El aljibe. En ese remanso de vida que aparece como desconocido
para muchos y que hoy recuerda con nostalgia su autor desde otro mundo menos ro-
mntico como el jurdico, ese talentoso hombre se define como mirndose en la super-
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EL CAMINO DE LA SABIDURA
ficie del agua de ese dulce aljibe (que) me contempla con negros ojos y pupilas muy
remotas. Para ofrecerme a cada instante la resonancia inmemorial que hay en su histo-
ria. Para que escuche su murmullo, que se levanta de sus sombras a mis sombras. Y los
latidos de otros mares en este mar de su callada caracola. Hasta su sitio solariego
convergen siempre mis caminos y mis rumbos. Y mi mirada distrada busca en la dulce
soledad sus ojos puros. Entre en mi vida y en mis horas, y me dirijo hasta la historia de
su mundo. Y junto al borde del aljibe me est esperando mi pasado taciturno.
Como se describe en la obra, ese manojo de versos, intercalan dolor, decepcin,
angustia, amor, lirismo, misticismo, y reflejan el andar de ese hombre que dialoga con
Dios y siente el peso cotidiano y montono de los das frustrados. Por momentos,
estas palabras me transportaron hacia esas otras tan dulces del poema El aljibe y a
la vez a unas que en cartas a un joven poeta, Rainer Mara Rilke dice a su querido
seor Kappus, en un dilogo epistolar anlogo al nuestro. Festeje Navidad, querido
seor Kappus, en el piadoso sentimiento de que quiz El necesite de usted esta angus-
tia ante la vida, para comenzar. Estos das de transicin acaso sean precisamente el
tiempo en que todo, en usted, trabaja en El, como ya ha trabajado en El, jadeante, en la
infancia. Sea usted paciente y ecunime, y piense que lo menos que podemos es no
hacerle su advenimiento ms difcil de lo que la tierra se lo hace a la primavera, cuando
sta quiere venir. Y est contento y confiado. Esas palabras que el gran poeta de
Praga escriba por diciembre de 1903, repet para Germn hace ms de un ao en
vsperas de Navidad, tratando de interpretar su estado de nimo a la distancia, y acom-
paarlo, caminando imaginariamente por los andenes de las estaciones de este mundo.
En esa senda, ambos sentimos que cada carta representa aos de relacin y una amistad
que aparenta ser desde siempre. En particular, me deslumbra su humildad y capacidad
para acercarse a los dems a corazn abierto. A partir de su enorme talla humana, es
poseedor de una paradoja agradable: erudito en el ser, nefito en el parecer, conjuga
una enorme capacidad intelectual, con un desconocimiento total de la soberbia y la
arrogancia, materias que no entran en sus tratados. De este modo, quienes no se mue-
ven en los mbitos acadmicos y desconocen su figura, seguramente pasan indiferen-
tes a su lado sin darse cuenta que se cruzan uno de los ms destacados constitucionalistas
y estudiosos del Derecho del pas y de Amrica Latina.
En estos das, escribiendo mi modesto aporte para este homenaje al conocimien-
to, pienso en la loable actitud que siempre conlleva ponderar por igual la notable capa-
cidad intelectual y calidad humana de un hombre de gran trayectoria, como Germn J.
Bidart Campos, y a nivel personal, en aquel encuentro que nos depar el destino, que
me conduce a reflexionar seriamente sobre esos excntricos que aseguran que la barra
del caf contiene mensajes decisivos para nuestras vidas.
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MARA CRISTINA SERRANO
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DOCTOR GERMN J. BIDART CAMPOS: MAESTRO Y AMIGO
El Dr. Germn J. Bidart Campos es, sin duda, una de las ms sobresalientes figuras
del constitucionalismo argentino; un intelectual cristiano que ha puesto su talento y su
esfuerzo al servicio de nuestra patria, en una larga y fecunda vida de estudio, investiga-
cin y docencia; un profesor eminente, que durante muchos aos ha difundido su
lcida y esclarecedora enseanza desde la ctedra universitaria, los libros y las publi-
caciones peridicas. Para los que tenemos la suerte de ser sus discpulos y colaborado-
res es, adems, un verdadero amigo y uno de los hombres ms sencillos y afables que
hayamos conocido.
A Germn lo conoc en el ao 1964, al comenzar mi carrera en la Universidad
Catlica Argentina, donde en aquel momento l se desempeaba como decano de la
Facultad de Derecho y Ciencias Polticas. Dos aos ms tarde, ya en el tercero de la
carrera, fue mi profesor de Derecho Constitucional, materia que despert en m un
especial inters desde el primer da en que escuch sus clases.
Como profesor, nunca se limit a repetir textos, propios o ajenos, sino que supo
explicarnos su materia hasta hacerla comprender y, lo que es ms importante, hacerla
amar. As pudo crear a su alrededor un numeroso y entusiasta grupo de colaboradores,
inspirados por las lecciones de un maestro como pocos, uno de esos maestros que se
encuentra rara vez en la vida.
Adems, supo ensearnos con su ejemplo de conducta, transmitindonos, a travs
de la convivencia universitaria, una serie de valores como la solidaridad, la humildad,
la sencillez, la cordialidad y la simpata, as como una gran actitud de respeto e inters
por todos y cada uno de sus discpulos.
En sus clases, era muy extrao que un alumno estuviera ausente o se distrajera
pensando en algo ajeno al tema de la leccin del da. Incluso en el recreo, entre clase y
clase, algunos lo rodebamos para seguir conversando sobre lo que nos haba explica-
do, para hacerle preguntas o simplemente para conocer su opinin sobre algn asunto
641
MARA CRISTINA SERRANO
de actualidad. Siempre estaba dispuesto y abierto al dilogo, lo que nos permita sentir-
lo muy cerca de nosotros a pesar del gran respeto y de la admiracin intelectual que por
l sentamos. Todava hoy, despus de tantos aos, recuerdo qu cortas se nos hacan
sus clases, qu rpido pareca pasar el tiempo mientras lo escuchbamos.
Su actitud en los exmenes pona de manifiesto de manera especial su respeto por
el alumno que estaba evaluando y por su manera de pensar. Nunca olvid que cuando
rend el examen final de Derecho Constitucional, al elegir el tema sobre el cual quera
que expusiera, me aclar que saba que yo no pensaba como l acerca de ese tema,
pero que, precisamente por eso, le interesaba conocer mi opinin. Me escuch con
gran inters, permitindome desarrollar mi exposicin con plena libertad y hacindo-
me sentir muy cmoda en todo momento.
Al igual que sus explicaciones en clase, sus textos eran tan amenos, claros y sen-
cillos, que nos ayudaban muchsimo a estudiar y a preparar la materia. Era comn
comentar entre nosotros que leer su Tratado de Derecho Constitucional era como se-
guir escuchndolo explicar los temas que bamos leyendo.
Su extensa y destacada produccin bibliogrfica, cuya resea y anlisis superaran,
evidentemente, los lmites impuestos por estas pginas, nos ha proporcionado y nos
sigue proporcionando un rico material actualizado para poder estudiar y reflexionar
sobre todos los asuntos que la cambiante situacin nacional nos ha ido presentando.
Estoy convencida de que en una materia fundamental como es el Derecho Cons-
titucional, dentro del plan de estudio de la carrera de Derecho, haber tenido la fortuna
de contar con un profesor de la talla del Dr. Bidart Campos, es un verdadero privilegio,
que ha contribuido de manera muy importante en la formacin jurdica de quienes
hemos sido sus discpulos.
Aunque formalmente dej de ser su alumna, continu sindolo desde mi condi-
cin de colaboradora en sus ctedras de Derecho Constitucional de la Universidad de
Buenos Aires y de la Universidad Catlica Argentina, desde 1972 en la primera y
desde 1974 en la segunda. La misma consideracin que me haba demostrado como
alumna me lo manifest, a partir de entonces, como integrante de sus ctedras.
Bidart Campos, como jefe de ctedra, ha estado invariablemente al lado de sus
colaboradores. Siempre lo sent de esa manera, nunca la relacin con quienes integra-
mos sus ctedras fue de carcter vertical o de subordinacin, sino que, por el contrario,
ha sido una relacin entre pares, de mutuo respeto y cario. Le interesaba mucho que
dejramos de tratarlo formalmente; peda con insistencia que no lo doctoreramos
ms y que comenzramos a tutearlo, lo que en un primer momento me cost bastante,
por sentirlo como mi maestro.
Presentarme ante los alumnos como integrante de su ctedra y, sobre todo, como
su discpula me ha llenado y me sigue llenando de profundo orgullo. Este ao tuve una
gran satisfaccin, y se lo hice saber a Germn, cuando en un programa de radio un
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DOCTOR GERMN J. BIDART CAMPOS: MAESTRO Y AMIGO
conocido periodista local me entrevist por mi condicin de discpula del Dr. Bidart
Campos, destacando reiteradamente esa condicin.
La actividad docente me otorg tambin la posibilidad de compartir con el Dr.
Bidart Campos un sinnmero de congresos, jornadas y seminarios en nuestra ciudad y
fuera de ella. Esas reuniones y viajes me permitieron comprobar el afecto que experi-
mentan por l todos los que se dedican a esta tan querida disciplina del Derecho Cons-
titucional, cmo se sienten cerca de l los ms jvenes y cunta alegra significa, para
los estudiantes de las distintas universidades que hemos recorrido, conocerlo, conver-
sar con l y pedirle que les firme sus libros, las obras con las que han preparado o estn
preparando Derecho Constitucional. En estos encuentros resaltan de una manera espe-
cial dos valores muy suyos, su humildad y su sencillez, ya que no se limita a alternar
con las personalidades ms importantes y reconocidas, sino que prefiere estar con los
profesores ms jvenes o con los estudiantes, mostrando as su primordial condicin
de maestro. Se pone de manifiesto tambin su gran simpata y amabilidad para con
todos, as como su excelente memoria: nunca desconoce a nadie, es notable como
recuerda los nombres de todos los que ha ido conociendo a lo largo de tantos aos de
docencia e investigacin.
Recuerdo de una manera muy especial un viaje que hice con la Dra. Beatriz Alice
y con l a la ciudad de Mxico, en el ao 1980, con motivo del II Congreso Iberoame-
ricano de Derecho Constitucional, que se llev a cabo en la Universidad Autnoma
de Mxico. Fue una experiencia muy buena, no slo desde el punto de vista acadmi-
co, ya que tuvimos la ocasin de recorrer juntos la ciudad que l tanto quiere y compar-
timos despus unos hermosos das de playa, en Puerto Vallarta. No dejbamos de dis-
frutar y de rernos con sus variadas ocurrencias y con el relato de ancdotas de su vida.
Hasta aqu se extiende sin agotar el tema, por supuesto mi testimonio como
discpula y colaboradora del Dr. Bidart Campos, al que ha de agregarse el que me
corresponde como amiga. En este plano, puedo decir que siempre lo he sentido muy
cerca, sobre todo en los momentos trascendentales de mi vida, como mi casamiento, el
nacimiento de mis dos hijas y el fallecimiento de mis padres.
Para mi familia, Germn es alguien muy conocido y querido, tanto por Roberto,
mi marido, como por Agustina y Paula, mis hijas, que guardan como recuerdos muy
preciados los regalos que de l recibieron al nacer. Roberto ha recurrido a l en busca
de asesoramiento profesional y siempre ha valorado mucho su apoyo, totalmente des-
interesado y amistoso. Mi hija mayor, Mara Agustina, en su segundo ao del colegio
secundario estudiaba con orgullo lo que para el Dr. Bidart Campos significa el concep-
to de democracia, expresndolo con entusiasmo en una de las pruebas de la materia
Instruccin Cvica, con la alegra de encontrar, formando parte de la enseanza esco-
lar, el pensamiento de una persona ligada a la familia.
Sin duda, un gesto significativo de aprecio y amistad es que nos hemos dedicado
mutuamente obras: l nos dedic El Marxismo y el Derecho Constitucional a la Dra.
643
MARA CRISTINA SERRANO
644
DOCTOR GERMN J. BIDART CAMPOS: MAESTRO Y AMIGO
OSCAR R. PUCCINELLI
(Argentina)
645
OSCAR R. PUCCINELLI
les, Inhumanos o Degradantes, de no ser por tratarse de un libro tan ameno, gil y
fcilmente digerible, no por superficial, sino debido a que las explicaciones en l con-
tenidas resultaban sumamente claras y concretas, entrelazadas de una manera cierta-
mente apropiada para el pblico al que estaba naturalmente destinada: los alumnos
universitarios.
Al ao siguiente, en el ocaso de la dictadura militar iniciada en 1976 (cuyo ltimo
y frustrado intento por mantenerse en el poder fue aquella absurda guerra), apareca en
nuestro plan de estudios el curso de Derecho Constitucional, y ante la ausencia en
algunos casos, y marcado control, en otros, de las ms elementales instituciones demo-
crticas, comenzbamos al decir de uno de mis profesores a estudiar ciencia-fic-
cin. En efecto, la mayora de quienes asistamos a ese curso apenas llegbamos a los
veinte aos de edad y habamos transcurrido parte de nuestra infancia y de la adoles-
cencia bajo aqul rgimen autocrtico, con lo cual poco y nada entendamos del conte-
nido real de palabras tales como divisin de poderes, democracia, Repblica,
Constitucin, Congreso, derechos humanos, libertad de prensa, etc.
Tenamos consecuentemente que arreglrnoslas para, entre otras cosas, armar un
escenario democrtico virtual, a partir del cual comprender el funcionamiento de las
principales instituciones que por entonces, como se dijo, se encontraban desarticula-
das o fuertemente controladas, y la pregunta inicial fue: dnde recurrir para ello?,
qu material podra auxiliarnos en tal empresa? Escuchamos con cierto alivio la suge-
rencia de otro libro de aqul autor que ya haba comenzado a formarnos y a formar
parte de nuestra vida cotidiana al lado del Derecho, y la referencia a su Manual de
Derecho Constitucional Argentino (que de manual ciertamente tena poco como
ocurre con su actual versin, pero cabe destacar que su autor jams recurri a ttulos
grandilocuentes, aunque sus obras ciertamente lo merecan).
El resultado, como no poda ser de otra manera, fue tambin altamente satisfacto-
rio, pues la recorrida por aquellas abstractas instituciones, que se presentaba como una
suerte de mera expedicin extica, se convirti en una sumamente til, ilustrativa y
cautivante, en especial considerando que para fines de ese mismo ao se convoc a
elecciones generales que auguraban el ansiado regreso a la democracia.
Despus de culminado ese curso, una y otra vez debimos volver a las enseanzas
del Dr. Bidart Campos, y no slo a las plasmadas en las dos obras mencionadas, sino
en muchas otras publicaciones realizadas por el autor, que fueron referencia impres-
cindible, (especialmente los innumerables artculos publicados en las principales re-
vistas jurdicas del pas), tanto en la mayora de las materias que se fueron sucediendo
a lo largo de los estudios de grado (donde apareci permanentemente como principal
referente doctrinal en los conflictos constitucionales que se proponan analizar), como
luego, durante el ejercicio profesional, donde nos nutrimos cotidianamente de sus co-
nocimientos, volcados actualmente ms de ochenta libros y cientos de artculos que
pueden encontrarse en las ms diversas publicaciones (el autor siempre mostr una
646
GERMN JOS BIDART CAMPOS Y SUS TRES DIMENSIONES
generosidad ilimitada ante la solicitud de algn aporte suyo, an para las publicaciones
ms modestas).
Apenas reinstalada en el pas la institucionalidad democrtica, en 1984 se comen-
z motorizar la idea de la reforma integral de la sabia y tantas veces vapuleada Cons-
titucin de 1853/60, que apareca para algunos sectores como la principal responsable
de los desequilibrios institucionales habidos en el pas desde el derrocamiento de
Hiplito Yrigoyen, en 1930. Se advertir el alto grado de desconcierto y de temor que
temamos por entonces los jvenes de veintitantos aos frente a tal trascendental em-
presa, ya que por primera vez asistamos a un escenario democrtico real y apenas
comenzbamos a comprender cmo funcionaban las reglas fundamentales de juego de
la sociedad, cuando nos convocaban a las urnas para cambiarlas.
Por aqul entonces, atrado por la idea de terminar mis estudios en la universidad
pblica y participar de manera activa en este nuevo perodo, me encontraba transitan-
do las aulas de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario, donde
conjuntamente con otros estudiantes de grado fundamos un centro de estudios. Obvia-
mente, la movilizacin que produca la convocatoria a una reforma constitucional no
poda sernos indiferente, con lo cual, luego de una serie de actividades menores desarro-
lladas en el ao siguiente, decidimos organizar otras algo ms importantes que contribu-
yeran al debate y que nos permitieran echar alguna luz sobre los mltiples interrogantes
que tenamos sobre una potencial reforma constitucional, que ya se avizoraba como in-
evitable. As surgi la idea de realizar una serie de jornadas para debatir acerca de la
reforma, y pretendimos convocar a los mejores profesionales que nos fuera posible con-
seguir en tan modesta empresa. De hecho, la figura de quien nos vena acompaando
desde el papel en nuestros estudios nos pareca inaccesible, pero decidimos cuanto
menos intentar materializar el sueo de contar con aquella figura estelar que admirba-
mos en el reparto de los disertantes que concurrieran a aqul curso.
Y as fue: tmidamente nos pusimos en contacto con l no sin pasar previamente
por su atenta ama de llaves y lo invitamos a participar del curso, con el obvio temor
de que la oferta no le interesara o que la segura multiplicidad de sus ocupaciones no le
permitieran dispensar un par de das de su tiempo para un evento organizado por estu-
diantes, mxime frente a la cantidad de eventos que al respecto se estaban realizando
por entonces. All nos encontramos con la primer gran sorpresa: aqul tan cercano
pero a la vez tan lejano e inalcanzable autor nos trat desde el primer contacto con gran
amabilidad y con una enorme humildad, virtudes que son bien conocidas por todos
aquellos que hemos podido conversar siquiera cinco minutos con este ser humano
increble. Pero ciertamente las sorpresas no terminaran all, pues al arribar a Rosario
se mostr sumamente interesado en las inquietudes que tenamos los alumnos sus
alumnos, en definitiva y se conect con nosotros en un sorpresivo pie de igualdad,
pese a los ttulos y honores que ostentaba y que le hubieran permitido guardar cierta
prudencial distancia.
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OSCAR R. PUCCINELLI
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GERMN JOS BIDART CAMPOS Y SUS TRES DIMENSIONES
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OSCAR R. PUCCINELLI
cultivar, como sus conocimientos, celosa y tenazmente durante toda su vida, segura-
mente teniendo presente las enseanzas de la parbola de los talentos), y tambin leer-
se entrelineas en su siempre encendido discurso que, en favor de los derechos humanos
y en especial de la igualdad de oportunidades y de la justicia distributiva, enarbola en
esa particular clave trialista que porta como dilecto y fiel discpulo de Werner
Goldschmidt. Como gran maestro Bidart Campos nunca se aferr a sus posiciones,
sino que, por el contrario, tuvo siempre una mentalidad abierta a las ideas nuevas y a
los cambios, aunque pudieran barrer con conceptos largamente arraigados en la socie-
dad y an cuando la admisin de tales ideas pudiera contrastar con sus posiciones.
Muestra palmaria de ello lo constituyen sus trabajos, e incluso, personalmente, tuve el
agrado de encontrar, en un artculo publicado no hace mucho tiempo en La Ley (otra
tambin prestigiosa revista jurdica argentina) rotulado Repensando las garantas cons-
titucionales, donde revisa el concepto de garanta y admite la posibilidad de que el
denominado derecho de rplica pueda ser considerado, como lo sostuve personal-
mente en trabajos anteriores, como un mecanismo tutelar de otros derechos.
Y por si con lo dicho resultara poco, tampoco es reacio a los halagos, incluso
cuando debe demostrar el error de otros. Siempre lo ha hecho con afecto, con altura y
valorizando la voluntad de quienes se animan a fijar posiciones, aunque sean discuti-
bles. En todos sus trabajos, para referirse a terceros, lo hace con esa calidez, inclusive, y
en este caso muy especialmente, en las dedicatorias de sus obras, donde siempre guarda
un lugar privilegiado para halagar tambin a sus afectos ajenos al campo del Derecho,
sitial de privilegio en el que tambin me ha honrado nuevamente dispensndome pala-
bras altamente estimulantes, que me comprometen an ms en el camino escogido.
Bidart Campos no nos ha dado hasta el momento un retoo suyo, pero, cuanto
menos, convengamos en que quisiramos clonarlo, para perpetuarlo entre nosotros.
Sin embargo, as como l se ha transformado en segundo padre de tantos de noso-
tros, inversamente cuenta con innumerables segundos hijos dispersos por el mundo.
Recuerdo en este momento la Primera Convencin Latinoamericana de Derecho,
realizada en Ica, Per, en 1995. All, en una clida recepcin tpica de nuestros herma-
nos peruanos, un grupo folclrico ejecut una hermosa obra donde se refera a alguien
legendario que no tuvo la oportunidad de tener hijos de sangre, pero s la de contar
con estos segundos hijos, y que agradeca a la vida porque llenaban ese espacio de
afecto y de prolongacin vital. Germn J. Bidart Campos se conmovi con esa obra y
se lo vio asentir con la cabeza, muy emocionado, y creemos que le lleg tanto a sus
fibras ms ntimas que logramos que, dejando de lado toda una larga tradicin, movie-
se su cuerpo al ritmo de algunos de los bailes autctonos que luego le seguan. Inclusi-
ve, no recuerdo bien, creo que dej momentneamente ese compaero inseparable, ese
cigarrillo que lo acompaa desde hace tanto tiempo y que, por constituir en l un vicio,
nos recuerda que Bidart Campos es, en definitiva, un ser humano, temporalmente fini-
to, aunque no lo queramos as.
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GERMN JOS BIDART CAMPOS Y SUS TRES DIMENSIONES
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OSCAR R. PUCCINELLI
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Sobre la fuerza normativa de la constitucin
C) EPLOGO
653
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I. Un pequeo homenaje
Con motivo de cumplirse el 10 aniversario del fallecimiento del Prof. Dr. Germn
J. Bidart Campos, en estas lneas se ofrece un pequeo homenaje para quien fuera un
gran maestro del Derecho Constitucional, realizando una recorrida en torno a una de
sus enseanzas fundamentales: la idea de la fuerza normativa de la Constitucin.
(1)
Profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos
Aires. Un agradecimiento especialmente al Prof. Dr. Jos F. Palomino Manchego por la generosa
invitacin a publicar estas lneas en recuerdo al querido maestro Bidart Campos, quien fuera y sigue
siendo uno de los ms importantes y trascendentes portavoces del Derecho Constitucional Lati-
noamericano. Cfr. Palomino Manchego, Jos F. y Remotti Carbonell, Jos C. (coords.), Derechos
humanos y Constitucin en Iberoamrica (Libro-homenaje a Germn J. Bidart Campos), AA. VV.,
Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional (Seccin Peruana), Lima, 2002, pp. 13 y ss.
655
a. La evolucin de la idea
Las revoluciones norteamericana y francesa de fin del S. XVIII, marcaron un
momento decisivo en la historia del constitucionalismo(2).
Tanto los colonos norteamericanos como los ciudadanos franceses ejercieron el
poder constituyente para acabar con el status anterior y fundar un nuevo orden jurdi-
co-poltico, independizndose de la corona inglesa y destruyendo el antiguo rgimen,
respectivamente.
Sin embargo, el movimiento constitucionalista se desarroll de modo y en sentido
diverso en las dos orillas del Atlntico(3).
En efecto, en Norteamrica la Constitucin asumi un valor jurdico pleno, tanto
respecto de la organizacin formal de la parte orgnica, como en cuanto a los contenidos
sustanciales de la parte dogmtica cuyos enunciados se consideraban vinculantes para
el legislador y aplicables por los tribunales incluso frente a las leyes.
As, v.gr., Hamilton sostuvo que la Constitucin norteamericana(4):
(2)
Cfr. Fioravanti, Maurizio, Costituzione [1999], trad. Constitucin. De la antigedad hasta
nuestros das, Trotta, Madrid, 2007, pp. 100 y ss.
(3)
Sobre la evolucin del constitucionalismo en Estados Unidos y en Europa, con especial foco en
su afirmacin como norma suprema jurisdiccionalmente garantizada, cfr. Garca de Enterra, Eduardo, La
Constitucin como norma y el tribunal constitucional, Civitas, Madrid, 1983, pp. 39 y ss.; Acosta Snchez,
Jos, Formacin de la Constitucin y jurisdiccin constitucional. Fundamentos de la democracia consti-
tucional, Tecnos, Madrid, 1998, pp. 19 y ss.
(4)
Cfr. Hamilton, Alexander, en The federalist, N 78 [1788], trad. El federalista, n78, Fondo de
Cultura Econmica, Mxico, 1994, pp. 330 y ss.
656
Tal concepcin fue asumida luego por la propia Supreme Court, bajo la pluma del
chief justice Marshall, en el conocido caso Marbury vs. Madison [1803, 5 US 137]:
657
Los que aplican las normas a casos particulares deben por necesidad exponer e
interpretar esa norma. Si dos leyes entran en conflicto entre s el tribunal debe
decidir acerca de la validez y aplicabilidad de cada una. Del mismo modo cuando
una ley est en conflicto con la Constitucin y ambas son aplicables a un caso, de
modo que la Corte debe decidirlo conforme a la ley desechando la Constitucin,
o conforme a la Constitucin desechando la ley, la Corte debe determinar cul
de las normas en conflicto gobierna el caso. Esto constituye la esencia misma
del deber de administrar justicia. Luego, si los tribunales deben tener en cuenta
la Constitucin y ella es superior a cualquier ley ordinaria, es la Constitucin y
no la ley la que debe regir el caso al cual ambas normas se refieren () Quienes
niegan el principio de que la Corte debe considerar la Constitucin como la ley
suprema, se ven reducidos a la necesidad de sostener que los tribunales deben
cerrar los ojos a la Constitucin y mirar slo a la ley. Esta doctrina subvertira
los fundamentos mismos de toda Constitucin escrita () Reducir de esta manera
a la nada lo que hemos considerado el ms grande de los logros en materia de
instituciones polticas -una Constitucin escrita- sera por s mismo suficiente en
Amrica, donde las constituciones escritas han sido vistas con tanta reverencia,
para rechazar la tesis () No es tampoco intil observar que, al declarar cual
ser la ley suprema del pas, la Constitucin en s misma es mencionada en primer
lugar, y no todas las leyes de los Estados Unidos tienen esa calidad, sino slo
aquellas que se hagan de conformidad con la Constitucin () De tal modo, la
terminologa especial de la Constitucin de los Estados Unidos confirma y enfatiza
el principio, que se supone esencial para toda Constitucin escrita, de que la ley
repugnante a la Constitucin es nula, y que los tribunales, as como los dems
poderes, estn obligados por ese instrumento.
(5)
Cfr. Mirkine Guetzvitch, Boris, Les nouvelles tendances du droit constitutionnel [1931], trad.
Modernas tendencias del derecho constitucional, Reus, Madrid, 1934, pp. XXI y ss.
658
659
De tal manera, sealaba que la mayor parte de los Estados donde no se asigna al
juez el derecho de comprobar si las leyes concuerdan materialmente con la Constitucin,
no hay garanta alguna, por ms que digan las teoras jurdicas, de que no se promul-
gar una ley que contradiga los principios del Derecho Constitucional y modifique la
validez jurdica de la Constitucin.
Luego, insisti en que las normas jurdicas pueden mucho menos de lo que se cree,
sosteniendo que podan producirse cambios constitucionales, por reforma o mutacin, a
causa de revoluciones, necesidades polticas, prcticas parlamentarias, administrativas
y/o jurisdiccionales, etc., de manera tal que la Constitucin se transforma segn el
modo como se ejerce el poder estatal, pues las proposiciones jurdicas son incapaces
de dominar la efectiva distribucin del poder estatal en tanto que las fuerzas polticas
reales operan segn sus propias leyes que actan independientemente de cualquier
forma jurdica(8).
Durante la Repblica de Weimar [1919-1933] tuvo lugar una relevante disputa
entre Kelsen y Schmitt acerca del sentido de la Constitucin y su defensa.
De un lado, Kelsen parta de la concepcin del derecho como una serie escalonada
de normas, definiendo a la Constitucin como la norma suprema de un orden jurdico
estatal en cuanto ella regula fundamentalmente los rganos, el procedimiento y hasta
cierto punto el contenido, de la creacin de las dems normas que componen el sistema
jurdico, en especial, las leyes en tanto normas generales de grado superior(9).
Afirmaba que la Constitucin poda incluir tambin otras materias, como la re-
gulacin de los actos administrativos e incluso un catlogo de derechos, sin embargo
stos no configuraban un autntico lmite material para el legislador.
Desde su perspectiva, la resolucin de los conflictos entre la Constitucin y las
normas inferiores exiga la anulacin de los actos inconstitucionales, lo cual en el caso
de las leyes solamente poda encargarse a la defensa de un Tribunal Constitucional(10),
en cuanto dicha competencia no poda quedar en manos del propio legislativo, ni de
la justicia ordinaria, ni tampoco del ejecutivo(11).
(8)
Cfr. Jellinek, Georg, Verfassungsanderung und Verfassungswandlung [1906], trad. Reforma y
mutacin de la Constitucin, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991, pp. 5 y ss.
(9)
Cfr. Kelsen, Hans, Allgemeine Staatslehre [1925], trad. Teora general del Estado, Labor,
Barcelona, 1934, pp. 306, 325 y ss.
(10)
Cfr. Kelsen, Hans, La garantie juridictionnelle de la Constitution (la Justice constitutionnelle)
[1928], trad. La garanta jurisdiccional de la Constitucin (la justicia constitucional), UNAM, Mxico,
2001, pp. 9 y ss.
(11)
Cfr. Kelsen, Hans, Wer soll der Hter der Verfassung sein? [1931], trad. Quin debe ser el
defensor de la Constitucin?, en La polmica Schmitt/Kelsen sobre la justicia constitucional, Tecnos, Ma-
drid, 2009, pp. 289 y ss. Asimismo, cabe sealar que Kelsen retoma en obras posteriores el anlisis de la
Constitucin y de la inconstitucionalidad de las leyes con ciertos matices, cfr. Reine Rechtslehre [eds. 1934
660
y 1960], trad. Teora pura del derecho, Colihue, Buenos Aires, 2011, pp. 257, 299 y ss. y General Theory nuestr
of Law and State [1945], trad. Teora general del Derecho y del Estado, UNAM, Mxico, 1995, pp. 135,
169, 185 y ss.
su afir
(12)
Cfr. Schmitt, Carl, Verfassungslehre [1928], trad. Teora de la Constitucin, Alianza, Madrid, Const
1996, pp. 29 y ss. Jos,
tucion
(13)
Cfr. Schmitt, Carl, Der Hter der Verfassung [eds. 1929 y 1931], trad. El defensor de la Cons-
titucin, en La polmica Schmitt/Kelsen sobre la justicia constitucional, Tecnos, Madrid, 2009, pp. 1 y ss.
Cultur
(14)
Cfr. Heller, Hermann, Staatslehre [1934], Teora del Estado, Fondo de Cultura Econmica,
Buenos Aires, 1992, pp. 267 y ss.
661
resulta posible una creacin jurdica en violacin al derecho: por muchos controles
que se establezcan, no hay ninguna forma de inviolabilidad de las normas constitucio-
nales que pueda detener revoluciones y restauraciones; y ninguna divisin de poderes
constitucional puede impedir que en un conflicto insoluble decida, en definitiva, el
poder prcticamente ms fuerte.
Acabado el interregno de profunda oscuridad [1933-1945], ya vigente la Ley
Fundamental de Bonn [1949] e instalado el Tribunal Constitucional Federal alemn
[1951], fue Hesse quien reaviv la cuestin de la fuerza normativa de la Constitucin(15):
Cfr. Hesse, Konrad, Die normative kraft der Verfassung [1959], trad. La fuerza normativa de
(15)
662
663
(16)
Si bien el texto de la Constitucin norteamericana no contiene ninguna disposicin expresa que
encomiende el control de constitucionalidad de las leyes al Poder Judicial, tal atribucin result asumida
en el recordado caso Marbury vs. Madison [1803] quedando definidos sus perfiles a travs del desarrollo
jurisprudencial.
664
Las nuevas Constituciones de los Estados de Europa del Este [tras 1989],
tambin asumen al carcter de normas supremas, en general, jurisdiccionalmen-
te garantizadas mediante Tribunales Constitucionales encargados del control de
constitucionalidad(17).
Constitucin rusa [1993], Art. 4.2: La Constitucin de la Federacin Rusa y
las leyes federales tienen supremaca en todo el territorio de la Federacin Rusa;
Art. 15.1: La Constitucin de la Federacin Rusa posee fuerza jurdica superior y se
aplica directamente en todo su territorio. La ley y otros actos jurdicos que se hayan
adoptado en la Federacin Rusa no deben oponerse a la Constitucin de la Federacin
Rusa; Art. 15.2: Los rganos de poder estatal, los rganos de autogobierno local,
los funcionarios, los ciudadanos y sus organizaciones estn obligados a observar la
Constitucin de la Federacin Rusa y las leyes; Art. 125: 2. La Corte Constitucio-
nal, a peticin del presidente de la Federacin Rusa, del Consejo de la Federacin, de
la Duma estatal, de una quinta parte de los miembros del Consejo de la Federacin o
de los diputados de la Duma estatal, del gobierno de la Federacin Rusa y los rganos
del poder legislativo y ejecutivo de los miembros de la Federacin Rusa decide sobre
la conformidad de la Constitucin de la Federacin Rusa y: a) las leyes federales, los
actos normativos del presidente de la Federacin Rusa, el Consejo de la Federacin,
la Duma estatal y el Gobierno de la Federacin Rusa; b) las Constituciones de las
Repblicas, los estatutos y tambin leyes y otros actos normativos de los sujetos de la
Federacin Rusa sobre cuestiones relativas a las facultades de los rganos del poder
estatal de la Federacin Rusa y los rganos con facultades conjuntas del poder estatal
de la Federacin Rusa y los rganos del poder estatal de los sujetos de la Federacin
Rusa (); 4. El Tribunal Constitucional de la Federacin Rusa, por queja sobre la
violacin de los derechos y libertades constitucionales de los ciudadanos y a demanda
de los tribunales, verificar la constitucionalidad de una ley, aplicada o por aplicar
en un asunto concreto, de conformidad con el procedimiento establecido por la ley
federal; 5. El Tribunal Constitucional de la Federacin Rusa a demanda del presidente
de la Federacin Rusa, de la Duma estatal, del gobierno de la Federacin Rusa, de
los rganos del poder legislativo de los miembros de la Federacin Rusa interpretar
la Constitucin de la Federacin Rusa.
a. La evolucin de la idea
Corresponde ahora analizar el desarrollo de la concepcin de la Constitucin
como norma suprema dotada de fuerza normativa en el constitucionalismo argentino, y
luego ofrecer cuanto menos una sucinta panormica sobre el contexto latinoamericano.
(17)
Cfr. Complak, Krystin, El significado de la Constitucin en la Europa del Este despus de la
cada del comunismo, en El significado actual de la Constitucin, UNAM, Mxico, 1998, pp. 141 y ss.
665
(la Constitucin) la ley suprema e inviolable, la ley de las leyes, que todos y cada
uno ha reconocido, proclamado y jurado ante Dios y los hombres respetar ()
Podr esta ley ser revisada, mejorada con el tiempo y ajustada a los progresos de
la razn pblica, por una asamblea elegida ad hoc por el Soberano; pero entre
tanto no llega esa poca que ella misma seala; su poder es omnipotente; su
voluntad domina todas las voluntades; su razn se sobrepone a todas las razones
() Ninguna mayora, ningn partido, ninguna asamblea podr atentar a ella, so
(18)
Sobre la evolucin histrica de nuestro constitucionalismo, ver: Bidart Campos, Germn J.,
Historia poltica y constitucional argentina, Ediar, Buenos Aires, 1976/1977, 3 tomos; Lpez Rosas, Jos
R., Historia constitucional argentina, Astrea, Buenos Aires, 1996, pp. 61 y ss.
Cfr. Echeverra, Esteban, Dogma socialista de la Asociacin de Mayo, precedido de una ojeada
(19)
666
pena de ser usurpadora y tirnica () Esa ley sirve de piedra de toque a todas
las otras leyes; su luz las ilumina, y todos los pensamientos y acciones del cuerpo
social y de los poderes constituidos, nacen de ella y vienen a converger a su centro
() Ella es la fuerza motriz que da impulso, y en torno de la cual gravitan, como
los astros en torno del sol, todas las fuerzas parciales que componen el mundo
de la Democracia.
(20)
Cfr. Alberdi, Juan B., Bases y puntos de partida para la organizacin poltica de la Repblica
Argentina, Imprenta del Mercurio, Valparaso, 1852, pp. 9 y ss. Asimismo, cabe sealar que Alberdi re-
toma en obras posteriores el anlisis de la Constitucin y de la inconstitucionalidad de las leyes; as, v.gr.
expres que ningn poder debe ser ilimitado, ni poseer facultades extraordinarias, siendo la ms esencial e
importante limitacin de las atribuciones legislativas la que consiste en que no se dar ley que contravenga
o altere el sentido de la Constitucin (cfr. Elementos del derecho pblico provincial argentino [1853], en
Obras Completas de Juan Bautista Alberdi, Imp. La Tribuna Nacional, Buenos Aires, 1886, T. V, pp. 63);
que la jurisprudencia es el gran medio para mejorar y corregir las leyes sin derogarlas ni cambiarlas (cfr.
Estudios sobre la Constitucin Argentina de 1853 [1853], en op. cit., T. V, pp. 149); y que la Constitucin
es la piedra fundamental de la organizacin, pero no es la organizacin; es el cimiento, el fundamento del
edificio orgnico, no es el edificio mismo: la organizacin ms propiamente reside en las leyes orgnicas de
la Constitucin, es decir, en las leyes que rigen los hechos, no en la ley que rige a las leyes. Y, tras propiciar
la reforma de las antiguas leyes an vigentes que gobiernan nuestra vida prctica, sin ser gobernadas por
la Constitucin, seal que la CSJN es el tribunal llamado a procesar y juzgar las malas leyes, para decidir
entre las leyes que desea el pueblo y las que da el Congreso, entre las leyes que ponen realmente la Cons-
titucin en ejercicio y las que la infringen y destruyen con pretexto de organizarla, para juzgar si una ley
en cuestin es o no conforme a la Constitucin; es decir, conocer de la constitucionalidad de las leyes. Esa
la jurisprudencia de los Estados Unidos, cuya Constitucin ha sido imitada por la nuestra en esa facultad
dada a la Corte Suprema: la Corte Suprema declara inconstitucionales a las leyes que lo son; no las deroga,
porque no tiene el poder de legislar y derogar es legislar; de modo que declarada inconstitucional la ley,
sigue siendo ley hasta que el Congreso la deroga (cfr. Sistema econmico y rentstico de la Confederacin
argentina, segn su Constitucin de 1853 [1854], en op. cit., T. IV, pp. 243 y ss.).
667
668
se reducen a hechos por la mano del juez, que, en ltimo resultado, es quien los
hace ser realidad o mentira (siendo una de las funciones del) poder judiciario
federal () conocer de la constitucionalidad de los actos pblicos () Se deben
combatir las inobservancias o violencias por los medios de la Constitucin misma,
sin apelar nunca a las vas de hecho () La Constitucin general es la carta de
navegacin de la Confederacin Argentina. En todas las borrascas, en todos los
malos tiempos, en todos los trances difciles, la Confederacin tendr siempre
un camino seguro para llegar a puerto de salvacin, con slo volver sus ojos a
la Constitucin y seguir el camino que ella le traza, para formar el gobierno y
para reglar su marcha.
(21)
Cfr. Ravignani, Emilio, Asambleas Constituyentes Argentinas. Seguidas de los textos cons-
titucionales legislativos y pactos interprovinciales que organizaron polticamente la Nacin, Instituto de
Investigaciones Histricas de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Peuser,
Buenos Aires, 1937, T. IV, pp. 403 y ss. [disponible tambin on line en http://www.ravignanidigital.com.ar].
(22)
Cfr. Sarmiento, Domingo F., Comentarios a la Constitucin de la Confederacin Argentina, con
numerosos documentos ilustrativos del texto, Imp. de Julio Belin y ca, Santiago de Chile, 1853.
669
(23)
Cfr. Ruiz Moreno, Isidoro J., La lucha por la Constitucin (1820-1853), Astrea, Buenos Aires,
1976, pp. 3 y ss.
(24)
Cfr. Dolabjian, Diego A., Debates sobre el control jurisdiccional de constitucionalidad [dos
partes], en Revista de Derecho Pblico, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, ao I, n3, 2012, pp.
249 y ss. y ao II, n4, 2013, pp. 111 y ss.
670
(25)
La implementacin de la va de la reforma constitucional en tales materias es destacable,
considerando que la experiencia posterior en esos mismos puntos ha sido avanzar a extramuros del texto
constitucional. As, v.gr. la integracin de la Cmara de Diputados result sucesivamente reglamentada por
las leyes n15.264, 19.862 y 22.847 de facto, actualmente vigente fijndose pautas que alteran la propor-
cionalidad contemplada en la Constitucin, cfr. Gentile, Jorge H., La Cmara de Diputados de la Nacin,
en El Poder Legislativo. Aportes para el conocimiento de Congreso de la Nacin Argentina, Asociacin
Argentina de Derecho Constitucional/Konrad Adenauer Stiftung, Montevideo, 2009, pp. 239. A su vez, el
sistema tributario vigente desde la dcada del 30 ha desvirtuado el programa constitucional, alterando
la distribucin de competencias impositivas, sin tampoco haber adecuado el rgimen de coparticipacin
luego de 1994, cfr. Spisso, Rodolfo R., Derecho constitucional tributario, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
2011, pp. 13 y ss.
(26)
Cfr. Estrada, Jos M., Curso de derecho constitucional, federal y administrativo, Ca. Sudame-
ricana de Billetes de Banco, Buenos Aires, 1895, pp. 14, 211, 376 y ss.
671
de valor y eficacia () Y para conseguir que esta declaracin no sea una vaga
promesa, una vaca y declamatoria afirmacin que nada fecundo y vivo produzca
en el porvenir para la conservacin de los derechos y de las libertades pblicas,
ha establecido la justicia nacional, encargada de juzgar todos los litigios que
ante ella se presenten bajo el criterio superior y exclusivo de la Constitucin De
suerte que, abstenindose de aplicar las leyes dictadas por el Congreso o decre-
tos expedidos por el Poder Ejecutivo cuando sean opuestos a la Constitucin, es
el ltimo resorte para enervar todo acto autoritario que sea inconstitucional, y
por consiguiente, para rectificar la lnea de conducta de todos los otros poderes
pblicos cuando se extravan () La Constitucin necesita revestir una fuerza
efectiva suficiente para doblar todo cuanto pueda contrariarla, para allanar por
su propia accin, todos los estorbos que puedan interponerse a su paso. Por eso,
la Constitucin Nacional Argentina, que ha querido crear una unidad superior a
las unidades polticas formadas por las provincias, y en una ley constitucional el
centro superior de atraccin y direccin de la vida poltica y econmica del pas,
ha creado un Estado Nacional; y creando un Estado Nacional ha formado un
gobierno con accin tuitiva y coercitiva sobre las personas y las cosas () Pero
en un rgimen federal se interponen las provincias entre la Nacin y las personas
(por lo que) es menester proveer a los medios de que las provincias, en ningn
caso, estatuyan en contra de la Constitucin Nacional; y se siguen de aqu dos
consecuencias: primera, que las disposiciones de la Constitucin Nacional son
tan obligatorias para las provincias consideradas en su capacidad legal, como
para los individuos congregados en el seno de cada una de ellas; y segunda,
que la legislacin de todas las provincias debe adaptarse y subordinarse a la
Constitucin Nacional.
(27)
Cfr. Gonzlez, Joaqun V., Manual de la Constitucin argentina [1897], ngel Estrada, Buenos
Aires, 1983, pp.101 y ss.
672
tericas: cada uno de los artculos y clusulas que los contienen poseen fuerza
obligatoria para los individuos, para las autoridades y para toda la Nacin. Los
jueces deben aplicarlas en la plenitud de su sentido, sin alterar ni debilitar con
vagas interpretaciones o con ambigedades la expresa significacin de su texto
() La Corte Suprema de los Estados Unidos ha dicho: que la Constitucin es
la ley suprema para los gobernantes y para el pueblo (). Comprende, pues,
a las Provincias, sus Gobiernos y Poderes y pueblos, as como al Gobierno,
Poderes y pueblo de la Nacin. Pero como el de sta es supremo a l, por medio
de sus tres Poderes, le est encomendado el darle efectividad y hacerla cumplir
por todos aquellos a quienes obliga. En primer trmino est el Poder Legislativo
(y) tambin al Poder Ejecutivo le cabe velar por su efectividad (pero) sin duda,
donde tiene la Constitucin, las leyes y los tratados, en cuanto son la ley suprema
del pas, su ms slido fundamento y prestigio, y su efectividad ms directa, es
en las sentencias de la Corte Suprema de la Nacin; porque es el intrprete final
e irrevocable de todas las reglas, doctrinas y poderes que ella contiene.
(28)
Cfr. Matienzo, Jos N., Lecciones de derecho constitucional, Lib. La Facultad, Buenos Aires,
1926, T. I, pp. 207 y ss.
673
(29)
Cfr. Gonzlez Caldern, Juan A., Poderes limitados de los interventores de facto, Juris-
prudencia Argentina, ao 1930, T. 34, pp. 2 y ss. En cambio, hubo un jurista que desde un primer momento
se opuso con rigor a la doctrina emergente, afirmando visionariamente que: En el rgimen constitucional
argentino no cabe ningn gobierno de facto, porque toda autoridad debe emanar del sufragio, directa o
indirectamente () En la Repblica Argentina, la Corte Suprema de Justicia de la Nacin ha sentado una
tesis favorable a toda revolucin triunfante () Pero la tesis de la Corte es la proclamacin del derecho
a la revolucin () Es la afirmacin de que la fuerza prima sobre las instituciones () La santidad de la
Constitucin desaparece ante una revolucin triunfante. En lo sucesivo, podr definirse la Constitucin
674
como un conjunto de normas jurdicas que rigen mientras no sobrevenga la revolucin, cfr. Antoko-
letz, Daniel, Gobiernos legales y gobiernos arbitrarios, Jurisprudencia Argentina, ao 1930, T. 34, pp.
5 y ss. Sobre el contexto, sentido y repercusiones de la Acordada de la CSJN, ver: Cayuso, Susana G. y
Gelli, Mara Anglica G., Ruptura de la legitimidad constitucional. La Acordada de la Corte Suprema de
Justicia de la Nacin de 1930, Cuadernos de Investigaciones n1, Instituto de Investigaciones Jurdicas y
Sociales Ambrosio L. Gioja, Facultad de Ciencias Jurdicas y Sociales, Buenos Aires, 1988, pp. 4 y ss. En
cuanto a la postura de Bidart Campos respecto de los gobiernos de facto, su posicin se proyect desde un
reconocimiento condicionado de su existencia a la luz de la realidad (cfr. Derecho constitucional. Realidad,
normatividad y justicia en el derecho constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1964/1966, T. I, pp. 561 y ss. y
T. II, 695 y ss.; y Derecho constitucional del poder, Ediar, Buenos Aires, 1967, T. I, pp. 411 y T. II, pp. 193
y ss.) hasta una absoluta negacin de su posibilidad a la luz de la vigencia del art. 36 de la Constitucin
vigente (cfr. Manual de la Constitucin reformada, Ediar, Buenos Aires, 1996, T. I, pp. 426 y ss. y T. III,
pp. 32, 41 y ss., y Tratado elemental de derecho constitucional argentino, Ediar, Buenos Aires, 2000/2003,
T. I-A, pp. 631 y ss. y T. II-A, pp. 473 y ss.).
675
y la posibilidad de su control jurisdiccional, ver: Ferreyra, Ral G., Reforma constitucional y control de
constitucionalidad, Ediar, Buenos Aires, 2007, pp. 109 y ss.
676
Al respecto, tambin aqu hubo doctrina que admiti abiertamente el nuevo orden
normativo impuesto, v.gr.(31):
(31)
Cfr. Lousteau Heguy, Guillermo A., El nuevo rgimen constitucional argentino, La Ley, T.
1966-V, pp. 1159 y ss.
(32)
Al asumir Roberto M. Levingston [1970], la CSJN reconoci su presidencia de facto me-
diante una Acordada en la que repar en uno de los objetivos expresados por la Revolucin Argentina
referidos a cumplir el sentido de respeto a la ley y el imperio de una verdadera justicia, en un rgimen
republicano en el que tenga plena vigencia el ejercicio de las obligaciones, derechos y libertades que la
Constitucin Nacional asegura sealando que los trminos de la comunicacin de la Junta importan
ratificar la vigencia de los instrumentos bsicos de la Revolucin Argentina [1970, Fallos 277:5]. Luego,
al asumir Alejandro A. Lanusse [1971], la CSJN reconoci su presidencia de facto mediante una nueva
Acordada dictada en la inteligencia de que la Junta de Comandantes en Jefe cumplir el objetivo de
677
Al respecto, tambin aqu hubo doctrina que dio reconocimiento expreso al nuevo
orden normativo impuesto, v.gr.(33):
678
679
680
su imperio jurisdiccional con la eficacia real y concreta que, por naturaleza, exige
el orden jurdico, de manera que ste alcance su efectiva vigencia en el resulta-
do positivo de las decisiones que la Constitucin Nacional ha encomendado al
Poder Judicial. Ello con tanta mayor razn cuando, como en la situacin aqu
planteada, estn en juego derechos fundamentales de las personas que merecen
garantas inviolables, por ser tales e integrar, adems, el valioso acervo del bien
comn () La plenitud del estado de derecho a que hiciera referencia esta Corte
en el caso supra citado, no se agota en la sola existencia de una adecuada y
justa estructura normativa general, sino que exige esencialmente la vigencia
real y segura del derecho en el seno de la comunidad y, por ende, la posibilidad
de hacer efectiva la justiciabilidad plena de las transgresiones a la ley y de los
conflictos jurdicos. El verdadero valor del derecho, dice R. von Ihering, descansa
por completo en el conocimiento de sus funciones, es decir, en la posibilidad de
su realizacin prctica. La funcin del derecho, en general, es la de realizarse;
lo que no es realizable nunca podr ser derecho () (S)e impone precisar que
no compete a esta Corte valorar ni emitir juicios generales sobre situaciones
cuyo gobierno no le est encomendado () (p)ero en su carcter de intrprete y
tribunal supremo de principios constitucionales y rgano superior de un Poder
del Estado, le incumbe el deber de velar celosamente por el adecuado y eficaz
servicio de la justicia () (q)ue sin perjuicio de lo anteriormente expuesto, es de
recordar que los otros poderes del gobierno de la Nacin se encuentran tambin
vinculados por el propsito inspirador del dictado de la Constitucin que tanto
vale como su propia razn de ser integrado por los enunciados del Prembulo,
entre stos el de afianzar la justicia. Por consiguiente, aquellos poderes han
de brindar toda su asistencia a los rganos del Poder Judicial, para que stos
puedan hacer efectivos los derechos y garantas instituidos por el citado estatuto
(por ello) esta Corte considera un deber inexcusable ponerla en conocimiento del
Poder Ejecutivo nacional y exhortarlo urja las medidas necesarias a su alcance
a fin de crear las condiciones requeridas para que el Poder Judicial pueda llevar
a cabal trmino la decisin de las causas que le son sometidas.
681
esta Corte se ve, una vez ms, ante el indeclinable deber de poner en ejercicio
sus poderes implcitos, en salvaguarda de la libre y eficaz actividad jurisdiccional
que la Constitucin atribuye a los jueces. Con tanta mayor razn cuando se trata,
como en el caso, de la presunta privacin ilegal de la libertad de que pudo ser
vctima un ciudadano, cuyo paradero se ignora desde hace ms de seis aos, lo
que importa decir que se hallan en juego derechos fundamentales de la persona
humana.
(34)
Cfr. Di Meglio, Gabriel y lvarez, Gustavo, Voces de la democracia. Los discursos que hicieron
historia. 1983-2013, Aguilar, Buenos Aires, 2013, pp. 17.
682
(35)
Cfr. Consejo para la Consolidacin de la Democracia, Reforma constitucional. Dictamen
preliminar del Consejo para la Consolidacin de la Democracia, Eudeba, Buenos Aires, 1986 y Reforma
constitucional. Segundo dictamen del Consejo para la Consolidacin de la Democracia, Eudeba, Buenos
Aires, 1987.
(36)
Al estallar la crisis en diciembre de 2001, la presidencia fue encomendada sucesivamente a
Federico R. Puerta, Adolfo Rodrguez Sa, Eduardo Camao y Eduardo A. Duhalde, quien la ejerci hasta
mediados de 2003.
(37)
Y es que tambin en esta etapa, como a lo largo de toda la historia constitucional argentina,
sigui observndose una reiterada invocacin de situaciones de emergencia de la ms variada ndole, con
el resultado de exorbitar el avance del poder a travs de diferentes carriles, tanto previstos como no pre-
vistos por la Constitucin, provocndose severas lesiones al Estado de Derecho, al sistema republicano y
a los derechos fundamentales consagrados en el texto constitucional, cfr. Hernndez, Antonio M. (h), Las
emergencias y el orden constitucional, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2002, pp. 11 y ss.
683
actuales del constitucionalismo latinoamericano, AA.VV., UNAM, Mxico, 2009, pp. 1 y ss.
(39)
Cfr. Grijalva Jimnez, Agustn, Constitucionalismo en Ecuador, Corte Constitucional del Ecuador
para el Perodo de Transicion/CEDEC, Quito, 2012, pp. 171 y ss.
684
Art. 5: Cada provincia dictar para s una Constitucin bajo el sistema repre-
sentativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantas
de la Constitucin Nacional; Art. 27: El Gobierno federal est obligado a
afianzar sus relaciones de paz y comercio con las potencias extranjeras por me-
dio de tratados que estn en conformidad con los principios de derecho pblico
establecidos en esta Constitucin; Art. 28: Los principios, garantas y derechos
reconocidos en los anteriores artculos, no podrn ser alterados por las leyes
que reglamenten su ejercicio; Art. 30: La Constitucin puede reformarse en
el todo o en cualquiera de sus partes (pero la reforma) no se efectuar sino por
una Convencin convocada al efecto; Art. 31: Esta Constitucin, las leyes de
la Nacin que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados con
las potencias extranjeras son la ley suprema de la Nacin; y las autoridades de
cada provincia estn obligadas a conformarse a ella, no obstante cualquiera
disposicin en contrario que contengan las leyes o constituciones provincia-
les; Art. 75 inc. 22: Los tratados y concordatos tienen jerarqua superior
a las leyes () (Los instrumentos internacionales sobre derechos humanos que
se enumeran) en las condiciones de su vigencia, tienen jerarqua constitucional,
no derogan artculo alguno de la primera parte de esta Constitucin y deben
entenderse complementarios de los derechos y garantas por ella reconocidos;
Art. 126: Las provincias no ejercen el poder delegado a la Nacin.
685
686
inters legtimo individual o colectivo, siempre que alegue que el acto reclamado
viola los derechos reconocidos por esta Constitucin y con ello se afecte su esfera
jurdica, ya sea de manera directa o en virtud de su especial situacin frente al
orden jurdico; Art. 133: Esta Constitucin, las leyes del Congreso de la
Unin que emanen de ella y todos los Tratados que estn de acuerdo con la misma,
celebrados y que se celebren por el Presidente de la Repblica, con aprobacin
del Senado, sern la Ley Suprema de toda la Unin. Los jueces de cada Estado
se arreglarn a dicha Constitucin, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones
en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados; Art.
136: Esta Constitucin no perder su fuerza y vigor, aun cuando por alguna
rebelin se interrumpa su observancia. En caso de que por cualquier trastorno
pblico, se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona,
tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecer su observancia,
y con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido, sern
juzgados, as los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelin,
como los que hubieren cooperado a sta.
Constitucin brasilea [1988, con reformas], Art. 5: 1. Las normas definido-
ras de los derechos y garantas fundamentales son de aplicacin inmediata; Art.
102: Es competencia del Supremo Tribunal Federal, principalmente, la garanta
de la Constitucin, correspondindole: 1. procesar y juzgar, originariamente: a)
la accin directa de inconstitucionalidad de leyes o actos normativos federales o
estatales y la accin declarativa de constitucionalidad de leyes o actos normativos
federales () 3. Juzgar, mediante recurso extraordinario, las causas decididas
en nica o ltima instancia, cuando la decisin recurrida: a) fuese contraria a
disposiciones de esta Constitucin, b) declrese la inconstitucionalidad de un
tratado o una ley federal; c) juzgase vlida una ley o un acto de un gobierno
local cuestionada a la vista de esta Constitucin, d) juzgase vlida una ley local
cuestionada a la vista de una ley federal () 1. La alegacin de incumplimiento
de un precepto fundamental derivado de esta Constitucin ser apreciado por el
Supremo Tribunal, en la forma de la ley.
Constitucin colombiana [1991], Art. 4: La Constitucin es norma de normas.
En todo caso de incompatibilidad entre la Constitucin y la ley u otra norma
jurdica, se aplicarn las disposiciones constitucionales. Es deber de los na-
cionales y de los extranjeros en Colombia acatar la Constitucin y las leyes, y
respetar y obedecer a las autoridades; Art. 241: A la Corte Constitucional
se le confa la guarda de la integridad y supremaca de la Constitucin, en los
estrictos y precisos trminos de este artculo. Con tal fin, cumplir las siguientes
funciones: 1. Decidir sobre las demandas de inconstitucionalidad que promuevan
los ciudadanos contra los actos reformatorios de la Constitucin, cualquiera
que sea su origen, slo por vicios de procedimiento en su formacin. 2. Decidir,
con anterioridad al pronunciamiento popular, sobre la constitucionalidad de la
convocatoria a un referendo o a una Asamblea Constituyente para reformar la
687
688
Para determinar, pues, qu tipo de Constitucin rige en un pas, hay que ver
cmo funcionan sus actuales organizaciones; no es escrutando las clusulas in-
sertadas en el texto de unas actas firmadas por los constituyentes como sabremos
si tiene vigencia una Constitucin, sino que debemos mirar cmo se comportan
los poderes pblicos en el pas real y actual. Ahora bien, al practicar la anterior
investigacin podremos encontrarnos con dos situaciones diferentes, a saber: 1)
que el estado actual se muestre respetuoso de las clusulas de una Constitucin
dictada tiempo atrs; 2) que el estado actual se halle estructurado de una manera
(40)
Cfr. Rotman, Rodolfo B., La supremaca de la Constitucin, La Ley, T. 1980-A, pp. 896 y ss.
689
Las lneas precedentes dan cuenta de un contexto que permite apreciar la impor-
tancia de los aportes efectuados por Bidart Campos para la consolidacin de nuestro
Estado constitucional, de manera especialmente vigorosa, desde el acaecimiento de
nuestro annus mirabilis [1983](41).
As, entre su extraordinaria produccin bibliogrfica, pueden citarse las siguientes
obras esenciales que datan de dicho perodo, v.gr.:
Los valores de la democracia argentina, Eudeba, Buenos Aires, 1983; Para vivir la
Constitucin, Ediar, Buenos Aires, 1984; Manual de derecho constitucional argentino,
Ediar, Buenos Aires, 1984 [mult. eds.]; La Corte Suprema. El tribunal de las garantas
constitucionales, Ediar, Buenos Aires, 1984; El poder, Ediar, Buenos Ares, 1985; Tra-
tado elemental de derecho constitucional argentino, Ediar, Buenos Aires, 1986 [mult.
eds.]; Las obligaciones en el derecho constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1987; La
interpretacin y el control constitucionales en la jurisdiccin constitucional, Ediar,
Buenos Aires, 1988; Los equilibrios de la libertad, Ediar, Buenos Aires, 1988; Teora
(41)
La expresin annus mirabilis ha sido adoptada de Peter Hberle, cfr. El estado constitucional,
UNAM, Mxico, 2003, pp. 1 y ss.
690
(42)
En este punto, corresponde formular dos precisiones, a fin de tratar de exponer con fidelidad el
pensamiento de Bidart Campos. En primer lugar, la exaltacin de la fuerza normativa de la Constitucin no
se formula sobre de cualquier ley fundamental, sino respecto de aquella Constitucin que revista carcter
democrtico: al respecto, corresponde destacar que Bidart Campos asumi desde siempre una definicin
sustancial de la democracia y no procedimental, vindola como una forma de Estado ms que como una
forma de gobierno, cfr. Bidart Campos, Germn J., La democracia como forma de Estado, 1953 [tesis doc-
toral]; y Doctrina del Estado democrtico, Ed. Jurdicas Europa-Amrica, Buenos Aires, 1961, pp. 11 y ss.
En segundo lugar, el enaltecimiento de la fuerza normativa de la Constitucin no se centra nicamente en
la dimensin normolgica del texto constitucional, sino que se extiende a la dimensin sociolgica de las
conductas efectivas y a la dimensin dikelgica de ciertos valores positivos: de modo que el anlisis de la
normatividad constitucional se desarrolla sin renegar de la posicin iusfilosfica trialista que Bidart Campos
asumi desde temprano, cfr. Bidart Campos, Germn J., Derecho constitucional. Realidad, normatividad
y justicia en el derecho constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1964, T. I, pp. 9 y ss.; y Filosofa del derecho
constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1969, pp. 11 y ss.
(43)
Cfr. Bidart Campos, Germn J., Para vivir la Constitucin, Ediar, Buenos Aires, 1984, pp. 9 y ss.
691
692
693
(44)
Cfr. Bidart Campos, Germn J., El derecho de la Constitucin y su fuerza normativa, Ediar,
Buenos Aires, 1995, pp. 11 y ss.
694
sometidos a ella, sin cuyo dictado no resulta aplicable por los jueces; o b) la eficacia
directa, segn la cual la Constitucin obliga inmediata y directamente a todos quienes
se encuentran sometida a ella, de modo que todo juez debe aplicarla, aun cuando el
legislador no le haya dado desarrollo legislativo.
Frente a tales alternativas, se asume la idea de que la Constitucin de un Estado
democrtico asume el carcter de norma jurdica, lo cual implica que ella posee fuerza
normativa vinculante en toda su integridad, en todas sus partes, en todos sus contenidos,
tambin en sus implicitudes; descartndose absolutamente que la Constitucin sea, en
todo o parcialmente, un texto donde se acumulan meros consejos, recomendaciones,
invitaciones, de carcter declarativo u orientativo, sin fuerza obligatoria.
La fuerza normativa de la Constitucin democrtica como norma jurdica implica
la pretensin de que las conductas humanas la hagan realidad: la obligatoriedad tiene
que derivar a la aplicacin y al cumplimiento de la Constitucin, lo cual exige buscar
los condicionamientos favorables para que obtenga esa eficacia, evitando o remediando
bloqueos y frustraciones.
Para que la fuerza normativa de la Constitucin no resulte ineficaz o falseada, se
proponen los siguientes ejes: a) Toda la Constitucin, en todas sus partes, incluido el
sistema de valores, principios, y derechos, es invocable ante los tribunales, que han de
dar efectividad a la exigibilidad del conjunto completo; b) Aun a falta de desarrollos
infraconstitucionales, hay un contenido mnimo que debe ser aplicado siempre; c)
Ninguna norma de la Constitucin es inocua, ni puede quedar sin efecto til; d) Hay
que derivar de la Constitucin la vinculatoriedad y el cumplimiento inmediatos, aun
en ausencia de la intermediacin de los rganos de poder obligados a desarrollarla; e)
La unidad de sentido de la Constitucin debe merecer atencin y aplicabilidad directas,
de manera tal que el resto del ordenamiento infraconstitucional debe ser interpretado
y aplicado conforme a ella.
La teora de la fuerza normativa de la Constitucin no se agota en la parte orgnica
sino que brinda especial atencin a los aspectos sustanciales de la Constitucin, lo cual
se justifica porque las normas que estructuran al poder, a sus rganos y a sus funcio-
nes, han solido recibir al menos en general, aunque tambin con vulneraciones un
reconocimiento mayor en cuando a su normatividad; mientras que en cambio las
normas que resuelven el status situacional de la persona, la dignidad humana, la liber-
tad y los derechos, muchas veces han quedado destituidas de esa fuerza normativa, lo
cual exige rescatar y reivindicar la idea de que la parte dogmtica de la Constitucin
tambin goza de exigibilidad directa para su tutela y promocin.
Es as que, cuando la Constitucin reconoce derechos y les da constancia norma-
tiva, no lo hace para cumplir un propsito decorativo y literario de pura retrica o de
alarde lexical, sino para que las personas dispongan de acceso a su goce y a su disfrute,
y para que los puedan hacer valer ante un Estado al que, en reciprocidad, se le demarcan
lmites, y se le reparte el poder con funciones a cargo de rganos separados, sujetos a
695
696
697
698
En cambio, la postura de Bidart Campos evolucion hasta afirmar que los dere-
chos fundamentales expresados en frmulas programticas: a) imponen al legislador el
deber de desarrollarlos; b) impiden que el legislador dicte normas opuestas a ellos; c)
pueden ser invocados judicialmente por los titulares, ante la falta de reglamentacin,
alegando la inconstitucionalidad por omisin; d) los jueces pueden acoger el planteo,
haciendo aplicacin de la norma para efectivizarla en el caso(47).
A su vez, en relacin al control de constitucionalidad, el esquema clsico indicaba
que: a) solo procede a peticin del titular de un derecho afectado y nunca de oficio; b)
solo admite la va incidental o de excepcin y no la va de accin directa; c) no avanza
sobre las cuestiones polticas o facultades privativas de los otros poderes, la cuales
(45)
Y es que, ciertamente, cabra sealar aqu a modo de contraste que una postura comprometida
con el reconocimiento de los derechos podra no derivar necesariamente en un modelo de control judicial
fuerte en el contexto de un sistema democrtico, cfr. Waldron, Jeremy, Law and disagreement [1999], trad.
Derecho y desacuerdos, Marcial Pons, Madrid, 2005, pp. 251 y ss.
(46)
Cfr. Goldschmidt, Werner, Introduccin filosfica al derecho. La teora trialista del mundo
jurdico y sus horizontes, Depalma, Buenos Aires, 1978, pp. 280 y ss.
(47)
Cfr. Bidart Campos, Germn J., Derecho constitucional. Realidad, normatividad y justicia
en el derecho constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1964/1966, T. I, pp. 78 y ss. y T. II, pp. 401 y ss.;
Las obligaciones en el derecho constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1987, pp. 81 y ss.; y Tratado
elemental de derecho constitucional argentino, Ediar, Buenos Aires, 2000/2001, T. I-A, pp. 331 y ss.
y T. I-B, pp. 465 y ss.
699
Cfr. Gonzlez Caldern, Juan A., Derecho constitucional argentino, Lajouane, Buenos Aires,
(48)
1930, T. I, pp. 479 y ss.; Linares Quintana, Segundo V., Tratado de la ciencia del derecho constitucional
argentino y comparado, Ed. Alfa, Buenos Aires, 1953, T. 2, pp. 305 y ss.; Oyhanarte, Julio, Poder poltico
y cambio estructural en la Argentina, Paids, Buenos Aires, 1969, p. 78.
(49)
Cfr. Bidart Campos, Germn J., Derecho constitucional. Realidad, normatividad y justicia
en el derecho constitucional, Ediar, Buenos Aires, 1964, T. I, pp. 245, 256 y ss.; Derecho constitucional
del poder, Ediar, Buenos Aires, 1967, T. II, pp. 311 y ss.; y Tratado elemental de derecho consti-
tucional argentino, Ediar, Buenos Aires, 2000, T. I-A, pp. 419 y ss. y T. II-B, 576 y ss. [publicado
pstumamente en 2005].
(50)
Al respecto, pueden sealarse diversas sentencias de la CSJN en las cuales los votos de los jueces
citan expresamente las opiniones de Bidart Campos como fundamento de la decisin, v.gr. los casos Ro-
mano [1997, Fallos 320:1523], Urteaga [1998, Fallos 321:2767], Molin OConnor [2004, 327:2205],
Snchez [2005, Fallos 328:1602], Simn [2005, Fallos 328:2056], Asociacin de los Testigos de
Jehov [2005, Fallos 328:2993], Mollard [2005, Fallos 328:4794], Nacin Administradora de Fondos
de Jubilaciones y Pensiones S.A. [2006, Fallos 329:59], Gutirrez [2006, Fallos 329:1092], Asociacin
Lucha por la Identidad TravestiTransexual [2006, Fallos 329:5266], Padilla [2007, Fallos 330:1436],
Lpez [2007, Fallos 330:399], Mexicana de Aviacin S.A. [2008, Fallos 331:1942], Catamarca vs.
Salta [2009, Fallos 332:985], Consumidores Argentinos [2010, Fallos 333:633], Sosa [14/09/2010],
Girondo [02/03/2011], Lago Espejo Resort S.A. [20/03/2012], Rizzo [18/06/2013], Grupo Clarn
S.A. y otros [29/10/2013], Confederacin Indgena del Neuqun [10/12/2013].
700
701
702
competencias, deben hacer prevalecer el espritu protector que anima a dicho precepto;
en el caso Mendoza [2006, Fallos 329:2316] seal que el reconocimiento de status
constitucional del derecho al goce de un ambiente sano, as como la expresa y tpica
previsin atinente a la obligacin de recomponer el dao ambiental no configuran una
mera expresin de buenos y deseables propsitos para las generaciones del porvenir,
supeditados en su eficacia a una potestad discrecional de los poderes pblicos, federa-
les o provinciales, sino la precisa y positiva decisin de Constituyente reformador de
enumerar y jerarquizar con rango supremo a un derecho preexistente, agregando que
la tutela del ambiente impone asimismo deberes de cada uno de los ciudadanos; en el
caso Garca Mndez [2008, Fallos 331:2691] expres que los derechos especiales
que tienen los nios por su condicin no constituyen slo un postulado doctrinario sino
un imperativo constitucional que se erige en pauta determinante de la nueva perspec-
tiva que debe informar el sistema y que el deber del Estado de respetar los derechos
reconocidos en los instrumentos de Derechos Humanos incumbe a cualquier poder y
rgano, independientemente de su jerarqua; en el caso Halabi [2009, Fallos 332:111]
reiter citando a Joaqun V. Gonzlez que las declaraciones, derechos y garantas
no son simples frmulas tericas, sino que cada uno de los artculos y clusulas que
las contienen poseen fuerza obligatoria, correspondiendo a los jueces aplicarlas en
la plenitud de su sentido; en los casos Prez [2009, Fallos 332:2043] y Q. C., S.
Y. [2012, Fallos 335:452] repiti que los derechos fundamentales son reconocidos
por la Constitucin para que resulten efectivos, precisando en el ltimo caso que los
derechos reconocidos por la Constitucin y los instrumentos de Derechos Humanos no
son meras declaraciones, sino normas jurdicas operativas con vocacin de efectividad
y que la obligacin primera que surge de los instrumentos de Derechos Humanos es
dar plena efectividad a los derechos reconocidos en sus textos, sosteniendo que si bien
el art. 75 inc. 23 est dirigido especficamente al legislador federal deba igualmente
servir de pauta de orientacin para toda autoridad estatal en su mbito de competencia;
en el caso lvarez [2010, Fallos 333:2306] expres que el principio de igualdad y
de prohibicin de discriminacin acarrea obligaciones erga omnes de proteccin que
vinculan a todas las autoridades pblicas y a los particulares, de manera tal que el Es-
tado debe de abstenerse de realizar acciones que de cualquier manera vayan dirigidas,
directa o indirectamente, a crear situaciones de discriminacin de jure o de facto y
tambin debe adoptar medidas positivas para revertir o cambiar situaciones discri-
minatorias existentes en sus sociedades, en tanto que a los particulares les corresponde
la obligacin de respetar los derechos humanos en los vnculos inter privatos; en el
caso Sisnero [20/05/2014] record que nada hay en la letra ni en el espritu de la
Constitucin que permita afirmar que la proteccin de los derechos fundamentales est
circunscripta a los ataques que provengan solo de la autoridad pblica, ni nada hay
que autorice a afirmar que el ataque ilegtimo, grave y manifiesto contra cualquiera de
los derechos que integran la libertad lato sensu carezca de la proteccin constitucional
adecuada por la sola circunstancia de que ese ataque emane de otros particulares o de
grupos organizados de individuos.
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en tal sentido que esos derechos y deberes no son meras declaraciones sino normas
jurdicas operativas con vocacin de efectividad, que la mencionada operatividad tiene
un carcter derivado en la medida en que se consagran obligaciones de hacer a cargo
del Estado a travs en principio de su implementacin mediante una ley del Congreso
o una decisin del Poder Ejecutivo y que al Poder Judicial le corresponde controlar la
razonabilidad del desarrollo legislativo pues, sin perjuicio de las decisiones polticas
discrecionales, la garanta mnima del derecho fundamental constituye una frontera a
la discrecionalidad de los poderes pblicos.
Irradiacin de la Constitucin al derecho infraconstitucional mediante la in-
terpretacin conforme, v.gr.: en el caso Asociacin Lucha por la Identidad Traves-
tiTransexual [2006, Fallos 329:5266] afirm que la interpretacin de la norma del
Cdigo Civil aplicable deba adecuarse a la comprensin constitucional del derecho en
juego, pues todos los preceptos del ordenamiento jurdico deben interpretarse de esa
manera, respetando los principios fundamentales del derecho en el grado y jerarqua
en que stos son valorados por el todo normativo, pues de lo contrario se incurrira
en una interpretacin de las normas subordinadas que atentara contra su validez
constitucional; en el caso F., A. L. [2012, Fallos 335:197] sostuvo que a partir de
las disposiciones de la Constitucin y de los instrumentos de Derechos Humanos del
art. 75 inc. 22 corresponda realizar una interpretacin amplia y no restrictiva de una
norma del Cdigo Penal; en el caso Torres [27/12/2012] record que corresponde
interpretar las leyes con fecundo y autntico sentido constitucional, de manera que la
solucin que se obtenga sea la que mejor concuerde con los principios fundamentales
del derecho, prefirindose la inteligencia que favorezca y no la que dificulte aquella
armona y la consecucin de los fines perseguidos por las reglas superiores; en el caso
Rodrguez [28/10/2014] expres que cuando se pone en juego normas del derecho
comn que tienen relacin con derechos fundamentales reconocidos en la Constitucin,
la interpretacin que se haga de aqullas debe ser la que mejor armonice con los citados
derechos; asimismo, en los casos Portal de Beln [2002, Fallos 325:292], Lpez
[2004, Fallos 327:4206], Cardozo [2006, Fallos 329:2265]; Madorrn [2007, Fallos
330:1989]; Acosta [2008, Fallos 331:858], Ascua [2010, Fallos 333:1361], H., E.
N [2010, Fallos 333:1805], lvarez [2010, Fallos 333:2306], Caldern de Loiza
[2011, Fallos 334:223], Germano [2012, Fallos 335:38], F., A. L. [13/03/2012],
Asociacin de Trabajadores del Estado [18/06/2013] y Demara [08/04/2014]
sostuvo que el principio pro homine que informa a los instrumentos de Derechos Hu-
manos impone privilegiar la interpretacin legal que ms derechos acuerde o proteja
en mayor medida al ser humano.
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V. Su gran legado
Si incontables son las lneas que Bidart Campos dedic al Derecho Constitucional
(casi 100 libros y ms de 3000 artculos), infinitas resultan ser las lneas que el Derecho
Constitucional debe a su persona.
Bidart Campos fue un maestro que sintetiz armoniosa y equilibradamente la
solidez cientfica con la humildad y generosidad propias de su personalidad(51); un
humanista de raza y uno de los juristas ms relevantes de Iberoamrica, un ser hu-
mano excepcional dedicado en cuerpo y alma al mundo del Derecho, de la Justicia y
de la Docencia(52); un innovador que estamp su impronta con valenta sentando los
cimientos de una escuela constitucional argentina y latinoamericana impregnada de
su humanismo pluralista(53); un jurista humilde como ninguno, liberal y humanista,
catlico y ecumenista, fue una figura nica e irrepetible que nos ense que todas las
respuestas necesarias para los grandes y pequeos dilemas del ser humano concreto
pueden encontrarse en la Constitucin(54).
(51)
Cfr. Bazn, Vctor, Presentacin, en Defensa de la Constitucin. Garantismo y controles. Libro
en reconocimiento al doctor Germn J. Bidart Campos, AA.VV., Ediar, Buenos Aires, 2003, p. 9.
(52)
Cfr. Ferreyra, Ral G., Sobre veinte proposiciones capitales de la teora jurdica del profesor
doctor Germn J. Bidart Campos. Creo en estas letras, La Ley, T. 2005-D, pp. 1236 y ss.
(53)
Cfr. Gil Domnguez, Andrs F., Escritos sobre neoconstitucionalismo, Ediar, Buenos Aires, 2009,
pp. 317 y ss.
(54)
Cfr. Rosatti, Horacio, Prlogo, en Liber amicorum. Germn J. Bidart Campos. Homenaje
a 10 aos de su desaparicin fsica, AA.VV., Debates de actualidad, ao XXVII, n208-209, Asociacin
Argentina de Derecho Constitucional, Santa Fe, 2014, p. 11. En la misma obra, cabe remitir a los homenajes
efectuados por Pablo L. Manili, Jorge R. Vanossi, Daniel A. Sabsay, Alberto R. Dalla Va, entre otros.
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Bien se ha dicho que los buenos profesores, es decir, aqullos que prenden fuego
en las almas nacientes de sus alumnos, son tal vez ms escasos que los sabios eminen-
tes(55); pero Bidart Campos era todo: un jurista sobresaliente, un educador excepcional.
Sus obras constituyen autnticos clsicos del Derecho Constitucional, cabindoles
perfectamente la definicin borgiana: son libros que generaciones de hombres, en una
Nacin o un grupo de Naciones, a lo largo del tiempo, leen con previo fervor y con
una misteriosa lealtad, urgidas por diversas razones, como si en sus pginas todo fuera
profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin trmino(56).
Para finalizar estas lneas, a nosotros slo nos resta dejar fijada una dedicatoria, en
modesta reciprocidad, como testimonio de su imborrable huella y magna generosidad:
A Germn, por la luz que brilla en su eterno magisterio, con todo nuestro afecto(57).
(55)
Cfr. Steiner, George, Lecciones de los maestros, Delbolsillo, Buenos Aires, 2011, p. 26.
Cfr. Borges, Jorge L., Sobre los clsicos, Revista Sur, 1941, N 85, pp. 12 (recogido en Otras
(56)
inquisiciones [1952] y reproducido en Obras completas, Ed. Emec, Buenos Aires, 2005, T. 2, pp. 159 y ss.).
(57)
Cfr. Bidart Campos, Germn J., Compendio de derecho constitucional, Ediar, Buenos Aires,
2004, dedicatoria.
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