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Los Deseos

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os deseos ridculos

Adaptacin del cuento de Charles Perrault


Haba una vez un leador tan pobre que ya no tena ilusiones en esta vida. Estaba
desanimado porque jams haba tenido suerte. Su vida era trabajo y ms trabajo. Nada de
lujos, nada de viajes, nada de diversiones

Un da, paseando por el bosque, comenz a lamentarse en voz alta, pensando que nadie
le escuchaba.

No s lo que es una buena comida, ni dormir en sbanas de seda, ni tener un da libre


para holgazanear un poco La vida no ha sido buena conmigo!

En ese instante, se le apareci el gran dios Jpiter con un rayo en la mano. El leador,
asustadsimo, se ech hacia atrs y, tapndose los ojos, empez a gritar:

No me haga nada, seor! Por favor, no me haga nada!

Jpiter le tranquiliz.

No temas, amigo, no voy a hacerte ningn dao. Vengo a demostrarte que te quejas sin
fundamento. Quiero que te des cuenta por ti mismo de las cosas que realmente merecen
la pena.

No comprendo lo que quiere decir, seor

Escchame atentamente! Te dar una oportunidad que debers aprovechar muy bien.
Pide tres deseos, los que t quieras, y te los conceder. Eso s, mi consejo es que
pienses bien lo que vas a pedirme, porque slo son tres y no hay marcha atrs.

En cuanto dijo estas palabras, el dios se esfum en el aire levantando una nube de polvo.
El leador, entusiasmado, ech a correr hacia su casa para contarle todo a su mujer.

Como os podis imaginar, su esposa se puso como loca de contenta Por fin la suerte
haba llegado a sus vidas! Empezaron a hablar de futuro, de todas las cosas que queran
comprar y de la cantidad de lugares lejanos que podran visitar.

Ser genial vivir en una casa grande rodeada de un jardn repleto de magnolios!
Verdad, querida ma?

S, s! Y al fin podremos ir a Pars Dicen que es precioso!


Pues a m me gustara cruzar el ocano Atlntico en un gran barco y llegar a las
Amricas!

No caban en s de gozo! Dejaron volar su imaginacin y se sintieron muy afortunados.


Pasado un rato se calmaron un poco y la mujer puso un poco de orden en todo el asunto.

Querido, no nos impacientemos. Estamos muy emocionados y no podemos pensar con


claridad. Vamos a decidir bien los tres deseos antes de decirlos para no equivocarnos.

Tienes razn. Voy a servir un poco de vino y lo tomaremos junto a la chimenea mientras
charlamos Te apetece?

Buena idea!

El leador sirvi dos vasos y se sentaron juntos al calor del fuego. Estaban felices y algo
ms tranquilos. Mientras beban, el hombre exclam:

Este vino est bastante bueno Si tuviramos una salchicha para acompaarlo sera
perfecto!

El pobre leador no se dio cuenta de que con estas palabras acababa de formular su primer
deseo, hasta que una enorme salchicha apareci ante sus narices.

Su esposa dio un grito y, muy enfadada, comenz a recriminarle.

Sers tonto! Cmo malgastas un deseo en algo tan absurdo como una salchicha?
No vuelvas a hacerlo! Ten cuidado con lo que dices o nos quedaremos sin nada.

Tienes razn Ha sido sin querer. Tendr ms cuidado la prxima vez.

Pero la mujer haba perdido los nervios y segua rindole sin parar.

Eso te pasa por no pensar las cosas! Deberas ser ms sensato! Mira que pedir una
salchicha!

El hombre, harto de recibir reprimendas, acab ponindose nervioso l tambin y contest


con rabia a su mujer:

Vale, vale, cllate ya! Deja de hablar de la maldita salchicha! Ojal la tuvieras pegada
a la nariz!

La rabia y la ofuscacin del momento le llev a decir algo que, en realidad, no deseaba,
pero el caso es que una vez que lo solt, sucedi: la salchicha sali volando y se incrust
en la nariz de su linda mujer como si fuera una enorme verruga colgante.

La pobre leadora casi se desmaya del susto! Sin comerlo ni beberlo, ahora tena una
salchicha gigante en la cara. Se mir al espejo y vio con espanto su nuevo aspecto. Intent
quitrsela a tirones pero fue imposible: esa salchicha se haba pegado a ella de por vida.
Con lgrimas en los ojos e intentando controlar la ira, se gir hacia su marido con los
brazos en jarras.

Y ahora qu hacemos? Slo podemos formular un ltimo deseo y las cosas se han
torcido bastante, como puedes comprobar.

Efectivamente, la decisin era peliaguda. Tratando de conservar la calma, se sentaron a


deliberar sobre cmo utilizar ese deseo. Haba dos opciones: pedir que la salchicha se
despegara de la nariz de una vez por todas, o aprovechar para pedir oro y joyas que les
permitiran vivir como reyes el resto de su vida. Lo que estaba clarsimo era que a una de
las dos cosas deban renunciar.

La mujer no quera ser portadora de una salchicha que afeara eternamente su bello rostro,
y el leador, que la amaba, no quera verla con ese aspecto monstruoso. Al final se
pusieron de acuerdo y el hombre, levantndose, exclam:

Que la salchicha desaparezca de la nariz de mi mujer!

Un segundo despus, la descomunal salchicha se haba volatilizado. La muchacha


recobr su belleza y l se sinti feliz de que volviera a ser la misma de siempre.

La posibilidad de ser millonarios ya no exista, pero en lugar de sentir frustracin, se


abrazaron con mucho amor. El leador comprendi, tal y como Jpiter le haba advertido,
que la autntica felicidad no est en la riqueza, sino en ser felices con las personas que
queremos.

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