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Un Tal Julio-17

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Hugo Perez Navarro

Un tal Julio
A Hugo Perez Ramos, con quien entrelazamos algunas de estas
ideas.

A Cintia Martnez, inteligente lectora primordial

Julio, sus apariciones


Lo conoc una noche apacible y luminosa de enero de fines de los sesenta, cerca de la subida de Coln, en Mar
del Plata. Lleg de la mano de una chica de Avda. La Plata y Rivadavia, a la que haba conocido en medio de
un grupo como de veinte pibes ms o menos de mi edad (cumplira diez y seis en un par de meses) que
andaban caminando, cantando y tocando la guitarra entre Coln y la Rambla, con los que me cruc y me
integr rpidamente.
En una conversacin que se dio una de esas noches, alguno de los pibes lo mencion. Es evidente que
su nombre estaba en el aire, como acaso tambin lo estuviera el de Borges. Pero el pibe no dijo Borges: dijo
Cortzar. Y algo se encendi.
Seguramente porque quien entusiasmaba era Julio, aquel del que hablaban, aquel a quien lean, aquel
que interesaba a estos chicos de entre 14 y 18 aos. Julio, el cronopio, a quien le haba zarpado el nombre una
linda y efmera revista de rock & pop y cultura adolescente. Y por ah sigui la conversacin. Record un
tedioso acercamiento a l por la Autopista del Sur en el colegio; pero ese recuerdo no contaba: ahora se
trataba de otra cosa. En un momento la chica de Avda. La Plata y Rivadavia ofreci prestarme Los reyes y le
hizo saber su decisin al pibe que lo haba nombrado, quien con gesto de experto aval la idea. A la noche
siguiente me lo trajo.
Fue mi primer encuentro en serio con Cortzar, cuya lectura haba intentado forzar -sin xito- la bella y
aburridsima profe de castellano de segundo ao. Qu haba cambiado desde aquella ominosa lectura del cole,
impuesta por la profesora junto con su propio estilo soporfero? Tal vez que Julio era joven y se expresaba
como joven. O tal vez, ms bien, que ah, en esas noches, ninguna autoridad nos impona nada, que se trataba
de una eleccin, de algo que podamos hacer y sentir por nosotros mismos.
Conocer el mito de Teseo y el Minotauro no me ayud a comprender Los reyes, cuya lectura me dejaba
a cada paso la sensacin de que algo se me escapaba, de modo infinito. Pero lo que iba destilando entonces a
cada pgina, lo que an hoy me asombra de aquella lectura es que tales carencias no slo no impidieron sino
que tal vez hasta me ayudaron a descubrir la fascinacin del lenguaje, de ese lenguaje increble de las palabras y
de las situaciones -dadas y posibles- que he recorrido y recorro con un placer que incrementa el deseo y un
deseo que se renueva en la pretensin de saciarse. Y con esa extraa familiaridad que me envuelve cada vez
que vuelvo al mundo-Julio.

[1]
Julio, del lado de all.
Jos Pablo Feinmann escribi, all por 2002: La metfora de la casa tomada (que es una de las grandes
herramientas tericas para entender a la Argentina) fue creada por Julio Cortzar en un cuento perfecto que
public en su libro Bestiario, de 1951. Habra, l, de aclarar luego que escribi ese cuento instigado por la
llegada del peronismo (del primer peronismo) al poder. Con irona y acaso con autoirona habra de decir me
fui del pas porque los bombos peronistas no me dejaban escuchar a Bela Bartok. [] Se va. Acepta describirse como un
joven culto de clase media que huye a Pars ante la invasin de los otros.
Un raje gorila, podra decirse. Con una justificacin extremadamente gorila, podra decirse.
Lo cierto es que en El examen -un texto escrito poco antes de su partida y publicado despus de su
muerte, y en el que se ven ntidamente esbozos de lo que aos despus sera Rayuela-, se percibe un clima
pesado, abrumador. Los protagonistas de la novela procuran vivir lo mejor que pueden haciendo un mundito
propio de lecturas, msica, arte y referencias cultas para no involucrarse con el ominoso halo de la poca. Una
poca marcada por el inicio de la contraofensiva oligrquica y el desasosiego del peronismo, que no
encontraba una estrategia para frenarla. Porque es real que la ofensiva gorila gener dentro del peronismo un
clima de hostilidad rencorosa que termin buscando al enemigo all donde no estaba. Y desarroll como arma
el consignismo hueco, la bsqueda de lealtad en las formas y no en la poltica, y eligi el botoneo y la paranoia
como instrumentos de la autofagia, en vez de optar por la profundizacin del modelo.
No es fcil vivir en un clima en el que los temerosos encubren su mediocridad bajo la exaltada
sacralizacin de los jefes y en el que la repeticin mecnica y descerebrada de consignas no tiene lmites y lo
peor, no tiene ideas. Con lo cual, esas consignas se vacan de sentido, y todo se limita a levantar la voz para no
decir nada. Porque desde el consignismo nunca hay nada para decir, si entendemos que decir es marcar los
caminos que lleven a la victoria.
Y en estas situaciones, el hecho de pertenecer o no a una causa, termina siendo irrelevante. Lo vivimos
en los infaustos das de Lpez Rega. Lo vivi Cooke, en la misma poca en la que transcurre El examen,
cuando, por haber votado en contra del Acta de Chapultepec, que someta a la Argentina a los dictmenes del
imperialismo norteamericano, fue excluido de las listas y no pudo ser reelegido como diputado. Despus,
Pern dara marcha atrs y a das de que se produjera el golpe que lo derrocara, no llam a los serviles para
organizar la defensa: lo llam a Cooke. Pero ya era tarde. Previsiblemente, los miserables, pobres de espritu y
carentes de ideas, que se alojan siempre en las estructuras con potencial transformador, que vacan las
consignas a los gritos y susurran al entregar a sus compaeros, no pudieron frenar la cada.
Ya llevaba diez aos escribiendo, pero no publicaba nada o casi nada (el tomito de sonetos, quiz un cuento). De
1946 a 1951, vida portea, solitaria e independiente; convencido de ser un soltern irreductible, amigo de muy poca
gente, melmano lector a jornada completa, enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba ms all de la
esfera de lo esttico. Traductor pblico nacional. Gran oficio para una vida como la ma en ese entonces, egostamente
solitaria e independiente.
Y se fue. Y, como les pasa a muchos intelectuales, descubri la vida no como parte de la vida vivida,
sino como parte de un proceso intelectual, a la distancia. Porque a la distancia, la realidad no puede ser sino
objeto de un anlisis intelectual: la distancia achica el pathos de los hechos: no se los padece como estando all.
Yo me solidarizo con el pueblo de Gaza: pero las bombas no caen a mi lado.

[2]
Y Julio descubri la profunda y dura realidad latinoamericana desde Pars. Acaso, como lo dijo, con
dolor, con el dolor de creer que desde all no poda hacer nada. No poda? S, poda. Y lo hizo. chale la culpa
a Cuba.

El compaero Julio
Hay otra aparicin, otra intensa llegada de Julio, acaso a principios de 1970 o 1971, tambin ligada a Mar del
Plata. Esta vez en un interminable viaje de regreso a Ro Cuarto, navegando entre las Cartas a mam,
espiando Las babas del diablo o persiguiendo a Johnny Carter o Charly Parker, que frasea esto-lo-estoy-
tocando-maana, como slo se puede tocar (y slo se puede escuchar) si uno se escapa por la cornisa
irregular y salvaje de una frase musical de Johnny/Charly Carter/Parker o de Coltrane o de Dizzy o del
benemrito Thelonius Monk.
Eso, durante ms de 14 horas de micro, con Las armas secretas en mis manos, cuando ya muchos
jvenes andaban con armas (no tan secretas y nada literarias) en las manos, pasando de la crtica social a la
accin poltica y procurando que la crtica de las armas hiciera blanco all donde lo sealaban las armas de la
crtica. Tratando, en suma, de perfilar un mundo mejor, para los ms, para los que peor lo pasan siempre, aqu,
en Amrica Latina y en el Tercer Mundo, una categora extinguida con la cada del Muro, que sin embargo no
consigui extinguir la pobreza que dicha categora significaba.
Y en esa misma ruta del sueo que sobamos tantos, haba cado, en octubre de 1967, el ms ilustre
soador, y el ms despierto. La noticia le llega a Julio estando l en Argel, en un congreso internacional por los
derechos de los pueblos oprimidos. Quien se la transmite es el escritor cubano Roberto Fernndez Retamar.
Esto es parte de la respuesta.
La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece la ms banal de las artes, una especie de refugio, de
disimulo casi, la sustitucin de lo insustituible. El Che ha muerto y a m no me queda ms que silencio, hasta quin sabe
cundo; si te envi este texto fue porque eras t quien me lo peda, y porque s cunto queras al Che y lo que l
significaba para ti. [] Y para ti tambin es esto, lo nico que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que naci
como un poema y que quiero que tengas y que guardes para que estemos ms juntos.

CHE
Yo tuve un hermano. camin de a ratos
No nos vimos nunca cerca de su sombra.
pero no importaba. No nos vimos nunca
Yo tuve un hermano pero no importaba,
que iba por los montes mi hermano despierto
mientras yo dorma. mientras yo dorma,
Lo quise a mi modo, mi hermano mostrndome
le tom su voz detrs de la noche
libre como el agua, su estrella elegida.

Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Adelaida. Hasta siempre,


Julio
Para entonces Julio, movilizado por el impacto y el significado de la Revolucin Cubana se haba
vuelto un convencido difusor del socialismo que implicaban casi todos los procesos de liberacin,

[3]
fundamentalmente latinoamericanos. En 1963 haba llegado por primera vez a Cuba invitado por Casa de las
Amricas para desempearse como jurado en un concurso.
"La revolucin cubana me mostr de una manera cruel y que me doli mucho el gran vaco poltico que haba en m,
mi inutilidad poltica los temas polticos se fueron metiendo en mi literatura..."
A partir de entonces, ya nunca dejara de interesarse por la poltica latinoamericana. En esa etapa
escribi su notable cuento Reunin, que narra el reencuentro de Fidel y el Che, despus de la separacin
ocurrida tras el accidentado desembarco de los revolucionarios en suelo cubano. Antes de su publicacin,
alguien le alcanz a mostrar el texto al Che, lector cultsimo, quien tras leerlo, lo devolvi sin el menor
comentario. En tanto, entre tantas estaciones de apoyo y adhesin a los nuevos esfuerzos por construir un
mundo ms vivible, Julio viajar varias veces a La Habana, har una pasadita por Buenos Aires, en 1970,
donde ser entrevistado por Paco Urondo, ir a la Santiago del Chile de Allende, y ms tarde se enamorar de
la Revolucin Nicaragense, y pasar por todos los rincones de nuestra Amrica donde pareca madurar la
justicia como una fruta henchida de sol, sumndose a quienes, con plena lucidez, soaban un claro da de
justicia.
La intensidad y perseverancia de su compromiso poltico que incluy la donacin en 1973 de las
regalas de El libro de Manuel a los presos polticos de varios pases, entre ellos la Argentina-, permiti la
apertura de varias cabezas, empezando por la suya y por la de los sectores de la izquierda peronista, quienes
celebraron un acercamiento que implicaba una lectura distinta del peronismo de parte de Julio. Seguramente
porque en esos aos haba otro peronismo para leer: un peronismo montado sobre la historia y la fuerza
revolucionaria del pueblo y los trabajadores, que apuntaba a la superacin del peronismo clsico, en lnea con
a la propuesta de Cooke, de los dirigentes de la Juventud Peronista y de los programas generados por los
propios trabajadores en los congresos de Huerta Grande y La Falda. Una lnea, un proyecto que profundizaba
el histrico sentido revolucionario del peronismo y que, en su etapa de acumulacin hacia el retorno, Pern
aceptaba y an estimulaba, definindolo como socialismo nacional y bendiciendo las acciones de las
organizaciones armadas peronistas.

Julio y don Juan.


La cloche, le clochard, la clocharde, clocharder. Pero si hasta han
presentado una tesis en la Sorbona sobre la psicologa de los
clochards.
Puede ser dijo Oliveira. Pero no tienen ningn Juan Filloy
que les escriba Caterva. Qu ser de Filloy, che?

Debe ser algo muy loco eso de leer que un tipo que se instal en Pars a comienzos de los 50 slo para
escribir, mencione un fragmento de un texto que uno escribi y circul entre unos pocos lectores y que uno
de esos pocos a miles de kilmetros- se acuerde de los personajes de uno de esos libros de circulacin
limitada y se pregunte incluso por uno: Qu ser de Filloy, che?
Tal vez sea una manifestacin del destino azaroso de los libros, pues es sabido que casi toda la obra de
Filloy tal el caso de Caterva- fue editada por l mismo. Al menos hasta principios de los 70, cuando Paids
empez a publicar algunos ttulos como Op Oloop, La Potra y Estafen. Recientemente, en sus ltimos aos o
poco despus de su muerte, apareci un chaqueo experto en hacer negocios con el esfuerzo ajeno-, se hizo

[4]
pasar por experto en Filloy y acaso valindose de las referencias cortazarianas, consigui que se editaran
algunas obras ms.
Filloy naci 20 aos antes que Cortzar y vivi 20 aos ms.
Ambos fueron escritores, eruditos csmicos, altos, geniales. Cada uno con su estilo y su temtica, pero
con puntos de conexin importantes. La cita de Caterva en Rayuela, y alguna otra que anda por ah, no son
simples juegos ni exhibicin de datos exticos. El sentido de coincidencia e integracin meta-esttica es
evidente.
Julio siempre fue joven para escribir: tuvo un estilo de apariencia informal, de expresin irreverente,
que destil hasta su ltima lnea una percepcin fresca y juguetona de la vida, que se abra a la posibilidad de
desplazar la imaginacin hacia el otro lado de la vida, que aunque no cesa de ser lo que es, puede ser
sentida/mirada con otros ojos, ms amplios, como los suyos.
Don Juan, en cambio, al margen de las palndromas que tanto irritaban a Sabato y de algn otro juego
especfico, se apeg a formas clsicas. Su irreverencia no estaba en las formas, sino en las ideas, en los
argumentos, muchos de las cuales resultaban provocadores por el solo hecho de mostrar aspectos de la
realidad que la misma realidad generaba y la mojigatera que ornaba a los poderosos de la villa chica, no
soportaba ver.
Julio y don Juan nunca se encontraron, salvo en las letras.
Yo en cambio, viv 22 aos en la calle Den Funes, la vuelta de la casa de don Juan, que viva en San
Martn, a la misma altura, arriba del viejo diario El Pueblo, en cuyo local hoy venden rasquetas y facturas que,
por default, recuerdan a las de la confitera Boston de Mar del Plata.
Innumerables tardes lo vi a caminando desde el centro hacia el lado de la estacin de ferrocarril o
volviendo de alguno de los barrios del casco cntrico, haciendo su paseo vespertino, con su metro noventa y
pico, su corpachn, sus largos brazos de gorila y su belfo que alguna me vez me hizo pensar que si silbaba,
sonara como un saxo bartono.
Acaso, adems de la distancia, la coincidencia en no coincidir nunca fsicamente, la estatura
descomunal de ambos, y el amor por el box, hayan tambin coincidido en la ternura con la que ms all de
las formas- uno y otro miraban a la gente que animaba en sus textos, como imgenes translcidas de las
personas de carne y hueso con las que se cruzaban por ah, todos los das.

Julio, sus reapariciones


Curiosamente, la censura de libros de la U 9 de La Plata, por donde pasaron miles de presos polticos de la
ltima dictadura, no inclua todos los libros de Cortzar. No se poda leer historia argentina, por ejemplo ni
economa. Pero s la obra de lo que para la dictadura sera un agitador subversivo. As llegaron y volvieron a
mis manos Octaedro, Rayuela, Todos los fuegos el fuego y Final del Juego, donde sobresale el cuento No se culpe a
nadie, con ese martillazo final: Y ocho pisos.
Estando en la afortunadamente demolida crcel de Caseros nueva, las dos torres ensambladas en
forma de H, a las que el sol era un visitante que tena prohibida la entrada, lleg primero Alguien que anda por
ah y poco despus, Un tal Lucas. Este ltimo, en especial, fue una corriente de aire fresco, con olor a mar, con

[5]
todos los recursos, los fraseos, los tics esperables y con mucho ms de lo previsible, como siempre. Y acaso
con algo ms. Algo que, en un recreo, Cacho Paoletti me devel, casi susurrando, en una sntesis magistral:
-Lo not como despidindose
Corra el ao 1980.

Julio qu Julio?
El retorno a la democracia trajo una tremenda oleada de libertad, vastsima, feliz, similar a la de la primavera
camporista, aunque absolutamente ms relajada y sin conflictos en el seno del pueblo.
El anuncio del juicio a las juntas de ex comandantes militares fue recibido con alborozo en todos los
espritus sinceramente democrticos y amantes de la libertad y en especial por quienes esperaban una justicia
reparadora que jams se haba dado en nuestra historia.
Recientemente, y en medio de las referencias suscitadas por el centenario de cortazariano, circul una
versin que posiblemente quede como tal- segn la cual Alfonsn haba decidido poner a Julio lo al frente de
la CONADEP. La decisin era absolutamente coherente: Cortzar era el personaje justo. No slo no haba
almorzado con Videla, sino que haba luchado en defensa de los derechos humanos, denunciando las
violaciones cometidas por varias dictaduras en distintos lugares del mundo e integrando en su momento el
prestigioso Tribunal Russell-Sartre, que denunci los crmenes de Estados Unidos en Viet-Nam y el Tribunal
Russell II, centrado, precisamente, en enjuiciar a las dictaduras latinoamericanas. En 1983, precisamente, haba
estado en La Habana para asistir a la reunin del Comit Permanente de Intelectuales por la Soberana de los
pueblos de Nuestra Amrica.
Sin embargo, si la idea existi en algn momento, fue rechazada por el entorno alfonsinista embarcado
en la falaz y reaccionaria teora de los dos demonios, que equiparaba el accionar de las organizaciones
guerrilleras y la militancia popular y de izquierda con el terrorismo de Estado. Desde esa mezquina visin
Cortzar era polticamente incorrecto, absolutamente desaconsejable.
Esta hiptesis cobra sentido a la luz de los hechos que s se dieron. Porque es extremadamente
sintomtico que, cuando Julio estuvo en Buenos Aires entre el 30 de noviembre y el 4 de diciembre para ver a
su madre, no fuera recibido por el gobierno alfonsinista, como toda la sociedad esperaba. Sin embargo, a su
paso por las calle, el gigantn genial de los ojos descomunales fue reconocido y saludado con enorme cario
por la gente de a pie, por un pueblo admirado y orgulloso de tenerlo entre los suyos. Sera su ltimo viaje al
pas.

Instrucciones para tomar una casa enorme, bella y luminosa


Desde aquel encuentro marplatense hasta hoy, y en circunstancias absolutamente diferentes, los cuentos,
novelas y algunos textos en particular, las lecturas suscitadas, el juego en la lectura y en la escritura, la msica
de Thelonius, de Charlie Parker o de Art Tatum y tanto ms que me ha quedado y que an me deja el tal Julio,
han ido formando buena parte de lo de mucho de bueno que puede tener la vida cruzada por la literatura
como una de las mejores vas para transitar por este mundo.

[6]
No hace mucho, en uno de los talleres de lectura inspirados por el inteligente corazn de Lucero
Gmez Cruz, en la hermosa biblioteca del barrio Obras Sanitarias, una zona apenas alejada del centro de Villa
Mercedes, me permit sugerirles a los chicos ah presentes -que felizmente no eran pocos- que leyeran a
Cortzar, que entraran en su literatura por cualquiera de sus libros, porque la obra del tal Julio , es una casa
enorme, bella y luminosa, a la que puede accederse por la puerta o por las ventanas, una casa de la que no
siempre se quiere salir y a la que uno puede y quiere volver siempre, sin avisar, porque s, porque vale la pena
estar all unos minutos y porque cada minuto all es algo que se disfruta toda la vida.

[7]

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